Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 523

Jasmín Martínez

Perversa Seducción
«Amar no siempre es malo»
© Jasmín Martínez
Perversa Seducción
Primera Edición: Marzo 2021
Diseño de portada: Mireya Murillo
Corrección: David Lee Libros, Lotus Ediciones
Maquetación: Lotus Ediciones

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su


incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier
forma o medio sin permiso previo de la titular del copyright. La infracción
de las condiciones descritas puede constituir un delito contra la propiedad
intelectual.
Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios.
Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura
coincidencia.
En la vida hay secretos muy bien guardados, miedos tormentosos y
momentos insuperables.
Dolores que te marcan y personas que jamás superas, decisiones mal
tomadas y consecuencias difíciles.
Hay amores que matan y otros que mueren, personas que sacan tu luz y
otras que te arrastran a la oscuridad.
Amores correspondidos y amores prohibidos. Batallas fáciles y guerras
perdidas.
Hay personas que callan por temor y otras que juzgan por ignorancia.
Hay pérdidas que te dejan un dolor irreparable y triunfos que te llenan de
orgullo.
Hay pasiones candentes, pero sobre todo existen Perversas Seducciones.
Esas que te niegas a aceptar, pero que disfrutas en tu mente y en la soledad.
Decidida a no dar marcha atrás, llegué al avión para abordarlo y tomé el
asiento que me asignaron, me puse mis auriculares luego de que me fue
permitido e ignoré a las personas que iban a mi lado. Viajaría en clase
doméstica y no era que me agradara —porque no, no era agradable—, pero sí
lo único que podía permitirme sin recurrir al dinero de mis padres y prefería la
incomodidad de un viaje comercial a los lujos de los señores Stone.
—Me podría avisar cuando hayamos llegado, por favor —pedí a la señora
que iba a mi lado, leía lo que creí que era un libro romántico.
«Tú eres y siempre serás el centro de mi tierra1».
Alcancé a leer una parte y, por la tristeza de la señora, imaginé que aquello
no era tan bueno. Me sonrió con amabilidad y asintió, cambiando su expresión.
—Con gusto, cariño. ¿Te vas a dormir? —cuestionó, y asentí.
—Será un viaje largo —le recordé.
—Por eso vine preparada —aseguró al sacar dos libros más, y reí.
—Bien, dicen que mujer prevenida vale por dos —bromeé, y sonrió con
muchas ganas, haciendo que las arrugas en los contornos de sus ojos se
marcaran más.
—Duerme tranquila que se nota que trasnochaste, yo te aviso cuando
lleguemos —me tranquilizó y acarició con ternura mi brazo.
No estaba equivocada.
La celebración con mis amigos se alargó demasiado y en realidad, al unir las
pocas horas que había logrado cerrar los ojos cada día, tal vez dormí en total
unas doce horas en casi una semana; aunque valió la pena contando con el
hecho de saber que me iba de Italia sabiendo que muy pronto volvería a ser tía
postiza.
«Claro, sobre todo porque mi primera tarea es estudiar a una estrella fugaz e
intentar atraparla».
Esas palabras no me abandonaban y eran lo que más me robaba el sueño. El
tipo que las dijo me marcó igual o más que la primera vez que estuvimos
juntos.
Darius Black.
Él era todo lo que no podía tener ni merecería. Era un niño en el cuerpo de
un hombre, un inocente que fingía ser culpable, un alma buena pretendiendo
ser pecadora. Era prohibido para mí como una manzana en el jardín del edén y,
a diferencia de Eva, yo no caería en esa tentación.
Ya había estado con él y rompí todas mis malditas reglas por su culpa, lo
hice sin pensarlo y por lo mismo sabía que, si cedía, ese hombre se convertiría
en mi perdición.
Fue por eso que, después de estar en Italia celebrando la felicidad de dos de
mis grandes amigos y escuchar la declaración de aquel chico que me
estremecía hasta el alma, corrí a los brazos de otro hombre, uno que
representaba peligro real, que sabía que solo iba a usarme al igual que yo a él,
uno que me daría lo que quería sin esperar nada a cambio… ¿Por qué?
Porque al igual que yo, Fabio D'Angelo, protegía su corazón.
—¿Llevas todo? —preguntó la noche anterior con su mirada enigmática, y
asentí.
Durante una semana evité a Darius en casa de mis amigos, fue difícil y me
quedé solo porque quería celebrar la felicidad de ellos al ser padres de nuevo.
Mi amigo fue un hijo de puta que juró jamás ser cazado, pero se convirtió en
presa fácil de una loba que llegó a su vida vestida de oveja, por lo tanto, era el
protagonista de muchas de mis bromas y vaya que lo aprovechaba.
Por esa razón estaba en Italia y me encantaba verlo extasiado y borracho de
felicidad por la nueva y buena noticia que su cazadora le había dado. Pero el
tiempo de marcharme llegó y una noche antes le pedí a Fabio llevarme al
aeropuerto.

—Sabes que yo podía llevarte, Laurel, es absurdo que te niegues a estar


cerca de mí cuando ambos sabemos que tiemblas en mi presencia. —Fueron
las palabras de Darius al saber que Fabio me llevaría.
—No te creas tanto —dije, pero con ese hombre no funcionaba ser cortante.
Era obstinado hasta la médula—, puedo temblar también cerca de él —añadí
solo para joderlo, para que desistiera de querer estar conmigo.
Solo se encogió de hombros, restándole importancia a mis palabras.
—Así como yo puedo hacer temblar a otra —atacó y sí, eso me dolió, pero
no se lo demostré, ya que merecido me lo tenía—. Eso no quita el hecho de que
nunca podremos borrar de nuestras mentes la follada que nos metimos hace
más de un año. Porque sí, Laurel Stone, sé que piensas en eso cuando estás
con otro, así como yo lo hago cuando estoy con otra —dijo haciéndose el
gracioso.
—Eres imposible —me quejé.
—Y sabes que tengo razón —aseguró.

Y sí… ¡Maldición! El maldito tenía razón y odiaba eso porque después de


que estuvimos juntos nadie había logrado superarlo y pensaba en él cada vez
que otro me tocaba.

—¿A dónde iremos? —le pregunté a Fabio el día anterior, después de que
me ayudó a subir las maletas cuando llegó por mí a casa de mis amigos.
Ya había estado con Fabio en el pasado cuando fui a Italia para ser el
apoyo de mi mejor amigo.
—Sabes los hijos de puta que somos al hacer esto, ¿cierto? —Asentí de
nuevo cuando me respondió con una pregunta.

Fabio era amigo de Darius y, luego de haber estado conmigo la primera vez
y descubrir que Darius y yo también nos acostamos, fue hasta donde él y le dijo
lo que pasó; me molesté, ya que esperaba que no tuviese memoria, como era
sabido, pero se defendió y dijo que ante todo era leal e iba de frente, y Darius
al enterarse destacó que no tenía importancia y que al igual que con él solo fue
un acostón.
Tener la reputación de puta era cansado, mas no me quejaba.
Yo era algo así como un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer —como
la sociedad solía tachar a las personas con mi personalidad— y muchas me
odiaban por eso, porque disfrutaba mi vida y la vivía a mi antojo, por eso me
denominaba una estrella fugaz y, por muy bueno que fuese el astrónomo, jamás
lograría atraparme.

—Y como buenos hijos de puta, llévame a un buen lugar y dame una


excelente despedida porque esta será la última vez que te comas este
cuerpecito. —Decidí responderle de esa manera a Fabio y señalé mis curvas,
sonrió de lado y negó—. ¡Ah! Y esta vez no es necesario que vayas de
chismoso a contárselo a Darius porque ya sabe que me iré contigo y si me
conoce si quiera un poco sabrá que no solo te daré un abrazo de despedida.
Además, él y yo solo somos conocidos, no hay necesidad de darle
explicaciones —aclaré, sus ojos verde-azulados se clavaron unos segundos en
mí.
—¿Ustedes se acostaron de nuevo? —preguntó, y negué. No lo hacía por
celos ni posesividad, fue más una pregunta curiosa hecha por un amigo.
—Nada ha pasado entre nosotros desde la vez que nos conocimos en aquel
memorial —ironicé, y asintió.

Sin hablar más del tema me llevó a un bonito hotel cerca del aeropuerto y
me despidió tal cual esperaba de él. Fabio sabía cómo tocarme y volverme
loca, aunque por desgracia para mí, desde hacía poco más de un año me eché
una maldición encima y tras ese día no volví a sentir nada en comparación a lo
que sentí en los brazos de Darius Black.
Él sería mi castigo eterno y era consciente de tal cosa.
París fue mi primer parada. Terminé mis estudios en administración de
negocios seis meses atrás y durante toda mi vida estuve ahorrando para hacer
ese viaje que incluía varios países del mundo; miré la pequeña agenda donde
marqué todo el itinerario y sonreí, ya que lo hice desde que comencé la
secundaria, mi letra me delataba y me sentía orgullosa de que después de tantos
años al fin cumplía uno de mis sueños.
Llegué al hotel en el que me registré antes vía telefónica y luego de
instalarme salí a caminar, a conocer la ciudad y a sacarme fotos en algún lugar
pintoresco, lo hice sola, pero cuando vi a un chico guapo aproveché para
pedirle que me hiciera una. Estaba en mi naturaleza coquetear y, cuando la
tarde llegó y fui a un acogedor restaurante para comer algo, descubrí que
terminé con cinco números telefónicos distintos. Me reí divertida, pareciendo
una loca, y luego tiré a la basura aquellos números.
Un desperdicio.
Contando con que los dueños de aquellos números estaban para chuparse los
dedos, pero se cruzaron en mi camino en un mal momento, en un tiempo de
descanso, así que perdieron su oportunidad. Abrí la agenda mientras bebía un
poco de vino, ya había terminado de comer y fue algo bueno después de lo que
vi en una de sus páginas, algo que me habría quitado el hambre si lo hubiese
leído antes.
Tomé todo el vino que me quedaba de un sorbo y cerré con fuerza los ojos.
Maldije porque después de tantos años aquel infeliz me seguía jodiendo la
vida, ya que así como fue el chico de mis sueños, se había convertido en la
mayor bestia de mis pesadillas y me enervaba no poder dejarlo en el pasado ni
olvidarlo tras hacer todo lo que hice para lograrlo. Odiaba a Olek porque por su
culpa me convertí en una mujer fría, llegué a sufrir fobias y me negaba a amar
a alguien más, por su culpa me impuse reglas estúpidas y por su maldita culpa
perdí a lo más importante de mi vida.
Acaricié mi estómago y pensé en Edward —mi mejor amigo gay— el chico
que por razones del destino también fue mi amante. Recordé a Jace, alguien
que pudo ser mi amigo, pero que jodí por mis miedos; también en John Palmer,
mi maestro, el hombre que quiso darme su amor sin restricciones, y luego a mi
mente llegó Darius, mi más reciente desliz, el único que representaba un
verdadero peligro. Todos ellos fueron lastimados por mí y por el mismo
malnacido que escribió la nota en mi agenda y tras eso me destruyó sin pudor
—sin remordimientos— y desapareció de mi vida dejándome hecha cenizas y
permitiendo que renaciera siendo alguien peor.
Con él tuve todo y también lo perdí todo.
Cogí mis cosas y salí del restaurante tras pagar la cuenta, me fui directo al
hotel y tomé una ducha rápida para luego meterme a la cama, antes de dormir
agarré de nuevo la agenda y releí la nota que Olek me dejó años atrás, cuando
juntos planeamos ese viaje que hacía sola. Rememoré mi vida en esos instantes
y me transporté hasta el principio, al momento que me hizo cambiar, en el que
decidí ser quien era, y supe que esa noche sería larga, pero necesitaba hacerlo.
Era masoquista tal vez, sin embargo, mi alma, mente y corazón me pedían
volver al pasado, ver mis errores y aprender de ellos; necesitaba recordar la
razón de ser tan perra, el motivo por el que protegía mi corazón y la necesidad
que tenía de negarme a amar. Y fue fácil saber por dónde comenzar.
Suspiré con fuerzas y recordé dos frases, nueve letras, un nombre, un
apellido y un sentimiento fuerte hacia el dueño de todo aquello. Para
redescubrirme tenía que volver al pasado y lo haría, aunque doliera.
—Olek Sandr, el principio de todo. Al fin pensaré de nuevo en ti —susurré a
la nada.
Tiempo pasado…

Era el día de mi cumpleaños número dieciséis, estaba muy emocionada,


como pocas veces lo estuve en mi vida; de nuevo mis padres se encontraban de
viaje y solo se preocuparon por hacerme llegar su regalo, ya que se les haría
difícil poder llamarme. Eso ya no importaba, tenía a Judith, la mujer que me
había criado, la persona que llamaban nana y que muchas veces era mejor que
una madre —al menos mejor que la mía— y también tenía a Olek, un chico un
año mayor que yo.
Aunque corrigiéndome, no era un chico, era el chico. Ese que me tenía loca
desde hacía tres años, el sueño hecho realidad para una joven como yo y, a
pesar de que me consideraba bonita, él no puso sus ojos en mí hasta un mes
atrás cuando por accidente chocamos en los pasillos y derramé mi jugo de
arándanos en su playera blanca.

—¡Maldición! —masculló y sacudió su camisa para que el líquido no se


siguiera empapando en ella. En el percance también salí salpicada, pero
supongo que eso no importaba en ese momento para él.
—Oye, lo siento —murmuré avergonzada, él ni siquiera me había visto a la
cara—. Venía distraída y no miré por dónde caminaba. —Lo escuché reír con
sarcasmo.
Había rumores de que era un tipo egocéntrico y me iba a desilusionar
comprobarlo por mí misma.
—Por supuesto que venías distraía —habló con desdén—, eres una… —
Levantó su mirada al fin y me vio a la cara, se quedó en silencio y luego negó
—. Esto me lo vas a pagar —anunció, y lo miré incrédula.
—¡Pero fue un accidente! —aseveré—. Además, yo también dañé mi ropa —
señalé mi vestido, y él miró justo en mis pechos, aunque quitó su mirada antes
de que le dijera algo—, y no por eso estoy armando un alboroto. ¡Joder!
Pareces más chica que yo —me quejé, fue su turno de mirarme incrédulo,
luego molesto y por último rio con diversión.
—Me gusta tu forma de ser —halagó, y me quedé sin saber qué decir, estaba
lista para defenderme de alguna ofensa, mas no de un halago—, y me pagarás
esto —señaló de nuevo su camisa—, yendo a tomar algo conmigo. ¿Te parece?
—preguntó, tampoco pude responder eso.
Sí, era mi amor platónico, siempre trataba la manera de observarlo y
admirarlo sin que se diera cuenta, pero jamás aspiré a nada con él; nunca
había tenido novio y era una inexperta en el ámbito de los hombres, así que
decidí pasar el hecho de que podía cumplir una fantasía que jamás tuve.
—¡Ohm! Gracias, pero no. Ni siquiera te conozco —mentí—, y de nuevo
perdón por eso —añadí señalando el accidente que tuvimos y decidí irme antes
de meter la pata porque había comenzado a ponerme muy nerviosa.
Él sin embargo no pensaba dejar todo hasta ahí, ya que con suavidad me
tomó del brazo y me detuvo.
—Hola, pequeña escurridiza, mi nombre es Olek Sandr y ha sido un gusto
para mí que jodas mi playera favorita —se presentó con diversión y vaya que
casi me derrito.
Me sabía su nombre, claro que sí, como estúpida me la pasaba escribiéndolo
en mi cuaderno y adornándolo con flores luego de encerrarlo con corazones.
¡Ja! Así de idiota me tenía.
—Bueno, soy Laurel Stone y también ha sido un gusto joder tu playera —
respondí e intenté no titubear, él me regaló una hermosa sonrisa y luego sin
esperarlo besó mi mejilla.
—Beso de presentación —alegó antes de que, según él, yo protestara.
Qué iba a protestar, ¡joder! Si me sentía en las nubes.

Desde ese día, Olek y yo fuimos inseparables, acepté su invitación y luego


otra, otra y otra hasta que pasar las tardes con él se volvió mi hobby favorito;
en la escuela siempre comíamos juntos e incluso con nuestros amigos —tanto
los míos como los de él— habíamos formado un numeroso grupo que a la hora
del almuerzo le dábamos batalla a las señoras de la cocina, pero por fin me
sentía feliz y completa, olvidé la ausencia de mis padres y me concentré en lo
único que me importaba, mis amigos, Judith y Olek.
—Cariño, el joven Olek ha llegado por ti —avisó Judith, y bajé corriendo las
escaleras.
—Te veo luego —avisé, y asintió con una sonrisa, tras eso se fue y me dejó
justo frente a mi cita.
Ella, al ser la mujer que más me amaba, había hecho que mi día comenzara
grandioso con un delicioso desayuno y una pequeña tarta adornada con un
número dieciséis en rosado brillante, me reí de tal cosa porque no iba para nada
conmigo, aun así amé su gesto y lo disfruté. Era sábado, así que Olek preparó
un día entero para mí; me llevaría a conocer algunos lugares, ya que pasé de la
fiesta que pensaba hacerme con nuestros amigos y lo apreciaba, pero deseaba
estar sola con él sin interrupciones de nadie, y lo entendió.
—¡Estás preciosa! —exclamó al verme luego de escrutarme como si tuviese
rayos equis en los ojos.
—¿Y me lo dices tú? Que estás para comerte y sin cubiertos. —Sus ojos se
achicaron cuando rio por mi halago y luego negó, convenciéndose de que sería
imposible ganarme en un piropo.
Llegó de inmediato a mí y, sin dar señales de sus intenciones, me cogió del
rostro y unió su boca a la mía.
¡Dios mío! ¡Me estaba besando! ¡Era mi primer beso! Bueno era el segundo
y no hablaría del primero porque fue asqueroso y para cumplir una apuesta,
pero ese beso… ¡Carajo! No sabía ni cómo explicar lo que me pasaba.
Estaba helada —casi congelada— y no sabía cómo mover los labios, mi
respiración decidió abandonarme y agradecí a mi amiga Bianka por
aconsejarme comer una menta antes de salir con Olek, él sabía delicioso, su
aliento fresco era tal cual lo leí en algunos libros y sus labios suaves como el
algodón de azúcar, pero se movían como una pluma que hacía cosquillas en los
míos y fue tan atento que luego con sus dientes alivió el picor que me provocó.
Me encontraba tan nerviosa que ni siquiera me di cuenta de que no me moví
hasta que su lengua pidió la intromisión en mi boca y comencé a
corresponderle con torpeza, en esos instantes mi respiración decidió volver y
tuve que apartarlo con suavidad cuando sentí que me estaba ahogando.
¡Uf!
—¡Feliz Cumpleaños! —exclamó, sus labios estaban llenos de mi brillo
labial y yo respiraba con dificultad. Sentí que me sonrojé, ya que me era
vergonzoso verlo después del beso, y por lo mismo bajé la mirada.
—Gracias —musité, y él con dos de sus dedos levantó mi barbilla.
—Moría de ganas por besarte desde el día que nos chocamos —confesó.
Yo me moría de ganas por eso desde tres años atrás, pero él ni me ponía
atención y yo era una niña, técnicamente lo seguía siendo, aunque ya no jugaba
a las muñecas así que suponía que eso era un avance.
—No sabes besar, por cierto —añadió, y quise morirme de la pena—, pero
me encanta saber que seré tu maestro y pondré tanto empeño en ti que te
prometo que para hoy en la tarde serás la mejor de la clase —aseguró con
orgullo, a él le encantaba decirme cosas como esas, siempre buscaba la manera
de avergonzarme y no era en mal plan, eran sus juegos y sabía por qué lo hacía.
—Tienes suerte de que mi primer beso haya sido para pagar una apuesta y
fue tan horrendo que hasta hoy puedo decir que besas como los ángeles,
aunque tampoco he besado a uno, es pura metáfora —hablé, era una suerte que
mi vergüenza se fuera así como llegaba—, pero deja que coja práctica y bese a
alguien más, entonces hablaremos —advertí al pasar a su lado para salir de la
casa.
—¿Y quién te dijo que besarás a alguien más? —me cuestionó indignado
cuando me alcanzó, y reí al comprobar que cayó fácil—. ¡Joder, Laurel! Jamás
podré ganarte una, ¿cierto?
—Cierto —dije orgullosa, y rio.
Así éramos, siempre metidos en juegos, en bromas, en un tira y afloja
divertido que en lugar de alejarnos —porque sí, algunas veces nos pasábamos
— más nos unía; nos complementábamos, éramos los mejores amigos y
compañeros a pesar de que él iba un año adelante.
En mi cumpleaños también me pidió ser su novia y logró que mi día fuese
aún más inolvidable y después de seis meses de relación todo seguía igual de
perfecto, tanto que por las noches el miedo de que fuese un sueño me atacaba y
a veces hasta me impedía dormir. Porque nada en mi vida fue tan bueno como
cuando choqué con Olek, lo nuestro comenzó con un hermoso accidente y el
pasillo de la escuela en donde ocurrió todo se volvió nuestro lugar favorito.
Ese chico de ojos azules, cabello castaño que siempre lucía en un lindo
desorden y labios desiguales —no por error sino por la hermosa anatomía que
Dios le hizo, con su labio superior más delgado que el inferior— que hacían de
su rostro una bella obra de arte, junto a su cuerpo atlético, sabía cómo
volverme loca.
Me había enamorado de Olek de forma platónica, lo hice incluso cuando los
demás hablaban cosas malas de su persona por ser popular, luego me enamoré
de su personalidad juguetona y de su forma de tratarme, de su manera de
hacerme volar, de su humildad, esa que descubrí bajo la coraza ególatra y
antipática. Olek era todo en uno y amé cada parte suya, tanto que sin pensarlo
me atreví a dar el siguiente paso en nuestra relación a pesar de ser muy
jóvenes, me entregué a él porque no solo me enseñó a besar sino también a
amar y me demostró lo que era sentirse amada. Olek llenó el vacío que mis
padres habían dejado, se convirtió en mi todo, con él era capaz de conquistar al
mundo sin miedo a nada, a su lado me comía el universo entero, soñaba y lo
hacía de verdad.
—¿En qué piensas, amor? —preguntó mientras acariciaba mi espalda
desnuda. Estábamos en su casa, sus padres trabajaban todo el día, pero a
diferencia de los míos, estaban con él cada noche.
—En el viaje que haré cuando me gradúe de la universidad —respondí y
luego suspiré.
—Que haremos —corrigió, se acomodó en la cama hasta quedar sentado y
cogió mi agenda de la mesita de noche.
La dejé ahí luego de platicarle un poco de lo que quería hacer y de que él me
persuadiera con sus besos y termináramos desnudos en la cama, mostrándome
y enseñándome muchas cosas que no me atrevía a describir, porque aún me
ganaba el pudor.
—Inclúyeme siempre, no seas mala —pidió e hizo un gracioso puchero—,
tendremos que ahorrar mucho, ya que iremos a Francia, Italia, Reino Unido,
España…
—El Salvador, Costa Rica, México, Perú, Chile, Ecuador, Argentina, Brasil,
Rusia —seguí, pero me interrumpió.
—¿Seguro que quieres ir a Rusia? —cuestionó, sonreí y luego asentí con
entusiasmo—. ¡Rayos! Tenemos mucho que ahorrar —confirmó.
—¿Cómo sabes que me acompañarás? —le pregunté, diciendo por primera
vez en voz alta uno de mis miedos—. Es mi sueño y ahora también el tuyo,
pero sabes que todo puede pasar, Olek, y….
—¡Shss! —Me calló y puso su dedo índice en mis labios—. Lo sé, pero
también sé que conmigo o sin mí tú cumplirás tu sueño, eres demasiado
increíble, Laurel, siempre logras lo que te propones y me encanta eso de ti.
Confiemos en que lo haremos juntos —pidió, él creía más en mí de lo que yo
misma creía de mi persona.
—Te amo, Olek —confesé por primera vez, me miró asustado, y entonces
me asusté yo, sabía que podía ser demasiado pronto, aun así no me detuve; no
quería asustarlo y fue lo primero que hice—. Oye —lo llamé, y negó, luego
salió de la cama y se puso su bóxer, entonces sí comencé a sentirme
avergonzada, esa vez de verdad—, lo siento —susurré con miedo.
—No lo sientas —pidió—. ¡Joder, Laurel! Creí que jamás lo dirías. —Me
quedé pasmada al oír eso—. Hasta comenzaba a creer que no lo sentías y yo
como un idiota muriéndome de ganas por oírlo, pero más por decirlo porque
también te amo —confesó, y no sabía si reír o gritarle.
—¡Eres un idiota, Olek! ¡Me asustaste! Creí que la había cagado. —Opté por
gritarle molesta, él en cambio comenzó a reírse.
—¡Sí! Sabía que en algún momento te tomaría el pelo, confié en que me
pagarías todas las que me has hecho —dijo con júbilo, y quise matarlo; regresó
a la cama de inmediato y comenzó a besarme todo el rostro—. Te amo —
repitió y una maldita sonrisa que se escapó de mis labios arruinó todas mis
intenciones de enojarme con él.
Y luego, como si fuésemos dos personas mayores, volvimos a hacernos el
amor, éramos jóvenes, pero nos amábamos mejor que cómo se amaban los
adultos.
Lo tenía comprobado.
Dos meses después…

Miraba aterrorizada aquel objeto blanco y largo en mis manos, me


temblaban al sostenerlo para verlo bien, lo agité miles de veces con la intención
de que las líneas se movieran y así el resultado cambiara, pero nada de eso
pasó, siguió igual, y las otras cinco pruebas de embarazo tiradas sobre el suelo
de mi cuarto de baño lo confirmaban.
Estaba embarazada.
No debía tener mucho, ya que mi periodo era exacto y solo tenía una semana
de retraso, sin embargo, al saber lo puntual que siempre fui, supe que algo no
andaba bien y no me equivoqué. No había sentido malestares de nada, aunque
justo en esos momentos mi estómago se revolvió, llegué rápido al váter y vacié
mi estómago; vomité de miedo y por los nervios, era una adolescente y sí,
estaba consciente que para tener relaciones sexuales no pensé que todavía lo
era, solo me dejé llevar por los sentimientos y jamás se me cruzó por la cabeza
que tal cosa iba a pasar, pero pasó y estaba cargándome del terror.
Mis padres llegarían a casa esa noche y tenía que hablar con Olek… ¡Jesús!
Pensar en su reacción me daba más miedo que la reacción de mis padres y de
corazón deseaba que no me fuese a dejar sola en eso. Tenía miedo de ver mi
estómago, a pesar de que estaba plano aún, pero ya sabía que tenía a alguien
más en mi interior, aunque aún no lo sintiera.
Respiré profundo y, luego de lavarme bien la boca, tomé una ducha, me
sentía como un robot al hacer todo aquello de manera automática, pero era lo
único que me salía en esos instantes. Al estar vestida tomé mi móvil y le envié
un mensaje de texto a Olek pidiéndole verlo, diciéndole que teníamos que
hablar.
Te veo en el café de siempre, ahora mismo voy para allá.

