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Una Mesa en El Desierto
Una Mesa en El Desierto
Levantando los ojos al cielo, bendijo, Y partió los panes, y dio a sus
discípulos para que los pusiesen delante. Marcos 6:41.
Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención. 1 Corintios 1:30.
Dios nos ha dado a Cristo. No hay nada que necesitemos recibir aparte de El. El
Espíritu Santo ha sido enviado para producir lo que es de Cristo en nosotros; no
para producir algo que está aparte o fuera de El. El ―nos ha sido hecho... ―Esta es
una de las más grandes declaraciones de las Escrituras. Si creemos esto podemos
incluir cualquier cosa que necesitamos en ello y saber que Dios lo ha hecho valido,
porque por medio del Espíritu Santo, el mismo Señor Jesucristo es hecho para
nosotros, todo lo que nos falta. Hemos estado acostumbrados a considerar la
santidad como una virtud, a la humildad como gracia, al amor como un don, todos
ellos buscados de Dios. Pero el Cristo de Dios es en sí mismo todo lo que podamos
necesitar. Procuremos siempre apropiarnos de su plenitud.
En la obra del Señor de nuestros días, hay ciertas cosas que están ordenadas de tal
manera que no tengamos que depender de Dios. Sin embargo, el veredicto divino
sobre toda la obra que se hace de esa forma es: ―Separados de mí, nada podéis
hacer‖. La obra divina sólo puede hacerse con poder divino y el poder sólo se ha de
encontrar en el Señor Jesucristo. Cuando llegamos al punto a que llegó el profeta
que dijo: ―No puedo hablar‖, descubrimos que Dios es quien está hablando. Nunca
nos pide que hagamos algo que podemos hacer. Nos pide que vivamos una vida
que jamás podremos vivir, y que hagamos una obra que jamás podremos hacer.
Sin embargo, por su gracia, lo estamos viviendo y haciendo. La vida que vivimos es
la vida de Cristo, vivida en el poder de Dios, y el trabajo que hacemos es la obra de
Cristo realizada en nosotros por su Espíritu a quien obedecemos.
Mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Juan
1:36.
Cuando Juan anunció la primera vez que Cristo era el Cordero de Dios, agregó:
―que quita el pecado del mundo‖, subrayando de esta manera su obra redentora.
Sin embargo, cuando lo hizo la segunda vez, dijo sencillamente: ―He aquí el
Cordero de Dios‖. El énfasis no está tanto sobre la obra sino sobre la persona. El
aprecio verdadero a una persona existe por lo que la persona es. Llegamos a
amarle por lo que es, más que por lo que ha hecho. Así debe ser también nuestro
aprecio por el Señor. Damos gracias al Señor por sus dones, pero lo alabamos por
su persona. Cristo en la cruz produce en nosotros asombrada gratitud; Cristo en el
trono atrae nuestra alabanza. Contemplamos lo que ha hecho y quedamos
profundamente agradecidos; le con templamos a El y le adoramos.
Vosotros también debéis lavaros los, pies los unos a los otros. Juan 13:14.
El lavado que alude Jesús aquí está relacionado con refrescar y no al lavado de los
pecados. Contrariamente a lo que es el pecado el polvo y la tierra que se juntan en
nuestros pies son inevitables. Revolcarnos en la tierra, sería sin duda pecado pero
si sólo tocamos la tierra con nuestros pies no podemos evitar que el polvo se
pegue. Un hermano que trabaja largas horas en una oficina, regresa al hogar a la
noche, cansado y fuera de tono. Encuentra difícil recuperar la frescura de la
comunión con Dios que había disfrutado en su tiempo devocional de la mañana.
Lleva sobre si una película de algo que no le permite elevarse al Señor con
facilidad.
Pero un hermano se encuentra con él y con espontaneidad alaba al Señor. De
inmediato siente un poder inspirador. Es como si alguien hubiera tomado un
plumero y quitado la película de polvo. Sus pies están nuevamente limpios. Lavar
―los pies los unos a los otros‖ es ayudar al hermano de esta manera levantándolo a
su anterior frescura espiritual. Es muy posible que estemos inconscientes de que
estamos realizando esto, y sin embargo ser utilizados constantemente para
refrescar a los hermanos en Cristo. Les digo que este es uno de los más grandes
ministerios.
Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios. Efesios 2:8.
Hablamos acerca de ser salvos por la fe, y lo afirmamos correctamente, pero ¿qué
significa? Significa que somos salvos por reposar en el Señor Jesucristo. Nada
hicimos para salvarnos a nosotros mismos; sencillamente colocamos sobre El, el
peso de nuestras almas enfermas por el pecado. Comenzamos nuestra vida
cristiana dependiendo de lo que El hizo no en lo que nosotros pudiésemos hacer.
Hasta que una persona haga esto, no puede ser cristiana. Decir: ―Nada puedo hacer
para salvarme yo mismo, pero Dios ha hecho todo para mí en Cristo‖, es
precisamente tomar el primer paso en la vida de fe. No hay límite a la gracia que
Dios está dispuesto a derramar sobre nosotros.
En el principio del cuarto evangelio, Juan describe a Jesús como ―el unigénito del
Padre‖. Al final del mismo evangelio el Señor resucitado le dice a María: ―Ve a mis
hermanos y diles subo a mi Padre a vuestro padre‖ (Jn. 20:17) A lo largo del
Evangelio Jesús había hablado de ―el Padre‖ O ―mi Padre‖. Ahora, después de
resucitar agrega vuestro Padre‖. Esto es maravilloso pues el Hijo mayor el que
ahora habla, ―el primogénito de entre los muertos‖. Por su encarnación y su cruz ha
llevado muchos hijos a la familia de Dios, y por tanto, en el mismo versículo, habla
de ellos como ―mis hermanos Alabado sea Dios, por medio de su exaltación tu y yo
hemos recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hilos de Dios’.
Antes bien los miembros del cuerpo que parecen débiles, son los más
necesarios 1 Corintios 12:22.
Aún hay un varón por el cual podríamos consultar a Jehová, Micaías hijo de
Imla mas yo le aborrezco. 1 Reyes 22:8.
