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ATAME 1-Atame. Comandante - Laura Palma Avila
ATAME 1-Atame. Comandante - Laura Palma Avila
Comandante
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Laura Palma Ávila
PRESENTACIÓN
LAURA PALMA ÁVILA (Toledo, España 1988) Todo comenzó como una idea, otra noche de desvelo
y allí estaba en su pensamiento, queriendo hacer algo diferente, algo que nadie hubiese escrito antes.
Empezó a escribir y las ideas iban convirtiéndose en una gran historia, que acabaría cambiando su vida
para siempre.
En base a su esfuerzo y las críticas positivas de la gente, continuó día tras día, capítulo tras capítulo,
haciendo que la historia cobrara vida. El trabajo no le permitía mucho tiempo para escribir, aun así,
lograba no decepcionar a sus lectores sumergida en la historia. El libro ayudó algunas personas a
cambiar algunos conceptos marcados por la sociedad y a tratar algunos temas sociales.
Una persona luchadora en su vida, haciendo de su sueño una realidad. Una autora independiente y
decidida. No tuvo una vida fácil, tuvo que dejar sus estudios para ponerse a trabajar y poder ayudar a su
familia con las cargas económicas. Pese a todo eso y su duro trabajo, ha conseguido publicar su primer
libro.
AGRADECIMIENTOS
Para todos mis lectores fieles que me han animado a dar este gran paso.
A mi familia y amigos. Mil gracias.
Capítulo 3 - S.O.S
Después de aquello Clara intentó evitar a Alex el resto de la velada. No
sabía cómo proceder con aquello que estaba sintiendo. Era algo nuevo. Nunca
se había sentido atraída por ninguna mujer, y en menos de 24 horas, dos
mujeres habían conseguido excitarla de manera desmesurada. Con apenas
unas miradas, unos susurros en el oído, el roce de su piel caliente.
Alex ya no se había acercado más, pero seguía sintiendo su mirada
punzante en más de una ocasión. Clara luchaba con todas sus fuerzas para no
mirar, pero sus ojos verdes eran como si le hicieran un llamamiento del que
no podía escapar y al final, durante unos segundos, quedaba cautiva. Siempre
que lo hacía, esbozaba media sonrisa, provocando que acelerase el ritmo de
su respiración.
¿Qué me pasa? Se preguntó.
Estás caliente, eso es lo que te pasa. Respondió su lado más racional.
Nada más llegar a casa, Clara tuvo que ir al baño y darse una ducha. Solo
en aquel lugar, los recuerdos azotaban en su cabeza, encendiéndola aún más.
El cuero chocando contra sus glúteos, seguidamente masajeados por las
manos de Ama Vesta. “Vesta” que significará aquella palabra. ¿Sería Ama en
otro idioma? Clara puso un mohín. “Ama ama” no, eso sería raro. Recordó
sus manos, viajando hasta su abdomen. Era como si hubiera dejado una hilera
de puro fuego sobre su piel, del cual sería incapaz de olvidar.
Echó la cabeza hacia atrás, para dejar que el chorro de agua tibia le diera en
la cara. Comenzó a enjabonarse el cuerpo lentamente. Su piel seguía caliente
y para qué negarlo, otras partes de su anatomía parecían insistir en cobrar
vida. Pasó la pastilla de jabón por su cuello, ¡oh sí!, sobre su cuello sintió el
aliento de Vesta. Pero no era la única, Alex también le había dejado marcas
transparentes sobre ella. Ambas consiguieron poseerla, de tal forma que no
conseguía controlar sus impulsos. Bajó sus manos enjabonadas a cada zona
de su piel en círculos, hasta que llegó a sus senos, encontrándose con sus
pezones totalmente erectos, escapando un suspiro de su boca con su propio
roce en aquella zona tan erógena. La mano de Vesta rozó aquella zona. ¡Oh
sí! No podía evitar acariciarse, en principio eran unos roces, seguidamente
sus roces retornaron a pequeños masajes, pero ¿Qué estaba haciendo? Clara
nunca hacia esas cosas, nunca se tocaba, sin embargo, ahí se hallaba,
acariciando y masajeando sus pechos, aumentando su excitación. Esa que se
hacía notar en su sexo, que se humedecía hasta el punto de chorrear. Su pudor
le decía que parase, que aquello era pecado, desear a una mujer era el pase al
infierno, pero su deseo la pedía a gritos que siguiese y que no parase, una
mano descendió mientras la otra seguía excitándola, roces, masajes pellizcos.
Mordiéndose los labios para acallar sus pequeños gemidos, ¡oh sí! Vesta
consiguió que gimiera delante de tanta gente. La mano pasó por su abdomen,
el agua caía como una autentica cascada sobre su piel, aquello era tan erótico.
¿Pero qué estaba haciendo? Para. Se decía una y otra vez, pero sus manos ya
habían cobrado vida, tanto que se sorprendía así misma el placer que le
estaba dando. Su mano acarició el monte venus, caliente e hinchado. Nunca
se había acariciado aquel lugar. Se hacía la depilación láser, así pues, la zona
estaba libre de vello, totalmente suave ante su tacto. Sí, anhelaba que sus
caricias fueran más profundas, pero estaba disfrutando tanto con aquello que
prolongó. Sus piernas comenzaban a temblar. Dios todas esas sensaciones
nunca las había experimentado con William. ¿Qué le habían hecho aquellas
dos mujeres? La habían corrompido y no dejaba de tocarse pensando en ellas.
Apoyó la espalda sobre la pared y abriendo un poco las piernas prosiguió.
Lentamente muy lentamente fue introduciendo sus dedos en aquellos
protuberantes pliegues, a cada vez más lubricados e hinchados. Sí, había dado
enseguida con una zona sensible. ¿Era normal que estuviera tan inflamado?
¿Tan caliente? Aquello latía con fuerza. Suspiró fuerte cuando comenzó a
friccionar aquello. Oh sí, que sensaciones tan deliciosas. Recordó a Alex con
su bikini verde casi transparentando sus pezones, totalmente erectos. Sus
manos ardían, quería habérselos tocado. El roce sobre su clítoris fue en
aumento. Era como si corrientes eléctricas viajaran a través de toda su
epidermis. No podía gritar, William estaba en la habitación, sin embargo,
quería hacerlo. Recordaba la voz de Alex con cierta seducción. Esa que sabía
encender hasta una bombilla fundida. Dios, no podía más, friccionaba y
friccionaba, todas esas sensaciones que recorrían por todo su cuerpo ahora
estaban en un solo lugar. Sí, oh sí, querían salir de su cuerpo, liberarse como
nunca:
A partir de ahora eres mía, Clara. Vayas donde vayas, estés donde estés,
no te olvides de quien es tu ama.
— ¡Dios mío siiiii!
Dijo alzando la cabeza hacia atrás, mientras que su espalda se tensaba para
luego temblar como nunca. ¿Qué había sido eso? Nunca había experimentado
nada parecido. ¿Ese era el famoso orgasmo del que todo el mundo hablaba?
Pero que maravilloso es.
Clara apoyó la cabeza en la pared con los ojos cerrados, intentando
recuperar el aliento. Quería verla de nuevo. Sabía que tenía que verla de
nuevo, a Vesta. Corrigiéndose a sí misma, su ama Vesta. ¿Pero cómo? No
tenía su número. Entonces recordó que la otra chica le dio el número a Ruth.
¿Pedirle el número a Ruth? Ni de coña. La martirizaría con sus mofas, pero
quería verla. ¿Cómo hacer para que Ruth no sospechase? Encontraría la
forma:
— Clara— se escuchó la voz de William al otro lado de la puerta— ¿estás
bien? He oído voces.
Aún estaba apoyada contra la pared intentando recuperar la movilidad.
Miró a un lado y a través de la mampara vio la puerta cerrada:
— Sí, estoy bien.
— ¿No vienes a la cama?
— Voy a escribir en cuanto salga de la ducha.
— Está bien, no te acuestes muy tarde.
— De acuerdo
Clara terminó de ducharse. En parte sentía culpabilidad. Se había tocado
pensando en otra… corrijo, otras personas que no eran su prometido. Lo peor
de todo es que eran dos mujeres. A ambas las quería volver a ver. Sin
embargo, el orgullo le podía y quería evitar a Alex. Había jugado con ella,
eso no podía permitirlo. Por mucho que la anhelase.
Ya en su despacho, abrió el ordenador portátil, para seguir con su historia.
Ya hasta la forma de su escritura se vio implicada tan llena de erotismo. En
sus palabras reflejaba su objeto de deseo. Tanto que la protagonista
comenzaba a sentirse atraída sexualmente por dos amores imposibles, pero
¿qué estás escribiendo Clara? Era tarde. Ruth debería estar durmiendo. La
llamaría al día siguiente, se propuso. Pero no podía, Ruth sabía más sobre el
tema y por mucho que le jodiese, tenía que contárselo a alguien:
Clara: Ruth S.O.S
Ese era el código que tenían ambas para las urgencias más extremas que
digamos. Siempre que habían escrito ese código, habían salido corriendo para
ayudarse mutuamente:
Ruth: enseguida voy, no tardo.
Lo bueno de Ruth es que tampoco vivía muy lejos. Y como bien había
dicho, no tardó. Clara sin hacer ningún ruido salió de la casa para entrar en el
coche de Ruth:
— ¿Qué pasa Clara? ¿Todo bien con William?
Clara no se andaba con rodeos, así pues, negó con la cabeza para soltar:
— ¿Cómo supiste que te atraían también las mujeres?
— Wau— dijo Ruth poniendo cara de asombro— ¿Y para ti eso es una
urgencia? leches Clara, me habías asustado.
— Es que para mí es una urgencia— dijo con desesperación— creo… creo
que me…
Ni si quiera era capaz de decirlo en voz alta. De solo pensarlo se ruborizaba
y si ya recordaba lo que había hecho momentos antes, todavía más. Ruth puso
ojos como platos:
— Te sientes atraída por una mujer— esbozó una sonrisa— Es ama Vesta
¿verdad? Te puso cachonda y quieres más.
— Por Dios Ruth.
Dijo Clara con cierta perturbación:
— ¿Y cómo quieres que te ayude? — puso el ceño fruncido— ¿No querrás
experimentar conmigo? Porque la verdad, no eres mi tipo.
— ¡Ay! Ruth, no— retiró la mirada, no podía mirarla a los ojos— pero si
quiero ver a Vesta.
— Lo sabía
— Por favor— comenzó suplicante— no te burles de mí.
Ruth alzó las cejas, comenzó a aupar el culo en el asiento para sacar su
cartera, dentro estaba la tarjeta que le dio Ama Anika. No preguntó,
directamente llamó. Clara quedó pálida e intentó arrebatarle el teléfono:
— Ruth— dijo peleando con la morena— por favor, no.
Ruth, apartaba las manos de Clara mientras esperaba a que contestasen:
Rincón del castigo, ¿en qué puedo ayudarle?
— Sí, me gustaría concertar una cita con Ama Vesta.
Me disculpa un momento que revise la agenda… ¿desea tarde o noche?
Ruth miró de reojo a Clara, que ocultaba el rostro con sus manos,
totalmente ruborizada. Lo estaba haciendo. Ruth estaba concertando una cita
con Ama Vesta:
— Tarde.
¿Ya ha practicado con anterioridad o es iniciada?
— Iniciada.
A las 20:30, el viernes ¿viene bien?
— Perfecto
¿A qué nombre le apunto?
— A la señorita Clara Price
En ese momento Clara alzó la cabeza totalmente pálida, pero ¿cómo se le
ocurría decir su nombre completo?
Perfecto, debido a que es iniciada tiene que acercarse antes para firmar
unos papeles.
— Eso está hecho.
Que pase buena semana señorita.
Cuando Ruth colgó miró con picardía a Clara. Quería que la tierra la
engullera y no la escupiese nunca:
— ¿Por qué diste mi nombre Ruth?
— A algún nombre debe de estar la cita.
— ¿Pero hacía falta que dijeras mi apellido? Soy un personaje público
también, si alguien se va de la lengua…
— Clara— dijo Ruth poniendo los ojos en blanco— estos sitios son amantes
de la confidencialidad, créeme, estoy segura que más de un o una famosa les
va este rollo. Enhorabuena, el viernes verás a tu querida Ama.
— Podrías haberme preguntado antes
Dijo Clara con enfado. Ruth negó con la cabeza, esta vez más seria:
— Clara, querías que te resolviera tus dudas— le puso una mano en su brazo
— me parece que tus dudas se resolverán cuando la tengas en frente.
— Yo solo quería ver a Vesta— frunció el ceño— pero no sé si estoy
preparada para el BDSM.
Ruth soltó una pequeña risita:
— Tranquila, no te obligan a nada que tu no quieras. Pones los límites, para
eso pagas.
Habían pasado cinco días desde el reencuentro con Clara. Lo cierto, es que
de vez en cuando llegaba a pensar en ella. Algunas veces divertida, otras
inevitablemente deseosa por volver a verla. ¿Por qué? Clara representaba
todo lo que odiaba. Era una niña rica y por muy hipócrita que pareciese Alex
también lo era. También era malcriada, caprichosa, altanera y narcisista. Eso
sin contar que su familia era snob y tan homófobos como sus propios padres,
si añadimos la guinda del pastel Clara estaba prometida con William Wiyatt.
La tercera familia en discordia. No. Definitivamente Clara Price no era para
ella.
Estaba recostada sobre el asiento de su despacho, introducía un papelito en
la boca, lo masticaba y con un canuto los pegaba en el techo. Asqueroso, pero
le encantaba hacer de rabiar a los de la limpieza, que les tocaba subirse a unas
escaleras y con una espátula quitarlas. Alex se aburría con ese trabajo, lo
único que hacía productivo era firmar papeles. Amaba más su segundo
trabajo y ardía de deseos para que llegase el siguiente día.
En ese momento le sonó el teléfono móvil. Miró la pantalla y le salía
número desconocido:
— Señorita Woods
— ¿Lex?
En ese momento puso los ojos en blanco. No ¿Quién te ha dado mi
número?:
— William
— Sí— dijo esbozando una risa— que pronto me has pillado.
— ¿Cómo has conseguido mi número?
— Bueno, si prometes no enfadarte…
— ¿Quién William?
— Tu padre.
Alex emitió un pequeño gruñido. Era evidente que a Alex la molestó que la
llamase, y cualquiera se daría cuenta. Menos William. Alex cuando era una
adolescente, llegó a la conclusión de que ese chico se había caído de la cuna
cuando era un bebé, otra cosa no se explicaba:
— Te llamaba— prosiguió William para irritación de Alex— porque, a Clara
y a mí nos gustaría que vinieras a cenar a casa un día
Alex se incorporó un poco esbozando media sonrisa:
— ¿Enserio que Clara quiere eso?
— Claro— William pareció contentarse al notar el interés de Alex. Claro que
la cena, a Alex le sudaba la po… que diga más sutilmente, le daba igual—
¿qué te parece mañana?
Alex puso un mohín. Le parecía interesante reencontrarse con Clara, pero
no iba a perder otro día de trabajo:
— Lo siento Will, fines de semanas los tengo ocupados.
— Y el lunes
William no se iba a dar por vencido.
— El lunes me parece bien.
— Genial, nos vemos el lunes.
— Hasta el lunes.
Alex soltó el móvil encima de la mesa. Vaya, vaya, al final el destino la
pondría enfrente a Clara nuevamente.
Al día siguiente Alex apareció contenta al trabajo. Eso se notó bastante,
pues siempre era muy seria. Tanya no pasó desapercibido aquello:
— ¿Y esa sonrisa comandante?
Alex puso los ojos en blanco:
— ¿Qué pasa? ¿Sonreír ahora es un pecado?
— No, pero pensaba que tu no sabías que era eso ¿a ver sonríe de nuevo?
Alex puso cara de mal humor:
— Ya nada me has irritado, gracias. Te quedas sin sonrisa.
Alex fue hasta el mostrador para revisar su agenda. Estaba repleta. Sus
compañeras cada vez que veían un nombre, se reflejaban el signo del dólar en
sus ojos. Para Alex era solo diversión y excitación. Pero cuando llegó a la
cita de las 20:30, tuvo que releerlo un par de veces para cerciorarse que había
leído bien. Clara Price. Esbozó media sonrisa:
— Ya sabía yo que te había gustado.
— ¿Disculpa?
Preguntó la recepcionista que estaba a su lado:
— Irina— comenzó a decir Alex mientras le enseñaba la agenda— quiero
añadir algo en el contrato para la señorita Price.
— ¿Qué?
— Bajo ningún concepto están permitidos los besos.
Capítulo 4 - Eres mía
Habían llegado hasta lo que parecía un ascensor. Un ascensor que daba
directamente con la calle, eso daba miedo, a decir verdad. Ruth, le
acompañaba. Claro que, a petición de Clara que no quería ir sola. Estaba
nerviosa, aterrada y cantidad de sentimientos de los cuales nunca había
sentido. No tan conjuntamente. Le sudaban hasta las manos.
Buscó el timbre, pero no había ninguno. ¿Cómo narices iban a subir? Ruth
tuvo la respuesta a aquella pregunta. Pues sacó directamente el móvil:
— Hay que llamar y decir tu nombre— explicó Ruth al ver el desconcierto de
Clara— Ellos te abren y suben el ascensor.
— Eso da…
— ¿Excitación?
Preguntó Ruth animada. Clara negó con la cabeza:
— Miedo
Ruth sostenía el teléfono pegado a la oreja:
Rincón del castigo ¿en qué puedo ayudarle?
— La cita de Ama Vesta, Clara Price
En ese momento las puertas del ascensor se abrieron. El corazón de Clara
estaba descontrolado, amartillando su pecho, amenazando con salir disparado
de un momento a otro. Y como había ocurrido a fuera, no había ningún
botón. Directamente se puso en marcha.
Nada más salir del ascensor se topaban con una recepcionista que rondaría
los treinta, tenía el pelo hasta los hombros, con prominentes pómulos,
afroamericana, casi la misma estatura que Clara. Que las esperaba con una
amable sonrisa:
— La señorita Price.
— Aquí
Dijo Ruth sujetando a Clara que empezaba a retroceder. En esos momentos
sentía arrepentimiento. Quería salir de ahí despavorida, pero ¿qué narices? Se
había metido en la boca del lobo. Y su amiga en vez de sacarla de ahí, la
retenía para que no escapase:
— Sígame por favor
Ambas iban a seguir a la recepcionista, pero ésta les paró:
— Solo puede venir la señorita Price.
Clara miró suplicante a Ruth, pero la morena lo único que hizo fue
encogerse de hombros, como diciendo “¿Qué quieres que le haga?”.
Temblorosa la comenzó a seguir por un pasillito de luz tenue. En un principio
pensaba que escucharía gritos, tortura o gemidos de placer, pero nada, no se
escuchaba nada. Llegó hasta una puerta cerrada que había casi al final del
pasillo e indicó que entrase:
— Vesta vendrá enseguida.
Alex estaba terminando de ponerse la peluca cuando Tanya, o mejor dicho
Anika Abrió la taquilla que había a su lado:
— Señor, a veces me sorprendo de algunos, prácticamente no tienen límites.
En ese instante se fijó en Vesta que todavía no se había puesto el antifaz:
— ¿Te has puesto lentillas?
— ¿Te gustan? El azul no me queda tan mal
Preguntó Vesta haciéndose la enigmática:
— ¿Por qué lo has hecho?
Alex contaba todo a Tanya, era la única persona en el mundo en quien
confiaba:
— Digamos, que la señorita Price conoce a la señorita Woods— se encogió
de hombros— no quiero arriesgarme a que me descubra.
— Tú sabrás lo que haces
Dijo Tanya mientras se quitaba su peluca. Siempre trabajaban con pelucas y
nunca mostraban su verdadera identidad:
— Voy a disfrutar de mi descanso
Vesta se puso el antifaz y suspiró fuertemente. En unos minutos tendría a
Clara cara a cara de nuevo.
La habitación donde entró Clara era muy distinta a la que se había
imaginado. Lo cierto es que se imaginaba látigos, fustas, grilletes y toda clase
de objetos que podía pasarse por su pervertida cabeza, pero no. Tan solo
había una mesita y dos sillones. Uno enfrente del otro. Estaba tan nerviosa
que comenzó a pulular por la habitación. Quedando enfrente de un cuadro y
comenzó a mirarlo.
La puerta se abrió, sobresaltando a la rubia que ya no podía con su corazón,
le iba a dar un infarto, de seguro que se quedaría en el lugar de un momento a
otro. Vesta, entro lentamente y cerró la puerta tras de sí, echando el pestillo
para tener más intimidad. Clara tragó saliva, no sabía qué hacer ni cómo
actuar. Miraba a Vesta con los ojos de par en par. Ese día no llevaba el
sombrero de capitán, mostrando su melena pelirroja, aunque su atuendo era el
mismo. Pareció notar algo diferente ese día. Juraría que la otra noche sus
ojos era de color verde y no azules. Dejó unos documentos sobre la mesilla y
lo que parecía un collar de perro. Curvó la comisura de sus labios. Clara
parecía una cachorrilla asustada, ya no era la mujer altanera que ordenaba a
todos. No, ahora estaba en el mundo de Vesta. Normalmente la primera vez,
suele ser puro trámite. Pero Vesta quería divertirse un poco:
— Yo…— comenzó a decir nerviosa Clara— estoy aquí— Vesta no decía
nada, solo se acercaba lentamente— con intención de informarme para mi
nuevo libro
Dijo al final, intentando controlar su voz. Claro que aquello era mentira
pero sentía perturbación al pensar los verdaderos motivos por los que estaba
ahí. Cuando ya estuvo a su alcance, Vesta la empujó contra la pared y se pegó
a ella, acercándose a un lado de su cuello y aspiró el aroma de su pelo rubio:
— Te dije que nos volveríamos a ver
— Y yo te he dicho— dijo con un hilo de voz— las verdaderas razones por
las que estoy aquí.
Vesta esbozó una sonrisa. Incluso en esa situación Clara seguía
reprimiendo sus verdaderos instintos y deseos. No la engañaba, por la forma
en que temblaba a su cercanía:
— No Clara— dijo con voz ronca— estás aquí porque eres mía.
A Clara se le escapó un leve gemido ¿por qué diablos le excitaba tanto? Y
no era la única, puesto sintió como la respiración de Vesta aumentaba,
conforme su mano subía por su cadera hasta el costado. Dejando una hilera
ardiente sobre el cuerpo de Clara, la rubia deseaba, dios, anhelaba con todas
sus fuerzas que su mano prosiguiese, sin embargo, se detuvo.
Vesta tuvo que sacar mucha fuerza de voluntad para alejarse de ella. Clara
era irritante e insoportable, pero maldita sea, su cuerpo le volvía loca:
— Ahora se obediente y siéntate.
Clara tragó saliva y obligó a su tembloroso cuerpo desplazarse hasta uno de
los sillones. No había pasado ni cinco minutos y ya estaba húmeda. Vesta
tuvo que tomar aire antes de sentarse enfrente de Clara:
— ¿Qué sabes del BDSM?
— Puro juego enfermizo.
Vesta curvó un poco la comisura de sus labios y se los humedeció antes de
hablar. Clara fijó su mirada en ellos, sintiendo altos impulsos de querer
besarlos. Eran tan parecidos a los de Alex. ¿Pero por qué tenía que pensar en
Alex en esos momentos?:
— Te has llamado enfermiza tú solita.
— Ya te dije…
— No me saltes con el mismo cuento— retiró con el pie la mesilla que se
interponía entre ambas, se acercó y cuando estuvo escasos centímetros, se
arrodilló comenzando a acariciar la pierna de Clara— Aquí no tienes por qué
reprimirte— su mano fue subiendo por la parte interna del muslo,
introduciendo su mano en la falda— sabemos lo que ansias de verdad.
Clara suspiró levemente, cerró los puños sobre el reposabrazos y justó
cuando la mano de Vesta estaba a punto de llegar a su zona más húmeda,
reaccionó agarrándola de la muñeca:
— Me dijiste que esto no se trata de sexo.
Vesta paró y deslizó su mano hasta el otro lado del muslo. Su piel era tan
suave. Solo en esa parte le clavó las uñas y fue sacando su mano mientras
arañaba. No un arañazo profundo, lo suficientemente para sentirlo y excitar:
— Y no se trata de sexo, Clara. Se trata de placer y excitación.
En principio Clara contuvo la respiración, cuando terminó el recorrido
clavándole las uñas, volvió a repetirlo esta vez con la palma de la mano, el
contraste que le producía las caricias después de los arañazos hacía que su
piel se le pusiera de gallina:
— La sociedad tiene un mal concepto de nosotros los amos, no maltratamos
— de nuevo clavó las uñas, esta vez con ambas manos en los dos muslos—
estoy al servicio del sumiso, estoy a tu servicio. Tú marcarás los límites.
Clara echó la cabeza hacia atrás y se mordió el labio mientras acallaba los
pequeños gemidos. Vesta la estaba excitando tanto. Arañando y acariciando,
acariciando y arañando, pero ¿a quién le gustaba eso? Sorprendentemente a
Clara:
— ¿Cómo puedes decir que estas a mi servicio? — decía con voz
entrecortada— ¿Cuándo no paras de decir que soy tuya?
Vesta paró y sacó sus manos para ponerlas en el reposabrazos del sillón,
muy cerca a las de Clara:
— Estoy para darte placer, pero no dejas de ser mi sumisa, en el mundo
vainilla puedes hacer lo que te dé la gana, Clara, pero en mi mundo solo
pertenecerás a un solo amo— se levantó y le entregó los documentos— eso
no es solo un contrato. Eres tú jurándome fidelidad.
Clara comenzó a leer aquel contrato. Que tenía firmar, para alegar que era
consciente, la clase de prácticas que se hacían, también existen límites, por
ambas partes, por lo general, la mayoría se lo había dicho Vesta. No podía
buscar a otro dominante y otra cosa que le llamó la atención. No podían
besarse:
— ¿Nada de besos?
— Un solo beso, y el contrato se rompe.
— ¿Por qué?
Vesta apretó la mandíbula, apoyó la rodilla entre sus piernas, el roce en
aquella zona hizo que Clara soltase un pequeño gemido, le tiró del pelo con
ambas manos, obligándola a echar la cabeza hacía atrás, poniendo un gesto
de dolor durante unos segundos, antes de quedar cautiva a la mirada de Vesta,
su rostro estaba a escasos centímetros:
— Me dijiste que eras heterosexual— Vesta no apartaba su mirada de los
ojos, pero permanecía tensa ante su cercanía— aun no has firmado el
contrato, dime Clara. ¿Quieres que te bese?
La respiración de Clara se aceleró y a diferencia de Vesta, ella no pudo
evitar mirar sus labios con deseo. Si, llevaba queriendo besar esos labios
desde el momento que la empotró contra la pared. Vesta, se acercó un poco
más, sintiendo su cálido aliento en su cara. Quería gritar que sí, una y otra
vez, besarlos hasta quedar inflamados y doloridos, pero le pudo más el
miedo:
— ¿Dónde hay un bolígrafo?
Vesta tragó saliva, le soltó el pelo y la acarició la mejilla hasta que su dedo
gordo rozó sus labios. Los miraba de forma salvaje y lasciva. Clara solo
rezaba para que no hiciera caso ante su negativa. Que la besara hasta quedar
exhausta:
— Qué lástima, me hubiera gustado probarlos, aunque sea solo una vez.
Curvó la comisura de sus labios, sin dejar de mirarla, agarró la mano de
Clara y la llevó hasta el bolsillo de su culo:
— Ahí tienes un bolígrafo, cógelo.
Clara no se iba a achantar ante su mirada. Así pues, sin quitar sus ojos en
los de ella, introdujo la mano en el bolsillo y sacó el bolígrafo. En ese
momento, se puso ceñuda. Era tan excitante, pero a su vez, le recordaba tanto
a Alex:
— Ahora ¿Por qué me miras así?
Preguntó algo incómoda Vesta:
— Me recuerdas mucho a alguien.
La mano de Clara se negaba a alejarse de Vesta, siendo ahora ella la que
acariciase su pierna, aun puesta en el medio de las suyas. En un principio
pareció ponerse tensa. Para luego dibujar una sonrisa, ya de paso ¿por qué no
aprovecharse de su alter ego?:
— ¿Otra mujer?
— Si
— Vaya, Clara— dijo Vesta mientras apartaba la mano de Clara— eres un
poco mentirosita tú. Dices que eres heterosexual y no solo me buscas, sino
que hay otra.
Clara frunció el ceño y puso una mueca. Ese gestó tensó de nuevo a Vesta:
— ¿Con ella? nunca en la vida, es odiosa.
Vesta apartó la rodilla y se alejó un par de pasos, se cruzó de brazos y alzó
una ceja:
— Y ¿yo te recuerdo a ella? ¿Acaso soy odiosa también?
Clara comenzó a golpear el reposabrazos con el bolígrafo:
— Es odiosa, sí, pero…
Clara apartó la mirada ruborizada:
— ¿Pero?
Insistió Vesta:
— Es igual de caliente que tú.
Vesta curvó las comisuras de sus labios, rodeo el sillón hasta quedar detrás
de Clara, apartó los mechones de su pelo y los colocó detrás de la oreja.
Inclinándose para susurrarle en el oído:
— Se sincera Clara— dijo mientras bajaba su mano cuello, clavícula— ¿Qué
te parece realmente odioso? ¿Ella? o ¿cómo te excitas estando con ella?
La respiración de Clara aumentó, la mano de Vesta se había introducido por
su escote:
— ¿A ti que más te da? Ni la conoces
Llegó a decir con un hilo de voz. Vesta le agarró suavemente del cuello,
mientras con la otra mano había alcanzado hasta el pezón, totalmente erecto.
En un principio fue considerada y lo acarició con sus dedos suavemente.
Clara emitió un suspiro sonoro, más fuerte fue el gemido cuando lo comenzó
a torturar pellizcándolo:
— Clara— dijo Vesta con voz entre cortada por la excitación— Dime que
quieres ser, ¿mi sumisa o mi esclava? — Clara se removía sin parar en sillón
— dímelo
La otra mano que sostenía su cuello se deslizó hasta el otro seno y comenzó
a torturar su otro pezón. Los gemidos de Clara se hacían más fuertes, la
respiración de Vesta también era un poco más sonora:
— Dime que quieres ser mi esclava y no mi sumisa Clara. Dime que eres
totalmente mía, sin límites— las manos de Vesta sobre sus senos eran más
que excitantes. Esa electricidad que sintió en la ducha en esos instantes los
sentía con más intensidad— Por favor Clara se mi esclava.
¿Cómo responder aquello? Ni si quiera sabía que diferencia había entre
esclava y sumisa. Tampoco le daba mucho para pensar en aquellos instantes.
Que no paraba de gemir y retorcerse. Aun así, habló como pudo:
— ¿Qué… que…?
No, le era incapaz hablar y pronunciar más de dos palabras seguidas. Aun
así, Vesta, supo enseguida lo que quería preguntar:
— Si decides ser mi sumisa tan solo te someterás a mí, nada de sexo—
esbozó un leve gemido, el cuerpo caliente de Clara la estaba excitando hasta
casi perder la cordura— si tengo relaciones sexuales con esclavas, por Dios
Clara déjame poseerte.
— Sí, Vesta. Seré tu esclava
Dijo Clara sin pensar, estaba tan cachonda que ya prácticamente no podía
controlarse:
— Gracias a Dios
Vesta sacó las manos de su escote, rápidamente le puso el contrato en el
reposabrazos:
— Firma, aquí y aquí
Clara acalorada firmó en los dos sitios que dijo Vesta. Seguidamente ella
también firmó donde tenía que firmar. Agarró el collar y comenzó a
ponérselo:
— Enhorabuena oficialmente somos ama y esclava.
Nada más terminar de ponerle el collar, se agachó ansiosa quería el cuerpo
de Clara en ese instante. Introdujo sus manos de nuevo dentro de la falda y
comenzó a tirar de su ropa interior. La rubia nunca había estado con ninguna
mujer antes, estaba excitada y tenía ganas, pero eso, no quitaba el hecho de
que en ese campo era totalmente virgen y le aterraba hacerlo mal. Así que,
como hizo anteriormente, paró a Vesta:
— ¿Qué pasa ahora?
Preguntó sin soltar su ropa interior que estaba casi llegando a sus rodillas.
Los ojos de Vesta estaban oscurecidos, dilatados de la excitación:
— Yo…— de nuevo apartó la mirada, en parte por vergüenza y otra, pensaba
que Vesta podría enfadarse al detenerla— yo… nunca he estado…
Vesta paró en seco. Era cierto, se le había olvidado que Clara solo había
estado con hombres. Le resultó comprensible su pudor y temor. Pareció
meditar durante unos minutos. Cierto era que le iba mucho el sexo salvaje.
¿Pero cómo exigir eso a Clara? Desde que miró a un lado ya no se había
vuelto a mirarla. No, hasta que notó como Vesta le volvía a poner las
braguitas en su sitio.
Mirando de nuevo a Vesta, se sorprendió al ver que las comisuras de sus
labios estaban curvadas:
— Me acabo de convertir en tu ama— apoyó la mejilla en su rodilla
izquierda mientras que con su mano derecha acariciaba su muslo— ¿de
verdad quieres que sea tu primera mujer?
— No hay otra mujer
Vesta negó con la cabeza, sin dejar de sonreír picaronamente:
— Hace un momento me has comentado que te excitaba otra mujer.
— Y también dije que nunca haría nada con ella.
Vesta cerró los ojos, aun apoyada en su rodilla mientras que no paraba de
acariciar sus piernas. Estaba excitada y prácticamente quería follarse a Clara,
ponerla a cuatro patas y hacer que se corriera una, otra y otra vez. En su mano
y en su boca, pero sería demasiado para una primeriza:
— Está bien— apartó su mejilla de la rodilla, se levantó y le acarició
suavemente— la primera vez, muy despacio
Le agarró de las manos y la ayudó a levantarse, dieron un par de pasos
hasta quedar entre los dos sillones:
— Desnúdate.
Clara puso los ojos como platos y el rubor de su rostro se hizo más intenso.
No sabía por qué, pero eso le pareció adorable a Vesta:
— Vesta…
— No, Clara— esta vez la voz de Vesta sonó un poco autoritaria— te he
dado una orden, desnúdate.
Clara tembló de puro nerviosismo, tenía tanto miedo de ser un fraude que
durante unos segundos miró la puerta, queriendo huir de aquel lugar y
esconderse en su cama. Vesta se percató de aquello. Así pues, intentó
reconfortarla acariciando su mejilla:
— No voy acerté daño, ni voy hacer algo que tu no quieras, solo me lo dices
y paro. Tan solo déjate llevar, Clara. Desnúdate. En un principio debemos
conocernos, saber tus límites.
Clara tragó saliva y comenzó a desnudarse delante de aquella mirada tan
intensa. En parte agradecía que Vesta le tratase con algo de dulzura. Ésta, se
sentó en el otro sillón y comenzó a descalzarse. Sin dejar de mirar el cuerpo
de la rubia que prenda a prenda quedaba descubierto. Vesta no se desnudó del
todo, solo la parte inferior:
— Túmbate en el suelo
— ¿En el suelo?
Preguntó con cierto desacuerdo. Vesta sonrió:
— ¿Ves alguna cama por aquí?
Clara, acabó accediendo a regañadientes y se tumbó en el suelo boca arriba.
Vesta lentamente se tumbó encima de ella, apoyando los antebrazos en el
suelo para no aplastarla:
— ¿Yo no te puedo ver desnuda?
Vesta acarició la mejilla de una temblorosa Clara:
— Algún día— escondió el rostro en el cuello de Clara e inhalo su aroma—
si ves que no puedes o quieres que pare tan solo pídemelo y lo haré.
Agarró las manos de Clara y las puso por encima de su cabeza:
— Las manos quedan vetadas de cualquier movimiento— esbozó una sonrisa
picarona— si las mueves tendrás castigo.
Clara asintió mientras Vesta observaba con fascinación sus perfectos
pechos. Su torso se movía más deprisa debido a su agitada respiración. Vesta
luchaba contra su instinto salvaje, quería lamerlos, morderlos, apretujarlos
fuertemente y podía hacerlo, porque Clara era suya, su esclava, pero quería
que estuviera cómoda su primera vez con una mujer. Así pues, comenzó a
acariciarlos lentamente, los pezones rosados estaban totalmente erectos,
invitándola a que los devorase y eso hizo. Comenzó a saborear el pezón del
seno derecho. Clara cerró los puños mientras esbozaba un sonoro suspiro.
Vesta disfrutó adorando sus senos y quería ser paciente, dedicarle el tiempo
que se merecían jugando con ambos pezones. La rubia se estaba excitando
tanto que comenzó a mover la pelvis buscando algún tipo de contacto, roce o
fricción:
— No te reprimas, Clara— dijo Vesta con respiración acelerada— gime todo
cuanto quieras.
— Si, si— comenzó a decir Clara un poco más fuerte— Vesta
Se excitaba tanto escucharla gemir y decir su nombre. Poco a poco fue
bajando hasta su sexo. De nuevo notó como Clara se tensaba y se ponía
nerviosa:
— Tranquila, solo déjate hacer.
Dijo mientras le abría un poco más las piernas para tener más acceso. Vesta
sería la primera mujer con quien estaría y aunque ésta no lo supiera, también
la primera con quien tendría sexo oral. Ya que William solo se limitaba a lo
básico, que era la penetración. Cuando sintió la lengua de Vesta sobre esa
parte de su anatomía. Se sorprendió. Que sensación más placentera, superaba
con creces la fricción de su propia mano. Era suave, húmeda y tocaba sus
zonas más sensibles. Clara ya no pudo controlarse más y sus gemidos eran
guturales, tanto que hasta la mismísima Ruth la estaría escuchando. Le daba
igual, solo quería más de aquel placer tan maravilloso. En un principio Vesta
lo hacía lento, lengua arriba, lengua abajo, de un lado al otro, jugando y
saboreando su clítoris. Movió la pelvis acompañando a esa mágica lengua
que le estaba trasladando a otro mundo desconocido. Con una mano buscó la
obertura de su sexo mientras seguía torturándola con la lengua, le introdujo el
dedo corazón y anular, provocando que Clara encorvase la espalda, sus
penetraciones no eran muy profundas, limitándose a estimular su zona g,
bombeándolos sin parar. Si el otro día tuvo su primer orgasmo
masturbándose y le pareció maravilloso, el que se estaba acumulando en su
pelvis era mucho más intenso. Vesta notó como sus dedos comenzaban a ser
aprisionados:
— Eso es Clara
Dijo Vesta esbozando un gruñido:
— Vamos, córrete
Los dedos estaban ya completamente aprisionados, mientras que todo su
cuerpo se tensaba y gritaba:
— ¡Si Vesta, si!
Vesta sonrió, cuando sintió los incontrolables espasmos, esperó a que el
cuerpo de Clara se relajase y liberase sus dedos. No fue hasta que estuvo a la
altura de su mirada cuando se percató de que había comenzado a llorar.
Dejándola totalmente atónita:
— ¿Estás llorando?
Clara le apartó y se acurrucó dándola la espalda. Vesta le agarró del brazo e
intentó que girase:
— Te dije que no te obligaba a nada— dijo algo molesta— si no querías solo
tenías que haberlo dicho, Clara
— No es eso— dijo Clara retirándose las lágrimas— al contrario ha sido
maravilloso
— ¿Entonces por qué estas llorando?
Preguntó Vesta desconcertada:
— Es que yo nunca...
— Habías estado con una mujer— comenzó a acariciarla en el brazo, para
tranquilizarla— si no quiere que vuelva a...
— No, no es eso— Clara giró el rostro para mirar a los ojos de Vesta— yo
nunca había tenido un...
No podía acabar la frase, le podía la vergüenza. En ese instante, Alex supo
a qué se refería, dejándola aún mucho más atónita:
— ¿Nunca?
— Es patético— se volvió a girar y retirarla la mirada— soy patética, lo sé.
Tener que pagar para...
— Clara, yo no soy una puta— dijo un poco irritada— no vamos a tener sexo
siempre que quieras, eres mi esclava por lo cual solo cuando yo quiera.
Vesta se levantó del suelo y comenzó a vestirse. Clara, se levantó también y
le aferró de la muñeca. Su expresión reflejaba arrepentimiento:
— Lo siento, no quería ofenderte.
— Déjalo
Dijo Vesta comenzando a ponerse los pantalones:
—Tu no— realmente sonaba como una niña tonta, comportándose de esa
forma tan avergonzada— tú aun no te has...
En ese instante escucho unas pequeñas carcajadas por parte de Vesta:
— Por Dios, Clara. Son dos palabras muy sencillas orgasmo y corrido.
— Me es más cómodo decir clímax.
Esta vez Vesta esbozó otra carcajada más sonora:
— Que tiquismiquis— Se acercó y la atrajo agarrándola de la cintura— a
partir de ahora no te perturbes ni te ruborices tanto, hoy ha sido la excepción
por ser tu primera vez, pero ten claro que conmigo no se hace el amor, me
gusta hacerlo duro— sus manos recorrían su cuerpo de forma posesiva— será
mejor que dejes de reprimirte, te aseguro que disfrutarás mucho más. Umm—
dijo esto último mientras estrujaba sus pechos— otra cosa que debemos dejar
claro, es que es una relación exclusivamente para el placer, nada de amor
¿queda claro?
—Muy claro— dijo con voz entrecortada, Vesta no apartaba ni un solo
segundo de sus pechos— pero, si me permites preguntar ¿Por qué?
Vesta se puso tensa, dejó de tocarla, se apartó y comenzó a calzarse:
— Mira de que trabajo ¿crees que eres la única que se somete a mí? No
quiero escenas de celos. Para serte sincera, no quiero, corrijo, no puedo
enamorarme. Ahora vístete, te vas a quedar helada.
— Si
Dijo Clara, comenzando a vestirse, pero Vesta la dio un fuerte azote en el
trasero. Sorprendiendo a la rubia que emitió un pequeño grito:
— Si ¿qué? Esclava.
— Si ama Vesta
Vesta se puso enfrente, se arrodilló y justo un poco por debajo de su
abdomen, tiró de la cadera, comenzó a succionar fuerte. Clara echó la cabeza
hacía atrás y emitió un leve gemido. No paró hasta que hubiera quedado bien
marcada. Pasó la mano por la zona, un par de veces y se volvió a incorporar:
— ¡Me has marcado!
Dijo Clara molesta. Vesta le agarró de la mandíbula:
— Por privacidad del cliente no solemos hacerlo, pero contigo hago la
excepción, así cuando te mires recordaras que me perteneces Clara. Eres mía.
Sacó una tarjeta y se la dio en la mano:
— Mi teléfono del trabajo, así hablas conmigo directamente, sin pasar por
recepción— se miró el reloj— concertaremos la siguiente sesión y me dirás
de cuánto tiempo lo quieres, me tengo que ir, va a llegar uno de mis sumisos.
— ¿No eres lesbiana?
Vesta alzó una ceja y curvó la comisura de sus labios:
— Ya te dije que con los sumisos no tengo sexo. No te olvides de tu collar—
Se agachó y se guardó las braguitas de Clara en el bolsillo— estas me las
quedo de recuerdo.
Vesta salió de la habitación dejando a Clara aun medio vestida. Alex fue
hasta su taquilla y se quitó corriendo las lentillas, le estaban irritando los ojos.
Tanya apareció y se apoyó en la suya con los brazos cruzados. Puso
expresión divertida no dejaba de mirarla:
— ¿Qué miras tanto?
— Una mujer muy fogosa— dijo alzando las cejas repetidas veces— a ver
que me aclare ¿tú no pasabas de tener esclavos? Porque ha sido llegar esta y
en el primer día...
— Vale ya Tanya. Solo ha sido un calentón momentáneo.
Tanya rompió a reír como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo:
— Alex, ambas sabemos que no te sueles acostar con la primera que te pone
cachonda como ama Vesta, esa faceta tuya se la dejas más a Alex. La señorita
Price te gusta.
Alex cerró fuertemente la taquilla y con irritabilidad miró a Tanya:
— ¿Clara Price? ¿Gustarme? Esa mujer es irritante, molesta, altanera,
superficial, mandona...
— Fíjate, todo lo que te suele atraer de una mujer.
Alex gruñó:
— Me voy a descansar un poco antes de que llegue el siguiente.
Clara no lo podía negar más, era evidente que Vesta le gustaba y mucho. Se
había sorprendido. Había sido más dulce la primera vez. No era tonta, sabía
que se había reprimido. Guardó los documentos y el collar en el bolso.
Suspiró y salió de ahí. Era consciente de que había gemido más alto, existía
la posibilidad de cruzarse con alguien que la hubiera escuchado. Lo que no se
esperaba, que hubieran llegado a los oídos de la recepcionista y de Ruth. Que
la miraron con sonrisa cómplice. Clara se ruborizó, pasando por su lado:
— No te rías tanto y vámonos.
Ruth rompió a reír:
— Un placer haberte conocido Irina.
Ya en la intimidad del ascensor, Ruth no pudo contenerse más:
— Vaya, Vesta tiene que ser la puta Diosa, para hacerte gri...
— Por favor Ruth. Será mejor no hacer comentarios de lo que acabas de
escuchar.
— Tanto pudor, si yo me alegro por ti. Tú ahora mismo no te ves, pero
tienes esa cara de recién follada que ni te lo imaginas.
— ¿Cara de recién follada?
Ruth soltó una risita:
— No paras de sonreír, golfa.
No lo podía negar, sentía felicidad, hasta notaba su cuerpo más ligero y
relajado. Pero debía tener en cuenta una cosa:
— Ruth, necesito que me ayudes— dijo Clara algo temerosa — ¿puedes
enseñarme cómo...? — Eso le resultaba muy difícil y más si se lo pedía a la
mismísima Ruth— ¿Cómo se hace el sexo Oral?
Capítulo 5 - Bésame
Ruth se sorprendió ante aquella petición ¿Cómo narices iba a enseñar de
forma teórica el sexo Oral? Solo se le ocurrió una forma y era llevándola a
una heladería. La pregunta que se nos pasa por la cabeza, es la misma que se
le pasó por la de Clara. ¿Qué tiene que ver los helados con el sexo oral?
Bueno, cuando se trata del sexo masculino te compras un pirulo y de
maravilla, pero, ¿una mujer? Ruth, tan chula ella pidió dos conos, ella se lo
pidió de chocolate, mientras que para Clara pidió uno de vainilla. La morena,
era consciente de que odiaba el chocolate:
— ¿Qué tengo que hacer con esto? — preguntó Clara alzando una ceja—
no me apetece dulce, sabes que no me gusta mucho.
— Algo tan sencillo como lamer
Dijo riendo Ruth:
— Según tú, un cunnilingus es como comer un helado.
Ruth esbozó una carcajada. A veces Clara se pasaba de fina:
— Pero que finolis eres— dijo encaminándose a una de las mesas que había
en la terraza— está claro que no es lo mismo Clara, un clítoris es una zona
algo sensible y hay que pillarle el punto, pero si quieres un consejo, intenta
hacer con la lengua el abecedario en el helado.
Clara se sintió un poco estúpida al hacer lo que recomendaba su amiga. A,
B, C… ni quería imaginarse poniendo cara de concentrada:
— No, no— paró Ruth— estas tensando mucho la lengua, se más delicada.
Clara suspiró, pero de nuevo puso la lengua al helado. A, B, C… Esta vez,
Ruth asintió más satisfecha al ver que la rubia lo hacía más relajadamente,
Clara frunció el ceño:
— ¿Y cómo sabe?
Ruth ya sí que no aguantó la risa:
— En eso ya sí que no puedo ayudarte— dijo quitándose las lágrimas de los
ojos— pero que inocente Clara.
— ¿Sabe salado? Joder Ruth— dijo Clara con desesperación— dime algo.
— Clara— dijo Ruth más seria— No lo pienses tanto, si te apetece hacerlo
disfruta— se encogió de hombros— si no, pues no lo hagas, pero lo que si te
puedo asegurar, el sexo oral es lo más fantástico que te puedan hacer y
hacerlo no se queda atrás ¿Nunca se lo has hecho a William?
Clara puso una mueca de asco:
— No, qué asco
Ruth alzó las cejas sorprendida:
— ¿Nunca? Si te parece asqueroso hacérselo al hombre con el que llevas dos
años prometida ¿Cómo estas tan segura de que te gustará hacérselo a una
mujer?
Clara se ruborizó al recordar a Vesta, como había conseguido excitarla,
como la había hecho llegar al orgasmo solo con su lengua, recorriendo todo
su sexo. Como sentía su excitación cuando le gemía en su entrepierna.
Parecía disfrutar mucho, ella también quería probarlo. Saber que se sentía al
dar ese placer:
— William, nunca me había excitado como Vesta o como…
En ese instante se quedó en silencio. De nuevo Alex. Ruth no sabía nada de
Alex. La morena se percató enseguida y curiosa se acercó a su amiga:
— ¿O cómo?
Insistió para que siguiera hablando:
— Nada, una larga historia.
— Aún queda helado Clara, sabes que no voy a parar hasta sonsacártelo.
Clara achicó los ojos:
— En ocasiones como esta, te odio.
— Vaya, que rápido se te pasó el relax del orgasmo— dijo riendo Ruth—
quizás debería llevarte otra vez para que te relajes de nuevo.
— Ruth— dijo Clara irritada— está bien. ¿Te acuerdas de que te hablé de
mis círculos sociales?
Ruth asintió mientras seguía comiendo a lametones su cucurucho de
chocolate:
— Bueno hace muchos años, los Woods solían quedar con mi familia, antes
que se fueran a Europa de un día para el otro. Su hija, William y yo
jugábamos juntos.
— Si, sigue
— William siempre andaba detrás suya como un perrito faldero— eso lo dijo
con amargor— ella ha regresado y al parecer sigue perdiendo el culo por ella.
Ruth gruñó:
— Que cerdo ¿quieres que le pegue una paliza a William y a la guarra esa?
Clara negó mientras soltaba una pequeña risita:
— Lo cierto es que ella nunca le hizo caso.
— Más le vale.
— La cosa es que el otro día nos reencontramos y seguimos llevando mal,
pero no sé, me encaró de una forma, como me miraba, como se acercaba—
Clara se acaloraba al recordar a Alex tan cerca de ella— como me susurraba,
como me…
— Si ya lo he pillado— dijo Ruth parándola— vamos que también te pone
cachonda. Joder Clara, dos tías en poco tiempo, deberías replantearte tu
verdadera sexualidad. Que yo sepa solo has estado con Will, ni te he visto
interesada sexualmente por más tíos, ya que ese novio de la universidad no
cuenta.
Clara agachó la cabeza. Lo cierto es que en un principio William nunca le
interesó, pero su madre comenzó a hablarle de él, que era un buen chico, un
buen partido. Suponía que al final hizo lo que sus padres le pedían. Lo que
hasta el momento pensaba que era lo correcto, pero en cuestión de una
semana todo su mundo había cambiado, lo que era seguro, se había
convertido en un descontrol. Con sus dudas, con sus miedos a lo
desconocido. Quería alejarse y refugiarse a su vida cotidiana, pero no podía,
prácticamente se había sometido a Vesta y solo podía pensar en volverla a
ver.
Cuando Clara llegó a casa, se encontró con William en la cama leyendo un
libro. Solía cambiarse delante de él, pero aquella noche, le tocó coger el
pijama e ir al baño. No se había olvidado de la marcha que le había dejado
Vesta. No podía verlo en ningún caso. En su cabeza, no paraba de repetirse
una y otra vez que había hecho mal, pero, es que en los brazos de Vesta había
encontrado una parte que la llenaba realmente. No, no solo era el sexo en sí,
era como la sometía y la poseía. Vesta tenía razón, eso iba mucho más allá
del sexo. Era excitación como ninguna vez había sentido. No era el dolor, era
el juego que le daba. Eso nunca se lo daría William estaba muy segura de eso.
Antes de terminar de ponerse el pijama se miró la marca. Sus labios se
curvaron.
Al salir del baño totalmente cambiada, William le siguió con la mirada.
Extrañado:
— Ahora ¿te da pudor que te vea desnuda?
— No cariño, es que tenía que... hacer aguas menores.
William asintió y dejó el libro en la mesilla:
— Espero que no te molestes.
Dijo William algo asustado:
— Eso es señal de que me va a molestar
Alegó la rubia ceñuda:
— Esto… invité el lunes a cenar a…
— ¿A quién?
Preguntó Clara solicita:
— Alex.
Clara puso los ojos como órbita y se levantó de la cama, como si hubiera
recibido un calambre en el trasero. Enfurecida puso los brazos en jarras:
— ¿Enserio William? ¿Sin consultármelo? — la voz de Clara era de una
autentica fiera— ¿qué pasa sigues perdiendo el culo por ella?
William frunció el ceño con cierto resquemor:
— Por Dios Clara, no digas estupideces solo intento ser amable.
— Te hubiera agradecido que contases antes conmigo, ¿para algo somos
pareja no?
— Pues no lo parece
— ¿Qué?
Preguntó Clara sorprendida por el comentario de William:
— ¿Hace cuánto que no hacemos el amor Clara? — reprochó William—
Durante meses, llegas escribes, duermes, te vas de compras con tu madre y
sales de fiesta con tu amiga Ruth, a mí me tienes olvidado.
—Y ¿Por qué tengamos problemas de pareja, eso te da derecho a quien te
dé la gana en casa?
Esta vez fue William quien se levantó corriendo de la cama. Agarró las
almohadas con rabia:
— No sé qué coño es lo que os pasa a vosotras, pero me parece demasiado
que incluso pasados diez años sigáis llevándoos mal. Hazme un favor Clara,
madura de una puta vez.
Dicho esto, se dispuso a salir de la habitación:
— ¿A dónde vas?
Dijo Clara con enfado:
— A dormir en la habitación de invitados. Seguro que la almohada de esa
habitación me da más calor que la frígida de mi prometida.
Clara cogió una figurita que había encima de su mesilla y lo tiró a la puerta
cuando se había cerrado:
— ¿A sí? que lo disfrutes— dijo gritando, para terminar con un susurro—
será cerdo, el muy capullo.
Alex se encontraba en su despacho. Haciendo tiempo como siempre.
Papeleo, aburrimiento, ojeando los avances de las investigaciones, más
aburrido aún. Solo deseaba que llegará la noche. Le resultaba divertido la
idea de reencontrarse con Clara. No como Vesta, si no como Alex. Si la rubia
supiese del depravado juego al que estaba cayendo. Si supiese que ya era de
ella sin saberlo. Una de dos, la viola o la mata. Estaba claro que no iba a decir
nada. Total, bien que disfrutó corriéndose en su boca.
Abrió el cajón y sacó las braguitas de Clara. Se mordió el labio y comenzó
a sonreír. La señorita Price, sin darse cuenta le había desafiado al repetir una
y otra vez que no tendría nada con ella. ¿De verdad que podría resistirse? No
lo hizo con Vesta, menos lo haría con Alex.
Recordó con total nitidez cuando la hizo suya. Sus manos recorriendo su
piel suave, el cuerpo totalmente desnudo y vaya cuerpo el que se gastaba la
niña pija. La forma en que la gemía, Dios no había escuchado nunca algo tan
excitante. De solo recordarlo se humedecía. Lo único que le fastidiaba era
que no había probado sus labios. Bueno, como Vesta se lo tenía prohibido,
pero no como Alex y era paciente. Sus ojos azules, totalmente dilatados,
desnudándose delante de ella totalmente sometida. Alex ladeo la cabeza, su
piel comenzaba a arder al recordar aquello. Se levantó, fue hasta la puerta de
su despacho y cerró el pestillo. Cerró las cortinas que daban al pasillo y
regresó a su asiento. Descolgó el teléfono y se puso en contacto con su
secretaria:
— Helena, no me pases llamadas ni quiero que se me molesten.
— Si señorita Woods.
Alex, era caliente, morbosa y se puede comprobar por la forma que
manoseaba la ropa interior de Clara que tenía cierto fetichismo. Tenía un
codo apoyado en el reposa brazos, mientras con esa mano no paraba de
manosear la seda de aquellas braguitas. Ahí donde la humedad de Clara había
estado. La forma en que se asusta y se empequeñece, como se reprime y se
cohíbe, como intenta negar lo que su interior le grita. Maldita sea, a pesar de
ser irritable le excitaba. Se apoyó en el respaldo y con la mano que tenía libre
comenzó a acariciarse, el cuello, no se desabrochó la camisa, no, Alex lo
hacía todo a fuego lento, disfrutando de cada recuerdo. Del aroma de Clara.
Primero se acarició por encima de la ropa. La rubia sabía tan bien. Nunca
había saboreado un coño tan jugoso. Joder, de solo recordarlo le fue
imposible no gemir. Cerró los ojos y esbozó una sonrisa, mientras con la
yema de sus dedos comenzaba a descubrir su propia piel. Su respiración se
aceleraba mientras se permitía fantasear con esa irritante y a su vez
despampanante rubia. No hizo falta estimular mucho sus senos para sentirlos
erectos:
— ¡Dios sí!
Susurró retorciéndose en aquel sillón:
—Unas ganas locas de follarte Clara.
Su mano fue deslizándose por su abdomen, que se movía agitadamente por
la excitación. Desabrochó los botones de su pantalón y muy lentamente,
disfrutando aquella seda sobre su cuerpo fue introduciéndoselo en su
entrepierna. Mientras con una mano alcanzaba la obertura de su sexo, la otra
friccionaba la ropa interior de Clara sobre su clítoris:
— ¡Oh, sí! Clara me correré sobre ti como lo haré con tu ropa interior.
Lo que había comenzado siendo un proceso lento, las caricias, los suspiros
leves, se convirtió en caricias profundas, apasionadas, prácticamente se
follaba a sí misma de forma lujuriosa y salvaje. Así de cachonda le ponía
Clara:
— Maldita sea Clara
Dijo casi con un gruñido. El orgasmo se acercaba, con ello aceleró más sus
penetraciones y frotis, hasta que de forma liberadora y sin cortarse un pelo, su
cuerpo se tensó, gimiendo fuertemente y corriéndose en la ropa interior de
Clara. Se desplomó sobre el sillón intentando recuperarse. Después de
recuperar el ritmo de su respiración, comenzó a colocarse su ropa y sacarse
las braguitas de Clara, totalmente húmedas:
— Qué lástima
Dijo mirándolas, ya no daba morbo, las había impregnado con su propio
flujo. A Alex solo le excitaba si solo era de Clara. Encogiéndose de hombros
las tiró a la basura:
— Ya conseguiré otras
Se había desahogado, ahora sí que estaba de buen humor. Fue hasta su
puerta, quitó el pestillo y abrió las cortinas. Miró el reloj y contó las horas
que faltaban para verla de nuevo. Ahora tenía más ganas de verla, se había
quedado sin sus braguitas.
Clara estaba de un humor de perros. William no solo invitó a Alex sin su
permiso, para variar, regresaba un poco tarde. Ahora, tendría que aguantarla
incómodamente, hasta que su “prometido” el que la consideraba una frígida,
se dignase a aparecer. Eso en un principio del día. Luego pensó. ¿Es que ella
no podía jugar a la seducción también? Clara nunca se había considerado una
súper modelo, pero reconocía que no estaba para nada mal. Quería
demostrarse a sí misma que no era tan frígida como decía William. Lo normal
era seducirle a él ¿Era su prometido no? Pero la rubia tenía cierta espinita con
la ojiverde. Si Alex jugaba, ella entraría en el juego todavía más fuerte. Así
pues, se puso su vestido más sexy. Uno negro que le hacía buen escote, unos
zapatos de tacón negro, se dejó el pelo suelto y supo realzar sus ojos con el
maquillaje. Estaba segura que así quitaría el hipo a cualquiera. Esbozó una
sonrisa picarona.
No era una cocinera experta. Se limitó a algo básico, una ensalada y unos
espaguetis con salsa carbonara. Iba a comenzar a sacar la vajilla cuando
llamaron al timbre. El corazón de Clara se le aceleró. Se maldijo por aquella
reacción. Fue hasta la puerta y suspiró un par de veces antes de abrir.
Alex se hallaba en su puerta, con una botella de vino. Después de salir del
trabajo, primero se pasó por su casa para cambiarse a algo menos formal.
Tenía unas botas militares, pantalones cortos y una camiseta de los Iron
Maiden, llevaba el pelo suelto y aun así se veía jodidamente sexy. La ojiverde
esbozó media sonrisa mientras que recorría con la mirada el cuerpo de Clara.
La rubia se hizo prometer así misma que no se achantaría por detalles como
ese:
— ¿Espero que te guste el chardonnay?
Clara curvó la comisura de los labios y se acercó un poco a Alex, agarró la
botella, de forma suave acariciando un poco su mano:
— Me encanta el Chardonnay
Alex alzó una ceja, pero no dijo nada. La rubia lo intentaba obviamente,
Alex ya estaba muy pasada de vueltas en el campo de la seducción. Clara se
hizo a un lado y le indicó que entrase con la cabeza. La ojiverde se guardó las
manos en los bolsillos y entró:
— Huele muy bien ¿Dónde está William?
Buscó con la mirada la presencia del mohíno de William:
— Se va a retrasar un poco.
Contestó Clara mientras se acercó a Alex y pasó su mano por la parte de su
espalda baja:
— Estaba a punto de poner la mesa— se acercó lo suficiente para que se
hiciera notar su escote— ¿me ayudas?
— Claro
Dijo Alex esbozando esa media sonrisa que tanto la caracterizaba y que
inevitablemente enloquecía a Clara. La rubia fue hasta la cocina, seguida de
la ojiverde, que no apartaba la mirada de su culo:
— Ve llevando esos platos a la mesa.
Ordenó Clara, ésta obedeció sin decir nada. La rubia estaba desconcertada,
lo cierto es que se esperaba a Alex mucho más agresiva, como el otro día ¿A
caso no estaba lo suficientemente sexy? ¿Ya había perdido interés en ella?
Negó con la cabeza, no debería formularse aquellas preguntas en su cabeza.
Mejor para ella ¿no? Había dejado de sufrir su acoso. Abrió el mueble que
había encima de su cabeza, e intentó alcanzar una fuente. Odiaba su estatura
en esos momentos, pues aun poniéndose de puntillas solo alcanzaba a tocarlo
con la yema de los dedos. En ese momento, sintió como una mano recorría el
brazo que tenía estirado, miró de reojo. Ahí estaba Alex, mirándola fijamente.
Muy despacio alcanzó la fuente y se lo dio. En el instante que Clara quedó
fija a aquellos ojos verdosos hipnotizándola. Sin dejar de mirarla bobalicona
agarró la fuente que le tendía Alex:
— ¿Te ayudo en algo más? Clara
Clara negó con la cabeza, le era imposible hablar ante la cercanía de Alex,
prácticamente sentía que se le cortaba la respiración, y cada vez que la
tocaba, señor, despertaba con corrientes eléctricas todo su cuerpo. Tuvo que
obligarse, sacar fuerza de voluntad de a saber dónde y apartarse de ella. Para
dejar la fuente en la encimera. Intentando coger aire miró de reojo la botella
de vino:
— ¿Te apetece un poco de vino?
Dijo Clara sacando dos copas. Alex no dejaba de mirarla sonriente, eso le
ponía todavía más nerviosa. No quería ruborizarse y delatarse a sí misma. De
nuevo estaba cayendo, se supone que era ella la que debía incomodar a la
ojiverde:
— Sírvete
Tenía un timbre de voz tan erótico, aunque hablase en voz alta o
susurrando, hacia el amor a los oídos de Clara. La rubia intentó aferrarse al
recuerdo de Vesta y en lo bien que la hizo sentir. No podía ser egoísta y tratar
de encapricharse por dos mujeres. Eso tenía que ser, intentó analizar
lógicamente, dos caprichos muy calientes que sacaban su lado más oscuro y
lascivo. Ella era Heterosexual, no podía enamorarse de mujeres. Sin embargo,
maldita Vesta que ya la había hecho suya, maldita Alex por tentarla con
aquella mirada, esa sonrisa, esa voz… Clara rebuscó en el cajón el
sacacorchos de alas, pero estaba roto. Quedando solo el de dos tiempos. Lo
sacó con un mohín:
— Con este no me las apaño.
Alex se colocó detrás de Clara, muy pegada a su espalda:
— Yo te enseño. Esta parte de aquí— de nuevo recorrió su mano por su
brazo, poniéndole la piel de gallina, hasta llegar al sacacorchos y sacó lo que
parecía una pequeña navajita serrada— es para quitar el envoltorio. Agarra la
botella y pásalo por debajo de la boquilla, con cuidado para que no te cortes
— Clara intentaba controlar los nervios e hizo lo que Alex le decía, muy
pegada a su oído, Dios esa mujer era una sirena que encandilaba con su voz
— muy bien, ahora quitado el envoltorio introduces la rosa— Clara comenzó
a girar la rosca— déjame que te ayude— en ese momento las manos de Alex
se colocaron encima las de Clara y la acompañó en sus movimientos— ahora
se apoya el primer tiempo…
— Alex ¿qué estás haciendo?
Dijo Clara con voz entrecortada, ya no podía más, si no conseguía
controlarse se desmayaría por falta de aire. Alex no se movió ni un ápice:
— Te estoy ayudando a abrir la botella, Clara
— Creo que a partir de aquí podre apañármelas.
Alex pegó aún más sus labios a su oreja, prácticamente la rozaba con ellos:
— ¿Segura? Clara
Joder, el cuerpo de Clara temblaba y cuando escuchaba su nombre
pronunciados por aquellos labios ¿Cómo era posible existir tanta excitación?
¿Ella? ¿Clara Price la que siempre llevaba el control? De muevo las manos de
Alex recorrieron ambos brazos con el roce de sus yemas pasando por los
hombros, bajando por su costado, alcanzando su cintura:
— Alex— dijo con un hilo de voz— para.
— ¿De verdad quieres que pare? Clara— los labios de Alex fueron bajando
hasta su cuello, Clara ladeo la cabeza para que tuviera más acceso— no, no
quieres que pare tu cuerpo arde— poco a poco fue tirando de la tela de su
vestido, Clara emitió un leve gemido— lo que tu boca no quiere admitir me
lo dice tu cuerpo— cuando ya tuvo el vestido por la cintura introdujo su
mano dentro de su tanga, notándola caliente, húmeda y excitada— tan
mojada, llevas pidiéndome a gritos que te folle desde que he entrado por esa
puerta.
Alex comenzó a masajear su clítoris. Clara maldecía, era tan débil ante los
deseos carnales. Cierto, la ojiverde era puro fuego y se humedecía con tenerla
tan cerca. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en Alex, mientras que ésta no
dejaba de torturarla con sus caricias y besos en el cuello. Los gemidos de
Clara se hacían más sonoros:
— Joder Clara no sabes lo que me pone que gimas así— dijo mientras
llevaba la otra mano libre a su seno— dime que quieres que te haga Clara
¿quieres que mi lengua te de placer? ¿Aquí en tus pezones totalmente
erectos? ¿Quieres que saboree tu sexo? O ¿Qué te folle como nunca nadie lo
ha hecho? Pídemelo Clara y lo tendrás.
Si a William se le hubiera ocurrido susurrarle algo así en el oído, le
hubiera tachado de obsceno y pervertido. Sin embargo, en boca de Alex le
encendía tanto que le era imposible pensar. Aun así, tenía una cosa en mente,
desde que vio por primera vez aquellos labios:
— Bésame
Alex se quedó quieta, aquello sí que le había pillado por sorpresa. Se
esperaba un “para por favor” o un “sigue no pares” pero nunca un “bésame”.
Le agarró de la cadera y la giró para quedar frente a frente. Tenían la
respiración acelerada y se miraban con deseo. Le aferró su rostro con ambas
manos y acarició sus labios con el dedo gordo:
— No es lo que tenía en mente— dijo Alex inclinándose hasta quedar escasos
centímetros— pero me vale.
Dijo lanzándose a los labios de Clara. Sorprendiéndose, aquellos besos
sabían a gloria y le trasladaban, ojalá podría describir que al quinto cielo,
pero tratándose de la excitante Alex, la llevó hasta las profundas entrañas del
infierno, pues toda ella comenzaba a arder. Lo que Clara aun respondía a sus
besos con cierta timidez, Alex lo poseía, perforando sus labios con su lengua
para entrar en aquella boca. Ambas gemían. La ojiverde agarró fuertemente a
Clara y la subió en la encimera, quedando entre sus piernas:
— Joder Clara— dijo Alex mientras introducía la mano dentro de su vestido
— eres lo más odioso que existe en la tierra— comenzó a tirar de su tanga—
pero reconozco que me pones y mucho.
Clara alzó un poco el culo para que Alex le quitase más cómodamente su
ropa interior y guardárselo en el bolsillo de su pantalón:
— Yo también te odio, Alex— dijo entre gemidos, puesto que Alex volvió a
torturarla el clítoris con su mano— pero deseo tu cuerpo, hacerlo contigo sin
parar.
— Habla con propiedad Clara— dijo Alex buscando la obertura de su
húmedo sexo y penetrándola sin ninguna piedad con dos dedos. Clara
encorvó su espalda, mientras puso expresión de sorpresa, sus gemidos eran
puro gritos— quieres follar conmigo hasta la saciedad.
Alex no era nada suave como lo fue Vesta. La penetraba rápida y profunda,
dentro, fuera, dentro, fuera, e intercalaba con bombeos estimulando su zona
G. Como si estando dentro de Clara estuviera intentando hacer un
llamamiento con sus dedos. Llamamiento el del orgasmo que inevitablemente
se acercaba más rápido de lo esperado. A pesar de su brusquedad no había
que negar, Alex era jodidamente buena. Clara entre gritos movía la pelvis. Se
acercaba y Alex lo notaba. Dios le estaba dando tan fuerte que hasta el brazo
le dolía:
— Clara, córrete en mi mano, vamos.
Clara gimió fuerte, teniendo que agarrarse fuertemente a la encimera
mientras que todo su cuerpo se tensaba, liberando aquel orgasmo. Su tercer
orgasmo. No es que llevase la cuenta, pero tan difícil de adivinar no eran. A
cada cual uno mejor que el otro. Alex sacó los dedos impregnados de su jugo
y apoyó las manos a ambos lados de Clara. La rubia esbozó una risita tonta,
mientras que no dejaban de besarse:
— Esto no significa que he dejado de odiarte Alex.
Dijo la rubia mientras bajaba sus besos hasta el cuello de la ojiverde, que
rio para sus adentros:
— Lo sé.
En ese instante la puerta de la casa se abrió. Clara sobresaltada se bajó de
la encimera. Demasiado rápido aun le temblaban mucho. Se colocó el
vestido:
— Clara— escuchó la voz de William— Lex.
— Dame el tanga.
Pidió Clara entre susurros. Alex esbozó una carcajada y negó con la
cabeza:
— Alex— dijo con furia Clara— dame el puto tanga.
— El puto tanga es mío ahora.
— ¿Pero que os ha dado ahora a todo el mundo con mi ropa interior?
Alex alzó la ceja:
— ¿Todo el mundo?
William se asomó a la puerta de la cocina:
— ¿Todo bien chicas?
Clara asintió rápidamente con la cabeza:
— Vete sentando enseguida llevo la cena.
— Genial me muero de hambre.
William se fue mientras se quitaba la chaqueta. Alex esbozó media sonrisa
y miró picarona a Clara:
— No tiene gracia.
— No para ti, Clara— metió las manos en el bolsillo del pantalón, se inclinó
y le robó un rápido beso— pero yo me lo voy a pasar muy bien en esta cena.
Se encaminó hasta la puerta, girándose de nuevo y bajando la voz:
— Por cierto, Clara. Me debes un orgasmo y te lo pienso cobrar.
Capítulo 6 - Fantasía
— ¿Qué tal te fue por Europa?
Intentó sacar conversación William. Pues notaba el ambiente un poquillo
tenso por parte de Clara y Alex. Claro que no sabía las verdaderas razones.
Alex se limpió un poco la comisura de los labios y se encogió de hombros:
— Bueno, es otro ambiente, otra forma de vivir la vida.
— ¿A qué te refieres?
Intentó seguir la conversación Clara, difícil de concentrarse, pues debajo de
la mesa las piernas de Alex rozaban las suyas. Poco a poco ambas
comenzaron a jugar, Clara se descalzó y comenzó a acariciarle el gemelo con
su pie y comenzó a subirlo lentamente. Alex esbozó media sonrisa:
— Son más liberales
— Según tú— siguió diciendo Clara mientras ascendía su pie por el muslo—
somos más aburridos.
— No— contestó Alex mientras se llevaba la copa de vino a la boca— diría
que más reprimidos, por el qué dirán o por temor a que les tachen de
depravados, cuando lo cierto, en la intimidad de sus casas— Alex acarició el
pie de Clara incitándola a que siguiese— son igual o peor.
Clara se estaba mordiendo el labio inferior. ¿Qué tenía Alex Woods? Que
tan loca le volvía. Sus labios. Eran tan suaves, por mucho que le fastidiase le
había encantado besarlos. Su mirada verdosa, salvaje y apasionada, sus
manos, capaces de hacerla sentir completamente viva, deseada y sexy.
¿Es que acaso William estaba tan ciego? Prácticamente ninguna se cortaba
un pelo en coquetear. Al menos Clara intentaba ser más sutil, pero Alex era
muy directa. El teléfono de Will comenzó a sonar. La rubia cortó la mirada
con la ojiverde para fulminar a William:
— ¿Enserio William? Incluso cenando— dijo Clara irritada— por lo
menos ten el teléfono apagado un día.
— Lo siento Clara— dijo antes de descolgar— estamos en medio de un
proyecto muy importante, si me disculpáis
William fue hasta la cocina para hablar más tranquilamente. Clara achicó
los ojos. Y luego se queja de que ella le había dejado de lado. Él también se
la pasa trabajado todo el día. Normal que buscase emoción en compañía de
otras personas. En ese instante se estaba dejando llevar por el cabreo hasta
que sintió el dedo índice de Alex acariciar su dedo corazón. Se inclinó un
poco:
— ¿Cuándo nos podemos ver?
Alex se inclinó un poco más:
— ¿Cuándo quieres verme?
Los ojos de Clara miraban la puerta de la cocina:
— ¿Mañana?
— ¿Tan aburrida es tu vida? Clara
Clara frunció el ceño y se apartó de Alex molesta:
— Si no quieres verme solo tienes que decírmelo.
Alex esbozó una pequeña carcajada:
— Si quieres verme no tienes por qué preguntarlo— se llevó la copa de vino
a la boca y se humedeció los labios de forma sensual— ya sabes dónde
trabajo.
— Aparezco en tu trabajo, ¿así sin más?
Alex se encogió de hombros:
— Para lo que hago.
— ¿Estás segura?
Alex esbozó media sonrisa. Por su puesto que Clara le gustaba de forma
física y sexual, pero debía tener ciertos límites. Como hizo con su alter ego
Vesta:
— Me puedes buscar siempre que quieras Clara— dijo Alex mientras
acariciaba su mano con la yema de sus dedos— pero no esperes de mi mucho
más que una relación meramente física.
Clara puso un mohín:
— ¿Quién dice que espero algo más de ti? Estoy prometida, me voy a casar.
Alex asintió con la cabeza:
— Contéstame una cosa Clara— esta vez parecía más seria— ¿te casas con
William por qué le quieres? o ¿por qué tus padres así lo desean?
La rubia se tensó y apartó la mano de Alex:
— ¿Acaso te importa?
Alex se apoyó en el respaldo de la silla:
— No, supongo que no
En ese momento William regresó, algo estresado:
— Es tarde y mañana trabajo.
Dijo Alex mientras se levantaba:
— Gracias por la cena.
— Te acompaño a la puerta
Dijo Clara levantándose también:
— Yo también
Dijo William que también se iba a levantar:
— Cariño, estás cansado y la cena se te va a enfriar
William pestañeó sin comprender por ese cambio por parte de Clara:
— Pero…
Comenzó a decir William:
— La casa no es tan grande, no me voy a perder.
Comentó Alex divertida, mientras comenzaba a encaminarse hasta la puerta
seguida por Clara. William tenía ganas de despedir también a Alex, pero
tampoco le apetecía discutir con su prometida. Pensaba, que lo hacía por
celos, para que él no se acercase. Iluso. Cuando la ojiverde salió de la casa,
sorprendentemente Clara le empujó contra la pared y se lanzó a sus labios:
— ¿Y esto?
Preguntó Alex con voz entrecortada:
— Para demostrarte que no siempre soy una reprimida.
Alex curvó la comisura de sus labios y aferrándola de sus mejillas la atrajo
para besarla de nuevo. Clara podía ser muy sensual sin ser consciente de ello.
Sus labios eran tan sabrosos y encendían a Alex salvajemente que si no se
separaba de ella en esos instantes, la empotraría contra la pared para hacerla
gemir una y otra vez:
— Nos vemos mañana entonces
Dijo Clara aun pegada a ella. Alex esbozó una pequeña risita:
— Te estoy corrompiendo Clara
— O me estas liberando, todo depende de cómo quieras verlo.
La ojiverde acarició de forma sensual los labios de Clara:
— Será mejor que me vaya— dijo Alex con respiración acelerada— antes de
que el aburrido de tu prometido sospeche.
Las dos se reclamaban la una de la otra y tuvieron que sacar fuerzas para
poder separarse. Alex se encaminó hacia su coche, con las manos metidas en
sus bolsillos. Sonriendo, porque había sentido de nuevo a Clara y en su poder
tenía una nueva adquisición. El tanga que le había quitado tan
descaradamente. Clara entró a la casa mordiéndose el labio para ocultar su
sonrisa. Alex era un cumulo de contradicciones. Aun así, necesitaba sus
caricias, tanto como los de Vesta.
William estaba en la cocina, guardando los platos sucios en el lavavajillas.
Desde que discutieron, apenas se dirigían la palabra. Tan solo cuando había
gente delante, para aguardar las apariencias. Así pues, sin decir nada más, se
fue hasta la habitación. Cambiándose aún se podía contemplar la marca que
le hizo su ama. A pesar de que Alex podía ser posesiva y de ella podía
obtener sus labios. Una parte de ella la pedía a gritos ver a su ama. Era como
si la desaparición de esa marca le indicase que era hora de un nuevo
reencuentro. Buscó la tarjeta que le había dado y le envió un mensaje:
Clara: su esclava necesita saber cuándo puede ver a su ama.
Un minuto, dos minutos, diez. No tenía respuesta, perturbando a Clara ¿Por
qué tardaba tanto en contestar? Y ¿por qué sentía esa desesperación por
volver a verla? No era amor de eso estaba segura. Era necesidad, necesitaba a
su ama.
Alex llegó a su piso y se desplomó sobre su cama. Guardó el pequeño
trofeo de Clara en el cajón de su mesilla, ahí tenía guardado el teléfono que
usaba para trabajar. Siempre tenía muchos mensajes de sus sumisos y
sumisas. Pues siempre que alguien se sometía a Vesta, quedaba tan
complacido que deseaba repetir. Solo había aceptado una esclava. Justo
pensando en ella, leyó un mensaje suyo. Quería una nueva sesión. En parte la
excitaba, por otra parte no tanto ¿es qué no le había complacido esa noche
suficiente? Lo que otros amos y amas preferían trabajar siempre en el mismo
establecimiento, Vesta prefería cambiar de ambiente, dependiendo de las
prácticas que se hicieran, Clara era una iniciada en el mundo y ni ella misma
sabía que era lo que le gustaba y que no. Así pues, le envió la dirección de un
hotel cuya suite era perfecta para una sesión calmada:
Vesta: ¿de cuánto quieres la sesión?
Alex habría tardado en contestar, pero a pesar de las horas que eran no
tardó en recibir respuesta. Eso le encantaba, pues todos actuaban de esa
manera, ansiosos por saber de su ama.
Clara: ¿cuánto es el máximo?
Alex se sorprendió ante aquella respuesta. Sí que le había cogido el gusto.
Soltó una pequeña risita.
Vesta: todo el que necesite mi esclava para quedar complacida.
Clara: ¿cuántos clientes tienes después de mí?
Alex negaba con la cabeza mientras reía bobalicona. Tecleando aquel móvil
sin parar. Era cierto que en cuanto alguien probaba el lado oscuro, todos se
volvían adictivos. Salvo los que se reprimían o gente de mente cerrada.
Vesta: puedo estar de una hora a toda una noche, tú marcas ciertos límites
recuerdas.
Clara: por favor Vesta ¿puedo toda la noche?
Alex se mordió el labio. Por eso le encantaba Clara, era la perfecta sumisa.
Con sus toques de rebeldía y con un hambre insaciable.
Vesta: 20:00 h en el hotel Fifty, el viernes. ¿Alguna fantasía en especial?
Clara: ¿cómo cuál?
Vesta: ¿nunca fantaseas? ¿Enfermera sexy y doctora? ¿Profesora y alumna
rebelde?
Clara: jajaja no
Vesta: pues vaya pensando en uno señorita Price, es escritora pensaba que
tenía mucha imaginación.
Clara: descuida mi ama, algo se me ocurrirá.
Vesta: buenas noches Clara
Clara: buenas noches Ama Vesta.
Alex volvió a guardar el teléfono en la mesilla. El máximo que había estado
con un cliente fue cinco horas. Toda una noche da para muchas cosas.
Tendría que pensarlo bien. Porque no podía enseñarle todo de golpe y
porrazo a una iniciada, al menos para no asustarla.
Flashback
La casa era mucho más alegre. Todas las familias de la alta sociedad se
reunían. Alex disfrutaba mucho, la encantaba alardear de sus nuevos
juguetes y de todo lo que sus padres la compraban. Ya que era muy lista, sin
necesidad de estudiar, siempre sacaba buenas notas. Aquella tarde tenían
una reunión los Wiyatt, los Price y los Woods:
— Mi papá me dice que me va a comprar un poni.
Le decía una pequeña Alex a un William más niño, delgaducho y con
brackets. William siempre iba pegado a Alex, ya que Clara, siempre se había
mostrado un poco más borde:
— Los animales son sucios— dijo una pequeña Clara ceñuda— siempre
ensuciándolo todo.
— Pues se limpia— dijo Alex irritada— prefiero la compañía de un pony
agradable, que la de una rubita malhumorada.
— Chicas, no empecéis a discutir.
Intervino William:
— Seré malhumorada, pero al menos no soy tan salvaje ni tan machorra,
como algunas.
Siguió chinchando Clara, Alex poniendo un gesto amenazante, se acercó y
plantó cara a la rubita. Clara siempre había sido más bajita que Alex, aun
así, nunca se achantaba. Siempre acababan mirándose desafiantes. Azul y
verde, chocando constantemente:
— ¿Cómo me has llamado?
— Machorra
— No chicas otra vez no
Dijo William, mientras Alex se arremangaba para darle una buena tunda a
Clara. Pero en ese instante fueron separadas por el jardinero. Alex nunca
tenía miedo de nada, pero ese hombre siempre le Dio mala espina:
— Suélteme señor Print— intentó zafarse de su agarre— y suelte a Clara.
— ¿ocurre algo Print?
Preguntó Patrick asomándose al jardín, ya que había escuchado gritar a las
niñas:
— Nada señor Woods— contestó Print— las niñas comenzaban a pelear otra
vez y las he separado.
Dijo el jardinero soltándolas por fin. Patrick asintió. Alex no iba a esperar
por una reprimenda de su padre, quería alejarse de ese hombre. Nunca se
sentía cómoda en su presencia. Agarró de la mano de Clara y tiró de ella
para alejarla:
— ¿Qué haces?
— Calla Clara— dijo Alex seria— luego seguimos peleando si quieres, pero
alejémonos de ese hombre.
— ¡Eh! esperar
Gritó William corriendo detrás de las chicas.
Flashback
Alex corría y corría. Estaba perdida, lo único que veía era un bosque.
Tenía que ser un parque forestal. La ciudad no debía andar lejos. Quería
seguir hasta hallar la civilización. Pero sus pequeños piececitos le dolían y
estaba exhausta. La herida que se había hecho en el pecho días atrás la
dolía, sentía ardor y le latía, había dejado de sangrar, aun así, de vez en
cuando se le abría un poco y manchaba un poco más de sangre su vestido.
Estaba asfixiada, sudorosa, no podía seguir, pero tampoco podía quedarse
expuesta a que la encontrasen. Así pues, fue hasta un huequecito que había
en el troncó de un árbol y se acurrucó dentro.
Flashback
Los Price tuvieron que hacer un viaje a Inglaterra durante una semana por
negocios. Para que la pequeña Clara no perdiera muchos días de colegio,
quedaron con los Woods que pasaría esos días con ellos. Que disgusto para
la pequeña rubia. Si ya era insoportable Alex durante unas horas, soportarla
durante unos días resultaría de lo más tedioso.
La pequeña Clara lloriqueó y suplicó sin cesar que no quería quedarse en
aquella casa. Pero sus padres la repetían una y otra vez que no tardarían,
que solo serían unos días. Para Alex tampoco le fue agradable. Siempre
Clara con su cara de estreñida y de mala leche. Si al menos, durmieran en
habitaciones separadas, pero ni eso. Puesto, que pusieron un colchón
hinchable al lado de la cama de la pequeña Woods. Quizás pensaban que así,
las dos acabarían llevándose bien.
La primera noche la pequeña Price retuvo como pudo las lágrimas,
mientras daba la espalda a Alex. La segunda, había tenido un día de mierda
y echaba de menos que su madre le leyera un cuento. Los señores Woods,
eran fríos, distantes y muy estrictos. En parte compadecía a su hija, lo único
que hacían era comprarle cosas para llenar su ausencia paternal. En la
tercera, la pequeña rubia, se había despertado en medio de la noche
gritando. Había tenido una pesadilla, quería a su mamá, pero no estaba. Se
acurrucó y comenzó a llorar.
Después de un rato de llorar sin parar, sintió como un bracito la rodeaba
por la cintura y alguien se acomodaba a su espalda:
— ¿Qué haces?
Preguntó entre sofocos:
— Tus llantos no me dejan dormir. Intenta tranquilizarte un poco.
Intentó calmar la pequeña Alex:
— Quiero a mis papás
— Clara, solo estarán fuera tres días más. ¿Tan malo es estar aquí?
— Si— dijo entre pucheros— no te soporto.
La pequeña Alex esbozó una carcajada:
— No sé si te has dado cuenta, pero por intentar que lo lleves mejor estos
días apenas te he molestado.
Clara se giró para mirar medio adormilada a Alex:
— ¿Por qué siempre eres así?
— ¿Cómo?
— Siempre acabamos tirándonos de los pelos y aun así estas ahí ¿me
odias o no?
— Yo no te odio
— ¿Entonces? ¿Por qué siempre acabamos llevándonos mal?
Alex volvió a reír:
— Porque eres una picajosa— se encogió de hombros— bueno a mí me
da igual, me diviertes cuando te enfadas. Ahora ¿por qué no intentas
dormir?
Clara dibujó una sonrisa y cerró los ojos:
— ¿Alex?
— ¿Sí?
— Me prometes que aunque discutamos siempre, ¿estarás ahí para
protegerme?
Alex se acercó y le dio un beso en la mejilla:
— Si Clara, te prometo que siempre estaré siempre que lo necesites.
— Gracias, Lex
Terminó la pequeña Price antes de volver a quedar completamente
dormida.
Los señores Woods trabajaban y las dos pequeñas, cuando no estaban en
el colegio las cuidaba una niñera. A la tarde siguiente. La pequeña Clara,
estaba en la habitación de juegos, jugando con unas muñecas. Tal y como le
había comentado Alex la noche anterior. No solía molestar a la picajosa de
Clara. Sin embargo, fue corriendo hasta ella:
— Clara— no parecía divertirse, es más parecía más alterada que otra
cosa— juguemos al escondite yo cuento.
— No me apetece— dijo Clara ceñuda— quiero seguir jugando a las
muñecas
— No me discutas Clara— se movía nerviosa sin cesar— si no consigo
pillarte te regalo el juguete que tú quieras.
— Un beso
— ¿Qué?
— Si no me pillas quiero un beso.
Alex se asomó un poco por la puerta y se volvió corriendo hasta la
pequeña rubia:
— Lo que tú quieras, pero escóndete empiezo a contar.
La pequeña Alex se quedó en la habitación contando en alto, mientras
Clara salió disparada como una exhalación.
Fin del Flashback
Alex cerró la puerta corriendo. Agarró de los hombros a Clara y la empujó
pasillo a delante:
— Tienes razón Clara— dijo controlando su respiración— en esa
habitación solo hay juguetes. Vamos a otra.
Capítulo 12 - Contradictorio
Alex no comentó nada más. Al final acabaron en el ático, ya que acercarse al
otro lado de la casa era arriesgarse a que la señora Woods las escuchase.
Aquel lugar estaba lleno de muebles y objetos que ya no usaban. Por suerte
había un diván muy cómodo, aunque entre el bajón que tuvieron al pillar
infraganti a sus mejores amigas y el momento espeluznante que pasaron junto
aquella habitación, se les fue la excitación. Lo único que pudieron hacer, fue
caer abatidas sobre el:
— Clara
— ¿Qué?
— ¿Qué te ha pasado antes? Junto aquella habitación— preguntó curiosa
Alex— parecías aterrorizada.
— No lo sé
Contestó Clara mientras se abrazaba las piernas. Era cierto, no sabía
porque se sintió así. En parte era frustrante, pero con el paso de los años
aprendió a vivir con ello:
— ¿Cómo que no lo sabes?
— Lex — Dijo irritada— No lo sé y punto.
— Una no reacciona así, si no hay motivos
Clara apartó la mirada. No quería hablarlo y más con una persona que no
compartía nada con ella. Alex, la agarró de la mano suavemente:
— ¿Clara?
— No insistas, por favor
Alex se apoyó en el respaldo del diván y atrajo a Clara para que se
apoyase en su hombro. La rubia se abrazó a la ojiverde:
— Solo de una cosa— llegó a decir— pero no fue en esa habitación, si no
en la tuya.
— ¿El qué?
— Me prometiste que siempre estarías ahí, sin embargo, a los dos días te
fuiste a Europa.
Alex se tensó durante unos segundos, aun así, no dejó de abrazar a Clara:
— Clara yo no…— suspiró— déjalo— Le dio un beso en el pelo—
¿acaso te ocurrió algo?
— No lo sé— dijo con frustración— Es una incógnita con la que viviré el
resto de mi vida. Solo sé que desperté en un hospital, había tenido un
accidente, sufrí estrés post traumático. Amnesia disociativa. Así lo
determinaron los médicos. También recuerdo que vine buscándote y ya no
estabas.
Alex esbozó media sonrisa:
— ¿Pero no me detestabas?
— Te detestaba y te detesto— miró a Alex a través de la penumbra de
aquel ático— pero también te necesitaba y te sigo necesitando.
— Que contradictorio
— Por eso es tan irritante estar contigo.
Alex agarró el mentón de Clara y levantó su rostro para mirarlo fijamente.
Se acercó a ella y muy lentamente acarició la forma de sus labios con su
lengua. Para luego acariciarlos con sus labios, hasta acabar en besos intensos,
como era de costumbre en Alex. Pasión, pura y desenfrenada pasión, hasta
para unos simples besos. Tan idóneos, para encender a la rubia, que poco a
poco fue poniéndose a horcajadas sobre Alex. La ojiverde de nuevo se
aventuró a bajarle la cremallera del vestido y sacárselo por encima de la
cabeza, para exponer sus prominentes senos a la altura perfecta para Alex.
Mirándola con deseo comenzó a masajear sus pechos:
— Son tan perfectos— dijo con voz ronca Clara comenzó a retorcerse—
que pezones, tan rosados erectos para mi boca— tiró con suavidad de ellos
provocando que la rubia gimiese— estaría comiéndotelas durante horas.
Clara fijó sus ojos de nuevo, oscurecidos y dilatados. Con que facilidad
Alex la excitaba, solo quería estar con ella hasta quedar exhausta, totalmente
drenada y deshidratada. Quería quedar ronca de tanto gritar de placer. Se
perturbó al pensar así, pero quería que la follara hasta que el cuerpo no
pudiera más. Clara, totalmente desinhibida, había perdido la poca cordura que
le quedaba. Enredó los dedos en el pelo de Alex y la atrajo hasta sus pechos,
invitándola a que comenzase a devorarlos:
— Pues estás tardando— dijo soltando un gruñido— deja de hablar y
empieza.
— Joder, si— dijo Alex perdiéndose en aquella enorme delantera— como
me excitas cuando te pones así de guarra.
La lengua caliente y húmeda de Alex comenzó a acariciar su pezón
derecho mientras que con la otra mano se dedicaba a dar placer al otro.
