Eticay. Etica Deuna Profesión en Desarrollo: Joan Bonals Picasy Joan de Diego Navalón
Eticay. Etica Deuna Profesión en Desarrollo: Joan Bonals Picasy Joan de Diego Navalón
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Para poder tomar decisiones en estos casos no es suficiente tener en cuenta los co-
nocimientos propios de la psicología, la pedagogía y otras disciplinas teóricas. Será
necesario incorporar un conjunto de valores y criterios de actuación que tienen que
ver con los componentes éticos y actitudinales de la práctica asesora. Entendemos que
los asesores psicopedagógicos, para poder desarrollar adecuadamente su trabajo,
además de los conocimientos teóricos y de las técnicas propias de su profesión, nece-
sitan disponer de un conjunto de actitudes y criterios de actuación que lleven a la
práctica una serie de valores reconocidos como válidos por el entorno social, la comu-
nidad profesional, los equipos en los que se trabaja y por el propio asesor. Estos crite-
rios de actuación podrían basarse fundamentalmente en:
Ética y estética de una profesión en desarroilo 503
— E l respeto a las leyes generales que deben guiar las acciones de todos los ciuda-
danos, así como a las leyes y normativas referidas al campo profesional específico de
la práctica del asesoramiento psicopedagógico, es decir de la educación escolar.
— E l conocimiento y aplicación de la ética profesional que suele estar recogida y
consensuada por los colegios o asociaciones profesionales en lo que se denominan có-
digos deontológicos. E n ellos se exponen las normas que deben seguir los miembros
de dichos colectivos con la intención de proteger al mismo tiempo los intereses de los
clientes o usuarios y los del propio colectivo profesional.
— L o s valores asociados al estilo de cada asesor o del equipo en que trabaja. Exis-
ten muchas formas de entender la tarea de asesoramiento a los centros educativos.
No es éste el capítulo adecuado para hacer una clasificación de los diferentes mode-
los de asesoramiento. pero sí queremos mencionar que cada modelo se definirá, entre
otras cosas, por el tipo de actitudes y valores que el asesor toma como base de su ac-
tuación. E n este sentido, cuando m á s adelante expongamos algunos criterios de ac-
tuación que nos parecen relevantes, lo haremos pensando sobre todo en el estilo de
asesoramiento que se ha presentado a lo largo de toda esta obra.
— L o s valores personales de cada asesor y los principios que ha construido cada
equipo de trabajo, que suelen recopilar y adaptar muchos de los aspectos anteriores.
E s importante resaltar que a menudo los dilemas relacionados con la ética o la estéti-
ca profesional aparecen porque se produce un «conflicto ideológico» al entrar en con-
tradicción los valores personales o de equipo con ciertas decisiones que resultan pro-
fesionalmente adecuadas o necesarias (Quijano, 1981).
De los cuatro puntos anteriores, los dos primeros se refieren a cuestiones de tipo
legal y de ética profesional. Por tanto generarían una cierta obligación de cumpli-
miento. Dicho de otra forma, no sería social ni profesionalmente aceptable una prác-
tica asesora que no se homologara a las leyes y al código deontológico. Los dos últi-
mos puntos tienen un carácter menos prescriptivo y dependen de las opciones que
haga cada asesor o equipo de profesionales. Siguen estando en el campo de los valo-
res y las actitudes e influirán decisivamente en la práctica asesora, pero admiten va-
riaciones de tipo personal o de modelo de asesoramiento.
Hemos visto algunas de las fuentes en que podrían basarse los criterios de actua-
ción de tipo ético o actitudinal de los asesores psicopedagógicos; pero hay que tener
en cuenta que incluso los elementos más objetivos, como las leyes o el código deonto-
lógico, deben concretarse para cada práctica profesional. Por tanto vamos a analizar
las características del asesoramiento psicopedagógico que nos parecen relevantes
para el tema que nos ocupa.
na. etc.). con los que hay que establecer criterios de actuación conjunta, tomar deci-
siones, dirimir dilemas, etc.
Hasta ahora hemos justificado la necesidad de que los asesores se doten de ciertos
criterios éticos y asuman determinadas actitudes para hacer frente a las situaciones
que genera la práctica profesional. E n el apartado siguiente propondremos algunos
de esos criterios basados en las aportaciones que sobre el tema han hecho otros auto-
res y en el análisis de nuestra propia práctica como asesores psicopedagógicos.
«El psicólogo debe rechazar llevar a cabo la prestación de sus servicios cuando
haya certeza de que puedan ser mal utilizados o utilizados en contra de los legítimos
intereses de las personas, los grupos, las instituciones y las comunidades.»