Junto con el oro, tanto en Edén como en el Paraíso encontramos piedras preciosas
(Gn.2:12; Ap. 21:19). Las piedras preciosas no se producen en un día. El tiempo es
un factor vital en su formación. Son producidas por medio de largos procesos en los
fuegos de la tierra, y su hermosura es desplegada por cortes efectuados con
pericia. En términos espirituales, esto representa los valores que son elaborados en
nuestro interior por la paciencia divina en cada uno de nosotros. Tales valores son
costosos. Los que no están dispuestos a pagar, nunca los llegarán a tener. La gracia
es gratuita pero las piedras sólo se adquieren a un alto precio. En más de una
oportunidad nos sentiremos impulsados a exclamar: ―¡Esto está costando
demasiado!‖ No obstante, las lecciones que aprendemos a medida que pasamos
con El por las adversidades — éstas son las cosas de verdadero valor. A la luz de
Dios, algunas cosas perecen por si mismas, y no es necesario esperar que llegue el
fuego. El valor real está en aquello que ha soportado la prueba de Dios, a través del
tiempo.
El favor del Señor puede ser comparado a un pájaro que estamos procurando
atrapar, atrayéndolo a una habitación. No importa cuánto probamos, no lo podemos
hacer volar hacia adentro. Debe hacerlo por su propia iniciativa, y si así lo hace,
tendremos que estar alertas, no sea que vuelva a escaparse. Un poco de descuido
de nuestra parte, y desaparece. Al bendecimos, es Dios quien toma la iniciativa.
Ningún esfuerzo se nos pide. Pero cuando su bendición es derramada, sólo un poco
de negligencia de nuestra parte puede perderla. El divino favor ha de encontrarse
donde los hermanos están viviendo en armonía; nunca, como bien lo sabemos,
donde hay discordia. ¿Reconoces lo grave que es estar en desavenencia con un
hermano, aunque sea perfectamente claro que tú tienes razón? A todo costo,
presta atención a tus palabras, no sea que pierdas la bendición del Señor y
despiertes para ver que el pájaro se ha volado.
En este pasaje encontrarnos dos clases de trabajo que el siervo podría estar
haciendo: Arar o apacentar. Ambos muy importantes. Pero aun al terminar estos
trabajos, Jesús nos recuerda que se espera del siervo que haga lo necesario para la
satisfacción de su amo antes de sentarse y disfrutar de su propia comida. Cuando
regresamos a nuestro hogar, ya sea después de predicar el evangelio a los perdidos
o de apacentar la grey del Señor, somos propensos a pensar con complacencia
acerca del mucho trabajo efectuado. Pero el Señor nos dice: ―Ciñete, y sírveme‖.
Por cierto que nosotros debemos también comer y beber, pero no antes que su sed
haya sido aplacada y su hambre saciada. Nosotros también hemos de tener nuestro
regocijo pero esto jamás podrá ser antes que su gozo sea completo.
Preguntémonos frecuentemente: ¿Nuestro trabajó para El, sirve en primer lugar
para darnos satisfacción a nosotros o a El?
Al buscar conocer a Dios bajo el Antiguo Pacto, los hombres estaban generalmente
limitados a la ley y a los profetas, pero el cristianismo no está basado tanto en
información sino en revelación. ¿Tienes un conocimiento intelectual de Cristo? ¿Le
conoces sólo de oídas, por así decirlo, por medio de algún siervo suyo? ¿O estás en
contacto directo con tu Señor? Uno de los factores más preciosos en la vida
cristiana es el tener amigos que viven cerca de Dios y que pueden compartir con
nosotros lo que El les ha mostrado. Vez tras vez, tenemos necesidad de sus
desafíos o de consejo calmo y maduro. No obstante, el nuevo pacto afirma que
―todos me conocerán‖, y la palabra ―conocerán‖ significa: ―me conocerán en sí
mismos‖. No nos entregamos total y exclusivamente a la luz que nos viene por
intermedio santos hombres de Dios, por más sana que sea. Estamos por obligación,
sujetos a escuchar la voz del mismo Señor seguirle a El.
Tener .una constante asociación con personas cuya interpretación de las Escrituras
no coincide con la nuestra es duro para la carne, pero bueno para el espíritu.
Podemos tener opiniones correctas pero Dios nos está dando la oportunidad de
tener actitudes correctas. Podemos creer correctamente, pero Dios está mirando
para ver si amamos correctamente. Es fácil tener una mente colmada de sana
enseñanza escritural pero un corazón vacío de amor verdadero. ¡Oh, si tuviéramos
más tolerancia cristiana! ¡Oh, si tuviéramos más grandeza de corazón!
Lamentablemente muchos hijos de Dios son tan celosos por la luz que tienen que
clasifican como extraños a todos aquellos que interpretan la Escritura en forma
diferente a la suya, y lo que es peor, los tratan como a extraños. Dios quiere que
andemos en amor hacia todos los que tienen puntos de vista que difieren del
nuestro. Nada pone tanto a prueba la espiritualidad de un maestro, como la
oposición a su enseñanza.
Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del
poder sea de Dios, y no de nosotros. II Corintios 4:7.
Aquí tenemos lo que posiblemente sea la definición más clara de la naturaleza del
cristianismo práctico. El cristianismo no es el vaso de barro. Debe ser siempre
motivo de gratitud a Dios el hecho de que la mera debilidad humana no tiene que
limitar el poder divino. Pensamos con demasiada facilidad, que el poder en una vida
equivale a la ausencia del vaso de barro. Sin embargo, nuestro propio Señor fue
crucificado en debilidad‖ por nosotros. No hay nada de malo en sentirnos débiles.
No se espera de nosotros el suprimir todas las emociones humanas hasta que
lleguemos a ser un bloque de hielo. Los que llegan a este estado se transforman en
un constante agotamiento para aquellos que lo rodean, quienes deben de alguna
manera cubrir su deficiencia de afecto natural para que las relaciones se
mantengan razonablemente confortables. No, lo que debemos hacer es permitir que
el Espíritu de Dios utilice nuestras emociones. Por supuesto que El debe estar en el
lugar de control. Por supuesto que también debemos tener el tesoro divino; sí, pero
no en una cámara frigorífica.
Cuando Jesús nació, Israel era una nación sujeta al gobierno de otra. La grandeza
del reino era sólo una memoria y el pueblo debía pagar tributo al César. Eran los
días de Augusto, en que Roma gobernaba al mundo. No obstante, a pesar de las
apariencias El nació en la plenitud del tiempo. Todo estaba preparado. El evangelio
de Cristo era para todos los hombres, y no podía ser limitado a una sola nación. Por
esto Dios permitió que Roma absorbiera al mundo y Jesucristo fue crucificado en el
Imperio Romano, en una cruz Romana.
