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!bese Ese Sapo!
!bese Ese Sapo!
El sapo y la princesa
Está usted aquí, en este mundo, para hacer algo maravilloso con su vida, para
experimentar felicidad y alegría, tener relaciones maravillosas, una salud
excelente, una prosperidad absoluta y sentirse totalmente realizado. Entonces,
¿cómo es que todavía no vive la vida de sus sueños?
Si quiere conocer las razones de su felicidad o de su infelicidad, de su éxito
o falta de éxito, de sus ganancias o pérdidas, mire en el espejo que tenga más
cerca. La calidad de lo que piense de la persona que ve en el espejo decidirá,
en gran medida, la calidad de su vida. Si cambia su manera de pensar en sí
mismo, cambiará su vida... casi de inmediato.
Un cuento de hadas
Érase una vez, como nos dice un cuento de hadas, un apuesto príncipe al que
una bruja malvada convirtió en un feo sapo. Su maleficio sólo se rompería si
lo besaba una princesa, algo que la bruja estaba segura que nunca sucedería.
Por el mismo tiempo, érase una bella princesa que suspiraba por un
apuesto príncipe con el que casarse, pero ese príncipe no había aparecido en
su vida. Un día, mientras paseaba sola por el bosque, junto a un pequeño lago,
vio un feo sapo que vivía allí. Mientras la princesa permanecía sentada junto
al agua, pensando en su situación y anhelando que apareciera un apuesto
príncipe, el sapo se acercó a ella y le habló.
Le dijo que, en realidad, era un apuesto príncipe y que con sólo que ella lo
besara, se convertiría en el príncipe que había sido antes y se casaría con ella y
la amaría por siempre jamás.
La idea parecía absurda, pero, aunque con muchas reservas, la princesa
hizo acopio de valor y besó al sapo en los labios.
Tal como le había prometido, al instante él se convirtió en un apuesto
príncipe. Fue fiel a su palabra, se casó con ella y vivieron felices por siempre
jamás.
Moraleja de la historia
Parece que casi todos tenemos un bloqueo, o más de uno, que nos impide
convertirnos en personas felices, sanas y alegres, que esperan cada nuevo día
ilusionadas, con entusiasmo y expectación.
¿Cuál es ese «sapo» que hay en su vida y que necesita «besar» antes de
poder alcanzar todo lo que está en sus manos? ¿Cuáles son las experiencias
negativas de su vida que tiene que abrazar, afrontar y usar para transformarse
en la asombrosa persona en que puede convertirse?
7. No hay límites a lo que puede hacer, ser o tener, salvo los que ponga usted
mismo a sus propias ideas e imaginación. Los mayores enemigos a los que se
enfrentará son sus propias dudas y temores. Suelen ser convicciones
negativas, que no están necesariamente basadas en hechos, sino que las ha ido
aceptando a lo largo de los años, hasta que ya no las pone en tela de juicio.
Como Shakespeare escribió en La tempestad: «Lo que pasó es un prólogo».
Todo lo que le ha sucedido a usted en el pasado ha sido una preparación para
la maravillosa vida que se extiende delante de usted en el futuro.
Recuerde la regla: No importa de dónde viene; lo único que de verdad
importa es adónde va.
Cuando le pidieron a la bella princesa que besara a aquel sapo feo, húmedo,
viscoso y frío, tuvo que tomar una decisión. Podía continuar en la situación
en que estaba, sola y desdichada, o podía hacer acopio de valor y correr el
albur con el sapo, aunque no hubiera ninguna garantía.
Todos nosotros tenemos un sapo al que es necesario besar, a veces varios
sapos. Los sapos de nuestra vida son personas, situaciones y experiencias
pasadas negativas; problemas actuales; y nuestras dudas y convicciones
limitadoras. Algunos sapos son riesgos y compromisos que tenemos que
asumir si queremos desatascarnos y avanzar.
Sea realista
En su consulta psicológica, Christina trata con frecuencia con clientes que
están constantemente decepcionados por unas expectativas frustradas. Una
joven de treintaitantos años acudía a sus sesiones después de visitar a sus
padres y hablaba de lo mucho que le disgustaba que sólo hicieran unos
esfuerzos limitados para pasar tiempo con ella, cuando ella hacía el esfuerzo
de ir a verlos.
Habló con Christina de lo que esperaba que hicieran sus padres cuando iba
a visitarlos y se esforzó por cambiar sus expectativas. Una vez que decidió que
las rebajaría, dejó de sentirse desilusionada y sus sentimientos hacia sus
padres mejoraron. Vivió su sapo de forma diferente. Al cambiar
deliberadamente lo que esperaba, cambió cómo se sentía y se hizo con el
control de sus emociones.
Uno de los tópicos que todos acabamos aprendiendo es que «la gente no
cambia». La personalidad y las actitudes se solidifican alrededor de los 17 o 18
años, y permanecen iguales durante el resto de la vida. Por esta razón,
siempre es frustrante tratar de hacer que los demás cambien.
Esto no significa que no podamos desarrollar nuevas destrezas y aptitudes
y llegar a ser más de lo que somos realmente capaces de ser, pero si no existe
un auténtico deseo de cambiar, acompañado de un duro esfuerzo, es muy
poco lo que cambia.
El aspecto principal es que nunca debemos sacrificar nuestra propia
felicidad o paz mental deseando y esperando que alguien cambie, que deje de
ser lo que siempre ha sido para convertirse en otra persona, en alguien que
nos convenga más a nosotros. Probablemente, eso nunca sucederá.
Enfréntese a la realidad
La negación, es decir, negarnos a hacer frente a la verdad o a la realidad de
nuestra situación o de la de otra persona, es uno de los principales orígenes
del estrés, la ansiedad, las emociones negativas, incluso de enfermedades
físicas o mentales. Lo contrario de la negación es la aceptación. Cuando
aceptamos que una persona o una situación, en casa o en el trabajo, es como
es y no va a cambiar, y actuamos en consecuencia, la mayor parte del estrés
generado por esa situación desaparece.
Separe los hechos de los problemas
Muchas emociones negativas se disparan por una reacción excesiva
inapropiada ante un revés o dificultad inesperados. Es vital que cuando surge
un problema, lo analice con mucho cuidado para asegurarse de que lo
comprende plenamente y comprende lo que puede hacer para hacerle frente o
solucionarlo. Empiece así:
Primero, distinga entre un hecho y un problema. La diferencia es sencilla.
Un hecho es algo que no se puede cambiar. Nuestra edad es un hecho. El
tiempo es un hecho. Ciertas cosas simplemente son. No se pueden alterar. Son
hechos.
Una de las claves para la felicidad es tomar la resolución de no enfadarnos
ni disgustarnos por los hechos. Del mismo modo que no nos enfadamos con
las cosas físicas, como un mueble, porque hayamos tropezado con ellas,
tampoco nos enfadamos ni nos disgustamos con los hechos. Sencillamente,
los aceptamos y adaptamos nuestra vida y nuestras actividades a ellos.
¿Qué es, pues, un problema? Un problema es aquello sobre lo que
podemos hacer algo. Un objetivo no alcanzado es un problema no resuelto.
Un obstáculo en el camino es un problema no resuelto. Podemos centrar
nuestra inteligencia y capacidad en resolver problemas y alcanzar metas. Los
problemas son sencillamente retos con los que lidiamos conforme avanzamos
por la vida.
El pasado y el futuro
Hay dos periodos de tiempo en nuestra vida: el pasado y el futuro. El presente
es un momento único que hay entre los dos. ¿En qué categoría de tiempo
situamos los hechos, y en cuál, los problemas?
La verdad es que la mayoría de hechos que nos hacen desdichados existen
en el pasado. Algo que sucedió en el pasado es un hecho. Es inalterable. Es
importante comprenderlo porque muchas personas son infelices y
desgraciadas en el presente debido a algo que no salió como esperaban en
algún momento del pasado. Pero dado que sucedió o no sucedió en el pasado,
ahora es un hecho imposible de cambiar. No sirve de nada disgustarnos por
un hecho.
