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Universidad Veracruzana

¿Platón Tiene una Doctrina Consistente Sobre las Ideas?


Revisión de los textos: Fedón, República y Carta VII

Ángel Israel Rodríguez Rodríguez

Facultad de Filosofía

Tópico Selecto: La Teoría de las Ideas de Platón

Dr. Ignacio Quepons Ramírez

2020
Para poder contestar a la interrogante de si hay una doctrina consistente sobre las ideas en Platón,

es necesario hacer un repaso por dos textos ubicados en la etapa de madures y uno ubicado en la

etapa de vejez: Fedón, República y Carta VII.

En el diálogo de Fedón, Platón en boca de Sócrates, defiende con una serie de fulminantes

argumentos su convicción de la inmortalidad del alma. Primero nos introduce, de una manera

sutil hasta ahora, la concepción de los términos en relación del uno con el otro, haciéndonos ver

cómo del dolor nace el placer, indicándonos con su ejemplo propio el cómo después de haber

sufrido dolor por su encadenamiento, al quitársele los grilletes, ahora siente un placer 1 —este

anticipado argumento lo volverá a ocupar para demostrar cómo de la vida se ejerce la muerte y de

la muerte la vida, siendo este un ciclo 2 —. Sócrates nos dice sobre cómo no es lícito apresurarse

a la muerte ejerciéndose violencia uno mismo, pues no nos pertenecemos sino a los dioses, y

como poniéndonos en sus zapatos, entenderíamos que el hecho de que una de nuestras creaciones

se quitase la vida, así como así, sin haberles deseado la muerte indicándoselo, serían dignos de

castigo — el hecho de que se hable de un «castigo» ya nos dice sobre una consecuencia que se

experimentará tras la muerte—. Seguido de esto se nos expone que los verdaderos filósofos no

temerán ante la muerte, en primera instancia porque, en este diálogo, Sócrates está seguro de que

al morir, se encontrará con dioses «sabios y buenos» y en segunda porque aquellos que han

dedicado su vida al ejercicio de la búsqueda de la sabiduría3, a su vez, se han preparado 4 durante

el mismo periodo de tiempo para morir, pues la muerte no es otra cosa que la separación del

cuerpo y el alma, estando el cuerpo en sí mismo y el alma en sí misma. El alma está compuesta

por tres partes: la parte concupiscible, que está referida a los deseos; la irascible, que está referida

1
Platón, Fedón, 60, c.
2
Tal como señala Plácido, D. (2004). El tiempo, la ciudad y la historia en la Grecia clásica. RDTP, LIX, 1. 157-
172. «Los griegos tenían una concepción cíclica del tiempo».
3
«[…] sabiduría propia del hombre». Platón, Apología, 20, e.
4
Platón, República, 376, e.
a la fogosidad e intemperancia de cada persona; y la Racional, la cual idealmente es la que debe

gobernar todas las demás partes, conociendo las virtudes y los vicios por medio del examen

constante5. Estas partes están presentes en cada persona en relación con su cuerpo, hay quienes

por naturaleza se decantarán por una parte en específico y de esa manera es que desarrollarán su

labor dentro de la Polis; entre estas labores se encuentra el Filósofo. Puesto que, el trabajo del

filósofo no es más que ocuparse de alimentarse de los bienes del alma y quedarse despreocupado

de los bienes del cuerpo, pues es el cuerpo una cárcel en la cual nuestra alma sufre atrapada, pues

está obligada a voltear hacia las pasiones del cuerpo6. El filósofo es aquel que reniega de estas

pasiones y encamina su vida en pro de la virtud y la verdad, aborreciendo los vicios y la falsedad

que de estos últimos devienen.

Al inicio del libro VI de la República Platón nos habla sobre la naturaleza del filósofo:

«Hemos de convenir —afirmé—, con respecto de las naturalezas de los filósofos, que siempre aman

aquel estudio que les hace patente la realidad siempre existente y que no deambula sometida a la

generación y a la corrupción.»7

En esta cita, se nos habla de Una realidad, la cual es siempre existente y por lo tanto no es

generada ni corrompida. Es deber del filósofo distinguir cuál es. Más adelante, en el diálogo del

Fedón, Sócrates interroga a un incrédulo Simmias sobre el hecho de que hay lo Bello en sí, lo

Justo en sí y lo Bueno en sí 8, a lo que es respondido que en efecto existe lo en sí. Además,