Las comunicaciones con Roma eran buenas. Sus carreteras y sus navíos llegaban a
todas partes. Los judíos podían viajar a Jerusalén en Pentecostés, escuchar el
evangelio y llevarlo de nuevo consigo sin tener que cruzar fronteras hostiles.
Gracias al gobierno Romano los apóstoles pudieron viajar de ciudad en ciudad
dentro del Imperio, hablando a los hombres acerca del Salvador. En los Hechos se
demuestra la justicia de las autoridades seculares y su buena disposición Roma se
compara en las Escrituras a una bestia salvaje, pero Dios, quien cierra la boca de
los leones, la había amansado para que fuera su instrumento. El cierra y ningún
hombre abre; El abre y ningún hombre cierra.
(Toda las visiones del Apocalipsis, capítulos 4 al 11, relacionadas con el trono de
Dios (4:2). Los capítulos 12 al 22 están relacionados con el templo de Dios (11:19).
Al principio de la primera sección vemos un arco iris alrededor del trono; al
principio de la segunda, al arca del testamento en su templo. El trono de Dios está
establecido para el gobierno del universo. El arco iris rodeándolo completamente
representa su testimonio al universo de que El permanecerá siempre fiel a su pacto
con la humanidad. El templo de Dios está levantado como habitación para sí
mismo. La presencia del arca de su pacto, que el infiel Israel perdió ya hace mucho
tiempo como el centro de su vida nacional, es el testimonio de Dios para sí mismo.
Garantiza que El ciertamente hará lo que se ha comprometido hacer para el pueblo
de su pacto. No puede negarse a sí mismo. Su fidelidad está asegurada en Cristo, y
nosotros estamos en El.
(Toda las visiones del Apocalipsis, capítulos 4 al 11, relacionadas con el trono de
Dios (4:2). Los capítulos 12 al 22 están relacionados con el templo de Dios (11:19).
Al principio de la primera sección vemos un arco iris alrededor del trono; al
principio de la segunda, al arca del testamento en su templo. El trono de Dios está
establecido para el gobierno del universo. El arco iris rodeándolo completamente
representa su testimonio al universo de que El permanecerá siempre fiel a su pacto
con la humanidad. El templo de Dios está levantado como habitación para sí
mismo. La presencia del arca de su pacto, que el infiel Israel perdió ya hace mucho
tiempo como el centro de su vida nacional, es el testimonio de Dios para sí mismo.
Garantiza que El ciertamente hará lo que se ha comprometido hacer para el pueblo
de su pacto. No puede negarse a sí mismo. Su fidelidad está asegurada en Cristo, y
nosotros estamos en El.
Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico
también a Jehová. 1 Samuel 1:27 ss.
¿Has notado dos frases aquí? Para mí son sumamente preciosas. Leámoslas de
corrido: ―Jehová me dio... yo lo dedico a Jehová‖. En su tristeza había clamado al
Señor por un hijo y su pedido se había cumplido. ¿Qué respuesta a la oración
supera ésta? Todo lo que pedía era este niño. No obstante, al recibir lo que
anhelaba, lo devuelve todo al Dador. Al salir Samuel de sus manos, la Escritura nos
dice que ―adoró allí a Jehová‖. Cuando llegue el día para mí, como le llegó a Ana,
en que mi Samuel en quien todas mis esperanzas están centradas pase de mis
manos a las manos del Señor, ese día conoceré lo que significa realmente adorarle.
La adoración es consecuencia de la aplicación de la cruz, cuando Dios llega a ser
todo en todos. Cuando nuestras manos son vaciadas de todo lo que nos es caro y
nuestra mirada deja de posarse en nosotros mismos para mirar a Dios, eso es
adoración.
¡Cuán difícil nos resulta entrar en su presencia! Nos resistimos a la soledad, y aun
cuando físicamente nos separamos de cosas exteriores, nuestros pensamientos
siguen vagando en pos de ellas. A muchos de nosotros nos agrada trabajar con
otras personas, pero ¿cuántos de nosotros podemos llegar cerca de Dios en el
Lugar Santísimo? Venir a su presencia, estar de rodillas delante de El por una hora
demanda toda la fuerza que poseemos. Debemos proceder violentamente con
nosotros mismos si deseamos lograrlo. Pero todo aquel que sirve al Señor conoce lo
precioso de tales momentos, la dulzura de despertar a medianoche y pasar una
hora con El, o levantarse temprano por la mañana y pasar una hora en oración.
Permítanme ser muy franco con ustedes. No se puede servir a Dios a la distancia.
Sólo cuando aprendan a estar cerca de El sabrán verdaderamente lo que es
servirle.
David sirvió en una generación, la suya. No podía servir en dos. Mientras nosotros
hoy día procuramos perpetuar nuestra obra estableciendo organizaciones,
sociedades o sistemas, los santos del Antiguo Testamento sirvieron en su día y
pasaron. Este es un importante principio de vida. El trigo se siembra, crece, forma
espiga, se cosecha y luego toda la planta, hasta la raíz es arrancada por el arado.
La obra de Dios es espiritual al punto de no tener raíz alguna terrenal, ni siquiera
tiene olor a tierra. Los hombres pasan, pero el Señor permanece. Todo lo
relacionado con la Iglesia debe ser vivo y actual, dando la cara al presente — hasta
se podría decir encarando las necesidades de la hora que pasa. Nunca debe ser
estática, fija, aferrada a la tierra. Dios mismo se lleva sus siervos, pero da otros en
su lugar. Nuestro trabajo sufre, pero el suyo jamás se perjudica. Nada le toca.
Todavía es Dios.