Respondió y no quise decir más, solo tomé mis cosas y salí para el café en el
que siempre nos veíamos cuando no estábamos en su casa… ¡Carajo! Hasta
pensar en las tardes en su casa me provocaba náuseas.
Cuando estuve cerca del lugar sentí que mi cuerpo comenzó a temblar de
nuevo, enfrentarse a la verdad nunca era fácil y menos a una declaración como
la que iba a hacer; el frío había llegado a la ciudad, ese día tan helado jamás lo
olvidaría; acomodé la bufanda en mi cuello y metí las manos en las bolsas
delanteras de mi chaqueta para protegerlas. La campanita que avisaba la
llegada de un cliente al café sonó con intensidad logrando que todos en el
interior se fijaran en mí; no me molestaba que me miraran, pero ese día en
particular lo odié.
—¡Hola, cariño! —saludó la señora Claus al verme, era la dueña del café y
no, Claus no era su apellido, pero Olek y yo la llamábamos así por su parecido
a la verdadera señora Claus y su amable carisma.
—Hola, abu —dije lacónica, la llamaba de aquella manera porque era la
abuela que nunca tuve.
Vi a Olek ponerse de pie para que pudiese verlo y me hizo una señal de
mano, sonreí a la señora Claus y luego caminé hasta la pequeña butaca en la
que se encontraba el chico que tanto amaba y al que en mi interior rogaba para
que no me decepcionara. Cuando llegué me besó, iba a hacerlo en la boca, sin
embargo, y sin pretenderlo del todo, giré el rostro y solo besó la comisura de
mis labios, frunció su ceño y me miró extraño.
—Hola —saludé con una sonrisa forzada.
—¿Hola? —respondió y con una señal de mano me invitó a sentarme—.
¿Pedimos algo o hablamos de una vez? —Sentí un poco de molestia en su voz
al decir aquello.
—Como tú quieras —le animé, me quité la bufanda y luego suspiré.
Mi corazón estaba acelerado y mi respiración se cortaba por instantes, Olek
no dijo nada, solo se quedó en silencio y, cuando tuve el valor para verlo a la
cara, cogió mis manos justo cuando las puse sobre la mesa.
—¿Dime por qué? —preguntó, y lo miré estupefacta, sin saber qué decir. Su
rostro mostraba miedo e incertidumbre—. Vas a dejarme, lo presiento, y
necesito saber la razón, ya que creí que me amabas tanto como yo te amo. —
Mi garganta dolió y ardió al retener las lágrimas que deseaban salir con
urgencia después de escuchar tal cosa.
Me provocó ternura y dolor ver el miedo en su rostro por creer que quería
dejarlo y también me dio miedo al pensar que él podía dejarme a mí luego de
soltarle semejante bomba.
—No, Olek —hablé tomándolo de las manos también—. No quiero dejarte y
espero que tú tampoco me dejes después de lo que voy a decirte —advertí y
aproveché ese momento en el que el valor había vuelto a mí—. Acabo de
hacerme seis pruebas de embarazo y todas han dado positivo —solté sin filtros,
sin siquiera esparcir aceite para que aquella confesión resbalara mejor.
Olek sonrió incrédulo luego de procesar lo que dije, soltó mis manos y se
recostó bien en el sillón acolchonado de la butaca y negó.
—Repite lo que has dicho porque creo que escuché mal —exigió,
hablándome con frialdad por primera vez desde que lo conocí.
Una frialdad que congeló mi cuerpo más que el día frío, más que aquel inicio
de invierno.
Tiempo pasado...

Estaba que me cagaba del miedo y no necesitaba esa actitud de su parte, era
una niña, sí, pero eso no significaba que él me iba a hacer sentir culpable de
algo en lo que participamos los dos y eso me hizo pensar con su manera de
hablarme.
—Me hice seis pruebas, Olek. ¿De verdad quieres que te lo repita? —
cuestioné molesta.
Nos miramos fijo, para ese momento mi miedo fue opacado por la molestia y
la incredulidad de verlo a él a la defensiva, retándome como si yo solo buscaba
joderlo. Minutos después relajó el ceño y me mostró otra cara.
—¡Dios! —exclamó llevándose las manos al rostro y lo restregó con fuerza,
logré ver el temblor que lo atacaba y me di cuenta de que estábamos igual de
aterrados—. Amor, perdóname, pero... esto me supera —habló casi en un
susurro y volvió a tomar mis manos, se encontraba tan helado como yo—. Nos
concentramos demasiado en hacer planes para el futuro, soñamos mucho y se
nos olvidó cuidarnos. —Aceptó y un poco de tranquilidad me embargó—.
¿Qué pasará con esos sueños? —Me reí, era la persona menos indicada para
responderle—. ¿De cuánto estás?
—No lo sé, aunque supongo que de unas cuatro semanas. —No podía ser
mucho porque mi retraso apenas era de una semana.
Suspiró con demasiada fuerza y desordenó su cabello, lo vi llamar a una
mesera y la chica llegó de inmediato.
—¿Tienes algo que me ayude a calmar los nervios? —le preguntó y me
habría reído si hubiésemos estado en otra situación. La chica asintió y le dijo
todos los tipos de té que tenían—. Tráeme dos por favor y bien cargados. —Ni
siquiera preguntó si yo quería, solo lo asumió, me conocía y sabía que me
encontraba peor que él—. Te haré una pregunta y no me lo tomes a mal —
advirtió cuando la mesera se fue con el pedido y mi estómago hizo una
revolución horrible—. Nos acabamos de joder la vida, Laurel, aunque creo que
hay solución. —Mi corazón se aceleró demasiado al intuir lo que iba a decir—.
¿Quieres tener a ese bebé? Porque si no, puedo....
—No termines eso, Olek, te lo suplico. —Estaba a punto de llorar, él lo notó
y se pasó a mi butaca para abrazarme con fuerza.
Me sentía aterrorizada de una manera inexplicable y era consciente de que
mi vida iba a dar un giro de ciento ochenta grados y todos mis sueños y planes
quedarían para después, mis padres me matarían, la gente se burlaría y apoyaba
y respetaba las decisiones y deseos de cada persona; vivía en un país libre
donde mi cuerpo era mío y podía hacer con él lo que quisiera, pero jamás pasó
por mi mente la probabilidad de abortar y me sentí enferma en ese instante que
Olek lo insinuó porque a pesar de lo difícil que mi vida se volvería, pretendía
asumir mis errores y enfrentar las dificultades que se avecinaban sin dañar a
esa pequeña cosita en mi vientre.
—Lo sé, perdón, perdón, perdón —repitió mientras me abrazaba y sobaba
mi espalda de arriba a abajo. Contuve las lágrimas y disfruté de aquel abrazo
que tanto necesitaba—. Estoy asustado, cariño, por eso estoy pensando
estupideces. No te voy a obligar a nada y si deseas tener a ese bebé, te juro por
Dios que estaré a tu lado, no te voy a abandonar, Laurel —aseguró, y esas
palabras me dieron fuerza, era todo lo que necesitaba escuchar de su parte.
—Te amo tanto —dije en su oído, con la voz atestada miedo.
Respetaría si él decidía hacerse a un lado y dejarme sola, ya que, a pesar de
ser una niña, no pretendía amarrarlo a mi lado, no obstante, me sentí bendecida
porque en ese instante me apoyó y no me abandonó.
—Y yo a ti, te amo demasiado y vamos a salir de esta —me tomó por
sorpresa cuando llevó su mano a mi vientre y lo acarició—, se los prometo. —
Mis ojos se abrieron demás y una lágrima rodó por mi mejilla.
Ambos éramos adolescentes y nos obligaríamos a madurar por el bien de la
personita en mi panza, pero él estaría ahí para mí, lo sabía y fui feliz al
confirmar una vez más que Olek no era el tipo que los demás creían, a mí me
había demostrado ser el ser humano más bueno del planeta y no me
abandonaría.
Pasamos el resto del día juntos, un tanto pensativos y asustados,
modificando los sueños que ambos teníamos, pero no cambiándolos, fue así
como él lo dijo; había planes que tenían que ser modificados y otros pospuestos
por un tiempo, mas íbamos a cumplirlos, de eso estábamos seguros. Cuando la
noche llegó decidí irme a casa, mis padres llegarían pronto y no deseaba que
me encontraran fuera, le insistí a Olek que no era necesario que me
acompañara, ya que habíamos decidido no decirle nada a nuestros padres aún,
sin embargo, y como ya sabía, decidió dejarme en casa y no hubo nada que lo
pudiese evitar.
—Te veo mañana en la escuela —recordó cuando ambos estábamos frente a
la entrada de mi casa—. Duerme bien, amor, lo necesitas —pidió, y asentí.
Sonreí cuando metió un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, Olek tenía
la capacidad de hacerme sentir como una chica de Disney.
Embarazada, pero chica Disney al fin.
—Gracias por seguir aquí —susurré, se acercó y me besó, fue un beso rápido
que incluso así me dejó embobada.
—No podía ser diferente —aseguró.
Lo vi irse y suspiré fuerte antes de entrar a casa, un poco de tensión me
abandonó al saber que Olek seguiría a mi lado y al menos la carga que según
yo significaba ser madre cuando aún no terminaba de ser niña ya no pesaba
tanto. Saqué mi llave para abrir la puerta y antes de lograrlo la misma se abrió
sola, bueno, no sola. Dana Stone —mi madre— estaba detrás y me veía con su
característica mirada gélida.
—¡Hola, mamá! —saludé con entusiasmo, no la veía desde hacía un mes.
—¿Quién era ese chico? —preguntó sin ocultar su molestia, no hubo
emoción por verme al fin y me dolía, aunque era estúpido de mi parte esperar
alguna cuando las únicas veces que la veía emocionada era al irse de viaje con
mi padre.
—Gracias, mami, he estado bien, ¿y tú? —ironicé, y me observó con cara de
pocos amigos, luego cerró la puerta de golpe, di un respingo por el fuerte
sonido y supe que no era momento de ponerme graciosa—. Es mi novio, lo
habría invitado a pasar si hubiese sabido que ya estaban en casa, pero, como lo
ignoraba, lo dejé ir. Ya sabes, no es correcto que una chica de mi edad meta
chicos en casa cuando está sola.
¡Uf! Sabía que estaba comenzando mi vida en la hipocresía con eso, ya había
dejado entrar a Olek hasta en mis rincones prohibidos, no obstante, era algo
que mi adorable madre no debía saber. No en ese momento al menos.
—¿Cómo se llama? —Siguió con su interrogatorio.
—Olek Sandr y, antes de que preguntes lo que ya sé que quieres saber, es de
buena familia, es un año mayor que yo y vamos a la misma escuela. —Me hice
la ignorante referente a la familia de Olek y deseaba que ese no fuese otro
problema que sumar a mi lista porque ya era muy larga.
—Sé de qué familia es, los Sandr son conocidos en la ciudad y, por si no lo
sabías, también nuestra competencia, así que no los denominaría buena familia
—se quejó, estaba molesta de nuevo. ¡Qué novedad!—. Sabiendo eso, espero,
Laurel, de verdad que sí, que ese chico solo sea un pasatiempo.
Me molestó escucharla decir eso, ella no tenía ningún derecho de escoger u
opinar con quien debía estar o quien tenía que ser solo un pasatiempo para mí y
la razón era fácil, mi mamá ni siquiera era parte de mi vida, sirvió solo para
traerme al mundo y luego me dejó al cuidado de otras personas, así que sí, era
la menos indicada para opinar.
Mis padres manejaban una empresa tecnológica, eran famosos por crear
joyería con tecnología incrustada de último nivel y aparte mi madre tenía una
empresa floricultora, y aceptaba que era una mujer exitosa y ella sola logró
hacer un imperio partiendo de una pequeña floristería que Greg Stone —mi
padre— le compró años atrás; su fuerte era el injerto y creación de nuevas
especies de rosas, gusto que yo había heredado, ya que me encantaba probar
dichos métodos, mas eso era lo único que teníamos en común, dejando de lado
la sangre. Y por supuesto que Greg y Dana tenían sus rivales y cuando descubrí
que ellos eran Steve y Olivia Sandr —padres de Olek— ya era muy tarde.
—No, madre, no lo esperes —advertí y comencé a subir los escalones para
irme a mi habitación.
—¡Lo que no puedo obtener, lo fuerzo, así que más te vale que solo sea un
pasatiempo, chiquilla malcriada! —se quejó y sentí que me seguía, no me
importó y continué con mi camino.
Era increíble que después de no verlos por tanto tiempo ella se preocupara
más porque su hija no estuviera con su supuesta competencia, Olek y yo no
teníamos la culpa de nada, sus padres comprendieron eso y no me trataron
como una intrusa cuando me conocieron, fueron amables, ellos sí se
comportaban como padres.
—Hola, nena —saludó mi padre al verme en el pasillo que conducía a mi
habitación.
—¡Papá! —exclamé y lo abracé, si bien nuestra relación no era la mejor, al
menos él se interesaba un poco en mí, aunque siempre se pusiera del lado de
mamá cuando las decisiones debían tomarse.
—¿Qué pasó? —preguntó al verme alterada.
—Pasa que la acabo de ver llegar con el hijo de los Sandr y aceptó que es su
novio —habló mamá, se expresó como si hubiese cometido la peor traición del
mundo con ellos.
—¿Hija? —me llamó papá, y odié aquel tono. Me separé de él dispuesta a
enfrentarlo.
—Sí y no solo eso, Olek es lo mejor que me ha pasado, papá, y no pienso
dejarlo ni mucho menos permitir que solo sea un pasatiempo y todo para
cumplirles a ustedes cuando jamás me han cumplido a mí —les recordé a
ambos y vi cuando mamá alzó la mano para golpearme.
—¡Dana! —advirtió papá, y ella se detuvo casi pulverizándolo con la
mirada.
—Todo esto está pasando por tu culpa —le reclamó ella con más ira de la
que la situación merecía—. Si tan solo hubieses aceptado mi decisión, ahora
mismo no tendríamos que pasar por esto.
Mi padre se quedó en silencio, pasaba lo mismo cada vez que discutíamos
por algo, ella siempre decía esas mismas frases y en algún momento le
pregunté a papá qué significaba y solo negó, no quiso darme una respuesta.
Y para mi mala suerte ellos estarían en casa más de lo acostumbrado, por lo
mismo, ya no podía verme con Olek tanto como deseaba y al día siguiente de
que mis padres llegaron le conté todo lo que sucedió con ellos, dijo que eso era
algo para lo que estaba preparado, que incluso sus padres se lo advirtieron, y
me sentí muy avergonzada. Durante una semana tuve que conformarme con ver
a mi príncipe azul solo en la escuela y lo de nuestro embarazo seguía en
secreto, aunque él se lo quería confesar a sus padres, pero le pedí que esperara.
Después de aquella semana, mis padres aún seguían en casa y la situación se
volvió tensa entre nosotros, aunque la cosa se puso peor al sentir a mi madre
con ganas de asesinarme cada vez que me miraba y eso me ponía nerviosa;
papá se la pasaba trabajando en su oficina así que lo veía poco. Mis malestares
habían iniciado, la náuseas se hicieron presentes por las mañanas y, ya que
todavía no podía ir al médico porque mi estado era un secreto y al ser menor de
edad necesitaba de mis padres para ir a la clínica, tuve que investigar en
internet y comencé a cuidarme al menos en las comidas, y, como la cereza del
pastel, Olek comenzó a cambiar conmigo, lo sentía un poco distante y la
paranoia volvió a mí.
—¿Has visto a Olek? —pregunté a Elijah Pride, ellos dos eran muy amigos y
en los últimos meses se había vuelto el mío. Era un chico guapo al extremo y
se llevaba muy bien con Olek porque ambos eran casi iguales en su forma de
ser.
—Lo vi con tu amiga Bianka, creo se fueron a la biblioteca. —Me pareció
raro que Olek estuviese con Bianka, aunque no quise mostrar mi sorpresa
frente a Elijah así que disimulé lo mejor que pude.
—Gracias, Pride —dije, me había acostumbrado a llamarlo por su apellido
porque él lo prefería así.
—¿Puedo darte un consejo? —preguntó de pronto, y sentí que mi estómago
se presionó mucho, asentí sin embargo y me llevé las manos al vientre—.
Jamás confíes en nadie, Laurel, porque hasta tu propia sombra te abandona. —
Tragué fuerte cuando escuché aquello y sonreí.
Me marché en seguida sin decir nada y, aunque le preguntara por qué me
dijo eso, sabía que no hablaría; Olek era su amigo, yo también lo era y estaba
segura de que no traicionaría la confianza de ninguno de los dos.
Llegué a la biblioteca con el corazón acelerado y busqué a los chicos en las
mesas donde estaban otros estudiantes leyendo algún libro, no vi ahí ni a Olek
ni a Bianka, así que decidí buscarlos entre los pasillos de las libreras y el alma
casi se me salió por la boca al encontrarlos en uno de los más alejados y solos,
Olek acunaba el rostro de Bianka y sus labios estaban pegados a los de ella,
quise que la tierra me tragara en ese instante, deseé jamás haberlos visto en esa
situación y me recargué en una librera al sentir que un mareo me atacó y mi
vista se nubló, boté unos libros al buscar apoyo, ellos se asustaron por la
intromisión y más al verme frente a sus narices.
—¡Laurel! —gritó Olek y corrió hacia mí, quise alejarlo, pero me sentí muy
mal y necesitaba apoyo para llegar a una silla—. ¿Estás bien? —preguntó al
cogerme en brazos.
—¿Tienes idea de lo estúpida que es esa pregunta? —Logré decir, y se
quedó en silencio.
No pude seguir hablando, solo cerré los ojos y hundí el rostro en su cuello,
lo sentí suspirar con fuerza y me aferró más a él, estaba dolida por lo que
acababa de ver y me sentía demasiado mareada, por esa razón no me separé.
—Tenemos que llevarla a la enfermería —habló Bianka, quería gritarle
muchas cosas, pero no podía así que agarré la playera de Olek y la hice puño,
él sabía que no podía ir a la enfermería.
—No, ayúdame trayendo una botella con agua y algo dulce —le pidió él.
—¿Laurel? —me llamó ella con vergüenza.
—Solo desaparece. —Logré mascullar.
No escuché nada más que pasos alejarse, cerré los ojos y me separé de Olek
en cuanto me ayudó a llegar a una silla, me sentía demasiado mal, tenía muchas
náuseas y todo me daba vueltas; estar embarazada era una real molestia y
pensar en lo que acababa de ver me ponía peor. Bianka era mi mejor amiga,
ella sabía lo enamorada y estúpida que estaba por Olek y aun así se atrevió a
traicionarme, lo de Olek era incluso más doloroso porque ambos estábamos
pasando una etapa en la que lo necesitaba a mi lado como mi mayor apoyo y él
en cambio buscaba a otra.
Y no a cualquier otra sino a mi mejor amiga.
—Perdóname —susurró, y no dije nada, solo me limité a verlo y luego
suspiré con fastidio.
—A mí no me vas a tener de tu estúpida, Olek —advertí—, te necesito a mi
lado, sí. Eso no significa que me vas a arrastrar por el suelo solo porque me
aterra tener a un hijo sola.
—Ya, amor. Sé que la cagué, pero no tienes idea por todo lo que estoy
pasando. —Me reí, el malestar se me pasó por la furia que sentía y me puse de
pie indignada.
—De todo lo que me podías haber dicho, de todas las excusas que pudiste
haberme dado escogiste la más estúpida —espeté enfurecida y comencé a
caminar hacia afuera de la biblioteca.
Sabía que ambos lo estábamos pasando mal, pero en mi caso era peor; era yo
la que me iba a enfrentar al mundo siendo una adolescente embarazada, la que
iba a tener que confrontarse a unas personas que parecían más dictadores que
padres. Era a mí a la que el cuerpo le cambiaría, la que arriesgaba la vida con
aquel estado al no haberle permitido a mi cuerpo desarrollarse como era
debido, la que sufría malestares, a la que le harían bullying porque por
desgracia vivía en un país donde tal cosa era una moda y, aun con todo eso, no
fui a besarme con el mejor amigo de mi novio para intentar olvidar lo que
sucedía, así que, como le dije a Olek, era estúpido que me diera tal excusa.
Durante dos días pasó llenándome el móvil de llamadas que rechazaba y
mensajes de textos melosos, no respondí a nada, no me sentía capaz y todavía
estaba muy dolida, y más después de haber hablado con Bianka, y no porque
quise, sino porque llegó a mi casa y se metió sin ser invitada.

—Sé que éramos amigas, pero no pude evitarlo. También estoy enamorada
de Olek y no puedo decir que lo siento.
Esas fueron sus palabras y de manera inevitable nuestra amistad llegó a su
fin, y lo único que agradecía es que al menos me dijera las cosas sin tapujos.
—Gracias por darme esta lección, Bianka —dije antes de sacarla de mi casa
—. Me has enseñado a no volver a tener "mejores amigas" porque son peores
que las enemigas —solté con sorna y luego abrí la puerta—. Espero no tener
que cruzarme otra vez contigo. —Eso era algo ilógico, ya que íbamos a la
misma escuela, pero no me importó analizarlo en aquellos instantes.
Antes de salir de casa me miró avergonzada, y reí satírica; desde el jardín
de niños habíamos sido casi inseparables hasta que un hombre logró lo que
creí imposible. Bien decían que nada duraba para siempre.

