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Escepcionalidad o Especificidad
Escepcionalidad o Especificidad
¿Excepcionalidad o especificidad?
Sendas problemáticas de la identidad latinoamericana
Claudio Maíz (*)
1. Introducción
(*) Doctor en Letras de la Universidad Nacional de Cuyo; Posdoctorado en el Instituto de Estudios Avanzados de la
Universidad de Santiago de Chile. Profesor Titular Efectivo de la Universidad Nacional de Cuyo; Investigador
Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la República Argentina (CONICET);
Director de los Cuadernos del CILHA.
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que se ponen a funcionar en los países colonizados no difieren entre sí, trátese del
continente que se trate y el imperio que lo emprenda. Tal como lo ha demostrado
Edward Said en Cultura e Imperialismo1 y la teoría poscolonial más recientemente.
De esta aseveración no está excluida América Latina, por cierto. Estudios recientes
han contribuido a repensar las vinculaciones entre los procesos culturales asociados
al imperialismo y el colonialismo2. Sin dudas en el contexto aludido es donde quizás
mejor se observa la nula incidencia de la excepcionalidad, en tanto y en cuanto las
marcas de la dominación cultural convierten a las respuestas sobre la identidad
en espurias3. La segunda parte de nuestra hipótesis plantea que la especificidad
latinoamericana consiste en una instancia de mayor apertura y posee un valor que
la excepcionalidad excluye: la capacidad de establecer asociaciones, tender lazos,
considerar lo propio en parangón con otras instancias y latitudes. La capacidad
vinculante que posee esta manera de observar y percibir los fenómenos culturales
contribuye a enriquecer la idea misma de la identidad, en virtud de que lo que le
sucede a esta parte del mundo, también -quid pro quod- puede suceder en otras
latitudes. Los casos del modernismo y de las vanguardias en la literatura y el arte son,
a nuestro modo de ver, buenos ejemplos.
En resumen, la pregunta que abra estas reflexiones no puede ser por dónde empezar
sino cuando todo está en marcha dónde conviene auscultar lo ocurrido. Procuramos
rastrear algunas expresiones que han nutrido las corrientes culturales alentadoras de
la excepcionalidad de la cultura latinoamericana. Asimismo, intentaremos articular las
consecuencias de estas formaciones discursivas con la problemática de la modernidad,
en virtud de que la polarización entre identidad-modernidad no ha sido privativa
de los debates sobre la cultura latinoamericana, sino que también se ha planteado
en otras áreas del planeta. La cuestión no es reciente sino que desde el siglo XVI
en adelante se instala la problemática de la “occidentalización” de las nuevas áreas
descubiertas, o bien el progresivo dominio de otras. Alejandro Grimson han recurrido
a la novela de Orhan Pamuk (el escritor turco, premio Nobel), Mi nombre es rojo
(edición turca de 1999), para introducir el debate sobre “la globalización intercultural”.
Escribe Grimson: “Ante la circulación cultural: ¿continuamos practicando nuestras
tradiciones para reforzar nuestra identidad y evitar el cambio?”. Esta pregunta
sintetiza en cierto modo los comportamientos del “excepcionalismo cultural”. En
1
“…el imperialismo fue una aventura de cooperación; una de sus características más sobresalientes en su forma moderna
consiste en que era (o afirmaba ser) un movimiento educativo, conscientemente puesto en marcha para modernizar,
desarrollar, instruir y civilizar. Los anales de escuelas, misiones, universidades, sociedades académicas y hospitales en
Asia, África, Latinoamérica, Europa y Norteamérica están llenos de registros de esta historia, que con el tiempo fijó las así
llamadas tendencias modernizadoras mientras difuminaba los aspectos más duros de la dominación colonial. Pero, en su
centro, preservó la división decimonónica entre el occidental y el nativo”. Said, Edward, Cultura e imperialismo, trad.
Nora Catelli, Anagrama, Barcelona, 1993, p. 346.
2
Larraín Ibáñez, Jorge, Modernidad. Razón e identidad en América Latina, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile,
1996; Salvatore, Ricardo (comp.), Culturas imperiales. Experiencias y representación en América, Asia y África, Beatriz
Viterbo, Rosario, 2005.