Un problema existe en el futuro. Un problema es algo sobre lo que
podemos actuar. Es un campo donde podemos centrar nuestra inteligencia y
capacidad para lograr un resultado diferente. Un problema, el futuro, está
bajo nuestro control, y su resultado se decidirá por lo que hagamos en el
presente.
Analice la situación
Un modo de tomar el control de una situación negativa es analizarla
cuidadosamente. Se consigue haciendo preguntas. No es posible que estemos
o sigamos disgustados, enfadados o sin control cuando hacemos preguntas y
tratamos de comprender la situación o el cambio que se ha producido.
A continuación hay cuatro preguntas que puede hacer para controlar
cualquier situación:
1. «¿Qué pasó exactamente?» En este estadio, sea paciente. Esfuércese por ser
preciso. Niéguese a atacar o culpar a alguien o algo de lo que ha ocurrido. Por
el contrario, céntrese en ser claro y comprender. Decida permanecer en calma
e impasible.
2. «¿Cómo sucedió?» Imagínese que está reuniendo pruebas para una tercera
parte; le preocupa más que sean fidedignas que recriminar nada. Siga
haciendo preguntas para llegar a comprender a fondo los detalles.
Trate de comprender
Stephen Covey, en su libro The 7 Habits of Highly Effective People [Los siete
hábitos de la gente altamente efectiva], dice: «Primero trate de comprender,
luego de que lo comprendan». Céntrese en entender la situación claramente
antes de emitir cualquier juicio o llegar a cualquier conclusión.
Evite la tendencia a «catastrofizar», pensar o suponer lo peor en una
situación difícil. Pocas cosas son nunca tan malas como parecen en un
principio.
Evite el error común de confundir correlación con causa, ese dar por
sentado que si dos cosas suceden al mismo tiempo, una de las dos causó la
otra. Este error puede llevarle a saltar a conclusiones, y a conclusiones falsas,
además. En muchos casos, dos cosas que suceden juntas son simple
coincidencia. Ninguna de las dos tiene nada que ver con la otra.
La clave para analizar una situación es continuar haciendo preguntas y
reuniendo información. A veces, resulta que lo que parece ser un revés o
problema importante no es tan grave como creíamos. Con frecuencia, lo que
parece un problema es una oportunidad para cambiar, lo cual suele ser una
bendición disfrazada.
La práctica de aceptar en lugar de negar, de hacer frente en lugar de
evadirse, de mirar al sapo a la cara en lugar de fingir que no es tan
desagradable como quizá sea, es el sello distintivo de la persona eficaz. Las
personas que responden de forma positiva y constructiva a los inevitables
altibajos de su trabajo y su vida personal son las más respetadas en todas las
organizaciones.
El rompepreocupaciones
Uno de los mejores medios para eliminar la preocupación es usar el
«rompepreocupaciones» en cualquier situación que nos cause estrés o
ansiedad. Hay cuatro pasos para usar este método:
Su meta en la vida es ser feliz. La felicidad y la paz mental son el objetivo final
de casi todos los individuos. Nuestra capacidad para lograr nuestra propia
felicidad es la medida real de nuestro éxito como seres humanos.
Las buenas noticias son que nunca ha sido más posible que ahora que
alcancemos la felicidad y la satisfacción en cada parte de nuestra vida. Hoy
sabemos más sobre las razones de la felicidad y la infelicidad que nunca antes.
En los últimos años hemos averiguado más sobre el funcionamiento de la
mente humana en relación con la felicidad, y con todas las demás funciones,
que lo que sabíamos antes.
Cuando Brian era un veinteañero ambicioso y ansioso por vivir una vida
feliz y plena, empezó a estudiar el tema de la felicidad. Después de miles de
horas leyendo e investigando en el ámbito de la psicología, la filosofía, la
religión y el éxito, alcanzó una extraordinaria comprensión de todo este tema.
El principal obstáculo
Descubrió que las emociones negativas, esos feos sapos que acechan desde el
fondo de nuestro estanque mental, son los principales obstáculos para
disfrutar de la felicidad que deseamos de verdad. Las emociones negativas,
independientemente de cuál sea su origen, son la causa fundamental de casi
toda la infelicidad, sufrimiento y frustración en la vida y el trabajo. Si
podemos eliminar las emociones negativas, podremos transformar toda
nuestra vida.
También averiguó que la mente es como un espacio vacío. No
permanecerá desocupado por mucho tiempo. Cuando eliminemos las
emociones negativas, nuestra mente se volverá a llenar, de forma natural, con
emociones positivas de felicidad, alegría, entusiasmo, amor y paz. Cuando
eliminamos las malas hierbas, crecen las flores.
A veces, una nueva idea o percepción que nos lleva a interpretar un
acontecimiento del pasado de manera diferente, puede liberarnos tan
completamente que nunca seremos los mismos en ese terreno. Ya para
siempre, seremos una persona diferente.
El poder de la reflexión
Cuando cultivamos el hábito de pensar de manera positiva y constructiva
sobre lo que sucede en nuestra vida antes de responder, elegiremos y
decidiremos mejor y actuaremos de un modo más constructivo que aquellos
que se limitan a reaccionar sin pensar en las consecuencias.
Cuando pensamos en nuestra vida pasada, vemos que muchos de nuestros
errores, que causaron infelicidad y dolor, eran el resultado de no haber
pensado lo suficiente en la cuestión antes de actuar.
La Ley de Sustitución
Esta ley dice que sólo podemos pensar en una única cosa a la vez, sea positiva
o negativa. También dice que podemos sustituir deliberadamente un
pensamiento negativo por otro positivo. Igualmente podemos decidir pensar
algo que nos haga ser positivos o felices, en lugar de otra cosa que nos haga
desdichados.
El doctor Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, estuvo
veintidós años investigando sobre el tema del optimismo. Una de sus
conclusiones más importantes fue que somos optimistas o pesimistas
dependiendo de nuestro «estilo explicativo».
Ese estilo explicativo es la manera en que interpretamos, para nosotros
mismos, lo que sucede. Cada persona puede tener su propia percepción o
interpretación de un suceso o situación y, sea cual fuere su percepción, sus
sentimientos surgen automáticamente como resultado de su interpretación.
Lo que percibimos es la realidad. Por eso se dice que siempre hay tres lados en
una historia: la versión de la primera persona, la versión de la segunda, y lo
que sucedió realmente.
La historia de Brian
Brian procede de un hogar pobre, sin dinero y con pocas oportunidades. No
acabó los estudios en el instituto. Trabajó como jornalero durante varios
años, fregando platos y cavando zanjas y pozos. Hacia los 25 años, consiguió
un puesto en ventas, donde tuvo éxito, y luego otro en gestión de ventas,
donde tuvo todavía más éxito. Cuando cumplió los 30, su vida estaba dando
un giro y se encontraba en el camino ascendente de su profesión.
Al mejorar su fortuna, un día respiró hondo y se compró el coche de sus
sueños, un Mercedes-Benz 450 SEL, de dos años de antigüedad, color gris
plata, con la tapicería de cuero azul. Dio su viejo coche como pago inicial y
tuvo que alargar los pagos mensuales hasta cinco años, pero finalmente tenía
el coche que siempre había deseado.
Cuando lo sacaba a la autopista, pisaba a fondo el acelerador y el coche
empezaba a moverse como si fuera un gran barco, cada vez más rápido hasta
que tenía que reducir la velocidad para que no lo multaran. Cuando llevaba
un año conduciendo aquel coche grande y poderoso, lo llevó a que lo revisara
un mecánico especializado en reparaciones de Mercedes-Benz.
