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ASPECTOS DE LA METAFICCIONALIDAD DEL PERSONAJE DON QUIJOTE: LA NOVE-

LA DE 1 6 0 5 COMO ESPACIO HABITADO POR LOS PERSONAJES-LECTORES DE LA


SEGUNDA PARTE
o
MERCEDES ALCALÁ GALÁN
UNIVERSIDAD DE WISCONSIN-MADISON

No hay en todo el mundo una obra literaria más profunda y magnífica. Ésta es,
hasta ahora, la última y más grande expresión del pensamiento humano; ésta es
la ironía más acerba que el hombre ha sido capaz de concebir. Y si el mundo
llegara a su fin, y si se preguntara entonces a la gente: "¿Habéis entendido
vuestra vida en la Tierra, y a qué conclusiones habéis llegado? El hombre
podría señalar, en silencio, el Quijote"
Fiodor Dostoievski

En 1988 salió la película Who Framed Roger Rabbit? dirigida por Robert Z e m e k i s , y
a u n q u e g a n ó seis A c a d e m y Awards el m o t i v o de citarla aquí es que fue la p r i m e r a película
que hizo coexistir en la pantalla en los m i s m o s planos a personajes interpretados por actores
de carne y h u e s o y dibujos a n i m a d o s . Al c o m e n z a r este ensayo con esta referencia c i n e m a ­
tográfica tan ajena a lo cervantino pretendo ejemplificar de forma gráfica uno de los a s p e c ­
tos de la poética del Quijote que deseo explorar en este trabajo. M e refiero al p r o c e s o d e lo
que y o llamaría la progresiva "personajización" q u e sufre d o n Quijote en el transcurso de la
novela, sobre todo a partir de la salida del palacio de los d u q u e s en la s e g u n d a parte. En Las
palabras y las cosas Foucault define a don Quijote c o m o

Largo grafismo flaco como una letra, acaba de escapar directamente del bostezo de los
libros. Todo su ser no es otra cosa que lenguaje, texto, hojas impresas, historia ya trans­
crita. Está hecho de palabras entrecruzadas; pertenece a la escritura errante por el
mundo entre la semejanza de las cosas (Foucault, 1991: 53).

En un trabajo reciente sobre el libro c o m o objeto en el Quijote (Alcalá G a l á n , en p r e n s a ) ,


sostengo q u e d o n Quijote es una especie de h o m b r e - l i b r o que encarna c o m o personaje todo
el debate social surgido en el siglo X V I en torno al libro i m p r e s o en general y en particular
a su m á s inquietante derivación: los libros de entretenimiento. M á s que la locura del prota­
gonista o el tema de la lectura y de los lectores en el Quijote en ese trabajo quise referirme
al Quijote c o m o una fábula totalizadora que abarcaba m u c h a s de las r e a c c i o n e s , prejuicios,
hábitos, gustos, peligros y placeres que el libro de entretenimiento tuvo en la v i d a cotidiana
en la España de su tiempo. C o n el contexto social c o m o fondo y teniendo presente el i m p a c t o
histórico que un n u e v o objeto, el libro de ficciones o mentiras, t u v o en su é p o c a , traté de
esbozar el alcance de esa exploración casi obsesiva que se da en la obra cervantina del t e m a
del libro de entretenimiento, tema que se trata desde una perspectiva m ú l t i p l e , la lectura, la
imprenta, la escritura, los prejuicios, el m i e d o , el placer, el c o n o c i m i e n t o , el disparate, la fic­
ción, la historia, etc.