E l asesor debería aclarar las intenciones de quien formula la demanda y ser cons-
ciente de las consecuencias y los efectos secundarios que pueden tener sus respuestas
profesionales. E n ocasiones se reciben demandas en que se puede percibir que la so-
lución propuesta o sugerida para un problema real de quien la formula puede supo-
ner un claro perjuicio para otros implicados (alumno, familia, profesor diferente de
aquel que hizo la demanda). Probablemente no sería ético acceder, sin más, a la de-
manda ignorando los efectos perjudiciales para terceras personas, pero tampoco re-
sulta fácil, ni posiblemente adecuado, renunciar a intervenir y dejar sin respuesta a
quien nos ha pedido ayuda para resolver un problema o preocupación real. Creemos
que en este tipo de situaciones el asesor debería utilizar los conocimientos específicos
de que dispone y su posición, en tanto que asesor, para poner de manifiesto el signifi-
cado de la demanda y proponer alternativas de intervención que articulen de la for-
ma más satisfactoria posible las necesidades de cada una de las partes implicadas.
Dentro de este grupo de criterios sobre intenciones y objetivos de la intervención,
el asesor debería plantearse también el grado de información que han de tener los di-
ferentes implicados sobre el qué (intervenciones que se desarrollarán con cada impli-
cado), el cómo (metodologías que se emplearán) y el cuándo (secuencia y previsión
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Los asesores psicopedagógicos suelen tener acceso a datos muy personales, sobre
todo de alumnos y familias. Este tipo de información debe ser recogida, usada y guar-
dada con las necesarias precauciones.
E n el proceso de obtención de información sobre el ámbito privado, el asesor ha
de limitarse a recopilar tínicamente los datos que sean significativos para los objetivos
que pretende la intervención. E s conveniente dejar claro que no se está interesado en
datos que no sean relevantes, tanto si son aportados por los interesados como si lo
son por parte de terceras personas.
E l uso que se hace de la información obtenida sobre alumnos determinados puede
estar relacionado, entre otros aspectos, con la intervención directa sobre esos alum-
nos, la planificación y biísqueda de recursos, la docencia o la investigación. E n mu-
chos de estos casos el asesor psicopedagógico suele tener que compartir con los pro-
fesores del centro o con otros profesionales las informaciones de que dispone. L a
puesta en común de esta información es necesaria para llevar a cabo las intervencio-
nes que, normalmente, deben desarrollarse de forma conjunta por diferentes profe-
sionales (diversos profesores, psicopedagogo, servicios sociales, psicólogo clínico....):
aun así debemos esforzarnos por encontrar la manera de articular la necesidad de
manejar adecuadamente cierta información con la de garantizar la privacidad necesa-
ria a los interesados. E n ocasiones puede ser adecuado exponer a la familia o al alum-
no la conveniencia y la posibilidad de que los datos que nos confían sean compartidos
con otros profesionales, de esta manera les ofrecemos la oportunidad de reservarse
ciertos datos o de no autorizarnos a compartir determinadas informaciones.
E s muy frecuente que se soliciten a los psicopedagogos informes escritos sobre las
valoraciones o intervenciones concretas realizadas a determinados alumnos. Ante es-
tas solicit-udes los asesores deberían:
— Tener en cuenta la intención con que se pide el informe y actuar con la pru-
dencia que al respecto hemos citado en el apartado 2.1.1.
— Exponer sólo la información relevante para el objetivo del informe. Encabezar
el informe especificando quién lo ha solicitado y con qué motivo, para que se pueda
entender la información en el contexto d e e s a demanda. De esta manera intentare-
mos evitar que el informe sea interpretado posteriormente de forma errónea o fuera
de contexto.
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E n las intervenciones con grupos de profesores también existe la necesidad de ac- Vamos
tuar con respeto hacia los principios de la deontología profesional en aspectos que ya chitar una
hemos citado en el ámbito de la atención a alumnos, como: obra y que
fesional cil
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— L a pericia. Relacionada con el conocimiento específico del asesor, que los ase-
sorados perciben como relevante para ayudarles en sus demandas.
— L a personalidad. Relacionada con las características personales del asesor en
el desarrollo de su tarea.
— L a posición. Relacionada con el lugar que ocupa el asesor respecto a las perso-
nas, las demandas, la institución.
Vamos ahora a proponer un conjunto de criterios que, a nuestro juicio, pueden fa-
cilitar una práctica asesora del estilo que se ha estado proponiendo a lo largo de esta
obra y que se relacionan con la credibilidad del asesor y las fuentes de influencia pro-
fesional citadas.
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ender que el
nal, e incluso ideológico, al establecer una relación de colaboración y no jerárquica.
procurar que
Entendemos que el asesor debe partir de la consideración de los profesores como
1 de una línea
profesionales reflexivos, capaces de analizar su práctica y tomar decisiones sobre ella
junto del cen-
( H e r n á n d e z . 1992).