Una pequeña pieza
Cuando fue a recoger el coche, Mario, el mecánico, le dijo que había
encontrado un problema en el carburador. Un mecánico anterior había
insertado una pieza clave al revés, reduciendo así la cantidad de combustible
que llegaba al motor. Mario había sustituido la pieza por otra nueva y la había
instalado correctamente. Le dijo: «Pise el acelerador con cuidado; notará la
diferencia».
Brian ya estaba muy satisfecho con su coche. Le parecía que respondía bien
y que iba todo lo rápido que se atrevía a llevarlo en la autopista. Pero, esta vez,
apenas tocó el pedal del acelerador, el coche salió disparado hacia delante
como si lo impulsara un cohete espacial. Tuvo que pisar a fondo el freno para
no estrellarse contra los coches que pasaban.
A partir de ese momento, siempre que conducía su Mercedes, Brian tenía
que pisar el acelerador con mucha suavidad. Un ligero toque y el coche se
lanzaba hacia delante a tanta velocidad —de cero a 100 kilómetros por hora
en cinco segundos— que tenía que frenar rápidamente para contenerlo. Y
todo por haber cambiado una pequeña pieza oculta en el carburador.
Drague la ciénaga
Justificación
Con la justificación, defendemos nuestra negatividad y nuestro derecho a
enfurecernos. Las emociones negativas no pueden existir a menos que
podamos justificar nuestro derecho a experimentarlas, tanto ante nosotros
mismos como ante los demás.
Cuando hablamos de una situación negativa particular, nos obsesionamos
por justificar nuestra negatividad en una serie de campos. Con frecuencia,
hablamos con nosotros mismos mientras conducimos, defendiendo nuestra
causa y discutiendo con vehemencia con personas que no están allí. Con
frecuencia, esa justificación nos impide dormir por la noche.
Cuanto más nos justificamos y nos convencemos de que la otra persona
involucrada es mala de alguna manera, que nosotros somos puros e inocentes
y que, por lo tanto, tenemos derecho a sentirnos como nos sentimos, más nos
enfurecemos y más nos disgustamos.
Aunque puede que se haya producido una situación que nos hizo daño,
nos enfureció o que fue injusta, la única persona que puede atribuirle una
emoción a esa experiencia somos nosotros. Nosotros elegimos si nos
aferramos o nos olvidamos de ella.
Identificación
El segundo requisito clave para las emociones negativas es la identificación.
Significa que nos tomamos las cosas de manera personal. Interpretamos lo
sucedido como si fuera un ataque personal contra nosotros.
Si no nos podemos identificar personalmente con una situación negativa,
tendremos dificultades para generar cualquier emoción, positiva o negativa,
respecto a ella. Si leyéramos en el periódico que mil personas —hombres,
mujeres y niños— han sido arrastradas y ahogadas por las inundaciones en el
norte de China, sentiríamos una cierta tristeza y luego pasaríamos la página
para leer el siguiente tema, con poca o ninguna emoción. Como no
conocemos a ninguno de los afectados, ni siquiera sabemos gran cosa sobre
aquella parte del mundo, no nos identificamos con la tragedia. Como
resultado, no experimentamos emociones negativas al respecto.
Esto no significa que no sintamos compasión por la experiencia o el dolor
de alguien, pero no nos involucramos emocionalmente. Por ejemplo, si una
compañera de trabajo no realiza sus tareas debido a algún problema personal,
quizá lo sintamos por ella, pero esto no hará que carguemos con sus
responsabilidades en detrimento de nosotros mismo. Es esencial tener unos
límites emocionales sanos, en especial en el entorno laboral. Podemos ser
comprensivos, sin identificarnos con las emociones de otros.
Hipersensibilidad
La tercera causa de las emociones negativas es la hipersensibilidad ante las
ideas, opiniones o actitudes de otros hacia nosotros. Como ya hemos
mencionado, las personas que se han criado recibiendo unas críticas
destructivas y un amor insuficiente pueden desarrollar profundos
sentimientos de inferioridad y deficiencia. Estos sentimientos se manifestarán
en su preocupación por los actos, reacciones y trato que experimentan de los
demás.
Peter Ouspensky, en su libro In Search of the Miraculous [En busca de lo
milagroso], se refería a este proceso como «reflexión hacia dentro», o ser
sensible en extremo a la manera en que nos tratan los demás, o incluso
disgustarnos y deprimirnos porque creemos que alguien piensa acerca de
nosotros negativamente.
Una palabra o comentario positivos de alguien puede hacer que nos
sintamos eufóricos. Una mirada negativa puede aplastarnos. Con frecuencia,
las personas realmente hipersensitivas ven desaires y desaprobación donde no
existen. En casos extremos, se paralizan, sin poder tomar ninguna decisión a
menos que cuenten con la aprobación de los demás.
Juicios negativos
La cuarta razón de las emociones negativas son los juicios negativos, la
tendencia a hacer valoraciones negativas de los demás. Cuando juzgamos a
los demás de modo desfavorable, invariablemente creemos que son culpables
de algo. Esta culpa se convierte en la justificación de nuestra ira y
resentimiento y de nuestros sentimientos negativos hacia esas personas.
La Biblia (Mateo 7,1) dice: «No juzgues y no serás juzgado». Cuando
juzgamos a otros, en realidad atraemos negatividad e infelicidad sobre
nosotros mismos. Cualquier baremo que usemos para juzgar a otros será el
mismo que ellos usarán para juzgarnos a nosotros. Cuando juzgamos a otros,
nos erigimos en alguien superior a ellos, haciendo que se sientan inferiores a
nosotros y, con frecuencia, provocando una reacción negativa en ellos.
Si no enjuiciamos a alguien, por la razón que sea, no nos podemos enfadar
con esa persona. Sólo podemos enfurecernos cuando logramos convencernos
de que el otro ha hecho o dicho algo, o ha dejado de hacer algo, y eso nos
ha dolido.
Para empezar a eliminar esas críticas negativas de su vida, decida, desde
ahora mismo, no juzgar a nadie por nada. Es muy difícil, especialmente al
principio, pero mejorará con la práctica. Recuérdese constantemente que
todos tenemos derecho a nuestra propia manera de pensar y vivir.
AHORA HAGA ESTO
Con frecuencia, juzgamos a otros porque vemos en ellos algo que no nos
gusta en nosotros mismos, o porque estamos celosos y queremos alcanzar los
mismos resultados o disfrutar de las mismas recompensas que ellos. La
próxima vez que se dé cuenta de que está juzgando a alguien, analice sus
motivos. ¿Le disgusta un rasgo similar en usted mismo o sospecha que lo
tiene? ¿O ansía tener las cualidades y el modo de vida que tiene la persona a la
que juzga?
Soltar lastre. Este es el ejemplo dado por los instructores del Método Sedona.
Coja un lápiz. Sujételo con fuerza. Sujételo con todas sus fuerzas.
Luego vuelva la mano y póngala con la palma hacia el suelo, mientras sigue
apretando el lápiz. Esta es la pregunta: «¿Qué es lo que sostiene el lápiz en su
mano?»
La respuesta es obvia. Usted sostiene el lápiz porque lo sujeta con mucha
fuerza.
La segunda pregunta es: «¿Cómo se libra de ese lápiz?» Y la respuesta es
simple: sencillamente, abra la mano y déjelo caer.
Es una ilustración maravillosa de lo simple que es desprenderse de un
suceso negativo, eliminándolo de su vida de forma permanente. En el caso del
lápiz, abre la mano y lo suelta. Si se trata de una experiencia negativa que
sigue haciendo que se sienta desdichado, abre el corazón y la suelta.
Recuerde, nadie hace que usted sienta algo. Nadie le pone furioso. Nada de
lo que le ha sucedido tiene control alguno sobre usted. Ningún suceso,
circunstancia o persona de su pasado puede afectar a sus emociones sin su
permiso. El único que hace que sienta algo es usted, por la interpretación que
se da a usted mismo de algo sucedido en el pasado. Los sapos muertos en su
estanque cenagoso están exactamente así: muertos. Sigue manteniendo vivas
las emociones negativas al alimentarlas con pensamientos y energía. Decida
hoy desprenderse de esos sapos y seguir adelante con su vida.
