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Nº 28

Octubre de 2015

Revista de filosofía, política, arte y cultura

Centro Cultural de la Universidad del Tolima


Revista del Centro Cultural de la Universidad del Tolima.

Rector
Dr. José Herman Muñoz Ñungo

Director
Julio César Carrión Castro

Editores
Johan Sebastían Gutiérrez Mosquera
José Hernán Castilla Martínez

Consejo Editorial
Boris Edgardo Moreno
César Augusto Fonseca Árquez
Gabriel Restrepo Forero
Jamir Eduardo Güiza Beltrán
Javier Vejarano Delgado
Manuel León Cuartas
María Angélica Mora Buitrago
María Victoria Valencia Robles

Diseño y diagramación
Leonidas Rodríguez Fierro

Impresión
León Gráficas Ltda.

Tiraje 2.000 ejemplares

Dirección postal: Centro Cultural Universidad del Tolima Barrio Santa Helena - Ibagué
Teléfono: (+)57-8-2669156 - Ibagué
Correo electrónico: [email protected]
Fundamentos hermenéuticos de la literatura (en torno al nihilismo y el Poeta Doctus)

César Vallejo y “La muerte de Dios”*


…sank abwärts, abendwärts, schattenwärts,
von einer Wahrheit verbrannt und durstig-
-gedenkst du noch, gedenkst du, heises Herz
wie da du durstetest?-
dass ich verbannt sei
von aller Wahrheit!
Nur Narr! Nur Dichter!
Nietzsche, Dyonisos-Dithyramben**

N
ada delata tan claramente la per-
plejidad de la ciencia literaria al
uso ante la obra poética de César
Vallejo*** como la pertinacia con la que
se registran las supuestas ramas del árbol
genealógico del peruano. Juan Larrea lo
hace descender de Nerval, Whitman, de
Rubén Darío y de las inspiraciones del
ultraísmo que él, Larrea, su présbitero y su
profeta, le transmitió en fechas y lugares
precisos. Otros agregan al nombre de Darío
los de Leopoldo Lugones, Julio Herrera y
Reissig, el Mallarmé traducido por Rafael
Cansinos-Assens y sin mayor precisión, lo
de los colaboradores, entre ellos Larrea, de
la revisa Cervantes, que dirigía en Madrid

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el prolífico Guillermo la Torre, y hasta se
llega a buscar antecedente de alguna frase
en la literatura clásica española1. A la mi-
nuciosa comprobación sigue, en los casos

*
Publicado en Cuestiones. México: Fondo de Cultura Económica, 1994. Transcrito de César Vallejo y la muerte de
Dios, Bogotá: Panamericana Editorial, 2000.
**
Se hundió hacia abajo, hacia la tarde, hacia la sombra, / quemado por una verdad y sediento / -piensas aún,
piensa, cálido corazón, / ¿cómo estabas de sediento?- / que yo esté desterrado / de toda verdad! / Sólo bufón, sólo
poeta (Nietzsche: Ditirambos de Dionisos) Werke, ed. Schlechta, München, Hanser, 1955, vol.II, p. 1239.
***
Los textos de Vallejo se citan según la edición: Obra poética completa, Lima, Moncloa editores, 1968.
AV 3 = Aula Vallejo –N. 5-7. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, 1967.
Abril (1) = Xavier Abril, Vallejo, ensayo de aproximación crítica, Front, Buenos Aires, 1958.
Abril (2) = Xavier Abril, César Vallejo o la teoría poética, Madrid, Edit. Taurus, 1962.

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en los que el exegeta no se satisface con gración universal, objeto de emocionados
esos juegos de biblioteca, la desorientada homenajes en la América que lo empujó al
reserva. El material recogido con tanto exilio voluntario y que ante la dimensión
esfuerzo parece no bastarles ni para clasi- de su poesía no tuvo entonces otra cosa
ficar convincentemente a Vallejo entre los que ofrecerle que el habitual y un poco
poetas que descienden del modernismo o azorado silencio.
de alguna otra tendencia contemporánea
ni para responder a la pregunta por la es- Sería inútil detenerse en estas minucias.
tructura y por el significado de su poesía. Sería ocioso querer demostrar que en la
Ante semejante problema y frente a tan li- obra de Vallejo subyacen un exacto co-
liputiense gigantomaquia -que hace pensar nocimiento y una asimilación crítica de
en un verso del poeta andino: “le pegaban la estética de su tiempo. Sería superfluo
todos, sin que él les haga nada”- suele darse hacerlo porque no sólo sus escritos sobre
el salto mortal hacia los temas rutinarios de arte y literatura, desde su tesis juvenil so-
la muerte, de la angustia, del tiempo, de lo bre El romanticismo en la poesía castellana
cósmico, de lo telúrico que, como residuos (que no tiene el valor de una tesis de la
de un existencialismo vulgar, diluyen la Sorbona, con cuya medida la juzga falsa-
figura del poeta en un fatigante purgatorio mente Coyné) hasta los ensayos que envió
de lugares comunes. A esta imagen, un desde París a las revistas limeñas Mundial
tanto comercial, de la poesía de Vallejo se y Variedades, sino también y justamente
agrega la que paralelamente han trazado de el milimétrico trabajo de quienes se han
su persona algunos biógrafos. Fundados, ocupado de sentar la contabilidad de sus
quizás, en el desamparo resignado con el lecturas, demuestran lo que los intérpretes
que Vallejo habla de sí en sus poemas y de no han buscado demostrar: que Vallejo fue
la pobreza que él mismo escogió y que, tam- tan docto y consciente de su trabajo poético
bién, el mundo le impuso, describen ellos como lo fueron, por ejemplo, el difícil José
una figura angustiosa golpeada por todos María Eguren o el inexplicablemente popu-
los destinos, extremadamente espontánea lar Rainer Maria Rilke, por sólo citar dos
en su expresión, inconsciente, de suscepti- nombres al azar. En contra de los supuestos
ble sensibilidad animal, cholo al fin, quien sobre los que se funda la desfigurada ima-
pese a su raza y a su condición social fue gen de Vallejo, “sin entrenamiento” como
favorecido por algún poder sobrenatural, apunta en una ocasión Larrea2, es preciso
sólo inclinado hasta entonces a iluminar a más bien partir del hecho de que sólo esa
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otras razas y a otras clases. penetrante conciencia de su labor poética