—¡Ahora mismo vas a explicarme cómo es eso de que estás embarazada! —


Casi caigo de culo cuando salí del cuarto de baño de mi habitación y mi madre
entró dando tremendos gritos.
Supe que estaba blanca como el impoluto edredón de mi cama en cuanto
procesé aquellas palabras y ella me miró horrorizada, Dana en cambio iba roja
de la ira y mi padre muy decepcionado. ¿Cómo se habían enterado? Me
aseguré de tirar las pruebas y mantuve mi estado en secreto con Olek, ni
siquiera se lo dije a Bianka cuando la creía mi mejor amiga porque aún no
terminaba de asimilarlo yo misma.
Me quedé petrificada bajo el marco de la puerta y apreté más la toalla en mi
cuerpo como si eso me fuese a proteger y sentí náuseas seguido de las ganas
incontenibles de vomitar, eso mismo me hizo moverme, me apresuré a llegar al
váter y saqué todo el miedo que me embargaba, vomité hasta lo que había
comido el día anterior y las lágrimas ya no salieron solo por el esfuerzo que
hacía sino también porque le estaba dando a mi madre una respuesta más
concreta, una explicación irrefutable de mi estado, y me aterroricé cuando me
cogió del cabello justo en cuanto intenté lavarme la boca.
—¡Maldita estúpida! ¿¡Cómo pudiste vernos la cara de idiotas!? —Mamá
podía ser demasiado cruel cuando se molestaba, pero en esos instantes la
desconocía.
—¡Suéltala, Dana! —pidió papá y se acercó a ella para quitar su agarre de
mi cabello, y terminó dándole una bofetada a él. Lloré aterrorizada y me aferré
más a la toalla.
—¡No, Greg! ¡Me jodiste la vida a mí y no se la joderás a ella! —No
entendía nada de lo que decía y solo fui capaz de coger mi pijama y meterme al
baño para cambiarme, todo fue hecho con rapidez y salí antes de que mi madre
matara a mi padre.
—¡Mamá, lo siento! —le grité para que pusiera su atención en mí, giró mi
rostro con una tremenda bofetada y caí sobre la cama.
La miré incrédula por lo que hizo, era mi madre y comprendía su molestia,
mas no entendía por qué me atacaba de aquella manera; me veía con repulsión,
desconociéndome como su hija, y tal cosa me dolió como no creí que lo
hiciera. No dije nada más, solo corrí de la habitación escuchando un «regresa
aquí» de su parte. No me detuve.
Seguí mi camino hasta llegar a casa de Olek. Necesitaba verlo, hablar, y
olvidé en ese instante lo que había hecho con Bianka; la señora del servicio me
abrió la puerta y se asustó al verme en pijamas y llorando, no le dije nada, solo
corrí escaleras arriba hasta la habitación de Olek. Sus padres no estaban, me lo
había dicho él en un mensaje de texto que no quise responder, pero sabía que
ellos no volverían hasta el día siguiente. Abrí la puerta de golpe y me quedé sin
respirar por lo que veía frente a mí; Olek estaba desnudo, dormido, abrazado a
alguien, y deseé morirme.
—¡Dios mío! —jadeé horrorizada.
—¡Laurel! —me llamó su acompañante, asustado al verme, Olek ni siquiera
se movió.
—¿Esto no puede ser real? —musité. Andrew Lewis salió de la cama,
también estaba desnudo y ni siquiera se molestó en cubrirse y a mí no me
llamó la atención que no lo hiciera.
Mi shock era demasiado en ese instante, me sentía estúpida al haberlos
encontrado de aquella manera, ambos desnudos y abrazados. Era una ignorante
en muchas cosas, pero deduje que aquello no era por una simple amistad, por
calor o cualquier otra mierda.
—Puedo explicarlo —se apresuró a decir Andrew e intentó tocarme, con él
me desquité la bofetada que me había dado mi madre, y gruñó de dolor.
—¡Me dan asco! —espeté y odié que, incluso con tal alboroto, Olek no
despertara.
Me fui de la habitación sin decir o esperar más; Andrew era gay, todos lo
sabíamos y lo aceptábamos, sin embargo, jamás se me cruzó por la cabeza que
él y Olek tuviesen algo, mi novio jamás me demostró que le gustaba ser
bateado, le gustaba batear, yo misma lo comprobé, y encontrarlo en tal
situación me hizo sentir aún más estúpida que la bofetada de mi madre. No
tuve más remedio que volver a mi casa, derrotada y decepcionada; cuando
entré y subí los escalones encontré a mi madre esperándome, su rabia todavía
no había pasado.
—Te advertí que esperaba que ese chico solo fuese un pasatiempo. —Ya no
gritaba, aun así la ira era palpable en su voz, la miré sin verla en realidad; de
mi cabeza no salía la imagen de Olek y Andrew desnudos y abrazados.
—Acabo de encontrarlo en la cama con un hombre —dije, y me miró serena,
como si lo que había dicho no era nada del otro mundo.
¡Mierda! ¡Me acababan de engañar con un hombre!
—Encima te embarazaste de un gay —bufó con asco, y de nuevo dejé salir
las lágrimas cuando mencionó aquello. Me negaba a creerlo incluso cuando lo
vi con mis propios ojos—. Eres menor de edad, y por lo mismo yo tomo las
decisiones por ti, y he decidido que no tendrás a ese bebé —soltó, y mis ojos se
ensancharon al escuchar semejante idiotez.
—¿¡Acaso te volviste loca!? —cuestioné y me llevé las manos al vientre.
—¡Estoy más cuerda que cuando decidí tenerte a ti! —espetó y sus palabras
tocaron profundidades en mi interior que ardían—. Porque sí, chiquilla
estúpida, me jodí la vida contigo solo porque tu padre me lo exigió para seguir
a mi lado y lo amaba demasiado, por lo mismo te parí, pero no te quería,
Laurel, y ya que yo no pude evitarlo, tú sí —zanjó, y dejé de escucharla, era
demasiado cruel lo que había dicho.
Y era por esa razón que no estaba en contra del aborto, ya que así quisiera a
mi bebé, sabía que había personas que no tenían el instinto y el amor de ser
madres y por los mimo existían personas como yo, hijas no deseadas que, a
pesar de tenerlo todo, carecían de lo más importante y fundamental: el amor de
padres.
Pero no dejé de escucharla solo por eso, sino también porque me desvanecí y
lo supe cuando escuché el grito aterrador de mi padre mientras yo rodaba por
los escalones hasta llegar al final de ellos y me sumí en la oscuridad.
Quién iba a decirme que aquel invierno sería tan cruel.
Tiempo pasado...

Intenté abrir los ojos, algo que no logré al instante porque los sentía muy
pesados, lo que sí pude fue escuchar el molesto bip que sonaba casi a cada
segundo, también oí el sonido de alguien tecleando en algo y olí aquel olor tan
característico de los hospitales. Los recuerdos comenzaron a llegar a mi mente
y, cuando llegué a lo último que me pasó, me removí inquieta, abrí los ojos y
me quejé por el terrible dolor que me atravesó el cuerpo entero.
—¡Oh, Dios! ¡Mi bebé! —exclamé afligida y me tomé el vientre.
Mis padres estaban ahí, papá me miró entre afligido y aliviado y mamá dejó
de teclear en su Mac para luego mirarme.
—Con cuidado, hija, aún te estás recuperando —pidió papá llegando a mi
lado. Eso no respondía a mi exclamación.
—¿Está bien mi bebé? —pregunté, y me miró con tristeza.
—Claro que lo está, no te preocupes más por eso —habló la frívola de Dana,
se puso de pie y llegó hasta la camilla—. Ahora se encuentra en un mejor lugar
y tú ya no corres peligro por tenerlo en tu vientre y avergonzarme frente a mis
amigos. —Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando la escuché decir tal cosa sin
una pizca de remordimiento.
Toqué mi vientre todavía incrédula y sentí dolor cuando me removí de
nuevo, era algo casi imperceptible antes, incluso así percibí el vacío, noté que
algo me pasaba y quise morirme.
—Era mi bebé. ¡Mío! ¡No tenías ningún derecho! —le grité sin parar de
llorar—. Te odio, Dana, lo hago como jamás creí odiar a alguien. —Ella se rio
de mí y miró sus uñas con altanería.
—Cariño, cálmate. —Papá sobó mi brazo como si eso fuese a tranquilizarme
o a sanar el dolor que sentía, y lo aparté de mí con asco.
—A ti también te odio, Greg. Eres mi padre y se supone que debes
protegerme, no dañarme, y no haces más que asolapar las estupideces que tu
mujer desea —mascullé sin parar de llorar, él me miró con dolor, pero tal cosa
no me inmutó.
Greg Stone era tan culpable como mi madre.
—¡Para qué mierda la obligaste a tenerme si no me ibas a amar! —le
reclamé y lo aparté de mi lado con brusquedad—. ¡Para qué demonios la
obligaste a parirme si no me ibas a proteger de su odio! —escupí con furia e
indignación, y él solo se quedó estupefacto al oírme.
Cogí todo el aire que me fue posible y eso solo aumentó el dolor en mi
pecho y la agonía e impotencia por no poder recuperar lo que acababan de
arrebatarme.
—¡Así como decidiste por mí hubieses tenido los ovarios para decidir por ti
misma y me hubieras abortado para evitarte todo esto! —le grité a mi madre y
vi que comenzaba a perder la paciencia, eso no me detuvo—. ¡Pero fuiste una
puta cobarde que creyó que iba a morirse sin un hombre a su lado! ¡Por eso me
pariste, solo para joderme la vida al intentar retener a Greg a tu lado sabiendo
que no podrías hacerlo por tus propios medios, porque ni para eso sirves! —Mi
rostro giró con su bofetada, me golpeó con demasiada ira, mas no lloré, solo reí
y lo hice en su cara.
Aunque el dolor y ardor de mi garganta indicaba que me faltaba muy poco
para deshacerme en llanto.
—Ese maldito feto lo perdiste porque tu querido novio gay y yo lo quisimos
—habló serena, ocultando el odio que sentía hacia mí.
Y sabía que ella podía herirme, pero me negué a creer lo que decía. Olek no
pudo haber permitido semejante barbaridad para con su hijo.
—¡Y no, no miento! —zanjó al ver mi incredulidad y ganas de protestar—.
No podía decidirlo sola, él también tenía que estar de acuerdo y lo estuvo,
deseaba deshacerse de ese niño tanto o más que yo.
Mi respiración desapareció y negué como una loca, aunque en mi cabeza se
repitió la propuesta no terminada por parte de él. Recordé lo que quiso
insinuarme y no pudo porque lo corté, y entonces la presión en mi pecho se
hizo más fuerte, ya no quería respirar, no quería vivir, porque en realidad
estaba perdiendo la vida luego de aquellas terribles noticias.
—¡Te odio! ¡Los odio! —grité de nuevo al perder el control, zafé el catéter
de mi mano y me quité del pecho las cosas que monitoreaban mi corazón.
—Era lo mejor después de cómo encontraste a ese chico —habló mi padre y
juro que, por increíble que fuera, aún tenía un poco de respeto por esos seres
despreciables, y por lo mismo no lo abofeteé a él y a mi madre.
—¡Era mi hijo! ¡Mío! ¡Mi decisión! —Seguí descontrolándome.
Cómo era posible que incluso viviendo en un país libre hayan decidido por
mí, era inaudito.
—¡Enfermera! —gritó mi madre con fastidio.
Un grupo de ellas entró pronto y me agarraron para contenerme y luego
inyectarme algo que comenzó a calmarme incluso cuando no quería hacerlo.
—Los odio —musité tranquila, aunque sentí en carne viva aquel sentimiento
hacia ellos.
También lo sentí hacia a Olek por haberme usado como su pantalla; aborrecí
el amor y todo lo que eso significaba, a las amigas, —esas que se decían
mejores amigas y te apuñalaban por la espalda—, maldije la monogamia
porque solo me hizo quedar como estúpida, odié la traición que llegaba de las
personas cercanas a ti y a los hombres que gustaban de otros hombres porque,
cuando todo aquel conjunto llegó a mí, también conocí el dolor y perdí a lo
único que sería importante en mi patética vida.
Olek, Bianka y mis padres me mataron; Elijah Pride tuvo razón al
advertirme que no confiara ni en mi sombra, y no hice caso, por lo mismo
estaba pasándome aquello. Sin embargo, aprendí la lección y, aunque deseaba
morirme, no me quitaría la vida, ya que al fin y al cabo ya la había perdido;
renacería, estaba segura de eso, no obstante, lo haría como una persona
diferente y le demostraría a todos lo malo que fue orillarme al precipicio y no
detenerme cuando estuve a punto de caer.
Una semana después volví a casa de los Stone, me habían practicado un
legrado y me mantuvieron con un collarín por tres días; tuve la oportunidad de
conversar con una de las enfermeras que me atendió y me reí cuando informó
lo que oficialmente me sucedió: iba bajando los escalones y al no tener
cuidado resbalé por ellos, nadie sabía de mi estado, ni siquiera yo hasta que
llegué al hospital ya perdiendo a mi bebé; no hubo nada que se pudiese hacer,
el daño estaba hecho. Por supuesto que todo aquello se mantendría en secreto,
los Stone eran poderosos y pagaron fuertes sumas de dinero para que fuese así.
Ya ni siquiera quise alegar nada, prepararía con paciencia mi contraataque y
haría arrepentirse a todos por haberme dañado. Y quería que Olek fuese el
primero, pero el maldito desapareció de la tierra como el cobarde que era, lo
supe por Pride, ya que fue el único en preocuparse por mí al notar mi ausencia.
—Cuenta conmigo para lo que quieras —se ofreció mientras hablábamos
por teléfono.
—Quiero desaparecer. ¿Me ayudarías con eso, Pride? —cuestioné tanteando
el terreno, y bufó como si mi pregunta fue una ofensa para él.
—Te hago desaparecer y aparecer en el país que desees —se mofó.
Me habían llegado rumores que provenía de una familia muy poderosa y no
solo por encima como lo eran mis padres, igual nunca se lo pregunté porque,
aunque éramos amigos, él no daba pie para que indagáramos en su vida
privada. Y podía pedirle que me cumpliera aquello, mas no quise darles el
gusto a mis padres de deshacerse de mí tan fácil, quería joderles la vida, más a
mi madre, y lo haría de la manera en la que a ella le dolería mucho.
Destruyendo la buena imagen de los Stone.
Un mes después...

Me habían suspendido de la escuela por tres días, mi madre llegó furiosa a


casa en cuanto le llamaron para informarle de mi suspensión y las razones. Me
sentí feliz al ver a Dana tan cabreada y echando chispas por los ojos luego de
saber que me encontraron consumiendo droga en los baños; odiaba la droga y
solo di un jalón al cigarro de marihuana para que todo fuese creíble. Al
principio la idea de Elijah no me pareció, sin embargo, el chico guapo tenía
mucho poder de convencimiento y él mismo organizó toda aquella pantalla, y
pusimos en marcha el plan que dio su efectivo resultado en cuestión de
minutos.
Mi madre armó todo un espectáculo e incluso me corrió de casa, algo que no
esperaba y que me asustó, aunque, cuando le llamé a mi nuevo mejor amigo,
aquel altercado dejó de importarme porque él me acogería en su casa por unos
días, pues alegó que mis padres pronto me harían volver, ya que odiaban los
escándalos y el qué dirán de las personas en su círculo social.
—¿Qué hiciste luego de acusarme con el director? —le pregunté cuando ya
estaba en su casa, en la habitación de invitados que su madre había mandado a
preparar para mí.
No tuve la dicha de conocer a los señores Pride porque estaban de viaje en
esos momentos.
—Bianka Harris, tu ex mejor amiga quiso premiarme por haberte acusado —
ironizó, y revoleé los ojos.
Estaba claro que era mi amigo y me apoyaba, mas eso no significaba que
perdería la oportunidad de acostarse con una tipa que sacó las garras y
demostró ser una total zorra.
—Es gracioso que me buscó para saber de su gran amor Olek y terminó de
rodillas frente a mí queriendo sacarme los secretos por medio de mi pen...
—No seas patán, Pride —espeté, y me miró con una sonrisa divertida en el
rostro.
—...samiento —terminó y, aunque al principio me avergoncé por haber
errado al creer que diría otra cosa, luego de su risa socarrona comprobé que no
lo hice en realidad y él era listo al saber evadir algo con rapidez—. Igual no
pudo y no le dije dónde está. —Cuando terminó de decir aquello me quedé
pensativa.
No habíamos vuelto a hablar sobre el marica de su amigo, y no lo decía por
sus gustos, sino por su cobardía.
—¿Sí sabes dónde está? —pregunté sin meditarlo antes, él no era chismoso
y se cuidaba para hablar de sus amigos, por lo mismo no creí tener respuesta
para mi pregunta.
—Ya conoces mis reglas —recordó, y asentí.
—Eres raro al tener reglas —bufé recordando algunas que me sabía.
No llamarlo por su nombre era una de ellas.
Cuando le pregunté la razón solo dijo que su mundo era peligroso y no era
seguro que lo reconocieran por su nombre, además alegó que ser llamado por
un nombre propio era un derecho que solo sus padres merecían y tal vez otras
personas que en verdad se lo ganaran.
Tenía un amigo muy raro, pero un verdadero amigo al final, y me lo estaba
demostrando a pesar del miedo que sentía de ser traicionada otra vez.
—Deberías tener las tuyas, te aseguro que tu vida marcharía mejor así —
recomendó, y negué.
—Tú deberías tener un apodo para no llamarte por tu apellido porque si
dices que es peligroso en tu mundo ser reconocido, pues tu apellido no ayuda a
que pases desapercibido —señalé y fue su turno de quedarse en silencio,
procesando mis palabras.
Pasé dos semanas en su casa, su compañía me ayudaba a superar algo del
dolor que me embargaba y en poco tiempo fuimos casi inseparables. Llegó un
momento en el que hasta se rumoreaba que éramos novios, tal cosa nos causó
gracia, ya que —aunque él era uno de los chicos más guapos de la escuela— no
me veía como su novia ni como la novia de nadie, es más, tenía claro que
Elijah era un alma libre y no reconocía la monogamia, creo que hasta era
enemigo de ella; por otra parte también era un tipo peligroso y lo comprobé en
incontables ocasiones. Eso no quitaba el hecho de que era una luz en mi vida,
mi ángel y mi apoyo.
Pensando en todo aquello se me ocurrió darle un apodo partiendo de lo que
era en mi vida — luz— y lo que era para los demás —un bello peligro, aunque
más peligro que bello— por esa razón consideré que el nombre del ángel más
hermoso de Dios quedaba perfecto para él.
—Oye, LuzBel —lo llamé, estaba frente a mí y se sorprendió por cómo le
dije.
—¿Qué fumaste? —ironizó, y me reí.
—Te dije que ser llamado por tu apellido también es peligroso así que he
decidido llamarte como ese bello, pero peligroso ángel —aseguré, y rio
burlándose de mí—. Búrlate, cabrón, eso no hará que deje llamarte así —
aclaré.
Y así fue, con el pasar de los días Elijah Pride se convirtió en LuzBel y ya no
solo para mí sino también para toda la escuela.
Y como él lo aseguró antes, cuando la gente comenzó a hablar de que la hija
de los Stone vivía en casa de un chico, mi madre se vio obligada a buscarme y
me hizo volver a casa, según ella me obligó a hacerlo, pero claro estaba que la
obligada era ella a aguantarme y por supuesto que también aguantaría mis
berrinches.
Un pedazo de infierno en la tierra.
Así denominaba mi casa, era en lo que nos habíamos convertido mis padres
y yo, y siempre trataba de joderles la vida, me empeñé en hacérselas de
cuadritos al estar conscientes de que me tolerarían por obligación, porque era
mejor eso a que la gente hablara de ellos. LuzBel se mantuvo a mi lado y con el
pasar de los meses nos unimos más, aunque mis noches de insomnio y las
pesadillas de mi pasado me hicieron comenzar a tomar un mal camino.
Por muy fuerte que quisiera parecer cada día, por las noches mis demonios
me invadían, despertaba con el llanto imaginario de un niño y, cuando me
percataba de que solo era eso, entonces los recuerdos de lo que Olek me hizo
vivir llegaban. Ese chico había sido mi todo y me demostró el lado malo de la
belleza y lo cruel que podía ser el amor.
—¿O dejas de meterte esa mierda o voy y mato a ese hijo de puta que te la
vende? —espetó LuzBel al verme salir del baño de la escuela con la nariz llena
de polvo blanco.
Me reí en su cara, se veía lindo cuando se ponía en plan matón, aunque era
consciente que lo suyo no se trataba solo de un plan.
—Si lo haces, encontraré a otro vendedor —le recordé, y me tomó con
fuerza del brazo para sacarme de la escuela.
Me quejé de dolor, mas no le importó, siguió caminando conmigo hasta el
estacionamiento y me metió a su coche, lo puso en marcha y salió de la escuela
sin que los policías que cuidaban el lugar o los consejeros nos dijeran algo;
claro que nadie le decía nada a él, tenía a todos comprados. Me llevó hasta su
casa y me adentró en la ducha con todo y ropa; el cabrón ni siquiera se
preocupó en ponerla cálida, no. Me metió con el agua casi congelada y mi
respiración se cortó tanto tiempo que temí morirme ahogada.
—Im-bé-cil. —Logré decirle, me empujó aún más—. ¿Me… quieres matar?
—inquirí.
—Es lo que buscas, ¿no? —respondió lacónico. Él sabía que en mi estado
podía ser peligroso bañarme con agua tan fría, pero imagino que pretendía
darme una lección—Pero sigues viva, así que imagino que no estás tan pedo.
Le lancé un golpe y supo esquivarlo.
A pesar de su molestia me cuidó esa tarde hasta que el efecto de la droga
pasó. Comencé a consumirla después de odiarla y pasé a amarla, era la única
que me hacía olvidar y enfriaba mi infierno. Estaba cayendo en un profundo
abismo y no quería salir de ahí; ya había pasado un año desde que perdí a mi
bebé, a mi primer amor después de una cruel traición y lo poquito que tenía de
padres, incluso perdí a Judith cuando mi madre decidió correrla alegando que
la pobre vieja era culpable de mi actitud y el error que cometí al embarazarme;
lo perdí todo, no tenía a nadie en mi vida, ya que mis tíos eran réplicas exactas
de mis padres y mis abuelos habían muerto. Solo me quedaba LuzBel y estaba
siendo una malagradecida con él, lo sabía, mas no podía evitarlo.
—Si sigues así, tendré que hablar con tus padres para que te metan a una
clínica de rehabilitación —amenazó, y quise matarlo.
—¡A ellos no les importo! —espeté.
—Pero les importa su imagen y, si tú la estás haciendo mierda, entonces te
meterán a una clínica —soltó siendo crudo aunque sincero—. Te veo drogada
todos los días, Laurel, y es una suerte que no te acuestes con todos los chicos
de la escuela, y créeme que me decepcionas porque ya no eres la chica fuerte
que conocí, la chica que yo admiraba. —Mis lágrimas comenzaron a caer
cuando pronunció esas palabras, no quería que él se sintiera así por mí.
Salí de la cama que era casi mía —pues estaba en la habitación que habían
arreglado para mí— y llegué hasta él, vestía solo una playera suya y lo abracé
con fuerza.
—Tú no, LuzBel, por favor —supliqué, sus brazos estaban inertes a los
costados de su cuerpo, pero luego de unos minutos cedió y me abrazó también.
Lo sentí besar la coronilla de mi cabeza y sonreí agradecida.
—No te abandonaré, pero no la cagues más —aseguró y advirtió, solo pude
asentir.
Ya había perdido a mucha gente en mi vida y no deseaba perderlo a él
también.
De pronto las ganas de tenerlo más cerca me embargaron y comencé a
acariciarlo buscando hacerlo sentir más, y juro que nunca lo vi con morbo
porque era más mi mejor amigo que un chico hermoso, pero después de un año
sentí una necesidad que no había sentido con el pasar de los días y quise saber
que tan cierto era lo que las chicas que estuvieron con él decían y aseguraban.
—¿Qué cojones haces? —preguntó sorprendido por mi actitud.
—Quiero comprobar algo —señalé y saqué la camisa de mi cuerpo para
quedar desnuda frente a él. No se inmutó ni sorprendió, sin embargo, noté el
deseo en su mirada.
—Sigues drogada, maldita loca —dedujo, y se equivocaba, ya había pasado
aquel efecto y estaba más lúcida que antes.
—Ayúdame a olvidar de una vez por todas a Olek, demuéstrame que no solo
él me podía hacer sentir como si el mundo fuera mío —pedí y comencé a
acariciar su pecho.
—Somos amigos, Laurel, en serio te considero mi mejor amiga y no quiero
joder esto porque no podré verte como más —confesó y no me molestó, ya que
pensaba lo mismo.
—Los mejores amigos siempre se echan una mano —susurré con picardía,
tomé su entrepierna y comencé a acariciarlo— y prometo que tú y yo no
dejaremos de serlo, juro que no busco nada más. —Nos miramos a los ojos, y
vi cómo el deseo había aumentado en él.
Era mi mejor amigo, pero también un hombre, y uno muy cabrón.
—Cumple tu promesa y tu juramento —ordenó.
Segundos después me vi tumbada de nuevo en la cama, solo que en ese
momento LuzBel estaba sobre mí.
Tiempo pasado...