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C o m o ejemplo de esta obsesión por el libro y sus efectos nótese que el Quijote está habitado
por multitud de personajes lectores de diversa índole y que paradójicamente aparte del propio
don Quijote los que m á s hablan de libros, lecturas y teoría literaria son los representantes del
clero - t a n t o en la primera c o m o en la segunda p a r t e - : curas, c a n ó n i g o s y eclesiásticos que
no dan misa, no rezan y n o ejercen su oficio en las m á s de mil páginas de la novela al estar
tan o c u p a d o s en hablar de la literatura y sus efectos. De esta forma, el libro de entreteni­
miento, de ficciones o - c o m o lo llamaban algunos en los Siglos de O r o - el libro m e n t i r o s o
y su p r o b l e m á t i c a serán, a d e m á s de uno de los temas principales del Quijote, parte fundacio­
nal de su poética.
En estas páginas, dejando a un lado el contexto histórico y social del tema, quisiera cen­
trarme en c ó m o se aprovecha el vacío creado entre lo físico y lo metafísico o entre el libro
c o m o objeto, c o m o cosa con su d i m e n s i ó n histórica y el libro c o m o obra, siguiendo con la
tradicional concepción de lo literario c o m o algo platónico e inmaterial - p l a t o n i s m o n o c o m ­
partido en el m i s m o grado por los c o n t e m p o r á n e o s de Cervantes pues con todos los c a m b i o s
traídos p o r la imprenta pesaba todavía m u c h o la materialidad del libro. En el Quijote se j u e g a
con un a b i s m o , inconcebible hasta entonces, planteado por esta doble existencia, histórica y
mítica, real y ficcional, y d e l i b e r a d a m e n t e desde sus páginas se proyectan puentes quiméri­
cos entre esos dos m u n d o s irreconciliables. Así, eligiendo soluciones imposibles se inicia un
j u e g o metaficcional q u e , invalidando a propósito la n o c i ó n de lo verosímil, dará p a s o a una
poética n u e v a y genial que buscará su inspiración en la incoherencia. Esto es, en la i n c o h e ­
rencia i n m a n e n t e de las cosas, de la historia, de la m e m o r i a y de la fábula y m u y especial­
m e n t e c u a n d o todas ellas van de la m a n o en la literatura.
C o m o todos saben, entre la publicación de la primera y la segunda parte pasaron diez años
de tiempo histórico que se convierten en unos treinta días en la novela. A partir de ahí
c o m i e n z a un interesante e imbricado j u e g o metaléptico. N o m e voy a ocupar aquí de los equí­
vocos epitafios puestos al final de la primera parte a u n q u e indefectiblemente contribuyen a
esa poética de la incoherencia antes mencionada. T a m p o c o hablaré de las m u y bien explota­
das, por deliberadas, inconsistencias con respecto a la antigüedad-contemporaneidad de esos
d o c u m e n t o s encontrados en los archivos de la M a n c h a y t a m p o c o voy a referirme al origen
de esas páginas con las que se inicia la segunda parte y que anteceden a la salida de Sancho
y don Q u i j o t e . ' Aparte de la evidente parodia tanto del recurso del manuscrito hallado c o m o
de las descabelladas maneras narrativas de los libros de caballería es obvia la insistencia cer­
vantina en a c u m u l a r trampas lógicas y arquitecturas imposibles por las que la narración se
desliza hacia una cuarta dimensión literaria que anticipó a Cortázar unos trescientos cincuenta
años. Pero al m i s m o tiempo, la poética "fantástica" del Quijote se camufla en otra de las tram­
pas que se nos tienden en este libro: su supuesto realismo. El tan celebrado realismo del
Quijote no lo es, tal y corno se ha afirmado reiteradamente, a u n q u e sí haya una ilusión de
reflejo de un m u n d o estilizado según una óptica de lo prosaico sustentada en el c u m p l i m i e n t o
m á s o m e n o s razonable de las convenciones de lo verosímil en la trama. Así, en una historia

Steven Hutchinson (en prensa) se ocupa de lo metaléptico como recurso en el Quijote en su reciente artículo
"Vacíos del ser y del saber en el Quijote". Por otra parte, sobre el tema de las incoherencias textuales en el Quijote
es muy interesante el libro de José Manuel Martín Moran, 1990, El 'Quijote' en ciernes.
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lin este sentido Félix Martíncz-Bonati (1994) apunta lo inadecuado de la tan frecuente consideración del Quijote

