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Doctor Francis Lefebure

EL PODER DEL CRISTIANISMO


MAGIA CRISTIANA
Doctor Francis LEFEBURE

Medalla de Oro y Premio del Concurso Lépine 1963


Medalla de Oro del Salón Internacional de Inventores de
Bruselas 1964, por la acción sobre el cerebro de su aparato
para la Audición Alternativa

Fosfenismo® España e Iberoamérica Escuela del Doctor Lefebure® Fosfenología® Edición y Producción
[email protected] http://www.fosfenismo.com tel. 609331111 tel. 934909128
Francesc Celma 36560189X. 2009ROI60180002K
Alcolea 32-34 7º 2ª 08014 Barcelona. España

Marca registrada para libros, aparatos y método pedagógico


http://www.fosfenismo.com
2ª Edición en castellano
Diseñadora: Eva Mayral
I.S.B.N: 84-95720-02-7
Depósito legal: B-24592-2002
Reservados todos los derechos de traducción y de
reproducción total o parcial para todos los países
Doctor Francis Lefebure
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INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN
CASTELLANA

Es un placer presentar la nueva edición de Poder del


cristianismo, magia cristiana; hemos realizado la revisión de la
primera edición en un intento de mejorar la traducción y sobre
todo la maquetación al tiempo que, gracias a ello, lo ofrecemos
disponible también en versión pdf para las descargas desde
nuestras webs. Como siempre, la idea es que los libros del
Doctor Lefebure puedan llegar al máximo número de gente
posible y en esa línea trabajamos, para que todos sus libros
puedan adquirirse en formato digital a un precio testimonial,
realmente simbólico.

Ha sido un trabajo muy costoso, muy laborioso, que no hubiera


podido llevarse a cabo sin la colaboración de Amparo y de
Marina a quienes deseo expresar mi más sincera gratitud por las
horas pasadas delante del ordenador y por su fina y metódica
labor.

En cuanto a la maquetación del libro he querido respetar el


número de imágenes originales pero he decidido cambiar el
diseño en un intento de hacerlas más atractivas e ilustrativas.

Es uno de los primeros libros del Doctor Lefebure, el grueso de


sus descubrimientos más significativos aún estaba por llegar
pero como siempre, ríos de información fluyen por el mismo
para nuestro goce intelectual desvelando los ejercicios iniciáticos
que tejen uno de los entramados más resistentes de nuestra
historia: el cristianismo.

El poder del cristianismo magia cristiana


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El hilo que teje el cristianismo está hecho de luz, de fosfenos,


pero es un hilo que viene de lejos, viene de miles de años atrás
cuando el hombre empezó a observar el fuego tras descubrirlo y
a crear religiones a su alrededor….

Los magos eran los sacerdotes del mazdeísmo, religión persa


conocida también como zoroastrismo; Ahura Mazda es su dios,
un dios vinculado al fuego.

Las divinidades separadas, Júpiter, Apolo, Marte, Serapis, Atis,


los Baales orientales y Mitra, aparecen todas como otras tantas
encarnaciones, otras tantas reproducciones exactas de una
divinidad superior, es decir, el sol.

Los magos realizaban todas sus ceremonias ante el fuego y su


prestigio y su poder fue tal que varios reyes persas intentaron
socavar su influencia sin éxito y así su reputación, se fue
extendiendo por los tiempos hasta tomar las connotaciones
actuales.

En el concilio de Nicea, tras seis meses de conflictos con los


obispos durante los cuales deportó a los que rechazaban votar a
favor de su idea y los sustituyó por sus prefectos, el emperador
Constantino obligó a reconocer una diferencia de naturaleza
entre Cristo y nosotros, es decir, que él es divino y nosotros no.

Sin embargo, cuando se procesó a Cristo y se le reprochó


considerarse hijo de Dios, él replicó que estaba escrito en la
Biblia que todos somos hijos de Dios….

Es interesante recordar que el pueblo israelita fue deportado a


Babilonia y sometido a una cautividad que duró desde el año
587 hasta el 539 antes de Jesucristo.

Doctor Lefebure
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En aquella época, Babilonia formaba parte de las regiones


zoroástricas… regiones en las que se rezaba mirando fijamente
una llama… regiones de sacerdotes del mazdeísmo, regiones de
magos…

Soberano Pontífice significa «guardián de los puentes de la


ciudad de Roma». No olvidemos que Julio César también era
«soberano pontífice». Era uno de los títulos de los emperadores,
lo cual confirma que el Papa es más bien el continuador del
emperador romano que de una religión que, en su origen, se basó
en los poderes mentales particulares que confiere la ciencia de
los fosfenos; rudimentos poseídos en aquella época por los
pastores y los magos de Oriente.

La religión romana estaba basada en la divinización del


emperador. Es la definición de la palabra «apoteosis» en su
sentido original. Evidentemente, esta divinización tenía por
objeto reforzar la autoridad militar de Roma a través de la
autoridad moral sobre las poblaciones de los países ocupados
militarmente. Frente al avance de los cristianos, que tomaron el
mando de la sociedad romana, y para salvar el Imperio Romano
de la colonización completa, el emperador Constantino tuvo la
idea de fusionar las dos religiones, cristiana y romana.

Juliano intentó volver a los orígenes de fiesta solar pero ya era


demasiado tarde… La tradición solar es inmemorial y tiñe todo
el desarrollo de la humanidad, pero hasta Constantino gobierna
el mundo de forma natural y equilibrada, después de él solo
Juliano se interponía entre la iluminación como sentido natural
de la vida y el poder, en ocasiones oscuro, en que se convirtió el
cristianismo…
Juliano es el último baluarte de la fiesta solar sin poder político,
de la fiesta de la magia de la vida…

El poder del cristianismo magia cristiana


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Un ejemplo: tenemos a Apolonio de Tiana contemporáneo de


Jesús (4 a.C.). Daba todo a los pobres y se abstenía de los
excesos, se decía que era admirado por los brahmanes de la
India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto.

Famoso por sus «milagros» entre los que se encuentra la


resurrección de una doncella y la curación de múltiples
enfermos, se dice que en Éfeso acabó con una plaga. Viajó por
Babilonia, Etiopía, Egipto, rodeado de sus numerosos
seguidores. El obispo Sidonio Apolinar dice de él:

... sólo le falta para ser perfecto....ser cristiano…

El hilo conductor, el hilo mágico, sirvió para tejer las bases


sociales y políticas de nuestra civilización aún cuando, en el telar
de los magos, luce mejor, luce con vida, luce limpio.

Uno de ellos marcó nuestra Historia…..

Quien no haya quedado fuertemente impresionado por el


Fosfenismo es que no lo ha entendido

Francesc Celma

Director de Fosfenismo España e Iberoamérica

Doctor Lefebure
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PRÓLOGO

A mi muy querida madre, que me educó en la religión cristiana


y que, cuando yo era niño, tuvo en Royan la intuición de este
presente Cristo-Rey

Cuando tenía quince años, uno de mis compañeros me confió


que la gran esperanza de su existencia era escribir una apología
del cristianismo.

En aquellos días lejanos, esta idea me pareció fuera de


actualidad, desusada, hasta algo pueril. Tenía una cierta
repulsión por el cristianismo, en el que, no obstante, había sido
educado, aunque sin rigor. No omití hacérselo saber a mi
compañero.

No sé si este amigo, con el tiempo, ha puesto su proyecto en


ejecución; por otra parte, le perdí de vista hace mucho tiempo.
Pero por una de esas curiosas paradojas que abundan en el
destino de los seres vivientes, soy yo, veinticinco años más tarde,
quien considero como la obra más importante de mi vida, al
menos en la intención y pese a sus incuestionables
imperfecciones, esta apología del cristianismo que hoy presento.

Entretanto, no he hecho, sin embargo, ningún estudio


especialmente religioso y no he mantenido con las diversas
iglesias más que relaciones de formulismo.
¿Qué ha sucedido desde los lejanos años en que la idea de
escribir una apología del cristianismo me parecía desusada?

El poder del cristianismo magia cristiana


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Ha ocurrido esto: a los diez y ocho años encontré un mago


auténtico (véase nota), llegado del Oriente, quien ha atravesado
por mi vida, inescrutable y misterioso como las manifestaciones
de una centella, luego, como ella y sin dejar huellas, se hundió
en lo desconocido.

Me impuso las manos y vi grandiosa, inmensa, desconcertante,


terrible aún en su poder, la imagen del Hijo del Hombre, que
balanceaba la cabeza de derecha a izquierda y llevaba aún el
manto púrpura y la corona de espinas. Tuve esa visión en las
dunas situadas al sur de Merlimont, cerca de Berck.

Luego, durante veinticinco años me he nutrido, como de una


hostia, de esta visión y de otras que la acompañaron. Que mi
pluma pueda ahora, como esos cristales que se hacen
luminiscentes con la luz ultravioleta, manifestar ante toda la
humanidad la radiación invisible de mi maestro.

Nota: Arthème Galip, diplomático ucraniano. Nota biográfica en Experiencias Iniciáticas, de


próxima publicación por esta editorial

Doctor Lefebure
JESÚS Y LA CIENCIA
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TRIUNFO DEL CRISTIANISMO


(exotérico)

Yo he vencido al mundo (Juan 16, 33)

Dupont, Durand y Delacroix eran, con sus familias, los únicos


habitantes de una minúscula aldea perdida en el bosque, y, como
sucede a menudo en las pequeñas poblaciones, relacionados
entre sí por cierto parentesco. Sólo Delacroix era cristiano; él
devolvía, sistemáticamente, bien por mal. Dupont y Durand
vivían sin ser muy conscientes de ello, según la antigua moral
ojo por ojo, diente por diente, que es la del instinto animal.

Cierto día Dupont y Delacroix tuvieron un violento desacuerdo.


Dupont se ofuscó y su puño se abatió sobre la nariz de Delacroix,
que sangró abundantemente. Delacroix no perdió su calma, y sin
discutir más por saber quien tenía razón o estaba equivocado al
principio, y más preocupado del porvenir que del pasado,
expresó a Dupont su pesar por haberle hecho encolerizar, y
devolviendo bien por mal, lo invitó a almorzar para celebrar su
reconciliación. Dupont aceptó, almorzó con gusto y pensó para
sí que había recuperado lo que Delacroix le debía.

Este último estaba convencido de que en adelante el otro era


doblemente su deudor, porque este convite no representaba su
deuda, sino que constituía un regalo; Delacroix prefería actuar
así aunque le costara moral y materialmente, y quedar en buenos
términos con Dupont. Pero el pobre Delacroix no tuvo fortuna.
No bien acababa su nariz tumefacta de recobrar su forma normal,
cuando nuevamente tuvo un altercado, esta vez con Durand.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Encolerizado éste también, asestó una gran paliza sobre las


espaldas de Delacroix, que debió guardar cama una semana.
Lejos de demandarle y reclamar daños y perjuicios, Delacroix
analizó en detalle los agravios de Durand, los halló estúpidos e
injustos, pero deseando, como ordena Jesús, reconciliarse con su
enemigo, mandó entregarle una suma de dinero más importante
que la reclamada.

Durand, cuyo corazón era menos duro que el de Dupont tuvo


cierta turbación y, dominado por los remordimientos, rehusó esta
suma; hasta llegó a excusarse por los golpes dados, pero no llevó
la generosidad hasta reembolsar los gastos de asistencia.
Delacroix y Durand quedaron en buenos términos, de acuerdo a
la voluntad de Delacroix.

Delacroix vivía entre la casa de Dupont y la de Durand. Estos


últimos, tenían, pues, más raramente ocasión de encontrarse. Por
ello, siempre se habían llevado bien. Pero un día tuvieron una
discusión que se envenenó, y Dupont, siempre violento, golpeó
en el rostro a su amigo Durand. Este último, por desgracia,
estaba mal de los dientes. En su justa cólera quiso devolver a
Dupont un golpe igual, pero ¿igual a qué? ¿igual al que Dupont
creía haber dado, y que bajo el efecto de una emoción que él
juzgaba legítima, le había parecido leve aunque merecido? ¿o
igual al que Durand había sentido tan dolorosamente sobre su
absceso dentario?
Él lo quería, de seguro, igual al golpe que había recibido, en
estricta aplicación del precepto ojo por ojo, diente por diente,
fundamento de la justicia humana.

Y así fue que el pobre Dupont, del que nos compadeceremos


a su vez, recibió un directo con tal violencia que lo ofuscó
de indignación.

Doctor Lefebure
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Apasionado por la justicia, él hubiera aceptado, en rigor, un


golpe exactamente igual (ya que reconocía haberse dejado
arrebatar) pero no un golpe de semejante violencia. Por cierto
que él, que era justo sólo iba a devolver a su adversario un golpe
igual al que acababa de recibir. Y así, creyendo cada uno
devolver un golpe equitativo, pero estimando siempre el
perjuicio sufrido como muy superior al que su adversario
pensaba haber causado, el alboroto aumentó.

Porque la principal debilidad de la antigua moral, simple reflejo


de un instinto primitivo, es que cada uno se crea sinceramente
más dañado de lo que está y subestime, no menos sinceramente,
el perjuicio que provoca. Es un sentimiento natural; sería
menester consubstanciarse con el otro individuo para medir
exactamente la intensidad del mal que experimenta. La disputa,
por la lógica de las cosas, degeneró en combate y terminó
tristemente: Dupont resultó muerto y Durand quedó gravemente
herido.

Yacían sobre el lugar de la lucha y Delacroix fue llamado con


urgencia por sus respectivas esposas. Delacroix cuidó, desde
luego, a Durand, gratuitamente. Mas éste no pudo,
decorosamente, evitar darle una buena recompensa. Luego de
enterrado su primo Dupont, Delacroix le heredó, y la familia del
finado tuvo, además, algunas atenciones adicionales para
agradecerle las palabras de consuelo y por haber llevado el
cuerpo a su casa. Durand, malparado, se vio obligado a ceder una
parte de sus tierras a Delacroix, que las explotó desde entonces,
en su lugar.

Ahora, en la aldea sólo hay dos hombres: Delacroix, que es el


rey, y un lisiado, que depende de él para todo. Delacroix es quien
administra los bienes de las tres familias y dirige la educación de
todos los hijos.

El poder del cristianismo magia cristiana


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A veces, al terminar su jornada, se sienta sobre una gran piedra


y, contemplando el cielo que se inflama al poniente, da gracias a
quien ha dicho bienaventurados los mansos, porque ellos
heredarán la tierra. Esta historia es tan sencilla que parecerá
ingenua a muchos. Sin embargo, abramos los ojos: se repite
todos los días, en todas partes. ¿Acaso la ley de la gravitación no
es también sencilla? Lo que no impide que por ella jamás se haya
podido resolver el problema de los tres cuerpos, es decir, prever
las curvas exactas que describirán tres cuerpos celestes aislados,
reaccionando uno sobre el otro según la ley de Newton.

Asimismo, la ley que en nuestro relato rige el destino de Durand,


Dupont y Delacroix (y que llamaremos para ayudar a la
memoria ley de las tres D), es una ley poco visible cuando se
busca su huella en las reacciones entre individuos numerosos; no
por ello es menos exacta que la ley de Newton; del mismo modo
que el corcho sobre las olas, el manso subirá siempre a la
superficie y sobrenadará hasta el fin de los tiempos.

Más difícil de descubrirla en el curso de la Historia, podremos,


sin embargo, volver a encontrarla; pues constituye uno de los
mecanismos fundamentales que aseguran la perennidad del
cristianismo y preparan su apogeo. Para constatar el poder de la
moral evangélica conviene ante todo observar que a lo largo de
su existencia nos encontramos por una parte con individuos muy
vindicativos, y, por otra, individuos que sólo tienen ante los
acontecimientos lo que podría llamarse el reflejo cristiano, ya sea
en razón de su carácter constitucional, ya sea de su educación, o
de un entrenamiento voluntario.

Cualesquiera que sean los triunfos momentáneos de los sujetos


vindicativos, alcanzados gracias a su dinamismo, se observará
que avanzan en la vida chocando con dificultades crecientes, lo
que, por otra parte, conduce a muchos de ellos a mejorar.

Doctor Lefebure
23

Como toda ley biológica, debe estudiarse este fenómeno según


promedios y estadísticas. Es frecuente en biología destacar las
excepciones de una ley. Se reconocerá el carácter sólo aparente
de estas excepciones cuando se haya determinado el fenómeno
excepcionalmente interferente. De inmediato, para captar la ley,
se tendrá en cuenta la tendencia que toda agrupación tiene a
subdividirse en tres.

La naturaleza ha señalado el camino al formar la familia según


el modelo de la trinidad: el padre, la madre y el hijo. En una
familia en la que el padre y la madre no congenian, ¿no se hace
el hijo rápidamente el más fuerte, aún en detrimento de su
porvenir?

En escala más amplia se observará en toda colectividad recién


formada, y con mayor razón si es vieja, que se dibuja siempre
una tendencia a formar tres grupos: dos partidos extremos en
lucha más o menos marcada, y un grupo intermedio que quiere
guardar su neutralidad. Hemos visto que un niño forma un grupo.
De modo que el padre, la madre y los niños forman tres grupos.

Varios niños forman un nuevo subgrupo que también se


subdivide en tres, porque esta tendencia a la repetición del
ternario es perpetua. Si los padres están desunidos, el conjunto
de los hijos los domina; pero esto incide sobre las relaciones
entre hermanos y hermanas, que tendrán entonces más tendencia
a disputar entre ellos. El Delacroix, a la larga triunfará en los dos
ternarios; en el de los hijos y en el de padres-hijos.

Extendamos ahora esta ley a las relaciones entre pueblos. El


cura de Kolea, cerca de Argel, nos decía durante la guerra
germano-rusa: los enemigos de Dios se destruyen entre sí. Esto
es profundamente cierto, mucho más de lo que imaginaba
aquel buen sacerdote.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Porque esta comprobación no se aplica solamente a la guerra de


Hitler (cuyo bautismo por el sable había reemplazado al
bautismo cristiano) contra Stalin (que había transformado las
iglesias en museos antirreligiosos), guerra que aseguró una vez
más la perennidad del cristianismo.