Pellizcándolo y tirando. Clara gemía, gritaba, se retorcía e instintivamente
movía la cadera buscando fricción. La temperatura de su cuerpo subía por
momentos, mientras que corrientes eléctricas, aquellas maravillosas
corrientes eléctricas recorrían que todo su cuerpo, hasta acabar en su ya
humedecido sexo. Intensificando cada caricia, cada beso o mordisquito que le
hacía Alex. Clara la quería dentro, para aliviar aquella excitación ya casi
insoportable. Pero Alex no, aun se negaba a ir al grano. Quería disfrutar,
adorar de todo su cuerpo. De forma salvaje Alex cambió de posición
quedando encima, se llevó las manos a la espalda, para desabrocharse el
bikini:
— Espera
Dijo Clara, Alex paró en seco sin comprender por qué le había parado:
— sé que por el momento no me dejas tocarte— comenzó a sonar
suplicante— Pero al menos, ¿me dejas desnudarte?
Alex la miró ceñuda, sopesando aquella petición. Antes de Clara tuvo otra
relación, Cora, ni si quiera a ella la permitió tocarla. Por mucho que la llegase
a querer, nunca se vio capaz. Pero la miraba tan suplicante. Que por mucho
que su boca quería pronunciar una negativa, se vio incapaz:
— Está bien— dijo poco convencida— solo desnudarme.
Alex no tenía muchas prendas, la parte de arriba del bikini, unos
pantaloncitos cortos y la parte de abajo del bikini. Aun así, Clara quiso
alargarlo todo lo que pudo. Adorando lo poco que le permitía Alex, amaba
ese cuerpo, lo deseaba, moría de anhelo. Nunca había sentido aquello por una
mujer y mucho menos por un hombre. Solo por Alex y aun teniéndola tan
cerca, la sentía lejos de su alcance, de vez en cuando hacía movimientos
involuntarios cuando sentía el roce de su mano en su cadera:
— No voy hacerte daño— le dijo mientras le abrazaba después de quedar
totalmente desnuda— confía en mi
Clara, de forma dulce y tierna cambió las tornas. Quedando ella ahora
encima. Quizás Clara era especial, era diferente y con ella sí podría
entregarse del todo. Se le pasó por la mente a la ojiverde. La rubia la besaba
con suavidad por el cuello mientras que con una mano comenzó a acariciar su
seno. Alex suspiró fuerte, poco a poco volvió a retomar el camino
acariciándole el abdomen.
Has sido una niña mala, Alex
Le vino la voz de un hombre a la cabeza
A las niñas malas les castigamos duro.
La mano de Clara ya estaba llegando a su intimidad
No, por favor— las suplicas de una pequeña Alex entre llantos— seré
buena lo prometo, suélteme
Alex no lo pudo soportar más y agarró la mano de Clara, con rudeza volvió
a rodar quedando encima de la rubia:
— No. Me dijiste que solo me ibas a desnudar.
Clara no renegó, ni la obligaría a nada. En ese momento supo que la
ojiverde estaba atormentada por algo que se negaba a compartir. Llevó su
mano hasta su nuca y la atrajo de nuevo para besarla. Con erotismo atrapó su
labio inferior. Alex esbozó un pequeño gemido y descendió su mano hasta el
sexo de Clara. De nuevo humedecido. Despacio la penetró con un dedo. Si
por la ojiverde fuera no mediría fuerzas mientras la embestía sin cesar.
Quería que llegara al placer y excitación extremo, muy extremo. Al poco le
sumó otro dedo más, se deslizaba dentro y fuera. Clara se removía mientras
jadeaba:
— ¿Te gusta? — Le susurró Alex en el oído— hoy te vas a correr como
nunca
Clara se mordió el labio, a cada vez más excitada. Cuando lubricó mucho
más, Alex con sumo cuidado la penetró con un tercer dedo:
— Alex— dijo Clara entre gemidos guturales— ¿Qué me estás haciendo?
— ¿Te hago daño?
Alex recorría su cuello con la lengua. Clara se aferró al diván mientras se
lo hacía lento y a su vez, sentía una presión dolorosa que terminaba con
mucha más excitación:
— No
Le respondió con un hilo de voz:
— Bien— Alex seguía concentrada en el cuello de Clara— porque aún no
acaba ahí.
Todo era paciencia, dentro y fuera, dentro y fuera. Mientras que aquello se
convertía en una cascada chorreante y dilataba mucho más. Cuando la vio
capaz de soportarlo, introdujo un cuarto dedo:
— ALEX
Gritó, poniendo un gesto doloroso para acabar gimiendo del más puro
placer:
— ¿Quieres que pare?
— DIOS, NO— atrajo a Alex a su boca de forma erótica, comenzaron a
sacar sus lenguas y a batallar— No sé si voy a soportar más
— Oh cariño— dentro y fuera, dentro y fuera— lo tienes tan húmedo y
dilatado— introdujo el dedo que le faltaba, Clara gritó aún más— que si me
lo propongo te cabe la otra mano.
Eso ya estaba siendo demasiado para Clara. Era algo doloroso y a su vez
tan placentero. Todo aquel placer que se fue acumulando desde que le
penetró con el primer dedo, hasta que acabó introduciendo el quinto era tan
intenso que le fue imposible no retener las lágrimas cuando el orgasmo la
azotó con fuerza, incluso avergonzada, pensó que no retuvo orín, puesto que
aquello expulsó cantidad de flujo. Alex puso ojos como órbitas cuando vio
como aquello salía expulsado e incluso le salpicaba encima:
— Wau
Dijo Alex fascinada. Clara se ruborizó:
— Lex— dijo casi sin aire— lo siento, no pretendía.
Alex sin previo aviso se lanzó a los labios de Clara, totalmente excitada:
— Joder, eso ha sido increíble
Se sentó en su muslo y Clara gimió, al sentir la entrepierna de Alex que
estaba muy caliente y sobre todo húmeda. Después de aquello, se podía decir
que la ojiverde estaba a punto de explotar:
— Que caliente
Dijo la rubia totalmente sorprendida. Con cuidado Alex puso las manos de
Clara a cada lado de su cadera y comenzó a friccionar su sexo sobre su
muslo. Quedó fascinada mirando a la ojiverde, moviéndose sensualmente
sobre ella, jadeando. Los gemidos de Alex eran melodía para los oídos de
Clara, una melodía totalmente apasionante. Conforme el orgasmo se acercaba
y no tardaría en aparecer, ésta aceleraba su frotis, humedeciendo mucho más
la pierna de la rubia:
— Joder.
Aceleró un poco más y puso una mano en uno de sus senos:
— No puedo más, voy a explotar
Y era cierto, no pudo más, arqueó su espalda y dio un grito de placer. Clara
esbozó una sonrisa de fascinación y a su vez, porque le encantó descubrir que
Alex era mucho más ruidosa. Esbozando una risita tonta, se quitó del muslo,
abrió las piernas de la rubia y se dejó caer sobre Clara. Totalmente sudorosas,
exhaustas y casi sin aliento. La ojiverde apoyó la cabeza en el hombro de la
rubia y cerró los ojos:
— Gracias
Dijo Alex sin abrir los ojos:
— ¿por qué?
Preguntó sorprendida:
— Por esa maravillosa eyaculación— dijo soltando una risita— ha sido
una sorpresa, no sabía que podías hacerlo.
Clara se volvió a ruborizar:
— Entonces— sonaba tímida— entonces no me he meado.
La risa de Alex era débil, su relajación la estaba llevando al mundo de
Morfeo:
— Pero que inocente.
Después de aquello ambas quedaron en silencio. Clara se sentía increíble,
incluso se atrevía a decir que experimentaba por primera vez la felicidad. La
respiración de Alex se había regularizado. Aunque parecía no moverse:
— ¿Lex?
Susurró Clara, obtener respuesta de la ojiverde. Se había quedado
totalmente dormida. La miró con adoración. Era tan hermosa y parecía tan
apacible, libre de tensión y tormentos. En ese instante Clara lo supo. Supo
que no solo le gustaba Alex Woods, si no que comenzaba a tener
sentimientos fuertes hacía ella. Eso era aterrador. ¿Ella sentiría lo mismo?
Siempre había dejado claro que no quería enamorarse. ¿Pero y si era mutuo?
¿Sería capaz de dejar a William? No lo sabía ni pensaría en ello en esos
momentos. La rubia sonrió, abrazó a Alex y quedó dormida también.
Flashback
Clara no sabía por qué. Pero quería ganar, así pues, comenzó a corretear
por la casa buscando escondites. En uno de los pasillos se topó con la niñera
que iba hablando por el teléfono. Sí, esos teléfonos tamaño ladrillo que se
llevaban por aquel entonces:
— Señorita Price— dijo la niñera— ¿Dónde está la señorita Woods?
— Estamos jugando al escondite— dijo mirando a sus espaldas, verificando
que Alex no la pillara— se quedó en el cuarto de juegos contando.
La niñera volvió a ponerse el teléfono en su oreja y comenzó a dirigirse al
cuarto de juegos. Parecía que hablaba con los señores Woods y estaba
informándoles que hacían las niñas en esos momentos. Clara a una distancia
prudente le siguió. Se escondió en el pasillo que llevaba al desván. Se asomó
pensando que la niñera se encontraría a Alex contando. Sin embargo, lo
único que escuchó fue un chillido seguido de un fuerte PAM. Clara se
sobresaltó con la respiración acelerada. A los pocos segundos vio como el
teléfono rodaba pasillo fuera, escuchó como un cuerpo caía fuertemente y
una mano inmóvil se asomaba por la puerta.
De aquella habitación salió un hombre encapuchado totalmente alterado.
En sus manos había una cuerda y en la otra llevaba una pistola. Clara sentía
que estaba al borde de un ataque de ansiedad. Alex. Ella estaba en esa
habitación. Aterrorizada. Temblorosa. Se obligó a moverse, poco a poco, fue
viendo mucho más de aquella habitación.
La niñera estaba tirada en el suelo, rodeada de un charco rojo. Estaba
inmóvil, con los ojos abiertos y no respiraba:
— ¡Alex!
Gritó Clara, pero Alex no estaba:
— Un hombre malo— decía Clara sentándose en el suelo y tapándose la
cara— Un hombre malo, Alex.
Alex abrió los ojos poco a poco. Por primera vez fue capaz de dormir del
tirón. Sin pesadillas y sin necesidad de tomar ninguna pastilla. También fue
la primera vez en mucho tiempo que no despertaba sola. Pues enfrente se
topó con una rubia que no paraba de murmurar dormida. Estaban tan juntas
que se embriagaba con su aroma. Aroma que viajaba desde las fosas nasales
hasta sus pulmones. Entraba de forma ardiente llenando de calor su pecho.
Durante unos segundos se dejó llevar por esa felicidad y curvó la comisura de
sus labios. Hasta que se dio cuenta. Alex Woods nunca duerme con nadie, no
sonríe de esa forma ni cree en el amor. Mucho menos no podía permitirse
sentir nada por Clara Price. Intentó levantarse sin hacer ningún ruido y
comenzar a vestirse. Todos sus intentos para que la rubia no la pillase
escabulléndose fueron en vano, pues la pilló infraganti abrochándose el
pantalón:
— No te pido que te despidas con el desayuno en la cama— comenzó a
decir con amargor mientras se incorporaba— ni que seas cariñosa, pero al
menos un “buenos días. Me voy”
Alex tragó saliva. La rubia estaba preciosa y con su cuerpo totalmente
desnudo. Señor, le entraban ganas de lanzarse sobre ella y follarla hasta
quedar de nuevo exhausta, pero debía contenerse. Ya había dejado entrar a
Clara demasiado en su vida personal. De eso se dio cuenta en el momento en
que sonrió, Clara Price era un auténtico peligro y debía alejarse:
— Lo siento— dijo Alex con rudeza— ahora soy yo la que dice que esto ha
sido un error.
Clara la miró molesta. También se levantó y comenzó a ponerse el vestido.
Solo el vestido, porque al parecer su ropa interior quedó perdido entre los
matorrales:
— ¿Qué? me has follado a gusto— comenzó a elevar la voz— y ya te has
cansado de mí— negó con la cabeza— bravo Alex, tú y tu capacidad de
hacerme sentir como una mierda.
— ¿Qué esperabas? Estás prometida con el cateto de William Wiyatt— se
restregó la cara nerviosa— No puedes pretender que nos veamos cada dos
por tres y…
Clara alzó las cejas y se puso con los brazos en jarra:
— ¿Y?
— No enamorarte de mí
La rubia rio irónicamente:
— Encima egocéntrica— Clara se acercó y la plantó cara— tú no eres la
única en mi vida que me folla a espaldas de William, Alex Woods y sabes
¿qué? Ella me trata mejor que tú.
A Alex le chirrió los dientes. ¿Cómo era posible? Le había comparado con
su personaje de rol, pero ¿tan inocente era? El golpe vino después:
— O quizás eres tú quien teme enamorarse de mí.
— ¿Enamorarme de ti? — bufó— por favor, un grano en el culo se me
antoja más agradable.
Dicho aquello, salió del desván y fue directa a su habitación. Tenía que
cambiarse, pasarse por su casa, ducharse y por desgracia, hacer acto de
presencia en la empresa. Clara, no se iba a dar por vencida y la siguió:
— Pues yo tampoco me enamoraría de ti en la vida— entró a la habitación
gritando— una piedra es más agradable.
Olaya y Ruth despertaron al escuchar la discusión de Alex y Clara. La
amiga de la rubia puso los ojos en blanco y se tapó la cabeza. Sentía que la
iba a explotar. Alex se estaba cambiando la ropa interior:
— ¿Sabes? No sé porque me discutes— buscó sus pantalones entre la
cantidad de prendas que había tiradas por el suelo— ¿no tienes a otra que es
más agradable?
— Alex— le empujó dándole golpecitos con el dedo índice en el hombro—
que quieres acabar por mí de acuerdo, pero hubiera estado bien un “Clara, ha
estado bien, pero debemos terminar. Espero que te vaya bien en la vida” y no
un “ahora soy yo la que dice que esto ha sido un error” se llama respeto.
La ojiverde se terminó de poner la camiseta de tirantes:
— Ya te avisé de cómo era y aun así aceptaste.
Clara recogió unas prendas de Ruth y se las tiró:
— Cuando estoy cachonda no pienso con claridad— volvió a reír
irónicamente— mira tú teniendo miedo a que me enamore de ti, solo eres
alguien que me quita el calentón del momento. Ruth, levanta nos vamos.
Alex agarró las prendas de Olaya y se las tiró encima también:
— Tú también O. y con prisa que tengo que trabajar— miró de reojo a
Clara— prefiero eso que estar en la misma habitación con la remilgada de
Price. Te espero en la entrada.
Las chicas intercambiaron miradas antes de levantarse y comenzar a vestir:
— Siempre están igual
Susurró Ruth. Ésta apuntó su número de teléfono y se lo dio a la amiga de
Alex:
— Por si te da por repetir algún día
— Gracias.
Clara puso los ojos en blanco y salió al pasillo. Vaya, se equivocó de
amiga. Olaya era más educada después de todo y ella pensando que podía
sentir algo por Alex. Ruth salió de la habitación:
— Lo vuestro es pecado ya.
— ¿Qué quieres decir?
Preguntó Clara enfurruñada:
— Discutís os liais, discutís os liais, discutís y así constantemente. Tenéis
una relación demasiado toxica pienso yo.
— No hay más “os liais” por mi como si se va a la mierda. Me quedo con
Vesta.
Ruth puso los ojos en blanco. La verdad es que no había que las
entendieran.
Durante los primeros minutos Olaya optó por no comentar nada. Alex
estaba demasiado tensa. Decidió esperar a que aflojara un poco. Reclinó un
poco el asiento hacia atrás. Lo cierto es que estaba molida. Ruth era una
autentica fiera no pudo evitar sonreír al recordar lo bien que se lo había
pasado:
— Sabes que tienes un carácter de mierda ¿verdad?
Dijo Olaya bajando la ventanilla del coche:
— Carácter de mierda el de Clara.
Respondió Alex entre gruñidos:
— Con lo bien que se os veía a noche. Ahora ¿Qué ha pasado?
— Que puede ser mi perdición— aferró fuertemente el volante— y no
quiero. No quiero pasar por lo mismo.
— Y ¿por esa razón la tratas como si fuera basura?
— Ya te dije que prefiero que me odie.
Olaya la miró de reojo:
— No te entiendo Alex. Cuando nos conocimos no parabas de hablar de
ella, de repetirme hasta el cansancio que la odiabas ¿Qué ha cambiado?
— Nada
— Erais unas niñas— agachó la cabeza— eras una niña. No puedes seguir
molesta Alex. Tú misma has dicho que no puedes reprocharla nada.
Alex irritada dio un golpe al volante:
— No lo entiendes O. incluso ahora— suspiró— si las circunstancias se
volvieran a repetir, sabiendo lo traumático que puede llegar a ser, sería capaz
de repetirlo. La protegería. Clara Price es mi perdición y no quiero.
— Alex, te comprendo— intentó darle apoyo— pero vives en el pasado.
Tratas de convencerte de que odias a Clara, cuando en realidad, es que si
sientes algo por ella. Podéis ser felices si dejáis vuestro puto orgullo a un
lado.
La ojiverde rio irónicamente:
— ¿Tú crees que Clara soportaría que sus padres la tratasen con el mismo
asco que a mí? Alex, la invertida. No lo soportó Cora, no lo hará Clara. Para
llevarme otra decepción prefiero quedarme sola.
— Estas adelantando acontecimientos ¿Tú qué sabes? A demás, no
compares, ambas sabemos que lo de Cora no fue amor.
— Ya la has escuchado, nunca se enamoraría de mí.
— Si te dejaras conocer cómo eres realmente y dejaras de comportarte
como una autentica capulla…
— O. cambiemos de tema ¿Quieres?
Olaya levantó las manos en son de paz. Aunque quería tocar un último
punto, antes de dejar el tema a un lado:
— Si comandante, pero ya que menciono esto. ¿Qué hará Vesta cuando
tenga su cita con Clara?
Capítulo 13 - Cornudo
Clara nada más llegar a su casa se dio una larga ducha ¿Por qué Alex
Woods tenía que ser así? Debería estar odiándola. Sin embargo, estaba
dolida. No podía negar más que sentía cosas muy fuertes hacia la ojiverde, ni
tampoco se podía negar que la necesitaba. Necesitaba sus caricias, sus besos,
su cabezonería, necesitaba estar bien con ella como a su vez discutir. Toda
ella era un veneno, una droga de la cual se veía incapaz de deshacerse. Ruth
tenía razón. Su relación con ella era toxica. Tan tóxico, que aunque la hubiera
mandado a la mierda por segunda vez, sabía que caería de nuevo con solo una
llamada de Alex.
Estaba tan dolida y furiosa que acabó reflejándose en su historia que estaba
escribiendo que de alguna forma estaba plasmado su propia vida ¿Vesta
también sería así? Su ama era caliente, era ordinaria, posesiva, pero miraba
por sus deseos y no por los de ella. Vale, ella estaba ahí para el placer del
sumiso como bien le explicó. Un día más. Uno más y la volvería a ver.
Quizás ella fuera la clave para quitarse a Alex de la cabeza. Era consciente
que sería soltar un clavo ardiendo para sujetar otro. Otra cosa que le carcomía
era que debía escoger una fantasía. Buscó por internet, había cantidad de
roles y de juegos ¿Cómo escoger alguno? Quizás lo mejor sería que el primer
día fuera como Clara y se dejase los jueguecitos para otra ocasión.
Alex solicitó todos los informes económicos desde el comienzo del año
Jamal. Éste le puso pegas en un principio, pero al final acabó accediendo.
Aunque no tardó en llamar a su padre. Puesto que recibió una llamada de
Patrick:
— Hija solo encárgate de firmar los papeles importantes— sonaba más una
orden que otra cosa— los temas económicos se los dejas a Jamal.
— Pero ¿tú has visto que las cuentas no cuadran? — dijo Alex extrañada—
en enero todo concuerda con lo repartido a los proveedores y en abril las
ganancias se triplicaron, así de la nada, por las mismas cantidades que a
principios de año.
— Alex— dijo Patrick pegando un bocinazo— ponte a pegar papelitos al
techo y deja de jugar a las empresarias, he dicho que dejes esos temas a
Jamal.
Alex chirrió los dientes:
— Sí, padre.
Patrick satisfecho ante la sumisión de su hija colgó ¿Para que la quería ahí
entonces? Para mirar al techo y firmar papeles sin cesar. Ese era un trabajo
que podía hacer perfectamente él. Estaba saturada, aquello le daba mala
espina, no podía dejar de pensar que podía ver algo turbio detrás de aquello.
Le daría igual, sin embargo, en la mayoría de aquellos documentos y ponía la
mano en el fuego era que se encontraba su firma dando la aprobación. ¿Cómo
es que nunca se había fijado? Emitiendo un gruñido, esperaba estar
equivocada, porque si no era así, estaba metida en un buen lio. Descolgó el
teléfono y marcó un número. Al que siempre recurría en estos casos:
— Scott
Sonó la voz de un chico que parecía tener la boca llena:
— Siempre te pillo comiendo glotón
— Señorita Woods ¿a qué se debe el placer?
— Necesito verte— miró de reojo por la cristalera que daba al interior de
las oficinas— tengo un encargo para ti.
— sábado por la noche la tengo libre ya sabes dónde encontrarme.
— Te veo en el club.
Alex colgó y se apoyó en el respaldo de la silla. En cierto modo buscaba
fantasmas en otro lado para huir de su verdadera comedura de coco. Clara
Price. La había sentido tan cerca aquella noche. Demasiado ¿Por qué era tan
débil ante su presencia?
Clara estaba apoyada en la mesa de su escritorio, haciendo bolas de papel e
intentando encestarlo en la papelera. Hasta ese momento había fallado más
que acertado. Un fuerte portazo la devolvió en sí. Extrañada miró el reloj, era
aún temprano. Se asomó por la puerta y pilló a William entrando en la
cocina. Fue hasta ella y se apoyó en el marco de la puerta con los brazos
cruzados:
— ¿Hoy no hay saludo?
— ¿Mi prometida volverá a dormir fuera?
Dijo William con tono de reproche. Clara se movió un poco incomoda.
Había dormido solo mientras ella andaba acostándose con Alex. Sin contar
que al día siguiente tendría se reencontraría con Vesta:
— Solo fue una fiesta Will— intento parecer tranquila— pudiste haberte
quedado.
William sacó una cerveza de la nevera y se apoyó en la encimera:
— Lo que tú digas— bebió un poco— siempre lo que tú digas— Clara
agachó la cabeza— ¿Es por algo que he hecho?
Alzó la cabeza sorprendida por aquella pregunta. William parecía
entristecido y arrepentido:
— Clara, sé que me comporté como un auténtico capullo— dejó la
cerveza en la encimera y se acercó— Lo siento, no sé qué me pasó— le
acarició la mejilla— sé que no te lo digo mucho últimamente, pero te quiero
y quiero estar bien contigo.
Ahí estaba William, haciéndola sentir culpable mientras le ponía esos ojos
de cachorrillo abandonado. La estaba haciendo sentir mal. Le abrazó para
ocultar su expresión de culpabilidad. Tenía a su lado alguien que se la quería.
Sin embargo, tan solo podía pensar en Alex que hacía todo lo contrario. Will,
no se merecía eso:
— ¿Por qué no salimos a cenar? O ¿Vamos al cine? — Propuso Clara—
Pasamos la tarde juntos— le miró y le acarició— como antes.
William dibujó una sonrisa se inclinó y la dio un beso:
— Antes me voy a dar una ducha— la abrazó fuerte— y vamos donde tú
quieras.
Olaya apareció en el despacho de Alex. Sabía que le quedaba poco para
salir a la ojiverde. Quería salir y tenía planes para aquella noche. En un
principio. Alex renegó, después de aquel día que empezó como el culo, lo
único que quería era ir a su casa:
— Vamos— pidió suplicante Olaya— salgamos un rato
— O. no estoy de humor
— Una noche tranquila. No sé, a cenar o a tomar algo en un bar tranquilo.
— ¿No dijiste que habías quedado con alguien?
— Sí, pero quiero que tú también te animes.
Alex suspiró y negó con la cabeza. Olaya era la persona más insistente y
cabezota que había conocido en toda su vida:
— Está bien— la señaló advirtiéndola— pero solo un par de horas.
Olaya comenzó a bailar victoriosa haciendo que Alex riera:
— Ves, si te hago reír— le guiñó un ojo— te aseguro que esta noche va a
mejorar.
La ojiverde estaba tan abatida que ni tenía ganas de cambiarse. Así pues,
fueron directas hasta el lugar donde había quedado con las otras chicas.
Como era de esperar, llegaron las primeras, así que se pidieron las primeras
cervezas de la tarde. Lo cierto y sin que lo supiera Alex. Olaya le había
preparado una encerrona. Una amiga suya se había quedado soltera y era el
tipo de chicas que le solía atraer a la ojiverde:
— No ha sido fácil encontrar el lugar
Dijo una chica morena mientras se acercaba a las chicas. Olaya sonriente
fue a abrazarla. Lo cierto es que era muy guapa. Pelo largo, unos ojos
castaños penetrantes, un cuerpo diez, datos que no pasó desapercibido para
Alex que la recorrió con mirada lasciva:
— Taylor Fisher— dijo acercándola a Alex— esta es mi amiga Alex.
— Alex— pasó un brazo por encima de los hombros de la recién llegada—
ella es Taylor, nos conocimos en el avión cuando me vine de Europa.
Alex esbozó media sonrisa y le tendió la mano:
— Mucho gusto.
— Igualmente.
La respondió mientras respondía a su saludo. Taylor se movía y
gesticulaba de una forma muy sensual. En ese momento apareció la chica que
faltaba. Esa pilló por sorpresa a Alex. Pues no era ni más ni menos que la
mejor amiga de Clara:
— Espero no llegar demasiado tarde— se acercó la primera a Olaya y le
dio un pico— fue difícil encontrar aparcamiento.
Alex miró fulminante a Olaya que la respondió con un encogimiento de
hombros:
— Bueno ¿Qué os apetece hacer?
Preguntó Taylor sin dejar de mirar a Alex:
— podemos ir a cenar primero— añadió animada Ruth— hay un
restaurante italiano aquí cerca muy chulo.
Ninguna tenía otro plan que lo superase, así que todas accedieron.
William quería tener un detalle con Clara y le llevó al restaurante que tanto
le gustaba. Iba por reserva solo esperaba tener la suerte de que quedara
alguna mesa libre. Durante el trayecto de vez en cuando Clara intercambiaba
alguna mirada con William y sonreían. Compartiendo un silencio algo
incómodo:
— Como no estaba planeado salir— dijo William mientras le daba la mano
al salir del coche— no pedí reserva, espero que tengan una mesa libre
— Es jueves, alguna debe de haber
Como todo un caballeo, le abrió la puerta y entró detrás de ella. Pues si
había una fila bastante larga. Tuvieron que esperar hasta que el Maître les
atendiese:
— ¿Enserio que no quieres venir a Japón? — preguntó mientras le rodeaba
con su brazo por la cintura— podríamos hacer turismo. Haríamos un álbum,
los Wiyatt alucinando con los que van disfrazado de campeones Oliver y
Benji, Sailor Moon o Ranma
Clara rompió a reír:
— ¿Pero aun emiten esas series? — Puso una mueca— que vieja me siento.
— Te compraría un disfraz de Sailor Moon, das el pego, rubia, ojos azules
— Clara negaba con la cabeza mientras que carcajeaba— oye estarías muy
sexy vestida de colegiala.
La rubia alzó la ceja:
— ¿Y tú quién serías mi profesor?
— Oh— dijo abrazándola y acercando su rostro— podría enseñarte muchas
cosas.
William comenzó a besarla. Clara intentó ser lo más natural posible y para
que mentir, no poner cara de asco, cerró los ojos y trató de no pensar. El
chico se estaba esforzando y estaba siendo encantador, pero Clara no le
quería y eso le estaba torturando. Para tortura lo que vendría después:
— Mierda
Se escuchó la voz de Ruth a sus espaldas. Flipó en colores al encontrarse
con su mejor amiga, en compañía de Olaya. No solo eso, pues detrás de ella
estaba Alex con una chica morena y muy guapa. Eso no le sentó muy bien a
la rubia. Puede que le mandase a la mierda, pero le resultaba imposible no
sentir celos:
— Que coincidencia— dijo Ruth esbozando una risita nerviosa— Clara y
William
— Hola chicas— dijo William sin dejar de abrazar a Clara— ¿Cómo
están?
Alex miraba con cierta tensión aquel abrazo y cuando les pilló besándose.
Tuvo que contenerse para no partir la cara a William. La ojiverde había
decidido alejar a Clara, aun así, no podía dejar de pensar que la rubia era suya
y es que de cierta forma era así. Clara era de Vesta:
— Bien— seguía contestando Ruth, en parte entreteniendo a Will, para que
no notase la tensión que había en el ambiente. Tensión que notó hasta la
mismísima señorita Fisher— rezando para que tengan una mesa libre.
— Podemos compartir mesa.
Propuso William, Clara enseguida reaccionó con una negativa:
— No— esbozó una risita nerviosa e intentando fingir— no queremos
molestar a las chicas.
— Por mí no hay problema— reaccionó Alex— ¿Verdad chicas?
En ese instante Clara fulminó a Alex que enseguida dibujó media sonrisa.
Totalmente desafiante. Olaya y Ruth intercambiaron miradas mientras un
solo pensamiento se les cruzaba por la cabeza “Menuda cagada”. Rieron
intentando parecer lo más naturales posibles:
— No, claro que podemos compartir mesa.
Por los caprichos del destino, tuvieron suerte ya que habían cancelado una
de las reservas. Alex no se lo pondría fácil a Clara tampoco, puesto que
estratégicamente se colocó a su lado. A cada minuto que pasaba tanto Olaya
como Ruth dejaron de pensar “menuda cagada” a “tierra trágame”. Ahí el
único que no se daba cuenta de nada era William, mientras que Taylor opto
por hacerse la sueca:
— Estaba proponiendo a Clara que viniera conmigo a Japón— le agarró de
la mano— esperaba una respuesta justo cuando llegasteis.
— ¿Y te respondió metiéndote la lengua hasta la campanilla?
Preguntó Alex mientras que tamborileaba con sus dedos en la mesa. Clara
tragó saliva, mientras se retorcía nerviosa. Había sido una mala idea salir
aquella noche:
— Es lo que suelen hacer las parejas ¿No?
Alegó William irritado. Aún no había olvidado como Alex le amenazó la
noche anterior:
— Ya— miró desafiante a William— Cómo ayer ¿no? Gritar y hacer daño
a tu novia ¿es lo que hacen las parejas también?
William cogió aire mientras intentaba contenerse:
— Esos son asuntos privados Alex, ya lo hemos solucionado.
Debido a que la tensión aumentaba por ratos. Ruth decidió que era momento
de intervenir y cambiar de tema:
— ¿Y de dónde eres Taylor?
— Canadá
— Como Olaya, que bien
El camarero irrumpió acercándoles el pedido de cada uno. Alex no dejaba
de fijarse en las manos de William que siempre andaba tocando a Clara, si no
era en la mano, era en el brazo y si no los hombros. Aprovechando, que
estaban entretenidos en la conversación que daba Taylor, posó su mano en el
muslo de Clara, que por casi se atragantó mientras bebía un poco de vino:
— ¿Estás bien?
Preguntó William:
— Sí— Respondió rápidamente colorada— Si, solo que se me ha ido por el
otro lado.
Enseguida retomaron la conversación. Clara intentó apartar la mano de Alex
que sospechosamente comenzó a subir por su muslo, pero era muy ágil y no
sería capaz de apartarla, no sin que nadie se diera cuenta.
Tuvo que controlar su respiración, la mano de Alex era puro fuego que
quemaba su piel. Un fuego que empezaba a recorrer cada centímetro de su
cuerpo. Su rubor aumentaba por momentos. Cuando la mano de Alex se
acercó a su entrepierna se levantó rápidamente. Sobresaltando a todos los
asistentes de aquella cena. La ojiverde sonrió divertida:
— Perdonar, es que tengo que ir al baño.
Dijo Clara ruborizada:
— ¿Qué chica más extraña?
Dijo Taylor mientras observaba como Clara entraba en los baños:
— Está estresada— dijo Will extrañado— está escribiendo un libro,
cuando escribe suele comportar de esta forma.
— Si me disculpáis a mí también— dijo Alex levantándose— tengo que ir
al baño.
Olaya se tapó la cara con la mano. Sabía que de aquello no saldría nada
bueno. Ruth también estaba nerviosa, dubitativa en ir a socorrer a su amiga.
Clara se encontraba lavándose las manos, cuando vio entrar a la ojiverde.
Intentó escabullirse, pero ésta la detuvo agarrándola de la muñeca y la
arrastró hasta un cubículo que había vacío, quedando encerradas en aquel
espacio reducido:
— Alex para— susurró con enfado Clara— No sé qué jueguecitos te traes,
pero déjame en paz.
— ¿Enserio Clara? — preguntó Alex con la mandíbula tensa— ¿después
de cómo te trató le perdonas sin más?
Clara soltó una rio con ironía:
— Al menos él ha sabido arrepentirse y disculparse— intentaba apartar a
Alex para salir de ese encierro— al menos él me trata como un ser humano.
Tú no eres quien, para criticarlo, eres mucho peor.
Alex chirrió los dientes:
— Pero ¿cómo puedes defenderle?
Clara la encaró, perdiéndose en sus ojos verdosos. En ese momento se
estaba muriendo al tenerla tan cerca. Al sentir su aliento chocar en su rostro,
pero tenía que mantener la compostura y hacerse respetar:
— Alex, aparta de mi camino.
— Solo respóndeme a una pregunta ¿Le quieres?
— A ti que te importa— achicó los ojos y puso mirada desafiante— ¿O
sí?
Alex no dijo nada, tan solo se limitó a esperar una respuesta y Clara no iba
a admitir que en realidad tenía sentimientos hacia ella. No después de lo mal
que le ha tratado una y otra vez:
— No— pestañeo fuerte y se corrigió— que diga, si, le quiero. Ahora
aparta.
La ojiverde se acercó más y la agarró de las mejillas:
— Mientes— la empotró contra el lateral del cubículo— Ya te dije que se
te da mal mentir.
Los ojos de Clara quedaron fijos en los labios de Alex. Los deseaba, pero
no podía seguir cayendo en su trampa. Otra vez no, para luego hacerla sentir
mal, para luego hacerle eso a William:
— Alex— dijo Clara con voz suplicante— por favor, deja de jugar
conmigo porque te juro que voy a enloquecer.
— Clara— dijo Alex mientras le acarició la mejilla— Intento alejarme, una
y otra vez, créeme que lo intento— escondió el rostro en su cuello— ni
quiero hacerte sentir así, yo también estoy enloqueciendo— poco a poco fue
abrazándola mientras que se embriagaba con su aroma— te estas
convirtiendo en una droga para mí. Te necesito Clara y no quiero sentirme
así.
— ¿Y Taylor?
Preguntó con la respiración agitada, lentamente fue respondiendo el abrazo
de la ojiverde:
— Tan solo es una amiga de Olaya.
Los labios de la morena comenzaron a recorrer su cuello. De nuevo Alex
fue superior a sus fuerzas, de verdad que luchó para contenerse, pero no
pudo. Como siempre cayó a sus pies. Rodeándola con los brazos y pegándose
aún más a ella. Sus labios no tardaron en encontrarse. Los besos de Alex eran
tan excitantes, tan diferentes a los de William, pues mientras con una
anhelaba que el tiempo pudiera detenerse y disfrutar de sus besos
eternamente mientras que con su prometido ocurría todo el efecto contrario,
rezaba para que fuera leve, con Alex enseguida se la humedecía la
entrepierna.
La quería poseer, ahí, en ese instante y como siempre acababa subiendo su
vestido. La rubia intentó detenerla:
— No Alex. Aquí no, nos están esperando— Alex gruñó y recorrió con su
lengua el contorno de su oreja— van a sospechar.
— Me da igual— dijo excitada mientras colocaba un muslo en medio de
sus piernas, provocando un leve gemido por parte de Clara— te necesito,
ahora. Vamos, uno rápido.
William miró dirección a los servicios. Clara ya había ido hace un buen rato
y comenzaba a preocuparse. No podía dejar de pensar que pudiera estar
indispuesta o, que estuviera discutiendo y peleando con Alex. El muy iluso.
Tanto Ruth como Olaya intentaban, darle conversación y entretenerle.
Rezando para que no sospechase nada:
— ¿No están tardando mucho?
Preguntó el prometido algo extrañado:
— Sé que las chicas os entretenéis entre cotilleos y eso, pero ¿no se están
pasando? Se va a enfriar la comida
Si comiendo estarán, pero otra cosa. Pensó Ruth mientras reía
mentalmente:
— Iré a ver.
Dijo al final la amiga de Clara.
Clara acabó cediendo a los deseos de la ojiverde. Enganchada a su cuello,
mientras que aprovechaban los besos para ahogar los gemidos. Era cierto,
sería uno rápido. Gracias a que los dedos largos y agiles de Alex sabían
dónde tocar para que el orgasmo apareciera fugazmente:
— ¿Te gusta? ¿Te vas a correr?
Que fuera un sitio público no las detenía, a cada embestida que recibía la
rubia acababa chocando contra la pared de aquel cubículo:
— Sí, Alex me encanta como me follas.
— Joder— dijo Alex acelerando aún más— me encanta cuando te pones
toda guarra y ordinaria. Córrete en mi mano.
Clara llevó su boca hasta el cuello de Alex y acalló gemido gutural cuando
el orgasmo azotó toda su pelvis. Tensando por completo su cuerpo y terminó
por temblar. Cuando por fin, se relajó, comenzaron a reír de forma tonta.
Hasta que alguien tocó fuertemente en la puerta:
— ¡Eh! Folladoras bipolares— comenzó a decir Ruth— el pringado
cornudo empieza a sospechar
Alex colocó el vestido de Clara y giró la vista a la puerta:
— Enseguida salimos— gritó, para seguidamente volver a poner su
atención en la rubia— ¿Cuándo podemos vernos de nuevo? ¿Mañana?
Estaba claro que sabía que tenía su cita con Vesta, pero quería saber cómo
de importante podía llegar a ser para Clara su ama ¿La dejaría de lado por
Alex? En parte deseaba que así fuese, eso significaría que sentía por ella algo,
algo más que excitación, algo más que sexo.
Clara le acarició, contenta, feliz porque Alex le estaba pidiendo volverse a
reencontrar:
— Mañana no puedo.
Eso fue una autentica decepción para Alex. Era triste descubrir que Clara
pertenecía más a Vesta. Por lo menos eso es lo que pensaría la rubia.
Ignorando el maldito dato de que Alex y Vesta eran la misma persona:
— No te vayas a Japón con William— aquello sonó más como una orden
en vez de una petición— Tengo que hacer un viaje para comprobar una cosa
de la empresa— le robó un beso rápido— vente conmigo.
Aquello dejó estupefacta a Clara. Se hubiera esperado cualquier cosa de
Alex Woods. Menos aquello:
— ¡Venga chicas! — volvió a insistir Ruth— ya seguiréis metiéndoos
mano en otro momento.
— Hemos dicho que enseguida
Contestó Clara irritada. Agarró de las mejillas a Alex y sonriente la
contestó:
— Sí, me iré de viaje contigo.
Alex curvó la comisura de sus labios y se lanzó a su boca, antes de quitar
el pestillo de la puerta:
— Me vuelve loca señorita Price
Susurró antes de salir. Para luego ponerse sería y mirar solicita a Ruth, que
estaba apoyada en la pared con los brazos cruzados:
— Si el pringado cornudo pregunta, nos has pillado discutiendo.
Ruth sonrió picarona:
— Bueno, soeces os estabais diciendo, guarronas.
Alex salió del baño riendo por lo bajo. Clara primero quiso lavarse la cara
antes de salir. Estaba totalmente ruborizada y por qué negarlo, contenta:
— A ver si lo recuerdo— Ruth fingió quedar pensativa— “No hay más os
liais” — dijo imitando la voz de Clara— “por mi como si se va a la mierda”
— No me seas tediosa
— ¿Tediosa? — dijo soltando una risita— He sido considerada dejando que
termines. Podrías fingir un poquillo esa carita de recién follada.
Clara rompió a reír:
— Venga, vamos a salir antes que a mi prometido cornudo le dé un chungo.
— Así se habla hermana
Dijo animada Ruth mientras la seguía hasta afuera. Durante el resto de la
cena, Clara se sintió como una adolescente. Intercambiando miradas furtivas
de vez en cuando se rozaban las manos por debajo de la mesa. Sonrisas.
Aquello era cantoso, tan cantoso que hasta la misma Taylor se dio cuenta.
Menos el pringado cornudo, pensaba que era una velada agradable. Tan
animado que, a la hora de llegar a casa estaba de lo más mimoso. Obligando a
Clara a excusarse con el clásico:
— Lo siento, cariño. Pero el vino me ha dado dolor de cabeza ¿Te parece
bien si lo hacemos en otro momento?
William puso mala cara, se giró murmurando de mala gana para darle la
espalda y quedar dormido al rato. Sin embargo, Clara estaba de lo más
eufórica. El día empezó siendo una mierda, para acabar planeando un viaje
con Alex y pensando en el diablo, el móvil le vibro, Clara miró por encima de
su hombro para comprobar que William estuviera totalmente dormido.
Número desconocido: toc toc, te habla la chica odiosa ¿Estás dormida?
Clara sonrió como una bobalicona:
Clara: ¿cómo conseguiste mi número?
Alex: tengo mis contactos
Clara: ha sido Ruth ¿verdad?
Alex: ¿te molesta que tenga tu número?
Clara: dime chica odiosa ¿en qué puedo ayudarte?
Alex: veras, es que no puedo dejar de pensar en una chica preciosa.
Clara ensanchó su sonrisa:
Alex: es rubia, un poco irritable y remilgada.
En ese instante frunció el ceño:
Clara: no te quejes tú también eres irritable. Duérmete.
Alex: no puedo, estoy muy cachonda.
Clara: y ¿qué quieres que haga?
Alex: ¿sexo telefónico?
Clara se tapó la boca con una mano para acallar una pequeña carcajada:
Clara: lo siento comandante, pero tendrá que ser en otra ocasión.
Alex: está bien corta rollos.
Alex fue una hora antes para prepararlo todo. Era una sesión BDSM, no iba
a tener una habitación de hotel simple. Aquello debía ambientarse, sobre todo
al tipo de prácticas que se harían. En aquel mundo había muchas y Vesta
estaba como loca por mostrárselas todas. Bueno casi todas, había algunas que
ni la propia Vesta lo haría. El Scat era una de ellas. Aquella noche empezaría
por lo más simple. Aunque, como autentica profesional siempre cargaba con
su maletín cargada de todo tipo de juguetes.
Era evidente que Clara era especial, pero también era cierto que se
molestaba y dedicaba tiempo a todos sus sumisos y sumisas. Lo importante
era que estuvieran cómodos y acabaran satisfechos y felices. Como buena
dominatriz.
Pidió comida al servicio de habitaciones, antes de cambiarse, no quería que
al servicio del hotel le diera un infarto al verla vestida con su ropa de trabajo
que por lo general solía ser parecido, el corsé era indispensable. Colocó velas
por toda la habitación. De aquello iba a ir esa noche, algo tan básico como las
velas. También estaba interesada en conseguir algo de Clara y estaba segura
que nadie había hecho con ella. Eso la excitaba mucho.
El servicio le llevó la cena a tiempo y una cubitera con una botella de
champan. Vale, lo del champan nunca lo había hecho con ningún cliente.
Teniendo en cuenta que la rubia era su única y exclusiva esclava. Se cambió
y se sentó a esperar. Nerviosa ¿Y si se había arrepentido? Pero se negó verse
con Alex, eso quería decir que si tenía planeado verse con Vesta. A los cinco
minutos se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado para el otro.
Intentaba no exasperarse, tan solo se retrasaba por cinco minutos. ¿Pero que
la pasaba? Nunca había sido tan impaciente. Al contrario, siempre se excitaba
todavía más, al hacerse esperar. Por fin, unos golpecitos en la puerta. Música
para los oídos de Vesta.
Capítulo 14 - Trirsquel
A Clara la sudaban las manos. No había pasado mucho más de una
semana, desde la última vez que vio Vesta, pero desde entonces no había
dejado de verse y reencontrarse con Alex. Estaba hecha un lio. Aunque le
hacía ilusión verse con la ojiverde y planear irse de viaje con ella. Por otra
parte, desconfiaba de ella. Ya que siempre acababa por hacerla sentir como
una mierda ¿Quién le aseguraba que había cambiado? quería pensar que
había cambiado y que no necesitaba a Vesta. Por momentos se convencía
para darle un beso. Un beso y se rompería el contrato. Pero en otras ocasiones
decidía esperar. Darla tiempo.
Tomó aire profundamente un par de veces antes llamar a la puerta. No
había llevado ninguna fantasía en mente. A Alex la nublaba todos sus
pensamientos.
Apenas tardaron en abrir la puerta. Provocando que se quedara sin aire.
Vesta estaba imponente como siempre. Aunque un poco decepcionada. Se
esperaba una reacción más explosiva, como siempre había hecho. Que la
atrajese y la pegase a su cuerpo hasta provocar que su corazón se desbocase.
Sin embargo, solo le tendió la mano:
— Ven— Clara dubitativa le dio la mano, lentamente y con sensualidad la
hizo pasar— He pedido algo de cenar. Has llegado tarde, espero que no
vuelva a ocurrir, cuando digo una hora se debe ser puntual ¿entendido?
— Lo siento— se disculpó la rubia bajando la cabeza— Ama Vesta— Vesta
asintió, llega a ser otra persona y ya le había puesto mirando contra la pared,
de rodillas o incluso a hacer abdominales— Pensaba que iríamos al grano
Dijo cuándo vio a su alrededor, eso le aliviaba un poco porque no fuera así:
— Tenemos toda la noche por delante.
Clara quedó alucinada por cómo estaba todo decorado. Era diferente a lo
que tenía en mente. Cortinas negras, látigos, fustas por todas partes, esposas,
cadenas… todo por lo que se le pudiera pasar por su mente. Sin embargo,
para tratarse de una sesión BDSM, se encontró con la estancia plagada de
velas y una mesa con comida y un par de copas con champan. Aquello se le
antojaba más romántico que excitante. Vesta esperó a que se sentará y
seguidamente, hizo lo mismo en frente de ella, cruzando las piernas de forma
sensual:
— ¿Te has traído el collar?
— Si
— Déjalo encima de la mesa.
Clara no entendía esa orden ¿Es que no tenía que ponérselo? Aun así, acató
la orden que le dio su ama:
— ¿No tengo que ponérmelo?
Vesta sonrió, estiró el brazo, apoyado encima de la mesa y puso la palma
mirando hacia arriba:
— Dame la mano
Clara tragó saliva y temblorosa se la dio. Los ojos de Vesta quedaron fijos
en ella, con suma suavidad comenzó a acariciarla con el dedo gordo,
fijándose en un detalle. No se había quitado el anillo de compromiso. La
rubia se percató de ese detalle y rápidamente se lo quitó:
— Lo siento— comenzó a decir ruborizada— a lo mejor te resulta
incómodo.
Vesta curvó la comisura de sus labios:
— Clara, solicitan mis servicios solteros, solteras, con parejas e incluso
casados y casadas.
— ¿No te sienta mal?
— Ya te dije que esto no se trata solo de sexo —comenzó a explicar— se
trata de sumisión. No tiene por qué derivar en sexo. La gente quiere que les
de lo que sus parejas no. A veces ni lo saben, porque sienten vergüenza de
que piensen mal de ellos— sacó el champan de la cubitera y comenzó a servir
un poco después de abrirlo— ¿por qué? Por la misma razón que te comenté la
otra vez. La sociedad piensa que a un sumiso les gustan que le peguen, que le
insulten o que a un amo le gusta pegar— dio un sorbo— en el mundo o
universo del BDSM, los principios básicos son, seguro, sensato y
consensuado. Velamos por la seguridad física y mental de nuestros sumisos.
Por eso existe la palabra de seguridad.
Clara atendía casi sin pestañear. Vesta hablaba con tanta naturalidad. Y era
indudable, que se sentía atraída por aquel mundo. Desde la primera vez que
vio a su ama:
— ¿En qué consiste la palabra de seguridad?
Vesta comenzó a tamborilear los dedos encima la mesa. Eso atrajo la
atención de la rubia. Lo cual obligó a Vesta dejar de hacerlo. Había manías
que Alex no podía dejar de hacer ni si quiera cuando se convertía en Vesta.
Ese era un gesto que solía hacer cuando solía ponerse muy nerviosa. Le
estaba costando tener a Clara en frente y no tocarla, ni besarla, ni olerla, la
quería poseer en todo momento:
— Es para tener la seguridad de que mi sumisa esté a gusto y este
disfrutando. A su vez, por parte mía tener la tranquilidad, de si en algún
momento no le está gustando o le está doliendo, mencionarlo y parar.
— ¿Cuale es, mi palabra de seguridad?
— Dependiendo del amo, se considera la esclavitud como una práctica
sin límites, eres primeriza, naranja para parar una práctica, rojo para parar la
sesión por completo
Se levantó y se colocó detrás de ella. Comenzó retirar su pelo hacia un
lado para exponer su cuello. Se inclinó, aun exponiéndose a perder el control
y comenzar devorarlo. Aspiró fuertemente embriagándose con su aroma:
— Eres mi esclava— acarició con sus dedos su brazo, provocando que se
le pusiera la piel de gallina, Clara tembló al escuchar aquello, Vesta le agarró
suavemente de los brazos— no tiembles— siempre susurrándole en el oído—
no te haré daño, sé que eres nueva y por eso te estaré preguntando.
En esos instantes Alex comenzó a desaparecer de sus pensamientos. Vesta
era seductora, suave, sensual y siempre tratando de que se sintiera segura con
ella. Cuando le susurraba en el oído. Provocaba que todo su cuerpo se
estremeciera. Las manos de Vesta comenzaron a vagar por su cuerpo:
— Eres preciosa Clara— sus manos comenzaron a acariciar sus senos
por encima del vestido— Eres la esclava más hermosa que poseo y que
llegaré a poseer.
Clara se estremecía por momentos ante las suaves caricias de Vesta:
— ¿En esto se va a basar la sesión?
— Aun no tienes puesto el collar— giró la silla para poder quedar
enfrente de Clara. Vesta la adoraba con la mirada. Se agachó para comenzar a
acariciar sus piernas— puedes pararme cuando quieras porque el juego no ha
comenzado. El maldito problema es que me resulta casi imposible dejar de
tocarte.
— Hazlo— Clara había llegado a un punto de deseo del cual ya casi le era
imposible pensar con claridad— Tócame.
Vesta apoyó la cabeza en su muslo:
— No sabes lo que me complacería eso. Te quiero en mi mundo Clara—
Agarró su mano, mientras que con la otra mano la introducía en un bolsillo
trasero de su pantalón, sacando una pulsera negra con un símbolo de tres
espírales unidas dentro de un circulo— Quiero enseñártelo todo y que
disfrutes, que mueras de placer.
Comenzó a ponérsela. Clara quedó sorprendida ante aquel obsequio:
— Qué bonita— dijo mirando aquel símbolo— ¿Qué significa?
Vesta seguía sosteniendo su mano mientras tenía la mirada fija en la
pulsera:
— Es un trisquel— recorrió con su dedo índice a cada espiral— el
trisquel celta representa cuerpo, mente y espíritu, pero para nosotros, es
seguro, sensato y consensuado, obviamente este no es un signo celta, es un
signo del ying y el yang alterado. Es una forma de decir que no solo es un
juego, es un estilo de vida, un estilo de amor— se levantó y la acarició suave
— Eres mía. No te la quites nunca.
Clara quedó hipnotizada por completo, excitada, feliz y aunque esa era la
tercera vez que veía a Vesta en toda su vida. La hacía sentir tan confiada.
Estiró el brazo hasta coger el collar y comenzó a ponérselo. Vesta curvó la
comisura de sus labios y le acarició del mentón:
— Buena chica, ven— le acercó hasta la cama y comenzó a desvestirla.
Clara se tensó— tranquila, solo te voy a desnudar.
Quedando con tan solo el collar y la pulsera, le entregó una bolsita de
victoria´s secret:
— Mientras que preparo todo— su voz cambio a una más autoritaria—
ve al baño y ponte el que más te guste. Tomate tu tiempo.
Clara asintió y fue al baño. Mirando en la bolsa se encontró un montón de
tangas. Tangas de seda, de encaje, trasparentes… ¿Y el sujetador? Y no solo
eran dos, ni tres, Vesta se había gastado un pastón en ropa interior de marca.
Al final optó por uno negro, ya que iba a juego con su collar. Volvió a
guardar todos los demás en la bolsa. Con curiosidad se asomó un poco por la
puerta. Vesta había despejado toda la mesa y sacado el carrito de la comida al
pasillo. Estaba colocando un montón de cojines en el suelo, cerca de una fila
de velas aromáticas, a otro lado colocó la cubitera:
— Deja de cotillear y ven aquí
Clara se sobresaltó ¿Cómo era posible que siempre la pillasen? Tragó
saliva y salió del cuarto de baño. Vesta volvió a tenderla la mano:
— No pienses que vamos a empezar duro. No te voy a fustigar— Clara le
dio la mano— Vamos a conocer primero tus límites de dolor. Ahora te
explicaré lo que haremos, pero primero quiero que te pongas en posición de
espera.
— ¿Posición de espera?
— Hay muchas, arrodíllate— La rubia, acató la orden de Vesta, al menos
ese suelo estaba más limpio que el del club— no separes las rodillas tenla
juntas— hacía todo lo que le indicaba— ahora apoya tu culo en tus pies, las
manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba. A cada practica diferente
me gusta que el sumiso adopte un tipo de posición— fue hasta la cama y
abrió una maleta— las de esta noche será en el suelo, por eso te he pedido
esa.
De la maleta sacó una cantidad de velas diferentes y un rollo de papel
film:
— Jugaremos con las velas.
Clara miró a Vesta con cierto temor:
— Me vas a quemar.
Vesta negó con la cabeza y empezó a mostrarla una variedad de velas:
— Empezaremos con estas— le mostro unas velas blancas de los más
corrientes— tienen un punto de fusión bajo y la cera rápidamente se enfriará.
Perfecta para alguien que se inicia en este mundo. Túmbate mirando para
arriba.
Clara miraba las velas, dubitativa ¿de verdad que aquello iba a ser
placentero? debía confiar en Vesta. Poco a poco fue tumbándose y apoyando
la cabeza sobre un cojín. Vesta colocó un pie a cada lado de su cintura. A
cada mano tenía una vela, encendió una y haciendo movimientos circulares,
comenzó a jugar con ellas, quemando y deshaciendo la cera. La respiración
de Clara se aceleró y cuando vio caer las primeras gotas, cuyo destino serian
acabar sobre su pecho, cerró fuertemente los ojos y ladeo la cabeza con
expresión dolorida. Haciéndose a la idea que segundos después se quemaría.
Pero esa quemazón nunca llegó. Al abrir los ojos se encontró a Vesta
agachada y con una mano abierta. Detuvo las gotas de cera, cayendo sobre su
mano. Ésta tenía expresión impasible, como si no le hubiera hecho ni
cosquillas:
— ¿Por qué has parado?
Preguntó Clara temblorosa:
— Has reaccionado con miedo— dijo quitándose la cera de la mano— no
estoy aquí para darte miedo, estoy para darte placer— de nuevo se agachó y
agarró el papel film— incorpórate y alza los brazos.
A cada vez estaba más desconcertada, aun así, acataba las ordenes de
Vesta. Una Vesta concentrada en darle aquella sesión que había ido a buscar.
Los ojos azules de ella quedaron fijos en los pechos de Clara, sus pezones
estaban erectos, entre el frescor del suelo y la excitación:
— Te sentirás más segura si te pongo antes unas cuantas capas— al final
comenzó a rodear su tórax con el film— cuando te sientas preparada
quitaremos una, después otra, así sucesivamente hasta que te veas capaz de
estar sin ninguna. Creo que con cuatro es suficiente— miró dubitativa a Clara
— ¿Quieres otra?
El plástico le daba mucho calor y le oprimía un poco lo que eran los
pechos. Era cierto, las capas de aquel papel film le daba muchísima más
seguridad. Y cuando Vesta curvo la comisura de sus labios quedó fascinada.
Alex tendía a curvar su sonrisa hacia un lado y lo amaba. Vesta no, ella lo
hacía ambos lados por igual y se sorprendió amando aquella sonrisa también:
— No— contestó sin apartar la mirada de aquellos labios— así está bien.
Esta vez fue Vesta quien empujó a Clara hasta que quedó tendida en el
suelo. Aquella noche, había algo en la mirada de Vesta muy distinta a la
última vez. Había deseo, pasión y por dilatados y oscurecidos que estaban sus
ojos, excitación. Pero, también, había algo de ternura. En cada caricia, en
cada roce. No encendió las velas. Metió la mano en la cubitera y sacó un
hielo:
— Jugaremos con los contrastes frío, calor
Dicho aquello comenzó a pasar el hielo sobre su cuerpo, cuello, brazos,
pecho, abdomen. Clara reaccionaba a aquellas zonas que estaban totalmente
descubiertas. La respiración de Vesta aumentaba por momentos, a la vez que
se mordía el labio inferior. Sobre todo, cuando pasaba sus manos por la zona
de sus pechos y a pesar del plástico, se notaban sus pezones duros, expuestos
tentándola a torturarlos, con sus manos y con su boca saborearlos:
— Dios Clara
Su pecho se movía sin cesar al son de su respiración agitada. Vesta o más
bien Alex, porque en aquellos momentos estaba dejándose llevar más por los
deseos e instintos de Alex, se moría por besar a esa rubia que no dejaba de
retorcerse y esbozar, pequeños suspiros sonoros. Acarició con sus dedos los
labios, la rubia instintiva y sensualmente los rozó con su lengua caliente y
húmeda. Aquello le excitó muchísimo más ¿Cómo narices aguantar aquella
tortura? Parecía que era Clara la dominante y Alex la sumisa. Se inclinó hasta
estar a escasos centímetros del rostro de la rubia, tensó la mandíbula y
emitiendo un gruñido se alejó. De la mochila sacó un paquete de tabaco, y se
sentó en la silla que había enfrente de aquel cuerpo sexy y desnudo:
— ¿Te pones a fumar ahora?
Vesta no dejaba de mover la pierna nerviosa mientras fumaba ansiosa:
— Lo hago cuando estoy nerviosa y créeme, conviene que esté lejos de ti
ahora.
Clara frunció el ceño, ella no la quería tener lejos, al contrario, le encantó
la cercanía de hace unos momentos:
— ¿Por qué?
— Porque si no me controlo soy capaz de romper el contrato— aspiró
fuertemente de aquel cigarro mentolado— me muero por besarte.
Clara ceñuda se dispuso a levantarse, pero de nuevo Vesta sonó más
autoritaria:
— Posición de espera esclava.
La rubia deseaba acercarse a su ama, pero terminó por acatar la orden.
Vesta terminó de fumarse el cigarro y beber otro poco de champan. De su
mochila sacó un condón, unas tijeras y un bote de lubricante. Vale, eso sí que
le aterró a Clara ¿Para qué narices quería Vesta un condón?:
— Ignora por ahora esto.
Dijo Vesta al ver como la rubia miraba aquello. Decidió cambiar de velas,
a una que estaba dentro de un tarro de cristal. La encendió delante de Clara.
Cuando se hubo derretido un poco de cera, impregnó la estancia a un aroma
de chocolate:
— Primero voy hacer una demostración.
Dijo Vesta vertiéndose un poco de aceite sobre el antebrazo. Clara abrió los
ojos como platos. Porque prácticamente se lo echó muy cerca, casi sin dar
tiempo a que enfriase. Prácticamente no pareció ni hacerle cosquillas porque
parecía impasible mientras se extendía el aceite que había soltado aquella
vela aromática. Le acercó el antebrazo a su nariz:
— Huele.
— Chocolate.
— Has visto que no suelta cera, sino una especie de aceite aromático—
seguía teniendo el brazo extendido— lame
Clara pasó la lengua de forma erótica la zona donde había expandido el
aceite. Vesta suspiró de nuevo excitada:
— Tiene un sabor a chocolate
— Me lo he echado muy cerca— dijo mientras le quitaba el papel film—
porque prácticamente me he insensibilizado a ciertos dolores físicos, pero
tranquila, te lo echaré a una distancia prudente, para que este menos caliente.
Cambiaremos de zona, será en la espalda ya que el pH es menos sensible que
en el pecho.
— Y ¿Por qué me has quitado las capas?
Vesta dibujó una sonrisa en sus labios, se acercó a su oído, para susurrarla:
— Quiero lamerte entera, sin un plástico en medio.
En ese instante estuvo a punto de pedir cambiarse el tanga, pues lo había
mojado completamente:
— Túmbate boca abajo
Clara se tumbó como Vesta le había ordenado. Ésta se colocó a horcajadas
sobre ella, a pesar de llevar los pantalones puestos, pudo notar su excitación,
igual de humedecida que Clara:
— Dime si no lo puedes soportar
En ese momento notó como un líquido caliente caía sobre su brazo derecho.
Clara retuvo la respiración, quemaba, pero no de forma exagerada como
pensó en un principio. Vesta comenzó a extender el aceite por el brazo y
parte del hombro, masajeando la zona, soltó el aire mientras se le escapaba un
leve jadeo. Vesta se acercó y le susurró con respiración entrecortada:
— Un consejo— lamió un poco por la zona de su hombro— no retengas la
respiración la próxima vez. Disfrutaras más si expulsas el aire.
Clara asintió con la cabeza mientras cerraba los ojos. Vesta con sumo
cuidado volvió a repetir el proceso, vertiendo otro poco en el otro brazo,
extendiendo y lamiendo. La rubia hizo esta vez lo que le aconsejó, entre
suspiro y suspiro se le escapaba algún gemido lleno de placer, entre el calor y
luego el contraste húmedo de su lengua sobre la piel. Ese ardor y quemazón
que se iba expandiendo por cada parte de su anatomía, acabando en su
chorreante sexo. Vertía y expandía, para luego lamer. Cuanto más se acercaba
a su espalda baja más fuertes eran sus gemidos.
La respiración de Vesta también se hacía más sonora. Todo lo hacía lento,
tomándose su tiempo. Vertiendo masajeando y lamiendo, cuando llegó a la
zona de los glúteos, se detuvo mucho más tiempo deleitándose con esa parte
de la anatomía. Vertiendo, masajeando, lamiendo y relamiendo:
— Uff Clara— dijo casi sin voz por la excitación— ¿te gusta?
Clara no paraba de retorcerse mientras que se mordía el labio inferior. Su
cuerpo estaba tan caliente que podría entrar en combustión espontánea:
— Si ama— dijo con un hilo de voz mientras movía la cadera y aferraba
fuertemente su almohada— por favor, no pares.
— Otra vez
Tenían toda la noche para jugar y mucho cuerpo que tocar. Vesta volvió a
colocarse a la posición inicial. Su entrepierna estaba aún más caliente y
mojado. Con la diferencia, que antes de volver a verter nada, pasó un hielo
por sus brazos, espaldas, glúteo y piernas. De nuevo, verter, masajear y
lamer:
— Ama Vesta
Susurró Clara, mientras Vesta recorría toda su columna con la lengua. Las
manos iban a su costado para acariciar un poco sus pechos oprimidos por el
suelo:
— ¿Umm?
— Llevamos horas ¿Cómo puedes soportar tanta excitación?
— Estoy acostumbrada
Vesta vertió un poco por el muslo y lo extendió hasta la parte trasera de la
rodilla. Para algunos aquel punto podía ser muy erógeno. Clara entraba en ese
grupo y cuando vio la reacción de la rubia, se entretuvo mucho más tiempo
en aquella zona. Jugando con su lengua. Clara comenzó a gemir fuerte. Vesta
sabía que estaba a punto y como tal llevó su mano hasta su entrepierna y por
encima del tanga, acarició su empapado sexo. La rubia sin poder remediarlo
acabó tensando su cuerpo mientras emitía un chillido gutural:
— Ahhh mi ama
Vesta esbozó una pequeña carcajada, se acercó y la susurró de nuevo, con
voz demasiado ronca:
— ¿Demasiado caliente esclava?
— No podía más— dijo ruborizada y escondiendo su rostro— apenas me
has rozado
Vesta volvió a reír. Agarró un cojín y ordenó:
— Levanta un poco el culo
Clara tenía el cuerpo como un auténtico flan. Vesta le puso el cojín en la
zona del abdomen y un poco por la pelvis. Alzando aún más su trasero. Con
ojos lascivos miraba aquella parte de su cuerpo. Era tan excitante como los
senos. Toda Clara era explosiva. Con sumo cuidado lo acarició y masajeo:
— Me encanta tu culo es tan perfecto
De nuevo dedicó un tiempo en recorrer los glúteos con su lengua. Ábrete
un poco más de piernas, ordenó para poder estar más cómoda en aquel lugar.
Puesto que de vez en cuando también acariciaba su clítoris por encima del
tanga:
— Lo tienes tan caliente e hinchado— siguió acariciando con su lengua su
protuberante clítoris— Y sabes tan bien.
Se le escapaba algún que otro azote, masajeaba y apretujaba. La gustaría
dedicarse a esa zona, lamiéndola sin cesar su centro, pero esa noche tenía por
objetivo otra meta. Mordiéndose el labio inferior se puso de rodillas y
lentamente comenzó a quitarle el tanga, totalmente empapado. Clara deseaba
sentirla, más que desearlo lo necesitaba. Necesitaba liberarse de toda aquella
excitación, una excitación tan extrema que llegaba hasta doler:
— Por favor— comenzó a suplicar alzando aún más el culo— Vesta
necesito que hagas algo.
Los ojos azules de Vesta estaban totalmente oscurecidos, sus labios
vaginales estaban muy hinchados y sonrosados. Nunca había visto tanta
excitación en una mujer como el que tenía Clara en esos momentos.
Suspirando fuertemente, comenzó a sacar el condón del envoltorio. Clara
frunció el ceño, aquello era de lo más desconcertante. Ya fuera del envoltorio
desenrolló el látex, con las tijeras cortó ambos extremos y lo abrió creando
una lámina:
— No desconfío de ti— dijo mientras impregnaba la lámina de látex en
lubricante— por mí, te lo haría sin ningún tipo de protección para el disfrute
de ambas, pero tenemos ciertas normas de higiene.
— ¿Qué?
Vesta volvió a esconder su rostro en la entrepierna de Clara, con su
lengua recorrió desde el clítoris hasta la obertura de su sexo. Clara gimió más
fuerte, al ser penetrada con su lengua una y otra vez. De nuevo volvió a
recorrer sus glúteos rosados por los azotes. Los masajeo y sin previo aviso
colocó la lámina sobre su ano y comenzó a lamerlo sin piedad. En un
principio la rubia reaccionó con cierta sorpresa, para luego gemir sin parar
ante aquel placer que en un principio se le antojaba desconocido. Debería
darle pudor, e incluso asco, sin embargo, a cada vez gemía más fuerte. El
placer aumentó cuando Vesta empezó a masajearle el clítoris a la vez.
Aquello también le excitaba mucho porque entre lametón y lametón esbozaba
algún gemido. Clara, se agarró más fuerte a la almohada y lo mordió, el
orgasmo llegaba intensamente, mientras disfrutaba de esa nueva experiencia
placentera. Clara alzó la cabeza mientras que gritó aún mucho más fuerte que
la vez anterior. Su cuerpo se tensó, convulsionó y acabó convirtiéndose en un
puto flan que no paraba de temblar:
— Señor
Dijo casi sin aliento. Vesta rompió a reír mientras se levantaba y se
sentaba en la silla, se merecía fumarse otro cigarro. Clara tuvo que
permanecer así durante un buen rato, puesto que estaba demasiado relajada:
— ¿Ha sido tu primer anilingus?
— Si
La voz de Clara era lo más tranquila y relajada:
— Me estoy sintiendo alagada— dijo antes de dar una calada al cigarro—
estoy siendo tu primera vez en muchas cosas.
Clara esbozó una pequeña risita mientras se quitaba el collar. No podía
más como para volver a iniciar otro juego. La rubia observó a Vesta, tenía un
codo apoyado en la mesa, a la vez que sostenía el cigarro a medio consumir y
no dejaba de mirarla sonriente. Clara poco a poco se fue acercando a ella
gateando por el suelo, con suavidad comenzó a acariciar sus piernas por
encima del pantalón:
— ¿Y tú? ¿Te vas a quedar con el calentón?
— Te dije que estoy acostumbrada— dio otra calada antes de apagar el
cigarro en el cenicero— gajes del oficio
Clara abrió sus piernas mientras que no dejaba de acariciárselas. Vesta
suspiró, en aquel momento no dejaba de excitarse, al observar la cara de
viciosa de Clara. Sus manos lentamente se acercaban a su entrepierna:
— Vesta— dijo Clara con voz ronca— estás tan excitada ¿enserio que no
quieres que te haga nada?
Comenzó a friccionar su zona más sensible por encima del pantalón. Vesta
echó la cabeza hacia atrás mientras esbozó un leve gemido, antes de agarrarle
la mano y pararle:
— Es tarde ¿descansa un poco?
— Por favor— Clara estaba arrodillada entre sus piernas— por favor Vesta.
Aunque sea un poco de petting con ropa
— Clara
Llegó a susurrar antes de liberar la mano de Clara, cada vez que se perdía
en el azul celeste de su mirada. La rubia volvió a acercar su mano hasta su
entrepierna, notando la humedad en la ropa, empezando a friccionar sin parar.
Durante los primeros minutos mantenía la vista fija en los ojos azulados de la
rubia que parecía estar disfrutando al acariciar esa zona. La respiración de
Vesta se le aceleraba, hasta que al final volvió a echar la cabeza hacia atrás,
suspirando sonoramente:
— Por favor Vesta— Clara aceleró sus fricciones— deseo que te corras,
por favor córrete.
Vesta llevó fuertemente las manos al pelo de Clara y le agarró fuertemente:
— ¡Ah, sí!
Clara sonrió al notar como su entrepierna se mojó mucho más a la vez que
se tensaba y seguidamente tembló. La rubia sonrió satisfecha, seguidamente
siguió acariciando sus piernas. Vesta rápidamente la agarró de las muñecas y
la apartó. Con la cabeza agachada y sin mirarla:
— Por favor, es tarde descansa.
La rubia la miró ceñuda ¿No lo había hecho bien? ¿se había enfadado?
Hasta que pudo contemplar como una lágrima caía por su mentón:
— No te ha gustado.
Dijo mientras que agachaba la cabeza decepcionada. Vesta, le soltó las
muñecas y le agarró del mentón para alzar su rostro:
— Al contrario. Eres la primera esclava que dejo hacer eso.
Claro que no iba a confesar que en realidad que era la primera en toda su
vida:
— Como me gustaría poder besarte.
Clara sonrió y se abrazó en su regazo. Vesta era diferente, era suave, dulce,
tierna y le hablaba con sinceridad. Incluso anhelo que Alex fuera así que la
hiciera sentir de alguna manera especial. Era obvio que Vesta lo hacía porque
le había contratado justo para eso:
— Ven aquí
Dijo Vesta mientras le pedía que sentara encima de sus piernas y
abrazarla. Clara apoyó la cabeza en su hombro, mientras que se embriagaba
con su aroma, mezclado entre sudor, chocolate y tabaco mentolado:
— ¿Algún día podre conocer a la mujer que hay detrás de esa mascara?
— Créeme, no te gustaría
— ¿Por qué?
— Porque sin Vesta soy un monstruo, Clara.
Flashback
Alex no veía nada. Tenía la cabeza totalmente tapada. Le habían
arrastrado hasta un vehículo donde se les escuchaba a dos hombres hablar:
— ¿Dónde está la otra? — gritó mientras arrancaba el motor— ¿Y toda
esa sangre?
— Calla y vámonos
Gritó el hombre totalmente desesperado. El otro hizo caso y notó como el
vehículo aceleraba y se alejaba de aquel lugar:
— Joder ¿te la has cargado?
En ese momento Alex sintió que le faltaba el aire. ¿Estaban hablando de
Clara? No, no podía ser, Clara tenía que estar viva. Le prometió que siempre
la protegería. No podía haber fallado a su palabra:
— ¡CLARA!
Chillaba la pequeña Alex entre lágrimas:
— Calla
Ordenó uno de los hombres:
— De puta madre— seguía el otro renegando— Esta no era, gilipollas.
¿De qué nos sirve? Su padre está arruinado.
Alex no podía dejar de moverse, ni de llorar:
— ¡CLARA!
— CALLA— volvió a ordenar el hombre, esta vez la quitó la capucha.
Ambos tenían la cara tapada con pasamontañas— esto ha sido por tu culpa
mocosa, si no hubieras querido hacerte la listilla tu amiga estaría viva.
— No— dijo la niña desconsolada— lo siento, Clara.
La habían matado y encima por su culpa. Había fallado a su palabra. No
había sabido protegerla.
“Flashback
Fin de Flashback
Alex se incorporó casi chillando, sudorosa y temblorosa. Tardó un par de
años más en descubrir que era la trata de blancas, y le recorrió un escalofrío
por la columna de solo pensarlo. Se llevó una mano a la cabeza. Aquello era
pasado. Se dijo. Estaba tan sumamente ocupada de controlar su respiración y
los latidos de su corazón. Que acabó sobresaltándose nuevamente cuando una
mano le tocó la espalda:
— ¿Alex?
La ojiverde se sobresaltó tanto que acabó cayendo de la cama, por un lado.
Alex tardó en reaccionar, al darse cuenta de que se trataba de Clara:
— ¿Qué haces que todavía no te has ido?
Sonó más borde de lo que quería aparentar. No la hacía gracia que la viera en
ese estado:
— Estoy empezando a tener paciencia Lex— dijo cortante— así que haré
como que no me has hablado así.
Alex miró el reloj de su mesilla. Ya era tarde, había quedado con Scott en el
Club. Se levantó del suelo corriendo maldiciendo una y otra vez. El día
anterior había hecho una larga lista de proveedores:
— Joder— dijo irritada al no encontrar la dichosa lista, bueno la buscaría al
salir de la ducha— llego tarde, maldita sea.
Comenzó a sacar ropa del armario. Ya se había duchado cuando llegó del
hotel, pero después de la sesión de sexo que tuvo con la rubia, sería mejor
otra ducha rápida. Clara, ceñuda se levantó de la cama y terminó de vestirse
de mala gana. Mientras fingía una conversación poniendo vocecitas:
— Perdona Clara he sido una cavernícola
— Que considerada Alex— comenzó hacer gestos— quedas perdonada.
Flashback
— PARA
Se incorporó gritando como era de costumbre cada mañana. Salvo que en
esa ocasión se sentía morir. Se llevó una mano a la cabeza quejumbrosa.
Al escuchar el grito Clara también se sobresaltó. Quedando agazapada en el
cabecero de la cama. Ya era la segunda vez que veía despertar a Alex así. La
primera vez que intentó hablar no acabaron bien. Ya no sabía cómo proceder
en esta situación. Puesto que estaba empezando a creer, que estos despertares
tan tormentosos eran algo muy común en la ojiverde ¿Qué te ha pasado Alex
Woods? Se preguntó.
Alex miró a su lado, debió de olvidar que la rubia estaba a su lado, puesto
que como el día anterior se sobresaltó y acabó en el suelo de nuevo. Chirrió
los dientes, aquella mirada le dio un poco miedo. Cerró los ojos, mientras que
intentaba controlar su respiración agitada. Después de unos largos suspiros,
volvió a mirar a Clara y después se miró a sí misma, alzando una ceja:
— Clara— dijo seria— me duele la cabeza y no tengo buena memoria de
anoche— dibujo una sonrisa pícara— ¿Nosotras volvimos a…?
— ¿Por quién me has tomado? — dijo Clara irritada— estabas drogada.
No me iba a aprovechar de ti.
Alex rio por lo bajo, mientras que se levantaba y se frotaba el culo. Ya era
la segunda vez que acababa en el suelo y en menos de veinticuatro horas:
— Dudo que te aprovechases de mí— se volvió a tumbar en la cama boca
abajo— soy yo la que se aprovecha de ti ¿recuerdas?
— ¿Te vas a volver a dormir?
— Hoy no trabajo— dijo cerrando los ojos— a no ser que te apetezca un
polvo mañanero sí, me voy a volver a dormir.
Clara bufó:
— ¿Es que siempre piensas en el sexo?
Alex alzó la cabeza y vio que la rubia no se había movido del cabecero:
— Primero, por la forma que me estas mirando diría que estás pensando en
lo mismo. Dos, puedes acercarte que no muerdo— esbozó media sonrisa—
bueno, siempre y cuando no me dejes.
— Eres terrible
— Y tú una remilgada, Clara Price
— Drogada eres más simpática
Alex Abrió los ojos y alzó la cabeza:
— ¿Dije algo? — sonaba algo nerviosa— Clara ¿dije algo extraño? ¿Fuera
de lugar?
— A parte de ser un pulpo gigante, me dijiste que te gustaban los latidos
de mi corazón.
— Pulpo soy siempre no sé qué le ves de extraño a eso— se quedó
mirando las piernas de la rubia— ¿Entonces vamos hacerlo o no?
Clara frunció el ceño:
— Pero ¿cómo puedes ser tan osca?
— Está bien, seré más delicada ¿Follamos o no?
La rubia puso un mohín:
— Me lo propones así de ordinaria, corta un poco el rollo.
— Uy que se nos vuelve quisquillosa— se puso de rodillas en la cama—
“suenas ordinaria” — imitó la voz de Clara— “pero cuando estoy cachona le
envío fotos de mis pechos a Alex”
Clara quiso hacerse la ofendida, pero le resultó imposible no reírse,
parecía una niña pequeña. Alex gateó hasta Clara y quedó a escasos
centímetros de sus labios. De nuevo la notaba tensa, añorando por completo a
la ojiverde relajada de la noche anterior ¿Qué te pasó Alex Woods?
Capítulo 17 - Paternidad
Se miraron los labios durante unos minutos. Deseando ser besados. Parecía
que iba dar el paso Alex. Siempre era ella quien lo hacía, pero fue Clara
quien llevó su mano hasta su nuca para atraerla y profundizar ese beso que
llevaban queriendo darse durante toda la noche. La ojiverde acarició sus
labios con su lengua, como si quisiera pedir permiso para introducirse en su
boca. Un gestó tierno y extraño, ya que Alex solía ser todo lo contrario, su
lengua solía entrar de forma brusca, poseyendo cada rincón. Clara entreabrió
los labios para darle acceso, con mucho gusto a la vez que le fue imposible
no gemir.
Alex le quitó la camiseta por la cabeza, se iba inclinar para juntar sus labios
de nuevo, cuando frunció el entrecejo, pensativa:
— Clara ¿no vas a tener problemas con William?
La rubia se deslizó abierta de piernas quedando en meció Alex. Le agarró
de la nuca y la volvió a acercar, fijando sus ojos azules, llenos de anhelo en la
mujer que estaba sobre ella en esos momentos:
— Me da igual William— contestó mientras daba pequeños besos en el
cuello de Alex— como si hace las maletas y se va. No le quiero.
Alex no podía negar que escuchar aquello le llenó de satisfacción.
También era un sentimiento que no le gustaba:
— Clara— dijo mientras le acariciaba de la mejilla— que admita que te
necesito, no quiere decir que nuestra situación ha cambiado— agachó la
cabeza— yo no quiero enamorarme y tampoco quiero que tú sufras.
Clara aferró las mejillas de Alex, mientras que se la quedó mirando
durante unos segundos. La tenía cerca y sentía que se quedaba sin aliento,
quería besarla en todo momento y ser tocada por sus manos sin cesar.
Maldiciendo en su fuero interno. Porque Alex ya le estaba pidiendo un
imposible. Por muy ordinaria, osca, cavernícola y un millón de adjetivos
negativos que la describirían a la perfección, aun después de todo eso. Clara
Price se estaba enamorando de ella. No podía decírselo, eso significaría
perderla. No estaba preparada para vivir sin ella:
— Lo sé, nada de amor.
Acabó diciendo mientras forzaba una sonrisa. Alex dibujó esa media
sonrisa que tanto la derretía, chocó sus labios de forma intensa y apasionada.
Esos besos tan característicos que solía dar y enloquecerla. Provocando que
jadeara en su boca:
— Clara— comenzó a decir con respiración entrecortada, mientras que
llevó una de sus manos a un seno y empezó a estimularlo— ¿Dime que
quieres que te haga? Pídemelo y lo tendrás.
A ti, te quiero a ti Alex Woods pensó en su fuero interno. Clara que estaba
mordiendo el labio inferior reaccionando ante las placenteras caricias de
Alex, hasta que repente quedo seria y le agarró de la mano deteniéndola,
desconcertándola con ese cambio repentino por parte de la rubia. Estaba claro
que no le iba a pedir que le dejara tocarla o saborearla, como llevaba
queriendo hacer desde el primer día. En eso decidió tener paciencia:
— ¿Confías en mí?
Alex se tensó al escuchar aquella pregunta. Temía lo que pudiera decirla
después de aquella cuestión. Ceñuda, se atrevió a contestar:
— Pudiste haberte aprovechado de mí— le respondía seria— te mereces
mi voto de confianza ¿Por qué esa pregunta?
— Siempre llevas tú el ritmo que me encanta, pero ¿puedo ponerlo yo
hoy?
Alex la miró pensativa. No solía dejar que otra llevara el ritmo por
desconfianza. Necesitaba llevarlo ella y ser consciente de cada movimiento
que se daba, ser ella quien llevara el control. Se quitó de encima y se sentó
con la espalda apoyada en el cabecero de la cama. Clara maldijo, pensado que
la había asustado pidiéndola eso:
— Ven— le pidió— Colócate a horcajadas sobre mí.
Clara hizo lo que le pidió. Al menos sería la primera vez que la dejaría
ponerse encima. Volvieron a besarse, la rubia le atrapó el labio inferior y tiró
fuertemente, haciendo que Alex emitiera un jadeo. Las manos de la ojiverde
apretaron los glúteos de la rubia. Poco a poco, dirigió su mano dominante
hasta la entre pierna de Clara. Estaba caliente y muy lubricada, haciendo que
suspirara sonoramente cuando Alex comenzó a acariciarla el clítoris. La rubia
tenía las manos apoyadas en sus hombros, acompañando los estímulos con
movimientos de cadera. Gimiendo con más fuerza cuando los dedos de Alex
se deslizaron a su interior:
— Vamos, Clara— dijo Alex con voz ronca— muévete, fóllate mi mano
— Sí
Dijo Clara con respiración entrecortada mientras comenzaba a moverse. En
un principio de forma lenta, sintiendo los dedos en su interior, los cuales se
movían rozando su zona G.
Alex se maravilló con aquella imagen tan sexy. La rubia sabía moverse de
una forma muy sensual, jadeando tan eróticamente. Conforme sus
movimientos pélvicos aumentaban, la ojiverde no perdía detalle de como
aquellas dos majestuosidades que tenía como senos rebotando sin cesar.
Clara sin dejar de moverse y entre jadeos, se le escapó una risita:
— Ya veo— decía casi sin aire— que parte…— gemido— de mi
anatomía…— jadeó— te gusta— gruñido— más.
Alex se controlaba todo lo que podía, pero de vez en cuando se le
escapaba algún espasmo y terminaba por penetrarla fuertemente. Con la
mano que tenía libre volvió apretar su glúteo y empezó a lamer el cuello de
Clara:
— No es la única rubia— decía con los labios pegados en su cuello— todo
tu cuerpo me enloquece.
Clara echó la cabeza atrás y jadeo fuertemente cuando el dedo gordo se
unió, comenzando a masajearle el clítoris:
— Alex
Gritaba su nombre, alguna que otra vez. Excitándola muchísimo más. Las
paredes vaginales de Clara empezaban a comprimirse. Alex gimió porque
sabía que el orgasmo de la rubia estaba cerca y eso la encendía:
— Sí Clara. Vamos quiero sentir como te corres.
Los dedos de Alex bombearon con fuerza. Haciendo que Clara terminara
por tensarse y convulsionar. Echando la cabeza hacía atrás mientras pegaba
un grito gutural. Se dejó caer, apoyando su cabeza sobre los hombros,
haciéndola notar todo el sudor que recorría por su frente. Alex, entre risas
sacó sus dedos de su interior. Alzó su mano para recoger todos los flujos con
su lengua cuando Clara le agarró de la muñeca:
— Espera— Alex la miró sin comprender, Clara puso expresión de
viciosilla— juntas.
Alex esbozó media sonrisa. Eso superaba un nivel máximo de excitación.
Sin dejar de mirarse comenzaron a pasar sus lenguas de forma brutalmente
erótica por los dedos. Saboreando aquel lubricante natural de Clara. Alex
adoraba el sabor de la rubia, nunca había probado un manjar tan sabroso
como aquel, incluso se haría adicta con mucho gusto. La rubia disfrutó
lamiendo aquellos dedos que se había follado hasta quedar exhausta, no solo
eso. La cara de Alex que puso al verla lamiendo sus dedos. Tan llena de
excitación, no había precio. Sus lenguas terminaron encontrándose y
acabando en un sensual beso:
— Me está mal acostumbrando con tanto orgasmo, señorita Woods
Alex rio por lo bajo mientras se entretenía en recorrer su cuello con la
lengua y dar pequeños mordisquitos:
— Cuando nos vayamos de viaje— dijo apretándola más a su cuerpo— ni
pienses que vas a estar mucho tiempo fuera de la cama.
Clara dibujo una sonrisa en su rostro:
— ¿Aun quieres que vaya contigo de viaje?
— Una semana sin poder olerte— comenzó a embriagarse con el aroma de
Clara— Sin tocarte— acarició sus piernas con ambas manos— sin besarte—
chocó con furia sus labios— No. Eres un complemento más en mi maleta
señorita Price.
Clara se separó y le dio un fuerte manotazo a lo que la ojiverde reaccionó
con un quejido:
— ¡Ay!
— Eres una retrógrada
Alex emitió un gruñido salvaje, se lanzó sobre Clara, quedando ahora sus
cabezas en la parte de los pies de la cama y con Alex encima de la rubia:
— Mi querer devorar a Clara— dijo gruñendo y dándole pequeños besos
desde la mandíbula hasta la clavícula, provocando que ésta riera— en el
fondo te gusta.
Tenía razón hasta eso comenzaba a amar de Alex Woods:
— Comienzo a tolerarlo
Alex comenzó a recorrer el cuerpo de Clara beso a beso. Hasta que se fijó
en la marca que le hizo Vesta. Instintivamente se fijó en la muñeca de Clara.
Llevaba puesta la pulsera que le dio Vesta. No debía de sentirse celosa de sí
misma. Para Clara tanto Alex como Vesta eran dos personas distintas, pero
¿quién era ella para sentir celos? Hace un momento le había dicho que no se
quería enamorar:
— ¿Y si ponemos normas?
— ¿Cómo?
— Marcar unos límites— dijo Alex regresando a su posición inicial— para
que no haya malentendidos
— ¿Cómo cuáles?
— Me gusta la privacidad, así que nada de preguntas personales. No tiene por
qué haber exclusividad— después de pensar, esbozó media sonrisa y miró a
Clara— no se me ocurre ninguna más ¿quieres añadir tu alguna?
— No se me ocurre ninguna.
Lo cierto es que, Clara se moría por saber muchas cosas de Alex y eso de
no tener exclusividad tampoco le hacía gracia. No podía soportar la idea de
que otra “Chloe macizorra” le hiciera ojitos a Alex, pero si quería seguir
viéndola. Tenía que aceptar, al menos la tendría una semana para ella sola:
— ¿Y si me apetece quedar contigo para tener una sesión de sexo
desenfrenado?
Alex esbozó una carcajada:
— Si me lo propones así— se encogió de hombros— si tengo tiempo y el
día libre ¿por qué no? Pero debe ser quid pro quo. No me vale que solo
quedemos cuando a ti te apetezca, rubia.
— Me parece justo— se acercó a Alex y le susurró en el oído— y ahora,
¿Qué tal si repetimos antes de que me vaya?
Clara nada más llegar a su casa y después de darse una ducha, ya que cada
centímetro de su cuerpo olía a sexo y del bueno, todo había que reconocerlo.
Se puso a escribir. No sin antes hablar por teléfono con su amiga Ruth.
Puesto que, con la inquieta Alex de la noche anterior, no tuvo tiempo en
preguntarla. Era la segunda vez, tercera contando con la noche de la fiesta
que la pillaba con Olaya:
— No te hagas historias en la cabeza, Clara— dijo riendo Ruth— Olaya y
yo solo somos dos buenas amigas que se lo pasan bien de vez en cuando.
— ¿Enserio? — preguntó Clara extrañada— Nunca te he visto repetir con
nadie y mucho menos con una mujer.
Se la escuchó suspirar:
— Para serte sincera, nunca he conocido a una mujer tan fiera como Olaya.
Es capaz de hacer la tres catorce, el pino puente, toda locura que se la pueda
ocurrir.
Clara se mordió el labio:
— Eso porque no has probado a Alex. Consigue volverme loca de una
manera.
Ruth carcajeó:
— No, no la he probado ¿Eso quiere decir que me das permiso?
Los términos que la puso aquella mañana era que nada de exclusividad,
pero estaba claro cuál iba a ser la respuesta que le daría a su amiga:
— Ni de coña, Alex es mía.
— Cuidado Clara— Dijo con tono burlón Ruth— vas acabar
enamorandote.
Clara frunció el ceño y quedó en silencio. Es que, se moría por Alex. Ya no
podía negarlo. Habían pasado unas cuantas horas desde la última vez que la
vio y ya la echaba de menos:
— NO— reaccionó Ruth ante aquel silencio— dime que no te has
enamorado Clara.
— Bueno… — Comenzó a explicar— no soporto la idea de que se lie con
otras, cuando no estoy con ella la echo de menos, incluso echo de menos
discutir.
— ¿Y Vesta?
Clara suspiró. Esa era otra. No había pasado dos días y ya estaba pensando
en cómo enviarle un mensaje para quedar, pero ¿cómo le iba a decir a Alex?
Quiero que me domines y me azotes. Bueno eso ya lo hacía, pero todo aquel
rollo del BDSM era tan tentador. Y la excitaba tanto. La hacía sentir bien y
no sabía por qué. De aquello sacaba un complemento que no encontraba en
una relación vainilla. Alex y Vesta, le ofrecía dos tipos de placeres muy
distintos:
— ¿Qué pasa con Vesta? Soy suya
— ¿Pero vas a seguir viéndola?
— Pues claro— suspiró— lo que tengo con Vesta no tiene que ver con el
sexo. Que puede derivar al sexo, pero es otro tipo de relación que tengo con
ella.
— ¿Te estas volviendo muy viciosa? O ¿son imaginaciones mías?
Clara carcajeó:
— Tenías razón, cuando una prueba el lado oscuro ya no hay quien regrese.
De todo esto llegue a la conclusión de que no quiero a William y que nunca
lo quise.
— ¿Entonces? ¿Qué vas hacer?
— En cuanto llegue de su viaje de Japón lo dejo— se vio sonriendo como
una bobalicona, porque Will se iba en dos días y ella también, pero con Alex
— Qué, por cierto, yo también me voy de viaje. Con Alex.
— Para ser una relación solo sexual— seguía Ruth picajosa— Hacéis
muchas cosas juntas en plan parejita. Comer perritos calientes, montar en
norias, ir de viaje, pasar media vida en la cama.
— Tú sales a cenar con Olaya— intentó devolvérsela— salís de fiesta y eso
de pasar media vida en la cama, seguro que también.
— Bueno, tengo que dejarte— dijo Ruth— quedé con un amigo. Mañana te
veo en la fiesta de máscaras.
— ¿Fiesta de máscaras?
— Sí, una temática que piensan hacer los Woods. Antes que digas nada,
solo vamos en plan amigas, pero me pidió Olaya que fuera con ella.
— Alex no me dijo nada.
— Porque seguramente se le haya olvidado. Como se te ha olvidado a ti—
dijo con mofa Ruth— ya me lo comentaste hace un par de semanas. Pero
claro, ahora solo piensas con la pepitilla pues claro.
— Nos vemos Ruth
Contestó Clara irritada. Cuando colgó el teléfono siguió escribiendo. Parece
ser que después de aquella mañana tan placentera, le había llenado de
inspiración. O podía ser los ojos verdosos de Alex, su forma de besar, su
forma de esbozar esa media sonrisa que adoraba, sus manos. Dichosas manos
que las puso en su camino para hacerla vibrar como nunca, su voz erótica. Su
cabezonería, su comportamiento tan primitivo. Toda ella. Y no entendía que
en un principio no soportara la mayoría de su comportamiento.
No se esmeró mucho en cocinar, con una ensalada tuvo más que suficiente.
Mirando la pantalla de su móvil, no pudo contenerse:
Clara: sé que no ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos, pero
¿para cuándo la siguiente sesión?
Alex, estaba molida. Por primera vez en su puta vida, había conseguido
hallar a una mujer que conseguía dejarla completamente exhausta. Tanto que
se pasó la mayoría del día tirada en la cama y durmiendo.
Estaba tumbada boca abajo, medio adormilada y con un brazo colgando por
el borde de la cama. Cuando escuchó vibrar su otro móvil en el cajón.
Abatida estiró el brazo, Abrió el cajón y vio los mensajes. La mayoría
reenviados a Irina para que les ubicase en dos semanas. Cuando observó el
mensaje que le acababa de llegar quedó alucinada. Rompió a reír y enterró el
rostro en la almohada:
— No puede ser. Vas a matarme Clara.
Vesta: tengo esta semana la agenda completa ¿Qué tal para la siguiente?
Clara: ¿día?
Vesta: el que tú digas.
Clara: ¿puede ser entre semana? O ¿tiene que caer en fin de semana?
Vesta: cuando te venga mejor.
Por lo general, nunca bajo ningún concepto, iba a trabajar a la empresa y
luego se convertía en Vesta, para luego ir a la empresa. Pero, por Clara, haría
la excepción.
Clara: miércoles
Vesta: cuando se vaya acercando el día te digo donde y hora.
Clara: gracias ama.
Alex guardó el teléfono sin dejar de reír:
— Enserio Clara, me matas.
Clara estaba más que contenta. Hacía mucho que no se sentía así de feliz.
Lo que no se esperaba. Es que la duraría poco. Puesto que entrada en la
noche, tuvo que enfrentarse a un William, totalmente enfadado. Cuya
paciencia parecía llegar al límite.
Ambos estaban cenando, en un silencio incómodo. Clara preparó algo
rápido. Como ya comenté, no era una buena chef. Will de un momento a otro
dio un fuerte manotazo encima de la mesa. Sobresaltando a la rubia:
— ¿Pero a ti qué coño te pasa?
Preguntó molesta Clara, William esbozó una risita nerviosa:
— ¿Qué me pasa? — comenzó a alzar la voz— que estoy hasta las narices
de tu indiferencia, eso es lo que me pasa.
— No chilles
Respondió Clara chillando más alto:
— Esta es mi casa y hablo como a mí me da la gana.
— Esta también es mi casa.
William se echó el pelo hacía atrás, gesto que hacía cuando se ponía muy
nervioso:
— Clara, será mejor que empecemos arreglar esto— no paraba de gesticular
violentamente con las manos— porque si no se va a la mierda.
Que se vaya a la mierda. Pensó Clara:
— William, no estoy de ánimos para discutir— podría cortar ya, dejarle para
siempre, pero William estaba muy ido— será mejor hablar cuando los dos
estemos menos nerviosos.
— Llevo queriendo hablar días.
William tiró el trapo con el que se limpió la comisura de sus labios encima
de la mesa:
— Me voy a dormir— dijo amargado— mañana me levanto temprano, te
recojo nada más salir. Mierda de fiestas joder.
Se fue a la habitación murmurando y maldiciendo. Clara recogió la mesa y
estaba claro, no dormiría esa noche en la misma habitación. William no era
mal hombre, ni mal partido, pero ya no podía estar en la misma habitación.
Actualidad
Flashback
Alex no quería dirigirse a ningún secuestrador, pero ya no podía más, o la
dejaban salir para hacer pipí o se mearía encima. De día siempre había
alguno vigilando. Se echó para adelante y puso las manos en la puerta de la
jaula:
— Disculpe señor
— Calla
Ordenó mientras prestaba atención a un pequeño televisor. En aquel
momento estaba viendo una pelea de boxeo de pesos pesados:
— Por favor
El hombre se levantó de mala gana, dio una patada al lateral de la jaula
haciendo que tambaleara y rompiendo uno de los alambres:
— He dicho que te calles
— Pero es que me estoy meando señor
Dijo la pequeña Alex entre sollozos. El hombre gruño y fue a por más
cuerda. Enseguida sacó a la pequeña de la jaula. Después de estar durante
una noche ahí metida tenía las piernas entumecidas y nada más salir acabó
en el suelo. El secuestrador que se negaba a quitarse el pasamontañas en
ningún momento alzó la cabeza y miró la puerta del garaje:
— ¡Clark!
Gritó, más bien rugió haciendo que la pobre Alex se le escapara unas
gotitas de puro miedo. El chico apareció corriendo, sabía que si no acudía
rápido le tocaba cobrar. En un extremo de la cuerda estaba la niña atada de
las muñecas mientras que le dio el otro:
— Saca de paseo al perro— dijo con ironía— que haga popo y pipi— le
agarró de la pechera— y como se te escape estas muerto
— Si señor
Los dos chicos salieron del garaje. A la ojiverde le dolieron los ojos cuando
le dio los rayos del sol. Después de estar horas encerrada, en la oscuridad,
era una auténtica pesadilla. Caminaba delante intentando aguantar todo lo
que podía, se miró las muñecas. ¿Cómo se podía bajar la ropa interior? Y
¿subirse la falda? Todo aquello estaba lleno de plantas, espigas y bichos,
¿Cómo agacharse ahí?:
— Por favor Vesta— suplico Clark— Date prisa antes que nos peguen.
Los sollozos de Alex regresaron:
— ¿Ahora qué te pasa?
Preguntó el chico, mirando a su alrededor para verificar que su tío no
estuviera mirando:
— Es que no puedo bajar mis bragas— miró esperanzada a Clark— ¿me
desatas? Aunque sea una muñeca, para poder hace pipi a gusto
Clark la veía tan desolada y desesperada, sin dejar de mirar a la puerta
corrió y comenzó a desatarla de una muñeca:
— Por favor, si intentas escapar me matan
Clark le desató de una muñeca y se dio la vuelta para que la niña tuviera
su privacidad. Escuchó como suspiró aliviada cuando pudo vaciar la vejiga.
Se subió las braguitas y avisó a Clark de que había terminado. Él niño la
miró ceñudo:
— ¿Por qué no has intentado escapar?
— Confío en que mi papá me sacará de esta— puso las muñecas para que
Clark la atase— y porque no podría vivir pensando que te han matado por
mi culpa.
Clark sonrió y comenzó a atarla de nuevo:
— Siento que te ocurra esto, Alex
— ¿Qué es esto? — Ambos se sobresaltaron— ¿La estas desatando para
que escape?
El chico con lágrimas en los ojos comenzó a negar:
— No yo…
— Calla
Recibió una bofetada:
— Y tú— dijo dirigiéndose a Alex— has sido una niña mala, Alex. A las
niñas malas les castigamos duro.
El hombre comenzó a tirar de la cuerda fuertemente, casi arrastrándola,
para introducirla de nuevo en el garaje.
— No, por favor— las suplicas de una pequeña Alex entre llantos— seré
buena lo prometo, suélteme.
El secuestrador no hizo ni caso, quitó el extremo de la cuerda y la
introdujo en la jaula. La parte rota de la jaula era puntiaguda, con la inercia
y la fuerza que la metió en aquel lugar, acabó por arañarla profundamente
debajo de su pecho, rasgando su vestido y comenzando a sangrar:
— Lo que faltaba ahora, que te mueras de hepatitis.
Clark entró con la cabeza gacha y la nariz sangrando:
— Ya sabes lo que toca Clark— el chico no dijo nada, se limitó a quitarse la
camisa alzar los brazos a ambos lados, cuanto más humillante le fuera para
él, más considerados y flojos eran su supuesta familia— esto te pasa por ser
un blando, Clark.
Y como ocurrió la noche anterior, sintió sobre su piel, los fuertes latigazos
perforantes, mientras que la ojiverde, adolorida se tapó las orejas y bajó la
cabeza. Aquello era horrible.
“Flashback
Flashback
Flashback
La pequeña Alex había salido de la ducha. Sus labios tiritaban, por el frio.
Realmente no se sabía que lo causaba, fiebre o el agua fría de la ducha.
Temblando comenzó a vestirse con la ropa que le había dejado ese hombre
encima del lavabo. Las bragas le estaban grandes y el vestido igual. Parecía
un saco de patatas. Emer se asomó y vio a la chica rodeándose con los
brazos, intentando darse calor a sí misma. El pelo estaba mojado y revuelto:
— Joder— dijo el secuestrador— pero serás cerda, ya has ensuciado tu
ropa limpia
Alex se miró, no sabía a qué se refería, se había limpiado bien. Salvo la
herida que tenía, a eso se refería. Lo había manchado de sangre. Emer
gruño. Se giró y comenzó a gritar:
— CLARK— gritó una vez— CLARK MALDITA RATA NO ME HAGAS
LLAMARTE UNA TERCERA VEZ
El chico apareció enseguida. Clark se dirigía a Danny y Print con miedo,
pero cuando se acercó a Emer. Su expresión era de auténtico terror. Tanto
que en ningún momento se atrevió a mirarle a la cara. Alex observo las
manos del chico, le temblaban, todo su cuerpo le temblaba:
— Coge el botiquín y cura a la mugrosa.
— Sí señor
Clark fue corriendo a por el botiquín y no tardó en aparecer con ello en las
manos. Pasó al baño y tal como había hecho anteriormente cerró la puerta
dejando a los chicos solos:
— Tengo que curarte— dijo Clark— o si no…— miró a la puerta— Emer
nos castigara— bajó la voz— Alex, cuando esté él no le mires nunca a los
ojos, no destaques ni llames la atención, sobre todo nunca, nunca le enfades.
— No creo que sea peor que los latigazos de Danny
Dijo Alex escéptica, Clark tragó saliva y sintió como un escalofrío recorría
por toda su espalda:
— Sí, Alex— dijo Clark con semblante atormentado— Emer es el hombre
del saco que te arrebata el niño que llevas dentro. Intentare protegerte te lo
prometo, en toda mi vida nunca he tenido una amiga, tú eres mi luz, pero
debes hacerme caso. Ahora vamos a curarte.
— Pero me tengo que desnudar
Dijo Alex avergonzada:
— Si quieres me doy la vuelta y te curas tu sola
— ¿Lo harías?
— Siempre que te des prisa y Emer no se entere.
Clark se dio la vuelta y la ojiverde procedió a curarse la herida lo más
rápido posible. Hurgarse en esa zona era doloroso, tan doloroso que le
resultaba imposible retener las lágrimas, pero no iba a gritar y dar el gusto
de oírla sufrir. Así pues, apretando la mandíbula y los labios, terminó.
Cuando se tapó con una gasa y pegado el esparadrapo de manera torpe, se
puso el vestido:
— Ya está Clark.
Clark que había sido respetuoso, se giró y recogió todas las gasas sucias
de sangre. Asintió:
— Acuérdate de todo lo que te he dicho Alex— susurró, antes de hablar
más alto— YA ESTÁ
Emer volvió a asomarse en la puerta. Clark esperaba con el botiquín y las
gasas sucias en sus manos. Dispuesto a marcharse y a alejarse de ese
hombre. Que sonriente se iba apartar, cuando reparó en un detalle.
Volviéndose a interponer en el paso de Clark. Emer comenzó a reír por lo
bajo fríamente. Aquello hizo que el chico temblara más, miró de reojo a Alex,
los ojos castaños del muchacho se humedecieron:
— Deja el botiquín sobre el lavabo— Clark asintió y dejó las cosas sobre el
lavabo— acércate
Clark acataba las órdenes sin rechistar ni suplicar. Con Danny y Print si lo
hacía, pero Emer. Alex no comprendía nada, ese hombre hasta el momento
solo había agredido verbalmente. Se inclinó y comenzó a susurrarle algo en
el oído:
— Por favor— suplicó Clark— delante de ella no, no tiene porque…
— Obedece Clark— dijo fríamente— sabes que hay cosas peores que eso.
Clark, comenzando a llorar se acercó a la ropa sucia que había llevado
puesto Alex y agachándose a coger una prenda, la susurró:
— Perdóname, Alex
El chico agarro la ropa interior de la ojiverde y la dio la espalda. No
quería mirar. Se estaba metiendo la prenda en su entre pierna. ¿Por qué
hacía eso?
— Gírate Clark. Que mire
— Por favor, Emer
— GIRATE
Tenía razón Clark. No le estaría dando de latigazos, pero si le obligaba
hacer cosas, cosas malas, aunque no entendía mucho la chica. Hizo que se
metiera en la ducha, se agachara, se tapara los oídos y cerrara los ojos.
Cuando la volvió a encerrar en la jaula. Hizo lo que Clark le pidió, no la
miró a los ojos:
— Clark es un niño malo. Tú también lo eres niña. Todo el mundo somos
niños malos, porque pecamos ante las debilidades carnales.
Flashback
La cuenta atrás acabó. Andaban muy alterados, aunque pocas veces solían
estar reunidos los tres encapuchados. Aquel día aparecieron dos hombres
más con ellos. Danny llamó a Clark, éste que también estaba extrañado
puesto que era la primera vez que estaban esos dos hombres en esa casa.
También es que no tenían ninguna capucha que les tapara el rostro. Uno era
mayor canoso y gordo, lleno de oros, tenía un cinturón con un enorme
machete y el otro era musculoso, moreno y con algo de barba. De un
momento a otro miraron a la pequeña ojiverde que para ser sinceros la
fiebre volvió a subir.
Emer de un momento a otro se acercó con un vaso de agua y una pastilla:
— Toma niña— sonaba de lo más suave, la acarició en la cabeza— para tu
fiebre, tómatelo ya verás cómo te vas a sentir bien.
Alex se había acostumbrado a que la dieran los antibióticos o las aspirinas.
Claro que se las daba tanto Clark o Danny, los otros dos pasaban de su
salud. Aun así, la morena estaba tan mal, que no se lo pensó y tomó el
medicamento.
Espero a que Clark regresara para seguir jugando, pero este desapareció y
uno de los dos hombres justo el más mayor también desapareció. Temió por
su amigo, nunca solía separarse de ella. Pasado un rato se llevó la mano la
cabeza, se mareaba y casi no sentía nada ¿Sería la fiebre?
Emer se acercó y la acarició. Alex achicó los ojos, le veía doble, intentaba
hablar, pero ya no era dueña de su cuerpo. Sintió una presión en las
muñecas ¿La estaba maniatando?:
— Bien niña mala— escuchaba su voz distorsionada— No podemos tenerte
por más tiempo, tu amiguita está metiendo mucho la pata, así que te hemos
buscado nuevo dueño— sintió una mano extraña en su mejilla— Pero antes
tendrán que probar la mercancía y yo vengarme de la zorra de tu amiga.
Alex estaba apoyada en el respaldo de la silla, vista borrosa, cuerpo
totalmente dormido ¿Qué la pasaba? Quería gritar y salir corriendo. Sobre
todo, cuando Emer le cogió en brazos y la trasladó hasta otra habitación
más oscura. Lo cierto es que de aquel día poco se acordaría la ojiverde. La
drogaron, los muy cerdos la drogaron y no fue hasta el paso de los años
cuando lo llegó a entender:
— Agradéceme que te haya dado un calmante— dijo mientras le daba un
beso en la mejilla— Clark no ha tenido la misma suerte.
La sombra de Emer se alejó un poco, hasta tapar un punto rojo:
— Veras, debió de ser un trabajo fácil, secuestro, nos dan la pasta y todos
contentos. Pero tu amiguita se hizo la listilla y tuvo que esconderte
¿Contenta? Por tu culpa será una niña mala. Me tomo la venganza muy
enserio así que disfruta del espectáculo y allá tú con tu puta conciencia
pequeña zorra.
Clark apenas dormía, ¿para qué? Se había pasado más de diez años postrado
en una cama. Su mente era puro hervidero. Intentaba no hacerlo, pero su
mente traicionera revivía cada momento en aquella casa. Estrés post-
traumático llego a leer. Sentado en el salón, apoyado con los codos en la
mesa, acarició su cicatriz, esa preciosa cicatriz que le dejó Alex. Apretando la
mandíbula y con furia dio un fuerte puñetazo a la mesa. Cuantas veces tuvo
que soportar “fue mi culpa Clark, ella está muerta por mi culpa” resultaba que
si estaba viva y encantada regresó a su vida ¿Y él? Nunca más regresó a por
él ni preguntó. ¿También se sentiría culpable por lo que le hizo? Le estaría
llorando a esa Barbie como tuvo que soportar él.
Miró por la ventana, se quitó una lágrima mientras dejaba que el veneno de
la ira recorriera por sus venas. El rencor y reproche, era lo único que sentía
por Alex, y por la señorita Price que de nuevo acaparó toda la atención de su
Vesta. ¿Dónde quedaron los niños astronautas? En ese momento el timbre
sonó, sacándole de sus tétricas ensoñaciones. Se puso una camisa para tapar
las marcas que había en su espalda. ¿Quién podía ser a esas horas? ¡Sorpresa!
Jay había ido de viaje hasta la noche y Abby, como una loba hambrienta
fue en busca de su sabrosa presa. Bueno, lo cierto es que era ella la presa.
Clark curvó la comisura de sus labios y se apoyó en la puerta. No era la
primera vez que esa mujer solicitaba de sus encantos, ni los placeres que le
daba su cuerpo. Parece ser que el vicio de Clara lo heredó de su últimamente
desinhibida madre. Clark se hizo a un lado mientras que la señora Price, con
un contoneo de cadera entraba en su pequeño piso. No pasó mucho cuando su
bolso cayó al suelo y acabó empotrada contra la pared, siendo acariciada por
las grandes manos de Clark:
— ¿Qué quieres que te haga Abby?
Dijo Clark pegándose mucho más a su cadera y lamiéndola el cuello,
arrancándole un gemido a la madre de Clara. Abby acercó su mano hasta la
entrepierna para estimularle su dotado pene:
— Por un día puedo hacerte el favor.
Clark se puso tensó y le agarró fuertemente de la muñeca. Le miró con
brusquedad y entre dientes dijo:
— No, ya sabes cómo va señora Price.
Abby le miró acerbamente. Que el jardinero le ponía era cierto, tenía un
poder de seducción increíble, pero tanto como para enamorarse por favor:
— No hace falta que preguntes— dijo con voz áspera— se subió la falda y
se abrió de piernas, ya sabes lo que me gusta.
— A sus servicios— dijo Clark con tono amargo también— todo sea por el
placer de la señora.
Dicho aquello se agachó, le quitó las bragas y procedió saborear su centro.
Clara despertó y como hizo en el hotel palpó a su lado, en busca de Alex,
pero ésta, de nuevo ya no estaba. Se restregó los ojos y se incorporó un poco,
hacía frío así que se arropó un poco más ¿enserio había necesidad de salir de
la cama? Se supone que aquello era parecido a unas vacaciones. Se desplomó
de nuevo sonriente, todo lo que vivió a su lado el día anterior. Se miró a su
mano, ya no llevaba el anillo de compromiso de William. Su supuesto
prometido y del cual apenas se había acordado. Llevaba el anillo que le dio
Alex, representando a Vesta. Solo durante unos instantes sintió lastima por
William, al que tocaría encarar en cuestión de 48 h. maldijo aquello. Pero una
morena entró en la habitación, haciendo olvidar por completo el mundo
exterior.
Alex entró vestida de chándal gris y en sus manos llevaba una bandeja.
¡Qué ricura! Si le había preparado el desayuno:
— Buenos días marmotilla— dijo poniendo la bandeja a un lado y
sentándose junto a ella— para que veas que no eres mi chacha.
— Que cucada— dijo incorporándose sonriente y viendo que le había
preparado— Estoy descubriendo una faceta de Alex Woods que me está
gustando mucho.
La morena puso los ojos en blanco para luego sonreír:
— Como sé que te va lo sano— dijo señalando al desayuno— te he
exprimido zumo y pelado fruta, no sé cuál te gusta más así que hay un poco
de todo. Por lo general yo prefiero tortitas y azucares poco sanos.
Clara se acercó un poco más a Alex con cara picarona:
— ¿También entras en el desayuno?
Alex riendo entre dientes tiró un poco de la manta para observar un poco el
cuerpo desnudo de la rubia, toda golosa se mordió el labio:
— ¿Te gusta algo de lo que ves?
Alex aun agarrando la manta y sin mirarla a la cara, ladeo la cabeza y
esbozó una risita:
— Clara— se lamió los labios, no, aun no la miraría a la cara— tienes un
bello corazón, pero con tus tetas delante como dos grandes amortiguadores
resulta difícil ver más allá— Clara puso los ojos en blanco, en ese instante
Alex sonriente la miró a la cara— digo solo en ocasiones.
La rubia la empujó, mientras bufaba:
— Me despierto, y la mujer que quiero entra por la puerta con el desayuno
que me ha preparado— comenzó a decir a la vez que se introducía un cacho
fruta a la boca— esperaba un comentario bonito y que me encuentro, a la
cavernícola de Woods— Alzó una ceja— venga estoy esperando escucharlo
— imitó a Alex— “Follaar a Clara”
Agarró otro trozo de fruta y justo cuando estaba a la altura de los labios,
Alex con dulzura le agarró de la mano y de una forma sensual se lo llevó
hasta su boca, sintiendo la humedad de sus labios sexys sobre sus dedos.
Dejándola sin habla y con la boca seca. Alex mientras masticaba se acercó
hasta estar a escasos centímetros de la rubia, que no dejaba de mirar a sus
labios con deseo:
— ¿Qué? — preguntó con voz erótica— ¿Te hace el chichi chiribitas? —
Clara quería rebatir eso, pero estaba tan cerca y esa voz— ¿Quién quiere
follarse a quién?
Y rompiendo todo el erotismo se alejó carcajeando, saliendo de la hipnosis,
Clara frunció el ceño. Ese poder que ejercía la morena sobre ella no era
normal. Alex se levantó para volver a irse:
— Pero ¿no desayunas conmigo?
Alex se paró en la puerta y la miró para responderla:
— Ya he desayunado— le guiño un ojo— tengo que hacer unas cosas y
después saldré a correr un rato— puso gesto divertido— ¿Te animas?
Clara hizo un mohín, ya bastante tuvo con caminar por Yellowstone. La
morena esbozó una risotada al ver la cara de la rubia:
— Casi prefiero terminar de desayunar, ducharme y seguir escribiendo.
Alex se encogió de hombros y salió de la habitación. Durante un rato estuvo
terminando de desayunar. Tenía la puerta abierta, así que vio pasar un par de
veces a Alex, la primera con unas escaleras, las llevaba a la habitación
“¿roja?” “¿de Vesta?” ni se cómo llamarla. Después pasó de regreso sin las
escaleras. Justo cuando se estaba poniendo un albornoz cuando la vio pasar
de nuevo con una caja grande, ya muerta por la curiosidad se asomó al
pasillo:
— Lex— llamo con el ceño fruncido— ¿Qué estás haciendo?
— Ni se te ocurra entrar hasta que yo te lo diga.
Dijo desde dentro con voz autoritaria. Clara se mordió el labio ¿Qué estaría
preparando? ¿Vería esa noche a Vesta? Sonriente fue hasta el baño y se pegó
una buena ducha y de más, después de lo que sudaron la noche anterior se
agradecía. Tampoco tardó mucho, se puso lo primero que pilló, no siempre
iba a ponerse sexy para Alex, si la quería tendría que aguantarla con su
pijama rosa y una camiseta de tirantes descolorido. Abrió la puerta y se
encontró de frente con Alex, que estaba apoyada en el marco de la puerta.
Curvó una comisura de sus labios y alzó un par de veces las cejas:
— Ven.
No se esmeró en decir nada más y se fue hasta la habitación del fondo.
Clara con respiración entrecortada y nervios a flor de piel la siguió.
Quedando boquiabierta al entrar. Vale, siempre se había imaginado uno en
películas porno, en clubs eróticos y cosas de esas, tampoco había estado cerca
de uno y se lo esperaba con plumas, color rosa o rojo, y ella qué sabía, era el
primero que tenía delante, joder un puñetero columpio erótico. Alex estaba al
lado del objeto colgante:
— Ven siéntate.
Ordenó señalando al columpio. Clara que tenía ojos como órbitas:
— ¿Ahora?
Alex esbozó una carcajada:
— Tranquila solo es para regular a la altura que debo ponerlo.
Clara asintió con la cabeza y fue hasta el columpio. No es el típico columpio
que hay en los parques. Alex comenzó a señalar todas las partes, describiendo
para que servían:
— Mira, este es el soporte de piernas— dijo señalando una de las mandas—
el del medio es para que plantes tu precioso culo— eso hizo sonreír a Clara,
pues la hablaba con dulzura— y este es para la espalda— señaló las bandas
de cada lado— obviamente esto son las bandas para las manos y también
puedes agarrarte en esta estructura metálica— dijo señalando una vara que
había horizontalmente un poco por encima del columpio— ven, que te ayudo.
Exótico era, eso lo admitía Clara y le atraía la idea, pero con lo patosa que
llegaba a ser a veces, se veía estampándose contra el suelo. Ya se veía en las
noticias “la escritora Clara Price, sin dientes por practicar sexo en un
columpio erótico y caerse de boca antes de llegar al orgasmo”:
— De seguro me caigo.
Dijo Clara agarrando las bandas laterales. Alex la rodeó con los brazos y
con su increíble fuerza la ayudó subirse. La rubia ante la cercanía de la
ojiverde, sentir sus manos aferrándola fuertemente en su espalda y que le dio
un poco de vértigo, acabó por perder el equilibrio. Menos mal que Alex la
tenía sujeta:
— Es un columpio— dijo clavando su mirada, ambas tenían sus cuerpos
pegados y sus rostros a escasos centímetros— me dirás que no has subido a
uno en un parque.
Clara soltó una risita nerviosa:
— No es lo mismo, este se usa para otros fines menos inocentes.
Ambas comenzaban a dejarse llevar por el fuerte magnetismo de sus
cuerpos. La rubia rodeó con los brazos el cuello de Alex, ahora estaban a la
misma altura, pues siempre la tocaba a la morena inclinarse para besarla o a
Clara ponerse de puntillas. Y después de haber esperado por el beso de Alex,
ésta chocó sus labios para perderse en su boca de manera fogosa, apasionada,
posesiva y nada considerada a comparación del día anterior. Aprovechando
que Clara estaba aún abrazada fuertemente a ella, la abrió las piernas para
colarse entre medias. Se separó de aquel beso que casi deja sin aliento a Clara
y miró su cintura:
— No dejes de agarrarte.
Pidió antes de comenzar a regular la altura, Clara sintió el descenso y se
abrazó aún más fuerte, la ojiverde rápido la estrujó por los hombros:
— Clara que me asfixias.
Dijo casi sin aire. La rubia aflojó a la vez que se le escapaba una risotada.
Después de terminar de ajustar el columpio la volvió a abrazar:
— Si no son con tus piernas, son con tus brazos algún día me matas
rompiéndome el cuello.
Comenzó a acariciar su espalda con la yema de los dedos mientras le
regalaba una sonrisa:
— ¡Eh! que hace tiempo que no te hago una llave de yudo después de un
orgasmo.
— Eso me hace caer en la cuenta que no hago una visita ahí abajo— hizo un
mohín— me parece que eso tiene que acabar hoy.
Sacó su lengua y comenzó a moverla ágilmente. Clara dibujó una sonrisa
picarona antes de lanzarse a su boca para atrapar esa lengua que la tentaba
tanto. La morena, encantada comenzó a jugar con la de Clara, que
inevitablemente gimió. Como si de una serpiente constrictora se tratase le
rodeó la cintura con las piernas y la atrajo más:
— ¿Vamos a jugar ahora?
Preguntó con deseo la ojiazul. Alex curvó la comisura de sus labios. Su
respiración estaba acelerada, como su pulso cardiaco y la adrenalina recorría
por cada rincón de su anatomía. Y como si de una mosca verde que es atraída
a la mierda, su mano fue a parar a uno de los senos de la rubia, que suspiró
sonoramente cuando comenzó a masajeárselo. No llevaba sujetador y
rápidamente pudo notarse lo excitada que estaba:
— Me voy a correr.
Dijo Alex con voz entrecortada y separando sus bocas:
— ¿Tan pronto? — Preguntó Clara mirando la mano de Alex aun puesta en
su seno— ¡Joder Alex! que solo me has tocado una teta.
La morena carcajeó, apartó la mano de esa parte y la puso en su cadera:
— No Clara— le dio un beso en la punta de la nariz— voy a salir a correr,
deporte que no tiene nada que ver con sexo.
Clara puso los ojos en blanco la empujó y se levantó del columpio:
— Pues no empieces algo que no piensas acabar
Dijo con irritabilidad, Alex negó con la cabeza mientras esbozaba su media
sonrisa. Una adolescente hormonada, eso es lo que era Clara. Obvio tantos
años reservándose para luego encontrarse con un insípido en la cama. Todos
los orgasmos que se perdió por quedarse estudiando hasta tarde o porque
Alex Woods tardó en regresar a su vida. La rubia iba saliendo por la puerta
dejando sola a la morena, sin embargo, se acordó de una cosa, se giró para
mirar a la ojiverde, pero se la encontró meciéndose en el columpio como una
niña infantil. La rubia apretó los labios para no reír, pero de nuevo fue algo
imposible:
— Que infantil puedes llegar a ser.
— No te quejes— dijo levantándose dispuesta a salir también— eso
también te gusta.
— ¿Tienes una regleta? El cable del cargador del ordenador no llega a la
toma de corriente en el salón.
Alex quedó pensativa, mientras que ambas bajaban por las escaleras:
— Creo que en el garaje debe de haber y si no, me acerco en un momento a
comprar una.
— No creo que haga falta comprar ninguna, en cuanto se acabe la batería
paro y lo pongo a cargar.
Alex tenía el IPod preparado con los auriculares:
— Nos vemos belleza.
Dijo saliendo por la puerta, robándole otra sonrisa a la rubia. Bueno, esas
dudas de que no llegaría vivas al final de la semana, porque se habrían
matado, fueron disueltas y convirtiéndose en los días más felices de su vida.
Por el momento tenía algo de batería así pues encendió el ordenador y se
dispuso a escribir. Y ya ves si estaba inspirada. Que mejor que estar
enamorada para escribir una historia como esa. Se había quedado tan inmersa
que no se dio cuenta que se quedaba sin batería hasta que salto la advertencia
automática del ordenador. Guardó corriendo el archivo, no podía dejar de
escribir se había enganchado a su propia historia. Así pues, en el rato que fue
al garaje dejó su portátil cargando. El garaje era amplio, incluso con el
Lamborghini aparcado dentro. También tenía una moto tapada con una
manta. ¿Dónde narices encontrar una regleta? Los estantes estaban repletos
de cajas. No se extrañaría encontrarse con una camilla de ginecólogo
desmontada, muñecas hinchables o cualquier juguete extraño. Miró en la
primera, pues no, había un par de cascos, la segunda discos de vinilo
Manowar, Iron Maiden, The Outfield, Madona, sonrió porque ese último no
pegaba para nada con los discos anteriores. Volvió a dejar la caja de discos en
su sitio. En la otra no encontraría la regleta, pero había fotos. Fijándose en
ese detalle, se percató que en ningún lado de la casa había fotos, ni en su piso
tampoco, solo un cuadro y era para tapar la caja fuerte. Movida por la
curiosidad comenzó a ojearlas.
Desde que era bebé sonreía y mucho, había una en la que salía dándole un
beso a un gatillo ¿Qué tendría tres años? Otras en la que era algún
cumpleaños, justo otra en la que era el cumpleaños de William a los siete
años, toda pringosa de chocolate con una sonrisa de oreja a oreja. Pues sí que
la gustaba salir en las fotos cuando era pequeña. Había varias en la que salían
los tres, Will y ella, o las dos. Muchas de ellas salían levantándole la mano
para pegarla, nunca se dio cuenta, pero la morena giraba la cabeza siempre y
se partía el culo de la risa. Se quedó mirando una, en la que salían los tres
sonriendo, de esa sí se acordaba, puesto que fue antes de marcharse. Ojos
verdes brillantes, sonrisa inocente, achicó los ojos dándose cuenta de que la
Clara más joven tenía posada encima de su mano. Aun llevándose como
perros y gatos de pequeñas, en el fondo la encantaba. A partir de esa edad,
había otras cuantas fotos más ya de mayor. Con Olaya o con otro grupo de
chicas o chicos. Pero ya no había sonrisa, es más hacia por tapar el objetivo
mostrando el dedo corazón, haciendo algún gesto soez, incluso había un par
con una chica, en esa parecía más normalita y siempre la abrazaba, pero la
sonrisa brillaba por su ausencia.
Había dentro otra caja que tenía una nota pegada:
Alex eres una gran compañera de ligues, haz caso al consejo de un amigo,
quema todo lo que contiene esta caja, deja de aferrarte al sufrimiento y
comienza a vivir de nuevo. Tu amigo el juerguista Scott.
Clara dudó si abrir aquella caja. Ya bastante había hurgado en la intimidad
de Alex. Pero aquello era pandora y atraída por su dichosa curiosidad, la
Abrió.
Alex llevaba un buen rato corriendo, escuchando “Look After You de The
Fray”, un tema que no pegaría con la ojiverde, pero a veces la letra le llegaba
más que la melodía.
“Sé mi chica, cuidare de ti”
Tarareaba entre trote y trote.
“Allí ahora, el amor constante, pero pocos vienen y no se van,
Tú serás siempre la que yo conozco
Cuando estoy perdiendo el control la ciudad gira a mí alrededor,
Tú eres la única que sabes calmarme”
Entre se mi chica y cuidaré de ti algo hizo que aminorara la marcha, regleta,
garaje, regleta, garaje… un MIERDA se leería en la expresión de su cara,
antes de salir corriendo en dirección a la casa.
Había dibujos extraños y daban escalofríos. Una Alex pequeña, siempre
agarrada de la mano de otro chico. En ocasiones hasta había un ángel de
cabellos rubios y ojos azules, tenía su nombre encima de su cabeza. Alex y
Clark. Lo que más repelús daba era que siempre había tres figuras negras.
¿Quién era Clark? No había ningún Clark en la escuela. Sería un chico que
conocería en Europa. ¿Un novio? Pensaba que nunca había estado con ningún
hombre. Un pony de color rosa todo mugriento, eso apenas lo tocó. Llegó los
recortes de periódicos, había muchos. En un momento se quedó sin aire ¿por
qué narices abriría aquella caja? Ahí había más intimidad que ver el propio
cuerpo desnudo de Alex.
<<Secuestrada la hija del empresario Woods>>
<< Desmantelada banda dedicada al secuestro y trata de blancas>>
<< Mueren los secuestradores de la pequeña Woods>>
Recortes y más recortes:
<< Fuentes nos confirman que pretendían secuestrar a la hija del
empresario Price>>
Días atrás recordó la primera vez que le pidió un beso a Alex. Fue en su
casa y justo cuando ésta le pidió que se escondiera. Jugar al escondite, de
niña no caería en la cuenta, pero Alex no jugaba a eso. Sin embargo, se lo
pidió. El grito de una mujer, disparos, se llevó la mano a la cabeza aturdida,
dejó las cosas en la caja, pero entre el nerviosismo lo revolvió. La foto de un
hombre, que le hizo temblar, incluso en fotos aquellos ojos eran aterradores.
Se llevó ambas manos a la cabeza. Todo de golpe y porrazo. Todo lo que
había borrado su mente. No era de extrañar que una niña olvidara aquello.
Las lágrimas inundaron sus ojos. Acabó agazapada en un rincón. Intentando
controlar su estado de nervios. ¿Por qué narices tuvo que mirar? Pasaría un
rato, hasta que a lo lejos se escuchó la voz de Alex y detrás la puerta de la
entrada cerrarse fuertemente:
— ¿Clara?
Volvió a sonar la voz de Alex a lo lejos. ¿Enserio Alex podía mirarla?
¿Enserio que no la odiaba? La voz de Emer retumbaba en su cabeza. Una,
otra y otra vez. Por tu culpa será una niña mala. Ahora cobraba sentido todo.
Escuchó unos pasos acercándose lentamente:
— ¿Clara?
La voz de Alex a una distancia cada vez más reducida. No, no la miraría, la
conciencia la carcomía por dentro.
Capítulo 30 - Autocine
— Clara.
Volvió a decir Alex ya ansiosa. Se arrodilló a su lado y puso la mano en su
hombro, pero esta la apartó echándose a un lado. Aun escondiendo el rostro y
ahogando sus llantos. Alex miró la caja abierta y apretó la mandíbula:
— Clara, por favor— suplicó de nuevo con la mano en su hombro— mírame.
— No puedo— dijo entre llantos más sonoros— Todo fue por mi culpa.
Alex frunció el ceño, se acercó un poco más y le alzó la cabeza obligándola
a mirarla, pero seguía negándose a hacerlo cerrando los ojos:
— Clara— comenzó diciendo mientras que la retiraba las lágrimas de las
mejillas— tu no tuviste culpa de nada, los culpables fueron unas malas
personas que ya pagaron con sus vidas.
Lentamente Clara fue abriendo los ojos, algo enrojecidos por las lágrimas.
Alex la miraba llena de preocupación y ansiosa, con amor y sin ningún atisbo
de odio. La rubia frunció el ceño y la empujó para separarla de ella:
— Mataron a la niñera y yo lo vi— Alex intentó acercarse, pero de nuevo
fue empujada— te llamé y supliqué que te buscaran. Me moría de los nervios,
pero me acordaba y te tenía muy presente.
Alex ya desesperada le agarró fuertemente de las muñecas:
— Eso ocurrió hace mucho tiempo, tú no tuviste nada que ver, quítate ideas
estúpidas de la cabeza.
Clara esbozó una risa nerviosa:
— Eso no fue lo peor de todo, Lex. La policía me hizo preguntas para
buscarte. Un día mi madre no estaba— se soltó del agarre y buscó la foto de
Emer— Este hombre se me acercó diciendo que era policía y que te habían
encontrado.
Ahora fue la misma Alex que se puso en tensión, volvió a agarrar de las
mejillas a Clara:
— Te… te hizo algo, Clara— su voz sonaba airada— Te tocó o ¿Qué te
hizo?
Clara retiró su mirada mientras negaba con la cabeza:
— Yo me emocioné al escuchar que tenía un mensaje tuyo, puso un
ordenador delante de mí y me enseñó la grabación.
Alex estaba drogada, de aquel momento solo tenía vagos recuerdos, al
menos del principio. La morena cayó en la cuenta de que la estaba diciendo.
Tomó aire, e incluso sintió mucha vergüenza y aunque no lo tenía, sintió
también mucha culpa. Se sintió culpable por todo lo que tuvo que pasar
Clara:
— No entendía mucho la verdad, solo sabía que estabas atada y luego… por
mucho que no entendiera supe que era malo e intenté retirar la mirada—
intentó hacerse la fuerte por Clara, pero le resultó imposible no retener las
lágrimas— me tapó la boca y me dijo que me haría lo mismo si no miraba.
Me dijo que era mi culpa que nunca debiste estar ahí.
De nuevo eso último hizo reaccionar a la morena, abrazó a Clara que había
dejado de luchar después de contarle lo que recordó:
— Debes de tener claro una cosa, Clara. Ni tu ni yo somos culpables de nada
— la besó en el pelo— somos víctimas. Aun después de muerto ¿le vamos a
dar el gusto?
La ojiazul respondió al abrazo de la morena:
— Pero lo que te hicieron…
— Yo te pedí que te escondieras, desconocías los motivos, solo que fui lenta
en esconderme.
Clara ocultó su rostro en su cuello mientras que comenzó a aporrear su otro
hombro mientras rompía a sollozar nuevamente con fuerza:
— ¿Por qué tú obsesión por protegerme?
El cuerpo de Clara no reaccionaba para nada más. Así pues, Alex la aferró
fuertemente, mientras que pasaba un brazo detrás de sus rodillas y la
levantaba, llevándola en brazos hasta el salón. De nuevo, demostrando su
fuerza, aunque se agradecía que el salón estuviera cerca. Se sentó en el sillón,
con la rubia aun en brazos:
— Te protejo porque te hice la promesa de que lo haría— le aparto un
mechón de la cara y buscaba la mirada de sus ojos a la vez que retiraba la
humedad de sus mejillas— Y aunque no hubiera promesa, me sale solo.
Antes no sé, sería por amistad, porque te tenía cariño, ahora lo hago porque te
quiero.
Clara quedó fija en la mirada de Alex, en un principio alzó su mano para
acariciarla, pero ésta quedó anclada en su húmeda mejilla. La morena frunció
el ceño:
— ¿Por qué me miras así?
— ¿Por qué dejas que te juzguen mal?
Alex apartó la mirada y se encogió de hombros:
— ¿Quieres beber algo? ¿Un vaso de agua?
Clara negó con la cabeza, cerró los ojos y se pegó aún más al cuello de
Alex, olía tan bien. La convencieron de que Alex se fue a Europa. Se
convenció de que era irritante y odiosa. Tenía la convicción de que era
brusca, orgullosa, una retrograda. Se había dejado insultar sin llegar a
reprochar nada. Tenía motivos, tenía motivos para odiarla. De nuevo otra
oleada de lágrimas pudo con Clara. ¿Cuánto estuvieron así? ¿Una, dos horas?
¿Una eternidad? La morena la sostuvo hasta que ya no quedaron lágrimas que
derramar. Dándose por vencida al cansancio. Durante mucho rato la ojiverde
la contempló dormir. Curvó una comisura de sus labios y susurro:
— He luchado en vano. Ya no quiero hacerlo. Me resulta imposible contener
mis sentimientos— sintió el ardor del dolor profundo por su sufrimiento—
Permítame usted que le manifieste cuan ardiente la admiro… y la amo.
El olor a comida comenzó a embriagar toda la casa, despertándola le
picaban los ojos y sentía mal estar. Buscó con la mirada a Alex que
rápidamente se la escuchó trastear en la cocina. Miró por la ventana, ya
debería de ser el medio día. Se levantó y se acercó a la cocina, ahí estaba la
morena, mirando un libro de cocina y maldiciendo por lo bajo:
— Con lo fácil que es un puto huevo frito— dijo mientras mezclaba los
condimentos— Pero como si ya lo estuviese viendo— imitó la voz de Clara
— tiene muchas calorías, Alex eso engorda— Clara se apoyó en el marco de
la puerta y se cruzó de brazos— ¿cilantro? Pero qué coño es eso— gruño—
comete el huevo frito Clara— decía mientras abría el mueble de la cocina
buscando el dichoso cilantro— estas tan buena que aun comiéndote 20 no
pasaría nada, te seguiría follando igualmente— Clara puso ojos como órbitas,
volvió a gruñir— mujeres y su terrible obsesión por los alimentos grasos.
¿Cómo era posible? Después del momento tan intenso que habían vivido.
La rubia apretó los labios para no reír. La morena parecía una loca hablando
sola. Aun así, le resultó de lo más cómica y a su vez una monada. Se estaba
esmerando por cocinarla algo que la gustase:
— Un huevo frito hubiera estado bien.
Dijo Clara sin moverse de su sitio. Alex no se giró, más bien se volvía loca
por la cocina.
— A buenas horas me lo dices mangas verdes— Dijo ceñuda— ¿Sabes cuál
es el cilantro ese? búa, no creo que varíe mucho el sabor— dijo dándose por
vencida y metiendo la comida en el horno— solo queda esperar 20 min.
Se giró para mirar a Clara y regalarle una amplia sonrisa. La rubia agachó
la cabeza. En el fondo la morena tenía razón, no era culpable de nada, aun
después de todo, fue condicionada a sentirse así. Alex se acercó, le agarró de
la barbilla y alzó su rostro:
— Vamos, Clara— dijo con cariño— no te pongas así, ten paciencia yo
nunca me complico en la cocina.
La rubia con ojos vidriosos se abrazó a Alex, que rápidamente le devolvió el
abrazo:
— ¿20 huevos fritos? Engordar no sé, pero morirme de colesterol puede
La morena puso los ojos en blanco y se separó un poco:
— Me he llegado a empachar a hamburguesas y a bollos— se levantó la
camisa dejando ver su abdomen totalmente definido— ¿ves alguna gota de
grasa? Y tengo el colesterol bajo control, más sana que una manzana.
— ¿Por qué me quieres?
Sorprendió la rubia con esa pregunta. Parece ser que las tornas habían
cambiado y la que estaba llena de inseguridades era Clara. ¿Enserio se
merecía el amor de Alex? Todo el mundo se esperaría una respuesta al estilo
lo que le susurró mientras ésta dormía, pero simplemente se encogió de
hombros:
— Eres hermosa y no te voy a mentir, me he topado y acostado con muchas
mujeres hermosas ¿por qué tú sí y otra no? No lo sé. Eres graciosa, eres
torpe, inocente, fogosa, inteligente y podría seguir describiéndote de mil
maneras, hay muchas mujeres que tienen esas cualidades ¿Por qué me he
enamorado de ti y no de otra? No lo sé, nunca me he hecho esa pregunta ni
pienso hallar respuesta, porque simplemente ha pasado. Quizás por el efecto
que causas en mí— se perdió en aquellos ojos azules y le acarició con la parte
dorsal de los dedos índices y corazón— siempre he sido una bomba, que
estallaba con facilidad, llegaste tú y controlar poco a poco mis impulsos hasta
sosegarme— Clara hizo un gesto facial, que hizo sonreír a Alex— también
me encanta cuando se te forma esa especie de arruguita en la frente, sobre
todo cuando te enfadas.
Clara rodeó con los brazos a Alex, se puso de puntillas y la besó, mientras
se le deslizaba una lágrima por la mejilla. Alex respondió ese beso con más
intensidad, quien pidió permiso el acceso con la lengua fue Clara, la morena
entreabrió los labios, encantada de saborear esa lengua que tanto le
encantaba. Los besos estaban subidos de tono, de esos que caldean el
ambiente y animan a seguir con caricias desde las más inocentes, hasta las
que ya son aptas para mayores de 18 años. Sin embargo, ignorando las
insinuaciones de la rubia, Alex se mantuvo firme, teniendo sus manos en su
espalda baja. Clara, viendo que ésta no iba más allá dio el paso, agarrándola
de la mano y guiándola hasta su pecho. Alex se separó de su boca y quitó la
mano de esa parte de su anatomía:
— Clara— dijo recuperando el aire— Hoy no va haber sexo.
Clara la miró con los ojos humedecidos:
— ¿Por qué no?
— Porque has recibido un duro golpe hoy, no sé si lo haces por buscar
consuelo en el sexo— le besó en la frente— durante un rato está bien, te
olvidas, pero el dolor seguirá estando ahí cuando terminemos. Evidentemente
no me voy aprovechar de la situación— De nuevo la rubia rompió a llorar—
te daré todos los abrazos, todos los besos y te diré todos los te quiero que
necesites, pero nada de sexo.
— No es lo que tenías planeado para hoy.
Dijo Clara apartándola y sentándose junto a la mesa de la cocina. Alex se
sentó en frente y se apoyó en el respaldo:
— No me es prioritario, sin embargo, tú sí lo eres— dibujó media sonrisa—
podemos hacer otras actividades he visto que hoy hay autocine. No voy
aceptar una negativa, así que vamos a ir.
La rubia apoyó los codos en la mesa y se apartó las lágrimas, apoyó la
barbilla sobre el dorso de la mano y miró a Alex. La idolatraba, desde que
eran unas niñas la idolatraba. Tan fuerte, independiente, valiente y ahí la
tenía, demostrándola que la quería y que no solo era sexo lo que buscaba en
ella como la hizo creer en un principio:
— ¿Qué películas van a poner?
Alex agarró el periódico local que estaba en la encimera de la cocina y lo
buscó:
— El diario de Noa— puso expresión y voz dramática— puedo ser lo que
tú quieras, dime lo que quieres y lo seré por ti.
— Pensaba que eras más de zombis, vampiros, hombres lobo y toda clase
de bichos repulsivos— achicó los ojos— con que te sabes de memoria el
diario de Noa.
— Sí que van a poner el amanecer de los muertos vivientes, la antigua— se
encogió de hombros— pero como sé que a ti te da miedo. Y respecto al diario
de Noa, a todas las tías se les caía la baba con Noa, una tiene que ir
actualizando sus métodos de ligue ¿sabes? Me tuve que tragar la dichosa
película— negó con la cabeza— lo que tenía que hacer una para echar un
polvo y diario de Noa tiene un pase, pero la de avatar por favor, nunca lo
entendí— se levantó para poner la mesa— El menda tiene a Michelle
Rodríguez al lado y ¿se enamora de una pitufina? Y mejor no entro en
películas adolescentes. Para películas románticas las de Sandra Bullock o
Julia Roberts— pasó a poner cubiertos y después quedó pensativa— ¿Será
que me estoy haciendo vieja? Audrey Hepburn esa sí que era toda una mujer.
Clara no dejaba de mirarla sonriente. Joder, pasó de tener que sacarla las
palabras con cucharilla a no callarse ni debajo del agua. Alex saliendo de sus
divagaciones se percató de como la miraba:
— ¿Qué?
— Nada— dijo algo bobalicona— es que eres muy habladora cuando te lo
propones. Podemos ver la del amanecer de los muertos vivientes.
Miró la comida que estaba en el horno, ya se había apagado el
temporizador, sacó la bandeja de barró y aun con manoplas tuvo que llevarlo
corriendo a la mesa porque se estaba chamuscando las palmas de las manos:
— Para que luego me digas— volviendo a imitar la voz de Clara— Alex no
puedo dormir, ¿sabes que Richard ha vuelto a mirar debajo de la falda de
Natalie? — ahora volvía a poner voz jocosa— pues claro que lo sé, yo
también lo hacía.
— Así que te decantabas ya por la otra acera desde pequeña.
Alex estaba sirviéndola la comida, cuando esbozó una sonrisa:
— Tú también lo hacías.
Clara hizo un mohín:
— Eso no es cierto.
— Marie Morley fue la primera en desarrollarse— se llevó las manos al
pecho e hizo un gesto de tetas grandes— te pillé mirándole su pechonalidad
en mi piscina.
— Era demasiado joven para pensar en esas cosas.
Alex se llevó el vaso de agua a la boca y se humedeció los labios:
— El ser humano es el animal más curioso por naturaleza. Creo que Richard
siempre estaba metiéndose contigo porque le gustabas era su forma de llamar
tú atención.
Clara se inclinó con una ceja alzada:
— Tú también lo hacías.
Alex se encogió de hombros:
— Me parecías chistosa cuando te enfadabas y me lo sigues pareciendo—
señaló las cosas de la mesa— no pensaras que te voy a cocinar, planchar y
fregar, soy tu novia no la chacha de la casa.
Dijo sonriendo, antes de levantarse, acercarse a la rubia y darle un beso en
la sien:
— Yo me tengo que hacer una cosa.
Dicho aquello dejó sola a Clara en la cocina. Se limpió la comisura de los
labios antes de quedar boquiabierta. Pero manda cojones, cuando ella cocinó
apenas ensució nada, eso no era una cocina, era una jodida leonera. Estaba
claro, no la dejaría cocinar nunca más.
Alex regresó al garaje, recogió todo lo de la caja, separó los dibujos de
Clark y todo lo que le recordaba a él, tal y como le había aconsejado Scott,
hizo lo que debió hacer años atrás, fue hasta la parte trasera y lo quemó todo.
Recortes de periódicos, fotos policiales, incluso documentos médicos. Alex
tuvo una época en la que se obsesionó, pidiendo que consiguiera todo lo
referido de aquel incidente. Llegó a la carpeta médica, otro dato del cual no
se enteró hasta que lo leyó un año atrás. Tardó en recuperarse de la infección,
pero pasado un tiempo su vida acabó corriendo riesgo.
Flashback
La morena tiró aquellos documentos a la hoguera que hizo con rabia. Salvo
lo referido a Clark, otro fantasma del que intentaba huir, ya iba siendo hora
de enfrentarse a aquello. Fue hasta el pie de un árbol, guardó todos sus
recuerdos en una caja de zapatos y los enterró. Marcó el lugar, Clark se
merecía algo mejor que ese final. Merecía algo mejor que unos recuerdos
enterrados junto a un trozo de madera con su nombre. Hecho aquello se sentó
sin importarle ensuciarse con el suelo húmedo, se encendió un cigarro y
contempló aquel montón de arena mientras que a sus espaldas se escuchó las
chispas saltar de la lumbre:
— ¿Sigue estando prohibido las preguntas personales?
Se escuchó una Clara insegura y a una distancia prudente. Alex dio una
calada de su cigarro mentolado y sin mirarla:
— ¿Qué quieres saber? ¿Desde cuándo fumo? O ¿Quién es Clark Wallace?
— ¿Quién es Clark Wallace?
Alex esbozó una sonrisa nerviosa antes de mirar a sus pies, reteniendo las
lágrimas como pudo:
— Es el niño astronauta que murió por querer salvarme.
Clara se acercó y se sentó a su lado, para agarrarla de la mano y dedicando
una mirada que incitaba a que la siguiera contando:
— Era el hijo de uno de los secuestradores— dio otra calada al cigarro
antes de apagarlo— gracias a él comía, bebía y cuando mi herida comenzó a
infectarse, me curaba, me daba antibióticos— dijo mientras se acariciaba el
pecho que tenía la cicatriz, tragó saliva— se llevaba muchos castigos por
protegerme. Él era otro niño malo— las lágrimas brotaron de sus ojos— lo
que sufrí en un mes, él lo sufrió durante años. ¿Ves? No eres culpable de
nada, hacían lo mismo con los de su propia sangre. Emer nunca tuvo interés
por mí, sin embargo, le encantaba tenerme en la misma habitación— Clara
con el corazón en un puño la abrazó— cierra los ojos y tapate los oídos Alex,
piensa en algo bonito. Me decía, yo me iba a un rincón, cerraba los ojos—
miró a la rubia— y por alguna extraña razón pensaba en ti. Me hicieron creer
que habías muerto y que fue por mi culpa, Clara. Te lloré y me odié, la
culpabilidad me corrompía
Clara que se le sumó a los llantos, la agarró de las mejillas:
— Perdóname.
— Deja de culparte.
Dijo Alex apretando la mandíbula:
— No me refiero a eso, Alex. Perdóname por olvidar y por dejarte sola,
pudimos haberlo superado juntas. Tenías que haberlo dicho y no cargar con
ello— le soltó para volverse a sentar a su lado mientras que proseguía con
amargura— tú y tú absurda obsesión de mártir.
— ¿Qué necesidad había de que sufriéramos las dos? Seguiste con tu vida,
licenciada en Oxford y escritora de éxito. Con que cargase una con todo el
peso era más que suficiente.
— Deja de protegerme Alex, no eres Dios todos necesitamos a alguien en
quien apoyarnos.
Alex se levantó, se limpió el culo y luego le tendió la mano para ayudarla a
incorporarse:
— En Europa conocí a Olaya, nos ayudamos mutuamente. Hay que
arreglarse— puso los ojos en blanco y habló con sorna— vamos a ver el
diario de Noa.
— Vale, pero si luego vemos los muertos vivientes esos.
— Ni de coña, que no me dejarás dormir.
Comentaba a la vez que entraban en la casa:
— Es lo justo, seguro que ves esa película por mí.
Alex gruñó dándose por vencida:
— Está bien, pero luego por la noche no des guerra.
Cuando llegaron al autocine Alex se compró toda clase de guarrerías,
palomitas grandes, bebida grande de cola, y todo lo que pillaba, solo faltó
hacer un Harry Potter y decir “dame todo lo que hay en el carrito”
egoístamente dejando sin nada a los demás compartimentos, pues esto
hubiera sido lo mismo, pero con los demás coches que llegarán después.
Aparcaron casi en las últimas filas:
— Come todo lo que te dé la gana— mirando seriamente— cuidado con
ensuciar la tapicería ya me ha jodido el incidente del supermercado— sonrió
y comenzó a disfrutar como una niña una bolsa de patatas— hace mucho que
no me empacho a chucherías.
— Y sigo sorprendiéndome con tu infantilismo.
Alex rio entre dientes. Al final la rubia acabó abrazada disfrutando de la
película, mientras que la morena intentaba no dar arcadas por la de ñoñerías
que podía llegar a escuchar. Lo último que quería era acabar discutiendo
como cuando vieron la serie esa de adolescentes ricos:
— Qué bonito, ¿te imaginas que nuestra historia sea así?
Dijo mientras agarraba el refresco. Alex se metió un par de palomitas a la
boca, todo había que decirlo no había dejado de zampar y como que no quiere
la cosa:
— No creo, el padre de la chica hace todo lo posible por separarlos y tú
padre me dejó claro que estaba de acuerdo con lo nuestro. Hasta me dio
permiso para casarnos.
Clara por casi se atragantó con el refresco escupiendo todo lo que tenía en la
boca:
— Oh no— se quejó Alex mientras limpiaba el salpicadero con una
servilleta— ahora va a estar todo pegajoso joder.
— Deja el puto coche en paz— dijo Clara histérica— Y dime cuando coño
hablaste con mi padre.
A la rubia la iba a dar algo, sentía taquicardia:
— Bueno, en la fiesta de máscaras después de que tú y yo, ya sabes— con la
mano derecha hizo un circulo juntando el dedo índice y el dedo gordo, con la
otra uso el dedo índice para introducir y sacarlo en el círculo, haciendo que
Clara pusiera los ojos en blanco— discutí con Olaya sobre ti, no nos dimos
cuenta que tu padre andaba cerca— se encogió de hombros— y nos escuchó,
dije que demonios ya sabe lo nuestro— esbozó una risita— así que tuve con
él la charla suegro nuera antes de tiempo, fue muy comprensivo y muy
considerado dándome su bendición.
Clara se llevó una mano a la cara, con el dedo índice y pulgar se tocó el
tabique nasal con los ojos cerrados, intentando asimilar todo lo que le había
dicho:
— Me estás diciendo que mi padre sabe lo nuestro y no solo eso que le
pediste mi mano para casarte conmigo.
Alex se encogió de hombros:
— Bueno aún estaba con el subidón del orgasmo y me dejé llevar por un
impulso— alzó ambas manos— pero todo fue en plan hipotéticamente—
esbozó una carcajada— si ni siquiera tenía pensado formalizar nada contigo.
Clara se llevó una mano al pecho:
— De Ontario no salgo con vida, me va a dar un puto infarto.
— Bueno tranquilízate solo fue una charla.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
— No sé, no le di importancia. ¿Qué te iba a decir? Entre latigazo y
latigazo “ah por cierto Clara, tu padre sabe lo nuestro y le pedí permiso para
casarnos” — frunció el ceño— a no ser que tú quieras, por mí como si vamos
mañana a las vegas…
— NO.
Respondió totalmente histérica. Alex volvió a alzar las manos en son de
paz:
— Vale, vale fiera que solo fue una propuesta. Pensaba que te alegraría que
tu padre estuviera de acuerdo con que salgamos.
— Y me alegra, pero entiende que esté un poco en Shock.
Alex miró hacia delante y comenzó a reír por lo bajo, mientras se inclinaba
un poco hacia delante y se agarraba al volante. Clara la miró ceñuda:
— Ahora ¿Qué te hace tanta gracia?
La morena meneó la mano quitando importancia:
— Nada cariño ponte a ver la película.
Clara, intrigada prestó atención donde estaba mirando la ojiverde con tanto
entusiasmo, incluso siguió comiendo palomitas. En el coche de delante había
una pareja montándoselo de lo Lindo. La rubia puso los ojos en blanco y la
dio un empujón:
— ¡Ehh!
— ¿En serio Alex? ¿No puedes dejar tus perversiones para otro momento?
— Esto es un autocine, aquí o se viene a follar— señaló la pantalla, los
créditos del final estaban pasando— o a ver una mierda de película— se
encogió de hombros y ya que no voy hacer ni lo uno ni lo otro, al menos
disfruto mirando, ya sabes que eso me pone.
Clara achicó los ojos. Pues salió de nuevo a la luz su lado más cavernícola.
Se apoyó en el respaldo y se cruzó de brazos:
— Quiero ir a casa.
— Ni de coña me he visto casi todo El diario de Noa— dijo con el ceño
fruncido— ahora te toca ver zombis bonita.
— Como que la vas a estar viendo con el espectáculo de ahí.
Alex rio por lo bajo:
— Con la caña que le está dando no dura ni diez minutos— sacó el móvil—
¿Si lo grabo y lo subo a alguna página guarrilla? Ganaría pasta.
Clara le arrebató el móvil de la mano:
— ¿puedes ser seria por un día?
Alex bufó y puso los ojos en blanco:
— Vale perro del hortelano. Veré la película.
La rubia la señaló con el dedo índice toda nerviosa:
— Un momento, aquí la que decidió no hacer nada fuiste tú bonita— se
volvió a cruzar de brazos toda irritada— la historia de mi vida. Recupero mi
pérdida de memoria, me entero que mi padre sabe que me acuesto con una
mujer, no solo eso, que le pidió mi mano y como no quiere la cosa me lo
propone de verdad, para luego ponerse a ver como dos exhibicionistas se
ponen a follar.
— Que haya formalizado mi relación contigo no quiere decir que deje de
ser voyeur. Siempre se me van a ir los ojos donde hay algo de sexo— se giró
para mirar a la rubia, que estaba toda ceñuda y con esas arruguitas que se le
formaban cuando se enfadaba— sácate una teta y seguro que se me olvida
eso de no hacer nada.
— Noo— dijo irritada Clara— ahora soy yo la que no quiere nada.
— Pues veamos la película.
Dicho aquello se pusieron a ver la película. Bueno los efectos de aquella
película no eran como los actuales. Aun así, daba grima y asco, para la rubia
claro. Alex la veía encantada y comiendo. ¿Cómo podía abrirla aquello el
apetito? No tenía miedo, solo asco. No tenía miedo. Mierda sí que la estaba
entrando el miedo, poco a poco fue inclinándose hasta la ojiverde, hasta que,
llegado un momento, acabó escondiendo el rostro cada dos por tres en el
hombro de Alex. La morena de vez en cuando reía. La rodeó con el brazo por
los hombros y de vez en cuando miraba de reojo a Clara. Llegado un punto
en que cada dos por tres decía “cuidado vísceras” y la tapaba los ojos,
también cuando salía algún zombi aterrador, también la tapaba los ojos
diciendo “cuidado tetas” bueno esto último es mentira que yo recuerde no
había mujeres desnudas en esa película.
A mitad de la película la acabaron ignorando, y como si dos adolescentes se
tratasen comenzaron a bromear y algún que otro beso caía:
— Me siento como cuando fui por primera vez al cine con una chica—
dibujó media sonrisa— ¿puedo rodearte con un brazo y disimuladamente
meterte mano?
Clara rompió a reír:
— ¿Siempre estás igual?
Alex picarona se acercó al rostro de Clara e infantilmente susurró:
— Teta— Clara riendo la apartó, pero ésta se volvió a acercar y susurrar de
nuevo— teta de Clara.
— Venga dilo— decía en broma la rubia— ¡Follaar a Clara!
La morena se volvió a acercar a Clara sonriente y la acarició:
— ¡Mi querer a Clara!
Clara le devolvió la caricia y rozó sus labios con un leve beso:
— Gracias.
— ¿Por quererte? Todo es una treta para llevarte a mi cama.
La rubia esbozó una risita antes de volver a quedar seria y mirar fijamente a
Alex:
— Por hacerme de reír cuando más lo he necesitado, por quererme y estar
en mi vida— la abrazó— Sé que te vas a poner en plan— imitó la voz de
Alex— pero que ñoña te pones Clara, pero te quiero.
Patrick viajó hasta Alemania. Tenían al polizón en una vieja fábrica
abandonada en medio de la nada. Le tenían atado, amordazado y totalmente
apaleado. Orgullosamente no había soltado prenda. De un momento y en lo
que llegaban el correo a Scott estaban a salvo.
El señor Woods apareció acompañado de varios hombres, se acercó hasta
polizón y esbozó una sonrisa:
— Polizón te llaman ¿Verdad?
Quedó a escasos centímetros del chico y con el dedo índice comenzó a
hurgar las heridas del chico. Éste hacía gestos de dolor, pero no era nada
comparado con las golpizas que le habían dado hasta el momento:
— Verás— dijo limpiándose la mano con un pañuelo— Yo solía ser un
buen hombre, pero el dinero lo corrompe todo. Descubrí que tenía un lado
sádico cuando secuestraron a mi hija, bueno la que es supuestamente mi hija,
esa pequeña zorra nunca debió de existir— Polizón hacía gestos de horror—
cuando la tuvieron en cautiverio— carcajeó— la hicieron cantidad de
perrerías, me ofrecieron participar— puso expresión amenazadora— no soy
tan retorcido, soy de los que piensan que si hay césped en el campo se puede
salir a jugar, a lo que quiero llegar Polizón, es que no la toque un pelo pero sí
que miré. Si soy capaz de algo así con mi hija— se introdujo la mano en el
bolsillo interno de su americana y sacó una foto— uuuh esta es tu hermana
¿no? — Polizón comenzó a retorcerse— está sí que está bien desarrollada y
está bien buena ¿te imaginas lo que puedo hacer con ella? Y no solo yo—
miró a sus hombres— mis hombres están sedientos de amor. Así qué,
ahórrale el sufrimiento a tu hermana. Primero nos dirás todos los espías
involucrados y por último quien os contrató ¿Lo vas hacer?
Polizón con mucho pesar cerró los ojos y asintió con la cabeza. Era
consciente de que mandaba a todos al matadero, hasta a la mismísima Alex
Woods. Pero era su hermana la que corría peligro ¿qué podía hacer?
(Alex sueño)
Alex esperó a que la rubia se quedara dormida en sus brazos para apagar la
luz. Intentó no despertarla moviendo suave y con lentitud. Incluso después de
apagar la lámpara quedó durante un rato contemplándola. Escuchando como
respiraba. ¿Por qué le encantaba verla dormir? ¿Se había convertido en su
nuevo fetiche? Unos segundos, cerró los ojos unos míseros segundos. Cuando
los abrió ya no era su cama, ya no era cálido ni bonito. Estaba oscuro y
maniatada. La cabeza pesaba como plomo, mareada en plan resacon del siglo,
aun así, seguía manteniendo su cuerpo actual, a pesar de que se sentía como
una niña asustada:
— Este es tu tercer día cariño— escuchó la voz de un hombre en su oído
antes de notar como le lamían la oreja— ya sabes lo que tienes que decir.
La ojiverde reteniendo las lágrimas complació a aquel hombre:
— ¿Qué quieres que te haga?
El hombre le agarró de la mandíbula y giró su cabeza. Al otro lado de la
habitación había otro hombre. Ese si tenía un pasa montañas, pero vestía más
elegante que todos los demás, tenía unos guantes de cuero muy caros, pero
quedó fija en un detalle, en el pasador de la corbata, era dorado y tenía una
figura poco inusual, como si fuera personalizado y único:
— Tenemos visita, así que vamos a enseñarle lo que has aprendido— miró
al desconocido— ¿enserio que no quieres probarla?
El desconocido negó con la cabeza. El chico comenzó a soltar las muñecas
de Alex:
— Ha pagado una fortuna por verte en acción putita.
Se arrodilló y después de desabrocharse el botón de los vaqueros y bajarse
la bragueta, lentamente procedió a subirla la falda del vestido.
Flashback
Scott estaba en su piso jugando a Need for Speed con la PS3 e hinchándose
a birras, cuando una llamada al teléfono móvil interrumpió su sesión de vicio
Gamer. Mirando la pantallita de su Smartphone vio que era uno de sus
contactos en Europa. Pulsó el Start y dejó el mando sobre la mesa:
— ¿Qué pasa piolín? ¿Qué noticias hay por Madrid?
De fondo se escuchó los frenos de un vehículo chirriar y disparos a lo
lejos:
— Scott— se escuchó la voz nerviosa de un chico al otro lado del teléfono
— escucha, nos están dando caza a todos, alguien se ha ido de bocas.
Scott ceñudo y con el corazón a mil por hora se levantó del tirón. Corrió a
la ventana y se asomó, un vehículo ligeramente sospechoso aparcó enfrente
de su edificio y salió un par de hombres vestidos de negros. No tenían pinta
de hacer una visita cordial. Con el móvil aun en la oreja fue hasta el mueble
de la televisión, de un cajón agarró una pistola y documentación falsa:
— ¡Joder! Piolín ten cuidado.
— El primero en perder contac…
No le dio tiempo a terminar cuando la llamada se cortó, no sin antes
escucharse unos disparos más cerca. Scott maldijo de nuevo. Salió del piso y
en vez de ir hasta las escaleras, cruzó el pasillo y llamó insistentemente al
vecino. Que no tardó en abrir, por suerte para el detective privado. Antes de
que el chico se quejará, fue empujado e introducido en el piso cerrando su
puerta:
— Escúchame, Nathan— susurró mientras le tapaba la boca con la mano—
no puedes hacer ruido— el chico asintió, Scott le quitó la mano de la boca y
se asomó por la mirilla— ¡Joder! — Ya estaban en su puerta intentando
forzarla— necesito que me hagas un favor— dijo agarrándole del brazo y
llevándole al salón— va a llegar un paquete muy importante, este es mi
número, mándame un mensaje en cuanto llegue. Ahora me tengo que ir, voy
a usar las escaleras de incendios— había comenzado a sudar— si viene
alguien preguntando por mí, no me conoces— Nathan no hacía más que
asentir como un gilipollas— gracias colega eres un buen chico.
Dicho aquello se dirigió hasta la ventana que daba a las escaleras de
incendios. Justo era la parte trasera del edificio, pudiendo evadir el vehículo
que estaba en la entrada, corriendo por el callejón oscuro.
En Alemania no quedaba mucho de Polizón, entre amenazas y palizas le
sonsacaron nombre, por nombre y país por país que había algún parasito
espiando. Llegando hasta Scott, aún no había mencionado a Alex Woods e
intentaba apañárselas para no mencionar tal nombre. Hasta que uno de sus
torturadores le enseñó una grabación, habían grabado a su hermana desde la
distancia, mientras jugaba en el parque con su sobrino. Polizón, agachó la
cabeza dándose por vencido:
— Woods, Alex Woods.
— Has sido un hueso duro de roer— dijo el matón— enhorabuena salvaste
la vida a tu hermana— sacó su arma y le apuntó la cabeza— sin embargo, no
corres la misma suerte.
Patrick estaba en la zona vip de un club, bebiendo y disfrutando de la
compañía femenina que tan asquerosamente se había atrevido a pagar.
Cuando uno de sus hombres le llamó por teléfono, respondió molesto por
haberle interrumpido la diversión:
— Ahora, ¿Qué coño pasa?
— Señor— dijo dando la espalda al cadáver de Polizón— ya sabemos
quién está detrás de todo este lio.
— ¿Y a mí que me cuentas? — preguntó irritado— ya sabes lo que tienes
que hacer.
— Verás señor, creo que deberías saber de quién se trata.
Patrick puso los ojos:
— ¿Quién es?
— Su hija Alex, Señor.
Woods empujó a la chica que tenía sentada sobre sus piernas y emitiendo un
rugido se levantó:
— ¿Qué hacemos?
— Escúchame bien— dijo autoritario— de Alex me encargo yo. Todo esto
fue por el incompetente de Thaddeus Jamal. Le quiero muerto.
Capítulo 32 - Extraña sensación
En un principio la rubia dijo Sí con convicción, pero mientras observó
como la ojiverde dormía plácidamente entre sus brazos, pensó. “Pensar es
malo muchas veces”. Que a lo mejor se estaba precipitando. Habían
convivido una semana de las cuales estaban ajenas a la realidad, alejadas de
Portland, quizás debió de haber dicho que si a vivir con ella. Pero casarse, era
un paso muy importante. William se pasó un año detrás de ella
proponiéndoselo, al igual que le costó todo un año que fuera a vivir con él.
Alex consiguió que dijera si, sin pensárselo, un si para ser su esclava, si para
acostarse con ella, si para serle infiel a William, si para irse de viaje a
espaldas de su prometido, si, si y constantemente sí. A pesar de que no era
presionada, siempre sí.
Al inicio de aquel viaje Clara tenía que esperar para que Alex le diera un
poco de afecto. De nuevo en el avión, con la única diferencia de que no tenía
que esperar para una sonrisa, un abrazo o un beso. Alex se había
transformado, era más cálida y a su vez no corría el riesgo de ser rechazada si
por el contrario era la misma Clara quien se acercaba para besarla. Iban como
dos auténticas adolescentes enamoradas. Alex sentada y con Clara encima de
ella, siendo rodeada por los brazos de la morena:
— Vamos— decía suplicante Alex— déjame echarle un vistazo a ese libro
que estas escribiendo.
— No— respondía Clara con decisión— te esperas y si me lo publican te
lo compras
— Quiero ser la primera en leerlo.
Dijo quejumbrosa Alex en plan niña pequeña y poniendo morritos:
— Para que me critiques, como si lo estuviera viendo— Imitó la voz de
Alex poniéndola ruda y gesticulando exageradamente con las expresiones de
su rostro— Tu protagonista busca emoción Clara, la describes como una
ancianita, lo que quieres es que la pongan a cuatro patas y gima sin cesar, por
cierto sé que a Bob le mandó a la porra y como soy una egocéntrica de
mierda sé que la co-protagonista estará basada en mi— carraspeo con
exageración y siguió imitando a Alex— dicho esto, te lo preguntaré de forma
delicada ¿Follamos o no?
Alex rompió a carcajear antes de comenzar a poner voz pija:
— ¡Ay Alex!, eres tan cavernícola y me lo propones así me cortas el rollo
— apartó mechones de su pelo rubio para dejar su cuello expuesto y pegar
sus labios, aun imitando a la rubia— calla y bésame de una puñetera vez. Te
quiero, Alex.
Clara se giró un poco para poder acceder a los labios de la morena y
perderse en la mirada verdosa de aquella maravillosa mujer:
— Mi querer a Clara— parecía que les gustaba intercambiarse los papeles,
esbozó una sonrisa divertida— sácate una teta.
Dijo esto último emitiendo un gruñido. Alex sin dejar de perderse en aquel
azul claro, ni borrar su sonrisa, acarició la mejilla de Clara. La atrajo con
delicadeza, para fundirse con un beso lleno de sentimiento. Aquel avión
siempre había sido como un pecado para la rubia:
— ¿Hoy también me vas hacer masturbarme? — Preguntó apoyando su
cara en el hombro de la ojiverde que la miraba con tanta adoración— o ¿hoy
te toca a ti?
Alex riendo por lo bajo negó con la cabeza:
— Verás no sé por qué— dijo apoyando la mano en el muslo de Clara—
pero tengo el absurdo pensamiento de reservarme para esta noche. Podemos
emplear este tiempo para sacarnos los trapos sucios antes de dar el sí quiero.
— ¿Preguntas personales incluidas?
Preguntó emocionada Clara:
— Todas tus preguntas acaban siendo personales. A ver, que se te pasa por
la cabecita.
Clara se acomodó sobre Alex, para mirarla mejor y quedar agarradas de la
mano:
— ¿Alguna alergia?
Alex esbozó una carcajada:
— ¿Enserio? Todas las preguntas que puedes hacerme y resulta que me
haces esa
— Quiero empezar desde la más trivial.
— La única alergia que tengo es a hacienda por lo demás ninguna que yo
sepa— Esbozó media sonrisa— yo no te pregunto, sé que tienes alergia a la
piel de melocotón
Clara achicó los ojos:
— Te odio por esos detalles, solo consigues que te quiera más.
— Cuanta bipolaridad.
— Siguiente pregunta ¿Animales de compañía?
Alex hizo un mohín y negó con la cabeza:
— Los animales no me desagradan, pero bastante tengo con que Tanya
ocupe mi casa algún que otro día a la semana.
Clara frunció el ceño. Tanya era guapa, bueno en palabras mayores parecía
una jodida modelo. Y desde que le dijo que había sido su ama y luego su
tutora, no sabía si le iba a gustar que fuera a su casa, porque a fin de cuentas
ya no iba a ser solo el piso de Alex, también iba a ser de ella. Alex también
estaba buenorra y le costaba creer que en ningún momento las dos se hayan
sentido atraídas. Con lo sexual que podía llegar a ser la morena:
— Pero ¿Vas a seguir dejándola dormir en casa?
— Es mi amiga— dijo seria— ¿por qué le voy a negar que se quede en mi
casa siempre que lo necesite?
— Es que ya no solo es tu casa, ahora va a ser nuestra casa.
Clara tenía la ligera sospecha de que aquello acabaría en discusión. Sin
embargo, una sonrisa se ensanchó en el rostro de la morena, que sin quererlo
ni beberlo se lanzó a los labios de la rubia, que entre beso y beso curvó la
comisura de sus labios:
— ¿Y eso?
— ¿Tiene que haber siempre una razón para besarte? — Suspiró— pero si
el día de mañana viene Ruth necesitando un techo, yo no tendría problema en
aceptarla en casa, porque es tú amiga y la quieres. Tanya es mi amiga, es
más, como una hermana, es bienvenida a mi casa siempre que quiera. Al
igual que Olaya. ¿Algún problema con Tanya?
Clara negó con la cabeza:
— Más preguntas.
— ¿Tú no tienes ninguna?
— Prefiero ir descubriendo las respuestas con el paso del tiempo.
— Hijos ¿Te gustaría tener?
Alex siguió sonriendo, pero el brillo de sus ojos se apagó un poco:
— Si no te importa tenerlos, los querría y aceptaría como si fuesen míos.
Clara frunció el ceño:
— ¿Qué pasa? ¿Piensas usarme de incubadora? No soy una fábrica de
niños.
Alex esbozó una sonrisa nerviosa, bajó la mirada hasta su mano que se
mantenía inmóvil en el muslo de la rubia:
— Sí, creo que es un dato que debes saber antes de decir “sí quiero”— dijo
después de haberlo meditado durante unos minutos— Clara, yo no puedo…
— era algo que le costaba decir— no puedo tener hijos, pasé por una
intervención quirúrgica algo complicada.
— ¿Puedo preguntar qué clase de intervención?
Alex alzó una ceja:
— Analiza la pregunta— soltó una risita— lo acabas de hacer. Fuera
culpabilidades Clara, te responderé todo, porque lo quiero todo contigo y para
ello he de ser trasparente. Pasé por un embarazo complicado, abortaba o
moría, la matriz quedó dañada, mirándolo por otro lado me liberé de sufrir las
terribles menstruaciones.
Y de nuevo Clara sintió como si hubiera metido la pata. La dolía y mucho,
escuchar todo aquello, tanto como para sentir culpabilidad, aunque la morena
claramente pidió que no se sintiera así. Pero como bien le dijo en la
madrugada, era difícil no escuchar la voz de Emer cuando menos se lo
esperaba. Todo lo que vivió Alex, tenía que haber sido ella. Un puto
secuestro con rescate. Lo que no entendía porque con Alex fueron distintos.
Era una Woods, ¿Qué pasa? ¿Con una Price hubieran sido más
considerados?:
— Deja de hacer eso.
Dijo Alex abrazando a la rubia:
— ¿El qué?
— Te estas sintiendo culpable.
— Intento no hacerlo, pero…
— Pero nada, eso es el pasado— pasó el dedo índice por la punta de su
nariz— te quiero.
Clara curvó la comisura de sus labios y se abrazó, ocultando su rostro en el
cuello de la morena, como siempre olía tan bien:
— Yo también lo quiero todo contigo
— ¿Alguna pregunta más?
— ¿Enserio que Tanya y tú nunca?
Alex puso los ojos en blanco:
— Por Dios Clara, ¡no! — Esa vez si movió su mano para acariciar
suavemente su muslo— ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
Los dedos, índice y corazón comenzaron a moverse por el hombro de la
ojiverde, mientras ponía voz inocente:
— Y ¿con Olaya?
— Clara— dijo algo irritada— ¿te pregunto si te has liado con Ruth?
Olaya es como una hermana.
— Vale, no preguntaré más sobre las tías que te has podido enrollar—
Alex curvó una comisura de sus labios, esa preciosa media sonrisa— ¿alguna
del trabajo que deba saber?
Alex volvió a poner los ojos en blanco y gruñó:
— Clara, que te quede bien claro— juntó su rostro con el de la rubia, hasta
que las puntas de sus narices se rozaban— tú eres la única mujer a la que me
he entregado al cien por cien.
De eso era consciente la rubia, pero le gustaba escuchárselo decir. Le podía
el temor, que, quitado sus miedos a ser tocada, le diera por experimentar con
otras. Era Alex Woods, la que corrió por todo un supermercado huyendo de
una chalada porque se había tirado a todas las mujeres de su vida,
exceptuando a su madre y abuela. Y si aparecía alguien con la misma
paciencia para conocerla, en el fondo era una mujer de ensueño.
Después de estar mirándose durante unos segundos, volvieron a chocar sus
labios. De nuevo, la morena cambió su repertorio de besos. Desde por la
mañana sus besos habían sido afables, pura miel sobre sus labios, lengua
suave explorando su boca, caricias entre aquellos músculos húmedos. Pero el
beso de ese instante era fogoso, su lengua se volvió ruda penetrando en su
boca, en busca de su compañera, para batallar tan apasionadamente. La rubia
acabó a horcajadas sobre ella, a pesar de lo incomodos que eran los puñeteros
asientos. Besos llenos de fuego, aunque las manos parecían estar discordes,
paseando inocentemente por la espalda de esta:
— Clara— dijo recuperando algo de aliento— a este paso, eso de
reservarse a la noche lo mando a la mierda— esbozó una sonrisa y puso voz
jocosa— sácate una teta.
La rubia se mordió el labio mientras carcajeaba, pasó sus manos por la
nuca:
— Dilo Alex.
Ambas se miraron y rompieron a reír, antes de decir de manera
sincronizada y fingiendo rudeza:
— Follaaaar a Clara.
— Follaaaar a Clara.
Era temprano, pero debían irse preparando y pillar buen lugar para el
festival de Rock. Olaya estaba esperando en la puerta de su casa dentro de su
coche. No sabía por qué, pero mientras esperaba a que la morena saliera, se
llevó la palma de la mano a su boca expulsando aliento para olerlo y verificar
que no le apestase. Maldijo, porque ella no hacia esas cosas, no se esforzaba
por ir detrás de las chicas, eran ellas quienes la perseguían. Pero Ruth estaba
rompiendo todos los esquemas. Inteligente, alegre, divertida y viendo como
salía de su portal, joder, tremendamente atractiva. Tenía una camiseta de los
Scorpions que dejaba ver su ombligo, unos pantalones vaqueros ajustados
con agujeros en las rodillas, el pelo suelto, sujeto por unas gafas de sol y
botas militares. En su espalda llevaba una mochila y una bolsa con la tienda
de campaña. Ambas quedaron que una pondría sacos de dormir, tienda de
campaña y la otra pondría, bebida y comida. Total, que Olaya quedó
boquiabierta.
La morena metió todas las cosas en el maletero y montó rápido en el coche:
— ¡Buenos días! — siempre tan enérgica— O. estoy tan excitada me sudan
hasta las cejas, ¿Tú estás igual?
— ¿De excitación? Si.
Dijo mientras encendía el coche, claro que Ruth lo decía en plan de
emoción y Olaya lo decía, porque en cuanto tenía a la de los ojos castaños
cerca se le encendía el termo tanque:
— Este es el plan, me interesan My Chemical romance, system of a Down y
Disturbed
— Lo vas a dar todo.
Dijo Olaya esbozando una sonrisa:
— Ya te digo— dijo poniendo cara picarona, introdujo la mano en el
bolsillo y sacó un par de condones— Festival de Rock, sexo asegurado.
En ese instante la ojiverde apretó fuertemente el volante. ¿De verdad? Iban
a ir juntas a un puto festival y tenía pensado ir de ligoteo, ¡encima con tíos!.
Eso le pasaba por fijarse en una bisexual:
— ¿No tienes una sensación extraña?
Preguntó ladeando la cabeza y pensativa. Sacó el móvil y miró si tenía
llamadas perdidas o mensajes. Hacía días que no hablaba con Clara. Dio por
hecho que lo habían arreglado, porque de lo contrario ya habría recibido un
SOS:
— ¿Cómo qué?
Siguió cuestionando Olaya con amargura:
— Siento como si estuviera pasando algo o va a pasar algo que deba saber
— miró ceñuda a Olaya— ¿has hablado con Alex?
— Si te preocupa tu amiga…
Era de entender que desconfiase de Alex:
— No digo que sea una sensación mala, si no, una no sabría decirte…—
miró el móvil— y ¿si llamo a Clara?
— No— negó con decisión— es su ultimó día juntas Ruth, no jodas,
seguro que estarán dándose azotes— esbozó una carcajada— conociendo a
Alex, tu amiga regresará más relajada, tardará un año en acumular estrés.
Ruth achicó los ojos:
— Vaya, como la pintas ¿tan buena es en la cama? Y ¿Cómo lo sabes? ¿Es
que la folladora bipolar y tu…?
Olaya hizo un mohín de asco:
— Por Dios, es como una hermana para mí.
Flashback
Las autoridades detuvieron a los padres de Olaya cuando tan solo tenía
doce años. A su padre por posesión de drogas y a su madre por prostituir a
una menor. Desde que tenía uso de razón, la vida de la ojiverde nunca había
sido como la de una niña normal. Nunca tuvo derecho a conocer la
inocencia. Cuando quedó en manos de la justicia y los servicios sociales un
especialista dictaminó que debía ser tratada en un centro psiquiátrico donde
recibiría apoyo y compartiría con gente que había vivido lo mismo. La cosa
es que Olaya pasaba y prefería guardar silencio.
Cuando llegó al centro la llevaron hasta la habitación donde la tocaría
dormir. En su fuero interno deseaba que le tocara una habitación sola, pero
tuvo la mala suerte de que le tocó junto a una muchacha que ni se atrevió a
mirarla cuando entro. Estaba sentada sobre una de las camas, apoyada en el
cabecero de la cama, estaba vestida con el pijama del centro y en sus manos
tenía un libro, la recién llegada giró la cabeza a un lado:
— Edgar Allan Poe— frunció el ceño— ¿no eres muy joven para un autor
como ese?
La chica no levantó la vista del libro:
— ¿No eres muy joven para conocer a Edgar Allan Poe? — Negó con la
cabeza, totalmente seria— Cuando un loco parece completamente sensato, es
el momento de ponerle la camisa de fuerza— Alzó la mirada en ese instante,
ojos verdes como ella— pareces muy cuerda para el sitio donde estás ahora
mismo.
— Lo mismo se puede decir de ti.
Dijo Olaya que aún permanecía de pie con sus pertenencias en las manos.
La otra chica cerró el libro y lo dejó a su lado, para prestarla más atención,
aun sin moverse de su cama:
— Puedes sentarte en tu cama que no te voy a comer.
La recién llegada fue hasta su cama, tiró sus cosas y la ropa que le dieron
para que se cambiara y se sentó:
— No busco ser tu amiga.
Dijo Olaya con tono borde, la otra chica se encogió de hombros con cierta
indiferencia:
— Tampoco pretendo que lo seas.
— Tú también pareces muy cuerda para estar aquí.
Siguió comentando:
— Tengo doce años y estoy leyendo a Allan Poe, demasiado morbo con la
muerte para mi edad, niña.
Se levantó por fin y se acercó hasta Olaya, joder que mirada más intensa,
se acercó tanto hasta quedar a centímetros:
— Oye— dijo incomoda Olaya— ¿Qué haces?
— Puedo verlo en tu cara, tú también eres una niña mala.
— ¿Niña mala?
— Que tienes pinta de ser puta.
Lo dijo así sin más. Toda la frialdad con la que hablaban se esfumó. Y sin
previo aviso Olaya se lanzó sobre la otra chica para tirarla de los pelos:
— Retira eso maldita zorra.
Gritaba Olaya que en un principio parecía estar ganando, pero en un
momento se vio contra el suelo y recibiendo ostias por parte de la otra. No
tardaron en aparecer los encargados de esa planta para separarlas:
— Alex otra vez no.
Decía una de las mujeres mientras tiraba de ella. El otro sostenía
fuertemente a Olaya que miraba con fiereza a Alex:
— No la quiero como compañera
Gritaba mientras peleaba con la enfermera:
— Será mejor que os tranquilicéis— dijo el celador— ya no quedan más
habitaciones ni camas vacías.
La primera que fue soltada fue Olaya, que se dirigió hasta su cama de
mala leche mientras se recolocaba el pelo:
— Me ha llamado puta— dijo a pleno grito— quizás aquí la única puta sea
ella.
Dijo señalándola. Alex comenzó a reír, con temor la soltaron. De nuevo
regresó a su posición inicial, agarró el libro y lo Abrió, no sin antes añadir
una última cosa, que descuadró por completo a Olaya:
— Nací para ser una niña mala— se encogió de hombros— nunca lo voy a
negar.
Fin del Flashback
Al llegar a Las Vegas ambas se separaron para vestirse. A Alex le daba un
tanto lo mismo, directamente se puso uno de sus trajes que se ponían en la
oficina. Clara, miró su repertorio de vestidos, todos coloridos, floreados, por
suerte tenía uno blanco. Al menos eso, casarse de blanco. Era romántico
casarse en clandestinidad, pero echaba en falta a una madre que la peinase y
la sonriese, a una amiga que la sostuviera de su mano y la diera ánimos,
mientras que saltaban juntas pegando brincos como histéricas.
Miró la hora, quedaba poco para reencontrarse en la capilla. Estaba bien
ese sitio, se intentaba convencer, podían elegir temáticas. La típica vestidos
de Elvis Presley. Se sentó, sentía que se quedaba sin aire… mierda, sentía no,
prácticamente se estaba quedando sin aire y comenzando a hiperventilar.
Agarró el móvil y ya que no podía enviar el mensaje SOS, hizo la llamada
SOS:
— Ya decía yo que estaba pasando algo hoy.
Respondió la voz de Ruth, a lo lejos se escuchaba música heavy. Clara,
comenzó a hablar mientras hiperventilaba:
— Ruth— cogía y soltaba aire rápido— Estoy— hiperventilación— en las
— mano al pecho, se iba a desmayar— las Vegas.
— Eh, eh — dijo preocupada Ruth— tranquilízate y dime que haces en
Las Vegas.
— Alex— sin aire— yo— agarró una bolsa y se lo llevó a la boca—
casarnos.
— ¿Qué? Dios mio Clara, me estás diciendo que te has casado.
— No— tomo aire soltó aire— me voy a casar ahora, o me iba a casar—
comenzó a llorar histérica— no sé qué hacer me ha entrado el cánguele.
— Relaja pezones— intentaba calmar Ruth— ¿Cómo llegaste a la
conclusión de hacer esa locura? Joder que polvos debe de echar para acabar
en Las Vegas.
— RUTH.
Gritó Clara, aun con la respiración acelerada:
— A ver, pero cuando aceptaste lo hiciste ¿por qué te sentiste presionada
o algo? ¿Te ha obligado?
— NO— se tapó la cara— nunca me ha obligado a nada, es más la
primera vez que me lo propuso me negué y lo respetó, luego fui yo quien dijo
de venir a Las Vegas.
— ¿Entonces?
— Me ha entrado la inseguridad— se levantó y comenzó a caminar de un
lado para el otro— y si nos vamos a vivir juntas y no estamos echas la una
para la otra, o si ocurre todo lo contrario me enamoro todavía más de ella y
llega a la conclusión que no me quiere y se va con otra.
— A ver Clara, ¿quieres a Alex?
— Si.
— Mira si te sientes insegura creo que debes hablarlo con ella y si no,
pues te casas y si la cosa no funciona pues para algo el diablo inventó a los
abogados. Hagas lo que hagas te apoyaré.
Clara se llevó la mano a la boca y comenzó a morderse las uñas:
— Y si hago la de Julia Roberts— se asomó por la ventana— creo que
hay un caballo fuera puedo darme a la fuga, salvo que aún no me he puesto el
vestido.
— ESO SI QUE NO— regañó su amiga— tan poco puedes hacerla eso,
imagina que eres tú la que se queda esperando Clara, por Dios.
— Vale, vale.
Alex comenzó a caminar de un lado para el otro, quedaba nada para que les
llegara el turno de casarse, pero nada de que Clara aparecía. La chica era muy
coqueta y lo achacó de que se estaría acicalando y todas esas cosas. De vez
en cuando miraba a la entrada, esperando a que la imagen de su rubia
apareciese.
El turno llegó, el pastor miró a la ojiverde, ésta le aseguró que Clara
aparecería. Cinco minutos, diez minutos y esa seguridad se fue desplomando.
Llegado el momento agachó la cabeza, guardó las manos al bolsillo y negó
con la cabeza al pastor. Para que diera paso a la siguiente pareja.
Fue hasta el banco y con el corazón totalmente destrozado, procedió llamar
a una de las personas que realmente confiaba en su vida:
— Eh Alex— contestó la voz de su amiga algo tomada— te estás
perdiendo el festival más brutal en el que he estado.