En una hora cuando los hombres están blasfemando el nombre del Señor, el
salmista sólo puede exclamar asombro ante su grandeza. A pesar de ser poeta, no
encuentra las palabras adecuadas para expresar su valor. Todo lo que puede hacer
es exclamar: ―¡Cuán glorioso!‖ Esta excelencia inefable se encuentra ―en toda la
tierra‖. Sin duda, esto es un eco de Génesis 1, donde todo lo que Dios vio ―era
bueno‖. El autor también concluye el Salmo con un tributo a la excelencia del
Nombre, sin una sola mención a la caída del hombre. De haberlo escrito nosotros,
nos hubiéramos sentido obligados a introducir el tema, pero Dios es inmutable, y
para el salmista ni siquiera el pecado de Adán podía revertir su intención de que el
hombre ―señoree‖. En este punto es donde aparece el Señor Jesús. Hebreos 2,
ilumina el Salmo 8. Jesús es aquel Hombre, y El ya ha resuelto el problema del
pecado. En El se realiza todo el deseo de Dios, y El está ligado a nosotros. No hay
desviación en los caminos de Dios: Se cumplen inexorablemente. ―¡Oh Jehová …
cuán glorioso!‖
Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Efesios 5: 16.
En el plan de Dios quizá hoy debió ser el día más importante de nuestra vida, pero
ha pasado como cualquier otro. El hombre cuyo hoy es igual a su ayer no es
sensible al reloj de Dios. Ningún siervo del Señor debiera contentarse con los logros
presentes, pues estar satisfechos con ellos equivale a desperdiciar oportunidades.
Supongamos que hoy el Señor pone en nuestro corazón el deseo de hablar con
cierta persona, que en su providencia está destinada a ser, dentro de cinco años,
un poderoso instrumento en sus manos para la salvaci6n de almas. Obedecerle en
esto puede ser el acto de servicio más importante de nuestra vida. Pero si por
miedo al frío o por otra razón trivial, no lo hacemos, hemos dejado pasar una
oportunidad y quizá perdido un poderoso instrumento para Dios. El problema es
grave pues tales ocasiones o se detienen a esperarnos. Pasan velozmente. De
modo que cuando Dios se mueve, movámonos nosotros con El. No eludamos
ninguna oportunidad que Dios nos presente.
Dios nos ha salvado para sí mismo. ―Prosigo‖, dice Pablo, ―por ver si logro asir
aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús‖. No fuimos asidos sólo para
ser colaboradores de Dios. ¿Cuál es su trabajo hoy? Es el de reunir todas las cosas
en Cristo; no dejar ningún detalle en todo universo, que no esté en armonía con su
hijo exaltado. ¿Cómo puedo cooperar con Dios? ¿Cómo puedo apenas llegar a tocar
tal obra? No lo sé, pero junto con Pablo, deseo por sobre todas las cosas, ―asir‖
precisamente eso.
¿Has llegado a ver con claridad la forma en que Dios obrado con respecto a tu vida?
¿No te has maravillado por la forma en que El ha obrado, eligiéndote de entre
multitudes a tu alrededor haciéndote su propiedad? Piensa acerca de esto con
frecuencia, Yo fui salvado cuando era estudiante, Tenía más de cuatrocientos
compañeros, y de entre todos ellos, la elección de Dios cayó sobre mí. ¿Cómo pudo
hacer esto? Estaba perdido entre una gran multitud, y de entre todos ellos, Dios me
eligió. ¿Cómo pudo ocurrir? Cuando pensamos en la forma maravillosa en que su
gracia nos alcanzó, caemos a sus pies en adoración y reconocemos que El y sólo El,
es Dios. ¿Tú te preguntas por qué te salvó? Permíteme decirte que te salvó, porque
salvarte era su deleite. Porque te quería, te eligió y te atrajo a Sí. De manera que
no resta nada que hacer, sólo adorarle.
Nuestro hermano Pablo hizo una grande y noble declaración cuando escribió a los
filipenses. A aquellos que en lo material eran los únicos que lo sostenían, se atrevió
a decir les: ―todo lo he recibido y tengo abundancia‖. Pablo no dio ningún indicio de
necesidad, sino que tomó la posición del acaudalado hijo de un Padre rico, y no
tenía ningún temor que al hacerlo podía disuadir a los filipenses de futuras
remesas. Puede ser muy pertinente que un apóstol le diga a un incrédulo que está
en necesidad: ―No tengo plata ni oro‖. Pero no sería lo propio decirles las mismas
palabras a creyentes que estarían dispuestos a responder a cualquier pedido de
ayuda. Es una deshonra para el Señor cuando uno de sus representantes hace
conocer sus necesidades de manera que produzca lástima por parte de sus oyentes.
Si tenemos una fe viva en Dios, siempre nos gloriaremos en El.
¡Es impresionante ver cómo Elías arriesgó todo en manos de su Dios! Por tres años
y medio se había producido una sequía nacional, y el agua era sumamente escasa.
Sin embargo, insistió en que se derramara abundantemente sobre el sacrificio que
había de reivindicar el nombre de Jehová ―¿Qué, desperdiciar nuestras últimas
reservas de agua, sin el más mínimo indicio de lluvia a la vista?‖ ―Sí‖, dijo Elias
―hacedlo otra vez… y dijo aún, hacedlo la tercera vez‖ Y como si esto no fuera
suficiente, él mismo cayó una zanja alrededor del altar. Si nosotros también
deseamos vindicar el nombre del Señor, debemos traer lo que tenemos y
entregarselo a El. Alguno preguntará: ―¿qué hacemos si la lluvia no viene? Debo
guardar el agua que tengo‖. ¡Dios nos guarde! Ese es el camino de la sequía y de lo
estéril. ¡Entreguémoslo todo a El! Lo que perdamos será nada en comparación con
su abundancia.
Regocíjense los santos por su gloria, y canten aun sobre sus camas. Salmo
149:5.
¿Qué hizo Jesús con el pan que el niño galileo le entregó? Lo partió. Dios siempre
partirá lo que se le ofrece. El parte lo que recibe, y lo utiliza para suplir las
necesidades de los hombres. ¿No es esta nuestra experiencia? Nos entregamos al
Señor, y las cosas comienzan a ir tan mal que somos tentados a dudar de sus
caminos. Persistir en tal actitud, es en verdad, estar partido. Pero, ¿con qué
propósito? Hemos adelantado demasiado para que el mundo pueda utilizarnos, pero
todavía no hemos ido suficientemente lejos para Dios. Esta es la tragedia de
muchos creyentes. ¿Anhelamos que El nos utilice? Continuemos entonces
entregándonos a El, día tras día, no buscando defectos en sus caminos, sino
aceptando sus tratos con alabanza y expectativa.
UNA MESA EN EL DESIERTO
Estos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y
para el Cordero. Apocalipsis 14:4.