Simmias también asiente cuando le preguntan sobre cómo se puede ver lo en sí, a lo que

convienen en que no es posible verlo con ninguno de los sentidos; no se puede ver, no se puede

escuchar, no se puede sentir ni oler. Sólo es posible la percepción de cada cosa en sí con la
5
Platón, República, 421, a.
6
Platón, Gorgias, 493, a-b.
7
Platón, República, 485, c.
8
Platón, Fedón, 65, d.
«inteligencia pura por sí misma». De lo en sí, Platón ya había hablado en sus anteriores diálogos,

pero donde aparece más explícitamente es en el Fedro, cuando nos habla de «[…] incolora,

informe, intangible, esa esencia cuya ser es realmente ser, vista sólo por el entendimiento, piloto

del alma, y alrededor de la que crece el verdadero saber, ocupa, precisamente, tal lugar»9

Puesto que, el cuerpo corrompe el alma haciéndola enfocar hacia los deseos de bienes

materiales como las riquezas, la comida y el sexo; que las cosas en sí sean puras y que, para

poder verlas como son, se necesite ocupar la inteligencia pura para distinguirlos, de la cual el

proceso para esto es el desprendimiento del cuerpo y el alma, y que precisamente de este

desprendimiento es que se trata el acto de muerte, es que es necesario morir, pues es la única

manera en la cual podemos conocer puramente lo Justo en sí o lo Bello en sí.

Tras demostrar que morir es la única manera de poder conocer puramente la ousía ontos ousa,

Simmias y Cebes muestran su incredulidad en cuanto que el alma, tras haber muerto el cuerpo, no

se esfumara junto con él. A esto, Sócrates hace uso del argumento de la generación de las cosas

en relación con sus contrarios, como que de lo dormido su contrario es estar despierto, o que de

lo bello su contrario sea lo feo; en ambas situaciones uno se genera de otro, pues uno no podría

despertarse sin antes estar dormido, ni viceversa, de lo contrario, si decidiera ejercer una acción

tal como el dormir y no existiera el despertarse, al que esto pase quedará inmutable, pues no

existiría otro proceso de generación10. Lo mismo pasa con la muerte y la vida, tiene que haber dos

9
Platón, Fedro, 247, c. Cabe señalar dos cosas importantes en este pasaje: la primera es que a lo que llama
«esencia cuya ser es realmente ser» (ousía ontos ousa) nos habla de aquello que verdaderamente es, lo en sí que
se encuentra en otro lugar; lo segundo es precisamente esto último, la ubicación de lo en sí, que si bien dentro del
diálogo se refiere a un lugar «supraceleste» pues está hablando del mito del carro alado, siendo también el lugar
al que se refiere en el Fedón donde pertenece el alma, cabe destacar que no se refiere a un lugar supraceleste
literalmente, sino a la dimensión inteligible dentro de la misma realidad de la cual habla en el libro VI de la
República cuando nos describe la alegoría de la línea, de la cual se hablará más adelante.
10
Esto, creo yo, hace referencia cuando Sócrates, casi al terminar su juicio, hace ver que existen dos posibilidades
tras la muerte, una era quedarse eternamente dormido y no percibir el cambio de tiempo y la otra era migrar al
Hades y hablar con los sabios que ahí habitaran. Platón, Apología, 40, d.
procesos generativos para que ambos puedan ser, pues si no fuera de esta manera, las cosas

permanecerían inmóviles, inmutables e inertes. Cebes refuerza este argumento con uno anterior;

la reminiscencia. Esta consiste en la experiencia que tenemos al estar en presencia de un objeto

que nos hace recordad algo que presupone un conocimiento anterior sobre este objeto del cual

acabamos de tener experiencia. Un ejemplo de esto es que podemos ver una película, el género de

este es de romance. Al ver esta película, podemos identificar cosas como el amor, la soledad y

podamos relacionarnos con estas emociones porque recordamos experiencias similares, pues ya

experimentamos lo que es el amor que le tenemos a alguien o a algún objeto, o la soledad que

sentimos tras la falta de estos. Nos acordaremos también de ese alguien o algo. Es así como

funciona la reminiscencia; originándose de casos semejantes y en otros casos, de manera

diferente11. Pero este conocimiento de semejanza en sí no la hemos obtenido de ningún lugar que

hayamos percibido con los sentidos, pues no descansa en ningún objeto físico, sino que está en

relación de un objeto con otro, pero está por fuera de ellos, descansando por sí misma, porque es