es la que permite explicar su asimilación y
La conclusión que de tanto esmero biblio- transformación del modernismo y de otros
gráfico y de tanto escondido alarde de cari- posibles “ismos” en Los heraldos negros, la
dad social parece imponerse, es asombrosa. que contribuye a despejar los problemas
El inculto y espontáneo César Vallejo, el que plantea el sorprendente Trilce y a con-
pobre cholo herido por algún difuso dolor, cebir los libros finales, junto con la obra
fue sólo el producto de la beneficiencia en prosa, como una consecuente y rigurosa
literaria y de algunas circunstancias insó- unidad, no pues como la azorada, dispersa
litas en la corte de las letras virreinales de y a veces improvisada manifestación lírica
la América española. Fue, en el mejor de de algunas obsesiones sembradas en Vallejo
los casos, un “milagro” y hoy, tras la consa- por una inspiración cualquiera.

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lógico señaló José Carlos Mariátegui3 sea


ante todo la expresión de una experiencia
universal; de una experiencia que sobrepasa
y determina las experiencias individuales y
comunes del amor, de la muerte temida, de
las penas, de los “golpes tan fuertes en la
vida”, de los recuerdos y de las nostalgias,
y que en Los heraldos negros se refleja no
sólo en las imágenes de cada poema y en la
totalidad de lo que se quiere expresar en el
libro, sino de modo fácilmente perceptible
en su lenguaje poético.

Entusiasmada con una interpretación de-


masiado empírica de Vallejo y en general
de la lengua literaria -una interpretación
que, por ejemplo, explica el desdobla-
miento paranoico de Balta, el personaje
de Fabla salvaje, acudiendo a la supuesta
familiaridad que pudo tener Vallejo con
los casos patológicos frecuentes producidos
por las alturas andinas o que pregunta si
En efecto, no es difícil percibir, en la cons- algún cementerio de Poemas humanos es
tancia de algunos motivos de su lírica y de el de París o el de Santiago de Chuco4-, la
su prosa y en la muy consciente rebeldía de mayoría de los exegetas del peruano no ha
su lenguaje, como Vallejo logra mantener querido reparar suficientemente en que el
en incesante plenitud la conjunción de lenguaje de Los heraldos negros está incon-
emotividad y cálculo de la palabra, cómo el fundiblemente acuñado por las escenas
poeta logra encontrar para los cuadros que de la Historia Sagrada y en especial por la
brotan de sus excitadas visiones la expresión más familiares de la vida y de la pasión de
adecuada y concisa y cómo, en fin, todo ello Jesús5. Vallejo llama, por ejemplo, a la luna
adquiere en Los heraldos negros, pero no me- “roja corona de Jesús” y le dice que a “fuerza

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nos en el aparentemente dislocado Trilce, de volar en vano,/ te holocaustas” (Ibid).
la figura de una imagen nítida, construida Habla del “rosado Jordán” y recordando a
detalladamente y no compuesta de simples la serpiente del Paraíso y a los indignados
y milagrosas casualidades. Esta disciplina- latigazos que dio Jesús es el templo, dice
da armonía de emotividad y cálculo, de del cuerpo de una mujer que “ondea, como
tumultuosas visiones y cumplida voluntad un látigo beatífico/ que humillara a la ví-
de construcción -que, por lo demás, es el bora del mal”; evoca los “blancos caminos
presupuesto elemental de toda gran lite- redentores” y “los arranques murientes de
ratura- es la que da sentido trascendente una cruz” (Ibid) y al mencionar los pies
al supuesto nativismo de su primer libro, de la Linda Regia del poema “Comunión”
la que hace, pues, que Los heraldos negros, refunde en una sola imagen dos episodios
conservando el carácter de poesía auténti- cronológicamente lejanos entre sí de la vida
camente peruana que con entusiasmo ideo- del Crucificado:

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¡Tus pies son las dos lágrimas en una sepultura/los dos nos dormiremos
que al bajar del espíritu ahogue, como dos hermanitos”. En otros poemas
un Domingo de Ramos que entré al Mundo, es el poeta el que se confunde con Jesús, la
ya lejos para siempre de Belén! hostia con la amada, María con la madre, la
Magdalena y la Samaritana con la hermana
Son muy pocos los poemas de Los heraldos y la amada o el “hogar, sin estilo fabricado”
negros en los que no ocurre este lenguaje. En se remonta a Babel. Aún en los poemas de
la primera línea de “Nervazón de angustia” “Nostalgias imperiales”, en los que el tema
pide una “dulce hebrea” que desclave su indígena parece desplazar del todo a las
“tránsito de arcilla” -una evidente y concisa imágenes de la Historia Sagrada, asoman
referencia a la Encarnación y a la Crucifi- Lázaro, el Apóstol o la “eucaristía de una
xión en una sola imagen- y más adelante chicha de oro”.
dice “Regreso del desierto donde he caído
mucho” y exclama: “sinfonía de olivos, Este lenguaje, estas identificaciones y entre-
escancia tu llorar”. Y revive a Judith en la cruzamiento de imágenes acuñados por la
expresión “judithesco azogue”. En otros Historia Sagrada y la vida y pasión de Jesús,
poemas surgen Holofernes, la “caridad permiten conjeturar que el “argumento de
verónica”, un “pañuelo apocalíptico”, la la obra”, Los heraldos negros, consiste en
una repetición del acontecimiento de la
Magdalena (por ejemplo), la Dolorosa,
Crucifixión y de las partes relevantes de su
la huida a Egipto, viernesantos, hostias,
prehistoria (la frase “tránsito de arcilla” su-
parábolas, trozos de doctrina cristiana del
giere también el barro del Génesis, no sólo
catecismo, y el pan, como símbolo de la
la Encarnación), pero no con el propósito
Eucaristía.
de elaborar una poética, muy terrenal y
en ocasiones algo blasfema Imitación de
Al lenguaje poético corresponde el mundo
Cristo, sino con el intento de recrearla con
de las imágenes. De modo semejante a
una mirada infantil que le permita, como
como Vallejo refunde en el lenguaje esce-
en un fúnebre juego de niños, reservarse
nas dispersas de la Historia Sagrada y de el privilegio de ser Cristo o el mal ladrón,
la pasión de Jesús, en las imágenes de sus de repartir calvarios y cruces, coronas de
poemas entrecruza y combina los cuadros espinas y penas, de designar en cada caso a
de ese sacro acontecimiento. En uno de quien toca el papel de María como madre
estos poemas, por ejemplo, “El poeta a su o como amada, de la Magdalena como
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amada”, que en su tiempo provocó la ira- amada o como hermana, del padre que
cunda incomprensión del pontífice crítico ausculta, como José, la huida a Egipto y
de turno, Clemente Palma, el beso que re- de las otras máscaras en el sombrío vierne-
cuerda el poeta lo ve como la crucifixión de santo, mezclado de Jueves Santo pero sin
la amada “sobre los dos maderos curvados” esperanza de Pascua de Resurrección. De
de sus labios, en una noche de septiembre descendencia típicamente romántica -y
en la que “se ha oficiado mi segunda caída”. toda la poesía moderna es, como dice Hugo
El beso y el amor son como una repetición Friedrich, “romanticismo desromantizado”-
del Gólgota, la amada confunde sus con- lo que hace Vallejo en Los heraldos negros
tornos con los de Jesús, pero el que cae es es construir su teatro del mundo, su altar
el poeta, y a la hora de la consumación, de máscaras sagradas, el Gólgota infantil y
la amada se confunde con la hermana: “Y triste a la vez.

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Sin embargo, el juego de niño no es, pese preocupación de teología doméstica. Valle-
a su inocencia, o quizá por ella, inofensivo. jo mismo indica expresamente el horizonte
En su repetición del Gólgota, Vallejo no es en el cual resulta inteligible el atormentado
un poeta cristiano. Los altares en los que y complejo escenario de su primer libro.
oficia y el templo que él visita para orar no
están consagrados ni siquiera al pascaliano Basta recordar la obra según su disposición
Dios de Abraham y de Jacob, sino a su y, sirviéndose de la cronología establecida
Musa, a su “alma hereje”, en la que canta para algunos poemas por Juan Espejo
“su dulce fiesta asiática / un dionisiaco Asturrizaga, observar el orden dado por el
hastío de café”. Son, pues, los altares y los poeta según los temas, para darse cuenta
templos de la bohemia finisecular, paradó- que en la última parte de la obra son me-
jica combinación del niño que contempla nos frecuentes los peculiares cuadros de
la pasión de Jesús y que a la vez se siente, Historia Sagrada mesclados con recuerdos
descentrado, en una fiesta asiática como un de familia y de provincia, y que cuando
dios griego abrumado por el hastío del café. éstos ocurren emergen entonces rodeados
Sería impropio, empero, deducir de esta de una atmósfera de ausencia, de desolación
bohemia cristiano-griega e infantil que Los y de sepulcro. En cambio, las imágenes que
heraldos negros es un libro voluntariamente traza están penetradas de agresión y de una
blasfemo y de ateísmo desafiante y que cae actitud de enconado reclamo. En “La cena
en el mismo género de las misas negras que, miserable”, por ejemplo, Vallejo da una
por fechas vecinas, se celebraba en alguna versión de la última cena sagrada, en la
literatura hispanoamericana, hoy olvidada, que se espera indefinidamente lo que no
como, por ejemplo, la del popular Eva- se nos debe, a la que nunca habrá de llegar
risto Carriego. El libro no es la expresión la “mañana eterna”, que es un prolongado
de una religiosidad criolla o chola, pero valle de lágrimas al que trajeron al poeta
tampoco una manera de rescatar para un sin preguntarle si quería venir, una última
trivial dolorismo cualquiera solemnidad de cena calladamente apocalíptica por cuya
Dios y del Viacrucis de Jesús, el intento de duración pregunta el poeta con fatigado
rescatar a Dios de las cadenas con las que tono catilinario: “hasta cuándo estaremos
lo han atado los filósofos para hacer de él esperando”, pero con la certeza de que ésa es
un Dios que también sufre, que se sienta a una pregunta vana porque ese alguien que
la mesa con la familia o en el café con los en la cena “ha bebido mucho” y “se burla y

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amigos y que comparte con los hombres las acerca y aleja de nosotros” no sabe, o sabe
penas cotidianas. Vallejo no fue un pobre menos que nadie, ese oscuro “hasta cuándo
teólogo existencial de Santiago de Chuco, la cena durará”. Esta incierta, indefinida
y sin en su poesía hay algo de teología, ésa espera es como una tumba, y la repetición
es, más bien, la que discutió con hondura del Gólgota acontece dentro de sus muros
y con pasión humana Manuel González iguales a los de una cárcel sobre la que
Prada -a quienes buscan fuentes se les ha penden con deprimente presencia la culpa
escapado el artículo “La vida y la muerte” de gratuita y la injusticia universal: la culpa
Páginas libres, en el que hay pensamientos gratuita de quien ha venido a participar en
que parecen resonar en muchos poemas un sacrificio al que él no ha querido venir
de Vallejo-. La repetición del Gólgota en y en el que él no tiene parte y la injusticia
Los heraldos negros, ese fúnebre juego de universal que se comete con el hombre por
inocencia infantil, está más allá de cualquier el simple hecho de ser hombre. El horizonte