Remontemos el curso de la Historia y hallaremos en cada


conflicto el aspecto ternario del caso Dupont-Durand-Delacroix.
No se trata de que muchos, entre los que se dicen cristianos, sean
a menudo más violentos que los demás.

Aquí hablamos de los que viven como cristianos; son más


numerosos de lo que se piensa en nuestro país, porque resultan
impregnados de cristianismo aun aquellos que se creen más
antirreligiosos.

Es menester haber vivido entre pueblos no cristianos, para


comprender hasta qué punto, sin saberlo, el Evangelio ha
impregnado nuestra cultura. En cuanto a aquél cuyo sentido
cristiano es innato y prefiere devolver en forma natural bien por
mal y actuar con bondad (aunque su educación o el ejemplo de
los violentos que se dicen cristianos lo hayan alejado del
cristianismo), este cristiano por temperamento si halla algún día
el Evangelio, encontrará en él lo que siempre buscó: una doctrina
en armonía con él mismo. Se enterará de que era cristiano sin
saberlo, y desde este momento se adherirá a la doctrina del
Cristo.

La perennidad y el triunfo final del cristianismo están


asegurados de antemano por este proceso; otros lo harán más
poderoso y profundo; los examinaremos más adelante. Por el
momento retengamos que con el tiempo todos los Delacroix
triunfarán y que todos los mansos, tarde o temprano,
comprenderán que son cristianos.

Doctor Lefebure
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En los bancos de la escuela habéis conocido la historia del


hombrecito de Ampère, para recordaros las relaciones entre la
electricidad y el magnetismo; o también recordaréis el
homúnculus de la corteza cerebral para destacar la disposición de
la células motrices. Del mismo modo, es menester que retengáis
la anécdota de Dupont, Durand y Delacroix, porque resume y
esquematiza la marcha del tiempo, el aspecto material del poder
del cristianismo.

El poder del cristianismo magia cristiana


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JESÚS Y EL PARANOICO

Es extraño que el vulgo considere tan a menudo al misticismo


como una especie de locura, cuando un análisis detallado prueba
que el misticismo y la locura son, por el contrario, los polos
opuestos. No nos lanzaremos aquí a un estudio psiquiátrico.
Anhelamos que cada uno, indagando en su entorno, halle
fácilmente los puntos de comparación que le hagan comprender
que el misticismo es el polo opuesto de la locura.

Para esta búsqueda tomaremos el tipo anormal y patológico que


más frecuentemente se tiene ocasión de encontrar en la vida: el
carácter paranoico. Lo compararemos con rasgos del carácter de
la vida del Cristo, así como de algunos místicos y maestros
espirituales que hemos tenido ocasión de encontrar. El paranoico
que examinaremos es, muy seguramente, un caso extremo.
Hemos tenido ocasión de seguirlo durante más de cuarenta años.
Es un sujeto tipo, pero cada lector hallará a su alrededor casos
análogos, aunque menos acentuados.

Rapidez de Jesús, lentitud del perseguido

Ante todo, uno de los rasgos esenciales del místico es la rapidez.


No es visible en los gestos, sino efectiva en las acciones. Es
especialmente definida en el caso del Cristo. Haber fundado y
asegurado en tres años la más colosal y más sólida empresa que
jamás se haya visto, constituye un récord en la rapidez de
acción. El Cristo tendría realmente el derecho de decir soy el
reino de la rapidez. Esta rapidez reviste una forma diferente
según los místicos.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Es esencialmente una rapidez de evolución que estos últimos


manifiestan por las metamorfosis que provocan sobre sí mismos,
por su trabajo interior, y sobre las personas que llegan a ellos con
suficiente madurez.
Como he relatado en Experiencias iniciáticas, la rapidez de las
transformaciones que A. Galip determinó en mí por la
imposición de las manos, fue fantástica: al cabo de un mes, como
me había predicho, sobrevinieron en mi vida interior
manifestaciones rápidas como el relámpago a las que siguieron
transformaciones profundas de mi carácter.
San Pablo, en el camino de Damasco también experimentó una
transformación radical. Un cambio total de toda su existencia
sucedió a una brusca iluminación, consecutiva a un influjo
crístico. No tuvo necesidad de imposición de manos; fue la
presencia espiritual del Cristo la que determinó esta evolución.
Por el contrario, el hombre afectado por una constitución
paranoica, no evoluciona. Permanece detenido durante toda su
existencia en la misma actitud mental. Conservará las mismas
opiniones rudimentarias y estúpidas que se le han conocido en su
infancia sin modificarlas ni en el fondo ni en la forma; las
expresará toda su vida con las mismas frases estereotipadas, lo
que indica la esterilidad de su imaginación.

El místico es un torbellino dinámico en perpetua metamorfosis.


El paranoico es un bloque inamovible tan desprovisto de
evolución apreciable como una roca.

Entre estos dos extremos se mueve la masa, más o menos


fluctuante, cuyos elementos, en el curso de su existencia se
modifican algo, evolucionan más o menos, adaptando sus
opiniones preconcebidas a las experiencias nuevas, pero con
cierto retardo.

Doctor Lefebure
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Originalidad de Jesús, insustancialidad del paranoico

Un segundo carácter de oposición está constituido por la


originalidad del místico y la banalidad del paranoico. Cada
místico crea un nuevo dominio. Por ello, a menudo se ha
invocado en apoyo de la realidad de existencia histórica del
Cristo el perfume inimitable que se desprende de los Evangelios,
y especialmente de las parábolas. Bajo este ángulo, por otra
parte, todo creador es un místico que crea en el dominio
científico, artístico o religioso.

Hay en el don de creación un elemento particular del psiquismo,


que en cierta medida es independiente de todas las otras
facultades (don que por la acumulación exagerada de exámenes
y concursos tiende más a esterilizarse que a expandirse).

Esta aptitud creadora es el producto de una imaginación que la


lógica canaliza cuando se aplica con gran perseverancia sobre un
mismo sujeto, perseverancia que atrae alrededor de la idea o del
sujeto ideas nuevas que lo completan; es un fenómeno muy
comparable a la cristalización. El proceso mental del creador es
en todo punto semejante al del místico que lleva
sistemáticamente su pensamiento sobre el mismo tema de
concentración, regularmente cada día y durante años. La única
diferencia entre creador y místico, es que en el creador nato este
proceso mental resulta de una tendencia natural, mientras que en
el místico resulta de un entrenamiento metódico.

Esta semejanza del proceso, en todos los dominios del


pensamiento creador y del pensamiento místico, explica, por otra
parte, que gran proporción de creadores sea más o menos
místicos, una proporción mucho mayor, en todo caso, que en el
común de los mortales. Cada místico o cada creador, posee una
originalidad marcada que le es propia.

El poder del cristianismo magia cristiana


30

Los paranoicos, por el contrario, se parecen todos. Cuando se ha


visto a uno, se ha visto a todos. Enseguida resulta así monótono
y aburrido; quejas, reivindicaciones, revueltas, oposición
(volveremos sobre algunos de estos caracteres), forman su fondo
mental, siempre presente. De ello resulta que el verdadero
paranoico es estéril; su vida transcurre consumiendo las
herencias que ha podido recoger, aunque siempre da la impresión
de trabajar más que los demás (está convencido de ello) y de ser
aplastado por la mala fortuna. En efecto, para triunfar en toda
empresa se necesita imaginación y también un buen espíritu de
entendimiento con el entorno, dos elementos inaccesibles al
paranoico que, de este modo, trabaja mucho... pero produce
poco.

La esterilidad del paranoico contrasta con la extrema


productividad del místico, y desde este punto de vista la vida del
Cristo es un ejemplo. Esta esterilidad del paranoico proviene
principalmente de que él siempre encuentra en su tendencia
opositora una buena razón para no hacer nada, cuando no para
destruir. Mientras que de la concentración imaginativa del
místico irradia una fuerza creadora.
La relación amigo/enemigo o fracción social
Acabamos de suscitar el problema de las relaciones con el
ambiente. En este tercer punto sobre todo, donde aparece la
oposición entre el místico especialmente cristiano y el
paranoico. Todos los mandamientos del Evangelio considerados
bajo el ángulo de las relaciones sociales, pueden en el fondo
resumirse en una regla: poner el mayor esfuerzo en mantenerse
en buenos términos con el mayor número de sus relaciones. Si,
por lo tanto, tú presentas tu ofrenda ante el altar y recuerdas en
ese instante que tu hermano tiene algún agravio contigo, deja tu
ofrenda ante el altar, y ve ante todo a reconciliarte con tu
hermano (Mateo 5, 24).

Doctor Lefebure
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Si alguien quiere hacer una legua contigo, haz dos. Así os


separaréis como buenos amigos y él hablará bien de tí. Y si
alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la
otra. Así el brutal se verá, quizás, asaltado por remordimientos y
será el primero en buscar la reconciliación. O bien considerará
que las ofensas que reprochaba están compensadas y no
obstaculizará más el reencuentro. Lo que os ordeno es que os
améis los unos a los otros (Juan 15, 17). Hubiera podido
agregar: porque aquellos que se aman mucho se entienden bien.
Así el místico que se esfuerza en vivir según los mandamientos
del Evangelio permanecerá en buenos términos con la mayor
parte de su entorno.

Con todo, nadie lo puede hacer. Jesús no habría sido


crucificado si hubiera podido entenderse con todo el mundo. Es
cuestión de proporción. El Cristo fue muerto por un puñado de
intrigantes que posteriormente, en la historia, carecerían de
aprobación, mientras sabía ganarse la amistad de centenares de
millones de hombres, entre los cuales se debe contar a los
grandes jefes religiosos posteriores a él, como Mahoma, y que
sólo han hablado de él en términos elogiosos. Es imposible
estar en buenos términos con todo el mundo; la vida es
demasiado compleja para ello. Pero hay que considerar la
relación amigo-enemigo, que llamaremos la fracción social;
esta relación es fundamental, porque al final de cuentas es la
que determina nuestro éxito o nuestro fracaso en la vida.

Si una obra literaria o médica, por ejemplo, nos vale un triunfo,


es porque cada lector interesado o cada enfermo curado, se ha
hecho un poco nuestro amigo, conocido o desconocido. Sin
saberlo nos defenderá o trabajará por nosotros dentro de sus
relaciones. Por más difícil que sea determinar para cada uno el
valor de esta fracción social, no es menos cierto que ésta
representa el factor principal de nuestro éxito.

El poder del cristianismo magia cristiana


32

Esta relación es extremadamente baja en los paranoicos. Las


palabras hirientes por aquí, las actitudes contradictorias por allá,
la fatiga que implica para el ambiente la repetición de ideas
siempre semejantes y de frases estereotipadas, hacen de él el ser
inasimilable por excelencia. El psicoanálisis ha mostrado la
relación entre el ciclo sadomasoquista y la constitución
paranoica, apareciendo este mismo ciclo fisiológico a menudo
muy exagerado en parientes cercanos del paranoico.

Hay en este último un fondo de sadismo verbal: siempre


empleará la palabra que puede herir. Elemento inamovible,
vivirá así como una torre, solitario. Como el éxito depende a
menudo del número de nuestros amigos, el paranoico vegetará
toda su vida; sus lamentables rasgos de carácter tendrán por tanto
más tendencia a acentuarse cuando más desahogado esté; es
decir, más privado de la autoregulación de las relaciones sociales
nacidas de la necesidad de ganarse la vida.
La relación accesibilidad-cierre del alma, fracción de amor

Llegamos al cuarto punto, que es quizás la clave de bóveda de las


relaciones entre los dos caracteres. Hay en el místico una actitud
de aceptación de la existencia. El paranoico es, por el contrario,
un permanente opositor.

El místico tendrá una tendencia natural a la afirmación, el


paranoico a la negación. Así el Cristo aceptó su crucifixión aún
cuando contara con medios para defenderse; pero él había
aconsejado presentar la otra mejilla después de una bofetada y
ponía en práctica dicha regla.

El cristiano está abierto a todo, no sólo al dolor que viene


hacia él, sino también a la alegría; volveremos sobre las
importantes transformaciones y los progresos que su actitud
desprende automáticamente.

Doctor Lefebure
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El Cristo está muy abierto a todo, pues él nunca ha rehusado


nada, ni aportar su ayuda a los enfermos que se la pedían, ni
aceptar un cumplimiento ni un testimonio de fe exuberante, o
aceptar un regalo de lujo, como cuando María Magdalena lo
ungió con un perfume de gran valor cuyo importe podría haber
sido distribuido entre los pobres.

Siempre tuvo una actitud de aceptación, ante la alegría y ante el


dolor, ante la petición de ayuda y ante los ataques. Fue abierto a
todo y a todos.

A todos, salvo a Herodes, que había hecho decapitar a Juan el


Bautista, del que Jesús había dicho que era Elías. Sin embargo,
ni a Herodes, ni más tarde a Poncio Pilatos, les respondió no. Se
contentó con guardar silencio. Fueron los únicos casos en que su
alma se cerró, replegándose parcialmente sobre si misma.

Podemos establecer la relación acceso-cierre del alma y afirmar


que en el Cristo esta relación es muy grande, superior, sin duda,
a la de todo ser, porque el Cristo jamás dijo no. Sólo en algunas
circunstancias muy raras y particularmente dramáticas, rehusó
hablar. Por el contrario, él aceptó todo y se abrió a todo, sin
importar de donde le vinieran las peticiones.

A la relación acceso-cierre del alma la llamaremos fracción de


amor porque el signo exterior del amor es el intercambio. En lo
opuesto de esta actitud observaremos el rasgo de carácter que
constituye el fondo del temperamento paranoico y que a nuestro
parecer, es su elemento de base; es lo que la gente designa por la
expresión espíritu de contradicción y que los psiquiatras llaman
oposición.
Nuestra práctica médica nos ha probado la existencia de una
ecuación a la que no conocemos una sola excepción.

El poder del cristianismo magia cristiana


34

Esta ecuación la planteamos así: oposición igual a persecución.


Queremos decir con ella que no sólo se hallan siempre las dos
tendencias asociadas íntimamente en el mismo individuo, sino
que además el análisis profundo de toda idea de persecución
prueba que en su raíz reside una tendencia opositora del espíritu.

Cada uno puede comprobarlo fácilmente: si observamos en un


individuo una tendencia a contradecir a su interlocutor, a
contrariar en forma habitual y más o menos sistemáticamente la
voluntad de su entorno, podremos estar seguros de que
observándolo desde más cerca le escucharemos quejarse de que
un ambiente hostil trata de perjudicarlo; y esta actitud mental
superará la norma en una medida proporcional a la oposición
manifestada por el individuo en la vida corriente.

El fenómeno aparece ante todo como natural: al hacerse el


individuo desagradable, molesto para su medio, recibe de este
medio la respuesta a su actitud. Pero la reacción del paranoico
exagera la importancia de esta especie de rebote, del que rehusa,
se sobreentiende, admitir que es el promotor.

El enfermo se encierra en el ciclo infernal del perseguidor


perseguido; esto se convierte en una especie de progresión
logarítmica de signo negativo: la oposición perpetua del sujeto
irrita al medio y el paranoico, que no comprende esta irritación
legítima, se indigna y se opone cada vez más.

¿Es este comportamiento del paranoico de un origen sado-


masoquista? Probablemente, porque oponerse es contrariar,
expresar opiniones que sistemáticamente generan resistencias.

Personalmente me inclinaría sin embargo a emparentar esta


reacción con la epilepsia, y la consideraría de buena gana como
una especie de epilepsia intelectual.

Doctor Lefebure
35

Me inclino a emitir esta opinión, por lo menos en los casos que


he observado, porque la psicosis paranoica se encuentra
demasiado frecuentemente en parientes cercanos de los
epilépticos; además esta concepción parece lógica si se recuerda
que la epilepsia es la reacción original de la materia viva. Así, los
celentéreos, de los que forman parte las medusas, reaccionan al
contacto por crisis de epilepsia: se ponen como una bola y se
preparan para afrontar cualquier agresión, oponiendo su tensión
a una irritación cualquiera. Manteniéndose endurecidos resisten
mejor al enemigo, ante el cual su crisis de epilepsia es una forma
de fuga: la fuga hacia el centro físico de su organismo.

Del mismo modo el paranoico contradictor se irrita por la menor


cosa y todo lo que lo enerva lo hace ponerse como una bola, en
el sentido familiar del término, y reaccionar con una actitud de
endurecimiento, de rechazo y de huida pura y simple. La
oposición pues, es la actitud primitiva de un espíritu que ha
quedado literalmente rezagado en el camino de la evolución.
Veremos además, la relación entre el estado paranoico y la
mentalidad de los pueblos primitivos. El animal evolucionado
sabe recibir un estímulo del exterior en su cerebro; permanece en
él un cierto tiempo y reacciona de forma variable. El hombre de
inteligencia normal reacciona de la misma manera a las ideas que
le son expuestas.

Pero el oponente paranoico se hace bola ante toda idea nueva,


ante todo deseo expresado por el ambiente, y como el celentéreo,
responde a él con una reacción global e inmediata de todo su ser
en forma de impedir en él toda penetración de la idea propuesta.
Se sobreentiende que nunca ha existido el paranoico perfecto, si
se nos permite esta expresión. Pero se puede afirmar que en el
oponente constitucional la fracción de amor (apertura-cierre del
alma) es extremadamente baja, pues el numerador es muy bajo y
el denominador muy elevado.

El poder del cristianismo magia cristiana


36

El oponente constitucional es lo contrario del aceptante


constitucional; el primero es siempre un perseguido y el segundo
es un verdadero cristiano, lo sepa o no.

El estudio de la relación apertura-cierre del alma nos muestra el


error de quienes consideran a los místicos como desequilibrados,
cuando, muy al contrario, todo lo que puede conducir a una vida
verdaderamente cristiana es el mejor antídoto, la mejor terapia de
los estados paranoicos, que son los desórdenes psíquicos más
extendidos y más molestos para el ambiente. A tal punto que una
clínica psiquiátrica cuya terapéutica básica fuera el estudio de los
Evangelios obtendría ciertamente éxitos asombrosos.