— Olaya recuérdame— dijo con amargor Alex— ¿por qué llegamos a la
conclusión de que no nos enamoraríamos nunca?
Olaya gruñó y siguió hablando toda borracha:
— Porque te puede salir bisexual y largarse con el primer cachas en un
festival al que la has invitado.
Alex rio para sus adentros de forma irónica:
— ¡Oh te diga casémonos en Las Vegas y a la primera de cambio te deje
plantada en el altar!
— Uuuh— dijo Olaya ya más seria— de acuerdo tú ganas, cuéntame qué ha
pasado.
Capítulo 33 - Love me Tender
Si Scott consiguió escapar a tiempo, eso no agradó a Patrick que optó por
arreglar unas cosas en Europa antes de regresar a Portland. Cuando decidió
entrar a colaborar con la mafia era un inexperto, lo cierto es que comenzó
cuando secuestraron a su “hija” conociendo a esos mini cabecillas de tres al
cuarto que se dedicaban a la trata de blancas. Desde entonces comenzó desde
lo más bajo. Pasando por todos los negocios, carreras ilegales, peleas ilegales,
trata de blancas, venta de armas hasta trata de blancas. Sus proveedores
siempre fueron un buen medio de transporte y más si había policías corruptos
a los que comprar su silencio con una buena cantidad de dinero y privilegios.
Gracias a ellos supo que estaban investigando su negocio, por ello decidió
usar a su “queridísima hija”.
Woods no era estúpido. Si Alex había decidido investigar por su cuenta
todos los negocios que había detrás de su empresa, estaba claro que el tal
Scott intentaría ponerse en contacto con ella. Por esa razón pidió que dejaran
de buscarlo para prestar toda su atención en ella. En algún momento el
detective privado asomaría la cabeza, dos pájaros de un tiro.
Así que tenían un coche vigilando la puerta del piso de su hija las 24
horas, no solo aquello, que dispuso de buenos hackers capaces de pinchar su
teléfono móvil:
— Fue ella la que quiso venir a Las Vegas O.
Los hombres de Patrick se miraron expectantes, aquello era peor que un
programa de salsa rosa. Vaya con la hija del señor Woods, en las vegas a
punto de casarse con una mujer, el más delgaducho y alto rompió a reír antes
de comentar:
— Oh que no la deje plantada— tenía unas patatas fritas encima de la
mesa— al menos que el poco tiempo que la queda de vida disfrute ¿no?
El otro que era más feo si cabe y gordo le dio un manotazo en su zarpa,
para agarrar un par de patatas, también estaba intrigado:
— ¿Quién será esa tal Clara? — esbozó una carcajada divertida— en
cuanto lo sepa el jefe. Va a dejar a una viuda, si aparece claro.
— Sexo lésbico— dijo el delgaducho riendo a lo pervertido— vi una foto
de Alex, está toda macizorra. ¿Crees que estaremos presentes cuando la
eliminen?
La amiga de la señorita Woods, ya hablaba más seriamente, pero se notaba
claramente que estaba beoda:
— Bueno ya sabes lo coqueta que puede llegar a ser— intentaba
tranquilizar— a lo mejor se está demorando porque quiere estar guapa para
ti.
— No— dijo tristemente Alex— he sido una autentica gilipollas Olaya, le
he confiado la mayoría de mis secretos, me he abierto a ella, para luego
¿qué? — Puso voz pija— vayámonos a Las Vegas y casémonos— se le
escuchó la voz rota— es Clara Price, siempre con su doble filo. Igual cuando
éramos pequeñas, dando puñaladas traperas cuando una menos se lo espera.
Olaya emitió un gruñido:
— Alex, punto uno, ella no sabía que estabas escuchando, punto dos,
estaba un poco aturdida aquel día, piensa que perdió la memoria. Punto tres,
ya no sois unas niñas como entonces y punto cuatro, si ella ha sido la que ha
decidido que os caséis será por algo ¿No? Ten paciencia seguro que
aparece.
Los tíos que escuchaban se volvieron a mirar ceñudos:
— Clara Price.
Repitió uno, el otro puso expresión divertido:
— Esa es la hija del ricachón Price. Joder, vaya con la elite de la alta clase
social— se llevó las dos patatas que quedaban a la boca— mi hermana se
leyó su libro, vi una foto suya, otra que está tremenda. Joder, quiero pinchar
la cámara del móvil y ver como se lo montan.
El gordo le dio un fuerte cocotazo:
— Concéntrate pervertido, nuestra misión es impedir que contacte con el
Scott ese.
— ¿Sabes qué O.? Mejor te dejo que te lo pases bien en ese festival.
— Lo cierto es que lo estoy pasando como el culo— ahora era la otra quien
comenzó a desahogarse— Invité a Ruth al festival para ver si podía remontar
mi última cagada
— ¿Qué hiciste?
— No te enfades— pidió poniendo voz inocente— pero le dije que eras
Vesta
— ¿Qué hiciste qué? — Sonó en un principio con enfado— bueno, Clara
ya lo sabe.
— Pues en un principio bien, pero luego acabó pirándose con un tío
Esto último lo dijo con amargor:
— Entiendo.
— Alex, que somos nosotras las que no nos enamoramos ni vamos detrás
de nadie, aparecen un par de pijas y…
— ¿Disculpa?
Se escuchó la voz de Ruth de fondo algo molesta:
— ¡Oh, oh Alex te tengo que colgar!
Los dos hombres de Patrick rompieron a carcajear:
— Pues me da que esa no remonta nada.
Olaya estaba apartada del barullo hablando por teléfono intentando
consolar a su amiga y a su vez desahogarse. Estaba enfadada, era obvio que
la tomase con Ruth y Clara no se quedaba atrás, dejar a su amiga plantada.
Joder que era Alex la que había llegado a coleccionar bragas, tangas y llenado
dos cajones y cada uno de ellas de una dueña distinta, la que había roto
corazones, eso no se hacía. Estaba en su derecho a enfadarse:
— Ruth no empieces a discutir— dijo algo irritada— ¿te ha llamado
Clara?
— Y ya veo que te ha llamado Alex.
— ¿Vas a justificar a Clara por dejarla plantada?
Ruth se cruzó de brazos. Lo cierto es que fue en busca de Olaya porque se
había dado cuenta de que quería estar con ella, prácticamente dejó plantado al
tío con el que se fue porque no se vio capaz de hacer nada. ¿Y que se
encuentra? Que la estaba poniendo verde y no solo a ella, si no que su amiga
Clara también:
— No es justificación, pero entiende que Alex tampoco es de fiar ¿Quién
dice que luego no se va a ir con nadie más?
Olaya cerró los puños y gruñó de irritabilidad:
— Alex haría todo por proteger a Clara, pero claro eres tan superficial que
no das la oportunidad de ver en el interior de nadie. ¿Quién eres tú para
criticar a Alex? — Se acercó hasta encarar a Ruth, su lengua resbalaba de
pura cogorza— eres peor, nosotras al menos vamos con la verdad por
delante, pero si de una cosa estoy segura es que cuando queremos lo hacemos
de verdad, tanto como para que mi amiga acabe cometiendo la locura de
llevar a Clara a las putas Vegas para casarse, y yo, traer a una bisexual
promiscua a ver a sus grupos favoritos para que luego se vaya con un tío que
ni se sabe su nombre.
Vale eso tenía que digerirlo, Olaya acababa de confesarle que la quería, eso
era muy fuerte, nunca nadie en su puñetera vida había conseguido callarla.
Pero prácticamente le había cerrado su boca:
— ¿Me acabas de confesar que me quieres?
Dijo con un hilo de voz. Olaya carraspeo y puso ojos como órbita. Mierda
ella nunca había hecho eso. Se sentía extraña y como una tonta, decirle eso a
una persona que solo la quería solo para acostarse, al menos en un principio.
Incomoda intentó hacerse la longuis:
— Si bueno, quiero decir, que te quiero— poco a poco Ruth se la fue
acercando— te quiero follar, si eso es, quería decirte eso.
Ruth dibujó una sonrisa y alzó una sonrisa hasta que quedó a escasos
centímetros de la ojiverde:
— ¿Estás segura de que quieres decirme eso? Porque sinceramente cuando
te pusiste a hablar con la pelirroja de antes sentí un poco de celo.
— ¿Sí?
La amiga de Clara y alzó la mano derecha haciendo el gesto pequeñito con
el dedo índice y dedo gordo, antes de pasar la mano izquierda por la nuca de
Olaya para atraerla y fundirse en un beso.
Clara estaba con los nervios a flor de piel. Lo único que pensaba era
“mierda, mierda, mierda” después de hiperventilar, de estar en shock y salir
de él, se vistió y echó a correr, corría y corría, sin saber muy bien dónde. Eso
era las putas Vegas, se encontró a un tío vestido de Elvis con una guitarra en
la espalda:
— Disculpa.
Le paró la rubia, éste la miró extrañado. Parecía algo enloquecida y sudaba
lo que no estaba escrito:
— Tengo mucho dinero, ¿me puedes hacer un favor?
El tío asintió después de meditarlo. Clara aun con el corazón aporreando su
pecho después de correr tanto:
— Genial, vámonos.
Correr y correr, tenía la sensación de estar en una dimensión. Se sentía
como el culo. Había dejado plantada a la que posiblemente era el amor de su
vida. Iban por un pasillo, el imitador de Elvis pensaba que estaba siguiendo a
una loca, pero le había prometido dinero y eso era de lo más tentador. De
nuevo vio que paró a otro tío, también vestido de Elvis. Parecía que iba
coleccionando Elvis Presley por todo el camino. En un principio negó con la
cabeza, pero luego, después de que fuese insistente la chica con el acabó
asintiendo y dándose la vuelta. Clara se giró para mirarle:
— Quiero Love me Tender, ¿te la sabes no?
— Por favor señorita— dijo con voz de obviedad— soy un imitador de Elvis
Presley me sé todas sus canciones.
Alex se guardó el móvil en el bolsillo. Y sacó otra cajita. Como la ojiverde
tenía tiempo suficiente pasó por una joyería. Si se casaban necesitaban anillos
para la ocasión. No unos que representasen a la ama y a la esclava. Unos que
representasen a Alex y a Clara. Esbozó esa sonrisa nerviosa que solía hacer
seguidamente de la expresión afligida, se retiró una lágrima traicionera. Hacía
un par de minutos que la habían dejado sola en aquel lugar. Hasta que de
nuevo pasó el pastor con la biblia en la mano:
— Parece ser que aún me queda otra pareja por casar.
En lo que llevaba ahí la morena vio a tres parejas casarse a lo loco. El
primero sintió rabia, a la segunda más rabia y a la tercera gritó “cuanto os
compadezco el amor es una puta mierda”:
— Pues les doy tres semanas— dijo Alex con amargura— es lo que tardan en
romperte el puto corazón.
A su espalda se comenzó a escuchar unos acordes de guitarra, giró la
cabeza y se encontró a un imitador de Elvis Presley que empezaba a cantar
Love me Tender. Genial unos ñoños, pensó a su lado pasó el Elvis. Esperaba
ver a la parejita feliz o la parejita borracha feliz. Pero no, alzó una ceja y se
giró para ver quien cometía aquel error e casarse.
Se quedó sin aliento cuando conectó con aquel color azul intensó. No solo
eso, parecía un ángel caído del mismísimo cielo, con aquel vestido blanco y
sus cabellos sueltos. Con el corazón a mil fue levantándose, agarrada al
banco porque sentía que se desplomaría. Los labios de Clara se curvaron.
Lentamente se fue acercando a la morena, que inevitablemente acabó
sonriendo bobalicona. Se reencontraron en medio del camino, la rubia tendió
la mano a Alex, que Respondió entrelazando sus dedos y apretando
fuertemente. A la sintonía de Love me Tender, sin dejar de mirarse siguieron
el camino hasta llegar al altar:
— ¿Sigues pensando que el amor es una puta mierda?
Susurró el pastor a la morena antes de empezar con la ceremonia. Durante
unos segundos Alex le miró con el ceño fruncido. Pero enseguida volvió a
perderse en el azul de Clara. Escuchaban al imitador cantar, no. Al pastor
hablar, tampoco:
— Por Dios— dijo desesperada ya— dígame que puedo besarla ya.
Clara esbozó una carcajada. El pastor cerró el libro:
— Por el poder que me ha concedido el estado de nevada os declaro pareja
de hecho— alzó la mano— puede besar a la novia. Las espero en el despacho
para la firma de papeles.
La rubia sintió como la ojiverde tiró fuertemente de ella y chocar sus
labios, aferrándose en un fuerte abrazo, como si en ello pudieran fundirse en
un único ser. El pastor negó con la cabeza riendo para sus adentros, se acercó
al otro Elvis y ambos las dejaron solas:
— Colega, veo muchas parejas pasar por aquí tan ciegas de alcohol que
cometen el error de casarse, no duran ni 24 h. — el otro asintió siguiéndole—
pero como experto te aseguro que esas dos sí que están ciegas, pero de amor.
Las chicas estuvieron perdiéndose entre besos húmedos durante un buen
momento. Aquel momento era como estar en el cielo. ¿Se podía sentir tanta
felicidad? Alex separó durante unos segundos sus labios para girar su rostro y
fundirse otro beso. Era lo único que quería, besarla una y otra vez:
— Creía que…
Dijo Alex juntando la frente con la de Clara, casi sin aire a la vez que una
lágrima, esta vez de felicidad caía por su mejilla. La ojiazul alzó su mano
para retirarla con el dedo gordo:
— Lo se— dijo con un hilo de voz— lo siento durante un momento sentí
pánico, me entraron dudas, pero te quiero Alex, no imaginas tanto.
— Me he aferrado tanto al dolor, Clara— la abrazó y apoyó sus labios en
el hombro de la rubia— No quiero perder más tiempo con lamentaciones,
quiero comenzar a vivir— curvo la comisura de sus labios y volvió a mirar a
la rubia fijamente— contigo, siempre.
Patrick estaba reunido con los grandes de la mafia, el capo que dirigía todo
el cotarro así lo había determinado. Todos estaban sentados alrededor de una
mesa larga presidenciada por Jonny. Que no parecía estar muy contento. Las
autoridades estaban metiendo las narices demasiado en sus negocios por
culpa del señor Woods:
— Verá señor Woods— dijo Jonny mientras jugaba con su copa— ya
sabes cómo va nuestro contrato. Las autoridades están husmeando mucho mis
negocios— dio un fuerte golpe en la mesa— se supone que tenía un chivo
expiatorio ¿Qué coño ha pasado? Que se ha enterado y ahora su cabeza de
turco puede joderme— Sacó una pistola— como verás no puedo permitirlo,
ha sido un placer trabajar contigo.
Jonny alzó la pistola en dirección a Patrick Woods, pero antes de que
apretase el gatillo recibió cuatro balazos. Todos los demás jefazos quisieron
sacar sus armas, pero sus hombres que estaban detrás la apuntaron a la
cabeza:
— Veréis caballeros, el juego ha cambiado— dijo mirando sus uñas— sus
hombres trabajan ahora para mí, tenéis dos opciones, trabajar para mí— se
levantó de su sitio, quitó el cadáver de Jonny de su silla presidencial y se
sentó— o recibir un balazo en la cabeza ahora mismo.
Todos los jefazos se miraron y poco a poco todos fueron sacando sus
manos y colocándolas encima de la mesa:
— A sus órdenes señor Woods.
Scott estaba a punto de girar a la calle donde vivía Alex cuando tuvo que
quedar pegado contra la esquina, asomó la cabeza para mirar de reojo.
Estaban vigilando el edificio donde vivía la chica. Maldijo en su fuero
interno, quería llamarla, pero no quería arriesgarse. Tenía que verla en
persona o pillar algún medio de comunicación sin ser interceptado por el
señor Woods. Tenía que ser avisada. Le llegó un mensaje al móvil, mientras
se retiraba los sudores con una mano, lo leyó. Era su vecino, diciendo que su
paquete había llegado. Que majo el chico. No podía volver a su casa, así que
le pidió que lo llevara hasta la estación, se reencontrarían ahí. Miró de nuevo
al vehículo sospechoso, maldijo y se giró para marcharse de nuevo.
Finigan y Taylor estaban en un bar tomándose algo. Lo cierto es que la
investigación estaba paralizada, ya que el supuesto socio de Alex no pudo
acceder a su despacho porque Helena era una secretaria dura de roer. Pidió
los documentos del último año, pero Alex se los llevó:
— Es una puta investigación fácil Taylor— dijo quejumbroso Finigan—
un puto documento que señale a Alex como la culpable joder.
Taylor terminó de beber su copa y miró de nuevo a su compañero.
Totalmente ceñuda. Ella le conocía lo suficiente como para saber que Finigan
iba a por Alex por algo personal. No creía que fuera la culpable, pero eso se
la sudaba estaba claro. Pues, aunque la morena, se había sentido atraída por la
señorita Woods sabía separar el trabajo de su vida personal:
— Sabes perfectamente que el culpable es el padre.
— ¿Cómo lo sabes tú?
— Joder Finigan, blanco y en botella leche— le dio una fuerte colleja—
estás enchochado con Clara Price y la quieres para ti, eres capaz de joder la
puta investigación solo para follarte a esa rubia.
Finigan miró fulminante a su compañera:
— ¿Por quién me has tomado?
— Por alguien que piensa con el pene— negó con la cabeza— no te
mereces esa placa.
El agente iba a responder cuando ambos móviles sonaron. Para sorpresa
de ambos, el ejecutivo Jamal encargado de llevar las cuentas había sido
asesinado. Todo apuntaba a un atraco. Terminaron sus copas y se dirigieron
hasta el lugar del crimen.
Los de laboratorio ya habían acordonado la zona, y pululaban por la
escena recogiendo todas clases de evidencias. La forense, estaba agachada
mirando por encima el cadáver cuando los vio llegar:
— No hace falta que preguntéis— la forense tenía una pinta muy nerd,
con su uniforme de laboratorio y sus gafas culo de vaso— trataron de
aparentar un robo, pero fueron de lo más torpes— señaló las fosas nasales de
la nariz con la punta del bolígrafo para no tocar el cadáver— ¿veis esas
manchas? Cloroformo.
— Pero parece que se haya resistido— dijo Taylor mirando la posición del
cadáver— por la forma en la que esta tendido y por el balazo.
La forense negó con la cabeza:
— Si hubiera recibido el balazo de pie la salpicadura de sangre estaría a esa
dirección— dijo apuntando a un lado de las paredes— pero estaba en el suelo
— apuntó al techo— veis las manchas en el techo.
Finigan alzó una ceja y miró a su compañera:
— Alex Woods le visitó la última semana solicitando todos los
documentos del último año— señaló al cadáver— y al poco tiempo Jamal
aparece muerto. Mírame ¿por qué Patrick Woods iba a matar a su empleado?
Si ni si quiera está en América. Lleva sin pasar por la empresa semanas.
Taylor no podía rebatir aquello. Jamal había sido asesinado y como bien
había dicho Finigan, Patrick no estuvo en contacto con Jamal en las últimas
semanas. Agachó la cabeza y suspiró:
— Conseguiré una orden de registro y mandaré un equipo al piso de Alex.
Tú, vete y trata de que no te descubran.
Firmaron los papeles que las declaraban como pareja de hecho. Fueron a
cenar por primera vez como mujer y mujer, pasearon por la ciudad plagada de
luces, vieron un espectáculo de Drag Queen cantando I Will Survive. Al día
siguiente regresaban a Portland así que disfrutaban al máximo de esa mini
Luna de miel:
— ¿Clara Price Woods?
Preguntó la rubia ya de camino a la habitación del hotel:
— Puedes conservar tus apellidos— dijo Alex mientras caminaban
agarradas de la mano— Desde luego Alex Price Woods no me pega nada.
— Todo es costumbre— se soltaron de la mano para abrir la puerta de la
habitación— imagina que hubieras sido una Price, habrías crecido toda tu
vida escuchando Alex Price te parecería de lo más normal.
Alex abrió la puerta e hizo una mueca de desagrado:
— Punto uno ¿intentas convencerme para que adopte tu apellido? —
esbozó una sonrisa pícara, acercó a Clara con un leve gruñido— punto dos, si
hubiera sido una Price habría sido tu hermana y no podría hacer esto.
Se inclinó para besarla con ternura y tal como hizo el día en el garaje la
alzó en brazos para meterla en la habitación del hotel. Directas a la cama, casi
sin despegar sus labios. Gimiéndose en sus bocas. Sinceramente la rubia
estaba como un flan, la embargaban cantidad de sentimientos y sensaciones.
Se acababa de casar con Alex Woods. Que estaba siendo de lo más dulce, la
tendió sobre la cama con delicadeza y parecía no tener prisa por desnudarla.
Era como si quisiera disfrutar de sus labios hasta que quedaran desgastados.
La primera en tomar la iniciativa fue Clara, que quitó despacio la americana
de la ojiverde:
— Hubiéramos sido unas enfermas si hiciéramos esto siendo hermanas.
Dijo Clara riendo a la vez que sus dedos agiles desabrochaba la camisa de
Alex. La morena curvó la comisura de sus labios y fue descendiendo hasta su
cuello, provocando un suspiro por parte de la rubia:
— Ya estoy enferma Clara— dijo mientras acariciaba su muslo y la subía
subiendo el vestido— eres mi enfermedad, eres mi cura, eres el rayo de sol
que me ilumina en la oscuridad.
Todo se lo decía llenándola de caricias y besos. Clara gimió y rodó hasta
quedar encima de Alex y mirarla a los ojos:
— ¿No estás enfadada? ¿Por hacerte pensar que te plantaba?
La mano de la morena agarró a la de Clara y se la puso en su pecho,
mirando con adoración, sintiendo una felicidad infinita. Estaba acostumbrada
a la intensidad del dolor, pero el del amor, llegaba hasta doler, de sus ojos
verdes volvieron a brotar lágrimas:
— Apareciste Clara, apareciste y comencé a volar— amplió su sonrisa—
no te mentí cuando te dije que me tranquilizas, te miro y soy feliz. Feliz
Clara, nunca pensé que podría sentirme así. Te quiero a ti, a tu inocencia, a tu
capacidad de amar— la aferró las mejillas— ¿Quién en su sano juicio se
enamora de un ser tan despreciable como lo era yo? Un ser que te hizo sentir
como un objeto, que te gritaba y…
Alex agachó la cabeza y retiró la mirada. Clara se dejó caer para abrazarla:
— No estoy libre de pecado, yo también te gritaba y te juzgaba, supongo
que también te usaba.
Las manos de Alex comenzaron a vagar por la espalda de Clara, hasta dar
con la cremallera y con cuidado fue abriéndola:
— Te vi— dijo mientras sentía su caliente piel sobre las palmas de sus
manos— Tenías una firma de libros en una librería.
— ¿Por qué no me dijiste nada?
Preguntó la rubia, mientras comenzaba a acariciar con la punta de la nariz
el cuello de la morena. Que volvió a rodar para quedar encima de Clara y
dejar que la terminara de quitar la camisa:
— Llevé un libro para que me lo firmaras.
Clara puso los ojos como órbita:
— No me digas que te lo firmé y no te reconocí.
Alex negó con la cabeza, mientras que le quitaba los tirantes del vestido
blanco:
— Nunca llegué a entrar.
Clara también seguía desnudando a la morena desabrochándola el
sujetador:
— ¿Por qué?
— Ya estabas prometida con William.
Susurró acariciándola los labios, mirando su Lunar. Clara tragó saliva y la
volvió a atraer para retomar los besos. Esa noche no habría juegos eróticos,
no habría maleta de juguetes, ni palabras obscenas ni si quiera prisas. La
morena la terminó de desnudarla con delicadeza y a su vez ésta dejó que la
desnudara Clara. Entre caricias y besos querían demostrarse cuanto sentían:
— Tengo la certeza de que le hubiera dejado igualmente si me lo hubieras
pedido.
Alex estaba tumbada encima de Clara, curvó la comisura de sus labios,
agarró las manos de la rubia y las puso encima de sus cabezas, entrelazando
los dedos:
— Me arrepiento de no haber entrado.
— Me arrepiento de no acercarme a ti en el Starbucks.
Flashback
Clara había tenido una discusión fuerte con William, necesitaba hablar
con alguien y mandó su famosa S.O.S a su amiga Ruth. Que la propuso
rápidamente irse de fiesta, pero obvio que la rubia no tenía ganas para tal
cosa, así que, a regañadientes, Ruth aceptó salir a pasear por el centro
comercial. Estuvieron de tiendas:
— Aj— dijo una Ruth ojerosa— necesito un café— agarró el brazo de
Clara— No sé por qué estas con William, hacías mejor pareja con Finigan.
— Finigan se quedó en Inglaterra.
Ruth esbozó una sonrisa picarona:
— Vaya, ese tono es de resquemor— guiñó un ojo— seguro que si volviera a
tu vida mandarías a la mierda a William.
Clara había perdido el hilo de la conversación en el instante en que se fijó
en una morena, entando en el Starbucks, no estaba sola, iba acompañada de
otra chica atractiva. No sabía por qué, pero tenía la sensación de haberla
visto antes:
— Vamos a tomar un café.
Propuso la ojiazul:
— Sí, gracias.
Resulta que ese centro comercial pillaba cerca de la empresa Woods.
Ambas entraron al Starbucks y se pusieron a la cola. Las dos chicas estaban
a punto de ser atendidas. Fue cuando se fijó en el color verdoso de sus ojos.
Maldijo porque sabía que la había visto ya esos ojos. Lo supo en el instante
en que la dependienta pronunció su nombre:
— Buenas señorita Woods ¿le pongo lo de siempre?
Alex Woods, el corazón de Clara dio un vuelco. Habían pasado muchos
años. Recordó lo irritante que era, recordó que siempre andaban peleando.
Pero sentía curiosidad, así pues, permaneció en la distancia. Madre mía era
guapa. Las dos chicas se sentaron al lado de una columna y sin que Ruth se
pispara, Clara se colocó en un sitio estratégico, al otro lado de la columna,
pudiendo escuchar la conversación de la ojiverde con la otra chica:
— Alex— decía la chica con voz melosa— lo de anoche fue fantástico, estoy
deseando repetir. Puedo devolverte el favor.
La morena alzó la ceja:
— Según tú los orgasmos que te di son favores— bebió de su café— que
decepción, sabes qué preciosa, como te hice el favor, me lo agradeces y te
olvidas de mí.
— ¿Qué?
Preguntó otra chica con cierta molestia:
— Que yo no repito, te he invitado al puto café por cortesía. Otro favor,
agradécemelo también y pírate.
La otra chica abrió su café, se agradeció que fuera frío y se lo tiró a la
cara:
— Zorra— dijo con ira la chica— tienes razón, necesitaba des estresarme y
lo hiciste muy bien. Chao Woods.
— No hay de qué, para eso estoy.
Dijo Alex mientras se pasaba la servilleta por la cara:
— Que gilipollas.
Susurró Clara, en ese momento, tenía claro que no se acercaría a esa tía
borde. No era irritante como de pequeña, era mucho peor:
— ¿Has dicho algo?
Preguntó Ruth que había ignorado todo:
— Nada, que a veces William es un gilipollas.
— Siempre espiando.
Flashback
Flashback
Olaya y Alex al final acabaron haciendo buenas migas. Eso les resultó una
gran mejoría para la salud de las chicas. Que aún seguían teniendo
pesadillas. Pero cuando una se levantaba gritando, la otra iba y le abrazaba,
o viceversa:
— ¿No tenías amigos en Portland?
Preguntó Olaya intentando entretener a Alex, ya que esa noche fue la que
se despertó entre gritos y llantos. La morena miró al techo:
— En el colegio siempre me llevé bien con los chicos, pero no como para
llamarlos mejores amigos. Pertenezco a una buena familia y siempre
acababa reunida con William y Clara— Hizo un mohín— William es de lo
más pesado y aburrido.
— ¿Y Clara?
— Clara— soltó su sonrisa nerviosa y se miró las manos mientras jugaba
con los dedos— es complicado, siempre discutíamos muchas veces era yo la
que la hacía de rabiar
— ¿Por qué?
— Porque me gustaba cuando se enfadaba, no me preguntes la razón— se
encogió de hombros— pero así era. Por ella estoy aquí.
Olaya se tumbó de lado para mirar a Alex. Poco a poco comenzaban a
confiar la una con la otra, pero aún no habían llegado el punto de conocer la
verdadera historia, ni de Alex y ni de Olaya:
— Por la misma razón que estás tú aquí O.
— ¿Tus padres te hicieron esto?
— No, ellos no fueron— apretó la mandíbula— a mí me secuestraron, por
confusión. A quien querían realmente era a Clara— suspiró y cerró los ojos
— estaba en el patio jugando cuando escuché al jardinero hablar por
teléfono con alguien. Dijo que iba a proceder con el secuestro ese día, lo
único que me salió fue correr en busca de Clara, que se quedaba esos días en
casa, la pedí que se escondiera. Le dije que si no la pillaba la regalaría el
juguete que quisiera— dibujo media sonrisa— me pidió un beso
Olaya intercambió miradas cómplices:
— No me digas que te gustan las chicas.
— Las chicas no lo sé, pero sí que me puso nerviosa que me pidiera eso—
se encogió de hombros— digo, tenía diez años ¿Cómo iba a pensar en esas
cosas?
— Pues yo creo que si me gustan las mujeres— Lejos de incomodar a Alex
ésta carcajeó— pero sígueme contando.
Alex carraspeó y pareció perder la mirada mientras seguía contando su
relato:
— Salió de la habitación, fingí que contaba en voz alta, pero cuando quise
salir para esconderme me topé con uno de los encapuchados— puso voz
amarga— Emer, me hizo creer que Clara había muerto por mi culpa.
— Que cerdo…
La morena miró a su amiga con expresión afligida:
— ¿Qué tal si te sigo contando en otro momento? — Forzó una sonrisa—
intentemos dormir es tarde.
Olaya asintió y cerró los ojos. Alex hizo lo propio curvando la comisura de
sus labios:
— No me metas mano mientras duermo.
Olaya sin abrir los ojos, riendo le dio un empujón:
— Más quisieras tú.
Alex fue guiada hasta el local por la rubia. Cuando la ojiverde vio el letrero
puso una mueca de asco:
— Te dije que no me va el pesado— dijo alzando una ceja— Y me traes a
un restaurante donde sirven pescado crudo. ¿Esto es alguna especie de
castigo?
— También tienen comida sin pescado.
Vieron a Ruth y Olaya en la puerta. Claro que la pareja no se pispó de su
llegada ya que se estaban metiendo la lengua hasta el gaznate. Un beso, un
tanto pasado de caluroso. Alex besaba apasionadamente, pero es que su
amiga no se quedaba atrás, había momentos en el que se veía sus lenguas ahí
rozándose a lo actrices porno. Clara puso una mueca de asco, a la vez que
Alex le dio un empujón a su amiga:
— Exhibicionismo lo justo.
Olaya se giró con una ceja alzada. Ruth, se ruborizó…si algo extraño en la
amiga de Clara, y se recolocó el pelo:
— ¿No te pone mirar a los demás?
Preguntó la amiga de la morena carcajeando mientras le daba un dulce
empujón, Alex rio entre dientes y le devolvió el empujón para terminar
dándose un pequeño abrazo:
— Sí, pero no a ti— sacó la lengua mientras hacía un gesto de desagrado—
¡qué asco!
— ¡Oye!
Clara se puso al lado de Ruth y le dio un codazo cómplice a su amiga. Al
parecer, Clara no era la única que había formalizado su relación. Y dentro del
restaurante se lo confirmaron a las recién casadas:
— Olaya en una relación seria— dijo Alex llevándose un poco de
tallarines a la boca— quien lo iba a decir.
Bueno seguía hablando con la boca llena, muy a lo basto, Ruth miró a Clara
ceñuda, a la que la rubia respondió con un encogimiento de hombros, como
diciendo “que se le va hacer la quiero” Olaya no se quedaba atrás. Que
trinchaba el Susi se lo llevaba a la boca, se lo echaba a un lado del moflete y
Respondió con mofa:
— Alex Woods, casada— dio un par de vueltas la comida en la boca—
¿Quién lo iba a decir?
Clara alzó las cejas y miró a Ruth, que la Respondió de la misma forma
que había hecho la rubia antes. Alex carcajeó agarró la mano a su mujer y se
inclinó para darle un beso en la mejilla. La rubia que hasta el momento estaba
acostumbrada a mantener su relación en secreto se apartó. Ruth y Olaya
intercambiaron miradas mientras pensaban “uuuhh” Alex esbozó media
sonrisa:
— ¿Te acabas de apartar?
— Lo siento— dijo Clara puso la mano en el mentón y la beso en los
labios— es la costumbre, un poco de paciencia Lex.
La morena frunció el ceño, pero al final acabó asintiendo. Ruth las señalo
con el dedo índice:
— Entonces eso de mandaros a la mierda y luego follar como conejos ¿se
ha acabado?
— No pienso res…
Comenzó diciendo Clara, pero fue interrumpida por Alex:
— Mandarnos a la mierda en contadas ocasiones— alzó varias veces las
cejas— pero eso de follar como conejos
La rubia apretó los labios y le dio un manotazo en el brazo:
— ¡Ey!
— No alardees de nuestra intimidad.
Alex riendo se acarició la zona donde había recibido el manotazo:
— sosiega que estamos entre amigas.
— Yo no las pregunto su vida sexual.
— Lo cierto es que…
Comenzó a decir divertida Olaya riendo con picardía. Ruth se giró y la dio
un cocotazo. O. emitió un sonido quejumbroso, pero enseguida intercambió
miradas con Alex, ambas comenzaron a reír por lo bajo:
— ¡Si!
Dijo Alex alzando la mano para chocar los cinco con su amiga. Clara puso
los ojos en blanco:
— Me he casado con un tío en el cuerpo de una mujer, quiero el divorcio.
— No— dijo Alex negando con la cabeza— contrato sin devolución, me
soportarás por el resto de tu vida.
Clark acababa de llegar a su pequeño piso, lo cierto es que para haberse
infiltrado en la casa de los Price disfrutaba mucho trabajando de jardinero.
Fue hasta la nevera y se sacó una cerveza bien fresca, se iba a sentar para ver
la televisión hasta caer rendido, cuando su teléfono sonó, pegó un trago de la
lata, eructó y descolgó:
— ¿Sí?
— Clark.
Dijo una voz masculina. Solo había conversado una vez con ese hombre,
pero bien recordaba su voz. Suspiró y dejó la lata en la mesa:
— Señor Woods.
— ¿Me dijiste que me ayudarías con los Price?
— Si.
— Mañana por la noche, cenarán con Alice. Estará Alex y Clara Price
también. ¿Qué tal si cumples tu palabra de hacer desaparecer a Jay Price? —
Esbozó una carcajada— pero si te deshaces de todos los Price por mí sin
problema.
— ¿Podré llevarme a Alex lejos después?
— Por su puesto.
Eso era una mentira tan grande como una catedral. Patrick Woods tenía
otros planes para Alex y no implicaba que se la llevaran lejos. Pero Clark era
lo suficientemente manipulable para utilizarlo para su trabajo sucio.
Alex y Clara disfrutaron de la cena. La morena nunca había visto a su
amiga tan feliz y viceversa. Durante todo el camino de vuelta a la casa no
pararon de reír de decir payasadas. Eso de la vida de casada la estaba
gustando. Al menos hasta que sus familias se enterasen, que ya tendría lugar
al día siguiente.
Entrando por la puerta, ambas se miraron picaronas, Clara se mordió el
labio inferior y como quien no quiere la cosa, se pegó a la morena y comenzó
a desnudarla:
— Estrenemos el piso como casadas.
Alex riendo por lo bajo empezó a atacar el cuello de la rubia, mientras
esbozaba con rudeza:
— Follaaaar a Clara
Y como si de imanes se tratasen comenzaron a chocar sus labios. La
ojiverde alzó a la rubia, como tantas otras veces había hecho, quedando está
colgada en ella como un mono y siendo trasladada a la habitación. Clara
gimió cuando la lengua de Alex entró en su boca para explorar y saborear
gloriosamente aquel espació tan húmedo y excitante. Cayeron sobre la cama,
entre risas y carcajadas, cuando. PUM, sonó como la puerta de su piso se
abría de un golpe:
— FBI
Se escuchaban decir a pleno grito, Alex ceñuda se levantó:
— ¿Pero qué coño?
Entonces fueron cuando una mujer y un hombre con pasamontañas, pero
llevando el chaleco anti balas con el logotipo del FBI, irrumpieron en la
habitación. El hombre agarró a la morena y comenzó a esposarla:
— Alex Woods queda detenida eres sospechosa por tráfico de drogas,
puede guardar silencio hasta la presencia de un abogado— Alex no hacía más
que retorcerse— si no tiene se le asignará uno de oficio, todo lo que diga
ahora se puede usar en su contra ¿queda Claro?
La otra agente comenzó a esposar a Clara, cantándole los derechos
también, pero a ella como cómplice de Alex:
— ¡Eh suélteme!
Decía Clara en estado de Shock. Alex al ver aquello comenzó a retorcerse
con más insistencia:
— Suéltenla— gritó, pero era arrastrada hasta la salida— CLARA, CLARA
Capítulo 36 - Retenidas
Antes de bajar hasta el furgón brindado le taparon la cabeza, aquello le dio
mucha ansiedad a Alex. Que de nuevo se vio esposada, sin el sentido de la
vista y gritando el nombre de Clara. A la rubia también la metieron en otro
furgón, también le privaron el sentido de la vista. Aquello no podía ser una
redada normal, no tenían derecho a tratarlas así.
Arrastraron a Clara hasta unas salas. No se escuchaba como si estuviera en
una comisaría, más bien todo era silencioso y cuando la destaparon, se
encontró con alguien inesperado, la esposaron a la mesa para tener más
comodidad:
— Taylor.
Taylor estaba de pie con los brazos cruzados, en una mano tenía el sobre
de Scott:
— ¿Dónde está Clara?
— No te preocupes por Clara— dijo la agente retirando la silla para
sentarse enfrente de la ojiverde— teníamos que hacerlo todo creíble, hasta
para tu esposa.
— ¿Cómo sabes…?
No terminó la frase, obviamente lo sabían era el puto FBI. Taylor amplió su
sonrisa, soltó el sobre encima de la mesa y sacó todo su contenido enfrente de
la ojiverde:
— Haremos un poco el paripé con Clara y después la soltaremos.
Alex miró las fotos que había en la mesa. En todas ellas salía su padre,
parece ser que en uno de sus viajes por Europa. En todas ellas iba
acompañado de un grupo de hombres, otras en un club haciendo lo que
parecía ser un trato. Ya sabía que estaba metido en negocios turbios y el muy
hijo de puta le había metido en el asunto. Tan gilipollas ella, había confiado
en él que firmaba los papeles sin mirar una mierda. Gritó airada:
— Verás Alex— siguió diciendo Taylor cruzándose de piernas—
podemos detener a tu padre, pero, tenemos un objetivo mayor— señaló la
foto del club— ¿ves a ese hombre de la cicatriz? Se dedica a peleas ilegales,
el rubio, a la trata de blancas, todos trabajan para un mismo hombre,
queremos detener al cabecilla de todos
— ¿Y yo que tengo que ver con eso?
— Ayúdanos, puedes acercarte a tú padre sin que sospeche— se incorporó
hasta apoyar los codos encima de la mesa— intenta sacarle una confesión,
cualquier cosa
Alex retiró la mirada durante unos segundos, mientras se humedecía los
labios:
— Joder— dijo con amargor— por primera vez estoy viviendo mi vida
como un puto sueño— frunció el ceño— ¿Y si me niego?
— Patrick Woods es peligroso Alex— comenzó a sacar fotos de
cadáveres, entre ellos el ejecutivo Jamal y el de su amigo Scott— es un
asesino.
La morena al ver la foto de su amigo puso expresión afligida, cerró
fuertemente y retiró la mirada. Taylor recogió todo lo que había encima de la
mesa e insistió con la ojiverde:
— Una confesión, una pista, algo que nos llevé o acerque al cabecilla de la
mafia europea y te prometo que Patrick será apresado.
Alex se inclinó sobre la mesa desafiante:
— ¿Por qué yo? Soy una civil.
Taylor carcajeó y abrió otra carpeta, en él estaba el expediente de Alex
Woods, alzó una ceja mientras leía:
— Detenida por participar en carreras Ilegales, peleas ilegales,
exhibicionismo, allanamiento a la propiedad ajena.
— El exhibicionismo y allanamiento iban juntas, vamos que solo me metí
en una piscina del barrio con una chica. No entre a robar.
Se defendió la morena:
— Puedes dar el pego Alex, ayúdanos.
— ¿Después nos dejaréis tranquilas?
— Lo prometo.
— ¿Puedo ver a Clara?
— Me temo que por el momento eso no va a poder ser posible— puso voz
tranquilizadora— tranquila de aquí a un rato está de vuelta a tu piso.
Esposaron a Clara en la mesa de una sala, le quitaron el saco de la cabeza y
la dejaron sola. Hasta que un hombre, sin quitarse el pasa montañas entró
para dejarla un vaso de agua a su alcance:
— Eh— dijo la rubia con carácter— exijo llamar a mi abogado.
El hombre se giró para mirarla durante unos segundos, sus labios se
curvaron y riendo para sus adentros salió. Dejándola de nuevo sola. Eso iba
contra sus derechos. ¿Tráfico de drogas Alex? Por favor eso debía ser un puto
error:
— ¿Hola?
Siguió insistiendo con frustración:
— Quiero ver a mi mujer
Pasó otro rato ansiosa, hasta que otro chico, aun con el chaleco anti balas y
una placa colgando del cuello entró, está vez se podía ver su cara. Era
jovencito y se acercó amistosamente:
— Lo siento señora Price— “señora” eso la sonó extraño— ha habido una
confusión, queda en libertad sin cargos, le llevaremos a su casa.
— ¿Y Alex?
Preguntó mientras era liberada de las esposas:
— Me temo que no me está permitido responderle a esa pregunta, el coche
aguarda fuera.
Soltaron a Alex y la llevaron hasta otro despacho, todo aquello parecía
una instalación secreta del FBI. En el despachó había una pizarra enorme con
fotos, a algunos ya los había visto en las fotos que le enseñó Taylor de su
padre, en otros había huecos con una interrogación, como era la parte donde
debía salir el cabecilla. Esa no era la sorpresa, para sorpresa cuando vio entrar
a su compañero. La morena la miró fulminante:
— Tú.
— Agente Finigan Colman— dijo divertido el chico— señorita Woods.
La ojiverde miró con rabia a la otra agente:
— ¿Algún agente de incognito más que deba saber?
— Ninguno.
Respondió la chica colocándose a su lado y mostrando la pizarra:
— Años de investigación— Alex miraba la pizarra con los brazos cruzados
— tú padre, aunque está en la tercera línea de jefes es muy influyente.
— Dijiste que también se dedican a la trata de blancas.
Dijo Alex con resquemor. Taylor asintió con la cabeza:
— Pues vayamos a por esos hijos de puta.
— Esto es increíble.
Saltó Finigan con escepticismo, miró desafiante a su compañera:
— Es una civil que va a jugar a los agentes, no entiende una puta idea de
protocolos, arriesgamos mucho.
Alex forzó una sonrisa, se giró y con tono irónico:
— Agente Colman.
Finigan se puso con los brazos en jarra, sacando pecho en plan macho alfa,
absurdo porque al lado de Taylor no era nadie. Alzó las cejas y esperó a que
Alex siguiera hablando:
— Te seré sincera— cambió a una expresión más seria— me caes como el
culo.
Y ni corto ni perezoso, muy típico Alex Woods, alzó la mano y le enseñó
el dedo corazón. Taylor se giró para darles la espalda, se llevó una mano a la
boca y esbozó una carcajada, Finigan achicó los ojos y, por si fuera poco, la
devolvió el gesto con ambas manos:
— ¿Podemos ser más profesionales por favor? — dijo Taylor ahora más
seria— te daremos un equipo de escucha, necesitamos colar todos los micros
posibles en el despacho de tu padre. Otra cosa más— miró solicita a Alex—
Clara no puede saber nada de todo esto.
Los hombres de Patrick observaron la escena cuando se llevaron presa a
Alex. Rápidamente llamaron a su jefe para informarle de la situación. Patrick,
que estaba en uno de sus clubs de stripper, quedó impresionado por aquella
noticia. Parece ser que su plan de usar a Alex como chivo expiatorio había
funcionado, sonriente se llevó el móvil en al pecho y gritó a pleno pulmón:
— Me acaban de dar una buena noticia, para celebrarlo, invito a todos los
presentes a una copa.
Todos los clientes aplaudieron y vitorearon.
— Una preocupación menos— carraspeo— dejar vuestro puesto, quiero
que os encarguéis de otro asunto. Alguien me va hacer el favor de eliminar a
Jay Price, un puto grano en el trasero. Cuando Jay esté muerto, quiero que
mates a su asesino— sonrió— tiene demasiada información en su cabecita y
si se entera de que Alex está detenida es capaz de joderme.
— Sí, señor Woods.
— Ahora me voy a follar a la nueva carnaza que acaba de llegar desde
Rumanía. No me molestéis.
Dicho eso, colgó el móvil y fue hasta una habitación. En ella había tres
chicas, todas ellas jovencitas, apenas recién cumplidos los dieciocho años.
Cuando le vieron entrar temblaron y bajaron la vista. Patrick movió el dedo
índice en plan “pinto, pinto” escogió a una morenita que no paraba de llorar,
le perdían las lloronas. Tan inocentes:
— Tú vas a venir conmigo, te voy a enseñar lo que vas a tener que hacer
en este lugar— miró a las otras dos— no os preocupéis mis amores las
siguientes seréis vosotras.
Dejaron a Clara en la puerta de su casa, ésta fue su cabeza en ese instante.
Joder, me cabuen en la puta no tengo las jodidas llaves para ser una
tiquismiquis que empezó de lo más sibarita, tenía una mente de lo más soez.
Por suerte seguía teniendo el móvil. Lo sacó y llamó a Olaya. Que no tardó
en acudir a socorrer a su amiga:
— ¿Clara qué ha pasado?
A la rubia le tembló el labio y rompiendo a llorar se lanzó a los brazos de
Olaya:
— Han detenido a Alex.
— ¿Qué? ¿Por qué?
Preguntó sorprendida la amiga de Alex mientras abrazaba a la rubia:
— No sé— dijo con angustia— la acusaron de traficar con drogas.
— ¿Alex?
Puso O. expresión escéptica:
— Bueno subamos arriba y te tomas una tila.
La puerta del piso estaba precintada, como si hubieran cometido un
asesinato dentro, la rubia los arrancó con rabia. Y esperó a que Olaya abriera.
¿Y ahora? ¿Habrían dejado que Alex llamara a un abogado? Claro que
confiaba en la ojiverde, sabía que ella no podía andar metida en esos
negocios tan turbios. Se sentó en el sillón mientras que la amiga de la morena
ponía a calentar un poco de agua:
— Ni si quiera me dejaron llamar a un abogado— dijo con temblor— ni
me preguntaron, me dejaron suelta a la mínima ¿Qué pasa que no hacen lo
mismo con Alex?
Olaya le entregó una taza de tila, se sentó a su lado y la abrazó:
— Seguro que es un error y la dejan suelta también— miró confiada a la
rubia— si de algo estoy segura es que Alex no se metería en líos— ladeo la
cabeza— bueno cuando éramos jóvenes puede que fuera una cabeza loca,
pero ni si quiera entonces— la acarició del brazo— y más desde que está
contigo, créeme que no haría nada que te pusiera en peligro.
Flashback
Ambas chicas se las apañaron para permanecer juntas. Olaya era menor
y estaba a manos del estado. Pero Alex hizo todo lo posible para que sus
padres las pagaran un internado. Más bien fue su madre la que se ocupó de
aquello, ya que Patrick siempre estaba de viajes constantemente. Eran las
locas inseparables, revolucionaron el internado y estuvieron a punto de ser
expulsadas en más de una ocasión. No era un internado mixto, así que
imaginar a esas dos sueltas en un centro, donde solo había mujeres. A pesar
de liarla parda cada dos por tres, eran unas chicas de lo más inteligentes,
sacaban las mejores notas, con matrículas de honor. Olaya estaba en la
biblioteca, estudiando con una compañera muy mona. Desde que era joven
se había sentido atraída por las mujeres, pero hasta el momento no se había
besado con ninguna.
Alex, por el contrario, en realidad siempre hablaba de una única chica,
nunca mostró interés por otras, sin embargo, fue la primera en catar los
labios de una chica, no una de su misma edad, si no, dos años mayor que
ella. Lo cierto es que la morena tenía un don para seducir. Aunque por ideas
equivocadas, tenía la convicción de que había nacido para eso. O. que era
más tímida intentó hacerla entender de que eso no era cierto, pero pasado un
tiempo era difícil de hacerla cambiar de opinión. En esa biblioteca entraron
cuatro, dos se perdieron por los pasillos y tardaban mucho. De vez en
cuando miraba de reojo a la encargada de supervisar la biblioteca, por si
tenía que salir en busca de su amiga y darle el aviso:
— Olaya— dijo la chica con la que estaba estudiando— ¿sabes dónde
están los tomos de economía?
Preguntó algo coqueta la compañera, Olaya señaló el último pasillo, vaya
justo donde se perdió su amiga con la otra chica:
— Está en el último pasillo, pero yo que tú esperaría a que regresen Alex y
tú amiga.
— ¿Por qué? — preguntó picara mientras se levantaba— ven
acompáñame
Vale, empezó a captar ciertas señales de que realmente no le interesaban
los tomos de economía. Justo antes de llegar, salieron las otras dos chicas
del otro pasillo. Alex se le acercó divertida y la susurró:
— Bueno, ya pasé la segunda base— le dio un codazo— ánimo campeona.
Olaya tragó saliva nerviosa y fue hasta el último pasillo, la chica ya
estaba al final escondida entre unas de las estanterías. Vaya, había
encontrado uno de los picaderos de la escuela. Iba a abrir la boca para decir
algo, una estupidez, seguro, cuando la agarró de la chaqueta del uniforme y
la empotró contra la pared, en un pestañeo de ojos ya la estaba besando. Sí,
la chica era guapa, labios suaves tiernos, era inexperta en el tema y lo único
que se le ocurrió fue abrir la boca demasiado, la chica esbozó una
carcajada:
— No la abras tanto.
Asintió y de nuevo comenzaron a besarse, en el segundo intento y después
de un rato entraron en juego las lenguas, de nuevo Olaya de puro nervio
acabó metiendo la lengua demasiado casi asfixiando a la chica que
rápidamente tuvo que apartarse, para coger aire:
— Lo siento— se disculpó avergonzada— es mi primer beso.
La chica carcajeó de nuevo:
— Está bien— la agarró de las mejillas para atraerla hasta quedar cerca—
no tenses demasiado la lengua, es como si quisieras acariciar la mía, con
suavidad, mucha suavidad.
Bueno, después de aquel día Olaya poco a poco fue perdiendo la
vergüenza, también aconsejada por Alex que siempre acababa un paso por
delante. Desde primero hasta último curso, acabaron por liarse hasta con las
que decían ser las más heterosexuales. Incluso un año, se liaron con la
profesora de educación física, las dos por separado claro, juntas puaj. Al
menos así se expresaban ellas, a mi imaginación esas dos ojiverdes dándose
el lote es como… me salgo de la historia me disculpan… como seguía
contando.
Terminado el último año ya eran lo suficientemente mayores como para
comenzar a compartir piso mientras comenzaban la universidad, Olaya
administración de empresas y Alex química. Fue cuando las dos comenzaron
a perderse, a pesar de que seguían teniendo la puta suerte de sacar notas
increíbles. Comenzaron las fiestas constantes. Fue cuando Alex conoció a
Cora, una chica que vivía metida en el armario. Las dos iban al GYM para
practicar artes marciales. Alex era toda una Crack, incluso se atrevió a ir a
otras clases de artes marciales. Hasta que, en último año, después de tanta
fiesta y jolgorio, en busca de emoción y alardeando de que soportaba muy
bien el dolor, acabó metida en las peleas clandestinas.
La iba muy bien. No era algo que a Olaya le gustara demasiado. No era
una santa pero tampoco iba en busca de palizas. La conocía muy bien y
aunque disfrutaba de aquello, la conocía demasiado bien para saber que
buscaba dolor, la morena retenía tanto en su interior que la única cosa que
le aliviaba era más dolor físico. Pero una noche hubo una redada y acabó
detenida. Siendo aquel el último año para Alex en Europa. Tendrían que
separarse y eso les jodía, porque eran como uña y carne.
Flashback
Alex le estuvo dirigiendo hasta otro lugar. Lo único que llegó a decir fue
un “siento lo de tu madre” y lo siguiente fue un, gira a la derecha, sigue recto
hasta la rotonda, coge la primera salida, más y más señas. Parecía estar en su
mundo de frustración y agobio. Algo la decía que no tenía nada que ver con
su matrimonio o ¿sí? En el único momento que se atrevió a preguntar le salió
con una evasiva.
Mierda, Clara puso los ojos como órbita cuando llegaron al final del
destino:
— ¿Cómo no se me ocurrió? — Dijo con sarcasmo— ¿Dónde me llevará
Alex Woods? Sexo.
La había llevado hasta un club de Striptease. ¿Pero por qué se sorprendía?
Su mujer era morbosa y voyeur. Mujeres bailando en tanga era toda una
delicia sexual para la morena:
— Vamos.
Dijo saliendo del coche. Clara, pasaba por el aro muchas veces porque
también le resultaba excitante ciertas cositas, pero el que otra restregase su
pandero en la entrepierna de su esposa no era sexy. Se cruzó de brazos y negó
con la cabeza:
— No pienso ir.
Alex alzó una ceja:
— ¿Vas a dejarme entrar sola en un club de Striptease? — Suspiró y fue
hasta el lado del piloto— ven te voy a enseñar lo que hago para distraerme.
Clara gruñó molesta y salió del coche:
— No hace falta que me lo digas, el club habla por sí solo— pero ¿Quién
lleva a su pareja a un club? ¿No pillaba que estaba molesta? — No me
apetece ver tías en toples.
Alex puso los ojos en blanco:
— Clara, no vamos a ver a las chicas bailar— señaló al edificio— es el
club de Richard.
— Lo que faltaba— dijo entre dientes— Kane.
La ojiverde se acercó fijando esa mirada tan hipnotizadora, la agarró de
los brazos con suavidad:
— Clara, necesitas distraerte y yo también, te prometo que no tiene nada
que ver con sexo— comenzó a empujarla hasta el club— Vamos, solo diez
minutos, si no te gusta nos vamos.
La rubia comenzó a caminar sin necesidad de los empujones y miró
autoritaria a la morena, que caminaba a su lado:
— Diez minutos— la señaló con el dedo índice— ni uno más y ni uno
manos.
Alex curvó una de las comisuras de sus labios, dibujando media sonrisa.
¿Si no era nada referido al sexo? ¿Qué quería de un sitio como aquel? Si
quería distraerla, ya lo había conseguido.
Clara flipaba, salvo las camareras todos los presentes eran hombres,
trajeados, chicos celebrando su despedida de solteros. Fueron hasta la zona
vip, donde estaba Richard acompañado de unos amigos suyos. El castaño
saltó de su asiento y abrazó a Alex. No era lo único que irritaba a la rubia,
toda bailarina que pasaba por el lado de la ojiverde, sonreía y la saludaban,
pero ésta las ignoraba. Ya decía Clara que Richard era un chulo putas, con su
vestimenta tan hortera:
— Esa Alex— dijo animado él chico— ¿a qué se debe tu inesperada
visita?
La sonrisa se le borró cuando vio a Clara, que tenía mala cara y con los
brazos cruzados:
— ¿Y por qué te traes a esta a mi club?
— Esta tiene nombre.
Respondió Clara de mala gana:
— Ahora es mi mujer Richard así que te pido respeto— Levantó la mano
con la palma boca arriba— quiero la sala privada ¿está libre?
Richard puso los ojos en blanco, se introdujo la mano al bolsillo y sacó un
manojo de llaves. Volvió a mirar autoritario a la rubia y la señaló con el dedo
índice:
— Lo que se rompe, se paga.
Le dio las llaves a Alex. Que se giró y comenzó a guiar hasta el otro lado
del club. Más alejado del bullicio. Hasta llegar a una puerta cerrada, que la
morena abrió con el manojo de llaves de Kane. Era más pequeña que la
principal, pero tenía la zona de la barra, unas pocas mesas vacías y el
escenario con tres barras verticales:
— ¿Quieres tomar algo?
Preguntó Alex a la vez que entraba detrás de la barra y comenzaba a
servirse una copa:
— ¿Para eso hemos venido?
Preguntó Clara, tomar copas podían hacerlo en cualquier pub o bar común.
Se sentó en un taburete y vio como hacía dos combinados. Uno de ellos un
mojito. Justo lo que solía beber la ojiazul y se lo dio:
— En realidad no solo a eso— se apoyó en la barra y sin previo avisto,
toma bombazo rubia— sabes, mi padre está convencido que somos medio
hermanas.
Clara por casi se ahoga, ya que la pilló bebiendo:
— ¿Qué?
— Cree que Jay Price es mi padre.
Dicho aquello, se llevó su combinado de Ron-cola a los labios y le pego un
buen trago. La rubia tosió un par de veces, antes de proseguir:
— ¿Por qué cree eso? No lo somos— preguntó con el corazón en la
garganta— ¿Verdad?
— Clara— le agarró de la mano— prepárate para lo peor— eso no pintaba
bien, parecía que estaba sufriendo un soplo el corazón— William Wiyatt es
mi hermano.
En parte fue un alivio escuchar aquello, otra era una putada para Alex,
descubrir que no era una Woods debía de ser una noticia muy fuerte:
— Si marmotilla— pegó otro trago a su copa— te has casado con tu
cuñada
— ¿Entonces…?
— Maurice Wiyatt es mi padre.
Ahora era la misma Clara quien estaba en Shock, necesitaba beber un
buen trago mientras lo llegaba a asimilar. Joder, esa noche iba de mal a peor.
Si pensaba que solo iban a beber, muy equivocada estaba. Alex salió de
detrás de la barra y fue hasta el equipo de música, conectó el Bluetooth con el
móvil y puso música:
— Vamos— subió al escenario— sube conmigo.
— ¿Vas hacer un Striptease?
Para qué preguntó, sin previo aviso comenzó a quitarse prendas hasta
quedarse en ropa interior, dejándola sin aire. Se acercó hasta la rubia e intentó
quitarla el vestido:
— ¿Qué haces?
Dijo apartándose un poco precavida:
— No te alarmes, solo voy a quitarte el vestido— suspiró profundamente
— si te sientes más cómoda quítatelo tú.
Si giró y fue hasta el móvil que lo tenía encima de la ropa y comenzó a
buscar un tema:
— Siempre he encontrado en la música un medio de distracción— antes de
darle el tema que buscaba miró a su mujer, que tímidamente se quitó el
vestido hasta quedar en ropa interior, menos mal que usaba tampones— si no
es tocando el violonchelo, es bailando.
Dio a reproducir el tema Bad girl de Avril Lavigne y Marilyn Manson. De
forma sensual se acercó a la barra, con una mano agarrada a ella comenzó a
girar moviendo la cadera y el cuerpo con elegancia. Demostrando su
elasticidad se inclinó hacia delante, quedando la barra entre sus omóplatos,
estiró sus brazos y agarró la barra fuertemente, después de aquello fue
levantando sus piernas, hasta quedar boca abajo y las piernas abiertas,
marcándose una acrobacia entre sexy y alucinante, parecía una Stripper
profesional:
— ¿Has hecho también de Stripper?
Alex esbozó una sonrisa e hizo otra postura aún más sorprendente,
quedando la barra entre sus muslos, soltándose de manos y curvando su
espalda, con los brazos abiertos. Vale, Clara estaba quedando hipnotizada:
— No, nunca bailaría para ningún hombre, ni si quiera Olaya sabe que
hago esto
Bajó con sensualidad y elegancia, para acercarse a Clara mientras cantaba
la frase.
He sido una chica mala
He sido una chica mala
Le agarró de la mano y le acercó hasta la barra. La rubia imaginando lo que
se proponía Alex, comenzó a negar con la cabeza:
— No, Alex yo me mato si lo intento.
— Si piensas así obvio que te acabaras cayendo.
Puso una de sus manos a la barra:
— Inclínate un poco la otra mano la colocas a la altura del pecho— Clara
insegura lo hacía— ahora tienes que impulsarte apretando un poco el
abdomen.
— Alex, que de esta no salgo viva.
La ojiverde soltó una pequeña carcajada, le agarró de las caderas, si
pensaba que ayudaba estaba muy lejos de la realidad, pues la puso más
nerviosa y la desconcentraba más:
— Confía en mí, yo te sostengo, impúlsate.
Primer intento se elevó un par de palmos del suelo. Segundo intento lo
consiguió durante unos segundos, tercer intento lo consiguió, pero con una
mano de Alex en su cadera y la otra sobre la pierna estirada:
— ahora la que está de bajo encógela un poco— se inclinó y la susurró—
truco de principiantes apoya esa rodilla en la barra.
Despacio y con mucho miedo lo hizo, con tres puntos de apoyo le facilitó
la acrobacia. Dibujando una sonrisa, nunca se habría imaginado haciendo tal
cosa. Alex rio por lo bajo:
— ¿Ves? Fácil y sin sostenerte.
— ¿Qué?
Preguntó Clara sorprendida al darse cuenta de que no la estaba agarrando,
de nuevo perdió equilibrio y estuvo a punto de caer al suelo, pero gracias a la
morena eso nunca llegó a pasar, puesto que rápidamente la agarró:
— Te dije que me mataba.
— Lo estabas haciendo— dijo entre risas— lo que pasa es que no confías
mucho en ti— la incorporó para que quedara bien de pie— Eres capaz de
muchas cosas, ten más fe en ti— mirándola con adoración— deja volar tu
imaginación— la dio un giro de baile— quiero verte bailar.
— No valgo para eso.
— Sí que vales— se separó y comenzó a girar alrededor de la barra con
sensualidad— Eres muy sensual cuando te lo propones— apoyando la barra
con sus omoplatos, llevó las manos hasta la zona de la nuca agarrando la
barra y se agachó deslizándose por la barra, creando con su cuerpo ondas
totalmente sensuales— quítate ese no de la cabeza y sedúceme— subiendo
con los mismos movimientos de cadera— baila.
El tema de Bad Girl terminó para dar paso Unstoppable de Sia. Clara
totalmente ruborizada, intentó hacerlo e hizo un movimiento deslizándose
hacia abajo, lo hizo bien y le quedó sexy, pero Clara se imaginó como una
estúpida y se llevó las manos a la cara mientras negaba con la cabeza. Alex
negó con la cabeza, fue hasta el móvil y buscó otro tema:
— Eres seductora, puro fuego, apasionada— hizo una lista de temas— el
problema es que no te permites creértelo.
Todo aquello se lo decía con esa voz seductora y erótica que bien sabía
poner:
— Quiero que empieces a desafiarme con la mirada, justo desde donde
estás— Clara esbozó una risita— si me preguntaran que música te definiría,
respondería el más apasionado y sensual— dio a reproducir a la lista— el
tango, desafíame como lo hiciste la noche que fui a cenar a tu casa.
Bueno eso lo podía intentar, durante un año hizo clases de baile, para vivir
la experiencia y saberla transmitir adecuadamente a su libro. Lentamente se
fueron acercando de forma sensual, mirándose salvajemente, Alex mejor que
Clara, pero porque la rubia aún seguía cohibida, con delicadeza rodeo el
cuello de la ojiverde con los brazos, sin apartar ni un segundo la mirada, la
mano de la derecha recorrió la espalda de la rubia hasta instalarse en su
espalda baja, su mano izquierda recorrió su brazo hasta encontrar su mano
detrás de su nuca, la agarró fuerte de la mano y comenzó con los pasos
básicos del tango, en el momento que Alex tuvo la apertura de piernas Clara
aprovechó para pasar su pierna derecha a la vez que agachaba la izquierda, de
nuevo la morena tiró de ella. Movimientos lentos, movimientos rápidos, Alex
guiándola con pasión, Clara dejándose guiar mientras sentía el fuego sobre su
piel. Estaba siendo tan caliente:
— Me mentiste— susurró la morena casi sin aliento, cerrando los ojos y
apoyando su mejilla en la de Clara— sí que sabes bailar y jodidamente sexy.
La rubia hizo un movimiento brusco de cadera, colocó su pierna derecha
en el muslo derecho de Alex y esta deslizó un paso hacia detrás:
— No te mentí— Clara contenía la respiración, mirando los labios de Alex
que estaba demasiado cerca de su rostro— Te dije que no sabía bailar en
barra, eso no quiere decir que no sepa bailar el tango, el swing, el vals o el
paso doble.
Alex puso expresión sorprendida:
— Eso lo quiero ver, te reto, remix de bailes— dijo separándose un poco y
con sonrisa pícara— el Swing
Y comenzaron a dar pasos de Swing, pequeños saltitos, patadas y giros.
Alex en la vida había bailado el Swing, se la sudaba parecía un pato mareado
siguiendo el ritmo de la rubia, que comenzó a carcajear al ver como la
ojiverde lo intentaba:
— Por fin algo que no se te da bien.
La morena se encogió de hombros riendo:
— Da igual, lo importante ahora es bailar— y parando en seco quedando
con las piernas flexionadas— a por el vals preciosa.
De forma elegante se movieron por el escenario entre giros y más giros.
Desde luego, cuando iba a clases no se lo pasaba tan bien bailando como en
aquel momento. Alex lo hacía tan fácil y divertido. Se complementaron en
todo momento, confiando en ella para dejarse llevar. Terminado el reto Clara
acabó sentándose en el suelo totalmente molida, le dolía las mejillas y la tripa
de tanto reír:
— Me ha sorprendido señorita Price— dijo sentándose a su lado— es la
perfecta pareja de baile, al menos lo eres para mí— corazón derretido para la
rubia, le agarró la mano y besó el reverso— bailaría contigo cada día de mi
vida.
— Consigues que quiera matarte algunas veces— la acarició y se inclinó
con el deseo de acabar con un beso— y otras te amo— curvó los labios— te
amo con pasión e intensidad.
Todo indicaba que Clara iniciaría ese beso, pero Alex aprovechó la
cercanía para sacar su lengua y de forma sensual acarició su labio inferior, lo
que acostumbraba a hacer el recorrido hasta el superior, quedó ahí volviendo
a su boca, como si hubiera reconocido el terreno que atraparía con sus labios,
tan suaves, pura gasolina que avivaba su fuego interno. Sacando fuerzas, se
separó de sus labios, antes de comenzar a arder. Miró con vehemencia
aquellos ojos claros, de alguna manera siempre la habían tenido prisionera.
Le tembló el labio mientras expulsaba aliento, junto su frente y la aferró de
las mejillas:
— De toda la gente que hay en el mundo ¿Por qué yo?
Clara sin querer separarse ni un milímetro curvo la comisura de sus labios:
— Primero me poseíste de una forma que nadie consiguió, en eso te
diferencia del resto del mundo haciéndote única, luego conseguiste colarte en
mi corazón dejándome ver más allá de una armadura, tan noble como para
sacrificarte por aquellos que amas ¿Cuántas personas en el mundo es así?
Consigues hacerme olvidar y de reír cuando más lo necesito— las manos de
Alex se trasladaron a su espalda y se pegó aún más a ella— despiertas en mí,
facetas que en la vida pensé que tendría y apuesto que solo lo sentiría
contigo, eso también te hace única. Crees en mí y haces que sienta que soy
capaz de todo. Dices que me subestimo, tú también lo haces. Crees que en tu
interior aguarda algo feo y malo. A mis ojos es lo más bonito que pueda
existir en todo el mundo. Me has dado la vida ¿te vale esa respuesta?
De nuevo chocó sus labios a modo de respuesta. Pero rápidamente se
separó y fue hasta su montón de ropa. Regresó hasta la posición inicial, sacó
de sus pantalones su cartera:
— Túmbate.
Pidió la morena. Clara, puso expresión de sorpresa, no iba a negar que el
baile del tango y los besos le habían calentado un poco:
— ¿Aquí? Y ¿Con la regla?
— La puerta está cerrada— dijo empujándola hasta quedar con la espalda
en el suelo y colocarle la ropa debajo de la cabeza— Demasiados mitos el de
la regla, llevas tampón cancha libre para sexo oral.
Vale, aquello le pareció asqueroso y le dio un poco de cosilla. Alex
carcajeó, se tumbó encima de la rubia colocando su muslo en su entrepierna.
Clara suspiró sonoramente al notar el sexo de la morena tan caliente:
— Si te sientes más cómoda, tengo láminas de látex en la cartera y si te
sigue perturbando la idea, podemos limitarnos a besarnos.
Clara cerró los ojos avergonzada, aquello la venía muy grande y aun
sabiendo que se arrepentiría:
— ¿Pueden ser solo besos?
La morena esbozó otra pequeña carcajada, la acarició y asintió con la
cabeza, se inclinó y la besó. Aun sin levantarse de encima. Lo único que
quería era sentir el calor de su piel, no el acto sexual en sí, quería tenerla
entre sus brazos y sentirla, como si ambos cuerpos luchasen para convertirse
en uno. Y como había prometido, Alex mantuvo inocentes sus manos,
agarrando las de Clara y entrelazando sus dedos. La rubia pegó aún más su
muslo en la entrepierna de Alex, que gimió al sentir su tacto en aquella zona
tan sensible y demasiado hinchada:
— Si no quieres que haga nada deja de hacer eso.
Argumentó la ojiverde con un hilo de voz, antes de dar un pequeño
mordisco en su mentón:
— Que me niegue a que me toques en los días del mes, no quiere decir que
tú tengas que estar a pan y agua
— Puedo vivir una semana de calentura.
Respondió entre beso y beso, acercando sus labios hasta el lóbulo de la
oreja:
— Alex, mírame— la morena enseguida fijó su mirada en Clara— ¿Por
qué das por hecho que debes darme placer y ponerte a ti en segundo lugar? —
volvió a pegar el muslo a su entre pierna, Alex cerró los ojos y suspiró. Se
soltó de su agarre y llevó sus manos hasta la espalda de la morena— Por
favor, Lex— dijo atacando su cuello— esto es una relación de dos, yo
también quiero que disfrutes.
— Perdona, Clara— acarició sus labios con el dedo pulgar— es que
todavía no me he acostumbrado.
Buscó sus labios y los besó, cerrando los ojos como si disfrutase de aquel
sabor tan glorioso. Quería decirla que lo hacía porque le gustaba sentirla, le
gustaba besarla, se volvía loca cuando la tocaba y la hacía gemir. No solo
buscaba sexo por placer, había pasado de querer follarla a todas horas, a
sentir la necesidad de querer hacerla el amor. Quería hacerla sentir con
caricias todo aquello que no era capaz de expresar con palabras. Clara rodó y
quedó ahora encima de Alex:
— Dime— dijo besando su cuello, hasta llegar al punto adecuado y
succionar con fuerza, escuchando como salía de su garganta un jadeo— ¿Qué
quieres que te haga?
Lamió la zona sensible que había succionado. Alex al escuchar aquella
pregunta frunció el ceño, agarró su mandíbula y la obligó a mirarla:
— No me hagas esa pregunta nunca, soy tuya toma de mí lo que quieras.
Dicho aquello, Clara obtuvo de Alex lo que quiso, sin que la apartara
ningún momento, sin límites. Parecía una tontería, puede que fuera por las
hormonas, pero al escucharla llegar al clímax, totalmente entregada a ella.
Acabó por derramar una lágrima:
— Se supone que soy yo la que llora cuando llega al orgasmo.
Dijo Alex curvando la comisura de sus labios y mirándola con adoración.
La rubia apoyó la cabeza en su hombro y después de meditarlo, rompió a reír:
— Ahora ríes— siguió diciendo mientras la abrazaba fuertemente— lo
dicho, eres bipolar.
— Lloré porque me haces feliz y reí porque nunca creí que me tiraría a mi
mujer en un club de striptease.
— Una batallita sexual más, de las morbosas Clara y Alex— esbozó una
carcajada— ¿Qué tal si nos vestimos y nos vamos?
— Me parece una buena idea.
Se vistieron, recogieron todo y como Richard ya se había ido le dejaron
las llaves a la camarera que estaba en la barra. Cuando llegaron al club,
ambas estaban que espantaban con sus caras, de serías y llenas de
preocupación. A la salida, iban agarradas de las manos y de lo más melosas.
A la vuelta iba a conducir Alex. Maurice Wiyatt era su padre, ya afrontaría
ese asunto al día siguiente. Clara, sonreía y parecía feliz, le era suficiente para
alegrarla.
Suerte que nadie se fijó en el despiste de Clara, ya que se dejó el bolso
debajo del asiento. Lo Abrió para verificar las cosas, un detalle que sobraba
ya que el coche estaba cerrado. Vaya siete llamadas perdidas de número
desconocido. Bueno ya llamarían de nuevo. No llevaban más de medio
trayecto, mientras seguían riendo con sus piques y payasadas. Cuando,
número desconocido. Entre risas se llevó el móvil a la oreja:
— ¿Sí?
Capítulo 39 - Funeral
Todo fue sub realista para Clara:
— ¿Sí?
— ¿Clara Price?
Preguntó la voz de un hombre desconocido:
— Sí, soy yo.
— Llamo desde el Hospital OHSU Center for Health & Heart — eso ya
la dejó paralizada— siento comunicarla que sus padres han muerto en un
accidente de coche.
El teléfono cayó al suelo y terminó por perder el color, ahora su piel
tenía un color blanquecino marmóreo. Alex la miró con preocupación:
— ¿Clara que pasa?
Clara no contestó pasó de no respirar a hacerlo rápidamente hasta
hiperventilar. Obligando a la morena a parar en el arcén, buscó en el coche
algo o una bolsa para ayudarla, al final encontró una bolsa del Burger en la
guantera, la vació y se la dio para intentar tranquilizarla:
— Me estás asustando— dijo Alex entrando en pánico— ¿Qué tienes?
¿Qué pasa Clara?
— Vamos…— bolsa a la boca, hiperventila un par de veces — al
hospital… — repite procedimiento con la bolsa— OHSU Center for Health
& Heart
Alex asintió y como alma que llevaba el diablo aceleró, haciendo que las
gomas de las ruedas chirriaran sobre el asfalto.
Clark llegó a su piso, asqueado fue directo a la ducha. Maldita sea, desde
pequeño se hizo el juramento que nunca sería como Danny, Print o el hijo de
puta de Emer. Sin embargo, ahí estaba restregando su cuerpo como si con ese
acto se libraría de sus pecados. Había colaborado con el hombre que organizó
el secuestro. Alex era la única amiga que había tenido en su vida. Por ella
quedó en coma, por ella se convirtió en un asesinó. Se sentó en el plato de
ducha, se abrazó las piernas. Se estaba engañando Alex nunca se iría con él,
pero el dolor, la rabia tan latente en su interior como fuego. Ella pensaba que
la iba a violar, para sus ojos él era un violador del que quiso defenderse.
Hubiera sido absurdo acercarse a ella.
Cuando las palmas de las manos y las plantas de los pies quedaron
completamente arrugadas, cerró la llave de la ducha. Clark se miró en el
espejo, no era su reflejo el que vio, si no el de su padre. Con ira pegó un
puñetazo haciendo que se hiciera cachos. Se puso la ropa interior y comenzó
beber latas de cerveza hasta perder el conocimiento, solo, siempre solo, pero
en el alcohol encontró el remedio para no tener pesadillas.
Que fuese un asesino le hacía mierda, pero reconocía que era mala persona al
alegrarse de que esa rubita sufriera. El noticiero no solo dejó claro que Clara
se había quedado huérfana, salió del armario para el resto del mundo cuando
mostraron una foto junto a Alex Woods.
Recapitulemos Patrick Woods pensaba que Alex Woods estaba en prisión.
En el momento que Patrick vio aquella noticia le hirvió la sangre. “demasiado
fácil” pensó. Clark Wallace sabía del idilio entre ambas chicas, pero cuando
pronunciaron palabra “esposa” fue como si se cegara por su lado oscuro.
Maurice Wiyatt, destrozado al perder un amigo quedó anonadado ante
aquella noticia. Su hija casada con la que fue la prometida de su hijo. Aquello
provocaría problemas con William. Y con Patrick que estaba convencido que
ambas chicas eran medio hermanas.
Patrick nada más enterarse fue hasta el aeropuerto para iniciar su viaje de
regreso, nada contento. De hecho, estaba tan enfadado que mandó eliminar a
los incompetentes que le habían asegurado que Alex había sido detenida.
Bien suelta que estaba y acompañada de su medio hermana. De nuevo
regresaba al plan original. Ya había perdido demasiado tiempo con esa zorra.
Se arrepintió en su día de no haber pegado una paliza a su madre para que
abortara, ahora si quería deshacerse de esa puta mosca cojonera debía de
encargarse en persona. Llamó a uno de sus sicarios de Portland:
— Me dirijo de nuevo a Portland, mande a dos de mis hombres a cumplir
un encargo, pero la han palmado— dijo subiendo a su avión— te toca acabar
lo empezado.
El jardinero ahora sin trabajo de nuevo, salió en busca de más cervezas al
supermercado y algo de comer. Se había pasado hasta la adolescencia
recluido por su propia familia, y le era casi imposible no estar en un estado de
alerta. Salió al portal, se llevó un piti a la boca y mientras encendía su cigarro
vio a un caballero trajeado que ponía especial interés en él. Dio un par de
caladas, se puso unas gafas de sol al estilo aviador y caminó calle abajo. Se
metió en un callejón y se escondió detrás de uno de los contenedores. Las
sospechas enfundadas cuando vio pasar al trajeado, llevaba puesto guantes de
cuero. Ese hombre no era un ejecutivo, sin hacer ruido agarró un madero y
con fuerza le Dio en la cabeza, dejándole totalmente atolondrado desplomado
en el suelo. Le escondió entre los contenedores y rebuscó en sus bolsillos:
— Vaya, vaya— dijo Clark al encontrar el arma con un silenciador
incluido— que juguetito— le apuntó a la cabeza— no me lo digas, el perro
de Patrick Woods me ha traicionado— el introdujo el arma en la boca— eso
me pasa por confiar en alguien capaz de vender a su propia hija. Hace un día
te hubiera dado otro golpe en la cabeza dejándote inconsciente, pero mis
manos ya están manchadas de sangre, gente inocente— negó con la cabeza—
apuesto que tú te mereces más la muerte— el sicario miraba el arma— nos
veremos en el infierno caballero.
Apretó el gatillo sin dudarlo, por la cercanía le salpicó de sangre la cara,
suerte que tenía una camisa color negra. Sacó del bolsillo un pañuelo y se
limpió. Bueno las reglas del juego habían cambiado, suerte que el fiambre le
regaló un arma, se ahorraría el tener que comprarse una. También le cogió el
móvil. Ahí debía de venir la forma de contactar con el señor Woods.
Alex llamó a Ruth para que acompañase a Clara al piso, era consciente que
no dormiría nada, pero al menos que descansara algo. Ella estaba con Olaya
había terminado los últimos preparativos para el funeral. Necesitaba aire, así
que acabaron en una terraza tomando un café bien cargado:
— Pobre Clara— dijo Olaya desanimada— sus padres eran jóvenes.
La morena no había pegado ojo ni cinco minutos, se apoyó a la mesa y se
llevó los dedos índice y pulgar al tabique nasal, cerrando los ojos. Solo hacía
falta una hora de felicidad para que todo se pudriese en un momento:
— O. — comenzó a decir rota— lo último que escuchó de su madre es que
la renegaba como hija, JODER— dijo dando un puñetazo fuerte a la mesa—
yo la presione para decir que estábamos casadas.
Olaya la miró con determinación y la señaló con el dedo índice:
— ¿No te estarás culpando? Woods.
Tic Tac Alex llevaba convirtiéndose en una bomba desde que pisó Portland
nada más regresar de su viaje:
— Woods— rio con ironía— WOODS— elevó la voz y tiró su vaso de
café con un fuerte manotazo— no soy Woods nunca fui una puñetera Woods,
mi padre no es Woods. Llego a la puta ciudad me detienen, me entero que mi
padre no es mi padre y para colmo mi mujer— miró a su lado, una pareja de
ancianitos la estaban mirando— ¿Y ustedes que miran? Váyanse a ver All my
children y dejen de escuchar conversaciones ajenas.
Olaya se inclinó y apoyó su mano en el hombro de la morena, que estaba
de los nervios:
— Alex intenta calmarte, explícame eso que no eres una Woods.
La ojiverde se llevó las manos a la cara suspirando fuertemente. Tomó aire
y contó hasta tres antes de mirar a su amiga:
— Mi querida madre me soltó el bombazo de que Patrick Woods no es mi
padre— de nuevo acabó tensa— mi verdadero padre es Maurice Wiyatt
— ¿Qué fuerte? — dijo sorprendida Olaya— entonces el tal William ese
el que estaba prometido con Clara es tú…
— Si O. es mi medio hermano.
Olaya ladeo la cabeza:
— Pues lo cierto es que tu vida supera los dramas The O.C
— Olaya— dijo con seriedad— no estamos para bromas— se llevó las
manos a la cabeza— tengo que ser fuerte por Clara, hay momentos que la
situación me sobrepasa.
— No eres Dios— dijo Olaya apenada— no puedes cargar con todo.
Patrick iba en el avión, intranquilo, habían soltado a Alex ergo las
sospechas se dirigieron a otro lado, le daba en la nariz que sospechaban de él.
Por favor, había tomado el mando de la mafia europea, si llegará el caso
podía desaparecer fácilmente. Él era un mindunguis a los ojos de la interpol y
el FBI, sabía perfectamente que buscaban a Jonny. Otro que no encontraran
en la vida. Estaba bañado en cal viva metros bajo tierra, junto a cantidad de
cadáveres.
— Será mejor que me des buenas noticias.
Dijo descolgando el teléfono móvil al recibir la llamada de su sicario,
como respuesta escuchó una carcajada:
— Conviví con tres asesinos que hacían todo tipo de trapicheos— dijo
Clark serio— te va hacer falta mandar a más de un sicario para deshacerte de
mí. Measte fuera del tiesto al traicionarme.
— No me asustas payaso— dijo entre dientes— no sabes con quien te estas
metiendo. Asoma tu cabecita, acércate, aunque sea un kilómetro y estás
muerto.
— Eso ya lo veremos.
Clark parecía de lo más seguro. Colgando antes de que Patrick respondiera.
Frustrado dio un puñetazo en el reposabrazos. Hueso duro de roer, si mandar
un perro no servía, tocaba mandar una jauría, bastantes preocupaciones tenía
con Alex para también tener que ocuparse de ese listillo.
Le costó un mundo, pero entre tilas, abrazos y compañía al final consiguió
que la rubia se quedara dormida. Merecía descansar un rato. Nunca le había
visto tan destrozada. Y cuando vio entrar a Alex no se quedaba atrás, parecía
un espectro comandante, toda ojerosa:
— ¿Qué tal se encuentra?
Preguntó a Ruth con preocupación. La puerta de la habitación estaba
cerrada:
— Al final consiguió dormirse.
Respondió entre susurros. La morena miró la puerta cerrada, mejor dejarla
dormir, fue hasta el sofá y se desplomó abatida, apoyó la cabeza en el
respaldo y se tapó la cara con el brazo:
— Deberías dormir tú también un rato.
Aconsejó Olaya sentándose a su lado:
— Si, tienes muy mala cara.
Añadió Ruth con desasosiego:
— Estoy bien— dijo con amargor— no quiero despertarla.
Las otras dos chicas intercambiaron miradas de preocupación:
— Otra cabezota, pues duérmete ahí, nosotras estaremos aquí para lo que
necesitéis.
— Ya que te ofreces acércame el cenicero que está en la cocina.
Ansiosa se fumó uno, no había pasado cinco minutos cando se fumó otro y
ya cuando iba a ir por un tercero las chicas la pararon:
— Joder Alex— dijo Ruth ventilando con la mano el humo— esto es peor
que cuando hacíamos submarinos con los porros en la universidad.
La morena Abrió un ojo:
— ¿Clara también fumaba porrillos?
— No, ella prefería quedarse en el piso estudiando.
Flashback
Clara llegó a la residencia donde iba a convivir con otra chica que ni
conocía. Parece ser que fue la primera en llegar. Paseó por las habitaciones,
estaba bien, era luminoso y cerca del campus. Oxford, madre mía no podía
imaginarse que estuviera viviendo esa experiencia, en Europa. Como fue la
primera en llegar se otorgó el derecho de escoger la habitación y como era
obvio se quedó con la que consideraba mejor. Había dejado las maletas en el
cuarto y comenzó a deshacerlas, cuando escuchó la puerta principal abrirse
y cerrarse. Esa era su compañera, sonrió, se alisó su vestidito y fue al salón
para interactuar con la desconocida. La sonrisa de la rubia se le borró
cuando vio su equipaje tirado por el suelo y a una chica, menudita y morena
despanzurrada sobre el sofá. Se acercó y la dio unas palmaditas en el
hombro. RAS un eructo con olor a cerveza. Clara puso una cara de asco e
incluso dio una arcada:
— Dios que elegancia.
Dijo con ironía, ya con cierto mosqueo la dio una fuerte bofetada en la
mejilla:
— ¡Eh!
Dijo la morena llevándose la mano en la mejilla, uff es que olía cerveza
hasta el sudor que salía por los poros:
— Upps— dijo fingiendo inocencia— te vi ahí sin moverte, me había
preocupado
Los ojos castaños de la chica recorrieron el cuerpo de Clara, desde los
pies hasta la cabeza, alzó una ceja:
— Disculpa llegué ayer— se incorporó un poco— me perdí acabé
conociendo a un grupo de chicos y termine de fiesta loca, creo que dijeron
que salían en no sé qué Shore— Clara mantenía las distancias con los brazos
cruzados— tienes unos ojos bonitos, pero demasiado pija para mi gusto
¿Cuál es mi habitación?
Clara pegó un grito con cierto trastorno y dio un paso para atrás:
— ¿No me digas que eres Lesbiana?
Lo dijo como si tuviera delante de sus narices a una que tuviera la peste.
Solo faltó sacarla la cruz, uy pues si lo hizo, sacó su cadena y agarró la cruz
mostrándosela a la chica. Que Abrió la boca totalmente sorprendida, pleno
s. XXI y aun existiera gente tan cerrada. Hizo una mueca:
— Lánzame ajos también bonita— dijo levantándose enfadada— ni que
fuera un vampiro— se mofó— cuidado no me lo acerques no vaya a ser que
me queme— comenzó a agarrar sus cosas— hay que ver, me ha tocado vivir
con una homófoba.
— ¿Homófoba? Exijo respeto— la chica la miró de nuevo totalmente seria
— me parece que hemos empezado con mal pie y tendremos que convivir.
— Primero me faltas el respeto tú a mi niña pija— dijo con enfado—
tratándome como si fuera el demonio y después me vienes exigiendo que te
respeté— negó con la cabeza— la única convivencia que va a ver aquí es el
de la ignorancia, tú por tú lado y yo por el mío— agarró sus cosas y se
encaminó para buscar su habitación— me llamo Ruth.
Esto último lo dijo ya perdiéndose por el pasillo:
— CLARA— gritó mientras se ponía con los brazos en jarras— pues sí que
empezamos bien.
Flashback
Solo se había cruzado con Tanya una vez. La otra no contaba, ya que estaba
esposada y con los ojos tapados. Quizás era buen momento de conocerla.
Olaya tenía la misma fama de mujeriega que Alex y aunque no había
profundizado con su vida personal, estaba claro que su pasado era igual de
turbio que de su mujer. De nuevo juzgó mal por las apariencias. Aunque
resultó ser de lo más leal:
— No te acostumbres— le dijo la chica al salir del cuarto— yo nunca
hago el desayuno, me lo hacen a mí.
Típico de dominante o amo. Vaya, fue muy amable, pero aquel desayuno
era el más grasiento que había visto en su vida. Huevos fritos, beicon, huevos
revueltos, sándwiches y tortitas. ¿Pero qué pensaba que comía hasta por los
codos? Fue hacerse esa pregunta y recordar que apenas había comido el día
anterior:
— Gracias.
Se sentó enfrente de Tanya, que tan solo se iba a beber un café:
— No hacía falta que vinieras de verdad.
— Sin problema— le regaló una sonrisa— Alex me ha dejado dormir
muchas veces aquí, que de menos que devolverla el favor.
Clara asintió mientras sostenía el vaso de zumo encima de la mesa:
— No habrá tenido problemas Alex al dejar ya sabes, de ser ama
Tanya soltó una risita:
— Vesta sigue existiendo bonita, eres su esclava— se abrió el periódico—
te refieres al rincón del castigo— se encogió de hombros— bueno ha bajado
un poco la clientela, pero sin problema.
— ¿No te enfada?
La chica la miró con una ceja alzada:
— ¿Por qué? Ella es feliz contigo, nunca hay que interponer el trabajo ante
la felicidad personal y ya iba siendo hora que esa cabezota se diera la
oportunidad.
Clara se mordió el labio inferior intentando ocultar una sonrisa y llevarse el
vaso a la boca, pegó un buen trago del zumo. No había olvidado que la gritó
y echó en cara muchas cosas, de las que no tenía culpa, aun así, la ha seguido
apoyando:
— Tanya— llamó la atención de la mujer— ¿puedes explicarme como es
la perfecta sumisa?
La chica puso expresión picara y dibujó una sonrisa, enrollando el
periódico y dejándolo encima de la mesa:
— ¿Quieres que te enseñe?
Clara negó con la cabeza:
— Ya tengo ama.
Tanya puso los ojos en blanco y chistó con la lengua antes de seguir:
— Ya lo sé, porque la conozco y por ese anillito que llevas en el dedo— se
apoyó en el respaldo— no es lo mismo un tutor que un amo. El tutor no
practica BDSM con el alumno, puede hacer demostraciones sí, pero
mayormente es teórico y quien diga lo contrario es que se está aprovechando
de ti. Seguro, sensato y consensuado, grábate esas palabras en la cabeza,
cualquiera que falte a eso, es que no entiende una mierda.
— Bueno antes de conocer nada de este mundo pensaba que os dedicabais
a maltratar a las personas.
— Demasiada ignorancia o mente cerrada— dio un sorbo a su café—
hubo un estudió que demuestra todo lo contrario. Que la gente que practica el
BDSM está más equilibrada que uno que no lo practica. Existe mucho respeto
hacía la otra persona — suspiró— ni todos los amos somos iguales ni todos
los sumisos. Está el sumiso que se entrega al cien por cien, hay a amos que
eso les encanta, pero no es de mi gusto, poco juego, están las rebeldes, me
encantan los sumisos rebeldes, porque siempre anhelan más. Hablando de
consenso, no me metería en el metaconsenso ni loca, a no ser que tenga una
relación de años y conozca al sumiso o sumisa.
Ya lo comentó una vez Alex. Que al entregarse como esclava su relación
debía de ser metaconsenso:
— Mi relación con Vesta es de metaconsenso.
Tanya negó con la cabeza:
— Que no se engañé ojitos verdes, lo intentó, pero le puede el miedo a
hacerte daño sin saber tus límites. Ya le eché la bronca en su día ¿a quién se
le ocurre? Primero debes saber hasta que eres capaz de soportar y que es lo
que te gusta. No a todos los sumisos les gusta que les azoten, le susurren
guarradas. Los hay quien le gusta hacer de muebles, hacer de muebles, que
les peguen patadas en los genitales e incluso que les pisen la cara— esbozó
una carcajada— controlando la fuerza claro. No todo se basa en látigos y
fustas, está lo más básico, como los juegos de rol, unas esposas o unos
simples arañazos en la espalda. La mayoría del mundo ha llegado practicar
BDSM sin ser conscientes, solo que nosotros lo vemos como otro tipo de
vida— se encogió de hombros— los hay que lo incluyen para no aburrirse, a
nosotros nos llena, lo que nos falta en una relación vainilla, lo encontramos
adquiriendo estos tipos de papeles, porque no deja de ser rol, dominante
sumisa— amplió su sonrisa— toma nota pequeño saltamontes. Vamos a
conocer tus límites, tus gustos y como de sumisa eres, como salgas switch
Vesta lo lleva chungo.
— ¿Por qué?
Preguntó apartando el plato a un lado y apoyando ambos codos en la mesa.
Al menos estaba consiguiendo entretenerla:
— Hasta ahora has sido sumisa.
Clara asintió con la cabeza:
— El Switch adquiere los dos roles, dominante y sumiso. ¿Alguna vez has
sentido curiosidad por dominarla?