una idea en sí misma; de otro modo si descansara en un caso en particular que es variable y sujeto

al cambio, esta idea quedaría distorsionada y quedaría sujeta a esos casos particulares que por

obviedad no son aplicables a casos distintos. Estar en presencia del acontecimiento de la igualdad

remite al recuerdo de una experiencia anterior, de un pasado anterior (pues es una idea en sí, y las

ideas no están sujetas al cambio de la dimensión sensible. Por esto podemos distinguir cuando

vemos, por ejemplo, cincuenta actos de amor, todos manifestados de distinta naturaleza, pero aún

así presuponemos el conocimiento de semejanza o desemejanza con respecto a una igualdad en sí

que se refiere a la Idea del Amor en sí. Por lo tanto, si hasta este punto ya sabemos que lo único

que puede conocer lo en sí es el entendimiento puro, y que esto se logra cuando el cuerpo se

separa del alma, y que tal separación se refiere al acto de morir, sabemos no sólo que el alma es

11
Platón, Fedón, 74, a.
de la misma naturaleza que las ideas, sino que es congruente pensar, que si recordamos por un

momento algo que solamente lo pudimos conocer estando muertos, significa que nuestra alma

revivió de la dimensión de las ideas al mundo sensible, permitiéndonos recordar por medio del

ejercicio —el cual es un ejercicio dialéctico que consiste en tener opinión acerca de cada

participación de la belleza en sí, de lo justo en sí, de lo bueno en sí, etc.

Sócrates también explica en el Fedón que las ideas y en especial la del Bien, son las causas de

que las cosas estén dispuestas del mejor modo, de manera que cohesiona todo 12. La participación

de las Ideas las expone en tres ocasiones distintas; una en el Fedón, otra en el Banquete y otra en

la República, que a continuación citaré respectivamente:

«Examina, entonces —dijo — las consecuencias de eso, a ver si opinas de igual modo que yo. Me

parece, pues, que si hay algo bello al margen de lo bello en sí, no será bello por ningún otro motivo,

sino porque participa de aquella belleza. Y por el estilo, eso lo digo de todo. Admites este tipo de

causa?». (Platón, Fedón, 100, c.)

«En efecto, quien hasta aquí haya sido instruido en las cosas del amor, tras haber contemplado las

cosas bellas en ordenada y correcta sucesión, descubrirá de repente, llegando ya al término de su

iniciación amorosa, algo maravillosamente bello por naturaleza, a saber, aquello mismo, Sócrates, por

lo que precisamente se hicieron todos los esfuerzos anteriores, que, en primer lugar, existe siempre y ni

nace ni perece, ni crece ni decrece; en segundo lugar, no es bello en un aspecto y feo en otro, ni unas

veces bello y otras no, ni bello respecto a una cosa y feo respecto a otra, ni aquí bello y allí feo, como

si fuera para unos bello y para otros feo. Ni tampoco se le aparecerá esta belleza bajo la forma de un

rostro ni de unas manos ni de cualquier otra cosa de las que participa un cuerpo, ni como un

razonamiento, ni como una ciencia, ni como existente en otra cosa, por ejemplo, en un ser vivo, en la

tierra, en el cielo o en algún otro, sino la belleza en sí, que es siempre consigo misma específicamente

12
Platón, Fedón, 99, c.
única, mientras que todas las otras cosas bellas participan de ella de una manera tal que el nacimiento y

muerte de éstas no le causa ni aumento ni disminución, ni le ocurre absolutamente nada. Por

consiguiente, cuando alguien asciende a partir de las cosas de este mundo mediante el recto amor de

los jóvenes y empieza a divisar aquella belleza, puede decirse que toca casi el fin. Pues ésta es

justamente la manera correcta de acercarse a las cosas del amor o de ser conducido por otro:

empezando por las cosas bellas de aqui y sirviéndose de ellas como de peldaños ir ascendiendo

continuamente, en base a aquella belleza, de uno solo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los

cuerpos bellos a las bellas normas de conducta. y de las normas de conducta a los bellos

conocimientos, y partiendo de éstos terminar en aquel conocimiento que es conocimiento no de otra

cosa sino de aquella belleza absoluta, para que conozca al fin lo que es la belleza en sí» (Platón,

Banquete, 121, a-c.)