Agreguemos que el paranoico no sólo se opone a los seres


humanos sino que exagera la tendencia de todos los seres
vivientes a oponerse a las fuerzas naturales. El calor, el frío, las
grandes extensiones de agua, y sobre todo, el sol, serán para él
motivos de oposición, de los que tratará de protegerse mucho
más de lo que aconsejan la higiene y las costumbres, y a menudo
hasta un punto grotesco.

Si la oposición se nos presenta en el plano individual como la


verdadera raíz del mayor número de los desórdenes mentales,
esto es mucho más cierto en el plano familiar. En una familia en
que varios miembros parecen desequilibrados y propensos a
crisis agudas de carácter, si se analiza cuidadosamente la
situación, se halla por lo general un pequeño oponente crónico
perpetuo que ante los médicos y psiquiatras sabe hacerse la
víctima. Si además es el que paga la consulta, la verdad escapará
completamente y los estragos irán agravándose con los años. En
el plano psicológico es el equivalente de lo que acontece en el
campo de las enfermedades contagiosas: el viejo tuberculoso
crónico que soporta perfectamente una tuberculosis oculta, y
mientras tanto contamina su entorno y propaga la infección.

Doctor Lefebure
37

Del mismo modo el pequeño oponente permanente que pasa


desapercibido en un examen superficial de la situación familiar,
es el individuo al que se debe identificar como responsable de
todos los grandes malestares a causa de la cantidad de rechazos
que a la larga acumula de los que viven a su alrededor.

De las cuatro características precedentes, derivan otras,


lógicamente:

Concordia y discordia

La actitud opositora, raíz del mal que sufre el perseguido, es


causa de permanente discusión con su medio. Se pretende que
atienda a razones: nunca cede. Las disputas no le extenúan, son
por el contrario el elemento natural en el que le agrada vivir
porque ellas satisfacen el sadomasoquismo indisociable del
estado paranoico. Entonces para evitar los choques permanentes,
los rencores se acumulan durante años, luego estallan los dramas
irreparables causados por el perseguido, sin que nunca se dé
cuenta de ello. Y así por no atreverse a mantener disputas con él,
es ahora el entorno el que disputará en su lugar.

Se dice de la gente de esta clase que harían pelearse entre sí a


todos los santos del paraíso, y esta expresión popular supera en
rigor y precisión a todas las descripciones clínicas. No hay onda
que no se propague, y aquél que por su oposición está en
perpetuo conflicto con su ambiente provoca con una satisfacción
sádica a menudo mal disimulada, todos los choques posibles
entre aquéllos que le rodean.

Por el contrario, aquel que está impregnado de la moral cristiana


o el hombre afortunado que ha nacido con lo que podría llamarse
el carácter constitucionalmente cristiano, se entiende bien con
todos, o al menos con la mayoría.

El poder del cristianismo magia cristiana


38

En todo caso se entiende mejor con su entorno que el promedio


de los hombres. Por este hecho y lentamente, en el curso de los
años, adquiere un ascendiente sobre su familia y sus amigos. Es
a él a quien se busca para allanar las diferencias, y su palabra
basta para apaciguar. Viviendo en paz porque aplica las reglas
evangélicas, se esfuerza en obtener de quienes acuden a él, que
actúen de la misma manera porque ante todo, es inteligente.
Como un jugador de damas que prevé un gran número de
jugadas, descubre a distancia los efectos del mal carácter, sabrá
corregir al que sólo tiene una tendencia paranoica poco marcada,
atrayendo su atención sobre las consecuencias que la
inteligencia, y sobre todo la imaginación limitada del sujeto no
hayan podido concebir. Y así, el verdadero cristiano irradia paz,
la establece con quienes le rodean y la mantiene entre los
mismos miembros de ese ambiente.
Paz del alma y lucha interior
Si dos elementos son opuestos es porque pertenecen a un mismo
conjunto, tienen puntos comunes y existen entre ellos todas las
transiciones. Y como ambos extremos de una regla le pertenecen
por igual se va de uno a otro, recorriéndola. Asimismo, el polo
positivo y el polo negativo de un circuito eléctrico quedan unidos
por una caída progresiva de tensión.
Si el vulgo confunde el misticismo y la locura, aunque sean en
realidad los polos opuestos, es porque entre ambos existe un
rosario de almas que evolucionan y ascienden lentamente desde
el paranoico hasta el místico al precio de múltiples y dolorosas
oscilaciones. En efecto, la tendencia opositora del espíritu, la
que forma a nuestro parecer la raíz de la enajenación mental de
este tipo de enfermo, se manifiesta bajo muchas formas y en
diversos grados pudiendo dirigirse principalmente hacia el
exterior o hacia el interior.

Doctor Lefebure
39

Nunca hemos hallado casos en los que la tendencia opositora,


aún cuando muy marcada, fuera totalmente exteriorizada o
totalmente interiorizada. Pero la relación exteriorización-
interiorización de la tendencia opositora es también muy
variable.

Hasta en el caso del paranoico infernal que hemos tomado por


tipo, la tendencia interiorizante se distingue por el hecho de que
el sujeto está muy a menudo en contradicción consigo mismo.
Mas no hay oportunidad de hacérselo observar, ¡nos contradiría!
Él está en lucha consigo mismo, pero sin tener conciencia, por
inepcia.

Puede suceder que la oposición esté poco exteriorizada y que,


por contra, la interiorización sea el fenómeno más definido,
dramático. Ambas dolencias están muy emparentadas y
frecuentan a menudo el seno de una misma familia.

El sujeto, en lugar de oponerse al medio, se opone sin cesar a sí


mismo. A quien tiene la tendencia constitucional, se le puede
predecir una pubertad difícil, para emplear el clásico eufemismo.
Porque apenas se manifieste la sexualidad será muy feliz en
apoderarse de todos los tabús que la sociedad ha creado a su
alrededor para agrandarlos, reforzarlos y servirse de ellos como
de un escudo para proteger y abrigar su tendencia autoopositora.
Así nacerá una viva oposición a la masturbación de la
adolescencia, oposición que lejos de disminuir este hábito, lo
refuerza y lo exagera.

El resultado es una lucha interior, agravada por los sentimientos


de angustia y de desesperación que provoca cada nueva falta.
Todo esto no es más que, a nuestro parecer, la consecuencia de
una tendencia opositora del espíritu dirigida hacia el interior,
hacia el mismo sujeto.

El poder del cristianismo magia cristiana


40

El profesor Kinsey nos da sobre esto una información


fundamental: las estadísticas indican que los sujetos que en su
juventud han luchado contra la masturbación, han tenido más
tarde una vida menos equilibrada que aquellos que se han
entregado a ella sin agotarse inútilmente en oponerse a este
hábito. Este hecho, puede a primera vista parecer extraño porque
parece más moral luchar que abandonarse, y en la conclusión
sugerida por las estadísticas la preocupación por la virtud parece
muy mal premiada. Estaríamos entonces tentados de decir que es
quizás la lucha interior la que desorganiza el psiquismo para
siempre.

De ningún modo es esta nuestra concepción. Cuando se examina


a un sujeto luchando así contra sí mismo, se advierte que antes
de esta lucha ya era un opositor al medio en un grado que
superaba el promedio aunque en menor medida, que el del
paranoico infernal del que hemos hablado. El que mantiene
luchas sexuales es un opositor constitucional, un opositor en toda
regla, pero con predominancia interna. Sin embargo su fracción
de oposición exteriorizada será suficiente para ocasionarle
grandes dificultades en su familia y en su trabajo y es porque
tiene una vida desequilibrada.

En resumen, el que entra en lucha consigo mismo entrará en


lucha también con el exterior aunque en un grado menor porque
la tendencia a la lucha inútil es innata en él; y será la causa de sus
futuros fracasos. Pero el que está en paz con el mundo estará
también en paz consigo mismo. La psiquiatría nos indica que las
tendencias constitucionales no se transforman para nada. Se
pueden cultivar las cualidades, pero no extirpar los defectos
fueren cuales fueren las ilusiones momentáneas que se tenga a
este respecto. Es por ello que Jesús ha dicho: una enseñanza
nueva os doy: no resistáis al mal y además echa a ese demonio,
el volverá con otros siete en su lugar.

Doctor Lefebure
41

Su alma está abierta no sólo a los males y dolores que provienen


del exterior, del medio donde vive, sino también a los males que
le asaltan desde el interior, ya provengan de su cuerpo o de su
estructura psicológica hereditaria. Y así como el cristiano tolera
a otros, él se tolera a sí mismo, vive en paz con lo que no puede
cambiar en sí, cultivando el amor de Dios por la oración, seguro
de que un día, en esta o en otra vida, se producirá el cambio que
él desea.

La oposición del paranoico está dirigida hacia el exterior. Pero se


invierte y se aplica hacia las fuerzas psicológicas y hasta
orgánicas para engendrar otra variedad de estructura psíquica. En
razón del principio de la concentración sobre un punto que
estudiaremos con Jesús y la Magia se puede considerar esta
inversión como un elemento místico, un primer escalón
franqueado en el ascenso del alma.

Este peldaño puede ser trascendido por el mismo individuo: la


historia de los santos está llena de sus luchas interiores y de las
tentaciones que debieron rechazar. Este desnivel también puede
manifestarse por la herencia: un individuo de fuerte oposición
centrífuga da nacimiento a un hijo con una poderosa oposición
centrípeta constitucional. Finalmente, nosotros, los ocultistas,
pensamos que este salto de estructura puede hallarse de una
encarnación a la siguiente, en los sujetos que han realizado
algunos esfuerzos de perfeccionamiento.

Drama y Filosofía

Paul Brunton, en La sabiduría del Yo supremo, observa que el


sueño es dramatizador (pág. 65). Es profundamente exacto.
Como señala Bergson, un rayo de luz que hiera súbitamente los
párpados de un durmiente le hará soñar con un incendio. Y así un
incidente trivial aparecerá como un drama a los ojos del soñador.

El poder del cristianismo magia cristiana


42

Bajo este punto de vista, el paranoico es un verdadero soñador


despierto. El menor incidente se le transforma en un drama. En
especial todo lo inesperado le hace perder el control de sí mismo.

Una observación que otro juzgaría sencillamente poco amable y


de la que se conformaría con sonreír, toma para nuestro enfermo
las proporciones de un insulto al que debe responder con
manifestaciones más o menos violentas. Un objeto que no se
halle en su sitio habitual será ocasión de manifestaciones
ruidosas y agresivas de su parte. La vida es para él un perpetuo
drama. Como el hombre dormido que sueña, el paranoico
dramatiza sin cesar y esto lo hace ansioso, impaciente, difícil de
soportar.

Se puede comparar al paranoico con un enfermo del hígado:


muchos alimentos muy tolerados y fortificantes para el hombre
sano, provocan en el hepático dolorosas reacciones como
jaquecas o urticarias. Del mismo modo, el paranoico no digiere
las observaciones que se le puedan hacer, por muy acertadas que
sean, le parecerá poco cortés; en tanto que alguien sano desde el
punto de vista del carácter quedaría reconocido de ser advertido.

Con el verdadero místico sucede todo lo contrario. No sólo las


injurias no le fastidian, sino que simplifica la vida corriente
devolviendo bien por mal; a cada instante introduce aceite en los
mecanismos sociales y hasta las catástrofes, como pudiera ser la
muerte de un ser querido, le parecen menos abrumadoras que al
común de las gentes, porque está más despierto en los planos
superiores; la supervivencia no es para él una hipótesis, sino una
certidumbre experimental, fundada en una visión directa.

No se trata de que se haya vuelto insensible, o que su emotividad


haya disminuido. Muy al contrario, la cultura psíquica en la que
se ha entrenado ha afinado y agudizado mucho sus sentimientos.

Doctor Lefebure
43

Pero extrae de su fe en la vida eterna un consuelo para los


mayores pesares; reserva las grandes emociones para sus
relaciones con Dios y para las obras por las cuales él quiere
manifestarlo en el mundo. En los pequeños episodios, el
verdadero místico mantiene naturalmente lo que el lenguaje
popular llama una actitud de filósofo y ello porque gracias a la
concentración continua de su espíritu sobre un punto está más
despierto, hiperconsciente, a veces hasta en el mismo sueño.
Teniendo la vida eterna ante él, el místico sabe esperar, es calmo
y paciente, en tanto que el paranoico, verdadero soñador
ambulante, dramatiza y se impacienta. Y así la conducta de este
enfermo mental y la del verdadero místico se oponen
completamente en este punto.
El ojo de Dios y el ojo de Satanás
Un discípulo llegó un día hasta Jesús porque éste había leído su
pensamiento a distancia, cuando se hallaba sentado bajo un árbol
y no conocía aún al Maestro: ¿de dónde me conoces? le dijo
Natanael. Jesús respondió: te vi antes de que Felipe te llamara
cuando estabas bajo la higuera. Natanael respondió diciendo:
Rabí, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Jesús le
respondió: porque te he dicho que te vi bajo la higuera, tú crees
(Juan 1, 49, 50).
Ahora bien, la fe de Natanael no habría sido despertada si Jesús
lo hubiera visto con sus ojos físicos bajo la higuera, puesto que
todo hombre puede hacer otro tanto.
Para que Natanael se sintiera impresionado en este punto, fue
necesario que Jesús lo percibiera psíquicamente a distancia,
probablemente en un instante particularmente notable de su
vida interior y es por ello que un poco antes Jesús había podido
decir para sí: he aquí realmente un israelita en el cual no hay
engaño (Juan 1, 47).

El poder del cristianismo magia cristiana


44

Otra vez leyó en una mujer sus actos pasados: tú has tenido cinco
maridos y el que tienes ahora no es tu marido (Juan 4, 18).
Señor, le dijo la mujer, veo que tú eres un profeta (Juan 4, 19).
Es por ello que más adelante la mujer exclama: venid a ver un
hombre que me ha dicho todo lo que he hecho, ¿no será quizás
el Cristo? (Juan 4, 29).

Estos relatos no tienen nada de increíble; yo he constatado que


mi primer maestro Stanislas Stückgold (véase nota) podía hacer
lo mismo y leer en mi alma cosas que yo tenía ocultas en ella. Le
he visto actuar de forma parecida muchas veces con aquellos que
le rodeaban.

Así, el místico ve los seres tal como son en realidad,


independientemente de él; su vista espiritual iguala y supera en
perfección a su vista física. Si ésta es sana, se forma en su retina
una imagen reducida e invertida, pero semejante a los objetos
contemplados; asimismo, el ojo del místico ve a los seres tales
como son objetivamente.

Por cierto que para llegar a la clarividencia de un Stückgold, de


un Jesús, o de los singulares hombres santos cuya vista espiritual
está realmente abierta, es menester, además de aptitudes innatas
y un prolongado ascetismo, tener una exacta intuición del buen
método de desarrollo, que no poseen todos los buscadores de la
verdad oculta.

Pero en ellos siempre hay un esfuerzo hacia este ideal, que es


sinceramente cristiano, pues está señalado repetidas veces en el
Evangelio como uno de los poderes del Cristo: una visión exacta
y objetiva de la vida y de los seres, una justa apreciación de las
cualidades de cada uno.

Nota: Experiencias iniciáticas, de próxima publicación en esta editorial.

Doctor Lefebure
45

Cuando la vista física se enferma, la imagen sobre la retina ya no


resulta conforme a la realidad: se hace vaga en la miopía o la
hipermetropía, deformada en el astigmatismo; presenta manchas
grisáceas movibles cuando flotan cuerpos extraños en el humor
vítreo. Parece bañada por una bruma rojiza si se ha deslizado
sangre al interior del ojo. En todos estos casos el perceptor ve en
el mundo exterior anomalías que de hecho sólo existen en su
vista. De un modo comparable, si lleva lentes rojos el mundo
circundante le parecerá rojo; cada deformación de sus ojos
alterará para él el mundo exterior.

Sucede lo mismo con la vista del paranoico, que bien merecería


el nombre de Ojo de Satanás: los defectos que le afligen no los
ve en sí mismo, los ve sin cesar a su alrededor. Tratad de
explicarle su error. Bien pronto os responderá con aspereza. Pero
será él quien se quejará de no poder conversar con vosotros. Y
acusará a una gran parte de su entorno de ser paranoico.

Esta proyección de su propia personalidad hacia el mundo


exterior es fundamental en el mecanismo del temperamento
paranoico y perseguido; agresivo al extremo, cree ver en todas
partes ejercerse esta agresividad contra él. No hay uno solo de
sus defectos del que no se queje por descubrirlo a su alrededor.

Evidentemente, nadie puede verificar por sí mismo si su vista es


objetiva, si la imagen sobre la retina está de acuerdo al objeto, o
si elementos propios del ojo se superponen a la imagen. Cada
uno de nosotros está mal ubicado para juzgar por sí mismo su
propia vista.

Para asegurarse de que es buena, se la debe comparar


constantemente con la vista media, es decir, con otras numerosas
vistas. Por tanto, nunca dejamos de tomar en todas las cosas
conocimiento del juicio de los demás.

El poder del cristianismo magia cristiana


46

No porque debamos contentarnos con el juicio medio sino que,


por diversas opiniones comparadas con la nuestra, advertiremos
el rasgo de carácter que superponemos a nuestra percepción del
mundo. Es menester realizar este trabajo con valor y
perseverancia; los grandes videntes nos prueban que existe,
aunque embrionaria en la humanidad, una vista espiritual que
toma conciencia de los seres con la misma objetividad con la que
la retina reproduce un objeto contemplado. Aún allí la oposición
entre la vista mística y la vista satánica del paranoico debe estar
presente en nuestro espíritu para ayudarnos a caminar en el
sendero divino.

Estado pasado, estado futuro

Es importante destacar que la psicología de los primitivos es


esencialmente paranoica. Entre ellos son múltiples los tabús, las
interdicciones, las oposiciones. Casi toda la vida social y
religiosa de los primitivos está hecha de prohibiciones.