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verosímil y en teoría realista se agazapa u n a poética revolucionaria que se a p r o v e c h a de la
inconsistencia y la convierte en respuesta literaria.
Tal vez el p u n t o de inflexión de todo esto llegue c u a n d o Sansón informa p r i m e r o a
S a n c h o y luego a don Quijote de la existencia de un libro con sus aventuras. A partir de ahí
ocurre algo a b s o l u t a m e n t e m á g i c o : a m b o s son conscientes de que alguien les está obser­
v a n d o y que todo lo q u e hagan o digan se va a convertir en palabra impresa. S a l v a n d o las
distancias S a n c h o y d o n Quijote están en cierta m a n e r a en una situación análoga a aquellos
que en nuestra actualidad viven sabiendo que se está filmando su vida m e d i a n t e c á m a r a s q u e
registran todos los avatares de su intimidad. A d e m á s de decretar a Cide H a m e t e c o m o sabio
encantador, historiador o cronista c o m p l e t a m e n t e indigno de confianza, a m b o s a s u m e n su
n u e v a situación a pesar de la modestia del asunto y e m p r e n d e n sus aventuras con esta n u e v a
3
conciencia de p e r s o n a j e s . Claro está que lo normal en cualquier libro de ficciones de ese
t i e m p o es que los personajes no tengan conciencia de ello y que sólo nosotros los lectores de
fuera del libro a s u m a m o s que lo son. Pero en el Quijote hay m á s de una puerta giratoria que
i n e s p e r a d a m e n t e conecta los dos m u n d o s , el histórico y el de ficción, y personajes y p e r s o ­
nas salen y entran de la vida al libro y del libro a la vida.
Por ejemplo, c u a n d o S a n c h o se presenta a la d u q u e s a lo hará c o m o personaje.
—Decidme, hermano escudero: este vuestro señor ¿no es uno de quien anda impresa
una historia que se llama Del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que tiene
por señora de su alma a una tal Dulcinea del Toboso?
—El mesmo es, señora -respondió Sancho - , y aquel escudero suyo que anda o debe
de andar en la tal historia, a quien llaman Sancho Panza, soy yo, si no es que me tro­
4
caron en la cuna, quiero decir, que me trocaron en la estampa. (II, 30, 8 7 6 )
F r e n t e a d o n Q u i j o t e , S a n c h o es el m á s s e d u c i d o y h a l a g a d o p o r su n u e v a s i t u a c i ó n de
p e r s o n a j e . C o m o dice al p r i n c i p i o de la s e g u n d a p a r t e está d i s p u e s t o a p r o d u c i r n u e v o
m a t e r i a l p a r a q u e lo escriba C i d e H a m e t e ; y tal v e z sus n u e v a s a s p i r a c i o n e s e c o n ó m i c a s
y s o c i a l e s t e n g a n q u e ver con v e r s e de p r o n t o d e n t r o de un libro, él q u e n o s a b e leer y
escribir y q u e c o m o sus c o n t e m p o r á n e o s s e g u r o q u e ve con r e v e r e n c i a la letra i m p r e s a ,
a h o r a él m i s m o es el sujeto de esa escritura indescifrable y p o d e r o s a .

Atienda ese señor moro, o lo que es, a mirar lo que hace, que yo y mi señor le daremos
tanto ripio a la mano en materia de avcnUiras y de sucesos diferentes, que pueda com­
poner no sólo segunda parte, sino ciento. Debe de pensar el buen hombre, sin duda, que
nos dormimos aquí en las pajas; pues ténganos el pie al herrar y verá del que cosquea-
mos. Lo que yo sé decir es que si mi señor tomase mi consejo ya habíamos de estar en
esas campañas deshaciendo agravios y enderezando tuertos, como es uso y costumbre
de los buenos andantes caballeros. (II, 4, 659)