«[…] —Y de las cosas grandes y las pequeñas, las livianas y las pesadas ¿las denominaremos con estos

nombres que enunciamos más que con los contrarios?—. —No, cada una contiene siempre ambos

opuestos—. — ¿Y cada una de estas multiplicidades es lo que se dice es más bien lo que no es?— […]

En tal caso, de aquellos que contemplan las múltiples cosas bellas, pero no ven lo Bello en sí ni son

capaces de seguir a otro que los conduzca hacia él, o ven múltiples cosas justasx pero no lo es Justo en

sí, y así con todo, diremos que opinan acerca de todo pero no conocen de aquello sobre lo que opinan».

(Platón, República, 479, b-e)

Como podemos ver en estas tres citas de diferentes diálogos, es necesario, para tener una

mejor comprensión del tema de la participación de las ideas en el mundo sensible, lo que nos

demuestra que hay coherencia dentro de los diálogos acerca de la teoría de las ideas, no sólo en

estas últimas tres citas, sino también, como ya lo hemos referenciado, en el Fedro y en el Gorgias

se nos explica más acerca de su doctrina escrita.


En el libro VI de la República se noes expone la concepción de la realidad para Platón, siendo

esta una línea que en su total está dividida en cuatro partes 13; en la que distinguiremos dos

secciones distintas que se conforman de dos tramos; en la primera sección, encontraremos en la

primera instancia, las imágenes, las sombras de las cosas que parecen ser, es así como esta

primera instancia de la Realidad pertenece al no ser, las cuales producen un estado mental de

Conjetura (eikasia). En la segunda instancia de la Realidad se encuentran las cosas físicas, como

los animales o los objetos, estos conllevan al estado mental de la Creencia (pisitis). Estas cosas

físicas son más reales que las imágenes, puesto que las imágenes, sombras o reflejos, dependen

de la existencia de una cosa física de las cuales deban ser reflejadas. A esta primera sección

compuesta de dos instancias, sólo le confiere el poder de la opinión, puesto que pertenece al

mundo sensible y por tanto es cambiante y no se puede tener conocimiento de ellas.

En la segunda sección igualmente dividida, encontraremos la siguiente instancia llamada

hipótesis, la cual también considera a las cosas sensibles como reflejos de lo que son las cosas en

sí, y comprenden de manera inteligible, que el Sol o la Luna son círculos, y a través de la

aritmética hacen una representación de este círculo. Esta primera instancia es conducida por el

Pensamiento Discursivo (dianoia). Por último, queda la última instancia de la Realidad y la más

importante, la de las Ideas. Esta es producida por una Intelección Racional (nous), la cual toma la

hipótesis y la eleva a una intuición donde se tiene un conocimiento pleno y auto-justificado, en el

cual comprendemos el Bien. Sin embargo, Platón pone en un lugar distinto el Bien: «Y así dirás

que a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les

llega el existir y la esencia, aunque el Bieno no sea esencia, sino algo que se eleva más allá de la

esencia en cuanto a dignidad y potencia»14. Esto último alude a un principio unificador del cual

13
Platón, República, 510, a-e.
14
Platón, República, 509, b.
no se ocupa en sus diálos, pero que, sí hace referencia dentro de ellos. Tal es el caso de este

estracto del Fedón:

«¿Y qué? ¿No te precaverás de decir que, al añadirse una unidad a otra, la adición es causa de la

producción del dos, o, al escindirse, la escisión? Y a grandes voces proclamarías que no sabes ningún

otro modo de producirse cada cosa, sino por participar cada una de la propia esencia de que participa y

en estos casos no encuentras ninguna otra causa del producirse el dos, sino la participación en la

dualidad y que es preciso que participen en ella los que van a ser dos, y de la unidad lo que va a ser

uno, y, en cuanto a las divisiones ésas y las sumas y todos los demás refinamientos, bien puedes

mandarlos a paseo, dejando que a ellas respondan los más sabios que tú.» (Platón, Fedón, 101, c.)

También Aristóteles hace referencia a esto:

«Esto es lo que nos enseñó Platón acerca de los temas que nos ocupan. Y es evidente por lo dicho que

sólo utilizó dos causas: la de la quididad [causa formal] y la relativa a la materia (pues las especies son

causas de la quidad para las demás cosas, y el Uno [quididad], para las Especies); y la materia

constituye el sujeto, de la cual se dicen las Especies en las cosas sensibles y el Uno en las Especies, es,

según él, la Díada, lo Grande y lo Pequeño. Además asignó a ambos elementos la causa del bien y del

mal, una cada uno; doctrina que, como decíamos, habían tratado de sostener ya algunos de los filósofos

anteriores […]» (Aristóteles, Metafísica I 6, 988, a 8-15.)