Un año después desde el día que decidí comerme a mi mejor amigo —sin
cubiertos— todo cambió para mí. Mi vida, aunque mejorada, seguía oscura y
aprendí a disfrutarla. Mis padres estaban al punto de un colapso nervioso luego
de que sus amistades importantes comenzaron a correr la voz de que la
pequeña de los Stone llevaba una vida loca y hasta dejaron de darme dinero
para evitar que me siguiera descarrilando.
Para mala suerte de ellos, tenía amigos que se encargaban de contribuir con
lo necesario para la caída de la imagen perfecta de mis padres y su castigo por
haberme dañado como lo hicieron en el pasado se estaba alargando.
—¡Feliz cumpleaños! —gritaron todos al unísono cuando entré al
apartamento de LuzBel.
Mi amigo contaba con su propio espacio, había sido el regalo de sus padres
para su cumpleaños diecinueve, para los dieciocho le regalaron un club… ¡Puf!
Vaya que ese cabrón tenía suerte. Por supuesto que seguía con sus reglas y solo
por mi día especial quebrantó de momento una, y era la de no meter a nadie en
su apartamento.
Dylan Myers, Connor Phillips y Jacob Fisher también se habían unido a mi
fiesta, los chicos eran más amigos de LuzBel que míos y de ellos me llevaba
mejor con Connor, pues intenté acostarme con él por una apuesta que hice con
LuzBel, pero el chico bonito se negó porque sabía que de vez en cuando me iba
a la cama con su amigo, ya que sí, mis acostones con LuzBel siguieron, no
obstante, mantuve mi promesa y me ayudaba el que no deseara más que sexo
ocasional con él.
Todos los presentes en esa pequeña fiesta me felicitaron y abrazaron,
deseando muchas cosas buenas para mi vida, lo malo es que yo era inmune a
las cosas buenas y me pasaban casi solo malas, igual agradecí aquellos deseos,
los sinceros y los hipócritas, eso lo tenía muy claro, la misma vida me enseñó
a reconocer la hipocresía y me obligó a dejar cierta estupidez. Cuando la fiesta
se fue poniendo más intensa, y algunas parejas intentaban buscar un lugar
alejado para tener sexo, LuzBel se encargó de ponernos de patitas en la calle,
sin embargo, nos ofreció algo mejor y nos llevó a su club tras hacer algunos
arreglos para que nos dejasen entrar sin tener problemas legales.
Ser menor de veintiún años no tenía ni puta gracia si no contabas con amigos
que manejaban cierto poder en la sociedad.
La fiesta ahí se puso mejor, aunque yo necesitaba algo más, así que sin que
nadie me siguiera me fui hasta los baños y de mi bolso saqué a mi amada y
pequeña jeringa con la dosis justa para hacer de mi vida un paraíso; mis brazos
dolían de tantas veces que los usé, así que opté por picharme entre medio de los
dedos. Estaba consciente de lo mal que iba con eso, pero aquello era lo único
que me hacía olvidar el infierno en el cual vivía; trataba de controlarme frente a
los demás para que no sospecharan de mi adicción, sobre todo me cuidaba de
LuzBel luego del ultimátum que me dio y tras enterarme de que mi nuevo
proveedor había desaparecido, pues sospechaba que él tuvo mucho que ver en
eso.
Comprobé que sí cumplía sus promesas y solo cruzaba los dedos para que el
chico viviera aún.
Cuando la verdadera felicidad para mí me invadió, volví al club y seguí
disfrutando de la fiesta, admiré la felicidad de muchos de los que ahí estaban y
envidié que la de ellos fuese natural y no provocada por estupefacientes como
lo era la mía, aun así, disfruté de mi noche y me concentré en todos los chicos
guapos que nos rodeaban para escoger a mi nueva conquista.
—¿Eligiendo a tu nueva víctima? —preguntó LuzBel, dejando atrás a la
chica que había tenido en su regazo, y me reí un tanto inocente.
—Tal vez —respondí elocuente—. ¿Recuerdas las perlas que vimos aquel
día en la web? —cuestioné, dándole forma a una idea que llegó a mi cabeza
luego de haber visto aquello.
—Las que se incrustan en la polla para dar placer, claro que las recuerdo —
afirmó, y sonreí.
—¿No quisieras ponértelas tú? Tengo curiosidad de saber cómo se sienten
—dije, y rio divertido.
—Estás loca si crees que usaré esas mierdas, ve y convence a otro —
aconsejó divertido.
—¿Qué tal si apostamos? —propuse antes de que se marchara—. El que
bese a menos personas hoy usará algo en su sexo, tú las perlas o yo un piercing
—dije sabiendo su negativa a los besos.
—Por qué no mejor el que folle menos —alegó, y en ese momento fui yo la
que rio.
—Es ley que las mujeres tenemos más aguante a la hora de follar, amigo
mío, y lo sabes. Te la estoy poniendo fácil con los besos, ¿o eres tan cobarde
que no puedes hacer ni eso? Porque, si es así, entonces me decepcionaré de la
gran reputación del poderoso LuzBel —lo reté sabiendo que había dado justo
en su ego.
—El que bese menos pierde —aceptó, y aplaudí complacida.
LuzBel odiaba besar a cualquier chica, el muy engreído decía que su boca no
la podía proteger al besar, en cambio su polla sí al follar; por eso dejaba los
besos de lado, aunque me demostró que sí sabía hacerlo solo porque lo jodí y
me burlé de él diciéndole que no podía. Claro que sabía besar, era un experto
haciéndolo, mas solo pude besarlo una vez, pues el imbécil dijo que no
volvería a pasar porque no tenía idea de en cuantas pollas había puesto mi
boca.
Era un hijo de puta. Y yo no se la chupaba a nadie, era una regla mía.
Pero igual, amaba a ese hijo de puta casi como el hermano que nunca tuve,
ya que obviamente no iba a amarlo por completo como hermano porque si eso
pasaba ya no iba a poder comérmelo.
Yo era más liberal y despreocupada que él, así que besaba a cuanto chico se
me antojaba, busqué a Connor y le pedí el favor de que nos observara y llevase
el conteo de nuestra apuesta, era un tipo sincero así que, aunque LuzBel era
más su amigo, confié en que no iba a joderme. Al final de la noche besé a diez
papacitos y LuzBel a duras penas besó a dos chicas, se dio por vencido al
aceptar que no era de los que besaban solo por besar.
—Te enviaré los datos de una clínica excelente y para la próxima semana
espero salir de mi curiosidad y saber cómo se sienten esas dichosas perlas —
dije victoriosa, y él solo me fulminó con la mirada.
—Hija de puta —bufó, y reí.
—La reina de ellas —afirmé y me adentré a casa luego de que él me diera un
aventón hasta ahí.

—Te amo, mi pequeña escurridiza —susurró en mi oído y me abrazó con


fuerzas. Ambos estábamos en su cama como cada tarde desde que decidimos
dar el siguiente paso en nuestra relación; estaba a mi espalda y besaba el
hueco entre mi cuello y hombro, haciendo que mi piel se volviera chinita.
—Nunca dejes de hacerlo, por favor —musité—, me has enseñado a amar y
cómo se siente ser amada —le recordé, me giré para que quedáramos frente a
frente, y nos besamos con muchísimo amor, ese del que tanto alardeábamos.
Fuimos interrumpidos por una risa burlona que retumbaba en la habitación
hasta el punto de dañar nuestros tímpanos y ponernos pesado el humor; me
recliné hasta quedar sentada, Olek hizo lo mismo a mi lado, y ambos miramos
a Andrew, estaba en el umbral de la puerta y no paraba de reír.
—Dile la verdad, Olek —le exigió, vi a mi chico ponerse muy nervioso y
negó—. Dile que solo la usas como pantalla y que me amas a mí. —Mis ojos
casi se salieron de sus órbitas al escuchar y procesar lo que dijo, miré a Olek
esperando a que desmintiera lo que aquel estúpido decía, mas no lo hizo y bajó
la mirada.
—¡Olek! Habla —supliqué.
—Lo siento —susurró, y mi corazón se rompió.
Justo cuando comencé a negar y estaba a punto de llorar, el ambiente
cambió y me vi en la misma posición, aunque viendo y oyendo con terror cómo
un bebé lloraba desde su cuna en mi habitación. Mi madre y Olek estaban
viéndolo y se reían con crueldad de aquel pedacito de cielo que suplicaba por
ser atendido.
—¡Nooo! —grité cuando vi a Olek cogerlo de sus piecitos y a mi madre con
un cuchillo en la mano.
¡Oh, Dios!

Desperté sudando y jadeando, aterrada y con unas ganas inmensas de llorar;


una vez más ese maldito sueño me jodía la noche.
Pasó mucho tiempo desde que todo aquello sucedió y esa pesadilla me
atormentaba cada día de mi vida. Busqué con locura una jeringa, sin embargo,
cuando quise encontrar un poco de mi felicidad no la hallé. Se me había
terminado y mi último vendedor estaba desaparecido; ya tenía seis días sin
meterme nada en el organismo y el temblor en mi cuerpo era un signo claro,
me estaba comenzando a desesperar mucho. Necesitaba con todas mis fuerzas
un poco de aquel polvo blanco o al menos un porro de marihuana, y no tenía
nada.
Estaba intentando dejar mi adicción por la promesa que le hice a LuzBel,
pero justo en esos momentos me vi tentada a romperla una vez más. Había
voces en mi cabeza que me pedían un poco de aquel alivio y sin pensarlo más
salí de mi casa en plena madrugada, usando solo mi pijama. Tomé mi coche y
lo conduje hasta el lugar en donde sabía que encontraría mi felicidad; era un
barrio peligroso, mas no me importaba. Creo que los tipos de ahí no dormían,
se la vivían bebiendo y drogándose, y estuve tentada a quedarme con ellos,
supongo que aún existía una pizca de dignidad en mí y por lo mismo no tomé
aquella magnífica decisión.
—¿Se te perdió algo, linda? —preguntó un chico con el pantalón casi hasta
las rodillas y mostrando su ropa interior cuando me estacioné frente a la que
creí que era su casa.
Era increíble que pudiese caminar así, bueno, aunque caminaba más abierto
que una equis.
—Lo que a todos se nos pierde por estos rumbos —respondí, mi necesidad
me hacía perder hasta el miedo.
—¿Traes dinero? —siguió con su cuestionamiento—. ¿Eres policía? —Rodé
los ojos fastidiada.
—¡Ya! Mueve tu culo si es que tu pantalón te deja y dame cien dólares de la
mejor —le exigí. Lejos de molestarlo como se creería con personas como él,
creo que hasta le causó gracia mi respuesta.
Caminó hacia mí agarrándose el pantalón de la cinturilla, y bufé a la vez que
negué al verlo. Sacó de su bolsillo dos pequeñas bolsas con polvo blanco y me
las entregó.
—Tu lechita en polvo, cariño, de la mejor que podrás encontrar por estos
rumbos —fanfarroneó, saqué el dinero de mi bolso y le extendí veinte dólares
más—. Vaya, que buena eres al darme propina —exclamó, me reí con burla,
tomé lo que me daba y encendí el coche.
—No es propina, es para que te compres un cinturón, unos tirantes u otro
pantalón de tu talla —solté y aceleré saliendo de aquel lugar a un límite
prohibido.
Era cierto que muchas veces el filtro en mi lengua se perdía y no era
estúpida, hablarle así a un tipo como ese no era muy inteligente así que lo más
sano era irme pronto de ahí.
Mi necesidad era demasiada y, guiada por la idiotez que me había
embargado, me estacioné en una carretera un poco sola y me miré en el espejo
retrovisor del coche, mis ojeras estaban bien marcadas y la taquicardia que
tenía se notaba en mis manos, me bebí la quinta botella de agua en esa
madrugada y saqué todo lo que necesitaría de la guantera para suministrarme
pronto lo que tanto me urgía. Cuando tuve todo listo me palpé las venas en el
interior del brazo y de nuevo las malditas se negaron a aparecer, así que,
aunque me dolería un poco más, decidí picharme en medio de los dedos. Un
torrente de adrenalina me recorrió las venas en seguida; todos mis sentidos se
activaron, mi respirar fue más fácil, era aún de noche y mi mundo se llenó de
colores a pesar de todo, esa era yo, esa era la felicidad que tanto necesitaba.
Mis ganas de divertirme llegaron y busqué un club cercano, faltaba poco
para que cerraran, estaba en pijamas y con pantuflas, pero feliz y cómoda. En
la entrada del club quisieron detenerme y no se los permití, me fui a la barra y
pedí un trago, me lo negaron por ser menor de veintiún años, tal cosa me
molestó así que me fui detrás de la barra y me lo serví por mí misma. Todos
estaban protestando, yo estaba siendo la mujer más feliz del mundo y nada ni
nadie me lo iba a joder; llegué a la pista y comencé a bailar, un tipo se me
acercó con una sonrisa idiota y comenzó a moverse frente a mí.
—¡Vete! Quiero bailar sola —le grité para que me escuchara por encima de
la música, sonrió aún más y sacó la punta de su lengua para que viese la píldora
que tenía.
Mi atención fue total hacia él en ese instante, sabía lo que estaba en su
lengua y lo quería.
—Toda tuya si me besas y bailas para mí —aseguró. No hubo necesidad que
dijese algo más, me fui sobre él y lo besé hasta sentir aquella cosa en mi boca,
la tragué con un poco de mi bebida y sonreí victoriosa.
Más felicidad llegó a mí, ya no sabía ni lo que hacía, solo me dejé guiar por
aquel chico, tanto que no omití ningún quejido cuando me llevó hasta el baño y
comenzó a desnudarme.
—No, no lo hagas —repetí una y otra vez mientras me besaba, mas no se
detuvo y yo no podía poner resistencia, me pesaba demasiado el cuerpo y mi
visión se había vuelto borrosa—. Por favor, no quiero —quise suplicar.
No lo detuve, siguió besándome y desnudándome hasta que perdí el
conocimiento y me perdí en mi oscuridad. Sabía que algo muy malo iba a
ocurrirme y no pude evitarlo, es más, aquello me lo busqué yo misma y lo
aceptaba.
Caí demasiado bajo y no pude levantarme.

Desperté de nuevo con un molesto bip cerca de mi oído, la situación me hizo


tener malos recuerdos, el olor a desinfectante, alcohol y la luz demasiado
blanca no me ayudaba, me dolía la cabeza y, cuando los recuerdos borrosos de
mis horas pasadas —o quizá días— llegaron, el terror me invadió. Abrí los ojos
de inmediato y me topé con una mirada más fría que el hielo… ¡Mierda! A
pesar de mi terror deseé no haberlos abierto nunca, no, si hubiese sabido que
aquel chico iba a estar ahí.
—Al fin despiertas. —Noté un ápice de alivio en su voz al decir aquello,
aunque su frialdad no se iba.
—¿Dónde estoy? —le pregunté, a pesar de que lo deduje al ver el catéter
incrustado en el dorso de mi mano, el suero que me suministraban y los
monitores conectados a mi pecho.
—¿En el cielo? No, estúpida —escupió, y no supe qué me dolió más, si su
palabra ofensiva o la forma en que lo dijo—. Sigues en tu infierno y seguirás
aquí un rato más a no ser que quieras que ahora mismo te dé lo que tanto
deseas, por lo que eres capaz de ser la mujer más idiota del mundo y te mande
directo a un infierno de verdad —soltó mostrándome una jeringa repleta de
droga, una dosis justa para matarme en segundos.
Estaba siendo demasiado cruel conmigo, pero no podía juzgarlo. LuzBel me
había pedido miles de veces que dejara la droga, lo hizo siendo el mejor amigo
que era y hablándome con amabilidad, una que no tenía con nadie, sin
embargo, no hice caso a sus palabras amables y seguí en mi mundo de mierda.
—Lo siento. —Fue lo único que pude decir, y se rio de mí sin una pizca de
gracia.
—Estoy aburrido de escuchar esa puta palabra, si no lo sientes, no lo digas
—exigió—. Si no sientes ni una mierda, no seas hipócrita, Laurel, y mejor
quédate callada, pero ya basta de decir esa disculpa de mierda de la cual no
conoces el significado.
—¡Ya! ¡Por favor! No seas tan cruel —supliqué—. Me violaron, LuzBel, y,
aunque sé que me lo busqué, me siento rota —confesé dejando salir las
lágrimas y con ellas el terror.
LuzBel no se inmutó por lo que dije y hasta pensé que no le importó, me
sentí lastimada, pero como él mismo había dicho, no era hipócrita y no diría
algo que no sentía.
Por mi estupidez estaba perdiendo a mi mejor amigo.
—No te violaron, tonta —confesó, y quise llorar más, pero de felicidad a
pesar de que no entendí por qué lo decía—. Llegaste a un club que fue
adquirido hace poco por mi padre, uno de los guardaespaldas te reconoció
como mi amiga y lo llamaron para informarle de lo que sucedía. —El alivio
comenzó a llegar a mí al escucharlo—. Por eso no te sacaron del lugar, por esa
razón no llamaron a la policía, aunque tampoco podían estar encima de ti y más
en el nivel de estupidez en el que te encontrabas, por lo mismo ese maldito
llegó a ti, sin embargo, llegué justo a tiempo, justo cuando comenzaba a quitar
tu estúpido pantalón de conejitos y logré detenerlo. Te trajimos al hospital
porque un rato más y te mueres de una sobredosis. —Me convertí en un mar de
lágrimas mientras lo oía.
Estaba agradecida con él, de nuevo me había salvado.
—Gracias. —Logré decir y lo tomé de la mano para acercarlo a mí—. Te
juro que no lo volveré a hacer —prometí convencida, y negó.
—Ya no creo más en esa promesa tuya —declaró, y me sentí peor—. No
puedes cumplirlo porque no aceptas que eres una adicta y ya me cansé de
cuidar tu culo. Te quiero, Laurel, eres mi amiga y por lo mismo no puedo dejar
que te mates poco a poco —advirtió—. He llamado a tus padres, ya están aquí
—anunció, y me sentí traicionada por él—, tal vez no te quieran, pero no
dejarán que jodas su vida, y por lo mismo te meterán a una clínica. Es eso o la
cárcel por la droga que hallaron en tu auto —negué frenética, LuzBel no podía
haberme hecho eso.
—¡Maldito traidor! —le grité—. ¡Tú me ayudaste a joderlos y hoy te lavas
las manos! —escupí, y rio irónico.
—Exacto, Laurel. Te ayudaba para que los jodieras a ellos, no para que te
jodieras tú, pero fuiste una estúpida al arriesgar tu vida por putas excusas —
recalcó y, aunque tenía razón, no quería aceptarlo—. Olek está haciendo su
maldita vida lejos de ti, comenzó de cero y se puede decir que es feliz; tú en
cambio te has cagado en tu vida —zanjó, y quise matarlo por decirme
semejante mierda.
—Yo perdí un hijo por culpa de esos seres despreciables a los que me has
vendido, estúpido traidor. Perdí al amor de mi vida cuando solo fui una fachada
para no ser juzgado por sus jodidos gustos y tú solo me juzgas a mí —ataqué y
lo vi fastidiado por mis palabras.
—No perdiste la vida, Laurel. —No podía creer lo que dijo.
Él era consciente de que perdí mi vida en el momento que me arrebataron a
mi hijo y aun así era capaz de decir lo contrario.
—Y si piensas de esa manera, entonces fue bueno que tu hijo partiera antes
de nacer porque no merecía a una madre tan débil como tú. —Le di tremenda
bofetada luego de decirme tal cosa.
Que lo dijera él dolió demasiado porque LuzBel conocía mi vida mejor que
nadie y, aunque en ese momento yo no lo aceptara, tal vez tenía razón, y por lo
mismo me lastimó como lo hizo. Estaba llevando una vida demasiado loca y
me expuse como una estúpida.
Lloré viéndolo a los ojos después de golpearlo, él estaba furioso y dolido;
muy dentro de mí sabía que no me había traicionado, LuzBel buscaba lo mejor
para mí, pero no lo aceptaría. No en esos momentos.
Se dio la vuelta y sin decir más se marchó. Era lo mejor porque, si seguía
ahí, me seguiría diciendo verdades que no estaba dispuesta a aceptar.
Una adicta como yo no podía aceptarlas.
Tiempo pasado...

Mi madre estaba furiosa y avergonzada de mí como siempre, mi padre en


cambio me veía con dolor y pena; ninguno de los dos me importaba, no me
dolía lo que pensaran de mí. Si estaba dónde estaba era solo su culpa, la de
nadie más, pero quería salir del hospital y solo ellos podían sacarme.
—Haremos un trato —advirtió mi madre, y la miré desafiante, era estúpido
de mi parte, ya que era yo la que necesitaba de ellos, pero la odiaba y eso no
iba a cambiar—. Te sacaremos de aquí e irás a una clínica de rehabilitación —
soltó y sonó más a orden que trato—. Menos mal que decidiste hacer esta
estupidez en otra ciudad y nuestros amigos aún no se han enterado, sino ahora
mismo seríamos la burla todos.
Era una suerte para ellos que encontrara la droga lejos de mi ciudad.
—Solo te importa eso —bufé, y me tomó de la barbilla con sus delgados
pero fuertes dedos y me hizo demasiada presión para que la mirase a los ojos.
—¡Cállate, niña estúpida, y escucha! —sentenció—. Todavía eres menor de
edad y mientras dependas de nosotros harás lo que queramos, así que pasarás
un año en rehabilitación hasta sacar toda esa mierda que metiste en tu sistema,
luego volverás a la escuela y enmendarás tus errores —advirtió, y me zafé de
ella—. Es una suerte que tu amiguito te encontrara antes de que te violaran,
Laurel, así que hazte un favor y deja de joderme y joderte más la vida —exigió.
Yo también quería ir a rehabilitación y dejar de depender de las drogas, pero
era algo que jamás iba a decirle a ella o a mi padre. Además, las palabras de
LuzBel seguían taladrando mi cabeza y me prometí hacer que se las tragara, le
demostraría a él y a todos que yo no era débil, aunque más me lo demostraría a
mí misma.

Un año después...