Racionalización
Es lo que hacemos cuando damos una explicación socialmente aceptable a un
acto que, por lo demás, es socialmente inaceptable. John Assaraf lo llama
«mentiras racionales».
Debido a una baja autoestima y a un ego débil, la mayoría no puede
admitir que ha hecho o dicho algo que no era totalmente razonable ni estaba
totalmente justificado. Incluso los peores criminales creen que son inocentes
y meras víctimas de alguien, de algo o de la sociedad. Racionalizan su
conducta.
Peter Ouspensky ha explicado que casi toda la infelicidad procede de «la
expresión de emociones negativas». El constante hablar y argumentar, una y
otra vez, sobre una situación negativa hace que las emociones negativas sigan
vivas y en aumento. En este sentido, las emociones negativas se pueden
comparar a un incendio en la maleza que empieza con una pequeña chispa
pero se propaga rápidamente, hasta estar fuera de control.
Pero aunque esa chispa caiga sobre hierba seca, si la apagamos de
inmediato, el fuego no se produce ni se extiende. De la misma manera, si
pone fin a una emoción negativa en el momento mismo en que se produce, se
apagará rápidamente, como un pequeño fuego, y no causará daños.
La centralidad de la culpa
La causa fundamental de la ira es la culpa. Culparnos a nosotros mismos o a
otros por algo que han hecho o no hecho es el requisito esencial para sentir y
expresar emociones negativas de todo tipo.
De hecho, es imposible mantener una emoción negativa durante mucho
tiempo, a menos que podamos echarle la culpa a algo o a alguien de la
situación que nos enfurece. En cuanto dejamos de culpar, la emoción negativa
se detiene de inmediato, como si apagáramos la luz.
El antídoto de las emociones negativas es tan simple y eficaz que resulta
casi abrumador. Las personas que han sido negativas, iracundas y desdichadas
durante años pueden eliminar sus emociones negativas casi al instante con
una simple pero poderosa decisión: aceptar la responsabilidad.
Es usted responsable
Dado que todas las emociones negativas están arraigadas en la culpa, el
antídoto es simple: en lugar de culpar, acepte la responsabilidad de la
situación. Cuando aceptamos la responsabilidad absoluta de la situación,
nuestras emociones negativas se detienen, como si pisáramos el freno a
fondo. Es imposible aceptar la responsabilidad de una situación y, al mismo
tiempo, estar furiosos o ser desdichados por esa situación. Aceptar la
responsabilidad anula toda la negatividad asociada a la situación (o la
persona) y nos devuelve nuestro control emocional.
Por ejemplo, Christina tenía un cliente que había perdido varios trabajos
debido a sus enfrentamientos explosivos con sus compañeros y superiores. La
mayor parte del tiempo era una persona ecuánime, pero debido a sus
inseguridades no decía lo que pensaba para conseguir aclarar los proyectos.
Permitía que su frustración bullera hasta el punto en que se volvía explosiva.
En su trabajo con Christina, reconoció y asumió la responsabilidad de su
papel en la pérdida de empleos. Entre los dos elaboraron un plan para que él
comunicara sus necesidades y preocupaciones antes de llegar a estar frustrado
en exceso y, como resultado de asumir la responsabilidad de sus actos, lleva ya
más de dos años en su puesto actual.
Supérelo
Con frecuencia, los que tienen una mala relación siguen rabiosamente
furiosos contra el otro, a veces durante años, cuando la relación se rompe.
Pero cuando decimos: «¡Soy responsable!» y buscamos razones por las que
fuimos, por lo menos parcialmente, responsables, descubriremos que
tomamos muchas de las decisiones que nos llevaron a esa mala relación. No
somos responsables de los actos de la otra persona, pero sí que somos
totalmente responsables de todo lo que nosotros hicimos o dijimos desde el
principio al final de la relación y hasta el día de hoy. No éramos alguien
inocente, alguien que sólo pasaba por allí.
Podemos disgustarnos cuando un trabajo no sale bien o un negocio se
malogra. Pero somos responsables. Nadie nos obligó, pistola en mano, a
meternos en esa situación. Debido a nuestros conocimientos o información, o
a la falta de ellos, fuimos nosotros quienes nos metimos en ella. Por desgracia,
no salió como esperábamos. La próxima vez, seremos más listos y sensatos.
Pero, por el momento, somos responsables.
1. Nitidez. Hay una relación directa entre lo claras que son nuestras imágenes
mentales y lo rápidamente que nuestras metas o conductas deseadas aparecen
en nuestra vida. Al crear imágenes mentales claras o mirar imágenes de lo que
queremos, las impresionamos en nuestra mente subconsciente, que empieza a
atraer personas y recursos a nuestra vida para convertir nuestra visualización
en realidad.
¡A por el no!
¿Cómo se elimina el miedo a que nos digan «no»? Programándonos
previamente para buscar con entusiasmo tantos «noes» como sea posible.
Decida que, a partir de ahora, ya no tendrá miedo a la palabra «no». Este
descubrimiento le cambió la vida a Brian cuando tenía 24 años, y le cambió la
vida a su hijo cuando éste tenía también 24 años.
Cuando Brian tenía 24 años, no tenía ninguna formación, había dejado los
estudios antes de acabar el instituto. El único empleo que pudo conseguir fue
la venta a comisión, presentándose sin avisar en las oficinas durante el día y
en las casas por la tarde.
En su primer día de trabajo, estaba paralizado de miedo. Daba vueltas y
más vueltas a la manzana, demasiado asustado para ir hasta la puerta y llamar.
Finalmente, se obligó a llegar hasta la puerta, llamar y esperar con el corazón
desbocado.
Abrió una amable anciana, que le habló muy educadamente, le agradeció la
visita y le deseó un buen día. Mientras se alejaba por el camino de entrada,
Brian decidió que nunca más tendría miedo de visitar a un desconocido y
tratar de conseguir un pedido.
El gran poder
Imagine que en el universo hay un gran poder que le ama y quiere lo mejor
para usted. Ese gran poder quiere que sea feliz, que esté sano y que se sienta
realizado. Ese gran poder quiere que tenga éxito y prosperidad.
Ese gran poder sabe también que podrá elevarse a mayores alturas de
felicidad, gozo y éxito sólo si aprende ciertas lecciones esenciales a lo largo del
camino. También sabe que tiene usted una naturaleza perversa: no aprenderá
a menos que la lección duela.
No puede aprender con profundidad leyendo, mirando u observando las
experiencias de otros. Sólo puede aprender cuando sienta dolor, un dolor
físico, emocional o económico.
Un ejemplo perfecto es la manera en que abordamos nuestra salud. La
mayor parte del tiempo, continuamos, sin reflexionar, comiendo lo que tiene
buen sabor y no haciendo ejercicio. No es hasta que sufrimos algún tipo de
dolencia o enfermedad física cuando cambiamos nuestras costumbres y
empezamos a comer alimentos más nutritivos y cuidando mejor de nuestro
cuerpo.
Controle su ego
Cuando, por fin, comprendemos cuál es la lección contenida en nuestra
desdichada situación, de inmediato interviene nuestro ego. Como resultado,
evitamos enfrentarnos a ella. Practicamos la negación, esperando que, de
alguna manera, la situación mejore o desaparezca aunque, en nuestro interior,
sabemos que nunca lo hará.
Cuando encontremos el valor para hacer frente a la verdad de nuestra
situación y tomemos las medidas necesarias dictadas por esa verdad, algo
maravilloso sucederá. Todo nuestro estrés desaparecerá. Nos sentiremos en
calma y relajados. Nos sentiremos felices y en paz.