— A Vesta no— sincerándose— pero a veces me gustaría llevar más la
voz cantante con Alex, que es igual de dominante.
— Pues lo llevas claro, intentó ser mi sumisa y lo único que consiguió fue
castigos de verdad.
— ¿Eso qué significa?
Volvió a suspirar y dejó caer los hombros:
— Pero que verde estás. Está bien, confunden los azotes, latigazos y toda
la parafernalia con los castigos ¿Cómo va a ser un castigo cuando el sumiso
siente placer? Los castigos son como, por ejemplo, mandar hacer
abdominales, ponerle mirando contra la pared, hacer flexiones y luego está el
del silencio, un poquito de juego psicológico. En eso lo tiene chungo Alex,
vives con ella.
Estuvieron un buen rato hablando sobre diferencias, juegos y reglas del
mundo BDSM. Luego profundizaron un poco más conociendo los gustos de
Tanya, lo que se entretiene en su tiempo libre. Hay un día a la semana que se
la dedica a desconectar, a salir de fiesta y no quiere decir que siempre sea a
clubs, también se divierte en casa de amistades, es el día donde se bebe y se
fuma, luego prefiere ser de lo más profesional el resto de la semana, también
le contó batallitas que vivió junto a Alex el último año:
— Una vez salíamos de ver un partido de baloncesto— comenzó a
gesticular con las manos animada— y se acercó una loca con una mano
gigante de gomaespuma y comenzó a darla, la tocó correr por todo el recinto
al parecer era la madre de una chica a la que partió el corazón.
— Por qué no me extraña.
— ¿De quién es la culpa?
Dijo Tanya defendiendo a su amiga:
— Alex siempre iba con la verdad por delante, a todas les decía lo mismo,
nada serio ni nada de amor— apiló las cosas para recogerlas— pero siempre
acababan loquitas por sus huesos. Quitando lo evidente, por su fama de que
folla como los demonios y que está buena, luego en el fondo es un cacho de
pan y eso que no la has visto cuando está cerca de un niño, se derrite
prácticamente se convierte en uno.
— Soy testigo.
Dijo carcajeando cuando recordó el día en el hotel, cuando se puso a jugar
con aquel niño vestido de sheriff. Una de sus tantas facetas que la sorprendió
y la encantó. Miró la hora, ya habían pasado muchas horas. ¿Cuánto tiempo
se pasaría hablando con Patrick? Preocupada agarró el móvil y se debatió en
si llamarla o dejar pasar más tiempo. Lo cierto es que se pasaban mucho
tiempo juntas. Sopesó la idea de que hubiera quedado con Olaya o
entretenido con temas de la empresa.
Pasó otro par de horas y la que comenzó a preocuparse fue la misma
Tanya. La dijo que solo estaría fuera un par de horas, pero no se imaginaría
tanto. Tenía cosas que hacer, tampoco podía tirarse todo el día acompañando
a Clara, aunque había hecho buenas migas:
— ¿Te dijo que tardaría tanto?
Preguntó Tanya mirando su reloj:
— No, solo dijo que iba hablar con su padre y que regresaba enseguida
— A mí también me dijo lo mismo
Ya no esperaría más, la llamaría por teléfono, pero que mierdas no se lo
cogía. Llamó a Olaya, le aclaró que no había hablado con ella en todo el día.
Llamó a su despacho, Helena que salió hacía muchas horas. Aquello ya la
estaba estresando y mosqueando. No había ni 48h. Que sus padres murieron y
no tenía buen presentimiento con esa incertidumbre. Con decisión, fue hasta
el cajón donde tenía las llaves de los vehículos y pilló la primera que estaba
más a mano. Cuando bajó hasta el garaje ¿de cuál era? Apretó el botón y
esperó algún pitido o luz que chivase el coche adecuado. Me mato pensó
Clara al ver tremendo Ferrari rojo. Pero no quería perder tiempo en cambiar
las llaves así allá que fue. Todo su interior olía a nuevo, estaba regulando el
asiento cuando tocó tela, levantó la mano para ver que era. Unas bragas uy
que raro, puso una cara de asco y las tiró en el asiento de atrás. Pero cuanto
fetichismo tenía esa mujer por la ropa interior.
Fue hasta la empresa con el corazón en un puño, ese coche se ponía a 100 a
la mínima. Y cuando llegó lo que vio solo consiguió alterarla más, había
coches de policías. Estacionó en el parquin exterior y fue a mirar de qué se
trataba. Dios no, era lo único que pensaba. Rezaba que el retraso de Alex
fuera para arreglar aquel estropicio, pero no la vio a ningún lado. A quienes si
vieron. ¿Ese era Finigan? Y ¿Cómo se llamaba? Así Taylor. Con decisión se
coló por las cintas de plástico. Y fue hasta el chico moreno como una
exhalación, esquivando a tres agentes que quisieron pararla:
— ¿Clara qué haces aquí?
— Eso me pregunto Finigan ¿qué haces tú aquí? ¿Dónde está Alex?
— Sácala de aquí Finigan.
Ordenó Taylor, mientras estaba agachada al lado de un pequeño charco de
sangre. Dejando pálida a la ojiazul:
— Finigan ¿De quién es esa sangre?
El chico moreno le agarró del brazo la arrastró hasta a fuera:
— Soy el agente Finigan Colman— comenzó a explicarla— estábamos
investigando ciertas ilegalidades en esta empresa por eso nos tocó hacer de
agentes en cubierto, pero nos hemos visto obligados a salir a la luz— suspiró
y apoyó la mano en el hombro de la rubia— lo siento, tengo malas noticias
que darte…— la cabeza se la iba— Alex Woods ha sido…— se tambalea—
¿Clara?
Se desmayó. Gracias a que Finigan estaba cerca y la pudo sostener,
alzándola en brazos la llevó hasta una de las ambulancias que había en el
lugar y la tumbó en la camilla. Taylor le hizo señas para que fuera a su lado.
Debajo de un coche habían encontrado el maletín que llevaba por la mañana
con los documentos, solo que ya no estaban, tan solo el micro y la grabadora.
Ambos agentes se miraron. La morena rebobinó un poco de cinta y le dio al
Play:
— Debiste haber muerto hace mucho tiempo.
La voz de Patrick:
— Eres un enfermo— decía con rencor la voz de Alex— maldito hijo de
puta.
— Cuidado— sonó amenazante— o puede que acabes muerta antes de
tiempo.
— Inténtalo, te aseguro que no será tan fácil.
Ahí acabó la grabación:
— Agentes.
Les atrajo la atención uno de los compañeros del FBI. En su mano llevaba
un walky:
— Estamos recibiendo señal.
Los dos se intercambiaron miradas durante unos segundos y echar acorrer.
Taylor le dio el maletín con el equipo de escucha:
— Envíalo al equipo técnico y que lo analicen— comenzó a ordenar con
rapidez la chica— todos al furgón. Quiero que me digan de donde proceden
las señales y que manden un equipo ¡YA!
Clara despertó en el hospital, en una de las habitaciones de urgencias,
esperaba ver primero a Alex, pero a su lado solo se encontraba Ruth y Olaya.
Con el semblante preocupado. La rubia trató de incorporarse temprano, pero
las chicas la detuvieron:
— No te levantes Clara.
Dijo Ruth:
— Tienes que tranquilizarte, acabarás enfermado.
Añadió Olaya:
— ¿Dónde está Alex?
Dijo con un hilo de voz Clara. Las chicas intercambiaron miradas, pero la
que terminó por hablar fue Ruth:
— Clara, por favor tienes que estar tranquila.
— No voy a estar tranquila— comenzó a decir histérica— hasta que me
digáis de una puta vez lo que está pasando.
— No ayudas comportándote así.
Dijo ceñuda Ruth. La rubia, ya pasó de la preocupación a la histeria y el
cabreo, cegada se incorporó y agarró de la pechera a su amiga, encarándola
como una loca:
— Y tú no ayudas ocultándome las cosas— dijo entre dientes— Donde. Está.
Alex
— Díselo Ruth.
Al final solicitó Olaya mientras la ayudaba a soltarse de su agarre. Ya fuera
de sus zarpas, la morena suspiró e iba abrir la boca, cuando el teléfono móvil
de O. comenzó a sonar. Salió hasta el pasillo, justo donde podía ver a las dos
amigas, por si tocaba intervenir de nuevo. Aunque ambas estaban con la
mirada fija en ella.
Clara sentía el corazón desbocado y cuando vio la reacción de Olaya
todavía más:
— Mierda— dijo colgando el teléfono y mirándolas desde el pasillo— no os
mováis enseguida vuelvo.
Seguidamente comenzó a haber ajetreo por los pasillos. Muchos de los
celadores pasaron corriendo, detrás también unos guardias de seguridad y
algún que otro médico de guardia. ¿No iban a tener un segundo de descanso?
En el mostrador del frente, se pudo ver a una enfermera con un teléfono, el
cual se la escuchó:
— ¿Psiquiatría? Una mujer alterada está armando jaleo en urgencias.
Tanto Clara como Ruth se miraron y como si hubieran metido un petardo
en el culo, echaron a correr. ¿Qué horas serían? Temprano no, desde luego ya
que por la ventana se veía que era de noche. Estaba claro, que a cada día que
pasaba era peor. Anhelaba regresar a Ontario.
Capítulo 41 - Día de Alex
En el parquin del edificio Alex puso en marcha la grabadora. Tomó aire y
salió del coche, cargando con el maletín. Atravesó el hole. Todos los que
pasaban a su lado la saludaban con un “buenos días señora Woods” “cuanto
tiempo sin verla señorita Woods” pero que ganas, si no se acordaba de la
mitad de ellos. Subió al ascensor y sin precalentamiento, directa al último
piso para ir al despacho presidencial.
El despacho presidencial era más espacioso, luminosos y demasiado
ostentoso para el gusto de Alex. Patrick estaba sentado, firmando unos
documentos, miró un poco de reojo a la morena y después siguió con sus
quehaceres:
— ¿Vienes a explicarme como narices se te pasó por la cabeza casarte con
Clara Price?
Alex dejó el maletín en una de las sillas que había enfrente de la mesa de
escritorio. Sin contestar a la pregunta que hizo, sacó los documentos y los tiró
encima de la mesa. Patrick apretó la mandíbula y la miró fulminante:
— Quitémonos las máscaras “padre”.
Patrick ladeo la cabeza como si hubiera tenido un tic, dejó el bolígrafo en el
escritorio y las entrelazó en su tripa:
— Me llegó a los oídos que te detuvieron, ¿Cómo es que te soltaron?
— Un buen abogado apareció cuan ángel caído del cielo— comenzó a
caminar de un lado para el otro con rabia— ahora, mírame a los ojos y dime
que no estas metido en cosas turbias, que no has sido capaz de tenderme una
trampa, a tu propia hija.
Patrick rio por lo bajo:
— No creo que tenga que decir nada, sabes perfectamente las respuestas.
Pegó un grito de pura rabia, apoyó una mano en el escritorio y tiró los
documentos de un manotazo, con el cuerpo en tensión y la señaló con el dedo
índice:
— Eres un maldito hijo de…
— ¿Qué?
Gritó Patrick levantándose amenazante:
— Sal de mi despacho antes de que pierda la poca paciencia que me queda—
dijo colocándose la americana— y créeme, me queda poca y te daría una
buena paliza.
Alex chirrió los dientes. Patrick no soltaba prenda, no lo admitía, solo
respuestas neutras y nada claras. No era suficiente y estaba viendo que no
sacaría nada. Agarró el maletín para irse cuando vio como pasaba su mano
por la corbata. Quedando pálida, ya sabía dónde había visto ese pasador de
corbata. Un mes, un mes en cautiverio y sin que la buscaran. ¿Por qué
querían a Clara Price? Porque era una Price:
— En el fondo no solo querían secuestrar a Clara— dijo con los ojos lleno de
humedad, hasta hace tres días ese hombre era su padre biológico, Patrick la
miró fingiendo que no entendía nada— ¿te gusta mirar como prostituyen a
una niña? — dijo entre diente y con odio— ¿tanto como para pagar y mirar
como lo hacen con tu hija?
Patrick comenzó a reír por lo bajo y se sentó:
— Puedo seguir fingiendo— abrió una cajita y sacó un puro— pero estoy
hasta los cojones de ti y de la puta de tu madre— se encendió el puro— yo
era el hombre más feliz del mundo, la cuidaba y la trataba como una reina.
Cuando me dijo que estaba embarazada me llené de orgullo. Hasta que me
dijeron que era estéril. ¿Dime Alex? — ahora era el quien la miraba con odio
— ¿Cómo puedes ser mi hija SI SOY ESTERIL? — dijo elevando la voz—
en el momento que lo supe tuve que haberla pegado una paliza.
— Hirió tu orgullo de macho, que penita— dijo con sorna— nunca pensé que
caerías tan bajo. Tú organizaste el secuestro— se le escapó una lágrima—
SIEMPRE SUPISTE DONDE ESTABA.
— Yo moví los hilos para venderte pequeña zorrita— sacó la cartera y un par
de billetes— recuerdo que a tu temprana edad lo hiciste muy bien, 100
dólares para que me la chupes como lo hiciste con el otro.
— Eres un mierda.
— ¿Yo? Desde entonces no has parado de rebozarte con cada chochito que te
has encontrado— rompió a carcajear— Incluso con la misma Clara Price,
tiene pinta de ser una fierecilla en la cama— se mordió el labio— me muero
por probarla.
— NI SE TE OCURRA SI QUIERA NOMBRARLA.
— Defendiéndola y ni puta idea tienes— gruñó y puso cara de asqueado—
debiste haber muerto hace mucho tiempo.
— Eres un enfermo— dejo con rencor Alex— maldito hijo de puta.
— Cuidado— soltó amenazante— o puede que acabes muerta antes de
tiempo.
— Inténtalo, te aseguro que no será tan fácil.
No podía estar más mirando a ese cerdo, si no acabaría clavándole el
abrecartas en todo el pescuezo. Mejor, se vio así misma cortándole los
huevos y haciéndoselo tragar. Salió del despacho como alma que llevaba el
diablo. Patrick sacó su móvil:
— Ya sabéis lo que tenéis que hacer— colgó— hubieras sido muy buena
putita Alex, que lastima.
Alex en el ascensor se quitó el equipo de escucha y por precaución se puso
la pulsera. Esa conversación la había puesto en el punto de mira de eso estaba
segura. Bajó un par de plantas, sudorosa y con la preocupación dibujado en el
semblante. Se acercó hasta su secretaria:
— Helena— se humedeció los labios y cogió aire— ¿has visto al señor
Colman?
— No señorita Woods, hoy ha venido a la empresa.
— Mierda— maldijo se separó de la mesa de su secretaria y se pasó la mano
por el pelo— muy bien, ya le llamaré por teléfono— se encaminó hasta el
ascensor mientras decía— gracias Helena.
Mientras bajaba hasta el parquin llamó a Taylor, podría llamar a Colman,
pero era un grano en el culo:
— Taylor Fisher agente de viajes en que puedo ayudarle.
— Joder Taylor— decía de los nervios Alex— tengo tu confesión necesito
verte ya
— Ven a la base.
Estaba cruzando el parking cuando sintió un fuerte golpe en la cabeza, que
la hizo perder el conocimiento. Al caer al suelo el maletín fue aparar debajo
de un coche. Entre dos, la metieron a una furgoneta y se la llevaron. La
furgoneta salió echando hostias del edificio. El motorista que lo había
presenciado desde la lejanía, fue detrás de aquella de esa furgoneta a una
distancia prudente para que el conductor no se diera cuenta.
La llevaron a un edificio abandonado, parecía ser un antiguo matadero, la
maniataron y la colgaron en un gancho que colgaba con unas gruesas cadenas
del techo, los pies apenas llegaban al suelo, aun le sangraba el golpe en la
cabeza, manchando su camisa blanca. Para despertarla le echaron un cubo de
agua fría, la morena escupió la poca agua que entró en su boca. Los dos
hombres rompieron a reír cuando ésta les miró fulminante. Era Alex Woods,
ya había pasado por esa situación, no se pondría a patalear y a gritar:
— Pero si está muy buena— miró sus ropas mojadas, se le transparentaba la
ropa interior— mmm— se pasó la mano por la entrepierna, haciendo notar el
bulto— espero que el jefe me deje probarte.
— Contrólate.
Dijo su compañero, a un par de metros había una mesa con muchos
utensilios y nada tranquilizadores, cuchillos, látigos con púas, taladradoras…
joder eso parecía The Hostel. Nada que alterase a la ojiverde:
— Mi amigo— comenzó a decir el pervertido— se excita torturando a la
gente. No voy a mentirte pequeña, yo prefiero disfrutar de otra forma.
Estaba demasiado apartado, y estaba maniatada de una forma que la
impedía activar el localizador. Esbozó media sonrisa, el cerdo no paraba de
recorrer su cuerpo con la mirada:
— ¿Te gusta? — Preguntó con voz erótica, el secuestrador se lamio los labios
y asintió— hace mucho que no pruebo un hombre ¿te gustaría ser el primero
después de mucho tiempo?
— ¡Uff preciosa!
— Estoy atada — esa voz sensual e hipnotizadora— ¿a qué esperas?
Era atraído como las moscas a la mierda. Vamos que es Alex Woods, en el
momento que le tuvo cerca, se elevó fuertemente con las manos agarrando las
cadenas y rodeó su cuello con sus piernas, asfixiándole. Comenzaba a
ponerse rojo, pero su compañero estaba cerca agarró una barra que daba
descargas eléctricas, empezó a darla descargas, pero no le hacía mucho:
— Quien hace contacto con el suelo soy yo— decía el otro casi sin aire— ella
hace de conducto payaso.
Tiró la barra al suelo y lo siguiente que agarró fue el látigo con púas y la
atizó una vez, rasgando su ropa e hiriéndola, pero no la Dio lo
suficientemente fuerte, el tío ya empezaba a perder el conocimiento y lo
hubiera conseguido, pero el segundo latigazo fue demasiado doloroso, tanto
que le abrió la carne creando una herida profunda. El tío… llamémosle cerdo,
se llevó las manos al cuello y cuando se recuperó agarró un puño americano y
por la espalda le arreó un golpe en el costado:
— ¡Zorra!
— ¡Para! — dijo… llamémosle el sádico— espera a que llegue el jefe.
— Papi viene a jugar— dijo tosiendo— que bien, espero verle la cara.
— Será mejor que no hables ya has provocado suficiente.
Desde la distancia, escondido entre unas maquinarias oxidadas les
observaba el motorista, se quitó el casco y sin hacer ruido lo dejó en el suelo.
Se encendió un cigarro de vainilla. Rio para sus adentros:
— Esa es Vesta— suspiró— lo siento pequeña astronauta, busco a papi— dio
otra calada a su cigarro— así que vas a tener que aguantar.
Patrick tardó en aparecer. La morena tenía el cuerpo dolorido, debido a los
latigazos, el puñetazo en el costado y de pasarse mucho tiempo colgada. Pasó
por su lado y vio la ropa rasgada y las heridas:
— ¿Quién ha sido?
Preguntó Patrick con la mandíbula tensa:
— Por casi me asfixia— dijo el cerdo, Alex al oírlo esbozó una pequeña risita
— me defendí.
Patrick negó la cabeza con decepción. Se puso enfrente de Alex. Estaba
demasiado cansada como para intentar hacer la misma técnica con su…
bueno el que creía que era su padre:
— Mandando sabuesos para olisquear mis negocios— negó con la cabeza—
solo por esa decisión hijas e hijos se han quedado sin papis o mamis, incluso
hermanos, de todos solo quedas tú.
— Estás llamando mucho la atención— dijo Alex con voz rota— si no son
las autoridades será el propio jefe de la mafia quien acabe contigo.
Patrick rompió a carcajear fuertemente y comenzó a alardear:
— Ya lo intentó— miró a sus hombres que también reían— y ¿sabes qué? Yo
me hice con todo el imperio— Ordenó para que la bajaran, cayendo al suelo,
Patrick se agachó y la susurró— te lo digo porque de esta no sales. Cuando
estés en tu tumba, siendo devorada por los gusanos yo me estaré follando a tu
mujer— Alex exaltada quiso levantarse, pero éste le clavó los dedos en la
herida de la espalda haciendo caer con un grito— que por cierto ¿Qué tal se
siente estar fallándose a tu medio hermana? ¿Sabías que tú verdadero padre
es Jay Price?
Alex esbozó una risa ahogada, en el momento que cayó al suelo tuvo más
acceso a su localizador y lo activó:
— Soy una zorra que se reboza con cada chochito que ve— dijo repitiendo lo
que le dijo esa misma mañana— eso incluye a mi hermana. ¿Crees que me
importa?, crecí pensando que soy hija única, eso no va a cambiar.
Patrick se levantó y se fue hasta una silla:
— Por cierto, mis hombres me han pagado para hacer contigo lo que les dé la
gana— se sentó y se cruzó de piernas— ya sabes que a mí me gusta mirar,
solo que esta vez vas a saber que soy yo.
— Si comienzo yo— dijo el sádico— no te quedará cuerpo del que disfrutar.
— Bueno preciosa— dijo el cerdo— ahora sí que vas a catar a un hombre de
verdad.
Ansioso se echó sobre ella y le abrió la blusa de un tirón. Pero esa vez no
iba a ser tan dócil como cuando era una niña, estaba en una buena posición
para llevarse un buen rodillazo. Enseguida cayó retorcido agarrándose los
huitos. Pegando un gruñido se incorporó un poco y le arreó una bofetada,
mientras con una mano seguía agarrándose los nachos. Iba a darle otro golpe
cuando. PAM, el impacto de una bala sobre su pecho, cayendo al suelo sin
vida. Tanto Patrick como el sádico sacaron sus armas y disparaban a
dirección a las maquinarias oxidadas. PAM, PAM, eso era una guerra.
Obligándoles a retroceder y a salir de aquel lugar, huyendo. Pensando que se
trataba de una redada:
— Esto no quedará así Alex.
Escuchó la voz de Patrick a lo lejos. Estaba demasiado cansada, se giró
para incorporarse, a lo primero fue unas botas, unos vaqueros, una chaqueta
de cuero y un hombre, en una de sus manos aun aferraba fuertemente el arma:
— Alex— dijo aun sin inmutarse— ¿Cómo es que siempre acabas metida
en estos líos?
— Supongo que he nacido para ello— se colocó de rodillas, sabía que ese
hombre no era de la policía— ¿Quién eres?
— Vaya, no soy el único que le ve ¿verdad?
Se guardó el arma, se agachó y comenzó a desatarla. Mostraba parte de su
torso al tener la blusa rota. Clark se quitó la chaqueta de cuero y se la puso:
— ¿A quién?
— A Emer.
En ese instante la frialdad que mostraba Alex cambió, a una expresión de
desconcierto:
— ¿Quién eres?
— Aun no lo sabes niña astronauta.
— Es una broma— si no entró en shock durante todo el secuestro,
comenzaba a estarlo, llevó las manos hasta el rostro del desconocido,
entonces reparó en la cicatriz de su cabeza. Rompiendo a llorar se lanzó a sus
brazos— estás vivo, Clark, no me lo puedo creer
Clark frunció el ceño, espera.ba un rodillazo o un grito en plan “fush, fush
violador”, un abrazo era todo lo contrario. El chico con expresión afligido
Respondió aquel abrazo:
— ¿No me odias?
Preguntó el chico sin entender:
— ¿Por qué? El que debe odiarme eres tú— para Alex, Clark fue como un
hermano, digamos que así era, puesto que era el otro niño malo y lo mismo le
ocurría a él— tenía fiebre y te di pensé que te maté— las lágrimas invadían
sus pómulos— te dejé solo perdona, tenía miedo.
— ¿No piensas que te quise violar?
— No.
Iba a darle otro abrazo, pero este ceñudo agachó el cabeza avergonzado y
se apartó. A lo lejos comenzaron a escucharse sirenas. Pues para ser un
equipo del FBI eran muy ruidosos:
— ¿Qué pasa?
Preguntó Alex curvando sus labios:
— Alex pensaba que me odiabas, pensaba que me habías traicionado—
trago saliva— me dejé llevar por el rencor, soy un asesino.
La morena miró al cadáver que estaba en el suelo. Pensando que se refería
a eso:
— Lo dices por ese— señalo al cuerpo sin vida— Ha sido por defesa,
contrataré al mejor abogado, saldrás….
— No— la paró— desperté solo— derramó una lágrima— mi única
amiga eras tú y no estabas, Alex soy un asesino— se escuchaban pasos
acercándose— Soy. Un. Asesino. — dijo poniendo énfasis en cada palabra—
he matado para Patrick.
No hizo falta decir mucho, la expresión de Alex se tensó:
— Dime que no has matado a los padres de Clara.
No había más tiempo, se veían las sombras de los agentes entrar en aquel
lugar. Clark entre lágrimas quitó el cargador del arma:
— Lo siento.
En el momento que estuvieron en el campo de visión de los agentes,
apuntó a la morena. Un dedo flojo disparó sin darle la oportunidad de
rendirse, recibiendo un balazo en el cuello. Alex se llevó las manos a la boca:
— Dios, no— dijo agachándose enseguida y tapar la herida— otra vez no
— sirvió de poco tapar la herida, Clark perdió la vida en cuestión de
segundos— CLARK.
Sintió que vivía en un mundo paralelo. Luchando con todo aquel que se le
acercaba, se atrevía a tocarla o alejarla de Clark. Patrick Woods no tenía
límites. Si no la consideraba su hija ¿No era más fácil desheredarla? ¿Dejarla
en paz? No, de nuevo fue secuestrada bajo sus órdenes. Y si esperaba estar
libre en la ambulancia, se equivocaba, puesto que la maniataron con correas
de fuerza.
Era un animal salvaje. Si de niña le costó sudor y lágrimas, de adulta fue
mucho peor. A ver, una mujer alterada, lógico es poner un tranquilizante,
pues listo fue aquel de quitarla una correa para curarla sin inyectarla ningún
calmante. Zasca, nariz rota para el sanitario. Agarro el pie de los goteros y lo
alzó amenazando a aquel que se le acercará. Un enfermero con el tabique
nasal desviado, un médico con la cabeza rota. Estaba en una esquina
acorralada, tenía la adrenalina a mil y apenas era consciente de quienes la
rodeaban, batas blancas, lo asociaba a psiquiatras, no volvía a un centro
psiquiátrico ni loca. Entre la multitud apareció Olaya confiada se acercó, pero
recibió un golpe en el estómago:
— Dejarme ir a casa.
Decía histérica la morena. A los minutos apareció Ruth y Clara. Que
quedaron alucinadas ante aquel panorama:
— Alex.
Dijo la rubia dando un paso hacia delante:
— NO— la paró Olaya desde el suelo— está demasiado alterada.
— Me importa una mierda— Ruth intentó agarrarla paro demasiado tarde,
con las manos delante— Lex.
Alex seguía anclada en la esquina con la pata en alto. Clara precavida se
mantuvo un poco alejada:
— Alex, baja eso cariño.
Intentaba tranquilizarla. La morena se la quedó mirando durante un rato:
— Clara.
Dijo con cierto temblor, aunque sin bajar el utensilio:
— Me quiero ir a casa.
Siguió diciendo con tono suplicante. Clara aun con los brazos hacia
delante:
— Nos vamos a ir a casa— miró el pata sueros— voy a acercarme muy
despacio.
Poco a poco fue acercándose, agarró la punta del pie del gotero y lo fue
echando apartándolo a un lado. Hasta llegar a la chica:
— Clara, por favor no dejes que me internen.
La rubia negaba con la cabeza y le acariciaba las mejillas, estaba golpeada
y manchada de sangre. Joder, la rubia aun no sabía que era lo que le había
pasado. Nunca la había visto tan, asustada. Alex tiró el pata suero y la abrazó:
— Vámonos a casa, Clara, por favor.
— Nos vamos a ir— en lo que Alex estaba distraída abrazando a la rubia
— antes hay que curarte.
— No— apoyó la cabeza en su hombro— me curas tú en casa, lo haces
muy bien.
Momento en el que un valiente se acercó para inyectarla un fuerte
tranquilizante. La morena giró bruscamente, aunque no le dio tiempo a más.
Entre Clara y el médico tuvieron que agarrarla antes de caer desplomada al
suelo:
— ¿Es su novia?
Preguntó el médico mientras la tumbaba en la cama:
— Mi mujer.
Respondió la ojiazul sin parar de acariciarla el pelo, reparando en el golpe
que tenía en la cabeza:
— Menudo genio el que se gasta— procedió a quitarla la chaqueta de
cuero, uff esa imagen fue aún más dura, sobre todo cuando la giraron y
vieron los latigazos— Dios, vamos a limpiar las heridas y veo que necesitará
puntos— miró a Clara— pediré un tac, una resonancia y me temo que una
revisión psiquiátrica.
Clara aun sin poderse creer nada inspiró fuertemente:
— Cúrela, hagan las pruebas necesarias y todos los puntos necesarios— la
miró con seriedad— pero nada más, después nos vamos a casa.
— Clara.
Dijo Ruth con preocupación. O. aun con la mano en la zona dolorida, apoyó
el hombro de Ruth:
— Si se le acerca tan solo un psiquiatra lo único que va a conseguir es
alterarla más.
El médico acabó accediendo. Aunque bien pidió que les dejaran trabajar y
que ir a la sala de espera. Ahí aparecieron Taylor y Finigan, que tenía un ojo
morado. Ambos llevaban los chalecos anti balas:
— Le dices a la loca de tu mujer— decía Finigan quejumbroso— que la
próxima vez le socorre el espíritu santo.
— Vale ya— dijo Taylor seria— ¿Cómo está? Necesitamos tomar
declaraciones
— Un momento.
Intervino Ruth mirando el chaleco anti balas:
— ¿Eres del FBI?
— NO— dijo con amargor— es carnaval y me ha dado por disfrazarme de
agente.
— Controla es humor de mierda.
— Alex está dormida— dijo con enfado Clara— ahora me vais a decir
¿Qué coño la ha pasado?
Los dos agentes se miraron. Taylor estaba con los brazos en jarra:
— Fue secuestrada por Patrick Woods.
Clara comenzó a reír con ironía:
— Mis padres mueren— se llevó la mano a la cara— ¿me estáis diciendo
que Alex ha sido secuestrada otra vez en su vida? — elevó la voz— ¿Por su
padre?
Finigan dio dos pasos atrás:
— Mujer histérica yo me largo.
Olaya achicó los ojos:
— Patrick Woods, maldito cerdo.
Clara se sentó en una de las sillas de plástico y se llevó las manos,
comenzando a sollozar. Las dos chicas se sentaron a cada lado, dándole
apoyo:
— Esto es demasiado, demasiadas emociones.
Taylor se acercó a Clara:
— Haremos todo lo posible por atrapar a ese hijo de puta.
Taylor Fisher ya había escuchado la conversación que había conseguido
grabar Alex. No había hombre más repugnante en la tierra que Patrick
Woods. ¿A una niña? Vamos hombre. La guerra fría contra la mafia europea
había estallado. Y eso que aún no sabían que el líder, era el mismísimo
Woods.
Flashback
La pequeña Alex nada más llegar del colegió tenía un horario. Comer,
deberes, clases de violonchelo, hora de juegos, cena y dormir. Cada día era
lo mismo, salvo que fuera William o Clara, ahí la daban un poco más de
rienda suelta. Alice Woods, llegaba de trabajar siempre diez minutos antes
que Patrick.
Se asomaba en la habitación de los juegos y siempre la pillaba dibujando,
bailando con la niñera o incluso se adelantaba y tocaba:
— ¿Qué haces cariño?
Preguntaba Alice entrando a la habitación, Alex estaba sentada en una
sillita dibujando. La mujer se acercó a ella, la agarró se sentó en la sillita y
la puso en su regazo. La pequeña ojiverde le mostró el dibujo:
— He dibujado el cole— comenzó a señalar a los niños— y este es Richard
con sus amigos jugando al futbol.
— ¿Y estas dos que se están pegando?
Apuntó a la rubia:
— Está es Clara y la otra soy yo.
— ¿Clara te pega en el colegio?
Preguntó Alice con preocupación:
— Solo cuando la provoco— dijo encogiéndose de hombros, miró a su
madre y la sonrió— no pasa nada, me divierte.
La mujer rompió a reír y la dio un beso en la frente. Pasados los diez
minutos pasó Patrick, que se asomó a la habitación. La mujer se tensó, se
levantó de la silla y con seriedad:
— Recuerda que en un rato tienes la clase de violonchelo.
La niña nunca comprendió aquello. Durante un rato era cálida, el resto del
día fría como el hielo y cuando estaba su padre, ni la miraba. Rechazaría
todos los ponis del mundo, a cambio de un abrazo de su madre a la hora de
irse a dormir.
(Sueño de Alex)
“Cuatro de la mañana, aun con los ojos pegados fue hasta el baño. Estaba
hecha mierda, nunca en la vida se había sentido así, pero con cierta ligereza,
su interior ya no pesaba tanto. Se lavó las manos y se acostó de nuevo. Le
reventaba levantarse tan temprano para ir tan temprano. Clara siempre con
su sueño profundo, podía caer una bomba que no se enteraría. Se arropó y se
dispuso a dormir de nuevo, pero al abrir los ojos quedó paralizada:
— Clark.
Clark estaba agachado al lado de su cama, mirándola con cierta
decepción:
— ¿Vas a dejar que ganen Alex?
— Ya han ganado.
— No— rugió Clark— eres Vesta, sobreviviste perdida en el parque
forestal de Portland, con fiebre que pudo haberte matado, si te caes te
levantas.
— Aj— hizo un mohín la morena— vete al infierno y déjame en paz.
— No lo haré niña astronauta— en sus manos tenía un libro— saca tu
genio y empieza a salir de tu escondite. Eres mejor que Patrick Woods— le
dio el libro— cabréate.
Alex se sentó al borde de la cama y miró con el ceño fruncido el libro. Era
el conde de Montecristo. Alzó la cabeza, pero Clark ya no estaba. Suspiró
fuertemente:
— Me siento como Whoopi Goldberg en ghost— musitó— posiblemente
esté loca”
Cuando abrió los ojos ya era de día y vio a Clara tratando de no hacer
ruido mientras se vestía. Sin éxito, ya que se encontraba maldiciendo al darse
que sus medias estaban rotas. Se subió al vestido y de manera torpe comenzó
a quitárselas, para no caer tuvo que apoyar una mano en la cómoda:
— Pero que mierda, joder— abrió el cajón— ¿Dónde estaban las otras?
Alex se sentó sobre la cama y dibujando media sonrisa:
— Me parece que las vi en el cesto de la ropa sucia.
Clara se sobresaltó, girándose con una mano en el pecho:
— Mierda, ¿te he despertado?
La morena negó con la cabeza, se levantó y fue hasta su cajón. Sacó una
caja de medias sin estrenar y se las dio a su mujer. Clara sonrió mientras abría
la caja para ponérselas, ya llegaba tarde. Se sentó en la cama cruzando las
piernas. Alex se arrodilló y le quitó las medias de las manos:
— ¿Me dejas?
Con delicadeza, comenzó a deslizar aquella fina tela color carne por una
de sus piernas. Sus dichosas manos eran puro fuego sobre su piel, tuvo que
aferrarse fuertemente a la cama. Sus ovarios la iban a estallar y solo la estaba
poniendo unas medias, no quitándoselas:
— Tienes unas piernas preciosas.
— ¿No era mi culo lo que te gustaba?
Preguntó Clara antes de morderse el labio. Alex comenzó a ponérselo por
la otra pierna, esbozó una sonrisa:
— Me gusta todo de ti, levántate— pidió para terminar de subírselas por
debajo del vestido— tu culo solo me crea fetiche.
Se incorporó hasta ponerse a la altura de la rubia y le colocó un mechón
rubio detrás de la oreja. Clara al completo era su fetiche, curvó la comisura de
sus labios:
— ¿Es normal que me haya puesto cachonda al ponerte unas medias?
La rubia rompió a reír mientras negaba con la cabeza, sorprendiéndose al
verse atraída por unos fuertes brazos, a la vez que chocaba sus labios, que
respondió encantada entre abriendo su boca. Un beso esperado pero leve:
— Lo que exiges, besos y abrazos, quiero añadirle un plus— aferró sus
mejillas— te quiero— se sonrieron bobaliconas— ahora vete antes de que me
odies por llegar tarde.
— Joou— musitó quejumbrosa— vale, no tardo.
— ¿Está Henry abajo?
— Lex— dijo Clara agarrándole de las mejillas— como todas las veces
que salgo, sí, y como siempre te digo sé a dónde llamar si veo algo raro. Te
quiero.
Al descubrir que Patrick era el nuevo cabecilla de la mafia, la interpol dio
por hecho de que había regresado a Europa para esconderse de las
autoridades. Lo que no sabían es que era un hombre muy rencoroso. Él no se
iría a Europa, tenía otros planes y era invadir Estados Unidos. Concertando
reuniones con matones de poca monta, con chorizos, camellos, lover boys,
creando alianzas y los que no, iban al pozo de los cadáveres. Pero su guerra,
era con la única persona que se le había escapado dos veces. Tiempo al
tiempo. Se decía o aconsejaban:
— Señor, está ampliando su imperio— decía uno de los empleados más
fieles— las venganzas para cuando ya esté establecido.
Patrick había cambiado su aspecto físico, había engordado, cortado la
barba y el pelo, también se tiñó de castaño claro y comenzó a usar lentillas.
— Lo sé y créeme que la próxima vez esa perra no me pillará tan
descuidado.
— ¿Por qué tanta obsesión? Tan solo es una chica.
Comentó otro de los hombres. Bueno tan solo era un jovencito. Patrick
suspiró y negó con la cabeza:
— Romero.
No le hizo falta que dijera nada más, giró la cabeza hasta el otro chico,
sacó su arma y PAM, un disparo entre ceja y ceja. Hizo señas a los otros dos
hombres que estaban a cada lado de la puerta que enseguida acudieron para
recoger el cadáver. Era un crio y por segundos sintió compasión, era un
comentario ¿por qué matarlo por esa estupidez? Fácil, porque podía. Europa
era suya y Estados Unidos comenzaba a serlo:
— Señor— dijo entrando otro al despacho— chicas nuevas.
— Romero— Miró a su empleado— ve a divertirte con los chicos, mañana
vendrán los encargados de los clubs a por ellas.
— Gracias señor Woods.
Patrick miró al recién llegado y sacando un habano de su caja de puros:
— ¿Alguna virgen?
— Casi todas son vírgenes, señor.
Woods rio para sus adentros:
— Bien, en ese caso me apunto a la fiesta.
Alex estaba desfogando adrenalina intentando analizar su sueño, llevaba un
buen rato machacándose, estaba empapada de sudor y eso que llevaba un top
negro bien ajustado y un pantalón de chándal a juego igual de ajustado,
realzando sus glúteos. Patrick Woods seguía prófugo de la justicia, era un
dichoso capo de la mafia. Diez dominadas, diez abdominales, trabajo con
mancuernas trices, deltoides y piernas. Otra vez a las dominadas. Que se
cabrease ¿para qué? Lo único que le causaría sería úlceras. Siempre había
pensado que sus secuestradores, que todos sus secuestradores habían muerto.
No todos. Se soltó de la barra y fue hasta la estantería, ahí tenía una edición
del conde de Montecristo. Se le pasó por la cabeza un poco loca y para nada
acorde a sus principios. Bien ahora sabía porque debía cabrearse. Se secó un
poco el sudor con la toalla y agarró el teléfono. Pero fue interrumpida por el
timbre. Con precaución observó por la mirilla. Ese sí que era una visita
sorpresa, abrió la puerta:
— Taylor.
La agente le recorrió la mirada de pies a cabeza:
— ¡Wau!, si algún día lo tuyo con Clara no funciona, por favor llámame.
Alex puso los ojos en blanco y se hizo a un lado para que ésta pasara:
— ¿Alguna noticia de Patrick?
— No— dijo mientras iba directa al sillón, sentándose al sillón y cruzándose
de piernas— es una visita social— miró a su alrededor— ¿desfogándote?
Conozco un gimnasio mejor que esto.
— Gracias, pero estoy bien así.
Pegó unos buenos tragos de su bebida isotónica:
— ¿Qué ha sido de la Alex que conocí?
— Quizás no fuese esa la verdadera Alex, ¿has parado a pensar eso?
Taylor esbozó una sonrisa:
— Metería la mano en el fuego por que sí.
— Te puedes quemar— regresó hasta la barra de dominadas esta vez para
hacer diez negativas, antes era una mujeriega que huía de todo.
Taylor se levantó y se puso delante de ella con los brazos cruzados:
— Y ahora también huyes recluyéndote aquí.
Alex frunció el ceño, dejó las dominadas:
— Tú también vas a venir con los sermones.
Taylor sacó un cuadernito de su bolso y apuntó una dirección, arrancó la
hoja y se la entregó:
— Eres fuerte Alex, despierta de una puta vez— se iba a dirigir a la puerta,
pero de nuevo la encaró— no es un secreto que me gustas, me gustaste desde
un principio, pero no te confundas no soy Finigan, como miras a Clara sé que
estás a años luz de que pueda tener nada contigo, pero al menos déjate
ayudar, es un gimnasio muy bueno, dile al encargado que vas de mi parte y
no habrá problemas. Regresa Alex.
Dicho aquello salió del piso. Alex apretó la mandíbula suspiró fuertemente
con los brazos en jarra. Eso ya no había sido un sueño. Taylor si había sido
real. Pegando un gruñido fue hasta el teléfono y realizó la llamada:
— Olaya— dijo con seriedad— mañana voy a la empresa, quiero tener una
reunión contigo y Helena, no tan temprano— en ese instante entró Clara y no
traía buena cara— sabes que no me gusta madrugar.
— ¿Ocurre algo?
— Nada, avisa a Helena.
Colgó el teléfono y miró con temor a la rubia, que estaba ceñuda y con esas
arruguitas que solían formársele cuando se enfadaba. Aunque lo que llevaba
en sus manos captó su atención, dibujando una sonrisa:
— ¿Eso es para mí?
— Si— dijo dándole la bolsa de mala gana— me encontré con Taylor,
pregunté si era por la investigación, no, era porque la apetecía verte.
Alex estaba abriendo la bolsa sonriente:
— ¿Celosa?
— No es un secreto que esa está loca por tus huesos.
La morena se llevó cuatro patatas a la boca y en plan cavernícola habló con
la boca llena:
— Lo sé me lo acaba de decir.
— ¿Y lo dices así? — La recorrió con la mirada, joder toda sudada y su
abdomen definido al descubierto— ¿Y la recibes así?
La ojiverde entre carcajadas se acercó a la rubia:
— ¿Qué culpa tengo yo de que sea tan atractiva para volverlas todas locas?
Debías de haberlo sabido antes de casarte conmigo— le agarró de las manos
— Clara, no debes preocuparte Taylor no me atrae, ninguna mujer me atrae,
solo tú.
Clara se mordió el labio y comenzó a balancearse de un lado para el otro
como una niña pequeña:
— ¿Lo prometes?
Alex rompió a reír. Música para los oídos de la rubia. Soló sus manos de
deportista atractiva sudada, las posó en su cadera y la atrajo, embriagándola
con su dulce aroma mezclada con el sudor. Eso no era bueno para Clara,
despertaba partes de su anatomía que creía olvidados y cuando acercó sus
sexys labios para besarla. Joder, tenía que controlarse para no colgarse de su
cuello y rogarla que la llevara al cuarto.
Gracias a que la hamburguesa recuperó toda su atención. Parecía una niña
chica comiendo esa guarrería. Vaya, no hacía falta un libro para sacarla una
sonrisa, sino una dichosa hamburguesa del McDonald:
— ¿Te has machacado mucho hoy?
Preguntó mientras se sentaba a su lado y agarraba un par de patatas para
comérselas:
— Primero me desgasté masturbándome salvajemente, ya que unas simples
medias me pusieron cachonda.
Ay que Clara se nos ahoga. Alex carcajeando le dio unas palmaditas en la
espalda:
— Estaba bromeando— Clara la dio un empujón— leí un poco el libro que
me disté.
— Con esas cosas no se juega— dijo irritada Clara— por casi ardo en
combustión espontánea imaginándote.
Alex puso expresión picara:
— ¿Y qué imaginaste?
— No voy a decir nada.
Respondió Clara ruborizada:
— ¿Por qué? — preguntando con su voz erótica— vamos escritora— se
acercó para susurrarla con sensualidad— sé que me lo vas a saber detallar
muy bien.
— Mejor no jugar con fuego.
Dijo Clara tragando saliva e intentando controlar el ritmo de su respiración:
— ¿Por qué? — Puso su mano en su muslo— ¿temes entrar en combustión
espontánea?
— Comenzabas rozándote los labios…
— Quiero todos los detalles, Clara, soy tu ordenador y estas escribiendo
una escena de sexo, comencé a rozarme los labios ¿aquí? O ¿En la cama?
Vestida o desnuda, ¿emplearía algún juguete? —su aliento le rozaba el rostro,
no le ayudaba si no hacía más que excitarla— cada detalle.
— Alex ayudó a su mujer poniéndola las medias, el roce de su piel le
resultó excitante, como la tela subía por sus piernas desnudas le pareció de lo
más erótico— tenía que esforzarse para estar concentrada, ya que su mano no
paraba de acariciarla la pierna— sitió ganas de poseerla de forma salvaje en
ese instante, mierda…
Se distrajo cuando la morena empezó a besarla en el cuello, de forma
suave, la humedad de su lengua y luego el cálido aliento acariciando su piel,
totalmente de gallina:
— No pares— ordenó la morena con un susurro— sigue, Clara.
— Clara también se excitó mucho, las manos de Alex sobre su cuerpo
eran como un rayo cayendo sobre el océano, la electricidad viajaba a cada
centímetro de su cuerpo hasta despertar la humedad de su sexo, pero muy a
su pesar se tiene que ir a una reunión, quejumbrosa y maldiciendo sale del
piso— se humedeció los labios, cerró los ojos y ladeo la cabeza— Alex se
quedó sola en la habitación, todo su interior ardía, la excitación se podía notar
en su entrepierna palpitante, necesitaba desahogarse…
— ¿En la habitación?
Preguntó dándole un mordisquito en el lóbulo:
— Si— dijo con un hilo de voz— sí.
Alex se separó un poco, mirándola con deseo, sus pupilas oscurecidas y
comenzaban a dilatarse, le agarró de la mano y comenzó a guiarla hasta la
habitación:
— Si ocurría en la habitación tendremos que ir ahí, pero no pares Clara,
sigue relatando.
Joder no era fácil cuando lo único que pensaba era, “por Dios fóllame de
una puta vez”:
— De forma sensual, esa que la caracterizaba comenzó a desnudarse.
Alex se sentó al borde de la cama, Clara se iba a sentar a su lado, pero la
morena se lo impidió:
— No— su expresión estaba llena de picardía— demuéstrame como me
hubiera desnudado.
— ¿Cómo?
Preguntó Clara sorprendida. Joder, Alex y sus juegos, con lo fácil que era
bajarla las bragas en esos instantes:
— Que te desnudes pensando que soy yo, quiero verlo.
Lo había descrito como sensual, pero obvio que sus ansias no la ayudaban a
ser paciente y mucho menos sensual. Se quitó los zapatos e iba a quitarse el
vestido:
— No— dijo Alex levantándose— ¿Así te imaginas que lo hubiera hecho?
Se colocó detrás de la rubia y agarró sus manos, para guiarla y demostrarla
como lo hubiera hecho:
— Hay que sentirse— con sus palmas en el reverso de las manos de Clara,
comenzó a moverlas por todo su cuerpo, por el abdomen, fue subiéndolas,
una la llevó hasta su rostro he hizo que se acariciara los labios con las yemas
de los dedos, mientras que la otra seguía vagando por cada parte de su
anatomía— despertar el deseo aún más aparte del que se tiene, por encima de
la tela— no dejaba de susurrarla al oído— pasar las manos por los senos y
hallar los pezones erectos, incitando a ser tocados y pellizcados— comenzó a
masajear los pechos por encima del vestido, Clara con los ojos cerrados
esbozó un suspiro sonoro— tan irresistible el placer tus manos cobran vida,
ellas solas buscan la manera de encontrar el camino hasta rozar directamente
esos duros picos que te llenan de electricidad— decía introduciendo sus
manos por el escote, hasta rozar con la yema de los dedos sus pezones
erectos. Clara notaba la excitación de Alex al sentir su respiración
entrecortada y su necesidad estar a cada vez más pegada a su espalda—
cuando ya no puedes más con la estimulación y el calor corporal aumenta, las
prendas de ropa sobran, quítate el vestido, pero sin ansias, lentamente
descubre tu cuerpo y adorarlo— y como hasta el momento, Clara obedeció y
muy despacio fue quitándose el vestido, quedando su torso desnudo. La rubia
sufría por el calentón, pero el gruñido de Alex dejaba claro que también lo
hacía— mierda— dejó el juego de guiar las manos de la rubia para acariciarla
directamente— ponte el collar.
Clara abrió los ojos:
— ¿Ahora?
Alex la giró bruscamente para quedar cara a cara, para besarla con fiereza,
esos besos que llevaba sin darla y que echaba de menos. Clara gimió
demasiado caliente para aguantar una sesión de BDSM:
— Si, póntelo— se separó para mirarla de pies a cabeza— y termínate de
desnudar, ahora vengo.
¿La daría tiempo a darse una ducha de agua fría? Buscó su collar que
estaba guardado debajo de su cama, junto al resto de… ¡Joder! nunca se
había fijado en todo lo que había debajo de la cama, ahí estaba todos los
utensilios y juguetes de Vesta, incluso la bolsa que solía llevarse en sus
sesiones. Alex entró con un cuenco lleno de hielos, de los que hacía ella, no
entendía porque los hacía si compraba también de los industriales. Clara que
todavía no tenía puesto el collar no estaba en el juego, pero Alex ya estaba en
el papel de Vesta, sobre todo cuando se desnudó y se cambió de atuendo.
Dejando a la rubia con los ojos bien abiertos, se estaba poniendo un corsé
medias con unas ligas, pero dejando su intimidad a la vista. Lo dicho, Clara
comenzaría a convulsionar y se calcinaría por su propio calentón. Alex seguía
a lo suyo, poniéndose su famoso antifaz y como hizo en el hotel colocó un
espejo a los pies de la cama. Dejó todas sus cosas a mano, a cada lado de la
cama:
— ¿Aún no te has puesto el collar? — suavizó su voz— ¿No te apetece?
Puedo cambiar el juego si quieres.
Clara tenía el collar en las manos, arrodillada en la cama totalmente
desnuda:
— Claro que me apetece, solo que me sorprende es ¿por qué ahora?
Alex o Vesta curvaron la comisura de sus labios, la empujó sobre la cama
y se las apañó para inmovilizarla de manos y con una mano le tapó la boca. Y
no la quitaría porque a Clara le encantó, como explicárselo a una persona que
no practicaba esos juegos, que pensaran lo que les diese la gana era excitante
y no pasó desapercibido para Alex:
— Vi cómo te turbabas cuando leías El diario de una sumisa, como tu
piel se ponía de gallina— joder su puta voz, era capaz de correrse escuchando
solo esa voz— las veces que tenías que beber agua para enfriar tus deseos.
Siempre lo deseas, te encanta que te ate, que te amordace— puso su muslo en
su entrepierna, aquel contacto hizo que Clara arqueara la espalda— que te
azote, someterte a mí, sea solo sexo o con juegos siempre sometida— pegó
mucho más su muslo ahogando un gemido de Clara con su mano— apuesto
que siempre que dejabas el libro sobre tu mesilla deseabas que Vesta
regresara. ¿Quieres solo sexo? Te lo daré, pero ambas sabemos que los
placeres son más intensos cuando jugamos fuerte— le fue retirando la mano
lentamente terminando por acariciar sus labios— tu siempre vas a tener la
última palabra.
Clara embobada con su mirada tras ese antifaz que la intensificaba
muchísimo más. Se lamió los labios para humedecer su boca seca:
— Solo aclárame una cosa— solo conseguía susurrar— ¿lo haces por el
placer? O ¿piensas utilizarme para recuperar el control?
Alex se acercó y la volvió a besar, pero sin dejar sus manos libres:
— ¿Crees que recuperare el control con Vesta? En el fondo quien lleva los
limites eres tú, nunca haría algo que no te gustase, ni que no te resultase
placentero— liberó sus manos para abrir sus piernas y colocarse en medio,
apoyando las manos en la cama— en el momento que hiciera eso no sería una
ama, estaría abusando de ti, no Clara, nunca te utilizaría. Amo someterte,
amo follarte y lo que nunca pensé que experimentaría, amo hacerte el amor.
Te amo con cada una de las facetas. Te amo, Clara— beso a beso hizo
recorridos por su mentón, mejilla, cuello— me he perdido estos días y falte
mi palabra dejándote sola.
Clara obligo a mirarla, ojalá se pudiera decir que, con firmeza, pero sus
ojos estaban humedecidos como sus sentimientos a flor de piel:
— Estabas sufriendo.
Comentó la rubia, la ojiverde cerró los ojos y juntó su frente con la de
Clara:
— Tú también sufrías, aun así, has arrastrado de mí— palpó la cama en
busca del collar y lo tiró lejos— físicamente seré rápida, fuerte y soporto
mucho más el dolor, no lloro si sangro. Emocionalmente de las dos, tu
siempre serás la más fuerte.
Clara curvó la comisura de sus labios a la vez que una lágrima caía por sus
mejillas:
— En más de una ocasión estuve a punto de mandarte a la mierda.
— No te hubiera culpado, pero sí que habría terminado de morir— guio la
mano de Clara hasta la cremallera de su corsé y la incitó para que la bajara—
ya no puedo imaginarme mi vida sin ti.
Llegó el momento en que las palabras ya no eran necesarias. Clara quitó el
corsé de Alex y como había hecho ésta con el collar, lo tiró lejos, fijando su
mirada la una a la otra, era como si se acariciaran o besaran con aquello
forma de mirar. No se trataba de un acto físico, no se trataba del placer hasta
llegar al orgasmo, prácticamente ignoraban sus zonas más erógenas y
húmedas, incluso cuando entraron en el juego el movimiento de sus labios.
Besos, abrazos, caricias, sintiendo cada centímetro de piel, adorando cada
centímetro de su ser. Clara rodó encima de Alex, colocándose a horcajadas
sobre ella, ésta se sentó para poder abrazar a la ojiazul y aun teniendo sus
senos más cerca, prefería deleitarse con su cuello. De nuevo intercambiaban
liradas, se besaban y sonreían. Eran dos amantes cuyo amor no solo era un
sentimiento, sino un estado, caricias intensas que despertaban las neuronas de
su epidermis alimentando su fuego interno, incluso sin ser acariciadas en su
sexo o senos llegaban a gemir.
Alex recorrió a besos estando Clara tumbada boca arriba, luego boca abajo
y viceversa, hasta acabar en la posición inicial. Con la rubia debajo de Alex:
— ¿Cómo es posible? Al comienzo de la noche solo quería que me follaras
de una puta vez— dijo Clara acariciando con la yema de los dedos su espalda
— ahora solo deseo que la noche nunca termine para tenerte así entre mis
brazos.
— Al comienzo de la noche solo quería azotarte jugar con ciertos contrastes
frio y calor, durante un rato montarte como si fueras mi pony y me pasearas
por el piso— carcajeó— y por último, follarte hasta que nuestros cuerpos
dolieran, pero todo se vino al traste cuando pasé de solido a liquido— beso
húmedo— tus besos derriten cada resquicio helado de mi alma— su mano
descendía su cuerpo— convirtiendo todo el amor en un inmenso océano
capaz de cubrir hasta el pico más alto de la tierra— hasta alcanzar su sexo y
comenzó a acariciarlo, Clara cerró los ojos gimió y echó la cabeza hacía atrás
— siempre tuya.
Dicho esto, último, se deslizó con dos dedos dentro de ella, aunque
penetraciones poco profundas, lo suficiente para alcanzar el punto que le
volviera loca, con cada entrada y salida acariciarla con su palma de la mano
el clítoris, hinchado, muy hinchado por la excitación, del rudo comienzo de la
noche, hasta las placenteras caricias del medio, para culminar de esa manera
tan satisfactoria. No había ningún “Oh Dios Clara como me pones” pero si le
susurraba de vez en cuando un “Oh Dios Clara como te quiero” y llegado el
turno de Clara, incluso siendo mucho más suave, delicada al acariciarla y
buscar el punto que le haría llegar hasta su orgasmo sonoro, también
esbozaba algún que otro “Te amo, Alex”.
Terminando tumbadas de costado mirándose la una a la otra sin dejar de
sonreír:
— Me has convertido en una ñoña.
Clara carcajeó:
— ¿Yo? No te obligo a decirme esas cosas.
— Si lo haces— la sonrisa no se le borrara la cara y no era la de recién
follada no, era una sonrisa de felicidad— siempre que me miras así, me
embrujas— carcajeó— ves me vuelves una ñoña.
— Amo cuando te pones ñoña.
La morena negó con la cabeza riendo, miró el reloj, ya era tarde y al día
siguiente tenía que ir a la empresa, la iban a tener que sacar de la cama a
palos, después de mes y medio sin salir de ella:
— Mañana tengo que ir a la empresa, tengo una reunión con Olaya y
Helena.
Clara hizo un sonido quejumbroso:
— El día que no tengo ninguna reunión decides volver a tus
responsabilidades.
— Bueno— pasó el dedo por la punta de su nariz— que tal si buscas algún
plan para cuando salga de la reunión ¿Cine? ¿Teatro? — esbozó otra
carcajada— ¿Club de Striptease?
— Ya veré que podemos hacer.
Al final acabaron dormidas abrazadas. La leche, hacía tiempo que no lo
hacían completamente desnudas. Ahí la única que seguía acostumbrada a
despertar temprano últimamente era la rubia. Que se levantó para querer dar
una sorpresa a Alex la golosa, nunca en su vida había hecho unas tortitas, la
sorpresa estaba resultando un auténtico desastre, sobre la salten caía masa y
de la salten salía puro carbón. Ni con la campana puesta era capaz de retener
el humo. Dándose por vencida retiró la salten, totalmente negra:
— Eres un puto desastre.
Escuchó la voz de Alex a sus espaldas, que no dejaba de reír, Clara se giró
con la frustración en el semblante:
— Esto es misión imposible, he separado las que tienen mejor pinta.
Alex se acercó, agarró a la rubia y la subió en la parte de la encimera que
estaba limpia, miró al plató y dijo con cierta parsimonia:
— Ah— forzó una sonrisa— morenas. Me encantan. Que estén. Todas
morenitas— agarró el bote de nata y vertió un buen montón, cortó un cacho
con el tenedor y para la boca, se tapó los labios con una mano mientras
intentaba fingir— que, ricas.
Clara puso los ojos en blanco:
— no hace falta que finjas sé que están horribles
Alex se sacó de la boca el cacho y lo tiró al fregadero:
— Asquerosas— rompió a reír— pero gracias por el detalle— miró a su
alrededor nunca había visto su cocina tan sucia— un detalle que ha llenado
de suciedad la cocina, pero muy bonito gracias.
La morena estaba de pie entre sus piernas sin parar de carcajear, Clara
picada abrió la boca y sin avisar llevó su mano hasta la nata que estaba en el
plato y zas, cara de Alex pringada de nata, iniciando una guerra de pringues,
hasta las cejas de nata:
— Déjame bajar que me lavo las manos.
Alex negó con la cabeza y le agarró de la muñeca, de forma sensual lamió
sus dedos recogiendo la nata, imagen erótica fue cuando se introdujo su dedo
corazón en la boca, esos sexys y gruesos labios aprisionándolo a la vez que le
acariciaba con la lengua. Clara se mordió el labio, rodeo con las piernas su
cintura:
— ¿Cuándo tienes la reunión?
Alex miró el reloj que había en la pared:
— Da tiempo a uno rápido.
Dijo agarrándola fuertemente y comenzando a trasladarla a la habitación,
rio para sus adentros antes de gritar:
— Follaaaar a Clara.
A lo que Clara respondió entre carcajadas:
— Oh si cavernícola mía.
Alex ni loca aparcaría en el parking de dentro, así que optó por el de fuera,
al menos ya estaba más a la vista. Aunque si estaba algo agobiada y ansiosa,
entre el tener que estar fuera de las paredes seguras de su casa y porque hacía
tiempo que no llevaba puesto uno de sus trajes. La mayoría de sus empleados
se sorprendían al verla “hola señora Woods”, cuando pronunciaban su
apellido le entraba los siete males, incluso pensó en cambiarse el apellido de
su madre cuando era soltera. Directa al despacho presidencial, angustia
recordar la última vez que estuvo ahí, pero Olaya hizo buenos cambios en
aquel despacho. Helena ya se encontraba ahí esperando. Alex entró con
decisión:
— Buenos días señoritas— como la empresaria que debió haber sido desde
un principio— me gustaría comunicaros que a partir de hoy regreso a la
empresa— se quedó pensativa— bueno a partir de mañana, hoy es para mi
mujer
Olaya sorprendida pero feliz asintió sonriente. Había vuelto su amiga:
— Os quiero a las dos a mi lado. Patrick Woods nos ha hundido la empresa,
pero estoy segura que uniendo fuerzas sabremos sacarla a delante. Quiero
propuestas— se fue hasta la silla que perteneció a Patrick— seré un bicho
malo, pero todos los ejecutivos contratados por mi padre los quiero fuera,
obviamente serán indemnizados por una buena suma de dinero. Quiero gente
nueva y con visión de futuro— miró a Helena— seguirás en mi antiguo
despacho— luego a Olaya— ocuparás el que tenía Finigan. Ahora si nos
disculpas Helena ¿puedo hablar a solas con Olaya? Y habla con los de
recursos humanos. También quiero hacer un comunicado con la prensa
anunciando que soy la nueva presidenta.
— Si señora Woods.
— Llámame Alex.
Helena asintió y salió del despacho para dejarlas solas. Olaya animada se
sentó en el borde del escritorio:
— ¿Cómo es qué has tomado esta decisión?
— No es porque me guste el cargo Olaya— dijo con seriedad Alex— pero
esta empresa ha pertenecido a generaciones de Woods— esbozó media
sonrisa— imagina el disgusto de Patrick cuando sepa a manos de la prensa
que su empresa está siendo dirigida por alguien que no es de su sangre, eso le
va a doler.
Olaya se levantó con el semblante preocupado:
— Estas buscando el modo de cabrearlo.
Alex fijó la mirada en su amiga, con voz fría y dibujando una sonrisa
desafiante:
— Ya veremos que hace papaíto cuando se enfade, estoy segura que va a
querer asomar la cabecita. Vesta is back, bitch.
Capítulo 44 - Ñoña
Taylor conocería el nuevo equipo. Ya que Charlotte fue relevada del caso
para asignarla otro. Y vaya con la nueva jefa, estaba buena, pero tenía un
genio que daba miedo, Allie era joven, pero una heroína en el cuerpo de
policía. De los antiguos miembros los únicos que quedaron fueron Finigan y
ella. Que gracia para el moreno cuando le pusieron como un simple
operativo, se le acabaron infiltrarse, en su puesto colocaron a una agente,
Nidia. Si ya se mofaban de que Taylor tuviera un nombre muy poco común,
cuando conocieron a su nueva compañera se terminaron de reír. Lo bueno es
que era muy profesional y no se distraía con un culo bonito:
— Pongámonos al día— dijo Nidia mientras tomaban café y conocerse—
ha llegado a mis oídos que eres buena agente.
— La mejor en el campo.
Nidia era alta, rubia, una melena larga, ojos azules oscuros tirando a grises,
delgada y definida. Incluso parecía tener mucho más carácter que Taylor y en
ese momento descubriría, que también es competitiva:
— Lo dudo.
Taylor frunció el ceño molesta:
— ¿Disculpa?
— La mejor en el campo soy yo.
— Eso habrá que verlo, Nidia.
¿Pero quién se había creído? Ese era su distrito, había demostrado con
astucia que era la mejor y el primer día, la salta con esa milonga. Se quería
hacer la guay, eso tendría que ser:
— ¿Podemos centrarnos en lo que realmente importa? — Taylor picada
achicó los ojos, encima la llamo poco profesional— el caso, ¿Qué tenías
pensado hacer?
— Lo que la interpol tiene la absurda idea de que Patrick Woods viajó a
Europa para esconder su fea narizota ahí— hablaba con convencimiento—
pero no creo eso.
— ¿Qué te hace pensar así?
— Demasiado movimiento entre territorios, malas lenguas comentan que
hay un nuevo jugador entre los diferentes estados— se acercó triunfante a
Nidia como diciendo “chúpate esa guapa” — no me cabe duda de que ese es
Patrick, otra idea es que sospecho que su guerra con Alex Woods no ha
acabado.
Nidia esbozó una sonrisa, aunque no pareció sorprenderse:
— Sí que eres lista, pero todas esas posibilidades ya las había pensado—
se guardó las manos en los bolsillos de sus pantalones negros— por eso Allie
me puso en el puesto.
Taylor forzó una sonrisa, pero estaba claro que ella y su nueva compañera
no se llevarían demasiado bien:
— Por eso me gusta la idea de poner otra vez a Alex Woods como chivo
expiatorio.
Dijo así sin más, aquello fue la mecha que hizo estallar una discusión:
— Ni hablar— dijo Taylor negando con la cabeza— la última vez que la
involucré en el caso acabó secuestrada.
— Pero funcionó— dijo seriamente su compañera— Estoy dispuesta a
atrapar a ese hijo de puta— ahora fue ella quien encaró a Taylor— cueste lo
que cueste, por eso soy buena en lo mío ¿piensas que dejaría desprotegida a
Alex? — se giró para irse— por cierto— las malas lenguas también han
comentado que algunos jefes europeos se han dejado ver por estos lares. ¿Nos
ponemos a trabajar con eso? — curvó la comisura de sus labios— eres buena
luchando ¿no? — Taylor asintió— pues ya sabes por dónde empezar.
Oh, eso la pasaba por dejar que Clara dejara elegir planes. Teatro, expresión
y literatura, todo junto. Así pasaba que la sala estaba más vacía que media
llena. Tenía que hacer malabarismos para no quedarse dormida. Si al menos
quienes interpretaban fueran buenos, pero eran pésimos, no transmitían nada,
bueno sí aburrimiento:
— ¿Qué pasa? — susurró Clara ceñuda— no hay sexo, no te llama la
atención.
— Sobreactúan demasiado, no siento lo que quieren trasmitir— señaló a la
chica que estaba sentada en el sofá que estaba encima del escenario— se
supone que quiere transmitir desesperación, sus gestos e incluso muchas
veces su voz transmite. Nerviosismo y terror. El chico— que estaba de pie
dando la espalda a la chica— intenta transmitir dolor, pero lo noto demasiado
frío, no lo siente, ergo pierdo el tiempo viendo algo que no transmite nada.
— ¿Por qué siento que cada cosa que propongo al final no te acaba
gustando? — musitó algo dolida— el musical, ahora esto…
— Clara estoy aquí sentada contigo, no me estaba quejando— rebatió entre
susurros— la única que ha empezado a discutir eres tú.
— Incomodas con tu forma de actuar
— ¿Cómo he actuado? — preguntó picada— no me he quejado, no me he
movido ni argumentado nada.
— ¿Estabas dando cabezadas?
— TSS.
Quejó alguien del público ya que su discusión les impedía escuchar bien.
Durante unos segundos estuvieron en silencio, pero Alex volvió a la carga
bajando aún más la voz:
— Es algo que no puedo controlar— se giró para mirar a la rubia— ¿te
crees que lo hago para joderte? Voy a quedarme dormida para molestar a
Clara, pues no.
— Vámonos— dictaminó la rubia, con los brazos cruzados— ya no me
apetece verlo.
— No.
— Has hecho que pierda emoción.
— Señoritas— dijo el hombre que estaba detrás— se largan o se callan.
Alex puso los ojos en blanco y dándose unas palmadas a los muslos se
levantó. Joder, que no estaba diciendo nada. No paraba de quejarse mientras
salía por la puerta:
— Con lo fácil que hubiera sido quedarnos en casa follando como locas—
Clara rodó los ojos— no ha habido ni un solo momento que te hayas quejado
cuando mirabas para cuenca.
— Cuidado cavernícola— la seguía con los brazos cruzados— que con
tanta rudeza se te cae el tapa rabos.
— ¡Ay Alex!— se quejaba la morena imitando a Clara— no te gustan las
mismas cosas que a mí.
Ya en la puerta:
— Te estás pasando.
— ¿Qué yo me estoy pasando? — se señaló con los dedos pulgares— No
hace falta que me lo digas, te ha bajado la regla.
— Sigue así y duermes en el salón.
Alex se acercó con los brazos en jarra, hasta que quedaron encaradas:
— A mí no me puedes mangonear como a William, Clara— esbozó una
risita nerviosa— estaba viendo esa porquería porque a ti te gusta— Clara
chistó mirando a otro lado— No soy perfecta, pero al menos intento que estés
contenta y lo único que haces es quejarte— volvió a señalar la puerta del
local— me importa una mierda el teatro expresivo, yo solo quería pasar
tiempo contigo y siempre acabas sacándome defectos.
— Lex…
— No déjame acabar— dijo autoritaria— me encanta la fiesta, me encanta
dedicar un día a la semana cogerme una cogorza o hacer una puñetera locura,
soy voyeur busco sitios donde las parejitas van a follar y si voy acompañada
mejor. Pero desde que estoy contigo lo único que he tratado ha sido
adaptarme a ti y tratar de hacerte feliz, al menos valora eso y no quejarte.
Clara se volvió a cruzar de brazos, pasó por su lado y fue de camino hasta
el coche estacionado:
— Y ahora dejas de hablarme.
Dijo más para sus adentros. Se guardó las manos al bolsillo y la siguió en
silencio. Claro, le echaría la culpa, lo estaba viendo. Antes de llegar hasta el
coche entró en una tienda. Alex seguía detrás de ella en silencio,
sorprendentemente compro bolsas de patatas, dos refrescos y chucherías. La
mala hostia le habría abierto el apetito. Pensó la morena. Sin decir nada
montó en el coche, ella conducía. Más silencio. ¿Enserio que la mantendría
castigada sin hablarla? Nada, dejó que la llevara donde le diese la gana.
Joder, en la vida había hecho eso por nadie. Quizás Tanya tenía razón y
acabaría sometida por Clara. No, eso ni de coña. Parecían dos niñas
pequeñas, enfurruñadas. Comenzó a prestar atención al camino cuando se
adentró a una zona un poco boscosa, hasta llegar a lo alto de un mirador,
donde había dos coches estacionados, aparcando en medio, solo cuando paró
el motor se pudo escuchar a una mujer pegar chillidos de placer, aunque
parecían alaridos de una hiena salvaje. Clara se volvió a cruzar de brazos:
— Pero ni pienses que vamos hacer nada.
Alex rompió a carcajear, agarró la mano de Clara con ternura:
— Clara no tienes por qué hacer esto.
— No Lex— se giró para ver mejor a la morena— tienes razón siempre
has cedido en todo, en el parque de Yellowstone, en el musical, en el
karaoke, el teatro… Yo nunca te he preguntado que te apetecía a ti.
— Clara— llevó sus manos hasta los labios y las besó dulcemente— ya te
lo he dicho solo quiero pasar tiempo contigo— se desabrochó el cinturón,
para poder girar más cómodamente— ¿por qué no buscamos algo que nos
guste a las dos?
— Alex— dijo la rubia poniendo los ojos en blanco— somos la noche y el
día
— Eclipse total del amor.
Canturreo dibujando una sonrisa divertida. Clara esbozó una carcajada:
— Pero que payasa— el alarido de la hiena salvaje se hizo más fuerte,
Clara frunció el ceño— ¿enserio te pone eso?
Alex se encogió de hombros, Clara estaba de espaldas a su ventanilla, Alex
hizo un par de señas a esa dirección:
— Me pone mirar.
Clara giró la cabeza, en mala hora. Una castaña desnuda de cuerpo para
arriba y lo más obvio la parte inferior lo estaría, botando, arriba, abajo, arriba.
Haciendo que Clara, volviera a mirar en dirección a Alex, tapándose los ojos
y riendo:
— ¡Oh Dios mío!
Alex carcajeó al ver el pudor de su mujer que no paraba de reír, no sabía si
por la situación o por nerviosismo. La ojiverde puso la radio y agarró una
bolsa de gemínalas. ¿Al final donde acabaron? En la parte trasera del coche,
pero no haciendo guarradas, pero que mente más sucia tenéis. Para no
escuchar a las parejitas que iban y venían, Alex puso la radio e introdujo un
cd de Cigarettes After Sex, cada una sentada en una punta del asiento,
mirándose mientras se atiborraban de chucherías:
— Confiesa rubia. ¿Algún mote en el instituto?
Clara negó con la cabeza mientras comía una patata frita:
— Y ¿tú?
Alex carcajeó:
— Estuve en un internado de mujeres— alzó seguidamente las cejas sin
dejar de sonreír— imagina.
— aj, vale no digas más.
— Apuesto que eras una de las populares, la típica reina del baile.
— Tampoco— Alex sacó una gominola de la bolsa y lo coló por su escote
— muy bonito
Dijo quejándose mientras se sacaba la gominola, Alex se llevó la mano al
pecho y suspirando:
— Pero cuanto he envidiado a esa chuchería.
— Pero que tonta.
Dijo riendo Clara llevándose la golosina a la boca y se la comió, después
quedó pensativa:
— ¿Nunca has pensado que hubiera sido de nosotras si te hubieras
quedado?
— Te hubiera follado antes.
Clara le dio una patada, haber no en plan karateca, me expresé mal, le dio
un toque con el pie, pero esbozando una pequeña carcajada:
— Te hablo enserio.
— No lo sé— Respondió al fin encogiéndose de hombros— supongo que
habría sido todo muy distinto. ¿Me hubieras pedido un beso? Estoy segura y
me hubiera gustado— dibujó media sonrisa— quien sabe a lo mejor no
hubiese ido de flor en flor.
— Si claro.
Dijo la ojiazul con escepticismo:
— ¿Por qué te resulta difícil de creer? — En su mirada verdosa había
adoración— No siempre he sido una salidorra. Te hubiera pedido salir, en
plan cita.
— Esa idea me gusta.
— Y después de esa otra, así hasta llegar a la tercera para besarte,
respetuosamente claro— soltó una pequeña risotada— o te besaría en la
primera, aun así, hubiera querido más citas contigo. Te hubiera llevado al
baile y hubiese hecho todo lo posible por convertirte en la reina— puso
expresión divertida— las primeras reinas del baile lesbianas, jódete William.
Clara volvió a carcajear, se acercó hasta Alex y se giró para poder apoyar
su espalda sobre su pecho mientras dejaba abrazarse. Sintiendo sus labios
cerca de su oreja cuando hablaba:
— Me habría ido a estudiar contigo a Londres y en vez de pedirte
matrimonio, en un autocine, hubiéramos ido hasta el Big Ben— busco las
manos de Clara, entrelazó sus dedos— me hubiera arrodillado mostrando un
precioso anillo y te hubiera pedido que te casaras conmigo.
—Joder Alex a veces puedes llegar a ser tan…
— Ñoña…
— Romántica…
— Ñoña— las dos rompieron a reír— ¿tengo premio? Sácate una teta.
Clara apretó los labios y le dio un fuerte manotazo en el muslo. Hace rato
que el coche de la hiena salvaje se había ido, pero rápidamente sería
remplazado por otro. Desde la pose en que estaban se veía más de lo que ha
Clara le gustaría ver. Dos mujeres pasando al asiento trasero:
— Ummm— susurró divertida Alex— lesbianas.
— Eres de lo que no hay.
— Una pregunta Clara ¿Cómo narices la existencia de este lugar?
Ésta se puso colorada:
— Ruth me habló de este lugar y de que a veces venía con algún ligue.
— Que suerte la de Olaya entonces.
Eso hizo que se ganara un manotazo en el muslo, provocando un quejido
por parte de Alex:
— ¡Ay! Agresiva.
Clara entre sonriente y pensativa, quería pedir algo a Alex, sabía que
obtendría una negativa ante esa petición. Por mucho que siempre había
accedido a todos sus caprichos, hasta los más sexuales, pero por pedir, la
morena estaba entretenida en darla pequeños besos húmedos por el cuello,
Clara cerró los ojos y medio derretida comenzó a hablar:
— Alex— tragó saliva, ladeando la cabeza para que tuviera más acceso a
su cuello— ¿te puedo pedir algo?
— Lo que tú quieras
— Sabes que no suelo pedirte mucho— se mordió el labio, ya que sentía
como sus manos se colaba por debajo de su camisa— en el tema sexual.
Eso hizo que se pusiera tensa durante unos segundos, luego siguió con sus
quehaceres:
— Lo que quieras— volvió a repetir mordiendo el lóbulo de su oreja—
pero que sepas que mi culito es mío y ahí no me sonda ni Dios.
Eso hizo gracia a Clara:
— No tiene nada que ver con sexo anal— leve gemido, las manos de Alex
había llegado hasta sus senos, subió su sujetador y comenzó a jugar con sus
pezones— ¿Me dejarías algún día…?
Alex paró sacó sus manos de debajo de su camisa:
— Te está costando pedírmelo— sonaba precavida— una de dos demasiado
fuerte para crearte rubor o porque es algo que posiblemente no me va a
gustar, así que desembucha Clara.
— ¿Me dejarías probar la dominación un día?
Alex rompió a carcajear como si de un buen chiste se tratara, hasta que vio
que no lo era, cuando Clara seguía totalmente seria. En ese instante su
expresión a una más tensa:
— ¿No es una broma? — No, no lo era— ni de coña.
— ¿Por qué?
— Porque no, me corta el rollo ¿qué pasa? ¿Te has cansado de ser sumisa?
— desabrochó el botón de su pantalón e introdujo su mano, deslizándose
dentro de su ropa interior llegando hasta la humedad de su sexo, arrancando
un gemido por parte de Clara— no, sigues poniéndote cachonda cuando te
domino.
— Solo era curiosidad— dijo con un hilo de voz, Alex no había dejado de
acariciarla su clítoris— déjalo.
Decía arqueando su espalda. La morena con la otra mano libre volvió a
introducirse debajo de su camisa para masajear uno de sus senos. Clara se
mordía el labio, era ruidosa en la cama, al menos comenzó a serlo con Alex,
pero le daba pudor gemir fuerte en aquel lugar. Puede que no escucharan
nada, ya que estaba sonando otro tema de Cigarettes After Sex:
— ¡Uff Clara!, túmbate de lado.
Pidió Alex, mientras que de manera torpe se quitaba de detrás de ella:
— Joder que cosa más incómoda— dijo intentando tumbarse de costado,
Alex se tumbó primero, así que apoyó la cabeza en su brazo, ambas tenían
que flexionar un poco las piernas para caber— tenemos una cama.
— Deja de quejarte— ambas tenían los rostros muy pegados, dijo
desabrochando también el botón de su pantalón, llevó la mano de Clara hasta
su boca y se introdujo el dedo corazón e índice, para seguidamente invitarla a
introducirla dentro de su pantalón, Alex suspiró sonoramente y procedió a
masturbar también a Clara— hay posiciones— pequeño gemido— menos
incomodas— beso húmedo en los labios— pero tendrías que estar— atrapó
su labio inferior— mirando alguna ventanilla.
— Dios Lex.
Dijo Clara entre gemidos y respiración agitada, miró hacia sus pelvis, como
ambas manos estaban dentro de los pantalones y no paraban de moverse.
Pantalones ajustados, no daba más que para frotar, frotar y frotar:
— Sigue Clara— Alex tenía los ojos cerrados y a cada rato se humedecía
los labios— que bien lo estás haciendo, joder.
La rubia entre el frotis de Alex, sentir su humedad y la cara de placer que
la ponía más cachonda la quedaba un peo para explotar en un rico orgasmo:
— No aguanto mucho más, Lex.
— Yo tampoco— la atrajo mucho más con el brazo que tenía debajo y la
dio otro beso antes de gemirla en la boca— hagámoslo juntas, córrete
conmigo.
— Si, si, ya, ya, Alex, ahhh.
Las dos entre gemidos se tensaron para terminar temblando, se mantuvieron
en esa pose incomoda totalmente relajadas, sonriendo como dos adolescentes
enamoradas que eran incapaz de dejar de mirarse, las manos que momentos
antes estaban en la humedad de sus sexos ahora estaban posadas en la cadera
de la otra:
— En el suelo de El rincón del castigo— comenzó a decir Clara— la
encimera de la cocina, contra un árbol, en el ático de la casa de tus padres—
Alex curvó la comisura de sus labios— en unos baños públicos…
— En el avión privado de la familia.
— En un restaurante mientras cenábamos…
— ¿los hoteles cuentan?
— ¿La casa de Ontario cuenta?
Preguntó Clara alzando las cejas:
— El que ahora es nuestro piso…
— Club de Striptease.
Dijo riendo Alex:
— En tu coche, escondidas entre un parque junto a otras parejas— dibujó
una sonrisa— siempre lo había hecho en la cama o en el sofá. Eres un culo
inquieto cavernícola.
— En la variedad está el gusto— se abrochó el pantalón, se incorporó y de
manera torpe otra vez en la parte delantera, pero solo que en el asiento del
piloto— vamos, Clara.
Encendió el motor del coche. Clara se abrochó el pantalón:
— Ya te has quedado a gusto que te quieres ir corriendo.
Se pasó al lado copiloto:
— No— dijo dando la marcha atrás— porque quiero ir a casa y follarte en
condiciones, aparte de que mañana tengo reunión con Olaya y Helena.
Las tres chicas estaban en la sala de juntas, cuando fueron interrumpidas
por la de recursos humanos, en sus manos tenía apilados un montón de
archivadores:
— Disculpen— dejó el montón encima de la mesa larga, presidenciada por
Alex— he tenido una idea.
— Habla.
Espetó Alex con seriedad:
— No hace falta buscar gente de fuera, en la empresa ya hay gente
capacitada para sustituir a los jefes de los departamentos— Alex ojeaba los
currículos de cada uno— en vez de echar a los ejecutivos derivarlos a otros
trabajos.
— Esa es una buena idea.
Dijo Olaya intercambiando miradas con Helena. Se ahorrarían las
indemnizaciones, en vez de perder dinero, seguirían resistiendo a la constante
caída que estaba teniendo la empresa. El apellido Woods no hacía que
hundirla cada vez más:
— Lo veo lógico— asintió Alex— habla con ellos— le dijo a la de recursos
humanos— quiero una junta esta semana con ellos— la chica sonriente
asintió y recogió los archiveros— buen trabajo.
Le animo la ojiverde curvando las comisuras de sus labios. Puso su
atención en Helena:
— Para que hablaste con la prensa.
— Eso te iba a comentar— dijo Helena a la vez que se cruzaba de piernas—
pasado mañana el New York Times y una revista local si quieren un artículo
contigo de portada.
— Mira— dijo con mofa— ejecutiva modelo.
— ¿Algo más señora Woods?
— Si Helena, llámame de una puta vez por mi nombre— Olaya puso los
ojos en blanco— Alex.
— Perdona— se disculpó su antigua secretaria— la costumbre.
— No pasa nada, pero intenta evitar pronunciar mi apellido por favor—
miró a su amiga— ahora me dejas a solas con Olaya.
De nuevo, Helena asintió y dejó solas a las dos chicas. Su relación no
andaba muy bien. Olaya estaba en desacuerdo con esa absurda idea de
vengarse o de declararle la guerra a Patrick. Ese hombre era peligroso como
para andar cabreándole:
— Alex, por favor— suplicó su amiga— no provoques a quien no debes.
— Olaya— dijo mirándola fijamente— ya hemos mantenido esta
conversación. Patrick Woods debe pagar y si para hacerle salir tengo que
cabrearlo lo hago.
— La última vez que lo cabreaste terminaste mal parada.
Alex se levantó para mirar por la ventana de aquel rascacielos, estaban en
una de las últimas plantas, desde ahí todo el mundo en el suelo parecían
pequeñas hormiguitas:
— No volverá a pillarme desprevenida.
— ¿Y qué piensas hacer? — se levantó para ponerse a su lado—
¿enfrentarlo con tus obscenidades y borderías? No eres Rambo, ni eres la que
se liaba a golpes en las peleas ilegales.
— Aún estoy capacitada para dar palizas.
— Bájate del carro que no eres Neo para esquivar balas. Es la puta mafia,
piensa en Clara la última vez la da un chungo.
Alex la miró desafiante y entre dientes habló:
— Precisamente por ella lo hago, para que comencemos a vivir tranquilas y
sin ningún miedo.
— Eres una irresponsable.
Dijo Olaya colocándose con los brazos en jarra y dándole la espalda:
— PATRICK WOODS— comenzó con voz elevada— ES UN ASESINO,
MATÓ A MUCHA GENTE, GENTE QUE MANDÉ PARA QUE LE
INVESTIGARAN— le agarró del brazo para girarla y le mirase— AMIGOS
OLAYA, PATRICK WOODS MANDO MATAR A LOS PADRES DE
CLARA, NO PIENSO QUEDARME QUIETA.
— Ni pienses que estaré otra vez para ti si te pasa algo, no puedo estar
recogiendo tus pedazos con cada locura que haces, los que te rodeamos
también sufrimos.
Dicho eso último salió de la sala de juntas. Alex se giró de nuevo para
perderse con aquellas vistas. Estaba cegada, no solo por lo que le hizo a ella,
Clara sufría la perdida de sus padres por culpa de aquel hombre. Manipuló a
Clark hasta convertirlo en un asesino. No iba a encarnar el papel de dama en
apuros.
Clara había quedado a tomar algo con Ruth, así pues, Alex aprovechó para
ir al gimnasio recomendado por Taylor. Estaba bien, especializado den boxeo
y otras artes marciales. Lo cierto es que la agente había dado en el clavo, y el
encargado era uno de los entrenadores que aceptó encantado entrenar con
ella. Lo que no se esperaba, era que, ya pasada la hora y entre terribles
sudores, Taylor apareciese, con un cambio de look radical. Se había cortado
el pelo, tenía tatuajes de pega y hasta se había teñido a un color más claro,
pero que pegaba con el color de su piel morena, estaba sexy con unos
pantaloncitos cortos negros y un top que quitaba el hipo:
— ¿Y ese look?
Preguntó Alex acercándose a las cuerdas del cuadrilátero. Taylor subió al
cuadrilátero, en sus manos llevaba guantes de boxeo:
— Primero tenemos que hablar, morena.
Dijo la agente colocándose los guantes:
— Pero antes bailemos un poco— miró desafiante a Alex a la vez que
arqueaba una ceja— ¿te animas?
— Estoy desgastada, desigualdad de condiciones— puso expresión
divertida— amo los retos.
Esto último lo dijo alzando los puños:
— Soy policía— comenzó a calentar pegando saltitos— estoy entrenada.
— Luchadora ilegal retirada, acostumbrada a pegar patadas a traseritos
como el tuyo.
— Allá vamos.
Capítulo 45 - Extraterrestre
Comenzaron lanzando unos puños lentos, solo para calentar, fáciles de
esquivar. Ambas eran rápidas a la hora de crear un placaje, cubrirse o
esquivar apartando la cara. El ambiente comenzó a caldearse cuando
comenzaron a bailar más seriamente. Alex era ágil, sorprendiendo a Taylor,
que a pesar de estar más fresca le costó asestarle un golpe en la zona del
costado. Pero no demasiado fuerte. La morena tanteaba a la agente, se le daba
bien la lucha a larga distancia, así pues, aprovechó para golpear a corta
distancia. Rápida, ágil y resistente. Taylor era rápida y ágil, aunque le faltaba
algo de resistencia. Aunque iban a la par en cuanto a golpes. Al final Taylor
tuvo que pedir tiempo muerto. En ese instante fueron interrumpidas por un
aplauso. Nidia había estado viendo casi todo el combate, también iba con
ropa de deporte y en su top ponía claramente FBI:
— Mandarte de infiltrada a una misión como supuesta luchadora— dijo
mirando con dureza a Taylor— cuando una niñata rica te lo pone complicado.
— Cuidado con lo que dices.
Dijo señalándola con el guante de boxeo puesto. Pero ésta prácticamente la
ignoró:
— Sal del cuadrilátero— ordenó a Alex mientras hacia una seña con la
cabeza, sus manos estaban vendadas, pero parecía que no se pondría ningún
guante para amortiguar los golpes, Woods salió del cuadrilátero, notando la
tensión entre ambas agentes— vamos a ver como de dura eres Taylor, quítate
los guantes.
Taylor picada se quitó los guantes, encantada le pegaría una paliza a esa
larguirucha creída. A pesar de que estaba más desgastada físicamente, se veía
capaz de cerrarle la boca con una buena hostia. Ni calentar ni mierdas, Nidia
fue directa a por Taylor, sorprendiéndola con una rápida patada giratoria,
muy a lo Chuck Norris, cuyo golpe impactó en la mejilla y pegó un porrazo
contra el suelo. Alex que estaba viendo la pelea puso gesto de dolor.
Taylor no se dejaría llevar por una mujer ni por nada referido en el sentido
amoroso, pero el trabajo era su orgullo y Nidia no paraba de herirla en ese
sentido. Airada se levantó e inició un combate, pero de verdad. Nada de
medir fuerzas, era especialista en kit boxing, boxeo y capoeira. Nidia
practicaba boxeo, karate y Wushu. Dios mujeres de armas tomar, las tres
peleando, todas sudorosas, al estilo ángeles de Charlie me pierdo… Nidia en
un principio le congratulaba la idea de tener una compañera profesional que
no perdía tiempo con ligues, hasta ese instante, adivinó cuan celosa podía
llegar a ser en su trabajo. Después de un buen rato Taylor acabó en el suelo
boca abajo con Nidia encima inmovilizándola. Alex estaba flipando en
colores, que mujer o, mejor dicho, que perra:
— Me encantaba la idea que estuvieras entregada en tu trabajo agente
Fisher— Taylor intentó incorporarse, pero Nidia se lo impidió— pero cuando
golpean tu talón de Aquiles te ciegas. Necesito que pienses en frío y que el
sábado no te pase lo mismo.
Le soltó, se levantó y salió del cuadrilátero, mientras decía sonriente:
— Tienes tres días para lamerte las heridas querida— agarró su toalla y se
acercó hasta Alex— ¿alguna vez has oído “sangre llama la sangre”?
Alex que estaba de brazos cruzados, negó con la cabeza:
— He visto tu historial— con que frialdad hablaba esa mujer— ¿quieres
tener acceso a información clasificada del caso de Patrick Woods?
La morena alzó una ceja y curvó la comisura de sus labios, dibujando
media sonrisa:
— ¿A cambio de qué?
— Sábado, a las dos de la mañana Taylor te irá a recoger— le miró de pies
a cabeza— puedes dar el pego, no te vistas en plan ejecutiva rica, cuanto más
zorra mejor— se giró para marcharse— nos vemos perras.
Taylor, con el labio partido, bajó del cuadrilátero y se acercó hasta Alex:
— Que no se te pasé por la cabeza— dijo entre dientes— la última vez
acabaste mal parada, tienes cicatrices que dan fe de ello.
Alex se puso con los brazos en jarra, ya se había quitado los guantes y los
tenía colgados en el cuello. Encaró a Taylor:
— No voy a quedarme quieta, ahora sé de qué es capaz Patrick ya no voy a
dejar que me pille desprevenida.
— Finigan tiene razón, no entiendes una mierda de protocolos, eres una
simple civil— se llevó la mano a los ojos frustrada— Nidia pretende ponerte
en el punto de mira de Patrick. Piensa en Clara, como sufriría si te pasa algo.
— No me seas hipócrita Taylor— el ambiente se tensaba— ni menciones a
Clara, bien te gustaría apartarla del medio para retozarte conmigo.
Zasca se llevó una buena bofetada, Alex ladeó la cabeza por la inercia del
golpe, pero no pareció dolerle nada:
— No soy Finigan, no me pierdo por un culo bonito, tengo principios.
Quieres ponerte en peligro allá tú. Puede que salga bien la jugada, pero
también salir mal y en ese caso puedes acabar de dos formas, muerta o perder
a todos cuanto te rodean incluyendo a Clara. Vive tu puta vida y déjanos a los
profesionales trabajar.
— Bonito discurso— eran tan cabezotas que parecía una conversación de
besugos— te espero a las dos de la mañana.
Taylor frustrada gritó, agarró sus cosas y salió del gimnasio. Una cosa era
que pusiera micros o que llevara un equipo de escucha. ¿Pero una misión?
Nidia estaba loca, ponían en peligro a una civil, a la misión y a todos los
agentes implicados. Que su compañera era profesional decían, una puta
kamikaze eso es lo que era.
Clara estaba sentada en una terraza, tomando algo con su amiga Ruth.