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en el que se repite el Gólgota es, de esta que hoy no sabe ser Dios porque no ha sido
forma, el de una última cena, el horizonte hombre, y que al jugar la suerte con el “viejo
de las vísperas eternas de la Crucifixión. dado” en el juego de un culpable destino, el
dado decisivo, ya redondo a fuerza de rodar
Más claramente sugiere Vallejo el sentido en la ventana la espera inútil e infinita, sólo
de su poética repetición del Gólgota en el puede parar en un hueco, “en el hueco de
poema “Retablo”, que escrito en lenguaje inmensa sepultura”. El hombre que ya no es
expresamente modernista es un homenaje hijo del Dios frente al Dios que no sabe ser
al “indio divino” (Ortega y Gasset) Rubén y hombre y que por ello no puede ser Dios,
a la vez una concisa interpretación de lo que emerge en la partida del juego, siempre a
en él suscitó el conocimiento, por indirecto pérdida del destino, como Dios mismo: “Y
y de segunda mano no menos profundo, de el hombre sí te sufre: el Dios es él”, escribe
la poesía moderna, en especial de la francesa Vallejo con tono de airado reproche. El
que afamó Rubén Darío. Aparentemente es Dios de “Los dados eternos” es el Dios que
un canto a la poesía y al templo de la “dulce ya no es Dios, barro pensativo o creatura sin
Musa”, en el que oficia Darío, “que pasa Creador. Por eso, el paso siguiente es el que
con su lira enlutada” seguido de su corte da en “Los anillos fatigados”: señala a Dios
de imitadores. En el fondo, los otros poetas Con “el dedo deicida”. En el último poema
del templo “brujos azules” que hacen sus del ciclo, “Espergesia”, Vallejo afirma que
oficios, dan al poema un sentido más hondo él nació un día que Dios “estuvo enfer-
que el de un simple homenaje al “Darío de mo, grave”. La última cena infinitamente
las Américas celestes”. Pues prolongada, las inacabables vísperas del
Viacrucis en el seguro presentimiento de
como ánimas que buscan entierros de oro una muerte sin fin, el “monótono suicidio
absurdo de Dios”, el gesto con el “dedo deicida”,
aquellos arciprestes vagos del corazón, son imágenes que dan el sentido a toda
se interna, y aparecen… y, hablándonos la obra, que explican aquellos “golpes tan
de lejos, fuertes… Yo no sé / Golpes como del odio
nos lloran el suicidio monótono de Dios! de Dios”, y que permiten descifrar el sig-
nificado del título: los heraldos negros no
Otros dos poemas, “Los dados eternos”, son sólo aquellos que nos manda la muerte,
dedicado significativamente a Manuel son también una imagen de los Jinetes
González Prada, y “Los anillos fatigados”, del Apocalipsis, del fin del mundo en su
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complementan la visión de “Retablo”. escenario de infantil y fúnebre repetición


Aunque los exegetas han fijado las fuentes del Gólgota. Son imágenes que usa Vallejo
de uno y otro (Mallarmé, para el primero, para formular y articular lo que ha sucedido
el Zaratustra de Nietzsche, para el segundo, en la historia del espíritu europeo, por lo
a los que habría que agregar el ya citado menos desde aquel discurso visionario de
artículo de González Prada) los poemas se Jean Paul sobre “que Dios ha muerto”, sin
explican por sí solos y por el contexto ge- duda desde Nietzsche, evidentemente desde
neral en que se encuentran. En el primero el Absoluto de Mallarmé y que se conoce,
dice el poeta a Dios que el hombre, “este con palabras de Hegel, como “la muerte de
pobre barro pensativo”, no es hijo de un Dios”. Como en los poetas y filósofos que
Todopoderoso que no tiene “Marías que se lo antecedieron, en Vallejo la experiencia de
van”, que no sufre desengaños amorosos, y este acontecimiento, la “muerte de Dios”,

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no constituye un postulado de ateísmo. en busca de información a quienes la con-


Vallejo, de quien Thomas Merton ha dicho figuraron con angustia o con indiferencia,
con certeza que “es un gran poeta escato- con terror o temblor en el pensamiento y
lógico, con un sentido profundo del fin y, en la literatura del siglo XIX: a Hegel, a
además, de los nuevos comienzos (acerca JeanPaul, a Heine o Nietzsche, a Dostoie-
de lo que no se expresa6” y quien rechazada vskia o Rimbaud o a los poetas franceses de
todo lo conceptual, no pretende demostrar la llamada “agonía romántica” (M. Praz),
la verdad o la falsedad de una fórmula o la no sólo porque algunos de ellos no fueron
existencia o inexistencia de Dios. Sus cua- fuentes directas de Vallejo -siguiendo en
dros de la Crucifixión carecen de teología, este caso la falsa creencia de que la fijación
porque son la negación de toda teología de fuentes explica ya una creación poética-,
con sus órdenes lógicos, sus jerarquías de sino porque Vallejo mismo lo sugiere con
ángeles hechos de conceptos y su cielo aris- nitidez ya en Los heraldos negros y lo con-
tótelico. Aunque Vallejo repite la historia vierte en el supuesto y en la sustancia de su
sacra del Gólgota, el Viernesanto poético segundo libro, Trilce,dándole a su manera
sin resurrección, esas escenas de la muerte un alcance semejante al que tiene en todos
de Dios, pintados con su inocencia infan- los grandes poetas y pensadores de la mo-
til, no se insertan en ninguna corriente de dernidad, si bien constituye Vallejo dentro
irreligiosidad o ateísmo. Él no las concibe de esta corriente una cumbre peculiar. En
como una refutación o como un postulado, el último poema de Los heraldos negros,
sino como la desnuda expresión de una “Espergesia”, escribe:
experiencia, esto es, la del hecho histórico
de la “muerte de Dios” que lloran los “vagos Todos saben que vivo,
arciprestes” y que acontece “ya lejos para que mastico… Y no saben
siempre de Belén”. por qué en mi verso chirrían
oscuro sinsabor de féretro,
Para precisar el sentido de esta experiencia luyidos vientos
universal, que es el motor de la poesía de desenroscados de la Esfinge
Los heraldos negros, no es necesario acudir preguntona del Desierto.