Todo se hizo tal cual mi madre quería, me recuperé, salí de la clínica y luego
inicié mi vida otra vez, casi partiendo de donde la había dejado, pero
cambiando muchas cosas de mí y convirtiéndome en una total perra tras ser
una niña buena. Enterrando mi pasado, a Olek Sandr y todo lo que él me dejó.
Disfrutando al máximo mi presente y esperando con ansias lo que el futuro me
deparaba.
Laurel Stone aún tenía mucho que dar y por divertirse.
Perdí amigos en mi proceso de rehabilitación, mantuve a los verdaderos y
gané nuevos. Pasado un tiempo hablé con LuzBel y le pedí disculpas por mi
reacción de aquella vez en el hospital y acepté frente a él cuánta razón tuvo al
hablarme como lo hizo. Seguimos viéndonos como follamigos de vez en
cuando, pero todo se volvió más difícil, ya que el idiota tenía novia y la
afortunada no me caía para nada bien. Tuve varios enfrentamientos con Amelia
—así se llamaba— luego de que se enteró que me acostaba con su chico, el
cabrón creía estar enamorado de ella, incluso así no se resistía a mí y yo no le
ayudaba, pues lo provocaba siempre que podía solo para joder a la susodicha.
Nos alejamos meses después porque mis padres decidieron mudarse a otra
ciudad y, aunque estar con ellos no me agradaba, el cambio me haría bien, y
más cuando mi mejor amigo cambió demasiado y no era para menos, pues su
novia —Amelia— había fallecido y debo admitir que me sentí un poco mal por
la chica, pero más por él y el mal momento que vivía.
—No quisiera dejarte así —le dije y lo tomé de las manos.
Su vida seguía siendo un misterio a medias para mí y en el altercado en que
su novia murió también salió herido él y, aunque ya había pasado un mes,
LuzBel actuaba como si acababa de suceder.
—Vete y haz tu vida, Laurel, supera tu pasado —pidió y, a pesar de que su
voz era fría, todo él se había vuelto frío en realidad, supe que seguía
preocupándose por mí.
—Te quiero, eres casi mi hermano y no quiero verte mal.
—No me veas mal entonces. Estoy bien, mujer, solo necesito tiempo y
venganza —soltó, y me asusté por lo que vi en sus ojos, él lo notó—. Mira,
ahora mismo necesito estar lejos de todos y creo que es bueno que te vayas
porque no me gustaría que veas una versión de mí que no te gustará —explicó,
y negué. Verlo así me preocupaba—, además, no quiero que corras peligro y si
te mantienes cerca de mí lo correrás.
Quise decirle muchas cosas en esos momentos, pero se puso de pie y se
marchó. Intenté seguirlo, sin embargo, su amigo Dylan me lo impidió.
Me asustaba y preocupaba verlo así, aunque también lo conocía y estaba
segura de que insistir no me serviría de nada con él. Decidí darle su espacio y
buscarlo pronto, mientras eso pasaba retomé mi camino y mis planes, le puse
punto final a mi pasado y continué con otro nuevo comienzo.
Maldije una y otra vez mientras salía de la ducha, me paré frente al espejo de
cuerpo completo de mi habitación y volví a maldecir al verme los moretones en
mis brazos.
¡Maldito hijo de puta!
Se salió de control solo porque me negué a chuparle la polla, pero era
condenadamente estúpido si creía que iba a acceder a hacerle algo así.
En momentos así daba gracias por esas clases de defensa personal que mi
madre me hizo tomar y más agradecía que mis padres no se encontraran en
casa.
Nuestra relación seguía siendo pésima, sin embargo, los toleraba un poco
más, y por supuesto que en momentos como esos agradecía la falta de atención
que me daban y que se la vivieran viajando por todo el país por cuestiones de
trabajo. O por lo menos eso decían, aunque la verdad, creía que lo hacían para
no tener que estar lidiando conmigo, como si para mí fuese grandioso lidiar con
ellos.
¡Puf!
Mucho de mi vida había cambiado luego de un año más transcurrido y de
aquel pozo oscuro en el que caí, aunque algunas cosas no lo hicieron. Seguía
siendo ese tipo de chica fiestera, descontrolada y desinhibida, disfrutaba del
sexo, por supuesto, del alcohol y otras cosas más que no eran drogas. Trataba
de vivir mi vida como me daba la gana y aprovechaba la libertad que tenía por
la ausencia de mis padres.
Si estaba en una fiesta y veía a un chico que me gustaba no dudaba en
meterlo en un baño y follármelo, no importaba si era soltero, casado o tenía
novia. Si se dejaba, me lo follaba sin remordimientos. Así que, si se cruzaban
en mi camino por alguna razón y tenían novia, les aconsejaba que la cuidaran y
agarraran bien su correa.
Y no, no se equivocaban. Yo era el tipo de chica a la que llamaban zorra,
puta, roba novios o lo que quisieran. Y lo mejor de todo eso era que me
importaba una mierda lo que opinaran de mí, era feliz así —o por lo menos eso
quería creer—, me evitaba el sufrimiento de tener a un hombre estable a mi
lado, prefería ser libre y no sufrir por idiotas; no daba explicaciones a nadie y
hacía lo que se le antojara a mi regalada gana.
Y así costara creerlo, mi vida la regía con algunas reglas —a pesar de que de
vez en cuando las rompía— y eso se lo agradecía a mi idiota amigo, ese que
me enseñó a que tener reglas facilitaba la vida, aunque romperlas algunas veces
me divertía más. Y creo que me las impuse por eso.
Mi regla número uno era una de mis favoritas: si eras hombre yo sería tu
mujer, pero solo por una noche; eso nos iba facilitar la vida a ambos y nos
divertiríamos más, aunque mi regla dos también era importante y consistía en
que en el sexo estaba dispuesta a hacer de todo menos mamadas, porque eso
para mí era exclusivamente para hacerlo con la pareja. La regla tres era una de
las que más respetaba, pues si eras mi amiga debías considerarte afortunada
porque tu novio sería el único prohibido en mi vida.
La regla cuatro era otra de las que más cumplía, ya que si eras mi enemiga
mejor tenías que cuidarte porque trataría de que conocieras el infierno antes de
morirte. Y vaya que sabía cumplirlo, mis padres eran testigos de ella. La regla
cinco me la impuse sobre todo para mi salud mental: si eran chicos gais tenían
que alejarse de mí; no porque los aborrecía o porque era homofóbica, para
nada. Era más por los malos recuerdos de mi pasado, malditos recuerdos que se
negaban a abandonarme.
Y por desgracia me vi obligada a romper esa regla una vez desde que me la
impuse y lo hice por mi nuevo mejor amigo, Edward Adams.
Mi regla seis era para el bienestar de todos: si estaban dispuestos o
dispuestas a vivir un día de mi vida, debían atenerse a las consecuencias porque
yo no era considerada una buena influencia para nadie y tampoco me
importaban las críticas de los demás. Yo era como era por muchas razones y el
que no las conocía mejor que no juzgara.
Mis reglas eran fáciles de cumplir. Bueno, ni yo me creía eso a veces.
Mi nuevo mejor amigo, Edward, las consideraba absurdas y quiso alejarse de
mí solo para obligarme a cumplirlas, por eso le señalé que en algunas ocasiones
las rompía; había roto una por su culpa. Mi amistad con él nació casi en el
instante de conocerlo en mi primer día de clases y, para ser sincera, Ed era muy
guapo y a simple vista no parecía gay, de hecho, yo no lo supe hasta que intenté
comérmelo.

—¡Alto ahí, vaquera! —me había pedido cuando intenté besarlo.


—¿No te gusto? —le cuestioné con mi carita de zorra, batiendo las pestañas
como abanicos, y él se rio.
—Me gustas mucho, pero resulta que tengo una cola igual de juguetona que
la tuya.

Fue en ese momento que me lo confesó y mi impresión casi me provocó un


shock nervioso, tanto que me alejé una semana de él; por supuesto que Edward
era un cansón y me buscó a diario hasta que me encontró y hablamos. Lo
extrañé mucho, así que terminé contándole mi historia y mis reglas, y desde ese
momento nos volvimos inseparables.
Había muchas mujeres detrás de él, pero ninguna lograba cambiar sus
gustos.
Era alto y con un cuerpo hermoso hecho a base de dos horas diarias en el
gimnasio, su cabello era negro y siempre lo lucía un tanto desordenado, labios
gruesos, ojos oscuros enmarcados con espesas cejas, mandíbula cuadrada, nariz
medio fina y sus dientes alineados a la perfección. El novio que muchas
querían, pero le gustaban los penes al igual que a mí y nunca había follado con
mujeres.
—¡Maldita perra con suerte! —gritó cuando le conté lo que pasé la noche
anterior. Estábamos en la universidad y nos dirigíamos a clases.
—¿Con suerte porque me lo follé o porque me maltrató? —pregunté alzando
una ceja.
—¡Laurel, en serio! No entiendo por qué no se la chupaste —reclamó
haciéndome reír—. Es el chico más caliente del campus.
—Ya sabes por qué no lo hice —le recordé.
—¡Bah! Tú y tus malditas reglas —bufó.
—Por cierto, me debes cien dólares —le recordé cuando habíamos llegado al
salón.
—Te doblo la apuesta si te tiras antes que yo al capitán del equipo —ofreció.
—Va —respondí aceptando, y sonrió orgulloso.
Hacía unos días apostamos por quien se follaba antes a Daniel, uno de los
chicos más populares del campus, obviamente el tipo era heterosexual y
rechazó la propuesta de mi amigo, yo gané, pero el idiota quiso propasarse
conmigo cuando no quise follar su miembro con mi boca, se calmó solo porque
lo amenacé con contarle todo a su prometida y eso lo contuvo mucho.
Esa era una de las razones del por qué odiaba las relaciones amorosas, los
hombres siempre eran infieles. Y si me preguntaban si quería estar en el lado
de las dulces novias fieles, pues diría que no. Ya venía de allí y era una mierda;
era mejor estar en el lado de las perras, así me evitaba un corazón roto cada vez
que me llegaba un rumor de que mi novio me era infiel.
Prefería ver a otras con la cara de idiota y no que me la viesen a mí, así de
sencillo.
Ya que estaba en ese lado veía lo divertido que era observar cómo los
hombres actuaban jurándole amor eterno a sus novias mientras antes los había
tenido entre mis piernas dándome el placer que ellas no tendrían. Y sí, era
cierto que las oficiales obtenían más que yo, no lo negaba; la novia tenía la
total atención de su hombre, pero también lograba que le viesen la cara de
idiota mientras ella lo creía solo suyo, yo sabía que era de muchas.
A diferencia de ellas, yo sabía con quién me acostaba, conmigo no fingían y
tampoco yo lo hacía.
Porque había que ser sincera, todas las mujeres comprometidas en más de
alguna ocasión fingían —si no es que todo el tiempo—. Pensaban en otro
mientras hacían el amor con el hombre que amaban, así era y así seguiría
siendo y quien dijese lo contrario era por pura hipocresía; yo en cambio follaba
con el que deseaba y no tenía necesidad de imaginarme a nadie más, tenía sexo
como quería sin detenerme a pensar en qué diría de mí el hombre con quien lo
hacía, al contrario, notaba como tal afortunado disfrutaba de cumplir sus
fantasías conmigo.
—Laurel, sé que somos amigos desde hace algún tiempo, pero nunca te he
preguntado algo —dijo Edward mientras íbamos hacia una mesa vacía con
nuestra con comida—. ¿Por qué no tienes amigas? Siempre te has rodeado solo
de amigos hombres y yo. —Reí por lo que dijo y cómo se refirió a sí mismo.
—Amigos hombres, ¿y tú? —Alcé una ceja.
—Yo soy gay —aclaró como si no lo supiese—, pero responde lo que te
pregunté.
—Es sencillo y claro, Ed —dije, mas no lo comprendió—, si tuviera amigas
y ellas novios buenos, no me los podría tirar —expliqué como si hubiese sido
lo más obvio del mundo, y él se carcajeó.
—Definitivamente eres una zorra, por eso nos llevamos tan bien. —Me
guiñó un ojo y le sonreí—. Ahora quiero proponerte algo.
—Dispara —pedí con dificultad al morder mi hamburguesa.
—¿Recuerdas a Nolan?
—El mejor amigo de tu hermano y tu amor platónico —inquirí con mi voz
ahogada por la comida y asintió.
—Necesito saber si tengo la oportunidad de follármelo, pero necesito tu
ayuda. —Di un sorbo a mi soda y luego hablé.
—¿Quieres que nos vayamos de fiesta? —pregunté con una sonrisa burlona,
y asintió.
—Como la vez anterior —recordó alzando la voz un poco y con evidente
emoción.
—Voy a tu casa hoy y si está allí lo invito.
—Gracias, eres mi perra favorita. —Rodé los ojos ante su entusiasmo.
Ya antes le había servido de carnada para ayudarle y fui muy eficiente
porque logró llevarse a la cama a muchos chicos y Nolan siempre fue su
ilusión, aunque el chico nunca dio indicios de ser gay o bisexual. A mi forma
de ver creía que era el hombre más puto que conocía y las chicas hablaban muy
bien de él en cuanto de follar se trataba.
Ayudarle a mi amigo no sería un sacrificio, al contrario, si no ganaba algo él,
ganaría yo.

Llegué a mi casa luego de haber pasado a la de mi amigo y cumplir con mi


parte del plan; y, como si mi destino estuviese obstinado en apoyar a Edward,
todo salió como lo habíamos planeado. Nolan aceptó salir conmigo y los ojos
de Ed se iluminaron, solo rogaba que en verdad todo saliera a favor de él
porque no soportaría que terminara desilusionado y encima me reprochara que
me había tirado a su amor platónico.
Aunque bueno, la idea fue de él.
Para mi sorpresa encontré a mis padres en casa, rara vez llegaban y solo lo
hacían si había cuentas que pagar o algún motivo fuerte que los hiciera volver.
Cuando estaba pequeña por lo menos trataban de estar para fechas especiales,
pero ya a mis veinte años creían que eso ya no era necesario.
—¿Cómo estás? —preguntó mi madre, rodé los ojos por su entusiasmo al
verme.
—Sorprendentemente estoy viva y limpia de cualquier estupefaciente, madre
—respondí con fingida alegría y descarado sarcasmo—. ¿Qué los trae por acá?
—Solo queríamos ver a nuestra nena —respondió mi padre asomándose por
el umbral de la puerta de la cocina. Él había intentado acercarse a mí luego de
lo que permitió, no obstante, yo seguía reacia.
—¡Aww! Son tan adorables —me burlé llevándome la mano al pecho con
dramatismo—. Pero saben que no les creo nada —bufé.
—Bien sabes que nos preocupamos por ti —alegó mi madre y si no la
hubiese conocido, hasta le habría creído—. El pasado está enterrado y si no
estamos en casa es porque el trabajo nos hace alejarnos de ti —añadió.
—Como sea —la corté tratando de ahorrarles sus absurdas excusas.
—Y Benjamín Hoff ha fallecido —agregó papá, y eso me sorprendió un
poco, el susodicho fue socio y mejor amigo de mi padre. Nunca lo conocí, pero
escuché rumores de que fue un cabrón siempre—. Mañana será su funeral y
debemos estar allí.
—Está bien, les diría que los acompañaré, pero la verdad ni lo conocí —
señalé, y ellos asintieron.
—A partir de mañana muchas cosas cambiarán —informó Dana—, pero te
prometo que ya no estarás sola. —Fruncí el ceño ante eso y me fue imposible
creer que pasarían más tiempo en casa.
¡Carajo! Esperaba que ni se les ocurriera eso.
—¿De qué hablas? —cuestioné.
—Mañana lo sabrás, nena —respondió papá, y no insistí, no me importaba.
Por más que mi madre dijese lo contrario, el pasado de nosotros tres jamás
estaría enterrado y más el de nosotras.
Subí a mi recámara y tomé una ducha; luego de salir del baño y vestirme con
algo cómodo me dediqué a hacer algunos trabajos que me habían dejado, tenía
mucho tiempo aún para entregarlos, pero como me decía siempre: me podría
gustar la fiesta y divertirme, pero no era estúpida. Esa etapa de idiotez me
pasaría, mis padres no me iban a mantener toda la vida, así que necesitaba
estudiar.
En algún momento tendría que trabajar y las fiestas no eran gratis y si quería
seguir en ellas pues tenía que ser alguien para poder costearlas, ¿no?

Era un nuevo día, me desperté como de costumbre con la alarma de mi reloj


y como mi rutina mañanera lo dictaba hasta que me marché a la universidad.
Mis padres aún seguían en casa, aunque se marcharían al día siguiente a otro
de sus viajes de negocios; esa noche ni los vería, ya que tenía mi salida con
Nolan y Edward. Al llegar al campus mi loco amigo me recibió, lo puse al
tanto de la llegada de mis padres y no se sorprendió cuando le dije que se
marcharían pronto. Él era conocedor del inmenso amor que mis padres
profesaban por mí y yo por ellos.
¿Cómo iba a ser una chica normal con una familia como la que tenía? Si
toda mi vida había estado falta de amor y tuve mucha libertad, si mis padres me
jodieron de una manera inimaginable y tiempo después querían pretender que
nada había pasado. Si hasta creo que me comportaba bien en comparación a
todo lo que pude hacer sin unos padres que hubiesen estado ahí para
corregirme. Aunque bueno, lo último no era del todo cierto.
Las clases pasaron de forma aburrida —como cada día— a excepción de la
última, ya que la asistente del rector nos informó que habría un nuevo maestro
para la clase de economía y casi me meo encima cuando nos presentó al nuevo
profesor. Cualquiera se imaginaría a un señor gordo, calvo y entrado en años,
pero no.
El nuevo profesor era alto, musculoso, ojos azules, labios delgados, nariz
fina, mandíbula cuadrada y cabello corto y rubio oscuro. Era ese tipo de
maestro con el que follaría sin dudarlo para que me pasara la materia, aunque
no lo necesitara. Su actitud era seria y casi no sonreía, y cuando lo hacía no
mostraba los dientes, destilaba misterio por todos lados y en ese momento se
me antojó mucho descubrirlos —sobre todo los que llevaba dentro de sus
pantalones— era un maldito adonis y yo una puta que quería comérselo
enterito.
—Bueno, chicos. No olviden que mi nombre es John Palmer y estaremos
viéndonos muy seguido —dijo él con su voz varonil cuando la clase hubo
terminado y todos comenzaron a salir.
—Es un placer tenerlo por aquí, señor Palmer —formulé con voz sensual y
una sonrisa ladeada cuando pasé por su lado. Él me miró y me regaló un atisbo
de sonrisa.
—También lo es para mí, señorita Stone —murmuró, y me sorprendí de que
no se le hubiese olvidado mi apellido desde que se lo dije en la presentación
que hicimos cada uno para él.
—Será un placer tenerlo en otros lugares —susurré cuando caminé muy
cerca de él buscando la salida del salón y seguí mi camino sin esperar respuesta
de su parte, solo sonreí con descaro y sentí que me observaba.
Creo que lo había dejado sin palabras.
La noche al fin llegó y el club estaba a reventar, era una suerte que mi
identificación falsa todavía funcionara, me urgía cumplir los veintiún años para
no tener que mentir más. Nolan estaba frente a mí bailando y yo me movía con
sensualidad. Me di la vuelta y con toda la intención restregué mi culo por su
polla, me tomó de la cintura y me presionó más para hacerme sentir su
erección; mordí mi labio inferior, llevé mi brazo a su cuello y lo abracé. Olí su
rico aroma masculino y me contuve un poco solo porque estaba ahí sirviendo
de cebo para mi amigo, porque de lo contrario con gusto me hubiese
descontrolado. Nolan era muy guapo —demasiado para ser sincera— y muy
caliente.
Nunca lo vi de esa manera y, justo en ese momento que lo tenía frente a mí,
en lo único que pensaba era en meterme a la cama con él, y no precisamente
para dormir.
—Deberíamos salir de aquí —propuso fuerte en mi oído para que pudiese
escucharlo por encima de la música.
—Con una condición —dije dándome la vuelta para quedar frente a frente,
llevé las manos a su cuello y lo rodeé para acercarlo más a mí.
—¿Cuál? —preguntó.
—Edward va con nosotros. —Frunció el ceño cuando se lo dije, pero luego
asintió.
—Con tal de follarte me llevo hasta al diablo. —Su respuesta me hizo reír,
ya que en realidad llevándome a mí era casi igual que llevarse al diablo.
Edward se puso feliz cuando salimos del club los tres.
—Te gusta jugar, eh —susurró Nolan en mi oído cuando habíamos llegado al
hotel.
—Me encanta y quiero que tú juegues conmigo —respondí, él se imaginaba
otro tipo de juego, mas el que yo deseaba era muy diferente.
Cuando entramos a la habitación comencé a besarlo con voracidad y pasión,
saqué su camisa y él me ayudó, continué besándolo y tocándolo, con mi mano
le hice una señal a Edward para que se acercara, se posicionó atrás de mí y dio
pequeños besos en mi cuello.
¡Oh Diablos! El juego había iniciado.
Nolan disfrutaba de lo que sucedía entre los tres y aproveché para tomar las
manos de mi amigo que estaban en mi cintura e hice que comenzara a acariciar
el torso de Nolan, poco a poco fui bajando nuestras manos hasta que llegamos
a la dura erección de Nolan, él se tensó un poco y se separó.
—¡Guau! Para ahí —pidió. No me di por vencida.
—Me encanta la perversión —susurré—, y quiero mostrarte lo bueno que es.
—Jamás he estado con un hombre —respondió.
—Siempre hay una primera vez —señalé con descaro.
—¿En verdad quieres un juego perverso? —cuestionó, y asentí—. Lo haré,
pero jugaré a mi manera.
—¿Cómo? —cuestioné con Edward al mismo tiempo.
—Te follaré a ti, me lo follaré a él, pero también se follarán entre ustedes —
propuso, y me tensé, jamás hice algo así y Edward nunca folló con una mujer.
Que frustrante era cuando el juego cambiaba y no era a tu puto favor.
—Juguemos entonces. —Me sorprendí cuando escuché a Edward.
—Pero tú nunca has follado con una mujer y yo no lo he hecho con dos
hombres —dije y vi a Nolan sonreír.
—Hermosa Laurel, siempre hay una primera vez —contraatacó con mis
propias palabras—, y si yo acepto esto, tú también, y así todos ganamos una
perversa seducción —aseguró y mi corazón se aceleró.
Mi vida siempre estaría llena de cosas nuevas y esa noche agregaría una más
a mi lista.
Tiempo pasado…

Me tomó por sorpresa cuando Edward me hizo dar la vuelta y quedar frente
a él, unió sus labios a los míos en un beso voraz, posesivo y lleno de pasión. Su
lengua se adentró en mi boca sin permiso alguno y me domaba de una manera
única. Me encendí ante eso, jamás un hombre logró que mojara mis bragas tan
rápido como mi mejor amigo gay lo estaba haciendo. Llevó las manos a mi
culo, lo apretó y masajeó como se le dio la gana.
Nolan se unió al juego y comenzó a besarme el cuello desde la parte de atrás,
presionando su pecho con mi espalda, sus manos sacaron el vestido que usaba
dejándome solo en ropa interior; Edward me sonrió con sensualidad actuando
como un hombre y no como siempre lo hacía y mientras Nolan seguía besando
mi cuello y masajeando mis pechos, Edward se puso en cuclillas frente a mí y
me bajó las bragas. Nolan quitó mi sostén y quedé más expuesta para ellos,
usando solo mis zapatos de taco alto; jadeé cuando Edward acarició mis
piernas hasta llegar a mi feminidad, se abrió paso entre mis pliegues con sus
grandes dedos y acarició mi manojo de nervios cual experto fuese. Gemí ante
el placer que me daban entre ambos. Desde arriba veía a mi amigo observarme
con lujuria y de la misma manera vi a Nolan. No pude protestar a tiempo
cuando sentí la lengua de Edward lamerme sin reparo alguno y lo hizo de una
forma tan perfecta que no pude evitar gemir fuerte.
Llevé las manos hacia atrás y como pude me abrí paso entre los pantalones
de Nolan y comencé a acariciar su falo y todo de él, lo escuché jadear del
placer mientras yo lo hacía con el que me daba Edward.
¡Guau! Quién iba a decir que los chicos como Ed eran los mejores con el
sexo oral.
Edward me estaba volviendo loca con su lengua en mi entrepierna; sabía qué
hacer, cuándo ir lento y cuándo acelerar el ritmo sin necesidad de que se lo
pidiese, el placer se estaba acumulando en mi vientre y sabía que pronto
explotaría, eso era demasiado y no soportaría mucho tiempo sin derramar mi
orgasmo. Ed se detuvo de pronto y gruñí por eso, poco a poco subió dando
besos en mi abdomen hasta llegar a mis pechos. Cogió uno de mis pezones con
la boca y lo lamió como lo hizo con mi sexo, sus manos buscaron mi espalda y
apartó las mías de la erección de Nolan y comenzó a acariciarlo mientras me
besaba haciéndome sentir mi sabor y el sabor de sus besos, como pude lo
desnudé y comencé a jugar con su miembro a la vez que él hacía lo mismo con
Nolan.
Primera vez que era parte de un trío y lo estaba disfrutando.
Al volver el tiempo atrás para mí era perturbador imaginar a dos hombres
acariciándose, pero esa noche se convirtió en algo excitante, perverso y
seductor; se notaba que para Nolan también era la primera vez recibiendo
caricias de alguien de su mismo género, aunque sabía que por dentro lo
disfrutaba igual que yo.
—Recuéstate —pidió Nolan, y lo hice sin rechistar, luego se acostó a mi
lado y pude ver su gran erección—. Ven aquí —pidió que me pusiera a
horcajadas sobre su cara y sabía para qué.
Esa noche iba a romper una regla más.
Hice lo que pidió y gemí cuando su lengua comenzó a juguetear con mi
sexo, Edward estaba entretenido con el sur de Nolan y, aunque en el momento
se me hizo difícil asimilarlo, me concentré en el placer que Nolan me daba;
minutos después lo escuché gemir por lo que Ed hacía y sus sonidos lograron
excitarme al punto de que mis caderas tomaron vida propia y comenzaron a
moverse por sí solas necesitando más fricción, pero de nuevo me quedaba a
medias al sentir que Nolan se detenía.
¡Joder!
Con agilidad quitó a Edward de su miembro y a mí me hizo tumbarme sobre
mi espalda, le dijo a Ed que continuara conmigo mientras él abría un paquete
de preservativo y se lo colocaba. Esa vez Edward besó mi cuello y lamió el
lóbulo de mi oreja, llegó a mis pechos y continúo hasta el sur de mi cuerpo. Ya
no solo lamió sino que también me embistió con dos de sus dedos logrando que
arqueara la espalda y soltara un grito. Nolan tomó la cintura de mi amigo y lo
posicionó como deseaba sin que él dejara de hacer lo que hacía conmigo. Sabía
lo que seguía y no estaba segura de quererlo ver cuando los estúpidos
recuerdos comenzaron a llegar a mi cabeza, quise detener a Ed y salir de ese
cuarto de hotel, pero mi amigo se dio cuenta.
—Mírame, preciosa —pidió al ver mi reacción—. Concéntrate en lo que te
haré a ti, te prometo que lo disfrutarás como nunca —dijo en una súplica, y
asentí.
Cerré los ojos, pero pude sentir el movimiento brusco que hizo la cama
cuando Nolan dio su siguiente paso. Edward gimió de puro placer y mis
terminaciones nerviosas reaccionaron ante ese sonido; Ed de nuevo comenzó a
comerse mi feminidad y a embestirme con los dedos, el placer regresó a mí y
gemí como loca.
Su lengua y los sonidos de gozo de ambos me hicieron abrir los ojos y vi el
rostro de Nolan desfigurándose con gestos de lujuria y el de Edward igual,
volví a cerrarlos cuando ya estaba a punto de llegar a mi clímax y grité en
cuanto el orgasmo me abrazó y consumió en el más puro placer. Noté que Ed
se había estado tocando al visualizar el líquido blanquecino derramarse en su
mano y por la cara de pasión de Nolan supe que él también se había corrido.
Sin dejarme tomar respiro Nolan había culminado con Edward y minutos
después se colocó un condón nuevo, se acostó en la cama y me hizo subirme en
él. Poco a poco me introduje su gran erección y mi cuerpo se erizó al sentirme
llena, besó mis pechos y luego mi boca haciendo que la necesidad volviese a
crecer en mi interior.
—¿Estás lista para continuar? —preguntó, y asentí.
Comenzó a embestirme lento y sentí a Edward acariciarme por detrás; me
encontraba un tanto abrumada por lo que pasaba, aunque el morbo me ganaba y
comencé a disfrutar mucho más al concentrarme solo en Nolan y en mí, viendo
a Edward acomodarse en una silla cerca de la cama y disfrutar de aquel
peculiar acto que junto a su amor platónico le estábamos dando. Lo vi tocarse
de nuevo y sus ojos no se apartaron de nosotros, poco a poco le hallé más el
gusto a aquella situación y me desinhibí por completo.
—Puedes unirte —alentó Nolan a Ed, mi amigo me observó esperando mi
autorización.
—¡Ah! —jadeé con la fuerte embestida que Nolan me dio, me tomó de las
nalgas y se restregó de una forma increíble, luego me cogió la barbilla y me
hizo mirarlo.
—Te gustará, pequeña perversa —aseguró, y tras eso me mordió el labio
inferior y enseguida lo chupó.
—Me encantará —dije entre jadeos sin apartarme de su boca. Me conocía y
sabía que tenerlos a los dos me volvería loca.
Nolan se detuvo un momento y le indicó a Edward que se acercara, recosté
mi pecho sobre el suyo y arqueé el culo para darle acceso a Ed sin dejar que
Nolan saliera de mi interior. Ya había tenido sexo anal, más nunca estuve con
dos hombres al mismo tiempo y no porque eso me pareciera turbio, al
contrario, me excitaba verlo en la películas y deseé saber qué se sentía, aunque
jamás conocí a dos tipos que me dieran la confianza para lanzarme a hacerlo
hasta esa noche.
Cuando Edward llegó a nosotros tuvo la delicadeza de besar mi espalda y me
tomó de la cintura para sembrarme con fuerza en todo el falo de su amor
platónico, grité de placer y seguí haciéndolo cuando las manos de mi amigo
bajaron y me tomó de ambas nalgas para abrirlas, Nolan se impulsó con los
pies para clavarse mejor y mi corazón se aceleró como un loco. Estaba gozando
la anticipación y con eso supe que lo que seguía me dejaría al bordo de un
colapso.
—Me excita demasiado verte gozar de esta manera —dijo Ed en mi oído, y
sonreí. Lo cogí del cuello y lo acerqué para comerme su boca de una manera
desquiciada.
—¿Y te excita que tu mejor amiga también goce esta verga que tanto has
deseado? —inquirí con picardía, nuestro aliento era helado por los jadeos.
Nolan me había tomado de la cintura y seguía clavándose en mí con ímpetu,
yo cogí la polla de Ed desde atrás y lo masturbé para que también disfrutara.
—Me excita tanto que voy a clavarme también en ti para que grites más de
placer —avisó.
Sonreí y gemí cuando con uno de sus dedos dilató mi ano y luego se colocó
un condón, segundos después la corona de su polla le quitó el lugar a su dedo,
Nolan se detuvo un momento y sentí a Ed introduciéndose poco a poco en mi
trasero. Me mordí el labio para no gritar por la sensación, miré a Nolan y lo
encontré sonriendo de una forma peligrosa.
—Oh, mierda —gemí ante un embiste suave por parte de Nolan y otro de Ed
que fue lento hasta que me acostumbre a él.
Edward no solo sabía hacer sexo oral a una mujer sino también tenía una
polla grande y gruesa que me volvía loca y, cuando mis jadeos fueron en
aumento gracias a los empujes de Ed, Nolan comenzó a embestirme al mismo
tiempo que él y entonces mis gritos no pudieron ser controlados. Gemía y
gritaba al sentirlos a los dos al mismo tiempo. Nolan se apoderó de mis labios
para tratar de ahogar mis sonidos, pero era inevitable que no se escapara
alguno. Sus manos estaban en mis nalgas y las abría para darle mejor acceso a
Edward. Mi amigo por su parte masajeaba con una mano mis pechos y las
embestidas de ambos se aceleraron.
Al principio me sentí extraña con ambos dentro de mí y traté de quedarme
quieta para que solo ellos pudiesen moverse, pero luego al acostumbrarme, mi
cuerpo se volvió glotón y pidió más, así que me moví a mi manera, grité y
gemí con locura y me introduje en un éxtasis peligroso al escuchar también a
esos dos especímenes gozar de mí cuerpo y sobre todo cuando mis encuentros
a sus embistes los hicieron gruñir de placer. Pronto otro orgasmo atravesó cada
terminación nerviosa de mi cuerpo y nubló mi mente, y segundos después
Edward se corrió en mi trasero y Nolan en mi coño.
Los tres jadeábamos con la respiración acelerada y el corazón a punto de
salirse de nuestros pechos, y estaba segura de que ese había sido el mejor
orgasmo de mi vida, pero no el último, ya que luego de recuperar fuerzas el
placer siguió.
Se sintió inexplicable tener a dos tipos comiéndome el coño y también
cuando una vez más los tomé a ambos, solo que en ese momento Ed estuvo
enterrado en mi vagina y Nolan en mi trasero. Me era imposible escoger qué
parte fue mi favorita porque todo en sí fue una experiencia única y
enloquecedora. De lo único que sí podía estar segura era de que, después de esa
noche, mis exigencias cambiarían porque mi perversión creció más.
Desperté con el sol brillando y sus rayos acariciando mi rostro —esos que se
colaban a través de la ventana—, me sentía exhausta y con un poco de dolor en
mi entrepierna a causa de la noche anterior. Edward dormía a mi lado como un
ángel y sonreí al verle el cabello caer en su frente y sus labios entreabiertos;
respiraba tranquilo, señal de que estaba profundamente dormido. Recordé lo
que me hizo la noche anterior y no pude evitar sonrojarme; él no solo me probó
con la boca, lo hizo con todo lo suyo y vaya que también superó mis
expectativas en eso.
Ed era mi amigo y aparte gay, nunca se me cruzó por la mente conquistarlo
—bueno, sí lo intenté una vez, mas no luego de saber sus gustos— y más al ver
cómo rechazaba con asco a cada mujer que se le acercaba con esas intenciones
—chicas hermosas—. Me removí con cuidado y noté que Nolan no estaba por
ninguna parte. En la mesita de noche junto a la cama se hallaba una nota y la
tomé.
Era de Nolan.
Sonreí como tonta al leer las palabras de Nolan, los tres tuvimos una primera
vez de algo y con certeza podía asegurar que lo habíamos disfrutado y jamás
olvidaríamos lo que sucedió en ese cuarto de hotel, después de una noche muy
loca.
Tomé una ducha y me vestí con la misma ropa de la noche anterior a
excepción de las bragas, cuando salí del baño Edward ya había despertado y
me sonrió. Le respondí con timidez, ya que estúpidamente me sentí cohibida
tras lo que me hizo. En silencio se metió al baño y un rato después salió vestido
y con el cabello alborotado.
—¿Te llevo a casa o pasamos a algún lugar a desayunar? —preguntó.
—Llévame a casa —pedí, y asintió.
—Leí la nota de Nolan —dijo, y me preparé para algún reclamo—.
Definitivamente tuve la mejor noche de mi vida y no importa que él no quiera
repetir, ya logré lo que quería. —Sentí que respiré con tranquilidad después su
declaración.
—Siento mucho que no hayas podido estar solo con él —hablé sincera al
recordar que al pobre le tocó acceder a estar conmigo solo para poder follar con
Nolan.
—Laurel, anoche tuve mi mejor polvo y no solo por él sino también por ti.
—Su declaración me tomó por sorpresa—. Fuiste mi primera vez con una
mujer y ha sido sensacional, eres la única que ha logrado ponérmela dura. —
Mis mejillas se sonrojaron por su halago—. No quiero que nada cambie entre
nosotros, eres mi mejor amiga y carnada.
—Vaya que me halagas —dije riendo por lo último y sentí que me liberé de
un gran peso al saber que en verdad nada iba a cambiar entre nosotros.
Caminamos hacia fuera del hotel en un silencio cómodo, pero por mi cabeza
pasaban miles de pensamientos acerca de la noche anterior. Estar con Nolan
fue increíble, estar con Edward aún más; él supo cómo tratarme y logró que me
quedara con ellos a pesar de los estúpidos recuerdos que llegaban a mi mente y
el miedo de que ese maldito trauma de mi pasado regresara.
Y sí, aunque había decidido seguir adelante, aquellos traumas que me
atormentaron años atrás no se iban.
Edward, como el caballero que intentaba ser, abrió la puerta del coche para
mí y, ya que me había subido, la cerró y se fue para el lado del piloto, abroché
mi cinturón y esperé que él hiciera lo mismo, y luego se puso en marcha.
Hablamos de cosas triviales y reímos de acontecimientos que nos habían
sucedido antes; agradecí que no quisiera hablar nada sobre la noche anterior, ya
que no me sentía capaz de hacerlo en esos momentos. Sin embargo, sabía que
tarde o temprano tendríamos que conversarlo siendo más claros que esa
mañana en el hotel. Saqué el móvil de mi bolso y si no hubiese ido sentada
creo que me habría caído de culo al ver las veinte llamadas perdidas de mis
padres.
—¡Oh mierda! —maldije sintiéndome nerviosa.
—¿Sucede algo? —cuestionó Ed al ver mi cara de preocupación.
—Mis padres han estado llamándome como locos, algo tuvo que suceder —
dije con voz nerviosa al imaginarme, no el cabreo de mis padres, sino lo que
pudo haber sucedido para que me hayan llamado con tanta insistencia.
—Tranquila, Laurel, ya casi llegamos. —Ed colocó su mano sobre mi muslo
para tratar de calmarme, pero ese gesto de su parte solo me puso más nerviosa
e hizo que algunos recuerdos regresaran.
Vaya que era zorra, mis padres me llamaban quién sabía para qué y yo
sintiendo cosquilleos por el inocente toque de mi amigo.
Al llegar frente a mi casa me despedí rápido de Edward y me apresuré a
bajar del coche e ir dentro de mi hogar dispuesta a enfrentar lo que se me fuera
encima. Me sentí un poco calmada cuando me adentré y no vi a nadie, caminé
con sigilo hasta llegar a mi habitación, volví a tomar una ducha rápida para
espabilarme y, luego vestirme con ropa cómoda, bajé de nuevo para ir a la
cocina por un vaso de jugo y grité cuando la voz cabreada de mi padre me
llamó.
—¡Me vas a matar de un susto, papá! —dije llevándome la mano al pecho.
—Y tú me matarás de una cólera, Laurel. ¿Dónde estabas? —Su voz era
dura y sabía que me había metido en un problema.
—Me fui de fiesta con unos amigos y me quedé a dormir con Edward. —
Frunció el ceño por mi respuesta y supe lo que se estaba imaginando y no se
equivocaba—. No pienses lo que no es, papá. Edward juega con tu bando no
con el mío —aclaré y lo vi relajarse un poco.
No pude evitar sentirme una mentirosa de lo peor cuando le dije aquello,
pero... tampoco era que le pudiese decir que iba de follar no solo con uno, sino
con dos hombres y en la misma noche. Greg estaba muy, muy lejos de ser el
papá ejemplar, no obstante, reconocía que era mejor que la pe… peculiar de mi
madre, y cuando ella no estaba cerca, hasta cariñoso intentaba ser.
—Tu madre y yo te hemos estado esperando desde anoche. ¿Por qué no
avisaste que no llegarías? —preguntó.
—Lo siento, Greg Stone, es la costumbre —me mofé con descaro y vi cómo
el enojo volvió a llegar a él.
—Soy tu padre, Laurel, ten más respeto —me regañó, aunque no le tomé
importancia—. Tu madre y yo nos vamos dentro de unos minutos y
regresaremos en tres semanas —avisó, era algo que ya imaginaba.
—Creí escuchar a mamá decir que todo iba a cambiar —me quejé y odiaba
admitir que necesitaba la atención de ellos, aun después de todo lo que me
habían hecho—. Al final no entiendo a qué se refería si todo sigue igual.
—Te equivocas, esta vez no te quedarás sola. —Lo observé con atención
esperando a que se explicara mejor.
Me quedé de piedra viendo bajar por los escalones al chico más guapo que vi
en mi miserable vida —bueno, aunque había muchos que me parecían los más
guapos de mi miserable vida, pero quería agregar drama—. Era alto y delgado,
pero con músculos bien definidos, tatuajes adornaban sus brazos, el cabello lo
tenía rubio y muy corto de los lados y largo de la parte de arriba y el frente,
peinado a la perfección como esos modelos de las revistas, sus ojos eran
verdes, sus labios medio gruesos, su nariz fina y su mandíbula cuadrada. Vestía
una simple camiseta negra sin mangas y con gorro en la parte de atrás, un jeans
celeste desgastado con aberturas que dejaban al descubierto parte sus piernas y
zapatillas deportivas negras. Tenía un aura de peligro en él y sobre todo se le
notaba la arrogancia que desprendía a cada que daba un paso hacia nosotros.
El maldito cabrón sabía que estaba hecho un adonis y, por curioso que fuera,
me recordó a mi querido e hijo de puta mejor amigo.
Eso lo hacía actuar de esa manera, el típico chico guapo y popular que sabía
que tenía a sus pies a cuanta mujer se le cruzara en el camino y hasta a los
hombres que gustaban de comerse un buen pene. No pude evitar pensar en
Edward y me imaginé la cara que pondría si lo hubiese visto. En esos
momentos me arrepentí de haberme vestido con las fachas que elegí para estar
en casa, un pantalón de pijama a cuadros, una vieja camisa de tirantes y mi
cabello negro arreglado en un moño desordenado.
¡Ja! Si mis padres hubiesen estado sabedores de mi vicio, creo que habrían
pensado mejor el dejarme a solas con un chico.
—Laurel, él es Jace Hoff —habló mi padre sacándome de mi ensoñación—.
Jace, ella es mi hija, Laurel. —Cuando nuestras miradas se cruzaron él solo me
miró con arrogancia y superioridad.
Vaya mierda, ya sabía que tanta hermosura no podía ser perfecta, pero para
un cabrón yo sería una cabrona.
—No sabía que tendríamos visita —dije a mi padre.
—Con las fachas que llevas puestas me imagino que Greg y Dana no te
habían dicho nada. —Su voz, aunque era como un canto erótico, también
estaba llena de altanería y burla.
En seguida me comencé a desencantar de su belleza.
—No me lo habían dicho, pero si lo hubiese sabido igual hubiera vestido lo
mismo. —Lo miré de la misma manera en la que él me miró a mí—. No eres
nadie especial para recibirte con mis mejores atuendos, ¿o sí?
—Sabía que ustedes dos se llevarían muy bien. —Los dos observamos a mi
padre incrédulos ante la estupidez que había dicho—. Hija, Jace se quedará a
vivir aquí durante unos días —informó, y lo observé sin poder creer lo que
estaba diciendo—. Con la muerte de su padre hay muchas cosas que solucionar
y, mientras eso sucede, lo acogeremos en nuestro hogar.
—Papá, pero ustedes no pasan aquí. ¿En serio me dejarán a solas con él? —
cuestioné un poco más dura de lo que quise sonar—. ¿No te da miedo que me
viole? —Vi a mi padre reír por lo que dije.
Tal vez en su interior sabía que era más probable que yo lo violara a él.
—No te preocupes, no eres mi tipo —respondió Jace a mi pregunta—. Sé
que en esta ciudad hay chicas mejores.
¡Sí que era idiota!
—Cariño, estoy lista —avisó mi madre con una sonrisa, me saludó y saludó
a Jace con mucho entusiasmo.
Luego de darnos algunas indicaciones se marcharon dejándome con mi
nuevo inquilino y todavía no me podía creer que metieran a un chico a la casa
sabiendo que yo pasaba sola.
—¿Sabes? Cuando Greg me habló de su niña, me la imaginé diferente —
habló Jace cuando aún estábamos en el porche de la casa viendo partir a mis
padres.
—Te imaginaste a una niña de quince años —aseguré con una sonrisa.
—No, me imaginé a una niña grande, pero con más clase —respondió
dándose la vuelta y desapareciendo dentro de la casa antes de que pudiese
defenderme.
«Hijo de puta, no sabía con quién se había metido», pensé en aquel
momento.
Esos instantes de mi vida me dejaron muy bonitos recuerdos.
Tiempo pasado…

No sabía explicar cómo me sentí luego de la respuesta de aquel chico, de


alguna manera era una masoquista al desear a un tipo que solo había mostrado
que no le agradaba para nada. Pero mi pregunta era ¿por qué? Si bien era cierto
que nuestro primer encuentro no fue el mejor, eso no significaba que en verdad
me molestara que él se quedara en casa, todo lo contrario, me agradaba.
Tener un hombre tan caliente a tú alcance siempre era una suerte.
Analicé mi situación un instante y comprendí que, en el centro de
rehabilitación en el que pasé metida un año, superé mi adicción a las drogas,
pero no a todas; seguía siendo una adicta al sexo y eso creo que no tenía cura,
tampoco quería que tuviese. Pensé de nuevo en Jace y en cómo comprendió
mal mi comportamiento, mi molestia fue por la falta de interés de mis padres.
Dejarme a solas con un tipo tan guapo y no pensar que algo podía suceder solo
se debía a que les importaba una mierda lo que pasara conmigo o lo que hiciera
con mi vida, igual eso no tenía que molestarme porque al final ellos habían
superado la etapa de la desconfianza post cagada con las drogas y Olek.
Aunque yo no superaría jamás la cagada de ellos hacia mí.
Decidida a aclarar la situación, y así evitarme una mala convivencia con
Jace, subí hasta llegar a su habitación donde me percaté antes que se había
metido y toqué la puerta con suavidad, minutos después él abrió y su rostro al
verme fue de puro fastidio.
¡Fantástico!
—¿Vienes a expresarme tu descontento porque viva aquí? —bufó y caminó
hacia la cama, dejó la puerta abierta y como estaba en mi casa decidí pasar sin
ser invitada.
—No —respondí segura—. Mira, lo que me acabas de decir allá abajo no me
agradó —aclaré y vi que sonrió sin gracia dándome a entender que le
importaba una mierda si me gustó o no; decidí ignorarlo—, sin embargo,
quiero pedirte una disculpa por cómo te recibí cuando mi padre nos presentó.
—Capté su atención y noté que me miró con sorpresa—. No me molesta que
vivas aquí, de hecho me agrada. —sonreí de lado sin mostrarme tan perra—, y
si fui cortante y grosera es solo porque me molesta que mis padres sean tan
desinteresados conmigo —expliqué y no tenía por qué decir tanto, pero el
chico me agradaba y no solo por ser hombre y estar bueno—. Bien, dicho esto
quiero que sepas que para mí también eres bienvenido en mi casa.
«Y si quieres, por una sola vez, también eres bienvenido entre mis piernas».
Eso evité decirlo en voz alta. Jace no dijo nada así que decidí dar la vuelta y
marcharme para dejarlo en su espacio y que asimilara lo que le acababa de
decir.
—¡Espera! —pidió deteniendo mi paso, y me giré para verlo—. Discúlpame
también por lo que te dije, solo creí que eras igual a esas chicas mimadas que
se creen el centro del universo —sonreí ante tal estúpido pensamiento—, la
muerte de mi padre me ha afectado mucho y no pienso en lo que digo. —Me
tensé un poco al verlo mal por la muerte de su padre.
—¿Y tu madre? —cuestioné, ya que me parecía extraño que no la
mencionara.
—No quiero hablar de eso —espetó, me desconcertó su forma tan brusca de
hablarme, y lo notó—. Perdón, pero es un tema muy difícil para mí —agregó
para que olvidara su tono de enfado.
—Está bien, Jace, espero que nos llevemos bien de aquí en adelante. —
Sonreí y me despedí.
—Me intriga mucho tu manera de ser —señaló, y lo vi interrogante—, otra
persona hubiese dicho lo siento por lo de mi padre.
—Y que lo dijera ¿quitaría tu dolor? —pregunté, y lo vi sonreír, luego negó
en respuesta. Tenía una bonita sonrisa—. No me gusta ser hipócrita y la verdad
no conocí a tu padre, decir lo siento no sería correcto. —Recordé las palabras
que una vez me dijo LuzBel cuando yo decía lo siento sin sentirlo y me
prometí no hacerlo jamás solo por hipocresía.
Además, creía que para morir habíamos nacido así que era mejor tenerlo
claro y aceptarlo. Y sí, la vida era hermosa y nadie quería perderla o perder a
un ser amado, yo no quería morirme a pesar de ya haber perdido mucho en mi
corta vida, pero en algún momento mi hora llegaría así que por eso decidía
vivir mi vida y disfrutar al máximo antes de que mi momento de ir al infierno
llegara.
Porque era consciente que para allí iba.
—Me gusta tu sinceridad, Laurel —halagó, y no supe por qué ese simple
comentario me hizo sonrojar—. Estoy seguro de que sí nos llevaremos bien —
asentí y salí de su habitación sin esperar a charlar más.
Conocer un poco de él sin esa arrogancia que lo caracterizaba me hizo ver
que no era un mal chico. Herido y dolido sí, pero era lógico después de perder
a su padre; yo me volví peor tras perder a mi bebé.
Fui a mi habitación y me puse a hacer un trabajo que nos habían dejado en la
universidad, mi móvil vibró y al revisarlo vi que era una solicitud de amistad
de mi nuevo maestro. Sonreí cuando me di cuenta de que no le caí tan mal al
señor Palmer, sin embargo, decidí no aceptarla por el momento para no
mostrarme tan necesitada, pero... como siempre, mi curiosidad fue grande y me
fui a su perfil, tenía muchas imágenes públicas y algunos vídeos en los que
salía en el gimnasio haciendo sus rutinas. Me quedé embobada admirando su
cuerpo musculoso —ese que no pude apreciar bien por la ropa— y pensé en
todo lo que podía hacer con un hombre como él. Me alegraba no ver ninguna
foto en la que saliera con alguna mujer, ya que iba a ser una lástima follármelo
y que ella se pudiese enterar, no quería causarle ningún problema, al contrario,
quería hacer que se relajara con una buena dosis de sexo salvaje.
Más tarde, cuando había terminado todo, cambié mi pijama por un mini
short de mezclilla azul gastada —tres centímetros abajo de mis nalgas— y una
camisa de tirantes blanca, y bajé a la cocina a prepararme algo de comer;
reproduje en mi móvil una serie de canciones y, mientras bailaba «Sangria
Wine» de Camila Cabello y Pharrel Williams, comencé a sacar todo lo que iba
a necesitar del refrigerador. Me decidí por milanesas de pollo y una ensalada; al
ritmo de la canción moví mis caderas, coloqué la sartén en la estufa ya
encendida y cociné con mucho ánimo. La melodía por alguna razón provocó
que a mi mente llegaran las imágenes de todo lo que pasó la noche anterior y lo
que Edward me hizo se reprodujo como si lo estuviese viviendo de nuevo y
sentí que comenzaba a humedecerme solo con los recuerdos.
Debía admitir que no sabía cómo iba a hacer para no desear a mi amigo de
nuevo.
Cerré los ojos un instante para tratar de controlarme y respiré profundo para
olvidar todo, pero mis recuerdos fueron sustituidos por las imágenes del
maestro Palmer con su cuerpo lleno de sudor mientras se ejercitaba.
Vaya que era zorra.
—Que bien huele. —Esa bonita voz interrumpió mis pensamientos y me giré
para verlo.
¡Carajo! A veces deseaba dejar de ser la zorra, pero la vida se empeñaba en
que siguiera por ese camino.
Jace estaba parado bajo el marco de la puerta de la cocina, solo usaba los
pantalones caídos bajo su cadera y dejaban ver la cinturilla de su bóxer, no
utilizaba camisa, lo que me permitió ver su torso desnudo y sus músculos
marcados bajo su piel.
—Estoy preparando milanesas de pollo y ensalada —dije tratando de salir de
la idiotez en la que me encontraba—. ¿Quieres? —asintió en respuesta y se
sentó en uno de los taburetes de la isla.
—Pensé que no eras de las que cocinaban —soltó—, creí que vivías
pidiendo comida a domicilio o comiendo en restaurantes. —Rio por sus
suposiciones.
—Tengo muchos dones ocultos —señalé con una sonrisa provocadora y
esperando a que entendiera el doble sentido—. Además, con tanto tiempo sola
en algo me debo entretener.
—Hay situaciones en las que es preferible que tus padres no se interesen en
ti y te dejen vivir solo —analizó, y entendí que su vida no era mejor que la mía.
—Lo dice alguien que nunca ha tenido que vivir la mitad de su vida siendo
ignorado por sus padres, esos seres que en lugar de amarte te han dañado y
dejado deseando compañía así sea solo para las fechas especiales. —Lo miré y
tomé dos platos para servir la comida.
—Es cuestión de perspectivas, pero por lo que veo los dos hemos tenido y
tenemos una vida de mierda.
—Exacto —concordé con él.
Terminé de servir la comida y me senté frente a Jace. Platicamos y me habló
un poco de su vida; el motivo por el que estaba en casa era porque su padre
dejó un testamento muy difícil en el que su madre era la heredera principal,
pero ella no se encontraba en condiciones para tomar posesión de todo —y el
motivo de eso se lo reservó—. Le tocaría a él seguir un proceso antes de ser
nombrado el heredero único, mientras tanto, debía mantenerse al margen y eso
lo llevó hasta a mi hogar.
La música se interrumpió cuando mi móvil comenzó a sonar, me fui hacia
donde lo había dejado y vi que era un mensaje de texto de Edward, sonreí
cuando lo leí y respondí de inmediato.