Fukien, mi provincia natal es famosa por sus naranjas. Diría (aunque con cierto
prejuicio) que no hay otras como ellas en todo el mundo. Al observar las sierras al
principio de la temporada todo parece verde, pero al mirar con más detenimiento
aparecen esparcidas algunas naranjas que ya tienen color. Los toques naranja
sobre el verde oscuro de las hojas ofrecen un cuadro hermoso. Con el correr del
tiempo toda la cosecha irá madurando y la arboleda tomará un color dorado, pero
en este momento son las primicias las que son recogidas. Son seleccionadas a
mano y enviadas al mercado donde se obtienen precios que llegan a ser tres veces
superiores a los normales.
Tenemos la seguridad que todos los creyentes llegarán, de alguna manera, a la
madurez, pero el Cordero busca primicias para su hora de demanda suprema.
Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis
pastores y los tuyos, porque somos hermanos. ¿No está toda la tierra
delante de ti? Génesis 13:8 y 9.
¡Qué hermosa le habrá parecido a Abram la tierra que Dios le había dado cuando
recién regresaba de su desafortunada experiencia en Egipto! Sin embargo, ahora
debe aprender otra importante lección. No debe apresurarse a apropiarla. Podría
haber razonado que un don tan precioso debiera ser apropiado y retenido a todo
costo. Así razonamos nosotros cuando Dios nos da sus dones. Sin embargo, Abram
se dio cuenta que, debía ceder sus derechos. Su sobrino Lo debía tener la prioridad
de elegir lo que quería.
Esta es una lección que todos debemos aprender ¿podemos confiar en el Señor
para que guarde para nosotros lo que El ha dado, sin adueñarnos de ello con
nuestros deseos naturales de posesión? Lo que Dios da, ¡lo da! NO es necesario que
nos esforcemos para tenerlo. En realidad si nos apegamos con temor y procuramos
retenerlos, quizá corramos el riesgo de perderlo. Sólo aquello a que hemos
renunciado en una entrega completa a El, llegará a ser realmente nuestro.
Rama fructífera es José’, rama fructífera junto a una fuente cuyos vástagos
se extienden sobre el muro. Le causaron amargura, le asaetearon, y le
aborrecieron los arqueros; mas su arco se mantuvo poderoso. Génesis
49:22, 23 y 24.
La única pregunta efectuada por Isaac que se registra en las Escrituras es: ―¿Dónde
está el cordero para el holocausto?‖ La respuesta fue categórica: ―Dios proveerá‖.
Esto es típico en la vida de Isaac, cuyo privilegio como heredero era sencillamente
recibir lo que su padre le daba gratuitamente. No tuvo necesidad de cavar pozos; lo
más que llegó a hacer fue reabrir aquellos que había cavado su padre. Tampoco
tuvo la palabra decisiva en su propio matrimonio. No fue consultado acerca de su
mujer, y no efectuó ningún esfuerzo para encontrarla. Hasta la misma tumba donde
fue finalmente sepultado, había sido adquirida por su padre.
Nosotros también, al igual que Isaac hemos nacido en una familia llena de riquezas.
Lo que Dios el padre ha provisto para nosotros, nosotros debemos recibir. El Dios
de Isaac es nuestro Dios y, ¿no es acaso El, el Dios que provee?
Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será’ salvo. Hechos 2:21.
¿Cómo es posible esto? Lo es, porque Dios ha cumplido otra profecía de Joel que
reza: ―Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne‖. En virtud de que el Espíritu
Santo ha sido derramado sobre toda la humanidad, el más débil pedido que hace el
pecador a Dios, es suficiente.
Ningún predicador del evangelio puede ser de mucha utilidad si no cree esto. La
proximidad del Espíritu Santo al pecador, es vital para nuestra predicación. Dios en
los cielos está demasiado lejos del alcance del hombre. Pero: ―no digas en tu
corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo)... Cerca de ti
está la palabra‖. Yo siempre confío en que el Espíritu Santo está sobre un hombre
cuando le predico a Cristo, de la misma manera que estaba sobre las aguas durante
la creación. El está esperando para introducir a Cristo en su vida. Su ministerio es
como la luz del día. Abre las persianas de tu habitación aunque sólo sea un poco, y
de inmediato inunda e ilumina todo el interior. Con tan sólo un llamado del corazón
a Dios, en ese mismo instante el Espíritu penetra y comienza su obra de
transformación por medio de convicción de pecado arrepentimiento y fe: el milagro
del nuevo nacimiento.
Supongamos que entro en una librería, selecciono un titulo que está compuesto por
dos volúmenes, los pago y me voy dejando descuidadamente un volumen sobre el
mostrador. Cuando descubro el olvido, ¿qué debo hacer? Debo volver de inmediato
para recuperar el volumen olvidado, pero ni siquiera soñar en pagar por él. Sólo
debo recordar al dueño del negocio que ambos volúmenes fueron pagados, darle
gracias por el segundo, y sin más, salir alegremente de la librería con mi posesión
bajo el brazo. ¿No harías tu lo mismo si estuvieras en la misma circunstancia?
Pero estás en la misma circunstancia. Si has cumplido con las condiciones, tienes
derecho a dos dones, no solamente uno. Ya te has apropiado del perdón de tus
pecados. ¿Por qué no vienes con sencillez, y sí no lo has hecho aún, das gracias a
Dios por el don del Espíritu Santo ahora?
Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial. Hechos 26:
19.
Aquel rayo de luz del cielo, fue lo que produjo la consagración de Pablo para toda
su vida. La obediencia tuvo su origen en la visión. Si bien es cierto que toda
consagración a Dios es preciosa para El, una dedicación ciega puede no servirle de
mucho. Creo que existe una diferencia entre aquella dedicación inicial pura pero no
instruida, que sigue a nuestra conversión y aquella otra consagración que surge
como resultado de ver el plan de Dios. Sobre la primera basada en nuestra
salvación, es posible que no efectúe demandas muy severas. Pero cuando abre su
corazón para revelarnos lo que El quiere que hagamos, y cuando después de pedir
nuestra disposición, recibe nuestra respuesta fresca. es entonces cuando sus
demandas se intensifican. Hemos empeñado nuestra palabra sobre la base de un
nuevo entendimiento, y El nos toma la palabra. De aquí en más, todo lo que somos
y tenemos debe estar sometido a El, para siempre.