Cuando nos enfrentemos a la verdad —la auténtica lección que tenemos
que aprender—, el problema se resolverá, incluso antes de que demos el
primer paso.
Cambie su vocabulario
Uno de los medios más rápidos para cambiar nuestra mente de negativa a
positiva siempre que algo vaya mal es cambiar nuestro vocabulario. Por
ejemplo, en lugar de la palabra «problema», use la palabra «situación».
«Problema» es negativo. De inmediato conjura imágenes de pérdida,
retraso e incomodidad. Pero «situación» es neutro. Cuando decimos «Aquí
tenemos una situación interesante», esta palabra no lleva asociada ninguna
carga negativa. Como resultado, seguimos en calma, lúcidos y más capaces de
lidiar con cualquier situación.
Una palabra incluso mejor es «desafío». En lugar de reaccionar ante una
dificultad como si fuera un problema o un ataque personal contra nosotros o
nuestro negocio, digamos: «Aquí tenemos un desafío importante al que
responder».
Un desafío es algo a lo que respondemos. Saca lo mejor de nosotros. Es
positivo y estimulante. Esperamos con ilusión los retos porque hacen que nos
esforcemos y seamos incluso mejores al superarlos.
La mejor palabra de todas para describir un problema es «oportunidad». A
partir de ahora, en lugar de pensar en problemas o dificultades, describa los
reveses inesperados que haya tenido como desafíos u oportunidades. Una
oportunidad es algo que todos queremos y que todos esperamos con
entusiasmo. Cuando use este nuevo vocabulario, se asombrará al ver cuántas
de sus mejores oportunidades se presentan primero como problemas o
dificultades.
Los problemas son ineludibles e inevitables
Por mucho que nos esforcemos en huir de ellos, nuestra vida es una serie
interminable de problemas, dificultades y desafíos de todo tipo. Llegan sin
cesar, como las olas del mar.
La única interrupción en esta serie sin fin de problemas será la crisis
ocasional. Si lleva una vida activa, es probable que tenga una crisis cada dos o
tres meses. Puede ser física, económica, familiar o personal.
Por su propia naturaleza, una crisis llega sin que nadie se lo pida. No es un
revés ni un contratiempo previsible para el que podemos prepararnos. La
única pregunta es: «¿Cómo reaccionamos ante la crisis: de forma eficaz o
ineficaz?»
Si cada uno de nosotros tiene una crisis de algún tipo cada dos o tres
meses, esto significa que ahora, cuando lee este libro, está en medio de una
crisis, acaba de salir de una o está a punto de tenerla. Debe respirar hondo
cuando llegue esa crisis, mantener la calma, buscar lo bueno, la lección
valiosa, y luego actuar para reducir o minimizarla.
Busque y encontrará
En Estados Unidos, el millonario medio, que ha llegado a serlo por su propio
esfuerzo, ha estado en la ruina, o casi, dos o más veces, antes de acabar siendo
rico. Pero la razón de que llegara a ser millonario es que aprendió las
lecciones de sus primeros errores. Si no hubiera fracasado en los negocios a
una edad temprana, nunca habría reunido el conocimiento y la sabiduría
necesarios para triunfar más tarde. Su bancarrota fue traumática cuando
sucedió, pero contenía la semilla de la riqueza futura.
Muchas personas pasan por un mal matrimonio o relación que acaba en
ira, amargura y sentimientos negativos. Más tarde, conocen a su pareja ideal,
se establecen y son felices el resto de su vida.
Muchas personas casadas felizmente consideran que una relación negativa
anterior fue esencial para que reconocieran la relación buena cuando llegó.
Admiten que si hubieran seguido con aquella mala relación, habrían sido
desgraciados durante meses, o incluso años.
Dolor y sufrimiento
Parece que los humanos sólo aprendemos del sufrimiento. El dolor es
inevitable e insoslayable. Pero lo que es realmente desafortunado es cuando
experimentamos dolor, pero no conseguimos identificar la lección que lo
acompaña, lo cual hace que sea más probable que repitamos el error que ha
causado ese dolor.
Esto es especialmente cierto de la manera en que tratamos nuestra salud.
Con frecuencia, no dedicamos mucho tiempo ni esfuerzo a cuidarnos, hasta
que nos diagnostican una enfermedad o sufrimos un dolor crónico.
Dado que es imposible evitar los cambios, siempre que tenemos un revés
de cualquier tipo, podemos neutralizar lo que sentimos diciendo: «Veo al
ángel del Señor en todos los cambios», o «Todo sucede por alguna razón».
Considera que el cambio es una bendición que contiene ideas, conocimientos
y ventajas que podemos usar para crear una vida todavía más maravillosa en
el futuro.
Resistencia y aceptación
La resistencia de cualquier clase es una fuente importante de estrés,
negatividad, incluso de depresión. Lo opuesto es la aceptación. Es importante
que aceptemos que en nuestra vida se ha producido un cambio y luego
sigamos adelante.
Una de las grandes reglas para alcanzar el éxito es aceptar las cosas que han
sucedido y que no podemos cambiar. Aceptar que algo es una realidad es el
primer paso para hacernos responsables de nosotros mismos y de nuestras
emociones, y luego pasar a algo más elevado y mejor.
La incapacidad de superar una mala situación es un obstáculo importante
que impide que avancemos, a veces durante muchos años. Uno de los sellos
distintivos de la madurez es aceptar que no somos perfectos, que nos
equivocamos. Hemos hecho elecciones y tomado decisiones malas en el
pasado, que han sido la causa de malos resultados y consecuencias. Igual que
todos.
Piense en el futuro
Es inevitable que se produzcan cambios indeseables en su vida y trabajo.
Cuando eso suceda, acepte la responsabilidad, céntrese en el futuro y ocúpese
de solucionar sus problemas y alcanzar sus metas.
William James, de Harvard, decía: «Esté dispuesto a tomar las cosas como
son. Aceptar lo sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de
cualquier desgracia». Recuérdese que no es una víctima. Es una persona
orgullosa, segura y autónoma, que está totalmente al mando de su vida y de su
futuro. Niéguese a refocilarse en las lamentaciones o el remordimiento por los
cambios sucedidos, cambios sobre los que no tiene ningún control.
Ganancia o pérdida
La máxima motivación en la vida es el deseo de ganar. La segunda es el miedo
a perder. Según los psicólogos, tememos perder dos veces y media más
intensamente de lo que deseamos ganar. Quizás estemos motivados hasta
cierto punto para ganar, pero quedamos absolutamente destrozados cuando
sufrimos una pérdida.
Si tenemos una relación feliz, un buen trabajo o una situación económica
estable y los perdemos por la razón que sea, podemos encontrarnos inmersos
en un dolor y un pesar profundos, con frecuencia durante muchos meses, o
incluso años. Es preciso que recordemos que estábamos perfectamente antes
de tener lo que ahora hemos perdido y que, en el futuro, volveremos a estar
perfectamente sin ello.
Acepte la realidad de la situación, cualquiera que sea. Niéguese a resistirse
o luchar contra ella. Deje de sentir lástima de usted mismo y decirse que
«Ojalá» hubiera hecho algo diferente, porque entonces el desgraciado
acontecimiento no habría sucedido.
Al hablar de lo que nos impide llegar a ser todo lo que somos capaces de ser,
debemos enfrentarnos a sentimientos de culpa y falta de valía. Estos
sentimientos pueden sabotear todas nuestras esperanzas y sueños de éxito y
felicidad, si no aprendemos a liberarnos de ellos.
Manipulación y control
Cuando se practica deliberadamente, la culpa se utiliza con dos propósitos:
manipulación y control. A lo largo de los siglos, han descubierto (también los
padres) que si pueden hacer que otros se sientan culpables respecto a algo, es
fácil controlar sus emociones. Si se pueden controlar sus emociones
fácilmente, pueden ser manipulados para que hagan o no hagan algo. Por esta
razón, la culpa es una emoción insidiosa y maligna utilizada exclusivamente
para destruir a las personas en su interior y reducir su resistencia al control de
otros en el exterior.