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Todos saben… Y no saben tuvo que preguntarse: “¿Pero por qué habrá
que la Luz es tísica, escrito Trilce Vallejo?” Ante el vacío con
y la Sombra gorda… el que críticos más o menos avisados que
Y no saben que el Misterio sintetiza… Sánchez honraron la aparición de Trilce,
que él es la joroba Vallejo confesó en una carta a su amigo
musical y triste que a distancia denuncia Antenor Orrego: “El libro ha nacido en el
el paso meridiano de las lindes a las Lindes. mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo
toda la responsabilidad de su estétca. Hoy, y
Aunque el mundo de la “muerte de Dios” más que nunca quizá, siento gravitar sobre
es como un sepulcro; aunque es noche y mí una hasta ahora desconocida obligación
orfandad universal en la que sus versos sacratísima de hombre y de artista: la de ser
“chirrían” el oscuro sinsabor del féretro y libre. Si no he de ser hoy libre, no lo seré
los vientos desgastados de lo incógnito, ese jamás. Siento que gana el arco de mi frente
mundo no es por ello el de un paisaje sólo su más imperativa fuerza de heroicidad.
terrible e inhumanamente sombrío. En esa Me doy en la forma más libre que puedo
infinita noche sin Dios, en el paisaje desfi- y ésta es mi mayor cosecha artística. ¡Dios
gurado que ya no tiene su centro ordenador, sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi
las sombras configuran también perfiles libertad! ¡Dios sabe cuánto he sufrido para
bufonescos: la Luz es tísica, la Sombra es que el ritmo no traspasara es libertad y
gorda y el Misterio -que visita los últimos cayera en el libertinaje! ¡Dios sabe hasta
poemas del ciclo con aire sacral- que ha- qué bordes espeluznantes me he asomado,
bitualmente constituye el límite de toda colmado de miedo, temeroso de que todo se
operación racional, cumple justamente la vaya a morir a fondo para mi pobre ánima
tarea más específicamente racional, la de viva!”7 ¿Cuál fue esa libertad conquistada y
sintetizar, y que además ese Misterio con- cuáles esos bordes espeluznantes a los que,
cebido corrientemente como un venerable colmado de temor, se asomó Vallejo? Por
arcano, es una jornada musical y triste. El el contexto de las líneas cabría conjeturar,
mundo de la noche del Dios muerto es como se ha hecho8, que la libertad de que
también un mundo “al revés”, deformado, habla aquí Vallejo es la liberación de los mo-
bufonesco. Es el mundo de Trilce. delos literarios que lo precedieron y del len-
guaje que había manejado en Los heraldos
Cuando la obra apareció, en medio de la negros, liberación, pues, del “modernismo”.
más desaforada apoteosis del clásico “bar- Empero, no es sólo esta libertad formal, in-
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do” de América, José Santos Chocano, a negable en Trilce, a la que se refiere el poeta.
quien el Concejo Provincial de Lima co- La libertad que ahora experimenta Vallejo,
ronó “con el laurel sagrado de Apolo que la que le causa el terror y la que pone sobre
Grecia reservó a los poetas y a los héroes” su frente la fuerza imperativa de heroicidad
(así decía la prensa entonces), ella provocó, es la libertad del hombre tras la muerte de
comprensiblemente, uno que otro comen- Dios, la libertad del que vive en el “mundo
tario atónito. Luis Alberto Sánchez, quien al revés”, la del desamparo que inaugura
tampoco había captado el sentido de Los el “paraíso de la tristeza”, para decirlo con
heraldos negros (a diferencia de Antenor Rimbaud. Por esto, las audacias del lenguaje
Orrego), solamente alcanzó a comprobar de Trilce, más que arbitrariedad vanguardis-
“el enmarañamiento, lo oscuro, y lo difícil e ta o el sello de inscripción en la mitología
incomprensible de este caprichoso Trilce” y ultraísta-mundo-novista de Larrea, son el

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esfuerzo de nombrar lo innombrable, de de su profano Viacrucis, no significan la


llevar el lenguaje de la comunicación hasta búsqueda de un refugio en la ternura tibia
el límite en el que todo lenguaje, más allá del hogar. Estos motivos, más bien, se en-
o más acá del balbuceo infantil, pierde su tretejen en la visión dislocada de Trilce, en
función comunicativa y se convierte en un sus explosiones verbales, en una gramática
clamoroso testigo de la real incomunicación que parece anular las funciones propias de
entre los hombres. La semejanza que en el los vocablos y que descompone los sonidos,
ritmo, en la atrevida metáfora, en una cierta en los ritmos cortados, en los puntos fina-
rebeldía, tienen las audacias del lenguaje les que cierran la mayúscula final de una
vallejiano de Trilce con las que dictó la palabra, puesta así como si Vallejo quisiera
supuesta revolución poética de la vanguar- dar a entender gráficamente que la palabra
dia en los países de lengua española -casi está vestida al revés; se enmarcan, pues, en
siempre puro y simple ingenio irritado- no un lenguaje en el que los tiempos verbales
justifica el considerar a Vallejo como un viven en discordia, en el que los abundantes
poeta más, el de mayor solidez en el Perú, sustantivos parecen moverse como adjeti-
de esas irracionales modas. La poesía de vos, y viceversa, que está lleno de acusativos
Vallejo nada tiene de la pasajera frivolidad griegos; un lenguaje frente al cual el lector
de los vanguardistas de su tiempo, nada, sólo encuentra, como primera guía de
pues, de “greguerismo” despotenciado, o comprensión, algún giro coloquial o una
del seudometafísico greguerismo de ban- simple, modesta exclamación familiar. Al
dera que hoy sobrevive aún, en Larrea. lado de estos motivos familiares, partícipes
Nada tiene del gesto de épater le bourgeois ahora de la danza arbitraria y modificados
que distingue, por ejemplo, a un Alberto sustancialmente por su contexto, hay en
Hidalgo. Éste, siguiendo las huellas del Trilce un número mayor de imágenes y
inconcebible Marinetti, cantaba con voz metáforas que despiertan el recuerdo de
destemplada que el mundo estaba bien, y Quevedo, el “instantáneo abuelo de los
que estaría mejor con el “Músculo, la Fuer- dinamiteros”, como lo llamó Vallejo, y que
za y el vigor” y creía, con su gesto de snob no son el resultado casual de la arbitrarie-
provinciano, que el cambio de sensibilidad dad con que se mueve el lenguaje, sino la
en la nueva poesía consistía en glorificar la expresión de una clara voluntad de sátira.
técnica, en traducir en metáforas los hilos O, si se quiere, más que voluntad es el ne-
del telégrafo, el acero de la locomotora, los cesario resultado del dislocamiento, de la

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tranvías eléctricos, las casas de cien pisos y disonancia y de la desfiguración del mundo
los barcos transatlánticos. Nada de eso y ni sumido en la noche infinita de la muerte
siquiera las grafías de la vanguardia mueve de Dios. La sátira de Trilce es consecuencia
o inspira la poesía de Trilce. Vallejo no ve de la peculiar repetición del Gólgota de
el mundo representado en la velocidad de Los heraldos negros. Inserta en el lenguaje
una motocicleta, como Hidalgo, sino más dislocado y recubierta por las imágenes de
bien como una danza de la arbitrariedad, la orfandad, la sátira de Trilce parece diluirse
como algo desvertebrado y nocturno, como en las metáforas o en la mansedumbre de
un círculo de “anillos fatigados” y de frag- los giros coloquiales y suele pasar, por eso,
mentos en permanente destrucción. inadvertida. Sin embargo, basta comparar
algunos poemas de Los heraldos negros
En Trilce, los motivos familiares de Los con poemas de Trilce que tienen un tema
heraldos negros, despojado ya del marco común para comprobar que la diferencia

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entre unos y otros no radica en que las la b de volver, las vvv repetidas en volver,
imágenes y las metáforas de los primeros parecen insinuar, aquí como en otros poe-
son menos audaces que la de los segundos y mas, la intención de burlona agresividad
de lenguaje menos desarticulado, sino más del poema. Como en un juego de preguntas
bien en la intención agresiva que reduce y y respuestas en las que las unas son tan
desfigura el objeto del tema y que convierte degradantes como las otras, dice Vallejo:
a la imagen en medio de expresión satírica.
En “Capitulación” Vallejo canta el acto del Vusco volvvver de golpe el golpe.
amor -en él siempre lleno de desengaño- Sus dos hojas anchas, su válvula
con términos aún tiernos: que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
Anoche, unos abriles granas capitularon su condición excelente para el placer,
ante mis mayos desarmados de juventud; todo avia verdad.
los marfiles histéricos de su beso me ha-
llaron Busco volver de golpe el golpe.
muerto; y en un suspiro de amor los en- A su halago, enveto bolivarianas fragosi-
jaulé. dades
a treintidós cables y sus múltiples,
La imagen primaveral del encuentro no se arrequintan pelo por pelo
pierde, antes por el contrario, adquiere soberanos belfos, los dos tomos de la Obra,
relieve por el contraste que establece entre y no vivo entonces ausencia,
los fervores de la amada y la amarga frialdad ni al tacto.
del amante:
Y un giro coloquial le sirve para rematar al
…pobres sus armas; final la injuria triste:
sus velas cremas que iban al tope en los
sabores desque la mujer esta
espumas de un mar muerto. ¡cuánto pesa de general!

En cambio, en Tr. IX, no sólo ya no hay La comparación no sólo hace patente la di-
ese contraste, sino que los versos son una ferencia del tratamiento del tema amoroso.
burlona exaltación del desengaño previo a Los dos poemas revelan igual voluntad de
todo acto amoroso, una desafiante aunque metáfora, el desengaño ingénito al amor es
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nostálgica sátira de lo que, pese a toda el mismo. Pero en Tr. IX, la consideración
amargura, podía comparar en Los heraldos de la mujer como cosa o animal: “su con-
negros con un encuentro entre “abriles dición excelente para el placer” y la califi-
ganas” y “mayos desarmados”. En Tr. IX cación de su respuesta a los halagos como
no hay siquiera la tierna compasión por “bolivarianas fragosidades”, la imagen de
la pobre amante que vanamente cree en la unión como dos “soberanos belfos, los
el amor. Más bien lo contrario: el poeta la dos tomos de la Obra” y el gesto peyorativo
contempla como un simple animal y no es que implica el giro coloquial “desque…”
casual que en una línea, en la que manifiesta indican en forma inequívoca que en Trilce
su deseo de no repetir el encuentro, diga el tema del amor se ha cristalizado en la
que “no ensillaremos jamás el toroso”. Aun figura de la mujer a la que él degrada, vitu-
la ortografía: la v con la que escribe busco, pera y desfigura, es decir, satiriza. De igual