Parecía que su relación con Olaya se fortalecía, aunque más a fuego lento. La
amiga de Alex era más precavida y a pesar de que puede llegar a ser un
poquillo bala perdida, de las dos era la que tenía más cabeza.
Debido a la inestabilidad emocional de Alex en las últimas semanas, Clara
le mintió sobre un asunto. Bueno a medias. Sí que había tenido reuniones con
editoriales, pero también los tuvo con su abogada. No le hacía gracia ir sola a
esas reuniones, puesto que era para arreglar papeleo sobre el tema de
herencia. Por eso siempre iba acompañada de Ruth, quitando a Henry que ese
no la quitaba ojo:
— ¿Por qué no hablas con Alex?
Preguntó Ruth, hacía sol, así que se puso las gafas y se apoyó en el
respaldo cerró los ojos y Dio la bienvenida a los rayos solares. Clara suspiró:
— Estamos bien ahora— movía la pajita de su batido de frutas— está
volviendo a ser la misma. ¿Cómo la digo? Cariño, desde hace unos días
poseo una fortuna que dobla la tuya y una mansión a mi nombre.
— Fácil— dijo Ruth riendo— lo hacéis y cuando tiene las defensas bajas,
le miras y le dices. “cariño, desde hace unos días mi fortuna dobla la tuya
puedo vivir sin problemas por el resto de mi vida, ah y, por cierto, tengo una
mansión.
— No sé qué hacer con la casa. Durante generaciones a pertenecido a los
Price y no creo que Alex quiera irse a vivir ahí, prefiere la comodidad de un
piso pequeño y yo tampoco me veo capaz de vivir ahí— se le humedecieron
los ojos— todo me recuerda a ellos.
Ruth se apoyó en la mesa y le agarró de la mano para transmitirle fortaleza:
— No tienes que vivir ahí, tampoco tienes porque deshacerte de ella.
Puedes tenerla y con el tiempo pues ya se verá que hacer. Pero al menos
decírselo a Alex, ya sabes lo temperamental que es y si se entera por otros—
dijo haciendo señas a Henri que estaba sentado en el coche aparcado—
seguro que te apoya, te quiere.
— No se nos da bien hablar de sentimientos— dijo haciendo un mohín—
digo, le tengo que sacar las cosas con cucharilla. Prefiere evadir el tema
diciendo obscenidades o payasadas— puso voz ruda para imitarla— te quiero
Clara, sácate una teta o eres el amor de mi vida ¿follamos?
Ruth rompió a carcajear llevándose las manos a la tripa:
— Ni que fuera un tío— se quitó una lágrima del ojo mientras controlaba
su risa— fácil sácate una teta y se lo dices.
— No quiero estar sirviéndome del sexo para hablar de estas cosas con mi
mujer. Por una vez hacer lo que las parejas normales, sentarnos mirarnos a
los ojos y hablar.
— Te complicas la vida tu solita chica— dijo Ruth bebiendo de su café—
porque puedes sentarte con ella, mirarla a los ojos y decirla cómo te sientes.
— Puedo intentarlo, a veces siento que nos dejamos llevar a la hora de
casarnos— suspiró— nos queremos y lo pasamos bien. Pero a veces pienso
que conectamos solo en la cama. Somos muy diferentes ella es muy la vida
loca e impulsiva, yo prefiero la tranquilidad— hizo un mohín— ella es de ir a
la discoteca a mirar gogos y yo de ir al teatro.
— ¿Son dudas lo que estoy viendo Clara?
— Es miedo, porque si hace por adaptarse a mí y a mí me cuesta adaptarme
a ella, tampoco quiero que cambie— ladeó la cabeza— ¿Y si tenemos cada
una noche de chicas? Ella sale de fiesta preferiblemente que vayas con ella
con la excusa de conoceros mejor, así la vigilas, ya sabemos que Olaya le
guarda todos los secretos.
— No pienso ser su niñera— dijo Ruth frunciendo el ceño— lo dicho, te
complicas la vida.
¿Se había arrepentido de casarse? Solo en ocasiones. Cuando sentía los
muros de Alex darla en todas las narices. Ahora estaban bien y era feliz, era
atenta y cálida. ¿Pero y si llegaba otra época mala? ¿Otro mes y medio
soportando su frialdad? Necesitaba estabilidad no ir de un extremo a otro.
Sorprendentemente la primera en llegar fue Alex. Aprovechó para ducharse
y hacer algo de cena. Mitad sana para Clara, puro colesterol para ella. Como
tuvo tiempo de sobra, siguió leyendo el libro que le llevó. Muy ordinario el
libro, si señor y se sorprendió así misma al darse cuenta de que le estaba
gustando. Ya casi en los últimos capítulos, llegó Clara:
— Que bien huele— dijo nada más entrar— hiciste la cena.
Alex cerró el libro lo alzó y la miró con una sonrisa amplia:
— Mi nombre es Jude Ryder, ya veo que salivas como un perro rabioso por
saberlo y no me van las novias, ni las relaciones, ni las flores— dejó el libro
en la mesa y se acercó hasta Clara para abrazarla— ni las llamadas
telefónicas un día sí y otro también… ¿a quién me recordará? — se inclinó
para darle un beso— bienvenida a casa.
Momentos como ese, no se arrepentía de haberse casado. Cuando Alex
sonriente le recibía con un abrazo y un beso. Le iba a dar otro, cuando Clara
con fingida indignación se separó:
— Muy mal, me has hecho spoiler.
Alex rio por lo bajo y la dio una palmadita en el trasero:
— Te toca poner la mesa, que yo he cocinado.
Al final acabaron poniendo la mesa juntas. Mientras que le comentaba los
planes que tenía para la empresa. La idea que tuvieron en el departamento de
recursos humanos. Alex con el paso de los años había conseguido ahorrar y
mucho. No necesitaba vivir de la fortuna de sus padres. Aunque si comenzó a
replantearse ser menos descuidada en ese tema. Estaba formando una familia,
en esos momentos estaban Clara y ella, pero quien dice que en un futuro la
familia no se ampliaba.
Si Clara quería hablar con Alex ese era un buen momento:
— Alex— dijo jugando con un guisante con el tenedor— me gustaría
hablar contigo sobre una cosa.
— Pues habla.
Dijo dejando sus cubiertos y mirarla fijamente. Melena morena larga
suelta, ojos verdosos intensos, pómulos perfectos, labios sexys, mierda Clara
se quedaba embobada mirándola:
— Es sobre las reuniones que he tenido estos últimos días.
— ¿Algún problema con la publicación del libro?
Se inclinó un poco mostrando interés:
— Con eso no hay problema— forzó una sonrisa y poniendo cara inocente
— pero también he estado viendo a mi abogado.
El corazón de Alex se le aceleró e incluso perdió algo de color:
— ¿Por? — dijo algo de temor— no será para…— le costaba decirlo,
Clara no entendía su reacción la verdad— para pedirme el divorcio, si es
porque te he dejado de lado— su voz le temblaba— te juro que no volverá a
pasar.
— No por Dios— saltó enseguida— no tiene nada que ver con eso— en
ese instante notó como Alex volvía a respirar— es por el tema de la herencia
de mis padres.
Alex se llevó las manos a la cara aliviada:
— Joder Clara, la próxima vez que digas abogado no lo hagas con ese
tono, por casi me da un infarto— se llevó la mano al pecho— ¿por qué no me
lo has dicho hasta ahora?
— Es que— soltó los cubiertos encima de la mesa— ahora he heredado
toda la fortuna y está el tema de la casa.
Hablaba con precaución, analizando cada gesto por parte de Alex. Que
asentía con la cabeza y prestaba atención. Ruth tenía razón se complicaba
mucho o para facilitar mucho la situación tendría que haber sido después del
sexo:
— ¿Y qué problema hay?
— ¿No te enfadas?
— ¿Por qué me voy a enfadar? Son tus cosas Clara— Se encogió de
hombros— me molesta más que me lo andes ocultando.
No iba a irse a vivir a la mansión, pero de todas formas quería
preguntárselo. Ya que estaba, desembucharlo todo:
— ¿Si te pidiese que nos fuéramos a vivir a la mansión?
Como si lo estuviera viendo, la llamaría pija y remilgada por querer vivir en
una casa más grande que ese piso. Alex cerró los ojos, suspiró y después de
unos segundos, se levantó, se arrodilló al lado de Clara y le agarró las manos:
— Clara, ahora mi casa no la forma las cuatro paredes que nos rodean— le
besó las manos sin dejar de mirarla a los ojos— ¿quieres irte a vivir ahí? Yo
me voy contigo, porque ahora mi hogar eres tú.
Rubia derretida. Mierda, ahora recordaba porque cada día acababa más
enamorada de esa mujer. No era porque conectasen en la cama y todos esos
maravillosos orgasmos. Si no porque la sorprendía con cosas de esas. Clara
sonrió emocionada, se inclinó para quedar un poco a su altura:
— Gracias.
Alex retiró un mechón rebelde, colocarlo detrás de la oreja y acariciarla con
ternura:
— ¿Por qué?
— Por quererme.
Sentimientos a flor de piel, lágrimas, si la regla le bajaba ese día, de eso
estaba segura. Alex acercó su rostro y chocó los labios suavemente. Un beso
lleno de amor, uno que necesitaba Clara en esos momentos, se separó unos
centímetros y clavó sus ojos verdosos, totalmente vidriosos:
— A ti por devolverme a la vida— curvó la comisura de sus labios— dos
veces.
Clara quedó a la espera. Cosa que no pasó desapercibido para Alex:
— ¿Qué?
— Es que estoy esperando un “¿tengo premio? Sácate una teta” un
“follamos” o directamente “follaaaar a Clara”.
Alex rompió a reír, aunque siguió hablando con dulzura:
— ¿Tengo premio? — aferró sus mejillas, con mirada aún más vidriosa que
la anterior— bésame.
Y le dio un beso y después de ese otro, como las caricias una tras otra, la
ropa sobraba, contacto piel con piel. Oh si, en esa habitación hubo mucho
eclipse total del amor. Hasta que como siempre quedaron exhaustas.
Tumbadas de lado, sin dejar de sonreírse, agarrándose de las manos con los
dedos entrelazados:
— ¿Hoy no me dices que te convierto en una ñoña?
— Te adoro.
Dijo ampliando su sonrisa. Clara esbozó una risotada:
— Son mis ojos de bruja ¿No?
— Te quiero.
Toma ya, Alex parecía en su mundo de yupi, volando entre algodón rosita
y angelitos tocando el arpa. Trasladando a Clara junto a ella cada vez que le
decía esas cosas:
— Cada vez— decía reteniendo las lágrimas, putas hormonas— jugamos
menos duro y me haces más el amor.
Se soltó de su mano, se acercó y rodeó su cintura con el brazo, para
terminar, juntando su frente con los ojos cerrados. Que considerada y dulce
estaba siendo ese día. ¿Tan fuerte fue el miedo cuando le dijo que vio al
abogado?:
— Te amo, nunca lo olvides— vale, Clara ya no pudo más, lágrima a la
vista— Clara, me transformas y por mucho que me genere diabetes admitirlo.
Me gusta, porque soy feliz queriéndolo todo contigo. Una casa más grande si
quieres.
— ¿No decías que prefieres algo menos ostentoso?
— Es lo de menos— se encogió de hombros— una casa grande, pequeña,
total solo sirve para las necesidades básicas, mientras que sea contigo.
Podemos tener un perro si quieres.
— ¿No decías que querías evadirte de esas responsabilidades?
Curvó una comisura de sus labios carnosos y sexys, volviéndola loca con
esa media sonrisa:
— Puedo madurar y cuidarlo, lo cuidaríamos porque sería nuestro—
estaban tan cerca que le atolondraba con su aliento cálido. Alex tragó saliva,
madre mía que bombazo— y cuando Patrick esté preso, podemos adoptar o
ver los medios de tener un hijo, si quieres claro está.
Oh my god, que a Clara le da algo y a mí también. Tuvo que dejar que
pasara un momento hasta que analizase toda la conversación. Joder sí que lo
quería todo, casa, perro, niños. Eso es lo que propondría Clara no la propia
Alex. La que decía que rehuía el amor, que si la pasión y que los atardeceres
en el horizonte eran aburridos:
— ¿Quién eres? Y ¿Dónde está Alex? — llegó a decir, ahora era Clara
quien evadía el tema con bromas, algo malas— la invasión de los ladrones de
cuerpos se está haciendo realidad y te has infectado, tiene que ser eso.
— No soy un extraterrestre— cerró los ojos— déjalo, será mejor
dormirnos.
— Alex— esperó a que la mirase de nuevo— yo también te amo y también
lo quiero todo contigo. Pero va hacer dos meses que nos hemos casado, poco
a poco.
Alex le regaló una sonrisa, no dijo nada más. Cerró los ojos y se durmió.
Clara tardó un poco más. Que era Alex Woods la borde y obscena, la que le
propuso tener un hijo. ¿Por qué sudaba? Le iba a entrar lo siete males. Oh oh,
ya había tenido esa sensación, justo un poco antes de casarse. Despacio quitó
el brazo de Alex de su cintura, se levantó, agarró unas prendas, la cartera, el
móvil, las llaves y salió echando hostias.
Fue tan así, que se iba vistiendo por los pasillos, por el ascensor y terminó
en el coche. Si Alex despertaba, seguramente no le gustase la idea de que
saliera a esas horas y sola. Pero mierda necesitaba hacerlo.
Clara: Mierda Ruth S.O.S
Ruth: ¿Dónde nos vemos?
Clara: Estoy en la puerta de tu casa.
Ruth no tardó en asomarse. Alzando las cejas al ver las pintas de la rubia,
parecía que había visto un fantasma. Toda despeinada y pálida. En sus manos
había una bolsa y sin esperar a ser invitada entró alterada:
— ¿Clara que pasa?
Preguntó su amiga siguiéndola hasta el salón. Clara, le agarró de la pechera
y solo llegó a balbucear:
— Pañales, berreos, meses sin sexo del bueno, noches sin dormir por los
insoportables llantos del bebe…
— No me jodas— dijo con cierta ironía Ruth— ¿Alex te ha dejado
preñada?
— No, pero me lo ha propuesto.
— ¿Dejarte embarazada?
— Ruth esto es serio.
Terminó por decir histérica. Empezaba a hiperventilar:
— Adopción u otros medios— comenzó a caminar de un lado para el otro
— siempre he pensado que al menos el primero fuera biológico. Pero es que
el boleto a quedar embarazada soy yo, nueve meses con bombo y…
— Clara— llamó su atención agarrándole de los hombros— ¿por qué me
lo estás diciendo a mí y no a Alex?
— Ya se lo he dicho.
— ¿Qué problema hay? ¿Se ha molestado?
Clara negó con la cabeza efusivamente:
— Me he fugado mientras ella dormía— hizo el mismo gesto que Ruth y le
agarró de los hombros— es que no lo entiendes, hoy he podido negarme, pero
cuando me mira con esos ojos verdosos tan preciosos que tiene, o cuando me
sonríe incluso cuando me abraza, en algún momento me pillará con la guardia
baja y acabaré accediendo.
Zasca bofetada, a diferencia de Alex, Clara sí que se llevó la mano a la
mejilla totalmente quejumbrosa. Ruth siempre le había apoyado, sin
embargo, esa noche parecía estar enfadada:
— Clara Price, siempre haces lo mismo. Te vas a casar con William te lías
con Alex, estas a punto de casarte por casi te das a la fuga, pues esta vez no
voy a consentirte, vuelves a agarrar tus cosas y vuelves a casa con tú mujer
que te quiere y adora.
Clara aun con la mano en la mejilla, la miró aún más pálida. Pues como
estaba el patio. Aguantó un mes y medio de silencio, pero fue decir la palabra
hijo y se convirtió en el Flash femenino para poner los pies en polvorosa. Que
decepción.
Al final acabó haciendo lo que le dijo Ruth, aún le dolía la mejilla. Tenía
razón había obrado mal. Por suerte, Alex dormía profundamente y no se
enteró cuando se volvió a desnudar, abrazarse a ella y tratar de controlar sus
nervios. Algo tan fácil como observarla mientras dormía. Era un diablo
disfrazado de un hermoso ángel. Ahora la conciencia la carcomía.
Capítulo 46 - Wanvesta
Después de casi su intento de fuga, volvió a hablar con Ruth. Que
claramente le aconsejó que hablara con Alex. La comunicación en la pareja,
sobre todo en el matrimonio es importante. Le dijo. Su relación más larga era
la que tenía con Olaya y ya se las daba de entendida. No se veía capaz de
mirarla a los ojos y decirla, “cariño, por cierto, cuando me dijiste que querías
niños, me fugué mientras dormías” bueno con otras palabras menos directas
sonarían mejor, aunque no menos descabelladas. Había pasado un día desde
entonces y movida por su culpabilidad acababa consintiéndola. Alex no era
estúpida y en más de una ocasión le preguntó si estaba bien. A lo que
respondía “nada es la regla” una mentira tan grande como una catedral. Seria
estrés o nervios, pero se le estaba retrasando.
Terminó el libro, que lo presentaría a la semana siguiente. Así que se le
ocurrió una idea, para sorprenderla o al menos intentarlo. Alex también
parecía algo distraída y lo achacaba a sus intentos de sacar la empresa
adelante. Ding dong, el timbre sonó y ya sabía quién podía ser. Fue hasta la
puerta y no se equivocaba. Tanya sonriente, se hallaba apoyada con una
mano en el marco de la puerta:
— Tanya al rescate— directamente, ni un hola y ni un ¿qué tal? — dígame
señora Price en que puedo ayudarla.
No se hizo a un lado para que pasara, más bien agarró las llaves y salió del
piso:
— Nos vamos de compras y me vas aconsejar.
— Uy— dijo animada— amo ir de compras— encaminándose al ascensor—
¿lo sabe Alex o es top secret?
— No lo sabe— se ruborizó— quiero darla una sorpresa— carraspeo— ya
sabes cómo su esclava.
— Me encanta la idea— alzó una ceja, bajaban hasta la plaza de garaje—
¿qué tienes pensado?
Se encaminaron hasta el BMW, ya que parecía ser el que tenía menos
potencia y daba menos miedo:
— Por eso te he llamado, para que me aconsejes.
Ya dentro del coche:
— Vale ¿sorpresa en plan sexual o BDSM puro?
— ¿No hay punto intermedio?
Tanya dibujó una sonrisa picarona:
— Arranca motores, ya sé dónde ir.
Pensó que le llevaría a un sex shop o algún sitio por el estilo. Pues
acabaron en una tienda de disfraces. Le pareció algo estúpido, hasta que le
explicó las razones. Juegos de rol. Para Clara ir a una tienda de disfraces lo
veía de lo más inocente. Hasta que Tanya le hizo reparar en un detalle:
— ¿Disfraz de conejita? Parece la del play boy— dijo señalando la foto de
muestra— que, si disfraces de heroínas, de chachas, de policías, hasta de
monjas ¿no te has fijado que siempre son con falda cortita, escotes, ligeritas
de ropa? — mostró la de monja— si las monjas fueran así vestidas creo que
habría más feligreses en la iglesia.
— Nunca me había fijado.
— Escoge muñeca.
Clara miró todos los disfraces y al final acabó señalando del de policía
sexy. Pero Tanya esbozó una carcajada y negó con la cabeza:
— ¿Por qué no?
— Policía igual a autoridad ¿Dónde ves la sumisión ahí?
— ¿Y el de Cat Woman?
— Súper heroína rescatando a la civil en apuros— le Dio un par de codazos
— lo dicho tú no eres sumisa al cien por cien.
Clara puso los ojos en blanco y ya por descarte señaló otro:
— ¿Ese?
— Ese puede dar mucho juego, si señora Price. Cómprelo que vamos a
prepararte para una buena noche loca.
Pues le gustaban los otros dos, pero parece ser que siempre le tocaba
encarnar el personaje más sumiso. Eran sexys, pero por un día le gustaría ser
ella la que agarrase la porra. Si al menos Alex se dejase un poquillo, Vesta ni
de coña, de eso estaba segura.
Mientras en la empresa todo estaba listo, antes de proceder a la entrevista
estaba la sesión de fotos. Al final Helena consiguió que otra revista se
interesara, aunque esa era más estilo moda y salsa rosa. Alex era atractiva y
era la nueva imagen de la empresa, cuanta más publicidad mejor, incluso iba
más maquillada, peinado suelto, trajeada pero increíblemente sexy. Estaba
segura que hasta los hombres se la comprarían, pero solo para pajearse.
Fotos en la entrada, desde ángulos que se viera bien la empresa de fondo.
En el despacho, apoyada en el escritorio, sentada en la silla que una vez fue
de Patrick, esa la quería que la publicasen sí o sí. Lo que para el resto del
mundo era Alex Woods la nueva presidenta de Industrias Medical Woods,
para Patrick sería, Alex la putita usurpadora:
— Señora Woods— comenzó la periodista— me gustaría agradecerle en el
nombre del equipo recibirnos para una entrevista.
— Gracias a vosotros.
Ambas estaban sentadas en el despacho, frente a frente, con una grabadora
al lado y el fotógrafo de vez en cuando sacando fotos:
— La empresa está pasando por un bache muy gordo— argumentaba la
periodista— debido a los chanchullos ilegales en los que se vio el señor
Patrick Woods. ¿Qué le hace pensar que puede sacar a flote a la empresa?
Helena y Olaya observaban la entrevista desde el otro lado, fuera de los
objetivos de las cámaras. Por el momento Alex se había desenvuelto bien. Su
apellido era famoso desde siempre y hubo épocas en que fue acosada por
paparazzi. Estaba algo acostumbrada:
— Es cierto que el nombre de la empresa se ha visto afectada por Patrick
Woods— carraspeo— pero durante generaciones a pertenecido a la familia y
salido a delante trabajando duro. Tengo fe en que puedo volver a ponerla de
pie, siempre dentro de las leyes.
— Patrick Woods sigue prófugo de la justicia ¿No crees que puede
molestarle que ocupes el que fue su lugar?
— Todo Imperio tiene un final para dar paso a otro más fuerte. Patrick
Woods falló a la empresa y al apellido familiar— se encogió de hombros—
que se moleste, pero en mis manos está el poder seguir dando trabajo a miles
de empleados, no solo aquí si no en muchos otros países. Por ellos que hago
esto— en un principio fue mentira, luego pensándolo mejor era cierto había
mucha gente que podía perder su trabajo si eso se iba a la mierda— Industrial
Medical Woods no es Patrick Woods, esta empresa somos todos los que
trabajamos en ella.
Helena se inclinó para susurrar a Olaya:
— Eso ha sido muy profundo y considerada con sus empleados.
— Hasta ahora fue una empresa muy conocida, los productos que
acababais sacando al mercado iban más dirigidos a clases sociales más
acomodadas ¿seguiréis trabajando con la misma política?
— No— Alex se cruzó de piernas y hablaba con total seguridad— estamos
mirando formas en la que todo el mundo pueda acceder a nuestros
medicamentos, ¿A caso un hombre adinerado tiene derecho a una inyección
contra la hepatitis y un humilde trabajador no? Barajamos estadísticas y las
formas de ayudas que podemos ofrecer. Saber adaptarnos a las necesidades
del comprador.
— Se ve que estás muy decidida, una última pregunta ¿Te gustaría darle un
mensaje al señor Woods?
Alex dibujó media sonrisa:
— El camino que está escogiendo no es el adecuado, posiblemente acabe
muerto, así que lo más sensato sería que se entregue a la justicia.
— De nuevo, gracias por recibirnos señora Woods.
En el momento en que recogieron todo el tinglado, tanto cámaras,
fotógrafos y periodistas fueron acompañados por Helena, dejando a solas a
dos amigas cuya relación andaba en la cuerda floja. Alex se sentó en la silla
presidencial. Como una autentica líder, aquella que guiaría a todo el mundo
de aquella empresa hasta lo más alto de nuevo. Olaya se sentó enfrente de
Alex:
— Lo que has dicho lo has sentido de verdad o ¿ha sido puro formalismo?
— Olaya— Se apoyó en el respaldo y se cruzó de piernas— quiero que
Patrick sea atrapado, no voy a negar que es uno de mis mayores propósitos,
pero también tengo otros— suspiró hondo— es cierto que esta empresa hay
gente que depende de ella, tampoco quiero seguir siendo la mujeriega
irresponsable, ahora estoy casada y quiero ser algo más, alguien del que se
pueda sentir orgullosa Clara.
— ¿Quiere decir que esa guerra con Patrick va acabar?
— Ahora que lo mencionas— apoyó los codos en el escritorio— quiero
que me hagas un favor. El sábado tengo que hacer unas cosas a las dos de la
madrugada, y necesito que tú y Ruth entretengáis a Clara. No sé proponerla
una fiesta de pijamas. Yo me excusaré con que tengo trabajo y que no puedo
ir.
Olaya achicó los ojos precavida:
— ¿Y que son esas cosas que tienes que hacer?
— Nada que te interese.
— No pienso apoyarte en tus locuras Alex.
— Olaya— dijo entre dientes— sabes perfectamente que nunca te he
pedido ni un puñetero favor.
— ¿Quieres que Clara se sienta orgullosa? Sin embargo, la mientes. Si se
entera que andas metiéndote en líos…
— Pero no se va a enterar y menos por ti— dijo algo amenazante— habla
con Ruth y propón la idea.
Olaya de nuevo se puso de pie. Siempre le había acabado apoyando y
ayudando en sus locuras. Sus carreras de coches ilegales, sus peleas y todas
las mierdas en las que se metió. Pero ya tenían casi treinta años y estaba
jugando a cabrear a la mafia:
— Si, comandante— un ultimátum antes de salir dejándola sola— pero que
sepas que si ocurre algo la próxima vez no estaré ahí. Puede que Clara si se
entera tampoco.
Finigan Colman estaba más amargado desde la llegada de Allie y Nidia.
Eso parecía más mujeres al poder, Taylor era insoportable, pero al menos la
tragaba. Estaba dentro de una furgoneta viendo las grabaciones de unas
cámaras pinchadas. Le tocaba vigilar, el puñetero ojo de Sauron, mirar y no
intervenir. A un calvo mafioso montándoselo con dos tías.
En ese momento se abrió la puerta trasera y entró su compañera. Cargada
con cervezas frías. Tampoco tenía buena cara y es que la pelea con Nidia le
dejó unos cuantos moratones. Colman de vez en cuando reía al verla:
— Tú cara es un poema agente Fisher.
— Anda que la tuya— dijo con amargor mientras le daba una cerveza— te
juro que esa zorra me las va a pagar.
— ¿no decías que eras profesional y que el trabajo es lo primero? Desde
que Nidia llegó no haces más que gruñir y amenazar con patearla el culo.
Se abrió una cerveza y le pegó cuatro buenos tragos:
— ¿Quién se ha creído? Este es mi distrito— dejó la lata de mala gana—
van de reinas sabelotodo, zorras engreídas.
— ¿Quieres ser profesional?
Dijo, pero con mofa, en plan imitando a su compañera:
— No me calientes la cabeza, Finigan.
— Pues mira la pantalla— dijo riendo— a lo mejor algunos de esos dos
cuerpazos te calientan otra cosa.
— Aj— dijo Taylor poniendo los ojos en blanco— hombres, siempre
pensáis con la polla.
— Ni que fuerais perfectas.
En ese instante sonó el pitido de los auriculares y comenzó a sonar una voz
femenina:
— Antes de que comencéis a criticar a las zorras engreídas— los dos
miraron pálidos a las pantallas. Nidia se encontraba en la habitación de al
lado que estaban vigilando— procurar de mantener las vías de
comunicaciones cerradas— Nidia miró a la cámara con cara de pocos amigos,
hasta que curvó la comisura de los labios— Agente Fisher, mucho guau guau
y poco morder, esperaré esa paliza con ilusión— se le borró la sonrisa—
ahora a trabajar lloricas.
Finigan apretó el botón para cortar las vías de comunicación. Los dos
miraron con odio a la pantalla que enfocaba Nidia. Colman alzó la mano y
mostró el dedo corazón:
— Chúpate esa zorra.
— perra— se terminó la lata y la aplastó fuertemente. Para luego negar con
la cabeza enfurruñada— lo que me jode es que su plan es bueno.
Finigan alzó una ceja:
— ¿Ese de volver a involucrar a Alex Woods?
— No— agarró otra lata y la abrió— yo me cegué en ir a por el cabecilla
de todos, pensaba que deteniendo a los menos importantes no lograba nada.
Es cortar fuentes de ingresos para Patrick eso le cabrearía.
— Imagina que le cortan sus ingresos de varios negocios y que su hijita
está metida— rio con ironía— se la va a querer comer con patatas.
— Le atraparemos antes que eso ocurra.
Finigan miró picajoso a su compañera:
— ¿te sigue haciendo tilín la señorita Woods?
— Ya me gustaría pillar ese caramelito— esbozó una risita— está bien
maciza la morocha, pero no soy ciega como tú, la señorita Price la tiene bien
atada.
A Finigan se le borró la sonrisa y chistó con la lengua. Quedando fijo en la
pantalla que enfocaba a la otra agente. Estaba intentando infiltrar una cámara
por el conducto de aire que estaba en la parte baja de la pared. Así que estaba
con el culo en pompa. Colman señaló con la cabeza riendo para que Taylor
mirara:
— Tenemos que reconocerlo— dijo el moreno— será una zorra engreída,
pero está bien buena.
— Siii— dijo mirando la pantalla de forma lasciva, hasta que se dio cuenta,
cerro fuertemente los ojos y negó con la cabeza— que diga si a lo que es una
zorra engreída.
Su compañero rompió a reír y le acompañó pegando unos buenos tragos a la
cerveza:
— Pero como te van guerreras y luego me dices.
— Calla y trabaja.
No le hacía gracia discutir con Olaya. Y no le culpaba, entendía
perfectamente su reacción. Pero durante más de media vida la pasó en un
pozo llena de amargura y sufrimiento. Por ese hombre. Ese hombre hizo
infeliz a su madre, les arrebató la vida a los padres de Clara, a Scott que lo
único que hizo fue ayudarla. Y si para ello tenía que ser el señuelo, lo sería.
Entró en el edificio, abrió el buzón y recogió el correo. En ese sentido Clara
era un poco desastre y siempre se le olvidaba mirar. Cuando entró por la
puerta, tiró el maletín y comenzó a mirar las cartas. Facturas, más facturas:
— ¿Clara? — no miró al frente, puesto que reparó en una carta que no
llevaba remitente, tan solo su nombre, Alex Woods— ¿Estas en casa?
Ceñuda iba abrir el sobre cuando una voz sensual llamó su atención:
— Lo siento Vesta— Alex quedó boquiabierta cuando miró al frente— La
señorita Price tuvo que salir de viaje.
Clara llevaba su collar de esclava, en la cabeza llevaba puesta una cofia, un
delantal, debajo de este no llevaba nada puesto, dejándose ver parte de sus
voluptuosos senos, una liga color blanca, tacones y en la mano llevaba un
plumero. Masturbación mental. Comenzó a caminar de forma sexy hasta
Alex que aún era incapaz de reaccionar:
— Pero estoy yo para servirle Vesta— pasó el plumero por su torso
terminando en su entrepierna— debe de estar agotada, siéntese mi señora le
serviré la cena.
Alex dibujó media sonrisa mientras miraba de forma lasciva a la rubia que
tenía delante. La iba siguiendo, hasta que deliberadamente hizo que el
plumeo se le cayera de la mano, se agachó, mierda tampoco llevaba ropa
interior… CENSORED… los ojos verdosos de Alex se abrieron como platos
y se relamió los labios:
— Usted es nueva en el servicio— dijo por fin entrando en el juego y
conteniéndose para no lanzarse en ese instante sobre ella— ¿Cómo te llamas?
— WanVesta.
Respondió entrando a la cocina meneando su culito desnudo. Alex enarcó
las cejas al ver la decoración del salón. ¡Wau! estaba tan pendiente en mirar a
WanVesta que no se percató de los juguetes esparcidos por las mesas, había
hasta condones, chocolate derretido, nata, hielos. Miró al techo y pensó
“Gracias señor por dejar salir a Vesta esta noche”. Se quitó la chaqueta y la
colgó en el respaldo de la silla antes de sentarse. WanVesta le puso un plato
delante. ¿Pero qué mierdas?:
— Pescado.
Dijo Vesta poniendo cara de asco:
— ¿Qué pasa mi señora no le gusta el pescado?
— No— Vesta retiró a un lado el plato y se levantó— ponte mirando a la
mesa y apoya el torso en ella.
Dijo mientras se remangaba la blusa y de todos los juguetes que había
agarró una pala. En un lado había un forró de terciopelo y en el otro había un
corazón con piedrecitas. Obvio la daría por el lado de terciopelo:
— ¿Me va a castigar señora? — dijo poniendo cara de inocente y
llevándose un dedo a los labios— Tenga piedad de mí, soy nueva.
— ¿Osas desobedecer a tu ama? Haz lo que te he ordenado.
WanVesta aun haciéndose la inocente acató su orden y quedó apoyada en la
mesa con el culo en pompa y lo movió de un lado a otro… ay señor… Vesta
siseo con lengua cuando primero acarició su glúteo:
— Primero quiero una disculpa— zas palazo, como se suele decir, suena
más que duele— luego que me lo agradezcas, cada azote que recibas.
— Pero mi señora— zas— ahh.
No fue un quejido, un gemido placentero. WanVesta le miró con ojos
oscurecidos y dilatados. Vesta sonrió al ver la excitación de ésta en sus labios
hinchados y rosados:
— Quiero oír esa disculpa— Zas— obedece a tu señora.
— Por favor mi señora— zas, caricia para aliviar la zona castigada,
WanVesta se mordió el labio para callar un gemido— disculpe mi descuido
no volverá a pasar.
— Tu agradecimiento— zas, caricia gemido y gemido silenciado— Aun no
lo he oído.
WanVesta curvó la comisura de sus labios. Iba de lista si quería una sumisa
totalmente entregada al juego. Giró un poco la cabeza para mirarla desafiante
y volvió a menear el trasero, en plan, castígame cuanto quieras que te va a
costar doblegarme. Vesta, dibujó media sonrisa. Todo eso iba por niveles de
dolor, un amo subiría la intensidad hasta que el sumiso u esclavo diera señal
de que ese es su límite. Y así comenzó el procedimiento, zas azote, caricia
hasta que sus gemidos se hicieron sonoros, una y otra vez hasta que llegó al
límite:
— GRACIAS mi señora.
Vesta acarició para aliviar la zona, mientras se deleitaba con la imagen de
aquel culito tan sexy. Siempre había sido de lo más paciente cuando se
trataba de Clara, la calentaba tanto que se acabaría convirtiendo en la
antorcha humana. Dejó la pala a un lado y antes de retirarse, acarició una vez
su sexo, totalmente lubricado:
— Recoge el plato y llévalo a la cocina— ordenó antes de llevarse los
dedos impregnados a la boca y saborearla— no tardes.
WanVesta, toda acalorada agarró su plato y lo llevó a la cocina. Cuanta
excitación llevaba en el cuerpo, a ese paso se correría sin necesidad de llegar
al acto sexual. Cuando regresó Vesta estaba sentada en la silla cruzada de
piernas, mirándola fijamente, comiéndola con la mirada. ¿Qué haría una
sirvienta? Bueno, siguió con el juego de chacha sexy complaciente, se acercó
hasta ella, se arrodilló y comenzó a descalzarla:
— Debe de estar agotada todo el día trabajando mi señora.
Comenzó a masajearla los pies, a la vez que la miraba con cierto vicio. A
Vesta le perdía esa mirada, era una invitación a follarla, es más, si en esos
instantes se quitase la ropa interior, de lo mojada que lo tenía y lo tirase
contra la pared se sostendría ahí por el resto de los días:
— Para— ordenó, WanVesta paró, pero se mantuvo de rodillas esperando
alguna orden— trae el bol de hielos, un condón y el antifaz.
Salvo los hielos y el antifaz, el condón no pegaba en aquella petición. La
última vez que utilizó una fue para practicar el beso negro. ¿Volvería
hacerlo? No le desagradaba la idea, era súper placentero y cuando le
acariciaba el clítoris a la vez. Tenía que dejar de pensar en esas cosas que se
sobreexcitaba antes de tiempo. Acatada las órdenes, Vesta apartó el bol a un
lado y sosteniendo el antifaz, dio unas palmaditas sobre la mesa para que la
sirvienta sexy se sentara. Que, mordiéndose el labio inferior, acabó
obedeciendo. Vesta no se había levantado en ningún momento. Cuando tuvo
a WanVesta en la posición que quería le abrió las piernas, solo para deleitarse
con esa imagen tan… CENSORED… que le hizo relamerse los labios:
— ¿Desea probarme señora?
Ésta al final se levantó, colocándose entre sus piernas, apoyando las manos
a ambos lados, hasta quedar a escasos centímetros:
— Estoy casada WanVesta y no paras de calentarme— tenían que sacar
fuerzas desde lo más profundo de su ser para no besarse— mostrándome ese
coñito tan apetitoso, voy a tener que bajarte esos calores— dijo colocándola
el antifaz para privarla de la vista, se acercó a su oído— no te vas a correr
hasta que yo te dé permiso.
WanVesta suspiró sonoramente, Vesta deshizo el lazo del delantal que tenía
en el cuello y subió la parte de abajo. Agarró un hielo y no lo pasó
directamente por la esa piel descubierta, cuya temperatura era más alta de la
normal, lo mantuvo en su mano aguantando el frio y dejó que gota a gota
cayera sobre su cuerpo. Creando sensaciones placenteras al sorprenderla en
diferentes puntos. WanVesta se aferró al borde de la mesa, aguantando su
terrible necesidad de mover la pelvis buscando algún tipo de contacto. Una
caricia sobre su protuberante clítoris o algún tipo de penetración, ya fuese
manual o con alguno de los juguetes. Su señora practicaba con cierto sadismo
y le encantaba penetrarla con juguetes. En un momento sin previo aviso si
sintió el hielo casi derretido sobre sus pezones, encorvando la espalda. Vesta,
sin dejar de disfrutar sacó el condón de su envoltorio e introdujo un hielo en
el látex y cerro la punta con un nudo. Lo sostuvo con una mano mientras que
con la otra volvió a pasarla por su chorreante sexo:
— Estas muy caliente, muy mal WanVesta, excitarte por tu señora la
casada.
— Disculpe señora, pero no puedo evitar excitarme, me pones mucho
Vesta.
Vesta le penetró con dos dedos, se deslizaba sin problemas e incluso cabía
otro, demasiado excitada y dilatada. WanVesta esbozó un gemido sonoro,
pero de un momento a otro dejó de penetrarla. Se sentó en la silla y
agarrándola de ambos muslos la atrajo hasta tener su sexo a la altura de su
boca y comenzó a atacar como una loba hambrienta. WanVesta movía la
pelvis, disfrutando de los placeres que le estaba dando esa lengua hasta que,
zas, no es que lo sintiera cuando se lo introdujo y luego se lo sacara, más bien
fue la sensación:
— ¡Ahh!— dijo retorciendo su cuerpo— ¡joder!
Vesta le introdujo el condón con el hielo y luego se lo sacó, pero sin dejar
de darle placer con la lengua:
— Esa boquita.
Volvió a repetir el procedimiento, una, otra y otra vez, el orgasmo intenso
llegaba, pero con más lentitud. Tampoco podía tenerlo, su señora se lo había
prohibido. Una y otra. Toda su intimidad era una cascada de dulce esencia:
— Mi señora— dijo entre gritos— por favor, permíteme correrme.
— No hasta que el hielo esté derretido.
Una y otra, eso era entre tortura y placer extremo:
— Por favor mi ama— decía ya casi sin poder contenerlo— no aguanto
más.
Vesta paró de torturarla con la lengua, pero en vez de sacarle el condón lo
mantuvo dentro. Eso era algo anestésico. Cuando vio que apenas quedaba
hielo prosiguió torturándola, apretando su boca contra su sexo, con la punta o
con el dorso de la lengua, succionando, mordisquitos. WanVesta no
aguantaba más estaba todo ahí acumulado como una puta olla a presión.
Hielo derretido:
— Córrete.
WanVesta aferró fuertemente su pelo y la atrajo a su sexo entre
convulsiones y fuertes jadeos. Vesta sonriente recogía todo aquel jugo tan
sabroso y que salía a porrón. Eso le había calentado muchísimo. La sexy
chacha se desplomó sobre la mesa totalmente sudorosa:
— No te acomodes WanVesta— Le quitó el antifaz, Vesta se estaba
relamiendo los labios, impregnado de toda su esencia— ve a por las esposas
— la chacha sexy con piernas temblorosas se levantó de la mesa— espera.
Le quitó lo que le quedaba de delantal y lo tiró a un lado. WanVesta fue a
por las esposas y se las entregó. Vesta las cogió y procedió a darle las nuevas
órdenes:
— Arrodíllate, quítame los pantalones y la ropa interior.
Encantada acataría aquella orden. Cuando al final quedó desnuda de
cuerpo para abajo, le pidió que se levantara de nuevo, pero solo para coloca
sus brazos a su espalda y esposarla. Vesta se sentó de nuevo en la silla y se
abrió de piernas:
— Arrodíllate— WanVesta se arrodilló mirando aquella deliciosa fuente
de placer— harás lo que yo te ordene en todo momento, yo te follaré esa sexy
boquita. Tu lengua fuera— obedeció sin rechistar— ténsala un poquito más
— y hecho eso, le agarró del pelo y le acercó hasta su sexo, penetrándose con
su lengua, la empujaba la atraía, gimiendo, gozando— oh si WanVesta que
boquita joder— la atraía más intentando que la lengua llegara lo más
profundo por la obertura de su sexo— saboréame— hasta llegado un
momento, dejó entre sus piernas— ahora, ahora muévela, haz que me corra
en tu boca, me quiero correr en tu boca— petición que acataría encantada y
sin dejar de mirar los gestos que ponía, movió la lengua, en su obertura
dentro fuera, dentro y recorrer cada rincón de aquella fuente sabrosa,
saciando su sed— joder, ¡sí, me corro!
Gemido gutural mientras alzaba su cadera. Se apoyó en el respaldo
esbozando una risita, juntó sus piernas:
— Levanta y siéntate encima de mí.
Sonó menos autoritaria. Pero igualmente la obedeció y recibiendo una
mirada llena de ternura por parte de aquellos hermosos ojos verdosos, le quitó
el collar que impedía lanzarse a sus labios y besarla hasta el cansancio:
— Me quitas el collar, pero no las esposas.
Dijo Clara casi sin separar los labios de Alex, que ladeo la cabeza para
mirar las muñecas esposadas:
— En esta postura dan mucho juego— dijo riendo, le rodeo con los brazos
y se las apañó para quitarle una, suficiente para devolverle la movilidad—
¿Cómo es que te ha dado por jugar?
— Aun quiero seguir— dijo desabrochando la blusa. Alex alzó una ceja—
pero con mi esposa en esta ocasión.
— Como me encantas cuando te desinhibes— la abrazó y comenzó a
mordisquearla por el cuello— grito de guerra… ALEX QUERER FOLLAAR
A CLARA.
— Joder si cavernícola mía.
Rompieron a reír. Y de nuevo volvieron a la carga, aunque de forma más
carnal, a pasional y tradicional. Sin juegos de por medio, tan solo Alex y
Clara. Ya cuando sus cuerpos dijeron basta, Clara apoyó la cabeza en su
hombro, totalmente desnuda y mirando su cuello sin dejar de reír:
— No te rías tanto— dijo Alex sin dejar de abrazarla— mañana parecerá
que me ha dado gangrena pequeña vampiresa.
— Perdona, me emociono demasiado.
De nuevo posó los labios sobre su cuello:
— ¡Oh Dios Clara!, que no puedo más.
— Está bien— dijo riendo— vámonos a la cama a dormir, mañana ya
recojo todo esto.
— Me vas a tener que llevar a rastras.
Clara se levantó y tiró de ella riendo. Iba a entrar a la habitación detrás de
Clara, cuando reparó en el sobre que había en el suelo:
— Ahora voy— dijo mientras abría el sobre. Tenían que haberlo echado en
persona en su buzón. Cuando vio el contenido, quedó paralizada, no se
esperaba eso— joder.
Fue lo único que llegó a decir:
— ¿Has dicho algo?
Preguntó Clara desde dentro de la habitación:
— No, nada— dijo doblando la carta y guardarla en su maleta— solo es
propaganda.
— Pues deja eso y vente a dormir.
Alex entró a la habitación dibujó una sonrisa y se acostó junto a Clara, en
posición cucharilla, abrazadas enseguida la rubia quedó dormida. Después del
desgaste que tuvo. Sin embargo, Alex quedó totalmente pensativa. Era algo
que debía afrontar y después de meditarlo, le daba igual las horas que fuera,
se levantó, fue hasta el salón y procedió a hacer la llamada. Un tono, dos
tonos, tres tonos:
— He recibido tu carta, me parece que quieres verme— hablaba muy
seriamente— está bien, tu propones hora y lugar.
Capítulo 47 - Boleto
Alex salió más temprano de lo habitual. No esperaba tener ese encuentro
tan pronto. En una cafetería, muy considerado al concertar la cita cerca de la
empresa. Antes de entrar suspiró y lo buscó con la mirada. Al final del local
estaba, le daría vergüenza que le vieran con ella, después de todo, le quitó a la
mujer. William permaneció serio en todo momento. Hasta que Alex se sentó
enfrente. Ambos se miraron. Extrañados. Buscando parecidos:
— ¿Qué quieres William?
Al final fue Alex quien rompió el silencio:
— Sin querer escuché a mis padres discutiendo— comenzó a decir mientras
hacia una seña al camarero— se van a divorciar y todo por la hija secreta de
mi padre. Ahora entiendo por qué siempre se empeñaba en que nos
lleváramos bien.
Alex esbozó una sonrisa nerviosa, esperó a que el camarero tomara nota y
prosiguió hablando:
— Vaya, resulta que soy yo la culpable de que tus padres se divorcien.
Pues entérate, yo no he movido un dedo para acercarme a Maurice.
— Se te da bien romper parejas— dijo hablando entre dientes— sobre todo
a los de tu propia sangre.
Alex comenzó a reír por lo bajo. Se apoyó en la mesa y le hizo señas con el
dedo índice para que se acercara:
— Escúchame anormal de carrito, crecí pensando que soy hija única,
¿piensas que me considero una Wiyatt? Ni en tus putos sueños— William
rechinó los dientes— ¿piensas que alguna vez Clara te quiso? — Le enseñó el
dedo corazón— con este dedito vas le das a la única neurona que tienes.
Cualquiera se daría cuenta, incluso desde pequeños de los dos quien estaba
antes era yo.
— Contigo es imposible tener una conversación, eres una puñetera salvaje.
Se acercó la taza de café y le dio un sorbo:
— ¿Conversación? Has sido tú el primero en tirar la primera piedra así que
no escondas la puta mano William— se apoyó en el respaldo— ni si quiera sé
porque he venido
— Por la misma razón que he venido yo, curiosidad— miró su taza—
¿Desde hace cuánto que lo sabes? ¿Desde siempre?
Alex hizo un mohín:
— No, lo supe hace dos meses— le miró entre amenazante y precavida—
escúchame mono de feria, nadie puede enterarse que Maurice es mi padre y
— volvió hacer otro gesto— tu mi medio hermano. Patrick es peligroso y
muy vengativo— alzó las manos— sabes ¿qué? No sé para qué narices te
digo eso, ni tú vas a reconocer que tenemos lazos sanguíneos ni yo tampoco.
— Pero si mi padre— sonaba distante— él si te ve como una hija.
Alex rompió a reír irónica:
— Ya claro, como que papaíto ha estado para mí. A mis ojos ese es un
hombre casado que se folló a mi madre y después de dejarla en estado siguió
con su supuesta familia perfecta. Siempre será el señor Wiyatt. Que deje de
soñar si piensa que le voy a llamar papá.
Suspiró y miró a un lado. William frunció el ceño. Lo cierto es que la
morena esperaba más reproches por haberse casado con su ex prometida.
Pero lo que le dijo fue mucho más hiriente:
— ¿Entonces nunca reclamarías lo que es tuyo? Acciones, herencia…
— ¿Si te preocupa tu cochino dinero, tu empresa y la jodida herencia?
Puedes dormir tranquilo, no me interesa.
— Industrial Medical Woods está en la ruina— intentó defenderse— tu
estilo de vida no será tan ostentosa, pero a Clara si le gusta vivir
cómodamente y no creo que le guste mantenerte si el día de mañana todo—
Ladeo la cabeza— ¿Cómo lo llamaste? Ah sí, si todo tu imperio se va al
traste.
Alex cansada se levantó. Le había llamado interesada y para colmo
mantenida. ¿Pero de qué iba? ¿Estaba buscando otra paliza? Ahí no estaba
Clara para separarles:
— Si el día de mañana todo mi “imperio” se va la mierda ni buscare la
fortuna de los Wiyatt— dibujo media sonrisa— ni mucho menos el dinero de
mi mujer. Se trabajar y valerme por mí misma. Ha sido mala idea esto de
vernos. Tenías miedo que usurpe tu lugar y dejes de ser el hijo único.
Tranquilo prefiero seguir la salvaje que no necesita de papá y mamá para
vivir— se dispuso a irse, no sin ante susurrar— capullo.
Salió de la cafetería airada, pero al menos ya sabía por dónde irían los tiros
con William. Demasiados reproches, sobre todo, Clara sería uno de los temas
de discusión.
Los técnicos de escucha ya habían traspasado las conversaciones en papel.
Nidia, estaba en una pequeña sala dedicada para tomar cafés y para los
empleados pudieran comer. En sus manos estaba revisando frase a frase,
conversación tras conversación. Cuando Taylor entró con muy malas pulgas
y dejó las carpetas sobre la mesa. Se iba a ir, pero de nuevo miró a Nidia, que
arqueo una ceja esperando a que dijera algo:
— Esta tarde quiero la revancha.
Taylor siempre había sido la mejor, quería seguir siendo la mejor y Nidia no
hacía más que desacreditarla con sus faltas de respeto y su altanería. Que, por
cierto, rompió a reír y bajó la vista de nuevo a las hojas que tenía en las
manos:
— El lunes te doy todas las revanchas que quieras— paso la hoja— pero
mañana vamos a infiltrarnos y quiero esa carita libre de moretones.
— ¿Quién dice que seré yo la que se lleve los golpes?
Nidia cerró la carpeta que tenía en sus manos, cerró los ojos y suspiró:
— Me estás viendo como a un enemigo— dejo la carpeta encima de la
mesa— cuando el verdadero enemigo está ahí fuera, Taylor ¿quieres
demostrarme que buena profesional eres? Cierra tu sexy boquita y siéntate a
trabajar.
Y Taylor escuchó en su cabeza la voz de Sheldon Cooper diciendo “Zas en
toda la boca” ¿pero es que siempre tenía que ser siempre la que tuviera la
última palabra? Protegida de Allie, eso es lo que era. Ceñuda se acabó
sentando y agarró una carpeta:
— Aun así, el lunes quiero esa revancha.
Nidia volvió a abrir una de las carpetas y sin dejar de mirar los
documentos, dibujó una sonrisa pícara:
— Por supuesto que sí ¿Quieres testigos como la otra vez? ¿La señora
Woods por ejemplo? — Rio por lo bajo— debe de joder que te humillen
delante de la tía que te gustaría follarte— Taylor rechinó los dientes— Por
cierto ¿Ya has hablado con Alex sobre el sábado?
Taylor dejó la carpeta sobre la mesa pegando un golpe:
— ¿Por qué tienes que meterla en la investigación? Ponerla en peligro es
una locura, es una civil, que no sabe cómo actuar si la situación se complica
— Nidia la ignoraba, siguiendo con sus quehaceres, Taylor pegó un golpe en
la mesa— MIRAME, la quieres meter en una cueva llena de lobos.
Nidia cansada de escuchar sus quejas constantes apiló las carpetas y se
levantó, se acercó hasta a Taylor, apoyó una mano en su respaldo y la otra en
la mesa, encarándola a escasos centímetros. Ambas se miraban fulminantes y
ninguna hacía por achantarse:
— Si empleases la mitad de las energías que usas en llevarme la contraria,
avanzaríamos más rápido— se incorporó y agarró la pila de carpetas— si no
estás de acuerdo con mi forma de trabajar lo tienes fácil, pide que te cambien
de caso, pero si quieres estar en el será mejor que cambies el chip de toca
pelotas, agente Fisher.
Y se encaminó hasta la puerta para irse. Taylor la vio marchar con la
mandíbula tensa. Aunque inconscientemente durante unos segundos se le fue
a la dirección de su culo.
Después de verse con William fue directa a la reunión que había en la sala
de juntas. Todo el mundo ya había llegado y la estaban esperando. Bueno su
primera reunión con el equipo nuevo escogido por los de recursos humanos.
Ya se había cruzado con algunos con anterioridad, pero ni conocía sus
nombres. En plan comandante fue hasta su silla presidencial y se sentó:
— Buenos días, señoritas y caballeros— hizo señas para que todos se
sentaran— creo que mi socia y la vicepresidenta ya os abran puesto al día de
la situación crítica por la que está pasando industrial Medical Woods por eso
os hemos escogido, porque aún podemos levantar esta empresa.
— Señora Woods— comenzó la chica que ascendió al que fue el puesto de
Jamal — haciendo cuentas— no iba a dar buenas noticias— la empresa se irá
a pique si no se hacen recortes.
Alex se cruzó de piernas, ese día cataría las decisiones que se debe de tomar
en un cargo como aquel:
— ¿Qué propones?
— Las principales empresas se están viendo afectadas en Europa—
carraspeo— tendremos que empezar a despedir gente.
La morena se llevó las manos a la cara. Joder, iba a ser la responsable de
que mucha gente se quedara sin trabajo:
— ¿No se puede recortar por otros lados? ¿Material de empresa? ¿Coches
de empresa? ¿Bombillas de ahorro? Cualquier cosa, antes de tener esa idea
como primera opción.
— Eso solo conseguiría reducir la cantidad de despidos.
— Tenemos que comenzar a hacer publicidad para que la gente vuelva a
confiar en nosotros— habló el de comercio y marketing, pero también
andamos limitados con el presupuesto. Puede seguir siendo la imagen de la
empresa en vez de buscar modelos, eso suele gustar a la gente, que interactúe
con ellos.
— En eso le doy la razón— dijo Helena— ha creado buena imagen que la
presidenta diera la cara.
Lo que faltaba con lo reservada que era con su vida privada y ahora le
estaban proponiendo que se convirtiera en un personaje público. Pregunto a
los otros jefes de departamento, un tanto de lo mismo. Ya estresada, se
restregó la cara nerviosa:
— ¿Alguien tiene buenas noticias? O ¿solo habéis subido a producirme
ulceras?
— Lex…
Susurró Olaya. Alex le hizo un gesto con la mano y luego con los ojos
cerrados se llevó el dedo índice y dedo gordo al tabique nasal:
— La semana que viene quiero otra reunión— señaló a la de departamento
de economía— y espero que hayas reducido esa lista de despidos. Mándame
un informe con todo el dinero perdido. Ahora a trabajar.
Todo el mundo se fue, menos Olaya, que a pesar de estar enfadada seguía
preocupándose por Alex. Que tenía cara enterrada en sus manos:
— Olaya nos estamos engañando Patrick Woods fue el iceberg que chocó
contra la empresa y ahora se hunde— miró a su amiga— mucha de esa gente
necesita el trabajo ¿Y tengo que tomar esa decisión? No sé, puedo vender el
Yet privado, eso gasta mucho dinero— suspiró— debo de ir pensando en las
formas de ahorrar.
— O puedes vender la empresa— dijo con cierta precaución— no te lo he
comentado, pero hay un alemán que se ha interesado y ha propuesto una
buena suma de dinero.
Alex le miró ceñuda:
— ¿Me estás diciendo que abandone? — Se levantó y cerró la puerta para
que no se le escuchara gritar— ¿qué le digo a toda esa gente? — señaló a la
cristalera que daba con el pasillo y mesas de trabajadores— lo siento chicos y
chicas, abandono vendo la empresa para salvar mi culo rico ¿están
asegurados sus puestos de trabajo?
— ¿No estabas en el puesto para joder a Patrick?
— Sí, pero tampoco soy tan hija de puta como para ignorar a todos mis
empleados. Ni puedo dejar que tú o Helena os hagáis cargo de todo. ¿Qué
pensaría Clara si a la mínima que se complica algo abandono? Que se ha
casado con una cobarde o de lo contrario quedarme arruinada y estar casada
con una don nadie.
— Vamos— dijo poniéndose a su lado y apoyando una mano en su
hombro— eres Alex, casi toda tu vida has sido independiente, hasta
económicamente, tu familia se quedaría arruinada no tú— dibujó media
sonrisa— conozco todos tus alijos repletos de dinero ¿recuerdas?
— ¿Sería suficiente?
— Alex, Clara no se casó con tu dinero, se casó contigo, ella te quiere.
Olaya habló con Ruth, así como pidió Alex, aunque lo hizo de mala gana,
puesto que, aunque ignoraba las razones, sabía que no eran nada buenas.
Obvio que Ruth no sabía nada, y como si de una cadena se tratara, la amiga
de Clara fue a hacerla una visita. Aunque la rubia no aceptó tan fácilmente:
— Vamos Clara hace tiempo que no hay fiesta de pijamas— dijo tumbada
en la cama mientras que su amiga se vestía— ¿No propusiste dedicar un día a
la semana a pasarla separadas?
— No me apetece, seguro que habrá alcohol.
— Como los viejos tiempos— siguió suplicante— hasta Olaya ha
decidido salir de fiesta para dejarnos solas.
— Está bien, sábado de chicas.
Se dio por vencida, Ruth podía ser muy pesada e insistente. No le dejaría
en paz hasta que le dijera que sí. Y como Alex estaba en plan, que le
desbordaba el trabajo. Seguro que haría como William cuando trabajaba hasta
tan tarde, y como para quedarse sola tampoco:
— Por cierto— dijo sacando una revista de su bolso— tu mujer está
buenísima— se la entregó— cuando la vi, no pude evitar comprarla, encima
sale en la portada.
Clara ya había terminado de acicalarse, miró la revista y se le dibujó una
sonrisa bobalicona. Ruth se levantó de la cama, se miró en el espejo y se
arregló el pelo:
— Venga— dijo animada Ruth— vayamos a visitar a nuestras mujeres,
apuesto a que te late la pepitilla después de haber visto esa foto.
Clara puso los ojos en blanco. Fue hasta su cajón y sacó un borrador de su
libro. Quería que Alex se lo leyera antes. Sabía que le haría ilusión ser la
primera en hacerlo. Viajar con Henry a Ruth le hacía gracia. Sin embargo,
Clara se sentía vigilada, Alex sabría qué haría y donde iría en cada momento.
Como había solicitado le llevaron los documentos en el que venían
reflejado las estadísticas de pérdidas. Para que los pediría, aquello se estaba
convirtiendo en una autentico agujero negro que no paraba de tragar materia
absorbiéndolo todo. Se llevó las manos a la nuca y se apoyó en el respaldo,
miró al techo intentando no pensar. Hacía cuatro meses tan solo se dedicaba a
pegar papelitos al techo, sin preocuparse por nada, sin deberle explicaciones a
nadie y viviendo una vida llena de locura. Unos golpecitos tímidos a la puerta
la devolvieron en sí, dibujando una sonrisa cuando vio que se trataba de un
hermoso ángel rubio y de ojos azules. Que cerró la puerta tras de sí con
pestillo:
— ¿Ya has visto como sales en las revistas y periódicos?
Le mostró la revista que le dio Ruth. Alex alzó una ceja:
— Sí, me follaría sin parar de lo buena que estoy.
Clara fue hasta ella para sentarse sobre sus muslos:
— Quiero atribuirme ese derecho de follarte, comandante.
Alex se perdió en su mirada azulada. Hacía cuatro meses no sentía amaba
como lo hacía en ese momento, ni tenía a Clara entre sus brazos como en ese
instante. Con suavidad se acercó hasta saborear sus labios. Los rozó y
acarició, primero con sus labios y después con su lengua, se separó durante
unos segundos para coger aire y mover la cabeza hacia el otro lado,
acariciando la punta de la nariz en el proceso. Hacía cuatro meses no besaba
de aquella forma.
Se levantó, y abrazando fuertemente a Clara, la sentó sobre su escritorio,
colándose entre sus piernas. Aunque sus manos permanecieron aferradas en
su rostro. Se separó unos centímetros para mirarla con adoración:
— ¿Me quieres?
Clara rodeo su cintura con las piernas para pegarla más a ella y la miró con
intensidad:
— Te amo, Alex.
— Si la empresa se va a pique y me quedo sin nada ¿me seguirías
queriendo igual?
— Alex— le acarició intentando transmitir con tacto y palabras seguridad
— me importa una mierda el dinero. Te quiero a ti, a mi cavernícola,
ordinaria y borde.
Alex volvió a chocar sus labios, con la misma ternura, llena de necesidad,
la pegó mucho más a ella aferrándola fuertemente con los brazos:
— ¿Está la puerta cerrada? — preguntó con respiración entrecortada—
quiero hacerte el amor ahora mismo.
— Si— Respondió entre besos— la cerré… con pestillo… Alex— se
separó un poco, Abrió su bolso y sacó un juguete— estabas tan sexy en esa
revista, que me entraron ganas de que me follaras con este juguetito.
Alex curvó la comisura de sus labios, dibujando media sonrisa. Se
desabrochó el pantalón dejó que la prenda cayera sola, se descalzó, se bajó la
ropa interior y por último se Abrió de piernas. Clara la miró de forma
lujuriosa:
— Pues pónmelo— dijo aun sonriente— No hace más que sorprenderme
señorita Price.
Flashback
Era fin de semana y como era de costumbre Alex prefirió salir de fiesta
antes de quedarse en el piso estudiando. Lo cierto es que le daba igual el día,
la noche anterior ya salió y apenas había dormido más de cuatro horas. Aun
llevaba el subidón que le dio las anfetas. Debía de tener un aspecto horrible.
Acabó en un antro de mala muerte. Ahí la vio, bailando como un auténtico
demonio, dominando a los hombres como si fueran potros salvajes. Vestida
de negro, con sus botas, sus pantalones Bondage, camiseta de tirantes
totalmente ajustada a su cuerpo, piel blanquecina, ojos azules claros que
resaltaban a la luz fluorescente del local, pelo ondulado y castaño claro.
Estaba claro, en el momento en que la vio moverse de aquella forma Alex se
convenció de que le haría suya.
Cora parecía ir puesta de algún tipo de estupefaciente, aun así, reparó en
la presencia de Alex. Se miraron desafiándose, como dos auténticos
demonios sedientos de sexo. Comenzaron a moverse por la pista de baile,
moviendo sus cuerpos sensualmente. Algo así como, un baile antes del
apareamiento. Ya cuando estuvieron cerca, rozando sus cuerpos al son de la
música. Cora se introdujo algo en la boca y sacando la lengua se lo enseñó,
como si quisiera que lo tomara directamente de ella. Alex no dudó, se inclinó
y con su lengua fue en busca de nueva emoción. Podía ser algo peligroso,
podía correr el riesgo de que no le sentara bien, alguna reacción alérgica y
morir. Pero eso era lo que le estimulaba la incertidumbre. Enseguida
comenzaron a batallar con sus lenguas apasionadamente. Se estaban
excitando ¿Cómo se llamaba? Que más daba, estaba buena, bailaba y le
besaba como nunca nadie le había besado. Pero el momento se jodio cuando
un tío totalmente cachas le agarró del hombro y le giró:
— ¿Qué haces besando a mi novia zorra?
— No capullo— dijo sin parar de reír— ella ya no es tu novia.
— Tú lo has querido.
Le arreo una bofetada tan fuerte que le partió el labio. Pero si ya de por si
soportaba el fuerte dolor físico, estando drogada estaba anestesiada por
completo. Alex curvó la comisura de sus labios divertida y cuando el otro iba
a contrarrestar otro golpe, ésta se defendió utilizando su energía para
aplicar una llave de Aikido. Cayendo fuertemente al suelo, no le rompió el
brazo, pero si aplicó fuerza para crearle una luxación en el hombro.
Cora se tapó con ambas manos la boca, para ocultar su risa. Enseguida
comenzaron a escucharse sirenas de los municipales. Cora agarró de la
mano a Alex y salieron por la parte trasera del local, sin parar de reír,
corrieron y corrieron ¿hacia dónde? Que más daba, solo se distinguía las
luces de la ciudad, hasta que acabaron en una callejuela oscura, Alex
empotró a Cora contra un portal y comenzó a besarla fogosamente:
— Aun no se tu nombre Van Dame.
Habló por fin Cora con respiración entre cortada e intentando de
reponerse de aquel beso largo e intenso, tan intenso que los labios los tenían
inflamados:
— ¿Importa eso ahora? — preguntó riendo— ¿tienes pensado llamarme en
cuanto termine contigo?
— Normalmente no lo hago— Respondió mientras buscaba fricción con el
muslo de Alex que estaba muy pegado a su entre pierna— pero me ha
gustado como has tumbado a mi ex novio— emitió un gemido cuando Alex
comenzó a estimular uno de sus senos— voy a ir por primera vez a ver una
pelea ilegal y me gustaría que fueras conmigo.
Pelea ilegal, no había que decir mucho más para convencerla. Alex gruño
y comenzó a besarla y dar pequeños muerdos por su piel blanquecina:
— Alex— dijo antes de recorrer parte de su yugular con la lengua— me
llamo Alex.
— Cora.
Las manos de Cora querían vagar por el cuerpo sexy de Alex, pero
rápidamente le agarró de las muñecas y la inmovilizó:
— No— la miró seriamente, aunque sus ojos verdosos estaban oscurecidos
y muy dilatados, entre el subidón y la excitación— solo yo marco las reglas
del juego, siempre— se acercó para susurrarle al oído con voz ronca— solo
yo puedo follarte.
Cora se encogió de hombros:
— No me desagrada la idea— sonrió picara— entonces ¿te gustaría ganar
pasta peleando?
— Antes me gustaría hacer otra cosa.
Le introdujo la mano dentro del pantalón y ahí mismo, en plena calle se la
folló. Disfrutando de sus gemidos a pleno pulmón.
Flashback
Hora de la infiltración
Taylor y Alex se presentaron en la dirección que les dieron. En el fondo
Alex tenía mayor ventaja, era la dominatriz, sin embargo, Taylor debía fingir
ser sumisa. Obviamente tuvieron que hacer el paripé con Nidia, ya que todo
sumiso tiene un deber para su amo y solo podría irse con otro si su amo lo
permitía. Nunca se imaginó que el mundo BDSM fuera así. Ambas llevaban
micros y una cámara incorporada en el corsé de Alex y en una piedrecita del
vestido de Taylor:
— ¿Llevas los todo?
Preguntó Taylor, a la vez que se quedaba con cada detalle de aquel lugar,
cada cámara, cada hombre que había fuera. Menos mal de que Alex iba con
peluca y lentillas. No podía permitirse que por algún casual Patrick se
enterase de que estaba detrás. Les Abrió un gorila de mucho cuidado, les
sacaba cuatro cabezas de alto, pelo rapado y… eso no era normal tendría que
estar ciclado. Taylor sí que se impresionó, pero Alex no se vio amedrentada,
más bien pensaba que cuanto más grande y pesado era alguien, más sonaba al
caer y también que tíos como ese era pura estética y sobre todo lentos. Alex
asintió:
— Nidia, ¿me oyes?
Intentaba probar la comunicación por los pinganillos sin que nadie se diera
cuenta, fingiendo que mantenía una conversación con Alex:
— Perfectamente— Respondió Nidia— ¿vosotras me escucháis?
— Afirmativo.
Contestó Taylor, Alex también le confirmó que le escuchaba
perfectamente:
— O.K comenzar con la misión y chicas…— Allie y Nidia venían de otro
departamento, tenían otras costumbres como era— que nos volvamos a ver.
Les hizo pasar, al parecer estaban de fiesta los empleados. Tampoco es
que tuvieran un ejército en plan película de mafiosos. Pasaron de refilón por
la puerta del salón. Alex se puso enferma, aunque la imagen que vio. Chicas,
ligeras de ropas, por Dios parecían unas crías si pasaban los dieciocho era un
milagro. En el pasillo había un niño de cinco años como mucho, era el hijo de
una de las chicas. Le miró y Alex sonrió al pequeño.
Subieron al piso de arriba, ahí solo había dos hombres. Taylor contó cómo
entre 15 y 20, si la cosa se pone verde, contra uno y medio, dudaba que Alex
supiera manejar un arma. La primera en separarse fue Taylor, pues la
habitación de Isaac estaba cerca de las escaleras, sin embargo, la habitación
de Nia era la que estaba al fondo del pasillo. Esa era su residencia, así pues,
Isaac se las apañaba con la habitación de invitados. El guardaespaldas dio dos
pequeños golpecitos a la puerta.
Nia les abrió enseguida, parecía ansiosa por la llegada de Vesta. Estaba
vestida con ropa interior de encaje negra, medias negras de rejillas con ligas y
zapatos negros de tacón, tenía el pelo suelto y cuando le vio sonrió
ampliamente mostrando aquella boca tan horrible, que ni bitelchus. Alex
intentó mantener la compostura sensual. Pero lo que su cabeza decía a gritos
“POR DIOS QUE NO TENGA QUE BESAR ESA COSA”, esa mujer
mordía a alguien y de tanta bacteria crearía infección y muerte por
septicemia.
Se hizo a un lado y dejó que pasara mientras que el hombre se quedaba en
el pasillo. Vesta entró en la habitación intentando mostrar seguridad. Era
grande, muy grande e incluso se componía de dos partes. Una parte estaba la
cama, armarios, cómodas, joder tenía ya todo preparado para las practicas
BDSM y la otra parte era como si tuviera el despacho incorporado en aquel
cuarto. ¡Bingo! Ya había detectado el objetivo de la misión. El ordenador
portátil sobre el escritorio. Nia se le acercó en plan contoneo “seductor”,
aunque para Alex, debo de admitir que incluso a mí me daba grima. Y
cuando le habló cerca de su rostro, señor que pestazo eso era una puta cloaca.
“POR DIOS QUE NO TENGA QUE BESAR ESE BASURERO QUE
TIENE POR BOCA”:
— Me tiene a su disposición, mi señora.
No quería que le llamara así, era la primera vez que rechazaba aquello, no
porque se tratase de boca basurilla, sino porque solo una persona podía
decirla eso. WanVesta:
— Muéstrame que tienes.
Ordenó, sonaba sin ganas, no le salía Vesta, esa noche le costaba ser
Vesta. Más bien se comportaba como si fingiese ser otra dominatriz
suplantando la identidad de Vesta. No podía dejar de pensar en Clara:
— Por su puesto— Nia boca alcantarilla ya se había metido en su papel
— sígame Vesta.
Tenía como dos estructuras de hierro, donde tenía de todo, desde palas
pequeñas hasta el más hardcore, entonces, pensó mierda esto va a ser lo más
fácil del mundo:
— Túmbate en la cama.
Nia totalmente excitada obedeció a Vesta:
— Hasta hoy no he conocido mis límites— dijo tumbándose— no creo
que necesite palabra de seguridad, pero si te sientes más segura teniendo una.
Vesta cogió un par de cuerdas para atarle a la cama y un Ball Gag. Pero si
no hacía ni falta sedarla. Y es lo que hizo. En un principio Nia estaba
emocionada, hasta que Vesta se puso a los pies de la cama comenzó a
carcajear:
— ¿Estás viendo eso? — Nia frunció el ceño— que cosa más sencilla.
— Si Alex— dijo Nidia con tapujo por el pinganillo— Ahora al
ordenador no pierdas tiempo.
Vesta se giró y se dirigió hasta el ordenador. En ese instante Nia se
percató de que las dos chicas no se dedicaban al mundo dominatriz si no que
eran agentes. Intentaba moverse y gritar, pero no podía.
Alex encendió el ordenador e introdujo el pendrive por el puerto USB,
para infectar el portátil con el virus creado por Nidia. Enseguida comenzó a
maniobrar desde la distancia:
— Estoy dentro, ahora enchufa el otro pendrive. Cuando esté al 100 % lo
sacas y sal de ahí lo más tranquila y sin levantar sospechas.
Alex se cruzó de brazos, observando como cargaba los datos a la memoria
USB:
— A sus órdenes teniente O’Neill ¿Cómo va la sumisa?
— Le está costando mucho más que a ti— dijo entre dientes— menudo
cerdo.
Taylor estaba haciendo todo lo posible para que Isaac no le amarrase,
esposase ni nada que le inmovilizase. Le tenía todo el rato encima y le era
imposible sacar el sedante sí que éste se diera cuenta:
— No me seas tan traviesa— decía Isaac, se acercó para retirarle un
mechón de pelo, cuando MIERDA— ¿eso es un pinganillo?
No dio tiempo, Taylor se giró y comenzaron a pelear, levanto su vestido y
sacó una pistola que tenía en el muslo. Nidia vio todo el movimiento a través
de la cámara de Taylor:
— Joder, Alex sal ya de ahí, han descubierto a Taylor.
—Esto está acabando queda poco.
— Me cabuen en la hostia puta— se escuchaba la voz de Nidia alterada
por el pinganillo— sal de ahí ya Alex joder.
Nidia ya había dado orden al primer equipo para asaltar la casa, había
copiado el 98% de la información. A lo lejos se escuchaban disparos. Era
Taylor, ya que el guardia que estaba en la puerta escuchó los ruidos
demasiado sospechosos, entró abriéndose un campo de batalla de disparos:
— Falta un dos, no un uno por ciento— dijo Alex entre dientes— no me
voy a jugar la vida por nada.
100% arrancó el pen drive del puerto USB y se dispuso a salir de la
habitación. Pero se topó con un gran inconveniente. El otro guardia que
estaba custodiando la puerta de Nia vio se había abierto una guerra al otro
lado del pasillo, se giró y levantó el arma, esperando la salida de la otra
agente. Era joven y hasta el momento no había matado a nadie. Ahí se abrió
la puerta y ambos se miraron, Alex vio como el chico vacilaba, no había
tiempo tenía que actuar y ágilmente actuó aplicándole una llave arrebatándole
el arma y cuando estuvo en el suelo le pegó con la culata del arma, dejándole
inconsciente.
En el piso de abajo comenzaron a escucharse fuertes golpes, disparos,
chicas gritando. Aquella casa se había convertido en una carnicería. Alex y
Taylor se reunieron en el pasillo y trataron de bajar por las escaleras, pero se
encontraron con uno de los hombres, escondido detrás de una columna, para
refugiarse de la entrada, éste sí que no vaciló en disparar, por suerte no tenía
buena puntería, las chicas tuvieron que volver al piso de arriba y refugiarse:
— Tapaos la boca y permanecer en el piso de arriba— ordenó Nidia—
están echando botes de humo y gas lacrimógeno.
Se supone que todos los que había en el piso de arriba ya estaban
reducidos, pues Isaac era un callo duro. Taylor estaba asomada disparando
escaleras abajo, cuando Isaac salió de la habitación y le apunto:
— Taylor.
Gritó Alex, para avisarle, de nuevo movida por ese instinto de
supervivencia, le apuntó con el arma que le arrebató a uno de sus agresores y
disparó. Isaac se desplomó. Dejando a una Alex totalmente pálida y tiritando.
¿Qué había hecho? Había disparado a un hombre. Las cosas en el piso de
abajo parecían haber sido controlado por los agentes. Taylor se acercó a una
Alex blanquecina que no hacía más que mirar al cuerpo inmóvil de Isaac, le
arrebató el arma de su temblorosa mano:
— ¿Le he matado Taylor? — pregunto con miedo a descubrir la respuesta
— ¿Le he matado?
Taylor se levantó y fue a comprobar el estado de Isaac. Ambas respiraron
aliviadas cuando éste hizo un sonido quejumbroso:
— No— dijo la agente agachándose para quitarle el arma— le has dado en
el hombro.
Cuando bajaron al piso inferior, aquello era una autentica masacre. Alex ya
había visto mucha violencia en su vida, no debía impresionarse, pero lo era,
impresionaba mucho. Era como vivir una escena de una película bélica, pura
muerte. No solo los hombres de Isaac y Nia, un par de chicas habían
resultado heridas y otra muerta. Alex reconoció a la chica muerta. Era la
madre del niño. Busco con la mirada todo el sitio, ¿Dónde estaba el niño no
le veía?:
— Nidia— llamó a la agente que estaba hablando con uno de los
especialistas, ésta miró a Alex— ¿Dónde está el niño?
— ¿Qué niño?
— Esta chica tenía un hijo— dijo señalando a la fallecida— ¿No habéis
visto ninguno?
Nidia negó con la cabeza. Alex intentó ponerse en situación del pequeño.
¿Qué haría en esos casos? Esconderse. Buscó hasta hallarlo dentro de un
armario. Estaba acurrucado, llorando y tapándose los oídos. Eso le partió el
alma, se agachó para ponerse a su altura:
— Eh, ¿Cómo te llamas?
El niño levantó la cabeza, sin dejar de llorar:
— Mi mamá, ¡quiero ir con mi mamá!
¿Qué le podía decir al niño? ¿Que ya no vería a su madre nunca más?
Agachó durante unos segundos la cabeza, con expresión afligida y se
humedeció los labios antes de hablarle de nuevo:
— ¿Qué tal si te ayudo a buscar? — El niño se retiró las lágrimas de los
ojos— espera un momento aquí enseguida vuelvo— le volvió a repetir— no
te vuelvas.
Fue hasta donde estaba su madre fallecida y solicitó que le taparan para
poder salir con el niño. Cuando taparon a la chica, regresó hasta donde estaba
el niño y se acercó para agarrarlo en brazos:
— Vamos a buscar a tu madre— era tarde, estaba cansado y esa chica se
estaba portando muy bien con él, solo le trataba bien su madre, para los
demás era un estorbo— ¿Cómo te llamas?
Preguntó de nuevo a la vez que le sacaba del armario:
— Aden ¿Me vas a llevar con mi mamá?
— Primero hay que encontrarla.
El dilema de Aden. Los de servicios sociales no los atenderían hasta la
mañana siguiente. Nidia tenía que hacer mucho papeleo y Taylor por agilizar
el asunto se encargaría de revisar toda la información extraída del portátil de
Nia. Alex miró al niño semi dormido. Bueno Clara no dormiría en la casa por
la noche, pero ¿Cómo explicaría su presencia al día siguiente? No le quedaría
de otra, ya sabía dónde llamar:
— Yo me encargó de él esta noche.
Taylor tenía razón. Ser agente era peligroso, esa noche pudo haber muerto
y Clara ni lo sabía. Cuando el cañón del arma le apuntó en la cabeza era en lo
único que podía pensar, en Clara, en cierta forma aquello también le Dio
fuerzas para luchar. Le hizo la promesa de que no la dejaría sola y eso haría,
ni la muerte las separaría. La misión salió bien, salió sana y salva, el
problema era Aden.
— Bueno— comenzó a decir Tanya ya algo contenta, que vicio le estaban
cogiendo a los mojitos— Puchita y marmotilla tienen una historia muy
bonita, pero ¿qué hay de ti Ruth?
Ruth estaba aún más contenta, rozando el pedo monumental:
— ¿Qué quieres saber?
Dijo con la lengua resbaladiza:
— ¿Qué tal con Olaya?
— Pues muy bien— carcajeó— sin duda está siendo la relación más larga.
Clara estaba tumbada en el suelo boca abajo, beoda total, la peor que
estaba de las tres, levanto la mano y dijo:
— Eso es cierto.
Toma eructo por parte de la rubia remilgada. Le supo a hierba buena, Ruth
vitoreo:
— Sii— señaló a Clara— esa es Clara la tiquismiquis.
— Alex me está asalvajando.
— No le eches la culpa a tu mujer.
Dijo Tanya tirándole un dorito a la cabeza, no le importó a la rubia, el
suelo no paraba de agitarse y ella no haría nada por moverse:
— ¿Qué no? El otro día por la mañana en la cama— comenzó a contar—
estábamos en el momento tierno después de un buen polvo, me tenía
abrazada por la espalda, RAAAS flatulencia, me resultó imposible crees que
algo tan sonoro saliese de su cuerpo.
Las chicas carcajearon casi con lágrimas en los ojos. Clara con los ojos
cerrados siguió con su relato, poniendo voz ruda e imitando a Alex:
— No te escandalices Clara, es algo natural del ser humano, además una
pareja no es pareja hasta que se ha escuchado peerse en la cama, enhorabuena
marmotilla oficialmente somos como cualquier matrimonio normal.
— En ese sentido Olaya es más pulcra— dijo al final Ruth— y no me la llevo
a la cama con solo mostrar escote. Parecerán cabezas locas, pero luego
conociéndola, es muy responsable ahí como la ven— se tumbó en el sofá—
¿Qué creéis que estarán haciendo?
— Llenarme el salón de botellines vacíos, pringarme la mesa de cerveza y
ceniza— dijo una Clara Zombi— de verdad y no es por comparar, pero son
hermanos William y Alex, ¿Cómo es posible que William sea tan nena? Y
Alex ¿tan bestia?
— Los hermanos Wiyatt— dijo Ruth con una risotada— la historia del bella
y la bestia.
— Pues hecho de menos a la bestia.
Capítulo 54 - Mentiras
— Perdona que venga tan tarde— dijo Alex entre susurros— pero es que a
casa no me le puedo llevar.
El pequeño Aden estaba dormido. En un principio no dejaba de llorar hasta
que Alex consiguió entretenerle con alguna payasada. A su piso no le podía
llevar, ¿Qué le diría a Clara cuando llegase? Le capturé como los Pokémon,
por cierto, fue en medio de una redada que hizo el FBI a dos socios de
Patrick. Si hacía eso estaba muerta o peor, enfrentarse a una crisis
matrimonial. Bastante ya le estaba comenzando a caer con Alice y Maurice…
espera ¿qué hacía Maurice en la casa de su madre a esas horas? Alex dejó a
Aden en el sillón y los miró con el ceño fruncido:
— Vosotros dos… ¿No estaréis saliendo no?
Alice y Maurice intercambiaron durante unos segundos las miradas,
reaccionando como si hubiera dicho algo descabellado:
— NO… NO.
Dijo Maurice:
— No— siguió diciendo Alice con una risita nerviosa— tú padre, se está
divorciando y para que no ande pagando hoteles, le dije que se quedara.
— Ya.
Dijo con cierta incredulidad. Ahora ya no era el señor Wiyatt, ahora era “tú
padre”. Pero no iba librarse cambiando de tema. Alice se puso con los brazos
en jarra:
— No saltes de un tema a otro ¿Me puedes explicar lo de ese niño?
Alex se llevó las manos a la cabeza de puro nerviosismo. A ellos no les
podía soltar un bulo, cogió aire y comenzó a contárselo. Siempre en voz baja,
para no despertar al niño. Aunque tanto Alice como Maurice estaba a punto
de estallar:
— Siempre tan impulsiva— dijo Alice entre dientes— ¿Dónde queda eso de
que ibas a cambiar? De nuevo has pensado como una egoísta— Alice estaba
totalmente tensa, de vez en cuando miraba de reojo al niño— ¿has pensado
que podías salir herida? Y ¿Clara, como crees que se sentiría ella?
— No me vengas ahora con el tema de Clara— dijo Alex cruzándose de
brazos— la última vez que la viste fuiste muy seca con ella y eso lo notó.
— Te quiere llevar lejos, pero no vuelvas a cambiar de tema.
— Punto uno, está ha sido la última noche que colaboro con el FBI y punto
dos, fui yo quien le pidió a Clara que nos fuéramos lejos.
— Ya vale— volvió a interrumpir Maurice— estas no son horas de discutir—
puso una mano en el hombro de Alex— Debes decirle a Clara lo que has
estado haciendo antes de que se entere por otro lado.
Alex frunció el ceño y miró la mano de Maurice sobre su hombro.
Percatándose de que ese gesto le había incomodado un poco la retiró
enseguida:
— ¿Por quién se va a enterar? Olaya no va a decir nada y vosotros tampoco
— miró al niño— mañana regreso a por él, para que se encarguen servicios
sociales, cualquier cosa que necesite, me llamáis.
Se dispuso a salir de la casa cuando fue perseguida por Alice:
— Alex espera.
Dijo la mujer, ésta se paró en seco para girarse y mirarle. Se movía
nerviosa, sin previo aviso, Dio unas cuantas zancadas, se acercó hasta su hija
y la estrechó fuertemente entre sus brazos, dejándole estupefacta, hacía casi
veinte años que no le daba un abrazo, no como aquel:
— ¿Y esto?
— A él no le gustaba que te diera abrazos— a Alex le costaba reaccionar, no
estaba acostumbrada a ese tipo de afecto por parte de su madre— perdóname,
sé que llego tarde. Pero te quiero y no quiero te pase nada.
Alice esperó una represalia, alguna frase hiriente. Sin embargo, después de
unos segundos largos, casi eternos para la mujer, Alex acabó respondiendo a
ese abrazo intentando retener toda la humedad de sus ojos.
Nidia comenzó con los papeleos e informes para entregárselos a Allie.
Siempre actuaba con la cabeza fría, sin temor a la parca, porque sabía que
habría muerto luchando con la justicia. En ninguna misión había sentido tanta
angustia. No sabía por qué ese sentimiento tan agobiante. Lo achacó a que
Alex Woods era una civil. Aunque sorprendió con su agilidad y su rápida
reacción ante el peligro. En el fondo ambas se respetaban, porque de cierta
forma ambas eran parecidas. Fue hasta el archivero y pasó por la habitación
de los técnicos. Taylor estaba sentada, más bien adormilada enfrente de uno
de los ordenadores. Nidia se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de
brazos:
— Deberías descansar— Taylor no se giró para mirarle, más bien se
desplomó sobre el escritorio— recuerda, hay una pelea pendiente y por mí no
habría problema en retrasarlo— en ese instante si le miró con expresión de
cansancio— pero ha llegado a mis oídos cierta apuesta.
— En cuanto termine de revisar estos albaranes y de fotocopiarlo. Hay
suficiente material para enchironar a Nia Chan de por vida.
— No se machaque mucho agente Fisher— se dispuso a proseguir su camino
hasta el archivador, cuando volvió a asomarse— Por cierto, no solo se me da
bien humillar a la gente, esta noche has hecho un buen trabajo, Taylor.
Sonrió y se fue, dejando a Taylor descuadrada. Había recibido un cumplido
por parte de Nidia, eso era nuevo. Eso no le ablandaba al día siguiente le
daría buena tunda en el cuadrilátero. Miró la pantalla del ordenador y siguió
trabajando, sonriendo estúpidamente.
De regreso del archivador, Nidia se encontró a la agente Fisher en el quinto
sueño, con la cabeza sobre sus brazos en el escritorio y la pantalla del
ordenador en Stand by. Una de las pocas veces que curvaría las comisuras de
sus labios, agarró una chaqueta del perchero y se la puso sobre los hombros.
Y siguió con sus quehaceres.
Alex llegó al piso reventada, se le hizo extraño encontrárselo vacío. Se
sentó en el sillón y sacó su móvil. No para llamar ni enviar mensajes, si no
para ver fotos de Clara, que mierda era eso, nunca había echado de menos a
nadie, ni necesitaba tener a nadie a su lado, como estaba necesitando tener a
Clara en esos instantes, quería abrazarle. Frunció el ceño y recorrió con la
mirada el piso, ni una mísera foto. Quería cambiar eso también. Recordó que
tenía una caja de instantáneas guardadas en un cajón del armario.
Mayormente era antes de los diez años. Una en la que estaban los tres,
William, Clara y ella. Curvó la comisura de sus labios al quedarse embobada
en aquella niña rubia. Ya destacaba desde pequeña. Se tumbó en la cama sin
dejar de mirar la foto.
Maldijo a Tanya y a Ruth las muy liantas. Aun no le dolía la cabeza porque
aun sentía que le duraba el pedo. Menos mal Henry le llevaba a casa, si no ni
llegaba. Había echado mucho de menos a Alex. Nunca pensó que extrañaría a
alguien en cuestión de horas. Daba por supuesto que le encontraría en la
cama, sufriendo resaca, pero no, Alex ya se había levantado y estaba
duchándose. Lo bonito fue encontrarse una foto en su lado de la cama en el
que salían las dos de pequeñas, precioso fue lo que había detrás de la foto.
Tan osca y ordinaria para unas cosas, tan sumamente romántica y
encantadora para otras. Mientras se dirigía al cuarto de baño fue quitándose
prendas de ropa, hasta llegar a su meta, entrar a la ducha con Alex:
— Buenos días juerguista.
Dijo atrayéndole hasta quedar pegadas, Clara sonriente comenzó a citar:
— Te amaré siempre, diga lo que diga, haga lo que haga, sufra lo que
sufra, duela lo que duela, pase lo que pase, sea como sea, de cerca o de lejos,
siempre te amaré.
Alex amplió su sonrisa:
— ¿Te ha gustado?
Clara apoyó la cabeza en su hombro feliz, a la vez que el agua recorría sus
cuerpos desnudos. Uy que imagen tan erótica a estas horas intempestivas:
— Me ha encantado.
Alex le abrazó más fuerte con su hermosa sonrisa, cerró los ojos y apoyó su
mejilla en la cabeza de Clara:
— Creo que puedo responder a eso— siguió diciendo Clara, sus cabellos
húmedos y el agua cayendo por sus pestañas haciendo de sus ojos aún más
hermosos, esa mirada que tanto perdía a Alex y que quedó atrapada
enseguida— te quise de niña, te quiero hoy, te amaré mañana y te seguiré
queriendo de anciana.
A cada día que pasaba Alex la miraba con más anhelo, como si en ella ya
no existiera ningún resquicio de duda, dispuesta a entregárselo todo a Clara.
Le aferró las mejillas con ambas manos:
— ¿Qué me has hecho Clara? Que ni una noche puedo estar lejos de ti. Me
embrujas y haces de mi otro ser más etéreo, transparente, me haces creer que
la vida puede ser fácil— acercó su rostro hasta que juntó su frente— me
conviertes en mansa, ñoña, una desaborida— le acercó la mano hasta su
pecho— y mi corazón nunca lo he sentido latir tan fuerte como cada vez que
me miras así o te tengo tan cerca, se desboca porque sabe que ya no es mío y
reconoce a su dueña cuando le tiene cerca, mi corazón es tuyo Clara.
Rubia a punto de llorar en tres, dos, uno sentimientos a flor de piel:
— Pero ¿qué te ha dado? — Esbozó una sonrisa nerviosa— nunca te he visto
así.
— Tú, Clara, la paz que nunca creí hallar. Ya no hay dolor— no sé notó, ya
que el chorro del agua no dejaba de caer, pero por su mejilla recorrió una
lágrima— ni odio, ni rencor, sed de venganza, nada, solo tú.
La morena se vio cara a cara con la muerte la noche anterior. Lo que en
antaño le resultaba aquello un paseo, ahora temía, porque quería toda una
vida con la mujer que tenía en brazos. Sabía que a partir de ese día nada iba a
ser fácil, porque Maurice tenía razón, un matrimonio cuya base estaba hecha
de mentiras no se sostendría. Conocía a Clara, le dolería y con el genio que se
gastaba, todo puede que le retirase la palabra.
Fuerza magnética rodeaba el ambiente entre aquellos dos cuerpos, como
imanes no pudieron contenerse más para probar el sabor de sus bocas. El
cambio de besarse por puro placer, a la necesidad de besarse para sentirse, y
¿qué si se había convertido una ñoña? La cual pasaba de ponerla a cuatro
patas, a querer perderse en su precioso azul mientras se llenaban de caricias.
Clara acabó con la espalda en la pared mientras se dejaba hacer, adoraba
cuando Alex era así de dulce y atenta, dulce cosquilleo de sus labios y lengua
recorriendo su cuello, separando un poco su culo de la pared para sentir sus
fuertes manos aferrando sus glúteos, apretando su entrepierna contra su
muslo, un leve gemido se distingue entre el caer del agua, tez y pelos como
punta, reaccionando a corrientes eléctricas y al calor, no de la ducha ni de
pura excitación, el calor que emanaban sus corazones y hacía fluir su sangre
por sus cuerpos caliente, el roce de sus pechos elevando con furor el
ambiente. Miradas conectadas, ya no había nada que cejase aquellos par de
ojos a otro lado, como una coreografía ambas movían las manos al compás,
desde dibujar las líneas de sus rostros hasta bajar al centro de su placeres, se
sumaron más gemidos que traspasaban las mamparas de aquella ducha, no
eran los tipos gritos guturales de “oh Dios, me estas matando de placer, aun
así no pares” eran los gemidos de “me estas matando de amor, no quiero que
termine nunca” ya sea sintiéndose dentro, ya sea sintiendo sus caricias por
fuera, nada impedía que dejaran de mirarse. Verde, gemido en la boca, azul,
beso para acallar aquello que las mataba y revolucionaba sus cuerpos, hasta el
punto de querer culminar, verde, azul ambos cuerpos en tensión antes de
romper a temblar. Verde, azul, sonrisas de felicidad antes de terminar con un
beso:
— Tengo que ir a hacer una cosa y quiero que me acompañes— tragó saliva,
pero la forma en que lo dijo no le gustó a Clara— te quiero, y no quiero
mentiras entre nosotras, lo que vas a descubrir no te va a gustar.