Los niños son susceptibles a los sentimientos de culpa como resultado de
las críticas destructivas y la falta de amor. Por añadidura, cuando a un niño se
le dice que no vale para nada, que es estúpido o una decepción para sus
padres o que no es muy competente, pronto empieza a desarrollar un
sentimiento de falta de valía.
Mejor o peor
Cuando se critica continuamente a un niño mientras crece, no tardará en
empezar a criticarse a sí mismo. Esta autocrítica se manifiesta en la
comparación negativa con otros. A su alrededor ve personas que lo hacen
mejor que él, tanto si se trata del deporte, la escuela o las actividades sociales.
Como tienen un sentimiento de inferioridad, llegan a la conclusión natural de
que si alguien lo hace mejor que él en algún campo, debe de ser mejor que él.
Después de compararse negativamente con otros, las personas
atormentadas por la culpa concluyen: «Si alguien lo está haciendo mejor que
yo, esa persona debe de valer más que yo. Si esa persona vale más, entonces yo
no debo de valer nada».
Por esta razón, un sentimiento intenso de culpa lleva, casi inevitablemente,
a un sentimiento de falta de valía. Alguien que se sienta despreciable,
disminuido y de poco valor se vuelve inseguro, pesimista, iracundo e
insatisfecho. Por ejemplo, hoy, el sentido de responsabilidad o autoestima
entre una gran parte de la población reclusa es de cero. Muchos recuerdan
claramente que tanto su padre como su madre les repetían que no eran
buenos para nada y que acabarían en la cárcel.
Libérese de la culpa
Aquí tiene cuatro pasos que puede dar para librarse del sentimiento de culpa
que quizá le imbuyeron en la infancia:
Paso 1: Desde este momento, no se critique nunca por nada. Nunca diga nada
sobre usted mismo que no desee sinceramente que sea verdad. Recuerde que
las palabras más poderosas de nuestro vocabulario son las que nos decimos a
nosotros mismos y nos creemos. Asegúrese de que sean positivas y optimistas.
Las mejores palabras que puede decirse, una y otra vez, son: «¡Me gusto!»,
«¡Puedo hacerlo!» y «¡Soy responsable!» No es posible repetir estas
afirmaciones y sentirse negativo o culpable al mismo tiempo.
Paso 2: Niéguese a criticar a nadie por nada. Elimine las críticas destructivas
de su vocabulario. Sea la clase de persona a quien «nunca se le oye una
palabra desalentadora».
Convierta en costumbre la continua búsqueda de cosas positivas en los
demás y coméntelas. Siempre que decimos algo agradable a alguien, por la
razón que sea, elevamos la autoestima de esa persona. Cuando elevamos esa
autoestima, nuestra propia autoestima aumenta en igual medida.
Paso 3: Niéguese a utilizar la culpa contra otras personas. Tiene que abolir el
uso de la culpa de su vocabulario, de su familia y de sus amistades. No intente
nunca hacer que alguien se sienta culpable por algo que haya hecho o no
hecho.
El mayor regalo que puede hacerle a otros es el de un amor y una
aceptación incondicionales. Esto significa que nunca los critique por nada que
hagan o no hagan. Elogie, apruebe o, como mínimo, permanezca en silencio.
La personalidad en desarrollo
Cuando éramos niños, nuestros padres se ocupaban de todo. Nos
alimentaban, bañaban, vestían, nos llevaban a la escuela y nos recogían y nos
cuidaban. A una edad temprana, la mayoría de niños sienten que los rodean
los brazos de un protector que todo lo sabe, todo lo puede y es totalmente
sabio. Como resultado, acaban dando por sentado que viven en un universo
racional, lógico y ordenado, donde sus padres, que todo lo saben, los quieren,
los protegen y toman las mejores decisiones para ellos.
Según Jean Piaget, especialista en desarrollo infantil, que escribió La
construction du réel chez l’enfant [La construcción de lo real en el niño], los
niños evolucionan y maduran, ascendiendo a través de niveles cada vez más
complejos de comprensión de las relaciones humanas. En la 4.ª etapa de este
proceso de desarrollo, a una edad temprana, los niños dan por sentado que
todo es limpio y justo. Si, por alguna razón, ven o viven en su mundo lo que
consideran una injusticia, pueden sentirse furiosos o decepcionados.
Exclamarán, con una gran emoción: «¡No es justo!»
Muchas emociones negativas surgen de unas expectativas frustradas, lo
cual puede suceder cuando los acontecimientos se producen de una manera
diferente a lo que esperábamos. Como resultado, arremetemos contra lo que
sea y exigimos que se cumplan nuestras expectativas. Si la situación no se
corrige como queremos, nos enfurecemos más aún y nos sentimos más
frustrados. ¡Es que no es justo!
Aferrarnos al resultado de una situación es una anticipación. Creemos que
determinar por adelantado el resultado que deseamos nos proporciona el
control y la capacidad de planear el futuro, que es, por lo menos en parte, algo
imprevisible. La norma es tener claro lo que queremos, pero ser flexibles
respecto al proceso para conseguirlo. Procure no dar por sentado que las
situaciones serán exactamente como desea. Así no se verá decepcionado
cuando, como suele suceder, tengan un resultado inesperado.
Viva y aprenda
Conforme crecen y maduran, los niños aprenden que la vida no es blanca o
negra, sino que tiene muchos tonos de gris. Experimentan una serie de
altibajos cuando sus padres unas veces toman decisiones acertadas, y otras
veces no.
Sin embargo, muchos niños quedan fijados en un nivel dado de desarrollo
emocional, suponiendo y luego exigiendo que la vida sea justa, equitativa,
coherente y previsible. Una vez fijados en este nivel, pueden llegar a ser unos
adultos que exijan que la vida sea coherente y previsible. Cuando no lo es, se
enfurecen, se sienten frustrados y, con frecuencia, deprimidos.
Una de las cualidades más importantes que hay que cultivar es la capacidad
de tolerar la frustración. A muchos padres se les dice que esperen y observen
mientras sus hijos deciden cómo hacer algo. Cuando los padres intervienen
demasiado pronto, sin darles a sus hijos la oportunidad de sentirse frustrados
y usar su propio pensamiento crítico para solucionar el problema, esos niños
pueden quedar detenidos y no aprender nunca a tolerar la frustración lo
suficiente para solucionar sus propios problemas. Cuando las cosas no salen
como estaba planeado, con frecuencia se sienten ansiosos y furiosos.
La realidad es que los seres humanos somos imperfectos. Todos los
individuos y todas las organizaciones formadas por individuos son
imperfectos. Todos cometemos errores. Hacemos cosas malvadas, sin sentido,
irracionales, estúpidas y crueles. Así es el mundo y así ha sido siempre.
Esperar otra cosa es cortejar una frustración y duda eternas.
Muchas personas, mientras crecen, tienen la idea de que se supone que el
mundo evoluciona de un determinado modo. Si no lo hace, en lugar de
amoldarse y adaptarse, se enfurecen y se sienten frustradas y decididas a
imponer su voluntad en el mundo, o hacer que los demás actúen de una
manera más en armonía con lo que ellas esperan.
Nuestros padres
Los primeros a los que tenemos que perdonar son nuestros padres. Muchos
adultos siguen furiosos por algo que su padre o su madre les hicieron o no les
hicieron cuando eran niños. Esperábamos que actuarían de una manera dada,
pero hicieron algo diferente.
Déjelos libres. Ahora tiene que perdonarlos completamente por todos los
errores que cometieron al criarlo. Tiene que dejarlos libres porque sólo si lo
hace, mediante la práctica del perdón, podrá ser usted también libre. Sólo
perdonando a sus padres podrá llegar a ser un adulto plenamente maduro.