Siempre existe la seria posibilidad de que Dios cambie de opinión. Este hecho debe
mantenernos en humilde temor ante su presencia. Si hay algo en nosotros que
resiste su voluntad, Dios puede verse obligado a cambiar sus órdenes para nosotros
como lo hizo con Israel. Si bien es cierto que admitieron haber pecado, estaban
equivocados al pensar que podían seguir adelante como si nada hubiera ocurrido.
Hubo un cambio. En tales condiciones es una necedad aferrarnos a alguna palabra
que el Señor nos dio hace veinte años, o quizás el año pasado. Debemos vivir en el
presente, y aferramos al Señor. Es la relación presente la que es vital Aún el mismo
Moisés experimentó que su curso fue modificado cuando desobedeció a Dios. No
obstante, inclinándose ante la voluntad actual de Dios fue bendecido, mientras que
los Israelitas que trataron de ignorarla sólo se enfrentaron con el desastre. ¿Hay
algo en mí que ha modificado el plan de Dios? Entonces es imperativo que esté
dispuesto a aceptar sus ajustes. A su tiempo, El me ha de restaurar.
Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente
Daniel. 3:17.
¿Cómo llega la Iglesia a su meta final? Sólo por transitar el sendero de la presión al
ensanche, de la pobreza a la riqueza. Alguien puede preguntar: ¿qué queremos
decir con ―ensanche por medio de presión‖? Cuando hay tres encerrados en un
horno, y estos tres se transforman en cuatro, esto es ensanche por medio de la
presión. Algunos consideran que un horno es un lugar demasiado pequeño para
tres personas y buscan un medio de escape. Otros aceptan la limitación y al
aceptarla, hacen lugar para el cuarto personaje. No permitir que las dificultades nos
separen de Dios, sino por el contrario, dejar que nos acerquen a El eso es
―ensanche por medio de presión‖. Algunos, por medio de la presión llegan al fin que
Dios tiene para ellos; otros llegan a su propio fin en la presión. Algunos mueren en
la estrechez, otros, por rnedio de la estrechez hallan plenitud de vida. Algunos
murmuran cuando la prueba los enfrenta, considerándola inconveniente, una
limitación, muerte. Otros alaban a Dios por la prueba y al hacerlo descubren el
sendero que conduce al ensanche, a la liberación Y abundan de vida.
Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Juan 19:30.
Muchos pasan por alto la diferencia entre las promesas de Dios, los hechos
consumados de Dios (sus obras poderosas) y el pacto de Dios. Las promesas son
dadas para promover nuestra fe, pero a menudo no podemos apropiar los hechos
divinos, pues las apariencias parecen negarlos. Pero aun en esta situación, tenemos
su pacto. El pacto significa más que las promesas y aún más que los hechos
poderosos. Es algo que Dios se ha comprometido a hacer. El pacto es algo que Dios
nos ha dado, y al cual la fe puede aferrarse. Moralmente, no tenemos base para
demandar nada de Dios. Pero a El le agradó ligarse a Sí mismo a un pacto, y
habiéndose comprometido a actuar por nosotros, está - y lo digo con toda
reverencia - obligado a hacerlo. Aquí radica la riqueza del pacto. Esto es lo que
otorga fuerza a nuestra fe, aun cuando está en su punto más débil.
Estas palabras describen el principio de todas las experiencias de los hijos de Dios.
El rocío es vital para la vida y el crecimiento de árboles y plantas y en cuanto a
nosotros el mismo Señor promete ser como el rocío. Todo lo relacionado con
nuestra vida como cristianos, nos llega desde Cristo quien es la fuente. El nos ha
sido hecho sabiduría, justificación, santificación; en resumen, todo. No hay
necesidad humana que no pueda ser suplida cuando recibimos a Cristo, y más
todavía, nada recibiremos como un don separado, fuera de El.
―Yo seré como rocío‖, nos dice. y en la segunda mitad del verso Oseas muestra
cómo la vida, con este fundamento, asume un doble carácter misterioso. En ella se
combinan maravillosamente el florecer del lirio, con la extensión de las raíces del
cedro: frágil hermosura y fuerza masiva combinadas en una sola planta. Tales
milagros sólo son logrados. por el rocío de Dios.
El florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. Oseas 14:5.
Dos caracteres que se contrastan entre sí, aparecen unidos aquí en el hijo de Dios.
Sobre la tierra, por así decirlo, está la vida sencilla de confianza y fe ilustrada por el
lirio que Dios plantó. Esto es lo que los hombres ven. Sin embargo, enterrada
profundamente, fuera de la vista de los hombres, dándole a esta planta una fuerza
insospechada, están las fuertes raíces del cedro. Sin duda tenemos aquí la paradoja
de una vida en la cual la cruz es conocida. Exteriormente, es frágil como el lirio que
florece a la vista de todos, pero secretamente hay cien veces más fuerza debajo de
la tierra.
Aquí está la prueba. ¿Cuánto de mi vida es visible? Cuando los hombres miran a la
superficie, ¿ven todo, o hay algo más? ¿Tengo yo, en la esfera invisible, una
historia secreta con Dios? Los hombres sólo miran al lirio que florece en su
debilidad. Dios está interesado en las raíces, que sean como el cedro en su fuerza.
Es un hecho triste, que algunos que han gustado el poder salvador de Dios, sin
embargo dudan de su poder para guardar. ¿No nos damos cuenta que aquel que es
el dador de la gracia es también quien nos mantiene en su gracia? Miremos a
Caleb. Así como era de fuerte cuando Moisés le envió a espiar la tierra, lo era ahora
al pronunciar estas palabras. Más aún, lo que había probado ser suficiente para las
demandas ordinarias de la vida diaria, fue igualmente suficiente para las tensiones
extraordinarias de la guerra. Duros años habían pasado, pero su vigor a los ochenta
y cinco años no era menor que a los cuarenta. Sólo hay una explicación para esta
experiencia, así cómo la habrá para nosotros. Había sido guardado por el poder de
Dios.