3
“Los países periféricos se conciben como culturalmente subordinados y dependientes de los países centrales. En muchos
sentidos, se ven a sí mismos de ese modo. No es mera coincidencia que las así llamadas teorías de la dependencia fueran
concebidas en América Latina. Sin embargo, como hemos visto, el proceso de globalización ha erosionado claramente las
identidades imperiales o coloniales, incluso la identidad del defensor del mundo “libre”. En un cierto sentido, es posible
argumentar que debido al fenómeno de la globalización y la creciente disolución de los antiguos límites y barreras, todas
las identidades nacionales están bajo presión. Esta situación ha llevado a ciertos movimientos y autores a buscar con nuevo
ahínco una identidad purificada y auténtica, que se aprecia más y más problemática”. Larraín Ibáñez, Jorge, Modernidad.
Razón e identidad en América Latina, [2], p. 121.
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cambio otro interrogante del mismo autor nos reenviaría a lo que planteamos como la
“especificidad”: “¿Preservamos la tradición -sigue Grimson- incorporando lo nuevo y
combinando ambas opciones?”4. Finalmente nuestro objetivo principal es sondear la
noción de especificidad como más capacitada conceptualmente para la caracterización
de los bienes simbólicos latinoamericanos.
Un buen punto de partida nos parece la revisión de las teorías llamadas racionalistas
y las teorías historicistas. Estas teorías se han erigido como consecuencia de una
toma de posición ante la modernidad. Las teorías racionalistas, que se remontan a
la Ilustración, conciben el devenir histórico como una identidad de metas e igualdad
de medios. Arrasan con las diferencias y consideran que el resto de los países que no
han accedido a la modernidad deben hacerlo de acuerdo a una especie de “libreto”
preestablecido que ineluctablemente llevarán a los pueblos bárbaros a coronar los
esfuerzos con el acceso a la civilización y el progreso. Esta última palabra es crucial
para comprender la manera como después de las guerras independentistas en
América sobreviene el gran debate sobre la forma como organizar las repúblicas: el
modelo exitoso a seguir (Inglaterra, Estados Unidos) o la búsqueda de respuestas
más propias e idóneas a las particularidades. En suma, un gravoso descuido de la
particularidad del “otro” distingue a las teorías racionalistas. Muy por el contrario
las teorías historicistas reafirman las diferencias culturales y las discontinuidades
históricas. Miran al “otro” desde la perspectiva de la individualidad cultural. No
hay lugar para una base común de humanidad entre culturas. La diferencia en esta
teoría alcanza tal extremo que alejan al “otro” hasta no poder compartir nada con
él5. Ambas teorías no proceden sino de los poderosos centros de irradiación cultural,
son miradores que no han sido forjados en América Latina. Son teorías en cierto
modo “paternalistas”, con intenciones “benefactoras”. Ambas con su amplitud o
ignorancia siguen siendo visiones muy alejadas de las realidades latinoamericanas.
El historicismo tiene su referente en la filosofía de Johann Gottfried von Herder (1744-
1803), la cual sobrevaloró la diferencia, pero en el contexto de una fuerte disputa
con Francia, su acérrima oposición a la Ilustración y la negación de postulados sobre
valores universales, tal como lo postuló en uno de sus más conocidos libros6. Lo
“propio” se define por las diferencias con el “otro”, convirtiéndolo a veces en una
amenaza. Allí reside uno de los mayores riesgos de esta corriente.
Con todo, las teorías universalistas son propias de la modernidad, han sido forjadas
en su interior, como también las que le salieron al cruce, tal es el caso de Herder y el
historicismo romántico, que se entiende en oposición a la Ilustración. Las naciones
en el mundo deben seguir su curso -razonan los universalistas-, pero cuando alguna
4
Grimson, Alejandro, Los límites de la cultural. Crítica de las teorías de la identidad, Siglo XXI editores, Buenos Aires,
2011, p. 14. Carpintero Ortega también han visto en esta novela problemas similares a los planteados por Grimson,
tomando a Turquía como ejemplo. Carpintero Ortega Rafael, “Me llamo rojo de Orhan Pamuk. Una sinécdoque de la
occidentalización”, en Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, 2006, pp. 297-306.
5
Larraín Ibáñez, Jorge, Modernidad. Razón e identidad en América Latina, [2], p. 13.
6
Herder, Johann Gottfried von, Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Editorial Losada, Buenos Aires,
1959. Álvaro Fernández Bravo ha llevado a cabo una interesante antología sobre las diversas lecturas sobre la identidad.
Fernández Bravo, Álvaro (comp.), La invención de la nación. Lecturas de la identidad de Herder a Homi Babba,
Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2000.
