Christian Duverger
Christian Duverger
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En este comentario me ceñiré sólo a unos pocos puntos que considero
más relevantes, aunque no son todos los que pudiera y deseara considerar,
lo cual sería tema para un estudio amplio que rebasaría la necesaria breve-
dad que pretendo ahora.
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En esa época, el estudioso cortesiano español Valentín Gutiérrez Solana dedicó al tema dos
artículos, aparecidos en el diario madrileño ABC: “El archivo de Hernán Cortés” (19 de junio de
1925, p. 25) y “Hospital de la Purísima Concepción y Jesús Nazareno de Méjico” (9 de mayo de
1930, p. 11) y un folleto: El archivo de Hernán Cortés. Discurso. Madrid, Imprenta del Asilo de
Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús. 11 pp.
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conserva , y no hay huella de que el manuscrito supuesto por Duverger ni
aún otros de carácter literario existieran en dicha colección, compuesta en
su casi totalidad por documentos de carácter administrativo y jurídico5.
Tampoco aparecen trazas de esa pieza en otro repositorio cortesiano,
ubicado en Italia6. Del enorme archivo de Cortés que menciona Duverger no
hay constancia alguna en la actualidad. La imagen que brinda tiene el
atractivo de la fantasía, pero no está edificada sobre pruebas:
4
Para la noticia del traslado, véase “Archivo de Hernán Cortés, su traslado al AGN. Patrimonio
artístico. Departamento confidencial. Caja 040. Expediente 13, Folios 4” de Enero de 1930 en: Guía
del Fondo de la Secretaría de Gobernación. Sección: Dirección de Investigaciones Políticas y
Sociales, 1920-1952. Ficha 1175.
5
Vid. AGN, Inventario del Archivo del Hospital de Jesús. ¿México? 19__? 273 pp. Compilación de
artículos aparecidos en varios números del Boletín del AGN.
6
María Nieves Noriega B. y María Guadalupe Bosch M., Guía del Archivo Pignatelli-Aragón-
Cortés. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1985. 68 pp. (Archivo di
Stato de Napoli).
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Cursiva mía.
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También se traduce como El vizconde demediado.
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muy peregrina y difícil de aceptar. Por otro lado, la hipotética “relación”
Hernán Cortés-Francisco López de Gómara que Duverger afirma, no tiene
sustento histórico en absoluto. María del Carmen Martínez y Martínez así
lo ha señalado -y le consta bien a Duverger, pues incluye su estudio en la
bibliografía- con previo y suficiente apoyo documental: "…también se ha
dado por supuesto el trato de López de Gómara con el conquistador,
aunque sólo está probada documentalmente con su hijo Martín…"9
9
MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, María del Carmen, “Francisco López de Gómara y Hernán Cortés.
Nuevos testimonios de la relación del cronista con los marqueses del Valle de Oaxaca”.
Anuario de Estudios Americanos, 67, 1. Enero—Junio, 267-302. Sevilla, 2012.
10
MIRALLES OSTOS, Juan, Hernán Cortés, inventor de México. México, Tusquets, 2001. Y del
mismo autor: Y Bernal mintió. México, Taurus, 2008.
11
JIMÉNEZ, Nora Edith, Francisco López Gómara. Escribir historias en tiempos de Carlos V.
México, INAH-El Colegio de Michoacán, 2002.
12
GRUNBERG, Bernard, “Christian Duverger y su libro sobre Cortés”. Estudios de cultura
náhuatl, 2001. P. 524.
13
Art. cit. Ídem. Se refiere a Cortés (París, Fayard, 2001; México, Taurus, 2005).
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No ha sido la única crítica severa sobre Duverger. Louise I. Paradise,
al comentar su obra sobre la cultura mesoamericana, advierte:
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PARADISE, Louise I., Journal de la Societé des Américanistes. p. 234.
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militari cinco de sus barcos, para luego mandar incendiar sus astilleros en
Tehuantepec que eran la promesa para la apertura asiática” (p. 131).
15
Llama la atención que no mencione esto Duverger cuando reseña el banquete ofrecido por ambos para
celebrar el Tratado de Aigues-Mortes (p. 181).
16
Así lo relata fray Toribio de Benavente (“Motolinía”) en su Historia de los indios de la Nueva España.
17 Guillermo Tovar de Teresa, La Ciudad de México y la utopía en el siglo XVI. México, Espejo de
Obsidiana, 1987. Presentación de Silvio Zavala. En realidad, la noticia del hallazgo la ofreció seis
años antes: Pintura y escultura del Renacimiento en México. México, INAH, 1981. pp. 18 y 38-39.
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Tratado de arquitectura (París, 1512) de León Battista Alberti, anotado en
junio de 1539 por propia mano del virrey, que muy probablemente le sirvió
para fijar la traza de la Nueva Valladolid, hoy Morelia. No se compadecen
estos rasgos y hechos con la imagen de un ser oscuro, mediocre y envidio-
so, según expone Duverger. Tan excelente fue su gobierno y tan bien
servido quedó Carlos V de su antiguo camarero, que después de la Nueva
España lo nombró virrey del Perú, lo cual en esa época significaba una
sustantiva promoción.
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