Uno de los participantes en un seminario de Brian fue a casa de sus padres
después del primer día del seminario donde aprendió los principios
anteriores. A la edad de 35 años, seguía furioso por algo que su padre le había
hecho cuando tenía 15 años. Esta sombría furia estaba afectando a su relación
con su esposa y sus hijos. Tenía que sacársela del pecho.
El corazón le latía con fuerza, pero se acercó a su padre y le dijo: «Papá, ¿te
acuerdas de lo que hiciste cuando yo tenía quince años? Sólo quiero que sepas
que te perdono completamente por aquello y por todos los errores que
cometiste durante mi infancia, y que te quiero».
Su padre era un obrero, severo y brusco. Miró a su hijo a los ojos y le dijo
con una voz irritada. «No tengo ni idea de qué me estás hablando. Nunca he
hecho nada en toda mi vida por lo que me tengas que perdonar.»
El hijo miró al padre asombrado. Estaba atónito. De repente comprendió
que llevaba veinte años furioso y disgustado por algo que su padre ni siquiera
sabía que había hecho. Hizo un gesto negativo con la cabeza, le estrechó la
mano a su padre y se despidió. Salió a la noche sintiéndose como si acabaran
de quitarle un enorme peso de encima.
Escriba una carta o tenga una conversación. Si su relación con sus padres fue
particularmente mala y todavía viven, quizá quiera escribirles una carta,
explicando con detalle todo lo que recuerda que le causó infelicidad o pesar
cuando crecía. Puede empezarla diciendo: «Quiero perdonarte por lo
siguiente». Al final de la carta, puede decir: «Te perdono sin reservas por
todo. Te quiero y te deseo lo mejor». Incluso si sus padres ya han muerto, este
ejercicio puede serle muy útil.
Si está en contacto con sus padres, también puede ayudarle a cerrar sus
heridas reunirse con ellos y analizar los motivos que había detrás de algo que
dijeron o hicieron para ayudarle a cambiar su manera de ver la situación. Con
frecuencia, comprender las ideas o intenciones de nuestros padres cambia por
completo nuestra percepción de una experiencia. Pero debemos tener
cuidado y expresar curiosidad, no acusación; de lo contrario, nuestros padres
podrían sentirse atacados y ponerse a la defensiva.
Christina alienta a sus clientes a abordar a sus padres empezando a hablar
de su propia experiencia. Por ejemplo: «He estado haciendo un poco de
autoexamen, y soy más consciente de un sentimiento de _________ que
recuerdo haber tenido cuando sucedió _________, y me preguntaba si
podríais ayudarme a comprender qué pasaba en aquella situación, para así
poder comprenderme mejor a mí mismo/a».
Christina tiene una amiga que estaba convencida de que sus padres
querían a su hermana más que a ella. La trataban de una manera muy
diferente y parecían tener una relación más estrecha con ella. Desde que era
niña, era consciente de una disparidad entre la manera en que sus padres se
relacionaban con su hermana y la manera en que se relacionaban con ella.
Tenía que esforzarse más para conseguir reconocimiento y no le concedían
tantos privilegios como a su hermana. Con el paso de los años, fue sintiéndose
cada vez más herida; no dejaba de preguntarse qué había de malo en ella y por
qué sus padres no querían a las dos hermanas por igual. Finalmente, una
noche decidió enfrentarse a ellos y preguntarles por qué seguían haciendo
ciertas cosas por su hermana, pero no por ella. ¿Qué les había hecho para que
la quisieran menos?
Reaccionaron escandalizados y sorprendidos por la idea de que las
hubieran tratado de una manera diferente. Estaban absolutamente
convencidos de que las trataban a las dos igual y no comprendían que la
amiga de Christina se sintiera herida. Aquella noche volvió a casa
comprendiendo que sus padres no cambiarían ni admitirían la discrepancia,
pero se sentía liberada y aliviada por haber expresado lo que sentía. No
habían dado validez a su preocupación, pero sí que la habían escuchado, y eso
era todo lo que necesitaba.
A veces, sólo enfrentarnos a unos sentimientos de infelicidad y sacárnoslos
del pecho puede liberarnos de cualquier ira que sigamos sintiendo.
Una vez que haya perdonado a sus padres, habrá dado un paso de gigante.
Habrá hecho algo que pocas personas hacen en toda su vida. El acto mismo
de perdonar a sus padres pondrá en marcha el proceso de su liberación
personal. Empezará a sentirse más feliz y en paz. Pasará, mental y
emocionalmente, de ser un niño a ser un adulto.
Relaciones íntimas
El segundo grupo de personas a las que tiene que perdonar incluye a todas sus
anteriores relaciones íntimas. Estas relaciones hacen que seamos muy
vulnerables ante otras personas. Decimos y hacemos cosas presas de un amor
y una pasión que nos abren y dejan nuestra alma al descubierto. Entregamos
nuestra mente, nuestro corazón y nuestro cuerpo en algunos de los
momentos más intensos de nuestra vida.
Cuando una relación amorosa se rompe, con frecuencia nos abruman
muchas emociones negativas. Sentimos ira y culpa. Experimentamos envidia
y resentimiento. Justificamos y racionalizamos. Culpamos, criticamos y
condenamos. Si no conseguimos controlar nuestras emociones, podemos
sufrir una forma de demencia leve o incluso grave. Nos sentimos como si
nuestra vida emocional hubiera caído en un agujero negro.
También aquí debe usar su maravillosa mente para neutralizar estas
emociones negativas, para resolver la situación de alguna manera y seguir
adelante con el resto de su vida.
¿Qué hace que permanezcan ahí? Nadie puede tener ningún control sobre
nosotros, a menos que haya algo que queramos de él o de ella. En psicología
esto se llama «asuntos inconclusos». Con frecuencia, seguimos estando
furiosos y disgustados respecto a una relación del pasado, porque hay una o
más cuestiones que todavía no están resueltas. Uno de los peores casos de
asunto inconcluso se produce cuando alguien sigue enamorado y quiere
reavivar la relación. Pero si el otro ha pasado página emocionalmente y no
tiene ningún interés amoroso en su pareja del pasado, la persona a la que ha
dejado atrás emocionalmente puede experimentar unos sentimientos
increíblemente complicados de ira, de culpa, de minusvalía, de falta de
merecimiento y/o de atractivo, y también de inferioridad.
La manera de practicar el perdón con una relación del pasado es aceptar
responsabilidad por lo que sucedió o no sucedió. En lugar de culpar al otro,
debemos aceptar que fuimos responsables por entrar en esa relación y por no
ponerle fin. Es probable que supiéramos desde hacía algún tiempo que no era
la relación adecuada, tanto para empezarla como para seguir en ella.
Seguramente, sabíamos que deberíamos haberlo dejado mucho antes.
Recordamos haber leído que en un estudio realizado con varios miles de
parejas que acudieron a terapia de pareja antes de la boda, una o ambas partes
de nada menos que un 38 por ciento de las parejas reconocieron, en privado,
ante el terapeuta que no querían casarse con la otra persona. Creían que era
un error. Pero siguieron adelante de todos modos, porque pensaban que su
familia y sus amigos daban por sentado que se iban a casar.
Complazca por lo menos a una persona. Esta es una regla importante: nunca
haga o deje de hacer algo porque le preocupe lo que los demás pensarán de
usted. Acabará averiguando que nadie pensaba, realmente, en usted. De
hecho, si supiera lo poco que los demás piensan en usted, es probable que se
sintiera insultado.
Nunca podemos estar seguros de que lo que hagamos o no hagamos
agradará a otros y, dado que el matrimonio y las relaciones íntimas son los
contactos más personales que podemos tener, deberíamos estar seguro de
complacernos por lo menos a nosotros mismos. Sea absolutamente egoísta.