Su religión está hecha de temor: el temor de las almas de los


fallecidos, que pueden volver con intención de dañar. Este temor
fue general, bajo todas las latitudes, por más lejos que nos
remontemos en la proto-historia y la prehistoria. El psiquismo
del paranoico está igualmente hecho de desconfianza perpetua,
de angustia sin fundamento material.

No queremos decir que todo salvaje sea un delirante perseguido.


No, ciertamente. Pero la constitución paranoica y la persecución
representan en nuestra época la persistencia, bajo una forma
exagerada, de un estado mental que era normal en el primitivo,
y que se vuelve a hallar, además, en la tendencia
exageradamente contradictoria del niño, conforme al principio
según el cual la evolución del individuo contiene en pequeño la
evolución de la especie.

Doctor Lefebure
47

La contradicción global, epileptoide, es el movimiento de los


organismos primitivos, como la medusa, y la oposición, la
reacción primaria del psiquismo, individual en el niño y
colectiva en la aurora de las sociedades.

Podemos, pues, a nuestro parecer, extender a la constitución


paranoica y contradictoria la gran ley de Freud descubierta con
respecto a las perversiones sexuales; éstas serían la persistencia,
en el estado adulto, de la sexualidad infantil. Del mismo modo,
la constitución paranoica, que debería llamarse locura de
oposición se nos presenta como una especie de infantilismo del
carácter.

El místico, por el contrario, representa un estado futuro de la


humanidad, estado que sólo está en germen. Después de los
trabajos de Rhine, que han probado de manera incuestionable la
existencia de la telepatía y hasta de la clarividencia, no se puede
dudar de que nos hallamos ante los primeros balbuceos de una
ciencia que tendrá más importancia que la atomística para el
futuro de la humanidad.

Y así, lejos de representar dos formas de locura, el paranoico y


el místico se oponen hasta por la pertenencia del primero a un
estado pasado y la forma del segundo a un estado futuro de la
humanidad.

Religión y antirreligión

Aquél a quien llamaremos el paranoico total es antirreligioso. No


simplemente ateo o más exactamente a-religioso, porque este
último sólo es un gran distraído que atraviesa el mundo sin
captar el problema principal; sino un ser realmente
antirreligioso, un ser que insulta por lo menos a la religión cada
vez que la encuentra en su camino.

El poder del cristianismo magia cristiana


48

Esto, naturalmente, deriva de la tendencia opositora que ha


invadido todas las zonas de su conciencia: el paranoico, siempre
más o menos perseguido, se opone a todo, pero principalmente
a la religión, puesto que, por una especie de inversión de la
percepción de los valores, verdadera inversión de la inteligencia,
dedica su odio más intenso a las cosas más importantes y más
elevadas.

No hay contradicción entre esta constatación y lo que hemos


dicho de la psicología de los primitivos. La constitución
paranoica no se nos aparece ya como semejante a la constitución
psicológica del primitivo, sino como su forma exagerada. Según
esto, un culto hecho de tabús y de temor engendra el deseo de
desembarazarse de la causa de este temor. Y así, antes de ser
concebido como todo-amor, Dios ha sido definido como
todopoderoso al que se debe evitar, en el fondo, por peligroso, a
menos que se logre canalizar en su provecho este poder temible,
lo que constituye el camino psicológico que hace que algunos se
evadan de los temores sobrenaturales por la magia negra.
Pero existe un medio mucho más simple de calmar sus temores:
negar pura y simplemente a Dios, y, con él, a todo lo que no cae
directamente bajo nuestros sentidos. Si el que se desinteresa de
todo problema religioso ha sido como absorbido y disuelto en el
mundo material, el que adopta una actitud antirreligiosa es en el
fondo un temeroso. No es un análisis teórico el que nos conduce
a este punto de vista: todos los sujetos antirreligiosos que hemos
conocido estaban frecuentados por temores, angustias numerosas
casi permanentes, y su aborrecimiento de Dios se nos presentaba
como un medio de evitar motivos mucho más graves de angustia
y de terror.
En cuanto al verdadero místico, éste no pretende ni poseer, ni
siquiera comprender a Dios, que, siendo infinito, estará siempre
fuera de su alcance.

Doctor Lefebure
49

Puede creer en Dios, admitir que este vocablo oculta


concepciones humanas diferentes según los pueblos y señala, en
el conjunto, todo lo que nosotros no conocemos. Pero sea cual
fuere su punto de vista, cuando encuentra a un creyente, respeta
profundamente su opinión y le ayuda con toda su alma a
desarrollar su concepto de Dios. Porque lo considera como la
experiencia interior propia de su interlocutor, y sabe que de toda
experiencia interior fluye una evolución y una corriente de vida,
de la que el hombre exclusivamente científico sólo tiene una
débil idea.

Evidentemente se encuentran muchos tipos intermedios entre el


paranoico total y el místico. No faltan casos en los que conviven
en un mismo sujeto algunas ideas de persecución y al mismo
tiempo una actitud mística, el gusto por la oración y la
contemplación.

Prestándose estos casos a confusión, se advertirá prontamente, si


se es imparcial, que en los períodos en que domina la tendencia
mística, la constitución paranoica se atenúa, y viceversa. Estas
son formas transitorias de las etapas del camino de la evolución.

El poder del cristianismo magia cristiana


50

Podemos resumir los caracteres de oposición entre el paranoico


y el místico por el cuadro siguiente de caracteres comparados del
místico y del paranoico
Rapidez de evolución Fijeza de opiniones y del carácter
Originalidad de las creaciones trivialidad de reivindicaciones
variedad en la producción, móvil de acción ideas, palabras y acción estereotipados,
razones para no actuar
en Dios, concentración sobre un punto
Amigo-enemigo > 1 Amigo-enemigo < 1
Aceptación Oposición
apertura-cierre del alma > 1
apertura-cierre del alma < 1
Concordia con el medio Desacuerdo con el ambiente
propaga el buen entendimiento entre los que
extiende la discordia en su ambiente
le rodean
Paz interior En contradicción consigo mismo
en menor grado en lucha contra si mismo y
Minimizante y filosofante sus malos instintos
despierto a las realidades superiores ve los
dramas humanos bajo su aspecto de Dramatizante
incidentes del camino de la vida eterna; verdadero soñador los menores incidentes y
gratitud hacia Dios y la creación que sostiene hace la vida imposible a su alrededor
sin cesar la maravilla que es la vida Persecución
Visión objetiva de los seres constantemente persuadido de que se le
comparables a la vista física sana desea mal; hasta la naturaleza, y en
particular el sol
Estado futuro
Visión subjetiva
Actitud religiosa exterioriza sus defectos, que cree ver en todo
los que le rodean pero que no ve en él; esto
es comparable a la visión de los cuerpos
infraoculares que parecen proyectados
exteriormente
Estado pasado
Actitud antirreligiosa

Un análisis detallado de estos diez caracteres nos demuestra que


la raíz de estas tendencias se halla en:
La apertura del alma y la aceptación El cierre del alma y la oposición
Actitud de los seres evolucionados Primera reacción animal
intercambios múltiples con el medio la medusa se hace bola y se endurece cuando
se la toca, aislándose del medio

Doctor Lefebure
51

EL CORAZÓN, MÚSCULO DEL AMOR

Jesús no ha señalado determinadamente más que dos órganos: el


ojo y el corazón. Les atribuía, sin duda una importancia muy
particular. Repetidas veces se hace también alusión a una
función en el Evangelio: el aliento.

Estudiaremos aquí el corazón, en sus relaciones con los


sentimientos y el destino. Jesús ha colocado en el corazón los
sentimientos más elevados: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón... (Lucas 10, 27). También lo ha considerado como el
origen de los más bajos impulsos: porque es del corazón que
provienen los malos pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las impudicias, los robos, los falsos testimonios, las
calumnias (Mateo 15, 20).

Que el corazón sea la sede del amor, de la devoción afectiva,


superior o inferior, esto no ofrece aparentemente ninguna duda
para San Mateo (6, 21): allí donde está tu tesoro, allí también
estará tu corazón. ¿En qué medida podemos confirmar con
analogías u observaciones este punto de vista, al mismo tiempo
crístico y popular? No lo podemos confirmar sino muy
modestamente con nuestros conocimientos actuales, pero
haremos, a este respecto, tres observaciones, cada una de
creciente interés.

La primera resulta de una atenta auto observación. Todos


tenemos más o menos la impresión de que nuestro pensamiento
está localizado en la cabeza.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Pero si llevamos la atención sobre lo que sucede en nosotros


cuando experimentamos un sentimiento de amor, advertimos que
este sentimiento parece emanar de la región medio torácica, y
esto tanto más cuanto más intenso sea. Hablamos de los
verdaderos flechazos de amor, de aquellos que sólo raramente se
experimentan en el curso de la existencia.
¿Por qué es así? Se podría pensar que los sentimientos, al
reaccionar fuertemente sobre el sistema circulatorio y,
especialmente, sobre el ritmo cardíaco, hacen que el sujeto tenga
conciencia de estas modificaciones fisiológicas, pero sólo de una
manera vaga, imprecisa como en las sensaciones transmitidas
por el sistema simpático, y esta percepción atrae su atención
hacia el tórax.
Esta explicación contiene quizás, una parte de verdad. Pero el
que lo estudia cuidadosamente, observará que es el sentimiento
mismo, en todo lo que tiene de inmaterial, el que parece entrar o
salir del corazón. Entonces, se impone una explicación
complementaria.
En el amor, el mineral se hace un poco vegetal (cuando la
reproducción de los cristales, por ejemplo) el vegetal se hace
un poco animal (en el momento de la reproducción adquiere
un poco de movilidad, cuando el germen macho desciende
hacia el óvulo) y el animal se hace un poco humano (al
manifestar su amor por sus pequeños, los animales se nos
parecen más). Del mismo modo, es en el amor donde el
hombre es un poco iniciado, cosa que lo eleva un instante al
escalón evolutivo superior. Por lo tanto el iniciado es
consciente de su cuerpo etérico, de sus chacras o centros
espirituales, y en particular del centro del corazón, donde
percibe los sentimientos que en él se engendran bajo el aspecto
de formas geométricas que los teósofos llaman, muy
justamente a nuestro parecer, las formas-pensamiento.

Doctor Lefebure
53

Es porque el hombre descubre en el amor, aunque confusamente,


en ausencia de técnica iniciática, su chacra o centro espiritual del
corazón. El corazón aparece así a la auto observación como el
centro de los sentimientos, y, especialmente, de los que
determinan los giros esenciales de nuestro destino.
La segunda observación concierne a las relaciones entre el
corazón, centro del sistema circulatorio, y el destino. La sangre
parte del corazón y vuelve a él. La sangre y la linfa giran en un
circuito cerrado cuyo eje es el corazón. Son los únicos fluidos
que vuelven a su punto de partida, al centro del organismo.

El aire entra y sale, la orina es expelida, las excitaciones


nerviosas van de los órganos de los sentidos al sistema nervioso
central; luego éste las transforma o las reenvía a los órganos
motrices. Sólo la sangre va del corazón al corazón en un
movimiento ininterrumpido.

En un tiempo variable, ciertamente, sus moléculas se renuevan,


pero en el curso de uno solo de estos circuitos, la composición de
la sangre a la entrada de la aorta no tiene tiempo de cambiar. Por
cierto que en este movimiento del sistema circulatorio hay una
analogía con el karma.

Según esta concepción oriental, que estudiaremos en forma


profunda en la segunda parte de esta obra, cada uno de nuestros
actos, en cierto modo individualizado y liberado describe, una
vez fuera de nosotros, un largo circuito en un encadenamiento de
causas y efectos; luego nos vuelve, bajo forma de episodio, con
más seguridad que el boomerang a su lanzador. Como ante todo
acontecer reaccionamos por uno o varios actos, se puede decir
que la consecuencia kármica de nuestros actos pasa a través de
nosotros, como la sangre en el corazón, y que en esta
oportunidad le damos un nuevo impulso.

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54

Si se pudiera observar a un hombre en su aspecto kármico,


aparecería como un torbellino emitiendo sin cesar formas
kármicas, las cuales, luego de haber descrito una curva más o
menos grande, vuelven a su punto de partida, lo atraviesan y
parten para describir un nuevo ciclo.

Semejante mecanismo es muy comparable al de la circulación: el


hombre juega en él el papel del corazón; su actividad es su
pulsación, ella engendra un encadenamiento de causas y efectos
que le vuelven sin cesar y constituyen la sangre de su destino;
esta sangre circula constantemente a su alrededor bajo forma de
nuevos actos, consecuencias en sí mismas de las condiciones que
él creó por sus actos precedentes.

De modo que es, en efecto, del corazón invisible del ser eterno
que derivan nuestros actos, según lo que ha enseñado el Cristo,
y conforme a las expresiones familiares: tener buen corazón,
tener mal corazón. De modo que la auto observación nos muestra
que en la raíz de todo acto hay un sentimiento más o menos
consciente y especialmente determinante de los grandes
acontecimientos de nuestra vida, a veces tan débil que nuestro
intelecto no se da cuenta del papel que ha jugado.

Si el sistema circulatorio es la imagen del karma, el corazón,


motor de este sistema, es la imagen del sentimiento, motor
profundo del flujo de acciones que, fluyendo a través de
nosotros, crea nuestro karma.

La tercera observación, con respecto a las relaciones entre el


corazón físico y los sentimientos, es más precisa y más
fisiológica. Nadie ha pensado jamás en negar las relaciones
entre los sentimientos y la sexualidad. Además, el corazón,
aunque se repare poco en ello, juega un rol físico fundamental
en el acto sexual.

Doctor Lefebure
55

La erección se debe a la acumulación de la sangre en los lagos


sanguíneos del miembro viril; existen músculos que rodean las
vénulas por las que la sangre regresa al abdomen cuando el
miembro está flácido. Cuando estos músculos se contraen,
entrará en el miembro más sangre por las arterías que la que
saldrá por las venas.

La sangre se acumulará, a presión, en los lagos sanguíneos, y se


producirá la erección. Esta presión de la sangre en el miembro no
es otra, evidentemente, que la presión de la sangre en los vasos
que lo alimentan, es decir la presión arterial. Según esto, el
músculo que lanza la sangre en las arterias y le da su presión, es
el músculo cardíaco.

¿Desfallece?: la tensión caerá inmediatamente. Cuando por una


razón cualquiera la resistencia del movimiento de la sangre en el
conjunto del sistema circulatorio se hace demasiado elevada, el
músculo cardíaco se hipertrofia para aumentar la tensión arterial
y superar la resistencia. Por ser el corazón el músculo cuya
contracción origina la presión de la sangre es él, en realidad, el
que produce la presión hidráulica que sostiene la erección.

Éste es un episodio importante del destino humano: por medio de


esta presión vendrán a la vida nuevos seres cuyas acciones ella
anuncia. Por ello, el corazón está más directamente ligado al acto
sexual que cualquier otro órgano de la vida vegetativa; por ello,
está verdaderamente ligado a los sentimientos, al destino
humano, ya que por intermedio de la tensión arterial, él es el
soporte del acto sexual.

Por este acto, las almas errantes retoman el camino de un cuerpo,


conforme al karma que han tejido en su vida anterior, conforme
a los lazos que han contraído o aflojado con almas parientes. En
el principio está el amor, al final está la vida.

El poder del cristianismo magia cristiana


56

Entre ambos, entrando y saliendo del corazón están los ríos


mezclados de la sangre y del karma. Confirmando la
introspección, la analogía nos demuestra que el corazón es la
sede del amor.

Doctor Lefebure
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CURACIÓN Y CRISTALIZACIÓN

Jesús ha realizado innumerables curaciones. De terapéutica no


sabía nada, que sepamos: a veces, un poco de saliva, a veces un
poco de barro, más que nada algunas palabras de sugestión:
habiéndose inclinado sobre ella riñó a la fiebre, y la fiebre la
dejó (Lucas 4, 39). Jesús reprendió al espíritu impuro (Lucas 9,
42). Jesús reprendió severamente al demonio que salió de él y el
niño quedó sano desde aquella hora (Mateo 17, 18). En cuanto
a la utilización del lodo, San Juan le consagra un extenso
capítulo (9, 6-17).

Y sin embargo curaba. Porque no se necesita terapéutica para


curar, si se posee la Vida. El único gesto aparente por el cual se
manifiesta su acción curativa es la imposición de manos,
oportunidad de un misterioso cambio de fluido vital; a veces
hasta llega a operarse este cambio sin que intervenga su
voluntad, como cuando dice a propósito de la mujer que tenía
pérdidas: alguien me ha tocado, porque yo sentí que ha salido
una fuerza de mí (Lucas 8, 46).

Reparemos en que sus curaciones han jugado ciertamente papel


decisivo en su éxito. Los enfermos entregados por completo eran
ejemplos vivientes de su poder y este espectáculo bastaba para
glorificarle, sin que tuvieran que cantar sus alabanzas. Ayudaron
a grabar sus palabras en la historia de los tiempos, dieron a su
doctrina el primer impulso, que contribuyeron y contribuyen a su
expansión. Lejos de nosotros la idea de querer reducir al Cristo
a las proporciones de un simple curandero. La Iglesia reconoce
que había en Jesús una naturaleza divina y otra humana.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Podríamos admitir, además, que entre su naturaleza divina y su


naturaleza humana, había una naturaleza intermedia, naturaleza
de sanador, y es ésta la que estudiaremos aquí. No queremos
tratar de saber si entre las legiones de sanadores que han tratado
o que tratan de imitarle, algunos fueron dotados de un poder
semejante al suyo, aunque menos marcado. Vamos a demostrar,
sencillamente, que existe un fenómeno fisicoquímico que
presenta gran analogía con el poder curativo del Cristo y, llegado
el caso, con el de los sanadores auténticos.

