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Resumen del articulo Retórica y Estilo de Luisa Isabel Rodríguez-Bello

En su artículo Retórica y Estilo, Luisa Isabel Rodríguez-Bello nos expone la concepción


del estilo utilizando como marco la retórica clásica de corte argumentativo y relaciona
esta concepción con algunos constructos teóricos de las actuales ciencias del lenguaje.
También nos define conceptos básicos comunes al estilo y a la retórica bajo una óptica
que permita interpretar tales conceptos en profundidad y en relación con disciplinas que
en la actualidad están íntimamente vinculadas con el lenguaje.

En el primer apartado, El estilo en la Retórica y en la Poética de Aristóteles, Rodríguez-


Bellos nos presenta la Retórica y la Poética de Aristóteles como documentos
lingüísticos que han estado vigentes dentro de las teorías que se han formulado sobre el
lenguaje en todos los tiempos y como se ha evidenciado la relación entre estas obras y
los estudios discursivos modernos.

Hay que tener presente que la retórica aristotélica es una ciencia de la producción del
discurso oratorio y una teoría de la argumentación con fines de captar el favor de una
audiencia. La retórica y la poética coinciden en su objetivo: la persuasión. Así para
Aristóteles el fin de la tragedia es conmover al oyente a través del temor y la compasión
para que, experimentadas esas pasiones, se logre la catarsis. El fin de los discursos
públicos, que analiza este autor, es inducir, por vía de un razonamiento lógico, ético o
patético, a una audiencia para la actuación, según el tipo del discurso.

El texto en el cual el filósofo expone su teoría sobre esta materia se denomina Retórica,
obra que se organiza en tres libros:

En el primer libro, Aristóteles se centra en el emisor, postulando una teoría de la


argumentación. Aquí analiza los argumentos que se deben de utilizar para lograr la
persuasión, según el tipo de discurso y la naturaleza del auditorio. Aquí trata la lógica
de la argumentación retórica, en donde se consideran contenidos que tocan con la
lógica: el silogismo, el entimema, la deducción, la inducción y el tema de los topoi,
temas cruciales que hacen de la retórica una materia teórica densa y compleja, como lo
es cualquier teoría que se atreva a tocar temas relacionados con el lenguaje y, por
extensión, con los mecanismos de razonamiento usados por la mente. Estos temas
marcan una división entre la retórica argumentativa de Aristóteles y las otras que sólo
han focalizado los adornos de la forma, la palabra manipuladora utilizada para cautivar
a la masa ignorante que no sabe distinguir entre lo verdadero y lo verosímil, es decir, lo
que es parecido a la verdad. Toda clasificación de género de discurso que hace
Aristóteles tiene el mérito de basarse en la comunicación: el juego entre emisor,
receptor y texto en el marco de la opinión pública.

Por su parte, en el segundo libro se analizan los atributos del orador y de la audiencia y
sus efectos sobre el uso de un lenguaje persuasivo. También se presenta, un análisis más
detallado de los topoi, lugares en los cuales el orador, en consonancia con sus
características y las de la audiencia, encuentra los contenidos y esquemas para su
argumentación.

Por último, el tercer libro se centra en la lexis, desarrollando su teoría sobre el estilo.
Los temas principales desarrollados son las cualidades y características del estilo, los
recursos y las figuras de expresión (metáfora, antítesis, comparación, entre otras) y otras
operaciones del discurso orientadas más a precisar la superestructura de los textos, los
elementos de cada una de sus partes en función de los efectos que se deseen despertar en
la audiencia.
Aristóteles considera que para la producción adecuada de un discurso persuasivo, no
sólo es suficiente saber lo que hay que decir, sino también expresarlo de una manera
conveniente, por ello se debe adoptar "una modalidad apropiada". Es lo que él llama una
norma de elocución, areté léxeos.