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Aunque válida esta síntesis debe recordarse que ellas no fueron puestas en
funcionamiento de manera extrema en América Latina. La aclaración se hace necesaria
habida cuenta que América Latina no tuvo una experiencia parecida del nazismo.
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asumir la tradición de los grandes exploradores del s. XVI”13. Más allá de la justicia
o no que se le haga a aquella novelística, los escritores del boom creyeron refundar la
novela hispanoamericana sobre la estigmatización del énfasis telúrico. El vínculo de
Fuentes entre el escritor de la novela de la tierra y los exploradores del siglo XVI a
través del interés “geográfico” forma parte de una cadena discursiva que se remonta
al período del Descubrimiento de América.
4. Algunos antecedentes
13
Fuentes, Carlos, “La nueva novela latinoamericana”, en: Loveluck, Juan, La novela hispanoamericana, Editorial
Universitaria, Santiago de Chile, 1972, p. 164.
14
Citado por Aínsa, Fernando, Del topos al logos. Propuestas de geopoética, Iberoamericana, Madrid, 2006, p. 11.
15
Bolívar, Simón, “Carta de Jamaica”, en: Zea, Leopoldo (comp.), Fuentes para la cultura latinoamericana, Tomo I, Fondo
de Cultura Económica, México, 1993, p. 22.
16
Bolívar, Simón, “Carta de Jamaica” [11], p. 23.
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Aún más declara ese siglo con el del nacimiento de “un hombre nuevo; el americano”17.
Lo que resulta destacable entonces es la persistencia en la consideración de la idea de
novedad. Aún así, la preocupación etnográfica contaba escasamente en los primeros
escarceos de historia cultural latinoamericana. Tanta era la fuerza simbólica de la
tierra que el hombre original no contaba, incluso con las reivindicaciones indigenistas
existentes por entonces. En su Historia cultural, Pedro Henríquez Ureña reconoce que:
Otro punto de la trama puede encontrarse en José Martí. Es casi obvio declararlo, con
mencionar el título de su ensayo más conocido, “Nuestra América”, se sopesa la razón
por la que también sus textos afianzaron la versión de la excepcionalidad americana.
Emil Volek ha indicado que el macondismo19 tiene ya en José Martí un primer cultor.
América Latina debe modernizarse pero siguiendo un programa particular: “Injértese
en nuestras repúblicas el mundo”, pero en un “tronco que ha de ser el de nuestras
repúblicas”. La tesis de Volek sobre el macondismo de Martí es la siguiente:
Martí roza el mundo del macondismo cuando las tensiones entre lo moderno (las
transformaciones sociales ocurridas a raíz de la Revolución Industrial) y el Modernismo
en el arte (rabiosamente antimodernista) se le cruzan con el desafío multifacético
representado por la figura de los Estados Unidos como encarnación de la última
modernidad y del mundo por venir20.
17
Arciniegas, Germán, América, Tierra Firma y otros ensayos, pról. Pedro Gómez Valderrama, cronología y bibliografía
Juan Gustavo Cobo Borda, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1990, p. 344.
18
Henríquez Ureña, Pedro, Historia de la cultura en la América Hispana, Fondo de Cultura Económica, México, 1961, p. 10.
19
Para José Joaquín Brunner, el macondismo es una actitud de un sector de la intelectualidad latinoamericana “que
no quiere renunciar a hacer de América una tierra de portentos prometidos….nuevo mundo desde donde surgirá una
‘racionalidad alternativa’ para Occidente” Rasgos principales: interpretar a América Latina a través de las bellas letras,
producto de relatos que contribuyen a una nuestra identidad, relatos aclamados por la crítica extranjera y tomados como
constitutivos de la realidad latinoamericana. Macondo dice Brunner sería “la metáfora de lo misterioso, o mágico-real, de
América Latina, esencia innombrable por las categorías de la razón y por las cartografías políticas, comercial y científico de
los modernos”. Larraín Ibáñez, Jorge, Modernidad. Razón e identidad en América Latina, [2], p. 316-317.
20
Volek, Emil, “José Martí, Nuestra (Macondo) América. Universum [online]. 2007, Vol. 22, N º 1 [citado 2011-03-11], pp.
300-317. Disponible en: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-23762007000100019&lng=es&nr
m=iso>. ISSN 0718-2376. doi: 10.4067/S0718-23762007000100019.