Comparar la cristalización a la vida es un lugar común. El cristal


crece, se alimenta, se reproduce de un modo comparable a un ser
vivo (véase nota). No es posible dudar, por otra parte, de las
relaciones entre los cristales y los seres vivientes, después del
descubrimiento de formas intermedias, como ciertos virus, cuya
síntesis hasta ha llegado a realizarse. El cristal posee otra
cualidad característica del ser viviente: el poder de cicatrizarse.
Un cristal está herido cuando existe una solución de continuidad
en la forma geométrica simple que normalmente debe revestir,
ya sea que una de sus aristas esté mellada, que es el caso más
frecuente, o que una de sus caras haya perdido su regularidad por
una erosión o un astillamiento.

Cuando se coloca tal cristal en una solución del cuerpo que lo


compone, las moléculas se depositan más rápidamente en su
herida que en el resto de su superficie, de modo que la rotura va
a colmarse, a cicatrizarse literalmente, y luego de cierta
permanencia en esta solución, el cristal habrá crecido y retomado
su forma normal, al mismo tiempo. Estará curado. Si ahora
colocamos en un solvente puro, agua por ejemplo, varios
cristales de un mismo cuerpo, algunos van a crecer a expensas de
otros.
Nota: La vida sobre los astros. Teoría mecanicista de la reproducción. Editorial Le Francois.

Doctor Lefebure
59

Si colocamos allí un cristal intacto y otro herido, este último va


a crecer y a cicatrizar al mismo tiempo. La sustancia de uno se
transportará sobre el otro, los dos cristales recuperarán
finalmente su forma geométrica ideal. Ambos quedarán con
buena salud.

Si ahora colocamos en un solvente puro, agua por ejemplo,


varios cristales de un mismo cuerpo, algunos van a crecer a
expensas de otros. Si colocamos allí un cristal intacto y otro
herido, este último va a crecer y a cicatrizar al mismo tiempo. La
sustancia de uno se transportará sobre el otro, los dos cristales
recuperarán finalmente su forma geométrica ideal. Ambos
quedarán con buena salud.

Podemos preguntarnos si el poder curativo del Cristo y de los


sanadores iniciados no es un fenómeno análogo que se desarrolla
en un plano más sutil. Consideremos la esencia de la vida física
como un cristal constituido por átomos hiperfísicos, especie de
octava superior de los cristales físicos (esta esencia de la vida
constituye lo que los ocultistas llaman el cuerpo etérico, que se
supone controla el lugar de las moléculas físicas en el cuerpo).
El ser dotado de un cuerpo etérico de considerable vitalidad, por
tanto psicofísico, podría desprenderse en provecho de un
paciente de las moléculas de su cuerpo etérico que constituyen su
vida, y que serían absorbidas por la deficiencia, por las lagunas
de ese cristal roto que es el enfermo.

Así se explicaría que el hombre cuyo cuerpo etérico está


organizado superiormente y dotado de viva actividad, no tenga
necesidad de la participación de su voluntad para que su fluido
le abandone, y vaya a colmar un vacío y provocar una curación,
como en el caso de la mujer que tenía pérdidas. Este sería un
proceso en todo punto comparable al del cristal que da su propia
sustancia para colmar la laguna de un cristal vecino.

El poder del cristianismo magia cristiana


60

La ley del sacrificio se manifiesta hasta en el mundo mineral.


Esta extraordinaria vitalidad del cuerpo etérico es la
consecuencia normal de la práctica de los ejercicios de
concentración asociados a los ejercicios respiratorios iniciáticos,
y otros movimientos destinados a obrar no solamente sobre el
cuerpo físico, sino igualmente sobre su doble.

Así se explica que seres excepcionales como Jesús o como


Artemio Galip, a quien hemos conocido, hayan dispuesto de tal
poder, porque ellos practicaban esos ejercicios desde, quizás,
varias encarnaciones. Pero esto no significa, de ninguna manera,
que se deba confiar en forma absoluta en todos los que se
atribuyen el título de sanadores.

Terminemos estas observaciones sobre las curaciones del Cristo,


destacando esta frase de San Lucas: al ponerse el sol, todos los
que tenían enfermos de diversas dolencias los traían a él;
poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanó. Al
ponerse el sol es también repetido en San Marcos (1, 32).
Podemos preguntarnos si el Cristo consideraba este instante
como particularmente favorable a las curaciones por imposición
de las manos.

Fe y radiactividad

Por último, al poder de curación del Cristo nos falta asociar su


acción sobre la materia, sus poderes telekinésicos, porque su
mecanismo de acción parece ser el mismo de las curaciones.

Si tuvierais fe como un grano de mostaza, dirías a este sicomoro:


Desarráigate y plántate en el mar y os obedecería (Lucas 17, 6).
En verdad os digo, el que dijere a esta montaña: quítate y échate
en el mar y no dudare en su corazón, sino que creyere
firmemente que se dice, lo verá cumplirse (Marcos 11, 23).

Doctor Lefebure
61

De este poder de mando sobre la materia dio el ejemplo, ya que


apaciguó, con una orden, la tempestad. En cuanto a la montaña,
tembló, cuando murió sobre el Gólgota, lo que puede explicarse
por la emisión de una radiación que intensificara la
radioactividad del magma, y por lo tanto su temperatura. Ahora
conocemos la existencia de una relación entre la radioactividad
y la vida (véase nota), las plantas que pueden trasmutar el
fósforo, el potasio, el calcio, en otros cuerpos simples, y no
debemos asombrarnos de ese temblor de tierra.

La llave de este poder mágico, que tan pronto permite las


curaciones con las acciones telekinésicas, se halla en el grano de
mostaza, en la concentración del espíritu sobre un punto, situado
sobre uno de los centros psíquicos del cuerpo del hombre,
proceso de entrenamiento mental oriental del que también parece
haber hecho uso Jesús. Lo que él entiende por fe sólo puede ser
experimentado por quien se haya entrenado largo tiempo en
llevar su atención sobre un punto interior preciso, del tamaño de
un pequeño grano, porque una fuerza enteramente nueva se
despierta en la conciencia por este entrenamiento.

Esta interpretación es evidente para quien haya practicado algo


el yoga. Es importante señalar que era la del evangelio según
Santo Tomás, según la versión de los gnósticos naasenos: este
punto es el reino de los cielos, el grano de mostaza, punto
indivisible que existe en el cuerpo, punto que nadie conoce, sino
solamente los espirituales (véase nota).

Nota: Science et Vie, (abril 1959).


Nota: El Evangelio según Santo Tomás, Jean Doresse.

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63

LA REENCARNACIÓN, CICATRIZACIÓN DE
LA MUERTE

Acabamos de comprender por qué ciertas curaciones


magnéticas, aparentemente milagrosas, pueden ser comparadas a
la cicatrización del cristal, que, molécula a molécula, toma del
elemento sano y fuerte, por intermedio del ambiente, la sustancia
que necesita para colmar sus lagunas. Este fenómeno de
cicatrización de los seres vivientes es completamente
extraordinario: la hidra, animálculo, regenera una de sus cabezas
seccionadas; el hombre o el animal cuyas partes no vitales le han
sido extraídas, colmará en cierta medida esta laguna por la
proliferación de un nuevo tejido.

¿Cuáles son los tejidos que proliferan, especialmente, en la


cicatrización? Los tejidos poco diferenciados, próximos al
aspecto de los tejidos del embrión, al que todas las células se
parecen, piel, tejidos conjuntivos. En este ámbito asistimos a
veces a fenómenos sorprendentes: quemaduras extensas, que en
niños de buen estado general, se atenúan con los años hasta
desaparecer casi completamente; reconstitución parcial de las
células hepáticas luego de una acción profunda producida por
tóxicos. Si hay un problema que habla en favor de la finalidad,
es el de la cicatrización. Todo sucede como si, en la mayor
medida posible, la naturaleza tratara de reparar los estragos; sea
cual fuere después de un accidente el estado del órgano
lesionado, la cicatrización tiende a reproducir su estado normal
anterior: ¿ha sido extraída una importante porción de carne? El
orificio será rellenado antes que nada, y a partir de ahí se
reconstruirá la piel de la superficie.

El poder del cristianismo magia cristiana


64

Se diría que una mano invisible guía la proliferación de los


tejidos a fin de reproducir la forma del cuerpo. No podemos dejar
de pensar en las ideas de Rudolph Steiner sobre el
entrelazamiento de los diferentes cuerpos del hombre: la
estructura del cuerpo físico está determinada por el cuerpo
etérico, primer cuerpo sutil después del cuerpo físico.
Cuando éste es amputado, destruido, la lesión no alcanza
inmediatamente al cuerpo etérico; pero el cuerpo físico tiende a
reproducir lo más exactamente posible el cuerpo etérico, de ahí
la cicatrización.

Sea lo que fuere esta teoría, nada mejor que la cicatrización para
obtener la impresión de que existe un modelo preestablecido del
cuerpo físico, modelo que la vida, de manera general y la
cicatrización, más particularmente, tratan siempre, bien que mal,
de imitar.

Decimos bien que mal porque, por más extraordinario y


maravilloso que sea este fenómeno de la cicatrización, no logra
reproducir con perfección absoluta la forma y la estructura
original del organismo.

Indudablemente, esta perfección existe en las cicatrizaciones de


pequeñas heridas; si nuestra piel conservara la huella de todas las
cortaduras y arañazos de nuestra infancia, nuestro aspecto no
sería nada estético.

Pero si la lesión es más extensa, sobre todo, más profunda, la


regeneración será imperfecta; por un lado, el color del nuevo
tegumento no será el mismo; por otra parte, su nivel será
diferente, y en particular, en los casos en que por uno de esos
fenómenos de inercia biológica que hemos señalado
(Experiencias iniciáticas, tomo III) el esfuerzo de cicatrización
sobrepasa su meta, y la cicatriz queda granulosa, saliente.

Doctor Lefebure
65

Recordemos que para Augusto Lumière (véase nota) todo cáncer


es debido a la persistencia de tal proceso de cicatrización,
producida por la repetición de una misma causa perturbadora,
interna o externa: esta destrucción mínima aunque repetida, este
deterioro crónico del organismo en un punto provoca un esfuerzo
permanente de cicatrización; cuando este esfuerzo ha persistido
demasiado, se hace súbitamente excesivo, desordenado, y es el
cáncer.

Esta teoría no ha tenido el honor de atraer mucho la atención de


los médicos, sin duda porque Augusto Lumière era para ellos
sólo el inventor del cine; aunque toda la medicina moderna se
vincula a Pasteur, químico y cristalógrafo, los médicos
difícilmente aceptan lo que en sus dominios no provenga de un
médico.

La cicatrización no solamente es imperfecta por el hecho de que


no alcance totalmente su objetivo o que lo sobrepase en un
impulso desordenado. A veces se hace imposible, por ejemplo,
para las células más diferenciadas, las más necesarias a la
conciencia, como las células sensoriales o cerebrales. Estos
tejidos, una vez lesionados, no se reconstituyen.

La cicatrización no es sólo un proceso físico: se le halla en todo


el ser. Las llagas del alma también cicatrizan más o menos bien.
El tiempo transcurrido no atenúa el recuerdo de las decepciones
y las penas, pero disminuye el dolor, porque desde las
profundidades del alma ascienden fuerzas de compensación al
encuentro de las fuerzas mórbidas desprendidas por el impacto
moral. La fe, una nueva devoción, el repliegue sobre el amor por
un arte o por el estudio son algunas de las fuerzas de
cicatrización del alma.
Nota: Auguste Lumiére: Le cáncer et le secret de sa genése (Omnium littéraire).

El poder del cristianismo magia cristiana


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Sin ellas sólo habría desesperación, neurastenia, hasta el


suicidio quizás, ya sea porque la cicatrización hubiera sido
insuficiente, o que, por el contrario, prolifere en exceso: en la
búsqueda de una actividad compensatoria, el psiquismo habría
sido invadido por una locura obsesionante, verdadero cáncer del
alma. Sea física, sea moral la llaga, hay competencia de
velocidad entre la cicatrización y la muerte, la más rápida ganará
la partida. Que un niño se corte la arteria femoral: se pondrán
bien pronto en conmoción proliferaciones de tejidos para intentar
colmar la brecha, pero el proceso de cicatrización sólo tendrá
tiempo de iniciarse simbólicamente y la muerte sobrevendrá con
velocidad fulminante si la cirugía no interviene con prontitud.

En este último caso, la arteria volverá a soldarse, lo que prueba


la existencia del proceso de cicatrización. Por tanto una de las
características de la cicatrizaciones es la de ser lentas, aunque su
proceso pueda ser acelerado por condiciones favorables.

Y ahora imaginemos un poco. Imaginemos una cicatrización


que fuera perfecta, absolutamente perfecta. Curaría las más
profundas llagas, fuere cual fuere su naturaleza. Después de
una grave quemadura la piel volvería a quedar tan pareja y del
mismo color como si jamás hubiera tenido una quemadura. Una
gran quemadura curaría como una pequeña. Un miembro
amputado se reconstituiría sin dejar más huellas que un ligero
corte de la navaja matinal. ¿Y si sobreviniera la muerte? En
nuestra hipótesis, la cicatrización continuaría hasta reconstituir
todo nuestro cuerpo. Tal sería una fuerza de cicatrización
perfecta.

Después de cierto tiempo nos devolvería siempre un cuerpo


nuevo, y condiciones de vida compensadoras de nuestros
sufrimientos. Ahora bien, tal fuerza de cicatrización existe: se
llama reencarnación.

Doctor Lefebure
67

Mirada bajo este ángulo, la reencarnación aparece como el


último esfuerzo y el desarrollo natural de la cicatrización, no sólo
física sino moral, porque genera acontecimientos que compensan
nuestros pasados dolores. La cicatrización persigue siempre la
perfección.

Tiende a reproducir al ser tal como era antes de su lesión. Pero


choca con obstáculos que la conducen a menudo a un fracaso
parcial y momentáneo. Este esfuerzo de cicatrización, es,
además, permanente: las viejas cicatrices evolucionan sin cesar,
se transforman, continúan en general, mejorando.

Cuando este esfuerzo de retorno al modelo encuentra demasiadas


dificultades en el mundo material, se puede suponer que persiste,
se desplaza, adaptando su acción a las necesidades del momento
y tiende entonces a entregarnos un nuevo cuerpo semejante al
primero, por los procesos combinados de la reproducción y la
reencarnación. Esta cicatrización total es la reencarnación. Un
corte, un rasguño cicatrizan.

La muerte también cicatriza, y después de la muerte, como


después de la herida, nos volvemos a encontrar, al terminar el
trabajo de cicatrización, con un cuerpo semejante al anterior al
traumatismo.

¿Yo me saco un poco de piel? Será repuesta. ¿Tengo todo el


cuerpo cortado en trozos? Jamás será totalmente destruido
porque vive por las células sexuales a él vinculadas.

Cada uno de nosotros puede decirse: mi cuerpo no está


absolutamente aislado de los otros cuerpos humanos, y de
este «resto de mi cuerpo» que es la humanidad, brotará un
botón que llegará a ser en el instante de una nueva vida, mi
cuerpo personal.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Señalemos que le generación continua de las células sexuales en


ovarios y testículos presenta cierta similitud con la generación
continua de las células de la piel que se propaga sobre una
extensa llaga por cicatrizar, lo que prueba que el proceso de la
cicatrización está en relación con el de la reproducción, y por
consiguiente, con el de la reencarnación.

Por la muerte, el olvido pasa sobre los sufrimientos de la vida


que se acaba de dejar. Como veremos más adelante, el karma nos
aporta una compensación a todos esos viejos sufrimientos; él
cicatriza, en la siguiente vida, el alma herida, la repone en el
goce en que vivía, en el que había esperado vivir.

Si admitimos que la reencarnación es asimilable a una extensión


de la cicatrización, se hace muy interesante, desde ahora,
observar cuáles son los factores que aceleran la cicatrización,
porque ellos también son quizás factores que aceleran la
reencarnación.

Lejos de nosotros la idea de querer preconizar alguna pomada


con Supervitamina R susceptible de activar la reencarnación
cuando se untara con ella el cuerpo antes de morir. No. En un
ámbito tan poco sondeado todavía, sólo es posible mantenerse en
un plano filosófico.

Destaquemos ante todo un hecho importante. La actividad


acelera la cicatrización. No queremos hablar de la influencia
del ejercicio físico sobre la lucha contra los microbios, lucha
que se asocia perpetuamente con la cicatrización de las
lesiones causadas por dichos microbios; nosotros abordamos
aquí la cicatrización, pura, sobre una llaga estéril. Retengamos
este hecho: la actividad acelera la cicatrización y quizás una
gran actividad durante toda una existencia favorezca una
rápida reencarnación.

Doctor Lefebure
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Un patrón vuelve a dar con gusto una nueva herramienta a quien


ha empleado útilmente la anterior, del mismo modo la naturaleza
no regatea un cuerpo al que pone ese cuerpo a su servicio.

Dejemos ahora todo lo que puede acelerar físicamente la


cicatrización, para estudiar las curaciones del Cristo. La mayoría
de ellas son cicatrizaciones; es decir que Jesús no ha intervenido,
por lo menos en forma evidente, para luchar contra microbios
(dejemos de lado la resurrección de Lázaro: Señor, hiede ya,
porque hace cuatro días que yace ahí (Juan 11, 39) lo que indica
un principio de putrefacción) sino más bien para normalizar
tejidos atrofiados, esclerosados, mal formados: ciego de
nacimiento recuperando la vista; paralítico volviendo a caminar;
hemorragia crónica deteniéndose francamente. ¿Por qué? Es un
complejo problema.

Señalemos, no obstante, que las enfermedades curadas por el


Cristo parecen entrar todas en esta inmensa categoría de las
insuficiencias circulatorias de las arteriolas y capilares,
enfermedades incurables en otro tiempo, y que ahora reaccionan
muy favorablemente a tratamientos prolongados con
vasodilatadores capilares del sistema nervioso central
(Nicylnovocaína).

No se puede evitar aproximar estos hechos de la tradición


oriental según la cual los yoguis adquieren el poder de actuar
sobre su circulación sanguínea.

Hemos comprobado la exactitud de esta tradición sobre un


auténtico hatha yogui, M. Clémendore, en quien varios médicos
y nosotros mismos hemos constatado una turgencia de los tejidos
prefrontales que se producía a voluntad no sólo con hinchazón de
las venas, sino con infiltración de los tejidos. Esta turgencia no
era imitable por sujetos no entrenados.