Dios ha dicho, en efecto: ―A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí‖ (Ro. 9:13), y Dios
bendice a quien ama. Este es un tema muy solemne. David falló, y Abraham se
equivocó; Isaac era débil y Jacob astuto; sin embargo la bendición de Dios estuvo
sobre todos ellos. Quizás tú seas una persona mucho mejor que Jacob, pero sin el
favor divino, ¿dónde estás? Aprende a tener en alta estima la bendición y a mirar
con sospecha todo lo que podría hacerte perderla. Quizás has sido tentado a
despreciar a un hermano que es menos dotado que tú, y que sin embargo es
bendecido por el Señor. Tú has hecho vez tras vez lo correcto y no obstante su
bendición ha sido retenida. ¿Te atreves a decir que Dios se ha equivocado?
Tengamos cuidado de no ofendernos por las acciones de Dios. Envidiar la vocación
de otro hombre puede traer el desastre a tu ministerio. Nuestro fruto para Dios
depende de sus bendiciones, pero es muy fácil detener su corriente por medio de
nuestras palabras, actitudes y opiniones. Confiemos en el Señor para que trate con
nosotros de tal manera que sin su bendición: ¡no podamos vivir!
Una evidencia notable de la vida espiritual de este hombre es que podia orar para
que les sean dados hijos a otros mientras sus oraciones para su propia esposa
quedaban sin respuesta. Intercedió por Abimelec, y Dios lo oyó.
Es difícil comprender por qué Abraham recurrió a esa media mentira acerca de que
Sara era su hermana, especialmente en vista de la profunda comunión que acababa
de experimentar. En esta ocasión, nos hace saber que el arreglo que había sido
acordado con Sara se remontaba a los tiempos en que estaban en Mesopotamia.
Alguna raiz de incredulidad había quedado escondida a través de todos estos años,
y ahora finalmente salió a la a superficie. Al principio de su peregrinación Abraham
parece haber temido que sería separado de Sara. Sin embargo, para este tiempo,
ya tendría que haberse dado cuenta que Dios asumía la responsabilidad plena de
que esto no ocurriera.
Finalmente aquí en Gerar, el temor escondido salió a la luz y fue condenado,
dejandolo a Abraham en libertad para orar por otros. Ya no oraba por Sara, pues no
tenía necesidad de hacerlo. Inmediatamente después fue concebido Isaac.
En aquella última noche antes del Calvario, parecía que todo salía mal. Traición y
negación flotaban en el aire; personas escondidas o huyendo desnudas en su
desesperación por escapar. Pero a aquello que habían venido a apresarle, Jesús les
dijo en forma pacifica: ―Yo soy‖. Eran ellos los que estaban nerviosos y cayeron en
tierra. Esta paz interior siempre fue una marca inconfundible de Jesús. Podía dormir
en medio de la tormenta. El podía sentir el toque de fe en medio de los empujones
de una multitud inquieta y preguntar quien le había tocado. El la denomina ―mi
paz‖.
Esta paz, dijo, ―os dejo‖. No se la llevó consigo porque El esta aquí. Los mártires de
antaño también la experimentaron. Podían ser torturados y quemados pero
mantenían una quieta dignidad que nadie podía negar. Sí, en el mundo tendremos
problemas, pero también tendremos Su paz, que según afirma el apóstol,
―sobrepasa todo entendimiento‖.
No se trata sólo de paz, sino de ―mi paz‖. No sólo Dios me da paz sino que ―la paz
de Dios‖ la profunda quietud de Dios, guarda mi corazón (Filipenses 4:7).
Nosotros nos turbamos cuando las cosas van mal, pero tengamos en cuenta lo
siguiente: Dios eligió a este mundo para que fuera el escenario de su plan, el
centro de lo que El se ha propuesto hacer. El tenía un propósito definido en el cual
se entremetió Satanás (con consecuencias que poco alcanzamos a comprender), y
sin embargo, a pesar de ello, El mantiene una profunda e imperturbable paz. No
tiene temor de esperar otros mil años, si esto fuera necesario. Esa es la paz que
nos es dada.
Pablo dice que la paz de Dios debe ser como una guardia militar para proteger mi
corazón. ¿Qué significa esto? Significa que un enemigo debe atravesar la guardia
antes de poder tocarme. La guardia debe ser vencida antes de que mi corazón sea
tocado. Por esto me atrevo a ser tan pacifico como lo es Dios, pues la paz de Dios –
la misma paz que guarda a Dios – es la que me guarda a mí.
Dios no le dijo estas palabras al Abram fuerte, al hombre que podía producir un
Ismael. Aguardó hasta que su siervo fuera incapaz, aunque lo quisiera, de repetir el
hecho. Sólo entonces Dios vino y se le presentó con este nuevo descubrimiento de
Su persona como el Dios Todopoderoso. No hay señales, aparentemente, de que
Abram se haya arrepentido de su acción. Por el contrario, parece que Ismael se
estaba constituyendo en algo precioso para él. ¿No había descubierto su error? ¿No
habías buscado a Dios? Si no lo había hecho, podríamos decir desde un punto de
vista humano, que no había mucha esperanza para él. Pero la esperanza no
dependía tanto de sí él lo quería a Dios, sino si Dios lo quería a él, y ciertamente
Dios lo quería. Todavía estaba obrando en su siervo; no lo había abandonado.
―Comprende que soy Todopoderoso‖, dijo Dios, ―y camina a la luz de ese
conocimiento‖. ―Sé perfecto‖ significa, entre otras cosas, ―sé perfecto en debilidad‖,
permitiendo que el Dios Todopoderoso lo haga todo.
Adorar a la criatura en lugar del creador es una tendencia que está arraigada en
nosotros. En este sentido el propio Juan tuvo que ser amonestado. Todas las
guerras en el cielo y todas las tribulaciones en la tierra, se originan en el propósito
satánico de robar para sí a adoración que le corresponde a Dios. Pero en este gran
día de coronación relatado en Apocalipsis 5, todo lo que está en el cielo y en la
tierra y debajo de la tierra se unen para aclamar a Cristo como el ser supremo. El
capitulo se asemeja mucho a Filipenses 2, donde dice que ―toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre‖. La muerte de cruz a
producido este resultado; solo el Cordero inmolado es digno.
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo, y
todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Mateo 18:18.
―Todo lo que‖; estas son palabras preciosas. Aquí el cielo es medido por la tierra,
porque siempre hay más poder en el cielo que la medida de nuestro pedir. Siempre
hay más para o desatar en el cielo, de lo que pedimos estando aquí en la tierra.