La concepción de la retórica clásica del estilo abarca diferentes elementos de orden


sintáctico, semántico y pragmático en función de una coherencia oracional y
macrotextual. Aristóteles considera que a la inventio compete el qué decir, y a la lexis el
cómo decir. La dispositio tiene que ver tanto con las res como con las verba. La lexis
tiene como objetivo la expresión lingüística de las ideas y pensamientos aportados por
la inventio y ordenadas por la dispositio. En efecto, los clásicos consideraron en sus
estudios discursivos tanto lo concerniente a las res (cosas, ideas o pensamientos), el qué
decir, como lo concerniente a las verba (palabras), el cómo decir.

En el segundo apartado del artículo, Rodríguez-Bello nos habla brevemente sobre el


estilo de la retórica pero ahora en Roma donde hubo un sinnúmero de escuelas, las
cuales se definían por la naturaleza del estilo practicado, con lo cual el estilo es parte
fundamental de la retórica y elige a Cicerón que pertenecía al estilo de la escuela de
Rodas, la cual optaba por el uso de una expresión elegante (latinitas) y rica en recursos
del lenguaje elegidas en relación con esa elegancia que se quería infundir. Para este la
elocución es la elección de palabras apropiadas a la invención, es la expresión
lingüística adecuada a lo que se quiere decir. En la definición de Cicerón hay un término
clave accomodatio: adecuación, adaptación, selección. Para los teóricos posteriores este
término es clave para una definición del estilo. En tal sentido, el estilo es una selección
particular que realiza un autor entre las diversas variedades de la lengua y los diferentes
contextos en los cuales está inmerso, en concordancia con las codificaciones del tipo de
texto. Esta selección dependerá de los recursos expresivos de que disponga el hablante.

En el tercero, cuarto y quinto apartados se nos da cuenta de la relación del estilo con la
gramática y la adecuación, carácter, género y hábito de este.

La dependencia del estilo de las reglas de la gramática la tenían muy presente los
retóricos de la antigüedad. Para estos, la persuasión, como finalidad del discurso,
depende de un proceso en el cual las ideas (res) encontradas en la inventio se ordenan
apropiadamente en la dispositio, y se expresen mediante un lenguaje (verba) en el
proceso de la elocutio o lexis, cuya función es para Cicerón, vestir y adornar el
discurso, refiriéndose tanto al uso, como a la disposición de las palabras en el discurso.
Esta disposición está sujeta a las leyes que rigen el código de la gramática (recte). Por lo
tanto, el desarrollo de un estilo apropiado depende del desarrollo de la competencia
gramatical.

La adecuación es otro de los conceptos claves en la concepción aristotélica del estilo.


Dice que el estilo será adecuado "si expresa las pasiones y caracteres y guarda analogía
con los asuntos de que trata" (Ret. III, 7, p.195). La proporcionalidad o analogía
consiste en no hablar "improvisadamente de asuntos de importancia, ni con gravedad de
cosas banales, y si a una palabra vulgar no se le ponen adornos" (Ret. III, 7, p.195).
Expresa Aristóteles que el estilo propio tendrá un gran valor persuasivo si hace
verosímil el asunto.

Aristóteles considera que el uso de un estilo adecuado en el discurso a partir de signos


externos connota carácter, virtud que permite expresar a cada género y a cada hábito
con propiedad. Dentro del concepto de género incluye variables como edad, sexo y
lugar de procedencia y como habito entiende el modo de vida y disposición peculiares
de cada persona que se reflejan en la producción del discurso.

A continuación, a lo largo de varias secciones se nos enuncian una serie de recursos


lingüísticos que forman parte de las virtudes del estilo, una virtud gramatical latinitas
(corrección) y tres retóricas: perspicuitas (claridad), ornatus (decoro), aptum (lo
apropiado).

Para Aristóteles, como griego, el principio clave del estilo era helenizar el lenguaje, que
el estilo exprese las normas de una lengua nacional, a través de un criterio de corrección
lingüística Este concepto implica que el estilo debe ser elaborado de acuerdo con las
reglas de la gramática de la lengua en la cual se produce el discurso. Cuando ese
concepto se transfiere a la cultura latina, se habla de la latinitas (latinidad), la
preservación del lenguaje en función a las pautas y normativas de la lengua latina, como
expresión de un pueblo y de una cultura. La latinitas como norma se basa en cuatro
pautas: ratio, vetustas, auctoritas y consuetudo.