El poder del cristianismo magia cristiana


70

Por el momento señalemos solamente la relación con la


reencarnación: si en el Cristo hay un poder cicatrizante, y si la
reencarnación es el último término de la cicatrización, hay en el
Cristo un poder que acelera la reencarnación, la mejora, la dirige
hacia fértiles existencias. El que lleva en sí al Cristo, el que se
esfuerza por vivir según sus mandamientos, reencarnará más
pronto y mejor que el que no tiene nada o muy poco del Cristo
en sí. Y no es sino otro aspecto de la cicatrización de toda su
existencia lo que el Cristo prometía al buen ladrón cuando decía
en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas
23, 43).

El retorno de Santo Tomás

No terminemos el estudio de las relaciones entre la cicatrización


y la reencarnación sin destacar que Santo Tomás puso los dedos
en llagas que no estaban cicatrizadas. Resulta evidente que
cicatrizar las llagas es un milagro mucho menor que resucitar.

Esta cicatrización habría sido tanto más fácil cuanto que,


conforme a la profecía bíblica, ninguno de sus huesos había sido
quebrado (Juan 29, 37). Es cierto que sólo había transcurrido
medio día entre la resurrección y la primera exhibición de sus
llagas: La tarde de ese día, que era el primero de la semana
(Juan 30, 19) no deja lugar a equívoco para la fecha, puesto que:
El primer día de la semana, María Magdalena se dirigió al
sepulcro (Juan 20, 1), es decir, el domingo de Pascua,
evidentemente. No obstante, la mayoría de sus curaciones fueron
instantáneas, aunque las lesiones curadas fueran generalmente
más importantes y antiguas. Jesús quiso que sus heridas
quedaran abiertas, y que continuaran haciéndole sufrir para
poder dar a su discípulo incrédulo la prueba que deseaba: Mira
mis manos, mira mis pies, soy yo, y al decir esto le mostró sus
manos y sus pies (Lucas 24, 39-40).

Doctor Lefebure
71

De sus grandes heridas abiertas se servirá especialmente para


convencer a Santo Tomás, espíritu que prefiguraba a la ciencia
moderna, con su gran deseo de pruebas objetivas. Por un justo
rebote de las cosas, es a Santo Tomás reencarnado al que
incumbirá la tarea de dar el golpe de gracia al materialismo
pseudocientífico, al demostrar experimentalmente la realidad del
Cristo.

Santo Tomás murió probablemente en las Indias. En busca de los


gérmenes de cristiandad que había sembrado, partió Vasco De
Gama en su primera expedición financiada por la orden del
Cristo (veáse nota).

Nota: Experiencias iniciátícas.

El poder del cristianismo magia cristiana


73

JESÚS Y SU PADRE
ESPERMATOZOIDE Y NEURONA

Jesús habla frecuentemente de su Padre: Nuestro Padre que está


en los cielos. Este comienzo de la única oración cuyos términos
ha precisado, subraya por una parte la importancia que le
atribuía; por otra, que se trata de un Padre celestial, del padre de
nuestro espíritu, y no de un padre físico. A lo largo de su corta
carrera de predicador el Padre vuelve en sus discursos ...como tú,
Padre, estás en mí; y como yo estoy en ti (Juan 10, 38). Como el
Padre me conoce, yo conozco al Padre (Juan 10, 15). El Padre
me ama porque yo doy mi vida (10, 17). ...he guardado los
mandamientos de mi Padre (15, 10). El que me odia, odia
también a mí Padre (Juan 15, 23). Os he hecho conocer todo lo
que he aprendido de mi Padre (Juan 15, 10). Todo lo que el Padre
tiene es mío (Juan 17, 10).

En el capítulo 16 de Juan, habla nueve veces de su Padre y dice


especialmente: He salido del Padre, y he venido al mundo; ahora
dejo el mundo y voy al Padre (Juan 16, 28).

Todo el capítulo 16 de San Juan es un largo monólogo en el


cual Jesús se dirige directamente y en alta voz a su Padre,
después de haber elevado los ojos al cielo como antes de la
consagración.

Por último es hacia «él» que aspira a regresar, cuando sintiendo


llegar el fatal desenlace, exclama: Si me amaseis os
regocijaríais porque voy al Padre; porque el Padre es mayor
que yo (Juan 14, 28).

El poder del cristianismo magia cristiana


74

Aunque habla de él con mucha frecuencia, sólo tenemos una


precisión con respecto de su Padre, la de que tenía manos: Padre,
en tus manos encomiendo mi espíritu (Lucas 23, 46). Es por las
manos que se expresa la voluntad. Los dedos son los órganos
gracias a los cuales el pensamiento toma forma, órganos
móviles, dinámicos por excelencia, como los espermatozoides.
Las manos son de polaridad masculina. Y habiendo invocado
sólo un aspecto de su Padre, sus manos, Jesús ha subrayado su
carácter masculino, la Voluntad, la Fuerza original.
De esta mano él ya había hablado: Mi Padre que me las dio (las
ovejas) mayor es que todos, y nadie puede arrebatarlas de la
mano de mi Padre (Juan 10, 29). Aquí está la mano del Padre,
esta fuerza universal, nos aparece como una protección; sus
manos serán el último refugio durante la agonía. Este Padre
desborda, pues, de sentimientos muy paternales.
Esta fuerza universal, protección y refugio, es porque él la recibe
en sí mismo que hace sus milagros y no lo oculta: Las obras que
hago en nombre de mi Padre, dan testimonio de mí (Juan 10, 25).
Esta fuerza mágica gracias a la cual puede hacer sus milagros, la
recibe constantemente: Yo y el Padre somos uno (Juan 10, 30).
Ahora bien, dos seres vivientes no son jamás tan Uno como
cuando la unión sexual. Dos células no llegan a ser una sola sino
por la fusión del espermatozoide y el óvulo. Cáptese el sentido
iniciático de lo que vamos a decir: Jesús experimentó una especie
de fecundación permanente por una fuerza universal.
Esto hace evidente que Jesús ha traducido en una serie de
cuadros accesibles a los pueblos sencillos la enseñanza oriental
secreta concerniente a la fuerza de Kundalini, revelada por la
práctica del yoga, fuerza que se eleva de las regiones perineales.
Esta fuerza es pariente cercano de la fuerza sexual, siendo mucho
más que ella.

Doctor Lefebure
75

El yogui la conduce hasta la cima del cráneo. En la medida en


que logra tomar conciencia de esta fuerza puede cumplir diversas
clases de milagros, comparables a los del Cristo. Por lo tanto así
como el Cristo ha dicho: El Padre y yo somos uno, el yogui
podría decir: una fuerza que representa la fuerza masculina del
universo se eleva desde una región próxima a mis órganos
genitales y fecunda sin interrupción, durante los ejercicios, mi
conciencia. La identidad de doctrina nos parece evidente.

No se debe ver una contradicción entre esta localización


anatómica del Padre y el hecho de que es celestial: El reino de
los cielos está en medio de vosotros y la síntesis de estas
afirmaciones, en apariencia contradictorias, sólo es posible
admitiendo la enseñanza oriental de los chacras; un órgano
psíquico situado en la base del tronco capta la fuerza primordial
universal, fuerza más celeste que terrestre, puesto que el cielo es
mayor que la tierra. Este centro puede ser educado de manera de
captar más tal fuerza. Nadie puede conocer al Padre sino por
Jesús, y esto sucede así: nadie puede despertar en sí la fuerza de
kundalini sino por las prácticas que él ha enseñado. Más adelante
veremos cuáles son estas prácticas, y por qué han sido
eliminadas del Evangelio.

¿Por qué el Cristo ha llamado Padre a esta fuerza secreta


estudiada experimentalmente en los templos de Asia desde
tiempos inmemoriales? Ante todo porque esta aproximación con
la vida de familia hacía fácilmente accesible la comparación.
Mas él, quizás, ha sido entrenado en esta dirección por otras
razones que vamos a examinar.

El Evangelio debe ser reestudiado en cada época según los


conocimientos de ésta. Ante todo, hay que hacer una observación
muy secundaria con respecto a la importancia que Jesús atribuía
a su Padre, de orden psicoanalítico.

El poder del cristianismo magia cristiana


76

No se trata de hallar esto inverosímil, en la época en que la


partenogénesis está probada, hasta en los humanos; sin hablar de
los casos de fecundación accidental por intermedio de un lienzo,
por ejemplo, y que pasan desapercibidos a la mujer. Lo cierto es
que Jesús ha sido educado verosímilmente en la idea de que él no
había tenido padre físico; quizás sólo se le reveló tardíamente,
cuando se vieron sus extraordinarias aptitudes pero, lógicamente,
terminó sabiéndolo.

Podemos preguntarnos si en sus continuadas invocaciones al


Padre Celestial, no hay un deseo de compensación. Privado de
padre físico, fue víctima en cierta medida, de un repudio. ¿No ha
sido acaso reconocido por la Iglesia que en él vivían
conjuntamente una naturaleza divina y una naturaleza humana?
En su naturaleza humana pudo sufrir más o menos
conscientemente, ser un niño sin padre, y haberse orientado por
ello hacia el elemento invisible que en la naturaleza juega el
papel del padre. Hasta en la cruz él lo llamó: Padre yo
encomiendo mi espíritu en tus manos (Juan 23, 46). Esta
subsidiaria observación sobre la frustración que parece haber
sufrido Jesús nos conduce a otra importante observación de
orden anatómico-fisiológico, que quizás nos aporte una
aclaración.

La célula que en la naturaleza representa el rol del padre por


excelencia es el germen macho, el espermatozoide, que se une al
óvulo en la fecundación. Recordemos sucintamente su
descripción: un cuerpo ovoide, con un núcleo proporcionalmente
muy grande, un segmento intermediario seguido de un largo
filamento gracias al cual se puede propulsar; y, por último, y es
un hecho muy importante para nuestro estudio, el microscopio
electrónico ha revelado la existencia de un conjunto de pequeñas
prolongaciones extremadamente finas que se despliegan en la
extremidad del filamento.

Doctor Lefebure
77

Hasta el presente, que sepamos, no se ha intentado nunca una


comparación entre esta morfología y otras estructuras del cuerpo
humano. Y ahora justamente podemos intentarla y con un
enorme alcance filosófico: el espermatozoide se asemeja al
elemento básico del sistema nervioso, la neurona.

Este elemento, que implica muchas variantes, está construido


sobre un esquema de base análoga al del espermatozoide: un
cuerpo bastante voluminoso y también provisto de un gran
núcleo; un cilindro-eje, especie de hilo eléctrico a lo largo del
cual se propaga el influjo nervioso, luego dendritas terminales
(las dendritas son las prolongaciones terminales de las células
nerviosas).

Se reconoce fácilmente la semejanza con el espermatozoide;


ambos tienen un núcleo relativamente amplio y una larga
prolongación que se termina por una gavilla de filamentos.
Existen numerosas variantes de neuronas, diferentes por su
tamaño y detalles morfológicos que las adaptan a su trabajo
propio.

Así, las células reproductoras del hombre aparecen como una


variedad de neuronas especializadas en una función.

¿Esta semejanza es producto del azar o responde a una analogía


de funciones? Ante todo el término azar no congenia para nada
con el espíritu científico que prefiere buscar las causas y las
leyes.

Percibimos además que probablemente existe una gran


semejanza en los roles que tienen que desempeñar los
espermatozoides y las neuronas, siempre que nos coloquemos
en el postulado espiritualista según el cual el espíritu es
independiente del cuerpo.

El poder del cristianismo magia cristiana


78

En efecto, ¿cuál es el rol del cerebro en esta hipótesis? El de un


intermediario entre el cuerpo y el espíritu, una especie de robot
constituido por un receptor de ondas comparable a un teléfono
dirigido hacia el espíritu, un transformador automático gracias al
cual estas órdenes del espíritu son retransmitidas a los órganos
motrices (véase nota).

Éste es un esquema teórico. Podemos preguntarnos por dónde se


inserta así el espíritu en el cerebro. Las dendritas de las neuronas
tienen clásicamente por función entrar en contacto con las
dendritas de las neuronas vecinas, y permitir el pasaje del fluido
nervioso. ¿No sería, pues, justamente en esta articulación
infinitamente delicada donde viene a insertarse el espíritu, y si no
el espíritu mismo, por lo menos ramificaciones del cuerpo
etérico, primer doble del hombre, más cercano ya al espíritu, que
el cuerpo físico? ¿O bien el espíritu, por ser el núcleo del ser
según las leyes de la analogía, está, por intermedio del núcleo de
las células, en contacto con el cuerpo?

Estas diversas hipótesis no son excluyentes una de la otra: el


espíritu y los cuerpos invisibles que lo acompañan en su curso
post mortem, deben bañar durante la vida la totalidad de las
moléculas del cuerpo humano, como la sangre baña todas las
células, lo que es indispensable para su vida. Pero hay órganos
como el bazo, que son verdaderos lagos sanguíneos; otros, como
el cuerpo de los grandes huesos, donde la circulación es mínima.

Del mismo modo, el espíritu y sus envolturas directas deben


tomar mayor o menor contacto con el cuerpo físico según las
regiones. El cerebro es el órgano cuya presencia es indispensable
a la conciencia del yo, a la de nuestra existencia, y a todas las
operaciones de la inteligencia.
Nota: Homologies: L’écorce cerebrale, gigantesque rétine.

Doctor Lefebure
79

De ello se puede concluir que el contacto entre el espíritu y el


cuerpo se establece en el cerebro, en particular en los elementos
que caracterizan su estructura: grandes núcleos celulares, largas
prolongaciones terminadas por ramificaciones muy finas de las
células, llamadas dendritas. Por tanto, si nos colocamos en la
hipótesis espiritualista según la cual un espíritu renace porque
quiere volver a tomar un cuerpo, comprendemos la similitud del
papel del espermatozoide y de la neurona: el espermatozoide es
el medio de expresión de esta voluntad de renacer, así como la
neurona es el órgano de transmisión de las voluntades del
espíritu encarnado. Desde entonces se adivina el origen de la
semejanza de estructura entre el espermatozoide y las neuronas:
finas ramificaciones, gran núcleo, estructura alargada, parecen
ser las condiciones necesarias de esta aproximación del espíritu
hacia la materia. La misma marcha del espermatozoide hacia el
óvulo parece ser el reflejo de la carrera del espíritu hacia la
materia en su voluntad de encarnarse.

No se puede objetar que los casos de partenogénesis son un


obstáculo a esta interpretación, bajo pretexto de que los niños
nacidos de este modo también están dotados de una conciencia.
Si de vez en cuando en el mecanismo de desprendimiento de los
poderes latentes del óvulo sucede algo anormal que provoca
esta partenogénesis espontánea, puede igualmente existir una
anomalía en el mecanismo por el cual el espíritu vuelve a tomar
un cuerpo. Así, el espermatozoide se nos presenta como un
elemento cerebral, tanto materialmente, por su morfología,
como funcionalmente, por su rol en la expresión del espíritu del
que es un elemento perdido en la otra extremidad del
organismo. Por el contrario, no sucede lo mismo con el óvulo,
cuya pasividad le asemeja a la materia y cuya forma redonda
recordaría más bien la de ciertas células óseas o el aspecto de los
glóbulos de la sangre.

El poder del cristianismo magia cristiana


80

Aunque no se trate sino de un parecido muy lejano, sin relación


con la verdadera analogía de estructura que existe entre el
espermatozoide y la neurona. De esto resulta que el cerebro,
conglomerado de neuronas, está emparentado con la estructura
masculina. En la polarización analógica del universo (véase
nota) diremos que el cerebro es de polaridad masculina.

Recordemos que el cerebro es más pesado en los hombres que en


las mujeres. Y no siendo el espermatozoide más que una
variedad de neurona, perdido en la extremidad del organismo, la
función cerebral aparece como la función fundamental, de la cual
el espermatozoide sólo es una manifestación. Ahora bien, la
mayor función cerebral es la conciencia, con todas las facultades
intelectuales imaginativas y afectivas que están relacionadas con
ella. Cuando el Cristo lanza sus llamamientos al Padre, él se
dirige a la inteligencia y a la conciencia emanantes del cosmos.

Cuando se regocija de elevarse hacia él después de la muerte


significa que concibe esta muerte no como una pérdida, sino al
contrario como una extensión de su inteligencia, de su amor, y,
de un modo más general, de todos sus fenómenos de conciencia.

Y así, unirse al Padre, después de la muerte, significa: unirse a la


conciencia, percibir su propio yo con una intensidad de vida
mucho más grande que sobre la tierra, y esto está completamente
de acuerdo con las experiencias de los místicos que afirman que
en el curso de sus exteriorizaciones fuera del cuerpo físico, la
conciencia que tienen de su propia existencia es infinitamente
más intensa que cuando están en su envoltura carnal.

Nota: Homologías y la obra del Dr. Galonier-Gradzinski. Éste también ha demostrado el


parentesco del espermatozoide y la célula nerviosa por argumentos diferentes de los nuestros
(posteriormente a nuestras conferencias sobre el tema, y sin haber tenido conocimiento de ellas).
Origen y estructura de la Vida, Analogía de la neurona y el espermatozoide.

Doctor Lefebure
81

LA COMUNIÓN
ACTO DIGESTIVO

La palabra se hizo carne (Juan 1, 14). El pan que daré es mi


carne (Juan 6, 51). El que me come vivirá por medio de mí (Juan
6, 57). Es menester, pues, comer su palabra; así está expuesto el
problema de una profunda analogía, que supera inmensamente
las posibilidades del lenguaje, entre los fenómenos de la
digestión que sostienen la vida, y la asimilación de la enseñanza
del Cristo.
Toda la historia del mundo gira alrededor del cristianismo. ¿Será
o no aceptado? El problema está siempre en suspenso desde hace
dos mil años.
Porque toda la historia está tejida de guerras, prolongación, a
través de la humanidad, de la vieja ley de selección natural de las
variedades, en el seno de una misma especie, por una mejor
adaptación a la vida, a la lucha.

¿Toda la historia? No. Porque el delgado hilillo cuya fuente está


en el Gólgota ha crecido y su rumor a través del mundo no cesa
de amplificarse para continuar cantando el que mata por la
espada perecerá por la espada, el que lleva en cautividad será
llevado en cautividad (Mateo y Apocalipsis), rogad por vuestros
enemigos (Sermón de la Montaña), contentaos con cobrar
vuestro sueldo (Lucas 11, 2, Palabras a los soldados), id en paz.

Rumores tan profundos que son a menudo los enemigos de Dios


quienes se apoderan de ellos para repetirlos más fuertemente
que los demás.

El poder del cristianismo magia cristiana


82

La historia del mundo es un conflicto entre la concepción


primitiva y la concepción cristiana de la adaptación a la vida.
Toda la historia del cristianismo evoluciona alrededor del Santo
Sacrificio de la Misa que, cada día, repite para millones de fieles,
presentes material o moralmente, el drama del Gólgota. Sin
misas, no hay Iglesia, no hay continuación del impulso cristiano.

El centro de esta misa, el eje alrededor del cual gira, es la


consagración: Éste es mi cuerpo, que por vosotros es dado;
haced esto en memoria mía (Lucas 22, 19) que volvemos a hallar
en Mateo: Mientras ellos comían, Jesús tomó el pan y luego de
haber dado gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
tomad y comed, esto es mi cuerpo que es partido para vosotros,
haced esto en memoria mía, insistiendo de nuevo en la relación
entre memoria y comunión.

Esta frase es el centro del mundo cristiano perpetuamente


viviente; es por ella que el Cristo permanece, para este mundo,
sin cesar y realmente presente en su Iglesia, y es porque él está
así presente que nosotros podemos asimilarlo. Sin embargo esta
frase es realmente incomprensible. Prueba de ello las múltiples
interpretaciones a que ha dado lugar en el curso de los siglos, los
conflictos interminables, a veces sangrientos que estas variadas
interpretaciones han provocado, la necesidad, más que nada, de
fundar esta interpretación en dogmas a fin de que toda discusión,
todo esfuerzo de comprensión, fuera desde entonces inútil a la
masa de los cristianos.

La historia del mundo gira alrededor del cristianismo y la


historia del cristianismo gira alrededor de una frase
incomprensible. ¿Es necesario, para ello, desplazarse de este
centro de rotación universal y, como Adolfo Hitler, declarar que
ni siquiera las tribus negras tienen creencias tan estúpidas como
la de la transustanciación?

Doctor Lefebure
83

Esto es deducir muy apresuradamente y tratar a la ligera una


fuerza misteriosa que ha actuado en el mundo como un
catalizador. La debilidad final de todos los que creen poder
apartarse de este centro bastaría para demostrarnos que no se
hallan en el buen camino.

Convendría, por el contrario, dirigirse más profundamente hacia


él, y sin pretender en ninguna forma hallar la clave de un
problema que produce vértigo, investigar si los conocimientos
biológicos modernos permiten obtener alguna ilustración sobre
el sentido de esta frase.

Para ello es menester, ante todo, aproximarla a otras frases


misteriosas del Evangelio, tan extrañas, que habitualmente se las
pasa en silencio, tales como: El que me come vivirá por medio de
mí (Juan 6, 57). Estaríamos tentados de ver allí una
supervivencia de las costumbres antropófagas, y los
contemporáneos del Cristo quedaron ciertamente extrañados,
pues se señala que varias veces lo dejaron a causa de esta palabra
(Juan 6, 66), pero añadió, para sus discípulos, que era menester
considerarla en su espíritu. Es el espíritu el que vivifica; la carne
no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y
vida (Juan 6, 63).

No obstante él ha añadido las palabras que no dejan más dudas


sobre su pensamiento; es un alimento. El que viene a mí no
tendrá más hambre, y el que cree en mí no tendrá jamás sed
(Juan 6, 35). El pan que descendió del cielo (6, 58) Yo soy el pan
de la vida (6, 48) Si alguien come de este pan, vivirá
eternamente, Y el pan que yo daré, es mi carne (6, 51). Porque
el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo
(Juan 6, 33) …el que me come vivirá eternamente (Juan 6, 57),
las resume todas. Es por ello que la tomaremos como base de
nuestro razonamiento.

El poder del cristianismo magia cristiana


84

Nótese desde ya que la aproximación de estas citas, y en


particular la del comienzo de este capítulo Haced esto en
memoria mía da valor a la relación de tres términos: Unión con
el Cristo-Memoria-Vida eterna. Es una sola y misma cosa.
Porque cualesquiera sean las metamorfosis que admitamos en el
ser humano, supervivencia o reencarnación, si guarda siempre
presente en el espíritu la memoria de estos diferentes estados,
tiene conciencia de vivir eternamente.

Recibir la memoria o la vida eterna es recibir la misma cosa; y


es la unión con el Cristo lo que nos confiere este don. Pero no es
este aspecto del problema en el que queremos profundizar por
ahora.

Según lo que se conoce del cristianismo, la operación es clara:


hay que comer el Cristo, él lo ha dicho positivamente, y para
poder comerlo hay que asegurar su perennidad física, la perpetua
presencia de su cuerpo en la tierra.

Y así, el acto de la nutrición, el conjunto de los fenómenos


digestivos, es el fundamento del cristianismo exotérico, público.
Pero el Cristo ha precisado perfectamente que era necesario
retener el espíritu de sus palabras. Conviene pues, investigar lo
que es el aspecto espiritual de la digestión.

Porque la analogía es evidente: así como la nutrición de nuestro


cuerpo mantiene la vida física, gracias a los mecanismos
complejos de la digestión, así también la asimilación de la
esencia del Cristo confiere la vida milagrosa. Queremos tratar de
investigar, por analogía, el mecanismo por el cual el Cristo puede
ser digerido. Para esto desprendamos ante todo, las grandes
líneas del acto digestivo, según nuestros conocimientos actuales
y veamos de inmediato si hallamos algún equivalente espiritual
de la digestión.

Doctor Lefebure
85

Nos alimentamos con moléculas enormes y muy complejas.


Estas moléculas son características de la individualidad del ser
que absorbemos o cuyos productos comemos, sobre todo en lo
que se refiere a las moléculas albuminoideas.

Luego, en el curso del trabajo lento y fraccionado de la digestión,


destruiremos las moléculas albuminoideas, las reduciremos a
elementos fundamentales, llamados aminoácidos, es decir, en
cuerpos que tienen al mismo tiempo un polo ácido y un polo
básico. Las variedades de estos elementos fundamentales son
numerosas. Son comunes a todos los seres vivientes.
Comparemos una molécula de albúmina a una gran catedral, y
cada una de las piedras que la componen a un aminoácido,
piedras elementales talladas con gran cuidado y según varios
tipos definidos. Ingerimos cada día varios miles de millones de
estas catedrales y las descomponemos sabiamente en piedras
elementales cuyo tamaño y formas especiales respetamos. Esto
para el trabajo del tubo digestivo propiamente dicho.

Luego haremos circular estas piedras de catedrales por nuestra


sangre; ellas van a ser absorbidas por las células de nuestro
cuerpo y éstas se entregarán a un trabajo de síntesis:
reconstruirán catedrales, moléculas de albúminas, a partir de los
aminoácidos, es decir, piedras que provienen de la demolición
metódica de las primeras moléculas. Pero estas nuevas catedrales
no serán semejantes a las primeras. Serán características de
nuestra individualidad, de nuestra personalidad. Tanto es así, que
no podemos, sin riesgo de muerte o grave crisis, inyectar
albúminas extrañas en la sangre de un hombre.

La albúmina es la sustancia característica de la vida. Es


esencialmente individual. Por más parientes cercanos que sean
dos seres, su estructura química no es por ello menos diferente,
y lo que hace tan difíciles los injertos de un sujeto a otro.

El poder del cristianismo magia cristiana


86

Por la digestión descomponemos metódicamente pequeñas y


maravillosas construcciones de la naturaleza, y luego de haberlas
transformado en sus elementos básicos, los asimilamos y
reconstituimos construcciones análogas, comparables, pero
llevando todas la marca de nuestra individualidad. Esta visión de
conjunto sobre la digestión aporta una nueva comprensión de la
enseñanza cristiana. Volvamos a esta frase: El que me come
vivirá eternamente. El Cristo se identifica a menudo a sí mismo
con su enseñanza, es decir, con su palabra. Y la palabra se hizo
carne (Juan 1, 14) y siendo este pan su carne El pan que yo os
daré es mi carne (Juan 6, 51) este pan, es pues, su palabra.

Por la confrontación de estas dos citas, la comunión se hace más


comprensible. Si su carne y su palabra son una sola y misma
cosa, comer su carne es comer su palabra, lo que otorga la vida
eterna. Es evidente que el Cristo ha presentado una de las más
profundas analogías de la naturaleza.

El mecanismo de la asimilación de su enseñanza es paralelo al


mecanismo de la digestión, y vamos a demostrarlo. Ahora
comprendemos mejor el Haced esto en memoria mía, es decir,
haced esto para tener presente siempre en vuestro recuerdo la
totalidad de mi enseñanza. Porque el recuerdo posee el valor de
un alimento de nuestra inteligencia y nuestra alma. Al crear la
comunión, es decir, el permanente festín de su cuerpo, y luego al
agregar: haced esto en memoria mía, el Cristo ha puesto en tal
forma el acento sobre la relación entre el recuerdo y la
alimentación del espíritu, que hemos de ver en ello, más que una
simple comparación, una profunda analogía, una secreta ley de
correspondencia, suficientemente importante para que él se
atreviera a hacer descansar sobre ella el poder de su iglesia, y
porque la analogía entre la alimentación y el recuerdo, definida
por Jesús, es la expresión de una ley profunda. Su Iglesia,
fundada sobre esta analogía, es imperecedera.

Doctor Lefebure
87

Analicemos el rol del recuerdo en la vida del alma. Es


evidentemente fundamental. Registremos importantes cortes de
existencia, los descomponemos en recuerdos elementales y los
reagrupamos de manera que puedan proporcionar una creación
personal. Por cierto que el elemento principal, personal, está en
este reagrupamiento de los recuerdos, es el que da testimonio de
la expansión de nuestra personalidad, de nuestro ser profundo.
Pero el recuerdo es el elemento básico indispensable, el alimento
necesario en toda creación material o intelectual, compleja y
gigantesca como una molécula de albúmina, y que
incesantemente debemos romper, desmenuzar en fragmentos
elementales, tal y como el organismo reduce las moléculas
albuminoides en aminoácidos. Luego, igual que estos últimos
son reagrupados en estructuras albuminoideas nuevas y
personales, así también estos fragmentos de recuerdos son
ensamblados, unidos, si es menester, con un elemento intuitivo
nuevo para hacer una obra original.

El recuerdo, alimento del espíritu, no es un elemento


específicamente cristiano, sino natural en todos los seres
vivientes. Lo que es particular al cristianismo, repetimos, es el
haber atribuido tal importancia a dicha ley analógica, ya que ella
ha sido elegida como asiento fundamental de la Iglesia. Y hay
que creer que el Cristo ha visto con toda justeza al elegir esta ley
como la clave de bóveda de su Iglesia, puesto que contra viento
y marea, ha resistido desde hace dos mil años, y que los datos de
la ciencia, analizados objetivamente, nos acercan sin cesar más
al Cristo.

El recuerdo se nos presenta en el cristianismo como una octava


espiritual del alimento. En la vida cristiana, el alimento es la vida
del Cristo, el recuerdo permanente de sus palabras, de sus
mandamientos, de los incidentes de su existencia, que se nos dan
como ejemplo.

El poder del cristianismo magia cristiana


88

Guardar sus palabras no sólo significa ser capaz de relatarlas en


orden; es, sobre todo, revivir a menudo con la imaginación los
cuadros del Evangelio, repetirse mentalmente, y con frecuencia,
sus palabras más importantes.

Sin embargo, comer el Cristo no es solamente esto. Es menester


descomponer esta vida en sus elementos básicos, extraer de ellos
aquéllas de sus palabras que mejor responden a nuestra
individualidad, inventar una modalidad de aplicación original:
asimismo, a cada especie animal y hasta a cada individuo,
corresponden ciertos aminoácidos de los que más necesita.
Luego debemos utilizar estos elementos, es decir los
mandamientos así extraídos y asimilados, para la reconstrucción
de una personalidad conforme a nuestra naturaleza,
verdaderamente individual, diferente tanto del modelo como de
cualquier otro hombre; lo mismo que las moléculas
albuminoideas que reconstruimos a partir de los aminoácidos
comunes, son diferentes de los de otro ser viviente.

Destaquemos que la mayoría de las alocuciones del Cristo


pueden ponerse en frases equilibradas, que presentan dos
miembros de frases simétricas y, por tanto, una definida
bipolaridad que no deja de evocar la de los aminoácidos, y este
hecho no es probablemente azaroso, sino la consecuencia de
profundas analogías.

La conclusión más importante que se impone es la exclusión de


toda uniformidad en la aplicación, de toda vulgaridad en la
copia, de toda monotonía en el desfile de los fieles que buscan
verdaderamente asimilarse a la doctrina del Cristo.

Es la condena anticipada de todo sistema de educación que crea


individuos demasiado semejantes entre sí, en detrimento de la
expansión de los caracteres propios a cada uno de ellos.

Doctor Lefebure
89

Es la condena de todo lo uniforme, de toda palabra de orden, de


la obediencia pasiva, de todo lo que tiende a uniformar y a
nivelar a los individuos cualquiera que sea su edad. Es
igualmente la condena previa de la reproducción humana por
partenogénesis, en la que el niño naciente sería la réplica de la
madre.

Cada uno recrea sus moléculas albuminoides sobre un tipo que


no posee ningún otro ser viviente. Es por ello que las inyecciones
intravenosas de sueros suministrados por un animal, son
peligrosas en el hombre: por la misma razón los injertos prenden
tanto mejor cuando son tomados de un pariente próximo (madre
o hermano gemelo, para el riñón) o, mejor, sobre el mismo sujeto
(injerto óseo). Nuestra individualidad química, es pues, muy
marcada.

De manera comparable a la digestión y a la asimilación de


nuestros alimentos, cada uno debe revivir la doctrina cristiana. Y,
más ampliamente, todo lo que puede nutrir su espíritu. Pero debe
revivirla bajo una forma individual, personal. Al poner el énfasis,
en la base de la religión que fundaba, sobre un fenómeno de
digestión espiritual, sobre un doble movimiento de análisis y de
síntesis, el Cristo ha colocado en la cima de los valores de
individualidad la personalidad, la creación no semejante a
ninguna otra, original.

La inmortalidad por la buena memoria

Este es el pan que desciende del cielo, a fin de que quien lo coma
no muera (Juan 6, 50). ¿Qué es lo que no muere? Hasta los
apóstoles están muertos. Es el caso de tomar sus palabras en
espíritu. Lo que sólo es posible recordando la creencia en la
reencarnación, corriente entre los israelitas de esta época y
afirmada con motivo de Juan Bautista, por Jesús.

El poder del cristianismo magia cristiana


90

Y en este episodio, como en otros innumerables, el de la mujer


adúltera, por ejemplo, a propósito de un caso particular, él ha
afirmado una ley general.

El que alcanza tal grado de iniciación que guarda el recuerdo de


sus vidas anteriores y hasta de las etapas intermedias, no muere
más; se ha liberado de todas las contingencias morales
relacionadas con la muerte y cambia de vestiduras en plena
conciencia.

Así, la expresión vida eterna es alumbrada con nueva claridad.


Se transforma en memoria perpetua; entonces, la memoria,
considerada como facultad secundaria del espíritu, se convierte
en el primer instrumento de la vida eterna. Es por ello que
inmediatamente después de aquel de sus actos que más se ha
perpetuado, el Cristo ha agregado Haced esto en memoria...

La comunión se nos presenta como un medio de fortificar la


memoria. Vivir de acuerdo a los mandamientos del Cristo, o sea
la verdadera comunión, es el medio seguro de desarrollar la
facultad de la memoria en esta encarnación y sobre todo en las
siguientes, en virtud del principio de la metamorfosis de las
formas de una a otra vida.

Por la comunión, podremos vencer el peor enemigo de la vida, la


muerte; pero este recuerdo de las existencias anteriores es la más
difícil de las experiencias iniciáticas, según su palabra: Vuestro
último enemigo será la muerte.

Doctor Lefebure
91

CRISTIANISMO OCCIDENTAL Y
ORIENTALISMO

En los tiempos de las guerras de religión la menor diferencia de


interpretación de los textos sagrados se convertía en la causa de
sangrientos conflictos. Hoy las concepciones del espíritu
religioso se han ampliado grandemente, en parte a causa de la
amenaza del materialismo, cuya sombra ilusoria se cierne un
poco por todas partes. Todos aquellos que creen que la vida y la
conciencia no se detienen con la muerte, buscan una mejor
comprensión recíproca de las modalidades de su fe personal.

No hace aún mucho tiempo que el misticismo oriental era por lo


menos inasimilable para la cultura religiosa occidental y
cristiana por no decir más bien que se parecía a una emanación
del demonio.

Este antagonismo se desvanece cada vez más, en particular a raíz


del descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto.
Volveremos sobre este tema. Lo que ahora queremos demostrar
es que por el contrario, el misticismo oriental, cuya más pura
esencia está contenida en el yoga, y el misticismo occidental
exotérico, cuya expresión más característica es la práctica de los
mandamientos del Evangelio, se complementan el uno al otro.

Se captará mejor cómo se complementan el misticismo


oriental y el occidental, si se tiene presente en el espíritu, por
lo menos a título de símbolo, lo que los ocultistas llaman el
cascarón, y que sería la manifestación de nuestro egoísmo en
los planos invisibles.