¿Por qué buscamos liberación del pecado? ¿Por qué siempre estamos clamando a
Dios por una unción de poder? El orar ―hágase tu voluntad en mí‖ es un buen
comienzo, pero debemos seguir con ―el hágase tu voluntad en la tierra‖. Los hijos
de Dios hoy día, están ocupados con demasiadas cosas pequeñas, cuando sus
oraciones deberían estar dirigidas a desatar los hechos potentes del cielo. Las
oraciones por mi mismo y las necesidades que me rodean, deben conducir a la
oración por el Reino. En este aspecto, la Iglesia debe ser la ventana del cielo, el
canal de descarga para el poder celestial, el medio para la consumación del
propósito de Dios. Muchas cosas se han acumulado en el cielo, porque Dios todavía
no ha encontrado un conducto por el cual volcarlo en la tierra. La Iglesia no ha
orado todavía como debe hacerlo. ¡Oh Señor Jesús! tornamos nuestro corazón a ti,
Esta exclamación aparece tanto en los escritos de Pedro como en los de Pablo, y es
una de aquellas cosas que por su espontaneidad, despliega el verdadero espíritu de
aquellos hombres. De ellas obtenemos un cuadro del hombre; y Dios permite que
aparezca este elemento personal en el mensaje, porque lo que importa no es
meramente lo que decimos sino lo que somos.
Es nuestro privilegio predicar la palabra, pero ninguno de nosotros es por si solo, el
oráculo de Dios. No podemos expresar las palabras sin darles algo personal, algo de
nosotros mismos. Muchos pueden predicar un buen mensaje, pero una frase que se
desliza en forma espontánea tiene el poder de confirmar o derribarlo todo. ―De la
abundancia del corazón habla la boca‖. Ya seamos humildes o arrogantes, con la
cruz aplicada a nuestras vidas o sin ella, la verdad ha de salir. Dios no puede
utilizar actores. Nuestro espíritu se revela en nuestras palabras.
Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios. II
Corintios 1:21.
Dios mismo es el quien nos ha colocado en Cristo. Por lo tanto nuestro destino está
ligado a Él. Cuando estábamos predicando en los pueblitos rurales de China.
Debíamos con frecuencia utilizar ilustraciones muy sencillas. Recuerdo que en una
oportunidad tome un libro pequeño y puse entre sus páginas un trozo de papel.
―Noten con cuidado‖, les dije. ―Yo tomo este trozo de papel. Tiene identidad propia,
aparte de la del libro. Sin tener para él un uso particular, lo introduzco en el libro.
Luego decido hacer algo con el libro. Lo despacho por correo a Shanghai. No
despacho el trozo de papel, pero el papel ha sido puesto dentro del libro. ¿Dónde
esta el papel? ¿Puede el libro llegar a Shanghai y el papel quedar aquí? ¿Puede el
papel tener un destino diferente al del libro? Por supuesto que no. Dónde va el
libro, va el papel. Si el libro se me cae en el río, allí va también el papel, y si lo
rescato de inmediato, también rescato el papel, precisamente porque está dentro
del libro‖. Estar en Cristo, es así. Es estar identificado con él en todo lo que le ha
pasado. El fue crucificado. ¿Debo entonces pedir al Señor que me crucifique a mí?
¡Jamás! El destino del Señor ya es mío.
El legalismo está destinado a producir orgullo de corazón. Para vivir según la ley
debo extremar la fuerza de voluntad, y con frecuencia, contra mis propias
inclinaciones. Tal esfuerzo, inevitablemente me conduce a despreciar o sentir
lastima de aquello que no se están esforzando tanto como yo, o quienes lo están
intentando, pero están fracasando. Los mismos esfuerzos me producen un sentido
de superioridad que me envuelve en una actitud de acidez hacia ellos, y aun
cuando mantenga en secreto esta actitud, pronto descubriré que me cuesta orar
junto con aquellos que considero menos espirituales. Vivir según la ley, siempre
conduce a esto, pero Dios es demasiado grande como para mimeografiar de esta
manera a sus santos. Ellos no deben ser conformados a mí, sino a su muerte. La
acidez en una manzana, no es señal de madurez. Las manzanas maduras son
dulces. Si Dios está haciendo algo en mi vida, no encontraré dificultad alguna en
caminar con otros santos cuya sea distinta de la mía.
Dios es tan rico, que su máximo deleite consiste en dar. Los tesoros que tiene
almacenados son tan grandes, que le duele cuando no le permitimos la oportunidad
de derramarlos sobre nosotros. Cuando el hijo prodigo volvió al hogar, el padre no
utilizó palabra alguna de censura por el derroche que había hecho, ni de inquisición
de cómo había gastado sus bienes. Sólo se regocijó en la oportunidad que el
regreso de su hijo le ofrecía para gastar más. Era el gozo del padre que podía
encontrar en el hijo un candidato para el mejor vestido, el mejor anillo, los zapatos
y la fiesta. Fue también motivo de su tristeza el hecho de que en su hijo mayor no
había encontrado tal candidato. Es motivo de dolor para el Señor cuando nosotros
tratamos de proveerle algo a El. El es tan, pero tan rico, que le produce verdadero
regocijo cuando le permitimos que nos dé más y más de sus inmensas riquezas. El
anhela ser el Gran dador eternamente, y quiere ser el Hacedor eternamente. ¡Si tan
sólo nos diéramos cuenta de lo rico y grande que Él es!
―Jehová estará conmigo y los hecharé‖ es la declaración del hombre o la mujer cuya
confianza en el Señor es completa. Cree que la promesas del Señor son confiables,
y que está asegurada la victoria sobre el enemigo porque El está siempre con su
pueblo. ¿Crees esto? Muchos lo creen pero con una fe vacilante. Cantan cánticos de
alabanza, y sus palabras son correctas, pero hay algo dudoso en su música. Con
Caleb no fue así. Cantó las palabras correctas con firmeza y con la melodía que
correspondía. Escuchemos su bravo canto marcial:
―Subamos luego y tomemos posesión de ella, porque más podremos nosotros que
ellos‖. No tenía duda alguna de Dios. Pero notemos también la urgencia de esa
primera frase. ―Subamos enseguida‖. La fe verdadera no busca demorar las cosas.
Aquel que reconoce que Dios es fiel a su palabra, no lo declara por sólo hacer la
voluntad de Dios, sino por hacerla de inmediato.