La ratio (razón) es la que fundamenta la corrección gramatical en la lógica. La vetustas


(vejez, antigüedad) se refiere al uso de palabras antiguas, caídas recientemente en
desuso, pero que se pueden emplear en ciertos géneros de discurso para comunicar un
cierto encanto a la frase. La auctoritas (autoridad) o el uso del lenguaje por autores de
prestigio, es una norma de corrección lingüística. Prevaleciendo sobre las demás esta la
consuetudo (costumbre) que es el uso actual y corriente que del lenguaje hace la gente
culta.

La primera de las virtudes retóricas es la perspicuitas (transparencia), siendo su objetivo


la comprensión intelectual del discurso, su claridad. Importa aquí el uso de la palabra
apropiada a lo que se quiere decir. No se debe ni abusar de demasiada prolijidad, ni de
una demasiada concisión en el estilo, por ello es conveniente usar un término medio.
También el estilo debe ser agradable. Así es conveniente mezclar bien lo extraño y lo
cotidiano, mantener un ritmo y expresar lo que conviene de acuerdo a su funcionalidad.

La segunda virtud retórica, el Ornatus es la más codiciada, por ser la más brillante y la
más efectista, la cual rebasa la corrección elocutiva (...) y la comprensibilidad
intelectual de la expresión" (Lausberg, op. cit., p. 50). Del ornatus se deriva la
delectatio del público y se convierte en gran instrumento de persuasión, pues hace que
el auditorio escuche con agrado, con atención. El ornatus tiene varias cualidades: rubor
(es la propiedad que da virilidad y fortaleza al discurso), nitor (distinción), acutum
(agudeza, ingenio) y ocurre a través de las siguientes figuras: ironia, annominatio,
traductio, distinctio, reflexio, enumeratio zeugmática, zeugma, subiectio, urbanitas.

Los retóricos clásicos distinguen entre tropos y figuras. El tropo alude a una desviación
o desplazamiento de la significación natural y principal de una palabra. Es un cambio de
sentido. Mediante el tropo, se coloca una palabra de diferente contenido semántico en
lugar de la palabra propia. Los tropos definidos en el artículo son los siguientes:

 Metáfora: es el tropo que más atención a recibido, tanto por Aristóteles, como
por lingüistas y críticos literarios modernos. Aristóteles la define como la
trasposición del nombre de una cosa a otra; trasposición que se hace del
género a la especie, de la especie al género, de la especie a la especie o
siguiendo una relación de analogía. Sostiene Aristóteles que la metáfora debe
deducirse de cosas propias y no evidentes, es decir, lo semejante debe deducirse
también a partir de aquellas cosas que difieren mucho. Para Lázaro Carreter, la
metáfora es un tropo mediante el cual se presentan como idénticos dos términos
que son distintos; para él, la fórmula más sencilla de la metáfora es A es B (los
dientes son perlas), y la fórmula más compleja responde al esquema B en lugar
de A (sus perlas, en lugar de sus dientes), en donde A es el término metaforizado
Y B el término metafórico. Por otra parte, Lázaro Carreter distingue entre
metáfora literaria ("que pertenece al habla, como modalidad individual de un
escritor o un hablante") y metáfora léxica o fósil ("la palabra que
originariamente fue metáfora, pero que ya ha dejado de serlo y se ha incorporado
a la lengua").
 Metonimia: es un tropo que para Lausberg consiste en poner en lugar del
verbum propium otra palabra cuya significación propia está en relación real
con el contenido significativo ocasionalmente mentado. También Ducrot y
Todorov la definen como el empleo de una palabra para designar un objeto o
una propiedad que se encuentra en una relación existencial con la referencia
habitual de esa misma palabra. La metonimia no implica una relación
comparativa como la metáfora, sino que la palabra sustituida está
semánticamente relacionada con la palabra real, por ejemplo, decir botella por
ron, Baco por vino o corona por soberanía.
 Sinécdoque: para Lausberg es una relación cuantitativa entre la palabra
empleada y la significación mentada. ". Ducrot y Todorov (1974) la definen
como el empleo de una palabra en un sentido del cual su sentido habitual es
sólo una parte. A través de la sinécdoque, la parte es sustituida por el todo o
viceversa. El género sustituye a la especie, cuando se dice "arma por espada o
vehículo por carro. La especie sustituye al género al utilizarse "arepa" por
"alimento". La parte está en lugar del todo, al decir tengo mi techo por tengo mi
casa y la materia está en lugar de aquello que es hecho o construido de esa
materia cuando se dice ellos tienen mucha plata para decir ellos tienen mucho
dinero.
 Hipérbole: Perteneciente al ornatus más audaz, es el uso exagerado de términos
con el propósito de enfatizar, exagerar o atenuar. Tiene su base en la cosa
misma.
 Antonomasia: es el uso de un apelativo o perífrasis en lugar del nombre propio.
Por ejemplo, decir el pélida en lugar de Aquiles, el príncipe de la elocuencia
romana por Cicerón o el Libertador en lugar de Simón Bolívar. Para Lausberg,
la antonomasia es una sinécdoque del nombre propio donde la especie está en
lugar del individuo.
 Ironía: dicen Todorov y Ducrot que consiste en expresar algo mediante el uso
de una palabra que significa lo contrario, con el sentido de su antónimo.
 Lítote: Para Todorov y Ducrot significa la disminución cuantitativa de las
propiedades de un objeto, estado, etc. De acuerdo con Lausberg, es una
combinación perifrástica del énfasis y de la ironía. El grado superlativo de
significación se expresa mediante la negación de lo contrario, por ejemplo, no
pequeño por muy grande.
 Perífrasis: es la expresión del contenido de una palabra mediante varios
términos. Para Lausberg, esta no sólo trata de un cambio de palabras sino de un
acrecentamiento de las mismas.

Las figuras son también una desviación, pero en relación al patrón ordinario de
construcción u organización de las palabras en el discurso; es la dispositio al servicio
del ornato. Las figuras se caracterizan en relación con categorías como la adición,
supresión e inversión. Expresa Lausberg que algunos teóricos separan entre tropos y
figuras, otros subordinan los tropos a las figuras. Manifiesta también que las figuras
abarcan el campo de la gramática y de la retórica, y que las figuras retóricas se dividen
en figurae verborum y figurae sententiarum. Las primeras, figuras de palabras, tienen
que ver tanto con la violación de las reglas de la gramática regular como con las figuras
de dicción. Las segundas, figuras de pensamiento, tienen que ver con el enriquecimiento
conceptual, con la elaboración del pensamiento. Por ser este aspecto de las figuras un
tema de tanta amplitud, y con tantas implicaciones en los estudios de la lingüística, la
psicología cognitiva, la psicolingüística y la teoría literaria, la autora lo dejo como
tópico para futuras exposiciones.

En conclusión, a lo largo del texto se destaca la concepción aristotélica de la retórica y


del estilo como punto inicial para proposiciones novedosas en el campo de la lingüística
y la teoría literaria. La autora presenta con un carácter teórico y documental, algunos de
los puntos de contacto entre Aristóteles y autores como Cicerón, Lausberg, Quintiliano,
Andrés Bello, Van Dijk, Halliday, Perelman y Olbetchts- Tyteca. Algunas de las figuras
retoricas que fueron discutidas, constituyen una expresión inequívoca de la simbiosis
existente entre retórica y estilo. Dentro de éste último, destaca también su importancia
como expresión de la capacidad creativa y argumentativa del sujeto, pues, en última
instancia, el estilo es posible gracias a la creatividad del lenguaje, a la capacidad del ser
humano de hacer un uso infinito de medios finitos, al permitirle al emisor escoger,
seleccionar, optar y expresar unos mismos contenidos con estructuras diversas.

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