Ponga su felicidad primero. Haga sólo lo que crea que es acertado para usted.
Nunca se deje influir por las opiniones, negativas o positivas, de otros.
Usted mismo
La cuarta persona a la que debe perdonar es a usted mismo. Ahora que ha
tenido el valor y el carácter necesarios para perdonar a todos los que le han
herido alguna vez, debe perdonarse también a usted mismo y dejarse libre.
Muchas personas se ven frenadas por un error que cometieron hace
muchos años. Quizás hicieron algo perverso, estúpido o cruel cuando eran
jóvenes. Quizás hicieron daño a alguien en una relación anterior. Quizás
hicieron algo que causó mucho dolor, tuvo un coste e infelicidad enormes
para alguien en el trabajo o los negocios.
Si éste es su caso, siente remordimiento y pesar. Se siente desdichado y
cargado con un peso enorme. Desearía no haber hecho o dicho lo que hizo o
dijo. Se siente culpable y negativo. Estos sentimientos pueden impedirle,
como si fueran un lastre, elevarse para hacer realidad todo su potencial.
Pueden hacer que sienta que no merece las cosas buenas de la vida y ser la
causa de que sabotee su propio éxito.
Usted no es la misma persona. La persona que es hoy y la que hizo o dijo esas
cosas en el pasado no son las mismas. La que es usted hoy es más sabia y tiene
más experiencia. La persona que es hoy nunca haría lo que hizo la que era en
el pasado. No puede continuar castigando a la persona que es hoy,
lamentando continuamente lo que esa otra persona hizo mucho tiempo atrás.
El remordimiento y el pesar no son signos de responsabilidad o conciencia.
En realidad, son debilidades que le impiden avanzar. En lugar de
«reconcomerse», dígase: «Me perdono por lo que hice y me libero. Aquello
fue entonces y esto es ahora».
Siempre que piense en algo que hizo en el pasado y que todavía hoy hace
que se sienta descontento, perdónese y olvide.
Un bloqueo importante
Muchas personas estarán de acuerdo en que deben perdonar a todos los que
las han herido en el pasado. Pero al mismo tiempo, igual que un jugador que
oculta cuidadosamente sus cartas, se reservan una pequeña zona en la que se
niegan a perdonar. Deciden que perdonarán casi a todos los que pueden
recordar, aunque una persona les hizo tanto daño que no pueden permitir
que se libre sin más.
Pero aferrarse a esta única emoción negativa, negándose a perdonar a esta
única persona o lo que sucedió en aquella situación, es suficiente para socavar
y destruir todas sus esperanzas y sueños de salud, felicidad y realización
personal.
Imagine que se ha comprado un coche de lujo, recién salido de fábrica,
maravillosamente construido y dotado de una ingeniería de precisión en cada
detalle. Sólo hay un problema. Durante el proceso de fabricación, una de las
piezas se ha instalado mal, haciendo que una de las ruedas delanteras se
bloquee y no gire cuando aprieta el acelerador. Imagine ahora que entra en
ese coche nuevísimo, lo pone en marcha y pisa el acelerador. ¿Qué pasaría? El
coche giraría alrededor de esa rueda delantera. Las ruedas traseras lo
impulsarían hacia delante, pero sólo se movería en círculos, sin avanzar en
absoluto.
Esto es lo importante; incluso si sólo tenemos un único bloqueo en lo más
profundo de nuestra mente —una emoción o recuerdo negativos de una
experiencia anterior dolorosa—, algo que no podemos perdonar, nuestra vida
girará en círculos indefinidamente. Por mucho que nos esforcemos en el
exterior, no haremos la clase de progreso que deberíamos estar haciendo en
nuestra vida familiar, con nuestros hijos, en nuestro trabajo, nuestra salud o
nuestra situación económica. Y cuantos menos progresos hagamos, más
descontentos nos sentiremos.
En psicoterapia, el paciente suele tener un único bloqueo importante
oculto en lo más recóndito de su mente, que se manifiesta en sus sentimientos
de ira, depresión, irritación, egoísmo, arrogancia, inseguridad y falta de
merecimiento. Todo el proceso de la psicoterapia consiste en ir eliminando
las capas de dolor hasta que psicoterapeuta y paciente llegan finalmente a ese
factor individual importante que está bloqueando el progreso. Una vez que se
ha identificado y se ha hecho frente a ese factor, el paciente quedará libre de
repente.
Hágalo
Por suerte, este puede ser un proceso sencillo. Puede telefonear a esa persona
ahora mismo y decir: «Hola, soy ________ y sólo quería llamarte para decirte
que siento lo que sucedió y que espero que me perdones».
No importa cómo responda esa otra persona. Quizás estalle y se ponga
furiosa. Quizá le cuelgue el teléfono. Pero, sorprendentemente, también
puede decir: «Me alegro de que me hayas llamado. Acepto tus disculpas. ¿Por
qué no almorzamos juntos un día de estos?»
Hay personas que han estado distanciadas durante años y que se han
aproximado de nuevo y han vuelto a ser amigas porque una de ellas tuvo la
fuerza de carácter para decir: «Lo siento».
Quizá sea incluso mejor que vaya a ver a esa persona, si es posible. Como
mínimo, puede sentarse y escribir una carta de disculpa y enviarla por correo,
o enviarle un correo electrónico.
Resista la tentación
Hay un punto clave respecto a disculparse: resista la tentación de contar su
versión de la historia, defenderse o justificar su conducta. Limítese a aceptar
la responsabilidad y diga: «Lo siento», y déjelo así. Si empieza a justificar y
racionalizar su conducta, corre el peligro de «recuperarla» y socavar el
propósito de la disculpa, que es liberarse.
Finalmente, si cree que es necesario y correcto, ofrezca una compensación
o indemnización de algún tipo. Sea generoso. Recuerde, en la vida cometemos
muchos errores, pero nunca podemos ser demasiado bondadosos ni demasiado
justos.
Su capacidad para perdonarse y perdonar a los demás sin tardanza y con
frecuencia, y de negarse a cultivar agravios o tener sentimientos negativos
hacia otros le pondrá del lado de los ángeles. El perdón lo hará libre, liberará
sus energías y lo convertirá en una persona totalmente positiva. Pruébelo y
verá.
AHORA HAGA ESTO
Seleccione una persona de su pasado que siga despertando ira y emociones
negativas en usted, cada vez que piensa en él o ella. Seleccione el peor
recuerdo negativo que conserve.
Use a esta persona y este sentimiento de ira y culpa como prueba de fuego.
Desde este momento, empiece a perdonar a esa persona cada vez que piense
en él o ella. Acepte que usted fue parcialmente responsable de lo que sucedió.
Siga bendiciendo, perdonando y deseando lo mejor a esa persona hasta que
toda la ira y la negatividad se disuelvan y desaparezcan.
Luego, haga una lista de todas las personas con las que todavía sigue
furioso. Recorra la lista y perdone a cada una hasta que se sienta totalmente
en calma, relajado y en paz.
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4. Alimento mental positivo: Del mismo modo que su cuerpo está sano en la
medida en que come alimentos saludables y nutritivos, su mente está sana en
la medida en que la alimenta con «proteína mental», en lugar de «chucherías
mentales».
Lea libros, revistas y artículos que eduquen, inspiren y motiven. Nutra su
mente con información e ideas edificantes, que le hagan sentir feliz y confiar
más en usted mismo y en su mundo.
Escuche cedés y programas de audio, positivos y constructivos, en el coche
o en su MP3 o iPod. Nutra su mente continuamente con mensajes positivos
que le ayuden a pensar y actuar mejor y hagan que sea más capaz y
competente en su campo.
Vea deuvedés positivos y educativos, programas de televisión educativos,
cursos online y otros materiales edificantes que aumenten sus conocimientos
y hagan que se sienta bien consigo mismo y con su vida.
Actuar lo es todo