Finalmente, es el mismo Platón, en la Carta VII, el que se adjudica sus doctrinas, tanto

impartidas por escrito como oralmente.

«En todo caso, al menos puedo decir lo siguiente a propósito de todos los que han escrito y escribirán y

pretenden ser competentes en las materias por las que yo me intereso, o porque recibieron mis

enseñanzas o de otros o porque lo descubrieron personalmente : en mi opinión, es imposible que hayan

comprendido nada de la materia […] Sin duda, tengo la seguridad de que, tanto por escrito como de
viva voz, nadie podría exponer estas materias mejor que yo; pero sé también que, si estuviera mal

expuesto, nadie se disgustaría tanto como yo. Si yo hubiera creído que podían expresarse

satisfactoriamente con destino al vulgo por escrito u oralmente, ¿qué otra tarea más hermosa habría

podido llevar a cabo en mi vida que manifestar por escrito lo que es un supremo servicio a la

humanidad y sacar a la luz en beneficio de todos la naturaleza de las cosas? Ahora bien, yo no creo que

la discusión filosófica sobre estos temas sea, como se dice, un bien para los hombres, salvo para unos

pocos que están capacitados para descubrir la verdad por sí mismos con unas pequeñas indicaciones.»

(Platón, Carta VII, 341, c-d.)

Más adelante en la misma Carta VII, Platón nos habla sobre los grados de conocimiento que se

encuentran en todos los seres, siendo estos tres, que en orden son el nombre (ónoma), su

definición (logos), su realidad (ousía) y el conocimiento mismo. Estos elementos constituyen

entre todos la Inteligencia15. Estos grados pueden ser ubicados dentro de la alegoría de la línea

donde se divide la realidad en grados. Además, como lo especifíca en el mismo texto, estos

elementos también tratan de explicar tanto la esencia de la cosa como sus cualidades16.

Finalmente, tras haber expuesto grosso modo la Teoría de las Ideas escrita en distintos

diálogos queda concluir si existe o no una doctrina consistente de las Ideas en Platón. Para esto

me auxialaré por los temas vistos en el taller llevado a cabo en la Facultad de Derecho de la

Universidad Veracruzana, llamado “Platón y la idea de Justicia” 17 y presentado por el Dr.

Bernardo Berruecos Frank y el Mtro. Eugenio Huarte Cuellar. En este taller, el día veinticinco del

mes de Enero, el Dr. Berruecos nos presentó, entre otras muchas cosas de igual interés, los

distintos enfoques con los que se estudia a Platón, para poder dar cierta claridad y explicación

acerca de las varias contradicciones que se encuentran en los diálogos. Por un lado se encuentran
15
Platón, Carta VII, 342, b.
16
Platón, Carta VII, 343, a.
17
Berruecos, B. & Huarte, E. (2020). Taller de Filosofía Antigua “Platón y la Idea de Justicia”. Facultad de
Derecho U.V. Academia de Filosofía, Teoría del Derecho y Disciplinas Jurídicas Auxiliares.
los desarrollistas, quienes explican estas contradicciones con el argumento de que Platón, con el

paso del tiempo, fue cambiando de opinión acerca de lo que iba escribiendosus diálogos,

permitiendo concluir, de esta manera, que Platón no tuvo realmente una doctrina consistene. Por

el otro lado se encuentran los unitaristas, quienes abogan por una estructura que fue armando,

dosificando la información (como lo intenté demostrar en las citas consecutivas del Fedón, el

Banquete y la República) siendo, el centro de esta, La República. Está claro que me decanto por

el unitarismo.

Así mismo, existen igualmente dos maneras de leer los diálogos Platónicos: por un lado de

manera dogmática y por el otro lado de manera escéptica. La manera dogmática está convencida

de que hay un sistema que se requiere construir al paso que leemos los distintos diálogos. La

segunda manera es la escéptica, que presupone que Platón, siendo el innovador literato que fue,

está jugando con nosotros conduciéndonos a distintas aporías. Ante estas dos opciones, me

posiciono del lado de los dogmáticos, pues si bien existen diálogos aporéticos como el Teeteto

donde no se concluye qué es el conocimiento, sí se nos dice con claridad qué no es,

preparándonos así para los siguientes diálogos donde encontramos más respuestas.

Es por todo lo redactado en este ensayo que concluyo que en efecto, Platón tiene una doctrina

consistente sobre las ideas.

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