El poder del cristianismo magia cristiana


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Expliquémonos: según numerosas personas que pretenden estar


dotadas de clarividencia, los seres humanos aparecen a su vista
trascendente, como focos luminosos, más o menos rodeados de
nubes oscuras y de densidad variable, cuyo conjunto forma este
cascarón. La luz es la misma conciencia; sus rayos claros son los
buenos sentimientos, las manifestaciones de inteligencia, de
concentración del espíritu; las nubes oscuras resultan de todos
nuestros lazos con la tierra, con la sensualidad; su acumulación
en el curso de numerosas encarnaciones forma alrededor del ser
verdadero y luminoso una envoltura dura, difícilmente
permeable, y que justifica el nombre de cascarón dado a esta
imagen de nuestro egoísmo.

Poco importa aquí que la existencia de este cascarón sea real o


no. Sólo retenemos de él una imagen, un símbolo que nos ayuda
sobremanera a comprender la evolución de todos los seres
vivientes, y a ver los caracteres complementarios de las místicas
orientales y occidentales en su aportación a esta evolución.
Siempre de acuerdo con las descripciones de los ocultistas,
cuanto más evoluciona el ser, más crece la luz interior y tanto
más se deja atravesar el cascarón por orificios por donde se
establecen contactos e intercambios entre el ser profundo y el
medio exterior.

Observemos, ante todo, que la evolución zoológica se ha hecho


de una manera comparable: la mayoría de los seres vivientes de
la era secundaria estaban envueltos en un espeso caparazón. El
de las actuales tortugas es un recuerdo de ella. Con los tiempos
los medios de protección disminuyeron y los intercambios con el
medio exterior aumentaron gracias, por un lado, al desarrollo de
los órganos de los sentidos que de este modo nos han informado
mejor, y, por otra parte, al desarrollo de los órganos motores y de
aprehensión que nos han permitido extraer del mundo exterior
más numerosos y variados elementos.

Doctor Lefebure
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Pero durante el curso de esta evolución los órganos puramente


defensivos se atrofiaban. El carapacho, las espinas, sólo
subsisten actualmente en animales llamados muy justamente
fósiles vivientes.

La selección natural ha intervenido para testimoniar que el


aumento de los intercambios permite una mejor adaptación a la
vida que la resistencia y la defensa. Es bien evidente que los
intercambios gaseosos, calóricos, sensoriales, son infinitamente
más intensos a través de una piel humana que a través de un
carapacho.

Destaquemos ante todo un hecho de fundamental importancia: el


impulso del Cristo se ha manifestado en el mismo sentido de esta
evolución: como una tendencia a acelerar el empuje en esta
dirección, transponiendo en el psiquismo del hombre este
aumento de los intercambios. Ciertas palabras del Cristo son
características a este respecto: os doy esta nueva enseñanza, ¡no
resistáis al mal!. Y además: mas yo os digo: no resistáis al
perverso. (Mateo 5, 39).

Enseñanza para el hombre, pero vieja ley de la naturaleza, puesto


que los grandes reptiles de la era secundaria han desaparecido a
pesar de sus enormes posibilidades de defensa representadas por
espinosos carapachos; en tanto que el cordero se extiende cada
vez más porque se deja sacrificar por el hombre. El Cristo habría
podido sustraerse a la crucifixión, ya huyendo, ya provocando un
levantamiento popular que habría tenido grandes posibilidades
de triunfar; o bien, tal como ya había dicho, solicitando la
intervención de los ángeles a su servicio: ¿O acaso piensas tú
que no puedo invocar a mi Padre, y «él» ahora mismo pondría a
mi servicio más de doce legiones de ángeles? (Mateo 26, 53).
Prefirió renunciar a toda defensa, entregarse ampliamente al mal,
al sufrimiento, sin ninguna protección.

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Mas él dijo: amaos los unos a los otros. Luego, pues, no hay
amor sin intercambio. En el estado más primitivo, el amor es un
transporte de partículas fecundantes de un organismo a otro; en
el plano social, no hay amor sin esos pequeños regalos que se
dice que cimientan las grandes amistades; bajo su forma más
sutil, el amor es un intercambio de sentimientos.

El Cristo rechazó todos los caparazones, las barreras, las formas


que permiten la defensa. Apartó el acero que San Pedro blandía
entre él y sus enemigos. Pero por el amor aumentó los
intercambios entre él y los hombres. Para compensar esta
prescripción tan difícil de observar no resistáis al mal, él dijo:
amaos los unos a los otros, es decir, desde cierto punto de vista:
aumentad los intercambios entre vosotros mismos y el medio, y
advertiréis que así estáis mejor adaptados a la vida.

¿Qué es un enfermo mental? Es, esencialmente, un hombre que


se ha vuelto impermeable a las ideas exteriores. Vive en la
autarquía mental, replegado sobre sí mismo, incapaz de asimilar
los mecanismos de funcionamiento de su entorno, no acepta
ninguna otra concepción que la suya.

Se defiende contra toda tentativa de modificar su vida interior.


Ha cerrado el camino a los intercambios intelectuales con el
medio. Una vez más, vemos actuar al Cristo y enseñarnos a
actuar en forma diametralmente opuesta a la del enfermo mental,
y en el sentido del impulso evolutivo de la naturaleza, de la
disminución de los medios de defensa y aumento de los
intercambios.

El Cristo busca aumentar nuestros intercambios con el


exterior. Si volvemos a tomar la fórmula del cascarón, ésta
vuelve a decir que quiere horadar este cascarón y abrirla a las
fuerzas exteriores.

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Cuando Jesús dice: si alguien te hiriere sobre la mejilla derecha


preséntale también la otra (Mateo 5, 39) esto significa
igualmente: no os cerréis al dolor, dejadlo descender en
vosotros; abríos al sufrimiento y aceptadlo.

A primera vista este consejo puede parecer absurdo; aceptar el


dolor es aparentemente aceptar la destrucción, la derrota. Pero
ciertas experiencias biológicas nos suministran preciosas
informaciones sobre este rol del sufrimiento. Si extraemos una
córnea de un cadáver fresco y hacemos sufrir a este injerto
manteniéndolo en una atmósfera fría (no demasiado fría como
para hacerla perecer); si este injerto que ha sufrido es implantado
junto a una catarata, tendrá el poder de aclarar esta catarata. Por
el sufrimiento este injerto ha adquirido un poder de curación. El
sufrimiento de un tejido hace nacer en él una reacción que
multiplica sus posibilidades de vida.

Al abrir el alma a los intercambios y a las fuerzas exteriores, el


Cristo nos enseña a abrir nuestro cascarón a las corrientes buenas
o malas, que nos llegan del exterior. La esencia de la doctrina
cristiana exotérica está hecha de consejos sobre nuestras
relaciones con el medio exterior tendentes a aumentar nuestros
intercambios. El Cristo nos dice: antes de llevar una ofrenda al
altar, reconcíliate con tu enemigo. Destaquemos que cuando se
está en malos términos con alguien se suspende lo más posible
todo intercambio con él, y la reconciliación, por el contrario,
restablece el contacto y los intercambios de ideas. Se podrían
tomar una por una, las palabras del Evangelio y demostrar que su
aplicación tiene siempre por resultado, entre otros, el aumento de
los intercambios entre los individuos. Volvamos a tomar
nuevamente la imagen del cascarón: todo sucede como si la
aplicación de la doctrina cristiana perforara este cascarón,
símbolo de nuestro egoísmo, a fin de que quede abierto a las
fuerzas exteriores.

Doctor Lefebure
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Examinemos ahora el misticismo oriental. Está enteramente


fundado sobre un entrenamiento particular de la respiración,
sobre la conquista del aliento del espíritu, que, según las
doctrinas orientales, posee secretas relaciones con el aliento
físico.

Si el conjunto del entrenamiento oriental descansa sobre una


privación progresiva del aliento, privación voluntaria, metódica,
rítmica, es a fin de que por esta ley de compensación que
frecuentemente vemos en la naturaleza, el aliento físico
disminuya mientras el aliento espiritual se incremente.

Para el yogui, y de un modo general para todo místico oriental,


ya sea taoista, budista, brahmánico o musulmán sufi, existe una
relación entre este aliento espiritual, fuerza de la naturaleza que
la ciencia no ha estudiado, y ciertos aspectos de nuestro
pensamiento. Es por esto que el yogui imagina, visualiza este
aliento psíquico en una especie de aspiración sutil, o nadi que
atraviesa su cuerpo desde el perineo a la cima del cráneo.

Habituado a este ejercicio, base de todo entrenamiento místico


en Oriente, dirigirá este aliento hacia puntos de su cuerpo
llamados chacras; los centros espirituales coinciden en el espacio
con localizaciones de su cuerpo físico: uno de estos centros está
situado entre los dos ojos, otros en el hueco epigástrico, en la
región cardíaca y en el ombligo, para no hablar más que de los
principales. El situado entre los dos ojos es a menudo
representado por un punto, en las estatuas brahmánicas o
budistas. El loto, sobre el cual está sentado el Buda simboliza la
expansión de estas flores del espíritu.

No debemos creer que estas consideraciones sobre los centros


psíquicos son puramente imaginarias, eso sería comprender mal
el espíritu con que están establecidas.

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Para el yogui, como para el místico brahmánico o budista, es la


conjunción de su imaginación y de un entrenamiento adecuado
del aliento lo que le permite movilizar energías aún
desconocidas por la ciencia occidental y que actualmente sólo el
experimentador de estos métodos puede conocer por la
percepción directa. Cuando (véase nota) los centros espirituales
se desarrollan, se agrandan, se ahuecan y se hacen luminosos y
remolineantes e irradian corrientes en todas direcciones.
Subrayemos que mediante este entrenamiento el místico oriental
capta fuerzas interiores, fuerzas que realmente percibe en el
interior de su organismo físico, por consiguiente en el interior de
su cascarón, y, para perforarlo, las dirige del interior hacia el
exterior, en una dirección centrífuga.
La apertura de los chacras, o centros espirituales, meta del
entrenamiento espiritual oriental, corresponde a los puntos de
perforación del cascarón, puntos por los cuales el ser interior
entra en contacto con el exterior, por la realización de un
esfuerzo dirigido del interior hacia el exterior. El último objetivo
de este entrenamiento es el mismo que el de la mística cristiana:
el despertar de un amor que crece sin cesar. Porque cuando las
corrientes se difunden a través de los orificios de los chacras, se
extienden por la naturaleza circundante, y unen al
experimentador a este medio ambiente. Luego una vez
atravesados los chacras, las fuerzas del mundo exterior pueden
penetrar a través del cascarón, para fundirse con el ser interno.

Y así, el alma, que ha atravesado en múltiples puntos su cáscara


de egoísmo, puede fundirse más o menos perfectamente en más
o menos tiempo, con todos los seres que la circundan: puede
unirse al universo, sin por ello perder su personalidad, como
cada sol expande su luz en todo el cosmos, manteniéndose como
un punto bien definido del espacio.
Nota: según la tradición, el Buda llegó súbitamente a la iluminación mientras meditaba sobre el aliento.

Doctor Lefebure
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Pero el punto de partida de esta fusión tan universal como


posible, este amor, ha sido la conquista de una fuerza naciente en
el cuerpo del discípulo semiespiritual, semimaterial, y que desde
el interior hasta el exterior ha traspasado el cascarón de egoísmo
en uno o varios puntos, en espera de los tiempos en que, en
futuras encarnaciones, podrá ser disuelto.
Cotejando ambos entrenamientos místicos, cristianismo
exotérico (occidental) y yogui u oriental, se advierte que los dos
tienden a la misma meta: disolver el cascarón de egoísmo, ya sea
considerado como una realidad sobre los planos habitualmente
invisibles, o como un símbolo.

Pero en el cristianismo exotérico, el primer movimiento es una


apertura del cascarón a las fuerzas centrípetas, a las fuerzas
exteriores que convergen hacia el ser, y más particularmente a
este sufrimiento que la reacción natural de todos los seres tiende
automáticamente a rechazar.

En el entrenamiento respiratorio oriental, hay que perforar la


cáscara, pero por un movimiento de origen centrífugo, por
fuerzas conquistadas en las profundidades misteriosas de la vida
física, fuerzas dirigidas hacia el exterior, y que cuando hayan
horadado los orificios de contacto con los otros seres del
universo, permitirán un aumento inimaginable de los
intercambios, haciendo crecer al ser en la misma proporción.

El misticismo cristiano exotérico y el misticismo oriental encarnan


el mismo fin; aumentar los intercambios del ser con su medio.
Pero el cristianismo pone el acento sobre la apertura del alma a
las fuerzas exteriores como punto de partida del esfuerzo
místico, mientras que el entrenamiento del yoga comienza por
abrir el alma por medio de las fuerzas interiores. Los dos
entrenamientos son perfectamente complementarios.

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El procedimiento era un «secreto iniciático». Consistía en cubrir


el cuerpo con múltiples laceraciones sobre las cuales se aplicaba
una mezcla de ingredientes, entre los que había cabezas de
serpiente aplastadas.
Estas poblaciones no sabían que sólo el veneno de serpiente era
útil para una inmunización progresiva, lo que hacía que el
método fuera doloroso y peligroso.

De la misma manera, cuando se ha comprendido lo que es esta


fuerza cuyo despertar es la finalidad del yoga, se ve claramente
que KUNDALINI ES MUY SIMPLE, MUY BENEFICIOSO,
SIN PELIGRO Y FÁCIL DE PROVOCAR, contrariamente a los
dogmas caducos debidos a interpretaciones occidentales
precipitadas.
Cuando se han depurado todas las prácticas inútiles para
despertar esta fuerza, queda un PRINCIPIO aplicable de muchas
maneras diferentes, pero entre las cuales la más rápida y eficaz
es la «máquina que despierta kundalini», es decir, el Girascopio.

El Dr. Lefebure precisa como cada cual puede PROVOCAR EL


DESPERTAR DE KUNDALINI en UNA O DOS SEMANAS A
RAZÓN DE UNA HORA DE UTILIZACIÓN POR DÍA. En
este corto lapso de tiempo, la potencia de este despertar es en
general suficiente para que se produzcan los efectos clásicos del
ascenso de esta fuerza, experimentado en la columna vertebral, y
que provoca una iluminación cuando alcanza la cabeza,
engendrando una multitud de experiencias espirituales curiosas y
reconfortantes, de manera que el experimentador ya no duda de
que se trata del verdadero kundalini.

El resultado es absolutamente convincente. El sujeto entonces


es libre de pararse aquí, o de ir más allá en su desarrollo con
el Girascopio.

Doctor Lefebure
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Resulta evidente que esta afirmación provocará al principio


vivas controversias en todos los medios que se interesan por el
yoga, por la teosofía o por el hinduismo. Pero esta vez, no habrá
términos medios: una u otra de las dos concepciones tiene razón
definitivamente y totalmente; para resumir: «kundalini, fuerza
difícil de despertar, y peligrosa» o «kundalini, fuerza muy fácil
de despertar, muy beneficiosa y sin ningún peligro». Se abre el
debate.

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La iniciación Subud es el punto de partida de los trabajos del


Doctor Francis Lefebure sobre el Fosfenismo.

En este libro el Doctor Lefebure analiza dos métodos iniciáticos;


el primero le fue revelado cuando tenía 18 años por un
«maestro» zoroástrico y el segundo cuando contaba 44 años por
el «mago» Pak Subud.

De un modo ameno nos introduce al extraordinario mundo de los


fosfenos como herramienta de exploración cerebral.

El Doctro Lefebure explica cómo proyectar la gran fuerza de la


vida denominada así por Subud, ayudando a quien desee entrar
en el camino iniciático.

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Conferencia de Fosfenismo en el centro INSAODYT. Ponente:


Francesc Celma

Aplicaciones teratéuticas, de desarrollo personal y pedagógico


del Fosfenismo.

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Todas las civilizaciones han hecho un amplio uso de las prácticas


de obervación fija de fuentes luminosas y, por tanto, de los
fosfenos.

Estuvo en el origen del poder de numerosos imperios, pero si


bien se conocía la importancia de los cultos solares, lunares y de
los cultos del fuego, en las civilizaciones antiguas se ignoraba
que la esencia de estos «cultos» estaba en la observación fia de
la luz.

Esto jamas se habia evidenciado antes de los trabajos del Doctor


LEFEBURE.

Algunos ocultaron estos conocimientos hasta que se perdieron, y


todavía en nuestros días, los residuos de estos imperios se
perpetúan sobre este impulso milenario que ha dado origen a las
religiones y a las tradiciones iniciaticas. en definitiva, si tenemos
en cuenta lo que nos enseñan los fosfenos sobre el
funcionamiento cerebral, tenemos muchas probabilidades de
descubrir nuevas facetas de la historia de la humanidad.

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Estas prácticas milenarias no derivan de simples creencias. Los


descubrimientos del Doctor LEFEBURE sobre los fosfenos, han
puesto de manifiesto, desde 1959, que la luz tiene una influenzia
extraordinariamente estructurante sobre todas las capacidades
cerebrales, y sobre las capacidades intelectuales especialmente.

Esto explicaria en determinadas épocas, que estas prácticas se


consideraran secretas, y fueran aplicadas por las élites dirigentes
que intentaban con este secreto conservar su poder.

Doctor Lefebure
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Todos los pueblos en cierto estadio de su evolución han pasado


por lo que llamamos erróneamente la adoración del sol.

Erróneamente por la razón siguiente: cuando estábamos en la


escuela nos imaginábamos que estaban en un edificio, en la
penumbra, y que recitaban plegarias al sol como se pueden
recitar, por ejemplo, a Dios Padre, pero no se trata en absoluto de
esto. Por ejemplo, todavía en nuestros días, los zoroástricos
rezan todos los días mirando fijamente el sol, y los indios de
Norteamérica, al menos algunas tribus, tenían la costumbre de
dedicar un día entero al año a la plegaria asociada a la fijación de
la mirada en el sol.

Por lo tanto, no se trataba de una adoración platónica en un lugar


oscuro, en un templo, sino realmente de una plegaria asociada a
la fijación de la mirada en el sol. Esto nos obliga a considerar
otros métodos de utilización del Fosfenismo y del propio sol, o
al menos de su reflejo.

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