— L a relación de asesoramiento implica una serie de compromisos que afectan
objetivo bási-
tanto al asesor como a los asesorados. E s importante que esos compromisos queden
las necesida-
clarificados al inicio de cada intervención a partir de procesos de negociación que se
x)s del centro
plasmen en algún tipo de contrato conocido de todos ( A r e a y Yanes, 1990). De todas
ipo pueda ver
formas la negociación debería entenderse como una forma de actuar del asesor a lo
tro en su con-
largo de todo el proceso, es decir que debería convertirse en una actitud profesional
para que el poder de decisión sobre la marcha del asesoramiento sea compartido y
... son los que
genere la corresponsabilidad de todos los participantes.
preocupacio-
— E l asesor tiene toda una serie de condicionantes que limitan su capacidad para
a entender las
responder a las demandas que se le formulan. Algunos tienen que ver con sus capaci-
•nder a las de-
dades, habilidades y formación específicas, otros con las condiciones del encargo
ndad sus opi- efectuado por quien le ha contratado y otros con el contexto de la intervención. E l
asesor debe conocer sus limitaciones y comunicarlas, cuando sea necesario, a los pro-
\ eniente para
fesores con los que trabaja para que las demandas e intervenciones planteadas no re-
co de colabo-
sulten desajustadas.
> puedan con-
— E n ocasiones un mismo centro educativo puede recibir la intervención de más
le otorgan ere-
de un asesor que provienen de diferentes equipos y han recibido encargos y deman-
problemas ex- das diversos para trabajar con los profesores. E n este caso los múltiples asesores de-
>arse de que la berían coordinar sus intervenciones para no desarrollar actuaciones incoherentes en-
de resolverse tre sí y para facilitar que la institución pueda integrar las diversas aportaciones.
de los partici- Parece relevante destacar aquí que una mayor cantidad de asesoramiento no garanti-
nlido el asesor za una mejora proporcional de la ayuda al centro; en todo caso ello d e p e n d e r á de la
sibles situacio- coherencia de las actuaciones y. especialmente, de la capacidad de todos los asesores
aados temas o para conectar con las necesidades de cada grupo atendido y de la institución en su
e se sumergen conjunto. E n función de las necesidades del centro, puede resultar eficaz la combina-
inovación edu- ción de intervenciones generalistas, en que los asesores pueden seguir la práctica coti-
as situaciones, diana, entender la cultura profesional del centro y ayudar en los procesos de implan-
asitoria». en la tación de innovaciones, con asesoramientos puntuales o especialistas dirigidos a
inicipantes so- necesidades concretas de formación detectadas en los procesos de reflexión desarro-
llados por el centro (De Diego et. al., 1995; Nieto Cano, 1992). Desde el punto de
ndo su apoyo,
vista actitudinal es necesario que cada asesor conozca sus límites y acepte, o incluso
recomiende, la intervención de otros asesores cuando las necesidades del grupo o el
posición jerár-
centro lo requieran.
oduce una de-
— Los asesores deberían dotarse de elementos para el autoanálisis y la reflexión
rte del asesor,
sobre sus propias intervenciones. E n este punto hay que destacar las ventajas del tra-
onocimiento y
bajo en equipo por las posibilidades que ofrece de reflexión conjunta y de contraste
lirse en térmi-
profesional entre colegas. De cualquier forma el asesor debería plantearse como un
laciones entre
imperativo ético y como una actitud característica de todo profesional, el rigor en la
rs de construir
profundización de su formación teórica y práctica a través de la lectura, la formación
s profesores a
permanente, la supervisión de su tarea con profesionales más experimentados y el
epción técnica
análisis de sus actuaciones profesionales en equipo.
nente actitudi-
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3. A MODO D E CONCLUSIÓN
A lo largo de este capítulo hemos intentado justificar la necesidad de que los pro-
fesionales del asesoramiento psicopedagógico vayan construyendo una serie de crite-
rios de actuación referidos a los valores y actitudes aplicables a su práctica profesional.
Hemos expuesto la posibilidad de que esos criterios se basen fundamentalmente
en el respeto a la legalidad y a las normativas, el cumplimiento de la ética profesional
reflejada en los códigos deontológicos. los valores propios de cada modelo de aseso-
ramiento y los valores de cada asesor o equipo.
T a m b i é n hemos señalado la multiplicidad de funciones, relaciones y profesiones
como algunas de las características relevantes de la práctica del asesoramiento psico-
pedagógico.
Finalmente, nos hemos aventurado a proponer un conjunto de criterios que nos
parecían válidos, a partir de las aportaciones de algunos autores y de nuestra propia
experiencia. Estos criterios, además de ser respetuosos con la legislación y la ética
profesional, serían coherentes con el tipo de asesoramiento psicopedagógico que se
ha propuesto a lo largo de toda la obra.
A continuación hacemos un rápido resumen de los criterios de actuación propues-
tos en este capítulo: