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Átame

Comandante
By
Laura Palma Ávila
PRESENTACIÓN
LAURA PALMA ÁVILA (Toledo, España 1988) Todo comenzó como una idea, otra noche de desvelo
y allí estaba en su pensamiento, queriendo hacer algo diferente, algo que nadie hubiese escrito antes.
Empezó a escribir y las ideas iban convirtiéndose en una gran historia, que acabaría cambiando su vida
para siempre.
En base a su esfuerzo y las críticas positivas de la gente, continuó día tras día, capítulo tras capítulo,
haciendo que la historia cobrara vida. El trabajo no le permitía mucho tiempo para escribir, aun así,
lograba no decepcionar a sus lectores sumergida en la historia. El libro ayudó algunas personas a
cambiar algunos conceptos marcados por la sociedad y a tratar algunos temas sociales.
Una persona luchadora en su vida, haciendo de su sueño una realidad. Una autora independiente y
decidida. No tuvo una vida fácil, tuvo que dejar sus estudios para ponerse a trabajar y poder ayudar a su
familia con las cargas económicas. Pese a todo eso y su duro trabajo, ha conseguido publicar su primer
libro.
AGRADECIMIENTOS
Para todos mis lectores fieles que me han animado a dar este gran paso.
A mi familia y amigos. Mil gracias.

Copyright © Laura Palma


Ilustración © Carmen Fernández
Editora Aroa Martinez Vizoso
Tiene todos los derechos reservados
ISBN 9781549521379
Capítulo 1: Inspiración
Capítulo 2: Eres Odiosa
Capítulo 3: S.O.S
Capítulo 4: Eres Mía
Capítulo 5: Bésame
Capítulo 6: Fantasía
Capítulo 7: Cobarde
Capítulo 8: Bloque de Hielo
Capítulo 9: Que me odie
Capítulo 10: La Fiesta
Capítulo 11: Escondite
Capítulo 12: Contradictorio
Capítulo 13: Cornudo
Capítulo 14: Trisquel
Capítulo 15: Sillas
Capítulo 16: Estrecha
Capítulo 17: Paternidad
Capítulo 18: Máscaras
Capítulo 19: Bendición
Capítulo 20: Yellowstone
Capítulo 21: Selfie
Capítulo 22: Yin Yang
Capítulo 23: Orgullo y Prejuicio
Capítulo 24: Niño malo
Capítulo 25: Niña mala
Capítulo 26: Vesta
Capítulo 27: Habitación Roja
Capítulo 28: Polizón
Capítulo 29: Conciencia
Capítulo 30: Autocine
Capítulo 31: Pasador de corbata
Capítulo 32: Extraña sensación
Capítulo 33: Love me Tender
Capítulo 34: Hostias
Capítulo 35: Redada
Capítulo 36: Retenidas
Capítulo 37: Payasa
Capítulo 38: Pole Dance
Capítulo 39: Funeral
Capítulo 40: Día de Clara
Capítulo 41: Día de Alex
Capítulo 42: Ejercicio
Capítulo 43: Regresa
Capítulo 44: Ñoña
Capítulo 45: Extraterrestre
Capítulo 46: Wanvesta
Capítulo 47: Boleto
Capítulo 48: Alex
Capítulo 49: The L
Capítulo 50: Átame
Capítulo 51: Vámonos
Capítulo 52: Niños
Capítulo 53: Al descubierto
Capítulo 54: Mentiras
Capítulo 55: Guantazos
Capítulo 56: Para Siempre
Capítulo 57: Olaya
Capítulo 58: Tic Tac
Capítulo 59: Incentivo
Capítulo 60: Constelación de Perseo
Capítulo 61: Estrategia
Capítulo 62: Los cavernícolas también lloran
Capítulo 63: De tal palo tal astilla
Capítulo 64: Records
Capítulo 65: William
Capítulo 66: Cerdo
Capítulo 67: Tanto por ciento
Capítulo 68: Anonymo
Capítulo 1 - Inspiración
Clara Price se encontraba en la intimidad de su despacho. Lugar donde hacía
su magia. O al menos era lo que solía hacer en antaño. A pesar de su
juventud, siempre había sido la primera en su promoción, se había licenciado
en Literatura inglesa en la Universidad de Oxford.
Al poco de regresar del Reino Unido publicó su primer libro. Viaje a Venecia
uno de los libros más vendidos en su día, y más leídos por el público
femenino. Pero desde Crepúsculo y 50 sombras de Grey. Parecía que las
preferencias literarias se habían transformado.
Los Price era una familia muy respetada y tradicional. Imaginaos el pudor
que sintió Clara al leer un libro como el de Erika Leonard Mitchell. No se
imaginaba escribir algo como aquello. Ni siquiera se atrevía a practicarlo.
Como ella, su prometido William Wiyatt pertenecía a otra de las familias más
importantes, y era igual de tradicional.
William era el dueño de Technology Wiyatt. Dedicado al desarrollo de
nuevas tecnologías. Si Clara era conocida en el mundo de la literatura.
William, era uno de los empresarios más reconocidos de la industria. No solo
eso, se le considera uno de los hombres más atractivos. Pues era alto, moreno,
complexión musculosa y elegante. Clara no se quedaba atrás, a pesar de ser
un poco más baja que él. Era rubia, ojos azules, de constitución delgada,
aunque perfectamente proporcionada, pues su cuerpo era puro curvas
peligrosas y explosivas.
Últimamente, nuestra querida protagonista, estaba sufriendo lo que solían
llamar el bloqueo del escritor. Frustrada cerró su portátil y se llevó las manos
al pelo. ¿Cómo conectar con el público? Ahora se llevaba el puro morboseo,
como el sexo, y los adolescentes soñaban con amores imposibles con
hombres lobo y vampiros. Tampoco le inspiraba lo sobrenatural. Suspiró y
decidió no obligarse más. Agarró el teléfono y llamó a su mejor amiga:
— ¿Qué pasa finolis?
Respondió una voz femenina muy enérgica:
— Ruth, ¿puedes por favor, dejar de llamarme así?
— Claro que puedo— contestó, Clara sonrió y asintió— pero no quiero.
Clara conoció a Ruth en la universidad, ya que compartieron piso. También
pertenecía a una familia acomodada. Aunque no solía moverse por los
mismos círculos sociales. Si Clara era aceite, Ruth era agua. Enérgica,
bromista, un culo inquieto y parecía no conocer la vergüenza:
— Te odio
Dijo Clara irritada:
— No, me adoras.
— También odio eso.
Ruth esbozó una sonora carcajada:
— Dime, eminencia de la literatura ¿en qué puedo ayudarla?
— Es temprano, y William me dijo que se iba a quedar hasta tarde en la
oficina. ¿Te apetece tomar algo?
— Define tomar algo.
— ¿Cómo que defina tomar algo?
Preguntó Clara ceñuda:
— Para ti tomar algo, es ir a tomar té en el bingo y para mi significa ir al club
de moda y beber hasta caer muerta.
— Me has llamado vieja.
Ruth soltó una risita:
— Te llamé viejoven.
Clara achicó los ojos irritada, era cierto que no le gustaba la fiesta nocturna.
Pero no quería estar en casa, necesitaba despejarse, y buscar inspiración. A lo
mejor lo encontraba en un lugar donde abundaba el alcohol y las hormonas:
— está bien— dijo dándose por vencida Clara— ¿Qué propones?
— Han abierto un Club cerca el puerto, me hablaron bien de él.
— Está bien, me recoges sobre las 21:00 h
— Hasta luego jefa.
Ruth era un desastre, tanto que el concepto, “sé puntual” no lo entendía.
Como era de costumbre llegó media hora tarde. A pesar de ser una chica que
podía permitirse un buen coche, conducía un Ford Scort del 99 azul marino.
El primer coche que se compró cuando se sacó el carnet de conducir. Incluso
después de haberla dejado tirada un par de veces se negaba a jubilarlo.
Cuando Clara subió al coche, Ruth la recorrió con la mirada desde los pies
hasta la cabeza. La rubia siempre vestía con glamour, y aquella noche había
optado por ponerse unos zapatos negros con tacón de D&G, un vestido rojo
intenso ajustado con escote de Gucci, y un bolso a juego de Chanel.
Provocando que esbozase una risita burlona. Clara frunció el ceño y se miró,
no comprendía por qué había reaccionado así, estaba bien conjuntada.
Ruth era casi de la misma estatura que Clara, morena, pelo castaño, color de
ojos marrones, unos labios carnosos y sexys, su constitución era más fibrosa,
a diferencia de la rubia ésta iba vestida más coloquialmente. Pantalones
vaqueros ajustados, unas botas negras de cuero y una camiseta de tirantes:
— ¿Pasa algo con mi vestimenta?
Preguntó Clara. Ruth volvió a reír:
— Nada, es que vas tan llamativa que te resultará imposible no destacar.
— ¿Me lo tengo que tomar como un cumplido? O ¿debo cambiar de atuendo?
— No, que ya va siendo tarde.
Dijo Ruth mientras encendía el motor. De camino, Clara le mandó un
mensaje a William informando que había salido y que a lo mejor no la
encuentre cuando llegase. Tanto los Price como los Wiyatt se conocen desde
siempre. Así que habían crecido juntos. Desde niños eran inseparables y
cuando regresó comenzaron a salir. Eso les alegró mucho a ambas familias.
En el fondo era lo que esperaban. A parte de que se alegraban por ver a sus
hijos felices, era una buena asociación, asegurando un buen futuro, juntando
ambas fortunas:
— ¿Cómo te han ido estas semanas?
Preguntó Clara guardándose el teléfono en el bolso:
— Nah, como siempre— dijo Ruth encogiéndose de hombros— fiesta, sexo y
del bueno. El otro día conocí a una morena, que madre mía era puro fuego.
Sí, Ruth era bisexual y no hacía nada por ocultarlo. En un principio cuando
Clara se enteró le resultó algo incómodo. Mayormente por ignorancia.
Aquello, en su familia no estaba bien visto. Eran católicos hasta más no poder
y a la gente con ese tipo de preferencias les tachaban de enfermos mentales
que irían directos al infierno. Habiendo crecido con esa educación en un
principio sintió algo de aversión. Hasta que conoció profundamente a su
amiga y esta le demostró que para nada era una enfermedad. Claro que su
familia no sabe que es bisexual, de ser así no las dejarían verse:
— Tienes un problema con el sexo ¿lo sabes?
Ruth rio descaradamente:
— No, la que tiene un problema con el sexo eres tú— dijo negando con la
cabeza— lo ves como un tema tabú, cuando el sexo es algo natural.
— Yo no tengo problemas con el sexo, William y yo practicamos el coito, y
estamos satisfechos.
Ruth no pudo más y carcajeó fuertemente. Ya que la rubia era tan remilgada
hablando. Por esa razón siempre la llamaba finolis. Para Ruth, no había nada
como el poder expresarse ordinariamente:
— El coito, regresemos al siglo XXI Clara.
Era cierto que el club estaba en el puerto y un poco alejado de la ciudad. En
un principio se pensó que era un club con estilo, donde los famosos iban. Sin
embargo, era un club de lo más común. Clara puso una mueca al verlo desde
fuera, todo le resultaba tan ordinario:
— ¿Y te han hablado bien de este lugar?
Dijo mirando un grupo de chicas que entraban. Todas iban vestidas… bueno
prácticamente iban enseñando más carne de lo normal:
— Esto es la realidad, Clara— dijo Ruth señalando la entrada con la cabeza
— vives entre algodón y caviar. Quieres inspirarte, este es un buen lugar.
Clara gruñó. Su vestimenta no pegaba con aquel lugar:
— Tenías razón, voy a destacar en el lugar.
— Vamos
Dijo Ruth emocionada. Aquel lugar era enorme, la música estaba muy alta,
tanto que era imposible comunicarse sin dejarse la voz en el intento. En
medio había una tarima donde había cantidad de jóvenes pegando brincos,
casi carentes de ropa. Ruth se acercó a la barra y pidió dos mojitos. Sin
preguntar a Clara, la conocía lo suficiente para saber qué era lo único fuerte
que tomaba. Cuando le dio el vaso, la rubia se inclinó para que su amiga le
pudiese oír:
— ¿Dónde está la zona vip?
Ruth alzó una ceja divertida:
— Mira a tu alrededor Clara. ¿Ves que sea un sitio con zona vip?
— ¿Enserio te parece un lugar…? — Miró a su alrededor— ¿en el que pueda
encontrar inspiración? Lo único que puedo sacar de aquí es dolor de cabeza.
Ruth esbozó una risa mientras negaba con la cabeza. En ese instante se
apagaron todas las luces. Menos dos focos que apuntaron a la tarima del
medio:
“Chicas y chicos— sonó la voz de un caballero— despejen la pista”
La gente hizo lo que pidió la voz masculina:
“Me complace comunicaros, el increíble espectáculo que hay preparado para
vosotros. Desde el rincón más oscuro y sucio de la ciudad recibimos la visita
de dos explosivas mujeres. Con todos ustedes Ama Anika”
En ese momento, el foco iluminó a una mujer alta, rubia, tenía el rostro
tapado con un antifaz negro y vestido de cuero negro, acompañada de unas
botas altas hasta las rodillas.
“Junto a ella, la más explosiva, Ama Vesta”
El otro foco apuntó a la otra chica, ésta era unos centímetros más baja.
Delgada, llevaba un sombrero de capitán negro y al igual que la otra chica
tenía medio rostro tapado con un antifaz, aunque la vestimenta era más
parecida, casi todas sus prendas eran de cuero, salvo la camiseta de tirantes
negra ajustada, un corsé negro de cuero que realzaba sus pechos y sus brazos
estaban tapados con unas mangas de cuero. Ama Anika sostenía un micro en
la mano y comenzó a hablar:
— Estamos hoy aquí en busca de dos nuevos esclavos— todos comenzaron a
vitorear— O esclavas.
Dijo de forma picarona:
— El castigo será tan duramente placentero que suplicaréis que os azotemos
una, otra y otra vez. ¿Algún voluntario o voluntaria?
Ama Vesta permanecía en silencio, mirando con autoridad al público,
mientras que se daba pequeños golpecitos en la mano con una fusta. Ruth, tan
impulsiva ella, no dudó en presentarse la primera. Ama Anika, la señaló con
la mano y la indicó que subiera a la pista. Ruth fue corriendo arrastrando a
Clara con ella. La rubia comenzó a negar desesperadamente, pero la morena
pasaba y sin poder evitarlo, acabó en medio de la pista con las otras dos
chicas. Dos empleados subieron corriendo y dejaron una pequeña maleta en
el centro. Ama Anika se acercó hasta Ruth:
— ¿Ya habéis experimentado el mundo BDSM?
Ruth soltó una pequeña risita nerviosa:
— Bueno, algo de Bondage
Ama Anika miró de nuevo al público picarona:
— Una iniciada y ¿tu amiga?
Clara tenía el corazón a mil, las mejillas estaban rojas de puro rubor. Mirando
de reojo, a la otra chica, se percató de que la estaba mirando fijamente. No
sonreía como su compañera, más bien era una mirada curiosa:
— ¿Clara? Me parece que no.
La rubia giró la cara y le susurró a Ruth:
— No hables por mí, yo pienso bajarme.
Comenzó a encaminarse para bajar, cuando la mano de Ama Vesta la detuvo:
— No, en el momento que has subido, has pasado a pertenecerme.
Clara se giró ceñuda, en aquel momento pudo ver con más claridad los ojos
de aquella chica, eran verdosos, la máscara le impidió quedarse con más
detalles, salvo el color de ojos y sus labios, increíblemente sexys:
— Me parece que no
Dijo Clara con un hilo de voz y con poca convicción:
— ¡Que empiece el espectáculo!
Ordenó Ama Vesta aun sin soltar a Clara. En ese momento comenzó a sonar
el tema Dirty de Christina Aguilera y Redman. Ruth sonreía y se dejaba hacer
por Ama Anika. Mientras que Clara le resultó más difícil soltarse. Las chicas
comenzaron a sacar látigos, mordazas y objetos varios de la maleta.
Ama Vesta puso las muñecas de Clara detrás de su espalda y la esposó. Ella
le puso la fusta en el hombro y ordenó:
— Arrodíllate
Clara alzó una ceja, miró al suelo. Estaba sucio y su vestido demasiado caro
para hacer tal cosa:
— No
Ama Vesta curvó la comisura de sus labios. Aquello puso realmente nerviosa
a la rubia:
— No deberías haberte negado.
Vesta fue hasta donde tenían los objetos y con decisión privó a Clara del
sentido de la vista, colocándole un antifaz negro y seguidamente le puso una
mordaza. En aquel momento sus oídos se intensificaron. El público aclamaba.
La rubia giraba la cabeza la de un lado a otro, buscando e intentando
averiguar qué es lo que estaba haciendo Vesta a su alrededor. Enseguida lo
supo. Cuando notó durante unos segundos, un objeto chocar contra sus
glúteos, obligándola a tensar la espalda. No le dolió mucho, era como un
picor, molesto. Zas. Ocurrió de nuevo, Clara echó la cabeza hacia atrás,
mientras que la mordaza acallaba sus gritos. De nuevo ese picor. Aunque la
molestia iba siendo otra. Pues pasados unos segundos de haber recibido el
latigazo, comenzó a notar como corrientes eléctricas recorrían su cuerpo.
Sorprendentemente aquello le estaba gustando. Zas. Clara cerró los puños
mientras que sus gritos se convirtieron en un leve gemido.
Notó como dos manos la agarraban por la espalda. Vesta se había pegado a
ella y comenzó a susurrarla, casi de forma sensual, el calor del aliento
chocando contra su oreja hacía que su cuerpo comenzara a arder:
— Arrodíllate o te estaré dando de latigazos hasta que caigas rendida.
Vestido sucio o latigazos. Los latigazos los podía soportar, pero tener que ir a
casa con uno de sus mejores vestidos manchado sería un desastre. Cualquiera
en su sano juicio preferiría la segunda opción, pero Clara se vio negando con
la cabeza. Vesta rio por lo bajo:
— Ya sabía yo que esto te estaba gustando
En ese momento frunció el ceño ¿qué le estaba gustando? No, lo que no
quería era desechar miles de dólares por capricho de una tía. Le quitó la
mordaza. Iba a provechar para renegar, cuando notó otro latigazo.
Inevitablemente salió de su boca un fuerte… ¿gemido? Aquello había sido un
gemido de placer y todos lo escucharon, la primera su amiga Ruth que estaba
a su lado. El tema de música estaba acabando y con ello, el espectáculo. Pero
antes de que llegase a su fin, sintió como Vesta se colocaba detrás, apoyaba
la cabeza en su hombro derecho y con sus manos comenzó a masajear los
glúteos, dándole alivio y que mierda, le gustaba aquella sensación, tanto que
se mordió el labio inferior mientras acallaba otro pequeño gemido. Una mano
de Vesta se aventuró a viajar hasta su abdomen y poco a poco fue subiendo,
pasando por sus senos, y escapándose un suspiro, acabó por agarrarla de la
mandíbula:
— A partir de ahora eres mía, Clara. Vayas donde vayas, estés donde estés,
no te olvides de quien es tu ama.
— Lo dudo— dijo con un hilo de voz— soy heterosexual
Vesta volvió a reír por lo bajo:
— Esto no se trata de sexo.
Terminó de decir mientras le liberaba de las esposas y se alejaba. Liberándola
también del calor corporal que desprendía. Clara suspiró lentamente mientras
que su labio inferior temblaba. ¿Por qué? Era una pregunta que enseguida le
comenzó a carcomer. Aquello se le hizo corto, viéndose a sí misma
anhelando más de Vesta. Durante unos segundos, cerró los puños intentando
controlar los estímulos de su cuerpo. Lentamente alzó sus manos temblorosas
para quitarse el antifaz.
Cuando volvió a tener el sentido de la visión. Se encontró con su amiga Ruth
hablando con Anika animadamente, y a Vesta guardando todos los bártulos
en la maleta. Clara se acercó, no quería hacerlo, quería huir de aquella
depravada excitación. Pero aún tenía el antifaz:
— Toma
Dijo tratando de controlar el sonido de su voz y parecer indiferente. Vesta
miró el antifaz, para luego curvar de nuevo la comisura de sus labios:
— Quédatelo— se giró para cerrar la maleta— como recordatorio, cada vez
que lo mires recordarás que tu paseo por el lado oscuro fue más agradable y
excitante de lo que esperabas— Agarró el asa de la maleta— Nos vemos,
Clara.
Cada vez que la escuchaba pronunciar su nombre, provocaba que un
escalofrío recorriese por su espalda, poniéndole la carne de gallina, y gracias
a Dios que su sujetador llevaba relleno, porque juraría que en esos momentos
tenía sus pezones totalmente erectos:
— No lo creo
— Eso ya lo veremos.
Terminó por decir mientras bajaba de la tarima. Anika le dio una tarjeta a
Ruth, antes de seguir a su compañera. Le resultó difícil a la rubia apartar la
mirada de aquellas dos chicas:
— ¡Wau!, ha sido increíble.
Dijo Ruth:
— Quiero irme a casa.
Dijo seriamente Clara, mientras se iba por el lado contrario que Vesta y
Anika. Ruth se encogió de hombros y siguió a su amiga, hasta el coche:
— Ahora no me negarás que te ha gustado.
— No me ha gustado— dijo Clara poco convincente— me ha dado de
latigazos, ¿a quién le puede gustar eso?
Ruth alzó una ceja, no hizo ningún comentario de su gemido, pero la pilló
guardando el antifaz:
— Claro, por eso te estas guardando el antifaz. A mí no me engañas Clara,
Ama Vesta ha conseguido ponerte cachonda.
Cuando llegó a casa, William ya estaba en la cama durmiendo. Clara, se puso
el pijama sin apenas hacer ruido para no despertarlo. Cuando se metió en la
cama, quedó boca arriba, aunque por fuera parecía de lo más serena, en su
interior estaba todo agitado, inquieto. ¿Qué le había hecho aquella chica? No
dejaba de escuchar sus palabras en su cabeza, una y otra vez.
Fue cuando la imaginación se le despertó de un largo sueño. No podía perder
aquella idea, tenía que apuntarlo, ¿Idea?, que digo, ¡ideas!, estaba
visualizando a la perfección los personajes para su nuevo libro. Aquello era
merecedor de ser escrito directamente. Así pues, iba a salir de la habitación,
cuando William medio adormilado la paró:
— Recuerda que mañana tenemos que ir a casa de los Woods, no estés hasta
tan tarde escribiendo.
— ¿A casa de los Woods?
— Los Woods han regresado de España y han concertado una comida.
Clara asintió:
— No tardaré
Los Woods eran la tercera familia más importante de la cuidad. Eran los
dueños de una farmacéutica. También tenían una hija, más o menos de su
edad. Recordó con irritación, que William perdía el culo por Alex cuando era
más joven, pero ella nunca le hizo caso. Eso la hizo sentir como un segundo
plato. De pequeñas tampoco se llevaron muy bien. Solo esperaba que ella no
fuera a aquella reunión. Aunque a saber, si seguía siendo igual de
insoportable. Han pasado casi diez años sin verla.
Capítulo 2 - Mundo vainilla
Alex Woods pertenecía a una de las familias más adineradas también. A
pesar de eso, realmente se sentía desdichada. Pues eran superficiales, Snob y
los causantes de que el único “amor” la abandonase. Pues debido a su
apellido importante, tenía a los medios encima, invadiendo su privacidad. Así
fue como su padre, Patrick, se enteró de que mantenía una relación con Cora.
Una mujer. Aquello no estaba bien visto. Ni tampoco para la familia de Cora.
Así pues, pagaron una fortuna para comprar las fotos y el silencio del
paparazzi. En un principio, tanto Alex como Cora intentaron luchar por su
amor, mejor dicho, por su obsesión ya que ambas eran unas adolescentes
rebeldes, en el fondo Alex seguía siéndolo, pero Cora no pudo con la presión
que ejercían los Woods y sus padres.
Alex se licenció en química, la primera de la clase. Aun así, nunca ejerció
como tal. Su familia la presionaba para que entrase en el negocio familiar. Lo
cierto, es que gran parte de las acciones de la empresa le pertenecían. Dentro
de su rebeldía, siempre acababa por hacer lo que sus padres le pedían, al
menos en la actualidad. Por eso, acabó aceptando un trabajo nocturno, para
evadir sus problemas y quitarse el yugo de la esclavitud. De noche no era
Alex Woods “la sumisa”, de noche era Vesta “la dominante”. Claro que sus
padres no sabían de sus actividades extracurriculares. Por eso siempre usaba
peluca y como la máscara pertenecía al atuendo, le era perfecto.
Eran las 12:30 del mediodía de un sábado, lo normal sería dormir hasta las
16:00. Ya que su trabajo de noche se limitaba al viernes, sábado y domingo
que días que no trabajaba en la empresa, pero aquel día tenían una reunión
social, de esas que tanto aborrecía. Por esa razón pidió la noche libre.
Aquellas reuniones solían alargarse. Lo que más le repateaba es que
seguramente irían Clara Price y William Wiyatt.
Aun recordaba con pesadez cuando William iba detrás de ella como un
perrito faldero. Cuando Alex, desde que era muy joven, tuvo muy claro su
preferencia sexual. Sus padres intentaron, mejor dicho, su padre intentó
convencerla de que aceptase a William como novio. No porque les interesase
su felicidad, nada de eso. Los Wiyatt tenían mucho dinero, eso es lo que les
interesaba, el dinero. En cuanto a Clara Price de jóvenes siempre se habían
llevado fatal.
Por casualidades de la vida. Se habían topado la noche anterior. Alex en un
principio dudó si se trataba de ella, hasta que la chica que le acompañaba la
llamó por su nombre, “Clara”. Su comportamiento se lo confirmó. Seguía
siendo estirada y como todos los de sus círculos sociales, una niña de papa y
ricachona insoportable. Al menos se divirtió dándola de latigazos. Pensaba
que de un momento a otro le saltaría encima para arrancarla los ojos, pero
para sorpresa de Alex, la vio muy excitada. Sobre todo, cuando la acarició.
Por mucho que lo negase notaba su excitación. Lástima que perteneciera al
mundo vainilla.
Al final suspiró y a regañadientes se levantó. Desayunó y comenzó a
arreglarse. Por lo general no prestaba mucha atención a su aspecto físico,
pero si no iba vestida adecuadamente, posiblemente se llevaría una
reprimenda por parte de sus padres, de su padre, su madre tan solo le seguía
el juego. Salió al salón y se encontró con Tanya, tirada en el sofá boca abajo,
en ropa interior y la televisión encendida.
Tanya era su compañera de trabajo y una gran amiga. Gracias a ella conoció
el mundo BDSM. En un principio la buscó por curiosidad, saber que era la
sumisión, pero Ama Anika le explicó que de sumisa tenía poco. Lo cierto es
que, había más gente de lo que imaginaba, que lo practicaba. Pensaba que
aquella profesión siempre acababa en sexo, cuando en realidad, es que no
había sexo si ella no quería. Tan solo se limitaba a dar placer con el dolor.
Se puso un vestido negro con escote, nada ajustado. Odiaba los vestidos
ajustados. De nuevo le vino a la mente cierto vestido rojo. Cuando se dio
cuenta de que había sonreído como una tonta, negó con la cabeza y trató de
no pensar más en ello. Agarró el mando de la televisión y la apagó, dejando
una nota a Tanya, para avisar de que salía y que posiblemente no la viera
hasta el viernes siguiente. Le dejó una copia de la llave para que cerrase la
puerta nada más salir.
La reunión era en casa de sus padres. Aquella que no pisaba desde que se
fueron a España. Cuando viajaron a Europa ella era una niña, pero regresó
hace un año. Al poco tiempo se convirtió en Ama Vesta. Al parecer, fue la
última en llega la mansión Woods.
Todo el mundo estaba en el patio tomando el sol y bebiendo mientras
hablaban de cosas banales, o como era lo más común, sus ganancias y las
nuevas adquisiciones. Eso los varones claro está. Por otra parte, las mujeres
eran más de que nuevos modelitos se han comprado, si se toparon con
Victoria Beckham o alardeando de hijos o hijas. Su madre también lo hacía,
para las demás madres era Alex, la licenciada en química que sigue los
mismos pasos de su padre, la hija perfecta. Cuando en la intimidad apenas se
atrevía a mirarla. Era una aberración ante sus ojos, una pecadora que iría al
infierno. En el fondo eso es lo que creía ella, puesto que desde que apenas era
una adolescente no habían sentado a hablar por ciertos asuntos que no quería
recordar.
Cuando salió al patio se encontró lo que había predicho, los caballeros a un
lado, entre ellos William. Nada más verla llegar, se acercó sonriente:
— ¡Vaya! desaparecida— dijo mientras le daba dos besos— pensaba que no
volvería a verte nunca más.
Más quisiera pensó. Aunque su de boca salió otras palabras:
— La de vueltas que da la vida Will.
En ese instante, Clara apareció para agarrarse del brazo de William, estaba
totalmente despampanante con su pelo rubio suelto, vestida con un peto
negro, una blusa blanca y unos zapatos negros:
— Alex Woods
Dijo Clara forzando una sonrisa:
— Clara Price.
En ese instante, Clara sintió como un escalofrío recorría todo su cuerpo. La
voz de Alex se le hizo muy familiar. Woods observó el agarre de Clara a
William. Siempre había separado su vida cotidiana del trabajo. Era un papel
el que hacía y le encantaba, pero cuando vio aquel agarre, sintió rabia. Aun
así, se controló:
— Veo que estáis juntos.
Clara alzó la cabeza con altanería:
— Sí, desde hace dos años.
— Nos vamos a casar.
Explicó William sonriente, Alex alzó una ceja y asintió con la cabeza. Le
hacía gracia aquello. Era como si William hubiera acabado con Clara por
descarte, incluso si se lo propusiera, con solo pedírselo, estaba segura de que
William dejaría a la rubia. Solo había que observar el anhelo que había en su
mirada. Aunque no estuviera muy segura, pero después de la noche anterior,
también pondría la mano en el fuego de que podía conseguir a Clara:
— Enhorabuena chicos
— ¿tú? ¿Aún estás soltera?
Se esperaba esa pregunta por parte de William, pero resultó que lo formuló la
rubia. Alex esbozó media sonrisa:
— ¿Acaso importa?
— No— dijo Will sin dejar de sonreír— solo era curiosidad, no volverá a
preguntar, ¿verdad querida?
Clara frunció el ceño. Se dio cuenta perfectamente de como William
comenzaba a lamerle el culo a Alex. Eso le irritaba, pero lo que más le
perturbaba era el color de sus ojos, su voz, todo:
— ¿A qué te dedicas?
Siguió preguntando, ignorando a William:
— Clara
Dijo William casi en un susurro:
— La señorita Woods y yo estamos hablando, ¿por qué no vas con los
caballeros?
— Pero…
— Ahora.
Dijo Clara con determinación. William asintió irritado y se fue de nuevo con
los caballeros. Lo cierto es que Clara tenía mucho carácter y William pocas
veces le llevaba la contraria. Prácticamente casi todo el mundo era incapaz de
llevarle la contraria. Solo había dos personas: Ruth y Vesta. Alex alzó las
cejas:
— Sigo el negocio familiar.
— Me has…— empezó a decir dubitativa— nada déjalo. No recuerdo como
es tu casa, ¿me puedes indicar dónde está el baño?
— Entras, a mano derecha, subes las escaleras, la tercera puerta de la
izquierda— se cruzó de brazos— ¿vas a saber llegar o te dibujo un mapa?
Clara puso los ojos en blanco y entró a la casa. Siguió las indicaciones que
le había dado Alex. Lo cierto es que tenía que alejarse de ella. Su mirada la
ponía nerviosa, muy nerviosa. Le recordaba a Vesta. Por unos segundos,
recordó lo que era tenerla cerca, doblegándola, sintiendo de nuevo la
excitación. “¿Qué me pasa?” se preguntó. Se quitó el anillo, ya que odiaba
que se mojase, abrió el grifo del agua y se lavó la cara.
—Contrólate Clara
Se dijo a sí misma en voz baja. Salió del baño, topándose con Alex. Intentó
seguir su camino, por un lado, pero ésta se iba a ese lado, en ese momento
Alex quiso ir por el otro lado, pero Clara hizo el mismo movimiento. En ese
instante, la ojiverde puso los ojos en blanco. La agarró de los hombros y la
giró, quedando ahora en posiciones invertidas. Cuando Clara sintió las manos
de Alex sobre ella, hizo que su piel se le pusiera de gallina. No dijeron nada,
Alex se giró y siguió su camino. Clara también hizo lo mismo, pero a mitad
de las escaleras recordó que se había quitado el anillo. Volvió a subir y al
cogerlo del baño fue cuando comenzó a escuchar una melodía.
Hacía tanto tiempo que Alex no iba su antigua habitación. Al entrar lo
encontró todo igual. Sus libros, sus muñecas, sus trofeos de ciencias. En una
de las esquinas encontró su viejo violonchelo. Hacía tanto que no tocaba. Que
dudaba si era capaz de tocarlo medianamente bien. Lo agarró, se sentó y
comenzó a tocar. En un principio estaba tan concentrada, que no se percató
que alguien la observaba, hasta que vio el reflejo de Clara en su espejo:
— ¿Tiendes espiar a la gente? Clara
Mierda pensó. Mientras que otro escalofrío recorría por su espalda por la
forma en que pronunció su nombre:
— No— comenzó a justificarse— se me olvidó el anillo encima del lavabo y
cuando regresé a por ello, escuché música…
— No te caigo bien ¿verdad? Clara
Por Dios deja de hacer eso.
— Sí— cerró los ojos fuertemente, estaba empezando a comportarse como
una tonta— quiero, no me caes mal.
— No mientas— dejo el violonchelo en su sitio y se acercó a Clara— se te da
fatal.
Clara tuvo que tragar saliva, mientras quedaba absorta ante aquella mirada
verdosa:
— Se podría decir lo mismo de ti— intentó mantener la compostura— no te
caigo bien.
— No— dijo Alex esbozando media sonrisa— y no temo admitirlo.
Clara frunció el ceño. Aquello le había molestado ¿Cómo se atrevía?:
— Eres odiosa
Alex se encogió de hombros:
— Y tú, eres superficial— comenzó a caminar hacia ella, obligándola a
retroceder— remilgada, por querer mentirme, hipócrita— Clara al final chocó
contra la pared, Alex apoyó la mano en la pared al lado de su cabeza— e
insoportable.
— Estás invadiendo mi espacio.
Dijo con voz temblorosa:
— ¿Acaso te pongo nerviosa? Clara
El corazón de la rubia se le aceleraba cada vez que escuchaba su nombre de
aquellos labios. Los ojos azules quedaron fijos en ellos. Eran tan carnosos.
Los dedos de Alex comenzaron a tamborilear en la pared, devolviendo a
Clara en sí:
— Ya basta
Dijo alzando la voz e intentando recuperar el control. Dio un pequeño
empujón a Alex para poder ponerse en medio del pasillo:
— Será mejor que el resto del día no te acerques a William o a mí.
Se giró para regresar con los demás:
— Eso ya lo veremos.
Escuchar aquello la dejó helada. Esa misma frase le dijo Vesta, se giró
ceñuda:
— ¿Qué has dicho?
Alex alzó una ceja:
— Que no es de menos.
— Juraría que… déjalo.
Se volvió a girar y se marchó. Alex, sonriente se cruzó de brazos y se
apoyó contra la pared. En ese momento no tenía dudas. Clara Price se ponía
nerviosa. Le pareció tentador la idea de seducirla. Total, en algo tendría que
entretenerse.
Se cambió de ropa, para ponerse un bikini y un pareo. Hacia buen tiempo
como para bañarse a la piscina.
Clara había bajado y se encontraba hablando con la señora Wiyatt, la
señora Woods y su madre de que había comenzado un nuevo libro. Claro que
no podía decir de qué trataba. Solo que iba a ser algo diferente a lo que había
escrito hasta el momento. En ese instante, se escuchó a alguien zambullirse
en la piscina. Todo el mundo miró a una figura femenina bucear, hasta que
Alex asomó la cabeza:
— ¿Alguien quiere darse un chapuzón?
— Estaría encantado, Lex— comenzó a decir William— pero no tengo
bañador.
— No se preocupe joven— dijo el señor Woods— mis sobrinos, suelen venir
los fines de semana, hay bañadores en la casa.
Hizo una señal a un empleado suyo, que enseguida acató su orden y fue a
buscar un bañador. Alex sonrió al ver la cara de enfado de Clara. Se levantó
picada:
— A mí también me apetece bañarme— forzó una sonrisa— ¿me dejas un
bañador “Lex”?
— Claro “Clara”
Alex salió de la piscina totalmente empapada. Clara, “involuntariamente”
recorrió con su mirada aquel cuerpo. Aquel increíble y tremendo cuerpo. Que
narices, hasta sintió envidia. La ojiverde se puso el pareo y fue hasta su
habitación. Estaba entrando cuando la rubia apareció de nuevo. Alex la
ignoró, iba a sacar su dichoso bikini. Clara se interpuso en su camino:
— Te dije que no te acercaras a William.
Alex ladeó la cabeza, se había quedado fija, mirando el lunar que tenía
encima del labio:
— No me he acercado a William— de nuevo retomó el camino, Clara
retrocedía como los cangrejos— yo solo propuse si alguien quería darse un
baño y él se ha ofrecido.
Clara quedó de nuevo aprisionada contra un mueble. Quedando cerca, muy
cerca de ella. Alex aún estaba mojada, a pesar del color verde de su bikini se
le transparentaba un poco sus pezones, totalmente erectos. Los ojos azules de
Clara fueron a esa parte de su anatomía durante unos segundos, para luego
ascender de nuevo a los labios de Alex:
— Te dije que no te acercaras a mí
— No me he acercado a ti. Has sido tu quien has venido detrás de mí— Alex
sonrió mentalmente al darse cuenta de cómo los ojos de Clara se fijaba en sus
labios y en otras partes de su anatomía— has podido apartarte de mi camino,
había espacio suficiente, pero has decidido permanecer enfrente de mí. Clara.
— Deja de hacer eso
— ¿Qué deje de hacer qué? Clara
— De llamarme de esa forma
— Ese es tu nombre, Clara
Sin dejar de mirarla abrió el cajón de su mueble:
— Escoge el que más te guste.
Clara miró el cajón que estaba lleno de bikinis. Esperaba que Alex se
apartase, pero no se movía ni un ápice:
— ¿puedes dejarme sola?
Alex negó con la cabeza:
— Déjame que te ayude.
— ¿Qué?
Alex se inclinó quedando a escasos centímetros, miró el cajón y sacó un
bikini negro. El cuello de la ojiverde estaba totalmente expuesto. Clara se
mordía el labio observando aquel cuello tan… Clara sintió perturbación al
darse cuenta de que le parecía realmente sexy, viéndose así misma deseando
besarla:
— Creo que este te va a quedar bien— Clara tragó saliva— ¿te pasa algo?
Clara
— ¿Qué haces Alex?
Alex dio dos pasos atrás:
— Dejarte un bikini, ¿No querías que te dejara uno?
— Quería que te alejaras de mi prometido.
En ese momento volvió a acortar distancias mientras curvaba una comisura
de sus labios. Clara volvía a sorprenderse así misma adorando esa puñetera
sonrisa:
— No me interesa William, nunca me ha interesado— Alex colocó una mano
en la cadera de Clara y se inclinó para susurrarla— Sin embargo, la que me
interesa eres tú.
Maldita sea, Alex le recordaba tanto a Vesta. Que no sabía si se excitaba
por lo caliente que era Alex, o porque sinceramente esperaba ver a Vesta
algún día. La mano de Alex, fue deslizándose hasta la parte baja de su
espalda. Aún tenía los labios casi pegados a su oído:
— ¿No piensas ordenarme que me aparte como a William?
La ojiverde de nuevo quedó fija mirando aquel azul, sus labios estaban tan
cerca y Clara no parecía oponer resistencia. Notaba como su respiración se
aceleraba, ¿hasta cuándo podía retener sus impulsos de querer besarla? No
mucho, puesto que la rubia se inclinó buscando sus labios. Pero Alex, de
forma sensual se apartó. No, no era el momento, solo Alex decidiría cuando
se besarían:
— Te dejo sola para que te pongas el bikini.
Alex estaba abriendo la puerta de la habitación, cuando Clara la detuvo
cerrándola de nuevo:
— Me calientas ¿Y te vas así sin más?
Alex ladeó la cabeza y quitó la mano que impedía que la puerta se abriese:
— ¿Qué te he calentado? — Dijo con ironía— pero si te parezco odiosa,
Clara.
Alex abrió la puerta y salió de la habitación.

Capítulo 3 - S.O.S
Después de aquello Clara intentó evitar a Alex el resto de la velada. No
sabía cómo proceder con aquello que estaba sintiendo. Era algo nuevo. Nunca
se había sentido atraída por ninguna mujer, y en menos de 24 horas, dos
mujeres habían conseguido excitarla de manera desmesurada. Con apenas
unas miradas, unos susurros en el oído, el roce de su piel caliente.
Alex ya no se había acercado más, pero seguía sintiendo su mirada
punzante en más de una ocasión. Clara luchaba con todas sus fuerzas para no
mirar, pero sus ojos verdes eran como si le hicieran un llamamiento del que
no podía escapar y al final, durante unos segundos, quedaba cautiva. Siempre
que lo hacía, esbozaba media sonrisa, provocando que acelerase el ritmo de
su respiración.
¿Qué me pasa? Se preguntó.
Estás caliente, eso es lo que te pasa. Respondió su lado más racional.
Nada más llegar a casa, Clara tuvo que ir al baño y darse una ducha. Solo
en aquel lugar, los recuerdos azotaban en su cabeza, encendiéndola aún más.
El cuero chocando contra sus glúteos, seguidamente masajeados por las
manos de Ama Vesta. “Vesta” que significará aquella palabra. ¿Sería Ama en
otro idioma? Clara puso un mohín. “Ama ama” no, eso sería raro. Recordó
sus manos, viajando hasta su abdomen. Era como si hubiera dejado una hilera
de puro fuego sobre su piel, del cual sería incapaz de olvidar.
Echó la cabeza hacia atrás, para dejar que el chorro de agua tibia le diera en
la cara. Comenzó a enjabonarse el cuerpo lentamente. Su piel seguía caliente
y para qué negarlo, otras partes de su anatomía parecían insistir en cobrar
vida. Pasó la pastilla de jabón por su cuello, ¡oh sí!, sobre su cuello sintió el
aliento de Vesta. Pero no era la única, Alex también le había dejado marcas
transparentes sobre ella. Ambas consiguieron poseerla, de tal forma que no
conseguía controlar sus impulsos. Bajó sus manos enjabonadas a cada zona
de su piel en círculos, hasta que llegó a sus senos, encontrándose con sus
pezones totalmente erectos, escapando un suspiro de su boca con su propio
roce en aquella zona tan erógena. La mano de Vesta rozó aquella zona. ¡Oh
sí! No podía evitar acariciarse, en principio eran unos roces, seguidamente
sus roces retornaron a pequeños masajes, pero ¿Qué estaba haciendo? Clara
nunca hacia esas cosas, nunca se tocaba, sin embargo, ahí se hallaba,
acariciando y masajeando sus pechos, aumentando su excitación. Esa que se
hacía notar en su sexo, que se humedecía hasta el punto de chorrear. Su pudor
le decía que parase, que aquello era pecado, desear a una mujer era el pase al
infierno, pero su deseo la pedía a gritos que siguiese y que no parase, una
mano descendió mientras la otra seguía excitándola, roces, masajes pellizcos.
Mordiéndose los labios para acallar sus pequeños gemidos, ¡oh sí! Vesta
consiguió que gimiera delante de tanta gente. La mano pasó por su abdomen,
el agua caía como una autentica cascada sobre su piel, aquello era tan erótico.
¿Pero qué estaba haciendo? Para. Se decía una y otra vez, pero sus manos ya
habían cobrado vida, tanto que se sorprendía así misma el placer que le
estaba dando. Su mano acarició el monte venus, caliente e hinchado. Nunca
se había acariciado aquel lugar. Se hacía la depilación láser, así pues, la zona
estaba libre de vello, totalmente suave ante su tacto. Sí, anhelaba que sus
caricias fueran más profundas, pero estaba disfrutando tanto con aquello que
prolongó. Sus piernas comenzaban a temblar. Dios todas esas sensaciones
nunca las había experimentado con William. ¿Qué le habían hecho aquellas
dos mujeres? La habían corrompido y no dejaba de tocarse pensando en ellas.
Apoyó la espalda sobre la pared y abriendo un poco las piernas prosiguió.
Lentamente muy lentamente fue introduciendo sus dedos en aquellos
protuberantes pliegues, a cada vez más lubricados e hinchados. Sí, había dado
enseguida con una zona sensible. ¿Era normal que estuviera tan inflamado?
¿Tan caliente? Aquello latía con fuerza. Suspiró fuerte cuando comenzó a
friccionar aquello. Oh sí, que sensaciones tan deliciosas. Recordó a Alex con
su bikini verde casi transparentando sus pezones, totalmente erectos. Sus
manos ardían, quería habérselos tocado. El roce sobre su clítoris fue en
aumento. Era como si corrientes eléctricas viajaran a través de toda su
epidermis. No podía gritar, William estaba en la habitación, sin embargo,
quería hacerlo. Recordaba la voz de Alex con cierta seducción. Esa que sabía
encender hasta una bombilla fundida. Dios, no podía más, friccionaba y
friccionaba, todas esas sensaciones que recorrían por todo su cuerpo ahora
estaban en un solo lugar. Sí, oh sí, querían salir de su cuerpo, liberarse como
nunca:
A partir de ahora eres mía, Clara. Vayas donde vayas, estés donde estés,
no te olvides de quien es tu ama.
— ¡Dios mío siiiii!
Dijo alzando la cabeza hacia atrás, mientras que su espalda se tensaba para
luego temblar como nunca. ¿Qué había sido eso? Nunca había experimentado
nada parecido. ¿Ese era el famoso orgasmo del que todo el mundo hablaba?
Pero que maravilloso es.
Clara apoyó la cabeza en la pared con los ojos cerrados, intentando
recuperar el aliento. Quería verla de nuevo. Sabía que tenía que verla de
nuevo, a Vesta. Corrigiéndose a sí misma, su ama Vesta. ¿Pero cómo? No
tenía su número. Entonces recordó que la otra chica le dio el número a Ruth.
¿Pedirle el número a Ruth? Ni de coña. La martirizaría con sus mofas, pero
quería verla. ¿Cómo hacer para que Ruth no sospechase? Encontraría la
forma:
— Clara— se escuchó la voz de William al otro lado de la puerta— ¿estás
bien? He oído voces.
Aún estaba apoyada contra la pared intentando recuperar la movilidad.
Miró a un lado y a través de la mampara vio la puerta cerrada:
— Sí, estoy bien.
— ¿No vienes a la cama?
— Voy a escribir en cuanto salga de la ducha.
— Está bien, no te acuestes muy tarde.
— De acuerdo
Clara terminó de ducharse. En parte sentía culpabilidad. Se había tocado
pensando en otra… corrijo, otras personas que no eran su prometido. Lo peor
de todo es que eran dos mujeres. A ambas las quería volver a ver. Sin
embargo, el orgullo le podía y quería evitar a Alex. Había jugado con ella,
eso no podía permitirlo. Por mucho que la anhelase.
Ya en su despacho, abrió el ordenador portátil, para seguir con su historia.
Ya hasta la forma de su escritura se vio implicada tan llena de erotismo. En
sus palabras reflejaba su objeto de deseo. Tanto que la protagonista
comenzaba a sentirse atraída sexualmente por dos amores imposibles, pero
¿qué estás escribiendo Clara? Era tarde. Ruth debería estar durmiendo. La
llamaría al día siguiente, se propuso. Pero no podía, Ruth sabía más sobre el
tema y por mucho que le jodiese, tenía que contárselo a alguien:
Clara: Ruth S.O.S
Ese era el código que tenían ambas para las urgencias más extremas que
digamos. Siempre que habían escrito ese código, habían salido corriendo para
ayudarse mutuamente:
Ruth: enseguida voy, no tardo.
Lo bueno de Ruth es que tampoco vivía muy lejos. Y como bien había
dicho, no tardó. Clara sin hacer ningún ruido salió de la casa para entrar en el
coche de Ruth:
— ¿Qué pasa Clara? ¿Todo bien con William?
Clara no se andaba con rodeos, así pues, negó con la cabeza para soltar:
— ¿Cómo supiste que te atraían también las mujeres?
— Wau— dijo Ruth poniendo cara de asombro— ¿Y para ti eso es una
urgencia? leches Clara, me habías asustado.
— Es que para mí es una urgencia— dijo con desesperación— creo… creo
que me…
Ni si quiera era capaz de decirlo en voz alta. De solo pensarlo se ruborizaba
y si ya recordaba lo que había hecho momentos antes, todavía más. Ruth puso
ojos como platos:
— Te sientes atraída por una mujer— esbozó una sonrisa— Es ama Vesta
¿verdad? Te puso cachonda y quieres más.
— Por Dios Ruth.
Dijo Clara con cierta perturbación:
— ¿Y cómo quieres que te ayude? — puso el ceño fruncido— ¿No querrás
experimentar conmigo? Porque la verdad, no eres mi tipo.
— ¡Ay! Ruth, no— retiró la mirada, no podía mirarla a los ojos— pero si
quiero ver a Vesta.
— Lo sabía
— Por favor— comenzó suplicante— no te burles de mí.
Ruth alzó las cejas, comenzó a aupar el culo en el asiento para sacar su
cartera, dentro estaba la tarjeta que le dio Ama Anika. No preguntó,
directamente llamó. Clara quedó pálida e intentó arrebatarle el teléfono:
— Ruth— dijo peleando con la morena— por favor, no.
Ruth, apartaba las manos de Clara mientras esperaba a que contestasen:
Rincón del castigo, ¿en qué puedo ayudarle?
— Sí, me gustaría concertar una cita con Ama Vesta.
Me disculpa un momento que revise la agenda… ¿desea tarde o noche?
Ruth miró de reojo a Clara, que ocultaba el rostro con sus manos,
totalmente ruborizada. Lo estaba haciendo. Ruth estaba concertando una cita
con Ama Vesta:
— Tarde.
¿Ya ha practicado con anterioridad o es iniciada?
— Iniciada.
A las 20:30, el viernes ¿viene bien?
— Perfecto
¿A qué nombre le apunto?
— A la señorita Clara Price
En ese momento Clara alzó la cabeza totalmente pálida, pero ¿cómo se le
ocurría decir su nombre completo?
Perfecto, debido a que es iniciada tiene que acercarse antes para firmar
unos papeles.
— Eso está hecho.
Que pase buena semana señorita.
Cuando Ruth colgó miró con picardía a Clara. Quería que la tierra la
engullera y no la escupiese nunca:
— ¿Por qué diste mi nombre Ruth?
— A algún nombre debe de estar la cita.
— ¿Pero hacía falta que dijeras mi apellido? Soy un personaje público
también, si alguien se va de la lengua…
— Clara— dijo Ruth poniendo los ojos en blanco— estos sitios son amantes
de la confidencialidad, créeme, estoy segura que más de un o una famosa les
va este rollo. Enhorabuena, el viernes verás a tu querida Ama.
— Podrías haberme preguntado antes
Dijo Clara con enfado. Ruth negó con la cabeza, esta vez más seria:
— Clara, querías que te resolviera tus dudas— le puso una mano en su brazo
— me parece que tus dudas se resolverán cuando la tengas en frente.
— Yo solo quería ver a Vesta— frunció el ceño— pero no sé si estoy
preparada para el BDSM.
Ruth soltó una pequeña risita:
— Tranquila, no te obligan a nada que tu no quieras. Pones los límites, para
eso pagas.
Habían pasado cinco días desde el reencuentro con Clara. Lo cierto, es que
de vez en cuando llegaba a pensar en ella. Algunas veces divertida, otras
inevitablemente deseosa por volver a verla. ¿Por qué? Clara representaba
todo lo que odiaba. Era una niña rica y por muy hipócrita que pareciese Alex
también lo era. También era malcriada, caprichosa, altanera y narcisista. Eso
sin contar que su familia era snob y tan homófobos como sus propios padres,
si añadimos la guinda del pastel Clara estaba prometida con William Wiyatt.
La tercera familia en discordia. No. Definitivamente Clara Price no era para
ella.
Estaba recostada sobre el asiento de su despacho, introducía un papelito en
la boca, lo masticaba y con un canuto los pegaba en el techo. Asqueroso, pero
le encantaba hacer de rabiar a los de la limpieza, que les tocaba subirse a unas
escaleras y con una espátula quitarlas. Alex se aburría con ese trabajo, lo
único que hacía productivo era firmar papeles. Amaba más su segundo
trabajo y ardía de deseos para que llegase el siguiente día.
En ese momento le sonó el teléfono móvil. Miró la pantalla y le salía
número desconocido:
— Señorita Woods
— ¿Lex?
En ese momento puso los ojos en blanco. No ¿Quién te ha dado mi
número?:
— William
— Sí— dijo esbozando una risa— que pronto me has pillado.
— ¿Cómo has conseguido mi número?
— Bueno, si prometes no enfadarte…
— ¿Quién William?
— Tu padre.
Alex emitió un pequeño gruñido. Era evidente que a Alex la molestó que la
llamase, y cualquiera se daría cuenta. Menos William. Alex cuando era una
adolescente, llegó a la conclusión de que ese chico se había caído de la cuna
cuando era un bebé, otra cosa no se explicaba:
— Te llamaba— prosiguió William para irritación de Alex— porque, a Clara
y a mí nos gustaría que vinieras a cenar a casa un día
Alex se incorporó un poco esbozando media sonrisa:
— ¿Enserio que Clara quiere eso?
— Claro— William pareció contentarse al notar el interés de Alex. Claro que
la cena, a Alex le sudaba la po… que diga más sutilmente, le daba igual—
¿qué te parece mañana?
Alex puso un mohín. Le parecía interesante reencontrarse con Clara, pero
no iba a perder otro día de trabajo:
— Lo siento Will, fines de semanas los tengo ocupados.
— Y el lunes
William no se iba a dar por vencido.
— El lunes me parece bien.
— Genial, nos vemos el lunes.
— Hasta el lunes.
Alex soltó el móvil encima de la mesa. Vaya, vaya, al final el destino la
pondría enfrente a Clara nuevamente.
Al día siguiente Alex apareció contenta al trabajo. Eso se notó bastante,
pues siempre era muy seria. Tanya no pasó desapercibido aquello:
— ¿Y esa sonrisa comandante?
Alex puso los ojos en blanco:
— ¿Qué pasa? ¿Sonreír ahora es un pecado?
— No, pero pensaba que tu no sabías que era eso ¿a ver sonríe de nuevo?
Alex puso cara de mal humor:
— Ya nada me has irritado, gracias. Te quedas sin sonrisa.
Alex fue hasta el mostrador para revisar su agenda. Estaba repleta. Sus
compañeras cada vez que veían un nombre, se reflejaban el signo del dólar en
sus ojos. Para Alex era solo diversión y excitación. Pero cuando llegó a la
cita de las 20:30, tuvo que releerlo un par de veces para cerciorarse que había
leído bien. Clara Price. Esbozó media sonrisa:
— Ya sabía yo que te había gustado.
— ¿Disculpa?
Preguntó la recepcionista que estaba a su lado:
— Irina— comenzó a decir Alex mientras le enseñaba la agenda— quiero
añadir algo en el contrato para la señorita Price.
— ¿Qué?
— Bajo ningún concepto están permitidos los besos.
Capítulo 4 - Eres mía
Habían llegado hasta lo que parecía un ascensor. Un ascensor que daba
directamente con la calle, eso daba miedo, a decir verdad. Ruth, le
acompañaba. Claro que, a petición de Clara que no quería ir sola. Estaba
nerviosa, aterrada y cantidad de sentimientos de los cuales nunca había
sentido. No tan conjuntamente. Le sudaban hasta las manos.
Buscó el timbre, pero no había ninguno. ¿Cómo narices iban a subir? Ruth
tuvo la respuesta a aquella pregunta. Pues sacó directamente el móvil:
— Hay que llamar y decir tu nombre— explicó Ruth al ver el desconcierto de
Clara— Ellos te abren y suben el ascensor.
— Eso da…
— ¿Excitación?
Preguntó Ruth animada. Clara negó con la cabeza:
— Miedo
Ruth sostenía el teléfono pegado a la oreja:
Rincón del castigo ¿en qué puedo ayudarle?
— La cita de Ama Vesta, Clara Price
En ese momento las puertas del ascensor se abrieron. El corazón de Clara
estaba descontrolado, amartillando su pecho, amenazando con salir disparado
de un momento a otro. Y como había ocurrido a fuera, no había ningún
botón. Directamente se puso en marcha.
Nada más salir del ascensor se topaban con una recepcionista que rondaría
los treinta, tenía el pelo hasta los hombros, con prominentes pómulos,
afroamericana, casi la misma estatura que Clara. Que las esperaba con una
amable sonrisa:
— La señorita Price.
— Aquí
Dijo Ruth sujetando a Clara que empezaba a retroceder. En esos momentos
sentía arrepentimiento. Quería salir de ahí despavorida, pero ¿qué narices? Se
había metido en la boca del lobo. Y su amiga en vez de sacarla de ahí, la
retenía para que no escapase:
— Sígame por favor
Ambas iban a seguir a la recepcionista, pero ésta les paró:
— Solo puede venir la señorita Price.
Clara miró suplicante a Ruth, pero la morena lo único que hizo fue
encogerse de hombros, como diciendo “¿Qué quieres que le haga?”.
Temblorosa la comenzó a seguir por un pasillito de luz tenue. En un principio
pensaba que escucharía gritos, tortura o gemidos de placer, pero nada, no se
escuchaba nada. Llegó hasta una puerta cerrada que había casi al final del
pasillo e indicó que entrase:
— Vesta vendrá enseguida.
Alex estaba terminando de ponerse la peluca cuando Tanya, o mejor dicho
Anika Abrió la taquilla que había a su lado:
— Señor, a veces me sorprendo de algunos, prácticamente no tienen límites.
En ese instante se fijó en Vesta que todavía no se había puesto el antifaz:
— ¿Te has puesto lentillas?
— ¿Te gustan? El azul no me queda tan mal
Preguntó Vesta haciéndose la enigmática:
— ¿Por qué lo has hecho?
Alex contaba todo a Tanya, era la única persona en el mundo en quien
confiaba:
— Digamos, que la señorita Price conoce a la señorita Woods— se encogió
de hombros— no quiero arriesgarme a que me descubra.
— Tú sabrás lo que haces
Dijo Tanya mientras se quitaba su peluca. Siempre trabajaban con pelucas y
nunca mostraban su verdadera identidad:
— Voy a disfrutar de mi descanso
Vesta se puso el antifaz y suspiró fuertemente. En unos minutos tendría a
Clara cara a cara de nuevo.
La habitación donde entró Clara era muy distinta a la que se había
imaginado. Lo cierto es que se imaginaba látigos, fustas, grilletes y toda clase
de objetos que podía pasarse por su pervertida cabeza, pero no. Tan solo
había una mesita y dos sillones. Uno enfrente del otro. Estaba tan nerviosa
que comenzó a pulular por la habitación. Quedando enfrente de un cuadro y
comenzó a mirarlo.
La puerta se abrió, sobresaltando a la rubia que ya no podía con su corazón,
le iba a dar un infarto, de seguro que se quedaría en el lugar de un momento a
otro. Vesta, entro lentamente y cerró la puerta tras de sí, echando el pestillo
para tener más intimidad. Clara tragó saliva, no sabía qué hacer ni cómo
actuar. Miraba a Vesta con los ojos de par en par. Ese día no llevaba el
sombrero de capitán, mostrando su melena pelirroja, aunque su atuendo era el
mismo. Pareció notar algo diferente ese día. Juraría que la otra noche sus
ojos era de color verde y no azules. Dejó unos documentos sobre la mesilla y
lo que parecía un collar de perro. Curvó la comisura de sus labios. Clara
parecía una cachorrilla asustada, ya no era la mujer altanera que ordenaba a
todos. No, ahora estaba en el mundo de Vesta. Normalmente la primera vez,
suele ser puro trámite. Pero Vesta quería divertirse un poco:
— Yo…— comenzó a decir nerviosa Clara— estoy aquí— Vesta no decía
nada, solo se acercaba lentamente— con intención de informarme para mi
nuevo libro
Dijo al final, intentando controlar su voz. Claro que aquello era mentira
pero sentía perturbación al pensar los verdaderos motivos por los que estaba
ahí. Cuando ya estuvo a su alcance, Vesta la empujó contra la pared y se pegó
a ella, acercándose a un lado de su cuello y aspiró el aroma de su pelo rubio:
— Te dije que nos volveríamos a ver
— Y yo te he dicho— dijo con un hilo de voz— las verdaderas razones por
las que estoy aquí.
Vesta esbozó una sonrisa. Incluso en esa situación Clara seguía
reprimiendo sus verdaderos instintos y deseos. No la engañaba, por la forma
en que temblaba a su cercanía:
— No Clara— dijo con voz ronca— estás aquí porque eres mía.
A Clara se le escapó un leve gemido ¿por qué diablos le excitaba tanto? Y
no era la única, puesto sintió como la respiración de Vesta aumentaba,
conforme su mano subía por su cadera hasta el costado. Dejando una hilera
ardiente sobre el cuerpo de Clara, la rubia deseaba, dios, anhelaba con todas
sus fuerzas que su mano prosiguiese, sin embargo, se detuvo.
Vesta tuvo que sacar mucha fuerza de voluntad para alejarse de ella. Clara
era irritante e insoportable, pero maldita sea, su cuerpo le volvía loca:
— Ahora se obediente y siéntate.
Clara tragó saliva y obligó a su tembloroso cuerpo desplazarse hasta uno de
los sillones. No había pasado ni cinco minutos y ya estaba húmeda. Vesta
tuvo que tomar aire antes de sentarse enfrente de Clara:
— ¿Qué sabes del BDSM?
— Puro juego enfermizo.
Vesta curvó un poco la comisura de sus labios y se los humedeció antes de
hablar. Clara fijó su mirada en ellos, sintiendo altos impulsos de querer
besarlos. Eran tan parecidos a los de Alex. ¿Pero por qué tenía que pensar en
Alex en esos momentos?:
— Te has llamado enfermiza tú solita.
— Ya te dije…
— No me saltes con el mismo cuento— retiró con el pie la mesilla que se
interponía entre ambas, se acercó y cuando estuvo escasos centímetros, se
arrodilló comenzando a acariciar la pierna de Clara— Aquí no tienes por qué
reprimirte— su mano fue subiendo por la parte interna del muslo,
introduciendo su mano en la falda— sabemos lo que ansias de verdad.
Clara suspiró levemente, cerró los puños sobre el reposabrazos y justó
cuando la mano de Vesta estaba a punto de llegar a su zona más húmeda,
reaccionó agarrándola de la muñeca:
— Me dijiste que esto no se trata de sexo.
Vesta paró y deslizó su mano hasta el otro lado del muslo. Su piel era tan
suave. Solo en esa parte le clavó las uñas y fue sacando su mano mientras
arañaba. No un arañazo profundo, lo suficientemente para sentirlo y excitar:
— Y no se trata de sexo, Clara. Se trata de placer y excitación.
En principio Clara contuvo la respiración, cuando terminó el recorrido
clavándole las uñas, volvió a repetirlo esta vez con la palma de la mano, el
contraste que le producía las caricias después de los arañazos hacía que su
piel se le pusiera de gallina:
— La sociedad tiene un mal concepto de nosotros los amos, no maltratamos
— de nuevo clavó las uñas, esta vez con ambas manos en los dos muslos—
estoy al servicio del sumiso, estoy a tu servicio. Tú marcarás los límites.
Clara echó la cabeza hacia atrás y se mordió el labio mientras acallaba los
pequeños gemidos. Vesta la estaba excitando tanto. Arañando y acariciando,
acariciando y arañando, pero ¿a quién le gustaba eso? Sorprendentemente a
Clara:
— ¿Cómo puedes decir que estas a mi servicio? — decía con voz
entrecortada— ¿Cuándo no paras de decir que soy tuya?
Vesta paró y sacó sus manos para ponerlas en el reposabrazos del sillón,
muy cerca a las de Clara:
— Estoy para darte placer, pero no dejas de ser mi sumisa, en el mundo
vainilla puedes hacer lo que te dé la gana, Clara, pero en mi mundo solo
pertenecerás a un solo amo— se levantó y le entregó los documentos— eso
no es solo un contrato. Eres tú jurándome fidelidad.
Clara comenzó a leer aquel contrato. Que tenía firmar, para alegar que era
consciente, la clase de prácticas que se hacían, también existen límites, por
ambas partes, por lo general, la mayoría se lo había dicho Vesta. No podía
buscar a otro dominante y otra cosa que le llamó la atención. No podían
besarse:
— ¿Nada de besos?
— Un solo beso, y el contrato se rompe.
— ¿Por qué?
Vesta apretó la mandíbula, apoyó la rodilla entre sus piernas, el roce en
aquella zona hizo que Clara soltase un pequeño gemido, le tiró del pelo con
ambas manos, obligándola a echar la cabeza hacía atrás, poniendo un gesto
de dolor durante unos segundos, antes de quedar cautiva a la mirada de Vesta,
su rostro estaba a escasos centímetros:
— Me dijiste que eras heterosexual— Vesta no apartaba su mirada de los
ojos, pero permanecía tensa ante su cercanía— aun no has firmado el
contrato, dime Clara. ¿Quieres que te bese?
La respiración de Clara se aceleró y a diferencia de Vesta, ella no pudo
evitar mirar sus labios con deseo. Si, llevaba queriendo besar esos labios
desde el momento que la empotró contra la pared. Vesta, se acercó un poco
más, sintiendo su cálido aliento en su cara. Quería gritar que sí, una y otra
vez, besarlos hasta quedar inflamados y doloridos, pero le pudo más el
miedo:
— ¿Dónde hay un bolígrafo?
Vesta tragó saliva, le soltó el pelo y la acarició la mejilla hasta que su dedo
gordo rozó sus labios. Los miraba de forma salvaje y lasciva. Clara solo
rezaba para que no hiciera caso ante su negativa. Que la besara hasta quedar
exhausta:
— Qué lástima, me hubiera gustado probarlos, aunque sea solo una vez.
Curvó la comisura de sus labios, sin dejar de mirarla, agarró la mano de
Clara y la llevó hasta el bolsillo de su culo:
— Ahí tienes un bolígrafo, cógelo.
Clara no se iba a achantar ante su mirada. Así pues, sin quitar sus ojos en
los de ella, introdujo la mano en el bolsillo y sacó el bolígrafo. En ese
momento, se puso ceñuda. Era tan excitante, pero a su vez, le recordaba tanto
a Alex:
— Ahora ¿Por qué me miras así?
Preguntó algo incómoda Vesta:
— Me recuerdas mucho a alguien.
La mano de Clara se negaba a alejarse de Vesta, siendo ahora ella la que
acariciase su pierna, aun puesta en el medio de las suyas. En un principio
pareció ponerse tensa. Para luego dibujar una sonrisa, ya de paso ¿por qué no
aprovecharse de su alter ego?:
— ¿Otra mujer?
— Si
— Vaya, Clara— dijo Vesta mientras apartaba la mano de Clara— eres un
poco mentirosita tú. Dices que eres heterosexual y no solo me buscas, sino
que hay otra.
Clara frunció el ceño y puso una mueca. Ese gestó tensó de nuevo a Vesta:
— ¿Con ella? nunca en la vida, es odiosa.
Vesta apartó la rodilla y se alejó un par de pasos, se cruzó de brazos y alzó
una ceja:
— Y ¿yo te recuerdo a ella? ¿Acaso soy odiosa también?
Clara comenzó a golpear el reposabrazos con el bolígrafo:
— Es odiosa, sí, pero…
Clara apartó la mirada ruborizada:
— ¿Pero?
Insistió Vesta:
— Es igual de caliente que tú.
Vesta curvó las comisuras de sus labios, rodeo el sillón hasta quedar detrás
de Clara, apartó los mechones de su pelo y los colocó detrás de la oreja.
Inclinándose para susurrarle en el oído:
— Se sincera Clara— dijo mientras bajaba su mano cuello, clavícula— ¿Qué
te parece realmente odioso? ¿Ella? o ¿cómo te excitas estando con ella?
La respiración de Clara aumentó, la mano de Vesta se había introducido por
su escote:
— ¿A ti que más te da? Ni la conoces
Llegó a decir con un hilo de voz. Vesta le agarró suavemente del cuello,
mientras con la otra mano había alcanzado hasta el pezón, totalmente erecto.
En un principio fue considerada y lo acarició con sus dedos suavemente.
Clara emitió un suspiro sonoro, más fuerte fue el gemido cuando lo comenzó
a torturar pellizcándolo:
— Clara— dijo Vesta con voz entre cortada por la excitación— Dime que
quieres ser, ¿mi sumisa o mi esclava? — Clara se removía sin parar en sillón
— dímelo
La otra mano que sostenía su cuello se deslizó hasta el otro seno y comenzó
a torturar su otro pezón. Los gemidos de Clara se hacían más fuertes, la
respiración de Vesta también era un poco más sonora:
— Dime que quieres ser mi esclava y no mi sumisa Clara. Dime que eres
totalmente mía, sin límites— las manos de Vesta sobre sus senos eran más
que excitantes. Esa electricidad que sintió en la ducha en esos instantes los
sentía con más intensidad— Por favor Clara se mi esclava.
¿Cómo responder aquello? Ni si quiera sabía que diferencia había entre
esclava y sumisa. Tampoco le daba mucho para pensar en aquellos instantes.
Que no paraba de gemir y retorcerse. Aun así, habló como pudo:
— ¿Qué… que…?
No, le era incapaz hablar y pronunciar más de dos palabras seguidas. Aun
así, Vesta, supo enseguida lo que quería preguntar:
— Si decides ser mi sumisa tan solo te someterás a mí, nada de sexo—
esbozó un leve gemido, el cuerpo caliente de Clara la estaba excitando hasta
casi perder la cordura— si tengo relaciones sexuales con esclavas, por Dios
Clara déjame poseerte.
— Sí, Vesta. Seré tu esclava
Dijo Clara sin pensar, estaba tan cachonda que ya prácticamente no podía
controlarse:
— Gracias a Dios
Vesta sacó las manos de su escote, rápidamente le puso el contrato en el
reposabrazos:
— Firma, aquí y aquí
Clara acalorada firmó en los dos sitios que dijo Vesta. Seguidamente ella
también firmó donde tenía que firmar. Agarró el collar y comenzó a
ponérselo:
— Enhorabuena oficialmente somos ama y esclava.
Nada más terminar de ponerle el collar, se agachó ansiosa quería el cuerpo
de Clara en ese instante. Introdujo sus manos de nuevo dentro de la falda y
comenzó a tirar de su ropa interior. La rubia nunca había estado con ninguna
mujer antes, estaba excitada y tenía ganas, pero eso, no quitaba el hecho de
que en ese campo era totalmente virgen y le aterraba hacerlo mal. Así que,
como hizo anteriormente, paró a Vesta:
— ¿Qué pasa ahora?
Preguntó sin soltar su ropa interior que estaba casi llegando a sus rodillas.
Los ojos de Vesta estaban oscurecidos, dilatados de la excitación:
— Yo…— de nuevo apartó la mirada, en parte por vergüenza y otra, pensaba
que Vesta podría enfadarse al detenerla— yo… nunca he estado…
Vesta paró en seco. Era cierto, se le había olvidado que Clara solo había
estado con hombres. Le resultó comprensible su pudor y temor. Pareció
meditar durante unos minutos. Cierto era que le iba mucho el sexo salvaje.
¿Pero cómo exigir eso a Clara? Desde que miró a un lado ya no se había
vuelto a mirarla. No, hasta que notó como Vesta le volvía a poner las
braguitas en su sitio.
Mirando de nuevo a Vesta, se sorprendió al ver que las comisuras de sus
labios estaban curvadas:
— Me acabo de convertir en tu ama— apoyó la mejilla en su rodilla
izquierda mientras que con su mano derecha acariciaba su muslo— ¿de
verdad quieres que sea tu primera mujer?
— No hay otra mujer
Vesta negó con la cabeza, sin dejar de sonreír picaronamente:
— Hace un momento me has comentado que te excitaba otra mujer.
— Y también dije que nunca haría nada con ella.
Vesta cerró los ojos, aun apoyada en su rodilla mientras que no paraba de
acariciar sus piernas. Estaba excitada y prácticamente quería follarse a Clara,
ponerla a cuatro patas y hacer que se corriera una, otra y otra vez. En su mano
y en su boca, pero sería demasiado para una primeriza:
— Está bien— apartó su mejilla de la rodilla, se levantó y le acarició
suavemente— la primera vez, muy despacio
Le agarró de las manos y la ayudó a levantarse, dieron un par de pasos
hasta quedar entre los dos sillones:
— Desnúdate.
Clara puso los ojos como platos y el rubor de su rostro se hizo más intenso.
No sabía por qué, pero eso le pareció adorable a Vesta:
— Vesta…
— No, Clara— esta vez la voz de Vesta sonó un poco autoritaria— te he
dado una orden, desnúdate.
Clara tembló de puro nerviosismo, tenía tanto miedo de ser un fraude que
durante unos segundos miró la puerta, queriendo huir de aquel lugar y
esconderse en su cama. Vesta se percató de aquello. Así pues, intentó
reconfortarla acariciando su mejilla:
— No voy acerté daño, ni voy hacer algo que tu no quieras, solo me lo dices
y paro. Tan solo déjate llevar, Clara. Desnúdate. En un principio debemos
conocernos, saber tus límites.
Clara tragó saliva y comenzó a desnudarse delante de aquella mirada tan
intensa. En parte agradecía que Vesta le tratase con algo de dulzura. Ésta, se
sentó en el otro sillón y comenzó a descalzarse. Sin dejar de mirar el cuerpo
de la rubia que prenda a prenda quedaba descubierto. Vesta no se desnudó del
todo, solo la parte inferior:
— Túmbate en el suelo
— ¿En el suelo?
Preguntó con cierto desacuerdo. Vesta sonrió:
— ¿Ves alguna cama por aquí?
Clara, acabó accediendo a regañadientes y se tumbó en el suelo boca arriba.
Vesta lentamente se tumbó encima de ella, apoyando los antebrazos en el
suelo para no aplastarla:
— ¿Yo no te puedo ver desnuda?
Vesta acarició la mejilla de una temblorosa Clara:
— Algún día— escondió el rostro en el cuello de Clara e inhalo su aroma—
si ves que no puedes o quieres que pare tan solo pídemelo y lo haré.
Agarró las manos de Clara y las puso por encima de su cabeza:
— Las manos quedan vetadas de cualquier movimiento— esbozó una sonrisa
picarona— si las mueves tendrás castigo.
Clara asintió mientras Vesta observaba con fascinación sus perfectos
pechos. Su torso se movía más deprisa debido a su agitada respiración. Vesta
luchaba contra su instinto salvaje, quería lamerlos, morderlos, apretujarlos
fuertemente y podía hacerlo, porque Clara era suya, su esclava, pero quería
que estuviera cómoda su primera vez con una mujer. Así pues, comenzó a
acariciarlos lentamente, los pezones rosados estaban totalmente erectos,
invitándola a que los devorase y eso hizo. Comenzó a saborear el pezón del
seno derecho. Clara cerró los puños mientras esbozaba un sonoro suspiro.
Vesta disfrutó adorando sus senos y quería ser paciente, dedicarle el tiempo
que se merecían jugando con ambos pezones. La rubia se estaba excitando
tanto que comenzó a mover la pelvis buscando algún tipo de contacto, roce o
fricción:
— No te reprimas, Clara— dijo Vesta con respiración acelerada— gime todo
cuanto quieras.
— Si, si— comenzó a decir Clara un poco más fuerte— Vesta
Se excitaba tanto escucharla gemir y decir su nombre. Poco a poco fue
bajando hasta su sexo. De nuevo notó como Clara se tensaba y se ponía
nerviosa:
— Tranquila, solo déjate hacer.
Dijo mientras le abría un poco más las piernas para tener más acceso. Vesta
sería la primera mujer con quien estaría y aunque ésta no lo supiera, también
la primera con quien tendría sexo oral. Ya que William solo se limitaba a lo
básico, que era la penetración. Cuando sintió la lengua de Vesta sobre esa
parte de su anatomía. Se sorprendió. Que sensación más placentera, superaba
con creces la fricción de su propia mano. Era suave, húmeda y tocaba sus
zonas más sensibles. Clara ya no pudo controlarse más y sus gemidos eran
guturales, tanto que hasta la mismísima Ruth la estaría escuchando. Le daba
igual, solo quería más de aquel placer tan maravilloso. En un principio Vesta
lo hacía lento, lengua arriba, lengua abajo, de un lado al otro, jugando y
saboreando su clítoris. Movió la pelvis acompañando a esa mágica lengua
que le estaba trasladando a otro mundo desconocido. Con una mano buscó la
obertura de su sexo mientras seguía torturándola con la lengua, le introdujo el
dedo corazón y anular, provocando que Clara encorvase la espalda, sus
penetraciones no eran muy profundas, limitándose a estimular su zona g,
bombeándolos sin parar. Si el otro día tuvo su primer orgasmo
masturbándose y le pareció maravilloso, el que se estaba acumulando en su
pelvis era mucho más intenso. Vesta notó como sus dedos comenzaban a ser
aprisionados:
— Eso es Clara
Dijo Vesta esbozando un gruñido:
— Vamos, córrete
Los dedos estaban ya completamente aprisionados, mientras que todo su
cuerpo se tensaba y gritaba:
— ¡Si Vesta, si!
Vesta sonrió, cuando sintió los incontrolables espasmos, esperó a que el
cuerpo de Clara se relajase y liberase sus dedos. No fue hasta que estuvo a la
altura de su mirada cuando se percató de que había comenzado a llorar.
Dejándola totalmente atónita:
— ¿Estás llorando?
Clara le apartó y se acurrucó dándola la espalda. Vesta le agarró del brazo e
intentó que girase:
— Te dije que no te obligaba a nada— dijo algo molesta— si no querías solo
tenías que haberlo dicho, Clara
— No es eso— dijo Clara retirándose las lágrimas— al contrario ha sido
maravilloso
— ¿Entonces por qué estas llorando?
Preguntó Vesta desconcertada:
— Es que yo nunca...
— Habías estado con una mujer— comenzó a acariciarla en el brazo, para
tranquilizarla— si no quiere que vuelva a...
— No, no es eso— Clara giró el rostro para mirar a los ojos de Vesta— yo
nunca había tenido un...
No podía acabar la frase, le podía la vergüenza. En ese instante, Alex supo
a qué se refería, dejándola aún mucho más atónita:
— ¿Nunca?
— Es patético— se volvió a girar y retirarla la mirada— soy patética, lo sé.
Tener que pagar para...
— Clara, yo no soy una puta— dijo un poco irritada— no vamos a tener sexo
siempre que quieras, eres mi esclava por lo cual solo cuando yo quiera.
Vesta se levantó del suelo y comenzó a vestirse. Clara, se levantó también y
le aferró de la muñeca. Su expresión reflejaba arrepentimiento:
— Lo siento, no quería ofenderte.
— Déjalo
Dijo Vesta comenzando a ponerse los pantalones:
—Tu no— realmente sonaba como una niña tonta, comportándose de esa
forma tan avergonzada— tú aun no te has...
En ese instante escucho unas pequeñas carcajadas por parte de Vesta:
— Por Dios, Clara. Son dos palabras muy sencillas orgasmo y corrido.
— Me es más cómodo decir clímax.
Esta vez Vesta esbozó otra carcajada más sonora:
— Que tiquismiquis— Se acercó y la atrajo agarrándola de la cintura— a
partir de ahora no te perturbes ni te ruborices tanto, hoy ha sido la excepción
por ser tu primera vez, pero ten claro que conmigo no se hace el amor, me
gusta hacerlo duro— sus manos recorrían su cuerpo de forma posesiva— será
mejor que dejes de reprimirte, te aseguro que disfrutarás mucho más. Umm—
dijo esto último mientras estrujaba sus pechos— otra cosa que debemos dejar
claro, es que es una relación exclusivamente para el placer, nada de amor
¿queda claro?
—Muy claro— dijo con voz entrecortada, Vesta no apartaba ni un solo
segundo de sus pechos— pero, si me permites preguntar ¿Por qué?
Vesta se puso tensa, dejó de tocarla, se apartó y comenzó a calzarse:
— Mira de que trabajo ¿crees que eres la única que se somete a mí? No
quiero escenas de celos. Para serte sincera, no quiero, corrijo, no puedo
enamorarme. Ahora vístete, te vas a quedar helada.
— Si
Dijo Clara, comenzando a vestirse, pero Vesta la dio un fuerte azote en el
trasero. Sorprendiendo a la rubia que emitió un pequeño grito:
— Si ¿qué? Esclava.
— Si ama Vesta
Vesta se puso enfrente, se arrodilló y justo un poco por debajo de su
abdomen, tiró de la cadera, comenzó a succionar fuerte. Clara echó la cabeza
hacía atrás y emitió un leve gemido. No paró hasta que hubiera quedado bien
marcada. Pasó la mano por la zona, un par de veces y se volvió a incorporar:
— ¡Me has marcado!
Dijo Clara molesta. Vesta le agarró de la mandíbula:
— Por privacidad del cliente no solemos hacerlo, pero contigo hago la
excepción, así cuando te mires recordaras que me perteneces Clara. Eres mía.
Sacó una tarjeta y se la dio en la mano:
— Mi teléfono del trabajo, así hablas conmigo directamente, sin pasar por
recepción— se miró el reloj— concertaremos la siguiente sesión y me dirás
de cuánto tiempo lo quieres, me tengo que ir, va a llegar uno de mis sumisos.
— ¿No eres lesbiana?
Vesta alzó una ceja y curvó la comisura de sus labios:
— Ya te dije que con los sumisos no tengo sexo. No te olvides de tu collar—
Se agachó y se guardó las braguitas de Clara en el bolsillo— estas me las
quedo de recuerdo.
Vesta salió de la habitación dejando a Clara aun medio vestida. Alex fue
hasta su taquilla y se quitó corriendo las lentillas, le estaban irritando los ojos.
Tanya apareció y se apoyó en la suya con los brazos cruzados. Puso
expresión divertida no dejaba de mirarla:
— ¿Qué miras tanto?
— Una mujer muy fogosa— dijo alzando las cejas repetidas veces— a ver
que me aclare ¿tú no pasabas de tener esclavos? Porque ha sido llegar esta y
en el primer día...
— Vale ya Tanya. Solo ha sido un calentón momentáneo.
Tanya rompió a reír como si le hubieran contado el mejor chiste del mundo:
— Alex, ambas sabemos que no te sueles acostar con la primera que te pone
cachonda como ama Vesta, esa faceta tuya se la dejas más a Alex. La señorita
Price te gusta.
Alex cerró fuertemente la taquilla y con irritabilidad miró a Tanya:
— ¿Clara Price? ¿Gustarme? Esa mujer es irritante, molesta, altanera,
superficial, mandona...
— Fíjate, todo lo que te suele atraer de una mujer.
Alex gruñó:
— Me voy a descansar un poco antes de que llegue el siguiente.
Clara no lo podía negar más, era evidente que Vesta le gustaba y mucho. Se
había sorprendido. Había sido más dulce la primera vez. No era tonta, sabía
que se había reprimido. Guardó los documentos y el collar en el bolso.
Suspiró y salió de ahí. Era consciente de que había gemido más alto, existía
la posibilidad de cruzarse con alguien que la hubiera escuchado. Lo que no se
esperaba, que hubieran llegado a los oídos de la recepcionista y de Ruth. Que
la miraron con sonrisa cómplice. Clara se ruborizó, pasando por su lado:
— No te rías tanto y vámonos.
Ruth rompió a reír:
— Un placer haberte conocido Irina.
Ya en la intimidad del ascensor, Ruth no pudo contenerse más:
— Vaya, Vesta tiene que ser la puta Diosa, para hacerte gri...
— Por favor Ruth. Será mejor no hacer comentarios de lo que acabas de
escuchar.
— Tanto pudor, si yo me alegro por ti. Tú ahora mismo no te ves, pero
tienes esa cara de recién follada que ni te lo imaginas.
— ¿Cara de recién follada?
Ruth soltó una risita:
— No paras de sonreír, golfa.
No lo podía negar, sentía felicidad, hasta notaba su cuerpo más ligero y
relajado. Pero debía tener en cuenta una cosa:
— Ruth, necesito que me ayudes— dijo Clara algo temerosa — ¿puedes
enseñarme cómo...? — Eso le resultaba muy difícil y más si se lo pedía a la
mismísima Ruth— ¿Cómo se hace el sexo Oral?
Capítulo 5 - Bésame
Ruth se sorprendió ante aquella petición ¿Cómo narices iba a enseñar de
forma teórica el sexo Oral? Solo se le ocurrió una forma y era llevándola a
una heladería. La pregunta que se nos pasa por la cabeza, es la misma que se
le pasó por la de Clara. ¿Qué tiene que ver los helados con el sexo oral?
Bueno, cuando se trata del sexo masculino te compras un pirulo y de
maravilla, pero, ¿una mujer? Ruth, tan chula ella pidió dos conos, ella se lo
pidió de chocolate, mientras que para Clara pidió uno de vainilla. La morena,
era consciente de que odiaba el chocolate:
— ¿Qué tengo que hacer con esto? — preguntó Clara alzando una ceja—
no me apetece dulce, sabes que no me gusta mucho.
— Algo tan sencillo como lamer
Dijo riendo Ruth:
— Según tú, un cunnilingus es como comer un helado.
Ruth esbozó una carcajada. A veces Clara se pasaba de fina:
— Pero que finolis eres— dijo encaminándose a una de las mesas que había
en la terraza— está claro que no es lo mismo Clara, un clítoris es una zona
algo sensible y hay que pillarle el punto, pero si quieres un consejo, intenta
hacer con la lengua el abecedario en el helado.
Clara se sintió un poco estúpida al hacer lo que recomendaba su amiga. A,
B, C… ni quería imaginarse poniendo cara de concentrada:
— No, no— paró Ruth— estas tensando mucho la lengua, se más delicada.
Clara suspiró, pero de nuevo puso la lengua al helado. A, B, C… Esta vez,
Ruth asintió más satisfecha al ver que la rubia lo hacía más relajadamente,
Clara frunció el ceño:
— ¿Y cómo sabe?
Ruth ya sí que no aguantó la risa:
— En eso ya sí que no puedo ayudarte— dijo quitándose las lágrimas de los
ojos— pero que inocente Clara.
— ¿Sabe salado? Joder Ruth— dijo Clara con desesperación— dime algo.
— Clara— dijo Ruth más seria— No lo pienses tanto, si te apetece hacerlo
disfruta— se encogió de hombros— si no, pues no lo hagas, pero lo que si te
puedo asegurar, el sexo oral es lo más fantástico que te puedan hacer y
hacerlo no se queda atrás ¿Nunca se lo has hecho a William?
Clara puso una mueca de asco:
— No, qué asco
Ruth alzó las cejas sorprendida:
— ¿Nunca? Si te parece asqueroso hacérselo al hombre con el que llevas dos
años prometida ¿Cómo estas tan segura de que te gustará hacérselo a una
mujer?
Clara se ruborizó al recordar a Vesta, como había conseguido excitarla,
como la había hecho llegar al orgasmo solo con su lengua, recorriendo todo
su sexo. Como sentía su excitación cuando le gemía en su entrepierna.
Parecía disfrutar mucho, ella también quería probarlo. Saber que se sentía al
dar ese placer:
— William, nunca me había excitado como Vesta o como…
En ese instante se quedó en silencio. De nuevo Alex. Ruth no sabía nada de
Alex. La morena se percató enseguida y curiosa se acercó a su amiga:
— ¿O cómo?
Insistió para que siguiera hablando:
— Nada, una larga historia.
— Aún queda helado Clara, sabes que no voy a parar hasta sonsacártelo.
Clara achicó los ojos:
— En ocasiones como esta, te odio.
— Vaya, que rápido se te pasó el relax del orgasmo— dijo riendo Ruth—
quizás debería llevarte otra vez para que te relajes de nuevo.
— Ruth— dijo Clara irritada— está bien. ¿Te acuerdas de que te hablé de
mis círculos sociales?
Ruth asintió mientras seguía comiendo a lametones su cucurucho de
chocolate:
— Bueno hace muchos años, los Woods solían quedar con mi familia, antes
que se fueran a Europa de un día para el otro. Su hija, William y yo
jugábamos juntos.
— Si, sigue
— William siempre andaba detrás suya como un perrito faldero— eso lo dijo
con amargor— ella ha regresado y al parecer sigue perdiendo el culo por ella.
Ruth gruñó:
— Que cerdo ¿quieres que le pegue una paliza a William y a la guarra esa?
Clara negó mientras soltaba una pequeña risita:
— Lo cierto es que ella nunca le hizo caso.
— Más le vale.
— La cosa es que el otro día nos reencontramos y seguimos llevando mal,
pero no sé, me encaró de una forma, como me miraba, como se acercaba—
Clara se acaloraba al recordar a Alex tan cerca de ella— como me susurraba,
como me…
— Si ya lo he pillado— dijo Ruth parándola— vamos que también te pone
cachonda. Joder Clara, dos tías en poco tiempo, deberías replantearte tu
verdadera sexualidad. Que yo sepa solo has estado con Will, ni te he visto
interesada sexualmente por más tíos, ya que ese novio de la universidad no
cuenta.
Clara agachó la cabeza. Lo cierto es que en un principio William nunca le
interesó, pero su madre comenzó a hablarle de él, que era un buen chico, un
buen partido. Suponía que al final hizo lo que sus padres le pedían. Lo que
hasta el momento pensaba que era lo correcto, pero en cuestión de una
semana todo su mundo había cambiado, lo que era seguro, se había
convertido en un descontrol. Con sus dudas, con sus miedos a lo
desconocido. Quería alejarse y refugiarse a su vida cotidiana, pero no podía,
prácticamente se había sometido a Vesta y solo podía pensar en volverla a
ver.
Cuando Clara llegó a casa, se encontró con William en la cama leyendo un
libro. Solía cambiarse delante de él, pero aquella noche, le tocó coger el
pijama e ir al baño. No se había olvidado de la marcha que le había dejado
Vesta. No podía verlo en ningún caso. En su cabeza, no paraba de repetirse
una y otra vez que había hecho mal, pero, es que en los brazos de Vesta había
encontrado una parte que la llenaba realmente. No, no solo era el sexo en sí,
era como la sometía y la poseía. Vesta tenía razón, eso iba mucho más allá
del sexo. Era excitación como ninguna vez había sentido. No era el dolor, era
el juego que le daba. Eso nunca se lo daría William estaba muy segura de eso.
Antes de terminar de ponerse el pijama se miró la marca. Sus labios se
curvaron.
Al salir del baño totalmente cambiada, William le siguió con la mirada.
Extrañado:
— Ahora ¿te da pudor que te vea desnuda?
— No cariño, es que tenía que... hacer aguas menores.
William asintió y dejó el libro en la mesilla:
— Espero que no te molestes.
Dijo William algo asustado:
— Eso es señal de que me va a molestar
Alegó la rubia ceñuda:
— Esto… invité el lunes a cenar a…
— ¿A quién?
Preguntó Clara solicita:
— Alex.
Clara puso los ojos como órbita y se levantó de la cama, como si hubiera
recibido un calambre en el trasero. Enfurecida puso los brazos en jarras:
— ¿Enserio William? ¿Sin consultármelo? — la voz de Clara era de una
autentica fiera— ¿qué pasa sigues perdiendo el culo por ella?
William frunció el ceño con cierto resquemor:
— Por Dios Clara, no digas estupideces solo intento ser amable.
— Te hubiera agradecido que contases antes conmigo, ¿para algo somos
pareja no?
— Pues no lo parece
— ¿Qué?
Preguntó Clara sorprendida por el comentario de William:
— ¿Hace cuánto que no hacemos el amor Clara? — reprochó William—
Durante meses, llegas escribes, duermes, te vas de compras con tu madre y
sales de fiesta con tu amiga Ruth, a mí me tienes olvidado.
—Y ¿Por qué tengamos problemas de pareja, eso te da derecho a quien te
dé la gana en casa?
Esta vez fue William quien se levantó corriendo de la cama. Agarró las
almohadas con rabia:
— No sé qué coño es lo que os pasa a vosotras, pero me parece demasiado
que incluso pasados diez años sigáis llevándoos mal. Hazme un favor Clara,
madura de una puta vez.
Dicho esto, se dispuso a salir de la habitación:
— ¿A dónde vas?
Dijo Clara con enfado:
— A dormir en la habitación de invitados. Seguro que la almohada de esa
habitación me da más calor que la frígida de mi prometida.
Clara cogió una figurita que había encima de su mesilla y lo tiró a la puerta
cuando se había cerrado:
— ¿A sí? que lo disfrutes— dijo gritando, para terminar con un susurro—
será cerdo, el muy capullo.
Alex se encontraba en su despacho. Haciendo tiempo como siempre.
Papeleo, aburrimiento, ojeando los avances de las investigaciones, más
aburrido aún. Solo deseaba que llegará la noche. Le resultaba divertido la
idea de reencontrarse con Clara. No como Vesta, si no como Alex. Si la rubia
supiese del depravado juego al que estaba cayendo. Si supiese que ya era de
ella sin saberlo. Una de dos, la viola o la mata. Estaba claro que no iba a decir
nada. Total, bien que disfrutó corriéndose en su boca.
Abrió el cajón y sacó las braguitas de Clara. Se mordió el labio y comenzó
a sonreír. La señorita Price, sin darse cuenta le había desafiado al repetir una
y otra vez que no tendría nada con ella. ¿De verdad que podría resistirse? No
lo hizo con Vesta, menos lo haría con Alex.
Recordó con total nitidez cuando la hizo suya. Sus manos recorriendo su
piel suave, el cuerpo totalmente desnudo y vaya cuerpo el que se gastaba la
niña pija. La forma en que la gemía, Dios no había escuchado nunca algo tan
excitante. De solo recordarlo se humedecía. Lo único que le fastidiaba era
que no había probado sus labios. Bueno, como Vesta se lo tenía prohibido,
pero no como Alex y era paciente. Sus ojos azules, totalmente dilatados,
desnudándose delante de ella totalmente sometida. Alex ladeo la cabeza, su
piel comenzaba a arder al recordar aquello. Se levantó, fue hasta la puerta de
su despacho y cerró el pestillo. Cerró las cortinas que daban al pasillo y
regresó a su asiento. Descolgó el teléfono y se puso en contacto con su
secretaria:
— Helena, no me pases llamadas ni quiero que se me molesten.
— Si señorita Woods.
Alex, era caliente, morbosa y se puede comprobar por la forma que
manoseaba la ropa interior de Clara que tenía cierto fetichismo. Tenía un
codo apoyado en el reposa brazos, mientras con esa mano no paraba de
manosear la seda de aquellas braguitas. Ahí donde la humedad de Clara había
estado. La forma en que se asusta y se empequeñece, como se reprime y se
cohíbe, como intenta negar lo que su interior le grita. Maldita sea, a pesar de
ser irritable le excitaba. Se apoyó en el respaldo y con la mano que tenía libre
comenzó a acariciarse, el cuello, no se desabrochó la camisa, no, Alex lo
hacía todo a fuego lento, disfrutando de cada recuerdo. Del aroma de Clara.
Primero se acarició por encima de la ropa. La rubia sabía tan bien. Nunca
había saboreado un coño tan jugoso. Joder, de solo recordarlo le fue
imposible no gemir. Cerró los ojos y esbozó una sonrisa, mientras con la
yema de sus dedos comenzaba a descubrir su propia piel. Su respiración se
aceleraba mientras se permitía fantasear con esa irritante y a su vez
despampanante rubia. No hizo falta estimular mucho sus senos para sentirlos
erectos:
— ¡Dios sí!
Susurró retorciéndose en aquel sillón:
—Unas ganas locas de follarte Clara.
Su mano fue deslizándose por su abdomen, que se movía agitadamente por
la excitación. Desabrochó los botones de su pantalón y muy lentamente,
disfrutando aquella seda sobre su cuerpo fue introduciéndoselo en su
entrepierna. Mientras con una mano alcanzaba la obertura de su sexo, la otra
friccionaba la ropa interior de Clara sobre su clítoris:
— ¡Oh, sí! Clara me correré sobre ti como lo haré con tu ropa interior.
Lo que había comenzado siendo un proceso lento, las caricias, los suspiros
leves, se convirtió en caricias profundas, apasionadas, prácticamente se
follaba a sí misma de forma lujuriosa y salvaje. Así de cachonda le ponía
Clara:
— Maldita sea Clara
Dijo casi con un gruñido. El orgasmo se acercaba, con ello aceleró más sus
penetraciones y frotis, hasta que de forma liberadora y sin cortarse un pelo, su
cuerpo se tensó, gimiendo fuertemente y corriéndose en la ropa interior de
Clara. Se desplomó sobre el sillón intentando recuperarse. Después de
recuperar el ritmo de su respiración, comenzó a colocarse su ropa y sacarse
las braguitas de Clara, totalmente húmedas:
— Qué lástima
Dijo mirándolas, ya no daba morbo, las había impregnado con su propio
flujo. A Alex solo le excitaba si solo era de Clara. Encogiéndose de hombros
las tiró a la basura:
— Ya conseguiré otras
Se había desahogado, ahora sí que estaba de buen humor. Fue hasta su
puerta, quitó el pestillo y abrió las cortinas. Miró el reloj y contó las horas
que faltaban para verla de nuevo. Ahora tenía más ganas de verla, se había
quedado sin sus braguitas.
Clara estaba de un humor de perros. William no solo invitó a Alex sin su
permiso, para variar, regresaba un poco tarde. Ahora, tendría que aguantarla
incómodamente, hasta que su “prometido” el que la consideraba una frígida,
se dignase a aparecer. Eso en un principio del día. Luego pensó. ¿Es que ella
no podía jugar a la seducción también? Clara nunca se había considerado una
súper modelo, pero reconocía que no estaba para nada mal. Quería
demostrarse a sí misma que no era tan frígida como decía William. Lo normal
era seducirle a él ¿Era su prometido no? Pero la rubia tenía cierta espinita con
la ojiverde. Si Alex jugaba, ella entraría en el juego todavía más fuerte. Así
pues, se puso su vestido más sexy. Uno negro que le hacía buen escote, unos
zapatos de tacón negro, se dejó el pelo suelto y supo realzar sus ojos con el
maquillaje. Estaba segura que así quitaría el hipo a cualquiera. Esbozó una
sonrisa picarona.
No era una cocinera experta. Se limitó a algo básico, una ensalada y unos
espaguetis con salsa carbonara. Iba a comenzar a sacar la vajilla cuando
llamaron al timbre. El corazón de Clara se le aceleró. Se maldijo por aquella
reacción. Fue hasta la puerta y suspiró un par de veces antes de abrir.
Alex se hallaba en su puerta, con una botella de vino. Después de salir del
trabajo, primero se pasó por su casa para cambiarse a algo menos formal.
Tenía unas botas militares, pantalones cortos y una camiseta de los Iron
Maiden, llevaba el pelo suelto y aun así se veía jodidamente sexy. La ojiverde
esbozó media sonrisa mientras que recorría con la mirada el cuerpo de Clara.
La rubia se hizo prometer así misma que no se achantaría por detalles como
ese:
— ¿Espero que te guste el chardonnay?
Clara curvó la comisura de los labios y se acercó un poco a Alex, agarró la
botella, de forma suave acariciando un poco su mano:
— Me encanta el Chardonnay
Alex alzó una ceja, pero no dijo nada. La rubia lo intentaba obviamente,
Alex ya estaba muy pasada de vueltas en el campo de la seducción. Clara se
hizo a un lado y le indicó que entrase con la cabeza. La ojiverde se guardó las
manos en los bolsillos y entró:
— Huele muy bien ¿Dónde está William?
Buscó con la mirada la presencia del mohíno de William:
— Se va a retrasar un poco.
Contestó Clara mientras se acercó a Alex y pasó su mano por la parte de su
espalda baja:
— Estaba a punto de poner la mesa— se acercó lo suficiente para que se
hiciera notar su escote— ¿me ayudas?
— Claro
Dijo Alex esbozando esa media sonrisa que tanto la caracterizaba y que
inevitablemente enloquecía a Clara. La rubia fue hasta la cocina, seguida de
la ojiverde, que no apartaba la mirada de su culo:
— Ve llevando esos platos a la mesa.
Ordenó Clara, ésta obedeció sin decir nada. La rubia estaba desconcertada,
lo cierto es que se esperaba a Alex mucho más agresiva, como el otro día ¿A
caso no estaba lo suficientemente sexy? ¿Ya había perdido interés en ella?
Negó con la cabeza, no debería formularse aquellas preguntas en su cabeza.
Mejor para ella ¿no? Había dejado de sufrir su acoso. Abrió el mueble que
había encima de su cabeza, e intentó alcanzar una fuente. Odiaba su estatura
en esos momentos, pues aun poniéndose de puntillas solo alcanzaba a tocarlo
con la yema de los dedos. En ese momento, sintió como una mano recorría el
brazo que tenía estirado, miró de reojo. Ahí estaba Alex, mirándola fijamente.
Muy despacio alcanzó la fuente y se lo dio. En el instante que Clara quedó
fija a aquellos ojos verdosos hipnotizándola. Sin dejar de mirarla bobalicona
agarró la fuente que le tendía Alex:
— ¿Te ayudo en algo más? Clara
Clara negó con la cabeza, le era imposible hablar ante la cercanía de Alex,
prácticamente sentía que se le cortaba la respiración, y cada vez que la
tocaba, señor, despertaba con corrientes eléctricas todo su cuerpo. Tuvo que
obligarse, sacar fuerza de voluntad de a saber dónde y apartarse de ella. Para
dejar la fuente en la encimera. Intentando coger aire miró de reojo la botella
de vino:
— ¿Te apetece un poco de vino?
Dijo Clara sacando dos copas. Alex no dejaba de mirarla sonriente, eso le
ponía todavía más nerviosa. No quería ruborizarse y delatarse a sí misma. De
nuevo estaba cayendo, se supone que era ella la que debía incomodar a la
ojiverde:
— Sírvete
Tenía un timbre de voz tan erótico, aunque hablase en voz alta o
susurrando, hacia el amor a los oídos de Clara. La rubia intentó aferrarse al
recuerdo de Vesta y en lo bien que la hizo sentir. No podía ser egoísta y tratar
de encapricharse por dos mujeres. Eso tenía que ser, intentó analizar
lógicamente, dos caprichos muy calientes que sacaban su lado más oscuro y
lascivo. Ella era Heterosexual, no podía enamorarse de mujeres. Sin embargo,
maldita Vesta que ya la había hecho suya, maldita Alex por tentarla con
aquella mirada, esa sonrisa, esa voz… Clara rebuscó en el cajón el
sacacorchos de alas, pero estaba roto. Quedando solo el de dos tiempos. Lo
sacó con un mohín:
— Con este no me las apaño.
Alex se colocó detrás de Clara, muy pegada a su espalda:
— Yo te enseño. Esta parte de aquí— de nuevo recorrió su mano por su
brazo, poniéndole la piel de gallina, hasta llegar al sacacorchos y sacó lo que
parecía una pequeña navajita serrada— es para quitar el envoltorio. Agarra la
botella y pásalo por debajo de la boquilla, con cuidado para que no te cortes
— Clara intentaba controlar los nervios e hizo lo que Alex le decía, muy
pegada a su oído, Dios esa mujer era una sirena que encandilaba con su voz
— muy bien, ahora quitado el envoltorio introduces la rosa— Clara comenzó
a girar la rosca— déjame que te ayude— en ese momento las manos de Alex
se colocaron encima las de Clara y la acompañó en sus movimientos— ahora
se apoya el primer tiempo…
— Alex ¿qué estás haciendo?
Dijo Clara con voz entrecortada, ya no podía más, si no conseguía
controlarse se desmayaría por falta de aire. Alex no se movió ni un ápice:
— Te estoy ayudando a abrir la botella, Clara
— Creo que a partir de aquí podre apañármelas.
Alex pegó aún más sus labios a su oreja, prácticamente la rozaba con ellos:
— ¿Segura? Clara
Joder, el cuerpo de Clara temblaba y cuando escuchaba su nombre
pronunciados por aquellos labios ¿Cómo era posible existir tanta excitación?
¿Ella? ¿Clara Price la que siempre llevaba el control? De muevo las manos de
Alex recorrieron ambos brazos con el roce de sus yemas pasando por los
hombros, bajando por su costado, alcanzando su cintura:
— Alex— dijo con un hilo de voz— para.
— ¿De verdad quieres que pare? Clara— los labios de Alex fueron bajando
hasta su cuello, Clara ladeo la cabeza para que tuviera más acceso— no, no
quieres que pare tu cuerpo arde— poco a poco fue tirando de la tela de su
vestido, Clara emitió un leve gemido— lo que tu boca no quiere admitir me
lo dice tu cuerpo— cuando ya tuvo el vestido por la cintura introdujo su
mano dentro de su tanga, notándola caliente, húmeda y excitada— tan
mojada, llevas pidiéndome a gritos que te folle desde que he entrado por esa
puerta.
Alex comenzó a masajear su clítoris. Clara maldecía, era tan débil ante los
deseos carnales. Cierto, la ojiverde era puro fuego y se humedecía con tenerla
tan cerca. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en Alex, mientras que ésta no
dejaba de torturarla con sus caricias y besos en el cuello. Los gemidos de
Clara se hacían más sonoros:
— Joder Clara no sabes lo que me pone que gimas así— dijo mientras
llevaba la otra mano libre a su seno— dime que quieres que te haga Clara
¿quieres que mi lengua te de placer? ¿Aquí en tus pezones totalmente
erectos? ¿Quieres que saboree tu sexo? O ¿Qué te folle como nunca nadie lo
ha hecho? Pídemelo Clara y lo tendrás.
Si a William se le hubiera ocurrido susurrarle algo así en el oído, le
hubiera tachado de obsceno y pervertido. Sin embargo, en boca de Alex le
encendía tanto que le era imposible pensar. Aun así, tenía una cosa en mente,
desde que vio por primera vez aquellos labios:
— Bésame
Alex se quedó quieta, aquello sí que le había pillado por sorpresa. Se
esperaba un “para por favor” o un “sigue no pares” pero nunca un “bésame”.
Le agarró de la cadera y la giró para quedar frente a frente. Tenían la
respiración acelerada y se miraban con deseo. Le aferró su rostro con ambas
manos y acarició sus labios con el dedo gordo:
— No es lo que tenía en mente— dijo Alex inclinándose hasta quedar escasos
centímetros— pero me vale.
Dijo lanzándose a los labios de Clara. Sorprendiéndose, aquellos besos
sabían a gloria y le trasladaban, ojalá podría describir que al quinto cielo,
pero tratándose de la excitante Alex, la llevó hasta las profundas entrañas del
infierno, pues toda ella comenzaba a arder. Lo que Clara aun respondía a sus
besos con cierta timidez, Alex lo poseía, perforando sus labios con su lengua
para entrar en aquella boca. Ambas gemían. La ojiverde agarró fuertemente a
Clara y la subió en la encimera, quedando entre sus piernas:
— Joder Clara— dijo Alex mientras introducía la mano dentro de su vestido
— eres lo más odioso que existe en la tierra— comenzó a tirar de su tanga—
pero reconozco que me pones y mucho.
Clara alzó un poco el culo para que Alex le quitase más cómodamente su
ropa interior y guardárselo en el bolsillo de su pantalón:
— Yo también te odio, Alex— dijo entre gemidos, puesto que Alex volvió a
torturarla el clítoris con su mano— pero deseo tu cuerpo, hacerlo contigo sin
parar.
— Habla con propiedad Clara— dijo Alex buscando la obertura de su
húmedo sexo y penetrándola sin ninguna piedad con dos dedos. Clara
encorvó su espalda, mientras puso expresión de sorpresa, sus gemidos eran
puro gritos— quieres follar conmigo hasta la saciedad.
Alex no era nada suave como lo fue Vesta. La penetraba rápida y profunda,
dentro, fuera, dentro, fuera, e intercalaba con bombeos estimulando su zona
G. Como si estando dentro de Clara estuviera intentando hacer un
llamamiento con sus dedos. Llamamiento el del orgasmo que inevitablemente
se acercaba más rápido de lo esperado. A pesar de su brusquedad no había
que negar, Alex era jodidamente buena. Clara entre gritos movía la pelvis. Se
acercaba y Alex lo notaba. Dios le estaba dando tan fuerte que hasta el brazo
le dolía:
— Clara, córrete en mi mano, vamos.
Clara gimió fuerte, teniendo que agarrarse fuertemente a la encimera
mientras que todo su cuerpo se tensaba, liberando aquel orgasmo. Su tercer
orgasmo. No es que llevase la cuenta, pero tan difícil de adivinar no eran. A
cada cual uno mejor que el otro. Alex sacó los dedos impregnados de su jugo
y apoyó las manos a ambos lados de Clara. La rubia esbozó una risita tonta,
mientras que no dejaban de besarse:
— Esto no significa que he dejado de odiarte Alex.
Dijo la rubia mientras bajaba sus besos hasta el cuello de la ojiverde, que
rio para sus adentros:
— Lo sé.
En ese instante la puerta de la casa se abrió. Clara sobresaltada se bajó de
la encimera. Demasiado rápido aun le temblaban mucho. Se colocó el
vestido:
— Clara— escuchó la voz de William— Lex.
— Dame el tanga.
Pidió Clara entre susurros. Alex esbozó una carcajada y negó con la
cabeza:
— Alex— dijo con furia Clara— dame el puto tanga.
— El puto tanga es mío ahora.
— ¿Pero que os ha dado ahora a todo el mundo con mi ropa interior?
Alex alzó la ceja:
— ¿Todo el mundo?
William se asomó a la puerta de la cocina:
— ¿Todo bien chicas?
Clara asintió rápidamente con la cabeza:
— Vete sentando enseguida llevo la cena.
— Genial me muero de hambre.
William se fue mientras se quitaba la chaqueta. Alex esbozó media sonrisa
y miró picarona a Clara:
— No tiene gracia.
— No para ti, Clara— metió las manos en el bolsillo del pantalón, se inclinó
y le robó un rápido beso— pero yo me lo voy a pasar muy bien en esta cena.
Se encaminó hasta la puerta, girándose de nuevo y bajando la voz:
— Por cierto, Clara. Me debes un orgasmo y te lo pienso cobrar.
Capítulo 6 - Fantasía
— ¿Qué tal te fue por Europa?
Intentó sacar conversación William. Pues notaba el ambiente un poquillo
tenso por parte de Clara y Alex. Claro que no sabía las verdaderas razones.
Alex se limpió un poco la comisura de los labios y se encogió de hombros:
— Bueno, es otro ambiente, otra forma de vivir la vida.
— ¿A qué te refieres?
Intentó seguir la conversación Clara, difícil de concentrarse, pues debajo de
la mesa las piernas de Alex rozaban las suyas. Poco a poco ambas
comenzaron a jugar, Clara se descalzó y comenzó a acariciarle el gemelo con
su pie y comenzó a subirlo lentamente. Alex esbozó media sonrisa:
— Son más liberales
— Según tú— siguió diciendo Clara mientras ascendía su pie por el muslo—
somos más aburridos.
— No— contestó Alex mientras se llevaba la copa de vino a la boca— diría
que más reprimidos, por el qué dirán o por temor a que les tachen de
depravados, cuando lo cierto, en la intimidad de sus casas— Alex acarició el
pie de Clara incitándola a que siguiese— son igual o peor.
Clara se estaba mordiendo el labio inferior. ¿Qué tenía Alex Woods? Que
tan loca le volvía. Sus labios. Eran tan suaves, por mucho que le fastidiase le
había encantado besarlos. Su mirada verdosa, salvaje y apasionada, sus
manos, capaces de hacerla sentir completamente viva, deseada y sexy.
¿Es que acaso William estaba tan ciego? Prácticamente ninguna se cortaba
un pelo en coquetear. Al menos Clara intentaba ser más sutil, pero Alex era
muy directa. El teléfono de Will comenzó a sonar. La rubia cortó la mirada
con la ojiverde para fulminar a William:
— ¿Enserio William? Incluso cenando— dijo Clara irritada— por lo
menos ten el teléfono apagado un día.
— Lo siento Clara— dijo antes de descolgar— estamos en medio de un
proyecto muy importante, si me disculpáis
William fue hasta la cocina para hablar más tranquilamente. Clara achicó
los ojos. Y luego se queja de que ella le había dejado de lado. Él también se
la pasa trabajado todo el día. Normal que buscase emoción en compañía de
otras personas. En ese instante se estaba dejando llevar por el cabreo hasta
que sintió el dedo índice de Alex acariciar su dedo corazón. Se inclinó un
poco:
— ¿Cuándo nos podemos ver?
Alex se inclinó un poco más:
— ¿Cuándo quieres verme?
Los ojos de Clara miraban la puerta de la cocina:
— ¿Mañana?
— ¿Tan aburrida es tu vida? Clara
Clara frunció el ceño y se apartó de Alex molesta:
— Si no quieres verme solo tienes que decírmelo.
Alex esbozó una pequeña carcajada:
— Si quieres verme no tienes por qué preguntarlo— se llevó la copa de vino
a la boca y se humedeció los labios de forma sensual— ya sabes dónde
trabajo.
— Aparezco en tu trabajo, ¿así sin más?
Alex se encogió de hombros:
— Para lo que hago.
— ¿Estás segura?
Alex esbozó media sonrisa. Por su puesto que Clara le gustaba de forma
física y sexual, pero debía tener ciertos límites. Como hizo con su alter ego
Vesta:
— Me puedes buscar siempre que quieras Clara— dijo Alex mientras
acariciaba su mano con la yema de sus dedos— pero no esperes de mi mucho
más que una relación meramente física.
Clara puso un mohín:
— ¿Quién dice que espero algo más de ti? Estoy prometida, me voy a casar.
Alex asintió con la cabeza:
— Contéstame una cosa Clara— esta vez parecía más seria— ¿te casas con
William por qué le quieres? o ¿por qué tus padres así lo desean?
La rubia se tensó y apartó la mano de Alex:
— ¿Acaso te importa?
Alex se apoyó en el respaldo de la silla:
— No, supongo que no
En ese momento William regresó, algo estresado:
— Es tarde y mañana trabajo.
Dijo Alex mientras se levantaba:
— Gracias por la cena.
— Te acompaño a la puerta
Dijo Clara levantándose también:
— Yo también
Dijo William que también se iba a levantar:
— Cariño, estás cansado y la cena se te va a enfriar
William pestañeó sin comprender por ese cambio por parte de Clara:
— Pero…
Comenzó a decir William:
— La casa no es tan grande, no me voy a perder.
Comentó Alex divertida, mientras comenzaba a encaminarse hasta la puerta
seguida por Clara. William tenía ganas de despedir también a Alex, pero
tampoco le apetecía discutir con su prometida. Pensaba, que lo hacía por
celos, para que él no se acercase. Iluso. Cuando la ojiverde salió de la casa,
sorprendentemente Clara le empujó contra la pared y se lanzó a sus labios:
— ¿Y esto?
Preguntó Alex con voz entrecortada:
— Para demostrarte que no siempre soy una reprimida.
Alex curvó la comisura de sus labios y aferrándola de sus mejillas la atrajo
para besarla de nuevo. Clara podía ser muy sensual sin ser consciente de ello.
Sus labios eran tan sabrosos y encendían a Alex salvajemente que si no se
separaba de ella en esos instantes, la empotraría contra la pared para hacerla
gemir una y otra vez:
— Nos vemos mañana entonces
Dijo Clara aun pegada a ella. Alex esbozó una pequeña risita:
— Te estoy corrompiendo Clara
— O me estas liberando, todo depende de cómo quieras verlo.
La ojiverde acarició de forma sensual los labios de Clara:
— Será mejor que me vaya— dijo Alex con respiración acelerada— antes de
que el aburrido de tu prometido sospeche.
Las dos se reclamaban la una de la otra y tuvieron que sacar fuerzas para
poder separarse. Alex se encaminó hacia su coche, con las manos metidas en
sus bolsillos. Sonriendo, porque había sentido de nuevo a Clara y en su poder
tenía una nueva adquisición. El tanga que le había quitado tan
descaradamente. Clara entró a la casa mordiéndose el labio para ocultar su
sonrisa. Alex era un cumulo de contradicciones. Aun así, necesitaba sus
caricias, tanto como los de Vesta.
William estaba en la cocina, guardando los platos sucios en el lavavajillas.
Desde que discutieron, apenas se dirigían la palabra. Tan solo cuando había
gente delante, para aguardar las apariencias. Así pues, sin decir nada más, se
fue hasta la habitación. Cambiándose aún se podía contemplar la marca que
le hizo su ama. A pesar de que Alex podía ser posesiva y de ella podía
obtener sus labios. Una parte de ella la pedía a gritos ver a su ama. Era como
si la desaparición de esa marca le indicase que era hora de un nuevo
reencuentro. Buscó la tarjeta que le había dado y le envió un mensaje:
Clara: su esclava necesita saber cuándo puede ver a su ama.
Un minuto, dos minutos, diez. No tenía respuesta, perturbando a Clara ¿Por
qué tardaba tanto en contestar? Y ¿por qué sentía esa desesperación por
volver a verla? No era amor de eso estaba segura. Era necesidad, necesitaba a
su ama.
Alex llegó a su piso y se desplomó sobre su cama. Guardó el pequeño
trofeo de Clara en el cajón de su mesilla, ahí tenía guardado el teléfono que
usaba para trabajar. Siempre tenía muchos mensajes de sus sumisos y
sumisas. Pues siempre que alguien se sometía a Vesta, quedaba tan
complacido que deseaba repetir. Solo había aceptado una esclava. Justo
pensando en ella, leyó un mensaje suyo. Quería una nueva sesión. En parte la
excitaba, por otra parte no tanto ¿es qué no le había complacido esa noche
suficiente? Lo que otros amos y amas preferían trabajar siempre en el mismo
establecimiento, Vesta prefería cambiar de ambiente, dependiendo de las
prácticas que se hicieran, Clara era una iniciada en el mundo y ni ella misma
sabía que era lo que le gustaba y que no. Así pues, le envió la dirección de un
hotel cuya suite era perfecta para una sesión calmada:
Vesta: ¿de cuánto quieres la sesión?
Alex habría tardado en contestar, pero a pesar de las horas que eran no
tardó en recibir respuesta. Eso le encantaba, pues todos actuaban de esa
manera, ansiosos por saber de su ama.
Clara: ¿cuánto es el máximo?
Alex se sorprendió ante aquella respuesta. Sí que le había cogido el gusto.
Soltó una pequeña risita.
Vesta: todo el que necesite mi esclava para quedar complacida.
Clara: ¿cuántos clientes tienes después de mí?
Alex negaba con la cabeza mientras reía bobalicona. Tecleando aquel móvil
sin parar. Era cierto que en cuanto alguien probaba el lado oscuro, todos se
volvían adictivos. Salvo los que se reprimían o gente de mente cerrada.
Vesta: puedo estar de una hora a toda una noche, tú marcas ciertos límites
recuerdas.
Clara: por favor Vesta ¿puedo toda la noche?
Alex se mordió el labio. Por eso le encantaba Clara, era la perfecta sumisa.
Con sus toques de rebeldía y con un hambre insaciable.
Vesta: 20:00 h en el hotel Fifty, el viernes. ¿Alguna fantasía en especial?
Clara: ¿cómo cuál?
Vesta: ¿nunca fantaseas? ¿Enfermera sexy y doctora? ¿Profesora y alumna
rebelde?
Clara: jajaja no
Vesta: pues vaya pensando en uno señorita Price, es escritora pensaba que
tenía mucha imaginación.
Clara: descuida mi ama, algo se me ocurrirá.
Vesta: buenas noches Clara
Clara: buenas noches Ama Vesta.
Alex volvió a guardar el teléfono en la mesilla. El máximo que había estado
con un cliente fue cinco horas. Toda una noche da para muchas cosas.
Tendría que pensarlo bien. Porque no podía enseñarle todo de golpe y
porrazo a una iniciada, al menos para no asustarla.

Flashback

La casa era mucho más alegre. Todas las familias de la alta sociedad se
reunían. Alex disfrutaba mucho, la encantaba alardear de sus nuevos
juguetes y de todo lo que sus padres la compraban. Ya que era muy lista, sin
necesidad de estudiar, siempre sacaba buenas notas. Aquella tarde tenían
una reunión los Wiyatt, los Price y los Woods:
— Mi papá me dice que me va a comprar un poni.
Le decía una pequeña Alex a un William más niño, delgaducho y con
brackets. William siempre iba pegado a Alex, ya que Clara, siempre se había
mostrado un poco más borde:
— Los animales son sucios— dijo una pequeña Clara ceñuda— siempre
ensuciándolo todo.
— Pues se limpia— dijo Alex irritada— prefiero la compañía de un pony
agradable, que la de una rubita malhumorada.
— Chicas, no empecéis a discutir.
Intervino William:
— Seré malhumorada, pero al menos no soy tan salvaje ni tan machorra,
como algunas.
Siguió chinchando Clara, Alex poniendo un gesto amenazante, se acercó y
plantó cara a la rubita. Clara siempre había sido más bajita que Alex, aun
así, nunca se achantaba. Siempre acababan mirándose desafiantes. Azul y
verde, chocando constantemente:
— ¿Cómo me has llamado?
— Machorra
— No chicas otra vez no
Dijo William, mientras Alex se arremangaba para darle una buena tunda a
Clara. Pero en ese instante fueron separadas por el jardinero. Alex nunca
tenía miedo de nada, pero ese hombre siempre le Dio mala espina:
— Suélteme señor Print— intentó zafarse de su agarre— y suelte a Clara.
— ¿ocurre algo Print?
Preguntó Patrick asomándose al jardín, ya que había escuchado gritar a las
niñas:
— Nada señor Woods— contestó Print— las niñas comenzaban a pelear otra
vez y las he separado.
Dijo el jardinero soltándolas por fin. Patrick asintió. Alex no iba a esperar
por una reprimenda de su padre, quería alejarse de ese hombre. Nunca se
sentía cómoda en su presencia. Agarró de la mano de Clara y tiró de ella
para alejarla:
— ¿Qué haces?
— Calla Clara— dijo Alex seria— luego seguimos peleando si quieres, pero
alejémonos de ese hombre.
— ¡Eh! esperar
Gritó William corriendo detrás de las chicas.

Fin del Flashback

Alex se incorporó sudorosa. Todas las mañanas se levantaba igual.


Temblando y sudorosa. Abrió el primer cajón de su mesilla y se tomó una
pastilla. Una que le había recetado el medico cuando era pequeña. Le
ayudaban a relajarse. Se supone que tenía otra para la noche, pero le dejaba
somnolienta e intentaba evitar tomarla. Como siempre, se levantó, cogió ropa
de deporte, corrió hasta que su cuerpo le gritaba basta, se duchó y a su mierda
de trabajo.
Al parecer esa mañana no iba a ser nada tranquila. Pues estaba con la
cabeza apoyada en el respaldo de la silla, mirando el techo, pegando bolitas
de papel en el techo, cuando Patrick entró hecho una fiera:
— Alex
Alex le ignoró y siguió con su labor de enloquecer a los de la limpieza:
— Me quieres escuchar
Dijo su padre con irritabilidad:
— Te escucho Patrick, puedo hacer dos cosas a la vez— sonrió
picaronamente— y hasta tres si me lo propongo.
— Me llamó el señor Lincoln ayer— dijo su padre molesto— le dejaste
plantado.
Alex le miró de reojo seriamente:
— Ups, se me olvido que tenía una cena con ese pijo.
— ¿Sabes lo mal que me has dejado ante esa familia?
Alex apretó la mandíbula. Se levantó y apoyó las manos sobre la mesa:
— ¿Qué te hice quedar mal? Mal quedas cuando tratas de casarme con un
pijo solo por su dinero, pretendes venderme, no sé qué es peor. Asúmelo
Patrick no me voy a casar con ningún hombre, no me gustan.
— Lo que pasa es que no has dado con el adecuado.
Alex dio un golpe en la mesa de su escritorio:
— Ya accedí a trabajar en esta mierda de empresa, padre— dijo airada— no
pienso casarme con un hombre para ocultar lo que soy.
En ese momento Patrick puso cara de afligido:
— Hija, todo esto de tu enfermedad por las mujeres, es por lo que te paso…
— NI SE TE OCURRA MENCIONARLO
Gruñó Alex de tal forma que hasta los de la primera planta la habrían
escuchado. Habían comenzado a discutir con la puerta abierta. Así pues,
cuando quedaron en silencio durante unos segundos, Helena aprovechó para
carraspear. Padre e hija giraron la cabeza a esa dirección. Encontrándose con
la secretaria y Clara en la puerta:
— Señorita Price
Dijo Patrick sorprendido. Clara que había escuchado parte de la
conversación se sentía incomoda, más por las miradas de los Woods. Patrick
era alto, esbelto, tenía barba y vestía con un traje elegante. Alex también se la
veía distinta, puesto que llevaba una blusa blanca y traje negro de oficina:
— No…— comenzó a decir Clara tímida— no quería interrumpir, será mejor
que vuelva luego
— No— dijo muy seria Alex y miró a su padre— había quedado con Clara
para ir de compras ¿se le ofrece algo más señor Woods? O ¿puedo retirarme
ya?
— Tenemos una conversación pendiente.
Dijo Patrick antes de salir del despacho con prisas. Helena asintió y dejó
solas a las chicas. Alex agarró su americana y se la puso. Clara, realmente
estaba incómoda no esperaba que la relación de Alex con su padre tuviera
tanta tirantez. La ojiverde pasó por su lado:
— Vámonos
Solo se limitó a decir eso, saliendo del despacho y de aquel edificio. Clara
la seguía sin decir nada. La morena se acercó al borde de la acera y paró un
taxi:
— Alex— dijo casi en un susurró temeroso— tengo el coche ahí
— ¿Nunca coges el transporte público? Clara
Preguntó Alex mientras abría la puerta del taxi e hizo una señal para que
Clara subiera en el vehículo. Ésta a regañadientes acabó subiendo en el
coche. Resultaba más fácil y económico ir con su vehículo, pero nada, Alex
se encapricho ir en taxi:
— ¿A dónde vamos?
Alex se encogió de hombros:
— Póngase en marcha y de vueltas por la ciudad— miró a Clara— ¿a no ser
que se te ocurra algún sitio donde ir?
Mi casa. Pensó la rubia, pero estaba claro que Alex no estaba de humor
para esas cosas. Así pues, se encogió de hombros. Estuvieron dando vueltas
durante un buen rato. Alex apenas la miraba, solo se limitaba a perder la
mirada por la ventana. Hasta que pasaron por un enorme parque. En ese
momento reaccionó:
— Paré el coche.
Alex pagó y salió corriendo. A cada cual Clara estaba más anonadada.
Recordaba a la ojiverde siempre con su carácter fuerte, pero también era una
niña que no paraba de reír y en cierta parte, no se diferenciaban en cuanto a
pijeria se referían. Pero se fue y cuando regresó lo hizo muy cambiada. Clara
le siguió hasta un puesto de perritos calientes que había en una de las
entradas del parque:
— Hace mucho tiempo que no como uno de estos. ¿Quieres uno?
— Eso engorda mucho, ¿sabes?
Dijo Clara poniendo los brazos cruzados:
— El perrito no engorda— dijo mientras ordenaba que le sirviera dos—
quien engorda eres tú.
Clara boquiabierta le dio un fuerte manotazo en el brazo. Alex soltó una
pequeña risita y le tendió el perrito:
— Te dije que no quiero.
— Vamos Clara, por un perrito caliente no te vas a morir— la recorrió con la
mirada— a demás yo te veo estupenda.
Clara intentó negarse, pero cuando Alex le regalaba esa sonrisa y se lo
pedía de esa forma, se vio incapaz de rechazarlo. Emitiendo un gruñido
agarró el perrito y comenzó a comérselo. En un principio de mala gana, hasta
que comenzó a saborearlo, hacía años que no comía ese tipo de comida alta
en grasas saturadas. El parque era extenso y muy cerca, una enorme noria:
— Mira Clara— dijo Alex un poco emocionada, le agarró de la mano y tiró
de ella— vamos a montar.
— Pero ¿Qué edad tenemos ahora?
Alex le miró sorprendida:
— ¿No te gustan?
— Cuando tenía diez años, pero Lex que vamos de camino a los treinta.
Alex le soltó de la mano y la miró con el ceño fruncido:
— Treinta dice— dijo entre risas— Pasamos hace poco los veinte ¿siempre
eres tan amargadamente vieja?
— ¿Qué soy amar…? — Preguntó algo airada— y ¿tú siempre eres tan
infantil?
— No soy infantil Clara— dijo irritada Alex— se llama vivir la vida, es una
puta noria y no especifica que tenga que ser estrictamente para niños. ¿Sabes
qué? Quédate aquí con tu amargura de vieja aburrida, yo me voy a montar a
la noria.
Dijo encaminándose hasta la noria. Clara refunfuñó un par de veces antes
de seguir a aquella chica tan odiosa e irritante, ni si quiera sabía por qué la
seguía. Podía girarse e irse perfectamente. Pero no, se vio montando en la
dichosa noria. Solo en ese momento supo porque no le gustaban las norias.
Demasiada altura:
— ¿Por qué escritora? — Preguntó Alex de repente— dibujabas muy bien de
pequeña, te envidiaba por ello.
— Vaya— dijo Clara sorprendida— te acuerdas
Alex se encogió de hombros, aun esperando una respuesta:
— Mis padres no le gustaban la idea de que estudiara arte. No sé, hice
literatura inglesa por hacer algo.
— Pero no te gusta.
No fue una pregunta:
— Me va bien escribiendo libros.
— Viaje a Venecia
Dijo Alex mofándose:
— ¿Algún problema?
— Literatura para mujeres desesperadas.
— ¿Disculpa?
Preguntó Clara molesta:
— Pintas el amor color de rosa, muy perfecto, lo que todo el mundo dice que
quiere en su vida.
— ¿Sí? Y ¿qué quieren realmente?
Alex sonrió:
— Pasión, fuego, alguien con el que se pueda abrazar vivir atardeceres,
pero también con el que se pueda discutir para luego arreglarlo con buen
sexo. Amor, pero del que consume.
— Eres masoca.
Alex esbozó una sonora carcajada, se inclinó y agarrándola de la nuca la
besó con pasión y fiereza. Un beso que quitaba el aire y a su vez encendía por
completo a la rubia. Después de unos minutos Alex se separó para fijar sus
ojos en la mirada azulada de Clara:
— No soy de las que regalan flores, no juro amor eterno es más lo rehúyo,
pero hago las cosas con pasión y obtengo lo que quiero sin ningún temor. Soy
todo lo contrario a lo que describes en ese libro, sin embargo, he conseguido
que comas un perrito caliente y que te montes en esta noria sin que lo
quisieras.
Habían llegado a lo alto de la noria, Alex se inclinó y la besó de nuevo.
Clara esbozó una carcajada:
— No serás de las que regalan flores, Alex. Pero sin quererlo ni beberlo, me
estás besando en una noria mientras podemos contemplar toda la ciudad ¿Eso
no es romántico?
Alex se encogió de hombros:
— Eso depende de cómo lo pienses— le acarició la mejilla mientras miraba
sus labios con deseo— ¿piensas que estas en una noria conmigo
compartiendo un momento romántico? Yo no lo veo romántico, porque
sinceramente, no paro de pensar en desnudarte y hacerte gritar sin parar. Así
de obscena es mi mente, Clara.
Capítulo 7 - Cobarde
Vesta era un misterio, pero Alex no se quedaba atrás. En todo el rato que
llevaba haciéndola compañía no le había sonsacado nada. Respuestas banales
sí, pero en cuanto a respuestas personales, las evadía. Eso en parte era
molesto porque Clara le respondía a todo, por otra parte, era seductor ¿Qué
secretos guardaba Alex Woods? En algunas ocasiones era cercana, reía e
incluso algo dulce, pero la mayoría del tiempo parecía estar escondida tras
unos muros, seria y tensa. Estuvieron paseando un poco más antes de regresar
a por el coche de Clara:
— Deberías viajar más en trasporte público.
Dijo Alex parando el primer taxi libre que vio:
— Es más cómodo ir en vehículo propio
— Tienes que ir muy pendiente a la carretera— dijo mientras le abría la
puerta— te pierdes un montón de cosas interesantes. Eres escritora, deberías
ser más observadora.
Clara puso los ojos en blanco mientras montaba en el taxi. De nuevo a la
empresa donde trabajaba Alex. Ese no era el rato que esperaba pasar con
Alex Woods la ardiente ¿Solo iba a obtener unos besos excitantes? Clara
negó con la cabeza ¿Cómo podía ser? Siempre había estado bien y ahora lo
único que pensaba era en sexo. Con Vesta, con Alex, la cosa era caer al
placer carnal. Tenía a William y a pesar de que le quería, no era lo mismo, no
lo deseaba de esa forma.
Alex le acompañó al coche. Una parte de ella esperaba que Alex siguiera
con las riendas de la situación. Que la atrajese de forma posesiva y la tomase,
pero lo único que hizo, fue esbozar media sonrisa mientras que la miraba
fijamente:
— ¿Por qué me miras así?
Alex se encogió de hombros y dio unos pasos más, hasta quedar cerca:
— Porque te vuelves a reprimir.
— No es cierto
Dijo Clara algo picada:
— Si lo es— Dijo Alex empotrándola contra el coche— llevas pensando en
una cosa desde que me has visto y ni si quiera te atreves a pedírmelo, ni a
insinuármelo— se pegó aún más al cuerpo de Clara y le dio un mordisquito al
lóbulo de la oreja, la respiración de Clara se aceleró— ¿A que le tienes tanto
miedo?
— A ti y a lo que puedas hacerme— dijo Clara con un hijo de voz, Alex se
apartó y la miró ceñuda— me refiero a cambiarme.
La ojiverde le aferró de las mejillas y le miró fijamente, tenía la
mandíbula tensa. Como si en muchas ocasiones fuera ella la que se
reprimiese:
— Tú misma me lo dijiste a noche. No te estoy cambiando, te estoy liberando
— Eso asusta todavía más
Los ojos verdosos de Alex estaban puestos en los labios de Clara,
mirándolos con un deseo ardiente. Quería besarlos, pegarse más a ella y
tomarla en aquel lugar:
— ¿Por qué?
— Me aterroriza que me guste demasiado
Alex se acercó aún más hasta quedar a escasos centímetros de los labios de
Clara, quería besarla, pero era como si se aferrase más al deseo que al acto en
sí de besarlos. Cerró los ojos, mientras se pegaba más a ella y sus manos
recorrían el cuerpo de la rubia. Se estaba excitando, lo podía notar en su
respiración acelerada, puso una pierna en medio de las de Clara, rozando su
muslo con su sexo a cada vez más húmedo:
— Clara— dijo casi con un susurro tembloroso y mirándola de forma lasciva
— Dime ¿Qué quieres hacer?
Clara le atrajo muchísimo más, moviendo su cadera instintivamente,
mientras que su sexo era frotado contra su muslo. Emitiendo un leve gemido:
— Vamos a tu casa
Dijo por fin la rubia con verdadero anhelo. Alex emitió un gruñido salvaje,
le dio un beso con pasión y hasta con un toque de furia:
— Monta en el coche
Ordenó antes de separarse y dirigirse al asiento del copiloto. Por suerte el
departamento de Alex no pillaba lejos. Puesto que, cuando comenzó a
trabajar en la empresa decidió pillarse uno más cercano. De caminó, Clara
sentía que en su fuero interno batallaba sin cesar ¿Por qué Alex? ¿Cómo es
con solo mirarla ya se humedecía?
El piso estaba en la cuarta planta, pero se deseaban tanto que no podían
esperar para tocarse o para que Alex le tocase literalmente. Pues siempre que
la rubia intentaba tocarla, ésta le agarraba las muñecas y se las colocaba
detrás de la espalda, inmovilizándola mientras la devoraba a besos,
mezclados entre pequeños mordisquitos:
— Joder Clara, me vuelves loca— le decía con voz ronca por el deseó,
haciendo que Clara gimiese sin cesar— Quiero follarte una y otra vez.
Nada más abrirse las puertas del ascensor, le agarró de la mano y fueron
con urgencia hasta el piso de Alex. No había cerrado la puerta tras de sí,
cuando la ojiverde ya comenzó a desnudar, casi le arrancaba la ropa de la
rubia. Que entre respiraciones fuertes y gemidos se dejaba llevar. Desnuda de
cintura para arriba, Alex fijó su mirada en sus voluptuosos senos, tan
redondos y perfectos, sin dejar de mirarla con fascinación, acarició sus
pezones con los dedos gordos de la mano. Como incitándolos a quedar
erectos, preparados para ser lamidos, mordisqueados y devorados por su
boca. Emitiendo un gruñido enterró su cara en su canalillo mientras los
apretujaba, entre mordisquitos fue recorriéndolos hasta dar con su pezón
derecho:
— ¡Dios! son tan perfectos, me tiraría horas sin cesar devorándolos
Clara enredó los dedos en el pelo de Alex y la atrajo, mientras gemía y
gemía, con algún “¡oh Dios!” o “¡sí, Alex!”. Los labios de la ojiverde
aferraron fuertemente el pezón derecho y tiró de él, provocando un gemido
aún más fuerte que el anterior. Con fuerza la agarró y la levantó. La rubia
rodeo con sus piernas la cintura de Alex y fue llevada hasta el dormitorio,
mientras se devoraban la boca. Ya en la cama, terminó de desnudarla. Alex se
relamió los labios al verla totalmente desnuda, mostrando toda su intimidad:
— Yo también quiero verte desnuda.
Dijo Clara mientras se incorporaba e intentó desnudarla:
— No
Respondió Alex mientras le empujaba contra la cama. Clara, le miró sin
comprender ¿es que Alex podía desnudarla y ella no? La morena, de rodillas
sobre la cama, comenzó a desnudarse, para deleite de la rubia. Era la primera
vez que veía un cuerpo femenino de esa forma tan lujuriosa. Maravillándose
con aquel cuerpo, Alex era realmente hermosa. Estaba bien definida, aunque
no pasó por alto una cicatriz que tenía casi desde la axila hasta debajo del
seno izquierdo, detalle que no reparó la mañana que la vio en bikini. Daba
igual, para Clara era el cuerpo femenino cuyas Diosas griegas sentirían
envidia al mirarlo. Cuando se terminó de quitar la última prenda, se tumbó
encima de Clara, inevitablemente gimió al sentir el calor excitante de su
cuerpo, sus pechos acariciándose eróticamente:
— ¿Qué quieres que te haga Clara?
Clara intentaba tocarla y acariciarla, pero siempre apartaba sus manos:
— Quiero tocarte
Alex soltó una risita:
— No, Clara— La rubia frunció el ceño, mientras que la ojiverde besaba su
cuello— vamos ¿qué quieres que te haga?
— Quiero saborearte
En ese momento Alex levantó la cabeza y miro fijamente a los ojos azules
de Clara:
— No te estoy preguntando qué quieres hacerme— dijo algo molesta— te
estoy preguntando qué quieres que te haga.
— Y yo te estoy diciendo que prefiero tocarte ahora.
Alex la miró durante unos instantes dubitativa, para luego proseguir:
— No— volvió a besarla mientras estimulaba uno de sus senos con la mano
— el juego ha cambiado— dijo con voz entrecortada— sé cómo hacerte
gritar igualmente.
Clara estaba molesta ¿Alex podía tocarla, pero ella no tenía ese derecho?
¿Alex la podía follar sin embargo ella no podía disfrutar de Alex? Eso no era
justo. La mano de Alex fue bajando por su abdomen cuando intentó
detenerla:
— Alex, para
Alex la miró seriamente, tenía los ojos dilatados por la excitación:
— Negarte lo único que consigue es excitarme más— le agarró fuerte de
las manos y las puso por encima de la cabeza— Vamos Clara, ya sabías a lo
que venías
— No para que me trates como un cacho de carne al que te follas a tu gusto
y luego lo mandas a la mierda.
En ese instante le aferró fuertemente de la cara y la miró fijamente, tenía la
mandíbula tensa, como si se estuviera conteniendo con todas sus fuerzas.
Redujo distancias y rozó sus labios con los de Clara:
— Clara— dijo con voz temblorosa, mientras enterraba el rostro en su
cuello, casi abrazándola— Será mejor que te vayas.
Esto último lo dijo quitándose de encima, para tumbarse a su lado. ¿Ya
estaba? ¿Era lo único que podía obtener de Alex? Clara se levantó de la
cama, comenzó a ponerse sus bragas, aunque no se iría sin encararla:
— ¿Ahora? ¿Quién tiene miedo?
Clara esbozó una risa irónica, mientras que Alex se sentó para mirarla
fijamente:
— Si tratas a todas las mujeres así, no me extraña que estés sola— la rubia
intentaba contener las lágrimas— enhorabuena Lex, has conseguido hacerme
sentir como una mierda.
Alex se levantó rápidamente y agarró de los brazos a Clara:
— Soy como soy, esto es lo único que te puedo ofrecer— atrajo a Clara hasta
juntar su frente— no se hacerlo de otra forma, no sin sentimientos por medio.
Alex era la perdición de Clara de eso era muy consciente la rubia, pero no
podía permitir que la tratase de esa forma, aún tenía orgullo. A pesar de que
todo su cuerpo la pidiese a gritos pegarse al de Alex, ésta por primera vez, se
opondría a sus deseos carnales. Empujándola para separarse:
— Yo también deje claro que no buscaba enamorarme— comenzó a ponerse
los pantalones— y aun así estoy siendo más humana. Esto ha sido un error.
Después de calzarse se dispuso a salir, para seguir buscando más prendas
de ropa, pero Alex la agarró de la mano:
— Clara, espera…
Clara la miró solicita, esperando algún signo de arrepentimiento por parte
de Alex, y aun después de haberla parado, durante unos segundos dubitativa,
le soltó la muñeca y le Dio la espalda:
— Nada— dijo al final con frialdad— que te vaya bien.
— Al final, la única cobarde de aquí eres tú— dijo Clara con amargor— que
ni tocarte pueden.
En ese instante Alex la miró con furia y le agarró fuerte de los brazos:
— No sabes una puta mierda Clara— dijo casi rugiendo— coge tus cosas y
lárgate de mi casa.
Después de aquello Alex se fue hasta el baño y se encerró en él. Clara
recogió sus cosas mientras sus ojos comenzaban a humedecerse ¿Qué le
había pasado a Alex Woods para cambiar tanto? No se quedaría para
averiguarlo, su relación con ella terminaba aquella noche.
Flashback

The Madeleine Elementary School. Clara y Alex no solo solían compartir


muchas tardes juntas llevándose como perros y gatos. Si no que también iban
al mismo colegio privado. El único lugar en el que William no iba detrás de
la pequeña ojiverde, ya que éste iba a otro colegio. Tanto Alex como Clara,
intentaban evitarse todo lo posible.
La rubia era la típica chica popular, mientras que Alex prefería jugar con
los chicos al futbol. Siempre que acababan cruzándose se hacían alguna
mofa. Clara odiaba lo ordinaria que era la pequeña Woods y Alex odiaba la
pijeria de Clara. Eran como la noche y el día.
La pequeña Price era famosa por tener carácter y un día ese carácter de
mierda le llevó a encararse con uno de los matones del colegio. Todos los
niños hicieron coro observando la escena:
— Retira lo que has dicho Price
Dijo el niño rojo por la ira y alzaba un puño amenazante:
— No pienso achantarme por ti neandertal.
El niño puso ojos como platos:
— No sé qué es Neandertal, pero como sea un insulto te juro…
Clara puso los ojos en blanco y cruzó los brazos:
— No, es un piropo— dijo con ironía— claro que te he insultado, obvio.
Todos los demás niños reían. Clara estaba dejando al niño en evidencia y
eso no lo podía permitir:
— Tú te lo has buscado Clara.
Dijo el niño preparando el puñetazo que le iba a dar cuando otra niña
chilló:
— Richard— dijo Alex saliendo del coro y poniéndose enfrente del niño—
Para
— Quita del medio Alex, esto no va contigo
Richard no dejaba de mirar enfurecidamente a Clara:
— He dicho que pares— siguió diciendo Alex amenazante— A no ser ¿Qué
prefieras vértelas conmigo?
Richard, gruñó y dio un ultimátum a la pequeña Clara:
— Has tenido suerte de que Alex haya intervenido, pero la próxima…
— Ninguna próxima— dijo Alex con convencimiento— ahora piérdete.
Richard refunfuñó y se marchó. Al poco el coro se disolvió, dejándolas de
nuevo a solas:
— No tenías por qué haberme defendido— dijo Clara molesta— sé hacerlo
yo solita.
Alex la miró durante unos segundos, para luego encogerse de hombros.
Miró a un grupo de niños que iban a jugar al baloncesto:
— ¡Eh chicos!— dijo Alex gritando— esperarme yo también juego.

Fin del Flashback


Capítulo 8 - Bloque de Hielo
Clara tuvo muy claro desde el primer día que Alex era apasionada y algo
salvaje, pero no esperaba que llegase hasta ese punto. Con sus cambios
constantes de humor, casi bipolar, esa fue la conclusión a la que llegó. Nunca
debió caer en la tentación, pero, aun así, cada vez que pensaba en ella, no
podía evitar excitarse al recordar sus labios sobre su cuerpo. Llegó a casa con
cierta frustración. Sintió deseos de agarrar el móvil y llamar a Ruth. Para
sorpresa de la rubia, se encontró con William en el salón. Estaba sentado, con
los brazos cruzados y un ramo de rosas a su lado:
— Pensaba que ibas a llegar tarde— dijo Clara con amargor— como siempre.
— No Clara— dijo Will con cierto enfado— quería dar una sorpresa a mi
futura esposa por nuestro aniversario.
Lo último sonó a reproche, dejando totalmente pálida a Clara. Era cierto,
Alex le había consumido tanto que hasta eso le hizo olvidar:
— Pero no estabas— imitó el tono de Clara— como siempre.
— William…
Comenzó a decir Clara con arrepentimiento ¿Qué estaba haciendo? Se iba
a casar y lo único que ha hecho fue ignorarle. No le dio tiempo a decir nada
más, puesto que William le paró:
— No sé qué coño te está pasando últimamente Clara— se levantó y
comenzó a andar de un lado para el otro— ¿Es que ya no me quieres?
Y la pregunta que le vino a la mente de Clara fue ¿Te quise alguna vez?
pero después de tanto tiempo de compromiso, tantos momentos compartidos.
¿Cómo decirle que no? Se acercó hasta William y le acarició la mejilla:
— Claro que te sigo queriendo, Will
William le agarró de la mano:
— ¿Entonces? Dime que te pasa.
— No me pasa nada.
Dijo Clara apartando la mirada:
— No me vengas con cuentos chinos— dijo William algo molesto— estas
distante, ni si quiera me miras, prácticamente somos dos desconocidos
viviendo bajo el mismo techo.
Clara comenzaba a irritarse con demasía. Primero Alex y ahora William. Sí,
fallo suyo el olvidarse de su aniversario, pero tampoco tenía ánimos para
estar discutiendo con él:
— ¿Es que la culpa tiene que ser solo mía Will? — Dijo con enfado Clara—
tú también me has dejado de lado por tu trabajo.
— Al menos yo no me olvido de nuestro aniversario— comenzó a elevar la
voz— Lo intento Clara, cuando estoy cerca, pero tu pareces estar en tu
mundo y desaparezco de tu radar visual. Ni me besas, ni me tocas, nada. Eres
un puto bloque de hielo. No sé si estoy dispuesto a casarme con alguien tan
frio.
Ya era el segundo que le mandaba a freír espárragos ¿Qué ella era fría? Se
había acostado con dos mujeres a sus espaldas. Claro que no le iba a contar
eso. Siempre igual. Alex la tachaba de caprichosa, pija y superficial, para
colmo, su prometido le llamaba bloque de hielo. Clara empujó a William
hasta caer sentado en el sillón. Éste la miró sorprendido, mientras que se
ponía a horcajadas sobre él y le besaba, con furia, aunque carente de deseo.
No de la misma forma que lo había hecho con Alex. Poco a poco, fue
moviendo la cadera haciendo fricción y no tardó mucho en notar como el
miembro de William comenzaba a endurecerse, los brazos fuertes de su
prometido la rodaron para pegarse mucho más a ella:
— ¡Oh Dios Clara!
Dijo William lanzándose al cuello de su prometida. Ésta le quitó la corbata
y puso las manos de William a su espalda y le maniató:
— No Will— dijo Clara terminando de atarle, evidentemente miraba sin
entender a su prometida— Aquí la que te va a follar soy yo.
— ¿Follar?
Preguntó William anonadado. Clara nunca había usado esa expresión, cada
vez que practicaban el acto sexual, lo llamaban “el coito”. La rubia se quitó
los zapatos, los pantalones y la ropa interior por segunda vez aquel día. Por
suerte, Alex le había dejado caliente y suficientemente húmeda para lo que
iba a hacer en ese momento. Que desabrochar los pantalones del chico
moreno, bajar la cremallera y liberar su miembro erecto para introducírselo
dentro de su sexo. Desde que llevaban juntos, siempre había sido él quien
llevara el ritmo, siempre la misma posición, el misionero y a poder ser con
luz apagada:
— Clara— decía gimiendo— sí, sigue
Clara movía la cadera sin cesar, con los ojos cerrados. Lo único que hacía
era pensar en Alex y en esperar a que todo terminara rápido. Bueno, por
suerte para la rubia fue así:
— ¡Oh Clara! — Decía sin parar William— voy a llegar
Sí, siempre decía eso cuando William iba a correrse. Lo único que se le
pasó por la mente. “habla con propiedad, se dice orgasmo y correrse”. Clara
no sabía lo sucia que se sentía ¿por qué? Si William la quería. Aun así, estaba
asqueada sobre todo sintiendo los restos de Will dentro de su sexo. Intentó
aguantar las lágrimas. Desató a William, que enseguida la abrazó
fuertemente:
— Dios Clara, te quiero.
Clara forzó una sonrisa y le dio un leve beso:
— Me voy a duchar.
Dijo Clara levantándose, agarrando sus pertenencias y entrando en la
habitación. No había ducha que le quitase esa sensación. Estuvo durante un
buen rato dejando que el agua cayese sobre su cuerpo ¿Qué había hecho?
Prácticamente se había follado a William y le había dejado con su relax en el
salón, ignorándolo de nuevo. Eso es lo que pretendía hacer Alex con ella y
por la cual criticó, no era mejor que ella. Al menos la ojiverde iba con la
verdad por delante, mientras ella tenía totalmente engañado a su prometido.
Sin poder contenerse comenzó a llorar.
Al día siguiente, Clara fue a la farmacia con Ruth para comprar la píldora
del día de después. La rubia no estaba dispuesta a correr el riesgo de quedar
embarazada. No en esos momentos en que su cabeza era un lio:
— A ver si lo pillo— dijo Ruth pensativa— en menos de semana y media. Te
has acostado con William, Vesta y Alex— Clara se puso colorada mirando a
su alrededor. Ruth no tenía un tono de voz para nada suaves— joder chica si
comes más que yo.
— ¿Puedes bajar la voz?
Preguntó Clara totalmente ruborizada:
— En teoría, fue Vesta y Alex las que me han follado
Ruth miró a Clara boquiabierta:
— La señorita Clara Price alias “la finolis” ha dicho la palabra follado.
Clara puso los ojos en blanco:
— Es la ordinaria de Alex— dijo mientras hacía cola en la farmacia— ya
sabes que todo lo malo se pega.
Ruth alzó las cejas repetidas veces:
— ¿Cómo es la señorita Woods en la cama?
Clara aún estaba dolida por lo ocurrido con Alex. Aun así, no pudo evitar
sonreír. Las cosas como eran, y es que Alex no solo era ardiente, también
usaba las manos de maravilla. Ruth al ver la sonrisa de Clara, le dio un par de
codazos:
— Picarona esa no solo te pone cachonda, si no que te hace ver las estrellas.
— Hacía— corrigió Clara molesta— No pienso volver a liarme con Alex en
la vida. Es un poco animal y desconsiderada, que nos trata como auténticos
trozos de carne y que puede usarnos a su antojo.
Alex había ido a la empresa como todos los días. Helena le dio las llamadas
que había recibido y las reuniones del día. Por lo general quien acudía a esas
reuniones era su padre, pero aquel día, tenía una con uno cuyo nombre no le
sonaba para nada. Alex con el ceño fruncido preguntó a su secretaria:
— Helena, ¿Quién es el señor Colman?
— Supuestamente es un nuevo socio.
— ¿Socio nuevo?
Helena se encogió de hombros:
— Parece ser, su padre quiere tomarse un tiempo de vacaciones no quiere
dejarla sola.
Alex gruñó, ahora aquello. Si trabajar con su padre era un infierno, no
quería imaginarse trabajar con un desconocido. Eso sería totalmente tedioso.
Seguramente era un viejuno, que había puesto para tenerla vigilada e intentar
arruinar el negocio familiar. Bueno, lo cierto que su trabajo como Vesta
ganaba lo suficiente para poder vivir cómodamente. Si el negocio de su padre
se iba a pique no le iba a afectar mucho:
— ¿El señor Woods ha llegado ya?
Helena negó con la cabeza:
— Hoy está de viaje.
En ese momento Alex recordó, tenía viaje de negocios en Europa, para
variar le había dejado sola en esa mierda de reunión. La ojiverde asintió y se
fue a su despacho. La reunión era en un par de horas en la sala de reuniones.
El tiempo que le tocó esperar, se la dedicó repasando unos envíos a uno de
los laboratorios. Normalmente no solía prestar atención en esos detalles. Era
trabajo de su padre. En parte, trabajar para ese tipo de empresas enervaba la
sangre a Alex. Una investigación terminaba con éxito, muchas veces
investigaciones que no eran respaldadas por las farmacéuticas. Estas solo
metían mano cuando podían sacar algún beneficio económico. Quizás fuera
una de las razones por la que se sentía desmotivada, trabajando en aquel tipo
de negocio:
— Señorita Woods— sonó la voz de Helena por el altavoz— recuerde su
cita con el señor Colman
Alex revisaba esos papeles una y otra vez, había algo que no le terminaba
de encajar. Las cantidades producidas y repartidas no coincidían con las
ganancias. Éstas eran mucho más elevadas de lo que deberían:
— Enseguida
Alex guardó los documentos en un archivero. Tendría que hablarlo con
Jamal, el encargado de llevar las cuentas. Se puso la chaqueta y se dirigió
hasta la sala de reuniones. En ella se encontró con un chico totalmente
distinto a lo que se había imaginado. Como mucho tendría unos cuantos años
más que ella. Era un poco más alto que ella, moreno, cojos castaños, elegante
y con complexión musculosa:
— ¿El señor Colman?
El chico esbozó una amplia sonrisa y le tendió la mano:
— En efecto, Finigan Colman a su servicio señorita Woods
— Me le esperaba de otra forma— Admitió Alex— no sé, algo más
experimentado.
— Más viejo, quisiste decir.
— Bueno, quería suavizarlo, pero prácticamente si
Ambos se sentaron uno en frente del otro:
— Usted también es joven y mírate, vicepresidenta señorita Woods
— Llámame Alex por favor— Se recostó sobre el respaldo de la silla y se
cruzó de piernas— ¿mi padre le ha contratado para vigilarme?
— La expresión más adecuada es que nos hemos asociado— dijo Finigan
haciendo lo mismo— en el mercado había una cantidad de acciones que no
pude evitar comprar. Quería conocerla antes de comenzar a trabajar. Ya que
estaremos mano a mano dirigiendo la empresa.
Alex se incorporó un poco. Movida por la curiosidad, pues el señor Colman
tenía cierto acento interesante:
— ¿De dónde es señor Colman?
— Por favor Alex, llámame Finigan. Soy de Inglaterra.
Alex asintió con la cabeza. Siguieron hablando durante un rato más antes
de que éste se dispusiera a marcharse. La ojiverde no quedó muy convencida.
Parecía entender el mundillo, sí, pero por otra parte, presentía que no decía la
verdad del todo. Bueno, ya lo comprobaría cuando comenzase a trabajar en la
empresa. Lo único que quería hacer era sentarse y pegar papelitos en el techo,
pero tenía que ver a Jamal, cuando Helena habló de nuevo:
— Señorita Woods, su madre en la línea uno.
Alex puso los ojos en blanco ¿Es que acaso no iba a tener un día
tranquilo? Descolgó el teléfono y pulsó el número uno:
— Madre
— Alex— Comenzó a decir Alice— Ya que tu padre estará estos días de
vacaciones he decidido hacer una cena.
— Si ¿Y?
Alice y Alex apenas hablaban, solo la llamaba para ese tipo de eventos.
Para aparentar una familia bien unida y estructurada, cuando en el fondo,
Alice la miraba como una enferma y sospechaba que el matrimonio de sus
padres no iba bien desde que era una cría:
— Que no puedes faltar.
— Desde que he pisado la empresa no he parado, llevo teniendo unos días
de mierda— comenzó a decir Alex irritada— Estoy lo suficientemente
cansada como para ir a esa cena. Te disculpas por mí.
— Alex Woods— comenzó a gritar su madre— como no estés aquí a las
20:00 en punto, mandaré a un chofer para buscarte.
— Está bien— dijo Alex dándose por vencida— iré a la dichosa cena.
Alex se desplomó sobre la silla del escritorio. Lo cierto es que desde que
discutió con Clara, su mala hostia iba en aumento. No debería afectarla, ni
debería estar pensando en ella. Ya había conseguido lo que se propuso en un
primer momento. Ya le había hecho suya ¿Había necesidad de repetir? No,
Clara tenía que pasar al pasado y seguir adelante:
— Helena
— ¿Si señorita Woods?
Alex ya no se iba a molestar en bajar la planta de economía:
— ¿Sabes si el señor Jamal sigue en la empresa o ya se ha marchado?
— Un momento, enseguida le comunico.
Alex apoyó la cabeza en el respaldo y perdió la mirada en el techo.
Completamente manchado de la cantidad de papeles que había llegado a
pegar día a día. En ese instante alguien dio unos golpecitos a la puerta. La
ojiverde miró de reojo, poco a poco sus labios se fueron curvando. Se levantó
enseguida y se lanzó a los brazos de la recién llegada.
Clara había recibido una llamada de William. Aquel día se le veía y se le
escuchaba más atento, incluso más feliz que otros días anteriores. De nuevo
tenían que acudir a una cena, organizada por la señora Woods. Eso no le
hacía gracia. No había pasado ni 24 horas desde que decidió no ver a Alex, y
resulta que el destino, era tan perro como para volver a juntarlas en un mismo
lugar:
— ¿No podemos inventarnos alguna excusa? Will
— No, ya dije que asistiríamos Clara
— Y de nuevo tomas una decisión sin consultármelo William
Dijo Clara algo irritada:
— Pensaba que te alegraría— dijo William sin comprender— estas cosas
antes te gustaban.
— Tú mismo lo has dicho William, antes, ahora no.
Clara solo esperaba que en esta ocasión no estuviera Alex. No sabría
cómo reaccionaría. Alex conseguía sacarla de quicio como excitarla con solo
un roce de su piel.

Flashback

Alex corría y corría. Estaba perdida, lo único que veía era un bosque.
Tenía que ser un parque forestal. La ciudad no debía andar lejos. Quería
seguir hasta hallar la civilización. Pero sus pequeños piececitos le dolían y
estaba exhausta. La herida que se había hecho en el pecho días atrás la
dolía, sentía ardor y le latía, había dejado de sangrar, aun así, de vez en
cuando se le abría un poco y manchaba un poco más de sangre su vestido.
Estaba asfixiada, sudorosa, no podía seguir, pero tampoco podía quedarse
expuesta a que la encontrasen. Así pues, fue hasta un huequecito que había
en el troncó de un árbol y se acurrucó dentro.

Fin del Flashback


Capítulo 9 - Que me odie
— ¡Olaya!
Gritó efusivamente Alex, mientras se lanzaba a los brazos de su amiga. Ha
Olaya la conoció en su viaje a Europa. Aunque había nacido en Canadá.
Estaba claro que la situación de ambas no eran las más idóneas cuando se
conocieron, pero esas circunstancias las unió. Ambas en un principio estaban
cerradas al mundo y poco a poco, conociéndose se valieron para ser un gran
apoyo:
— ¿Cuándo has venido de Europa?
Olaya le devolvió el abrazo con el mismo entusiasmo que Alex:
— Esta semana— dijo riendo— estaba claro, tenía que hacer una visita a la
petarda de Alex.
Alex esbozó una sonora carcajada. Helena, alzó las cejas de la sorpresa, ya
que las chicas aún estaban en la puerta, y escuchar a Alex reír era como un
evento celestial. Solo ocurría cada x años:
— ¿Cuánto tiempo estarás por estos lares?
— Me mudo aquí Lex. Así que no te libraras de mí tan fácilmente.
Alex amplió su sonrisa. Eso era una buena noticia. Tanya era una gran
amiga y un gran apoyo. Pero ni si quiera ella terminaba de conocerla, como
lo hacía Olaya. Ahora, sí que había mejorado su día. Miró el reloj. Debería
estar un par de horas más en la empresa, pero que más daba, por un día no iba
a pasar nada:
— Mi madre quiere que vaya a una cena que ha organizado— puso una
mueca— vamos antes y nos pegamos un chapuzón en la piscina. Quiero que
me cuentes como te ha ido, todo.
Alex fue hasta su perchero y agarró su americana gris que iba conjunto
con su traje de vestir. Olaya que se fijó en ese detalle, esbozó sonrisa de
burla:
— Alex la juerguista de traje elegante— dijo moviendo la mano— esto es
nuevo
— Sí, mi padre me obliga a vestir así para dar buena imagen en la empresa.
Las chicas salieron del despacho, cerrando la puerta tras de sí. Alex se
acercó hasta su secretaria, tendría unos cuantos años más que Alex, ojos
castaños y pelo de color rubio oscuro:
— Helena hoy salgo antes, las llamadas importantes me las desvías al
móvil— miró fijamente a la secretaria— solo las importantes.
— Y eso quiere decir que ninguna.
Alex curvó una comisura de sus labios, dibujando su media sonrisa:
— Pero que bien me conoces— se iba ir cuando se giró de nuevo—
cuando salgas, si te apetece puedes ir a la residencia de los Woods, hay una
fiesta esta noche.
Helena la miró sorprendida. Por lo general, ningún empleado, a no ser que
fuera algún ejecutivo importante, había pisado la residencia de los Woods:
— ¿Está segura señorita Woods? No recibí ninguna invitación.
— Estás recibiendo la mía ahora— Dio unos golpecitos suaves en su
escritorio— así que no me falles Helena, te espero.
Dijo Alex antes de encaminarse al ascensor con Olaya a su lado:
— ¿Una fiesta?
Susurró picarona Olaya. Alex la miró de forma cómplice:
— Mi madre se ha empeñado en que vaya a su cena. Yo, solo voy a
animarlo.
Olaya rompió a reír:
— Eres terrible.
Alex no solo invitaría a Helena. Sacó su teléfono móvil y comenzó a
enviar mensajes. Esa noche, se divertiría de nuevo, recordando viejos tiempos
con sus juergas salvajes universitarias:
— Tú madre te va a matar.
Alex se encogió de hombros:
— Que me mate O. — dijo mientras comenzaba a mirar sitios para pedir
barriles de cerveza— ¿con tres habrá suficiente?
— Pide cuatro— Respondió guiñándola un ojo— solo por si acaso. Por
cierto ¿habrás invitado chicas guapas no?
La ojiverde puso una expresión maliciosa:
— Siempre invito chicas guapas O.
De nuevo Olaya rio con más insistencia mientras que salían del ascensor:
— Ahora sí que tu madre te mata.
Alex decidió pasar por su casa para cambiarse, le incomodaba esa ropa tan
pija. Se puso unos pantalones vaqueros negros ajustados, una camiseta de
tirantes negra ajustada, un cinturón con una hebilla metálica y unas botas de
cuero, muy al estilo roquero. Se soltó el pelo y se puso unas gafas negras.
Olaya dibujó una sonrisa:
— Alex la malota ha vuelto
William se quejaba de que su relación estaba cayendo en picado, pero lo
cierto es que no paraba de cubrirse de gloria el chico. Era cierto, estaban con
un nuevo proyecto que presentarían en una convención en Japón y debían
tenerlo terminado. Como era de costumbre, llegaría tarde y para no quedar
mal, la rubia debía hacer acto de presencia en la residencia de los Woods.
Solo esperaba no encontrarse con Alex ¿Cómo reaccionaría? No terminaron
bien la última vez. Seguramente la volvería a odiar o a ignorar, como lo había
hecho toda su vida, llevándose como perros y gatos, pero ¿por qué tenía que
pensar así? Fue Alex la que le trato como el culo. Clara no había hecho nada
malo para tener esa clase de preocupaciones.
Hacía tiempo para vestido, así que optó por uno floreado que realzaba sus
piernas y su escote. No iba a mentir en parte era para provocar. Alex se lo iba
a pagar por tratarla así, ahora se iba a joder mientras lucía curvas.
Su madre la llamó. Avisando de que ya estaban en la casa de los Woods.
Unas horas antes de que la cena comenzase. Le pidió hasta el cansancio que
fuera antes. Ésta, como que no quiere la cosa y con disimulo, preguntó si
había llegado ya Alex. Por suerte, la ojiverde aún no había hecho acto de
presencia. Así pues, también fue a la residencia Woods antes de tiempo.
Fue la propia Alice quien abrió la puerta. La mujer, se le quedó mirando
con una sonrisa en la cara:
— Clara, pero que preciosa estás.
Iba a cerrar la puerta tras de sí cuando:
— Espera no cierres la puerta.
Se escucharon unas risas femeninas. Alice volvió abrir la puerta. Clara
puso los ojos como órbita cuando vio a Alex, con un brazo rodeando los
hombros de otra chica y vestida como iba, prácticamente le quitaría el hipo a
cualquiera. Su madre la miró con descontento y a su amiga:
— Alex— dijo echándose a un lado— hola, Olaya.
— Joder señora Woods— dijo Olaya dándole dos besos a Alice, que
enseguida puso una mueca de desagrado— menuda casa se gasta.
La ojiverde rio por lo bajo, al ver la expresión de su madre:
— Vamos O. — le agarró de la mano— el agua tiene que estar genial
ahora. Clara
Dijo mientras pasaba por su lado casi ignorándola. Clara la miró
fulminante. Pues sí que había tardado en irse con otra. Se había molestado en
arreglarse, para luego eso, para ser ignorada. Clara, apretó los labios y forzó
una sonrisa, mientras seguía a Alice. Que por lo bajo refunfuñaba. Para Alice
tampoco era un misterio que Olaya también era lesbiana.
Clara inconscientemente miró escaleras arriba, justo donde habían subido
las chicas. Apretó los puños. “seguro que no estará perdiendo tiempo y ya le
ha metido la lengua hasta la campanilla” pensó con amargor ¿Pero por qué
le molestaba aquello? Pero lo hacía, le molestaba y mucho. Esa era la
importancia que había tenido para Alex. Un momento caliente, una más,
seguramente en su larga lista de mujeres a las que se ha follado.
La madre de Clara sonrió satisfecha a ver llegar a su hija. Se encontraban
en una terracita sentadas, cerca de la piscina:
— Clara, hija.
Dijo Abby mientras se levantaba y daba dos besos a su hija:
— Justo estaba comentando a la señora Woods, que William expandirá sus
nuevos productos a Japón.
— No madre— dijo Clara mirando de reojo a la casa— tan solo va a
presentarlo.
— Seguro— añadió Alice— William es un hombre con mucho futuro,
tienes mucha suerte Clara.
En ese instante salieron las chicas, ya cambiadas y con el bikini puesto. A
Clara le perturbó la idea de que lo hayan hecho juntas. Hasta eso llegaba la
confianza de Olaya, de poder ver a Alex desnuda:
— De mi hija— dijo Alice con cierta decepción— aun espero el milagro
de que encuentre un hombre igual.
Clara alzó una ceja. Le daba en la nariz que sabían de los gustos de su
hija, pero parece ser, no lo admitían. Por lo que pudo escuchar, también en la
discusión entre Patrick y Alex. Le fue casi imposible concentrarse en la
conversación de su madre y la señora Woods. Pues constantemente dirigía su
mirada a Alex con su amiguita.
Alex y Olaya estaban sentadas en el bordillo de la piscina, mientras
chapoteaban y mojaban sus pies en ella:
— Esa rubia despampanante no deja de mirarnos.
Dijo Olaya mirando con disimulo por encima de su hombro. La ojiverde,
no fue tan sutil y giró la cabeza. Era cierto, había pillado a Clara mirándolas,
claro que en ese instante apartó su mirada rápidamente. Alex, durante unos
segundos esbozó media sonrisa. Para luego volver a darle la espalda:
— Esa es Clara
Sonó con algo de amargura:
— ¿La misma Clara de la que me has hablado?
— La misma
Alex miraba el agua, mientras chapoteaba sin parar con sus pies:
— Nunca me comentaste— decía picaronamente— que estuviera tan
buena.
— Lo que tiene de atractiva lo tiene de borde, malcriada e irritante— se
encogió de hombros— pero oye si te quieres liar con ella, fácil lo tienes,
porque su novio le tiene muy insatisfecha y caería rápido a tus pies.
Olaya carcajeó mientras negaba con la cabeza:
— Creo que ya se ha fijado en otra antes.
Alzó las cejas seguidamente:
— ¿En mí? No, yo soy solo un juego excitante, algo con que entretenerse
y experimentar— esbozó media sonrisa— además está prometida, no hay
futuro.
— ¿Desde cuándo Alex Woods piensa en esas cosas? — dijo dándola
unos codazos— ¿no eras de la que toma lo que quiere sin importar nada?
— En ese caso, te respondo que ya la he tenido y no es gran cosa.
Olaya la miraba divertida. Alex frunció las cejas:
— ¿Qué tiene tanta gracia?
— A ti te gusta Clara.
Alex puso cara afligida, mientras esta vez fue más disimulada y miró por
encima de su hombro. De nuevo la pilló mirándola:
— O. Clara— suspiró— cuando la miró me resulta imposible… no
recordar.
— ¿Ella no sabe nada?
— Parece ser que no se acuerda— Alex bajó los ojos— no se lo reprocho,
tan solo éramos unas niñas. Ella piensa que me fui a Europa.
Olaya le acarició la espalda:
— Bueno y viniste a Europa.
— Ya sabes a lo que me refiero.
— ¿Por qué no hablas con ella? Quizás sea ella lo que necesites para
terminar de superarlo.
— Prefiero que me odie.
Dijo Alex negando con la cabeza. Permanecieron así durante unos
minutos. Mirando el agua. Sintiendo la mirada punzante de Clara en su nuca.
No iba a dejar que aquello le amargase el día. La ojiverde puso la mano en la
espalda de Olaya, y sin previo aviso le empujó fuerte. Sorprendiéndola, sin
darle tiempo a agarrarse a ningún lado, acabó en el agua:
— PERO SERÁS ZORRA
Gritó Olaya a pleno pulmón mientras salpicaba agua a Alex, que no paraba
de carcajear. Ya empapada, se levantó y se tiró en bomba a la piscina.
Abby se tapó la boca trastornada al escuchar aquello:
— Señor, lo que ha dicho, que ordinario.
— Disculpa el lenguaje de Olaya— dijo un poco incomoda Alice— es una
amiga que conoció Alex en Europa. Me disgusta que este en su compañía,
pero…
Alice se escandalizaba al pensar que su hija era una invertida. Eso no
quería decir que no la quisiera, claro que la quería. También le desagradaba
Olaya, pero, tenía en cuenta lo que hizo por Alex, así pues, a regañadientes la
soportaba:
— Olaya ayudó a Alex a sociabilizarse allí.
— Espero que en buenas compañías.
Clara, no lo podía soportar. Alex estando con Olaya parecía otra. En menos
de unas horas, había sonreído, reído y bromeado. Cosa que no había hecho
con ella. ¿Acaso era tan aburrida? Ahí estaban, jugando en el agua,
haciéndose aguadillas y salpicándose:
— Me disculpáis— dijo suavizando todo lo que podía la voz— voy al
baño.
Dijo la rubia levantándose y entrando en la casa, no sin antes escuchar a
Alice:
— Tu hija sí que es un buen ejemplo, lástima que se lleven tan mal.
Clara subió hasta el baño, cerró con pestillo y comenzó a caminar de un
lado para el otro. Tratando de analizar la situación ¿Por qué estaba tan
molesta? Rio histérica. ¿Celos? No podía ser, había decidido odiar a Alex, no
podía sentir celos. Se sentó en la taza del váter mientras suspiraba
fuertemente. Ya no podía engañarse más. Sí, eran celos lo que estaba
sintiendo:
— Esto tiene que acabar— susurró Clara intentando convencerse— es
Alex Woods, la irritante, ordinaria y basta Alex, no te puede gustar.
Se armó de valor y volvió a bajar. La puerta que daba a la piscina, pasaba
por la cocina. En ese momento, estaba Olaya sirviéndose un vaso de zumo.
La chica no pareció percatarse de su presencia. Solo estando así de cerca.
Clara, pudo fijarse, que su espalda estaba llena de cicatrices. Como si la
hubieran fustigado con saña:
— ¿Impresionan verdad?
Preguntó Olaya mientras se giraba, para mirar a la cara de Clara. Esta
agachó la cabeza ruborizada “mierda” pensó:
— Lo siento— dijo avergonzada— no pretendía…
— Tranquila
Dijo Olaya con un movimiento de mano, mientras le quitaba hierro al
asunto:
— Estoy acostumbrada a que la gente miré— dio un trago de su zumo— en
un principio me avergonzaba, hasta que aprendí a vivir con ello. Lo peor es
aprender a curar las heridas internas, las físicas curan antes. ¿Clara no? —
dijo Olaya dirigiéndose a la puerta que daba con el patio— Creo que deberías
tener en cuenta este dato.
Le guiñó un ojo y salió. Dejando a una Clara confusa ¿Por qué le habría
dicho algo como aquello? Fue en busca de un vaso y se sirvió otro poco de
zumo. En ese instante Alex entró, al ver a la rubia puso los ojos en blanco y
paso de largo, para abrir el frigorífico y sacar una cerveza. En esos instantes,
no pudo evitar fijarse en la cicatriz de Alex, que sobresalía un poco de la
parte superior del bikini. La ojiverde se percató del detalle y bajó el brazo
incomoda:
— ¿Ahora piensas ignorarme? — Preguntó Clara irritada— eres una niña
pequeña Alex
Alex abrió su cerveza y bebió un tragó largo:
— Clara, tú misma dijiste que se había acabado— se encogió de hombros
— tan solo me comporto como siempre ¿No pensarás que ahora vamos a ir
de las mejores amigas y caminaríamos agarraditas de la mano?
Rio por lo bajo:
— No, pero al menos intentar llevarnos bien.
Alex alzó una ceja y recorrió con su mirada a Clara. Se volvió a encoger
de hombros, mientras agarraba la cerveza que había dejado en la encimera:
— No me interesa
Y salió de ahí dejándola con la boca abierta.
Capítulo 10 - La fiesta
Jay Price, iría un poco antes de que la cena diera comienzo. Cosa que no hizo
William hasta que llegaron al segundo plato. Eso molestó mucho a Clara.
Puesto que tenía que fingir que todo iba bien, mientras que le jodía ver a
Alex, tan amiguita e inseparable de Olaya:
— Te irás de viaje a Japón— dijo Jay orgulloso de su futuro yerno—
¿Clara irá contigo?
En ese instante, Alex pareció poner más interés en la conversación:
— No— dijo William limpiándose la comisura de los labios y agarró la
mano de su prometida— Clara quiere concentrarse esos días en escribir.
Alex tamborileaba sus dedos en la mesa mientras que observaba con la
mandíbula tensa aquel agarre de manos. Olaya sin dejar de sonreír, se inclinó
un poco y le susurró en el oído:
— Disimula un poco que Clara te ha pillado, celosa.
Los ojos verdes se toparon los azules de la rubia, después de unos
segundos esbozó media sonrisa y miró a un lado, se encogió de hombros:
— Que piense lo que le dé la gana, O.
Respondió al comentario de su amiga, con el mismo tono para no ser
escuchada. Era cierto, para Clara no le pasó inadvertido aquel detalle. “Vaya,
después de todo, algo si le importo” pensó Clara. Aunque su triunfo no duró
mucho. Puesto que volvió a ignorarla. Eso le frustraba mucho. Bueno,
prácticamente le frustraba todo de Alex, pero desde que tuvo aquella mini
charla con Olaya, le hizo pensar ¿Acaso la cicatriz de Alex tenía algo que ver
por su forma de ser?
Habían terminado el postre cuando llamaron al timbre. La sirvienta fue a
abrir la puerta, a la que no tardó en regresar algo extrañada:
— Señora Woods
— ¿Si María?
— Hay un repartidor en la puerta, dice que han encargado cuatro barriles
de cerveza.
En ese instante Alex y Olaya intercambiaron miradas divertidas:
— Son mías
Dijo Alex levantándose y salió corriendo:
— Me temo— dijo Olaya riendo por lo bajo— que a Alex se le olvidó
decir que ha organizado una pequeña fiesta.
— ¿Qué?
Rugió Alice mientras se levantaba también e iba a la entrada, donde pilló a
su hija firmando unos recibos:
— Pero ¿cómo se te ocurre?
— Llévelas a la cocina— ordenó al repartidor— tranquila madre— añadió
riendo— solo vamos a estar en la zona de la piscina.
Mientras tanto, en el salón principal, Abby y Jay, comenzaron a ponerse
algo incomodos. Mientras escuchaban discutir a madre e hija:
— Creo que deberíamos irnos
Dijo por lo bajo Abby:
— Sí, será lo mejor— miró a William y Clara— vosotros también deberíais.
Antes de que se llene de chicos salvajes y ordinarios.
En ese instante se escuchó como Olaya carraspeaba molesta. Tan
desagradables y Snob. Eso es lo que pensaba de ellos y no lo iba diciendo en
voz alta. Se las daban de educados, sin embargo, la educación la tenían en el
culo:
— Sí, nosotros también nos iremos— Dijo William mientras daba un beso en
la mejilla de Clara— ¿verdad cariño?
— Aburridos
Dijo Olaya mientras disimulaba que carraspeaba:
— ¿Qué?
Preguntó Clara ceñuda. Los señores Price, se levantaron, esperaron a que
los sirvientes les dieran sus pertenencias y salieron del salón:
— Nada
Dijo Olaya mientras se hacia la sueca. William estaba haciendo lo mismo:
— Nos has llamado aburridos.
Afirmó algo picada Clara:
— Es que sois unos aburridos— dijo Olaya riendo— ¿Cuántos años tenéis
60?
Clara chirrió los dientes y miró con decisión a William:
— Will, quedémonos un rato.
William esbozó una risita nerviosa:
— Clara— dijo bajando la voz— mañana madrugo.
Clara achicó los ojos. No estaba dispuesta a dejar que la llamasen aburrida:
— Pues vete tú— se giró y miró a Olaya— ¿os importa si llamo a una amiga?
Olaya se encogió de hombros:
— A mí me da igual, cuantos más mejor y creo que a Alex le dará lo mismo.
— Genial
En ese instante Clara, envió un mensaje a Ruth, marcando el famoso S.O.S
seguidamente con las coordenadas en la que estaba posicionada. Ruth, no
tardó en responder alegando que ya estaba de camino. William se inclinó
molesto:
— Clara— apretó un poco la mandíbula— acompáñame al coche tenemos
que hablar.
Clara asintió mientras miraba fulminante a Olaya. William y Clara, se
dirigieron hasta la entrada, donde Alice y Alex, discutían en voz baja:
— Te hemos dejado pasar muchas cosas, Alex— dijo su madre con los ojos
inyectados en sangre— quizás demasiado, desde lo que te…
— Tss
Calló Alex a su madre, cuando vio que se acercaban William y Clara a la
entrada:
— ¿Os vais?
Dijo Alice mientras ponía expresión de pena. Fingido, claro. Ya que en
esos instantes se avergonzaba del comportamiento de su hija. Y si era cierto
que había montado una fiesta, no quería a nadie ahí. Las fiestas que siempre
había montado Alex en Europa siempre acababan, en peleas, borrachos por
doquier y a la policía deteniendo a más de uno. Incluso a la propia Alex. Solo
que siempre, Patrick se encargaba de ocultarlo todo de cara al público:
— William tiene que madrugar— dijo Clara— pero yo me quedo.
Esto último lo dijo mirando desafiante a Alex que curvó una comisura de
sus labios. Dibujando esa sonrisa que dejaba sin aire a Clara:
— ¿Estás segura?
Preguntó sorprendida Alice:
— Claro— dijo sonriendo Clara— no me puedo resistir a una buena fiesta,
no soy tan aburrida.
— Disculpad
Dijo William saliendo mientras tiraba de Clara. Alice, ya abatida se dio por
vencida y subió al piso de arriba. No quería saber nada más. Alex iba a
reunirse con Olaya para prepararlo todo, cuando escuchó los gritos de
William. El Coche de Will, no estaba lejos de la entrada, así que era fácil
escucharles gritar:
— Clara, últimamente no te comprendo ni sé porque has cambiado tanto
— ¿Qué he cambiado? No Will, quizás eres tú que tenías un concepto de mi
muy distinto.
— ¿Concepto? Joder Clara, antes éramos inseparables— decía Will con
desesperación— luego ni me miras, de un momento a otro cambias y me
haces el amor como nunca
Alex apretó los puños, se giró para irse. William se acercó a Clara y la
atrajo pegándose a ella, para comenzar a besarla en el cuello:
— Quería haberte demostrado cuanto te quiero esta noche
Clara comenzó a removerse incomoda:
— Will suéltame.
William frunció el ceño y su enfado aumentó, agarrando fuertemente a
Clara de las muñecas:
— ¡Ves! Y luego haces esto— ya no gritaba, rugía— comportándote como si
te diera asco.
— William para ya, me haces daño.
— ¡NO!
Clara nunca había visto a William de esa guisa. Tan fuera de sus cabales,
tanto que daba miedo:
— Te ha dicho que la sueltes, Will
William se giró airado. Alex estaba detrás, totalmente seria mientras que le
fulminaba con la mirada. Aún tenía agarrada a Clara por las muñecas.
Mientras que ésta, aun intentaba quedar libre de su agarre:
— Esto no va contigo, Alex.
— William— dijo Alex mirándose las uñas— te daba buenas tundas cuando
éramos niños, y puedo dártelas ahora, suelta a Clara.
William gruñó y soltó a Clara que rápidamente se frotó las muñecas
enrojecidas. Alex levanto el brazo, para tenderle la mano a la rubia. Ésta fue
junto a ella sin entender nada. Desde que eran pequeñas, en el momento en
que estaba metida en un lio o pelea, aparecía Alex y le ayudaba, para luego,
volver a ignorarla:
— Será mejor que duermas— siguió diciendo Alex— y que se te bajen esos
humos William, porque si me entero de que vuelves a…
— Sí, sí
Dijo William alzando los brazos en son de paz y montando en el coche:
— Mujeres
Susurró encendiendo el motor y marchándose de ahí. Cuando el coche ya
hubo desaparecido de la vista. Clara se soltó de Alex y la miró con enfado:
— No tenías que haberme defendido, pude haberlo hecho yo solita.
Alex rio para sus adentros y negó con la cabeza, con una expresión
divertida:
— Claro, lo que tú digas
La ojiverde se encogió de hombros y se dispuso a entrar de nuevo en la
casa. Esa vez no se iba a escapar, puesto que Clara le agarró de la muñeca y
la detuvo:
— No hay quien te entienda Lex.
Alex miró el agarre con el ceño fruncido, pegó un tirón fuerte para librarse
de él:
— No hay que entender nada, Clara. Estabais gritando en el patio de mi casa
y me molestaba.
— No, siempre haces lo mismo— dijo Clara irritada— discutimos sin parar,
nos insultamos, nos ignoramos, pero en cuanto hay algún signo de peligro,
apareces de la nada y pretendes salvarme el culo, una y otra vez. Me
desconciertas.
Alex se acercó rápidamente a Clara, hasta quedar cara a cara, separadas por
tan solo centímetros. Tenía la mandíbula tensa, de nuevo parecía reprimirse
ante la cercanía de la rubia. Sus ojos verdosos fueron a mirar al Alicer de
Clara:
— Descuida Clara— dijo Alex casi en un susurro— si tanto te molesta, no lo
volveré hacer.
Clara alzó las manos y aferró las mejillas de la ojiverde. Sorprendiéndola
por el atrevimiento de la rubia. Solo en ese momento, pareció relajar un poco
sus músculos:
— Por favor, Alex ¿Dime por qué?
La ojiverde se inclinó un poco, como cada vez que lo había hecho para
besarla:
— ¿No puedes agradecérmelo simplemente?
— No
— ¿No?
— Necesito una lógica— Alex se apartó y con cuidado le quitó las manos de
su mejilla— necesito cordura.
Alex dio unos pasos más atrás de nuevo esa tensión:
— ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué te has quedado? ¿Si tanto me odias por qué
insistes en seguirme? Cuando sepas contestarme alguna de mis preguntas,
quizás me atreva a responderte.
Clara iba a abrir la boca cuando escucharon los pitidos de unos coches.
Mientras que los componentes que iban en ellos, gritaban animadamente.
Alex dibujó media sonrisa:
— Ahora si me disculpas, tengo una fiesta que montar— hizo una reverencia
— espero que lo pase bien la señorita Price esta noche.
La rubia se fijó bien en el primer coche, era un descapotable rojo y en el
solo había chicas. Chicas jóvenes y terriblemente atractivas. Parecían conocer
bien a Alex, pues todas la abrazaban y la llenaban de besos. Clara chirrió los
dientes. Entró en la casa y fue directa a la cocina. Estaba dispuesta a
demostrarle que podía pasárselo bien.
Olaya estaba colocando los vasos de plástico sobre la encimera, cuando
observó como la rubia agarraba uno, totalmente decidida, fue hasta el
dispensador de cerveza y quedó totalmente bloqueada. Mierda, no sabía
cómo funcionaba esa cosa. Olaya, rompió a reír, le quitó el vaso de la mano y
le sirvió la cerveza:
— No te has servido muchas de estas ¿verdad? Rubia.
Clara le arrebató el vaso y se bebió todo aquel líquido albarino de un solo
golpe, dejando anonada a Olaya:
— Otra— pidió— y me llamo Clara, no rubia
— Claro
Dijo Olaya sirviéndole otra cerveza:
— Será mejor que moderes un poco, aún queda mucha noche por delante.
— No eres mi madre.
Olaya alzó las manos en son de paz:
— Tú misma, luego no digas que te lo avisé.
La casa poco a poco fue llenándose de gente. Por suerte para Clara, Ruth no
tardó en llegar que quedó estupefacta al ver aquel jolgorio tan salvaje:
— Cuando leí S.O.S— dijo Ruth animada— pensaba que era algo importante
y era para traerme a una fiesta.
Clara le dio un vaso de cerveza y la llevó hasta la zona de la piscina.
Claro que en la fiesta había chicos, pero era evidente que abundaban las
féminas que no paraban de merodear alrededor de Olaya y Alex. Las chicas
no parecían para nada disgustadas. Al contrario, se lo pasaban de lo lindo
bailando con ellas. La rubia, señaló con la cabeza a Alex:
— Esa es Alex Woods.
Ruth miró picarona a Clara:
— Ahora entiendo que te tenga tan de cabeza, Clara— soltó una risita antes
de beber cerveza— está bien buena.
— Me desconcierta, parece bipolar— dijo molesta mientras que se bebía
del tirón su tercera cerveza— por momentos parece interesada en mi—
chirrió los dientes al verla demasiado pegada a una pelirroja— y otras, mírala
prácticamente ni existo, disfruta rebozándose con esa guarra.
Ruth comenzó a carcajear sin parar:
— ¿Qué te hace tanta gracia?
— Uno, nunca te había visto así de celosa y dos, ¿Cuántas cervezas llevas
ya?
Clara la fulminó con la mirada:
— No estoy celosa.
— Oh, sí que lo estas y muchísimo.
No debía celarse por Alex Woods. Ni si quiera debería estar ahí. Pero no
podía evitar sentir rabia cuando las otras no paraban de danzar a su alrededor
en plan buitre. Durante unos segundos pareció ver a Alex mirarla, esbozando
media sonrisa. Clara, también podía jugar al mismo juego:
— Tócame el culo.
Pidió a Ruth, que por casi se atraganta con la cerveza:
— ¿Qué?
Preguntó la castaña:
— Que tontees conmigo y me metas mano.
Ruth esbozó una carcajada y comenzó a negar:
— No pienso meterte mano, Clara
— ¿Por qué?
Preguntó molesta. En ese instante pasaba un chico con un montón de vasos
con cerveza, decidida le arrebató uno y comenzó a bebérselo:
— Porque eres… Clara.
— ¿Qué quieres decir con que soy? “Clara”
Repitió su nombre formando unas comillas con sus dedos ¿Es que era anti
morbo? ¿Acaso era una de las razones por las que Alex le evitaba? O no
quería que la tocase:
— Eres como una hermana
Clara puso una mueca:
— Que te digan eso es peor que la friendzone ¿Sabes?
La rubia achicó los ojos al ver como ahora, una morena le susurraba cosas
en el oído a Alex. Ruth puso los ojos en blanco:
— Está bien— dijo dándose por vencida— pero nada de besos.
Clara puso una mueca de asco de solo imaginarse besándose con Ruth. Poco
a poco comenzaron a acercarse incomodas. No eso no podía ser creíble. En lo
que Ruth iba a acariciarla en la mejilla Clara se aventuraba a abrazarla, en lo
que Ruth iba a abrazarla Clara le iba a dar la mano, total, dos tías haciendo el
payaso. Clara gruñó dándose por vencida:
— Esto no fluye
— Pues algo debe haber funcionado, porque Alex viene a esta dirección
— ¿Qué?
Preguntó Clara mientras se disponía a girarse, pero Ruth le agarró de los
brazos:
— No, pero no te gires, que no parezcas tan desesperada.
Clara frunció el ceño y se puso con los brazos en jarra nada más terminarse
su cuarta cerveza, ya notando que se le subía un poco:
— No estoy desesperada ¿Está cerca?
— Si está…— en ese momento ambas vieron pasar de largo a la ojiverde
— uy— pues no nos hacía caso.
Alex fue a recibir a un recién llegado. Clara se fijó muy bien quien era, le
conocía y de maravilla. En el colegio siempre andaban peleando. Bueno, casi
en pelea, porque en el momento que él le levantaba siquiera un dedo, aparecía
Alex como una exhalación:
— ¿Qué pasa comandante?
Dijo Richard mientras daba un achuchón a Alex. Richard siempre había sido
un poco más alto que Clara, era peli castaño y tenía los ojos azules con su
vestimenta tenía pinta de chulo putas que le hacía todavía más imposible de
soportar. Clara se acercó con los brazos cruzados, intentando mantener la
compostura, pero el alcohol ya empezaba a notársele en el habla:
— Pero si es el matón de Richard Kane
Alex alzó una ceja al mirarla. La rubia estaba colorada por el puntillo.
Richard, puso una mueca de asco al darse cuenta de que era Clara Price. Miró
a la ojiverde mientras señalaba a la rubia:
— ¿Qué hace esta barbi remilgada aquí? — negó con la cabeza— pensaba
que tenías más clase a la hora de elegir a tus amistades Alex
— ¿Qué me has llamado?
Preguntó Clara achicando los ojos y preparada para encararse a Richard.
Éste, no estaba dispuesto a achantarse por ese taponcito malhumorado, así
que se encaró también. De nuevo, como en el colegio, uno insulta, la otra se
pica y como era de esperar, Alex interviniendo:
— Richard, la bebida está en la cocina ¿Por qué no te sirves una copa?
— Da gracias que Alex intercede por ti Price.
Dijo Richard amenazante, mientras se daba la vuelta e iba a por algo de
beber. Clara sacó la lengua como si de una niña pequeña se tratase. Haciendo
esbozar una pequeña risita a Alex, se puso de brazos cruzados:
— ¿Cuánto has bebido?
— Cuatro— comenzó a mirar alrededor— espero una quinta ¿Dónde está
Ruth?
— Será mejor que te controles con la bebida, se ve que no estas
acostumbrada— la miró con mofa— te veo dentro de la piscina y créeme, no
me apetece tirarme para socorrerte.
— Se acabó.
Dijo Clara pasó por el lado de Alex y le agarró de la mano, comenzando a
tirar de ella, para alejarse de todo el bullicio, para poder habar más
tranquilamente. Por suerte la casa de los Woods era grande y se podían
perder por el jardín tan fácilmente:
— Clara— comenzó a decir Alex mientras se dejaba arrastrar— ¿A
dónde me llevas?
Al final acabaron escondidas detrás de unos matorrales y árboles. Clara
verificó, o lo que la vista le permitía verificar, ya que comenzaba a ver algo
borroso, que nadie anduviera cerca ni las pudiera escuchar. Alex, esperó a
que la rubia se dignara a hablar:
— Para de hacer lo que estés haciendo
La lengua de Clara se le trababa. Alex esbozó media sonrisa, nunca pensó
que Clara pudiera ser tan cómica borracha:
— ¿Hacer qué exactamente?
— Ir y venir, buscarme y luego ignorarme, me estas volviendo loca.
Clara sonaba desesperada:
— ¿Qué yo te estoy volviendo qué? — Alex se acercó y comenzó a darla
golpecitos con el dedo en el hombro— que yo sepa has sido tu quien me has
venido a buscar, desde que nos volvimos a encontrar. El primer día, me
seguiste a la habitación…
— A mi casa viniste tú
Reprochó Clara:
— William me dijo que estabas de acuerdo— comenzaban hablar a pleno
pulmón— estaba claro que no parabas de insinuarte.
— Yo no te metí mano en la entre pierna y robé tu ropa interior
Dijo Clara acercándose aún más:
— Te pregunte que querías — Alex también acortó distancias hasta
quedar encaradas, a escasos centímetros la una de la otra— pudiste haberlo
detenido y aun así me besaste.
— Me dijiste que no es lo que tenías pensado, ergo ya ibas con otra idea
en la cabeza.
— Al día siguiente fuiste tú quien me buscaste, Clara— Alex fijó sus ojos
en los labios de Clara— fuiste tú la que me propusiste ir a mi casa.
— Siempre has sido tú la que ha venido calentando— dijo Clara mientras
le agarraba sus mejillas y juntaba su frente— tan solo soy una víctima más de
Alex Woods
Alex pegó aún más el cuerpo de Clara al suyo. Hacía tiempo habían
cambiado su tono de voz, pasando del enfado a puro deseo:
— Tú me has arrastrado hasta aquí— dijo Alex antes de acariciar con su
lengua los labios de Clara— Así que espero que seas sincera Clara, porque ya
no sé si puedo contenerme mucho más ¿Qué quieres?
La respiración de Clara se le aceleró mientras que miraba de forma
lasciva a Alex, le agarró de la nuca y emitiendo un gruñido:
— Bésame, Alex.
Capítulo 11 - Escondite
Ruth se encontraba en la cocina buscando algo de beber, ya que su amiga
Clara había hecho un Dynamo y desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Los
barriles de cerveza estaban casi vacíos, aunque no iba a negar que estaba
buscando algo más fuerte. En ese instante le abordó por la espalda Olaya:
— La amiga de la rubia remilgada ¿verdad? — dijo también contentilla—
soy Olaya, amiga de Alex.
Ruth alzó una ceja. Había llamado a su amiga rubia remilgada, debería
molestarse, pero luego le vino a la mente una imagen de Clara picada, si
hubiera escuchado esas palabras y rompió a reír, esa noche su amiga había
sido de lo más cómica:
— Prefiero llamarla finolis, no le gusta que le llamen rubia— le tendió la
mano— Ruth Reyes, mucho gusto en conocerte.
Olaya se puso a su lado y se apoyó en la encimera. Los ojos castaños de
Ruth no pudieron resistirse a recorrer el cuerpo de aquella chica. Alex era
explosiva, pero Olaya no se quedaba atrás, eso no había ni qué dudarlo. La
amiga de Clara era descarada, no hizo por ocultar aquel detalle que hizo reír a
Olaya:
— Ahora mismo acabo de ser devorada con tu mirada.
— Y si me dejas te devoraría de otra forma.
En ese momento Ruth se dio cuenta de lo burra que había sonado. Menos
mal que Olaya se lo tomaba con humor, pues no dejaba de reír:
— ¿Siempre eres tan directa?
Ruth se encogió de hombros:
— Nunca sabes lo que te puede reparar la vida, ojos verdes— le guiño un
ojo — ¿Por qué perder el tiempo?
Olaya se acercó a Ruth, le quitó el vaso y se humedeció los labios con su
bebida. Dejándola boquiabierta mientras que fijaba la mirada en esos labios
sexys, redujo aún más la distancia encandilándola con movimientos
seductores:
— Sabes que me dice eso de ti ¿Ruth? — le entregó el vaso— Que eres
demasiado promiscua— negó con la cabeza— y eso no me atrae.
Durante los primeros segundos Ruth se sintió molesta, pero ya Clara le
contó los jueguecitos que llevaba Alex. Olaya parecía ir por la misma línea.
La diferencia es que ella no era tan cortada como Clara y mucho menos tan
poco era una inexperta. Rompiendo a reír. La amiga de Alex estaría buena,
pero no iría detrás de ella. Al contrario, jugaría aún más fuerte, alzó su mano
y pasó el dedo gordo por la comisura de sus labios apartando un poco de
espuma y de forma sensual se lo llevó a la boca para chupárselo. Dejando
ver, un poco su lengua, lo hizo de una forma tan erótica, provocando que
Olaya tuviera que tragar saliva:
— Me llamas promiscua, vamos cariño te has acercado y has intentado
provocarme— se apartó de ella y la miró de forma picarona— yo no soy tan
inocente como Clara, llevó jugando al mismo juego que tu desde que me
crecieron los pechos.
Se quitó la camiseta, sin importarle que todo el mundo la mirara, bueno si,
buscaba la atención de una y ya ves si lo consiguió. Los ojos de Olaya
recorrieron cada centímetro de su piel morena:
— Hace calor— se pegó a su cuerpo— Vamos chica sexy, peguémonos
un baño.
Olaya sonrió de forma animal. Esa chica estaba llena de sorpresas:
— Te sigo, chica caliente.
Ambas se tiraron a la piscina, ignorando quien pudiera estar en ella, Ruth
nadó hasta un borde, girándose para mirar de forma tentadora a Olaya. Que
rápidamente nadó hasta aprisionarla entre el bordillo y su cuerpo. La amiga
de Alex se acercó para robarle un beso, pero Ruth sensualmente apartaba sus
labios en el momento que los rozaba. Así un par de veces, hasta que de forma
ágil se escapó de su prisión y le susurro en el oído:
— Ahora ¿Quién es la promiscua? — soltó una risita mientras que dentro
del agua acariciaba el culo de Olaya— has intentado besarme unas cuantas
veces
— Solo porque tú no paras de insinuarte, preciosa.
Ruth se apartó:
— A ver si aprendemos a distinguir entre insinuación— le guiñó un ojo—
y vacile, amor
En ese instante dejó a Olaya boquiabierta mientras veía como Ruth nadaba
hasta las escaleras y salía de la piscina. Ahora le tocó el turno de la ojiverde
en devorarla con la mirada, todo su cuerpo moreno, tan espectacularmente
musculoso, tan mojado y notando como a través de su sujetador se
transparentaba sus pezones erectos. Tiene que ser mía pensó Olaya.
Nadó de nuevo a hasta salir fuera de la piscina. Ruth estaba dentro de la
casa, apoyada contra la pared de la cocina, esperándola, dibujó una sonrisa
pícara, en ese instante fue la misma Olaya quien comenzó a susurrarle en el
oído, mientras las yemas de sus dedos acariciaban su brazo:
— Ambas sabemos que esto va acabar de una forma.
La mano de Ruth se deslizó por la espalda baja de Olaya, mientras
esbozaba una risita:
— Vaya, vaya— dijo mientras negaba con la cabeza— según tú era
demasiado promiscua como para interesarte ¿qué ha cambiado?
— Soy demasiado activa sexual— se pegó aún más a la morena— Y
como bien has dicho ¿por qué perder el tiempo?
— Entonces, tenemos claro que esto es pura diversión
Decía Ruth mientras su mano seguía bajando hacia sus glúteos, totalmente
redondos y perfectos para ser estrujados:
— Totalmente de acuerdo, Ruth.
Ruth agarró la mano de Olaya y comenzaron a caminar por la casa,
subieron al piso superior, buscando una habitación para poder estar solas. En
ese instante, fue la propia Olaya la que le guio hasta una. Ruth hecho un
vistazo. Parecía la habitación de Alex:
— ¿Dónde se habrá metido Alex?
Preguntó extrañada, Olaya alzó las cejas:
— ¿Has visto a Clara? — esbozó una sonrisa y se pegó a ella— échale
algo de imaginación.
Ambas intercambiaron miradas cómplices a la vez que reían. Ruth acercó
sus labios a los de Olaya:
— Bueno, a lo que íbamos.
Alex ya no pudo contenerse más y se lanzó a los labios de Clara. Llevaba
queriendo hacer eso desde que se la encontró en la puerta. Tan sexy con ese
vestido floreado, y sus besos eran tan calientes y con sabor amargo de la
cerveza. Anheló mucho más de esa boca e introdujo su lengua en busca la de
Clara. La rubia no pudo evitar gemir, aquellos besos le hacían humedecerse.
Poco a poco Alex fue bajando hasta su cuello, pasaba su lengua de forma
sensual mezclado con su cálido aliento hacía que se excitase aún más.
Con la respiración acelerada Clara se abrazó al cuello de Alex y rodeó su
cintura con sus piernas. Siendo sostenida por los brazos de la ojiverde, que
rápidamente la empotró contra un árbol y comenzaba a devorarla como un
animal hambriento:
— Joder Clara— con una mano subió su vestido y la introdujo en su ropa
interior para apretujar fuertemente su glúteo, provocando que Clara gimiera
más fuerte— que culo, que ganas de fo…
En ese instante Clara reaccionó y le obligó a mirarla:
— No digas eso.
Alex frunció el ceño y habló algo borde:
— ¿Es qué no quieres?
— Sí que quiero— dijo mientras le aferraba de las mejillas, también algo
ruborizada— es que me suena tan ordinario que…
Aquello provocó que la ojiverde rompiera a reír:
— ¿Estás hablando enserio?
Clara aun roja asintió con la cabeza. Alex soltó otra risita antes de lanzarse
a los labios de forma salvaje y gruñendo. Sus manos seguían acariciando su
culo y sus suaves piernas:
— Dios, Clara que ganas de— volvió a mirarla de forma pensativa—
¿Darte placer te parece bien?
Clara lo sopesó durante unos segundos. Para luego darle el visto bueno
asintiendo con la cabeza. Alex volvió a reír:
— Pero que remilgada eres
La rubia acompañó las risas de Alex antes de besarla y atrapar su labio.
Eran tan adictivos y excitantes. Sus manos iban de una parte del cuerpo a
otro, adorándolo por encima de la tela, mientras que Clara gemía sin parar.
De nuevo Alex paró para mirarla ceñuda. Los ojos azules estaban oscuros y
dilatados, igual que los ojos verdosos de Alex:
— ¿Qué pasa?
Preguntó Clara con voz entre cortada:
— Clara, no quiero mal entendidos de nuevo— dejó que pusiera los pies
en el suelo— ya sabes como soy y lo que te ofrezco, solo quiero estar segura
¿estás de acuerdo con eso?
La rubia no podía dejar de acariciar a Alex. Era tan caliente, excitante y
aunque ya lo había intentado, era incapaz de vivir sin sus besos, ni sin sus
caricias, ya no:
— ¿En qué debo estar de acuerdo? ¿Nada de amor? O ¿Qué puedes tomar
mi cuerpo siempre que quieras, pero sin embargo, yo el tuyo no?
Alex juntó su frente con la de Clara y la miró intensamente:
— Lo primero, relación puramente física, nada de sentimientos, Clara—
cerró los ojos— en cuanto a lo segundo, en eso te voy a tener que pedir
tiempo y paciencia.
No era un misterio que Clara deseaba a Alex. Anhelaba poder tocarla
como lo hacía ella, saborearla hasta la saciedad. Al menos, no se lo había
negado de forma permanente:
— Alex
Susurró Clara, le atrajo de nuevo para besarla. Besarla hasta que sus
labios quedasen doloridos y desgastados. Poco a poco la rubia se alejó y sin
dejar de mirar a Alex con deseo comenzó a quitarse la ropa interior, se giró
para darle la espalda y apoyó las manos en el árbol:
— Vamos, Alex
Alex se deleitó con aquella imagen. Tan excitante. Emitiendo un gruñido
se pegó al cuerpo de la rubia, comenzó a darle pequeños mordisquitos en el
lóbulo de su oreja mientras que con una mano subía la tela de su vestido y
con la otra fue directa a acariciar su fuente de deseo, tan caliente y húmedo.
Sobre todo eso. Húmedo. Los dedos de Alex acariciaron sus pliegues,
totalmente hinchados:
— Joder Clara, tan caliente— sus dedos se aventuraron a introducirse un
poco más hasta hallar su apetitoso clítoris, para masajearlo sin ningún tipo de
contemplación, provocando que gimiese— tan húmeda y cuando me gimes
así, haces que pierda por completo la cordura.
Dijo Alex con voz ronca. La giró con brusquedad para quedar cara a cara,
y empotrándola de nuevo contra el árbol:
— Dime ¿qué quieres que te haga?
Preguntó mientras seguía masajeándole el clítoris y provocando que esta
se retorciese. Gimiendo en la boca de Alex:
— Vamos, Clara— su voz estaba entrecortada— ¿Pídemelo?
Clara desde que conoció a Vesta descubrió su lado más sumiso. Sin
embargo, Alex al preguntarle aquello, solicitaba que sacara su parte más
dominante y eso le provocaba que se ruborizase ¿Es que acaso Alex no podía
llevar las riendas como la otra vez? Le daba cosa pedirlo en voz alta, así pues,
puso las manos en los hombros de Alex y la empujó hacia abajo:
— Joder, sí
Dijo Alex dándose cuenta de lo que le pedía la rubia. Se agachó, agarró la
pierna de Clara colocándosela por encima del hombro y enterró su cara en su
entrepierna, para comenzar a saborearla sin piedad. La rubia se agarró al
árbol como pudo, mientras que gemía sin cesar, a los placeres que le estaba
dando aquella lengua, saboreándola sin cesar, estimulándola el clítoris hasta
la obertura de su chorreante sexo. Alex la devoraba con pasión, estrujando
sus glúteos con sus manos. Clara, que comenzaba a ver las estrellas, le agarró
fuertemente del pelo y la atrajo todavía más:
— Sí, Alex.
— Sí— susurró Alex— joder que bien sabes.
En esta ocasión no había represión por parte de la rubia, que gemía y
gemía sin cesar. A diferencia de Vesta, Alex era más apasionada, más ruda.
Vesta le acarició prácticamente con su lengua, suave e incluso más despacio.
Pero la ojiverde, le dio tanta caña, que inevitablemente acabó corriéndose
mucho antes de lo esperado:
— Sí, no puedo más
Cuando llegó el orgasmo, Clara involuntariamente juntó las piernas
aprisionando la cabeza de Alex y se retorció. Ésta tuvo que agarrarse a la
pierna de la rubia mientras que su cabeza estaba girada:
— Joder Clara, que me rompes el cuello
Alex tuvo que esperar a que el cuerpo de la rubia se relajara, para poder
librarse de aquella prisión tan inesperada. Clara, se ruborizó y soltó una risita
nerviosa:
— Lo siento
La ojiverde se levantó riendo mientras se frotaba el cuello con la mano. Se
volvió a pegar a ella, para besarla esta vez con mucha más suavidad. Ésta
notó un sabor distinto a los besos de antes. Ese era su propio sabor, nunca
había experimentado nada como aquello. Excitándose de nuevo. Ahora era
ella, la que besaba con furia, atrayendo a Alex aún más:
— Me encanta lo perra que te pones cuando te desinhibes
Alex le agarró de la mano y comenzó a tirar de ella:
— ¿A dónde vamos?
Preguntó Clara esbozando una carcajada:
— A mi cama.
Respondió la ojiverde entre gruñidos. Pasaron entre la poca gente que aún
estaba en pie, ignorando si se topaban con Ruth o con Olaya. Ya en el
segundo piso, no podían dejar de besarse y tocarse. Hasta comenzaron de
forma descarada a desnudarse. Alex le había bajado la cremallera del vestido
y se lo estaba quitando cuando entraron a la habitación. Clara entre risas
desató el nudo del bikini de la ojiverde dejando desnuda la parte superior de
su cuerpo. Cuando de un momento a otro la luz se encendió. Alex giró
sobresaltada. En la cama de ésta se hallaban Olaya y Ruth:
— Pero qué manera de cortarnos el segundo polvo.
Se quejó Olaya. Sin embargo, Ruth no pudo evitar fijarse en los pechos
descubiertos de Alex. Clara, que no pasó inadvertido en ese detalle, los tapó
con sus manos:
— Tranquila rubia— dijo Olaya riendo— la tengo muy vista ya.
— Ya— dijo Clara irritada— pero Ruth no y mi nombre es Clara.
Alex alzó las cejas, aunque también hacía por cubrir el cuerpo de Clara con
el suyo propio:
— El cuerpo de Clara no es un misterio— añadió Ruth— por lo menos para
mí.
— O. ¿De todas las habitaciones que hay en toda la casa has tenido que
parar en la mía?
— Vamos, Alex hace una eternidad que no duermes aquí— puso cara
picara— oye, si os animáis podemos hacer un cuarteto.
Olaya quitó la sabana de encima mostrando sus cuerpos completamente
desnudos. Clara puso ojos como órbitas, cambiando la posición de sus
manos, como pudo tapó los pechos de Alex con el brazo y una mano,
mientras que con la otra tapaba sus ojos. Provocando que esta esbozara una
carcajada:
— Clara, ya tengo muy vista a Olaya.
— Ya, pero a Ruth no
Le susurró en el oído:
— No me voy a lanzar a la cama por verlas desnudas, a mí me da igual que
veas a Olaya como Dios la trajo al mundo.
— Ya pues a mí no, así que vamos saliendo.
Dijo Clara, mientras la guiaba hasta el pasillo:
— ¿Y qué voy andar medio en pelotas por la casa? Al menos déjame
recuperar la parte de arriba del bikini.
— Ahora lo recupero
Ya en el pasillo Clara se tapó con el vestido y entró de nuevo para agarrar
el bikini de Alex. Evitando mirar a la cama, donde estaban las chicas
partiéndose el culo de la risa. Últimamente la rubia no paraba de vivir
constantemente situaciones extrañas:
— Si lo llego a saber— le dijo mientras le daba el bikini— te digo que
sigamos junto aquel incomodo árbol.
Alex rio para sus adentros y le atrajo agarrándola de la cadera:
— Ven aquí
Dijo mientras que la volvía a besar con cierta vehemencia:
— No me digas— decía Clara con voz entrecortada— que ahora lo vamos
hacer en el pasillo.
La ojiverde rompió a reír:
— Esta casa es muy grande, vamos
De nuevo le agarró de la mano y fue a la siguiente puerta. Alex puso la
mano en el pomo para abrir, cuando notó que Clara tiraba de ella:
— ¿Clara?
— No— dijo Clara con convicción— cualquiera menos esta.
Clara no sabía por qué, pero esa habitación no le gustaba, incluso llegaba a
sentir escalofríos y eso que no había abierto. Quizás fuera tonterías,
imaginaciones suyas. Alex le miró con curiosidad, le acarició de la mejilla:
— ¿Qué pasa?
— Por favor Alex, cualquiera menos esta.
— Está bien— dijo Alex mientras la apoyaba en la pared, evitando que la
rubia viera nada de lo que había en la habitación, pero la ojiverde tenía que
mirar— espera ahí
Alex volvió a poner la mano en el pomo e iba abrir:
— Alex no, por favor no hagas eso
Volvió a pedir Clara mientras cerraba los ojos fuertemente:
— Tranquila— dijo girando el pomo y abriendo la puerta lentamente— no
pasa nada.

Flashback

Los Price tuvieron que hacer un viaje a Inglaterra durante una semana por
negocios. Para que la pequeña Clara no perdiera muchos días de colegio,
quedaron con los Woods que pasaría esos días con ellos. Que disgusto para
la pequeña rubia. Si ya era insoportable Alex durante unas horas, soportarla
durante unos días resultaría de lo más tedioso.
La pequeña Clara lloriqueó y suplicó sin cesar que no quería quedarse en
aquella casa. Pero sus padres la repetían una y otra vez que no tardarían,
que solo serían unos días. Para Alex tampoco le fue agradable. Siempre
Clara con su cara de estreñida y de mala leche. Si al menos, durmieran en
habitaciones separadas, pero ni eso. Puesto, que pusieron un colchón
hinchable al lado de la cama de la pequeña Woods. Quizás pensaban que así,
las dos acabarían llevándose bien.
La primera noche la pequeña Price retuvo como pudo las lágrimas,
mientras daba la espalda a Alex. La segunda, había tenido un día de mierda
y echaba de menos que su madre le leyera un cuento. Los señores Woods,
eran fríos, distantes y muy estrictos. En parte compadecía a su hija, lo único
que hacían era comprarle cosas para llenar su ausencia paternal. En la
tercera, la pequeña rubia, se había despertado en medio de la noche
gritando. Había tenido una pesadilla, quería a su mamá, pero no estaba. Se
acurrucó y comenzó a llorar.
Después de un rato de llorar sin parar, sintió como un bracito la rodeaba
por la cintura y alguien se acomodaba a su espalda:
— ¿Qué haces?
Preguntó entre sofocos:
— Tus llantos no me dejan dormir. Intenta tranquilizarte un poco.
Intentó calmar la pequeña Alex:
— Quiero a mis papás
— Clara, solo estarán fuera tres días más. ¿Tan malo es estar aquí?
— Si— dijo entre pucheros— no te soporto.
La pequeña Alex esbozó una carcajada:
— No sé si te has dado cuenta, pero por intentar que lo lleves mejor estos
días apenas te he molestado.
Clara se giró para mirar medio adormilada a Alex:
— ¿Por qué siempre eres así?
— ¿Cómo?
— Siempre acabamos tirándonos de los pelos y aun así estas ahí ¿me
odias o no?
— Yo no te odio
— ¿Entonces? ¿Por qué siempre acabamos llevándonos mal?
Alex volvió a reír:
— Porque eres una picajosa— se encogió de hombros— bueno a mí me
da igual, me diviertes cuando te enfadas. Ahora ¿por qué no intentas
dormir?
Clara dibujó una sonrisa y cerró los ojos:
— ¿Alex?
— ¿Sí?
— Me prometes que aunque discutamos siempre, ¿estarás ahí para
protegerme?
Alex se acercó y le dio un beso en la mejilla:
— Si Clara, te prometo que siempre estaré siempre que lo necesites.
— Gracias, Lex
Terminó la pequeña Price antes de volver a quedar completamente
dormida.
Los señores Woods trabajaban y las dos pequeñas, cuando no estaban en
el colegio las cuidaba una niñera. A la tarde siguiente. La pequeña Clara,
estaba en la habitación de juegos, jugando con unas muñecas. Tal y como le
había comentado Alex la noche anterior. No solía molestar a la picajosa de
Clara. Sin embargo, fue corriendo hasta ella:
— Clara— no parecía divertirse, es más parecía más alterada que otra
cosa— juguemos al escondite yo cuento.
— No me apetece— dijo Clara ceñuda— quiero seguir jugando a las
muñecas
— No me discutas Clara— se movía nerviosa sin cesar— si no consigo
pillarte te regalo el juguete que tú quieras.
— Un beso
— ¿Qué?
— Si no me pillas quiero un beso.
Alex se asomó un poco por la puerta y se volvió corriendo hasta la
pequeña rubia:
— Lo que tú quieras, pero escóndete empiezo a contar.
La pequeña Alex se quedó en la habitación contando en alto, mientras
Clara salió disparada como una exhalación.
Fin del Flashback
Alex cerró la puerta corriendo. Agarró de los hombros a Clara y la empujó
pasillo a delante:
— Tienes razón Clara— dijo controlando su respiración— en esa
habitación solo hay juguetes. Vamos a otra.
Capítulo 12 - Contradictorio
Alex no comentó nada más. Al final acabaron en el ático, ya que acercarse al
otro lado de la casa era arriesgarse a que la señora Woods las escuchase.
Aquel lugar estaba lleno de muebles y objetos que ya no usaban. Por suerte
había un diván muy cómodo, aunque entre el bajón que tuvieron al pillar
infraganti a sus mejores amigas y el momento espeluznante que pasaron junto
aquella habitación, se les fue la excitación. Lo único que pudieron hacer, fue
caer abatidas sobre el:
— Clara
— ¿Qué?
— ¿Qué te ha pasado antes? Junto aquella habitación— preguntó curiosa
Alex— parecías aterrorizada.
— No lo sé
Contestó Clara mientras se abrazaba las piernas. Era cierto, no sabía
porque se sintió así. En parte era frustrante, pero con el paso de los años
aprendió a vivir con ello:
— ¿Cómo que no lo sabes?
— Lex — Dijo irritada— No lo sé y punto.
— Una no reacciona así, si no hay motivos
Clara apartó la mirada. No quería hablarlo y más con una persona que no
compartía nada con ella. Alex, la agarró de la mano suavemente:
— ¿Clara?
— No insistas, por favor
Alex se apoyó en el respaldo del diván y atrajo a Clara para que se
apoyase en su hombro. La rubia se abrazó a la ojiverde:
— Solo de una cosa— llegó a decir— pero no fue en esa habitación, si no
en la tuya.
— ¿El qué?
— Me prometiste que siempre estarías ahí, sin embargo, a los dos días te
fuiste a Europa.
Alex se tensó durante unos segundos, aun así, no dejó de abrazar a Clara:
— Clara yo no…— suspiró— déjalo— Le dio un beso en el pelo—
¿acaso te ocurrió algo?
— No lo sé— dijo con frustración— Es una incógnita con la que viviré el
resto de mi vida. Solo sé que desperté en un hospital, había tenido un
accidente, sufrí estrés post traumático. Amnesia disociativa. Así lo
determinaron los médicos. También recuerdo que vine buscándote y ya no
estabas.
Alex esbozó media sonrisa:
— ¿Pero no me detestabas?
— Te detestaba y te detesto— miró a Alex a través de la penumbra de
aquel ático— pero también te necesitaba y te sigo necesitando.
— Que contradictorio
— Por eso es tan irritante estar contigo.
Alex agarró el mentón de Clara y levantó su rostro para mirarlo fijamente.
Se acercó a ella y muy lentamente acarició la forma de sus labios con su
lengua. Para luego acariciarlos con sus labios, hasta acabar en besos intensos,
como era de costumbre en Alex. Pasión, pura y desenfrenada pasión, hasta
para unos simples besos. Tan idóneos, para encender a la rubia, que poco a
poco fue poniéndose a horcajadas sobre Alex. La ojiverde de nuevo se
aventuró a bajarle la cremallera del vestido y sacárselo por encima de la
cabeza, para exponer sus prominentes senos a la altura perfecta para Alex.
Mirándola con deseo comenzó a masajear sus pechos:
— Son tan perfectos— dijo con voz ronca Clara comenzó a retorcerse—
que pezones, tan rosados erectos para mi boca— tiró con suavidad de ellos
provocando que la rubia gimiese— estaría comiéndotelas durante horas.
Clara fijó sus ojos de nuevo, oscurecidos y dilatados. Con que facilidad
Alex la excitaba, solo quería estar con ella hasta quedar exhausta, totalmente
drenada y deshidratada. Quería quedar ronca de tanto gritar de placer. Se
perturbó al pensar así, pero quería que la follara hasta que el cuerpo no
pudiera más. Clara, totalmente desinhibida, había perdido la poca cordura que
le quedaba. Enredó los dedos en el pelo de Alex y la atrajo hasta sus pechos,
invitándola a que comenzase a devorarlos:
— Pues estás tardando— dijo soltando un gruñido— deja de hablar y
empieza.
— Joder, si— dijo Alex perdiéndose en aquella enorme delantera— como
me excitas cuando te pones así de guarra.
La lengua caliente y húmeda de Alex comenzó a acariciar su pezón
derecho mientras que con la otra mano se dedicaba a dar placer al otro.
Pellizcándolo y tirando. Clara gemía, gritaba, se retorcía e instintivamente
movía la cadera buscando fricción. La temperatura de su cuerpo subía por
momentos, mientras que corrientes eléctricas, aquellas maravillosas
corrientes eléctricas recorrían que todo su cuerpo, hasta acabar en su ya
humedecido sexo. Intensificando cada caricia, cada beso o mordisquito que le
hacía Alex. Clara la quería dentro, para aliviar aquella excitación ya casi
insoportable. Pero Alex no, aun se negaba a ir al grano. Quería disfrutar,
adorar de todo su cuerpo. De forma salvaje Alex cambió de posición
quedando encima, se llevó las manos a la espalda, para desabrocharse el
bikini:
— Espera
Dijo Clara, Alex paró en seco sin comprender por qué le había parado:
— sé que por el momento no me dejas tocarte— comenzó a sonar
suplicante— Pero al menos, ¿me dejas desnudarte?
Alex la miró ceñuda, sopesando aquella petición. Antes de Clara tuvo otra
relación, Cora, ni si quiera a ella la permitió tocarla. Por mucho que la llegase
a querer, nunca se vio capaz. Pero la miraba tan suplicante. Que por mucho
que su boca quería pronunciar una negativa, se vio incapaz:
— Está bien— dijo poco convencida— solo desnudarme.
Alex no tenía muchas prendas, la parte de arriba del bikini, unos
pantaloncitos cortos y la parte de abajo del bikini. Aun así, Clara quiso
alargarlo todo lo que pudo. Adorando lo poco que le permitía Alex, amaba
ese cuerpo, lo deseaba, moría de anhelo. Nunca había sentido aquello por una
mujer y mucho menos por un hombre. Solo por Alex y aun teniéndola tan
cerca, la sentía lejos de su alcance, de vez en cuando hacía movimientos
involuntarios cuando sentía el roce de su mano en su cadera:
— No voy hacerte daño— le dijo mientras le abrazaba después de quedar
totalmente desnuda— confía en mi
Clara, de forma dulce y tierna cambió las tornas. Quedando ella ahora
encima. Quizás Clara era especial, era diferente y con ella sí podría
entregarse del todo. Se le pasó por la mente a la ojiverde. La rubia la besaba
con suavidad por el cuello mientras que con una mano comenzó a acariciar su
seno. Alex suspiró fuerte, poco a poco volvió a retomar el camino
acariciándole el abdomen.
Has sido una niña mala, Alex
Le vino la voz de un hombre a la cabeza
A las niñas malas les castigamos duro.
La mano de Clara ya estaba llegando a su intimidad
No, por favor— las suplicas de una pequeña Alex entre llantos— seré
buena lo prometo, suélteme
Alex no lo pudo soportar más y agarró la mano de Clara, con rudeza volvió
a rodar quedando encima de la rubia:
— No. Me dijiste que solo me ibas a desnudar.
Clara no renegó, ni la obligaría a nada. En ese momento supo que la
ojiverde estaba atormentada por algo que se negaba a compartir. Llevó su
mano hasta su nuca y la atrajo de nuevo para besarla. Con erotismo atrapó su
labio inferior. Alex esbozó un pequeño gemido y descendió su mano hasta el
sexo de Clara. De nuevo humedecido. Despacio la penetró con un dedo. Si
por la ojiverde fuera no mediría fuerzas mientras la embestía sin cesar.
Quería que llegara al placer y excitación extremo, muy extremo. Al poco le
sumó otro dedo más, se deslizaba dentro y fuera. Clara se removía mientras
jadeaba:
— ¿Te gusta? — Le susurró Alex en el oído— hoy te vas a correr como
nunca
Clara se mordió el labio, a cada vez más excitada. Cuando lubricó mucho
más, Alex con sumo cuidado la penetró con un tercer dedo:
— Alex— dijo Clara entre gemidos guturales— ¿Qué me estás haciendo?
— ¿Te hago daño?
Alex recorría su cuello con la lengua. Clara se aferró al diván mientras se
lo hacía lento y a su vez, sentía una presión dolorosa que terminaba con
mucha más excitación:
— No
Le respondió con un hilo de voz:
— Bien— Alex seguía concentrada en el cuello de Clara— porque aún no
acaba ahí.
Todo era paciencia, dentro y fuera, dentro y fuera. Mientras que aquello se
convertía en una cascada chorreante y dilataba mucho más. Cuando la vio
capaz de soportarlo, introdujo un cuarto dedo:
— ALEX
Gritó, poniendo un gesto doloroso para acabar gimiendo del más puro
placer:
— ¿Quieres que pare?
— DIOS, NO— atrajo a Alex a su boca de forma erótica, comenzaron a
sacar sus lenguas y a batallar— No sé si voy a soportar más
— Oh cariño— dentro y fuera, dentro y fuera— lo tienes tan húmedo y
dilatado— introdujo el dedo que le faltaba, Clara gritó aún más— que si me
lo propongo te cabe la otra mano.
Eso ya estaba siendo demasiado para Clara. Era algo doloroso y a su vez
tan placentero. Todo aquel placer que se fue acumulando desde que le
penetró con el primer dedo, hasta que acabó introduciendo el quinto era tan
intenso que le fue imposible no retener las lágrimas cuando el orgasmo la
azotó con fuerza, incluso avergonzada, pensó que no retuvo orín, puesto que
aquello expulsó cantidad de flujo. Alex puso ojos como órbitas cuando vio
como aquello salía expulsado e incluso le salpicaba encima:
— Wau
Dijo Alex fascinada. Clara se ruborizó:
— Lex— dijo casi sin aire— lo siento, no pretendía.
Alex sin previo aviso se lanzó a los labios de Clara, totalmente excitada:
— Joder, eso ha sido increíble
Se sentó en su muslo y Clara gimió, al sentir la entrepierna de Alex que
estaba muy caliente y sobre todo húmeda. Después de aquello, se podía decir
que la ojiverde estaba a punto de explotar:
— Que caliente
Dijo la rubia totalmente sorprendida. Con cuidado Alex puso las manos de
Clara a cada lado de su cadera y comenzó a friccionar su sexo sobre su
muslo. Quedó fascinada mirando a la ojiverde, moviéndose sensualmente
sobre ella, jadeando. Los gemidos de Alex eran melodía para los oídos de
Clara, una melodía totalmente apasionante. Conforme el orgasmo se acercaba
y no tardaría en aparecer, ésta aceleraba su frotis, humedeciendo mucho más
la pierna de la rubia:
— Joder.
Aceleró un poco más y puso una mano en uno de sus senos:
— No puedo más, voy a explotar
Y era cierto, no pudo más, arqueó su espalda y dio un grito de placer. Clara
esbozó una sonrisa de fascinación y a su vez, porque le encantó descubrir que
Alex era mucho más ruidosa. Esbozando una risita tonta, se quitó del muslo,
abrió las piernas de la rubia y se dejó caer sobre Clara. Totalmente sudorosas,
exhaustas y casi sin aliento. La ojiverde apoyó la cabeza en el hombro de la
rubia y cerró los ojos:
— Gracias
Dijo Alex sin abrir los ojos:
— ¿por qué?
Preguntó sorprendida:
— Por esa maravillosa eyaculación— dijo soltando una risita— ha sido
una sorpresa, no sabía que podías hacerlo.
Clara se volvió a ruborizar:
— Entonces— sonaba tímida— entonces no me he meado.
La risa de Alex era débil, su relajación la estaba llevando al mundo de
Morfeo:
— Pero que inocente.
Después de aquello ambas quedaron en silencio. Clara se sentía increíble,
incluso se atrevía a decir que experimentaba por primera vez la felicidad. La
respiración de Alex se había regularizado. Aunque parecía no moverse:
— ¿Lex?
Susurró Clara, obtener respuesta de la ojiverde. Se había quedado
totalmente dormida. La miró con adoración. Era tan hermosa y parecía tan
apacible, libre de tensión y tormentos. En ese instante Clara lo supo. Supo
que no solo le gustaba Alex Woods, si no que comenzaba a tener
sentimientos fuertes hacía ella. Eso era aterrador. ¿Ella sentiría lo mismo?
Siempre había dejado claro que no quería enamorarse. ¿Pero y si era mutuo?
¿Sería capaz de dejar a William? No lo sabía ni pensaría en ello en esos
momentos. La rubia sonrió, abrazó a Alex y quedó dormida también.
Flashback

Clara no sabía por qué. Pero quería ganar, así pues, comenzó a corretear
por la casa buscando escondites. En uno de los pasillos se topó con la niñera
que iba hablando por el teléfono. Sí, esos teléfonos tamaño ladrillo que se
llevaban por aquel entonces:
— Señorita Price— dijo la niñera— ¿Dónde está la señorita Woods?
— Estamos jugando al escondite— dijo mirando a sus espaldas, verificando
que Alex no la pillara— se quedó en el cuarto de juegos contando.
La niñera volvió a ponerse el teléfono en su oreja y comenzó a dirigirse al
cuarto de juegos. Parecía que hablaba con los señores Woods y estaba
informándoles que hacían las niñas en esos momentos. Clara a una distancia
prudente le siguió. Se escondió en el pasillo que llevaba al desván. Se asomó
pensando que la niñera se encontraría a Alex contando. Sin embargo, lo
único que escuchó fue un chillido seguido de un fuerte PAM. Clara se
sobresaltó con la respiración acelerada. A los pocos segundos vio como el
teléfono rodaba pasillo fuera, escuchó como un cuerpo caía fuertemente y
una mano inmóvil se asomaba por la puerta.
De aquella habitación salió un hombre encapuchado totalmente alterado.
En sus manos había una cuerda y en la otra llevaba una pistola. Clara sentía
que estaba al borde de un ataque de ansiedad. Alex. Ella estaba en esa
habitación. Aterrorizada. Temblorosa. Se obligó a moverse, poco a poco, fue
viendo mucho más de aquella habitación.
La niñera estaba tirada en el suelo, rodeada de un charco rojo. Estaba
inmóvil, con los ojos abiertos y no respiraba:
— ¡Alex!
Gritó Clara, pero Alex no estaba:
— Un hombre malo— decía Clara sentándose en el suelo y tapándose la
cara— Un hombre malo, Alex.

Fin del Flashback

Alex abrió los ojos poco a poco. Por primera vez fue capaz de dormir del
tirón. Sin pesadillas y sin necesidad de tomar ninguna pastilla. También fue
la primera vez en mucho tiempo que no despertaba sola. Pues enfrente se
topó con una rubia que no paraba de murmurar dormida. Estaban tan juntas
que se embriagaba con su aroma. Aroma que viajaba desde las fosas nasales
hasta sus pulmones. Entraba de forma ardiente llenando de calor su pecho.
Durante unos segundos se dejó llevar por esa felicidad y curvó la comisura de
sus labios. Hasta que se dio cuenta. Alex Woods nunca duerme con nadie, no
sonríe de esa forma ni cree en el amor. Mucho menos no podía permitirse
sentir nada por Clara Price. Intentó levantarse sin hacer ningún ruido y
comenzar a vestirse. Todos sus intentos para que la rubia no la pillase
escabulléndose fueron en vano, pues la pilló infraganti abrochándose el
pantalón:
— No te pido que te despidas con el desayuno en la cama— comenzó a
decir con amargor mientras se incorporaba— ni que seas cariñosa, pero al
menos un “buenos días. Me voy”
Alex tragó saliva. La rubia estaba preciosa y con su cuerpo totalmente
desnudo. Señor, le entraban ganas de lanzarse sobre ella y follarla hasta
quedar de nuevo exhausta, pero debía contenerse. Ya había dejado entrar a
Clara demasiado en su vida personal. De eso se dio cuenta en el momento en
que sonrió, Clara Price era un auténtico peligro y debía alejarse:
— Lo siento— dijo Alex con rudeza— ahora soy yo la que dice que esto ha
sido un error.
Clara la miró molesta. También se levantó y comenzó a ponerse el vestido.
Solo el vestido, porque al parecer su ropa interior quedó perdido entre los
matorrales:
— ¿Qué? me has follado a gusto— comenzó a elevar la voz— y ya te has
cansado de mí— negó con la cabeza— bravo Alex, tú y tu capacidad de
hacerme sentir como una mierda.
— ¿Qué esperabas? Estás prometida con el cateto de William Wiyatt— se
restregó la cara nerviosa— No puedes pretender que nos veamos cada dos
por tres y…
Clara alzó las cejas y se puso con los brazos en jarra:
— ¿Y?
— No enamorarte de mí
La rubia rio irónicamente:
— Encima egocéntrica— Clara se acercó y la plantó cara— tú no eres la
única en mi vida que me folla a espaldas de William, Alex Woods y sabes
¿qué? Ella me trata mejor que tú.
A Alex le chirrió los dientes. ¿Cómo era posible? Le había comparado con
su personaje de rol, pero ¿tan inocente era? El golpe vino después:
— O quizás eres tú quien teme enamorarse de mí.
— ¿Enamorarme de ti? — bufó— por favor, un grano en el culo se me
antoja más agradable.
Dicho aquello, salió del desván y fue directa a su habitación. Tenía que
cambiarse, pasarse por su casa, ducharse y por desgracia, hacer acto de
presencia en la empresa. Clara, no se iba a dar por vencida y la siguió:
— Pues yo tampoco me enamoraría de ti en la vida— entró a la habitación
gritando— una piedra es más agradable.
Olaya y Ruth despertaron al escuchar la discusión de Alex y Clara. La
amiga de la rubia puso los ojos en blanco y se tapó la cabeza. Sentía que la
iba a explotar. Alex se estaba cambiando la ropa interior:
— ¿Sabes? No sé porque me discutes— buscó sus pantalones entre la
cantidad de prendas que había tiradas por el suelo— ¿no tienes a otra que es
más agradable?
— Alex— le empujó dándole golpecitos con el dedo índice en el hombro—
que quieres acabar por mí de acuerdo, pero hubiera estado bien un “Clara, ha
estado bien, pero debemos terminar. Espero que te vaya bien en la vida” y no
un “ahora soy yo la que dice que esto ha sido un error” se llama respeto.
La ojiverde se terminó de poner la camiseta de tirantes:
— Ya te avisé de cómo era y aun así aceptaste.
Clara recogió unas prendas de Ruth y se las tiró:
— Cuando estoy cachonda no pienso con claridad— volvió a reír
irónicamente— mira tú teniendo miedo a que me enamore de ti, solo eres
alguien que me quita el calentón del momento. Ruth, levanta nos vamos.
Alex agarró las prendas de Olaya y se las tiró encima también:
— Tú también O. y con prisa que tengo que trabajar— miró de reojo a
Clara— prefiero eso que estar en la misma habitación con la remilgada de
Price. Te espero en la entrada.
Las chicas intercambiaron miradas antes de levantarse y comenzar a vestir:
— Siempre están igual
Susurró Ruth. Ésta apuntó su número de teléfono y se lo dio a la amiga de
Alex:
— Por si te da por repetir algún día
— Gracias.
Clara puso los ojos en blanco y salió al pasillo. Vaya, se equivocó de
amiga. Olaya era más educada después de todo y ella pensando que podía
sentir algo por Alex. Ruth salió de la habitación:
— Lo vuestro es pecado ya.
— ¿Qué quieres decir?
Preguntó Clara enfurruñada:
— Discutís os liais, discutís os liais, discutís y así constantemente. Tenéis
una relación demasiado toxica pienso yo.
— No hay más “os liais” por mi como si se va a la mierda. Me quedo con
Vesta.
Ruth puso los ojos en blanco. La verdad es que no había que las
entendieran.
Durante los primeros minutos Olaya optó por no comentar nada. Alex
estaba demasiado tensa. Decidió esperar a que aflojara un poco. Reclinó un
poco el asiento hacia atrás. Lo cierto es que estaba molida. Ruth era una
autentica fiera no pudo evitar sonreír al recordar lo bien que se lo había
pasado:
— Sabes que tienes un carácter de mierda ¿verdad?
Dijo Olaya bajando la ventanilla del coche:
— Carácter de mierda el de Clara.
Respondió Alex entre gruñidos:
— Con lo bien que se os veía a noche. Ahora ¿Qué ha pasado?
— Que puede ser mi perdición— aferró fuertemente el volante— y no
quiero. No quiero pasar por lo mismo.
— Y ¿por esa razón la tratas como si fuera basura?
— Ya te dije que prefiero que me odie.
Olaya la miró de reojo:
— No te entiendo Alex. Cuando nos conocimos no parabas de hablar de
ella, de repetirme hasta el cansancio que la odiabas ¿Qué ha cambiado?
— Nada
— Erais unas niñas— agachó la cabeza— eras una niña. No puedes seguir
molesta Alex. Tú misma has dicho que no puedes reprocharla nada.
Alex irritada dio un golpe al volante:
— No lo entiendes O. incluso ahora— suspiró— si las circunstancias se
volvieran a repetir, sabiendo lo traumático que puede llegar a ser, sería capaz
de repetirlo. La protegería. Clara Price es mi perdición y no quiero.
— Alex, te comprendo— intentó darle apoyo— pero vives en el pasado.
Tratas de convencerte de que odias a Clara, cuando en realidad, es que si
sientes algo por ella. Podéis ser felices si dejáis vuestro puto orgullo a un
lado.
La ojiverde rio irónicamente:
— ¿Tú crees que Clara soportaría que sus padres la tratasen con el mismo
asco que a mí? Alex, la invertida. No lo soportó Cora, no lo hará Clara. Para
llevarme otra decepción prefiero quedarme sola.
— Estas adelantando acontecimientos ¿Tú qué sabes? A demás, no
compares, ambas sabemos que lo de Cora no fue amor.
— Ya la has escuchado, nunca se enamoraría de mí.
— Si te dejaras conocer cómo eres realmente y dejaras de comportarte
como una autentica capulla…
— O. cambiemos de tema ¿Quieres?
Olaya levantó las manos en son de paz. Aunque quería tocar un último
punto, antes de dejar el tema a un lado:
— Si comandante, pero ya que menciono esto. ¿Qué hará Vesta cuando
tenga su cita con Clara?
Capítulo 13 - Cornudo
Clara nada más llegar a su casa se dio una larga ducha ¿Por qué Alex
Woods tenía que ser así? Debería estar odiándola. Sin embargo, estaba
dolida. No podía negar más que sentía cosas muy fuertes hacia la ojiverde, ni
tampoco se podía negar que la necesitaba. Necesitaba sus caricias, sus besos,
su cabezonería, necesitaba estar bien con ella como a su vez discutir. Toda
ella era un veneno, una droga de la cual se veía incapaz de deshacerse. Ruth
tenía razón. Su relación con ella era toxica. Tan tóxico, que aunque la hubiera
mandado a la mierda por segunda vez, sabía que caería de nuevo con solo una
llamada de Alex.
Estaba tan dolida y furiosa que acabó reflejándose en su historia que estaba
escribiendo que de alguna forma estaba plasmado su propia vida ¿Vesta
también sería así? Su ama era caliente, era ordinaria, posesiva, pero miraba
por sus deseos y no por los de ella. Vale, ella estaba ahí para el placer del
sumiso como bien le explicó. Un día más. Uno más y la volvería a ver.
Quizás ella fuera la clave para quitarse a Alex de la cabeza. Era consciente
que sería soltar un clavo ardiendo para sujetar otro. Otra cosa que le carcomía
era que debía escoger una fantasía. Buscó por internet, había cantidad de
roles y de juegos ¿Cómo escoger alguno? Quizás lo mejor sería que el primer
día fuera como Clara y se dejase los jueguecitos para otra ocasión.
Alex solicitó todos los informes económicos desde el comienzo del año
Jamal. Éste le puso pegas en un principio, pero al final acabó accediendo.
Aunque no tardó en llamar a su padre. Puesto que recibió una llamada de
Patrick:
— Hija solo encárgate de firmar los papeles importantes— sonaba más una
orden que otra cosa— los temas económicos se los dejas a Jamal.
— Pero ¿tú has visto que las cuentas no cuadran? — dijo Alex extrañada—
en enero todo concuerda con lo repartido a los proveedores y en abril las
ganancias se triplicaron, así de la nada, por las mismas cantidades que a
principios de año.
— Alex— dijo Patrick pegando un bocinazo— ponte a pegar papelitos al
techo y deja de jugar a las empresarias, he dicho que dejes esos temas a
Jamal.
Alex chirrió los dientes:
— Sí, padre.
Patrick satisfecho ante la sumisión de su hija colgó ¿Para que la quería ahí
entonces? Para mirar al techo y firmar papeles sin cesar. Ese era un trabajo
que podía hacer perfectamente él. Estaba saturada, aquello le daba mala
espina, no podía dejar de pensar que podía ver algo turbio detrás de aquello.
Le daría igual, sin embargo, en la mayoría de aquellos documentos y ponía la
mano en el fuego era que se encontraba su firma dando la aprobación. ¿Cómo
es que nunca se había fijado? Emitiendo un gruñido, esperaba estar
equivocada, porque si no era así, estaba metida en un buen lio. Descolgó el
teléfono y marcó un número. Al que siempre recurría en estos casos:
— Scott
Sonó la voz de un chico que parecía tener la boca llena:
— Siempre te pillo comiendo glotón
— Señorita Woods ¿a qué se debe el placer?
— Necesito verte— miró de reojo por la cristalera que daba al interior de
las oficinas— tengo un encargo para ti.
— sábado por la noche la tengo libre ya sabes dónde encontrarme.
— Te veo en el club.
Alex colgó y se apoyó en el respaldo de la silla. En cierto modo buscaba
fantasmas en otro lado para huir de su verdadera comedura de coco. Clara
Price. La había sentido tan cerca aquella noche. Demasiado ¿Por qué era tan
débil ante su presencia?
Clara estaba apoyada en la mesa de su escritorio, haciendo bolas de papel e
intentando encestarlo en la papelera. Hasta ese momento había fallado más
que acertado. Un fuerte portazo la devolvió en sí. Extrañada miró el reloj, era
aún temprano. Se asomó por la puerta y pilló a William entrando en la
cocina. Fue hasta ella y se apoyó en el marco de la puerta con los brazos
cruzados:
— ¿Hoy no hay saludo?
— ¿Mi prometida volverá a dormir fuera?
Dijo William con tono de reproche. Clara se movió un poco incomoda.
Había dormido solo mientras ella andaba acostándose con Alex. Sin contar
que al día siguiente tendría se reencontraría con Vesta:
— Solo fue una fiesta Will— intento parecer tranquila— pudiste haberte
quedado.
William sacó una cerveza de la nevera y se apoyó en la encimera:
— Lo que tú digas— bebió un poco— siempre lo que tú digas— Clara
agachó la cabeza— ¿Es por algo que he hecho?
Alzó la cabeza sorprendida por aquella pregunta. William parecía
entristecido y arrepentido:
— Clara, sé que me comporté como un auténtico capullo— dejó la
cerveza en la encimera y se acercó— Lo siento, no sé qué me pasó— le
acarició la mejilla— sé que no te lo digo mucho últimamente, pero te quiero
y quiero estar bien contigo.
Ahí estaba William, haciéndola sentir culpable mientras le ponía esos ojos
de cachorrillo abandonado. La estaba haciendo sentir mal. Le abrazó para
ocultar su expresión de culpabilidad. Tenía a su lado alguien que se la quería.
Sin embargo, tan solo podía pensar en Alex que hacía todo lo contrario. Will,
no se merecía eso:
— ¿Por qué no salimos a cenar? O ¿Vamos al cine? — Propuso Clara—
Pasamos la tarde juntos— le miró y le acarició— como antes.
William dibujó una sonrisa se inclinó y la dio un beso:
— Antes me voy a dar una ducha— la abrazó fuerte— y vamos donde tú
quieras.
Olaya apareció en el despacho de Alex. Sabía que le quedaba poco para
salir a la ojiverde. Quería salir y tenía planes para aquella noche. En un
principio. Alex renegó, después de aquel día que empezó como el culo, lo
único que quería era ir a su casa:
— Vamos— pidió suplicante Olaya— salgamos un rato
— O. no estoy de humor
— Una noche tranquila. No sé, a cenar o a tomar algo en un bar tranquilo.
— ¿No dijiste que habías quedado con alguien?
— Sí, pero quiero que tú también te animes.
Alex suspiró y negó con la cabeza. Olaya era la persona más insistente y
cabezota que había conocido en toda su vida:
— Está bien— la señaló advirtiéndola— pero solo un par de horas.
Olaya comenzó a bailar victoriosa haciendo que Alex riera:
— Ves, si te hago reír— le guiñó un ojo— te aseguro que esta noche va a
mejorar.
La ojiverde estaba tan abatida que ni tenía ganas de cambiarse. Así pues,
fueron directas hasta el lugar donde había quedado con las otras chicas.
Como era de esperar, llegaron las primeras, así que se pidieron las primeras
cervezas de la tarde. Lo cierto y sin que lo supiera Alex. Olaya le había
preparado una encerrona. Una amiga suya se había quedado soltera y era el
tipo de chicas que le solía atraer a la ojiverde:
— No ha sido fácil encontrar el lugar
Dijo una chica morena mientras se acercaba a las chicas. Olaya sonriente
fue a abrazarla. Lo cierto es que era muy guapa. Pelo largo, unos ojos
castaños penetrantes, un cuerpo diez, datos que no pasó desapercibido para
Alex que la recorrió con mirada lasciva:
— Taylor Fisher— dijo acercándola a Alex— esta es mi amiga Alex.
— Alex— pasó un brazo por encima de los hombros de la recién llegada—
ella es Taylor, nos conocimos en el avión cuando me vine de Europa.
Alex esbozó media sonrisa y le tendió la mano:
— Mucho gusto.
— Igualmente.
La respondió mientras respondía a su saludo. Taylor se movía y
gesticulaba de una forma muy sensual. En ese momento apareció la chica que
faltaba. Esa pilló por sorpresa a Alex. Pues no era ni más ni menos que la
mejor amiga de Clara:
— Espero no llegar demasiado tarde— se acercó la primera a Olaya y le
dio un pico— fue difícil encontrar aparcamiento.
Alex miró fulminante a Olaya que la respondió con un encogimiento de
hombros:
— Bueno ¿Qué os apetece hacer?
Preguntó Taylor sin dejar de mirar a Alex:
— podemos ir a cenar primero— añadió animada Ruth— hay un
restaurante italiano aquí cerca muy chulo.
Ninguna tenía otro plan que lo superase, así que todas accedieron.
William quería tener un detalle con Clara y le llevó al restaurante que tanto
le gustaba. Iba por reserva solo esperaba tener la suerte de que quedara
alguna mesa libre. Durante el trayecto de vez en cuando Clara intercambiaba
alguna mirada con William y sonreían. Compartiendo un silencio algo
incómodo:
— Como no estaba planeado salir— dijo William mientras le daba la mano
al salir del coche— no pedí reserva, espero que tengan una mesa libre
— Es jueves, alguna debe de haber
Como todo un caballeo, le abrió la puerta y entró detrás de ella. Pues si
había una fila bastante larga. Tuvieron que esperar hasta que el Maître les
atendiese:
— ¿Enserio que no quieres venir a Japón? — preguntó mientras le rodeaba
con su brazo por la cintura— podríamos hacer turismo. Haríamos un álbum,
los Wiyatt alucinando con los que van disfrazado de campeones Oliver y
Benji, Sailor Moon o Ranma
Clara rompió a reír:
— ¿Pero aun emiten esas series? — Puso una mueca— que vieja me siento.
— Te compraría un disfraz de Sailor Moon, das el pego, rubia, ojos azules
— Clara negaba con la cabeza mientras que carcajeaba— oye estarías muy
sexy vestida de colegiala.
La rubia alzó la ceja:
— ¿Y tú quién serías mi profesor?
— Oh— dijo abrazándola y acercando su rostro— podría enseñarte muchas
cosas.
William comenzó a besarla. Clara intentó ser lo más natural posible y para
que mentir, no poner cara de asco, cerró los ojos y trató de no pensar. El
chico se estaba esforzando y estaba siendo encantador, pero Clara no le
quería y eso le estaba torturando. Para tortura lo que vendría después:
— Mierda
Se escuchó la voz de Ruth a sus espaldas. Flipó en colores al encontrarse
con su mejor amiga, en compañía de Olaya. No solo eso, pues detrás de ella
estaba Alex con una chica morena y muy guapa. Eso no le sentó muy bien a
la rubia. Puede que le mandase a la mierda, pero le resultaba imposible no
sentir celos:
— Que coincidencia— dijo Ruth esbozando una risita nerviosa— Clara y
William
— Hola chicas— dijo William sin dejar de abrazar a Clara— ¿Cómo
están?
Alex miraba con cierta tensión aquel abrazo y cuando les pilló besándose.
Tuvo que contenerse para no partir la cara a William. La ojiverde había
decidido alejar a Clara, aun así, no podía dejar de pensar que la rubia era suya
y es que de cierta forma era así. Clara era de Vesta:
— Bien— seguía contestando Ruth, en parte entreteniendo a Will, para que
no notase la tensión que había en el ambiente. Tensión que notó hasta la
mismísima señorita Fisher— rezando para que tengan una mesa libre.
— Podemos compartir mesa.
Propuso William, Clara enseguida reaccionó con una negativa:
— No— esbozó una risita nerviosa e intentando fingir— no queremos
molestar a las chicas.
— Por mí no hay problema— reaccionó Alex— ¿Verdad chicas?
En ese instante Clara fulminó a Alex que enseguida dibujó media sonrisa.
Totalmente desafiante. Olaya y Ruth intercambiaron miradas mientras un
solo pensamiento se les cruzaba por la cabeza “Menuda cagada”. Rieron
intentando parecer lo más naturales posibles:
— No, claro que podemos compartir mesa.
Por los caprichos del destino, tuvieron suerte ya que habían cancelado una
de las reservas. Alex no se lo pondría fácil a Clara tampoco, puesto que
estratégicamente se colocó a su lado. A cada minuto que pasaba tanto Olaya
como Ruth dejaron de pensar “menuda cagada” a “tierra trágame”. Ahí el
único que no se daba cuenta de nada era William, mientras que Taylor opto
por hacerse la sueca:
— Estaba proponiendo a Clara que viniera conmigo a Japón— le agarró de
la mano— esperaba una respuesta justo cuando llegasteis.
— ¿Y te respondió metiéndote la lengua hasta la campanilla?
Preguntó Alex mientras que tamborileaba con sus dedos en la mesa. Clara
tragó saliva, mientras se retorcía nerviosa. Había sido una mala idea salir
aquella noche:
— Es lo que suelen hacer las parejas ¿No?
Alegó William irritado. Aún no había olvidado como Alex le amenazó la
noche anterior:
— Ya— miró desafiante a William— Cómo ayer ¿no? Gritar y hacer daño
a tu novia ¿es lo que hacen las parejas también?
William cogió aire mientras intentaba contenerse:
— Esos son asuntos privados Alex, ya lo hemos solucionado.
Debido a que la tensión aumentaba por ratos. Ruth decidió que era momento
de intervenir y cambiar de tema:
— ¿Y de dónde eres Taylor?
— Canadá
— Como Olaya, que bien
El camarero irrumpió acercándoles el pedido de cada uno. Alex no dejaba
de fijarse en las manos de William que siempre andaba tocando a Clara, si no
era en la mano, era en el brazo y si no los hombros. Aprovechando, que
estaban entretenidos en la conversación que daba Taylor, posó su mano en el
muslo de Clara, que por casi se atragantó mientras bebía un poco de vino:
— ¿Estás bien?
Preguntó William:
— Sí— Respondió rápidamente colorada— Si, solo que se me ha ido por el
otro lado.
Enseguida retomaron la conversación. Clara intentó apartar la mano de Alex
que sospechosamente comenzó a subir por su muslo, pero era muy ágil y no
sería capaz de apartarla, no sin que nadie se diera cuenta.
Tuvo que controlar su respiración, la mano de Alex era puro fuego que
quemaba su piel. Un fuego que empezaba a recorrer cada centímetro de su
cuerpo. Su rubor aumentaba por momentos. Cuando la mano de Alex se
acercó a su entrepierna se levantó rápidamente. Sobresaltando a todos los
asistentes de aquella cena. La ojiverde sonrió divertida:
— Perdonar, es que tengo que ir al baño.
Dijo Clara ruborizada:
— ¿Qué chica más extraña?
Dijo Taylor mientras observaba como Clara entraba en los baños:
— Está estresada— dijo Will extrañado— está escribiendo un libro,
cuando escribe suele comportar de esta forma.
— Si me disculpáis a mí también— dijo Alex levantándose— tengo que ir
al baño.
Olaya se tapó la cara con la mano. Sabía que de aquello no saldría nada
bueno. Ruth también estaba nerviosa, dubitativa en ir a socorrer a su amiga.
Clara se encontraba lavándose las manos, cuando vio entrar a la ojiverde.
Intentó escabullirse, pero ésta la detuvo agarrándola de la muñeca y la
arrastró hasta un cubículo que había vacío, quedando encerradas en aquel
espacio reducido:
— Alex para— susurró con enfado Clara— No sé qué jueguecitos te traes,
pero déjame en paz.
— ¿Enserio Clara? — preguntó Alex con la mandíbula tensa— ¿después
de cómo te trató le perdonas sin más?
Clara soltó una rio con ironía:
— Al menos él ha sabido arrepentirse y disculparse— intentaba apartar a
Alex para salir de ese encierro— al menos él me trata como un ser humano.
Tú no eres quien, para criticarlo, eres mucho peor.
Alex chirrió los dientes:
— Pero ¿cómo puedes defenderle?
Clara la encaró, perdiéndose en sus ojos verdosos. En ese momento se
estaba muriendo al tenerla tan cerca. Al sentir su aliento chocar en su rostro,
pero tenía que mantener la compostura y hacerse respetar:
— Alex, aparta de mi camino.
— Solo respóndeme a una pregunta ¿Le quieres?
— A ti que te importa— achicó los ojos y puso mirada desafiante— ¿O
sí?
Alex no dijo nada, tan solo se limitó a esperar una respuesta y Clara no iba
a admitir que en realidad tenía sentimientos hacia ella. No después de lo mal
que le ha tratado una y otra vez:
— No— pestañeo fuerte y se corrigió— que diga, si, le quiero. Ahora
aparta.
La ojiverde se acercó más y la agarró de las mejillas:
— Mientes— la empotró contra el lateral del cubículo— Ya te dije que se
te da mal mentir.
Los ojos de Clara quedaron fijos en los labios de Alex. Los deseaba, pero
no podía seguir cayendo en su trampa. Otra vez no, para luego hacerla sentir
mal, para luego hacerle eso a William:
— Alex— dijo Clara con voz suplicante— por favor, deja de jugar
conmigo porque te juro que voy a enloquecer.
— Clara— dijo Alex mientras le acarició la mejilla— Intento alejarme, una
y otra vez, créeme que lo intento— escondió el rostro en su cuello— ni
quiero hacerte sentir así, yo también estoy enloqueciendo— poco a poco fue
abrazándola mientras que se embriagaba con su aroma— te estas
convirtiendo en una droga para mí. Te necesito Clara y no quiero sentirme
así.
— ¿Y Taylor?
Preguntó con la respiración agitada, lentamente fue respondiendo el abrazo
de la ojiverde:
— Tan solo es una amiga de Olaya.
Los labios de la morena comenzaron a recorrer su cuello. De nuevo Alex
fue superior a sus fuerzas, de verdad que luchó para contenerse, pero no
pudo. Como siempre cayó a sus pies. Rodeándola con los brazos y pegándose
aún más a ella. Sus labios no tardaron en encontrarse. Los besos de Alex eran
tan excitantes, tan diferentes a los de William, pues mientras con una
anhelaba que el tiempo pudiera detenerse y disfrutar de sus besos
eternamente mientras que con su prometido ocurría todo el efecto contrario,
rezaba para que fuera leve, con Alex enseguida se la humedecía la
entrepierna.
La quería poseer, ahí, en ese instante y como siempre acababa subiendo su
vestido. La rubia intentó detenerla:
— No Alex. Aquí no, nos están esperando— Alex gruñó y recorrió con su
lengua el contorno de su oreja— van a sospechar.
— Me da igual— dijo excitada mientras colocaba un muslo en medio de
sus piernas, provocando un leve gemido por parte de Clara— te necesito,
ahora. Vamos, uno rápido.
William miró dirección a los servicios. Clara ya había ido hace un buen rato
y comenzaba a preocuparse. No podía dejar de pensar que pudiera estar
indispuesta o, que estuviera discutiendo y peleando con Alex. El muy iluso.
Tanto Ruth como Olaya intentaban, darle conversación y entretenerle.
Rezando para que no sospechase nada:
— ¿No están tardando mucho?
Preguntó el prometido algo extrañado:
— Sé que las chicas os entretenéis entre cotilleos y eso, pero ¿no se están
pasando? Se va a enfriar la comida
Si comiendo estarán, pero otra cosa. Pensó Ruth mientras reía
mentalmente:
— Iré a ver.
Dijo al final la amiga de Clara.
Clara acabó cediendo a los deseos de la ojiverde. Enganchada a su cuello,
mientras que aprovechaban los besos para ahogar los gemidos. Era cierto,
sería uno rápido. Gracias a que los dedos largos y agiles de Alex sabían
dónde tocar para que el orgasmo apareciera fugazmente:
— ¿Te gusta? ¿Te vas a correr?
Que fuera un sitio público no las detenía, a cada embestida que recibía la
rubia acababa chocando contra la pared de aquel cubículo:
— Sí, Alex me encanta como me follas.
— Joder— dijo Alex acelerando aún más— me encanta cuando te pones
toda guarra y ordinaria. Córrete en mi mano.
Clara llevó su boca hasta el cuello de Alex y acalló gemido gutural cuando
el orgasmo azotó toda su pelvis. Tensando por completo su cuerpo y terminó
por temblar. Cuando por fin, se relajó, comenzaron a reír de forma tonta.
Hasta que alguien tocó fuertemente en la puerta:
— ¡Eh! Folladoras bipolares— comenzó a decir Ruth— el pringado
cornudo empieza a sospechar
Alex colocó el vestido de Clara y giró la vista a la puerta:
— Enseguida salimos— gritó, para seguidamente volver a poner su
atención en la rubia— ¿Cuándo podemos vernos de nuevo? ¿Mañana?
Estaba claro que sabía que tenía su cita con Vesta, pero quería saber cómo
de importante podía llegar a ser para Clara su ama ¿La dejaría de lado por
Alex? En parte deseaba que así fuese, eso significaría que sentía por ella algo,
algo más que excitación, algo más que sexo.
Clara le acarició, contenta, feliz porque Alex le estaba pidiendo volverse a
reencontrar:
— Mañana no puedo.
Eso fue una autentica decepción para Alex. Era triste descubrir que Clara
pertenecía más a Vesta. Por lo menos eso es lo que pensaría la rubia.
Ignorando el maldito dato de que Alex y Vesta eran la misma persona:
— No te vayas a Japón con William— aquello sonó más como una orden
en vez de una petición— Tengo que hacer un viaje para comprobar una cosa
de la empresa— le robó un beso rápido— vente conmigo.
Aquello dejó estupefacta a Clara. Se hubiera esperado cualquier cosa de
Alex Woods. Menos aquello:
— ¡Venga chicas! — volvió a insistir Ruth— ya seguiréis metiéndoos
mano en otro momento.
— Hemos dicho que enseguida
Contestó Clara irritada. Agarró de las mejillas a Alex y sonriente la
contestó:
— Sí, me iré de viaje contigo.
Alex curvó la comisura de sus labios y se lanzó a su boca, antes de quitar
el pestillo de la puerta:
— Me vuelve loca señorita Price
Susurró antes de salir. Para luego ponerse sería y mirar solicita a Ruth, que
estaba apoyada en la pared con los brazos cruzados:
— Si el pringado cornudo pregunta, nos has pillado discutiendo.
Ruth sonrió picarona:
— Bueno, soeces os estabais diciendo, guarronas.
Alex salió del baño riendo por lo bajo. Clara primero quiso lavarse la cara
antes de salir. Estaba totalmente ruborizada y por qué negarlo, contenta:
— A ver si lo recuerdo— Ruth fingió quedar pensativa— “No hay más os
liais” — dijo imitando la voz de Clara— “por mi como si se va a la mierda”
— No me seas tediosa
— ¿Tediosa? — dijo soltando una risita— He sido considerada dejando que
termines. Podrías fingir un poquillo esa carita de recién follada.
Clara rompió a reír:
— Venga, vamos a salir antes que a mi prometido cornudo le dé un chungo.
— Así se habla hermana
Dijo animada Ruth mientras la seguía hasta afuera. Durante el resto de la
cena, Clara se sintió como una adolescente. Intercambiando miradas furtivas
de vez en cuando se rozaban las manos por debajo de la mesa. Sonrisas.
Aquello era cantoso, tan cantoso que hasta la misma Taylor se dio cuenta.
Menos el pringado cornudo, pensaba que era una velada agradable. Tan
animado que, a la hora de llegar a casa estaba de lo más mimoso. Obligando a
Clara a excusarse con el clásico:
— Lo siento, cariño. Pero el vino me ha dado dolor de cabeza ¿Te parece
bien si lo hacemos en otro momento?
William puso mala cara, se giró murmurando de mala gana para darle la
espalda y quedar dormido al rato. Sin embargo, Clara estaba de lo más
eufórica. El día empezó siendo una mierda, para acabar planeando un viaje
con Alex y pensando en el diablo, el móvil le vibro, Clara miró por encima de
su hombro para comprobar que William estuviera totalmente dormido.
Número desconocido: toc toc, te habla la chica odiosa ¿Estás dormida?
Clara sonrió como una bobalicona:
Clara: ¿cómo conseguiste mi número?
Alex: tengo mis contactos
Clara: ha sido Ruth ¿verdad?
Alex: ¿te molesta que tenga tu número?
Clara: dime chica odiosa ¿en qué puedo ayudarte?
Alex: veras, es que no puedo dejar de pensar en una chica preciosa.
Clara ensanchó su sonrisa:
Alex: es rubia, un poco irritable y remilgada.
En ese instante frunció el ceño:
Clara: no te quejes tú también eres irritable. Duérmete.
Alex: no puedo, estoy muy cachonda.
Clara: y ¿qué quieres que haga?
Alex: ¿sexo telefónico?
Clara se tapó la boca con una mano para acallar una pequeña carcajada:
Clara: lo siento comandante, pero tendrá que ser en otra ocasión.
Alex: está bien corta rollos.
Alex fue una hora antes para prepararlo todo. Era una sesión BDSM, no iba
a tener una habitación de hotel simple. Aquello debía ambientarse, sobre todo
al tipo de prácticas que se harían. En aquel mundo había muchas y Vesta
estaba como loca por mostrárselas todas. Bueno casi todas, había algunas que
ni la propia Vesta lo haría. El Scat era una de ellas. Aquella noche empezaría
por lo más simple. Aunque, como autentica profesional siempre cargaba con
su maletín cargada de todo tipo de juguetes.
Era evidente que Clara era especial, pero también era cierto que se
molestaba y dedicaba tiempo a todos sus sumisos y sumisas. Lo importante
era que estuvieran cómodos y acabaran satisfechos y felices. Como buena
dominatriz.
Pidió comida al servicio de habitaciones, antes de cambiarse, no quería que
al servicio del hotel le diera un infarto al verla vestida con su ropa de trabajo
que por lo general solía ser parecido, el corsé era indispensable. Colocó velas
por toda la habitación. De aquello iba a ir esa noche, algo tan básico como las
velas. También estaba interesada en conseguir algo de Clara y estaba segura
que nadie había hecho con ella. Eso la excitaba mucho.
El servicio le llevó la cena a tiempo y una cubitera con una botella de
champan. Vale, lo del champan nunca lo había hecho con ningún cliente.
Teniendo en cuenta que la rubia era su única y exclusiva esclava. Se cambió
y se sentó a esperar. Nerviosa ¿Y si se había arrepentido? Pero se negó verse
con Alex, eso quería decir que si tenía planeado verse con Vesta. A los cinco
minutos se levantó de la silla y comenzó a caminar de un lado para el otro.
Intentaba no exasperarse, tan solo se retrasaba por cinco minutos. ¿Pero que
la pasaba? Nunca había sido tan impaciente. Al contrario, siempre se excitaba
todavía más, al hacerse esperar. Por fin, unos golpecitos en la puerta. Música
para los oídos de Vesta.
Capítulo 14 - Trirsquel
A Clara la sudaban las manos. No había pasado mucho más de una
semana, desde la última vez que vio Vesta, pero desde entonces no había
dejado de verse y reencontrarse con Alex. Estaba hecha un lio. Aunque le
hacía ilusión verse con la ojiverde y planear irse de viaje con ella. Por otra
parte, desconfiaba de ella. Ya que siempre acababa por hacerla sentir como
una mierda ¿Quién le aseguraba que había cambiado? quería pensar que
había cambiado y que no necesitaba a Vesta. Por momentos se convencía
para darle un beso. Un beso y se rompería el contrato. Pero en otras ocasiones
decidía esperar. Darla tiempo.
Tomó aire profundamente un par de veces antes llamar a la puerta. No
había llevado ninguna fantasía en mente. A Alex la nublaba todos sus
pensamientos.
Apenas tardaron en abrir la puerta. Provocando que se quedara sin aire.
Vesta estaba imponente como siempre. Aunque un poco decepcionada. Se
esperaba una reacción más explosiva, como siempre había hecho. Que la
atrajese y la pegase a su cuerpo hasta provocar que su corazón se desbocase.
Sin embargo, solo le tendió la mano:
— Ven— Clara dubitativa le dio la mano, lentamente y con sensualidad la
hizo pasar— He pedido algo de cenar. Has llegado tarde, espero que no
vuelva a ocurrir, cuando digo una hora se debe ser puntual ¿entendido?
— Lo siento— se disculpó la rubia bajando la cabeza— Ama Vesta— Vesta
asintió, llega a ser otra persona y ya le había puesto mirando contra la pared,
de rodillas o incluso a hacer abdominales— Pensaba que iríamos al grano
Dijo cuándo vio a su alrededor, eso le aliviaba un poco porque no fuera así:
— Tenemos toda la noche por delante.
Clara quedó alucinada por cómo estaba todo decorado. Era diferente a lo
que tenía en mente. Cortinas negras, látigos, fustas por todas partes, esposas,
cadenas… todo por lo que se le pudiera pasar por su mente. Sin embargo,
para tratarse de una sesión BDSM, se encontró con la estancia plagada de
velas y una mesa con comida y un par de copas con champan. Aquello se le
antojaba más romántico que excitante. Vesta esperó a que se sentará y
seguidamente, hizo lo mismo en frente de ella, cruzando las piernas de forma
sensual:
— ¿Te has traído el collar?
— Si
— Déjalo encima de la mesa.
Clara no entendía esa orden ¿Es que no tenía que ponérselo? Aun así, acató
la orden que le dio su ama:
— ¿No tengo que ponérmelo?
Vesta sonrió, estiró el brazo, apoyado encima de la mesa y puso la palma
mirando hacia arriba:
— Dame la mano
Clara tragó saliva y temblorosa se la dio. Los ojos de Vesta quedaron fijos
en ella, con suma suavidad comenzó a acariciarla con el dedo gordo,
fijándose en un detalle. No se había quitado el anillo de compromiso. La
rubia se percató de ese detalle y rápidamente se lo quitó:
— Lo siento— comenzó a decir ruborizada— a lo mejor te resulta
incómodo.
Vesta curvó la comisura de sus labios:
— Clara, solicitan mis servicios solteros, solteras, con parejas e incluso
casados y casadas.
— ¿No te sienta mal?
— Ya te dije que esto no se trata solo de sexo —comenzó a explicar— se
trata de sumisión. No tiene por qué derivar en sexo. La gente quiere que les
de lo que sus parejas no. A veces ni lo saben, porque sienten vergüenza de
que piensen mal de ellos— sacó el champan de la cubitera y comenzó a servir
un poco después de abrirlo— ¿por qué? Por la misma razón que te comenté la
otra vez. La sociedad piensa que a un sumiso les gustan que le peguen, que le
insulten o que a un amo le gusta pegar— dio un sorbo— en el mundo o
universo del BDSM, los principios básicos son, seguro, sensato y
consensuado. Velamos por la seguridad física y mental de nuestros sumisos.
Por eso existe la palabra de seguridad.
Clara atendía casi sin pestañear. Vesta hablaba con tanta naturalidad. Y era
indudable, que se sentía atraída por aquel mundo. Desde la primera vez que
vio a su ama:
— ¿En qué consiste la palabra de seguridad?
Vesta comenzó a tamborilear los dedos encima la mesa. Eso atrajo la
atención de la rubia. Lo cual obligó a Vesta dejar de hacerlo. Había manías
que Alex no podía dejar de hacer ni si quiera cuando se convertía en Vesta.
Ese era un gesto que solía hacer cuando solía ponerse muy nerviosa. Le
estaba costando tener a Clara en frente y no tocarla, ni besarla, ni olerla, la
quería poseer en todo momento:
— Es para tener la seguridad de que mi sumisa esté a gusto y este
disfrutando. A su vez, por parte mía tener la tranquilidad, de si en algún
momento no le está gustando o le está doliendo, mencionarlo y parar.
— ¿Cuale es, mi palabra de seguridad?
— Dependiendo del amo, se considera la esclavitud como una práctica
sin límites, eres primeriza, naranja para parar una práctica, rojo para parar la
sesión por completo
Se levantó y se colocó detrás de ella. Comenzó retirar su pelo hacia un
lado para exponer su cuello. Se inclinó, aun exponiéndose a perder el control
y comenzar devorarlo. Aspiró fuertemente embriagándose con su aroma:
— Eres mi esclava— acarició con sus dedos su brazo, provocando que se
le pusiera la piel de gallina, Clara tembló al escuchar aquello, Vesta le agarró
suavemente de los brazos— no tiembles— siempre susurrándole en el oído—
no te haré daño, sé que eres nueva y por eso te estaré preguntando.
En esos instantes Alex comenzó a desaparecer de sus pensamientos. Vesta
era seductora, suave, sensual y siempre tratando de que se sintiera segura con
ella. Cuando le susurraba en el oído. Provocaba que todo su cuerpo se
estremeciera. Las manos de Vesta comenzaron a vagar por su cuerpo:
— Eres preciosa Clara— sus manos comenzaron a acariciar sus senos
por encima del vestido— Eres la esclava más hermosa que poseo y que
llegaré a poseer.
Clara se estremecía por momentos ante las suaves caricias de Vesta:
— ¿En esto se va a basar la sesión?
— Aun no tienes puesto el collar— giró la silla para poder quedar
enfrente de Clara. Vesta la adoraba con la mirada. Se agachó para comenzar a
acariciar sus piernas— puedes pararme cuando quieras porque el juego no ha
comenzado. El maldito problema es que me resulta casi imposible dejar de
tocarte.
— Hazlo— Clara había llegado a un punto de deseo del cual ya casi le era
imposible pensar con claridad— Tócame.
Vesta apoyó la cabeza en su muslo:
— No sabes lo que me complacería eso. Te quiero en mi mundo Clara—
Agarró su mano, mientras que con la otra mano la introducía en un bolsillo
trasero de su pantalón, sacando una pulsera negra con un símbolo de tres
espírales unidas dentro de un circulo— Quiero enseñártelo todo y que
disfrutes, que mueras de placer.
Comenzó a ponérsela. Clara quedó sorprendida ante aquel obsequio:
— Qué bonita— dijo mirando aquel símbolo— ¿Qué significa?
Vesta seguía sosteniendo su mano mientras tenía la mirada fija en la
pulsera:
— Es un trisquel— recorrió con su dedo índice a cada espiral— el
trisquel celta representa cuerpo, mente y espíritu, pero para nosotros, es
seguro, sensato y consensuado, obviamente este no es un signo celta, es un
signo del ying y el yang alterado. Es una forma de decir que no solo es un
juego, es un estilo de vida, un estilo de amor— se levantó y la acarició suave
— Eres mía. No te la quites nunca.
Clara quedó hipnotizada por completo, excitada, feliz y aunque esa era la
tercera vez que veía a Vesta en toda su vida. La hacía sentir tan confiada.
Estiró el brazo hasta coger el collar y comenzó a ponérselo. Vesta curvó la
comisura de sus labios y le acarició del mentón:
— Buena chica, ven— le acercó hasta la cama y comenzó a desvestirla.
Clara se tensó— tranquila, solo te voy a desnudar.
Quedando con tan solo el collar y la pulsera, le entregó una bolsita de
victoria´s secret:
— Mientras que preparo todo— su voz cambio a una más autoritaria—
ve al baño y ponte el que más te guste. Tomate tu tiempo.
Clara asintió y fue al baño. Mirando en la bolsa se encontró un montón de
tangas. Tangas de seda, de encaje, trasparentes… ¿Y el sujetador? Y no solo
eran dos, ni tres, Vesta se había gastado un pastón en ropa interior de marca.
Al final optó por uno negro, ya que iba a juego con su collar. Volvió a
guardar todos los demás en la bolsa. Con curiosidad se asomó un poco por la
puerta. Vesta había despejado toda la mesa y sacado el carrito de la comida al
pasillo. Estaba colocando un montón de cojines en el suelo, cerca de una fila
de velas aromáticas, a otro lado colocó la cubitera:
— Deja de cotillear y ven aquí
Clara se sobresaltó ¿Cómo era posible que siempre la pillasen? Tragó
saliva y salió del cuarto de baño. Vesta volvió a tenderla la mano:
— No pienses que vamos a empezar duro. No te voy a fustigar— Clara le
dio la mano— Vamos a conocer primero tus límites de dolor. Ahora te
explicaré lo que haremos, pero primero quiero que te pongas en posición de
espera.
— ¿Posición de espera?
— Hay muchas, arrodíllate— La rubia, acató la orden de Vesta, al menos
ese suelo estaba más limpio que el del club— no separes las rodillas tenla
juntas— hacía todo lo que le indicaba— ahora apoya tu culo en tus pies, las
manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba. A cada practica diferente
me gusta que el sumiso adopte un tipo de posición— fue hasta la cama y
abrió una maleta— las de esta noche será en el suelo, por eso te he pedido
esa.
De la maleta sacó una cantidad de velas diferentes y un rollo de papel
film:
— Jugaremos con las velas.
Clara miró a Vesta con cierto temor:
— Me vas a quemar.
Vesta negó con la cabeza y empezó a mostrarla una variedad de velas:
— Empezaremos con estas— le mostro unas velas blancas de los más
corrientes— tienen un punto de fusión bajo y la cera rápidamente se enfriará.
Perfecta para alguien que se inicia en este mundo. Túmbate mirando para
arriba.
Clara miraba las velas, dubitativa ¿de verdad que aquello iba a ser
placentero? debía confiar en Vesta. Poco a poco fue tumbándose y apoyando
la cabeza sobre un cojín. Vesta colocó un pie a cada lado de su cintura. A
cada mano tenía una vela, encendió una y haciendo movimientos circulares,
comenzó a jugar con ellas, quemando y deshaciendo la cera. La respiración
de Clara se aceleró y cuando vio caer las primeras gotas, cuyo destino serian
acabar sobre su pecho, cerró fuertemente los ojos y ladeo la cabeza con
expresión dolorida. Haciéndose a la idea que segundos después se quemaría.
Pero esa quemazón nunca llegó. Al abrir los ojos se encontró a Vesta
agachada y con una mano abierta. Detuvo las gotas de cera, cayendo sobre su
mano. Ésta tenía expresión impasible, como si no le hubiera hecho ni
cosquillas:
— ¿Por qué has parado?
Preguntó Clara temblorosa:
— Has reaccionado con miedo— dijo quitándose la cera de la mano— no
estoy aquí para darte miedo, estoy para darte placer— de nuevo se agachó y
agarró el papel film— incorpórate y alza los brazos.
A cada vez estaba más desconcertada, aun así, acataba las ordenes de
Vesta. Una Vesta concentrada en darle aquella sesión que había ido a buscar.
Los ojos azules de ella quedaron fijos en los pechos de Clara, sus pezones
estaban erectos, entre el frescor del suelo y la excitación:
— Te sentirás más segura si te pongo antes unas cuantas capas— al final
comenzó a rodear su tórax con el film— cuando te sientas preparada
quitaremos una, después otra, así sucesivamente hasta que te veas capaz de
estar sin ninguna. Creo que con cuatro es suficiente— miró dubitativa a Clara
— ¿Quieres otra?
El plástico le daba mucho calor y le oprimía un poco lo que eran los
pechos. Era cierto, las capas de aquel papel film le daba muchísima más
seguridad. Y cuando Vesta curvo la comisura de sus labios quedó fascinada.
Alex tendía a curvar su sonrisa hacia un lado y lo amaba. Vesta no, ella lo
hacía ambos lados por igual y se sorprendió amando aquella sonrisa también:
— No— contestó sin apartar la mirada de aquellos labios— así está bien.
Esta vez fue Vesta quien empujó a Clara hasta que quedó tendida en el
suelo. Aquella noche, había algo en la mirada de Vesta muy distinta a la
última vez. Había deseo, pasión y por dilatados y oscurecidos que estaban sus
ojos, excitación. Pero, también, había algo de ternura. En cada caricia, en
cada roce. No encendió las velas. Metió la mano en la cubitera y sacó un
hielo:
— Jugaremos con los contrastes frío, calor
Dicho aquello comenzó a pasar el hielo sobre su cuerpo, cuello, brazos,
pecho, abdomen. Clara reaccionaba a aquellas zonas que estaban totalmente
descubiertas. La respiración de Vesta aumentaba por momentos, a la vez que
se mordía el labio inferior. Sobre todo, cuando pasaba sus manos por la zona
de sus pechos y a pesar del plástico, se notaban sus pezones duros, expuestos
tentándola a torturarlos, con sus manos y con su boca saborearlos:
— Dios Clara
Su pecho se movía sin cesar al son de su respiración agitada. Vesta o más
bien Alex, porque en aquellos momentos estaba dejándose llevar más por los
deseos e instintos de Alex, se moría por besar a esa rubia que no dejaba de
retorcerse y esbozar, pequeños suspiros sonoros. Acarició con sus dedos los
labios, la rubia instintiva y sensualmente los rozó con su lengua caliente y
húmeda. Aquello le excitó muchísimo más ¿Cómo narices aguantar aquella
tortura? Parecía que era Clara la dominante y Alex la sumisa. Se inclinó hasta
estar a escasos centímetros del rostro de la rubia, tensó la mandíbula y
emitiendo un gruñido se alejó. De la mochila sacó un paquete de tabaco, y se
sentó en la silla que había enfrente de aquel cuerpo sexy y desnudo:
— ¿Te pones a fumar ahora?
Vesta no dejaba de mover la pierna nerviosa mientras fumaba ansiosa:
— Lo hago cuando estoy nerviosa y créeme, conviene que esté lejos de ti
ahora.
Clara frunció el ceño, ella no la quería tener lejos, al contrario, le encantó
la cercanía de hace unos momentos:
— ¿Por qué?
— Porque si no me controlo soy capaz de romper el contrato— aspiró
fuertemente de aquel cigarro mentolado— me muero por besarte.
Clara ceñuda se dispuso a levantarse, pero de nuevo Vesta sonó más
autoritaria:
— Posición de espera esclava.
La rubia deseaba acercarse a su ama, pero terminó por acatar la orden.
Vesta terminó de fumarse el cigarro y beber otro poco de champan. De su
mochila sacó un condón, unas tijeras y un bote de lubricante. Vale, eso sí que
le aterró a Clara ¿Para qué narices quería Vesta un condón?:
— Ignora por ahora esto.
Dijo Vesta al ver como la rubia miraba aquello. Decidió cambiar de velas,
a una que estaba dentro de un tarro de cristal. La encendió delante de Clara.
Cuando se hubo derretido un poco de cera, impregnó la estancia a un aroma
de chocolate:
— Primero voy hacer una demostración.
Dijo Vesta vertiéndose un poco de aceite sobre el antebrazo. Clara abrió los
ojos como platos. Porque prácticamente se lo echó muy cerca, casi sin dar
tiempo a que enfriase. Prácticamente no pareció ni hacerle cosquillas porque
parecía impasible mientras se extendía el aceite que había soltado aquella
vela aromática. Le acercó el antebrazo a su nariz:
— Huele.
— Chocolate.
— Has visto que no suelta cera, sino una especie de aceite aromático—
seguía teniendo el brazo extendido— lame
Clara pasó la lengua de forma erótica la zona donde había expandido el
aceite. Vesta suspiró de nuevo excitada:
— Tiene un sabor a chocolate
— Me lo he echado muy cerca— dijo mientras le quitaba el papel film—
porque prácticamente me he insensibilizado a ciertos dolores físicos, pero
tranquila, te lo echaré a una distancia prudente, para que este menos caliente.
Cambiaremos de zona, será en la espalda ya que el pH es menos sensible que
en el pecho.
— Y ¿Por qué me has quitado las capas?
Vesta dibujó una sonrisa en sus labios, se acercó a su oído, para susurrarla:
— Quiero lamerte entera, sin un plástico en medio.
En ese instante estuvo a punto de pedir cambiarse el tanga, pues lo había
mojado completamente:
— Túmbate boca abajo
Clara se tumbó como Vesta le había ordenado. Ésta se colocó a horcajadas
sobre ella, a pesar de llevar los pantalones puestos, pudo notar su excitación,
igual de humedecida que Clara:
— Dime si no lo puedes soportar
En ese momento notó como un líquido caliente caía sobre su brazo derecho.
Clara retuvo la respiración, quemaba, pero no de forma exagerada como
pensó en un principio. Vesta comenzó a extender el aceite por el brazo y
parte del hombro, masajeando la zona, soltó el aire mientras se le escapaba un
leve jadeo. Vesta se acercó y le susurró con respiración entrecortada:
— Un consejo— lamió un poco por la zona de su hombro— no retengas la
respiración la próxima vez. Disfrutaras más si expulsas el aire.
Clara asintió con la cabeza mientras cerraba los ojos. Vesta con sumo
cuidado volvió a repetir el proceso, vertiendo otro poco en el otro brazo,
extendiendo y lamiendo. La rubia hizo esta vez lo que le aconsejó, entre
suspiro y suspiro se le escapaba algún gemido lleno de placer, entre el calor y
luego el contraste húmedo de su lengua sobre la piel. Ese ardor y quemazón
que se iba expandiendo por cada parte de su anatomía, acabando en su
chorreante sexo. Vertía y expandía, para luego lamer. Cuanto más se acercaba
a su espalda baja más fuertes eran sus gemidos.
La respiración de Vesta también se hacía más sonora. Todo lo hacía lento,
tomándose su tiempo. Vertiendo masajeando y lamiendo, cuando llegó a la
zona de los glúteos, se detuvo mucho más tiempo deleitándose con esa parte
de la anatomía. Vertiendo, masajeando, lamiendo y relamiendo:
— Uff Clara— dijo casi sin voz por la excitación— ¿te gusta?
Clara no paraba de retorcerse mientras que se mordía el labio inferior. Su
cuerpo estaba tan caliente que podría entrar en combustión espontánea:
— Si ama— dijo con un hilo de voz mientras movía la cadera y aferraba
fuertemente su almohada— por favor, no pares.
— Otra vez
Tenían toda la noche para jugar y mucho cuerpo que tocar. Vesta volvió a
colocarse a la posición inicial. Su entrepierna estaba aún más caliente y
mojado. Con la diferencia, que antes de volver a verter nada, pasó un hielo
por sus brazos, espaldas, glúteo y piernas. De nuevo, verter, masajear y
lamer:
— Ama Vesta
Susurró Clara, mientras Vesta recorría toda su columna con la lengua. Las
manos iban a su costado para acariciar un poco sus pechos oprimidos por el
suelo:
— ¿Umm?
— Llevamos horas ¿Cómo puedes soportar tanta excitación?
— Estoy acostumbrada
Vesta vertió un poco por el muslo y lo extendió hasta la parte trasera de la
rodilla. Para algunos aquel punto podía ser muy erógeno. Clara entraba en ese
grupo y cuando vio la reacción de la rubia, se entretuvo mucho más tiempo
en aquella zona. Jugando con su lengua. Clara comenzó a gemir fuerte. Vesta
sabía que estaba a punto y como tal llevó su mano hasta su entrepierna y por
encima del tanga, acarició su empapado sexo. La rubia sin poder remediarlo
acabó tensando su cuerpo mientras emitía un chillido gutural:
— Ahhh mi ama
Vesta esbozó una pequeña carcajada, se acercó y la susurró de nuevo, con
voz demasiado ronca:
— ¿Demasiado caliente esclava?
— No podía más— dijo ruborizada y escondiendo su rostro— apenas me
has rozado
Vesta volvió a reír. Agarró un cojín y ordenó:
— Levanta un poco el culo
Clara tenía el cuerpo como un auténtico flan. Vesta le puso el cojín en la
zona del abdomen y un poco por la pelvis. Alzando aún más su trasero. Con
ojos lascivos miraba aquella parte de su cuerpo. Era tan excitante como los
senos. Toda Clara era explosiva. Con sumo cuidado lo acarició y masajeo:
— Me encanta tu culo es tan perfecto
De nuevo dedicó un tiempo en recorrer los glúteos con su lengua. Ábrete
un poco más de piernas, ordenó para poder estar más cómoda en aquel lugar.
Puesto que de vez en cuando también acariciaba su clítoris por encima del
tanga:
— Lo tienes tan caliente e hinchado— siguió acariciando con su lengua su
protuberante clítoris— Y sabes tan bien.
Se le escapaba algún que otro azote, masajeaba y apretujaba. La gustaría
dedicarse a esa zona, lamiéndola sin cesar su centro, pero esa noche tenía por
objetivo otra meta. Mordiéndose el labio inferior se puso de rodillas y
lentamente comenzó a quitarle el tanga, totalmente empapado. Clara deseaba
sentirla, más que desearlo lo necesitaba. Necesitaba liberarse de toda aquella
excitación, una excitación tan extrema que llegaba hasta doler:
— Por favor— comenzó a suplicar alzando aún más el culo— Vesta
necesito que hagas algo.
Los ojos azules de Vesta estaban totalmente oscurecidos, sus labios
vaginales estaban muy hinchados y sonrosados. Nunca había visto tanta
excitación en una mujer como el que tenía Clara en esos momentos.
Suspirando fuertemente, comenzó a sacar el condón del envoltorio. Clara
frunció el ceño, aquello era de lo más desconcertante. Ya fuera del envoltorio
desenrolló el látex, con las tijeras cortó ambos extremos y lo abrió creando
una lámina:
— No desconfío de ti— dijo mientras impregnaba la lámina de látex en
lubricante— por mí, te lo haría sin ningún tipo de protección para el disfrute
de ambas, pero tenemos ciertas normas de higiene.
— ¿Qué?
Vesta volvió a esconder su rostro en la entrepierna de Clara, con su
lengua recorrió desde el clítoris hasta la obertura de su sexo. Clara gimió más
fuerte, al ser penetrada con su lengua una y otra vez. De nuevo volvió a
recorrer sus glúteos rosados por los azotes. Los masajeo y sin previo aviso
colocó la lámina sobre su ano y comenzó a lamerlo sin piedad. En un
principio la rubia reaccionó con cierta sorpresa, para luego gemir sin parar
ante aquel placer que en un principio se le antojaba desconocido. Debería
darle pudor, e incluso asco, sin embargo, a cada vez gemía más fuerte. El
placer aumentó cuando Vesta empezó a masajearle el clítoris a la vez.
Aquello también le excitaba mucho porque entre lametón y lametón esbozaba
algún gemido. Clara, se agarró más fuerte a la almohada y lo mordió, el
orgasmo llegaba intensamente, mientras disfrutaba de esa nueva experiencia
placentera. Clara alzó la cabeza mientras que gritó aún mucho más fuerte que
la vez anterior. Su cuerpo se tensó, convulsionó y acabó convirtiéndose en un
puto flan que no paraba de temblar:
— Señor
Dijo casi sin aliento. Vesta rompió a reír mientras se levantaba y se
sentaba en la silla, se merecía fumarse otro cigarro. Clara tuvo que
permanecer así durante un buen rato, puesto que estaba demasiado relajada:
— ¿Ha sido tu primer anilingus?
— Si
La voz de Clara era lo más tranquila y relajada:
— Me estoy sintiendo alagada— dijo antes de dar una calada al cigarro—
estoy siendo tu primera vez en muchas cosas.
Clara esbozó una pequeña risita mientras se quitaba el collar. No podía
más como para volver a iniciar otro juego. La rubia observó a Vesta, tenía un
codo apoyado en la mesa, a la vez que sostenía el cigarro a medio consumir y
no dejaba de mirarla sonriente. Clara poco a poco se fue acercando a ella
gateando por el suelo, con suavidad comenzó a acariciar sus piernas por
encima del pantalón:
— ¿Y tú? ¿Te vas a quedar con el calentón?
— Te dije que estoy acostumbrada— dio otra calada antes de apagar el
cigarro en el cenicero— gajes del oficio
Clara abrió sus piernas mientras que no dejaba de acariciárselas. Vesta
suspiró, en aquel momento no dejaba de excitarse, al observar la cara de
viciosa de Clara. Sus manos lentamente se acercaban a su entrepierna:
— Vesta— dijo Clara con voz ronca— estás tan excitada ¿enserio que no
quieres que te haga nada?
Comenzó a friccionar su zona más sensible por encima del pantalón. Vesta
echó la cabeza hacia atrás mientras esbozó un leve gemido, antes de agarrarle
la mano y pararle:
— Es tarde ¿descansa un poco?
— Por favor— Clara estaba arrodillada entre sus piernas— por favor Vesta.
Aunque sea un poco de petting con ropa
— Clara
Llegó a susurrar antes de liberar la mano de Clara, cada vez que se perdía
en el azul celeste de su mirada. La rubia volvió a acercar su mano hasta su
entrepierna, notando la humedad en la ropa, empezando a friccionar sin parar.
Durante los primeros minutos mantenía la vista fija en los ojos azulados de la
rubia que parecía estar disfrutando al acariciar esa zona. La respiración de
Vesta se le aceleraba, hasta que al final volvió a echar la cabeza hacia atrás,
suspirando sonoramente:
— Por favor Vesta— Clara aceleró sus fricciones— deseo que te corras,
por favor córrete.
Vesta llevó fuertemente las manos al pelo de Clara y le agarró fuertemente:
— ¡Ah, sí!
Clara sonrió al notar como su entrepierna se mojó mucho más a la vez que
se tensaba y seguidamente tembló. La rubia sonrió satisfecha, seguidamente
siguió acariciando sus piernas. Vesta rápidamente la agarró de las muñecas y
la apartó. Con la cabeza agachada y sin mirarla:
— Por favor, es tarde descansa.
La rubia la miró ceñuda ¿No lo había hecho bien? ¿se había enfadado?
Hasta que pudo contemplar como una lágrima caía por su mentón:
— No te ha gustado.
Dijo mientras que agachaba la cabeza decepcionada. Vesta, le soltó las
muñecas y le agarró del mentón para alzar su rostro:
— Al contrario. Eres la primera esclava que dejo hacer eso.
Claro que no iba a confesar que en realidad que era la primera en toda su
vida:
— Como me gustaría poder besarte.
Clara sonrió y se abrazó en su regazo. Vesta era diferente, era suave, dulce,
tierna y le hablaba con sinceridad. Incluso anhelo que Alex fuera así que la
hiciera sentir de alguna manera especial. Era obvio que Vesta lo hacía porque
le había contratado justo para eso:
— Ven aquí
Dijo Vesta mientras le pedía que sentara encima de sus piernas y
abrazarla. Clara apoyó la cabeza en su hombro, mientras que se embriagaba
con su aroma, mezclado entre sudor, chocolate y tabaco mentolado:
— ¿Algún día podre conocer a la mujer que hay detrás de esa mascara?
— Créeme, no te gustaría
— ¿Por qué?
— Porque sin Vesta soy un monstruo, Clara.

Flashback
Alex no veía nada. Tenía la cabeza totalmente tapada. Le habían
arrastrado hasta un vehículo donde se les escuchaba a dos hombres hablar:
— ¿Dónde está la otra? — gritó mientras arrancaba el motor— ¿Y toda
esa sangre?
— Calla y vámonos
Gritó el hombre totalmente desesperado. El otro hizo caso y notó como el
vehículo aceleraba y se alejaba de aquel lugar:
— Joder ¿te la has cargado?
En ese momento Alex sintió que le faltaba el aire. ¿Estaban hablando de
Clara? No, no podía ser, Clara tenía que estar viva. Le prometió que siempre
la protegería. No podía haber fallado a su palabra:
— ¡CLARA!
Chillaba la pequeña Alex entre lágrimas:
— Calla
Ordenó uno de los hombres:
— De puta madre— seguía el otro renegando— Esta no era, gilipollas.
¿De qué nos sirve? Su padre está arruinado.
Alex no podía dejar de moverse, ni de llorar:
— ¡CLARA!
— CALLA— volvió a ordenar el hombre, esta vez la quitó la capucha.
Ambos tenían la cara tapada con pasamontañas— esto ha sido por tu culpa
mocosa, si no hubieras querido hacerte la listilla tu amiga estaría viva.
— No— dijo la niña desconsolada— lo siento, Clara.
La habían matado y encima por su culpa. Había fallado a su palabra. No
había sabido protegerla.

Fin del Flashback


Capítulo 15 - Sillas
Un año antes hasta la actualidad.
Clark Wallace despertó debilitado. Tenía todos los músculos atrofiados y
terriblemente sentía como si hubiera estado durmiendo una eternidad. Bueno,
en parte así era. Que sorpresa la de los médicos cuando éste despertó de su
largo coma. Cuando hablaban de su caso, lo hacían refiriéndose a un milagro
¿Milagro? Preguntaba él con rabia. Había perdido casi veinte años de su vida,
un año más, un año menos, lo mismo daba y todo por una puta contusión en
la cabeza.
Los tiempos habían cambiado. Los móviles eran táctiles, los televisores
eran de pantalla plana, las torres gemelas fueron derribadas, una de sus
cantantes favoritas murió en un accidente de avión, por Aliiyah sí que lloró
como un loco. Sé perdió el beso de Britney Spears y Madona, en los premios
MTV music awards. El punto a su favor es que la privacidad de la gente
estaba más expuesta gracias a las redes sociales. Con eso se entretuvo el
tiempo que le tocó estar en rehabilitación. Meses de sufrimiento hasta que
pudo volver a andar. Lo estresante es que en internet encontraba de todo y
sabia de todos, menos la persona de la cual estaba interesado. Le importaba
un bledo. Puesto que sí, pudo saber de los Price y de la famosa escritora Clara
Price.
Nunca tuvo el placer de conocerla. Tan solo era un crio por entonces, aun
así, tenía su nombre grabado a fuego en su mente. Clara, Clara… ella pagaría.
Durante los primeros meses prefirió dejarse la barba y el pelo largo, un
poco al estilo hípster, pero llegado el punto de ser dado de alta, se afeitó y se
cortó el pelo. Se podía contemplar la cicatriz en su cabeza. En un principio se
miraba en el espejo extrañado. Un adolescente, eso era cuando quedó en
coma. Ahora tenía que habituarse a ese hombre.
Sus conocimientos no eran los mismos que alguien de su edad. Ni que
decir tener que buscarse la vida. Por suerte de pequeño le enseñaron a podar y
a cuidar de las plantas. Tenía que intentarlo. No iba muy elegante, la ropa que
llevaba puesto lo había conseguido en un albergue.
Se hallaba en la puerta de una enorme casa, solo los jardines delanteros
cubrían casi un kilómetro de distancia. Suspiró y llamó al timbre. Tardaron
un rato hasta que abrieron la puerta. Una sirvienta de mediana edad, al
parecer le agradó enseguida porque le sonrió coqueta:
— ¿Sí? ¿En qué puedo ayudarle?
— Hola— Comenzó dibujando una sonrisa de lo más inocente— Soy…
— quedó pensativo, no podía decir su verdadero nombre— Johnny, jardinero.
Buscaba a los señores Price ¿Se encuentra alguno por aquí?
— El señor Price no se encuentra en estos momentos— se disculpó la
criada— pero, la señora Price sí que está.
— ¿Puedo hablar con ella?
La criada pareció meditarlo, hasta que al final le pidió que esperase en la
puerta mientras iba a buscarla. Tardó un buen rato, hasta que una mujer de
mediana edad y… joder que mujer, se conservaba muy bien la verdad:
— ¿En qué puedo ayudarle?
— Hola— dijo esbozando una dulce sonrisa que no pasó desapercibida
para la señora Price, pues reaccionó de la misma forma que la criada. Al
menos el atractivo nunca lo perdió— soy un humilde jardinero que anda
buscando trabajo. Pasando por su casa vi este magnífico jardín y no pude
resistirme a acercarme para pedir empleo.
La señora Price comenzó a meditarlo desconfiada. Aunque su jardinero
estaba mayor y a punto de jubilarse, pero de contratar el servicio se encargaba
Jay no ella y así lo hizo saber, pero Clark no se iba a dar por vencido. Tenía
que entrar en esa casa, si o si:
— Puedo hablar con el señor Price— puso cara apenado— pero lo cierto,
es que me vendría bien el trabajo.
La señora Price, movida por la compasión y para que engañarse. Ese
hombre era alto, castaño, quitando la cicatriz era atractivo. Soltó una risita:
— Hablaré con mi marido. Regrese mañana y el jardinero le pondrá al
día.
— Muchísimas gracias señora Price— le guiñó un ojo— es usted un
ángel.
Clara despertó con el cuerpo totalmente dolorido. ¡Señor! Si no se había
movido ¿cómo era posible? Estaba acostada de lado, de espaldas a la ventana,
que empezaba a infiltrarse los rayos de sol. Sobresaltada se levantó y se giró.
Ya Alex quiso irse a la fuga sin ni si quiera despedirse, no le gustaría que
Vesta hiciera lo mismo. Sin embargo, ahí estaba, sentada a su lado:
— ¿Has dormido bien?
Tenía el semblante serio. Seguía con la peluca y la máscara puesta, pero
se había cambiado ya de ropa. Había dormido tan profundamente, que no se
había dado cuenta de que todo estaba totalmente recogido. Clara esbozó una
sonrisa. Al menos, su ama había sido considerada:
— De un tirón
Respondió estirándose. Sentía como si hubiera corrido muchos
kilómetros:
— Aún queda un par de horas para que acabe el alquiler— seguía sin
moverse— puedes quedarte hasta entonces.
— ¿Te vas?
Preguntó Clara algo apenada. Vesta curvó la comisura de sus labios:
— Tengo cosas que hacer, pero no podía irme sin encargarme de una cosa.
— ¿De qué?
Vesta contempló el cuerpo desnudo de Clara lujuriosamente. Muy
lentamente se colocó a horcajadas sobre la rubia. Estaba obviamente no iba a
poner pegas. Después de los orgasmos que le regalo en la noche, estaba más
que dispuesta a tener más. Le agarró de las muñecas tal como hizo el día que
firmaron el contrato y se las colocó por encima de la cabeza:
— Manos vetadas, no las muevas.
Poco a poco recorrió su torso, rozándola con la punta de la nariz, y
acariciándola con su cálido aliento sobre su piel. Clara, suspiró sonoramente,
solo eso le faltó para sentir como toda ella comenzaba a sentir calor. Tenía
los ojos cerrados, disfrutando de aquello, hasta que notó como Vesta
comenzaba a succionar una zona de su cadera. Para ser exactos, justo el lado
contrario donde le había marcado la otra vez. Aquello hizo emitiera un leve
jadeo.
Después de haberla marcado, pasó su mano por la zona, mientras curvaba
la comisura de sus labios. Le llenaba de satisfacción la cara de placer que
ponía la rubia. Era tan jodidamente sexy y cuando se mordía el labio inferior,
tímida por gemir más de la cuenta la hacía todavía más encantadora:
— Me tengo que ir.
Clara levantó la cabeza sorprendida:
— Pero ¿vas a dejarme así?
Vesta se levantó de la cama esbozando una risita picarona:
— No es mi culpa que te enciendas tan rápido— agarró sus pertenencias
y se dispuso a salir— salvo el tanga que usaste— como no, haciendo honor a
su fetiche— te he dejado todos los demás, te los regalo. Ya me dirás cuando
quieres la siguiente sesión y de cuanto quieres que dure.
Dicho aquello, salió de la habitación. Dejándola con un calentón horrible.
Alex se quitó la peluca, el antifaz y las lentillas en el ascensor. Estaba
cansada, apenas había pegado ojo en toda la noche. Primero se veía incapaz
dejar de mirar a Clara mientras dormía y segundo, no podía arriesgarse a que
la curiosidad de la rubia acabara por quitarle la máscara sin que se diera
cuenta. Lo cierto es que aquella noche había sufrido mucho, siendo tentada a
besarla en más de una ocasión. Una de las dos debe desaparecer en la vida de
Clara. Alex o Vesta, pero no podía encararla de ambas formas y quería que
desapareciera Vesta. Estaba debilitándola.
La ojiverde cuando llegó a su casa, se encontró con que el piso no se
encontraba vacío. Pues como pasaba en ocasiones, Tanya había acabado
durmiendo en el sofá y tan grande fue su melopea que aun la estaba
padeciendo:
— Tanya— dijo Alex cruzándose de brazos— ¿harías el favor de no
dormir semidesnuda en mi sofá?
Tanya la miró con los ojos entreabiertos y emitió un quejido:
— ¿Qué pasa? ¿Te tienta mi cuerpo escandalo?
— Oh, sí— dijo poniendo los ojos en blanco y voz burlona— si no fuera
por tu apestoso aliento a tequila, ya te habría puesto a cuatro patas y te
follaría como una perra.
— Calla que me pones cachonda— dijo bromeando mientras reía—
déjame dormir un rato más antes de irme.
Alex entró en su habitación, guardó la mochila debajo de la cama y
volvió a asomar la cabeza:
— Me voy a duchar y a dormir un poco, estoy reventada. Cierra la puerta
cuando te vayas.
— ¿La rubia remilgada te dejó seca?
— Se llama Clara
Dijo entrando a la habitación, a la que escuchó a Tanya mofarse:
— Uy ahora se llama Clara— soltó una risita— ¿Un calentón momentáneo?
— Duerme la mona
Contestó molesta a la vez que se dirigía al cuarto de baño para ducharse.
Que bien le sentó la ducha. Relajó por completo los músculos que se le
agarrotaron al estar mal posicionada en la cama y eso que Clara, de una
forma muy ágil consiguió de ella, lo que muchas otras, incluso la mismísima
Cora no pudo. A pesar de que fue por encima de la ropa. Eso la dio algo de
tranquilidad y perderse en aquellos ojos azules. La dejó tan hipnotizada.
Ni si quiera se vistió, cayó rendida sobre la cama. Aquella noche había
quedado con Scott en un club. Quería estar despejada para entonces. Se
estaba haciendo mayor para tanta fiesta, eso debía de reconocerlo. Estaba
quedándose dormida cuando el móvil comenzó a vibrar. Estiró el brazo y
¡sorpresa!
Clara: estoy caliente, ¿te apetece uno rápido?
Alex escondió la cara en la almohada y rompió a reír.
Esto me pasa por mostrarla el lado oscuro
Alex: me encantaría, pero trabajé hasta tarde.
Clara: ¿Sexo telefónico?
De nuevo rio por lo bajo mientras negaba con la cabeza:
Alex: ¿quién eres y que hiciste con la remilgada de Clara?
Clara: soy el monstruo que has creado.
Alex: ya, ahora es culpa mía.
Clara había llegado hacía rato a casa y lo cierto es que el calentón no se le
había quitado ni con una ducha de agua fría. Últimamente no racionalizaba
bien. Lo único que quería era sexo, orgasmos y más orgasmos, a Alex y a
Vesta. Parecía una dichosa adolescente salidorra con hormonas alteradas.
Puesto que Vesta, le había dejado así, se le ocurrió llamar un mensaje a Alex.
Quizás ella le hacia el favor.
El palo se lo llevó cuando Alex, dijo que no podía. Sentía que sus ovarios
la iban a estallar, dichosa Vesta y su manía de marcarla. Sabía que no era su
estilo de hecho, sintió mucho pudor, pero al menos tenía que atacar con todas
sus fuerzas y convencer a la ojiverde. Así pues, se quitó la camiseta, el
sujetador y le mandó una foto algo explicita de sus pechos.
Cuando Alex miró el móvil abrió los ojos como platos mientras quedaba
sin aliento. Bueno, eso consiguió que otra parte de su anatomía despertara de
forma, húmeda y latente. Joder con la remilgada de Clara. Una semana y
había conseguido convertirla en una diablesa ninfómana.
Alex: te preguntaría si en tu casa o en la mía, pero estoy cansada, si
quieres sexo tendrás que buscarlo.
Clara: en un rato estoy ahí ¿Te he puesto cachonda?
Alex reía sin parar. Clara desinhibida era entre excitante y cómica. Le
estaba sorprendiendo conocer esa faceta suya. Bueno, lo cierto es que desde
que le llueven los orgasmos se la veía menos ceñuda:
Alex: he caído a tus encantos de adolescente hormonada ¿No?
Clara: voy de camino, pero solo por si acaso.
Le mandó otra foto explicita, dejando a una Alex si cabe más caliente.
Recordando que Tanya estaba a medio vestir en el salón. Saltó de la cama y
despertó a su amiga:
— Tanya, no te prohíbo que duermas, pero— Tanya miró por encima del
hombro molesta— ¿Puedes taparte un poco?
Tanya recorrió con la mirada a Alex. Ella estaba en ropa interior, pero la
ojiverde estaba como Dios la trajo al mismísimo mundo:
— Al menos yo tengo más tela en el cuerpo que tú, tía buena.
Alex puso los ojos en blanco. No era la primera vez que Tanya la veía en
esa guisa. Y tampoco sentía pudor en que su amiga la viera desnuda:
— Por favor— juntó suplicante ambas manos— Clara viene de camino y
no quiero que piense cosas que no son
Tanya dándose por vencida, se sentó en el sofá:
— Primero, ¿otra vez Clara? Y segundo ¿desde cuándo te importa lo que
piensan tus rollos o lo que dejan de pensar?
Alex ya comenzaba a molestarse:
— Primero, reconozco que Vesta fue un poco perra y dejó a Clara un
poco encendida. Segundo, a mí me da igual que te vea, solo que no quiero
que te vea desnuda.
Tanya comenzó a recoger prendas de ropa y a vestirse. Mientras rompía
reír:
— ¿Ha caso temes que se vuelva loca con este cuerpazo?
— Al contrario temo que la espantes
Esto último lo dijo mientras que le sacaba la lengua e iba a por una bebida
energética. Si de algo estaba aprendiendo de Clara, es que con una ronda no
iba a ser suficiente. Tanya terminó de vestirse y recogió todo el desastre que
montó en el salón. A Alex le encantaba ir desnuda por el piso, era el único
lugar donde se sentía segura y cómoda. Aunque después de meditarlo unos
minutos, decidió ponerse unas braguitas y una camiseta ancha. Absurdo,
porque tardaría en estar desnuda en cero coma.
Tanya estaba abriendo la puerta para irse, ya que no quería escuchar a la
ojiverde como follaba, tuvo la suerte de toparse con una rubia de ojos azules
apunto de llamar a la puerta. Ésta quedó sorprendida, pensaba que Alex
estaba sola. Con todo el descaro del mundo giró para gritar a lo verdulera:
— Alex, la rubia remilga…— puso tono de broma— ups, que diga Clara
está aquí.
Alex salió de la habitación con los ojos en blanco, la echó a empujones
del piso:
— En ocasiones eres irritante.
Agarró de la mano de Clara y tiró de ella para cerrar la puerta del piso.
Tanya se mofó antes de irse:
— Cuidado no te atragantes con alguna espinita de pescado.
— ¿Interrumpí algo?
Preguntó algo anonadada Clara, pero la única respuesta que obtuvo de
Alex fue un beso. Se lanzó a los labios de Clara casi de forma animal. Incluso
se la escuchó gruñir antes de que sus labios chocaran. En un primer instante
quedó paralizada, sorprendida por aquel beso tan lleno de necesidad. No
tardó mucho en reaccionar y devolverle el beso. La lengua de la ojiverde
penetraba en su boca de forma efusiva buscando la de Clara, para poder
comenzar una batalla excitante, tan excitante que no tardo en jadear. Acabó
empotrada contra la pared mientras que le quitaba la camiseta por encima de
su cabeza. Durante unos momentos se quedó fija, observando aquellos
pechos voluptuosos. Sus ojos verdosos fueron de un seno a otro, antes de que
sus manos comenzaran a apretujarlos y masajearlos por encima de su
sujetador, a la vez que daba pequeños mordisquitos por todo su escote:
— Dios Clara, me vas a matar— recorrió con su lengua desde su escote
hasta su cuello, acabando en su mentón. Fijó su mirada en la de Clara. Ambas
tenían los ojos oscurecidos y dilatados— vamos a la habitación
— Si
Dijo Clara entre jadeos mientras se colgaba al torso de Alex como si de un
coala se tratase. Bendita era la fuerza de la ojiverde, que era capaz de llevarla
a la habitación así mientras que apenas separaban los labios, solo cuando
urgentemente necesitaban coger algo de aire. Alex cayó encima de Clara y
comenzó a acariciarla por todo el cuerpo:
— Alex
Dijo la rubia mientras daba acceso a Alex para que le besara en el cuello.
Tenía la respiración entrecortada:
— ¿Qué?
Preguntó Alex aun concentrada en el cuello de Clara, entre besos y
pequeños lametones:
— Hoy no soy paciente— dijo mientras alzaba el rostro de Alex para que
prestara atención— necesito que me desnudes y me folles ya.
Alex emitió un gruñido mientras que desabrochaba el botón de su
pantalón. Iba a bajar para quitárselos cuando quedó fija en sus senos. Se
relamió sus carnosos labios, eso excitó aún más a la rubia que movía la
cadera impaciente. La ojiverde con la respiración y el pulso acelerado, por la
estimulación y en parte por la bebida energética:
— Lo siento Clara— dijo mientras de forma sorprendente rompía su
sujetador— pero dame el gusto de comértelas un ratillo
Dijo mientras estimulaba sus pezones con sus dedos. Después de tenerlo
erectos, los acarició y los pellizcó, a la vez que observaba las expresiones de
placer que ponía la rubia. Eso era incluso más excitante. Curvando una
comisura de sus labios se introdujo un pezón en su boca. Succionó con
cuidado jugó pasando su lengua para arriba y abajo, lo aprisionó con sus
labios y tiró. Clara ya no podía más y no cesaba de gemir. Su entrepierna
estaba mojada cuando entró en aquel piso, pero en esos momentos había
pasado a nivel mayor:
— Alex por favor— dijo entre jadeos— fóllame ya.
— No voy a ser desconsiderada con el otro
Dijo antes de cambiar de seno y comenzar a saborear el otro pezón. Clara
alzaba una y otra vez la cadera, buscando algún tipo de contacto, fricción,
algo que acabase ya con ese sufrimiento desesperante y placentero:
— Joder, como me pone la Clara cachonda y guarrona.
Estaba disfrutando de aquellos manjares. E intuía que se quedaría un poco
más en esa zona, así que, para no torturar demasiado a la rubia introdujo su
mano por el pantalón y ropa interior. Jadeando aun con el pezón en la boca.
Realmente estaba muy mojada y caliente:
— Madre mía— dijo con voz ronca— pero que de mojada estas.
Bajó para quitarle los pantalones y la ropa interior. Clara ayudó alzando el
culo para facilitarle la extracción de aquellas prendas que sobraban en esos
momentos. Alex se concentraba en darle placer a esa rubia hambrienta, hasta
que reparó en el chupetón que le hizo. No se había dado cuenta de que se
había pasado en el tamaño. Le costará un mundo ocultárselo a William. Clara
volvió a alzar la cabeza desesperada:
— Alex ¡por Dios!
— Sí, si ya voy
La penetró con dos dedos sin perder tiempo. Aunque para sorpresa de la
ojiverde, ésta estaba tan empapada y excitada que la dilatación le daba para
un dedo más. Después de un par de penetraciones fuertes la introdujo otro.
Clara jadeaba sin parar. Alex comenzó a besarla en la boca sin dejar de
embestirla. Dentro, fuera y en ocasiones intercaladas bombeaba los dedos
dentro de ella:
— Quítate la camiseta
Pidió Clara antes de atrapar el labio inferior de Alex que no tardó apartarse
un poco y quitársela, volviendo a la labor de deslizarse en su interior. Ambas
gemían en sus bocas, a la vez que los roces de sus senos las excitaban
muchísimo más y el sonido de la humedad de su sexo siendo invadido por sus
dedos:
— ¿Te gusta?
Preguntó la ojiverde a la vez que aceleraba sus penetraciones. Aumentando
los jadeos, por parte de Clara, enloqueciendo aún mucho más a Alex que no
había escuchado unos gemidos tan sexys en su vida. Conforme se iba
acercando el orgasmo, las manos de Clara se habían convertido en auténticas
zarpas felinas que dejaba un rastro de arañazos en su espalda:
— Si Alex, Sí
Las paredes interiores de Clara comenzaban a oprimir los dedos de Alex:
— Córrete, Dios como me pone que te corras en mi mano.
Dijo Alex antes de lanzarse al cuello de Clara y darle pequeños
mordisquitos. El cuerpo de Clara se tensó con un grito gutural. De esos que
eran capaces de escuchar los vecinos tres pisos más abajo:
— Dios— dijo Clara tapándose la cara con un brazo e intentaba recuperar
aire— que bien usas la mano.
Alex emitió una carcajada. La rubia sudorosa la miró. La ojiverde,
lentamente se llevó los dedos a la boca y comenzó a saborear los flujos de
Clara:
— Pero que bien sabes.
Clara esbozó una risa tonta antes de agarrarla de la nuca y atraerla para
besarla de nuevo. Estuvieron durante un buen rato así, desgastando sus bocas
a base de besos, batallando con sus lenguas explorándose mutuamente. Alex
de nuevo bajó de la cama para quitarse la última prenda que le faltaba. La
rubia no pudo evitar mirarla con deseo. Ese cuerpo que tanto anhelaba tocar y
probar. Uno que estaba a escasos centímetros y a su vez lo veía tan lejos. Se
tumbó encima de ella, quedando las piernas de ambas en forma oblicua
mientras que ambos sexos se unían, mezclando la humedad de las dos. Clara
suspiro al notarlo tan caliente. Alex antes de comenzar a friccionar moviendo
la cadera volvió a besarla y a recorrer sus labios con su lengua de forma
erótica y sensual:
— Como me pones Clara— dijo a la vez que comenzaba a mover la
cadera, creando fricción entre ambos sexos— nadie me ha puesto así en la
vida.
En un principio los movimientos de cadera eran suaves. Ya que Alex
estaba más pendiente del cuello de Clara, que suspiraba y suspiraba.
Emitiendo un leve gemido al notar la lengua de Alex jugar con el lóbulo de la
oreja antes de darle otro pequeño mordisco:
— A mí tampoco Alex— le susurró con voz ronca en su oreja— tus
caricias me queman.
— Joder
Dijo Alex aumentando más el ritmo pélvico:
— ¿Te gusta cómo te follo?
— Sí, Alex— decía Clara aumentando el ritmo de su respiración—
fóllame hasta quedar seca.
Cuando Alex decía que escuchar a Clara decir guarrerías le ponía, era algo
muy cierto. Le excitaba mucho. Las fricciones aumentaron muchísimo más
rozando sus sexos sin parar. Ambas comenzaron a gemir, jadeos que iban en
aumento conforme los movimientos pélvicos también:
— Como me sigas hablando así de guarra me voy a correr antes de tiempo
— Córrete Alex— dijo entre gemidos, ambos cuerpos empezaban a sudar
— córrete sobre mí, quiero sentir toda tu humedad.
¿Cómo diablos aguantar escuchando aquello? Tampoco quería parecer que
no aguantaba nada. La otra vez porque llevaba tiempo sin hacerlo. No, esta
vez tenía que aguantar hasta que llegase la rubia. Joder el tirón que tiene
Clara. Alex intentaba cambiar de ritmo haber así si aguantaba, pero la gemía
tan cerca y sus pechos rebotando de aquella manera.
Mesas, pensar en una mesa no tiene nada de sexual comenzó a pensar
Alex mientras friccionaba sin cesar.
En una mesa se come, de todo… oh Dios como me podría poner a Clara
abierta de piernas y comerle todo el… Joder Alex concéntrate… Mandos a
distancia, ¿Qué tiene de sexual eso? A no ser que sea el de un vibrador… la
cara de viciosilla que pondría Clara si jugamos con uno… Alex que te
pierdes…. Joder no puedo aguantar mucho más, está ahí todo acumulado y
como sube por mis piernas la electricidad…
— Sillas
Estaba tan concentrada en pensar en otras cosas que se le escapó eso en
alto. Clara estaba ya gritando sin parar, hasta que escuchó eso:
— ¿Sillas?
— ¿Qué? — preguntó Alex casi sin aliento, aquello era misión imposible
— a la mierda te termino con la boca.
Dijo antes aumentar frenéticamente sus movimientos pélvicos y fricciones,
hasta alzar la cabeza y pegar un grito fuerte. Clara siempre alucinaba ante los
orgasmos de Alex. Puesto que no parece de las que gritan de esa manera. La
rubia aprovechó a besarla el cuello en esos momentos. Sentir como su sexo se
mezclaba sus fluidos y escucharla gritar así la excitó aun muchísimo más. En
cuanto la ojiverde recuperó la respiración, no tardó en bajar hasta la
entrepierna de Clara. Totalmente empapado, primero pasó lentamente su
lengua, recogiendo los flujos de ambas:
— Sí, Alex— dijo Clara mientras quedaba fija en aquella mirada verdosa e
intensa— como me encanta cuando me lo comes.
Alex al escuchar aquello comenzó a devorarla fogosamente. Con ansias
movía su lengua, tocando todos los puntos que hacía perder la cordura a la
rubia. La cual no tardó en sentir como la agarraba y la apretaba más contra
ella:
— Joder, Alex.
Dijo un poco antes de que el segundo orgasmo la hostigase el cuerpo.
Tensándose y retorciéndose, volviendo a atrapar la cabeza de Alex entre sus
muslos. La ojiverde tuvo que agarrar sus piernas mientras que su cabeza
quedaba ladeada:
— Dios Clara— dijo entre sus muslos— algún día me rompes el pescuezo
Clara, dándose cuenta de que había vuelto a retorcer la cabeza de Alex,
aflojó y esbozó una risita:
— Lo siento
Alex, totalmente reventada se tumbó a su lado mientras que la acompañaba
en sus risas. Definitivamente. Clara podía ser una fiera insaciable cuando se
lo proponía:
— Si pensamos hacer esto asiduamente— comenzó a decir jadeante por la
falta de aire— tendré que comprar muchas bebidas energéticas.
Clara alzó una ceja y miró picarona a la ojiverde:
— ¿Quieres que nos veamos asiduamente?
Alex curvó una comisura de sus labios, dibujando su media sonrisa tan
atractiva. La cual Clara quedó adorando:
— El plan de hoy era dormir y hacer un recado— dijo haciéndose la
inocente— has sido tu quien ha venido provocando ¿Quién dice que Clara la
“modosita”? — dijo haciendo el signo de las comillas con los dedos— ¿No
volverá hacer lo mismo?
Clara se tumbó boca arriba mirando el techo:
— Hoy ha sido una excepción— intento defenderse— una urgencia y tú
estabas dispuesta. Solo me he aprovechado de eso.
Alex carcajeó:
— Víctima de la señorita Clara Price. No solo eso, que por casi muero por
comerte el potorro, eres un peligro tú.
Clara abrió la boca sorprendida mientras le daba un manotazo en el brazo:
— ¿Quién te hizo esa marca no estaba disponible? Dudo que lo hiciera
William lo veo demasiado soso para eso.
La rubia hizo un mohín al escuchar esto último:
— ¿William? Nuestra relación está más que fría— su voz sonó amarga—
incluso cuando me besa tengo que esforzarme en no poner cara de asco.
Alex tragó saliva. No sabía si Clara era consciente de la expresión de
infelicidad que ponía al hablar de William. Se tumbó de lado y comenzó a
acariciarla el brazo, hasta acabar en su mano y agarrársela. La ojiazul la miró
sorprendida por aquel gesto afectuoso por parte de Alex:
— Si no le quieres ¿por qué sigues con él?
— Supongo que miedo a decepcionar a mis padres.
En ese instante la calidez de Alex se esfumó. Dejó de agarrarla la mano y
se volvió a tumbar boca arriba, totalmente sería:
— ¿Te has molestado?
— No— miró de reojo a Clara— es solo que… te arriesgas mucho al liarte
conmigo ¿si nos pillan? ¿Alguna vez has pensado en eso?
Se incorporó para mirarla directamente a los ojos:
— Yo ya estoy acostumbrada a los reproches e insultos de mis propios
padres. Me la suda lo que piensen en realidad y mucho menos los demás,
pero ¿y tú? ¿Podrás soportarlo? Creo que es mejor dejar esto aquí.
No, no estaba dispuesta a que Alex le alejara de nuevo. Siempre con lo
mismo. Se acercó a la ojiverde y le acarició, pero Alex apartó su mano del
rostro:
— Alex no voy a permitir que me vuelvas a alejar
— Lo estoy haciendo
Primer intento de entrar en contacto fallido. Se incorporó, le aferró fuerte
de las dos mejillas y la beso fuertemente casi con furia:
— Alex, por favor— le hablaba suplicante— te necesito, no sé por qué,
pero te necesito, no me apartes otra vez.
— Clara— dijo mientras le acariciaba— no eres capaz de dejar a William
por temor a decepcionar a tus padres. Vives en una pompa, alejada de la
realidad. En el mundo hay gente muy mala y muy cruel que van a hacer daño.
Te arriesgarías demasiado. Quizás y encuentras a otro hombre de alta
sociedad que te haga sentir lo que William no.
Clara se apartó y le dio la espalda:
— ¿Por qué me suena a escusas?
Alex gruño frustrada:
— Pero ¿por qué eres tan cabezota? — la giró para que la mirase— ¿No
ves que intento protegerte?
Clara se zafó de su agarre, se levantó y comenzó a vestirse:
— No soy una niña Alex, creo que voy teniendo edad para saber
defenderme sola— tiró con rabia el sujetador roto— Sois vosotros, todos los
que no entendéis y os da por protegerme ni si quiera yo pedirlo. Quizás eres
tú la que quiere protegerse de mí
Alex se levantó enfurecida de la cama:
— ¿Y si así fuera qué? ¿No estoy en mi derecho? — siguió recogiendo las
prendas de la rubia— necesitas a papá y a mamá. Tu mundo de princesitas,
quedadas para tomar el té, en tu mundo de snobs homofóbicos de mierda. Si
te doy la oportunidad de entrar en mi vida ¿qué pasaría? — le entrego las
prendas con ira— ¿me darías la mano en público? ¿Te atreverías a besarme?
O ¿viviríamos a escondidas como ahora? Ya he pasado por esto Clara, por
esa razón te dije que nada de sentimientos. Ahora vístete y largo de mi casa.
Durante los primeros minutos Clara quedó en Shock al escuchar todo
aquello. En parte tenía razón, daba miedo al pensar en todo aquello, pero eso
no era decisión de Alex, si no suya. Era ella la que debía decidir si
enfrentarse aquello y se veía con la fuerza suficiente para afrontarlo:
— ¿Y si dejo a William?
Desafió Clara. Alex se había sentado al borde de la cama, y había
escondido el rostro en sus manos de pura desesperación:
— No digas tonterías Clara
— Te estoy hablando enserio Lex. No necesito la aprobación de mis padres
para vivir.
— Igual no es lo mismo ser una soltera heterosexual— miró a Clara— que
una invertida enfermiza.
—Alex— se acercó a la ojiverde y se arrodilló para que sus rostros
quedaran a la misma altura— por favor, no me alejes, no de esta manera. Si el
día de mañana pasa lo afrontaré. Prefiero eso. Te necesito. Por favor.
— No te das cuenta verdad— dijo mientras la acariciaba y juntaba su
frente con la de la rubia— estoy rota, siempre acabaré haciéndote daño. No
necesitas eso— Clara negó con la cabeza y la volvió a besar, por mucho que
la ojiverde lo intentase siempre acababa por debilitarla— al menos protégete
de mí.
— No quiero— se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro—
también quiero correr ese riesgo.
Alex lo había intentado. Había sacado fuerzas y se había mantenido firme
durante un buen rato, pero de nuevo acabó exhausta, debilitada. Porque ella
también necesitaba a Clara. Aunque no mentía cuando decía que estaba rota y
que acabaría haciéndola daño. Ambas acabaron tumbadas en la cama:
— Alex
— ¿Qué?
Preguntó cansada la ojiverde:
— ¿Puedo abrazarte?
Alex miró a Clara, ella también se la veía vulnerable:
— Será mejor que no te acostumbres rubia
Dijo extendiendo el brazo y dándole permiso para que se apoyara en el
hombro. Quedando en silencio hasta que cayeron dormidas.

“Flashback

No la quitaron la capucha hasta que llegaron a un lugar lúgubre, mal


oliente, mohoso y lleno de mierda, a lo lejos vio pasar una rata gigante, pero
la pequeña Alex ya se había cansado de llorar, de gritar y patalear. Estaba
en shock. Uno de los hombres se fue en busca de unas cuerdas aún más
fuertes. No entendía por qué. Las que le habían colocado ya era suficiente.
Tanto que de la propia fricción le había quemado la piel. El otro se había
puesto a hablar por teléfono:
— El plan se ha torcido— en ningún momento se quitaban los pasamontañas
— capturamos a la equivocada— asintió mientras cerraba los ojos y apartó
el teléfono— Alex Woods. Sí, lo sé jefe, pero debemos intentarlo al menos. No
puede estar tan arruinado como dicen, y si no…— la volvió a mirar— es una
niña muy mona, un par de añitos más y resultaría perfecta para la trata de
blancas.
Alex lo miraba con odio. Ni si quiera era ella el objetivo. Si no Clara. ¿Qué
hubiera sido mejor? Que muriese o que hubiera acabado tirada como estaba
ella. Aun después de todo le hizo el favor de su vida al haber acabado muerta
¿Trata de blancas? Ni si quiera sabía que era eso, pero no podía ser nada
bueno. Todo en su fuero interno era una tormenta agitada de sentimientos.
Pedía perdón a Clara porque por su culpa había muerto, y por otra, de
forma egoísta deseaba que fuera ella la que estuviera ahí tirada, entre la
mierda. El otro hombre la ató más fuerte y de un empujón la metió en una
pequeña jaula. Como si de un perro se tratase. Alex, movida por la rabia le
escupió en la cara. Éste se retiró la saliva y se dispuso a pegarla cuando el
otro le paró:
— En la cara no— se acercó a su lado— el jefe ha dicho que, si no pagan
por su rescate, que la preparemos para las mafias europeas— ambos
empezaron a reírse— has oído niñita, si no nos hacen ricos... bueno te lo
explicaremos cuando llegues a la pubertad.
Alex se acurrucó en esa jaula. Su padre pagará el rescate, de eso estaba
segura. Saldría de ese lugar. Rezaba a Clara que seguramente estaría ya en
el cielo, en compañía de sus abuelos. Ella sería su ángel, ella la cuidaría:
— ¡Booh!
Salió un niño de la nada. Bueno un chico más bien, ya que era más mayor
que ella obviamente. Como cuatro o cinco años más mayor. La pequeña Alex
se pegó aún más a la pared mientras pegaba un pequeño chillido.

Fin de Flashback
Alex se incorporó casi chillando, sudorosa y temblorosa. Tardó un par de
años más en descubrir que era la trata de blancas, y le recorrió un escalofrío
por la columna de solo pensarlo. Se llevó una mano a la cabeza. Aquello era
pasado. Se dijo. Estaba tan sumamente ocupada de controlar su respiración y
los latidos de su corazón. Que acabó sobresaltándose nuevamente cuando una
mano le tocó la espalda:
— ¿Alex?
La ojiverde se sobresaltó tanto que acabó cayendo de la cama, por un lado.
Alex tardó en reaccionar, al darse cuenta de que se trataba de Clara:
— ¿Qué haces que todavía no te has ido?
Sonó más borde de lo que quería aparentar. No la hacía gracia que la viera en
ese estado:
— Estoy empezando a tener paciencia Lex— dijo cortante— así que haré
como que no me has hablado así.
Alex miró el reloj de su mesilla. Ya era tarde, había quedado con Scott en el
Club. Se levantó del suelo corriendo maldiciendo una y otra vez. El día
anterior había hecho una larga lista de proveedores:
— Joder— dijo irritada al no encontrar la dichosa lista, bueno la buscaría al
salir de la ducha— llego tarde, maldita sea.
Comenzó a sacar ropa del armario. Ya se había duchado cuando llegó del
hotel, pero después de la sesión de sexo que tuvo con la rubia, sería mejor
otra ducha rápida. Clara, ceñuda se levantó de la cama y terminó de vestirse
de mala gana. Mientras fingía una conversación poniendo vocecitas:
— Perdona Clara he sido una cavernícola
— Que considerada Alex— comenzó hacer gestos— quedas perdonada.

Alex que correteaba estresada de un lado para el otro en la habitación estalló.


En ese sentido la ojiverde sí que no era para nada paciente:
— Clara— rugió— no tengo tiempo para que seas el puto ombligo del
universo.
— Sabes Alex— dijo con expresión afligida— tenías razón. Siempre acabas
haciendo daño.
Dijo la rubia saliendo de la habitación y del piso pegando portazos. Alex
quiso ir detrás de ella, pero es que iba apurada de tiempo. Ya se le pasaría.
Tampoco estaba en condiciones para intentar arreglar nada.
Se dio una ducha rápida y se puso lo primero que pilló. Mandó un mensaje
diciéndole a Scott que iba a retrasarse un poco. Puso música para intentar no
pensar. ¿Por qué narices tenían que acabar igual? ¿Es qué no existía un puto
momento en que no discutiesen? Sí, solo cuando follaban. Parecía que era lo
único en que coincidían. Clara nunca la llegaría a entender de eso estaba
segura. Alex tenía que luchar y enfrentarse a la puta realidad, mientras que la
rubia vivía en su burbujita, incluso había conseguido reprimir sus malos
recuerdos, mientras que para la ojiverde revivía todo cada vez que cerraba los
ojos. La parte protectora, la que se desvivía por cumplir su palabra, agradecía
que Clara no sufriera el mismo calvario, pero existía esa mínima parte, en la
que odiaba cargar con todo el dolor sola ¿Por qué no pudo hacer como Clara
y olvidar?
Scott era conocido en aquel club y tenía su propia área privada. En sus
noches libres, siempre conseguía estar rodeado de chicas guapas. En más de
una ocasión ha acabado saliendo de copas con él y ligando sin parar:
— Señorita Woods— dijo Scott ampliando su sonrisa, a cada lado tenía a una
chica, cada cual más tía buena— dígame ¿en qué puedo ayudarte?
— Ahora me llamas de usted— dijo Alex mientras sacaba la lista de
proveedores— porque no estas lo suficiente borracho. Llámame Alex por
favor.
— Prefiero Comandante
La mayoría de la gente siempre le acababa poniendo el mismo mote. Eso es
lo que significaba en realidad su apodo de dominatriz. Comandante:
— Estos son los proveedores que tiene mi padre. Necesito que los
investigues. Menos los que están subrayados— Alex se sentó en frente. Una
de las chicas que había cerca y que evidentemente parecía conocerla, se sentó
en sus piernas— esos los voy a ver yo— miró a la chica que iba a empezar a
besarla por el cuello— ahora no estoy de humor Chloe.
— Últimamente no estás de humor— llegó a quejarse la chica— tú te lo
pierdes.
Alex ignoró a la chica y siguió hablando con Scott:
— Sé que para los de Europa vas a tirar de contactos. Asegúrate de que sean
de confianza. Ahora vamos a beber hasta caer rendidos, necesito despejarme
un poco.
Scott rompió a reír:
— ¿Mucho trabajo?
Alex dibujo media sonrisa y negó con la cabeza:
— Mujeres— le acercaron una copa— a este paso me hago asexual.
— Podrías hacerte heterosexual
Dijo alzando una ceja y ponía cara picaron:
— Antes me lo coso y con doble puntada.
— Nunca te he visto tan rayada por una mujer
Alex bebió un par de sorbos de su bebida. Era cierto, salvo por Cora nunca se
había preocupado por nadie más que de sí misma. Le daba igual follarse a
una virgen, a una casada o a una que decía llevar anillo de celibato, pero
Clara, le llevaba tanto por el camino de la amargura como el de la locura:
— Ya Scott, pero mujeres como esta no se encuentran en ningún lado.
— ¿Eso quiere decir que he perdido a mi compañera de ligues?
— Aún queda Alex para dar— dijo riendo— sigo estando soltera.
— ¿Enserio? — dijo Scott picaron— porque hay dos morenas ahí que no
dejan de mirarte.
Alex miró a la dirección que apuntaba el detective. Eran tanto Olaya, como
Ruth. Vaya segunda cita, eso sí que era todo un récord. Alex se levantó para
ir hasta donde se encontraban sus amigas, aunque sintió un ligero mareo.
Joder sí que debía de ser fuerte la bebida. Solo le había dado cinco tragos
como mucho. Aun así, ignoró aquello y fue a reencontrarse con su amiga:
— ¿Qué hacéis aquí?
Preguntó Alex comenzando a bailar y casi terminándose su bebida. No sabía
porque, pero empezaba a sentirse animada:
— Nos comentaste que venías a este club y nos hemos animado.
Ruth no sonreía para nada, es más se acercó y le dio un capón:
— Eso por hacer daño a Clara de nuevo— Alex no dejaba de bailar, los
calores comenzaban a recorrerle por todo el cuerpo— ¿es qué no podéis follar
y salir en plan amigas? Pero joder— dijo ya alucinada— ¿Cuántas has
bebido?
Alex reía y pegaba brincos sin parar:
— Solo esta— soltó una carcajada— creo que es MDMA— se pegó a Ruth y
se restregó a la morena— me estoy poniendo cachonda ¿crees que O. me
dejaría probarte?
— ¿Éxtasis?
Olaya se partía el culo al ver como Ruth intentaba despegarse de Alex. Estaba
mal drogarse y hacía muchísimos años que no lo hacían. No era la primera
vez que la ojiverde acababa drogada. Lo cierto es que el MDMA estaba
prohibido para ella. Prácticamente, se vuelve una depredadora sexual:
— Alex estas muy buena— comenzó a decirla mientras le hacia la cobra—
pero Clara me mataría.
— ¡CLARA! — dijo efusivamente asustando a Ruth— sí, sí, quiero follarme
a Clara ahora.
Sacó el teléfono y comenzó a buscar en la agenda el número de Clara. Ruth
intentó quitarle el móvil, pero Alex era más alta:
— Alex— dijo Ruth— Drogada llamando a estas horas a Clara, pero ¿tú
quieres que la mate William?
Alex gruñó:
— Ni que se atreva que me lo cargo.
— Alex— contesto una voz casi susurrando— pero ¿qué haces llamando a
estas horas?
La ojiverde seguía peleando con Ruth:
— Olaya ayúdame joder.
— ¿Esa es Ruth?
Alex al escuchar la voz de Clara comenzó a hablar rápidamente:
— Clara, Clara necesito un beso tuyo con urgencia.
Clara estaba en la cama acostada. William no estaba de humor y quedó
dormido rápidamente. Al escuchar la voz de Alex se levantó rápidamente y
fue al baño:
— ¿Estás borracha?
— No— comenzó a evadirse de las dos chicas— solo me he bebido una copa.
Clara te necesito. No quiero que discutamos, no me gusta.
Clara puso los ojos en blanco:
— Y eso ¿no lo puedes decir estando sobria?
Alex esbozó una risita:
— Pero es que no estoy borracha— estaba sudando y el corazón la iba a mil
— Dios que subidón.
— ¿Estas drogada?
— Qué conste que no era mi intención. Por favor, Clara— comenzó a
suplicar— vamos a vernos. Estoy muy cachonda— esta vez se pegó al cuerpo
de Olaya, que empezó a reírse mientras que intentaba de quitársela de encima
— Y es que estas petardas, parece que ninguna quiere conmi...
En ese momento Ruth pudo al final quitarle el móvil:
— Clara— dijo Ruth toda agotada— tu vuélvete a dormir ya nos encargamos
nosotras.
— Aclárame una cosa Ruth— dijo molesta y algo celosa— Alex, la sexual,
está drogada y cachonda en plan depredadora ¿es así?
— Efectos de la droga del amor. Capaz de tirarte hasta un buzón.
Clara gruñó:
— ¿Dónde está ese Club?
De fondo se escuchó a Alex gritar:
— Eh pelirroja, que morbo dais
— Clara, no creo deberías
— Ruth— dijo algo enfadada— Alex no puede acabar liada con otra.
— ¿Por qué? — Preguntó Ruth picarona— si solo tenéis una relación
meramente física ¿no?

— Porque no se puede liar con nadie y punto.


Clara salió del baño y se puso el primer pantalón que vio, y una camiseta
ancha, le daba igual ir con malas pintas, pero Alex era suya. No sabía porque,
pero imaginarse a la ojiverde liándose con una pelirroja o cualquier tía le
ponía de mala hostia:
— Will, una amiga está mal tengo que ir ayudarla
— Por mi como si no vuelves
Dijo medio dormido y mal humorado:
— Ruth voy de camino.
Capítulo 16 - Estrecha
Clara fue lo antes posible al club. Por una parte, no la hacía gracia
comportarse así. Eso era nuevo, ya que ella no era para nada celosa, pero
Alex era superior a sus fuerzas, no soportaba esa idea en la que se acabase
acostando con otra mujer ¿Quién era ella? ¿Qué derechos tenía? Después de
todo fue en busca de Alex después de haber estado con Vesta. Incluso aun
habiendo visto la marca, Alex no se mostró celosa ¿Por qué ella sí? Estaba
echa un lío porque Vesta le excitaba, sabía volverla loca y era dulce con ella.
Alex era osca, ordinaria, en la mayoría de las ocasiones insensible, pero
cuando la besaba, le tocaba, lo hacía con tanta pasión y sinceridad que
quisiera o no admitirlo, se desvivía por protegerla. Solo podría describir a
Alex como desconcertante y bipolar.
Cuando Clara llegó se encontró a las chicas en un rincón cerca de los
baños, Alex bailaba sin dejar de mirar el pelo de Ruth, casi sin pestañear:
— Ya estoy
Dijo Clara. Ruth miró agradecida a su amiga. Puesto que lo único que
hacia Olaya era reírse de una casi indomable Alex. Pegaba brincos
boquiabierta, mirando su larga cabellera:
— ¿Te dije que nos encargábamos nosotras por teléfono? Ahora te
agradezco que vengas— dijo Ruth incomoda ante la mirada intensa de Alex
— Toda tuya
— Mira Clara— dijo Alex bobalicona, mientras pasaba la mano por la
larga melena de Ruth— parece una gran cascada de chocolate ¿se podrá
comer?
— ¡NO!
Gritó Ruth mientras se apartaba con el ceño fruncido. Tanto Olaya como
Clara esbozaron una carcajada. Puede que no le hiciera gracia a Clara el
MDMA, era peligroso, pero había que reconocer que nunca había visto a
Alex de esa guisa. Hasta parecía menos tensa de lo habitual. En ese instante
se abalanzó a los brazos de Olaya:
— O. te quiero mucho.
Pasó su lengua por su mejilla mientras Olaya ponía un gesto de asco. En
ese instante tanto Ruth como Clara reaccionaron separando a las dos amigas:
— Bueno— decía Clara agarrando a Alex— creo que es hora de irse.
En un principio Alex emitió un sonido quejumbroso cuando la separaron
de Olaya, pero cuando se percató que era Clara la que la había agarrado
enseguida se enganchó a su cuello. Dificultándole trasladarla a fuera. Ruth
dio un codazo a la amiga de Alex:
— No sé si dejar sola a Clara— esbozó una carcajada— porque la viola o
la viola.
La rubia le fulminó con la mirada. Ya que podían ayudar en vez de ir
detrás mirando, mientras las manos de la ojiverde se iban a lugares
inapropiados. Teniendo que parar para apartarlas de su cuerpo. De verdad es
que estaba en modo pulpo. De vez en cuando se le escapaba alguna risita
tonta. Cuando estaban llegando a la salida, una chica de lo más sexy se
interpuso en su camino:
— No he gastado una de mis pastillas para que ahora te la lleves.
Clara puso un mohín de asco, pensaba que echar droga en la bebida era
típico de algún violador enfermo, no de una mujer de ese nivel que podría
tener a cualquiera a sus pies. Alex abrazó por la espalda a la rubia.
Provocando que la otra frunciese el entrecejo. Señaló a la rubia riendo
irónica:
— ¿De verdad vas a preferir a está? — la miró de cabeza a los pies— que
ni estilo tiene.
Ruth y Olaya entraron en escena. Como si de unas guardas espaldas se
tratasen, haciendo que se le bajara los humos a Chloe, la cual acabó por soltar
una risita y alzó las manos en son de paz:
— Está bien— negó con la cabeza— allá vosotras— Miró a Clara— que
tengas suerte.
Y se hizo a un lado largándose hasta la zona de la barra. Clara estaba
enfurecida ¿de verdad Alex se rodeaba con mujeres así? Al final, entre
tumbos y arrastrando a la ojiverde consiguieron salir del club. Alex se quejó,
porque quería bailar. La rubia no aparcó lejos, aun así, se las hicieron el
camino eterno. Si Alex no estaba brincando se quedaba parada mirando
cualquier cosa bobalicona:
— Dichosa Chloe
Maldijo Clara ya agotada y sudorosa cuando al final pudieron montarla en
el coche. Ruth se asomó por la ventana del piloto:
— ¿Seguro que vas a poder tu sola?
Clara miró a Alex, que estaba encendiendo la radio y poniendo la música a
todo trapo. Para luego mirar aterrada a su amiga:
— Creo que podre, pero si no sobrevivo— dijo en tono de broma— quiero
que sepas que eres una buena amiga Ruth— ésta esbozó una sonrisa— pero
solo cuando quieres.
Clara le guiñó el ojo y encendió el motor. Ruth la miró sorprendida:
— Dios mío, Clara Price ha hecho una broma.
La rubia carcajeó mientras ponía el coche en marcha. A la vez que
escuchaba a Alex acompañar la canción without you de Mariah Carey, al
llegar el estribillo se sorprendió los pulmones que tenía la ojiverde al gritar de
esa forma, berrear era la palabra más adecuada. Clara soltó una risita
nerviosa:
— ¿Qué te parece si cambiamos a un tema menos triste? — comenzó a
cambiar la radio— y si puede ser sin letra.
Susurró para sí misma. Sobresaltándose cuando Alex reaccionó
sobresaltada:
— Esta, esta— señaló la radio— deja esta
Clara rompió a reír y le dejó el tema de Justin Timberlake. Alex comenzó a
mover el cuerpo mientras que coreaba el tema de música. De vez en cuando
la rubia la miraba de reojo y se mordía el labio:

Nena sucia, ¿ves estas cadenas? Soy tu esclavo


Te dejaré darme latigazos si me porto mal,

Alex se giró y se acercó a Clara para susurrarle al oído la siguiente frase de


la canción, a la vez que ponía su mano en la pierna:

Es solo que nadie me hace sentir de esa forma.

Clara tragó saliva y rápidamente apartó la mano de Alex, ya que estaba


demasiado cerca de una zona demasiado sensible e íntima:
— Alex estoy conduciendo
— Pues para el coche
Le susurró con aquella voz erótica y sensual que tan loca le solía volver:
— Será mejor que controles esos calores de depredadora drogada.
Alex se quedó mirando la cabeza de Clara:
— Tus ojos son dos auténticos luceros, y tu cabello dorado rayos del gran
astro que nos honra con su presencia desde por la mañana hasta caer la noche.
Vaya, pero si es poeta y todo pensó Clara riendo:
— Te haré gritar mi nombre durante toda la noche, mientras te follo sin
cesar.
Romanticismo a la porra. Se dijo mentalmente mientras negaba con la
cabeza.
Aunque a Clara no le desagradaba que Alex le acariciase y besase, puesto
que siempre le hacía ver las estrellas. Esa noche intentaba contenerse como
medianamente podía. Ya que no era correcto aprovecharse de la situación.
Bueno, más bien era la propia Alex que se pretendía aprovechar de la rubia.
El trayecto del coche hasta el piso, era como luchar con un pulpo gigante:
— Alex por favor— decía Clara apartándola mientras subían en el
ascensor— intenta controlarte un poco.
Alex rompió a reír a la vez que le empujaba hasta el lateral del ascensor:
— Sabes Clara— dijo mientras le aferraba de las mejillas— siempre tengo
que estar controlándome contigo. Cuando hay alguna reunión familiar en
público y en ocasiones cuando estamos solas.
Clara comenzó a temblar ante la cercanía de Alex. Que la miraba de forma
intensa, tan llena de deseo. Comenzó a inclinarse para robarla un beso. Las
puertas del ascensor se abrieron y consiguió zafarse:
— Será mejor una ducha fría y dormir un poco.
Alex se quejó mientras iba detrás de Clara:
— Tú me pides sexo yo te lo doy— comenzó a poner morritos como una
niña pequeña— Y cuando yo te lo pido nada.
La rubia buscaba la llave del piso mientras esbozaba una risita:
— Pídemelo cuando no estés drogada y a lo mejor me lo pienso— al final
dio con la llave indicada— sí
Celebró en voz baja. Alex curvó una comisura de sus labios, dibujando
media sonrisa pícara y a la que Clara entraba en el piso aprovechó para
pellizcarla el culo. La rubia dio un pequeño brinco:
— De verdad— dijo dando un manotazo a Alex— que eres terrible Alex
Woods.
— Es que me lo pones tan a huevo— carcajeaba— que me resulta
imposible no resistirme. Pongamos música
— No, no
Dijo Clara agarrándola de la muñeca. Lo que necesitaba era una ducha de
agua fría. Se dispuso a llevarla al baño. Para ello tenía que pasar por la
habitación. Alex amplió su sonrisa pícara:
— ¿Enserio vamos a desaprovechar esta oportunidad? rubia.
Alex se iba a abalanzar, pero esta vez Clara fue mucho más ágil. Lo cierto
es que estaba siendo de lo más agotador. El lado positivo, es que nunca
habían estado tanto tiempo juntas sin discutir. La ojiverde se quejó ante las
evasiones de la rubia:
— ¿Ni si quiera un beso?
— No
Por fin consiguió meterla a la ducha y abrir el agua fría. Alex puso
expresión de sorpresa. Molesta tiró de Clara, que también acabó dentro,
quedando totalmente empapadas por el agua que estaba totalmente helada.
Alex carcajeó al ver la cara de la rubia:
— ¿Qué pasa? Ya no es tan divertido cuando te lo hacen a ti.
Clara rápidamente cerró el agua. Aquello era insoportable ¿Cómo era
posible que Alex sí? Los ojos verdosos rápidamente quedaron fijos en una
zona concreta. La rubia miró hacia su pecho, encontrándose que se le
transparentaba todo. Fugaz, se tapó con una mano y con la otra le estampó
una bofetada:
— ¡Ay!
Se quejó Alex mientras se frotaba la mejilla:
— No te hagas la estrecha ahora conmigo— dijo molesta— si ya las he
visto en todo su esplendor
— Alex— los labios de Clara comenzaron a tiritar— ¿Siempre piensas en
lo mismo?
Alex la miró picarona, alzando sus cejas varías veces sin parar. Clara negó
con la cabeza y salió de la ducha en busca de una toalla. Mientras ella se
moría de frío, Alex parecía no inmutarse. La rubia lo achacó a que estaba
drogada y caliente:
— ¿Qué? ¿Piensas secarte con la ropa mojada?
Preguntó la ojiverde apoyándose en la pared con los brazos cruzados:
— Lo has hecho a traición— se quejó Clara— lo que querías era verme
desnuda.
Alex se encogió de hombros:
— Hubieras acabado desnuda en mi cama igualmente.
Clara rio con ironía. Alex se acercó a ella y la pegó a su cuerpo.
Sorprendiéndola, aunque enseguida reaccionó:
— Mierda— le rodeo con la toalla— estás helada ¿Es que acaso no tienes
frio?
Acercó su rostro a la cara de Clara, dejándole sin aire de nuevo y dijo con
tono burlón:
— No, soy una insensible ¿recuerdas?
— Será mejor que te quites esa ropa antes de que cojas una neumonía
Alex abrió la boca sorprendida mientras se dejaba desnudar por la rubia:
— ¿Tú si puedes verme desnuda? Pero ¿Yo a ti no? Estás muriéndote de
frío.
— Porque yo soy capaz de controlar mis hormonas ahora mismo— decía
mientras le quitaba los pantalones, lo cierto es que se estaba poniendo muy
nerviosa al tener ese cuerpo tan sexy delante— tú seguramente acabes
violándome.
Alex cerró con los ojos y negó con la cabeza:
— ¿Qué tu controlas las hormonas? Cuidado pinocho te va a crecer la
nariz.
Sus ojos volvieron a acabar fijos en los pechos de Clara, instintivamente
acabó pasando su lengua por los labios para humedecerlos. Clara puso los
ojos en blanco, aunque por dentro disfrutaba de aquello:
— Puedes dejar de mirarme así
— No me seas tiquismiquis— dijo Alex volviéndose a pegar a Clara—
hago lo que tú no te atreves hacer ahora mismo.
Intentó quitarle la camiseta, pero la rubia la detuvo. Alex puso los ojos en
blanco:
— Clara no hagas el payaso anda, te vas a resfriar
Clara achicó los ojos:
— Seguro que es por eso.
Alex curvó la comisura de sus labios:
— Puedo respetar tu decisión de no querer hacer nada— alzó una ceja—
no siempre soy una cavernícola. Ahora ¿Puedes por favor quitarte eso antes
de enfermar? — puso los ojos en blanco— te dejo sola y voy por una toalla
para ti.
Clara sonrió bobalicona y se mordió el labio. Nunca habían bromeado y
reído tanto. Por lo general su relación era, gritar, insultarse y acabar en la
cama. Poco a poco comenzó a quitarse esas prendas que la congelaban hasta
los huesos. Todo había que decirlo. Cuando se quitó la última prenda, se vio
sorprendida cuando Alex comenzó a rodearla con una toalla por la espalda:
— Que conste que tengo los ojos cerrados y la cabeza mirando a otro lado.
La rubia la miró y se encontró con que era cierto lo que le había dicho.
Haciéndola reír:
— Que considerada.
— Soy paciente, tengo la firme convicción de que estos ojitos verán ese
cuerpazo como Dios lo trajo al mundo en más de una ocasión.
La tendió la mano. Clara quedó ceñuda ante ese gestó. Provocando que
Alex suspirara mientras cerraba los ojos:
— ¿Quieres tirarte toda la noche en el baño? Porque yo no
Clara negó con la cabeza y le dio la mano. Aunque algo desconfiada. Era
difícil de creer que Alex no intentara nada. Salieron del baño. La ojiverde se
tumbó en la cama, con la única prenda que una toalla. La rubia quedó
paralizada de pie al lado de la cama. Alex tenía razón, podía controlar sus
hormonas hasta cierto punto. No sabría si sería capaz de controlarse mucho
más teniéndola tan cerca y en pelota picada:
— Ni que fuera la primera vez que duermes conmigo desnuda, Clara.
Clara achicó los ojos:
— ¿Y si me prestas, aunque sea una camiseta?
Alex puso los ojos en blanco. Aun así, la complació sacando una prenda
de su armario:
— Tan desinhibida para unas cosas y tan estrecha para otras.
— ¿Es que no piensas vestirte?
La ojiverde se miró alzando una ceja:
— Acostumbro a dormir desnuda— se tumbó en la cama— incluso
cuando Tanya viene de ocupa. Si te molesta o incomoda— la miró seria— te
jodes.
Clara se tumbó a su lado irritada:
— Ya decía yo que estabas siendo demasiado encantadora.
Alex dibujó esa media sonrisa que tanto amaba Clara, se tumbó de
costado para mirar a la rubia y alzo una ceja picarona:
— ¿Y ahora? ¿Puedo darte un beso?
— Mejor que no
Contestó Clara mientras se tapaba con la manta:
— Vamos, un beso de lo más inocente.
— Tus besos nunca son inocentes, además ¿desde cuándo me pides
permiso para besarme?
— Desde que te haces la estrecha— Clara bufó— ¿puedo hacer una cosa?
— ¿Qué?
Preguntó algo desconfiada. Alex sonrió y se acercó a Clara. Provocando
ese efecto de dejarla sin aliento. Pensó que la besaría o que acabaría
metiéndola mano. Todo lo que sé había acostumbrado de Alex. Pero para
sorpresa de la rubia, la ojiverde se acurrucó y apoyó la cabeza sobre su
pecho:
— Quiero oír como late tu corazón— cerró los ojos mientras sentía cada
latido— a veces hacen creer a una persona cosas malas que nunca llegaron a
pasar, de ello nace el odio al darse cuenta de que todo era una vil mentira—
se abrazó a Clara sin dejar de dejar de escuchar, descuadrando a la rubia, que
no entendía lo que decía— y ahora me descubro adorando los latidos de tu
corazón. Estás viva.
— ¿Alguna vez creíste todo lo contrario?
Preguntó desconcertada:
— Tsss. Déjame oír

Flashback

El chico estaba enfrente de la jaula, que no dejaba de mirarla. Estaba


desaliñado, parecía salido de la película Oliver twist. Durante minutos se
quedaron así. Como si se estuvieran tanteando con la mirada. Alex no
comprendía que narices hacia mirándola de esa forma. Si ese chico estaba
ahí era porque era malo también:
— Clark
Dijo de repente, asustando a la pequeña Alex, que rápidamente frunció el
ceño:
— ¿Qué?
Acabó contestando con un hilo de voz la niña:
— Me llamo Clark Wallace
¿Qué narices hacía ese chico ahí como un pasmarote y diciéndola su
nombre? Tampoco iba encapuchado. Podía observar su aspecto:
— Vesta
No le iba a decir su nombre, así que decidió crearse otro. El chico sonrió:
— ¿Vesta? Nadie se llama así
Alex tenía las piernas entumecidas, esa jaula no era para nada cómoda ni
la daba el suficiente espacio para mucho más. No era lo único. Tenía hambre
en todo el día no le habían dado de comer, para colmo se estaba haciendo
pipí, pero no se iba a mear encima y mucho menos a orinar enfrente de ese
chico. Que no hacia ademan de querer irse:
— No eres de hablar mucho ¿no?
— El estar encerrada no anima, Clark
Dijo su nombre con cinismo ¿Pero acaso veía normal que una niña
estuviera en esas condiciones? El chico alzó su mano ignorando lo que le
había dicho la pequeña Alex. En su mano había un muñeco sucio y le faltaba
una pierna:
— ¿Te gusta los action man?
— No— dijo Alex irritada— soy una niña, prefiero las muñecas y los
ponis.
El chico amplió su sonrisa. Miró con precaución para que no le viera
nadie. Y se movió por aquel lugar tan reprobable. Parecía que buscaba algo.
Cuando volvió a acercarse a la pequeña Alex le metió algo en la jaula. Los
ojos verdosos de Alex quedaron fijos en aquel objeto. Era un poni de juguete
rosa, viejo y sucio:
— No es gran cosa— se encogió de hombros— pero al menos te hará
compañía. ¿Qué nombre le vas a poner?
Alex lo cogió con sus pequeñas manitas y lo adoró. El cuerpo del poni era
rosa, pero su pelaje era rubio y los ojos azules:
— Clara, se llamará Clara.
— Es un nombre muy bonito.
Ambos comenzaron a sonreír. Hasta que un rugido hizo que ambos
temblasen. Clark se giró con temor. Encontrándose con su padre a sus
espaldas:
— Clark ¿qué te tengo dicho de entrar aquí?
El hombre seguía teniendo el pasamontañas puesto:
— Padre yo— comenzó a decir el chico casi llorando— lo siento, por favor
padre, no me peque
Clark se arrodilló implorándole a su padre. El hombre miró airado a la
niña:
— Queda terminantemente prohibido que habléis y esto es para que sirva
de lección a los dos.
Agarró del pelo al chico y lo puso delante de Alex. Le quitó la camisa y con
un cinturón comenzó a darle en la espalda. Alex se llevó la mano a la boca
para callar un chillido. Los gestos de dolor que ponía el chico eran peor que
recibir los golpes uno mismo. Después de un tercer golpe, la pequeña
ojiverde se acurrucó cerró los ojos y se tapó los oídos. Aquello era una
autentica tortura.

Fin del Flashback

— PARA
Se incorporó gritando como era de costumbre cada mañana. Salvo que en
esa ocasión se sentía morir. Se llevó una mano a la cabeza quejumbrosa.
Al escuchar el grito Clara también se sobresaltó. Quedando agazapada en el
cabecero de la cama. Ya era la segunda vez que veía despertar a Alex así. La
primera vez que intentó hablar no acabaron bien. Ya no sabía cómo proceder
en esta situación. Puesto que estaba empezando a creer, que estos despertares
tan tormentosos eran algo muy común en la ojiverde ¿Qué te ha pasado Alex
Woods? Se preguntó.
Alex miró a su lado, debió de olvidar que la rubia estaba a su lado, puesto
que como el día anterior se sobresaltó y acabó en el suelo de nuevo. Chirrió
los dientes, aquella mirada le dio un poco miedo. Cerró los ojos, mientras que
intentaba controlar su respiración agitada. Después de unos largos suspiros,
volvió a mirar a Clara y después se miró a sí misma, alzando una ceja:
— Clara— dijo seria— me duele la cabeza y no tengo buena memoria de
anoche— dibujo una sonrisa pícara— ¿Nosotras volvimos a…?
— ¿Por quién me has tomado? — dijo Clara irritada— estabas drogada.
No me iba a aprovechar de ti.
Alex rio por lo bajo, mientras que se levantaba y se frotaba el culo. Ya era
la segunda vez que acababa en el suelo y en menos de veinticuatro horas:
— Dudo que te aprovechases de mí— se volvió a tumbar en la cama boca
abajo— soy yo la que se aprovecha de ti ¿recuerdas?
— ¿Te vas a volver a dormir?
— Hoy no trabajo— dijo cerrando los ojos— a no ser que te apetezca un
polvo mañanero sí, me voy a volver a dormir.
Clara bufó:
— ¿Es que siempre piensas en el sexo?
Alex alzó la cabeza y vio que la rubia no se había movido del cabecero:
— Primero, por la forma que me estas mirando diría que estás pensando en
lo mismo. Dos, puedes acercarte que no muerdo— esbozó media sonrisa—
bueno, siempre y cuando no me dejes.
— Eres terrible
— Y tú una remilgada, Clara Price
— Drogada eres más simpática
Alex Abrió los ojos y alzó la cabeza:
— ¿Dije algo? — sonaba algo nerviosa— Clara ¿dije algo extraño? ¿Fuera
de lugar?
— A parte de ser un pulpo gigante, me dijiste que te gustaban los latidos
de mi corazón.
— Pulpo soy siempre no sé qué le ves de extraño a eso— se quedó
mirando las piernas de la rubia— ¿Entonces vamos hacerlo o no?
Clara frunció el ceño:
— Pero ¿cómo puedes ser tan osca?
— Está bien, seré más delicada ¿Follamos o no?
La rubia puso un mohín:
— Me lo propones así de ordinaria, corta un poco el rollo.
— Uy que se nos vuelve quisquillosa— se puso de rodillas en la cama—
“suenas ordinaria” — imitó la voz de Clara— “pero cuando estoy cachona le
envío fotos de mis pechos a Alex”
Clara quiso hacerse la ofendida, pero le resultó imposible no reírse,
parecía una niña pequeña. Alex gateó hasta Clara y quedó a escasos
centímetros de sus labios. De nuevo la notaba tensa, añorando por completo a
la ojiverde relajada de la noche anterior ¿Qué te pasó Alex Woods?
Capítulo 17 - Paternidad
Se miraron los labios durante unos minutos. Deseando ser besados. Parecía
que iba dar el paso Alex. Siempre era ella quien lo hacía, pero fue Clara
quien llevó su mano hasta su nuca para atraerla y profundizar ese beso que
llevaban queriendo darse durante toda la noche. La ojiverde acarició sus
labios con su lengua, como si quisiera pedir permiso para introducirse en su
boca. Un gestó tierno y extraño, ya que Alex solía ser todo lo contrario, su
lengua solía entrar de forma brusca, poseyendo cada rincón. Clara entreabrió
los labios para darle acceso, con mucho gusto a la vez que le fue imposible
no gemir.
Alex le quitó la camiseta por la cabeza, se iba inclinar para juntar sus labios
de nuevo, cuando frunció el entrecejo, pensativa:
— Clara ¿no vas a tener problemas con William?
La rubia se deslizó abierta de piernas quedando en meció Alex. Le agarró
de la nuca y la volvió a acercar, fijando sus ojos azules, llenos de anhelo en la
mujer que estaba sobre ella en esos momentos:
— Me da igual William— contestó mientras daba pequeños besos en el
cuello de Alex— como si hace las maletas y se va. No le quiero.
Alex no podía negar que escuchar aquello le llenó de satisfacción.
También era un sentimiento que no le gustaba:
— Clara— dijo mientras le acariciaba de la mejilla— que admita que te
necesito, no quiere decir que nuestra situación ha cambiado— agachó la
cabeza— yo no quiero enamorarme y tampoco quiero que tú sufras.
Clara aferró las mejillas de Alex, mientras que se la quedó mirando
durante unos segundos. La tenía cerca y sentía que se quedaba sin aliento,
quería besarla en todo momento y ser tocada por sus manos sin cesar.
Maldiciendo en su fuero interno. Porque Alex ya le estaba pidiendo un
imposible. Por muy ordinaria, osca, cavernícola y un millón de adjetivos
negativos que la describirían a la perfección, aun después de todo eso. Clara
Price se estaba enamorando de ella. No podía decírselo, eso significaría
perderla. No estaba preparada para vivir sin ella:
— Lo sé, nada de amor.
Acabó diciendo mientras forzaba una sonrisa. Alex dibujó esa media
sonrisa que tanto la derretía, chocó sus labios de forma intensa y apasionada.
Esos besos tan característicos que solía dar y enloquecerla. Provocando que
jadeara en su boca:
— Clara— comenzó a decir con respiración entrecortada, mientras que
llevó una de sus manos a un seno y empezó a estimularlo— ¿Dime que
quieres que te haga? Pídemelo y lo tendrás.
A ti, te quiero a ti Alex Woods pensó en su fuero interno. Clara que estaba
mordiendo el labio inferior reaccionando ante las placenteras caricias de
Alex, hasta que repente quedo seria y le agarró de la mano deteniéndola,
desconcertándola con ese cambio repentino por parte de la rubia. Estaba claro
que no le iba a pedir que le dejara tocarla o saborearla, como llevaba
queriendo hacer desde el primer día. En eso decidió tener paciencia:
— ¿Confías en mí?
Alex se tensó al escuchar aquella pregunta. Temía lo que pudiera decirla
después de aquella cuestión. Ceñuda, se atrevió a contestar:
— Pudiste haberte aprovechado de mí— le respondía seria— te mereces
mi voto de confianza ¿Por qué esa pregunta?
— Siempre llevas tú el ritmo que me encanta, pero ¿puedo ponerlo yo
hoy?
Alex la miró pensativa. No solía dejar que otra llevara el ritmo por
desconfianza. Necesitaba llevarlo ella y ser consciente de cada movimiento
que se daba, ser ella quien llevara el control. Se quitó de encima y se sentó
con la espalda apoyada en el cabecero de la cama. Clara maldijo, pensado que
la había asustado pidiéndola eso:
— Ven— le pidió— Colócate a horcajadas sobre mí.
Clara hizo lo que le pidió. Al menos sería la primera vez que la dejaría
ponerse encima. Volvieron a besarse, la rubia le atrapó el labio inferior y tiró
fuertemente, haciendo que Alex emitiera un jadeo. Las manos de la ojiverde
apretaron los glúteos de la rubia. Poco a poco, dirigió su mano dominante
hasta la entre pierna de Clara. Estaba caliente y muy lubricada, haciendo que
suspirara sonoramente cuando Alex comenzó a acariciarla el clítoris. La rubia
tenía las manos apoyadas en sus hombros, acompañando los estímulos con
movimientos de cadera. Gimiendo con más fuerza cuando los dedos de Alex
se deslizaron a su interior:
— Vamos, Clara— dijo Alex con voz ronca— muévete, fóllate mi mano
— Sí
Dijo Clara con respiración entrecortada mientras comenzaba a moverse. En
un principio de forma lenta, sintiendo los dedos en su interior, los cuales se
movían rozando su zona G.
Alex se maravilló con aquella imagen tan sexy. La rubia sabía moverse de
una forma muy sensual, jadeando tan eróticamente. Conforme sus
movimientos pélvicos aumentaban, la ojiverde no perdía detalle de como
aquellas dos majestuosidades que tenía como senos rebotando sin cesar.
Clara sin dejar de moverse y entre jadeos, se le escapó una risita:
— Ya veo— decía casi sin aire— que parte…— gemido— de mi
anatomía…— jadeó— te gusta— gruñido— más.
Alex se controlaba todo lo que podía, pero de vez en cuando se le
escapaba algún espasmo y terminaba por penetrarla fuertemente. Con la
mano que tenía libre volvió apretar su glúteo y empezó a lamer el cuello de
Clara:
— No es la única rubia— decía con los labios pegados en su cuello— todo
tu cuerpo me enloquece.
Clara echó la cabeza atrás y jadeo fuertemente cuando el dedo gordo se
unió, comenzando a masajearle el clítoris:
— Alex
Gritaba su nombre, alguna que otra vez. Excitándola muchísimo más. Las
paredes vaginales de Clara empezaban a comprimirse. Alex gimió porque
sabía que el orgasmo de la rubia estaba cerca y eso la encendía:
— Sí Clara. Vamos quiero sentir como te corres.
Los dedos de Alex bombearon con fuerza. Haciendo que Clara terminara
por tensarse y convulsionar. Echando la cabeza hacía atrás mientras pegaba
un grito gutural. Se dejó caer, apoyando su cabeza sobre los hombros,
haciéndola notar todo el sudor que recorría por su frente. Alex, entre risas
sacó sus dedos de su interior. Alzó su mano para recoger todos los flujos con
su lengua cuando Clara le agarró de la muñeca:
— Espera— Alex la miró sin comprender, Clara puso expresión de
viciosilla— juntas.
Alex esbozó media sonrisa. Eso superaba un nivel máximo de excitación.
Sin dejar de mirarse comenzaron a pasar sus lenguas de forma brutalmente
erótica por los dedos. Saboreando aquel lubricante natural de Clara. Alex
adoraba el sabor de la rubia, nunca había probado un manjar tan sabroso
como aquel, incluso se haría adicta con mucho gusto. La rubia disfrutó
lamiendo aquellos dedos que se había follado hasta quedar exhausta, no solo
eso. La cara de Alex que puso al verla lamiendo sus dedos. Tan llena de
excitación, no había precio. Sus lenguas terminaron encontrándose y
acabando en un sensual beso:
— Me está mal acostumbrando con tanto orgasmo, señorita Woods
Alex rio por lo bajo mientras se entretenía en recorrer su cuello con la
lengua y dar pequeños mordisquitos:
— Cuando nos vayamos de viaje— dijo apretándola más a su cuerpo— ni
pienses que vas a estar mucho tiempo fuera de la cama.
Clara dibujo una sonrisa en su rostro:
— ¿Aun quieres que vaya contigo de viaje?
— Una semana sin poder olerte— comenzó a embriagarse con el aroma de
Clara— Sin tocarte— acarició sus piernas con ambas manos— sin besarte—
chocó con furia sus labios— No. Eres un complemento más en mi maleta
señorita Price.
Clara se separó y le dio un fuerte manotazo a lo que la ojiverde reaccionó
con un quejido:
— ¡Ay!
— Eres una retrógrada
Alex emitió un gruñido salvaje, se lanzó sobre Clara, quedando ahora sus
cabezas en la parte de los pies de la cama y con Alex encima de la rubia:
— Mi querer devorar a Clara— dijo gruñendo y dándole pequeños besos
desde la mandíbula hasta la clavícula, provocando que ésta riera— en el
fondo te gusta.
Tenía razón hasta eso comenzaba a amar de Alex Woods:
— Comienzo a tolerarlo
Alex comenzó a recorrer el cuerpo de Clara beso a beso. Hasta que se fijó
en la marca que le hizo Vesta. Instintivamente se fijó en la muñeca de Clara.
Llevaba puesta la pulsera que le dio Vesta. No debía de sentirse celosa de sí
misma. Para Clara tanto Alex como Vesta eran dos personas distintas, pero
¿quién era ella para sentir celos? Hace un momento le había dicho que no se
quería enamorar:
— ¿Y si ponemos normas?
— ¿Cómo?
— Marcar unos límites— dijo Alex regresando a su posición inicial— para
que no haya malentendidos
— ¿Cómo cuáles?
— Me gusta la privacidad, así que nada de preguntas personales. No tiene por
qué haber exclusividad— después de pensar, esbozó media sonrisa y miró a
Clara— no se me ocurre ninguna más ¿quieres añadir tu alguna?
— No se me ocurre ninguna.
Lo cierto es que, Clara se moría por saber muchas cosas de Alex y eso de
no tener exclusividad tampoco le hacía gracia. No podía soportar la idea de
que otra “Chloe macizorra” le hiciera ojitos a Alex, pero si quería seguir
viéndola. Tenía que aceptar, al menos la tendría una semana para ella sola:
— ¿Y si me apetece quedar contigo para tener una sesión de sexo
desenfrenado?
Alex esbozó una carcajada:
— Si me lo propones así— se encogió de hombros— si tengo tiempo y el
día libre ¿por qué no? Pero debe ser quid pro quo. No me vale que solo
quedemos cuando a ti te apetezca, rubia.
— Me parece justo— se acercó a Alex y le susurró en el oído— y ahora,
¿Qué tal si repetimos antes de que me vaya?
Clara nada más llegar a su casa y después de darse una ducha, ya que cada
centímetro de su cuerpo olía a sexo y del bueno, todo había que reconocerlo.
Se puso a escribir. No sin antes hablar por teléfono con su amiga Ruth.
Puesto que, con la inquieta Alex de la noche anterior, no tuvo tiempo en
preguntarla. Era la segunda vez, tercera contando con la noche de la fiesta
que la pillaba con Olaya:
— No te hagas historias en la cabeza, Clara— dijo riendo Ruth— Olaya y
yo solo somos dos buenas amigas que se lo pasan bien de vez en cuando.
— ¿Enserio? — preguntó Clara extrañada— Nunca te he visto repetir con
nadie y mucho menos con una mujer.
Se la escuchó suspirar:
— Para serte sincera, nunca he conocido a una mujer tan fiera como Olaya.
Es capaz de hacer la tres catorce, el pino puente, toda locura que se la pueda
ocurrir.
Clara se mordió el labio:
— Eso porque no has probado a Alex. Consigue volverme loca de una
manera.
Ruth carcajeó:
— No, no la he probado ¿Eso quiere decir que me das permiso?
Los términos que la puso aquella mañana era que nada de exclusividad,
pero estaba claro cuál iba a ser la respuesta que le daría a su amiga:
— Ni de coña, Alex es mía.
— Cuidado Clara— Dijo con tono burlón Ruth— vas acabar
enamorandote.
Clara frunció el ceño y quedó en silencio. Es que, se moría por Alex. Ya no
podía negarlo. Habían pasado unas cuantas horas desde la última vez que la
vio y ya la echaba de menos:
— NO— reaccionó Ruth ante aquel silencio— dime que no te has
enamorado Clara.
— Bueno… — Comenzó a explicar— no soporto la idea de que se lie con
otras, cuando no estoy con ella la echo de menos, incluso echo de menos
discutir.
— ¿Y Vesta?
Clara suspiró. Esa era otra. No había pasado dos días y ya estaba pensando
en cómo enviarle un mensaje para quedar, pero ¿cómo le iba a decir a Alex?
Quiero que me domines y me azotes. Bueno eso ya lo hacía, pero todo aquel
rollo del BDSM era tan tentador. Y la excitaba tanto. La hacía sentir bien y
no sabía por qué. De aquello sacaba un complemento que no encontraba en
una relación vainilla. Alex y Vesta, le ofrecía dos tipos de placeres muy
distintos:
— ¿Qué pasa con Vesta? Soy suya
— ¿Pero vas a seguir viéndola?
— Pues claro— suspiró— lo que tengo con Vesta no tiene que ver con el
sexo. Que puede derivar al sexo, pero es otro tipo de relación que tengo con
ella.
— ¿Te estas volviendo muy viciosa? O ¿son imaginaciones mías?
Clara carcajeó:
— Tenías razón, cuando una prueba el lado oscuro ya no hay quien regrese.
De todo esto llegue a la conclusión de que no quiero a William y que nunca
lo quise.
— ¿Entonces? ¿Qué vas hacer?
— En cuanto llegue de su viaje de Japón lo dejo— se vio sonriendo como
una bobalicona, porque Will se iba en dos días y ella también, pero con Alex
— Qué, por cierto, yo también me voy de viaje. Con Alex.
— Para ser una relación solo sexual— seguía Ruth picajosa— Hacéis
muchas cosas juntas en plan parejita. Comer perritos calientes, montar en
norias, ir de viaje, pasar media vida en la cama.
— Tú sales a cenar con Olaya— intentó devolvérsela— salís de fiesta y eso
de pasar media vida en la cama, seguro que también.
— Bueno, tengo que dejarte— dijo Ruth— quedé con un amigo. Mañana te
veo en la fiesta de máscaras.
— ¿Fiesta de máscaras?
— Sí, una temática que piensan hacer los Woods. Antes que digas nada,
solo vamos en plan amigas, pero me pidió Olaya que fuera con ella.
— Alex no me dijo nada.
— Porque seguramente se le haya olvidado. Como se te ha olvidado a ti—
dijo con mofa Ruth— ya me lo comentaste hace un par de semanas. Pero
claro, ahora solo piensas con la pepitilla pues claro.
— Nos vemos Ruth
Contestó Clara irritada. Cuando colgó el teléfono siguió escribiendo. Parece
ser que después de aquella mañana tan placentera, le había llenado de
inspiración. O podía ser los ojos verdosos de Alex, su forma de besar, su
forma de esbozar esa media sonrisa que adoraba, sus manos. Dichosas manos
que las puso en su camino para hacerla vibrar como nunca, su voz erótica. Su
cabezonería, su comportamiento tan primitivo. Toda ella. Y no entendía que
en un principio no soportara la mayoría de su comportamiento.
No se esmeró mucho en cocinar, con una ensalada tuvo más que suficiente.
Mirando la pantalla de su móvil, no pudo contenerse:
Clara: sé que no ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos, pero
¿para cuándo la siguiente sesión?
Alex, estaba molida. Por primera vez en su puta vida, había conseguido
hallar a una mujer que conseguía dejarla completamente exhausta. Tanto que
se pasó la mayoría del día tirada en la cama y durmiendo.
Estaba tumbada boca abajo, medio adormilada y con un brazo colgando por
el borde de la cama. Cuando escuchó vibrar su otro móvil en el cajón.
Abatida estiró el brazo, Abrió el cajón y vio los mensajes. La mayoría
reenviados a Irina para que les ubicase en dos semanas. Cuando observó el
mensaje que le acababa de llegar quedó alucinada. Rompió a reír y enterró el
rostro en la almohada:
— No puede ser. Vas a matarme Clara.
Vesta: tengo esta semana la agenda completa ¿Qué tal para la siguiente?
Clara: ¿día?
Vesta: el que tú digas.
Clara: ¿puede ser entre semana? O ¿tiene que caer en fin de semana?
Vesta: cuando te venga mejor.
Por lo general, nunca bajo ningún concepto, iba a trabajar a la empresa y
luego se convertía en Vesta, para luego ir a la empresa. Pero, por Clara, haría
la excepción.
Clara: miércoles
Vesta: cuando se vaya acercando el día te digo donde y hora.
Clara: gracias ama.
Alex guardó el teléfono sin dejar de reír:
— Enserio Clara, me matas.
Clara estaba más que contenta. Hacía mucho que no se sentía así de feliz.
Lo que no se esperaba. Es que la duraría poco. Puesto que entrada en la
noche, tuvo que enfrentarse a un William, totalmente enfadado. Cuya
paciencia parecía llegar al límite.
Ambos estaban cenando, en un silencio incómodo. Clara preparó algo
rápido. Como ya comenté, no era una buena chef. Will de un momento a otro
dio un fuerte manotazo encima de la mesa. Sobresaltando a la rubia:
— ¿Pero a ti qué coño te pasa?
Preguntó molesta Clara, William esbozó una risita nerviosa:
— ¿Qué me pasa? — comenzó a alzar la voz— que estoy hasta las narices
de tu indiferencia, eso es lo que me pasa.
— No chilles
Respondió Clara chillando más alto:
— Esta es mi casa y hablo como a mí me da la gana.
— Esta también es mi casa.
William se echó el pelo hacía atrás, gesto que hacía cuando se ponía muy
nervioso:
— Clara, será mejor que empecemos arreglar esto— no paraba de gesticular
violentamente con las manos— porque si no se va a la mierda.
Que se vaya a la mierda. Pensó Clara:
— William, no estoy de ánimos para discutir— podría cortar ya, dejarle para
siempre, pero William estaba muy ido— será mejor hablar cuando los dos
estemos menos nerviosos.
— Llevo queriendo hablar días.
William tiró el trapo con el que se limpió la comisura de sus labios encima
de la mesa:
— Me voy a dormir— dijo amargado— mañana me levanto temprano, te
recojo nada más salir. Mierda de fiestas joder.
Se fue a la habitación murmurando y maldiciendo. Clara recogió la mesa y
estaba claro, no dormiría esa noche en la misma habitación. William no era
mal hombre, ni mal partido, pero ya no podía estar en la misma habitación.

Alice antes de quedar embarazada:

Alice estaba en un restaurante hablando con Maurice. Últimamente él y su


mujer estaban teniendo problemas, al igual que ella los estaba teniendo con
Patrick. Estaba tan concentrado en su trabajo que la había dejado de lado. En
un principio, Maurice y Alice quedaban una vez a la semana para hablar y
desahogarse. Luego, empezaron a descubrir que tenían mucho en común, no
solo sus problemas conyugales. Comenzando a quedar más asiduamente.
Ambos resultaron ser un gran apoyo. Sobre todo, porque aquel día tanto
Alice como Patrick tuvieron una pelea espectacular.
Bebiendo más de la cuenta, hizo que perdiera la cordura por una noche y
dejarse llevar por el despecho. Un encuentro que nunca debió de pasar, pero
ocurrió. Lo complicado vino después. Alice no amaba a Maurice, quería a
Patrick y Maurice seguía enamorado de su mujer. Que confesó haber
quedado embarazada. Por aquel bebé decidió no decir nada y dejar de ver a
Alice. La cuestión es que al mes, Alice descubrió que también había quedado
embarazada. Con la incógnita de que no sabía quién era el verdadero padre.
¿Patrick o Maurice?

Un mes antes de que naciera Alex:

— Patrick por favor


Suplicaba Alice entre llantos. Patrick iba de un lado para el otro nervioso,
airado, dolido. Un cumulo de sentimientos de los cuales podría hacerle
estallar para mal. No se consideraba mal hombre. Había trabajado, siempre
por cumplir los caprichos de su amada esposa. Cuando le dijo que estaba
embarazada. Era el hombre más feliz y orgulloso. Cuando le dijeron que era
una niña. Era como estar en el cielo. El negocio iba bien. Creaba su familia.
Pero Alice, ella no le fue sincera del todo. Era normal que en todos los
matrimonios existieran rachas buenas y malas. Nadie era perfecto. Lo que no
esperaba, es que su mujer, le hubiera sido infiel. Y enterarse como se enteró,
de que aquella niña no era suya ¿Por Alice? No, qué va. Si no por unas
pruebas médicas en el que le decían que era estéril:
— ¿Quién es el padre?
— Nadie— contestó Alice temerosa— solo fue una noche que salí y me
emborraché. No le volveré a ver.
Patrick miró la barriga de su mujer. Aquella niña. A la que iba a darle el
mundo porque era una Woods. Era de su sangre. Resultó ser una bastarda
engendrada en una noche de borrachera. Ante los ojos de Patrick, esa niña ya
no era nadie para él. Solo esperaba que creciera rápido, que se casara con un
rico y se alejara de su vista.

Cinco meses antes del secuestro:

Patrick había recibido la mala noticia de que se había quedado arruinado.


Todo su trabajo a la mierda. Su sudor, sus esfuerzos porque su negocio
familiar. El de los Woods siguiera hacia delante prosperase, pero no. Habría
defraudado a su padre. Intentaba aparentar que no pasaba nada. Incluso para
su mujer. Solo intentaba pensar en cómo recuperarse:
— SUELTEME SEÑOR PRINT Y SUELTE A CLARA
Aquella tarde de nuevo la reunión social de alta sociedad. Desde hacía
tiempo Patrick llevaba sospechando algo. Y es que. Alice no le fue sincera
sobre el verdadero padre de Alex. La miraba y buscaba parecidos. Tanto
Maurice como Jay tenían los ojos claros. Bueno los de Alex encajaba más
con Jay, pero en cuanto altura era Maurice, la forma de ser y lo parecidas que
eran las dos niñas, cabezotas y discutiendo a todas horas. Se asomó al patio y
se encontró con el jardinero separando a las niñas. William estaba con ellas.
Mirando al niño, tenía el mismo moreno que Alex:
— ¿Ocurre algo?
Preguntó Patrick. Claro que ocurría algo. Uno de esos dos niños era medio
hermano de su supuesta hija. En cuanto supiera cual de esos hombres había
osado tocar a su mujer, recibiría venganza.

Tres meses antes del secuestro:

— Deja de mentirme ya Alice— rugía Patrick— ¿Quién es el padre?


¿Maurice Wiyatt o Jay Price?
Alice sollozaba sin parar. No podía decir quién era el verdadero padre.
Acabaría por matarlo y tampoco se lo merecía. Después de aquella noche, se
esforzó por mantener a su familia unida. No podía arruinar su matrimonio. Lo
sentía mucho por Abby y por Jay. Ya que siempre había sido encantador,
pero no era lo mismo. La presión pudo con Alice e incluso el arrepentimiento
le hacía mella antes de pronunciar su nombre:
— Jay
Patrick gruñó y echo una fiera salvaje comenzó a tirar todo lo que pillaba a
mano. Maldecía sin cesar a Jay Price y lo iba a pagar. Ya ves si lo pagaría.
Después de amedrentar a su mujer. Airado salió al patio. Tenía que
encontrar una buena forma de pagar a ese bastardo traidor. Se quedó mirando
al jardinero. Recordando, que éste había estado preso por delitos menores:
— Print
Llamó Patrick. Se le había ocurrido un fabuloso plan. En el que se vengaría
de Jay y recuperaría gran parte del dinero. Print se acercó hasta su patrón:
— Señor Woods
— ¿Estuviste preso no?
— Señor— comenzó a hablar inocentemente— era joven y…
— Me importa una mierda lo que hicieras ¿Te gustaría ganar mucho dinero?
En ese instante la expresión de Print cambio a una más sombría:
— ¿Qué quiere que haga?
— ¿Qué tal se te da los secuestros?

Actualidad

Clara se miró en el espejo. Llevaba un vestido azul marino con un antifaz


con unas plumas negras. Lo cierto es que ese antifaz le resaltaban los ojos.
Quería verse hermosa. No quería arreglarse para William. Si no para Alex. La
cual no veía desde hace casi un día y estaba como loca por tenerla cerca.
William decidió ponerse un traje negro. Llevar un sombrero y un antifaz
negro. Cuando vio a Clara por casi se cae de culo. La rubia estaba imponente.
Sonrió. Porque esperaba una reacción así por parte de la ojiverde. Decidieron
ir a recoger primero a los padres de Clara. Como era de esperar, ambos
fingían que todo iba de maravilla en presencia de los señores Price.
La casa ya se estaba llenando de invitados. Alice danzaba por el lugar
recibiendo y saludando a la gente. Cuando los Price llegaron. Alice fue
corriendo a abrazarlos. Desde que Patrick creía que Jay era el verdadero
padre de Alex, intentaba compensarles como medianamente podían. Lo
preocupante era que si en alguna discusión entre Patrick y Alex se le pudiera
escapar que no era su verdadero padre que su verdadero padre era Jay.
Cuando en realidad era mentira. Pensar aquello le daba dolores de cabeza.
Alex no podría saber la verdad y mucho menos pensar que Clara podría ser
su medio hermana. Con lo mal que se llevaban. Eso terminaría por desquiciar
a su hija, tampoco la podía decir que su verdadero medio hermano era
William:
— Amigos míos— saludaba Alice sonriente— me alegra que hayáis venido y
la parejita feliz también.
Bueno eso de parejita feliz. Pensaba Clara sin dejar forzar su sonrisa. Buscó
con la mirada a ver si había llegado ya Alex. Pero al parecer, ésta aún no
había hecho acto de presencia.
Capítulo 18 - Máscaras

La misma mañana de la fiesta.


Patrick estaba tomándose una buena taza de café en su cafetería favorita.
Regresó de Europa muy contento. Sus producciones iban de maravilla y no se
refería a la de Industrial Woods. Si no en el negocio que había detrás, uno
menos legal. Por suerte tenía a Alex como cabeza de turco. Sonrió en su
fuero interno. La chica firmaba la mayoría de los papeles donde reflejaban las
exportaciones sin mirar siquiera.
Leía el periódico. Cuando fue interrumpido por un hombre. No mayor de 5
años que Alex. Patrick se movió molesto:
— ¿Quieres algo joven?
El chico sonrió con malicia. Se acercó a Patrick para que nadie pudiera
escucharlo:
— Tú eres el hombre que mandó a secuestrar a su propia hija.
Patrick tragó saliva y miró a su alrededor, verificando que nadie le había
oído decir aquello:
— No sé de qué me estás hablando.
El hombre se sentó al lado de Patrick y sin cortarse un pelo le quitó el bollo
que había en su plato:
— Hubo dos muertos en ese altercado— rio por lo bajo— me parece que al
tercero le mataron por órdenes suyas.
— Y habrá un cuarto si no desapareces de mi vista.
— Soy Clark el hijo de Danny— Patrick se puso tenso, pensaba que no
quedaban testigos de aquella metedura de pata— tranquilícese amigo,
digamos que quiero ser un buen aliado suyo, señor Woods.
— No me interesa.
Clark, no aceptaba un no por respuesta. Sería un niño por aquel entonces,
su padre le dejaba de lado en todos los chanchullos en que se metía, pero no
era sordo, ni idiota. De aquel secuestro escuchó muchas cosas. Ya que el
tercer muerto, Print, era su tío. De ese secuestro descubrió que Alex nunca
fue el objetivo. Que no sabía que era el mismo Patrick quien mando a
secuestrar a Clara Price y por su puesto sabía las razones porque lo hizo, el
rescate era una tapadera:
— Verás— dio otro bocado al bollo— cuando Alex estuvo en cautiverio nos
hicimos muy buenos amigos. Salvo que, no sé, me mencionó tanto a Clara
¿Por qué? Yo era su amigo y sin embargo siempre me la acababa
mencionando. Quiero tomarme mi pequeña venganza y como sé que odias a
los Price ¿Por qué no aliarnos?
— Tú— dijo Patrick impasible— Tú fuiste el que intentó
Clark endureció sus facciones:
— Alex tenía fiebre, fui yo quien le ayudó a escapar. El plan era escapar
ambos— chirrió los dientes— Alex era mía, teníamos que haber acabado
juntos y sin embargo la muy zorra me dejó en coma.
Patrick alzó una ceja. Mientras pensó en lo chiflado que estaba, pero no se
lo reprochaba, con el padre que tuvo:
— ¿Tu objetivo son los Price?
Clark asintió de forma perversa. Patrick dibujó una sonrisa. Le puso la cruz
a Jay Price. Quería venganza y le daba igual si se la tomaba a través de la
rubia, o matando a ese hijo de puta. La cosa era que sufriera o desapareciera.
Así pues, tendió la mano, a ese malévolo ángel negro que le ayudaría a tomar
su venganza.
La fiesta de máscaras
Porque a Olaya se le ocurrió recordarle que tenía que asistir a la dichosa
fiesta de máscaras que realizaba su familia, en plan reunión social. Dice ser,
todo un asco, pero luego encontró tentador usar la fiesta para desafiar a sus
padres. De ella esperaban a una Alex arreglada y de lo más femenina. Obvio,
querían que fuera así para exponerla y buscarle marido. Pues no. Se recogió
el pelo, se puso un sombrero que conjuntaba con su esmoquin negro, y un
antifaz blanco que conjuntaba con su camisa.
Fueron de las últimas en llegar a la fiesta. Todo el mundo se les quedaba
mirando. ¡Oh iba vestida igual que un caballero! Salvo a los más jóvenes que
sinceramente, les daba igual ¿Por qué seguir unos patrones? Porque así lo
marcaba la tradición. Pues la ojiverde no era de tradiciones:
— Va vestida igual que un hombre
Escuchó la crítica de una señora mayor. Alex, para perturbarla un poco
más, la miró y le mando un beso en el aire:
— Será la nueva tendencia de los jóvenes hoy en día.
Contestó el que podría ser su marido. Olaya tenía puesto un vestido granate
y un antifaz a juego, pero Ruth, se apuntó a la idea de ponerse un esmoquin.
No pertenecía al gremio de ricachones puros. Ricachones Snobs. A su
parecer. También recibía miradas de desaprobación. Ese mundo era de pura
estética, elegancia, alardear de pertenencias y quien se va a casar con el más
rico o con el que más posesiones tiene:
— Vaya señorita Woods— sonó una voz masculina a su espalda— No se
quita el traje ni para reuniones sociales.
— Pantalones y zapatos resultan más cómodos que una falda ajustada y unos
tacones.
Alex extendió la mano para saludar a su nuevo socio. Finigan le estrecho la
mano sin dejar de sonreír. Hasta que en ese instante Ruth les abordó
poniendo expresión de sorpresa:
— ¿Finigan Colman?
Finigan puso ojos como órbitas:
— ¿Ruth Reyes?
Ruth se lanzó a los brazos del chico sin dejar de reír. Alex y Olaya
intercambiaron miradas cómplices. La expresión de la amiga de la ojiverde
era de descontento. Gesto que no pasó desapercibido para Alex que
rápidamente dibujo media sonrisa. Para ser solo una relación meramente
física, se estaba tomando muchas molestias. Y de eso era consciente Alex,
por mucho que negase su amiga a la evidencia. El problema, es que Ruth era
bisexual y los celos de Olaya era por ambos lados, más si en esos momentos
Ruth se estaba mostrando muy cariñosa con Finigan:
— ¿Qué haces aquí?
— Nuevo socio en la empresa de los Woods.
— El mundo es un pañuelo— miró a Olaya— A Alex doy por hecho de que
ya la conoces. Mira O. Con este señorito me he pegado las mejores fiestas en
la universidad.
— Esas cosas no se cuentan— dijo Finigan carcajeando— ahora soy todo un
profesional.
Un camarero pasó cerca, tanto Olaya como Alex alcanzaron a coger una
copa de champán, mientras que Finigan optó por algo más clásico, como era
la copa de vino tinto:
— Os conocisteis en la universidad.
Repitió Olaya intentando mostrar indiferencia y bebiendo un sorbo de su
champán:
— Si— dijo Ruth— estudiamos en el mismo campus universitario.
— Qué tiempos aquellos— colaboró Finigan, antes de dar un sorbo a su copa
de vino— por cierto, un pajarito me ha dicho que los Price estaban invitados
— amplió su sonrisa y puso gesto pícaro— ¿Va a venir Clara?
Era el turno de Alex, ya que no le gustó ningún pelo escuchar aquella
pregunta. En realidad, lo que no le gustó fue con el tono con que lo pregunto.
También conocía a Clara, ahora sí que Finigan terminaba por caerle como el
culo. Olaya dirigió una sonrisa cómplice al ver la expresión de descontento
por parte de Alex. Ruth esbozó una sonrisa nerviosa.
Ella sabía que en su época universitaria, tanto Finigan como su amiga se la
pasaban todo el día tonteando e incluso, hubo algún que otro beso, un
pequeño “noviazgo”. Esperaba que después de tanto tiempo esa tensión
sexual hubiera desaparecido. Aunque lo enchochada que estaba Clara por
Alex, puede que no por parte de la rubia, pero ¿Finigan? Aunque nunca se lo
llegó a reconocer, se le veía muy animado cuando la veía.
Ruth miró al otro lado de la sala. Dando con la posición de Clara, que
estaba al lado de William:
— Allí está
Dijo Ruth haciendo gestos con la mano para que la rubia los viera. Alex y
Finigan miraron a donde señaló la morena. Quedando al instante
boquiabiertos. Clara estaba increíblemente… ¿Por qué no entramos en la
cabeza de los personajes, para ver que piensan?
Olaya: Clara está muy bien, todo hay que reconocerlo
Ruth: William parece su sombra. Puaj, a ver si le deja de una puta vez.
Finigan: joder, no la recordaba tan imponente
Alex: (ceñuda) pero ¿cómo se le ocurre venir así? Que alguien la tape
(mira a Finigan) como la siga mirando así, le parto la cara.
Clara estaba en el otro lado, forzando una sonrisa mientras que, por lo bajo,
discutía sin parar con William. Comenzaba a amargarse cuando observó que,
al otro lado de la sala, una chica le saludaba efusivamente. Era Ruth. A su
lado estaba Olaya, un chico y Alex. Llevaba queriendo verla desde que llegó
a la dichosa fiesta. Se iba a dirigir hasta la posición de Ruth, cuando la mano
de William la agarró fuertemente por la muñeca:
— Llevas toda la puta semana— dijo Will por lo bajo para no llamar la
atención— viendo a tu amiga ¿Podrías ignorarla un par de horas? E
inviértelas en tu prometido, te que recuerdo que soy tu futuro.
Clara le miró fulminante:
— Será mejor que me sueltes William. Antes de que comencemos a discutir
más alto.
— Ni pienses que te dejaré sola— replicó casi susurrando y fingiendo una
sonrisa— se supone que estamos felices.
La rubia rio con ironía:
— ¿Sabes Will? Por primera vez en mi vida me da igual lo que piensen los
demás.
Se soltó de su agarre, se dirigió hasta donde se encontraba Ruth y
compañía. Claro que William no se dio por vencido y la acompañó. En plan
perrito faldero. Deseaba que terminase la noche. Ya que quedó con Alex para
irse de viaje al poco de que Will dejará la casa. No sabía dónde iban, eso se lo
tenía bien guardado Alex.
Ruth abrazó a Clara y se interpuso entre William y la rubia, gesto que
agradeció mucho la rubia:
— ¡Vaya! — Dijo Finigan— sí que has cambiado, para bien “Amy Plum”
Clara al reconocerlo, enseguida le sorprendió cuando le abrazó a su cuello
mientras le daba un beso en la mejilla. Llegó a coger mucho cariño a Finigan
en los años que estudió en Inglaterra. Incluso sufrió un pequeño
enamoramiento de él. Claro que nunca se lo llegó a comentar. William
molesto chirrió los dientes. No era el único que se moría por dentro. Puesto
que Alex acabó por tensar la mandíbula y fulminar a Finigan con la mirada.
Lo cual le resultó absurdo, decir a Clara que no había exclusividad y luego
querer matar a su socio solo por abrazarla. Bueno, reconocía que Clara era
suya y de nadie más. Por ello llevaba su marca y no solo eso, su pulsera
también. Y si hacía falta la marcaría en un lugar visible para que todo el
mundo lo viera.
Alex bufó al escuchar cómo le había llamado:
— No compares la saga Revenants con viaje a Venecia— Clara achicó los
ojos— eso es insultar a Amy Plum.
— Pero ¿Sabes leer? — Reaccionó Clara— te tomaba como una primitiva.
Alex esbozó media sonrisa y dio un sorbo de su champán:
— Aprende a aceptar críticas negativas— dijo poniendo los ojos en blanco
— no a todo el mundo le gusta la ñoñería
— Regresa a tu cueva, Alex Woods
Alex sonrió divertida, aunque no quiso hacerse notar mucho. Se supone que
no se soportaban:
— ¿Siempre estáis igual?
Clara esbozó una risita y pellizcó el moflete de Finigan. Provocando que
este pusiera un mohín. William carraspeó molesto. En ese instante se Dio
cuenta de que no les habían presentado. Lo cierto es que se Dio cuenta de que
aun William existía en el mismo plano:
— Os presento— dijo la rubia animada— Finigan este es William
— Su prometido
Dijo William marcando territorio… sintiendo curiosidad, me gustaría
regresar a la cabeza de cada uno:
Olaya: (alzó una ceja) El prometido cornudo. Oye sería buen título para un
libro.
Ruth: (risa mental) no por mucho tiempo
Finigan: (sonrisa picarona) ya lo veremos
Clara: (ojos en blanco) vete ya a Japón
Alex: (gruñido) Mía
— ¿De qué os conocéis?
Intento averiguar William:
— Época universitaria en Inglaterra.
Respondió Finigan sin dejar de sonreír. William miraba desafiante al chico,
tanteando al que consideraba un nuevo rival:
— ¿Y vosotros?
Siguió preguntando. Clara frunció el entrecejo ¿Por quién la tomaba? No se
liaba, así como así con el primero que se la cruzase. Bueno quitando la
excepción de Alex y Vesta. Finigan amplió su sonrisa y pasó un brazo por
encima de su hombro:
— Lo intenté— le agarró de la mandíbula y la meneaba la cabeza de un lado
para el otro— pero se hizo tanto la dura que perdimos la oportunidad.
— Ahora recuerdo— dijo Clara quitando su mano de la cara— porque Ruth y
tú os lleváis tan bien, sois iguales de irritantes.
Olaya: (observando a William y a Alex) va a llover sangre
Ruth: (ojos como órbita) se va armar la marimorena
Finigan: (sonrisa desafiante) ¿Qué te parece capullo?
William: (apretando los puños) le mato
Clara: (Forzando una sonrisa) tierra trágame (mirando a su prometido y a
su amante) uno de los dos le mata
Alex: (Rugido) Matar
Alex de la tensión que llegó a tener acabó por romperse el vaso que tenía en
la mano. Produciéndole un corte, todos quedaron sorprendidos. Bueno, todos,
salvo William que se desmayó al ver la sangre. Alex no puso gestó de dolor
ni se inmutó cuando se quitó el trozo de cristal. Más bien miró a Will y
rompió a reír:
— Se me olvido lo nenaza que es cuando ve un poco de sangre.
— ¿Un poco?
Dijo Clara al ver aquella herida:
— Vamos a curarte eso.
Dijo la rubia tirando de ella para ir al baño. Alex no se quejaba ante aquella
idea. Sobre todo, si se alejaban de aquellos dos mohínos. Ya en el baño Clara
comenzó a limpiarle la herida con agua. La ojiverde dibujó media sonrisa al
contemplarla con expresión de concentración:
— ¿Hay algún botiquín?
— A bajo del lavabo
Abrió el mueble y sacó el botiquín. Para poder ponerle gasas y
esparadrapo:
— ¿No te duele?
Alex negó con la cabeza:
— Toleras muy bien el dolor.
Dijo mientras tapaba la herida:
— Cuando te zambulles en una piscina con agua fría— comenzó a explicar
la ojiverde— el cuerpo se impresiona en un principio, pero luego se habitúa a
la temperatura del agua.
Clara la miró seria:
— Con esto me estas queriendo decir…
— Que te estoy sacando conversación
Cortó rápidamente Alex y dibujó esa media sonrisa. Los ojos de Clara
miraron a los labios de Alex. No se había fijado hasta en ese instante.
Observando a Alex con el antifaz. La similitud que había entre Vesta y ella.
Eran muchas ¿Qué cambiaba? El color de ojos y que Vesta hablaba más
ronca. El color de pelo podía deberse a una peluca. El de ojos unas lentillas y
su voz la podía alterar. Aunque hasta el momento no había visto fumar a
Alex:
— ¿Qué miras con tanta intensidad?
— ¿Alguna vez has practicado BDSM?
Alex esbozó una carcajada. Aunque por dentro estaba de lo más nerviosa
¿Es que acaso Clara comenzaba a sospechar?:
— ¿Qué?
Clara terminó de colocar el esparadrapo y miró fijamente a Alex. Juraría que
Vesta, la primera vez que la vio tenía los ojos verdosos, aunque pudo haber
sido un efecto óptico por los focos del local:
— Que si alguna vez te ha dado por dominar a alguien. En plan ama y
sumisa.
Alex curvó aún más la comisura de sus labios:
— ¿Eso es una propuesta?
— Te estoy preguntando enserio.
Alex suspiró y negó con la cabeza:
— No, Clara. Seré una adicta al sexo, pero hasta yo tengo mis límites. ¿Por
qué lo preguntas? ¿Por mi tolerancia al dolor? — Puso voz divertida— ¿Qué
pasa rubia? Me quieres dominar o ¿qué?
Clara frunció el entrecejo. Pensativa. Juraría que Alex podría ser Vesta.
Pero parecía tan convincente:
— Solo pensé en una estupidez— dijo Clara meneando la cabeza de un lado a
otro— déjalo
Alex empezó a acercarse a la rubia mofándose:
— Oh, Clara. Ama mía— le agarró de la cintura fingiendo que rogaba—
¿puedo besarla? — Acercó su rostro— ¿Recibiré castigo si le robo un beso?
Clara soltó una risita, pasó sus manos hasta su nuca:
— Lo recibirás si no lo haces.
Alex se terminó de pegar a ella y comenzó a acariciarla por todo el cuerpo:
— No sé qué es más tentador— comenzaba a besarla en el cuello— un beso
tuyo o que Clara la dominatriz me castigue.
— Le dije a Ruth que entretuviera a William cuando despertara— dijo
Clara mientras ladeaba la cabeza para que Alex tuviera más acceso a su
cuello— podemos jugar un rato en tu habitación.
Se mordió el labio mientras miraba picarona a Alex. Que comenzaba a
devorarla con la mirada:
— Vamos
Le agarró de la mano y se dirigieron hasta la puerta de su cuarto. Pero Alex
se detuvo y miró las escaleras que subían al ático. Esbozó media sonrisa
divertida:
— Seamos poéticas
Y se encaminaron hasta las escaleras que subían al ático. Al pasar por la
puerta de la habitación de juegos volvió a sentir ese es calofrío que intentó
ignorar. Ahora solo quería prestar atención en pasarla bien con Alex. Al pie
de las escaleras no podían resistirse más y comenzaron a comerse las bocas
intensamente. Abrazadas y gimiéndose en la boca, intentando subir
torpemente. Cuando Clara reaccionó sobresaltada. Puesto que creyó haber
escuchado un grito y seguidamente un disparo. Miró a su espalda:
— ¿Clara? — preguntó preocupada Alex— ¿Estás bien?
— ¿Has oído eso? — dijo tiritando— alguien ha gritado y ha sonado un
disparo.
Alex con el semblante preocupado la obligó a mirarla:
— Clara, nadie ha gritado ni ha sonado un disparo.
— No me lo he imaginado Alex. No estoy loca.
Comenzó a reaccionar nerviosa, Alex le aferró de las mejillas y comenzó a
hablarla tranquilizadoramente:
— Clara, lo sé, no estás loca— Le abrazó de forma tierna y protectora— No
estás loca
La rubia respondió ese abrazo y escondió su rostro en su cuello:
— ¿Quieres que regresemos al salón?
Clara la miró rápidamente:
— No, quiero estar a solas contigo un rato
Alex carcajeó:
— Vamos a estar solas durante una semana.
Clara chocó los labios con los de Alex:
— Solo un rato, por favor Lex.
Ese era su maldito efecto, llevaba todo el día echando de menos a la
ojiverde. Alex le acarició con ternura ¿Qué estaba haciendo aquella mujer?
Se veía incapaz de decirle que no cada vez que la suplicaba de aquella forma.
La agarró de la mano y terminaron de subir al ático. Cerrando tras de sí la
puerta con pestillo. Clara tomó la delantera y al lado del diván, sin dejar de
mirar a la ojiverde comenzó a desnudarse. Alex contempló el espectáculo, a
pesar de la tenue luz que había en aquel lugar, hasta con una luminosidad tan
baja Clara era irresistiblemente bella. Poco a poco se fue acercando hasta que
la tuvo completamente desnuda sobre sus brazos.
La rubia le quitó el sombrero mientras que sus labios no dejaban de
acariciarse. No era la primera vez que Alex se dejaba desnudar. Era un paso a
su favor para estar más cerca de la ojiverde. Ya le había quitado la corbata.
La respiración de la morena aumentaba, entre respiración y respiración pudo
sentir que temblaba:
— Alex
Dijo Clara mientras desabrochaba lentamente los botones de su camisa,
después de haberla quitado la americana:
— ¿Qué?
Preguntó con un hilo de voz, mientras sus manos vagaban por la espalda de
Clara, arriba abajo, siguiendo su columna, provocando que la carne se le
pusiera de gallina:
— ¿Puedo pedirte algo?
Lentamente dejaba caer la camisa por sus hombros, siendo otra prenda más
en el suelo. Alex comenzó a acariciar su cuello con la nariz mientras sentía su
cálido aliento y algún beso fugaz. Haciendo que suspirara:
— Pídeme lo que quieras
Se quitó los zapatos con los pies, a la vez que Clara le desabrochaba los
pantalones. Había que admitirlo. La rubia estaba disfrutando aquello. Ya que
Alex solía ser muy posesiva e iba rápidamente al grano, pero esa noche
estaba siendo dulce y atenta. Menos cavernícola:
— No quiero asustarte
En ese instante paró lo que estaba haciendo en el cuello, para mirarla
ceñuda:
— Clara, que digas eso provoca todo el efecto contrario. Dime que quieres.
Los pantalones de Alex cayeron al suelo. Aunque en esos instantes no
dejaban de mirarse. Clara sentía la mirada verdosa tan intensa a través de ese
antifaz, que acabó agachando la cabeza totalmente ruborizada. Alex sonrió,
aquel gesto de la rubia le parecía encantador:
— Me encanta cuando te sonrojas— le acarició— ¿tan malo es?
— Te dije que iba a ser paciente— Alex comenzaba a tensarse— pero ¿puedo
tocarte, aunque sea por encima de la ropa interior?
Alex juntó su frente con la de Clara:
— De verdad que quiero que lo hagas, pero. Clara, no puedo.
Clara le besó con suavidad e intentó que volviera a relajarse. Puesto que
notaba todos los músculos de su espalda endurecidos, pero si de algo se había
dado cuenta. Es que Alex a cada vez la daba menos negativas a sus ruegos.
No quería presionarla, pero al menos debía intentarlo una vez:
— Por favor, Alex— le abrazó y apoyó su cabeza en el hombro— al menos
intentarlo.
Alex respondió a su abrazó aferrándola fuertemente. Sintiendo el calor del
cuerpo desnudo de Clara. Tragó saliva. ¿Por qué narices no podía negarle
nada? Era algo tan simple como decir NO, ene o:
— Intentarlo— acabó susurrando en el oído de Clara— pero no prometo nada
Clara sonrió y comenzó a besarla por el cuello. La ojiverde empezó a
temblar como un flan:
— No suelo pedirte nada, Clara— le agarró de las manos— pero si te digo
para, por favor para.
Capítulo 19 - Bendición
Poco a poco Clara fue tumbándose encima de Alex. No quería prisas, la
primera vez que lo intentó Alex acabó apartándola. La ojiverde quedaba
quieta, respondiendo a abrazos y besos. Pero manteniendo contacto con la
mirada de Clara. Como Vesta aquello le sirvió. Después de todo le estaba
pidiendo lo mismo salvo con menos ropa:
— Me siento como si te estuviera desvirgando
Alex esbozó una pequeña carcajada:
— Tampoco soy virgen
— Que lastima— dijo Clara dando pequeños mordisquitos en la oreja de
Alex— me excitaba mucho la idea.
Alex soltó otra pequeña risita antes de atraer el rostro de Clara para
besarla. De nuevo, acarició con la lengua sus labios, pidiendo acceso para
poder explorar su boca. Ahora era la mismísima rubia quien estaba nerviosa
¿Y si no le gustaba? La ojiverde notó el nerviosismo de la rubia y aun con los
labios pegados en los de Clara sonrió. Con cuidado agarró la mano de la
rubia:
— Yo te acompaño
Parecían dos auténticas vírgenes temblando como flanes. Alex llevó a
mano de Clara hasta su mejilla, no la movió de ahí sin antes besar la palma de
su mano, poco a poco fue bajándola, haciendo que las yemas de sus dedos
fueran acariciando su cuello. La rubia de vez en cuando acariciaba sus labios
y atrapaba su labio inferior con suavidad, al final su mano llegó al primer
punto deseado, sobre uno de sus senos, el sujetador de Alex era fino y apenas
tenía relleno por lo cual, al comenzar a masajearlo pudo notar su pezón. En
ese punto dejó que Clara siguiera sola. A la vez que se le escapaba un
suspiro. Alex también comenzó a acariciar el cuerpo desnudo que tenía
encima, solo que tenía mucho menos pudor a la hora de tocar sus fuentes de
deseos. La ojiverde comenzó a acariciar los pezones de Clara, haciendo que
produjese un pequeño gemido. Todo había que reconocerlo, Alex se perdía
ante aquellas dos maravillas. Tenía que romper contacto visual para mirarlas.
Haciendo que la rubia riera:
— No te rías Clara— dijo bromeando Alex— lo tuyo es pecado vives para
tentarme con estas maravillas.
Clara volvió a centrarse en el cuello de Alex, primero rozó sus labios en
aquella zona, buscando el punto adecuado y comenzó a succionar,
provocando un pequeño gemido por parte de la ojiverde que enredó sus dedos
en el cabello rubio. Era consciente de lo que estaba haciendo la rubia, algo
que no le permitiría hacer a otra ni un millón de años, aparte de ser tocada. Le
hacía lo mismo que Vesta. Le estaba marcando y se sorprendió a sí misma
animándola a hacerlo. Después de haber terminado acarició aquella zona tan
sensible con su lengua. Con lentitud fue bajando beso a beso hasta su escote,
que comenzaba a animarse y a masajear ambos senos:
— Nunca he deseado tanto a alguien, como lo hago contigo.
Dijo con voz suave Clara. Totalmente excitada al notar a través de la ropa
interior los pezones erectos de Alex. Que comenzó a retorcerse a sus dulces
caricias. Todo era nuevo y aterrador, lo lejos que le estaba permitiendo llegar,
pero aquel color azul la atrapaba en un mar de anhelos y deseos. Despertando
en ella mucho más que lo carnal, tener a Clara en sus brazos en esos instantes
la estaba haciendo sentir… felicidad. Esa era la palabra:
— Clara
Susurró su nombre de forma temblorosa miedo, excitación y con
sentimiento. Esa rubia le estaba derribando todas sus fortalezas para dejarla
expuesta. Clara sabía que arriesgaba mucho, pero quería más de Alex,
siempre anhelando más de la ojiverde. Tenía que hacerlo, aunque fuera una
vez, tenía que probar sus senos. Como tantas veces había hecho Alex con los
suyos. Con cuidado y lentamente bajó un poco el sostén, sin dejar de mirar a
Alex. Esperando una negativa suya, pero no dijo nada, así pues, pasó su
lengua por su pezón, provocando que suspirara sonoramente, siguió a
acariciándolo, a la vez que aprendía a jugar con aquella parte dura de su
anatomía. Prestando atención a los movimientos que hacía reaccionar a Alex.
Clara no quiso dejar de lado al otro al cual comenzó a prestar atención con
menos pudor que el anterior. Atreviéndose a aprisionarlo con sus labios, a
succionar y a dar pequeños mordisquitos suaves. Siempre con el temor de ser
detenida por Alex. Su mano fue bajando por el costado hasta acariciar su
muslo, notando como su piel se le erizaba a su tacto, apretó su pelvis con la
cintura de la ojiverde. Provocando que ésta cogiera aire de pura impresión.
Todo era un proceso lento, acariciando ambas piernas, la cintura, abdomen
como si quisiera que se habituara a una mano indiscreta por aquella zona,
preparándola para la nueva intrusión en su zona más íntima.
La yema de sus dedos se topó con la goma de sus braguitas. Clara volvió a
besarla a la vez que bajaba hasta su zona más húmeda:
— Clara— dijo rápidamente Alex mientras le agarraba de la muñeca, la rubia
tal y como prometió paró enseguida— Se que no he sido considerada contigo
la mayoría de las ocasiones— su voz sonaba quebrada— Pero si en algún
momento te dejará ir mucho más allá. Por favor, ten cuidado…
Los ojos de Alex estaban vidriosos. Clara los contempló durante unos
segundos. Durante ese tiempo creyó divisar a la niña inocente que conoció en
antaño ¿Qué te pasó Alex Woods? Quería decirla que sus anhelos iban
mucho más allá y aunque por más que quisiera, se veía incapaz de hacerla
daño. Quería transmitirla con besos todo ese sentimiento lleno de dulzor, lo
que seguramente Alex pensaba que era un encuentro sexual más para Clara
era como hacerla el amor. Al final sus dedos tomaron contactó en su zona
caliente, húmeda e hinchada, dispuesta para ella e incitándola a estimular
hasta que explotara y posible lo consiguiera en poco tiempo. Alex tembló,
como si los dedos de Clara quemasen. La ojiverde gimió en la boca de la
rubia, que le acompañaba también entre jadeos. En un principio friccionó
suave a la vez que intuitivamente Alex acabó alzando la cadera. Lo único que
se escuchaba entre aquellas cuatro paredes del ático era, las respiraciones
fuertes, los jadeos y gemidos conforme las ficciones iban en aumento:
— ¿Así va bien? ¿Te gusta?
Preguntó Clara, casi sin separar los labios de Alex. Juntó su frente con la de
la rubia, para seguir mirando sus ojos, oscurecidos y dilatados, aferró con
suavidad sus mejillas:
— Clara— de sus ojos se escapó una lágrima traicionera— Me gusta todo lo
que haces.
La rubia atrapó el labio inferior y tiró fuertemente, provocando un sonoro
jadeo de Alex. Se la veía dispuesta para dar a un paso más, dispuesta a
entregarse. Eso era todo cuanto quería, a Alex, 100% suya. Dos engranajes
que comenzaban a encajar, a complementarse mientras funcionaban
correctamente. Al menos aquella noche, donde Alex se había mostrado débil,
llena de humanidad:
— Clara
Gimió Alex a la vez que echaba la cabeza atrás. No le quedaba mucho y
tampoco iba a ir mucho más allá, quería tocarla y esa noche le permitió
hacerlo, no abusaría del poder que le cedió. Alex sería suya de eso estaba
convencida Clara. En su pecho albergaba calor, fuego y en su estómago
revoloteaban mariposas… maldita sea, aquello era peor que las mariposas,
eran como gusanos carnívoros que la devoraban por dentro:
— Te quiero
Dijo en un pequeño susurro, casi inaudible. Clara puso ojos como órbitas al
darse cuenta de que se le había escapado. Alex que tenía los ojos cerrados los
abrió rápidamente. La rubia tragó saliva.
Rápido piensa algo rápido Clara comenzó a maquinar su mente, mientras
seguía con el frotis:
— ¿Qué has dicho?
Preguntó Alex ceñuda:
— Que certero
Respondió Clara agarrando la mano de Alex y acercándola a uno de sus
senos. La ojiverde bajó la mirada mientras prestaba atención aquella parte de
su cuerpo. Clara, volvió a centrarse en acariciar a Alex suspirando aliviada.
Había esquivado con éxito aquella cagada monumental. Agradeciendo que la
ojiverde sintiera mucha fascinación por sus pechos.
El sexo de Alex a cada vez más húmedo. Por todo su cuerpo recorrían
corrientes eléctricas que viajaba hasta acumularse en su pelvis. Rodeo con los
brazos a Clara y la pegó aún más a ella, intentando no clavar las uñas en su
espalda:
— Dios, Clara— dijo gimiendo fuerte, apoyó su cabeza en el hombro de
Clara— Me voy a correr.
— Hazlo, quiero que sentir como te corres
Los jadeos de Alex iban en aumento, hasta convertirse en ese grito gutural
que solía producir cuando llegaba al orgasmo. Todo su cuerpo se tensó hasta
dar pequeñas convulsiones. Clara tenía los ojos cerrados, chocó sus labios
con los de la ojiverde. Debido a su felicidad no pudo evitar esbozar una
sonrisa. Cuando Abrió los ojos esperaba encontrarse a una Alex sonriente,
feliz, aunque fuera, y no es de extrañar, más excitada. Cualquier cosa menos
el de una Alex vulnerable que había comenzado a derramar lágrimas:
— ¿Te hice daño? — preguntó preocupada Clara— ¿Querías que parase?
Alex negó con la cabeza, se incorporó hasta quedar sentada, posicionando a
Clara a horcajadas sobre ella. En esa posición, acarició a la rubia con
cuidado. No decía nada, tan solo la miraba con adoración, por último, acabó
abrazándola fuerte y apoyando la cabeza en su hombro:
— ¿Qué estás haciendo conmigo? — pegó sus labios al cuello— Clara.
Sus manos recorrían su espalda, acariciando su columna, embriagándose
con el olor de su cuerpo desnudo ¿Aquello era bueno? Se preguntó una Clara
anonadada. Sus caricias lentamente fueron poseyendo su cuerpo, llena de
delicadeza y ternura. Una suavidad de la cual no estaba acostumbrada a
recibir por parte de la ojiverde, que recorría a besos y lametones desde su
mentón hasta el centro de su pecho. Clara aferró el pelo de Alex y la besó,
acariciando con su lengua sus labios carnosos, haciendo un llamamiento a la
suya para atraerla y batallar. La boca de la ojiverde sabía tan bien, que estaría
dispuesta a perder en aquel palacio lleno de tentación y placer. No sabía
cómo podría definir aquello Alex, pero para Clara eso era hacer el amor con
palabras mayúsculas. Sobre todo, si en ningún momento había empleado
expresiones ordinarias como era la palabra follar. La confundía las manos de
Alex bajaron hasta sus glúteos y los apretujó, haciendo que se le escapara un
suspiro fuerte en la boca de Alex, que parecía haber sonreído durante un
breve instante.
Al poco sintió como su mano comenzaba a vagar cerca de su entrepierna:
— Alex, por favor.
Dijo Clara con voz suplicante, quería sentirla dentro, diferente a otras
ocasiones. Alex no le hizo de sufrir más y acarició su sexo. Cuando Clara le
acarició estaba caliente y húmeda. La diferencia es que la rubia solía estar
muchísimo más excitada:
— Me encanta sentirte así de caliente.
La ojiverde comenzó a expandir los flujos por todo el hinchado sexo. Clara
movía la pelvis, queriendo ser torturada, a base de placer, apenas eran
incapaces de separar sus rostros unos centímetros, sintiendo el cálido aliento
de cada una:
— Tómame Alex— dijo antes de besar sus labios y volver a separarlos—
hazme tuya.
Alex esbozó un pequeño gruñido, buscó la obertura de Clara y la penetró,
no de forma ruda como solía hacer siempre. Si no como si estuviera
acariciando el terciopelo, y disfrutase de aquella maravillosa textura:
— ¿Así?
Clara gimió a la vez que ella se movía también. Esta vez la mano de la
ojiverde no estaría quieta ni solo se movería en su interior. Haría gozar a la
rubia con aquellas increíbles penetraciones. Mientras que se desafiaban con
las miradas, quedando atrapadas la una con la otra. Era la primera vez que se
miraban tan intensamente durante tanto tiempo:
— Si— dijo con un hilo de voz— me encanta.
En lo que Alex se controló en no arañar a Clara, ésta hizo todo lo contrario
cuando sintió como la ojiverde le introdujo un tercer dedo. Acelerando la
llegada de su orgasmo, cuando notó que todo su interior comenzaba a
aprisionar sus dedos, la embistió un par de veces un poco más fuerte. Clara
gritó, algo menos sonoro que el de Alex, apoyó su cabeza en el hombro de la
ojiverde que la respondió con un abrazo, a la vez que sonrieron bobaliconas:
— ¿Te han dicho que gritas mucho cuando llegas al orgasmo?
Alex carcajeó:
— No— dio un beso en la frente de Clara— ¿Te resulta molesto?
Clara negó con la cabeza y la miró con ojos brillantes:
— Al contrario— Esbozó una risita— me excita mucho más.
— Tomaré nota.
Dijo esbozando media sonrisa. Clara se quedó embobada durante unos
segundos:
— Deberíamos ir pensando en regresar— dijo Clara saliendo de su
embelesamiento— llevamos ausentes mucho tiempo y te recuerdo, que he
dejado a mi prometido desmayado en el suelo para liarme con la odiosa de
Alex Woods.
Alex hizo sonido quejumbroso cuando Clara se levantó para comenzar a
vestirse:
— Por mi como si Will no regresa de Japón.
— Pero que tirria le has cogido.
Dijo riendo Clara. Alex se levantó y la abrazó por la espalda:
— Yo tengo que conformarme un rato— retiró un mechón de su pelo para
besarle en el cuello— cuando él disfruta de una vida contigo.
— No por mucho tiempo.
Alex la guiñó un ojo y dejó que siguiera vistiéndose. Iba a agacharse a
recoger sus prendas de ropa cuando volvió a mirar ceñuda a la rubia:
— ¿Qué rollos te llevas con Finigan Colman?
Clara estaba de espaldas, colocándose el pelo después de haberse puesto el
vestido. La rubia curvo la comisura de sus labios. Escuchar aquella pregunta
solo le hizo pensar en una cosa. Se giró picarona a Alex:
— ¿Eso son celos señorita Woods?
Alex hizo un mohín y se dispuso a ponerse los pantalones. Clara se acercó,
y agachándose le ayudó a ponerse la prenda. La rubia no mencionó más el
tema, aunque estaba segura al cien por cien de que la ojiverde se había
celado. Quizás debería valerse de eso. A lo mejor, así obtendría de Alex, algo
más que su apetito sexual. Le había terminado de abrochar los pantalones.
Cuando sin previo aviso la atrajo para besarla de forma posesiva y de nuevo
aquella tensión en su rostro:
— Soy posesiva, lo reconozco y te veo como mía. No porque esté
enamorada de ti, no te equivoques— la miraba seriamente— simplemente
porque soy así. La razón por la que te di esa libertad es porque a ti te haría
sentir como un objeto, pero ¿Qué quieres que le haga? Lo que es mío no se
toca.
Clara le apartó de un empujón y volvió a ayudarla a ponerse la camisa:
— Yo no te puedo pertenecer— aquello dejó loca a Alex— yo ya tengo
dueña.
Alex quedó boquiabierta al escuchar aquello.
Increíble, Alex Woods a la sombra de Vesta. Pensó la ojiverde anonadada:
— ¿Y si un día te pido que dejes de pertenecerla a ella? Y ¿si te pido que te
entregues completamente a mí?
Clara se puso de brazos cruzados:
— Me confundes Alex— dijo algo irritada— no quieres exclusividad, sin
embargo, no soportas verme con otros. No quieres que me enamore de ti, sin
embargo, quieres que me entregue a ti. Ahora soy yo la que te pregunta a ti.
¿Qué quieres Alex Woods?
Alex chirrió los dientes, se terminó de vestir y se dispuso a salir del ático.
Dejando aquella pregunta en el aire, pero la rubia se interpuso en medio de la
ojiverde. Ésta cerró los ojos y suspiró:
— De momento quiero recogerte mañana.
Qué remedio. Clara tuvo que darse por vencida. Sabía que seguir por esa
línea era como incitarla a salir huyendo. Se fijó en la marca del cuello.
Bueno, la rubia había dejado claro a Alex de que ya pertenecía a Vesta, pero
ahora era Alex la que estaba marcada:
— Perdón— dijo Clara pasando los dedos por el muerdo— creo que me
emocioné un poco.
Alex había dejado de sonreír hacia un rato y parecía no estar de humor:
— Con tal de que no se vuelva a repetir— la bordeó y abrió la puerta—
espera aquí, voy a mirar que no hay moros en la costa.
Alex bajó las escaleras del ático, miró dirección al pasillo donde estaban las
escaleras que daban al piso de abajo. Al darse la vuelta acabó sobresaltándose
al encontrarse con un desconocido. Alex dio un par de pasos atrás hasta
chocar su espalda contra la pared, y con la mano en el pecho:
— Perdona— dijo el desconocido ampliando una adorable sonrisa— me
dijeron que había un baño por aquí— puso cara apenada— temo que me he
perdido.
Alex señalo el pasillo:
— Dos puertas más allá
El desconocido llevaba un esmoquin de chaquetilla francesa blanca, pajarita
negra y camisa blanca, los pantalones y zapatos iban a juego con el color de
la pajarita. La máscara era al estilo fantasma de la ópera y aunque parecía
agradable a simple vista. Alex sentía un escalofrío por su espalda. Como si ya
le hubiera visto en otro lado y se veía incapaz de ubicarle:
— Muchas gracias, señorita
Alex asintió y espero a que él hombre la dejara sola. De nuevo subió
escaleras arriba y dio la señal a Clara para que bajara. Quería irse de ahí en
cuanto antes, no le gustaba ni un pelo aquel hombre:
— Vamos
La ojiverde parecía paranoica. Agarró del brazo a Clara y fueron directas
hasta las escaleras que bajaban al salón:
— Alex, afloja que me estás haciendo daño.
— ¿Qué?
Alex miró su agarre dándose cuenta de que era cierto, le estaba agarrando
más fuerte de lo debido. Rápidamente le soltó, dejando la huella de su mano
marcada. La ojiverde con cara afligida miró aquella marca:
— Lo siento— dijo con un hilo de voz— a veces soy demasiado…
— Neandertal
Dijo Clara alzando una ceja. Alex esbozó media sonrisa y miró pasillo
atrás. Verificando de que nadie las viese. Se inclinó y le robó un último beso:
— Para evitar sospechas no puedo bajar contigo. Demasiado ausentes, por
los demás no creo que piensen nada, pero mis padres saben lo mío.
— Bajo yo primero.
Alex esperó cinco minutos al pie de las escaleras. Era extraño. Se suponía
que el desconocido había entrado en el baño, pero en el tiempo que llevaba en
aquel pasillo no le volvió a ver. No quería pensar en eso. Su cabeza era un
cacao mental. No podía enamorarse, no podía permitir que Clara Price se
enamorara de ella. Apenas tenía ánimos para estar rodeada de gente, así pues,
se dispuso a salir al patio. Se apoyó a la barandilla de hormigón. Lo más triste
es que Vesta tenía más poder sobre Clara. Era absurdo debatirse contra su
propio personaje de Rol, obvio, ambas habían firmado. Vesta era su ama ¿Y
si le contaba la verdad? Y si ¿le decía que en realidad ya era de ella sin
saberlo? Ya le había negado esa noche, le había mentido en su cara que
practicara tal juego:
— No hace falta preguntarte cómo te ha ido
Dijo Olaya señalando su cuello con el dedo índice, alzando las cejas una y
otra vez:
— Cuidado Olaya, tú también te ves muy cómoda con Ruth.
Olaya se sentó en la barandilla de hormigón, al lado de donde estaba
apoyada Alex:
— No te voy a mentir que me hace tilín— quedó pensativa— lo cierto es que
ya voy teniendo una edad para asentar la cabeza. Como tú.
— Ruth está soltera
Replicó Alex:
— Clara va a dejar a William. Dame otra excusa.
— Los padres de Ruth son más tolerantes.
— ¿Quién dice que los de Clara no?
Alex rio con sorna:
— Hemos recibido la misma educación.
Olaya negó con la cabeza:
— Excusas
— O. es mi vida y decido si enamorarme o no. Clara merece algo mejor que
yo.
— Eh ahí el problema, tu falta de autoestima.
Alex la miró ceñuda:
— ¿Autoestima baja? Estoy llena de rabia O. y rota. Lo único que puede
conseguir de mi es sufrimiento— se puso enfrente para mirarla mejor—
¿Sabes que por casi discutimos? Porque ahora me controlo, pero llegará el día
que no lo haga y empecemos como en el principio.
Olaya achicó los ojos:
— O puede ser quien ayude a mejorar— le puso una mano en el hombro— tú
misma lo has dicho, eras más impulsiva y explotabas con facilidad. No es que
te controles, Clara comienza a ayudarte a curar esas heridas que te niegas
cerrar.
— Vete con tu novia Olaya.
Olaya gruñó frustrada:
— Bendita sea Clara con su paciencia— dijo elevando un poco la voz— eres
cabezota Alex, la única que tiene poder para ser feliz eres tú. Si hubiera sido
otra mujer ya te hubiera mandado a la mierda y para siempre— bajó de la
barandilla y la encaró— A Clara te la follaste por puro capricho, la trataste
como el orto, te la volviste a follar para tratarla de nuevo como un objeto, sin
embargo, sigue ahí y no creo que sea porque la encante como la tratas, no,
ella está ahí porque ve algo más. Así que será mejor que valores lo que tienes
Alex Woods y deja el pasado donde debe estar. En el pasado— respiró hondo
— tu misma lo has dicho, la volverías a proteger, aunque tuvieras que pasar
por lo mismo. Estás enamorada, creo que es hora de que madures y aceptes
las cosas como son ¿Por qué sabes qué? Yo ya lo hice con Ruth, así que sí me
voy con mi novia.
Olaya entró en la casa totalmente indignada. Una discusión nada
preocupante, las había tenido peores y al día siguiente tan bien como siempre.
Alex gruñó, pero ¿por qué tenía que meterse donde no la llamaban? En ese
instante escuchó a alguien entre los matorrales toser. La ojiverde, ceñuda, con
cierto temor fue acercándose hasta aquel seto y ver quien era.
Sorprendiéndose al encontrarse a Jay escondido con un cigarro en la mano:
— ¿Señor Price?
— Señorita Woods
Jay intentó esconder el cigarro. Alex esbozó media sonrisa:
— ¿Fumando a escondidas?
— Si— dijo esbozando una risita tonta— le pediré el favor de que me guarde
el secreto. Abby piensa que lo dejé hace mucho.
Alex se acercó susurrando:
— Le guardo el secreto si usted guarda el mío
— ¿Cuál?
— Yo también fumo de vez en cuando— Le guiñó el ojo— ¿me da uno?
Jay introdujo la mano en el bolsillo riendo y saco de él un paquete de
tabaco. La ojiverde agarró un cigarro y se lo puso en los labios,
encendiéndolo con un encendedor que tenía en el bolsillo de su chaqueta.
Alex miró hacia atrás, recordando la conversación tan subida de tono que
tuvo con su mejor amiga:
— Señor Price…
— Por favor llámame Jay
Alex curvó la comisura de sus labios:
— Jay ¿Cuánto tiempo lleva aquí?
Jay llevó el cigarro a la boca y le dio una calada:
— El suficiente para haber escuchado cosas que no debería.
Joder, tierra trágame pensó Alex mientras empezaba a palidecer:
— Señor Price…
— Jay
Interrumpió el padre de Clara antes de tirar el cigarro:
— Lo que dijo mi amiga— trago saliva— y lo que le dije a ella.
— Estaba fuera cuando ocurrió aquella tragedia. Antes de que Clara entrara
en una crisis nerviosa contó lo que hiciste, la pediste que se escondiera—
Alex agachó la cabeza, no le gustaba hablar de aquello, Jay le puso la mano
en el hombro— nunca te agradecimos aquel acto de valentía joven. En lo
referente a mi hija— carraspeo— no todos somos unos intolerantes, pero me
gustaría hacer oídos sordos a lo de las relaciones coitales. Lo tolero porque
me caes mejor que William Wiyatt— puso expresión seria— pero si me
entero de que haces sufrir a mi hija y que en realidad juegas con ella. No
tienes mundo para esconderte Alex Woods— Alex tragó saliva, esa
conversación es la que tendría con un suegro— mejor que Abby no lo sepa,
porque a ella si la da algo.
Alex tiró el cigarro al suelo y carraspeo antes de hablar. De un momento a
otro notó su boca seca:
— Sé que va a sonar descarado por mi parte preguntarle esto— se guardó las
manos en los bolsillos y lo miró a los ojos. Eran del mismo color que su hija
— Pero si existiera oportunidad de que su hija y yo pudiéramos estar juntas.
¿Tendría su bendición?
— Solo quiero la felicidad de mi hija. Aunque no lo tendríais fácil por los
demás.
Alex le miró sería:
— Disculpe por mi mala forma de hablar, los demás me la sudan— Jay alzó
las cejas— no solo le pregunto si me da su bendición para salir con su hija. Si
tuviera oportunidad ¿tendría su bendición para casarme con ella?
Jay rompió a toser porque por casi se atragantó con su propia saliva:
— Pero si os acabáis de reencontrar
— Jay no le voy a mentir, soy ordinaria, soez, bruta al más no poder y tengo
fama de mujeriega. Pero si de algo estoy segura, es que daría mi vida por
Clara y llevo dándosela incluso desde que era una niña. Es irritante,
caprichosa, remilgada— quedo pensativa— de puertas para fuera de la
habitación eso hay que reconocerlo, la considero niña de papa y me encanta.
Así que ¿Por qué perder tiempo en formalidades? ¿Tengo su bendición?
Jay le miró estupefacto, Alex era muy directa cuando quería:
— Primero, has dicho tantos piropos de mi hija, joder que ternura— se llevó
la mano a la boca al darse cuenta de su palabrota. Sí, Alex también causaba
ese efecto en la gente— segundo, no quiero parecer un cotilla, pero hace un
momento decías que no querías nada con Clara ¿Por qué ahora sí? Y ¿Qué
me asegura de que no cambiaras de opinión? William es un pesado, pero al
menos sé que él es un hombre de palabra.
Alex agachó la cabeza:
— Estoy hablando de un caso hipotético, si llegara a tener la ocasión— cerró
los ojos y suspiró— Pero si diciéndole hasta donde soy capaz por proteger a
su hija es un punto a mi favor, no sé qué siento de lo único que estoy segura
es que no puedo vivir sin ella.
Alex se acercó y comenzó a susurrarle al oído parte de sus vivencias en sus
días de cautiverio. Claro que las menos fuertes. Tampoco iba a contarle su
vida. Jay ponía gestos de sorpresa, de compasión e incluso se le escapó una
lágrima ¿De verdad había vivido todo aquello una niña? Todo eso lo pudo
haber pasado Clara, todo eso era para su hija. Sin embargo, ahí estuvo esa
ojiverde. Cuando terminó de contarle un uno por ciento de su historia, Jay
Price la abrazó:
— Me gustaría que quedara entre usted y yo, Jay
— Tendrías mi bendición Alex Woods
— Estamos hablando en un caso hipotético.
— Para ser un caso hipotético— dijo Jay sacando el paquete de tabaco y
ofreciendo otro cigarro— te has esforzado mucho por convencerme, joven.
Alex agarró el cigarro que le estaba ofreciendo Jay:
— Por favor, será mejor que no comente a su hija lo de los cigarros
Jay carcajeó:
— Ni tú se lo comentes a mi mujer.
Clark Wallace tanteaba el terreno y observando lo que era suyo. Era lo
bonito de las fiestas de máscaras. Podía moverse entre tanto invitado. Al
parecer Patrick se había recuperado económicamente de maravilla. De
aquella fiesta sacó varias cosas en claro. Alex Woods estaba teniendo un
idilio amoroso con Clara Price. Le entró la risa. Quería escribirla una nota en
la que pusiera.
¿Amas a Clara Price? ¡Sorpresa! Jay Price es tu padre. ¿Quieres seguir
acostándote con tu hermanastra, pervertida?
Pero al final se contuvo. ¿Qué necesidad? Al menos su pensamiento de
matar a Clara Price había cambiado. Si había escuchado bien. Alex Woods,
daría cualquier cosa por Clara ¿Por qué no aprovecharse de aquello?
Antes de conocer a Alex estaba solo. Su vida era oscuridad, pero cuando
acabó en el mismo infierno que él, cautivos por Danny. Se hicieron una
promesa, que siempre se ayudarían, pero aquel sentimiento fue a mayor,
cuando los mismísimos secuestradores le demostraron que en Alex
encontraría un mundo maravilloso. Por ella recibió latigazos hasta quedar
inconsciente, se desvivió por protegerla. Sin embargo, le dejó en coma. Aun
después de ayudarla a escapar, le dejó en coma, no podía permitirlo, pero al
haberla tenido tan cerca quiso convencerse que Alex actuó por los delirios
que le causaba la fiebre. Alex volvería a su lado, aunque tuviera que
secuestrar y torturar a su hermanastra.

Flashback
Alex no quería dirigirse a ningún secuestrador, pero ya no podía más, o la
dejaban salir para hacer pipí o se mearía encima. De día siempre había
alguno vigilando. Se echó para adelante y puso las manos en la puerta de la
jaula:
— Disculpe señor
— Calla
Ordenó mientras prestaba atención a un pequeño televisor. En aquel
momento estaba viendo una pelea de boxeo de pesos pesados:
— Por favor
El hombre se levantó de mala gana, dio una patada al lateral de la jaula
haciendo que tambaleara y rompiendo uno de los alambres:
— He dicho que te calles
— Pero es que me estoy meando señor
Dijo la pequeña Alex entre sollozos. El hombre gruño y fue a por más
cuerda. Enseguida sacó a la pequeña de la jaula. Después de estar durante
una noche ahí metida tenía las piernas entumecidas y nada más salir acabó
en el suelo. El secuestrador que se negaba a quitarse el pasamontañas en
ningún momento alzó la cabeza y miró la puerta del garaje:
— ¡Clark!
Gritó, más bien rugió haciendo que la pobre Alex se le escapara unas
gotitas de puro miedo. El chico apareció corriendo, sabía que si no acudía
rápido le tocaba cobrar. En un extremo de la cuerda estaba la niña atada de
las muñecas mientras que le dio el otro:
— Saca de paseo al perro— dijo con ironía— que haga popo y pipi— le
agarró de la pechera— y como se te escape estas muerto
— Si señor
Los dos chicos salieron del garaje. A la ojiverde le dolieron los ojos cuando
le dio los rayos del sol. Después de estar horas encerrada, en la oscuridad,
era una auténtica pesadilla. Caminaba delante intentando aguantar todo lo
que podía, se miró las muñecas. ¿Cómo se podía bajar la ropa interior? Y
¿subirse la falda? Todo aquello estaba lleno de plantas, espigas y bichos,
¿Cómo agacharse ahí?:
— Por favor Vesta— suplico Clark— Date prisa antes que nos peguen.
Los sollozos de Alex regresaron:
— ¿Ahora qué te pasa?
Preguntó el chico, mirando a su alrededor para verificar que su tío no
estuviera mirando:
— Es que no puedo bajar mis bragas— miró esperanzada a Clark— ¿me
desatas? Aunque sea una muñeca, para poder hace pipi a gusto
Clark la veía tan desolada y desesperada, sin dejar de mirar a la puerta
corrió y comenzó a desatarla de una muñeca:
— Por favor, si intentas escapar me matan
Clark le desató de una muñeca y se dio la vuelta para que la niña tuviera
su privacidad. Escuchó como suspiró aliviada cuando pudo vaciar la vejiga.
Se subió las braguitas y avisó a Clark de que había terminado. Él niño la
miró ceñudo:
— ¿Por qué no has intentado escapar?
— Confío en que mi papá me sacará de esta— puso las muñecas para que
Clark la atase— y porque no podría vivir pensando que te han matado por
mi culpa.
Clark sonrió y comenzó a atarla de nuevo:
— Siento que te ocurra esto, Alex
— ¿Qué es esto? — Ambos se sobresaltaron— ¿La estas desatando para
que escape?
El chico con lágrimas en los ojos comenzó a negar:
— No yo…
— Calla
Recibió una bofetada:
— Y tú— dijo dirigiéndose a Alex— has sido una niña mala, Alex. A las
niñas malas les castigamos duro.
El hombre comenzó a tirar de la cuerda fuertemente, casi arrastrándola,
para introducirla de nuevo en el garaje.
— No, por favor— las suplicas de una pequeña Alex entre llantos— seré
buena lo prometo, suélteme.
El secuestrador no hizo ni caso, quitó el extremo de la cuerda y la
introdujo en la jaula. La parte rota de la jaula era puntiaguda, con la inercia
y la fuerza que la metió en aquel lugar, acabó por arañarla profundamente
debajo de su pecho, rasgando su vestido y comenzando a sangrar:
— Lo que faltaba ahora, que te mueras de hepatitis.
Clark entró con la cabeza gacha y la nariz sangrando:
— Ya sabes lo que toca Clark— el chico no dijo nada, se limitó a quitarse la
camisa alzar los brazos a ambos lados, cuanto más humillante le fuera para
él, más considerados y flojos eran su supuesta familia— esto te pasa por ser
un blando, Clark.
Y como ocurrió la noche anterior, sintió sobre su piel, los fuertes latigazos
perforantes, mientras que la ojiverde, adolorida se tapó las orejas y bajó la
cabeza. Aquello era horrible.

Fin del Flashback


Capítulo 20 - Yellowstone
No fue fácil la noche para ninguna. Clara y William acabaron discutiendo.
Terminando por dormir separados otra vez. La tocó a la rubia irse a la
habitación de invitados y es que William se mostró celoso, pero de la persona
equivocada. Finigan Colman, ya era el segundo aquella noche que le había
mencionado su relación con Colman.
Mientras Alex se hallaba tumbada en la cama mirando cada dos por tres el
reloj. Las horas se le estaba haciendo eternas. Debería dormir, William se iría
a las seis, por lo cual debería estar a las seis y cinco en casa de la rubia para
recogerla. Tenía los minutos contados porque ya había hablado con el piloto
de avión privado para ir a Wyoming. Hay estaba una de las empresas
distribuidoras, que se encargaba de repartir y proveer a pequeñas empresas.
Claro que antes de irse de la fiesta, le tocó mantener una charla con su socio
Finigan Colman. ¿Era de fiar? No lo sabía, pero al menos avisar de que no
firmara ningún papel que le entregase el señor Jamal. No le dijo las razones,
simplemente que no lo hiciera. Al menos hasta que llegase de su viaje.
Tampoco dejaba de pensar en que estaría haciendo Clara en esos
momentos. ¿Estaría durmiendo? ¿Estaría pensando en ella? Se frustró, ya que
Alex Woods no pensaba en esas cosas. Maldijo porque eso era señal para
salir huyendo de Clara Price, pero es que se veía incapaz. Se había vuelto una
adicta a aquella rubia.
Finigan, había llegado a su piso en el centro de la ciudad. Se desabrochó la
camisa y se despegó lo que parecía un micro. Agarró su teléfono móvil y
llamó a un número donde tuvo que decir una clave:
— Me gustaría que la pizza de tortilla que llevase queso azul.
Una clave absurda, pero claro ¿Quién en su sano juicio pediría una pizza de
tortilla? Eso no existía por eso era perfecta para comunicarse:
— Número de identificación
Dijo una voz femenina:
— Agente Finigan Colman, número de identificación 6731584
Sonó un pitido, antes de que la voz femenina le respondiera mucho más
animada:
— Buenas noches agente Colman. Enseguida le pasamos con Charlotte
— Será mejor que me des buenas noticias— sonó una voz femenina más
malhumorada que la anterior— agente Colman.
— No mucho— admitió Finigan mientras se sentaba en la cama— El señor
Woods no ha soltado prenda y Alex Woods parece ser que se va de viaje. Lo
sospechoso, es que me ha pedido que no firme ningún documento procedente
del señor Jamal.
— Estupendo— dijo algo menos exaltada— tienes que conseguir uno, y
averiguar las razones por la que te ha pedido eso.
— Si señora.
— Meteré prisa a Taylor para que siga vigilando a las amistades de Alex
Woods.
Después de informar, Finigan Colman se dio una ligera ducha, se puso el
pantalón de pijama y se dispuso a dormir. No sin antes pensar en Clara Price.
Aquella noche estaba realmente hermosa. Era cierto que él estudió en
Londres. Antes de comenzar a ser policía. Por la misma razón de que era
conocido por una de las familias cercanas a Patrick Woods, accedieron que
fuera el agente encubierto, no tan encubierto ya que seguía manteniendo la
verdadera identidad, por eso era perfecto.
Esbozó una sonrisa al recordar viejos tiempos. Si no fuera porque el destino
los separó. Estaba seguro de que Clara y él estarían juntos. En un principio le
resultó decepcionarle que estuviera prometido. Hasta que conoció a William.
En ese caso pensó que lo tenía chupado, hasta que notó cierta tirantez entre
Alex y la rubia. La conocía demasiado bien, para poner la mano en el fuego
de que Alex Woods iba a ser más rival que el mismísimo prometido.
Bien Alex Woods, ya veremos quien se lleva a la chica sonrió mientras
desafiaba mentalmente la estafadora o el agente.
No quería ni mirarse en el espejo. Debería de tener unas ojeras horribles.
Clara observó cómo William dejaba la casa. No habían pasado ni dos minutos
cuando ya tenía todas las cosas preparadas en la puerta. Alex no la dejó claro
si irían a sitios de ambiente cálido o frio. El corazón se le aceleró cuando
escuchó el timbre. Cinco minutos, ni uno más y ni uno menos. Ahí estaba la
ojiverde, con la mano derecha apoyada en el marco de la puerta. Alzó una
ceja cuando vio la cantidad de equipaje:
— ¿Todo eso para una semana?
Clara se encogió de hombros y comenzó a señalar equipaje:
— Para sitios rurales— señaló a la primera— para sitios cálidos— a la
siguiente— para sitios fríos y para ciudad.
— ¿Por si las dudas no se te ocurrió meter varias prendas de cada en una
maleta?
Negó la cabeza para quitarle importancia, con decisión entró, agarró la
primera maleta que pilló y fue al coche para guardarla en el maletero del
coche:
— Vamos princesita de las mil maletas, que llegamos tarde.
Clara puso los ojos en blanco y salió de la casa. Analizando la situación por
el camino al aeropuerto. Ambas, en cuanto a sexo se trataba se llevaban de
lujo, pero ¿enserio que se soportarían una semana? En ese instante le entró
miedo. Una semana a solas con Alex Woods:
— ¿En qué piensas?
Alex estaba seria, no había sonreído y estaba poco habladora. Simplemente
se dedicaba a conducir:
— Nada
— Esas arrugas en tu frente— dijo alzando una ceja— que por cierto te afea
mucho, me dicen todo lo contrarío
Clara la miró fulminante no había pasado ni quince minutos juntas y ya la
había irritado:
— ¿Enserio que vamos a poder sobrevivir una semana sin matarnos?
Alex se encogió de hombros, el aeropuerto ya no pillaba muy lejos. Diez
minutos como mucho:
— Por intentarlo— dedicó una fugaz mirada a la rubia— pero si quieres,
estas a tiempo de quedarte. A mí no me queda más remedio que hacer estos
viajes.
— ¿Viajes?
— Sí, tengo que hacer unas visitas a algunos proveedores. De algunos
estados. Hoy vamos a Wyoming, mañana a Chicago y por último a Ontario,
Canadá.
Clara quedó estupefacta. Tenía pinta de que Alex iba a estar muy ocupada
¿Qué pintaba ella ahí? Puede que temiese acabar matándose la una con la
otra, pero es que, a ella le pasaba lo mismo que la ojiverde. Una semana sin
verse, sería duro y más que no habían dejado de reencontrarse desde que
Alex regresó a su vida.
Cuando llegaron al aeropuerto, pensó que tendría los billetes preparados.
Pero para sorpresa de la rubia. Alex optó por usar el Yet familiar que testaba
preparado y listo para despegar. Solo en ese momento la volvió a preguntar
por última vez:
— ¿Estás segura de que quieres venir? — hizo la pregunta acariciándola la
mejilla y mirándola intensamente— puedes arrepentirte. Yo no me voy a
enfadar.
Clara le agarró de las mejillas se puso de puntillas e hizo algo que llevaba
queriendo hacer desde que llamó a su puerta. Besarla. En un principio ese
beso la pilló por sorpresa, pero enseguida Alex respondió a sus labios de
forma intensa:
— Sí, me apetece ir.
Las palabras adecuadas hubieran sido, “Sí, me apetece estar contigo”. Alex
dibujó media sonrisa, le dio la mano y subieron al avión privado. El piloto se
encargaba de guardar el equipaje y disponerlo todo para iniciar el viaje.
Después de aquel beso, la ojiverde se volvió a mostrar indiferente. Ambas
estaban sentadas la una enfrente de la otra:
— Hice reserva para dos habitaciones en el hotel Amway Grand Plaza—
miró a Clara por encima de un folleto— ¿has estado alguna vez?
Clara no respondió aquello. Puesto que le dejó estupefacta el hecho de que
reservara dos habitaciones:
— Dos habitaciones ¿Es que no vamos a dormir juntas?
Alex la miró seria durante unos segundos, para luego prestar atención a las
referencias del hotel. Clara maldijo en su fuero interno. Porque con sola una
caricia había cedido ir con Alex para luego recibir tal trato:
— Veo que tiene piscina climatizada. Puedes ir mientras que reviso la llegada
del material.
Clara la arrancó del tirón el folleto de las manos y la miró ceñuda. Alex
suspiró hondo:
— Desde que me acuesto contigo hemos dormido dos veces juntas y una
noche sin que hubiera sexo.
Comenzó a explicar la ojiverde:
— ¿Y?
Incitó Clara para que siguiera diciéndole sus razones:
— Que yo no hago esas cosas
Dijo con convencimiento, Clara se puso de brazos cruzados:
— Me estás diciendo que somos dos amigas con derecho a roce que se van de
viaje— desafío con la mirada a Alex— Y si por un casual conozco a alguien
que me gusta en este viaje y quiero liarme con esa persona— Bufó— total no
creo que te importe.
Alex chirrió los dientes, se desabrochó el cinturón y se puso a horcajadas
sobre Clara. Para mirarla fijamente a los ojos:
— Quieres liarte con más gente— hablaba con la mandíbula apretada—
adelante, pero ten por seguro que regresas a Portland.
La rubia quedó paralizada ante la cercanía de Alex. Su aliento olía
mentolado, como a licor del polo de menta. Sin poder evitarlo acabó
quedando fija en sus labios carnosos:
— Nuestra relación es meramente física— dijo Clara intentando mantener
la compostura— dormiremos separadas y aun así no quieres que me lie con
nadie más. Eres peor que el perro del hortelano.
Alex le tiró un poco de su pelo rubio, obligándola a echar un poco la cabeza
para atrás y besarla de forma fogosa y con cierta furia. Clara en un principio
llevó sus manos hasta las de Alex para que la soltase, pero pasados unos
segundos, cuando sintió su lengua dentro de la boca desistió para rodearla
con los brazos y atraerla todavía más. A pesar de que debía de estar en una
posición muy incómoda sobre su regazo:
— Al igual que solo quiero estar contigo estos días— dijo separando sus
labios para coger aire— espero lo mismo por tu parte— cerró los ojos abatida
— a veces mientras duermo doy puñetazos, patadas y en pocas ocasiones
padezco de sonambulismo. Será mejor que duermas en otra habitación por tu
seguridad y para que descanses mejor.
Esto último lo dijo rápidamente, se quitó de encima y regresó a su sitio.
Dejando a una Clara entre estupefacta y para qué negarlo, acalorada. Cuando
pudo recuperar la compostura, quiso seguir rebatiendo aquello. Total, ya
había dormido dos veces con ella y estaba completa, pero Alex no quiso
seguir con el tema.
— Soy el capitán, les informo de que vamos a proceder con él aterrizaje
— Podemos hacer algo cuando regrese al hotel— decía mirando por la
ventanilla— ir algún restaurante, al cine, teatro, lo que te dé la gana—
Esbozó media sonrisa— montar en una noria.
Clara estaba de mal humor. Lo cierto es que tenía otra idea de ese viaje.
Parecía que se había olvidado de cómo era Alex Woods realmente. Una
cavernícola.
Estaba de brazos cruzados y de morros, mientras que la ojiverde hablaba
con el recepcionista del hotel. Que la tocó discutir y esperar porque hubo una
confusión con las habitaciones.
Al lado de Alex había una familia que tenía un niño no más de cinco años.
Vestido de vaquero, con su sombrerito, su plaquita de sheriff y dos pistolas
de juguete. Apuntó con una pistola a la ojiverde. Que empezó a jugar con el
niño alzando las manos:
— No sheriff, no me mate he sido buena se lo juro
El niño rompió a reír e imitó el sonido de dos disparos pum, pum. Alex se
llevó la mano en el pecho fingiendo que había recibido los balazos:
— oh no— dijo tirándose al suelo y sacando la lengua a un lado— me ha
matado.
Clara observando aquella escena, no pudo evitar comenzar a reírse y
después de ver a la Alex cavernícola, estaba esa en la que era capaz de
sorprenderla. Como cuando la besó en lo alto de la noria, la que la defiende a
toda costa, cuando se desnuda y la respeta, aun estando drogada o la que es
capaz de jugar con un niño que ni conoce, sin importarle tirarse al suelo y
ensuciarse:
— Oliver— dijo el padre del niño— no molestes a la chica.
— No se preocupe.
Intentó quitarle importancia mientras que sonreía y guiñaba un ojo divertida
al pequeño. Por fin apareció el recepcionista, ya habían arreglado la
confusión de las habitaciones. Alex no era de muchos lujos, pero Clara sí, de
eso estaba segura la ojiverde. Así pues, pidió una suite para la rubia y la
habitación normal que estaba al lado.
Ya en el ascensor, tenían que subir muchas plantas, ya que, la suite estaba
en el último piso. Clara se acercó a Alex, rodeo su cuello con los brazos y
comenzó a besarla. Sorprendiendo por segunda vez a la ojiverde:
— ¿Y esto? — preguntó mientras esbozaba media sonrisa y le respondía al
abrazo— Pensaba que estabas enfadada conmigo.
— Quiero visitar Yellowstone— apoyó la cabeza en su hombro— está cerca,
si da tiempo claro.
Alex curvo la comisura de sus labios, le dio un beso en la frente y se aferró
más a ese abrazo:
— Lo que tú quieras, en realidad no tardaré mucho, solo revisar que todo
vaya en orden ¿Quieres hacer algo más?
Clara rio picarona, comenzó a besar su cuello:
— Pedir algo para cenar y jugar un ratito.
— Compro la idea.
Dijo Alex, agarró de su nuca y la besó apasionadamente. Aún quedaban un
par de plantas, suficientes para encenderse:
— joder, lástima que me tenga que ir en breve— Se quejó la ojiverde con voz
ronca— Será mejor que estés preparada para ir a Yellowstone, en un par de
horas te llamo y te estaré esperando en el vestíbulo.
Clara quedó alucinada con la habitación, era enorme e incluso tenía jacuzzi
con hidromasaje. Por lo que llegó a escuchar, Alex se pidió una habitación
común. No entendía por qué, cuando podía permitirse otra suite. En parte, la
rubia, aunque se podía permitir todo lo que quisiera. La ojiverde no le
permitió pagar nada. El viaje, la suite, e incluso dejó órdenes estrictas de que
todo lo que quisiera se lo encargasen a su cuenta.
Parecía Julia Roberts en Pretty Woman, no era pobre podía permitirse
aquello, pero era una suite en lo alto del hotel y había ido con Alex de viaje
¿para qué? Para follar y ale cada una a su camita por separado, para colmo
era la misma ojiverde quien le pagaba todo. Eso no le sentaba bien. Deberían
de llegar a un consenso en el que ambas pagasen los gastos por igual. O al
menos pagar ella misma sus propios gastos.
Decidió echarse un rato en lo que Alex estaba fuera.
Alex había alquilado un coche. Se encontraba vigilando, esperando a que
llegaran los camiones. Era obvio que no se acercaría diciendo que era Alex
Woods. Necesitaba descubrir qué clase de negocios estaba metido su padre y
para eso, no podía descubrir que ella se había acercado.
Al final y con casi media hora de retraso, los camiones habían llegado.
Agarró los prismáticos y observó cómo descargaban los materiales. Haciendo
recuento, para poder compararlo luego con los documentos que le había
entregado Jamal. Por lo que pudo observar, todo estaba correcto. Scott le
entregó una identidad falsa, para poder hacerse pasar por inspectora privada
que mandaba el señor Patrick Woods. Dirigiéndose a la oficina principal
donde había un encargado, que daba realmente grima. Con sus greñas y su
traje manchado de kétchup:
— En que puedo ayudarla
— La inspectora Carter— enseñó la placa— vengo de parte del señor Woods
para revisar toda la documentación de este último año.
— No hay de menos
Dijo el chico animado. Alex iba con su traje ajustado, sus pantalones negros
de vestir realzaban su culo, una blusa blanca cuyos primeros botones estaban
desabrochados, dejándose ver el escote, su pelo estaba recogido con una
coleta alta, y aunque no era muy común verla de esa guisa, maquillada de
forma que realzaba el color de sus ojos y el carmín de sus labios los hiciera
más gruesos y carnosos. Le entregó las carpetas y rápidamente comenzó a
mirar los documentos desde Enero. Estaba tan atractiva y sexy, que el chico
se la quedó mirando de forma lasciva y fantaseando despierto. Alex frustrada
se llevó la mano a la cabeza, ahí no había nada extraño. Miró por encima de
los últimos documentos y se encontró al chico con cara de bobo:
— ¿Tienes alguna deficiencia?
Preguntó Alex, no por meterse con el chico. Tampoco es que la chica se
despreocupara de sus empleados. El chico frunció el entrecejo reaccionando
ante aquel comentario:
— No inspectora Carter— sonó molesto— ¿acaso le parezco que sufro
alguna?
— Pues sinceramente…
En ese instante ya no le parecía tan atractiva la chica:
— Espero que termine rápidamente.
— ¿Cómo se llama?
— Joshua
Alex cerró el archivero y le miró completamente autoritaria:
— ¿Suele ser maleducado con todo el mundo?
Joshua alzó las manos:
— Has empezado tú insinuando que tengo alguna deficiencia
— Tráteme de usted impertinente
Joshua frunció el ceño irritado:
— Cuando la empresa pase a la señorita Woods ya veremos si sigue
manteniendo su puesto.
Dijo el chico amenazante, aquello le hizo gracia a Alex, esbozó media
sonrisa y se apoyó en la mesa con una mano:
— ¿Se puede saber por qué?
— La señorita Woods y yo nos conocemos de toda la vida y si se entera que
me ha faltado el respeto— comenzó a venirse arriba el chico, no solo se
atrevió a decirla eso que siguió mintiéndola en la cara— además cuando digo
que nos conocemos, quiero decir que tengo una relación especial con Alex
Woods.
Alex no pudo más y comenzó a carcajear. Negó con la cabeza. Ahora sí que
estaba convencida de que el chico sufría alguna carencia mental. No le dieron
teta suficiente de bebe o a lo mejor se cayó de algún columpio, a saber. Le
hubiera gustado decirle quien era en realidad, para ver la cara de pardillo que
pondría.
De esa visita no sacaría nada en claro, pero al menos sí que se había reído y
seguía haciéndolo cuando llegó al hotel. De verdad que algunos empleados
podían llegar a ser sorprendentes cuando querían hacerse los importantes.
Como dijo, esperó a Clara en el vestíbulo. La rubia se había cambiado a
ropa más cómoda. Puesto que iban a un parque natural. Enseguida la recorrió
con mirada, ya que la ojiverde no se había cambiado aun:
— ¿No piensas cambiarte?
— Tengo ropa en el maletero
Se acercó le dio un fugaz beso y le agarró de la mano. Sorprendida por
aquel gesto de aprecio por parte de Alex. Llevaba toda la mañana siendo
entre desagradable y distante. Las pocas veces que hubo acercamiento fue por
parte de Clara:
— ¿Y este buen humor?
— Un empleado me hizo reír muchísimo— se dirigieron a la salida y le abrió
la puerta del copiloto— ¿te puedes creer que tengo un idilio amoroso con uno
y yo sin saberlo?
— ¿Qué?
Preguntó Clara sin entender eso último. De caminó Alex le contó un poco
por encima la historia. Bueno, con algunos detalles inventados. La había
dicho que revisaba que todo estuviera en orden, haciéndose pasar por otra
persona. Un estilo jefe infiltrado. No quería que le lamieran el trasero.
Omitiendo el detalle de que sospechaba ciertos negocios turbios por parte de
su padre o del mismísimo Jamal, que era el que llevaba las cuentas.
Ambas se estuvieron partiendo el culo de risa durante un buen trecho, eso le
dio pie a que Clara se mofase de ella un rato:
— Espero estar invitada a la boda señorita Woods.
De vez en cuando desviaba la mirada para admirar los paisajes, se
adentraban al parque y aquello era precioso, todo verdoso, animales, arboles
a un lado de la carretera, al otro había como una especie de rio y a unos
kilómetros se veía muchos más árboles:
— Lo siento por Joshua, pero le dejaría plantado en el altar
Clara estaba mirando por la ventana fascinada, pero aún pendiente en la
conversación que le daba Alex:
— Pobrecito ¿eso por qué? quitando su supuesta deficiencia parece majo.
La rubia rápidamente desvió la mirada a Alex, que se la devolvió sonriente,
a la vez que le agarraba de la mano:
— Porque prefiero perderme por Yellowstone con la señorita Price.
Ambas sonrieron bobaliconas. Hasta que algo llamó la atención a la rubia.
Achicó los ojos, intentando enfocar la vista más lejos. En el linde del bosque
parecía haber un animal peludo gigante:
— ¿Eso es un oso?
Alex soltó la mano de Clara para volver a posarla en el volante, mientras
ponía los ojos en blanco:
— No Clara— susurró con ironía— es un pies grandes, que salió para
saludarte— comenzó a reír— pues claro que es un oso.
Clara la fulminó con la mirada:
— ¿Puedes estar un ratito sin mofarte de mí?
Alex carcajeó más fuerte:
— Si Clara— comenzó a acariciarla del pelo— ya pasó, venga ea ea
— Te odio
Dijo mientras se cruzaba de brazos y comenzó a castigarla con el silencio.
Alex no siguió molestándola, ni se enfadó por el berrinche infantil de Clara.
Es más, sin que ésta se diera cuenta, de vez en cuando la miraba de reojo y
sonreía. Cuando estaba en ese plan, parecía un gatito de grandes ojos azules
con cara de mala hostia, pero a la hora de la verdad era toda una ricura:
— Creo que por aquí cerca hay un camping— dijo mirando Alex las señales
— se podrá hacer senderismo.
Desvió el coche por un camino y no estaba muy equivocada, porque si se
escuchaba gente cerca. No tardaron mucho en da con la zona de camping:
— Por suerte podré cambiarme y dar un paseo, a ver si conocemos a Yogui
— No llevamos comida, dudo que aparezca
Replicó Clara, Alex que había estacionado ya el coche, se acercó a Clara
con cara pícara:
— ¿Cómo qué no? — descaradamente llevó la mano a la entrepierna de la
rubia— usted está muy rica señorita Price
Clara le retiró la mano riendo:
— Pervertida, ten las manos quietas.
Alex le recorrió con la mirada. Clara tenía puesta unos pantalones
deportivos negros ajustados y una chaqueta rosa con capucha:
— Es que así vestida— comenzó a decir Alex con mirada lasciva— difícil
tener las manos quietas, pero lo intentaré.
Alex se cambió en la zona del camping. Por suerte había casetas. Cuando
ésta salió dejó boquiabierta a Clara. Las mayas le quedaban mejor a ella.
Agradecía que no hubiera mucha gente, seguro que más de uno se la quedaba
mirando. La ojiverde esbozó media sonrisa:
— Clara
La rubia reaccionó y miró a la cara de Alex, aun con la boca abierta:
— ¿Qué?
La señaló la barbilla con el dedo índice de forma cómica, mientras
insinuaba a la rubia:
— La baba— Clara achicó los ojos y apretó los labios para no reír— anda
vamos a dejar la bolsa.
La rodeó con el brazo por encima del hombro y caminaron hasta el
maletero del coche. En ese instante había un grupo de chicos alrededor de
una hoguera. Que empezaron a mirar de forma golosa a Clara:
— Que culo tiene la rubia— Dijo el más cachas en voz alta— vienen
curvas y no las de la montaña
Los amigos rieron mientras vitoreaban. Clara se ruborizó, no estaba
acostumbrada a ese tipo de piropos. Quizás porque en el círculo al que
acostumbraba a moverse eran mucho más sibaritas. Aquellos hombres eran
de pueblo, quizás ligaban así con las mujeres:
— Menudo par de… ojos
Añadió el chico moreno y no hay que mentir, era todo un craco el
muchacho, chico más feo no se ha podido encontrar. Alex cerró de un portazo
el maletero del coche. Haciendo sobresaltar a Clara:
— ¿Es que acaso no sabéis tratar una dama?
— Uuuuuuuhhh
Dijeron todos a la vez. Mientras que el chico rubio más bajito y joven dijo:
— Llamen a los forestales, que nos ataca la fiera.
Clara viendo la expresión de la morena, sabía que ésta acabaría saltándoles
encima como una autentica fiera. Así pues, le agarró del brazo suplicante. La
ojiverde estaba tensa, hasta que sintió el tacto de Clara sobre su brazo:
— Por favor— dijo suplicante— pasa de ellos y vamos a caminar.
Alex no dijo nada, asintió con la cabeza y fueron hasta uno de los
senderos, no sin antes dedicarles una mirada fulminante a los chicos. Si
hubiera sido en otra ocasión, la ojiverde no hubiera dudado en lanzarse a sus
yugulares. No sentía pena si alguno lloraba o sangraba, pero cuando se
trataba de Clara Price. Ejercía un gran poder sobre su autocontrol.
A Alex no le gustaba mucho los bosques. Lo cierto es que no pisaba un
parque natural desde hace muchos años. El último fue un parque de portland.

“Flashback

Alex se escondió en el hueco de un tronco de un árbol. Estaba cansada


adolorida y creía desfallecer. Sus delirios iban en aumento. No estaba
convencida de que solo había muerto Clara, si no que Clark también. Los
dos por su culpa ¿Pero qué iba hacer? Quiso proteger a Clara tal y como le
prometió. Pero ese hombre fue más astuto. Y luego Clark. Pero no tuvo otra
alternativa Clark la obligó.
La pequeña Alex alzó la cabeza, estaba sudando y el espejismo de Clara la
perseguía como un fantasma que quisiera atormentarla:
— Por favor— dijo suplicando a aquel espejismo— lo intenté de verdad.
Quise protegerte y cargaré con la culpa, pero por favor Clara déjame en paz.
Alex se agazapó e intentó dejar de mirar hasta donde estaba su amiga
muerta. Tiritando, con cierto temor. Se encontró aquellos ojos azules más
cerca. La rabia le consumía:
— Déjame en paz Clara Price, ya he pagado con esos hombres malos cuando
no me querían, te odio por hacerme esto ¿De qué sirve todo el dolor? Te has
muerto igualmente. Desaparece, te odio, te odio— elevó aún más los gritos y
los llantos— ¡TE ODIO!
Con ese último te odio quedó casi desfallecida. Sus oídos parecieron percibir
las voces de un hombre joven y una mujer:
— ¿Es una niña?
Preguntó la voz del chico a lo lejos:
— Sí, corre Grant llama a la policía y una ambulancia
Respondió la voz de una mujer a cada vez más cerca.

Fin del Flashback”


Capítulo 21 - Selfi
Tardaron un buen rato, pero consiguieron llegar al final del camino. A lo
alto de una montaña. Donde se podía contemplar parte de un llano del parque.
Clara tenía que reconocer que no acostumbraba a hacer nada de deporte y
prácticamente llegó asfixiada. Fue recompensada con esa hermosa visión
¿Por qué no lo haría más veces? Alex parecía desenvolverse muy bien. A
pesar de correr el riesgo de encontrarse con animales salvajes y peligrosos,
estaba de lo más impasible y tranquila. Cuando pensaba que no se daba
cuenta, Clara la miró fijamente. Pensativa, intentando ver algo más a través
de sus muros:
— A veces me pones nerviosa— comenzó a decir Alex esbozando media
sonrisa— cuando me miras así, pensando que no me doy cuenta.
— Pero ¿cómo? — dijo alucinada Clara— estabas mirando a otra dirección.
Alex miró algo divertida a la rubia, al ver su expresión de sorpresa. Se
encogió de hombros y respondió a su pregunta:
— Tengo una visión panorámica muy amplia.
Clara frunció el ceño:
— A veces— tragó saliva, ya que Alex comenzaba a acercarse demasiado—
das miedo.
Alex quedó a escasos centímetros. Aunque sin nada de contacto, a la vez
que reía para sus adentros. A pesa de la tensión que se podía hasta palpar en
el ambiente, alzó su mano y acarició a Clara con demasiada suavidad, como
si temiera romperla y con su mirada la adoraba, quedando fija en su lunar.
Haciendo de la ojiverde aquel día una montaña rusa. Por momentos la
ignoraba y otros le regalaba un gesto como aquella caricia. Era consciente de
que eso estaba a un paso de la hecatombe, puesto con ese gesto tan simple
por parte de Alex era feliz. Aun sabiendo de que no era correspondida de
igual manera.
Su mirada azulada reparó en la marca que le hizo la noche anterior. Detalle
que observó rápidamente Alex. La apartó un mechón rubio y se lo colocó
detrás de la oreja mientras la decía:
— Eso fue muy territorial por tu parte ¿No crees?
Clara apartó su mano de la cara:
— Tú eres la posesiva. No yo.
Curvó levemente las comisuras de sus labios y como buena posesiva que
era, rodeo su cintura con una mano hasta quedar a la altura de su espalda baja
y atraerla para quedar pegadas. Dejando sin aliento a una Clara que pretendía
aparentar la misma frialdad que la ojiverde. Se inclinó y la besó con fiereza,
llena de hambruna. Cuando al fin despegaron sus labios y recuperar un poco
de aliento:
— Sí, Clara. Soy posesiva y aunque no quiero admitírtelo, solo lo soy contigo
— ¿Por qué no quieres admitirlo?
Preguntó Clara con un hilo de voz. Obvio que su corazón latía de una forma
poco sana. Entre el ejercicio, los calores y el efecto que causaba Alex en ella
cuando estaba cerca:
— Porque no quiero crearte falsas esperanzas.
Jarrón de agua fría para la rubia. La montaña rusa subió hasta la cúspide tan
alta, como aquel lugar, para descender rápido creando vértigo bajar después
de dos minutos de sensaciones temerarias y a su vez maravillosas. Tan
maravillosas que aun teniendo ganas de devolver se deseaba repetir:
— Será mejor que bajemos
Dijo Clara intentando fingir que aquello no le había molestado. Alex solo la
quería para sexo. Pues solo la tendría para eso:
— ¿No quieres un recuerdo?
Preguntó Alex sonriente a la vez que buscaba su teléfono móvil. Frunció el
ceño, frustrada, estaba sin batería. Clara, apretó los labios para no sonreír. La
encantaba aquel gesto por parte de la ojiverde. Buscó su móvil y se lo
entregó:
— Umm— dijo picarona Alex— tengo el móvil de la señorita Price— alzo
una ceja— ¿Qué secretos grotescos encontraré en él?
— Si esperas fotos como las que te mandé. Déjame decirte que solo había
esas fuera de tono y ya están borradas.
Alex rio entre dientes mientras ponía la cámara:
— Anda ponte ahí para que se vea el llano detrás— Clara se puso donde
dijo— Por cierto, yo no las borré ni pienso hacerlo— comenzó a sacarle fotos
a la rubia— esas son para mi uso exclusivo
Clara abrió la boca mientras intentaba no sonreír:
— Trae el móvil
— ¿Solo quieres estas tres fotos? — las miró mientras fingía una mueca—
déjame decirte que son mejorables.
Carcajeando y le dio el teléfono móvil. Clara cuan dedos rápidos alzó el
móvil y sacó una foto a Alex:
— Oh no— dijo quejumbrosa— a mí no me hagas fotos.
— Uy, Alex Woods tímida ante la cámara
Dijo Clara picajosa:
— Si quieres que el objetivo se parta.
La rubia puso voz burlona:
— Lo que vas a partir es mi corazón si no sonríes a la cámara
Alzó el móvil para sacar otra foto a la ojiverde. Que hizo una mueca y
levantó la mano enseñando el dedo corazón:
— Pero que encantadora.
Alex ya no se dejó hacer más fotos, riendo entre dientes se acercó a Clara y
le robó otro beso. La rodeó con sus brazos, dispuesta a bajar para besar el
cuello de la rubia cuando:
— ¿Puedo tener una contigo?
La ojiverde la miró con sorpresa:
— ¿Qué? — preguntó titubeando— ¿por qué?
— Es como hemos subido juntas— agachó la cabeza— no sé por tener un
recuerdo, no te ha gustado la idea, déjalo.
Alex le agarró del mentón para alzar su rostro. No parecía enfadada, tampoco
contenta, simplemente ese gesto impasible e impenetrable:
— No me gustan las cámaras, pero ¿quieres esa foto? — Clara quería gritar
que sí, tener algo de ellas, nada que ver con el sexo. No hizo falta que dijera
nada. Alex notó el deseo de la rubia, así pues, puso los ojos en blanco y le
arrebató el móvil— de acuerdo, ya hago yo el self… selfin… delfín… o
como se llame.
Clara rio. Después de todo le daría el gusto:
— Selfi.
Alex gruñó y negó con la cabeza:
— Estas modas de hoy en día ¿Dónde quedaron las cámaras con carrete?
La ojiverde puso la cámara del móvil en modo selfi y se colocó al lado de
Clara, justo cuando saltó el objetivo puso una mueca de asco. La rubia la
miró haciendo un mohín y dándole un fuerte manotazo. Provocando que ésta
riera entre dientes:
— No te pido que sonrías, pero al menos sé seria.
Esa vez dejó que Clara hiciera la foto. Se colocó detrás de la rubia y
comenzó hacer gestos con la mano como si fuera un ventrílocuo e imitando a
la rubia. Que rápido la miró con picada, ahora Alex parecía una niña infantil:
— Mira, mejor lo dejamos— dijo poniendo los brazos en jarra— me quedo
con tu cara de asco.
Iba a volver a bajar por el camino, cuando Alex entre risas le agarró de la
muñeca y la acercó de nuevo:
— Anda ven aquí— le arrebató el móvil de nuevo y se colocó detrás
abrazándola por la cintura y esbozó media sonrisa cuando sacó la foto— ¿Así
mejor?
Clara observó satisfecha la foto. Superaba a ese “mejor” con la su media
sonrisa que tanto amaba. Alex, al ver su expresión de felicidad curvó la
comisura de sus labios, se acercó y comenzó a susurrarle en el oído de forma
seductora. Esa voz tan erótica que conseguía derretir a Clara e incluso
encenderla sin necesidad de tocarla:
— Estas fotos tienen un precio— comenzó a acariciarla suave por el brazo
— y pienso cobrártelo esta noche, en la intimidad de mi alcoba— pasó su
lengua por el contorno de su oreja hasta darle un mordisquito en su lóbulo—
mientras gritas y suplicas— poniendo una voz si cabe más caliente,
provocando que sus piernas temblases— “umm sí Alex no pares” — sus
manos acompañaron al momento apretándola fuertemente de los glúteos—
acabaremos tan exhaustas que nos sudaran hasta las pestañas de los ojos.
¿Por qué escucharla decir aquello la ponía tan tono? ¿Era su voz sensual y
erótica? ¿La forma en que empleaba su lengua al susurrarla en el oído? ¿Sus
manos? O posiblemente era todo en su conjunto. Aquello solo provocó que
Clara emitiera un leve gemido, llevara su mano hasta su nuca y la atrajera
para besarla con hambre:
— Vayámonos— dijo Alex con respiración entrecortada— antes de que nos
convirtamos en un punto caliente y hagamos que entre erupción todo
Yellowstone.
—Humanidad a la mierda— comenzó a seguir a Alex riendo— y todo por
un calentón de Alex Woods
Alex descendía por el camino, alzó una ceja:
— ¿Un calentón mío? — negó con la cabeza— no guapa, hace un momento
a la que le temblaba las piernas era a ti.
— Eres terrible, Alex Woods
La ojiverde volvió a reír entre dientes, agarró de la mano de Clara y siguió
el camino en silencio. De nuevo creando confusión. Ya la había dejado claro
que no quería crear falsas esperanzas, pero es que estaban caminando por el
parque de Yellowstone agarradas de la mano. Quiso achacarlo a la
bipolaridad de Alex y no querer buscarle más significados del que realmente
tenía. Sin embargo. Clara nunca había sentido tanta felicidad con algo tan
simple. Como era estar caminando agarrada de la mano con Alex Woods.
La bajada no fue tan tediosa como lo fue la subida. Aunque en el último
tramo sobrevivió gracias a que le tocó a la ojiverde tirar de ella:
— Estás oxidada— dijo mofándose— deberías hacer más ejercicio abuela.
— Y tú ser menos enérgica
Cuando llegaron hasta el coche estacionado, el grupo de muchachos ya no
estaban en su sitio. Para la tranquilidad de la ojiverde. Tenía más aguante por
Clara, pero aún tenía ciertos límites. De regreso al hotel, Alex pareció volver
a estado ignored total. No había ningún tipo de contacto, tanto físico como
visual. Añorando el calor de su piel sobre su mano. Ciertamente, la hacía
sentirse algo incomoda.
Cuando llegaron al hotel, pararon enfrente de la entrada y le dieron las
llaves al aparca coches. Ya en el ascensor. ¡Vaya! solo hacía falta llegar al
elevador para que Alex se diera cuenta de que estaba a su lado:
— Cuando te estuve esperando pedí reserva en el restaurante del hotel—
dijo mirando la hora en su reloj— si terminas antes puedes esperar en el bar.
Que me muero de frío reina del hielo pensó ceñuda Clara:
— Por su puesto
Dijo imitando su tono de voz. Solo en ese instante la ojiverde la miró de
reojo:
— ¿Todo bien?
Clara dibujó una sonrisa cínica:
— De maravilla
Alex asintió con la cabeza a la vez que salían del ascensor:
— me tomo mi tiempo duchándome— dijo encaminándose a su habitación
— posiblemente llegues antes a la zona del bar. Puedes pedirte lo que
quieras, todo se carga a mi cuenta.
Clara se giró para rebatir ese punto, pero Alex ya había entrado a su
habitación. Suspiró frustrada. De verdad que no entendía a esa chica. Por
momentos fría y por otros cálida ¿Por qué no podía ser siempre, Alex la
bromista? La que le agarra de la mano, la acaricia o la besa. Entró en la
habitación cerró la puerta tras de sí y se desplomó en la cama. Seguramente
que esa noche querría sexo, tal y como había insinuado en el parque.
Alex agarró el albornoz y una pequeña toalla, mientras que en su interior
batallaba la mayor de las guerras. Claro que quería tocar a Clara, abrazarla y
besarla. Siempre que la tenía delante se moría por hacerlo ¿Qué había
cambiado? Pues que en un principio solo pensaba en follarsela hasta el
cansancio. Ahora quería compartir mucho más que eso, como el ir a un
maldito parque natural, que por cierto aborrecía, conducir y agarrarla de la
mano, bromear y reír juntas. Bueno el deseo de tener sexo con Clara no había
cambiado de eso estaba seguro.
Tanteo la temperatura del agua. Aunque le daba exactamente igual, muy
fría o muy caliente. Hacía mucho tiempo se había inmunizado a ciertos
dolores. Su piel parecía de lo más suave, pero debajo de su morena epidermis
se encontraba cicatriz y calló. Dio un paso y entró a la ducha, empapando su
cuerpo desnudo, dejando que el agua caliente recorriese cada centímetro de
su anatomía. Limpiando la suciedad que había dejado el sudor. Un tic que
tenía en esas ocasiones. Con ojos cerrados, frente apoyada en la pared,
acarició su cicatriz.

Flashback

La sed y el hambre habían comenzado a torturar a la niña. Era como si


aquellos hombres olvidasen de que ella tenía ciertas necesidades básicas
humanas para sobrevivir. No solo eso, si no que la herida que se había hecho
en el pecho, comenzaba a arder. Empezó con escozor, siguiendo con una
pequeña quemazón para terminar ardiendo. Solo en la noche la dejaban
sola. Cerraban todas las puertas y como era de esperar, dentro de aquella
insoportable jaula.
En altas horas de la noche. Vio la figura de un muchacho infiltrarse por
una de las ventanas. Tenía una pequeña mochila en la espalda. Alex achicó
los ojos para agudizar la vista:
— Corres peligro al acercarte a mi
Dijo Alex al percatarse de que era el joven Clark. Por su culpa ya le
habían pegado dos veces, no soportaría que le pegaran una tercera. Clark,
puso el dedo índice en los labios en señal para que no hiciera ruido. Se
acercó hasta la pequeña, de su mochila sacó una botellita de agua, un cacho
pan con un poco de jamón:
— Perdona— dijo el chico mientras le daba aquello que la devolvería a la
vida— ojalá pudiera traerte más comida o algo mejor.
Lo cierto es que a Alex le importó una mierda si el pan estaba correoso,
mohoso o al contrario duro. Era comida y llevaba casi 24 largas horas sin
probar bocado. El agua, estaba fresca, incluso se le escapó alguna lágrima:
— ¿Por qué haces esto?
Preguntó Alex sin entender. Si le pillaban se arriesgaba a que le pegaran y
ella se vería obligada a presenciarlo. Clark se encogió de hombros:
— Cuando era pequeño no me castigaban como ahora, me encerraban ahí,
durante días. Supongo, que sé lo que se siente— amplio una sonrisa— Vesta.
Escucharon a lo lejos ruidos. Clark recogió su mochila y Alex escondió
todo en un rinconcito. Justo donde estaba su pequeño Poni. O como ella lo
había llamado. Clara. El chico guiñó un ojo a la niña y se escabulló por el
lugar donde había entrado. La niña se llevó la mano al pecho e hizo un
sonido quejumbroso. Se apoyó contra la pared. Sacó el poni de su escondrijo
y lo acarició:
— Has visto Clara, al menos no estoy tan sola en este apestoso lugar.

Fin del Flashback

Alex reaccionó, saliendo de su maldita ensoñación. Se enjabonó, se volvió


a enjabonar, hasta que se convencía que en su piel no había mugre,
observando que su piel enrojecía y de no parar acabaría por sangrar. Era
cierto que se tomaba su tiempo duchándose. Incluso pensó que Clara ya
estaría en el bar. Quizás debió de pedirla que esperase en la habitación y ella
pasaría a recogerla. No se esmeró mucho en arreglarse. Que estuviera en un
hotel medianamente decente, no iba a significar que olvidase su estilo. Nada
de vestidos y los trajes eran para el trabajo. Unos pantalones cortos, se le
antojaban atractivos, con una camiseta de tirantes de los Metallica. Dejó su
pelo suelto y unas deportivas Adidas. Mirándose en el espejo de cuerpo
entero esbozó media sonrisa. A la mierda con los formalismos y los
restaurantes repipis. Aunque luego realmente se fijó en aquel espejo. Era
ancho y alto. Ladeo la cabeza y le pareció atractiva la idea de cambiarlo de
sitio. Dejó todo preparado para cuando jugase con Clara, como una gran niña
mala que era.
Clara llevaba un buen rato en la barra del bar, tomando un refresco. La
última vez su experiencia con la bebida, no sabía cómo catalogarla, si buena
o mala. Se había llevado unos orgasmos increíbles, aunque luego había
acabado sintiéndose como una mierda. No estaba segura de por qué. Pero
tenía la sensación de que aquella noche acabaría sintiéndose igual. Lo cierto
es que siempre se acababa sintiendo así. Por mucho que Alex dijera que la
necesitaba, siempre acababa haciendo lo mismo, la utilizaba:
— No estés tan ceñuda guapa— dijo un chico sentándose a su lado— nadie
se merece que tengas esa cara. Me moriría por robarte una sonrisa.
Clara miró al hombre de arriba para abajo. Iba vestido de ejecutivo. Aunque
tenía un poco de melena y algo de barba. Debajo de su traje podía notarse
grandes músculos. Imaginársele sin camiseta le vino tres palabras a la cabeza.
Tableta de chocolate. El hombre llamó al camarero que enseguida se acercó.
La cabeza de la rubia seguía perdida en su mundo de hormonas
descontroladas. Pectorales grandes. Siguió haciéndole el desnudo mental.
Glúteos como piedras. Clara tomó un largo trago de su refresco, se estaba
acalorando cuando se le pasó por la cabeza algo que le resultó anti morbo,
PENE. Inevitablemente acabó poniendo una mueca de asco:
— Si conocieras a quien tenía en mente— dijo riendo irónicamente—
créeme, me darías la razón.
El hombre quedó pensativo durante unos segundos, para luego guiñarla un
ojo:
— No creo— la recorrió con la mirada, haciendo una breve parada en su
escote— sin embargo, una mujer como tú, sí que merece ser adorada.
Clara sonrió:
— Que zalamero
El caballero le tendió la mano:
— Me llamo Ron
Clara le dio la mano:
— Clara Price
Ron se apoyó en la barra sonriente:
— Ya decía yo que me sonaba tu cara. A mi ex mujer le encantó tu libro—
bebió de su copa intentando ser de lo más seductor. Clara le estaba cogiendo
el puntillo a eso de seducir— me hizo llevarla a una firma de libros.
Alex entró en el bar. Alzó una ceja cuando se encontró a la rubia riéndole
las gracias a un paleto Jesucristo súper Star disfrazado de ejecutivo.
Emitiendo un gruñido de desacuerdo, se acercó con decisión. Se plantó entre
el menda y la rubia:
— Ella es lesbiana y yo también— dijo con tono borde— así que piérdete
capullo.
Ron miró su copa riendo:
— ¿Estás segura de que ella es lesbiana? Hasta hace un momento me estaba
comiendo con la mirada.
— Regresa a tu castillo Casper— achicó a los ojos— porque aquí sobras.
Clara comenzó hacer señas. Intentando dar a entender que ella estaba
presente. Aunque parecía que se habían olvidado para iniciar una pelea de
quien era el macho alfa:
— Quizás quien sobra eres tú— esbozó una carcajada— o mejor quédate, la
rubia y yo ya nos vamos a otro lado.
— ¿Quién dice que me voy a ir contigo?
Preguntó Clara ceñuda e irritada. Alex carcajeó más fuerte y miró
desafiante a Ron:
— ¿Quieres quedarte? — se giró hasta quedar mirando a Clara— quédate
¿A ver qué te parece esto pringado?
Acortó la distancia con la rubia y comenzó a besarla. De esa forma que
conocía muy bien que enloquecía a Clara. Introduciéndola la lengua en su
boca, posesivamente provocando que ésta gimiera. Ron al final levantó las
manos vencido. Aun así, no se iría sin decir una última cosa:
— habitación 106— dijo mirando a Clara— por si doña amargura no sabe
darte lo que te mereces.
Alex puso los dedos índice y corazón delante de las narices de Ron:
— Mira payaso, estos dos deditos pueden estar horas dando placer y mi
lengua— abrió los dedos y comenzó a mover la lengua ágilmente entre los
dedos— uff ni te imaginas.
Ron se largó mientras murmuraba de mala gana. Puede que algunos
comentarios algo ofensivos. Clara empujó a Alex de mala gana. A veces se
pasaba de posesiva:
— Tan solo estábamos hablando
Alex estaba tensa:
— No, Clara— dijo entre dientes— tú estarías hablando, pero él quería una
cosa y está entre tus piernas.
Clara esbozó una sonrisa irónica:
— Pero que hipócrita— se cruzó de brazos— ¿A caso tú no quieres lo
mismo de mí?
Alex chirrió los dientes. Cerró los ojos, para luego decirla con total
frialdad:
— Cena lo que te dé la gana, se me ha quitado el apetito— se giró para
marcharse— habitación 106 acuérdate que don fantasmita está ahí.
Clara se interpuso en su camino y con enfado le dio una bofetada:
— No soy una puta que se acuesta con el primero que se cruza.
Alex no se inmutó ante el fuerte golpe de la rubia. Más bien fijo su mirada
en Clara, se acercó hasta quedar a escasos centímetros:
— Ni yo una hipócrita que solo pretende follarte, si fuera así ni me hubiera
molestado en traerte de viaje— la agarró de las caderas y la atrajo, solo para
intensificar más su mirada verdosa— sexo lo puedo conseguir en cualquier
lado, Clara.
Definitivamente, Alex Woods se había propuesto volverla loca y lo estaba
consiguiendo ¿Sentía o no sentía algo por ella?:
— ¿Qué quieres Alex Woods?
— Por lo pronto quiero cenar contigo, si fueras una puta no tendrías mi
interés.
— Sin embargo me tratas como tal— dijo alzando las cejas— me pagas
todo aun sabiendo que puedo permitírmelo. Para ¿qué? Seguramente para
acostarme contigo.
Alex tomó aire, cerró los ojos y contó hasta tres:
— Te pago todo porque he cogido la fea costumbre de consentirte, no para
que sientas la obligación de acostarte conmigo— se cruzó de brazos— si
tienes ganas bien y si no, no me voy a molestar— puso gesto afligido, se
acercó y la acarició con suavidad— puedo ser ordinaria, neandertal y todo lo
que tú quieras, pero en la vida obligaré a nadie a tener relaciones conmigo—
le aferró de las mejillas— Nunca.
Capítulo 22 - Nigiri
Vete Clara, gírate y márchate intentaba convencerse la rubia, pero su
cuerpo no reaccionaba. Quedó estática ante la mirada hipnotizadora de Alex.
Después de mirarse mutuamente de forma intensa durante unos minutos.
Clara estaba feliz al verse reflejada en ellos. Tenía que estar odiándola, por su
forma de tratarla, pero la absorbía completamente. Llevó su mano hasta la
mejilla:
— Dejemos de pelear— dijo Clara suavemente— y vayamos a cenar
— ¿Quieres?
— Ya que te molestaste en pedir reserva
Se encogió de hombros, para intentar quitarle algo de importancia. Alex
asintió con la cabeza, agarrándola de la mano para ir a la zona de los
restaurantes, pero en esta ocasión fue Clara la que no quiso tener contacto. La
ojiverde no se quejó ni se molestó ante aquel rechazo. Simplemente se limitó
a guardar las manos en sus bolsillos. Fue cuando la rubia reparó en la
vestimenta de Alex. Realmente iba a destacar en aquel lugar. Todos vestidos
más o menos decentemente, mientas que ella lucía a lo macarra. El maître les
atendió enseguida, llevándolas hasta una de las mesas más apartadas del
lugar. Primero como manda el protocolo de la restauración, les atendió una
Sumiller jovencita y muy guapilla. Que no reparó en fijarse en Alex,
claramente nada que ver con su vestimenta. Incluso me atrevería mencionar
que coqueteaba descaradamente con la ojiverde. Pérdida de tiempo, puesto
que ésta la ignoraba:
— ¿Qué te apetece beber?
Preguntó Alex sin dejar de mirar a Clara. A la rubia no le gustó para nada el
descaro del sumiller, aunque tranquilizador fue que Alex pasase de su culo:
— Viendo el menú que ofrecen esta noche. Un vino blanco estaría
perfecto.
Alex asintió y miró la carta de vinos:
— Estoy entre el Chardonnay fantástico vino francés— se le iluminó los
ojos— tiene vino español— miró a Clara— ¿le has probado alguna vez? — la
rubia negó con la cabeza— pues nos pedimos éste, textura suave dulzón,
denominación de Origen Priorat. Extraído de la Garnacha y Macabeo.
La sumiller tomó nota, aunque no se iría sin intentar llamar la atención de
Alex una última vez:
— Pareces muy entendida en la profesión— la guiñó un ojo— casi podrías
quitarme el puesto.
En otra situación Alex hubiera reaccionado de dos formas, la hubiera
agarrado de la mano, llevado hasta la zona privada de los empleados y
follado hasta quedarse a gusto o mandado a la mierda sin ningún pudor. Pero
como ni tenía interés en lo primero y era consciente que, si hacía lo segundo,
puede que Clara le mandara la mierda a ella por mal educada. Así que tomó
aire, contó hasta tres y con fingida educación… que mierdas:
— ¿Cómo te llamas?
La sumiller sonrió ampliamente y Respondió coquetamente:
— Lydia
— Bien Lydia— señaló a Clara— ¿Ves a esa mujer que tengo delante? —
Lydia asintió— ¿Tú crees que tienes alguna oportunidad conmigo teniéndola
a ella? Lo siento preciosa, pero se te han adelantado, ahora ¿por qué no eres
tan amable de traernos el vino?
La sumiller las miró a ambas fulminante. Clara no sabía que sentir. Si reír
porque Alex había ignorado a la chica y le había puesto a ella por encima.
Regañarla por haber sido tan ruda o, por último, temer que echase algún tipo
de veneno al vino. No tardó en atenderles el jefe de sala, lo cierto es que el
servicio en aquel lugar estaba siendo muy rápido:
— De primero tenemos a elegir— comenzó a cantar la comanda— Puntas de
espárragos a la parrilla con trufa de verano y mahonesa de trufa o cebolla
rellena de espuma de huevo frito y salsa pepitoria. De segundo tenemos
Nigiri de verdel ahumado sobre berza guisada o músculo de cordero, ras de
hanout, leche y frambuesa, para terminar de postre tenemos Mousse de
chocolate y tofu o Helado de Tiramisú
Alex miró a Clara, dándole pasó para que fuera ella la primera en pedir:
— Pediré las puntas de esparrago y el Nigiri, pero no quiero postre.
El camarero tomó comanda y miró a la ojiverde. No se iba a complicar la
vida pidiendo comida. De lo mencionado solo le apetecía el Helado de
Tiramisú:
— Tomaré lo mismo y yo sí quiero postre. Helado de Tiramisú.
El jefe de sala asintió y se fue con la comanda hecha. Fue cuando Clara se
inclinó un poco para hablar en voz baja. La sumiller andaba cerca. Abrió la
botella de vino apoyada sobre un gueridón, por lo menos estaba segura de
que no había echado nada erosivo para su salud, quitando los grados de
alcohol que llevaba el jugo de uva:
— ¿No crees que has sido desconsiderada con la chica?
— No me interesaba, tan solo fui sincera— esbozó media sonrisa— creerás
que lo hago para mofarme o para hacer daño, pero no es así. La gente tiende a
suavizar las cosas. Yo no, las cosas son como son. En el mundo no todo es
algodón de azúcar y color de rosa. Si quieres regañarme por lo que acabo de
hacer, o si el día de mañana me odias como seguramente lo esté haciendo esa
chica ahora. Ten en cuenta que si hay gente cruel que hace daño por pura
maldad.
Clara observó a Alex. No era la primera vez que le decía algo parecido. Era
como si hubiera perdido la fe en la humanidad y la importase tres pares de
narices ser odiada. La pregunta que llevaba haciéndose desde que se
reencontraron cambió ¿Qué te hicieron Alex Woods? Quería preguntárselo,
pero era consciente cual sería la respuesta. Que, con su sinceridad de mierda,
la mandase precisamente ahí, a la puta mierda. En esos momentos casi
prefería el incómodo silencio. La rubia agarró su copa de vino y tomó un par
de sorbos degustándolo. Alex tenía razón estaba bueno. Los primeros platos
llegaron enseguida:
— Qué aproveche
Dijo el camarero antes de marchase. Clara enseguida fue a echar mano a
los cubiertos. Sin embargo, Alex miró el plato con una ceja alzada:
— ¿No te gusta?
Preguntó la rubia extrañada:
— No es eso— miró a Clara toda indignada— es que voy a pagar más de
100 dólares por tres puntitas de esparrago ¿Piensan que mi estómago tiene el
tamaño de un roedor? — La señalo con el tenedor— como el Helado de
Tiramisú sea del tamaño de una chincheta no pienso pagarles ni la mitad de la
cena.
Clara curvó la comisura de sus labios:
— Eres muy glotona
— Comer es uno de los mayores placeres de la vida— dijo mientras
trinchaba un esparrago y se lo metía entero en la boca— no entiendo esa
obsesión por las dietas y todo ese rollo. Pura estética— hablaba con la boca
llena, era peor que un tío, solo le faltaba comunicarse con gruñidos a lo
salvaje— los años pasan y todos nos acabamos arrugando y cayéndonos a
cachos. Unos kilitos de más o uno de menos, a mí me da igual.
— Ya veo que te da igual todo.
Clara negó con la cabeza y se dispuso a comer su cena. Con la mano
izquierda comenzó a tamborilear los dedos, mirando pensativa a la rubia, que
procedió a introducirse un cacho pequeño de esparrago. Ahora era ella la que
se ponía nerviosa al ser observada de esa manera. Por fin dejó de aporrear los
dedos contra la mesa:
— No estoy acostumbrada
Dijo sin más:
— ¿Qué?
Preguntó Clara sin entender aquel comentario:
— Que nunca…— era como si no encontrase las palabras adecuadas con las
que expresarse— no sé cómo hacerlo.
— ¿El qué?
— No sé cómo comportarme estando contigo, no sé cómo actuar para no
insultarte sin querer hacerlo, Clara. Hace muchos años— se estaba poniendo
nerviosa— que no pienso en alguien más que en mi misma. Yo no me voy de
viaje con mis rollos, ni voy de paseo a parques naturales, los odio, no ceno
con las mujeres que me acuesto, no tengo citas joder.
Clara hizo una mueca:
— Si no te gustan los parques naturales ¿por qué narices accediste ir a
Yellowstone?
— Porque tu querías ir y me gusta verte sonreír.
— Me desconciertas con tu bipolaridad.
En ese instante el camarero retiró los platos. Alex le miró mal. Ni si quiera
preguntó el muy cretino si habían terminado. Que solo se había comido un
esparrago de tres que había. El segundo plato llegó enseguida. Volvió a
quedar mirando el plato con el ceño fruncido:
— No te quejaras tiene un cacho más que el anterior.
— ¿Esto es el Miyagi ese?
Clara rompió a reír:
— Nigiri
Alex hizo una mueca de asco:
— Es pescado
— Pero ¿qué te esperabas? ¿Es que no lo sabías?
La ojiverde seguía mirando desde todos los ángulos al plato:
— Aborrezco el pescado
Clara puso cara picarona:
— No toda la clase de pescado
Alex abrió la boca fingiendo asombro:
— Clara Price haciendo un comentario con doble sentido— llevó su mano
al pecho— que orgullosa me siento, la rubia remilgada está creciendo.
Puso su plato al lado de la rubia y alzó varias veces las cejas:
— Toma si quieres puedes comerte el mío
Poco a poco sus tonos de voz pasaron al tonteo descarado. Clara pasó su
lengua por su labio superior, incitando que Alex se quedara fija en su lunar.
Se descalzó y comenzó a acariciar la pierna de la morena. Subiéndola
lentamente, hasta acercarse a cierto punto sentible:
— Ni te imaginas lo que me encantaría— decía Clara, intentando poner voz
seductora provocando que Alex tragara saliva— que me dejaras hacer eso,
justo ahí.
Esto último lo dijo rozando su entrepierna, haciendo que ésta se
sobresaltase en su silla y se agarrara a la mesa:
— No juegues con fuego— dijo Alex con voz ronca— te puedes quemar
bonita.
Clara soltó una risita, se introdujo un cacho de pescado en la boca,
mientras seguía jugando debajo de la mesa. Alex miró la mantelería de aquel
restaurante, era larga, con expresión divertida y riendo entre dientes miró a su
alrededor. Vigilando que nadie la viera deslizarse debajo de la mesa. La rubia
puso ojos como órbitas:
— No, Alex
Demasiado tarde, la ojiverde ya se había colado debajo de la mesa:
— Como me encanta que siempre lleves vestidos— se la escuchó debajo de
la mesa— sigue comiendo que quiero mi helado
— Alex
Repitió Clara como una estúpida mirando a la mesa. Sintió los besos
húmedos de Alex recorrer sus muslos internos. En esta ocasión fue la que
tuvo que agarrarse a la mesa, cuando la ojiverde comenzó a acariciar su
clítoris por encima de la ropa interior. Clara se mordió los labios, agarró los
cubiertos e intentó fingir, mientras los calores comenzaban a subírsele, lo
peor fue cuando Alex atacó más fuerte y pasó de acariciar por encima de la
ropa interior a apartarla y a torturarla con la lengua:
— Joder
Llegó a decir la rubia obligándose a tapar la boca con la servilleta. Miraba a
su alrededor, desesperada para que no se le escapara ningún gemido fuerte, ni
que nadie se diera cuenta de nada. Todo había que reconocerlo, aquello era
excitante. Sintió que tiraba un poco de su cadera echándola un poco para
adelante y facilitarla el acceso a su sexo. Húmedo por la lengua caliente de
Alex y de su propio lubricante. La ojiverde jugó con la obertura, recogiendo y
saboreando el dulzor de su flujo. De vez en cuando se escuchaba algún jadeo
debajo de la mesa. Lamía, succionaba y de vez en cuando algún que otro
mordisquito suave. Clara no se iba a llevar el placer de tener un orgasmo a la
hora de la cena. Alex en el instante que comenzó a torturarla sin piedad, se
introdujo la mano dentro del pantalón y se masajeaba el clítoris:
— Clara— se escuchó a una Alex casi sin aliento— córrete conmigo
La rubia estaba agitada, con el trapo en la boca y acompañando a Alex con
movimientos pélvicos. La electricidad subía por sus piernas conforme no
dejaba de lubricar sin parar, avecinando su corrida en la boca de la ojiverde y
cuando le dijo lo siguiente:
— ¿Qué… me corra…? — jadeo acallado con el trapo— ¿Contigo?
— Es que también me estoy tocando.
Aquello fue más que suficiente metió su mano derecha debajo de la mesa y
pegó aún más la cabeza de Alex en su entrepierna, mientras que metía parte
del trapo en su boca, para que su terrible orgasmo ya que no podía gritar
como a ella le gustaría se liberase de una vez. La ojiverde succionó encantada
de aquel jugo que tanto le volvía loca, regresó su boca hasta uno de sus
muslos, Clara, ya casi relajándose, notó como los dientes de Alex se le
clavaban y las uñas de una mano, escuchándose un grito ahogado con aquella
tensión. Esperó a recuperar el aliento:
— Ese mordisco ha dolido
Dijo una Clara relajada. Mirando la mesa mientras se sentaba más
cómodamente en la silla:
— Necesario para que no me escucharan. ¿No hay nadie mirando? ¿Puedo
salir?
Clara verifico que no hubiera nadie observando:
— Sí, puedes salir.
Una Alex sonriente volvió a aparecer de debajo de la mesa. Tenía toda la
boca empapada y se relamía con la lengua. Clara estaba ruborizada, entre los
calores y porque no hacía esa clase de cosas. Parecía una adolescente cuando
prueba por primera vez el sexo y ya no deja de pensar en hacerlo. Hasta en un
jodido restaurante. Alex pasó su servilleta por las comisuras de sus labios.
Llamó al camarero y solicitó que se llevara los platos:
— Por cierto— dijo divertida— muy rico el pescado.
El camarero miró ceñudo su plato. No había comido un cacho. Cuando se
retiró, Clara, con los labios apretados para no sonreír le dio una patada a la
ojiverde:
— Auch— dijo cerrando un ojo— eso ha dolido— hizo un mohín—
esperaba un “gracias Alex por esta maravillosa cena y el orgasmo de paso”.
— ¿Puedes no llamar la atención con tus comentarios?
— Pero… pero es divertido picarte
— Otra como Ruth
Dijo Clara irritada. El camarero le sirvió el postre a Alex. Que quedó
contenta al ver que el Helado tenía un tamaño bastantemente satisfactorio,
trinchó el helado con el tenedor, esbozando una sonrisa en plan niña pequeña:
— Es que se te ve tan mona cuando te enfadas.
La rubia negó con la cabeza sonriente, apoyó los codos y puso la barbilla
sobre sus manos. Mirando como Alex se distraía comiendo su helado.
Relajada, sin tensión. Bueno la noche había comenzado con una discusión,
pero acabó siendo una cena muy divertida.
Cuando Alex acabó de comer su helado pagó a regañadientes. Después de
todo, solo comió un trozo esparragó y un helado. Demasiado dinero, llegó a
susurrar saliendo de la zona del restaurante. En ese instante, Clara sí que se
atrevió a darla la mano. Alex la miró y le respondió con una sonrisa.
Ya en el ascensor, volvió a romper el silencio. Sorprendiéndola con una
pregunta que no se esperaba, no después de lo que hizo en la cena:
— ¿Puedo besarte?
Se acercó hasta rodearla con los brazos por la cintura:
— No ha pasado ni media hora cuando metiste tu cabeza entre mis piernas
— dijo la rubia rodeándola el cuello con sus brazos— ¿ahora me pides
permiso por un beso?
Alex estaba seria, pero su voz estaba suave a comparación de lo áspera y
osca que podía a llegar muchas veces:
— Supongo, intento demostrarte que no te veo a alguien que solo sirve para
follar— cerro fuertemente los ojos, para luego abrirlos rápidamente— quiero
decir, que sé que no eres una cualquiera— Clara curvó la comisura de sus
labios— ni eres un objeto, intento comportarme, yo… — agachó la cabeza, le
costaba soltar cada palabra— tú consigues sosegarme.
— Alex— dijo con un susurro, la ojiverde la miró. Sus ojos azulados
estaban vidriosos— Bésame.
La mirada de la morena no era la típica mirada lasciva, ni esa en la que la
decía que la estaba desnudando mentalmente. La miraba, la adoraba con
ternura. La misma Alex que conoció en la fiesta de máscaras. Antes de
atreverse a inclinarse para besarla, la acarició pasando su dedo gordo por sus
labios.
Su beso, nada que ver como los que le había dado en el parque ni en el bar
cuando discutió con Ron. Era de esos que transportaban más allá del cielo, de
los que con solo una caricia de su lengua en su labio superior hacía revolotear
millones de mariposas en su estómago, embriagándola de una felicidad de la
cual no estaba habituada, sin poder remediarlo acabó dibujando una sonrisa,
así de feliz era que ni controlar los músculos de su cara podía. Alex tampoco
se quedaba atrás, con aquella media sonrisa, hacía latir tan fuerte su corazón
que moriría infartada en ese instante:
— Clara— dijo separando sus labios durante unos segundos, aferrándola
más a su cuerpo— ¿te apetece…?
Por favor que no diga follar, por favor que no diga follar suplicó
mentalmente:
— ¿Venir a mi habitación?
— ¿Me estas volviendo a pedir permiso?
Alex asintió con la cabeza. El ascensor por fin paró en el piso donde se
encontraban sus habitaciones. La ojiverde le dio la mano y le acompañó hasta
la suite. Esperando alguna respuesta:
— ¿Y si te digo que no?
Alzó su mano hasta sus labios y besar su palma antes de contestar:
— Te besaría y te daría las buenas noches.
— ¿Así sin más? — preguntó anonadada— ¿No insistirías?
— Tenemos Chicago y Ontario ¿Por qué tener prisas? Me basta con haber
pasado casi todo el día juntas.
Desde el momento del beso era obvio que en ningún momento le iba a dar
la negativa, pero Clara quería saber cómo reaccionaría Alex en el caso de que
si existiera ese no. Para sorpresa de ésta, había sido respetuosa, considerada y
de nuevo consiguió encandilarla aún mucho más. Sin necesidad de que
pusiera una voz sensual, ni erótica, no hizo falta que le comiera el oído con
guarradas, solo con aquel gesto y la forma con la que le miraba en esos
instantes.
Clara dio un paso hasta la morena, se puso de puntillas y la besó. Se
dispuso a responderle con un beso más profundo cuando la rubia le agarró de
la mano y tiró de ella hasta quedar enfrente la habitación de Alex:
— Esto lo debo de tomar como un sí.
Alex amplió su sonrisa, pegó su cuerpo hasta oprimir sus pechos. Sintiendo
sus corazones latir fuertemente y la beso igual o más dulce si cabía. La
morena abrió la puerta, momento en el que Clara se puso nerviosa. Algo que
no llegaba a entender. No era la primera vez que se acostaba con ella, sin
embargo, le temblaban hasta los pelillos del cogote. Alex cerró la puerta tras
de sí, por la espalda, le apartó el pelo a un lado y comenzó a besarla, desde el
hombro, hasta el cuello. Clara ladeo la cabeza para que la ojiverde tuviera
más acceso:
— ¿Estas nerviosa?
Preguntó en un susurro al notar el temblor en la respiración de Clara:
— ¿Pensarías que soy una estúpida si te digo que sí?
— No— se puso delante, curvando la comisura de sus labios— me
parecería encantador. Ven
Alex le tendió la mano, en parte sintió un deja vu. La última vez que vio a
Vesta se sintió igual. Le dio la mano y se dejó guiar. Reparó en que los
espejos estaban colocados a los pies de la cama. La habitación era lujosa,
aunque menos espaciosa que la suite:
— ¿Te atreverías con juguetes sexuales?
Preguntó Alex sacando la maleta más pequeña de debajo de la cama. La
miró picara y con tranquilidad la abrió, dejando a la rubia boquiabierta.
Estaba llena de objetos sexuales, había hasta condones. Eso era el maletín del
pecado y sentía que había entrado en la guarida de un demonio sexual y la
mataría a polvos y los mejores orgasmos de su vida. Clara tragó saliva, había
cosas que ni sabía para que se empleaban:
— Parece la maleta del señor Grey
Alex alzó una ceja:
— No llevo látigos ni esposas— acortó distancias e inclinándose le robó un
beso, más pasional que el del elevador— desnúdate y ve a la cama.
Sonó más una orden que una petición. Como si la esencia de Vesta estuviera
en el ambiente y aunque la rubia intentaba no sospechar. A cada vez estaba
convencida de esa posibilidad. Por cómo se desenvolvía Alex, como
ordenaba, como la trataba en ocasiones, igual que su ama y como preparaba
todo, como si de una sesión de BDSM se tratase, claro que esa noche iba a
ser puro sexo, sin juegos previos. Clara acató su orden y se desnudó,
observando cada movimiento y gesto por parte de Alex. Estaba pensativa,
escogiendo el juguete adecuado para esa noche. Al final sacó dos objetos de
color rosados. No eran grandes y tenían una forma de lo más extraña.
También sacó dos pequeños mandos y ¿lubricante? Alex esbozó una pequeña
carcajada al ver la expresión de la rubia, entre desconcierto y pavor. La
morena agarró el bote de lubricante:
— No pienses que te voy a sondar por sitios extraños como si fuera una
extraterrestre— le enseñó el bote— es un lubricante estimulador y con sabor
a fresa— aferró las mejillas y la besó. Apoyó su pierna izquierda en la cama,
al lado de su cadera— túmbate.
Lentamente Clara se dejó caer, hasta que su espalda dio con el colchón. Los
labios de Alex seguían rozando, acariciando y chocando. Cuando se separó la
miró con adoración primero se perdió en mirada azulada, siguiendo las líneas
que marchaban su mentón, su hermoso cuerpo. Clara no era una súper
modelo, para nada tonificada y músculos definidos, sus curvas eran perfectas.
Solo aquello le bastó a Alex para terminar de oscurecer su mirada. Agarró el
bote y se echó un poquito en los dedos:
— En un principio notarás algo de frescor
Clara asintió. Alex se puso a horcajadas sobre ella, a través de su tela
vaquera notó cuan húmeda y caliente estaba. Incitando a que la rubia
suspirase. La morena empezó a besarla sensualmente por el cuello, a la vez
extendía el lubricante por sus zonas más erógenas y calientes. Sus senos, su
abdomen la zona de su ombligo hasta su clítoris, ahí se entretuvo unos
segundos más:
— Clara, siempre tan caliente— dijo con voz ronca, a la vez que pasaba la
lengua por su cuello después de haberla mordido suavemente, haciendo que
la rubia suspirase fuertemente y se retorciese ante los estímulos— me
encanta.
Cuando terminó de masajearla y estimularla con el lubricante se levantó,
fue en busca de los juguetes y tal como hizo Clara minutos antes, comenzó a
quitarse prendas del cuerpo. La rubia tragó saliva, no es que lo notara rápido.
Tuvo que pasar un tiempo para sentir los calores en su cuerpo y su clítoris
cobrara vida propia al palpitar con fuerza:
— Ponte de rodillas cara a los espejos
Pidió Alex. Órdenes y más ordenes por parte de la ojiverde, es que ¿acaso
ese día no le preguntaría que era lo que quería? O ¿Apetecía? Parece que esa
noche solo mandaba Alex. Clara era sumisa y aunque inconscientemente
estaba siendo “infiel a su ama” al someterse a Alex, acataba sus órdenes y le
encantaba. Clara suspiró ante los calores y la excitación que aumentaba por
momentos. Anhelando que Alex hiciera algo para aliviar su calentón. La
morena se puso enfrente y le enseñó el juguete:
— Esto es un vibrador— comenzó a explicarle— esta parte la introduces en
la vagina mientras que esta queda en la zona del clítoris. Estimulando ambas
zonas y va a mando a distancia ¿Estás de acuerdo?
Clara sudorosa maldecía. Parecía que era su ama la que estaba delante y no
Alex:
— Si— dijo con voz ronca— pero por favor Alex comienza hacer algo.
Alex curvó la comisura de sus labios divertida:
— ¿Demasiado cachonda?
Clara gruñó pasó su mano por la nuca de Alex y la atrajo para darla un beso
lascivo:
— Lo suficiente para pedir que me folles ya.
— Joder— aquellas palabras hicieron que Alex perdiera toda clase de
ternura, llevó el juguete a la entrepierna de Clara— ábrete un poco más de
piernas.
Clara apoyó sus manos en los hombros de Alex, mientras esta colocaba
tanto el vibrador de Clara como el suyo propio. Intercambiando los mandos.
Alex mandaba en el de la rubia y viceversa:
— Toma tú mandas y pones la intensidad— Clara agarró el mando y tan
chula ella lo puso a máxima velocidad— JODER CLARA— dijo Alex
llevándose la mano a su entre pierna, la rubia entre risas aflojo— despacio si
no quieres que me corra antes de tiempo
Clara rompió a reír sonoramente, la morena ceñuda. Cogió su mando e hizo
lo mismo. Provocando que esta reaccionara igual que Alex:
— ¿Te reías?
— DIOS ALEX VALE, VALE
Era el turno de que la ojiverde carcajeara. Clara le acompañó en las risas y
se acercó hasta Alex para besarla, sin permiso alguno introdujo su lengua
dentro de aquellos carnosos labios. No hacía un mes en pensaba que el sexo
era algo que debía practicarse en la alcoba conyugal. Que era un acto de lo
más aburrido. Sin embargo, Alex le estaba demostrando todo lo contrario. No
solo era el placer, si no que se podía jugar y reír. Dibujando media sonrisa
Alex puso en marcha el vibrador de Clara, en esta ocasión más suave. La
rubia gimió en la boca de Alex, que sintió como el suyo también se ponía en
funcionamiento. Alex se puso detrás de Clara, para que ambas quedaran
mirando al espejo.
La rubia no encontraba el punto a eso de los espejos, hasta que vio la cara
de anhelo, hambre y placer que ponía Alex al acariciar sus senos. La gemía
en su oído mientras recorría con su lengua el cuello, movían las caderas, ante
el cosquilleo que daba el vibrador, tanto en su clítoris como internamente:
— Inclínate— dijo entre gruñidos— a cuatro patas.
Clara no se hizo de rogar e hizo lo que la ordenó. Las manos de la morena
recorrieron su espalda. Tenerla tan dispuesta, con su culo a escasos
centímetros. Siguió acariciando hasta llegar a los glúteos y los apretujó
fuertemente:
— Quiero que me agradezcas por cada azote que te de
Dijo con voz autoritaria, Clara la miró ceñuda:
— ¿Qué?
No la dio tiempo a decir nada más cuando se escuchó en la habitación un
fuerte ZAS. Clara gritó, Alex jadeo excitada, seguida de un gemido de la
rubia al sentir una acaricia después de haber recibido aquel sonoro azote.
Alex esperaba el agradecimiento, sin embargo, Clara sonrió viciosa y miró
desafiante a Alex, meneándola el culo. La ojiverde se excitó aún más ante su
rebeldía:
— ¿Quieres que te castigue más fuerte? — Alex repitió el mismo
movimiento que antes, solo que un poco más fuerte— Agradece niña
maleducada
Clara gritó, jadeó y siguió desafiando a Alex. Que con una sonrisa subió un
poco más la intensidad del vibrador y repitió de nuevo, en la otra nalga.
Llegando al límite de Clara que respondió con un elevado:
— GRACIAS
Señal para que la morena la penetrase con dos dedos. Todo su sexo estaba
increíblemente mojado y rosado de la excitación y es que un sumiso, por
mucho que disfrutase con el sexo vainilla, no se sentía del todo satisfecho. De
ese dato era muy consciente Alex. A la rubia le excitaba ser sometida, se
sentía completa y aquellos azotes la llenaron de vida. Como a Alex
dominarla:
— Que húmeda y dilatada
Le introdujo un tercer dedo, pero sin ser considerada como la noche que le
practicó el fisting. La embistió una, otra y otra vez. Clara se agarró
fuertemente a las sabanas de la cama y subió el ritmo del vibrador, incitando
a Alex que echara la cabeza hacia atrás mientras jadeaba fuerte. Si Clara
estaba viendo las estrellas siendo estimulada clitorial y vaginalmente, cuando
Alex comenzó a usar su dedo gordo y a acariciar la entrada de su ano, hizo
que viajara a tres galaxias del placer. Ambas chorreaban, Clara sentía que ese
orgasmo, mierda esos tres orgasmos no iban a ser como los comunes, ya
había sentido esa maldita sensación, esa placentera que la dejaría sin fuerzas.
Igual que la fiesta, cuando sintió la presión de sus cinco dedos en su interior,
explotó expulsando una gran cantidad de flujo:
— Joder Clara, me encanta cuando te corres así.
Clara ni escuchaba lo que le decía, terminó de disfrutar aquellos magníficos
orgasmos se quitó el vibrador y se desplomó sobre la cama boca abajo. Alex
rio entre dientes. Clara se vengó subiendo aún más la velocidad del vibrador.
Alex gimió fuerte. La rubia sacó fuerzas y tiró de Alex, quedando encima de
ella mientras se retorcía ante los estímulos del vibrador:
— Me voy a…
No la dio tiempo a terminar la frase ni si quiera a culminar. Cuando el
vibrador paró. Miró quejumbrosa a Clara:
— Pero ¿qué haces estaba a punto?
Clara no dijo nada, simplemente se limitó a besarla, en un principio Alex
quedó paralizada por la sorpresa, pero enseguida respondió a sus labios.
Siendo igual de suave que en el ascensor:
— ¿Te puedo pedir algo?
Preguntó la rubia apenas separándose unos centímetros de sus labios:
— Lo que quieras
Dijo Alex antes de tirar de su labio inferior suavemente. Clara quería algo
de Alex esa noche y no sabía cómo pedírselo. Así pues, entre suplicas pasó a
la acción:
— Por favor— fue bajando para besar su cuello— Por favor Alex— había
llegado hasta su escote, besando entre medias de sus senos, la respiración de
la morena estaba agitada y con los ojos cerrados esperaba la petición de la
rubia— ¿te puedo pedir?
Ya había llegado hasta el abdomen, bajando, bajando hasta la pelvis. Hasta
que la ojiverde supo lo que pretendía Clara, que rápidamente la detuvo:
— Clara— Se incorporó un poco ceñuda— ¿Qué tratas de hacer?
La respiración de Alex, esta vez de puro nervio. La rubia regresó hasta la
altura de su rostro:
— ¿Confías en mí?
La morena la acarició con suavidad:
— No se trata de desconfianza, Clara— agachó la cabeza— quizás será
mejor que te vayas dormir
— Alex mírame
Le costó hacerlo, no hay que mentir en ese detalle, pero cuando se topó con
aquellos ojos azules y claros. Libres de maldad y llenos de ternura:
— Por favor— volvió a sonar suplicante— al menos intentarlo
Alex terminó de incorporarse, para sentarse hecha un ovillo:
— ¿Por qué? ¿Qué necesidad hay? — Preguntó a la rubia con ojos vidriosos
— ¿Es qué no te dejo lo suficientemente satisfecha? ¿Por qué quieres eso de
mí?
Clara se sentó en frente de Alex:
— No quiero solo eso de ti— la acarició con ternura, Alex cerró los ojos y
apoyo su rostro en la palma de su mano, dejándose mimar— quiero que nos
sintamos, que sea algo entre tú y yo. Quiero que sientas lo mismo que me
haces sentir a mí ¿A caso te cuesta creer que también te quiero cuidar?
— Mírame, Clara— agarró sus manos y se las puso en la cara— ¿ves esto?
Clara asintió:
— Y eres preciosa
— A eso me refiero, es un engaño— llevó sus manos a su pecho, justo
donde notaba más el latido de su corazón— pero aquí, solo existe fealdad.
Siempre estaré podrida, siempre seré una niña mala. Te mereces algo mejor
que esto.
Clara se acercó para intensificar su mirada, a la vez que agarraba su rostro:
— Pero ¿qué te han hecho?
Alex se deshizo de su agarre y miró a otro lado:
— Esa es una pregunta demasiado personal.
La rubia volvió a tirar de su mentón y volvió a colocar su mano en el pecho:
— La belleza y la fealdad son solo un espejismo porque los demás terminan
viendo nuestro interior— juntó su frente con la de la ojiverde— Yo veo a
alguien que ha construido sus muros y se esconde detrás de una imagen, ruda
y cavernícola. Te has creado el disfraz perfecto para apartar a todos y hacer
que te odien— la miró autoritaria— pues yo soy cabezota, gruñe y grita unga
unga todo lo que quieras, porque no pienso apartarme de tu lado.
Alex se tumbó y apoyó la cabeza en el regazo de Clara:
— Entonces acabaras sufriendo, porque para desgracia de todo el mundo sí
que soy así de cavernícola.
— Correré el riesgo.
La morena se incorporó hasta quedar sentada de rodillas y sin decir nada
más besó a Clara. La rubia fue pegándose a ella hasta quedar sentada sobre
los muslos de la ojiverde:
— Está bien— dijo Alex abrazando a Clara— lo intentaré, pero esta noche
no.
Clara besó el pelo de la ojiverde que seguía abrazada a ella con su oreja
escuchando los latidos de la rubia. Durante unos segundos quedó mirando el
reflejo del espejo:
— Mira Clara— dijo sin apartar la mirada de su reflejo, ambas desnudas y
abrazadas— tú eres luz y yo la oscuridad, somos el yin y el yang.

Flashback

Los secuestradores se turnaban y Alex ya estaba comenzando a


distinguirlos. Danny, el padre de Clark, era frio, menos agresivo, solo
castigaba cuando se le llevaba la contraria o se desobedecía. Print
simplemente era agresivo, gritaba, daba patadas y porque mayormente
estaban las rejillas de la jaula en medio, si no los golpes irían directos a su
cuerpo. El peor resultó ser Emer.
La pequeña ya no se encontraba tan bien, llevaba un buen rato sudando y
se notaba caliente. Comenzó a llorar y a llamar a su mamá. Tal y como solía
hacer cuando estaba malita. Sin embargo, lo único que consiguió fue que
Emer la arrastrase hasta el cuarto de baño le tirase ropa limpia y la
encerrase para que se diera una ducha:
— Dúchate mugrosa— dijo con una voz que helaba hasta la sangre—
apestas. Estoy detrás de esa puerta, si eres lista no harías nada que pueda
enfadarme.
Cerró la puerta y dejó a la pequeña, medio sollozando. Estaban pasando
los días y no había noticias de su papá. Con las lágrimas recorriendo sus
mejillas, entró en la ducha. ¿El agua estaba fría? No lo sabía la temperatura
de su cuerpo era más alta de lo normal. Muy despacio, se apoyó en la pared
y se acurrucó en la ducha. El agua que se iba por el desagüe estaba entre
negra por la suciedad acumulada en los días pasados y roja por su herida,
que empezaba a supurar:
— Mamá— dijo entre susurros— papá, socorro
Como si en aquellas suplicas susurradas encontrase las esperanzas, de que,
en algún lugar de ese mundo, sus padres la estarían escuchando. Y que irían
a socorrerla.

Fin del flashback


Capítulo 23 - Orgullo y Prejuicio
Flashback

La pequeña Alex había salido de la ducha. Sus labios tiritaban, por el frio.
Realmente no se sabía que lo causaba, fiebre o el agua fría de la ducha.
Temblando comenzó a vestirse con la ropa que le había dejado ese hombre
encima del lavabo. Las bragas le estaban grandes y el vestido igual. Parecía
un saco de patatas. Emer se asomó y vio a la chica rodeándose con los
brazos, intentando darse calor a sí misma. El pelo estaba mojado y revuelto:
— Joder— dijo el secuestrador— pero serás cerda, ya has ensuciado tu
ropa limpia
Alex se miró, no sabía a qué se refería, se había limpiado bien. Salvo la
herida que tenía, a eso se refería. Lo había manchado de sangre. Emer
gruño. Se giró y comenzó a gritar:
— CLARK— gritó una vez— CLARK MALDITA RATA NO ME HAGAS
LLAMARTE UNA TERCERA VEZ
El chico apareció enseguida. Clark se dirigía a Danny y Print con miedo,
pero cuando se acercó a Emer. Su expresión era de auténtico terror. Tanto
que en ningún momento se atrevió a mirarle a la cara. Alex observo las
manos del chico, le temblaban, todo su cuerpo le temblaba:
— Coge el botiquín y cura a la mugrosa.
— Sí señor
Clark fue corriendo a por el botiquín y no tardó en aparecer con ello en las
manos. Pasó al baño y tal como había hecho anteriormente cerró la puerta
dejando a los chicos solos:
— Tengo que curarte— dijo Clark— o si no…— miró a la puerta— Emer
nos castigara— bajó la voz— Alex, cuando esté él no le mires nunca a los
ojos, no destaques ni llames la atención, sobre todo nunca, nunca le enfades.
— No creo que sea peor que los latigazos de Danny
Dijo Alex escéptica, Clark tragó saliva y sintió como un escalofrío recorría
por toda su espalda:
— Sí, Alex— dijo Clark con semblante atormentado— Emer es el hombre
del saco que te arrebata el niño que llevas dentro. Intentare protegerte te lo
prometo, en toda mi vida nunca he tenido una amiga, tú eres mi luz, pero
debes hacerme caso. Ahora vamos a curarte.
— Pero me tengo que desnudar
Dijo Alex avergonzada:
— Si quieres me doy la vuelta y te curas tu sola
— ¿Lo harías?
— Siempre que te des prisa y Emer no se entere.
Clark se dio la vuelta y la ojiverde procedió a curarse la herida lo más
rápido posible. Hurgarse en esa zona era doloroso, tan doloroso que le
resultaba imposible retener las lágrimas, pero no iba a gritar y dar el gusto
de oírla sufrir. Así pues, apretando la mandíbula y los labios, terminó.
Cuando se tapó con una gasa y pegado el esparadrapo de manera torpe, se
puso el vestido:
— Ya está Clark.
Clark que había sido respetuoso, se giró y recogió todas las gasas sucias
de sangre. Asintió:
— Acuérdate de todo lo que te he dicho Alex— susurró, antes de hablar
más alto— YA ESTÁ
Emer volvió a asomarse en la puerta. Clark esperaba con el botiquín y las
gasas sucias en sus manos. Dispuesto a marcharse y a alejarse de ese
hombre. Que sonriente se iba apartar, cuando reparó en un detalle.
Volviéndose a interponer en el paso de Clark. Emer comenzó a reír por lo
bajo fríamente. Aquello hizo que el chico temblara más, miró de reojo a Alex,
los ojos castaños del muchacho se humedecieron:
— Deja el botiquín sobre el lavabo— Clark asintió y dejó las cosas sobre el
lavabo— acércate
Clark acataba las órdenes sin rechistar ni suplicar. Con Danny y Print si lo
hacía, pero Emer. Alex no comprendía nada, ese hombre hasta el momento
solo había agredido verbalmente. Se inclinó y comenzó a susurrarle algo en
el oído:
— Por favor— suplicó Clark— delante de ella no, no tiene porque…
— Obedece Clark— dijo fríamente— sabes que hay cosas peores que eso.
Clark, comenzando a llorar se acercó a la ropa sucia que había llevado
puesto Alex y agachándose a coger una prenda, la susurró:
— Perdóname, Alex
El chico agarro la ropa interior de la ojiverde y la dio la espalda. No
quería mirar. Se estaba metiendo la prenda en su entre pierna. ¿Por qué
hacía eso?
— Gírate Clark. Que mire
— Por favor, Emer
— GIRATE
Tenía razón Clark. No le estaría dando de latigazos, pero si le obligaba
hacer cosas, cosas malas, aunque no entendía mucho la chica. Hizo que se
metiera en la ducha, se agachara, se tapara los oídos y cerrara los ojos.
Cuando la volvió a encerrar en la jaula. Hizo lo que Clark le pidió, no la
miró a los ojos:
— Clark es un niño malo. Tú también lo eres niña. Todo el mundo somos
niños malos, porque pecamos ante las debilidades carnales.

Fin del Flashback

Clara ya había preparado todo, debían de irse a la madrugada, para que


Alex llegase a lo que tuviera que hacer con los proveedores. De eso ella no
era muy entendida, como el día anterior viajaron en el avión privado de los
Woods. En el trayecto del hotel al aeropuerto, la rubia llegó a la conclusión
de que se pagaría todos sus gastos. El cual Alex no se opuso para nada.
Decidió ir escribiendo con su portátil y avanzar su libro. Pues la morena
había vuelto con su silencio. Ya había caído en la cuenta de que no tenía muy
buen despertar. Llevaban media hora en silencio, Alex con su Tablet y Clara
con su ordenador. La rubia estaba en plena inspiración. Lo que en un
principio unos libros como La historia de O. o La venus de las pieles la
parecía de lo más escandaloso. Ahora se estaba convirtiendo en una escritora
más, cuyas fantasías llenas de placer las plasmaba en su historia.
La morena dejó a un lado su Tablet, se llevó la mano hasta la cara y con el
dedo gordo e índice se masajeó el tabique nasal. Alex quedó fija en la rubia.
Con su expresión de concentrada y aporreando el teclado.
Luego me llama cavernícola a mí se dijo riendo mentalmente Alex:
— ¿Cómo se llamaba la protagonista de tu otro libro?
Clara miró por encima del ordenador. Extrañada por su comentario:
— Elizabeth
—Ya, claro Elizabeth— comenzó a poner voz burlona— después de su
viaje a Venecia Elizabeth se dio cuenta de que su amado italiano, Bob, era un
auténtico coñazo— Clara puso los ojos en blanco— en un principio todo era
muy bonito, rosas, bombones, hermosos atardeceres en el horizonte del mar.
Elizabeth se dio cuenta que anhelaba muchísimo más que cuatro poemas
susurrados en el oído.
— ¿Qué quería?
Preguntó Clara con fingido interés. Alex se levantó, le arrebató el
ordenador de las manos y lo puso en su asiento. Apoyó las manos en sus
muslos y quedó sus rostros a escasos centímetros:
— Elizabeth quiere aventura, sentirse amada y deseada de verdad. Las rosas
se marchitan, los bombones engordan, atardeceres en el horizonte los hay
todos los días. Eso cansa, quizás para una pareja que está casada desde hace
40 años y en su plena vejez queda bonito, pero cuando hay juventud existe el
hambre, la pasión. Elizabeth esta hambrienta y famélica, algo que hasta el
momento ese tal Bob no se ha dado cuenta, ergo no la ve como se merece.
Clara se mordió el labio inferior. Observando cada movimiento que hacía la
boca de Alex. Cada palabra que decía. Su corazón se trasladó desde su pecho,
hasta su garganta:
— Llegará un momento en que la pasión alcanza a su fin.
— El amor y la pasión puede ir agarrados de la mano— hizo el amago de
besarla y Clara se moría porque la besase, pues ya podía morir sentada
porque ese beso nunca llegó, más bien optó por pedirla otra cosa, bueno en
realidad lo ordenó— levántate
Alex quitó sus manos de los muslos y se irguió para permitir, a una rubia
desconcertada levantarse. La morena se sentó en el asiento de Clara e hizo
que se sentara encima de ella dándola la espalda:
— Una pareja sin pasión— siguió diciendo conforme sus manos vagaban
por el cuerpo de la rubia. Acariciando sus piernas, su abdomen, sus senos—
no es nada, pura rutina, dos personas que han decidido seguir con su vida
cotidiana— las respiraciones de ambas comenzaban a acelerándose— la
pasión no tiene límites. Te deseo Clara. Te deseo ahora, porque me puede el
hambre de ti— Clara gimió cuando Alex le dio un mordisquito en el hombro,
bajó sus manos hasta el botón de sus pantalones— ¿Qué sientes cuando te
acaricio?
Clara tenía la cabeza a un lado permitiendo acceso a los labios de Alex, o
sus mordiscos más bien, jadeando levemente, con una mano en su nuca para
atraerla mucho más:
— Electricidad— comenzó a describir sus sensaciones mientras alzaba su
pelvis, ante sus caricias, se relamió sus labios que empezaron a quedar secos
— calor, fuego— la otra mano la puso en el reposabrazos del asiento
clavando sus uñas, a la vez que Alex acariciaba su sexo y le daba pequeños
mordisquitos desde su hombro, cuello, espalda— humedad, deseo,
taquicardia
Alex la torturaba sin piedad con sus caricias en la entrepierna, mientras su
otra mano, indiscretamente se introdujo debajo de su camiseta de tirantes y
llagar hasta uno de sus senos. Masajeándolo y estimulándolo. Haciendo que
Clara jadeara más fuerte:
— ¿Te hago sentir deseada?
Clara se retorcía entre gemidos y jadeos, ya le importaba una mierda si el
piloto y el copiloto la escuchasen:
— Sí, Alex
— Libérate— apretó su pezón y tiró, incitando a un gemido más fuerte—
libera ese orgasmo que está ahí.
— Dios— no pudo más y acabó emitiendo un grito gutural— ¡sí…!
Clara se dejó caer, con la cabeza apoyada en el hombro de Alex. La
morena, sonriente abrochó el pantalón de la rubia y la abrazó fuertemente,
pegando la mejilla con la suya:
— La mayoría de las historias llenas de romanticismo, terminan con un
juntos para siempre. Eso no existe en la vida real.
Clara puso las manos junto a las de Alex y cerró los ojos. Notando los
latidos de la morena en su espalda:
— ¿No crees que el amor pueda durar toda una vida?
— Hay amores que sí y amores que no— esbozó media sonrisa— incluso
para que llegue ese para siempre hay que pasar por varios de los cuales la
gente estaba segura de que era la indicada. Prefiero vivir el día a día y que
dure hasta cuando tenga que durar. Si es toda la vida bien, si no, al menos he
vivido ese amor con pasión.
— ¿Con que personaje literario te identificarías?
Parecía una pregunta absurda, pero era perfecta para conocer más a fondo a
Alex sin necesidad de preguntarla directamente:
— Dorian Gray
Clara frunció el ceño:
— ¿Por qué? ¿Quieres mantenerte joven siempre?
— No— Alex besó su mejilla— Dorian en un principio deseó ser joven,
seducido por las palabras de Basil Hallward y su deseo se cumple, quedando
su alma atrapada en el cuadro de Basil, pero cuando el amor de Dorian
muere, se acaba entregando a la perversión y libertinaje, sin importarle si
quiera ser odiado. Cada pecado que comete se acaba reflejando en el cuadro,
su imagen se envejece, se pudre.
— ¿También se murió el amor de tu vida?
Preguntó Clara escéptica, espero algún comentario jocoso por parte de la
ojiverde:
— Clara te estás pasando con las preguntas personales— no sonó molesta
— muy astuta con eso del personaje literario. Sí, Clara.
Eso último dejó sin aire a la rubia:
— No es que fuera el amor de mi vida, porque era muy joven para pensar
en esas cosas, pero era alguien importante para mí— llevó su mano hasta el
pecho justo donde bombeaba su corazón— al menos estuvo muerta durante
un par de semanas, un mes, no sé el tiempo no existía por entonces, solo sé
que estuvo muerta y me culpé por su muerte ¿Tanta culpabilidad por qué?
Estaba viva, se había olvidado de mí. Por lo cual solo obtuvo de mí el rencor,
preferí pensar que seguía muerta. Levántate.
Clara sin decir nada se levantó. Alex hizo lo mismo, le devolvió el portátil
y seria, le dio un ultimátum:
— Otra pregunta personal y regresas a casa.
Alex se sentó a su asiento y miró por la ventanilla. Ya no quedaría mucho
para llegar a Chicago. Al portátil de Clara le quedaba poca batería, así pues,
guardó lo último escrito y lo apagó. Pensaba que regresarían al silencio
incómodo. Sin embargo, se ganó la mirada curiosa de la morena:
— Te toca.
— ¿Cómo?
— Que me digas con que personaje literario te identificas.
— Elizabeth Bennett
Alex alzó una ceja sorprendida:
— ¿Orgullo y prejuicio? — se encogió de hombros para mirar de nuevo por
la ventanilla— orgullosa eres un cacho.
— Soy prejuiciosa. Muchas veces juzgo por lo que se ve a primera vista.
Alex frunció el ceño:
— Me miras como si vieras en mí, a Darcy
— Me pareciste arrogante, egoísta y con cierto menosprecio hacia los
sentimientos ajenos.
— Suelo causar ese efecto, sin embargo, lo que todos siguen con esa firme
convicción, tu pareces haber cambiado de idea ¿Por qué?
— Moléstate en mostrarte arrogante y Orgullosa Alex Darcy— curvó la
comisura de sus labios— yo sé que debajo de esa fachada hay honestidad y
bondad.
La morena miró su reloj de pulsera. El capitán comunicaría de un momento
a otro que pronto aterrizaría. Alex no volvería a mirar a Clara el resto del
trayecto, pero si la diría una última cosa:
— Solo reservé una habitación en el Hilton Palmer House, tú tomas la
decisión de alquilar otra para ti o dormir conmigo.
Del aeropuerto al hotel silencio, incómodo para Clara. Esta vez no se sintió
ignorada. Era como si la ojiverde divagase entre sus pensamientos. Cada vez
que dejaba mostrar un poco de cómo era ella, al final trataba de recular
castigándola con silencio ¿Dormir o no dormir con ella? ¿Por qué ese cambio
repentino?:
— Hace dos días no querías que durmiera contigo ¿qué ha cambiado?
— Que te hice sentir mal y tampoco quiero eso.
Respondió a la vez que entraban en el hotel. Este hotel era mucho más
lujoso que el anterior. También era consciente de que a Alex le daba igual los
lujos, estaba ahí por Clara, porque ella sí estaba acostumbrada a esas
comodidades. Ya en recepción, les atendió un chico joven, alto, rubio y ojos
color miel. Como ocurrió en la cena, éste pareció quedar embobado con la
belleza de Alex:
— Buenos días— comenzó a decir seriamente— soy la señorita Woods,
tengo reserva para la Suite presidencial.
— Un momento señorita Woods— el joven comenzó a mirar sus datos—
si aquí está. buscó la llave de su Suite y se la entregó— ¿Desea algo más la
señorita? — Dijo coqueto. Alex no mintió a Clara antes de la cena. Sexo lo
podía conseguir en cualquier lado— El botones se encargará de sus maletas.
Alex miró a Clara, esperando a que decidiera que hacer. En parte sentía
que Alex no quería dormir con ella, pero se había sentido presionada,
tampoco quería eso:
— ¿Puede reservar la habitación que hay al lado de su suite a nombre de
Clara Price?
— Un momento que lo reviso— El chico asintió con la cabeza, al
introducir los datos en el ordenador— sí, está libre ¿desea alquilar la
habitación?
— Sí, gracias
Dijo la rubia en lo que rebuscaba en su bolso su tarjeta de crédito. Alex
esbozó media sonrisa, satisfecha. Ambas se miraron sonrientes, mientras que
el chico introducía los datos y cargaba los gastos a su cuenta:
— Todo perfecto señorita Price
Al igual que a Alex, le hizo entrega de su llave. El chico sonrió y guiño un
ojo a la ojiverde. Que rápidamente puso cara picara. Se apoyó en el
mostrador y comenzó a poner esa voz tan sensual que derretía hasta el glaciar
más frio. Alex Woods llega a viajar en el Titanic y solo con un susurro adiós
iceberg:
— ¿Cómo te llamas?
Clara puso ojos como órbitas ¿Estaba tonteando con él?:
— Red
— Red— Respondió con voz erótica— he visto como me miras. Me siento
alagada, pero mi religión no me permite estar con chicos como tú.
Red puso el ceño fruncido:
— ¿Qué religión?
Alex sonrió divertida:
— El del lesbianismo— miró a Clara y hablaba alzando las manos, como si
la alabase— y gracias a la gran Diosa de las vaginas a la que imploro y
disfruto cada noche— La rubia se ruborizó y se tapó la cara con una mano,
volvió a sonreír a Red que parecía no estar para nada contento— sobre todo
me gusta adorarla con este dedito— le enseñó el dedo corazón. Agarró la
mano de la rubia para irse, pero no sin un último vacile— por cierto, Red. Te
aconsejo que lo devuelvas.
— ¿El qué?
Preguntó Red molesto:
— Tu retraso.
Tiró de Clara y la arrastró hasta los ascensores. La rubia no sabía cómo
comportarse, enfadarse o ignorarlo. De lo que sí estaba segura era que estaba
ruborizada y avergonzada:
— ¿Por qué has hecho eso?
Alex apoyó una mano en la pared del ascensor y comenzó a tamborilear los
dedos:
— No me gustaba como me miraba.
— ¿Por eso tuviste que ser tan gilipollas? O ¿gritar a los cuatro vientos que
te acuestas conmigo?
La morena reaccionó rápidamente, fijando su mirada en Clara:
— ¿Qué pasa Clara? ¿Te avergüenza que la gente sepa que te acuestas
conmigo?
— No— Respondió Clara encarándola— Pero tampoco tienen porque
saberlo, respeto tu vida privada haz lo mismo y respeta la mía.
La ojiverde se acercó hasta Clara, quedando la espalda de esta en uno de los
laterales del ascensor. Colocó una mano a cada lado y con la mandíbula
apretada habló:
— Lo siento señorita Price, verás, mi arrogancia no me permite ver más allá
y me importa una mierda lo que sientan los demás. ¡Oh! Si es verdad, debe de
resultarte una decepción que detrás de mí fachada no encuentres bondad,
porque honestidad te puedo dar toda la que quieras.
Clara no se iba a achantar ante su mirada. Sabía lo que pretendía, siempre
hacía lo mismo y como bien le dijo la noche anterior no se iba a dar por
vencida:
— ¿No te resulta agotador?
Preguntó Clara. Los dedos de Alex comenzaban a tamborilear a su lado:
— ¿El qué?
— Pretender que te odien constantemente— por primera vez le tocó
retroceder a Alex, ya que fue Clara la que comenzó a dar pasos hacia delante
— ¿por qué siempre que das un paso hacia mi acabas reculando? Vas de
chica dura, de cavernícola, pero de las dos, la que se muere de miedo eres tú
— la agarró del rostro para que no rehuyese de su mirada— ¿a qué le temes
tanto?
Alex tragó saliva, su respiración se aceleró como el ritmo de su corazón.
Como siempre músculos tensos y detrás de ellos su mirada vulnerable ante
Clara:
— A ti, me das miedo, Clara— llevó ambas manos hasta la nuca de Clara y
la atrajo hasta besarla— ya no puedo más, lo he intentado de todas las
maneras posibles— la pegó más a ella abrazándola fuertemente cuando no
hablaba chocaba sus labios llenos de pasión y necesidad. Sus ojos se
humedecían, amenazando con derramar lágrimas— he intentado alejarme,
luego que te alejases de mí, que me odiases— las puertas del ascensor se
abrieron, sus cuerpos se negaban a perder contacto. La rubia abrazo por el
cuello a Alex, a la vez que esta la agarraba por la parte trasera de los muslos
para que acabara rodeando la cintura con sus piernas también. La Suite no
estaba lejos y la ojiverde sorprendentemente tuvo la fuerza para llegar hasta
la habitación, cargando con Clara, sin despegarse ni dejar de besarse— me
debilitas, en todos los sentidos, física, mental y sentimentalmente.
La llave era de tarjeta, así que la morena, la paso por la banda magnética.
No tardó nada en estar en la comodidad de la cama encima de la rubia. Clara,
que tenía los ojos vidriosos también, obligó a que la mirase:
— Somos como un imán ¿por qué nos empeñamos en negar lo evidente?
— Porque si lo admitimos se acabaría haciendo real.
La morena aún estaba encima de Clara que seguía rodeándola con las
piernas, como si de una llave de Judo se tratase, ahora que estaban hablando
de un tema como el de los sentimientos, no permitiría que se la escapara:
— ¿Qué hay de malo en eso?
— Aquí, nada— con un brazo estaba apoyada en la cama, mientras que con
la otra mano la acariciaba— delante de Olaya y Ruth nada, pero ¿delante de
tus padres? ¿De los míos? ¿Del resto de la sociedad? Tu misma lo has dicho
prefiero ser odiada ¿Y tú? ¿Saldrías del armario y serias capaz de soportar los
insultos de algunos ignorantes?
— Me importa una mierda los demás— dijo Clara con convencimiento— te
quiero a ti
Alex puso expresión afligida:
— ¿Por qué tuviste que decirlo en voz alta?
— Porque es algo que llevo guardándomelo tiempo y quizás era mejor que
lo escucharas— Alex intentó levantarse— No, no huyas.
— No entiendes nada. Te estoy protegiendo
Clara gruñó con irritación:
— Ya te dije que me importa un comino lo que piensen los demás.
— No hablo de los demás— apoyó la cabeza en el hombro de Clara— te
hablo de mí. Te protejo de mi— Alex tragó saliva y se armó de valor, para
mirarla— Clara, debes saber que soy…
No le dio tiempo a terminar, cuando la rubia se lazó a besarla
silenciándola. Lo iba hacer, de verdad que le iba a contar lo de su doble
identidad, pero los labios de la ojiazul eran tan suaves, excitantes y
apasionados. Que se dejó llevar, luchando por ser la primera en introducir la
lengua en la boca de la otra, chocando a medio camino. Gimiendo:
— ¿Te da tiempo a uno rápido?
— ¿No tuviste suficiente en el avión?
— No— dijo Clara desabrochando la blusa blanca de la morena— será
rápido.
Clara recorrió el cuello de Alex con la lengua, buscando el punto adecuado,
clavando sus dientes y luego succionando. Provocando que jadeara fuerte, a
pesar de que era la morena quien estaba encima, eran las manos de Clara las
dominantes desabrochando los botones de su blusa blanca. En esa ocasión no
se detendría a pedir permiso, acariciando sin ningún pudor sus senos. Tal
como esa mañana la ojiverde la poseyó. Ese era el momento de que Clara la
poseyera a ella:
— Te deseo, Alex— bajó el sostén para dejar al descubierto sus pechos,
estimulándolos hasta tener sus pezones erectos, la morena gimió fuertemente
mientras sus pelvis rozaban. Rodó hasta quedar ahora encima y a horcajadas
de la morena— te deseo ahora, porque me puede el hambre de ti
— Eso es mío— dijo echando la cabeza hacia atrás para que la rubia tuviera
acceso a su cuello, ya marcado de nuevo— te denunciaré por plagio escritora
— Clara rio entre dientes, bajando sus manos hasta desabrochar el botón de
su pantalón— Clara
Reaccionó de nuevo Alex agarrándola de la muñeca y deteniéndola:
— Alex— dijo con voz suave— no voy hacer más de lo que ya hemos
hecho. No, hasta que tú me des permiso
La ojiverde miró dubitativa a Clara. De nuevo se vio incapaz de negarla y
tampoco quería negárselo. Soltó su muñeca para que introdujera su mano.
Traspasando otra barrera, esta vez sin ropa interior en medio. La rubia suspiró
al notar su sexo, húmedo y caliente. Alex le agarró de las mejillas:
— No me dejes de mirar.
La rubia asintió a la vez que comenzó a acariciarla. De la misma manera que
le acarició en el avión. La morena abrió la boca y soltó un gemido ahogado,
llevó las manos a su espalda, conforme aceleró sus caricias, que sentía más
intensas al tener contacto directo, sus uñas se fueron clavando en la espalda
de la rubia. Como había pedido no dejaba de mirarla, ni Alex hacía por retirar
su mirada:
— Clara
Dijo la ojiverde alzando su cadera antes de explotar, con su famoso jadeo
gutural. La rubia por fin chocó sus labios y se dejó caer sobre la morena.
Perdiéndose de nuevo otra vez en sus miradas, empezaron a reír bobaliconas:
— Alex— comenzó a decir Clara algo más seria— ¿te puedo pedir algo?
La sonrisa de Alex se borró y miró ceñuda a Clara:
— Siempre que me preguntas suele ser una petición sexual. No te miento
cuando dije que tenía prisa.
Clara negó con la cabeza:
— No es nada sexual
Alex sonrió:
— Entonces en ese caso pídeme lo que quieras.
— No vuelvas a desaparecer de mi vida.
Aquello pillo desprevenida a la morena. Últimamente todo lo referido con
Clara la pillaba por sorpresa. La ojiverde llevó la mano hasta la nuca de la
rubia y la atrajo. Esos besos eran pura melaza. Dulces, considerados, llenos
de cariño, pero siempre con su toque de pasión. Alex fue incorporándose.
Separó sus labios unos centímetros:
— ¿Por qué me haces esto?
— Ya te dije las razones.
— Y yo te dije que no creo en los “para siempre”
La morena sentada y Clara a horcajadas, que la miró intensamente y dio un
pequeño mordisquito en su mentón:
— Pues entonces hasta que esto dure
Alex curvó la comisura de sus labios y se abrazó a Clara:
— Hasta que esto dure— repitió la morena dándose por vencida y dándose
a Clara, quedando expuesta por completo— ahora sí tengo que irme. Mira
que te apetece hacer, cine, teatro— puso un mohín de aburrimiento— cenar,
parque natural, para cuando regrese. No tardaré mucho.
Clara, sonriente, feliz en su nube de terciopelo abrió la boca para decir algo.
Cuando el botones sin llamar ni pedir permiso abrió la puerta, para comenzar
a meter maletas. La rubia se abrazó a la morena que seguía despechugada. El
chico, al ver a esas dos mujeres potentemente atractivas, una semidesnuda la
otra encima de ella abrazándola, con sus voluptuosos pechos rozando….
Vale, esta vez es la propia narradora la que se pierde, pero ¿Quién no con
tremendas féminas? Joder. A lo que iba. Clara miró ceñuda al botones:
— ¿Qué pasa no sabe llamar a la puerta?
— Lo siento— dijo el botones tragando saliva— es que no estaba puesta la
tarjeta de “no molestar”
En lo que Clara comenzaba a discutir con el botones, Alex se subió el
sujetador y comenzó a abrocharse la camisa:
— Deje las maletas de las dos habitaciones ahí— dijo señalando en la
entrada— ya me encargo yo de mi equipaje.
— Si señorita
Dijo el chico a toda prisa, a la vez que la ojiverde reía por lo bajo.
Terminó abrochándose el botón de sus pantalones:
— No des mucha guerra al servicio, rubia
La dio un beso en la punta de la nariz y espero a que se quitara de encima.
La morena se agasajó un poquito por encima, no le daba tiempo a cambiarse:
— Cuando tengas decidido que hacer me mandas un mensaje— apoyó
ambas manos a los muslos de Clara— por si tengo que hacer reservas o lo
que sea.
Clara asintió sin dejar de sonreír. Que mierdas estaba feliz, nunca en su
vida se había sentido así con nadie. Tuvo que esperar a que Alex Woods
regresara de nuevo a su vida para poder experimentarlo.
Como el día anterior fue hasta la fábrica de proveedores y observó la
llegada de los dos camiones. Hizo recuento de material. Las cajas
descargadas coincidían con las estipuladas con los documentos, pero si
observó cierta anomalía en esa entrega. Un NISSAN QASHQAI 1.5 dCi 4x2
aparcó justo enfrente de la puerta. Alex tumbó el asiento del coche alquilado
y sin que la vieran comenzó a sacar fotos. De aquel todo terreno negro salió
un hombre, que tenía cara de pocos amigos, esperó a que uno de los
repartidores del camión saliera con un maletín en la mano. El hombre de su
chaqueta sacó un sobre tocho de la chaqueta e hicieron el intercambio.
Después de aquello ambos se separaron y se fueron por su camino. La
morena sacó una última foto, a la matrícula del coche. No habían pasado ni
dos minutos cuando marcó un número:
— ¿Qué pasa comandante?
Sonó una voz de un hombre que parecía tener la boca llena:
— Siempre te pillo igual— incorporó el respaldo del asiento y puso el
coche en marcha— te voy a mandar unas fotos y quiero que investigues a los
que salen en ellas. Creo saber qué es lo que pasa y si es así, estoy realmente
jodida.
— Envíame las fotos a mi correo privado.
Esta vez la voz de Scott era mucho más seria:
— Esta noche te las envío. Te voy a pedir máxima discreción— puso el
manos libres y dejó el teléfono encima del copiloto— creo que mi padre está
metido en algo oscuro.
— No te preocupes comandante, sabes que puedes confiar en mí.
Cuando Alex llegó al hotel, quiso ir directa a la habitación y enviar las
fotos a Scott. Al pasar por el vestíbulo vio al recepcionista que las atendió.
No solía pedir disculpas por sus acciones, que narices, nunca lo hacía, pero
casi podía escuchar la voz de Clara en su cabeza regañándola para que se
disculpara. Suspiró y puso los ojos en blanco. Se acercó al chico, que
enseguida la miró ceñudo:
— Disculpe la insolencia de esta mañana, Red. Estuvo fuera de lugar.
— Todo arreglado, señorita Woods.
La ojiverde asintió y se dirigió hasta su habitación.
Ruth y Olaya desde que se conocieron en la fiesta que montó Alex en casa
de los Woods, se habían visto más asiduamente. Algo así como Clara y Alex,
salvo que a ellas se la sudaba si las veían magreándose o no. Ambas estaban
solteras y llevaban fuera del armario desde su juventud. La atracción física
era evidente y la pasaban muy bien. Incluso no sentían necesidad de hablar de
sentimientos. Aunque O. era más abierta que Alex, no se diferenciaban
mucho en ese tema. Ruth parecía no molestarse en aclarar el tema de
exclusividad.
La compañera de piso de Olaya no le prohibía llevar sus ligues a la casa,
siempre y cuando bajasen el tono cuando tuviera sexo. Eso le resultaba un
auténtico incordio, porque tanto la amiga de Clara como ella, eran de las que
gritaban y no porque así lo quisieran. Es que sabían darse tanto placer que los
gemidos, jadeos y gritos les salían por si solitos.
Alex cometió el error de darle la copia de llaves de su piso a su amiga. Solo
para que pasara de vez en cuando. Sabía que al menos Tanya iría una vez a la
semana, para dormir la mona. También estaba al pendiente de ese dato Olaya.
Pero ya que tenían un lugar donde poder gritar a gusto, decidieron aprovechar
esa oportunidad. Así que ahí estaban. En la cama de Alex, totalmente
desnudas y comiendo helado:
— Hemos follado en la cama de Alex— dijo carcajeando Ruth—
parecemos fetichistas, porque esta ya es la segunda habitación de ella en la
que lo hacemos.
Olaya acompañó en las risas la de los ojos castaños, mientras le daba una
cucharada de Helado:
— Le cambiamos las sabanas y ya está. No se daría cuenta, con su vida
sexual tan activa las cambia casi todos los días.
— Su vida sexual activa ha hecho de mi amiga un monstruo— dijo
refiriéndose a Clara— ha pasado de mojigata ha… viciosa insaciable.
O. negó con la cabeza:
— Como se nota que el Will ese no le ha dado lo suyo. Ha tenido que
esperar a Alex.
— Alex no es la única en la vida de Clara— dijo Ruth dejando el bol
encima de la mesilla— ya había otra antes.
La amiga de Alex rompió a reír. Ya sospechaba de quien hablaba Ruth:
— Ruth— dijo Olaya algo más seria— Clara me cae bien y ni te imaginas
la de milagros que está haciendo en Alex, pero si te cuento algo, que las
concierne a ambas, algo de Alex que no sabe Clara ¿Se lo dirías?
La castaña frunció el ceño:
— ¿Cómo el qué?
— Voy a cambiar la pregunta— dijo O. humedeciéndose antes los labios,
sabían al dulce del helado— si te cuento algo ¿Me guardarías al secreto?
— Me estas poniendo nerviosa
— Por favor Ruth— dijo seriamente Olaya— prométemelo.
Ruth se acercó más a su amante, le agarró de la mano y sonrió:
— Olaya, me has contado muchas cosas, sabes que siempre te voy a apoyar
y que siempre puedes confiar en mi— le dio un beso en la mejilla— te
prometo que no diré nada.
Olaya, cerró los ojos y suspiró antes de soltarle el bombazo a Ruth:
— Alex es Vesta.
Clara hasta el momento no le había mandado ningún mensaje. Podría salir e
ir a su habitación para preguntar, pero a lo mejor estaría durmiendo o
escribiendo. Mejor no molestar. Envío las fotos a Scott y se echó sobre la
cama, para dormir un poco.
Joder, voy hacer un puto cliché. Pensó mientras miraba por internet. Agarró
el móvil y esperó a que contestasen:
— Floristería Chicago verde ¿En qué puedo ayudarle?
Respondió una voz femenina:
— Sí, bueno— se levantó de la cama nerviosa, no hacia esas cosas y se
estaba sintiendo como una estúpida— quería un ramo de rosas rojas para
entregar a la siguiente dirección, Hotel Hilton Palmer House. Ha nombre de
la señorita Clara Price.
— ¿Quiere que lleve una nota?
— No— a la que saltó de nuevo— bueno sí, que ponga hasta que esto dure
y con la firma de Alex Darcy.
— Pagará en metálico o lo cargamos a una cuenta.
— A una cuenta
Alex dio sus datos para que la factura se la pasaran por su cuenta. También
ordenó que la entrega se hiciera a partir de las ocho. Suponía que para esa
hora ya habría algún plan.
Enhorabuena, acabas de convertirte como el aburrido de Bob en viaje a
Venecia se reprochó a sí misma. No se equivocaba con lo del plan. Cuando
estaba a punto de cerrársele los ojos la llegó un mensaje:
Clara: hay una musical en el Water Tower Place. A las 22:00
Alex: ok, a las 21:00 llamo a tu puerta.
La morena se dio por vencida, cayendo al sueño de Morfeo. No hizo falta
poner despertador. Ya que a las 20:10 ya estaban llamando a la puerta. Con
los ojos medio pegados, no había abierto del todo la puerta, cuando una rubia
se la lanzó a los labios y se colgó como un mono, besándola sin parar:
— ¿Y esto?
Preguntó la morena devolviendo el abrazo. Clara, estaba sonriente y los
ojos le brillaban. Alex carcajeó satisfecha al verla tan feliz:
— Ves, un gesto como el regalar unas flores puede conseguir aumentar la
pasión— la besó suavemente en los labios— ha conseguido que arda de
deseos por abrazarte y besarte.
— Ahh, ya han llegado las rosas— Clara al final puso los pies en el suelo,
aunque aún permanecían abrazadas, la ojiverde miró el reloj— podrías haber
esperado en tres cuartos de hora iba a pasar por tu habitación.
Clara negó con la cabeza, le dio un último beso y se separó:
— Me voy para arreglarme, nos vemos Alex Darcy
Alex hizo una reverencia:
— Hasta más ver señorita Clara Bennett.
Capítulo 24 - Niño malo
Flashback

Clark, se infiltró por la ventana en medio de la noche. Alex se acercó a la


puertecita. Como la vez anterior cargaba con una mochilita negra. Y es que,
si no fuera por Clark, la pequeña ojiverde ya se hubiera desfallecido, pero
como bien ya había prometido el chico, la cuidaba. La llevaba agua, comida
y cuando le comunico que no se encontraba bien, también medicamentos,
analgésicos para la fiebre y antibióticos para la infección. Por lo menos le
llegaba a aliviar un poco su mal estar. Desde lo ocurrido en el baño, el chico
apenas la miraba por la vergüenza. Alex no entendía mucho lo pasado, pero
después de cómo se comportaba su amigo, supo con certeza, que era
vergonzoso. Un niño malo, como dijo Emer y que ella sería como Clark,
igual de mala. ¿Acabaría sintiendo esa misma vergüenza?:
— Alex, sé que me dices constantemente que no lo haga— dijo Clark
mirando al suelo— pero, de verdad perdóname.
— Clark— dijo Alex mientras hincaba el diente al mendrugo de pan—
cerré los ojos y me tapé los oídos. Tú me cuidas, no creo que seas un niño
malo como dice Emer.
Clark cerró fuertemente los ojos y negó con la cabeza enérgicamente:
— Sí lo soy Alex, todos acabamos siendo niños malos, sucios, mugrosos,
llenos de pecado
— Él te obligó, tú no tienes la culpa
— Dice que, aunque no me obligue acabaría haciéndolo igual— se sentó
enfrente de la jaula— Alex eso no es lo peor de todo. Créeme, antes prefiero
la furia y latigazos de Print— rodeo sus piernas con los brazos y escondió su
rostro— me gustaría escapar Alex, irme lejos y convertirme en astronauta
¿Cómo es la vida fuera de estos muros? ¿La gente es igual de mala?
Alex extendió el brazo:
— Clark— el chico curvó un poco la comisura de sus labios y le agarró la
manita— No sé cómo lo haremos, pero escaparemos, en el mundo sí que
existe gente buena. ¿Por qué quieres ser astronauta?
— Justamente para eso. Para escapar de la gente.
— Pues nos haremos niños astronautas.
— Me lo prometes Alex, ¿que siempre estaremos juntos?
— Siempre Clark
Fin del Flashback

Ruth caminaba de un lado para el otro totalmente desnuda mientras que se


mordía nerviosa las uñas. O. tenía atrapado su labio inferior a la vez que
seguía con la mirada a la amiga de Clara. Quizás debió de guardarse esa
información. Contarle aquello era cosa de Alex y si Ruth se le ocurría decir
algo. Su amiga la mataba:
— Te das cuenta— comenzó a gritar Ruth— del dilema que hay ahora en
mi cabeza— se tapó la cara— Clara es mi amiga y Alex se está burlando de
ella otra cosa no me explico.
— No— saltó Olaya de la cama— eso no es cierto.
— Clara tiene que saberlo
— No por ti
Dijo Olaya casi gruñendo:
— Claro cómo eres amiga de Alex la defiendes— comenzó a gesticular
con las manos— lo que está haciendo no está bien. Eso es jugar con los
sentimientos de Clara. Seguro que cuando se canse de ella la manda a la
mierda— se puso brazos en jarra— pues no pienso permitirlo.
— No eres quien para juzgar a Alex— encaró la ojiverde a la morena— no
sabes nada de ella ni lo que es capaz de hacer por Clara.
— Oh sí, tener dos identidades para tirársela.
— Fue Clara la que buscó a Vesta.
— Y decidió seguir con el rollo ese de la ama— Ruth comenzó a recoger
sus prendas y a vestirse— No pensaba que Alex fuera tan rastrera ¿Es algún
tipo de venganza? O dijo, “vamos a reírnos de la remilgada de Clara”.
Olaya se puso delante de Ruth llena de enfado. Por respeto a su amiga y a
todos los secretos que guardaba de ella no diría nada, pero tampoco quería
que Ruth tuviera un mal concepto de Alex:
— Ni te imaginas la de cosas que ha hecho Alex por Clara y si a tu amiga
le diera por recordar, tú y ella no la juzgaríais tan fácilmente.
— Agradezco que fueras sincera conmigo Olaya— dijo con seriedad Ruth
— que me contaras sobre tu pasado y te abrieras a mí, pero Clara es mi
amiga. No sé qué le pasaría a Alex, pero eso no le da derecho…
— Si te atreves a hablar, todo el trabajo que está haciendo con Alex se irá a
la mierda.
— Tendrías que haber callado, O.
Ruth se vistió corriendo y se dispuso a salir del piso. Olaya salió detrás de
ella, llamándola. Cuando la amiga de Clara abrió la puerta se encontró con
una chica intentando introducir la llave en la puerta. Ésta parecía estar beoda
pérdida. Miró a ambas chicas y después al número de piso:
— Sí, este es el piso de Alex— volvió a mirar a las dos chicas, aunque
abrió los ojos como platos al ver a Olaya totalmente desnuda— wau, se ha
marcado un trio la muy guarra.
— Eh— dijo Ruth ceñuda— ¿tú quién eres otro rollo de Alex?
Tanya hizo un mohín apartó a Ruth a un lado y fue directa al sofá:
— Ya la gustaría a Lex probar este cuerpazo— se sentó y se encendió un
cigarro— soy una amiga que viene de ocupa de vez en cuando.
Ruth cerró la puerta, achicó los ojos fijándose mejor en la recién llegada:
— Mierda, pero si tú eres la otra dominatriz
Tanya se fijó bien en Ruth. Olaya entro en el cuarto para ponerse un par de
prendas:
— Ahora me acuerdo— dijo esbozando una risita Tanya— pero si eres la
amiga de Clara.
— Parece ser que todo el mundo sabe quién es Vesta salvo la propia Clara.
— Falta de observación— se encogió de hombros Tanya— si fuera lista ya
lo hubiera descubierto hace mucho.
Ruth pareció irritarse por ese último comentario:
— ¿Has llamado tonta a mi amiga?
Tanya alzó las cejas a la vez que ponía las piernas a lo alto de la mesita:
— Yo no he dicho tal cosa, solo dije que era poco observadora— curvó la
comisura de los labios— aun así me cae bien la chica.
En ese instante apareció Olaya y se apoyó en el marco de la habitación con
los brazos cruzados:
— Claro— dijo escéptica Ruth— como habéis hablado mucho.
— No, no he tenido el placer de conocerla bien en persona— apagó el
cigarro en el cenicero— pero Alex no para hablarme de ella.
Ruth se cruzó de brazos:
— Sí, seguro que os habéis reído de lo lindo.
Tanya miró a Olaya. Sonrió, no se conocían en persona. La recién llegada
comenzó a dar palmaditas al otro lado del asiento para que se sentara a su
lado:
— No te voy a mentir— dijo toda sincera y con lengua resbaladiza— en un
principio fue así— Ruth chirrió los dientes— ¿Pero es que no te has dado el
cambio que ha dado la comandante? — se encendió otro cigarro— no lo
querrá admitir, pero Alex pierde el culo por tu amiga.
Olaya reaccionó como le hubieran dado un calambrazo y señaló a Tanya a
la vez que miraba a Ruth. Como diciendo “ves, te lo dije” ¿Pero que podía
hacer? Clara era su amiga y lo que hacía Alex estaba mal. Puso los brazos en
jarra:
— Un mes, si Alex no le ha contado la verdad lo haré yo.
Tanya alzó las manos en señal de victoria. Comenzó a mirar el resto de la
casa:
— ¿Qué hacéis vosotras aquí y donde esta Alex?
— Alex está de viaje y yo soy amiga suya— le tendió la mano— Olaya
— Genial— dijo Tanya con tono divertido— ojos castaños anda ya que
estas de pie, hay cervezas en la nevera. Tírate el rollo y saca tres.
Ruth puso los ojos en blanco:
— Si mi ama.
Dijo con ironía.
Ni un minuto más y ni un minuto menos, a las 21:00 en punto ya estaba
llamando a la habitación de Clara. Ya que la morena no se esmeró mucho en
arreglarse. Los vestidos y los tacones no eran santo de su devoción. Así pues,
acabó vistiendo con uno de sus trajes del trabajo, era lo único formal. El resto
era ropa vaquera, rockera y por otro lado corsés y cuero, no era plan de
aparecer ni con lo uno y mucho menos con lo otro. Aunque estaba segura de
que a la rubia no le desagradaría.
Cuando Clara abrió la puerta, dejó a Alex aturdida. Llevaba puesto un
vestido negro suave como la seda, con un escote, con una obertura al lado de
la falda donde se mostraba parte de su pierna, zapatos negros con algo de
tacón. Suficiente para quedar a la altura de la morena, tapaba sus hombros
con un chal y en su mano llevaba un bolso negro. Tenía el pelo suelto y
maquillaje justo para que realzara el color de ojos:
— Joder Clara— se humedeció los labios— que tal si cambiamos de plan y
nos quedamos en el hotel.
Clara rompió a reír, empujó a Alex para que la dejara salir y cerrar la puerta
tras de sí. La morena le ofreció el brazo para que la rubia lo entrelazara con el
suyo. En el ascensor, rompió a reír de nuevo, puesto que pilló a la ojiverde
mirando su escote:
— Mis ojos están aquí arriba
— Sí, bueno— Frunció el ceño, se puso enfrente de la rubia y agarrando el
chal, comenzó a taparla— Abrígate un poquito y no muestres tanto, que
alguno le da un infarto.
— Dime Alex— dijo Clara alzando una ceja— me tapas por la seguridad
de los demás o para que no me miren de forma lujuriosa
Alex esbozó media sonrisa:
— Ni lo uno ni lo otro, te protejo de mí, rubia. Vas tan provocativa que
haces perder mi cordura. Todo puede ser que deje de mirar y pase a la acción.
La morena se volvió a colocar a su lado, mientras que le guiñaba un ojo.
Esos ojos verdes. Su mirada era diferente a la de esa mañana, del día anterior
y del otro día. Eran más claros, podían ser por los fluorescentes, pero la hizo
sonreír ese brillo. Habían hablado de sentimientos y aunque ya le había
confesado que la quería, Alex aún no se había atrevido a admitírselo en voz
alta, tampoco estaba claro el tema de la exclusividad. Solo habían llegado a la
conclusión “hasta que esto dure”.
Vale, ¿qué coño significa? Era un pensamiento que tuvo en mente durante
toda la tarde. Duda que aumentó en el momento que el repartidor de la
floristería le hizo entrega de ese maravilloso ramo de rosas.
Parece ser que Alex no quería conducir y pidió un taxi. No era la primera
vez que estaba en chicago, ya le toco ir a una librería para hacer firma de
libros. Aprovechando aquel viaje dio un paseo por la ciudad. Cualquiera
estaría contento de ir a ver el musical o después dar un paseo. La rubia estaba
contenta porque iba hacer esas cosas en compañía de Alex Woods. Que no
tardó en volver a comportarse como una niña infantil.
Estaban en uno de los balcones, en un principio Alex se comportaba
viendo el musical. Empezó a moverse inquieta cuando comenzó el drama y el
romanticismo. Tamborileando los dedos en su pierna, luego a moverla
nerviosamente. Clara ya vio ese movimiento, aunque no recordaba donde, lo
siguiente que hizo fue echar la cabeza hacia atrás y suspirar, por último, cerró
los ojos y comenzó a fingir que roncaba:
— Pero— la miró irritada— ¿quieres parar de una vez?
— Es que— dijo Alex poniendo una mueca— es un coñazo, si al menos
hubiera una escena de sexo o yo que se una escena gore llamaría mi atención.
— Sexo y violencia ¿Siempre piensas en lo mismo? Eres peor que un tío
— Se me hace más divertida la idea de habernos quedado en el hotel.
Clara suspiró sonoramente de los nervios:
— ¿Por qué has accedido a ver el musical?
— Porque tu querías venir a verlo
Respondió mientras se encogía de hombros y se removía en el asiento,
cansada de estar en la misma postura:
— Si te digo tírate por un puente ¿también lo harías?
— Si es para hacer puénting— rompió a reír— pero si es para deshacerte de
mí, lo siento guapa pero no lo tendrías tan fácil.
Clara sonrió bobalicona. Alex había hecho todo lo imposible para apartarse
e incluso para que la odiara y obligarla a alejarse, pero esa noche había dicho
todo lo contrario. No se desharía tan fácilmente de ella. Eso le encantaba. No
pudo resistirse más se inclinó y la besó. Esos labios que conocían muy bien el
idioma de la pasión, de la excitación y la humedad. Así describiría Clara los
besos de Alex. Eran pura electricidad que viajaba desde su boca hasta
recorrer todo el cuerpo y cuando puso su mano en la mejilla que fue
deslizándose hasta la nuca para atraerla e intensificar sus besos. Invadiendo
esa lengua que parecía usar tan bien siempre y cuando no decía vulgaridades,
aunque la rubia lo negaba, en el fondo aquello le excitaba, que acercara sus
labios a su oído y con su voz erótica la susurrase toda clase de guarradas.
Recordar todo aquello hizo que se calentara aún más. Terminando por gemir
en la boca de Alex. Todo un error, pues ésta abrió los ojos, oscurecidos,
dilatados, muertos de hambre y a pesar de que Clara no se podía ver en
ningún espejo, ella también estaba igual. Bueno no se podría ver en ningún
lado, pero si sentirlo en su cuerpo y en su sexo. La morena, se acercó al oído
de Clara y dio comienzo a su perdición:
— ¿Alguna vez has practicado el voyerismo?
— No— dijo Clara con un hilo de voz— ¿Qué significa?
Alex sonrió atrevida e incluso con cierta malicia. Siguió susurrándole, a la
vez que acariciaba con la yema de los dedos su muslo:
— ¿Te excita decirme guarradas en el oído? — besó debajo de su oreja,
para emitir un gruñido— porque a mí me pone muchísimo que me las digas.
— ¿Quieres que te digas guarradas en el oído ahora?
Preguntó sorprendida. Al estar en un balcón tenían privacidad, pero no
dejaba de ser un sitio público. Alex rio para sus adentros. Apoyó la espalda
en el respaldo y se abrió un poco de piernas:
— Se mira, pero no se toca
Le dijo a Clara. Los ojos de Alex recorrieron el cuerpo de la rubia, poco a
poco fue acariciándose por todo el cuerpo a la vez que su respiración
aumentaba el ritmo. Se mordió el labio inferior cuando quedó fija en el escote
de la rubia. Clara tragó saliva. Mirar como Alex se acariciaba, caricias que
profundizaba cada vez más, sus pechos, se los comenzó a masajear por
encima de la ropa. Emitiendo un suspiro más sonoro, se desabrochó dos
botones de su blusa blanca y se introdujo su mano, se bajó un poco el
sujetador, solo para que Clara viera lo erectos que tenía sus pezones:
— Por favor Alex— los ojos de la rubia estaban dilatados, se aferraba en el
reposabrazos de la silla, para evitar lanzarse sobre la morena. Se relamió los
labios, mirando como a través de su blusa se notaba lo erectos que tenía sus
pezones— deja de hacer eso
— ¿Te pone cachonda? — decía mientras seguía acariciándose— ¿Te
gustaría que mis manos fueran las tuyas?
Echó la cabeza hacia atrás, ahogando sus propios gemidos:
— Si— dijo con voz entrecortada— me está excitando mucho.
— Pues disfruta el espectáculo cariño
Bajó sus manos al botón de su pantalón y lo desabrochó. Lo normal sería
que gimiera Alex, pues con ese gesto hizo que Clara esbozara el leve jadeo:
— Oh, sí Clara— dijo Alex introduciéndose la mano dentro del pantalón
acariciándose su hinchado clítoris por la excitación— acércate y vuélveme a
gemirme así al oído— Dime guarradas y todo lo que te gustaría que te haga.
Clara se acercó sin dejar de mirar su entrepierna se veía el movimiento
debajo de su tela. Como se acariciaba tan suavemente. Alex suspiraba,
mordiéndose el labio para no gemir más alto de lo debido:
— Joder Alex, me está costando contenerme, imaginarme como tu mano
está sintiendo tu humedad se me hace la boca agua
— ¿Sí? ¿Te gustaría follarme? Vamos Clara sé que lo puedes hacer mejor.
— Joder— susurró temblorosamente antes de inclinarse, pero desde un
ángulo donde podía seguir viendo cómo se tocaba y comenzar a hablarle bajo
— me gustaría comenzar acariciando tu monte venus, acercar mis labios y
darle pequeños mordisquitos antes de recorrer con mi lengua los labios
mayores y poco a poco empacharme con todo tu jugo, disfrutando de tu
sabor, ese que me muero por probar— la morena cerró los ojos y se mordió
más fuerte para que no se las escuchase jadear. Clara, desinhibida y
totalmente excitada, tapó la boca de Alex con una mano y se acercó todavía
más a su oído— torturaría tus pechos con mi boca, los lamería, los
succionaría y ummm daría pequeños mordisquitos mientras te retuerces
debajo de mí— la ojiverde con sus dedos buscó la obertura de su sexo para
penetrarse a sí misma— sigue, no pares de tocarte, como me gustaría ser yo
la que se desliza dentro de ti, ser la causante de toda esa electricidad que se
expande por todo tu cuerpo, para regresar a tu caliente y húmedo coño—
Alex comenzó a gemir fuertemente en la mano de Clara— me gustaría que
me folles como bien sabes hacer, con tus perversiones, con esa lengua que
sabes usar la mar de bien. Correrme en tu boca, en tu mano, en tu coño, en
todo tu cuerpo. Dios Alex— observaba como la morena movía su pelvis.
Apunto de explotar— córrete, quiero ver cómo te corres.
Alex asintió con la cabeza, su gemido gutural ahogado con la palma de su
mano mientras que tensaba todo su cuerpo y alzaba la pelvis, penetrándose un
par de veces más antes de dejarse caer sobre el asiento. Clara quitó su mano
de su boca para besarla. Justo cuando todo el mundo aplaudió:
— Es la primera vez que tengo un orgasmo y toda una sala aplaude justo en
el momento que termino.
Clara rio por lo bajo, aun casi sin separar sus labios:
— ¿Dijiste que querías probarme? — Preguntó a la vez que sacaba su
mano de su entrepierna, sus dedos estaban totalmente impregnados de su
propio flujo— abre la boca.
Clara con cara de viciosa y sin dejar de mirar lujuriosamente a Alex
obedeció. Dejó que introdujera sus dedos en su boca, saboreando la esencia
de la ojiverde, apretó sus dedos con los labios mientras que jugaba con la
lengua en su interior. El sabor de Alex era dulzón, un sabor que
sorprendentemente seguiría deleitándose con mucho gusto, lentamente fue
sacando los dedos sin dejar de mirarla a los ojos:
— Eso ha sido— decía sin dejar de mirar la boca de Clara— muy porno.
Curvando la comisura de sus labios, volvió a besar a la rubia. Antes de
abrocharse los pantalones:
— Debería de sentirme escandalizada— decía Clara apoyando la cabeza en
su hombro— pero lo haces todo tan emocionante.
— Eres morbosa— comentó la ojiverde pasando el brazo por encima de
sus hombros— y me encanta. Me pierdo cuando te desinhibes, eres tan
sensual.
— Imagina que alguien hubiera mirado
La morena rio entre dientes:
— Pues que hubiera disfrutado de un auténtico espectáculo de eso se trata
el voyerismo de mirar y en mi caso me excita correr el riesgo de que me
pillen.
— Eres una pervertida
— Tú también
— Porque me seduces con tus libertinajes
— No, yo consigo sacar a la luz quien realmente eres
Clara frunció el ceño:
— ¿Desde cuándo no hay música?
Las chicas se incorporaron un poco y observaron que el espectáculo había
acabado, la gente se levantaba de los asientos despejando la sala.
Intercambiaron miradas y rompieron a reír. Salieron del auditorio y
comenzaron a caminar por la calle. Agarradas de la mano de vez en cuando
se miraban y sonreían tontamente. En ese instante, Clara se fijó en un letrero
que se le hizo de lo más tentador:
— Mira Alex— dijo animada— vamos ahí.
Alex puso una mueca:
— Un karaoke— negó con la cabeza— ni hablar
Acabaron en el karaoke y Alex maldiciendo por no poder negarle nada. Se
habían sentado en una mesa para pedir algo de beber. Clara,
sorprendentemente acabó pidiendo un mojito y la morena, muy simple ella,
una cerveza. En la mesa había un libro de canciones:
— ¿Te animas a cantar una? — Preguntó Clara desafiante— tú fuiste quien
estudiaste en el conservatorio.
— Sí, pero para tocar el violonchelo. No canto ni en la ducha.
Clara rio burlona:
— Bueno cuando te echaron MDMA en la bebida bien que te dio por cantar
without you de Mariah Carey
Alex puso los ojos en blanco y maldijo eso también:
— Bien, rubia— dijo alzando una ceja mientras bebía casi toda su cerveza
de un trago— canto una canción, si tú te atreves a cantar la que yo te pida.
Clara hizo un mohín:
— Eso no es justo, canto la canción que me pidas, si tú haces lo propio.
— Eso está hecho pequeña viciosilla
Levantó su copa para brindar. Clara asintió toda valiente y chocó su copa
con la cerveza de Alex:
— Por cierto, no vuelvas a llamarme así
Alex agarró el libro de canciones y comenzó a mirar la lista. Parecía no
contentarse con ninguna. Hasta que comenzó a carcajear, miedo le dio a
Clara:
— Ya di con la canción que me vas a cantar.
— Yo también
— Tu primero— dijo riendo sin parar Alex— eres quien lo ha propuesto.
Clara se bebió el mojito del tirón, por lo menos para quitarse un poco la
vergüenza. Sobre todo, cuando descubrió la canción que había elegido Alex.
Con micro en mano, comenzó a cantar el tema de Madona like a virgin. Alex
no dejaba de sonreír, en un principio la rubia achicó los ojos. Hasta que
empezaban a dejarse llevar por la música. Clara meneaba las caderas en un
principio en el escenario, conforme avanzaba al estribillo comenzó a bajar de
la tarima e ir acercándose seductoramente a la ojiverde:
Como una virgen
Qué ha sido tocada por primera vez
Como una virgen
Cuando tu corazón, late junto al mío.
Cuando llegó hasta donde se encontraba Alex, se sentó encima de la mesa y
cruzó las piernas para que pudiera ver algo de carne y se posó encorvando su
espalda para que se pudiera contemplar su figura. Alex mordiéndose el labio
inferior, fue a acariciar su pierna, cuando se llevó un manotazo y meneó su
dedo índice de un lado para el otro, dándole una negativa mientras seguía
cantando. Que por cierto, sorprendentemente lo hacía muy bien y tal como se
acercó, se alejó hasta subir al escenario moviendo el trasero:
— Como una virgen, nena
Gritó Alex. Clara la miró y le sacó la lengua:
Como una virgen
Como una virgen
Sintiéndose tan bien por dentro
Cuando me abrazas
Y tu corazón late
Y me quieres
Los pocos que estaban presentes aplaudieron. Clara dejó el micro en el
escenario y se acercó hasta Alex. Aunque por dentro se moría de vergüenza,
no le daría el gusto de verla ruborizarse, ni de esconderse, ella podía ser igual
de descarada que la ojiverde. La morena se terminó su copa y fue hacerla el
relevo gallito. Si bien Clara escogió un tema de lo más sorprendente, ya que
Alex esperaba una canción de Pop vomitivamente empalagoso. Pues no, la
rubia también tenía su vena rockera. Sobre todo, sentía debilidad por Marilyn
Manson, ya que su voz le parecía de lo más sexy y erótico. Muy a lo Alex.
Quería que la susurrase mientras cantaba. Quería que se moviera de forma
caliente. O al menos eso esperaba. Alex abrió la boca sorprendida, al ver el
tema que le tocaría cantar:
— Pero si la repipi entiende de música.
El tema Tainted Love comenzó a sonar. No fue una decepción, Alex era
igual de caliente que la canción. Se movía sexy, provocativa. Tanto que hasta
los presentes quedaron en silencio, viendo aquel espectáculo lleno de
erotismo. Hasta las mujeres quedaban boquiabiertas. No se limitó a seducir
en el escenario. Se movió por todo el local, moviendo cadera, apoyándose en
mesas mostrando escote e incluso en una, en la que solo había un grupo de
chicas, agarró un vaso de agua y se lo tiró por encima, mojando sus escotes y
transparentándoselo todo. Clara sorprendida abrió la boca. Maldita sea sí que
era descarada y la gente disfrutaba, solo las faltaba menear el cabello y
restregarse las unas a las otras. Por último, la ojiverde con mirada lujuriosa se
acercó a Clara.
Amor corrompido
Amor corrompido
Como la miraba, como cantaba tan jodidamente sexy, ya justo donde estaba
sentada Clara se sentó encima quedando cara a cara. Ahí la única que entraría
en combustión espontánea era la propia rubia, que inevitablemente llevó su
mano hasta su glúteo y Alex aprovechó justo la frase que la tocaba cantar
para retirar su mano a la vez que la bailaba sensualmente, como si fuera una
stripper profesional.
No me toques por favor
No puedo soportar la manera que tú fastidias
Te amo, aunque me hieres tanto
Ahora voy a empacar mis cosas y me iré
Dicho aquello se levantó dejando a una rubia violentamente ardiente.
Maldiciendo ella se lo había buscado al escoger aquel tema. Tenía claro que
se la tenía que volver a cantar, pero más en la intimidad.
Amor corrompido
Amor corrompido
Tócame nena, amor corrompido
Alex fue quedando de rodillas en el escenario, abierta de piernas y de una
manera obscena, pasó su mano por su entrepierna. Sin dejar de mirar lasciva
a la rubia. Ninguna engañaba a nadie, ambas tenían los ojos oscurecidos y
dilatados.
Tócame nena, amor corrompido
Una vez corrí hacia ti
Ahora huiré de ti
Amor corrompido
Cuando acabó de cantar todo el mundo se levantó a aplaudir. Sí, Clara no
era la única cachonda en el lugar:
— Dios nena me has puesto todo palote
Gritó un chico que estaba en la mesa más alejada del lugar. Clara le miró
fulminante, mientras que Alex sin dejar de reír regresaba a su asiento. Las
chicas que habían sido bañadas por el vaso de agua también alabaron:
— A mí también me ha puesto cachonda y eso que soy hetero.
Definitivamente, la rubia quería salir de aquel maldito lugar. Primero,
porque estaba jodidamente caliente y necesitaba con urgencia liberarse,
segundo, porque no era la única que miraba con hambre a la morena. Así
pues, dejó un billete encima de la mesa, la agarró de la mano y salieron de la
guarida de animales salvajes a punto de lanzarse a su yugular.
La arrastró hasta el borde de la acera y paró el primer taxi libre que pasaba:
— Joder, Clara que casi me traes arrastras.
Subieron al taxi y no la dio tiempo a decir nada más, cuando dominada por
sus deseos carnales, se lanzó a los labios de Alex. Que sinceramente estaba
flipando. Solo faltaba arrancarla la ropa y violarla ahí mismo:
— Clara— dijo empujándola un poco por los hombros— contrólate un poco
fiera.
Clara bufó y se apartó, apoyándose en el respaldo del asiento, al ponerse de
brazos cruzados resaltó su escote. El taxista, justo miró al retrovisor
quedando prisionero ante aquella visión divina. Incluso se le escuchó tragar
saliva. Alex, que se dio cuenta enseguida, se interpuso en el reflejo de mala
manera:
— ¡Eh! Deje de mirar así a mí…— cerró los ojos, rectificando a la burrada
que iba a decir— miré a la carretera hombre.
La rubia esbozó una sonrisa. Ese “mí” podía significar muchas cosas.
Conocida, amiga, amante, novia… aunque tenía fe en que fuera la última
palabra. Después de que el taxista obedeciera y volviera a prestar atención a
la carretera, Alex dirigió su mirada a Clara:
— No sé qué mirada me da más miedo— dijo con el ceño fruncido— la que
tenías antes o la de ahora.
Clara sonrió y negó con la cabeza. Llevó su mano hasta la mejilla de Alex y
la otra hasta su nuca para atraerla y besarla. Obvio que en esta ocasión fue
mucho más suave, aunque con su toque picante. Siempre ardiente y a pesar
de haber cedido a la ternura, a pesar de comenzar a dejarse llevar, la morena
seguía teniendo su parte posesiva y eso la derretía, la encantaba todo su
repertorio de besos, desde los más posesivos hasta los supuestamente
inocentes, la gustaba como la tocaba, desde una caricia, o sus dedos
entrelazándose en sus manos al caminar, hasta sus yemas ardientes en sus
momentos más apasionados en el que poseía todo su cuerpo y sus juegos,
esos que todo el mundo tachaba de enfermizos y pervertidos. Misma opinión
que tenía la rubia, pero Alex el mismo demonio disfrazado de cordero, logró
seducirla de todas las maneras posibles. No solo las carnales, que eran las
más evidentes. Abrió en su corazón una grieta y como un parasito se infiltró
en el… sí, es una forma extraña de explicar el amor de Clara hacia Alex,
vamos que esto no son los puentes de madison, incluso el amor, explicado de
forma oscura y tortuosa tiene su romanticismo. Los labios de Alex eran
suaves, su lengua se introducía en su boca, saboreando la cerveza y al
contrario, la morena saboreaba el frescor del mojito, posó su mano en el
muslo descubierto de la rubia, aunque no la movió de aquel lugar,
respetándola por completo. A pesar de que en el fuero interno de Clara sentía
esa mano como pura llama ardiente y moría porque la acariciara por todo su
cuerpo. Inconscientemente, ante los estímulos de aquellos besos terminó por
gemir en su boca. Incitándola aún más a profundizarlos:
— Ya hemos llegado
Dijo el taxista después de haber carraspeado. Alex se separó unos
centímetros de Clara y curvó una comisura de sus labios, durante unos
segundos la miró con auténtica adoración. Provocando que se le encogiera el
estómago a Clara:
— Tú has pagado las bebidas yo pago el taxi
Dijo girándose a la vez que sacaba la billetera y pagaba al taxista:
— Hoy me ha pillado de buen humor— dijo entregándole el billete— pero
si en otra ocasión nos volvemos a cruzar y la mira otra vez como antes, puede
que no sea tan pacifica, quédese con el cambio.
La rubia puso los ojos en blanco, aun así, sonrió encantada. El taxista
mientras agarraba el billete, tragó saliva y asintió. Ambas caminaban hasta
los ascensores sin ninguna prisa. ¿Por qué tenerla? Tenían toda la noche por
delante y los siguientes días para disfrutar de su compañía.
Mientras tanto, en portland se bullía otra historia. Jay tuvo una reunión muy
importante con unos ejecutivos extranjeros. Como empresario anfitrión lo
suyo es invitarles a salir para tomar unas copas. Abby estaba acostumbrada y
nunca habían tenido problemas en ese asunto. Ni ella era celosa y Jay que la
amaba tampoco, pero desde que Johnny llegó a la casa, la madre de Clara
comenzó a sentirse como una adolescente. Ese chico, a pesar de ser mucho
más joven que ella, la hacía sentirse de nuevo como una joven. Apenas
habían cruzado cuatro palabras, era muy trabajador, pero tenía una forma de
mirar tan seductora y las pocas veces que la había hablado había sido tan
adulador y una voz tan erótica. O como se había desenvuelto estando ella
cerca. Que sin poder evitarlo siempre se ponía en sitios donde podía
observarlo o podía ser vista por aquellos ojos tan penetrantes, tan posesivos:
— Señora Price— dijo Clark alias Johnny a la vez que se apoyaba en el
marco de la puerta— ¿se le ofrece algo más?
A Abby le tembló el labio al verle esbozar una sonrisa pícara. Tuvo que
acordarse de respirar, porque de un momento a otro se iba a desmayar:
— Has terminado muy tarde— lo suyo sería decirle que volviera al día
siguiente y agradecerle su gran labor de jardinero— estaba a punto de
servirme una copa de coñac ¿quieres otra?
Johnny ladeo un poco la cabeza, aun con su sonrisa matadora, haciendo que
Abby sintiera el corazón acongojado:
— Bebida fuerte— dijo dando unos pasos hacia ella— es una mujer de
armas tomar, señora Price.
— Por favor— dijo con voz entrecortada la madre de Clara— puedes
llamarme Abby
— Estaría encantado— dijo con voz melódica, como la de una sirena salida
de la odisea, Abby había sido atrapada por sus canticos e iba a chocar contra
los acantilados— de tomar esa copa Abby
Abby curvó la comisura de sus labios, aun temblorosos. Fue hasta el mueble
bar y comenzó a servir dos copas de coñac. Johnny se puso detrás de su
espalda y sin esperar a que le diera el vaso, se sirvió solito cogiéndolo de sus
manos. Casi rozando la piel de Abby, aspirando y embriagándose con el
aroma de su perfume. Mientras que él, olía a sudor. No le importó, más bien
la excitó aquel olor a hombre. Ese hombre que últimamente llevaba
despertando en ella auténticas fantasías lascivas:
— Puedes— dijo con un hilo de voz— apartarte un poco Johnny.
— ¿Quieres que me aparte señora Price? — no se movió de su sitio, más
bien se acercó más a su oído— realmente ¿quiere eso ahora que me tiene tan
cerca?
Abby poco a poco fue girándose para queda atrapada en la mirada
seductora de aquel desconocido:
— ¿Qué tienes Johnny que me atrae tanto?
Johnny curvo aún más la comisura de sus labios, agarró de sus caderas, de
forma posesiva:
— Soy un niño malo, Abby— pasó su mano por la espalda baja, dispuesta a
descender más— vine al mundo lleno de pecado— aquello sí que no lo
entendió, Johnny comenzó a inclinarse y a acariciarla con la nariz el cuello—
nací para dar placer a mujeres como tú. Así que te lo preguntaré solo una vez
¿Qué te gustaría que te hiciera? Pídemelo y lo tendrás.
Capítulo 25 - Niña mala
Flashback

Los medicamentos mantenían a raya un poco la salud de Alex. Al paso de


los días los secuestradores comenzaban a ser algo permisivos. Realmente el
único Danny y dejaba a la muchacha salir de la jaula y estar con Clark
jugando. Print era todo lo contrario. No se molestaba en estar vigilando por
mucho tiempo.
Pero Emer, maldito Emer. El chico permanecía cerca, observando a Alex,
por si en algún momento tenía que saltar para protegerla. Como había
prometido en su día. Ese también la dejaba salir de la jaula. Pero no para
jugar. La convertía en su chacha, ordenándola que limpiase, fregase y
aprendiese a cocinar. Porque no solo era una niña mala, como así la
llamaba muchas veces, ni una mugrosa, como se atrevía a decir en otras
ocasiones, era una mujer y como tal debía comportarse:
— ¿Piensas que estarás toda la vida aquí niña? — decía Emer con una
cerveza que había cogido de la nevera— tu padre no te quiere— esbozó una
carcajada que la heló la sangre, como bien le aconsejó Clark no le miraba a
la cara— No, te vamos a entrenar para que seas una niña muy mala— se
acercó a Alex, que tenía la escoba en la mano, cerró los ojos y puso cara de
asco al oler aquella peste a cerveza que salía de su boca— porque naciste
para dar placer, como Clark, niños malos.
En ese instante Alex supo porque Clark siempre temblaba ante su cercanía,
puesto que ella lo estaba sintiendo en sus propias carnes. No entendía que la
decía. ¿Por qué se empeñaba en llamarla así? Se esforzaba por acatar las
órdenes de todos y no enfadarles. Sin embargo, Emer la llamaba así
constantemente.
Niña mala
Niña mala
Niña mala que nació para dar placer
Emer alzó su mano para retirar un mechón de su cabeza y ponérsela detrás
de la oreja. Ya no pudo más, le daba tanto miedo que comenzó a llorar. Se
negaba a creer que su padre no la quisiera. Estaba segura que la estarían
buscando, que la encontrarían y la alejarían de aquel apestoso señor
enmascarado:
— Mi duda existencial— siguió diciendo mientras la acariciaba en la
mejilla— te enseño a ser mala ahora o ¿esperamos a que crezcas un
poquito?
En ese instante saltó Clark:
— Por favor— rogó sin mirarle a la cara— Emer, es una niña
Emer esbozó una carcajada, fue hasta la puerta del salón y cerró con
pestillo. Encerrándoles a los dos con él. Clark, comenzó a derramar
lágrimas. Alex no entendía nada, pero el chico era consciente de la
oscuridad que estaba por dar comienzo. Empujó con furia al chico hasta que
éste quedó con el torso pegado a la mesa, apretó su cara contra él:
— ¿Estás celoso niño malo? — preguntó con voz ronca— tú eres mi
favorito, siempre serás mi favorito
Clark se agarró a la mesa y antes de cerrar los ojos miró a Alex:
— Tapate los oídos y cierra los ojos Alex— dijo el chico entre llantos—
piensa en el pony
Alex asintió se fue a un rinconcito, se tapó los oídos y cerró los ojos. No los
abrió en ningún momento, pero por mucho que se tapara los oídos, siempre
había un grito que traspasaba sus manitas.
La única salida que le quedaba era su imaginación, sus recuerdos. Un
beso, la pidió un beso antes de perderse por aquella puerta, en busca de un
escondite nunca encontrado. Ojos azules y ceño fruncido. Carácter de
mierda que se gastaba siempre Clara y siempre la divertía, pero Clara se
había ido y eso la hacía sollozar aún más.

Fin del Flashback

Ya en el ascensor, Alex abrazó a Clara por la cintura y la acercó, pero no


para besarla, si no para hacer algo que realmente la extasiaba por completo.
Susurrarla en el oído:
— ¿Te lo has pasado bien hoy?
Olía tan bien y su cuerpo desprendía tanto calor. Abrió sus ojos azules y
miró su cuello. Marcado por ella. Nunca se llegó a quejar realmente por hacer
tal cosa, ni mirarla mal e incluso las dos veces sintió la presión en su cabeza
incitándola a hacerlo. No se lo admitiría en voz alta, pero Alex Woods ya era
suya. Atraída comenzó a besar aquella parte de su anatomía:
— Sí, me lo he pasado bien.
Respondió entre besos húmedos. La morena suspiró y la pegó aún más. Sus
manos subieron por su espalda, consideradamente dulce:
— Clara— dijo ladeando la cabeza para que la rubia disfrutara de su cuello
— ¿quieres…?
— No tienes por qué pedir permiso
Respondió Clara dando por hecho de que la pediría un beso o le propondría
que pasara a su habitación. La estaba besando en el cuello y casi gimiendo,
toda dispuesta para ella, era absurdo que se lo volviera a pedir. Alex frunció
el ceño y la apartó un poco para mirarla a la cara. No era nada de lo que había
dado por supuesto Clara:
— No es eso lo que te iba a proponer— dijo nerviosamente— Clara,
¿quieres…?
¿Ser mi novia? Pensó fugaz la rubia con el corazón acelerado ¿casarte
conmigo? No, eso no lo diría Alex ni loca. Para ser inocente muchas veces,
solía pasar millones de cosas por su cabeza a cada cual más descabellada,
para algo tan simple como:
— ¿Quieres dormir conmigo esta noche?
Clara quedó con la boca abierta, intentando procesar aquello que acababa de
oír. Aunque la ojiverde no parecía convencida:
— Pero no quieres
Dijo cayendo en la cuenta. Alex tragó saliva, permanecía aún muy cerca:
— No, no quiero— Respondió con sinceridad— ni hoy, ni mañana, ni nunca
Auch eso dolió. Clara sintió como si le tiraran otro jarrón de agua fría, sin
embargó, la morena rápidamente explicó aquella respuesta tan sumamente
negativa y corta rollos:
— No tiene nada que ver contigo— agachó la cabeza— es que no tengo
buen despertar, no quiero decir o hacer algo que te hiera, pero he pensado,
consigues que me controle y me tranquilizas estando despierta, a lo mejor
durmiendo a mi lado me das algo de paz también en los sueños— Clara, la
acarició y porque negarlo, aquello contrarrestó lo que le dijo anteriormente,
llenándola de calor nuevamente, la iba a besar cuando apartó un poco la cara
— pero esta noche es de prueba— Clara asintió— no seas la primera en
hablarme mañana, deja que sea yo— siguió asintiendo— y si ves que soy fría
no me lo tomes en cuenta, si notas que me muevo violentamente no me
toques y te apartas…
— ¿Me pongo un casco también?
— Te estoy hablando enserio
Dijo totalmente tensa. Clara la aferró de las mejillas:
— De acuerdo, esperaré a que hables tu primero, no haré caso a tus oscas
palabras, no tocarte si te comportas como una Neandertal, me apartaré y te
quiero Alex Woods.
Alex cerró los ojos, de nuevo con expresión afligida. Se inclinó y besó a
Clara, apenas unos roces:
— Deja de hacer eso
Pidió con ojos vidriosos:
— ¿Por qué?
Preguntó la rubia:
— Porque no se puede querer a alguien que no se conoce.
Las puertas del ascensor se abrieron, aun así, estaban estáticas, abrazadas la
una a la otra:
— Pues déjame conocerte
Alex se apartó y puso el brazo para impedir que las puertas se cerraran de
nuevo. No dijo nada, solo se limitó a salir del ascensor, seguida de una rubia
mortificada. Vaya, solo podía decirla que la quería en una ocasión, pero no la
engañaba, Alex la quería de eso estaba segura por como la llegaba a besar
últimamente, como la miraba y mierda, es que le había pedido que durmiera
aquella noche con ella, toda la santa noche para luego “no me digas que me
quieres”:
— ¿Otra vez vas a castigarme con tus silencios?
— No— dijo con voz suave— ¿quieres quedarte en medio del pasillo?
Porque yo no
— Al menos respóndeme a lo último que te he dicho
La ojiverde alzó una ceja:
— Me has preguntado ¿otra vez vas a castigarme con tus silencios? —
Abrió la puerta de la habitación y espero a que Clara entrase— y yo te he
respondido
— Me refería a antes de salir del ascensor
— Eso no era una pregunta, por lo tanto, no me siento en la obligación de
seguir argumentando nada.
Clara puso los ojos en blanco ¿después de una noche perfecta acabarían
discutiendo?:
— Está bien, me expresaré de otra forma— dijo acercándose a Alex— ¿Por
qué no me dejas conocerte?
— Te estoy permitiendo mucho— Alex no mentía cuando la decía que la
calmaba, en otra ocasión hubiera saltado como una fiera, sin embargo, ahí
estaba, hablándola con sosiego— te he permitido invadirme los
pensamientos, transformar partes de mi personalidad e incluso mi cuerpo,
lugares donde nadie— cerró los ojos para luego abrirlos mientras rectificaba
— casi nadie ha llegado a estar. Lo que te muestro es lo máximo que puedes
llegar a conocer de mí.
Clara la rodeo con los brazos por el cuello, sin apartar la mirada de aquellos
ojos verdosos, menos brillantes, de nuevo atormentados:
— Al menos permíteme decirte, que amo todo lo que me muestras
La morena acarició sus brazos:
— ¿No puedes conformarte con un “hasta que esto dure”?
— ¿Es la forma que tienes de decirme que me quieres?
Durante un momento Alex pareció tensarse, respirando profundamente
volvió a relajarse:
— Es la única forma de decirte— comenzó a rodearla con los brazos y a
llevarla poco a poco hasta la cama— que mientras esto dure, haré todo lo
posible para hacerte feliz ¿Te vale esa respuesta?
— Me vale— dijo Clara con un susurro, Alex se inclinó para besarla— por
el momento.
La morena quedó de nuevo congelada, justo apunto de besarse. Clara ya
no se iba a quedar callada. Quería a Alex Woods y en el fondo, sabía que era
correspondida, aquellos muros que levantaba constantemente no la servirían
de nada. Esperó una represalia o una negativa. De nuevo volvió a sorprender
con la siguiente pregunta:
— Me apetece jugar— dibujó una sonrisa matadora— ¿Quieres?
— Tu bipolaridad me mata en algunas ocasiones.
— ¿Qué? Estas en mi habitación, abrazada a mí y al lado de mi cama— su
mano descendió unos centímetros sospechosamente acercándose a su culo—
¿Qué esperabas? Que nos pusiéramos a ver “Sexo en Nueva York” pues no,
me apetece practicar sexo en Chicago.
— Eres una cavernícola
Alex puso los ojos en blanco y comenzó a hablar con mofa:
— ¡Oh! mis Clara Bennett, me dirijo a usted bella dama para desflorarla en
mi cama
Clara apretó los labios, pero ya no pudo más y rompió a carcajear. Alex rio
entre dientes se inclinó para besarla en el cuello:
— Clara ¿Sabes un fetiche que les mola mucho a los japoneses?
La rubia la miró con el ceño fruncido y con cierto temor. La morena
carcajeando, se agachó subió el vestido y le quitó la ropa interior a Clara.
Para incorporarse con ello puesto en la cabeza. La rubia se tapó la cara
riendo, pero que ocurrencias tenía esa chica algunas veces. La ojiverde se
quitó las braguitas de la cabeza y se lanzó a los labios de la rubia:
— Estas como una puta cabra.
— Y tú estás muy mojada
Dijo con voz ronca, antes de atrapar su labio inferior y tirar. Pues aquello
solo conseguiría que se humedeciese todavía más. Las manos de Alex
acabaron estrujando sus glúteos. Que de nuevo la hizo reaccionar pensativa y
mirar a Clara seriamente:
— Clara— en la última hora no hacía más que asustarla con esos cambios
repentinos, la rubia tragó saliva y espero a que la hablase— te dije ayer que te
daba lo que me pedías, pero a cambio quiero algo de ti.
La rubia frunció el ceño:
— Te he dado todo de mí.
— No— se humedeció los labios, cualquiera sentiría pudor pedir lo
siguiente y más a una persona como Clara de la cual estaba segura que no lo
había hecho en la vida “como una virgen” — Me refiero ¿has tenido sexo
anal alguna vez?
Clara pareció palidecer:
— ¿El beso negro cuenta?
Respondió con voz entrecortada:
— No, me refiero si te han penetrado analmente
— Me estás diciendo— pareció estar un poco en shock— que si no te doy lo
que me pides, tu no me das lo que te pido yo.
— Me parece justo
— Pero yo no estoy pidiendo darte por culo.
Dijo escandalizada. Alex puso los ojos en blanco, se separó para ir a por su
maleta de juguetes:
— Luego me llama cavernícola “dar por culo” — imitó la voz de Clara—
“uy pero que ordinaria suenas Alex”
— “Ya Clara” — hizo la rubia lo mismo y poniendo voz ruda imitó a Alex
— “Pero mi querer sexo a todas horas” — Se aporreo el pecho a lo trazan—
“follaaaar a Clara”
La morena carcajeó, a la vez que de la maleta sacó una caja, la puso encima
de la cama y volvió a guardar la maleta:
— “Alex eres una neandertal, no se dice follar es dar placer”
Siguió mofándose Alex acercándose a Clara:
— “Pero que remilgada eres”
Ambas rompieron a reír, antes de que la morena volviera a pegarla a ella e
inclinándose para besarla con verdadero furor. Por eso la enloquecía, porque
un momento está pidiendo permiso con dulzura para un beso tierno y al rato,
la tomaba en brazos para perforar su boca con la lengua, emitiendo sus
gruñidos de fiera salvaje. Clara, entrando en calor, comenzó a desabrochar los
botones de su blusa, para nada lento como había hecho anteriormente, la
ojiverde la ayudo quitándose los zapatos con los pies y desabrochándose el
botón de los pantalones, si sus bocas no estaban chocando, estaban besándose
otra parte de su anatomía, comenzando a esbozar leves gemidos. Alex levantó
el vestido para dejar desnuda a la rubia por completo, sin dejar de agarrarla
por las caderas se apartó un poco para poder contemplarla, su respiración
estaba acelerada. Era obvio que la miraba con lujuria, pero con cierta pizca de
adoración la misma que en el taxi. La rubia iba a abalanzarse sobre Alex de
nuevo, pero esta la detuvo:
— No— Clara frunció el ceño, a los pocos segundos la morena la agarró
de las mejillas y de nuevo el cambio de ritmo con un beso menos intenso—
eres hermosa— dijo antes de darla un pequeño mordisquito— ayúdame con
la cama
Eso era desconcertante y la rubia sufría dolor de ovarios, desde el musical
cargaba con un calentón horrible, el karaoke no la alivio al contrario y entre
tanto beso, abracito, primero intenso luego suave como la seda, estaba
convirtiendo en su cuerpo una dichosa bomba a presión, o se liberaba de
aquello que oprimía su sexo o como un reactor nuclear que se calienta más de
lo debido estallaba.
Alex sacó de la caja un plástico, comenzó a cubrir toda la cama:
— ¿Piensas cometer un asesinato encima de la cama y cubrir tus huellas?
Preguntó Clara desconcertada. Alex carcajeó:
— No
Alex solo llevaba el torso desnudo, ya que, aun llevaba puesto los
pantalones. De la caja también sacó un bote, el cual Clara volvió a fruncir el
ceño:
— ¿Más lubricante? Lo tuyo es pringarme ¿verdad?
La morena dibujó media sonrisa:
— Este es especial— le guiñó un ojo y fue hasta el baño— No vamos a
follar si es lo que piensas.
Dijo desde el baño:
— ¿No? — preguntó la rubia sentándose en la cama— ¿Qué vamos a ver
sexo en Nueva York?
— Soy más de zombis— dijo riendo— pero no
Salió del baño con un barreño lleno de agua, lo dejó en la mesita que había
al lado de la cama, se puso enfrente de la rubia y ordeno:
— Termíname de desnudar.
Clara no se entretendría prenda por prenda, agarró pantalón, la ropa
interior y tiró para abajo. Ya desecho de esas prendas, la ojiverde se terminó
por quitar las madias de ejecutivo:
— Esto es lo que vamos hacer— comenzó explicando a la vez que se
sentaba encima de ella— vamos a conocer nuestros cuerpos y puntos
erógenos— la rubia alzó una ceja, intentaba prestar atención, pero es que la
tenía a horcajadas y desnuda— nos vamos a untar de ese lubricante por todo
el cuerpo y nos vamos a olvidar del sexo, jugaremos con el erotismo.
— Sinceramente Alex— dijo Clara rodeándola con los brazos— yo ya
estoy muy caliente para esos juegos
Alex puso los ojos en blanco, agarró la mano de Clara:
— Ni se te ocurra hacer nada, que te corto los dedos.
Avisó antes de llevar su mano hasta su sexo. Clara suspiro al notarla tan
caliente y humedecida. Incluso se podía decir más que la rubia. Su mano no
duró mucho en aquel lugar:
— Ves yo también lo estoy, sin embargo, no todo es pin pan pum y a
dormir— le Dio un beso— luego dices que soy la que piensa en sexo a todas
horas. Túmbate boca abajo, comienzo yo.
En el momento que dijo “boca abajo” le vino a la mente “anal” poniendo
una expresión de auténtico pánico. Alex rompió a reír:
— Clara, aun no has accedido así que tranquila tu precioso culito está a
salvo— dibujó media sonrisa y la acarició— y aun si llegas a acceder sería
siempre cuando estuvieras preparada, confío en tu palabra.
Se miraban fijamente a los ojos, azul, verde y viceversa. Era una mezcla
entre las grandes amazonas salvaje con el inmenso azul del cielo. Las manos
de Clara acariciaban la espalda de Alex:
— ¿Si acepto? ¿Tengo que esperar a ese día para que me des lo que quiero?
Alex curvo un poco la comisura de sus labios y ordeno:
— Túmbate en la cama— Clara obedeció, Alex se recostó encima y la miró
a los ojos— independientemente me des lo que te pido o no, te di mi palabra
de que lo intentaría— pasó su dedo índice por los labios de la rubia— te he
pedido eso para darte placer, porque soy una niña mala que nació para eso.
Quiero que disfrutes de todas las formas posibles que pueda existir.
Clara la miró ceñuda y le agarro de la mano que se deslizaba por su mejilla:
— ¿Ese es el concepto que tienes de ti? ¿Qué solo sirves para dar placer?
— Por eso aceptaste acompañarme en el viaje, por sexo ¿No?
— No, porque me gusta estar contigo— hizo un mohín— siempre que no te
comportas como una gilipollas.
Alex esbozó media sonrisa, llevó la mano de Clara hasta sus labios y la
besó. Procedió poniéndose a horcajadas sobre la rubia y comenzó a extender
sobre su cuerpo el mejunje que preparó con un poco de lubricante y agua. En
un principio la ojiazul no encontraba el erotismo en aquello, estaba fresco y
un poco viscoso. Bueno, las caricias de Alex por todo su cuerpo no estaba
nada mal y como la miraba con deseo. Lo extendió por sus brazos, torso, en
esa parte se entretuvo más, acariciando con suavidad sus sendos,
mordiéndose el labio a la vez que su respiración aumentaba. Otra vez sintió
un terrible deja vu. Cuando una Vesta dedicaba parte de su tiempo en
extender sobre su cuerpo el aceite aromático. Curiosamente su ama también
le dijo lo mismo. Que estaba para dar placer al sumiso:
— Vesta
Dijo Clara con el ceño fruncido, esperando alguna reacción en Alex, sin
embargo, ésta estaba concentrada en expandir el mejunje por sus piernas, con
suavidad, casi relajante el masaje:
— ¿Qué es eso? — Dijo con toda tranquilidad— ¿Algún tipo de apodo?
Date la vuelta— Clara se giró, pues parecía de lo más normal— ¿Quieres que
te llame así?
— No
Le retiro el pelo a un lado para dejar su cuello al descubierto y la dio un par
de besos antes de seguir extendiendo el lubricante por toda su espalda y
glúteos. Alex rio por lo bajo:
— No pretenderás llamarme así ¿verdad?
— No— cerró los ojos, disfrutando de aquel masaje— Nada, déjalo
— Te toca extenderme el lubricante
Invirtieron las posiciones, quedando ahora la ojiverde debajo y con Clara a
horcajadas sobre ella:
— Que afortunada me siento— dijo dibujando una sonrisa y comenzando a
repartir el mejunje por el cuerpo de Alex— voy a poder acariciar todo el
cuerpo de Alex Woods
Alex curvó la comisura de sus labios, había partes de su cuerpo que
reaccionaba con algún espasmo al tacto de una mano extraña. La rubia ya le
estaba encontrando su punto, dos cuerpos desnudos, acariciándose sin
terminar de llegar al sexo, como bien había dicho Alex, era otra forma de
llegar a conocerse:
— Deberías Clara— dijo nerviosa e incluso le palpitó el labio superior
cuando Clara llegó a la zona de sus muslos— no dejó a nadie que me toque
tanto, por lo general soy yo quien me unto el lubricante.
— ¿Por qué yo sí tengo ese derecho?
Preguntó mientras Alex se daba la vuelta, la morena con la cabeza apoyada
sobre la cama, miró hacia un lado:
— Porque confío en ti
Clara no pudo evitar sonreír, llena de satisfacción y felicidad al escuchar
aquellas palabras, en cuanto terminó de expandir el lubricante por la espalda
se inclinó para darle un beso en la mejilla:
— Mierda
Dijo Clara al deslizarse por la espalda de la morena, que rápidamente
esbozó una risita:
— ¿Pensabas que esto se trataba de masajes guapa?
Dijo la ojiverde se giró y rodó para quedar encima ahora de Clara:
— Ahora veras a lo que me refiero
La rubia observó cómo Alex fue hasta sus pies, poco a poco fue deslizando
su cuerpo con el de Clara que suspiró al sentir sus pechos rozar contra ella,
sobre todo la excitó cuando la rozó su pelvis y su torso. Llegado a la altura de
su rostro, quedaron a escasos centímetros y se miraron, la mano de la morena
la arañó un poco por su costado haciéndola reaccionar:
— Ahí tienes un punto erógeno
Clara se mordió el labio inferior, esperaba un beso, pero Alex regresó hasta
sus pies, volviéndose a deslizar mucho más lentamente, con una mano se
apoyaba sobre la cama, mientras la otra la acariciaba por todo su cuerpo. Era
caliente, era erótico, era electrizante. Hallando todos los puntos que le hacía
retorcerse y temblar, no eran pocos precisamente, Alex comenzó a valerse de
aquello, repitiendo el proceso y entreteniéndose más por cada punto
encontrado, gimiendo ante aquellos roces y caricias. La rubia cerró los puños
agarrando el plástico que cubría la cama:
— Alex— comenzó a decir con un hilo de voz— creo que si sigues así—
cerró los ojos y se humedeció los labios— Creo que me voy a…
— Lo se
Le cortó mientras le besaba en el su ombligo y arañaba sus costados. Clara
alzaba la cadera buscando fricción o contacto. La ojiverde le agarró de la
cadera, para que la mantuviera quieta:
— Aguanta un poco
Le dijo con un susurro, sus labios subieron poco a poco hasta llegar a sus
senos. Pasó primero sus dedos gordos sobre sus pezones totalmente erectos a
la vez que daba mordisquitos alrededor incitándola a jadear más fuerte.
Enseguida sintió la lengua húmeda y caliente sobre su pezón izquierdo,
mientras que el otro era torturado con su dedo gordo e índice. La rubia abrió
los ojos y alzó la cabeza, topándose con aquellos ojos verdes, mirándola
fijamente totalmente oscurecidos y dilatados, mientras que aquella boca tan
sexy le comía de lo lindo sus pechos. Siendo demasiado y toda la presión
acumulada durante toda la noche estalló en un inesperado orgasmo. La
morena esbozó una risita antes de besar su boca:
— Eres cruel Alex Woods
Dijo Clara riendo:
— Te acabo de regalar un orgasmo solo degustando tus senos eso no es ser
cruel
Dijo Alex riendo, pero aún no había quedado satisfecha, la noche había
comenzado ahí y su calenturienta mente solicitaba más y más de Clara Price.
Porque además de ser su debilidad, era su droga adicta a su carácter de
mierda y a su cuerpo. Comenzó saboreando dulcemente sus labios, colándose
entre sus piernas, notando en su pelvis cuan ardiente tenía todo su sexo,
anhelando ser complacido, sus labios retornaron voraces:
— Vamos— dijo Alex con respiración acelerada a la vez que su mano
recorría su abdomen— ¿Qué quieres que te haga? Pídemelo y serás
complacida.
No le dio tiempo a contestar cuando se deslizó en su interior, con facilidad
debido a su humedad y dilatación. Clara gimió y alzó la cadera:
— Estás siempre tan dispuesta para mi— le hablaba con voz ronca a la vez
que se restregaba contra su caliente cuerpo, acompañando sus penetraciones
con movimientos de pelvis— ¿te gusta?
Penetraciones rudas, intentando hallar su mayor profundidad, pero a un
ritmo lento. Clara encorvaba la espalda siempre que la sentía dentro, gritando,
jadeando. No era un simple dentro, fuera, dentro y fuera. En su interior movía
sus dedos buscando aquella zona rugosita que la hacía ver las estrellas. Para
que de un momento a otro parar en seco:
— ¿Pero por qué paras?
Preguntó con desesperación Clara. Alex miró durante unos segundos sus
labios, sacando su mano de su entrepierna:
— ¿Realmente lo quieres?
Preguntó con seriedad la ojiverde:
— Después de comenzar a embestirme de esa forma— Respondió
pensando que se refería al orgasmo que estaba a punto de llegar— lo
necesito.
— No me refería a eso— dijo apoyándose con ambas manos sobre la cama
— ¿Realmente quieres eso de mí?
Clara, completamente colorada por los calores y con las gotas de sudor ya
asomándose por su frente, quedó de nuevo quedó sorprendida por aquella
pregunta. Aferró las mejillas de Alex para acercarla un poco más a ella:
— Quiero todo de ti Alex
— Ansias que te diga un “te quiero”. No te voy a mentir, amor eterno ya lo
juré una vez— Dijo Alex con ojos vidriosos— Pero es mi cuerpo y por
propia voluntad no me entregado a nadie como lo estoy haciendo contigo.
Solo espero que lo tengas en cuenta.
La morena se puso a horcajadas sobre ella. Complaciendo a sus deseos,
pero siempre sería quien dominase la situación, no Clara. Poco a poco fue
posicionándose de rodillas hasta llegar a su rostro. La ojiazul observó el
centro de sus deseos tan cerca por primera vez, tenía su feminidad hinchada y
sonrosada. Recordó que dejó degustarla en el musical y se le hizo la boca
agua, se excitó y a su vez… maldijo era la primera vez que iba hacer el sexo
oral, la vino a la mente la conversación con Ruth. “Helado” “A, B, C” su
cabeza en ese instante era una máquina de pensar, mientras que los deseos de
su cuerpo, cobraba vida por otro lado. Alex tragó saliva:
— Te dije que lo intentaría ¿Estás lista?
Clara asintió con la cabeza. Señal para que la morena descendiese y por fin,
alabada sea la Diosa Safo de Lesbos que pareció escuchar sus desesperadas
súplicas. En ese momento la lengua de Clara era Colón descubriendo aquella
húmeda parte de su anatomía, en un principio estuvo torpe, todo había que
reconocerlo, acarició la obertura de su sexo, saboreó de nuevo su esencia
plagada de dulzor, pura miel caliente de Alex. No, ahí no debía recitar el
abecedario. Los ojos verdosos no la dejaban de mirar y lo cierto es que sentía
un poco de rubor al sentirse tan observada, siguió recorriendo suavemente
cada rincón, recordando el consejo de no poner la lengua tiesa.
La ojiverde era consciente de que Clara era una inexperta, siendo paciente,
esperando a que se familiarizara con aquella parte de su cuerpo. La sentía
húmeda, caliente muy diferente a las placenteras caricias de una mano.
Después de un rato de expedición oral, halló el campamento clitorial para
asentarse y jugar más animadamente, haciéndola reaccionar con un suspiro.
En un principio comenzó bien, siguiendo instrucciones, A, Alex suspira
sonoramente, B, se muerde el labio interior, C, adoró el sabor que está
experimentando en su boca, notaba cierto contraste, puesto que la obertura de
su sexo y su interior era dulce, pero la zona que acariciaba por el contrario era
salado, dulce, salado, D, era otra textura al helado, E a la mierda el
abecedario y se dejó llevar por ese gran placer, sobre todo a los gestos de
Alex que comenzó a mover la cadera. La morena se inclinó un poco hacía
atrás, apoyando un poco su trasero en el pecho de Clara, con una manó buscó
el sexo de la rubia y mientras era torturada por su lengua, procedió a
penetrarla de nuevo. Que rápidamente gimió en su centro. Si bien era Clara la
que solía tener más aguante, en esa ocasión las tornas cambiaron. El sexo de
Alex era sabroso, caliente y escuchar sus gemidos a cada vez más alto
excitante, sumándole que no paraba de penetrarla usando esos maravillosos
dedos.
Mierda comenzó a pensar Clara me quiero correr a la vez que ella animó
aún más su lengua, que tenía experiencia en hablar sin cesar, pero parecía
estar desentrenada en ese tipo de prácticas dicen que pensando en otras cosas
se retrasa el orgasmo. Joder que bien me está tocando, normalmente se excita
mucho cuando la digo guarradas, pero como no sea por telequinesis. Clara
comenzó a jadear más asiduamente mientras movía la cadera. Sus paredes
vaginales comenzaban a contraerse:
— Eso es Clara— dijo Alex con voz ronca— Córrete
Mierda me ha pillado. Pensó Clara intentando aguantar todo lo permitido.
Pero resultó ser imposible. Agarrándose a los muslos de Alex, echó la cabeza
hacia atrás y comenzó a convulsionar a la vez que jadeaba fuertemente:
— Siiii
Dijo temblorosamente Clara con unas últimas penetraciones, antes de que
Alex volviera a estar fuera de ella. Esbozó media sonrisa, aunque seguía
claramente excitada. Se aferró más fuerte a los muslos de la ojiverde. La
rubia tenía la boca empapada:
— Alex— dijo Clara con voz ronca— quiero que te corras en mi boca
La ojiverde asintió, la agarró del pelo y la acercó de nuevo a su sexo.
Completamente concentrada en su misión de darla placer, se entregó aún
mucho más, lamiendo, succionando y jugando con su lengua sin cesar. La
morena movía con más insistencia su cadera, sus gemidos eran más altos, se
inclinó hacia delante agarrándose a la cabecera de la cama, mientras que con
la otra mano seguía aferrando fuertemente de su cabellera:
— Clara— dijo cerrando los ojos— todo tuyo
Terminó por decir antes de gemir fuertemente y temblar. La rubia recogió
encantada todos los flujos de Alex. Era consciente que no escucharía ese “te
quiero” de sus propias palabras, pero entregándose como lo estaba haciendo,
le estaba resultando la mejor declaración de amor que le hayan podido
regalar.
La ojiverde se desplomó a su lado ¿Mirándola a la cara? No, al contrario,
la dio la espalda y se acurrucó. Siempre que había conseguido traspasar una
barrera, la había conseguido arrancar una lágrima, en ese instante no derramó
una ni dos. Un mar de lágrimas brotó de aquellos ojos verdosos. Dejando
estupefacta a la rubia, Alex Woods, la osca y cavernícola, estaba agazapada
como una niña inocente sollozando. La rubia la acarició del brazo:
— Tengo la sensación de que has cedido solo porque he querido yo— dijo
ceñuda— llevas cediendo en todo, lo del parque, la música, el karaoke—
Clara comenzaba a sentirse horrible— Dime que no has hecho esto también
por mí.
— No digas estupideces— dijo retirándose las lágrimas de los ojos, pero
sin atreverse a mirarla— claro que no solo lo he hecho por ti.
Clara se pegó mucho más a ella, para abrazarla:
— ¿Entonces? — pasó a sentirse algo ansiosa— ¿te hice daño?
— Al contrario has sido dulce.
— ¿Puedes mirarme y decirme que te pasa?
Alex la miró y la rompió el alma. Vaya forma de acabar la noche de sexo:
— Soy una niña mala, Clara
— Siempre dices eso ¿qué coño significa?
— Significa que no…— decía casi en un susurro— que hace más de diez
años que no me siento así.
— ¿Así como?
Había que sacarla la información con cucharilla, pero al derribar esa parte
del muro derribó otro mucho más importante. Terminándola por confesarla
algo que le hizo sentir cierto sabor agridulce:
— Feliz
Desde pequeñas Alex era independiente, fuerte, quien la defendía de los
matones y quien la abrazaba cuando lloraba en la noche. Por primera vez la
torna cambió. Era el momento en que Clara la abrazara fuertemente y la besó
en la mejilla. Dejando que la morena se desahogase. Era absurdo preguntarse
qué la hicieron, inconscientemente ya se lo hizo entender.
Mi cuerpo es mío y por mi propia voluntad no me he entregado a nadie. O
recordar en su momento el comentario que le hizo Olaya cuando observó
todas las cicatrices en la espalda. Lo peor es curar las heridas internas, las
físicas se curan antes ¿Su cicatriz tendría que ver con lo que le pasó? Puede
que eso explicase sus cambios de humor, el que se comporte de forma tan
Neandertal o que prefiera ser odiada. Si al menos descubriese que la pasó
realmente, pensaba Clara, no iría tan a ciegas a la hora de poder ayudarla.
Intentar recordar aquel accidente que le causó el grave trauma, la frustraba,
por una larga temporada e incluso años trató de recordar, hasta que se dio por
vencida, aceptando que nunca recordaría, pero en aquel instante si recordó
algo, no sabía si era producto de su imaginación y nunca había pasado, pero
se le hacía tan vivido que:
— Me dijiste que me darías el juguete que quisiera
— ¿Qué?
— Me dijiste, si no te encuentro te doy el juguete que quieras— dijo Clara
desconfiada, confundida, que fue real y que no— la primera vez que te pedí
un beso ¿no fue en mi cocina verdad?
La morena poco a poco fue girándose hasta quedar cara a cara, acarició con
la yema de los dedos su brazo, mientras seguía sus caricias con su mirada
humedecida por las lágrimas ya ausentes:
— No, la primera vez que me pediste un beso fue en mi casa.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
Preguntó ceñuda a la vez que la obligaba a mirarla:
— Porque éramos unas niñas, no lo di importancia.
— Sin embargo, al paso de los años te lo volví a pedir— la abrazó hasta
apoyar la cabeza en su hombro— incluso aunque me cueste admitirlo, tuve
ganas de besarte desde la primera vez que te volví a ver.
Alex comenzó a acariciarla el pelo, aquello le resultaba relajante:
— Yo no puedo decir lo mismo— dijo riendo por lo bajo— directamente
pensé en follarte.
Momento bonito a la porra, haciendo que Clara pusiera los ojos en blanco y
suspirara de irritabilidad:
— No reacciones así Clara. Sabes que pude haberlo hecho ese día y no lo
hice.
— ¿Por qué no lo hiciste?
— Primero, por fastidiarte— esbozó otra risita— segundo, porque hubiera
sido demasiado fácil, me gusta jugar a la seducción
— Eres terrible Alex Woods
Dijo Clara cerrando los ojos, completamente exhausta:
— Aun no te duermas— dijo Alex moviéndose incómodamente— hay que
quitar el dichoso plástico de la cama, me suda hasta el culo
De una forma perezosa se levantaron y quitaron el plástico, cada una de un
lado. Destaparon la cama y se volvieron a tumbar. Había sido una noche
agotadora, dándose por vencidas al embrujo del sueño. Clara antes que Alex,
pues la morena aun temía herirla mientras dormía.

Día del secuestro hasta la actualidad

Los señores Woods encontraron a una Clara trastornada, agazapada en el


suelo, llorando sin cesar. La niñera se hallaba en el suelo en estado de
mortandad, rodeada de un gran charco de sangre. Durante un buen rato llamó
a Alex, pero ésta nunca llegó a aparecer. Alice con una mano en la boca al
ver el cadáver de su empleada corrió hasta la pequeña rubia:
— Clara— dijo ansiosa Alice— ¿Dónde está Alex?
La niña negaba con la cabeza sin parar. Alex no estaba había faltado a su
palabra. Patrick se agachó para comprobar el pulso de la mujer, que
evidentemente no encontró. Frunció el ceño y miró a la niña traumatizada:
— Voy a llamar a la policía
Dijo con un tono frío. Alex no era santo de su devoción no era un secreto
para Alice. Patrick se levantó y se alejó sacando el móvil. Ya lejos de Alice y
la niña llamó a los inútiles que había contratado para hacer un trabajo tan
simple. Que era una puñetera niña no el presidente de los estados unidos:
— Señor— contestó Print alterado— sé que hemos fallado en esta ocasión,
pero a la siguiente…
— No habrá una siguiente inútil
Dijo intentando controlar su voz, aunque se podía notar que estaba muy
enfurecido:
— La policía no se puede enterar de nada— dijo entre dientes— así que
piensa un plan rápido para sacar a ese fiambre de aquí.
— Puedo pedir unos favores— dijo un Print algo nervioso— el cadáver será
retirado sin levantar sospecha.
— Que sea rápido
— ¿Y su hija? ¿Qué hacemos con ella?
Patrick miró a su mujer, que seguía intentando lidiar con la niña de los
odiado Price:
— No es mía, por mí como se la abandonáis a su suerte.
Los Price recibieron la llamada de una alterada Alice Woods.
Comunicándola que cogerían el primer vuelo de vuelta. Patrick estaba
nervioso, puesto que no sabía el plan que tenía Print para arreglar aquella
mierda, pero, para sorpresa suya era uno muy bueno. Llamaron al timbre,
Alice fue corriendo a abrir para recibir a la policía:
— Agente Emer
Dijo un hombre alto, rubio y de ojos azules. El hombre que había a su lado
era más joven, delgado, moreno y ojos claros también. Iban vestidos de calle,
aunque sus placas eran de lo más convincentes:
— Agente Myles
Dijo el otro chico. Hicieron muy bien el paripé. Convenciendo a Alice de
que había dado orden para la búsqueda de su hija. La banda, para dar toque
de realismo incluso robaron una camilla para hacer levantamiento del cuerpo.
Alice estuvo convencida de que Patrick haría todo lo posible por encontrar
a la niña. El primer día, el segundo, a la semana ya no se fiaba tanto de que
aquello fuera real, a las dos acabó reprochándole:
— ¿La policía son tan inútiles? O ¿tú tan frío como para no insistir en
buscar a Alex?
Patrick, cansado ante las insistencias de su mujer:
— Alex nunca fue mi hija.
Alice, llena de ira empezó a empujarle:
— Pero si es mía maldito cerdo, es mi hija
Patrick la miró con frialdad, la agarró de las muñecas y la empujó. Ella no
era consciente de que era la culpable de aquello. Al mentir, una y otra vez, al
haber puesto a Jay Price en el punto de mira de Patrick Woods. No iba a
asestar otro golpe ni atentar contra Clara Price. Ellos ya estaban sufriendo lo
suyo con el trauma de la niña.
Incluso en sus planes de mandar lejos a la niña para deshacerse de ella, ya
que habían metido la pata, sonsacarían algo de dinero. La pequeña Alex era
guapilla y una autentica mina de oro para las mafias europeas. No lo negaría,
fue testigo de las condiciones en las que estaba esa mocosa, ya que llegó a
pagar para mirar.
Alice no tuvo más remedio. Acabó acudiendo al verdadero padre de la niña.
Siendo consciente de que ponía en peligro su tapadera. Maurice la reclamó,
desconocía por completo aquel dato, tenía una hija durante tantos años y se le
habían negado. No acudió a la policía, por suerte tenía contactos con gente
que tenía cargos importantes. Movilizándolo todo para encontrar a su hija.
¿Quién avisó a las autoridades? De eso nunca se enteró Patrick, aunque sus
sospechas, caían sobre el que fue su amigo, Jay, pero si le dio tiempo a que
Print hiciera cierta limpieza, no podía caer preso y más cuando había
encontrado otra fuente de ganancias. Obvio que había dado permiso para
matar a la niña también.
Lo que no esperó es que la jodida renacuaja se las había apañado para
escapar de su encierro. Eso le aterró en un principio, pero estaba tan
perturbada por aquella mala experiencia, que no llegó a enterarse de que él
era el auténtico cabecilla de aquel secuestro. Sus nuevos negocios se
encontraban con la mafia europea. Así pues, viajaron dejando Portland atrás.
Obvio que Alice quiso divorciarse y quedarse con Alex, pero no iba permitir
que eso ocurriera, así pues, amenazó con matar a la niña si no obedecía. De
cara al público, la familia perfecta, en la intimidad, ensombrecida por el
rencor de un hombre dejándose llevar por el lado oscuro. Golpes y amenazas
sobre aquella figura que tanto amó y adoró. Encerró a la niña a un sanatorio
mental. Estaba tan tocada psicológicamente tuvo el convencimiento que nuca
se recompondría, ni saldría de aquel encierre.
Pero de nuevo supo salir adelante. Por un tiempo le llevó por el camino de
la amargura, con sus fiestecitas y sus rebeldías, pero cuando se sacó la carrera
de química, vio en ella un seguro ¿Por qué seguir arriesgándose? Alex
serviría muy bien de cabeza de turco si en alguna ocasión sus negocios se
truncaban. Le devolvería todo el dinero invertido.
(Alex)
Alex sintió la inquietud como cada noche. Despertando sobresaltada de
nuevo, pero en esta ocasión tenía a Clara que dormía plácidamente a su lado.
La ojiverde esbozó media sonrisa, contemplando aquel ángel de cabellos
rubios:
— Niña mala Alex
Escuchó la voz de un hombre, que estaba a los pies de su cama, no se le
veía la cara puesto que estaba encapuchado. No hacía falta verle. Era Emer.
Intentó incorporarse, pero éste se puso encima fugazmente, inmovilizándola y
tapándola boca para que no chillara. Abrió los ojos de par en par, llenos de
horror. Su respiración se aceleró como los latidos de su corazón. Esa peste a
cerveza, tan insoportable:
— Mis niños nacieron para dar placer, mugrosa— con la boca tapada con su
enorme mano, giró su cabeza para obligarla a mirar a Clara— ¿Crees que te
seguiría queriendo si supiera la verdad? — se acercó para susurrarla al oído
— asesina
Alex con lágrimas en los ojos negaba con la cabeza:
— Él te protegía y tú le mataste
Le volvió a susurrar antes de lamerla el contorno del oído. La ojiverde,
impotente se aferró a las sabanas de la cama. Clara rápidamente abrió los
ojos, puso una mano en su pecho, esfumando el fantasma de Emer, pudiendo
recuperar parte de su aliento:
— La única que tiene el poder para ser feliz eres tú— dijo la rubia
suavemente a la vez que se acercaba— ¿no crees que ya es hora de ser feliz?
Alex se giró para mirarla a la cara y la acarició en la mejilla:
— No, la única que tiene el poder de mi felicidad eres tú, Clara.
— Pues déjame hacerte feliz
Dijo Clara sonriente. Alex también hizo lo mismo y la abrazó fuertemente.
Quedando dormida de nuevo.
(Clara)
Estaba durmiendo plácidamente, pero Alex empezaba a moverse
agitadamente, despertándola. Movía la cabeza de un lado a otro. Aunque
permanecía su cuerpo quieto. Bueno, la avisó de que se alejara si se ponía
violenta y que no la tocara. En su expresión no había violencia. Había
autentico terror. Por momentos hizo el amago de despertarla, ¿tenía que
dejarla sufrir aquella pesadilla? Le prometió que no haría nada. Ladeo la
cabeza a su dirección, aun dormida. Fruncía el ceño, miedo, dolor. Su
respiración aumentaba, a ese paso le daría un ataque de ansiedad. No pudo
resistirse más, puede que la saltara como una fiera al despertarla. Pero
tampoco podía dejarla sufrir de aquella manera. En un principio puso su
mano en el pecho. El corazón la latía a mil:
— Lex
Susurró Clara. La morena no despertó, sin embargo, parecía comenzar a
sosegarse. Quizás era lo que necesitaba, un abrazó. Se acercó más y es lo que
hizo, abrazarla. Aun dormida, ésta no tardó en responder su abrazo
susurrando un:
— Clara
Sonriente. La rubia dibujó una sonrisa y juntó su frente con la de Alex, para
quedar dormida de nuevo, en los brazos de Alex Woods.
Capítulo 26 - Vesta
Flashback

Los dos chicos estaban sentados en la mesa dibujando y pintando. La


pequeña Alex no dejaba de sudar la fiebre pareció subir un poco, pero no le
estaba permitido tumbarse en el sillón ni en las camas de la casa. El único
lugar donde dormía era su jaula. Aunque ya se había acostumbrado a dormir
ahí. Aquel día agradecía que estaba Danny y “agradecía” entre comillas.
Porque no le hacía mejor que ninguno de sus otros secuestradores.
Clark le enseñó su dibujo. Les había dibujado, dos pequeños astronautas
agarrados de la mano en el espacio mientras que a lo lejos se veían tres
sombras. Alex le sonrió. El dibujo de la niña era casi parecido. Dos niños
agarrados de la mano corriendo lejos de una casa donde estaba sus
secuestradores, en el cielo había un pequeño ángel de cabellos dorados y
ojos azules. Encima de sus cabecitas estaban sus nombres: Clara, Clark y
Alex:
— Llegará un día que esto se cumpla
Susurró Clark esperanzado y es que desde que Alex llegó a aquella casa el
chico se mostraba más sonriente y esperanzado, no estaba solo, tenía a su
amiga:
— Demasiados pájaros en la cabeza, mocosos
Dijo Danny sorprendiéndoles por la espalda, mientras miraba los dibujos.
Clark intentó ocultarlos, pero no sirvió de nada, esbozó una carcajada al ver
el de Alex:
— ¿Te crees que somos los malos? Más cruel es tu padre que no hace nada
por buscarte
Alex apretó la mandíbula y miró desafiante a Danny:
— Eso es mentira— Danny chirrió los dientes ante el descaro de la chica—
mi papá me quiere, mi papá me está buscando.
— Alex para
Susurró Clark mientras miraba con terror a su padre. Que ya había
enfurecido ante las insolencias de la niña. Danny tenía un látigo siempre
atado a su cinturón. Lo desenrolló y tiró del brazo de Alex para dejarla en
medio del salón:
— Tú no eres quien para hablarme así en mi casa mocosa, veamos lo suave
que te vas a quedar cuando recibas tu castigo
— Padre no
Dijo Clark levantándose, pero este recibió una bofetada:
— Clark en posición
Ordenó Danny. Decía siempre aquello para que el niño se pusiera de
rodillas, con los brazos extendidos a cada lado de forma humillante listo
para ser fustigado. El chico acató sus órdenes. Creyendo que así Alex se
libraría de su castigo. Que equivocación:
— A su lado niña y colócate como él
La ojiverde con el paso de los días consiguió controlar sus ganas de llorar.
Miró con ira a Danny y sin decir una sola palabra acató los órdenes de su
secuestrador. Primero comenzó con Clark. Siempre de forma dura, había
latigazos que hasta hacían heridas. El chico siseaba con la boca, soltando
aire cada vez que el cuero daba en la espalda:
— Tú cuerpo es dinero, chica— dijo Danny preparándose para castigarla
— sé cómo fustigar sin dejar marcas— soltó una risita— eso no quiere decir
que no te vaya a doler.
Dolía, quería llorar y gritar porque dolía, pero no le iba a dar ese gusto.
Tomando ejemplo de Clark, soltaba aire cada vez que recibía el latigazo.
Escuchándose el siseo de su boca y el sonido seco del cuero. Absorbiendo el
dolor, endureciendo su coraza, siendo arrebatada de su inocencia a edad
temprana. Danny, Print y Emer, los tres demonios que acabarían por
convertir a Clark y Alex en dos monstruos.

Fin del Flashback

El día anterior Finigan se acercó a la oficina a las 7:00 de la mañana,


encontrándose con Helena ya sentada en su mesa. La secretaria de Alex era
muy aplicada en su trabajo. Maldiciendo por ese detalle. Al día siguiente,
decidió acercarse una hora antes, las 6:00 de la mañana.
¿Pero esta mujer vive en la dichosa oficina? Pensó Finigan con amargura.
Aun así, esbozó su sonrisa más encantadora y se acercó al perro guardián de
la señorita Woods:
— ¿En algún momento duerme? Helena— dijo acercándose hasta su mesa
y apoyándose en ella— ¿tú jefa no te da ni un respiro?
La secretaria de Alex no estaba nada mal. Era joven, un poco baja, delgada
e incluso se podía decir que bien definida, sorprendente para una mujer que
trabajaba sentada, desde las 6:00 de la puñetera mañana, hasta a saber
cuándo, ya se podía esperar de todo. Tenía el pelo castaño y ojos castaños,
grandes y redondos. Daba la sensación de ser la típica chica, callada y fría
pero que luego en la intimidad era una autentica fiera:
— Al contrario— dijo mirando por encima de sus lentes a Finigan— puede
llegar a ser demasiado permisiva.
— Sin embargo, está aquí esclavizada
— No estoy esclavizada— dijo reposándose en la silla y cruzando las
piernas— soy adicta al trabajo, señor Colman.
— Puedes tutearme— se sentó sobre el escritorio, Finigan podía llegar a ser
muy seductor cuando quería— llámeme Finigan
Helena, seriamente se quitó las gafas y le miró seriamente. Frío, frío:
— Sigamos siendo profesionales, señor Colman
Oh, esa mujer iba a ser un auténtico reto. Puesto que era un hueso duro de
roer y eso le encantaba. Ya que Finigan era atractivo eso era indudable,
saltaba a simple vista. Otra razón que avivó su interés en aquella secretaria,
es que parecía ser de lo más fiel a su jefa. Esa cabecita debía de guardar
muchos secretitos:
— ¿Siempre es tan técnica?
— Ya le dije que tomo muy enserio mi trabajo, señor Colman
— Acepte comer conmigo, Helena
— ¿Y usted siempre es tan insistente? Señor Colman
Finigan se relamió los labios y se inclinó un poco más:
— le estoy pidiendo comer conmigo, no una cita, Helena.
Helena lo sopeso durante un momento y viendo la insistencia del chico
acabó accediendo. Finigan esbozó una sonrisa triunfante:
— Nos vemos a la hora de comer pues.
Finigan salió de esa planta y se dirigió hasta donde estaba su supuesta
oficina. Que sinceramente no tenía ni puta idea de dirigir una empresa.
Esperaba dar con algo de información en cuanto antes y cogerse unas largas
vacaciones.
Clara entreabrió los ojos, palpó con la mano el otro lado de la cama. Estaba
vacía, alzó la cabeza y despejándose escuchó la ducha. Alex se había
despertado muy temprano y no le había despertado. Bien dijo que no le
hablara hasta que ésta lo hiciera. También le avisó que si ocurría algún tipo
de incidencia mientras dormía se apartase de ella e hizo todo lo contrario. Así
pues, movida por la curiosidad se levantó y se asomó. La morena tenía la
mampara de la ducha abierta, dejaba que el chorro del agua le diera en la
cara, manteniendo los ojos cerrados ¿Se acercaba o no lo hacía? Recorrió su
cuerpo desnudo con la mirada. Parecía una modelo anunciando un champú,
claro que en ese momento el champú brillaba por su ausencia. Vale, dijo que
no le hablara, pero en ningún momento le impidió que se acercara. Indecisa
se acercó y se apoyó en la pared justo enfrente de ella. Una ducha de agua
caliente suele generar vaho. En ese momento no existía nada de vapor. La
ojiverde abrió los ojos reaccionando con sorpresa al encontrarse a Clara
mirándola de esa forma. La rubia sonrió e intentó poner cara de inocente, por
si la caía una reprimenda que no fuera dura. Alex tragó saliva y frunció el
ceño:
— Clara, deja de mirar así que das yu yu
Al menos su tono de voz era de lo más suave:
— Como dijiste que no te hablara hasta que lo hicieras tu primero.
El agua caía sobre ella como autentica cascada, era tan jodidamente sexy:
— Y decidiste acosarme mirándome de esa forma— se pasó las manos
echando su cabello hacía atrás— resulta incómodo.
— ¿Hay un hueco para mí en esa ducha?
Hasta el momento no le había regalado ninguna de sus sonrisas matadoras.
Parecía algo indiferente pero no borde. Ceñuda apretó con su dedo índice la
llave de agua y la cerró. Clara tomó aquello como una negativa. La noche
anterior la pidió que no se lo tomara en cuenta, trataba de no hacerlo, aun así,
resultaba de lo más cortante. La rubia asintió y se dispuso a salir del cuarto de
baño:
— ¿A dónde vas?
Clara la miró con cierta confusión:
— Volvía a la habitación
— ¿No querías ducharte conmigo?
Clara pestañeo un par de veces, si cabe, todavía más confundida:
— Como cerraste la llave del agua supuse que no querías
Alex cerró los ojos y agachó la cabeza:
— Ha sido culpa mía— negó con la cabeza— perdona mi falta de
comunicación, no acostumbro hacer estas cosas— volvió a mirarla— cerré la
llave para que la regularas a tu gusto.
Dicho aquello se giró para agarrar el champú y comenzar a enjabonarse la
cabeza:
— Si te incomoda…
Comenzó a decir Clara algo frustrada, no sabía para dónde tirar:
— Clara— dijo volteando un poco algo irritada— de verdad que no me
importa— suavizó su voz— No te voy a comer porque entres en la ducha.
Pues no me importaría pensó mientras entraba en la ducha. La última vez
que estuvo con Alex en una ducha, era en su piso, ella estaba más animada y
de lo más simpática. Debido a que estaba drogada. No la entendía, por un
momento cálida y luego. Joder si lo tenía puesto en el extremo más frío pensó
dándose cuenta de ese detalle.
No quería que se le congelara hasta las pestañas, así pues, giró la llave
hacía el otro lado. Demasiado caliente y como salía a presión, se escuchó un
siseo fuerte, justo el chorro le daba en la espalda de la morena:
— Mierda— dijo cerrando de golpe la llave, estaba nerviosa— lo siento
Se disculpó rápido:
— No pasa nada, solo ha sido la impresión
Clara alzó las cejas, pero si debía de salir hirviendo y solo la dice que la dio
impresión. Si hubiera estado en su lugar, ya habría saltado y salido de la
ducha, no siseado con la lengua como hizo la ojiverde:
— Vamos a ver— dijo Alex agarrando la llave de la ducha y poniéndolo en
término medio— dedos torpes.
Agarró su mano y la llevó hasta el chorro del agua:
— ¿Así está bien? — Clara ya estaba perdida en el color de sus ojos— ¿Más
fría o la quieres más caliente?
— Caliente
Respondió bobalicona Clara, a la que rápidamente meneó efusivamente su
cabeza para salir de su atolondramiento:
— Que diga, un poco más caliente por favor
Alex reguló el agua a un poco más caliente:
— Así está bien
La morena asintió y se puso debajo del chorro para quitarse el champú de la
cabeza. Suspiró agarró las dos manos de la rubia y la miró fijamente:
— Lo estoy volviendo hacer ¿verdad?
— ¿Qué?
— Ser desconsiderada contigo— cambió a un tono más dulce y acarició el
rostro de la rubia, que cerró los ojos, dejándose mimar por sus caricias—
Perdóname, me jode estar teniéndote así cada dos por tres, Clara yo te…—
Clara abrió los ojos esperanzada, lo iba a decir, juraría que lo iba a decir—
adoro
Saborear el caramelito para que luego se lo quitara. Algún día conseguiría
que la diera un infarto. Se la había encogido su corazón, sufría de taquicardia.
Clara sonrió y la abrazó, apoyando su cabeza en el hombro. Alex respondió a
ese abrazo. Al menos un abrazo y antes de lo que acostumbraba, pues
siempre debía esperar un par de horas para obtener algo de afecto:
— Ya me pusiste en aviso ayer.
— Vamos a terminar de ducharnos— argumentó Alex con ternura — el
avión despega en un par de horas.
Por fin se dibuja una sonrisa en su cara, segundo gesto de afecto apoyar su
frente con la de Clara e intercambiar una mirada mucho menos evasiva y más
brillante ¿Un beso? Vaya para eso sí que tendría que esperar y es que debía
entender que Alex realmente no hacía esas cosas, no dormía con nadie, no se
duchaba con nadie, no compartía con nadie. Exigirla todo a la primera de
cambio sería demasiado. Aun así, solo con compartir ese momento ya era
feliz y es que, Clara tampoco había compartido ducha con nadie, ni si quiera
su prometido. Se la hacía tan bonito e íntimo. Se sentía como una jodida
adolescente enamorada por primera vez.
Terminaron de ducharse, de arreglarse, preparar las maletas. Puñetero
silencio, desde la habitación hasta el avión, pero la distancia era más corta,
puesto que de vez en cuando la agarraba de la mano, o la miraba y esbozaba
su maravillosa sonrisa. En ocasiones deseaba tener el poder de leer la mente,
solo para saber que pasaba por la cabeza de Alex. Un estilo Mel Gibson en
“En que piensan las mujeres” pues la historia cambiaría, como protagonista a
Clara Price y la película se titularía “En que piensa Alex Woods” si buscaba
comedia romántica en ese cerebrito que se escondía en aquella atractiva
cabecita, no lo encontraría. Le resultaría fácil descubrir todos los oscuros
secretos de la morena, pero se tenía que joder y currárselo. Ya en el avión, se
puso a escribir con el portátil, mientras Alex, leía con su Tablet. Después de
un largo rato de “silencio” y lo digo entre comillas ya que los dedos de Clara
eran martillos golpeando sobre el teclado:
— Elizabeth, partió en busca de nuevas aventuras— dijo Alex aun mirando
la Tablet, pero su tono era burlón— con la mochila en la espalda, decidió
partir en un viaje en inter rail. En un principio en el compartimento que entró
estaba vacío— Clara miraba por encima del ordenador, escuchando
expectante— y de un momento a otro, entró una chica increíblemente
atractiva, alta, cabello largo, morena, de prominentes pómulos y ojos verdes
como hermosas gemas. Solo con su portentosa presencia divina, dejó sin aire
ni habla a la protagonista.
— ¿Qué pasó con Bob?
Alex sin decir nada gesticuló con los labios, donde se pudo leer claramente
un:
— Le mandó a la mierda
— ¿Por qué una mujer y no un hombre?
— ¿Por qué tiene que ser un hombre y no una mujer?
Evadió la pregunta invirtiendo la suya. Que rápidamente negó con la
cabeza a la vez que cerraba su portátil:
— Tienes mucha imaginación
Alex dejó la Tablet al lado, puso los brazos en los reposabrazos y se cruzó
de piernas, a la vez que curvaba una comisura de sus labios:
— Tienes un concepto muy equivocado de mi Elizabeth Bennett, asocias
mi rudeza, orgullo y arrogancia a la ignorancia— se humedeció los labios—
te recuerdo que me saque la ingeniería en química, rubia y que pase hasta de
mi propia sombra no me hace menos culta. Como veras, no soy tan
cavernícola después de todo.
— Nunca he insinuado que seas ignorante
Dijo Clara alzando las cejas. Alex seguía con esa sonrisa, seductora y
desafiante, como su mirada. Esa mirada era la que solía dejar atrapada a Clara
en una hipnosis total:
— Crees que pienso constantemente en sexo
¿Qué era aquello la guerra fría? Era como si se excitaran desafiándose:
— Alex— dijo esbozando una sonrisa cínica— ¿vas ahora de santa? Tan
solo creo lo que tú muestras y permíteme decirte “comandante” que es
precisamente lo que insinúas a todas horas. ¿Quieres decirme que eres culta?
Hasta ahora lo que más he escuchado de tu vocabulario ha sido, follar, joder,
correrse, orgasmo, morbo, como me pones, di guarradas ¿Qué quieres que te
haga?… y toda clase de soeces que se pueda escuchar.
Clara hizo lo propio y se cruzó también de piernas, después de apartar su
portátil. Alex soltó una pequeña carcajada y giró durante unos segundos la
cabeza a un lado mientras reía. Para mirarla de nuevo, se inclinó un poco
hacia delante y con mirada penetrante, voz sensual:
— Como me pones señorita Price
La rubia rompió a reír y se mordió el labio:
— ¿no quieres repetir como ayer?
Alex puso expresión escandalizada:
— Pero que proposición tan indecente— rio entre dientes antes de
proseguir, Clara ya era liquido desde hace un buen rato, en el momento que la
comenzó a mirarla de esa forma tan arrebatadora o a hablar de forma sensual
y erótica— llevo queriendo besarte desde que abrí los ojos y te encontré
durmiendo con gesto inocente— Clara tragó saliva, conforme su respiración
aceleraba, maldiciendo aquella voz— estabas desnuda, voy a ser descarada y
te confesaré que te destapé para contemplar tu hermoso cuerpo— se
humedeció el labio inferior y se lo mordió durante unos segundos— quería
acariciarte, comenzando por tus mejillas, un leve roce con la yema de mi
dedo índice— todo aquello estaba sobreexcitando demasiado a Clara—
dibujando el contorno de tu mentón
— ¿Por qué no…?
— Es de mala educación parar a alguien que te está hablando— dijo seria
— te ha temblado la voz ¿estas excitada?
Clara trago saliva y negó con la cabeza. Alex volvió a sonreír:
— No mientas Clara, estás excitada y te mueres porque te lo siga contando
¿Verdad?
No lo iba a negar más y sí, estaba excitada, lo notaba en su sexo y en sus
senos, los pezones comenzaban a estar totalmente erectos, su respiración
agitada casi impedía que hablara con normalidad:
— Sí, es excitante
Alex sonrió satisfecha:
— Me hubiera gustado descender mi mano, acariciando tu cuello, ese
cuello que me encanta besar y lamer, aunque me pierde esa parte de tu
anatomía, reconozco que tus senos como dos montañas me hubiera gustado
recorrer, dejándome seducir por su encanto de redescubrir cada centímetro
hasta llegar a los picos más altos, tan rosados. Hubieras despertado entre
gemidos de placer, sintiendo como mi boca te torturaba— Alex satisfecha al
ver la reacción de Clara ladeo la cabeza con expresión picara— Te veo
acalorada ¿Te lo estás imaginando?
La rubia agarró fuertemente los reposabrazos y apretó sus muslos, los
calores aumentaban y sentía su entrepierna latente de pura excitación. Se
avecinaba calentamiento global, rogando para que Alex acortara las
distancias de una puta vez, pero logró contestar, asintiendo con la cabeza:
— Me hubieses pedido más y yo encantada te lo hubiera dado, con mis
manos deslizándome dentro de ti, caliente, húmeda exquisitamente suave,
gritarías como una perra mi nombre porque te sería imposible no sentir ese
placer extremo que solo yo sé darte— se desabrochó el cinturón se deslizó
hasta quedar a cuatro patas— ábrete de piernas Clara— sonó más una orden
— déjame mirar lo que hay debajo de esa falda— La rubia obedeció llena de
deseo, esperando que todo lo que le decía se hiciera realidad— Súbetela y
quítate las bragas— ¿Cómo era posible que siempre acabara cediendo ante
sus lujuriosas peticiones? Se desabrochó también el cinturón y acató su
orden. Alex extendió el brazo solicitando que le diera aquella prenda,
considerablemente mojada— tan húmeda— tenía los ojos oscurecidos,
dilatados a la vez que se relamía los labios— te hubiera degustado con sumo
placer, nunca he probado una mujer tan sabrosa como tú. Cuando te excitas
lubricas muy bien, tan dulce, se me hace boca agua. Justo ahora, te veo
abierta de piernas toda dispuesta, observando esa maravilla, tan mojada y
brillante. La excitación lleva llamándote desde hace un buen rato— a su
respiración acelerada se le escapó un leve gemido, intentando no retorcerse
en el asiento, se mordió los labios— está tan hinchado— durante unos
segundos apartó la mirada de su sexo para mirar los ojos azules, dilatados y
oscurecidos como Alex— hoy me toca a mí mirar, Clara. Tócate y alivia ese
palpitar que sientes. Imagina que tus manos son las mías.
— Si me miras de esa forma— comenzó a decir ruborizada— no sé si sería
capaz
— Es fácil — en ningún momento cambió su tono de voz erótico y sensual
— apuesto que en más de una ocasión te has tocado en la intimidad. Solo
tienes que cerrar los ojos y dejarte llevar por lo que te está pidiendo tu cuerpo
ahora.
— Tú también quieres tocarme
Las manos de Clara comenzaron a cobrar vida, subiendo por sus muslos,
deslizándose hasta el interior:
— Siempre quiero tocarte, ve más despacio, no seas ansiosa— ordenó
mientras observaba el movimiento de sus manos— también me gusta mirar,
incluso me excita más que tocar
Como bien pidió aminoró la marcha de sus manos, aun así, siguió
acariciándose, primero muslos, pelvis, monte de venus, sus pliegues
bastantemente lubricados, hasta llegar a rozar su… wau como lo tenía de
inflamado. Necesitaba liberarse con urgencia:
— Sigue— de vez en cuando pasaba su lengua por los labios, como una
loba hambrienta, observando a su presa desde la lejanía— lo estás haciendo
muy bien.
Clara gemía, cerrando los ojos disfrutando de los placeres que se estaba
dando así misma, a su vez gozando de cómo disfrutaba Alex mirando. Nunca
se hubiera imaginado que ser observada de aquella forma la calentara tanto,
incluso para animarse a acariciarse con más insistencia:
— Lo haces tan bien— Esa puñetera voz, sería perfecta para trabajar en una
línea erótica— me estas excitando tanto, quiero tocarme.
Clara esbozó un jadeo más fuerte:
— ¿Por qué no lo haces?
Dijo entre gemidos:
— Porque no quiero dejar de mirarte, por favor— suplicó, aunque de forma
sensual— penétrate, quiero ver como lo haces. Quiero ver cómo se abre todo
tu sexo y conforme salgas de ti una y otra vez ver tus dedos impregnados de
todo tu flujo. Haz que muera por lanzarme y succionar todo tu jugo mientras
gritas— de nuevo Clara obedeció, aunque ya no la quedaba mucho tiempo,
lentamente la electricidad subía por sus piernas, los dedos de los pies
llevaban desde hace un buen rato encogidos dentro de sus zapatos— ni te
imaginas lo caliente que me pone tu cara de placer, toda tú no para de
chorrear, lo sientes ¿verdad? Vas a liberarte— Clara no paraba de retorcerse
y gritar— te he hecho una pregunta ¿vas a llegar al clímax?
— Si— dijo entre primero con un suspiro, para luego repetir gritando— ¡Si,
Alex, siii!
Alzó su pelvis, presionándose la parte superior de su interior, justó donde
más placer sentía. Alex satisfecha sonrió, gateo hasta Clara y acarició sus
piernas. La rubia estaba, desplomada en el asiento, relajada, su mano
totalmente mojada estaba apoyada en su muslo. La morena se puso de
rodillas:
— ¿Sabes otra cosa que me excita y mucho?
Clara negó con la cabeza. Alex se desabrochó el pantalón, se introdujo la
mano y se penetró con dos dedos un par de veces, gruñendo como una leona.
Toda ella estaba chorreando y dilatada. De no ser por su ropa interior toda su
lubricación caería por sus piernas. De nuevo sacó su mano, impregnada de su
propio jugo y como si de un ritual se tratara se lo dio probar a Clara, a la vez
que agarraba la mano que estaba en su muslo, degustando la esencia de la
rubia. Ambas se miraban llenas de lujuria, disfrutando el sabor de cada una.
Tan sensualmente fue sacando los dedos de la rubia, para terminar con una
sonrisa. Ambas sonreían bobaliconas y después de horas anhelando ese beso,
llegó. Alex se incorporó durante unos minutos, solo para perderse en la boca
de Clara. Terminando de rodillas de nuevo y abrazada a su regazo. Con los
ojos cerrados, mientras que la acariciaba el pelo:
— ¿Ves? — preguntó con dulzura después de un rato— no dije follar,
correrte, orgasmo y toda clase de soeces, el erotismo tiene su punto poético.
Sin dejar de mirar a Clara con adoración, le puso la ropa interior y le colocó
la falda. Se abrochó los pantalones y se apoyó en su regazo, agarrando sus
manos y las besó:
— ¿Ya has visto algún plan para hoy?
Preguntó Alex. Clara que estaba jodidamente feliz negó con la cabeza:
— Mira algo para la tarde, porque ya tengo reservada la noche.
— ¿Más lubricante?
Preguntó la ojiazul, a la que la morena puso los ojos en blanco:
— Has vuelto a dar por hecho a que me refería a algo sexual.
— Contigo siempre acaba implicando sexo— le acarició de la mejilla—
dos viajes en avión y los dos he acabado con un orgasmo.
Alex se levantó y se apoyó en su reposabrazos, solo para perderse en su
mirada azulada:
— Nunca te voy a negar la atracción física que siento hacía ti. Nuca te
negaré que ardo de deseos por estar tocándote a todas horas, pero no solo eres
eso, no eres una más que pasa por mi cama, Clara. Ni eres un cacho de carne
como te has llegado a sentir en muchas ocasiones ¿Tanto cuesta creer que
también disfruto de tu compañía? con el único contacto que nuestras manos
entrelazadas
— Me aturdes, Alex
El capitán del avión anunció que ya iban a aterrizar. La morena abrochó el
cinturón de Clara antes de sentarse en su asiento y hacer lo propio:
— ¿Dónde nos vamos a hospedar?
— En mi casa
Eso fue una sorpresa, no se esperaba que tuviera otra casa ni más ni menos
que en Canadá. Para odiar los bosques, los parques naturales y todo ese rollo,
bien que iban directas a un lugar totalmente lleno de naturaleza. Por lo que
llegó a mirar por internet de Ontario:
— No sabía que tuvieras casa en Canadá
— No eres adivina, Clara. Si no te lo he dicho nunca, evidentemente
desconocerás ese dato.
— Eres una borde de mierda muchas veces
Dijo Clara iracunda. Alex dibujó media sonrisa picarona:
— En el fondo te gusta— acarició su reposabrazos— tienes carácter,
dominas en tu trabajo, te gusta controlarlo todo y mandar en todos. Sin
embargo, en la intimidad eres todo lo contrario, deseas que te posean—
notaban como el avión empezaban a descender— tienes tres días Clara, tres
días para hacer realidad todas las fantasías que se te pase por la cabeza
¿Quieres que te ponga a cuatro patas y te azote? Lo hago encantada, porque
yo no tengo ningún reparo en admitirte que me excita dominarte.
Clara miró su pulsera con el trisquel, el sexo con Alex era maravilloso,
sorprendente e innovador, pero echaba en falta una cosa:
— Bondage y Disciplina— comenzó a decir Clara— Dominación y
sumisión
Alex cogió aire y miró seria a Clara:
— Clara, me estas pidiendo juegos de BDSM
— Sé que te gustaría
— Sadismo y Masoquismo, te has olvidado de esas dos
Clara miró desafiante a Alex:
— Qué bien puesta esta estas sobre el tema— notaron como las ruedas del
avión tomaban contacto con tierra— sigo teniendo la convicción de que ya
has experimentado con el BDSM
La ojiverde curvo una comisura de sus labios:
— ¿Lo dices por qué soy dominante? ¿Por qué el sexo tradicional no me
llena? — En cuanto el avión paró volvió a desabrocharse el cinturón— ¿Por
qué me gusta experimentar ciertas parafilias? O ¿Por qué mis fantasías son de
lo más sádicas? No, esas no son las preguntas que te ronda por la cabeza—
Se levantó, Clara hizo lo mismo. Ya no había dudas, todo su ser le gritaba
que Alex era Vesta— Bonito trisquel
Dijo la morena mirando su pulsera, antes de salir del avión, seguida de una
rubia un tanto desconfiada y para que mentir, cabreada. Si Alex resultase ser
Vesta, sentiría que había estado jugando con ella. Vesta fue su primera
experiencia sexual con una mujer, ¿quería decir que se había entregado en
todo momento a Alex? Y sin ella ser consciente:
— Tienes razón— dijo Clara saliendo del avión— tengo otra pregunta ¿Eres
Vesta?
A unos metros del hangar había un caballero que esperaba a la morena. Que
en ningún momento paró para mirar a Clara:
— Soy Alex, ahora parece mentira que no sepas mi nombre
El chico le entregó a Alex una carpeta y esta firmó unos documentos antes
de que le entregaran las llaves de un coche. Otro empleado cargaba con las
maletas para meterlas en el maletero. La ojiverde iba abrir la puerta del lado
piloto cuando la rubia se interpuso:
— Por favor— clavó sus ojos azules en Alex— Dime que no soy un juego
para ti.
Alex acortó la poca distancia que había entre ambas, intensificando mucho
más la mirada. ¿Indiferente? No, para nada. En ese momento estaba diciendo
mucho con la mirada. Una mezcla entre tormento y dulzura. Parece ser que
en un principio no la respondería con palabras, se inclinó e inició el recorrido
hasta que sus labios quedaron a escasos centímetros. Poco a poco recorrió
con su lengua la forma sus labios, labio superior, labio inferior siempre con
su mirada penetrante. Clara, sin dejar achantarse por su mirada, la mantenía a
la vez que dejaba entreabrir sus labios, dándola acceso a explorar su boca. La
morena se pegó a ella, pasando su mano por su nuca para intensificar sus
besos. Dejando sin aire a la rubia, casi olvidando por completo lo último que
la dijo. Alex con respiración entrecortada se separó unos centímetros:
— Es la primera vez que voy a decir algo honestamente, importándome los
sentimientos de otra persona, precisamente los tuyos. No soportaría verte
sufrir y verte marchar es algo que no puedo imaginar. Te mentiría si te dijese
que en un principio no lo fuiste, porque si, eras una más que pasaría por mi
cama y la tacharía de la lista. Me mentirías si me dijeras que en un principio
no me querías solo para follar, no me soportabas para otra cosa ni yo te
soportaba a ti, pero ahora estamos en otro punto y en este punto te digo que
no eres ningún juego.
Clara estaba derretida, ante la cercanía de Alex, por su forma de mirar, por
como la había besado o como la tenía entre sus brazos. Su orgullo y dignidad
se iba al garete, porque siempre acababa accediendo ante la morena:
— ¿Me lo dirías? — solicitó Clara— Si tanto dices que eres honesta ¿me
dirías que eres Vesta?
Juraría que en esos instantes había cierto atisbo de miedo en la mirada de
Alex:
— Monta en el coche— dijo al final— te quiero enseñar algo
Dio unos pasos atrás para dar espacio y que ésta, aturdida fuera hasta el
asiento del copiloto. De ese coche demasiado lujoso para ser un coche de
alquiler:
— Vaya con los coches de alquiler
Resultaba que era un Lamborghini Murciélago color negro metálico. Alex la
miró con una ceja alzada:
— Este coche es mío
Clara quedó con la boca abierta. Hasta el momento había visto a Alex con
un Mercedes de lo más normalito y viajar en transporte público. Aquello la
hizo fruncir el ceño, siempre la había tachado de materialista y resulta que
tenía entre sus posesiones un coche para nada barato:
— ¿No ibas de humilde por la vida?
Dijo Clara mirando solicita a Alex:
— Tengo ciertas debilidades
Respondió mientras se abrochaba el cinturón:
— ¿Cómo cuáles?
— La primera eres tú— encendió el motor, aquel coche rugía con potencia.
Aunque Clara se quedó más con el detalle que le dijo en un principio— la
segunda es la velocidad, así que ponte el cinturón.
Apenas tuvo tiempo de abrocharse el cinturón cuando el coche rodó como
una exhalación. Agarrándose el salpicadero y mirando con cierto temor a
Alex. Que parecía disfrutar de aquel potente coche:
— En lo que tú te esforzabas por sacarte tu carrera en Oxford, siendo la
estudiante e hija ejemplar— decía sin dejar de mirar la carretera— yo me
drogaba, salía de fiestas, bebía, participaba en peleas, en carreras ilegales y
todas las cosas que una buena chica no debe hacer.
— ¿Y aun así te sacaste la carrera de ingeniería?
Preguntó sorprendida Clara:
— Supongo que fue cuestión de suerte, porque me beneficiaba a la decana y
porque tengo un nivel intelectual por encima de la media.
La rubia la miró ceñuda:
— Si tienes un nivel intelectual por encima de la media— sonaba un poco
cortante— ¿qué necesidad había de tirarse a la decana?
— ¿Necesidad? Ninguna, lo hacía porque la mujer estaba buena y porque
era excitante tirarme a una superior. Ahora, de todo lo que te he dicho, lo que
te ha parecido más escandaloso es que me tirase a la decana— rompió a
carcajear— hace un año conocí a Tanya. Ella es dominatriz— Clara achicó
los ojos— en mi búsqueda de experiencias quise probar el BDSM y fui su
sumisa o intente serlo— soltó una pequeña risa— soy demasiado dominante
para someterme a nadie.
— ¿También te has tirado a Tanya?
— ¿Qué? No— reaccionó escandalizada— Con Tanya nunca me he
acostado.
— Debe ser la única mujer en la tierra ¿Con cuantas mujeres te has
acostado?
Dijo con sorna. Alex puso los ojos en blanco:
— Clara, te has puesto pesadita con el tema BDSM ¿Para luego centrarte
más en mi vida sexual?
— Solo respóndeme a esa pregunta y sigo escuchando tu relato
La morena suspiró fuertemente a la vez que giraba a la derecha,
desviándose por un camino más estrecho, de vez en cuando veía alguna que
otra casa:
— No lo sé, no las he ido contando
Clara tenía tan puesta la mirada en Alex que apenas se había percatado de
todo el trayecto, ni que ya se habían detenido. A saber, la velocidad a la que
había ido, a una normal y permitida por la ley desde luego que no. Que Alex
fuera una mujeriega y tuviera una vida sexual activa no le era desconocida.
Su mente traicionera recordó a un mal bicho como Chloe. Sí, podía ser una
zorra de mucho cuidado, pero estaba jodidamente buena, parecía salida de
una revista de victoria secrets. Eso no le generaba seguridad:
— ¿Ahora qué te pasa?
Clara bajó la cabeza y se miró. Vale, no estaba mal, pero se consideraba de
lo más normalita, segura de que Alex había estado con mujeres más atractivas
que ella:
— No sé, sé que has tenido una vida sexual muy activa, supongo que
pensar en mujeres atractivas detrás de ti, me ha dado algo de inseguridad.
Alex esbozó una sonrisa, se inclinó hasta Clara y le acarició:
— Ahora mismo para mí, no existe otra mujer que tú Clara. Ahora— dijo
dándola un beso en la frente— Ven, me has pedido sinceridad y te la voy a
dar.
Clara miró alrededor antes de bajar del coche y quedó ojiplatica. Era de
esperar mucho verde, aunque a cada tantos metros entre árboles se divisaban
otras casas. Y justo, la parte trasera de la casa de Alex se veía un hermoso
lago. La casa no era muy grande, pero tampoco se consideraba chica, era una
mezcla entre “la casa del lago” y la casa de los Cullen en “crepúsculo”
boquiabierta la siguió hasta adentrarse a ese pequeño palacio. Era luminosa,
libre de polvo:
— Como iba diciendo— siguió comentando Alex conforme subía las
escaleras— Tanya llegó a la conclusión de que yo no valía para ser sumisa, ni
ella mi ama. Pasó a ser mi tutora— Llegaron hasta el final del pasillo se giró
y miró a la rubia— después de lo que te voy a decir— dijo con cierta
aprensión— entendería que quisieras irte o que me odiases, pero en ningún
momento te he mentido cuando te he dicho que te necesito— Clara cogió aire
y se preparó para lo siguiente que vendría al abrir la puerta que había ante
ellas— aquí nació Vesta
La habitación era, una mezcla entre habitación porno por el color rojizo de
las paredes y algo de mazmorra por la cantidad de látigos, fustas, palas,
cadenas, esposas, joder si había hasta cuerdas y otra clase de utensilios que a
saber que narices eran. Clara, totalmente atónita entro en aquella habitación:
— Hasta el momento— comenzó a decir en shock— pensaba que me había
acostado primero con otra mujer y siempre habías sido tú. Te has estado
acostando conmigo como Vesta y Alex— La miró con rabia— te has
aprovechado.
Eso último no le gustó mucho a la ojiverde:
— Clara, fuiste tú quien buscó a Vesta— se cruzó de brazos algo incomoda
— pudiste haberte negado, nunca te obligué a nada, siempre te he respetado
como tal ¿te piensas que es un juego? Pues no, existen reglas tanto por una
parte como por la otra. Creo habértelo explicado en más de una ocasión—
Clara se giró en esos instantes no pensaba con claridad y no podía mirarla a la
cara— seguro, sensato y consensuado. Hasta para eso te respeté cuando tú
relación con Vesta es de metaconsenso.
— ¿Qué narices significa eso?
Preguntó algo airada:
— Que siempre marcaste tú los limites, eres mi esclava Clara, los limites
los debí de marcarlos yo como ama.
Clara rio con ironía:
— Ahora hablas como primera persona.
— Vesta es un personaje de rol que solo existe en cada sesión. Te estás
haciendo la víctima, nunca te he mentido. Cuando se inicia una sesión Alex
no existe y cuando termina Vesta desaparece. En su día te dije lo que te podía
ofrecer como Alex y aun así te he dado muchísimo más. Como Vesta también
te di mucho más.
— Disculpa si me creo en pleno derecho de sentirme la victima aquí.
Dijo Clara con frialdad:
— Maldita sea Clara— dijo irritada Alex, alterada comenzó a gesticular
con las manos— desde que me reencontré contigo no he estado con ninguna
otra mujer— dijo con reproche— y tú te has acostado con William y hasta
hoy pensabas que te acostabas con otra mujer aparte de mí ¿Te crees que me
hacía gracia?
— ¿Ahora me reprochas eso? Según tú no hay exclusividad, que no quieres
enamorarte
Alex estaba de pie, con los brazos en jarra, esbozó una sonrisa nerviosa y
agachó durante unos segundos la cabeza, para luego alzarla con los ojos
brillantes, debido a que contenía las lágrimas:
— Debe ser que he fallado en ambas cosas— eso sí que dejó sin aire a
Clara— querías que te dijera la verdad ya la tienes— Apretó la mandíbula y
miró con rabia a la rubia— ahora seré yo la que te pida algo. Vete a la puta
mierda, Clara
Dicho aquello salió de la habitación, dejando a una rubia más en Shock.
Pero qué narices ¿le había confesado que la quería?
Ruth salió de la ducha, había corrido un rato con la cinta. Necesitaba
despejarse. No era una mujer de relaciones serias. Prefería vivir como un
pájaro libre, pero en los últimos días no se quitaba a Olaya de la cabeza.
Cuando le dijo que Alex era Vesta, no pudo evitar defender a su amiga. Clara
a simple vista podía parecer caprichosa, remilgada y tiquismiquis, pero en el
fondo era una buena persona que no se merecía ser engañada. Olaya es amiga
de Alex y entendía que la defendiera, solo en parte, por otra mentir a una
persona está mal. Comenzó a vestirse, cuando el teléfono móvil comenzó a
sonar. Pensando en la reina de roma:
— ¿Qué pasa finolis?
Preguntó animada Ruth. Hacía tres días que se había ido de viaje con Alex
la dominatriz:
— Clara— Ruth dejó de sonreír a su amiga alterada— tranquilízate ¿Qué
ha pasado?
— ¿Qué ha pasado? — se escuchó al otro lado del teléfono— que hoy Alex
me ha confesado. Mierda me ha confesado muchas cosas y no sé cómo
encajarlas.
— Pero ¿Qué te ha confesado?
— Ruth, me ha confesado que es Vesta— soltó una risita nerviosa— y
después de ese bombazo me ha dejado caer que se ha enamorado de mí. No
sé qué hacer, yo también la quiero.
— Ruth suspiró porque así no tenía que sentirse mal al ocultar ese dato que
ya sabía:
— ¿Dónde estás?
—En una casa que tiene en Ontario. Me ha mandado a la mierda con todas
las de la ley.
— ¿Te confiesa que te quiere para luego mandarte a la mierda?
— Hemos discutido.
Ruth puso los ojos en blanco:
— Clara de verdad que sois complicadas, ella te dice que te quiere y tú la
quieres. Hacer lo de siempre.
— ¿Qué?
— Gritaros, insultaros, mandaros a la mierda y a arreglarlo follando como
conejos.
Se escuchó como Clara gruño por la irritabilidad:
—Está sentada en un banco que hay cerca del lago, voy a intentar
acercarme.
— Ahora tienes un dos por uno, Ama y Novia en un mismo pack que
suerte tienes hija, ale a daros azotitos.
— Te odio
— No es cierto
— Ya te llamo para contarte.
Ruth no estaba muy por la labor de querer ver a Olaya. Volviendo loca a la
amiga de Alex, pues ojos castaños era como un huracán y arrasó con O.
desde un primer instante. Desde la primera noche que se conocieron. Ruth era
divertida, alegre, sensual, jodidamente buena en la cama y en la intimidad
mostraba una personalidad increíble. Tanto como para poder abrirse y contar
los estigmas que lleva cargando desde que era una niña, también contó cómo
conoció a Alex, obvio nunca la contó la historia de su amiga. Siempre había
sido un encanto, hasta que lo jodió todo por bocazas. O. intentaba acercarse a
Ruth, la echaba de menos, pero ¿cómo pedirla disculpas? No era una mujer
que esperara flores ni bombones. Hasta que vio algo que a lo mejor la
ayudaba.
Olaya estaba apoyada en la pared, esperando a que Ruth saliera del portal
de su casa. Se sentía un poco acosadora. Esperó más de dos horas, por culpa
del café que se había tomado hizo que le dieran ganas de orinar, pero no
quería arriesgarse de que se la escapara, así pues, espero y aguantó como una
campeona, por fin la amiga de la rubia salió de su casa:
— Ruth
Llamó Olaya sorprendiéndola por la espalda. Ruth puso los ojos en blanco
y quiso hacer oídos sordos. O. había sido una de sus pocas excepciones, por
lo general no solía salir de marcha, de cenas ni ir al cine con sus rollos:
— Por favor no me ignores
Ruth paró en seco y se giró toda digna ella:
— ¿Qué quieres?
— Disculparme
Olaya entre los nervios le dio ganas de orinar y se veía la mar de ridícula
moviéndose de un lado para el otro, intentando contenerse:
— O. tengo prisa, quedas absuelta de tus pecados, ale ve con Dios hija.
Se giró para marcharse, pero O. volvió a detenerla:
— ¿Por qué no aceptas salir este sábado conmigo? En son de paz
— Así está bien
Dijo girándose para mirarla de nuevo, ya ceñuda, pues sus movimientos
inquietos la ponían de los nervios:
— Tengo entradas para un festival de Rock, van a ir los Disturbed— decía
haciendo “el bailecito del me meo” moviendo la cadera de un lado para el
otro mientras apretaba los muslos— no tiene que ser en plan folla amigas,
solo en plan amigas ¿qué te parece?
Disturbed, mierda la encantaba los Disturbed. Obvio no iba a perder esa
oportunidad, aunque claro que se iba hacer un poco la dura y fingió sopesarlo
durante un momento:
— Está bien— dijo al final alegrando a la ojiverde— pero en plan amigas—
frunció el ceño— ¿qué te pasa que no estas quieta?
— Llevo horas esperando a que salgas y me estoy meando
Ruth rompió a reír:
— Ven a mi casa anda y libera tu vejiga que te lo va a agradecer
— Gracias
Dijo como si le hubieran escuchado sus plegarias.
Capítulo 27 - Habitación roja
Clara poco a poco se acercó hasta donde estaba Alex, se hallaba sentada en
un banco, mirando al lago, con un brazo extendido en el respaldo
produciendo su tamborileo con los dedos, a cada paso que reducía la distancia
entre ambas se le aceleraba el ritmo de su corazón, tragó saliva y se plantó
delante de la morena, que rápidamente la miró ceñuda y tensa:
— ¿Qué haces que todavía no te has largado? — Se cruzó de brazos— no
vaya a ser que me vuelva aprovechar de ti.
— Alex— dijo con un hilo de voz, teniendo que carraspear para adquirir
valor, se acercó y se sentó a su lado— No quiero que “hasta esto dure” acabe
hoy, no quiero que lo nuestro, sea lo que sea que tengamos acabe hoy ni
acabe nunca.
La ojiverde le apartó la mirada de nuevo esa expresión afligida ¿Tan difícil
era decir lo que sentía? Tragando saliva, la rubia se aventuró a agarrarla de la
mano, la morena reaccionó mirando aquel agarre de manos:
— Clara, cargó con mucho intentar tener algo contigo— aferró su mano
fuertemente— es pedirte demasiado.
— Esa es mi decisión
El labio de Alex tembló, puede que de nerviosismo o emoción. Dio unas
palmaditas a su muslo pensativa, para luego levantarse:
— Ven, te quiero enseñar una cosa
¿Más cosas? Pensó Clara, aun así, asintió con la cabeza y se dejó guiar a
dentro de la casa, agarradas de la mano. Fueron hasta el salón, ahí Alex le
soltó de la mano para retirar un cuadro de la pared. Vaya, vaya una caja
fuerte en su casa apenas habitada:
— No solo vine a Ontario por tema de negocios— dijo mientras introducía
el número secreto— es más, lo que buscaba lo encontré en chicago— abrió la
puerta de la caja. Joder cuánto dinero, la caja estaba llena de fajones de
billetes e incluso había de otros países— Eres mi única esclava, siempre
evadí esa responsabilidad, el metaconsenso es demasiado compromiso, es
más eres la única con la que me he acostado como ama— de nuevo estaba
dejándola sin aire, la morena parecía estar buscando algo, hasta que sacó una
pequeña cajita y cerró la caja fuerte— no tenía pensado darte esa pulsera en
un principio, porque la pareja la perdí hace tiempo— se acercó y abrió la
caja, dentro había dos anillos con un trisquel BDSM— Sin embargo, si quería
que llevaras uno— tragó saliva— este anillo— dijo señalando el anillo más
pequeño— diría al mundo que eres mía, mi esclava y este, que soy tú ama. El
compromiso que nunca te di como Alex te lo he dado como Vesta— esbozó
media sonrisa— tenemos un contrato— frunció el ceño— si me pides que
deje a tus hermanos los sumisos lo haré, si me pides que deje el rincón del
castigo lo haré, Vesta será solamente tuya— Sacó el anillo de la cajita—
¿Qué me dices? Clara, ya eres mía, pero es algo que me gustaría que el
mundo supiera, al menos el mundo BDSM
El corazón de Clara amenazaba salir disparado. Estaba hablando de Vesta,
estaba hablando de que solo sería su ama, leches es que era un puñetero
compromiso, vale que no se lo estaba dando como Alex. Al final Ruth tenía
razón, ya no solo tenía a Alex, también Vesta se había entregado a ella. Con
una sonrisa de oreja a oreja se lanzó a los brazos de Alex y la besó:
— Eso es un ¿sí?
— Sí— durante unos segundos se puso seria— y claro que quiero que
dejes el rincón del castigo, ni quiero hermanos sumisos.
La ojiverde esbozó una sonrisa, le puso el anillo con el trisquel y
seguidamente se puso el suyo, tiró la cajita encima del sillón y la atrajo hasta
pegarla a ella, la miró a los ojos durante unos segundos intensamente, dibujó
una sonrisa en sus labios, no la media sonrisa que tanto amaba, si no que
ambas comisuras de los labios estaban curvadas, era preciosa. No hacían más
palabras ¿para qué malgastar más saliva? Lo que realmente querían era que
sus labios tomaran contacto. La morena fue quien dio el primer paso
inclinándose hasta que sus bocas se rozaron, Clara pasó su mano por su nuca
para atraerla más y profundizar ese beso. Suave, sensitivo, dulce, sintiendo
como la morena la estrechaba aún más fuerte entre sus brazos, como si
quisiera fundir ambos cuerpos en uno:
— Entonces podemos tener una sesión BDSM— comenzó a decir Clara a la
vez que recuperaba un poco de aliento— ¿siempre que queramos?
— Una buena sesión BDSM debe ser premeditado— respondía a la vez que
la acariciaba en la mejilla— por ambas partes, planear que tipos de juegos va
a ver, juegos de rol, fantasías o dejar volar la imaginación
Esbozó una sonrisa pícara, le agarró de la mano y comenzó a tirar de ella de
nuevo, la rubia sonriente, se dejó guiar al piso de arriba. Incluso eso era
excitante, porque sabía dónde la estaba guiando. A la habitación roja. No es
que entraran y lo primero que recibiría sería cuatro latigazos y diez azotes.
Hasta el momento estaba siendo de lo más dulce, le soltó de la mano y colocó
dos cojines que formaban una especie de rampa erótica:
— Siéntate ahí y espera
Ordenó la ojiverde a la vez que buscaba y escogía juguetes. Lo primero fue
el collar de sumisión. Vesta era el otro extremo de Alex, dentro de sus juegos
masoquistas mimaba a Clara. Preparó un par de puños o conocidas como
esposas de cuero cuyo interior estaba forrado de terciopelo color rojo y de
toda la variedad de látigos, acabó escogiendo uno de suaves flecos negros, el
puño tenía una forma extraña, no era el típico agarre de cuero negro y un
utensilio cuya forma no era para nada alentador, pues tenía como una especie
de mango metálico acabado en una ruedecita giratoria con muchos, parecía
una pieza quirúrgica para torturar:
— Levántate— ordenó cuando terminó de prepararlo todo— una sesión
corta no hará daño a nadie
Clara acató la orden ¿de quién? ¿Alex o Vesta? Aun no llevaba puesto el
collar, así que técnicamente era Alex que comenzó a desnudarla lentamente:
— ¿Siguen estando prohibidos los besos?
La morena bajó la cremallera y le quitó con suavidad sus tirantes, dejando
caer la prenda al suelo:
— El contrato sigue siendo el mismo— contemplo el cuerpo de la rubia con
deseo, antes de acariciarla la mejilla, acabando en sus labios— con la única
diferencia es que no me vas a pagar— agarró el collar para ponérselo, pero
quedó pensativa durante unos segundos— No sabes lo difícil que se me hace
no poder besarte— la acercó y la besó con hambre, acabando atrapando su
labio inferior, provocando que Clara gimiera— por lo menos quitarme el
mono antes de ponerte el collar y no estar tan tentada.
Clara miró los labios de Alex:
— Yo también muero por besarte— se pegó aún más al cuerpo de la
morena— ¿Por qué pusiste esa mierda de clausula en el contrato?
— Porque considero los besos como una huella dactilar— respondía Alex a
la vez que sus manos no dejaban de acariciar su cuerpo desnudo— difícil
encontrar a dos personas que besen de la misma forma. O te besaba Vesta o
Alex y no podía esperar a cada sesión para perderme en tu boca
Le puso el collar iniciando la sesión, en esa habitación no estaba Alex la
cavernícola, estaba Vesta la ama y Clara la esclava. Vesta fue hasta un
pequeño armario y sacó una mascará:
— A muchos amos les gusta privar la visión de sus sumisos— dijo
acercándose a Clara para colocarle la máscara, era de cuero y tapaba lo que
era toda la mandíbula, le permitía respirar y hablar, algo que un Bag Gall no
— así evitamos tentaciones.
Le puso la máscara, ambas tenían contacto visual:
— Sin embargo— siguió explicando con su voz llena de sensualidad—
prefiero todo lo contrario, una mirada me dice mucho, sobre todo cuanto lo
disfrutas— agarró la espuela, un utensilio con ruedecita giratoria de pinchos
— estira el brazo
Clara insegura ya que no dejaba de mirar aquel objeto lleno de pinchos
puntiagudos, acabó acatando su orden. Vesta con una mano agarró su muñeca
y con la otra procedió a pasar la espuela por el antebrazo. La estética del
objeto asustaba mucho más. Cosquillas no hacía, pero tampoco dolía como
para retirar el brazo y el contraste que hizo al pasar la mano lo hizo…
excitante:
— ¿Te ha dolido?
Preguntó conforme pasaba su mano suavemente y con sensualidad:
— En un principio— dijo Clara mordiéndose el labio— pero luego es
placentero
— Túmbate boca abajo
Dijo con voz ronca. Clara acató su orden. Vesta le puso uno de los puños en
los tobillos y los otros colocando los brazos por la espalda. En un principio
comenzó a jugar con la espuela por todo su cuerpo, quedando marca por
donde lo pasaba, haciendo que se retorciera entre dolor y placer. Las manos
de Vesta eran ardientes:
— La espuela tan solo es un complemento para jugar un rato— decía Vesta
lo pasó por sus glúteos, se esperaba la caricia para aliviar el dolor y darle el
contraste, sin embargo, sintió un fuerte azote, Clara puso su cuerpo tenso
mientras que Vesta siguió pasando los flecos del látigo creando cierto
cosquilleo, se la escucho suspirar sonoramente, se estaba excitando mucho, la
rubia no se quedaba atrás, sintiéndose bien ¿por qué narices le hacía sentirse
libre y excitada aquellos juegos? No lo sabía, tan solo quería más— el
spanking es más divertido y excitante, no tenses los músculos así conseguirás
que te duela más.
De nuevo repitió el proceso azote, acaricia con flecos, azote acaricia con
flecos, azote acaricia con las manos, incluso se le escapaba algún gemido a
Vesta. Se separó y por cambiar de juego, comenzó a acariciarla con los flecos
del látigo, desde los tobillos, nalgas, espalda baja, los hombros, a la altura de
los omoplatos hizo unos movimientos de muñeca, flagelándola suavemente,
incitando a que esbozase algún gemido por parte de Clara. Presionó un poco
la parte trasera del cuello, hundiéndola en aquel cojín:
— ¿A quién debes gradecer el placer que estas recibiendo esclava?
— A ti
La voz de Vesta era autoritaria, aun así, parece ser que no le gusto aquella
respuesta ya que volvió a recibir otro azote:
— ¿A quién? ¿Quién es tu ama?
— Vesta, mi ama es Vesta
Aún sin quitarla las esposas la giró quedando ahora cara a cara. Los ojos
verdosos de Vesta estaban oscurecidos y dilatados, su pecho se agitaba
rápidamente debido a la adrenalina que recorría por sus venas. Se quedó
mirando sus pechos durante unos segundos y esbozó una sonrisa pícara antes
de ir a por otro objeto. Era una cadena cuyos extremos acababan en dos
pequeñas pinzas, Clara puso ojos como órbitas, ya podía imaginarse donde
podía colocar eso. Vesta se colocó a horcajadas sobre el cuerpo desnudo de la
rubia, como siempre sintió la excitación a través de su tela, su entrepierna
estaba ardiendo y mojada. Pasó sus manos por sus pechos, jugando y
estimulando sus pezones, haciendo que se retorciera más y jadeara. Vesta se
humedeció los labios observando aquellas dos bellezas apuntando a ella,
levanto la cadena con las pinzas:
— ¿Quieres que te las ponga? Suplica esclava
De nuevo su voz autoritaria. Clara, tenía la respiración entrecortada y el
cuerpo le ardía, curvó la espalda y realzando sus pechos comenzó a suplicar:
— Por favor mi ama, quiero que me los pongas— meneo el torso— aquí en
mis pechos, por favor ama Vesta
Vesta satisfecha empujó a Clara para que estuviera pegada en el cojín, no
estaba muy cómoda con las muñecas aun esposadas en la espalda. Gimió
fuerte al notar la presión de las pizas sobre sus pezones, el placer aumentó
cuando su ama, comenzó a jugar con la cadena, tirando un poco de ellas. La
rubia curvó de nuevo la espalda, el placer estaba siendo tanto que comenzó a
mover la cadera instintivamente. Vesta se percató de aquel detalle, mostrando
su última sorpresita, tiró fuertemente de la cadena quitándola del tirón las
pinzas, Clara sin poder remediarlo gritó, para terminar, suspirando ante las
caricias de Vesta sobre esa zona:
— Hubiera estado bien hielo, alivia y da más placer.
Agarró el látigo con flecos y comenzó a acariciar de nuevo su cuerpo
primero por cada centímetro de su torso, sus piernas terminando en su
entrepierna. Clara gimió cuando ésta pasó los flecos por su sexo, totalmente
lubricado:
— ¿sabes por qué este mango no es común?
Preguntó Vesta mientras le mostraba el mango del látigo. Clara totalmente
acalorada, negó con la cabeza. La morena esbozó una risita, giró el látigo y
comenzó a acariciar su centro con el mango, Clara curvó aún más la espalda
alzando la pelvis, buscando aún más fricción. Lo sentía suave, excitante y
Vesta no tenía intención de parar, es más le sorprendió encendiendo el
vibrador que llevaba incorporado. Haciendo que se retorciera más y
aumentara sus jadeos. Sexólogos afirman que todos los orgasmos se sienten
igual, pues el que estaba a punto de experimentar Clara era mucho más
intenso que el del avión:
— ¡Por favor, no pares Vesta! — decía moviendo aún más la cadera hasta
comenzar a convulsionar— siii
La morena retiró el látigo, parando el vibrador, mientras Clara se
recuperaba, ésta le quitaba los puños de los tobillos, masajeando cada zona
fustigada, con sumo cariño y mimo, también le quitó las que tenía en las
muñecas, la máscara y por último su collar. Consiguió hacerse un hueco en el
cojín y se tumbó a su lado, totalmente sonriente. Clara carcajeó tontamente:
— Me vas hacer una adicta al sexo
Alex negó con la cabeza sin dejar de sonreír y la acarició la mejilla:
— No te engañes Clara, ya eres una adicta al sexo
— No— argumento a la vez que se ponía encima de Alex— solo al sexo
contigo
La rubia comenzó a desnudar a la morena que no oponía mucha resistencia:
— ¿Conmigo o con Vesta?
Preguntó Alex alzando las cejas. Clara volvió a reír:
— Con ambas
Respondió cuando procedió a quitarle los zapatos:
— Tenemos que ir a comprar, no hay ni gota de comida
— Ya— dijo riendo Clara a la vez que le quitaba los pantalones y su ropa
interior— bueno ahora mismo me apetece comer otra cosa.
Alex esbozó una carcajada:
— ¿No has tenido suficiente con la sesión que te ha regalado Vesta?
— Ahora— dijo mientras le daba besos húmedos por los muslos— quiero a
Alex
La ojiverde aun sentía nerviosismo al sentir la cercanía de Clara en sus
partes más íntimas, puede que, por falta de costumbre, sin embargo, decidió
oponer resistencia a sus instintos y dejar que la rubia siguiera, que no tardó en
torturarla con su lengua, menos tímida que la noche anterior. La morena ya
estaba excitada, mucho más excitada que en otras ocasiones. Alex curvó su
cuerpo, gimiendo sonoramente. Clara estaba animada, disfrutando de aquel
sabor que tanto le encantaba hasta que sintió que empujaba de su cabeza. Se
retiró quejumbrosa ¿qué había hecho mal?:
— Clara— la miraba intensamente— ven túmbate encima
La rubia se deslizó sobre su cuerpo, quedando su pelvis entre sus piernas.
Alex pasó su mano por su nuca y la atrajo para besarla, saboreando de
aquellos labios su propia esencia. Después de estar un rato así, se separó para
acoger aire y perderse en el azul de sus ojos:
— Clara— dijo con voz temblorosa, pues sus últimos muros iban a ser
derribados, apunto de entregarse por completo a esa mujer que se hallaba
encima y a la que amaba, la aferró de sus mejillas para intensificar su mirada
— Vesta es tuya, ahora como Alex me entrego a ti
— ¿Estás segura?
Preguntó Clara, entre sorprendida y feliz, era consciente de que Alex le
estaba dando algo muy importante y de nuevo lo sintió como una declaración
de amor. Aunque de sus labios aún no había escuchado ese “te quiero”. Alex
tragó saliva a la vez que de nuevo se le escapaba una lágrima traicionera:
— Demuéstrame que los niños malos no solo servimos para dar placer—
acortó distancias hasta quedar a escasos centímetros de su boca—
demuéstrame que también tengo derecho a ser feliz
— No sé quién te metió esa absurda idea en la cabeza, Lex. Para mí
siempre fuiste mucho más que un consolador comandante.
Alex curvó la comisura de sus labios, Clara la acarició de la mejilla,
retirando la humedad que había dejado sus lágrimas:
— Amé tú sonrisa desde un principio— su mano inició el descenso,
acariciando su cuello, hasta llegar a su seno, justo el que tenía la cicatriz—
aun intentando ser ruda, siempre has estado ahí protegiéndome— La
respiración de ambas aumentaban conforme descendía por su abdomen—
todas las veces que has bajado la guardia he visto una Alex realmente honesta
y bondadosa.
— Clara, despacio
Dijo reaccionando con cierto temblor, al notar la mano de la rubia
acariciando su sexo:
— Déjame decírtelo Alex— dijo con sus dedos ya en la obertura de su
sexo, la ojiverde la miró ceñuda, sin saber a lo que se refería— déjame
decirte que te quiero
En ningún momento se habían dejado de mirar a los ojos:
— Hazlo
Respondió al final con un hilo de voz la morena:
— ¿El qué? ¿Deslizarme dentro de ti? O ¿decirte que te quiero?
Alex subió sus manos por el contorno de su columna, hasta enredar sus
largos dedos con los cabellos de la rubia:
— Ambos
Clara se lanzó a sus labios a la vez que con suavidad deslizaba en su
interior un dedo, Alex esbozó un suspiró sonoramente temblorosa. Todo
estaba siendo un proceso suave, tierno lleno de amor, a la que enseguida
sumó un dedo más. Derribando muros y mostrándose débil ¿Cómo no llorar?
En el fondo nunca se había sentido así, no solo la felicidad, sino el proceso
sexual en sí nunca la había hecho el amor como lo estaba haciendo Clara, ni
creía que aquello existiera hasta ese momento:
— Te quiero, Alex
Hasta la misma Clara se dejó llevar por aquel momento tan intenso,
derramando lágrimas también. Entre besos, miradas y penetraciones suaves,
aunque aumentando de intensidad, cada vez más rápidas. La ojiverde cerró
fuertemente los ojos, escondiendo su rostro en el cuello de la rubia, en un
principio acalló sus gemidos, para luego jadear fuerte y terminar tensándose
con un fuerte:
— Clara
Ésta respondió de nuevo con otro beso a la vez que la abrazaba
fuertemente. Alex con una sonrisa dibujada en el rostro, ojos humedecidos,
Respondió a su abrazo:
— Me elevas, Clara— dijo pegando su mejilla con la frente de la rubia,
que estaba apoyada en su hombro— me elevas a lo más alto, ahora me tienes
en tus manos, totalmente tuya.
— ¿Es tú forma de decirme que me quieres?
— Es mi forma de decirte que mientras mi corazón lata, hare todo lo
posible por protegerte y hacerte feliz ¿te sirve esa respuesta?
Clara alzó la cabeza para encontrarse con la mirada de Alex:
— ¿Eso quiere decir que vamos a formalizar esto que tenemos?
— No sé qué tenemos, lo único que te puedo decir con certeza es que por
mi parte solo existes tú.
— Pues lo que tenemos tiene nombre, Alex— dijo Clara sonriente y
abrazándose más a la morena— se llama noviazgo, porque yo también soy
totalmente tuya.
Primero rieron como unas auténticas tontas, seguidamente como si de unas
adolescentes se tratasen comenzaron a jugar haciéndose cosquillas, entre
abrazos y besos. De algo comenzaba a estar segura Clara, es que siempre
había estado destinada a estar junto a Alex Woods y no con William Wiyatt.
Mientras tanto en Portland, Finigan llevó a Helena a un restaurante chino.
Obviamente premeditado, en una mesa plagada de micrófonos que en un
principio había preparado Taylor, que se hallaba en una furgoneta de
vigilancia:
— ¿Llevas mucho tiempo trabajando en la empresa?
Preguntó Finigan mientras miraba la carta de comidas:
— Desde que entró la señorita Woods a trabajar— dijo quitándose las
lentes— ella fue quien me contrató
— ¿Te gusta trabajar con la señorita Woods?
— Es agradable y aunque parezca fría en el fondo se preocupa por sus
empleados.
Finigan asintió con la cabeza y sonrió:
— Eso es bueno, un jefe que se preocupa por sus empleados
— Finigan— se escuchó la voz de Taylor por el pinganillo que tenía el
agente— sigo diciendo que debemos investigar a Patrick Woods. Por lo que
he podido saber Alex Woods solo está en la empresa por petición de su
padre.
— ¿Ya has visto lo que vas a pedir?
Preguntó Finigan ignorando los comentarios de su compañera. Para que
mentir, Finigan veía en Alex un rival que debía aplastar. Helena solo era un
movimiento estratégico, su verdadero interés romántico era cierta rubia:
— Siempre pido lo mismo, Wan tun frito y pollo al limón
— Pediré lo mismo entonces— dijo dejando la carta a un lado y esperando
a que llegaran el camarero— ¿Lleva mucho en la empresa? ha sido llegar yo
y largarse de viaje.
— Hará como un año.
Al fin después de un rato apareció un camarero, que tomó comanda
enseguida. Ambos de beber pidieron agua:
— ¿Y la ve aplicada en el trabajo?
Helena, ya ceñuda apoyó los codos a la mesa y posó su barbilla en las
manos:
— ¿A qué viene este interrogatorio? Señor Finigan
Finigan se apoyó en el respaldo de la silla y cruzó las piernas:
— Solo me aseguro si debo o no confiar en mi socia.
Helena rompió a reír, puesto que había calado a Finigan en ese instante:
— ¿Por esa razón me ha invitado a comer? Quiere saber sobre mi jefa— se
inclinó un poco más— Podía haberme preguntado en la oficina y haberse
ahorrado todo este numerito.
Finigan esbozó una sonrisa inocente, el camarero apareció con el aperitivo,
espero a que se marchara y colocándose la servilleta en los muslos:
— Verás Helena siempre es agradable charlar mientras se come ¿No cree?
— ¿Por qué desconfía de la señorita Woods? — Preguntó Helena curiosa—
en esa empresa esté o no esté, quien manda es su padre
— Te lo dije
Volvió a decirle Fisher por el pinganillo:
— Si por ella fuera estaría dedicando su tiempo en otras cosas, lo único que
se dedica es firmar papeles que ni mira y volver locos a los de la limpieza
pegando bolas de papel en el techo, las paredes y no es de extrañar que use su
despacho de vez en cuando con algún ligue que haya conocido en el ascensor.
Finigan alzó las cejas:
— Vaya, toda una flor delicada.
— ¿Celoso? — dijo Taylor esbozando una carcajada— hasta yo reconozco
que Alex Woods tiene su punto excitante.
— Pues tíratela— susurró Finigan— ¿A mí que me cuentas?
— ¿Disculpa?
Dijo Helena antes de llevarse a la boca su Wan tun:
— Nada, que tiene buena pinta.
— Por mí no habría problemas— respondió entre risas Taylor— Pero por
lo que pude averiguar cierta escritora se me ha adelantado.
— Eso ya lo veremos
Susurró Finigan antes de llevarse la copa de agua a la boca.
Les costaron un mundo dejar de abrazarse, besarse y tocarse, para
levantarse e ir a hacer las compras. Se acercaron hasta un pequeño
supermercado. Alex llevaba el carrito de la compra, lo que Clara se empeñaba
en echar comida biológica al carrito, la ojiverde cogía lo primero que pillaba,
primordialmente comida basura, bebidas azucaradas y toda una caja de
bebidas energéticas:
— ¿Tú quieres que te explote el corazón? — preguntó Clara observando
los productos que había cogido Alex— si no es por exceso de colesterol será
por exceso de cafeína.
— Primero— comenzó a decir mientras recorrían los pasillos del
supermercado— no soy tan tiquismiquis con la comida como tú y segundo,
necesito bebidas energéticas ¿quieres que esté al cien por cien para ti no?
Preguntó mientras la atraía, la abrazaba y atacaba su cuello. Clara entre
risas intentaba separarla:
— Qué bonito es el amor
Se escuchó una voz femenina a sus espaldas. Era una de las empleadas del
supermercado:
— Encuentras a la que piensas que es el amor de tu vida— comentaba
mientras reponía la comida en los estantes, aunque Alex sentía cierta
perturbación por su presencia— te casas jurando amor eterno— poco a poco
Alex fue retrocediendo, esa mirada ya la había visto antes, solían ponerla
alguna mujer despechada con la que se ha acostado— Y luego te estampas
contra un muro
La voz de la chica comenzaba a sonar con rabia:
— Clara— dijo Alex entre susurros y con cara de pánico— deja el carro y
despacito nos alejamos.
La chica fijó una mirada llena de rabia a la ojiverde:
— ¿sabes por qué cuento esto? — Hasta Clara sintió pánico ante aquella
expresión psicópata — Porque un día aparece una zorra toda buenorra—
comenzó a tirarle comida a Alex— y no solo se acuesta con tu mejor amiga,
con tu hermana, se acuesta con tu mujer— la ojiverde no tuvo más remedio
que echar a correr mientras era seguida por la dependienta enfurecida— para
que llegue tu turno y diga “contigo no que tu mostachón me da grima” ¿no te
acuerdas de mi Alex?
— Eso fue hace mucho— respondía Alex escondiéndose detrás de los
estantes— ¿no puedes dejarlo en el pasado? ¿Nuria?
Aquello enfureció más a la chica:
— Esa era mi mejor amiga
Respondió tirándola cosas con más rabia:
— Camille
La chica psicópata total paró durante unos segundos para luego rugir:
— Esa es mi prima maldita pervertida.
Clara totalmente alucinada le tocó llamar al guardia de seguridad para que
alejara aquella loca de Alex. Que estaba totalmente impregnada de comida.
Tuvieron que llevarse a la chica a rastras mientras que rugía sin parar:
— Aléjate de ella rubia antes de que esa zorra pervierta hasta a tu abuela
Alex agarró el carro de la compra, ya de mal humor mientras que con una
mano se quitaba una patata frita del pelo. La rubia con los brazos cruzados la
seguía:
— ¿Existe mujer en Ontario con la que no te has acostado?
La morena rompió a reír:
— ¿Te has fijado en su mostachón? Ni loca iba a besar eso y si no se depila
el bigote, obvio no me iba a aventurar a ver el matojo que tendría ahí abajo.
Clara hizo un mohín:
— ¿Enserio? Su hermana, su mejor amiga, ¿SU MUJER? — la miró muy
seria— te queda terminantemente prohibido acercarte a Ruth, a mi madre y a
toda fémina
Alex puso un puchero y se acercaba sospechosamente a la rubia:
— Ni se te ocurra que estás toda pringada— Alex riendo la abrazó y
comenzó a rebozarse pringando su vestido— ALEX
Cuando Clara estuvo pringada también, se separó y entre risas le dio un
beso en la punta de la nariz, para luego fijar su mirada en sus ojos azules:
— Solo me interesa una mujer, pero si te sientes más segura, me puedes
poner un cinturón de castidad— alzó sus cejas seguidamente— tengo uno en
casa.
— ¿Cómo demonios tienes un…? Mejor déjalo vamos a pagar antes de que
aparezca otra fierecilla despechada
— Mira me voy a poner de incognito— paró a un estante giratorio con un
montón de gafas de sol, escogió las más grandes y llenas de brillantitos— así
no llamaré la atención.
Clara se le escapó una risita:
— Ponte un chaleco fosforescente también
Alex se miró en un espejito y puso un mohín de asco, quitándose
rápidamente las gafas de sol. Después de hacer el payaso un rato, fueron a
pagar. Por suerte ya no se volvieron a reencontrar con ninguna loca
despechada o ninguna ex rara. Lo que le jodió a la morena, fue que el asiento
del coche acabó pringado.
En cuanto llegaron a la casa, descargaron las bolsas del coche, la morena se
subió a ducharse y a cambiarse, la rubia también la tocó cambiarse de ropa,
ya que Alex se había rebozado con ella ensuciándola, no solo eso, sino que la
tocó hacer la comida, pues no se iba a entretener haciendo nada complicado.
Haría una ensalada y una pizza:
— Estas sexy en plan ama de casa
Dijo Alex entrando por la cocina apoyándose en la encimera, agarrando un
tomate cherry y metiéndoselo en la boca. Aún tenía su pelo largo totalmente
húmedo, tenía unos pantaloncitos cortos vaqueros y una camiseta de tirantes
blanca, debajo no tenía sujetador y se le marchaban los pezones. Clara era
humana y se le fueron los ojos, comprensible a mí también se me irían, solo
que yo me quedaría embobada mientras que Clara, tragó saliva y respondió:
— Ni pienses que voy a ser yo la que cocina, limpia, friega y plancha. Soy
tu novia no la chacha de la casa.
La ojiverde rompió a reír se abrazó a la rubia y quedó a escasos
centímetros de su boca:
— ¿Eres mi qué?
Clara puso los ojos en blanco:
— ¿No me digas que te has echado atrás? Mira que me pongo como la
psicópata del supermercado
Alex carcajeó más fuerte y negó con la cabeza:
— No— dijo con guasa— solo quería que me lo repitieras, pero con ese
tono de enfado y ese ceño fruncido que te hace tan mona.
La rubia rio mientras la apartó:
— Anda haz algo y pon la mesa
Alex hizo un saludo militar:
— Si mi ama… de casa
Terminó cogiendo los platos y saliendo de la cocina mientras le sacaba la
lengua a Clara. De verdad es que Alex podía llegar a ser de lo más infantil
muchas veces. Tenía desconocimiento de que existiera tanta felicidad hasta
aquel día y más sorprendente fue mientras comieron:
— Está bien si tanto me conoces— decía Clara dejando el trozo de corteza
en el plato— ¿Cuál es mi animal favorito?
Alex se cruzó de brazos y sonriente se apoyó en el respaldo de la silla:
— El mapache
Clara achicó los ojos:
— No recuerdo haberlo mencionado hasta el momento
— Lo dijiste en un campamento cuando éramos niñas, te volviste loca
porque tocaste uno
— ¿Y te acuerdas desde entonces?
— Buena memoria supongo— dijo encogiéndose de hombros— ¿Cuál es el
mío?
Clara se las dio de entendida puso los ojos en blanco:
— Fácil el pony o al menos tenías una ligera obsesión con los ponys
cuando eras chica ahora no se
— Me siguen pareciendo bastante monos.
— Mi color favorito
Siguió desafiando Clara:
— El verde
— ¿Cómo…?
Le estaba haciendo preguntas sobre cosas que hasta el momento no habían
hablado y ya había acertado dos de dos:
— De pequeñas tenías obsesión con el verde, me acuerdo que en clase de
dibujo me sentaba a tu lado, lo pintabas todo de verde— carcajeó— una vez
me tiraste de los pelos porque dije que en tus dibujos solo había Hulks
La rubia trinchó un poco de ensalada y se lo introdujo en la boca,
intentando recordar aquello y le costó un mundo. Ya que aquello ocurrió
cuando tenían siete dichosos años. Bebió un poco de agua:
— De acuerdo, como el color que más usas para vestirte es el negro, me
atrevo a decir que tu favorito es ese.
Alex hizo un mohín y negó con la cabeza:
— ¿Rosa?
Puso expresión de asco:
— ¿Azul?
Alex al final rompió a reír. Pues no, sorprendentemente era:
— Amarillo— dibujo una sonrisa bobalicona— aunque últimamente el azul
se está volviendo en mi favorito, siempre que lo veo en tus ojos.
Seguidamente después de haber dicho aquello, puso otra mueca de asco
echó la cabeza hacia atrás y se tapó la cara con ambas manos:
— Dios que ñoñada acabo de decir.
— Ohhh que nuestra que peña Alex se nos ha enamorado, mañana espero el
ramo de flores y los bombones
— El ramo de flores ya te lo regalé no esperes mucho más rubia.
Al final Clara se dio por vencida, Alex sabía todos los gustos de ella,
mientras que ella sabía tres contados. Era algo vergonzoso. Casi todo era de
cosas que recordaba cuando eran unas niñas, pero salvo los ratos que
discutían o se pegaban, bueno le pegaba porque la ojiverde pocas veces le
levantó la mano, Alex la ignoraba totalmente:
— ¿Qué te apetece hacer?
Preguntó la morena después de haber terminado de fregar los platos y haber
recogido la cocina. La rubia coqueta se le fue acercando hasta rodearla por la
cintura:
— Se me ocurre algo
— ¿A sí?
Preguntó Alex poniendo cara picarona mientras se inclinaba a darle un
beso. No pensemos mal, Clara era viciosa eso es indiscutible, también como
lo adicta al sexo que puede llegar a ser Alex. Pues acabaron sentadas en el
sofá viendo una serie. Bueno Clara acabó sonriente viendo la serie abrazada a
la ojiverde, mientras ésta ponía cara de asco:
— Enserio Clara, deberías ver una serie de clones, una de zombis e incluso,
esa que la tierra es devastada por una guerra nuclear y noventa y siete años
después cien jóvenes son enviados a la tierra para ver si es habitable supera
esto.
— A veces se me olvida que eres una mujer— dijo poniendo una mueca—
pero ¿No te identificas con ninguna?
Alex alzó una ceja:
— ¿Por qué? ¿Por sus pijerías o por sus dramas amorosos? — hizo como
que iba a vomitar— para glamuroso mi co… ups que iba a decir— se tapó la
boca mientras ponía voz pija— iba a sonar tan ordinaria
— Sabes ¿qué? — preguntó molesta Clara mientras le tiraba el mando con
rabia— ya decía yo que estabas siendo demasiado encantadora, ve lo que te
da la gana
Se separó de Alex y se tumbó a la otra punta del sillón. La morena, entre risas
volvió a tirar de Clara, pero esta ceñuda se zafó:
— Toma el mando, si lo hago para hacerte de rabiar— puesto que le
resultaba imposible que la rubia volviera a su lado, fue Alex la que se abrazó
a Clara— si yo no veo la televisión, con estar contigo así me vale.
— Ohhh— dijo Clara riendo— pero que cucada
Alex gruñó y puso los ojos en blanco:
— Clara está claro que eres tú la que me vuelves ñoña. Me atolondras con
tu carácter de mierda, tus cabellos dorados, tu culo perfectamente
proporcionado y tus pechos extremadamente desarrollados.
Clara bufó:
— Y después del romanticismo apareció la cavernícola
— Follaaaar a Clara
Dijo Alex lanzándose al cuello de la rubia. Obvio que lo dijo haciendo
mención la vez que la imitó Clara. Al final acabaron abrazadas sobre el sofá y
quedándose dormidas.

Flashback

Clara despertó en el hospital, su madre ya estaba junto a ella. La pequeña en


un principio estaba atolondrada, la habían dado un calmante, pero cuando
recordó lo sucedido se incorporó enseguida y poniéndose nerviosa de nuevo
se dirigió a su madre:
— Mamá— dijo dando rápidamente a la cama palmaditas— Mamá corre
hay que avisar a Alex de que hay hombres malos.
— Cariño— dijo Abby con preocupación y acariciando a su hija— Cariño
tranquilízate.
— No mamá hay que avisarla, seguro que fue a buscarme a ella le tocaba
contar.
Viendo que la pequeña Clara no se tranquilizaba Abby acabó llamando a
las enfermeras. Que rápidamente acabaron por inyectarle otro tranquilizante
a la rubia. Tardó unos minutos hasta que se volvió a dormir:
— Hay que avisarla
Llegó a pronunciar una última vez. Los primeros días para Clara era una
auténtica pesadilla. Cuando dormía la imagen de aquella mujer bañada en
sangre no dejaba de perseguirla y cuando despertaba la único que hacía era
pedir que buscaran a Alex y si no, pedía ver a la pequeña Alex. Un día tras
otro. “Alex me estará buscando” tranquilizante y revivía la escena en
sueños.
Prácticamente Clara Price entro en un estado de nervios de la cual le
costaba salir. Un día, después de días en el hospital, a base de
tranquilizantes unos hombres trajeados la dijeron que ellos se encargarían
de avisar a Alex de que había hombres malos, pero que para eso debía de
contarles que había visto. La niña entre llantos se lo desembuchó todo.
— Por favor, encuentren a Alex

Fin del Flashback

Parece ser que Clara Price si se acordaba en un principio de todo lo ocurrido,


a pesar de su estado de nervios ¿Entonces que le ocurrió realmente para
olvidar todo aquello?
Capítulo 28 - Polizón
Flashback

La cuenta atrás acabó. Andaban muy alterados, aunque pocas veces solían
estar reunidos los tres encapuchados. Aquel día aparecieron dos hombres
más con ellos. Danny llamó a Clark, éste que también estaba extrañado
puesto que era la primera vez que estaban esos dos hombres en esa casa.
También es que no tenían ninguna capucha que les tapara el rostro. Uno era
mayor canoso y gordo, lleno de oros, tenía un cinturón con un enorme
machete y el otro era musculoso, moreno y con algo de barba. De un
momento a otro miraron a la pequeña ojiverde que para ser sinceros la
fiebre volvió a subir.
Emer de un momento a otro se acercó con un vaso de agua y una pastilla:
— Toma niña— sonaba de lo más suave, la acarició en la cabeza— para tu
fiebre, tómatelo ya verás cómo te vas a sentir bien.
Alex se había acostumbrado a que la dieran los antibióticos o las aspirinas.
Claro que se las daba tanto Clark o Danny, los otros dos pasaban de su
salud. Aun así, la morena estaba tan mal, que no se lo pensó y tomó el
medicamento.
Espero a que Clark regresara para seguir jugando, pero este desapareció y
uno de los dos hombres justo el más mayor también desapareció. Temió por
su amigo, nunca solía separarse de ella. Pasado un rato se llevó la mano la
cabeza, se mareaba y casi no sentía nada ¿Sería la fiebre?
Emer se acercó y la acarició. Alex achicó los ojos, le veía doble, intentaba
hablar, pero ya no era dueña de su cuerpo. Sintió una presión en las
muñecas ¿La estaba maniatando?:
— Bien niña mala— escuchaba su voz distorsionada— No podemos tenerte
por más tiempo, tu amiguita está metiendo mucho la pata, así que te hemos
buscado nuevo dueño— sintió una mano extraña en su mejilla— Pero antes
tendrán que probar la mercancía y yo vengarme de la zorra de tu amiga.
Alex estaba apoyada en el respaldo de la silla, vista borrosa, cuerpo
totalmente dormido ¿Qué la pasaba? Quería gritar y salir corriendo. Sobre
todo, cuando Emer le cogió en brazos y la trasladó hasta otra habitación
más oscura. Lo cierto es que de aquel día poco se acordaría la ojiverde. La
drogaron, los muy cerdos la drogaron y no fue hasta el paso de los años
cuando lo llegó a entender:
— Agradéceme que te haya dado un calmante— dijo mientras le daba un
beso en la mejilla— Clark no ha tenido la misma suerte.
La sombra de Emer se alejó un poco, hasta tapar un punto rojo:
— Veras, debió de ser un trabajo fácil, secuestro, nos dan la pasta y todos
contentos. Pero tu amiguita se hizo la listilla y tuvo que esconderte
¿Contenta? Por tu culpa será una niña mala. Me tomo la venganza muy
enserio así que disfruta del espectáculo y allá tú con tu puta conciencia
pequeña zorra.

Fin del Flashback

Alex estaba agachada observando como Clara dormía plácidamente. Ya


se había hecho de noche y no podía creerse que se durmiera tanto. Una de las
pocas veces que había conseguido descansar sin necesidad de calmantes.
Curvó la comisura de sus labios. La veía tan hermosa, de vez en cuando
arrugaba la nariz o hacía un gesto de lo más encantador, pero ¿qué tenía
aquella chica que le revolucionaba por completo?:
— Clara— Comenzó a susurrarla mientras la retiraba un mechón rubio de
su cara— Clara despierta.
La rubia quejumbrosa comenzó a moverse. La ojiverde no pudo evitar reír
para sus adentros. Lentamente los ojos azules de Clara comenzaron a abrirse
perezosamente. Ésta al encontrarse a Alex tan cerca dibujó una sonrisa:
— ¿Qué hora es?
— Es tarde— dijo riendo— eres peor que una marmota
Clara soltó una risita mientras se frotaba los ojos para despejarse:
— Ven— dijo animada Alex— Te quiero enseñar algo
Poco a poco Clara se fue incorporando. La morena ya tenía preparadas las
chaquetas y una manta. Eso desconcertó un poco a la rubia, aunque ya la
daba la pista de que iban a salir al exterior:
— ¿A dónde vamos?
— Es una sorpresa
Dijo Alex a la vez que la ayudaba a levantarse y a ponerla la chaqueta. Ésta,
aún estaba tan adormilada que se dejaba hacer y guiar por la ojiverde. Fueron
hasta la parte trasera de la casa y justo ahí le tapó los ojos con ambas manos.
Clara, emocionada, comenzó a sonreír, hasta que salió al exterior, mierda
hacía frio. Aun así, era intrigante y emocionante ¡Y que sorpresa!:
— Me compré esta casa por una razón, aparte de ser un sitio tranquilo—
comentaba mientras la guiaba hasta el pie del lago— quise traerte porque
sabía que te gustaría y quien sabe, a lo mejor te inspira para tu libro.
— ¿Un hermoso atardecer con serenata?
Alex rio entre dientes, solo cuando pararon la destapó los ojos. Dejándola
totalmente anonadada. Ya era de noche sí, pero aquel lago, los árboles de
fondo y un inmenso cielo cuyos colores era azul, negro y verde. La aurora
boreal se alzaba sobre sus cabezas. Tan impresionante. Joder, pero si era
hasta romántico. Tragó saliva mientras se perdía con los encantos de aquel
fenómeno atmosférico. Alex la miró sonriente y echándose una manta por los
hombros la abrazó por la espalda, dándola calor tanto con sus brazos y la
manta. Clara, estaba en una auténtica nube de terciopelo, apoyó la cabeza
sobre el hombro de Alex:
— Es precioso.
— No diría tanto como tú— le susurró en el oído— pero se le acerca
bastante.
Al final acabaron sentadas sobre el banco. Bueno Alex se sentó en el banco
y Clara encima de la morena mientras compartía la manta con ella. Aquello
estaba siendo un jodido sueño. Durante un rato estuvieron calladas mirando
al cielo, pero Alex no se iba a quedar a gusto si no se metía un ratito con la
rubia:
— Clara ¿Te acuerdas cuando en los campamentos contaban historias de
miedo y tú te cagabas de miedo?
— No es cierto, yo no tenía miedo es más las ignoraba
— Claro por eso me dabas guerra por la noche porque no podías dormir
Dijo Alex con mofa mientras esbozaba una carcajada:
— Bueno ¿A qué viene esto ahora?
Preguntó la rubia irritada:
— Mira al lago— le susurró aguantando la risa— ¿Te imaginas que sale un
tiburón mutante ahora?
— ¿Sabes que en las películas de miedo la primera en morir suele ser la más
gilipollas? Pues atenta a las consecuencias— puso voz inocente— Clara Price
la pura y virginal sobreviviría al tiburón mutante.
Alex entre risas le regalaba algún que otro beso por el hombro o el cuello:
— Discrepo, yo hago deporte ergo soy más veloz que tú.
— ¿De verdad estamos teniendo esta conversación tan absurda?
— ¿Tienes miedo?
Dijo Alex mofándose de la rubia que empezaba a irritarse. Cierto que a la
rubia no le gustaba que la metieran miedo, se giró y se sentó a horcajadas
sobre Alex que la miraba divertida, Clara tomándose su revancha, le pellizco
en el costado, haciendo que esta se retorciera:
— ¡Ay!
— Eres terrible, Alex Woods
— Y tú una cagada de mierda, Clara Price
La rubia como si de una niña pequeña se tratase le sacó la lengua y Alex
que podía a llegar a ser mucho más infantil. Entre risas hizo el mismo gesto.
Justo en ese cara a cara, iluminadas por aquel hermoso cielo se perdieron en
sus miradas y es que, a Clara, parecía que se la iba a salir disparado el
corazón cuando sentía como Alex la miraba así, llena de adoración, esa
mirada que siempre terminaba con un beso del mismo nivel. Alex pasó sus
manos por la nuca de Clara y la atrajo hasta profundizar el beso. Pasando su
lengua suavemente por sus labios. Joder es que los besos de esa mujer eran
fuego hasta cuando eran suaves. Era de entender que casi todas las mujeres
de Ontario hubieran caído a sus encantos. Un beso y puff fuera bragas. Se
separó unos centímetros para coger aire. Nunca la había visto sonreír tato
como aquel día. Que leches aquel día estaba siendo una Alex totalmente
distinta a la que había mostrado hasta el momento. Y la amaba cuando la
regalaba esa sonrisa:
— ¿Te cuento un secreto?
Preguntó con voz entrecortada:
— Que estas locamente por mis huesos no es un secreto
Clara puso los ojos en blanco:
— Eres irritante
— Soy realista ¿Cuál es ese secreto?
— Ya no te lo digo
Respondió Clara toda indignada y retirando la mirada a un lado. Alex se
acercó, como había hecho esa misma tarde y a escasos centímetros de su boca
le susurró:
— ¿Te cuento yo un secreto?
Clara alzó una ceja:
— ilumíname
— No son lo mismo dos tazas de té— descaradamente puso las manos en
los pechos de Clara— que dos te-tazas
Clara achicó los ojos y volvió a pellizcar a Alex en el costado. La ojiverde
emitiendo un quejido carcajeaba fuertemente. Volvió a rodear su cintura con
los brazos hasta acariciar la espalda baja de la rubia:
— Venga Clara— sonó ahora un poco suplicante— dime ¿cuál es ese
secreto?
— Que ya no quiero
— ¡oh! Clara dímelo por favor ¿no ves que admiro la belleza de tu cara? —
comenzó a decir dulcemente, la rubia bobalicona empezó a sonreír, hasta que
— más anhelo lo que esconden tus bragas.
— ¿Siempre tienes que ser tan obscena?
— ¿Siempre tienes que ser tan remilgada?
— Con lo bien que te estabas portando hoy
— Uy— siguió con guasa— pues castígueme mi ama… de casa
Clara le rodeo con los brazos por el cuello y con una sonrisa pícara la
mordió el labio inferior:
— ¿Eso quieres?
— Ni de coña— entre risas comenzó a besarla el cuello a la vez que sus
manos viajaban hasta sus piernas para acariciárselas, Clara ladeo la cabeza
para que la ojiverde tuviera más acceso— ¿Te cuento otro? Señorita Price
Dijo con cierta voz ronca y llena de hambre, Clara enredó sus dedos en el
pelo de la morena, a la vez que se mordía el labio inferior:
— ¿Qué estas cachonda?
Preguntó la rubia mientras acariciaba sus pechos por encima de la tela:
— Aparte de eso— esbozó una risa a la vez que introducía sus manos por
dentro del pantalón y acariciar sus glúteos, dio un mordisquito en la barbilla
de la rubia y la miró con algo de lujuria— me vuelves loca— pasó su lengua
por el labio superior, luego por el inferior hasta atraparlo— Te quiero
Clara… en mi cama
Dijo esbozando una sonrisa pícara, Clara que durante unos segundos sintió
un micro infarto, volvió a pellizcarla, pero en esta ocasión en el pezón. Alex
volvió a retorcerse a la vez que carcajeaba. Se acarició el pezón y poniéndose
un poco más seria acarició a la rubia:
— Ahora enserio Clara— la abrazo y apoyó su cabeza en el pecho de la
rubia— te quiero.
Vale, ahora ya no era un micro infarto, si no que todos los órganos
existentes dentro de su tórax se reprimieron en un jodido puño. Alex Woods
le había dicho que la quería. Con una sonrisa de oreja a oreja le agarró de las
mejillas:
— Repítemelo otra vez
Alex volvió a reír y fijó su mirada verdosa en los ojos de Clara, que
brillaban de pura emoción, la acarició de nuevo:
— Te quiero
La rubia se lanzó a sus labios, conforme su corazón latía a mil por hora. Un
puñetero “te quiero” le llenó su cuerpo de adrenalina. La ojiverde esbozó una
risita antes de meter su mano por debajo de la camiseta de Clara y acariciar
uno de sus senos:
— Tampoco he mentido— ya con voz entrecortada y dejándose llevar por
su lado pasional— que también te quiero en mi cama.
Clara emitiendo un gemido, sacó su mano de debajo de la camisa y la miró
lascivamente:
— Solo por decirme que me quieres te has ganado ese derecho.
Dijo la rubia esbozando una carcajada, se levantó y agarrándola de la mano
fueron dentro de la casa. A lo Speedy González fueron hasta el piso de arriba
a la habitación de Alex. En un principio se devoraban como dos fieras
hambrientas. Muy apasionadas cómo eran ellas. Aunque las manos apenas
rozaban sitios calientes ni sensibles. Lo que en un principio la ojiverde se
esmeró en estimular los senos de Clara, acabó por ser considerada.
La morena se encontraba encima, haciendo de nuevo su cambio de ritmo a
unos besos menos intensos:
— Clara ¿te puedo pedir algo?
La mente de la rubia estaba ya en modo porno, lo que se le pasó por la
cabeza era referido al sexo, como solía hacer muchas veces, acabó dando por
hecho muchas cosas y adelantándose a acontecimientos:
— Si Alex quiero que me lo hagas
Alex frunció el ceño totalmente descuadrada:
— ¿Qué te haga qué?
Clara estaba concentrándose en su cuello mientras que una mano fue parar
a su culo y apretujarlo. Con voz ronca y llena de vicio. “Tela con la rubia”
respondió:
— Sexo anal
Alex quedó sorprendida, esbozando una carcajada se separó de una
calenturienta Clara para mirarla directamente a la cara. Aunque le costaba
mucho dejar de reír:
— Te iba a pedir que me hicieras un dibujo
En esos instantes Clara, dándose cuenta de lo ocurrido, comenzó a sentir
como se ruborizaba. Joder, Alex terminaría por tener razón y que al final de
las dos, la que tenía la mente más obscena ere la propia Clara. La ojiverde al
verla ruborizarse carcajeó más fuerte:
— Hace tiempo— dijo con cierto tartamudeo intentando reponerse de aquel
corte— que no dibujo.
Alex con las comisuras curvadas y con mirada vidriosa observó a Clara,
acariciándola y retirándola un mechón de la cara:
— ¿Y qué? seguro que lo sigues haciendo igual de bien— amplió su sonrisa
— me refiero a dibujar, no te me vayas por las ramas
— Vale— dijo ruborizada Clara— lo de antes ha sido un lapsus, eso te pasa
por calentarme tanto
— ¿Yo? — Preguntó Alex a la vez que se tumbaba a su lado de costado
para seguir mirándola— no es mi culpa que te calientes tan rápido.
Clara hizo tanto lo mismo y también se tumbó de lado:
— Está bien— dijo desafiante— he visto que tienes un violonchelo a bajo.
Te hago un dibujo, si tú tocas algo para mí
Alex hizo un mohín, aunque seguidamente puso mirada picara mientras la
acariciaba en el brazo:
— Te puedo tocar muchas cosas y en muchas partes— esbozó una sonrisa—
pero hace mucho que no toco el violonchelo.
Clara le agarró de la mano:
— Cuando nos reencontramos te pillé en la habitación tocando.
— Está bien, toco una pieza a la vez que tú me dibujas.
— Trato hecho
Alex se levantó de la cama toda emocionada. Comenzó a buscar folios y
lapicero. Dejando a una rubia totalmente anonadada, observando como la
morena correteaba de un lado para el otro buscando los utensilios de dibujo.
Cuando le dijo que la quería en su cama no se esperaba aquello. Pues para
qué mentir. De nuevo la tocaba esperar con el calentón:
— ¿Pero tiene que ser ahora?
Alex la dio unos folios y un paquete de lapiceros:
— Sí ¿por qué no?
— Bueno— dijo levantándose al final a regañadientes— me tienes en tu
habitación toda dispuesta para ti y justo cuando la cosa se caldea, ale a
dibujar a lo Titanic
La ojiverde salió de la habitación, subir escaleras para luego bajarlas en
menos de quince minutos, pues sí que había sido un revolcón rápido, pero
como aquel día estaba lleno de sorpresas. Alex volvería hacer un comentario
que la derretiría el corazón:
— Clara, estas en mi casa y toda una noche por delante— preparó una silla
en medio del salón y agarró su violonchelo— quiero ver más partes de ti que
no tengan que ver con tu cuerpo desnudo. Que me enloquece de verdad—
amplió su sonrisa— Por primera vez en mi vida quiero pensar que no todo es
sexo, pero si quieres— dijo a punto de volver a dejar el instrumento en su
sitio— podemos hacerlo primero.
— No— paró rápido Clara— Quiero escuchar como tocas, Lex
Escuchar aquello pareció satisfacer a la morena, pues amplió su sonrisa de
oreja a oreja. Alex era pura pasión, placer y muy sexual, pero en el fondo, era
como era, porque tenía la convicción o el puñetero trauma de que solo servía
para eso. Desde su primera experiencia sexual, hasta por todas las mujeres
que había dado placer sus manos, su lengua, con juguetes o inclusive con
susurrar guarradas. Alex creció pensando que era un objeto sexual y Clara
estaba cambiando eso. No solo quería follar como conejos, quería sentarse
debajo de la aurora boreal y bromear, quería hacer el payaso y hacerla reír en
un supermercado, ver una serie que aborrecía solo por estar sentada abrazada
a ella o dormir una siesta. Obvio que el sexo con Clara era fantástico, pero
también lo era su sonrisa.
Alex se iba a sentar, cuando Clara le paró de nuevo:
— Espera— Alex la miró— desnúdate
— ¿Ya? Joder sí que no aguantas un calentón
Clara puso los ojos en blanco:
— No, solo que sería sexy dibujarte desnuda y con el instrumento—
comenzó a reír— entre las piernas.
— Pero que mente más sucia tienes rubia.
Dijo Alex riendo, pero le dio el gusto a Clara y comenzó a desnudarse. La
rubia se sentó en el sofá y mordió el lapicero sonriente, contemplando el
cuerpo hermoso de la morena quedaba desnuda ante sus ojos:
— Lex— La ojiverde que ya estaba desnuda y sentada volvió a mirar a
Clara— Gracias por este maravilloso día, te quiero.
Alex esbozando una pequeña risa, la señaló con el arco:
— Porque hoy estoy de buen humor, pero no acostumbres con tantas
ñoñadas que me da diabetes.
— Pero si eres tú la primera en ser pusilánime
— Uy pusilánime
Imitó poniendo una voz pija. Se sentó, colocó el violonchelo entre sus
piernas, una mano en el mastín y la otra con el arco preparado. Cerró los ojos
y agachó la cabeza, como si se estuviera preparando mentalmente. Soltó otra
pequeña risita y toco unas notas:
— Esta siempre me recordará a ti
Y como no, pues después de un rato Clara cayó en la cuenta de que era la de
Like a virgin. Clara que había comenzado a dibujar curvó la comisura de sus
labios:
— Ni para esto eres seria
Alex paró de nuevo y carraspeo. Poniendo expresión seria, agachó la
cabeza, tomo aire y sin abrir los ojos comenzó a tocar más seriamente. Movía
los dedos por el mastín ágilmente acorde al arco. En lo que unos momentos
antes había estado sonriendo, ahora estaba con el ceño fruncido, sintiendo la
música, la melena a un lado, su cuerpo desnudo y tocando con tanto
sentimiento como lo estaba haciendo, hasta llegó a desconcentrar a Clara.
Reconoció el tema Say Something. La rubia hasta ese instante no había sido
amante de los instrumentos de cuerda, pero es que aquella imagen, comenzó
a amar la música o solo la música que tocaba Alex ¿Qué hacía mucho que no
tocaba el violonchelo? Pues muy desentrenada no estaba. Clara intentó
concentrarse en su labor, trazando líneas y curvas, sombreados. Su sonrisa se
ensanchó, había olvidado aquel sentimiento cuando dibujaba, la gustaba. Una
nota musical, una línea en el folio, otro tema musical, más sombreado, una
hora o dos, el tiempo había desaparecido para ambas:
— Quiero verlo
Dijo animada Alex sentándose al lado de Clara cuando por fin terminó.
Clara sintió cierto pudor. Un dibujo suyo, pues lo sintió muy íntimo. La
morena miró el dibujo asombrada:
— Pues sigues dibujando igual de bien— le dio el folio— Quiero una firma
de Clara Price
Clara firmó el folio ¿Qué estaba pasado con Alex Woods? No era la misma,
era como si en Ontario se hubiera liberado de aquella carga que tanto la
oprimía en Portland:
— Tú también tocas bien
Alex estaba colocando el violonchelo en su sitio:
— Ya sabes porque tengo unas manos mágicas— dijo moviendo rápido los
dedos de las manos— Dedos de músico.
Se acercó hasta Clara con decisión y le agarró de la mano. Otra vez
escaleras para arriba. Como había ocurrido por la mañana cuando la llevó a la
habitación roja, sintió esa excitación. Claro que no iban a jugar fuerte. Parece
ser, que esa noche la morena quería seguir siendo Alex. Una ojiverde dulce,
sonriente y hasta poco posesiva, aunque seguía siendo quien llevará la voz
cantante:
— ¿Ahora si te apetece?
Preguntó picarona Clara a la vez que se dejaba desnudar por Alex:
— De pronto quiero sentirte— cuando quedó desnuda la contempló con
adoración y tragó saliva— Nunca he venerado tanto el cuerpo de una mujer
— dijo acariciando uno de sus senos con delicadeza, poco a poco se pegó a
ella sintiendo el calor de su piel— No me mal intérpretes, no los digo en el
sentido sexual, nunca he adorado a una mujer como te adoro a ti.
— Me siento alagada
Dijo Clara respondiendo ese abrazo. Alex pasó la mano por la nuca de
Clara y la atrajo para perderse en un beso, saboreando la gloria de sus bocas
cuando sus lenguas húmedas tomaron contacto, dando inicio al fuego interno
que lucha por salir. Clara deslizó su mano por la espalda desnuda, era tan
suave. Parecía no tener prisa, ni tomarla con ansias como suele hacer casi
siempre:
— Quiero hacer algo— dijo al fin separándose para coger aire— y
tranquila, que hoy tu culito está a salvo.
Dijo con una sonrisa mientras que abría la maleta de juguetitos sexuales. Lo
cierto es que a cada vez que siempre la saltaba con alguna cosa nueva.
Aunque a decir la verdad, la rubia esperaba algo tradicional, sentir a Alex y
dejar el sexo duro para otro momento. Alex la miró durante unos segundos,
para luego regresar su atención a la maleta:
— No sé cuánto serás capaz de soportar, así que escogeré talla normal
Dijo sacando un dildo de sujeción vaginal de la maleta, Clara puso ojos
como órbitas. No sabía si eso le podía gustar, si ya era una de verdad y se
descubrió así misma teniéndolo grima:
— Tengo con arnés si lo prefieres.
— No sé cuál es la diferencia
Alex se acercó hasta Clara y se echó sobre ella, siempre con delicadeza.
Pues se seguiría tomando su tiempo. A lo que estaba acostumbrada la rubia
cuando tiene un pene cerca, pensaba que se lo pondría mete saca, mete saca y
puff buenas noches. La ojiverde recorría su cuerpo a besos y lametones, sus
manos gentiles también surcaban por aquella piel que se erizaba al contacto
de sus manos. Clara suspiraba sonoramente. No era el mismo fuego a la que
estaba acostumbrada, pero si llenaba todo su pecho de calor. En un momento
a otro de nuevo las miradas de ambas se reencontraron, Alex curvó la
comisura de sus labios, no era la sonrisa pícara a la que la rubia estaba
acostumbrada a ver, era de ese tipo de sonrisas que contagian, tanto que Clara
sin quitar los ojos de Alex también sonrió. Al final los dedos de la morena
llegaron al centro más deseado, como siempre encontrándolo caliente y muy
lubricado:
— No hace estimularte mucho la verdad— dijo con voz suave, a la vez que
esparcía por sus labios vaginales la humedad, primero acariciando por
encima, hasta que lentamente inició la búsqueda de su protuberante clítoris
que ya sabía dónde estaba, Clara gimió tímidamente, ninguna hacía por dejar
de mirarse— siempre tan lubricada y dilatada
— Son tus malditos besos— dijo Clara reaccionando a las caricias de Alex
en su sexo. La morena esbozo una pequeña carcajada, a la vez que rubia se
retorció mordiéndose el labio inferior al sentir como se deslizo con dos dedos
en su interior— Son tus caricias
Alex sin dejar de torturarla con suaves penetraciones se posicionó entre sus
piernas. No dejaba de mirar a la rubia, como le había dicho con anterioridad,
con adoración. Cuando la notó más que dilatada y lubricada, procedió a
introducirse el consolador de sujeción vaginal. Clara tragó saliva al ver
aquella ojiverde con aquel objeto fálico entre sus piernas. Alex la abrió más
de piernas para tener más acceso a su obertura, suspiró al sentir su roce.
Apoyándose con un brazo introdujo suavemente la punta del juguete en su
interior. Como bien la dijo estaba muy lubricada y dilatada, no había
problemas en deslizarse dentro, haciendo que curvara su espalda mientras
emitía un jadeo. Vale, admitía que era diferente a un hombre, sobre todo
sentía excitación ante los roces de los pechos de Alex:
— Mírame Clara
Solicitó antes de comenzar a embestirla suavemente. De nuevo no era el
típico mete saca, mete saca a la que estaba acostumbrada, los movimientos
pélvicos de Alex eran diferentes como si estuviera balanceando, adelante
atrás, adelante atrás y cada vez que la penetraba daba justo en el punto más
placentero. Puñetero William, tuvo que llegar una mujer para hacerla
disfrutar con un juguete. Clara gemía, aun así, hizo caso a la petición de Alex
que no paraba de mirarla, su aliento cálido le acariciaba al rostro y en algún
momento que otro se la escaba un jadeo:
— Nunca he hecho el amor a ninguna mujer
Comentó mientras seguía con su balanceo de caderas. Clara pasó sus manos
por la espalda y la clavó las uñas, aflojando los gemidos:
— Ya me lo has hecho con anterioridad
Alex se apoyó con una mano para no aplastarla y con la otra se la puso en
la mejilla:
— Nunca le he hecho el amor a otra mujer— rozó sus labios, aun sin cesar
en sus movimientos pélvicos— solo a ti Clara
Clara le agarro del pelo mientras jadeaba sin parar ante aquel placer que le
estaba dando Alex. Placer carnal y sobre todo, la felicidad de escuchar
aquello. Sintiéndose de nuevo como una adolescente que tiene pareja por
primera vez. Ambas aun sin dejar de mirarse y entre jadeos, regalarse alguna
sonrisa o alguna risita.
A ver, que no todo iba a ser seda y terciopelo, ni que Alex tuviera pilas
duracel, llegó un punto en que el ritmo fue en aumento, acelerando el
orgasmo de la rubia, que seguía siendo golpeada en su punto más placentero.
Alex que ya comenzaba a conocer la cara de Clara cuando iba a llegar al
clímax, amplió su sonrisa:
— Vamos Clara
Dijo casi sin aliento mientras embestía a Clara:
— Si Alex— decía clavando aún más las uñas, Alex gimió— ¿y tú?
Dijo Clara queriendo que la morena se corriese también:
—No te preocupes por mi ahora— La ojiverde conociendo los puntos
débiles de Clara atacó a su cuello— Vamos, libérate
La rubia no pudo más y acabó tensándose mientras emitía un sonoro
gemido. Para acabar desplomada con su famosa sonrisa y cara de recién
follada. Aquella noche, ya la hiciera el amor o la follase, Alex la demostró
que era una jodida Diosa sexual. La morena salió de Clara, que emitió un
pequeño jadeo y un sentimiento de vacío en su interior, el juguete estaba
totalmente impregnado de la esencia de la rubia. Se lo iba a quitar cuando la
rubia, toda viciosa ella como no, la paró:
— Espera Alex, aún no
La morena alzo una ceja:
— ¿No has tenido suficiente?
— Túmbate
Alex obedeció sin rechistar, si se esperaba que Clara se pusiera a horcajadas
y la cabalgase a lo salvaje oeste lo llevaba claro, pero si haría algo inesperado
y que cojones, excitante. Con una mano agarró el juguete, todo impregnado
de su jugo y mirando a Alex lentamente lo lamió con la lengua antes de
comenzar a introducírselo en la boca, saboreándose a sí misma. Alex
sorprendida y a tope de excitada se humedeció los labios:
— Wau Clara, creo que me acabo de correr
Sumando su cara de viciosa, que le ponía mucho a la morena, todo había
que decirlo, la forma que se introdujo el juguete en la boca a lo actriz porno
sexy y la hostia, pero si es que sorprendió ¡garganta profunda!:
— Acabo de desear que fuera de verdad
Clara esbozó una carcajada y comenzó menear el juguete creando
movimiento en el interior de Alex que suspiró sonoramente, empezó a lamer,
succionar y dar pequeños mordisquitos a sus pezones, la morena,
retorciéndose y gimiendo, enredo sus dedos en sus cabellos rubios:
— ¡Oh Clara! sigue acelera joder
Alex no iba a ser la única en tener derecho en mirar, Clara también
disfrutaba los gestos de placer que ponía la morena y como si le estuviera
haciendo una puta paja al juguete le movía sin parar, procurando que se
moviera en su interior y rozara su clítoris. La ojiverde acabó aferrándose al
cabecero de la cama, emitiendo su famoso grito gutural al llegar al orgasmo.
Clara sonriente, la quitó el juguete y se tumbó a su lado, apoyando su
cabeza en el hombro:
— Soy tan feliz, Alex
— Con un orgasmo todo el mundo es feliz
Dijo Alex riendo, a la vez que acariciaba a Clara del pelo.
Alemania. Polizón. Así se llamaba el colega de Scott, pues siempre se
infiltraba en todos los trabajos a los que debe de espiar. Era bueno muy
bueno. De todos los colegas de Scott él, era uno de los pocos espías que
conocía todos los detalles, todas las empresas de proveedores en los que
había un polizón y quien es el o en este caso la interesada en sí en investigar
los trapos sucios.
Había descubierto mucho en pocos días. Hasta tenía fotos en su posesión
que ya había mandado al detective Scott. Claro que el pequeño Polizón era de
métodos antiguos y no conocía el correo electrónico. En su último viaje a
Europa el señor Patrick Woods se reunió con uno de los magnates de la mafia
europea. Solo con la información enviada tenían suficientes pruebas para
meter en chirona a aquel señor durante muchos años. Sería una putada para la
señorita Woods. Pensó polizón. Estaba espiando a un grupo de matones,
moviendo cierta mercancía ilegal. Cuando por primera vez en su vida fue
pillado espiando. Un… bueno eso no era un hombre, era un puto mastodonte,
un armario empotrado gigante y musculoso le encontró. Polizón, estaba en
peligro y toda la información de quienes estaban implicados también. Tan
solo rezaba para que Scott recibiera el correo lo más pronto posible.
Portland. Eran las tantas de la noche y Patrick comenzó a maldecir, pues
había quien había osado despertarle llamándole por teléfono. Chirriando los
dientes vio que se trataba de uno de los secuaces en Europa:
— Será mejor que se trate de algo importante
Dijo de mal humor:
— Señor, tenemos cierto problema
— Habla hostias que tengo sueño joder
— Se infiltró un polizón y ha estado enviando información a saber donde
Patrick se incorporó ahora mucho más serio:
— ¿Las autoridades?
— Parece ser que es un particular, hasta ahora no ha soltado prenda— se
escuchó un gemido quejumbroso a lo lejos— pero no se preocupe, lo
arreglaremos.
— Dios acabo de llegar y ya me toca irme otra vez a Europa— se levantó
nervioso de la cama— En cuanto descubráis quien está detrás de todo ya
sabes lo que debes hacer.
— Eso está hecho señor, quien haya mandado al polizón, se ha cavado su
propia tumba.
Capítulo 29 - Conciencia
Flashback

Clark se había pasado toda la noche agazapado en un rincón. Siempre


había sabido que su padre nunca le quiso e incluso que le aborrecía y claro
que hacía oídos sordos ante las depravaciones de Emer, o algún que otro
enfermo que se acercaba a la casa. ¿Todo? Por un par de dólares “tienes
que pagar por tus cuidados” la excusa de Danny “Los niños malos nacen
para dar placer” en un principio, por supuesto que no eran exigentes,
rebosaba inocencia por todos los poros de su piel. Con el paso de los años,
como si de una concubina se tratase debía aprender a seducir a aquellos que
solicitaban su cuerpo “¿Qué quieres que te haga?” esa era la pregunta
clave. Complacer con toda clase de perversiones que le pidieran.
Hasta que escuchó a lo lejos alboroto, sirenas, a las sirenas se le sumó
disparos varios y entre la confusión se asomó por la ventana. Hombres, y
muchos, todos ellos armados. Con temor abrió la puerta, no había nadie en
la casa. En los últimos días había más gente de lo normal. Le había separado
de Alex. Siempre la tuvo en mente, rezando porque no estuviera
experimentando lo mismo que él. Vesta, su amiga, su destino era escapar
juntos, permanecer juntos por siempre. Así pues, sacando fuerzas, fue
habitación por habitación, hasta que la halló en un rincón. Su corazón se
acongojó. Su vestidito estaba manchado de sangre igual que la cama ¿Por
qué? ¿La hirieron? Con sumo cuidado se acercó hasta la ojiverde. Parecía
en estado de shock:
— ¿Alex?
La niña no alzó la cabeza, aun así, llegó a balbucear:
— ¿Qué quieres que te haga?
Disparos más cercanos, no podían perder tiempo. Clark se acercó y le
agarró del brazo. Estaba sudando y ardiendo, la fiebre le había subido:
— Alex vamos hay que irse.
Dijo Clark tirando de ella. Alex parecía estar en otro mundo y en un
momento a otro pareció confundirle con uno de sus “visitantes”:
— Por favor— comenzó a pelear la morena débilmente— por favor duele,
no.
El chico la agarró de las mejillas y obligó a mirarle:
— ¡Alex! Soy yo Clark.
Alex por fin, entre sudores fijó la vista en él:
— Clark.
— Si, Clark— dijo el chico agarrándola de la mano— vámonos Alex.
Dijo tirando de ella, apenas se había alimentado e hidratado, su cuerpo
estaba adolorido, especialmente varias zonas de las cuales no imaginaba que
pudiera doler tanto. Fueron por la parte trasera de la casa, escabulléndose
por los matorrales y las hierbas altas del campo, hasta casi llegar al linde
del parque natural de Portland. Fue cuando Alex cayó casi desfallecida al
suelo. Clark se agachó para intentar cargar con ella, pero de nuevo
alucinaba a causa de la fiebre y peleó:
— Alex soy yo, para.
La niña peleó con uñas y dientes, abrió los ojos de par en par, lo reconoció,
pero Clark al intentar inmovilizarla para darla a entender que era él, lo
tomó como una agresión:
— No, Clark, no me hagas eso, tú no.
Sollozó, el chico con el ceño fruncido la soltó de las muñecas:
— Alex yo nunca…
Sería instinto de supervivencia por parte la ojiverde, ni si quiera lo pensó
simplemente se dejó llevar por su lado primario, agarrando una piedra y
arreándole un fuerte golpe en la cabeza. El chico se desplomó a su lado sin
conocimiento. Alex reptó a su lado, hasta que después de unos minutos
comenzó a llorar ¿Qué había hecho?:
— Clark, perdona, levanta por favor— empujaba el cuerpo del chico— no,
tú no, Clark.
A lo lejos se escuchó las voces de unos hombres acompañados por unos
ladridos de los perros. No quería dejarle solo ni abandonarlo, pero tampoco
quería regresar a aquel infierno y entre disculpas y sollozos, se levantó y
echó a correr hasta el parque. Perdiéndose entre los árboles, el musgo,
barro, cantidad de bichos y animales.

Fin del Flashback

Clark apenas dormía, ¿para qué? Se había pasado más de diez años postrado
en una cama. Su mente era puro hervidero. Intentaba no hacerlo, pero su
mente traicionera revivía cada momento en aquella casa. Estrés post-
traumático llego a leer. Sentado en el salón, apoyado con los codos en la
mesa, acarició su cicatriz, esa preciosa cicatriz que le dejó Alex. Apretando la
mandíbula y con furia dio un fuerte puñetazo a la mesa. Cuantas veces tuvo
que soportar “fue mi culpa Clark, ella está muerta por mi culpa” resultaba que
si estaba viva y encantada regresó a su vida ¿Y él? Nunca más regresó a por
él ni preguntó. ¿También se sentiría culpable por lo que le hizo? Le estaría
llorando a esa Barbie como tuvo que soportar él.
Miró por la ventana, se quitó una lágrima mientras dejaba que el veneno de
la ira recorriera por sus venas. El rencor y reproche, era lo único que sentía
por Alex, y por la señorita Price que de nuevo acaparó toda la atención de su
Vesta. ¿Dónde quedaron los niños astronautas? En ese momento el timbre
sonó, sacándole de sus tétricas ensoñaciones. Se puso una camisa para tapar
las marcas que había en su espalda. ¿Quién podía ser a esas horas? ¡Sorpresa!
Jay había ido de viaje hasta la noche y Abby, como una loba hambrienta
fue en busca de su sabrosa presa. Bueno, lo cierto es que era ella la presa.
Clark curvó la comisura de sus labios y se apoyó en la puerta. No era la
primera vez que esa mujer solicitaba de sus encantos, ni los placeres que le
daba su cuerpo. Parece ser que el vicio de Clara lo heredó de su últimamente
desinhibida madre. Clark se hizo a un lado mientras que la señora Price, con
un contoneo de cadera entraba en su pequeño piso. No pasó mucho cuando su
bolso cayó al suelo y acabó empotrada contra la pared, siendo acariciada por
las grandes manos de Clark:
— ¿Qué quieres que te haga Abby?
Dijo Clark pegándose mucho más a su cadera y lamiéndola el cuello,
arrancándole un gemido a la madre de Clara. Abby acercó su mano hasta la
entrepierna para estimularle su dotado pene:
— Por un día puedo hacerte el favor.
Clark se puso tensó y le agarró fuertemente de la muñeca. Le miró con
brusquedad y entre dientes dijo:
— No, ya sabes cómo va señora Price.
Abby le miró acerbamente. Que el jardinero le ponía era cierto, tenía un
poder de seducción increíble, pero tanto como para enamorarse por favor:
— No hace falta que preguntes— dijo con voz áspera— se subió la falda y
se abrió de piernas, ya sabes lo que me gusta.
— A sus servicios— dijo Clark con tono amargo también— todo sea por el
placer de la señora.
Dicho aquello se agachó, le quitó las bragas y procedió saborear su centro.
Clara despertó y como hizo en el hotel palpó a su lado, en busca de Alex,
pero ésta, de nuevo ya no estaba. Se restregó los ojos y se incorporó un poco,
hacía frío así que se arropó un poco más ¿enserio había necesidad de salir de
la cama? Se supone que aquello era parecido a unas vacaciones. Se desplomó
de nuevo sonriente, todo lo que vivió a su lado el día anterior. Se miró a su
mano, ya no llevaba el anillo de compromiso de William. Su supuesto
prometido y del cual apenas se había acordado. Llevaba el anillo que le dio
Alex, representando a Vesta. Solo durante unos instantes sintió lastima por
William, al que tocaría encarar en cuestión de 48 h. maldijo aquello. Pero una
morena entró en la habitación, haciendo olvidar por completo el mundo
exterior.
Alex entró vestida de chándal gris y en sus manos llevaba una bandeja.
¡Qué ricura! Si le había preparado el desayuno:
— Buenos días marmotilla— dijo poniendo la bandeja a un lado y
sentándose junto a ella— para que veas que no eres mi chacha.
— Que cucada— dijo incorporándose sonriente y viendo que le había
preparado— Estoy descubriendo una faceta de Alex Woods que me está
gustando mucho.
La morena puso los ojos en blanco para luego sonreír:
— Como sé que te va lo sano— dijo señalando al desayuno— te he
exprimido zumo y pelado fruta, no sé cuál te gusta más así que hay un poco
de todo. Por lo general yo prefiero tortitas y azucares poco sanos.
Clara se acercó un poco más a Alex con cara picarona:
— ¿También entras en el desayuno?
Alex riendo entre dientes tiró un poco de la manta para observar un poco el
cuerpo desnudo de la rubia, toda golosa se mordió el labio:
— ¿Te gusta algo de lo que ves?
Alex aun agarrando la manta y sin mirarla a la cara, ladeo la cabeza y
esbozó una risita:
— Clara— se lamió los labios, no, aun no la miraría a la cara— tienes un
bello corazón, pero con tus tetas delante como dos grandes amortiguadores
resulta difícil ver más allá— Clara puso los ojos en blanco, en ese instante
Alex sonriente la miró a la cara— digo solo en ocasiones.
La rubia la empujó, mientras bufaba:
— Me despierto, y la mujer que quiero entra por la puerta con el desayuno
que me ha preparado— comenzó a decir a la vez que se introducía un cacho
fruta a la boca— esperaba un comentario bonito y que me encuentro, a la
cavernícola de Woods— Alzó una ceja— venga estoy esperando escucharlo
— imitó a Alex— “Follaar a Clara”
Agarró otro trozo de fruta y justo cuando estaba a la altura de los labios,
Alex con dulzura le agarró de la mano y de una forma sensual se lo llevó
hasta su boca, sintiendo la humedad de sus labios sexys sobre sus dedos.
Dejándola sin habla y con la boca seca. Alex mientras masticaba se acercó
hasta estar a escasos centímetros de la rubia, que no dejaba de mirar a sus
labios con deseo:
— ¿Qué? — preguntó con voz erótica— ¿Te hace el chichi chiribitas? —
Clara quería rebatir eso, pero estaba tan cerca y esa voz— ¿Quién quiere
follarse a quién?
Y rompiendo todo el erotismo se alejó carcajeando, saliendo de la hipnosis,
Clara frunció el ceño. Ese poder que ejercía la morena sobre ella no era
normal. Alex se levantó para volver a irse:
— Pero ¿no desayunas conmigo?
Alex se paró en la puerta y la miró para responderla:
— Ya he desayunado— le guiño un ojo— tengo que hacer unas cosas y
después saldré a correr un rato— puso gesto divertido— ¿Te animas?
Clara hizo un mohín, ya bastante tuvo con caminar por Yellowstone. La
morena esbozó una risotada al ver la cara de la rubia:
— Casi prefiero terminar de desayunar, ducharme y seguir escribiendo.
Alex se encogió de hombros y salió de la habitación. Durante un rato estuvo
terminando de desayunar. Tenía la puerta abierta, así que vio pasar un par de
veces a Alex, la primera con unas escaleras, las llevaba a la habitación
“¿roja?” “¿de Vesta?” ni se cómo llamarla. Después pasó de regreso sin las
escaleras. Justo cuando se estaba poniendo un albornoz cuando la vio pasar
de nuevo con una caja grande, ya muerta por la curiosidad se asomó al
pasillo:
— Lex— llamo con el ceño fruncido— ¿Qué estás haciendo?
— Ni se te ocurra entrar hasta que yo te lo diga.
Dijo desde dentro con voz autoritaria. Clara se mordió el labio ¿Qué estaría
preparando? ¿Vería esa noche a Vesta? Sonriente fue hasta el baño y se pegó
una buena ducha y de más, después de lo que sudaron la noche anterior se
agradecía. Tampoco tardó mucho, se puso lo primero que pilló, no siempre
iba a ponerse sexy para Alex, si la quería tendría que aguantarla con su
pijama rosa y una camiseta de tirantes descolorido. Abrió la puerta y se
encontró de frente con Alex, que estaba apoyada en el marco de la puerta.
Curvó una comisura de sus labios y alzó un par de veces las cejas:
— Ven.
No se esmeró en decir nada más y se fue hasta la habitación del fondo.
Clara con respiración entrecortada y nervios a flor de piel la siguió.
Quedando boquiabierta al entrar. Vale, siempre se había imaginado uno en
películas porno, en clubs eróticos y cosas de esas, tampoco había estado cerca
de uno y se lo esperaba con plumas, color rosa o rojo, y ella qué sabía, era el
primero que tenía delante, joder un puñetero columpio erótico. Alex estaba al
lado del objeto colgante:
— Ven siéntate.
Ordenó señalando al columpio. Clara que tenía ojos como órbitas:
— ¿Ahora?
Alex esbozó una carcajada:
— Tranquila solo es para regular a la altura que debo ponerlo.
Clara asintió con la cabeza y fue hasta el columpio. No es el típico columpio
que hay en los parques. Alex comenzó a señalar todas las partes, describiendo
para que servían:
— Mira, este es el soporte de piernas— dijo señalando una de las mandas—
el del medio es para que plantes tu precioso culo— eso hizo sonreír a Clara,
pues la hablaba con dulzura— y este es para la espalda— señaló las bandas
de cada lado— obviamente esto son las bandas para las manos y también
puedes agarrarte en esta estructura metálica— dijo señalando una vara que
había horizontalmente un poco por encima del columpio— ven, que te ayudo.
Exótico era, eso lo admitía Clara y le atraía la idea, pero con lo patosa que
llegaba a ser a veces, se veía estampándose contra el suelo. Ya se veía en las
noticias “la escritora Clara Price, sin dientes por practicar sexo en un
columpio erótico y caerse de boca antes de llegar al orgasmo”:
— De seguro me caigo.
Dijo Clara agarrando las bandas laterales. Alex la rodeó con los brazos y
con su increíble fuerza la ayudó subirse. La rubia ante la cercanía de la
ojiverde, sentir sus manos aferrándola fuertemente en su espalda y que le dio
un poco de vértigo, acabó por perder el equilibrio. Menos mal que Alex la
tenía sujeta:
— Es un columpio— dijo clavando su mirada, ambas tenían sus cuerpos
pegados y sus rostros a escasos centímetros— me dirás que no has subido a
uno en un parque.
Clara soltó una risita nerviosa:
— No es lo mismo, este se usa para otros fines menos inocentes.
Ambas comenzaban a dejarse llevar por el fuerte magnetismo de sus
cuerpos. La rubia rodeó con los brazos el cuello de Alex, ahora estaban a la
misma altura, pues siempre la tocaba a la morena inclinarse para besarla o a
Clara ponerse de puntillas. Y después de haber esperado por el beso de Alex,
ésta chocó sus labios para perderse en su boca de manera fogosa, apasionada,
posesiva y nada considerada a comparación del día anterior. Aprovechando
que Clara estaba aún abrazada fuertemente a ella, la abrió las piernas para
colarse entre medias. Se separó de aquel beso que casi deja sin aliento a Clara
y miró su cintura:
— No dejes de agarrarte.
Pidió antes de comenzar a regular la altura, Clara sintió el descenso y se
abrazó aún más fuerte, la ojiverde rápido la estrujó por los hombros:
— Clara que me asfixias.
Dijo casi sin aire. La rubia aflojó a la vez que se le escapaba una risotada.
Después de terminar de ajustar el columpio la volvió a abrazar:
— Si no son con tus piernas, son con tus brazos algún día me matas
rompiéndome el cuello.
Comenzó a acariciar su espalda con la yema de los dedos mientras le
regalaba una sonrisa:
— ¡Eh! que hace tiempo que no te hago una llave de yudo después de un
orgasmo.
— Eso me hace caer en la cuenta que no hago una visita ahí abajo— hizo un
mohín— me parece que eso tiene que acabar hoy.
Sacó su lengua y comenzó a moverla ágilmente. Clara dibujó una sonrisa
picarona antes de lanzarse a su boca para atrapar esa lengua que la tentaba
tanto. La morena, encantada comenzó a jugar con la de Clara, que
inevitablemente gimió. Como si de una serpiente constrictora se tratase le
rodeó la cintura con las piernas y la atrajo más:
— ¿Vamos a jugar ahora?
Preguntó con deseo la ojiazul. Alex curvó la comisura de sus labios. Su
respiración estaba acelerada, como su pulso cardiaco y la adrenalina recorría
por cada rincón de su anatomía. Y como si de una mosca verde que es atraída
a la mierda, su mano fue a parar a uno de los senos de la rubia, que suspiró
sonoramente cuando comenzó a masajeárselo. No llevaba sujetador y
rápidamente pudo notarse lo excitada que estaba:
— Me voy a correr.
Dijo Alex con voz entrecortada y separando sus bocas:
— ¿Tan pronto? — Preguntó Clara mirando la mano de Alex aun puesta en
su seno— ¡Joder Alex! que solo me has tocado una teta.
La morena carcajeó, apartó la mano de esa parte y la puso en su cadera:
— No Clara— le dio un beso en la punta de la nariz— voy a salir a correr,
deporte que no tiene nada que ver con sexo.
Clara puso los ojos en blanco la empujó y se levantó del columpio:
— Pues no empieces algo que no piensas acabar
Dijo con irritabilidad, Alex negó con la cabeza mientras esbozaba su media
sonrisa. Una adolescente hormonada, eso es lo que era Clara. Obvio tantos
años reservándose para luego encontrarse con un insípido en la cama. Todos
los orgasmos que se perdió por quedarse estudiando hasta tarde o porque
Alex Woods tardó en regresar a su vida. La rubia iba saliendo por la puerta
dejando sola a la morena, sin embargo, se acordó de una cosa, se giró para
mirar a la ojiverde, pero se la encontró meciéndose en el columpio como una
niña infantil. La rubia apretó los labios para no reír, pero de nuevo fue algo
imposible:
— Que infantil puedes llegar a ser.
— No te quejes— dijo levantándose dispuesta a salir también— eso
también te gusta.
— ¿Tienes una regleta? El cable del cargador del ordenador no llega a la
toma de corriente en el salón.
Alex quedó pensativa, mientras que ambas bajaban por las escaleras:
— Creo que en el garaje debe de haber y si no, me acerco en un momento a
comprar una.
— No creo que haga falta comprar ninguna, en cuanto se acabe la batería
paro y lo pongo a cargar.
Alex tenía el IPod preparado con los auriculares:
— Nos vemos belleza.
Dijo saliendo por la puerta, robándole otra sonrisa a la rubia. Bueno, esas
dudas de que no llegaría vivas al final de la semana, porque se habrían
matado, fueron disueltas y convirtiéndose en los días más felices de su vida.
Por el momento tenía algo de batería así pues encendió el ordenador y se
dispuso a escribir. Y ya ves si estaba inspirada. Que mejor que estar
enamorada para escribir una historia como esa. Se había quedado tan inmersa
que no se dio cuenta que se quedaba sin batería hasta que salto la advertencia
automática del ordenador. Guardó corriendo el archivo, no podía dejar de
escribir se había enganchado a su propia historia. Así pues, en el rato que fue
al garaje dejó su portátil cargando. El garaje era amplio, incluso con el
Lamborghini aparcado dentro. También tenía una moto tapada con una
manta. ¿Dónde narices encontrar una regleta? Los estantes estaban repletos
de cajas. No se extrañaría encontrarse con una camilla de ginecólogo
desmontada, muñecas hinchables o cualquier juguete extraño. Miró en la
primera, pues no, había un par de cascos, la segunda discos de vinilo
Manowar, Iron Maiden, The Outfield, Madona, sonrió porque ese último no
pegaba para nada con los discos anteriores. Volvió a dejar la caja de discos en
su sitio. En la otra no encontraría la regleta, pero había fotos. Fijándose en
ese detalle, se percató que en ningún lado de la casa había fotos, ni en su piso
tampoco, solo un cuadro y era para tapar la caja fuerte. Movida por la
curiosidad comenzó a ojearlas.
Desde que era bebé sonreía y mucho, había una en la que salía dándole un
beso a un gatillo ¿Qué tendría tres años? Otras en la que era algún
cumpleaños, justo otra en la que era el cumpleaños de William a los siete
años, toda pringosa de chocolate con una sonrisa de oreja a oreja. Pues sí que
la gustaba salir en las fotos cuando era pequeña. Había varias en la que salían
los tres, Will y ella, o las dos. Muchas de ellas salían levantándole la mano
para pegarla, nunca se dio cuenta, pero la morena giraba la cabeza siempre y
se partía el culo de la risa. Se quedó mirando una, en la que salían los tres
sonriendo, de esa sí se acordaba, puesto que fue antes de marcharse. Ojos
verdes brillantes, sonrisa inocente, achicó los ojos dándose cuenta de que la
Clara más joven tenía posada encima de su mano. Aun llevándose como
perros y gatos de pequeñas, en el fondo la encantaba. A partir de esa edad,
había otras cuantas fotos más ya de mayor. Con Olaya o con otro grupo de
chicas o chicos. Pero ya no había sonrisa, es más hacia por tapar el objetivo
mostrando el dedo corazón, haciendo algún gesto soez, incluso había un par
con una chica, en esa parecía más normalita y siempre la abrazaba, pero la
sonrisa brillaba por su ausencia.
Había dentro otra caja que tenía una nota pegada:
Alex eres una gran compañera de ligues, haz caso al consejo de un amigo,
quema todo lo que contiene esta caja, deja de aferrarte al sufrimiento y
comienza a vivir de nuevo. Tu amigo el juerguista Scott.
Clara dudó si abrir aquella caja. Ya bastante había hurgado en la intimidad
de Alex. Pero aquello era pandora y atraída por su dichosa curiosidad, la
Abrió.
Alex llevaba un buen rato corriendo, escuchando “Look After You de The
Fray”, un tema que no pegaría con la ojiverde, pero a veces la letra le llegaba
más que la melodía.
“Sé mi chica, cuidare de ti”
Tarareaba entre trote y trote.
“Allí ahora, el amor constante, pero pocos vienen y no se van,
Tú serás siempre la que yo conozco
Cuando estoy perdiendo el control la ciudad gira a mí alrededor,
Tú eres la única que sabes calmarme”
Entre se mi chica y cuidaré de ti algo hizo que aminorara la marcha, regleta,
garaje, regleta, garaje… un MIERDA se leería en la expresión de su cara,
antes de salir corriendo en dirección a la casa.
Había dibujos extraños y daban escalofríos. Una Alex pequeña, siempre
agarrada de la mano de otro chico. En ocasiones hasta había un ángel de
cabellos rubios y ojos azules, tenía su nombre encima de su cabeza. Alex y
Clark. Lo que más repelús daba era que siempre había tres figuras negras.
¿Quién era Clark? No había ningún Clark en la escuela. Sería un chico que
conocería en Europa. ¿Un novio? Pensaba que nunca había estado con ningún
hombre. Un pony de color rosa todo mugriento, eso apenas lo tocó. Llegó los
recortes de periódicos, había muchos. En un momento se quedó sin aire ¿por
qué narices abriría aquella caja? Ahí había más intimidad que ver el propio
cuerpo desnudo de Alex.
<<Secuestrada la hija del empresario Woods>>
<< Desmantelada banda dedicada al secuestro y trata de blancas>>
<< Mueren los secuestradores de la pequeña Woods>>
Recortes y más recortes:
<< Fuentes nos confirman que pretendían secuestrar a la hija del
empresario Price>>
Días atrás recordó la primera vez que le pidió un beso a Alex. Fue en su
casa y justo cuando ésta le pidió que se escondiera. Jugar al escondite, de
niña no caería en la cuenta, pero Alex no jugaba a eso. Sin embargo, se lo
pidió. El grito de una mujer, disparos, se llevó la mano a la cabeza aturdida,
dejó las cosas en la caja, pero entre el nerviosismo lo revolvió. La foto de un
hombre, que le hizo temblar, incluso en fotos aquellos ojos eran aterradores.
Se llevó ambas manos a la cabeza. Todo de golpe y porrazo. Todo lo que
había borrado su mente. No era de extrañar que una niña olvidara aquello.
Las lágrimas inundaron sus ojos. Acabó agazapada en un rincón. Intentando
controlar su estado de nervios. ¿Por qué narices tuvo que mirar? Pasaría un
rato, hasta que a lo lejos se escuchó la voz de Alex y detrás la puerta de la
entrada cerrarse fuertemente:
— ¿Clara?
Volvió a sonar la voz de Alex a lo lejos. ¿Enserio Alex podía mirarla?
¿Enserio que no la odiaba? La voz de Emer retumbaba en su cabeza. Una,
otra y otra vez. Por tu culpa será una niña mala. Ahora cobraba sentido todo.
Escuchó unos pasos acercándose lentamente:
— ¿Clara?
La voz de Alex a una distancia cada vez más reducida. No, no la miraría, la
conciencia la carcomía por dentro.
Capítulo 30 - Autocine
— Clara.
Volvió a decir Alex ya ansiosa. Se arrodilló a su lado y puso la mano en su
hombro, pero esta la apartó echándose a un lado. Aun escondiendo el rostro y
ahogando sus llantos. Alex miró la caja abierta y apretó la mandíbula:
— Clara, por favor— suplicó de nuevo con la mano en su hombro— mírame.
— No puedo— dijo entre llantos más sonoros— Todo fue por mi culpa.
Alex frunció el ceño, se acercó un poco más y le alzó la cabeza obligándola
a mirarla, pero seguía negándose a hacerlo cerrando los ojos:
— Clara— comenzó diciendo mientras que la retiraba las lágrimas de las
mejillas— tu no tuviste culpa de nada, los culpables fueron unas malas
personas que ya pagaron con sus vidas.
Lentamente Clara fue abriendo los ojos, algo enrojecidos por las lágrimas.
Alex la miraba llena de preocupación y ansiosa, con amor y sin ningún atisbo
de odio. La rubia frunció el ceño y la empujó para separarla de ella:
— Mataron a la niñera y yo lo vi— Alex intentó acercarse, pero de nuevo
fue empujada— te llamé y supliqué que te buscaran. Me moría de los nervios,
pero me acordaba y te tenía muy presente.
Alex ya desesperada le agarró fuertemente de las muñecas:
— Eso ocurrió hace mucho tiempo, tú no tuviste nada que ver, quítate ideas
estúpidas de la cabeza.
Clara esbozó una risa nerviosa:
— Eso no fue lo peor de todo, Lex. La policía me hizo preguntas para
buscarte. Un día mi madre no estaba— se soltó del agarre y buscó la foto de
Emer— Este hombre se me acercó diciendo que era policía y que te habían
encontrado.
Ahora fue la misma Alex que se puso en tensión, volvió a agarrar de las
mejillas a Clara:
— Te… te hizo algo, Clara— su voz sonaba airada— Te tocó o ¿Qué te
hizo?
Clara retiró su mirada mientras negaba con la cabeza:
— Yo me emocioné al escuchar que tenía un mensaje tuyo, puso un
ordenador delante de mí y me enseñó la grabación.
Alex estaba drogada, de aquel momento solo tenía vagos recuerdos, al
menos del principio. La morena cayó en la cuenta de que la estaba diciendo.
Tomó aire, e incluso sintió mucha vergüenza y aunque no lo tenía, sintió
también mucha culpa. Se sintió culpable por todo lo que tuvo que pasar
Clara:
— No entendía mucho la verdad, solo sabía que estabas atada y luego… por
mucho que no entendiera supe que era malo e intenté retirar la mirada—
intentó hacerse la fuerte por Clara, pero le resultó imposible no retener las
lágrimas— me tapó la boca y me dijo que me haría lo mismo si no miraba.
Me dijo que era mi culpa que nunca debiste estar ahí.
De nuevo eso último hizo reaccionar a la morena, abrazó a Clara que había
dejado de luchar después de contarle lo que recordó:
— Debes de tener claro una cosa, Clara. Ni tu ni yo somos culpables de nada
— la besó en el pelo— somos víctimas. Aun después de muerto ¿le vamos a
dar el gusto?
La ojiazul respondió al abrazo de la morena:
— Pero lo que te hicieron…
— Yo te pedí que te escondieras, desconocías los motivos, solo que fui lenta
en esconderme.
Clara ocultó su rostro en su cuello mientras que comenzó a aporrear su otro
hombro mientras rompía a sollozar nuevamente con fuerza:
— ¿Por qué tú obsesión por protegerme?
El cuerpo de Clara no reaccionaba para nada más. Así pues, Alex la aferró
fuertemente, mientras que pasaba un brazo detrás de sus rodillas y la
levantaba, llevándola en brazos hasta el salón. De nuevo, demostrando su
fuerza, aunque se agradecía que el salón estuviera cerca. Se sentó en el sillón,
con la rubia aun en brazos:
— Te protejo porque te hice la promesa de que lo haría— le aparto un
mechón de la cara y buscaba la mirada de sus ojos a la vez que retiraba la
humedad de sus mejillas— Y aunque no hubiera promesa, me sale solo.
Antes no sé, sería por amistad, porque te tenía cariño, ahora lo hago porque te
quiero.
Clara quedó fija en la mirada de Alex, en un principio alzó su mano para
acariciarla, pero ésta quedó anclada en su húmeda mejilla. La morena frunció
el ceño:
— ¿Por qué me miras así?
— ¿Por qué dejas que te juzguen mal?
Alex apartó la mirada y se encogió de hombros:
— ¿Quieres beber algo? ¿Un vaso de agua?
Clara negó con la cabeza, cerró los ojos y se pegó aún más al cuello de
Alex, olía tan bien. La convencieron de que Alex se fue a Europa. Se
convenció de que era irritante y odiosa. Tenía la convicción de que era
brusca, orgullosa, una retrograda. Se había dejado insultar sin llegar a
reprochar nada. Tenía motivos, tenía motivos para odiarla. De nuevo otra
oleada de lágrimas pudo con Clara. ¿Cuánto estuvieron así? ¿Una, dos horas?
¿Una eternidad? La morena la sostuvo hasta que ya no quedaron lágrimas que
derramar. Dándose por vencida al cansancio. Durante mucho rato la ojiverde
la contempló dormir. Curvó una comisura de sus labios y susurro:
— He luchado en vano. Ya no quiero hacerlo. Me resulta imposible contener
mis sentimientos— sintió el ardor del dolor profundo por su sufrimiento—
Permítame usted que le manifieste cuan ardiente la admiro… y la amo.
El olor a comida comenzó a embriagar toda la casa, despertándola le
picaban los ojos y sentía mal estar. Buscó con la mirada a Alex que
rápidamente se la escuchó trastear en la cocina. Miró por la ventana, ya
debería de ser el medio día. Se levantó y se acercó a la cocina, ahí estaba la
morena, mirando un libro de cocina y maldiciendo por lo bajo:
— Con lo fácil que es un puto huevo frito— dijo mientras mezclaba los
condimentos— Pero como si ya lo estuviese viendo— imitó la voz de Clara
— tiene muchas calorías, Alex eso engorda— Clara se apoyó en el marco de
la puerta y se cruzó de brazos— ¿cilantro? Pero qué coño es eso— gruño—
comete el huevo frito Clara— decía mientras abría el mueble de la cocina
buscando el dichoso cilantro— estas tan buena que aun comiéndote 20 no
pasaría nada, te seguiría follando igualmente— Clara puso ojos como órbitas,
volvió a gruñir— mujeres y su terrible obsesión por los alimentos grasos.
¿Cómo era posible? Después del momento tan intenso que habían vivido.
La rubia apretó los labios para no reír. La morena parecía una loca hablando
sola. Aun así, le resultó de lo más cómica y a su vez una monada. Se estaba
esmerando por cocinarla algo que la gustase:
— Un huevo frito hubiera estado bien.
Dijo Clara sin moverse de su sitio. Alex no se giró, más bien se volvía loca
por la cocina.
— A buenas horas me lo dices mangas verdes— Dijo ceñuda— ¿Sabes cuál
es el cilantro ese? búa, no creo que varíe mucho el sabor— dijo dándose por
vencida y metiendo la comida en el horno— solo queda esperar 20 min.
Se giró para mirar a Clara y regalarle una amplia sonrisa. La rubia agachó
la cabeza. En el fondo la morena tenía razón, no era culpable de nada, aun
después de todo, fue condicionada a sentirse así. Alex se acercó, le agarró de
la barbilla y alzó su rostro:
— Vamos, Clara— dijo con cariño— no te pongas así, ten paciencia yo
nunca me complico en la cocina.
La rubia con ojos vidriosos se abrazó a Alex, que rápidamente le devolvió el
abrazo:
— ¿20 huevos fritos? Engordar no sé, pero morirme de colesterol puede
La morena puso los ojos en blanco y se separó un poco:
— Me he llegado a empachar a hamburguesas y a bollos— se levantó la
camisa dejando ver su abdomen totalmente definido— ¿ves alguna gota de
grasa? Y tengo el colesterol bajo control, más sana que una manzana.
— ¿Por qué me quieres?
Sorprendió la rubia con esa pregunta. Parece ser que las tornas habían
cambiado y la que estaba llena de inseguridades era Clara. ¿Enserio se
merecía el amor de Alex? Todo el mundo se esperaría una respuesta al estilo
lo que le susurró mientras ésta dormía, pero simplemente se encogió de
hombros:
— Eres hermosa y no te voy a mentir, me he topado y acostado con muchas
mujeres hermosas ¿por qué tú sí y otra no? No lo sé. Eres graciosa, eres
torpe, inocente, fogosa, inteligente y podría seguir describiéndote de mil
maneras, hay muchas mujeres que tienen esas cualidades ¿Por qué me he
enamorado de ti y no de otra? No lo sé, nunca me he hecho esa pregunta ni
pienso hallar respuesta, porque simplemente ha pasado. Quizás por el efecto
que causas en mí— se perdió en aquellos ojos azules y le acarició con la parte
dorsal de los dedos índices y corazón— siempre he sido una bomba, que
estallaba con facilidad, llegaste tú y controlar poco a poco mis impulsos hasta
sosegarme— Clara hizo un gesto facial, que hizo sonreír a Alex— también
me encanta cuando se te forma esa especie de arruguita en la frente, sobre
todo cuando te enfadas.
Clara rodeó con los brazos a Alex, se puso de puntillas y la besó, mientras
se le deslizaba una lágrima por la mejilla. Alex respondió ese beso con más
intensidad, quien pidió permiso el acceso con la lengua fue Clara, la morena
entreabrió los labios, encantada de saborear esa lengua que tanto le
encantaba. Los besos estaban subidos de tono, de esos que caldean el
ambiente y animan a seguir con caricias desde las más inocentes, hasta las
que ya son aptas para mayores de 18 años. Sin embargo, ignorando las
insinuaciones de la rubia, Alex se mantuvo firme, teniendo sus manos en su
espalda baja. Clara, viendo que ésta no iba más allá dio el paso, agarrándola
de la mano y guiándola hasta su pecho. Alex se separó de su boca y quitó la
mano de esa parte de su anatomía:
— Clara— dijo recuperando el aire— Hoy no va haber sexo.
Clara la miró con los ojos humedecidos:
— ¿Por qué no?
— Porque has recibido un duro golpe hoy, no sé si lo haces por buscar
consuelo en el sexo— le besó en la frente— durante un rato está bien, te
olvidas, pero el dolor seguirá estando ahí cuando terminemos. Evidentemente
no me voy aprovechar de la situación— De nuevo la rubia rompió a llorar—
te daré todos los abrazos, todos los besos y te diré todos los te quiero que
necesites, pero nada de sexo.
— No es lo que tenías planeado para hoy.
Dijo Clara apartándola y sentándose junto a la mesa de la cocina. Alex se
sentó en frente y se apoyó en el respaldo:
— No me es prioritario, sin embargo, tú sí lo eres— dibujó media sonrisa—
podemos hacer otras actividades he visto que hoy hay autocine. No voy
aceptar una negativa, así que vamos a ir.
La rubia apoyó los codos en la mesa y se apartó las lágrimas, apoyó la
barbilla sobre el dorso de la mano y miró a Alex. La idolatraba, desde que
eran unas niñas la idolatraba. Tan fuerte, independiente, valiente y ahí la
tenía, demostrándola que la quería y que no solo era sexo lo que buscaba en
ella como la hizo creer en un principio:
— ¿Qué películas van a poner?
Alex agarró el periódico local que estaba en la encimera de la cocina y lo
buscó:
— El diario de Noa— puso expresión y voz dramática— puedo ser lo que
tú quieras, dime lo que quieres y lo seré por ti.
— Pensaba que eras más de zombis, vampiros, hombres lobo y toda clase
de bichos repulsivos— achicó los ojos— con que te sabes de memoria el
diario de Noa.
— Sí que van a poner el amanecer de los muertos vivientes, la antigua— se
encogió de hombros— pero como sé que a ti te da miedo. Y respecto al diario
de Noa, a todas las tías se les caía la baba con Noa, una tiene que ir
actualizando sus métodos de ligue ¿sabes? Me tuve que tragar la dichosa
película— negó con la cabeza— lo que tenía que hacer una para echar un
polvo y diario de Noa tiene un pase, pero la de avatar por favor, nunca lo
entendí— se levantó para poner la mesa— El menda tiene a Michelle
Rodríguez al lado y ¿se enamora de una pitufina? Y mejor no entro en
películas adolescentes. Para películas románticas las de Sandra Bullock o
Julia Roberts— pasó a poner cubiertos y después quedó pensativa— ¿Será
que me estoy haciendo vieja? Audrey Hepburn esa sí que era toda una mujer.
Clara no dejaba de mirarla sonriente. Joder, pasó de tener que sacarla las
palabras con cucharilla a no callarse ni debajo del agua. Alex saliendo de sus
divagaciones se percató de como la miraba:
— ¿Qué?
— Nada— dijo algo bobalicona— es que eres muy habladora cuando te lo
propones. Podemos ver la del amanecer de los muertos vivientes.
Miró la comida que estaba en el horno, ya se había apagado el
temporizador, sacó la bandeja de barró y aun con manoplas tuvo que llevarlo
corriendo a la mesa porque se estaba chamuscando las palmas de las manos:
— Para que luego me digas— volviendo a imitar la voz de Clara— Alex no
puedo dormir, ¿sabes que Richard ha vuelto a mirar debajo de la falda de
Natalie? — ahora volvía a poner voz jocosa— pues claro que lo sé, yo
también lo hacía.
— Así que te decantabas ya por la otra acera desde pequeña.
Alex estaba sirviéndola la comida, cuando esbozó una sonrisa:
— Tú también lo hacías.
Clara hizo un mohín:
— Eso no es cierto.
— Marie Morley fue la primera en desarrollarse— se llevó las manos al
pecho e hizo un gesto de tetas grandes— te pillé mirándole su pechonalidad
en mi piscina.
— Era demasiado joven para pensar en esas cosas.
Alex se llevó el vaso de agua a la boca y se humedeció los labios:
— El ser humano es el animal más curioso por naturaleza. Creo que Richard
siempre estaba metiéndose contigo porque le gustabas era su forma de llamar
tú atención.
Clara se inclinó con una ceja alzada:
— Tú también lo hacías.
Alex se encogió de hombros:
— Me parecías chistosa cuando te enfadabas y me lo sigues pareciendo—
señaló las cosas de la mesa— no pensaras que te voy a cocinar, planchar y
fregar, soy tu novia no la chacha de la casa.
Dijo sonriendo, antes de levantarse, acercarse a la rubia y darle un beso en
la sien:
— Yo me tengo que hacer una cosa.
Dicho aquello dejó sola a Clara en la cocina. Se limpió la comisura de los
labios antes de quedar boquiabierta. Pero manda cojones, cuando ella cocinó
apenas ensució nada, eso no era una cocina, era una jodida leonera. Estaba
claro, no la dejaría cocinar nunca más.
Alex regresó al garaje, recogió todo lo de la caja, separó los dibujos de
Clark y todo lo que le recordaba a él, tal y como le había aconsejado Scott,
hizo lo que debió hacer años atrás, fue hasta la parte trasera y lo quemó todo.
Recortes de periódicos, fotos policiales, incluso documentos médicos. Alex
tuvo una época en la que se obsesionó, pidiendo que consiguiera todo lo
referido de aquel incidente. Llegó a la carpeta médica, otro dato del cual no
se enteró hasta que lo leyó un año atrás. Tardó en recuperarse de la infección,
pero pasado un tiempo su vida acabó corriendo riesgo.

Flashback

La fiebre de Alex remitió, las partes afectadas fueron curándose poco a


poco. La herida de su pecho le dejaría cicatriz. La primera semana lidiar con
la chica fue de lo más difícil. Prácticamente era una salvaje, arañaba,
mordía a todo aquel que se le acercaba o procuraba tocarla. Manteniéndola
a raya a base de calmantes. Sus padres ocultaron todo lo posible a los
periódicos. Para el mundo Alex Woods había sido secuestrada.
Pasado el estado agresivo pasó al silencio absoluto, hasta despertar en la
noche gritando a pleno pulmón. Tratada por un especialista psiquiátrico le
recetaron calmantes. La dieron el alta encerrándose en su habitación,
silenciosa, totalmente autista y ajena al mundo. Pasado un tiempo la fiebre
volvió a subir. Alice, aterrada la volvió a llevar al hospital. ¡Sorpresa! La
niña no decía nada, tan solo estaba en la camilla sentada, mirando por la
ventana mientras que el medico charlaba con su madre:
— Si solo es una niña.
Dijo Alice mientras se tapaba la boca horrorizada:
— Es algo inusual— seguía informando el médico— La niña apenas
comienza su adolescencia y se empieza a desarrollar como mujer. Aún
demasiado joven y por la grave infección que pasó, se ha llegado a
complicar hasta un embarazo ectópico.
Alice comenzó a sollozar. Sin embargo, Alex seguía con la mirada perdida
en la ventana y sin enterarse de la misa de la mitad:
— Debo informarle que morirá si sigue adelante.
— Por supuesto que no va a seguir adelante.
— Señora Woods, está alojado en las trompas de falopio hay probabilidades
de quedar estéril. — Sálvele la vida a mi niña doctor ya afrontaremos eso
más adelante.
De nuevo, Alex Woods debía ser intervenida en el quirófano.

Fin del flashback

La morena tiró aquellos documentos a la hoguera que hizo con rabia. Salvo
lo referido a Clark, otro fantasma del que intentaba huir, ya iba siendo hora
de enfrentarse a aquello. Fue hasta el pie de un árbol, guardó todos sus
recuerdos en una caja de zapatos y los enterró. Marcó el lugar, Clark se
merecía algo mejor que ese final. Merecía algo mejor que unos recuerdos
enterrados junto a un trozo de madera con su nombre. Hecho aquello se sentó
sin importarle ensuciarse con el suelo húmedo, se encendió un cigarro y
contempló aquel montón de arena mientras que a sus espaldas se escuchó las
chispas saltar de la lumbre:
— ¿Sigue estando prohibido las preguntas personales?
Se escuchó una Clara insegura y a una distancia prudente. Alex dio una
calada de su cigarro mentolado y sin mirarla:
— ¿Qué quieres saber? ¿Desde cuándo fumo? O ¿Quién es Clark Wallace?
— ¿Quién es Clark Wallace?
Alex esbozó una sonrisa nerviosa antes de mirar a sus pies, reteniendo las
lágrimas como pudo:
— Es el niño astronauta que murió por querer salvarme.
Clara se acercó y se sentó a su lado, para agarrarla de la mano y dedicando
una mirada que incitaba a que la siguiera contando:
— Era el hijo de uno de los secuestradores— dio otra calada al cigarro
antes de apagarlo— gracias a él comía, bebía y cuando mi herida comenzó a
infectarse, me curaba, me daba antibióticos— dijo mientras se acariciaba el
pecho que tenía la cicatriz, tragó saliva— se llevaba muchos castigos por
protegerme. Él era otro niño malo— las lágrimas brotaron de sus ojos— lo
que sufrí en un mes, él lo sufrió durante años. ¿Ves? No eres culpable de
nada, hacían lo mismo con los de su propia sangre. Emer nunca tuvo interés
por mí, sin embargo, le encantaba tenerme en la misma habitación— Clara
con el corazón en un puño la abrazó— cierra los ojos y tapate los oídos Alex,
piensa en algo bonito. Me decía, yo me iba a un rincón, cerraba los ojos—
miró a la rubia— y por alguna extraña razón pensaba en ti. Me hicieron creer
que habías muerto y que fue por mi culpa, Clara. Te lloré y me odié, la
culpabilidad me corrompía
Clara que se le sumó a los llantos, la agarró de las mejillas:
— Perdóname.
— Deja de culparte.
Dijo Alex apretando la mandíbula:
— No me refiero a eso, Alex. Perdóname por olvidar y por dejarte sola,
pudimos haberlo superado juntas. Tenías que haberlo dicho y no cargar con
ello— le soltó para volverse a sentar a su lado mientras que proseguía con
amargura— tú y tú absurda obsesión de mártir.
— ¿Qué necesidad había de que sufriéramos las dos? Seguiste con tu vida,
licenciada en Oxford y escritora de éxito. Con que cargase una con todo el
peso era más que suficiente.
— Deja de protegerme Alex, no eres Dios todos necesitamos a alguien en
quien apoyarnos.
Alex se levantó, se limpió el culo y luego le tendió la mano para ayudarla a
incorporarse:
— En Europa conocí a Olaya, nos ayudamos mutuamente. Hay que
arreglarse— puso los ojos en blanco y habló con sorna— vamos a ver el
diario de Noa.
— Vale, pero si luego vemos los muertos vivientes esos.
— Ni de coña, que no me dejarás dormir.
Comentaba a la vez que entraban en la casa:
— Es lo justo, seguro que ves esa película por mí.
Alex gruñó dándose por vencida:
— Está bien, pero luego por la noche no des guerra.
Cuando llegaron al autocine Alex se compró toda clase de guarrerías,
palomitas grandes, bebida grande de cola, y todo lo que pillaba, solo faltó
hacer un Harry Potter y decir “dame todo lo que hay en el carrito”
egoístamente dejando sin nada a los demás compartimentos, pues esto
hubiera sido lo mismo, pero con los demás coches que llegarán después.
Aparcaron casi en las últimas filas:
— Come todo lo que te dé la gana— mirando seriamente— cuidado con
ensuciar la tapicería ya me ha jodido el incidente del supermercado— sonrió
y comenzó a disfrutar como una niña una bolsa de patatas— hace mucho que
no me empacho a chucherías.
— Y sigo sorprendiéndome con tu infantilismo.
Alex rio entre dientes. Al final la rubia acabó abrazada disfrutando de la
película, mientras que la morena intentaba no dar arcadas por la de ñoñerías
que podía llegar a escuchar. Lo último que quería era acabar discutiendo
como cuando vieron la serie esa de adolescentes ricos:
— Qué bonito, ¿te imaginas que nuestra historia sea así?
Dijo mientras agarraba el refresco. Alex se metió un par de palomitas a la
boca, todo había que decirlo no había dejado de zampar y como que no quiere
la cosa:
— No creo, el padre de la chica hace todo lo posible por separarlos y tú
padre me dejó claro que estaba de acuerdo con lo nuestro. Hasta me dio
permiso para casarnos.
Clara por casi se atragantó con el refresco escupiendo todo lo que tenía en la
boca:
— Oh no— se quejó Alex mientras limpiaba el salpicadero con una
servilleta— ahora va a estar todo pegajoso joder.
— Deja el puto coche en paz— dijo Clara histérica— Y dime cuando coño
hablaste con mi padre.
A la rubia la iba a dar algo, sentía taquicardia:
— Bueno, en la fiesta de máscaras después de que tú y yo, ya sabes— con la
mano derecha hizo un circulo juntando el dedo índice y el dedo gordo, con la
otra uso el dedo índice para introducir y sacarlo en el círculo, haciendo que
Clara pusiera los ojos en blanco— discutí con Olaya sobre ti, no nos dimos
cuenta que tu padre andaba cerca— se encogió de hombros— y nos escuchó,
dije que demonios ya sabe lo nuestro— esbozó una risita— así que tuve con
él la charla suegro nuera antes de tiempo, fue muy comprensivo y muy
considerado dándome su bendición.
Clara se llevó una mano a la cara, con el dedo índice y pulgar se tocó el
tabique nasal con los ojos cerrados, intentando asimilar todo lo que le había
dicho:
— Me estás diciendo que mi padre sabe lo nuestro y no solo eso que le
pediste mi mano para casarte conmigo.
Alex se encogió de hombros:
— Bueno aún estaba con el subidón del orgasmo y me dejé llevar por un
impulso— alzó ambas manos— pero todo fue en plan hipotéticamente—
esbozó una carcajada— si ni siquiera tenía pensado formalizar nada contigo.
Clara se llevó una mano al pecho:
— De Ontario no salgo con vida, me va a dar un puto infarto.
— Bueno tranquilízate solo fue una charla.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
— No sé, no le di importancia. ¿Qué te iba a decir? Entre latigazo y
latigazo “ah por cierto Clara, tu padre sabe lo nuestro y le pedí permiso para
casarnos” — frunció el ceño— a no ser que tú quieras, por mí como si vamos
mañana a las vegas…
— NO.
Respondió totalmente histérica. Alex volvió a alzar las manos en son de
paz:
— Vale, vale fiera que solo fue una propuesta. Pensaba que te alegraría que
tu padre estuviera de acuerdo con que salgamos.
— Y me alegra, pero entiende que esté un poco en Shock.
Alex miró hacia delante y comenzó a reír por lo bajo, mientras se inclinaba
un poco hacia delante y se agarraba al volante. Clara la miró ceñuda:
— Ahora ¿Qué te hace tanta gracia?
La morena meneó la mano quitando importancia:
— Nada cariño ponte a ver la película.
Clara, intrigada prestó atención donde estaba mirando la ojiverde con tanto
entusiasmo, incluso siguió comiendo palomitas. En el coche de delante había
una pareja montándoselo de lo Lindo. La rubia puso los ojos en blanco y la
dio un empujón:
— ¡Ehh!
— ¿En serio Alex? ¿No puedes dejar tus perversiones para otro momento?
— Esto es un autocine, aquí o se viene a follar— señaló la pantalla, los
créditos del final estaban pasando— o a ver una mierda de película— se
encogió de hombros y ya que no voy hacer ni lo uno ni lo otro, al menos
disfruto mirando, ya sabes que eso me pone.
Clara achicó los ojos. Pues salió de nuevo a la luz su lado más cavernícola.
Se apoyó en el respaldo y se cruzó de brazos:
— Quiero ir a casa.
— Ni de coña me he visto casi todo El diario de Noa— dijo con el ceño
fruncido— ahora te toca ver zombis bonita.
— Como que la vas a estar viendo con el espectáculo de ahí.
Alex rio por lo bajo:
— Con la caña que le está dando no dura ni diez minutos— sacó el móvil—
¿Si lo grabo y lo subo a alguna página guarrilla? Ganaría pasta.
Clara le arrebató el móvil de la mano:
— ¿puedes ser seria por un día?
Alex bufó y puso los ojos en blanco:
— Vale perro del hortelano. Veré la película.
La rubia la señaló con el dedo índice toda nerviosa:
— Un momento, aquí la que decidió no hacer nada fuiste tú bonita— se
volvió a cruzar de brazos toda irritada— la historia de mi vida. Recupero mi
pérdida de memoria, me entero que mi padre sabe que me acuesto con una
mujer, no solo eso, que le pidió mi mano y como no quiere la cosa me lo
propone de verdad, para luego ponerse a ver como dos exhibicionistas se
ponen a follar.
— Que haya formalizado mi relación contigo no quiere decir que deje de
ser voyeur. Siempre se me van a ir los ojos donde hay algo de sexo— se giró
para mirar a la rubia, que estaba toda ceñuda y con esas arruguitas que se le
formaban cuando se enfadaba— sácate una teta y seguro que se me olvida
eso de no hacer nada.
— Noo— dijo irritada Clara— ahora soy yo la que no quiere nada.
— Pues veamos la película.
Dicho aquello se pusieron a ver la película. Bueno los efectos de aquella
película no eran como los actuales. Aun así, daba grima y asco, para la rubia
claro. Alex la veía encantada y comiendo. ¿Cómo podía abrirla aquello el
apetito? No tenía miedo, solo asco. No tenía miedo. Mierda sí que la estaba
entrando el miedo, poco a poco fue inclinándose hasta la ojiverde, hasta que,
llegado un momento, acabó escondiendo el rostro cada dos por tres en el
hombro de Alex. La morena de vez en cuando reía. La rodeó con el brazo por
los hombros y de vez en cuando miraba de reojo a Clara. Llegado un punto
en que cada dos por tres decía “cuidado vísceras” y la tapaba los ojos,
también cuando salía algún zombi aterrador, también la tapaba los ojos
diciendo “cuidado tetas” bueno esto último es mentira que yo recuerde no
había mujeres desnudas en esa película.
A mitad de la película la acabaron ignorando, y como si dos adolescentes se
tratasen comenzaron a bromear y algún que otro beso caía:
— Me siento como cuando fui por primera vez al cine con una chica—
dibujó media sonrisa— ¿puedo rodearte con un brazo y disimuladamente
meterte mano?
Clara rompió a reír:
— ¿Siempre estás igual?
Alex picarona se acercó al rostro de Clara e infantilmente susurró:
— Teta— Clara riendo la apartó, pero ésta se volvió a acercar y susurrar de
nuevo— teta de Clara.
— Venga dilo— decía en broma la rubia— ¡Follaar a Clara!
La morena se volvió a acercar a Clara sonriente y la acarició:
— ¡Mi querer a Clara!
Clara le devolvió la caricia y rozó sus labios con un leve beso:
— Gracias.
— ¿Por quererte? Todo es una treta para llevarte a mi cama.
La rubia esbozó una risita antes de volver a quedar seria y mirar fijamente a
Alex:
— Por hacerme de reír cuando más lo he necesitado, por quererme y estar
en mi vida— la abrazó— Sé que te vas a poner en plan— imitó la voz de
Alex— pero que ñoña te pones Clara, pero te quiero.
Patrick viajó hasta Alemania. Tenían al polizón en una vieja fábrica
abandonada en medio de la nada. Le tenían atado, amordazado y totalmente
apaleado. Orgullosamente no había soltado prenda. De un momento y en lo
que llegaban el correo a Scott estaban a salvo.
El señor Woods apareció acompañado de varios hombres, se acercó hasta
polizón y esbozó una sonrisa:
— Polizón te llaman ¿Verdad?
Quedó a escasos centímetros del chico y con el dedo índice comenzó a
hurgar las heridas del chico. Éste hacía gestos de dolor, pero no era nada
comparado con las golpizas que le habían dado hasta el momento:
— Verás— dijo limpiándose la mano con un pañuelo— Yo solía ser un
buen hombre, pero el dinero lo corrompe todo. Descubrí que tenía un lado
sádico cuando secuestraron a mi hija, bueno la que es supuestamente mi hija,
esa pequeña zorra nunca debió de existir— Polizón hacía gestos de horror—
cuando la tuvieron en cautiverio— carcajeó— la hicieron cantidad de
perrerías, me ofrecieron participar— puso expresión amenazadora— no soy
tan retorcido, soy de los que piensan que si hay césped en el campo se puede
salir a jugar, a lo que quiero llegar Polizón, es que no la toque un pelo pero sí
que miré. Si soy capaz de algo así con mi hija— se introdujo la mano en el
bolsillo interno de su americana y sacó una foto— uuuh esta es tu hermana
¿no? — Polizón comenzó a retorcerse— está sí que está bien desarrollada y
está bien buena ¿te imaginas lo que puedo hacer con ella? Y no solo yo—
miró a sus hombres— mis hombres están sedientos de amor. Así qué,
ahórrale el sufrimiento a tu hermana. Primero nos dirás todos los espías
involucrados y por último quien os contrató ¿Lo vas hacer?
Polizón con mucho pesar cerró los ojos y asintió con la cabeza. Era
consciente de que mandaba a todos al matadero, hasta a la mismísima Alex
Woods. Pero era su hermana la que corría peligro ¿qué podía hacer?

<<He luchado en vano. Ya no quiero hacerlo. Me resulta imposible contener


mis sentimientos. Permítame usted que le manifieste cuan ardiente la
admiro… y la amo>> (Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen)
Capítulo 31 - Pasador de Corbata
Alex no acostumbraba a ir al cine con alguien solo para hincharse a
palomitas y a ver una película o dos. Prefería ser quien diera acción, pero
mantuvo su palabra de no hacer nada para mayores de dieciocho años. Bueno
algún beso y algún magreo hubo, complicándole un poco la situación. No
dejaba de ser muy activa sexualmente y el fuego ya lo lleva por dentro.
Cuando llegaron a la casa pasaron de hacer cena, después de atiborrarse a
golosinas lo último que apetecía era comer más. Clara estaba contenta,
aunque de vez en cuando parecía viajar al mundo de yupi. Siempre que hacía
eso, la morena hacía todo lo posible para hacerla de reír o por el contrario de
rabiar.
Directas a la habitación. Era la primera vez que ambas estaban a cada lado
de la cama cambiándose al pijama. En realidad, Alex no usaba pijama, así
que tuvo que valerse de una camiseta de los Ángeles del infierno y unos
boxers. La ventana daba justo a la parte trasera del patio y se contemplaba el
lago. La ojiverde rápidamente esbozó una sonrisa:
— Clara, mira ven.
La rubia toda inocente y curiosa fue hasta su lado y miró por la ventana.
Pues no había nada que le pareciera de lo más extraño, todo estaba oscuro,
debido al clima y al cambio de temperatura del agua levantaba cierta niebla.
Alex se le acercó y le susurró divertida:
— Mira la niebla ¿te imaginas que sale una horda de zombis ahora?
Clara, poniendo los ojos en blanco, apretó los labios y le dio un fuerte
empujón. La morena, entre carcajadas se dejó caer sobre la cama. La ojiazul
se puso con los brazos en jarra:
— Luego dices que no te voy a dejar dormir.
— Solo te estoy dando motivos para que te abraces a mi marmotilla.
Clara esbozó una risita:
— Ese es mi lado de la cama y no me llames así.
Alex suspiró sonoramente y se desplazó al otro lado de la cama:
— Llevo dos días durmiendo en el mismo lado de la cama— dijo mientras
se acostaba— luego te las das de observadora.
— Es un dato que tengo en cuenta— dijo tumbándose de costado,
apoyando el codo sobre la cama y su cabeza en la mano— tenía la esperanza
que me usaras de colchón.
— Y me hubieras susurrado alguna otra chorrada.
Dijo Clara a la vez que se tumbaba de lado para mirar a Alex y la abrazaba.
Que devolvió el abrazo rodeándola con el brazo encantada:
— Algo así— dijo posando su mano en la cintura— Clara, puedes dormir
tranquila porque estás conmigo y si tengo que reventar cabezas a zombis para
protegerte, lo haré.
— Hasta dormir tranquila y estás conmigo ibas bien, perdiste puntos
cuando te imaginé rodeada de vísceras.
Alex ladeó la cabeza y puso expresión pensativa:
— Pues Milla Jovovich y Sienna Guillory en Resident Evil, me parecen
sexys cuando se ponen todo kíes matando zombis.
Clara bufó y la empujó para apartarla, girándose para darla la espalda:
— Te quedaste sin puntos, buenas noches Alex.
Alex esbozó media sonrisa, se encogió de hombros e hizo lo propio,
girándose también para darla la espalda y apagó la luz.
No tenía miedo, no tenía miedo. Se trataba de convencer Clara. Justo le
tocaba el lado de la ventana y aunque trataba de ignorar cuando se escuchaba
algún ruido extraño se le encogía el corazón. Parecía una estupidez, porque
podía ser las ramas de un árbol chocar, algún animalito. Al final, le fue
superior a sus fuerzas, acabó girándose de nuevo y abrazándose fuertemente a
Alex:
— Ya decía yo que estabas tardando.
Dijo por lo bajo la morena:
— ¿Estás despierta?
— No— susurró— es mi subconsciente quien te responde.
Clara volvió a apretar los labios y le pellizcó en el costado, Alex se retorció
volviéndose a girar mientras que emitía un quejido:
— ¡Eh!
— Enciende una de las lámparas.
La morena no hizo de rogar a Clara y riendo por lo bajo encendió una
lámpara. No solo eso, que acabó rodeándola con un brazo, mientras que ésta
apoyaba la cabeza en su hombro. Dibujando una sonrisa como una niña
pequeña. Era algo que no controlaba cuando se trataba de estar así con Alex,
por muy irritante que pudiera llegar a ser. Y desde el autocine, después de su
estado de shock, no había dejado de pensar en una cosa:
— ¿Así se siente más segura señorita Price? Puedo mirar debajo de la cama
o mirar dentro del armario para verificar que no esté Boogeyman.
Clara bufó sonoramente:
— ¿No puedes callarte y simplemente abrazarme?
Alex rio entre dientes y agarrando de su mentón para alzar su cabeza:
— Puedo hacer algo mejor y que me mantendría muy callada.
Dicho eso la acercó hasta chocar sus labios de manera suave y controlando
sus impulsos de zambullirse a lo salvaje sobre Clara. Suave, pura seda, entran
en acción las lenguas jugando, rozándose, saboreándose, la rubia gime, Alex
tuvo que apartarse para coger aire y mantenerse a ralla para no perder la
cordura, pero apenas le dio un poco de respiro, cuando ya tenía la boca
hambrienta de Clara atacando la suya, no solo eso, en menos que cantaba un
gallo la tenía a horcajadas sobre ella. Que rápidamente rompió a reír y la
empujó por los hombros. Se lo estaba poniendo muy difícil:
— Controla que solo son besos.
Clara bufó y volvió a tumbarse a su lado. En esos momentos echaba de
menos a la Alex cavernícola. Sí que en el fondo de vez en cuando, las
imágenes traumáticas apuñalaban en plan traicionero, pero Alex tan payasa
ella conseguía hacerla olvidar, como sus besos y caricias conseguían ponerla
caliente. Al menos algún azotito, nada. Estaba bien que quisiera respetarla y
eso la encantaba. Nada, acabarían durmiendo como dos virginales que no
pasan de la segunda base.
Alice Woods estaba a punto de irse a la cama. Cuando Patrick no se
encontraba, se sentía algo liberada de yugo de esclavitud, y en más de una
ocasión pensó en fugarse, pero éste conseguía meterla miedo. Alex era
complicada, nunca supo cómo encararla, como darla cariño como se merecía,
pero no sabía enfrentarse a toda su ira contenida, ni cómo conseguir que se
abriera a ella. Tampoco sabía cómo decirla la verdad, después de lo que
sufrió. “Cariño, el que crees que es tu padre no lo es”. Su hija ya la odiaba,
aquello echaría más leña al fuego:
— Señora Woods.
Interrumpió la sirvienta. Alice miró esperando respuesta de la chica:
— El señor Wiyatt está en la entrada, quiere verla.
Pero ¿cómo se le ocurría? Corría un grave riesgo al ir y sobre a todo a esas
horas tan intempestivas. Alice, toda nerviosa se acercó a la chica:
— Le recibiré en el despacho y por favor, ruego discreción, el señor Woods
no debe saber nada.
La chica asintió y como había sido ordenada, dirigió al señor Wiyatt hasta
el despacho. Alice cerró con pesillo la puerta tras de sí y comenzó a susurrar
para que nadie del servicio les escuchara:
— ¿Qué haces a estas horas aquí? — dijo Alice toda nerviosa— si Patrick
se entera de que has estado aquí…
— Me importa una mierda— dijo Maurice con decisión— llevó callando
muchos años Alice, llevo siendo privado de mi hija años.
— ¿Sabes lo traumático que sería?
— Y ¿tú sabes que se siente al ver crecer a tu hija a través de unas fotos?
— No hagas locuras Maurice— decía la mujer mientras se retorcía las
manos— a cada año que pasa Patrick está más paranoico y loco ¿Y tú
matrimonio? ¿Tú hijo? ¿Cómo crees que actuarían?
Maurice se acercó con paso decidido y agarró con sus grandes manos los
brazos de Alice. Nada fuerte eso sí, más bien para fijar su mirada en la mujer.
Que rápidamente se retorció quejumbrosa. Wiyatt la soltó enseguida, nada
más ver el gesto afligido de ésta tiró de la bata de Alice y se mostró grandes
hematomas por sus brazos y espalda:
— ¿Te los ha hecho él?
— Este no es el tema de conversación Wiyatt— dijo tapándose
rápidamente— debes irte y seguir guardando silencio.
Maurice apretó fuertemente la mandíbula, vaya un gesto muy típico Alex
como el gesto tenso que puso el hombre:
— Tienes que denunciarlo. Alice— sonó más suplicante— si al menos la
hubiera tenido cerca, pero os la llevasteis.
— Maurice, Patrick es peligroso.
— Le dijiste que su padre biológico era Jay, se le ve muy intacto.
— Y al poco tiempo de decirle aquello intentaron secuestrar a su hija.
Maurice, por favor mientras esté contento no hará nada, pero si le enfadamos,
no te hará daño ni me hará daño a mí, se lo hará a Alex.
— No sé cómo lo haré Alice, pero ese hombre no puede salirse con la suya.
— Patrick Woods ya no es el mismo que conocimos cuando éramos
jóvenes, ni es un hombre que tiene las espaldas descubiertas.
— ¿Prefieres vivir con miedo?
— Si es para que deje en paz a Alex— agachó la cabeza— aguantaré todo
lo que sea.
Maurice se acercó a la mujer y alzó su cabeza agarrándola del mentón:
— Si es cierto lo que me has contado, ni si quiera Alex está a salvo. Sabes
que tengo contactos con las autoridades haría lo posible por protegeros.
— Déjalo estar Maurice.

(Alex sueño)
Alex esperó a que la rubia se quedara dormida en sus brazos para apagar la
luz. Intentó no despertarla moviendo suave y con lentitud. Incluso después de
apagar la lámpara quedó durante un rato contemplándola. Escuchando como
respiraba. ¿Por qué le encantaba verla dormir? ¿Se había convertido en su
nuevo fetiche? Unos segundos, cerró los ojos unos míseros segundos. Cuando
los abrió ya no era su cama, ya no era cálido ni bonito. Estaba oscuro y
maniatada. La cabeza pesaba como plomo, mareada en plan resacon del siglo,
aun así, seguía manteniendo su cuerpo actual, a pesar de que se sentía como
una niña asustada:
— Este es tu tercer día cariño— escuchó la voz de un hombre en su oído
antes de notar como le lamían la oreja— ya sabes lo que tienes que decir.
La ojiverde reteniendo las lágrimas complació a aquel hombre:
— ¿Qué quieres que te haga?
El hombre le agarró de la mandíbula y giró su cabeza. Al otro lado de la
habitación había otro hombre. Ese si tenía un pasa montañas, pero vestía más
elegante que todos los demás, tenía unos guantes de cuero muy caros, pero
quedó fija en un detalle, en el pasador de la corbata, era dorado y tenía una
figura poco inusual, como si fuera personalizado y único:
— Tenemos visita, así que vamos a enseñarle lo que has aprendido— miró
al desconocido— ¿enserio que no quieres probarla?
El desconocido negó con la cabeza. El chico comenzó a soltar las muñecas
de Alex:
— Ha pagado una fortuna por verte en acción putita.
Se arrodilló y después de desabrocharse el botón de los vaqueros y bajarse
la bragueta, lentamente procedió a subirla la falda del vestido.

(Fin del sueño)

Alex se incorporó gritando a pleno pulmón, sobresaltando a Clara, que acabó


agazapada en el cabecero de la cama. Ahora ¿debía seguir las instrucciones
que le dio Alex en el hotel? Estaba muy alterada, no solo eso temblaba
prácticamente. Murmuraba sin cesar:
— Ya he visto ese pasador de corbata— se llevó las manos a la cabeza,
antes de volver a gritar desesperada— ¿PERO DONDE?
Provocando que la rubia cerrara los ojos a la vez que volvía a sobresaltarse.
Alex toda nerviosa saltó de la cama para sacar su Tablet y comenzar a buscar
por internet. Pasadores de corbata como ese solo había uno, personalizado,
miró todas las tiendas que había en Portland que se dedican a ese tipo de
trabajos. Cabía la posibilidad de que hubieran cerrado o que no se acordaran
de ese encargo, pero había que intentarlo, ese hombre era de su entorno y
estuvo involucrado. Sacó unos folios y un lapicero:
— Clara— dijo inquieta— ven, necesito tu maravilloso don para el dibujo.
Le colocó los folios sobre el escritorio y esperó a que la rubia
desconcertara, se sentara. Le enseñó un pasador de corbata e intentó
describirla el logo o la imagen. Pero siempre acababa descontenta y le
quitaba el dibujo con un “No” rotundo. Una y otra vez, hasta llegar a la
desesperación:
— No— dijo quitándola el folio y rompiéndolo— el trébol es más pequeño.
Clara tomó aire y acabó respondiendo histéricamente:
— Joder, Alex. Hago lo que puedo.
Alex gruñó fuertemente y se sentó al borde de la cama, llevándose las
manos a la cabeza, parecía que la iba a estallar de un momento a otro.
¿Dónde había visto ese maldito utensilio? Tomó aire, intentaba recuperar la
calma. Clara, fue hasta a su lado y con mano temblorosa la posó en su
hombro. Estaba comportándose de manera salvaje, como al principio y todo
podía ser que la estallara en la cara, pero se mantuvo con la cara oculta tras
sus manos:
— No me acordé hasta ahora— dijo restregándose el rostro con
nerviosismo— pagó por mirar, era rico y ese puñetero pasador sé que lo he
visto en más de una ocasión.
— Alex, no sé de lo que estás hablando.
— Hablo— dijo con la mandíbula apretada— de que alguien de nuestro
entorno pagó para mirar cómo me…— se levantó y fue hasta la puerta para
salir— déjalo, vuélvete a dormir.
La morena pensaba que se había desecho de todos sus fantasmas y no
hacían más que aparecer nuevos. Estaba convencida, de que junto a Clara se
esfumarían.
Clara quedó toda cortada en la habitación. De nuevo había interpuesto un
muro entre ambas. ¿Por qué? ¿Acaso no había demostrado que podía confiar
en ella? Pues si pensaba que la iba a dejar tranquila en su pozo de sufrimiento
y castigo lo llevaba claro, para cabezota e insistente no la ganaba nadie. Ya
podía gritarla, gruñirla, levantarla la porra de Bamm Bamm que no se iba a
dar por vencida. Con decisión salió de la habitación, tenía el pensamiento de
que había bajado al piso de abajo, pues no, la puerta de la habitación del
fondo estaba abierta y la luz dada. Tomó aire y fue hasta asomarse. La
morena estaba sentada en el columpio y bueno en la mano no tenía una porra,
pero si una fusta:
— Clara— dijo con amargura— estoy inestable y con una fusta en la mano
mala combinación, te recomiendo que me dejes sola.
La rubia se apoyó en la pared y se cruzó de brazos:
— ¿Otra vez estamos como al principio?
— Ya te dije que cargaba con demasiado equipaje emocional.
Respondió con martirio. Clara aun arriesgo de que se le fuera la pinza y
llevarse un latigazo, se acercó hasta la morena y la agarró de las mejillas:
— Pues libérate de ese equipaje hablando conmigo.
Alex le rodeo con los brazos por la cintura y la aferró fuertemente:
— No.
Negó de forma cortante:
— ¿Por qué no?
Preguntó algo dolida. Alex se levantó, para mirarla fijamente a los ojos.
Ambas estaban a escasos centímetros, encaradas:
— Emer te comió el coco— retiró un mechón rubio y lo colocó detrás de la
oreja— diga lo que te diga acabarás sintiéndote culpable, cuando no tienes
culpa de nada.
Clara agachó la cabeza ceñuda:
— Sé que no tengo culpa de nada.
— Sin embargo, cuando te quieres descuidar le tienes aquí.
Dijo poniéndole el dedo índice entre ceja y ceja. Comenzó a dar vueltas a
su alrededor, con la fusta a su espalda y agarrada con las dos manos:
— Niña mala, nacida para dar placer— ladeo la cabeza— ¿Qué quieres
que te haga? ¿Cómo quieres que te lo haga? — Quedó enfrente todavía muy
cerca, puso la punta de la fusta en la boca de Clara percibiendo a la
perfección el olor del cuero— ¿quieres que mi lengua te de placer aquí? —
luego la puso en uno de sus pechos— ¿Aquí? O ¿aquí? — Terminando en su
entrepierna— mis servicios costaban dinero, Clara. Y después de aquello
seguí siendo igual de niña mala con las mujeres. ¿Qué quieres que te haga?
Quedando complacidas— volvió a caminar a su alrededor, mientras se daba
con la fusta en la mano— y muchas veces ni hacía falta quitarme la ropa.
Incluso sin pagarme un duro seguí siendo igual de puta, ¿Por qué? — Alzó un
poco la voz— Porque nací para dar placer. ¿Qué quieres Alex? — Se acercó
hasta una Clara que había comenzado a llorar y acariciarla— Tuve que
esperar a que volvieras a mi vida para escuchar esa pregunta. Emer te
condicionó para sentir culpabilidad— esbozó una sonrisa nerviosa— no me
engañas. A mí me condicionó para ser un consolador andante.
— Lex— comenzó a decir la rubia a la vez que le agarraba la mano que
tenía sobre la mejilla— como me dijiste somos víctimas.
— Necesito saber quién es, el que llevaba ese pasa corbata.
Clara la rodeo con los brazos por la parte de atrás del cuello y la abrazó antes
de darle un beso y juntar sus frentes:
— Lo averiguaremos juntas.
Alex suspiró sonoramente, pasó sus manos por la cintura de Clara,
haciendo todo el recorrido por su espalda:
— Clara— tragó saliva— Portland no es Ontario. Aquí somos tú y yo. Pero
allí, están tus padres, los míos y mucha gente que señala con el dedo, está
William el que aún es tu prometido.
La rubia se separó para mirarla fijamente a los ojos, con cierto miedo:
— ¿Te estás echando atrás?
— No. Te estoy diciendo que no te vayas con Ruth a vivir cuando
volvamos, te estoy pidiendo que vengas a vivir conmigo si tan segura estás de
lo nuestro.
El labio de Clara tembló, como su voz o los latidos de su corazón
acelerado. Que Portland no era Ontario de eso ya era consciente. Oregón era
otra vida fuera de aquella burbuja, sin embargo, quería mantenerse pegada a
Alex. Le daba igual William o el qué dirán:
— Mejor, si tu propuesta de casarnos era enserio— entrelazó sus dedos en
la nuca de Alex— vayámonos mañana a las Vegas y casémonos.
Alex puso ambas manos en las mejillas de la rubia y fijó su mirada en
aquellos ojos azulados que la perdían tanto:
— No juegues conmigo, ¿estás hablando enserio?
— ¿Lo haces tú?
— Tan enserio como que le pedí la jodida bendición a tu padre sin que
supieras una mierda.
— Entonces no se hable más y bésame de una puñetera vez.
Una forma muy curiosa de llegar a la conclusión de querer casarse. Tan
sibarita todo, muy a Clara la remilgada, sí señor. Alex se inclinó y chocó sus
labios salvajemente, Clara para nada tímida se pegó más a ella abriendo la
boca invitando a la lengua de la morena entrar. La ojiverde gruñó, la rubia
gimió, la cavernícola la aferró fuertemente levantándola, las piernas agiles de
Clara acabó rodeándola por la cintura. Uno se esperaría que usase el
columpio que estaba a sus espaldas, o que valiéndose de su gran fuerza la
llevará hasta la habitación y echarla sobre la cama. Ni lo uno ni lo otro. Antes
de que Clara quedara empotrada contra la pared, Alex ya se había encargado
de quitarla la camiseta de tirantes dejándola desnuda de cintura para arriba.
En sus cabezas había una barra horizontal anclada a la pared con un par de
cintas:
— Confía en mí.
Dijo mientras que le agarraba de una muñeca y la ataba con una cinta, era
ancha y suave, color rojo a juego con la pared y casi todo lo que había ahí, no
la apretó demasiado para que no se le cortara la circulación. Hizo el mismo
procedimiento con la otra muñeca y tiró un poco de ambos brazos para
comprobar que no podía soltarse:
— ¿Va a salir Vesta a jugar?
Preguntó desconcertada Clara:
— No llevas el collar de esclava— dijo agachándose para quitarle el
pantalón del pijama y la ropa interior— Vesta no sale hoy.
Apartando las prendas a un lado. ¿Procedería a desnudarse? No, fue hasta
un mueble y agarró una cuerda gruesa color azul y comenzó a rodearla
primero por debajo de los senos, cruzándolo, luego pasándolo a un lado por
su hombro un poco cerca del cuello. Clara realmente no sabía cómo lo estaba
haciendo, pero poco a poco sentía como sus senos, entre cruce de cuerdas,
nudos y de más acababa aprisionados entre cuerda y cuerda:
— El bondage no es tan fácil, no solo trata de inmovilizar pies y manos,
privar la vista— comenzó a explicar terminando de envolverla con esa cuerda
— el cuerpo del ser humano tiene muchas terminaciones nerviosas, solo hay
que saber aprovecharlo— retomó sus besos a la vez que comenzaba a
estimular sus pechos, primero con las manos y luego con la boca— el placer
se siente de una manera diferente.
Clara, cerró los ojos y se mordió los labios. Instintivamente movía las manos,
para tocar a la morena, que hacía con su cuerpo lo que le daba la gana:
— Vesta lo haría también con tu parte inferior— dijo pasando a estimular
el otro pecho, haciendo que Clara suspirara más sonoramente, las manos de
Alex fueron hasta su pelvis que movía involuntariamente— uno de los puntos
presionados— decía mientras llevaba la mano hasta su sexo provocando un
suspiro por parte de la morena— siempre tan caliente— empezó a torturar su
protuberante clítoris— sí, este es uno de los puntos presionados, pero no
sabes lo que deseo hacer esto.
Dicho aquello fue agachándose de nuevo iba a atacar su fuente de deseo,
cuando frunció el ceño y se volvió a levantar, fue hasta por otro par de
cuerdas. Y se entretuvo a rodearla unas cuantas veces por un muslo por una
punta y el otro extremo de la cuerda la llevó hasta una clavija de la pared.
Con la otra pierna procedió hacer lo mismo, quedando totalmente
inmovilizada:
— Intenta cerrar los muslos— Clara obedeció y negó con la cabeza, Alex
esbozó media sonrisa— ya no puedo morir con el cuello roto.
De nuevo regresó a su entrepierna y esa vez sí que comenzó a atacar
hambrienta. Clara echó la cabeza hacía atrás. Leches, es que la lengua de
Alex era perfecta y ágil, en un principio prácticamente la acariciaba,
llamando todas aquellas corrientes eléctricas que había por todo su cuerpo,
haciendo que se dirigieran a un punto, esas caricias se volvieron más
agresivamente placenteras, succionaba y lamía, usando desde su punta hasta
parte del dorso, o viceversa desde el dorso de la lengua hasta la punta, llevó
sus manos hasta los glúteos masajeándolos. Y cuando toda la electricidad
terminó por acumularse en su pelvis hizo bum:
— Joder Alex— dijo entre gemidos y agarrándose fuertemente a la barra—
no, no aguanto más, siii.
Emitiendo su gruñido salvaje y aprovechando de que Clara no la retorcía el
cuello, que ya hizo el amago de cerrar los muslos mientras se retorcía,
succionó toda su rica esencia. La rubia suspiró con una sonrisa de oreja a
oreja, estaba en el puto cielo en esos momentos. La morena esbozó una
pequeña carcajada al levantarse. La cosa no acabó ahí para la rubia, ni mucho
menos. Alex tenía muchos juguetes y de todos los tamaños. La maleta solo
era su kit de viaje, pero en esa casa había más. Abrió un cajón de uno de los
armarios, toma arnés. Clara quedó ojiplatica. Se desnudó y se colocó el arnés.
Los ojos azules permanecían fijos a su entrepierna mientras se acercaba. En
esa ocasión si liberó sus piernas y retiró las cuerdas de sus muslos, teniendo
más libertad:
— Te voy a levantar y quiero que te sostengas un poco agarrada a la barra.
Clara, que estaba sin habla prácticamente, asintió. Pero no estaba segura de
que le fuera posible, su cuerpo estaba como un flan todavía por el orgasmo
anterior. Alex la levantó y la agarró de sus piernas, sintiendo la punta del
dildo en su obertura:
— Déjate caer.
Zas, toda ella llena. Clara jadeó sonoramente, su gritó fue tan sonoro, que
si fuera aquello un piso todo el puto edificio la abría escuchado. Enseguida la
ojiverde comenzó a moverse y a moverla, subiéndola bajándola, otras veces
la sostenía y la rubia la ayudaba sosteniéndose en la barra para que moviera la
pelvis en plan péndulo para tocar su zona G. Gemidos, jadeos, suspiros. En
esa ocasión era un arnés simple, aunque Alex sentía el roce del cuero en su
clítoris. Y entre los jadeos, se escuchaba la humedad de su sexo chocar contra
la cadera de Alex:
— Lex— gritó mientras su cuerpo comenzaba a tensarse— me voy a
correr.
Dicho aquello, sin piedad Zas, más tensión, Zas espalda curvada, Zas grito
gutural, Zas orgasmo, Zas, Zas y por si acaso otro Zas. Saliendo de ella, casi
dejándola en el puto vacío. Porque estaba atada si no, acaba de morros contra
el suelo, no sentía las piernas prácticamente:
— Joder— decía casi sin aire— joder.
Alex riendo por lo bajo se deshizo del arnés y procedió a liberar a la rubia,
primero de la cuerda que oprimía ligeramente su pecho y luego de las cintas.
En esa escena, solo faltó el rugido de una leona, puesto que fue quedar
liberada y lanzarse como una flecha sobre la morena. Para ser honestos,
también estaba exhausta y sin poder evitarlo acabó de culo en el suelo
mientras su boca era devorada apasionadamente:
— ¿Estás bien?
Preguntó Clara apenas separándose de sus labios:
— Si— Respondió Alex atrayéndola para intensificar sus besos— pero ¡ay!
— Bien— añadió la rubia empujándola contra el suelo— porque es mi
turno.
Ferozmente fue descendiendo por el cuerpo de la ojiverde hasta quedar
entre sus piernas. Toma sota, caballo y rey. Primero la saboreo de arriba
abajo. Haciendo que Alex alzara la pelvis mientras esbozaba un gemido,
estaba caliente, que era todo un pozo de deseo, jugo a rebosar. La lengua de
Clara halló el punto que la haría retorcerse y sin más dilación llevó sus dedos
corazón e índice hasta su obertura. Y a dar caña hasta que la morena acabó
por esbozar su grito gutural al llegar al orgasmo. Quedando ambas tendidas
en el suelo, totalmente sudadas, casi sin aire y riendo:
— Vaya, ha sido…
Comenzó a decir Alex:
— Intenso.
Respondió Clara casi sin poder moverse:
— ¿Aceptaste para echar el polvo de tu vida? O ¿por qué realmente
quieres casarte conmigo?
Preguntó la morena abrazándola:
— Acepte porque quiero que “hasta que esto dure” sea hasta que seamos
unas viejas que no se soportan viviendo en esta puta casa.
— Genial, porque nada más entrar a mi casa después de trabajar lo
primero que diré— dijo con tono jocoso— será “follaaaar a Clara”
La rubia carcajeó:
— Te responderé, ven aquí cavernícola mía que vas a ver lo que es bueno.
Alex la miró curvando las comisuras de sus labios:
— Bueno, pues ves haciendo las maletas, antes de ir a Portland haremos
una visita a las vegas.

Flashback

Alex Woods regresó a la ciudad después de haberse recluido en Ontario.


Patrick se había empeñado en que entrase a trabajar en la empresa. Eso hizo
que padre e hija tuvieran más de una discusión. Tantos años ignorándose
mutuamente para luego darle el venazo de que debía seguir con las
tradiciones familiares. Que debía de encargarse de su futura herencia. Alex
nunca quiso eso. Pero al final y a regañadientes acabó accediendo.
Ya tenía un trabajo, que consiguió gracias a Tanya y no estaba dispuesta a
dejarlo. Para colmo, debía de permanecer en la empresa sola por un año.
Iba paseando por las calles, con las manos metidas en los bolsillos, cuando
pasó por una librería. “Viaje a Venecia” por la escritora Clara Price. La
morena alzó una ceja. Vaya, si la rubia era una escritora de éxito. Sintió
arduos deseos de entrar en esa librería y comprar libro. No solo los sintió,
literalmente lo hizo:
— Ya verás, te va a gustar.
Dijo la dependienta emocionada:
— No es el estilo de literatura que suelo leer— miró la parte trasera del
libro, donde salía una foto de Clara— pero iba al colegio con la autora.
— ¿Enserio? — la chica era muy efusiva— el lunes viene hacer firma de
libros.
— ¿A qué hora?
No supo las verdaderas razones de esa pregunta. Había pasado muchos años
y en el fondo, la tenía un poco de rencor por la última vez que la vio. Más
bien, la última vez que la escuchó, ya que Clara había ignorado su
presencia. Toda una decepción. Se despidió de la dependienta y salió de la
librería con el Betseller debajo del brazo. Convencida de que no iría a la
firma de libros. Total, ya eran dos auténticas desconocidas.
Sin embargo, no pudo resistirse. Agarró el libro que se leyó en tres días, no
porque le gustara la historia, le pareció de lo más vomitivo. Pero era escrita
por Clara, parecía una historia escrita por alguien soñador y lleno de
inocencia. Poco a poco se asomó al escaparate, la vio en el fondo la librería.
En persona era más hermosa que en la foto. Tan llena de vida, sonriente y
con el azul de sus ojos tan increíblemente llamativos, como cuando eran
pequeñas. Tragó saliva y estuvo a punto de entrar. Pero justo en ese
momento salía dos chicas, a las que les había firmado el libro:
— Qué guapa y que maja que es.
Alex esbozó media sonrisa al escuchar aquello:
— Su prometido no se queda atrás— susurró confidencialmente— tengo
entendido que el protagonista está inspirado en el señor Wiyatt.
La morena paró en seco. William Wiyatt. Se había prometido con el
mohíno de Will. Volvió a mirar por el escaparate, efectivamente, ahí estaba
uno de los empresarios más ricos y considerados más guapos de todo
Oregón. Barbie y Ken, la pareja perfecta.
Esbozó otra sonrisa nerviosa, negó con la cabeza y pasó de largo.
Pensando que esa sería la última vez que vería a la irritante de Clara Price.

Fin del Flashback

Scott estaba en su piso jugando a Need for Speed con la PS3 e hinchándose
a birras, cuando una llamada al teléfono móvil interrumpió su sesión de vicio
Gamer. Mirando la pantallita de su Smartphone vio que era uno de sus
contactos en Europa. Pulsó el Start y dejó el mando sobre la mesa:
— ¿Qué pasa piolín? ¿Qué noticias hay por Madrid?
De fondo se escuchó los frenos de un vehículo chirriar y disparos a lo
lejos:
— Scott— se escuchó la voz nerviosa de un chico al otro lado del teléfono
— escucha, nos están dando caza a todos, alguien se ha ido de bocas.
Scott ceñudo y con el corazón a mil por hora se levantó del tirón. Corrió a
la ventana y se asomó, un vehículo ligeramente sospechoso aparcó enfrente
de su edificio y salió un par de hombres vestidos de negros. No tenían pinta
de hacer una visita cordial. Con el móvil aun en la oreja fue hasta el mueble
de la televisión, de un cajón agarró una pistola y documentación falsa:
— ¡Joder! Piolín ten cuidado.
— El primero en perder contac…
No le dio tiempo a terminar cuando la llamada se cortó, no sin antes
escucharse unos disparos más cerca. Scott maldijo de nuevo. Salió del piso y
en vez de ir hasta las escaleras, cruzó el pasillo y llamó insistentemente al
vecino. Que no tardó en abrir, por suerte para el detective privado. Antes de
que el chico se quejará, fue empujado e introducido en el piso cerrando su
puerta:
— Escúchame, Nathan— susurró mientras le tapaba la boca con la mano—
no puedes hacer ruido— el chico asintió, Scott le quitó la mano de la boca y
se asomó por la mirilla— ¡Joder! — Ya estaban en su puerta intentando
forzarla— necesito que me hagas un favor— dijo agarrándole del brazo y
llevándole al salón— va a llegar un paquete muy importante, este es mi
número, mándame un mensaje en cuanto llegue. Ahora me tengo que ir, voy
a usar las escaleras de incendios— había comenzado a sudar— si viene
alguien preguntando por mí, no me conoces— Nathan no hacía más que
asentir como un gilipollas— gracias colega eres un buen chico.
Dicho aquello se dirigió hasta la ventana que daba a las escaleras de
incendios. Justo era la parte trasera del edificio, pudiendo evadir el vehículo
que estaba en la entrada, corriendo por el callejón oscuro.
En Alemania no quedaba mucho de Polizón, entre amenazas y palizas le
sonsacaron nombre, por nombre y país por país que había algún parasito
espiando. Llegando hasta Scott, aún no había mencionado a Alex Woods e
intentaba apañárselas para no mencionar tal nombre. Hasta que uno de sus
torturadores le enseñó una grabación, habían grabado a su hermana desde la
distancia, mientras jugaba en el parque con su sobrino. Polizón, agachó la
cabeza dándose por vencido:
— Woods, Alex Woods.
— Has sido un hueso duro de roer— dijo el matón— enhorabuena salvaste
la vida a tu hermana— sacó su arma y le apuntó la cabeza— sin embargo, no
corres la misma suerte.
Patrick estaba en la zona vip de un club, bebiendo y disfrutando de la
compañía femenina que tan asquerosamente se había atrevido a pagar.
Cuando uno de sus hombres le llamó por teléfono, respondió molesto por
haberle interrumpido la diversión:
— Ahora, ¿Qué coño pasa?
— Señor— dijo dando la espalda al cadáver de Polizón— ya sabemos
quién está detrás de todo este lio.
— ¿Y a mí que me cuentas? — preguntó irritado— ya sabes lo que tienes
que hacer.
— Verás señor, creo que deberías saber de quién se trata.
Patrick puso los ojos:
— ¿Quién es?
— Su hija Alex, Señor.
Woods empujó a la chica que tenía sentada sobre sus piernas y emitiendo un
rugido se levantó:
— ¿Qué hacemos?
— Escúchame bien— dijo autoritario— de Alex me encargo yo. Todo esto
fue por el incompetente de Thaddeus Jamal. Le quiero muerto.
Capítulo 32 - Extraña sensación
En un principio la rubia dijo Sí con convicción, pero mientras observó
como la ojiverde dormía plácidamente entre sus brazos, pensó. “Pensar es
malo muchas veces”. Que a lo mejor se estaba precipitando. Habían
convivido una semana de las cuales estaban ajenas a la realidad, alejadas de
Portland, quizás debió de haber dicho que si a vivir con ella. Pero casarse, era
un paso muy importante. William se pasó un año detrás de ella
proponiéndoselo, al igual que le costó todo un año que fuera a vivir con él.
Alex consiguió que dijera si, sin pensárselo, un si para ser su esclava, si para
acostarse con ella, si para serle infiel a William, si para irse de viaje a
espaldas de su prometido, si, si y constantemente sí. A pesar de que no era
presionada, siempre sí.
Al inicio de aquel viaje Clara tenía que esperar para que Alex le diera un
poco de afecto. De nuevo en el avión, con la única diferencia de que no tenía
que esperar para una sonrisa, un abrazo o un beso. Alex se había
transformado, era más cálida y a su vez no corría el riesgo de ser rechazada si
por el contrario era la misma Clara quien se acercaba para besarla. Iban como
dos auténticas adolescentes enamoradas. Alex sentada y con Clara encima de
ella, siendo rodeada por los brazos de la morena:
— Vamos— decía suplicante Alex— déjame echarle un vistazo a ese libro
que estas escribiendo.
— No— respondía Clara con decisión— te esperas y si me lo publican te
lo compras
— Quiero ser la primera en leerlo.
Dijo quejumbrosa Alex en plan niña pequeña y poniendo morritos:
— Para que me critiques, como si lo estuviera viendo— Imitó la voz de
Alex poniéndola ruda y gesticulando exageradamente con las expresiones de
su rostro— Tu protagonista busca emoción Clara, la describes como una
ancianita, lo que quieres es que la pongan a cuatro patas y gima sin cesar, por
cierto sé que a Bob le mandó a la porra y como soy una egocéntrica de
mierda sé que la co-protagonista estará basada en mi— carraspeo con
exageración y siguió imitando a Alex— dicho esto, te lo preguntaré de forma
delicada ¿Follamos o no?
Alex rompió a carcajear antes de comenzar a poner voz pija:
— ¡Ay Alex!, eres tan cavernícola y me lo propones así me cortas el rollo
— apartó mechones de su pelo rubio para dejar su cuello expuesto y pegar
sus labios, aun imitando a la rubia— calla y bésame de una puñetera vez. Te
quiero, Alex.
Clara se giró un poco para poder acceder a los labios de la morena y
perderse en la mirada verdosa de aquella maravillosa mujer:
— Mi querer a Clara— parecía que les gustaba intercambiarse los papeles,
esbozó una sonrisa divertida— sácate una teta.
Dijo esto último emitiendo un gruñido. Alex sin dejar de perderse en aquel
azul claro, ni borrar su sonrisa, acarició la mejilla de Clara. La atrajo con
delicadeza, para fundirse con un beso lleno de sentimiento. Aquel avión
siempre había sido como un pecado para la rubia:
— ¿Hoy también me vas hacer masturbarme? — Preguntó apoyando su
cara en el hombro de la ojiverde que la miraba con tanta adoración— o ¿hoy
te toca a ti?
Alex riendo por lo bajo negó con la cabeza:
— Verás no sé por qué— dijo apoyando la mano en el muslo de Clara—
pero tengo el absurdo pensamiento de reservarme para esta noche. Podemos
emplear este tiempo para sacarnos los trapos sucios antes de dar el sí quiero.
— ¿Preguntas personales incluidas?
Preguntó emocionada Clara:
— Todas tus preguntas acaban siendo personales. A ver, que se te pasa por
la cabecita.
Clara se acomodó sobre Alex, para mirarla mejor y quedar agarradas de la
mano:
— ¿Alguna alergia?
Alex esbozó una carcajada:
— ¿Enserio? Todas las preguntas que puedes hacerme y resulta que me
haces esa
— Quiero empezar desde la más trivial.
— La única alergia que tengo es a hacienda por lo demás ninguna que yo
sepa— Esbozó media sonrisa— yo no te pregunto, sé que tienes alergia a la
piel de melocotón
Clara achicó los ojos:
— Te odio por esos detalles, solo consigues que te quiera más.
— Cuanta bipolaridad.
— Siguiente pregunta ¿Animales de compañía?
Alex hizo un mohín y negó con la cabeza:
— Los animales no me desagradan, pero bastante tengo con que Tanya
ocupe mi casa algún que otro día a la semana.
Clara frunció el ceño. Tanya era guapa, bueno en palabras mayores parecía
una jodida modelo. Y desde que le dijo que había sido su ama y luego su
tutora, no sabía si le iba a gustar que fuera a su casa, porque a fin de cuentas
ya no iba a ser solo el piso de Alex, también iba a ser de ella. Alex también
estaba buenorra y le costaba creer que en ningún momento las dos se hayan
sentido atraídas. Con lo sexual que podía llegar a ser la morena:
— Pero ¿Vas a seguir dejándola dormir en casa?
— Es mi amiga— dijo seria— ¿por qué le voy a negar que se quede en mi
casa siempre que lo necesite?
— Es que ya no solo es tu casa, ahora va a ser nuestra casa.
Clara tenía la ligera sospecha de que aquello acabaría en discusión. Sin
embargo, una sonrisa se ensanchó en el rostro de la morena, que sin quererlo
ni beberlo se lanzó a los labios de la rubia, que entre beso y beso curvó la
comisura de sus labios:
— ¿Y eso?
— ¿Tiene que haber siempre una razón para besarte? — Suspiró— pero si
el día de mañana viene Ruth necesitando un techo, yo no tendría problema en
aceptarla en casa, porque es tú amiga y la quieres. Tanya es mi amiga, es
más, como una hermana, es bienvenida a mi casa siempre que quiera. Al
igual que Olaya. ¿Algún problema con Tanya?
Clara negó con la cabeza:
— Más preguntas.
— ¿Tú no tienes ninguna?
— Prefiero ir descubriendo las respuestas con el paso del tiempo.
— Hijos ¿Te gustaría tener?
Alex siguió sonriendo, pero el brillo de sus ojos se apagó un poco:
— Si no te importa tenerlos, los querría y aceptaría como si fuesen míos.
Clara frunció el ceño:
— ¿Qué pasa? ¿Piensas usarme de incubadora? No soy una fábrica de
niños.
Alex esbozó una sonrisa nerviosa, bajó la mirada hasta su mano que se
mantenía inmóvil en el muslo de la rubia:
— Sí, creo que es un dato que debes saber antes de decir “sí quiero”— dijo
después de haberlo meditado durante unos minutos— Clara, yo no puedo…
— era algo que le costaba decir— no puedo tener hijos, pasé por una
intervención quirúrgica algo complicada.
— ¿Puedo preguntar qué clase de intervención?
Alex alzó una ceja:
— Analiza la pregunta— soltó una risita— lo acabas de hacer. Fuera
culpabilidades Clara, te responderé todo, porque lo quiero todo contigo y para
ello he de ser trasparente. Pasé por un embarazo complicado, abortaba o
moría, la matriz quedó dañada, mirándolo por otro lado me liberé de sufrir las
terribles menstruaciones.
Y de nuevo Clara sintió como si hubiera metido la pata. La dolía y mucho,
escuchar todo aquello, tanto como para sentir culpabilidad, aunque la morena
claramente pidió que no se sintiera así. Pero como bien le dijo en la
madrugada, era difícil no escuchar la voz de Emer cuando menos se lo
esperaba. Todo lo que vivió Alex, tenía que haber sido ella. Un puto
secuestro con rescate. Lo que no entendía porque con Alex fueron distintos.
Era una Woods, ¿Qué pasa? ¿Con una Price hubieran sido más
considerados?:
— Deja de hacer eso.
Dijo Alex abrazando a la rubia:
— ¿El qué?
— Te estas sintiendo culpable.
— Intento no hacerlo, pero…
— Pero nada, eso es el pasado— pasó el dedo índice por la punta de su
nariz— te quiero.
Clara curvó la comisura de sus labios y se abrazó, ocultando su rostro en el
cuello de la morena, como siempre olía tan bien:
— Yo también lo quiero todo contigo
— ¿Alguna pregunta más?
— ¿Enserio que Tanya y tú nunca?
Alex puso los ojos en blanco:
— Por Dios Clara, ¡no! — Esa vez si movió su mano para acariciar
suavemente su muslo— ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?
Los dedos, índice y corazón comenzaron a moverse por el hombro de la
ojiverde, mientras ponía voz inocente:
— Y ¿con Olaya?
— Clara— dijo algo irritada— ¿te pregunto si te has liado con Ruth?
Olaya es como una hermana.
— Vale, no preguntaré más sobre las tías que te has podido enrollar—
Alex curvó una comisura de sus labios, esa preciosa media sonrisa— ¿alguna
del trabajo que deba saber?
Alex volvió a poner los ojos en blanco y gruñó:
— Clara, que te quede bien claro— juntó su rostro con el de la rubia, hasta
que las puntas de sus narices se rozaban— tú eres la única mujer a la que me
he entregado al cien por cien.
De eso era consciente la rubia, pero le gustaba escuchárselo decir. Le podía
el temor, que, quitado sus miedos a ser tocada, le diera por experimentar con
otras. Era Alex Woods, la que corrió por todo un supermercado huyendo de
una chalada porque se había tirado a todas las mujeres de su vida,
exceptuando a su madre y abuela. Y si aparecía alguien con la misma
paciencia para conocerla, en el fondo era una mujer de ensueño.
Después de estar mirándose durante unos segundos, volvieron a chocar sus
labios. De nuevo, la morena cambió su repertorio de besos. Desde por la
mañana sus besos habían sido afables, pura miel sobre sus labios, lengua
suave explorando su boca, caricias entre aquellos músculos húmedos. Pero el
beso de ese instante era fogoso, su lengua se volvió ruda penetrando en su
boca, en busca de su compañera, para batallar tan apasionadamente. La rubia
acabó a horcajadas sobre ella, a pesar de lo incomodos que eran los puñeteros
asientos. Besos llenos de fuego, aunque las manos parecían estar discordes,
paseando inocentemente por la espalda de esta:
— Clara— dijo recuperando algo de aliento— a este paso, eso de
reservarse a la noche lo mando a la mierda— esbozó una sonrisa y puso voz
jocosa— sácate una teta.
La rubia se mordió el labio mientras carcajeaba, pasó sus manos por la
nuca:
— Dilo Alex.
Ambas se miraron y rompieron a reír, antes de decir de manera
sincronizada y fingiendo rudeza:
— Follaaaar a Clara.
— Follaaaar a Clara.
Era temprano, pero debían irse preparando y pillar buen lugar para el
festival de Rock. Olaya estaba esperando en la puerta de su casa dentro de su
coche. No sabía por qué, pero mientras esperaba a que la morena saliera, se
llevó la palma de la mano a su boca expulsando aliento para olerlo y verificar
que no le apestase. Maldijo, porque ella no hacia esas cosas, no se esforzaba
por ir detrás de las chicas, eran ellas quienes la perseguían. Pero Ruth estaba
rompiendo todos los esquemas. Inteligente, alegre, divertida y viendo como
salía de su portal, joder, tremendamente atractiva. Tenía una camiseta de los
Scorpions que dejaba ver su ombligo, unos pantalones vaqueros ajustados
con agujeros en las rodillas, el pelo suelto, sujeto por unas gafas de sol y
botas militares. En su espalda llevaba una mochila y una bolsa con la tienda
de campaña. Ambas quedaron que una pondría sacos de dormir, tienda de
campaña y la otra pondría, bebida y comida. Total, que Olaya quedó
boquiabierta.
La morena metió todas las cosas en el maletero y montó rápido en el coche:
— ¡Buenos días! — siempre tan enérgica— O. estoy tan excitada me sudan
hasta las cejas, ¿Tú estás igual?
— ¿De excitación? Si.
Dijo mientras encendía el coche, claro que Ruth lo decía en plan de
emoción y Olaya lo decía, porque en cuanto tenía a la de los ojos castaños
cerca se le encendía el termo tanque:
— Este es el plan, me interesan My Chemical romance, system of a Down y
Disturbed
— Lo vas a dar todo.
Dijo Olaya esbozando una sonrisa:
— Ya te digo— dijo poniendo cara picarona, introdujo la mano en el
bolsillo y sacó un par de condones— Festival de Rock, sexo asegurado.
En ese instante la ojiverde apretó fuertemente el volante. ¿De verdad? Iban
a ir juntas a un puto festival y tenía pensado ir de ligoteo, ¡encima con tíos!.
Eso le pasaba por fijarse en una bisexual:
— ¿No tienes una sensación extraña?
Preguntó ladeando la cabeza y pensativa. Sacó el móvil y miró si tenía
llamadas perdidas o mensajes. Hacía días que no hablaba con Clara. Dio por
hecho que lo habían arreglado, porque de lo contrario ya habría recibido un
SOS:
— ¿Cómo qué?
Siguió cuestionando Olaya con amargura:
— Siento como si estuviera pasando algo o va a pasar algo que deba saber
— miró ceñuda a Olaya— ¿has hablado con Alex?
— Si te preocupa tu amiga…
Era de entender que desconfiase de Alex:
— No digo que sea una sensación mala, si no, una no sabría decirte…—
miró el móvil— y ¿si llamo a Clara?
— No— negó con decisión— es su ultimó día juntas Ruth, no jodas,
seguro que estarán dándose azotes— esbozó una carcajada— conociendo a
Alex, tu amiga regresará más relajada, tardará un año en acumular estrés.
Ruth achicó los ojos:
— Vaya, como la pintas ¿tan buena es en la cama? Y ¿Cómo lo sabes? ¿Es
que la folladora bipolar y tu…?
Olaya hizo un mohín de asco:
— Por Dios, es como una hermana para mí.

Flashback
Las autoridades detuvieron a los padres de Olaya cuando tan solo tenía
doce años. A su padre por posesión de drogas y a su madre por prostituir a
una menor. Desde que tenía uso de razón, la vida de la ojiverde nunca había
sido como la de una niña normal. Nunca tuvo derecho a conocer la
inocencia. Cuando quedó en manos de la justicia y los servicios sociales un
especialista dictaminó que debía ser tratada en un centro psiquiátrico donde
recibiría apoyo y compartiría con gente que había vivido lo mismo. La cosa
es que Olaya pasaba y prefería guardar silencio.
Cuando llegó al centro la llevaron hasta la habitación donde la tocaría
dormir. En su fuero interno deseaba que le tocara una habitación sola, pero
tuvo la mala suerte de que le tocó junto a una muchacha que ni se atrevió a
mirarla cuando entro. Estaba sentada sobre una de las camas, apoyada en el
cabecero de la cama, estaba vestida con el pijama del centro y en sus manos
tenía un libro, la recién llegada giró la cabeza a un lado:
— Edgar Allan Poe— frunció el ceño— ¿no eres muy joven para un autor
como ese?
La chica no levantó la vista del libro:
— ¿No eres muy joven para conocer a Edgar Allan Poe? — Negó con la
cabeza, totalmente seria— Cuando un loco parece completamente sensato, es
el momento de ponerle la camisa de fuerza— Alzó la mirada en ese instante,
ojos verdes como ella— pareces muy cuerda para el sitio donde estás ahora
mismo.
— Lo mismo se puede decir de ti.
Dijo Olaya que aún permanecía de pie con sus pertenencias en las manos.
La otra chica cerró el libro y lo dejó a su lado, para prestarla más atención,
aun sin moverse de su cama:
— Puedes sentarte en tu cama que no te voy a comer.
La recién llegada fue hasta su cama, tiró sus cosas y la ropa que le dieron
para que se cambiara y se sentó:
— No busco ser tu amiga.
Dijo Olaya con tono borde, la otra chica se encogió de hombros con cierta
indiferencia:
— Tampoco pretendo que lo seas.
— Tú también pareces muy cuerda para estar aquí.
Siguió comentando:
— Tengo doce años y estoy leyendo a Allan Poe, demasiado morbo con la
muerte para mi edad, niña.
Se levantó por fin y se acercó hasta Olaya, joder que mirada más intensa,
se acercó tanto hasta quedar a centímetros:
— Oye— dijo incomoda Olaya— ¿Qué haces?
— Puedo verlo en tu cara, tú también eres una niña mala.
— ¿Niña mala?
— Que tienes pinta de ser puta.
Lo dijo así sin más. Toda la frialdad con la que hablaban se esfumó. Y sin
previo aviso Olaya se lanzó sobre la otra chica para tirarla de los pelos:
— Retira eso maldita zorra.
Gritaba Olaya que en un principio parecía estar ganando, pero en un
momento se vio contra el suelo y recibiendo ostias por parte de la otra. No
tardaron en aparecer los encargados de esa planta para separarlas:
— Alex otra vez no.
Decía una de las mujeres mientras tiraba de ella. El otro sostenía
fuertemente a Olaya que miraba con fiereza a Alex:
— No la quiero como compañera
Gritaba mientras peleaba con la enfermera:
— Será mejor que os tranquilicéis— dijo el celador— ya no quedan más
habitaciones ni camas vacías.
La primera que fue soltada fue Olaya, que se dirigió hasta su cama de
mala leche mientras se recolocaba el pelo:
— Me ha llamado puta— dijo a pleno grito— quizás aquí la única puta sea
ella.
Dijo señalándola. Alex comenzó a reír, con temor la soltaron. De nuevo
regresó a su posición inicial, agarró el libro y lo Abrió, no sin antes añadir
una última cosa, que descuadró por completo a Olaya:
— Nací para ser una niña mala— se encogió de hombros— nunca lo voy a
negar.
Fin del Flashback
Al llegar a Las Vegas ambas se separaron para vestirse. A Alex le daba un
tanto lo mismo, directamente se puso uno de sus trajes que se ponían en la
oficina. Clara, miró su repertorio de vestidos, todos coloridos, floreados, por
suerte tenía uno blanco. Al menos eso, casarse de blanco. Era romántico
casarse en clandestinidad, pero echaba en falta a una madre que la peinase y
la sonriese, a una amiga que la sostuviera de su mano y la diera ánimos,
mientras que saltaban juntas pegando brincos como histéricas.
Miró la hora, quedaba poco para reencontrarse en la capilla. Estaba bien
ese sitio, se intentaba convencer, podían elegir temáticas. La típica vestidos
de Elvis Presley. Se sentó, sentía que se quedaba sin aire… mierda, sentía no,
prácticamente se estaba quedando sin aire y comenzando a hiperventilar.
Agarró el móvil y ya que no podía enviar el mensaje SOS, hizo la llamada
SOS:
— Ya decía yo que estaba pasando algo hoy.
Respondió la voz de Ruth, a lo lejos se escuchaba música heavy. Clara,
comenzó a hablar mientras hiperventilaba:
— Ruth— cogía y soltaba aire rápido— Estoy— hiperventilación— en las
— mano al pecho, se iba a desmayar— las Vegas.
— Eh, eh — dijo preocupada Ruth— tranquilízate y dime que haces en
Las Vegas.
— Alex— sin aire— yo— agarró una bolsa y se lo llevó a la boca—
casarnos.
— ¿Qué? Dios mio Clara, me estás diciendo que te has casado.
— No— tomo aire soltó aire— me voy a casar ahora, o me iba a casar—
comenzó a llorar histérica— no sé qué hacer me ha entrado el cánguele.
— Relaja pezones— intentaba calmar Ruth— ¿Cómo llegaste a la
conclusión de hacer esa locura? Joder que polvos debe de echar para acabar
en Las Vegas.
— RUTH.
Gritó Clara, aun con la respiración acelerada:
— A ver, pero cuando aceptaste lo hiciste ¿por qué te sentiste presionada
o algo? ¿Te ha obligado?
— NO— se tapó la cara— nunca me ha obligado a nada, es más la
primera vez que me lo propuso me negué y lo respetó, luego fui yo quien dijo
de venir a Las Vegas.
— ¿Entonces?
— Me ha entrado la inseguridad— se levantó y comenzó a caminar de un
lado para el otro— y si nos vamos a vivir juntas y no estamos echas la una
para la otra, o si ocurre todo lo contrario me enamoro todavía más de ella y
llega a la conclusión que no me quiere y se va con otra.
— A ver Clara, ¿quieres a Alex?
— Si.
— Mira si te sientes insegura creo que debes hablarlo con ella y si no,
pues te casas y si la cosa no funciona pues para algo el diablo inventó a los
abogados. Hagas lo que hagas te apoyaré.
Clara se llevó la mano a la boca y comenzó a morderse las uñas:
— Y si hago la de Julia Roberts— se asomó por la ventana— creo que
hay un caballo fuera puedo darme a la fuga, salvo que aún no me he puesto el
vestido.
— ESO SI QUE NO— regañó su amiga— tan poco puedes hacerla eso,
imagina que eres tú la que se queda esperando Clara, por Dios.
— Vale, vale.
Alex comenzó a caminar de un lado para el otro, quedaba nada para que les
llegara el turno de casarse, pero nada de que Clara aparecía. La chica era muy
coqueta y lo achacó de que se estaría acicalando y todas esas cosas. De vez
en cuando miraba a la entrada, esperando a que la imagen de su rubia
apareciese.
El turno llegó, el pastor miró a la ojiverde, ésta le aseguró que Clara
aparecería. Cinco minutos, diez minutos y esa seguridad se fue desplomando.
Llegado el momento agachó la cabeza, guardó las manos al bolsillo y negó
con la cabeza al pastor. Para que diera paso a la siguiente pareja.
Fue hasta el banco y con el corazón totalmente destrozado, procedió llamar
a una de las personas que realmente confiaba en su vida:
— Eh Alex— contestó la voz de su amiga algo tomada— te estás
perdiendo el festival más brutal en el que he estado.
— Olaya recuérdame— dijo con amargor Alex— ¿por qué llegamos a la
conclusión de que no nos enamoraríamos nunca?
Olaya gruñó y siguió hablando toda borracha:
— Porque te puede salir bisexual y largarse con el primer cachas en un
festival al que la has invitado.
Alex rio para sus adentros de forma irónica:
— ¡Oh te diga casémonos en Las Vegas y a la primera de cambio te deje
plantada en el altar!
— Uuuh— dijo Olaya ya más seria— de acuerdo tú ganas, cuéntame qué ha
pasado.
Capítulo 33 - Love me Tender
Si Scott consiguió escapar a tiempo, eso no agradó a Patrick que optó por
arreglar unas cosas en Europa antes de regresar a Portland. Cuando decidió
entrar a colaborar con la mafia era un inexperto, lo cierto es que comenzó
cuando secuestraron a su “hija” conociendo a esos mini cabecillas de tres al
cuarto que se dedicaban a la trata de blancas. Desde entonces comenzó desde
lo más bajo. Pasando por todos los negocios, carreras ilegales, peleas ilegales,
trata de blancas, venta de armas hasta trata de blancas. Sus proveedores
siempre fueron un buen medio de transporte y más si había policías corruptos
a los que comprar su silencio con una buena cantidad de dinero y privilegios.
Gracias a ellos supo que estaban investigando su negocio, por ello decidió
usar a su “queridísima hija”.
Woods no era estúpido. Si Alex había decidido investigar por su cuenta
todos los negocios que había detrás de su empresa, estaba claro que el tal
Scott intentaría ponerse en contacto con ella. Por esa razón pidió que dejaran
de buscarlo para prestar toda su atención en ella. En algún momento el
detective privado asomaría la cabeza, dos pájaros de un tiro.
Así que tenían un coche vigilando la puerta del piso de su hija las 24
horas, no solo aquello, que dispuso de buenos hackers capaces de pinchar su
teléfono móvil:
— Fue ella la que quiso venir a Las Vegas O.
Los hombres de Patrick se miraron expectantes, aquello era peor que un
programa de salsa rosa. Vaya con la hija del señor Woods, en las vegas a
punto de casarse con una mujer, el más delgaducho y alto rompió a reír antes
de comentar:
— Oh que no la deje plantada— tenía unas patatas fritas encima de la
mesa— al menos que el poco tiempo que la queda de vida disfrute ¿no?
El otro que era más feo si cabe y gordo le dio un manotazo en su zarpa,
para agarrar un par de patatas, también estaba intrigado:
— ¿Quién será esa tal Clara? — esbozó una carcajada divertida— en
cuanto lo sepa el jefe. Va a dejar a una viuda, si aparece claro.
— Sexo lésbico— dijo el delgaducho riendo a lo pervertido— vi una foto
de Alex, está toda macizorra. ¿Crees que estaremos presentes cuando la
eliminen?
La amiga de la señorita Woods, ya hablaba más seriamente, pero se notaba
claramente que estaba beoda:
— Bueno ya sabes lo coqueta que puede llegar a ser— intentaba
tranquilizar— a lo mejor se está demorando porque quiere estar guapa para
ti.
— No— dijo tristemente Alex— he sido una autentica gilipollas Olaya, le
he confiado la mayoría de mis secretos, me he abierto a ella, para luego
¿qué? — Puso voz pija— vayámonos a Las Vegas y casémonos— se le
escuchó la voz rota— es Clara Price, siempre con su doble filo. Igual cuando
éramos pequeñas, dando puñaladas traperas cuando una menos se lo espera.
Olaya emitió un gruñido:
— Alex, punto uno, ella no sabía que estabas escuchando, punto dos,
estaba un poco aturdida aquel día, piensa que perdió la memoria. Punto tres,
ya no sois unas niñas como entonces y punto cuatro, si ella ha sido la que ha
decidido que os caséis será por algo ¿No? Ten paciencia seguro que
aparece.
Los tíos que escuchaban se volvieron a mirar ceñudos:
— Clara Price.
Repitió uno, el otro puso expresión divertido:
— Esa es la hija del ricachón Price. Joder, vaya con la elite de la alta clase
social— se llevó las dos patatas que quedaban a la boca— mi hermana se
leyó su libro, vi una foto suya, otra que está tremenda. Joder, quiero pinchar
la cámara del móvil y ver como se lo montan.
El gordo le dio un fuerte cocotazo:
— Concéntrate pervertido, nuestra misión es impedir que contacte con el
Scott ese.
— ¿Sabes qué O.? Mejor te dejo que te lo pases bien en ese festival.
— Lo cierto es que lo estoy pasando como el culo— ahora era la otra quien
comenzó a desahogarse— Invité a Ruth al festival para ver si podía remontar
mi última cagada
— ¿Qué hiciste?
— No te enfades— pidió poniendo voz inocente— pero le dije que eras
Vesta
— ¿Qué hiciste qué? — Sonó en un principio con enfado— bueno, Clara
ya lo sabe.
— Pues en un principio bien, pero luego acabó pirándose con un tío
Esto último lo dijo con amargor:
— Entiendo.
— Alex, que somos nosotras las que no nos enamoramos ni vamos detrás
de nadie, aparecen un par de pijas y…
— ¿Disculpa?
Se escuchó la voz de Ruth de fondo algo molesta:
— ¡Oh, oh Alex te tengo que colgar!
Los dos hombres de Patrick rompieron a carcajear:
— Pues me da que esa no remonta nada.
Olaya estaba apartada del barullo hablando por teléfono intentando
consolar a su amiga y a su vez desahogarse. Estaba enfadada, era obvio que
la tomase con Ruth y Clara no se quedaba atrás, dejar a su amiga plantada.
Joder que era Alex la que había llegado a coleccionar bragas, tangas y llenado
dos cajones y cada uno de ellas de una dueña distinta, la que había roto
corazones, eso no se hacía. Estaba en su derecho a enfadarse:
— Ruth no empieces a discutir— dijo algo irritada— ¿te ha llamado
Clara?
— Y ya veo que te ha llamado Alex.
— ¿Vas a justificar a Clara por dejarla plantada?
Ruth se cruzó de brazos. Lo cierto es que fue en busca de Olaya porque se
había dado cuenta de que quería estar con ella, prácticamente dejó plantado al
tío con el que se fue porque no se vio capaz de hacer nada. ¿Y que se
encuentra? Que la estaba poniendo verde y no solo a ella, si no que su amiga
Clara también:
— No es justificación, pero entiende que Alex tampoco es de fiar ¿Quién
dice que luego no se va a ir con nadie más?
Olaya cerró los puños y gruñó de irritabilidad:
— Alex haría todo por proteger a Clara, pero claro eres tan superficial que
no das la oportunidad de ver en el interior de nadie. ¿Quién eres tú para
criticar a Alex? — Se acercó hasta encarar a Ruth, su lengua resbalaba de
pura cogorza— eres peor, nosotras al menos vamos con la verdad por
delante, pero si de una cosa estoy segura es que cuando queremos lo hacemos
de verdad, tanto como para que mi amiga acabe cometiendo la locura de
llevar a Clara a las putas Vegas para casarse, y yo, traer a una bisexual
promiscua a ver a sus grupos favoritos para que luego se vaya con un tío que
ni se sabe su nombre.
Vale eso tenía que digerirlo, Olaya acababa de confesarle que la quería, eso
era muy fuerte, nunca nadie en su puñetera vida había conseguido callarla.
Pero prácticamente le había cerrado su boca:
— ¿Me acabas de confesar que me quieres?
Dijo con un hilo de voz. Olaya carraspeo y puso ojos como órbita. Mierda
ella nunca había hecho eso. Se sentía extraña y como una tonta, decirle eso a
una persona que solo la quería solo para acostarse, al menos en un principio.
Incomoda intentó hacerse la longuis:
— Si bueno, quiero decir, que te quiero— poco a poco Ruth se la fue
acercando— te quiero follar, si eso es, quería decirte eso.
Ruth dibujó una sonrisa y alzó una sonrisa hasta que quedó a escasos
centímetros de la ojiverde:
— ¿Estás segura de que quieres decirme eso? Porque sinceramente cuando
te pusiste a hablar con la pelirroja de antes sentí un poco de celo.
— ¿Sí?
La amiga de Clara y alzó la mano derecha haciendo el gesto pequeñito con
el dedo índice y dedo gordo, antes de pasar la mano izquierda por la nuca de
Olaya para atraerla y fundirse en un beso.
Clara estaba con los nervios a flor de piel. Lo único que pensaba era
“mierda, mierda, mierda” después de hiperventilar, de estar en shock y salir
de él, se vistió y echó a correr, corría y corría, sin saber muy bien dónde. Eso
era las putas Vegas, se encontró a un tío vestido de Elvis con una guitarra en
la espalda:
— Disculpa.
Le paró la rubia, éste la miró extrañado. Parecía algo enloquecida y sudaba
lo que no estaba escrito:
— Tengo mucho dinero, ¿me puedes hacer un favor?
El tío asintió después de meditarlo. Clara aun con el corazón aporreando su
pecho después de correr tanto:
— Genial, vámonos.
Correr y correr, tenía la sensación de estar en una dimensión. Se sentía
como el culo. Había dejado plantada a la que posiblemente era el amor de su
vida. Iban por un pasillo, el imitador de Elvis pensaba que estaba siguiendo a
una loca, pero le había prometido dinero y eso era de lo más tentador. De
nuevo vio que paró a otro tío, también vestido de Elvis. Parecía que iba
coleccionando Elvis Presley por todo el camino. En un principio negó con la
cabeza, pero luego, después de que fuese insistente la chica con el acabó
asintiendo y dándose la vuelta. Clara se giró para mirarle:
— Quiero Love me Tender, ¿te la sabes no?
— Por favor señorita— dijo con voz de obviedad— soy un imitador de Elvis
Presley me sé todas sus canciones.
Alex se guardó el móvil en el bolsillo. Y sacó otra cajita. Como la ojiverde
tenía tiempo suficiente pasó por una joyería. Si se casaban necesitaban anillos
para la ocasión. No unos que representasen a la ama y a la esclava. Unos que
representasen a Alex y a Clara. Esbozó esa sonrisa nerviosa que solía hacer
seguidamente de la expresión afligida, se retiró una lágrima traicionera. Hacía
un par de minutos que la habían dejado sola en aquel lugar. Hasta que de
nuevo pasó el pastor con la biblia en la mano:
— Parece ser que aún me queda otra pareja por casar.
En lo que llevaba ahí la morena vio a tres parejas casarse a lo loco. El
primero sintió rabia, a la segunda más rabia y a la tercera gritó “cuanto os
compadezco el amor es una puta mierda”:
— Pues les doy tres semanas— dijo Alex con amargura— es lo que tardan en
romperte el puto corazón.
A su espalda se comenzó a escuchar unos acordes de guitarra, giró la
cabeza y se encontró a un imitador de Elvis Presley que empezaba a cantar
Love me Tender. Genial unos ñoños, pensó a su lado pasó el Elvis. Esperaba
ver a la parejita feliz o la parejita borracha feliz. Pero no, alzó una ceja y se
giró para ver quien cometía aquel error e casarse.
Se quedó sin aliento cuando conectó con aquel color azul intensó. No solo
eso, parecía un ángel caído del mismísimo cielo, con aquel vestido blanco y
sus cabellos sueltos. Con el corazón a mil fue levantándose, agarrada al
banco porque sentía que se desplomaría. Los labios de Clara se curvaron.
Lentamente se fue acercando a la morena, que inevitablemente acabó
sonriendo bobalicona. Se reencontraron en medio del camino, la rubia tendió
la mano a Alex, que Respondió entrelazando sus dedos y apretando
fuertemente. A la sintonía de Love me Tender, sin dejar de mirarse siguieron
el camino hasta llegar al altar:
— ¿Sigues pensando que el amor es una puta mierda?
Susurró el pastor a la morena antes de empezar con la ceremonia. Durante
unos segundos Alex le miró con el ceño fruncido. Pero enseguida volvió a
perderse en el azul de Clara. Escuchaban al imitador cantar, no. Al pastor
hablar, tampoco:
— Por Dios— dijo desesperada ya— dígame que puedo besarla ya.
Clara esbozó una carcajada. El pastor cerró el libro:
— Por el poder que me ha concedido el estado de nevada os declaro pareja
de hecho— alzó la mano— puede besar a la novia. Las espero en el despacho
para la firma de papeles.
La rubia sintió como la ojiverde tiró fuertemente de ella y chocar sus
labios, aferrándose en un fuerte abrazo, como si en ello pudieran fundirse en
un único ser. El pastor negó con la cabeza riendo para sus adentros, se acercó
al otro Elvis y ambos las dejaron solas:
— Colega, veo muchas parejas pasar por aquí tan ciegas de alcohol que
cometen el error de casarse, no duran ni 24 h. — el otro asintió siguiéndole—
pero como experto te aseguro que esas dos sí que están ciegas, pero de amor.
Las chicas estuvieron perdiéndose entre besos húmedos durante un buen
momento. Aquel momento era como estar en el cielo. ¿Se podía sentir tanta
felicidad? Alex separó durante unos segundos sus labios para girar su rostro y
fundirse otro beso. Era lo único que quería, besarla una y otra vez:
— Creía que…
Dijo Alex juntando la frente con la de Clara, casi sin aire a la vez que una
lágrima, esta vez de felicidad caía por su mejilla. La ojiazul alzó su mano
para retirarla con el dedo gordo:
— Lo se— dijo con un hilo de voz— lo siento durante un momento sentí
pánico, me entraron dudas, pero te quiero Alex, no imaginas tanto.
— Me he aferrado tanto al dolor, Clara— la abrazó y apoyó sus labios en
el hombro de la rubia— No quiero perder más tiempo con lamentaciones,
quiero comenzar a vivir— curvo la comisura de sus labios y volvió a mirar a
la rubia fijamente— contigo, siempre.
Patrick estaba reunido con los grandes de la mafia, el capo que dirigía todo
el cotarro así lo había determinado. Todos estaban sentados alrededor de una
mesa larga presidenciada por Jonny. Que no parecía estar muy contento. Las
autoridades estaban metiendo las narices demasiado en sus negocios por
culpa del señor Woods:
— Verá señor Woods— dijo Jonny mientras jugaba con su copa— ya
sabes cómo va nuestro contrato. Las autoridades están husmeando mucho mis
negocios— dio un fuerte golpe en la mesa— se supone que tenía un chivo
expiatorio ¿Qué coño ha pasado? Que se ha enterado y ahora su cabeza de
turco puede joderme— Sacó una pistola— como verás no puedo permitirlo,
ha sido un placer trabajar contigo.
Jonny alzó la pistola en dirección a Patrick Woods, pero antes de que
apretase el gatillo recibió cuatro balazos. Todos los demás jefazos quisieron
sacar sus armas, pero sus hombres que estaban detrás la apuntaron a la
cabeza:
— Veréis caballeros, el juego ha cambiado— dijo mirando sus uñas— sus
hombres trabajan ahora para mí, tenéis dos opciones, trabajar para mí— se
levantó de su sitio, quitó el cadáver de Jonny de su silla presidencial y se
sentó— o recibir un balazo en la cabeza ahora mismo.
Todos los jefazos se miraron y poco a poco todos fueron sacando sus
manos y colocándolas encima de la mesa:
— A sus órdenes señor Woods.
Scott estaba a punto de girar a la calle donde vivía Alex cuando tuvo que
quedar pegado contra la esquina, asomó la cabeza para mirar de reojo.
Estaban vigilando el edificio donde vivía la chica. Maldijo en su fuero
interno, quería llamarla, pero no quería arriesgarse. Tenía que verla en
persona o pillar algún medio de comunicación sin ser interceptado por el
señor Woods. Tenía que ser avisada. Le llegó un mensaje al móvil, mientras
se retiraba los sudores con una mano, lo leyó. Era su vecino, diciendo que su
paquete había llegado. Que majo el chico. No podía volver a su casa, así que
le pidió que lo llevara hasta la estación, se reencontrarían ahí. Miró de nuevo
al vehículo sospechoso, maldijo y se giró para marcharse de nuevo.
Finigan y Taylor estaban en un bar tomándose algo. Lo cierto es que la
investigación estaba paralizada, ya que el supuesto socio de Alex no pudo
acceder a su despacho porque Helena era una secretaria dura de roer. Pidió
los documentos del último año, pero Alex se los llevó:
— Es una puta investigación fácil Taylor— dijo quejumbroso Finigan—
un puto documento que señale a Alex como la culpable joder.
Taylor terminó de beber su copa y miró de nuevo a su compañero.
Totalmente ceñuda. Ella le conocía lo suficiente como para saber que Finigan
iba a por Alex por algo personal. No creía que fuera la culpable, pero eso se
la sudaba estaba claro. Pues, aunque la morena, se había sentido atraída por la
señorita Woods sabía separar el trabajo de su vida personal:
— Sabes perfectamente que el culpable es el padre.
— ¿Cómo lo sabes tú?
— Joder Finigan, blanco y en botella leche— le dio una fuerte colleja—
estás enchochado con Clara Price y la quieres para ti, eres capaz de joder la
puta investigación solo para follarte a esa rubia.
Finigan miró fulminante a su compañera:
— ¿Por quién me has tomado?
— Por alguien que piensa con el pene— negó con la cabeza— no te
mereces esa placa.
El agente iba a responder cuando ambos móviles sonaron. Para sorpresa
de ambos, el ejecutivo Jamal encargado de llevar las cuentas había sido
asesinado. Todo apuntaba a un atraco. Terminaron sus copas y se dirigieron
hasta el lugar del crimen.
Los de laboratorio ya habían acordonado la zona, y pululaban por la
escena recogiendo todas clases de evidencias. La forense, estaba agachada
mirando por encima el cadáver cuando los vio llegar:
— No hace falta que preguntéis— la forense tenía una pinta muy nerd,
con su uniforme de laboratorio y sus gafas culo de vaso— trataron de
aparentar un robo, pero fueron de lo más torpes— señaló las fosas nasales de
la nariz con la punta del bolígrafo para no tocar el cadáver— ¿veis esas
manchas? Cloroformo.
— Pero parece que se haya resistido— dijo Taylor mirando la posición del
cadáver— por la forma en la que esta tendido y por el balazo.
La forense negó con la cabeza:
— Si hubiera recibido el balazo de pie la salpicadura de sangre estaría a esa
dirección— dijo apuntando a un lado de las paredes— pero estaba en el suelo
— apuntó al techo— veis las manchas en el techo.
Finigan alzó una ceja y miró a su compañera:
— Alex Woods le visitó la última semana solicitando todos los
documentos del último año— señaló al cadáver— y al poco tiempo Jamal
aparece muerto. Mírame ¿por qué Patrick Woods iba a matar a su empleado?
Si ni si quiera está en América. Lleva sin pasar por la empresa semanas.
Taylor no podía rebatir aquello. Jamal había sido asesinado y como bien
había dicho Finigan, Patrick no estuvo en contacto con Jamal en las últimas
semanas. Agachó la cabeza y suspiró:
— Conseguiré una orden de registro y mandaré un equipo al piso de Alex.
Tú, vete y trata de que no te descubran.
Firmaron los papeles que las declaraban como pareja de hecho. Fueron a
cenar por primera vez como mujer y mujer, pasearon por la ciudad plagada de
luces, vieron un espectáculo de Drag Queen cantando I Will Survive. Al día
siguiente regresaban a Portland así que disfrutaban al máximo de esa mini
Luna de miel:
— ¿Clara Price Woods?
Preguntó la rubia ya de camino a la habitación del hotel:
— Puedes conservar tus apellidos— dijo Alex mientras caminaban
agarradas de la mano— Desde luego Alex Price Woods no me pega nada.
— Todo es costumbre— se soltaron de la mano para abrir la puerta de la
habitación— imagina que hubieras sido una Price, habrías crecido toda tu
vida escuchando Alex Price te parecería de lo más normal.
Alex abrió la puerta e hizo una mueca de desagrado:
— Punto uno ¿intentas convencerme para que adopte tu apellido? —
esbozó una sonrisa pícara, acercó a Clara con un leve gruñido— punto dos, si
hubiera sido una Price habría sido tu hermana y no podría hacer esto.
Se inclinó para besarla con ternura y tal como hizo el día en el garaje la
alzó en brazos para meterla en la habitación del hotel. Directas a la cama, casi
sin despegar sus labios. Gimiéndose en sus bocas. Sinceramente la rubia
estaba como un flan, la embargaban cantidad de sentimientos y sensaciones.
Se acababa de casar con Alex Woods. Que estaba siendo de lo más dulce, la
tendió sobre la cama con delicadeza y parecía no tener prisa por desnudarla.
Era como si quisiera disfrutar de sus labios hasta que quedaran desgastados.
La primera en tomar la iniciativa fue Clara, que quitó despacio la americana
de la ojiverde:
— Hubiéramos sido unas enfermas si hiciéramos esto siendo hermanas.
Dijo Clara riendo a la vez que sus dedos agiles desabrochaba la camisa de
Alex. La morena curvó la comisura de sus labios y fue descendiendo hasta su
cuello, provocando un suspiro por parte de la rubia:
— Ya estoy enferma Clara— dijo mientras acariciaba su muslo y la subía
subiendo el vestido— eres mi enfermedad, eres mi cura, eres el rayo de sol
que me ilumina en la oscuridad.
Todo se lo decía llenándola de caricias y besos. Clara gimió y rodó hasta
quedar encima de Alex y mirarla a los ojos:
— ¿No estás enfadada? ¿Por hacerte pensar que te plantaba?
La mano de la morena agarró a la de Clara y se la puso en su pecho,
mirando con adoración, sintiendo una felicidad infinita. Estaba acostumbrada
a la intensidad del dolor, pero el del amor, llegaba hasta doler, de sus ojos
verdes volvieron a brotar lágrimas:
— Apareciste Clara, apareciste y comencé a volar— amplió su sonrisa—
no te mentí cuando te dije que me tranquilizas, te miro y soy feliz. Feliz
Clara, nunca pensé que podría sentirme así. Te quiero a ti, a tu inocencia, a tu
capacidad de amar— la aferró las mejillas— ¿Quién en su sano juicio se
enamora de un ser tan despreciable como lo era yo? Un ser que te hizo sentir
como un objeto, que te gritaba y…
Alex agachó la cabeza y retiró la mirada. Clara se dejó caer para abrazarla:
— No estoy libre de pecado, yo también te gritaba y te juzgaba, supongo
que también te usaba.
Las manos de Alex comenzaron a vagar por la espalda de Clara, hasta dar
con la cremallera y con cuidado fue abriéndola:
— Te vi— dijo mientras sentía su caliente piel sobre las palmas de sus
manos— Tenías una firma de libros en una librería.
— ¿Por qué no me dijiste nada?
Preguntó la rubia, mientras comenzaba a acariciar con la punta de la nariz
el cuello de la morena. Que volvió a rodar para quedar encima de Clara y
dejar que la terminara de quitar la camisa:
— Llevé un libro para que me lo firmaras.
Clara puso los ojos como órbita:
— No me digas que te lo firmé y no te reconocí.
Alex negó con la cabeza, mientras que le quitaba los tirantes del vestido
blanco:
— Nunca llegué a entrar.
Clara también seguía desnudando a la morena desabrochándola el
sujetador:
— ¿Por qué?
— Ya estabas prometida con William.
Susurró acariciándola los labios, mirando su Lunar. Clara tragó saliva y la
volvió a atraer para retomar los besos. Esa noche no habría juegos eróticos,
no habría maleta de juguetes, ni palabras obscenas ni si quiera prisas. La
morena la terminó de desnudarla con delicadeza y a su vez ésta dejó que la
desnudara Clara. Entre caricias y besos querían demostrarse cuanto sentían:
— Tengo la certeza de que le hubiera dejado igualmente si me lo hubieras
pedido.
Alex estaba tumbada encima de Clara, curvó la comisura de sus labios,
agarró las manos de la rubia y las puso encima de sus cabezas, entrelazando
los dedos:
— Me arrepiento de no haber entrado.
— Me arrepiento de no acercarme a ti en el Starbucks.

Flashback

Clara había tenido una discusión fuerte con William, necesitaba hablar
con alguien y mandó su famosa S.O.S a su amiga Ruth. Que la propuso
rápidamente irse de fiesta, pero obvio que la rubia no tenía ganas para tal
cosa, así que, a regañadientes, Ruth aceptó salir a pasear por el centro
comercial. Estuvieron de tiendas:
— Aj— dijo una Ruth ojerosa— necesito un café— agarró el brazo de
Clara— No sé por qué estas con William, hacías mejor pareja con Finigan.
— Finigan se quedó en Inglaterra.
Ruth esbozó una sonrisa picarona:
— Vaya, ese tono es de resquemor— guiñó un ojo— seguro que si volviera a
tu vida mandarías a la mierda a William.
Clara había perdido el hilo de la conversación en el instante en que se fijó
en una morena, entando en el Starbucks, no estaba sola, iba acompañada de
otra chica atractiva. No sabía por qué, pero tenía la sensación de haberla
visto antes:
— Vamos a tomar un café.
Propuso la ojiazul:
— Sí, gracias.
Resulta que ese centro comercial pillaba cerca de la empresa Woods.
Ambas entraron al Starbucks y se pusieron a la cola. Las dos chicas estaban
a punto de ser atendidas. Fue cuando se fijó en el color verdoso de sus ojos.
Maldijo porque sabía que la había visto ya esos ojos. Lo supo en el instante
en que la dependienta pronunció su nombre:
— Buenas señorita Woods ¿le pongo lo de siempre?
Alex Woods, el corazón de Clara dio un vuelco. Habían pasado muchos
años. Recordó lo irritante que era, recordó que siempre andaban peleando.
Pero sentía curiosidad, así pues, permaneció en la distancia. Madre mía era
guapa. Las dos chicas se sentaron al lado de una columna y sin que Ruth se
pispara, Clara se colocó en un sitio estratégico, al otro lado de la columna,
pudiendo escuchar la conversación de la ojiverde con la otra chica:
— Alex— decía la chica con voz melosa— lo de anoche fue fantástico, estoy
deseando repetir. Puedo devolverte el favor.
La morena alzó la ceja:
— Según tú los orgasmos que te di son favores— bebió de su café— que
decepción, sabes qué preciosa, como te hice el favor, me lo agradeces y te
olvidas de mí.
— ¿Qué?
Preguntó otra chica con cierta molestia:
— Que yo no repito, te he invitado al puto café por cortesía. Otro favor,
agradécemelo también y pírate.
La otra chica abrió su café, se agradeció que fuera frío y se lo tiró a la
cara:
— Zorra— dijo con ira la chica— tienes razón, necesitaba des estresarme y
lo hiciste muy bien. Chao Woods.
— No hay de qué, para eso estoy.
Dijo Alex mientras se pasaba la servilleta por la cara:
— Que gilipollas.
Susurró Clara, en ese momento, tenía claro que no se acercaría a esa tía
borde. No era irritante como de pequeña, era mucho peor:
— ¿Has dicho algo?
Preguntó Ruth que había ignorado todo:
— Nada, que a veces William es un gilipollas.

Fin del Flashback

— Siempre espiando.

Dijo Alex sonriente antes de comenzar a descender entre besos sobre el


cuerpo de la rubia. Y hacerla el amor por primera vez como su mujer.
Capítulo 34 - Hostias
Las amigas de las recién casadas estaban en la tienda de campaña riendo y
contando batallitas de la universidad, al final acabaron perdiéndose el
concierto de los Disturbed. Olaya estaba boca abajo y Ruth hacía figuritas
invisibles con el dedo índice sobre su espalda, de vez en cuando paraba sobre
alguna cicatriz:
— Te das cuenta— comenzó a decir la amiga de Clara— que siempre hemos
discutido ha sido por Alex y Clara.
— Supongo que somos demasiado protectoras con ellas.
— Sé que Clara— comenzó diciendo la castaña incorporándose— parece
inocente y frágil, pero en el fondo es fuerte y luchadora, pero es como mi
hermana.
— Ruth— dijo Olaya incorporándose también y poniéndose su camiseta de
tirantes— Nosotras, me refiero a Alex y a mí, parecemos fuertes pero lo
único que hacemos es protegernos— comenzó a colocar su alborotado pelo
detrás de las orejas— hemos conocido el dolor y lo último que queremos es
sufrir más.
— No me vas a contar lo que le pasó a Alex verdad— Olaya curvó las
comisuras de sus labios y negó con la cabeza— lo siento, es mi curiosidad

Flashback

La primera noche ambas chicas no hablaban, pero trataban de no


dormirse. Alex se terminó el libro de Allan Poe y para sorpresa de la
compañera comenzó a leer “El conde de monte Cristo” Enserio, esa no era
literatura adecuada para su edad. Bueno tampoco el llamarle puta a la
primera de cambio. Entrada a la madrugada la primera en caer fue Olaya.
Alex iba por el undécimo capítulo. Joder, devoradora de libros, cuando su
compañera comenzó a balbucear en sueños. La ojiverde cerró el libro y lo
dejó encima de la mesilla, se tumbó de costado y la observó. Una hora, dos
horas….
— Déjeme en paz.
Se incorporó gritando y sudorosa. Se llevó la mano a la cara y miró a Alex,
algo avergonzada. Pero pillo a la morena con los ojos cerrados, pensando
que tenía un sueño muy profundo se volvió tumbar, le dio la espalda y trato
de dormir.
Los primeros días para O. fueron los más difíciles. En las zonas comunes
no solía integrarse muy bien y su compañera parecía ignorar todo su
entorno, perdiéndose entre libro y libro. A veces solía ser literatura antigua y
otra era libros de ética y química. Un día caminaba por el comedor,
buscando un sitio para sentarse. Divisó una mesa en la que solo había dos
chicas más mayores que ella, aun así, decidió ocupar una de las sillas libres,
pero cuando se iba a sentar, le miraron en plan matonas:
— Esa silla está ocupada.
Dijo la rubia señalando la silla que iba a ocupar. Olaya frunció el ceño, no
se iba a achantar, apartó la bandeja de comida a otro lado para ocupar la
otra vacía. La amiga que estaba enfrente esbozando una carcajada, se apoyó
en el respaldo, cruzó sus delgaduchos brazos, parecía que tuviera algún
problema alimenticio:
— Esa también— alzó las cejas de su cadavérica cabeza— es más, todas
están ocupadas, así que piérdete.
Alex estaba sentada en la mesa del frente, oculta tras un libro, bajó el libro
y miró la escena. Achicó los ojos y apretó la mandíbula. Cerró el libro y
agarró su bandeja, se cambió de sitio, sentándose al lado de la rubia, a
diferencia de Olaya, a la morena no le dijeron nada, es más agacharon la
cabeza:
— Olaya— dijo la ojiverde— ven siéntate a mi lado.
Olaya pestañeo un par de veces sorprendida. Aun así, acabó sentándose a
su lado:
— Te presento— dijo Alex señalando a la delgaducha— ella es Rosa y ella es
María. Su nivel de estupidez sobrepasa su conciencia.
— Oye Alex no te permito…
Comenzó a decir Rosa toda bravucona, pero quedó en silencio cuando la
pequeña morena se levantó amenazante mientras apoyaba ambas manos
sobre la mesa:
— Vale, vale— dijo María levantando ambas manos en son de paz— mejor
nos piramos
Las dos chicas se levantaron y agarraron las bandejas, susurrando un
“está loca” mientras se alejaba. Hecho aquello abrió de nuevo el libro y se
sumergió en su literatura. Olaya la miró totalmente ceñuda y anonadada:
— ¿Por qué hiciste eso?
Alex sin salir dejar de mirar el libro, se encogió de hombros:
— Todas estamos aquí por algo, aborrezco la hipocresía y la injusticia—
miró de reojo a Olaya durante unos segundos— eres mi compañera de
habitación.
Olaya se sentó derecha y comenzó a comer, curvando por primera vez la
comisura de sus labios. Alex cerró el libro y comenzó a comer la pasta
pegajosa a la que llamaban puré de patatas:
— ¿Si alguna vez tuvieras oportunidad de vengarte lo harías? —la chica le
miró sin entender— yo sí, dicen que odio genera más odio— miró su tenedor
— será de mala persona, envidio al conde de monte Cristo, yo nunca podría
vengarme— Miró a Olaya— Soy un eco de lo que una vez fui, nunca podré
mirar a la cara a aquellos que me mataron, porque están muertos. Si quieres
pegarme por lo que te voy a decir Olaya— se encogió de hombros— pero tú
y yo somos más parecidas de lo que queremos admitir.

Fin del Flashback

Patrick estaba asentándose en su nuevo imperio. Manejando sus negocios


como si fuera marionetas que dirigía desde su trono. De primeras, se las
apañó para hacer creer que el magnate Jonny seguía con vida, para desviar la
atención de las autoridades. ¿Quién quiere a un jefe sin importancia cuando
hay otro más importante?
Estaba mirando los negocios de Madrid, la cantidad de drogas que se movía
por el poblado de la cañada Real. Cuando de nuevo fue interrumpido por una
llamada. Sus hombres de Portland. Rezó porque fueran buenas noticias y no
le pusieran de mal humor:
— ¿Habéis pillado a la rata de Scott?
— Aún estamos en ello, señor.
Patrick puso los ojos en blanco y rugió:
— ¿Entonces para qué coño llamas?
— Informamos que Jamal ha sido eliminado.
El señor Woods satisfecho se apoyó en el respaldo del asiento, esbozando
una sonrisa satisfactoria:
— Eso me agrada más.
— Más noticias sobre su hija.
— Ahora que ha hecho.
— Se ha casado.
Eso le hizo gracia:
— ¿Con quién?
— Clara Price.
Volvió a rugir, pero esta vez carcajeando fuertemente, tan fuerte que le
entró un ataque de tos. Pero si su “hija” no hacía nada más que cagarla. A lo
mejor no hacía falta matarla, ya se quitaría la vida ella solita. Conociéndola
ya se habría revolcado con su hermana una y otra vez. Que trauma para ella
cuando supiera la verdad. Bueno, terminaría con sus deberes en Europa y se
encargaría de ella:
— Sigue vigilando.
— Otra cosa señor— carraspeo— las autoridades están moviendo ficha.
Aquello hizo que se incorporara con preocupación:
— No se preocupe— siguió diciendo su hombre— tienen la mira fija en su
hija.
De nuevo le entró la risa:
— Joder, la va a caer hostias por todos los lados.
Alex abrió los ojos, había dormido del tirón. Solo había conseguido eso
contadas ocasiones, siempre al lado de Clara, se giró y a su lado la halló, con
un matojo de pelos tapando su cara, estirada boca arriba y como siempre, con
su sueño profundo. La ojiverde curvó la comisura de sus labios se acercó
hasta su mujer y comenzó a apartar mechones rubios para poder admirar su
cara. Bueno también se la fueron los ojos a otras partes de su anatomía, no
era una santa y la rubia estaba como Dios la trajo al mundo. Alzó una ceja y
susurró:
— Marmotilla— acortó distancias hasta pegar sus labios a su oído— ¿Sabes
lo que es la somnofilia?
Rememorando la fantasía en el avión, comenzó a acariciarla, apenas unos
roces con la yema de los dedos por la mejilla, siguiendo el contorno de su
mentón, bajando por su cuello, cada vez que rozaba su piel le daba como
pequeñas descargas eléctricas, anhelando mucho más de ese cuerpo, siguió
dibujando el contorno de sus senos, la piel se le ponía de gallina al roce de
sus caricias, mordiéndose el labio inferior hizo un circulito en la aureola de su
seno. Clara suspiró y su respiración se aceleró, su pezón no tardó en quedar
erecto, dispuesto para Alex, moviéndose con delicadeza sobre la cama se
inclinó y con una sonrisa picarona pasó su húmeda lengua sobre aquella
punta rosada. Era tan sexy y excitante e incluso cuando dormía, volvió a
dibujar el circulito sobre su aureola, esta vez con la lengua, esbozó un
pequeño gruñido y atrapó el pezón con ambos labios. El primer gemido
levemente sonoro se le escapó a la rubia que se movió, llevó su mano al otro
seno y comenzó a acariciar su otro pezón con el dedo gordo, cuando éste
estuvo erecto comenzó a saborearlo.
Clara entre calores, suspiros y gemidos entreabrió los ojos. Corrientes
eléctricas recorrían su cuerpo y su entrepierna palpitaba de pura excitación.
Levantó un poco la cabeza para encontrarse con el verde intensó de Alex
mirándola, mientras sus labios torturaban placenteramente su seno. Dejó caer
su cabeza y jadeo más fuerte:
— Alex— dijo con voz entrecortada— joder.
Su pecho comenzó a moverse todavía más agitadamente, llevó sus manos
hasta la morena que no tenía intención de parar y la incitó a que siguiera
entrelazando sus dedos con su pelo. Poco a poco se fue poniéndose encima,
bajando sus besos y mordisquitos por el abdomen de la rubia:
— Dime Clara— bajo su mano por el costado, acariciando sus puntos
erógenos hasta alcanzar su sexo— ¿Qué quieres que te haga?
Masajeó su clítoris, haciendo que se retorciera, retorciera y se retorciera a
un más, hasta que desesperadamente alzó su cadera queriendo mucho más
que unas caricias:
— Lex— dijo gimiendo— fóllame.
La ojiverde sin apartar la mirada de la cara de Clara, introdujo dos dedos
dentro de ella. Durante la noche fueron consideradas la una con la otra, pero
en aquel momento sentían otra clase de fuego, uno más hambriento, famélico,
anhelantes por escuchar los gritos de la persona amada, uno más posesivo. La
ojiverde la penetraba sin compasión, estaba tan caliente y mojada, que a la
intrusión de sus dedos deslizarse por su sexo se escuchaba fuertemente. Alex
se excitó a un más y suspiró sonoramente. Dirigió su mirada a su entrepierna
y observaba de forma lasciva como la penetraba, sus dedos entraban y salían
con facilidad totalmente impregnados:
— Joder, Clara— dijo con voz ronca— Estás tan lubricada, lo quiero todo
dámelo hoy cariño.
Clara tenía las manos aferradas a la almohada y pasaba de los pequeños
gemidos a los jadeos más sonoros y guturales. No era un dentro y fuera
común, en su interior curvaba sus dedos, acariciando ese punto que la volvía
loca, sintiendo como le iba a estallar el orgasmo en aquel momento:
— ¿Qué quieres que te dé?
Dijo curvando la espalda, alzando su pelvis, el orgasmo estaba a las
puertas y era inevitable estallar. Alex la penetró más duramente:
— Antes córrete.
— Siii, joder Alex.
Gritó dejando prisionero los dedos de la morena, que los mantuvo quietos
hasta que consiguió relajar la convulsión de su cuerpo. Cuando por fin fue
liberada se tumbó entre sus piernas y comenzó a besarla con furor:
— Buenos días marmotilla.
Dijo entre besos, Clara agarró su pelo para intensificar sus besos y rodeó la
cintura con sus piernas:
— ¿qué quieres que te dé? Alex.
Dijo entre gemidos, mientras el cuerpo caliente de Alex se rebozaba
creando fricción, como cuando se deslizaron eróticamente. Era tan excitante
sentir sus pechos rozándose con los suyos. La morena se apoyó con ambas
manos para mirarla a la cara:
— Sexo anal.
¡Wau! eso sí que pilló desprevenida a la rubia, que puso los ojos como
platos:
— ¿Ahora?
— ¿Si por qué no?
No sabría qué hora serían, pero no quedaría mucho para coger el vuelo para
Portland. Alex seguía excitándola lamiendo su cuello y pegando más su
pelvis a su sexo:
— ¿No vamos a llegar tarde?
Preguntó suspiró fuerte, que digo volvía a gemir porque quería más,
excitándose de nuevo antes las caricias y besos posesivos de la ojiverde:
— Clara— dijo con un hilo de voz Alex antes de recorrer su cuello con la
lengua hasta su mentón— si no quieres, no pasa nada.
Clara que ya tenía el termo tanque apuntó de estallar por pura excitación,
agarró fuertemente de las mejillas a Alex y moviendo instintivamente sus
caderas:
— Otra vez Alex, fóllame otra vez y como tú quieras.
— Creo que me acabo de correr— besó sus labios y atrapó su labio inferior
— Joder, eres mi puta droga Clara.
Se quitó de encima y tumbándose boca acabo sacó el maletín de juguetes,
lo abrió, que sorpresa como no, más lubricante y un objeto, de color rosa,
parecidas a las bolas chinas, pero no alcanzaba a serlo. En la punta había una
bola pequeña y conforme iba hasta la otra punta iban en aumento, terminado
en un aro, terroríficamente era largo. La morena se puso de rodillas y espero a
que la rubia se incorporara:
— Esto es un rosario, bueno así lo llaman porque tiene la forma por sus
bolitas— dijo enseñándola el juguete— este lubricante es especial para el
sexo anal, como que ayuda a dilatar y tiene un poco de anestesia, pero se
sigue sintiendo placer.
Clara asentía un poco alucinada. Pues sí que había repertorio de juguetes, y
ella pensando que solo estaban los consoladores de toda la vida. Solo que
pretendía introducir ese objeto en su culo, sí que ha sentido placer cuando la
ha acariciado o lamido la entrada, pero nunca la llegó a penetrar ni introducir
nada:
— Colócate a cuatro patas.
Clara le puso la mano en su brazo, tragó saliva antes de decirla:
— Si veo que no me gusta, ¿pararás no?
Alex esbozó una sonrisa dulce y la acarició:
— Lo hago para que disfrutes, evidentemente si veo que no te gusta paro—
se inclinó y la besó— no haría nada que te hiciera daño, ni física, ni
emocionalmente, te quiero
— Yo también te quiero.
Dijo la rubia mordiéndose el labio. Dicho aquello acabó acatando la
petición de la morena y se colocó a cuatro patas. Alex abrió el bote de
lubricante, pero antes que nada se perdió con esa imagen tan jodidamente
excitante. Pasó su mano por su glúteo totalmente dispuesto para ella:
— Joder— dijo estrujando su glúteo— si me preguntaras que parte de tu
cuerpo me crea más fetichismo te confieso y sorprendentemente, no son tus
senos— se mordió el labio inferior— tienes un culo, me tiraría todo un día
follándote en esta postura.
La ojiazul miró a la morena alzando una ceja, llevó su lengua hasta una
comisura de sus labios, justo hasta rozar su lunar y meneo el culito
sexymente:
— ¿Enserio? — dijo con voz golosa— ¿Con azotes incluidos?
— Oh cariño sobre todo eso— se hecho un poco de lubricante en la punta
de los dedos y lo untó justo en su entrada, Clara reaccionó como si hubiera
recibido una mini descarga— un poco fresco.
Las pupilas de Alex se oscurecieron y dilataron, sobre todo cuando se
esmeró en estimular su entrada. Clara esbozó un suspiro, moviendo la cadera.
Alex con respiración acelerada sumó su otra mano para acariciar su clítoris:
— ¿Te gusta?
— Sí, me está enloqueciendo joder.
Cuando observó que su ano dilató todo lo que le estaba permitido, untó
más lubricante en el juguete, lo llevó hasta su entrada y muy lentamente
comenzó a introducirlo:
— Poco a poco
La rubia aferró fuertemente la almohada, gimiendo fuerte mientras cerraba
los ojos, bola por bola, llegaba por la mitad:
— ¿Quieres que pare?
Preguntó Alex mientras que acarició con cariño su glúteo:
— No.
Dicho aquello, pam, pam, pam las que quedaba casi del tirón. Clara alzó la
cabeza hacia atrás y jadeo sonoramente. Si pensaba que lo volvería a extraer
llegado al tope, se equivocó, ahí lo dejó. Fue a por una almohada y la colocó
debajo de las piernas de la rubia. Clara no entendía nada, hasta que la
ojiverde se deslizó debajo de ella, posicionándose en la famosa postura del
69:
— Antes de correrte dímelo.
Dijo Alex antes de atacar el clítoris de la ojiazul. En un principio se vio
aturdida ante los placeres que estaba sintiendo en su sexo, abriendo los ojos
de nuevo, se topó con su fuente de deseo, ahí justo enfrente, totalmente
húmedo, hinchado y rosado. Se relamió los labios y sin previo avisto atacó.
Alex apretó sus glúteos mientras gemía fuertemente en la entrepierna de
Clara, pero sin cesar con su labor moviendo su lengua ágilmente, saboreando
toda la esencia de la rubia. Que no tardaría en sufrir un segundo orgasmo:
— Alex— movía la cadera más insistentemente— si, Lex, me voy.
Alex esperó hasta el momento indicado y cuando Clara comenzó a tener el
orgasmo, sin previo aviso tiró del aro, sacando del tirón el juguete,
intensificando muchísimo más el orgasmo de Clara, que jadeó más fuerte que
nunca:
— Dios.
La morena curvó la comisura de los labios, al ver el orgasmo flipante que
acababa de tener su mujer. Se iba a quitar de debajo, cuando la rubia la paró:
— No, tú no te mueves.
Dicho aquello volvió a esconder el rostro entre las piernas de la morena y
lamió sin piedad. Haciendo que ésta curvara la espalda, a cada vez la ojiazul
se le daba mejor hallar los puntos que hacía retorcer a la morena. Alex alzó la
cadera, tensándose, jadeando guturalmente, para terminar desplomada. Clara
se tumbó a su lado apoyando la cabeza en su hombro:
— Que despertar.
— El primero de muchos, señora Woods.
Clara hizo un mohín:
— ¿Qué hay de “puedes conservar mi apellido si quieres”?
— Me lo he pensado, quiero que el mundo sepa que eres mi mujer— amplió
una sonrisa— mirándolo de otro modo, el mundo sabría que soy solo tuya.
— El mundo sabría que eres mi mujer, pero hay mucha zorra que se la suda
ese dato.
Alex carcajeó y rodó para quedar encima de Clara. Con expresión divertida
comenzó a hacer cosquillas a la rubia, mientras comentaba:
— Puede haber zorras, leonas y tigresas, pero a mis ojos solo existe una
mujer— Clara estaba peleaba con Alex entre carcajadas, hasta que la ojiverde
la agarró de las mejillas para intensificar su mirada— te quiero— la dio un
pequeño beso— y es la primera vez que lo siento real.
Clara curvó la comisura de sus labios, la miró con la misma admiración
que lo hacía Alex:
— Debo confesarle que usted me ha hechizado, en cuerpo y en alma.
Alex negó con la cabeza sonriendo:
— No tire de orgullo y prejuicio para confesar su amor señorita Bennet.
Usted es la escritora, expréseme algo suyo.
Clara frunció el ceño:
— Puras falacias señorita Darcy, fui de erudita por la vida creyendo que
conocía muy bien el idioma del amor— negó con la cabeza— que decepción
la mía cuando se cruzó en mi camino, pues me di cuenta que no entendía una
mierda ¿Sabes cuándo me di cuenta? — Alex negó con la cabeza— cuando
sentí sus labios acariciar los míos. Demasiada rudeza pensé, era mi cabeza
negando lo que mi corazón gritó en ese instante ¿sabe que me gritó?
— ¿Qué le gritó? Confiésemelo querida.
— Gritó, ¡oh Dios mío!, lato, lato con fuerza, en aquellos labios halló el elixir
de la vida señorita Bennet.
Alex rompió a carcajear:
— Pero que ñoñas somos.
Clara puso los ojos en blanco:
— Y ya salió la cavernícola, la echaba de menos neandertal— Alex rio entre
dientes, Clara la empujó— vete a duchar, hay que regresar algún día
Alex alzó una ceja se levantó de la cama, agarró el juguete para lavarlo,
entró en el baño, pero enseguida asomó la cabeza con cara picara:
— ¿No quieres entrar conmigo? Marmotilla.
Clara frunció el ceño y le tiró una almohada. Para luego forzar una sonrisa
picajosa y poner voz pija:
— No, ya iré después de ti puchita mía.
Alex puso una mueca:
— Puchita dice.
— Pues si no quieres que te llame puchita más en la vida, deja de llamarme
marmotilla— Alex carcajeó fuertemente— y no solo en la intimidad, delante
de Olaya y Tanya también lo haré.
— Vale, nada de marmotilla.
Entró en el baño y abrió la ducha, y se la escuchó gritar entre carcajadas:
— ¡A levantarse osita!
Clara puso los ojos en blanco y acabó levantándose de mala gana:
— Y luego dice que soy yo la ñoña— susurró y luego alzó la voz— por su
puesto cosita mía.
Las risas de Alex se apagaron para quedar de nuevo en silencio. No quería
que la llamara con motes cariñosos, sin embargo, ella si podía ponerlos, pues
se iba a enterar, siempre que saltara con alguna.
Maurice estaba en el despacho de su mansión mirando los balances de su
empresa. Su hijo la estaba dirigiendo muy bien. De vez en cuando se permitía
soñar. Imaginándose a sus dos hijos trabajando juntos. Incluso se pensó
ofrecerle un puesto a Alex en su empresa. Pero ya estaba con un alto cargo en
la empresa de los Woods.
La conversación que tuvo con Alice era cierta, no podía dejar que Patrick
siguiese manteniendo a Alice a su lado bajo coacción, ni correr el riesgo de
que alguna de las dos saliera herida. Así pues, acudió a sus colegas, los
mismos que le ayudaron a desmantelar la banda que tenían secuestrada a su
hija. Se llevó la mano a la cara y se tocó el tabique nasal con el dedo índice y
dedo gordo. En ese instante sonó el teléfono, extrañado puesto que William
regresaba en la noche de Japón y era demasiado temprano para ser alguno de
sus ejecutivos:
— Residencia de los Wiyatt.
— Señor Wiyatt— sonó la voz de un hombre— soy Akito, de la central de
Washington DC.
— ¿Qué tal amigo mío?
La voz de Maurice sonó más animada:
— Pues no le traigo buenas noticas colega.
— ¿Habéis descubierto algo de Patrick Woods?
— No— dijo el chico desanimado— pero se ha abierto una investigación
contra Alex Woods. Los de narco y homicidios sospechan de ella.
— ¿Alex? — Preguntó escéptico— no puede ser debe de haber un error.
— Esa es la situación Maurice, yo que tú la recomendaría a los mejores
abogados.
— Si— dijo el señor Wiyatt llevándose las manos a la cabeza— de todas
formas, por favor insiste en investigar a Patrick, esto tiene que ser una trampa
suya.
— Haré lo que pueda.
Scott se reencontró con su vecino en la estación. Que le entregó el paquete
de polizón. El detective privado Abrió ansioso el paquete, había documentos
y fotos que implicaban al señor Woods con asuntos realmente turbios,
principalmente referido al tráfico de droga. El corazón del chico se le aceleró.
Mierda era la puta mafia europea. Estaba jodido y su amiga Alex también. La
estaba tendiendo una trampa su propio padre. “Que hijo puto” pensó el
detective. No podía arriesgar a volverse acercar al piso de su amiga. Entonces
se le ocurrió la idea:
— Eh, amigo— dijo Scott posando la mano en su hombro— te doy 100
dólares si acercas este paquete a una amiga.
— Scott, no soy tú repartidor.
— Ya te estoy diciendo que te pagaré por el favor.
Nathan que no era para nada estúpido alzó la mano con la palma boca
arriba:
— 50 ahora y luego me das los otros 50 si no, no hay favor.
Scott miraba a todos los lados nervioso, corriendo sacó la cartera y le dio
los 50 dólares. Nathan asintió, volvió a cargar con el sobre y se perdió con la
multitud. Scott fue en dirección contraria, iba a pasar por el pasillo de los
baños cuando le taparon la boca y tiraron de él. Poco vio de su agresor, pues
recibió dos balazos a bocajarro, nadie se pispó ya que tenía puesto el
silenciador. El cuerpo del detective chocó contra la pared y fue dejándose
caer, ensuciando las paredes con un rastro de sangre. El asesino, comenzó a
rebuscar por los bolsillos de su chaqueta. Al no encontrar lo que buscaba
chirrió los dientes, llevó la mano al pinganillo de la oreja:
— No lleva el paquete, hemos llegado tarde.
— Mierda— escuchó por el pinganillo una voz masculina poco contenta—
tenemos que encontrarlo o el jefe nos manda al otro barrio.
Taylor había dicho a su compañero que le ayudaría a pedir una orden de
registro, pero no le dijo cuándo. Ella aún seguía sospechando de Patrick
Woods. Pero antes tenía que verificar que estaba en lo cierto, aunque tuviera
que saltarse las leyes y allanar el piso de Alex. Si encontraba una mínima
prueba acusadora pediría la orden de registro.
Era muy buena con las ganzúas. La puerta de la morena tampoco es que
estuviera muy reforzada. Así que entró sin ningún problema. Comenzó por la
habitación. Se sentía algo incomoda, después de todo estaba rebuscando entre
la intimidad de una persona. Armario, cajones, debajo de la cama. ¡JODER!
Quedó alucinada. Pero si tenía un cacho kit de dominación brutal, juguetes
sexuales para aburrir. Todo en maletas y cajas. Ahora sí que sería capaz de
acostarse con esa mujer, ya cuando la conoció tenía pinta de ser una salvaje,
pero todo aquello se lo había probado. Si mucho látigo, muchos tipos de
amarres, cuerdas, fustas, espuelas… pero ni un puñetero papel. En el salón,
nada, en la cocina y en el baño mucho menos. Evidentemente, estaba en lo
cierto sospechando de Patrick Woods. Iba a salir del piso para marcharse,
cuando alguien llamó al timbre, llevó su mano hasta la culata del arma y se
asomó por la mirilla:
— ¿Sí?
Preguntó Taylor. Tenía conocimientos de que Alex Woods estaba de viaje,
así que podía hacerse pasar por una amiga:
— Busco a Alex Woods.
— ¿Qué se le ofrece?
Siguió preguntando sin abrir la puerta:
— Traigo un paquete de parte del detective Scott.
En ese instante Taylor abrió la puerta, el chico la miró dubitativo, realmente
tenía pinta de no conocer a Alex, así que acabó usurpando su identidad:
— Si estaba esperando noticias de Scott.
El chico asintió y le dio el sobre gordo:
— Me dio esto para ti. Dijo que era muy importante y que corre peligro. Que
tenga buen día.
Dicho aquello, Nathan se marchó por donde vino. Taylor espero unos
minutos y también se marchó. Con el sobre en su posesión.
Alex y Clara estaban a punto de aterrizar de nuevo en Portland. La rubia
estaba de los nervios. Tendría que enfrentarse a su supuesto prometido. ¿Qué
le diría? Lo siento cariño toma tu anillo que ya me he casado. Lo siento Will
salí desviada y me acabé casando con la mujer que supuestamente odiaba. La
morena le agarró de la mano:
— ¿Seguro que quieres hablar con él a solas?
— Al menos le debo eso— agachó la cabeza— en el fondo no es mal hombre
Alex, le he engañado y en lo que esta semana estuvo luchando por sacar a
delante su trabajo, me he acostado contigo, me he enamorado más de ti y si
fuera poco me he casado.
— Bueno sabes que William no es santo de mi devoción, pero si es tu
decisión la respetaré, te estaré esperando en la puerta para ir a nuestra casa.
Eso le sacó una sonrisa a la rubia.
Capítulo 35 - Redada
A Clara se le desbocó el corazón, cuando vio el coche de William ya
aparcado en la entrada. Joder, se suponía que llegaría en la noche. Miró con
preocupación a Alex, que la agarró la mano:
— Esto es más difícil de lo que imaginaba.
— Pero necesario, Clara.
La rubia asintió con la cabeza, se inclinó la besó con dulzura antes de salir
para enfrentarse a la realidad. Con el corazón a mil fue sacando las llaves en
el bolso, puso la punta de llave en la cerradura tomó aire un par de veces y
procedió a entrar. Con lentitud se asomó en el salón ahí estaba su ex
prometido, sentado en el sillón, con una copa de whisky en la mano:
— Llego antes— Se termina el contenido de la copa de un trago— para darle
una sorpresa a mi mujer— su voz parecía de lo más rota— y está la casa
vacía, no me engañas tienes toda la pinta de haber dormido fuera.
— William….
Alzó la meno para que se callara. En ese instante se levantó:
— Siempre he sido considerado— comenzó a gesticular rudamente con las
manos— te quiero, te he dado libertad para salir de fiesta con tus amigas—
Clara agachó la cabeza para retener las lágrimas y para qué negarlo nunca
había visto así a Will— pero que gilipollas que soy— comenzó a reír
irónicamente y negaba con la cabeza— estaba tan ciego— se le borró la
sonrisa y miró con ira a Clara— ¿Quién es él? ¿Es ese tal Finigan verdad?
Clara aun sin levantar la cabeza Respondió con temblor en la voz:
— Will, no hay ningún él.
La voz de William se elevó hasta rugir, la vena del cuello estaba hinchada,
el rostro totalmente rojo e incluso se le escapó unas gotitas de saliva:
— DEJA DE MENTIRME— no se sabía si la humedad de sus ojos era de
enfado o por lo dolido que estaba— Siempre fui bueno contigo, no me lo
merezco.
— William por favor si te tranquilizas.
Aquello le enfureció más. Apretó la mandíbula y de un arrebato tiró el
vaso contra la pared, a pasos agigantados acortó la distancia con la rubia y la
agarró fuertemente de los brazos y comenzó a zarandearla fuertemente:
— ¿Qué me calme? Te preguntaré otra vez ¿Quién es él?
— William me haces daño.
— ¡Daño me lo estás haciendo tú!
Alex estaba fuera del coche, apoyada en la puerta del piloto con el móvil
en la mano, mandando mensajes a su amiga Olaya, cuando el ruido de un
objeto romperse llamó su atención, sin pensárselo dos veces echó a correr y a
lo Rambo abrió la puerta de la casa. Digamos que la escena que vio la cegó
hasta el punto de avanzar hasta los dos componentes que había en el salón,
agarró a William por sorpresa y le hizo una llave de Aikido, uy se me olvidó
decir que la morena es primer Dan en el arte del Aikido y cinturón negro en
Karate-do, primer Kyu, cinturón marrón, en Judo y experta en las artes
mixtas, vamos que el moreno lo tenía jodido. William acabó desplomado en
el suelo y solo entonces aprovechó para ponerse a horcajadas sobre él y
molerle a puñetazos. Clara en estado de Shock puso los ojos como órbita,
pero enseguida tuvo que salir de ese trance si no quería que la ojiverde matara
al chico, que se tapaba la cara mientras recibía una somanta de palos brutal.
La rubia se puso detrás de Alex e intentaba tirar de ella:
— Alex para— la agarró por la cintura y tiraba— para que lo matas joder.
— Ya le dije que se las vería conmigo si te tocaba un pelo— dijo Alex
resistiéndose para seguir zurrándole— vuelve tan si quiera a mirarla y te juro
que te mato.
— ¡Alex, joder!
Clara comenzó a sudar, pero que energías y fuerzas que tenía la morena.
Que después de dar dos puñetazos más en el costado de William se acabó
levantándose. Se giró para mirar a la rubia y agarrándola de las mejillas la
miró con preocupación:
— ¿Estás bien?
William contemplando la escena se dio cuenta. Cierto no había ningún él,
era un ella. Eso hería mucho su hombría, con una mano tapándose la nariz
con el reverso de la mano y sin levantarse del suelo, comenzó a reír con
ironía. Desde que era pequeño siempre había estado a la sombra de Alex,
incluso siempre que andaban peleándose el centro de atención era ella. Nunca
entendió porque su padre se empeñaba en que se relacionara con ella:
— Ya veo que te van las salvajes— dijo dolido y quejumbroso se levantó
— quiero tus cosas fuera de casa mañana antes de que regrese del trabajo—
con una mano en el costado miró con enfado a las chicas— Ahora fuera de
mi casa.
Después de hacerse el macho indignado y querer hacer una salida triunfal,
cometió el error de mirar el reverso de su mano, manchada de sangre. Esta es
la escena, chicas con la cabeza alzada, ceñudas, a los segundos, chicas
mirando al suelo con la boca abierta:
— Clara, vámonos.
Dijo Alex con las cejas alzadas:
— No podemos dejarle en el suelo— dijo Clara— me da penita.
La morena puso los ojos en blanco, gruñó se encargó del chico desmayado,
llevándolo hasta el sillón. Hecho aquello hizo una señal con la cabeza para
salir de la casa:
— Hay que quitarle la camisa está manchada de sangre, si mañana ve una
gotita se volverá a desmayar
— ¡Oh vamos!— dijo molesta Alex señalándolo— ¿No pretenderás que le
desnude?
Clara se acercó hasta William y comenzó a desabrocharle la camisa:
— No lo vamos a desnudar— dijo desabrochando las mangas— piensa
que, si mañana se desmaya de nuevo, no podré venir a por mis cosas porque
estará tirado por el suelo.
— Esta es la puta historia de mi vida— dijo Alex mientras le ayudaba a
quitarle la prenda manchada— ayudar a mi mujer a semi desnudar a su ex
prometido para que el muy flojo no se desmaye por una manchita de nada.
Clara rebuscó en su bolso el anillo de compromiso y lo dejó encima de la
mesa.
Taylor se reunió con sus supervisores y entregó el sobre, demostrando que
Alex Woods era inocente. Después de aquello, hicieron una reunión con los
agentes implicados en la investigación. Finigan era uno de los encargados en
dirigir el caso. Charllote toda la información recaudada sobre la mesa. Taylor
y Finigan se sentaron a cada lado de ella:
— Agente Colman— dijo Charllote enseñándole la nueva información—
mientras usted perdía el tiempo investigando chorradas, su compañera acaba
de dar un giro muy importante— Finigan apretó los labios, mientras miraba
las fotos que implicaban al señor Patrick Woods— queda relevado del Cargo
— dijo con convicción la superior— ahora quien está al mando es Taylor—
le miró con autoridad— ¿Entendido Colman?
— Por su puesto señora.
Dejando claro los nuevos objetivos de la investigación dejó a los dos
agentes solos en el despacho. Finigan miró con rabia a su compañera, bueno
su superior en ese instante:
— ¿Por qué no me lo consultaste antes?
Taylor se apoyó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos:
— No eres profesional, Colman.
— Bien ¿Cuál es el plan?
La morena esbozó media sonrisa:
— Alex Woods, puede ser una buena aliada— se levantó y rodeo la mesa
hasta apoyarse en el borde al lado de Finigan— ella lo está investigando por
otro lado, unamos fuerzas
Finigan rio escéptico, se cruzó de brazos:
— Pretendes meter en la investigación a una civil
Taylor sonrió picarona, se incorporó posó la mano en el hombro del
agente, se inclinó y le susurró:
— Míralo de este modo, pasaré más tiempo con la señorita Woods— miró
cómplice a Finigan— la investigación es lo primero Colman no te confundas,
pero a lo mejor puede ayudarte a despejar el camino con Clara.
— Y a ti con Alex ¿verdad??
Taylor se dirigió hasta la puerta del despacho, meneando el culo de
manera sensual, volvió a mirar a Finigan y se encogió de hombros:
— Si cae esa breva no me voy a quejar— antes de abrir la puerta— prepare
una redada Colman, procederemos a detenerla está noche.
Ya que William estaba desmallado Clara aprovechó para llevarse parte de
sus pertenencias. Mientras que Alex esperaba apoyada en la pared, con los
brazos cruzados y mirando al chico que prácticamente estaba roncando. La
rubia apareció con una maleta en las manos:
— ¿Dime que viste en él?
Clara miró al chico despechugado, esbozó un fuerte ronquido. Se encogió
de hombros:
— Quitando las dos veces que le has visto ido, no es malo— ladeo la
cabeza— está cachas y buenorro.
Alex frunció el ceño y le quitó la maleta de la mano:
— Repite eso y te pido el divorcio.
Clara rio por lo bajo y siguió a la morena hasta el coche. Guardó la maleta
en el maletero y tomaron rumbo a su casa. El móvil de Alex le comenzó a
vibrar en el bolsillo. Lo cierto es que la morena había escrito a su amiga para
quedar a comer algo, sacó el móvil y se lo entregó a la rubia:
— Es O. la dije de quedar para comer algo— miró de reojo a Clara— si
no te importa claro. Contesta al mensaje.
— Corres peligro dándome el móvil— dijo Clara contestando al mensaje
de Olaya— a saber la de secretos que tengas guardados
Alex se encogió de hombros:
— Mira lo que te dé la gana, no te oculto nada.
La rubia puso los ojos como órbita:
— Más de cien contactos y casi todas mujeres.
— Ups— dijo Alex riendo— mientras no elimines, a Helena, Tanya,
Olaya y a mi madre elimina los que te dé la gana, ni te elimines a ti claro está.
— ¿Puedo?
— Por supuesto, ¿para qué los quiero?
Paró en un semáforo y miró sonriente a la rubia. Que por supuesto utilizó
ese poder para eliminar mujeres de aquella agenda. La primerita Chloe que
no se había olvidado de la noche que drogó a Alex. La morena aparcó en el
garaje del edificio, así que no pasaron por el portal principal, ignorando el
vehículo sospechoso que había aparcado enfrente del edificio. En parte ambas
se sentían entre felices y extrañas. Una cosa son vacaciones, pero es que se
habían aventurado a vivir juntas, encima como casadas. La morena estaba
más nerviosa que la rubia, había que reconocerlo.
Nada más entrar al piso, ese en el que ya había estado Clara en otras
ocasiones, Alex se retorció las manos nerviosamente y comenzó a
enseñárselo, un poco absurdo porque era pequeño:
— Bueno ahí está la concina— dijo señalando su entrada— no suelo
comer aquí así que no hay mucha comida, hay que comprar, el salón
obviamente, no veo la televisión la tengo de decoración— se encogió de
hombros— al lado había un mueble, las estanterías estaban hasta rebosar de
libros— y la habitación ya te la conoces muy bien, ven vamos hacerte sitio
para que guardes tu ropa.
El piso estaba bien, aunque ya se había comentado anteriormente carecía
de fotos, era luminoso y decoración moderna, también gritaba por todos los
lados “piso de soltera maciza” así que la rubia, ni corta ni perezosa:
— ¿Puedo meter mano a la decoración?
Alex que tenía la cabeza metida en el armario haciendo sitio para las
pertenencias de Clara, volvió a asomarse con un mohín ceñudo:
— ¿Ocurre algo con el actual?
Clara alzó una ceja:
— Ese sofá del salón ¿te has acostado con muchas ahí?
— En la cama también y hasta el momento no has puesto pegas.
La rubia abrió la boca mientras achicaba los ojos, se cruzó de brazos:
— Definitivamente, colchón nuevo se añade a la lista— señaló a la cama
— y ese se quema.
La morena comenzó a reír, cerró la puerta del armario acortó la distancia
con Clara y la atrajo para chocar sus labios, con presteza la acercó hasta la
cama y la tiró a ella, tumbándose encima y comiéndola a besos. Clara se
dejaba llevar hasta que prestó atención a las sabanas. Alex seguía besándola
el cuello:
— Alex.
— ¿Umm?
Dijo mientras acariciaba el muslo de Clara:
— Cambias asiduamente las sabanas ¿no?
Alex gruño con frustración y miró a Clara:
— Sí, Clara. Cada vez que mantenía relaciones sexuales cambiaba las
sabanas y las llevaba a la tintorería para que las lavasen— frunció el ceño—
en el último mes la única que ha estado en mi casa eres tú— se levantó—
¿sabes qué? Cambia y decora lo que te dé la gana. Voy a seguir haciendo
sitio en el dichoso armario.
Clara se sentó en el borde de la cama:
— Tampoco quiero que te enfades.
— No estoy enfadada.
Dijo con la cabeza dentro del armario y con amargor:
— Si lo estas— Alex gruñó y alzó ambas manos de frustración— Alex, no
quiero que pienses que lo hago para irritarte, entiéndeme que todo lo que veo
por ahora es tuyo, tu decoración, tus muebles, tu piso, el mismo donde han
estado otras chicas antes que yo.
Alex se giró con las manos en jarra y suspiró. Abrió la maleta de Clara, la
que se llevó al viaje y sacó su cepillo de dientes:
— Ven.
Dijo mientras entraba en el baño, y mirando a la rubia colocó su cepillo de
dientes en un vaso:
— Ninguna mujer ha tenido lugar para dejar un objeto personal en mi
cuarto de baño— quedando pensativa— exceptuando Tanya ninguna ha
pasado más de una tarde aquí— se acercó a la rubia y le agarró de las manos
— mañana iremos a un IKEA, compraremos juegos de sábanas nuevos,
escogeremos muebles nuevos y hasta un perro de porcelana si quieres. Te lo
dejaría en tus manos, pero eres capaz de coger sabanas floreadas y odio las
sabanas llenas de floripondios y rositas.
Hizo gestos de asco, al decir esto último. Clara dibujó una sonrisa y se
lanzó a los brazos de la morena. Vale ahora sí que hacían planes como una
pareja. Alex carcajeando, respondió con cariño aquel abrazo:
— Te quiero Alex Price.
— Vuélveme a llamar así y te olvidas de cambiar el sofá.
Clara colocó las pocas cosas que pudo coger de su antigua casa y mandó
un mensaje a Ruth, para quedar con ella también. Había que encarar a sus
padres, pero nada más regresar quería pasar una tarde tranquila y sin
preocupaciones. Antes de salir Alex abrió un cajón, plagado de llaves:
— Podemos ir con el mereces— la sonrió pícara— o con el coche que
quieras.
— ¿Pero tienes tantos?
Preguntó la rubia con asombro, Alex se encogió de hombros:
— Ya te dije que me gusta la velocidad, tengo desde un BMW Serie 7 hasta
un Ferrari 488 GTB, poseo unas cuantas motos también desde el Honda
CBR600RR hasta el BMW k1200s— alzó las cejas— puedes usarlos siempre
que te dé la gana— la señalo con el dedo índice— eso sí si los rayas duermes
en el salón.
— A veces siento que salgo con Christian Grey, no quiero llamar la
atención vayamos con el Mercedes.
Alex esbozó una carcajada y salieron del apartamento.
Ruth y Olaya llegaron antes al restaurante japonés que propuso Clara. Eso
pasaba a la morena por darle carta blanca de escoger lugar. Uno donde
servían pescado crudo. A O. le pareció de lo más extraño que las citará en
aquel lugar, se conocía al dedillo los gustos de su amiga como para saber, que
no era de su agrado el pescado.

Flashback

Olaya y Alex al final acabaron haciendo buenas migas. Eso les resultó una
gran mejoría para la salud de las chicas. Que aún seguían teniendo
pesadillas. Pero cuando una se levantaba gritando, la otra iba y le abrazaba,
o viceversa:
— ¿No tenías amigos en Portland?
Preguntó Olaya intentando entretener a Alex, ya que esa noche fue la que
se despertó entre gritos y llantos. La morena miró al techo:
— En el colegio siempre me llevé bien con los chicos, pero no como para
llamarlos mejores amigos. Pertenezco a una buena familia y siempre
acababa reunida con William y Clara— Hizo un mohín— William es de lo
más pesado y aburrido.
— ¿Y Clara?
— Clara— soltó su sonrisa nerviosa y se miró las manos mientras jugaba
con los dedos— es complicado, siempre discutíamos muchas veces era yo la
que la hacía de rabiar
— ¿Por qué?
— Porque me gustaba cuando se enfadaba, no me preguntes la razón— se
encogió de hombros— pero así era. Por ella estoy aquí.
Olaya se tumbó de lado para mirar a Alex. Poco a poco comenzaban a
confiar la una con la otra, pero aún no habían llegado el punto de conocer la
verdadera historia, ni de Alex y ni de Olaya:
— Por la misma razón que estás tú aquí O.
— ¿Tus padres te hicieron esto?
— No, ellos no fueron— apretó la mandíbula— a mí me secuestraron, por
confusión. A quien querían realmente era a Clara— suspiró y cerró los ojos
— estaba en el patio jugando cuando escuché al jardinero hablar por
teléfono con alguien. Dijo que iba a proceder con el secuestro ese día, lo
único que me salió fue correr en busca de Clara, que se quedaba esos días en
casa, la pedí que se escondiera. Le dije que si no la pillaba la regalaría el
juguete que quisiera— dibujo media sonrisa— me pidió un beso
Olaya intercambió miradas cómplices:
— No me digas que te gustan las chicas.
— Las chicas no lo sé, pero sí que me puso nerviosa que me pidiera eso—
se encogió de hombros— digo, tenía diez años ¿Cómo iba a pensar en esas
cosas?
— Pues yo creo que si me gustan las mujeres— Lejos de incomodar a Alex
ésta carcajeó— pero sígueme contando.
Alex carraspeó y pareció perder la mirada mientras seguía contando su
relato:
— Salió de la habitación, fingí que contaba en voz alta, pero cuando quise
salir para esconderme me topé con uno de los encapuchados— puso voz
amarga— Emer, me hizo creer que Clara había muerto por mi culpa.
— Que cerdo…
La morena miró a su amiga con expresión afligida:
— ¿Qué tal si te sigo contando en otro momento? — Forzó una sonrisa—
intentemos dormir es tarde.
Olaya asintió y cerró los ojos. Alex hizo lo propio curvando la comisura de
sus labios:
— No me metas mano mientras duermo.
Olaya sin abrir los ojos, riendo le dio un empujón:
— Más quisieras tú.

Fin del Flashback

Alex fue guiada hasta el local por la rubia. Cuando la ojiverde vio el letrero
puso una mueca de asco:
— Te dije que no me va el pesado— dijo alzando una ceja— Y me traes a
un restaurante donde sirven pescado crudo. ¿Esto es alguna especie de
castigo?
— También tienen comida sin pescado.
Vieron a Ruth y Olaya en la puerta. Claro que la pareja no se pispó de su
llegada ya que se estaban metiendo la lengua hasta el gaznate. Un beso, un
tanto pasado de caluroso. Alex besaba apasionadamente, pero es que su
amiga no se quedaba atrás, había momentos en el que se veía sus lenguas ahí
rozándose a lo actrices porno. Clara puso una mueca de asco, a la vez que
Alex le dio un empujón a su amiga:
— Exhibicionismo lo justo.
Olaya se giró con una ceja alzada. Ruth, se ruborizó…si algo extraño en la
amiga de Clara, y se recolocó el pelo:
— ¿No te pone mirar a los demás?
Preguntó la amiga de la morena carcajeando mientras le daba un dulce
empujón, Alex rio entre dientes y le devolvió el empujón para terminar
dándose un pequeño abrazo:
— Sí, pero no a ti— sacó la lengua mientras hacía un gesto de desagrado—
¡qué asco!
— ¡Oye!
Clara se puso al lado de Ruth y le dio un codazo cómplice a su amiga. Al
parecer, Clara no era la única que había formalizado su relación. Y dentro del
restaurante se lo confirmaron a las recién casadas:
— Olaya en una relación seria— dijo Alex llevándose un poco de
tallarines a la boca— quien lo iba a decir.
Bueno seguía hablando con la boca llena, muy a lo basto, Ruth miró a Clara
ceñuda, a la que la rubia respondió con un encogimiento de hombros, como
diciendo “que se le va hacer la quiero” Olaya no se quedaba atrás. Que
trinchaba el Susi se lo llevaba a la boca, se lo echaba a un lado del moflete y
Respondió con mofa:
— Alex Woods, casada— dio un par de vueltas la comida en la boca—
¿Quién lo iba a decir?
Clara alzó las cejas y miró a Ruth, que la Respondió de la misma forma
que había hecho la rubia antes. Alex carcajeó agarró la mano a su mujer y se
inclinó para darle un beso en la mejilla. La rubia que hasta el momento estaba
acostumbrada a mantener su relación en secreto se apartó. Ruth y Olaya
intercambiaron miradas mientras pensaban “uuuhh” Alex esbozó media
sonrisa:
— ¿Te acabas de apartar?
— Lo siento— dijo Clara puso la mano en el mentón y la beso en los
labios— es la costumbre, un poco de paciencia Lex.
La morena frunció el ceño, pero al final acabó asintiendo. Ruth las señalo
con el dedo índice:
— Entonces eso de mandaros a la mierda y luego follar como conejos ¿se
ha acabado?
— No pienso res…
Comenzó diciendo Clara, pero fue interrumpida por Alex:
— Mandarnos a la mierda en contadas ocasiones— alzó varias veces las
cejas— pero eso de follar como conejos
La rubia apretó los labios y le dio un manotazo en el brazo:
— ¡Ey!
— No alardees de nuestra intimidad.
Alex riendo se acarició la zona donde había recibido el manotazo:
— sosiega que estamos entre amigas.
— Yo no las pregunto su vida sexual.
— Lo cierto es que…
Comenzó a decir divertida Olaya riendo con picardía. Ruth se giró y la dio
un cocotazo. O. emitió un sonido quejumbroso, pero enseguida intercambió
miradas con Alex, ambas comenzaron a reír por lo bajo:
— ¡Si!
Dijo Alex alzando la mano para chocar los cinco con su amiga. Clara puso
los ojos en blanco:
— Me he casado con un tío en el cuerpo de una mujer, quiero el divorcio.
— No— dijo Alex negando con la cabeza— contrato sin devolución, me
soportarás por el resto de tu vida.
Clark acababa de llegar a su pequeño piso, lo cierto es que para haberse
infiltrado en la casa de los Price disfrutaba mucho trabajando de jardinero.
Fue hasta la nevera y se sacó una cerveza bien fresca, se iba a sentar para ver
la televisión hasta caer rendido, cuando su teléfono sonó, pegó un trago de la
lata, eructó y descolgó:
— ¿Sí?
— Clark.
Dijo una voz masculina. Solo había conversado una vez con ese hombre,
pero bien recordaba su voz. Suspiró y dejó la lata en la mesa:
— Señor Woods.
— ¿Me dijiste que me ayudarías con los Price?
— Si.
— Mañana por la noche, cenarán con Alice. Estará Alex y Clara Price
también. ¿Qué tal si cumples tu palabra de hacer desaparecer a Jay Price? —
Esbozó una carcajada— pero si te deshaces de todos los Price por mí sin
problema.
— ¿Podré llevarme a Alex lejos después?
— Por su puesto.
Eso era una mentira tan grande como una catedral. Patrick Woods tenía
otros planes para Alex y no implicaba que se la llevaran lejos. Pero Clark era
lo suficientemente manipulable para utilizarlo para su trabajo sucio.
Alex y Clara disfrutaron de la cena. La morena nunca había visto a su
amiga tan feliz y viceversa. Durante todo el camino de vuelta a la casa no
pararon de reír de decir payasadas. Eso de la vida de casada la estaba
gustando. Al menos hasta que sus familias se enterasen, que ya tendría lugar
al día siguiente.
Entrando por la puerta, ambas se miraron picaronas, Clara se mordió el
labio inferior y como quien no quiere la cosa, se pegó a la morena y comenzó
a desnudarla:
— Estrenemos el piso como casadas.
Alex riendo por lo bajo empezó a atacar el cuello de la rubia, mientras
esbozaba con rudeza:
— Follaaaar a Clara
Y como si de imanes se tratasen comenzaron a chocar sus labios. La
ojiverde alzó a la rubia, como tantas otras veces había hecho, quedando está
colgada en ella como un mono y siendo trasladada a la habitación. Clara
gimió cuando la lengua de Alex entró en su boca para explorar y saborear
gloriosamente aquel espació tan húmedo y excitante. Cayeron sobre la cama,
entre risas y carcajadas, cuando. PUM, sonó como la puerta de su piso se
abría de un golpe:
— FBI
Se escuchaban decir a pleno grito, Alex ceñuda se levantó:
— ¿Pero qué coño?
Entonces fueron cuando una mujer y un hombre con pasamontañas, pero
llevando el chaleco anti balas con el logotipo del FBI, irrumpieron en la
habitación. El hombre agarró a la morena y comenzó a esposarla:
— Alex Woods queda detenida eres sospechosa por tráfico de drogas,
puede guardar silencio hasta la presencia de un abogado— Alex no hacía más
que retorcerse— si no tiene se le asignará uno de oficio, todo lo que diga
ahora se puede usar en su contra ¿queda Claro?
La otra agente comenzó a esposar a Clara, cantándole los derechos
también, pero a ella como cómplice de Alex:
— ¡Eh suélteme!
Decía Clara en estado de Shock. Alex al ver aquello comenzó a retorcerse
con más insistencia:
— Suéltenla— gritó, pero era arrastrada hasta la salida— CLARA, CLARA
Capítulo 36 - Retenidas
Antes de bajar hasta el furgón brindado le taparon la cabeza, aquello le dio
mucha ansiedad a Alex. Que de nuevo se vio esposada, sin el sentido de la
vista y gritando el nombre de Clara. A la rubia también la metieron en otro
furgón, también le privaron el sentido de la vista. Aquello no podía ser una
redada normal, no tenían derecho a tratarlas así.
Arrastraron a Clara hasta unas salas. No se escuchaba como si estuviera en
una comisaría, más bien todo era silencioso y cuando la destaparon, se
encontró con alguien inesperado, la esposaron a la mesa para tener más
comodidad:
— Taylor.
Taylor estaba de pie con los brazos cruzados, en una mano tenía el sobre
de Scott:
— ¿Dónde está Clara?
— No te preocupes por Clara— dijo la agente retirando la silla para
sentarse enfrente de la ojiverde— teníamos que hacerlo todo creíble, hasta
para tu esposa.
— ¿Cómo sabes…?
No terminó la frase, obviamente lo sabían era el puto FBI. Taylor amplió su
sonrisa, soltó el sobre encima de la mesa y sacó todo su contenido enfrente de
la ojiverde:
— Haremos un poco el paripé con Clara y después la soltaremos.
Alex miró las fotos que había en la mesa. En todas ellas salía su padre,
parece ser que en uno de sus viajes por Europa. En todas ellas iba
acompañado de un grupo de hombres, otras en un club haciendo lo que
parecía ser un trato. Ya sabía que estaba metido en negocios turbios y el muy
hijo de puta le había metido en el asunto. Tan gilipollas ella, había confiado
en él que firmaba los papeles sin mirar una mierda. Gritó airada:
— Verás Alex— siguió diciendo Taylor cruzándose de piernas—
podemos detener a tu padre, pero, tenemos un objetivo mayor— señaló la
foto del club— ¿ves a ese hombre de la cicatriz? Se dedica a peleas ilegales,
el rubio, a la trata de blancas, todos trabajan para un mismo hombre,
queremos detener al cabecilla de todos
— ¿Y yo que tengo que ver con eso?
— Ayúdanos, puedes acercarte a tú padre sin que sospeche— se incorporó
hasta apoyar los codos encima de la mesa— intenta sacarle una confesión,
cualquier cosa
Alex retiró la mirada durante unos segundos, mientras se humedecía los
labios:
— Joder— dijo con amargor— por primera vez estoy viviendo mi vida
como un puto sueño— frunció el ceño— ¿Y si me niego?
— Patrick Woods es peligroso Alex— comenzó a sacar fotos de
cadáveres, entre ellos el ejecutivo Jamal y el de su amigo Scott— es un
asesino.
La morena al ver la foto de su amigo puso expresión afligida, cerró
fuertemente y retiró la mirada. Taylor recogió todo lo que había encima de la
mesa e insistió con la ojiverde:
— Una confesión, una pista, algo que nos llevé o acerque al cabecilla de la
mafia europea y te prometo que Patrick será apresado.
Alex se inclinó sobre la mesa desafiante:
— ¿Por qué yo? Soy una civil.
Taylor carcajeó y abrió otra carpeta, en él estaba el expediente de Alex
Woods, alzó una ceja mientras leía:
— Detenida por participar en carreras Ilegales, peleas ilegales,
exhibicionismo, allanamiento a la propiedad ajena.
— El exhibicionismo y allanamiento iban juntas, vamos que solo me metí
en una piscina del barrio con una chica. No entre a robar.
Se defendió la morena:
— Puedes dar el pego Alex, ayúdanos.
— ¿Después nos dejaréis tranquilas?
— Lo prometo.
— ¿Puedo ver a Clara?
— Me temo que por el momento eso no va a poder ser posible— puso voz
tranquilizadora— tranquila de aquí a un rato está de vuelta a tu piso.
Esposaron a Clara en la mesa de una sala, le quitaron el saco de la cabeza y
la dejaron sola. Hasta que un hombre, sin quitarse el pasa montañas entró
para dejarla un vaso de agua a su alcance:
— Eh— dijo la rubia con carácter— exijo llamar a mi abogado.
El hombre se giró para mirarla durante unos segundos, sus labios se
curvaron y riendo para sus adentros salió. Dejándola de nuevo sola. Eso iba
contra sus derechos. ¿Tráfico de drogas Alex? Por favor eso debía ser un puto
error:
— ¿Hola?
Siguió insistiendo con frustración:
— Quiero ver a mi mujer
Pasó otro rato ansiosa, hasta que otro chico, aun con el chaleco anti balas y
una placa colgando del cuello entró, está vez se podía ver su cara. Era
jovencito y se acercó amistosamente:
— Lo siento señora Price— “señora” eso la sonó extraño— ha habido una
confusión, queda en libertad sin cargos, le llevaremos a su casa.
— ¿Y Alex?
Preguntó mientras era liberada de las esposas:
— Me temo que no me está permitido responderle a esa pregunta, el coche
aguarda fuera.
Soltaron a Alex y la llevaron hasta otro despacho, todo aquello parecía
una instalación secreta del FBI. En el despachó había una pizarra enorme con
fotos, a algunos ya los había visto en las fotos que le enseñó Taylor de su
padre, en otros había huecos con una interrogación, como era la parte donde
debía salir el cabecilla. Esa no era la sorpresa, para sorpresa cuando vio entrar
a su compañero. La morena la miró fulminante:
— Tú.
— Agente Finigan Colman— dijo divertido el chico— señorita Woods.
La ojiverde miró con rabia a la otra agente:
— ¿Algún agente de incognito más que deba saber?
— Ninguno.
Respondió la chica colocándose a su lado y mostrando la pizarra:
— Años de investigación— Alex miraba la pizarra con los brazos cruzados
— tú padre, aunque está en la tercera línea de jefes es muy influyente.
— Dijiste que también se dedican a la trata de blancas.
Dijo Alex con resquemor. Taylor asintió con la cabeza:
— Pues vayamos a por esos hijos de puta.
— Esto es increíble.
Saltó Finigan con escepticismo, miró desafiante a su compañera:
— Es una civil que va a jugar a los agentes, no entiende una puta idea de
protocolos, arriesgamos mucho.
Alex forzó una sonrisa, se giró y con tono irónico:
— Agente Colman.
Finigan se puso con los brazos en jarra, sacando pecho en plan macho alfa,
absurdo porque al lado de Taylor no era nadie. Alzó las cejas y esperó a que
Alex siguiera hablando:
— Te seré sincera— cambió a una expresión más seria— me caes como el
culo.
Y ni corto ni perezoso, muy típico Alex Woods, alzó la mano y le enseñó
el dedo corazón. Taylor se giró para darles la espalda, se llevó una mano a la
boca y esbozó una carcajada, Finigan achicó los ojos y, por si fuera poco, la
devolvió el gesto con ambas manos:
— ¿Podemos ser más profesionales por favor? — dijo Taylor ahora más
seria— te daremos un equipo de escucha, necesitamos colar todos los micros
posibles en el despacho de tu padre. Otra cosa más— miró solicita a Alex—
Clara no puede saber nada de todo esto.
Los hombres de Patrick observaron la escena cuando se llevaron presa a
Alex. Rápidamente llamaron a su jefe para informarle de la situación. Patrick,
que estaba en uno de sus clubs de stripper, quedó impresionado por aquella
noticia. Parece ser que su plan de usar a Alex como chivo expiatorio había
funcionado, sonriente se llevó el móvil en al pecho y gritó a pleno pulmón:
— Me acaban de dar una buena noticia, para celebrarlo, invito a todos los
presentes a una copa.
Todos los clientes aplaudieron y vitorearon.
— Una preocupación menos— carraspeo— dejar vuestro puesto, quiero
que os encarguéis de otro asunto. Alguien me va hacer el favor de eliminar a
Jay Price, un puto grano en el trasero. Cuando Jay esté muerto, quiero que
mates a su asesino— sonrió— tiene demasiada información en su cabecita y
si se entera de que Alex está detenida es capaz de joderme.
— Sí, señor Woods.
— Ahora me voy a follar a la nueva carnaza que acaba de llegar desde
Rumanía. No me molestéis.
Dicho eso, colgó el móvil y fue hasta una habitación. En ella había tres
chicas, todas ellas jovencitas, apenas recién cumplidos los dieciocho años.
Cuando le vieron entrar temblaron y bajaron la vista. Patrick movió el dedo
índice en plan “pinto, pinto” escogió a una morenita que no paraba de llorar,
le perdían las lloronas. Tan inocentes:
— Tú vas a venir conmigo, te voy a enseñar lo que vas a tener que hacer
en este lugar— miró a las otras dos— no os preocupéis mis amores las
siguientes seréis vosotras.
Dejaron a Clara en la puerta de su casa, ésta fue su cabeza en ese instante.
Joder, me cabuen en la puta no tengo las jodidas llaves para ser una
tiquismiquis que empezó de lo más sibarita, tenía una mente de lo más soez.
Por suerte seguía teniendo el móvil. Lo sacó y llamó a Olaya. Que no tardó
en acudir a socorrer a su amiga:
— ¿Clara qué ha pasado?
A la rubia le tembló el labio y rompiendo a llorar se lanzó a los brazos de
Olaya:
— Han detenido a Alex.
— ¿Qué? ¿Por qué?
Preguntó sorprendida la amiga de Alex mientras abrazaba a la rubia:
— No sé— dijo con angustia— la acusaron de traficar con drogas.
— ¿Alex?
Puso O. expresión escéptica:
— Bueno subamos arriba y te tomas una tila.
La puerta del piso estaba precintada, como si hubieran cometido un
asesinato dentro, la rubia los arrancó con rabia. Y esperó a que Olaya abriera.
¿Y ahora? ¿Habrían dejado que Alex llamara a un abogado? Claro que
confiaba en la ojiverde, sabía que ella no podía andar metida en esos
negocios tan turbios. Se sentó en el sillón mientras que la amiga de la morena
ponía a calentar un poco de agua:
— Ni si quiera me dejaron llamar a un abogado— dijo con temblor— ni
me preguntaron, me dejaron suelta a la mínima ¿Qué pasa que no hacen lo
mismo con Alex?
Olaya le entregó una taza de tila, se sentó a su lado y la abrazó:
— Seguro que es un error y la dejan suelta también— miró confiada a la
rubia— si de algo estoy segura es que Alex no se metería en líos— ladeo la
cabeza— bueno cuando éramos jóvenes puede que fuera una cabeza loca,
pero ni si quiera entonces— la acarició del brazo— y más desde que está
contigo, créeme que no haría nada que te pusiera en peligro.

Flashback

Ambas chicas se las apañaron para permanecer juntas. Olaya era menor
y estaba a manos del estado. Pero Alex hizo todo lo posible para que sus
padres las pagaran un internado. Más bien fue su madre la que se ocupó de
aquello, ya que Patrick siempre estaba de viajes constantemente. Eran las
locas inseparables, revolucionaron el internado y estuvieron a punto de ser
expulsadas en más de una ocasión. No era un internado mixto, así que
imaginar a esas dos sueltas en un centro, donde solo había mujeres. A pesar
de liarla parda cada dos por tres, eran unas chicas de lo más inteligentes,
sacaban las mejores notas, con matrículas de honor. Olaya estaba en la
biblioteca, estudiando con una compañera muy mona. Desde que era joven
se había sentido atraída por las mujeres, pero hasta el momento no se había
besado con ninguna.
Alex, por el contrario, en realidad siempre hablaba de una única chica,
nunca mostró interés por otras, sin embargo, fue la primera en catar los
labios de una chica, no una de su misma edad, si no, dos años mayor que
ella. Lo cierto es que la morena tenía un don para seducir. Aunque por ideas
equivocadas, tenía la convicción de que había nacido para eso. O. que era
más tímida intentó hacerla entender de que eso no era cierto, pero pasado un
tiempo era difícil de hacerla cambiar de opinión. En esa biblioteca entraron
cuatro, dos se perdieron por los pasillos y tardaban mucho. De vez en
cuando miraba de reojo a la encargada de supervisar la biblioteca, por si
tenía que salir en busca de su amiga y darle el aviso:
— Olaya— dijo la chica con la que estaba estudiando— ¿sabes dónde
están los tomos de economía?
Preguntó algo coqueta la compañera, Olaya señaló el último pasillo, vaya
justo donde se perdió su amiga con la otra chica:
— Está en el último pasillo, pero yo que tú esperaría a que regresen Alex y
tú amiga.
— ¿Por qué? — preguntó picara mientras se levantaba— ven
acompáñame
Vale, empezó a captar ciertas señales de que realmente no le interesaban
los tomos de economía. Justo antes de llegar, salieron las otras dos chicas
del otro pasillo. Alex se le acercó divertida y la susurró:
— Bueno, ya pasé la segunda base— le dio un codazo— ánimo campeona.
Olaya tragó saliva nerviosa y fue hasta el último pasillo, la chica ya
estaba al final escondida entre unas de las estanterías. Vaya, había
encontrado uno de los picaderos de la escuela. Iba a abrir la boca para decir
algo, una estupidez, seguro, cuando la agarró de la chaqueta del uniforme y
la empotró contra la pared, en un pestañeo de ojos ya la estaba besando. Sí,
la chica era guapa, labios suaves tiernos, era inexperta en el tema y lo único
que se le ocurrió fue abrir la boca demasiado, la chica esbozó una
carcajada:
— No la abras tanto.
Asintió y de nuevo comenzaron a besarse, en el segundo intento y después
de un rato entraron en juego las lenguas, de nuevo Olaya de puro nervio
acabó metiendo la lengua demasiado casi asfixiando a la chica que
rápidamente tuvo que apartarse, para coger aire:
— Lo siento— se disculpó avergonzada— es mi primer beso.
La chica carcajeó de nuevo:
— Está bien— la agarró de las mejillas para atraerla hasta quedar cerca—
no tenses demasiado la lengua, es como si quisieras acariciar la mía, con
suavidad, mucha suavidad.
Bueno, después de aquel día Olaya poco a poco fue perdiendo la
vergüenza, también aconsejada por Alex que siempre acababa un paso por
delante. Desde primero hasta último curso, acabaron por liarse hasta con las
que decían ser las más heterosexuales. Incluso un año, se liaron con la
profesora de educación física, las dos por separado claro, juntas puaj. Al
menos así se expresaban ellas, a mi imaginación esas dos ojiverdes dándose
el lote es como… me salgo de la historia me disculpan… como seguía
contando.
Terminado el último año ya eran lo suficientemente mayores como para
comenzar a compartir piso mientras comenzaban la universidad, Olaya
administración de empresas y Alex química. Fue cuando las dos comenzaron
a perderse, a pesar de que seguían teniendo la puta suerte de sacar notas
increíbles. Comenzaron las fiestas constantes. Fue cuando Alex conoció a
Cora, una chica que vivía metida en el armario. Las dos iban al GYM para
practicar artes marciales. Alex era toda una Crack, incluso se atrevió a ir a
otras clases de artes marciales. Hasta que, en último año, después de tanta
fiesta y jolgorio, en busca de emoción y alardeando de que soportaba muy
bien el dolor, acabó metida en las peleas clandestinas.
La iba muy bien. No era algo que a Olaya le gustara demasiado. No era
una santa pero tampoco iba en busca de palizas. La conocía muy bien y
aunque disfrutaba de aquello, la conocía demasiado bien para saber que
buscaba dolor, la morena retenía tanto en su interior que la única cosa que
le aliviaba era más dolor físico. Pero una noche hubo una redada y acabó
detenida. Siendo aquel el último año para Alex en Europa. Tendrían que
separarse y eso les jodía, porque eran como uña y carne.

Fin del Flashback


Dejaron a Alex en la puerta de su casa con el equipo de escucha en una
mochila, iba a coger el ascensor para subir al piso, pero pensándolo mejor no
podía subir con aquello sin levantar sospechas, así que bajo al garaje y fue
hasta su coche, abrió el maletero y guardó la mochila. A la mañana siguiente
iría a la mansión Woods, sería un buen momento para colar algunos micros,
más si su padre no se encontraba en la ciudad. Hecho aquello ya sí que
procedió a subir al piso. Cuando abrió la puerta se encontró a la rubia sentada
en el sillón acompañada de Olaya. Clara al verla entrar no tardó ni dos
minutos en lanzarse a abrazarla:
— Dios— dijo entre llantos— Estaba tan preocupada por ti, temía que no te
soltaran.
Alex respondió aquel abrazo más fuerte si cabía:
— Yo también me preocupé mucho por ti— le besó en la mejilla— fue todo
un error, no debes de preocuparte más.
Olaya se levantó y más calmadamente, pero no libre de preocupación
abrazó a su amiga:
— No vuelvas a darme un susto como este.
— Te aseguro que está vez no tengo la culpa.
Sonrió Alex:
— Bueno, yo me voy que ya va siendo tarde.
Dijo Olaya encaminándose a la puerta. La morena asintió con la cabeza y
esperó a que su amiga cerrara, se giró para acariciar a Clara, la había tenido
en mente en todo momento. Verla como la esposaban le generó mucha
ansiedad. Pero sorprendentemente, la encontró ceñuda y sin esperárselo,
ZAS, guantazo para la mejilla:
— Au— dijo Alex llevándose la mano a la mejilla— pero ¿Por qué has hecho
eso?
— ¿Sabes la angustia que he sentido?
— ¿Y me das? — Dijo mientras se frotaba— Yo no he tenido la culpa de que
se hayan confundido las autoridades…
No la dio tiempo a terminar cuando ya tenía a Clara besándola. La morena
puso las manos en sus caderas, y ceñuda se separó un poco:
— Clara, definitivamente eres bipolar.
— Quieres callar y besarme joder.
Alex estaba cansada, normalmente suele madrugar y tener energías para
salir a correr, desayunar, ir a trabajar. Pero sentía como si hubiera pasado un
camión por encima de su cuerpo. Entre el viaje en avión, partirle la cara a
William, ser detenida, dejar complacida a su mujer, mierda por primera vez
en mucho tiempo quería estar hasta tarde en la cama. Pero sintió como unas
manos la empujaron y acabó en el suelo. Se levantó de mala hostia, Clara ya
estaba duchada y vestida, su expresión daba mucho miedo:
— ¿Pero porque coño has hecho eso?
Clara alzó la mano y comenzó a contar con los dedos.
— Uno, tengo que recoger las cosas donde William, dos, me prometiste ir al
IKEA, tres, me ha bajado la regla y estoy de mala hostia, cuatro, veremos a
nuestros padres esta noche y eso me enfada más, cinco…
Alex puso los ojos como órbitas y estiró el brazo:
— Vale, vale lo he pillado— se levantó y se llevó la mano al culo— da
miedo joder.
Susurró Alex mientras entraba al baño para ducharse. Tendría que haber
esperado a conocerla con la regla antes de pedirla el matrimonio. En lo que
tardó en ducharse, le Dio tiempo a la rubia a hacer la cama, hacer el desayuno
y poner una lavadora, dejando toda loca a la morena:
— ¿Qué era eso de soy tu novia no tu chacha?
— El periodo me estresa.
Clara tenía en la mano un trapo que no paraba de manosear:
— ¿Estoy a tiempo de devolverte a William?
Aquello hizo que se ganara un guantazo con el trapo. Alex rompió a reír:
— Clara— dijo agarrándola de los brazos y la sentaba— ven siéntate a
desayunar conmigo— le puso una taza de zumo y le agarró la mano— esto
no es porque estés con la regla— le colocó un mechón detrás de la oreja— es
por la cena de esta noche ¿verdad?
— Alex— agachó la cabeza— es inevitable sentir miedo, me dijiste que mi
padre estaba de acuerdo, pero a mi madre le da algo.
La ojiverde suspiró y cerró los ojos. Se sentó a su lado y le dio un beso en
la mejilla:
— Cariño, tarde o temprano lo iban a saber, ya lo sabe mucha gente, Ruth,
William, tú padre— la acarició el hombro— pero si en el último caso, si no te
ves capaz de decir nada lo haremos cuando estés preparada.
— Pero tú quieres.
— Te quiero a ti— curvó las comisuras de los labios— Mientras no te apartes
cada vez que te vaya a besar en otros sitios donde no están tus padres, todo
bien. Ahora terminemos de desayunar y vamos a por tus cosas.
— Eres un cielo cuando te lo propones.
Dijo Clara sonriendo bobalicona. Alex se iba a llevar una tostada a la boca:
— Todo sea por los orgasmos futuros.
La rubia apretó los labios para no reír y le dio un manotazo.
Hubo suerte y no se encontraron a William desmallado. Agarraron todo lo
imprescindible y fueron a IKEA. La morena maldijo haber propuesto aquella
idea. Mierda es que es entrar en esa dichosa tienda y tener que pasar por
todas las secciones sí o sí. Con lo fácil que es entrar, comprar lo que tienes en
mente y salir, pero no, toda una dichosa sección de lámparas. No quería ver
lámparas. En la sección de camas y colchones. Que si de algodón, que si
visco elástico… un colchón que diferencia había:
— Ese.
Dijo señalando la morena uno cualquiera:
— No demasiado duro.
Alex puso los ojos en blanco:
— Ese.
Dijo señalando en el que había al lado:
— Demasiado blando.
La morena cansada:
— Para qué me preguntas si me vas a decir que no— se puso con los brazos
en jarra— ¿cuál quieres tú?
— Me convence más aquel.
Dijo señalando uno que estaba casi al final. Alex suspiró, la agarró de la
mano:
— Nos llevamos ese.
— Pero ¿No piensas sentarte o tumbarte para ver si te gusta?
— Cariño— dijo poniéndose enfrente y agarrándola de los hombros— es un
puto colchón, mientras pueda follarte y dormir en el me vale.
Los ojos de la rubia se humedecieron. Alex sorprendida:
— ¿Y ahora qué te pasa?
— Nada— dijo quitándose una lágrima— es que estoy sensible y a veces
puedes llegar a ser tan cavernícola.
— Perdona— intentó tranquilizarla mientras la abrazaba— mientras sirva
para dormir y hacerte el amor ¿así mejor? — Le volvió a agarrarla de la mano
y tiró de ella— vamos a probar el colchón.
— No ahora lo haces para darme el gusto.
Dijo en plan niña pequeña. Alex miró al techo antes de volver a cerrar los
ojos y contar hasta tres mientras suspiraba. En esos instantes, Clara la estaba
consiguiendo irritar con demasía. ¿Pero por qué no la bajaría cuando estaban
en el viaje? Se hubiera pensado mucho mejor eso de casarse. Volvió a
mirarla, forzó una sonrisa:
— Clara, confió en ti, dices que ese colchón es mejor, pues quiero ese
colchón ¿De acuerdo? ¿Y qué si quiero darte el gusto? — le besó en la frente
— quiero que seas feliz, mientras tú seas feliz yo también lo soy. ¿Vamos a
mirar los juegos de sábanas? En eso sí que no te dejaré decidir sola.
Dijo esbozando una sonrisa, Clara curvó la comisura de sus labios y fueron
abrazadas hasta la sección de lencería. Alex prefería sábanas de un color y
mayormente oscuras. Al final la rubia cedió a que fuera de un color, mientras
la ojiverde debía aceptar que fuera color claro. Alex temió elegir sillón, ella
le quería de cuero, tenía fijación por el cuero, pero de nuevo Clara quería
color Claro, así que fingió que le gustaba el que le propuso para acabar de
una puta vez y salir de aquellos odiosos almacenes. Tomaron algo en la zona
restaurante y regresaron para prepararse. Durante la tarde la ojiverde deseo
acabar con la experiencia del IKEA, aunque no estaba segura que si le
gustaría lo que estaba por venir. La cena familiar y con Clara, toda sensible,
no tenía fe de que se diera a conocer su matrimonio.
Capítulo 37 - Payasa
Durante el trayecto en coche Clara no dejaba de morderse las uñas y mover
la pierna nerviosamente. Eso no ayudaba a Alex que acababa siendo
sugestionada por su mujer, que comenzó a aporrear el volante con los dedos
pulgares, estaban escasos cinco minutos. Cinco minutos de la verdad. Había
probabilidades que de esa casa saliesen dos muertas, la primera sería Abby
que la daría un patatús y la segunda Alex, muerta a manos de una Alice muy
enfadada y porque no estaba Patrick:
— Clara— dijo con irritación— ¿quieres estarte quietecita?
— Me va a dar algo— miró con el ceño fruncido a Alex— ¿Por qué me
convenciste de ir a las vegas?
Alex alzó la ceja sorprendida:
— ¿Qué yo te convencí de qué? — eso pintaba mal— fuiste tú la que al final
lo dijo ¿qué pasa ahora te arrepientes o qué?
— NO— dijo con agitación— estoy alborotada, eso es todo.
— Alex— comenzó a imitar la voz de Clara— ese colchón no porque es
demasiado duro, esas sábanas son demasiado tristes, ese sillón en verano da
mucho calor, tengo las tetas hinchadas— se le fue la vista a su escote, esbozó
una sonrisa y dijo con tono jocoso— Bueno ese punto no es tan desagradable.
Y como la llevaba pasando todo el día, acabó recibiendo un manotazo:
— ¡Ouch!
— ¿Quieres centrarte?
— Acabaré denunciándote por violencia de género.
— Argumentaré que todo lo que tiene de atractiva mi mujer lo tiene de
infantil, poco seria y una salida sexual.
Alex rio por lo bajo:
— En la universidad hice teatro ¿sabes? Me pondré a llorar— hizo un
puchero— verá agente es ella que me hipnotiza con ese par…— Clara la
miró fulminante— de ojos preciosos, pierdo toda cordura y razón para darla
un buen revolcón
Clara al final acabó carcajeando:
— Eres demasiado payasa.
Alex hizo un mohín para luego seguir con una expresión divertida:
— Nuestra relación siempre ha sido así, yo era la payasa que te hacía de
rabiar y tú la bruja ceñuda que me tiraba de los pelos, pero igualmente te
quiero.
— Castigada Alex— dijo con los brazos cruzados— una semana sin sexo.
La morena rompió a reír:
— Clara ¿una semana? Si igualmente me tienes castigada con tus días del
mes— se encogió de hombros— además ¿Te conoces la expresión a dos
manos? Tengo un buen repertorio de juguetes para jugar en solitario.
— Sigue así y lo subo a dos semanas.
Alex puso los ojos en blanco:
— Clara, de las dos la más adicta al sexo eres tú, solo que yo lo admito y tú
vas de modosita por la vida— las puertas de la casa se vieron a lo lejos, la
tensión volvió a notarse en el aire, Alex curvó la comisura de los labios—
pero te quiero, no por el sexo, de verdad que podría pasarme una semana
contigo sin sexo iríamos cada día a un autocine, a ver un musical e incluso
me atrevería a cantar de nuevo en un karaoke, posaría para ti desnuda todas
las veces que quieras soy feliz contigo compartiendo esos momentos, no solo
en la cama— aparcó en la entrada y agarró la mano de Clara— e
independientemente te veas capaz de decir hoy o no que estamos casadas,
seguiré a tu lado, porque eres todo lo que he estado esperando toda mi vida.
Clara sonrió bobalicona, pasó la mano por su nuca y la atrajo para darla un
beso, pero Alex se detuvo a unos centímetros:
— Nos pueden ver.
Los ojos azules de la rubia estaban mirando con deseo los labios de Alex:
— Me da igual, me puede más el anhelo de besarte.
— Nos verán y luego dirás— imitando a Clara— Alex nos han visto ¿por qué
me besaste?
Clara, sin apartar la mano de su nuca ni alejarse, carraspeo y comenzó a
decir con voz ruda:
— ¿Qué yo te besé? Si fuiste tú quien me besó— hizo un gruñido—
TETAAAS.
Alex carcajeó y terminó rompiendo la poca distancia que las quedaba para
besarla, caricias carentes de furor y pasión, no es porque no lo sintieran, es
porque no era el momento, ese momento era el típico de besos suaves, tiernos
e incluso tímidos, donde la lengua no entra a poseer, si no a demostrar lo que
no se puede explicar con palabras. Son esos besos que, si las pillan, habría
merecido la pena. Se separaron unos centímetros y se miraron con devoción,
la rubia, casi sin aliento y con el corazón amartillando su pecho sonrió:
— Podría estar besándote todo el día, nunca sé qué clase de beso me vas a dar
— fijó sus ojos en aquel verdoso— los amo todos, como amo a la persona
que los da.
La morena curvó la comisura de sus labios, ladeo la cara hacía el otro lado
y volvió a besarla con la misma intensidad.
Los Price estaban sentados junto a Alice, tomando un tentempié mientras
esperaban a las chicas. Ya se pueden imaginar la alegría de Jay Price, ser el
único hombre en toda la cena. Él hablaba de fútbol y de negocios, las mujeres
era otro mundo, si se le ocurriese mencionar los resultados de la NBA le
mirarían como si hablara chino. Así pues, con un mono de espanto para
fumarse un cigarro se asomó a la ventana, las chicas justo acababan de
aparcar en la entrada. Tanto Abby como Alice escucharon al vehículo
estacionar:
— ¿Son las niñas Jay?
Preguntó Abby a punto de levantarse para asomarse y cotillear. Jay que
había puesto ojos como platos al contemplar como las dos comenzaban a
darse el lote. El señor Price se giró rápido y detuvo a su mujer:
— Si ya están saliendo del coche, ¿por qué no nos sentamos ya para cenar?
Abby y Alice primero se miraron y luego asintieron:
— Si es lo mejor.
— Parece ser que las chicas han venido juntas— dijo Abby— ¿Será que
ya se llevarán mejor?
— Eso sería nuevo, hasta hace poco se notaba la tensión cuando se
miraban.
Jay Price asintió mientras pensaba “oh, sí mucha tensión, pero del sexual.
A Abby le va a dar” “Y a mí por alentar a Alex” se llevó la mano a la frente y
se retiró unas gotas de sudor. La tensión le subió cuando llamaron al timbre.
Esa noche estaría plagadas de sorpresas.
Lo curioso es que conforme fueron llegando vehículos a la entrada, nadie
reparó que alguien acechaba entre los matorrales. Alguien que contempló
aquel beso con auténtica rabia. Cuando las chicas salieron del coche,
llamaron al timbre y entraron en la casa. Esperó durante un par de minutos
verificando que no salía nadie. Aprovechó para salir de su escondrijo y se
acercó hasta uno de los vehículos estacionados. Con rapidez abrió el capó y
aflojó una pieza del freno, saliendo de ahí un chorro de aceite:
— Nunca fui malo Alex— susurró Clark con amargor— y como te prometí
te protegí hasta el último momento. Ahora vas a pagar tú traición.
Dicho aquello, cerró el capó se guardó las manos en los bolsillos y se
perdió entre la oscuridad de los matorrales.
Abby al ver entrar a su hija fue corriendo a abrazarla. Jay se levantó y le
dio dos besos en la mejilla y cuando su mujer no estaba pendiente la susurró
sonriente para no llamar la atención:
— Tú madre por casi te pilla— Clara sintió cierto rubor— cortaos un
poquito la próxima vez— elevó la voz— me alegra verte cariño.
Alice y Alex no eran igual de cariñosas que los Price, más bien se pusieron
al lado la una de la otra y con cierta frialdad:
— ¿Todo bien Alex?
— De lujo— se removió nerviosa— ¿Y usted madre?
— Bien— la dio dos rápidas palmaditas en la espalda y carraspeo— me
alegra verte.
La morena se guardó las manos en los bolsillos y se miró a los pies
fingiendo indiferencia:
— Lo mismo digo.
Abby alegremente dio una palmada:
— Bueno ahora sí que podemos sentarnos para cenar.
Ese fue un momento muy decisivo. Ahora ¿Dónde se sentaban cada una?
Alice presidenciaba la mesa y estaba señalando a su lado para que su hija se
sentará en ese sitio, Jay estaba al lado de Alice y Abby al lado de Jay, que
hacía los mismos gestos a Clara, para que se sentara a su lado. La morena
miró a su mujer en plan “Joder, donde quieres que me siente” si por Alex
fuera se sentaría directamente al lado de Clara, pero no estaba segura si
aquello le incomodaría. ¿Por qué no lo abrían previsto antes? Después de
meditarlo, la ojiazul tapó un poco sus manos con el cuerpo para agarrar la de
Alex, dándola la respuesta que necesitaba y sorprendiendo a ambas familias
las dos chicas se sentaron juntas. Jay ya sabía la razón y Alice conociendo a
su hija, ya comenzaba a sospechar la clase de trato que tendría Alex con
Clara. Suplicó a los Dioses que se estuviera equivocando porque se armaría la
marimorena:
— Vaya— dijo sonriente Abby— parece que ya os lleváis mejor
— Ni se imagina señora Price— dijo Alex con tono divertido— hemos
compartido muchas intimidades últimamente.
Clara esbozó una sonrisa falsa y por debajo de la mesa pellizcó a la
ojiverde, que pegó un bote en la silla:
— Eso me parece estupendo— prosiguió Abby— ¿Dónde está William?
— dijo cayendo en la cuenta de su ausencia— he visto unos ramos de boda
preciosos— miró a Alex— a lo mejor te gustaría acompañarnos.
— Oh sí— dijo poniendo voz pija— me encanta ver ramos de flores son
tan floreados— miró a Clara que claramente deseaba ser tragada por la tierra
— oyyy tía dime que puedo acompañaros.
Clara achicó los ojos y respondió entre dientes, mientras la pellizcaba en el
costado:
— No, no puedes— entrando en el juego y exageró también una voz pija
— me dijiste que tenías cita con el medico esta semana— movió su dedo
índice en dirección al culo— ya sabes por tus problemas de hemorroides.
Abby bajó la mirada al plato y esbozó por lo bajo:
— Pobre— miró con lastima a Alex— debes de pasarlo fatal.
Alice ya no tenía más dudas, se llevó las manos a la cara, ¿es que Alex no
tenía límites? Portland estaba plagado de mujeres y tuvo que liarse con la hija
de su mejor amiga. Maldiciendo agachó la cabeza y se limitó a comer. Jay
también hacía lo mismo. A Alex se le borró durante unos instantes la sonrisa,
pero enseguida volvió a curvar los labios y fingiendo pesar se llevó la mano
al pecho:
— Lo sé— puso un puchero— se sufre y mucho— miró de nuevo a Clara
— pero gracias a su hija que me lo recomendó, es agradable tener al lado
alguien que comprende cómo se siente una.
— Señor— entró en la conversación Jay— que estamos comiendo,
podemos hablar de otro tema más agradable.
En ese momento cambiaron de conversación, uno que no implicaba mucho
la participación de las chicas, que aprovechaban para hacerse carantoñas por
debajo de la mesa.
Valiéndose de que estaban todos ocupados en un debate de a saber qué, y
que entraban los segundos platos, Alex se levantó fingiendo que se iba al
baño. Claro, que se escabulló hasta el maletero de su coche sin que nadie lo
viese sacó la mochila, se dirigió hasta el despachó de su padre y comenzó a
colocar micros en lugares estratégicos donde no se vieran. Terminado con
aquella misión, con el teléfono de su casa llamó al número que le dieron:
— Taylor Fisher agente de viajes.
— Soy yo Alex Woods, ya hice lo que me pedisteis.
— Bien ahora…
— Ahora nada— dijo cortante— tengo cena familiar y tengo que
preocuparme por salir ilesa de esa misión. Ale ya nos ponemos en contacto.
Y dejando a la agente con la palabra en la boca cortó la llamada. Ignorante
de lo que había estado pasando en la cena en el momento que había estado
ausente.
Lo suyo sería que Clara dijera “Mamá, papá, señora Woods, Alex y yo
hicimos una escapada clandestina a las vegas y nos casamos” pues la realidad
fue esta. La rubia lucía dos anillos, el del trisquel y el precioso anillo de
bodas que compró Alex. Se escuchó un cubierto chocar contra la porcelana
de un plato y Abby totalmente pálida:
— Por Dios— dijo casi en un susurro— Clara dime que no te has casado a
escondidas con William.
Clara puso ojos como órbitas ante el comentario de su madre:
— ¿Qué?
Quiso hacerse la sueca:
— Llevas un anillo de casada Clara— dijo seria Abby— dime que no te
has casado sin estar yo presente.
Tic tac hay una bomba a punto de estallar. Jay quedó pálido también. Ya
había mantenido una conversación hipotética con Alex. Pero que era
hipotética no se creía que la morena fuera capaz de hacer tal cosa
descabellada. Alice se volvió a llevar las manos a la cara, repitiendo en su
cabeza no, no, no, por Dios, Alex no. Clara tragó saliva:
— No me he casado con William a escondidas— miró hacia la puerta,
esperando que Alex la salvadora entrara, suspiró mientras sentía como las
palpitaciones en su pecho aumentaban por momentos— pero si me he casado
con otra persona.
Abby toda teatrera ella fingió que se desmallaba, Jay enseguida comenzó a
abanicarla con las manos:
— ¿Qué?
Decía la mujer mientras movía la cabeza de un lado para el otro:
— ¿Quién es Clara?
— Abby— comenzó a intervenir Jay— porque no nos tranquilizamos y
dejamos que la niña se explique— posó la mano en su hombro— recuerda
que la queremos y queremos que sea feliz.
Abby clavó la mirada en su marido:
— Tú sabes quién es ¿Verdad?
— Mamá ¿por qué no haces caso a papá?
Dijo Clara poniendo voz inocente. Alice aun con las manos en la cabeza:
— Por favor— dijo la madre de Alex sin mirar el panorama— dime que no
lo habéis hecho, Clara y que es una broma.
Abby se levantó exaltada mirando a su amiga:
— ¿Tú también lo sabes? ¿Qué soy la única que no lo…? — Miró con más
intensidad a su hija— ¿quién es él?
Alice con las manos aun con el rostro oculto con las manos, Abby de pie
que le iba a dar un taque de ansiedad, Jay entre semi sentado y semi de pie
con las manos hacia delante intentando calmar a su mujer y Clara haciendo el
mismo gesto aun sentada. Cuando Alex entró y se encontró aquel panorama
quedó anonadada:
— ¿Qué está pasando?
Dijo con voz cuidadosa:
— Está pasando que me has dejado sola en el matadero.
Dijo Clara entre dientes:
— Haber esperado a que estuviéramos juntas para decírselo ¿a quién se le
ocurre?
Los tres padres observaron como las chicas iniciaban una discusión:
— ¿Qué esperase? — La rubia alzó la mano donde tenía el anillo— me lo
ha visto.
— Haber soltado un bulo, eres escritora deberías tener imaginación para
estas cosas.
Abby pegó un grito mientras que señalaba a Alex con el dedo índice, si, la
mujer ya descubrió quien era el marido o, mejor dicho, la mujer de su hija:
— Por Dios, Clara dime que no te has casado con una mujer.
— Bueno lo cierto…
Comenzó a decir mientras tendía la mano en dirección a Alex, para fuera
hasta su lado, pero antes de poder dar dos pasos a delante, tuvo que
retroceder, cuando se vio atacada por objetos volantes:
— ¡ALEJATE DE ELLA HIJA DE SATANÁS!
Gritaba Abby mientras la tiraba todo lo que pillaba y como en el
supermercado, le tocó correr esquivando objetos, lanzándose detrás del sofá
al estiló película de acción esquivando bombas. Clara saltó alarmada
intentando ponerse enfrente y evitar que la matase. Desde detrás del sofá se la
escuchó quejarse:
— ¿Pero por qué acabáis siempre tirándome cosas a la cabeza? Hablemos
como personas civilizadas.
Abby miró airada a Alice, que prácticamente no sabía cómo comportarse:
— Esto es culpa de la salvaje de tu hija— miró a Clara con lágrimas en los
ojos— a corrompido a mi niña.
— Abby que te pierdes.
Decía Jay colocándose al lado de Clara. Alice saltó de la silla cuan leona
protegía a su criatura:
— Eh ¿Quién dice que no ha sido tú hija la que se le ha insinuado a la mía?
— se puso con los brazos en jarras— mírala con esos escotes tan
provocativos, si fuera más conservadora ni se hubiera fijado
Clara abrió la boca y miró solicita a su mujer, que tenía la cabeza asomada
detrás del sofá:
— Tú madre me ha llamado puta en toda tu cara— dijo con enfado— ¿No
piensas defenderme?
— Tú madre me ha llamado hija de satanás creo que estamos en empate.
— ¿Enserio? Alex vas a dejar que se dirija así a mí.
— Eh eh— dijo Alex intentando no meterse en la discusión de las dos
mujeres— ha sido tu madre la que me ha atacado primero, la mía tan solo me
defiende.
Clara se puso con los brazos en jarra, lo que faltaba ponerse de mala hostia
teniendo la regla. Alex se achicó aún más al ver la cara de enfado de su
mujer. Jay no sabía dónde intervenir primero, en la discusión de su mujer con
su amiga o la discusión de Clara con su nuera. Todo podía ser que saliese
escaldado así que salió a fuera para fumarse un cigarro. Alex tragó saliva:
— ¿Por qué estamos discutiendo? Se supone que deberíamos estar
defendiéndonos de nuestras madres— Puso los ojos en blanco— Eh madre—
dijo levantándose— será mejor que no vuelva a dirigirse así a mi mujer.
En el momento que volvió a ponerse en el campo de visión de Abby volvió
a volar objetos:
— Fuera de mí vista pecadora— figurita para arriba— ¡IRÁS AL
INFIERNO!
Clara que vio pasar uno cerca de su cabeza acabó escondida detrás del sofá
al lado de Alex. Alice agarró las manos de Abby:
— Será mejor que salga de mi casa intolerante.
— ¿Intolerante? Hipócrita tú también lo eres.
— No— señaló a Abby— yo quiero a mi hija, no me hace gracia, pero la
quiero y si Clara es la persona que ha escogido para pasar el resto de su vida,
lo aguantaré— señaló a la puerta— ahora fuera de mi casa Homófoba.
Alex alzó las cejas:
— Vaya esto no me lo esperaba.
Abby miró con enfado a Alice. Tomó aire un par de veces y se asomó
detrás del sofá. Las dos chicas la miraron con temor:
— Que sepas— dijo a la rubia con frialdad— que partir de hoy has dejado de
ser mi hija.
Eso le dolió mucho a la rubia. Abby se giró e hizo mutis en el salón. Jay se
había fumado ya dos cigarros, vio salir a su mujer totalmente roja por la
rabia. Detrás de ella apareció Clara entre llantos:
— Mamá por favor.
Suplicaba, pero Abby la ignoró y entró en el coche. Jay se acercó a su hija y
le dio un beso en la frente:
— Acabará cediendo cariño— le sonrió y le acarició con ternura— haré todo
lo que pueda para que entre en razón.
En lo que Clara se encontraba en la puerta de la casa, Alice con decisión se
acercó hasta su hija y sin previo aviso le cruzó la cara. Alex se llevó la mano
a la mejilla y la miró fulminante, ya sabía que era demasiado bueno que la
defendiera. Seguidamente la agarró por los brazos:
— Escúchame Alex— miró de reojo a la puerta— Patrick no puede saber que
te has casado con Clara.
— No pienso esconderme.
Dijo Alex soltándose de su agarre:
— Si se avergüenza que su hija se ha casado con una mujer es problema
suyo.
— ALEX— gritó exaltada— Patrick Woods no es tu padre.
Alice era consciente de que, si Patrick sabía la verdad, acabaría por decirle
a su hija que Clara Price era su medio hermana, eso la destrozaría. Lo último
que quería para Alex era otro trauma que la llevase a internarse a un centro
Psiquiátrico. La morena, sintió que se iba a desmayar:
— ¿Qué? ¿Quién?
Llegó a balbucear, Alice se acercó para susurrarla:
— Patrick piensa que tu padre es Jay Price
Eso la dejó aún más sin aliento:
— ¿Lo es?
Preguntó casi en un susurro:
— No. Por eso no puede saber que estás casada con Clara— seguía mirando a
la puerta— si te dice que es tu medio hermana y sigues con ella sospechará,
caerá en la cuenta de que Jay no es tu padre
— ¿Y por qué quieres hacerle creer eso? — Le agarró fuertemente de los
brazos— ¿Quién es? ¿Quién es mi verdadero padre?
Capítulo 38 - Pole Dance
Clara observó como el coche de sus padres se alejaba, al menos su padre
era un gran apoyo y su madre entrase en razón. Se iba a dar la vuelta cuando
Alex salió de la casa fugazmente, agarrándola del brazo para ir al coche.
Detrás de ella iba Alice con los ojos humedecidos:
— Alex, tan solo intento protegerte.
Dijo elevando la voz. Alex le estaba abriendo la puerta del copiloto para
que Clara entrara:
— Sube al coche.
Ordenó la rubia antes de acercarse a su madre y encararla por una última
vez:
— ¿Pretendes protegerme con mentiras? — Desafió a su madre con la
mirada— ¿Quién es él?
Alice bajó la voz para que la rubia que ya estaba dentro del coche no las
oyera:
— Patrick Woods es peligroso, si se entera que le mentí es capaz de
hacerle daño a él y hacerte daño a ti.
Alex rio con ironía:
— ¿Te crees que no sé lo peligroso que es? Por casi voy a la cárcel por
su culpa además de asesinar a uno de mis mejores amigos— apretó la
mandíbula— por última vez señora Woods, ¿quién es mi verdadero padre?
Alice bajó la mirada. Él muy capullo le había prometido que no le haría
daño a su hija. Tantos años viviendo una mentira y todo por miedo. De poco
sirvió todos los días a su lado resultó un infierno y de paso arrastró a Alex.
Arrepentida se le llenaron los ojos de lágrimas. Lo siguiese ocultando o no,
Alex la odiaría igualmente. Solo esperaba que su padre tuviera la oportunidad
que ella nunca tuvo:
— Maurice Wiyatt.
Alex dio un paso atrás mientras que sus pulmones quedaban
completamente vacíos y comprimidos. Se esperaba cualquier otro nombre,
pero el señor Wiyatt. Se llevó la mano a la cara de puro nerviosismo.
Necesitaba largarse y hallar el camino de caer a las entrañas del mundo. Le
dio la espalda, en shock, hacía años que no entraba en shock de nuevo fue
hasta el copiloto y con voz automática:
— Conduces tú.
Ordenó a la rubia, que asintió con la cabeza y salió. Miró de refilón a
Alice que estaba abrazada a sí misma, con la cabeza agachada, sumida en
unos llantos profundos. No insistiría más con Alex, la perdió el día que fue
secuestrada.

Flashback

Detuvieron a Alex por participar en peleas ilegales. El único número de


contacto que dio a la policía fue el de su amiga Olaya. La morena siempre
conseguía ganar dinero, a través de unos medios convincentes, pero la
exentaba de ser mantenida por sus padres. Que solo se ponían en contacto
con ella, para eventos sociales, de los cuales aparecía la mitad de las veces y
siempre acababa en fiestas salvajes. ¿Se merecían su cariño? Un mes
viviendo en el infierno y después decidieron internarla en centro
psiquiátrico. De ella solo recibían el mismo trato:
— ¿Por qué no me has llamado directamente a mí?
Echaba en cara Alice cuando salió de pasar la noche en comisaría. Alex
no iba a entrar en el juego, estaba cansada. Esperaba un lo siento, un te
quiero, un abrazo. Pero nunca lo tenía, ni de su madre y mucho menos de su
padre. Que apenas existía, solo cuando quería presentarle algún chico de
familia.
La acompañó al piso de la morena, esperando explicaciones, esperando
algo. Desde la primera pregunta Alex entró en estado Off y lo siguiente que
escuchaba salir de su boca era “bla, bla, bla” Olaya al verla entrar por la
puerta corrió para abrazarla:
— Joder tía— Alex Respondió el abrazo dándola unas palmaditas en su
espalda— siempre en líos no aprendes— miró a Alice que estaba detrás—
Señora Woods
— Olaya— saludó Alice con frialdad— gracias por llamar.
Alex fue hasta la cocina y sacó un botellín de cerveza:
— ¿Vas a beber cerveza ahora?
Preguntó Alice con enfado mientras se ponía con los brazos en jarra:
— Deberías estar estudiando.
— Gracias por ir a buscarme madre— dijo con sorna— ahora ¿por qué
no regresamos cada una a nuestra vida? Ignorándonos.
— Ya— asintió con decepción, miró a Olaya— cualquier cosa que
necesitéis me llamáis.
Olaya acompañó a Alice hasta la puerta del piso y la despidió. Sintió
cierta lástima por esa mujer. En el fondo quería a su hija. Apretó los labios y
fue a encarar a su amiga:
— ¿Por qué eres tan cruel con tu madre?
— O. no empieces con los sermones.
— Eres cabezota, al menos tienes una madre que te quiere.
— Para alardear de hija universitaria.
— Te quejas de tu padre, pero en ocasiones eres igual de fría y rencorosa
que él.
Aquella frase le costó que le dejara de hablar durante una semana.

Fin del Flashback

Alex le estuvo dirigiendo hasta otro lugar. Lo único que llegó a decir fue
un “siento lo de tu madre” y lo siguiente fue un, gira a la derecha, sigue recto
hasta la rotonda, coge la primera salida, más y más señas. Parecía estar en su
mundo de frustración y agobio. Algo la decía que no tenía nada que ver con
su matrimonio o ¿sí? En el único momento que se atrevió a preguntar le salió
con una evasiva.
Mierda, Clara puso los ojos como órbita cuando llegaron al final del
destino:
— ¿Cómo no se me ocurrió? — Dijo con sarcasmo— ¿Dónde me llevará
Alex Woods? Sexo.
La había llevado hasta un club de Striptease. ¿Pero por qué se sorprendía?
Su mujer era morbosa y voyeur. Mujeres bailando en tanga era toda una
delicia sexual para la morena:
— Vamos.
Dijo saliendo del coche. Clara, pasaba por el aro muchas veces porque
también le resultaba excitante ciertas cositas, pero el que otra restregase su
pandero en la entrepierna de su esposa no era sexy. Se cruzó de brazos y negó
con la cabeza:
— No pienso ir.
Alex alzó una ceja:
— ¿Vas a dejarme entrar sola en un club de Striptease? — Suspiró y fue
hasta el lado del piloto— ven te voy a enseñar lo que hago para distraerme.
Clara gruñó molesta y salió del coche:
— No hace falta que me lo digas, el club habla por sí solo— pero ¿Quién
lleva a su pareja a un club? ¿No pillaba que estaba molesta? — No me
apetece ver tías en toples.
Alex puso los ojos en blanco:
— Clara, no vamos a ver a las chicas bailar— señaló al edificio— es el
club de Richard.
— Lo que faltaba— dijo entre dientes— Kane.
La ojiverde se acercó fijando esa mirada tan hipnotizadora, la agarró de
los brazos con suavidad:
— Clara, necesitas distraerte y yo también, te prometo que no tiene nada
que ver con sexo— comenzó a empujarla hasta el club— Vamos, solo diez
minutos, si no te gusta nos vamos.
La rubia comenzó a caminar sin necesidad de los empujones y miró
autoritaria a la morena, que caminaba a su lado:
— Diez minutos— la señaló con el dedo índice— ni uno más y ni uno
manos.
Alex curvó una de las comisuras de sus labios, dibujando media sonrisa.
¿Si no era nada referido al sexo? ¿Qué quería de un sitio como aquel? Si
quería distraerla, ya lo había conseguido.
Clara flipaba, salvo las camareras todos los presentes eran hombres,
trajeados, chicos celebrando su despedida de solteros. Fueron hasta la zona
vip, donde estaba Richard acompañado de unos amigos suyos. El castaño
saltó de su asiento y abrazó a Alex. No era lo único que irritaba a la rubia,
toda bailarina que pasaba por el lado de la ojiverde, sonreía y la saludaban,
pero ésta las ignoraba. Ya decía Clara que Richard era un chulo putas, con su
vestimenta tan hortera:
— Esa Alex— dijo animado él chico— ¿a qué se debe tu inesperada
visita?
La sonrisa se le borró cuando vio a Clara, que tenía mala cara y con los
brazos cruzados:
— ¿Y por qué te traes a esta a mi club?
— Esta tiene nombre.
Respondió Clara de mala gana:
— Ahora es mi mujer Richard así que te pido respeto— Levantó la mano
con la palma boca arriba— quiero la sala privada ¿está libre?
Richard puso los ojos en blanco, se introdujo la mano al bolsillo y sacó un
manojo de llaves. Volvió a mirar autoritario a la rubia y la señaló con el dedo
índice:
— Lo que se rompe, se paga.
Le dio las llaves a Alex. Que se giró y comenzó a guiar hasta el otro lado
del club. Más alejado del bullicio. Hasta llegar a una puerta cerrada, que la
morena abrió con el manojo de llaves de Kane. Era más pequeña que la
principal, pero tenía la zona de la barra, unas pocas mesas vacías y el
escenario con tres barras verticales:
— ¿Quieres tomar algo?
Preguntó Alex a la vez que entraba detrás de la barra y comenzaba a
servirse una copa:
— ¿Para eso hemos venido?
Preguntó Clara, tomar copas podían hacerlo en cualquier pub o bar común.
Se sentó en un taburete y vio como hacía dos combinados. Uno de ellos un
mojito. Justo lo que solía beber la ojiazul y se lo dio:
— En realidad no solo a eso— se apoyó en la barra y sin previo avisto,
toma bombazo rubia— sabes, mi padre está convencido que somos medio
hermanas.
Clara por casi se ahoga, ya que la pilló bebiendo:
— ¿Qué?
— Cree que Jay Price es mi padre.
Dicho aquello, se llevó su combinado de Ron-cola a los labios y le pego un
buen trago. La rubia tosió un par de veces, antes de proseguir:
— ¿Por qué cree eso? No lo somos— preguntó con el corazón en la
garganta— ¿Verdad?
— Clara— le agarró de la mano— prepárate para lo peor— eso no pintaba
bien, parecía que estaba sufriendo un soplo el corazón— William Wiyatt es
mi hermano.
En parte fue un alivio escuchar aquello, otra era una putada para Alex,
descubrir que no era una Woods debía de ser una noticia muy fuerte:
— Si marmotilla— pegó otro trago a su copa— te has casado con tu
cuñada
— ¿Entonces…?
— Maurice Wiyatt es mi padre.
Ahora era la misma Clara quien estaba en Shock, necesitaba beber un
buen trago mientras lo llegaba a asimilar. Joder, esa noche iba de mal a peor.
Si pensaba que solo iban a beber, muy equivocada estaba. Alex salió de
detrás de la barra y fue hasta el equipo de música, conectó el Bluetooth con el
móvil y puso música:
— Vamos— subió al escenario— sube conmigo.
— ¿Vas hacer un Striptease?
Para qué preguntó, sin previo aviso comenzó a quitarse prendas hasta
quedarse en ropa interior, dejándola sin aire. Se acercó hasta la rubia e intentó
quitarla el vestido:
— ¿Qué haces?
Dijo apartándose un poco precavida:
— No te alarmes, solo voy a quitarte el vestido— suspiró profundamente
— si te sientes más cómoda quítatelo tú.
Si giró y fue hasta el móvil que lo tenía encima de la ropa y comenzó a
buscar un tema:
— Siempre he encontrado en la música un medio de distracción— antes de
darle el tema que buscaba miró a su mujer, que tímidamente se quitó el
vestido hasta quedar en ropa interior, menos mal que usaba tampones— si no
es tocando el violonchelo, es bailando.
Dio a reproducir el tema Bad girl de Avril Lavigne y Marilyn Manson. De
forma sensual se acercó a la barra, con una mano agarrada a ella comenzó a
girar moviendo la cadera y el cuerpo con elegancia. Demostrando su
elasticidad se inclinó hacia delante, quedando la barra entre sus omóplatos,
estiró sus brazos y agarró la barra fuertemente, después de aquello fue
levantando sus piernas, hasta quedar boca abajo y las piernas abiertas,
marcándose una acrobacia entre sexy y alucinante, parecía una Stripper
profesional:
— ¿Has hecho también de Stripper?
Alex esbozó una sonrisa e hizo otra postura aún más sorprendente,
quedando la barra entre sus muslos, soltándose de manos y curvando su
espalda, con los brazos abiertos. Vale, Clara estaba quedando hipnotizada:
— No, nunca bailaría para ningún hombre, ni si quiera Olaya sabe que
hago esto
Bajó con sensualidad y elegancia, para acercarse a Clara mientras cantaba
la frase.
He sido una chica mala
He sido una chica mala
Le agarró de la mano y le acercó hasta la barra. La rubia imaginando lo que
se proponía Alex, comenzó a negar con la cabeza:
— No, Alex yo me mato si lo intento.
— Si piensas así obvio que te acabaras cayendo.
Puso una de sus manos a la barra:
— Inclínate un poco la otra mano la colocas a la altura del pecho— Clara
insegura lo hacía— ahora tienes que impulsarte apretando un poco el
abdomen.
— Alex, que de esta no salgo viva.
La ojiverde soltó una pequeña carcajada, le agarró de las caderas, si
pensaba que ayudaba estaba muy lejos de la realidad, pues la puso más
nerviosa y la desconcentraba más:
— Confía en mí, yo te sostengo, impúlsate.
Primer intento se elevó un par de palmos del suelo. Segundo intento lo
consiguió durante unos segundos, tercer intento lo consiguió, pero con una
mano de Alex en su cadera y la otra sobre la pierna estirada:
— ahora la que está de bajo encógela un poco— se inclinó y la susurró—
truco de principiantes apoya esa rodilla en la barra.
Despacio y con mucho miedo lo hizo, con tres puntos de apoyo le facilitó
la acrobacia. Dibujando una sonrisa, nunca se habría imaginado haciendo tal
cosa. Alex rio por lo bajo:
— ¿Ves? Fácil y sin sostenerte.
— ¿Qué?
Preguntó Clara sorprendida al darse cuenta de que no la estaba agarrando,
de nuevo perdió equilibrio y estuvo a punto de caer al suelo, pero gracias a la
morena eso nunca llegó a pasar, puesto que rápidamente la agarró:
— Te dije que me mataba.
— Lo estabas haciendo— dijo entre risas— lo que pasa es que no confías
mucho en ti— la incorporó para que quedara bien de pie— Eres capaz de
muchas cosas, ten más fe en ti— mirándola con adoración— deja volar tu
imaginación— la dio un giro de baile— quiero verte bailar.
— No valgo para eso.
— Sí que vales— se separó y comenzó a girar alrededor de la barra con
sensualidad— Eres muy sensual cuando te lo propones— apoyando la barra
con sus omoplatos, llevó las manos hasta la zona de la nuca agarrando la
barra y se agachó deslizándose por la barra, creando con su cuerpo ondas
totalmente sensuales— quítate ese no de la cabeza y sedúceme— subiendo
con los mismos movimientos de cadera— baila.
El tema de Bad Girl terminó para dar paso Unstoppable de Sia. Clara
totalmente ruborizada, intentó hacerlo e hizo un movimiento deslizándose
hacia abajo, lo hizo bien y le quedó sexy, pero Clara se imaginó como una
estúpida y se llevó las manos a la cara mientras negaba con la cabeza. Alex
negó con la cabeza, fue hasta el móvil y buscó otro tema:
— Eres seductora, puro fuego, apasionada— hizo una lista de temas— el
problema es que no te permites creértelo.
Todo aquello se lo decía con esa voz seductora y erótica que bien sabía
poner:
— Quiero que empieces a desafiarme con la mirada, justo desde donde
estás— Clara esbozó una risita— si me preguntaran que música te definiría,
respondería el más apasionado y sensual— dio a reproducir a la lista— el
tango, desafíame como lo hiciste la noche que fui a cenar a tu casa.
Bueno eso lo podía intentar, durante un año hizo clases de baile, para vivir
la experiencia y saberla transmitir adecuadamente a su libro. Lentamente se
fueron acercando de forma sensual, mirándose salvajemente, Alex mejor que
Clara, pero porque la rubia aún seguía cohibida, con delicadeza rodeo el
cuello de la ojiverde con los brazos, sin apartar ni un segundo la mirada, la
mano de la derecha recorrió la espalda de la rubia hasta instalarse en su
espalda baja, su mano izquierda recorrió su brazo hasta encontrar su mano
detrás de su nuca, la agarró fuerte de la mano y comenzó con los pasos
básicos del tango, en el momento que Alex tuvo la apertura de piernas Clara
aprovechó para pasar su pierna derecha a la vez que agachaba la izquierda, de
nuevo la morena tiró de ella. Movimientos lentos, movimientos rápidos, Alex
guiándola con pasión, Clara dejándose guiar mientras sentía el fuego sobre su
piel. Estaba siendo tan caliente:
— Me mentiste— susurró la morena casi sin aliento, cerrando los ojos y
apoyando su mejilla en la de Clara— sí que sabes bailar y jodidamente sexy.
La rubia hizo un movimiento brusco de cadera, colocó su pierna derecha
en el muslo derecho de Alex y esta deslizó un paso hacia detrás:
— No te mentí— Clara contenía la respiración, mirando los labios de Alex
que estaba demasiado cerca de su rostro— Te dije que no sabía bailar en
barra, eso no quiere decir que no sepa bailar el tango, el swing, el vals o el
paso doble.
Alex puso expresión sorprendida:
— Eso lo quiero ver, te reto, remix de bailes— dijo separándose un poco y
con sonrisa pícara— el Swing
Y comenzaron a dar pasos de Swing, pequeños saltitos, patadas y giros.
Alex en la vida había bailado el Swing, se la sudaba parecía un pato mareado
siguiendo el ritmo de la rubia, que comenzó a carcajear al ver como la
ojiverde lo intentaba:
— Por fin algo que no se te da bien.
La morena se encogió de hombros riendo:
— Da igual, lo importante ahora es bailar— y parando en seco quedando
con las piernas flexionadas— a por el vals preciosa.
De forma elegante se movieron por el escenario entre giros y más giros.
Desde luego, cuando iba a clases no se lo pasaba tan bien bailando como en
aquel momento. Alex lo hacía tan fácil y divertido. Se complementaron en
todo momento, confiando en ella para dejarse llevar. Terminado el reto Clara
acabó sentándose en el suelo totalmente molida, le dolía las mejillas y la tripa
de tanto reír:
— Me ha sorprendido señorita Price— dijo sentándose a su lado— es la
perfecta pareja de baile, al menos lo eres para mí— corazón derretido para la
rubia, le agarró la mano y besó el reverso— bailaría contigo cada día de mi
vida.
— Consigues que quiera matarte algunas veces— la acarició y se inclinó
con el deseo de acabar con un beso— y otras te amo— curvó los labios— te
amo con pasión e intensidad.
Todo indicaba que Clara iniciaría ese beso, pero Alex aprovechó la
cercanía para sacar su lengua y de forma sensual acarició su labio inferior, lo
que acostumbraba a hacer el recorrido hasta el superior, quedó ahí volviendo
a su boca, como si hubiera reconocido el terreno que atraparía con sus labios,
tan suaves, pura gasolina que avivaba su fuego interno. Sacando fuerzas, se
separó de sus labios, antes de comenzar a arder. Miró con vehemencia
aquellos ojos claros, de alguna manera siempre la habían tenido prisionera.
Le tembló el labio mientras expulsaba aliento, junto su frente y la aferró de
las mejillas:
— De toda la gente que hay en el mundo ¿Por qué yo?
Clara sin querer separarse ni un milímetro curvo la comisura de sus labios:
— Primero me poseíste de una forma que nadie consiguió, en eso te
diferencia del resto del mundo haciéndote única, luego conseguiste colarte en
mi corazón dejándome ver más allá de una armadura, tan noble como para
sacrificarte por aquellos que amas ¿Cuántas personas en el mundo es así?
Consigues hacerme olvidar y de reír cuando más lo necesito— las manos de
Alex se trasladaron a su espalda y se pegó aún más a ella— despiertas en mí,
facetas que en la vida pensé que tendría y apuesto que solo lo sentiría
contigo, eso también te hace única. Crees en mí y haces que sienta que soy
capaz de todo. Dices que me subestimo, tú también lo haces. Crees que en tu
interior aguarda algo feo y malo. A mis ojos es lo más bonito que pueda
existir en todo el mundo. Me has dado la vida ¿te vale esa respuesta?
De nuevo chocó sus labios a modo de respuesta. Pero rápidamente se
separó y fue hasta su montón de ropa. Regresó hasta la posición inicial, sacó
de sus pantalones su cartera:
— Túmbate.
Pidió la morena. Clara, puso expresión de sorpresa, no iba a negar que el
baile del tango y los besos le habían calentado un poco:
— ¿Aquí? Y ¿Con la regla?
— La puerta está cerrada— dijo empujándola hasta quedar con la espalda
en el suelo y colocarle la ropa debajo de la cabeza— Demasiados mitos el de
la regla, llevas tampón cancha libre para sexo oral.
Vale, aquello le pareció asqueroso y le dio un poco de cosilla. Alex
carcajeó, se tumbó encima de la rubia colocando su muslo en su entrepierna.
Clara suspiró sonoramente al notar el sexo de la morena tan caliente:
— Si te sientes más cómoda, tengo láminas de látex en la cartera y si te
sigue perturbando la idea, podemos limitarnos a besarnos.
Clara cerró los ojos avergonzada, aquello la venía muy grande y aun
sabiendo que se arrepentiría:
— ¿Pueden ser solo besos?
La morena esbozó otra pequeña carcajada, la acarició y asintió con la
cabeza, se inclinó y la besó. Aun sin levantarse de encima. Lo único que
quería era sentir el calor de su piel, no el acto sexual en sí, quería tenerla
entre sus brazos y sentirla, como si ambos cuerpos luchasen para convertirse
en uno. Y como había prometido, Alex mantuvo inocentes sus manos,
agarrando las de Clara y entrelazando sus dedos. La rubia pegó aún más su
muslo en la entrepierna de Alex, que gimió al sentir su tacto en aquella zona
tan sensible y demasiado hinchada:
— Si no quieres que haga nada deja de hacer eso.
Argumentó la ojiverde con un hilo de voz, antes de dar un pequeño
mordisco en su mentón:
— Que me niegue a que me toques en los días del mes, no quiere decir que
tú tengas que estar a pan y agua
— Puedo vivir una semana de calentura.
Respondió entre beso y beso, acercando sus labios hasta el lóbulo de la
oreja:
— Alex, mírame— la morena enseguida fijó su mirada en Clara— ¿Por
qué das por hecho que debes darme placer y ponerte a ti en segundo lugar? —
volvió a pegar el muslo a su entre pierna, Alex cerró los ojos y suspiró. Se
soltó de su agarre y llevó sus manos hasta la espalda de la morena— Por
favor, Lex— dijo atacando su cuello— esto es una relación de dos, yo
también quiero que disfrutes.
— Perdona, Clara— acarició sus labios con el dedo pulgar— es que
todavía no me he acostumbrado.
Buscó sus labios y los besó, cerrando los ojos como si disfrutase de aquel
sabor tan glorioso. Quería decirla que lo hacía porque le gustaba sentirla, le
gustaba besarla, se volvía loca cuando la tocaba y la hacía gemir. No solo
buscaba sexo por placer, había pasado de querer follarla a todas horas, a
sentir la necesidad de querer hacerla el amor. Quería hacerla sentir con
caricias todo aquello que no era capaz de expresar con palabras. Clara rodó y
quedó ahora encima de Alex:
— Dime— dijo besando su cuello, hasta llegar al punto adecuado y
succionar con fuerza, escuchando como salía de su garganta un jadeo— ¿Qué
quieres que te haga?
Lamió la zona sensible que había succionado. Alex al escuchar aquella
pregunta frunció el ceño, agarró su mandíbula y la obligó a mirarla:
— No me hagas esa pregunta nunca, soy tuya toma de mí lo que quieras.
Dicho aquello, Clara obtuvo de Alex lo que quiso, sin que la apartara
ningún momento, sin límites. Parecía una tontería, puede que fuera por las
hormonas, pero al escucharla llegar al clímax, totalmente entregada a ella.
Acabó por derramar una lágrima:
— Se supone que soy yo la que llora cuando llega al orgasmo.
Dijo Alex curvando la comisura de sus labios y mirándola con adoración.
La rubia apoyó la cabeza en su hombro y después de meditarlo, rompió a reír:
— Ahora ríes— siguió diciendo mientras la abrazaba fuertemente— lo
dicho, eres bipolar.
— Lloré porque me haces feliz y reí porque nunca creí que me tiraría a mi
mujer en un club de striptease.
— Una batallita sexual más, de las morbosas Clara y Alex— esbozó una
carcajada— ¿Qué tal si nos vestimos y nos vamos?
— Me parece una buena idea.
Se vistieron, recogieron todo y como Richard ya se había ido le dejaron
las llaves a la camarera que estaba en la barra. Cuando llegaron al club,
ambas estaban que espantaban con sus caras, de serías y llenas de
preocupación. A la salida, iban agarradas de las manos y de lo más melosas.
A la vuelta iba a conducir Alex. Maurice Wiyatt era su padre, ya afrontaría
ese asunto al día siguiente. Clara, sonreía y parecía feliz, le era suficiente para
alegrarla.
Suerte que nadie se fijó en el despiste de Clara, ya que se dejó el bolso
debajo del asiento. Lo Abrió para verificar las cosas, un detalle que sobraba
ya que el coche estaba cerrado. Vaya siete llamadas perdidas de número
desconocido. Bueno ya llamarían de nuevo. No llevaban más de medio
trayecto, mientras seguían riendo con sus piques y payasadas. Cuando,
número desconocido. Entre risas se llevó el móvil a la oreja:
— ¿Sí?
Capítulo 39 - Funeral
Todo fue sub realista para Clara:
— ¿Sí?
— ¿Clara Price?
Preguntó la voz de un hombre desconocido:
— Sí, soy yo.
— Llamo desde el Hospital OHSU Center for Health & Heart — eso ya
la dejó paralizada— siento comunicarla que sus padres han muerto en un
accidente de coche.
El teléfono cayó al suelo y terminó por perder el color, ahora su piel
tenía un color blanquecino marmóreo. Alex la miró con preocupación:
— ¿Clara que pasa?
Clara no contestó pasó de no respirar a hacerlo rápidamente hasta
hiperventilar. Obligando a la morena a parar en el arcén, buscó en el coche
algo o una bolsa para ayudarla, al final encontró una bolsa del Burger en la
guantera, la vació y se la dio para intentar tranquilizarla:
— Me estás asustando— dijo Alex entrando en pánico— ¿Qué tienes?
¿Qué pasa Clara?
— Vamos…— bolsa a la boca, hiperventila un par de veces — al
hospital… — repite procedimiento con la bolsa— OHSU Center for Health
& Heart
Alex asintió y como alma que llevaba el diablo aceleró, haciendo que las
gomas de las ruedas chirriaran sobre el asfalto.
Clark llegó a su piso, asqueado fue directo a la ducha. Maldita sea, desde
pequeño se hizo el juramento que nunca sería como Danny, Print o el hijo de
puta de Emer. Sin embargo, ahí estaba restregando su cuerpo como si con ese
acto se libraría de sus pecados. Había colaborado con el hombre que organizó
el secuestro. Alex era la única amiga que había tenido en su vida. Por ella
quedó en coma, por ella se convirtió en un asesinó. Se sentó en el plato de
ducha, se abrazó las piernas. Se estaba engañando Alex nunca se iría con él,
pero el dolor, la rabia tan latente en su interior como fuego. Ella pensaba que
la iba a violar, para sus ojos él era un violador del que quiso defenderse.
Hubiera sido absurdo acercarse a ella.
Cuando las palmas de las manos y las plantas de los pies quedaron
completamente arrugadas, cerró la llave de la ducha. Clark se miró en el
espejo, no era su reflejo el que vio, si no el de su padre. Con ira pegó un
puñetazo haciendo que se hiciera cachos. Se puso la ropa interior y comenzó
beber latas de cerveza hasta perder el conocimiento, solo, siempre solo, pero
en el alcohol encontró el remedio para no tener pesadillas.

… El accidente donde perdió la vida el famoso empresario Jay Price, junto a


su esposa, ocurrió ayer por la noche, justo cuando regresaba a su lugar de
residencia…
Se había dejado la televisión encendida y despertó escuchando esa jodida
noticia, ¿qué era eso que sentía en su interior conciencia? Que no duró
mucho.

… Su hija la escritora Clara Price, destrozada no ha querido hacer ninguna


declaración…

Que fuese un asesino le hacía mierda, pero reconocía que era mala persona al
alegrarse de que esa rubita sufriera. El noticiero no solo dejó claro que Clara
se había quedado huérfana, salió del armario para el resto del mundo cuando
mostraron una foto junto a Alex Woods.
Recapitulemos Patrick Woods pensaba que Alex Woods estaba en prisión.
En el momento que Patrick vio aquella noticia le hirvió la sangre. “demasiado
fácil” pensó. Clark Wallace sabía del idilio entre ambas chicas, pero cuando
pronunciaron palabra “esposa” fue como si se cegara por su lado oscuro.
Maurice Wiyatt, destrozado al perder un amigo quedó anonadado ante
aquella noticia. Su hija casada con la que fue la prometida de su hijo. Aquello
provocaría problemas con William. Y con Patrick que estaba convencido que
ambas chicas eran medio hermanas.
Patrick nada más enterarse fue hasta el aeropuerto para iniciar su viaje de
regreso, nada contento. De hecho, estaba tan enfadado que mandó eliminar a
los incompetentes que le habían asegurado que Alex había sido detenida.
Bien suelta que estaba y acompañada de su medio hermana. De nuevo
regresaba al plan original. Ya había perdido demasiado tiempo con esa zorra.
Se arrepintió en su día de no haber pegado una paliza a su madre para que
abortara, ahora si quería deshacerse de esa puta mosca cojonera debía de
encargarse en persona. Llamó a uno de sus sicarios de Portland:
— Me dirijo de nuevo a Portland, mande a dos de mis hombres a cumplir
un encargo, pero la han palmado— dijo subiendo a su avión— te toca acabar
lo empezado.
El jardinero ahora sin trabajo de nuevo, salió en busca de más cervezas al
supermercado y algo de comer. Se había pasado hasta la adolescencia
recluido por su propia familia, y le era casi imposible no estar en un estado de
alerta. Salió al portal, se llevó un piti a la boca y mientras encendía su cigarro
vio a un caballero trajeado que ponía especial interés en él. Dio un par de
caladas, se puso unas gafas de sol al estilo aviador y caminó calle abajo. Se
metió en un callejón y se escondió detrás de uno de los contenedores. Las
sospechas enfundadas cuando vio pasar al trajeado, llevaba puesto guantes de
cuero. Ese hombre no era un ejecutivo, sin hacer ruido agarró un madero y
con fuerza le Dio en la cabeza, dejándole totalmente atolondrado desplomado
en el suelo. Le escondió entre los contenedores y rebuscó en sus bolsillos:
— Vaya, vaya— dijo Clark al encontrar el arma con un silenciador
incluido— que juguetito— le apuntó a la cabeza— no me lo digas, el perro
de Patrick Woods me ha traicionado— el introdujo el arma en la boca— eso
me pasa por confiar en alguien capaz de vender a su propia hija. Hace un día
te hubiera dado otro golpe en la cabeza dejándote inconsciente, pero mis
manos ya están manchadas de sangre, gente inocente— negó con la cabeza—
apuesto que tú te mereces más la muerte— el sicario miraba el arma— nos
veremos en el infierno caballero.
Apretó el gatillo sin dudarlo, por la cercanía le salpicó de sangre la cara,
suerte que tenía una camisa color negra. Sacó del bolsillo un pañuelo y se
limpió. Bueno las reglas del juego habían cambiado, suerte que el fiambre le
regaló un arma, se ahorraría el tener que comprarse una. También le cogió el
móvil. Ahí debía de venir la forma de contactar con el señor Woods.
Alex llamó a Ruth para que acompañase a Clara al piso, era consciente que
no dormiría nada, pero al menos que descansara algo. Ella estaba con Olaya
había terminado los últimos preparativos para el funeral. Necesitaba aire, así
que acabaron en una terraza tomando un café bien cargado:
— Pobre Clara— dijo Olaya desanimada— sus padres eran jóvenes.
La morena no había pegado ojo ni cinco minutos, se apoyó a la mesa y se
llevó los dedos índice y pulgar al tabique nasal, cerrando los ojos. Solo hacía
falta una hora de felicidad para que todo se pudriese en un momento:
— O. — comenzó a decir rota— lo último que escuchó de su madre es que
la renegaba como hija, JODER— dijo dando un puñetazo fuerte a la mesa—
yo la presione para decir que estábamos casadas.
Olaya la miró con determinación y la señaló con el dedo índice:
— ¿No te estarás culpando? Woods.
Tic Tac Alex llevaba convirtiéndose en una bomba desde que pisó Portland
nada más regresar de su viaje:
— Woods— rio con ironía— WOODS— elevó la voz y tiró su vaso de
café con un fuerte manotazo— no soy Woods nunca fui una puñetera Woods,
mi padre no es Woods. Llego a la puta ciudad me detienen, me entero que mi
padre no es mi padre y para colmo mi mujer— miró a su lado, una pareja de
ancianitos la estaban mirando— ¿Y ustedes que miran? Váyanse a ver All my
children y dejen de escuchar conversaciones ajenas.
Olaya se inclinó y apoyó su mano en el hombro de la morena, que estaba
de los nervios:
— Alex intenta calmarte, explícame eso que no eres una Woods.
La ojiverde se llevó las manos a la cara suspirando fuertemente. Tomó aire
y contó hasta tres antes de mirar a su amiga:
— Mi querida madre me soltó el bombazo de que Patrick Woods no es mi
padre— de nuevo acabó tensa— mi verdadero padre es Maurice Wiyatt
— ¿Qué fuerte? — dijo sorprendida Olaya— entonces el tal William ese
el que estaba prometido con Clara es tú…
— Si O. es mi medio hermano.
Olaya ladeo la cabeza:
— Pues lo cierto es que tu vida supera los dramas The O.C
— Olaya— dijo con seriedad— no estamos para bromas— se llevó las
manos a la cabeza— tengo que ser fuerte por Clara, hay momentos que la
situación me sobrepasa.
— No eres Dios— dijo Olaya apenada— no puedes cargar con todo.
Patrick iba en el avión, intranquilo, habían soltado a Alex ergo las
sospechas se dirigieron a otro lado, le daba en la nariz que sospechaban de él.
Por favor, había tomado el mando de la mafia europea, si llegará el caso
podía desaparecer fácilmente. Él era un mindunguis a los ojos de la interpol y
el FBI, sabía perfectamente que buscaban a Jonny. Otro que no encontraran
en la vida. Estaba bañado en cal viva metros bajo tierra, junto a cantidad de
cadáveres.
— Será mejor que me des buenas noticias.
Dijo descolgando el teléfono móvil al recibir la llamada de su sicario,
como respuesta escuchó una carcajada:
— Conviví con tres asesinos que hacían todo tipo de trapicheos— dijo
Clark serio— te va hacer falta mandar a más de un sicario para deshacerte de
mí. Measte fuera del tiesto al traicionarme.
— No me asustas payaso— dijo entre dientes— no sabes con quien te estas
metiendo. Asoma tu cabecita, acércate, aunque sea un kilómetro y estás
muerto.
— Eso ya lo veremos.
Clark parecía de lo más seguro. Colgando antes de que Patrick respondiera.
Frustrado dio un puñetazo en el reposabrazos. Hueso duro de roer, si mandar
un perro no servía, tocaba mandar una jauría, bastantes preocupaciones tenía
con Alex para también tener que ocuparse de ese listillo.
Le costó un mundo, pero entre tilas, abrazos y compañía al final consiguió
que la rubia se quedara dormida. Merecía descansar un rato. Nunca le había
visto tan destrozada. Y cuando vio entrar a Alex no se quedaba atrás, parecía
un espectro comandante, toda ojerosa:
— ¿Qué tal se encuentra?
Preguntó a Ruth con preocupación. La puerta de la habitación estaba
cerrada:
— Al final consiguió dormirse.
Respondió entre susurros. La morena miró la puerta cerrada, mejor dejarla
dormir, fue hasta el sofá y se desplomó abatida, apoyó la cabeza en el
respaldo y se tapó la cara con el brazo:
— Deberías dormir tú también un rato.
Aconsejó Olaya sentándose a su lado:
— Si, tienes muy mala cara.
Añadió Ruth con desasosiego:
— Estoy bien— dijo con amargor— no quiero despertarla.
Las otras dos chicas intercambiaron miradas de preocupación:
— Otra cabezota, pues duérmete ahí, nosotras estaremos aquí para lo que
necesitéis.
— Ya que te ofreces acércame el cenicero que está en la cocina.
Ansiosa se fumó uno, no había pasado cinco minutos cando se fumó otro y
ya cuando iba a ir por un tercero las chicas la pararon:
— Joder Alex— dijo Ruth ventilando con la mano el humo— esto es peor
que cuando hacíamos submarinos con los porros en la universidad.
La morena Abrió un ojo:
— ¿Clara también fumaba porrillos?
— No, ella prefería quedarse en el piso estudiando.

Flashback
Clara llegó a la residencia donde iba a convivir con otra chica que ni
conocía. Parece ser que fue la primera en llegar. Paseó por las habitaciones,
estaba bien, era luminoso y cerca del campus. Oxford, madre mía no podía
imaginarse que estuviera viviendo esa experiencia, en Europa. Como fue la
primera en llegar se otorgó el derecho de escoger la habitación y como era
obvio se quedó con la que consideraba mejor. Había dejado las maletas en el
cuarto y comenzó a deshacerlas, cuando escuchó la puerta principal abrirse
y cerrarse. Esa era su compañera, sonrió, se alisó su vestidito y fue al salón
para interactuar con la desconocida. La sonrisa de la rubia se le borró
cuando vio su equipaje tirado por el suelo y a una chica, menudita y morena
despanzurrada sobre el sofá. Se acercó y la dio unas palmaditas en el
hombro. RAS un eructo con olor a cerveza. Clara puso una cara de asco e
incluso dio una arcada:
— Dios que elegancia.
Dijo con ironía, ya con cierto mosqueo la dio una fuerte bofetada en la
mejilla:
— ¡Eh!
Dijo la morena llevándose la mano en la mejilla, uff es que olía cerveza
hasta el sudor que salía por los poros:
— Upps— dijo fingiendo inocencia— te vi ahí sin moverte, me había
preocupado
Los ojos castaños de la chica recorrieron el cuerpo de Clara, desde los
pies hasta la cabeza, alzó una ceja:
— Disculpa llegué ayer— se incorporó un poco— me perdí acabé
conociendo a un grupo de chicos y termine de fiesta loca, creo que dijeron
que salían en no sé qué Shore— Clara mantenía las distancias con los brazos
cruzados— tienes unos ojos bonitos, pero demasiado pija para mi gusto
¿Cuál es mi habitación?
Clara pegó un grito con cierto trastorno y dio un paso para atrás:
— ¿No me digas que eres Lesbiana?
Lo dijo como si tuviera delante de sus narices a una que tuviera la peste.
Solo faltó sacarla la cruz, uy pues si lo hizo, sacó su cadena y agarró la cruz
mostrándosela a la chica. Que Abrió la boca totalmente sorprendida, pleno
s. XXI y aun existiera gente tan cerrada. Hizo una mueca:
— Lánzame ajos también bonita— dijo levantándose enfadada— ni que
fuera un vampiro— se mofó— cuidado no me lo acerques no vaya a ser que
me queme— comenzó a agarrar sus cosas— hay que ver, me ha tocado vivir
con una homófoba.
— ¿Homófoba? Exijo respeto— la chica la miró de nuevo totalmente seria
— me parece que hemos empezado con mal pie y tendremos que convivir.
— Primero me faltas el respeto tú a mi niña pija— dijo con enfado—
tratándome como si fuera el demonio y después me vienes exigiendo que te
respeté— negó con la cabeza— la única convivencia que va a ver aquí es el
de la ignorancia, tú por tú lado y yo por el mío— agarró sus cosas y se
encaminó para buscar su habitación— me llamo Ruth.
Esto último lo dijo ya perdiéndose por el pasillo:
— CLARA— gritó mientras se ponía con los brazos en jarras— pues sí que
empezamos bien.

Fin del Flashback

Ruth contó la batallita de cómo se conocieron, Olaya esbozó una pequeña


carcajada y Alex dibujó una triste sonrisa. Esa era Clara tiquismiquis y
remilgada de la que se había enamorado:
— Tú— dijo Olaya señalándola con el dedo— no te rías— miró a Ruth—
Clara te llamaría demonio con sus actos, pero aquí la amiga me llamó puta
por toda la cara.
Alex cerró los ojos solo para descansar la vista, y si consiguió descansar la
vista directamente se quedó dormida.
Clara sentía picor en los ojos, los tenía rojos e hinchados de tanto llorar.
Miró a su lado, no estaba Ruth ni Alex. Rezaba para que todo hubiera sido
una mala pesadilla. Se levantó, tenía mal cuerpo y miró la hora, era
demasiado tarde.
Al salir de la habitación, la primera en encontrarse fue a la morena
totalmente dormida. En lo cocina se escuchaba los cuchicheos. Eran Olaya y
Ruth. Se sentó al lado de Alex y le agarró de la mano. Aunque lo hizo suave,
parece ser que el tacto la despertó enseguida:
— Eh— dijo entre preocupada y adormilada— ¿has podido dormir algo?
Clara apartó su mano y agachó la cabeza:
— Perdona, te he despertado.
Alex la atrajo para abrazarla:
— No te preocupes— Clara Respondió a su abrazo y rompió a llorar de
nuevo, pues se dio cuenta de que no había tenido una pesadilla y que
realmente sus padres habían muerto— ¿quieres beber algo? O ¿comer? ¿Has
comido?
Le preguntaba con dulzura:
— No tengo hambre.
— Necesitas comer algo o te vas a desmayar.
Clara negó con la cabeza. Las chicas al escucharlas salieron de la cocina.
Se juntaron e hicieron piña.
Muchos acudieron a la iglesia para despedirse de los Price, luego estaban
los hipócritas y morbosos que iban por puras apariencias, por último, estaba
Patrick Woods, que fue en compañía de una Alice Woods, destrozada y
demacrada. Aquello hirvió la sangre a Maurice que estaba en compañía de su
mujer e hijo.
Alex aun después de las advertencias de su madre, ésta decidió no
separarse de Clara en ningún momento. En primera fila estaban las cuatro
chicas. Sus padres era la única familia que tenía. Que estuvieran reunidos no
auguraba nada bueno. Ya que el primero en tocar las narices fue el supuesto
socio de Alex. Finigan se acercó a dar el pésame a una Clara completamente
rota, ésta cuando vio a su amigo le abrazó agradecida que fuera:
— Señor Colman— dijo Alex entre dientes— ¿Cómo va la empresa?
— Bien, señora Woods.
Ya desde la noche que la detuvieron ambos dejaron claro que no se
agradaban. Pero debían fingir para no revelar que era un agente en cubierto.
El segundo en joder, era la esperada aparición de Patrick que no dudo en
colocarse en segunda fila, se inclinó para susurrarle al oído de Alex:
— Tener que enterarme que te has casado por las noticias— fingió
indignación— muy mal Alex.
La morena se iba a girar para rebatirle cuando la mano de su amiga le
agarró del brazo, negándola con la cabeza y seguidamente hacer una seña en
dirección a su mujer, que no paraba de sollozar. Chirriaron los dientes, pasó
el brazo por encima de los hombros de Clara y la abrazó:
— No se cortan ni un puto pelo.
Susurró William con resquemor:
— Se han casado es lógico que abrace a su mujer.
Defendió Maurice a Alex:
— Ahora me van a ver como al gilipollas que dejaron al poco de casarse.
Malas lenguas dirán que es mi culpa de invertir a Clara.
Maurice pasó su mano por la nuca de su hijo la apretó, haciendo que éste
se retorciera:
— No seas intolerante hijo— siguió regañándole por lo bajo— la
homosexualidad no es una enfermedad, yo no te eduqué para que seas así.
— Ya basta.
Pidió la señora Wiyatt:
— Parece mentira que defiendas a esa muchacha— dijo — le quitó la
mujer a tu hijo, eso no se hace.
— Esa muchacha tiene nombre.
Argumentó Maurice entre dientes:
— No empecéis a discutir ahora.
Por otro lado, Finigan volvió a acercarse a las muchachas, pero esta vez
tuvo otro objetivo, le llegó un mensaje de Taylor y debía obedecer, por poco
que le gustase, se acercó al oído de la morena:
— Señorita Woods— susurró para que no le escuchara su padre—
podemos hablar sobre ciertos asuntos de la empresa— bajó un poco más la
voz— a fuera, ahora nos esperan.
Alex la miró ceñuda ¿y ahora qué? ¿Es que no iba a tener un puto minuto
de descanso? Acabó asintiendo, agarró a Olaya:
— Estate pendiente de Clara— la pidió— yo tengo que salir a tomar aire
Su amiga obviamente accedió asintiendo y colocándose al lado de la rubia,
que parecía estar en otro mundo. El primero en salir fue el agente Colman, a
los dos minutos fue seguida por la morena. Taylor estaba escondida detrás de
una columna:
— ¿Y ahora qué? — preguntó con irritación Alex— ya hice lo que me
pedisteis.
— Escúchame— dijo Taylor ignorando la bordería de la ojiverde—
escucharme los dos, me temo que vas a tener que sonsacar la información a tu
padre en cuanto antes— le dio otro equipo, pero esa vez era para ponérselo en
el cuerpo— por hacerte el favor— miró con pena a Alex— miré lo que
habían descubierto los peritos judiciales sobre el accidente de los Price, el
motor había sido manipulado, estuvieron en la residencia de los Woods, Alex
eso me hace creer que…
— Patrick Woods los mandó matar— puso todos sus músculos tensos—
creo saber el motivo.
— ¿Crees que Jay habría descubierto algo?
Preguntó Finigan con el ceño fruncido y mirando a su alrededor para que
no les viera nadie:
— No— Respondió Alex— resulta que no soy hija biológica de Patrick
Woods, pensaba que mi verdadero padre era Jay Price.
— ¿Lo es?
Siguió cuestionando Finigan esta vez con una ceja alzada. Si fueran medio
hermanas le daría terreno libre con Clara:
— NO— Respondió desafiante— agente Colman tendrás un arma y la ley
este de tu parte, pero yo pego buenos derechazos deja a mi mujer en paz.
— ¿Queréis dejar eso para otro momento? — Miró autoritaria— ¿lo vas
hacer?
— Si— dijo guardándose el micro y la grabadora— pero no hoy, es el
funeral de mis suegros— retrocedió unos pasos— Tengo entendido que irá
mañana a la empresa, le encararé ahí, ahora si me disculpáis tengo una mujer
a la que consolar.
— Espera— dijo dándola otro objeto, era una pulsera— lleva un
localizador, apretado la piedra central lo activa. Por si tienes que usarlo.
— Eso no anima.
Dicho aquello regresó a la iglesia, ya quedaría nada para que sacaran los
féretros y llevarlos al panteón familiar de los Price. “A este paso me da un
puto ictus en la cabeza” pensó Alex a la vez que regresaba junto a su mujer.
Estaba acumulando tanto estrés que acabaría por explotarle la cabeza. Su
conversación pendiente con Maurice, la muerte de sus suegros, la amenaza de
Patrick Woods, tener que acercarse e intentar sacarle información, apoyar a
Clara. Que ni siquiera sabía cómo hacerlo. Una locura.
Cuando regresaron a la casa lo hicieron solas, Olaya y Ruth también tenían
derecho a descansar. Ahí las cosas tampoco resultaron gratas. Clara desde
que se enteró de que sus padres habían muerto estaba en la fase de la
negación. Sin quitarse la ropa de luto se tumbó sobre la cama de lado, dando
la espalda a Alex que fue a darla un abrazo, pero la rubia se zafó:
— Quiero estar sola.
Le dijo con acidez, la morena sin darse por vencida le acarició el brazo con
ternura:
— Habla conmigo.
Clara se giró con brusquedad para mirar a Alex, parecía cabreada:
— ¿Qué quieres que te diga Alex? He perdido a mis padres justo unas
horas antes mi madre me renegó como hija ¿y todo por qué? Por casarme
contigo un mes después de habernos reencontrado— La ojiverde no quiso dar
importancia, pero no era de piedra eso dolía— tiempo, eso es lo que
necesitaban para asimilarlo, pero no, lo último que recordaré de mi madre es
tirándote cubiertos puntiagudos a la cabeza y diciendo que ya no tenía hija.
Alex agachó la cabeza para ocultar la humedad de sus ojos:
— Ya— se levantó y sin mirar a su mujer— te dejaré sola.
Segunda etapa, ira solo que fue dirigida hacía la pobre Alex. Que se sentó
en el sofá totalmente a oscuras. Después de un rato y sin poder evitarlo, hizo
lo que hacía en esos casos, fumar. Se fumó uno, luego otro y ya no había
nadie quien la parase. Y aunque lo hubiese estaba en su puta casa y hacía lo
que le salía del coño. Se tumbó, le daba en la nariz que esa noche no dormiría
en la cama, de madrugada otro cigarro y el cenicero, nunca fumaba tumbada
por si se quemaba la tela, que más daba el sillón nuevo llegaría en unos días.
Apagó el cigarro y se llevó las manos a la cara. Amor es debilidad, desde que
dejó entrar a Clara todos sus sentimientos se magnificaron, los momentos
felices, pero momentos como aquel… ¿Dónde había quedado el me la suda
todo? Se perdió en el color azul de una mirada. No quería pensar más. Estaba
a punto de quedarse dormida cuando sintió como alguien se tumbaba a su
lado, Abrió los ojos y lo primero que se topó fue unos cabellos rubios:
— ¿Te ha molestado el humo? — preguntó con preocupación y
abrazándola— ¿no te he dejado dormir?
— No— contestó rompiendo a llorar de nuevo— perdóname.
— Eh— la agarró del mentón y la obligó a mirarla, señor como la mataba
ver a Clara así, la abrazó más fuerte— no hay nada que perdonar, aquí estoy.
— Te he culpado— aspiró fuertemente por la nariz— no tienes culpa de
nada, ni el habernos casado.
— Es normal, no pasa nada.
— Si pasa— apoyó la cabeza en su hombro y la abrazaba— te he gritado,
eres la única familia que me queda.
— También está Ruth— intentaba consolarla mientras le retiraba la
humedad de las mejillas— ahora también tienes a Olaya, Clara. No estás sola,
nunca te dejaré sola.
— Me lo prometes.
— Te lo prometo.
No llevaban ni una semana casadas y que panorama. Y Clara no sabía ni la
mitad, Alex también desconocía otras muchas. Secretos y más secretos que
tenían que salir a la luz. En la madrugada la morena llevó hasta la habitación
a la rubia. Se cambió a ropa de deporte y salió para correr. Cuando regresó e
hizo una llamada, sabía que podría morir por llamar tan temprano, pero Olaya
y Ruth ya hicieron mucho el día anterior:
— Será mejor que sea algo importante para que llames a estas horas.
Se escuchó la voz adormilada de Tanya:
— Para ti puede que no, pero para mí sí que lo es— decía con voz baja
para no despertar a Clara— necesito un favor, ¿puedes venir y vigilar a mi
mujer en lo que yo estoy en la empresa?
— Vi las noticias, que putada— suspiró— está bien, enseguida estoy ahí
— Muchísimas gracias, que Dios te lo pague con un buen polvo.
— Amen hermana.
Se Dio la ducha rápido, antes de ponerse el traje que solía llevar a la
empresa se colocó el micro. Colocar micros en un despacho era una cosa,
pero llevarlo puesto era otro asunto. Agarró el maletín donde estaban todos
los documentos que había firmado y que la culpaban por los trabajillos
ilegales. Antes de salir de la habitación se acercó hasta Clara y le Dio un
beso, en la mejilla. A pesar de la suavidad, la rubia entreabrió los ojos:
— ¿Te vas?
— Tengo que ir a la empresa para hablar con mi… — cerró los ojos y
luego rectifico— para hablar con Patrick. Te prometo— se agachó para estar
a su altura y darle un leve beso en los labios— que en cuanto termine vengo
rápido— se incorporó y fue hasta la puerta— Tanya viene no te asustes si
entra tiene llaves, cualquier cosa que necesites pídeselo
Clara frunció el ceño:
— No necesito niñera.
— Lo sé, pero me siento más tranquila si no estás sola. No tardo.
Cargando con aquellos documentos, fue hasta su coche que estaba en el
garaje, cada paso que daba, más cerca estaba de tener que enfrentarse a su
padre. Sentía que se le iba a salir el corazón del pecho. Respiró hondo un par
de veces, encendió el motor y puso rumbo hasta el cara a cara. Estaba tan
sumida en sus pensamientos, que no se había fijado que alguien con una moto
la estaba siguiendo. Ella entró en el garaje de la empresa, mientras que el
desconocido quedó parado en la entrada.
Aquel día, Alex Woods o Alex Wiyatt, depende como quieran llamarla,
descubriría muchas verdades, el peligro era inminente.
Capítulo 40 - Día de Clara
Como dijo Alex, Tanya fue enseguida al piso. Aunque para la rubia era
algo innecesario, estaba de duelo, no se iba a suicidar. Pero aun así se
empeñó que estuviera acompañada. Lo cierto es que la chica no la molestó en
un principio, se encendió la televisión y se lio a beber cervezas en el salón.
Aún era temprano, decidió quedarse en la cama otro rato, incluso volvió a
quedarse dormida.
Cuando abrió los ojos se encontró a esa larga mujer, apoyada en el marco
de la puerta cruzada de brazos y observándola dormir. Eso le perturbó un
poco la verdad. Al ver que había abierto los ojos esbozó una sonrisa amable:
— Duermes como un lirón— ¿por qué siempre tenían que compararla con
un animal? — te he preparado desayuno.
Se separó del marco y salió al salón, dejándola sola de nuevo.

Flashback

Llevaba un mes de convivencia con Ruth. La chica era un poco bala


perdida, todo lo contrario, a lo que era Clara. Iba a la universidad, en eso sí
que era aplicada, no se perdía ninguna clase, pero tampoco se perdía una
sola fiesta y en cuatro semanas se llevó a la casa tres amantes diferentes.
Dos chicos y una chica. Por separado claro. Si ya se escandalizaba al
descubrir que mantenía relaciones sin estar casada o comprometida,
sumándole que los mantenía con ambos sexos, si le hubiera dado por hacer
una orgia ahí se le da algo. Con el paso del tiempo se fue haciendo a la idea,
más que nada, porque la chica tenía otras facetas que irritaba a Clara, era
desordenada. Odiaba el desorden y en más de una ocasión acabó
regañándola, mientras se liaba a limpiar como una loca:
— Ruth, vivimos dos en esta casa, podrías ayudarme a limpiar
Ruth estaba jugando al Tekken con la PS2 e ignorándola casi.
Curiosamente siempre jugaba con el mismo personaje, llamado como ella
Ruth:
— Claro que puedo— aporreaba el mando— pero no quiero.
Clara gruñó de pura frustración. La primera semana intentó buscar otro
piso, pero a buen precio, cerca de la universidad y en alquiler solo estaba
ese. Comenzó a pasar la aspiradora por todo el salón, interponiéndose entre
la visión de la chica con la pantalla de la tele:
— Ohh Nina Williams me ha ganado pisoteándome los huevos— tiró el
mando al sillón— muchas gracias Clara.
— No hay de que— se puso con los brazos en jarra— ahora que te han
clavado un tacón en los huevos ¿por qué no te dejas llevar por los estrógenos
y limpias la cocina? Tengo que estudiar.
— Si mamá— dijo con parsimonia la morena apagando la consola— Por
eso no tengo nada serio, las mujeres demasiado obsesivas con la limpieza y
los hombres demasiado gorrinos.
— Habló el híbrido.
Ruth abrió el frigorífico y agarró una manzana que comenzó a comer cuan
gorila hambriento:
— Eh— dijo mirando a Clara— limpio no es el que más limpia si no el que
menos ensucia, no quitaré el polvo, pero te recuerdo quien cocina eres tú
bonita. No ando con ñoñerías, si comida al horno o al vapor, solo mancho
una sartén, tú ensucias veinte
—Exagerada y te estas comiendo mi fruta, otra vez.
Terminó de pasar la aspiradora, la guardó en el trastero y se apoyó en la
barra americana, observando como su compañera fregaba:
— ¿Por qué eres bisexual?
Clara tan curiosa como siempre. Ruth frunció el ceño y miró a Clara:
— ¿Por qué eres heterosexual?
— Porque solo me atraen los hombres y no me imagino acostándome con
una mujer— puso cara de asco— aunque me estoy reservando para el amor
de mi vida, tampoco me he acostado con un hombre.
Ruth puso expresión de sorpresa y rompió a reír:
— Punto uno, soy bisexual por la misma razón que tú eres heterosexual.
No me levanté un día y dije “oh Dios mío quiero hacerme bisexual” y no
quiere decir que me sienta atraída por todos los hombres ni todas las
mujeres. Muchas y no quiero mirar a nadie, se piensan que por mi condición
sexual me voy a insinuar— se apoyó a la encimara con una mano mientras
miraba a Clara— o las voy a violar, que se bajen del carro que no son miss
universo. Punto dos, ¿enserio Clara? Pero que no estamos en la época de la
inquisición. Los orgasmos solitarios están bien, pero cuando es con otra
persona— fingió que le temblaba el cuerpo, emitiendo el sonido de Homer
Simpson cuando piensa en rosquillas— es fabuloso.
— Tampoco— se ruborizó y le daba cosa decir la palabra masturbación,
así que bajó la voz avergonzada— me he tocado
Ruth puso los ojos como platos y cruzó los dedos haciendo una cruz:
— Aléjate de mí bicho raro, saca tu vena koala y vete a dormir.
— Yo no duermo como los Koalas— se levantó para irse a la habitación y
estudiar— aun quedamos las que creemos en el amor.
— Demasiados años a pan y agua Clara. Si ya de adolescente piensas que
has malgastado demasiados años conservando la virginidad, imagina de
adulta. Vas a ser una ninfómana.
— Hay cosas más importantes que el sexo.
Dicho aquello fue a la habitación para estudiar. Al rato acabó echándose
una siesta.

Fin del Flashback

Solo se había cruzado con Tanya una vez. La otra no contaba, ya que estaba
esposada y con los ojos tapados. Quizás era buen momento de conocerla.
Olaya tenía la misma fama de mujeriega que Alex y aunque no había
profundizado con su vida personal, estaba claro que su pasado era igual de
turbio que de su mujer. De nuevo juzgó mal por las apariencias. Aunque
resultó ser de lo más leal:
— No te acostumbres— le dijo la chica al salir del cuarto— yo nunca
hago el desayuno, me lo hacen a mí.
Típico de dominante o amo. Vaya, fue muy amable, pero aquel desayuno
era el más grasiento que había visto en su vida. Huevos fritos, beicon, huevos
revueltos, sándwiches y tortitas. ¿Pero qué pensaba que comía hasta por los
codos? Fue hacerse esa pregunta y recordar que apenas había comido el día
anterior:
— Gracias.
Se sentó enfrente de Tanya, que tan solo se iba a beber un café:
— No hacía falta que vinieras de verdad.
— Sin problema— le regaló una sonrisa— Alex me ha dejado dormir
muchas veces aquí, que de menos que devolverla el favor.
Clara asintió mientras sostenía el vaso de zumo encima de la mesa:
— No habrá tenido problemas Alex al dejar ya sabes, de ser ama
Tanya soltó una risita:
— Vesta sigue existiendo bonita, eres su esclava— se abrió el periódico—
te refieres al rincón del castigo— se encogió de hombros— bueno ha bajado
un poco la clientela, pero sin problema.
— ¿No te enfada?
La chica la miró con una ceja alzada:
— ¿Por qué? Ella es feliz contigo, nunca hay que interponer el trabajo ante
la felicidad personal y ya iba siendo hora que esa cabezota se diera la
oportunidad.
Clara se mordió el labio inferior intentando ocultar una sonrisa y llevarse el
vaso a la boca, pegó un buen trago del zumo. No había olvidado que la gritó
y echó en cara muchas cosas, de las que no tenía culpa, aun así, la ha seguido
apoyando:
— Tanya— llamó la atención de la mujer— ¿puedes explicarme como es
la perfecta sumisa?
La chica puso expresión picara y dibujó una sonrisa, enrollando el
periódico y dejándolo encima de la mesa:
— ¿Quieres que te enseñe?
Clara negó con la cabeza:
— Ya tengo ama.
Tanya puso los ojos en blanco y chistó con la lengua antes de seguir:
— Ya lo sé, porque la conozco y por ese anillito que llevas en el dedo— se
apoyó en el respaldo— no es lo mismo un tutor que un amo. El tutor no
practica BDSM con el alumno, puede hacer demostraciones sí, pero
mayormente es teórico y quien diga lo contrario es que se está aprovechando
de ti. Seguro, sensato y consensuado, grábate esas palabras en la cabeza,
cualquiera que falte a eso, es que no entiende una mierda.
— Bueno antes de conocer nada de este mundo pensaba que os dedicabais
a maltratar a las personas.
— Demasiada ignorancia o mente cerrada— dio un sorbo a su café—
hubo un estudió que demuestra todo lo contrario. Que la gente que practica el
BDSM está más equilibrada que uno que no lo practica. Existe mucho respeto
hacía la otra persona — suspiró— ni todos los amos somos iguales ni todos
los sumisos. Está el sumiso que se entrega al cien por cien, hay a amos que
eso les encanta, pero no es de mi gusto, poco juego, están las rebeldes, me
encantan los sumisos rebeldes, porque siempre anhelan más. Hablando de
consenso, no me metería en el metaconsenso ni loca, a no ser que tenga una
relación de años y conozca al sumiso o sumisa.
Ya lo comentó una vez Alex. Que al entregarse como esclava su relación
debía de ser metaconsenso:
— Mi relación con Vesta es de metaconsenso.
Tanya negó con la cabeza:
— Que no se engañé ojitos verdes, lo intentó, pero le puede el miedo a
hacerte daño sin saber tus límites. Ya le eché la bronca en su día ¿a quién se
le ocurre? Primero debes saber hasta que eres capaz de soportar y que es lo
que te gusta. No a todos los sumisos les gusta que les azoten, le susurren
guarradas. Los hay quien le gusta hacer de muebles, hacer de muebles, que
les peguen patadas en los genitales e incluso que les pisen la cara— esbozó
una carcajada— controlando la fuerza claro. No todo se basa en látigos y
fustas, está lo más básico, como los juegos de rol, unas esposas o unos
simples arañazos en la espalda. La mayoría del mundo ha llegado practicar
BDSM sin ser conscientes, solo que nosotros lo vemos como otro tipo de
vida— se encogió de hombros— los hay que lo incluyen para no aburrirse, a
nosotros nos llena, lo que nos falta en una relación vainilla, lo encontramos
adquiriendo estos tipos de papeles, porque no deja de ser rol, dominante
sumisa— amplió su sonrisa— toma nota pequeño saltamontes. Vamos a
conocer tus límites, tus gustos y como de sumisa eres, como salgas switch
Vesta lo lleva chungo.
— ¿Por qué?
Preguntó apartando el plato a un lado y apoyando ambos codos en la mesa.
Al menos estaba consiguiendo entretenerla:
— Hasta ahora has sido sumisa.
Clara asintió con la cabeza:
— El Switch adquiere los dos roles, dominante y sumiso. ¿Alguna vez has
sentido curiosidad por dominarla?
— A Vesta no— sincerándose— pero a veces me gustaría llevar más la
voz cantante con Alex, que es igual de dominante.
— Pues lo llevas claro, intentó ser mi sumisa y lo único que consiguió fue
castigos de verdad.
— ¿Eso qué significa?
Volvió a suspirar y dejó caer los hombros:
— Pero que verde estás. Está bien, confunden los azotes, latigazos y toda
la parafernalia con los castigos ¿Cómo va a ser un castigo cuando el sumiso
siente placer? Los castigos son como, por ejemplo, mandar hacer
abdominales, ponerle mirando contra la pared, hacer flexiones y luego está el
del silencio, un poquito de juego psicológico. En eso lo tiene chungo Alex,
vives con ella.
Estuvieron un buen rato hablando sobre diferencias, juegos y reglas del
mundo BDSM. Luego profundizaron un poco más conociendo los gustos de
Tanya, lo que se entretiene en su tiempo libre. Hay un día a la semana que se
la dedica a desconectar, a salir de fiesta y no quiere decir que siempre sea a
clubs, también se divierte en casa de amistades, es el día donde se bebe y se
fuma, luego prefiere ser de lo más profesional el resto de la semana, también
le contó batallitas que vivió junto a Alex el último año:
— Una vez salíamos de ver un partido de baloncesto— comenzó a
gesticular con las manos animada— y se acercó una loca con una mano
gigante de gomaespuma y comenzó a darla, la tocó correr por todo el recinto
al parecer era la madre de una chica a la que partió el corazón.
— Por qué no me extraña.
— ¿De quién es la culpa?
Dijo Tanya defendiendo a su amiga:
— Alex siempre iba con la verdad por delante, a todas les decía lo mismo,
nada serio ni nada de amor— apiló las cosas para recogerlas— pero siempre
acababan loquitas por sus huesos. Quitando lo evidente, por su fama de que
folla como los demonios y que está buena, luego en el fondo es un cacho de
pan y eso que no la has visto cuando está cerca de un niño, se derrite
prácticamente se convierte en uno.
— Soy testigo.
Dijo carcajeando cuando recordó el día en el hotel, cuando se puso a jugar
con aquel niño vestido de sheriff. Una de sus tantas facetas que la sorprendió
y la encantó. Miró la hora, ya habían pasado muchas horas. ¿Cuánto tiempo
se pasaría hablando con Patrick? Preocupada agarró el móvil y se debatió en
si llamarla o dejar pasar más tiempo. Lo cierto es que se pasaban mucho
tiempo juntas. Sopesó la idea de que hubiera quedado con Olaya o
entretenido con temas de la empresa.
Pasó otro par de horas y la que comenzó a preocuparse fue la misma
Tanya. La dijo que solo estaría fuera un par de horas, pero no se imaginaría
tanto. Tenía cosas que hacer, tampoco podía tirarse todo el día acompañando
a Clara, aunque había hecho buenas migas:
— ¿Te dijo que tardaría tanto?
Preguntó Tanya mirando su reloj:
— No, solo dijo que iba hablar con su padre y que regresaba enseguida
— A mí también me dijo lo mismo
Ya no esperaría más, la llamaría por teléfono, pero que mierdas no se lo
cogía. Llamó a Olaya, le aclaró que no había hablado con ella en todo el día.
Llamó a su despacho, Helena que salió hacía muchas horas. Aquello ya la
estaba estresando y mosqueando. No había ni 48h. Que sus padres murieron y
no tenía buen presentimiento con esa incertidumbre. Con decisión, fue hasta
el cajón donde tenía las llaves de los vehículos y pilló la primera que estaba
más a mano. Cuando bajó hasta el garaje ¿de cuál era? Apretó el botón y
esperó algún pitido o luz que chivase el coche adecuado. Me mato pensó
Clara al ver tremendo Ferrari rojo. Pero no quería perder tiempo en cambiar
las llaves así allá que fue. Todo su interior olía a nuevo, estaba regulando el
asiento cuando tocó tela, levantó la mano para ver que era. Unas bragas uy
que raro, puso una cara de asco y las tiró en el asiento de atrás. Pero cuanto
fetichismo tenía esa mujer por la ropa interior.
Fue hasta la empresa con el corazón en un puño, ese coche se ponía a 100 a
la mínima. Y cuando llegó lo que vio solo consiguió alterarla más, había
coches de policías. Estacionó en el parquin exterior y fue a mirar de qué se
trataba. Dios no, era lo único que pensaba. Rezaba que el retraso de Alex
fuera para arreglar aquel estropicio, pero no la vio a ningún lado. A quienes si
vieron. ¿Ese era Finigan? Y ¿Cómo se llamaba? Así Taylor. Con decisión se
coló por las cintas de plástico. Y fue hasta el chico moreno como una
exhalación, esquivando a tres agentes que quisieron pararla:
— ¿Clara qué haces aquí?
— Eso me pregunto Finigan ¿qué haces tú aquí? ¿Dónde está Alex?
— Sácala de aquí Finigan.
Ordenó Taylor, mientras estaba agachada al lado de un pequeño charco de
sangre. Dejando pálida a la ojiazul:
— Finigan ¿De quién es esa sangre?
El chico moreno le agarró del brazo la arrastró hasta a fuera:
— Soy el agente Finigan Colman— comenzó a explicarla— estábamos
investigando ciertas ilegalidades en esta empresa por eso nos tocó hacer de
agentes en cubierto, pero nos hemos visto obligados a salir a la luz— suspiró
y apoyó la mano en el hombro de la rubia— lo siento, tengo malas noticias
que darte…— la cabeza se la iba— Alex Woods ha sido…— se tambalea—
¿Clara?
Se desmayó. Gracias a que Finigan estaba cerca y la pudo sostener,
alzándola en brazos la llevó hasta una de las ambulancias que había en el
lugar y la tumbó en la camilla. Taylor le hizo señas para que fuera a su lado.
Debajo de un coche habían encontrado el maletín que llevaba por la mañana
con los documentos, solo que ya no estaban, tan solo el micro y la grabadora.
Ambos agentes se miraron. La morena rebobinó un poco de cinta y le dio al
Play:
— Debiste haber muerto hace mucho tiempo.
La voz de Patrick:
— Eres un enfermo— decía con rencor la voz de Alex— maldito hijo de
puta.
— Cuidado— sonó amenazante— o puede que acabes muerta antes de
tiempo.
— Inténtalo, te aseguro que no será tan fácil.
Ahí acabó la grabación:
— Agentes.
Les atrajo la atención uno de los compañeros del FBI. En su mano llevaba
un walky:
— Estamos recibiendo señal.
Los dos se intercambiaron miradas durante unos segundos y echar acorrer.
Taylor le dio el maletín con el equipo de escucha:
— Envíalo al equipo técnico y que lo analicen— comenzó a ordenar con
rapidez la chica— todos al furgón. Quiero que me digan de donde proceden
las señales y que manden un equipo ¡YA!
Clara despertó en el hospital, en una de las habitaciones de urgencias,
esperaba ver primero a Alex, pero a su lado solo se encontraba Ruth y Olaya.
Con el semblante preocupado. La rubia trató de incorporarse temprano, pero
las chicas la detuvieron:
— No te levantes Clara.
Dijo Ruth:
— Tienes que tranquilizarte, acabarás enfermado.
Añadió Olaya:
— ¿Dónde está Alex?
Dijo con un hilo de voz Clara. Las chicas intercambiaron miradas, pero la
que terminó por hablar fue Ruth:
— Clara, por favor tienes que estar tranquila.
— No voy a estar tranquila— comenzó a decir histérica— hasta que me
digáis de una puta vez lo que está pasando.
— No ayudas comportándote así.
Dijo ceñuda Ruth. La rubia, ya pasó de la preocupación a la histeria y el
cabreo, cegada se incorporó y agarró de la pechera a su amiga, encarándola
como una loca:
— Y tú no ayudas ocultándome las cosas— dijo entre dientes— Donde. Está.
Alex
— Díselo Ruth.
Al final solicitó Olaya mientras la ayudaba a soltarse de su agarre. Ya fuera
de sus zarpas, la morena suspiró e iba abrir la boca, cuando el teléfono móvil
de O. comenzó a sonar. Salió hasta el pasillo, justo donde podía ver a las dos
amigas, por si tocaba intervenir de nuevo. Aunque ambas estaban con la
mirada fija en ella.
Clara sentía el corazón desbocado y cuando vio la reacción de Olaya
todavía más:
— Mierda— dijo colgando el teléfono y mirándolas desde el pasillo— no os
mováis enseguida vuelvo.
Seguidamente comenzó a haber ajetreo por los pasillos. Muchos de los
celadores pasaron corriendo, detrás también unos guardias de seguridad y
algún que otro médico de guardia. ¿No iban a tener un segundo de descanso?
En el mostrador del frente, se pudo ver a una enfermera con un teléfono, el
cual se la escuchó:
— ¿Psiquiatría? Una mujer alterada está armando jaleo en urgencias.
Tanto Clara como Ruth se miraron y como si hubieran metido un petardo
en el culo, echaron a correr. ¿Qué horas serían? Temprano no, desde luego ya
que por la ventana se veía que era de noche. Estaba claro, que a cada día que
pasaba era peor. Anhelaba regresar a Ontario.
Capítulo 41 - Día de Alex
En el parquin del edificio Alex puso en marcha la grabadora. Tomó aire y
salió del coche, cargando con el maletín. Atravesó el hole. Todos los que
pasaban a su lado la saludaban con un “buenos días señora Woods” “cuanto
tiempo sin verla señorita Woods” pero que ganas, si no se acordaba de la
mitad de ellos. Subió al ascensor y sin precalentamiento, directa al último
piso para ir al despacho presidencial.
El despacho presidencial era más espacioso, luminosos y demasiado
ostentoso para el gusto de Alex. Patrick estaba sentado, firmando unos
documentos, miró un poco de reojo a la morena y después siguió con sus
quehaceres:
— ¿Vienes a explicarme como narices se te pasó por la cabeza casarte con
Clara Price?
Alex dejó el maletín en una de las sillas que había enfrente de la mesa de
escritorio. Sin contestar a la pregunta que hizo, sacó los documentos y los tiró
encima de la mesa. Patrick apretó la mandíbula y la miró fulminante:
— Quitémonos las máscaras “padre”.
Patrick ladeo la cabeza como si hubiera tenido un tic, dejó el bolígrafo en el
escritorio y las entrelazó en su tripa:
— Me llegó a los oídos que te detuvieron, ¿Cómo es que te soltaron?
— Un buen abogado apareció cuan ángel caído del cielo— comenzó a
caminar de un lado para el otro con rabia— ahora, mírame a los ojos y dime
que no estas metido en cosas turbias, que no has sido capaz de tenderme una
trampa, a tu propia hija.
Patrick rio por lo bajo:
— No creo que tenga que decir nada, sabes perfectamente las respuestas.
Pegó un grito de pura rabia, apoyó una mano en el escritorio y tiró los
documentos de un manotazo, con el cuerpo en tensión y la señaló con el dedo
índice:
— Eres un maldito hijo de…
— ¿Qué?
Gritó Patrick levantándose amenazante:
— Sal de mi despacho antes de que pierda la poca paciencia que me queda—
dijo colocándose la americana— y créeme, me queda poca y te daría una
buena paliza.
Alex chirrió los dientes. Patrick no soltaba prenda, no lo admitía, solo
respuestas neutras y nada claras. No era suficiente y estaba viendo que no
sacaría nada. Agarró el maletín para irse cuando vio como pasaba su mano
por la corbata. Quedando pálida, ya sabía dónde había visto ese pasador de
corbata. Un mes, un mes en cautiverio y sin que la buscaran. ¿Por qué
querían a Clara Price? Porque era una Price:
— En el fondo no solo querían secuestrar a Clara— dijo con los ojos lleno de
humedad, hasta hace tres días ese hombre era su padre biológico, Patrick la
miró fingiendo que no entendía nada— ¿te gusta mirar como prostituyen a
una niña? — dijo entre diente y con odio— ¿tanto como para pagar y mirar
como lo hacen con tu hija?
Patrick comenzó a reír por lo bajo y se sentó:
— Puedo seguir fingiendo— abrió una cajita y sacó un puro— pero estoy
hasta los cojones de ti y de la puta de tu madre— se encendió el puro— yo
era el hombre más feliz del mundo, la cuidaba y la trataba como una reina.
Cuando me dijo que estaba embarazada me llené de orgullo. Hasta que me
dijeron que era estéril. ¿Dime Alex? — ahora era el quien la miraba con odio
— ¿Cómo puedes ser mi hija SI SOY ESTERIL? — dijo elevando la voz—
en el momento que lo supe tuve que haberla pegado una paliza.
— Hirió tu orgullo de macho, que penita— dijo con sorna— nunca pensé que
caerías tan bajo. Tú organizaste el secuestro— se le escapó una lágrima—
SIEMPRE SUPISTE DONDE ESTABA.
— Yo moví los hilos para venderte pequeña zorrita— sacó la cartera y un par
de billetes— recuerdo que a tu temprana edad lo hiciste muy bien, 100
dólares para que me la chupes como lo hiciste con el otro.
— Eres un mierda.
— ¿Yo? Desde entonces no has parado de rebozarte con cada chochito que te
has encontrado— rompió a carcajear— Incluso con la misma Clara Price,
tiene pinta de ser una fierecilla en la cama— se mordió el labio— me muero
por probarla.
— NI SE TE OCURRA SI QUIERA NOMBRARLA.
— Defendiéndola y ni puta idea tienes— gruñó y puso cara de asqueado—
debiste haber muerto hace mucho tiempo.
— Eres un enfermo— dejo con rencor Alex— maldito hijo de puta.
— Cuidado— soltó amenazante— o puede que acabes muerta antes de
tiempo.
— Inténtalo, te aseguro que no será tan fácil.
No podía estar más mirando a ese cerdo, si no acabaría clavándole el
abrecartas en todo el pescuezo. Mejor, se vio así misma cortándole los
huevos y haciéndoselo tragar. Salió del despacho como alma que llevaba el
diablo. Patrick sacó su móvil:
— Ya sabéis lo que tenéis que hacer— colgó— hubieras sido muy buena
putita Alex, que lastima.
Alex en el ascensor se quitó el equipo de escucha y por precaución se puso
la pulsera. Esa conversación la había puesto en el punto de mira de eso estaba
segura. Bajó un par de plantas, sudorosa y con la preocupación dibujado en el
semblante. Se acercó hasta su secretaria:
— Helena— se humedeció los labios y cogió aire— ¿has visto al señor
Colman?
— No señorita Woods, hoy ha venido a la empresa.
— Mierda— maldijo se separó de la mesa de su secretaria y se pasó la mano
por el pelo— muy bien, ya le llamaré por teléfono— se encaminó hasta el
ascensor mientras decía— gracias Helena.
Mientras bajaba hasta el parquin llamó a Taylor, podría llamar a Colman,
pero era un grano en el culo:
— Taylor Fisher agente de viajes en que puedo ayudarle.
— Joder Taylor— decía de los nervios Alex— tengo tu confesión necesito
verte ya
— Ven a la base.
Estaba cruzando el parking cuando sintió un fuerte golpe en la cabeza, que
la hizo perder el conocimiento. Al caer al suelo el maletín fue aparar debajo
de un coche. Entre dos, la metieron a una furgoneta y se la llevaron. La
furgoneta salió echando hostias del edificio. El motorista que lo había
presenciado desde la lejanía, fue detrás de aquella de esa furgoneta a una
distancia prudente para que el conductor no se diera cuenta.
La llevaron a un edificio abandonado, parecía ser un antiguo matadero, la
maniataron y la colgaron en un gancho que colgaba con unas gruesas cadenas
del techo, los pies apenas llegaban al suelo, aun le sangraba el golpe en la
cabeza, manchando su camisa blanca. Para despertarla le echaron un cubo de
agua fría, la morena escupió la poca agua que entró en su boca. Los dos
hombres rompieron a reír cuando ésta les miró fulminante. Era Alex Woods,
ya había pasado por esa situación, no se pondría a patalear y a gritar:
— Pero si está muy buena— miró sus ropas mojadas, se le transparentaba la
ropa interior— mmm— se pasó la mano por la entrepierna, haciendo notar el
bulto— espero que el jefe me deje probarte.
— Contrólate.
Dijo su compañero, a un par de metros había una mesa con muchos
utensilios y nada tranquilizadores, cuchillos, látigos con púas, taladradoras…
joder eso parecía The Hostel. Nada que alterase a la ojiverde:
— Mi amigo— comenzó a decir el pervertido— se excita torturando a la
gente. No voy a mentirte pequeña, yo prefiero disfrutar de otra forma.
Estaba demasiado apartado, y estaba maniatada de una forma que la
impedía activar el localizador. Esbozó media sonrisa, el cerdo no paraba de
recorrer su cuerpo con la mirada:
— ¿Te gusta? — Preguntó con voz erótica, el secuestrador se lamio los labios
y asintió— hace mucho que no pruebo un hombre ¿te gustaría ser el primero
después de mucho tiempo?
— ¡Uff preciosa!
— Estoy atada — esa voz sensual e hipnotizadora— ¿a qué esperas?
Era atraído como las moscas a la mierda. Vamos que es Alex Woods, en el
momento que le tuvo cerca, se elevó fuertemente con las manos agarrando las
cadenas y rodeó su cuello con sus piernas, asfixiándole. Comenzaba a
ponerse rojo, pero su compañero estaba cerca agarró una barra que daba
descargas eléctricas, empezó a darla descargas, pero no le hacía mucho:
— Quien hace contacto con el suelo soy yo— decía el otro casi sin aire— ella
hace de conducto payaso.
Tiró la barra al suelo y lo siguiente que agarró fue el látigo con púas y la
atizó una vez, rasgando su ropa e hiriéndola, pero no la Dio lo
suficientemente fuerte, el tío ya empezaba a perder el conocimiento y lo
hubiera conseguido, pero el segundo latigazo fue demasiado doloroso, tanto
que le abrió la carne creando una herida profunda. El tío… llamémosle cerdo,
se llevó las manos al cuello y cuando se recuperó agarró un puño americano y
por la espalda le arreó un golpe en el costado:
— ¡Zorra!
— ¡Para! — dijo… llamémosle el sádico— espera a que llegue el jefe.
— Papi viene a jugar— dijo tosiendo— que bien, espero verle la cara.
— Será mejor que no hables ya has provocado suficiente.
Desde la distancia, escondido entre unas maquinarias oxidadas les
observaba el motorista, se quitó el casco y sin hacer ruido lo dejó en el suelo.
Se encendió un cigarro de vainilla. Rio para sus adentros:
— Esa es Vesta— suspiró— lo siento pequeña astronauta, busco a papi— dio
otra calada a su cigarro— así que vas a tener que aguantar.
Patrick tardó en aparecer. La morena tenía el cuerpo dolorido, debido a los
latigazos, el puñetazo en el costado y de pasarse mucho tiempo colgada. Pasó
por su lado y vio la ropa rasgada y las heridas:
— ¿Quién ha sido?
Preguntó Patrick con la mandíbula tensa:
— Por casi me asfixia— dijo el cerdo, Alex al oírlo esbozó una pequeña risita
— me defendí.
Patrick negó la cabeza con decepción. Se puso enfrente de Alex. Estaba
demasiado cansada como para intentar hacer la misma técnica con su…
bueno el que creía que era su padre:
— Mandando sabuesos para olisquear mis negocios— negó con la cabeza—
solo por esa decisión hijas e hijos se han quedado sin papis o mamis, incluso
hermanos, de todos solo quedas tú.
— Estás llamando mucho la atención— dijo Alex con voz rota— si no son
las autoridades será el propio jefe de la mafia quien acabe contigo.
Patrick rompió a carcajear fuertemente y comenzó a alardear:
— Ya lo intentó— miró a sus hombres que también reían— y ¿sabes qué? Yo
me hice con todo el imperio— Ordenó para que la bajaran, cayendo al suelo,
Patrick se agachó y la susurró— te lo digo porque de esta no sales. Cuando
estés en tu tumba, siendo devorada por los gusanos yo me estaré follando a tu
mujer— Alex exaltada quiso levantarse, pero éste le clavó los dedos en la
herida de la espalda haciendo caer con un grito— que por cierto ¿Qué tal se
siente estar fallándose a tu medio hermana? ¿Sabías que tú verdadero padre
es Jay Price?
Alex esbozó una risa ahogada, en el momento que cayó al suelo tuvo más
acceso a su localizador y lo activó:
— Soy una zorra que se reboza con cada chochito que ve— dijo repitiendo lo
que le dijo esa misma mañana— eso incluye a mi hermana. ¿Crees que me
importa?, crecí pensando que soy hija única, eso no va a cambiar.
Patrick se levantó y se fue hasta una silla:
— Por cierto, mis hombres me han pagado para hacer contigo lo que les dé la
gana— se sentó y se cruzó de piernas— ya sabes que a mí me gusta mirar,
solo que esta vez vas a saber que soy yo.
— Si comienzo yo— dijo el sádico— no te quedará cuerpo del que disfrutar.
— Bueno preciosa— dijo el cerdo— ahora sí que vas a catar a un hombre de
verdad.
Ansioso se echó sobre ella y le abrió la blusa de un tirón. Pero esa vez no
iba a ser tan dócil como cuando era una niña, estaba en una buena posición
para llevarse un buen rodillazo. Enseguida cayó retorcido agarrándose los
huitos. Pegando un gruñido se incorporó un poco y le arreó una bofetada,
mientras con una mano seguía agarrándose los nachos. Iba a darle otro golpe
cuando. PAM, el impacto de una bala sobre su pecho, cayendo al suelo sin
vida. Tanto Patrick como el sádico sacaron sus armas y disparaban a
dirección a las maquinarias oxidadas. PAM, PAM, eso era una guerra.
Obligándoles a retroceder y a salir de aquel lugar, huyendo. Pensando que se
trataba de una redada:
— Esto no quedará así Alex.
Escuchó la voz de Patrick a lo lejos. Estaba demasiado cansada, se giró
para incorporarse, a lo primero fue unas botas, unos vaqueros, una chaqueta
de cuero y un hombre, en una de sus manos aun aferraba fuertemente el arma:
— Alex— dijo aun sin inmutarse— ¿Cómo es que siempre acabas metida
en estos líos?
— Supongo que he nacido para ello— se colocó de rodillas, sabía que ese
hombre no era de la policía— ¿Quién eres?
— Vaya, no soy el único que le ve ¿verdad?
Se guardó el arma, se agachó y comenzó a desatarla. Mostraba parte de su
torso al tener la blusa rota. Clark se quitó la chaqueta de cuero y se la puso:
— ¿A quién?
— A Emer.
En ese instante la frialdad que mostraba Alex cambió, a una expresión de
desconcierto:
— ¿Quién eres?
— Aun no lo sabes niña astronauta.
— Es una broma— si no entró en shock durante todo el secuestro,
comenzaba a estarlo, llevó las manos hasta el rostro del desconocido,
entonces reparó en la cicatriz de su cabeza. Rompiendo a llorar se lanzó a sus
brazos— estás vivo, Clark, no me lo puedo creer
Clark frunció el ceño, espera.ba un rodillazo o un grito en plan “fush, fush
violador”, un abrazo era todo lo contrario. El chico con expresión afligido
Respondió aquel abrazo:
— ¿No me odias?
Preguntó el chico sin entender:
— ¿Por qué? El que debe odiarme eres tú— para Alex, Clark fue como un
hermano, digamos que así era, puesto que era el otro niño malo y lo mismo le
ocurría a él— tenía fiebre y te di pensé que te maté— las lágrimas invadían
sus pómulos— te dejé solo perdona, tenía miedo.
— ¿No piensas que te quise violar?
— No.
Iba a darle otro abrazo, pero este ceñudo agachó el cabeza avergonzado y
se apartó. A lo lejos comenzaron a escucharse sirenas. Pues para ser un
equipo del FBI eran muy ruidosos:
— ¿Qué pasa?
Preguntó Alex curvando sus labios:
— Alex pensaba que me odiabas, pensaba que me habías traicionado—
trago saliva— me dejé llevar por el rencor, soy un asesino.
La morena miró al cadáver que estaba en el suelo. Pensando que se refería
a eso:
— Lo dices por ese— señalo al cuerpo sin vida— Ha sido por defesa,
contrataré al mejor abogado, saldrás….
— No— la paró— desperté solo— derramó una lágrima— mi única
amiga eras tú y no estabas, Alex soy un asesino— se escuchaban pasos
acercándose— Soy. Un. Asesino. — dijo poniendo énfasis en cada palabra—
he matado para Patrick.
No hizo falta decir mucho, la expresión de Alex se tensó:
— Dime que no has matado a los padres de Clara.
No había más tiempo, se veían las sombras de los agentes entrar en aquel
lugar. Clark entre lágrimas quitó el cargador del arma:
— Lo siento.
En el momento que estuvieron en el campo de visión de los agentes,
apuntó a la morena. Un dedo flojo disparó sin darle la oportunidad de
rendirse, recibiendo un balazo en el cuello. Alex se llevó las manos a la boca:
— Dios, no— dijo agachándose enseguida y tapar la herida— otra vez no
— sirvió de poco tapar la herida, Clark perdió la vida en cuestión de
segundos— CLARK.
Sintió que vivía en un mundo paralelo. Luchando con todo aquel que se le
acercaba, se atrevía a tocarla o alejarla de Clark. Patrick Woods no tenía
límites. Si no la consideraba su hija ¿No era más fácil desheredarla? ¿Dejarla
en paz? No, de nuevo fue secuestrada bajo sus órdenes. Y si esperaba estar
libre en la ambulancia, se equivocaba, puesto que la maniataron con correas
de fuerza.
Era un animal salvaje. Si de niña le costó sudor y lágrimas, de adulta fue
mucho peor. A ver, una mujer alterada, lógico es poner un tranquilizante,
pues listo fue aquel de quitarla una correa para curarla sin inyectarla ningún
calmante. Zasca, nariz rota para el sanitario. Agarro el pie de los goteros y lo
alzó amenazando a aquel que se le acercará. Un enfermero con el tabique
nasal desviado, un médico con la cabeza rota. Estaba en una esquina
acorralada, tenía la adrenalina a mil y apenas era consciente de quienes la
rodeaban, batas blancas, lo asociaba a psiquiatras, no volvía a un centro
psiquiátrico ni loca. Entre la multitud apareció Olaya confiada se acercó, pero
recibió un golpe en el estómago:
— Dejarme ir a casa.
Decía histérica la morena. A los minutos apareció Ruth y Clara. Que
quedaron alucinadas ante aquel panorama:
— Alex.
Dijo la rubia dando un paso hacia delante:
— NO— la paró Olaya desde el suelo— está demasiado alterada.
— Me importa una mierda— Ruth intentó agarrarla paro demasiado tarde,
con las manos delante— Lex.
Alex seguía anclada en la esquina con la pata en alto. Clara precavida se
mantuvo un poco alejada:
— Alex, baja eso cariño.
Intentaba tranquilizarla. La morena se la quedó mirando durante un rato:
— Clara.
Dijo con cierto temblor, aunque sin bajar el utensilio:
— Me quiero ir a casa.
Siguió diciendo con tono suplicante. Clara aun con los brazos hacia
delante:
— Nos vamos a ir a casa— miró el pata sueros— voy a acercarme muy
despacio.
Poco a poco fue acercándose, agarró la punta del pie del gotero y lo fue
echando apartándolo a un lado. Hasta llegar a la chica:
— Clara, por favor no dejes que me internen.
La rubia negaba con la cabeza y le acariciaba las mejillas, estaba golpeada
y manchada de sangre. Joder, la rubia aun no sabía que era lo que le había
pasado. Nunca la había visto tan, asustada. Alex tiró el pata suero y la abrazó:
— Vámonos a casa, Clara, por favor.
— Nos vamos a ir— en lo que Alex estaba distraída abrazando a la rubia
— antes hay que curarte.
— No— apoyó la cabeza en su hombro— me curas tú en casa, lo haces
muy bien.
Momento en el que un valiente se acercó para inyectarla un fuerte
tranquilizante. La morena giró bruscamente, aunque no le dio tiempo a más.
Entre Clara y el médico tuvieron que agarrarla antes de caer desplomada al
suelo:
— ¿Es su novia?
Preguntó el médico mientras la tumbaba en la cama:
— Mi mujer.
Respondió la ojiazul sin parar de acariciarla el pelo, reparando en el golpe
que tenía en la cabeza:
— Menudo genio el que se gasta— procedió a quitarla la chaqueta de
cuero, uff esa imagen fue aún más dura, sobre todo cuando la giraron y
vieron los latigazos— Dios, vamos a limpiar las heridas y veo que necesitará
puntos— miró a Clara— pediré un tac, una resonancia y me temo que una
revisión psiquiátrica.
Clara aun sin poderse creer nada inspiró fuertemente:
— Cúrela, hagan las pruebas necesarias y todos los puntos necesarios— la
miró con seriedad— pero nada más, después nos vamos a casa.
— Clara.
Dijo Ruth con preocupación. O. aun con la mano en la zona dolorida, apoyó
el hombro de Ruth:
— Si se le acerca tan solo un psiquiatra lo único que va a conseguir es
alterarla más.
El médico acabó accediendo. Aunque bien pidió que les dejaran trabajar y
que ir a la sala de espera. Ahí aparecieron Taylor y Finigan, que tenía un ojo
morado. Ambos llevaban los chalecos anti balas:
— Le dices a la loca de tu mujer— decía Finigan quejumbroso— que la
próxima vez le socorre el espíritu santo.
— Vale ya— dijo Taylor seria— ¿Cómo está? Necesitamos tomar
declaraciones
— Un momento.
Intervino Ruth mirando el chaleco anti balas:
— ¿Eres del FBI?
— NO— dijo con amargor— es carnaval y me ha dado por disfrazarme de
agente.
— Controla es humor de mierda.
— Alex está dormida— dijo con enfado Clara— ahora me vais a decir
¿Qué coño la ha pasado?
Los dos agentes se miraron. Taylor estaba con los brazos en jarra:
— Fue secuestrada por Patrick Woods.
Clara comenzó a reír con ironía:
— Mis padres mueren— se llevó la mano a la cara— ¿me estáis diciendo
que Alex ha sido secuestrada otra vez en su vida? — elevó la voz— ¿Por su
padre?
Finigan dio dos pasos atrás:
— Mujer histérica yo me largo.
Olaya achicó los ojos:
— Patrick Woods, maldito cerdo.
Clara se sentó en una de las sillas de plástico y se llevó las manos,
comenzando a sollozar. Las dos chicas se sentaron a cada lado, dándole
apoyo:
— Esto es demasiado, demasiadas emociones.
Taylor se acercó a Clara:
— Haremos todo lo posible por atrapar a ese hijo de puta.
Taylor Fisher ya había escuchado la conversación que había conseguido
grabar Alex. No había hombre más repugnante en la tierra que Patrick
Woods. ¿A una niña? Vamos hombre. La guerra fría contra la mafia europea
había estallado. Y eso que aún no sabían que el líder, era el mismísimo
Woods.

Flashback

La pequeña Alex nada más llegar del colegió tenía un horario. Comer,
deberes, clases de violonchelo, hora de juegos, cena y dormir. Cada día era
lo mismo, salvo que fuera William o Clara, ahí la daban un poco más de
rienda suelta. Alice Woods, llegaba de trabajar siempre diez minutos antes
que Patrick.
Se asomaba en la habitación de los juegos y siempre la pillaba dibujando,
bailando con la niñera o incluso se adelantaba y tocaba:
— ¿Qué haces cariño?
Preguntaba Alice entrando a la habitación, Alex estaba sentada en una
sillita dibujando. La mujer se acercó a ella, la agarró se sentó en la sillita y
la puso en su regazo. La pequeña ojiverde le mostró el dibujo:
— He dibujado el cole— comenzó a señalar a los niños— y este es Richard
con sus amigos jugando al futbol.
— ¿Y estas dos que se están pegando?
Apuntó a la rubia:
— Está es Clara y la otra soy yo.
— ¿Clara te pega en el colegio?
Preguntó Alice con preocupación:
— Solo cuando la provoco— dijo encogiéndose de hombros, miró a su
madre y la sonrió— no pasa nada, me divierte.
La mujer rompió a reír y la dio un beso en la frente. Pasados los diez
minutos pasó Patrick, que se asomó a la habitación. La mujer se tensó, se
levantó de la silla y con seriedad:
— Recuerda que en un rato tienes la clase de violonchelo.
La niña nunca comprendió aquello. Durante un rato era cálida, el resto del
día fría como el hielo y cuando estaba su padre, ni la miraba. Rechazaría
todos los ponis del mundo, a cambio de un abrazo de su madre a la hora de
irse a dormir.

Fin del Flashback


Capítulo 42 - Ejercicio
El médico dictaminó que al menos debía quedar ingresada una noche, para
estar en observación. Eso no le gustó a Alex cuando despertó, pero tampoco
armó el mismo jaleo que cuando llegó a urgencias. Ruth y Olaya tan
cabezotas se pasaron la noche acompañando a Clara. Era obvio que no estaba
bien. Ninguna de las dos lo estaba. En los últimos días eran como si hubieran
atraído a la mala suerte como imanes. Menudo comienzo de matrimonio.
Ruth quedó acompañando un rato a Alex, en lo que Olaya y Clara fueron a
por café. La morena despertaba y dormía, también por los calmantes para
aliviar el dolor de las heridas. El médico insistió una última vez para que la
chica fuera evaluada psiquiátricamente, pero la rubia seguía negándose.
Bastante accedió para la noche de observación. Las chicas estaban enfrente
de la máquina expendedora cuando, O. nerviosamente carraspeó:
— Clara— la pobre totalmente ojerosa y demacrada miró a la ojiverde—
Alex acaba de vivir una experiencia que ha abierto viejas heridas.
— Eso no hace falta que me lo digas.
— Creo… que debes saber algunas cosas para cuando la den el alta— se
removió— bueno es una petición por mi parte.
— Olaya por favor no andes con rodeos— se llevó la mano a la sien— me
va explotar la cabeza.
— Está bien, sentémonos.
Vaya, pues sí que va a ser larga la petición para solicitar que se sentasen.
Otra vez, a plantar el culo en aquellas sillas tan incomodas:
— Habla.
— Clara quiero pedirte que tengas paciencia con Alex ahora.
Clara frunció el ceño, pero ¿qué insinuaba? Siempre había sido paciente
con Alex. Bueno en un principio la irritaba mucho más. Cerró los ojos y dejó
que Olaya se explicase:
— Tú no la viste cuando la conocí— le agarró de la mano— se cerrará en
banda, incluso que dejé de hablar, días incluso semanas. Te lo digo porque sé
que la puedes ayudar, pero no la obligues deja que sea ella la que te hable a ti,
no la trates como una inútil que no sabe hacer nada, los libros la distraen y de
alguna forma la ayudan, se vuelve una autentica devoradora así que ya
puedes tener un repertorio de libros.
— ¿Y Yo? ¿A mi quién me ayuda? Quiero a Alex, pero…
— Ruth y yo estaremos ahí para ti— le apretó fuertemente de la mano—
siempre y te ayudaremos con Alex. Le gusta Edgar Allan Poe, Jane Austen,
Shakespeare, Alejandro Dumas, Emily Brontë.
— No tiene pinta de leer ese tipo de literatura.
— Es muy profunda cuando se lo propone.
Dijo ampliando una sonrisa:
— Eres una buena persona.
Olaya tenía razón, Alex lo poco que habló en el hospital fue para dejar
claro que ni Alice y ni Clara saldrían solas a ningún lado y que contrataría
guardaespaldas. Sobre todo, para Clara. Patrick dio a entender cierta obsesión
para ella. También lo movió todo y pagó un funeral para Clark. Al cual
acudió sola, no dejó que Clara fuera con ella. Ni si quiera la dijo que era el
asesino de sus padres. Pero Clark despertó solo, no le dejaría irse al infierno o
al cielo solo. Era su hermano el niño malo. Incluso conservaba la chaqueta de
cuero.
La primera semana la rubia hizo lo que le aconsejó Olaya, no la
presionaba para hablarla, aunque ella si lo hacía. Lo primero que hacía al
despertase era darle los buenos días y besarla. Aunque no tuviera respuesta.
Le dio un libro Flores en el ático de V.C Andrews. Algo que no sirvió de
nada. Debido a los puntos dormía boca abajo, mayormente mirando dirección
contraria a Clara.
Debido a la frustración, a la rubia le costaba conciliar el sueño, y acababa
durmiendo tarde, en ocasiones por seguir escribiendo y otras se sumó a leer
confesiones de una sumisa que le recomendó Tanya. Claro que lo hacía
siempre que Alex dormía, no quería que lo tomase como una insinuación.
Así día tras día. Ya estaba a punto de terminar el libro, así que comenzó a
tener más reuniones con las editoriales. Alex decidió delegar en Olaya y
sorprendentemente Helena. Su secretaria tenía estudios y era inteligente,
capaz de adquirir el puesto de vicepresidenta. La mayoría de las veces
cocinaba la rubia. Comida sosa, demasiado verde y libre de grasa. Por eso,
siempre que se iba, llamaba a Olaya y la pedía que la llevara hamburguesas o
pizzas:
— Algún día tendrás que salir Alex.
Dijo Olaya mientras agarraba un trozo de pizza:
— No estoy preparada.
— Clara existe ¿Sabes?
— Lo sé.
Respondió mientras devoraba su trozo de pizza:
— ¿Enserio? Ha pasado mes y medio — siempre que iba la echaba los
sermones de siempre— llegará el día que se canse. Ella también es humana y
sufre, deja de ser una cabezota egocéntrica.
— No llamo la atención de nadie— sonó molesta— yo no voy
lloriqueándole a nadie, no pido nada, solo que me dejen en paz.
— ¿Quieres que Clara te deje?
— No, tan solo digo que no hago nada para llamar la atención.
Olaya tiró la corteza en la caja:
— ¿Qué te pasa Alex? ¿Por qué no hablas de lo que se te pasa por esa
cabeza?
— Mañana también tiene reunión— refiriéndose a Clara— quiero
hamburguesa.
La chica rompió a reír:
— Ni hablar— se levantó y agarró el trozo de cartón, para que Clara no lo
supiera— quieres hamburguesa, se lo pides a tu mujer. Porque te recuerdo
que todavía sigues teniendo mujer.
Hasta la mismísima Clara se había alejado un poco, ya no había buenos
días, ni buenas noches y no le culpaba. Era cierto que a veces echaba de
menos ese gesto. Por la noche estaba repasando uno de sus capítulos, cuando
giró la cabeza y se encontró con la mirada verdosa, totalmente fija en sus
piernas. Vaya si aún existía en su campo de visión. No fue mucho más allá de
una leve mirada, puesto que al rato cerró los ojos para quedarse dormida. La
observó durante un rato. Echaba de menos sus payasadas, su sonrisa, el
sonido de su risa, sus abrazos cálidos incluso sus besos. ¿Hasta cuándo tenía
que ser paciente? Mes y medio ni si quiera había tocado el libro.
Se levantó antes para hacer la comida, ni si quiera sabía porque la
cocinaba, apenas lo tocaba. Iba a enchufar la maquina al vapor cuando Alex
apareció en la cocina y le entregó un papel:
— ¿Qué es esto?
— La lista de la compra— vio la bolsa de judías verdes e hizo un mohín—
es que siempre haces comidas insípidas y demasiado verdes, para comer
hierva me voy a pastar al campo.
La rubia la miró con enfado:
— Llevo semanas haciéndote la comida y me lo agradeces diciendo que es
insípida— miró la lista— chuletas, hamburguesas, pizzas, patatas fritas…
vamos que te quieres morir con el colesterol alto.
— Clara, prefiero morir con el colesterol alto y haber vivido sin privación
de nada.
— El día que salgas a correr y vuelvas hacer deporte te compro estas
guarradas.
— La carne es proteína— ya picada— tengo un metabolismo rápido,
además que no he engordado.
— No se trata de engordar— la rubia se puso con los brazos en jarra— se
trata de cuidar tus arterias— se giró y se lio a guardar las cosas— si es que
aun tienes corazón.
Llegó a susurrar, últimamente la rubia estaba presionada por la editorial
para que terminara la novela y sentía que vivía con una desconocida. Se dejó
llevar por un impulso, volvió a mirar a la morena, sí, aquello le hizo pupa:
— Lex— dijo con arrepentimiento— perdona.
La ojiverde agachó la cabeza y salió de la cocina. Eh hizo lo que mejor se la
daba en los últimos días, tumbarse en la cama. Clara fue hasta la habitación:
— Intento tener paciencia contigo, Alex— ya no podía callar más— pero…
no puedo esperar a que hables cuando ni si quiera veo que pones de tu parte
— Alex seguía sin mirarla— apenas cruzamos cuatro palabras al día—
suspiró intentando retener la humedad de sus ojos— hice lo que me aconsejó
Olaya, paciencia, te he demostrado que estoy aquí, incluso busqué un dichoso
libro para ti, que ni has tocado…
— Comprendí entonces el secreto que llevaba tanto tiempo tratando de
penetrar, ese botón secreto que hace surgir el amor…, el deseo físico, sexual,
no dependía de estar en absoluto desnudo, dependía de los ojos— se sentó al
borde de la cama, agarró el libro y fue hasta Clara para dárselo— el secreto
del amor estaba en los ojos, en la manera que tenían las personas de mirarse
las unas a las otras, en la manera en que se comunicaban y se hablaban los
ojos cuando los labios estaban inmóviles sus ojos me habían dicho más de
mil palabras— Clara agarró el libro boquiabierta— me lo leí al poco de
dármelo y luego me lo releí, una y otra y otra vez— se apartó para volver a
sentarse en la cama, cerró los ojos y siguió recitando— y no era únicamente
su forma de tocarme, acariciarme, tiernamente; era la forma de tocarme al
tiempo que me miraba de aquella forma… —abrió los ojos— ya me lo sé de
memoria.
Clara asintió agarró fuerte el libro:
— Te traeré otro.
— No hace falta. Con verte, escribir o leer me es suficiente.
— Será que nunca te pillo haciéndolo.
— Visión panorámica amplia— pareció curvar algo una de las comisuras
de sus labios— incluso cuando te pusiste a leer confesiones de una sumisa.
— Esa fue porque me lo recomendó Tanya— dijo totalmente ruborizada—
para informarme y añadirlo al libro
Alex alzó una ceja:
— ¿Siempre me vas a saltar el mismo cuento? — aquello fue como un deja
vu, como cuando Clara fue a ver a Vesta por primera vez miró el reloj de la
mesilla— vas a llegar tarde a tú reunión.
Bueno al menos es día habían hablado el doble de lo que hablaron la
última semana. Puede que sea un avance. Quizás era lo que necesitaba, sacar
algo de carácter:
— No tardaré.
— ¿Está Henry abajo?
Henry era el guardaespaldas. Siempre que Clara salía la esperaba en la
puerta con el vehículo ya preparado para acercarla donde fuese. Al menos en
que fuera acompañada a todos lados en eso era insistente:
— Si desde hace un buen rato.
Alex se levantó y agarró sus cosas de aseo, no sin antes decir una última
cosa:
— Ya sabes qué hacer si ves algo raro.
— Llamar a Finigan o a Taylor.
— Confió más en Taylor— la rubia la miró ceñuda, Taylor no era santo de
su devoción. Pues iba apañada porque Finigan no era santo de devoción para
Alex— Finigan es un capullo que solo quiere meterse debajo de tus bragas.
— Mal vamos porque Taylor pretende hacer lo mismo contigo.
Alex pasó de seguir hablando, sabía que dijes lo que dijes aquello acabaría
en pelea. Era consciente de la forma en que la miraba Taylor, incluso desde la
primera vez que se vieron. La diferencia es que Finigan se despistaba siempre
que tenía a Clara cerca o sacaban el tema de su mujer. Taylor seguía
manteniendo su profesión por delante. Por eso confiaba antes en ella.
Clara apretó los dientes, agarró el bolso y salió del piso. Aquel gesto le
recordó las primeras veces que había ido aquel lugar. Cuando se topaba con
el muro invisible de Alex. Paciencia. Se repetía una y otra vez. Ya había
conseguido algo aquella mañana. Lo que no sabía cómo tomar su último
comentario. No quería que se acercara Finigan a ella por su lado posesivo o
porque aun la seguía queriendo. No la besaba, no la tocaba nada. ¿Qué
cojones la estaba pasando que no se abría a ella?
Alex regresó a viejas “costumbres” duchas frías, restregarse cada
centímetro de piel, topándose con una nueva cicatriz, cerrada pero su color
rosado dictaminaba que estaba a flor de piel. Una nueva cicatriz echa a
órdenes de aquel que fue su padre. Cuantas veces deseo de pequeña que la
abrazara como el resto de padres a sus hijos, jugara con ella o la aplaudiese
cuando tocaba el violonchelo. Las heridas físicas se cierran demasiado antes
que las internas, y todo su interior era pura hiel, feo, sucio… demasiado
temprano para dejar entrar a Clara.
Ejercicio. Eso es lo que la pidió a cambio la compraría las dichosas
hamburguesas. Quería darle judías. Joder antes se volvería a comer la pasta
pegajosa de patatas que servían en el centro psiquiátrico. Agarró el teléfono
para hacer una llamada. Olaya estaba trabajando, Ruth tenía no sé qué
reunión de trabajo, ¿Quién quedaba?:
— ¿Otra vez comida basura?
— Se saluda antes— dijo Alex poniendo los ojos en blanco— no, te
quiero pedir un favor. ¿Estás muy ocupada? Necesito que me acompañes a
hacer unas compras.
— NO— dijo animada Tanya— vas a salir, enseguida voy.
— Sin alegrarse demasiado, que ya me está dando ansiedad de solo
pensarlo.
Por suerte había unos almacenes de deporte cerca de donde vivía, incluso
no hacía falta ir en coche, pero no estaba preparada para pasar tanto tiempo
fuera. Sí, había desarrollado cierta agorafobia. Y cierta obsesión paranoica de
que podían estar siguiéndola. En el momento que un extraño se acercaba ésta
rápidamente se apartaba:
— ¿Dime que estamos buscando?
Preguntó Tanya a la vez que agarraba una mancuerna de un kilo:
— Clara dice que no me compra chucherías si no hago ejercicio
Tanya comenzó a carcajear:
— Para quemar calorías ya sabemos cuál es el mejor ejercicio— se llevó
las manos a la parte de atrás de la cabeza y comenzó a mover la pelvis hacia
delante y detrás— en vertical, horizontal, de costado hasta haciendo el pino
puente ¿Dónde está Vesta?
Alex puso expresión afligida y se sentó sobre un escalón de step, se llevó
las manos a la cara:
— Voy a perder a Clara.
La sonrisa de Tanya se le borró y enseguida se sentó a su lado:
— ¿Por qué dices eso? Ella te quiere.
— Que no llore no quiere decir que no me duela— apoyó los codos en las
rodillas— ella espera de mi todo. Y aunque no llegaron a mucho, me siento,
sucia, asqueada y violada. No sé si puedo dar a Clara… necesito tiempo. Ella
merece algo mejor que esto, soy un puto lastre.
— Habla con ella y explícaselo, seguro que lo entenderá.
Alex era cabezota y negó con la cabeza:
— O intenta… — se mordió el labio, pensativa— no tienes que ser que le des
todo de sopetón. Poco a poco. Quieras o no Clara es un gran apoyo para ti y
si el día de mañana te falta, aunque no quieras admitirlo eso lo único que va a
conseguir es hundirte más.
— ¿Y si le doy un poco y exige más?
— La comunicación es una gran herramienta cariño. Mira no he conocido a
una mujer que te quiera y te adore más que Clara. Por el amor de Dios— dijo
sonriendo— se merece el puto cielo por todo lo que está aguantando— le dio
una palmada en el muslo— ¿Qué tal si seguimos buscando? Todo sea por las
hamburguesas grasientas.
— Amen— dijo levantándose— ¿Sabes que la dije esta mañana?
— ¿El qué?
Preguntó levantándose y pasándose las manos en el culo para limpiarse de
polvo:
— Que en vez de darme de comer me daba de pastar como las cabras.
Tanya carcajeó:
— Pues el genio que se gasta Clara seguro que no le ha gustado.
Alex esbozó media sonrisa y comenzaron a caminar por el pasillo:
— No— miró ceñuda a Tanya— ¿Diario de una sumisa?
— Buscaba un libro y le recomendé ese.
— ¿Y a mí no me recomiendas ninguno?
— Pídeme lo que quieras de Megan Maxwell ¿qué te parece ese?
La morena puso los ojos en blanco:
— Empresario rico, dominante, se enamora de una secretaria sumisa… No,
demasiado comercial.
— ¿Dime en que se diferencia de tu vida? Empresaria rica, dominante y se
enamora de una sumisa.
— No me he enamorado de mi secretaria— se encogió de hombros— y
puede ser muy dominante cuando se lo propone.
Tanya frunció el ceño. Alex era el ser más dominante que había conocido.
Hablando en la intimidad o una sesión BDSM:
— ¿Dejarías que Clara te dominara?
— Ya lo hace— pero dejando claro— en la vida cotidiana, la cama es otro
mundo.
— Por qué me da en la nariz que esa mujer acabará cambiando las tornas.
Alex paró para mirar unas barras para hacer dominadas. Estaban bien, se
podían sujetar con el marco de la puerta, aunque otras, con un taladro podía
anclarlo a la pared. Bueno, y también se podía aprovechar para otro tipo de
juegos:
— Creo que meas fuera del tiesto Tanya, sabes que eso de ser dominada no
me va.
— Lo que tú digas.
Al final compro la barra para las dominadas, unas mancuernas, un banco
para hacer abdominales y ropa de deporte, ya que estaba, la que tenía estaba
muy vieja. Y como lo tenían bien merecido hicieron parada en un restaurante
chino.
Clara se esperaba al llegar, el cenicero lleno y una peste a tabaco que no
podía con ello. Es lo que pasaba muchas veces cuando salía. Que Alex
aprovechaba para hincharse a fumar y no es porque le llevara tabaco, no, de
eso ya se encaraba Olaya, Tanya e incluso Ruth alguna que otra vez. Señor le
dolía los ovarios le tenía que bajar. Genial un plus para su estado de ánimo.
Sorpresa, cenicero vacío y Alex se hallaba subida a unas escaleras anclando
una barra a la pared:
— ¿Qué haces?
Bueno, estaba sorprendida si, esa cosa era anti estético para el salón. La
morena paró la taladradora y miró a la rubia:
— Querías que hiciera ejercicio a cambio de traer comida a casa— señaló la
barra y las cosas que había comprado en los almacenes— bien pues esto es
para hacer dominadas y he comprado más cosas. No saldré a correr, pero
quemaré calorías ¿te vale ese trato?
Clara alzó las cejas:
— Eres una glotona.
Alex bajó de las escaleras y desenchufó la taladradora:
— Tírate un mes a base de agua y pan duro, acabarás valorando la comida
por muy poco sana que sea.
Eso fue una puya muy certera. Clara cerró los ojos y suspiró, no de
abatimiento, si no que no lo había mirado de ese modo. Ni Alex le hizo
entenderlo de esa forma. Siempre con sus escusas del tema de la estética.
Cambiando de tema, abrió su bolso y sacó otro libro:
— Sé que me dijiste que no te trajera ninguno— se lo tendió para que lo
cogiera— aun así te lo he traído.
— Gracias— miró el título y alzó una ceja— el lado explosivo de Jude.
Dijo con cierta mofa mientras curvaba levemente la comisura de los labios.
Vale, ahí sí que Clara hizo trampa. Se le quería leer y esperaba hacerlo
después de que terminara Alex, el rubor no taró en hacerse notar en su rostro.
Dejó el libro encima la mesilla y señaló la barra:
— ¿Qué te gustaría probarla?
Clara abrió los ojos como platos y se puso más colorada, la última vez que
tuvo una barra de ese estilo sobre su cabeza acabó atada a ella:
— ¿Qué?
Alex apretó los labios para no reír y bajó la cabeza, la rubia siempre
pensando mal:
— Hacer dominadas— se puso debajo mirando a la ojiazul, pegó un brinco y
comenzó hacer dominadas trabajando lo que era los bíceps y dorsales— Así
adquieres un poco de fuerza en esos bracitos tan flojos.
Clara achicó los ojos y en lo que bajaba le incrusto suavemente en su
abdomen, joder en ese momento estaba tan duro como una piedra. Al menos
eso pensó Clara. Alex se soltó dibujando media sonrisa. Vale ahí se derritió la
rubia, hacía mucho que no veía esa sonrisa:
— Vamos— dijo empujándola hasta quedar debajo de la barra— podemos
hacer un circuito, yo hago dominadas, tú con las pesas, luego paso con tabla
de abdominales y tú con las dominadas, así sucesivamente— Clara miró con
miedo la barra— así te quitas de tonterías con las cositas al vapor.
Clara la señaló con el dedo índice. ¿Por qué siempre acababa dejándose
convencer para hacer esas cosas? Ya lo sabía, eran sus ojos verdes, su media
sonrisa, sus labios. Mierda como echaba de menos besar esos labios:
— Una abdominada o como se llame el ejercicio ese.
Pegó un brinco y hasta ahí bien, después de eso no era capaz de subir ni
encogiendo las rodillas:
— Cuando hay una cadera entre tus piernas bien que sabes sostenerte en lo
alto.
Y la fuerza se la fue soltándose de golpe. Alex se mordió el labio inferior,
bajo la cara e intentó ocultar lo chistosa que le pareció Clara en ese instante.
Con que facilidad se perdía con un comentario como aquel:
— Si me distraes así— dijo colorada entre el esfuerzo y la vergüenza—
normal que no pueda.
— Un último intento.
Clara gruñó y volvió a saltar. No, Alex tenía razón era una floja. ¡Jesús!
Sintió las manos de la morena en sus caderas ayudándola a subir. Demasiado
acabó sintiendo flojera y resbalando. Apunto de darse la cabeza con la pared,
pero de nuevo, la ojiverde toda ágil y rápida puso su mano en medio,
pillándose y pelándose los nudillos. Aunque su atención no estaba en aquel
golpe, su otra mano rodeaba la cintura de la rubia y sus ojos azulados la
tenían atrapada en otro mundo. Muy despacio fue incorporándola sin dejar de
mirarse:
— ¿Me sigues queriendo?
Preguntó de sopetón la rubia, apenas tenía aliento, estar tan cerca de Alex
sentía que se lo estaba robando. Se lamió los labios y tragó saliva:
— Eres mi vida, Clara.
Dejando se llevar por el consejo de Tanya, le tocó comenzar de nuevo.
Poco a poco. Cerró los ojos y mue lentamente se inclinó hasta que sus labios
se rozaban tímidamente, hasta quedar pegados, moviéndolos con delicadeza,
las manos de Clara subieron por su espalda hasta llegar a su nuca y atraerla
aún más. Notando la humedad de su tímida lengua acariciando sus labios, que
deseosa aceptó entreabriendo su boca para dejarla entrar. Clara, con
respiración acelerada y pulso disparado se pegó mucho más a su cuerpo, de
nuevo recorrió su espalda, descendiendo sus manos, hasta querer
introducirlas debajo de su camiseta. Aquel gesto hizo que Alex reaccionara
separándose unos centímetros:
— ¿Quieres ver una película?
Eso sí que no se lo esperaba ¿Qué había hecho mal?:
— Olaya me trajo la saga de pesadilla en Elm Street.
— Luego te quejas de que no te dejo dormir.
— No pasa nada— dibujó media sonrisa— además, no sé qué tiene de
terrorífico Freddy Krueger al final de todas las películas la protagonista le
pega una paliza, en una la tía aprende karate le patea el culo que no veas.
— Está bien— se dio por vencida la rubia— total no hay mejor cosa que
hacer.
Y porque negarlo, le hacía ilusión hacer algo con Alex después de tanto
tiempo y algo de terror seguro le baja el calentón de ese beso.
Eso era peor que la película de zombis que vio en el autocine. Clara
comenzó abrazada al cojín y esconderse en el momento vísceras. Alex
mirando la televisión curvaba sus labios. Ya no sabía si era por la película o
porque con su súper visión la veía cagarse de miedo:
— Clara— dijo riendo por lo bajo— anda ven— levantó el brazo para que la
rubia tuviera más acceso para un abrazo— no me puedo creer que te de
miedo ese moñas.
Clara no dijo nada, pero sin pensarlo aceptó encantada el poder rodearla
con sus brazos y poder esconderse en su regazo. Llegado la escena en que
muere Johnny Deep, cuando es tragado por una obertura en la cama y lo
único que se ve es un gran chorro de “sangre”:
— Mira, esa será tu entrepierna en un par de días cuando te baje la regla.
— Aj— dijo Clara poniendo un mohín de asco— pero que ordinaria.
— Eres una cavernícola Alex— dijo imitando a Clara mientras apretaba los
labios para no reír— te vas a morir de colesterol, estoy empezando a ovular y
estoy irritable.
Ese tipo de comentarios incitaban a Clara para seguir con el juego e imitar a
Alex. Joder, hacía tanto tiempo que no la escuchaba decir gilipolleces como
esas, lo único que la salió era abrazarla más fuerte y reír:
— Te echo de menos.
Acabó diciendo, cerrando los ojos dejando a una lágrima deslizarse por su
mejilla, acabando su recorrido en la comisura de sus labios, saboreando la
humedad salada de aquella gota:
— Y yo tengo miedo.
Clara alzó la cabeza para mirarla:
— Darán con Patrick— trató de tranquilizar a la morena— tengo fe en ello.
— No es ese tipo de miedo. Solo hace falta un día de felicidad para que
ocurra alguna desgracia— puso expresión afligida— el secuestro— tragó
saliva— tengo miedo a decepcionarte ¿y si me vuelve a ocurrir lo mismo? Y
si no puedo darte lo que necesitas.
Capítulo 43 - Regresa
Clara juntó su frente con la mejilla de Alex:
— Un abrazo, un beso y escuchar tus payasadas, creo que no exijo mucho.
Abrazos, eso sí que podía darla, todos cuantos necesitase. La estrechó entre
sus brazos y beso sus cabellos rubios:
— No soy independiente porque así me saliese— tenía su barbilla apoyada en
su cabeza— me ha tocado ser independiente porque nunca he tenido lo que la
mayoría de los niños, una madre que me soplara una herida antes de ponerme
una tirita o un padre que me protegiera de mis pesadillas. Y aunque lo
desafiara— la voz se le quebró— aunque me ignorase, a mis ojos era mi
padre, me hizo esto Clara— Alex había recibido tantos golpes en su armadura
que acabó rota, todas las lágrimas que no había derramado desde que tenía
diez años aparecieron de golpe, como un tsunami de dolor imparable— la
única figura paterna, dejó que me secuestraran, me convirtió en niña mala,
miró mientras me formaban como puta…
— Lex.
Clara comenzó a llorar. La ojiverde se aferró al dolor y ahora lo estaba
expulsándolo, un dolor que se podía sentir de todas las maneras posibles. Las
tornas cambiaron ahora era la morena quien estaba abrazada sobre su regazo:
— Mi padre me marcó física y emocionalmente. Mi padre me usó como
chivo expiatorio y mató a mi mejor amigo. Volvió a secuestrarme, dispuesto
a ver de nuevo como abusaban de mí. Estoy rota por cada costado, y cada
fragmento rajado fue por su culpa. Por el que fue mi padre. Dime que haces
amando a un lastre roto como yo.
— Ahora lo ves así, pero eres mucho más que eso, solo date tiempo.
La sesión de películas terminó en ese instante. Lágrimas, más lágrimas
hasta que su alma quedó seca, tan seca que acabaron durmiendo.
Completamente abrazadas.

(Sueño de Alex)
“Cuatro de la mañana, aun con los ojos pegados fue hasta el baño. Estaba
hecha mierda, nunca en la vida se había sentido así, pero con cierta ligereza,
su interior ya no pesaba tanto. Se lavó las manos y se acostó de nuevo. Le
reventaba levantarse tan temprano para ir tan temprano. Clara siempre con
su sueño profundo, podía caer una bomba que no se enteraría. Se arropó y se
dispuso a dormir de nuevo, pero al abrir los ojos quedó paralizada:
— Clark.
Clark estaba agachado al lado de su cama, mirándola con cierta
decepción:
— ¿Vas a dejar que ganen Alex?
— Ya han ganado.
— No— rugió Clark— eres Vesta, sobreviviste perdida en el parque
forestal de Portland, con fiebre que pudo haberte matado, si te caes te
levantas.
— Aj— hizo un mohín la morena— vete al infierno y déjame en paz.
— No lo haré niña astronauta— en sus manos tenía un libro— saca tu
genio y empieza a salir de tu escondite. Eres mejor que Patrick Woods— le
dio el libro— cabréate.
Alex se sentó al borde de la cama y miró con el ceño fruncido el libro. Era
el conde de Montecristo. Alzó la cabeza, pero Clark ya no estaba. Suspiró
fuertemente:
— Me siento como Whoopi Goldberg en ghost— musitó— posiblemente
esté loca”

(Fin del sueño)

Cuando abrió los ojos ya era de día y vio a Clara tratando de no hacer
ruido mientras se vestía. Sin éxito, ya que se encontraba maldiciendo al darse
que sus medias estaban rotas. Se subió al vestido y de manera torpe comenzó
a quitárselas, para no caer tuvo que apoyar una mano en la cómoda:
— Pero que mierda, joder— abrió el cajón— ¿Dónde estaban las otras?
Alex se sentó sobre la cama y dibujando media sonrisa:
— Me parece que las vi en el cesto de la ropa sucia.
Clara se sobresaltó, girándose con una mano en el pecho:
— Mierda, ¿te he despertado?
La morena negó con la cabeza, se levantó y fue hasta su cajón. Sacó una
caja de medias sin estrenar y se las dio a su mujer. Clara sonrió mientras abría
la caja para ponérselas, ya llegaba tarde. Se sentó en la cama cruzando las
piernas. Alex se arrodilló y le quitó las medias de las manos:
— ¿Me dejas?
Con delicadeza, comenzó a deslizar aquella fina tela color carne por una
de sus piernas. Sus dichosas manos eran puro fuego sobre su piel, tuvo que
aferrarse fuertemente a la cama. Sus ovarios la iban a estallar y solo la estaba
poniendo unas medias, no quitándoselas:
— Tienes unas piernas preciosas.
— ¿No era mi culo lo que te gustaba?
Preguntó Clara antes de morderse el labio. Alex comenzó a ponérselo por
la otra pierna, esbozó una sonrisa:
— Me gusta todo de ti, levántate— pidió para terminar de subírselas por
debajo del vestido— tu culo solo me crea fetiche.
Se incorporó hasta ponerse a la altura de la rubia y le colocó un mechón
rubio detrás de la oreja. Clara al completo era su fetiche, curvó la comisura de
sus labios:
— ¿Es normal que me haya puesto cachonda al ponerte unas medias?
La rubia rompió a reír mientras negaba con la cabeza, sorprendiéndose al
verse atraída por unos fuertes brazos, a la vez que chocaba sus labios, que
respondió encantada entre abriendo su boca. Un beso esperado pero leve:
— Lo que exiges, besos y abrazos, quiero añadirle un plus— aferró sus
mejillas— te quiero— se sonrieron bobaliconas— ahora vete antes de que me
odies por llegar tarde.
— Joou— musitó quejumbrosa— vale, no tardo.
— ¿Está Henry abajo?
— Lex— dijo Clara agarrándole de las mejillas— como todas las veces
que salgo, sí, y como siempre te digo sé a dónde llamar si veo algo raro. Te
quiero.
Al descubrir que Patrick era el nuevo cabecilla de la mafia, la interpol dio
por hecho de que había regresado a Europa para esconderse de las
autoridades. Lo que no sabían es que era un hombre muy rencoroso. Él no se
iría a Europa, tenía otros planes y era invadir Estados Unidos. Concertando
reuniones con matones de poca monta, con chorizos, camellos, lover boys,
creando alianzas y los que no, iban al pozo de los cadáveres. Pero su guerra,
era con la única persona que se le había escapado dos veces. Tiempo al
tiempo. Se decía o aconsejaban:
— Señor, está ampliando su imperio— decía uno de los empleados más
fieles— las venganzas para cuando ya esté establecido.
Patrick había cambiado su aspecto físico, había engordado, cortado la
barba y el pelo, también se tiñó de castaño claro y comenzó a usar lentillas.
— Lo sé y créeme que la próxima vez esa perra no me pillará tan
descuidado.
— ¿Por qué tanta obsesión? Tan solo es una chica.
Comentó otro de los hombres. Bueno tan solo era un jovencito. Patrick
suspiró y negó con la cabeza:
— Romero.
No le hizo falta que dijera nada más, giró la cabeza hasta el otro chico,
sacó su arma y PAM, un disparo entre ceja y ceja. Hizo señas a los otros dos
hombres que estaban a cada lado de la puerta que enseguida acudieron para
recoger el cadáver. Era un crio y por segundos sintió compasión, era un
comentario ¿por qué matarlo por esa estupidez? Fácil, porque podía. Europa
era suya y Estados Unidos comenzaba a serlo:
— Señor— dijo entrando otro al despacho— chicas nuevas.
— Romero— Miró a su empleado— ve a divertirte con los chicos, mañana
vendrán los encargados de los clubs a por ellas.
— Gracias señor Woods.
Patrick miró al recién llegado y sacando un habano de su caja de puros:
— ¿Alguna virgen?
— Casi todas son vírgenes, señor.
Woods rio para sus adentros:
— Bien, en ese caso me apunto a la fiesta.
Alex estaba desfogando adrenalina intentando analizar su sueño, llevaba un
buen rato machacándose, estaba empapada de sudor y eso que llevaba un top
negro bien ajustado y un pantalón de chándal a juego igual de ajustado,
realzando sus glúteos. Patrick Woods seguía prófugo de la justicia, era un
dichoso capo de la mafia. Diez dominadas, diez abdominales, trabajo con
mancuernas trices, deltoides y piernas. Otra vez a las dominadas. Que se
cabrease ¿para qué? Lo único que le causaría sería úlceras. Siempre había
pensado que sus secuestradores, que todos sus secuestradores habían muerto.
No todos. Se soltó de la barra y fue hasta la estantería, ahí tenía una edición
del conde de Montecristo. Se le pasó por la cabeza un poco loca y para nada
acorde a sus principios. Bien ahora sabía porque debía cabrearse. Se secó un
poco el sudor con la toalla y agarró el teléfono. Pero fue interrumpida por el
timbre. Con precaución observó por la mirilla. Ese sí que era una visita
sorpresa, abrió la puerta:
— Taylor.
La agente le recorrió la mirada de pies a cabeza:
— ¡Wau!, si algún día lo tuyo con Clara no funciona, por favor llámame.
Alex puso los ojos en blanco y se hizo a un lado para que ésta pasara:
— ¿Alguna noticia de Patrick?
— No— dijo mientras iba directa al sillón, sentándose al sillón y cruzándose
de piernas— es una visita social— miró a su alrededor— ¿desfogándote?
Conozco un gimnasio mejor que esto.
— Gracias, pero estoy bien así.
Pegó unos buenos tragos de su bebida isotónica:
— ¿Qué ha sido de la Alex que conocí?
— Quizás no fuese esa la verdadera Alex, ¿has parado a pensar eso?
Taylor esbozó una sonrisa:
— Metería la mano en el fuego por que sí.
— Te puedes quemar— regresó hasta la barra de dominadas esta vez para
hacer diez negativas, antes era una mujeriega que huía de todo.
Taylor se levantó y se puso delante de ella con los brazos cruzados:
— Y ahora también huyes recluyéndote aquí.
Alex frunció el ceño, dejó las dominadas:
— Tú también vas a venir con los sermones.
Taylor sacó un cuadernito de su bolso y apuntó una dirección, arrancó la
hoja y se la entregó:
— Eres fuerte Alex, despierta de una puta vez— se iba a dirigir a la puerta,
pero de nuevo la encaró— no es un secreto que me gustas, me gustaste desde
un principio, pero no te confundas no soy Finigan, como miras a Clara sé que
estás a años luz de que pueda tener nada contigo, pero al menos déjate
ayudar, es un gimnasio muy bueno, dile al encargado que vas de mi parte y
no habrá problemas. Regresa Alex.
Dicho aquello salió del piso. Alex apretó la mandíbula suspiró fuertemente
con los brazos en jarra. Eso ya no había sido un sueño. Taylor si había sido
real. Pegando un gruñido fue hasta el teléfono y realizó la llamada:
— Olaya— dijo con seriedad— mañana voy a la empresa, quiero tener una
reunión contigo y Helena, no tan temprano— en ese instante entró Clara y no
traía buena cara— sabes que no me gusta madrugar.
— ¿Ocurre algo?
— Nada, avisa a Helena.
Colgó el teléfono y miró con temor a la rubia, que estaba ceñuda y con esas
arruguitas que solían formársele cuando se enfadaba. Aunque lo que llevaba
en sus manos captó su atención, dibujando una sonrisa:
— ¿Eso es para mí?
— Si— dijo dándole la bolsa de mala gana— me encontré con Taylor,
pregunté si era por la investigación, no, era porque la apetecía verte.
Alex estaba abriendo la bolsa sonriente:
— ¿Celosa?
— No es un secreto que esa está loca por tus huesos.
La morena se llevó cuatro patatas a la boca y en plan cavernícola habló con
la boca llena:
— Lo sé me lo acaba de decir.
— ¿Y lo dices así? — La recorrió con la mirada, joder toda sudada y su
abdomen definido al descubierto— ¿Y la recibes así?
La ojiverde entre carcajadas se acercó a la rubia:
— ¿Qué culpa tengo yo de que sea tan atractiva para volverlas todas locas?
Debías de haberlo sabido antes de casarte conmigo— le agarró de las manos
— Clara, no debes preocuparte Taylor no me atrae, ninguna mujer me atrae,
solo tú.
Clara se mordió el labio y comenzó a balancearse de un lado para el otro
como una niña pequeña:
— ¿Lo prometes?
Alex rompió a reír. Música para los oídos de la rubia. Soló sus manos de
deportista atractiva sudada, las posó en su cadera y la atrajo, embriagándola
con su dulce aroma mezclada con el sudor. Eso no era bueno para Clara,
despertaba partes de su anatomía que creía olvidados y cuando acercó sus
sexys labios para besarla. Joder, tenía que controlarse para no colgarse de su
cuello y rogarla que la llevara al cuarto.
Gracias a que la hamburguesa recuperó toda su atención. Parecía una niña
chica comiendo esa guarrería. Vaya, no hacía falta un libro para sacarla una
sonrisa, sino una dichosa hamburguesa del McDonald:
— ¿Te has machacado mucho hoy?
Preguntó mientras se sentaba a su lado y agarraba un par de patatas para
comérselas:
— Primero me desgasté masturbándome salvajemente, ya que unas simples
medias me pusieron cachonda.
Ay que Clara se nos ahoga. Alex carcajeando le dio unas palmaditas en la
espalda:
— Estaba bromeando— Clara la dio un empujón— leí un poco el libro que
me disté.
— Con esas cosas no se juega— dijo irritada Clara— por casi ardo en
combustión espontánea imaginándote.
Alex puso expresión picara:
— ¿Y qué imaginaste?
— No voy a decir nada.
Respondió Clara ruborizada:
— ¿Por qué? — preguntando con su voz erótica— vamos escritora— se
acercó para susurrarla con sensualidad— sé que me lo vas a saber detallar
muy bien.
— Mejor no jugar con fuego.
Dijo Clara tragando saliva e intentando controlar el ritmo de su respiración:
— ¿Por qué? — Puso su mano en su muslo— ¿temes entrar en combustión
espontánea?
— Comenzabas rozándote los labios…
— Quiero todos los detalles, Clara, soy tu ordenador y estas escribiendo
una escena de sexo, comencé a rozarme los labios ¿aquí? O ¿En la cama?
Vestida o desnuda, ¿emplearía algún juguete? —su aliento le rozaba el rostro,
no le ayudaba si no hacía más que excitarla— cada detalle.
— Alex ayudó a su mujer poniéndola las medias, el roce de su piel le
resultó excitante, como la tela subía por sus piernas desnudas le pareció de lo
más erótico— tenía que esforzarse para estar concentrada, ya que su mano no
paraba de acariciarla la pierna— sitió ganas de poseerla de forma salvaje en
ese instante, mierda…
Se distrajo cuando la morena empezó a besarla en el cuello, de forma
suave, la humedad de su lengua y luego el cálido aliento acariciando su piel,
totalmente de gallina:
— No pares— ordenó la morena con un susurro— sigue, Clara.
— Clara también se excitó mucho, las manos de Alex sobre su cuerpo
eran como un rayo cayendo sobre el océano, la electricidad viajaba a cada
centímetro de su cuerpo hasta despertar la humedad de su sexo, pero muy a
su pesar se tiene que ir a una reunión, quejumbrosa y maldiciendo sale del
piso— se humedeció los labios, cerró los ojos y ladeo la cabeza— Alex se
quedó sola en la habitación, todo su interior ardía, la excitación se podía notar
en su entrepierna palpitante, necesitaba desahogarse…
— ¿En la habitación?
Preguntó dándole un mordisquito en el lóbulo:
— Si— dijo con un hilo de voz— sí.
Alex se separó un poco, mirándola con deseo, sus pupilas oscurecidas y
comenzaban a dilatarse, le agarró de la mano y comenzó a guiarla hasta la
habitación:
— Si ocurría en la habitación tendremos que ir ahí, pero no pares Clara,
sigue relatando.
Joder no era fácil cuando lo único que pensaba era, “por Dios fóllame de
una puta vez”:
— De forma sensual, esa que la caracterizaba comenzó a desnudarse.
Alex se sentó al borde de la cama, Clara se iba a sentar a su lado, pero la
morena se lo impidió:
— No— su expresión estaba llena de picardía— demuéstrame como me
hubiera desnudado.
— ¿Cómo?
Preguntó Clara sorprendida. Joder, Alex y sus juegos, con lo fácil que era
bajarla las bragas en esos instantes:
— Que te desnudes pensando que soy yo, quiero verlo.
Lo había descrito como sensual, pero obvio que sus ansias no la ayudaban a
ser paciente y mucho menos sensual. Se quitó los zapatos e iba a quitarse el
vestido:
— No— dijo Alex levantándose— ¿Así te imaginas que lo hubiera hecho?
Se colocó detrás de la rubia y agarró sus manos, para guiarla y demostrarla
como lo hubiera hecho:
— Hay que sentirse— con sus palmas en el reverso de las manos de Clara,
comenzó a moverlas por todo su cuerpo, por el abdomen, fue subiéndolas,
una la llevó hasta su rostro he hizo que se acariciara los labios con las yemas
de los dedos, mientras que la otra seguía vagando por cada parte de su
anatomía— despertar el deseo aún más aparte del que se tiene, por encima de
la tela— no dejaba de susurrarla al oído— pasar las manos por los senos y
hallar los pezones erectos, incitando a ser tocados y pellizcados— comenzó a
masajear los pechos por encima del vestido, Clara con los ojos cerrados
esbozó un suspiro sonoro— tan irresistible el placer tus manos cobran vida,
ellas solas buscan la manera de encontrar el camino hasta rozar directamente
esos duros picos que te llenan de electricidad— decía introduciendo sus
manos por el escote, hasta rozar con la yema de los dedos sus pezones
erectos. Clara notaba la excitación de Alex al sentir su respiración
entrecortada y su necesidad estar a cada vez más pegada a su espalda—
cuando ya no puedes más con la estimulación y el calor corporal aumenta, las
prendas de ropa sobran, quítate el vestido, pero sin ansias, lentamente
descubre tu cuerpo y adorarlo— y como hasta el momento, Clara obedeció y
muy despacio fue quitándose el vestido, quedando su torso desnudo. La rubia
sufría por el calentón, pero el gruñido de Alex dejaba claro que también lo
hacía— mierda— dejó el juego de guiar las manos de la rubia para acariciarla
directamente— ponte el collar.
Clara abrió los ojos:
— ¿Ahora?
Alex la giró bruscamente para quedar cara a cara, para besarla con fiereza,
esos besos que llevaba sin darla y que echaba de menos. Clara gimió
demasiado caliente para aguantar una sesión de BDSM:
— Si, póntelo— se separó para mirarla de pies a cabeza— y termínate de
desnudar, ahora vengo.
¿La daría tiempo a darse una ducha de agua fría? Buscó su collar que
estaba guardado debajo de su cama, junto al resto de… ¡Joder! nunca se
había fijado en todo lo que había debajo de la cama, ahí estaba todos los
utensilios y juguetes de Vesta, incluso la bolsa que solía llevarse en sus
sesiones. Alex entró con un cuenco lleno de hielos, de los que hacía ella, no
entendía porque los hacía si compraba también de los industriales. Clara que
todavía no tenía puesto el collar no estaba en el juego, pero Alex ya estaba en
el papel de Vesta, sobre todo cuando se desnudó y se cambió de atuendo.
Dejando a la rubia con los ojos bien abiertos, se estaba poniendo un corsé
medias con unas ligas, pero dejando su intimidad a la vista. Lo dicho, Clara
comenzaría a convulsionar y se calcinaría por su propio calentón. Alex seguía
a lo suyo, poniéndose su famoso antifaz y como hizo en el hotel colocó un
espejo a los pies de la cama. Dejó todas sus cosas a mano, a cada lado de la
cama:
— ¿Aún no te has puesto el collar? — suavizó su voz— ¿No te apetece?
Puedo cambiar el juego si quieres.
Clara tenía el collar en las manos, arrodillada en la cama totalmente
desnuda:
— Claro que me apetece, solo que me sorprende es ¿por qué ahora?
Alex o Vesta curvaron la comisura de sus labios, la empujó sobre la cama
y se las apañó para inmovilizarla de manos y con una mano le tapó la boca. Y
no la quitaría porque a Clara le encantó, como explicárselo a una persona que
no practicaba esos juegos, que pensaran lo que les diese la gana era excitante
y no pasó desapercibido para Alex:
— Vi cómo te turbabas cuando leías El diario de una sumisa, como tu
piel se ponía de gallina— joder su puta voz, era capaz de correrse escuchando
solo esa voz— las veces que tenías que beber agua para enfriar tus deseos.
Siempre lo deseas, te encanta que te ate, que te amordace— puso su muslo en
su entrepierna, aquel contacto hizo que Clara arqueara la espalda— que te
azote, someterte a mí, sea solo sexo o con juegos siempre sometida— pegó
mucho más su muslo ahogando un gemido de Clara con su mano— apuesto
que siempre que dejabas el libro sobre tu mesilla deseabas que Vesta
regresara. ¿Quieres solo sexo? Te lo daré, pero ambas sabemos que los
placeres son más intensos cuando jugamos fuerte— le fue retirando la mano
lentamente terminando por acariciar sus labios— tu siempre vas a tener la
última palabra.
Clara embobada con su mirada tras ese antifaz que la intensificaba
muchísimo más. Se lamió los labios para humedecer su boca seca:
— Solo aclárame una cosa— solo conseguía susurrar— ¿lo haces por el
placer? O ¿piensas utilizarme para recuperar el control?
Alex se acercó y la volvió a besar, pero sin dejar sus manos libres:
— ¿Crees que recuperare el control con Vesta? En el fondo quien lleva los
limites eres tú, nunca haría algo que no te gustase, ni que no te resultase
placentero— liberó sus manos para abrir sus piernas y colocarse en medio,
apoyando las manos en la cama— en el momento que hiciera eso no sería una
ama, estaría abusando de ti, no Clara, nunca te utilizaría. Amo someterte,
amo follarte y lo que nunca pensé que experimentaría, amo hacerte el amor.
Te amo con cada una de las facetas. Te amo, Clara— beso a beso hizo
recorridos por su mentón, mejilla, cuello— me he perdido estos días y falte
mi palabra dejándote sola.
Clara obligo a mirarla, ojalá se pudiera decir que, con firmeza, pero sus
ojos estaban humedecidos como sus sentimientos a flor de piel:
— Estabas sufriendo.
Comentó la rubia, la ojiverde cerró los ojos y juntó su frente con la de
Clara:
— Tú también sufrías, aun así, has arrastrado de mí— palpó la cama en
busca del collar y lo tiró lejos— físicamente seré rápida, fuerte y soporto
mucho más el dolor, no lloro si sangro. Emocionalmente de las dos, tu
siempre serás la más fuerte.
Clara curvó la comisura de sus labios a la vez que una lágrima caía por sus
mejillas:
— En más de una ocasión estuve a punto de mandarte a la mierda.
— No te hubiera culpado, pero sí que habría terminado de morir— guio la
mano de Clara hasta la cremallera de su corsé y la incitó para que la bajara—
ya no puedo imaginarme mi vida sin ti.
Llegó el momento en que las palabras ya no eran necesarias. Clara quitó el
corsé de Alex y como había hecho ésta con el collar, lo tiró lejos, fijando su
mirada la una a la otra, era como si se acariciaran o besaran con aquello
forma de mirar. No se trataba de un acto físico, no se trataba del placer hasta
llegar al orgasmo, prácticamente ignoraban sus zonas más erógenas y
húmedas, incluso cuando entraron en el juego el movimiento de sus labios.
Besos, abrazos, caricias, sintiendo cada centímetro de piel, adorando cada
centímetro de su ser. Clara rodó encima de Alex, colocándose a horcajadas
sobre ella, ésta se sentó para poder abrazar a la ojiazul y aun teniendo sus
senos más cerca, prefería deleitarse con su cuello. De nuevo intercambiaban
liradas, se besaban y sonreían. Eran dos amantes cuyo amor no solo era un
sentimiento, sino un estado, caricias intensas que despertaban las neuronas de
su epidermis alimentando su fuego interno, incluso sin ser acariciadas en su
sexo o senos llegaban a gemir.
Alex recorrió a besos estando Clara tumbada boca arriba, luego boca abajo
y viceversa, hasta acabar en la posición inicial. Con la rubia debajo de Alex:
— ¿Cómo es posible? Al comienzo de la noche solo quería que me follaras
de una puta vez— dijo Clara acariciando con la yema de los dedos su espalda
— ahora solo deseo que la noche nunca termine para tenerte así entre mis
brazos.
— Al comienzo de la noche solo quería azotarte jugar con ciertos contrastes
frio y calor, durante un rato montarte como si fueras mi pony y me pasearas
por el piso— carcajeó— y por último, follarte hasta que nuestros cuerpos
dolieran, pero todo se vino al traste cuando pasé de solido a liquido— beso
húmedo— tus besos derriten cada resquicio helado de mi alma— su mano
descendía su cuerpo— convirtiendo todo el amor en un inmenso océano
capaz de cubrir hasta el pico más alto de la tierra— hasta alcanzar su sexo y
comenzó a acariciarlo, Clara cerró los ojos gimió y echó la cabeza hacía atrás
— siempre tuya.
Dicho esto, último, se deslizó con dos dedos dentro de ella, aunque
penetraciones poco profundas, lo suficiente para alcanzar el punto que le
volviera loca, con cada entrada y salida acariciarla con su palma de la mano
el clítoris, hinchado, muy hinchado por la excitación, del rudo comienzo de la
noche, hasta las placenteras caricias del medio, para culminar de esa manera
tan satisfactoria. No había ningún “Oh Dios Clara como me pones” pero si le
susurraba de vez en cuando un “Oh Dios Clara como te quiero” y llegado el
turno de Clara, incluso siendo mucho más suave, delicada al acariciarla y
buscar el punto que le haría llegar hasta su orgasmo sonoro, también
esbozaba algún que otro “Te amo, Alex”.
Terminando tumbadas de costado mirándose la una a la otra sin dejar de
sonreír:
— Me has convertido en una ñoña.
Clara carcajeó:
— ¿Yo? No te obligo a decirme esas cosas.
— Si lo haces— la sonrisa no se le borrara la cara y no era la de recién
follada no, era una sonrisa de felicidad— siempre que me miras así, me
embrujas— carcajeó— ves me vuelves una ñoña.
— Amo cuando te pones ñoña.
La morena negó con la cabeza riendo, miró el reloj, ya era tarde y al día
siguiente tenía que ir a la empresa, la iban a tener que sacar de la cama a
palos, después de mes y medio sin salir de ella:
— Mañana tengo que ir a la empresa, tengo una reunión con Olaya y
Helena.
Clara hizo un sonido quejumbroso:
— El día que no tengo ninguna reunión decides volver a tus
responsabilidades.
— Bueno— pasó el dedo por la punta de su nariz— que tal si buscas algún
plan para cuando salga de la reunión ¿Cine? ¿Teatro? — esbozó otra
carcajada— ¿Club de Striptease?
— Ya veré que podemos hacer.
Al final acabaron dormidas abrazadas. La leche, hacía tiempo que no lo
hacían completamente desnudas. Ahí la única que seguía acostumbrada a
despertar temprano últimamente era la rubia. Que se levantó para querer dar
una sorpresa a Alex la golosa, nunca en su vida había hecho unas tortitas, la
sorpresa estaba resultando un auténtico desastre, sobre la salten caía masa y
de la salten salía puro carbón. Ni con la campana puesta era capaz de retener
el humo. Dándose por vencida retiró la salten, totalmente negra:
— Eres un puto desastre.
Escuchó la voz de Alex a sus espaldas, que no dejaba de reír, Clara se giró
con la frustración en el semblante:
— Esto es misión imposible, he separado las que tienen mejor pinta.
Alex se acercó, agarró a la rubia y la subió en la parte de la encimera que
estaba limpia, miró al plató y dijo con cierta parsimonia:
— Ah— forzó una sonrisa— morenas. Me encantan. Que estén. Todas
morenitas— agarró el bote de nata y vertió un buen montón, cortó un cacho
con el tenedor y para la boca, se tapó los labios con una mano mientras
intentaba fingir— que, ricas.
Clara puso los ojos en blanco:
— no hace falta que finjas sé que están horribles
Alex se sacó de la boca el cacho y lo tiró al fregadero:
— Asquerosas— rompió a reír— pero gracias por el detalle— miró a su
alrededor nunca había visto su cocina tan sucia— un detalle que ha llenado
de suciedad la cocina, pero muy bonito gracias.
La morena estaba de pie entre sus piernas sin parar de carcajear, Clara
picada abrió la boca y sin avisar llevó su mano hasta la nata que estaba en el
plato y zas, cara de Alex pringada de nata, iniciando una guerra de pringues,
hasta las cejas de nata:
— Déjame bajar que me lavo las manos.
Alex negó con la cabeza y le agarró de la muñeca, de forma sensual lamió
sus dedos recogiendo la nata, imagen erótica fue cuando se introdujo su dedo
corazón en la boca, esos sexys y gruesos labios aprisionándolo a la vez que le
acariciaba con la lengua. Clara se mordió el labio, rodeo con las piernas su
cintura:
— ¿Cuándo tienes la reunión?
Alex miró el reloj que había en la pared:
— Da tiempo a uno rápido.
Dijo agarrándola fuertemente y comenzando a trasladarla a la habitación,
rio para sus adentros antes de gritar:
— Follaaaar a Clara.
A lo que Clara respondió entre carcajadas:
— Oh si cavernícola mía.
Alex ni loca aparcaría en el parking de dentro, así que optó por el de fuera,
al menos ya estaba más a la vista. Aunque si estaba algo agobiada y ansiosa,
entre el tener que estar fuera de las paredes seguras de su casa y porque hacía
tiempo que no llevaba puesto uno de sus trajes. La mayoría de sus empleados
se sorprendían al verla “hola señora Woods”, cuando pronunciaban su
apellido le entraba los siete males, incluso pensó en cambiarse el apellido de
su madre cuando era soltera. Directa al despacho presidencial, angustia
recordar la última vez que estuvo ahí, pero Olaya hizo buenos cambios en
aquel despacho. Helena ya se encontraba ahí esperando. Alex entró con
decisión:
— Buenos días señoritas— como la empresaria que debió haber sido desde
un principio— me gustaría comunicaros que a partir de hoy regreso a la
empresa— se quedó pensativa— bueno a partir de mañana, hoy es para mi
mujer
Olaya sorprendida pero feliz asintió sonriente. Había vuelto su amiga:
— Os quiero a las dos a mi lado. Patrick Woods nos ha hundido la empresa,
pero estoy segura que uniendo fuerzas sabremos sacarla a delante. Quiero
propuestas— se fue hasta la silla que perteneció a Patrick— seré un bicho
malo, pero todos los ejecutivos contratados por mi padre los quiero fuera,
obviamente serán indemnizados por una buena suma de dinero. Quiero gente
nueva y con visión de futuro— miró a Helena— seguirás en mi antiguo
despacho— luego a Olaya— ocuparás el que tenía Finigan. Ahora si nos
disculpas Helena ¿puedo hablar a solas con Olaya? Y habla con los de
recursos humanos. También quiero hacer un comunicado con la prensa
anunciando que soy la nueva presidenta.
— Si señora Woods.
— Llámame Alex.
Helena asintió y salió del despacho para dejarlas solas. Olaya animada se
sentó en el borde del escritorio:
— ¿Cómo es qué has tomado esta decisión?
— No es porque me guste el cargo Olaya— dijo con seriedad Alex— pero
esta empresa ha pertenecido a generaciones de Woods— esbozó media
sonrisa— imagina el disgusto de Patrick cuando sepa a manos de la prensa
que su empresa está siendo dirigida por alguien que no es de su sangre, eso le
va a doler.
Olaya se levantó con el semblante preocupado:
— Estas buscando el modo de cabrearlo.
Alex fijó la mirada en su amiga, con voz fría y dibujando una sonrisa
desafiante:
— Ya veremos que hace papaíto cuando se enfade, estoy segura que va a
querer asomar la cabecita. Vesta is back, bitch.
Capítulo 44 - Ñoña
Taylor conocería el nuevo equipo. Ya que Charlotte fue relevada del caso
para asignarla otro. Y vaya con la nueva jefa, estaba buena, pero tenía un
genio que daba miedo, Allie era joven, pero una heroína en el cuerpo de
policía. De los antiguos miembros los únicos que quedaron fueron Finigan y
ella. Que gracia para el moreno cuando le pusieron como un simple
operativo, se le acabaron infiltrarse, en su puesto colocaron a una agente,
Nidia. Si ya se mofaban de que Taylor tuviera un nombre muy poco común,
cuando conocieron a su nueva compañera se terminaron de reír. Lo bueno es
que era muy profesional y no se distraía con un culo bonito:
— Pongámonos al día— dijo Nidia mientras tomaban café y conocerse—
ha llegado a mis oídos que eres buena agente.
— La mejor en el campo.
Nidia era alta, rubia, una melena larga, ojos azules oscuros tirando a grises,
delgada y definida. Incluso parecía tener mucho más carácter que Taylor y en
ese momento descubriría, que también es competitiva:
— Lo dudo.
Taylor frunció el ceño molesta:
— ¿Disculpa?
— La mejor en el campo soy yo.
— Eso habrá que verlo, Nidia.
¿Pero quién se había creído? Ese era su distrito, había demostrado con
astucia que era la mejor y el primer día, la salta con esa milonga. Se quería
hacer la guay, eso tendría que ser:
— ¿Podemos centrarnos en lo que realmente importa? — Taylor picada
achicó los ojos, encima la llamo poco profesional— el caso, ¿Qué tenías
pensado hacer?
— Lo que la interpol tiene la absurda idea de que Patrick Woods viajó a
Europa para esconder su fea narizota ahí— hablaba con convencimiento—
pero no creo eso.
— ¿Qué te hace pensar así?
— Demasiado movimiento entre territorios, malas lenguas comentan que
hay un nuevo jugador entre los diferentes estados— se acercó triunfante a
Nidia como diciendo “chúpate esa guapa” — no me cabe duda de que ese es
Patrick, otra idea es que sospecho que su guerra con Alex Woods no ha
acabado.
Nidia esbozó una sonrisa, aunque no pareció sorprenderse:
— Sí que eres lista, pero todas esas posibilidades ya las había pensado—
se guardó las manos en los bolsillos de sus pantalones negros— por eso Allie
me puso en el puesto.
Taylor forzó una sonrisa, pero estaba claro que ella y su nueva compañera
no se llevarían demasiado bien:
— Por eso me gusta la idea de poner otra vez a Alex Woods como chivo
expiatorio.
Dijo así sin más, aquello fue la mecha que hizo estallar una discusión:
— Ni hablar— dijo Taylor negando con la cabeza— la última vez que la
involucré en el caso acabó secuestrada.
— Pero funcionó— dijo seriamente su compañera— Estoy dispuesta a
atrapar a ese hijo de puta— ahora fue ella quien encaró a Taylor— cueste lo
que cueste, por eso soy buena en lo mío ¿piensas que dejaría desprotegida a
Alex? — se giró para irse— por cierto— las malas lenguas también han
comentado que algunos jefes europeos se han dejado ver por estos lares. ¿Nos
ponemos a trabajar con eso? — curvó la comisura de sus labios— eres buena
luchando ¿no? — Taylor asintió— pues ya sabes por dónde empezar.
Oh, eso la pasaba por dejar que Clara dejara elegir planes. Teatro, expresión
y literatura, todo junto. Así pasaba que la sala estaba más vacía que media
llena. Tenía que hacer malabarismos para no quedarse dormida. Si al menos
quienes interpretaban fueran buenos, pero eran pésimos, no transmitían nada,
bueno sí aburrimiento:
— ¿Qué pasa? — susurró Clara ceñuda— no hay sexo, no te llama la
atención.
— Sobreactúan demasiado, no siento lo que quieren trasmitir— señaló a la
chica que estaba sentada en el sofá que estaba encima del escenario— se
supone que quiere transmitir desesperación, sus gestos e incluso muchas
veces su voz transmite. Nerviosismo y terror. El chico— que estaba de pie
dando la espalda a la chica— intenta transmitir dolor, pero lo noto demasiado
frío, no lo siente, ergo pierdo el tiempo viendo algo que no transmite nada.
— ¿Por qué siento que cada cosa que propongo al final no te acaba
gustando? — musitó algo dolida— el musical, ahora esto…
— Clara estoy aquí sentada contigo, no me estaba quejando— rebatió entre
susurros— la única que ha empezado a discutir eres tú.
— Incomodas con tu forma de actuar
— ¿Cómo he actuado? — preguntó picada— no me he quejado, no me he
movido ni argumentado nada.
— ¿Estabas dando cabezadas?
— TSS.
Quejó alguien del público ya que su discusión les impedía escuchar bien.
Durante unos segundos estuvieron en silencio, pero Alex volvió a la carga
bajando aún más la voz:
— Es algo que no puedo controlar— se giró para mirar a la rubia— ¿te
crees que lo hago para joderte? Voy a quedarme dormida para molestar a
Clara, pues no.
— Vámonos— dictaminó la rubia, con los brazos cruzados— ya no me
apetece verlo.
— No.
— Has hecho que pierda emoción.
— Señoritas— dijo el hombre que estaba detrás— se largan o se callan.
Alex puso los ojos en blanco y dándose unas palmadas a los muslos se
levantó. Joder, que no estaba diciendo nada. No paraba de quejarse mientras
salía por la puerta:
— Con lo fácil que hubiera sido quedarnos en casa follando como locas—
Clara rodó los ojos— no ha habido ni un solo momento que te hayas quejado
cuando mirabas para cuenca.
— Cuidado cavernícola— la seguía con los brazos cruzados— que con
tanta rudeza se te cae el tapa rabos.
— ¡Ay Alex!— se quejaba la morena imitando a Clara— no te gustan las
mismas cosas que a mí.
Ya en la puerta:
— Te estás pasando.
— ¿Qué yo me estoy pasando? — se señaló con los dedos pulgares— No
hace falta que me lo digas, te ha bajado la regla.
— Sigue así y duermes en el salón.
Alex se acercó con los brazos en jarra, hasta que quedaron encaradas:
— A mí no me puedes mangonear como a William, Clara— esbozó una
risita nerviosa— estaba viendo esa porquería porque a ti te gusta— Clara
chistó mirando a otro lado— No soy perfecta, pero al menos intento que estés
contenta y lo único que haces es quejarte— volvió a señalar la puerta del
local— me importa una mierda el teatro expresivo, yo solo quería pasar
tiempo contigo y siempre acabas sacándome defectos.
— Lex…
— No déjame acabar— dijo autoritaria— me encanta la fiesta, me encanta
dedicar un día a la semana cogerme una cogorza o hacer una puñetera locura,
soy voyeur busco sitios donde las parejitas van a follar y si voy acompañada
mejor. Pero desde que estoy contigo lo único que he tratado ha sido
adaptarme a ti y tratar de hacerte feliz, al menos valora eso y no quejarte.
Clara se volvió a cruzar de brazos, pasó por su lado y fue de camino hasta
el coche estacionado:
— Y ahora dejas de hablarme.
Dijo más para sus adentros. Se guardó las manos al bolsillo y la siguió en
silencio. Claro, le echaría la culpa, lo estaba viendo. Antes de llegar hasta el
coche entró en una tienda. Alex seguía detrás de ella en silencio,
sorprendentemente compro bolsas de patatas, dos refrescos y chucherías. La
mala hostia le habría abierto el apetito. Pensó la morena. Sin decir nada
montó en el coche, ella conducía. Más silencio. ¿Enserio que la mantendría
castigada sin hablarla? Nada, dejó que la llevara donde le diese la gana.
Joder, en la vida había hecho eso por nadie. Quizás Tanya tenía razón y
acabaría sometida por Clara. No, eso ni de coña. Parecían dos niñas
pequeñas, enfurruñadas. Comenzó a prestar atención al camino cuando se
adentró a una zona un poco boscosa, hasta llegar a lo alto de un mirador,
donde había dos coches estacionados, aparcando en medio, solo cuando paró
el motor se pudo escuchar a una mujer pegar chillidos de placer, aunque
parecían alaridos de una hiena salvaje. Clara se volvió a cruzar de brazos:
— Pero ni pienses que vamos hacer nada.
Alex rompió a carcajear, agarró la mano de Clara con ternura:
— Clara no tienes por qué hacer esto.
— No Lex— se giró para ver mejor a la morena— tienes razón siempre
has cedido en todo, en el parque de Yellowstone, en el musical, en el
karaoke, el teatro… Yo nunca te he preguntado que te apetecía a ti.
— Clara— llevó sus manos hasta los labios y las besó dulcemente— ya te
lo he dicho solo quiero pasar tiempo contigo— se desabrochó el cinturón,
para poder girar más cómodamente— ¿por qué no buscamos algo que nos
guste a las dos?
— Alex— dijo la rubia poniendo los ojos en blanco— somos la noche y el
día
— Eclipse total del amor.
Canturreo dibujando una sonrisa divertida. Clara esbozó una carcajada:
— Pero que payasa— el alarido de la hiena salvaje se hizo más fuerte,
Clara frunció el ceño— ¿enserio te pone eso?
Alex se encogió de hombros, Clara estaba de espaldas a su ventanilla, Alex
hizo un par de señas a esa dirección:
— Me pone mirar.
Clara giró la cabeza, en mala hora. Una castaña desnuda de cuerpo para
arriba y lo más obvio la parte inferior lo estaría, botando, arriba, abajo, arriba.
Haciendo que Clara, volviera a mirar en dirección a Alex, tapándose los ojos
y riendo:
— ¡Oh Dios mío!
Alex carcajeó al ver el pudor de su mujer que no paraba de reír, no sabía si
por la situación o por nerviosismo. La ojiverde puso la radio y agarró una
bolsa de gemínalas. ¿Al final donde acabaron? En la parte trasera del coche,
pero no haciendo guarradas, pero que mente más sucia tenéis. Para no
escuchar a las parejitas que iban y venían, Alex puso la radio e introdujo un
cd de Cigarettes After Sex, cada una sentada en una punta del asiento,
mirándose mientras se atiborraban de chucherías:
— Confiesa rubia. ¿Algún mote en el instituto?
Clara negó con la cabeza mientras comía una patata frita:
— Y ¿tú?
Alex carcajeó:
— Estuve en un internado de mujeres— alzó seguidamente las cejas sin
dejar de sonreír— imagina.
— aj, vale no digas más.
— Apuesto que eras una de las populares, la típica reina del baile.
— Tampoco— Alex sacó una gominola de la bolsa y lo coló por su escote
— muy bonito
Dijo quejándose mientras se sacaba la gominola, Alex se llevó la mano al
pecho y suspirando:
— Pero cuanto he envidiado a esa chuchería.
— Pero que tonta.
Dijo riendo Clara llevándose la golosina a la boca y se la comió, después
quedó pensativa:
— ¿Nunca has pensado que hubiera sido de nosotras si te hubieras
quedado?
— Te hubiera follado antes.
Clara le dio una patada, haber no en plan karateca, me expresé mal, le dio
un toque con el pie, pero esbozando una pequeña carcajada:
— Te hablo enserio.
— No lo sé— Respondió al fin encogiéndose de hombros— supongo que
habría sido todo muy distinto. ¿Me hubieras pedido un beso? Estoy segura y
me hubiera gustado— dibujó media sonrisa— quien sabe a lo mejor no
hubiese ido de flor en flor.
— Si claro.
Dijo la ojiazul con escepticismo:
— ¿Por qué te resulta difícil de creer? — En su mirada verdosa había
adoración— No siempre he sido una salidorra. Te hubiera pedido salir, en
plan cita.
— Esa idea me gusta.
— Y después de esa otra, así hasta llegar a la tercera para besarte,
respetuosamente claro— soltó una pequeña risotada— o te besaría en la
primera, aun así, hubiera querido más citas contigo. Te hubiera llevado al
baile y hubiese hecho todo lo posible por convertirte en la reina— puso
expresión divertida— las primeras reinas del baile lesbianas, jódete William.
Clara volvió a carcajear, se acercó hasta Alex y se giró para poder apoyar
su espalda sobre su pecho mientras dejaba abrazarse. Sintiendo sus labios
cerca de su oreja cuando hablaba:
— Me habría ido a estudiar contigo a Londres y en vez de pedirte
matrimonio, en un autocine, hubiéramos ido hasta el Big Ben— busco las
manos de Clara, entrelazó sus dedos— me hubiera arrodillado mostrando un
precioso anillo y te hubiera pedido que te casaras conmigo.
—Joder Alex a veces puedes llegar a ser tan…
— Ñoña…
— Romántica…
— Ñoña— las dos rompieron a reír— ¿tengo premio? Sácate una teta.
Clara apretó los labios y le dio un fuerte manotazo en el muslo. Hace rato
que el coche de la hiena salvaje se había ido, pero rápidamente sería
remplazado por otro. Desde la pose en que estaban se veía más de lo que ha
Clara le gustaría ver. Dos mujeres pasando al asiento trasero:
— Ummm— susurró divertida Alex— lesbianas.
— Eres de lo que no hay.
— Una pregunta Clara ¿Cómo narices la existencia de este lugar?
Ésta se puso colorada:
— Ruth me habló de este lugar y de que a veces venía con algún ligue.
— Que suerte la de Olaya entonces.
Eso hizo que se ganara un manotazo en el muslo, provocando un quejido
por parte de Alex:
— ¡Ay! Agresiva.
Clara entre sonriente y pensativa, quería pedir algo a Alex, sabía que
obtendría una negativa ante esa petición. Por mucho que siempre había
accedido a todos sus caprichos, hasta los más sexuales, pero por pedir, la
morena estaba entretenida en darla pequeños besos húmedos por el cuello,
Clara cerró los ojos y medio derretida comenzó a hablar:
— Alex— tragó saliva, ladeando la cabeza para que tuviera más acceso a
su cuello— ¿te puedo pedir algo?
— Lo que tú quieras
— Sabes que no suelo pedirte mucho— se mordió el labio, ya que sentía
como sus manos se colaba por debajo de su camisa— en el tema sexual.
Eso hizo que se pusiera tensa durante unos segundos, luego siguió con sus
quehaceres:
— Lo que quieras— volvió a repetir mordiendo el lóbulo de su oreja—
pero que sepas que mi culito es mío y ahí no me sonda ni Dios.
Eso hizo gracia a Clara:
— No tiene nada que ver con sexo anal— leve gemido, las manos de Alex
había llegado hasta sus senos, subió su sujetador y comenzó a jugar con sus
pezones— ¿Me dejarías algún día…?
Alex paró sacó sus manos de debajo de su camisa:
— Te está costando pedírmelo— sonaba precavida— una de dos demasiado
fuerte para crearte rubor o porque es algo que posiblemente no me va a
gustar, así que desembucha Clara.
— ¿Me dejarías probar la dominación un día?
Alex rompió a carcajear como si de un buen chiste se tratara, hasta que vio
que no lo era, cuando Clara seguía totalmente seria. En ese instante su
expresión a una más tensa:
— ¿No es una broma? — No, no lo era— ni de coña.
— ¿Por qué?
— Porque no, me corta el rollo ¿qué pasa? ¿Te has cansado de ser sumisa?
— desabrochó el botón de su pantalón e introdujo su mano, deslizándose
dentro de su ropa interior llegando hasta la humedad de su sexo, arrancando
un gemido por parte de Clara— no, sigues poniéndote cachonda cuando te
domino.
— Solo era curiosidad— dijo con un hilo de voz, Alex no había dejado de
acariciarla su clítoris— déjalo.
Decía arqueando su espalda. La morena con la otra mano libre volvió a
introducirse debajo de su camisa para masajear uno de sus senos. Clara se
mordía el labio, era ruidosa en la cama, al menos comenzó a serlo con Alex,
pero le daba pudor gemir fuerte en aquel lugar. Puede que no escucharan
nada, ya que estaba sonando otro tema de Cigarettes After Sex:
— ¡Uff Clara!, túmbate de lado.
Pidió Alex, mientras que de manera torpe se quitaba de detrás de ella:
— Joder que cosa más incómoda— dijo intentando tumbarse de costado,
Alex se tumbó primero, así que apoyó la cabeza en su brazo, ambas tenían
que flexionar un poco las piernas para caber— tenemos una cama.
— Deja de quejarte— ambas tenían los rostros muy pegados, dijo
desabrochando también el botón de su pantalón, llevó la mano de Clara hasta
su boca y se introdujo el dedo corazón e índice, para seguidamente invitarla a
introducirla dentro de su pantalón, Alex suspiró sonoramente y procedió a
masturbar también a Clara— hay posiciones— pequeño gemido— menos
incomodas— beso húmedo en los labios— pero tendrías que estar— atrapó
su labio inferior— mirando alguna ventanilla.
— Dios Lex.
Dijo Clara entre gemidos y respiración agitada, miró hacia sus pelvis, como
ambas manos estaban dentro de los pantalones y no paraban de moverse.
Pantalones ajustados, no daba más que para frotar, frotar y frotar:
— Sigue Clara— Alex tenía los ojos cerrados y a cada rato se humedecía
los labios— que bien lo estás haciendo, joder.
La rubia entre el frotis de Alex, sentir su humedad y la cara de placer que
la ponía más cachonda la quedaba un peo para explotar en un rico orgasmo:
— No aguanto mucho más, Lex.
— Yo tampoco— la atrajo mucho más con el brazo que tenía debajo y la
dio otro beso antes de gemirla en la boca— hagámoslo juntas, córrete
conmigo.
— Si, si, ya, ya, Alex, ahhh.
Las dos entre gemidos se tensaron para terminar temblando, se mantuvieron
en esa pose incomoda totalmente relajadas, sonriendo como dos adolescentes
enamoradas que eran incapaz de dejar de mirarse, las manos que momentos
antes estaban en la humedad de sus sexos ahora estaban posadas en la cadera
de la otra:
— En el suelo de El rincón del castigo— comenzó a decir Clara— la
encimera de la cocina, contra un árbol, en el ático de la casa de tus padres—
Alex curvó la comisura de sus labios— en unos baños públicos…
— En el avión privado de la familia.
— En un restaurante mientras cenábamos…
— ¿los hoteles cuentan?
— ¿La casa de Ontario cuenta?
Preguntó Clara alzando las cejas:
— El que ahora es nuestro piso…
— Club de Striptease.
Dijo riendo Alex:
— En tu coche, escondidas entre un parque junto a otras parejas— dibujó
una sonrisa— siempre lo había hecho en la cama o en el sofá. Eres un culo
inquieto cavernícola.
— En la variedad está el gusto— se abrochó el pantalón, se incorporó y de
manera torpe otra vez en la parte delantera, pero solo que en el asiento del
piloto— vamos, Clara.
Encendió el motor del coche. Clara se abrochó el pantalón:
— Ya te has quedado a gusto que te quieres ir corriendo.
Se pasó al lado copiloto:
— No— dijo dando la marcha atrás— porque quiero ir a casa y follarte en
condiciones, aparte de que mañana tengo reunión con Olaya y Helena.
Las tres chicas estaban en la sala de juntas, cuando fueron interrumpidas
por la de recursos humanos, en sus manos tenía apilados un montón de
archivadores:
— Disculpen— dejó el montón encima de la mesa larga, presidenciada por
Alex— he tenido una idea.
— Habla.
Espetó Alex con seriedad:
— No hace falta buscar gente de fuera, en la empresa ya hay gente
capacitada para sustituir a los jefes de los departamentos— Alex ojeaba los
currículos de cada uno— en vez de echar a los ejecutivos derivarlos a otros
trabajos.
— Esa es una buena idea.
Dijo Olaya intercambiando miradas con Helena. Se ahorrarían las
indemnizaciones, en vez de perder dinero, seguirían resistiendo a la constante
caída que estaba teniendo la empresa. El apellido Woods no hacía que
hundirla cada vez más:
— Lo veo lógico— asintió Alex— habla con ellos— le dijo a la de recursos
humanos— quiero una junta esta semana con ellos— la chica sonriente
asintió y recogió los archiveros— buen trabajo.
Le animo la ojiverde curvando las comisuras de sus labios. Puso su
atención en Helena:
— Para que hablaste con la prensa.
— Eso te iba a comentar— dijo Helena a la vez que se cruzaba de piernas—
pasado mañana el New York Times y una revista local si quieren un artículo
contigo de portada.
— Mira— dijo con mofa— ejecutiva modelo.
— ¿Algo más señora Woods?
— Si Helena, llámame de una puta vez por mi nombre— Olaya puso los
ojos en blanco— Alex.
— Perdona— se disculpó su antigua secretaria— la costumbre.
— No pasa nada, pero intenta evitar pronunciar mi apellido por favor—
miró a su amiga— ahora me dejas a solas con Olaya.
De nuevo, Helena asintió y dejó solas a las dos chicas. Su relación no
andaba muy bien. Olaya estaba en desacuerdo con esa absurda idea de
vengarse o de declararle la guerra a Patrick. Ese hombre era peligroso como
para andar cabreándole:
— Alex, por favor— suplicó su amiga— no provoques a quien no debes.
— Olaya— dijo mirándola fijamente— ya hemos mantenido esta
conversación. Patrick Woods debe pagar y si para hacerle salir tengo que
cabrearlo lo hago.
— La última vez que lo cabreaste terminaste mal parada.
Alex se levantó para mirar por la ventana de aquel rascacielos, estaban en
una de las últimas plantas, desde ahí todo el mundo en el suelo parecían
pequeñas hormiguitas:
— No volverá a pillarme desprevenida.
— ¿Y qué piensas hacer? — se levantó para ponerse a su lado—
¿enfrentarlo con tus obscenidades y borderías? No eres Rambo, ni eres la que
se liaba a golpes en las peleas ilegales.
— Aún estoy capacitada para dar palizas.
— Bájate del carro que no eres Neo para esquivar balas. Es la puta mafia,
piensa en Clara la última vez la da un chungo.
Alex la miró desafiante y entre dientes habló:
— Precisamente por ella lo hago, para que comencemos a vivir tranquilas y
sin ningún miedo.
— Eres una irresponsable.
Dijo Olaya colocándose con los brazos en jarra y dándole la espalda:
— PATRICK WOODS— comenzó con voz elevada— ES UN ASESINO,
MATÓ A MUCHA GENTE, GENTE QUE MANDÉ PARA QUE LE
INVESTIGARAN— le agarró del brazo para girarla y le mirase— AMIGOS
OLAYA, PATRICK WOODS MANDO MATAR A LOS PADRES DE
CLARA, NO PIENSO QUEDARME QUIETA.
— Ni pienses que estaré otra vez para ti si te pasa algo, no puedo estar
recogiendo tus pedazos con cada locura que haces, los que te rodeamos
también sufrimos.
Dicho eso último salió de la sala de juntas. Alex se giró de nuevo para
perderse con aquellas vistas. Estaba cegada, no solo por lo que le hizo a ella,
Clara sufría la perdida de sus padres por culpa de aquel hombre. Manipuló a
Clark hasta convertirlo en un asesino. No iba a encarnar el papel de dama en
apuros.
Clara había quedado a tomar algo con Ruth, así pues, Alex aprovechó para
ir al gimnasio recomendado por Taylor. Estaba bien, especializado den boxeo
y otras artes marciales. Lo cierto es que la agente había dado en el clavo, y el
encargado era uno de los entrenadores que aceptó encantado entrenar con
ella. Lo que no se esperaba, era que, ya pasada la hora y entre terribles
sudores, Taylor apareciese, con un cambio de look radical. Se había cortado
el pelo, tenía tatuajes de pega y hasta se había teñido a un color más claro,
pero que pegaba con el color de su piel morena, estaba sexy con unos
pantaloncitos cortos negros y un top que quitaba el hipo:
— ¿Y ese look?
Preguntó Alex acercándose a las cuerdas del cuadrilátero. Taylor subió al
cuadrilátero, en sus manos llevaba guantes de boxeo:
— Primero tenemos que hablar, morena.
Dijo la agente colocándose los guantes:
— Pero antes bailemos un poco— miró desafiante a Alex a la vez que
arqueaba una ceja— ¿te animas?
— Estoy desgastada, desigualdad de condiciones— puso expresión
divertida— amo los retos.
Esto último lo dijo alzando los puños:
— Soy policía— comenzó a calentar pegando saltitos— estoy entrenada.
— Luchadora ilegal retirada, acostumbrada a pegar patadas a traseritos
como el tuyo.
— Allá vamos.
Capítulo 45 - Extraterrestre
Comenzaron lanzando unos puños lentos, solo para calentar, fáciles de
esquivar. Ambas eran rápidas a la hora de crear un placaje, cubrirse o
esquivar apartando la cara. El ambiente comenzó a caldearse cuando
comenzaron a bailar más seriamente. Alex era ágil, sorprendiendo a Taylor,
que a pesar de estar más fresca le costó asestarle un golpe en la zona del
costado. Pero no demasiado fuerte. La morena tanteaba a la agente, se le daba
bien la lucha a larga distancia, así pues, aprovechó para golpear a corta
distancia. Rápida, ágil y resistente. Taylor era rápida y ágil, aunque le faltaba
algo de resistencia. Aunque iban a la par en cuanto a golpes. Al final Taylor
tuvo que pedir tiempo muerto. En ese instante fueron interrumpidas por un
aplauso. Nidia había estado viendo casi todo el combate, también iba con
ropa de deporte y en su top ponía claramente FBI:
— Mandarte de infiltrada a una misión como supuesta luchadora— dijo
mirando con dureza a Taylor— cuando una niñata rica te lo pone complicado.
— Cuidado con lo que dices.
Dijo señalándola con el guante de boxeo puesto. Pero ésta prácticamente la
ignoró:
— Sal del cuadrilátero— ordenó a Alex mientras hacia una seña con la
cabeza, sus manos estaban vendadas, pero parecía que no se pondría ningún
guante para amortiguar los golpes, Woods salió del cuadrilátero, notando la
tensión entre ambas agentes— vamos a ver como de dura eres Taylor, quítate
los guantes.
Taylor picada se quitó los guantes, encantada le pegaría una paliza a esa
larguirucha creída. A pesar de que estaba más desgastada físicamente, se veía
capaz de cerrarle la boca con una buena hostia. Ni calentar ni mierdas, Nidia
fue directa a por Taylor, sorprendiéndola con una rápida patada giratoria,
muy a lo Chuck Norris, cuyo golpe impactó en la mejilla y pegó un porrazo
contra el suelo. Alex que estaba viendo la pelea puso gesto de dolor.
Taylor no se dejaría llevar por una mujer ni por nada referido en el sentido
amoroso, pero el trabajo era su orgullo y Nidia no paraba de herirla en ese
sentido. Airada se levantó e inició un combate, pero de verdad. Nada de
medir fuerzas, era especialista en kit boxing, boxeo y capoeira. Nidia
practicaba boxeo, karate y Wushu. Dios mujeres de armas tomar, las tres
peleando, todas sudorosas, al estilo ángeles de Charlie me pierdo… Nidia en
un principio le congratulaba la idea de tener una compañera profesional que
no perdía tiempo con ligues, hasta ese instante, adivinó cuan celosa podía
llegar a ser en su trabajo. Después de un buen rato Taylor acabó en el suelo
boca abajo con Nidia encima inmovilizándola. Alex estaba flipando en
colores, que mujer o, mejor dicho, que perra:
— Me encantaba la idea que estuvieras entregada en tu trabajo agente
Fisher— Taylor intentó incorporarse, pero Nidia se lo impidió— pero cuando
golpean tu talón de Aquiles te ciegas. Necesito que pienses en frío y que el
sábado no te pase lo mismo.
Le soltó, se levantó y salió del cuadrilátero, mientras decía sonriente:
— Tienes tres días para lamerte las heridas querida— agarró su toalla y se
acercó hasta Alex— ¿alguna vez has oído “sangre llama la sangre”?
Alex que estaba de brazos cruzados, negó con la cabeza:
— He visto tu historial— con que frialdad hablaba esa mujer— ¿quieres
tener acceso a información clasificada del caso de Patrick Woods?
La morena alzó una ceja y curvó la comisura de sus labios, dibujando
media sonrisa:
— ¿A cambio de qué?
— Sábado, a las dos de la mañana Taylor te irá a recoger— le miró de pies
a cabeza— puedes dar el pego, no te vistas en plan ejecutiva rica, cuanto más
zorra mejor— se giró para marcharse— nos vemos perras.
Taylor, con el labio partido, bajó del cuadrilátero y se acercó hasta Alex:
— Que no se te pasé por la cabeza— dijo entre dientes— la última vez
acabaste mal parada, tienes cicatrices que dan fe de ello.
Alex se puso con los brazos en jarra, ya se había quitado los guantes y los
tenía colgados en el cuello. Encaró a Taylor:
— No voy a quedarme quieta, ahora sé de qué es capaz Patrick ya no voy a
dejar que me pille desprevenida.
— Finigan tiene razón, no entiendes una mierda de protocolos, eres una
simple civil— se llevó la mano a los ojos frustrada— Nidia pretende ponerte
en el punto de mira de Patrick. Piensa en Clara, como sufriría si te pasa algo.
— No me seas hipócrita Taylor— el ambiente se tensaba— ni menciones a
Clara, bien te gustaría apartarla del medio para retozarte conmigo.
Zasca se llevó una buena bofetada, Alex ladeó la cabeza por la inercia del
golpe, pero no pareció dolerle nada:
— No soy Finigan, no me pierdo por un culo bonito, tengo principios.
Quieres ponerte en peligro allá tú. Puede que salga bien la jugada, pero
también salir mal y en ese caso puedes acabar de dos formas, muerta o perder
a todos cuanto te rodean incluyendo a Clara. Vive tu puta vida y déjanos a los
profesionales trabajar.
— Bonito discurso— eran tan cabezotas que parecía una conversación de
besugos— te espero a las dos de la mañana.
Taylor frustrada gritó, agarró sus cosas y salió del gimnasio. Una cosa era
que pusiera micros o que llevara un equipo de escucha. ¿Pero una misión?
Nidia estaba loca, ponían en peligro a una civil, a la misión y a todos los
agentes implicados. Que su compañera era profesional decían, una puta
kamikaze eso es lo que era.
Clara estaba sentada en una terraza, tomando algo con su amiga Ruth.
Parecía que su relación con Olaya se fortalecía, aunque más a fuego lento. La
amiga de Alex era más precavida y a pesar de que puede llegar a ser un
poquillo bala perdida, de las dos era la que tenía más cabeza.
Debido a la inestabilidad emocional de Alex en las últimas semanas, Clara
le mintió sobre un asunto. Bueno a medias. Sí que había tenido reuniones con
editoriales, pero también los tuvo con su abogada. No le hacía gracia ir sola a
esas reuniones, puesto que era para arreglar papeleo sobre el tema de
herencia. Por eso siempre iba acompañada de Ruth, quitando a Henry que ese
no la quitaba ojo:
— ¿Por qué no hablas con Alex?
Preguntó Ruth, hacía sol, así que se puso las gafas y se apoyó en el
respaldo cerró los ojos y Dio la bienvenida a los rayos solares. Clara suspiró:
— Estamos bien ahora— movía la pajita de su batido de frutas— está
volviendo a ser la misma. ¿Cómo la digo? Cariño, desde hace unos días
poseo una fortuna que dobla la tuya y una mansión a mi nombre.
— Fácil— dijo Ruth riendo— lo hacéis y cuando tiene las defensas bajas,
le miras y le dices. “cariño, desde hace unos días mi fortuna dobla la tuya
puedo vivir sin problemas por el resto de mi vida, ah y, por cierto, tengo una
mansión.
— No sé qué hacer con la casa. Durante generaciones a pertenecido a los
Price y no creo que Alex quiera irse a vivir ahí, prefiere la comodidad de un
piso pequeño y yo tampoco me veo capaz de vivir ahí— se le humedecieron
los ojos— todo me recuerda a ellos.
Ruth se apoyó en la mesa y le agarró de la mano para transmitirle fortaleza:
— No tienes que vivir ahí, tampoco tienes porque deshacerte de ella.
Puedes tenerla y con el tiempo pues ya se verá que hacer. Pero al menos
decírselo a Alex, ya sabes lo temperamental que es y si se entera por otros—
dijo haciendo señas a Henri que estaba sentado en el coche aparcado—
seguro que te apoya, te quiere.
— No se nos da bien hablar de sentimientos— dijo haciendo un mohín—
digo, le tengo que sacar las cosas con cucharilla. Prefiere evadir el tema
diciendo obscenidades o payasadas— puso voz ruda para imitarla— te quiero
Clara, sácate una teta o eres el amor de mi vida ¿follamos?
Ruth rompió a carcajear llevándose las manos a la tripa:
— Ni que fuera un tío— se quitó una lágrima del ojo mientras controlaba
su risa— fácil sácate una teta y se lo dices.
— No quiero estar sirviéndome del sexo para hablar de estas cosas con mi
mujer. Por una vez hacer lo que las parejas normales, sentarnos mirarnos a
los ojos y hablar.
— Te complicas la vida tu solita chica— dijo Ruth bebiendo de su café—
porque puedes sentarte con ella, mirarla a los ojos y decirla cómo te sientes.
— Puedo intentarlo, a veces siento que nos dejamos llevar a la hora de
casarnos— suspiró— nos queremos y lo pasamos bien. Pero a veces pienso
que conectamos solo en la cama. Somos muy diferentes ella es muy la vida
loca e impulsiva, yo prefiero la tranquilidad— hizo un mohín— ella es de ir a
la discoteca a mirar gogos y yo de ir al teatro.
— ¿Son dudas lo que estoy viendo Clara?
— Es miedo, porque si hace por adaptarse a mí y a mí me cuesta adaptarme
a ella, tampoco quiero que cambie— ladeó la cabeza— ¿Y si tenemos cada
una noche de chicas? Ella sale de fiesta preferiblemente que vayas con ella
con la excusa de conoceros mejor, así la vigilas, ya sabemos que Olaya le
guarda todos los secretos.
— No pienso ser su niñera— dijo Ruth frunciendo el ceño— lo dicho, te
complicas la vida.
¿Se había arrepentido de casarse? Solo en ocasiones. Cuando sentía los
muros de Alex darla en todas las narices. Ahora estaban bien y era feliz, era
atenta y cálida. ¿Pero y si llegaba otra época mala? ¿Otro mes y medio
soportando su frialdad? Necesitaba estabilidad no ir de un extremo a otro.
Sorprendentemente la primera en llegar fue Alex. Aprovechó para ducharse
y hacer algo de cena. Mitad sana para Clara, puro colesterol para ella. Como
tuvo tiempo de sobra, siguió leyendo el libro que le llevó. Muy ordinario el
libro, si señor y se sorprendió así misma al darse cuenta de que le estaba
gustando. Ya casi en los últimos capítulos, llegó Clara:
— Que bien huele— dijo nada más entrar— hiciste la cena.
Alex cerró el libro lo alzó y la miró con una sonrisa amplia:
— Mi nombre es Jude Ryder, ya veo que salivas como un perro rabioso por
saberlo y no me van las novias, ni las relaciones, ni las flores— dejó el libro
en la mesa y se acercó hasta Clara para abrazarla— ni las llamadas
telefónicas un día sí y otro también… ¿a quién me recordará? — se inclinó
para darle un beso— bienvenida a casa.
Momentos como ese, no se arrepentía de haberse casado. Cuando Alex
sonriente le recibía con un abrazo y un beso. Le iba a dar otro, cuando Clara
con fingida indignación se separó:
— Muy mal, me has hecho spoiler.
Alex rio por lo bajo y la dio una palmadita en el trasero:
— Te toca poner la mesa, que yo he cocinado.
Al final acabaron poniendo la mesa juntas. Mientras que le comentaba los
planes que tenía para la empresa. La idea que tuvieron en el departamento de
recursos humanos. Alex con el paso de los años había conseguido ahorrar y
mucho. No necesitaba vivir de la fortuna de sus padres. Aunque si comenzó a
replantearse ser menos descuidada en ese tema. Estaba formando una familia,
en esos momentos estaban Clara y ella, pero quien dice que en un futuro la
familia no se ampliaba.
Si Clara quería hablar con Alex ese era un buen momento:
— Alex— dijo jugando con un guisante con el tenedor— me gustaría
hablar contigo sobre una cosa.
— Pues habla.
Dijo dejando sus cubiertos y mirarla fijamente. Melena morena larga
suelta, ojos verdosos intensos, pómulos perfectos, labios sexys, mierda Clara
se quedaba embobada mirándola:
— Es sobre las reuniones que he tenido estos últimos días.
— ¿Algún problema con la publicación del libro?
Se inclinó un poco mostrando interés:
— Con eso no hay problema— forzó una sonrisa y poniendo cara inocente
— pero también he estado viendo a mi abogado.
El corazón de Alex se le aceleró e incluso perdió algo de color:
— ¿Por? — dijo algo de temor— no será para…— le costaba decirlo,
Clara no entendía su reacción la verdad— para pedirme el divorcio, si es
porque te he dejado de lado— su voz le temblaba— te juro que no volverá a
pasar.
— No por Dios— saltó enseguida— no tiene nada que ver con eso— en
ese instante notó como Alex volvía a respirar— es por el tema de la herencia
de mis padres.
Alex se llevó las manos a la cara aliviada:
— Joder Clara, la próxima vez que digas abogado no lo hagas con ese
tono, por casi me da un infarto— se llevó la mano al pecho— ¿por qué no me
lo has dicho hasta ahora?
— Es que— soltó los cubiertos encima de la mesa— ahora he heredado
toda la fortuna y está el tema de la casa.
Hablaba con precaución, analizando cada gesto por parte de Alex. Que
asentía con la cabeza y prestaba atención. Ruth tenía razón se complicaba
mucho o para facilitar mucho la situación tendría que haber sido después del
sexo:
— ¿Y qué problema hay?
— ¿No te enfadas?
— ¿Por qué me voy a enfadar? Son tus cosas Clara— Se encogió de
hombros— me molesta más que me lo andes ocultando.
No iba a irse a vivir a la mansión, pero de todas formas quería
preguntárselo. Ya que estaba, desembucharlo todo:
— ¿Si te pidiese que nos fuéramos a vivir a la mansión?
Como si lo estuviera viendo, la llamaría pija y remilgada por querer vivir en
una casa más grande que ese piso. Alex cerró los ojos, suspiró y después de
unos segundos, se levantó, se arrodilló al lado de Clara y le agarró las manos:
— Clara, ahora mi casa no la forma las cuatro paredes que nos rodean— le
besó las manos sin dejar de mirarla a los ojos— ¿quieres irte a vivir ahí? Yo
me voy contigo, porque ahora mi hogar eres tú.
Rubia derretida. Mierda, ahora recordaba porque cada día acababa más
enamorada de esa mujer. No era porque conectasen en la cama y todos esos
maravillosos orgasmos. Si no porque la sorprendía con cosas de esas. Clara
sonrió emocionada, se inclinó para quedar un poco a su altura:
— Gracias.
Alex retiró un mechón rebelde, colocarlo detrás de la oreja y acariciarla con
ternura:
— ¿Por qué?
— Por quererme.
Sentimientos a flor de piel, lágrimas, si la regla le bajaba ese día, de eso
estaba segura. Alex acercó su rostro y chocó los labios suavemente. Un beso
lleno de amor, uno que necesitaba Clara en esos momentos, se separó unos
centímetros y clavó sus ojos verdosos, totalmente vidriosos:
— A ti por devolverme a la vida— curvó la comisura de sus labios— dos
veces.
Clara quedó a la espera. Cosa que no pasó desapercibido para Alex:
— ¿Qué?
— Es que estoy esperando un “¿tengo premio? Sácate una teta” un
“follamos” o directamente “follaaaar a Clara”.
Alex rompió a reír, aunque siguió hablando con dulzura:
— ¿Tengo premio? — aferró sus mejillas, con mirada aún más vidriosa que
la anterior— bésame.
Y le dio un beso y después de ese otro, como las caricias una tras otra, la
ropa sobraba, contacto piel con piel. Oh si, en esa habitación hubo mucho
eclipse total del amor. Hasta que como siempre quedaron exhaustas.
Tumbadas de lado, sin dejar de sonreírse, agarrándose de las manos con los
dedos entrelazados:
— ¿Hoy no me dices que te convierto en una ñoña?
— Te adoro.
Dijo ampliando su sonrisa. Clara esbozó una risotada:
— Son mis ojos de bruja ¿No?
— Te quiero.
Toma ya, Alex parecía en su mundo de yupi, volando entre algodón rosita
y angelitos tocando el arpa. Trasladando a Clara junto a ella cada vez que le
decía esas cosas:
— Cada vez— decía reteniendo las lágrimas, putas hormonas— jugamos
menos duro y me haces más el amor.
Se soltó de su mano, se acercó y rodeó su cintura con el brazo, para
terminar, juntando su frente con los ojos cerrados. Que considerada y dulce
estaba siendo ese día. ¿Tan fuerte fue el miedo cuando le dijo que vio al
abogado?:
— Te amo, nunca lo olvides— vale, Clara ya no pudo más, lágrima a la
vista— Clara, me transformas y por mucho que me genere diabetes admitirlo.
Me gusta, porque soy feliz queriéndolo todo contigo. Una casa más grande si
quieres.
— ¿No decías que prefieres algo menos ostentoso?
— Es lo de menos— se encogió de hombros— una casa grande, pequeña,
total solo sirve para las necesidades básicas, mientras que sea contigo.
Podemos tener un perro si quieres.
— ¿No decías que querías evadirte de esas responsabilidades?
Curvó una comisura de sus labios carnosos y sexys, volviéndola loca con
esa media sonrisa:
— Puedo madurar y cuidarlo, lo cuidaríamos porque sería nuestro—
estaban tan cerca que le atolondraba con su aliento cálido. Alex tragó saliva,
madre mía que bombazo— y cuando Patrick esté preso, podemos adoptar o
ver los medios de tener un hijo, si quieres claro está.
Oh my god, que a Clara le da algo y a mí también. Tuvo que dejar que
pasara un momento hasta que analizase toda la conversación. Joder sí que lo
quería todo, casa, perro, niños. Eso es lo que propondría Clara no la propia
Alex. La que decía que rehuía el amor, que si la pasión y que los atardeceres
en el horizonte eran aburridos:
— ¿Quién eres? Y ¿Dónde está Alex? — llegó a decir, ahora era Clara
quien evadía el tema con bromas, algo malas— la invasión de los ladrones de
cuerpos se está haciendo realidad y te has infectado, tiene que ser eso.
— No soy un extraterrestre— cerró los ojos— déjalo, será mejor
dormirnos.
— Alex— esperó a que la mirase de nuevo— yo también te amo y también
lo quiero todo contigo. Pero va hacer dos meses que nos hemos casado, poco
a poco.
Alex le regaló una sonrisa, no dijo nada más. Cerró los ojos y se durmió.
Clara tardó un poco más. Que era Alex Woods la borde y obscena, la que le
propuso tener un hijo. ¿Por qué sudaba? Le iba a entrar lo siete males. Oh oh,
ya había tenido esa sensación, justo un poco antes de casarse. Despacio quitó
el brazo de Alex de su cintura, se levantó, agarró unas prendas, la cartera, el
móvil, las llaves y salió echando hostias.
Fue tan así, que se iba vistiendo por los pasillos, por el ascensor y terminó
en el coche. Si Alex despertaba, seguramente no le gustase la idea de que
saliera a esas horas y sola. Pero mierda necesitaba hacerlo.
Clara: Mierda Ruth S.O.S
Ruth: ¿Dónde nos vemos?
Clara: Estoy en la puerta de tu casa.
Ruth no tardó en asomarse. Alzando las cejas al ver las pintas de la rubia,
parecía que había visto un fantasma. Toda despeinada y pálida. En sus manos
había una bolsa y sin esperar a ser invitada entró alterada:
— ¿Clara que pasa?
Preguntó su amiga siguiéndola hasta el salón. Clara, le agarró de la pechera
y solo llegó a balbucear:
— Pañales, berreos, meses sin sexo del bueno, noches sin dormir por los
insoportables llantos del bebe…
— No me jodas— dijo con cierta ironía Ruth— ¿Alex te ha dejado
preñada?
— No, pero me lo ha propuesto.
— ¿Dejarte embarazada?
— Ruth esto es serio.
Terminó por decir histérica. Empezaba a hiperventilar:
— Adopción u otros medios— comenzó a caminar de un lado para el otro
— siempre he pensado que al menos el primero fuera biológico. Pero es que
el boleto a quedar embarazada soy yo, nueve meses con bombo y…
— Clara— llamó su atención agarrándole de los hombros— ¿por qué me
lo estás diciendo a mí y no a Alex?
— Ya se lo he dicho.
— ¿Qué problema hay? ¿Se ha molestado?
Clara negó con la cabeza efusivamente:
— Me he fugado mientras ella dormía— hizo el mismo gesto que Ruth y le
agarró de los hombros— es que no lo entiendes, hoy he podido negarme, pero
cuando me mira con esos ojos verdosos tan preciosos que tiene, o cuando me
sonríe incluso cuando me abraza, en algún momento me pillará con la guardia
baja y acabaré accediendo.
Zasca bofetada, a diferencia de Alex, Clara sí que se llevó la mano a la
mejilla totalmente quejumbrosa. Ruth siempre le había apoyado, sin
embargo, esa noche parecía estar enfadada:
— Clara Price, siempre haces lo mismo. Te vas a casar con William te lías
con Alex, estas a punto de casarte por casi te das a la fuga, pues esta vez no
voy a consentirte, vuelves a agarrar tus cosas y vuelves a casa con tú mujer
que te quiere y adora.
Clara aun con la mano en la mejilla, la miró aún más pálida. Pues como
estaba el patio. Aguantó un mes y medio de silencio, pero fue decir la palabra
hijo y se convirtió en el Flash femenino para poner los pies en polvorosa. Que
decepción.
Al final acabó haciendo lo que le dijo Ruth, aún le dolía la mejilla. Tenía
razón había obrado mal. Por suerte, Alex dormía profundamente y no se
enteró cuando se volvió a desnudar, abrazarse a ella y tratar de controlar sus
nervios. Algo tan fácil como observarla mientras dormía. Era un diablo
disfrazado de un hermoso ángel. Ahora la conciencia la carcomía.
Capítulo 46 - Wanvesta
Después de casi su intento de fuga, volvió a hablar con Ruth. Que
claramente le aconsejó que hablara con Alex. La comunicación en la pareja,
sobre todo en el matrimonio es importante. Le dijo. Su relación más larga era
la que tenía con Olaya y ya se las daba de entendida. No se veía capaz de
mirarla a los ojos y decirla, “cariño, por cierto, cuando me dijiste que querías
niños, me fugué mientras dormías” bueno con otras palabras menos directas
sonarían mejor, aunque no menos descabelladas. Había pasado un día desde
entonces y movida por su culpabilidad acababa consintiéndola. Alex no era
estúpida y en más de una ocasión le preguntó si estaba bien. A lo que
respondía “nada es la regla” una mentira tan grande como una catedral. Seria
estrés o nervios, pero se le estaba retrasando.
Terminó el libro, que lo presentaría a la semana siguiente. Así que se le
ocurrió una idea, para sorprenderla o al menos intentarlo. Alex también
parecía algo distraída y lo achacaba a sus intentos de sacar la empresa
adelante. Ding dong, el timbre sonó y ya sabía quién podía ser. Fue hasta la
puerta y no se equivocaba. Tanya sonriente, se hallaba apoyada con una
mano en el marco de la puerta:
— Tanya al rescate— directamente, ni un hola y ni un ¿qué tal? — dígame
señora Price en que puedo ayudarla.
No se hizo a un lado para que pasara, más bien agarró las llaves y salió del
piso:
— Nos vamos de compras y me vas aconsejar.
— Uy— dijo animada— amo ir de compras— encaminándose al ascensor—
¿lo sabe Alex o es top secret?
— No lo sabe— se ruborizó— quiero darla una sorpresa— carraspeo— ya
sabes cómo su esclava.
— Me encanta la idea— alzó una ceja, bajaban hasta la plaza de garaje—
¿qué tienes pensado?
Se encaminaron hasta el BMW, ya que parecía ser el que tenía menos
potencia y daba menos miedo:
— Por eso te he llamado, para que me aconsejes.
Ya dentro del coche:
— Vale ¿sorpresa en plan sexual o BDSM puro?
— ¿No hay punto intermedio?
Tanya dibujó una sonrisa picarona:
— Arranca motores, ya sé dónde ir.
Pensó que le llevaría a un sex shop o algún sitio por el estilo. Pues
acabaron en una tienda de disfraces. Le pareció algo estúpido, hasta que le
explicó las razones. Juegos de rol. Para Clara ir a una tienda de disfraces lo
veía de lo más inocente. Hasta que Tanya le hizo reparar en un detalle:
— ¿Disfraz de conejita? Parece la del play boy— dijo señalando la foto de
muestra— que, si disfraces de heroínas, de chachas, de policías, hasta de
monjas ¿no te has fijado que siempre son con falda cortita, escotes, ligeritas
de ropa? — mostró la de monja— si las monjas fueran así vestidas creo que
habría más feligreses en la iglesia.
— Nunca me había fijado.
— Escoge muñeca.
Clara miró todos los disfraces y al final acabó señalando del de policía
sexy. Pero Tanya esbozó una carcajada y negó con la cabeza:
— ¿Por qué no?
— Policía igual a autoridad ¿Dónde ves la sumisión ahí?
— ¿Y el de Cat Woman?
— Súper heroína rescatando a la civil en apuros— le Dio un par de codazos
— lo dicho tú no eres sumisa al cien por cien.
Clara puso los ojos en blanco y ya por descarte señaló otro:
— ¿Ese?
— Ese puede dar mucho juego, si señora Price. Cómprelo que vamos a
prepararte para una buena noche loca.
Pues le gustaban los otros dos, pero parece ser que siempre le tocaba
encarnar el personaje más sumiso. Eran sexys, pero por un día le gustaría ser
ella la que agarrase la porra. Si al menos Alex se dejase un poquillo, Vesta ni
de coña, de eso estaba segura.
Mientras en la empresa todo estaba listo, antes de proceder a la entrevista
estaba la sesión de fotos. Al final Helena consiguió que otra revista se
interesara, aunque esa era más estilo moda y salsa rosa. Alex era atractiva y
era la nueva imagen de la empresa, cuanta más publicidad mejor, incluso iba
más maquillada, peinado suelto, trajeada pero increíblemente sexy. Estaba
segura que hasta los hombres se la comprarían, pero solo para pajearse.
Fotos en la entrada, desde ángulos que se viera bien la empresa de fondo.
En el despacho, apoyada en el escritorio, sentada en la silla que una vez fue
de Patrick, esa la quería que la publicasen sí o sí. Lo que para el resto del
mundo era Alex Woods la nueva presidenta de Industrias Medical Woods,
para Patrick sería, Alex la putita usurpadora:
— Señora Woods— comenzó la periodista— me gustaría agradecerle en el
nombre del equipo recibirnos para una entrevista.
— Gracias a vosotros.
Ambas estaban sentadas en el despacho, frente a frente, con una grabadora
al lado y el fotógrafo de vez en cuando sacando fotos:
— La empresa está pasando por un bache muy gordo— argumentaba la
periodista— debido a los chanchullos ilegales en los que se vio el señor
Patrick Woods. ¿Qué le hace pensar que puede sacar a flote a la empresa?
Helena y Olaya observaban la entrevista desde el otro lado, fuera de los
objetivos de las cámaras. Por el momento Alex se había desenvuelto bien. Su
apellido era famoso desde siempre y hubo épocas en que fue acosada por
paparazzi. Estaba algo acostumbrada:
— Es cierto que el nombre de la empresa se ha visto afectada por Patrick
Woods— carraspeo— pero durante generaciones a pertenecido a la familia y
salido a delante trabajando duro. Tengo fe en que puedo volver a ponerla de
pie, siempre dentro de las leyes.
— Patrick Woods sigue prófugo de la justicia ¿No crees que puede
molestarle que ocupes el que fue su lugar?
— Todo Imperio tiene un final para dar paso a otro más fuerte. Patrick
Woods falló a la empresa y al apellido familiar— se encogió de hombros—
que se moleste, pero en mis manos está el poder seguir dando trabajo a miles
de empleados, no solo aquí si no en muchos otros países. Por ellos que hago
esto— en un principio fue mentira, luego pensándolo mejor era cierto había
mucha gente que podía perder su trabajo si eso se iba a la mierda— Industrial
Medical Woods no es Patrick Woods, esta empresa somos todos los que
trabajamos en ella.
Helena se inclinó para susurrar a Olaya:
— Eso ha sido muy profundo y considerada con sus empleados.
— Hasta ahora fue una empresa muy conocida, los productos que
acababais sacando al mercado iban más dirigidos a clases sociales más
acomodadas ¿seguiréis trabajando con la misma política?
— No— Alex se cruzó de piernas y hablaba con total seguridad— estamos
mirando formas en la que todo el mundo pueda acceder a nuestros
medicamentos, ¿A caso un hombre adinerado tiene derecho a una inyección
contra la hepatitis y un humilde trabajador no? Barajamos estadísticas y las
formas de ayudas que podemos ofrecer. Saber adaptarnos a las necesidades
del comprador.
— Se ve que estás muy decidida, una última pregunta ¿Te gustaría darle un
mensaje al señor Woods?
Alex dibujó media sonrisa:
— El camino que está escogiendo no es el adecuado, posiblemente acabe
muerto, así que lo más sensato sería que se entregue a la justicia.
— De nuevo, gracias por recibirnos señora Woods.
En el momento en que recogieron todo el tinglado, tanto cámaras,
fotógrafos y periodistas fueron acompañados por Helena, dejando a solas a
dos amigas cuya relación andaba en la cuerda floja. Alex se sentó en la silla
presidencial. Como una autentica líder, aquella que guiaría a todo el mundo
de aquella empresa hasta lo más alto de nuevo. Olaya se sentó enfrente de
Alex:
— Lo que has dicho lo has sentido de verdad o ¿ha sido puro formalismo?
— Olaya— Se apoyó en el respaldo y se cruzó de piernas— quiero que
Patrick sea atrapado, no voy a negar que es uno de mis mayores propósitos,
pero también tengo otros— suspiró hondo— es cierto que esta empresa hay
gente que depende de ella, tampoco quiero seguir siendo la mujeriega
irresponsable, ahora estoy casada y quiero ser algo más, alguien del que se
pueda sentir orgullosa Clara.
— ¿Quiere decir que esa guerra con Patrick va acabar?
— Ahora que lo mencionas— apoyó los codos en el escritorio— quiero
que me hagas un favor. El sábado tengo que hacer unas cosas a las dos de la
madrugada, y necesito que tú y Ruth entretengáis a Clara. No sé proponerla
una fiesta de pijamas. Yo me excusaré con que tengo trabajo y que no puedo
ir.
Olaya achicó los ojos precavida:
— ¿Y que son esas cosas que tienes que hacer?
— Nada que te interese.
— No pienso apoyarte en tus locuras Alex.
— Olaya— dijo entre dientes— sabes perfectamente que nunca te he
pedido ni un puñetero favor.
— ¿Quieres que Clara se sienta orgullosa? Sin embargo, la mientes. Si se
entera que andas metiéndote en líos…
— Pero no se va a enterar y menos por ti— dijo algo amenazante— habla
con Ruth y propón la idea.
Olaya de nuevo se puso de pie. Siempre le había acabado apoyando y
ayudando en sus locuras. Sus carreras de coches ilegales, sus peleas y todas
las mierdas en las que se metió. Pero ya tenían casi treinta años y estaba
jugando a cabrear a la mafia:
— Si, comandante— un ultimátum antes de salir dejándola sola— pero que
sepas que si ocurre algo la próxima vez no estaré ahí. Puede que Clara si se
entera tampoco.
Finigan Colman estaba más amargado desde la llegada de Allie y Nidia.
Eso parecía más mujeres al poder, Taylor era insoportable, pero al menos la
tragaba. Estaba dentro de una furgoneta viendo las grabaciones de unas
cámaras pinchadas. Le tocaba vigilar, el puñetero ojo de Sauron, mirar y no
intervenir. A un calvo mafioso montándoselo con dos tías.
En ese momento se abrió la puerta trasera y entró su compañera. Cargada
con cervezas frías. Tampoco tenía buena cara y es que la pelea con Nidia le
dejó unos cuantos moratones. Colman de vez en cuando reía al verla:
— Tú cara es un poema agente Fisher.
— Anda que la tuya— dijo con amargor mientras le daba una cerveza— te
juro que esa zorra me las va a pagar.
— ¿no decías que eras profesional y que el trabajo es lo primero? Desde
que Nidia llegó no haces más que gruñir y amenazar con patearla el culo.
Se abrió una cerveza y le pegó cuatro buenos tragos:
— ¿Quién se ha creído? Este es mi distrito— dejó la lata de mala gana—
van de reinas sabelotodo, zorras engreídas.
— ¿Quieres ser profesional?
Dijo, pero con mofa, en plan imitando a su compañera:
— No me calientes la cabeza, Finigan.
— Pues mira la pantalla— dijo riendo— a lo mejor algunos de esos dos
cuerpazos te calientan otra cosa.
— Aj— dijo Taylor poniendo los ojos en blanco— hombres, siempre
pensáis con la polla.
— Ni que fuerais perfectas.
En ese instante sonó el pitido de los auriculares y comenzó a sonar una voz
femenina:
— Antes de que comencéis a criticar a las zorras engreídas— los dos
miraron pálidos a las pantallas. Nidia se encontraba en la habitación de al
lado que estaban vigilando— procurar de mantener las vías de
comunicaciones cerradas— Nidia miró a la cámara con cara de pocos amigos,
hasta que curvó la comisura de los labios— Agente Fisher, mucho guau guau
y poco morder, esperaré esa paliza con ilusión— se le borró la sonrisa—
ahora a trabajar lloricas.
Finigan apretó el botón para cortar las vías de comunicación. Los dos
miraron con odio a la pantalla que enfocaba Nidia. Colman alzó la mano y
mostró el dedo corazón:
— Chúpate esa zorra.
— perra— se terminó la lata y la aplastó fuertemente. Para luego negar con
la cabeza enfurruñada— lo que me jode es que su plan es bueno.
Finigan alzó una ceja:
— ¿Ese de volver a involucrar a Alex Woods?
— No— agarró otra lata y la abrió— yo me cegué en ir a por el cabecilla
de todos, pensaba que deteniendo a los menos importantes no lograba nada.
Es cortar fuentes de ingresos para Patrick eso le cabrearía.
— Imagina que le cortan sus ingresos de varios negocios y que su hijita
está metida— rio con ironía— se la va a querer comer con patatas.
— Le atraparemos antes que eso ocurra.
Finigan miró picajoso a su compañera:
— ¿te sigue haciendo tilín la señorita Woods?
— Ya me gustaría pillar ese caramelito— esbozó una risita— está bien
maciza la morocha, pero no soy ciega como tú, la señorita Price la tiene bien
atada.
A Finigan se le borró la sonrisa y chistó con la lengua. Quedando fijo en la
pantalla que enfocaba a la otra agente. Estaba intentando infiltrar una cámara
por el conducto de aire que estaba en la parte baja de la pared. Así que estaba
con el culo en pompa. Colman señaló con la cabeza riendo para que Taylor
mirara:
— Tenemos que reconocerlo— dijo el moreno— será una zorra engreída,
pero está bien buena.
— Siii— dijo mirando la pantalla de forma lasciva, hasta que se dio cuenta,
cerro fuertemente los ojos y negó con la cabeza— que diga si a lo que es una
zorra engreída.
Su compañero rompió a reír y le acompañó pegando unos buenos tragos a la
cerveza:
— Pero como te van guerreras y luego me dices.
— Calla y trabaja.
No le hacía gracia discutir con Olaya. Y no le culpaba, entendía
perfectamente su reacción. Pero durante más de media vida la pasó en un
pozo llena de amargura y sufrimiento. Por ese hombre. Ese hombre hizo
infeliz a su madre, les arrebató la vida a los padres de Clara, a Scott que lo
único que hizo fue ayudarla. Y si para ello tenía que ser el señuelo, lo sería.
Entró en el edificio, abrió el buzón y recogió el correo. En ese sentido Clara
era un poco desastre y siempre se le olvidaba mirar. Cuando entró por la
puerta, tiró el maletín y comenzó a mirar las cartas. Facturas, más facturas:
— ¿Clara? — no miró al frente, puesto que reparó en una carta que no
llevaba remitente, tan solo su nombre, Alex Woods— ¿Estas en casa?
Ceñuda iba abrir el sobre cuando una voz sensual llamó su atención:
— Lo siento Vesta— Alex quedó boquiabierta cuando miró al frente— La
señorita Price tuvo que salir de viaje.
Clara llevaba su collar de esclava, en la cabeza llevaba puesta una cofia, un
delantal, debajo de este no llevaba nada puesto, dejándose ver parte de sus
voluptuosos senos, una liga color blanca, tacones y en la mano llevaba un
plumero. Masturbación mental. Comenzó a caminar de forma sexy hasta
Alex que aún era incapaz de reaccionar:
— Pero estoy yo para servirle Vesta— pasó el plumero por su torso
terminando en su entrepierna— debe de estar agotada, siéntese mi señora le
serviré la cena.
Alex dibujó media sonrisa mientras miraba de forma lasciva a la rubia que
tenía delante. La iba siguiendo, hasta que deliberadamente hizo que el
plumeo se le cayera de la mano, se agachó, mierda tampoco llevaba ropa
interior… CENSORED… los ojos verdosos de Alex se abrieron como platos
y se relamió los labios:
— Usted es nueva en el servicio— dijo por fin entrando en el juego y
conteniéndose para no lanzarse en ese instante sobre ella— ¿Cómo te llamas?
— WanVesta.
Respondió entrando a la cocina meneando su culito desnudo. Alex enarcó
las cejas al ver la decoración del salón. ¡Wau! estaba tan pendiente en mirar a
WanVesta que no se percató de los juguetes esparcidos por las mesas, había
hasta condones, chocolate derretido, nata, hielos. Miró al techo y pensó
“Gracias señor por dejar salir a Vesta esta noche”. Se quitó la chaqueta y la
colgó en el respaldo de la silla antes de sentarse. WanVesta le puso un plato
delante. ¿Pero qué mierdas?:
— Pescado.
Dijo Vesta poniendo cara de asco:
— ¿Qué pasa mi señora no le gusta el pescado?
— No— Vesta retiró a un lado el plato y se levantó— ponte mirando a la
mesa y apoya el torso en ella.
Dijo mientras se remangaba la blusa y de todos los juguetes que había
agarró una pala. En un lado había un forró de terciopelo y en el otro había un
corazón con piedrecitas. Obvio la daría por el lado de terciopelo:
— ¿Me va a castigar señora? — dijo poniendo cara de inocente y
llevándose un dedo a los labios— Tenga piedad de mí, soy nueva.
— ¿Osas desobedecer a tu ama? Haz lo que te he ordenado.
WanVesta aun haciéndose la inocente acató su orden y quedó apoyada en la
mesa con el culo en pompa y lo movió de un lado a otro… ay señor… Vesta
siseo con lengua cuando primero acarició su glúteo:
— Primero quiero una disculpa— zas palazo, como se suele decir, suena
más que duele— luego que me lo agradezcas, cada azote que recibas.
— Pero mi señora— zas— ahh.
No fue un quejido, un gemido placentero. WanVesta le miró con ojos
oscurecidos y dilatados. Vesta sonrió al ver la excitación de ésta en sus labios
hinchados y rosados:
— Quiero oír esa disculpa— Zas— obedece a tu señora.
— Por favor mi señora— zas, caricia para aliviar la zona castigada,
WanVesta se mordió el labio para callar un gemido— disculpe mi descuido
no volverá a pasar.
— Tu agradecimiento— zas, caricia gemido y gemido silenciado— Aun no
lo he oído.
WanVesta curvó la comisura de sus labios. Iba de lista si quería una sumisa
totalmente entregada al juego. Giró un poco la cabeza para mirarla desafiante
y volvió a menear el trasero, en plan, castígame cuanto quieras que te va a
costar doblegarme. Vesta, dibujó media sonrisa. Todo eso iba por niveles de
dolor, un amo subiría la intensidad hasta que el sumiso u esclavo diera señal
de que ese es su límite. Y así comenzó el procedimiento, zas azote, caricia
hasta que sus gemidos se hicieron sonoros, una y otra vez hasta que llegó al
límite:
— GRACIAS mi señora.
Vesta acarició para aliviar la zona, mientras se deleitaba con la imagen de
aquel culito tan sexy. Siempre había sido de lo más paciente cuando se
trataba de Clara, la calentaba tanto que se acabaría convirtiendo en la
antorcha humana. Dejó la pala a un lado y antes de retirarse, acarició una vez
su sexo, totalmente lubricado:
— Recoge el plato y llévalo a la cocina— ordenó antes de llevarse los
dedos impregnados a la boca y saborearla— no tardes.
WanVesta, toda acalorada agarró su plato y lo llevó a la cocina. Cuanta
excitación llevaba en el cuerpo, a ese paso se correría sin necesidad de llegar
al acto sexual. Cuando regresó Vesta estaba sentada en la silla cruzada de
piernas, mirándola fijamente, comiéndola con la mirada. ¿Qué haría una
sirvienta? Bueno, siguió con el juego de chacha sexy complaciente, se acercó
hasta ella, se arrodilló y comenzó a descalzarla:
— Debe de estar agotada todo el día trabajando mi señora.
Comenzó a masajearla los pies, a la vez que la miraba con cierto vicio. A
Vesta le perdía esa mirada, era una invitación a follarla, es más, si en esos
instantes se quitase la ropa interior, de lo mojada que lo tenía y lo tirase
contra la pared se sostendría ahí por el resto de los días:
— Para— ordenó, WanVesta paró, pero se mantuvo de rodillas esperando
alguna orden— trae el bol de hielos, un condón y el antifaz.
Salvo los hielos y el antifaz, el condón no pegaba en aquella petición. La
última vez que utilizó una fue para practicar el beso negro. ¿Volvería
hacerlo? No le desagradaba la idea, era súper placentero y cuando le
acariciaba el clítoris a la vez. Tenía que dejar de pensar en esas cosas que se
sobreexcitaba antes de tiempo. Acatada las órdenes, Vesta apartó el bol a un
lado y sosteniendo el antifaz, dio unas palmaditas sobre la mesa para que la
sirvienta sexy se sentara. Que, mordiéndose el labio inferior, acabó
obedeciendo. Vesta no se había levantado en ningún momento. Cuando tuvo
a WanVesta en la posición que quería le abrió las piernas, solo para deleitarse
con esa imagen tan… CENSORED… que le hizo relamerse los labios:
— ¿Desea probarme señora?
Ésta al final se levantó, colocándose entre sus piernas, apoyando las manos
a ambos lados, hasta quedar a escasos centímetros:
— Estoy casada WanVesta y no paras de calentarme— tenían que sacar
fuerzas desde lo más profundo de su ser para no besarse— mostrándome ese
coñito tan apetitoso, voy a tener que bajarte esos calores— dijo colocándola
el antifaz para privarla de la vista, se acercó a su oído— no te vas a correr
hasta que yo te dé permiso.
WanVesta suspiró sonoramente, Vesta deshizo el lazo del delantal que tenía
en el cuello y subió la parte de abajo. Agarró un hielo y no lo pasó
directamente por la esa piel descubierta, cuya temperatura era más alta de la
normal, lo mantuvo en su mano aguantando el frio y dejó que gota a gota
cayera sobre su cuerpo. Creando sensaciones placenteras al sorprenderla en
diferentes puntos. WanVesta se aferró al borde de la mesa, aguantando su
terrible necesidad de mover la pelvis buscando algún tipo de contacto. Una
caricia sobre su protuberante clítoris o algún tipo de penetración, ya fuese
manual o con alguno de los juguetes. Su señora practicaba con cierto sadismo
y le encantaba penetrarla con juguetes. En un momento sin previo aviso si
sintió el hielo casi derretido sobre sus pezones, encorvando la espalda. Vesta,
sin dejar de disfrutar sacó el condón de su envoltorio e introdujo un hielo en
el látex y cerro la punta con un nudo. Lo sostuvo con una mano mientras que
con la otra volvió a pasarla por su chorreante sexo:
— Estas muy caliente, muy mal WanVesta, excitarte por tu señora la
casada.
— Disculpe señora, pero no puedo evitar excitarme, me pones mucho
Vesta.
Vesta le penetró con dos dedos, se deslizaba sin problemas e incluso cabía
otro, demasiado excitada y dilatada. WanVesta esbozó un gemido sonoro,
pero de un momento a otro dejó de penetrarla. Se sentó en la silla y
agarrándola de ambos muslos la atrajo hasta tener su sexo a la altura de su
boca y comenzó a atacar como una loba hambrienta. WanVesta movía la
pelvis, disfrutando de los placeres que le estaba dando esa lengua hasta que,
zas, no es que lo sintiera cuando se lo introdujo y luego se lo sacara, más bien
fue la sensación:
— ¡Ahh!— dijo retorciendo su cuerpo— ¡joder!
Vesta le introdujo el condón con el hielo y luego se lo sacó, pero sin dejar
de darle placer con la lengua:
— Esa boquita.
Volvió a repetir el procedimiento, una, otra y otra vez, el orgasmo intenso
llegaba, pero con más lentitud. Tampoco podía tenerlo, su señora se lo había
prohibido. Una y otra. Toda su intimidad era una cascada de dulce esencia:
— Mi señora— dijo entre gritos— por favor, permíteme correrme.
— No hasta que el hielo esté derretido.
Una y otra, eso era entre tortura y placer extremo:
— Por favor mi ama— decía ya casi sin poder contenerlo— no aguanto
más.
Vesta paró de torturarla con la lengua, pero en vez de sacarle el condón lo
mantuvo dentro. Eso era algo anestésico. Cuando vio que apenas quedaba
hielo prosiguió torturándola, apretando su boca contra su sexo, con la punta o
con el dorso de la lengua, succionando, mordisquitos. WanVesta no
aguantaba más estaba todo ahí acumulado como una puta olla a presión.
Hielo derretido:
— Córrete.
WanVesta aferró fuertemente su pelo y la atrajo a su sexo entre
convulsiones y fuertes jadeos. Vesta sonriente recogía todo aquel jugo tan
sabroso y que salía a porrón. Eso le había calentado muchísimo. La sexy
chacha se desplomó sobre la mesa totalmente sudorosa:
— No te acomodes WanVesta— Le quitó el antifaz, Vesta se estaba
relamiendo los labios, impregnado de toda su esencia— ve a por las esposas
— la chacha sexy con piernas temblorosas se levantó de la mesa— espera.
Le quitó lo que le quedaba de delantal y lo tiró a un lado. WanVesta fue a
por las esposas y se las entregó. Vesta las cogió y procedió a darle las nuevas
órdenes:
— Arrodíllate, quítame los pantalones y la ropa interior.
Encantada acataría aquella orden. Cuando al final quedó desnuda de
cuerpo para abajo, le pidió que se levantara de nuevo, pero solo para coloca
sus brazos a su espalda y esposarla. Vesta se sentó de nuevo en la silla y se
abrió de piernas:
— Arrodíllate— WanVesta se arrodilló mirando aquella deliciosa fuente
de placer— harás lo que yo te ordene en todo momento, yo te follaré esa sexy
boquita. Tu lengua fuera— obedeció sin rechistar— ténsala un poquito más
— y hecho eso, le agarró del pelo y le acercó hasta su sexo, penetrándose con
su lengua, la empujaba la atraía, gimiendo, gozando— oh si WanVesta que
boquita joder— la atraía más intentando que la lengua llegara lo más
profundo por la obertura de su sexo— saboréame— hasta llegado un
momento, dejó entre sus piernas— ahora, ahora muévela, haz que me corra
en tu boca, me quiero correr en tu boca— petición que acataría encantada y
sin dejar de mirar los gestos que ponía, movió la lengua, en su obertura
dentro fuera, dentro y recorrer cada rincón de aquella fuente sabrosa,
saciando su sed— joder, ¡sí, me corro!
Gemido gutural mientras alzaba su cadera. Se apoyó en el respaldo
esbozando una risita, juntó sus piernas:
— Levanta y siéntate encima de mí.
Sonó menos autoritaria. Pero igualmente la obedeció y recibiendo una
mirada llena de ternura por parte de aquellos hermosos ojos verdosos, le quitó
el collar que impedía lanzarse a sus labios y besarla hasta el cansancio:
— Me quitas el collar, pero no las esposas.
Dijo Clara casi sin separar los labios de Alex, que ladeo la cabeza para
mirar las muñecas esposadas:
— En esta postura dan mucho juego— dijo riendo, le rodeo con los brazos
y se las apañó para quitarle una, suficiente para devolverle la movilidad—
¿Cómo es que te ha dado por jugar?
— Aun quiero seguir— dijo desabrochando la blusa. Alex alzó una ceja—
pero con mi esposa en esta ocasión.
— Como me encantas cuando te desinhibes— la abrazó y comenzó a
mordisquearla por el cuello— grito de guerra… ALEX QUERER FOLLAAR
A CLARA.
— Joder si cavernícola mía.
Rompieron a reír. Y de nuevo volvieron a la carga, aunque de forma más
carnal, a pasional y tradicional. Sin juegos de por medio, tan solo Alex y
Clara. Ya cuando sus cuerpos dijeron basta, Clara apoyó la cabeza en su
hombro, totalmente desnuda y mirando su cuello sin dejar de reír:
— No te rías tanto— dijo Alex sin dejar de abrazarla— mañana parecerá
que me ha dado gangrena pequeña vampiresa.
— Perdona, me emociono demasiado.
De nuevo posó los labios sobre su cuello:
— ¡Oh Dios Clara!, que no puedo más.
— Está bien— dijo riendo— vámonos a la cama a dormir, mañana ya
recojo todo esto.
— Me vas a tener que llevar a rastras.
Clara se levantó y tiró de ella riendo. Iba a entrar a la habitación detrás de
Clara, cuando reparó en el sobre que había en el suelo:
— Ahora voy— dijo mientras abría el sobre. Tenían que haberlo echado en
persona en su buzón. Cuando vio el contenido, quedó paralizada, no se
esperaba eso— joder.
Fue lo único que llegó a decir:
— ¿Has dicho algo?
Preguntó Clara desde dentro de la habitación:
— No, nada— dijo doblando la carta y guardarla en su maleta— solo es
propaganda.
— Pues deja eso y vente a dormir.
Alex entró a la habitación dibujó una sonrisa y se acostó junto a Clara, en
posición cucharilla, abrazadas enseguida la rubia quedó dormida. Después del
desgaste que tuvo. Sin embargo, Alex quedó totalmente pensativa. Era algo
que debía afrontar y después de meditarlo, le daba igual las horas que fuera,
se levantó, fue hasta el salón y procedió a hacer la llamada. Un tono, dos
tonos, tres tonos:
— He recibido tu carta, me parece que quieres verme— hablaba muy
seriamente— está bien, tu propones hora y lugar.
Capítulo 47 - Boleto
Alex salió más temprano de lo habitual. No esperaba tener ese encuentro
tan pronto. En una cafetería, muy considerado al concertar la cita cerca de la
empresa. Antes de entrar suspiró y lo buscó con la mirada. Al final del local
estaba, le daría vergüenza que le vieran con ella, después de todo, le quitó a la
mujer. William permaneció serio en todo momento. Hasta que Alex se sentó
enfrente. Ambos se miraron. Extrañados. Buscando parecidos:
— ¿Qué quieres William?
Al final fue Alex quien rompió el silencio:
— Sin querer escuché a mis padres discutiendo— comenzó a decir mientras
hacia una seña al camarero— se van a divorciar y todo por la hija secreta de
mi padre. Ahora entiendo por qué siempre se empeñaba en que nos
lleváramos bien.
Alex esbozó una sonrisa nerviosa, esperó a que el camarero tomara nota y
prosiguió hablando:
— Vaya, resulta que soy yo la culpable de que tus padres se divorcien.
Pues entérate, yo no he movido un dedo para acercarme a Maurice.
— Se te da bien romper parejas— dijo hablando entre dientes— sobre todo
a los de tu propia sangre.
Alex comenzó a reír por lo bajo. Se apoyó en la mesa y le hizo señas con el
dedo índice para que se acercara:
— Escúchame anormal de carrito, crecí pensando que soy hija única,
¿piensas que me considero una Wiyatt? Ni en tus putos sueños— William
rechinó los dientes— ¿piensas que alguna vez Clara te quiso? — Le enseñó el
dedo corazón— con este dedito vas le das a la única neurona que tienes.
Cualquiera se daría cuenta, incluso desde pequeños de los dos quien estaba
antes era yo.
— Contigo es imposible tener una conversación, eres una puñetera salvaje.
Se acercó la taza de café y le dio un sorbo:
— ¿Conversación? Has sido tú el primero en tirar la primera piedra así que
no escondas la puta mano William— se apoyó en el respaldo— ni si quiera sé
porque he venido
— Por la misma razón que he venido yo, curiosidad— miró su taza—
¿Desde hace cuánto que lo sabes? ¿Desde siempre?
Alex hizo un mohín:
— No, lo supe hace dos meses— le miró entre amenazante y precavida—
escúchame mono de feria, nadie puede enterarse que Maurice es mi padre y
— volvió hacer otro gesto— tu mi medio hermano. Patrick es peligroso y
muy vengativo— alzó las manos— sabes ¿qué? No sé para qué narices te
digo eso, ni tú vas a reconocer que tenemos lazos sanguíneos ni yo tampoco.
— Pero si mi padre— sonaba distante— él si te ve como una hija.
Alex rompió a reír irónica:
— Ya claro, como que papaíto ha estado para mí. A mis ojos ese es un
hombre casado que se folló a mi madre y después de dejarla en estado siguió
con su supuesta familia perfecta. Siempre será el señor Wiyatt. Que deje de
soñar si piensa que le voy a llamar papá.
Suspiró y miró a un lado. William frunció el ceño. Lo cierto es que la
morena esperaba más reproches por haberse casado con su ex prometida.
Pero lo que le dijo fue mucho más hiriente:
— ¿Entonces nunca reclamarías lo que es tuyo? Acciones, herencia…
— ¿Si te preocupa tu cochino dinero, tu empresa y la jodida herencia?
Puedes dormir tranquilo, no me interesa.
— Industrial Medical Woods está en la ruina— intentó defenderse— tu
estilo de vida no será tan ostentosa, pero a Clara si le gusta vivir
cómodamente y no creo que le guste mantenerte si el día de mañana todo—
Ladeo la cabeza— ¿Cómo lo llamaste? Ah sí, si todo tu imperio se va al
traste.
Alex cansada se levantó. Le había llamado interesada y para colmo
mantenida. ¿Pero de qué iba? ¿Estaba buscando otra paliza? Ahí no estaba
Clara para separarles:
— Si el día de mañana todo mi “imperio” se va la mierda ni buscare la
fortuna de los Wiyatt— dibujo media sonrisa— ni mucho menos el dinero de
mi mujer. Se trabajar y valerme por mí misma. Ha sido mala idea esto de
vernos. Tenías miedo que usurpe tu lugar y dejes de ser el hijo único.
Tranquilo prefiero seguir la salvaje que no necesita de papá y mamá para
vivir— se dispuso a irse, no sin ante susurrar— capullo.
Salió de la cafetería airada, pero al menos ya sabía por dónde irían los tiros
con William. Demasiados reproches, sobre todo, Clara sería uno de los temas
de discusión.
Los técnicos de escucha ya habían traspasado las conversaciones en papel.
Nidia, estaba en una pequeña sala dedicada para tomar cafés y para los
empleados pudieran comer. En sus manos estaba revisando frase a frase,
conversación tras conversación. Cuando Taylor entró con muy malas pulgas
y dejó las carpetas sobre la mesa. Se iba a ir, pero de nuevo miró a Nidia, que
arqueo una ceja esperando a que dijera algo:
— Esta tarde quiero la revancha.
Taylor siempre había sido la mejor, quería seguir siendo la mejor y Nidia no
hacía más que desacreditarla con sus faltas de respeto y su altanería. Que, por
cierto, rompió a reír y bajó la vista de nuevo a las hojas que tenía en las
manos:
— El lunes te doy todas las revanchas que quieras— paso la hoja— pero
mañana vamos a infiltrarnos y quiero esa carita libre de moretones.
— ¿Quién dice que seré yo la que se lleve los golpes?
Nidia cerró la carpeta que tenía en sus manos, cerró los ojos y suspiró:
— Me estás viendo como a un enemigo— dejo la carpeta encima de la
mesa— cuando el verdadero enemigo está ahí fuera, Taylor ¿quieres
demostrarme que buena profesional eres? Cierra tu sexy boquita y siéntate a
trabajar.
Y Taylor escuchó en su cabeza la voz de Sheldon Cooper diciendo “Zas en
toda la boca” ¿pero es que siempre tenía que ser siempre la que tuviera la
última palabra? Protegida de Allie, eso es lo que era. Ceñuda se acabó
sentando y agarró una carpeta:
— Aun así, el lunes quiero esa revancha.
Nidia volvió a abrir una de las carpetas y sin dejar de mirar los
documentos, dibujó una sonrisa pícara:
— Por supuesto que sí ¿Quieres testigos como la otra vez? ¿La señora
Woods por ejemplo? — Rio por lo bajo— debe de joder que te humillen
delante de la tía que te gustaría follarte— Taylor rechinó los dientes— Por
cierto ¿Ya has hablado con Alex sobre el sábado?
Taylor dejó la carpeta sobre la mesa pegando un golpe:
— ¿Por qué tienes que meterla en la investigación? Ponerla en peligro es
una locura, es una civil, que no sabe cómo actuar si la situación se complica
— Nidia la ignoraba, siguiendo con sus quehaceres, Taylor pegó un golpe en
la mesa— MIRAME, la quieres meter en una cueva llena de lobos.
Nidia cansada de escuchar sus quejas constantes apiló las carpetas y se
levantó, se acercó hasta a Taylor, apoyó una mano en su respaldo y la otra en
la mesa, encarándola a escasos centímetros. Ambas se miraban fulminantes y
ninguna hacía por achantarse:
— Si empleases la mitad de las energías que usas en llevarme la contraria,
avanzaríamos más rápido— se incorporó y agarró la pila de carpetas— si no
estás de acuerdo con mi forma de trabajar lo tienes fácil, pide que te cambien
de caso, pero si quieres estar en el será mejor que cambies el chip de toca
pelotas, agente Fisher.
Y se encaminó hasta la puerta para irse. Taylor la vio marchar con la
mandíbula tensa. Aunque inconscientemente durante unos segundos se le fue
a la dirección de su culo.
Después de verse con William fue directa a la reunión que había en la sala
de juntas. Todo el mundo ya había llegado y la estaban esperando. Bueno su
primera reunión con el equipo nuevo escogido por los de recursos humanos.
Ya se había cruzado con algunos con anterioridad, pero ni conocía sus
nombres. En plan comandante fue hasta su silla presidencial y se sentó:
— Buenos días, señoritas y caballeros— hizo señas para que todos se
sentaran— creo que mi socia y la vicepresidenta ya os abran puesto al día de
la situación crítica por la que está pasando industrial Medical Woods por eso
os hemos escogido, porque aún podemos levantar esta empresa.
— Señora Woods— comenzó la chica que ascendió al que fue el puesto de
Jamal — haciendo cuentas— no iba a dar buenas noticias— la empresa se irá
a pique si no se hacen recortes.
Alex se cruzó de piernas, ese día cataría las decisiones que se debe de tomar
en un cargo como aquel:
— ¿Qué propones?
— Las principales empresas se están viendo afectadas en Europa—
carraspeo— tendremos que empezar a despedir gente.
La morena se llevó las manos a la cara. Joder, iba a ser la responsable de
que mucha gente se quedara sin trabajo:
— ¿No se puede recortar por otros lados? ¿Material de empresa? ¿Coches
de empresa? ¿Bombillas de ahorro? Cualquier cosa, antes de tener esa idea
como primera opción.
— Eso solo conseguiría reducir la cantidad de despidos.
— Tenemos que comenzar a hacer publicidad para que la gente vuelva a
confiar en nosotros— habló el de comercio y marketing, pero también
andamos limitados con el presupuesto. Puede seguir siendo la imagen de la
empresa en vez de buscar modelos, eso suele gustar a la gente, que interactúe
con ellos.
— En eso le doy la razón— dijo Helena— ha creado buena imagen que la
presidenta diera la cara.
Lo que faltaba con lo reservada que era con su vida privada y ahora le
estaban proponiendo que se convirtiera en un personaje público. Pregunto a
los otros jefes de departamento, un tanto de lo mismo. Ya estresada, se
restregó la cara nerviosa:
— ¿Alguien tiene buenas noticias? O ¿solo habéis subido a producirme
ulceras?
— Lex…
Susurró Olaya. Alex le hizo un gesto con la mano y luego con los ojos
cerrados se llevó el dedo índice y dedo gordo al tabique nasal:
— La semana que viene quiero otra reunión— señaló a la de departamento
de economía— y espero que hayas reducido esa lista de despidos. Mándame
un informe con todo el dinero perdido. Ahora a trabajar.
Todo el mundo se fue, menos Olaya, que a pesar de estar enfadada seguía
preocupándose por Alex. Que tenía cara enterrada en sus manos:
— Olaya nos estamos engañando Patrick Woods fue el iceberg que chocó
contra la empresa y ahora se hunde— miró a su amiga— mucha de esa gente
necesita el trabajo ¿Y tengo que tomar esa decisión? No sé, puedo vender el
Yet privado, eso gasta mucho dinero— suspiró— debo de ir pensando en las
formas de ahorrar.
— O puedes vender la empresa— dijo con cierta precaución— no te lo he
comentado, pero hay un alemán que se ha interesado y ha propuesto una
buena suma de dinero.
Alex le miró ceñuda:
— ¿Me estás diciendo que abandone? — Se levantó y cerró la puerta para
que no se le escuchara gritar— ¿qué le digo a toda esa gente? — señaló a la
cristalera que daba con el pasillo y mesas de trabajadores— lo siento chicos y
chicas, abandono vendo la empresa para salvar mi culo rico ¿están
asegurados sus puestos de trabajo?
— ¿No estabas en el puesto para joder a Patrick?
— Sí, pero tampoco soy tan hija de puta como para ignorar a todos mis
empleados. Ni puedo dejar que tú o Helena os hagáis cargo de todo. ¿Qué
pensaría Clara si a la mínima que se complica algo abandono? Que se ha
casado con una cobarde o de lo contrario quedarme arruinada y estar casada
con una don nadie.
— Vamos— dijo poniéndose a su lado y apoyando una mano en su
hombro— eres Alex, casi toda tu vida has sido independiente, hasta
económicamente, tu familia se quedaría arruinada no tú— dibujó media
sonrisa— conozco todos tus alijos repletos de dinero ¿recuerdas?
— ¿Sería suficiente?
— Alex, Clara no se casó con tu dinero, se casó contigo, ella te quiere.
Olaya habló con Ruth, así como pidió Alex, aunque lo hizo de mala gana,
puesto que, aunque ignoraba las razones, sabía que no eran nada buenas.
Obvio que Ruth no sabía nada, y como si de una cadena se tratara, la amiga
de Clara fue a hacerla una visita. Aunque la rubia no aceptó tan fácilmente:
— Vamos Clara hace tiempo que no hay fiesta de pijamas— dijo tumbada
en la cama mientras que su amiga se vestía— ¿No propusiste dedicar un día a
la semana a pasarla separadas?
— No me apetece, seguro que habrá alcohol.
— Como los viejos tiempos— siguió suplicante— hasta Olaya ha
decidido salir de fiesta para dejarnos solas.
— Está bien, sábado de chicas.
Se dio por vencida, Ruth podía ser muy pesada e insistente. No le dejaría
en paz hasta que le dijera que sí. Y como Alex estaba en plan, que le
desbordaba el trabajo. Seguro que haría como William cuando trabajaba hasta
tan tarde, y como para quedarse sola tampoco:
— Por cierto— dijo sacando una revista de su bolso— tu mujer está
buenísima— se la entregó— cuando la vi, no pude evitar comprarla, encima
sale en la portada.
Clara ya había terminado de acicalarse, miró la revista y se le dibujó una
sonrisa bobalicona. Ruth se levantó de la cama, se miró en el espejo y se
arregló el pelo:
— Venga— dijo animada Ruth— vayamos a visitar a nuestras mujeres,
apuesto a que te late la pepitilla después de haber visto esa foto.
Clara puso los ojos en blanco. Fue hasta su cajón y sacó un borrador de su
libro. Quería que Alex se lo leyera antes. Sabía que le haría ilusión ser la
primera en hacerlo. Viajar con Henry a Ruth le hacía gracia. Sin embargo,
Clara se sentía vigilada, Alex sabría qué haría y donde iría en cada momento.
Como había solicitado le llevaron los documentos en el que venían
reflejado las estadísticas de pérdidas. Para que los pediría, aquello se estaba
convirtiendo en una autentico agujero negro que no paraba de tragar materia
absorbiéndolo todo. Se llevó las manos a la nuca y se apoyó en el respaldo,
miró al techo intentando no pensar. Hacía cuatro meses tan solo se dedicaba a
pegar papelitos al techo, sin preocuparse por nada, sin deberle explicaciones a
nadie y viviendo una vida llena de locura. Unos golpecitos tímidos a la puerta
la devolvieron en sí, dibujando una sonrisa cuando vio que se trataba de un
hermoso ángel rubio y de ojos azules. Que cerró la puerta tras de sí con
pestillo:
— ¿Ya has visto como sales en las revistas y periódicos?
Le mostró la revista que le dio Ruth. Alex alzó una ceja:
— Sí, me follaría sin parar de lo buena que estoy.
Clara fue hasta ella para sentarse sobre sus muslos:
— Quiero atribuirme ese derecho de follarte, comandante.
Alex se perdió en su mirada azulada. Hacía cuatro meses no sentía amaba
como lo hacía en ese momento, ni tenía a Clara entre sus brazos como en ese
instante. Con suavidad se acercó hasta saborear sus labios. Los rozó y
acarició, primero con sus labios y después con su lengua, se separó durante
unos segundos para coger aire y mover la cabeza hacia el otro lado,
acariciando la punta de la nariz en el proceso. Hacía cuatro meses no besaba
de aquella forma.
Se levantó, y abrazando fuertemente a Clara, la sentó sobre su escritorio,
colándose entre sus piernas. Aunque sus manos permanecieron aferradas en
su rostro. Se separó unos centímetros para mirarla con adoración:
— ¿Me quieres?
Clara rodeo su cintura con las piernas para pegarla más a ella y la miró con
intensidad:
— Te amo, Alex.
— Si la empresa se va a pique y me quedo sin nada ¿me seguirías
queriendo igual?
— Alex— le acarició intentando transmitir con tacto y palabras seguridad
— me importa una mierda el dinero. Te quiero a ti, a mi cavernícola,
ordinaria y borde.
Alex volvió a chocar sus labios, con la misma ternura, llena de necesidad,
la pegó mucho más a ella aferrándola fuertemente con los brazos:
— ¿Está la puerta cerrada? — preguntó con respiración entrecortada—
quiero hacerte el amor ahora mismo.
— Si— Respondió entre besos— la cerré… con pestillo… Alex— se
separó un poco, Abrió su bolso y sacó un juguete— estabas tan sexy en esa
revista, que me entraron ganas de que me follaras con este juguetito.
Alex curvó la comisura de sus labios, dibujando media sonrisa. Se
desabrochó el pantalón dejó que la prenda cayera sola, se descalzó, se bajó la
ropa interior y por último se Abrió de piernas. Clara la miró de forma
lujuriosa:
— Pues pónmelo— dijo aun sonriente— No hace más que sorprenderme
señorita Price.

La Bellísima señora Woods, nos recibió amablemente en la empresa que


ahora dirige para concedernos una entrevista. Del cual fue capaz de
contestar a todas las preguntas sin ningún problema.
Patrick estaba en el despacho leyendo la prensa como hacía a diario, a
diferencia de que le llevaron una revista de glamour. En un principio eso le
pareció molesto, hasta que vio a la chica de la portada. A cada pregunta que
contestaba le hervía la sangre. Esa era su empresa. Ese era su apellido, no el
de esa bastarda. Alex debía estar muerta, sin embargo, ahí estaba. Siendo la
nueva imagen de industrial medical Woods. Pidiendo que se entregase. Ya
faltaba poco para verse de nuevo las caras. De no ser por su empleado el que
le aconsejaba, ya habría intentado meter una bala entre ceja y ceja de aquellos
ojos verdes. Y a la puta de su madre también:
— ¿Te puedes creer Romero? — dijo tirando la revista en el cubo de la
basura— dice que es su nuevo imperio que el mío ha acabado— gruñó— el
mío solo acaba de empezar.
— Aguante señor— dijo Romero sin inmutarse— ya le queda poco. Debe
de pensar en frio cuando eso ocurra.
— Siempre lo hago, pero mis empleados los inútiles siempre la cagaban.
Así acabaron, muertos.
— Me refiero que debe saber dar donde más duele— Romero, rio
cruelmente— me sé de un jueguecito, que haga lo que haga, le hará sufrir
muchísimo antes de darle boleto.
— Me gusta como piensas Romero— dijo riendo— por eso eres mi ojito
derecho.
Sí que daba mucho juego el juguetito. En lo que Patrick y Romero,
barajaban formas de hacerle de sufrir a Alex, aún seguía dando caña a su
mujer, cambiando hasta tres veces de posición, hasta que quedó sentada en la
silla con Clara encima, aunque era Alex quien la movía agarrándole de las
caderas o de los glúteos, gimiéndose en sus bocas:
— Lex— dijo ya agotada, dejándose guiar por la morena— me voy a
correr y no sé si podré con un tercer orgasmo.
— Si cariño— gemido— juntas mi amor.
— Si, si, aaahhh.
Desplomadas en la silla, sudorosas y reventadas. El sexo en todos los
sentidos era bueno, ya fuera con cierta rudeza como la noche anterior o con la
dulzura de aquel momento. Pero lo que más amaba Clara, era el post coito, no
solo la sensación maravillosa, sino por la forma en que la miraba Alex, como
le sonreía, abrazaba o acariciaba:
— Me encanta cuando me miras así.
— ¿Cómo?
— Sin miedo a mostrar tus sentimientos— le besó en la punta de la nariz,
se quitó de encima, suspirando ya que el juguete había seguido dentro de ella
— tengo algo para ti, bueno es prestado— sacó del bolso el borrador y esperó
a que Alex se quitara también el juguete— quiero que lo leas tu primero.
— Gracias— curvó la comisura de sus labios— me encanta el detalle— le
atrajo hasta que quedó sentada de nuevo— te quiero.
Capítulo 48 - Alex
Sesión de películas, palomitas, a petición de Ruth y Tanya mojitos para la
fiesta de pijamas. Como Olaya había decidido salir de fiesta, Clara estaba
segura que convencería a Alex para salir juntas, como si lo estuviera viendo.
No desconfiaba de su mujer, ya le estaba demostrando cuanto estaba
cambiando, últimamente se estaba aplicando mucho en el trabajo e incluso la
vio estresada por el hecho de buscar otras vías para no despedir a mucha
gente. En el fondo le venía bien distraerse. Como Tanya le comentó que
estaba de vacaciones, le propuso ir a la noche de chicas. Conocerse un poco
más:
— Una mezcla de películas para que no sean todas muy ñoñas.
Dijo Tanya sacando un par de DVD. Ruth carcajeó reacción contraria por
parte de Clara, que se ruborizó. ¿Qué se podía esperar de una dominatriz con
tendencia a dar tutoriales BDSM? Que llevara películas con esa temática:
— Marqués de Sade y Átame— hizo un gesto de desacuerdo— y para
colmo la segunda está en español hay que leer subtítulos.
— No me desagrada la idea— dijo Ruth arrebatándole los DVD— Olaya es
dominante, aunque reticente a los jueguecitos— guiñó un ojo a Tanya—
¿Algún consejito?
— Vamos a darle a los mojitos— sentadas en el sofá y con las copas en la
mano— me estás diciendo que es muy vainillita Olaya.
— No digo que busque lo mismo que esa y su mujer— dijo señalando a
Clara— pero si un poco más de salseo.
— Esa tiene nombre y tú que sabrás de mi vida sexual.
Muy típico de Ruth y hace tiempo también descubrió de Tanya, las encanta
hablar de sexo:
— Clara— dijo en plan obviedad— que te has casado con Vesta, ¿piensas
que ha dejado de serlo? Seguro que te tiene más tiempo atada que otra cosa.
— Por cierto— entró Tanya en la conversación picarona— ¿Qué tal
WanVesta?
A Clara le fue imposible esconder su sonrisa pícara. WanVesta fue el
mejor invento que podía tener. Era excitante encarnar otro papel y menuda
noche. Alex era maravillosa, le sorprendía, ya podía ser con algún juego o
alguna postura, pero Vesta era otro mundo. Y porque le había bajado la regla,
pero estaba segura que Vesta y WanVesta volverían a salir. Tanya sonrió
orgullosa:
— No me lo digas, tú cara me lo dice todo.
— ¿Me he perdido algo?
Puso atención Ruth toda curiosita:
— Ya que Vesta se había convertido en una dominatriz monógama, había
que darle a una sumisa monógama. Alex y Clara ¿puedo decir Alex? —
pregunto efusivamente— ay que os shippeo sois tan monas.
Clara puso los ojos en blanco:
— Para navidades quiero que lleves un jersey de lana que ponga Alexara.
Al final acabó haciendo la bromita Clara. Ruth se inclinó a Tanya y le
susurró:
— Me hizo llevar uno que ponía Willara— rompió a reír— la lana me
creo urticaria y lo quemé
— Nunca tragaste a William.
— No pegabais ni con cola— se defendió Ruth— yo también Shippeo
Clara, orgullosa iré con el jersey de lana.
Tanya ladeo la cabeza pensativa, después de servirse otro mojito:
— Hola Ruth, venga yo shippeo a las dos— dio una palmada animada—
bien pequeñas mías, mi propósito antes de que acabe el año— señaló a Ruth
— que a tu novia no le de miedo tocar unas esposas— miró desafiante a
Clara— y que tu consigas lo que yo nunca conseguí.
— ¿Y es?
Preguntó curiosa la rubia:
— Que acabes sometiendo a Alex.
Clara alzó una ceja y rompió a reír, ya iba a servirse su segunda copa:
— Pues ya te digo que ese propósito es imposible, ¿Alex someterse? Ni de
coña, ya lo he intentado, preguntando y luego pillándola desprevenida, pero
ni con esas.
— Ay cariño— añadió Ruth a la vez que cogía unas palomitas— no te
habrás dado cuenta, pero ya haces con Alex lo que te da la gana.
— La morena tiene razón— dijo Tanya— la tienes comiendo de tu mano,
ahora mismo le llamas y le pides que te traiga el cielo te aseguro que busca
las formas de hacerlo.
— Sois unas exageradas.
Tanya suspiró se acercó más a Clara y le rodeó con un brazo por los
hombros:
— Ahí como la ves, rubia…
— Clara…
— Eres rubia cojones no sé por qué te molesta que te llamen así— negó
con la cabeza— a lo que iba— Clara la miró ceñuda— Alex no solo era
borde y cavernícola, era una amargada toca pelotas de mucho cuidado.
Apenas sonreía, se la pasaba gruñendo todo el día y despotricando a todas
horas. Así que sí, la tienes más dominada que otra cosa, tan solo tienes que
pillar el truco para hacerlo en la cama también.
— Según tú ¿Cómo hago eso?
— Ya lo veremos querida— miró a Ruth— ahora voy a seguir de gurú
sexual y te voy ayudar con Olaya.
Olaya había dicho a todo el mundo que se iba de fiesta. Pero ni se le
acercaba a lo que estaba haciendo realmente. Alex no quiso decirle que
narices haría esa noche, aun así, no se dio por vencida. Aparcó enfrente de su
edificio y esperó. Hasta que llegada la entrada de la madrugada vio estacionar
un coche. Que sorpresa, la conductora era Taylor. La cabecita de Olaya
comenzó a maquinar posibilidades. Alex se la estaba pegando a Clara que no
lo creía o de nuevo se había vuelto a involucrar en el caso de Patrick. ¿Es qué
no podía vivir su vida feliz con Clara? Pensó rabiosa. Lo único que
conseguiría era ponerse en peligro de nuevo. ¿Y Taylor? ¿No aprendió la
última vez?
Alex no tardó en salir. Su vestimenta era muy diferente a la que había
acostumbrado a ver últimamente. En los últimos días solo había coincidido
en la oficina, pues siempre iba con sus trajes. Pero esa noche iba con sus
pantalones y chupa de cuero, pelo recogido en una coleta alta, y sus botas
militares negras. Muy a lo Alex macarra. Fue cuando se fijó que Taylor iba
más o menos igual. ¿A dónde demonios irían?
Nada más montar en el coche Taylor se puso en marcha. Aún seguía
mostrando su desacuerdo con la colaboración de Alex. Pero o acoquinaba con
esa absurda idea o se iba a otro caso y no le iba a dar el gusto a Nidia:
— Esta noche solo es reconocimiento— comenzó a decir muy seriamente
— nada de intervenir y mucho menos de tu parte— miró solicita a Alex—
haces lo que te digamos.
Fueron hasta unas fábricas abandonadas, pero la calle estaba plagada de
coches, muchos de ellos de marca y de gente adinerada. Olaya las siguió a
una distancia prudente, para que no se dieran cuenta.
No entraron a ninguno de los edificios, más bien hasta una furgoneta negra
estacionada. Taylor Abrió la parte trasera y guala. Alex quedó alucinada.
Parecía el típico vehículo de espionaje que suele salir en las películas. Todo
era un alucine hasta que Finigan y Alex cruzaron miradas, el encanto se
perdió en ese instante:
— Esto es una locura.
Es lo único que dijo Finigan. Taylor entró primero seguidamente de Alex.
El espacio era reducido, entre pantallas, micros y los otros dos, llegaba a dar
hasta claustrofobia:
— Nidia ya está dentro— dijo señalando una de las pantallas— tiene un
micro y una cámara incorporada.
— Parece ser que nuestro amigo no ha venido solito hoy— puntualizó
Nidia que había escuchado la llegada de Taylor, apuntó la cámara hasta
donde estaban uno de los jefazos— esa es Nía Chan.
Nía era una mujer madura, rasgos asiáticos, tenía un parche en el ojo, vista
de lejos de cuerpo no estaba nada mal. Hasta que se la vio sonreír. Esos
dientes no estaban podridos, lo siguiente:
— Me voy a acercar a ver si podemos grabar algo— Nidia estaba infiltrada
de camarera— ¿Desean tomar algo los señores?
Aprovechó para intentar apuntar a la cara de los dos jefazos. Fue cuando
Alex reparó en que cada uno llevaba un tatuaje muy conocido por Vesta:
— No queremos nada, guapa.
Dijo el hombre calvo, aunque Nía pareció dedicarla una mirada lujuriosa.
Nidia para no levantar sospechas se volvió a alejar. Apuntó al centro de la
sala. Había dos chicas dándose una buena tunda:
— Mirad— intentaba no mover mucho los labios para no cantear— esas
serán vuestras contrincantes.
— ¿Vuestras?
Preguntó Alex pegando un brinco en la silla:
— ¿Qué pasa tienes miedo?
Preguntó Finigan jocoso:
— No tengo miedo— dijo convincente— pero si voy con marcas, primero
Clara se entera de mis actividades extracurriculares y segundo, me mata.
— Es lo que tiene infiltrarse, ojitos tiernos— Respondió Nidia—
necesitamos llegar hasta ellos para tener acceso a sus ordenadores, si
conseguís llamar su atención y que os inviten…
— Un momento— intervino de nuevo Alex— ¿Todo esto es para que nos
lleven a la cama y llegar hasta sus ordenadores?
— Que lista.
Puntualizó Finigan con ironía:
— No haríamos nada, empleamos cierta droga para dormirlos antes de…
— Tengo una idea mejor— volvió a interrumpir Alex— esos tatuajes,
como luchadoras podemos tardar tiempo en llamar su atención e incluso está
la posibilidad que ni se fijen.
— Estáis buenas— volvió a decir Nidia— ¿Por qué no funcionaría?
— A esos dos le va el vicio ¿te has fijado en sus tatuajes? — apuntó a la
pantalla— practican BDSM— dibujó media sonrisa y miró a los agentes que
están a su lado— ¿Qué tal se os da hacer de sumisos? ¿Quién monta estas
peleas clandestinas?
Nidia se movió por el lugar hasta que consiguió apuntar con la cámara al
organizador de las peleas. Órdenes de Taylor desobedecidas en ese instante.
Alex salió como una exhalación de la furgoneta. La agente Fisher, fue detrás
de ella discutiéndola, pero Woods ya estaba decidida. No sería la primera vez
que iba hacer una cosa así. Nidia las miró fulminante desde el otro lado del
local.
Alex fue hasta el organizador a zancadas, para evitar que Nidia le
impidiese acercarse, o que Taylor le agarrara antes de tiempo. El organizador
era bajito, rechoncho y pelo engominado, todo lleno de collares y anillos de
oros:
— Que buena pelea— Dijo Alex con voz ruda— ¿Las apuestas están
cerradas?
El organizador las recorrió con la mirada lasciva, curvó la comisura de sus
labios:
— Por ti preciosa, puedo hacer una excepción.
Alex sacó un billete y apostó por la rubia:
— ¿Sois luchadoras? — preguntó el hombre— tenéis toda la pinta. ¿Os
gustaría participar?
La ojiverde puso un pie en una silla vacía, con expresión divertida:
— Lo cierto es que yo doy otro tipo de espectáculos— le guiño un ojo y
puso su voz sensual— Uno que implica, cuero, látigos, esposas y todo lo que
tú quieras muñeco— miró a Taylor antes de volver a dirigirse al organizador
que empezó a babear— me gustaría conseguir clientela y me preguntaba si a
la siguiente fiesta me das permiso para hacer una demostración, por su puesto
todo gratis. A lo mejor te acaba gustando y todo.
Taylor se acercó hasta Alex y le susurró:
— ¿Qué estás haciendo?
— Mi nombre artístico es Vesta— ignoró a Taylor— puedes buscar reseñas
en el rincón del castigo, te dirán que damos muy buenos espectáculos— el
organizador parecía aun dubitativo— vamos la gente disfruta de un
espectáculo totalmente gratis y yo consigo clientela. Me parece un trato justo.
El organizador curvó la comisura de sus labios:
— Un espectáculo gratis.
— Totalmente gratis— se inclinó, no había dejado de ser seductora en
ningún momento— te aseguro que no te arrepentirás y que vas a querer
repetir la experiencia de tenernos.
— Está bien— al final acabó accediendo el organizador— por cierto, la
rubia a pedido.
Las dos chicas miraron al suelo ensangrentado, la rubia estaba
completamente inconsciente y la retiraban a rastras:
— Una lástima— siguió sonriendo Alex— bueno unas veces se pierde—
le guiñó un ojo— y otras veces se gana.
— Tú número de teléfono, para mandarte la dirección del lugar dos horas
antes.
— Mi sumisa te lo dará.
Taylor la miró fulminante, la había llamado sumisa. ¿Ella? Ni de coña se
iba a dejar que la azotasen y humillasen antes se lía de hostias con el
armatoste que acababa de salir a la pista de peleas. Apretó los labios y le dio
el número de teléfono, uno de los muchos que usaban para infiltrarse:
— Nos vemos.
Se despidió, antes de volver a salir, no sin antes recibir una reprimenda por
parte de Nidia, que se acercó con una bandeja:
— ¿Pero qué coño te crees que estás haciendo?
Dijo entre dientes. Alex dio la espalda a todos los sospechosos:
— Practican BDSM— dijo convencida— llegaremos antes hasta ellos si les
damos un buen espectáculo dominatriz-sumisa— hizo una señal con la
cabeza— nos avisaran cuando es la siguiente pelea para hacer una
demostración.
— Sin necesidad de pelear— Sonrió satisfecha— que observadora— se
acercó aún más— esta semana ve al gimnasio todas las tardes, nos vas a dar
unas clases.
En ese momento Taylor intervino:
— Un momento— comenzó a negar con la cabeza— ni de coña me voy hacer
pasar por una esclava sexual.
Nidia alzó las cejas:
— Claro que lo harás y Finigan también— ladeó la cabeza, parece ser que
Colman estaba rechistando— no repliques Colman es una orden—
intercambió una mirada divertida con Alex— y que sepas que serás el sumiso
de Alex— cerró un ojo, justo el lado donde tenía el pinganillo, debió de
haberla gritado— bien por tu parte Woods, podéis iros, por ahora solo será
observar y no pintas nada aquí ya— miró a una Taylor totalmente airada—
Tu también descansa, tienes una revancha pendiente.
Taylor esperó a que Nidia se girase para enseñarle el dedo corazón de la
mano. Alex apretó los labios para no reír. Ya fuera, de camino al coche se la
escuchaba balbucear y maldiciendo. Ella no era así, siempre se había
controlado, sido aplicada en su trabajo, llega esa sabelotodo y lo único que
hacer era dar órdenes, pero lo que mejor se le daba era tocar los cojones y a
dos manos:
— ¿Soy yo? ¿O entre Nidia y tú hay cierta tensión sexual?
Taylor la miró fulminante:
— Oh sí, tensión hay, me muero por retorcerla el pescuezo— arrancó el
motor— pero ¿tensión sexual? Pretende dominarme, ni en sus putos sueños.
Chistó con la lengua. Alex comenzó a carcajear:
— Os veo tomando esa revancha en la cama
— Pero ¿tu dónde le ves que a mi esa zorra me pueda gustar?
— En que te picas con facilidad y lo que exageras con tu supuesto “odio”
Dijo levantando las manos y dibujando las comillas con los dedos:
— Se me olvidaba que hablo con la Diosa de la seducción y del amor.
— Así empezamos Clara y yo— dijo curvó una comisura de sus labios— y
no había pasado un mes cuando ya nos habíamos casado.
Taylor hizo un mohín:
— Muy a lo historia de Wattpad. Te odio, te odio, te odio un quiqui, ¡oh Dios
mío cuanto te amo!
Alex frunció el ceño sin entender una mierda:
— ¿Watt qué?
— Nada una aplicación que uso para leer— se fueron acercando hasta la calle
donde vivía Alex— de no ser porque estás casada, te diría quien tiene un
buen polvo eres tú.
— Lo siento cariño— dijo riendo Alex— conozco a una mujer dominante
cuando la veo, ya eres territorio de Nidia.
Taylor paró el coche y achicando los ojos la miró con odio:
— Has perdido todo tu sexapil Woods.
Alex abrió la puerta del coche entre carcajadas, se asomó a la ventana:
— Que lastima— dijo con mofa— ahora me iré a mi piso llorando.
— Aj, piérdete.
Dicho esto, subió la ventanilla de su coche y se puso en marcha. Alex
esperó a que el coche doblara la esquina. Cuando por la espalda alguien le dio
un fuerte empujón.
Menuda se estaba cogiendo Clara. Si Alex supiera. No paraban de reír,
Tanya era súper divertidísima y junto a Ruth, dos putos desastres. Pero a lo
tonto, estaba sembrando su semillita del mal en la cabecita de Clara, para que
se propusiera dominar a Alex. Alex se había convertido en su experimento
social:
— Jugamos mucho con la seducción rubia— decía esbozando una risita—
imagina que Ruth es Alex, sedúcela.
Clara carcajeó, se puso enfrente de Ruth y se bajó un poco la camiseta de
tirantes mostrando un poco más de escote. Ruth, se apoyó en el respaldo
mientras que reía sin parar. Tanya boquiabierta:
— ¿Ya? ¿Eso es lo que haces para seducirla?
— Lex— le resbalaba un poco la lengua— es así de simple, un poco de teta y
ya está cachonda— alzó el dedo índice mientras intentaba fijar la mirada— y
en mis días del mes que es cuando más hinchadas están, es cuando más me
las soba.
— Dios, no puedo— decía Ruth con los brazos en la tripa, carcajeando sin
cesar— solo le falta el pene.
Clara se terminó el poquito mojito que le quedaba:
— Pero luego es más mona— se apoyó en el respaldo del sillón risueña— ni
Will me había mirado así— puso un puchero— La echo de menos y sus
manos de pulpo gigante.
— Uy que mona— dijo Tanya le agarró de la mano y la levantó e hizo lo
mismo con Ruth— a seducir niñas y que mejor con un bailecito. De aquí a un
mes seréis mi orgullo, pequeñas.
Alex se giró levantando el puño, pero quien le había empujado ni más ni
menos que Olaya, no tenía buena cara. Es más, si las miradas mataran, ya
estaría fulminada en el suelo:
— ¿Estás volviendo a jugar a las espías?
Alex rio con ironía:
— ¿Y tú que acabas de hacer?
No espero que contestase, fue hasta su portal y se dispuso a subir al piso.
Olaya la seguía con decisión:
— La última vez no acabaste bien ¿Por qué te empeñas con esta locura?
Subieron al ascensor y la morena apretó el botón que las elevaría hasta el
cuarto piso:
— Porque Patrick aún sigue suelto y no voy a parar hasta que esté entre rejas.
— O hasta que tú estés bajo tierra.
Fueron hasta el piso, donde directa fue a por un par de cervezas. Se le
hacía extraño no tener a Clara ahí. No quería discutir con Olaya, pero siempre
con sus discursos y sermones. La irritaba:
— No puedo parar O. — dijo abriendo la cerveza— ni puedo olvidar, la
mierda de vida que he llevado por ese hombre, ni puedo olvidar el dolor, la
ira, el rencor, no puedo — Suspiró— dices que puedo acabar muerta— pegó
un buen trago a su cerveza— ya estuve muerta, estaba muerta hasta hace
poco, atormentada por los fantasmas de mi pasado. Deberías saberlo mejor
que nadie porque tú también los tienes, Clara me revivió.
Olaya abrió su cerveza y se sentó al lado de Alex:
— Pues aférrate a Clara y deja esta locura.
— Ya estoy metida en esta locura.
— Esto no puede acabar bien.
— Si no dejas de ser tan negativa. Es el FBI Olaya, ¿Acaso cometerán el
mismo error?
No contestó, más bien quedaron en silencio. Desplomadas en el sofá,
mirando la pantalla de la televisión apagada. Después de esa cerveza, cayó
otra y después de esa, otra. Desde que llegó estaba nerviosita pérdida. No por
el subidón de adrenalina por el tener que interactuar con un desarmado, ni por
su relación con el FBI. Miró a Olaya:
— ¿Qué crees que estarán haciendo? — bajo la vista— desde que nos fuimos
de viaje no hemos pasado una noche separadas.
—Eres una adicta a Clara.
— ¿Clara ninfómana?
— AdictaClara.
— Claranomana.
Termino Alex riendo con sus juegos de palabras:
— BoobieClara.
— Eh— dijo señalándola con el dedo índice de la mano que sostenía el
botellín— solo yo puedo mirar las boobies de mi mujer.
— Como que no se te han ido los ojos con Ruth y no te he dicho nada.
— Hablando de adicción— se terminó el botellín— sé que Clara es muy
sexual, pero no se últimamente la veo demasiado atenta. Todo eso desde que
le saqué el tema de los hijos.
En ese momento Olaya por casi se atraganta, pues le había pillado bebiendo
y encima un buen trago. Se había puesto roja y todo de lo mal que le había
sentado que se fuera por el otro lado:
— ¿Qué hiciste?
— No sé— se encogió de hombros— me pilló ñoña después de una sesión de
sexo— sonrió picarona— y le propuse absurdamente una casa más grande,
animales y niños. Si ese tipo de cosas que se suele proponer cuando uno
quiere tener una familia al estilo Disney.
— ¿Qué tiene esa mujer en el coño? Te la tiras una vez ya no puedes vivir sin
ella, dos veces, te la llevas de viaje, tres veces, la dices que la quieres, cuatro,
ale te casas y a la quinta, todo pack incluido.
Alex fue a la cocina a por otro par de cervezas. Se volvió a sentar:
— me dijo que no al pack y créeme que al día siguiente me sentí aliviada que
dijera que no— soltó una risita nerviosa— pero desde entonces, está muy
cariñosa y muy cachonda, ¿crees que se ha arrepentido y ahora quiere?
Porque lo cierto es que estamos muy bien así y no sabría decirla que no.
— Cuidado Vesta, que te dominan.
— ¿Crees que estará pensando en mí?
— Oh por Dios que enchochada estás— dijo tapándose la cara— pero que ha
sido de Alex la dura.
— Pues que Clara la tiquismiquis me ha cazado ¿si la llamo? — negó con la
cabeza— no, no, yo no hago eso, yo no llamo— intentaba convencerse— me
llaman a mí.
Olaya puso los pies encima de la mesita de centro, plagada de botellines
vacíos y algún que otro cigarro en el cenicero:
— ¿Crees que es muy tarde para contratar una serenata? No se quiero
regalarla algo bonito.
O. comenzó a carcajear. Parece ser que a estas dos también se le estaban
subiendo el alcohol a la cabeza:
— Y ya de paso te pones debajo de su ventana Montesco y le recitas un
poema no te jode, deja de beber Alex.
Al final Olaya se había quedado sobada en el sofá. Alex fue hasta la
habitación y se tiró en la cama. Joder había perdido aguante bebiendo. Y lo
dice quien entre Olaya y Alex se habrían bebido 40 botellines. Clara la
mataría en cuanto viera esa mesa llena de los cascos de cervezas. Si
sobreviviría a la resaca.
No sería la única. Clara llegó al día siguiente pareciendo que había visto un
fantasma. Pasó de largo ignorando a una Olaya totalmente en coma, para caer
sobre la cama. Alex estaba tumbada boca abajo, semi desnuda. Se acercó y la
abrazó. La cama le daba vueltas. Dichosos mojitos y dichosa Tanya. La hizo
bailar hasta la bamba. Que energías. Alex emitió un quejido:
— ¿Estás viva?
Preguntó a una rubia igual de quejumbrosa:
— No ¿Tú?
— Intento sobrevivir al apocalipsis de la resaca.
— Busquemos cura en dormir un poco más.
Ambas tenían las voces roncas:
— Sí, creo que vamos hacer eso, pero quiero que sepas que te estoy
abrazando mentalmente, físicamente no puedo.
— Duerme borrachuza, al menos yo he sido capaz de venir desde casa de
Ruth— esbozó una sonrisa, aunque sus ojos estaban cerrados— y tu ni girarte
puedes.
— Ahora me has enfadado— dijo quejumbrosa mientras rodaba, con los ojos
cerrados también, y la rodeo con el brazo cuando ésta se apoyó en su hombro
— te echado de menos marmotilla.
— Y yo a ti puchita mía.
— Puchita dice.
Dijo susurrando mientras daba a entender que eso no le gustaba:
— Pues deja de llamarme marmotilla.
— Si, vamos a dormir, marmotilla.
Capítulo 49 - The L Word
Los siguientes días se volvieron algo rutinarias. Madrugar y a la empresa,
solo para conseguir reducir un diez por ciento la lista de despidos. De los
cuales muy a su pesar dio luz verde a los que estaban a punto de jubilarse.
Solo para que diese tiempo a reducir aún más esa lista. De la empresa al
gimnasio y lo suficientemente cansada como para juegos excesivos o salir de
casa. Pero era el cumpleaños de Tanya habían quedado que iría directamente
al restaurante asiático.
Ahí estaba, en una de las salas del gimnasio los tres agentes aprendiendo
de Vesta. Tanto a Nidia enseñarla manejar el látigo largo, como a los rebeldes
Taylor y Finigan ser los perfectos sumisos. Que en el fondo lo disfrutaba.
Disfrutaba tener a Colman arrodillado y amordazado. Cada día que pasaba la
miraba con mucho más odio:
— Que bien usas el látigo— elogio a la agente al mando— serías una
dominatriz perfecta.
Aquello hizo que se ganara una mirada fulminante de Taylor, que estaba
amarrada en una silla con el culo en pompa:
— Sii— dijo sonriente Nidia, incluso sacó la lengua en plan viciosilla—
estoy cogiéndolo el gusto, sobre todo que excitante.
Se le escuchó quejarse a Finigan, pero no se le entendía nada ya que le
había puesto una mordaza de plástico, dudó si ponerle un Ball Gag, pero
quería sus labios libres para humillarlo aún más:
— Calla— dijo con voz autoritaria, para darle más credibilidad llevaba
puestas sus botas de tacón alto, puso el pie en su hombro clavándole el tacón
levemente, Finigan se inclinó un poco, aunque el muy vicioso se le fue los
ojos a las piernas largas y preciosas de Alex. Que miró divertida a Nidia—
¿quieres ver algo divertido? — se le borró la sonrisa y miró a Finigan—
adora.
Finigan achicó los ojos, miró la bota y luego a Alex para terminar negando
con la cabeza en plan, ni de coña voy a besar tu bota. Alex que prefería los
látigos cortos y de fibras anchas, mayormente porque hacía más ruido que
daño, hizo un movimiento de muñeca y zas, latigazo en el pezón. Colman
emitió un gruñido:
— Obedece.
Volvió a ordenar. Orden que al final acabó acatando besándole la punta de
la bota:
— Vamos no finjas— dijo Alex divertida— la excitación de una mujer es
difícil de notar, pero la de un hombre por favor.
Dicho ese comentario los ojos de Nidia se la fueron a los pantalones del
agente, poniéndolos como platos:
— Ya es suficiente— le quitó la pierna del hombro y miró a Nidia— lo cierto
es que Finigan es el perfecto sumiso para mi gusto, estos días he hecho que
venga solo por reírme un poquillo— le señaló con el dedo— eso te pasa por
poner tus ojitos en quien no debes.
Nidia le quitó la mordaza y no tardó en quejarse:
— Voy a cambiar de caso esto es un puto abuso por tu parte Nidia.
Taylor comenzó a asentir con la cabeza airadamente. Tenía la vena del
cuello hinchada. Alex entre risas comenzó a guardar sus cosas. Tenía que
salir si quería llegar a tiempo al cumpleaños:
— Te los dejo— dijo entre risas— todos tuyos, agente— agarró su bolsa y
se acercó hasta Nidia, dedicó una fugaz mirada a Taylor y soltó una risita
antes de susurrarle, para que ninguno le escuchara— azótala con la pala, le
excita más— mirada cómplice con Nidia— el truquito de contar hasta diez y
todo puede ser que te viole.
— Atenta al móvil Alex— dijo curvando la comisura de sus labios— la pelea
puede ser mañana o pasado mañana.
— Nos vemos jefa— dijo antes de salir de la sala— se buena con ellos.
Nidia terminó de soltar a Finigan, que no paraba de renegar, algo encorvado
fingiendo que era por los latigazos. Pero el niño estaba sobreexcitado. ¿Quién
no? Tendría entre ceja y ceja a Alex, porque consiguió de Clara lo que él
nunca pudo, pero es que estaba muy buena la jabata, encima Nidia y Taylor.
Era algo normal que se pusiera malo:
— Vete a lloriquear al bar de la esquina Finigan— dijo con los brazos
cruzados— no sabes hacer otra cosa. “Uy me ha dado un azote mua, mua”,
afróntalo como un hombre.
Finigan terminó de abrocharse la camisa y se dirigió a la puerta:
— Da gracias a Dios que no pego a mujeres— dijo entre dientes— ya te
habría partido tu Alex carita— miró a Taylor, pobrecita con el culito en
pompa— corre el rumor de que el lunes es vuestra pelea— curvó la comisura
de sus labios— he apostado por ti Taylor, espero que le pegues buena
somanta de palos.
Taylor con la vena aún más hinchada, totalmente roja miró fulminante a
Nidia y asintió efusivamente. Colman salió de aquella sala. Lo reconocía,
ambas agentes parecían dos gatas salvajes dispuestas a lanzarse para
agarrarse de los pelos. Demasiado orgullosas para agarrarse de otra forma.
Nidia le quitó la mordaza a Taylor, cogió aire y desafiante:
— Suéltame de una puta vez Nidia, se acabó tu jueguecito zorra perturbada.
Nidia ladeo la cabeza y carcajeó:
— Esto es lo que yo entiendo, estas inmovilizada, de manos y pies— se fue a
por una pala, tal y como le dijo Alex, pura diversión— y lo único que haces
es faltarme el respeto, zorra engreída— se dio con la pala en la mano— zorra
perturbada, vamos a ensayar, quiero que cuentes cada azote que te dé.
— NO PIENSO.
Zasca, Taylor gruñó:
— Serás pu…
Zasca, se agarró a la silla:
— Maldita hija de…
Zasca, Nidia carcajeó:
— Uno, me las vas a pa…
Zasca:
— DOS, te voy a par…
Zasca, apretó los dientes:
— TRES, ríete ahora pe…
Zasca:
— CUATRO, maldita Alex…
Zasca, Nidia paró entre risas, dejó la pala en su sitio. Si señor era un juego
muy divertido. Agarró la pomada que le dio Alex para las zonas fustigadas.
Le retiró unos mechoncitos de la oreja para inclinarse y susurrarla:
— Espero esa paliza el lunes— comenzó a desatarla, aunque no separó sus
labios de su oreja— por ahora no has hecho nada más que ladrarme y ya es la
segunda vez que te voy a dejar lamiéndote las heridas.
Cuando tuvo las manos libres, Taylor se lanzó para arrearla un guantazo.
Nidia la esquivó y dando unos pasos atrás, ya que la morena seguía atada por
las piernas:
— Toma— le tiró la pomada— ni pienses que te lo voy a untar por tú—
ladeo la cabeza mirando su culo— precioso culito.
Carcajeó y se marchó, como dijo dejando a Taylor por segunda vez con el
orgullo herido.
Alex suspiró antes de entrar en el restaurante, maldiciendo las nuevas
modas del pescado crudo. Eso era un peligro para el atún que corría peligro
en convertirse en una especie en extinción. Pero claro, eso a nadie le
interesaba, así iba el mundo. Buscó con la mirada a las chicas, que ya estaban
sentadas. Vaya, esa imagen nunca se la hubiera imaginado. Olaya, Tanya,
Ruth y Clara. No pudo evitar sonreír, se sentía como una autentica familia:
— Ahí tenemos a una de las empresarias más importantes— dijo Tanya
cuando Alex se acercó— tengo entendido que te han pedido que hagas una
entrevista en la televisión.
— Imagen público que asco— se sentó al lado de Clara y le dio un besito
casto— me encanta la privacidad— miró a Olaya— eres mi socia de vez en
cuando puedes salir tú a dar la cara.
— Pero tú eres la presidenta— alzó las manos— acoquina maja.
— Bueno, vamos a pedir que tengo hambre— Abrió la carta y puso los ojos
en blanco— el 80 por ciento de los platos es pescado.
— Lo deja a huevo para un chiste fácil.
Dijo Tanya a la que llamaba a una camarera. Alex puso voz pija:
— Uy si, una lesbiana que no le gusta el pescado— metió mano
exageradamente a la entre pierna de Clara— pero bien que le come la
almejita todas las noches a su mujer.
— Alex— Pegó un brinco Clara y le quitó la mano— las zarpas donde se
puedan ver.
La ojiverde entre risas le lanzó un beso sin moverse. Todo el mundo
pidiendo sushi y ella la única en pedir pasta. Hablaron un poco de todo, desde
hacer planes para un fin de semana e incluso ya lo que se podía hacer para
navidades. Eso recordó la conversación que tuvo con Alice aquella misma
mañana.
Alex estaba mirando formas de conseguir dinero para tapar agujeros cuando
fue interrumpida por Alice. Que curiosa entró en aquella oficina, hacía años
que no se acercaba a la empresa, lo cierto es que había conseguido cambia
mucho el decorado, hasta cambió los muebles:
— ¿A qué se debe el honor?
Preguntó mientras se apoyaba en el respaldo y se cruzaba de piernas:
— As cambiado mucho el decorado.
Se acercó hasta el escritorio. Solo había una foto, la primera que se atrevió
a poner en mucho tiempo, ya que era reticente a hacer esas cosas. Era una de
las que se hizo con Clara en Yellowstone. Ya que no había muchas juntas,
desde que la enmarcó se propuso en cambiar eso. Alice agachó la cabeza y
sacó la revista:
— Me parece bien que quieras sacar la empresa adelante— puso expresión de
preocupación— ¿pero esto? Es una provocación a Patrick.
Alex alzó durante unos segundos las cejas y tomó aire:
— Has vivido todos estos años con un asesino— sonrió nerviosamente— me
tuviste viviendo con un asesino y ahora te preocupa que me haga daño.
— Patrick está loco si intentaba abandonarlo y le provocaba la única que lo
pagaría eras tú.
Alex saltó de su silla como si le hubieran pinchado en el culo, apoyó las
manos en la mesa:
— YA LO ACABÉ PAGANDO IGUALMENTE— se le agitó la respiración
— quería a una madre, no a una cobarde— retuvo las lágrimas— mensaje
recibido, ahora vete a esconder la cabeza, eso se te da muy bien.
— Alex sé que no he tomado buenas decisiones en la vida— dijo arrepentida
— pero por favor, no provoques a Patrick. Te quiero— Alex cerró los ojos,
sentía que esas dos palabras llegaban demasiado tarde— y tu padre.
— Ahora es mi padre y no el señor Wiyatt— rechinó los dientes— fuera de
mi vista
— Alex…
— No— le cortó casi sin poder mirarla— necesitaba escucharte decir que me
querías— mierda una lágrima traicionera— pero cuando me despertaba sola,
gritando y llorando. Necesitaba escucharlo sintiendo un abrazo tuyo, no ahora
Alice, demasiado tarde. Al igual que Maurice, que no busque redención en
mí.
Alice se secó las lágrimas, arrepentida y avergonzada:
— En cuanto supo que eras su hija en el secuestro movió tierra y cielo para
encontrarte— se levantó— él siempre quiso estar en contacto contigo, pero
yo se lo impedía— tragó saliva— otra mala decisión, por querer protegerlo.
— Por querer proteger la verdadera identidad de mi padre otro buen
hombre pagó con su vida. Los padres de mi mujer. Tienes razón Alice, no has
hecho nada más que tomar malas decisiones y ahora lo pagaras con la
soledad.
Alice puso expresión afligida y con ojos vidriosos se dirigió hasta la puerta,
pero antes de salir se volvió a girar:
— No serás su hija biológica, pero eres igual que rencorosa que él.
— No me compares— pegó un puñetazo en la mesa— yo no voy haciendo
daño a los que quiero.
— A ¿No? Tu rencor hace que le des la espalda a tu madre, intenté hacerlo
mejor posible, mis pecados fue intentar protegerte, si Alex, haces daño y si
sigues por el mismo camino declarando la guerra a Patrick, serás igual que él,
ante poniendo tu odio— alzó la cabeza— demasiado egoísta, compadezco a
Clara.
— Largo, fuera de mi vista.
Patrick no tenía lo que ella estaba teniendo. El apoyo de grandes amistades
como Tanya y Olaya, muchas veces eran las collejas para hacer las cosas
adecuadamente. Ruth se había convertido en el pilar de Olaya, como lo era
Clara para Alex, prácticamente, Clara era el corazón de Alex. Que por cierto
le estaba irritando, intentaba que probase un Maki de salmón:
— ¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has probado?
— Pescado no me gusta— dijo poniendo los ojos en blanco, Clara estaba
apoyada en su hombro poniendo pucheritos y ojitos, la maldita perdición de
Alex, acercaba un Maki a su boca— Clara, no.
Tanya contemplaba la escena curiosa y divertida:
— Por fis— pestañeo varias veces seguidas y se acercó aún más— solo uno.
Alex se perdió durante unos segundos mirando sus labios, sexys y adorables
labios, dándose por vencida, alzó la mano y le señaló con el dedo índice:
— Uno y luego no insistas.
Clara esbozó una sonrisa triunfante y le metió el Maki en la boca. Alex
comenzó a masticar asintiendo con la cabeza. Clara alzó las cejas
esperanzada:
— ¿Y?
— Es un asco— dijo con la bola en la boca— pero buen intento.
Clara carcajeó y le dio un beso en la mejilla, antes de disculparse e ir al
baño. Tanya miró picarona a Alex que agarraba una servilleta y se sacaba la
bola de arroz de la boca y lo dejaba al lado del plato:
— ¿Qué te hace gracia? Desembucha.
Tanya alzo la mano e hizo un movimiento de muñeca haciendo el sonido
del látigo con la boca:
— Pero que controladita te tiene— dijo con mofa— yo pensando que para
someterte había que atarte y resulta que solo hay que hacerte un puchero—
hizo el mismo gesto que Clara— “Alex, ¿Cómo sabes que no te gustan mis
azotes si no me dejas dártelos?”
— Si en su día me hubieras dado los orgasmos que me da mi mujer, a lo
mejor me lo hubiera pensado.
— Uuu— añadió Ruth sonriente— eso quiere decir que te lo pensarías con
Clara ¿no?
Tanya alzó de nuevo la mano con el móvil e hizo el gesto de muñeca, solo
que esta vez el sonido del látigo lo generaba una aplicación:
— Ni de coña.
En ese instante todas comenzaron a reírse y a mofarse imitándolas,
comenzando por Olaya imitando a Clara:
— Ay, la puerta de la calle cuando se abre me da corriente.
— Tranquila cariño— dijo Ruth imitando a Alex— cámbiame el sitio ¿Así
está bien o te doy mi chaqueta?
Alex las miró fulminantes, Tanya fue la siguiente en hablar:
— Ay este vaso tiene una raja.
— No puede ser— terminó por decir Olaya volviendo a imitar a Alex—
voy a quejarme, ya de paso te doy mis ovarios cariñito.
Todas rompieron a carcajear, Alex carraspeó y señaló a la espalda de Olaya
y Ruth. Ahí estaba Clara, con cara de pocos amigos y con los brazos
cruzados. Las tres quedaron en silencio y rápidamente se pusieron a comer
poca comida que quedaba:
— Lo dicho, Clara impone más que tú— argumentó valientemente Tanya
— te ha dejado eunuco Vesta.
Las tres volvieron a reír:
— Clara vayámonos ¿sí?
Dijo ya Alex toda irritada:
— Uuuu— comenzó a susurrar Ruth— ahora le pide permiso.
— Tú ni caso cariño— dijo Clara— eres maravillosa.
— Maravillosa— volvió a añadir Olaya— pero se nota quien lleva los
pantalones.
— ¿Sabéis qué? — preguntó Alex rodeando con un brazo los hombros de
Clara— me importa una mierda lo que penséis. Mientras que seas feliz— dijo
mirando a Clara— me da igual todo lo demás ¿eres feliz marmotilla?
Clara apretó los labios, le agarró del mentón y con fingida alegría:
— Si puchita mía— le movió la cabeza de un lado para el otro— tanto que
si me vuelves a llamar marmotilla te pido el divorcio.
— En vez de llevarte el desayuno a la cama— hablaban asquerosamente
melosas y haciendo el beso del esquimal, aunque en el fondo se picaban—
tendrás el divorcio preparado si me llamas puchita otra vez.
— Uy que monas— dijo Tanya fingiendo emoción— como para no
shippear a la puchita y a la marmotilla.
Clara y Alex rieron con ironía, la rubia pisó el pie a Alex a la vez que
susurraba:
— ¿Has visto lo que has conseguido?
Alex contratacó pellizcándola el costado:
— Y ¿tú? Ahora no van a dejar la coña de la puchita.
— Bien merecido lo tienes.
Ambas se miraron desafiantes, con su discusión entre susurros mientras las
otras tres estaban a lo suyo:
— Remilgada.
— Ordinaria.
Clara sonrió y se mordió el labio, provocando a Alex, que esta vez fue más
sutil a la hora de apoyar su mano en el muslo de Clara:
— Cavernícola.
Alex rio entre dientes, se pegó a un más a su oído para decir con un
pequeño gruñido antes de recorrer el contorno de la oreja con la lengua:
— Mi querer follaaaar a Clara ahora— se levantó y miró a las demás
chicas— si me disculpáis voy al baño.
Clara de forma lasciva la vio marchar, mordiéndose el labio sin dejar de
sonreír:
— Tú y yo tenemos una conversación— dijo Tanya señalándola— ya sé
cómo puedes arrodillar ante ti a la gran Alex.
— Eso me interesa, luego me lo dices— se levantó— si me disculpáis voy
al baño.
— ¿Otra vez?
Preguntó ceñuda Ruth:
— Sí, es el vino que me dan muchas ganas de orinar.
Cinco minutos después Ruth, cayó en la cuenta. Puso los ojos en blanco.
Pero como les iba la marcha a esas dos:
— ya veo que están disfrutando del postre.
Tanya y Olaya rompieron a reír:
— A la puchita le gusta mucho hacerlo en sitios públicos— dijo Olaya
carcajeando— no sabía que a la marmotilla le iba también ese rollo.
— Estás muerta si las llamas así estando ellas presentes— dijo Ruth
advirtiéndola— ¿lo sabes no?
— Lo sé, por eso aprovecho ahora para decirlo.
Diez minutos después. Tanya miró su reloj:
— La puchita y la marmotilla no harán un sin pa con la excusa del polvete
¿no?
— ¿Un sin pa?
Preguntó Ruth:
— Un sin pagar.
Respondió Olaya. Quince minutos después:
— Joder— Ruth miró dirección a los baños— la última vez no tardaron
tanto.
— Recuerda que William el corta rollos estaba en la cena.
Volvió a responder Olaya:
— ¿No es la primera vez que lo hacen?
Quedó anonadada Tanya:
— No, pero al menos ya no salen discutiendo después del orgasmo.
Veinte minutos después del aquí te pillo y aquí te mato, puchita y
marmotilla estaban en uno de los cubículos del baño abrazadas sin dejar de
reír, si esa risita tonta que le entra a una cuando llega al orgasmo, pues igual
y sin importarles una mierda que estuvieran en un sitio público. Clara
comenzó a abrochar la camisa a Alex mientras comentaba:
— Me siento como una protagonista The L World.
— ¿Ves The L World? Viciosilla— esbozó una pequeña risotada— ¿con
quién te identificarías?
— No me di cuenta que me atraen las mujeres hasta que volviste a mi vida
— terminó de abrocharle la blusa y le abrazó por la cintura— prometida,
escritora, creo que Jenny, solo que me parece un poco loca.
Alex alzó una ceja:
— ¿Te atraen las mujeres o una mujer? Porque si ahora te da por mirar
chicas…
Clara la interrumpió besándola:
— ¿Celosa?
— Puede— los fluorescentes hacía que los colores de sus ojos verdes
brillaran más, como dos auténticas esmeraldas— solo te quiero para mi— le
acarició dulcemente— ¿Y con quien me identificas?
Clara puso los ojos en blanco:
— Por favor, das morbo, estás buena, rehuías del amor, te has tirado a
medio mundo femenino y follas como los demonios— Alex rompió a reír—
eres Shane.
— Bueno llevas razón en una cosita— agarró sus manos para entrelazar los
dedos— ya no rehuyó del amor, desde que despierto hasta que me duermo en
plan kamikaze corro hacía el, porque sé que tú eres mi amor.
Ambas se miraron sonrientes, iban a besarse cuando, dos golpes a la puerta
las sobresaltaron, detrás de ella se escuchó la voz de Ruth:
— Ehh cuchis chuchis, las conversaciones post coitales en la cama, que me
va dar diabetes con tanto azúcar. ¿Algún día tenéis pensado salir?
Nia Chan estaba en uno de los clubes acompañando a Isaac. Dos de los
grandes que hicieron prosperar los negocios en Europa. Ambos contemplaban
con una chica, no pasaría los dieciocho años bailaba para ellos. En ese
momento apareció Romero sentándose en la misma mesa:
— El señor Woods agradece vuestra presencia y apoyo— Le dio a cada uno
unos CD´S que contenían información privilegiada para aumentar sus
negocios— y también les gustaría compensar por seguir confiando en él.
— Las peleas ilegales son un chollo en EEUU— dijo Isaac con acento
inglés— sobre todo las femeninas. Se mueve mucho dinero, el señor Woods
no se arrepentirá de tenerme como su socio.
— Dejo mis clubes en buenas manos en Europa— dijo con acento asiático
— no se preocupe sigo las cuentas y ganancias desde aquí, el señor Woods es
muy amable llenando mis locales de chicas preciosas.
— En un par de semanas quiere, reunirse con todos ustedes— añadió
Romero— mientras tanto disfruten de América.
— Por américa.
Dijo alzando una copa Isaac, Nia y Romero alzaron las copas para brindar.
Clara fue la primera en abrir los ojos, curvó la comisura de sus labios al
tener a Alex abrazada a ella, notando su cálido aliento en su nuca. Con gesto
pícaro agarró su mano y la guio por debajo de su camiseta y comenzó a
masajear su seno con ella. Enseguida no hizo falta seguir guiándola, porque
la propia Alex la movía, estimulando sus pezones. Clara suspiró
sonoramente, Alex la movió posicionándola bocarriba, mirándose sonrientes,
colocó un muslo en su entrepierna y agarrándola de las muñecas las mantuvo
por encima de su cabeza. Comenzó a besarla por el cuello:
— Alex.
Lo dijo esbozando otro suspiro, para seguir animándola a que siguiera, pero
se dejó caer para luego mirarla ceñuda:
— Clara, sé que soy pesada con la pregunta ¿Pero pasa algo?
— ¿Por qué tiene que pasar algo?
— No sé desde que te saqué el tema de los niños, no haces más que
matarme a polvos ¿Pasa algo?
Capítulo 50 - Átame
— ¿Me tiene que pasar algo? — preguntó con voz nerviosa— ¿otra vez el
tema de los niños? Ya te dije que no quiero por ahora.
Esto último lo dijo con un pitido histérico. Alex frunció el ceño y le soltó
de las muñecas, para apoyarse en la cama:
— Ya me dejaste muy claro la otra vez que no querías, no te iba a insistir
más
— ¿Entonces? ¿Por qué sacas el puto tema ahora cuando estamos a punto
de hacerlo?
Se quitó de encima para sentarse a su lado:
— No es el tema de los niños en sí, solo digo que desde esa noche estás
muy atenta, en todos los sentidos— comenzó a contar con los dedos— eres
cabezota, irritable y siempre te gusta llevarme la contraría, pero aun cuando
tuviste la regla me dabas la razón en todo ¿qué ha sido de…? — comenzó a
imitarla— “ay Alex que ordinaria eres”.
Clara ya cansada se incorporó. En algo le llevaba la razón y es que ya era la
segunda vez que por casi se daba a la fuga, de alguna forma quería
compensar su culpabilidad, consintiéndola. Claro que no iba a decirla
“cariño, lo que pasa es que me piré mientras dormías por puro pánico”:
— Estoy feliz, ¿Qué pasa tengo que andar discutiéndote siempre?
— Por favor Clara, que tienes un carácter de mierda y lo único que he visto
ha sido sumisión, sumisión y más sumisión.
— Si no querías uno mañanero solo tenías que decírmelo.
— Teta…
Comenzó a decir palabras ordinarias para provocar a Clara, que puso los
ojos en blanco y se cruzó de brazos:
— Teta, culo, caca, pis— en plan niña pequeña— teta de Clara— que aún
permanecía en silenció, Alex ladeó la cabeza— ves ya habrías saltado.
— Vale— saltó por fin Clara irritada— eres una niña infantil.
Alex esbozó media sonrisa, al final salió la verdadera Clara. La rebelde, no
la sumisa complaciente. Ésta cerró los ojos y suspiró, para terminar,
acariciando a la ojiverde con ternura:
— Alex, nunca imagine que podía sentir tanto por nadie— Alex le agarró
la mano y le besó curvando las comisuras de los labios— te quiero, tanto
como cometer la locura de casarme a las tres semanas, pero a veces puedes
llegar a ser tan kamikaze con tus impulsos que espantas. Me entra el miedo y
me dan ganas de huir.
En ese instante Alex se removió incomoda y ceñuda, con cierta precaución
se dirigió a Clara:
— ¿Quieres huir ahora? — se separó un poco para protegerse de aquellas
respuestas— ¿Te arrepientes de haberte casado conmigo?
— No— se volvió a acercar hasta abrazarla— no, mi vida, me haces feliz,
nunca nadie me ha hecho tan feliz— Alex le Respondió el abrazo— a veces
me dan ganas de matarte, pero te quiero.
— ¿Entonces?
— Nada, es solo eso que me asusté un poco cuando me dijiste que querías
hijos— se encogió de hombros— no sé, quizás me he comportado así para
que veas que estamos bien las dos solas por ahora, sin críos cagones
berreando sin cesar— esbozó una sonrisa— suficiente tengo con tu
infantilismo.
Era sábado ¿qué necesidad había de salir tan temprano de la cama? No cabía
duda de que disfrutaban la una de la otra, pero por primera vez Alex optó por
no ir directa a por un orgasmo. Más bien permanecieron sentadas la una
enfrente de la otra, con las piernas cruzadas, como si fueran dos adolescentes
intercambiando intimidades:
— ¿Tú peor cita?
Preguntó Alex, mientras manoseaba el anillo de Clara o jugaba con su
mano:
— En Inglaterra— dijo después de meditarlo— la noche comenzó perfecta,
me llevó a cenar, paseamos agarradas de la mano y Ruth nos acabó liando
para ir a una fiesta, la única en la que me emborraché en mi vida como
universitaria lo juro.
Alex achicó los ojos y gruñó, se le pasó la idea de que ya conocía al de la
cita:
— No me digas— dijo poniendo mala cara— el chico era Finigan.
Clara asintió, disfrutando al ver como Alex se molestaba. Lo disfrutaba
porque le celaba y le encantaba, era una forma de demostrar su amor o todo
era posible que se tratase de su lado más posesivo:
— Si te digo que le vomite en sus zapatos justo cuando me iba a besar, ¿te
molestaría menos?
Alex ocultó su sonrisa y trató de seguir haciéndose la iracunda:
— Puede.
— Te toca— dijo Clara inclinándose— ¿tu peor cita?
Durante un momento lo estuvo pensando. Pero la respuesta que daría
dejaría anonadada a Clara. Aunque tal y como empezó su historia no sabía
por qué se sorprendía:
— Nunca he pedido una cita a nadie, creo que lo más cercano a una cita
que he tenido ha sido contigo.
— ¿Nunca?
Alex curvó la comisura de sus labios, Clara siguió curioseando:
— Entonces tu primer beso ¿Cómo fue?
— En la biblioteca del internado, con una chica que me sacaba un par de
añitos— Clara hizo un mohín— y fue terrible, el peor beso de mi vida.
Tragó saliva, sabía que iba a entrar en terreno resbaladizo al atreverse a
preguntar:
— Hace tiempo me dijiste que ya habías jurado amor eterno a otra persona
— frunció el ceño, no sabía si realmente quería saber eso— ¿Cuántas
relaciones has tenido?
Vaya, ya salió el tema de los ex. Aunque ya no le resultaría molesto hablar
de su relación con Cora. Clara le demostró que ella siempre había sido el
amor de su vida. Alex se apoyó en el cabecero de la cama, sin dejar de mirar
fijamente a Clara y esbozó media sonrisa:
— A parte de ti, una, Cora.
— De la que…— se corrigió para formular otra pregunta— ¿te llegaste a
enamorar?
Alex negó con la cabeza agachada:
— Digamos que yo fui la excusa perfecta para su etapa rebelde y fastidiar a
su familia, ella era peligrosa, siempre metiéndose en líos, a su vez yo la
utilizaba para buscar emoción— se encogió de hombros— ¿alguna vez
fuimos felices? No, ella tenía sus propios fantasmas y yo los míos. Ambas
estábamos furiosas y éramos egoístas, combinación perfecta para una relación
tóxica— en el fondo a Clara le encantó ser la única mujer especial en la vida
de Alex— aun así, me dolió que al final acabase accediendo a las peticiones
de su padre y se casó con un hombre. No me sentí traicionada, más bien,
abandonada esa es la palabra— miró a Clara con intensidad— esa fue una de
las principales razones por la que me resistí a ti, Clara.

Flashback

Era fin de semana y como era de costumbre Alex prefirió salir de fiesta
antes de quedarse en el piso estudiando. Lo cierto es que le daba igual el día,
la noche anterior ya salió y apenas había dormido más de cuatro horas. Aun
llevaba el subidón que le dio las anfetas. Debía de tener un aspecto horrible.
Acabó en un antro de mala muerte. Ahí la vio, bailando como un auténtico
demonio, dominando a los hombres como si fueran potros salvajes. Vestida
de negro, con sus botas, sus pantalones Bondage, camiseta de tirantes
totalmente ajustada a su cuerpo, piel blanquecina, ojos azules claros que
resaltaban a la luz fluorescente del local, pelo ondulado y castaño claro.
Estaba claro, en el momento en que la vio moverse de aquella forma Alex se
convenció de que le haría suya.
Cora parecía ir puesta de algún tipo de estupefaciente, aun así, reparó en
la presencia de Alex. Se miraron desafiándose, como dos auténticos
demonios sedientos de sexo. Comenzaron a moverse por la pista de baile,
moviendo sus cuerpos sensualmente. Algo así como, un baile antes del
apareamiento. Ya cuando estuvieron cerca, rozando sus cuerpos al son de la
música. Cora se introdujo algo en la boca y sacando la lengua se lo enseñó,
como si quisiera que lo tomara directamente de ella. Alex no dudó, se inclinó
y con su lengua fue en busca de nueva emoción. Podía ser algo peligroso,
podía correr el riesgo de que no le sentara bien, alguna reacción alérgica y
morir. Pero eso era lo que le estimulaba la incertidumbre. Enseguida
comenzaron a batallar con sus lenguas apasionadamente. Se estaban
excitando ¿Cómo se llamaba? Que más daba, estaba buena, bailaba y le
besaba como nunca nadie le había besado. Pero el momento se jodio cuando
un tío totalmente cachas le agarró del hombro y le giró:
— ¿Qué haces besando a mi novia zorra?
— No capullo— dijo sin parar de reír— ella ya no es tu novia.
— Tú lo has querido.
Le arreo una bofetada tan fuerte que le partió el labio. Pero si ya de por si
soportaba el fuerte dolor físico, estando drogada estaba anestesiada por
completo. Alex curvó la comisura de sus labios divertida y cuando el otro iba
a contrarrestar otro golpe, ésta se defendió utilizando su energía para
aplicar una llave de Aikido. Cayendo fuertemente al suelo, no le rompió el
brazo, pero si aplicó fuerza para crearle una luxación en el hombro.
Cora se tapó con ambas manos la boca, para ocultar su risa. Enseguida
comenzaron a escucharse sirenas de los municipales. Cora agarró de la
mano a Alex y salieron por la parte trasera del local, sin parar de reír,
corrieron y corrieron ¿hacia dónde? Que más daba, solo se distinguía las
luces de la ciudad, hasta que acabaron en una callejuela oscura, Alex
empotró a Cora contra un portal y comenzó a besarla fogosamente:
— Aun no se tu nombre Van Dame.
Habló por fin Cora con respiración entre cortada e intentando de
reponerse de aquel beso largo e intenso, tan intenso que los labios los tenían
inflamados:
— ¿Importa eso ahora? — preguntó riendo— ¿tienes pensado llamarme en
cuanto termine contigo?
— Normalmente no lo hago— Respondió mientras buscaba fricción con el
muslo de Alex que estaba muy pegado a su entre pierna— pero me ha
gustado como has tumbado a mi ex novio— emitió un gemido cuando Alex
comenzó a estimular uno de sus senos— voy a ir por primera vez a ver una
pelea ilegal y me gustaría que fueras conmigo.
Pelea ilegal, no había que decir mucho más para convencerla. Alex gruño
y comenzó a besarla y dar pequeños muerdos por su piel blanquecina:
— Alex— dijo antes de recorrer parte de su yugular con la lengua— me
llamo Alex.
— Cora.
Las manos de Cora querían vagar por el cuerpo sexy de Alex, pero
rápidamente le agarró de las muñecas y la inmovilizó:
— No— la miró seriamente, aunque sus ojos verdosos estaban oscurecidos
y muy dilatados, entre el subidón y la excitación— solo yo marco las reglas
del juego, siempre— se acercó para susurrarle al oído con voz ronca— solo
yo puedo follarte.
Cora se encogió de hombros:
— No me desagrada la idea— sonrió picara— entonces ¿te gustaría ganar
pasta peleando?
— Antes me gustaría hacer otra cosa.
Le introdujo la mano dentro del pantalón y ahí mismo, en plena calle se la
folló. Disfrutando de sus gemidos a pleno pulmón.

Fin del Flashback

Clara, miraba sus manos totalmente ceñudas, después de haber escuchado


esa historia. Esa parte oscura de Alex. Sabía que no había sido una santa y
que, a comparación de su vida, había vivido al límite. La mano de la ojiverde
acarició su pierna, llamando la atención de ésta:
— Eras así cuando nos vimos— comenzó a decir Clara— igual de
posesiva.
— No— se arrodilló enfrente de Clara y le acarició con ternura— ya te dije
que de Cora buscaba emoción y peligro, de alguna forma buscaba auto
boicotearme o destruirme, porque era eso, un ser roto que no le importaba
una mierda. Sin embargo, fui así contigo para protegerme, fuiste la chispa
que encendió una llama en mi interior, contigo me sentí viva de nuevo— le
aferró de las mejillas, para intensificar su mirada— eres mi debilidad, desde
siempre.
— ¿Nunca fui un juego para ti?
Alex curvó las comisuras de sus labios, de sus carnosos y sexys labios.
Juntó su frente con la de Clara, pero no cerró los ojos:
— Intenté convencerme de que sí, intenté odiarte, intenté alejarme, lo
intenté todo para negarlo— sus labios apenas se rozaban— nunca haría nada
que te hiciera daño, me odiaría por ello. ¿Y yo? ¿Alguna vez fui un juego
para ti?
Clara se arrodilló también para poderse pegar más a Alex y sentir su
cuerpo cálido, lo suficientemente para escuchar el latido de su corazón:
— Como un elefante en una cacharrería volviste a entrar en mi vida, y sin
quererlo le diste emoción a mi insulsa vida. Digamos que de alguna forma
también estaba muerta, dejándome llevar por las corrientes de la vida— curvó
la comisura de sus labios, sabía la reacción de Alex después de decir las
siguientes frases— No fuiste antes… ni fuiste después… fuiste a tiempo. A
tiempo para que me enamorara de ti.
Alex rompió a reír:
— No tiene remedio señorita Bennett.
— No lo sabe, pero para mí siempre será mi querida Darcy.
— Culminemos nuestro momento ñoño con un beso.
Dijo Alex con tono jocoso:
— Momento ñoño roto por tu infantilismo— Le acarició la espalda con
suavidad— admítelo, eres más ñoña que yo.
— Eso nunca — carcajeó más fuerte— ¿entonces follamos? — Clara puso
los ojos en blanco, aunque se aguantó la risa— dilo— comenzó a picarla— lo
estas deseando.
— Eres una ordinaria.
— Dios si— dijo triunfante Alex, lanzándose a los labios de Clara, que
esbozó una risita. El beso comenzó lleno de ternura, pero poco a poco fue
retornando a uno más lleno de necesidad. Clara le atrajo pasando una mano
por su nuca para intensificar más aquel beso que tanto estaba consiguiendo
encenderla. Y tal como había comenzado la mañana, Alex muy despacio
procedió a quitarle la camiseta, solo para sentirla aún más— eres la razón por
la que quiero convertirme en mejor persona.
Terminó por decir antes de tumbarse sobre Clara, que, sin dejar de mirarla
a los ojos, también comenzó a quitarle todas las prendas que sobraban en ese
momento. En parte se sintió una cobarde, en el fondo no le dijo que durante
un breve instante se fue de su lado, movida por su miedo. ¿Serviría de algo
admitirlo? No lo volvería hacer, de eso estaba segura o al menos se convencía
de ello. Alex estaba siendo gentil, con sus besos, con sus caricias, pero Clara
tenía la terrible necesidad de querer mucho más:
— Alex— dijo con voz entrecortada, que enseguida dejó de besarla en el
cuello para mirarla con ojos vidriosos— átame, quiero que me ates.
Alex asintió:
— Levanta de la cama un momento.
Y rebuscó entre sus cosas de debajo de la cama una cuerda larga, que lo
pasó por debajo del colchón, sacando ambas extremidades por los laterales.
No fue lo único lo que sacó, con anterioridad ya le tapó la boca con una
máscara, pero nunca con una mordaza. Clara confiaba en ella como para dejar
ponérsela, era de plástico y en la parte trasera había como una especie de
correas de cuero. Alex se la puso con delicadeza:
— ¿Te aprieta?
Clara negó con la cabeza. ¿Por qué pedir aquello? Alex le iba a hacer el
amor antes de pedirle que le atara. Excitada estaba, pero sentía felicidad,
nunca humillada al ser maniatada, ni amordazada, ni si quiera cuando le
azotaba, en el fondo siempre era para complacerla y eso le llenaba de
satisfacción:
— Túmbate boca abajo— sus órdenes sonaban llenos de amor, Clara hizo
lo que le pidió y le ato las muñecas, quedando con los brazos en cruz, con el
peso del colchón era casi imposible moverse— ¿Te aprietan? — Clara volvió
a negar— levanta un poco la cadera, mejor que tus rodillas estén pegadas al
abdomen
No era una postura muy cómoda, pero exponía aún más todo su sexo al
alcance de Alex, no iba directa, pero tampoco sería brusca, primero acarició
su espalda, adorándola cerró los ojos y disfrutó de su piel besando sus
hombros, Clara suspiró y se dejó mimar, entregada, siempre entregada a la
mujer que amaba y confiaba ciegamente. Una mano le agarró las correas de
su mordaza, obligando a echar un poco la cabeza hacia atrás, acarició su
espalda baja, dibujó la redondez de su glúteo, no habría azotes, acarició los
pliegues de su sexo, caliente, siempre caliente húmedo. Alex sonrió y cuando
introdujo aún más los dedos por aquellos labios, esbozó un leve gemido, sí
señor, demasiado caliente, estimuló su clítoris, se le pudo escuchar pequeños
gemidos, casi silenciados por la mordaza, que no tenía el mismo efecto que
un Ball Gag, que si llegaba a ocupar toda la boca:
— Clara— dijo con voz temblorosa, busco su obertura para embestirla
duramente con dos dedos, Clara apretó los puños, mientras que los gemidos
quedaban retenidos en su boca, una embestida, dos, tres, todas duras pero
lentas, sin soltar las correas de su mordaza— estira las piernas si en algún
momento llegas a tu límite o no te gusta.
Embestida, tras embestida, buscando tocar los puntos que la hiciera
enloquecer. Embestida, tras embestida era incapaz de dejar de mirarla con
adoración, sus gestos de placer, era feliz porque Clara disfrutaba, ambas se
compenetraron disfrutando no solo del sexo, sino porque conseguían llenar
un pequeño vacío. En ningún momento llego a su límite y obviamente
disfrutaba mucho. A lo único que llegaría sería a un maravilloso clímax.
Embestida, embestida, orgasmo. Solo en ese instante sí que estiró sus piernas,
su cuerpo relajado, con los ojos cerrados y sin dejar de sonreír. Alex le quitó
la mordaza y se tumbó encima de ella, acarició su espalda con la yema de los
dedos:
— Dime Clara, ¿por qué te gusta someterte?
— No es el acto en sí, claro que es excitante— Alex lentamente comenzó
a desatarla, con cuidado para no crear fricciones— pero el sentimiento, es
diferente al sexo tradicional, siento como si conectase más contigo y todo
aquello que me haces, se intensifica, no sabría explicarte, disfruto y soy feliz,
me haces feliz.
Liberada del amarre comenzó a girarse para mirar directamente a Alex, que
se tumbó de lado para seguir contemplándola con adoración:
— ¿Y tú por qué lo haces?
— Aunque lo hago por darte placer, obviamente también por placer propio,
controlo cada amarre, cada vez que te amordazo, cada vez que te privo de la
visión, control— acarició sus labios con el dedo gordo, Clara lo atrapo con la
boca, mordiéndolo suavemente— debe de existir demasiada confianza para
que ocurra a la inversa.
— ¿No confías en mí?
— Clara— esbozó una sonrisa nerviosa— es la incertidumbre lo que no me
gusta, si me atas ya no tengo control de mi cuerpo… es angustia y si le
añades un antifaz… ansiedad.
— ¿Puedo probar algo?
— ¿Qué?
Clara la empujó hasta quedar tumbada boca arriba, se colocó a horcajadas
sobre Alex le agarró de las muñecas y se las colocó a cada lado de la cabeza.
Clara se inclinó hasta rozar sus labios. Alex levantó la cabeza para que
entrase en contacto, pero la rubia, sensualmente retiró el rostro dejándola con
gana de más:
— Me ves — volvió a hacer el mismo gesto de provocación— y sabes que
te estoy haciendo.
Alex rompió a reír, no dejaba de ser más fuerte que Clara, se zafó de su
agarre y la atrajo para pegarla a su cuerpo desnudo:
— No que te mal acostumbras.
— Tenía que intentarlo ¿no? — colocó su pelvis entre las piernas de Alex
— a veces siento que no te doy ni la mitad de lo que tú me das a mí.
— Créeme Clara, tú me das mucho— cerró los ojos y gimió cuando Clara
se deslizó dentro— más que nadie.
Ahora era el turno de Alex atraer a Clara para intensificar los besos y
gemirla en la boca. A cada vez más experta en darle placer, bombeando los
dedos en su interior, encontrando el punto que le hacía gritar y estallar. A
diferencia de Alex, la rubia mayormente solía ser dulce, salvo las veces en
que estaban desinhibidas extremadamente. Tampoco es que la morena
exigiese mucho. No pedía azotes, no pedía ser atada, nada, era feliz siendo de
Clara.
Si Alex pensaba que iba a ser todo charlas de recién casadas y bailes entre
las sabanas, estaba muy equivocada. Había un cincuenta por ciento de que
Taylor la acabase llamando ese día o al siguiente. Lo que no se esperaba es
que fuera tan temprano. Por suerte, le llamó cuando Clara se encontraba en la
ducha:
— ¿Ha estas horas?
— En dos horas— Respondió secamente Taylor— así que estate preparada
en una, el crimen no tiene horarios.
— No me busques en la puerta— esto último lo dijo susurrando— a dos
calles de mi casa
Dicho esto, último le colgó. Vaya sonaba muy borde la agente. No había
tiempo que perder. Así que invadió la ducha y se disculpó con Clara,
diciendo que tenía que ver a Olaya para hablar sobre un tema de la empresa.
Obviamente su mujer sintió cierta tristeza. Le gustaba la idea de pasar el día
juntas:
— Mañana, te prometo que será para ti.
— Tanya pidió otra noche de chicas.
Alex esbozó una carcajada:
— Espero que no te pases con los mojitos, la última vez te costó un mundo
revivir— suspiró y cerró los ojos— está bien, tendré que sobrevivir a otra
noche sin ti— terminó de aclararse— me tengo que ir, intentaré no tardar
mucho.
Olaya estaba puesta en sobre aviso para que le cubriera la espalda por si
Clara le preguntaba. No le gustaba mucho la idea, porque no solo le encubría
en su locura, sino que también tenía que mentir a Ruth. Y eso era aún mucho
más molesto.
Molestia la de Taylor, que la miraba airada y se dirigía a ella con rabia:
— ¿Se puede saber que te hecho?
Dijo al final Alex con una ceja alzada. Taylor apretó los puños al volante:
— Le has dado a Nidia otra forma de humillarme.
Alex puso los ojos en blanco:
— Te has topado con una mujer que te deja en jaque y no sabes ni por
dónde tirar— soltó una risita— ¿qué pasa Taylor? Siempre has sido tú la que
ha solido llevar las riendas y que otra te gane a tu jueguecito te enerva la
sangre.
— ¿Qué jueguecitos y qué ocho cuartos? — dijo entre dientes— me
enerva la sangre porque es un mal bicho.
— Te la comes con la mirada.
— Eso no es cierto— salió a la autopista para ir a la zona portuaria—
como muchas miradas de profundo odio.
— Yo sé cómo puedes ponerla nerviosa.
— No me interesa, solo quiero zurrarla.
— Como tú quieras.
Dijo encogiéndose de hombros. Aunque curvó la comisura de sus labios.
Nidia era una mujer de armas tomar, y Taylor desde que fue humillada la
primera vez no sabía cómo levantar cabeza, cuando la única forma de poner
nerviosa a Nidia, no era con violencia, humillación ni nada por el estilo, más
bien todo lo contrario, sutilidad y sensualidad, en eso sí que podía ganarle
Taylor.
Llegaron al lugar indicado, era un lugar transcurrido, donde cargas y
descargas de contenedores se llevaban al cabo de todo el día. Se conocer que
el dueño del sitio se ganaba algo de dinero dejando organizar fiestas en su
puerto. Tenía un gran almacén, donde entraba la gente. Nidia y Finigan,
habían llegado cinco minutos antes. Alex y Nidia las amas, llevaban las cosas
en unas bolsas. Vaya, ahora sí que estaba nerviosa. No era la primera vez que
hacía un espectáculo de BDSM, sin embargo, no lo hacía con ese propósito
de encontrar clientes, si no de lograr infiltrarse en las vidas de dos mafiosos,
para desmontar la banda de Patrick Woods:
— ¿Preparados? — preguntó Nidia, recorriendo con la mirada a los tres
presentes— Alex, cíñete al plan, nada de actos heroicos.
— Tampoco soy tan suicida.
¿Por qué se sentía que le estaba siendo infiel a Clara? Es que le estaba
siendo infiel con Vesta, después de jurarle que solo iba a ser de ella, aquel día
Vesta saldría, pero a espaldas de Clara. Vale que todo era una tapadera. Pero
ahí estaba, vestida con sus pantalones de cuero, su corsé ajustado y sus botas
altas, con la peluca pelirroja que tanto tiempo llevaba sin ponerse, las lentillas
irritantes y su antifaz negro con bordados de encaje. Nidia iba más o menos
vestida igual. Como que llevaba su ropa. Finigan tenía pantalones cortos de
cuero, tenía el rostro tapado con una máscara y el torso desnudo. Listo para
ser humillado una vez más y Taylor, tenía corsé, unido a unas medias con
ligas, zapatos de tacón y medía mascara negra con orejas de conejito. El
espectáculo Dio comienzo cuando el organizador Dio el visto bueno y cuando
los cuatro divisaron la llegada de Isaac y Nia.
Alex comenzó con su espectáculo al ritmo de Natalia Kills - Problem,
unos pequeños azotes, unos latigazos, muy forzado todo, Finigan gruñía de la
rabia, aunque no se le escuchaba apenas. Nidia por el otro lado, aparte de
mirar de vez en cuando al público fingiendo que animaba, esa noche pasó de
humillar a Taylor a torturarla, pero de forma excitante, vendándola los ojos y
acariciando su cuerpo con la fusta, con una pluma y hasta se atrevió con unas
pinzas para los pezones, obvio que lo hizo por encima de la ropa, pero el
efecto resultaba excitante igual. Momento fusta y pluma pudo fingir
desacuerdo, pero cuando movió la cadena que unía las pinzas, esbozó un
sonoro suspiro:
— ¿Perdona? — Le susurró Nidia en su oído— Tus suspiros y gemidos me
impiden escuchar tus amenazas.
— Esto no quedará así Nidia.
El gemido fue más sonoro cuando le arranco las pinzas de un tirón. El
juego que daba esa mierda de pinzas. Satisfactorio fue ver que tanto Isaac
como Nia se acercaron para ver el espectáculo más de cerca. Isaac fijó su
mirada en Taylor, vaya, vaya, un dominante. Sin embargo, Nia se fijó en
Vesta, totalmente sumisa. Se supone que la que debía infiltrarse era Nidia.
Pero no pudo resistirse. Alex guio a Finigan montándole como si fuera un
pony hasta quedar enfrente de la mujer y saliéndose un poco del guion
comenzó a mover el cuerpo sensualmente. Nia le comió con la mirada, antes
de que terminara el tema de música y el espectáculo introdujo la mano en su
bolso y sacó una tarjeta:
— Mañana por la noche— Alex agarró la tarjeta, esbozando su sonrisa
más sensual— ¿estarías dispuesta a ganar mucho dinero?
Los tres agentes contemplaron la escena fingiendo, aunque claramente en
desacuerdo por aquel atrevimiento por parte de Alex:
— Ahí me tendrá— miró la tarjeta— señora Chan.
— Llámame Nia.
Le guiñó con el único ojo que tenía, ya que el otro tenía el parche, se giró
y fue hasta la zona vip. Pero no fue la única en dirigirse a Vesta, Isaac sin
dejar de mirar a Taylor, le entregó otra tarjeta:
— Si su amiga está dispuesta, resido en la misma casa, mañana por la noche.
Capítulo 51 - Vámonos
El destino era muy perro, puesto que Romero si estaba presente aquel día.
Para acompañar tanto a Isaac como a Nia chan. Entre la multitud contempló
el espectáculo que habían montado. El empleado conocía a Alex por fotos,
pero no pareció caer en la cuenta que esa pelirroja sensual de ojos azules era
la hija adoptiva de su jefe. Más bien disfrutó del espectáculo grabando un
video para enseñárselo a sus colegas.
Mientras tanto, ya con ropa de calle, se reunieron fuera del recinto. Por
primera vez los tres agentes parecieron estar de acuerdo, Alex había obrado
mal saliéndose del guion. Se supone que debían infiltrarse Taylor y Nidia, no
una civil:
— Eres una inconsciente— comenzó a decir Nidia en voz baja para que nadie
les pudiera escuchar— ¿qué pasa si os descubren? Taylor sabría actuar en
esos casos, tú no.
Taylor no se molestó en malgastar más saliva. Más bien dio un par de
zancadas y toma ya, cara cruzada por una buena bofetada. Alex apretó la
mandíbula:
— ¡EH! Necesitabais llegar hasta sus ordenadores ahora tenéis la oportunidad
— desafió a Nidia con la mirada— fuiste tú la que se empeñó en meterme en
esta mierda.
Nidia se llevó la mano a la cara, con los dedos índice y gordo se tocó el
tabique nasal. Era una oportunidad que tampoco podían desaprovechar:
— Está bien— dijo dándose por vencida— mañana nos reuniremos antes,
para prepararte— le señaló con el dedo índice en señal de advertencia cuando
le dijo eso último— ahora a desplegarse antes de llamar la atención.
Taylor le agarró del brazo con enfado:
— ¿Vas a permitir que haga esa locura? Tú también eres una inconsciente
Nidia— ésta se zafó de su agarre, sin relajar sus músculos de la cara— pones
a todos los implicados en la misión en peligro— miró a Alex— Nos pones en
peligro Alex, deberías hacerte a la idea que esto es la vida real y que la gente
puede salir herida e incluso muerta.
Terminó de decir aquello y con indignación los dejó para esperarle en el
coche. No iba a ser un viaje de regreso muy agradable. Finigan no dijo
mucho, tan solo se limitó a darle la razón a Taylor y se fue por su cuenta.
Nidia suspiró:
— Normalmente suele participar un equipo de infiltración, pediré otro de
apoyo— le puso una mano en el hombro y miró directamente a los ojos—
pero Taylor tienes razón, puede salir bien, pero también debes sopesar la
posibilidad de que salga mal.
Alex estaba con los brazos en jarra, tragó saliva y bajó la mirada. Nidia,
también se fue hasta su coche. En eso la había convertido Patrick, en una
inconsciente kamikaze, empeñada, cegada en llevar a cabo su venganza de
detenerle.
Romero salió del recinto para fumarse un cigarro e informar a su jefe.
Cuando sonó el pito de un coche que llamó su atención, no se podía ver al
conductor, pero si a la persona que estaba a unos metros del vehículo:
— Jefe, no se imagina a quien estoy viendo ahora mismo.
— Ilumíname.
Sonó la voz de Patrick al otro lado del teléfono:
— Morena, ojos verdes, cuerpo de escándalo…
— ¿Kristin Kreuk?
— No— dijo esbozando una risa helada— La nueva presidenta de Industrial
Medical Woods.
Patrick rugió tan fuerte, que rompió a toser:
— Esa niña no aprende, siempre metiendo las narices donde no debe, apuesto
a que me está buscando.
Romero contempló como Alex se había subido al vehículo y éste se alejaba
del lugar:
— Primero la reunión señor— intentó calmarle Romero— después yo mismo
me encargaré de ella. Recuerda, las acciones creadas por impulsos no salen
nunca bien.
— Tienes razón— rompió a reír— ¿hiciste lo que te pedí?
— Alice Woods, nuestro pajarito me dijo que últimamente recibe la visita de
Maurice Wiyatt.
Se escuchó un fuerte suspiro:
— Alice, Alice— dijo Patrick con voz abatida— mi mujer es una mentirosa,
me parece que mande matar al hombre equivocado— rechinó los dientes—
tienes un nuevo encargo, Romero.
Sabía que no todo era algodón de azúcar, sabía que era peligroso. También
seguía en peligro sin hacer nada, Patrick estaba suelto. Puede que tardase
semanas o meses, pero era un hecho que se volverían a ver las caras, tan solo
trataba de adelantar ese acontecimiento. Taylor pegó un golpe al volante:
— Escúchame— Alex iba abrir la boca para replicar— calla, después lo que
te voy a decir olvídate de que siga intentando hacerte entrar en razón. La vida
que llevamos no es fácil— de vez en cuando miraba de reojo a su copiloto—
es peligroso y muchas veces solitario, pocos son capaces de soportar que
vivamos en peligro constante. No estas hecha para este mundo, regresa con
Clara libérate de ese veneno y dedica a hacer feliz a tu mujer— Alex giró a la
cabeza para mirar por la ventanilla— Ya no se trata de ti, no solo implicas a
todos al equipo en la misión, a tus seres queridos también. Yo lo hago porque
es mi trabajo, tú lo haces por querer vengarte, eres egoísta y perdona que te
diga esto, pero el odio acaba consumiéndote te convertirás en aquello que
quieres detener.
— Yo no soy Patrick Woods— dijo entre dientes— yo no voy matando, no
voy secuestrando ni prostituyendo mujeres.
— Patrick Woods, mató a Jay Price por venganza, hizo un infierno la vida de
tu madre por rencor. Dime Alex ¿haces lo que haces por justicia? O ¿lo haces
por rencor y venganza? Después de mañana deberías replantearte que quieres
más, ¿atrapar a Patrick? O ¿vivir una vida feliz con Clara?
Dejó a Alex justo donde le recogió, horas antes. Vaya no se había fijado
que ya era tarde. Le dijo a Clara que regresaría con ella lo antes posible, pero
tenía que pensar, se guardó las manos en los bolsillos y comenzó a caminar
por la calle. Taylor dijo justo las mismas palabras que Alice. Alex se negaba
por completo compararse con Patrick, pero bien era cierto que, si Clara no
estuviera en su vida, estaría las 24 h declarándole la guerra, con o sin la
colaboración del FBI. Se replanteó si alguna vez fue buena persona.
Excusándose siempre por su sufrimiento y dolor, escondiéndose detrás de su
pasado.

Flashback

Su primera pelea ilegal fue toda una experiencia y un subidón de


adrenalina. Cora, vio en Alex un medio de ganar dinero, que compartirían,
mitad para cada una. Cora era muy derrochadora, fiestas y drogas. Alex era
una temeraria pero nunca dejaba de lado su carrera universitaria y tampoco
dejaba de lado a Olaya, en cuanto al dinero, gran parte lo guardaba. Cora
era exótica, explosiva y siempre buscando nuevos peligros. Arrastrando a
Alex con sus locuras. La siguiente fue las carreras ilegales:
— Puedes ganar hasta coches— eso le gustó aún más a Alex— mira que
Lamborghini ¿te gusta?
— Me pone— dijo la morena apoyada en su descapotable— ¿y tengo que
ganar? Pero ese coche corre mucho, ni de coña este carro gana a ese
monstruo.
Cora se apoyó en el hombro de Alex y comenzó a comerle el oído:
— Conozco a su mecánico y de sobra sé que tiene un precio.
— Yo no hago trampas
Dijo con decisión Alex. Sabía que esa carrera la tenía perdida por el
Lamborghini, aun así, correría igualmente. Cora chistó con la lengua y le
empujó mostrando su desacuerdo:
— Yo no salgo con perdedoras— comenzó a darle con el dedo índice en el
hombro— ganas o te olvidas de mí.
Alex rompió a reír como si le hubieran contado el mejor chiste de la
historia. Eso cabreo aún más a Cora. Se iba a alejar, cuando Alex le agarró
de la muñeca y le empotró contra la puerta del coche. La chica forcejeó para
soltarse de la morena, pero esta le tenía bien aferrada y chocó sus labios con
rabia, en un principio lo rechazó hasta que acabó cediendo ante el fuego de
Alex:
— Ni pienses que encontrarás a alguien mejor, Cora— acarició su
entrepierna por encima de su pantalón— ni que te dé el mismo placer que te
doy. Conseguiré el puto coche, pero jugando limpio.
Por supuesto que le ganó, pero no jugando limpio. A espaldas de Alex,
pagó al mecánico del otro tío para boicotear la carrera. En el momento que
vio como el Lamborghini dejó tirado al tío a mitad de la carrera, supo que
había sido maniobra de Cora. Los papeles ahora eran de Alex, aunque con
desacuerdo:
— Aun diciéndote que quería ganar limpiamente has boicoteado la
carrera.
Comenzó a discutir con Cora. Ésta mientras se rulaba un porrillo,
comenzó a carcajear:
— ¿Qué coño importa? El coche es tuyo ¿no?
— Vete a la puta mierda— le tiró las llaves del descapotable— para ti,
olvídate de mí.
Ahora fue Cora quien rompió a reír:
— Me necesitas— Alex rio con ironía— necesitas chutes de adrenalina
para sentirte un poco viva. Sin mí no eres nada Alex, solo un puto fantasma
llorón.
Alex apretó la mandíbula, agarró el mentón de Cora fuertemente y le
obligó a mirar el espejo lateral del coche para que viese su reflejo:
— Mírate— hablaba entre dientes, con los labios muy pegados a su oído
— tú también eres un fantasma, la diferencia entre tú y yo es, que la vida me
ha hecho ser así de hija de puta, tú eres así porque eres una niñata rica que
se aburre y contradice a sus padres. Soy un fantasma llorón, pero aún tengo
gente a mi lado y ¿tú? Solo me tienes a mí. Que no se te olvide nunca.

Fin del Flashback


Quizás era el momento de cambiar, con Clara tenía una vida. Se levantó y
fue hasta su hogar, pasando por una floristería ¿Por qué no? Quería una
sonrisa de Clara, en esos momentos lo necesitaba. Le atendió una
dependienta muy maja:
— ¿Te puedo ayudar en algo?
— Un ramo de rosas— dibujó media sonrisa— pero que no sea muy
ostentoso.
La chica asintió y le hizo un precioso ramo con una docena de rosas. Ya
de camino y después de haberlo meditado, sacó su móvil he hizo una
llamada:
— Creo que debemos conversar— entró al edificio y esperó al ascensor—
pero que sea en un restaurante.
Entró en el ascensor, mientras escuchaba la respuesta. Se sentía extraña,
apretó el botón para que le elevara hasta su planta:
— Quiero hablar con los dos a la vez ¿puede ser? — El ascensor paró en su
planta— pero no iré sola, Clara me acompañará.
Se sujetó el móvil con el hombro, mientras que con una mano sujetaba el
ramo y la otra rebuscaba las llaves:
— Muy sencillo, estará presente porque es mi mujer ¿restaurante? —
Introdujo la llave en la puerta del piso, pero aún no abrió— de acuerdo ahí
estaremos.
Colgó el teléfono móvil y entró. Clara estaba sentada enfrente de su
portátil, concentrada en mirar a saber que por internet. Saludó distraída
mientras movía la ruedecita del ratón. Alex esbozó una sonrisa y muy
lentamente se acercó hasta ella, para seguidamente ponerle el ramo de rosas
entre la pantalla del ordenador y ella. La reacción que esperaba, Clara la miró
con una amplia sonrisa y con la mirada brillante:
— ¿Y esto?
Preguntó a la vez que cogía el ramo. Alex con la comisura de sus labios
curvados se encogió de hombros:
— Me apetecía regalártelo— Clara se levantó para abrazarla efusivamente—
¿no puedo ser detallista con mi mujer?
Clara se separó enseguida y la miró con cierta precaución:
— Algo pasa ¿Qué has hecho?
Alex carcajeó. Pero que mona le parecía Clara en esos instantes, le quitó el
ramo de las manos y lo puso encima de la mesa. Quería besarla y en el
proceso no le gustaría que el ramo se rompiera. Le acercó y con suavidad
acarició sus labios:
— Pasan muchas cosas Clara— la abrazó fuertemente y se embriagó con su
dulce aroma— a cada día que pasa cambias más mi vida, pasé al lado de una
floristería y acabé tentada a comprarte rosas, pero que ñoña me estás
volviendo— Clara esbozó una risita y sintió sus labios en su cuello— quiero
hacerte feliz.
— No necesitas comprarme rosas, ya me haces feliz.
Alex se sentó en la silla y se dio unas palmaditas en las piernas para que
Clara se sentara encima. Que hizo encantada, ambas se miraron sin dejar de
sonreír, mientras que mecía a la rubia entre sus brazos:
— Un alemán está interesado en comprar la empresa, estoy pensando en
hacerlo.
— ¿Por qué? Estabas convencida de poder sacar adelante la empresa.
— ¿Te gustaría volver a Ontario? — no lo estaba diciendo de broma— ¿Vivir
ahí para siempre? Tú y yo.
Clara frunció el ceño:
— ¿Por qué ese cambio repentino?
— Me he dado cuenta que no necesito nada más en la vida— se encogió de
hombros— con el dinero que me del alemán, y la venta de todos mis coches
lujosos, nos alcanza para vivir tranquilamente el resto de nuestra vida.
¡Wau!, aquello sí que dejó a Clara sin aire. Alex amaba esos coches y de
un momento para otro, pam, decide venderlos porque sí, volvió a mirarla
precavida. Algo pasaba:
— Te encantan esos coches ¿Por qué quieres deshacerte de ellos?
Alex apretó los labios y como en más de una ocasión acabó acariciando
su pierna, agachó la cabeza durante unos segundos, para luego mirarla con un
atisbo de tristeza:
— La mayoría de mis coches no los he comprado, los gané ¿Haciendo qué?
Jugándome la vida, en busca de algún sentimiento— rio irónicamente— o en
busca de la muerte. Supongo que me quiero quitar esa parte oscura de mi
pasado— apoyó la frente en su mejilla— quiero empezar de nuevo contigo y
hacer las cosas bien. Si quieres seguir escribiendo, lo puedes hacer allí, por
favor— le abrazó más fuerte— vámonos, Clara.
Clara obligó a mirarle. Verde y azul, un bello horizonte dibujado entre el
pacífico cielo, infinitamente hermoso, acariciando a la verde selva salvaje.
Alex le miró suplicante, miró a ese azul anhelando que le transmitiera la paz
que tanto necesitaba. ¿Qué les retenía ahí? Nada. Los padres de Clara habían
fallecido y siempre podía viajar para ver a Ruth, Olaya o Tanya y viceversa:
— Ontario es un lugar perfecto para empezar de nuevo.
Acabó diciendo la rubia. Los días más felices que había vivido junto a
Alex fueron en Ontario. Alex sonrió emocionada e incluso se le
humedecieron los ojos:
— ¿Eso es un sí? — Clara carcajeó llena de alegría y asintió— puedo dejar
todo preparado en una semana, tanto Olaya y Helena pueden encargarse del
resto— le retiró un mechón rebelde— ¿te parece bien? O ¿quieres esperar
más tiempo?
— Eres una Kamikaze impulsiva de mierda— dijo riendo antes de
acercarla para que sus labios entraran en contacto— sí, vayámonos en cuanto
antes, dejo todo preparado, selección de portada, todo.
— Dios— una sonrisa de oreja a oreja— ni te imaginas lo que te amo,
Clara. Eres un puto globo aerostático que no hace más que elevarme sin
cesar.
Alex hablaba sobreexcitada, como una niña ilusionada cuando descubre
que va a ir a Disneyland Paris. Clara se tapó la boca con una mano mientras
reía sin parar, preguntándose qué bicho le había picado:
— Es el piropo más bonito que me han dicho en la vida, globo aerostático.
Las manos de Alex aferraron las mejillas de Clara, y se acercó hasta que
sus labios quedaron a escasos centímetros, no cerró los ojos en ningún
instante, volvió a curvar la comisura de sus labios y terminó por acortar la
distancia que quedaba. Derritiendo por completo a Clara, puro liquido entre
los brazos de Alex. Cuando se separaban para coger aire volvían a sonreír en
plan gilí. Clara se pegó aún más y atrapó su labio inferior, Alex respiró
fuertemente. Ambas querían más, anhelaban más, más besos, más abrazos,
más piel y actos carnales. Clara estaba dispuesta a ello y muy a pesar de la
morena, tuvo que ser la aguafiestas que lo paró:
— Me encantaría poder cogerte en brazos en plan Diario de Noa— esbozó
una pequeña carcajada— y hacerte el amor apasionadamente
— ¿Qué te detiene?
Preguntó mientras que buscaba besar su cuello. Alex puso una expresión
algo más seria, ladeó la cabeza para que Clara tuviera más acceso a su cuello:
— Tenemos que asistir a una cena— tragó saliva— puede que algo
incomoda.
Clara paró en seco y miró de nuevo a los ojos de Alex:
— ¿Una cena con quién?
Alex estaba nerviosa, pero más lo estaba Clara. Habían sido las primeras en
llegar. Extraño, Alex era la que llegaba minutos tarde siempre. Se habían
sentado en una mesa para cuatro. Comenzó a juguetear con un panecillo:
— Clara, de las dos la que debería estar que se come las uñas soy yo.
— Perdona— sonaba algo histérica— pero te recuerdo que me iba a casar
con William— bebió un poco de agua— era mi suegro.
Alex rio con sorna:
— Irónicamente lo sigue siendo— carcajeó más fuerte— solo que, en vez
de casarte con el nenaza de su hijo, lo hiciste con la machorra de su hija
secreta— ladeó la cabeza— mi vida es peor que One tree Hills. Solo que en
bollodrama.
Clara apoyó los codos en la mesa y se tapó la cara:
— Qué vergüenza, pensará “Pero que golfa, salir de la cama de mi hijo
para meterse en la de mi hija”
— Clara— dijo con voz sosegada Alex, le apartó las manos de la cara y las
agarró fuertemente, la ojiazul esperaba un comentario reconfortante— deja de
acaparar toda la atención reina del drama que ese señor es mi padre biológico
— Alex negó con la cabeza— quitando protagonismo ¿te parecerá bonito?
Clara achicó los ojos:
— A veces tienes la sensibilidad en el culo.
Alex se inclinó hasta poder susurrarla:
— Umm, pero te encanta mi culito precioso y sexy.
— Como que me dejas hacer mucho con él.
Comenzó a reír cuando comenzó a sentir cosquillas en la oreja,
escondiendo su cuello, Alex aun sostenía la mano de Clara se le acercó a su
culo:
— Te dejo mirarlo y tocarlo— que momento más oportuno de ponerse a
tontear— ¿Qué más quieres?
— ¿Qué ha sido del “quid pro quo”? la de cosas que has hecho con el mío.
— Todas ellas acabaron en un gratificante orgasmo— apoyó su brazo en el
respaldo de Clara— ¿y te quejas? — negó con la cabeza, ambas no hacían
más que perderse en sus miradas— llevas vestido.
— Si, ¿Y qué?
Alex alzó las cejas y puso expresión pícara:
— Sus mesas están vestidas con mantelería larga— Clara puso ojos como
platos— te imaginas que hago lo mismo que en Chicago y llega tu suegro—
imitó la voz de Maurice— ¿Dónde está Alex? — seguidamente imitó a Clara
entre gemidos apenas audibles— ahh… disculpe… señor Wiyatt… pero
Alex… ha comenzado a cenar… ya y que bien come.
— Eres ordinaria y una salidorra de mucho cuidado.
— Esta salidorra te ha quitado el nerviosismo a base de soeces sexuales.
Clara negó con la cabeza antes de responder al beso de Alex. Beso casto,
apenas unos roces, instantes después las lenguas se implicaron ya no era tan
casto. Mierda que bien besaba Alex, hasta que un fuerte carraspeo llamó la
atención de las chicas. Siguiente pensamiento de Clara “tierra trágame, pero
estoy tan nerviosa que todo es posible que me escupa por indigestión”
Capítulo 52 - Niños
Maurice y Alice habían llegado juntos. Vaya, menuda sorpresa, tanto que
no sorprendió para nada a Alex. Clara se irguió rápidamente, mientras que
intentaba ocultar su rubor. Joder, ahora que lo pensaba, era la primera vez
que se sentaba con sus suegros, los padres de Alex no los de William, aunque
era el mismo padre, le daba algo. Pero que narices, se supone que estaba ahí
para dar apoyo a Alex.
Ambos recién llegados se sentaron enfrente de las chicas. ¿Cómo se hacía
eso? Alex nunca había conocido a una familia más disfuncional como era la
suya. Mujer engaña a marido, se queda embarazada, marido se vuelve en un
enfermo psicópata, acaba secuestrando a la hija que adopta, la hija adoptada
se casa con una mujer y éste piensa que son medio hermanas, mata a los
padres de su mujer, pero resulta que el padre biológico es el padre del ex
prometido de su mujer y se lleva como el puto culo con su medio hermano.
¡JODER! Pensó Alex, que One tree Hills que ni All my Children, su puta
vida debía de ser una cámara oculta. Tanto Alice como Maurice parecían
estar igual o más nerviosos incluso:
— Alex— se limitaron a las formalidades, Maurice sonrió y saludó con la
cabeza— Clara.
Clara se aclaró la garganta:
— Señor Wiyatt— forzó una sonrisa— señora Woods.
Alice se sentó enfrente de Clara, aunque toda su atención estaba puesta en
Alex:
— Carey, he regresado a mi apellido de soltera.
— A mí me podéis tutear— el camarero se acercó y tomó comanda— chicas.
Clara se percató de que Alex tenía posada su mano en la pierna y no paraba
de tamborilear los dedos, aunque a simple vista parecía serena por dentro
estaba que se moría. En ese momento le agarro de la mano y se la apretó,
dedicándola una reconfortante mirada:
— ¿Qué tal la vida de recién casadas?
Intentó romper el hielo Alice. Clara iba a contestar cuando Alex, con toda
su delicadeza y sensibilidad:
— ¿Alguna vez estuvisteis enamorados? O ¿fui producto de un calentón
momentáneo?
Maurice comenzó a toser y a ponerse rojo con un trozo calamar que se le
fue por el otro lado. Alice y Clara comenzaron a preocuparse:
— Dios mío que se ahoga.
Acabó diciendo Clara apunto de levantarse:
— Está tosiendo por lo cual le entra aire por las vías respiratorias— dijo Alex
levantándose para arrearle fuerte entre los omoplatos— tosa más fuerte señor
Wiyatt.
Acabando por beber un poco de agua para aliviar su irritabilidad. Alex
volvió a su sitio y siguió comiendo su bistec. Clara se inclinó un poco para
susurrarle:
— ¿Ves? Tienes la sensibilidad en el culo.
Fue Alice, quien comenzó a contestar algo bochornosa:
— Bueno, cada uno estaba pasando por una mala racha en su
matrimonio…
— Comenzamos a hablar para desahogarnos…
Prosiguió Maurice, pero enseguida fue interrumpido por Alice de nuevo:
— Nos dimos cuenta que compartíamos mucho en común…
De nuevo Maurice siguió con el resumen:
— Y un día una cosa llevo a la otra…
Alex alzó una ceja y acabó diciendo con sorna:
— Mírales Clara, se terminan las frases.
Clara le dio un manotazo en la pierna, poco disimulado, Alex puso los ojos
en blanco:
— Lo siento— Clara la conciencia de Alex— seguir contando.
Maurice y Alice se intercambiaron miradas. Como si se adivinasen los
pensamientos. Al final la madre de Alex asintió. Maurice carraspeó, hizo el
plato a un lado, junto sus manos y entrelazó los dedos:
— Alex, yo siempre quise tener contacto contigo— sacó su cartera y de ella
extrajo una foto desgastada, en el que salía con William de pequeños
pringados de helado de chocolate— llevas mi sangre y me daba igual tener
que enfrentarme a Patrick.
— No lo culpes a él— intervino Alice— si vas a odiar a alguien, ódiame a
mí, yo siempre se lo he impedido y cuando nos fuimos a Europa, no perdimos
contacto del todo, todos los años le mandaba fotos y mucho de los regalos
que recibías para tu cumpleaños eran suyos— agachó la cabeza— tenía que
hacer malabarismos para que Patrick no se enterara.
— Quizás debí haber luchado más…
Argumentó Maurice, pero Alice le cortó de nuevo:
— Debimos haber luchado más.
Ambos, o mejor dicho miraban con precaución las reacciones de Alex, que
no mostraba ninguna expresión. Al final cerró los ojos y suspiró, cansada y
abatida de estar contantemente furiosa. Buscó la mano de Clara y se dispuso
a romper su silencio:
— No voy a odiar a ninguno de los dos— ambos pudieron respirar
aliviados— no dejas de ser la mujer que me trajo a la vida— dijo mirando a
Alice— No puedo estar culpándote por los pecados de Patrick, tú también
acabaste siendo una víctima de su odio, si hiciera lo mismo ¿de qué me
diferenciaría de él? Nada, creo que ya va siendo hora de cerrar heridas y
enterrar hachas de guerra— se humedeció los labios— qué Patrick Woods
deje de interponerse entre nosotras— dicho eso se dirigió a Maurice— usted
desde casi siempre ha sabido que soy su hija, pero no ha pasado ni cuatro
meses desde que sé que es mi padre, disculpe si no lo veo como tal, pero…—
ese “pero” era esperanzador para Maurice— podemos darnos la oportunidad
de ir conociéndonos.
— Eso me encantaría.
Dijo Maurice emocionado. No le resultó fácil aquello a Alex.
Complaciente fue ver la mirada orgullosa de Clara. Bueno, sacado lo que
llevaba dentro ya si estaba preparada para hablar temas más triviales o más
sentimentales. Llegó un momento en el que la atención de Maurice fue
dirigida más a Clara:
— Resultó chocante enterarme que os habíais casado.
— ¿Algún problema respecto a eso?
Preguntó más seriamente Alex. Maurice alzó las manos en son de paz:
— No, es que siempre andabais peleándoos y tirándoos de los pelos.
— No, la que siempre andaba tirando de los pelos era ella— se encogió de
hombros, a la vez que se llevaba una mirada fulminante de Clara— yo solo le
provocaba ¿No dicen que el amor al odio hay un paso?
— Señor Wiyatt— comenzó diciendo Clara— no deja de ser el padre de
William y comprendo que le moleste la idea que le dejara justo a meses antes
de casarnos— Maurice asintió no para darle la razón, más bien fue un gesto
de atención— pero por casualidades del destino nuestros caminos se
volvieron a cruzar, Alex puso mi mundo patas arriba con sus borderias y
soeces, con ella no existen formalismos— Alex esbozó una risita por lo bajo
— Y aun así consiguió robarme el corazón, no voy a soltar el típico discurso
porque no siento necesidad de excusarme por lo que siento y es, que William
nunca me ha hecho sentir así de viva ni feliz. Si piensa que soy una persona
horrible por ello, lo siento, pero nunca me voy a arrepentir de haberme
casado con Alex— la ojiverde curvó la comisura de sus labios y besó el
reverso de su mano— Y lo mismo le digo a usted señora Carey, amo a su
hija.
— No dudo que sus sentimientos por mi hija sean sinceros— comenzó
diciendo Alice, fijó la mirada en su hija— pero eres demasiado impulsiva,
nunca has sido de relaciones estables. ¿Quién dice que Clara no es un mero
juego?
Alex se humedeció los labios, y miró a sus progenitores. Vaya, la que
debía excusarse debía de ser ella, aun así, les dio el gusto respondiendo lo
siguiente:
— Si estoy aquí Alice, es porque trato de ser mejor persona, sin Clara—
miró a su mujer con vehemencia— eso nunca hubiera sido factible. Ella me
ha abierto las puertas a un mundo que nunca creía que llegaría a conocer, que
no todo es negro y que el azul es capaz de espantar todo el dolor que
aguardaba mi alma. Junto a ella he pasado de sobrevivir día a día, a vivir
como nunca, ella lo es todo, desde siempre. Yo tampoco siento necesidad de
excusarme, prefiero demostrarlo con hechos durante el resto de mi vida.
Tanto Maurice como Alice intercambiaron de nuevo miradas. El
matrimonio de Alex y Clara ya era un tema que habían hablado con
anterioridad. Pero como había dicho Alex, estaba cambiando y eso una madre
siempre lo nota, suspiraron y asintieron sonrientes:
— Sigo pensando que ha sido demasiado precipitado esa locura de
matrimonio— dijo Alice— pero si ambas sois felices, ¿Quién soy para
interponerme?
— Será complicado la relación con William— siguió argumentando
Maurice, sin dejar de adorar a su hija, al menos esa noche era un nuevo
comienzo para conocerse— pero, deseo tu felicidad y si es Clara, pues que
así sea, tenéis mi apoyo.
Las chicas sonrieron. Eso era bonito, el comienzo de un todo, donde no
había cabida a todo el veneno de Patrick. Lástima que la cena estaba llegando
a su fin con el postre. Aunque en esa ocasión fue la mismísima Clara quien
casi se ahoga. Pues Alice también podía ser muy directa cuando se lo
proponía, ¿a quién le recordaría eso? Ni corto ni perezoso, miró fijamente a
su nuera y…:
— Bueno, ya que estáis casadas ¿Para cuándo me vais a dar un nieto?
Trozo de tarta infernal, que por casi envía a Clara para el otro barrio:
— Alice.
Dijo Maurice en un susurro:
— ¿Qué? Quiero tener nietos mientras pueda disfrutarlos.
Era obvio que prestase más atención a Clara. Ya que, debido al incidente
de Alex, ésta nunca podría tenerlos. La rubia miró a Alex mientras intentaba
reponerse:
— ¿Pero que os ha dado a las mujeres de tu familia? En cuestión de un
mes ya me habéis propuesto preñarme tres veces.
— ¿Ya lo habíais hablado?
Preguntó ilusionada Alice. Sin embargo, Maurice estaba más en plan:
— Joder, sí que corréis.
Clara se inclinó más para susurrarle a Alex:
— No quiero parecer la mala de la película, explícaselo tú.
Alex alzó una ceja, le tocaría intervenir. Vaya, primer desacuerdo entre
suegra y nuera, quitando el momento en que opinó que iba demasiado
escotada:
— Queremos tenerlos, pero más adelante.
— Bueno— siguió presionando Alice— si no lo quieres tener, se puede
adoptar. Yo lo querría igual.
Oh Dios, oh Dios, oh Dios esa era la cabeza de Clara, mientras gotas gordas
de sudor comenzaban a caer por su frente. Alex contempló su expresión de
pánico, eso en que le empujaría a correr, en plan película corre Lola, corre,
solo que con Clara de protagonista:
— Alice— dijo al final la ojiverde— mejor dejemos el tema para más
adelante, cuando nos asentemos en Ontario.
— Explícame eso.
Uuuhh, Clara tenía la sensación de que iba a acabar convirtiéndose en la
zorra que se casó con su hija, la que no quiere darle nietos y para colmo,
cuando ya hay un acercamiento entre ellas se la lleva lejos. Como si no lo
estuviera viendo en esos instantes en el rostro de Alice:
— Nos mudamos a la casa que tenemos en Ontario— siguió diciendo
Alex— un alemán ha propuesto comprar la empresa y sinceramente, no la
necesito. Clara es escritora puede escribir donde le dé la gana y yo tengo
suficientes ahorros…
— Justo ahora que comenzamos a llevarnos bien ¿te vas?
— Bueno— intercedió Maurice— siempre se puede ir a verlas o ellas
venir cuando quieran, Alice.
¡Oh sí!, la cena fue toda una odisea. Momentos emotivos, momentos
tranquilos y el momento en que Alice le puso la cruz a Clara. Ahora sí que
era la típica relación suegra y nuera. ¿Pero que había hecho? La idea de irse a
Ontario fue de Alex. Y lo agradecía, porque estaba viendo que esa mujer la
acabaría convenciendo para quedarse embarazada. Ya había descubierto de
quien había heredado esos impulsos Kamikazes. Gracias a Dios que Maurice
en más de una ocasión intervino. “Son jóvenes” “bueno deja que disfruten”
“Alice es lógico” eso era partes de sus comentarios.
Y cuando la cena terminó, bendito seas, acabó sin heridos y sin bajas. De
regreso en el coche. Obviamente, Clara dejó claro las malas vibras que sintió
por parte de su suegra. A lo que Alex respondía “ya se acostumbrará”
“ignóralo” “¿quién te va a odiar? si eres adorable marmotilla” se podía haber
esperado de todo en esa cena, menos el que le propusieran ser el recipiente
para llevar durante nueve meses a un niño, para que los siguientes diecisiete
años la agobiaran, ¿de verdad Alex quería eso?:
— Tranquilízate Clara— le seguía sosegando, a la vez que entraban en el
piso— Ni vamos a por un niño ahora y Alice se va a tener que joder y
soportándote, eres mi mujer no le queda de otra.
Ya en la habitación se cambiaron al pijama:
— ¿Te apetece?
Preguntó Alex así sin más. ¿Dónde estaba la seducción? O ¿el coqueteo?
Clara se tumbó de costado dándole la espalda:
— Me duele la cabeza.
Alex frunció el ceño e hizo lo mismo que la rubia y le dio la espalda:
— Pues sí que empezamos pronto, con decir no me apetece me vale, yo no
tengo orgullo de macho.
— No me apetece.
— Pues muy bien.
Tampoco lo dijo molesta, nunca obligaría a Clara a nada. Se metió debajo
de las sabanas, abrió el cajón de su auxiliar de noche y sacó uno de sus
juguetitos, se quitó el pantaloncito junto con la ropa interior y manos a la
obra. Clara tenía los ojos cerrados, dispuesta a dormir, cuando escuchó un
pequeño ruido, miró por encima del hombro, vio a una Alex con los ojos
cerrados y mordiéndose los labios, siguió la línea de su cuerpo cierto
movimiento sospechoso debajo de las sabanas acompañados de ese ruido. Se
incorporó enseguida:
— ¿Te estás masturbando?
Alex abrió los ojos y contestó, aunque sin parar:
— Que tu no tengas ganas— suspiró fuertemente— no quiere decir que
yo no las tenga, y no tengo ningún pudor en tocarme.
— No, si yo no tengo sexo tu tampoco.
Alex con el ceño fruncido se incorporó, sacando una de las manos de
debajo de las sabanas, comenzó a discutirla mientras que le señalaba con el
vibrador rosita:
— Tú no tienes sexo porque no quieres— los ojos de Clara no hacían más
que seguir los movimientos del juguete— no me seas perro del hortelano, que
ni come ni deja comer.
— Me pasé mes y medio muerta de hambre.
— Tienes dos manitas yo no te hubiera impedido aliviarte y me dirás que
no hay juguetitos para esas co-si-tas— puntualizó apuntándola con el
vibrador— ahora no me seas aguafiestas.
— Trae eso.
Dijo Clara intentando arrebatárselo, pero Alex fue más rápida y lo apartó
rápido. Clara no se daría por vencida y a por ello que fue, en ese instante
Alex salió de la cama y comenzó a corretear por la habitación semi desnuda
con el vibrador en la mano, seguida por la rubia. Obviamente eso se había
convertido en un juego, parecían dos crías, correteando y saltando por la
cama:
— Trae eso.
— No.
Negó Alex mientras le sacaba la lengua. El juego no tendría sentido si al
final la ratita semi desnuda no se dejaba atrapar por la gatita salvaje. Así que
acabó entre la pared y Clara, apoyó las manos a ambos lados para atrapar a la
ojiverde y se pegó más:
— Dame eso.
Alex se inclinó un poco para acercar su rostro y esbozó un:
— NNNNNNNNO
Clara se acercó aún más.
— SSSSSSSSSSSI
Alex imitó a Clara divertida:
— Pero mira que eres infantil Alex.
Clara puso ruda:
— Calla mujer y sácate una teta— gruñó y sorprendió a Alex apretando
fuertemente a sus glúteos— ¡FOLLAAAR A CLARA!
— ¡Oh sí!— aun con voz pijilla— cavernícola mía.
Dicho eso redujo los pocos centímetros que quedaban para chocar los
labios con furor. A lo tonto y sin necesidad de seducción, consiguió que a
Clara se le quitase el dolor de cabeza. Entre risas dieron unos pasos hasta caer
abrazadas en la cama. Alex no tardó mucho en quitarle la camiseta para dejar
al descubierto aquellas dos maravillas… CENSORED…
“Y esta noche quiero más
Que me abraces fuertemente
Y en tus brazos soñaré
Que este amor es para siempre
Que en penumbras un rayo de luz
Nos envuelva a los dos
Eclipse total del amor”
¿Qué? En algún momento de sus vidas, tienen derecho a un poquillo de
intimidad. Pobrecitas siempre observándolas para narraros como se lo
montan. Pero cuanto vicio. Pasadas medía hora… oh si, eclipse total del
amor. Una hora, ay por Dios Alex ¿Qué le estás haciendo a Clara? Eclipse
total del amor. Hora y media, ufff mejor regreso mañana cuando se hayan
calmado.
Como llevaba haciendo un tiempo, Clara se levantaba y hacía tortitas, había
progresado, ya no se las quemaban, pero en ocasiones sabían demasiado a
harina, otras a huevo, en otras era todo lo contrario y le quedaban poco
hechas. Hasta que esa mañana, llevándole el desayuno a Alex a la cama, la
pobre estaba reventada. La morena esbozó una sonrisa, aunque tenía agujetas
en partes de su cuerpo en las que nunca creería que los tendría:
— A ver qué te parecen hoy— dijo Clara dejando la bandeja encima de la
cama, Alex se incorporó y se aventuró a probarlas— al menos estéticamente
están bien.
Alex se llevó un trozo a la boca y empezó a saborearlo, en plan catadora
profesional de tortitas:
— Harina bien, huevo bien, leche bien— le dio otro par de vueltas— le
falta un poco de azúcar para mi gusto— sonrió— muy bien señora Price hoy
se ha superado.
Dicho aquello, comenzó a devorar como una zombi hambrienta de tortitas.
Clara no era muy de dulces, aun así, le acompañó comiendo una:
— ¿Cómo te imaginarías nuestra vida dentro de diez años?
Alex se encogió de hombros:
— Nunca me da por pensar en lo que puede pasar a larga distancia.
— Vamos, se valiente di algo.
Durante unos minutos pareció dubitativa:
— Supongo que viviendo en Ontario— acabó diciendo— habrás escrito
treinta Bestsellers, los días impares te llevaría el desayuno a la cama y tu
seguirías intentando hacer unas buenas tortitas los días pares.
— Cuanta fe tienes en mí.
— Casi cuarenta añitos que tendríamos, aun así, te seguiría haciéndote
gritar como esta noche. Seguirías haciendo de mí una mejor persona, no te
amaría igual que hoy
Clara frunció el ceño:
— ¿Por qué no?
— Porque cada día que pasa me tiene más enamorada Price— Clara
después de haberse llevado ese mini susto le tiró una miguilla de tortita, a la
vez que sonreía bobalicona— supongo que volvería a tocar el violonchelo,
pero solo tocaría para ti.
Clara miró el plató vacío. Ese futuro que estaba describiendo era
maravilloso, salvo un dato. No había incluido la palabra hijo:
— ¿Niños?
Alex alzó una ceja:
— Que conste has sido tú quien ha sacado el tema ahora.
— Alex no digo que los quiera tener mañana— se abrazó a las piernas—
pero si en un futuro. Supongo que ahora no me veo como madre, a lo mejor
carezco de reloj biológico.
Alex dibujó media sonrisa:
— Si me hubiera pillado más grande— dijo Alex con la mirada perdida en
la bandeja— a lo mejor mi cuerpo lo hubiera soportado y tendría un chaval
de casi dieciséis años. Pero era una niña y ahora— se encogió de hombros—
supongo que me perderé esa experiencia, sentir como una vida crece dentro
de mí, como da pataditas— apretó los labios y forzó una sonrisa— pero ya
me hice a la idea, así que quítate esa cara de seta Price.
— ¿Lo hubieras tenido? — preguntó, aunque precavida— si te hubiera
pillado más mayor.
Alex se encogió de hombros:
— No sé, tampoco me gusta pensar en las posibilidades de un pasado
inexistente. ¿Qué le hubiera dicho? ¿Fuiste engendrado en un acto atroz
movido por la maldad del hombre? había dos posibilidades Clara, cada vez
que lo mirase lo haría con odio por como vino al mundo o a lo mejor hubiera
sido aquello que me llenase de amor— suspiró fuertemente, se levantó y se
puso la ropa interior junto a una camiseta— seguramente has dejado la cocina
hecha un desastre, voy a limpiarlo.
Agarró la bandeja y salió de la habitación. Clara no odiaba a los niños,
para nada, pero carecía instinto de madre. Alex, aun pareciendo una kamikaze
infantil, ella si lo tenía bien se dio cuenta en el hotel cuando se puso a jugar
con el niño vestido se sheriff. Tanya también se lo dijo. Que sentimiento de
mierda le dejó y eso que le pidió que no se sintiera así. Se la escuchó gritar
desde la cocina:
— MARMOTILLA— Clara sonrió, aunque fingía que le molestaba
delante de Alex, le encantaba que le llamara así— VEN AQUÍ Y ME
AYUDAS A LIMPIAR ESTE PUTO DESASTRE— puso los ojos en blanco
— SOY TU MUJER NO TU PUTA CHACHA.
Bueno, le ayudaría a limpiar y a disfrutar del poco tiempo con Alex, ya
que no se le había olvidado la fiesta de pijamas con Tanya. Alex ya le dijo
que estaría con Olaya, le parecía bien que se distrajese con su amiga. Como
bien le estaba demostrando había cambiado. ¿Por qué preocuparse? Confiaba
en su mujer.
Una mentira, la última se hizo prometer Alex. Ya que iba a ir a esa misión
Kamikaze y después lo dejaría, conseguiría esa información del ordenador de
Nia Chan y se iría a Ontario. Adiós a Portland y adiós a Patrick. Olaya, aun a
su pesar, le cubrió las espaldas al buscarla y la acercó al gimnasio:
— No solo mientes a tu mujer— dijo con cierta indignación— me obligas
a mentir a Ruth.
— Esta es la última vez— dijo Alex transmitiéndole seguridad— después
abandono, tienes razón en vender la empresa, he decidido— se corrigió—
Clara y yo hemos decidido irnos a Ontario.
— ¿No más impulsos kamikazes? ¿Ni provocar a Patrick?
— No más.
Olaya respiró algo aliviada, pero para nada relajada. Esa noche Alex se iba
a meter en la boca del lobo:
— Nunca te he visto mirar a una chica como lo haces con Ruth— curvó la
comisura de sus labios— de las dos siempre has sido la mejor Olaya, por muy
cabeza loca que sea esa chica, es increíble me alegra que seas feliz.
— Me alegra que ya no seas tan hija de puta como cuando estabas con
Cora.
Alex rompió a reír:
— Los milagros que hace Clara.
— O tu puta madurez que ha llegado con retraso.
— Eso también puede ser— abrió la puerta del coche— nos vemos O.
Y bajó para dirigirse al gimnasio. Olaya bajó la ventanilla del coche y le
miró con preocupación:
— Alex— la morena se giró para mirarle— por favor ten mucho cuidado.

00:00 H cuatro horas después de que Olaya dejara a Alex en la puerta


del gimnasio.

— Me cabuen en la hostia puta— se escuchaba la voz de Nidia alterada por


el pinganillo— sal de ahí ya Alex joder.
Alex había podido acceder al ordenador de Nia Chan, había conectado el
Pen Drive y había copiado el 98% de la información. A lo lejos se
escuchaban disparos:
— Falta un dos, no un uno por ciento— dijo Alex entre dientes— no me
voy a jugar la vida por nada.
100% arrancó el pen drive del puerto USB y se dispuso a salir de la
habitación. Pero se topó con un gran inconveniente. Detrás de la puerta ya
había un tío con un arma levantada.
Capítulo 53 - Al descubierto
Antes de la infiltración:
Nidia estaba en el gimnasio pensando en cómo narices llevaría el proceso.
La agente tenía conocimientos informáticos, como poder reventar una
contraseña y des encriptar códigos. Pero Alex, suerte que tenía los
conocimientos básicos. No le quedaba otra que infectar el ordenador con un
virus y poder hackearlo desde la distancia. Tenía su portátil en el borde del
cuadrilátero, para poder trabajar con el de pie. Dos pen drive, uno para
infectar y el otro para poder extraer la información de los discos duros.
Estaba muy concentrada hasta que cierta morena se colocó a su lado, muy
cerca observando cada código de la pantalla:
— Ya he descubierto ¿porque eres tan perra?— dijo Taylor con voz
calmada— eres muy Nerd.
Nidia la miró durante unos segundos, pero enseguida prosiguió con su labor
tecleando sin parar:
— Ni que fueras la perfección personificada.
— La puta ama— se giró el bordillo del cuadrilátero daba en su espalda
apoyando los codos— prefiero la acción.
La cara de seta de Nidia se le borró por unos instantes, para curvar un
poco la comisura de sus labios, aunque siguió mirando la pantalla de su
ordenador:
— Yo puedo darte acción siempre que lo necesites— lo dijo con cierto
coqueteo— “puta ama”
Taylor alzó una ceja. ¿Qué coño estaba pasando ahí? Estaba pasando de la
humillación al coqueteo descarado:
— ¿Estás filtreando conmigo? Nidia.
— No— dijo con seriedad— te estoy diciendo que puedo hacer que te
lamas las heridas de nuevo, preciosa.
La agente Fisher carcajeó sutilmente, se acercó hasta Nidia con su
contoneo de caderas. Desafió a su agente al mando con la mirada y se mordió
el labio antes de hablar:
— Estoy segura que preferirías ser tú quien me lame otra co…
— Ya estoy aquí.
Interrumpió Alex, Taylor regresó hasta el borde del cuadrilátero y se apoyó
de nuevo. Alex se percató, más bien notó cierto ambientillo sexual en esos
momentos. Nidia no dijo nada, tan solo se limitó a terminar de hacer su
trabajo:
— ¿Interrumpo algo?
Preguntó Alex esbozando una sonrisa pícara a la ver que miraba a Taylor,
la agente Fisher se encogió de hombros. Iba a abrir la boca para contestar a
esa pregunta, cuando fue la misma Nidia Respondió con total naturalidad:
— Si, has interrumpido, Taylor estaba dándome a entender que quiero
acostarme con ella— Taylor la miró con la boca abierta— y no agente Fisher
— terminó y cerró el portátil— las prefiero, más explosivas— la miró de pies
a cabeza— eres una mujer muy sexy, pero demasiado picajosa para mi gusto.
Alex siseó con la lengua y puso expresión de dolor. Que hija de puta, no le
había humillado físicamente, pero menudo hachazo delante de Alex. Taylor
rechinó los dientes. Nidia fue hasta su mochila dando la espalda a ambas
chicas. En ese instante Fisher levantó la mano y le mostró el dedo corazón
mientras pronunciaba en susurros para que no le escuchara:
— Zorra engreída.
Alex rio por lo bajo, se colocó al lado de Taylor y le susurró:
— Vuelve a contratacar, le has puesto nerviosa— se encogió de hombros
— ella responde sacándote de quicio, sabe que te bloqueas y te deja en jaque
— dibujó media sonrisa mientras ambas miraban a Nidia— se más lista que
ella.
— ¿Por qué no te la ligas tú?
— Porque estoy casada y porque Nidia es una depredadora— siempre
susurrando— demasiado parecidas, sería como una lucha entre dos titanes,
muy incompatibles.
Taylor achicó los ojos, se colocó enfrente de Alex con los brazos en jarra:
— Me estás diciendo que yo soy todo lo contrario— sonaba molesta— una
presa facilona ¿eso es lo que quieres decir? Pues Nidia y tú, os equivocáis.
— Guau guau, ladra chiguagua— dijo carcajeando esta vez más fuerte—
solo hay que ver por las mujeres que te sientes atraídas, eres la típica sumisa
rebelde. Si quieres puedo enseñarte a volverla loca encarnando tu papel…
— No le metas historias en la cabeza— dijo Nidia colocando unos planos
del edificio— quédate con la copla Alex, en caso de que seáis descubiertas
hay tres posibles salidas— dijo mostrándole cada punto— nosotros para no
llamar la atención estaremos a un par de calles, por si en algún momento
tenemos que intervenir con los equipos de apoyo— La miró más severa— es
peligroso, nada de salirse del guion ni hacerse la Uma Thurman en Kill Bill.
— Me gusta el chándal y la katana— dijo en plan coña— Soy Alex Woods
y he venido a matar a mi padre.
Dijo levantando las manos fingiendo que empuñaba una espada. Nidia dejó
caer los hombros:
— Alex esto no es un puto juego.
Alex alzó las manos en son de paz:
— Eh, es la última vez que me tenéis merodeando a vuestro alrededor—
esbozó una sonrisa— en una semana me piro con mi mujer.
Nidia puso los ojos en blanco:
— Recién casada, pusilánime— enrolló los planos y le dio en el hombro
con ellos— por eso no me enamoro nunca, te deja eunuco.
Alex le dio un codazo y señaló con la cabeza a Taylor:
— Hace cuatro meses decía lo mismo.
Tanya y Clara ¿fiesta de pijamas? Tanya era una amiga alucinante, pero
eso no le quitaba el hecho de que fueran un experimento social. Clara en el
fondo ya hacía con Alex lo que le daba la gana. Antes de ir a la casa se
encontraban en una tienda de lencería sexy. Como Olaya se hallaba
cubriendo las espaldas a Alex, Ruth se acabó uniendo a la fiesta. Ambas
silbaron al ver salir del probador a Clara con un conjunto de encaje:
— Ese modelo con un antifaz del mismo color— dijo Tanya emocionada
— te la comes chica.
Ruth alzó las cejas sorprendida, estaba sentada junto a Tanya con un
chupachups de fresa en la boca:
— Si el día que nos conocimos apareces así nos hubiéramos quitado de
tonterías— dijo Ruth sacándose el chupachups de la boca entre risas— y
Alex no hubiera sido tu primera mujer, tita Ruth se le hubiera adelantado.
— Sigue soñando— dijo Clara haciéndose la interesante y señalando su
cuerpo— este cuerpo estaba esperando a una y no era a ti.
— ¿y cómo tienes pensado que ese cuerpo escandalo acabe sometiendo a
Alex? — Preguntó curiosa Ruth— veo muy verde a Clara para manejar un
látigo
Tanya frunció el ceño:
— Hablamos de someter sexualmente a Alex— le señalo con el dedo índice
a Clara— olvídate de cambiar los roles con Vesta— hizo un mohín— si
consigues atarla os regalo un viaje a parís— Clara arqueó las cejas— pero
quiero pruebas.
— No me tienes— dijo cruzándose de brazos— nunca he estado en París.
— Tómalo como un incentivo.
— Acepto tú reto.
Tanya se levantó y se acercó hasta Clara, le tendió la mano para cerrar el
trato:
— Ya me vendrás llorando Clara, puedes bailarla, puedes conseguir llevar
el ritmo, pero atarla, amordazarla y esas cositas, te veo negra.
— Pues hazte ver la vista bonita porque soy caucásica.
— ¡Zas en toda la boca!
Acabó diciendo Ruth.

Hora de la infiltración
Taylor y Alex se presentaron en la dirección que les dieron. En el fondo
Alex tenía mayor ventaja, era la dominatriz, sin embargo, Taylor debía fingir
ser sumisa. Obviamente tuvieron que hacer el paripé con Nidia, ya que todo
sumiso tiene un deber para su amo y solo podría irse con otro si su amo lo
permitía. Nunca se imaginó que el mundo BDSM fuera así. Ambas llevaban
micros y una cámara incorporada en el corsé de Alex y en una piedrecita del
vestido de Taylor:
— ¿Llevas los todo?
Preguntó Taylor, a la vez que se quedaba con cada detalle de aquel lugar,
cada cámara, cada hombre que había fuera. Menos mal de que Alex iba con
peluca y lentillas. No podía permitirse que por algún casual Patrick se
enterase de que estaba detrás. Les Abrió un gorila de mucho cuidado, les
sacaba cuatro cabezas de alto, pelo rapado y… eso no era normal tendría que
estar ciclado. Taylor sí que se impresionó, pero Alex no se vio amedrentada,
más bien pensaba que cuanto más grande y pesado era alguien, más sonaba al
caer y también que tíos como ese era pura estética y sobre todo lentos. Alex
asintió:
— Nidia, ¿me oyes?
Intentaba probar la comunicación por los pinganillos sin que nadie se diera
cuenta, fingiendo que mantenía una conversación con Alex:
— Perfectamente— Respondió Nidia— ¿vosotras me escucháis?
— Afirmativo.
Contestó Taylor, Alex también le confirmó que le escuchaba
perfectamente:
— O.K comenzar con la misión y chicas…— Allie y Nidia venían de otro
departamento, tenían otras costumbres como era— que nos volvamos a ver.
Les hizo pasar, al parecer estaban de fiesta los empleados. Tampoco es
que tuvieran un ejército en plan película de mafiosos. Pasaron de refilón por
la puerta del salón. Alex se puso enferma, aunque la imagen que vio. Chicas,
ligeras de ropas, por Dios parecían unas crías si pasaban los dieciocho era un
milagro. En el pasillo había un niño de cinco años como mucho, era el hijo de
una de las chicas. Le miró y Alex sonrió al pequeño.
Subieron al piso de arriba, ahí solo había dos hombres. Taylor contó cómo
entre 15 y 20, si la cosa se pone verde, contra uno y medio, dudaba que Alex
supiera manejar un arma. La primera en separarse fue Taylor, pues la
habitación de Isaac estaba cerca de las escaleras, sin embargo, la habitación
de Nia era la que estaba al fondo del pasillo. Esa era su residencia, así pues,
Isaac se las apañaba con la habitación de invitados. El guardaespaldas dio dos
pequeños golpecitos a la puerta.
Nia les abrió enseguida, parecía ansiosa por la llegada de Vesta. Estaba
vestida con ropa interior de encaje negra, medias negras de rejillas con ligas y
zapatos negros de tacón, tenía el pelo suelto y cuando le vio sonrió
ampliamente mostrando aquella boca tan horrible, que ni bitelchus. Alex
intentó mantener la compostura sensual. Pero lo que su cabeza decía a gritos
“POR DIOS QUE NO TENGA QUE BESAR ESA COSA”, esa mujer
mordía a alguien y de tanta bacteria crearía infección y muerte por
septicemia.
Se hizo a un lado y dejó que pasara mientras que el hombre se quedaba en
el pasillo. Vesta entró en la habitación intentando mostrar seguridad. Era
grande, muy grande e incluso se componía de dos partes. Una parte estaba la
cama, armarios, cómodas, joder tenía ya todo preparado para las practicas
BDSM y la otra parte era como si tuviera el despacho incorporado en aquel
cuarto. ¡Bingo! Ya había detectado el objetivo de la misión. El ordenador
portátil sobre el escritorio. Nia se le acercó en plan contoneo “seductor”,
aunque para Alex, debo de admitir que incluso a mí me daba grima. Y
cuando le habló cerca de su rostro, señor que pestazo eso era una puta cloaca.
“POR DIOS QUE NO TENGA QUE BESAR ESE BASURERO QUE
TIENE POR BOCA”:
— Me tiene a su disposición, mi señora.
No quería que le llamara así, era la primera vez que rechazaba aquello, no
porque se tratase de boca basurilla, sino porque solo una persona podía
decirla eso. WanVesta:
— Muéstrame que tienes.
Ordenó, sonaba sin ganas, no le salía Vesta, esa noche le costaba ser
Vesta. Más bien se comportaba como si fingiese ser otra dominatriz
suplantando la identidad de Vesta. No podía dejar de pensar en Clara:
— Por su puesto— Nia boca alcantarilla ya se había metido en su papel
— sígame Vesta.
Tenía como dos estructuras de hierro, donde tenía de todo, desde palas
pequeñas hasta el más hardcore, entonces, pensó mierda esto va a ser lo más
fácil del mundo:
— Túmbate en la cama.
Nia totalmente excitada obedeció a Vesta:
— Hasta hoy no he conocido mis límites— dijo tumbándose— no creo
que necesite palabra de seguridad, pero si te sientes más segura teniendo una.
Vesta cogió un par de cuerdas para atarle a la cama y un Ball Gag. Pero si
no hacía ni falta sedarla. Y es lo que hizo. En un principio Nia estaba
emocionada, hasta que Vesta se puso a los pies de la cama comenzó a
carcajear:
— ¿Estás viendo eso? — Nia frunció el ceño— que cosa más sencilla.
— Si Alex— dijo Nidia con tapujo por el pinganillo— Ahora al
ordenador no pierdas tiempo.
Vesta se giró y se dirigió hasta el ordenador. En ese instante Nia se
percató de que las dos chicas no se dedicaban al mundo dominatriz si no que
eran agentes. Intentaba moverse y gritar, pero no podía.
Alex encendió el ordenador e introdujo el pendrive por el puerto USB,
para infectar el portátil con el virus creado por Nidia. Enseguida comenzó a
maniobrar desde la distancia:
— Estoy dentro, ahora enchufa el otro pendrive. Cuando esté al 100 % lo
sacas y sal de ahí lo más tranquila y sin levantar sospechas.
Alex se cruzó de brazos, observando como cargaba los datos a la memoria
USB:
— A sus órdenes teniente O’Neill ¿Cómo va la sumisa?
— Le está costando mucho más que a ti— dijo entre dientes— menudo
cerdo.
Taylor estaba haciendo todo lo posible para que Isaac no le amarrase,
esposase ni nada que le inmovilizase. Le tenía todo el rato encima y le era
imposible sacar el sedante sí que éste se diera cuenta:
— No me seas tan traviesa— decía Isaac, se acercó para retirarle un
mechón de pelo, cuando MIERDA— ¿eso es un pinganillo?
No dio tiempo, Taylor se giró y comenzaron a pelear, levanto su vestido y
sacó una pistola que tenía en el muslo. Nidia vio todo el movimiento a través
de la cámara de Taylor:
— Joder, Alex sal ya de ahí, han descubierto a Taylor.
—Esto está acabando queda poco.
— Me cabuen en la hostia puta— se escuchaba la voz de Nidia alterada
por el pinganillo— sal de ahí ya Alex joder.
Nidia ya había dado orden al primer equipo para asaltar la casa, había
copiado el 98% de la información. A lo lejos se escuchaban disparos. Era
Taylor, ya que el guardia que estaba en la puerta escuchó los ruidos
demasiado sospechosos, entró abriéndose un campo de batalla de disparos:
— Falta un dos, no un uno por ciento— dijo Alex entre dientes— no me
voy a jugar la vida por nada.
100% arrancó el pen drive del puerto USB y se dispuso a salir de la
habitación. Pero se topó con un gran inconveniente. El otro guardia que
estaba custodiando la puerta de Nia vio se había abierto una guerra al otro
lado del pasillo, se giró y levantó el arma, esperando la salida de la otra
agente. Era joven y hasta el momento no había matado a nadie. Ahí se abrió
la puerta y ambos se miraron, Alex vio como el chico vacilaba, no había
tiempo tenía que actuar y ágilmente actuó aplicándole una llave arrebatándole
el arma y cuando estuvo en el suelo le pegó con la culata del arma, dejándole
inconsciente.
En el piso de abajo comenzaron a escucharse fuertes golpes, disparos,
chicas gritando. Aquella casa se había convertido en una carnicería. Alex y
Taylor se reunieron en el pasillo y trataron de bajar por las escaleras, pero se
encontraron con uno de los hombres, escondido detrás de una columna, para
refugiarse de la entrada, éste sí que no vaciló en disparar, por suerte no tenía
buena puntería, las chicas tuvieron que volver al piso de arriba y refugiarse:
— Tapaos la boca y permanecer en el piso de arriba— ordenó Nidia—
están echando botes de humo y gas lacrimógeno.
Se supone que todos los que había en el piso de arriba ya estaban
reducidos, pues Isaac era un callo duro. Taylor estaba asomada disparando
escaleras abajo, cuando Isaac salió de la habitación y le apunto:
— Taylor.
Gritó Alex, para avisarle, de nuevo movida por ese instinto de
supervivencia, le apuntó con el arma que le arrebató a uno de sus agresores y
disparó. Isaac se desplomó. Dejando a una Alex totalmente pálida y tiritando.
¿Qué había hecho? Había disparado a un hombre. Las cosas en el piso de
abajo parecían haber sido controlado por los agentes. Taylor se acercó a una
Alex blanquecina que no hacía más que mirar al cuerpo inmóvil de Isaac, le
arrebató el arma de su temblorosa mano:
— ¿Le he matado Taylor? — pregunto con miedo a descubrir la respuesta
— ¿Le he matado?
Taylor se levantó y fue a comprobar el estado de Isaac. Ambas respiraron
aliviadas cuando éste hizo un sonido quejumbroso:
— No— dijo la agente agachándose para quitarle el arma— le has dado en
el hombro.
Cuando bajaron al piso inferior, aquello era una autentica masacre. Alex ya
había visto mucha violencia en su vida, no debía impresionarse, pero lo era,
impresionaba mucho. Era como vivir una escena de una película bélica, pura
muerte. No solo los hombres de Isaac y Nia, un par de chicas habían
resultado heridas y otra muerta. Alex reconoció a la chica muerta. Era la
madre del niño. Busco con la mirada todo el sitio, ¿Dónde estaba el niño no
le veía?:
— Nidia— llamó a la agente que estaba hablando con uno de los
especialistas, ésta miró a Alex— ¿Dónde está el niño?
— ¿Qué niño?
— Esta chica tenía un hijo— dijo señalando a la fallecida— ¿No habéis
visto ninguno?
Nidia negó con la cabeza. Alex intentó ponerse en situación del pequeño.
¿Qué haría en esos casos? Esconderse. Buscó hasta hallarlo dentro de un
armario. Estaba acurrucado, llorando y tapándose los oídos. Eso le partió el
alma, se agachó para ponerse a su altura:
— Eh, ¿Cómo te llamas?
El niño levantó la cabeza, sin dejar de llorar:
— Mi mamá, ¡quiero ir con mi mamá!
¿Qué le podía decir al niño? ¿Que ya no vería a su madre nunca más?
Agachó durante unos segundos la cabeza, con expresión afligida y se
humedeció los labios antes de hablarle de nuevo:
— ¿Qué tal si te ayudo a buscar? — El niño se retiró las lágrimas de los
ojos— espera un momento aquí enseguida vuelvo— le volvió a repetir— no
te vuelvas.
Fue hasta donde estaba su madre fallecida y solicitó que le taparan para
poder salir con el niño. Cuando taparon a la chica, regresó hasta donde estaba
el niño y se acercó para agarrarlo en brazos:
— Vamos a buscar a tu madre— era tarde, estaba cansado y esa chica se
estaba portando muy bien con él, solo le trataba bien su madre, para los
demás era un estorbo— ¿Cómo te llamas?
Preguntó de nuevo a la vez que le sacaba del armario:
— Aden ¿Me vas a llevar con mi mamá?
— Primero hay que encontrarla.
El dilema de Aden. Los de servicios sociales no los atenderían hasta la
mañana siguiente. Nidia tenía que hacer mucho papeleo y Taylor por agilizar
el asunto se encargaría de revisar toda la información extraída del portátil de
Nia. Alex miró al niño semi dormido. Bueno Clara no dormiría en la casa por
la noche, pero ¿Cómo explicaría su presencia al día siguiente? No le quedaría
de otra, ya sabía dónde llamar:
— Yo me encargó de él esta noche.
Taylor tenía razón. Ser agente era peligroso, esa noche pudo haber muerto
y Clara ni lo sabía. Cuando el cañón del arma le apuntó en la cabeza era en lo
único que podía pensar, en Clara, en cierta forma aquello también le Dio
fuerzas para luchar. Le hizo la promesa de que no la dejaría sola y eso haría,
ni la muerte las separaría. La misión salió bien, salió sana y salva, el
problema era Aden.
— Bueno— comenzó a decir Tanya ya algo contenta, que vicio le estaban
cogiendo a los mojitos— Puchita y marmotilla tienen una historia muy
bonita, pero ¿qué hay de ti Ruth?
Ruth estaba aún más contenta, rozando el pedo monumental:
— ¿Qué quieres saber?
Dijo con la lengua resbaladiza:
— ¿Qué tal con Olaya?
— Pues muy bien— carcajeó— sin duda está siendo la relación más larga.
Clara estaba tumbada en el suelo boca abajo, beoda total, la peor que
estaba de las tres, levanto la mano y dijo:
— Eso es cierto.
Toma eructo por parte de la rubia remilgada. Le supo a hierba buena, Ruth
vitoreo:
— Sii— señaló a Clara— esa es Clara la tiquismiquis.
— Alex me está asalvajando.
— No le eches la culpa a tu mujer.
Dijo Tanya tirándole un dorito a la cabeza, no le importó a la rubia, el
suelo no paraba de agitarse y ella no haría nada por moverse:
— ¿Qué no? El otro día por la mañana en la cama— comenzó a contar—
estábamos en el momento tierno después de un buen polvo, me tenía
abrazada por la espalda, RAAAS flatulencia, me resultó imposible crees que
algo tan sonoro saliese de su cuerpo.
Las chicas carcajearon casi con lágrimas en los ojos. Clara con los ojos
cerrados siguió con su relato, poniendo voz ruda e imitando a Alex:
— No te escandalices Clara, es algo natural del ser humano, además una
pareja no es pareja hasta que se ha escuchado peerse en la cama, enhorabuena
marmotilla oficialmente somos como cualquier matrimonio normal.
— En ese sentido Olaya es más pulcra— dijo al final Ruth— y no me la llevo
a la cama con solo mostrar escote. Parecerán cabezas locas, pero luego
conociéndola, es muy responsable ahí como la ven— se tumbó en el sofá—
¿Qué creéis que estarán haciendo?
— Llenarme el salón de botellines vacíos, pringarme la mesa de cerveza y
ceniza— dijo una Clara Zombi— de verdad y no es por comparar, pero son
hermanos William y Alex, ¿Cómo es posible que William sea tan nena? Y
Alex ¿tan bestia?
— Los hermanos Wiyatt— dijo Ruth con una risotada— la historia del bella
y la bestia.
— Pues hecho de menos a la bestia.
Capítulo 54 - Mentiras
— Perdona que venga tan tarde— dijo Alex entre susurros— pero es que a
casa no me le puedo llevar.
El pequeño Aden estaba dormido. En un principio no dejaba de llorar hasta
que Alex consiguió entretenerle con alguna payasada. A su piso no le podía
llevar, ¿Qué le diría a Clara cuando llegase? Le capturé como los Pokémon,
por cierto, fue en medio de una redada que hizo el FBI a dos socios de
Patrick. Si hacía eso estaba muerta o peor, enfrentarse a una crisis
matrimonial. Bastante ya le estaba comenzando a caer con Alice y Maurice…
espera ¿qué hacía Maurice en la casa de su madre a esas horas? Alex dejó a
Aden en el sillón y los miró con el ceño fruncido:
— Vosotros dos… ¿No estaréis saliendo no?
Alice y Maurice intercambiaron durante unos segundos las miradas,
reaccionando como si hubiera dicho algo descabellado:
— NO… NO.
Dijo Maurice:
— No— siguió diciendo Alice con una risita nerviosa— tú padre, se está
divorciando y para que no ande pagando hoteles, le dije que se quedara.
— Ya.
Dijo con cierta incredulidad. Ahora ya no era el señor Wiyatt, ahora era “tú
padre”. Pero no iba librarse cambiando de tema. Alice se puso con los brazos
en jarra:
— No saltes de un tema a otro ¿Me puedes explicar lo de ese niño?
Alex se llevó las manos a la cabeza de puro nerviosismo. A ellos no les
podía soltar un bulo, cogió aire y comenzó a contárselo. Siempre en voz baja,
para no despertar al niño. Aunque tanto Alice como Maurice estaba a punto
de estallar:
— Siempre tan impulsiva— dijo Alice entre dientes— ¿Dónde queda eso de
que ibas a cambiar? De nuevo has pensado como una egoísta— Alice estaba
totalmente tensa, de vez en cuando miraba de reojo al niño— ¿has pensado
que podías salir herida? Y ¿Clara, como crees que se sentiría ella?
— No me vengas ahora con el tema de Clara— dijo Alex cruzándose de
brazos— la última vez que la viste fuiste muy seca con ella y eso lo notó.
— Te quiere llevar lejos, pero no vuelvas a cambiar de tema.
— Punto uno, está ha sido la última noche que colaboro con el FBI y punto
dos, fui yo quien le pidió a Clara que nos fuéramos lejos.
— Ya vale— volvió a interrumpir Maurice— estas no son horas de discutir—
puso una mano en el hombro de Alex— Debes decirle a Clara lo que has
estado haciendo antes de que se entere por otro lado.
Alex frunció el ceño y miró la mano de Maurice sobre su hombro.
Percatándose de que ese gesto le había incomodado un poco la retiró
enseguida:
— ¿Por quién se va a enterar? Olaya no va a decir nada y vosotros tampoco
— miró al niño— mañana regreso a por él, para que se encarguen servicios
sociales, cualquier cosa que necesite, me llamáis.
Se dispuso a salir de la casa cuando fue perseguida por Alice:
— Alex espera.
Dijo la mujer, ésta se paró en seco para girarse y mirarle. Se movía
nerviosa, sin previo aviso, Dio unas cuantas zancadas, se acercó hasta su hija
y la estrechó fuertemente entre sus brazos, dejándole estupefacta, hacía casi
veinte años que no le daba un abrazo, no como aquel:
— ¿Y esto?
— A él no le gustaba que te diera abrazos— a Alex le costaba reaccionar, no
estaba acostumbrada a ese tipo de afecto por parte de su madre— perdóname,
sé que llego tarde. Pero te quiero y no quiero te pase nada.
Alice esperó una represalia, alguna frase hiriente. Sin embargo, después de
unos segundos largos, casi eternos para la mujer, Alex acabó respondiendo a
ese abrazo intentando retener toda la humedad de sus ojos.
Nidia comenzó con los papeleos e informes para entregárselos a Allie.
Siempre actuaba con la cabeza fría, sin temor a la parca, porque sabía que
habría muerto luchando con la justicia. En ninguna misión había sentido tanta
angustia. No sabía por qué ese sentimiento tan agobiante. Lo achacó a que
Alex Woods era una civil. Aunque sorprendió con su agilidad y su rápida
reacción ante el peligro. En el fondo ambas se respetaban, porque de cierta
forma ambas eran parecidas. Fue hasta el archivero y pasó por la habitación
de los técnicos. Taylor estaba sentada, más bien adormilada enfrente de uno
de los ordenadores. Nidia se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de
brazos:
— Deberías descansar— Taylor no se giró para mirarle, más bien se
desplomó sobre el escritorio— recuerda, hay una pelea pendiente y por mí no
habría problema en retrasarlo— en ese instante si le miró con expresión de
cansancio— pero ha llegado a mis oídos cierta apuesta.
— En cuanto termine de revisar estos albaranes y de fotocopiarlo. Hay
suficiente material para enchironar a Nia Chan de por vida.
— No se machaque mucho agente Fisher— se dispuso a proseguir su camino
hasta el archivador, cuando volvió a asomarse— Por cierto, no solo se me da
bien humillar a la gente, esta noche has hecho un buen trabajo, Taylor.
Sonrió y se fue, dejando a Taylor descuadrada. Había recibido un cumplido
por parte de Nidia, eso era nuevo. Eso no le ablandaba al día siguiente le
daría buena tunda en el cuadrilátero. Miró la pantalla del ordenador y siguió
trabajando, sonriendo estúpidamente.
De regreso del archivador, Nidia se encontró a la agente Fisher en el quinto
sueño, con la cabeza sobre sus brazos en el escritorio y la pantalla del
ordenador en Stand by. Una de las pocas veces que curvaría las comisuras de
sus labios, agarró una chaqueta del perchero y se la puso sobre los hombros.
Y siguió con sus quehaceres.
Alex llegó al piso reventada, se le hizo extraño encontrárselo vacío. Se
sentó en el sillón y sacó su móvil. No para llamar ni enviar mensajes, si no
para ver fotos de Clara, que mierda era eso, nunca había echado de menos a
nadie, ni necesitaba tener a nadie a su lado, como estaba necesitando tener a
Clara en esos instantes, quería abrazarle. Frunció el ceño y recorrió con la
mirada el piso, ni una mísera foto. Quería cambiar eso también. Recordó que
tenía una caja de instantáneas guardadas en un cajón del armario.
Mayormente era antes de los diez años. Una en la que estaban los tres,
William, Clara y ella. Curvó la comisura de sus labios al quedarse embobada
en aquella niña rubia. Ya destacaba desde pequeña. Se tumbó en la cama sin
dejar de mirar la foto.
Maldijo a Tanya y a Ruth las muy liantas. Aun no le dolía la cabeza porque
aun sentía que le duraba el pedo. Menos mal Henry le llevaba a casa, si no ni
llegaba. Había echado mucho de menos a Alex. Nunca pensó que extrañaría a
alguien en cuestión de horas. Daba por supuesto que le encontraría en la
cama, sufriendo resaca, pero no, Alex ya se había levantado y estaba
duchándose. Lo bonito fue encontrarse una foto en su lado de la cama en el
que salían las dos de pequeñas, precioso fue lo que había detrás de la foto.
Tan osca y ordinaria para unas cosas, tan sumamente romántica y
encantadora para otras. Mientras se dirigía al cuarto de baño fue quitándose
prendas de ropa, hasta llegar a su meta, entrar a la ducha con Alex:
— Buenos días juerguista.
Dijo atrayéndole hasta quedar pegadas, Clara sonriente comenzó a citar:
— Te amaré siempre, diga lo que diga, haga lo que haga, sufra lo que
sufra, duela lo que duela, pase lo que pase, sea como sea, de cerca o de lejos,
siempre te amaré.
Alex amplió su sonrisa:
— ¿Te ha gustado?
Clara apoyó la cabeza en su hombro feliz, a la vez que el agua recorría sus
cuerpos desnudos. Uy que imagen tan erótica a estas horas intempestivas:
— Me ha encantado.
Alex le abrazó más fuerte con su hermosa sonrisa, cerró los ojos y apoyó su
mejilla en la cabeza de Clara:
— Creo que puedo responder a eso— siguió diciendo Clara, sus cabellos
húmedos y el agua cayendo por sus pestañas haciendo de sus ojos aún más
hermosos, esa mirada que tanto perdía a Alex y que quedó atrapada
enseguida— te quise de niña, te quiero hoy, te amaré mañana y te seguiré
queriendo de anciana.
A cada día que pasaba Alex la miraba con más anhelo, como si en ella ya
no existiera ningún resquicio de duda, dispuesta a entregárselo todo a Clara.
Le aferró las mejillas con ambas manos:
— ¿Qué me has hecho Clara? Que ni una noche puedo estar lejos de ti. Me
embrujas y haces de mi otro ser más etéreo, transparente, me haces creer que
la vida puede ser fácil— acercó su rostro hasta que juntó su frente— me
conviertes en mansa, ñoña, una desaborida— le acercó la mano hasta su
pecho— y mi corazón nunca lo he sentido latir tan fuerte como cada vez que
me miras así o te tengo tan cerca, se desboca porque sabe que ya no es mío y
reconoce a su dueña cuando le tiene cerca, mi corazón es tuyo Clara.
Rubia a punto de llorar en tres, dos, uno sentimientos a flor de piel:
— Pero ¿qué te ha dado? — Esbozó una sonrisa nerviosa— nunca te he visto
así.
— Tú, Clara, la paz que nunca creí hallar. Ya no hay dolor— no sé notó, ya
que el chorro del agua no dejaba de caer, pero por su mejilla recorrió una
lágrima— ni odio, ni rencor, sed de venganza, nada, solo tú.
La morena se vio cara a cara con la muerte la noche anterior. Lo que en
antaño le resultaba aquello un paseo, ahora temía, porque quería toda una
vida con la mujer que tenía en brazos. Sabía que a partir de ese día nada iba a
ser fácil, porque Maurice tenía razón, un matrimonio cuya base estaba hecha
de mentiras no se sostendría. Conocía a Clara, le dolería y con el genio que se
gastaba, todo puede que le retirase la palabra.
Fuerza magnética rodeaba el ambiente entre aquellos dos cuerpos, como
imanes no pudieron contenerse más para probar el sabor de sus bocas. El
cambio de besarse por puro placer, a la necesidad de besarse para sentirse, y
¿qué si se había convertido una ñoña? La cual pasaba de ponerla a cuatro
patas, a querer perderse en su precioso azul mientras se llenaban de caricias.
Clara acabó con la espalda en la pared mientras se dejaba hacer, adoraba
cuando Alex era así de dulce y atenta, dulce cosquilleo de sus labios y lengua
recorriendo su cuello, separando un poco su culo de la pared para sentir sus
fuertes manos aferrando sus glúteos, apretando su entrepierna contra su
muslo, un leve gemido se distingue entre el caer del agua, tez y pelos como
punta, reaccionando a corrientes eléctricas y al calor, no de la ducha ni de
pura excitación, el calor que emanaban sus corazones y hacía fluir su sangre
por sus cuerpos caliente, el roce de sus pechos elevando con furor el
ambiente. Miradas conectadas, ya no había nada que cejase aquellos par de
ojos a otro lado, como una coreografía ambas movían las manos al compás,
desde dibujar las líneas de sus rostros hasta bajar al centro de su placeres, se
sumaron más gemidos que traspasaban las mamparas de aquella ducha, no
eran los tipos gritos guturales de “oh Dios, me estas matando de placer, aun
así no pares” eran los gemidos de “me estas matando de amor, no quiero que
termine nunca” ya sea sintiéndose dentro, ya sea sintiendo sus caricias por
fuera, nada impedía que dejaran de mirarse. Verde, gemido en la boca, azul,
beso para acallar aquello que las mataba y revolucionaba sus cuerpos, hasta el
punto de querer culminar, verde, azul ambos cuerpos en tensión antes de
romper a temblar. Verde, azul, sonrisas de felicidad antes de terminar con un
beso:
— Tengo que ir a hacer una cosa y quiero que me acompañes— tragó saliva,
pero la forma en que lo dijo no le gustó a Clara— te quiero, y no quiero
mentiras entre nosotras, lo que vas a descubrir no te va a gustar.
El sonido de un golpe contra la mesa hizo que se sobresaltara. Tenía la
espalda contractura da de estar horas durmiendo en aquella postura. Finigan
estaba sentado al borde de la mesa y le entregó un vaso de café. Taylor había
babeado un poquillo y se le había pegado uno de los papeles en la mejilla,
emitió un sonido quejumbroso a la vez que se llevaba una mano a las
lumbares:
— Viendo tu cara de espanto, no sé si hice bien al apostar por ti.
Taylor se estiró esbozando un bostezo grande. Se miró por encima de los
hombros reparando en una chaqueta que no era suya, lo agarro con una mano:
— Esto es de Nidia ¿Qué hago con ello puesto?
Finigan se encogió de hombros y dio un sorbo de su café:
— Puede que no quisiera que te resfriaras— dibujó una sonrisa— una de dos,
para que no tengas excusas para esta tarde o, porque le hace gurri gurri
tenerte cerca.
Taylor chistó con la lengua, mientras que colocaba la chaqueta en el
respaldo de la silla:
— Esa es como la cosa de los cuatros fantásticos, está hecha de piedra.
— Es tu orgullo herido de gatita el que habla— Finigan comenzó a mirar
todo lo que había conseguido imprimir— tendrías que haber visto su cara
cuando vio que te habían descubierto, ¿la cosa? Eso era ghost— Metió los
folios en una carpeta y la alzó— voy a llevar esto a Allie.
De esas cosas se encargaba Nidia. Taylor frunció el ceño y agarró el vaso
de café que le dio Finigan:
— ¿Dónde está Nidia?
— Llamó Alex, diciendo que iba a traer al niño hoy— se encaminó hasta la
puerta y dijo antes de salir— está encargándose de los servicios sociales.
Que atrapasen a Isaac y a Nia fue todo un bombazo para los medios,
también para Patrick. No le agradó nada, la interpol comenzó a movilizarse y
ya habían hecho las primeras redadas en Europa. Eso suponía una gran
pérdida de ganancias. Enfurecido comenzó a tirar y a dar golpes a todo que
había por medio:
— Malditos hijos de puta— Miró a su empleado— tiene que ser esa perra del
FBI quien interrumpió mi reunión con mi hijita.
— No se sulfure señor Woods— dijo Romero intentando sosegarle— solo ha
sido un pequeño golpe, cuando vaya a la reunión…
— NO— dijo enfurecido— llevan años detrás de esos inútiles, Europa está
acabada ese es el legado que ha dejado Jonny, pura mierda— Romero frunció
el ceño— Filtra información de esa reunión, que les llegue a los oídos del
FBI, que piensen que estaré en esa reunión, les daremos una bienvenida muy
explosiva.
— Pero los negocios….
Comenzó a decir Romero con preocupación:
— Ya estamos comenzando otros aquí, que se queden con Europa los rusos—
la vena del cuello estaba hinchada— cuando el FBI irrumpa, quiero estar en
primera fila para ver los fuegos artificiales.
— Sí señor.
— ¿Qué hay del otro encargo que te pedí?
— Resulta difícil encontrar el momento, podemos encargarnos ahora…
Patrick rugió:
— Sabes que lo quiero poético, que Alex lo vea. Si hay que esperar se espera
— dibujó una sonrisa malévola— pudo haber sido de otra forma, pero esa
chica no para de tocarme los cojones.
Romero agachó la cabeza. Patrick estaba perdiendo la cabeza, era como si
le importara ya una mierda los negocios para declararle la guerra a Alex.
Aquello solo podía acabar de dos formas, entre rejas o acribillado a balazos
por el FBI, quien sabe a lo mejor por la mismísima Alex, puesto por lo que
había visto esa mujer era de amas tomar y lo que planeaba hacer Patrick, eso
era como echar gasolina al fuego. En el fondo se la pelaba, velaba por el
negocio que quería heredar:
— Y lo verá señor.
Dese que Alex le dijo eso en la ducha, le mantuvo en vilo el resto de la
mañana. Quería que le acompañase, eso hizo. Vaya, otra reunión familiar, ya
que acabó en la casa de los Woods. Alex estaba nerviosa, observando que
durante todo el trayecto en coche no dejaba de tamborilear con el dedo gordo
en el volante. Cuando estacionó el coche, suspiró y miró a Clara, esa típica
mirada que tiene un perrillo cuando sabe que ha hecho algo mal, pues igual:
— Alex— dijo Clara con precaución— cuando miras así asustas.
— Antes que nada— comenzó a decir con tono arrepentido— sé que va a
sonar a excusa y puede que lo sea…
— Eso asusta más.
— Clara— le agarró de las manos— cuando me enfado me ofusco y no
pienso con claridad…
— Al grano que me está dado un sincope.
— Pero déjame explicarme joder, no es fácil— tragó saliva— Lo que me
hizo Patrick, estaba enfadada, llena de rencor y el dolor que soporté durante
años por ese hijo de puta, me cegué y digamos que he hecho todo lo posible
por cabrearlo.
Clara retiró sus manos del agarre y se removió incomoda en el asiento.
Cierto aquello no le estaba gustando nada, la última vez que tuvieron un
enfrentamiento Alex acabó secuestrada:
— ¿Qué has hecho?
— Yo— solo faltaba imaginarse el rabo escondido entre las piernas— no te
dije nada para no preocuparte, ni quería que sufrieras…
— Prefieres verme enfadada…
Interrumpió de nuevo:
— Clara, hasta ayer he estado colaborando con el FBI en misiones para
encontrar a Patrick.
Eso fue como un puto cubo de agua fría sobre su cabeza:
— Pero no más lo prometo, te quiero y quiero irme contigo lejos,
olvidarme…
— ¿Por qué me has traído aquí?
Preguntó fríamente. Lo cierto era que no sabía cómo reaccionar. La última
vez que pasó algo así Alex sufrió, ambas sufrieron y no sabía si estaba
dispuesta a pasar por lo mismo. El labio de Alex tembló de puro miedo:
— Ya lo verás.
Bajaron del coche, Alex unos pasos por delante seguida por una Clara aun
en Shock. ¿Cuántas cosas más le había ocultado? Fue la misma Alice quien
abrió la puerta, no tenía buena cara:
— Menos mal que llegas— dijo algo alterada— se acaba de despertar y está
algo trastornado.
Alex no preguntó directamente entró en la casa, si, se le escuchaba dar
pequeños gritos entre llantos. Vale, aquello sí que descuadró a un más a la
rubia, que a cada vez entendía menos, sobre todo cuando encontró a Maurice
intentando tranquilizar a un niño escondido de debajo de la mesa. Maurice
suspiró aliviado al ver a la ojiverde:
— No para de llamar a su madre— informó el hombre— dice que no sale de
ahí sin ti.
— ¿Quién es ese niño?
Preguntó Clara a Alice entre susurros:
— Uy no cariño— dijo Alice lavándose las manos— eso que te lo explique la
impulsiva de tu mujer.
Alex se asomó debajo de la mesa, encontrándose con el asustadizo niño:
— Aden, ¿por qué no sales de debajo de la mesa?
— No— dijo el niño entre con miedo y enfado— ¿Quién es esa gente? Me
prometiste que me ayudarías a encontrar a mi mamá.
La morena forzó una sonrisa. Menuda mañana le esperaba, muy
lentamente gateo debajo de la mesa y se sentó al lado del niño:
— Perdona Aden, tendría que haber venido antes— suspiró, no sabía si
aquello le correspondía a ella, pero no podía tener al niño engañado
constantemente— tú mamá te quiere mucho, pero a veces las buenas
personas tienen que dejar a sus seres queridos para irse al cielo.
Los ojos de Aden se le llenaron de lágrimas, a la vez que su labio le
temblaba:
— ¿Mi mamá me ha abandonado?
— No— dijo Alex abrazándole— ella siempre te va a querer, siempre estará
contigo, aunque no la tengas presente físicamente. Pero al lugar donde ha
tenido que ir no podía llevarte.
— ¿Fueron los hombres malos? ¿Ellos también me van a llevar?
— No— le meció entre sus brazos, hablándole con cariño— no, nunca
dejaría que pasara eso, ahora estás salvo— le obligó a mirar y le retiró las
lágrimas de las mejillas— ¿te acuerdas de Nidia y Taylor? — el chico asintió
— tenemos que ir a verlas— le agarró de la manita— salimos de aquí para
que estas personas te den algo de desayunar.
Aden negó con la cabeza:
— No confió en ellos.
— ¿Por qué? Mira ven.
Le obligó a asomarse al borde de la mesa y comenzó a señalar a cada uno
de los presentes, que no dejaba de mirar expectantes:
— ¿Confías en mí?
El chico volvió a gesticular con la cabeza afirmando:
— Pues esa mujer de ahí es mi mamá— dijo señalando a Alice que estaba al
lado de Clara— este señor de aquí— miró a Maurice y pestañeó un par de
veces pensativa— este señor es mi papá— llamarlo así se le hizo de lo más
extraño y por último señaló a Clara— y esa chica ceñuda de ahí es mi mujer,
todos son unas maravillosas personas— le agarró más fuerte de la manita—
con ellos estás a salvo, Aden.
El niño los miró de nuevo con cierta desconfianza, mayormente a Maurice
es el que veía más amenazador, hasta acabar dirigiéndose a Alex de nuevo:
— ¿No me castigarán encerrándome en un armario?
Dios, esa pregunta le rompió el corazón en miles de pedazos. ¿Pero qué
vida habría llevado ese pobre niño? ¿A qué edad lo tuvo su madre? Debía de
ser una niña cuando lo tuvo:
— No, Aden— le acarició la cabeza— no más armarios, no más hombres
malos, no más miedo. ¿Salimos?
Alice asintió y le pidió a su sirvienta que le trajera el desayuno al niño,
mientras que Alex le ayudaba a sentarse. Nunca había visto esa faceta de su
hija, nunca tuvo oportunidad de verlo. Fue terrible recordar la tarde en que
entro en quirófano, tuvo que girarse para ocultar una lágrima:
— Mira cuantas cosas— le dijo mientras le ponían los platos enfrente—
espero que tengas hambre, ¿te gustan las tortitas? — Aden asintió con la
cabeza— ahora tengo que hablar con esa chica— le dio un beso en la frente
— cualquier cosa que necesites, se lo pides a mis papás o pides que me
llamen y enseguida estoy contigo.
Aden le agarró enseguida de la mano:
— ¿Te irás de nuevo?
— No, tú desayuna tranquilo.
Clara aún seguía sin entender nada. Alex le hizo una seña para que le
siguiera hasta el antiguó despacho de Patrick, ahí cerró la puerta tras de sí:
— ¿Quién es?
— Ayer— comenzó a explicar, con desgana— acabé infiltrada en una misión
con Taylor— Clara ya suspiró de incredulidad, no podía mirarle se giró y se
cruzó de brazos— debía ser fácil, entrar y salir, pero descubrieron a Taylor.
El FBI se vieron obligados a intervenir con equipos de apoyo, hubo un tiroteo
del cual, la madre del chico una chica no más de diecinueve años murió. La
tenían de esclava sexual, Clara.
Dio unos pasos para acercarse a la rubia y girarle, que había ha comenzado
a llorar dolida y con enfado, mientras que, entre frase y frase, entre gritos, le
daba en los hombros:
— ME DIJISTE QUE NO ME DEJARIAS SOLA— Alex comenzó a
forcejear para agarrarla de las muñecas— ¿QUÉ HACES A LA PRIMERA
DE CAMBIO? MENTIRME Y ACUDIR A UNA MISIÓN KAMIKAZE EN
EL QUE POR CASÍ MUERES.
— Clara— la rubia era fuerte cuando se lo proponía, pues aun sujetando las
muñecas se llevaba algún golpe— ¡PARA!
— No, ahora me vas a escuchar tú, no hagas promesas que no piensas
cumplir— se zafó de su agarre y se limpió las lágrimas— tú jugándote la puta
vida mientras que la estúpida de Clara estaba de borrachera con sus amigas.
¿Te imaginas como me sentiría si te hubiera pasado algo? No, mejor ¿Alguna
vez pensaste en mí?
— Constantemente, te qui…
— No me digas que me quieres, eres una egoísta que solo piensa en sí misma.
Pudiste haber hablado conmigo, haberte desahogado, pero en vez de eso lo
único que haces es tomar decisiones por tu propia cuenta. Y ¿Olaya? Otra
igual siempre cubriéndote las espaldas.
— Clara— le agarró de las mejillas para fijar su mirada— sé que hice mal,
perdóname no volverá a ocurrir de aquí a una semana nos iremos y
olvidaremos todo.
Clara le quitó las manos de encima:
— No, Lex. Ahora mismo no sé si quiero irme contigo— sacó su móvil, el
famoso S.O.S eso no tenía buena pinta— ni quiero verte.
— Clara, por favor…
Interrumpidas por el móvil, Ruth le estaba llamando, Clara sin dejar de
mirar dolida a Alex descolgó:
— Ven a buscarme a casa Woods.
— Enseguida voy.
Respondió Ruth. Alex Woods nunca lloraba, pues en esos momentos le
importaba un comino, la humedad de sus ojos pesaban como plomo, igual
que la angustia que estaba sintiendo en esos instantes, nunca lo había
experimentado y la estaba dejando sin aire. Clara iba a abrir la puerta. Alex
empujó la puerta para cerrarlo de nuevo e impedir que saliera:
— Clara— volvió a decir suplicante— por favor, estoy intentando
retractarme, estoy intentando hacer las cosas bien.
— Todo esto ya debiste de preverlo antes de actuar— le dio un empujón para
que se apartara— pero como siempre Alex Woods se deja llevar por los
impulsos sin pensar una mierda en los demás
¿Qué podía decirle? También lo hice por ti, para vengar la muerte de tus
padres, que no murieron en un accidente común, si no que fue planeado. Tan
poco iba a dejar que se enterara de eso, le mataría descubrir que sus padres
fueron asesinados. Alex, agachó la cabeza y se apartó para que saliera:
— Por favor— suplicó una última vez— Olaya, le obligué hacerlo ella no
quería, no le culpes, Ruth lo es todo para ella no le digas nada.
— ¿Le obligaste hacerlo?
Alex asintió. ¡Uf! Clara dolida también puede hacer mucha pupa:
— Enhorabuena Alex Woods, no solo has jodido tu relación, también el de tu
mejor amiga.
Dicho eso, salió del despacho dejando a una Alex totalmente hecha mierda.

<< Te amaré siempre, diga lo que diga, haga lo que haga, sufra lo que
sufra, duela lo que duela, pase lo que pase, sea como sea, de cerca o de lejos,
siempre te amaré. — Facundo Leonel. >>
Capítulo 55 - Guantazos
— Estás triste.
Le dijo Aden a Alex, mientras esperaban a que llegara Nidia con la chica de
servicios sociales. La morena dibujó media sonrisa y le pasó la mano por la
cabeza:
— Si cariño, estoy triste.
— ¿Por qué?
— A veces la gente mayor cometemos errores y hacemos daño a la gente que
queremos.
El niño pestañeó un par de veces, mirándole sin entender nada:
— Pero tú eres buena— miró a ambos lados aburrido— ¿Cuándo nos vamos
de aquí?
Esa era otra. El momento en que servicios sociales se llevara al pequeño
Aden, no iba a ser fácil. Sobre todo, sintió su alma terminar de desmoronarse
cuando vio aparecer a Nidia acompañada de una mujer mayor, que ni buena
cara tenía, algo así a lo señorita Rottenmeier, pero con pelo canoso. Alex se
agachó enfrente del niño, reteniendo las lágrimas en los ojos y le abrazó:
— Eres un chico valiente, Aden.
— Alex— escuchó la voz de Nidia a su espalda— te presento a la señora
Stone. Viene a…
— Lo sé.
Contestó secamente la morena, aun negándose a soltar al niño. Aden
miraba a la señora con cierto temor. Normal, con ese jeto que traía, que iba a
recoger a un crío, podía sonreír un poco más:
— Ahora— se separó y con gesto afligido le acarició la mejilla— debes de
seguir siendo valiente.
Se incorporó y retrocedió unos pasos, la señora Stone se acercó al niño y le
habló con un tono muy técnico. Lo dicho, esa mujer era la señorita
Rottenmeier. Alex frunció el ceño y miró a Nidia como diciendo, pero ¿a
quién narices has llamado?:
— Hola, Aden— dijo la mujer mirando por encima de sus lentes— me llamo
la señora Stone y vas a tener que acompañarme.
La mujer estaba acostumbrada a la reacción que tuvo el pequeño por lo que
parece, porque no pareció afectarle mucho. Aden comenzó a negar con la
cabeza, comenzando a llorar de nuevo, saltó de la silla, corrió hasta Alex y le
abrazó suplicante:
— No, no, Alex yo me quiero quedar contigo, no dejes que esa señora me
lleve— Alex echó la cabeza hacia atrás, para coger aire y un intento de
mantener la humedad en sus ojos— Por favor no me dejes.
Alex creía que podía afrontar el dolor, lo llevaba afrontando casi toda su
vida, pero esa mañana, estaba siendo la más difícil de toda su vida. La
morena, tragó saliva y miró a la mujer:
— ¿Puedo ir a verle? A donde le llevan.
— Debemos buscarle una casa de acogida hasta que sea adoptado— con que
frialdad hablaba la mujer— sería contraproducente para el chico, crearía
falsas esperanzas. ¿Quiere pasar por eso siempre que vaya a verlo?
Alex bajó la cabeza suspiró, agarrando las pocas fuerzas que le quedaban,
se agachó para enfrentarse a ese pequeñajo. ¿Quién le mandaría coger cariño
al niño? No solo era impulsiva, en el fondo aguardaba su instinto protector,
ya sea de amiga, de esposa o de madre, aunque pocas veces lo mostrase, ahí
estaba. Taylor, que los vio de lejos se acercó posicionándose al lado de Nidia:
— Me encantaría Aden, pero no puedo.
La agente Fisher giró la cabeza para ocultar una lagrimilla. Joder eso era
típica escena de película dramática. Nidia, miró de reojo a su compañera y
frunció el ceño. Pero si la picajosa también podía ser sensible. Al final puso
los ojos en blanco y suspiró sonoramente:
— Señora Stone— comenzó a hablar Nidia— creo que podemos llegar a un
acuerdo, no tema por sus jefes yo misma intentaré ponerme en contacto con
ellos, para que la señora Woods tenga permiso, al menos de verlo una vez a la
semana.
— Esperaré el informe, mientras tanto, como comprenderás no puedo hacer
eso.
— Recibirá la llamada, no se preocupe.
Alex abrazó a Aden y miró agradecida a Nidia. No fue la única, Taylor
dibujó una sonrisa disimulada mientras le miraba de reojo. Eso la hizo
sentirse algo nerviosa, así que, para tratar de seguir con la mañana, se acercó
al pequeño y a Alex:
— Ves Aden, vas a poder seguir viendo a Alex— le agarró de la manita—
ahora, para que veas que no te va a pasar nada, te acompaño con la señora.
Alex se sentó en una de las sillas de plástico, justo donde se había sentado
antes y escondió el rostro entre sus manos. Taylor se sentó a su lado y le puso
una mano en la espalda:
— Venga, ya has escuchado— intentó animar— podrás visitarle una vez a la
semana.
— Lo he jodido todo Taylor— dijo sin levantar cabeza— lo mío con Clara y
por mi cabezonería, lo de Olaya con Ruth.
Alex estaba que estallaba y aunque Taylor en un principio mostraba interés
por Alex, en el fondo siempre le había dado buenos consejos, ni parecía la
típica mujer que se interponía a la primera de cambio para acostarse con ella.
La agente siguió acariciando su espalda, gesto de confort:
— No sé qué ha pasado entre Clara y tú— dijo con cariño— pero seguro que
lo arregláis. Dos personas que se quieren, como vosotras no se puede acabar
de la noche a la mañana, Lex.
— Bien claro me lo dejó— se retiró la humedad de las mejillas y apoyó los
codos en sus muslos, imitó a Clara con amargor— “Ni quiero verte”
ZASCA, cocotazo que se llevó, Alex se llevó la mano a la cabeza
quejumbrosa. ¿Qué coño le pasaba a esa mujer? Siempre bofeteándola y
dando cocotazos. Taylor le miró seriamente, ¿esperaba que sintiese pena?
Pues no, Taylor Fisher también tenía su carácter:
— Alex Woods, tan cabezona e impulsiva para unas cosas y tan cobarde para
otras.
— ¿A ti qué coño te pasa tía?
Dijo frotándose aun la zona que se llevó el cocotazo:
— No ¿Qué coño te pasa a ti? — se levantó y se puso con los brazos en jarra
— capaz de pegar un tiro a un gilipollas, una pelea con tú mujer y te pones a
llorar por los rincones— Señaló la dirección que daba a la salida del
departamento— te levantas, lucha por lo que quieres y merece la pena.
Alex se levantó con el ceño fruncido:
— Sabes, para ser una mujer que no para de decir que le gusto, eres muy rara.
Taylor esbozó una pequeña carcajada. Dio unos pasos hasta Alex,
sospechosamente cerca, joder se está acercando mucho, agarra de las mejillas
a Alex, se pone de puntillas, separadas por escasos centímetros. No fue la
típica leonesa que se lanza a los labios salvajemente, más bien fue un pico
insípido, se separó con las cejas alzadas:
— ¿Has sentido algo?
— Perturbación.
— ¡Wau! — dijo sorprendiéndose la agente— gracias por la parte que me
toca. Para tener fama de buena besadora, tú también has sido una decepción.
Alex negó con la cabeza mientras dibujaba media sonrisa:
— No te engañes, desde hace un tiempo llevas queriendo besar unos labios
que no son los míos.
Taylor no lo negó, tan solo se limitó a curvar los labios, cómplice. Alex
comenzó a retroceder para irse, aun sin dejar de mirarle:
— Ves como que sí, por cierto, aposté por ti.
Se giró para salir de allí. Taylor se cruzó de brazos y la vio marchar. Ese
había sido el primer beso que había dado con desgana en toda su vida. Juraría
que Alex estaba buena y tenía morbo ¿qué coño habría pasado? Pasaba que
alguien carraspeó fuertemente a su espalda. Se giró y ahí estaba Nidia, con
una ceja alzada y con los brazos en jarra, tampoco tenía muy buena cara:
— ¿Desde cuando estás ahí?
— Eso no importa— su voz helaba— ¿qué coño haces que no estás
trabajando? — se dispuso a seguir su camino— por cierto, puedes decirles a
Finigan y a Alex que han perdido dinero.
Taylor quedó en el sitio mientras vio a Nidia dirigirse al despacho de
Allie:
— Y ¿a esa que bicho le ha picado?
Susurró para sí misma.
Alex llamó a Olaya temprano, explicándole la situación de Aden. Esa chica
no se libraría una represalia por parte suya. Al menos ya respiraba aliviada
sabiendo que esa locura de la venganza a lo conde Montecristo había cesado.
Así pues, se estaba encargando de algunas cosas de la empresa, hasta que le
llamó Ruth. No parecía estar para nada contenta ¿qué había hecho? Le pidió
que fuera a su casa, que tenía que hablar con ella con urgencia. Y así hizo.
Sus dudas fueron reveladas cuando fue la misma Clara quien le abrió la
puerta. Su cara lo decía todo, tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar.
Había descubierto a Alex:
— Clara, yo…
Comenzó a disculparse, pero rápidamente le cortó:
— No es a mí a quien le debes explicaciones. Te está esperando en el salón.
Le dejó pasar y se dispuso a subir escaleras arriba, en el fondo Olaya
entendía a Clara, aun así, sentía la necesidad de explicarse:
— Clara intenté que entrara en razón.
Clara paró en seco y dijo con reproche:
— Aun así, le cubriste las espaldas.
No dijo nada más, se giró y siguió subiendo escaleras arriba, para dejar algo
de intimidad a su amiga Ruth. Olaya respiró profundamente antes de
enfrentarse con su novia. Que estaba sentada en el sofá, con cara de enfado:
— Ruth…
Le cortó levantando la mano:
— Clara lleva toda la mañana llorando— apretó la mandíbula— primero
Vesta y ahora esto. Para colmo, su mejor amiga, mi novia le cubre las
espaldas, mintiéndome también.
— Alex es como mi hermana— intentó excusarse— ¿Tú que hubieras hecho?
Se levantó airada:
— Darle un guantazo y mandarle a casita— rechinó los dientes— y créeme
que no es la primera vez que hago una cosa así.
— Intenté que entrara en razón, intenté que pensara en Clara y que no fuera
tan impulsiva.
— Aun así, le seguiste el juego O. — Ruth podía ser muy alegre, pero cuando
hacía falta sacaba su carácter— aun así, decidiste llamarme y decirme que te
ibas de fiesta con Alex, cuando en realidad ella estaba jugándose la vida.
Olaya dio unos pasos hasta Ruth, pero esta se apartó:
— De nuevo estamos discutiendo por ellas.
— No, estamos discutiendo porque decidiste mentirme. Alex mintió a Clara,
tú me mentiste a mí, en el fondo estáis hechas de la misma pasta.
— ¿Qué sabe Clara realmente? — Alex se callaría las cositas, pero Olaya no
— Alex siempre ha mantenido a Clara en su burbujita, siempre cargando con
todo el peso para que no sufriera. Primero su pasado, luego— bajó la voz,
tampoco quería que oyera esa información— la muerte de sus padres.
— ¿Qué tiene que ver la muerte de sus padres ahora?
— Que su muerte fue premeditada, a sus padres les asesinaron— se echó el
pelo hacía atrás— Ruth, Alex sabe que hizo mal, yo también, pero en el
fondo nunca lo hizo con mala intención, ella quiere a Clara y yo te quiero—
se acercó aprovechando que Ruth estaba estupefacta— no lo hice para hacer
daño, ni a ti y tampoco a Clara.
— Necesito pensar— acabó diciendo casi sin aire— necesito tiempo O. — le
miró dolida— déjame sola.
Alex fue directa al piso. Clara no estaba y faltaban cosas suyas, se había
marchado, ni si quieras esperó a que se explicase mejor. Comenzó a caminar
de un lado por el salón, fumando un cigarro, dos… llamó a Olaya, pero ésta
no se lo cogía ¿ya había hablado con Ruth? Si ya de por sí sentía culpabilidad
por lo dolida que estaba Clara, para colmó ser la causante de que Olaya
perdiera al amor de su vida, eso ya le dejaba por los suelos.
¿Pero cómo enfrentarse a esa situación? Ella no hacía esas cosas, ir detrás
de nadie, ya había dicho que lo sentía, pero ¿qué más había que hacer? Si
Olaya no contestaba, por descarte:
— Tanya, por favor— sonaba desesperada— necesito tu ayuda.
Tanya enseguida estuvo ahí. En el fondo cuidaba a Alex como si fuera su
hermana pequeña. Y eso que cuando la conoció le volvía loca con sus
rebeldías:
— Parece que has visto un fantasma— dijo nada más entrar— ¿Qué ha
pasado?
Alex angustiosamente comenzó a explicarle a Tanya todo. Que no paraba
de alucinar, en el fondo ahí las dos únicas que estaban compinchadas eran
Alex y Olaya. Estaba sentada, mirando a la morena caminar de un lado a otro,
hasta que, sin previo aviso, se levantó y ZASCA, bofetada. Alex se llevó la
mano a la mejilla:
— ¡Ay! — Se quejó— ¿Pero queréis dejar de pegarme? Ya sé que hice mal,
joder.
— Mira— dijo señalando con el dedo índice— agradece que no te doy otra.
¿Qué piensas hacer con Clara? Porque lo siento morena, te toca trabajar para
recuperarla, ni pienses que va a venir a ti.
— Por eso te he llamado— dijo a la desesperada— No sé qué se hace en
estos casos, ya le he pedido perdón, le he explicado las razones y he admitido
que hice mal, ¿qué más hay que hacer? Nunca he ido detrás de nadie Tanya.
— Es tu mujer— dijo Tanya encogiéndose de hombros— tu mejor que nadie
le deberías de conocer.
— Siempre andamos chocando precisamente por eso— se sentó abatida—
somos la noche a la mañana.
Tanya se sentó a su lado:
— Le has traicionado la confianza, Alex, debes hacer que confié primero en
ti— apoyó su mano en el hombro— debes de recordar cómo se enamoró de
ti.
Dicho aquello Alex alzó la cabeza, solo faltó la bombilla encendida encima
de su cabeza. Iba a hablar cuando el timbre sonó. En un principio pensó que
podía ser Clara, pero recordó que tenía llaves, así que se acercó y sin mirar
por la mirilla abrió, no dio tiempo a ver de qué se trataba cuando PUMBA,
puñetazo en toda la cara. Si, si, Taylor y Tanya fueron delicadas, pero para
carácter el de Olaya que no dudaba en soltar buenos guantazos.
Reconociéndolo, ese sí que le dolió a Alex y es que, le había partido hasta el
labio:
— Te dije que por tus locuras acabarías quedándote sola— dijo con enfado—
ahora Ruth no quiere verme, enhorabuena Alex, tú y tú putas
irresponsabilidades, ya puedes mover tu culo y arreglar lo que has jodido.
Terminado de decir aquello, salió del departamento, seguida por Alex, pero
Olaya decidió ignorar todo. Para una mujer que había encontrado, para una
puta vez que se había enamorado, va y lo jode por cubrir las espaldas a su
amiga, otra vez.
Tanya puso gesto de dolor al ver el golpe que tenía en el labio:
— Admito que me lo merezco— dijo Alex buscando un paño con hielos—
¿Pero todo el mundo tenéis que darme siempre en el mismo lado? No sé,
cambiar de mejilla para variar.
Tanya se puso de pie para marcharse, tenía cositas que hacer, no dejaba de
tener una vida, trabajo y esas cosas:
— Deja de lloriquear Alex y vete a por tu mujer, que sorprendentemente está
enamorada de ti.
— Antes tengo que pasar por delante del perro guardián y no sé si será tan
considerada como tú.
— ¿Su perro guardián es?
— Ruth.
— Uuuuhh— hizo la señal de la cruz— in nomine patris et filii et spiritus
sancti— apoyó la mano en su hombro— eres lo más cabezota que he
conocido en mi vida, pero quiero que sepas que fuiste una gran persona. Ahí
te dejo, enfrentándote a Ruth y a la marmotilla enfadada.
Menudos ánimos que le había dado. Un cocotazo por parte de Taylor, una
bofetada por parte de Tanya, un puñetazo por parte Olaya. Se las estaba
llevando por todos los lados, ni cuando peleaba. Suspiró, cerró la puerta de su
departamento y se puso manos a la obra. Más o menos, ya sabía cómo
empezar, le costaría un par de horas reunir todo. Pero ahí lo tenía, metido
todo en una caja.
Pero antes de enfrentarse al mini dragón para llegar hasta la princesa. Hizo
una parada por el gimnasio. Tampoco quería atosigar a Clara y decidió darle
algo de tiempo mientras pensaba en que iba a decir. Expresándome a lo Nerd,
lo más seguro es que ni pudiera vencer al primer Boss.
Casi todo el departamento de FBI estaba rodeando en el cuadrilátero. Alex
se acercó hasta el lado donde estaba Taylor sentada, mientras se ajustaba los
guantes, se apoyó en las cuerdas elásticas. La agente puso ojos como platos al
ver la cara magullada de la ojiverde:
— Menudo genio se gasta su mujer ¿No?
Nidia estaba en el otro lado, apretando la mandíbula. Pues sí que había sido
sonada la pelea de las dos agentes. La apuesta estaba a la par, aunque la
mayoría apostaba conque ganaría la rubia. Finigan también estaba junto a
Alex, dando ánimo a la agente Fisher. La ojiverde, más o menos sabía cómo
podría reaccionar Nidia y que estilo podía practicar, así que se acercó a
Taylor, y para que no le escuchase que le estaba aconsejando se quedó muy
cerca, Nidia achicó los ojos. ¿Por qué tenía que estar pegada a ella? Ding,
ding, ding. La campana sonó y antes de que le diera tiempo a Alex apartarse,
desvió un poco su puñetazo y acabó en la cara de ésta. Taylor flipando le
empujó al medio del cuadrilátero:
— Uy— dijo Nidia poniendo voz inocente— Lo siento Alex calculé mal.
Alex la miró fulminante, pero había que joderse, otro puñetazo y en el
mismo lado, el universo estaba en su contra ese día. Porque Finigan le retuvo
si no se lanza al cuadrilátero y le mata ella misma:
— Será zorra la muy hija de… — Alex forcejeaba con Finigan— Suéltame
que me la cargo, Taylor pégale la paliza de su vida.
Taylor asintió y allá que fue. Combos de puñetazos por parte de Nidia,
primer asalto de ella, buenos ganchos por parte de Taylor, segundo asalto
ganado por la agente Fisher, tercer asalto… interrumpido por unos aplausos
de alguien inesperado. Allie miraba a todos los agentes presentes con cara de
cabreo:
— Han llamado de la prisión en la que se encuentra Isaac y sus hombres—
dijo rugiendo— han soltado información y VOSOTROS EN VEZ DE
TRABAJAR, ESTAIS PERDIENDO EL TIEMPO PALURDOS. OS
QUIERO MANOS A LA OBRA YA— miró a Nidia y Taylor— que
decepción.
Todos fueron despejando el gimnasio. Nidia salió del cuadrilátero
ofuscada. Nunca ningún superior le había dicho nada parecido. Taylor, bueno
a ella le sudaba la polla, era agente, no una puta esclava y tenía derecho a un
par de horas de descanso, después de pasarse toda la puta noche trabajando.
Observó que Alex miraba la puerta pensativa, se acercó quitándose los
guantes:
— No vuelvas con lo mismo Alex.
Alex se lamió el labio, puso gesto de dolor, se le olvidó el corte que le hizo
Olaya:
— Lo sé— acabó diciendo— solo espero que le encontréis pronto.
Taylor sonrió:
— Sigo en el caso solo por encontrar a ese hijo de puta, y no pararé hasta da
con él— iba a bajar del cuadrilátero— yo que tú pondría hielo a ese ojo.
— Va a parecer que he vuelto a pelearme— dijo acariciándose el lado
machacado— desde tu cocotazo no he parado de recibir hostias— sonrió
pícaramente y citó la misma frase de Taylor— joder el genio que se gasta tu
“novia” ¿No?
Taylor puso los ojos en blanco y se fue hasta los vestuarios:
— Piérdete Alex, antes que te dé otro guantazo.
Alex montó en su coche y al mirarse en el espejo, puso gesto de espanto. Su
cara, su bonita cara. Pero había que joderse, solo faltaba que la rematasen. De
camino a casa de Ruth estaba debatiéndose si ponerse un casco. Vale, admitía
que se lo podía merecer, pero podía ponerse de acuerdo todo el mundo para
llevarse dos, no veinte. Estacionó junto a la entrada, llevaba la caja
temblando, miedo le daba enfrentarse a Ruth. Si al menos tuviera el 100% de
la visión, pero el pómulo y el parpado empezaba a hincharse. Maldijo los
celos de Nidia, dedo índice aprieta el timbre. Alzó la caja para interponer
algo y evitar algún golpe. Era de esperar, abrió Ruth y no sonaba muy
contenta:
— Clara no quiere verte.
— Antes que nada— comenzó a sonar suplicante mientras se arrodillaba—
por favor, por favor Ruth, no me pegues.
Dijo al final apartando la caja de en medio para poder ver la cara de Ruth.
Que enseguida quedó ojiplatica:
— Pero ¿qué te ha pasado?
— Me he llevado un cocotazo, una bofetada de Tanya— se señaló el corte en
el labio— un puñetazo de Olaya— se señaló el ojo morado— una agente
celosa— ZAS cara cruzada, Alex cerró los ojos, ya reteniendo las lágrimas—
al menos— comenzó a decir aspirando por la nariz— me has dado en el otro
lado.
— Largo Alex— dijo Ruth cruzándose de brazos— ya te dije que Clara no
quiere verte.
Alex se levantó de nuevo, con la caja en la mano:
— Primero quería hablar contigo Ruth.
— Tampoco quiero hablar contigo.
Iba a cerrar la puerta en sus narices cuando ésta puso el pie y evitar que
cerrara:
— JODER— se quejó empujando la puerta— vale, escúchame— dijo ya algo
irritada— Olaya intentó por todos los medios hacerme entrar en razón. Ella
no tiene culpa de nada. Quieres odiar a alguien, perfecto ódiame a mí,
reconozco que me lo merezco. Pero Ruth, en la vida Olaya ha querido a
alguien como te quiere a ti. Lo eres todo para ella.
— ¿Te ha mandado ella? Sois tal para cual.
De nuevo intentó cerrar, pero Alex se coló en la casa:
— Sal antes de que llame a la policía, Lex.
— Pues llamas a la policía, pero yo no me largo hasta que me escuches—
dijo con determinación— ya he admitido mis errores, ya lo estoy pagando,
pero no quiero que por mis errores, tú felicidad y la de Olaya también se vea
dañada. Ruth, por favor ella te quiere y si el problema es que anda siempre
protegiéndome, ya no te preocupes, me quito de en medio. Es como mi
hermana Ruth, por favor ódiame a mí, pero no a ella.
Ruth ahora entendía a Clara. Cuando Alex miraba con esa expresión de
cachorrillo abandonado, era difícil mantenerse firme. Ruth tuvo que retirar la
mirada:
— Tengo que pensármelo, Lex. En todo caso debe ser ella la que esté aquí
pidiendo perdón, no tú.
— Ella no está acostumbrada a ir detrás de nadie y sinceramente yo tampoco.
El error es mío Ruth, soy yo la que debe andar pidiendo perdón— Le dio la
caja— esto es para Clara.
Cuando Ruth le cogió la caja, Alex se guardó las manos en los bolsillos.
Bueno, lo dicho, no pudo traspasar al primer Boss. Tampoco dejaría de
intentarlo, al día siguiente ahí estaría y al siguiente, al siguiente, aunque se
llevase la mayor paliza del mundo. Acabaría viendo a Clara.
Ruth vio como la morena se dirigía al coche, caminaba cojeando, le dio
verdadera pena y todo. Cerró la puerta y entró en el salón. Clara estaba
sentada en el suelo, apoyada en la pared, al lado de la puerta:
— ¿Lo has oído todo?
Clara asintió sin decir nada. Ruth sonrió y le dio la caja. En el fondo, Alex
consiguió llegar al corazón de la morena. Pues con solo verla supo que amaba
con locura a Clara y que estaba sufriendo de verdad. La rubia agarró la caja,
que estaba cerrada, no se veía nada de lo que había dentro:
— Tendrías que haberla visto, parecía un cuadro de Picasso, algo así a la
Celestina— Clara abrazó la caja— se ha llevado hostias por un tubo.
— Ruth— dijo con voz temblorosa— Alex es impulsiva y temeraria, si le
pasara algo— se retiró una lágrima— ya no puedo soportar perder a nadie
más. Sois lo único que me queda.
Ruth le rodeó con los brazos:
— Creo que Alex, ha aprendido la lección cariño. Tardó en darse cuenta,
pero al menos está intentando solucionarlo.
— Si me quiere de verdad, esperará.
Capítulo 56 - Para Siempre
Clara estaba sentada en la cama, mirando la caja que le había llevado Alex.
Aunque de todo se podía esperar. Y cuando lo abrió, sorprendentemente se
encontró de todo, junto a una carta. Seguramente diciendo “lo siento Clara”
era de esperar no. Con cada objeto enumerado una nota.
Objeto 1 un dibujo: (parecía uno de cuando era una niña, salían los
compañeros de colegio y de fondo a dos niñas, una de pelo amarillo y ojos
azules tirándole del pelo a la morena. Eso quiera o no, le sonsacó una sonrisa)
Porque tenemos un pasado juntas.
Objeto 2 un antifaz: La noche que te vi en la discoteca, te di uno, aun sin
que supieras mi identidad ya me habías vuelto loca.
Objeto 3 un bikini: El segundo día moría por besar tus labios.
Objeto 4 el collar: aun sin saber que era yo, conseguiste que te hiciera el
amor la primera vez que estuvimos juntas. (Sentimientos a flor de piel)
Objeto 5 un sacacorchos de dos tiempos: La primera vez que nos besamos
Objeto 6 la foto de una noria: Lo más cercano a una primera cita (los ojos
de Clara amenazan con llorar)
Objeto 7 otro dibujo más explícito: (dibujado corriendo con bolígrafo, dos
monigotes con pelo largo encima del otro, en el que ponía Clara y Alex
follando en el desván en la esquina había otro monigote con cuernos, en el
que ponía: jódete William cornudo) la primera noche que dormimos juntas
(ya no podía más las lágrimas iniciaron el recorrido de sus mejillas, mientras
que no sabía si reír o llorar)
Objeto 8 una máscara: La primera vez que comencé a dártelo todo.
Objeto 9 dos fotografías de Yellowstone: el primer instante que comencé a
sentir felicidad infinita.
Objeto 10 un poster de Madona con el título Like a Virgin: ese día me di
cuenta que podíamos ser felices.
Objeto 11 el retrato que le hizo con el violonchelo: Te he podido ocultar
cosas, siempre con la convicción de no querer hacerte daño, pero jamás te he
mentido cuando te digo que te quiero.
Objeto 12 un mp4: (presióname justo en el botón del play, Clara se tapó la
boca ocultando una sonrisa bobalicona. Love me tender de Elvis Presley)
cuando no apareciste sentí por primera vez en mi vida autentico terror, pero
ese miedo se convirtió en lo mejor que me ha podido pasar.
Objeto 13 resultaron ser unos tiques del Ikea: Nuestro hogar. He cometido
errores lo admito y no paro de pedirte perdón. Pero por favor, sigamos
llenando esta caja de recuerdos. Convierte el “hasta que esto dure” en un
“para siempre”
Ordinaria, soez, cavernícola y jodidamente sentimental cuando se lo
proponía. Guardó todo en la caja entre llantos. Bueno siguió escuchando el
mp4, ya que había más temas de música, un tango, Tainted Love, cigarettes
after sex… temas de música que en algún momento de su vida habían estado
presentes. Sintió la necesidad de salir de ahí y buscarle o coger el teléfono y
llamarle. Pero siempre era ella quien iba detrás de Alex, por una vez quería
que se lo currase, que le demostrase que le importaba lo suficiente como para
empezar a pensar con la cabeza antes de actuar. Y como si le hubiera leído el
pensamiento.
Alex: creo que ya pasó el tiempo suficiente para preguntar ¿Ya has visto lo
que hay dentro de la caja?
Clara: si, lo he visto.
Alex: sé que la he cagado mucho, pero hoy un niño de cinco años me ha
partido el corazón. Me he llevado una colleja por parte de Taylor.
Clara puso los ojos en blanco, como no, Taylor seguro que estaba
festejando que estuvieran mal.
Alex: no pienses mal, ella fue la que me aconsejó que luchará por lo que
quiero, me he llevado un bofetón de Tanya, dos contando el de Ruth, un
puñetazo de Olaya y otro de otra agente celosa, me han pillado el pie… ¿No
te parece suficiente castigo?
Clara: Alex, necesito tiempo.
Alex: te doy todo el tiempo que tú quieras, pero no me castigues con el
silencio absoluto.
Clara tiró el teléfono a su lado, pero después de luchar con todas sus
fuerzas, de nuevo agarró el móvil y siguió mandando mensajes. Porque, ya
sea a su lado o al otro lado del teléfono, ella también necesitaba a Alex.
Clara: explícame eso de la agente celosa.
Una de la mañana, dos de la mañana, tres y no dejaban de mandarse
mensajes, tuvo que pegarse al borde de la cama para que el cable del cargado
le llegara. Clara no sabía que sentir cuando se enteró de la historia de Taylor
con la tal Nidia esa. Relación de odio amor, pues hasta que no lo viera
seguiría desconfiando de esa agente. No fue el único tema del que hablaron,
evitando lo que era el tema importante en sí, como era el de los sentimientos,
tocaron todos los temas triviales. Hasta que el sueño comenzó a apoderarse
de Clara.
Clara: creo que ya va siendo hora de dormir.
Alex: no puedo dormir, te echo de menos.
Clara dibujo una sonrisa. Lo suyo sería poner un “yo también” pero se
mantuvo firme.
Clara: Alex…
Alex: lo sé… al menos sácate una teta mándame una foto.
Lo de esa chica no tenía remedio, pensó Clara soltando una risita:
Clara: payasa.
Alex: estoy segura que te hecho reír.
Clara: solo por no llorar. Buenas noches Alex.
Alex: buenas noches, Clara.
La cara de Alex al día siguiente sí que era un auténtico poema. Con anti
inflamatorio consiguió bajar la hinchazón y abrir un poco el ojo. Otro día que
pasaría de ir a la oficina, el primer motivo, estaba claro, Olaya y el segundo
motivo era que quería buscar algo para sorprender a Clara ese día. No mentía
cuando se propuso regresar a casa de Ruth todos los días. Pero para eso tuvo
que volverse a encarar a Ruth:
— ¿Qué haces aquí? — Preguntó Ruth sorprendida cuando le abordó en la
puerta de la peluquería— ¿Cómo sabías dónde estoy? — Se fijó bien en su
cara— Joder Alex parece que ha pasado un tráiler por encima.
— Primera respuesta— comenzó a seguir a Ruth— necesito tú ayuda, la
segunda no pienso revelar mis fuentes y al comentario de mi cara, te recuerdo
que colaboraste dándome una buena bofetada.
— Ni pienses que te voy ayudar— dijo riendo Ruth con ironía— y a lo de la
bofetada tú te lo buscaste.
— Ruth— dijo agarrándole de la muñeca— sé que hice mal, estoy intentando
arreglarlo, que Clara esté mal es por mi culpa, pero también sabes que le
puedo hacer muy feliz— le agarró la mano casi suplicante— déjame
compensar una metedura de pata dándome la oportunidad de hacerle feliz
cada día de su vida. La quiero— fijo su mirada de cachorrillo herido, esa que
Ruth ya no podía negar— los sabes.
Ruth suspiró y se cruzó de brazos:
— Última oportunidad Alex, otra cagada más y te olvidas de que existo.
Alex hizo un pequeño bailecito de la victoria y se lanzó a los brazos de ésta,
comenzando a besuquearle por toda la cara:
— Ya— dijo poniendo un mohín— eh, sin pasarse.
— Eres la mejor.
Dijo animada Alex:
— Sí, eso no hace falta que me lo digas.
La relación de Nidia y Taylor se había vuelto más extraña. Desde que le
besó pesimamente a Alex, había mantenido más las distancias, lo único que
hacía para dirigirse a ella era darle órdenes y más órdenes. Antes si, se tiraban
pullas, pero no dejaba de hablarle. El departamento del FBI estaba nervioso.
Parece ser que había oportunidad de atrapar a Patrick. Ya que uno de los
hombres de Isaac, había soltado la información de que los grandes jefazos
europeos se reunirían con él. Colman, Nidia y ella era los encargados de
explicar a los equipos la estratagema para hacer la redada. Eso estaría
plagado de hombres y matones. Entró en el cuarto del archivador, cuando ahí
la encontró, con un bolígrafo en la boca y el ceño fruncido, ignorando su
presencia:
— Vale— dijo Taylor soltando una carpeta— ¿Se puede saber qué te pasa?
— ¿Me tiene que pasar algo?
Preguntó sin levantar la vista, agarró su bolígrafo y comenzó a hacer
apuntes. Taylor se acercó y le quitó el bolígrafo. No había que dar muchos
pasos, esa habitación era diminuta:
— Para lo único que te diriges a mi es para darme órdenes.
— Estoy al cargo del caso— dijo al final mirándole fijamente a los ojos— es
mi oficio guiar a mis agentes.
— Ya, pero yo no soy una agente cualquiera— comenzó a darle con una
punta del bolígrafo en el hombro— yo no soy Colman, también soy una igual
¿acaso lo has olvidado?
— Tus berreos de niña pequeña me impedían verte como una igual.
Taylor irritada soltó un bufido y le tiró el bolígrafo, cayendo el objeto al
suelo. Aunque Nidia lo ignoró por completo:
— ¿Se puede saber que pasa contigo? — se apoyó con una mano en una de
las estanterías— desde que llegaste a este dichoso departamento no has hecho
más que agredirme, emocional y físicamente. ¿Qué pasa? ¿Tienes algún
trauma y por eso eres así de gilipollas?
Nidia curvó un poco la comisura de los labios. Vale, ahí sí reconoció que
Taylor estaba muy sexy cabreada. Se agachó y cogió el bolígrafo antes de
intentar bordear a la agente Fisher, pero era tan estrecho que se le hacía
difícil:
— Déjeme pasar agente Fisher.
Taylor le encaró:
— No, hasta que respondas.
— No me pasa nada contigo. Será— comenzó a decir entre dientes
intentando ocultar su nerviosismo— que soy así de gilipollas, de zorra
engreída, de hija de puta— no se iba a achantar, y Dio un paso— tú no eres
libre de pecado Taylor, no me vengas de niña herida, cuanta hipocresía.
Taylor no se movió ni un milímetro, no iba a darse por vencida, estaba
hasta las narices de sus faltas de respeto. Una de dos, o se arreglaba eso o
acababan muy mal:
— Estás así desde que me viste besar a Alex Woods.
Nidia chistó con la lengua, mientras reía con ironía:
— Por favor ¿Qué tiene que ver eso?
— Estás molesta conmigo y obviamente con Alex— Nidia se puso con los
brazos en jarra, hasta que por fin Taylor le hizo a la inversa, caminando hacia
ella— si no, no le hubieras dado ese puñetazo.
Llegó un punto que Nidia dejó de retroceder, justo cuando se Dio cuenta
de que estaba retrocediendo, obligando a la agente Fisher parar si no quería
chocar con ella. Cuanta cercanía, si se podía notar el aliento en sus rostros.
Bueno, todo lo que debió de haber sentido cuando se acercó a Alex para
besarle, lo estaba sintiendo en esos instantes. Eso fue lo que le hizo
reaccionar y dar unos pasos atrás:
— Se lo tiene muy subido, agente Fisher.
— Me baso en hechos no en suposiciones.
Nidia curvó aún más sus labios, un paso, dos, Taylor no se mueve, desafío
de miradas. Una de dos Taylor se movía o… un momento, esa forma de
desafiarse, eso era más bien miradas de deseo, parecía que iba a ser Nidia la
que se iba a inclinar para acortar las distancias, pero Taylor hacía también
para juntarse y cuando estaban a escasos centímetros, alguien entra en el
cuarto del archivador:
— Yo no veo que tenga nada en el ojo— reaccionó rápidamente Nidia—
seguro que siente molestias, agente Fisher.
Taylor se llevó la mano al ojo siguiéndole el juego, el rubor era su nuevo
color:
— No, ya no. Debía de ser una pestaña— agarró la primera carpeta que pilló
— Gracias
Se hizo a un lado para que Nidia saliera. Menudo oportuno, pues el que
había entrado era ni más ni menos que Finigan Colman. Que alzó una ceja
divertido cuando vio marchar a Nidia:
— ¿Nidito de amor?
Taylor puso los ojos en blanco y le entregó la carpeta que tenía en la mano:
— Ponte a trabajar Colman.
Estaba claro, la misión se llevaría al día siguiente. Nidia guiaría desde el
furgón centralita a los equipos, guiados por Taylor y el otro por Finigan. No
le hacía mucha gracia quedarse de nuevo en el banquillo. Pero así lo quiso
Allie. Si al menos supieran los planes que tenían Patrick, se olerían al menos
que es una trampa.
Olaya intentó ponerse en contacto de nuevo con Ruth, pero ésta seguía
negándose. Le intento ver, pero ocurría un tanto de lo mismo. A su vez, Alex
intentó hablar con Olaya, pero ésta no quería saber nada por el momento.
Aquello era como el pez que se mordía por la cola, que la única en ser menos
contundente fue Clara, permitiendo hablar, aunque sea por mensajes. Así que
la morena, acabó en un bar cerca de su casa, ahogando las penas, ahora sí que
no había conciertos que valga, la había cagado. Acabó hablando y contando
chistes con un tío, alto, calvo y cachas. No recordaría muy bien su nombre,
Ricky, como Ricky Martín.
Living la vida Loca. Fue canturreando mentalmente, mientras intentaba
buscar las llaves en los bolsillos. Cerca de su casa, pasó por una zona poco
iluminada, cuando un paso detrás de ella le atrajo la atención. Cuando miró,
sintió como el alma se le helaba, maldita sea hasta se le pasó el pedo de
golpe:
— Hola, Olaya— dijo un hombre de voz ronca— ¿te acuerdas de mí? Perra.
Olaya con el corazón a mil se giró para salir corriendo en dirección
contraria:
— Ni se te ocurra.
Añadió una mujer, el hombre la abordó por la espalda y le tiró del pelo,
obligándole a echar la cabeza hacia atrás:
— Juramos venganza y esta noche lo vamos a tener.
— Matadme— dijo Olaya con lágrima en los ojos, aunque no les suplicaría—
no me podéis quitar más de lo que hicisteis.
— Matarte— dijo la mujer entre risas— eres nuestra hija, la que nos
enchironó por irse de la lengua— él no dejaba de sujetarle, la madre se acercó
y le acarició la mejilla antes de buscar su cartera— tan solo necesitamos algo
de dinero— se fijó en cada collar, pulsera, pendientes, todo lo que se podía
vender, se llevarían a la mismísima Olaya, ya la ponían a la venta— bueno,
también nos llevaremos el coche, veras papá cometió el error de meterse con
alguien que no debía y nos toca huir— cuando ya quedó desbalijada— pero sí
que nos tomaremos nuestra pequeña venganza— sacó un puño americano y
se lo dio al marido— tan poco te pases con la niña.
Living la vida Loca.
Clara estaba tumbada en la cama. Estaba deprimida, no había hecho mucho
la verdad. Más bien lo que hacía cualquiera en esos casos, ponerse hasta
arriba de helado de chocolate y dormir. Como una marmota. Echaba de
menos escuchar la palabra marmotilla en boca de Alex. Echaba de menos sus
ocurrencias o su comportamiento retrogrado. En todo el día solo recibió un
único mensaje, “Buenos días” después de eso, nada más. Tenía los ojos
cerrados, cuando por la ventana comenzó a escuchar un tema de música. In
your ayes de Peter Gabriel. Curiosa se asomó. ¿Cómo se le ocurrían esas
cosas? Ya sabía porque escogió ese tema, pues era la famosa escena de la
película Say Anything cuando John Cusack, levantaba la radio con las dos
manos. Pues ahí estaba Alex, levantando una radio, con el tema In your eyes
y para rematar la faena, llevaba una gabardina del mismo color que salía en la
dichosa película. De forma exagerada cantaba, más bien berreaba
acompañando la canción, ganándose algunas quejas de los vecinos. Clara se
tapó la boca para ocultar su sonrisa y alguna carcajada:
— Apaga ese ruido— se escuchó quejarse a un vecino— o yo mismo te
parto esa radio en la cabeza.
Alex frunció el ceño y sin dejar de sostener la radio:
— Vaya hacerse una paja y deje declarar mi amor a la mujer que quiero.
Clara se tapó la cara, ya carcajeando. ¿Cómo no? Incluso en esa situación
soltando algo ordinario. La rubia se apoyó en el marco de la ventana y gritó:
— Estás loca.
— Por ti— dejó la radio en el suelo y se guardó las manos en los bolsillos—
regresaré cada noche, hasta que no tenga que hacerlo más, cuando haya
conseguido que regreses a mi lado.
— Cuando te digo que necesito tiempo, no entiendes ¿verdad?
Eso parecía típica escena de Romeo contándole poemas a Julieta en el
balcón:
— Ya sé que te dije que te lo daría, pero luego pensé, que demonios, vida
solo hay una y no quiero andar perdiendo el tiempo. Al menos— sonó
suplicante— dime que me he ganado tomar un café contigo, una comida, una
cena no sé, algo.
Clara suspiró, entró y cerró la ventana sin decir nada. Alex agachó la
cabeza, joder, lo estaba intentando, en su vida se había esforzado tanto como
lo estaba haciendo. Recogió la radio y le Dio al Stop. Bueno, había perdido
una batalla, pero no la guerra. Se iba a encaminar al coche, cuando la voz de
Clara le hizo parar en seco, toda esperanzada:
— Eres una gilipollas.
Alex se giró, encontrándose con la rubia en el marco de la puerta con los
brazos cruzados:
— Te doy toda la razón.
Paso a paso fue acercándose a Alex, aun con los brazos cruzados. Tenía el
ceño fruncido:
— Una impulsiva de mierda.
— Te prometo que ahora cada acto que hago lo pienso al menos tres veces.
Ya estaba a medio metro cuando alzó una ceja:
— ¿Cómo esto?
Alex sonrió:
— Sobre todo esto.
Clara puso un gesto de dolor al observarle tan de cerca. Pues sí que le
habían dejado como un cuadro de Picasso. Alzó la mano y le acarició el lado
que tenía más golpes. Alex cerró los ojos para disfrutar de su tacto:
— Te has ganado un paseo.
— ¿Ahora?
Clara dejó de acariciarle mientras que asentía con la cabeza:
— Espera voy a por una chaqueta.
— No hace falta— dijo quitándose rápidamente la gabardina y poniéndoselo
por encima de los hombros— ya sabes que yo no tengo mucho frio.
Caminaron calle abajo, en un principio un poco separadas, se miraban y
rápidamente sonreían. ¿Qué se hacía en esos casos? Alex no quería
espantarla. Pero, es que era increíble, andar haciendo esas cosas con su
mujer, no es que fuera su novia o una chica que pretendía cortejar.
Acabaron en un parque sentadas dentro de la caseta de un tobogán:
— Clara— comenzó a decir nerviosamente Alex— de verdad que yo no sé
hacer estas cosas— le agarró de la mano— estoy intentando hacer lo que
puedo, lo que siento todo por arreglarlo.
— Créeme que lo sé— apoyó la cabeza en su hombro— pero tengo miedo
¿Cómo me aseguras que no lo volverás a hacer?
Alex le obligó a mirarle a los ojos, bueno al ojo y medio porque uno le
tenía medio cerrado por la hinchazón:
— Clara, te juro que a partir de ahora te lo contaré todo— llevó su mano a
los labios y besó cada dedo con ternura— ya estaba intentando hacerlo,
cuando te pedí que nos fuéramos, lo hice porque preferí estar contigo a seguir
con esa locura.
— No han pasado ni cuatro meses de la muerte de mis padres— dijo con el
labio tembloroso— y si te pasara algo solo por declararle la guerra a Patrick.
Yo no puedo soportar más dolor— agachó la cabeza— no puedo vivir sin ti,
Alex, me asfixio de solo pensar que pueden secuestrarte de nuevo o matarte.
Alex le estrechó entre sus brazos fuertemente:
— Yo tampoco se vivir sin ti, nos vayamos o nos quedemos venderé la
empresa igualmente, todos los coches, todo y comenzaremos de nuevo.
Clara ya había escuchado eso, justo antes de que Alex se fuera a la
misión Kamikaze. De nuevo, le apartó, pero Alex le agarró del mentón:
— Clara, déjame…
No terminó de decir nada, prácticamente pensó “A la mierda” y se lanzó a
besar sus labios. Arriesgándose a que ésta le rechazase. Aunque no recordaba
cuando le había rechazado un beso, nunca y esa no sería la primera vez. En
un principio fue tímido, como tanteando hasta donde podía llegar, pero no
tardó mucho en convertirse en un beso lleno de necesidad. Derritiendo a
Clara, derribando el muro que intentó construir. Liarse en una caseta como
aquella era incomoda, ninguna podía colocarse a horcajadas, daba con la
cabeza en el techo, no podían tumbarse con las piernas estiradas, solo
quedaba seguir como estaban, Clara pasó su mano por la nuca para
intensificar aquel beso, esa lengua, ese sabor, la forma que tenía Alex de
poseerla, pero que bien se le daba encenderla:
— Hacerlo en un columpio infantil es demasiado morboso.
Dijo Clara con voz entre cortada, intentando controlar su respiración para
evitar gemir, aunque eso era imposible, y más si a esos besos iban
acompañadas de unas manos expertas que recorrían cada centímetro de su
cuerpo, siempre por encima de la ropa:
— Totalmente de acuerdo.
Respondió Alex, en un principio parecía que no dejaría de estimular cada
parte de su anatomía, pero sacando fuerzas de a saber dónde, acabó parando.
Se miraron, se sonrieron, Clara se desinhibe, se muerde el labio mirando con
deseo los de Alex:
— A la mierda.
Dijo al final Clara comenzando a desabrochar el pantalón de Alex:
— ¡Oh Dios, si! — dijo deshaciendo el nudo del chándal para poder
introducir la mano más cómodamente, notándolo húmedo y caliente, como
siempre— joder, Clara siempre tan caliente.
No tardaron en comenzar a gemirse en la boca, mientras que se
masturbaban mutuamente, cuando inoportuno el móvil de Clara comenzó a
sonar:
— No lo cojas.
Pidió Alex antes de acallar un gemido más alto mordiéndose los labios. El
móvil dejó de sonar, solo para que comenzara a sonar el de Alex, que
también lo tenía en la gabardina. Clara comenzó a acelerar. Sabía que Alex
no dejaría pasar la llamada:
— Dios, Clara— dijo acelerando también— joder, joder— el teléfono siguió
sonando— no puedo
Terminó por decir, sacando el móvil con su mano libre y descolgando. Ese
acto hizo que se le cortara todo el calentón para dar paso a la palidez
marmórea. Solo por eso, Clara paró para observar con preocupación:
— ¿En qué hospital está? Voy enseguida— guardó el móvil y nerviosamente
comenzó a abrocharse el pantalón— vamos, Clara.
— ¿Qué pasa?
Preguntó colocándose la ropa:
— Es Olaya, está en urgencias
Capítulo 57 - Olaya
Flashback

Una niña juega, una niña va al colegio y sueña con el típico príncipe azul de
Disney (hablando de hace más de diez años, hoy en día las niñas nacen
sabiendo ya). Pero Olaya nunca tuvo una niñez como cualquier niño normal.
Padre alcohólico, madre drogadicta. Llego a tener un hermano mayor, pero
murió atropellado.
En un principio fueron solo un par de veces al día. Un viejo, un joven lo
mismo les daba mientras que pagasen, Olaya pasaba a ser propiedad de otro
durante un tiempo limitado. Luego ese par de veces se convirtió de la
mañana a la noche, sobre todo cuando comenzó a desarrollarse. E intento
imponerse, pero aquello le costó estar una semana postrada en cama por la
golpiza de su progenitor. Les odiaba, ni si quiera había dolor, porque
directamente nunca había visto otra relación paternal para comparar. Dos
mil de las antiguas pesetas. Por aquel entonces dos mil pesetas daba para
mucho. Cinco mil un completo y su madre se enorgullecía al exhibirle como
la mejor puta del barrio. Pasó de primera hora de la mañana a apenas
dormir. Terminaba con uno, no había cerrado los ojos ni quince minutos,
cuando su madre le estaba tirando de la manta porque había llegado otro
cliente.
Uno, otro y otro. Vendida, pura carne y dinero a los ojos de sus padres.
Dinero para drogas, dinero para alcohol, dinero para apuestas. Un cliente,
uno jovencito, que le tocara uno joven no quería decir que fuese más dulce.
Cada hombre ya sea de veinte o de setenta, cada uno era un mundo, los
había "agradables" y luego estaban los que sabían besar con los nudillos.
Olaya quería terminar en cuanto antes, así pues, fue al grano, pero el chico
era de los que preferían hablar antes:
— ¿Cuántos años tienes?
Preguntó sentándose en la cama. Olaya se sentó a su lado y le acarició la
entre pierna, pero éste rápidamente le apartó la mano, perturbado. Al final
la chica se encogió de hombros:
— Es su dinero— dijo al final, como diciendo, cuanto más tiempo más paga
— he cumplido doce hace dos días.
— Dios— dijo el chico escandalizado— eres una niña.
— Eso no le detiene para querer follarme— le volvió a ponerle la mano
encima, pero este le aparto— ¿qué hace aquí? No soy su psicóloga.
— Ni tampoco deberías hacer esto.
Olaya rio con ironía:
— Claro, como tengo opción.
El chico curvó la comisura de los labios:
— A partir de hoy, lo tendrás— O. no entendió aquello, hasta que le escuchó
decir— adelante chicos.
Cierto, aquel día fue la llave de su libertad física. La emocional, viviría con
heridas y cicatrices de por vida.

Fin del Flashback

Ruth llegó antes a urgencias. En cuanto vio llegar a las chicas se lanzó a sus
brazos. Estaba desconsolada. Alex se apartó para mirarle mejor a la cara:
— ¿Qué ha pasado?
Preguntó con el corazón en un puño. Ruth tuvo que coger aire para poder
contestar y que se le entendiera:
— No lo sé. Me llamarón cuando iba camino de casa, solo me han dicho que
la encontraron tirada en el suelo inconsciente— se tapó la boca con la mano
temblorosa— pudieron dieron con su identidad porque camino al hospital en
la ambulancia dijo su nombre.
Alex comenzó a caminar de un lado al otro, intentando tranquilizarse a la vez
que se llevaba las manos a la cabeza. Clara, abrazaba fuertemente a su amiga,
que no dejaba de temblar y sollozar. Maldijo, una y otra vez. ¿Por qué no
salía nadie a informar? No podía estarse quietecita. Fue hasta el mostrador
donde ponía el cartel, de Atención al familiar:
— Buenas— dijo Alex casi sin aire— me gustaría pedir información sobre
una paciente que acaba de ingresar.
— Nombre del paciente.
Solicitó la recepcionista que empezó a teclear y buscar información en su
ordenador:
— Olaya— tragó saliva— Olaya Silva.
— Ahora mismo está siendo valorada por el especialista de trauma.
— Quiero verla.
Más que una petición sonó más bien a una orden:
— Me temo que eso no podrá ser hasta que lo permita el especialista que
lleva su caso.
— Pues quiero hablar con el especialista.
Dijo como si aquello fuera posible. Pero de nuevo volvió a recibir una
negativa, que terminó por enervar a la ojiverde, propinando un puñetazo al
mostrador:
— ¿Su boquita solo sabe decir que no? — comenzó a gesticular con las
manos— es una acción muy fácil, agarra el puñetero teléfono y se pone en
contacto con el especialista.
— Se tranquiliza o llamo a seguridad.
Clara se acercó como una exhalación en cuanto escuchó el primer grito de
Alex:
— Pues llame a seguridad— dijo entre dientes— de aquí no me mueven hasta
que hable con el especialista.
La recepcionista levantó el teléfono para llamar a seguridad, cuando Clara
intervino:
— No, por favor no lo haga— le agarró la mano a la morena— ya nos vamos
a la sala de espera.
La recepcionista colgó de nuevo el teléfono y miró solicita a la rubia:
— Será mejor que se tranquilice, vuelve a armar escándalo y llamo para que
la echen.
— Vamos— dijo Clara empujando a Alex hacía la sala de espera— nosotras
también estamos de los nervios, también nos morimos por saber cómo está.
Intentaba consolarle mientras se sentaba al lado de Ruth.

Flashback

Alex estaba sentada en el sofá, con el equipaje preparado, en unas horas se


iría al aeropuerto, para iniciar su viaje de vuelta a sus raíces. No le
importaba dejar ese piso, no le importaba dejar España. Pero lo que, si le
dolía, era dejar a su hermana. Que optó por quedarse trabajando en una
gran empresa alemana. Las chicas juraron que no llorarían. Pero que
narices, prácticamente habían crecido juntas, habían salido del centro
psiquiátrico juntas, ahora estarían separadas por el océano:
— Ahora me parece buena idea eso del tatuaje
Dijo Alex en un intento de bromear y no hacerlo más duro:
— Demasiado tarde Woods— dijo Olaya con voz quebradiza— ya no da
tiempo
No llorar era misión imposible. Alex esbozó su sonrisa nerviosa y agachó la
cabeza:
— Vente— dijo al final— deja ese trabajo y vente O.
— No puedo estar ahí salvando tu culo cada dos por tres— dijo dándole un
flojo puñetazo en el hombro— debes empezar a madurar.
— Pero no quiero.
Dijo soltando una risita:
— Ni yo, pero no queda de otra.
— Esto no es una despedida permanente O.— le dijo con ojos vidriosos—
volveremos a estar juntas.
— Obvio— dijo riendo Olaya— si no sabes ni atarte los cordones tu solita.
Alex no rio, más bien puso gestó afligido y le abrazó:
— Sin ti— le dijo al oído— yo no hubiera seguido adelante.
Olaya ya había comenzado a llorar como una magdalena:
— Ni yo.
Los meses siguientes fueron duros para Olaya. Comenzó a adquirir
experiencia en la empresa alemana. Aun así, echaba muy en falta a Alex.
Aunque reconocía que esa chica era irritable y una inconsciente muchas
veces. Tenía un gran corazón, herido y oculto tras su armadura de plomo.
Pero cuando se trataba de la gente que amaba, era una autentica Leona y
viceversa.
Estaba progresando y pudo haber llegado alto, en un puesto importante.
Pero la chica siguió manteniendo contacto con el policía que le sacó de su
infierno. Papaíto se escapó de la cárcel. Bien claro dejó que si algún día
salía se vengaría.
Quería poner kilómetros de distancia y consiguió poner un océano. Nunca le
contaría nada a Alex, se hubiera pasado de protectora.

Fin del Flashback

Al final el especialista se dignó en aparecer. Las tres chicas saltaron de la


silla como si les hubieran pinchado en el culo. El traumatólogo era un chico
joven, miró a las tres chicas:
— ¿Quién de ustedes es Alex Woods?
— Soy yo— Respondió rápidamente— soy Alex.
El especialista asintió y comenzó a informar a las chicas:
— La señorita Silva, fue agredida violentamente, fuertes contusiones y
heridas— apretó los labios tratando de dar consuelo— hemos comprobado
que no tuviera nada roto, ni ningún traumatismo craneoencefálico. Por suerte
solo han sido contusiones menos graves.
Las tres chicas respiraron aliviadas, la que más Alex que curvó un poco la
comisura de sus labios y dijo con algo de orgullo:
— Esa es O. una autentica roca ¿podemos verla?
El especialista carraspeo:
— Le ingresaremos en observación esta noche. Pueden acompañarle un rato
— Clara y Ruth intercambiaron miradas sonrientes— me ha pedido que vaya
primero usted, sola.
Como debía sentar eso a Ruth. Entendía que fueran amigas, que se quisieran
como hermanas. Pero ella era su novia, vale que estaba peleadas, pero era
obvio que se querían. Sin embargo, pidió que fuera Alex. ¿Le avergonzaría
verle en ese estado? Alex acompañó al especialista, dejando a las dos amigas
de nuevo en la sala de espera. Ruth se sentó en la silla con los brazos
cruzados:
— Primero la cubre y ahora esto— dijo con cierta decepción— estoy
empezando a sentir celos de Alex, siempre la antepone a ella.
— Han vivido muchas cosas juntas...
— Sé que han pasado muchas cosas juntas, pero ahora se supone que debe de
contar conmigo también— se retiró una lágrima— hasta Alex parece haberse
dado cuenta y te antepone por encima de todo.
— Cariño— le retiró un mechón de su pelo— O. te quiere.
— Sus motivos tendrá Ruth, aún no sabemos que le ha pasado.
— Ni pienso quedarme para averiguarlo.
Dijo con enfado, se levantó para irse, pero Clara le detuvo agarrándole
fuertemente de la muñeca:
— Claro que te vas a quedar aquí— siempre era Ruth quien hacía esas cosas,
no Clara— Olaya nos necesita, cuando Alex salga tú entrarás y dejarás que se
explique.
Alex siguió al especialista hasta la zona de observación. Olaya estaba
consciente sentada sobre la cama, abrazando sus piernas. En cuanto vio
aparecer a su amiga rompió a sollozar. Al igual que Alex, O. apenas lloraba.
Pero aquella noche, volvió a sentirse como cuando era una niña, débil,
vulnerable y desprotegida. Alex, cuan hermana protectora ella, se sentó a su
lado y le rodeó con los brazos:
— Fueron ellos, Alex.
Dijo con sofoco y llorando aún más fuerte:
— ¿Quiénes?
Preguntó sin entender a quienes se referían:
— Mis padres— dijo escondiendo su cara en su pecho, como una niña que
tiene miedo— mi madre, mi padre vinieron buscándome.
Alex rechinó los dientes de pura ira. ¿No podían dejarle en paz? ¿Dejarlas en
paz? El pasado tenía que volver, una y otra vez, con sus fantasmas, con la
gente que llevó a cabo su sufrimiento:
— Mi padre escapó de la cárcel— comenzó a desahogarse— por eso me
vine, huyendo. Pero me encontraron.
— ¿Por qué no me lo dijiste?
Preguntó antes de darle un beso en el pelo e intentando retener la humedad en
sus ojos. Que empezaban a escocer:
— No quería preocuparte.
— O. eres mi hermana— le acarició el pelo— siempre me voy a preocupar
por ti— suspiró— mañana mismo pondré a alguien para que te vigile y que
no vuelva a ocurrir. Llamaré a Taylor y que lo mueva todo para encontrar a
esos hijos de puta.
— Dijeron que se iban— comenzó a negar con la cabeza— se llevaron todo
lo que llevaba encima, la paliza solo fue venganza— miró suplicante a Alex
— quiero olvidarme de ellos, no quiero andar pendiente de si los cogen o no.
Solo quiero seguir con mi vida.
— Si volvieron una vez, podrían hacerlo otra vez O. — dijo con indignación
Alex— al menos deja que te ponga un guarda espaldas.
— Tú madre, Clara y ahora yo— volvió a negar— eso es dinero que pierdes
Alex.
— Me importa una mierda el dinero, solo quiero que estés a salvo— la meció
entre sus brazos— que estéis a salvo, sois mi familia, no existe dinero que
valga.
Olaya se separó para mirar la cara de Alex. No se había fijado hasta el
momento, pero lo cierto es que era todo un poema. Si casi, casi estaban a la
par, solo que los golpes de Olaya estaban recientes:
— Que pintas, das asco— dijo al final riendo un poco— ¿qué te ha pasado?
— Tú fuiste la que me partió el labio— dijo Alex arqueando una ceja— ¿Y
me preguntas que pasó? Salvo la celosa de Nidia— dijo curvando las
comisuras de los labios— todas las demás os pusisteis de acuerdo para
pegarme una paliza por separado. Solo faltó poneros en fila— O. comenzó a
reír más— si al estilo Aterriza como puedas un poco más y me da el panadero
de la esquina también. Por cierto, Ruth colaboró de lo lindo, me pilló hasta el
pie— O. agachó la cabeza— y hablando de la reina de Roma, está a fuera
muriéndose por verte.
— Le mentí.
Su tono de voz sonaba con arrepentimiento:
— Por mi culpa— le dio una palmadita en el muslo— y si fue capaz de
perdonarme, porque Ruth es así de maravillosa, estoy segura que te perdonará
porque te quiere.
Nidia no podía dormir. Debería, había una misión muy importante. Pero era
imposible. ¿Sería por qué se trataba de desmantelar a una de las mafias más
importantes? No, siempre había pensado que era como cucarachas, se
atrapaba una y aparecía veinte. O era porque por casi se había besado con la
agente Fisher.
Estaba en el gimnasio, puñetazo, puñetazo, patada. Se desahogaba con el saco
de boxeo. Ella solo mantenía relaciones esporádicas y siempre fuera del
trabajo. Evitando a policías. La razón, porque si enamorarse ya aturdía y
despistaba, una compañera de trabajo hacía que perdiera concentración,
estaría más pendiente de ella que de la misión. No podía permitirse eso.
Apretó la mandíbula, siguió dando puñetazos y patadas:
— Eres una mujer muy escurridiza.
Nidia no miró, más bien siguió pegando al saco con más fuerza:
— ¿Me está siguiendo agente Fisher?
— Tenemos que hablar.
Taylor estaba detrás de ella con los brazos cruzados, vestida con su ropa de
deporte, en su top ponía FBI, dejando a la vista su ombligo y alardeando de
tez morena, a lo surfera:
— Me parece que no hay nada de qué hablar— puñetazo, patada, puñetazo—
descanse hay una misión mañana.
La morena se puso detrás del saco, para agarrarlo con fuerza, Nidia aun que
ya estaba exhausta no pararía. Taylor desde esa posición podía ver la cara de
la rubia que estaba concentrada en golpear al saco:
— Se te da bien evadir temas, dama de hierro
Nidia paró y clavó la mirada a Taylor, que tenía el pelo recogido con una
coleta, seguía teniendo mechones rebeldes por ambos lados:
— Se te da bien incordiar, mosca cojonera
— ¿me vas a explicar que pasó en el archivero?
La rubia agarró la punta de la camiseta y la levantó un poco para secarse el
sudor de la frente. Joder con lo fácil que es ir a por la toalla. Pero, aunque era,
algo sucio. Mostró su torso musculoso y sudado, haciendo que la camiseta se
pegara aún más al cuerpo, sus pantalones de chándal negro ajustados a sus
piernas largas y destacando sus glúteos. Que conste, lo describo como lo
estaba viendo Taylor, a mí que se me van a ir los ojos, que va tan solo soy la
narradora. Los ojos castaños de Taylor "involuntariamente" recorrieron su
cuerpo sudoroso. Que mierda, tenía que reconocer que esa imagen le había
puesto cachonda. Pillada, no pasó desapercibida para Nidia:
— Pasó que por casi nos besamos.
Respondió así sin más:
— ¿Nos? — preguntó sorprendida— será que por casi me besaste.
— No, la expresión correcta es "nos"— se puso con los brazos en jarra— y al
parecer te quedaste con ganas de ese beso, porque no has tardado mucho en
volver a seguirme.
Taylor chistó con la lengua:
— Te lo tienes muy creído Nidia.
Dijo encaminándose a la zona de las pesas, colocó unas pesas a cada lado de
la barra y se dispuso a hacer ejercicios de press de banca, para ejercitar
pecho. Nidia se colocó detrás por si tenía que ayudarle con la barra:
— Vienes diciendo que hablemos— rio con ironía— la primera en evadir los
temas eres tú bonita.
Se hizo una serie de doce:
— Quita un kilo de cada lado— Nidia quitó un kilo de cada lado de la barra y
comenzó a hacer una serie de once— vale, demos por hecho de que por casi
"nos" besamos.
Dejó la barra en su sitio, se incorporó y buscó con la mirada a la única
persona que se encontraba en ese gimnasio, Nidia:
— No te preocupes— dijo sin más, posicionándose delante de la morena, que
seguía sentada en el banco— no se va a volver a repetir.
— ¿Temes que te guste?
— No, yo no me acuesto con compañeras de trabajo.
— Ya, ahora sí que me ha quedado claro— frunció el ceño— ¿en ese caso
enterramos hacha de guerra?
— Ni lo sueñes, mosca cojonera.
— ¿Ves esto? — dijo señalándose los ojos— es mi mirada de profundo odio
Nidia.
Nidia curvó la comisura de sus labios y comenzó a quitarse el vendaje de las
manos:
— Buenas noches, agente Fisher
— Buenas noches, Nidia
Observó como ésta se iba al vestuario, quitándose el vendaje, se mordió el
labio inferior, ocultando una sonrisa, a la vez que miraba el contoneo de sus
glúteos. Tenía que admitirlo de una puta vez. Nidia le daba muchísimo
morbo. Agitó la cabeza de un lado para el otro.
Después de un buen rato Alex salió. A Clara le costó un mundo convencer a
Ruth de que se quedara, pero al final lo consiguió. La morena se dirigió hasta
Ruth:
— Quiere verte.
— Vaya, ahora si
Dijo poniéndose en marcha, pero enseguida Alex le agarró de la muñeca, le
miraba con preocupación:
— Ruth, O. lo está pasando muy mal— comenzó a sonar suplicante— si estás
enfadada, puedes seguir mañana, pero hoy, necesita apoyo y no que le echen
las cosas en cara.
Ruth agachó la cabeza, cerró los ojos y suspiró antes de contestar:
— Lo sé.
Eso hizo que se ganara una sonrisa de Alex:
— Gracias.
Le soltó y dejó que siguiera su camino, para reencontrarse con Olaya. Alex se
dejó caer en una de las sillas de la sala. Estaba echa mierda. Seguía con la
absurda teoría de que, por unos minutos de felicidad, algo que lo jodiese
todo. Clara se sentó a su lado y le dio la mano. Dibujo media sonrisa, porque
Clara estaba ahí, después de todo estaba ahí. Miró su mano, fijándose que en
ningún momento se había quitado ninguno de los anillos. Ni el del trisquel, ni
el anillo de boda. Alzó su mano y con cariño besó las alianzas:
— Es tarde— comenzó a decir Clara con dulzura— Olaya está en compañía
de Ruth ¿por qué no vamos a casa y duermes un poco?
— A casa— dijo mirando con ojos vidriosos— ¿significa que vuelves?
— Unos dichosos tickets de IKEA me recordó que también es mía.
Alex se apoyó en el respaldo, solo para mirarle más de cerca y regalar una
caricia en su mejilla. Esos ojos azules, esos malditos ojos azules, derretía
acuda resquicio de su ser. Clara le hacía recuperar una mota de inocencia
perdida, cada vez que le miraba, lo representaba, de ahí su puta obsesión de
mantenerla en burbujas de inocencia. Olaya era su fuerza, representaba su
lucha:
— ¿Sabes cómo nos conocimos realmente? Olaya y yo— comenzó a contar,
Clara negó con la cabeza— yo era una cría muy toca pelotas en el centro
psiquiátrico— curvó la comisura de sus labios— tenían que ponerme sola en
una habitación porque siempre me peleaba con todas.
— Tengo entendido que con Olaya también.
— Sí, pero no nos quedó más remedio que compartir cuarto, todas las demás
estaban ocupadas, fue cosa del Hado, Fátum o Sino, como quieras llamarlo,
puro destino— entrelazaron sus dedos de las manos— porque al final
nuestros engranajes hicieron clic, la historia de O. es parecida a la mía. Niñas
malas.
Clara hizo un mohín:
— Quieres dejar de decir eso, niñas malas.
— Suena peor decir putas.
Alex se encogió de hombros al ver la expresión que puso Clara:
— Las cosas como son Clara, fuimos esclavas sexuales, es algo que no se
puede ignorar, forma parte de su pasado y del mío. Es fácil señalar con el
dedo, dicen la palabra "puta" las hay quien ejercen por voluntad propia, pero
no hay que engañarse, mayoría de ellas están en contra de su voluntad,
porque las amenazan, las engañan, las explotan y, sin embargo, la gente paga
y los que no, se piensan que lo hacen por gusto. Prefieren ignorar que hay
gente cruel, que trata a la mujer como mercancía.
— Lex... — comenzó a decir juntando su frente— forma parte de su pasado,
de tú pasado. Salisteis adelante gracias a que os encontrasteis. Le agradeceré
eternamente que te cuidase y que te trajese de vuelta a mí. Vámonos a casa,
mañana regresamos.
Alex echó la cabeza hacia atrás abatida:
— Mañana...— se miró el reloj de pulsera, se corrigió— en unas horas tengo
una reunión con Maurice en la empresa.
Clara se levantó y tiró de Alex para que hiciera lo mismo. Caminaron hasta
fuera del hospital agarradas de la mano:
— El presidente de Technology Wiyatt con la presidenta de Industrial
medical Woods, una reunión rara ¿No?
— Rara no sé— dijo abriendo la puerta del copiloto para que entrara Clara—
incomoda un rato. William va a estar presente.
— Familia Wiyatt reunida, pagaría por verlo.
Alex montó en el coche y encendió el motor, dibujó una sonrisa con cierta
malicia:
— Puedes venir, después de todo es tú cuñado.
— Ni de coña, más drama familiar.
Nidia terminó de ducharse y de vestirse. Tenía su propia taquilla personal, así
que dejó las cosas de aseo ahí y agarró la mochila, con la ropa sudada y la
toalla para llevarla a lavar. El rato que había mantenido la charla con Taylor,
esa mujer no hacía más que ponerla nerviosa. Abrió la puerta del gimnasio
para irse cuando se topó de cruces con la chica de sus pensamientos. Estaba
apoyada en el marco y la miraba fijamente:
— ¿Qué haces ahí?
Preguntó ceñuda. Un Misisipi, dos Misisipi, que enciendan los fuegos
artificiales, Taylor Fisher acortó distancias con decisión y le plantó un buen
beso. Para nada insípido, uno muy húmedo y salvaje, tan así que dejó
sorprendida a Nidia. Se pudo contar diez misisipis. Cuando se separó tiró de
Nidia para que saliera del vestuario y poder entrar ella:
— Pero ¿Qué?
Preguntó aun estupefacta, Taylor dibujó una sonrisa picarona:
— Tú estabas dispuesta a quedarte con las ganas del beso, yo no— alzó una
ceja— buenas noches Nidia.
Pum, cerró la puerta del vestuario en sus narices. Nidia pestañeó un par de
veces sorprendida, aunque acabó reaccionando, agachó la cabeza sonriente y
antes de girarse para irse, susurró:
— Buenas noches, mosca cojonera.
Capítulo 58 - Tic – Tac
Ruth, la antigua Ruth se hubiera acercado dando cuatro zancadas y le
hubiera dado una buena bofetada. Sin embargo, dio cuatro zancadas hasta
Olaya y la rodeó con sus brazos fuertemente:
— Cuando me llamaron, pensé que me iba a dar algo.
Le dijo pegando los labios en el oído y reteniendo la humedad en los ojos.
Olaya cerró los ojos disfrutando de aquel abrazo, ya sonriente:
— Ruth, perdona— dijo acariciando su espalda, para reconfortarle— no
quería mentirte
Ruth se separó un poco para mirarle a la cara y darle un beso en la mejilla:
— No hablemos ahora de eso— dijo con ternura— ¿dime que ha pasado?
Olaya en un intento de no preocupar a Ruth, lo camufló con un poco de
humor negro:
— Tus suegros me hicieron una visita, ya sabes dramas familiares.
— ¿No estaban en la cárcel?
Preguntó sorprendida. Ya sabía de su pasado, las razones por las que acabó
en el centro psiquiátrico y como conoció a Alex. En ese sentido O. nunca le
había ocultado nada. Puesto que la diferencia entre ella y Alex, es que Ruth
nunca se vio involucrada en su trauma, esa chica se había convertido en un
apoyo muy importante en su vida. Y siempre que había habido mentiras de
por medio era por proteger a Alex. Cosa que no ocurriría nunca más, ya que
ésta le dejó claro a Alex que no lo volvería a hacer y Alex, le dijo que nunca
más le volvería a pedir una cosa así. Al parecer ambas amigas aprendieron la
lección:
— Mi padre escapó de la cárcel— se encogió de hombros— y mi madre
cumplió con su condena ya que le pusieron menos años.
— O. Lo siento.
Olaya curvó la comisura de sus labios. Esa era la diferencia de una amiga
a otra, a pesar de haber sufrido Olaya intentaba mirar para adelante, mientras
que Alex siempre estuvo estancada en su dolor, cuando apareció Clara
pareció a dar pasos al frente, pero sin dejar de mirar atrás. Solo esperaba que
dejara de hacerlo:
— No tienes culpa de nada.
— Sé que no mentiste con mala intención, Alex intentaba proteger a Clara y
tú a tu amiga.
— Aun así estuvo mal.
— Descansa— acabó diciendo Ruth empujando a Olaya para que se tumbara
en la cama— Mañana si todo sale bien, te darán el alta.
— Que atenta— dijo curvando la comisura de sus labios, sin dejarle de mirar
con ojos brillantes— seguirá consintiéndome por la mañana, Reyes.
— No te acostumbres.
Dijo sentándose a su lado, manteniendo sus manos agarradas.
¡Hado! Sonó un clic, poniendo en marcha los engranajes del destino. Tic
tac, tic tac y no era un reloj de cuco. Apenas habían dormido un par de horas,
pero fue la mismísima marmotilla quien se incorporó con un presentimiento
horroroso, a su lado estaba Alex, totalmente desfallecida, después de la mala
noche que pasó. Sin hacer ruido e intentando no despertarle, miró la pantalla
de su móvil, por si había llamado Ruth o enviado un mensaje. Nada, se volvió
a tumbar y mirar al techo. Tic tac, tic tac. ¿Qué era eso que sentía en su
estómago? No lo sabía, solo que le entró la absurda idea de que Alex no
debía ir a esa reunión con su padre y William.
Suena una alarma, esta vez sí es audible al oído humano. La morena debía
levantarse para ir a la dichosa reunión. En la empresa, ni más ni menos.
Absurdo, en cuestión de poco tiempo dejaría de ser suya. Alex paró el
despertador con mala gana. Con lo que le encantaba dormir y ahora no había
día que parase. ¿Pero cómo había llegado a eso? Cambió de lado, quedando
cara a cara con la mujer que había a su lado, ahora sabía la respuesta, todo lo
que hacía era por Clara. Alex dibujó una sonrisa, sin embargo, Clara parecía
algo inquieta:
— No quiero que vayas a esa reunión.
— ¿Queriendo acapararme para ti solita? — dijo con tono jocoso— no
tardaré te lo prometo.
— No se trata de eso, Lex— dijo con preocupación— no tengo buena
sensación. Como si algo va a pasar.
— Clara— se acercó para rodearle con el brazo— es normal que estés
nerviosa, lo de Olaya— se humedeció los labios— cariño no va a pasar nada.
Solo será ir a la empresa y volver— le agarró del mentón para fijar su mirada
— después vamos a ver a Ruth y a O. ¿Te parece bien?
Clara se abrazó más fuerte y escondió el rostro en su pecho. Echaba de
menos estar así con Alex. Sentirse protegida rodeada con sus brazos. Hado,
fátum, sino o destino, se sentía como un juguete movida por hilos, siempre
chocando con la mujer que le estrechaba los brazos, hilos que se enredaban
cuando tan solo eran infantes, estaba dejando de creer en las casualidades:
— Tengo miedo— acabó diciendo, aun refugiada en su pecho— no quiero
que te pase nada. Ruth y tú sois mi familia.
Alex chasqueo con la lengua y le obligó a que le mirara:
— Todo es por mi culpa— dijo con arrepentimiento— te he metido ese
miedo con mi puta impulsividad, lo siento Clara.
Clara acercó su rostro al de Alex, para iniciar un beso, delicado, una danza
húmeda, primeros pasos básicos, los labios deben estar en contacto,
acariciándose despertando en aquella zona las terminaciones nerviosas con
grandes descargas eléctricas, después entra en juego la lengua, una batalla
sensual, como el tango, pura pasión y fuego que despierta cada centímetro de
la epidermis. Las yemas de los dedos quisieron tomar parte en aquel
momento, Alex se separó unos centímetros, ojos oscurecidos, dilatados y con
cierta parte de su anatomía pidiendo a gritos ser complacida, aun así, cogió
aire:
— Clara enserio me tengo que ir.
No era la única con pupilas dilatadas, tres días sin Alex, el casquete en el
tobogán interrumpido no contaba. Que su suegro esperase y que le jodiesen a
William, la última vez que le vio se había comportado como un capullo.
Clara le empujó quedando boca arriba y se colocó a horcajadas encima de
Alex, que sin mediar palabra se quitó la camiseta, quedando semi desnuda.
Ojos verdes más oscurecidos, tragó saliva y con mirada lasciva comenzó a
recorrer cada curva de su cuerpo:
— O— comenzó a titubear— puedo retrasarme un poco.
Soñaba si Clara iba a dejar de estar encima, soñaba si pensaba que iba a
seguir llevando el ritmo. La rubia no se lo podría nada fácil. No se
desnudaron lentamente como en otras ocasiones, disfrutando de aquel acto
erótico, descubrir cada centímetro de piel como si de un bombón se tratase.
Se desnudaron con hambre, más bien fue Clara quien se encargó de
desprenderse de cada trozo de tela que sobraban en esos momentos. Alex
quiso rodar para quedar encima, pero la rubia le agarró con firmeza las
muñecas y le miró con determinación:
— No— negó con osadía, Alex alzó una ceja y trató de forcejear, pero Clara
se mantuvo firme— No.
— Clara…— la rubia interrumpió lo que iba a decir besándola con más
pasión, atrapando su labio inferior. La cara de Alex ya no estaba hinchada,
pero seguía teniendo los morados y el corte, que se abrió un poco cuando tiró
y succionó— joder, más cuidado.
Dijo pasando la lengua un poco por el corte, saboreando el óxido y sal de la
sangre. Soltó una de sus muñecas solo para acariciarle el labio con el dedo
gordo, más suave volvió a besarle. Alex dejó de forcejear, pasó su mano por
detrás de su nuca y atraerla e intensificar su beso. Lleno de fuego y
posesividad, arrancándole un gemido, muy femenino por parte de Alex, nada
de gruñidos, de los gruñidos se encargaba Clara. Puso su muslo en la
entrepierna de la morena, ejerciendo presión y fricción, humedeciendo más la
zona:
— ¿Se puede saber qué te pasa? — Preguntó echando la cabeza hacia atrás
cuando sintió los labios de Clara en su cuello— estás muy agresiva.
— Está claro— comenzó a contestar a la vez que estimulaba uno de sus
senos, robando otro gemido por parte de la ojiverde— me dijiste que podía
tomar de ti lo que quisiera, eso hago.
— ¡Joder!
Dijo arqueando la espalda cuando la rubia, de una forma
sorprendentemente ruda y muy poco común en ella, le penetró con dos dedos,
sus labios seguían recorriendo cada centímetro de su cuello:
— Pero a la hora de la verdad nunca me dejas— tenía la misma dulzura que
tuvo Alex cuando se la folló por segunda vez en la cocina cuando vivía con
William, dentro fuera, dentro fuera, a cada vez más sonoras los
deslizamientos al interior debido a la humedad— hoy tomare de ti lo que
quiera.
Los jadeos de Alex cada vez se hacían más sonoros, sobre todo cuando
sentía la presión en el punto más placentero. Enredó los dedos largos en sus
cabellos rubios, solo para mantener fijas sus miradas, gimiendo casi en sus
bocas. La morena acarició sus labios con la lengua de forma erótica, antes de
atrapar su labio inferior. Sin piedad, dentro, bombeo, fuera, dentro buscando
profundidad, bombeo como haciendo el llamamiento al puñetero orgasmo
que se acumulaba en su pelvis:
— ¡Joder! — todo su cuerpo comenzó a entrar en tensión, aprisionando sus
dedos— Clara, ¡ahh!
Explotó mientras terminaba por clavar las uñas en la espalda de su mujer,
que cerró los ojos y gimió excitada, ante aquel dolor placentero. Alex de
nuevo quiso rodar para quedar encima y ser la que disfrutase de Clara, pero
de nuevo le detuvo:
— No.
Alex frunció el ceño, no le dio tiempo a decir nada más cuando comenzó a
gatear, hasta posicionarse de rodillas sobre su rostro… toma ya WanVesta
dale caña… que diga Alex abrió los ojos como platos, contemplando aquella
parte de su anatomía tan apetitosa. Clara le agarró del pelo sin importar hacer
daño y ale, a desayunar jugo de la señorita Price. La ojiverde complacía a
Clara con su lengua. Como ella bien sabía hacer, en ningún momento cerraba
los ojos, contemplando los gestos y el contoneo que hacía su cuerpo,
gemidos, el orgasmo llega, llega, se retuerce, famosa llave de piernas
aprisionando a Alex, que rápidamente dijo algo que no se le escuchó, ya que
estaba presa entre los muslos de una rubia muy sudorosa:
— Me asfixias Clara— dijo cuándo pudo liberar su boca— voy a tener que
ponerte el gato del coche entre las piernas para evitar estas cosas, joder la
vagina de la muerte te voy a llamar.
Clara rompió a reír, a la vez que se desplomaba a su lado. Que liberación de
estrés, sentía su cuerpo como si hubiera quitado un gran peso de encima:
— Perdona, intentaré contenerme la próxima vez.
— Ni sueñes que te voy a permitir follarme todos los días— se incorporó un
poco de lado, con una mano se echaba su larga melena hacia atrás, mientras
que con la otra se apoyaba en la cama— esto ha sido un caso aislado y
eventual.
Clara amplió su sonrisa:
— De algún modo he conseguido dominarte una vez— comenzó a acariciar
una de sus largas piernas— lo volveré a hacer.
Alex negó con la cabeza sonriente, miró por encima el reloj de la mesilla,
haciendo que saltase de la cama como un relámpago:
— Llego tarde— en lo que caminaba hacia el baño— joder, me he corrido
tanto que el chichi me hace chiribitas
Clara carcajeó más fuerte y gritó para que le escuchase:
— Puchiii eres una ordinaria
Alex asomó la cabeza por la puerta del baño:
— ¿Cómo me has llamado?
— Puchita.
Alex hizo un mohín:
— Vuélvete a dormir marmotilla.
A penas había conseguido pegar ojo y eso que se había machacado en el
gimnasio la noche anterior. Eso estaba mal, esa noche iba a participar en una
de las redadas más importantes de toda su carrera. Sin embargo, aquellos
malditos labios habían conseguido nublarle la vista. Todo el departamento del
FBI estaba como locos. Nidia estaba de camino a su escritorio, cuando acabó
desviando su destino hasta el despacho de Allie:
— ¿Algún problema agente?
Preguntó Allie en el momento que Nidia solicitó mantener una charla:
— La agente Taylor Fisher y yo no conseguimos llevarnos bien, todo puede
ser que su rebeldía eche a perder la misión, solicito que le releven del caso.
— Eso no va a ser posible Nidia
Esta vez, Allie no habló como su superior, más bien como su amiga. Ya
que ambas se conocían desde que prácticamente Nidia entró en el cuerpo del
FBI:
— ¿Puedo preguntar por qué?
— Por favor— dijo Allie sentándose en su silla— puedes que engañes al
resto de tus compañeros— se cruzó de piernas— pero a mí no. Llevo
observando como os comportáis, sobre todo tú.
— No vayas por ese camino Allie.
— Desde que Monroe murió— Nidia miró hacia un lado, no esperaba que
sacara el tema— has estado de flor en flor.
— Te voy a pedir que no saques el tema de Monroe— dijo entre dientes—
por favor Allie.
Allie se levantó y se puso enfrente de Nidia, apoyando la mano en su
hombro:
— La agente Fisher, puede que sea…
— No— dijo apartándose y a caminar de un lado para el otro— mira que
estoy haciendo Allie, por el amor de Dios, debería estar a fuera preparándolo
todo y sin embargo te estoy pidiendo que le retires del caso— se sentó en una
silla y se llevó una mano a la cabeza— en todo caso, es demasiado temprano,
me niego a olvidar.
— ¿Temprano? — Preguntó sorprendida— han pasado años.
— Era mi mujer y está muerta.
— Y yo su hermana. Deja de culparte, por una muerte que nadie pudo evitar
— se sentó enfrente— ¿Crees que le gustaría verte así? ¿Sola?
— No voy a cometer el error de enamorarme de una agente.
— Para venir y pedirme que le retire del caso— dijo más seriamente— lo
siento Nidia, pero ya estás enamorada— se levantó— y ahora hablándote
como tú superior, te doy a elegir, tú te quedas en el furgón dirigiendo todo o
lo hace Taylor y tú ocupas su lugar.
Nidia se levantó a regañadientes:
— Seré yo quien guíe al primer grupo. Que ella se quedé de centralita.
— La agente Fisher es un gran operativo, Nidia. Deberías tener más fe y si
no, admite una vez por todas lo que sientes, porque está noche prefieres
correr dirección al peligro solo para que esté a salvo.
— ¿Eso lo dice mi superior? O ¿mi cuñada?
— Alguien que te quiere como a una hermana.
Nidia asintió seriamente y salió del despacho.

Romero entró al despacho de Patrick con el teléfono en la mano. Al igual


que el FBI estaban nerviosos. El empleado del señor Woods también. La
reunión era esa noche, y había escogido una casa a las afueras. Lo cierto es
que Patrick estaba más emocionado:
— Señor— llamó su atención— han llamado diciendo que está todo
preparado para la noche. También están comenzando a llegar todos los
cabecillas de Europa.
Patrick sonrió satisfecho:
— Muy bien, les invitaré a una copa de bienvenida.
Romero carraspeó:
— Sobre el asunto de Alex— eso le llamó muchísimo más la atención— se
puede llevar a cabo hoy.
— Eso me congratula— dijo carcajeando— que mejor día, la puta del FBI
debe de estar ocupada por lo de esta noche— se sentó en su sillón— esto
debe de ser cosa del destino, que nos sonríe de una puta vez. Si, da luz verde
y enciende los noticieros, quiero ver cuando lo emitan.
¡Sino! Otro clic, el movimiento de otros engranajes más grande. Tic Tac,
Tic Tac. Ahora no era Clara la que tenía un mal presentimiento. Alex Woods
sintió un sentimiento, algo angustioso en lo que se encaminaba a la sala de
reuniones. Era un encuentro privado. Vaya la primera vez que iba a estar
padre e hijos. En cuanto entró, Maurice sonrió orgulloso, todo el efecto
contrario obtuvo de William:
— Perdonar el retraso— dijo entrando con zancadas decisivas— he pillado…
— dijo pensando sobre la marcha— atasco.
William alzó una ceja. Sabía que Alex no vivía muy lejos de la empresa,
no le engañaba y más cuando llevaba un muerdo que parecía muy reciente:
— Señor— dijo Maurice levantándose con preocupación— ¿qué te ha
pasado?
— ¿Esto? — se señaló en la cara— nada me he caído de la cama.
— Claro— dijo con amargor William— vamos al grano, algunos sí que
trabajamos.
La primera pulla por parte de Will:
— William— dijo Maurice seriamente— contrólate, es tu hermana.
— No es mi hermana…
— No es mi hermano…
Dijeron los dos a la vez. Alex indicó a Maurice que se sentara de nuevo,
mientras que ella hacía lo mismo sentándose presidenciando la reunión.
Echaría de menos eso, lo cierto es que se sentía con cierto poder:
— ¿A qué se debe esta reunión “familiar”?
Añadió la morena a la vez que hacía el gesto de las comillas con los dedos:
— No te va a llevar mucho tiempo— decía Maurice mientras comenzaba a
sacar unos documentos de su maletín— no pude dejar de preocuparme
cuando dijiste que vendías la empresa.
Alex frunció el ceño, el mal presentimiento seguía teniéndolo, pero también
intuía que, lo que le iba a proponer Maurice Wiyatt no le iba a gustar, más
viendo la cara de William. En su fuero interno quería salir echando ostias de
ahí. Menuda relación fraternal, parecía que nunca se llevarían bien:
— Te quiero proponer varías opciones— explicaba, algo esperanzado— una
asociación de ambas empresas o que vendas esta y pases a trabajar para
Technology Wiyatt.
— No quiero ni lo uno, ni lo otro.
Dijo al final un poco cortante. William se levantó de la silla irritado:
— ¿Ves? — señalo a Alex con una mano— te dije que iba a ser absurdo
venir aquí.
— Alex— comenzó a suplicar Maurice— lo hago para que tengas las
espaldas cubiertas. Si puedes tener mucho dinero ahora, pero no dura
eternamente.
— Tengo lo suficiente para vivir modestamente lo que me queda de vida—
apoyó los codos sobre la mesa de madera— no necesito tú dinero.
— ¿Y tus hijos? — siguió diciendo su padre— Al menos para que los hijos
que tengáis vivan con algo de tranquilidad económica. Bueno— siguió
añadiendo— estoy moviéndolo todo para cambiar mi testamento.
— ¡Ja!— dijo William dándoles la espalda y mirar por la ventana— lo que
me faltaba por oír.
Esto último lo susurró:
— Puedo trabajar sin necesidad de pedirte ayuda y mucho menos quiero que
me añadas en ningún testamento.
Maurice se llevó la mano a su tabique nasal:
— Eres igual de cabezota que tu madre— le entregó los documentos— no
quieres la sinergia muy bien, ¿quieres trabajar? Ahí tienes un contrato para
trabajar con Technology Wiyatt.
— ¿Y para esto ha tenido que venir este?
Dijo señalando con la cabeza a William. Que rápidamente se giró molesto:
— Este tiene nombre.
— Ya basta los dos.
Saltó Maurice imponiéndose u ejerciendo como padre con sus dos hijos.
Como le hubiera gustado que sus dos hijos se llevaran bien. Pero si ya de por
sí, no eran los mejores amigos, con Clara en medio. Difícil era que tuvieran
una relación cordial:
— William posee gran parte de las acciones de la empresa, necesito su firma
si llegas a elegir la asociación.
— ¿Pero te estás escuchando? — dijo riendo Alex— ¿Qué narices tiene que
ver la mierda con comer trigo? — Cuando vio la expresión de los dos— ¿Qué
tiene que ver los ordenadores y cosas de esas con los medicamentos?
— Existen la sociedad mercantil, Alex— ahora Maurice dejo a un lado su
faceta como padre para hablar como un empresario— es muy sencillo,
William seguirá a cargo de Technology Wiyatt y tú de Industrial Medical
Woods, a cambio de seguir manteniendo el funcionamiento y evitar otro
despido masivo, parte de las ganancias irán para Technology Wiyatt. ¿Te
parece más justo eso?
Le estaba asegurando que sus empleados seguirían manteniendo los
puestos. Eso ya hizo planteárselo mucho. Había dejado claro que quería
empezar de nuevo:
—Creo que voy a pensármelo— dijo mirando los documentos y ya de paso
consultaría con un abogado, ya no iba a cometer el error de firmar nada—
¿puedo?
— Por supuesto.
Dijo Maurice sonriente. Al menos había conseguido plantar la semilla de la
duda:
— Ahora— Alex se levantó con los documentos en la mano— tengo que
irme, tengo cosas que hacer.
Como era visitar a Olaya, esperaba que saliese del hospital ese mismo día.
¿Era por eso que tenía mal presentimiento? Si hubiera pasado algo, Ruth ya
le hubiera llamado a ella o a Clara. Los tres bajaron por el ascensor.
Momento incomodo, hasta que bendita llamada de Taylor, que interrumpió
aquel momento tan tenso, más bien por parte de ambos hermanos. Maurice
estaba encantado:
— Dime que es una buena noticia agente Fisher.
Taylor soltó una pequeña risita:
— Seguro, adivina a quien puedes ir a ver una vez a la semana.
Alex sintió que su corazón le amarilleaba fuertemente:
— Aden.
Terminó por decir con emoción. Maurice se giró en el momento que
escuchó el nombre del crio:
— Si, quédate con la dirección para que puedas ir cuando quieras, solo di que
vas de parte de Allie.
— Muchísimas gracias— soltó una carcajada— diría que le debo una a Nidia,
pero por el puñetazo, creo que quedamos en paz.
Los tres salieron del ascensor. Maurice iba delante, William y Alex detrás.
No quería que su padre les escuchara, pero al parecer Will, si quería mantener
una discusión con su hermana. Cuando Alex colgó el teléfono totalmente
sonriente. Le agarró del brazo, parando en la entrada de la calle y le susurró:
— No vas a firmar ningún documento.
Alex emitió un bufido, mirando al hombre que estaba delante. Había sacado
su móvil:
— No eres quien para decirme lo que he de hacer, William.
Achicó los ojos, una moto en marcha se acercaba, el motorista se metió la
mano en la chaqueta y… joder eso era una puta arma:
— ¡AL SUELO!
Gritó Alex, el motorista, sin cesar la marcha. PAM, PAM, PAM.
Capítulo 59 - Incentivo
Clara estaba muy a lo ama de casa, ropa informal, pañuelo en la cabeza,
quitando polvo a la vez que escuchaba el noticiero. Aunque la mayoría del
tiempo estaba sumergida en sus pensamientos o tarareando alguna canción.
Hasta que escuchó algo que le llamó la atención. Miró la televisión y subió el
volumen. Estaban emitiendo desde la empresa de Alex. Fue cuando le dio un
vuelco el corazón.
Los terribles acontecimientos enfrente de la empresa Industrial Medical
Woods, cuando un motorista arremetió disparando a la presidenta de la
empresa Alex Woods. Nos han informado que del tiroteo… la presentadora se
llevó la mano al pinganillo… salió al menos un herido…
No quedó más tiempo escuchando. Rápida y fugaz apagó la televisión y
fue en busca de su móvil, que estaba en la mesilla de la habitación. Tenía
siete llamadas perdidas, dos de Ruth, uno de Olaya otra de Alice y dos de
Alex. Ver las llamadas de Alex era algo alentadoras, aunque no le quitaba del
todo la angustia. Rápidamente le Dio a devolver la llamada. Primeros tonos,
no contestaba ¿por qué narices tardaba en contestar rápido? Agarró su bolso y
de nuevo pillo la primera llave que pilló. Tenía que comprarse un coche más
normalito y dejar de usar los de Alex. Últimamente siempre había ido
escoltada por Henry, obviamente no iba a esperar a que éste fuera a buscarle.
De nuevo intentó llamar, cuando ya en el segundo intento Alex contestó:
— ¡Alex! Acabó de ver las noticias ¿estás bien?
Apretó el botón de abrir, para ver de cual era, del BMW:
— Sí, estoy bien— la voz de Alex parecía inquieta también— estamos en
Oregón State Hospital-Portland
— Enseguida estoy ahí.
Dijo mientras montaba en el coche y lo ponía en marcha. Ajustó el asiento,
los espejos y salió como alma que llevaba el diablo hasta el hospital. Era el
mismo en el que estaba Olaya, razón por la que se enteraron las primeras.
Clara, no había conducido muchos coches lujosos y menos que fuesen
rápidos. Pero tenía claro una cosa, los odiaba, con nada que pisaba el
acelerador ya sobrepasaba los 110 km/h, una auténtica pesadilla, no entendía
como a Alex si le gustaba, ya, su afición por el peligro. Pero resultó
beneficioso para llegar antes.
No habían pasado ni diez horas cuando salieron de urgencias cuando ya
estaba de nuevo ahí, ahora entendía porque había tenido toda la mañana mal
estar, su intuición no le había fallado, sabía que iba a ocurrir algo malo. Entró
como una exhalación a la sala de espera. Ruth y Olaya ya estaban presentes y
William, un momento ¿William? Bueno, que más daba eso, Clara corrió a
abrazar a Alex, que espantosamente estaba llena de sangre. La morena
Respondió a ese abrazo, temblorosa:
— Estábamos en la puerta cuando comenzaron a disparar— comenzó a
responder con un hilo de voz— yo estaba unos metros más atrás, intenté
avisar que se pusiera a cubierto, pero fue demasiado tarde.
En esos casos cualquier agente tomaría declaración. Pero en cuanto supo de
la noticia, Taylor se prestó para encargarse personalmente. Había vivido
mucho con Alex, en ocasiones le pareció de lo más irritante, pero quisiese o
no, ya le había cogido mucho cariño. Aunque en un principio Nidia puso
pegas:
— Tenemos que estar preparándonos, en unas horas salimos— dijo
deteniéndola cuando estuvo a punto de montar al coche— no puedes estar en
todo, Taylor.
— Yo no tengo el corazón de piedra Nidia— dijo plantándole cara— me
gusta mi trabajo, sí y quiero ser la mejor, no antepongo el amor al trabajo,
pero si mis amistades. Alex es mi amiga.
Terminó de decir aquello, bordeó a Nidia y montó en el coche. La rubia
gruñó con disconformidad, aun así, acabó subiendo como copiloto. Taylor no
dijo nada más, aunque con disimulo dibujó una sonrisa. Nidia, quería
aparentar muchas cosas, pero la tensión estaba ahí, la morena ya dio el primer
paso y aunque parecía reticente, esperaba que ella diera el siguiente.
Enseguida llegaron al hospital donde llevaron a Maurice Wiyatt. Ya sus
compañeros habían tomado las primeras declaraciones. Pero era su caso y
Patrick Woods su objetivo, no pararía hasta verle entre rejas. No como
merito, si no, porque hizo una promesa:
— Por cierto— comenzó a decir Nidia en lo que Taylor buscaba
aparcamiento— no te lo he dicho, pero ya no te harás cargo de dirigir al
primer equipo de asalto.
— ¿Qué? — Preguntó sorprendida— ¿Por qué?
— Te quedarás como centralita.
— ¿Cómo el puto ojo de Sauron? — Dijo con desavenencia— no, quiero
atrapar a ese hijo de puta personalmente.
— Son ordenes de Allie.
Taylor encontró un sitio y se dispuso a hacer las maniobras de
estacionamiento. ¿Por qué tenía la sensación de que no había sido decisión de
Allie? Hasta ese mismo día estaba muy segura de que se encargara ella, no
Nidia. Apagó el motor y miró a su compañera con los ojos entrecerrados:
— ¿Has sido tú quien ha solicitado el cambio?
— Soy una mujer de acción— dijo encogiéndose de hombros— Finigan o tú
teníais que hacer de Sauron.
Pero que frikis sonaban haciendo mención al villano del señor de los
anillos. Nidia salió del coche, dispuesta a entrar en el hospital, cuando esta
vez, fue la propia Taylor la detuvo para mirarle seriamente:
— ¿Por qué yo y no Finigan?
— Es lo que te ha tocado, agente Fisher— hizo gesto con la cabeza,
señalando al hospital— vamos, tenemos el tiempo limitado
De nuevo le agarró de la muñeca para que parase:
— Le doy mil vueltas a Colman— dijo entre dientes— lo sabes, dudo mucho
que Allie le haya elegido antes que a mí.
— Pero así ha sido.
— Dime que no has tenido nada que ver en esto. Te puedo pasar muchas
cosas— dijo apretando la mandíbula— pero no irrumpas con mi trabajo.
Nidia se soltó de su agarre, parecía impasible a su comentario:
— Ves agente Fisher— se cruzó de brazos— por esa razón no tendría nada
con una compañera. Te juegas la vida a diario.
— Tú también y no voy jodiendote las misiones.
— Tranquilízate, después de que atrapemos a Patrick Woods solicitaré el
traslado, será la última vez que trabajemos juntas— antes de ponerse en
marcha— y la última vez que me veas.
Taylor se puso en marcha de nuevo. Pero con unos sentimientos de lo más
desconcertantes, estaba dolida, en un principio por haber sido relevada del
puesto, ahora no estaba segura si era porque le tocaba chupar de banquillo o
porque sería la última vez que trabajaría con Nidia.
Alice llegó a los segundos de llegar Clara. Se estaban juntando ciento y la
madre. William ya estaba soportando mucho. Primero, a Alex quien le quitó a
su prometida, también le culpaba que por su guerra con Woods su padre se
había convertido en una víctima colateral, para colmo luego tuvo que ver
como Clara y ella se andaban abrazándose, ya, tener que soportar a la amante
de su padre, era demasiado. Por culpa de ellas, sus padres se estaban
divorciando:
— Aquí el único familiar de Maurice soy yo— dijo reventando— ¿qué coño
hacéis aquí?
— Tranquilízate…
Dijo Alex mirándolo fulminante:
— ¿Qué me tranquilice? — dijo riendo con ironía— aún estoy haciéndome a
la puta idea de que mis padres se están divorciando y que tú seas la bastarda
de mi padre— Clara agarró fuertemente a Alex para que ésta no saltara—
aquí debe estar mi madre, sin embargo— señaló a Alice— esa puta se cree
con más derechos ahora que se sabe toda la verdad.
Ya no servía mucho el agarre de Clara. La morena se cegó por completo y
arremetió contra su medio hermano. Como hizo la otra vez que se
enfrentaron, éste quedó en el suelo protegiéndose de los golpes que no
cesaban de impactar contra él:
— ¿Cómo has llamado a mi madre?
Todos los presentes intentaron separarles, pero era imposible. Cuando se
trataba de defender lo que era suyo, Alex Woods no pensaba con claridad.
Por suerte recién llegaron las agentes, expertas en situaciones como aquella
consiguieron separarlos:
— ¡Alex para!
Dijo Taylor reteniéndole fuertemente por la espalda. Alex tardó un poco en
dejar de luchar:
— Eres una salvaje.
Sonaba quejumbroso mientras intentaba incorporarse. Alex iba a hablar de
nuevo. Pero fue la misma Clara quien saltó:
— ¿Y tú? te estas comportando como un capullo.
William miró dolido a su ex prometida:
— Tú la descarada que me partió el corazón— se sentó en la silla, llevándose
una mano al costado— no me miréis como el malo, estoy en mi derecho de
querer odiaros— dirigió otra mirada airada a Alex— te odio.
— Ya vale— Nidia era una extraña ahí, salvo a Alex no conocía a nadie—
hemos venido a tomar declaraciones— dijo esta vez dirigiéndose a Alex, aun
retenida por Taylor, los ojos de Nidia quedaron fijos en sus manos— que sea
rápido, tenemos otros asuntos que atender.
Taylor se percató de aquella mirada puesta en sus manos, puestas sobre el
cuerpo de Alex y no era la única. Si las miradas matasen, en esos instantes
estaría muerta, porque Clara estaba dando miedo y Ruth, como apoyo
también le estaba fulminando. En cero coma, soltó a la morena, que se puso
al lado de su madre e hizo un gesto que le dejó estupefacta, darle un beso en
la mejilla. Hasta Olaya pareció quedar sorprendida:
— Primero tomaremos declaración al señor Wiyatt.
— Señorito— dijo con amargor— no estoy casado, mi ex prometida decidió
irse con mi media hermana
Ruth ya irritada:
— Oh vamos niño llorón— se puso con los brazos en jarra— ya han pasado
casi cuatro meses supéralo de una puta vez.
— ¿Queréis parar ya? — Dijo Nidia estresada— jauría de salvajes. Ya he
dicho que tengo prisa y si no estáis por la labor, os mando derechitos a la sala
de interrogatorios. Joder— se cruzó de brazos— como odio los putos dramas
familiares— miró con decisión a William— separémonos, no quiero
interrupciones— miró a Taylor— agente Fisher, ya tomé declaración a la
señora Woods.
Soltó antes de apartarse con William al otro lado de la sala. Sacó una libreta
y comenzó a tomar nota de todo lo que le decía. Taylor también hizo lo
mismo. Ésta sí dejó que estuviera presente Clara, como dijera que prefería
estar a solas, le descuajaringaba viva, menos mal que ya estaba en un
hospital. Por si llegaba el caso:
— Le están operando— siguió contando Alex abrazándose así misma— el
paramédico que le atendió en la ambulancia me dijo que todo indicaba que no
le habían dado ningún órgano importante ni una artería. Por suerte, estuvo
consciente hasta llegar al hospital.
Taylor dibujó una amable sonrisa y le acarició el brazo. Ganándose un
carraspeo de Clara, Alex le miró de reojo, pero que mona se ponía cuando se
celaba. La agente Fisher puso los ojos en blanco:
— Clara— dijo con tranquilidad— me parece que no te caigo bien.
— Ahora vengo.
Dijo Alex apartándose, dejando a solas a esas dos chicas:
— Taylor, no es un secreto que te comes a Alex con la mirada.
— Tan solo somos amigas, no hay nada más y mucho menos me voy a
interponer en vuestra relación— con una mano gesticulaba mientras que la
otra la tenía en su cadera— deja tus inseguridades, Alex te ama— soltó con
tono jocoso— sé que estoy buena como para verme como una amenaza.
— Baja modestia que sube Taylor.
Dijo con mordacidad Clara. Taylor sonrió divertida, provocando que Clara
frunciera el ceño:
— ¿Qué te parece gracioso?
— Nada— buscó con la mirada a su compañera, que se encontraba esta vez
con Alex— es solo que me caes bien— momento de conexión entre las dos
agentes, cuando Nidia giró su rostro hacía su dirección— tienes genio,
entiendo porque le gustas tanto a Lex.
William se alejó hasta la zona de las máquinas expendedoras. Abatido
introdujo unas monedas para poder beber un café, aunque sea de ese
asqueroso que ponían las máquinas. Aunque la máquina ya estaba en
funcionamiento, estaba tan encrespado que terminó por pegar un puñetazo:
— La máquina no tiene culpa de nada— dijo la voz de una mujer, William le
miró ceñudo, era una doctora, ya que llevaba el pijama de hospital y una bata
— lo que se rompe se paga.
— Puedo permitirme comprar veinte de éstas si quiero.
Contestó pesadumbre, se metió las manos en los bolsillos de su pantalón:
— Pero es algo que se puede evitar, es un gasto innecesario, tan solo tienes
que controlar ese genio y no arremeter contra la propiedad del hospital.
William sacó el vaso de la máquina expendedora y se apartó unos pasos
para que la doctora pidiese otro café. En ese instante se fijó más en ella. Pelo
castaño y rizado, ojos castaños, estatura y envergadura entraba en el
promedió:
— ¿Sueles habla con el primer desconocido que te cruzas?
— Soy doctora— sonrió amablemente— atiendo a mucha gente que no
conozco. Es cierto que, gracias a sus historiales médicos, acabo sabiendo
muchas cosas de su intimidad.
— Yo no soy un paciente.
Cada una de sus palabras era pura hiel. William nunca había sido así. Pero
de un día para otro, su vida dio un vuelco. La mujer a la que amaba se fue
con otra, descubrió que era su media hermana, sus padres se divorciaban y su
padre estaba en el quirófano. Era humano y tenía sentimientos:
— Por eso me pareció más interesante hablar contigo— se encogió de
hombros— no tengo tu historial, a veces hablar, aunque sea con desconocidos
es reconfortador.
— ¿Eres loquera?
La doctora rompió a reír mientras extraía el vaso de la maquina:
— Si fuera psiquiatra, ya te habría recetado un anti depresivo y abría alegado
que tu ataque de ira de antes había sido provocado por el estrés— carcajeó
aún más fuerte— no soy “loquera”
— Entonces estás loca.
La doctora estiró la mano que tenía libre:
— Soy Gina.
William contempló a aquella mujer tan charlatana. Había estado con
anterioridad en hospitales, en ningún caso ningún médico se había parado a
decir, “hola, ¿Qué tal? Que maravillosa es la vida chaval” sin embargo, ahí
estaba esa chica, tendiendo su mano para presentarse cordialmente:
— Wiyatt— al final dijo estrechándole la mano— William Wiyatt.
— Presidente de Technology Wiyatt— amplió su sonrisa la chica— ya decía
que tu cara me sonaba. ¿Algún familiar enfermo?
— Mi padre— dijo secamente antes de dar un sorbo a su asqueroso café— le
están operando.
La doctora pareció entristecerse:
— Vaya, espero que no sea nada grave, si quieres hablar de ello. Ahora tengo
mi tiempo de descanso.
William miró su café, pensativo, hasta que meditándolo sin saber porque
esbozó una risita, ya que lo que iba a decir iba a sonar la cosa más absurda
que diría en toda su vida:
— El padre de mi hermana, intento asesinarle, pero en el proceso quien salió
herido fue mi padre.
Gina se le quedó mirando sin entender una mierda:
— Sois hermanos de madre, supongo.
William carcajeó más fuerte:
— De padre.
— No lo pillo, ¿Cómo pudo herirse así mismo?
— Me parece que tienes razón en eso de charlar— tiró su vaso aun con un
poco de café— ¿Vamos a la cafetería? Esto está intragable.
Por otro lado, Taylor y Nidia se marcharon en cuanto terminaron con las
declaraciones. Alice, estaba charlando con Olaya que estaba horrible después
de la golpiza y Ruth, apenas conocía a la madre de Alex, aun así, parecía de
lo más encantadora. Alex prefirió estar un rato apartada, acompañada de
Clara:
— Miro a mi alrededor— comenzó a decir Alex— y lo que veo es muerte.
Todo por el odio que me tiene Patrick. Tengo la sensación de que nadie está a
salvo estando cerca de mí.
— Nadie está a salvo, esté o no cerca de ti Alex— le agarró la mano— ese
hombre no te odia únicamente a ti, ese hombre es odio puro.
— Quiero que acabe ya, Clara— le miró con ojos vidriosos— ¿tan terrible
soy que no merezco un poco de felicidad? Maurice vino para querer
asegurarme un futuro, ese hombre que está en quirófano, ese hombre que
hasta hace unos meses era el señor Wiyatt, que ni crecer me vio. Sin
embargo, el que, si me vio crecer, el que me dio su apellido, el que
consideraba mi padre ha hecho esto y tengo miedo que te quiera hacer daño.
— No me va a pasar nada.
Alex le retiró la mirada, le resulto de lo más irónico porque esa misma
mañana le había dicho justo lo mismo a Clara. Ahí estaban, en urgencias,
esperando a que Maurice saliera de quirófanos:
— ¿Quién lo asegura? Ya nadie está seguro— le retiró la mano con tono
amargado— y mucho menos estando a mi lado.
Clara frunció el ceño. Ya había visto esa mirada en Alex, justo como el
principio, cuando la apartaba de su lado, queriéndose hacer la mártir para
protegerla. Pues no, esa vez no se lo iba a permitir:
— Desecha esa idea absurda de la cabeza, Lex.
— Clark murió por salvarme, Maurice está herido por que me quisieron
matar, tus padres están muertos, Clara. Nadie está a salvo y todo por mí.
— ¿Qué coño tiene que ver el accidente de mis padres contigo? ¿Vas a
culparte por cada desgracia que pase? Pues ni pienses que me vas a apartar
solo porque te ha dado el venazo de víctima.
Alex se levantó nerviosa, empezaba a tensar todo su cuerpo:
— Me acusas de que soy una inconsciente porque no pienso a la hora de
correr peligro, ¿y tú? ¿Qué estás haciendo ahora?
Clara se levantó y encaró a su mujer:
— Yo no estoy buscando el peligro Alex, yo estoy a tú lado que para eso me
casé contigo. Escúchame bien Alex Woods, lloriquea todo lo que te dé la
gana, durante mes y medio aguanté tus pataletas, para luego esto, me niego.
Tienes miedo— le pegó un empujón— te jodes, ahora ya sabes cómo me
sentí cuando supe que habías jugado a ser espía. Ahora deja de lloriquear,
siéntate y dejas que te cuide para variar.
Ambas volvieron a sentarse. Clara se cruzó de brazos, mirando al frente,
con su cara de cabreo y esas arruguitas que se le formaban en la frente.
Después de unos minutos, se miraron, en un principio, serias y ceñudas.
Hasta que Alex dibujó media sonrisa:
— Menudo carácter de mierda que se gasta, WanVesta.
Poco a poco las dos comenzaron a reír, Alex se inclinó apoyando su cabeza
en el hombro de Clara, mientras dejaba que la rubia le abrazase. William
apareció de nuevo, acompañado de la doctora, pero ésta tenía que regresar a
su puesto:
— Ha sido un placer— dijo William más calmado— espero, que podamos
repetirlo algún día.
— Eso es una propuesta ¿Señorito Wiyatt? — Gina sacó una tarjeta— por si
realmente te animas.
Gina entró por la puerta de urgencias, cuando el cirujano encargado de
operar a Maurice Wiyatt apareció. Tenía cara de cansancio. Todos se
acercaron preocupados:
— ¿Familia de Maurice Wiyatt?
— Si.
Dijo William con recelo:
— La operación fue todo un éxito. El señor Wiyatt tardará en recuperarse ya
que perdió mucha sangre— todo el mundo intercambió miradas sonrientes—
le mantendremos ingresado unos días, solo para ver que su estado evoluciona
favorablemente.
Romero y Patrick se encontraban al otro lado del rio, justo en una zona
alta, apoyados en el capó de su coche. Cada uno tenía unos prismáticos y con
ellos podían observar todos los movimientos que se hacía en la casa donde
estaban llegando todos los mafiosos europeos:
— Que purga vamos hacer— dijo Patrick carcajeando— No vamos a
descuidar Europa— apartó la mirada de los prismáticos— sé que te
preocupaba, hay nuevos jugadores y esos pringados de ahí no saben que
tienen sustitutos.
— ¿Qué necesidad había de esto?
Patrick miró a Romero. Éste estaba observando por los prismáticos, cada
coche que llegaba a la casa:
— ¿Quieres quitarte a esa zorra del FBI de encima? Después de esta noche no
solo seré Patrick Woods, cabecilla de la mafia europea— sonrió orgulloso—
pasaré a la historia como el hijo de puta que se cargó a muchas ratas con
placas.
— También pasará a la historia como el hijo de puta que traiciono a su gente.
— Una batalla perdida, para ganar una guerra— menuda visión del mundo
tenía ese hombre— siempre habrá bajas.
Todos los agentes estaban preparándose para actuar. Moviéndose por
furgonetas, equipos de FBI y SWAT. Todos uniformados y armados. Nidia,
Finigan y Taylor viajaron en la furgoneta centralita. El ojo de Sauron, donde
debía quedarse Taylor y joderse. Poco a poco los grupos fueron rodeando la
casa.
Desde la distancia, Romero y Patrick, vieron el movimiento de los grupos
de elite. Ambos rompieron a reír. Habían caído en la trampa.
Finigan salió de la furgoneta para reunirse con su equipo. Nidia terminó
de colocarse el chaleco anti balas, y revisar las armas que llevaba. Iba a salir
también cuando Taylor le volvió a agarrar la muñeca y detenerle, por segunda
vez aquel día:
— ¿Ahora qué ocurre agente Fisher?
— Era mi trabajo entrar a esa casa— dijo acercándose— es mi puesto, no el
tuyo.
Nidia puso los ojos en blanco, no tenía tiempo para discutir por esa
chorrada:
— Agente Fisher, este no es…
— Calla.
Dijo sin más, pasó su mano por su nuca y le atrajo para chocar sus labios,
de nuevo dejando sorprendida a Nidia. Un beso muy húmedo, casi con furia,
obviamente más largo que el de la noche anterior. Que narices, iba a jugarse
la vida asaltando una casa llena de mafiosos, rodeo el cuerpo de Taylor con
sus brazos y profundizo aquel beso invadiendo su boca con la lengua. Por
muy excitante que resultó ser, a regañadientes tuvieron que separarse:
— ¿Y esto?
Preguntó Nidia casi sin aliento:
— Tómatelo como un incentivo para que salgas con vida de ahí.
Nidia sonrió:
— Que nos volvamos a ver, agente Fisher.
Capítulo 60 - Constelación de Perseo
Ya se habían jurado amor, habían pasado de pasar el día juntas y después
de un encuentro sexual a quedarse alguna noche a dormir juntas. Había que
reconocer que Ruth no era de relaciones serias y Olaya no se quedaba atrás.
Esa noche la amiga de Clara se empeñó en que O. se quedará a dormir con
ella.
Justo antes de quedar semi inconsciente cuando le pegaron la paliza. Lo
único o más bien, la única que pensó fue en Ruth. Quizás ya iba siendo hora
de dar un pasito más en su relación. La vida duraba dos días, nunca se sabía
lo que podía pasar.
Ruth entró antes y fue directa al salón para acomodar los cojines del sofá.
Seguida de Olaya, que, aunque dejo claro que no le hacía falta, tuvo que
sentarse si o si:
— ¿Quieres beber algo? — decía Ruth a lo culo inquieto— un refresco… o
mejor agua— dijo pensativa— porque es lo único que tengo, no creo que la
cerveza sea buena mezclarlo con medicamentos.
Olaya curvó la comisura de los labios y le agarró de la mano:
— Ruth, ven siéntate conmigo— dijo indicándole que se sentara a su lado—
me gustaría proponerte algo.
Ruth se sentó a su lado, aunque algo precavida, achicó los ojos:
— ¿Proponer? ¿Vas hacer un Alex? ¿Me pedirás matrimonio y luego que me
saque una teta?
— ¿Qué? — preguntó sin entender nada, bueno para esas cosas Alex y O.
solían ser más reservadas, mientras que Clara lo desembuchaba todo a Ruth
— no, pero si quería…— tragó saliva eso no se le daba nada bien— bueno,
cuando me ocurrió ayer lo de mis padres— no dejaba de mirarle directamente
a los ojos— no dejé de pensar en ti, en todo lo que siento y que, quiero pasar
cada segundo a tu lado…
— Dios mío— dijo con cierto nerviosismo— eso me suena a pedida de
mano.
Olaya rompió a reír:
— Hasta eso no he llegado, no soy tan impulsiva como Alex… pero si me
gustaría que viviéramos juntas— Ruth igual a ojiplatica pálida— estamos
todo el tiempo libre juntas, hay noches que me quedo y no quiero irme
siempre que nos acostamos. Ruth, eres la única que me gustaría abrazar cada
noche y despertar así cada mañana…— carraspeó— sabes que estas cosas no
se me dan bien— Ruth igual a ojiplatica pálida— no hace falta que contestes
aho… ¿Ruth? ¿Estás bien?
Ruth igual a mujer intentando procesar todo aquello que acababa de
escuchar:
— Vivir juntas…— Olaya asintió— tú y yo…
— No, te estoy hablando de la vecina, claro que estoy hablando de nosotras.
— O. — soltó una risita nerviosa— ¿Puedo pensarlo?
Olaya se esperaba una respuesta como aquella. Aunque le hubiera gustado
una respuesta con más seguridad. Al menos no le había dado una negativa:
— Tienes todo el tiempo del mundo— le acarició el brazo— yo de tu lado no
me voy a mover— esbozó una sonrisa— a menos hasta que tú me permitas
estar.
— Ojalá pudiera decirte que sí, pero yo tampoco soy tan loca como Clara—
le dio un beso en la mejilla— pero vivir juntas, es un gran paso O.
— Lo sé.
— Yo no he estado más de tres días con alguien y menos en la misma
habitación— siguió explicando— quitando a Clara, que no cuenta.
— Lo sé. Yo tampoco— Ruth, iba a hablar cuando Olaya se lanzó a sus
labios interrumpiéndole— algún día teníamos que madurar y apostar en
confiar en alguien. Me alegra haber venido, sin saberlo hallé mi vida aquí.
Ruth riendo:
— Has venido porque te obligue cabezota, bien que querías ir a tu casa.
Olaya carcajeó:
— No me refiero venir a tu casa— le acarició con la nariz, un besito de
esquimal sin dejar de sonreír— venirme de Europa ha sido la mejor decisión
que he tomado. Te he conocido.
Ruth bajó la mirada a sus manos, aun agarradas, su pechó aguardaba mucho
calor, sentimientos que nunca había sentido por nadie:
— Se nos da fatal decir que nos queremos.
— Yo no tengo problema en decirlo— rio más fuerte— pero cada vez que lo
hago pones cara de espanto.
Bueno, tenía que reconocer que siempre había sentido cierto escalofrío. Eso
no quitaba el hecho de que le desagradase, todo lo contrario, se vio amando
cada “te quiero” que había escuchado de aquellos labios:
— Te quiero O.
— Un momento— dijo con tono de sorpresa— ¿qué dijo señorita Reyes?
Ruth rio para sus adentros, mientras se dejaba empujar por Olaya quedando
ambas tumbadas en el sofá:
— Dije que te quiero.
— Creo que eso merece una buena sesión— Ruth se mordió el labio— de
besos mal pensada.
— ¡joo! — dijo con tono jocoso— esta noche te la dejo pasar porque no estas
al 100% físicamente.
Nidia salió de la furgoneta para reunirse con los equipos. Finigan y el
equipo de SWAT:
— Bien chicos— comenzó a decir Nidia— La estrategia que hemos
preparado, desplegados— hablaba en susurros, absurdo aún estaban lo
suficientemente lejos de la casa para que nadie les escuchara— cada uno en
sus puestos rodeando la casa. Esperamos a que los francotiradores den aviso
después de indicarnos cuantos hay dentro de la casa por la visión térmica.
— Cuando ya sepamos cuantos hay, esperaremos a que des la orden
Añadió Finigan, los francos ya estaban ocupando sus puestos. Los hombres
comenzaron a desplegarse, quedando ambos agentes juntos, comprobando
micros y cámaras. Finigan, se quitó el pinganillo, sabía que por lo que diría
Taylor rechistaría, le importaba una mierda que le escuchara, pero no quería
oír sus quejas:
— Nidia— llamó la atención de su compañera— he corrido riesgo desde que
me metí al cuerpo de policía y luego al FBI…
— No me interesa tu vida.
Dijo de forma cortante Nidia:
— Sabes perfectamente que esto no es una redada normal— siguió hablando
igualmente— es más, incluso reconozco que Taylor es mejor que yo.
— ¿A dónde quieres llegar? Agente Colman.
— No soy ciego, sientes algo por ella.
En ese instante Nidia se quitó el pinganillo igual y trató de silenciar su
micro:
— Metete en tus asuntos, Colman.
— Taylor es mi compañera, entre compañeros nos protegemos y sé que ella,
aunque lo niegue también…
— Este no es momento para estupideces…
Finigan gruñó y le agarró de la pechera:
— No Nidia— dijo entre dientes— Momentos como este son perfectos para
decirles a las personas que te importan que les quieres, porque puede que no
tengas oportunidad de decírselo en otro momento— le soltó de un empujón—
eres una zorra engreída y no sé qué vio en ti, pero al menos tienes a quien te
espere. A muchos nos gustaría tener eso, al menos tendrías un motivo para
seguir con vida.
Nidia chirrió los dientes:
— Es mi vida Finigan, tú no eres nadie para meterte en ella. Taylor es…—
agachó la cabeza— un cuerpo bonito que solo sirve para calentarme y ni eso,
tengo mis reglas de no enamorarme de compañeras, ni si quiera de acostarme.
— No sé qué te habrá pasado para que pienses así— se colocó de nuevo el
pinganillo— la vida te ha dado la oportunidad de descubrir si Taylor sea algo
más que un calentón, quizás sea quien te quite esa cara amargada. Ahora si
me disculpas, voy a ocupar mi puesto.
Nidia observó cómo se alejaba, activó de nuevo el micro y se puso el
pinganillo. Aún quedaba un rato para que los francos dieran información. Se
apoyó contra un árbol y agachó la cabeza:
— Apagar tu micro no sirve de nada— sonaba la voz de Taylor, algo dolida
— si Finigan no desconectó el suyo— Nidia suspiró, aunque no se disculparía
— ya me quedó claro, Nidia. Solo compañeras de trabajo.
— Hay cosas que es mejor dejarlo como están, Taylor.
Por la línea general ya comenzaba a haber movimiento.
Zona norte- sonaba la voz de un hombre- dos hombres fuera, trece en la
planta baja.
Nidia tomó nota mental de aquel dato, Taylor hizo lo mismo, aunque
siguieran con lo suyo por vía privada:
— Distingue lo que es pasajero de lo que es definitivo, Nidia, las
oportunidades son pasajeras, definitivo es cuando tomas una decisión y no
puedes regresar para enmendarlo, oportunidad direccional, yo la aproveché
tú, no.
Otro agente habló por el general. Haciendo que ambas agentes callaran para
escuchar:
Entrada principal, cuatro hombres, desde está parte cuento más de trece
hombres en el interior, diviso diecisiete.
O.K
Respondió otro agente.

“ Flashback
— Primera misión juntas— dijo Jessica saliendo del baño— ¿contenta?
Nidia ya tenía el uniforme, puesto que tenía que ir al departamento antes.
Ya que, en un principio no supieron a quién ascender, tanto Allie como Nidia
eran de las mejores. Pero se consideraba buena en el campo de batalla,
enfrentándose a los malos. No sentarse detrás de un escritorio, dirigiendo
desde la distancia. Sin embargo, Jessica pasó a formar parte del FBI apenas
unos meses. Claro que Allie hizo el favor de trasladarle junto a Nidia. Era lo
bueno de tener enchufe.
Nidia se acercó a su mujer y le rodeo con los brazos:
— A tu lado, siempre soy feliz.
Jessica, riendo se lanzó a sus brazos quedando colada de ella como un
koala, era más bajita que Nidia y delgadita, apenas pesaba, hizo un puchero:
— Pero debo informar de que esta es nuestra primera y última misión juntas.
Nidia frunció el ceño:
— ¿Por qué?
Jessica puso expresión intrigante:
— Bueno, sabes que estamos haciendo las pruebas para ser mamás ¿No?
— ¡Aja!
— Puede que no te guste lo que te voy a decir— a cada vez entendía menos,
lo que le quería decir esa chiquilla abrazada a ella— bueno, pasé a hacerme
la inseminación y…
— ¿Y?
Preguntó Nidia con el corazón desbocado:
— Bueno, me hice la prueba de embarazo y…
— ¿Y?
Volvió a preguntar ya casi sin aire, lo soltaba del tirón o se desmayaría
por falta de oxígeno:
— He dado positivo.
Ese era uno de esos momentos en que no sabes si se hace un viaje astral,
porque sentía su cuerpo volar, a otro universo paralelo, aunque fijamente
aún se encontraba de pie, abrazando a su mujer. Que enseguida se le borró
la sonrisa:
— Sabía que tendríamos que hablarlo antes, pero me deje convencer por
Allie, lo sien…
No dio tiempo acabar, Nidia le calló con un beso mientras abrazándola
comenzó a dar vueltas de felicidad. Le soltó en el suelo, para agacharse y
besarle en la tripa. De sus ojos emanaba lagrimones de alegría. De pura
excitación se levantó rápidamente, aunque más seria:
— No puedes venir a la misión, no en este estado.
Dijo poniendo su mano en el vientre:
— Cariño, tan solo voy a estar de apoyo, ni si quiera voy a entrar.
— Jess— dijo ceñuda— aun así es peligroso.
Jessica rompió a reír, feliz de ver cuán se preocupaba Nidia por ella. Le
aferró de las mejillas y fijó su mirada llena de amor:
— Mírame, no va a pasar nada— le besó en la punta de la nariz— además,
tú vas a estar al frente de todo ¿dime cuantos agentes heridos o muertos ha
habido en todas tus misiones? Ninguno— Nidia curvó la comisura de sus
labios— solo es esta vez, luego hablaremos con tu cuñada y que me pase a
un despacho hasta que coja la baja por maternidad.
— Te amo— volvió a abrazarle fuertemente y dar otra vuelta— TE AMO y no
me cansaría de gritarlo, seremos madres, yo también me pediré vacaciones.
Quiero empezar a planearlo todo, nueva casa, coche familiar, habitación
para el niño, todo… ¿te he dicho que te amo?
Jessica fingió quedar pensativa:
— Creo que un par de veces— juntó su frente— pero no las suficientes.
— En ese caso te lo diré siempre que te vea— volvió a mirar su tripa— y a ti
también renacuajo— se separó corriendo al ver la hora— me tengo que ir.

Fin del Flashback

Recuento hecho, orden dada, futura relación con Taylor jodida, bonita
noche para enfrentarse con la mafia europea. Los francos estaban para apoyar
a los agentes, mayormente los hombres pusieron resistencia, menos alguno
que se entregó. Tampoco fue tan complicado, botes de gas, botes de humo,
invadiendo habitación por habitación hasta que llegaron el despacho donde
estaban ¿reunidos los jefes de la mafia? Estaban maniatados a las sillas y
amordazados. Encima de la mesa había un ordenador portátil. Finigan
intercambió miradas con Nidia:
— Tiene una nota.
Nidia quitó la mordaza a uno de los jefazos, estaban todos, menos Patrick:
— Nuestros hombres nos han traicionado, Patrick nos ha traicionado.
Finigan movió el ratón del ordenador. Había un video en stand by. El
agente Colman dio el play:
— Buenas noches escoria— saludaba Patrick en el video— bueno os entrego
en bandeja a mis fieles socios, por cierto— carcajeó— mirar en el mueble
que hay junto a la ventana.
Un agente que estaba en la habitación con ellos, se tomó la libertad de abrir
el mueble sin permiso de nadie, Nidia estiró la mano:
— NO.
Demasiado tarde, el muy inútil abrió la puerta, tirando de un hilo que puso
en marcha la cuenta atrás de una bomba:
— Disfrutarlo, ya nos veremos en el infierno.
Terminó el video. Finigan comenzó a gritar y a pedir que evacuaran la casa.
Aunque el tiempo era limitado. Veinte segundos. Nidia en vez de salir
corriendo, no estaba dispuesta a que muriera gente inocente, tenía que
intentarlo. Se acercó a la bomba y comenzó a mirar cables. No pertenecía a
los artificieros. Lo poco que sabía era por su difunta esposa, ya que ella si
pertenecía a los TEDAX:
— ¿Qué haces Nidia? Sal ya de ahí.
Escuchó la voz de Taylor toda ansiosa:
— No podemos abandonar a esta gente.
Nadie se había molestado en desatar y en llevarse a los que estaban
maniatados:
— No eres de los TEDAX— siguió diciendo Taylor— por favor…
— Algo de teoría sé— dijo abriendo con cuidado la bomba— mi mu… — se
corrigió— ayude a una amiga a entrar en el equipo de los artificieros
Era complicada, apenas se acordaba de nada. Cable negro, cable azul y
rojo. Si al menos hubiera dos, sería un 50 % de posibilidades, con tres cables
se reducía a un 33, 4 %, y el tiempo parecía volar porque ya quedaban quince
por ciento:
— No pienso quedarme a verte morir.
Dijo Taylor, la cámara señalaba el temporizador y los que ya habían
conseguido evacuar, los más cercanos a la entrada, estaban con el corazón en
un puño por sus compañeros:
— Es nuestro trabajo, Taylor— Silencio— ¿Taylor?
Nidia agachó la cabeza. Quizás fuese lo mejor, si todo salía mal, no quería
que le viera morir. Aunque se arrepintió de haber dicho aquello al comienzo
de la noche. Taylor era valiente, inteligente y una maravillosa persona, no
solo un cuerpo bonito que servía para calentar. Se dispuso a mirar que tipo de
circuito seguía el cableado cuando sintió una mano en su hombro. Nidia miró
a su lado, el agente Colman se agachó a su lado:
— Los compañeros estamos para apoyarnos— dijo Colman curvando una
comisura de sus labios— zorra engreída.
— No— dijo Nidia quitándose una lágrima— necesito que salgas y entregues
un mensaje por mi— Taylor había quedado en silencio, pero no se había ido,
seguía viéndolo todo y escuchándolo, lo que no quería era que le escuchara
llorar— Dile a Taylor, que siento mucho lo que dije antes y que vale mucho
la pena.
— Díselo tú Nidia, aun estas a tiempo de salir yo puedo intentarlo…
— Vaya dos estamos hechos…
— Corta ya el puto cable Nidia, será mejor que des con el adecuado y me lo
digas personalmente.
“Enamorado estoy de ti,
Enamorado estoy de ti”
Comenzó a canturrear. Finigan le miró en plan “quedan menos de diez
minutos deja de cantar”. Sin embargo, después de haber seguido los cables y
después de intentar recordar, todo lo que Jessica le contó sobre bombas, se le
vino a la cabeza, esa canción.
“No puedo pasar un día alejado de tu amor,
Tu belleza me ilumina, brilla mucho más que el sol
Eres tú la melodía que robo mi corazón
Me conquistas, me cautivas
El mañana será mejor”
Nidia acercó una pinza a un cable:
— ¿Sabéis de quien es esa canción?
Preguntó Nidia con los sudores cayendo por su frente:
— Me importa una mierda Nidia, corta ya
Dijo Finigan con desesperación:
— Joder que quedan dos segundos.
— El nombre del grumo es… ROJO
Y cortó el cable rojo.
Alex y Clara no pudieron entrar a ver a Maurice, ya que seguía con los
efectos de la anestesia, acompañaron hasta Alice a su casa. Conduciendo
Alex, ya que la rubia se negaba a conducir el BMW de vuelta. La mujer, les
agradeció que le acercaran sin necesidad de llamar al guarda espaldas.
Aunque la casa tuviera seguridad, Alex no estaba muy convencida, después
de lo ocurrido ese día, así que estaba dispuesta a poner más gente vigilando a
su madre. Ya nadie estaba seguro.
Lo que Clara se esperaba, es que después de un día tan movido, irían
directas a casa. Pero la ojiverde se desvió del camino:
— ¿A dónde vamos?
— Ahora lo verás.
Condujo hasta quedar un poco apartadas de las luces de la ciudad. En una
zona un poco alta. Clara le miró ceñuda:
— ¿Vas a ver como se lo montan las parejitas en los coches?
Alex esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. Hasta que encontró un sitio
que consideraba adecuado:
— ¿Entonces qué hacemos aquí? — Alzó una ceja— ¿no me dirás que te
apetece un casquete rural?
— Puede— dijo con un toque de mofa— sácate una teta— Clara soltó un
bufido, Alex paró el motor del coche— ven, salgamos.
Dijo saliendo del coche. ¿Qué hacían ahí? De todo se podía esperar. De
todo y de forma sorprendente, porque Alex podía saltar con la cosa más
obscena a la más romántica y hermosa. Clara se vio amando esas dos facetas.
Salió y fue a sentarse junto a Alex sobre el capó:
— ¿Sabes qué día es hoy?
Clara se puso a pensar. Aún faltaba su cumpleaños. Quedaba más cerca el
de William, solo se llevaban un mes de diferencia. Su aniversario no era y si
se lo había preguntado por algo que ocurrió de pequeñas, ya sí que no se
acordaría ni, aunque quisiera. Así que se limitó a negar con la cabeza:
— Con las luces de la ciudad no se pueden contemplar.
— ¿El qué?
Clara estaba tan embobada mirando a Alex. Siempre tan hermosa, hasta con
su expresión llena de cansancio:
— Mira al cielo Clara.
La rubia hizo lo que le pidió la ojiverde. No había una aurora boreal, pero
era igual de hermoso, joder, era terriblemente hermoso. Esas cosas, parece
mentira, pero nunca se paraba a contemplarlas. Era una autentica lluvia de
estrellas. Rasgando la capa de ozono:
— Es la cola de un cometa, Swifft-Tuttle— le decía sin dejar de mirar a
Clara, estaba realmente hermosa admirando el cielo, de hecho, a pesar de
tener una lluvia de estrellas sobre sus cabezas, ella era lo más bello a los ojos
de Alex— Son conocidas como las perseidas porque radian la constelación de
Perseo.
— ¿Cómo puedes saber tantas cosas? — Preguntó Clara dignándose a mirarle
de nuevo— digo, me siento como una inútil ignorante a tu lado.
Alex esbozó una sonrisa, se levantó para ponerse enfrente de Clara, con una
mano le rodeó la cintura, mientras que con otra le acarició con ternura:
— Tú no eres inútil, Clara y mucho menos ignorante— le dio un beso en la
frente— estudiaste en Oxford, tú me darás mil vueltas con las prosas, las
sintaxis y todo ese rollo aburrido, también dibujas y yo lo máximo que sé
hacer es una mierda pinchada en un palo— Clara curvó la comisura de sus
labios— ¿Ves? Tú sabes unas cosas, yo sé otras.
Ambas se sonrieron bobaliconas, antes de que Alex mirase el cielo para
contemplar a las famosas lágrimas de San Lorenzo. Clara le abrazó y miró al
cielo también, ¿podía pedir un deseo? Se preguntó. Pero recordó a quien
estaba abrazando, no le hacía falta nada más, lo tenía todo:
— Solo falta algo para hacerlo prefecto— rompió el silencio apartándose de
Clara y entró de nuevo al coche por la parte copiloto. De la guantera sacó una
porta cd´s y puso la radio. Clara sonrió aún más, comenzó a sonar el tema
This Life de Bruce Springsteen— Esta mañana tenía pensado traerte aquí,
pero con champan, una manta— se acercó y tiró de Clara para comenzar a
bailar con ella— no sé algo romántico— esbozó una sonrisa— nos vamos a
tener que conformar con Bruce Springsteen.
Clara rodeo su cuello con los brazos, mientras que miraba fijamente a los
ojos de Alex, a pesar de la oscuridad, seguían siendo hermosos:
— ¿Cómo puedes ser tan perfecta?
Preguntó la rubia apoyando su cabeza en el hombro:
— No lo sé ¿Lo soy? — esbozó una carcajada— pero si soy de lo más
obsceno, ordinario, cavernícola, vanidosa, odiosa, irritable— Clara puso los
ojos en blanco— y cantidad de cosas que me has llegado a llamar.
— Corrijo— dijo bufando— eres perfecta hasta que sueltas alguna joya como
esa. Tú también me has llamado remilgada, irritable…
Le cortó lo que estaba diciendo con un beso, esos labios, tenían un puñetero
don para dejarle tanto sin aliento como para hacerle olvidar lo que estaba
diciendo:
— La perfección es una pulida colección de errores. Te quiero remilgada, te
quiero irritable, con tu carácter de mierda, te quiero incluso cuanto más
insoportable estas en tus días del mes, por esa razón Clara, tú eres perfecta.
Clara ya se había derretido, puro liquido guiado por los brazos de Alex,
derretido por sus palabras, por su voz, su forma de mirar. Alex Woods no
podía ser humana, debía ser un demonio seductor, una vampiresa o una
súcubo. Se puso de puntillas y chocó sus labios, de nuevo víctima de aquellos
besos, de aquella lengua poseyendo su boca, de aquellas manos vagando por
su espalda, atrayéndole y pegándole más a su cuerpo. Suspirando fuerte,
separándose tan solo unos segundos para coger aire. Terminando por rodear
su cintura con las piernas mientras que le aferraba más fuerte, acabando sobre
el capó del BMW:
— El coche se va aboyar.
Dijo Clara con un hilo de voz, a la vez que desabrochaba los botones de la
blusa de Alex. La ojiverde hizo lo mismo, aunque no esperó a llegar al final
cuando ya introdujo su mano para estimular sus senos:
— Me da igual el coche.
Clara echó la cabeza hacía atrás para que tuviera más acceso a su cuello.
Las estrellas sobre sus cabezas, Bruce Springsteen de fondo y aunque estaba
siendo a pasional. Alex lo hacía con ternura. Le parecía tan bonito aquel
tiendo, muy a lo película romántica de Keanu Reeves en “un paseo por las
nubes”. Alex regresó beso a beso, mentón, labios… Abrió los ojos y se
encontró con una lágrima recorriendo su mejilla:
— ¿Qué ocurre? — Dijo con tono preocupado— ¿quieres que pare?
— No— acarició sus labios carnosos— es que, las estrellas, la música, tú…
es solo que me parece, muy…
— Ñoño.
Saltó Alex carcajeando:
— Ahora soy yo quien pregunta ¿qué me haces? Alex.
— ¿Ahora mismo? Tocarte una teta.
Clara miró a sus pechos y carcajeó, tenía su mano derecha posada en uno
de sus pechos, aunque no la movía, ya que se detuvo para preguntarle:
— Pero que payasa— quitó su mano de su seno para entrelazar sus dedos—
te estoy hablando enserio. La forma que me haces sentir, nadie se ha
esforzado tanto por mí.
— No me he esforzado Clara— dijo riendo— simplemente se me apetecía
traerte aquí y lo hice.
Clara se deslizó hacia atrás del capó hasta dar con la espalda con la Alice
del coche, terminando de desabrochar su camisa. Y quedar con el torso semi
desnudo. Alex subió sobre el capó, gateando hasta llegar a los labios de
Clara. Esos que sería capaz de besar cada momento, cada día y noche. Clara
rodó hasta quedar a horcajadas sobre Alex. La ojiverde se incorporó,
quedando sentada, intentando quitarse la blusa, pero los botones de los puños
seguían cerrados. Rieron tontamente, a la vez que Clara, de forma torpe se lo
desabrochaba. La morena acercó sus labios hasta la clavícula de Clara,
embriagándose con su aroma. Cuando por encima de sus hombros lo
contempló. A lo lejos, de un momento a otro, grandes llamaradas elevarse al
cielo. Como una fuerte explosión:
— Clara.
Dijo sin mirar hacia ese punto:
— ¿Qué?
Preguntó Clara a la vez que giraba la cabeza y vio lo mismo que Alex:
— ¿Qué es?
— No lo sé— Respondió Alex desconcertada— parecía una explosión.
Patrick se estaba impacientando. ¿A caso habían pillado lo que planeaba?
Había subestimado a la agente del FBI, era lista. Rechinaban los dientes:
— Tranquilícese jefe, a lo mejor ni encendieron el ordenador.
— Si no lo han encendido ya…
BOOM desde el punto en que se encontraba Patrick y Romero se pudo
contemplar de más cerca. Bueno, había tardado un poco más de lo que
esperaba. Miró con los prismáticos. Si la casa estaba reducida a cenizas.
Arrancándole una carcajada. Miró a su empleado con satisfacción:
— Ahora, el FBI estará de luto.
— Si, jefe debe de haber muerto gran parte de los maderos.
— ¿Te acuerdas el plan que me contaste para Alex?
De nuevo Alex, Romero estaba empezando a cansarse del mismo tema.
Bueno, paciencia, se decía. Él no iba a ser como esos pringados que
traicionaron a sus jefes solo para morir, en el momento en que viese algo
chungo levantaría el vuelo y que Patrick se las apañase solo:
— Si. Me acuerdo perfectamente.
— El sábado es un buen día para llevarlo a cabo.
— Empezaré mañana mismo a hacer las llamadas.
— Puedo dejarle en paz— dijo pensativo— pero lo cierto es que no puedo.
Ha logrado meterse en mi cabeza, Romero. Esa zorrita es mi obsesión— rio
por lo bajo— me recuerda a su madre a su edad, pero he de reconocerlo esta
buena la condenada— dio una palmada a su empleado— vámonos de putas,
que estoy de humor.
Capítulo 61 - Estrategia
Todo lo ocurrido aquel día le dio que pensar. ¿Si le pasaba algo? La
empresa iba a ser un incordio, tanto para su madre como para Clara. Sabía
que Maurice no se iba a lavar las manos y que acabaría ocupándose de ese
asunto. Aun así, estaba en una encrucijada. Sentada en el salón, mirando las
opciones que le dio a elegir su padre. ¿Trabajar con William? Eso iba a ser la
guerra constante. En cuestión de poco tiempo ya habían llegado a las manos
dos veces. La posibilidad de estar en un mismo lugar debía de ser descartada.
Solo quedaba la sociedad. Pero tampoco quería parecer que lo hacía para
aprovecharse. Quería que en un futuro sus hijos tuvieran una vida tranquila.
Si los llegaban a tener, porque por mucho que Clara dijera que, en un futuro,
Alex no lo veía ni con esas. Al día siguiente iría a ver a Aden y le gustaría
que le acompañase, pero tampoco quería que pensara que le estaba
presionando:
— ¿No vienes a la cama?
Clara estaba apoyada en el marco de la puerta de la habitación con los
brazos cruzados. Alex no se giró para mirarle, más bien siguió con los codos
apoyados en las rodillas, los dedos de las manos entrelazadas y apoyada en
ellos:
— Sé que dije de vender la empresa, pero Maurice me ha dado otras opciones
que debo meditar antes— Clara se sentó a su lado y apoyó su mano en la
espalda— Sabes que económicamente hablando me gusta ser independiente,
no quiero tu dinero y si el día de mañana…— mejor no mencionar la palabra
niños— quiero que el futuro esté asegurado.
— Y lo está— Clara esbozó una sonrisa— Dios Alex que tienes dinero para
vivir cómodamente toda tu vida.
— No me refiero a eso— de nuevo acabó evitando el tema— déjalo— dijo
recogiendo los documentos— hoy ha sido un día muy largo, estoy cansada,
mejor vayamos a dormir.
Los guardó en una carpeta y lo dejó a un lado de la mesa. Se levantó para
irse a la habitación cuando, Clara le agarró de la muñeca:
— Lex— estaba conociendo a Alex y cuando se guardaba algo— Algo pasa y
no quieres decírmelo.
— Clara— suspiró y le acarició con ternura— es solo que estoy cansada nada
más— lo cierto es que le hacía mucha ilusión que le acompañara para ver a
Aden— es solo….
— ¿Qué?
— Que quiero que me acompañes mañana— comenzó a decir rápidamente—
pero no sé cómo pedírtelo, sé que te vas a sentir presionada, por cierto, tema
y tampoco quiero que lo hagas.
Clara no entendía nada.
— Háblame sin andarte con rodeos, Alex. No entiendo que me quieres decir.
— Mañana— bajó la mirada, en plan niña buena— antes de ir a ver a
Maurice, pasaré a hacer una visita a Aden y me hacía ilusión que me
acompañaras.
Aden, niño igual a Clara con cara de pánico. Que no pasó desapercibido
para la ojiverde:
— ¿Ves? — dijo con voz cansada— saco un tema que mencione la palabra
niño o algo parecido y tienes cara de esconderte en la otra punta del país—
dejo caer los hombros— te estoy pidiendo que me acompañes nada más— no
era algo que pudiera controlar Clara, simplemente le salía de dentro, Alex
frunció el ceño— Clara, yo te quiero y quiero pasar el resto de mi vida
contigo, solo quiero saber una cosa, ¿quieres tener hijos en un futuro? O ¿no
quieres tenerlos?
Clara se removió incomoda. Era hija única, no tenía primos, nada de niños
en la familia. Por cómo había sido educada, matrimonio, hijos eso lo veía
normal. Pero porque sintiera que quisiera tenerlos, en esos momentos no lo
sentía y comenzaba a agobiarse:
— Dices que no quieres presionarme— soltó nerviosamente— pero es lo que
siento cada vez que sacas el tema, ahora no los quiero tener…
— No te estoy hablando de ahora, ni de mañana ni si quiera de aquí a un año
— señaló los documentos— pero necesito un sí o un no para saber que hacer
¿Vendo o no vendo la empresa?
En ese momento la rubia se llenó de inseguridad. Y ¿si en el futuro seguía
sin querer tenerlos? ¿Alex seguiría queriendo estar con ella? O de lo
contrario, seguiría a su lado, pero en un futuro se resentiría por no haberlos
tenido. La ojiverde suspiró:
— No hace falta que contestes, mañana llamo a Olaya y que contacte con el
alemán— dijo antes de girarse para irse a la habitación— vendo la empresa,
me voy a dormir.
— Lex…
Comenzó a decir mientras le seguía a la habitación, la morena ya estaba
cambiándose al pijama:
— No he contestado porque no lo sé, es algo que no me replanteo hoy, pero a
lo mejor en un futuro sí.
— Esa respuesta no me es válida— a pesar de su seriedad, no estaba
enfadada, más bien cansada— porque a pesar de no tenerlos ahora, sí que
tengo las ideas claras sobre ese punto, aunque sea en un futuro.
En cuanto terminó se metió debajo de las sabanas, apagó su lámpara y se
dispuso a dormir. Clara se tumbó a su lado, por segunda vez, acabaría
derramando una lágrima, no de felicidad como cuando estuvieron a punto de
hacer el amor viendo las estrellas, que oportuna la explosión que les jodio el
calentón, esta vez, fue una lágrima de miedo. ¿Es que había nacido rota? ¿Sin
reloj biológico? Al menos si daba la oportunidad:
— Lex…
— Duerme, Clara.
Ignoró aquella sugerencia:
— Quiero acompañarte para ver a Aden.
— No, no quieres— seguía sin abrir los ojos— y me da que odias a los niños,
así que no saquemos el tema nunca más.
— Yo no odio a los niños— dijo con voz quebrada— es solo que no
empatizo con ellos como tú— Se giró para darle la espalda— no se me dan
bien y ¿si en el futuro sigo igual? — Alex al notar la voz rota de Clara, se
acercó y le obligó a mirarle, su expresión era de puro terror— ¿me dejarías?
Alex curvó una comisura de sus labios, retiró la humedad de sus mejillas y
le dio un beso en la frente:
— Clara, cada cosa que hago, lo hago pensando en ti, eres mi todo— se
abrazó a ella, mientras respondía con sus labios pegados a su oreja— ¿Qué
pasaría si dejara mi todo? Me quedaría nada, un vacío que ninguna otra cosa
en el mundo pudiera llenar de nuevo. Si no quieres tenerlos no pasa nada, hay
muchos matrimonios que no tienen hijos y son felices.
— Eso lo dices ahora, pero quien asegura que en un futuro no te arrepientes.
— Porque visualizo ambas posibilidades, un futuro cuando seamos
ancianitas, en Ontario mirando la aurora boreal, agarraditas de la mano, te
metería miedo sobre bichos mutantes que salen del lago y tu dirías— puso
voz de ancianita— ay Alex, en las películas las más gilipollas mueren antes
— eso le sonsacó una sonrisa— y yo respondería que corro mejor que tú con
el taca taca…
Vale eso le sonsacó una pequeña carcajada. Mierda, ¿Alex donde estas yo
también te quiero?... cómo iba contando, la morena le volvió a dar un beso en
la mejilla. Clara comenzó a acariciarle el antebrazo con la yema de los dedos,
provocando que su carne se pusiera de gallina:
— ¿Cómo visualizas el futuro con hijos? — Tenía esa curiosidad—
¿También en Ontario?
— En Ontario acabaríamos igual, pero ya de jubiladas y cuando se hayan
independizado— rio— nos iríamos a una casa más grande, para las
habitaciones de los niños, si puede ser con paredes bien gruesas— esta vez
para susurrarle de forma picarona— para que no escuchen como te hago
gritar de placer— comenzó a acariciarle por el costado— ni pienses que
nuestra vida sexual se quedaría a un segundo plano.
— Eso me gusta.
Clara se mordió el labio. Menudo cansancio el de la ojiverde, literalmente
le estaba comiendo la oreja entre susurros, besos y caricias con la lengua.
Alex sonrió, llenándole de caricias por encima de su pijama:
— Pero que viciosilla— Le susurró con un gruñido, bajando sus besos hasta
el cuello, e introduciendo su mano por debajo de la camiseta y comenzó a
masajear uno de sus senos— umm, teta.
— ¿Quién es la viciosa ahora?
Preguntó la rubia con voz entrecortada, retorciéndose ante las
estimulaciones de Alex:
— No puedo remediarlo, es tenerte así y ponerme muy cachonda— comenzó
a jugar con su pezón, provocando que la rubia gimiera— y cuando me gimes
así, joder Clara— le Dio un mordisquito— No processed information now
“follaaaar a Clara”
Clara toda concentradita ella, disfrutar de todas las sensaciones
placenteras que estaba experimentando su cuerpo, despertando cierta parte de
su anatomía, por segunda vez en la noche, solo esperaba que nada
interrumpiese, bueno hasta que escuchó eso último y romper a carcajear, giró
un poco la cabeza para mirar los ojos a Alex:
— Pero que estrafalaria acabas de sonar.
Alex rio entre dientes, aunque no dejó de acariciar a la rubia, comenzando a
bajar su mano por el abdomen:
— Uy— puso voz pija— estrafalaria, pero que elocuente eres tía.
— ¿enserio Alex? — dijo carcajeando Clara— hasta en el sexo no dejas de
ser una payasa.
— El sexo no es técnico cariño— besó por su hombro— se puede disfrutar y
reír, lo hace divertido— su mano se introdujo por debajo del pantalón hasta
llegar a su zona más íntima, ya solo por encima lo notó caliente, hinchado,
acariciándolo, haciendo que Clara desease más, ésta cerró los ojos, de nuevo
suspirando sonoramente. Alex dibujó una sonrisa pícara e introdujo sus
dedos, hallando rápidamente el protuberante clítoris— joder Clara, me da que
tu pepitilla ha florecido que cachonda.
Clara se llevó las manos a la cara, sin poderse aguantar la risa, empujó a
Alex y se puso boca arriba:
— Me follas o me haces de reír, pero las dos cosas a la vez no puedo.
Alex fingió poner cara de decepción:
— Ni que fueras un tío— puso voz erótica— bien que te estoy metiendo
mano y haciéndote de reír.
— Voy a tener que mantener tu boquita ocupada— dijo Clara acortando la
distancia de sus rostros— porque veo que no te vas acallar ni debajo del agua.
Pasó su mano detrás de la nuca de la morena para atraerla, hasta
profundizar un beso, detonante para terminar de encender la poca mecha que
le quedaba. La boca de Alex era un manantial húmedo, puro elixir de vida
bebía de ella, el choque de sus lenguas, dulces caricias, hasta la posesión
ruda. Si, había conseguido que callara o no…
— Clara…
Comenzó a decir con voz ronca. La rubia ya dándose por vencida dejó
caerse sobre la almohada, soltando una risotada:
— Ni con esas.
— Es solo que…— la voz de Alex sonaba con deseo, como la forma en la
que le estaba mirando en esos instantes, ojos oscurecidos, dilatados, muertos
de hambre, puro fuego, todo Alex— por favor, Clara quiero ver cómo te
desnudas— se mordió el labio intentando controlar la respiración— quiero
mirar Clara, desnúdate y tócate un poco. Joder como me excitas cuando te
masturbas delante de mí.
Clara sonrió de forma traviesa. En un principio aquellas cosas le solían
turbar, hasta que se Dio cuenta que a ella le ponía ver como se excitaba Alex.
Las caras que ponía, los gestos de deseo, incluso después le cogía con más
ganas. La rubia se levantó y comenzó a desnudarse de forma sensual, otra
cosa que aprendió es ser paciente, aunque su cuerpo le gritara que se
desnudara cuanto antes, destapó su cuerpo lentamente, con la mirada fija de
la ojiverde, movida por el deseo se acercó hasta el cuerpo que estaba siendo
desnudado para ella, quedando de rodillas a los pies de la cama, mordiéndose
el labio. Lo estaba haciendo tan bien y cuando llegó a quedar desnuda del
todo, se le escapó un suspiro sonoro:
— ¡Joder, Clara! — dijo de nuevo, ahora levantándose ella de la cama—
túmbate y tócate para mí, por favor.
Clara obedeció y se tumbó en la cama, abriéndose de piernas, dejando al
descubierto todo su sexo, rosado, hinchado, muy hinchado casi parecía otra
extremidad de su cuerpo. Alex se volvió a morder los labios. Prácticamente,
Clara ya estaba a punto para ser follada de cualquier manera o cualquier
juguete. La rubia comenzó a acariciar su cuerpo, suspirando y gimiendo,
incluso alguno exagerado, sabía que ese plus aumentaba la excitación de la
morena:
— ¿Así Alex?
Y ya si demostraba que estaba a su merced, sumisa a sus peticiones. Ya
dejaba de ser Alex la ñoña para convertirse en una cavernícola salvaje:
— Dios si, Clara fóllate, me encanta ver cómo te follas.
Clara se mordió el labio, primero bajo una mano por su abdomen usándola
para abrir sus pliegues, terminando de mostrar su intimidad. Volviendo más
loca a Alex, que se tuvo que agarrar a las sabanas para no lanzarse sobre ella
como un animal indómito, incluso el gruñido que salió de su garganta parecía
el relinche de un potro salvaje. La otra mano que tenía libre también la bajó
hasta su sexo, acariciando su obertura para recoger su flujo y expandirlo hasta
su clítoris, acariciándolo despacio, muy despacio. Echó la cabeza hacia atrás,
cerrando los ojos y gimiendo levemente.
Alex también se desnudó sin apartar la mirada de Clara, pero para nada fue
paciente, así en un parpadeo de ojos. También se podía observar lo caliente
que estaba, y cuando Clara egresó sus dedos de nuevo a la obertura, solo para
penetrarse la punta de los dedos, solo en ese instante no pudo controlarse y
comenzó a tocarse, así a los pies de la cama, de rodillas con las piernas
abiertas, para que Clara viera como lo hacía, como se deslizaba dentro de sí
misma:
— Joder, Clara mira como me tienes de cachonda que ni esperar puedo.
— ¿Te gustaría follarme? — dijo Clara parando y mirándole en plan, mira ahí
lo tienes a tu alcance— solo tienes que venir y follarme.
— Si— dijo casi con desesperación— quiero follarte duro ¿Puedo?
Alex dejó de tocarse, solo para apoyar las manos encima de la cama, sin
dejar de mirar el sexo de Clara, como cuando un animalito ve la comida.
Clara se llevó los dedos impregnados de sus propios jugos a la boca solo para
saborearse a sí misma:
— Fóllame, quiero que me folles, por favor— en el momento que añadió las
suplicas, como si necesitase de Alex como una chica inocente, terminó por
enloquecer— necesito sentirte dentro, Alex
Gruñido de pantera salvaje. Se bajó de la cama y con desesperación fue
hasta donde tenía sacado toda su colección de juguetes, sacó el arnés y una
cajita. No tardó mucho en ponerse el arnés, de la cajita sacó… Clara lo miró
con el ceño fruncido, ¿Qué narices era eso? Se parecía a un condón, pero no
envolvía del todo al consolador, y estaba compuesta de pequeños bultitos o
flagelos. Alex agarró una de las almohadas:
— Levanta el culo.
Clara levantó el culo dejando que Alex le pusiera la almohada sobre la
espalda baja y antes de que pudiera preguntar, que narices había añadido al
arnés, ZAS toda llena. Clara sorprendida encorvó la espalda a la vez que
emitía un gemido gutural, la última vez que estuvo así con Alex fue en
Ontario justo cuando accedió a casarse, la diferencia era ese complemento,
que añadía más placer al sentir en su interior los relieves de aquella cosa,
salió de ella casi dejándole al vacío, para entrar de nuevo igual que la vez
anterior. Al tener la almohada debajo mantenía su cadera elevada, a la altura
adecuada para que Alex siguiera de rodillas, saliendo y entrando, ya en la
cuarta vez, al observar que Clara arqueaba la espalda, seguida de gemido
gutural:
— ¿Demasiado duro? Clara.
Con sus manos a cada lado de la cadera, debía reconocer que le excitaba ver
como los senos se movían cada vez que le embestía. ¿Demasiado duro? Clara
lo estaba flipando, entre los relieves, los movimientos de cadera a lo péndulo,
facilitando el roce a su punto más placentero, lo último que quería era que
parase:
— DIOS, ALEX— había preguntado, pero Alex seguía con las embestidas—
SIGUE JODER, FÓLLAME.
Eso para Alex fue lo último, apretó más fuerte sus caderas y ZAS ZAS
ZAS ZAS, aumentando su ritmo. Placer para ambas, ya que el arnés rozaba
su clítoris, hinchado y por sus piernas caía el flujo de su excitación, sin dejar
de mira cómo se deslizaba dentro de ella. Otras veces miraba los gestos de
Clara, esa vez el sonido húmedo y el de sus caderas chocar. Clara tuvo que
poner sus manos en el cabecero y evitar darse de cabezazos contra él. Alex
acabó por sobreexcitarse antes de tiempo, involuntariamente clavó las uñas
en la cadera de la rubia y gimió guturalmente, poniendo en tensión todo su
cuerpo, embistió un par de veces más entre temblores.
Si se tratase de otra persona, Clara le miraría en plan ¿ya? Conocía
demasiado a Alex Woods, que se retiró el sudor de la frente y dijo o más
bien, ordenó:
— Túmbate boca abajo— la rubia Dio por hecho que pediría que alzase un
poco la cadera— no, no, túmbate apóyate con los antebrazos— se puso entre
sus piernas— No las abras demasiado
Otra cosa de Alex Woods, aparte de probar cosas nuevas, siempre que
había de por medio arnés o juguete doble, le gustaba cambiar de postura a
una nueva. En un principio Clara supuso que pasaría al sexo anal, no sería la
primera vez, pero no. Alex se apoyó con una mano y comenzó a besar a
Clara, cuando de nuevo le penetró profundo, se sintió muy profundo, también
dándole en el punto placentero, gimiendo en sus bocas:
— Alex,
Embestida:
— Como me pone— embestida— que gimas— embestida— mi nombre.
Comenzó un proceso. Nueve embestidas muy profundas, seguidas de otras
seis menos profundas, la pelvis de Clara presionado contra la cama, estaba
siendo tan extremadamente placentero, que sentía como iba a explotar, se
correría como nunca. Nueve embestidas, otras seis e iba por la mitad de las
otras nueve:
— JODER, ALEX— comenzó a gemir Clara, Alex tenía su mano agarrada y
sintió como le aferraba fuertemente— ALEX.
La espalda de Clara comenzó a tensarse:
— Córrete Clara.
Dijo Alex llegando al segundo orgasmo también:
— Si, Lex— Cuerpos en tensión cama impregnada por todo el flujo que
salpicó la rubia— ¡ahhh!
Las dos desplomadas sobre la cama, intentando recuperar aliento. Más Alex
que Clara, había que reconocerlo, joder que fondo tiene Alex para ser
fumadora, que manera de mantener el cuerpo definido. Con cuidado salió de
la rubia, para quitarse ya el arnés. Si al comienzo de la noche, decía que
estaba cansada ¿Cómo sería estando al 100%? No sé, si compadecerme de
Clara o morirme de envidia, que alegría para el cuerpo. Tiró el arnés y se
tumbó al lado de Clara, abrazadas, mirándose y riendo tontamente, cuando.
PA PA PA, unos fuertes golpes contra la pared. A la vez que el vecino
comenzó a gritar:
— TODAS LAS NOCHES Y TODAS LAS MAÑANAS IGUAL,
INSONORIZAR LA PUTA HABITACIÓN PERVERTIDAS.
Las chicas comenzaron a reír, Clara escondió la cara en la almohada toda
roja:
— Me le cruzo muchas veces en el pasillo— dijo riendo avergonzada— que
vergüenza.
— ¿Por qué? — Preguntó Alex riendo, mirándole con ojos brillantes— haces
vida de casada con tu mujer, que sea un amargado no es culpa nuestra.
— Reconoce que nos pasamos a veces, sería como escuchar una película
porno.
Alex alzó unas cuantas veces las cejas:
— ¿Te gustaría hacer una película casera? — No dejaba de acariciar su
espalda desnuda, a la vez que se perdía en el azul claro— debe de dar mucho
morbo vernos después.
— Me daría mucha vergüenza.
Alex carcajeó un poco fuerte:
— Cuando te desinhibes ni sabes lo que es la vergüenza.
— Me llevas por el mal camino.
Alex sonrió, le agarró de la mano y cerró los ojos. Clara también cerró los
ojos, sin borrar su sonrisa:
— Lex.
— ¿Umm?
— De verdad quiero ir contigo mañana a ver a Aden.
No dio para mucho más la conversación, las dos cayeron al sueño de
Morfeo, normal después de montárselo en plan mezcla entre Dios Baco y
Safo de Lesbos.
Cuando Alex despertó sintió que había corrido una larga maratón, más
bien, un triatlón, agujetas hasta el pestañear. Se encontró a Clara sentada y
mirándola de forma tonta, en su mano tenía las carpetas con los documentos
que le Dios su padre:
— ¿Qué haces con eso?
— Lo he traído para que lo firmes— separó las carpetas— bueno para que
firmes lo que te apetezca hacer ¿William? O seguir de comandante en
industrial Medical Woods.
No es que se le hubiera encendido el reloj biológico a Clara, estaba en las
mismas. Pero, llegó a la conclusión de que Alex siempre acababa cediendo
muchas cosas que no le gustaban por la felicidad de ella, cuando Clara cedía
pocas cosas y se sentía como una egoísta de narices a su lado. Así que,
decidió que, en un futuro, sí que podían tener al menos un hijo. Alex miró
insegura las carpetas:
— Clara— le quitó la carpeta y le agarró de la mano— decidas lo que
decidas, te dije que estaría contigo siempre, no tienes por qué hacer esto si no
quieres.
¿Por qué Alex debía quedarse con las ganas? Por hacer feliz a Clara. Era el
momento del quid pro quo. Así que amplió su sonrisa:
— No digo que lo quiera mañana, Lex— le puso los documentos en frente—
pero, ayer me lo pintaste tan bonito— hizo un mohín— a pesar de todos los
berreos, pañales sucios y los “mamá cómprame esto, cómprame lo otro” sin
quitar el hecho de que si es niño evitar meterse en peleas— La morena
carcajeó— y si es niña aconsejarle para que no llegue con sorpresa.
Hizo el gesto de tripa embarazada. Alex esbozó una pequeña risita, se
incorporó un poco y tiró de la rubia para que le diera un beso. No iba a
negarlo, a la ojiverde en el fondo le hacía ilusión. Y Clara era feliz viendo
aquel brillo en sus ojos verdosos:
— Ni de coña me paso a technology Wiyatt— dijo apartando esos
documentos— por descarte, la sociedad, al menos seguiré a cargo de
Industrial Medical Woods— hizo un gesto de desagrado— estoy pensando
hacer un cambio de nombre, no quiero el apellido Woods.
— Adopta el de tu madre.
— Carey— hizo otro mohín— se me hace raro— firmó los documentos para
hacer la sociedad— ya veré cual poner, ¿adopto el de mi mujer?
— Price, mejor que no y ¿Qué tal si adoptas el de tu padre biológico?
Alzó las cejas en plan jocoso:
— Te diría, Clara, has acabado siendo una Wiyatt igualmente.
Clara agachó la cabeza. No lo había pensado mucho, pero había vivido dos
años de relación con William y salvo las últimas semanas de convivencia con
él, siempre fue bueno, atento, cariñoso, trabajador, le dio un poco la razón al
querer estar resentido. Parece ser que ambos hermanos son cabezotas, porque
si ninguno hace por tener un acercamiento, su relación sería así y quisieran o
no eran medio hermanos:
— Alex— la ojiverde le miró toda Happy— bromeas mucho con eso, que si
Wiyatt, que si William es tu medio hermano— la sonrisa de felicidad se
esfumó— pero es tú hermano por parte de padre y en el fondo no es mal
hombre.
— ¿A dónde quieres llegar a parar? Clara.
— ¿Por qué no tratas de al menos tener una relación cordial con él?
— Ya estoy intentando estrechar lazos con Maurice— soltó su mano y se
levantó, para irse a duchar, quería ir a ver a Aden, llevar los documentos a
Maurice y por sorpresas de la vida, momentos después recibió una llamada de
Olaya que le dejaría estupefacta— no me fuerces a que también lo haga con
William.
Se dirigió a la puerta del baño, agarró los juguetes sexuales y los llevó hasta
el lavabo para limpiarlos bien. Clara le siguió, no entendía esa reacción:
— No digo que seáis los mejores hermanos del mundo— se cruzó de brazos
— Seguro que no serías así con él si no fuera mi ex prometido. Ni él sería así
contigo, es bueno Alex si os dierais la oportunidad…
— Clara— dijo Alex apoyándose en el lavabo— No odio a William, ni
tampoco soy así con él porque sea tu ex— le miró y se acercó, pasando un
poco la mano sobre su pelo rubio alborotado— le tengo envidia— le agarró
de las mejillas— él estuvo aquí la mayoría del tiempo, te vio crecer y cuando
volviste de la universidad siguió estando. Eso es lo que me cabrea. A parte
que fue el primero en verte desnuda— achicó los ojos— a no ser que Finigan.
— NOO— dijo escandalizada, seguidamente agarró las manos de Alex—
Solo intenta ser cordial, él acabaría por ser afable contigo. Solo quiero que
estés bien— se abrazó a Alex— tienes a tu madre que te quiere, a tu padre
biológico que se preocupa por ti y un hermano.
Alex curvó la comisura de sus labios:
— Y una mujer maravillosa.
Las dos se miraron como dos auténticas adolescentes enamoradas. Alex ya
sabía que sus sentimientos a Clara eran fuertes, pero desde que se casaron
hasta ese momento, sus sentimientos fueron evolucionando a más intensos, lo
mismo le ocurría a la rubia. Alex se iba a inclinar para besarle, cuando la
llamada mencionada anteriormente ocurrió en ese instante. Era Olaya:
— Qué pasa O.
— Enciende los noticieros.
Alex fue hasta el salón y encendió la televisión. Lo primero que vio fue una
foto de Patrick y un montón de fotos de otra gente. Algunos los reconoció
como pertenecientes a la banda de su padre. Recordó que Nidia, Taylor y
Finigan fueron a una redada importante. ¿Le habían detenido ya? Cuando
subió el volumen, su corazón se detuvo. Clara, se puso a su lado, también se
sorprendió.
. En un intento de desmantelar a una de las mafias más importantes, la
redada dirigida por los agentes Green, Colman y Fisher de madrugada,
acabó siendo un fracaso, acabando con la vida de dichos agentes, más gran
parte de las autoridades que colaboraban en esa misión, la banda dirigida
por el capo Patrick Woods, también se vio afectada en la terrible explosión,
aun se sigue haciendo las pruebas de reconocimiento a los cadáveres,
fuentes policiales tienen la teoría de que el cabecilla de la mafia, el señor
Woods se encontraba en el interior de la casa…
Ninguna de las dos no sabía cómo actuar. Por una parte, Taylor había sido
un gran apoyo para Alex, le había dado buenos consejos. Nidia tampoco le
parecía mala chica, había vivido momentos muy intensos con ellas, cuando
una está en peligro junto con la otra persona, resulta difícil no estrechar lazos.
Pero, por otra parte, cabía la posibilidad de que Patrick ya hubiese dejado de
ser un problema:
— ¿Esa era la explosión que vimos anoche?
— Vamos— apagó la televisión— quiero pasar por comisaría antes de ver a
Aden.
Ambas se ducharon, se arreglaron y fueron hasta la comisaría, para hablar
con Allie. Aunque Alex solo le había visto una vez en su vida. Parecía una
mujer de muy malas pulgas, pero quería que le asegurase que Patrick había
muerto:
— Veo que te ha afectado un poco la muerte de Taylor.
— Nidia también, hasta Finigan— dijo a la vez que entraban en el
departamento del FBI— eran buenas personas, Clara.
Estaba andando por el pasillo que daba hasta el despacho de Allie, cuando le
vio, en plan fantasma, solo que se veía demasiado real. Clara también parecía
no entender nada, obviamente:
— Taylor.
Dijo Alex con el ceño fruncido.
Antes de explotar la bomba
Nidia cortó el cable rojo, los tres cerraron los ojos, esperando que la bomba
estallase, sin embargo, el cronometro paró en seguida. Pudiendo respirar
tranquilamente. Taylor mandó a un equipo TEDAX para que se encargarán
de ella.
Bueno, había sobrevivido, más miedo tenía a lo que se le avecinaba. Nidia
bajó y salió hasta la puerta, a lo lejos miró como la agente Fisher se acercaba
con paso decidido. Bueno, sea lo que Dios quiera, se dijo y se acercó a la
morena. Se esperó un té odio, un no quiero verte más o como llevaba
haciendo hasta el momento, zorra engreída. Finigan iba detrás de ella, tenía
algo en mente y debía hablarlo, claro que primero quería dejarles algo de
intimidad.
Nidia no escuchó ninguna de esas cosas que se le pasaba por la cabeza. Más
bien, como hizo con anterioridad en la furgoneta le plantó un buen beso.
Dejándole de nuevo sorprendida. Finigan arqueó las cejas, sorprendido
también. Aunque el beso no duró tanto como le hubiera gustado a Nidia, ya
que, la morena se apartó y ZASCA, un bofetón bien dado:
— Eres una gilipollas de mierda Nidia
Nidia se llevó la mano a la mejilla:
— Y tú una bipolar.
Viendo que las chicas se pondrían a discutir de nuevo, Finigan interrumpió:
— Chicas— las dos le miraron algo fulminantes, haciéndole tragar saliva—
dejar las discusiones para luego. ¿No habéis pensado que Patrick espera que
funcione su plan?
— ¿El de cargarse a su gente?
— Por lo que se escuchó en el video, iba para nosotros— las dos chicas
intercambiaron miradas— ¿por qué no le hacemos creer que ha ganado? A lo
mejor da así algún paso en falso y le atrapamos.
— Lo cierto— dijo meditándolo Nidia— no parece tan descabellada la
idea.
— Hablaré con los TEDAX.
Dijo rápidamente Taylor. Bueno al parecer todo era una estrategia para
hacer creer a Patrick que había ganado.
Capítulo 62 - Las cavernícolas también lloran
Olaya no era de las que le gustaba hacer reposo, no se iba a pasar todo el día
en la cama, aunque Ruth era todo lo contrario, le dejó en la cama durmiendo
como un tronco. Se bajó para hacer algo de desayuno, café solo. No era tan
golosa como para liarse a hacer algo demasiado laborioso. Se apoyó a la
encimera y encendió la televisión. Cuando vio la noticia en el que hablaban
de Patrick. Obviamente lo primero que hizo fue llamar a Alex, la conocía
demasiado bien, como para saber que esa chica tenía ese electrodoméstico
como decoración y ocupar espacio, nunca le veía:
— Que pasa O.
— Enciende los noticieros.
No mantuvieron mucha conversación, ya que el olor a café que embriagaba
toda la casa despertó a Ruth, que bajaba en plan Zombi por las escaleras:
— Buenos días.
Se acercó tambaleándose hasta la ojiverde y le dio un fugaz beso. Antes de
apoyarse en el mueble que había a espaldas de O. se puso de puntillas
intentando alcanzar el azúcar que estaba en el mueble de arriba. Olaya giró un
poco la cabeza y, bueno mirándole desde esa perspectiva. Camiseta ancha y
en braguitas, mostrando sus piernas morenas y ese culito. La noche anterior
debía reconocer que le dolía el cuerpo, pero viendo esa imagen, en ese
instante le comenzaba a doler otra parte de su anatomía. Después de todo, sí
que iba a desayunar algo más que café. Dejó su taza en la encimera y se
acercó a la pequeña la morena, sorprendiéndole cuando sintió sus brazos
rodear la cintura. Ruth ladeo la cabeza, en el momento que los labios
húmedos de O. comenzaron a recorrerlo a besos y lametones:
— Se supone que debes de estar en reposo.
— Se supone.
Ruth intentó girarse, pero Olaya se lo impidió:
— No— dijo quitándole la camiseta para dejar su torso desnudo y disfrutar
de las vistas— quédate así.
La pegó más a ella, a la vez que con ambas manos masajeaba ambos senos,
no fue directa al centró más sensible, más bien se tomó su tiempo, con la
yema de sus dedos comenzó a hacer leves caricias desde el centro hasta
abarcarlo por completo, estimulando cada terminación nerviosa alrededor, el
aliento de Olaya en su oreja era un plus para la excitación, de nuevo,
ignorando sus pezones, ya erectos volvió a acariciar sus formas, como si con
sus manos hiciera la forma de un sujetador, Ruth entre gemidos apoyó la
cabeza sobre su hombro y pegó su trasero en la entrepierna de O. que
comenzó a acariciar con los dedos gordos la aureola, sobreexcitándole. La
ojiverde sonrió, como Ruth se derretía a las caricias de sus manos, de sus
dedos gordos girando sus pezones duros:
— Joder O. — dijo con voz entre cortada y tragando saliva, inevitablemente
moviendo la cadera por la excitación— como puedes ser tan buena.
Ruth acariciaba las piernas y glúteos, también musculosos de la ojiverde, que
riendo por lo bajo atacó más duro, dejando su mano izquierda jugando con su
pezón mientras que la mano derecha la bajaba por su abdomen y acariciarle
por encima de la ropa interior, acariciando su punto más sensible. Ruth llevó
una mano a la nuca de O. para pegarle más a ella, mientras que, con su otra
mano, más impaciente fue a parar a la entre pierna, introduciéndose en sus
braguitas, para acariciar su punto húmedo y caliente, haciendo que suspirara
sonoramente en su oído, incitada a hacer lo mismo para deslizarse dentro de
Ruth. Haciéndole gemir más fuerte. Convirtiéndose en un pequeño baile al
compás, deslizamiento al interior, frotis, deslizamiento al interior, frotis.
Movida por el deseo, O. se apartó para agacharse y quitarle las braguitas,
inclinó a la morena en la encimera y buscó su obertura para darle más fuerte:
— ¿Te gusta cariño?
Le susurró al oído a la vez que le daba fuerte:
— Si, ahh, si no pares O. me voy a correr.
Olaya sonrió, llenándole de besos su espalda, mientras seguía penetrándola
sin cesar. Y como Ruth era muy clara en situaciones como aquella, no dudaba
en decir lo que le apetecía:
— Quiero correrme en tu boca.
— ¿Eso es lo que quieres? — Preguntó Olaya con voz ronca— tendré que
complacerte preciosa.
Le giró con brusquedad para queda cara a cara y se agachó, para complacer
los deseos de Ruth, que enseguida sintió su boca presionando y explorando
todo su sexo, agarrándole de los pelos y atrayéndole a un más, la morena
miró hacía bajo, notando la mirada desafiante de O. eso era muy excitante,
los gemidos que se le escapaba en su humedad, mientras disfrutaba
devorando toda su entrepierna, una mano aferrando su glúteo, mientras que
con la otra buscó de nuevo su obertura. Terminando por enloquecerla:
— Si, Joder, Dios, O. — Se agarró a la encimera, mientras acompañaba con
movimientos de pelvis— me voy a…— en el momento que comenzó a decir
aquello, sintió más presión en su interior en el punto más placentero, pasando
de formular una frase en futuro a una de presente— Me corro.
Los dedos de O. siguieron en su interior, formando presión en el punto que le
hizo vibrar, mientras con su lengua disfrutaba de toda la humedad. Cuando
por fin terminó siguió agachada para subirle de nuevo las braguitas:
— Esto sí que es un buen desayuno— chupó sus dedos de forma sensual—
estas demasiado rica.
Ruth carcajeó y le dio un pequeño puñetazo en el hombro. No era de las que
se paraba a mantener una conversación post coital, ni era de las que se
entretenía en abrazarse y darse de besitos. Eso no quiere decir que nunca lo
hiciera, solo que no es su estilo:
— Anda alcánzame el azúcar que me has dejado sin fuerza en las piernas.
— Si mi señora— le dio el azúcar— me voy a arreglar, que tengo cosas que
hacer en la empresa.
Ruth bebió un sorbo de su café:
— No— dijo con determinación— tienes que estar en reposo ¿qué pasa solo
trabajas tú en esa empresa o qué?
Olaya curvó la comisura de sus labios:
— Hoy Alex tiene cosas que hacer y por lo que he visto en las noticias— le
dio una palmadita en el trasero antes de regresar hasta donde estaba su taza—
no tendrá cabeza para nada, no puedo dejar sola a Helena.
— ¿Qué has visto en los noticieros?
— Patrick Woods puede que haya muerto en una redada.
Después de la redada y de que por casi muere gente inocente. Tanto Taylor,
Colman y Nidia regresaron al departamento del FBI para comenzar con los
papeleos. Cada uno por su lado. Digamos que la agente Fisher sintió alivio al
ver que Nidia salió con vida. Pero seguía cabreada. No sabía que narices le
pasaba a esa chica. A veces sentía que, si le interesaba e incluso Respondió a
sus dos últimos besos, pero otras veces se comportaba como una gilipollas.
Sintió curiosidad de investigar su pasado. Tampoco lo tenía tan complicado.
Pero no era de las que se metían en la vida privada de sus compañeros.
Ya era de mañana y después de detallarlo todo, junto a Colman:
— Voy a llevar esto al archivero.
Dijo Colman mientras bostezaba:
— No— se levantó, tú vete a descansar, Finigan asintió y agarró su chaqueta
— por cierto Finigan— éste se giró para mirarle— ayer te comportaste
genial, cuando quieres puedes ser un tío muy legal.
— Somos compañeros— le guiñó el ojo— nunca hay que olvidarnos de ese
detalle.
Se giró y se perdió por los pasillos. Taylor fue dirección contraria, hasta la
habitación de los archiveros. Ahí estaba, la agente Fisher puso los ojos en
blanco ¿siempre tenían que reencontrarse en el mismo lugar?
Nidia estaba con una carpeta abierta en la mano, mientras que en la otra
sostenía medio sándwich mordisqueado. Fisher abrió el cajón
correspondiente para guardar la carpeta. Ganándose una mirada de la otra
chica. Al parecer, la morena no tenía pensado ni dar los buenos días:
— Agente Fisher...
— ¿Cómo era? — Le cortó Taylor haciéndose la pensativa— hay cosas que
es mejor dejarlo como están.
Cerró el cajón y se dispuso a salir, pero en está ocasión fue Nidia quien se lo
impidió:
— Y es lo mejor, pero me gustaría disculparme— desde luego sonaba
arrepentida— Taylor, eres un buen agente...
— Con un cuerpo bonito que sirve para calentar...
— No es cierto— dejó la carpeta que tenía en sus manos a un lado— Me
gustas agente Fisher, pero no me gusta que me gustes— Taylor frunció el
ceño— me agobio y tiendo a herir a la gente que me importa.
Taylor suspiró sonoramente y se movió nerviosa antes de encararle:
— No te entiendo Nidia, y de verdad que me gustaría ¿Cuál es el dichoso
problema?
— Ya sabes cuál es el problema, te lo dejé bien claro— dijo entre dientes,
Taylor se echó el pelo para atrás y le dio la espalda— por la forma que nos
comportamos ayer por la bomba deberías saber que nos jugamos la vida día a
día. Si dejamos que esto que tengamos afloren y el día de mañana pasa algo y
salgo herida o viceversa.
Fisher se puso con los brazos en jarra y de nuevo le encaró:
— Llevo años siendo agente, Nidia, he perdido compañeros en el camino, por
esa razón yo no tengo miedo a vivir día a día. Esa es la diferencia entre tú y
yo. No tengo miedo a vivir, prefiero morir habiendo disfrutado de la vida.
— Y mientras tu estés en el más allá, los que quedamos en el mundo nos
jodemos al haberte perdido.
Taylor achicó los ojos, desafiante, no tenía pelos en la lengua ni si quiera
para preguntar de forma descarada:
— ¿A quién perdiste para comportarte así?
— Eso es algo que no pienso contestarte.
Fisher cansada de esa conversación que no iba a ningún lado, intentó pasar de
nuevo a su lado, pero Nidia se interpuso, lo intentó por el otro lado y de
nuevo se lo impidió. ¿Pero a qué narices estaba jugando? Ya cansada le
agarró de los brazos para empujarla a un lado. La agente Green soltó el
sándwich cayendo al suelo, se soltó de Taylor y después de ese forcejeo le
atrajo para chocar sus labios, en un principio Taylor quiso resistirse, pero le
fue imposible, abrazándose a Nidia a la vez que profundizaba su beso. Que,
pasándose de efusiva, empujó a la morena contra una de las estanterías:
— Mierda.
Se quejó Taylor poniendo gesto de dolor:
— ¿Qué?
— Me he clavado la puta estantería en la espalda.
— Perdona.
Se disculpó Nidia, a la vez que la giraba para acariciar la zona golpeada:
— ¿Mejor?
Preguntó con dulzura, ninguna dejaba de mirar sus bocas con deseo. Nidia
volvió a acercarse, esta vez con más lentitud y cuando estuvieron a punto de
besarse de nuevo alguien entró, Nidia, actuando rápidamente, fingió practicar
la maniobra de Heimlich, Taylor en un principio no sabía qué hacía hasta que
Green comenzó a decir:
— ¿Se encuentra mejor Fisher? — le dio unas palmaditas en la espalda—
Debe tener cuidado con los sándwiches si se atraganta tan fácilmente
Taylor se llevó una mano a la garganta asintió y se puso a carraspear:
— Gracias agente Green.
Nidia asintió cogió el sándwich que estaba en el suelo y salió no sin antes
decir al compañero que entro al archivero:
— Sándwiches, pueden ser traicioneros.
Taylor la siguió:
— Es el pollo que estaba muy seco.
El agente miró el trozo sándwich, era de atún con tomate, alzó una ceja sin
decir nada y vio como ambas salían del archivador.
Ambas se miraron. Que eficacia tenía Nidia para esas situaciones tan
incomodas. Taylor Abrió la boca para decir algo cuando Allie asomó la
cabeza de su despacho y le llamó casi a pleno pulmón. Así pues, fue sin decir
nada. Nidia iba unos pasos más atrás, cuando miró por el otro pasillo, Alex
acompañada de su mujer, Taylor también las vio, saludándolas con las manos
y dedicándole una sonrisa amplia. Alex era atractiva, su atractivo no pasó
desapercibido ni para la misma Nidia y también era conocedora de la
atracción que sentía la agente Fisher por esa ojiverde. No es que le
desagradase Alex, en el fondo podían estar en un sitio y bromear sin parar,
solo que la agente era algo rencorosa y ver a Taylor besarle aun lo tenía como
una espinita. Que, al mirar a Clara, supo cómo sacárselo.
Nidia se acercó hasta Woods, que le regaló una sonrisa afable:
— Vi en las noticias que habíais muerto, me alegra que no haya sido verdad
— Todo es una estratagema para que Patrick piense que tiene vía libre.
Alex se removió nerviosa:
— ¿Cómo? ¿Ha escapado de nuevo?
Nidia negó con la cabeza:
— Ni estaba en la reunión, todo fue una trampa para eliminarnos— Fijó su
mirada en Alex— por cierto, ¿te acuerdas que pasó con Taylor cuando
dejaste a Aden?
Alex sonrió nerviosamente. De ese asunto Clara no tenía ni idea. Vamos que
no fue para tanto, ni si quiera fue ella quien besó a Taylor:
— Ya me la cobraste con un puñetazo.
Nidia amplió su sonrisa. Dio un paso y sorprendiendo a Clara aferró de sus
mejillas y le dio un beso. También insípido, ni demasiado largo, solo unos
segundos, como quien besa a su madre. Alex abrió la boca:
— ¿Pero tú quieres que te parta la cara?
— No— dijo ignorando de nuevo a una rubia un tanto ruborizada— ahora sí
que estamos en paz Woods, por cierto, andaros con mucho cuidado no
sabemos cuál va a ser el siguiente paso de Patrick.
Y se abrió paso para seguir su camino. Alex sonrió traviesa:
— Con que estamos en paz— alzó una ceja— ¿Eso quiere decir que Taylor y
tú?
— Alex— dijo Nidia enseñándole el dedo corazón— metete en tus asuntos
Woods.
Y se perdió por los pasillos. Clara miró sin entender una mierda a Alex:
— No conozco a Nidia— dijo confundida— pero ha sido como ver tu reflejo.
— ¿Qué dices? — Preguntó ofendida— yo soy más atractiva y beso como los
ángeles.
— Como los demonios más bien.
Taylor pasó al despacho de Allie. A lo mejor quería hablar sobre la misión, la
redada o cualquier cosa que tuviera que ver con el caso de Patrick Woods, sin
embargo, la sorprendió, Allie estaba sentada detrás de su escritorio e indico
que tomara asiento:
— Agente Fisher, últimamente me he fijado como os comportáis tú y la
agente Green...
— Si teme que interfiera en nuestro trabajo.
— ¿No lo niegas?
Preguntó Allie cruzándose de piernas:
— ¿Qué nos llevamos mal? — Fingió la morena— bueno tú misma has
dicho...
Paró cuando Allie comenzó a carcajear sonoramente:
— Dios las cría y ellas se juntan— parecía más relajada que otras veces—
sois tal para cual. Verás llevo trabajando con Nidia desde que apenas era una
cadete, la conozco al dedillo y digamos que por mucho trates de fingir, se
nota a la legua que te gusta.
— Y esto me lo comentas ¿Por?...
— Puede que me meta donde no deba, pero quiero a Nidia como a una
hermana y lo cierto es que deseo su felicidad— dibujó una sonrisa— me da
en la nariz que tú puedas conseguirlo.
— Lo dudo, demasiado cabezota.
Dijo Taylor apoyándose en el respaldo de la silla. Aunque el beso de antes le
volvió a descuadrar. Le dijo claramente "no" pero toma beso y como besaba,
conseguía encender cada parte de su cuerpo:
— Juegas con desventaja— le guiñó un ojo— te puedo aconsejar.
En ese instante, Allie paso de zorra engreída a zorra maja. Taylor la miró
cómplice.
— Te escucho.
De las dos, quien más nerviosa estaba era Clara. No conocía mucho al niño,
solo le había visto una vez y justo cuando discutió con Alex. Aun no se le
olvidaba que su madre había muerto en el mismo lugar que estuvo la morena.
Les tocó esperar en una salita, para que trajeran al niño. Allie tenía muchos
contactos y gracias a ella, no solo le permitían ir a visitarlo, si no que podían
salir durante unas horas y la ojiverde ya sabía dónde ir. Una chica entró en la
salita con el niño, que al ver a Alex enseguida dibujó una sonrisa en su carita
y fue corriendo a abrazarle:
— Alex.
La morena se agachó y le cogió en brazos:
— ¿Qué pasa campeón? — Miró a la chica— ¿de verdad que podemos salir?
— Siempre que le traigas a la hora que se te ha dicho— dijo la chica
amablemente— ningún problema
Al menos esa chica no era tan seca como la señora Rottenmeier. Alex le
dirigió una mirada de gratitud antes de girarse para quedar frente a Clara:
— ¿Te acuerdas de Clara?
— Si— dijo el chico tímido— Hola.
Clara curvó la comisura de sus labios y saludó con la mano. Sintiéndose
como una tonta. Pero no le resultaba tan fácil interactuar con el cómo lo
estaba haciendo Alex.
No fueron muy lejos la verdad, pero si fueron a un lugar con mucho
significado para ambas. Justo en el parque donde estaba la noria. De noche
era precioso, pero de día no quedaba mucho atrás, había más gente y estaba
animado. Había un hombre vendiendo globos de helio, puestos de algodón de
azúcar, otros para conseguir peluches derribando monigotes, Aden estaba en
su salsa y la morena también. Sorprendiendo a Clara una vez más, la
capacidad que tenía Alex de ser un auténtico encanto. De hecho, estaba atenta
a los dos, y complaciéndoles a los dos. Que Aden quería un globo, le
compraba un globo, que quería algodón de azúcar, se lo consentía y cuando
vio a la rubia mirar un peluche con deseo, no tardó en acercarse al puesto
para querer conseguirle un peluche:
— No hace falta de verdad.
Decía Clara sin dejar de reír:
— Quieres uno y te lo voy a conseguir.
Dejó al pequeño Aden encima del mostrador y sacó su cartera para que le
dieran un bol con pelotas, el juego consistía en derribar tres muñecos para
llevarse el peluche, lo estaba haciendo muy bien, hasta que de refilón miró
como él chico miraba empanado el canalillo a Clara:
— Mis ojos están aquí arriba.
Se quejó incomoda la rubia, el chico con sonrisa traviesa iba a decir algo
cuando una pelota impactó en toda su cara. El tío miró de mala gana a la
ojiverde, que sonreía satisfecha:
— ¿Se puede saber de qué vas tía?
Alex le miró fulminante y habló tajante:
— Punto uno: no soy tu tía así que algo de educación "tronco"— lo último lo
dijo haciendo el gesto de las comillas con los dedos— Punto dos: tenía que
derribar payasos y es lo que he hecho, exijo mi peluche.
El chico miró a los muñecos que tenía que derribar:
— Solo hay dos caídos.
— Alex.
Intentó calmarle Clara, pero no sirvió de nada:
— Verás payaso, la pelota era demasiado pequeña para derribarte— levantó
la mano— pero estos cinco nudillos pueden dejarte k.o. Así que la próxima
vez miras a una mujer con más respeto, capullo.
El chico le miró fulminante, agarró el peluche de mala gana y se lo tiró a la
cara:
— Ahora largo antes que llame a seguridad.
Alex le dio el peluche a Clara y bajo a Aden del mostrador:
— Con mucho gusto— le enseño el dedo corazón— payaso.
Clara agarró la manita a Aden y comenzó a empujar a Alex para alejarle de
aquel puesto:
— ¿Siempre tienes que andar liándola parda?
Dijo fingiendo descontento, pero estaba claro que Clara disfrutaba cada vez
que Alex salía en su defensa:
— Empezó él al mirarte de forma tan lasciva.
— Tú también me miras igual y a todas horas.
Pararon en medio del paseo y el pobre niño mirando a las dos chicas:
— No es lo mismo, soy tu mujer.
— ¿Para esto quieres que tengamos hijos? ¿Qué clase de educación les
darías?
Alex sonrió:
— Una en el que salgan en tú defensa y si hace falta dar puñetazos se da.
— Se defenderme solita, Alex. No puedes ser una retrograda y hacer que los
niños crezcan siendo unos cavernícolas.
Miró a Aden y le señaló con el dedo índice:
— Lo que has visto antes ahí no se hace, hay que tener respeto, aunque no lo
tengan contigo.
El niño asintió, aunque no entendía nada la verdad. Alex no seguiría la
discusión. Más bien sonrió como una tonta. Clara frunció el ceño:
— Ahora ¿Qué?
— Nada, sigamos con el paseo.
Dijo rodeándole los hombros con un brazo, ya que Clara sostenía con una
mano el peluche y con la otra agarraba al pequeño. Ignorando cuan pringosa
tenía la manita, en otra ocasión ya habría puesto un mohín de asco, ya más
adelante del paseo. Alex se inclinó y le susurró a la rubia:
— Lo que dijiste antes señorita Price, es lo que diría una madre a su hijo— le
guiñó un ojo— ves, tampoco se te dan tan mal.
Clara sonrió hasta que sintió que Aden tiraba de ella:
— Una noria.
Dijo el pequeño Aden, Alex miró su reloj, aun daba tiempo:
— ¿Te gustaría montar Aden?
— ¿Puedo?
En el fondo él chico era muy educado, se lo estaba pasando como nunca.
Alex lo sabía, la clase de vida que llevó el niño estaba muy lejos de haber
pasado una sola mañana en ningún parque, ni si quiera en ningún colegio y al
menos hasta que pudieran darle una casa de acogida, ella tenía la ilusión de
poder darle todo lo que un niño le hace feliz. Miró a Clara traviesa:
— Pues entonces vamos.
— ¡Ay no!— miró suplicante la rubia— monta tú con él y yo me quedo aquí.
— Ni lo sueñes— ahora fue Alex quien empujó a Clara— de esta no te libras.
Ambas sentadas en cada lado y Aden sentado en medio, bien sujeto para
evitar caerse. El chico miraba fascinado primero arriba para ver cómo se
elevaban a lo alto, luego miró a bajo:
— Que pequeña se ve la gente.
— Yo no miro a bajo
Añadió Clara, agarrada al peluche. La morena tenía el brazo apoyado en el
respaldo, justo alcanzaba acariciar el rostro de Clara, haciendo que ésta
mirase al lado y se encontrase con el verde brillante de su mirada, a la luz del
día eran incluso más preciosos. La rubia apoyó la mejilla en su mano
mientras se sonreían:
— Que cerca estamos del cielo— dijo Aden embobado, ambas bajaron las
miradas y vieron como el niño saludó al cielo con su manita— seguro que mi
mamá nos estará viendo ahora.
Alex le acarició el pelo, antes de besarle en la sien:
— Estará muy feliz de verte sonriente campeón
— Gracias, Alex— dijo el niño abrazando a Alex, que para sorpresa de
ambas se giró al lado de la rubia y también le dedicó un abrazo— gracias,
Clara.
Vale, eso era nuevo, normalmente los niños salían huyendo despavoridos de
ella y viceversa. Después de unos segundos, le devolvió el abrazo. Bueno, ese
niño sería la excepción.
Al final terminaron sentados en una terraza tomando un batido antes de
llevarle de vuelta. Aden y Clara pidió los vasos más pequeños, menos Alex,
la muy glotona se pidió el más grande. Aden se lo pidió de chocolate, Clara
pidió el más sano y Alex se pidió uno de helado de fresa. Que al final acabó
convenciendo a la rubia de que bebiera un poco:
— Me voy al baño que me estoy haciendo pipi— dijo Alex levantándose—
pago y nos vamos.
Bueno, esa era la prueba definitiva, en toda la mañana no se habían quedado
solos ni un momento:
— ¿Te lo has pasado bien?
Intentó tener una charla con el pequeño. Debía de ser fácil, es decir, Alex
podía parecer de lo más infantil muchas veces:
— Nunca me lo he pasado tan bien— lo cierto es que el niño parecía más
maduro para su edad— mi mamá y yo solo salíamos de la casa cuando los
hombres malos querían y siempre donde ellos nos llevaban. Nunca he estado
en un parque.
— La semana que viene podemos volver si quieres.
Dijo la rubia con el corazón en un puño:
— Gracias.
Agradeció antes de beber de la pajita. Clara curvó la comisura de los labios.
Bueno, no estaba siendo tan espantoso aquello. Alex regresó poniendo cara
de alivio:
— ¡Uf!, cada vez parezco más una abuela aguantándome menos las ganas de
orinar— miró a ambos sonriente— ¿Nos vamos?
Momento duro fue el de la despedida. El niño ya tenía claro que solo podía
ver a Alex una vez a la semana, incluso de los dos, quien peor lo pasaba era
la morena. Quien se mantuvo un buen rato abrazado al pequeño:
— Pórtate bien, campeón.
Clara se agachó para ponerse a su altura, no se iba a liar a darle un abrazo
igual de largo igual que Alex, más bien fue Aden quien tuvo el gesto
afectuoso dándole un beso en la mejilla. Y le vieron marchar con la chica
amable. Solo en ese instante Alex se giró para dar la espalda a Clara y
retirarse una lagrimilla. La rubia se puso a su lado y la morena intentando
hacerse la graciosilla para quitar hierro al asunto:
— ¿Qué pasa? Las cavernícolas también lloramos.
La rubia se puso de puntillas y le dio un beso dulce en la mejilla:
— Eres la cavernícola más maravillosa del mundo.
Alex curvó la comisura de sus labios y salieron de ahí, solo para dirigirse al
hospital. Ya había hablado con Maurice, para que William fuera y firmara los
documentos. Escuchar aquello le llenó de satisfacción al señor Wiyatt.
Patrick, regresó a la ciudad de Portland, aun se movía precavido para evitar
que le vieran y le reconociesen. Sin embargo, entre el cambio de imagen y
que solo se movía por los tugurios, no corría riesgos. Estaba en un club de
mala muerte, sentado viendo como una chica escuálida y al parecer adicta al
crack, bailaba sobre el escenario. Romero, después de hacer unas llamadas se
sentó a su lado:
— He hablado con todos, están en sus puestos. Nadie sospecha así que todo
debería ir sobre ruedas. Tan solo tenemos que pensar donde tender la trampa
a Alex, debe ser lejos para que no tenga ninguna opción.
— Eres retorcido Romero.
Dijo Patrick carcajeando:
— Dijiste que estabas obsesionado con ella, bueno es una bonita forma de
hacerla sufrir— curvó la comisura de los labios— ¿por qué matarla jefe? Está
muy buena y aun es una chuchería para esclavizarle.
— No quiero que sea de nadie— dijo más seriamente— si no está muerta,
será mi esclava.
— Lo que tú digas jefe— suspiró— ¿entonces el sábado?
— El sábado— tiró una colilla a la chica que bailaba, haciéndole sentir más
humillada— que disfrute un poco más de felicidad.
Capítulo 63 - De tal palo tal astilla
— ¡Ey! Viejo gruñón
William iba de camino al ascensor para subir a planta, cuando se cruzó con
Gina. El chico pulsó el botón, guardó las manos en los bolsillos y sonrió
tímidamente:
— Estas en todos los lados doctora.
— Es lo que tiene ser jefa de Psiquiatría
Dijo posicionándose a su lado. La sonrisa de William se le borró al instante,
odiaba a los loqueros. Gina carcajeó más sonoramente al ver la expresión del
moreno, le Dio una palmadita en el hombro:
— Eres muy inocente señor Wiyatt— agarró la tarjeta de identificación — Y
poco observador, soy pediatra ¿Ves?
Las puertas del ascensor se abrieron y los dos entraron, William esbozó una
sonrisa y señaló el bolígrafo que llevaba en el bolsillo de su bata:
— Ya decía yo ¿el elefante del bolígrafo calman a los chiflados? O ¿te has
vuelto una?
— ¿Quién sabe? Los animalitos son agradables— estaban llegando a la
planta en el que se apearía Gina ¿no me llamaste?
— ¿querías que lo hiciera?
De nuevo las puertas del ascensor se abrieron. Gina puso la mano en una de
las puertas para evitar que estas cerraran y miró divertida a William:
— Un pequeño consejo señor Wiyatt, cuando una chica le da un número de
teléfono es por algo.
Amplió su sonrisa y le guiñó un ojo antes de seguir su camino, cerrándose las
puertas tras de sí. Podían considerar a William uno de los empresarios más
atractivos, pero en cuestión de mujeres era un ignorante. Solo se había
sentido atraído por dos, una era su ex prometida y la otra, le recorrió un
escalofrío por la espalda, resultó ser su media hermana. Gina no estaba mal,
era alegre y divertida, quizás sí debería replantearse en darle una oportunidad.
Bajó en la planta donde estaba Maurice y sin darse cuenta que iba sonriendo
como un estúpido. Solo se le borró cuando entró en la habitación y ahí les
encontró a los cuatro:
— Vaya— dijo más serio— reunión familiar en el hospital.
¿Es que no podía sentirse ofendido? Cada vez que miraba a Clara, sentía que
le había tomado como gilipollas. ¿Cuánto tiempo estuvo burlándose de él
mientras se veía con Alex? Seguro que se rieron de lo Lindo a sus espaldas.
No quería que fueran arrastrándose, ni si quiera que volvieran a su vida, pero
se conformaría con un "fuimos unas desconsideradas, discúlpanos William
por tratarte como un imbécil" solo entonces, quizás sería un pelín más
amable:
— Si te desagrada nuestra presencia— dijo Alex seriamente— solo firma los
papeles y puedes largarte por dónde has venido.
— Alex.
Le susurró Clara:
— Este es un sitio público, Alex— dijo William con chulería— no eres
quien, para echarme, y si quieres que firme agradecería un poco de
educación, un por favor no estaría de más— se puso con los brazos cruzados
— pero que puedo esperar de una salvaje
— Alex.
Volvió a susurra Clara, agarrándole de la mano. Como diciendo, serénate. La
ojiverde intercambió miradas con la rubia, suspiró y fingiendo una agradable
sonrisa, miró a su hermano:
— ¿Serías tan amable de firmar los papeles y perderte de mí vista? Por favor.
— Eres una desagradable.
Clara se llevó la mano a la cara, dándose por vencida. Alex estaba
empezando a replicar:
— Y tú eres un...
— Ya vale los dos.
Cortó Maurice ya enfadado:
— No pido que os llevéis como hermanos, pero al menos comportaros
delante de mí— señaló a William— no te eduqué para que seas tan
desagradable y tú— señaló a Alex— que quiera estrechar lazos contigo no
quiere decir que te permita todo, somos adultos por el amor de Dios, no críos.
— Será mejor que te tranquilices, no debes ponerte nervioso.
Dijo Alice poniéndole una mano en el hombro libre de balazo. Ambos se
miraron desafiantes. Al parecer los hermanos Wiyatt eran de lo más
cabezotas y de lo más orgullosos. Menuda puntería tenía Clara. William,
refunfuñando entre dientes, agarró los dichosos documentos y los firmó de
mala gana. Quién sabe, a lo mejor así se iban en cuanto antes, porque él no
les iba a dar el gusto de irse. Se sentó en una de las sillas más alejadas y alzó
una ceja, como diciendo "os jodéis porque no pienso irme". Alex se fue a la
otra punta e hizo lo mismo, cruzándose de brazos, parecían dos niños chicos.
Las únicas que terminaron por dar conversación fueron Alice y Clara. Ya
después de un rato escuchando, los típicos consejos de abuela "debes de
descansar" "tomate unos días libres" "abrígate te vas a enfriar" ni que su
padre fuera un niño chico ni un anciano, salió a por un café guarro que
ponían las máquinas expendedoras, quien sabe, a lo mejor ocurría el milagro
y Gina se cruzaba con él, alegrándole de nuevo el día, pero eso era demasiada
casualidad, por el contrario, quien le siguió fue, la salvaje de su hermana.
Éste puso los ojos en blanco, se apartó suponiendo que quería un café. Pero
no, más bien se guardó las manos en el bolsillo y comenzó a hablar, más bien
se obligó a hablar.
Alex dentro de lado cavernícola y ordinario, en el fondo acababa
complaciendo a Clara, por eso estaba ahí, no por ella misma, si no por Clara,
porque se lo había pedido, así que, se puso enfrente de William y musitó en
voz baja, casi de forma inaudible:
— Disculpa.
— Perdona, no te he escuchado— siguió haciéndose el duro— pero creo
haber escuchado de tus labios una disculpa.
— Reconoce que últimamente has sido un capullo, Will.
— Me diste motivos, "Lex"— dijo con berrinche— ¿tengo que ser yo el que
se deje humillar? Te interpones en mi relación y para colmo tengo que
sonreírte y ser de lo más cordial. Un poquito de empatía bonita, tú no eres
para nada inocente tampoco y si tuvieras un poquito de consideración a los
demás y dejases de ser tan egoísta, sabrías que como mínimo merezco una
disculpa por vuestra parte.
— ¿Piensas que lo hice a posta? — sacó sus manos del bolsillo para señalarse
así misma— yo no lo busqué William— ¡uy! que mentira— el enamorarme
de Clara digo— se corrigió— es bonito hacerse la víctima, pero bien que te
has ganado mi aversión comportándote como un auténtico capullo.
— Claro como tengo que dejarme insultar por la señorita Alex Woods.
Alice y Clara estaban a unos metros observando la escena. Alice dio unos
pasos para intervenir. Cuando Clara le interrumpió agarrándole de la muñeca
y negó con la cabeza:
— Al final acabarán matándose.
Dijo la madre de Alex posicionándose de nuevo al lado de Clara. La rubia se
cruzó de brazos y negó de nuevo con la cabeza. Era la ventaja de ésta, que los
conocía lo suficiente:
— No, son cabezotas, obstinados y orgullosos. Pero al final alguno acabará
cediendo, tarde o temprano.
— Menuda puntería has tenido— señaló a los hermanos que aun discutían,
alzó una ceja y miró a Clara, ahora que Alex estaba distraída iba a provechar
la oportunidad— ¿Bueno y los nietos para cuándo?
Clara puso los ojos en blanco:
— O señora Wo... Carey— se corrigió— ya le dejamos claro que para más
adelante.
— Ya, ya lo sé— dijo agachando la cabeza— pero una se hace vieja y me
gustaría poder disfrutar de ellos mientras pueda, podría cuidar de ellos
mientras vosotras— alzó un par de veces las cejas— ya sabéis tenéis
intimidad
En ese momento Clara sintió como se ruborizaba:
— Definitivamente— dijo con voz vergonzosa— Alex heredó muchas cosas
de usted.
— Lo dices por el atractivo ¿Verdad?
Desde que Patrick desapareció de su vida, Alice era otra mujer diferente,
menos oprimida. Volvió a vestir de forma colorida, sonreía más y de verdad,
no la típica sonrisa falsa para aparentar que era feliz, e incluso soltaba joyitas
como esa. Desde luego, de tal palo, tal astilla. Clara suspiró y decidió
regresar a la habitación, que Will y Alex se mataban, bueno de algo estaba
segura, tarde o temprano acabarían como mínimo aguantándose. William no
era de los que odiaban eternamente, eran de los que tenían el berrinche y
Alex, bueno, tarde o temprano acababa por dar su brazo a torcer. Quisieran o
no, en ese sentido ambos eran igualitos.
Al final los dos regresaron a la habitación con el rostro rojo, la vena del
cuello estaba más que hinchada. En el fondo Clara no odiaba a William, no se
enamoró de él, pero eso no quita que le llegase a querer, esa escena le pareció
extrañamente una ricura, los hermanos con sus berrinches y reconociéndolo,
cuando Alex sacaba su carácter le ponía a tono. Como Maurice evolucionaba
favorablemente, le iban a dar el alta al día siguiente, así que en un intento de
"estrechar lazos" o al menos tener una relación afable, llegaron a la
conclusión de cenar los cinco juntos.
Al único ser que en la vida contradeciría William, era su padre, que muy a su
pesar, por enfadado que estuviera por abandonar a su madre, Maurice Wiyatt
era su ídolo y, por el contrario, Alex por mucho que refunfuñase, no le
contradeciría a Clara, así pues, esa cena era un echo sí o sí.
Así que él chico moreno, dándose por vencido, se acercó hasta su padre y le
dio un beso en la frente. Percatándose de la mirada divertida que le dedicaba
Alex, éste le respondió con otra ¿Qué pasa? Los chicos besamos también
besan a los padres.
Sin embargo, Alex era más reacia a mostrar sus sentimientos, se acercó a
Maurice y le dio unas palmaditas en el hombro sano:
— Espero que se reponga pronto, señor Wiyatt.
Con su madre, aunque le costó un poco fue más afectiva, dándole un fugaz
abrazo. Carraspeo y se despidió:
— Bueno, ya nos veremos mañana en la cena.
Por otro lado, Clara fue más encantadora y se despidió de ambos con un beso
en la mejilla. Para asombro lo que dijo Alice:
— Por favor Clara, llámame mamá.
— Clara, ¿Nos vamos por favor?
Rogó Alex en cuanto escuchó decir eso a su madre. Clara se aguantó las
ganas de reír mientras salía de la habitación y se encaminaban al ascensor:
— Ahora la tengo que llamar mamá.
— Calla.
Dijo Alex apretando más seguidamente el botón del ascensor. Como si
aquello iba hacer que el cacharro fuera más rápido. Dentro de lo malo, aquel
día no era tan horrible, pensó Clara. La mañana, había sido muy emotiva y
para nada pavoroso. Aden podía ser muy encantador y entendía como Alex se
derretía por él. La rubia frunció el ceño y meneó la cabeza al darse cuenta de
las cosas que pensaba. Eso era Alice y Alex, que le estaban metiendo ideas en
la cabeza:
— ¿Qué te pasa? — Preguntó la ojiverde acariciándole la espalda— de un
momento a otro te has quedado pálida.
— Me imaginado...— dijo poniendo una sonrisa traviesa— llamando a tu
madre, mamá.
Alex puso los ojos en blanco y negó con la cabeza. Clara soltó una pequeña
risita, se puso delante de la morena y le rodeó con los brazos:
— Hay que reconocer, que Alice y tú sois muy parecidas.
— Ni de coña— dijo devolviéndole el abrazo— este atractivo fue creado en
el mismísimo monte Olimpo, soy única en mi especie
— Baja modestia que sube Alex.
Dijo carcajeando Clara:
— Reconoce que algo de razón llevo.
Clara negaba con la cabeza mientras ambas sonreían bobaliconas,
acercándose para darse un beso, cuando dos plantas antes, paró el ascensor y
entraron otras tres personas más, separándose, pero aun agarradas de la mano.
Nidia era de las que padecían insomnio. En vez de sentarse a leer un libro,
ver una película o jugar al Candy crush prefería liberar adrenalina con el
deporte. Otras veces solía hacerlo con algún ligue de una sola noche, pero
desde que fue a Portland le resultaba imposible fijarse en otras. No era
estúpida y la experiencia le decía que eso tenía nombre, Taylor Fisher. Pero
su lógica o su terrible miedo a sufrir, le impedía ir mucho más allá y estaba
jodida, muy jodida porque en un principio era un puñetero juego, mera
atracción, pero cuando besó sus malditos labios, sabía que no solo era eso.
Tenía que mantenerse firme, no estaba dispuesta a pasar por lo mismo que
pasó con Jessica. Tumbada en la esterilla, descansando unos segundos de la
serie de abdominales, totalmente sudada, con su conjunto deportivo ajustado,
dejando al descubierto su abdomen bien definido, tenía las manos en la cara,
cuando el timbre sonó. No esperaba visita y estaban empezando a ser horas
intempestivas. Revisó el arma que tenía junto a la puerta, no eran de las que
echaban un vistazo por la mirilla.
Visita inesperada. Taylor estaba en la puerta con una pizza en la mano y unas
cervezas en la otra. Cuando vio las pintas de Nidia, le resultó imposible que
los ojos recorrieran su cuerpo de pies a cabeza:
— ¿Qué haces aquí?
Preguntó Nidia desconcertada:
— Para ser agente del FBI tu capacidad de deducción en ocasiones deja que
desear— dijo levantando la pizza y las latas de cerveza— vengo en son de
paz.
— Es un poco tarde...— no le hizo falta invitar a la morena, directamente ésta
se auto invitó sola— eh, no te he dado permiso para que entrases.
— Deja de ser tan toca pelotas, Nidia— dijo Taylor dejando la comida y las
bebidas en la mesa, fue hasta la zona de las pesas y cogió una— cuando
quieres puedes ser agradable— le miró y sonrió— solo cuando quieres.
Nidia cerró la puerta, se acercó para arrebatarle de la mano la pesa y la colocó
en su sitio, eso ya era invadir demasiado su espacio personal. La rubia iba a
decir algo cuando... Oh por el amor de Dios Taylor... disculpen a veces se me
olvida que debo narrar lo que mis ojitos ven. Pues la agente Fisher, con todos
sus ovarios y que forma tan sensual, llevó una mano la nuca de Nidia y le
atrajo hasta que sus labios chocaron. Qué forma de dejar siempre estupefacta
a la agente Green. Que en un principio quedó paralizada, hasta que su cerebro
lo procesó, en el momento en que las corrientes eléctricas comenzaron a
recorrer todo su cuerpo, muy al tema de Major Lazer – Powerfull. La lengua
de Taylor comenzaba a invadir la boca de Nidia, cuando intentó rechistar:
— Taylor...
— Calla
— Joder.
Terminó por darse vencida Nidia, cuando la carne es débil y esa cacho
morena la besaba de esa forma, no había peros que valiesen. La atrajo cuan
loba salvaje, que ni tiempo Dio a ir a la habitación ni al sofá, que al lado
estaba, arrojó a la morena al piso y esta vez no había quejas que la
detuviesen, llena de hambruna se echó encima de ella y agarrando ambas
oberturas de su camisa... Pero joder, cuanto... Nidia que intento narrarlo de
forma elegante... siguiendo con la historia, agarró las oberturas de su camisa
y de forma abrupta la Abrió haciendo saltar todos los botones, con
respiración entre cortada e inclusive ya se les escapaba algún jadeo, Taylor le
quitó el top menos roda, a la hora de quitarle el sujetador... no fue sutil para
nada, directamente se lo arrancó a la morena, dejando sus... preciosos senos...
¿me disculpan? Voy a por agua...
Como iba diciendo, dejando sus hermosos pechos a la vista, la agente Green
los... madre de Dios sí que está necesitada, aferró sus senos como aquel que
espachurra naranjas mientras que con su lengua recorría, mentón, cuello,
clavícula alrededor de la aréola, haciendo que la morena se retorciera de
placer, hasta que acabó atrapando el pezón erecto, jugando y succionando, los
dedos de la morena se entrelazaron con su pelo incitándole a que no parase
bajo ningún concepto, moviendo su pelvis ante los estímulos latentes que
sufría su clítoris, con terrible necesidad le desabrochó los pantalones y se los
quitó, menos mal una prenda que quedó a salvo de ser descuartizada, no
corrió la misma suerte el tanga que tuvo el mismo destino que el sostén,
sujetador, brasier como se prefiera llamar, quedando por completo a merced
de Nidia, que con sumo gusto comenzó a darle placer, demasiado tiempo sin
sexo como para pijerías y mamonadas, buscó la obertura de su húmedo sexo
y zas, zas... aunque por como sonaba de mojado eso era más bien chup:
— ¡Umm, si!
Llegaba a gemir Taylor retorciéndose ante las rudas penetraciones de la
agente Green. Sonando la humedad de su sexo siendo penetrado Chup, chup,
chup:
— Es una agente muy desobediente Fisher— le dijo Nidia con voz ronca, las
paredes vaginales de Taylor comenzaban a contraerse, avecinándose un
orgasmo exprés— ¿quieres correrte?
— ¡Joder, si!
Nidia de forma traviesa rio y paró antes de que llegara el clímax, dejando
totalmente loca a la morena:
— Te vas a tener que joder, cariño.
— Ni de coña.
Dijo fieramente Taylor, rodó encima de Nidia y en un santiamén esta se vio
sin las mayas, la ropa interior y con la morena a horcajadas suya
cabalgándola como si de una potra salvaje se tratase. Ambos sexos,
humedecidos e hinchados, juntos de forma intima, Taylor agarraba una de las
piernas largas de Nidia mientras que friccionaba placenteramente, chap, chap,
chap. Y ninguna pudo aguantarlo más explotando entre gemidos,
¿mordiscos? Menudo muerdo le dio en el gemelo a la agente Green a la vez
que temblaba. Desplomándose rendida al lado de Nidia, que sonreía como
una estúpida. Joder como echaba de menos eso:
— Ha sido…
Comenzó a decir, mientras intentaba recuperar el aliento:
— Liberador.
Respondió Taylor. Después de tanta tensión, aquello había sido como
quitarse veinte kilos de encima. Nidia la recorrió con la mirada más
determinadamente, apenas había dado tiempo contemplar su cuerpo desnudo
y reconociéndolo, mejoraba mucho desnuda, esbozó una sonrisa traviesa:
— Aunque mejorable.
La morena le miró cómplice:
— ¿Segunda ronda?
No le dio tiempo a decir nada más, cuando tuvo de nuevo a Nidia encima. Oh
si, eclipse total del amor. Cuando sus cuerpos no pudieron más, acabaron
desplomadas en el suelo, comiendo pizza y bebiendo cerveza, pero de la que
tenía Nidia en la nevera, ya que las que llevó Taylor se pusieron cachondas,
calentorras quiero decir:
— ¿Y esto que significa?
Preguntó Nidia con cierta precaución. Aún seguía siendo reticente a mantener
algo más serio con una policía y sabía que Taylor iba a ser su perdición. La
morena estaba boca abajo, con los codos apoyados mientras disfrutaba de un
trozo de pizza, cosa que agradecía, después de todas las calorías quemadas:
— Ni idea— se encogió de hombros— supongo que romper de una puta vez
la tensión sexual.
— ¿Solo eso?
Taylor le miró pensativa. Mejor no entrar en ese tema por el momento. Ya
sabía algo, solo lo que Allie fue capaz de contarle, evitar presión sería la
mejor decisión. Por el momento:
— Solo eso Nidia— dibujó una sonrisa traviesa— ¿No esperarías que cayese
de amor por unos cuantos orgasmos?
Tiró la corteza a la caja de la pizza, dio unas palmaditas para quitarse las
migas de las manos y se levantó. Había que reconocerlo, Green quedaba
fascinada ante aquel cuerpo femenino, esas curvas, alzó una ceja en el
momento que recogió su ropa:
— Será mejor que me dejes algo de ropa, lobita— dijo enseñándole su
sujetador descuartizado— no me sentiría cómoda saliendo desnuda de tu
departamento.
— Puedes ducharte aquí si quieres.
— Norma número uno, nada de conversaciones post coitales, con verte el jeto
en el trabajo me es suficiente— Nidia se levantó riendo— norma número dos,
baile del chiquichiqui y cada una para su casa.
Nidia salió de su cuarto con unas prendas y se las Dio. Taylor no tardó
mucho en empezar a vestirse:
— ¿Alguna otra norma?
— Nada de citas, ni escenas de celos— esto último lo dijo con hincapié— así
que controla tus impulsos de querer zurrar a Alex.
— Creo que eso ya es agua pasada.
Bien que se la cobró besando a su mujer. Claro que Taylor no tenía ni puta
idea. Se terminó de vestir, y se dirigió hasta la puerta, antes de proceder a irse
se mordió el labio y dijo de forma seductora:
— Ahora, podemos repetirlo o, por el contrario, tan solo ha sido un encuentro
muy agradable y muy placentero— Abrió la puerta— la pelota está en tu
tejado agente Green.
Y salió de su departamento. Joder con esas dos.
Alex no era de las que veían la televisión, solo cuando se sentaba a ver
alguna serie o alguna película con Clara. Esa noche tocaba sesión ñoña, una
de las películas más ñoñas que había visto en toda su santa vida. Titanic. A
Clara le gustaba, a pesar de durar más de 3 puñeteras horas y de saber el
final. Lo cierto es que a Alex le entraba el agobio, ya estaba llegando el final,
y la ojiverde no dejaba de pensar "pero que egoísta en la tabla cabían los
dos" cuando miró de reojo a la rubia, que estaba acurrucada junto a ella,
arropada por su brazo y por una mantita, en ese instante la película pasó a un
segundo plano. Pero que hermosa era Clara cuando dormía, claro no daba por
culo con sus comentarios irritables. Alex rio por ese pensamiento tan ácido.
Le acariciaba del pelo y pegó su nariz, oliendo su aroma. Era tan
puñeteramente feliz. Los créditos de la película, Céline Dion le entró la risa.
Qué momento más ñoño:
— Marmotilla— susurró— vamos a la cama.
— Un poquito más— aun con los ojos cerrados— puchita.
Alex curvó la comisura de sus labios. Metió la mano debajo de la manta y le
hizo cosquillas en el costado:
— No me llames puchita.
Clara comenzó a retorcerse entre risas, agarró las manos a Alex y la miró con
ojos brillantes, que directamente bajaron a los carnosos labios de la ojiverde:
— ¿Quieres besarme?
Preguntó divertida. Clara acortó la distancia, acercando sus rostros, aunque
en esta ocasión mirándose directamente a los ojos:
— A todas horas.
— ¿Qué te lo impide?
Se sentó encima de Alex, aun sin entrar en contacto los labios, más bien
perdiéndose en sus miradas:
— He tenido un sueño.
— Con un barco que se hunde, seguro.
Dijo la ojiverde con tono jocoso. Clara carcajeó, aunque rápidamente se puso
seria:
— ¿Puedes por favor escucharme y no cortarme?
— Dígame— dijo Alex mirándole embobada, mientras le acariciaba la
mejilla— ¿qué soñaste? ¿Algo lascivo? — Clara puso los ojos en blanco—
Vale, vale, te escucho.
— Vivíamos en Ontario, yo seguía escribiendo ahí y tu hacías viajes para las
reuniones más importantes...
— ¡Aja!— dijo mientras que acariciaba sus piernas— de momento me gusta
ese sueño.
— No estábamos solas.
Alex abrió la boca con sorpresa y dijo con mofa:
— Él tiburón mutante del lago.
Clara volvió a carcajear mientras le daba un manotazo:
— Payasa— Alex soltó una risita— Yo me levantaba y me asomaba a la
calle, le enseñabas a montar en bicicleta a un niño, yo me apoyaba en la
puerta y observaba. Alex, me encantó, pero tengo miedo que todo lo que
tenemos ahora cambie.
— Clara— amplió su sonrisa y le aferró de las mejillas— no te presiones
cariño, ya llegará el día en que te sientas más segura o por el contrario— se
encogió de hombros— nos vamos a Ontario igual, te enseño a montar en bici
a ti, tienes la estatura para una bici infantil.
Clara le dio otro manotazo, pero más fuerte, haciendo que Alex carcajeara
más fuerte. Terminando por abrazarle, a la vez que apoyaba la cabeza en su
hombro y le daba un beso tierno en su cuello:
— Nunca te obligaría hacer nada que no quisieras, yo soy feliz así— le aferró
más fuerte— contigo en mis brazos.
— Lex...— dijo con un hilo de voz— ¿Qué pasará con Aden cuando
encuentre un hogar de acogida?
El brillo verdoso de Alex se apagó, como el gestó entristecido que trató de
ocultar:
— Pues que le desearía toda la felicidad del mundo y que tenga la clase de
vida que debe tener un niño de su edad.
— ¿No te dejarían seguir viéndolo? Eso le destrozaría.
Alex por fin se dignó a mirarle, forzando una sonrisa, le dio un beso en la
comisura de su labio y otro cerca de su Alicer:
— No creo que me dejen— juntó su frente— ¿Nos vamos a dormir?
Clara forzó una sonrisa y asintió. Después de esa conversación estaba segura
de una cosa, era que Alex sufriría si Aden encontraba un hogar de acogida y
no pudiera verlo. Después de que la vio junto a él, sabía la razón por el que
había estrechado lazos con ese niño. En el fondo, ella sentía mucha más
empatía con los niños que han sufrido esa clase de injusticias.
Le sacó de sus pensamientos en el momento que Alex, demostrando su fuerza
bruta, se levantó con Clara en brazos y le llevó a la cama. Desde que se
casaron, quitando los días del mes, del mes y medio en que Alex apenas
hablaba, todo había sido sexo, de todas las formas, ya sea sacando a Vesta y
WanVesta a jugar, follar como conejos o hacer el amor de la forma más dulce
posible. Pero aquella noche, se tumbaron mirándose acarameladas, manos
agarradas y dedos entrelazados:
— ¿Hace cuatro meses se esperaba Alex Woods algo así?
— Si te digo lo que hacía hace cuatro meses— dijo riendo— dejarías de
mirarme así.
— Me tienes atada a ti y ciertamente estoy libre de espanto ya.
Alex se mordió el labio, se pegó más a Clara y cerró los ojos, dejándose
llevar por esa felicidad que le elevaba hasta lo más alto.
— Me gusta el plan que has trazado— dijo Patrick de forma fría, malévola un
hijo de puta en toda regla— es un pinto pinto, habrá muerte igualmente.
— Psicología jefe— Dijo Romero con gesto impasible— quiere a Alex, es
una forma de debilitarle y los hombres ya lo tienen todo preparado, por si los
del FBI quieren tocar las pelotas, que no nos pillen desprevenidos.
— Quisiera que del otro asunto se encargue otro— miró a Romero— que
estés junto a mí, por si tienes que cubrir mis espaldas, pero los otros son tan
incompetentes. Que prefiero que te ocupes tú, en el momento en que te llame,
quiero que te lleves a Alex.
— ¿Qué te hace pensar que no preferirá morir antes?
— Tú mismo lo has dicho, estará sufriendo tanto que estará débil, aceptará.
Capítulo 64 - Récords
— Este es el segundo día que me quedo en tu casa Ruth— dijo Olaya a la vez
que se vestía— esto es todo un récord.
Ruth estaba despatarrada en medio de la cama y más dormida que otra cosa.
¿Ya dije que le gustaba dormir mucho? Madrugar no era suyo y si por O.
fuera, se quedaría con ella abrazada. Pero Alex le pidió que fuera a la oficina,
para una reunión, al parecer, ya no vendería Industrial Medical Woods. No
sabía cómo tomarse eso, hasta hace una semana su amiga estaba convencida
de esa decisión:
— Si sigues hablando— dijo con pesadez Ruth— mañana duermes en tu puta
casa.
— Buenos días para ti también.
Eso sí que era tener mal despertar, amplió su sonrisa, mientras se ponía una
blusa color azul marino, una de las pocas prendas que tenía en esa casa,
empezó a decir con mofa:
— ¿Quieres qué me quede mañana también? — Carcajeó— eso ya sí
superaría cualquier récord, preciosa.
Ruth gruñó, pataleó como una niña pequeña y acabó por tirarle una almohada
con mala hostia. Olaya carcajeó más sonoramente, a la vez que le devolvía la
almohada. En ese preciso instante, Ruth abrió los ojos del todo y se quedó
contemplando a la ojiverde. Su melena morena suela, sus ojos verdosos
brillantes y una sonrisa que quitaba el hipo. Ruth siempre se había intentado
hacer la dura, pero era muy cierto que le encantaba despertar junto a ella.
Aunque en ocasiones fuera tan toca pelotas. Ruth curvó la comisura de sus
labios, gateó por la cama y se acercó hasta O. que alzó una ceja con expresión
traviesa:
— Rompamos todos los récords O.
— Queremos romper muchos récords cariño— se sentó a su lado para
ponerse los zapatos— dime de cuales estás hablando.
Ruth se mordió el labio y agachó la cabeza, comenzó a jugar con la sabana
nerviosamente. O, puso una mano sobre las suyas para tranquilizarle:
— En vez de que te quedes tres días seguidos— clavó su mirada en O. que
estaba seria— rompas los récords quedándote para siempre.
Olaya carcajeó, no por reírse como si fuera un chiste, si no esa típica risa que
le entra a uno de felicidad o como cuando le dan una maravillosa noticia,
pues así. Se acercó y le dio un beso en la mejilla:
— Es cierto que se nos da fatal decirnos que nos queremos.
— Pero nos queremos.
La ojiverde se levantó y agarró su bolso:
— Me gustaría demostrártelo día a día— de nuevo se inclinó junto a ella,
apoyando una mano en la cama y esta vez, le besó en los labios— preciosa.
Mientras tanto, Alex hacía lo mismo, vestirse para irse a la reunión. Clara,
como su amiga pataleaba en la cama, pero al contrario de Ruth, ésta no quería
que Alex se fuera, arrancándole una carcajada:
— No puedes estar todo el día pegada— decía mientras se ponía algo de
rímel— a este paso te vas a cansar antes de tiempo de mí.
La rubia estaba sentada en la cama, mientras ponía morritos y encima el muy
mal bicho de Alex, le despertó metiéndole mano para dejarle a medias,
diciéndole "Así estarás pensando en mí toda la mañana" y por mucho que
Clara intentó remontar para acabar con lo empezado, de poco sirvió:
— Queda con Ruth o con Tanya— le sugirió mientras se ponía un poco de
carmín en sus carnosos labios, haciéndolos si cabe más sexys— entre que
Olaya y Ruth están que no cagan juntas, nosotras que no nos despegamos,
Tanya está en un segundo plano.
Clara puso un gesto travieso, lo cierto es que aun quería ganar ese viaje a
Paris. WanVesta tenía una sorpresa a Alex, pero con todo lo que había pasado
últimamente, que discutieran, la paliza de Olaya, Maurice hospitalizado
también, nunca era la ocasión adecuada y aquella noche irían a la cena:
— Me apetece que salgamos a comer— dijo con cierto tono malicioso—
¿estarás de regreso para la comida?
— Solo voy para presentar los nuevos cambios que se van hacer en la
empresa— Se sintió extraña, nunca se hubiera imaginado que hablaría de esa
forma— Si quieres mándame la dirección del restaurante— se sentó a su lado
y le acarició con dulzura— y voy directa o te vengo a buscar, como prefieras.
— No me apetece estar llamando a Henry— dijo con voz juguetona, a la vez
que recorría su pierna con los deditos— llamaré a Tanya y pasaré la mañana
con ella.
Alex rio y le quitó la mano de su muslo interior, que ya se acercaba a cierta
zona sensible:
— Buen intento— se levantó y le lanzó un beso a distancia— te llamo en
cuanto salga, estate preparada para cuando llegue bombón.
Olaya y Alex llegaron a la par, caminando juntas hasta los ascensores. La
amiga de Alex le miró con una ceja alzada y a su vez, la otra también se le
quedó mirando. Una porque Alex iba más femenina de lo habitual, la otra
porque tenía cierto brillo en los ojos que nunca se lo había visto. Se conocían
demasiado bien:
— Desembucha tu primero O.— dijo Alex mientras pulsaba el botón del
ascensor para subir— esos ojitos brillantes ¿Buenos polvos mágicos
mañaneros?
— No todo es sexo— dijo riendo— pensaba que Clara te había enseñado eso.
— Al contrario— carcajeó más fuerte— la he pervertido más bien. Ahora
confiesa ¿A qué se debe esa risita de "felicitá"?
— Que se te entienda, non parlo italiano— amplió su sonrisa bobalicona—
Ruth y yo vamos a vivir juntas.
Ambas salieron del ascensor. Alex sonrió feliz, aunque meses atrás se hubiera
mofado. Vamos quien lo iba a decir, se pasaban de mujeriegas:
— Aun parece mentira— dijo Alex abriendo la puerta de la sala de reuniones,
aún estaban las dos solas— las cabezas loquitas, una conviviendo con otra
loca y yo casada, con la más tiquismiquis de toda Portland.
— Bueno, por lo que me han llegado a contar— esbozó otra risita— de
tiquismiquis nada últimamente.
Se sentaron y Olaya observó cómo Alex sacaba unas carpetas:
— Dentro de lo malo— dijo esta vez Alex más inquieta— últimamente estoy
siendo muy feliz y tengo esa sensación
— ¿Qué sensación?
— Que tarde o temprano algo va a pasar— miró ceñuda por la ventana— esta
noche hay cena familiar— levanto las manos e hizo gesto de comillas con los
dedos— "para estrechar lazos" Veniros Ruth y tú.
— Se supone que es familiar— alzo las cejas— ¿qué pinto yo ahí?
— O. tú eres más hermana mía, que el mono de feria de William.
En ese instante tuvieron que parar la conversación, ya que en ese instante
entró Helena seguida con los demás jefes de departamentos. Ambas amigas
se miraron en plan, allá vamos.
William sopesó la posibilidad de llamar a Gina. Pero en vez de eso fue más
atrevido y se acercó al hospital. Aun arriesgándose de que la doctora no
estuviera de servicio ni de guardia. La idea que tenía en mente puede que la
espantase, pero tampoco quería ser el pringado de turno, obvio que lo hacía
también porque quería verle y le apetecía tener una cita con ella. Se acercó a
información y preguntó a la chica que estaba ahí, carraspeó, “pero ¿qué
estaba haciendo?” La chica le miró esperando a que le dijera algo, Will sonrió
como un tonto y sin decir nada se giró, topándose con la persona que había
ido a buscar:
— Hola— dijo Gina con su sonrisa perpetua— chico gruñón.
— Agradecería que me llamaras William.
— Ahora pasamos a tutearnos— le recolocó la corbata— William.
Aquel gesto le hizo sentirse cohibido. Bueno, más bien, toda Gina le hacía
sentirse así. Comenzó a moverse nervioso, ante la mirada penetrante de esa
chica:
— ¿Visitando a tu padre?
Siguió sacando conversación ya que al chico le costaba un mundo:
— Lo cierto es que no, ya le dieron el alta.
— Me alegra escuchar eso— ladeó la cabeza— ¿qué haces aquí? ¿Te gusta
hacer turismo por el hospital?
Desde que te conocí, sí pensó William, al menos lo que le hubiera gustado
contestar. Pero se quedaba paralizado:
— Lo cierto es...— carraspeó a la vez que sentía como los colores subían a
sus mejillas— que te buscaba a ti.
— A mi— preguntó con voz entusiasta— ¿por qué?
— Bueno— tragó saliva y comenzó a hablar rápido— no se me dan bien
estas cosas— a quien me recordará eso— me gustaría que salieras conmigo—
Gina alzó las cejas— en plan cita— la chica curvó la comisura de los labios
— solo que será una cita poco común— eso le hizo fruncir el ceño, aun así,
seguía sin decir nada, le resultaba bastante mono cuando se ponía nervioso—
más bien, me gustaría que me acompañes a una reunión social.
Paró y tomó aire, le iba a dar taquicardia al pobre. Gina pasó su peso del
cuerpo de una pierna a la otra y se cruzó de brazos:
— Me propones ir a una fiesta.
— No exactamente— le tembló el labio, con lo bien que se le daba hablar en
las reuniones— es más bien, una reunión social guion familiar.
Eso le hizo reír a la chica, pues sí que era una cita poco común, al menos si se
trataba de la primera cita. William se pasó la mano por el pelo arrepentido,
sabía que era mucho pedir, era su familia, aquello la incomodaría de seguro,
después de unos segundos, Gina inclinó la cabeza divertida. Cuando
estuvieron tomando el café ya le había contado un poco sobre su familia, el
chico podía ser un libro abierto:
— No me digas— para nada ofendida— tu hermana y tu ex, estarán en la
cena.
William esbozó una sonrisa nerviosa:
— Pillado.
Gina se puso seria y negó con la cabeza suspirando:
— Dramas familiares.
— Sabía que esto era un error— esto lo dijo más en voz baja— Sabes, mejor
olvida que te lo he pedido.
Se guardó las manos en los bolsillos y le bordeó para seguir su camino hasta
la salida:
— Espera— dijo Gina sin dejar de reír, era muy alegre la chica— ¿Me llamas
a las siete y te digo la dirección para que me recojas?
William amplió su sonrisa de satisfacción y de alegría. Vaya, al menos, la
vida se había compadecido dándole esa oportunidad:
— Eso está hecho, doctora.
Clara llamó a Tanya y ésta fue como un rayo a su piso. En algunos aspectos,
Tanya se parecía mucho a Ruth, que ya mencioné su nombre, también le
llamó, pero al parecer tenía que encargarse unos asuntos. Le hubiera gustado
comunicárselo en persona, pero lo hizo por teléfono igualmente:
— Olaya y yo vamos a vivir juntas.
Clara había sacado todo, lo que se dice todo lo que había debajo de la cama y
le Dio por pensar, no habían usado ni un cuarto de las cosas que había ahí:
— ¿Disculpa? Creo que has dicho que vas a vivir con Olaya.
— Lo has oído muy bien.
La rubia agarró un ¿juguete? No sabía que era, pero el tacto era suave, tenía
varias marchas de vibración y era parecido al "rosario" pero eran más
grandes, tenía pinta de ser divertido. Tenía que preguntarle a Tanya, seguro
que ella sabía para que servía:
— Vaya, la cabeza loca de Ruth empieza a asentar la cabeza.
— A la vez que tú te desmadras.
— Eso no es cierto.
Dijo ofendida Clara, solo que le había cogido el gusto a disfrutar de ciertas
actividades que consideraba de pecaminosas en un principio. Pero por lo
demás seguía siendo la misma, salvo el hecho de a acabado espiando a
parejas practicando el coito, un par de veces, hacerlo en sitios públicos y se
había cogido unas cuantas melopeas con sus amigas. Bueno quizás si ha
cambiado un poquillo:
— Clara— sonaba la voz de Ruth divertida— me acabas de decir que vas a
darle una buena sesión de WanVesta a Alex. Hace un par de meses yo me
hubiera reído, tratándose de ti.
Clara se sentó en el borde de la cama:
— Alex me ha pervertido.
— Y yo a Olaya, que mal bicho somos.
Carcajeó, Clara iba a contestar cuando el timbre sonó, ama Anika había
llegado:
— Tanya acaba de llegar, te dejo.
— No te pases mucho con Alex, WanVesta.
Dijo antes de colgar el teléfono. Clara abrió la puerta y llevó a Tanya hasta la
habitación. Lo tenía todo patas arriba, floggers, por un lado, látigos por otro,
variedad de consoladores y de todos los tamaños, vibradores, palas, varas,
fustas, unas cuantas mordazas todas ellas diferentes ¿Eso era una casa o un
puto sex shop?:
— ¿Te me estas insinuando? — Preguntó divertida Tanya— estas buena y
eso, pero no puedo hacerle esto a Alex— fingió dramatismo— es mi mejor
amiga, sácate una teta Clara, a lo mejor me surte el mismo efecto que a Lex
— puso una mano tapando su escote— mejor no tentemos a la suerte Clara.
— De verdad— dijo rompiendo a reír— todas las payasas acabáis juntándoos
en el mismo circo.
Tanya agarró un consolador en plan micrófono y se lo acercó a la boca,
comenzando a cantar:
— Hola don Pepito...— se lo acercó a Clara para que siguiera cantando, pero
como esta no lo hizo, Tanya siguió haciendo el payaso— Hola don José...
¿Pasó usted por mi casa?... por su casa yo pasé... adiós don pepito... adiós don
José— tiró el consolador encima de la cama y ya más seriamente— nunca
entendí esa canción ¿qué me importa si pasó por su casa?
— Estas como una puta regadera.
Tanya puso la manita en el pelo rubio de Clara y lo agitó suavemente:
— Reguemos de sabiduría esta preciosa cabecita que hay encima de tus
hombros.
Ya en ese instante, Clara se fijó que los ojos de Tanya estaban más
enrojecidos de lo normal, un poco hinchados también, eso ya lo había visto
otras veces en Ruth, cuando se ponía hasta arriba de hierba:
— ¿Estás fumada?
Tanya ladeo la cabeza y dibujó una sonrisa de diablesa:
— Ya sabes, una sale de fiesta, sexo, drogas, rock and Roll...
— Dime ¿Cómo puedes ayudarme en ese estado?
— Tú déjame aconsejarte marmotilla.
Esto último lo dijo con mofa. Se pasó todo el rato, riendo, hablando, bailando
y quedándose dormida en el sofá, después de prepararlo todo en la
habitación, solo que se movía tan incómoda que se levantó y decidió irse:
— Echo de menos el sofá antiguo— abrió la puerta del salón antes de irse—
lo siento Clara, pero que cosa más dura niña, ¿y practicáis sexo ahí? El suelo
es más cómodo— se encogió de hombros— Paz, amor y mucho, mucho sexo
hermana.
No sabía quién estaba flipando más. Tanya por la fumada o Clara por la de
locuras que ha podido hacer o decir esa mujer. Se miró el reloj, vaya Alex
tenía que estar al salir. Llamó a un restaurante para encargar comida. No tenía
ganas de cocinar y cuando acabase con la ojiverde, daba por hecho de que
acabarían devorando.
La reunión había ido bien y realmente les gustó la idea de que la empresa no
pasara a otras manos. No es que hubiera logrado grandes avances, pero algo
había conseguido, ya no iba tan en picado las acciones, comenzaban a
mantenerse, solo había que conseguir remontar, no sería de la noche a la
mañana y con la asociación con Technology Wiyatt, sería un avance.
Llamó a Clara, para que ésta estuviera preparada para bajar, pero le pidió por
favor que subiera un momento. Alex, dejándose llevar por su ñoñería, bueno
y queriendo cambiar un poco, esta vez no le compró flores, sino una caja de
bombones, aunque luego ya subiendo por el ascensor recordó que Clara no
era muy de dulces. Bueno, la intención era lo que contaba. Iba a sacar las
llaves cuando recibió un mensaje de la rubia.

<< Entra a la habitación cuando llegues>>


Una sonrisa picarona se le dibujó en su rostro. Esas cosas pasaban, por
dejarle caliente esa misma mañana. Introdujo las llaves y lo primero que
percibió fue aroma a lavanda, como si hubieran perfumado todo el piso,
conforme se acercaba a la habitación más intenso se hacía y cuando abrió la
puerta, Alex casi muere por subida de tensión, velas, sabanas de sedas rojas,
Clara tumbada sexymente encima de la cama, llevando un picardías de encaje
negro, con ligas. La chica que estaba en la cama miró con travesura a la
ojiverde, en una mano sostenía un pequeño mando y apretó un botón
apuntando una dirección. Alex se quedó boquiabierta, desvió la mirada hasta
esa dirección y se terminó de poner cachonda. Eso era una puñetera cámara
de vídeo:
— Clara— dijo Alex con un hilo de voz— me va a estallar la entrepierna.
— Aun no— dijo levantándose de forma sensual y activando la minicadena,
comenzando a sonar Straight to number One de Touch & Go— quiero que lo
hagas en mi boca.
Se acercó hasta Alex, que enseguida perdió fuerza en las manos y todo lo que
tenía acabó en el suelo, le importaba más bien poco, estaba detallando cada
centímetro del cuerpo de Clara. Su contoneo, su mirada, como cerró la puerta
de la habitación y, por si fuera poco, empujó a Alex a la cama, quedando
sentada al borde. ¿Clara estaba llevando las riendas? Que más daba estaba
siendo tan jodidamente erótica, bailándole de esa forma sutil, sensual,
haciéndole tragar saliva. Clara pasándose la lengua por los labios, usó una
pierna para separar las de la morena y con ciertos movimientos obscenos en
una zona muy sensible. Alex echó la cabeza hacía atrás y suspiró
sonoramente:
— ¿Te gusta?
— Sii— se le quebró la voz— me encanta.
Como dice el dicho, las manos van al pan, solo que, en esta ocasión, las
manos de Alex fueron a las caderas de la rubia, que rápidamente las apartó y
se levantó, empujándole hasta que quedara tumbada por completo en la cama,
se puso a horcajadas y siguió bailándole, nada de quitarse la ropa por el
momento. Aunque Clara no iba muy vestida, aquel picardías realzaba sus
pechos, haciendo de su figura una increíble escultura, a lo Diosa romana.
Hipnotizada acababa llevando sus manos alguna parte de su anatomía:
— ¿Te cuesta tener las manos quietas?
— Necesito tocarte— Clara friccionó más fuerte en cierta parte sensible de
Alex— joder.
Clara sabía que le tenía a punto de caramelo, Alex era suya y ya no podía
escapar de WanVesta. Agarró las muñecas de la ojiverde, que estaba
hipnotizada por sus voluptuosos senos, se pasó la lengua por los labios
resecos, que anhelaban atrapar aquellos hermosos pezones que aún quedaban
tapados por el picardías, cuando se quiso dar cuenta estaba maniatada. Alex
frunció el ceño y miró por encima de su cabeza, le había atado, muy bien para
decir verdad:
— Clara— dijo carraspeando y moviendo las manos— esto no me gusta.
La rubia le obligó a mirarle, por unos segundos había cierto atisbo de terror
en la mirada de Alex, hasta que la cercanía de Clara hizo que liberase algo de
tensión. La chica que estaba encima, acarició sus labios, embriagándole con
su cálido aliento. La ojiverde, no quería solo roces ni caricias, quería
besarlos, devorarlos, deleitarse de su Alicer:
— Bésame, Clara.
Pidió la ojiverde sin dejar de mirar los labios de la rubia, se lamió los labios
para volver a humedecérselos, ya que los sintió secos, más bien toda su boca
estaba reseca. Vaya como habían cambiado las tornas. Clara sonrió satisfecha
y complació a Alex, dándole un beso juguetón, un beso, se aparta haciéndole
desear más, acaricia sus labios con la lengua, otro beso más profundo, se
vuelve apartar. La rubia no quedaba estática, no, ella se movía por todo su
cuerpo, a pesar de llevar aun todas las prendas, enloqueciendo a Alex. Ésta
nunca había suplicado por sexo, ni a Clara ni a nadie. Ese día sería la primera
vez que lo haría. Sería Alex quien estuviera a merced de la rubia:
— Clara— miraba con deseo los pechos de esta— por favor quiero...—
bueno Alex desinhibida— quiero comerte las tetas ¿Puedo?
Clara rio con travesura y en eso sí que no le complació, más bien comenzó a
besar el cuello de la morena, calentándole mucho más:
— ¡Dios!
Le volvió a temblar la voz, bueno en realidad el tembló todo el puto cuerpo.
No tener el control le estaba matando y más si estaba empezando a entrar en
combustión espontánea:
— ¡Ya no puedo más, joder!
Sonó con desesperación, necesitaba explotar de una vez. La rubia curvando la
comisura de los labios, los pegó al oído y le preguntó con voz sensual, a la
vez que le acariciaba uno de sus senos:
— ¿Qué no puedes? Lex— un mordisquito al lóbulo— ¿Qué quieres?
— Fóllame— acabó cediendo a sus deseos carnales— fóllame Clara, porque
mis ovarios me están matando.
The Winner is WanVesta. Que sonrió triunfante. Botón por botón fue
desabrochándolo, los instintos de Clara le incitaban a arrancarlos de cuajo y
follarle hasta la saciedad. En parte era una pequeña venganza, por dejarle con
el calentón, obviamente por todas las veces que Alex y vuelvo a citar Alex,
que no Vesta había jugado con su cuerpo, con su sujetador sí que fue un poco
más brusca, aunque tuvo que valerse de unas tijeras para quitárselo. Acarició
sus pechos, suave, despertando cada terminación nerviosa que componía
aquel musculo, no solo el centro erecto:
— ¿Te gusta?
Alex cerró los ojos y se mordió el labio inferior a la vez que se retorcía,
moviendo la pelvis:
— Si, lo haces muy bien.
— Vas a tener que aguantarte esas ansias— dijo mirando su cadera que no
paraba de moverse en busca de contacto— aún no he terminado.
— ¿Qué?
Clara tenía un poco de chocolate derretido templado, aunque si hubiera
estado unos grados más caliente no importaría, en ese sentido Alex seguía
siendo algo insensible. Comenzó a crear flechitas por su cuerpo, primero por
el cuello, apuntando por el centro de su escote y lo recogió entre lametones,
después por sus senos, robándole gemidos y suspiros sonoros:
— Que golosa.
En ese instante Alex levantó la cabeza buscando la mirada de Clara, ese gesto
le excitó mucho más, ya que ésta tenía esa expresión viciosa que tanto le
calentaba. La rubia había formado otra flechita en su abdomen, apuntando al
botón de su pantalón, recogiendo el chocolate con la lengua y recorriendo
cada centímetro de esa parte, dando pequeños mordisquitos debajo del
ombligo:
— Joder, Clara, enserio necesito que me folles ya.
— La paciencia es una virtud— comenzó a desabrochar el botón del pantalón
— ¿Lo sabías?
— Ahora mismo— dijo con desesperación— no soy una virtuosa, la virtud se
lo dejo para las monjas, ahora fóllame de una puta vez.
Clara hizo un pequeño gruñido, le quitó los pantalones y la ropa interior.
Estaba siendo muy divertido y excitaba, ya ves si le estaba excitando, el
poder que tenía sobre la morena en ese instante, hablando sexualmente, nunca
lo había tenido. Recorrió sus piernas, entre caricias y pequeños besos hasta
llegar al punto más deseado. Con una sonrisa pícara pasó su mano por su
sexo, mojado, chorreante una puñetera cañería de flujo dulzón y caliente. La
rubia lamió sus labios recogiendo la esencia de Alex:
— ¿Cómo lo quieres? — pegó sus labios a los muslos internos acercándose
hasta el centró rosado— con la boca— allá que atacó, con lengua agresiva,
haciendo que Alex alzara la cadera y emitiera un gemido, pero al rato paró,
llevando dos dedos a su obertura y de forma ruda le penetro— o con los
dedos.
— Como tú quieras— dijo echando la cabeza hacia atrás— fóllame como tú
quieras.
— ¿Con arnés incluido?
Velozmente Alex alzó la cabeza y dijo con determinación:
— NI DE COÑA
Clara carcajeó y de nuevo volvió a atacar. Pero como le volvía loca el sabor
de Alex y siendo devorada a la vez que sentía en sus dedos la humedad y el
calor de su interior, era excitante y cuando gemía como lo estaba haciendo.
Ni chup, chup, chup, ni chap, chap, chap eso era en toda reglar buenos
sonoros CHOP, CHOP, CHOP. Alex agarró la cuerda que le mantenía atada,
a la vez que arqueaba la espalda, tensa y gimiendo guturalmente:
— Eres una maldita perra— dijo con respiración agitada— espérate a que me
recupere.
La rubia se deslizó por su cuerpo, para volver a besarle de nuevo.
Saboreándose a sí misma en el proceso. No es que se tomara su venganza en
cuanto le soltó, ni se puso en el mismo plan que la otra noche provocando
que el vecino les gritara. WanVesta siguió llevando las riendas, aun a
horcajadas de la ojiverde, con sus dedos dentro de ella, Clara con los brazos
por encima de sus hombros, mientras se movía de una forma muy sensual,
dejando atrapar sus labios de vez en cuando, gimiendo en sus bocas, sobre
todo mirándose a los ojos. ¿Aquello era posible? Empezando por el puro
folleteo placentero al, me encanta sentirte haciéndote el amor. Vaya, pues sí
que habían cambiado las tornas, porque la dulce en la cama era la rubia:
— ¿Esta es tu venganza después de recuperarte?
Preguntó antes de gemir y entrelazar sus dedos con el pelo moreno:
— Son tus ojos de bruja.
Respondió antes de comenzar a presionar en los puntos que desquiciaba
placenteramente a Clara. Terminando con la rubia apoyando la cabeza en sus
hombros y abrazadas, desnudas, sintiendo sus pieles. Resultaba de lo más
íntimo, e incluso era una de las partes favoritas de Clara, bueno se puede
decir que de ambas:
— Si tardamos en ir a Ontario— comenzó a decir Clara con los ojos cerrados
y aun abrazada— podemos irnos a la casa de mis padres.
— ¿Quieres irte a vivir ahí?
Era relajante sentir las yemas de los dedos de Alex recorrer su espalda de
arriba abajo. Por fin contacto visual:
— Bueno— comenzó a titubear— es más grande y tiene más habitaciones.
Alex esbozó una sonrisa, ya empezaba a saber por dónde iban los tiros y lo
cierto que si era por esa razón no lo quería. No era estúpida, sabía que Clara
no estaba lista para dar ese paso y que no lo hacía porque quisiera realmente,
si no por complacerle a ella y a su madre:
— Clara— le dijo con dulzura, aun acariciándole desde su espalda baja hasta
los omoplatos— no te presiones, quizás deba disculparme te he sugestionado,
siento que lo haces más por mí que por ti— curvó una de sus comisuras—
para mi estas primero, tus deseos, tu felicidad.
— No estoy lista para, las náuseas, los antojos, los cambios hormonales, tener
que amamantar a un bebe, ya te tengo enganchada cada dos por tres como
para tener a un niño cabezón que no para de llorar— Alex intentaba
aguantarse la risa— de moquear y de cagarse, eso sin contar la de veces que
te bosará en el hombro, luego salir corriendo a urgencias si tiene fiebre...
Alex ya no podía más y rompió a reír:
— Ves todo el lado negativo y encima lo pintas horrible.
— Es que sería horrible.
— Entonces ¿Por qué quieres que nos mudemos si no quieres tenerlos?
— Dije que no quiero quedarme embarazada ni que sean bebes— aun así le
costaba decirlo, mayormente porque se sorprendía queriendo decirlo— pero,
si no te molesta adoptar, podemos— carraspeó— adoptar a Aden— Alex
frunció el ceño, en plan ¿Me está hablando en serio? — El sueño en el que
enseñas a un niño montar en bicicleta, luego me dio por pensar la cantidad de
momentos, más paseos por el parque, ir al cine, no sé lo que hacen las
familias.
— Eres maravillosa, Clara Price.
Capítulo 65 – William
Parecían dos auténticas adolescentes, encerradas en el archivero
magreándose de lo lindo, un estilo a siete minutos en el paraíso, pero
pasándose de esos siete minutos y haciendo más cositas aparte de unos
simples besos inocentes. Después de romper el hielo, había que reconocer,
cada vez que se miraban, parecían dos perras en celo. Le hubiera gustado a
Taylor dejar la puerta sin el pestillo, para darle un poco de morbo, pero en ese
sentido Nidia era más precavida. Que entre ambas había algo, era obvio para
todos sus compañeros inclusive, se llegaron a dar cuenta antes de que alguna
lo admitiera.
Ese día cualquiera que estuviera en la misma sala que ellas, salía corriendo
gritando mentalmente Fuego. A primera hora, tuvieron que ir a unos
apartamentos para comenzar un caso, un asesino en serie que mataba a
mujeres daba igual edad o estatus social, andaba por la ciudad, incluso
mirando por la escena, bastante macabra, se notaba el calor que desprendían
cuando se acercaban. Y cuando tocó ir al archivero en un principio para llevar
los detalles del nuevo caso, cuando una cosa llevó a la otra, acabando con la
morena esposada a una de las estanterías, mordiéndose los labios para evitar
gritar mientras que Nidia le torturaba placenteramente de todas las formas
posibles, e incluso jugaron con el arma reglamentaria, descargada claro, ya se
sabe que esas cositas las carga el diablo, con el tiempo contado, no podían
pasarse todo el tiempo que a ellas les hubiera gustado:
— Un asesino en serie— dijo vistiéndose la morena, nada de conversaciones
personales en el post coito, pero aún seguían en el trabajo— es extraño que
nos pasen el caso ahora, ese hijo de puta lleva matando medio año.
— Te he regalado dos puñeteros orgasmos— añadió Nidia abrochándose la
blusa— lo normal sería escuchar, unas gracias no ponerse hablar de
asesinatos.
— Estamos trabajando Nidia— dijo agachándose para atarse los cordones de
los zapatos— quedamos que nada de conversaciones post coitales.
— No te estoy pidiendo que babees, ni me des carantoñas ni cursilerías a lo
Anatomía de Grey, pero un— puso una vocecita— ha estado bien, no estaría
de más.
La morena carcajeó y se acercó desafiante, en lo que alcanzaba una carpeta
que tenía detrás Nidia:
— Porque ya la he visto desnuda agente Green— dijo con voz sensual y
provocadora— pero eso es lo típico que se le dice a un hombre para subirle el
ego, aunque lo hubiera hecho fatal.
— ¿Te gustan también los hombres?
Taylor, con su maravillosa forma de tentarle, se acercó a un más a su rostro,
curvó la comisura de sus labios con satisfacción, Nidia no dejaba de mirar su
boca con deseo:
— Nada de charlas personales después del sexo— dijo con un susurro erótico
— Recuerdas.
Nidia sonrió y se dispuso a romper la poca distancia que quedaba, cuando
sintió el cartón de la carpeta sobre sus labios. Taylor estaba riendo de forma
traviesa y se separó:
— Nada de besitos tampoco— fue hasta la puerta y quitó el pestillo— solo
cuando la cosa acabe en sexos.
Le guiñó un ojo y dejó a la agente Green en el archivero. Se puso con los
brazos en jarra y esbozó una sonrisa tontorrona. Se apoyó en una de las
estanterías, intentando recuperarse, también de controlarse, esa mujer le
estaba volviendo loca. Aunque le dejó con la intriga ¿A caso era bisexual?
Hasta el momento solo le vio interesada en una persona y resultó ser mujer.
Debía ser un dato irrelevante para el tipo de relación que estaban
manteniendo, pero la idea de que alguno se le acercara con otros fines más
físicos, le revolvía el estómago y no le gustaba nada. Agitó la cabeza de un
lado, debía de quitarse esas ideas de la cabeza, solo sexo. Se guardó el arma,
de nuevo cargada y con el seguro puesto en su funda, normalmente era ella
quien estaba segura referente a ese aspecto, sin embargo, Taylor parecía más
segura. ¿Pero qué narices le estaba haciendo esa chica?
Rebobinemos, en un principio en esa cena iban a asistir cinco personas,
después pasaron a ser seis, William llamó a su padre para notificar que iría
acompañado, en el fondo eso alegró a Maurice, quería decir que su hijo ya
comenzaba a pasar página, no era problema para Alice, ya que se iba hacer en
su casa, la siguiente en llamar fue Alex, para comunicar que Olaya y Ruth
también iban a ir. Esa cena, pasó de ser intima a ser una cena social más.
Alice estaba enfrente de su cómoda, mirándose en el espejo, ya no era para
nada joven, las arrugas comenzaban a hacerse más notables, sintió desdicha
al haberle entregado tantos años de su juventud a Patrick. ¿Cuándo comenzó
a ser así? Cuando le conoció era un hombre honrado, generoso, uno del que
se enamoró completamente ¿A caso era una máscara y siempre había sido así
de sádico?:
— No lo pienses más— dijo Maurice desde la puerta, Alice miró su reflejo,
el padre de Alex ya llevaba puesto un traje elegante, con una corbata de color
salmón— ha salido de tu vida ya.
Alice agachó la cabeza:
— Pagando un alto precio— comenzó a jugar con un collar que se iba a
poner— seguí a su lado a cambio de que Alex estuviera a salvo, pero fue el
cabronazo que le destrozó la vida, nos destrozó— levantó la cabeza con los
ojos llenos de humedad y miró el reflejo de Maurice, ya más cerca— ¿qué
hubiera pasado si tu mujer no se hubiera quedado embarazada? ¿Hubiéramos
seguido viéndonos?
— ¿Estabas enamorada de mí?
Le quitó el collar de las manos y apartando un poco su melena a un lado,
comenzó a ponérsela, un poco dificultoso por el cabestrillo:
— Quería a Patrick, eso tu bien lo sabes— siguieron mirándose a través del
reflejo— fuiste un gran apoyo, siempre lo has sido, el único amigo que he
tenido.
Maurice suspiró sonoramente, colocó el pelo de Alice y puso su mano sobre
el hombro de la mujer:
— También estaba enamorado de mi mujer— dibujó media sonrisa—
también eres mi mejor amiga, la madre de mi hija, Alice.
Alice curvó la comisura de los labios:
— Me fijé en el hombre equivocado.
— Te queda muy bien este vestido, Alice— dijo sin borrar su sonrisa— Me
alegra que vuelvas a ser tú. Alice Carey, la indomable.
— Que no te oiga Alex— soltó una risita— la de veces que le he
sermoneado.
— Ha salido a ti— Alice se levantó y se giró, mirando más detenidamente a
Maurice, que caballerosamente le ofreció el brazo libre— eras peor que Rizzo
en Grease.
— Anda, calla— entrelazó su mano con el brazo— los niños van a llegar, por
cierto, tú también estas muy guapo con ese traje.
— ¿Intenta seducirme? — Dijo con tono jocoso— aún sigo estando como un
toro, a pesar de la edad que tengo.
Alex estaba sentada en el sillón, comiendo algún que otro bombón, esperando
a que Clara terminara de arreglarse. La ojiverde miró el reloj, se le iba a echar
la hora encima, se lamió el dedo gordo e índice, saboreando el dulzor del
chocolate y seguidamente con una servilleta:
— Clara— dijo ya cansada de esperar— que vamos a una cena familiar no a
los premios Emmy.
Cerró la caja de bombones porque a ese paso se los comía todos y ya se
imaginaba lo que le diría Clara, "no te cuidas, Alex" "vas a tener diabetes"
esbozó una sonrisa, porque lo imaginaba muy bien, con la pequeña arruguita
que se le formaba en la frente. Salió de sus divagaciones cuando Clara, hizo
acto de presencia, dejándole de nuevo sin aliento. Ya que llevaba un vestido
ceñido de color rojo, parecido al que se puso la noche que fue al club, hubiera
jurado que era el mismo, pero este tenía más escote, de eso se acordaba muy
bien, era la segunda cosa en la que se fijó aquella noche de ella, la primera
fueron los ojos, la tercera sus increíbles piernas, terminando por su asqueroso
carácter, le hizo un buen chequeo:
— ¿Algo que te guste? — Preguntó satisfecha la rubia— se te cae la baba.
Alex tragó saliva y dijo con un susurro:
— Clara, tú quieres matarme hoy verdad.
— No has parado de gritarme para meterme prisa— dijo colocándose el bolso
en su hombro— ahora la que no se mueve eres tú
— Sigue siendo por tu culpa— dijo caminando hacia la puerta— ¿Quién te
manda salir tan jodidamente sexy? — esperó a que Clara saliera detrás para
cerrar con llave— si me dan ganas de llamar y excusarnos con algún virus
estomacal— en lo que iban de camino al ascensor le agarró de la mano— y
secuestrarte en mi mazmorra oculta.
Clara rompió a reír. Lo cierto es que Alex tenía una facilidad de subirle el
ego. Tiempo atrás se hubiera ruborizado, turbado, azorado y millones de
reacciones, rozando el escándalo. Porque Clara era así, quien lo controlaba
todo, quien debía ser impoluta, una reprimida más de la sociedad. Miró de
reojo a Alex, que estaba mandando un mensaje a Olaya. No había caído hasta
el momento, pero cada día que pasaba sus sentimientos cambiaban, iban a
más. Como si realmente se estuviera enamorando de verdad cada día y no
como cuando se casaron. Obvio que la quería, pero como en esos instantes,
no, lo cuadriplicaba:
— Clara— comenzó a decir sin apartar la mirada del móvil— sigo teniendo
vista panorámica amplia— curvó sus labios— veo como me estas mirando.
— No voy a negarlo— dijo mordiéndose el labio— tan solo pensaba.
Alex se guardó el móvil en el bolsillo, las puertas del ascensor se abrieron en
el parking, ambas salieron y directas al coche de Alex, al Mercedes, ya que
era el turismo más tranquilito:
— ¿Y pensabas en?
— En ti— respondió Clara abriendo la puerta del coche y entrando, espero
que Alex montara en el asiento piloto— en mí, en nosotras, y en que no
respondiste cuando te dije que adoptásemos a Aden.
Alex puso el motor en marcha. No, no lo hizo y estaba claro la razón. Clara
podía parecer segura muchas veces, pero en otras a la mínima salía corriendo,
como el día que se casaron o y esto no lo sabe Clara, se enteró por Olaya que
salió corriendo la primera vez que sacó el tema de los niños. ¿Quién le
aseguraba que no saldría por patas el día de la adopción? Si les aceptaban
como aptas para adoptarlo esa era otra:
— Clara— comenzó a decir mientras cambiaba la velocidad y salía del
edificio— estabas con el subidón del orgasmo, en esos momentos se pueden
decir muchas cosas y ambas sabemos que adoptar no es un juego, es la típica
responsabilidad de la que sueles huir.
— Eso no es cierto.
Dijo Clara ceñuda:
— ¿No? Clara no hablaré, pero me entero de cosas, ¿qué pasó en Inglaterra?
— Finigan es un bocazas— dijo entre dientes— ¿desde cuándo sois tan
amigos?
— No me cambies de tema, ¿y con William?
— No estaba enamorada de él, eso bien lo sabes.
— Tuviste dudas el mismo día que nos fuimos de viaje una semana, las
tuviste el mismo día que nos casamos, es más te diste a la fuga, aunque luego
regresaste y lo mismo pasó cuando te saqué el tema de los niños la primera
vez.
Esa Clara no se la esperaba. Ella no le contó que durante máximo una hora se
dio a la fuga:
— Ya sé, Ruth habló con Olaya y ella te lo dijo a ti— comenzaba a
aturullarse— bueno, después de tocar las narices con el tema de los niños,
ahora que acepto pones pegas.
— Clara— la miró durante unos segundos antes de volver prestar atención a
la carretera— No se trata de poner pegas, se trata de que no quiero ilusiones,
no respecto a Aden, porque si el día de mañana te echas atrás, seremos dos
los afectados— aferró fuerte el volante— Aden y yo, puedo soportarlo, pero
no quiero decirle, eh vamos intentar adoptarte y que luego tus inseguridades
le partan el corazón, no se lo merece. ¿Quieres lo adoptemos? Hagámoslo,
pero espero que estés segura.
— Lex— comenzó a decir con cierto tono arrepentido— la noche que me fui
mientras dormías...
Alex cambió de nuevo la marcha y en vez de regresar la mano al volante, la
llevó hasta su pierna, dedicándole una mirada reconfortante:
— No te preocupes— sintió la mano de Clara sobre la suya— sé que me
quieres y sé que siempre vas a volver.
Los primeros en llegar fueron William y Gina. Sorprendentemente, con Clara
muchas veces llegaba tarde, le gustaba ponerse muy coqueta. El asunto es
que Gina parecía haberse acicalado muy bien. El chico frunció el ceño, ¿qué
hacía comparándolas? Eran prácticamente la noche y el día. Gina no paraba
de parlotear y de reír, Clara siempre había sido más seria, la tocaba siempre a
él bromear y sacar temas de conversación, resultaba agradable ser el que
escuchase:
— Vaya— dijo Gina al ver la casa— sí que es grande.
Tocó llamar al timbre. Desde el asunto de Patrick las verjas estaban siempre
cerradas y habían reforzado la vigilancia, ya que en la entrada había un
guardia de seguridad y más adelante había más hombres caminando por los
alrededores:
— Parece que viviese aquí el presidente de Estados Unidos.
— Al menos el presidente de Technology Wiyatt sí— se encogió de hombros
— la madre de Industrial Medical Woods— hizo un mohín— extraño
¿verdad? No sé qué creer— estacionó el coche— es mi padre viviendo con la
que fue su amante, ¿Tú qué crees? ¿Estarán juntos?
— No lo sé— respondió saliendo del vehículo— nunca los he visto, tan solo
sé lo que me has contado.
William miró la entrada de la casa y se guardó las manos en el bolsillo:
— Aun no sé por qué accedí a la dichosa cena.
Gina se puso a su lado y le sorprendió cuando ésta le agarró de la mano:
— Es tú padre, William— se encogió de hombros, aunque seguía con su
sonrisa perpetua— no querrás admitirlo, pero inconscientemente quieres al
menos, tener la oportunidad de comenzar una nueva relación con tu hermana.
— La del odio profundo— arqueó una ceja— y mutuo he de añadir.
Comenzó a caminar hasta llegar a la entrada, acercó el dedo hasta el timbre y
lo pulso, teniendo que esperar unos minutos:
— Por lo que me has contado en el coche, intentó disculparse.
— No lo suficiente.
— William, puedo ver que eres un poco orgulloso, la chica intentó
disculparse y puede seguro que le habrá costado un montón, deberías ver al
menos su esfuerzo— suspiró y le acarició la corbata— a veces el orgullo
separa más que la distancia y las relaciones son bidireccionales, no te sientes
a que ella vaya a ti, haced el camino juntos hasta encontraros en el punto
donde al menos, no os queráis matar.
— Eres un cerebrito ¿verdad?
— Tengo dos doctorados, William— por fin se escucharon pasos
acercándose para abrirles— A veces debes mirar más por lo positivo que por
lo negativo.
Olaya y Ruth llegaron al poco tiempo. También alucinaron por la cantidad de
seguridad que había por la casa. La ojiverde agradeció que Alex al final no le
pusiera a un gorila las 24 horas del día pegada a su culo, como lo estaban en
esa casa.
Que sorpresa, pensó O. cuando llegó vio que las últimas en llegar eran Alex y
Clara. Su amiga siempre era de las que se retrasaba como mucho un par de
minutos:
— A Clara le gusta tomarse su tiempo para arreglarse.
Dijo William a los presentes, que tomaban un tentempié mientras esperaban.
Lo curioso, es que habló con naturalidad, libre de rencor, seguía dolido,
superar una infidelidad era duro, más si hería su ego. Quizás Gina estaba
comenzando a causar efecto sobre él y como bien dijo, a hacer mirar la vida
por el lado positivo:
— Puede ser muy coqueta.
Añadió Ruth, a la vez que agarraba dos canapés. Para estar en forma, podía
llegar a comer mucho esa chica. Will camino por el salón, con las manos en
el bolsillo mirando algunas fotos de las que había por aquella casa. Hasta que
se quedó mirando una. Una tarta bien grande, salían un montón de niños,
aunque los protagonistas centrales, eran Clara, Alex y él. De pequeños habían
celebrado varias veces sus cumpleaños juntos, aunque se llevaran un mes:
— Al menos os llevabais bien de pequeños— dijo Gina colocándose a su
lado— doy por hecho que la morena es tu hermana.
— No éramos los grandes amigos— agarró la foto y la mantuvo cerca—
jugábamos juntos, pero siempre ha tenido mucho carácter, todos los chicos le
temíamos y las chicas también— curvó una comisura de sus labios— salvo
Clara— colocó la foto en su sitio y miró a Gina— sorprendentemente,
aunque siempre estaban discutiendo se lo permitía todo— suspiró— supongo
que en el fondo ellas siempre se han atraído como imanes, porque por mucho
que Clara berreara, gritara, le tirara del pelo, siempre merodeaba a su
alrededor, como un puto satélite y yo quedaba en un segundo plano.
— La sigues queriendo.
No era una pregunta, era una afirmación, ni tampoco sonó con reproche, el
chico moreno forzó una sonrisa:
— Dos años, parecen poco pero no lo es, ni tampoco me gustaría mentir
porque sí, Clara le he querido mucho y le sigo queriendo. Pensé que
podíamos ser amigos como antes, los tres, cuando Alex regresó, pero por
mucho que me hiciera el ignorante, Clara volvió a ser el satélite de Alex y yo
pasé al segundo plano.
— ¿Por qué no le dices todo lo que me estas contando?
— ¿Para qué?
— La gente se entiende hablando, William.
Y por fin llegaron las que faltaban. El chico sonrió al ver a la rubia, más bien
en plan "tenía razón lo que le encanta arreglarse" y luego recordó lo terrible
que se vuelve con sus días del mes, en ese sentido pensó "la que te ha caído
guapa" mirando a Alex. Las cosas como son y es que Clara nunca le llegó a
querer con él a ella, aceptando lo que le dijo Alex en su día, siempre había
estado ella antes. Aun así, le gustaría que fueran ellas las que se disculparan
primero y en condiciones. No un balbuceo y con un simple disculpa. Gina le
sacó de sus pensamientos, poniéndole una mano sobre su hombro, siempre
sonriente:
— ¿Qué clase de mujer acepta acompañar a una comida familiar en la
primera cita?
— Una que roza la locura y la rareza.
— A veces lo raro no significa que sea malo, sino todo lo contrario.
— Que reflexión tan bonita— le guiñó un ojo— tú también puedes llegar a
ser un cerebrito.
¿Esperaban una cena íntima, en la que se pondrían en plan intervención a lo
alcohólicos anónimos? Pues no, ahí cada uno iba a su bola.
Satisfactoriamente Gina cayó muy bien a todo el mundo, hasta Ruth parecía
darle mucha más conversación que ninguno, Maurice, Olaya y Alex hablaban
de la empresa y de la nueva sociedad, Clara hubiera mantenido una
conversación con Alice, pero se vio interrumpida por William, que comenzó
a hablarle en voz baja a la madre de Alex:
— Señora Woods.
Comenzó a decir algo avergonzado:
— Por favor, señor Wiyatt— le cortó Alice— agradecería que me dijeras
Señora Carey.
— Por supuesto señora Carey— carraspeo un poco— es cierto que mi padre
me educó para ser caballeroso y respetuoso, me gustaría disculparme por el
comportamiento tan reprobable del otro día en urgencias, le falte el respeto
insultándole de la peor manera.
— No se preocupe, señor Wiyatt— dijo Alice con dulzura— tiene sus
razones para estar enfadado.
Éste agradeció la comprensión de Alice y siguió cenando. Clara siguió en
silencio en un principio, aunque sonriente, por lo menos había vuelto a ver
algo del antiguo William. Miró de reojo a Gina ¿sería ella quien le estuviera
haciendo recapacitar? Si era así, significaba una cosa, Will comenzaba a
olvidarle, quizás podían llegar a ser de nuevo amigos. Después de todo,
siempre habían sido los tres.
Tal como empezó la cena, terminó Alex, Olaya y Gina fueron a saber dónde.
Clara se hubiera preocupado si solo hubieran desaparecido Alex y Gina, con
la manía que tenía la ojiverde de fijarse en las mujeres de su hermano.
Pues las tres Marías estaban en el patio escondidas, fumándose unos
cigarritos:
— Por Dios— dijo Olaya con preocupación— no le digáis nada a Ruth, se
supone que lo dejé hace años— se giró y le Dio una colleja a Alex— todo
esto es por tu culpa.
— Eh— se llevó la mano al cogote— yo no te obligue a fumar aquel cigarro.
— Yo no digo nada— dijo Gina antes de dar una calada— mientras que
vosotras no digáis nada, soy pediatra debo dar ejemplo.
— Estamos en igualdad de condiciones— dijo Alex— en un principio Clara
no decía nada, pero ahora esta cada dos por tres— imitó su voz— Alex el
tabaco provoca cáncer, Alex amarillea los dientes, es como besar un cenicero.
— Y tiene razón— dijo la doctora— salvo lo de besar un cenicero, nunca he
besado uno.
Se fumaron otro, entre risas, coñas y de más, hasta que tanto Olaya como
Gina regresaron dentro de la casa. Alex, se sacó un paquete de chicles y se
llevó uno a la boca. En el mismo lugar, miró al cielo, recordando la pequeña
charla que tuvo con Jay Price. Curvó la comisura de sus labios, esa noche le
pidió la mano de Clara, tan impulsivamente ni si quiera estaban juntas y para
colmo la rubia seguía prometida con William:
— Un hombre de palabra— susurró la morena— es lo que me dijo señor
Price, ¿qué cree que debo hacer? ¿Debo intentar mantener una relación
cordial con William?
Las luces de la piscina impedían hacer notable a las pequeñas estrellas, pero
las más grandes sí que se llegaban a ver. En ese instante escuchó la voz de
Clara:
— ¿Podemos hablar? — No hubo respuesta— afable.
— No te acerques mucho— dijo William con un pelín de acidez— no vaya a
ser que salga Lex y me vuelva a pegar.
— William.
— Está bien, Clara— dijo dándose por vencido— habla tu primero.
No sabía que sentir. Bueno, era normal que hablaran, habían compartido
mucho y eran amigos antes estar juntos. Clara no era de las que odiaban, era
todo lo contrario a Alex, que se dejaba guiar muchas veces por su orgullo, o
su maldita posesividad, como estaba sintiendo en ese momento. ¿De qué
quería hablar Clara con ese pinta monas?
Un Jeep aparcado unos metros más allá de la casa Woods. Dos hombres
dentro y un tercero fuera junto a la puerta del conductor:
— Vaya, están todos mis seres queridos.
Dijo Patrick con voz amargada. ¿Qué derecho tenía Maurice Wiyatt de
invadir su casa? ¿Su mujer? ¿Su empresa? ¿Quién coño se creía Maurice
Wiyatt? El padre de Alex, ni si quiera ella le pertenecía, Alice Woods era de
él, Alex Woods también era suya, todo lo que llevara el nombre Woods era
de su propiedad:
— Buscad la forma de sacarle de casa.
— Señor Woods— comenzó a decir Romero— el plan era para mañana.
— ESA ES MI PUTA CASA— gritó dando un puñetazo al salpicadero— Y
ALICE LA ZORRA DE MI MUJER. LE QUIERO FUERAAA.
— Como guste— dijo Romero conteniendo su irritabilidad, sacó su móvil
para hacer una llamada— siempre a sus órdenes.
Patrick miró al hombre que estaba fuera del vehículo:
— Estate atento a mis órdenes— se miró el reflejo en el retrovisor— me
divertiré de lo Lindo. Ya no hay FBI detrás de mí culo, ¿Por qué mantenerme
oculto por más tiempo?
Romero terminó de hablar por teléfono y colgó. Por precaución,
chiflado. Pensó Romero. De una cosa estaba seguro y es que la impulsividad
de Patrick Woods le llevaría a la ruina. Pero Romero no era estúpido, no
había problema mientas no tuviera a los perros de las autoridades detrás, si en
algún momento oliese alguna placa reluciente de la ley cerca, no dudaría en
dejar a ese hombre solito con sus obsesiones.
Capítulo 66 - Cerdo
William salió al patio, en busca de Gina, no le vio aun así decidió quedarse
un rato para tomar el aire, cuando escuchó la voz detrás de él. Éste se giró y
se encontró a Clara junto a la puerta trasera que daba al patio, la rubia levantó
las manos en son de paz:
— ¿Podemos hablar? — él chico miró al suelo, tarde o temprano tenían que
hacerlo— afablemente.
Comenzó a caminar hasta William, pero este retrocedió y miró la puerta, no
sabía dónde estaba Alex, pero no le hacía gracia que les pillara juntos y que
movida por su impulsividad le partiera la cara, no pegaba mujeres, pero
llegaría el día en que no le deje pasar otro puñetazo:
— No te acerques mucho— su voz sonó con acidez— no vaya a ser que salga
Lex y me vuelva a pegar.
—William.
Le dijo mirándole solicita. En esta ocasión fue éste quien levantó una mano
dándose por vencido:
— Está bien— le dio la palabra— habla tu primero.
Clara pensó en las palabras adecuadas, no quería que William se molestase
por interpretarle mal. Cogió aire y encaró a su ex prometido:
— Me gustaría disculparme— William chistó y se acercó a la barandilla para
apoyarse, justo debajo estaba Alex, que se pegó más a la pared para que no la
viesen, no estaba muy alta— La forma que te dejé, no fue la mejor manera.
Quiero que sepas que nunca fue mi intención hacerte daño, lo de Alex... —
William hizo un mohín cuando escuchó el nombre de su hermana— ocurrió,
no es algo que buscase.
— La cuestión es que fuiste capaz de mirarme a la cara después de haber
estado con ella— comenzó a andar de un lado para el otro— yo te quería
Clara y quería que fueras feliz, me hubiera dolido que me dejaras aun así
seguiría deseando tu felicidad. ¿Cómo te hubieras sentido si fuese todo lo
Ontario?
William le miró con gesto afligido. Sin embargo, Alex puso expresión de
asco, imaginarse con Will le entraba picores de alergia, no por el hecho de
que fuera William, su hermano, es que reaccionaba de igual manera con
cualquier tío:
— Te faltamos el respeto— siguió diciendo Clara— sabes que no es mi estilo
Will, ni el que nos llevemos mal, son muchos años de amistad, crecimos
juntos.
Él chico moreno apoyó la espalda en la barandilla de hormigón y pareció
estar meditabundo durante un momento:
— Al menos tú tienes decencia de acercarte y admitirlo— dijo al final, Clara
estaba de espaldas a la puerta y no vio que durante unos segundos Gina se
asomó, intercambió unas miradas de ánimo con el chico y se fue dejándoles
solos de nuevo— sabes que tampoco es mi estilo llevarme mal con nadie—
dijo al final cabizbajo— pero entiende, son demasiadas emociones en tan
poco tiempo, no solo me eres infiel con Alex te casaste con ella aun estando
prometida conmigo, luego me entero que mis padres se divorcian porque para
ponerle la guinda al pastel, ella es mi hermana. ¿Qué hago Clara? ¿Me
pongo?, venga chicas tan amigos como antes, el daño está hecho y se necesita
tiempo para perdonar algo así.
— Al intentar llevarte de forma cordial con Alex.
William chasqueó con la lengua y se señaló:
— ¿Por qué tengo que ser el primero en acercarme a ella?
Clara se cruzó de brazos y alzó una ceja:
— Ella se acercó para disculparse.
El chico en plan niño chico se cruzó de brazos y puso un puchero:
— No lo hizo lo suficiente.
La rubia ya un poco irritada:
— ¿Pero porque sois tan cabezotas?, si ella se acerca y te pide disculpas, te
tragas tu orgullo y aceptas sus disculpas...
— Tú no eres...
Comenzó a decir molesto, pero enseguida le volvió a cortar mientras le
señalaba con el índice:
— Te callas— dijo Clara— al igual que a ti te cuesta dar tu brazo a torcer a
Alex también le costó un mundo acercarse a ti para disculparse...
— Clara tú ya no eres...
— Que te calles— volvió a cortarle y es que cuando la rubia saca su carácter
telita— sois hermanos os guste sí o no, vais a dejar de comportaros como
unos críos, los dos.
William chirrió los dientes, aunque después de un rato alzó las manos en son
de paz, se las volvió a guardar en los bolsillos de su pantalón y se dispuso a
entrar, pasando por su lado fijó su mirada, libre de rabia u odio, no os
equivoquéis, curvó la comisura de sus labios:
— No echaré de menos tu puñetero carácter, Clara.
Clara sonrió:
— Tú también tienes el tuyo.
William apretó los labios, se miró los zapatos antes de decir una última cosa,
y entrar de nuevo a la casa:
— Alex debe de empezar a poner de su parte también— Y sin darse cuenta
acabó diciendo lo mismo que le dijo Gina al llegar— Las relaciones
bidireccionales.
Clara observó cómo William entraba en la casa, se abrazó pasándose las
manos por los brazos ¿Dónde narices estaba Alex? Caminó hasta la
barandilla de hormigón y se apoyó miró al cielo. Hasta que escuchó a alguien
chistar. Era Alex que estaba mirándole desde abajo, con una sonrisa dibujada
en la cara. Clara frunció el ceño al ver la cantidad de colillas que había tiradas
en el suelo:
— ¿Estabas fumando?
Alex no contestó, aunque las escaleras estaban a unos metros, comenzó a
escalar, no era la primera vez que lo hacía, de pequeña trepaba por todos los
sitios y ya había trepado por ahí, hasta quedar agarrada a la barandilla, cara a
cara con Clara, que volvió a rechistar:
— Pero ¿qué haces te vas a caer?
La ojiverde le ignoró para recitar las siguientes frases, mientras se perdía en
el color azul de sus ojos:
— ¿Sabía yo lo que es el amor? Ojos jurad que no porque nunca había visto
una belleza así
Clara esbozó una pequeña carcajada y le acarició la mejilla:
— Está loca, mi Romeo.
— Quería hablar de que tus ojos son como estrellas y que la Alice muere de
envidia al contemplar tú luz, cuan Romeo declara su amor a Julieta en el
balcón, quería hablarte con poesía para seducirte— Los ojos de Alex se
fueron a su escote— con tanto deseo grato dando saltos y piruetas quiero
acariciarte un rato esas dos pedazo de te...— A Clara se le borró la sonrisa
para poner los ojos en blanco— vale, ahora enserio Clara, haré locuras a
mogollones— lo decía con tono serio— para tocar tus melones— carcajeó—
oh Capuleto— Alex y sus obscenidades, ¿Cómo era posible que amara esa
faceta tan retrograda? Era la forma como lo decía, tan payasa— venga que te
la meto.
— ¿Él que piensa meterme Montesco? — dijo Clara riendo— hasta donde
guardan mis conocimientos usted carece de miembros masculinos.
Alex terminó de saltar ágilmente hasta posicionarse enfrente de Clara, y con
gestó travieso sacó su lengua y la movió tentadoramente:
— ¿Intenta seducirme con palabras tan obscenas? — siguió la rubia con ese
juego tan ¿lascivo? — Usted tan solo quiere jugar con mis tetas.
— Julieta— le agarró de la cadera y le pegó más a ella— por delante o por
detrás mi lengua sentirás.
Ya entre risas Clara se tapó la boca con la mano:
— Somos la versión pornográfica de Romeo y Julieta.
Alex miró durante unos segundos los labios de Clara, para luego quedar fija
en el color azul de sus ojos, llevó sus manos hasta sentir la piel suave de sus
mejillas, tan cálidas a su tacto y juntó su frente:
— Estoy hablando de manosear tus senos, cuando en mis deseos más
profundos quiero abrazarte, acariciarte y besarte— acarició sus labios con los
dedos gordos— ¿Qué la Alice envidia tu luz? Yo envidio el carmín de tus
labios.
Clara puso sus manos en la nuca de Alex, hasta rozar sus labios, una ventaja
de los tacones, no hacía falta ponerse de puntillas:
— Arrebata el carmín de mis labios, proclama lo que es tuyo con un beso.
Alex cerró los ojos y le besó, con melosidad, pura seda, beso húmedo
rozando lo casto, para separarse durante unos segundos:
— En tu boca quedó el pecado de mis labios, así que ellos mismos van a
tener que retractarse con otro beso.
Clara volvió a romper la distancia, atrayéndole con otro beso, menos casto,
uno que avivaba las llamas que aguardaban en sus pechos. La ojiverde tenía
una capacidad de soltar lo más burro, a eso, a derretirla mientras le comía el
oído con esas ñoñadas, como bien decía Alex, bueno la rubia admitía de
buena gana que también se le daba comer otras cosas... estoy hablando de su
boca, uy que mal pensadas... ahí estaban comiéndose los morros después de
haber representado una escena de romeo y Julieta a lo porno. Si por Alex
fuera, bien que la llevaría de nuevo hasta el árbol y follarle de nuevo ahí:
— ¡Ey! Pervertidas— dijo Ruth asomándose por la puerta— dejar vuestro
exhibicionismo, han matado al guardia de seguridad de Technology Wiyatt y
la han liado parda en la empresa.
— Joder.
Llegó a decir Alex:
— William y Maurice se han ido a la empresa— siguió informando la chica
— nosotras nos vamos para acercar a Gina a su casa.
— Espera— dijo la morena dirigiéndose hasta Ruth, sin soltar la mano a
Clara— entramos contigo.
Lo cierto es que Gina fue un auténtico encanto con todo el mundo. Hasta con
Clara. Se despidió de todas educadamente y siempre con una sonrisa. Qué
razón tenía el dicho, "detrás de un hombre siempre hay una gran mujer" Clara
y Alex acompañaron un rato a Alice, pero ya empezaba a ser tarde y no
quería que Alex condujese a esas horas, también es que empezaba a estar
cansada. La rubia podía meter la pata por el comentario que iba hacer, pero lo
cierto es que sabía que haría feliz a la madre de Alex:
— ¿Sabe señora Carey? — Miró a Alex y le agarró de la mano— aun no es
de seguro, pero estamos pensado en adoptar a Aden.
— Eso es una gran noticia— se puso de pie y le dio un par de besos a ambas
— es un chico encantador— bostezó— y vosotras seréis unas grandes
madres.
— Podemos quedarnos hasta que Maurice regrese— comenzó a decir Alex—
o quedarnos para que no estés sola.
Alex nunca había dicho nada, pero se sentía tranquila pensando que Maurice
estaba en la casa haciéndole compañía. Alice esbozó una pequeña carcajada:
— ¿Sola? Hay un pequeño ejército fuera— le acarició con ternura y dio otro
beso en la frente de su pequeña— anda, vete a descansar.
— Cualquier cosa que necesites— dijo al final dándose por vencida la
ojiverde— no dudes en llamar.
Ambas chicas al final dejaron sola a Alice, bueno le dejaron con la sirvienta y
con el ejército de hombres, como ella los llamó. Clara en el fondo estaba feliz
de ver como la ojiverde cada día era más cercana a su madre. Y en el fondo,
sabía que Alex se había emocionado cuando le dijo aquello a su madre.
Romero estaba fumándose un cigarro fuera del Jeep, cuando recibió la señal
que estaba esperando. Justo cuando observó cómo Alex pasaba con el coche
por su lado. La morena se le quedó mirando, éste jugaba con la ventaja de
que nunca le había visto ni sabía para quien trabajaba en realidad. Montó en
el vehículo y lo puso en marcha:
— Señor Woods— dijo con voz calmada— aún está a tiempo y dejarlo para
mañana.
— Ya te he dicho que no— dijo con cabezonería Patrick— deja de tocar las
pelotas.
Romero no dijo nada, aun así, sintió arder las úlceras de su estómago. Se
acercó hasta las puertas de metal de la casa Woods y esperaron hasta que uno
de sus hombres les abriese. Patrick observó su casa, la casa de su puñetera
familia y la ramera de su mujer se había atrevido a meter su amante ahí, pues
no iba a permitírselo. Estacionaron en la entrada:
— Ponle el silenciador al arma— dijo dándole su pistola, Romero obedeció y
no tardó en colocar el silenciador— Dámela.
Solicitó mientras movía los dedos de la mano. Romero, aun en silencio
obedeció y se la entregó, ambos hombres de salieron del coche y con toda
naturalidad, Patrick, llamó a la puerta, aún tenía las llaves, pero le pareció
divertido sorprender a la sirvienta así. Toda inocente ella, confiada en que los
hombres de fuera estaban para proteger a la señora, abrió la puerta, en un
principio no conoció a ninguno, hasta que Patrick hablo:
— Hola.
La sirvienta alarmada intentó cerrar la puerta, pero se lo impidieron, Patrick
sostenía la pistola detrás de su espalda. La chica intentó echar a correr dentro
de la casa y alarmar a la señora, pero el señor Woods levantó el arma y
apuntando a la cabeza de ésta ¡PIUU!, le dio unos centímetros más arriba de
la nuca, desplomándose en el acto. Ambos entraron y Patrick puso una mueca
de asco cuando se puso al lado del cadáver:
— Que alguno recoja este desastre— dijo tocando el cuerpo con el pie— La
muy cerda me está ensuciando el suelo de sangre— miró a Romero y siguió
ordenando— también tened todas las salidas vigiladas— miró las escaleras—
yo voy a tener un reencuentro con mi querida mujer.
Alice estaba enfrente del espejo, como había comenzado la noche. Se quitó el
collar que tan amablemente le puso Maurice. ¿Por qué nunca se fijó en él?
Patrick, él fue el amor de su vida, hasta que el rencor como si de ponzoña se
tratase comenzó a pudrir su alma, el rencor y la codicia. Fue pensar en el
diablo, cuando vio el reflejo de un hombre en el espejo, no le reconoció en un
principio, estaba cerca, demasiado cerca. Alice se levantó pegó un grito.
Podía gritar todo lo que le diera la gana, nadie le escucharía, nadie iría a
socorrerla:
— Será mejor que te tranquilices y te sientes en la cama, Alice.
La mujer no hizo caso, más bien se dejó llevar por su instinto y trató de
correr, pero Patrick se interpuso en su camino y le dio un golpe con la culata
de la pistola, dejándole inconsciente:
— Hubiera sido más pacífico— se agachó para agarrarle de los brazos y
arrastrarle hasta la cama— pero no, siempre tocándome los cojones y no
como a mí me gustaría— le tiró en la cama y rebuscó en los armarios, suerte
que aun guardaba su ropa, agarró un par de corbatas y le amarró a la cama—
esto tarde o temprano iba a pasar mujer— hablaba como si Alice le escuchara
aun estando inconsciente— ambos conocemos a Alex, se comporta como si
estas cosas no le afectase— agarró el móvil de Alice y comenzó a mandar
mensajes— pero lo hace, mi plan iba a ser como el primero, secuestrarle,
torturarle— Alice comenzó a mover la cabeza aturdida, Patrick apagó el
móvil— puede que hubiera mirado como mis hombres se la follaba— soltó
una pequeña carcajada— incluso al final me hubiera animado, la muy putita
lo hacía muy bien de jovencita...
— ¡Cerdo...!
Llegó a susurrar entre quejidos Alice. Patrick le puso el silenciador en la
frente y muy lentamente, comenzó a acariciarle con la punta del arma por
toda la cara, labios y se fijó en el vestido que llevaba puesto, estaba muy
bien. Se acercó al armario y sacó otro par de corbatas:
— Sabes, aún quedan un par de horitas más de diversión— dijo atando sus
extremidades inferiores y atándoles a los pies de la cama— ¿Me has llamado
cerdo? — Alice observo con pavor como se desabrochaba el cinturón y el
pantalón— te voy a demostrar lo cerdo que puedo llegar a ser.
Romero estaba apoyado contra la pared viendo como uno de los hombres
fregaba el suelo, cuando los gritos de la mujer llegaban a escucharse hasta la
planta baja. Resultaba enfermizo hasta para el mismísimo Romero:
— Si el día de mañana— comenzó hablar al otro chico, para intentar ignorar
a los gritos tortuosos de la mujer— El FBI me acorrala y no tengo salida,
preferiría un tiro mortal, tú deberías de desear lo mismo.
— ¿Se puede saber por qué?
Romero se sacó el paquete de tabaco del bolsillo y se llevó un cigarro a la
boca:
— Trabajas para un tío que se dedica al narcotráfico y a la trata de blancas,
muchas de ellas aun siendo menores ¿sabes que les hacen a hombres como
Patrick en la cárcel? — el chico negó con la cabeza— les convierten en sus
putitas. Ese hijo de puta— dijo mirando al techo— es un cerdo de mierda, ni
me quiero imaginar lo que estará haciendo a su mujer, de lo que estoy seguro
es que ahora mismo ella estará deseando la muerte.
Nidia fue una de las primeras en llegar a la escena del crimen. Ahora todo lo
referido, con los Wiyatt, Woods, Price y todo lo que rodea el caso Woods
pasaban a sus manos. El forense ya había determinado la muerte del guardia,
algo tan obvio como llevarse un par de balazos, aunque el que acabó con su
vida fue el que impactó en su pecho, perforando su corazón. Siguió
informando y lo que le dijo le dejó extrañada:
— Ninguno entró a la empresa— dijo el forense— la víctima estaba en el
sitio equivocado y en el momento adecuado— apuntó a la calle, las
cristaleras estaban rotas— según el trayecto de las balas dispararon desde ahí.
En ese momento se acercó Taylor, ya que nada más llegar se encontró con un
testigo que paseaba a su perro en esos momentos:
— Otro motorista— dijo la agente Fisher— según ha declarado un ciudadano
que pasaba esos instantes— ambas agentes intercambiaron miradas unos
segundos— dijo que paró, se lio arremeter contra el edificio y se marchó
rápidamente.
— Eso es absurdo.
— O puede que no— hizo unas señas con la cabeza, a los recién llegados—
si quieres volver tener a tiro a Maurice Wiyatt ¿qué mejor forma de hacerle
salir?
El móvil de Maurice comenzó a vibrar, patosamente le sacó de su bolsillo y
miró los mensajes que acababan de llegar. Eran de Alice y lo cierto es que no
comprendía lo que le acababa de decir. Sin explicación ninguna le pedía que
no regresara y que se fuera con William a su casa. ¿Había discutido con Alex
y por eso no quería ver a nadie? ¿Qué debería hacer? En un principio estaban
bien y bromeaban:
— Espera a mañana y hablas con ella más tranquilamente.
Le aconsejó William. En ese instante las dos agentes del FBI se acercaron
hasta los Wiyatt:
— No debería haber venido— dijo Taylor a Maurice— esta es la segunda
tentativa contra usted o su propiedad en una misma semana.
— Sería prudente por su parte no estar tan accesible a un nuevo atentado.
Añadió Nidia:
— ¿Otra vez Patrick Woods?
Preguntó con enfado William, pero ¿Qué hacía el FBI? ¿Tocarse los nachos?
Ese hombre lleva a la fuga meses, ya fuera un capo de la mafia o no, estaban
quedando como peleles:
— Por la forma que obraron, parece el mismo hombre.
Esa era otra, que ni han pillado todavía al motorista que disparó la primera
vez a Maurice:
— Pondremos vigilancia— volvió a hablar Taylor— por si vuelven a intentar
asesinarle— quedó pensativa— yo puedo hacer el primer turno esta noche.
Si regresase a casa de Alice se hubiera negado, pero en casa de William no
había seguridad, ni si quiera una puñetera alarme:
— Haremos el primer turno— añadió Nidia— no puede estar sola, es
peligroso, agente Fisher.
Taylor se encogió de hombros, para seguir recolectando información,
dibujando una sonrisa tonta al dar la espalda a Nidia. Bueno, al parecer
pasaran unas cuantas horas juntas y la agente Green no podría escapar.
En lo que subían en el ascensor, Alex iba hablando por teléfono con Maurice,
para preguntar que todo estuviera en orden. Claro que habían matado un
hombre en su empresa, muy en orden no estaba. Más preocupante fue cuando
Maurice preguntó si había discutido con su madre, negándole enseguida que
tal cosa había pasado, entonces éste le explicó que le había prohibido regresar
a la casa:
— Es extraño— dijo Alex preocupada mientras entraba en el piso— Le estoy
llamando al teléfono y no me lo coge— miró a Clara— ¿y si voy para ver que
todo está bien?
— Lex— dijo Clara empujándole hasta que quedó sentada en el sillón— es
tarde estará dormida y ni pienses que te dejaré coger el coche a estas horas,
estas cansada.
— No cogen ni el teléfono fijo— Clara comenzó a quitarle los zapatos—
bueno a veces sé que mi madre tiene sueño profundo, pero ¿la sirvienta?
— ¿Tienes el número de alguno de los guardias de seguridad? — Preguntó a
la vez que comenzaba a masajearle los pies— llámale y pregunta si han visto
algo extraño.
Alex volvió a sacar el teléfono sonriente y marcó el número de uno de los
supuestos guardias de seguridad. Que no tardó en contestar y en decirla que
todo estaba en orden, dejándole mucho más tranquila:
— Ves que no pasa nada.
— ¿Qué haría yo sin ti? — En ese instante frunció el ceño, estaba tan absorta
preocupada por su madre, que la rubia estaba haciendo con ella lo que le daba
la gana— ¿Por cierto que haces desnudándome?
Preguntó con voz traviesa. Pues sí, Clara le estaba quitando los pantalones y
seguidamente comenzó a quitarle la blusa, que se manchó al trepar la pared:
— Bueno— comenzó a decir coqueta mientras le quitaba la blusa— me
apetece hacer una cosita que hicimos hace mucho, quiero repetirlo.
— ¿Qué cosita?
Volvió a preguntar picarona, mientras le acercaba mucha más y empezaba a
besar su cuello:
— Uno que implica dejarme en ropa interior.
— No sé de qué se trata, pero de momento me va gustando la idea.
Dijo entre beso y beso. Buscando la cremallera de su vestido para quitárselo.
Sé que vuestra mente morbosa está empezando a imaginar cosas lascivas.
Morena en ropa interior, rubia en ropa interior, solas en su casa, muy
acarameladas, diréis blanco y en botella leche, pues no.
Alex tenía la mano izquierda en la cintura de Clara, más bien en su espalda
baja y con la otra sostenía la mano de Clara. Moviéndose, bailando muy
pegadas al tema de Chris Isaak – Wicked Game, juego perverso, menudo
tema de música que escogió la morena, que tenía su mejilla justo en la sien de
Clara y los ojos cerrados:
— ¿Sabes que podemos bailar vestidas?
Clara que tenía los ojos cerrados también apoyó la cabeza en su hombro,
mientras se dejaba guiar por la morena, esbozó una sonrisa:
— Me gusta sentir tu piel caliente, no en el sentido sexual— se abrazó aun
sin dejar de moverse— se me hace bonito e íntimo.
"Que juego tan perverso juegas, para hacerme sentir de esta manera"
Comenzó Alex a corear la música, con los labios pegados al oído de Clara.
"Que cosa tan perversa para hacer, que me deje soñar contigo,
Que cosa tan perversa que decir, nunca te sentiste de esta manera,
Que cosa tan perversa para hacer, para hacerme soñar contigo"
— ¿Puedo preguntarte una cosa?
Alex curvó la comisura de los labios, aunque sin abrir los ojos, Clara tenía
razón se sentía bien y se perdía embriagándose con el aroma de su piel:
— Y con esa irían dos preguntas— que se sintiera bien no quería decir que
dejase de vacilarle— puedes preguntarme lo que quieras, siempre.
Ese fue el momento en que ambas abrieron los ojos parar mirarse:
— Muchas de las cosas que haces conmigo, como llevarme a ver la aurora
boreal, ver las estrellas, esto— dijo parándose por fin— bailar así o algo
parecido ¿lo has hecho con alguna otra?
Alex subió una mano hasta su mejilla, anclándose en ella, mientras que se
deleitaba con ese precioso azul, negó con la cabeza. La ojiverde no se
esmeraba mucho con las chicas porque era obvio que no las volvía a llamar ni
a ver, curvó una comisura de sus labios, dibujando su hermosa media sonrisa:
— Confiéselo, Price— volvió a bajar su mano, para acariciar su espalda— lo
haces para escuchar que eres la primera y única mujer en la mayoría de las
cosas de mi vida.
— Me has pillado— acarició su cuello con la punta de su nariz— llámame
ñoña por lo que te voy a decir, pero te quiero.
Alex rio para sus adentros antes de decir:
— Ñoña.
Clara dibujo una sonrisa y de un momento a otro le mordió ligeramente en el
hombro. Alex se retorció entre carcajadas:
— Oye, me has dicho que te llame ñoña.
— Normalmente cuando alguien escucha "te quiero" responda con un yo
también— puso los ojos en blanco— pero claro que puedo esperar de ti, que
lo primero que me dice por la mañana— pone voz ruda— "Clara joder que
me quitas la manta" y lo siguiente— Clara movía la cabeza y hacía gestos
cómicos cuando imitaba a Alex— "vaya aureolas ricas como gominolas" —
eso le arrancó una carcajada de Alex— "Follaaaar a Clara"
— "Joder Alex" — comenzó a poner la voz pija de Clara— "No dices que
eres insensible al frio" "Disculpa te estoy hablando me gustaría que me
miraras a la cara y no a mis tetas" "Eres una cavernícola, puchita" — en un
principio ambas carcajearon hasta que se percataron que sonaba otro tema de
música, no era Love me Tender, era It's Now or Never - Elvis Presley —
bésame mi amor, se mía está noche.
Citó un fragmento de la canción, Clara, que estaba descalza le tocó ponerse
de puntillas:
— ¿Eso es una invitación? Puchita.
Alex le abrazó fuerte hasta cogerla, la rubia le rodeó la cintura con sus
piernas, con una mano en su cintura y agarrando uno de sus muslos, comenzó
a caminar hasta el sofá, sin dejar de mirarse a los ojos. Esa es la típica escena
en la que ambas se suelen mirar con deseo u hambre, más bien tenían un
ligero brillo y sentían más la necesidad de dar amor, que devorarse
mutuamente:
— No marmotilla— dijo mientras la depositaba en el sofá y se tumbaba
encima de ella, quedando entre sus piernas— que me beses y que serás mía
esta noche es un hecho.
Se tomó su tiempo para que ambas bocas entraran en contacto, suave como
los pétalos de una rosa, lengua húmeda y tímida acariciando sus labios. Sus
manos eran delicadas a la hora de acariciar, como el depositar el peso de su
cuerpo, le mimaba, como si temiera romperla. Clara echó la cabeza hacía
atrás, mientras sentía su lengua húmeda, terminando en besos:
— Será la segunda vez que me vas hacer el amor.
Le dijo entre suspiros. Alex regresó a su boca, llenándole de besos:
— Si lo quieres más duro solo tienes que pedírmelo— voz suave, lejos de la
ronquera de deseo que solía poner cuando iba a follarle como una perra en
celo— ¿Dime Clara que quieres que te...?
En ese instante la rubia le paró poniéndole el dedo índice en los labios:
— Te agradecería que no me preguntaras eso, es más, agradecería que no la
formularas nunca— enredó sus dedos en la larga melena morena y rozó de
nuevo sus labios— por favor, Lex
"¿Qué quieres que te haga?" se puede decir que era como una jodida marca y
que muchas veces la formulaba inconscientemente, llevaba pronunciándolo
casi toda su puñetera vida, a mujeres que conocía en las discotecas, en los
gimnasios, hasta en un puñetero supermercado:
— Llámame ñoña, Clara, pero te quiero.
— Ñoña.
Esbozaron una risita antes de volver a besarse, transmitiendo amor con cada
acaricia, abrazo, mirada, beso, dos cuerpos fluyendo, convirtiéndose en uno.
Nada de ir a lo técnico, a lo rudo, ni lo áspero nada de hiel, todo lo contrario,
a todo aquello. No era solo placer físico, eran dos jodidos engranajes, a veces
hacia clic creando fricción de forma brusca y ambas, sin necesidad de decirse
nada sabían que sus cuerpos morían por algo más fuerte, en otras ocasiones,
como esa en la que Alex dedicaba atención a cada centímetro de su piel, con
sus besos y caricias, era porque hasta ellas mismas lo gritaban con las
miradas. Clara adoraba cuando Alex hacia eso, también adoraba saber, que
era la única a la que Alex había hecho el amor. Puro líquido moviéndose,
puro líquido entremezclándose convirtiéndose en una, incluso en la forma de
llegar al clímax, sin dejar de perderse en sus miradas.
Esa noche Clara reparó en otro detalle, nunca lo habían hecho en ese sillón.
Tanya tenía razón era una autentica piedra y pensándolo mejor, Alex tenía
una posición más cómoda. La rubia le miró para quejarse de la mierda de
sillón que escogió. Cuando observó que la ojiverde tenía los ojos cerrados y
la cabeza apoyada en un hombro, se había dormido abrazada a ella. Se sentía
tan bien, con su cuerpo así, que decidió dejarle dormir un rato. Cayendo al
sueño de Morfeo ella también. Las vibraciones del móvil fueron quien
despertaron a la morena, que con los ojos medió cerrados se movió para
buscar sus pantalones, suerte que estaba al lado del sofá, aunque para que
alegrarse de eso, al poco que se movió despertó a Clara. Vaya, era un
mensaje de su madre ¿tan tarde?:
— ¿Quién es? ¿Quién manda un mensaje a estas horas?
Musitó Clara con los ojos cerrados del todo:
— Tu suegra, quiere quedar conmigo en.… no me acuerdo donde, me ha
pedido que vaya sola, que raro— se levantó a trompicones— vamos a la
cama antes de quedarnos heladas.
— No puedo.
— No seas vaga— empezó a tirar de su brazo— que solo es un par de metros
marmotilla
— No es eso— dijo quejumbrosa— es el puto sillón me ha destrozado la
espalda.
Alex carcajeó, por esa razón había evitado hacerlo ahí, como si de Richard
Gere se tratase en Oficial y Caballero, la agarró en brazos y comenzó a
trasladarle a la habitación, Clara apoyó la cabeza en su hombro y sonriendo
bobalicona:
— Mi héroe.
Capítulo 67 - Treintaicuatro porcientos
El vehículo de las agentes estaba estacionado a unos metros de la casa de
William Wiyatt. Taylor tenía los pies apoyados en el salpicadero del coche,
mientras picoteaba de una bolsa de snatt's, las típicas bolsas que se supone
que son bajas en calorías 30 g 70Kcal, pero si te comes toda la bolsa se suben
a las 500 Kcal. Una de dos, Nidia le ponía nerviosa que se comiera algo tan
lleno de hidratos de carbono o el hecho de que muchas veces se la iban los
ojos a sus piernas. Eso le estresaba, porque no podía estar al 100% en la
guardia:
— ¿Puedes no hacer tanto ruido mientras comes?
Preguntó Nidia algo irritada. Taylor frunció el ceño, bajó los pies, sacó otra
patata de la bolsa y con la misión de joder más a Green, se acercó a su oído y
comenzó a masticar muy lentamente generando el sonido desagradable en su
oreja. Ésta, hizo un mohín de molestia y encendió la radio "Sia - Fire Meet
Gasoline" estaba sonando en ese instante. Taylor alzó las cejas divertida, pero
sin dejar de comer:
— Me pregunto ¿esto es una propuesta? Agente Green— tiró la bolsa vacía a
la parte trasera y Dio unas palmaditas— por mucho que me apetezca— se
mordió el labio— estamos trabajando, pero cuando nos tomen el relevo, no
tengo planes ¿y tú?
Nidia tenía el codo en la puerta y la cabeza apoyada en la palma de su mano,
esbozó una sonrisa:
— Nada de citas ¿Recuerdas?
— ¿Quién ha hablado de citas? — Alzó una ceja— en todo caso sería una
cita sexual.
— Mejor cambiemos de emisora.
— No, no— dijo Taylor quitándole la mano de la radio— que me gusta.
"Aquí somos dos, erizados por el deseo"
Comenzó a seguir el tema la morena, Nidia volvió a su posición inicial y
contemplo como Taylor cantaba y bailaba:
— Vamos agente Green— le dio un pequeño codazo en el brazo— sé que te
la sabes…
"quémame, así que ven
Yo te esperaré, te espero"
Siguió cantando mientras le desafiaba con la mirada, fue llegar el estribillo y
acabar las dos cantando como dos adolescentes dentro del coche.
"llama que surgiste de mí,
El fuego se encuentra con gasolina
El fuego se encuentra con la gasolina
Me estoy quemando viva"
— Que yo recuerde no eras así — dijo Nidia mientras bajaba de nuevo la
radio— cuando te tocaba vigilar.
— Así ¿Cómo?
— Menos amargada— soltó riendo— que si zorra engreída, bla bla bla
Taylor abrió la boca mientras fingía sorpresa:
— Perdona, pero empezaste tú con tu prepotencia de mierda.
— Oh sí, échame la culpa— se acercó en plan seductora— pero esta
prepotente de mierda, ha conseguido apaciguar tu carácter de mierda.
Ay Nidia, intentando poner nerviosita a la morena, pues está sin que le
temblase ni un ápice el pulso, le empujó e hizo a la inversa, siendo ésta la que
estuviera más encima, con una mano apoyada en su pierna:
— No quieras llevarte el mérito Nidia— sentía sus ojos castaños como
puñaladas y su cercanía ¿Cómo era? Oh sí, "fuego se encuentra con
gasolina" — aquí quien tuvo los santos cojones de dar el primer paso fui yo
— fingió quedar pensativa— ¿Cómo dijiste en su día? Mucho guau guau y
poco morder.
Nidia gruño y la acercó agarrándole del peló para fijar su mirada, igual de
penetrante, e incluso me atrevo a decir que tenía las pupilas algo dilatadas y
el iris, un poco oscurecido por el deseo:
— No juegues con fuego mujer— oh si, fuego se encuentra con gasolina
— porque te puedo dejar lamiéndote las heridas de nuevo.
Taylor rio con sorna, sin pudor alguno la mano que tenía apoyada en su
pierna la acercó en su entrepierna y sin contemplación comenzó a friccionar
por encima de la tela:
— Prefiero que me lamas tú otra cosita.
La agente Green terminó por atraerla sin soltar sus cabellos y chocar sus
labios con furia, esos besos que llegan a doler, pero sorprendentemente son
placenteros. Lo que había comenzado en un juego, estaba pasando a otro
nivel y le hubiera gustado seguir a la agente Fisher, pero se separó un poco
para mirar a la calle:
— Se supone que estamos vigilando.
— ¿Crees que serían tan estúpidos como para tentar contra Maurice esta
noche? Estarán al tanto de que tenemos las antenas puestas en él.
Taylor pareció quedar pensativa, eso era cierto ¿quién en su sano juicio
atacaría dos veces? Nadie. Así pues, actuando de una forma que nunca había
hecho antes, la primera porque estaba de guardia y la segunda, porque a pesar
de que era tarde y estaba oscuro, estaban en plena calle, tiró de la palanca
para tumbar el asiento de Nidia y se colocó sobre ella a horcajadas, mientras
decía casi sin despegar los labios:
— Me parece lógico.
Oh si, un fugaz y placentero "fuego se encuentra con gasolina". Yo si moriré
de combustión espontánea si tengo que narrar cada guarrada que hacen las
tres parejas. Mucho baile del chiquichiqui con demasiados pasos a seguir.
"Uno el tumbaito, dos el dedito, tres el gemido, cuatro la fricción dan,
cinco...eh nada de rimitas a la narradora, el orgasmo que ya va siendo hora".
Bueno, ya poniéndome sería con la historia. Era que todo comenzó con
fuerza, furor y pasión, la cagaron cuando se miraron y quedaron prisioneras
de esa mirada. Taylor se mantuvo con el fuerte ritmo, mientras que Nidia fue
derritiéndose ante la mujer que tenía encima y sin darse cuenta, el ritmo de
sus besos cambió, carentes de furia y desconcertando a la morena, que al final
también cambió el compás de sus movimientos, suave, seda, pure
honey, hasta llegar a un orgasmo diferente, hablando sentimentalmente. Esa
noche una de las reglas acabaron rotas, nada de besos post coitales, pues hubo
unos cuantos y se puede decir que alguna sonrisita se les escaparon.
Ese era el momento perfecto para preguntarse qué había pasado realmente,
¿habían follado? ¿Habían hecho el amor? ¿Qué habían hecho y que habían
sentido? Sin embargo, ninguna se les ocurrió formular las preguntas en voz
alta. Ni si quiera hablaron más. Fisher regresó a su asiento y de vez en
cuando se miraban algo incomodas. Bueno, de alguna forma seguían
manteniendo la regla de "nada de charlas post coitales"
Finigan y otro chiquillo nuevo les reemplazaron, Taylor optó por ir a su casa,
mientras que Nidia necesitaba estar ocupada en el departamento, intentando
de pensar en el caso y por qué narices habían disparado a la fachada de una
empresa en el que solo había unos cuantos guardias de seguridad.
Allie era de las que se iban pronto, solo para regresar de madrugada. De
camino a su despachó vio a la agente Green sentada en su escritorio. Con la
mirada perdida, ésta suspiró y se acercó hasta su cuñada:
— Deberías comportarte como una humana— dijo mientras se sentaba
enfrente de ella— y dormir, tienes cara de cansancio.
Nidia se llevó las manos a la cara y echó la cabeza hacia atrás:
— Es el primer caso que no pienso con claridad, Allie.
— ¿El del señor Woods? O ¿el del asesino en serie?
— Ambos.
Dijo algo cabizbaja:
— Intuyo que es debido a cierta morena atractiva.
— No puedo seguir trabajando con ella— le miró suplicante— cámbiame de
compañeros y de casos, la agente Fisher— comenzó a decir con
desesperación— me nubla demasiado, está afectando a mi trabajo y al suyo.
— Y por qué en vez de salir huyendo no la pides una cita.
Nidia se miró las manos, comenzó a restregárselas de nerviosismo:
— Ya sabes las razones.
— Ni voy a cambiarte de casos y mucho menos de compañeros.
En ese instante Nidia le fulminó con la mirada:
— Las cosas como son, Nidia yo también tengo mis razones— se levantó— y
es que seas feliz de una puñetera vez. No lo quieres ver, pero en estos dos
años, nunca te has liado con una mujer más de dos veces seguidas, quieres
evitar algo que ya ha sucedido, estás enamorada. Así que te ordeno que vayas
a tu casa, descanses e invites de una puñetera vez a Taylor a una cita—
dibujo una sonrisa cómplice— así dejáis de usar el archivero como picadero,
bonita.
En un principio se la escuchó gritar por toda la casa, hasta que quedó todo en
silencio. Algunos de los hombres ignoraban los gritos, sin embargo, otros
intentaban no mostrar su desagrado. Por el amor de Dios, ¿Tan sádico era
Patrick Woods? Nadie se atrevió subir al piso de arriba. Cuando terminó de
divertirse, haciéndole toda la clase de perrerías hasta el cansancio, decidió
bajar. Encontró a Romero en la cocina, hinchándose a café:
— Sube y llévatela— dijo el muy desgraciado— Alice le envió, no es cierto
yo le envié el mensaje a la pequeña zorrita, debería aparecer en el hotel— se
miró el reloj de pulsera— quedan unas cuantas horas para el último golpe.
— Si señor Woods.
Dijo Romero obedientemente, dejó la taza en la encimera y se dispuso a subir
las escaleras:
— Es la señora Woods, Romero— dijo soltando una pequeña risita malévola
— trátela como tal.
De nuevo asintió. Se supone que debía de trasladarle a otro lugar. ¿Qué la
tratará con respeto? Si hasta el mismísimo Romero se le revolvió las tripas.
Directamente la mujer estaba ida, pálida, golpeada, ultrajada, le había dejado
maniatada por sus extremidades... y demás detalles que mejor ni
mencionarlo:
— Joder— susurró— puto animal.
Rebuscó en los cajones y encontró ropa interior de la mujer, en los armarios
sacó unas prendas. Primero le soltó de las piernas. La mujer, entre llantos se
encogió al tacto de Romero:
— Yo mato porque me pagan por ello— comenzó a decir mientras luchaba
para vestirla— ¿piensa que no tengo madre? ¿Ni hermanas? — en cuanto le
puso la ropa interior, siguió con los primeros pantalones que pilló— yo solo
estoy interesado en el Narcotráfico, señora Woods— Romero nunca
levantaba la voz y siempre hablaba con voz calmada— En el fondo odio y
aborrezco a su marido y no imagina cuánto. Tener que mantenerme firme y
aguantar todas las bestialidades que llega hacer.
— Entonces— dijo Alice con voz rota, como si careciera de esperanzas—
ayúdeme.
Romero le soltó de los brazos y procedió a ponerle el sujetador, quitándole
más dignidad si cabe a la pobre mujer:
— Que odie a su marido— abrochó su sujetador— no quiere decir que sea
buen hombre, mato por dinero, secuestro por dinero e incluso torturo por
dinero, la diferencia es que yo no lo disfruto como su marido.
— Le pagaré el doble.
Por unos segundos sintió algo de esperanzas, ese hombre estaba ahí por
dinero, pues ella compraría su libertad. Romero la miró con cierta lastima:
— No lo tome como nada personal, señora Woods— terminó de ponerle la
blusa— pero si hago eso estaríamos muertos los dos por traidor, créame
elegiré antes matarla y vivir— le tendió la mano— vamos a limpiarte eso
antes de irnos.
— ¿Y si me niego?
— Sea inteligente señora Woods, esto puede suceder de dos maneras, puedo
seguir siendo encantador siempre y cuando usted obedezca o, puede conocer
mi lado malo y acabar de la peor forma, no quiero hacerle daño, en el fondo
usted solo es una víctima colateral— le agarró de la mano y le llevó hasta el
baño, fue paciente, la mujer estaba herida e incluso desgarrada en ciertos
sitios que le impedían caminar correctamente— todo depende de Alex,
depende de la decisión que tome, usted al final del día saldrá con vida.
Agarró una esponja y comenzó a limpiarle la cara. Romero en el fondo era un
manipulador, muchas de las cosas que decían eran ciertas. Pero esa mujer
estaba desesperada, necesitada y la forma de que le obedeciera sin necesidad
de violencia, era así, siendo atento. Alice comenzó a llorar:
— ¿Por qué no podéis dejar en paz a mi niña?
— Su niña sigue viva porque le metí este plan en la cabeza a Patrick, llevo
meses parándole los pies, de no ser así ya habría mandado a un ejército de
hombres una y otra vez hasta que acabara muerta— en cuanto limpió la cara a
la mujer, puso gesto de dolor— no le voy a mentir, alguien morirá hoy, hay
un 34% de posibilidades que sea usted, aférrese a ese 66%. Venga tenemos
que irnos.
¿Quién se acuerda de la somnofilia? Marmotilla y puchita iniciaron un juego
tiempo atrás. Conseguir que alguna tuviera un orgasmo durmiendo y una vez
por casi Alex lo consiguió. Esa mañana le tocó a Clara intentarlo. Ya que
cuando Abrió los ojos, vio su primera ventaja, la ojiverde estaba desnuda,
aunque en un principio paró a deleitarse con esa imagen. Nunca había sentido
fascinación por el cuerpo de una mujer como lo sentía por Alex, lo cierto es
que ninguna mujer en la faz de la tierra despertaba el mismo atractivo que el
de su mujer. Sonrió traviesa y fue colándose debajo de las sabanas, siempre
procurando de ver el rostro de la morena, que dormía profundamente,
intentando no hacer ruido ni moverse demasiado fue posicionándose entre sus
piernas y muy lentamente comenzó a besarle los muslos internos, se dedicó
un buen rato a estimular los alrededores de su sexo, sin dejar de observar a
Alex, que subió un poco el ritmo de su respiración. Jugó con su monte venus,
con suavidad y delicadeza, ninja sigiloso que va en busca de robar el elixir de
la morena, cuan ladrona la lengua, se coló entre sus labios, seguía durmiendo
¿lo conseguiría? Notaba como empezaba a calentarse, a hincharse y
humedecerse ante las caricias de su lengua ¿y si iba un paso más allá? Acercó
el dedo corazón a su obertura, la respiración pasó a ser más agitada y sonora,
si había conseguido deslizarse en su interior ¿qué clase de sueño erótico
estaría teniendo? Pensó Clara. Al menos, eso sería lo lógico, ya que las veces
que Alex intentó que tuviera un orgasmo durmiendo, había tenido los sueños
más tórridos. Eso era excitante, muy excitante, lo suficientemente excitante
como para que se le escapara un gemido mientras seguía saboreando esa
parte de su anatomía. La morena también gimió más sonoramente, alzó la
cabeza con los ojos entrecerrados y pillada:
— Joder, Clara— casi, casi, ya que dicho aquello, agarró del pelo a la rubia y
la atrajo más a su entrepierna— joder.
Alzó la cadera, curvando su espalda antes de vibrar, claro que con su famoso
y sexy grito gutural. Clara carcajeó y se deslizó por el cuerpo de Alex hasta
llegar a sus labios y besarlos, haciendo que ésta se saboreara así misma en el
proceso:
— Casi lo consigo.
Alex rodó para quedar encima:
— Has perdido por ansias.
Dijo antes de dar un mordisquito a su mentón:
— ¿Qué quieres que haga? Te pusiste a gemir y eso me puso muy cachonda.
— ¿Sí? — Preguntó bajando su mano hasta su sexo— quiero ver cuánto de
cachonda— Clara se mordió el labio— sí, estas muy húmeda
— Así de burra me pones.
Alex carcajeó al escuchar aquella expresión tan poco apropiada de Clara:
— Pero que ordinaria— agarró las muñecas de Clara y las puso por encima
de su cabeza, ya que no habían quitado las cuerdas del día anterior, la rubia
adivinó lo que trataba de hacer Alex, escapándole un suspiro— ¿Lo quieres?
— le lamió los labios— dime que lo quieres Clara.
— Si— dijo poniendo las manos junto a las cuerdas— hazlo Alex, átame.
No supo en lo que se había metido. Intentar que Alex tuviera un orgasmo
durmiendo ya había sido un error, pero estar dispuesta a quedar a merced de
la morena. La ojiverde le maniató, evitando poner la cuerda sobre cuerda,
para impedir rozaduras. No jugó con su cuerpo no, no le torturó con caricias
hasta excitarle lo suficiente como para rogar que le follara, todo lo contrario,
abrió sus piernas y mientras miraba con fascinación como la hacía comenzó a
penetrarle duramente con dos dedos, aunque perfectamente cabía un tercero,
primero fue el zas, zas, zas, su mano chocar contra su sexo, haciéndole gritar
y cuando notó que se iba a correr paró, provocando que Clara alzara la cabeza
por la sorpresa:
— ¿Pero qué coño?
Alex carcajeó y se llevó las manos a la boca para lamerse los dedos:
— El tuyo cariño— volvió a bajar la mano hasta la húmeda obertura y antes
de volver a penetrarle— un pequeño castigo.
De nuevo comenzar el proceso de follarle con fuerza, solo que en esta
ocasión aquello sonaba más húmedo y como le ponía a Alex mirar aquello. El
cuerpo de Clara comenzaba a entrar demasiado en calor y las gotas de sudor
comenzaban a caer por su frente, chup, chup, chup y cuando estuvo a punto
de llegar, de nuevo paró:
— JODER, ALEX.
— Uy, sí que te estoy jodiendo de lo lindo.
Si Clara gritaba unos tonos más bajos que Alex, esa mañana sería todo lo
contrario, hasta el brazo de la morena comenzó a dolerle de la caña que le
estaba dando, la humedad bajaba hasta impregnar la cama, chap, chap, chap y
paró de nuevo. No si ya la rubia ni tenía fuerzas para quejarse, era un
autenticó horno sudoroso. Y cuando creyó que ya había sido suficiente, la
ojiverde se acercó a la boca reseca de Clara para besarle, mientras que
comenzaba el proceso y esta vez dejaría que llegara a su fin:
— Mírame— le pidió a la rubia mientras se deslizaba y salía rozando las
terminaciones nerviosas de su interior— mírame Clara.
Clara entre gemidos fijó su mirada azulada en el verdoso de Alex, que seguía
dándole, chop chop chop:
— ¿Me quieres?
Vaya, en lo que Nidia y Taylor acabaron por hacer el amor, evitaron esta
conversación, solo a Alex se le ocurrió mantenerla mientras se follaba
duramente a Clara, que estaba a punto de caramelo, la rubia atrapó su labio
inferior sin apartar la mirada y contestó, entre meneo y meneo:
— Te amo, Lex.
En ese instante Clara curvó su espalda, mientras liberaba de lo lindo todos los
orgasmos que se habían acumulado en la pelvis. La morena, sonrió y juntó su
frente, con la de una sudorosa Clara, con la mano aun llena de humedad le
acarició suavemente:
— Te amo, Clara— que le digan eso a una con las defensas bajas derriten y
más tratándose de Alex Woods, no lo dijo con su voz de retrograda, ni de
payasa, lo dijo lleno de sentimiento, demasiado intenso para ambas, que
alguna lagrimilla hubo— nunca me dejes, nunca me faltes.
— No pienso irme a ningún lado, Alex.
La morena se abrazó a Clara:
— ¿Me lo prometes?
— Te lo prometo— estuvieron así un rato, hasta que Clara miró sus manos—
Alex, no es por molestar, pero se me están durmiendo los brazos.
Alex esbozó una risita y comenzó a desatarle, cuando liberó sus muñecas,
con cariño comenzó a masajeárselas, en una tenía un poco de rojez, pasó
suavemente los dedos gordos y se la llevó a los labios para besársela. Típicos
cuidados que solía tener también cuando salía a la luz Vesta. Clara se
incorporó hasta quedar sentada:
— Me tengo que ir, ya salen los primeros libros impresos y la editorial me ha
dado unos cuantos ejemplares— Alex hizo un puchero— para la familia y
amigos.
— ¿Sabes que no han pasado ni cinco minutos cuando has dicho que no te
ibas a ningún lado?
Clara carcajeó:
— Ya sabes a lo que me refería.
— ¿Quedaste con Henry o te acerco yo?
— Tranquila, en un rato está aquí Henry.
Taylor se sentó en su escritorio. Toda ceñuda. ¿Y si Nidia tenía razón? ¿Qué
no podía ser? La agente Fisher se sentía más que atraída por la agente Green.
Una cosa era follar, algo físico, rápido y cada una para su casa, pero cuando
le besó como la última vez. Le bajaba la guardia y le derretía, lo cierto es que
tampoco quería sufrir. Después de las calabazas que le dio Alex y Nidia que
es puro anti-amor, comenzaba a creer que estaba saboteándose así misma
fijándose en mujeres imposibles. ¿Por qué no se fijaría en ningún hombre?
comenzó a recorrer con la mirada la oficina. Y mentalmente comenzó a decir
"ese es guapo, pero está gay" "Quasimodo, ni de coña" "está casado" llegó
hasta Finigan "está bueno, pero no es de mi gusto" vio al otro chico que le
acompañaba esa madrugada "es mono, pero joder le sacaré como cinco años"
era rubio, ojos claros verdosos, era musculoso, un pequeño Brad Pitt, solo
que Brad Pitt tiene ojos azules. Vio como patosamente se cayeron unos
papeles y de fondo se escuchaba a Finigan renegar, aunque Taylor ladeo la
cabeza mientras se quedaba con cada detalle de aquellos glúteos tan bonitos:
— ¿Puedes ser menos descarada?
Taylor se sobresaltó al escuchar la voz de Nidia, se giró y le vio apoyada en
su mesa, no le había gustado encontrarle así, mirando el culo a un yogurin
patoso:
— Dios me dio estos ojos para algo…
— Para babear por nenes que aún no saben ni atarse los cordones.
— En tu tono de voz detecto reproche, Green— se levantó y le encaró— tú
no eres quien para reclamarme nada.
Nidia achicó los ojos y chirrió la mandíbula. ¿A quién le mandaría ella hacer
caso a Allie? Parece ser que vio mal las señales, para la morena tan solo era
un cuerpo caliente con el que rebozarse en su tiempo libre. Se irguió y se
llevó la mano al bolsillo trasero de su pantalón:
— Pregúntale a su mamá si le dejan estar hasta más tarde de las doce— se
refirió al chico rubito mientras tiraba unas entradas de cine encima de la mesa
— que las disfrutéis
Ups, que cagada por parte de Taylor:
— Nidia.
Intentó ir detrás de ella bordeando la mesa de escritorio, pero un repartidor se
interpuso en su camino:
— Agente Fisher— comenzó a decir el chico— ha llegado este paquete para
usted.
— Déjelo encima de la mesa.
Ordenó he intentó bordearle para seguir a Nidia, pero el chico le detuvo de
nuevo:
— Ya— dijo apenado el chico— pero debe de firmar aquí.
Hizo una seña en el resguardo:
— Trae.
Henry tan puntual como siempre, era majo el hombre y de vez en cuando
solía bromear. En un principio a Clara le pareció de lo más tedioso tener que
ir acompañada de un desconocido. Pero al final consiguió tolerarlo, más si
Alex se quedaba tranquila. Le pareció de lo más injusto que la morena
siempre fuera sola a todos los lados, mientras que ella iba con un gorila. Pero
al menos Alex sale, sonó una vocecilla en la cabeza de la rubia. Aun
recordaba el mes y medio que se negó a salir a la calle. Tan puntual llegó a la
editorial:
— Clara— dijo una mujer diez años mayor que la rubia— me alegra verte.
— A mí también Maya.
Maya se encargaba de todo, del marketing, de repartir los libros, hacer
convenciones... todo. Lo único que hacía Clara, era poner su imagen, su
talento y evidentemente no era estúpida, antes de firmar nada lo revisaban los
abogados, para que la editorial no se aprovechara:
— Lo prometido— dijo Maya dándole una cajita con diez libros— para que
los repartas. Átame tiene pinta de ser un gran éxito. No te veía como escritora
de novelas eróticas.
— Ni yo— dijo sonriendo afablemente— pero una se adapta a las nuevas
tendencias, ante todo hay que ir a por lo que vende ¿No?
— Si te gusta escribir ¿qué más da una cosa u otra?
Preguntó a la rubia mientras le acompañaba a la salida:
— Lo cierto es que a mí me gusta más dibujar, pero mira, acabé siendo
escritora.
— Interesante.
Henry estaba apoyado en la puerta del vehículo, fue corriendo hasta Clara y
se prestó a llevar la caja al maletero del coche:
— Umm— dijo Maya— ¿y ese hombre de negro? Es guapo.
— El gorila que contrató Alex.
Maya rio y le tendió la mano:
— Le mandas saludos a tu mujer, nos vemos para la firma de libros.
— Que tengas un buen día Maya.
Qué día más grato, había tenido su momento intimo con Alex, su momento
de risas escuchando las locuras de su mujer, las cosas iban bien en la
editorial, estaba tan feliz, solo que sintió que faltaba algo. Recordó lo que le
dijo a Alice. ¿Por qué no? Aden era un chico adorable y Alex era increíble,
podían ofrecerle a ese niño una buena vida. Miró por la ventanilla del coche:
— Henry ¿A dónde vamos?
Clic, clic, se escuchó el seguro de las puertas cerrarse, Henry rápidamente
aparcó a un lado y sin que le diera tiempo a reaccionar, le inyectó algo en la
pierna:
— Lo siento señorita Price, pero me han pagado mucho por usted.
Clara sintió como su vista quedaba borrosa, hasta que perdió por completo el
conocimiento.
Capítulo 68 - Anonymous
De madrugada, antes del secuestro de Clara
Aquel día cambiaría la vida para muchos de nuestros protagonistas. Quien
parece fuerte no lo es, ni el aparentemente débil. Se había tejido una gruesa
tela de araña y todo el mundo, hasta el mismísimo mal bicho que lo tejió,
estaban enganchados.
Alice fue obediente, ya supo lo que era ir en contra de Patrick. Le había
arrebatado todo, su cuerpo, su dignidad y le convirtió en autentica basura de
carne. Romero en ningún momento le gritó, le alzó la mano, era sincero cada
instante, incluso al admitirle sus posibilidades de acabar muerta, quien sabe, a
lo mejor comenzaba de sentir algún síndrome de Estocolmo, al considerar
que éste era de más agrado a pesar de ser tan aborrecible:
— Si odias a Patrick— dijo mirándole, ya que le permitió ir en el asiento del
copiloto— ¿Por qué trabajas para él?
— Ya te dije— contestó sin retirar la mirada de la carretera— por dinero.
— Te he ofrecido dinero y no lo has aceptado.
— A veces es complicado, señora Woods
— ¿Si te ofrezco algo que realmente deseas?
Romero carcajeó y negó con la cabeza:
— No, señora Woods— le miró de reojo— no me interesa tener un idilio
sexual con usted.
— Aun guardo una pizca de dignidad— dijo con amargor Alice— te ofrezco
otra cosa.
El hombre aparcó a un lado y miró muy seriamente a la mujer. Ya lo había
admitido, era retorcido por pura codicia. Ambos estaban mirándose
desafiantes. Estaba claro que Alice no podía pagarle lo mismo que Patrick,
pero al menos le daría el beneficio de la duda:
— La escucho.
Unas horas antes de que Alex se entere:
No supo cuánto tiempo llevaba inconsciente, pero de lo que estaba segura, es
que le dolía el cuello de estar en una mala postura. Estaba sentada, maniatada
y amordazada, se puede decir que era la primera vez que no le gustaba estar
así. El terror se apoderó de ella cuando vio que otro hombre estaba sentado
enfrente de ella:
— La putita despierta.
Dijo con tono divertido Patrick. Clara miró a su alrededor, estaba en un
almacén abandonado, polvo por todas partes y cartones, no había maquinaría
como la primera vez, pero si grandes contenedores de metal. Uno de los
secuaces comenzó a poner una cámara encima de un trípode. Se le vino a la
cabeza un solo nombre Emer salvo que, en esta ocasión, era Clara la atada y
no Alex:
— Verás en un principio era algo personal— dijo cruzándose de piernas—
pensaba que tu padre se había follado a mi mujer, eso me volvió muy loco.
Una cagada tras otra, cuando secuestraron a Alex por "equivocación"— dijo
haciendo el gesto de las comillas con los dedos— esa pequeña renacuaja
siempre protegiéndote. Luego tus padres, si lo hubiera sabido créeme que los
hubiera dejado en paz— Clara le miró sin entender, ¿Por qué mencionaba a
sus padres? Patrick se percató del desconcierto de la rubia y soltó una risita—
¿Alex no te lo contó? Que noble— se levantó hasta poner el rostro cerca del
de Clara— YO MANDE MATAR A TUS QUERIDOS PAPAITOS— Pensar
que sus padres habían muerto en un accidente era doloroso, pero que habían
muerto por culpa de un chiflado, eso era peor, Clara comenzó a sollozar,
Patrick comenzó a rugir— Y el puto padre biológico sigue con vida— Agarró
el mentón a la rubia y le obligó a que le mirara— Alex ha llegado a ser mi
puta obsesión, no es mía no debió haber nacido, ahora será mía, mi esclava
personal y tu conseguirás que lo sea— Clara negó con la cabecita— oh si
pequeña zorrita, eres su única debilidad y créeme que solo contigo me
hubiera bastado— miró al secuaz— ¿Ya está listo?— él chico asintió— lo de
Alice es una pequeña venganza, pinto, pinto gorgorito, mamaíta verá antes de
morir como su hija prefiere antes a otra mujer.
Posicionó la silla al lado de Clara y se sentó, justo con el objetivo de la
cámara apuntándoles. Eso tenía que ser una jodida pesadilla, en cuestión de
minutos consiguió dejarle hecha mierda emocionalmente. Estaba junto al
asesino de sus padres ¿iba a morir ella también? ¿Tenía a Alice? ¿Ella
también moriría?:
— Saluda a la cámara preciosa— dijo con malicia— es un regalo para tu
mujer— miró al objetivo y esperó a que el chico hiciera la señal— hola,
putita ¿me echabas de menos? Aquí me tienes y en muy buena compañía—
agarró el mentón de Clara, que se zafó con un movimiento de cabeza— umm
que rebelde. ¿Te apetece jugar?
Taylor y Nidia, justo cuando Alex estaba entrando en el Hotel.
Taylor fue detrás de Nidia, pero esta le ignoró. Joder, que solo le estaba
mirando el culo a un tío. A demás ¿Quién era ella para enfadarse? Siempre se
lo había dejado claro y ahora, toma escenita de celos, pues no se iba a
arrastrar por nadie. Intentó mantener una conversación cordial con Green. Así
pues, regresó a su mesa, el paquete seguía ahí, se sentó y lo abrió...
BOOOM...
Bromeo no había ningún BOOOM. Luego me echáis a la hoguera en cuanto
termine de narrar la historia. Dentro del paquete había una nota Para la
agente Fisher, regalo de un chico muy majo, acompañado de un CD ¿un cd
de música de un admirador? Se preguntó Taylor. Encendió el ordenador y se
puso los cascos. Pues en realidad era un video editado. Salía un tío con la
máscara de Anonymous.
Hola agente Fisher, salió en las noticias de que había muerto, me alegra
descubrir que sigue viva y coleando. Eh oído que estáis buscando un asesino
¿Pactamos?
Finigan tenía la mesa detrás de Taylor y vio el video, aunque sin audio.
Cuando ésta terminó de verlo se levantó como una exhalación y lo miró:
— Colman— le señaló con una mano— mira el video y prepárate— comenzó
a caminar marcha atrás antes de salir disparada por los pasillos— avisaré a
Nidia para que preparé unos equipos de asalto.
Colman hizo lo que le pidió Taylor y se puso a escuchar el video, poniendo
ojos como platos:
— Joder, ¿pero qué coño? Tiene que ser una puñetera broma.
Taylor pillo a Nidia en el archivero con cada de pocos amigos:
— Nidia...
— Antes que nada— le paró— sí, me gustas, lo admito y me jode. He
intentado alejarme y se conoce que se me da mal pedir citas, pero se ve que
yo no te intereso de la misma manera y...
— NIDIA— llamó su atención— créeme que me gusta escuchar eso, pero
tenemos que trabajar, prepara unos equipos de asalto, a los S.W.A.T si es
preciso
— ¿Qué pasa nos atacan los alienígenas a los Independence Day?
Taylor puso los ojos en blanco, justo en ese momento tenía que salirle la vena
graciosa, que por cierto no tuvo nada de gracia:
— Anda, será mejor que vengas a ver esto.
Finigan ya había terminado de ver el video y estaba movilizándolo todo.
Nidia no entendía todo el revuelo que se estaba formando en la agencia. Se
sentó y se puso a ver la grabación que le puso Taylor. Colman se acercó a la
morena, tenía que informar a Allie:
— Fisher— dijo el chico casi susurrándole— ¿Qué hay del pacto? Si lo
faltamos...
— Ya lo sé, Finigan— dijo con cierto estrés— lo veremos sobre la marcha.
Alex acudiendo a la cita con "Alice"
Sinceramente, no sabía las razones por las que Alice había citado a Alex en
ese hotel. No era propio de su madre. Se acercó hasta el mostrador. Donde
había solo un recepcionista, un anciano agradable, que enseguida le regaló
una sonrisa:
— Hola, mi madre...
— ¿Alex Woods?
— Sí, soy yo
El anciano abrió el armario donde tenía las llaves de las habitaciones y le hizo
entrega de una. A cada cual más extrañó. La morena asintió agradeciendo, y
miró el número de la habitación, tercera planta habitación 36, ni si quiera era
la suite.
Cuando entró en la habitación lo hallo vacío, aquello comenzaba a oler a
chamusquina y no le gustaba nada. Busco en el baño, nada, todo vacío salvo
unos pequeños detalles. Un portátil encima de un mueble. Con un papel que
ponía Click Me, con el corazón en un puño lo hizo, eso no estaba siendo nada
bueno. El ordenador se encendió con el reproductor Windows listo para que
le dieran el Play, quedando de piedra al ver quienes salían.
Hola, putita ¿me echabas de menos? Aquí me tienes y en muy buena
compañía— Alex chirrió los dientes al ver como osaba a tocar el mentón de
Clara— umm que rebelde. ¿Te apetece jugar? Verás, hay dos extremos y en
ambos están dos seres amados— la imagen se partió en un lado salía su
madre, ver el estado de Alice hizo que se le saliera una lágrima— en uno está
mamá y en la otra punta está tu mujer, ahora mismo eres el epicentro y te da
tiempo— Se miró el reloj y sonrió— de ir a uno, si vas donde está Alice y
llegas a tiempo, ella vivirá por el contrario— Le tocó el pelo a Clara,
haciendo que el cuerpo de la ojiverde entrará en tensión, apenas podía
respirar— tu mujer morirá y si vienes aquí, a tiempo, Alice morirá— se
acercó a la cámara— hay un mapa al lado del ordenador, con la hora en la
que debes estar, tic tac si no llegas a ninguno de los dos puntos. Ambas
morirán, por cierto, nada de FBI en esta ocasión, porque entonces, me
llevaré a esta preciosidad— se posicionó detrás de Clara y se atrevió a
besarle en la mejilla— muy lejos y no la volverás a ver, ya sabes lo cariñoso
que me pongo con una mujer tan guapa, me la follaría cada noche, tic tac
Alex.
Alex esbozó un grito de desesperación agarró el portátil y lo lanzó por los
aires, estampándolo contra la pared. Se llevó las manos a la cabeza y
comenzó a caminar de un lado para el otro ¿qué hacía? ¿Qué demonios
hacía? Alice, Clara. Clara, Alice. Con la respiración agitada miró el puñetero
mapa, ¿Tiempo? Ambos extremos estaban a tomar por culo. Comenzó a
sonar el teléfono en ese instante, ni miró de quien se trataba:
— No es buen momento— respuesta— ¿Qué?
No escuchó nada más, colgó el jodido móvil. Agarró el puñetero mapa y salió
de la habitación echando hostias.
Extremo dos
Llegó, a falta de un minuto de que se le acabara el tiempo, pero llegó. No
había muchos hombres dentro del almacén, los dos perros que no se
separaban de su amo y otros cuatro que no paraban de rondar. Puso expresión
afligida en el instante en que vio a Clara en ese estado tan lamentable y
Patrick lo disfruto. En ningún momento se separó de la rubia, más bien la
usaba de escudo mientras le apuntaba con un arma:
— No me engañas pequeña Alex— dijo con tono jocoso— saca la pistolita.
— ¿De dónde narices voy a sacar una?
Preguntó con odio:
— Eres lista, estoy seguro que te las has apañado para sacar una— Pegó más
la pistola a la sien de Clara— O si no, te quedarás viuda— lentamente Alex
fue llevando la mano a la espalda, Patrick apretó más el arma contra Clara
quedando ladeada— despacito, aquí eres tú quien tiene las de perder.
Muy despacio Alex sacó la pistola, agarrándole con el dedo índice y dedo
gordo, lentamente la depositó en el suelo, le pegó una patada y se incorporó:
— Ya me tienes aquí— dijo suplicante— por favor, deja que se marche.
— No, no— dijo divertido mientras hacía un movimiento con la cabeza—
queda lo divertido, has hecho tu elección cariño.
Uno de los perros que estaban a su lado, sacó un móvil he hizo una video
llamada, Alex miró con pavor. Su madre, le tenía de rodillas, no salía en el
video la cara de su agresor, solo la pistola que apuntaba a su pecho y se
escuchaba de fondo un:
— Lo siento señora Woods.
No, por favor, no por favor... no le daba para mucho más la cabeza de Alex,
que seguía sus pensamientos con movimiento de cabeza, de un lado para el
otro. Eso no estaba pasando, que narices, le dolía el pecho, muy intensamente
y al borde de sufrir el infarto vio, como apretaban el gatillo, dándole en el
pecho, Alice cayó al suelo, como Alex cayó de rodillas mientras esbozaba
otro grito de dolor, dolor que hasta la misma Clara pudo sentir, que sollozaba
sin parar, por la situación, por la muerte de Alice y por todo lo que estaba
pasando Alex en ese instante:
— HIJO DE PUTA.
Gritó casi con ronquera, se dispuso a levantarse y a arremeter contra Patrick:
— EH— gritó mientras quitaba el pestillo de seguridad y movió el arma en la
cabeza de Clara— Quieta en tu sitio o le vuelo los sesos.
Alex quedó quieta, a la vez que no dejaba de temblar. Ese hombre tenía en
sus manos su vida, Clara era su vida y si por mantenerla con vida le gritaba
siéntate perra, ella lo haría:
— Verás— Patrick a cada vez parecía más loco— no termina de
convencerme esto de dejar libre a esta preciosidad ¿Qué me das a cambio de
su libertad?
— Estoy harta de tus juegos enfermizos, ya hice lo que has pedido estoy aquí,
déjala en paz.
— Emm— comenzó a decir con desagrado— no me ha gustado tu respuesta
¿Qué tal si me la cargo?...
— LO QUE QUIERAS— gritó de nuevo Alex mientras se ponía de rodillas,
humillándose mientras suplicaba con desesperación— te daré lo que tú me
pidas.
— A ti— dijo apartando durante unos segundos la pistola de Clara para
señalar a Alex— te quiero a ti.
Alex Woods agachó la cabeza y una vez más, acabaría cediendo a convertirse
una niña mala por Clara. Con voz quebrada y llenando el suelo con gotas de
lágrimas:
— A cambio de la libertad de Clara— la ojiazul intentaba hablar, pero la
mordaza se lo impedía negaba con la cabeza efusivamente, pero la morena no
le miraba— soy tuya Patrick.
Patrick rompió a reír satisfecho, sus dos perros fieles le acompañaron. Sin
percatarse de que los otros hombres intercambiaron unas miradas, uno de
ellos tenía un teléfono en la mano e hizo una seña a la salida con la cabeza.
Patrick se acercó a la rubita para susurrarle en el oído:
— Qué lindo es el amor— retiró un mechón para colocarlo detrás de su oreja
— ya tienes una historia que contar a tus nietos, como el amor de tu vida se
sacrificó por salvarte— soltó otra carcajada— me recuerda a la película de la
anciana, como se llamaba, la del barco que se hunde.
— Titanic.
— Eso...— empujó la cabeza de Clara— soltar a esta perra y acompañarle a
la salida.
En ese momento se percató de que en esa sala había menos hombres, uno de
los perros fieles comenzó a desatar a Clara, mientras que Alex miraba con
odio a Patrick. Clara no paraba de removerse. ¿Todo acabaría así? ¿Iba a ser
la última vez que vería a Alex? Patrick miraba a los alrededores, aun así,
quitó la mordaza a la rubia:
— ¿Unas últimas palabras para tu mujer?
A la izquierda, ningún hombre, a la derecha, nada, delante se encontró con un
buen escupitajo de la rubia. Aquello enfureció a Patrick, se limpió con la
mandíbula apretada y sin previo aviso, golpeó a Clara. Aquello fue la chispa
que encendió la pólvora. Alex, como una leona que intenta proteger a su
cachorro salió disparada contra Patrick, este reaccionó alzando el gatillo y
pam. Todo resultó un poco a cámara lenta para Clara, viendo como el cuerpo
de la morena caía al suelo...

Momentos antes de entrar al almacén


Cuando llegó Alex se encontró con todo el FBI desplegado, rodeando el
edificio. Nidia, Finigan y Taylor estaban dentro de la furgoneta. El temor de
la ojiverde era que sí Patrick se percataba de su presencia hiciera algo a
Clara:
— ¿Estáis todos aquí?
Preguntó Alex, pensaba que alguno habría ido a auxiliar a su madre:
— ¿Y mi madre?
— Tú madre está salvo— comenzó a explicar la morena— toma.
Le dio un arma. Solo por si acaso, la agente Fisher ya había presenciado la
reacción de Alex ante el peligro. No era la primera vez que usaría un arma.
Tenía fe en ella:
— Espera— añadió Nidia— utiliza eso como perro de paja— todos la
miraron sin comprender, así que le tocó explicar— por si piensa que vas
armada, le entregas ese— le dio un revolver más chico— este guárdatelo en
el tobillo, pero cuidado que las carga el diablo.
— Nosotros esperaremos la señal.
Alex sentía a todo lo que le decían, aunque ahora mismo su cabeza estaba
junto a Clara, dentro de aquel edificio. Salió de la furgoneta, pero de nuevo le
detuvo la agente Fisher, Alex miró el reloj, iba con la hora pegada en el culo:
— No puedes mandarte así loca, toma.
Taylor vio como la ojiverde se aventuraba a aquel nido de lobos rabiosos. De
nuevo Finigan regresó a ser el ojo de Mordor, Nidia ya no obstaculizaría el
trabajo de la agente Fisher. Ambas quedaron fuera, ocultas tras unos bloques
de hormigón, observando la salida, esperando la señal, para actuar:
— No me hace gracia dejar marchar a esos hijos de puta.
Comenzó a renegar la agente Green:
— Alex es mi amiga, Nidia— la miró desde el otro lado— no voy a dejar que
corra algún riesgo.
Nidia curvó la comisura de los labios:
— Eres una buena chica, Fisher.
— ¡Oh, por el amor de Dios! — se escuchó la voz Finigan por pinganillo—
deciros que os queréis de una puta vez.
— Cállate Finigan.
Dijo Taylor:
— Métase en sus asuntos Colman.
Saltó a la vez Nidia. Ambas se volvieron a mirar y esbozaron una risita.
Detecto cierto brillo en la mirada de ambas. Taylor miró de nuevo la salida,
antes de atreverse a decir:
— Sigues... — Carraspeó— ¿sigues queriendo ir al cine conmigo?
— ¿Se te han quitado las ganas de ir con un yogurin?
Preguntó con voz jocosa:
— Sabes que prefiero ir contigo.
Nidia esbozó una sonrisa, para que mentir, de felicidad, Allie tenía razón,
estaba enamorada de esa morena, se volvieron a mirar bobaliconas:
— Me encantaría ir contigo al cine, agente Fisher
— Oh que bonito— volvió a sonar la voz de Finigan— al trabajo
— Vete a la mierda, Colman.
— Vete a la porra, Finigan.
Dijeron las dos chicas a la vez, en un principio carcajearon, hasta que Taylor
volvió a prestar atención a la puerta. Esta vez con el semblante serio:
— Espero que estén a salvo.
No hizo esperar mucho más allá de ese comentario. Ya que los cuatro
hombres salieron del edificio. Fue el momento en que los agentes
comenzaron a moverse, aunque a nadie les hicieron gracia dejar libres a
ninguno de ellos. Pero era el pacto, los hombres libres a cambio de Patrick
Woods.
Nidia estaba dando indicaciones cuando se escuchó el primer disparo. Taylor
no iba a esperar más, aun había tres hijos de puta dentro y ellas eran dos, se
aventuró aun contra las indicaciones de la agente Fisher.

Momento del impacto de la bala


Patrick agarró a Clara como escudo en el momento en que vio entrar a los
cerdos del FBI, los secuaces fueron a cubrirse, aunque a uno no le dio tiempo
y abatido con un par de balazos. Convirtiéndose aquello en un campo de
batalla:
— Cuidado con Patrick— Gritó Taylor detrás de unos contenedores— tiene a
Price como escudo.
Patrick comenzaba a sentirse arrinconado, la sala estaba llena de maderos.
Solo había una moneda de cambio, esa rubita que tenía entre sus brazos:
— Juro que me la cargo.
— Patrick.
Sonó la voz rasposa de Alex, Patrick se giró y se encontró con la ojiverde
apuntándole con un pequeño revolver. Pam le dio en todo el hombro, Clara
aprovechó para agacharse. Patrick intentó contra atacar a Alex, pero recibió
otro impacto de bala en la mano que sostenía el arma. El otro secuaz seguía
disparando. La ojiverde que estaba aún tirada en el suelo, le apuntó y pam
pam, le abatió. En ese instante todos aprovecharon para atrapar a Patrick
Woods, su puto imperio había terminado ¿Y todo por qué?
Romero en el momento que "mató a Alice"
— En el fondo eres retorcida, señora Woods— dijo Romero mientras le
quitaba el chaleco anti- balas— hacer creer a su hija que ha muerto.
— Patrick tenía que creerlo.
Romero curvó la comisura de los labios y desató a la mujer. ¿Qué creéis que
le habría propuesto en un principio? Entregar a Patrick y el sería el nuevo
líder de la banda. Ya había visto interactuar con los hombres que había en la
casa, le respetaban y ponía la mano en el fuego que los hombres le seguirían
a él y no al cerdo de su marido:
— Aun así— le ayudó a levantarse— exijo una buena suma de dinero, he
sido considerado y le he dejado con vida. Vamos.
Alice frunció el ceño, un poco desconfiada:
— Ya le dije, todo mi acto es por dinero, ¿qué gano con hacerla daño ahora?
Le voy a llevar a un hospital.
— ¿No va a esperar a que le dé el dinero?
— Por el momento no lo necesito— como hizo en la madrugada iba al paso
de Alice, se había enfriado los golpes y dolían mucho más— algún día, ni
piense que me voy a olvidar.
— Te has ganado todo un... ¿Cómo lo llamáis?... así, un imperio lleno de
crimen.
Romero Abrió la puerta del coche, esta vez mucho más serio. Era cierto,
había seguido el plan de Alice Woods para ser el nuevo cabecilla de todo:
— No creo que haga falta recordarle, que, si abre su boca y le cuenta de mi al
FBI, no me temblará la mano en matarla a usted y a su hija.
— Me debes mucho Romero— Patrick Woods se encargó de matarla esa
misma noche, Alice Woods era diferente— y créeme, algún día me la vas a
devolver, ni piense que me voy a olvidar.
Romero cerró la puerta, sin dejar de sonreír fríamente. Bordeó el coche y
montó, antes de encender el motor:
— Sabes, señora Woods— giró la llave de contacto— usted sí que es una
líder innata.
— Deje de lamerme el culo— dijo con la misma frialdad— Y lléveme a un
hospital, necesito averiguar que mi hija y mi nuera están bien.
Patrick detenido
Mientras se llevaban a Patrick, Clara se arrodilló junto a Alex, que no paraba
de toser, a ese paso acababa tosiendo un pulmón. Toda colorada, se abrió la
chaqueta de cuero y arrancó la bala del chaleco. Clara lloró más fuerte y le
abrazó con ímpetu:
— Es...tas...bi— decía entre gimoteo— bi...en.
— No estoy bien— dijo aun con voz rasposa— duele, la puta mierda esta
duele.
Clara esbozó una sonrisa de felicidad y como si no la hubiera visto en mucho
tiempo se lio a darle besos, cortitos, rozando a los piquitos, esos besos que
suele dar una abuela a su nieto:
— Joder, Clara— se llevó la mano donde recibió el impacto— me he llevado
un balazo por ti, al menos bésame en condiciones estaban vivas y se amaban
con locura. Si algún día dudo Clara de Alex, ese será el día que le demostró
que nunca debería temer.
Taylor se estaba acercando a la parejita feliz, cuando el secuaz abatido por
Alex alzó su arma y un último Pam. ¿Pero por qué tuvo que dar por culo?
Joder si al otro barrio se iba igualmente, que se muriese sin joder. Todo el
mundo miró con horror, como la agente Fisher caía al suelo:
— LOS PARAMEDICOS.
Gritó Nidia desde el otro lado, que no tardó en posicionarse al lado de Taylor.
Le había dado en la pierna, lo malo, es que perforó la femoral y aquello no
paraba de chorrear sangre. Nidia actuando con rapidez se quitó el cinturón y
comenzó a practicar un torniquete:
— No— dijo Fisher— este no, el de rosca.
— No da tiempo.
— Puedo perder la pierna.
coño.
Clara esbozó otra pequeña carcajada y volvió a besarla, está vez más húmedo,
más duradero, más lleno de amor. Alex pasó la mano por detrás de la nuca de
Clara, para intensificar ese beso. Aunque ninguna dejaba de derramar
lágrimas, porque
— Y de lo contrario la vida— le miró Nidia mientras retenía las lágrimas,
otra vez estaba pasando por lo mismo y no estaba preparada— Joder, Taylor
ni se te ocurra hacerme esto tú también— había conseguido parar la
hemorragia, pero había perdido mucha sangre comenzaba a quedar pálida y
de un momento a otro perdió el conocimiento. Nidia rompió a llorar con
desesperación, no podía dejar de aplicarle el torniquete— TAYLOR. LOS
PUTOS PARAMEDICOS.

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