como novela realista: "¿Que lugar común ha sido más repetido por la critica que el del "estupendo realismo" del
Quijote? [...] El Quijote es, por cierto, una imagen, muy profunda de la vida, y por ello se lo sabe verdadero, pero
su imagen de la vida no es una imagen realista" (5).
3
GiIman (1993) aporta a la idea de la construcción del personaje un concepto que creo que ilumina con lucidez el
caso de don Quijote y es el reconocimiento de que algunos personajes son caricaturas intensamente conscientes:
"Así aunque intensamente vivos, ni Huck ni Jim ni Fabricc ni Gina ni don Quijote ni Sancho deben interpretarse
como si se tratase de personas verdaderas, o de personajes creados para evocar personas verdaderas. Son, más bien,
caricaturas temporalizadas de súbito: es decir, caricaturas que de pronto adquieren conciencia." (48)
4
Francisco Rico y Joaquín Forradcllas, editores, 1998.

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La s e g u n d a parte tiene corno n o v e d a d fundamental q u e m u c h o s de sus personajes ya han
leído la primera parte. Entre éstos están los d u q u e s , por supuesto, don A n t o n i o M o r e n o ,
R o q u e Guinart - q u e sabe del libro a u n q u e n o ha tenido t i e m p o para l e e r l o - , Sansón
Carrasco, las pastoras de la falsa Arcadia, los caballeros del capítulo 59 don Juan y don
J e r ó n i m o frustrados p o r q u e han leído la s e g u n d a parte apócrifa y les ha parecido m u c h í s i m o
p e o r que la primera...
Pero ¿qué ocurre en esos encuentros, qué c o n s e c u e n c i a s se d e s e n c a d e n a n , c ó m o afecta a
la historia esta quimérica zona de contacto entre historia y ficción, entre dentro y fuera del
libro? Volviendo a Foucault, él explica con lucidez la i n m e n s a diferencia entre p r i m e r a y
s e g u n d a parte: en la primera parte d o n Quijote tiene que hacer verdad la p r o m e s a de los
libros c o n v i r t i e n d o en realidad los signos sin contenido del relato. Así " D o n Quijote lee el
m u n d o para d e m o s t r a r los libros" (Foucault, 1991: 54).
Sin e m b a r g o , según Foucault, en la s e g u n d a parte hay una radical novedad p r e c i s a m e n t e
p o r q u e don Quijote encuentra a personajes que lo reconocen pues han leído la primera parte:

El texto de Cervantes se repliega sobre sí mismo, se hunde en su propio espesor y se


convierte en objeto de su propio relato para sí mismo. La primera parte de las aventu­
ras desempeña en la segunda el papel que asumieron al principio las novelas de caba­
llería. Don Quijote debe ser fiel a este libro en el que, de hecho, se ha convertido; debe
protegerlo contra los errores, las falsificaciones, las continuaciones apócrifas; debe
añadir los detalles omitidos, debe mantener su verdad. Pero el propio don Quijote no
ha leído este libro y no podrá hacerlo, puesto que es él en carne y hueso. El, que a fuer­
za de leer libros, se había convertido en un signo errante en un mundo que no lo reco­
noce, se ha convertido ahora, a pesar de sí mismo y sin saberlo, en un libro que deten­
ta su verdad, recoge exactamente todo lo que él ha dicho, visto y pensado y permite, en
última instancia, que se le reconozca en la medida en que se asemeja a todos estos sig­
nos que ha dejado tras sí como un surco imborrable. Entre la primera y la segunda parte
de la novela, en el intersticio de estos dos volúmenes y por su solo poder, don Quijote
ha tomado su realidad. (Foucault, 1991: 55)