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Fundamentos hermenéuticos de la literatura (en torno al nihilismo y el Poeta Doctus)

manera es satírica la mención de la Venus deforma a todas las figuras del paisaje y
de Milo y una alusión al matrimonio, entre que requiere, para que se nombre tal expe-
muchas más. riencia en su dimensión, el lenguaje de la
desfiguración satírica. De ahí las semejanzas
Será posible explicar esta misoginia con formales entre el lenguaje de Quevedo en
ayuda de categorías sicológicas o, más sus sátiras y el de Vallejo en Trilce, de ahí
exactamente, siquiátricas. Pero a ellas se las coincidencias por las preferencias de
les escaparía el hecho de que en los sa- ciertos objetos de la sátira: obispos, la cal-
tíricos (Quevedo, pero no menos Swift) vicie, el hombre como moscón, ciudades
uno de los temas estructurales de su obra como personas desfiguradas, difuntos con
es justamente la mujer y que en Vallejo dientes abolidos. Es, pues, la sátira la que
es una fatalidad, de su visión del mundo le da fuerza al lenguaje, la que da a Trilce
desfigurado, la forma de subrayar su de- su valor específico, más allá de cualquier
formación y disonancia. Pues la mujer y ingenio de la vanguardia o que cualquier

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el amor constituyen el elemento más lírico “soñolentismo” a lo Dalí, dentro de la lírica
y armónico de un mundo luminoso, y el contemporánea de lengua española. Y es la
improperio al sostén de un mundo tal no sátira, también, la que impide que la negra
hace más que intensificar la oscuridad y el visión de la orfandad en Trilce se convier-
real desamparo de ese mundo. Lo que entre ta en un compasivo sentimentalismo, la
las líneas del vituperio satírico a la mujer que establece un sobrio equilibrio entre
y al amor se oculta es la ausencia de amor, el abandono y el desconsuelo de que está
del amor en general, de la ternura y de la penetrada la obra y la lucidez de la estética
solidaridad entre los hombres. Es la ausen- vallejiana y que, en fin, abre el camino que
cia que nace y se extiende en la noche de va desde este libro (considerado falsamente
la “muerte de Dios” (del Dios considerado como un callejón sin salida, entre otros por
en el mundo cristiano como la certidumbre Monguió) hasta Poemas humanos, Poemas
de un destino amparado por el amor), que en prosa y España aparta de mí este cáliz.

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El melancólico “hombre frenético” que,
como el del Zaratustra de Nietzsche, expe-
rimenta en Los heraldos negros la “muerte
de Dios”, es en Trilce el satírico mundo
desamparado y ausente de amor, y es en
Poemas humanos y Poemas en prosa, con-
secuentemente, un “genial bufón”9. Entre
los dos primeros y los últimos libros Vallejo
ha vivido con conciencia política, y es esta
experiencia la que da ahora a su poesía un
claro tono de agitación, sin que por ello
se le pueda considerar como “poesía de
tesis” o como ejemplo de lo que, equivo-
cadamente, suele llamarse “poesía social”
(pues toda poesía, aún la más hermética, es
poesía social en el sentido que expresa una
experiencia social). El tono de agitación
de Poemas humanos y Poemas en prosa, es
también, consecuencia de su actitud satírica
en Trilce frente a un paisaje humano en el
que la visión de la noche, del desamor y puentes de palabras… / sólo bufón, sólo
de la desarticulación del mundo adquiere poeta”10. Es, pues, el mimo genial, burlón
dimensiones concretas. Aquí Vallejo no es el pero más verdadero que el programático
individuo que padece el nihilismo moderno cortesano de la Verdad.
y que busca refugio en la dolorida soledad
o en la angustia, es decir, el que sufre en Así, Vallejo, vestido de harapos, reclama
forma romántica y abstracta (para decirlo con burlona y desafiante humildad una
con palabras de Hegel) la “muerte de Dios”. piedra inútil dónde sentarse o un pedazo de
En Poemas humanos, Vallejo, penetrado pan, y asegura que pronto se irá. Se disfraza
de amor solidario a todos los hombres, de pequeñoburgués y dice:
busca desenmascarar las configuraciones
específicas en que se manifiesta el cómodo He aquí que hoy saludo, me pongo el
nihilismo (Hotel Abismo, lo llama Georg cuello y vivo
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Lukács) de la modernidad y proponer la Superficial de pasos insondables de plantas.


ilimitada generosidad de todos para con Tal me recibo de hombre, tal más bien me
todos: el individuo para con los otros o, despido
dicho con otras palabras, la humanización y de cada hora mía retoña una distancia.
del hombre, la “sociedad sin clases”. Pero ¿Queréis más? Encantado11.
en estos poemas, Vallejo no enuncia un
programa. No es, para decirlo con palabras Es el bufón al que brotan gestos corteses
de Nietzsche, el que “corteja la Verdad”, -en los que se halla justamente la burla-,
sino “sólo un poeta…”. “¡Sólo bufón, sólo pero que en sus labios adquieren un aire
poeta!/ Sólo hablando lo colorido / saliendo de recatado desprecio: “al cabo, en fin, por
con palabras, plásticamente, de las larvas último” o tanto burocrático “consideran-
del bufón, / montándose sobre mentirosos do” (estas burlas justificarían el título de

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Fundamentos hermenéuticos de la literatura (en torno al nihilismo y el Poeta Doctus)

“Código civil” que, según testimonio de que, si se quiere, es innecesaria la música),