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Emil Volek es uno de los más firmes críticos del “macondismo”, quizás la corriente
cultural más afín a la excepcionalidad. Para este crítico, entonces, tanto el “realismo
mágico” como el “macondismo” constituyen el reverso del fracasado proyecto de
la modernidad en América Latina, que ni el brillo y embellecimiento de la ficción
literaria han logrado ocultar. Aun con todo el atractivo que se aprecia en el hecho
de un reconocimiento mundial, el “macondismo” actúa como el subterfugio que
convierte las particularidades en estereotipo. En efecto, se trata de la construcción de
21
Devés Valdés, Eduardo, De Ariel de Rodó a la CEPAL (1900-1950), Editorial Biblios, Buenos Aires, 2000.
22
Benítez Rojo, Antonio, “El Caribe y la conexión afroatlántica”, en Encuentro, N º 45, 2005.
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Las perspectivas indicadas se sitúan, entonces, dentro de un área compuesta por los
modos de mirar, el conocimiento, la representación en los discursos y el dominio
político. Buena parte del saber que durante mucho tiempo se tuvo sobre América
fue subsidiario de los mitos europeos forjados desde una racionalidad extraña al
Nuevo Mundo. La invención de América es título del conocido texto de Edmundo
O’Gorman28, dando cuenta con ello de la estructura mítica mediante la cual América es
incorporada al saber europeo. En el caso del latinoamericanismo metropolitano, con la
exaltación del macondismo como marca identitaria sucede quizás algo más, por cuanto
el macondismo adopta ese constructo cultural de la diferencia, de la otredad de origen
metropolitano. La perspectiva que exponemos, como la de cuantiosas investigaciones
posteriores, abrevan en la línea abierta por Michel Foucault en La arqueología del
saber29, especialmente en los vínculos establecidos entre el conocimiento y el poder,
es decir en la suspensión del carácter universal de las visiones. En su lugar, se
cuestiona la trama de elementos culturales que intervienen en la percepción como la
realización y lectura de las imágenes. En síntesis, nos enfrentamos con una “política
del conocimiento”.
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Aun con este panorama, las búsquedas emprendidas en otro tiempo por José
Gaos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña pretendieron dar con formas de la
especificidad. Sin embargo, tampoco podemos afirmar de ningún modo que exista una
idea de especificad única, ontologizada como ciertas versiones de la identidad. Con la
especificidad ocurre como con la identidad, ninguna de las dos es una esencia sino un
proceso, una historia, una suma de niveles que engrosan una tradición. La exacerbación
de la diferencia, en cambio, propia de la idea de la excepcionalidad culmina siendo una
verdadera esencialización de la identidad sobre la base de la marginalidad.
Bibliografía
Arciniegas, G., América, Tierra Firma y otros ensayos, pról. Pedro Gómez
Valderrama, cronología y bibliografía Juan Gustavo Cobo Borda, Biblioteca
Ayacucho, Caracas, 1990.
Benítez Rojo, A., “El Caribe y la conexión afroatlántica”, en Encuentro, N° 45, 2005.
Bolívar, S., “Carta de Jamaica”, en: Zea, Leopoldo (comp.), Fuentes para la cultura
latinoamericana, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
Casanova, P., La República mundial de las Letras, Trad. Jaime Zulaika, Anagrama,
Barcelona, 2001.
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Devés Valdés, E., Del Ariel de Rodó a la CEPAL (1900-1950), Tomo I, Biblios, Buenos
Aires, 2000.
Fuentes, C., “La nueva novela latinoamericana”, en: Loveluck, Juan, La novela
hispanoamericana, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1972.
Ortiz, R., Otro territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo, Trad. Ada Solari.
Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 1996.
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Rama, Á., “Aportación original de una comarca del Tercer Mundo: Latinoamérica”,
en: Zea, Leopoldo (comp.), Fuentes para la cultura latinoamericana, Tomo I,
Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
Reyes, A., “Notas sobre la inteligencia americana”, en: Zea, Leopoldo (comp.), Fuentes
de la cultura latinoamericana, Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
Said, E., Cultura e imperialismo, trad. Nora Catelli, Anagrama, Barcelona, 1993.
Volek, E., “José Martí, Nuestra (Macondo) América. Universum [online]. 2007, Vol. 22,
N°1 [citado 2011-03-11], pp. 300-317. Disponible en: <http://www.scielo.cl/
scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-23762007000100019&lng=es&nrm=i
so>. ISSN 0718-2376. doi: 10.4067/S0718-23762007000100019.
von der Walde, E., “Realismo mágico y poscolonialismo: construcciones del otro
desde la otredad”, en Cuadernos Americanos, N° 64, ene-feb., 1998.
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