De esta m a n e r a c o m i e n z a la desintegración de don Quijote que paradójicamente ya n o


interpreta el m u n d o según los libros sino que los d e m á s lo interpretan a él según era en la pri­
mera parte. Dicho de otra manera, desde el m i s m o Sancho con su Dulcinea encantada hasta
A n t o n i o M o r e n o pasando, claro, por los duques le ofrecen un m u n d o a medida ya modificado.
Así don Quijote y a no lee el m u n d o para demostrar los libros sino que los d e m á s inventan,
recrean, imitan o falsean un m u n d o supuestamente quijotesco para demostrarlo a él. Lo que
ocurre en todo ese proceso tiene un alcance e n o r m e y marca una evolución, una progresión
desde un don Quijote pletórico al principio de la segunda parte - c o n s c i e n t e de su fama, que
encuentra la victoria en la aventura de los leones, que derrota al caballero de los espejos, que
conoce el respeto del caballero del verde G a b á n , de los asistentes a las bodas de Quiteria y
C a m a c h o , del p r i m o y que ofrece su consejo a aquellos que aprecian su p a r e c e r - hasta ser el
bufón sin saberlo de A n t o n i o M o r e n o y sus amigos. En efecto, al final de la novela d o n
Quijote deja de ser el caballero de carne y h u e s o para convertirse en un personaje contem­
plado por los d e m á s personajes c o m o un objeto de entretenimiento. Al final de la novela, en
los pasajes en los que la realidad histórica de alguna manera se filtra en el texto, don Quijote
es incapaz de interaccionar con la historia y se queda fuera del desarrollo de los h e c h o s . Los
d e m á s personajes son ahora los protagonistas de la acción y no lo dejan intervenir. Don Quijote

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se convertirá en algo análogo a un libro que entretiene y divierte pero que se cierra c u a n d o hay
algo importante que atender. Por ejemplo, cuando encuentra a Roque Guinart, personaje histó­
rico que dice no haber leído la novela pero que ha oído m u c h a s cosas sobre ella, don Quijote
es un m e r o testigo fascinado por la verdad de esa vida de aventuras y clandestinidad.
Realmente se asusta de la intensidad de esa existencia e incluso le recomienda a Roque vivir
más pacíficamente. Pero lo interesante es que cuando hay una crisis verdadera, una aventura
cierta, se le impide intervenir, se le aparta cortésmente y son los d e m á s los que actúan mien­
tras don Quijote observa. Claudia Jerónima, una j o v e n muchacha, encarna la acción e impetuo­
sidad que ahora parece faltarle al héroe tratado c o m o un viejo loco que incluso desde dentro de
su libro es m á s literatura que verdad. Así don Quijote se ofrecerá a arreglar la situación: " N o
tiene nadie para qué tomar trabajo en defender a esta señora, que lo t o m o y o a mi cargo: d e n m e
mi caballo y mis a n u a s , y espérenme aquí, que yo iré a buscar a ese caballero, y, muerto o vivo,
le haré cumplir la palabra prometida a tanta belleza" (II, 60, 1122). Pero sin embargo R o q u e ni
escucha al caballero: " R o q u e , que atendía m á s a pensar en el suceso de la hermosa Claudia que
en las razones de a m o y mozo, no las entendió" (II, 60, 1122).
Siguiendo con este tema, d o n A n t o n i o M o r e n o presenta a don Quijote c o m o un trofeo
social, casi c o m o otra c a b e z a encantada, pues sus a m i g o s y otros m u c h o s en B a r c e l o n a han
leído la primera parte. De esta manera, c u a n d o el Caballero de la Blanca L u n a v e n c e a d o n
Quijote d o n A n t o n i o recrimina así a Sansón Carrasco:

—¡Oh, señor -dijo don Antonio-, Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo
el mundo en querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No veis, señor,
que no podrá llegar el provecho que cause la cordura de don Quijote a lo que llega el
gusto que da con sus desvarios? Pero yo imagino que toda la industria del señor bachi­
ller no ha de ser parte para volver cuerdo a un hombre tan rematadamente loco; y, si no
fuese contra caridad, diría que nunca sane don Quijote, porque con su salud no sola­
mente perdemos sus gracias, sino las de Sancho Panza su escudero, que cualquiera
dellas puede volver a alegrar a la misma melancolía. (II, 65, 1162)