Georgette de Vallejo, se encontraba entre y que no es preciso descifrar en su sentido
sus papeles y que, a diferencia de lo que lógico, que llevan las fechas de los meses y
sobre el “prosaísmo” del título suele pen- de los días en los que cada acontecimiento
sarse hubiera sido perfectamente adecuado anunciaba el “fin final”, epitafios anticipados
a sus intenciones), o esos “qué más da”, de su propia tumba. Vallejo murió de Espa-
pues de todos modos él dará un abrazo ña, y aunque suele interpretarse su muerte
“Emocionado… Emocionado”. Pero en como el resultado de una enfermedad cual-
medio de su sonriente desgarramiento se quiera, no cabe duda de que la causa de su
presenta “albino, áspero, abierto” con una muerte fue España. Al menos cabe aquí la
“idea fija” que le ha “entrado en una uña” frase italiana: se non e vero e ben trovato. Los
y lleno de sensaciones que lo “arrugan” y poemas de España, aparta de mí este cáliz
lo arrinconan, comprueba que vive entre son indescifrables, aunque analizables en
“ladrones de oro”, para luego culminar su sus procedimientos estilísticos, porque lo
burla con este soberano y justo desprecio: que en estos poemas se destaca es su valor
de gesto, el hecho de que Vallejo -quien en
Execrable sistema, clima en nombre del “Intensidad y altura” había escrito: “quiero
cielo, del escribir, pero me sale espuma, / quiero decir
bronquio y la quebrada, muchísimo y me atollo”- haya logrado con-
la cantidad enorme de dinero que cuesta vertir la palabra escrita en ademán sonoro.
el ser
pobre… Cronológicamente anterior a muchos poe-
mas de Poemas humanos y España, aparta de
Y no olvida a la “hermana Envidia”, ni a mí este cáliz, es, sin embargo, la culmina-
las congojas de las familias que en torno ción de la poesía de Vallejo, el eslabón final
al moribundo esperan la hora de los divi- que cierra el ciclo iniciado con su fúnebre
dendos, ni las preparaciones diarias de los Viacrucis infantil en Los heraldos negros.
asesinatos. Con el mismo aire chaplinesco Por eso, al rogar, recordando las palabras
inquiere si ante tanta injusticia y miseria, de Jesús en la hora amarga, “aparta de mí
impuestas por los cortesanos nihilistas de este cáliz”, Vallejo invoca una vez más la
la Verdad, tiene sentido invocar un tropo o inocencia de los niños:
una metáfora, leer a André Breton, hablar

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de Sócrates, ingresar a la Academia; si tiene Niños del mundo.
sentido, pues, el arte. Y responde: Si cae España -digo, es un decir-,
si cae
¿Cómo hablar del no-Yo sin dar un grito?
¿Cómo hablar de los otros, los oprimidos, …si la madre
sin indignarse? España cae -digo, es un decir-,
¿Cómo hablar del yo, sin pensar en los salud niños del mundo : id a buscarla.
otros?
Si cae España… preguntó aún incrédulo,
Himnos de indignación y de solidaridad con Vallejo. Pero la respuesta fue la desolación,
los Pedros Rojas que caían en la España de su y con la caída de España, la de su esperanza,
esperanza son los poemas de España, aparta murió el poeta. Como en el poema “Masa”,
de mí este cáliz. Himnos para cantar (en los de España hubiera querido seguir diciendo:

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Al fin de la batalla, de Schelling, hasta Hegel desfigurado, Dilthey
y muerto el combatiente, vino hacia él un y Milton, parecen impulsarlo a convertir a Va-
llejo en “santo de su devoción”: la de una seudo
hombre mitología llena de “metafísicas” incongruentes,
y le dijo: “¡No mueras, te amo tanto!” de superficiales misticismos, por lo cual las
Pero el cadáver, ¡ay! Siguió muriendo. acertadas y, a veces, luminosas aproximaciones
desaparecen entre sus hilarantes balbuceos de
filósofo cósmico..
Notas
3. José Carlos Mariátegui, 7 ensayos de interpreta-
ción de la realidad peruana, Lima, 1928.
1. Véase, por ejemplo Abril (1), pp. 131-190, y
Abril (2), pp. 17-18, y el artículo de Juan Larrea 4. Monguió (L), p. 7.
en AV 3, pp. 88-323. 5. Monguió, op. cit. p. 112, lo advierte, pero lo
2. Larrea, op, cit., p. 48. Larrea, sin duda alguna atribuye al hecho de ser Vallejo poeta de “país
un minucioso conocedor de Vallejo -aunque en católico”. La explicación es trivial. ¿Qué puede
muchos episodios biográficos delata una mezcla decirse entonces de Klopstock, por sólo citar
de interesado mito insostenible con verdades, un ejemplo?
que por eso resultan ser medias verdades (basta 6. AV 3, apéndice.
compulsar su versión de los momentos de la
7. Cit. por Mariátegui, op. cit., p. 247.
muerte de Vallejo)- apunta con frecuencia, si
bien muy de pasada, a una certera interpretación 8. Monguió, op. cit., p. 128.
de Los heraldos negros (por ejemplo, el tema de 9. Max Kommerewell acuñó para Nietzsche el
Dios, op. cit., pp. 55ss), y de algún aspecto esen- concepto de “mimo genial del pensamiento”,
cial de la obra (el “chaplinismo”, op. cit., p. 61) en Dichterische Welterfahrung, Frankfurt,
o al contexto histórico de la poesía francesa en 1945. Véase, además, Ditirambos de Dyonisos,
que cabría citar a Vallejo, y en la discusión de la de Nietzsche.
obra de Abril (AV 3, pp.88ss). Pero la confusión
mental que le produjo la mala lectura de Jung 10. Nietzsche, Werke, München, Hanser, Edit.
y de tantos autores más (véase, por ejemplo, su Schelechta, 1955, pp. 1239-1240.
Razón de ser, México, 1955) desde Einstein hasta 11. Véase James Higgins, “La sociedad capitalista
Mead, pasando por Bergson, Collingwood, en los Poemas humanos de César Vallejo”, en
Teilhard de Chardin, citas de segunda mano VP 4, pp. 68-74.
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