El sonido de un golpe contra la mesa hizo que se sobresaltara. Tenía la
espalda contractura da de estar horas durmiendo en aquella postura. Finigan
estaba sentado al borde de la mesa y le entregó un vaso de café. Taylor había
babeado un poquillo y se le había pegado uno de los papeles en la mejilla,
emitió un sonido quejumbroso a la vez que se llevaba una mano a las
lumbares:
— Viendo tu cara de espanto, no sé si hice bien al apostar por ti.
Taylor se estiró esbozando un bostezo grande. Se miró por encima de los
hombros reparando en una chaqueta que no era suya, lo agarro con una mano:
— Esto es de Nidia ¿Qué hago con ello puesto?
Finigan se encogió de hombros y dio un sorbo de su café:
— Puede que no quisiera que te resfriaras— dibujó una sonrisa— una de dos,
para que no tengas excusas para esta tarde o, porque le hace gurri gurri
tenerte cerca.
Taylor chistó con la lengua, mientras que colocaba la chaqueta en el
respaldo de la silla:
— Esa es como la cosa de los cuatros fantásticos, está hecha de piedra.
— Es tu orgullo herido de gatita el que habla— Finigan comenzó a mirar
todo lo que había conseguido imprimir— tendrías que haber visto su cara
cuando vio que te habían descubierto, ¿la cosa? Eso era ghost— Metió los
folios en una carpeta y la alzó— voy a llevar esto a Allie.
De esas cosas se encargaba Nidia. Taylor frunció el ceño y agarró el vaso
de café que le dio Finigan:
— ¿Dónde está Nidia?
— Llamó Alex, diciendo que iba a traer al niño hoy— se encaminó hasta la
puerta y dijo antes de salir— está encargándose de los servicios sociales.
Que atrapasen a Isaac y a Nia fue todo un bombazo para los medios,
también para Patrick. No le agradó nada, la interpol comenzó a movilizarse y
ya habían hecho las primeras redadas en Europa. Eso suponía una gran
pérdida de ganancias. Enfurecido comenzó a tirar y a dar golpes a todo que
había por medio:
— Malditos hijos de puta— Miró a su empleado— tiene que ser esa perra del
FBI quien interrumpió mi reunión con mi hijita.
— No se sulfure señor Woods— dijo Romero intentando sosegarle— solo ha
sido un pequeño golpe, cuando vaya a la reunión…
— NO— dijo enfurecido— llevan años detrás de esos inútiles, Europa está
acabada ese es el legado que ha dejado Jonny, pura mierda— Romero frunció
el ceño— Filtra información de esa reunión, que les llegue a los oídos del
FBI, que piensen que estaré en esa reunión, les daremos una bienvenida muy
explosiva.
— Pero los negocios….
Comenzó a decir Romero con preocupación:
— Ya estamos comenzando otros aquí, que se queden con Europa los rusos—
la vena del cuello estaba hinchada— cuando el FBI irrumpa, quiero estar en
primera fila para ver los fuegos artificiales.
— Sí señor.
— ¿Qué hay del otro encargo que te pedí?
— Resulta difícil encontrar el momento, podemos encargarnos ahora…
Patrick rugió:
— Sabes que lo quiero poético, que Alex lo vea. Si hay que esperar se espera
— dibujó una sonrisa malévola— pudo haber sido de otra forma, pero esa
chica no para de tocarme los cojones.
Romero agachó la cabeza. Patrick estaba perdiendo la cabeza, era como si
le importara ya una mierda los negocios para declararle la guerra a Alex.
Aquello solo podía acabar de dos formas, entre rejas o acribillado a balazos
por el FBI, quien sabe a lo mejor por la mismísima Alex, puesto por lo que
había visto esa mujer era de amas tomar y lo que planeaba hacer Patrick, eso
era como echar gasolina al fuego. En el fondo se la pelaba, velaba por el
negocio que quería heredar:
— Y lo verá señor.
Dese que Alex le dijo eso en la ducha, le mantuvo en vilo el resto de la
mañana. Quería que le acompañase, eso hizo. Vaya, otra reunión familiar, ya
que acabó en la casa de los Woods. Alex estaba nerviosa, observando que
durante todo el trayecto en coche no dejaba de tamborilear con el dedo gordo
en el volante. Cuando estacionó el coche, suspiró y miró a Clara, esa típica
mirada que tiene un perrillo cuando sabe que ha hecho algo mal, pues igual:
— Alex— dijo Clara con precaución— cuando miras así asustas.
— Antes que nada— comenzó a decir con tono arrepentido— sé que va a
sonar a excusa y puede que lo sea…
— Eso asusta más.
— Clara— le agarró de las manos— cuando me enfado me ofusco y no
pienso con claridad…
— Al grano que me está dado un sincope.
— Pero déjame explicarme joder, no es fácil— tragó saliva— Lo que me
hizo Patrick, estaba enfadada, llena de rencor y el dolor que soporté durante
años por ese hijo de puta, me cegué y digamos que he hecho todo lo posible
por cabrearlo.
Clara retiró sus manos del agarre y se removió incomoda en el asiento.
Cierto aquello no le estaba gustando nada, la última vez que tuvieron un
enfrentamiento Alex acabó secuestrada:
— ¿Qué has hecho?
— Yo— solo faltaba imaginarse el rabo escondido entre las piernas— no te
dije nada para no preocuparte, ni quería que sufrieras…
— Prefieres verme enfadada…
Interrumpió de nuevo:
— Clara, hasta ayer he estado colaborando con el FBI en misiones para
encontrar a Patrick.
Eso fue como un puto cubo de agua fría sobre su cabeza:
— Pero no más lo prometo, te quiero y quiero irme contigo lejos,
olvidarme…
— ¿Por qué me has traído aquí?
Preguntó fríamente. Lo cierto era que no sabía cómo reaccionar. La última
vez que pasó algo así Alex sufrió, ambas sufrieron y no sabía si estaba
dispuesta a pasar por lo mismo. El labio de Alex tembló de puro miedo:
— Ya lo verás.
Bajaron del coche, Alex unos pasos por delante seguida por una Clara aun
en Shock. ¿Cuántas cosas más le había ocultado? Fue la misma Alice quien
abrió la puerta, no tenía buena cara:
— Menos mal que llegas— dijo algo alterada— se acaba de despertar y está
algo trastornado.
Alex no preguntó directamente entró en la casa, si, se le escuchaba dar
pequeños gritos entre llantos. Vale, aquello sí que descuadró a un más a la
rubia, que a cada vez entendía menos, sobre todo cuando encontró a Maurice
intentando tranquilizar a un niño escondido de debajo de la mesa. Maurice
suspiró aliviado al ver a la ojiverde:
— No para de llamar a su madre— informó el hombre— dice que no sale de
ahí sin ti.
— ¿Quién es ese niño?
Preguntó Clara a Alice entre susurros:
— Uy no cariño— dijo Alice lavándose las manos— eso que te lo explique la
impulsiva de tu mujer.
Alex se asomó debajo de la mesa, encontrándose con el asustadizo niño:
— Aden, ¿por qué no sales de debajo de la mesa?
— No— dijo el niño entre con miedo y enfado— ¿Quién es esa gente? Me
prometiste que me ayudarías a encontrar a mi mamá.
La morena forzó una sonrisa. Menuda mañana le esperaba, muy
lentamente gateo debajo de la mesa y se sentó al lado del niño:
— Perdona Aden, tendría que haber venido antes— suspiró, no sabía si
aquello le correspondía a ella, pero no podía tener al niño engañado
constantemente— tú mamá te quiere mucho, pero a veces las buenas
personas tienen que dejar a sus seres queridos para irse al cielo.
Los ojos de Aden se le llenaron de lágrimas, a la vez que su labio le
temblaba:
— ¿Mi mamá me ha abandonado?
— No— dijo Alex abrazándole— ella siempre te va a querer, siempre estará
contigo, aunque no la tengas presente físicamente. Pero al lugar donde ha
tenido que ir no podía llevarte.
— ¿Fueron los hombres malos? ¿Ellos también me van a llevar?
— No— le meció entre sus brazos, hablándole con cariño— no, nunca
dejaría que pasara eso, ahora estás salvo— le obligó a mirar y le retiró las
lágrimas de las mejillas— ¿te acuerdas de Nidia y Taylor? — el chico asintió
— tenemos que ir a verlas— le agarró de la manita— salimos de aquí para
que estas personas te den algo de desayunar.
Aden negó con la cabeza:
— No confió en ellos.
— ¿Por qué? Mira ven.
Le obligó a asomarse al borde de la mesa y comenzó a señalar a cada uno
de los presentes, que no dejaba de mirar expectantes:
— ¿Confías en mí?
El chico volvió a gesticular con la cabeza afirmando:
— Pues esa mujer de ahí es mi mamá— dijo señalando a Alice que estaba al
lado de Clara— este señor de aquí— miró a Maurice y pestañeó un par de
veces pensativa— este señor es mi papá— llamarlo así se le hizo de lo más
extraño y por último señaló a Clara— y esa chica ceñuda de ahí es mi mujer,
todos son unas maravillosas personas— le agarró más fuerte de la manita—
con ellos estás a salvo, Aden.
El niño los miró de nuevo con cierta desconfianza, mayormente a Maurice
es el que veía más amenazador, hasta acabar dirigiéndose a Alex de nuevo:
— ¿No me castigarán encerrándome en un armario?
Dios, esa pregunta le rompió el corazón en miles de pedazos. ¿Pero qué
vida habría llevado ese pobre niño? ¿A qué edad lo tuvo su madre? Debía de
ser una niña cuando lo tuvo:
— No, Aden— le acarició la cabeza— no más armarios, no más hombres
malos, no más miedo. ¿Salimos?
Alice asintió y le pidió a su sirvienta que le trajera el desayuno al niño,
mientras que Alex le ayudaba a sentarse. Nunca había visto esa faceta de su
hija, nunca tuvo oportunidad de verlo. Fue terrible recordar la tarde en que
entro en quirófano, tuvo que girarse para ocultar una lágrima:
— Mira cuantas cosas— le dijo mientras le ponían los platos enfrente—
espero que tengas hambre, ¿te gustan las tortitas? — Aden asintió con la
cabeza— ahora tengo que hablar con esa chica— le dio un beso en la frente
— cualquier cosa que necesites, se lo pides a mis papás o pides que me
llamen y enseguida estoy contigo.
Aden le agarró enseguida de la mano:
— ¿Te irás de nuevo?
— No, tú desayuna tranquilo.
Clara aún seguía sin entender nada. Alex le hizo una seña para que le
siguiera hasta el antiguó despacho de Patrick, ahí cerró la puerta tras de sí:
— ¿Quién es?
— Ayer— comenzó a explicar, con desgana— acabé infiltrada en una misión
con Taylor— Clara ya suspiró de incredulidad, no podía mirarle se giró y se
cruzó de brazos— debía ser fácil, entrar y salir, pero descubrieron a Taylor.
El FBI se vieron obligados a intervenir con equipos de apoyo, hubo un tiroteo
del cual, la madre del chico una chica no más de diecinueve años murió. La
tenían de esclava sexual, Clara.
Dio unos pasos para acercarse a la rubia y girarle, que había ha comenzado
a llorar dolida y con enfado, mientras que, entre frase y frase, entre gritos, le
daba en los hombros:
— ME DIJISTE QUE NO ME DEJARIAS SOLA— Alex comenzó a
forcejear para agarrarla de las muñecas— ¿QUÉ HACES A LA PRIMERA
DE CAMBIO? MENTIRME Y ACUDIR A UNA MISIÓN KAMIKAZE EN
EL QUE POR CASÍ MUERES.
— Clara— la rubia era fuerte cuando se lo proponía, pues aun sujetando las
muñecas se llevaba algún golpe— ¡PARA!
— No, ahora me vas a escuchar tú, no hagas promesas que no piensas
cumplir— se zafó de su agarre y se limpió las lágrimas— tú jugándote la puta
vida mientras que la estúpida de Clara estaba de borrachera con sus amigas.
¿Te imaginas como me sentiría si te hubiera pasado algo? No, mejor ¿Alguna
vez pensaste en mí?
— Constantemente, te qui…
— No me digas que me quieres, eres una egoísta que solo piensa en sí misma.
Pudiste haber hablado conmigo, haberte desahogado, pero en vez de eso lo
único que haces es tomar decisiones por tu propia cuenta. Y ¿Olaya? Otra
igual siempre cubriéndote las espaldas.
— Clara— le agarró de las mejillas para fijar su mirada— sé que hice mal,
perdóname no volverá a ocurrir de aquí a una semana nos iremos y
olvidaremos todo.
Clara le quitó las manos de encima:
— No, Lex. Ahora mismo no sé si quiero irme contigo— sacó su móvil, el
famoso S.O.S eso no tenía buena pinta— ni quiero verte.
— Clara, por favor…
Interrumpidas por el móvil, Ruth le estaba llamando, Clara sin dejar de
mirar dolida a Alex descolgó:
— Ven a buscarme a casa Woods.
— Enseguida voy.
Respondió Ruth. Alex Woods nunca lloraba, pues en esos momentos le
importaba un comino, la humedad de sus ojos pesaban como plomo, igual
que la angustia que estaba sintiendo en esos instantes, nunca lo había
experimentado y la estaba dejando sin aire. Clara iba a abrir la puerta. Alex
empujó la puerta para cerrarlo de nuevo e impedir que saliera:
— Clara— volvió a decir suplicante— por favor, estoy intentando
retractarme, estoy intentando hacer las cosas bien.
— Todo esto ya debiste de preverlo antes de actuar— le dio un empujón para
que se apartara— pero como siempre Alex Woods se deja llevar por los
impulsos sin pensar una mierda en los demás
¿Qué podía decirle? También lo hice por ti, para vengar la muerte de tus
padres, que no murieron en un accidente común, si no que fue planeado. Tan
poco iba a dejar que se enterara de eso, le mataría descubrir que sus padres
fueron asesinados. Alex, agachó la cabeza y se apartó para que saliera:
— Por favor— suplicó una última vez— Olaya, le obligué hacerlo ella no
quería, no le culpes, Ruth lo es todo para ella no le digas nada.
— ¿Le obligaste hacerlo?
Alex asintió. ¡Uf! Clara dolida también puede hacer mucha pupa:
— Enhorabuena Alex Woods, no solo has jodido tu relación, también el de tu
mejor amiga.
Dicho eso, salió del despacho dejando a una Alex totalmente hecha mierda.
<< Te amaré siempre, diga lo que diga, haga lo que haga, sufra lo que
sufra, duela lo que duela, pase lo que pase, sea como sea, de cerca o de lejos,
siempre te amaré. — Facundo Leonel. >>
Capítulo 55 - Guantazos
— Estás triste.
Le dijo Aden a Alex, mientras esperaban a que llegara Nidia con la chica de
servicios sociales. La morena dibujó media sonrisa y le pasó la mano por la
cabeza:
— Si cariño, estoy triste.
— ¿Por qué?
— A veces la gente mayor cometemos errores y hacemos daño a la gente que
queremos.
El niño pestañeó un par de veces, mirándole sin entender nada:
— Pero tú eres buena— miró a ambos lados aburrido— ¿Cuándo nos vamos
de aquí?
Esa era otra. El momento en que servicios sociales se llevara al pequeño
Aden, no iba a ser fácil. Sobre todo, sintió su alma terminar de desmoronarse
cuando vio aparecer a Nidia acompañada de una mujer mayor, que ni buena
cara tenía, algo así a lo señorita Rottenmeier, pero con pelo canoso. Alex se
agachó enfrente del niño, reteniendo las lágrimas en los ojos y le abrazó:
— Eres un chico valiente, Aden.
— Alex— escuchó la voz de Nidia a su espalda— te presento a la señora
Stone. Viene a…
— Lo sé.
Contestó secamente la morena, aun negándose a soltar al niño. Aden
miraba a la señora con cierto temor. Normal, con ese jeto que traía, que iba a
recoger a un crío, podía sonreír un poco más:
— Ahora— se separó y con gesto afligido le acarició la mejilla— debes de
seguir siendo valiente.
Se incorporó y retrocedió unos pasos, la señora Stone se acercó al niño y le
habló con un tono muy técnico. Lo dicho, esa mujer era la señorita
Rottenmeier. Alex frunció el ceño y miró a Nidia como diciendo, pero ¿a
quién narices has llamado?:
— Hola, Aden— dijo la mujer mirando por encima de sus lentes— me llamo
la señora Stone y vas a tener que acompañarme.
La mujer estaba acostumbrada a la reacción que tuvo el pequeño por lo que
parece, porque no pareció afectarle mucho. Aden comenzó a negar con la
cabeza, comenzando a llorar de nuevo, saltó de la silla, corrió hasta Alex y le
abrazó suplicante:
— No, no, Alex yo me quiero quedar contigo, no dejes que esa señora me
lleve— Alex echó la cabeza hacia atrás, para coger aire y un intento de
mantener la humedad en sus ojos— Por favor no me dejes.
Alex creía que podía afrontar el dolor, lo llevaba afrontando casi toda su
vida, pero esa mañana, estaba siendo la más difícil de toda su vida. La
morena, tragó saliva y miró a la mujer:
— ¿Puedo ir a verle? A donde le llevan.
— Debemos buscarle una casa de acogida hasta que sea adoptado— con que
frialdad hablaba la mujer— sería contraproducente para el chico, crearía
falsas esperanzas. ¿Quiere pasar por eso siempre que vaya a verlo?
Alex bajó la cabeza suspiró, agarrando las pocas fuerzas que le quedaban,
se agachó para enfrentarse a ese pequeñajo. ¿Quién le mandaría coger cariño
al niño? No solo era impulsiva, en el fondo aguardaba su instinto protector,
ya sea de amiga, de esposa o de madre, aunque pocas veces lo mostrase, ahí
estaba. Taylor, que los vio de lejos se acercó posicionándose al lado de Nidia:
— Me encantaría Aden, pero no puedo.
La agente Fisher giró la cabeza para ocultar una lagrimilla. Joder eso era
típica escena de película dramática. Nidia, miró de reojo a su compañera y
frunció el ceño. Pero si la picajosa también podía ser sensible. Al final puso
los ojos en blanco y suspiró sonoramente:
— Señora Stone— comenzó a hablar Nidia— creo que podemos llegar a un
acuerdo, no tema por sus jefes yo misma intentaré ponerme en contacto con
ellos, para que la señora Woods tenga permiso, al menos de verlo una vez a la
semana.
— Esperaré el informe, mientras tanto, como comprenderás no puedo hacer
eso.
— Recibirá la llamada, no se preocupe.
Alex abrazó a Aden y miró agradecida a Nidia. No fue la única, Taylor
dibujó una sonrisa disimulada mientras le miraba de reojo. Eso la hizo
sentirse algo nerviosa, así que, para tratar de seguir con la mañana, se acercó
al pequeño y a Alex:
— Ves Aden, vas a poder seguir viendo a Alex— le agarró de la manita—
ahora, para que veas que no te va a pasar nada, te acompaño con la señora.
Alex se sentó en una de las sillas de plástico, justo donde se había sentado
antes y escondió el rostro entre sus manos. Taylor se sentó a su lado y le puso
una mano en la espalda:
— Venga, ya has escuchado— intentó animar— podrás visitarle una vez a la
semana.
— Lo he jodido todo Taylor— dijo sin levantar cabeza— lo mío con Clara y
por mi cabezonería, lo de Olaya con Ruth.
Alex estaba que estallaba y aunque Taylor en un principio mostraba interés
por Alex, en el fondo siempre le había dado buenos consejos, ni parecía la
típica mujer que se interponía a la primera de cambio para acostarse con ella.
La agente siguió acariciando su espalda, gesto de confort:
— No sé qué ha pasado entre Clara y tú— dijo con cariño— pero seguro que
lo arregláis. Dos personas que se quieren, como vosotras no se puede acabar
de la noche a la mañana, Lex.
— Bien claro me lo dejó— se retiró la humedad de las mejillas y apoyó los
codos en sus muslos, imitó a Clara con amargor— “Ni quiero verte”
ZASCA, cocotazo que se llevó, Alex se llevó la mano a la cabeza
quejumbrosa. ¿Qué coño le pasaba a esa mujer? Siempre bofeteándola y
dando cocotazos. Taylor le miró seriamente, ¿esperaba que sintiese pena?
Pues no, Taylor Fisher también tenía su carácter:
— Alex Woods, tan cabezona e impulsiva para unas cosas y tan cobarde para
otras.
— ¿A ti qué coño te pasa tía?
Dijo frotándose aun la zona que se llevó el cocotazo:
— No ¿Qué coño te pasa a ti? — se levantó y se puso con los brazos en jarra
— capaz de pegar un tiro a un gilipollas, una pelea con tú mujer y te pones a
llorar por los rincones— Señaló la dirección que daba a la salida del
departamento— te levantas, lucha por lo que quieres y merece la pena.
Alex se levantó con el ceño fruncido:
— Sabes, para ser una mujer que no para de decir que le gusto, eres muy rara.
Taylor esbozó una pequeña carcajada. Dio unos pasos hasta Alex,
sospechosamente cerca, joder se está acercando mucho, agarra de las mejillas
a Alex, se pone de puntillas, separadas por escasos centímetros. No fue la
típica leonesa que se lanza a los labios salvajemente, más bien fue un pico
insípido, se separó con las cejas alzadas:
— ¿Has sentido algo?
— Perturbación.
— ¡Wau! — dijo sorprendiéndose la agente— gracias por la parte que me
toca. Para tener fama de buena besadora, tú también has sido una decepción.
Alex negó con la cabeza mientras dibujaba media sonrisa:
— No te engañes, desde hace un tiempo llevas queriendo besar unos labios
que no son los míos.
Taylor no lo negó, tan solo se limitó a curvar los labios, cómplice. Alex
comenzó a retroceder para irse, aun sin dejar de mirarle:
— Ves como que sí, por cierto, aposté por ti.
Se giró para salir de allí. Taylor se cruzó de brazos y la vio marchar. Ese
había sido el primer beso que había dado con desgana en toda su vida. Juraría
que Alex estaba buena y tenía morbo ¿qué coño habría pasado? Pasaba que
alguien carraspeó fuertemente a su espalda. Se giró y ahí estaba Nidia, con
una ceja alzada y con los brazos en jarra, tampoco tenía muy buena cara:
— ¿Desde cuando estás ahí?
— Eso no importa— su voz helaba— ¿qué coño haces que no estás
trabajando? — se dispuso a seguir su camino— por cierto, puedes decirles a
Finigan y a Alex que han perdido dinero.
Taylor quedó en el sitio mientras vio a Nidia dirigirse al despacho de
Allie:
— Y ¿a esa que bicho le ha picado?
Susurró para sí misma.
Alex llamó a Olaya temprano, explicándole la situación de Aden. Esa chica
no se libraría una represalia por parte suya. Al menos ya respiraba aliviada
sabiendo que esa locura de la venganza a lo conde Montecristo había cesado.
Así pues, se estaba encargando de algunas cosas de la empresa, hasta que le
llamó Ruth. No parecía estar para nada contenta ¿qué había hecho? Le pidió
que fuera a su casa, que tenía que hablar con ella con urgencia. Y así hizo.
Sus dudas fueron reveladas cuando fue la misma Clara quien le abrió la
puerta. Su cara lo decía todo, tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar.
Había descubierto a Alex:
— Clara, yo…
Comenzó a disculparse, pero rápidamente le cortó:
— No es a mí a quien le debes explicaciones. Te está esperando en el salón.
Le dejó pasar y se dispuso a subir escaleras arriba, en el fondo Olaya
entendía a Clara, aun así, sentía la necesidad de explicarse:
— Clara intenté que entrara en razón.
Clara paró en seco y dijo con reproche:
— Aun así, le cubriste las espaldas.
No dijo nada más, se giró y siguió subiendo escaleras arriba, para dejar algo
de intimidad a su amiga Ruth. Olaya respiró profundamente antes de
enfrentarse con su novia. Que estaba sentada en el sofá, con cara de enfado:
— Ruth…
Le cortó levantando la mano:
— Clara lleva toda la mañana llorando— apretó la mandíbula— primero
Vesta y ahora esto. Para colmo, su mejor amiga, mi novia le cubre las
espaldas, mintiéndome también.
— Alex es como mi hermana— intentó excusarse— ¿Tú que hubieras hecho?
Se levantó airada:
— Darle un guantazo y mandarle a casita— rechinó los dientes— y créeme
que no es la primera vez que hago una cosa así.
— Intenté que entrara en razón, intenté que pensara en Clara y que no fuera
tan impulsiva.
— Aun así, le seguiste el juego O. — Ruth podía ser muy alegre, pero cuando
hacía falta sacaba su carácter— aun así, decidiste llamarme y decirme que te
ibas de fiesta con Alex, cuando en realidad ella estaba jugándose la vida.
Olaya dio unos pasos hasta Ruth, pero esta se apartó:
— De nuevo estamos discutiendo por ellas.
— No, estamos discutiendo porque decidiste mentirme. Alex mintió a Clara,
tú me mentiste a mí, en el fondo estáis hechas de la misma pasta.
— ¿Qué sabe Clara realmente? — Alex se callaría las cositas, pero Olaya no
— Alex siempre ha mantenido a Clara en su burbujita, siempre cargando con
todo el peso para que no sufriera. Primero su pasado, luego— bajó la voz,
tampoco quería que oyera esa información— la muerte de sus padres.
— ¿Qué tiene que ver la muerte de sus padres ahora?
— Que su muerte fue premeditada, a sus padres les asesinaron— se echó el
pelo hacía atrás— Ruth, Alex sabe que hizo mal, yo también, pero en el
fondo nunca lo hizo con mala intención, ella quiere a Clara y yo te quiero—
se acercó aprovechando que Ruth estaba estupefacta— no lo hice para hacer
daño, ni a ti y tampoco a Clara.
— Necesito pensar— acabó diciendo casi sin aire— necesito tiempo O. — le
miró dolida— déjame sola.
Alex fue directa al piso. Clara no estaba y faltaban cosas suyas, se había
marchado, ni si quieras esperó a que se explicase mejor. Comenzó a caminar
de un lado por el salón, fumando un cigarro, dos… llamó a Olaya, pero ésta
no se lo cogía ¿ya había hablado con Ruth? Si ya de por sí sentía culpabilidad
por lo dolida que estaba Clara, para colmó ser la causante de que Olaya
perdiera al amor de su vida, eso ya le dejaba por los suelos.
¿Pero cómo enfrentarse a esa situación? Ella no hacía esas cosas, ir detrás
de nadie, ya había dicho que lo sentía, pero ¿qué más había que hacer? Si
Olaya no contestaba, por descarte:
— Tanya, por favor— sonaba desesperada— necesito tu ayuda.
Tanya enseguida estuvo ahí. En el fondo cuidaba a Alex como si fuera su
hermana pequeña. Y eso que cuando la conoció le volvía loca con sus
rebeldías:
— Parece que has visto un fantasma— dijo nada más entrar— ¿Qué ha
pasado?
Alex angustiosamente comenzó a explicarle a Tanya todo. Que no paraba
de alucinar, en el fondo ahí las dos únicas que estaban compinchadas eran
Alex y Olaya. Estaba sentada, mirando a la morena caminar de un lado a otro,
hasta que, sin previo aviso, se levantó y ZASCA, bofetada. Alex se llevó la
mano a la mejilla:
— ¡Ay! — Se quejó— ¿Pero queréis dejar de pegarme? Ya sé que hice mal,
joder.
— Mira— dijo señalando con el dedo índice— agradece que no te doy otra.
¿Qué piensas hacer con Clara? Porque lo siento morena, te toca trabajar para
recuperarla, ni pienses que va a venir a ti.
— Por eso te he llamado— dijo a la desesperada— No sé qué se hace en
estos casos, ya le he pedido perdón, le he explicado las razones y he admitido
que hice mal, ¿qué más hay que hacer? Nunca he ido detrás de nadie Tanya.
— Es tu mujer— dijo Tanya encogiéndose de hombros— tu mejor que nadie
le deberías de conocer.
— Siempre andamos chocando precisamente por eso— se sentó abatida—
somos la noche a la mañana.
Tanya se sentó a su lado:
— Le has traicionado la confianza, Alex, debes hacer que confié primero en
ti— apoyó su mano en el hombro— debes de recordar cómo se enamoró de
ti.
Dicho aquello Alex alzó la cabeza, solo faltó la bombilla encendida encima
de su cabeza. Iba a hablar cuando el timbre sonó. En un principio pensó que
podía ser Clara, pero recordó que tenía llaves, así que se acercó y sin mirar
por la mirilla abrió, no dio tiempo a ver de qué se trataba cuando PUMBA,
puñetazo en toda la cara. Si, si, Taylor y Tanya fueron delicadas, pero para
carácter el de Olaya que no dudaba en soltar buenos guantazos.
Reconociéndolo, ese sí que le dolió a Alex y es que, le había partido hasta el
labio:
— Te dije que por tus locuras acabarías quedándote sola— dijo con enfado—
ahora Ruth no quiere verme, enhorabuena Alex, tú y tú putas
irresponsabilidades, ya puedes mover tu culo y arreglar lo que has jodido.
Terminado de decir aquello, salió del departamento, seguida por Alex, pero
Olaya decidió ignorar todo. Para una mujer que había encontrado, para una
puta vez que se había enamorado, va y lo jode por cubrir las espaldas a su
amiga, otra vez.
Tanya puso gesto de dolor al ver el golpe que tenía en el labio:
— Admito que me lo merezco— dijo Alex buscando un paño con hielos—
¿Pero todo el mundo tenéis que darme siempre en el mismo lado? No sé,
cambiar de mejilla para variar.
Tanya se puso de pie para marcharse, tenía cositas que hacer, no dejaba de
tener una vida, trabajo y esas cosas:
— Deja de lloriquear Alex y vete a por tu mujer, que sorprendentemente está
enamorada de ti.
— Antes tengo que pasar por delante del perro guardián y no sé si será tan
considerada como tú.
— ¿Su perro guardián es?
— Ruth.
— Uuuuhh— hizo la señal de la cruz— in nomine patris et filii et spiritus
sancti— apoyó la mano en su hombro— eres lo más cabezota que he
conocido en mi vida, pero quiero que sepas que fuiste una gran persona. Ahí
te dejo, enfrentándote a Ruth y a la marmotilla enfadada.
Menudos ánimos que le había dado. Un cocotazo por parte de Taylor, una
bofetada por parte de Tanya, un puñetazo por parte Olaya. Se las estaba
llevando por todos los lados, ni cuando peleaba. Suspiró, cerró la puerta de su
departamento y se puso manos a la obra. Más o menos, ya sabía cómo
empezar, le costaría un par de horas reunir todo. Pero ahí lo tenía, metido
todo en una caja.
Pero antes de enfrentarse al mini dragón para llegar hasta la princesa. Hizo
una parada por el gimnasio. Tampoco quería atosigar a Clara y decidió darle
algo de tiempo mientras pensaba en que iba a decir. Expresándome a lo Nerd,
lo más seguro es que ni pudiera vencer al primer Boss.
Casi todo el departamento de FBI estaba rodeando en el cuadrilátero. Alex
se acercó hasta el lado donde estaba Taylor sentada, mientras se ajustaba los
guantes, se apoyó en las cuerdas elásticas. La agente puso ojos como platos al
ver la cara magullada de la ojiverde:
— Menudo genio se gasta su mujer ¿No?
Nidia estaba en el otro lado, apretando la mandíbula. Pues sí que había sido
sonada la pelea de las dos agentes. La apuesta estaba a la par, aunque la
mayoría apostaba conque ganaría la rubia. Finigan también estaba junto a
Alex, dando ánimo a la agente Fisher. La ojiverde, más o menos sabía cómo
podría reaccionar Nidia y que estilo podía practicar, así que se acercó a
Taylor, y para que no le escuchase que le estaba aconsejando se quedó muy
cerca, Nidia achicó los ojos. ¿Por qué tenía que estar pegada a ella? Ding,
ding, ding. La campana sonó y antes de que le diera tiempo a Alex apartarse,
desvió un poco su puñetazo y acabó en la cara de ésta. Taylor flipando le
empujó al medio del cuadrilátero:
— Uy— dijo Nidia poniendo voz inocente— Lo siento Alex calculé mal.
Alex la miró fulminante, pero había que joderse, otro puñetazo y en el
mismo lado, el universo estaba en su contra ese día. Porque Finigan le retuvo
si no se lanza al cuadrilátero y le mata ella misma:
— Será zorra la muy hija de… — Alex forcejeaba con Finigan— Suéltame
que me la cargo, Taylor pégale la paliza de su vida.
Taylor asintió y allá que fue. Combos de puñetazos por parte de Nidia,
primer asalto de ella, buenos ganchos por parte de Taylor, segundo asalto
ganado por la agente Fisher, tercer asalto… interrumpido por unos aplausos
de alguien inesperado. Allie miraba a todos los agentes presentes con cara de
cabreo:
— Han llamado de la prisión en la que se encuentra Isaac y sus hombres—
dijo rugiendo— han soltado información y VOSOTROS EN VEZ DE
TRABAJAR, ESTAIS PERDIENDO EL TIEMPO PALURDOS. OS
QUIERO MANOS A LA OBRA YA— miró a Nidia y Taylor— que
decepción.
Todos fueron despejando el gimnasio. Nidia salió del cuadrilátero
ofuscada. Nunca ningún superior le había dicho nada parecido. Taylor, bueno
a ella le sudaba la polla, era agente, no una puta esclava y tenía derecho a un
par de horas de descanso, después de pasarse toda la puta noche trabajando.
Observó que Alex miraba la puerta pensativa, se acercó quitándose los
guantes:
— No vuelvas con lo mismo Alex.
Alex se lamió el labio, puso gesto de dolor, se le olvidó el corte que le hizo
Olaya:
— Lo sé— acabó diciendo— solo espero que le encontréis pronto.
Taylor sonrió:
— Sigo en el caso solo por encontrar a ese hijo de puta, y no pararé hasta da
con él— iba a bajar del cuadrilátero— yo que tú pondría hielo a ese ojo.
— Va a parecer que he vuelto a pelearme— dijo acariciándose el lado
machacado— desde tu cocotazo no he parado de recibir hostias— sonrió
pícaramente y citó la misma frase de Taylor— joder el genio que se gasta tu
“novia” ¿No?
Taylor puso los ojos en blanco y se fue hasta los vestuarios:
— Piérdete Alex, antes que te dé otro guantazo.
Alex montó en su coche y al mirarse en el espejo, puso gesto de espanto. Su
cara, su bonita cara. Pero había que joderse, solo faltaba que la rematasen. De
camino a casa de Ruth estaba debatiéndose si ponerse un casco. Vale, admitía
que se lo podía merecer, pero podía ponerse de acuerdo todo el mundo para
llevarse dos, no veinte. Estacionó junto a la entrada, llevaba la caja
temblando, miedo le daba enfrentarse a Ruth. Si al menos tuviera el 100% de
la visión, pero el pómulo y el parpado empezaba a hincharse. Maldijo los
celos de Nidia, dedo índice aprieta el timbre. Alzó la caja para interponer
algo y evitar algún golpe. Era de esperar, abrió Ruth y no sonaba muy
contenta:
— Clara no quiere verte.
— Antes que nada— comenzó a sonar suplicante mientras se arrodillaba—
por favor, por favor Ruth, no me pegues.
Dijo al final apartando la caja de en medio para poder ver la cara de Ruth.
Que enseguida quedó ojiplatica:
— Pero ¿qué te ha pasado?
— Me he llevado un cocotazo, una bofetada de Tanya— se señaló el corte en
el labio— un puñetazo de Olaya— se señaló el ojo morado— una agente
celosa— ZAS cara cruzada, Alex cerró los ojos, ya reteniendo las lágrimas—
al menos— comenzó a decir aspirando por la nariz— me has dado en el otro
lado.
— Largo Alex— dijo Ruth cruzándose de brazos— ya te dije que Clara no
quiere verte.
Alex se levantó de nuevo, con la caja en la mano:
— Primero quería hablar contigo Ruth.
— Tampoco quiero hablar contigo.
Iba a cerrar la puerta en sus narices cuando ésta puso el pie y evitar que
cerrara:
— JODER— se quejó empujando la puerta— vale, escúchame— dijo ya algo
irritada— Olaya intentó por todos los medios hacerme entrar en razón. Ella
no tiene culpa de nada. Quieres odiar a alguien, perfecto ódiame a mí,
reconozco que me lo merezco. Pero Ruth, en la vida Olaya ha querido a
alguien como te quiere a ti. Lo eres todo para ella.
— ¿Te ha mandado ella? Sois tal para cual.
De nuevo intentó cerrar, pero Alex se coló en la casa:
— Sal antes de que llame a la policía, Lex.
— Pues llamas a la policía, pero yo no me largo hasta que me escuches—
dijo con determinación— ya he admitido mis errores, ya lo estoy pagando,
pero no quiero que por mis errores, tú felicidad y la de Olaya también se vea
dañada. Ruth, por favor ella te quiere y si el problema es que anda siempre
protegiéndome, ya no te preocupes, me quito de en medio. Es como mi
hermana Ruth, por favor ódiame a mí, pero no a ella.
Ruth ahora entendía a Clara. Cuando Alex miraba con esa expresión de
cachorrillo abandonado, era difícil mantenerse firme. Ruth tuvo que retirar la
mirada:
— Tengo que pensármelo, Lex. En todo caso debe ser ella la que esté aquí
pidiendo perdón, no tú.
— Ella no está acostumbrada a ir detrás de nadie y sinceramente yo tampoco.
El error es mío Ruth, soy yo la que debe andar pidiendo perdón— Le dio la
caja— esto es para Clara.
Cuando Ruth le cogió la caja, Alex se guardó las manos en los bolsillos.
Bueno, lo dicho, no pudo traspasar al primer Boss. Tampoco dejaría de
intentarlo, al día siguiente ahí estaría y al siguiente, al siguiente, aunque se
llevase la mayor paliza del mundo. Acabaría viendo a Clara.
Ruth vio como la morena se dirigía al coche, caminaba cojeando, le dio
verdadera pena y todo. Cerró la puerta y entró en el salón. Clara estaba
sentada en el suelo, apoyada en la pared, al lado de la puerta:
— ¿Lo has oído todo?
Clara asintió sin decir nada. Ruth sonrió y le dio la caja. En el fondo, Alex
consiguió llegar al corazón de la morena. Pues con solo verla supo que amaba
con locura a Clara y que estaba sufriendo de verdad. La rubia agarró la caja,
que estaba cerrada, no se veía nada de lo que había dentro:
— Tendrías que haberla visto, parecía un cuadro de Picasso, algo así a la
Celestina— Clara abrazó la caja— se ha llevado hostias por un tubo.
— Ruth— dijo con voz temblorosa— Alex es impulsiva y temeraria, si le
pasara algo— se retiró una lágrima— ya no puedo soportar perder a nadie
más. Sois lo único que me queda.
Ruth le rodeó con los brazos:
— Creo que Alex, ha aprendido la lección cariño. Tardó en darse cuenta,
pero al menos está intentando solucionarlo.
— Si me quiere de verdad, esperará.
Capítulo 56 - Para Siempre
Clara estaba sentada en la cama, mirando la caja que le había llevado Alex.
Aunque de todo se podía esperar. Y cuando lo abrió, sorprendentemente se
encontró de todo, junto a una carta. Seguramente diciendo “lo siento Clara”
era de esperar no. Con cada objeto enumerado una nota.
Objeto 1 un dibujo: (parecía uno de cuando era una niña, salían los
compañeros de colegio y de fondo a dos niñas, una de pelo amarillo y ojos
azules tirándole del pelo a la morena. Eso quiera o no, le sonsacó una sonrisa)
Porque tenemos un pasado juntas.
Objeto 2 un antifaz: La noche que te vi en la discoteca, te di uno, aun sin
que supieras mi identidad ya me habías vuelto loca.
Objeto 3 un bikini: El segundo día moría por besar tus labios.
Objeto 4 el collar: aun sin saber que era yo, conseguiste que te hiciera el
amor la primera vez que estuvimos juntas. (Sentimientos a flor de piel)
Objeto 5 un sacacorchos de dos tiempos: La primera vez que nos besamos
Objeto 6 la foto de una noria: Lo más cercano a una primera cita (los ojos
de Clara amenazan con llorar)
Objeto 7 otro dibujo más explícito: (dibujado corriendo con bolígrafo, dos
monigotes con pelo largo encima del otro, en el que ponía Clara y Alex
follando en el desván en la esquina había otro monigote con cuernos, en el
que ponía: jódete William cornudo) la primera noche que dormimos juntas
(ya no podía más las lágrimas iniciaron el recorrido de sus mejillas, mientras
que no sabía si reír o llorar)
Objeto 8 una máscara: La primera vez que comencé a dártelo todo.
Objeto 9 dos fotografías de Yellowstone: el primer instante que comencé a
sentir felicidad infinita.
Objeto 10 un poster de Madona con el título Like a Virgin: ese día me di
cuenta que podíamos ser felices.
Objeto 11 el retrato que le hizo con el violonchelo: Te he podido ocultar
cosas, siempre con la convicción de no querer hacerte daño, pero jamás te he
mentido cuando te digo que te quiero.
Objeto 12 un mp4: (presióname justo en el botón del play, Clara se tapó la
boca ocultando una sonrisa bobalicona. Love me tender de Elvis Presley)
cuando no apareciste sentí por primera vez en mi vida autentico terror, pero
ese miedo se convirtió en lo mejor que me ha podido pasar.
Objeto 13 resultaron ser unos tiques del Ikea: Nuestro hogar. He cometido
errores lo admito y no paro de pedirte perdón. Pero por favor, sigamos
llenando esta caja de recuerdos. Convierte el “hasta que esto dure” en un
“para siempre”
Ordinaria, soez, cavernícola y jodidamente sentimental cuando se lo
proponía. Guardó todo en la caja entre llantos. Bueno siguió escuchando el
mp4, ya que había más temas de música, un tango, Tainted Love, cigarettes
after sex… temas de música que en algún momento de su vida habían estado
presentes. Sintió la necesidad de salir de ahí y buscarle o coger el teléfono y
llamarle. Pero siempre era ella quien iba detrás de Alex, por una vez quería
que se lo currase, que le demostrase que le importaba lo suficiente como para
empezar a pensar con la cabeza antes de actuar. Y como si le hubiera leído el
pensamiento.
Alex: creo que ya pasó el tiempo suficiente para preguntar ¿Ya has visto lo
que hay dentro de la caja?
Clara: si, lo he visto.
Alex: sé que la he cagado mucho, pero hoy un niño de cinco años me ha
partido el corazón. Me he llevado una colleja por parte de Taylor.
Clara puso los ojos en blanco, como no, Taylor seguro que estaba
festejando que estuvieran mal.
Alex: no pienses mal, ella fue la que me aconsejó que luchará por lo que
quiero, me he llevado un bofetón de Tanya, dos contando el de Ruth, un
puñetazo de Olaya y otro de otra agente celosa, me han pillado el pie… ¿No
te parece suficiente castigo?
Clara: Alex, necesito tiempo.
Alex: te doy todo el tiempo que tú quieras, pero no me castigues con el
silencio absoluto.
Clara tiró el teléfono a su lado, pero después de luchar con todas sus
fuerzas, de nuevo agarró el móvil y siguió mandando mensajes. Porque, ya
sea a su lado o al otro lado del teléfono, ella también necesitaba a Alex.
Clara: explícame eso de la agente celosa.
Una de la mañana, dos de la mañana, tres y no dejaban de mandarse
mensajes, tuvo que pegarse al borde de la cama para que el cable del cargado
le llegara. Clara no sabía que sentir cuando se enteró de la historia de Taylor
con la tal Nidia esa. Relación de odio amor, pues hasta que no lo viera
seguiría desconfiando de esa agente. No fue el único tema del que hablaron,
evitando lo que era el tema importante en sí, como era el de los sentimientos,
tocaron todos los temas triviales. Hasta que el sueño comenzó a apoderarse
de Clara.
Clara: creo que ya va siendo hora de dormir.
Alex: no puedo dormir, te echo de menos.
Clara dibujo una sonrisa. Lo suyo sería poner un “yo también” pero se
mantuvo firme.
Clara: Alex…
Alex: lo sé… al menos sácate una teta mándame una foto.
Lo de esa chica no tenía remedio, pensó Clara soltando una risita:
Clara: payasa.
Alex: estoy segura que te hecho reír.
Clara: solo por no llorar. Buenas noches Alex.
Alex: buenas noches, Clara.
La cara de Alex al día siguiente sí que era un auténtico poema. Con anti
inflamatorio consiguió bajar la hinchazón y abrir un poco el ojo. Otro día que
pasaría de ir a la oficina, el primer motivo, estaba claro, Olaya y el segundo
motivo era que quería buscar algo para sorprender a Clara ese día. No mentía
cuando se propuso regresar a casa de Ruth todos los días. Pero para eso tuvo
que volverse a encarar a Ruth:
— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Ruth sorprendida cuando le abordó en la
puerta de la peluquería— ¿Cómo sabías dónde estoy? — Se fijó bien en su
cara— Joder Alex parece que ha pasado un tráiler por encima.
— Primera respuesta— comenzó a seguir a Ruth— necesito tú ayuda, la
segunda no pienso revelar mis fuentes y al comentario de mi cara, te recuerdo
que colaboraste dándome una buena bofetada.
— Ni pienses que te voy ayudar— dijo riendo Ruth con ironía— y a lo de la
bofetada tú te lo buscaste.
— Ruth— dijo agarrándole de la muñeca— sé que hice mal, estoy intentando
arreglarlo, que Clara esté mal es por mi culpa, pero también sabes que le
puedo hacer muy feliz— le agarró la mano casi suplicante— déjame
compensar una metedura de pata dándome la oportunidad de hacerle feliz
cada día de su vida. La quiero— fijo su mirada de cachorrillo herido, esa que
Ruth ya no podía negar— los sabes.
Ruth suspiró y se cruzó de brazos:
— Última oportunidad Alex, otra cagada más y te olvidas de que existo.
Alex hizo un pequeño bailecito de la victoria y se lanzó a los brazos de ésta,
comenzando a besuquearle por toda la cara:
— Ya— dijo poniendo un mohín— eh, sin pasarse.
— Eres la mejor.
Dijo animada Alex:
— Sí, eso no hace falta que me lo digas.
La relación de Nidia y Taylor se había vuelto más extraña. Desde que le
besó pesimamente a Alex, había mantenido más las distancias, lo único que
hacía para dirigirse a ella era darle órdenes y más órdenes. Antes si, se tiraban
pullas, pero no dejaba de hablarle. El departamento del FBI estaba nervioso.
Parece ser que había oportunidad de atrapar a Patrick. Ya que uno de los
hombres de Isaac, había soltado la información de que los grandes jefazos
europeos se reunirían con él. Colman, Nidia y ella era los encargados de
explicar a los equipos la estratagema para hacer la redada. Eso estaría
plagado de hombres y matones. Entró en el cuarto del archivador, cuando ahí
la encontró, con un bolígrafo en la boca y el ceño fruncido, ignorando su
presencia:
— Vale— dijo Taylor soltando una carpeta— ¿Se puede saber qué te pasa?
— ¿Me tiene que pasar algo?
Preguntó sin levantar la vista, agarró su bolígrafo y comenzó a hacer
apuntes. Taylor se acercó y le quitó el bolígrafo. No había que dar muchos
pasos, esa habitación era diminuta:
— Para lo único que te diriges a mi es para darme órdenes.
— Estoy al cargo del caso— dijo al final mirándole fijamente a los ojos— es
mi oficio guiar a mis agentes.
— Ya, pero yo no soy una agente cualquiera— comenzó a darle con una
punta del bolígrafo en el hombro— yo no soy Colman, también soy una igual
¿acaso lo has olvidado?
— Tus berreos de niña pequeña me impedían verte como una igual.
Taylor irritada soltó un bufido y le tiró el bolígrafo, cayendo el objeto al
suelo. Aunque Nidia lo ignoró por completo:
— ¿Se puede saber que pasa contigo? — se apoyó con una mano en una de
las estanterías— desde que llegaste a este dichoso departamento no has hecho
más que agredirme, emocional y físicamente. ¿Qué pasa? ¿Tienes algún
trauma y por eso eres así de gilipollas?
Nidia curvó un poco la comisura de los labios. Vale, ahí sí reconoció que
Taylor estaba muy sexy cabreada. Se agachó y cogió el bolígrafo antes de
intentar bordear a la agente Fisher, pero era tan estrecho que se le hacía
difícil:
— Déjeme pasar agente Fisher.
Taylor le encaró:
— No, hasta que respondas.
— No me pasa nada contigo. Será— comenzó a decir entre dientes
intentando ocultar su nerviosismo— que soy así de gilipollas, de zorra
engreída, de hija de puta— no se iba a achantar, y Dio un paso— tú no eres
libre de pecado Taylor, no me vengas de niña herida, cuanta hipocresía.
Taylor no se movió ni un milímetro, no iba a darse por vencida, estaba
hasta las narices de sus faltas de respeto. Una de dos, o se arreglaba eso o
acababan muy mal:
— Estás así desde que me viste besar a Alex Woods.
Nidia chistó con la lengua, mientras reía con ironía:
— Por favor ¿Qué tiene que ver eso?
— Estás molesta conmigo y obviamente con Alex— Nidia se puso con los
brazos en jarra, hasta que por fin Taylor le hizo a la inversa, caminando hacia
ella— si no, no le hubieras dado ese puñetazo.
Llegó un punto que Nidia dejó de retroceder, justo cuando se Dio cuenta
de que estaba retrocediendo, obligando a la agente Fisher parar si no quería
chocar con ella. Cuanta cercanía, si se podía notar el aliento en sus rostros.
Bueno, todo lo que debió de haber sentido cuando se acercó a Alex para
besarle, lo estaba sintiendo en esos instantes. Eso fue lo que le hizo
reaccionar y dar unos pasos atrás:
— Se lo tiene muy subido, agente Fisher.
— Me baso en hechos no en suposiciones.
Nidia curvó aún más sus labios, un paso, dos, Taylor no se mueve, desafío
de miradas. Una de dos Taylor se movía o… un momento, esa forma de
desafiarse, eso era más bien miradas de deseo, parecía que iba a ser Nidia la
que se iba a inclinar para acortar las distancias, pero Taylor hacía también
para juntarse y cuando estaban a escasos centímetros, alguien entra en el
cuarto del archivador:
— Yo no veo que tenga nada en el ojo— reaccionó rápidamente Nidia—
seguro que siente molestias, agente Fisher.
Taylor se llevó la mano al ojo siguiéndole el juego, el rubor era su nuevo
color:
— No, ya no. Debía de ser una pestaña— agarró la primera carpeta que pilló
— Gracias
Se hizo a un lado para que Nidia saliera. Menudo oportuno, pues el que
había entrado era ni más ni menos que Finigan Colman. Que alzó una ceja
divertido cuando vio marchar a Nidia:
— ¿Nidito de amor?
Taylor puso los ojos en blanco y le entregó la carpeta que tenía en la mano:
— Ponte a trabajar Colman.
Estaba claro, la misión se llevaría al día siguiente. Nidia guiaría desde el
furgón centralita a los equipos, guiados por Taylor y el otro por Finigan. No
le hacía mucha gracia quedarse de nuevo en el banquillo. Pero así lo quiso
Allie. Si al menos supieran los planes que tenían Patrick, se olerían al menos
que es una trampa.
Olaya intentó ponerse en contacto de nuevo con Ruth, pero ésta seguía
negándose. Le intento ver, pero ocurría un tanto de lo mismo. A su vez, Alex
intentó hablar con Olaya, pero ésta no quería saber nada por el momento.
Aquello era como el pez que se mordía por la cola, que la única en ser menos
contundente fue Clara, permitiendo hablar, aunque sea por mensajes. Así que
la morena, acabó en un bar cerca de su casa, ahogando las penas, ahora sí que
no había conciertos que valga, la había cagado. Acabó hablando y contando
chistes con un tío, alto, calvo y cachas. No recordaría muy bien su nombre,
Ricky, como Ricky Martín.
Living la vida Loca. Fue canturreando mentalmente, mientras intentaba
buscar las llaves en los bolsillos. Cerca de su casa, pasó por una zona poco
iluminada, cuando un paso detrás de ella le atrajo la atención. Cuando miró,
sintió como el alma se le helaba, maldita sea hasta se le pasó el pedo de
golpe:
— Hola, Olaya— dijo un hombre de voz ronca— ¿te acuerdas de mí? Perra.
Olaya con el corazón a mil se giró para salir corriendo en dirección
contraria:
— Ni se te ocurra.
Añadió una mujer, el hombre la abordó por la espalda y le tiró del pelo,
obligándole a echar la cabeza hacia atrás:
— Juramos venganza y esta noche lo vamos a tener.
— Matadme— dijo Olaya con lágrima en los ojos, aunque no les suplicaría—
no me podéis quitar más de lo que hicisteis.
— Matarte— dijo la mujer entre risas— eres nuestra hija, la que nos
enchironó por irse de la lengua— él no dejaba de sujetarle, la madre se acercó
y le acarició la mejilla antes de buscar su cartera— tan solo necesitamos algo
de dinero— se fijó en cada collar, pulsera, pendientes, todo lo que se podía
vender, se llevarían a la mismísima Olaya, ya la ponían a la venta— bueno,
también nos llevaremos el coche, veras papá cometió el error de meterse con
alguien que no debía y nos toca huir— cuando ya quedó desbalijada— pero sí
que nos tomaremos nuestra pequeña venganza— sacó un puño americano y
se lo dio al marido— tan poco te pases con la niña.
Living la vida Loca.
Clara estaba tumbada en la cama. Estaba deprimida, no había hecho mucho
la verdad. Más bien lo que hacía cualquiera en esos casos, ponerse hasta
arriba de helado de chocolate y dormir. Como una marmota. Echaba de
menos escuchar la palabra marmotilla en boca de Alex. Echaba de menos sus
ocurrencias o su comportamiento retrogrado. En todo el día solo recibió un
único mensaje, “Buenos días” después de eso, nada más. Tenía los ojos
cerrados, cuando por la ventana comenzó a escuchar un tema de música. In
your ayes de Peter Gabriel. Curiosa se asomó. ¿Cómo se le ocurrían esas
cosas? Ya sabía porque escogió ese tema, pues era la famosa escena de la
película Say Anything cuando John Cusack, levantaba la radio con las dos
manos. Pues ahí estaba Alex, levantando una radio, con el tema In your eyes
y para rematar la faena, llevaba una gabardina del mismo color que salía en la
dichosa película. De forma exagerada cantaba, más bien berreaba
acompañando la canción, ganándose algunas quejas de los vecinos. Clara se
tapó la boca para ocultar su sonrisa y alguna carcajada:
— Apaga ese ruido— se escuchó quejarse a un vecino— o yo mismo te
parto esa radio en la cabeza.
Alex frunció el ceño y sin dejar de sostener la radio:
— Vaya hacerse una paja y deje declarar mi amor a la mujer que quiero.
Clara se tapó la cara, ya carcajeando. ¿Cómo no? Incluso en esa situación
soltando algo ordinario. La rubia se apoyó en el marco de la ventana y gritó:
— Estás loca.
— Por ti— dejó la radio en el suelo y se guardó las manos en los bolsillos—
regresaré cada noche, hasta que no tenga que hacerlo más, cuando haya
conseguido que regreses a mi lado.
— Cuando te digo que necesito tiempo, no entiendes ¿verdad?
Eso parecía típica escena de Romeo contándole poemas a Julieta en el
balcón:
— Ya sé que te dije que te lo daría, pero luego pensé, que demonios, vida
solo hay una y no quiero andar perdiendo el tiempo. Al menos— sonó
suplicante— dime que me he ganado tomar un café contigo, una comida, una
cena no sé, algo.
Clara suspiró, entró y cerró la ventana sin decir nada. Alex agachó la
cabeza, joder, lo estaba intentando, en su vida se había esforzado tanto como
lo estaba haciendo. Recogió la radio y le Dio al Stop. Bueno, había perdido
una batalla, pero no la guerra. Se iba a encaminar al coche, cuando la voz de
Clara le hizo parar en seco, toda esperanzada:
— Eres una gilipollas.
Alex se giró, encontrándose con la rubia en el marco de la puerta con los
brazos cruzados:
— Te doy toda la razón.
Paso a paso fue acercándose a Alex, aun con los brazos cruzados. Tenía el
ceño fruncido:
— Una impulsiva de mierda.
— Te prometo que ahora cada acto que hago lo pienso al menos tres veces.
Ya estaba a medio metro cuando alzó una ceja:
— ¿Cómo esto?
Alex sonrió:
— Sobre todo esto.
Clara puso un gesto de dolor al observarle tan de cerca. Pues sí que le
habían dejado como un cuadro de Picasso. Alzó la mano y le acarició el lado
que tenía más golpes. Alex cerró los ojos para disfrutar de su tacto:
— Te has ganado un paseo.
— ¿Ahora?
Clara dejó de acariciarle mientras que asentía con la cabeza:
— Espera voy a por una chaqueta.
— No hace falta— dijo quitándose rápidamente la gabardina y poniéndoselo
por encima de los hombros— ya sabes que yo no tengo mucho frio.
Caminaron calle abajo, en un principio un poco separadas, se miraban y
rápidamente sonreían. ¿Qué se hacía en esos casos? Alex no quería
espantarla. Pero, es que era increíble, andar haciendo esas cosas con su
mujer, no es que fuera su novia o una chica que pretendía cortejar.
Acabaron en un parque sentadas dentro de la caseta de un tobogán:
— Clara— comenzó a decir nerviosamente Alex— de verdad que yo no sé
hacer estas cosas— le agarró de la mano— estoy intentando hacer lo que
puedo, lo que siento todo por arreglarlo.
— Créeme que lo sé— apoyó la cabeza en su hombro— pero tengo miedo
¿Cómo me aseguras que no lo volverás a hacer?
Alex le obligó a mirarle a los ojos, bueno al ojo y medio porque uno le
tenía medio cerrado por la hinchazón:
— Clara, te juro que a partir de ahora te lo contaré todo— llevó su mano a
los labios y besó cada dedo con ternura— ya estaba intentando hacerlo,
cuando te pedí que nos fuéramos, lo hice porque preferí estar contigo a seguir
con esa locura.
— No han pasado ni cuatro meses de la muerte de mis padres— dijo con el
labio tembloroso— y si te pasara algo solo por declararle la guerra a Patrick.
Yo no puedo soportar más dolor— agachó la cabeza— no puedo vivir sin ti,
Alex, me asfixio de solo pensar que pueden secuestrarte de nuevo o matarte.
Alex le estrechó entre sus brazos fuertemente:
— Yo tampoco se vivir sin ti, nos vayamos o nos quedemos venderé la
empresa igualmente, todos los coches, todo y comenzaremos de nuevo.
Clara ya había escuchado eso, justo antes de que Alex se fuera a la
misión Kamikaze. De nuevo, le apartó, pero Alex le agarró del mentón:
— Clara, déjame…
No terminó de decir nada, prácticamente pensó “A la mierda” y se lanzó a
besar sus labios. Arriesgándose a que ésta le rechazase. Aunque no recordaba
cuando le había rechazado un beso, nunca y esa no sería la primera vez. En
un principio fue tímido, como tanteando hasta donde podía llegar, pero no
tardó mucho en convertirse en un beso lleno de necesidad. Derritiendo a
Clara, derribando el muro que intentó construir. Liarse en una caseta como
aquella era incomoda, ninguna podía colocarse a horcajadas, daba con la
cabeza en el techo, no podían tumbarse con las piernas estiradas, solo
quedaba seguir como estaban, Clara pasó su mano por la nuca para
intensificar aquel beso, esa lengua, ese sabor, la forma que tenía Alex de
poseerla, pero que bien se le daba encenderla:
— Hacerlo en un columpio infantil es demasiado morboso.
Dijo Clara con voz entre cortada, intentando controlar su respiración para
evitar gemir, aunque eso era imposible, y más si a esos besos iban
acompañadas de unas manos expertas que recorrían cada centímetro de su
cuerpo, siempre por encima de la ropa:
— Totalmente de acuerdo.
Respondió Alex, en un principio parecía que no dejaría de estimular cada
parte de su anatomía, pero sacando fuerzas de a saber dónde, acabó parando.
Se miraron, se sonrieron, Clara se desinhibe, se muerde el labio mirando con
deseo los de Alex:
— A la mierda.
Dijo al final Clara comenzando a desabrochar el pantalón de Alex:
— ¡Oh Dios, si! — dijo deshaciendo el nudo del chándal para poder
introducir la mano más cómodamente, notándolo húmedo y caliente, como
siempre— joder, Clara siempre tan caliente.
No tardaron en comenzar a gemirse en la boca, mientras que se
masturbaban mutuamente, cuando inoportuno el móvil de Clara comenzó a
sonar:
— No lo cojas.
Pidió Alex antes de acallar un gemido más alto mordiéndose los labios. El
móvil dejó de sonar, solo para que comenzara a sonar el de Alex, que
también lo tenía en la gabardina. Clara comenzó a acelerar. Sabía que Alex
no dejaría pasar la llamada:
— Dios, Clara— dijo acelerando también— joder, joder— el teléfono siguió
sonando— no puedo
Terminó por decir, sacando el móvil con su mano libre y descolgando. Ese
acto hizo que se le cortara todo el calentón para dar paso a la palidez
marmórea. Solo por eso, Clara paró para observar con preocupación:
— ¿En qué hospital está? Voy enseguida— guardó el móvil y nerviosamente
comenzó a abrocharse el pantalón— vamos, Clara.
— ¿Qué pasa?
Preguntó colocándose la ropa:
— Es Olaya, está en urgencias
Capítulo 57 - Olaya
Flashback
Una niña juega, una niña va al colegio y sueña con el típico príncipe azul de
Disney (hablando de hace más de diez años, hoy en día las niñas nacen
sabiendo ya). Pero Olaya nunca tuvo una niñez como cualquier niño normal.
Padre alcohólico, madre drogadicta. Llego a tener un hermano mayor, pero
murió atropellado.
En un principio fueron solo un par de veces al día. Un viejo, un joven lo
mismo les daba mientras que pagasen, Olaya pasaba a ser propiedad de otro
durante un tiempo limitado. Luego ese par de veces se convirtió de la
mañana a la noche, sobre todo cuando comenzó a desarrollarse. E intento
imponerse, pero aquello le costó estar una semana postrada en cama por la
golpiza de su progenitor. Les odiaba, ni si quiera había dolor, porque
directamente nunca había visto otra relación paternal para comparar. Dos
mil de las antiguas pesetas. Por aquel entonces dos mil pesetas daba para
mucho. Cinco mil un completo y su madre se enorgullecía al exhibirle como
la mejor puta del barrio. Pasó de primera hora de la mañana a apenas
dormir. Terminaba con uno, no había cerrado los ojos ni quince minutos,
cuando su madre le estaba tirando de la manta porque había llegado otro
cliente.
Uno, otro y otro. Vendida, pura carne y dinero a los ojos de sus padres.
Dinero para drogas, dinero para alcohol, dinero para apuestas. Un cliente,
uno jovencito, que le tocara uno joven no quería decir que fuese más dulce.
Cada hombre ya sea de veinte o de setenta, cada uno era un mundo, los
había "agradables" y luego estaban los que sabían besar con los nudillos.
Olaya quería terminar en cuanto antes, así pues, fue al grano, pero el chico
era de los que preferían hablar antes:
— ¿Cuántos años tienes?
Preguntó sentándose en la cama. Olaya se sentó a su lado y le acarició la
entre pierna, pero éste rápidamente le apartó la mano, perturbado. Al final
la chica se encogió de hombros:
— Es su dinero— dijo al final, como diciendo, cuanto más tiempo más paga
— he cumplido doce hace dos días.
— Dios— dijo el chico escandalizado— eres una niña.
— Eso no le detiene para querer follarme— le volvió a ponerle la mano
encima, pero este le aparto— ¿qué hace aquí? No soy su psicóloga.
— Ni tampoco deberías hacer esto.
Olaya rio con ironía:
— Claro, como tengo opción.
El chico curvó la comisura de los labios:
— A partir de hoy, lo tendrás— O. no entendió aquello, hasta que le escuchó
decir— adelante chicos.
Cierto, aquel día fue la llave de su libertad física. La emocional, viviría con
heridas y cicatrices de por vida.
Ruth llegó antes a urgencias. En cuanto vio llegar a las chicas se lanzó a sus
brazos. Estaba desconsolada. Alex se apartó para mirarle mejor a la cara:
— ¿Qué ha pasado?
Preguntó con el corazón en un puño. Ruth tuvo que coger aire para poder
contestar y que se le entendiera:
— No lo sé. Me llamarón cuando iba camino de casa, solo me han dicho que
la encontraron tirada en el suelo inconsciente— se tapó la boca con la mano
temblorosa— pudieron dieron con su identidad porque camino al hospital en
la ambulancia dijo su nombre.
Alex comenzó a caminar de un lado al otro, intentando tranquilizarse a la vez
que se llevaba las manos a la cabeza. Clara, abrazaba fuertemente a su amiga,
que no dejaba de temblar y sollozar. Maldijo, una y otra vez. ¿Por qué no
salía nadie a informar? No podía estarse quietecita. Fue hasta el mostrador
donde ponía el cartel, de Atención al familiar:
— Buenas— dijo Alex casi sin aire— me gustaría pedir información sobre
una paciente que acaba de ingresar.
— Nombre del paciente.
Solicitó la recepcionista que empezó a teclear y buscar información en su
ordenador:
— Olaya— tragó saliva— Olaya Silva.
— Ahora mismo está siendo valorada por el especialista de trauma.
— Quiero verla.
Más que una petición sonó más bien a una orden:
— Me temo que eso no podrá ser hasta que lo permita el especialista que
lleva su caso.
— Pues quiero hablar con el especialista.
Dijo como si aquello fuera posible. Pero de nuevo volvió a recibir una
negativa, que terminó por enervar a la ojiverde, propinando un puñetazo al
mostrador:
— ¿Su boquita solo sabe decir que no? — comenzó a gesticular con las
manos— es una acción muy fácil, agarra el puñetero teléfono y se pone en
contacto con el especialista.
— Se tranquiliza o llamo a seguridad.
Clara se acercó como una exhalación en cuanto escuchó el primer grito de
Alex:
— Pues llame a seguridad— dijo entre dientes— de aquí no me mueven hasta
que hable con el especialista.
La recepcionista levantó el teléfono para llamar a seguridad, cuando Clara
intervino:
— No, por favor no lo haga— le agarró la mano a la morena— ya nos vamos
a la sala de espera.
La recepcionista colgó de nuevo el teléfono y miró solicita a la rubia:
— Será mejor que se tranquilice, vuelve a armar escándalo y llamo para que
la echen.
— Vamos— dijo Clara empujando a Alex hacía la sala de espera— nosotras
también estamos de los nervios, también nos morimos por saber cómo está.
Intentaba consolarle mientras se sentaba al lado de Ruth.
Flashback
“ Flashback
— Primera misión juntas— dijo Jessica saliendo del baño— ¿contenta?
Nidia ya tenía el uniforme, puesto que tenía que ir al departamento antes.
Ya que, en un principio no supieron a quién ascender, tanto Allie como Nidia
eran de las mejores. Pero se consideraba buena en el campo de batalla,
enfrentándose a los malos. No sentarse detrás de un escritorio, dirigiendo
desde la distancia. Sin embargo, Jessica pasó a formar parte del FBI apenas
unos meses. Claro que Allie hizo el favor de trasladarle junto a Nidia. Era lo
bueno de tener enchufe.
Nidia se acercó a su mujer y le rodeo con los brazos:
— A tu lado, siempre soy feliz.
Jessica, riendo se lanzó a sus brazos quedando colada de ella como un
koala, era más bajita que Nidia y delgadita, apenas pesaba, hizo un puchero:
— Pero debo informar de que esta es nuestra primera y última misión juntas.
Nidia frunció el ceño:
— ¿Por qué?
Jessica puso expresión intrigante:
— Bueno, sabes que estamos haciendo las pruebas para ser mamás ¿No?
— ¡Aja!
— Puede que no te guste lo que te voy a decir— a cada vez entendía menos,
lo que le quería decir esa chiquilla abrazada a ella— bueno, pasé a hacerme
la inseminación y…
— ¿Y?
Preguntó Nidia con el corazón desbocado:
— Bueno, me hice la prueba de embarazo y…
— ¿Y?
Volvió a preguntar ya casi sin aire, lo soltaba del tirón o se desmayaría
por falta de oxígeno:
— He dado positivo.
Ese era uno de esos momentos en que no sabes si se hace un viaje astral,
porque sentía su cuerpo volar, a otro universo paralelo, aunque fijamente
aún se encontraba de pie, abrazando a su mujer. Que enseguida se le borró
la sonrisa:
— Sabía que tendríamos que hablarlo antes, pero me deje convencer por
Allie, lo sien…
No dio tiempo acabar, Nidia le calló con un beso mientras abrazándola
comenzó a dar vueltas de felicidad. Le soltó en el suelo, para agacharse y
besarle en la tripa. De sus ojos emanaba lagrimones de alegría. De pura
excitación se levantó rápidamente, aunque más seria:
— No puedes venir a la misión, no en este estado.
Dijo poniendo su mano en el vientre:
— Cariño, tan solo voy a estar de apoyo, ni si quiera voy a entrar.
— Jess— dijo ceñuda— aun así es peligroso.
Jessica rompió a reír, feliz de ver cuán se preocupaba Nidia por ella. Le
aferró de las mejillas y fijó su mirada llena de amor:
— Mírame, no va a pasar nada— le besó en la punta de la nariz— además,
tú vas a estar al frente de todo ¿dime cuantos agentes heridos o muertos ha
habido en todas tus misiones? Ninguno— Nidia curvó la comisura de sus
labios— solo es esta vez, luego hablaremos con tu cuñada y que me pase a
un despacho hasta que coja la baja por maternidad.
— Te amo— volvió a abrazarle fuertemente y dar otra vuelta— TE AMO y no
me cansaría de gritarlo, seremos madres, yo también me pediré vacaciones.
Quiero empezar a planearlo todo, nueva casa, coche familiar, habitación
para el niño, todo… ¿te he dicho que te amo?
Jessica fingió quedar pensativa:
— Creo que un par de veces— juntó su frente— pero no las suficientes.
— En ese caso te lo diré siempre que te vea— volvió a mirar su tripa— y a ti
también renacuajo— se separó corriendo al ver la hora— me tengo que ir.
Recuento hecho, orden dada, futura relación con Taylor jodida, bonita
noche para enfrentarse con la mafia europea. Los francos estaban para apoyar
a los agentes, mayormente los hombres pusieron resistencia, menos alguno
que se entregó. Tampoco fue tan complicado, botes de gas, botes de humo,
invadiendo habitación por habitación hasta que llegaron el despacho donde
estaban ¿reunidos los jefes de la mafia? Estaban maniatados a las sillas y
amordazados. Encima de la mesa había un ordenador portátil. Finigan
intercambió miradas con Nidia:
— Tiene una nota.
Nidia quitó la mordaza a uno de los jefazos, estaban todos, menos Patrick:
— Nuestros hombres nos han traicionado, Patrick nos ha traicionado.
Finigan movió el ratón del ordenador. Había un video en stand by. El
agente Colman dio el play:
— Buenas noches escoria— saludaba Patrick en el video— bueno os entrego
en bandeja a mis fieles socios, por cierto— carcajeó— mirar en el mueble
que hay junto a la ventana.
Un agente que estaba en la habitación con ellos, se tomó la libertad de abrir
el mueble sin permiso de nadie, Nidia estiró la mano:
— NO.
Demasiado tarde, el muy inútil abrió la puerta, tirando de un hilo que puso
en marcha la cuenta atrás de una bomba:
— Disfrutarlo, ya nos veremos en el infierno.
Terminó el video. Finigan comenzó a gritar y a pedir que evacuaran la casa.
Aunque el tiempo era limitado. Veinte segundos. Nidia en vez de salir
corriendo, no estaba dispuesta a que muriera gente inocente, tenía que
intentarlo. Se acercó a la bomba y comenzó a mirar cables. No pertenecía a
los artificieros. Lo poco que sabía era por su difunta esposa, ya que ella si
pertenecía a los TEDAX:
— ¿Qué haces Nidia? Sal ya de ahí.
Escuchó la voz de Taylor toda ansiosa:
— No podemos abandonar a esta gente.
Nadie se había molestado en desatar y en llevarse a los que estaban
maniatados:
— No eres de los TEDAX— siguió diciendo Taylor— por favor…
— Algo de teoría sé— dijo abriendo con cuidado la bomba— mi mu… — se
corrigió— ayude a una amiga a entrar en el equipo de los artificieros
Era complicada, apenas se acordaba de nada. Cable negro, cable azul y
rojo. Si al menos hubiera dos, sería un 50 % de posibilidades, con tres cables
se reducía a un 33, 4 %, y el tiempo parecía volar porque ya quedaban quince
por ciento:
— No pienso quedarme a verte morir.
Dijo Taylor, la cámara señalaba el temporizador y los que ya habían
conseguido evacuar, los más cercanos a la entrada, estaban con el corazón en
un puño por sus compañeros:
— Es nuestro trabajo, Taylor— Silencio— ¿Taylor?
Nidia agachó la cabeza. Quizás fuese lo mejor, si todo salía mal, no quería
que le viera morir. Aunque se arrepintió de haber dicho aquello al comienzo
de la noche. Taylor era valiente, inteligente y una maravillosa persona, no
solo un cuerpo bonito que servía para calentar. Se dispuso a mirar que tipo de
circuito seguía el cableado cuando sintió una mano en su hombro. Nidia miró
a su lado, el agente Colman se agachó a su lado:
— Los compañeros estamos para apoyarnos— dijo Colman curvando una
comisura de sus labios— zorra engreída.
— No— dijo Nidia quitándose una lágrima— necesito que salgas y entregues
un mensaje por mi— Taylor había quedado en silencio, pero no se había ido,
seguía viéndolo todo y escuchándolo, lo que no quería era que le escuchara
llorar— Dile a Taylor, que siento mucho lo que dije antes y que vale mucho
la pena.
— Díselo tú Nidia, aun estas a tiempo de salir yo puedo intentarlo…
— Vaya dos estamos hechos…
— Corta ya el puto cable Nidia, será mejor que des con el adecuado y me lo
digas personalmente.
“Enamorado estoy de ti,
Enamorado estoy de ti”
Comenzó a canturrear. Finigan le miró en plan “quedan menos de diez
minutos deja de cantar”. Sin embargo, después de haber seguido los cables y
después de intentar recordar, todo lo que Jessica le contó sobre bombas, se le
vino a la cabeza, esa canción.
“No puedo pasar un día alejado de tu amor,
Tu belleza me ilumina, brilla mucho más que el sol
Eres tú la melodía que robo mi corazón
Me conquistas, me cautivas
El mañana será mejor”
Nidia acercó una pinza a un cable:
— ¿Sabéis de quien es esa canción?
Preguntó Nidia con los sudores cayendo por su frente:
— Me importa una mierda Nidia, corta ya
Dijo Finigan con desesperación:
— Joder que quedan dos segundos.
— El nombre del grumo es… ROJO
Y cortó el cable rojo.
Alex y Clara no pudieron entrar a ver a Maurice, ya que seguía con los
efectos de la anestesia, acompañaron hasta Alice a su casa. Conduciendo
Alex, ya que la rubia se negaba a conducir el BMW de vuelta. La mujer, les
agradeció que le acercaran sin necesidad de llamar al guarda espaldas.
Aunque la casa tuviera seguridad, Alex no estaba muy convencida, después
de lo ocurrido ese día, así que estaba dispuesta a poner más gente vigilando a
su madre. Ya nadie estaba seguro.
Lo que Clara se esperaba, es que después de un día tan movido, irían
directas a casa. Pero la ojiverde se desvió del camino:
— ¿A dónde vamos?
— Ahora lo verás.
Condujo hasta quedar un poco apartadas de las luces de la ciudad. En una
zona un poco alta. Clara le miró ceñuda:
— ¿Vas a ver como se lo montan las parejitas en los coches?
Alex esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. Hasta que encontró un sitio
que consideraba adecuado:
— ¿Entonces qué hacemos aquí? — Alzó una ceja— ¿no me dirás que te
apetece un casquete rural?
— Puede— dijo con un toque de mofa— sácate una teta— Clara soltó un
bufido, Alex paró el motor del coche— ven, salgamos.
Dijo saliendo del coche. ¿Qué hacían ahí? De todo se podía esperar. De
todo y de forma sorprendente, porque Alex podía saltar con la cosa más
obscena a la más romántica y hermosa. Clara se vio amando esas dos facetas.
Salió y fue a sentarse junto a Alex sobre el capó:
— ¿Sabes qué día es hoy?
Clara se puso a pensar. Aún faltaba su cumpleaños. Quedaba más cerca el
de William, solo se llevaban un mes de diferencia. Su aniversario no era y si
se lo había preguntado por algo que ocurrió de pequeñas, ya sí que no se
acordaría ni, aunque quisiera. Así que se limitó a negar con la cabeza:
— Con las luces de la ciudad no se pueden contemplar.
— ¿El qué?
Clara estaba tan embobada mirando a Alex. Siempre tan hermosa, hasta con
su expresión llena de cansancio:
— Mira al cielo Clara.
La rubia hizo lo que le pidió la ojiverde. No había una aurora boreal, pero
era igual de hermoso, joder, era terriblemente hermoso. Esas cosas, parece
mentira, pero nunca se paraba a contemplarlas. Era una autentica lluvia de
estrellas. Rasgando la capa de ozono:
— Es la cola de un cometa, Swifft-Tuttle— le decía sin dejar de mirar a
Clara, estaba realmente hermosa admirando el cielo, de hecho, a pesar de
tener una lluvia de estrellas sobre sus cabezas, ella era lo más bello a los ojos
de Alex— Son conocidas como las perseidas porque radian la constelación de
Perseo.
— ¿Cómo puedes saber tantas cosas? — Preguntó Clara dignándose a mirarle
de nuevo— digo, me siento como una inútil ignorante a tu lado.
Alex esbozó una sonrisa, se levantó para ponerse enfrente de Clara, con una
mano le rodeó la cintura, mientras que con otra le acarició con ternura:
— Tú no eres inútil, Clara y mucho menos ignorante— le dio un beso en la
frente— estudiaste en Oxford, tú me darás mil vueltas con las prosas, las
sintaxis y todo ese rollo aburrido, también dibujas y yo lo máximo que sé
hacer es una mierda pinchada en un palo— Clara curvó la comisura de sus
labios— ¿Ves? Tú sabes unas cosas, yo sé otras.
Ambas se sonrieron bobaliconas, antes de que Alex mirase el cielo para
contemplar a las famosas lágrimas de San Lorenzo. Clara le abrazó y miró al
cielo también, ¿podía pedir un deseo? Se preguntó. Pero recordó a quien
estaba abrazando, no le hacía falta nada más, lo tenía todo:
— Solo falta algo para hacerlo prefecto— rompió el silencio apartándose de
Clara y entró de nuevo al coche por la parte copiloto. De la guantera sacó una
porta cd´s y puso la radio. Clara sonrió aún más, comenzó a sonar el tema
This Life de Bruce Springsteen— Esta mañana tenía pensado traerte aquí,
pero con champan, una manta— se acercó y tiró de Clara para comenzar a
bailar con ella— no sé algo romántico— esbozó una sonrisa— nos vamos a
tener que conformar con Bruce Springsteen.
Clara rodeo su cuello con los brazos, mientras que miraba fijamente a los
ojos de Alex, a pesar de la oscuridad, seguían siendo hermosos:
— ¿Cómo puedes ser tan perfecta?
Preguntó la rubia apoyando su cabeza en el hombro:
— No lo sé ¿Lo soy? — esbozó una carcajada— pero si soy de lo más
obsceno, ordinario, cavernícola, vanidosa, odiosa, irritable— Clara puso los
ojos en blanco— y cantidad de cosas que me has llegado a llamar.
— Corrijo— dijo bufando— eres perfecta hasta que sueltas alguna joya como
esa. Tú también me has llamado remilgada, irritable…
Le cortó lo que estaba diciendo con un beso, esos labios, tenían un puñetero
don para dejarle tanto sin aliento como para hacerle olvidar lo que estaba
diciendo:
— La perfección es una pulida colección de errores. Te quiero remilgada, te
quiero irritable, con tu carácter de mierda, te quiero incluso cuanto más
insoportable estas en tus días del mes, por esa razón Clara, tú eres perfecta.
Clara ya se había derretido, puro liquido guiado por los brazos de Alex,
derretido por sus palabras, por su voz, su forma de mirar. Alex Woods no
podía ser humana, debía ser un demonio seductor, una vampiresa o una
súcubo. Se puso de puntillas y chocó sus labios, de nuevo víctima de aquellos
besos, de aquella lengua poseyendo su boca, de aquellas manos vagando por
su espalda, atrayéndole y pegándole más a su cuerpo. Suspirando fuerte,
separándose tan solo unos segundos para coger aire. Terminando por rodear
su cintura con las piernas mientras que le aferraba más fuerte, acabando sobre
el capó del BMW:
— El coche se va aboyar.
Dijo Clara con un hilo de voz, a la vez que desabrochaba los botones de la
blusa de Alex. La ojiverde hizo lo mismo, aunque no esperó a llegar al final
cuando ya introdujo su mano para estimular sus senos:
— Me da igual el coche.
Clara echó la cabeza hacía atrás para que tuviera más acceso a su cuello.
Las estrellas sobre sus cabezas, Bruce Springsteen de fondo y aunque estaba
siendo a pasional. Alex lo hacía con ternura. Le parecía tan bonito aquel
tiendo, muy a lo película romántica de Keanu Reeves en “un paseo por las
nubes”. Alex regresó beso a beso, mentón, labios… Abrió los ojos y se
encontró con una lágrima recorriendo su mejilla:
— ¿Qué ocurre? — Dijo con tono preocupado— ¿quieres que pare?
— No— acarició sus labios carnosos— es que, las estrellas, la música, tú…
es solo que me parece, muy…
— Ñoño.
Saltó Alex carcajeando:
— Ahora soy yo quien pregunta ¿qué me haces? Alex.
— ¿Ahora mismo? Tocarte una teta.
Clara miró a sus pechos y carcajeó, tenía su mano derecha posada en uno
de sus pechos, aunque no la movía, ya que se detuvo para preguntarle:
— Pero que payasa— quitó su mano de su seno para entrelazar sus dedos—
te estoy hablando enserio. La forma que me haces sentir, nadie se ha
esforzado tanto por mí.
— No me he esforzado Clara— dijo riendo— simplemente se me apetecía
traerte aquí y lo hice.
Clara se deslizó hacia atrás del capó hasta dar con la espalda con la Alice
del coche, terminando de desabrochar su camisa. Y quedar con el torso semi
desnudo. Alex subió sobre el capó, gateando hasta llegar a los labios de
Clara. Esos que sería capaz de besar cada momento, cada día y noche. Clara
rodó hasta quedar a horcajadas sobre Alex. La ojiverde se incorporó,
quedando sentada, intentando quitarse la blusa, pero los botones de los puños
seguían cerrados. Rieron tontamente, a la vez que Clara, de forma torpe se lo
desabrochaba. La morena acercó sus labios hasta la clavícula de Clara,
embriagándose con su aroma. Cuando por encima de sus hombros lo
contempló. A lo lejos, de un momento a otro, grandes llamaradas elevarse al
cielo. Como una fuerte explosión:
— Clara.
Dijo sin mirar hacia ese punto:
— ¿Qué?
Preguntó Clara a la vez que giraba la cabeza y vio lo mismo que Alex:
— ¿Qué es?
— No lo sé— Respondió Alex desconcertada— parecía una explosión.
Patrick se estaba impacientando. ¿A caso habían pillado lo que planeaba?
Había subestimado a la agente del FBI, era lista. Rechinaban los dientes:
— Tranquilícese jefe, a lo mejor ni encendieron el ordenador.
— Si no lo han encendido ya…
BOOM desde el punto en que se encontraba Patrick y Romero se pudo
contemplar de más cerca. Bueno, había tardado un poco más de lo que
esperaba. Miró con los prismáticos. Si la casa estaba reducida a cenizas.
Arrancándole una carcajada. Miró a su empleado con satisfacción:
— Ahora, el FBI estará de luto.
— Si, jefe debe de haber muerto gran parte de los maderos.
— ¿Te acuerdas el plan que me contaste para Alex?
De nuevo Alex, Romero estaba empezando a cansarse del mismo tema.
Bueno, paciencia, se decía. Él no iba a ser como esos pringados que
traicionaron a sus jefes solo para morir, en el momento en que viese algo
chungo levantaría el vuelo y que Patrick se las apañase solo:
— Si. Me acuerdo perfectamente.
— El sábado es un buen día para llevarlo a cabo.
— Empezaré mañana mismo a hacer las llamadas.
— Puedo dejarle en paz— dijo pensativo— pero lo cierto es que no puedo.
Ha logrado meterse en mi cabeza, Romero. Esa zorrita es mi obsesión— rio
por lo bajo— me recuerda a su madre a su edad, pero he de reconocerlo esta
buena la condenada— dio una palmada a su empleado— vámonos de putas,
que estoy de humor.
Capítulo 61 - Estrategia
Todo lo ocurrido aquel día le dio que pensar. ¿Si le pasaba algo? La
empresa iba a ser un incordio, tanto para su madre como para Clara. Sabía
que Maurice no se iba a lavar las manos y que acabaría ocupándose de ese
asunto. Aun así, estaba en una encrucijada. Sentada en el salón, mirando las
opciones que le dio a elegir su padre. ¿Trabajar con William? Eso iba a ser la
guerra constante. En cuestión de poco tiempo ya habían llegado a las manos
dos veces. La posibilidad de estar en un mismo lugar debía de ser descartada.
Solo quedaba la sociedad. Pero tampoco quería parecer que lo hacía para
aprovecharse. Quería que en un futuro sus hijos tuvieran una vida tranquila.
Si los llegaban a tener, porque por mucho que Clara dijera que, en un futuro,
Alex no lo veía ni con esas. Al día siguiente iría a ver a Aden y le gustaría
que le acompañase, pero tampoco quería que pensara que le estaba
presionando:
— ¿No vienes a la cama?
Clara estaba apoyada en el marco de la puerta de la habitación con los
brazos cruzados. Alex no se giró para mirarle, más bien siguió con los codos
apoyados en las rodillas, los dedos de las manos entrelazadas y apoyada en
ellos:
— Sé que dije de vender la empresa, pero Maurice me ha dado otras opciones
que debo meditar antes— Clara se sentó a su lado y apoyó su mano en la
espalda— Sabes que económicamente hablando me gusta ser independiente,
no quiero tu dinero y si el día de mañana…— mejor no mencionar la palabra
niños— quiero que el futuro esté asegurado.
— Y lo está— Clara esbozó una sonrisa— Dios Alex que tienes dinero para
vivir cómodamente toda tu vida.
— No me refiero a eso— de nuevo acabó evitando el tema— déjalo— dijo
recogiendo los documentos— hoy ha sido un día muy largo, estoy cansada,
mejor vayamos a dormir.
Los guardó en una carpeta y lo dejó a un lado de la mesa. Se levantó para
irse a la habitación cuando, Clara le agarró de la muñeca:
— Lex— estaba conociendo a Alex y cuando se guardaba algo— Algo pasa y
no quieres decírmelo.
— Clara— suspiró y le acarició con ternura— es solo que estoy cansada nada
más— lo cierto es que le hacía mucha ilusión que le acompañara para ver a
Aden— es solo….
— ¿Qué?
— Que quiero que me acompañes mañana— comenzó a decir rápidamente—
pero no sé cómo pedírtelo, sé que te vas a sentir presionada, por cierto, tema
y tampoco quiero que lo hagas.
Clara no entendía nada.
— Háblame sin andarte con rodeos, Alex. No entiendo que me quieres decir.
— Mañana— bajó la mirada, en plan niña buena— antes de ir a ver a
Maurice, pasaré a hacer una visita a Aden y me hacía ilusión que me
acompañaras.
Aden, niño igual a Clara con cara de pánico. Que no pasó desapercibido
para la ojiverde:
— ¿Ves? — dijo con voz cansada— saco un tema que mencione la palabra
niño o algo parecido y tienes cara de esconderte en la otra punta del país—
dejo caer los hombros— te estoy pidiendo que me acompañes nada más— no
era algo que pudiera controlar Clara, simplemente le salía de dentro, Alex
frunció el ceño— Clara, yo te quiero y quiero pasar el resto de mi vida
contigo, solo quiero saber una cosa, ¿quieres tener hijos en un futuro? O ¿no
quieres tenerlos?
Clara se removió incomoda. Era hija única, no tenía primos, nada de niños
en la familia. Por cómo había sido educada, matrimonio, hijos eso lo veía
normal. Pero porque sintiera que quisiera tenerlos, en esos momentos no lo
sentía y comenzaba a agobiarse:
— Dices que no quieres presionarme— soltó nerviosamente— pero es lo que
siento cada vez que sacas el tema, ahora no los quiero tener…
— No te estoy hablando de ahora, ni de mañana ni si quiera de aquí a un año
— señaló los documentos— pero necesito un sí o un no para saber que hacer
¿Vendo o no vendo la empresa?
En ese momento la rubia se llenó de inseguridad. Y ¿si en el futuro seguía
sin querer tenerlos? ¿Alex seguiría queriendo estar con ella? O de lo
contrario, seguiría a su lado, pero en un futuro se resentiría por no haberlos
tenido. La ojiverde suspiró:
— No hace falta que contestes, mañana llamo a Olaya y que contacte con el
alemán— dijo antes de girarse para irse a la habitación— vendo la empresa,
me voy a dormir.
— Lex…
Comenzó a decir mientras le seguía a la habitación, la morena ya estaba
cambiándose al pijama:
— No he contestado porque no lo sé, es algo que no me replanteo hoy, pero a
lo mejor en un futuro sí.
— Esa respuesta no me es válida— a pesar de su seriedad, no estaba
enfadada, más bien cansada— porque a pesar de no tenerlos ahora, sí que
tengo las ideas claras sobre ese punto, aunque sea en un futuro.
En cuanto terminó se metió debajo de las sabanas, apagó su lámpara y se
dispuso a dormir. Clara se tumbó a su lado, por segunda vez, acabaría
derramando una lágrima, no de felicidad como cuando estuvieron a punto de
hacer el amor viendo las estrellas, que oportuna la explosión que les jodio el
calentón, esta vez, fue una lágrima de miedo. ¿Es que había nacido rota? ¿Sin
reloj biológico? Al menos si daba la oportunidad:
— Lex…
— Duerme, Clara.
Ignoró aquella sugerencia:
— Quiero acompañarte para ver a Aden.
— No, no quieres— seguía sin abrir los ojos— y me da que odias a los niños,
así que no saquemos el tema nunca más.
— Yo no odio a los niños— dijo con voz quebrada— es solo que no
empatizo con ellos como tú— Se giró para darle la espalda— no se me dan
bien y ¿si en el futuro sigo igual? — Alex al notar la voz rota de Clara, se
acercó y le obligó a mirarle, su expresión era de puro terror— ¿me dejarías?
Alex curvó una comisura de sus labios, retiró la humedad de sus mejillas y
le dio un beso en la frente:
— Clara, cada cosa que hago, lo hago pensando en ti, eres mi todo— se
abrazó a ella, mientras respondía con sus labios pegados a su oreja— ¿Qué
pasaría si dejara mi todo? Me quedaría nada, un vacío que ninguna otra cosa
en el mundo pudiera llenar de nuevo. Si no quieres tenerlos no pasa nada, hay
muchos matrimonios que no tienen hijos y son felices.
— Eso lo dices ahora, pero quien asegura que en un futuro no te arrepientes.
— Porque visualizo ambas posibilidades, un futuro cuando seamos
ancianitas, en Ontario mirando la aurora boreal, agarraditas de la mano, te
metería miedo sobre bichos mutantes que salen del lago y tu dirías— puso
voz de ancianita— ay Alex, en las películas las más gilipollas mueren antes
— eso le sonsacó una sonrisa— y yo respondería que corro mejor que tú con
el taca taca…
Vale eso le sonsacó una pequeña carcajada. Mierda, ¿Alex donde estas yo
también te quiero?... cómo iba contando, la morena le volvió a dar un beso en
la mejilla. Clara comenzó a acariciarle el antebrazo con la yema de los dedos,
provocando que su carne se pusiera de gallina:
— ¿Cómo visualizas el futuro con hijos? — Tenía esa curiosidad—
¿También en Ontario?
— En Ontario acabaríamos igual, pero ya de jubiladas y cuando se hayan
independizado— rio— nos iríamos a una casa más grande, para las
habitaciones de los niños, si puede ser con paredes bien gruesas— esta vez
para susurrarle de forma picarona— para que no escuchen como te hago
gritar de placer— comenzó a acariciarle por el costado— ni pienses que
nuestra vida sexual se quedaría a un segundo plano.
— Eso me gusta.
Clara se mordió el labio. Menudo cansancio el de la ojiverde, literalmente
le estaba comiendo la oreja entre susurros, besos y caricias con la lengua.
Alex sonrió, llenándole de caricias por encima de su pijama:
— Pero que viciosilla— Le susurró con un gruñido, bajando sus besos hasta
el cuello, e introduciendo su mano por debajo de la camiseta y comenzó a
masajear uno de sus senos— umm, teta.
— ¿Quién es la viciosa ahora?
Preguntó la rubia con voz entrecortada, retorciéndose ante las
estimulaciones de Alex:
— No puedo remediarlo, es tenerte así y ponerme muy cachonda— comenzó
a jugar con su pezón, provocando que la rubia gimiera— y cuando me gimes
así, joder Clara— le Dio un mordisquito— No processed information now
“follaaaar a Clara”
Clara toda concentradita ella, disfrutar de todas las sensaciones
placenteras que estaba experimentando su cuerpo, despertando cierta parte de
su anatomía, por segunda vez en la noche, solo esperaba que nada
interrumpiese, bueno hasta que escuchó eso último y romper a carcajear, giró
un poco la cabeza para mirar los ojos a Alex:
— Pero que estrafalaria acabas de sonar.
Alex rio entre dientes, aunque no dejó de acariciar a la rubia, comenzando a
bajar su mano por el abdomen:
— Uy— puso voz pija— estrafalaria, pero que elocuente eres tía.
— ¿enserio Alex? — dijo carcajeando Clara— hasta en el sexo no dejas de
ser una payasa.
— El sexo no es técnico cariño— besó por su hombro— se puede disfrutar y
reír, lo hace divertido— su mano se introdujo por debajo del pantalón hasta
llegar a su zona más íntima, ya solo por encima lo notó caliente, hinchado,
acariciándolo, haciendo que Clara desease más, ésta cerró los ojos, de nuevo
suspirando sonoramente. Alex dibujó una sonrisa pícara e introdujo sus
dedos, hallando rápidamente el protuberante clítoris— joder Clara, me da que
tu pepitilla ha florecido que cachonda.
Clara se llevó las manos a la cara, sin poderse aguantar la risa, empujó a
Alex y se puso boca arriba:
— Me follas o me haces de reír, pero las dos cosas a la vez no puedo.
Alex fingió poner cara de decepción:
— Ni que fueras un tío— puso voz erótica— bien que te estoy metiendo
mano y haciéndote de reír.
— Voy a tener que mantener tu boquita ocupada— dijo Clara acortando la
distancia de sus rostros— porque veo que no te vas acallar ni debajo del agua.
Pasó su mano detrás de la nuca de la morena para atraerla, hasta
profundizar un beso, detonante para terminar de encender la poca mecha que
le quedaba. La boca de Alex era un manantial húmedo, puro elixir de vida
bebía de ella, el choque de sus lenguas, dulces caricias, hasta la posesión
ruda. Si, había conseguido que callara o no…
— Clara…
Comenzó a decir con voz ronca. La rubia ya dándose por vencida dejó
caerse sobre la almohada, soltando una risotada:
— Ni con esas.
— Es solo que…— la voz de Alex sonaba con deseo, como la forma en la
que le estaba mirando en esos instantes, ojos oscurecidos, dilatados, muertos
de hambre, puro fuego, todo Alex— por favor, Clara quiero ver cómo te
desnudas— se mordió el labio intentando controlar la respiración— quiero
mirar Clara, desnúdate y tócate un poco. Joder como me excitas cuando te
masturbas delante de mí.
Clara sonrió de forma traviesa. En un principio aquellas cosas le solían
turbar, hasta que se Dio cuenta que a ella le ponía ver como se excitaba Alex.
Las caras que ponía, los gestos de deseo, incluso después le cogía con más
ganas. La rubia se levantó y comenzó a desnudarse de forma sensual, otra
cosa que aprendió es ser paciente, aunque su cuerpo le gritara que se
desnudara cuanto antes, destapó su cuerpo lentamente, con la mirada fija de
la ojiverde, movida por el deseo se acercó hasta el cuerpo que estaba siendo
desnudado para ella, quedando de rodillas a los pies de la cama, mordiéndose
el labio. Lo estaba haciendo tan bien y cuando llegó a quedar desnuda del
todo, se le escapó un suspiro sonoro:
— ¡Joder, Clara! — dijo de nuevo, ahora levantándose ella de la cama—
túmbate y tócate para mí, por favor.
Clara obedeció y se tumbó en la cama, abriéndose de piernas, dejando al
descubierto todo su sexo, rosado, hinchado, muy hinchado casi parecía otra
extremidad de su cuerpo. Alex se volvió a morder los labios. Prácticamente,
Clara ya estaba a punto para ser follada de cualquier manera o cualquier
juguete. La rubia comenzó a acariciar su cuerpo, suspirando y gimiendo,
incluso alguno exagerado, sabía que ese plus aumentaba la excitación de la
morena:
— ¿Así Alex?
Y ya si demostraba que estaba a su merced, sumisa a sus peticiones. Ya
dejaba de ser Alex la ñoña para convertirse en una cavernícola salvaje:
— Dios si, Clara fóllate, me encanta ver cómo te follas.
Clara se mordió el labio, primero bajo una mano por su abdomen usándola
para abrir sus pliegues, terminando de mostrar su intimidad. Volviendo más
loca a Alex, que se tuvo que agarrar a las sabanas para no lanzarse sobre ella
como un animal indómito, incluso el gruñido que salió de su garganta parecía
el relinche de un potro salvaje. La otra mano que tenía libre también la bajó
hasta su sexo, acariciando su obertura para recoger su flujo y expandirlo hasta
su clítoris, acariciándolo despacio, muy despacio. Echó la cabeza hacia atrás,
cerrando los ojos y gimiendo levemente.
Alex también se desnudó sin apartar la mirada de Clara, pero para nada fue
paciente, así en un parpadeo de ojos. También se podía observar lo caliente
que estaba, y cuando Clara egresó sus dedos de nuevo a la obertura, solo para
penetrarse la punta de los dedos, solo en ese instante no pudo controlarse y
comenzó a tocarse, así a los pies de la cama, de rodillas con las piernas
abiertas, para que Clara viera como lo hacía, como se deslizaba dentro de sí
misma:
— Joder, Clara mira como me tienes de cachonda que ni esperar puedo.
— ¿Te gustaría follarme? — dijo Clara parando y mirándole en plan, mira ahí
lo tienes a tu alcance— solo tienes que venir y follarme.
— Si— dijo casi con desesperación— quiero follarte duro ¿Puedo?
Alex dejó de tocarse, solo para apoyar las manos encima de la cama, sin
dejar de mirar el sexo de Clara, como cuando un animalito ve la comida.
Clara se llevó los dedos impregnados de sus propios jugos a la boca solo para
saborearse a sí misma:
— Fóllame, quiero que me folles, por favor— en el momento que añadió las
suplicas, como si necesitase de Alex como una chica inocente, terminó por
enloquecer— necesito sentirte dentro, Alex
Gruñido de pantera salvaje. Se bajó de la cama y con desesperación fue
hasta donde tenía sacado toda su colección de juguetes, sacó el arnés y una
cajita. No tardó mucho en ponerse el arnés, de la cajita sacó… Clara lo miró
con el ceño fruncido, ¿Qué narices era eso? Se parecía a un condón, pero no
envolvía del todo al consolador, y estaba compuesta de pequeños bultitos o
flagelos. Alex agarró una de las almohadas:
— Levanta el culo.
Clara levantó el culo dejando que Alex le pusiera la almohada sobre la
espalda baja y antes de que pudiera preguntar, que narices había añadido al
arnés, ZAS toda llena. Clara sorprendida encorvó la espalda a la vez que
emitía un gemido gutural, la última vez que estuvo así con Alex fue en
Ontario justo cuando accedió a casarse, la diferencia era ese complemento,
que añadía más placer al sentir en su interior los relieves de aquella cosa,
salió de ella casi dejándole al vacío, para entrar de nuevo igual que la vez
anterior. Al tener la almohada debajo mantenía su cadera elevada, a la altura
adecuada para que Alex siguiera de rodillas, saliendo y entrando, ya en la
cuarta vez, al observar que Clara arqueaba la espalda, seguida de gemido
gutural:
— ¿Demasiado duro? Clara.
Con sus manos a cada lado de la cadera, debía reconocer que le excitaba ver
como los senos se movían cada vez que le embestía. ¿Demasiado duro? Clara
lo estaba flipando, entre los relieves, los movimientos de cadera a lo péndulo,
facilitando el roce a su punto más placentero, lo último que quería era que
parase:
— DIOS, ALEX— había preguntado, pero Alex seguía con las embestidas—
SIGUE JODER, FÓLLAME.
Eso para Alex fue lo último, apretó más fuerte sus caderas y ZAS ZAS
ZAS ZAS, aumentando su ritmo. Placer para ambas, ya que el arnés rozaba
su clítoris, hinchado y por sus piernas caía el flujo de su excitación, sin dejar
de mira cómo se deslizaba dentro de ella. Otras veces miraba los gestos de
Clara, esa vez el sonido húmedo y el de sus caderas chocar. Clara tuvo que
poner sus manos en el cabecero y evitar darse de cabezazos contra él. Alex
acabó por sobreexcitarse antes de tiempo, involuntariamente clavó las uñas
en la cadera de la rubia y gimió guturalmente, poniendo en tensión todo su
cuerpo, embistió un par de veces más entre temblores.
Si se tratase de otra persona, Clara le miraría en plan ¿ya? Conocía
demasiado a Alex Woods, que se retiró el sudor de la frente y dijo o más
bien, ordenó:
— Túmbate boca abajo— la rubia Dio por hecho que pediría que alzase un
poco la cadera— no, no, túmbate apóyate con los antebrazos— se puso entre
sus piernas— No las abras demasiado
Otra cosa de Alex Woods, aparte de probar cosas nuevas, siempre que
había de por medio arnés o juguete doble, le gustaba cambiar de postura a
una nueva. En un principio Clara supuso que pasaría al sexo anal, no sería la
primera vez, pero no. Alex se apoyó con una mano y comenzó a besar a
Clara, cuando de nuevo le penetró profundo, se sintió muy profundo, también
dándole en el punto placentero, gimiendo en sus bocas:
— Alex,
Embestida:
— Como me pone— embestida— que gimas— embestida— mi nombre.
Comenzó un proceso. Nueve embestidas muy profundas, seguidas de otras
seis menos profundas, la pelvis de Clara presionado contra la cama, estaba
siendo tan extremadamente placentero, que sentía como iba a explotar, se
correría como nunca. Nueve embestidas, otras seis e iba por la mitad de las
otras nueve:
— JODER, ALEX— comenzó a gemir Clara, Alex tenía su mano agarrada y
sintió como le aferraba fuertemente— ALEX.
La espalda de Clara comenzó a tensarse:
— Córrete Clara.
Dijo Alex llegando al segundo orgasmo también:
— Si, Lex— Cuerpos en tensión cama impregnada por todo el flujo que
salpicó la rubia— ¡ahhh!
Las dos desplomadas sobre la cama, intentando recuperar aliento. Más Alex
que Clara, había que reconocerlo, joder que fondo tiene Alex para ser
fumadora, que manera de mantener el cuerpo definido. Con cuidado salió de
la rubia, para quitarse ya el arnés. Si al comienzo de la noche, decía que
estaba cansada ¿Cómo sería estando al 100%? No sé, si compadecerme de
Clara o morirme de envidia, que alegría para el cuerpo. Tiró el arnés y se
tumbó al lado de Clara, abrazadas, mirándose y riendo tontamente, cuando.
PA PA PA, unos fuertes golpes contra la pared. A la vez que el vecino
comenzó a gritar:
— TODAS LAS NOCHES Y TODAS LAS MAÑANAS IGUAL,
INSONORIZAR LA PUTA HABITACIÓN PERVERTIDAS.
Las chicas comenzaron a reír, Clara escondió la cara en la almohada toda
roja:
— Me le cruzo muchas veces en el pasillo— dijo riendo avergonzada— que
vergüenza.
— ¿Por qué? — Preguntó Alex riendo, mirándole con ojos brillantes— haces
vida de casada con tu mujer, que sea un amargado no es culpa nuestra.
— Reconoce que nos pasamos a veces, sería como escuchar una película
porno.
Alex alzó unas cuantas veces las cejas:
— ¿Te gustaría hacer una película casera? — No dejaba de acariciar su
espalda desnuda, a la vez que se perdía en el azul claro— debe de dar mucho
morbo vernos después.
— Me daría mucha vergüenza.
Alex carcajeó un poco fuerte:
— Cuando te desinhibes ni sabes lo que es la vergüenza.
— Me llevas por el mal camino.
Alex sonrió, le agarró de la mano y cerró los ojos. Clara también cerró los
ojos, sin borrar su sonrisa:
— Lex.
— ¿Umm?
— De verdad quiero ir contigo mañana a ver a Aden.
No dio para mucho más la conversación, las dos cayeron al sueño de
Morfeo, normal después de montárselo en plan mezcla entre Dios Baco y
Safo de Lesbos.
Cuando Alex despertó sintió que había corrido una larga maratón, más
bien, un triatlón, agujetas hasta el pestañear. Se encontró a Clara sentada y
mirándola de forma tonta, en su mano tenía las carpetas con los documentos
que le Dios su padre:
— ¿Qué haces con eso?
— Lo he traído para que lo firmes— separó las carpetas— bueno para que
firmes lo que te apetezca hacer ¿William? O seguir de comandante en
industrial Medical Woods.
No es que se le hubiera encendido el reloj biológico a Clara, estaba en las
mismas. Pero, llegó a la conclusión de que Alex siempre acababa cediendo
muchas cosas que no le gustaban por la felicidad de ella, cuando Clara cedía
pocas cosas y se sentía como una egoísta de narices a su lado. Así que,
decidió que, en un futuro, sí que podían tener al menos un hijo. Alex miró
insegura las carpetas:
— Clara— le quitó la carpeta y le agarró de la mano— decidas lo que
decidas, te dije que estaría contigo siempre, no tienes por qué hacer esto si no
quieres.
¿Por qué Alex debía quedarse con las ganas? Por hacer feliz a Clara. Era el
momento del quid pro quo. Así que amplió su sonrisa:
— No digo que lo quiera mañana, Lex— le puso los documentos en frente—
pero, ayer me lo pintaste tan bonito— hizo un mohín— a pesar de todos los
berreos, pañales sucios y los “mamá cómprame esto, cómprame lo otro” sin
quitar el hecho de que si es niño evitar meterse en peleas— La morena
carcajeó— y si es niña aconsejarle para que no llegue con sorpresa.
Hizo el gesto de tripa embarazada. Alex esbozó una pequeña risita, se
incorporó un poco y tiró de la rubia para que le diera un beso. No iba a
negarlo, a la ojiverde en el fondo le hacía ilusión. Y Clara era feliz viendo
aquel brillo en sus ojos verdosos:
— Ni de coña me paso a technology Wiyatt— dijo apartando esos
documentos— por descarte, la sociedad, al menos seguiré a cargo de
Industrial Medical Woods— hizo un gesto de desagrado— estoy pensando
hacer un cambio de nombre, no quiero el apellido Woods.
— Adopta el de tu madre.
— Carey— hizo otro mohín— se me hace raro— firmó los documentos para
hacer la sociedad— ya veré cual poner, ¿adopto el de mi mujer?
— Price, mejor que no y ¿Qué tal si adoptas el de tu padre biológico?
Alzó las cejas en plan jocoso:
— Te diría, Clara, has acabado siendo una Wiyatt igualmente.
Clara agachó la cabeza. No lo había pensado mucho, pero había vivido dos
años de relación con William y salvo las últimas semanas de convivencia con
él, siempre fue bueno, atento, cariñoso, trabajador, le dio un poco la razón al
querer estar resentido. Parece ser que ambos hermanos son cabezotas, porque
si ninguno hace por tener un acercamiento, su relación sería así y quisieran o
no eran medio hermanos:
— Alex— la ojiverde le miró toda Happy— bromeas mucho con eso, que si
Wiyatt, que si William es tu medio hermano— la sonrisa de felicidad se
esfumó— pero es tú hermano por parte de padre y en el fondo no es mal
hombre.
— ¿A dónde quieres llegar a parar? Clara.
— ¿Por qué no tratas de al menos tener una relación cordial con él?
— Ya estoy intentando estrechar lazos con Maurice— soltó su mano y se
levantó, para irse a duchar, quería ir a ver a Aden, llevar los documentos a
Maurice y por sorpresas de la vida, momentos después recibió una llamada de
Olaya que le dejaría estupefacta— no me fuerces a que también lo haga con
William.
Se dirigió a la puerta del baño, agarró los juguetes sexuales y los llevó hasta
el lavabo para limpiarlos bien. Clara le siguió, no entendía esa reacción:
— No digo que seáis los mejores hermanos del mundo— se cruzó de brazos
— Seguro que no serías así con él si no fuera mi ex prometido. Ni él sería así
contigo, es bueno Alex si os dierais la oportunidad…
— Clara— dijo Alex apoyándose en el lavabo— No odio a William, ni
tampoco soy así con él porque sea tu ex— le miró y se acercó, pasando un
poco la mano sobre su pelo rubio alborotado— le tengo envidia— le agarró
de las mejillas— él estuvo aquí la mayoría del tiempo, te vio crecer y cuando
volviste de la universidad siguió estando. Eso es lo que me cabrea. A parte
que fue el primero en verte desnuda— achicó los ojos— a no ser que Finigan.
— NOO— dijo escandalizada, seguidamente agarró las manos de Alex—
Solo intenta ser cordial, él acabaría por ser afable contigo. Solo quiero que
estés bien— se abrazó a Alex— tienes a tu madre que te quiere, a tu padre
biológico que se preocupa por ti y un hermano.
Alex curvó la comisura de sus labios:
— Y una mujer maravillosa.
Las dos se miraron como dos auténticas adolescentes enamoradas. Alex ya
sabía que sus sentimientos a Clara eran fuertes, pero desde que se casaron
hasta ese momento, sus sentimientos fueron evolucionando a más intensos, lo
mismo le ocurría a la rubia. Alex se iba a inclinar para besarle, cuando la
llamada mencionada anteriormente ocurrió en ese instante. Era Olaya:
— Qué pasa O.
— Enciende los noticieros.
Alex fue hasta el salón y encendió la televisión. Lo primero que vio fue una
foto de Patrick y un montón de fotos de otra gente. Algunos los reconoció
como pertenecientes a la banda de su padre. Recordó que Nidia, Taylor y
Finigan fueron a una redada importante. ¿Le habían detenido ya? Cuando
subió el volumen, su corazón se detuvo. Clara, se puso a su lado, también se
sorprendió.
. En un intento de desmantelar a una de las mafias más importantes, la
redada dirigida por los agentes Green, Colman y Fisher de madrugada,
acabó siendo un fracaso, acabando con la vida de dichos agentes, más gran
parte de las autoridades que colaboraban en esa misión, la banda dirigida
por el capo Patrick Woods, también se vio afectada en la terrible explosión,
aun se sigue haciendo las pruebas de reconocimiento a los cadáveres,
fuentes policiales tienen la teoría de que el cabecilla de la mafia, el señor
Woods se encontraba en el interior de la casa…
Ninguna de las dos no sabía cómo actuar. Por una parte, Taylor había sido
un gran apoyo para Alex, le había dado buenos consejos. Nidia tampoco le
parecía mala chica, había vivido momentos muy intensos con ellas, cuando
una está en peligro junto con la otra persona, resulta difícil no estrechar lazos.
Pero, por otra parte, cabía la posibilidad de que Patrick ya hubiese dejado de
ser un problema:
— ¿Esa era la explosión que vimos anoche?
— Vamos— apagó la televisión— quiero pasar por comisaría antes de ver a
Aden.
Ambas se ducharon, se arreglaron y fueron hasta la comisaría, para hablar
con Allie. Aunque Alex solo le había visto una vez en su vida. Parecía una
mujer de muy malas pulgas, pero quería que le asegurase que Patrick había
muerto:
— Veo que te ha afectado un poco la muerte de Taylor.
— Nidia también, hasta Finigan— dijo a la vez que entraban en el
departamento del FBI— eran buenas personas, Clara.
Estaba andando por el pasillo que daba hasta el despacho de Allie, cuando le
vio, en plan fantasma, solo que se veía demasiado real. Clara también parecía
no entender nada, obviamente:
— Taylor.
Dijo Alex con el ceño fruncido.
Antes de explotar la bomba
Nidia cortó el cable rojo, los tres cerraron los ojos, esperando que la bomba
estallase, sin embargo, el cronometro paró en seguida. Pudiendo respirar
tranquilamente. Taylor mandó a un equipo TEDAX para que se encargarán
de ella.
Bueno, había sobrevivido, más miedo tenía a lo que se le avecinaba. Nidia
bajó y salió hasta la puerta, a lo lejos miró como la agente Fisher se acercaba
con paso decidido. Bueno, sea lo que Dios quiera, se dijo y se acercó a la
morena. Se esperó un té odio, un no quiero verte más o como llevaba
haciendo hasta el momento, zorra engreída. Finigan iba detrás de ella, tenía
algo en mente y debía hablarlo, claro que primero quería dejarles algo de
intimidad.
Nidia no escuchó ninguna de esas cosas que se le pasaba por la cabeza. Más
bien, como hizo con anterioridad en la furgoneta le plantó un buen beso.
Dejándole de nuevo sorprendida. Finigan arqueó las cejas, sorprendido
también. Aunque el beso no duró tanto como le hubiera gustado a Nidia, ya
que, la morena se apartó y ZASCA, un bofetón bien dado:
— Eres una gilipollas de mierda Nidia
Nidia se llevó la mano a la mejilla:
— Y tú una bipolar.
Viendo que las chicas se pondrían a discutir de nuevo, Finigan interrumpió:
— Chicas— las dos le miraron algo fulminantes, haciéndole tragar saliva—
dejar las discusiones para luego. ¿No habéis pensado que Patrick espera que
funcione su plan?
— ¿El de cargarse a su gente?
— Por lo que se escuchó en el video, iba para nosotros— las dos chicas
intercambiaron miradas— ¿por qué no le hacemos creer que ha ganado? A lo
mejor da así algún paso en falso y le atrapamos.
— Lo cierto— dijo meditándolo Nidia— no parece tan descabellada la
idea.
— Hablaré con los TEDAX.
Dijo rápidamente Taylor. Bueno al parecer todo era una estrategia para
hacer creer a Patrick que había ganado.
Capítulo 62 - Las cavernícolas también lloran
Olaya no era de las que le gustaba hacer reposo, no se iba a pasar todo el día
en la cama, aunque Ruth era todo lo contrario, le dejó en la cama durmiendo
como un tronco. Se bajó para hacer algo de desayuno, café solo. No era tan
golosa como para liarse a hacer algo demasiado laborioso. Se apoyó a la
encimera y encendió la televisión. Cuando vio la noticia en el que hablaban
de Patrick. Obviamente lo primero que hizo fue llamar a Alex, la conocía
demasiado bien, como para saber que esa chica tenía ese electrodoméstico
como decoración y ocupar espacio, nunca le veía:
— Que pasa O.
— Enciende los noticieros.
No mantuvieron mucha conversación, ya que el olor a café que embriagaba
toda la casa despertó a Ruth, que bajaba en plan Zombi por las escaleras:
— Buenos días.
Se acercó tambaleándose hasta la ojiverde y le dio un fugaz beso. Antes de
apoyarse en el mueble que había a espaldas de O. se puso de puntillas
intentando alcanzar el azúcar que estaba en el mueble de arriba. Olaya giró un
poco la cabeza y, bueno mirándole desde esa perspectiva. Camiseta ancha y
en braguitas, mostrando sus piernas morenas y ese culito. La noche anterior
debía reconocer que le dolía el cuerpo, pero viendo esa imagen, en ese
instante le comenzaba a doler otra parte de su anatomía. Después de todo, sí
que iba a desayunar algo más que café. Dejó su taza en la encimera y se
acercó a la pequeña la morena, sorprendiéndole cuando sintió sus brazos
rodear la cintura. Ruth ladeo la cabeza, en el momento que los labios
húmedos de O. comenzaron a recorrerlo a besos y lametones:
— Se supone que debes de estar en reposo.
— Se supone.
Ruth intentó girarse, pero Olaya se lo impidió:
— No— dijo quitándole la camiseta para dejar su torso desnudo y disfrutar
de las vistas— quédate así.
La pegó más a ella, a la vez que con ambas manos masajeaba ambos senos,
no fue directa al centró más sensible, más bien se tomó su tiempo, con la
yema de sus dedos comenzó a hacer leves caricias desde el centro hasta
abarcarlo por completo, estimulando cada terminación nerviosa alrededor, el
aliento de Olaya en su oreja era un plus para la excitación, de nuevo,
ignorando sus pezones, ya erectos volvió a acariciar sus formas, como si con
sus manos hiciera la forma de un sujetador, Ruth entre gemidos apoyó la
cabeza sobre su hombro y pegó su trasero en la entrepierna de O. que
comenzó a acariciar con los dedos gordos la aureola, sobreexcitándole. La
ojiverde sonrió, como Ruth se derretía a las caricias de sus manos, de sus
dedos gordos girando sus pezones duros:
— Joder O. — dijo con voz entre cortada y tragando saliva, inevitablemente
moviendo la cadera por la excitación— como puedes ser tan buena.
Ruth acariciaba las piernas y glúteos, también musculosos de la ojiverde, que
riendo por lo bajo atacó más duro, dejando su mano izquierda jugando con su
pezón mientras que la mano derecha la bajaba por su abdomen y acariciarle
por encima de la ropa interior, acariciando su punto más sensible. Ruth llevó
una mano a la nuca de O. para pegarle más a ella, mientras que, con su otra
mano, más impaciente fue a parar a la entre pierna, introduciéndose en sus
braguitas, para acariciar su punto húmedo y caliente, haciendo que suspirara
sonoramente en su oído, incitada a hacer lo mismo para deslizarse dentro de
Ruth. Haciéndole gemir más fuerte. Convirtiéndose en un pequeño baile al
compás, deslizamiento al interior, frotis, deslizamiento al interior, frotis.
Movida por el deseo, O. se apartó para agacharse y quitarle las braguitas,
inclinó a la morena en la encimera y buscó su obertura para darle más fuerte:
— ¿Te gusta cariño?
Le susurró al oído a la vez que le daba fuerte:
— Si, ahh, si no pares O. me voy a correr.
Olaya sonrió, llenándole de besos su espalda, mientras seguía penetrándola
sin cesar. Y como Ruth era muy clara en situaciones como aquella, no dudaba
en decir lo que le apetecía:
— Quiero correrme en tu boca.
— ¿Eso es lo que quieres? — Preguntó Olaya con voz ronca— tendré que
complacerte preciosa.
Le giró con brusquedad para queda cara a cara y se agachó, para complacer
los deseos de Ruth, que enseguida sintió su boca presionando y explorando
todo su sexo, agarrándole de los pelos y atrayéndole a un más, la morena
miró hacía bajo, notando la mirada desafiante de O. eso era muy excitante,
los gemidos que se le escapaba en su humedad, mientras disfrutaba
devorando toda su entrepierna, una mano aferrando su glúteo, mientras que
con la otra buscó de nuevo su obertura. Terminando por enloquecerla:
— Si, Joder, Dios, O. — Se agarró a la encimera, mientras acompañaba con
movimientos de pelvis— me voy a…— en el momento que comenzó a decir
aquello, sintió más presión en su interior en el punto más placentero, pasando
de formular una frase en futuro a una de presente— Me corro.
Los dedos de O. siguieron en su interior, formando presión en el punto que le
hizo vibrar, mientras con su lengua disfrutaba de toda la humedad. Cuando
por fin terminó siguió agachada para subirle de nuevo las braguitas:
— Esto sí que es un buen desayuno— chupó sus dedos de forma sensual—
estas demasiado rica.
Ruth carcajeó y le dio un pequeño puñetazo en el hombro. No era de las que
se paraba a mantener una conversación post coital, ni era de las que se
entretenía en abrazarse y darse de besitos. Eso no quiere decir que nunca lo
hiciera, solo que no es su estilo:
— Anda alcánzame el azúcar que me has dejado sin fuerza en las piernas.
— Si mi señora— le dio el azúcar— me voy a arreglar, que tengo cosas que
hacer en la empresa.
Ruth bebió un sorbo de su café:
— No— dijo con determinación— tienes que estar en reposo ¿qué pasa solo
trabajas tú en esa empresa o qué?
Olaya curvó la comisura de sus labios:
— Hoy Alex tiene cosas que hacer y por lo que he visto en las noticias— le
dio una palmadita en el trasero antes de regresar hasta donde estaba su taza—
no tendrá cabeza para nada, no puedo dejar sola a Helena.
— ¿Qué has visto en los noticieros?
— Patrick Woods puede que haya muerto en una redada.
Después de la redada y de que por casi muere gente inocente. Tanto Taylor,
Colman y Nidia regresaron al departamento del FBI para comenzar con los
papeleos. Cada uno por su lado. Digamos que la agente Fisher sintió alivio al
ver que Nidia salió con vida. Pero seguía cabreada. No sabía que narices le
pasaba a esa chica. A veces sentía que, si le interesaba e incluso Respondió a
sus dos últimos besos, pero otras veces se comportaba como una gilipollas.
Sintió curiosidad de investigar su pasado. Tampoco lo tenía tan complicado.
Pero no era de las que se metían en la vida privada de sus compañeros.
Ya era de mañana y después de detallarlo todo, junto a Colman:
— Voy a llevar esto al archivero.
Dijo Colman mientras bostezaba:
— No— se levantó, tú vete a descansar, Finigan asintió y agarró su chaqueta
— por cierto Finigan— éste se giró para mirarle— ayer te comportaste
genial, cuando quieres puedes ser un tío muy legal.
— Somos compañeros— le guiñó el ojo— nunca hay que olvidarnos de ese
detalle.
Se giró y se perdió por los pasillos. Taylor fue dirección contraria, hasta la
habitación de los archiveros. Ahí estaba, la agente Fisher puso los ojos en
blanco ¿siempre tenían que reencontrarse en el mismo lugar?
Nidia estaba con una carpeta abierta en la mano, mientras que en la otra
sostenía medio sándwich mordisqueado. Fisher abrió el cajón
correspondiente para guardar la carpeta. Ganándose una mirada de la otra
chica. Al parecer, la morena no tenía pensado ni dar los buenos días:
— Agente Fisher...
— ¿Cómo era? — Le cortó Taylor haciéndose la pensativa— hay cosas que
es mejor dejarlo como están.
Cerró el cajón y se dispuso a salir, pero en está ocasión fue Nidia quien se lo
impidió:
— Y es lo mejor, pero me gustaría disculparme— desde luego sonaba
arrepentida— Taylor, eres un buen agente...
— Con un cuerpo bonito que sirve para calentar...
— No es cierto— dejó la carpeta que tenía en sus manos a un lado— Me
gustas agente Fisher, pero no me gusta que me gustes— Taylor frunció el
ceño— me agobio y tiendo a herir a la gente que me importa.
Taylor suspiró sonoramente y se movió nerviosa antes de encararle:
— No te entiendo Nidia, y de verdad que me gustaría ¿Cuál es el dichoso
problema?
— Ya sabes cuál es el problema, te lo dejé bien claro— dijo entre dientes,
Taylor se echó el pelo para atrás y le dio la espalda— por la forma que nos
comportamos ayer por la bomba deberías saber que nos jugamos la vida día a
día. Si dejamos que esto que tengamos afloren y el día de mañana pasa algo y
salgo herida o viceversa.
Fisher se puso con los brazos en jarra y de nuevo le encaró:
— Llevo años siendo agente, Nidia, he perdido compañeros en el camino, por
esa razón yo no tengo miedo a vivir día a día. Esa es la diferencia entre tú y
yo. No tengo miedo a vivir, prefiero morir habiendo disfrutado de la vida.
— Y mientras tu estés en el más allá, los que quedamos en el mundo nos
jodemos al haberte perdido.
Taylor achicó los ojos, desafiante, no tenía pelos en la lengua ni si quiera
para preguntar de forma descarada:
— ¿A quién perdiste para comportarte así?
— Eso es algo que no pienso contestarte.
Fisher cansada de esa conversación que no iba a ningún lado, intentó pasar de
nuevo a su lado, pero Nidia se interpuso, lo intentó por el otro lado y de
nuevo se lo impidió. ¿Pero a qué narices estaba jugando? Ya cansada le
agarró de los brazos para empujarla a un lado. La agente Green soltó el
sándwich cayendo al suelo, se soltó de Taylor y después de ese forcejeo le
atrajo para chocar sus labios, en un principio Taylor quiso resistirse, pero le
fue imposible, abrazándose a Nidia a la vez que profundizaba su beso. Que,
pasándose de efusiva, empujó a la morena contra una de las estanterías:
— Mierda.
Se quejó Taylor poniendo gesto de dolor:
— ¿Qué?
— Me he clavado la puta estantería en la espalda.
— Perdona.
Se disculpó Nidia, a la vez que la giraba para acariciar la zona golpeada:
— ¿Mejor?
Preguntó con dulzura, ninguna dejaba de mirar sus bocas con deseo. Nidia
volvió a acercarse, esta vez con más lentitud y cuando estuvieron a punto de
besarse de nuevo alguien entró, Nidia, actuando rápidamente, fingió practicar
la maniobra de Heimlich, Taylor en un principio no sabía qué hacía hasta que
Green comenzó a decir:
— ¿Se encuentra mejor Fisher? — le dio unas palmaditas en la espalda—
Debe tener cuidado con los sándwiches si se atraganta tan fácilmente
Taylor se llevó una mano a la garganta asintió y se puso a carraspear:
— Gracias agente Green.
Nidia asintió cogió el sándwich que estaba en el suelo y salió no sin antes
decir al compañero que entro al archivero:
— Sándwiches, pueden ser traicioneros.
Taylor la siguió:
— Es el pollo que estaba muy seco.
El agente miró el trozo sándwich, era de atún con tomate, alzó una ceja sin
decir nada y vio como ambas salían del archivador.
Ambas se miraron. Que eficacia tenía Nidia para esas situaciones tan
incomodas. Taylor Abrió la boca para decir algo cuando Allie asomó la
cabeza de su despacho y le llamó casi a pleno pulmón. Así pues, fue sin decir
nada. Nidia iba unos pasos más atrás, cuando miró por el otro pasillo, Alex
acompañada de su mujer, Taylor también las vio, saludándolas con las manos
y dedicándole una sonrisa amplia. Alex era atractiva, su atractivo no pasó
desapercibido ni para la misma Nidia y también era conocedora de la
atracción que sentía la agente Fisher por esa ojiverde. No es que le
desagradase Alex, en el fondo podían estar en un sitio y bromear sin parar,
solo que la agente era algo rencorosa y ver a Taylor besarle aun lo tenía como
una espinita. Que, al mirar a Clara, supo cómo sacárselo.
Nidia se acercó hasta Woods, que le regaló una sonrisa afable:
— Vi en las noticias que habíais muerto, me alegra que no haya sido verdad
— Todo es una estratagema para que Patrick piense que tiene vía libre.
Alex se removió nerviosa:
— ¿Cómo? ¿Ha escapado de nuevo?
Nidia negó con la cabeza:
— Ni estaba en la reunión, todo fue una trampa para eliminarnos— Fijó su
mirada en Alex— por cierto, ¿te acuerdas que pasó con Taylor cuando
dejaste a Aden?
Alex sonrió nerviosamente. De ese asunto Clara no tenía ni idea. Vamos que
no fue para tanto, ni si quiera fue ella quien besó a Taylor:
— Ya me la cobraste con un puñetazo.
Nidia amplió su sonrisa. Dio un paso y sorprendiendo a Clara aferró de sus
mejillas y le dio un beso. También insípido, ni demasiado largo, solo unos
segundos, como quien besa a su madre. Alex abrió la boca:
— ¿Pero tú quieres que te parta la cara?
— No— dijo ignorando de nuevo a una rubia un tanto ruborizada— ahora sí
que estamos en paz Woods, por cierto, andaros con mucho cuidado no
sabemos cuál va a ser el siguiente paso de Patrick.
Y se abrió paso para seguir su camino. Alex sonrió traviesa:
— Con que estamos en paz— alzó una ceja— ¿Eso quiere decir que Taylor y
tú?
— Alex— dijo Nidia enseñándole el dedo corazón— metete en tus asuntos
Woods.
Y se perdió por los pasillos. Clara miró sin entender una mierda a Alex:
— No conozco a Nidia— dijo confundida— pero ha sido como ver tu reflejo.
— ¿Qué dices? — Preguntó ofendida— yo soy más atractiva y beso como los
ángeles.
— Como los demonios más bien.
Taylor pasó al despacho de Allie. A lo mejor quería hablar sobre la misión, la
redada o cualquier cosa que tuviera que ver con el caso de Patrick Woods, sin
embargo, la sorprendió, Allie estaba sentada detrás de su escritorio e indico
que tomara asiento:
— Agente Fisher, últimamente me he fijado como os comportáis tú y la
agente Green...
— Si teme que interfiera en nuestro trabajo.
— ¿No lo niegas?
Preguntó Allie cruzándose de piernas:
— ¿Qué nos llevamos mal? — Fingió la morena— bueno tú misma has
dicho...
Paró cuando Allie comenzó a carcajear sonoramente:
— Dios las cría y ellas se juntan— parecía más relajada que otras veces—
sois tal para cual. Verás llevo trabajando con Nidia desde que apenas era una
cadete, la conozco al dedillo y digamos que por mucho trates de fingir, se
nota a la legua que te gusta.
— Y esto me lo comentas ¿Por?...
— Puede que me meta donde no deba, pero quiero a Nidia como a una
hermana y lo cierto es que deseo su felicidad— dibujó una sonrisa— me da
en la nariz que tú puedas conseguirlo.
— Lo dudo, demasiado cabezota.
Dijo Taylor apoyándose en el respaldo de la silla. Aunque el beso de antes le
volvió a descuadrar. Le dijo claramente "no" pero toma beso y como besaba,
conseguía encender cada parte de su cuerpo:
— Juegas con desventaja— le guiñó un ojo— te puedo aconsejar.
En ese instante, Allie paso de zorra engreída a zorra maja. Taylor la miró
cómplice.
— Te escucho.
De las dos, quien más nerviosa estaba era Clara. No conocía mucho al niño,
solo le había visto una vez y justo cuando discutió con Alex. Aun no se le
olvidaba que su madre había muerto en el mismo lugar que estuvo la morena.
Les tocó esperar en una salita, para que trajeran al niño. Allie tenía muchos
contactos y gracias a ella, no solo le permitían ir a visitarlo, si no que podían
salir durante unas horas y la ojiverde ya sabía dónde ir. Una chica entró en la
salita con el niño, que al ver a Alex enseguida dibujó una sonrisa en su carita
y fue corriendo a abrazarle:
— Alex.
La morena se agachó y le cogió en brazos:
— ¿Qué pasa campeón? — Miró a la chica— ¿de verdad que podemos salir?
— Siempre que le traigas a la hora que se te ha dicho— dijo la chica
amablemente— ningún problema
Al menos esa chica no era tan seca como la señora Rottenmeier. Alex le
dirigió una mirada de gratitud antes de girarse para quedar frente a Clara:
— ¿Te acuerdas de Clara?
— Si— dijo el chico tímido— Hola.
Clara curvó la comisura de sus labios y saludó con la mano. Sintiéndose
como una tonta. Pero no le resultaba tan fácil interactuar con el cómo lo
estaba haciendo Alex.
No fueron muy lejos la verdad, pero si fueron a un lugar con mucho
significado para ambas. Justo en el parque donde estaba la noria. De noche
era precioso, pero de día no quedaba mucho atrás, había más gente y estaba
animado. Había un hombre vendiendo globos de helio, puestos de algodón de
azúcar, otros para conseguir peluches derribando monigotes, Aden estaba en
su salsa y la morena también. Sorprendiendo a Clara una vez más, la
capacidad que tenía Alex de ser un auténtico encanto. De hecho, estaba atenta
a los dos, y complaciéndoles a los dos. Que Aden quería un globo, le
compraba un globo, que quería algodón de azúcar, se lo consentía y cuando
vio a la rubia mirar un peluche con deseo, no tardó en acercarse al puesto
para querer conseguirle un peluche:
— No hace falta de verdad.
Decía Clara sin dejar de reír:
— Quieres uno y te lo voy a conseguir.
Dejó al pequeño Aden encima del mostrador y sacó su cartera para que le
dieran un bol con pelotas, el juego consistía en derribar tres muñecos para
llevarse el peluche, lo estaba haciendo muy bien, hasta que de refilón miró
como él chico miraba empanado el canalillo a Clara:
— Mis ojos están aquí arriba.
Se quejó incomoda la rubia, el chico con sonrisa traviesa iba a decir algo
cuando una pelota impactó en toda su cara. El tío miró de mala gana a la
ojiverde, que sonreía satisfecha:
— ¿Se puede saber de qué vas tía?
Alex le miró fulminante y habló tajante:
— Punto uno: no soy tu tía así que algo de educación "tronco"— lo último lo
dijo haciendo el gesto de las comillas con los dedos— Punto dos: tenía que
derribar payasos y es lo que he hecho, exijo mi peluche.
El chico miró a los muñecos que tenía que derribar:
— Solo hay dos caídos.
— Alex.
Intentó calmarle Clara, pero no sirvió de nada:
— Verás payaso, la pelota era demasiado pequeña para derribarte— levantó
la mano— pero estos cinco nudillos pueden dejarte k.o. Así que la próxima
vez miras a una mujer con más respeto, capullo.
El chico le miró fulminante, agarró el peluche de mala gana y se lo tiró a la
cara:
— Ahora largo antes que llame a seguridad.
Alex le dio el peluche a Clara y bajo a Aden del mostrador:
— Con mucho gusto— le enseño el dedo corazón— payaso.
Clara agarró la manita a Aden y comenzó a empujar a Alex para alejarle de
aquel puesto:
— ¿Siempre tienes que andar liándola parda?
Dijo fingiendo descontento, pero estaba claro que Clara disfrutaba cada vez
que Alex salía en su defensa:
— Empezó él al mirarte de forma tan lasciva.
— Tú también me miras igual y a todas horas.
Pararon en medio del paseo y el pobre niño mirando a las dos chicas:
— No es lo mismo, soy tu mujer.
— ¿Para esto quieres que tengamos hijos? ¿Qué clase de educación les
darías?
Alex sonrió:
— Una en el que salgan en tú defensa y si hace falta dar puñetazos se da.
— Se defenderme solita, Alex. No puedes ser una retrograda y hacer que los
niños crezcan siendo unos cavernícolas.
Miró a Aden y le señaló con el dedo índice:
— Lo que has visto antes ahí no se hace, hay que tener respeto, aunque no lo
tengan contigo.
El niño asintió, aunque no entendía nada la verdad. Alex no seguiría la
discusión. Más bien sonrió como una tonta. Clara frunció el ceño:
— Ahora ¿Qué?
— Nada, sigamos con el paseo.
Dijo rodeándole los hombros con un brazo, ya que Clara sostenía con una
mano el peluche y con la otra agarraba al pequeño. Ignorando cuan pringosa
tenía la manita, en otra ocasión ya habría puesto un mohín de asco, ya más
adelante del paseo. Alex se inclinó y le susurró a la rubia:
— Lo que dijiste antes señorita Price, es lo que diría una madre a su hijo— le
guiñó un ojo— ves, tampoco se te dan tan mal.
Clara sonrió hasta que sintió que Aden tiraba de ella:
— Una noria.
Dijo el pequeño Aden, Alex miró su reloj, aun daba tiempo:
— ¿Te gustaría montar Aden?
— ¿Puedo?
En el fondo él chico era muy educado, se lo estaba pasando como nunca.
Alex lo sabía, la clase de vida que llevó el niño estaba muy lejos de haber
pasado una sola mañana en ningún parque, ni si quiera en ningún colegio y al
menos hasta que pudieran darle una casa de acogida, ella tenía la ilusión de
poder darle todo lo que un niño le hace feliz. Miró a Clara traviesa:
— Pues entonces vamos.
— ¡Ay no!— miró suplicante la rubia— monta tú con él y yo me quedo aquí.
— Ni lo sueñes— ahora fue Alex quien empujó a Clara— de esta no te libras.
Ambas sentadas en cada lado y Aden sentado en medio, bien sujeto para
evitar caerse. El chico miraba fascinado primero arriba para ver cómo se
elevaban a lo alto, luego miró a bajo:
— Que pequeña se ve la gente.
— Yo no miro a bajo
Añadió Clara, agarrada al peluche. La morena tenía el brazo apoyado en el
respaldo, justo alcanzaba acariciar el rostro de Clara, haciendo que ésta
mirase al lado y se encontrase con el verde brillante de su mirada, a la luz del
día eran incluso más preciosos. La rubia apoyó la mejilla en su mano
mientras se sonreían:
— Que cerca estamos del cielo— dijo Aden embobado, ambas bajaron las
miradas y vieron como el niño saludó al cielo con su manita— seguro que mi
mamá nos estará viendo ahora.
Alex le acarició el pelo, antes de besarle en la sien:
— Estará muy feliz de verte sonriente campeón
— Gracias, Alex— dijo el niño abrazando a Alex, que para sorpresa de
ambas se giró al lado de la rubia y también le dedicó un abrazo— gracias,
Clara.
Vale, eso era nuevo, normalmente los niños salían huyendo despavoridos de
ella y viceversa. Después de unos segundos, le devolvió el abrazo. Bueno, ese
niño sería la excepción.
Al final terminaron sentados en una terraza tomando un batido antes de
llevarle de vuelta. Aden y Clara pidió los vasos más pequeños, menos Alex,
la muy glotona se pidió el más grande. Aden se lo pidió de chocolate, Clara
pidió el más sano y Alex se pidió uno de helado de fresa. Que al final acabó
convenciendo a la rubia de que bebiera un poco:
— Me voy al baño que me estoy haciendo pipi— dijo Alex levantándose—
pago y nos vamos.
Bueno, esa era la prueba definitiva, en toda la mañana no se habían quedado
solos ni un momento:
— ¿Te lo has pasado bien?
Intentó tener una charla con el pequeño. Debía de ser fácil, es decir, Alex
podía parecer de lo más infantil muchas veces:
— Nunca me lo he pasado tan bien— lo cierto es que el niño parecía más
maduro para su edad— mi mamá y yo solo salíamos de la casa cuando los
hombres malos querían y siempre donde ellos nos llevaban. Nunca he estado
en un parque.
— La semana que viene podemos volver si quieres.
Dijo la rubia con el corazón en un puño:
— Gracias.
Agradeció antes de beber de la pajita. Clara curvó la comisura de los labios.
Bueno, no estaba siendo tan espantoso aquello. Alex regresó poniendo cara
de alivio:
— ¡Uf!, cada vez parezco más una abuela aguantándome menos las ganas de
orinar— miró a ambos sonriente— ¿Nos vamos?
Momento duro fue el de la despedida. El niño ya tenía claro que solo podía
ver a Alex una vez a la semana, incluso de los dos, quien peor lo pasaba era
la morena. Quien se mantuvo un buen rato abrazado al pequeño:
— Pórtate bien, campeón.
Clara se agachó para ponerse a su altura, no se iba a liar a darle un abrazo
igual de largo igual que Alex, más bien fue Aden quien tuvo el gesto
afectuoso dándole un beso en la mejilla. Y le vieron marchar con la chica
amable. Solo en ese instante Alex se giró para dar la espalda a Clara y
retirarse una lagrimilla. La rubia se puso a su lado y la morena intentando
hacerse la graciosilla para quitar hierro al asunto:
— ¿Qué pasa? Las cavernícolas también lloramos.
La rubia se puso de puntillas y le dio un beso dulce en la mejilla:
— Eres la cavernícola más maravillosa del mundo.
Alex curvó la comisura de sus labios y salieron de ahí, solo para dirigirse al
hospital. Ya había hablado con Maurice, para que William fuera y firmara los
documentos. Escuchar aquello le llenó de satisfacción al señor Wiyatt.
Patrick, regresó a la ciudad de Portland, aun se movía precavido para evitar
que le vieran y le reconociesen. Sin embargo, entre el cambio de imagen y
que solo se movía por los tugurios, no corría riesgos. Estaba en un club de
mala muerte, sentado viendo como una chica escuálida y al parecer adicta al
crack, bailaba sobre el escenario. Romero, después de hacer unas llamadas se
sentó a su lado:
— He hablado con todos, están en sus puestos. Nadie sospecha así que todo
debería ir sobre ruedas. Tan solo tenemos que pensar donde tender la trampa
a Alex, debe ser lejos para que no tenga ninguna opción.
— Eres retorcido Romero.
Dijo Patrick carcajeando:
— Dijiste que estabas obsesionado con ella, bueno es una bonita forma de
hacerla sufrir— curvó la comisura de los labios— ¿por qué matarla jefe? Está
muy buena y aun es una chuchería para esclavizarle.
— No quiero que sea de nadie— dijo más seriamente— si no está muerta,
será mi esclava.
— Lo que tú digas jefe— suspiró— ¿entonces el sábado?
— El sábado— tiró una colilla a la chica que bailaba, haciéndole sentir más
humillada— que disfrute un poco más de felicidad.
Capítulo 63 - De tal palo tal astilla
— ¡Ey! Viejo gruñón
William iba de camino al ascensor para subir a planta, cuando se cruzó con
Gina. El chico pulsó el botón, guardó las manos en los bolsillos y sonrió
tímidamente:
— Estas en todos los lados doctora.
— Es lo que tiene ser jefa de Psiquiatría
Dijo posicionándose a su lado. La sonrisa de William se le borró al instante,
odiaba a los loqueros. Gina carcajeó más sonoramente al ver la expresión del
moreno, le Dio una palmadita en el hombro:
— Eres muy inocente señor Wiyatt— agarró la tarjeta de identificación — Y
poco observador, soy pediatra ¿Ves?
Las puertas del ascensor se abrieron y los dos entraron, William esbozó una
sonrisa y señaló el bolígrafo que llevaba en el bolsillo de su bata:
— Ya decía yo ¿el elefante del bolígrafo calman a los chiflados? O ¿te has
vuelto una?
— ¿Quién sabe? Los animalitos son agradables— estaban llegando a la
planta en el que se apearía Gina ¿no me llamaste?
— ¿querías que lo hiciera?
De nuevo las puertas del ascensor se abrieron. Gina puso la mano en una de
las puertas para evitar que estas cerraran y miró divertida a William:
— Un pequeño consejo señor Wiyatt, cuando una chica le da un número de
teléfono es por algo.
Amplió su sonrisa y le guiñó un ojo antes de seguir su camino, cerrándose las
puertas tras de sí. Podían considerar a William uno de los empresarios más
atractivos, pero en cuestión de mujeres era un ignorante. Solo se había
sentido atraído por dos, una era su ex prometida y la otra, le recorrió un
escalofrío por la espalda, resultó ser su media hermana. Gina no estaba mal,
era alegre y divertida, quizás sí debería replantearse en darle una oportunidad.
Bajó en la planta donde estaba Maurice y sin darse cuenta que iba sonriendo
como un estúpido. Solo se le borró cuando entró en la habitación y ahí les
encontró a los cuatro:
— Vaya— dijo más serio— reunión familiar en el hospital.
¿Es que no podía sentirse ofendido? Cada vez que miraba a Clara, sentía que
le había tomado como gilipollas. ¿Cuánto tiempo estuvo burlándose de él
mientras se veía con Alex? Seguro que se rieron de lo Lindo a sus espaldas.
No quería que fueran arrastrándose, ni si quiera que volvieran a su vida, pero
se conformaría con un "fuimos unas desconsideradas, discúlpanos William
por tratarte como un imbécil" solo entonces, quizás sería un pelín más
amable:
— Si te desagrada nuestra presencia— dijo Alex seriamente— solo firma los
papeles y puedes largarte por dónde has venido.
— Alex.
Le susurró Clara:
— Este es un sitio público, Alex— dijo William con chulería— no eres
quien, para echarme, y si quieres que firme agradecería un poco de
educación, un por favor no estaría de más— se puso con los brazos cruzados
— pero que puedo esperar de una salvaje
— Alex.
Volvió a susurra Clara, agarrándole de la mano. Como diciendo, serénate. La
ojiverde intercambió miradas con la rubia, suspiró y fingiendo una agradable
sonrisa, miró a su hermano:
— ¿Serías tan amable de firmar los papeles y perderte de mí vista? Por favor.
— Eres una desagradable.
Clara se llevó la mano a la cara, dándose por vencida. Alex estaba
empezando a replicar:
— Y tú eres un...
— Ya vale los dos.
Cortó Maurice ya enfadado:
— No pido que os llevéis como hermanos, pero al menos comportaros
delante de mí— señaló a William— no te eduqué para que seas tan
desagradable y tú— señaló a Alex— que quiera estrechar lazos contigo no
quiere decir que te permita todo, somos adultos por el amor de Dios, no críos.
— Será mejor que te tranquilices, no debes ponerte nervioso.
Dijo Alice poniéndole una mano en el hombro libre de balazo. Ambos se
miraron desafiantes. Al parecer los hermanos Wiyatt eran de lo más
cabezotas y de lo más orgullosos. Menuda puntería tenía Clara. William,
refunfuñando entre dientes, agarró los dichosos documentos y los firmó de
mala gana. Quién sabe, a lo mejor así se iban en cuanto antes, porque él no
les iba a dar el gusto de irse. Se sentó en una de las sillas más alejadas y alzó
una ceja, como diciendo "os jodéis porque no pienso irme". Alex se fue a la
otra punta e hizo lo mismo, cruzándose de brazos, parecían dos niños chicos.
Las únicas que terminaron por dar conversación fueron Alice y Clara. Ya
después de un rato escuchando, los típicos consejos de abuela "debes de
descansar" "tomate unos días libres" "abrígate te vas a enfriar" ni que su
padre fuera un niño chico ni un anciano, salió a por un café guarro que
ponían las máquinas expendedoras, quien sabe, a lo mejor ocurría el milagro
y Gina se cruzaba con él, alegrándole de nuevo el día, pero eso era demasiada
casualidad, por el contrario, quien le siguió fue, la salvaje de su hermana.
Éste puso los ojos en blanco, se apartó suponiendo que quería un café. Pero
no, más bien se guardó las manos en el bolsillo y comenzó a hablar, más bien
se obligó a hablar.
Alex dentro de lado cavernícola y ordinario, en el fondo acababa
complaciendo a Clara, por eso estaba ahí, no por ella misma, si no por Clara,
porque se lo había pedido, así que, se puso enfrente de William y musitó en
voz baja, casi de forma inaudible:
— Disculpa.
— Perdona, no te he escuchado— siguió haciéndose el duro— pero creo
haber escuchado de tus labios una disculpa.
— Reconoce que últimamente has sido un capullo, Will.
— Me diste motivos, "Lex"— dijo con berrinche— ¿tengo que ser yo el que
se deje humillar? Te interpones en mi relación y para colmo tengo que
sonreírte y ser de lo más cordial. Un poquito de empatía bonita, tú no eres
para nada inocente tampoco y si tuvieras un poquito de consideración a los
demás y dejases de ser tan egoísta, sabrías que como mínimo merezco una
disculpa por vuestra parte.
— ¿Piensas que lo hice a posta? — sacó sus manos del bolsillo para señalarse
así misma— yo no lo busqué William— ¡uy! que mentira— el enamorarme
de Clara digo— se corrigió— es bonito hacerse la víctima, pero bien que te
has ganado mi aversión comportándote como un auténtico capullo.
— Claro como tengo que dejarme insultar por la señorita Alex Woods.
Alice y Clara estaban a unos metros observando la escena. Alice dio unos
pasos para intervenir. Cuando Clara le interrumpió agarrándole de la muñeca
y negó con la cabeza:
— Al final acabarán matándose.
Dijo la madre de Alex posicionándose de nuevo al lado de Clara. La rubia se
cruzó de brazos y negó de nuevo con la cabeza. Era la ventaja de ésta, que los
conocía lo suficiente:
— No, son cabezotas, obstinados y orgullosos. Pero al final alguno acabará
cediendo, tarde o temprano.
— Menuda puntería has tenido— señaló a los hermanos que aun discutían,
alzó una ceja y miró a Clara, ahora que Alex estaba distraída iba a provechar
la oportunidad— ¿Bueno y los nietos para cuándo?
Clara puso los ojos en blanco:
— O señora Wo... Carey— se corrigió— ya le dejamos claro que para más
adelante.
— Ya, ya lo sé— dijo agachando la cabeza— pero una se hace vieja y me
gustaría poder disfrutar de ellos mientras pueda, podría cuidar de ellos
mientras vosotras— alzó un par de veces las cejas— ya sabéis tenéis
intimidad
En ese momento Clara sintió como se ruborizaba:
— Definitivamente— dijo con voz vergonzosa— Alex heredó muchas cosas
de usted.
— Lo dices por el atractivo ¿Verdad?
Desde que Patrick desapareció de su vida, Alice era otra mujer diferente,
menos oprimida. Volvió a vestir de forma colorida, sonreía más y de verdad,
no la típica sonrisa falsa para aparentar que era feliz, e incluso soltaba joyitas
como esa. Desde luego, de tal palo, tal astilla. Clara suspiró y decidió
regresar a la habitación, que Will y Alex se mataban, bueno de algo estaba
segura, tarde o temprano acabarían como mínimo aguantándose. William no
era de los que odiaban eternamente, eran de los que tenían el berrinche y
Alex, bueno, tarde o temprano acababa por dar su brazo a torcer. Quisieran o
no, en ese sentido ambos eran igualitos.
Al final los dos regresaron a la habitación con el rostro rojo, la vena del
cuello estaba más que hinchada. En el fondo Clara no odiaba a William, no se
enamoró de él, pero eso no quita que le llegase a querer, esa escena le pareció
extrañamente una ricura, los hermanos con sus berrinches y reconociéndolo,
cuando Alex sacaba su carácter le ponía a tono. Como Maurice evolucionaba
favorablemente, le iban a dar el alta al día siguiente, así que en un intento de
"estrechar lazos" o al menos tener una relación afable, llegaron a la
conclusión de cenar los cinco juntos.
Al único ser que en la vida contradeciría William, era su padre, que muy a su
pesar, por enfadado que estuviera por abandonar a su madre, Maurice Wiyatt
era su ídolo y, por el contrario, Alex por mucho que refunfuñase, no le
contradeciría a Clara, así pues, esa cena era un echo sí o sí.
Así que él chico moreno, dándose por vencido, se acercó hasta su padre y le
dio un beso en la frente. Percatándose de la mirada divertida que le dedicaba
Alex, éste le respondió con otra ¿Qué pasa? Los chicos besamos también
besan a los padres.
Sin embargo, Alex era más reacia a mostrar sus sentimientos, se acercó a
Maurice y le dio unas palmaditas en el hombro sano:
— Espero que se reponga pronto, señor Wiyatt.
Con su madre, aunque le costó un poco fue más afectiva, dándole un fugaz
abrazo. Carraspeo y se despidió:
— Bueno, ya nos veremos mañana en la cena.
Por otro lado, Clara fue más encantadora y se despidió de ambos con un beso
en la mejilla. Para asombro lo que dijo Alice:
— Por favor Clara, llámame mamá.
— Clara, ¿Nos vamos por favor?
Rogó Alex en cuanto escuchó decir eso a su madre. Clara se aguantó las
ganas de reír mientras salía de la habitación y se encaminaban al ascensor:
— Ahora la tengo que llamar mamá.
— Calla.
Dijo Alex apretando más seguidamente el botón del ascensor. Como si
aquello iba hacer que el cacharro fuera más rápido. Dentro de lo malo, aquel
día no era tan horrible, pensó Clara. La mañana, había sido muy emotiva y
para nada pavoroso. Aden podía ser muy encantador y entendía como Alex se
derretía por él. La rubia frunció el ceño y meneó la cabeza al darse cuenta de
las cosas que pensaba. Eso era Alice y Alex, que le estaban metiendo ideas en
la cabeza:
— ¿Qué te pasa? — Preguntó la ojiverde acariciándole la espalda— de un
momento a otro te has quedado pálida.
— Me imaginado...— dijo poniendo una sonrisa traviesa— llamando a tu
madre, mamá.
Alex puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Clara soltó una pequeña
risita, se puso delante de la morena y le rodeó con los brazos:
— Hay que reconocer, que Alice y tú sois muy parecidas.
— Ni de coña— dijo devolviéndole el abrazo— este atractivo fue creado en
el mismísimo monte Olimpo, soy única en mi especie
— Baja modestia que sube Alex.
Dijo carcajeando Clara:
— Reconoce que algo de razón llevo.
Clara negaba con la cabeza mientras ambas sonreían bobaliconas,
acercándose para darse un beso, cuando dos plantas antes, paró el ascensor y
entraron otras tres personas más, separándose, pero aun agarradas de la mano.
Nidia era de las que padecían insomnio. En vez de sentarse a leer un libro,
ver una película o jugar al Candy crush prefería liberar adrenalina con el
deporte. Otras veces solía hacerlo con algún ligue de una sola noche, pero
desde que fue a Portland le resultaba imposible fijarse en otras. No era
estúpida y la experiencia le decía que eso tenía nombre, Taylor Fisher. Pero
su lógica o su terrible miedo a sufrir, le impedía ir mucho más allá y estaba
jodida, muy jodida porque en un principio era un puñetero juego, mera
atracción, pero cuando besó sus malditos labios, sabía que no solo era eso.
Tenía que mantenerse firme, no estaba dispuesta a pasar por lo mismo que
pasó con Jessica. Tumbada en la esterilla, descansando unos segundos de la
serie de abdominales, totalmente sudada, con su conjunto deportivo ajustado,
dejando al descubierto su abdomen bien definido, tenía las manos en la cara,
cuando el timbre sonó. No esperaba visita y estaban empezando a ser horas
intempestivas. Revisó el arma que tenía junto a la puerta, no eran de las que
echaban un vistazo por la mirilla.
Visita inesperada. Taylor estaba en la puerta con una pizza en la mano y unas
cervezas en la otra. Cuando vio las pintas de Nidia, le resultó imposible que
los ojos recorrieran su cuerpo de pies a cabeza:
— ¿Qué haces aquí?
Preguntó Nidia desconcertada:
— Para ser agente del FBI tu capacidad de deducción en ocasiones deja que
desear— dijo levantando la pizza y las latas de cerveza— vengo en son de
paz.
— Es un poco tarde...— no le hizo falta invitar a la morena, directamente ésta
se auto invitó sola— eh, no te he dado permiso para que entrases.
— Deja de ser tan toca pelotas, Nidia— dijo Taylor dejando la comida y las
bebidas en la mesa, fue hasta la zona de las pesas y cogió una— cuando
quieres puedes ser agradable— le miró y sonrió— solo cuando quieres.
Nidia cerró la puerta, se acercó para arrebatarle de la mano la pesa y la colocó
en su sitio, eso ya era invadir demasiado su espacio personal. La rubia iba a
decir algo cuando... Oh por el amor de Dios Taylor... disculpen a veces se me
olvida que debo narrar lo que mis ojitos ven. Pues la agente Fisher, con todos
sus ovarios y que forma tan sensual, llevó una mano la nuca de Nidia y le
atrajo hasta que sus labios chocaron. Qué forma de dejar siempre estupefacta
a la agente Green. Que en un principio quedó paralizada, hasta que su cerebro
lo procesó, en el momento en que las corrientes eléctricas comenzaron a
recorrer todo su cuerpo, muy al tema de Major Lazer – Powerfull. La lengua
de Taylor comenzaba a invadir la boca de Nidia, cuando intentó rechistar:
— Taylor...
— Calla
— Joder.
Terminó por darse vencida Nidia, cuando la carne es débil y esa cacho
morena la besaba de esa forma, no había peros que valiesen. La atrajo cuan
loba salvaje, que ni tiempo Dio a ir a la habitación ni al sofá, que al lado
estaba, arrojó a la morena al piso y esta vez no había quejas que la
detuviesen, llena de hambruna se echó encima de ella y agarrando ambas
oberturas de su camisa... Pero joder, cuanto... Nidia que intento narrarlo de
forma elegante... siguiendo con la historia, agarró las oberturas de su camisa
y de forma abrupta la Abrió haciendo saltar todos los botones, con
respiración entre cortada e inclusive ya se les escapaba algún jadeo, Taylor le
quitó el top menos roda, a la hora de quitarle el sujetador... no fue sutil para
nada, directamente se lo arrancó a la morena, dejando sus... preciosos senos...
¿me disculpan? Voy a por agua...
Como iba diciendo, dejando sus hermosos pechos a la vista, la agente Green
los... madre de Dios sí que está necesitada, aferró sus senos como aquel que
espachurra naranjas mientras que con su lengua recorría, mentón, cuello,
clavícula alrededor de la aréola, haciendo que la morena se retorciera de
placer, hasta que acabó atrapando el pezón erecto, jugando y succionando, los
dedos de la morena se entrelazaron con su pelo incitándole a que no parase
bajo ningún concepto, moviendo su pelvis ante los estímulos latentes que
sufría su clítoris, con terrible necesidad le desabrochó los pantalones y se los
quitó, menos mal una prenda que quedó a salvo de ser descuartizada, no
corrió la misma suerte el tanga que tuvo el mismo destino que el sostén,
sujetador, brasier como se prefiera llamar, quedando por completo a merced
de Nidia, que con sumo gusto comenzó a darle placer, demasiado tiempo sin
sexo como para pijerías y mamonadas, buscó la obertura de su húmedo sexo
y zas, zas... aunque por como sonaba de mojado eso era más bien chup:
— ¡Umm, si!
Llegaba a gemir Taylor retorciéndose ante las rudas penetraciones de la
agente Green. Sonando la humedad de su sexo siendo penetrado Chup, chup,
chup:
— Es una agente muy desobediente Fisher— le dijo Nidia con voz ronca, las
paredes vaginales de Taylor comenzaban a contraerse, avecinándose un
orgasmo exprés— ¿quieres correrte?
— ¡Joder, si!
Nidia de forma traviesa rio y paró antes de que llegara el clímax, dejando
totalmente loca a la morena:
— Te vas a tener que joder, cariño.
— Ni de coña.
Dijo fieramente Taylor, rodó encima de Nidia y en un santiamén esta se vio
sin las mayas, la ropa interior y con la morena a horcajadas suya
cabalgándola como si de una potra salvaje se tratase. Ambos sexos,
humedecidos e hinchados, juntos de forma intima, Taylor agarraba una de las
piernas largas de Nidia mientras que friccionaba placenteramente, chap, chap,
chap. Y ninguna pudo aguantarlo más explotando entre gemidos,
¿mordiscos? Menudo muerdo le dio en el gemelo a la agente Green a la vez
que temblaba. Desplomándose rendida al lado de Nidia, que sonreía como
una estúpida. Joder como echaba de menos eso:
— Ha sido…
Comenzó a decir, mientras intentaba recuperar el aliento:
— Liberador.
Respondió Taylor. Después de tanta tensión, aquello había sido como
quitarse veinte kilos de encima. Nidia la recorrió con la mirada más
determinadamente, apenas había dado tiempo contemplar su cuerpo desnudo
y reconociéndolo, mejoraba mucho desnuda, esbozó una sonrisa traviesa:
— Aunque mejorable.
La morena le miró cómplice:
— ¿Segunda ronda?
No le dio tiempo a decir nada más, cuando tuvo de nuevo a Nidia encima. Oh
si, eclipse total del amor. Cuando sus cuerpos no pudieron más, acabaron
desplomadas en el suelo, comiendo pizza y bebiendo cerveza, pero de la que
tenía Nidia en la nevera, ya que las que llevó Taylor se pusieron cachondas,
calentorras quiero decir:
— ¿Y esto que significa?
Preguntó Nidia con cierta precaución. Aún seguía siendo reticente a mantener
algo más serio con una policía y sabía que Taylor iba a ser su perdición. La
morena estaba boca abajo, con los codos apoyados mientras disfrutaba de un
trozo de pizza, cosa que agradecía, después de todas las calorías quemadas:
— Ni idea— se encogió de hombros— supongo que romper de una puta vez
la tensión sexual.
— ¿Solo eso?
Taylor le miró pensativa. Mejor no entrar en ese tema por el momento. Ya
sabía algo, solo lo que Allie fue capaz de contarle, evitar presión sería la
mejor decisión. Por el momento:
— Solo eso Nidia— dibujó una sonrisa traviesa— ¿No esperarías que cayese
de amor por unos cuantos orgasmos?
Tiró la corteza a la caja de la pizza, dio unas palmaditas para quitarse las
migas de las manos y se levantó. Había que reconocerlo, Green quedaba
fascinada ante aquel cuerpo femenino, esas curvas, alzó una ceja en el
momento que recogió su ropa:
— Será mejor que me dejes algo de ropa, lobita— dijo enseñándole su
sujetador descuartizado— no me sentiría cómoda saliendo desnuda de tu
departamento.
— Puedes ducharte aquí si quieres.
— Norma número uno, nada de conversaciones post coitales, con verte el jeto
en el trabajo me es suficiente— Nidia se levantó riendo— norma número dos,
baile del chiquichiqui y cada una para su casa.
Nidia salió de su cuarto con unas prendas y se las Dio. Taylor no tardó
mucho en empezar a vestirse:
— ¿Alguna otra norma?
— Nada de citas, ni escenas de celos— esto último lo dijo con hincapié— así
que controla tus impulsos de querer zurrar a Alex.
— Creo que eso ya es agua pasada.
Bien que se la cobró besando a su mujer. Claro que Taylor no tenía ni puta
idea. Se terminó de vestir, y se dirigió hasta la puerta, antes de proceder a irse
se mordió el labio y dijo de forma seductora:
— Ahora, podemos repetirlo o, por el contrario, tan solo ha sido un encuentro
muy agradable y muy placentero— Abrió la puerta— la pelota está en tu
tejado agente Green.
Y salió de su departamento. Joder con esas dos.
Alex no era de las que veían la televisión, solo cuando se sentaba a ver
alguna serie o alguna película con Clara. Esa noche tocaba sesión ñoña, una
de las películas más ñoñas que había visto en toda su santa vida. Titanic. A
Clara le gustaba, a pesar de durar más de 3 puñeteras horas y de saber el
final. Lo cierto es que a Alex le entraba el agobio, ya estaba llegando el final,
y la ojiverde no dejaba de pensar "pero que egoísta en la tabla cabían los
dos" cuando miró de reojo a la rubia, que estaba acurrucada junto a ella,
arropada por su brazo y por una mantita, en ese instante la película pasó a un
segundo plano. Pero que hermosa era Clara cuando dormía, claro no daba por
culo con sus comentarios irritables. Alex rio por ese pensamiento tan ácido.
Le acariciaba del pelo y pegó su nariz, oliendo su aroma. Era tan
puñeteramente feliz. Los créditos de la película, Céline Dion le entró la risa.
Qué momento más ñoño:
— Marmotilla— susurró— vamos a la cama.
— Un poquito más— aun con los ojos cerrados— puchita.
Alex curvó la comisura de sus labios. Metió la mano debajo de la manta y le
hizo cosquillas en el costado:
— No me llames puchita.
Clara comenzó a retorcerse entre risas, agarró las manos a Alex y la miró con
ojos brillantes, que directamente bajaron a los carnosos labios de la ojiverde:
— ¿Quieres besarme?
Preguntó divertida. Clara acortó la distancia, acercando sus rostros, aunque
en esta ocasión mirándose directamente a los ojos:
— A todas horas.
— ¿Qué te lo impide?
Se sentó encima de Alex, aun sin entrar en contacto los labios, más bien
perdiéndose en sus miradas:
— He tenido un sueño.
— Con un barco que se hunde, seguro.
Dijo la ojiverde con tono jocoso. Clara carcajeó, aunque rápidamente se puso
seria:
— ¿Puedes por favor escucharme y no cortarme?
— Dígame— dijo Alex mirándole embobada, mientras le acariciaba la
mejilla— ¿qué soñaste? ¿Algo lascivo? — Clara puso los ojos en blanco—
Vale, vale, te escucho.
— Vivíamos en Ontario, yo seguía escribiendo ahí y tu hacías viajes para las
reuniones más importantes...
— ¡Aja!— dijo mientras que acariciaba sus piernas— de momento me gusta
ese sueño.
— No estábamos solas.
Alex abrió la boca con sorpresa y dijo con mofa:
— Él tiburón mutante del lago.
Clara volvió a carcajear mientras le daba un manotazo:
— Payasa— Alex soltó una risita— Yo me levantaba y me asomaba a la
calle, le enseñabas a montar en bicicleta a un niño, yo me apoyaba en la
puerta y observaba. Alex, me encantó, pero tengo miedo que todo lo que
tenemos ahora cambie.
— Clara— amplió su sonrisa y le aferró de las mejillas— no te presiones
cariño, ya llegará el día en que te sientas más segura o por el contrario— se
encogió de hombros— nos vamos a Ontario igual, te enseño a montar en bici
a ti, tienes la estatura para una bici infantil.
Clara le dio otro manotazo, pero más fuerte, haciendo que Alex carcajeara
más fuerte. Terminando por abrazarle, a la vez que apoyaba la cabeza en su
hombro y le daba un beso tierno en su cuello:
— Nunca te obligaría hacer nada que no quisieras, yo soy feliz así— le aferró
más fuerte— contigo en mis brazos.
— Lex...— dijo con un hilo de voz— ¿Qué pasará con Aden cuando
encuentre un hogar de acogida?
El brillo verdoso de Alex se apagó, como el gestó entristecido que trató de
ocultar:
— Pues que le desearía toda la felicidad del mundo y que tenga la clase de
vida que debe tener un niño de su edad.
— ¿No te dejarían seguir viéndolo? Eso le destrozaría.
Alex por fin se dignó a mirarle, forzando una sonrisa, le dio un beso en la
comisura de su labio y otro cerca de su Alicer:
— No creo que me dejen— juntó su frente— ¿Nos vamos a dormir?
Clara forzó una sonrisa y asintió. Después de esa conversación estaba segura
de una cosa, era que Alex sufriría si Aden encontraba un hogar de acogida y
no pudiera verlo. Después de que la vio junto a él, sabía la razón por el que
había estrechado lazos con ese niño. En el fondo, ella sentía mucha más
empatía con los niños que han sufrido esa clase de injusticias.
Le sacó de sus pensamientos en el momento que Alex, demostrando su fuerza
bruta, se levantó con Clara en brazos y le llevó a la cama. Desde que se
casaron, quitando los días del mes, del mes y medio en que Alex apenas
hablaba, todo había sido sexo, de todas las formas, ya sea sacando a Vesta y
WanVesta a jugar, follar como conejos o hacer el amor de la forma más dulce
posible. Pero aquella noche, se tumbaron mirándose acarameladas, manos
agarradas y dedos entrelazados:
— ¿Hace cuatro meses se esperaba Alex Woods algo así?
— Si te digo lo que hacía hace cuatro meses— dijo riendo— dejarías de
mirarme así.
— Me tienes atada a ti y ciertamente estoy libre de espanto ya.
Alex se mordió el labio, se pegó más a Clara y cerró los ojos, dejándose
llevar por esa felicidad que le elevaba hasta lo más alto.
— Me gusta el plan que has trazado— dijo Patrick de forma fría, malévola un
hijo de puta en toda regla— es un pinto pinto, habrá muerte igualmente.
— Psicología jefe— Dijo Romero con gesto impasible— quiere a Alex, es
una forma de debilitarle y los hombres ya lo tienen todo preparado, por si los
del FBI quieren tocar las pelotas, que no nos pillen desprevenidos.
— Quisiera que del otro asunto se encargue otro— miró a Romero— que
estés junto a mí, por si tienes que cubrir mis espaldas, pero los otros son tan
incompetentes. Que prefiero que te ocupes tú, en el momento en que te llame,
quiero que te lleves a Alex.
— ¿Qué te hace pensar que no preferirá morir antes?
— Tú mismo lo has dicho, estará sufriendo tanto que estará débil, aceptará.
Capítulo 64 - Récords
— Este es el segundo día que me quedo en tu casa Ruth— dijo Olaya a la vez
que se vestía— esto es todo un récord.
Ruth estaba despatarrada en medio de la cama y más dormida que otra cosa.
¿Ya dije que le gustaba dormir mucho? Madrugar no era suyo y si por O.
fuera, se quedaría con ella abrazada. Pero Alex le pidió que fuera a la oficina,
para una reunión, al parecer, ya no vendería Industrial Medical Woods. No
sabía cómo tomarse eso, hasta hace una semana su amiga estaba convencida
de esa decisión:
— Si sigues hablando— dijo con pesadez Ruth— mañana duermes en tu puta
casa.
— Buenos días para ti también.
Eso sí que era tener mal despertar, amplió su sonrisa, mientras se ponía una
blusa color azul marino, una de las pocas prendas que tenía en esa casa,
empezó a decir con mofa:
— ¿Quieres qué me quede mañana también? — Carcajeó— eso ya sí
superaría cualquier récord, preciosa.
Ruth gruñó, pataleó como una niña pequeña y acabó por tirarle una almohada
con mala hostia. Olaya carcajeó más sonoramente, a la vez que le devolvía la
almohada. En ese preciso instante, Ruth abrió los ojos del todo y se quedó
contemplando a la ojiverde. Su melena morena suela, sus ojos verdosos
brillantes y una sonrisa que quitaba el hipo. Ruth siempre se había intentado
hacer la dura, pero era muy cierto que le encantaba despertar junto a ella.
Aunque en ocasiones fuera tan toca pelotas. Ruth curvó la comisura de sus
labios, gateó por la cama y se acercó hasta O. que alzó una ceja con expresión
traviesa:
— Rompamos todos los récords O.
— Queremos romper muchos récords cariño— se sentó a su lado para
ponerse los zapatos— dime de cuales estás hablando.
Ruth se mordió el labio y agachó la cabeza, comenzó a jugar con la sabana
nerviosamente. O, puso una mano sobre las suyas para tranquilizarle:
— En vez de que te quedes tres días seguidos— clavó su mirada en O. que
estaba seria— rompas los récords quedándote para siempre.
Olaya carcajeó, no por reírse como si fuera un chiste, si no esa típica risa que
le entra a uno de felicidad o como cuando le dan una maravillosa noticia,
pues así. Se acercó y le dio un beso en la mejilla:
— Es cierto que se nos da fatal decirnos que nos queremos.
— Pero nos queremos.
La ojiverde se levantó y agarró su bolso:
— Me gustaría demostrártelo día a día— de nuevo se inclinó junto a ella,
apoyando una mano en la cama y esta vez, le besó en los labios— preciosa.
Mientras tanto, Alex hacía lo mismo, vestirse para irse a la reunión. Clara,
como su amiga pataleaba en la cama, pero al contrario de Ruth, ésta no quería
que Alex se fuera, arrancándole una carcajada:
— No puedes estar todo el día pegada— decía mientras se ponía algo de
rímel— a este paso te vas a cansar antes de tiempo de mí.
La rubia estaba sentada en la cama, mientras ponía morritos y encima el muy
mal bicho de Alex, le despertó metiéndole mano para dejarle a medias,
diciéndole "Así estarás pensando en mí toda la mañana" y por mucho que
Clara intentó remontar para acabar con lo empezado, de poco sirvió:
— Queda con Ruth o con Tanya— le sugirió mientras se ponía un poco de
carmín en sus carnosos labios, haciéndolos si cabe más sexys— entre que
Olaya y Ruth están que no cagan juntas, nosotras que no nos despegamos,
Tanya está en un segundo plano.
Clara puso un gesto travieso, lo cierto es que aun quería ganar ese viaje a
Paris. WanVesta tenía una sorpresa a Alex, pero con todo lo que había pasado
últimamente, que discutieran, la paliza de Olaya, Maurice hospitalizado
también, nunca era la ocasión adecuada y aquella noche irían a la cena:
— Me apetece que salgamos a comer— dijo con cierto tono malicioso—
¿estarás de regreso para la comida?
— Solo voy para presentar los nuevos cambios que se van hacer en la
empresa— Se sintió extraña, nunca se hubiera imaginado que hablaría de esa
forma— Si quieres mándame la dirección del restaurante— se sentó a su lado
y le acarició con dulzura— y voy directa o te vengo a buscar, como prefieras.
— No me apetece estar llamando a Henry— dijo con voz juguetona, a la vez
que recorría su pierna con los deditos— llamaré a Tanya y pasaré la mañana
con ella.
Alex rio y le quitó la mano de su muslo interior, que ya se acercaba a cierta
zona sensible:
— Buen intento— se levantó y le lanzó un beso a distancia— te llamo en
cuanto salga, estate preparada para cuando llegue bombón.
Olaya y Alex llegaron a la par, caminando juntas hasta los ascensores. La
amiga de Alex le miró con una ceja alzada y a su vez, la otra también se le
quedó mirando. Una porque Alex iba más femenina de lo habitual, la otra
porque tenía cierto brillo en los ojos que nunca se lo había visto. Se conocían
demasiado bien:
— Desembucha tu primero O.— dijo Alex mientras pulsaba el botón del
ascensor para subir— esos ojitos brillantes ¿Buenos polvos mágicos
mañaneros?
— No todo es sexo— dijo riendo— pensaba que Clara te había enseñado eso.
— Al contrario— carcajeó más fuerte— la he pervertido más bien. Ahora
confiesa ¿A qué se debe esa risita de "felicitá"?
— Que se te entienda, non parlo italiano— amplió su sonrisa bobalicona—
Ruth y yo vamos a vivir juntas.
Ambas salieron del ascensor. Alex sonrió feliz, aunque meses atrás se hubiera
mofado. Vamos quien lo iba a decir, se pasaban de mujeriegas:
— Aun parece mentira— dijo Alex abriendo la puerta de la sala de reuniones,
aún estaban las dos solas— las cabezas loquitas, una conviviendo con otra
loca y yo casada, con la más tiquismiquis de toda Portland.
— Bueno, por lo que me han llegado a contar— esbozó otra risita— de
tiquismiquis nada últimamente.
Se sentaron y Olaya observó cómo Alex sacaba unas carpetas:
— Dentro de lo malo— dijo esta vez Alex más inquieta— últimamente estoy
siendo muy feliz y tengo esa sensación
— ¿Qué sensación?
— Que tarde o temprano algo va a pasar— miró ceñuda por la ventana— esta
noche hay cena familiar— levanto las manos e hizo gesto de comillas con los
dedos— "para estrechar lazos" Veniros Ruth y tú.
— Se supone que es familiar— alzo las cejas— ¿qué pinto yo ahí?
— O. tú eres más hermana mía, que el mono de feria de William.
En ese instante tuvieron que parar la conversación, ya que en ese instante
entró Helena seguida con los demás jefes de departamentos. Ambas amigas
se miraron en plan, allá vamos.
William sopesó la posibilidad de llamar a Gina. Pero en vez de eso fue más
atrevido y se acercó al hospital. Aun arriesgándose de que la doctora no
estuviera de servicio ni de guardia. La idea que tenía en mente puede que la
espantase, pero tampoco quería ser el pringado de turno, obvio que lo hacía
también porque quería verle y le apetecía tener una cita con ella. Se acercó a
información y preguntó a la chica que estaba ahí, carraspeó, “pero ¿qué
estaba haciendo?” La chica le miró esperando a que le dijera algo, Will sonrió
como un tonto y sin decir nada se giró, topándose con la persona que había
ido a buscar:
— Hola— dijo Gina con su sonrisa perpetua— chico gruñón.
— Agradecería que me llamaras William.
— Ahora pasamos a tutearnos— le recolocó la corbata— William.
Aquel gesto le hizo sentirse cohibido. Bueno, más bien, toda Gina le hacía
sentirse así. Comenzó a moverse nervioso, ante la mirada penetrante de esa
chica:
— ¿Visitando a tu padre?
Siguió sacando conversación ya que al chico le costaba un mundo:
— Lo cierto es que no, ya le dieron el alta.
— Me alegra escuchar eso— ladeó la cabeza— ¿qué haces aquí? ¿Te gusta
hacer turismo por el hospital?
Desde que te conocí, sí pensó William, al menos lo que le hubiera gustado
contestar. Pero se quedaba paralizado:
— Lo cierto es...— carraspeó a la vez que sentía como los colores subían a
sus mejillas— que te buscaba a ti.
— A mi— preguntó con voz entusiasta— ¿por qué?
— Bueno— tragó saliva y comenzó a hablar rápido— no se me dan bien
estas cosas— a quien me recordará eso— me gustaría que salieras conmigo—
Gina alzó las cejas— en plan cita— la chica curvó la comisura de los labios
— solo que será una cita poco común— eso le hizo fruncir el ceño, aun así,
seguía sin decir nada, le resultaba bastante mono cuando se ponía nervioso—
más bien, me gustaría que me acompañes a una reunión social.
Paró y tomó aire, le iba a dar taquicardia al pobre. Gina pasó su peso del
cuerpo de una pierna a la otra y se cruzó de brazos:
— Me propones ir a una fiesta.
— No exactamente— le tembló el labio, con lo bien que se le daba hablar en
las reuniones— es más bien, una reunión social guion familiar.
Eso le hizo reír a la chica, pues sí que era una cita poco común, al menos si se
trataba de la primera cita. William se pasó la mano por el pelo arrepentido,
sabía que era mucho pedir, era su familia, aquello la incomodaría de seguro,
después de unos segundos, Gina inclinó la cabeza divertida. Cuando
estuvieron tomando el café ya le había contado un poco sobre su familia, el
chico podía ser un libro abierto:
— No me digas— para nada ofendida— tu hermana y tu ex, estarán en la
cena.
William esbozó una sonrisa nerviosa:
— Pillado.
Gina se puso seria y negó con la cabeza suspirando:
— Dramas familiares.
— Sabía que esto era un error— esto lo dijo más en voz baja— Sabes, mejor
olvida que te lo he pedido.
Se guardó las manos en los bolsillos y le bordeó para seguir su camino hasta
la salida:
— Espera— dijo Gina sin dejar de reír, era muy alegre la chica— ¿Me llamas
a las siete y te digo la dirección para que me recojas?
William amplió su sonrisa de satisfacción y de alegría. Vaya, al menos, la
vida se había compadecido dándole esa oportunidad:
— Eso está hecho, doctora.
Clara llamó a Tanya y ésta fue como un rayo a su piso. En algunos aspectos,
Tanya se parecía mucho a Ruth, que ya mencioné su nombre, también le
llamó, pero al parecer tenía que encargarse unos asuntos. Le hubiera gustado
comunicárselo en persona, pero lo hizo por teléfono igualmente:
— Olaya y yo vamos a vivir juntas.
Clara había sacado todo, lo que se dice todo lo que había debajo de la cama y
le Dio por pensar, no habían usado ni un cuarto de las cosas que había ahí:
— ¿Disculpa? Creo que has dicho que vas a vivir con Olaya.
— Lo has oído muy bien.
La rubia agarró un ¿juguete? No sabía que era, pero el tacto era suave, tenía
varias marchas de vibración y era parecido al "rosario" pero eran más
grandes, tenía pinta de ser divertido. Tenía que preguntarle a Tanya, seguro
que ella sabía para que servía:
— Vaya, la cabeza loca de Ruth empieza a asentar la cabeza.
— A la vez que tú te desmadras.
— Eso no es cierto.
Dijo ofendida Clara, solo que le había cogido el gusto a disfrutar de ciertas
actividades que consideraba de pecaminosas en un principio. Pero por lo
demás seguía siendo la misma, salvo el hecho de a acabado espiando a
parejas practicando el coito, un par de veces, hacerlo en sitios públicos y se
había cogido unas cuantas melopeas con sus amigas. Bueno quizás si ha
cambiado un poquillo:
— Clara— sonaba la voz de Ruth divertida— me acabas de decir que vas a
darle una buena sesión de WanVesta a Alex. Hace un par de meses yo me
hubiera reído, tratándose de ti.
Clara se sentó en el borde de la cama:
— Alex me ha pervertido.
— Y yo a Olaya, que mal bicho somos.
Carcajeó, Clara iba a contestar cuando el timbre sonó, ama Anika había
llegado:
— Tanya acaba de llegar, te dejo.
— No te pases mucho con Alex, WanVesta.
Dijo antes de colgar el teléfono. Clara abrió la puerta y llevó a Tanya hasta la
habitación. Lo tenía todo patas arriba, floggers, por un lado, látigos por otro,
variedad de consoladores y de todos los tamaños, vibradores, palas, varas,
fustas, unas cuantas mordazas todas ellas diferentes ¿Eso era una casa o un
puto sex shop?:
— ¿Te me estas insinuando? — Preguntó divertida Tanya— estas buena y
eso, pero no puedo hacerle esto a Alex— fingió dramatismo— es mi mejor
amiga, sácate una teta Clara, a lo mejor me surte el mismo efecto que a Lex
— puso una mano tapando su escote— mejor no tentemos a la suerte Clara.
— De verdad— dijo rompiendo a reír— todas las payasas acabáis juntándoos
en el mismo circo.
Tanya agarró un consolador en plan micrófono y se lo acercó a la boca,
comenzando a cantar:
— Hola don Pepito...— se lo acercó a Clara para que siguiera cantando, pero
como esta no lo hizo, Tanya siguió haciendo el payaso— Hola don José...
¿Pasó usted por mi casa?... por su casa yo pasé... adiós don pepito... adiós don
José— tiró el consolador encima de la cama y ya más seriamente— nunca
entendí esa canción ¿qué me importa si pasó por su casa?
— Estas como una puta regadera.
Tanya puso la manita en el pelo rubio de Clara y lo agitó suavemente:
— Reguemos de sabiduría esta preciosa cabecita que hay encima de tus
hombros.
Ya en ese instante, Clara se fijó que los ojos de Tanya estaban más
enrojecidos de lo normal, un poco hinchados también, eso ya lo había visto
otras veces en Ruth, cuando se ponía hasta arriba de hierba:
— ¿Estás fumada?
Tanya ladeo la cabeza y dibujó una sonrisa de diablesa:
— Ya sabes, una sale de fiesta, sexo, drogas, rock and Roll...
— Dime ¿Cómo puedes ayudarme en ese estado?
— Tú déjame aconsejarte marmotilla.
Esto último lo dijo con mofa. Se pasó todo el rato, riendo, hablando, bailando
y quedándose dormida en el sofá, después de prepararlo todo en la
habitación, solo que se movía tan incómoda que se levantó y decidió irse:
— Echo de menos el sofá antiguo— abrió la puerta del salón antes de irse—
lo siento Clara, pero que cosa más dura niña, ¿y practicáis sexo ahí? El suelo
es más cómodo— se encogió de hombros— Paz, amor y mucho, mucho sexo
hermana.
No sabía quién estaba flipando más. Tanya por la fumada o Clara por la de
locuras que ha podido hacer o decir esa mujer. Se miró el reloj, vaya Alex
tenía que estar al salir. Llamó a un restaurante para encargar comida. No tenía
ganas de cocinar y cuando acabase con la ojiverde, daba por hecho de que
acabarían devorando.
La reunión había ido bien y realmente les gustó la idea de que la empresa no
pasara a otras manos. No es que hubiera logrado grandes avances, pero algo
había conseguido, ya no iba tan en picado las acciones, comenzaban a
mantenerse, solo había que conseguir remontar, no sería de la noche a la
mañana y con la asociación con Technology Wiyatt, sería un avance.
Llamó a Clara, para que ésta estuviera preparada para bajar, pero le pidió por
favor que subiera un momento. Alex, dejándose llevar por su ñoñería, bueno
y queriendo cambiar un poco, esta vez no le compró flores, sino una caja de
bombones, aunque luego ya subiendo por el ascensor recordó que Clara no
era muy de dulces. Bueno, la intención era lo que contaba. Iba a sacar las
llaves cuando recibió un mensaje de la rubia.