De esta m a n e r a se organiza una especie de microcorte de los d u q u e s en el sentido de que


todo está p e n s a d o para que don Quijote entretenga, se le da un p e q u e ñ o á m b i t o en el que
domesticar su aventura y se espera que se c o m p o r t e c o m o el personaje que todos c o n o c e n .
En la p r i m e r a parle el m u n d o era la M a n c h a y había una cierta libertad y grandeza en el deve­
nir de su locura a u n q u e ésta fuera previsible; ahora son m u n d o s p e q u e ñ o s , cerrados, un p o c o
m e z q u i n o s en el q u e se p r o v o c a n de forma calculada las manifestaciones de esa locura.
C u a n d o surge la crisis con A n a Félix y G a s p a r G r e g o r i o la narración se a s o m a al terrible
evento histórico, c o n t e m p o r á n e o de la novela, del d r a m a de la expulsión de los m o r i s c o s . En
el m o m e n t o en el que hay que rescatar a G a s p a r J e r ó n i m o se delega la aventura en un cual­
quiera, un r e n e g a d o , y el caballero, el héroe profesional, se m e t e varios días en la c a m a presa
de una pasividad paralizante hasta que Sancho lo c o n m i n a a salir de la c a m a una vez q u e la
arriesgada misión ha sido llevada a cabo con éxito por alguien casi inexistente en el texto:
" Y levántese vuestra m e r c e d agora para recebir a d o n G r e g o r i o , que m e p a r e c e que anda la
gente alborotada y ya debe de estar en c a s a " (II, 6 5 , 1164).
N ó t e s e que en todo el t e m a de los moriscos don Quijote d e s a p a r e c e , es S a n c h o el que
tiene el p r o t a g o n i s m o , el que está implicado en la historia a través de la novela. A n t e los
d e m á s , la identidad de don Quijote es de papel y tinta, su ser está h e c h o de palabras. Por eso

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m e permití la licencia de recordar la película que m e z c l a a n i m a c i ó n y actores reales p u e s don
5
Quijote n o c o n s i g u e interaccionar con la H i s t o r i a . Es c o m o si fuera dos veces personaje
frente a los otros que toman las riendas de las aventuras. Así q u e d a reducido a ser u n h o m ­
bre libro, m á s libro que nunca, p u r a m e n t e recreativo siendo tal v e z c o m o el m i s m o género
del libro de entretenimiento que la novela cervantina p r o p o n e . Parece que una red invisible
lo aislara de la vida, i m p i d i e n d o que cualquier intervención en la Historia fuera p o s i b l e
puesto que él lleva la marca de otra naturaleza, la de la criatura de ficción reconocida c o m o
tal por todos al final de la s e g u n d a parte. De esta forma su p a s e o por la Historia es un contra­
p u n t o de planos superpuestos a u n q u e en el fondo la interacción sea un efecto óptico tal y
c o m o en la m e z c l a de comic y realidad en Who Framed Roger Rabbit?.
C o m o Alicia Parodi m u y finamente señala, d o n Quijote indaga su identidad en un " c r u c e
de vida y p a p e l " al enterarse m e d i a n t e los lectores d o n Juan y don J e r ó n i m o de la existencia
de su doble falso y por ello decide ir a Barcelona para d e s m e n t i r la s e g u n d a parte apócrifa:

Y es justamente allí cuando se vuelve palpable su consistencia de papel: el nombre


adoptado escrito en un cartel pegado a su espalda, la visita a la imprenta, que lo enfren­
ta a la cuna de su existencia libresca. Sorprendido, don Quijote, héroe "traducido", pre­
gunta por la fidelidad de los traductores. Después de la derrota, la existencia de papel
adquirirá filetes inquietantes, puesto que en el infierno visitado por Altisidora hay otra
imprenta. En ella, los diablos juegan a la pelota con los libros, y aunque el condenado
es el falso, la imprenta no deja de ser infernal. (Parodi, 2001: 277)