Nolan vino a casa por mi hermano, nos hemos cruzado y creo que se sonrojó
al verme. ¿Será que le gusto?

Creo que recordó lo que sucedió anoche, seguro que le gustó más de lo que
algún día aceptará.

Volví a mi lugar y dejé el móvil sobre la isla para seguir hablando con Jace y
no pude evitar preguntarme por qué había bajado sin camisa, y no era que me
quejara por eso, pero sí me torturaba mucho las hormonas verlo así.
—Y... ¿Tienes novio? —La pregunta de Jace me descolocó un poco.
—No —respondí segura y extrañada, cuando iba a decir algo más mi móvil
volvió a sonar, en la pantalla de este se desplegó un recuadro con el mensaje de
Edward y me sonrojé al ver que Jace lo había visto.

Nuestra noche fue fantástica gracias a ti.

Decidí no responder y guardé el móvil en uno de los bolsillos de mi short,


Jace me observó con una ceja alzada y una sonrisa divertida, y solo pensé en lo
inoportuno que fue ese mensaje.
—Entonces... ¿No tienes novio? —repitió, pero esa vez noté la burla en su
voz.
—Es un amigo y no es lo que piensas —mentí y caí en cuenta de que su
pregunta me puso nerviosa—. ¿Y tú?
—No soy un tipo de novias, me divierto, pero hasta ahí. —Sonreí irónica por
su respuesta.
—Eres igual que yo —confesé—. ¿Y hay mucha diversión en tu vida? —
Seguí con mi interrogatorio sin dejarlo decir nada por lo anterior.
—No me quejo. ¿Y en la tuya? —La conversación había tomado otro rumbo
y por instinto crucé las piernas e hice más presión de la necesaria.
—Tampoco me quejo. —Y como la perra que era, luego de responder tomé
un esparrago y lo llevé a mi boca, antes de meterlo en ella saqué la lengua y
lamí la punta para luego morderlo, Jace tragó fuerte y sonrió por lo que hice.
—Ya, veo que eres una chica muy juguetona —susurró acercándose un poco
a mí a través de la isla—, y a mí me gusta mucho jugar —agregó y, justo
cuando creí que algo iba a suceder entre nosotros, el timbre de la casa sonó con
demasiada insistencia—. Salvada por el timbre —farfulló haciendo que
sonriera con diversión.
«Mi nuevo huésped haría mi soledad muy entretenida».
Caminé hacia la puerta y maldije al escuchar lo persistente que era la
persona que llamaba, abrí con el fastidio reflejado en el rostro y más cuando vi
a una rubia platinada, esbelta y vestida como la réplica de una barbie que
sonreía mostrando todos sus dientes como si estuviese en un anuncio de crema
dental.
—¡Hola! Tú debes ser parte del personal —habló con voz chillona, y me reí
satírica de eso.
—¡Hola! Tú debes ser vendedora de... pelucas —respondí de la misma
manera que ella viendo su cabello.
—¡Aww! Que graciosa eres. —Su voz en verdad era muy molesta.
—¿¡Andrea!? —La voz de Jace nos interrumpió, y la chica sin ser invitada
pasó y se fue hacia a él
—¡Oh, cariño! Sí estás aquí. Creí que no te encontraría. —Se aferró a él en
un abrazo estrujador y luego le dio un beso casto en los labios.
El cabrón sí tenía novia y la negó.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —Antes de que ella respondiera
carraspeé para que recordaran que estaba ahí, en mi casa—. Lo siento, Laurel,
ella es Andrea Folk. Andrea, ella es Laurel, la dueña de la casa —agregó, y le
agradecí la aclaración.
—Hola, Laurel, y perdón por lo de antes. —Su disculpa fue un descaro de la
hipocresía, pero lo pasé—. Como escuchaste, soy Andrea, la prometida de
Jace. —Reí con burla al oír eso, la chica quería marcar su territorio sin saber
que eso era algo que a mí no me importaba.
—Mucho gusto, Andrea. —Me acerqué a ella con fingida simpatía—. Soy la
dueña de la casa, como dijo Jace, y pronto también su mejor amiga. —Le di un
pequeño abrazo de saludo y, cuando lo hice, le guiñé un ojo a Jace y sonreí con
picardía, él mordió su labio para evitar sonreír, sabía que eso le divertía al igual
que a mí.
Me despedí de ellos para dejarles privacidad y me marché a mi recámara, ahí
aproveché para responder los mensajes de texto de Edward y de paso decidí
aceptar la solicitud del maestro Palmer, pero antes de hacerlo escribí algo en mi
perfil para que él lo viese.

Las clases al fin dejarán de ser aburridas. Ansío que llegue el lunes.

Enseguida de eso acepté la solicitud y minutos más tardes comenzaron a caer


algunas notificaciones de respuestas que dejaban en mi publicación y de
personas que le daban un me gusta. Me vestí con ropa más cómoda y me
cepillé los dientes, las horas habían pasado pronto y la hora de ir a la cama
llegó, pero antes de lograrlo me vi interrumpida por unos golpes en la puerta de
mi cuarto; fui a abrirla y me encontré con Jace, esa vez usaba un pantalón de
pijamas a cuadros, muy bajos en sus caderas y al no ver que se asomaba la
cinturilla del bóxer imaginé que no usaba nada. Cerré los ojos con fuerza y
traté de ignorar ese hecho.
—¿Duermes así? —preguntó un tanto sorprendido al verme solo en mi
pantaleta corta, o cortísima para ser sincera, y una camisa blanca, sin mangas
que dejaba descubierto mi ombligo y, ya que no usaba sostén, los pezones se
me marcaban.
—A veces duermo desnuda —respondí jugando un poco.
—Interesante —murmuró—. Quería preguntarte si Andrea puede quedarse
esta noche. —No es lo que esperaba que dijera, pero igual no me importaba.
—Si quieres pasar una noche aburrida, por mí no hay problema. —Jugueteé
con el dobladillo de mi camisa.
—¿A qué te refieres? —preguntó, él sabía a qué me refería y le encantaba
hacerse el idiota.
—Buenas noches, Jace —dije sin responder su pregunta, y sonrió.
—Buenas noches, Laurel —contestó, y cerré la puerta de mi cuarto.
Esa noche tenía mucho material para fantasear... y yo que quería irme a la
cama como una niña buena.
Pero si creía que mi noche llegaría hasta ahí, estaba muy equivocada; el
maestro Palmer me sorprendió enviándome un mensaje privado a mi cuenta en
la red social, me emocioné mucho y luego sentí una punzada de decepción
cuando todos sus mensajes se limitaron al estudio y en todo momento fue muy
respetuoso. Él no era viejo, al contrario, era muy joven y guapo, era el tipo de
hombre maduro que cualquier mujer deseaba y con el que muchas
fantaseábamos, y por lo mismo creí que intentaría algo más conmigo.
Claramente me equivoqué.

Así que… está ansiosa por regresar a clases, señorita Stone.

Ese mensaje me hizo sonreír satisfecha al haber captado su atención.

La verdad sí y mucho.

Mi respuesta fue corta y solo para darle una señal le agregué una carita
haciendo un guiño.

¿Por algún chico?

¡Maestro! Esa es una pregunta muy personal, ¿sabe? Pero no es por un


chico, más bien es por un hombre.

Afortunado hombre. Solo espero que eso no la distraiga de sus estudios y


perdón si la incomodé con mi pregunta.

Vaya, la conversación con el maestro me estaba calentando mucho «que


raro» —pensé con diversión—, su seriedad me intrigaba y a la vez me hacía
desearlo más. Sabía que intentaba hacerse el serio, pero por dentro algo me
decía que deseaba lo mismo que yo.

Maestro, no me incomodó para nada y no le prometo no distraerme, sobre


todo en su clase.

¿A qué se debe eso?

A que el hombre que me hace querer regresar con ansias al campus también
estará en esa clase y ojalá él también se considere afortunado.
Pasaron unos minutos y él no respondió, me decepcionó, pero no perdía la
esperanza de hacerlo caer en algún momento.

Señorita Stone, solo le pido que considere estar atenta a mi clase, ese
hombre deberá comprender que el estudio es importante y que tendrá mucho
tiempo después para distraerla. La espero el lunes, que tenga una buena
noche.

Seco y directo, serio y estricto, maduro y muy guapo. ¡Joder! Esa era una
combinación muy peligrosa y atrayente para mí. Decidí dejar hasta ahí mis
insinuaciones y me despedí de él; una despedida muy característica de mí.

El único en quien me distraeré será con usted, señor Palmer de eso no tenga
duda, considero que tenerlo como maestro será muy interesante. Igual, le
deseo una buena noche... Hasta el lunes.

Bloqueé mi móvil sin esperar respuesta y me fundí entre las suaves sábanas
de mi cama con una sonrisa cínica en el rostro, deseando caer en los brazos de
Morfeo y rogando por tener sueños candentes con un chico rubio o con un gay
que me había dado hasta el momento el mejor orgasmo de mi vida y si no era
mucho pedir... con un maestro caliente y de cualidades que me intrigaban.
Quería portarme muy mal en mis sueños.
Tiempo pasado…

Edward se emocionó cuando conoció a Jace Hoff y, al igual que a mí, le


importó una mierda su dichosa novia... aunque bueno, después de conocerla
mejor hasta me reía de sus estupideces. Pasamos el día en casa, viendo
películas, comiendo y devorándome con la mirada y con descaro a Jace.
—Y entonces, Laurel, ¿tienes novio? —preguntó Andrea.
—No —respondí sintiendo cómo Edward colocaba su mano en mi pierna.
Estábamos sentados en los grandes sofás que formaban una media luna
frente al televisor; Andrea vio confundida cómo Ed me tocaba, y me reí de eso,
y más cuando vi que Jace también lo notó. La mirada de él se endureció y con
eso logró que me quedara muy satisfecha, aunque luego tendría que hacer que
tomara todo con calma y, sobre todo, que no se equivocara con nada ya que yo
no era posesión de nadie.
—Creí que ustedes dos eran novios —nos señaló—, hacen una bonita pareja
—agregó y la seriedad de Jace por las palabras de su novia me divirtieron.
—Solo somos amigos, los gustos de Edward y los míos son muy diferentes
—aclaré apartando la mano que tenía sobre mi pierna, él solo se rio de eso.
—Tenemos gustos muy peculiares —puntualizó Edward viendo con descaro
a Jace, pero a él pareció incomodarle y lo ignoró—. ¿Y si salimos un rato esta
noche? —propuso emocionado, y Andrea lo apoyó—. Mañana entraremos
tarde a clases así que podemos trasnochar un poco. Además, tengo muchas
ganas de ir a ese club exclusivo de tu amigo —siguió, recordándome haberle
hablado de Elite, el club de mi querido excompañero de juegos.
—Sabes que no es fácil entrar allí —le recordé.
—Sí lo es cuando tu mejor amiga también es la mejor amiga del dueño. —
Hizo comillas con los dedos por lo último, y me reí.
Terminó convenciéndonos a todos y le llamé a mi amigo para que nos diera
pase libre esa noche; hacía mucho que no hablaba con él y me sorprendí al
darme cuenta de lo mucho que lo había extrañado. Los dos éramos unos hijos
de puta, casi aprendimos juntos a serlo y quizá por eso nos llevábamos tan
bien.
Hablamos un buen rato y nos contamos muchas cosas que nos pasaron en el
tiempo que no nos habíamos visto, entre ellas nuestras aventuras de cama y un
poco de lo que le tocó hacer en su trabajo; seguía siendo frío, igual que la
última vez que lo vi, aunque logré sentir su alegría de volverme a oír, así como
yo también me alegraba de oírlo a él.
—¿Y aún no ha llegado el reemplazo de Amy? —pregunté, usando el
diminutivo que yo misma le puse a su difunta novia.
—Eres a la única que le permito hablar de ella sin querer matarte —lo
escuché bufar a través del móvil, y me reí al imaginarlo—, y sabes que jamás
habrá reemplazo.
—Eres un puto así que la que llegue a conquistarte de nuevo se ganará todo
mi respeto. —Lo escuché reír burlón por mis palabras.
—Entonces no respetarás a ninguna —aseguró—. Ya sabes mi lema: amor
para ninguna...
—Y pene para todas —terminé por él—. Te diría el mío, pero aún me queda
un poco de señorita —bromeé, y ambos reímos con eso.
—Nos vemos esta noche, Laurel —se despidió.
—Hasta pronto, mi demonio preferido.
Edward no desaprovechó la oportunidad de rogarme para que le ayudara a
conquistar a mi amigo, no obstante y en definitiva, eso era algo que jamás
pasaría, ya que en los años que llevaba conociéndolo sabía que por su cama no
estaban permitidos los hombres, aunque fueran muy guapos como Edward; en
el menú de mi amigo solo entraban las vaginas.
Una vagina diferente cada noche, ninguna en su propia cama.
Seguimos disfrutando de nuestra tarde de películas hasta que Edward se
marchó a su casa a prepararse para la salida de esa noche; yo decidí irme a mi
habitación y dejé a los tórtolos en la sala metiéndose mano. Rebusqué en mi
guardarropa lo que usaría esa noche y luego me di una larga y placentera
ducha; relajada y limpia salí del cuarto de baño, sequé mi cuerpo y apliqué
fragancia corporal por toda mi piel. Usaba un conjunto de ropa interior en
encaje color negro y, así como estaba semi vestida, me puse los zapatos de
tacón —también negros— y arreglé mi cabello dejándolo suelto y con suaves
ondas en las puntas; me maquillé con un tono suave en los ojos y decidí
aplicarme un labial rojo pasión, al terminar me coloqué el corto vestido con
escote de corazón al frente y sin mangas en color negro que había escogido
antes.
Me encantaba ese color, era mi favorito y lo usaba casi siempre.
Dejé la cremallera abierta que estaba en la parte de mi espalda y susurré un
pase luego de haber escuchado que alguien tocaba mi puerta; vi entrar a Jace y
admiré lo guapo que lucía, llevaba una camisa a cuadros en color blanco y
negro, con sus mangas remangadas hasta los codos, pantalón oscuro y botas
casuales en color marrón, su cabello peinado a la perfección y, al igual que yo,
se quedó admirándome.
—Luces impresionante —halagó, y le sonreí.
—¿Me ayudas? —pedí y con descaro me di la vuelta dejando a la vista mi
vestido abierto y mi espalda desnuda.
Lo vi acercarse a mí, y comenzó a subir la cremallera del vestido rozando los
nudillos en mi espalda. Fue un toque sencillo, pero que provocó un delicioso
cosquilleo en mi cuerpo.
—¿Iremos en un solo coche? —susurró cerca de mi cuello, su respiración lo
acarició y cerré los ojos disfrutándolo.
—Preferiría que no —respondí con voz suave, di un paso hacia atrás y quedé
muy cerca de él.
Mi trasero casi rozaba su pelvis.
—¿Sabes lo que haces? —cuestionó, y no supe a lo que se refería—. Estar
cerca de mí puede ser peligroso —advirtió, y sonreí. El pobre chico no tenía
idea de a quién tenía en frente.
—Acabas de hacer esto más interesante —señalé, y colocó las manos en mis
hombros cuando terminó de cerrar la cremallera—. Me encanta lo prohibido y
sobre todo lo peligroso, Jace —gruñó de forma imperceptible por mis palabras
—, sin embargo, te daré la oportunidad de que pienses mejor las cosas y
decidas si es correcto engañar a tu prometida con una chica que solo desea
jugar contigo —aclaré y di un casto beso en sus labios que no pudo
corresponder porque no se lo permití—. Será tu decisión, no la mía —finalicé,
y quiso responder, mas no pudo.
La voz chillona de Andrea nos interrumpió, y disfruté al ver el fastidio en él
por lo inoportuna que era su novia. Jace se apartó de inmediato de mí y ella
llegó en ese instante, estaba muy bonita en su vestido color turquesa y el
cabello platinado agarrado en una coleta alta; me hizo un par de preguntas e
intuí que se había molestado con Jace por estar en mi habitación. Al salir de
ahí, él me sonrió con complicidad e imaginé que acababa de tomar su decisión
y le devolví la sonrisa a la vez que también me reí de lo patética que estaba
siendo Andrea al creer suyo a un hombre que a leguas se notaba que no la
amaba.
Y yo me aprovecharía de eso, aunque antes le haría ver a ella lo que pasaba
frente a sus narices.