M á s que un h o m b r e - l i b r o que todos " l e e n " c o m o una obra de entretenimiento en la


s e g u n d a parte, d o n Quijote toma conciencia p o c o a p o c o de su naturaleza de héroe de papel.
C o m o R o g e r Chartier ha escrito, algunas p r o d u c c i o n e s intelectuales n o agotan j a m á s su
fuerza de significación y ello esencialmente se debe a "las relaciones complejas, sutiles,
c a m b i a n t e s , a n u d a d a s entre las formas propias de las obras (simbólicas o materiales), d e s p a ­
rejamente abiertas a las apropiaciones, y los hábitos o p r e o c u p a c i o n e s de sus diferentes
p ú b l i c o s " (Chartier, 1994: 22). P o d r í a m o s considerar, entonces, que don Quijote, este h é r o e
de papel, esta especie de personaje al c u a d r a d o , es u n texto-personaje que circula por su
m u n d o n o v e l e s c o y que al ser " l e í d o " , c o m p r e n d i d o y descifrado p o r los otros personajes
anticipa el f e n ó m e n o que va a producirse c u a n d o los lectores reales - y entre ellos n o s o t r o s -
nos enfrentemos a la lectura del Quijote. Así se dará una representación en el propio texto de
c ó m o circulan y se cargan de significados los textos y, de esta forma, el Quijote será, entre
otras cosas, una fábula totalizadora sobre los efectos de la presencia de los libros de ficcio­
nes en la vida de su época. Si lo p e n s a m o s , el Quijote es un libro que g u a r d a dentro de sí,
c o m o si de un recipiente se tratara, la q u e m a de m u c h o s de los libros de ficciones m á s leí­
dos en su t i e m p o , pero a su vez su protagonista g u a r d a en su m e m o r i a todos esos libros q u e
se actualizan con su vida. Don Quijote, el h o m b r e - l i b r o , lo es p o r q u e también es una biblio­
teca viva, que r e s u m e y d e m u e s t r a c ó m o circula la cultura textual y cuan complejos e i m p r e ­
visibles son sus c a m i n o s . El h é r o e de papel representa todas las p á g i n a s impresas que p u e ­
den rastrearse en su historia de intertextualidades y de cruces imposibles entre papel y vida.
R e p a s e m o s entonces el episodio tal v e z m á s radical dentro de esa poética de las puertas
giratorias entre libro y vida, el de don A l v a r o Tarfe.

Permítaseme la licencia de escribir Historia para distinguir los eventos cxlratcxtualcs de "historia" o argumento.

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—Sin duda alguna pienso que vuestra merced debe de ser aquel don Alvaro Tarfc que
anda impreso en la segunda parte de la historia de don Quijote de la Mancha, recién
impresa y dada a la luz del mundo por un autor moderno.
—El mismo soy -respondió el caballero-, y el tal don Quijote, sujeto principal de la
tal historia, fue grandísimo amigo mío, y yo fui el que le sacó de su tierra, o a lo menos
le moví a que viniese a unas justas que se hacían en Zaragoza, adonde yo iba; y en ver­
dad en verdad que le hice muchas amistades, y que le quité de que no le palmease las
espaldas el verdugo, por ser demasiadamente atrevido (II, 72, 1206).

Este encuentro intensifica hasta el absurdo - a b s u r d o firmemente coherente en la poética


del t e x t o - la naturaleza de sangre y tinta del personaje don Quijote. D o n A l v a r o Tarfe, tan
presente en la s e g u n d a parte apócrifa, transita las páginas de la s e g u n d a parte cervantina y
se da un e n c u e n t r o de "personaje a personaje" tras el que se c o n c l u y e que en realidad los pro­
tagonistas del libro del que se a c a b a de escapar Tarfe son falsos e impostores y p o r lo tanto
inexistentes. N o obstante esta supuesta inexistencia se aplica a unos personajes de ficción
que habitan otro libro. Según se declara son un fraude en toda regla pero desde un p u n t o de
vista p o é t i c o ¿ c ó m o es posible que un personaje, A l v a r o Tarfe, p u e d a considerar un fraude
a los protagonistas del m i s m o libro del que él ha salido, la s e g u n d a parte de Avellaneda? ¿ N o
invalidaría esa lógica la m i s m a existencia de don A l v a r o Tarfe y por lo tanto el valor de su
declaración notarizada?

Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde
pidió don Quijote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Alvaro
Tarfe, aquel caballero que allí estaba presente, declarase ante su merced como no cono­
cía a don Quijote de la Mancha, que asimismo estaba allí presente, y que no era aquel
que andaba impreso en una historia intitulada Segunda parte de don Quijote de la
Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente, el
alcalde proveyó jurídicamente; la declaración se hizo con todas las fuerzas que en tales
casos debían hacerse, con lo que quedaron don Quijote y Sancho muy alegres, como si
les importara mucho semejante declaración y no mostrara claro la diferencia de los dos
don Quijotes y la de los dos Sanchos sus obras y sus palabras (II, 72, 1208).

A q u í la " p e r s o n a j i z a c i ó n " de d o n Quijote llega a su m o m e n t o m á s explícito al e n c o n ­


trarse con toda naturalidad con uno que c o m p a r t e con él el rasgo esencial de haber salido de
un libro. De pronto y tras la impotencia mostrada en los capítulos anteriores q u e le i m p e d í a n
cualquier a s o m o de resolución - e s p e c i a l m e n t e cuando la Historia se cuela en el t e x t o - don
Quijote despacha de la manera m á s creativa y eficaz la resolución del principal de sus proble­
mas: el que su estatuto de personaje se viera en peligro por la circulación de un doble apócrifo.
Así se c u m p l e el designio de don Quijote según Foucault: " D o n Quijote d e b e ser fiel a
este libro en el q u e , de h e c h o , se ha convertido; debe protegerlo contra los errores, las falsi­
ficaciones, las continuaciones apócrifas; debe añadir los detalles o m i t i d o s , d e b e m a n t e n e r su
v e r d a d . " Y no o l v i d e m o s que el libro de Avellaneda es un objeto material, real e histórico
que existe en la vida de fuera del libro, tal y c o m o es el caso de la p r i m e r a parte de 1605. Al
ficcionalizarlos a a m b o s , el último se convierte en la n u e v a identidad de d o n Quijote q u e
arrastra consigo las lecturas que los otros personajes han h e c h o de la p r i m e r a parte; el otro,
la s e g u n d a parte de Avellaneda, terminará siendo la pelota con la que los diablos j u e g a n en
el infierno en el sueño de Altisidora.

EL QUIJOTE EN BUENOS AIRES. Mercedes ALCALÁ GALÁN. Aspectos de la metficcionalidad del per...
De esta manera, en la m i s m a geografía castellana se encuentran dos personajes salidos
de dos libros, de dos espacios de papel aislados. M e d i a n t e este recurso de metaftccionalizar
a los personajes y el j u e g o de metalepsis que traslada y hace contiguos espacios y m u n d o s
de galaxias diferentes, Cervantes construye otra vez una arquitectura imposible que ofrece
un espacio poético lúcido y m á s eficaz que ningún otro al plantear la posibilidad de una liber­
tad d e s c o n o c i d a hasta entonces en la creación literaria.

Bibliografía
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Hispánica, en prensa.
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Estudios Cervantinos.
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Parodi, Alicia, 2001, "El Quijote de 1615: la cabeza. Apuntes para una estructura", en Alicia Parodi y
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Zemekis, Robert (director), 1988, Who Framed Roger Rabhit? (largometraje).

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