Estábamos los cuatro en el majestuoso club Elite a una hora de casa, pero
siendo el club más exclusivo del estado valía la pena manejar tanto para ir ahí,
aunque lo que más me motivaba era que por fin volvería a ver a mi mayor
apoyo en el pasado. Luego de una llamada a mi amigo nos dejaron entrar sin
ningún problema; la recepcionista nos colocó unas bonitas pulseras en color
verde fluorescente —que nos daban acceso a todo el club— y tras estar un rato
en el bar decidimos ir a bailar a la planta subterránea.
Todo en ese lugar era magnífico y las letras G&E entrelazadas de forma
perfecta llamaban mucho la atención desde que uno entraba. Decidimos buscar
un privado vacío, pero a pesar de ser domingo el lugar estaba a reventar y antes
de conseguirlo logré visualizar a uno de mis viejos amigos y, al pertenecer a la
organización del dueño de ese club, imaginé que no era raro encontrarlo por
ahí.
Antes de saludarlo quise hacerle una broma que de buena manera me siguió.
—Hola, guapo, ¿me invitas a un trago? —Se sobresaltó un poco, pero
cuando me reconoció noté la diversión en él.
—Lo siento, pero tengo novia —respondió de inmediato, y eso me causó
mucha gracia.
—¿Y qué? ¿Te pega? —lo provoqué, y vi cómo la chica castaña que estaba a
su lado se tensó con mi descaro.
Solo esperaba que no fuese su novia y provocarle un problema a Connor, mi
fiel amigo... Y no me refería a fiel en su amistad sino con sus relaciones
sentimentales.
—No, es solo que ella se ha llevado mi billetera. —Solté una carcajada que
él siguió luego de su divertida respuesta y me sorprendió con un fuerte abrazo
que me elevó del suelo e hizo que tomara de inmediato mi vestido para evitar
que mi culo se viese.
Hablamos alegres y me presentó a Jane, su novia; una bonita chica que
quedaba perfecta con él, y fue un alivio que Connor solo fuera mi amigo y no
me interesara nada más porque habría odiado que su novia sufriera por eso.
Saludé a los demás chicos de la mesa, Dylan, Evan y Elsa —a quienes también
conocí en el pasado— hasta llegar a saludar a Tess, la hermana de mi amigo.
—Hola, Tess —exclamé alegre.
—Tiempo sin verte, Laurel —respondió ella, y luego observé a la chica que
antes creí que era la novia de Connor.
Era una castaña muy hermosa y si fuese hombre no hubiese dudado ni un
segundo en llevármela a la cama; ella me sonrió un poco forzada, mas no
respondí a esa sonrisa y me giré para ver a Tess.
—¡Oh! Perdón, Laurel, ella es Isabella, mi mejor amiga —la presentó—. Isa,
ella es Laurel una vieja amiga, aunque más bien es la mejor amiga de Elijah. —
Me divirtió esa presentación, ya que Elijah, o LuzBel como ya le gustaba que
le llamaran, había sido más que mi mejor amigo y creí que en ese momento
Isabella lo dedujo, pues se incomodó demasiado.
Sin duda esa pobre chica ya había caído en las redes de ese cabrón.
Pobre de ella.
—Es un gusto conocerte, Laurel —dijo ella, pero no creía que fuera muy
sincera.
—El gusto es mío, Isabella. —Le sonreí y sí lo hice sincera demostrándole
que no tenía por qué sentirse amenazada por mí.
Aunque, si era honesta, eso ni yo me lo creía.
Los chicos se acercaron a mí y los presenté con mis viejos amigos, de
inmediato nos acoplamos y entablamos una charla amigable. Noté que Elsa se
comía con la mirada a Edward y odié no poder decirle que no se hiciera
ilusiones con él al ver cómo Ed se divertía con las miradas coquetas que
provocaba en las chicas; el cabrón disfrutaba rompiendo corazones, aunque de
forma distinta a los demás. LuzBel al fin hizo su aparición y un suspiro se me
escapó al confirmar que seguía igual de caliente y follable; tenía más tatuajes
de los que recordaba y su cuerpo estaba más lleno de músculos, una pelinegra
muy guapa le acompañaba.
—Al fin vuelvo a ver a mi compañera de juegos —susurró con su voz
melódica en mi oído cuando me saludó con un abrazo.
—Siempre es un gusto jugar contigo... con mi demonio favorito —respondí
sacándole una hermosa sonrisa, esa que era tan rara en él y que muy pocas
teníamos la suerte de recibir.
Pero ya no me miraba como antes, ya no había deseos en sus ojos grises al
verme, solo fingía seguir siendo un completo cabrón y me entró mucha
curiosidad por saber la razón de su cambio, que no me molestaba para nada, es
más, me encantaba la idea de al fin verlo arrastrando el culo por alguien.
Le presenté a Edward, Jace y Andrea, esta última casi se lo comió con la
mirada, pero a Jace no le importaba y no reaccionaba de ninguna manera ante
eso —algo muy diferente a cuando LuzBel me saludó a mí, en ese instante noté
su incomodidad—. Edward era otro que casi se lo comía con la mirada, aunque
su charla con Isabella lo distrajo de eso. Mi Ed invitó a bailar a la chica, y ella
aceptó, en ese momento me di cuenta de que para LuzBel la tipa no era solo
una más y vi que los quiso asesinar con la mirada, no obstante, logré disuadirlo
de sus ganas de matar a mi amigo e hice que se concentrara en mí.
Elena —la pelinegra que le acompañaba— resultó ser una chica muy
extrovertida por lo que logré observar en ella, también era una pervertida y
creo que fue eso lo que nos hizo llevarnos muy bien. Hablamos un rato y por su
acento imaginé que no era del país; por momentos también sentía que me
insinuaba cosas y solo rogué para no romper una más de mis reglas esa noche.
Aunque con esta chica lo dudaba, era muy decidida y sabía cómo
provocarme.
—Eres la primera amiga de LuzBel con la que logro llevarme bien —
informó haciendo que él sonriera.
Nos habíamos alejado un poco de los demás y estábamos platicando solo los
tres. LuzBel disfrutaba de ver cómo ella me coqueteaba y pensé que por su
cabeza se estaban cruzando muchas perversidades.
—Será porque soy la única que no tiene interés sentimental por él —señalé.
—Sí, definitivamente es eso —coincidió él y no dejaba de observar a
Edward bailar con Isabella.
—¡Hey! En serio no debes preocuparte por mi amigo —dije llamando su
atención—. Te aseguro que Ed no se va a propasar con tu chica.
—Ella no es mi chica —bufó de inmediato haciendo que medio sonriera con
su respuesta. Lo conocía más de lo que él mismo se conocía y sabía que a mí
no podía engañarme.
—Entonces no tienes por qué estar cuidando qué hace Edward con ella. Se
ve que en verdad le gusta y a ella no parece desagradarle —mentí solo para
probarlo, y reaccionó tal como lo imaginé.
—Creo que de aquí saldrás solo con el rubio y la chica —espetó intentando
ir hacia ellos, pero lo detuve. Puse las manos sobre su pecho y presioné mi
vientre contra su pelvis.
—Tranquilo, LuzBel, hay cosas más divertidas que hacer —le insinué, di un
beso en su cuello y lo sentí tenso.
Intenté provocarlo, sin embargo, lo sentí muy reticente y eso me desconcertó
un poco. La cosa era peor de lo que había imaginado.
—¡LuzBel! ¿Recuerdas aquella fantasía que me mencionaste? —Elena nos
sorprendió con su pregunta y se colocó tras de él acariciando su hombro.
—Sí —habló él lacónico, viéndome a los ojos y mostrando el peligro en
ellos.
—Me apetece cumplírtela y Laurel es la chica perfecta para eso. —Los ojos
de él se abrieron un poco más e intuí que era porque Elena llegó hasta su
entrepierna y como yo estaba muy cerca de él sentí su mano también rozar mi
sexo.
Con la palma de su mano acariciaba el pene de él y con el dorso de esta
rozaba mi sexo, intenté alejarme, pero LuzBel fue más rápido y me tomó de la
cintura impidiendo que me separara.
¡Mierda!
—A mí también me apetece —susurró él cerca mi boca sin hacer ningún
contacto. Su regla me impedía besarlo—. Mi perversa, Laurel, no te imaginas
las ganas que tengo de volver a jugar contigo en mi oficina; las tengo desde
que te vi con este precioso vestido —me incitó con su gloriosa voz, mas no era
del todo sincero, y creí que se estaba obligando a actuar así—. Solo que esta
vez quiero incluir a Elena. —Un suave jadeo escapó de mi boca cuando la
caricia de Elena se hizo más intensa—. ¿Aceptas? —cuestionó, y no supe qué
responderle.
Uno, porque no lo veía convencido a él mismo de lo que estaba pidiendo.
Dos, porque sabía que aceptar su proposición era ayudarle a herir a aquella
castaña que ni el mismo quería herir y solo fingía porque no podía dejar de ser
un idiota.
Y tres, porque ya había estado con dos hombres, pero eso era lo mío, no
obstante, nunca estuve con una mujer y no me sentía segura.
—Siempre he querido estar con una mujer y tú eres hermosa y perfecta para
eso. —La voz de Elena fue seductora y admitía que, si yo hubiera sido hombre,
ella también hubiese sido el tipo de chica con la que yo estaría.
—Elena, convéncela mientras voy a solucionar algo. —La voz de LuzBel
volvió a ser fría y sin esperar respuesta se zafó de nuestro agarre.
Las dos observamos cómo llegó hasta la pista e hizo que Edward dejara de
bailar con Isabella; mi amigo llegó hacia nosotras y sentí cómo Elena me
comía con la mirada. Edward sonrió cómplice y decidió irse hacia la mesa con
los chicos. La propuesta de LuzBel me intrigaba y que me lo pidiera incluso
como un escape de algo para él, logró despertar cierto interés en mí.
—Nuestro pequeño diablo necesita relajarse —señaló Elena al ver que
LuzBel discutía con Isabella y luego se marcharon a un lugar más privado—, y
quien mejor que nosotras para relajarlo. —Dio un trago a su bebida e hice lo
mismo con la mía—. Las dos sabemos que él no es de nadie —después de lo
que había visto en sus ojos esa noche lo dudaba un poco—, tú y yo somos unas
hijas de putas que buscan diversión y las únicas capaces de compartir a ese
diablo sin matarnos antes —afirmó y caminó detrás de mí; logró ponerme
nerviosa—. Te aseguro que los tres pasaremos una noche increíble —susurró
cerca de mi oído haciendo que su aliento acariciara mi cuello.
Deseaba negarme, pero luego vi a LuzBel furioso y con miedo, discutía con
la chica castaña, y sabía que algo grave le había pasado; eso me animó a
romper una más de mis reglas. Iba a ayudarle a aquel idiota a descubrir si
deseaba seguir siendo un hijo de puta.
—Disfrutemos de esta noche, Elena —respondí y la sentí sonreír.
«Había encontrado la excusa perfecta para cambiarme de bando esa noche».
Elena me tomó de la mano y, antes de caminar con ella, volteé a ver a los
chicos. Jace presenció lo que Elena hizo y me miró tenso y excitado, Edward
sonrió divertido al imaginarse lo que iba a hacer y Andrea necesitaba que
alguien le ayudara a cerrar la boca. Les guiñé un ojo y sonreí con picardía para
luego comenzar a caminar.
Noches antes estuve con dos hombres a la vez. Un trío más y con otra mujer
creía que no me haría ni más ni menos puta.
Llegamos cerca de donde se encontraba LuzBel e Isabella, él estaba aún más
tenso, furioso y temeroso, ella lucía indignada y dolida y, por lo que logré
deducir, a mi amigo eso lo desconcertaba y confundía, pero a Elena no le
importó y habló para comunicar su logro.
—¡Oye, LuzBel! Ya convencí a tu amiga para divertirnos los tres en tu
oficina. —Elena se mostró muy animada, y decidí seguir el juego acercándome
más a ella y poniéndonos melosas.
—Esta noche tu fantasía será cumplida, cariño —avisé convencida de
disfrutar de esa nueva experiencia.
Temía que LuzBel se negara, pero luego de un rato susurró algo a la chica y
comenzó a caminar hacia nosotras, por segundos lo vi dudar de lo que estaba a
punto de hacer, sin embargo, conocía que su orgullo de macho era más fuerte y
eso lo incitó a seguir adelante y, fuese lo que fuese que habló con Isabella, vi la
necesidad de él de demostrarle a ella la clase de hijo de puta que era y lo malo
que podía ser para cualquier mujer enamorarse de un demonio como él. Y
como si el destino quisiera decirle algo a Isabella o a mi amigo, «Leave me
lonely» de Ariana Grande sonó a todo volumen en el club.
El aura de LuzBel era oscura y su manera de caminar me recordó a la de un
depredador a punto de cazar a su presa. O a la de un demonio a punto de robar
nuestras almas.
Luego recordé que yo quizás ya no tenía alma y sonreí con descaro
sintiéndome a salvo.
Tiempo pasado…

LuzBel llegó hacia nosotras aquella noche y nos tomó a cada una de la
cintura; Elena y yo sonreímos victoriosas, aunque no pude evitar ver hacia
atrás y, como lo pensé, Isabella nos veía marchar con el rostro entristecido,
decepcionada y con muchas ganas de asesinarnos. Ese era el precio que tenía
que pagar por enamorarse de un hijo de puta con corazón de hielo.
Y no podía ser hipócrita, pues admitía que disfrutaba de aquel frío corazón,
aunque la chica me hubiese caído bien.
La oficina seguía como la recordaba: casi una habitación —había una cama
y baño incluido— que mi amigo usaba para follar a las chicas que le gustaban;
nos sirvió un trago y, luego de brindar y tomar un sorbo, Elena se acercó a él
buscando su boca e intentó besarlo, pero no se lo permitió.
—Sin besos —pidió de inmediato y se lo dejó claro a ella, ya que yo sabía
esa regla.
Ambos éramos muy parecidos, los dos teníamos reglas. Reglas que me
impuse por un consejo de él, aunque yo había roto algunas e intuía que LuzBel
también lo hizo justo con aquella chica a la cual dejó minutos antes, siendo el
hijo de puta de siempre.
Me acerqué y comencé a acariciar y besar su cuello —todo su cuerpo me era
permitido a excepción de la boca—, él correspondió a mis caricias y dio suaves
besos en una de mis mejillas y bajó poco a poco a mi cuello, lo que me provocó
cosquilleos y escalofríos por cada parte donde rozaba sus labios. Sus manos
delineaban mis curvas hasta llegar a mis piernas, introdujo ambas por debajo
de mi vestido y subió a mi culo, lo presionó y un jadeo escapó de mi boca por
el dolor y el placer que ocasionó su ruda caricia. Sentí a Elena colocarse tras de
mí, y comenzó a besar el espacio entre mi hombro y mi cuello; sus manos
masajeaban mis pechos y por un momento no logré decidir qué caricias me
gustaban más, si las de mi demonio o las de la chica perversa tras de mí. De un
instante a otro LuzBel me hizo dar la vuelta y quedar frente a Elena, ella me
dedicó una sensual sonrisa ladina mientras alzaba una de sus gruesas cejas y
observaba a LuzBel con los ojos aún más oscurecidos por la lujuria.
—Llegó la hora de que cumplas mi fantasía —le dijo él a ella.
—Ya sabes que siempre estoy para complacerte —susurró la que ya sabía
que era española.
Sentí fría mi espalda cuando perdí el calor que el cuerpo de LuzBel me
provocaba, lo vi caminar hacia una cómoda silla ubicada en un rincón de la
oficina y frente a la cama que estaba a un paso de nosotras; se sentó ahí y
desabotonó su camisa sin quitársela, solo para dejar a la vista esos hermosos
tatuajes que lo caracterizaban —tatuajes que eran su segunda piel, o primera,
según la perspectiva—, se acomodó y relajó, colocó el vaso con su bebida en la
mesita que estaba a su lado, puso el brazo en el apoyo de la silla y su mano
quedó sobre su barbilla, era tipo un gánster dispuesto a disfrutar de su fantasía;
con la otra mano le hizo un gesto a Elena indicándole que continuara, y ella
obedeció de inmediato.
No sabía si el juego era así, pero sospechaba que mi amigo estaba evitando
algo.
Las caricias de Elena me distrajeron de mis pensamientos, sus manos
comenzaron a descender hasta llegar a mis piernas y, contrario a lo que pensé,
todo me gustó. En ese instante ella estaba frente a mí, su mirada recorrió mi
rostro y, cuando menos lo esperé, sus labios se apoderaron de los míos, los
movió de manera suave hasta morder mi labio inferior y así adentrarse en mi
boca con su lengua; comencé a corresponder su beso, moviendo mis labios de
la misma manera que ella lo hacía. Poco a poco el beso se fue volviendo
apasionado, su suave lengua acariciaba la mía de una forma perfecta; el sabor
del whisky se mezcló con el suyo y, cegada por la pasión que eso me
provocaba, mis manos tomaron vida propia y exploraron su cuerpo, las de ella
hicieron lo mismo y encontraron su camino por debajo de mi vestido, lo subió
hasta mi cintura, pero luego llevó sus manos hacia mi espalda y bajó la
cremallera para sacarlo de mi cuerpo. Quedé en ropa interior y vi cómo LuzBel
intentaba disfrutar el espectáculo que le estábamos dando.
Pero era inútil.
—¿Tú no vienes? —pregunté, y dio un sorbo a su bebida—. Harías un mejor
trabajo con nosotras —lo incité y solo sonrió.
—Ustedes continúen con lo que hacen y provóquenme más hasta darles lo
que desean. —Su respuesta hizo que Elena me tumbara sobre la cama sin
avisarme, acción que me hizo jadear, sin embargo, la evasiva de aquel bello
demonio rondó mi cabeza de forma incesante.
—Disfruta de lo que yo te haré —pidió ella, y asentí.
Volvió a besarme, esa vez de forma hambrienta, abrió mis piernas con su
cuerpo y se colocó sobre mí, me besó el cuello y bajó hasta mis pechos,
sacando uno de la copa del sostén y comenzó a lamer mi pezón, arrastró un
poco los dientes alrededor de él y gemí al sentir el placer que eso me
provocaba; alcancé el dobladillo de su vestido y se lo saqué, extrañando por
unos segundos su boca en mis tetas; llevé las manos hacia mi espalda y me
deshice del sostén, Elena me quitó mis bragas y llevó una de sus manos a mi
sexo. Gemí cuando se abrió paso entre mis pliegues con los dedos y mi
humedad los recubrió haciendo más fácil su trabajo al deslizarlos, giré un poco
el rostro para ver a LuzBel y noté que su erección se marcaba por sobre su
pantalón, llevó la mano hacia ahí y se acarició, le sonreí con provocación y
seguí disfrutando de las caricias que Elena me daba.
—¡Ah! —grité cuando uno de sus dedos se adentró en mí, su boca jugó con
mis dos pechos mientras me embestía y mis caderas comenzaron a moverse por
sí solas.
Dejó mis pechos, y gruñí cuando su dedo abandonó mi interior y comenzó a
bajar sus besos a mi estómago y luego a mi vientre, de pronto su lengua se
abrió paso entre mis labios vaginales y encontró mi clítoris, cerré los ojos y
jadeé cuando esos movimientos diestros que daba en círculos sobre mi botón
me hicieron retorcer de placer.
—Chicas, lo siento mucho, pero debo dejarlas. —Elena se apartó de mí, y
abrí mucho los ojos al escuchar a LuzBel.
—Pero todo esto es por ti —me quejé al verlo de pie arreglando su camisa.
—Para ser solo por mí, veo que lo disfrutas mucho —se burló, y
estúpidamente sentí que me sonrojé e intenté apartarme, aunque él fue más
rápido y llegó a mí para detenerme—. Sabes que debo irme —susurró en mi
oído—, pero necesito que disfrutes esto por mí. —Su mano llegó a mi pecho y
lo masajeó, su caricia hizo que mordiera mi labio para evitar que un gemido se
escapara—. Elena, confío en que tú también disfrutarás por mí, ambas lo harán
por mí —zanjó demasiado decidido.
—¿En serio debes irte? —preguntó ella con su bonito acento. Sentí que
LuzBel suspiró cerca de mi rostro y asintió.
—Debo hacerlo —respondió seguro, y sonreí al entender por qué lo hacía y
lo mucho que le costaba asimilarlo.
Lo vi salir de la oficina y cerró dejándonos a las dos; mi idea era estar de
nuevo en un trío, pero mis ganas por una noche lésbica en esos momentos no
eran tan malas, así que, tomando la iniciativa, posé mis labios sobre los de
Elena y la besé sintiendo mi sabor, el de sus besos y el whisky.
Me deshice de su ropa interior y le devolví un poco del placer que antes me
dio metiendo uno de sus pechos a mi boca y lo chupé y lamí; acaricié el otro
logrando darle la misma atención a ambos, ella gimió y, decidida a hacer algo
que no hacía, —pero contando con que éramos mujeres y era la única manera
de darnos placer— bajé poco a poco hasta llegar a su sexo, jugué con el
piercing que descubrí ahí y luego ayudándome con los dedos abrí sus labios
vaginales y deslicé la lengua de arriba hacia abajo por toda su feminidad.
Elena gimió y movió las caderas disfrutando de lo que le hacía y —para mi
sorpresa— me excité al saber lo que le provocaba. Introduje dos dedos en su
interior y uno más en su trasero y comencé a embestirla lento a la vez que mi
lengua no dejaba de lamer su clítoris, los jadeos de ella se hicieron más
constantes y, cuando sentí que se iba a correr, me detuvo.
—Si yo me corro, tú te corres —dijo y me tomó de las manos para subir
cerca de su rostro—. Colócate sobre mí y déjame darte placer —pidió e hizo
que abriera las piernas sobre su rostro y dejara mi sexo expuesto a ella a la vez
que el suyo quedaba debajo de mi boca.
La perfecta posición del seis y el nueve, algo que solo hice con una persona
años atrás y maldije que de nuevo llegara a mi cabeza.
Sentí de nuevo la lengua de Elena en mi coño y agradecí que me hiciera
olvidar el rumbo que estaban tomando mis pensamientos; hice lo mismo que
ella y comencé a comerme su sexo; mis dedos jugaban con su clítoris y mi
lengua la embistió. Por la posición en la que yo estaba Elena hacía lo contrario
a mí —me embistió con los dedos y me acarició con su lengua—. Las dos
éramos un mar de sensaciones, gemidos y jadeos, disfrutábamos de lo que
ambas nos hacíamos y nos dejamos embargar por el exquisito placer que nos
dábamos; sentí cómo el placer se concentró en mi vientre y minutos después
las dos explotamos en un delicioso orgasmo que dejó nuestras piernas como
gelatinas y la respiración junto con nuestros corazones demasiado acelerados.
Me tumbé a su lado y me besó, las dos mezclamos nuestros sabores y
sonreímos por lo que acabábamos de hacer.
Esa noche entendí por qué los hombres se morían por nosotras... Al menos
algunos.

Salimos de esa gloriosa oficina con una sonrisa enorme en el rostro, ya


limpias y satisfechas, Elena se acababa de convertir en mi mejor amiga y
viceversa. Caminábamos hacia afuera, pero nos detuvimos al ver a LuzBel
recostado sobre la pared con un cigarrillo en la boca, le pedí a Elena que se
adelantara y me dejara hablar con él, y así lo hizo.
—¿Se divirtieron? —preguntó cuando me acerqué a él, tiró el cigarrillo y lo
pateó.
—No tanto como nos hubiésemos divertido contigo, pero... no me quejo. —
Sonrió con mi respuesta—. ¿Que te pasó allí adentro? —Lo vi tensarse con mi
pregunta—. Te conozco, LuzBel y jamás hubieses desaprovechado una
oportunidad como esa, dime… ¿No se te paró? —bromeé, y me fulminó con la
mirada por mi pregunta, me tomó del cuello, me empotró en la pared y acercó
su pelvis a la mía haciéndome sentirlo—. Bien, no fue por eso —confirmé—.
Entonces hay alguien, ya superaste a Amelia y al fin alguien más ocupa su
lugar —aseguré.
—Ella no es como Amelia —aseveró, y asentí.
—No lo dudo, estando con Amelia te seguías acostando conmigo y hoy me
despreciaste y no solo a mí. —Se alejó un poco, y vi su miedo después de
escucharme—. Es esa castaña que bailaba con Ed, ¿cierto?
—No te habría despreciado si ella hubiese estado allí en lugar de Elena —
soltó, y mordí mi labio para evitar reírme—. Jamás me sucedió con Amelia,
cuando te follaba o cuando me provocabas nunca pensé en ella, pero hoy...
—Solo pensabas en la chica castaña —terminé por él.
—Esa maldita chica me está volviendo loco, Laurel. —Su voz sonó con
queja, y sabía que por dentro estaba luchando con lo que sentía—. Desde que
apareció aquel día en el campus supe que jodería mi vida.
—¿Para bien o para mal? —formulé—. Pregunto eso porque veo que ella no
te es indiferente, la chica siente algo por ti, pero... ¿y tú por ella? —me
arriesgué a preguntar sabiendo que podría molestarlo.
—No puedo sentir nada por Isabella, me niego a sentir algo más que
atracción por ella —bufó con frustración.
—Tranquilo, tigre. —Di golpecitos en su hombro con la palma de mi mano
—. Si no quieres sentir nada por esa castaña aléjate antes de que se meta más
en tu cabeza —aconsejé y lo vi reír con ironía.
—Más de lo que ya se metió creo que no se puede. —Su respuesta me dejó
pasmada al ver que, sin quererlo, me había confirmado todo con esas palabras.
—Tu secreto siempre estará a salvo conmigo —dije cuando él se percató de
lo que inconscientemente había hecho y lo animé a seguir jugando al donjuán
—. Si quieres fingir, pues hagámoslo, solo ten en cuenta que cuando quieras
decirle lo que en verdad sientes podrá ser muy tarde —advertí, pero negó.
LuzBel era un hombre difícil y yo más que nadie sabía por lo que estaba
pasando.
Con Elena decidimos seguir la farsa de LuzBel y jugamos a haber hecho un
magnífico trío cuando en realidad solo disfruté de una noche perfecta con una
mujer, pero todo se fue a la mierda en cuanto el demonio que LuzBel llevaba
dentro salió a la luz tras ver cómo uno de sus amigos se comía a besos a la
castaña que lo traía como un loco. Todos intentamos detenerlo, mas era en
vano, y llegué a sentir miedo al ver a mi amigo tan descontrolado. Tess nos
gritaba que le ayudáramos al intentar detenerlo. Sin embargo, hubiese estado
malditamente loca si me hubiera atrevido a tocarlo en esos momentos.
Cuando la calma estuvo a punto de llegar y mi pobre Edward salió con la
nariz destrozada, — yo con un enfrentamiento con Evan y casi asesinada con la
mirada de LuzBel al atreverme a abrir demás la boca— la novia de Connor nos
asustó con su llanto y le dio su móvil a LuzBel para que atendiera una llamada;
su rostro se volvió de todos los colores con lo que le decían y con certeza supe
que no era nada bueno y ahí ardería Troya.
—¿Soy yo o tú también te diste cuenta de que a nuestro demonio lo están
cazando? —preguntó Elena en un susurro.
—No eres tú, el cazador ha sido cazado y creo que hasta domado por esa
fiera —respondí luego de escuchar a LuzBel dar órdenes cuando terminó la
llamada e informó que uno de sus amigos y su chica fueron emboscados por
sus enemigos.
—Y con lo rico que folla, es una lástima que se vuelva solo de una —se
quejó ella, y asentí en respuesta.
En definitiva, era una lástima, pero también la realidad de LuzBel.
Se había enamorado perdidamente de esa chica y no importaba cuanto lo
negara, que tan idiota quería ser por tal de alejarla de él ni lo que ella hiciera,
ambos se habían enamorado, los dos cayeron en sus propias redes, en su juego.
Se quemaron y, aunque yo perdiera a un excelente amante, como amiga me
sentía feliz de que al fin hubiese alguien mejor que Amelia.
Alguien que logró derretir las capas de hielo que recubrían el corazón de
Elijah Pride.
—Salva el trasero de esa chica y dile que se ha ganado todo mi respeto —
dije a LuzBel luego de tomarlo del brazo y detener su paso, me fulminó con la
mirada, pero aceptó lo que le dije. Él sabía de lo que hablaba y también que no
podía mentirme.
La loba supo usar muy bien su disfraz de oveja.
Nos dirigimos hacia mi casa luego de lo sucedido, Edward gritó improperios
y juró que jamás volvería a Elite. Andrea y Jace todavía no terminaban de
procesar lo que sucedió y yo... no podía dejar de pensar en mi momento con
Elena, y recordarlo hacía que ese cosquilleo regresara a mi vientre; todo pasó
sin planearlo y descubrí que lo que no se premeditaba era lo que mejor salía, lo
que más se disfrutaba, y admitía que volvería a caer con Elena, volvería a
disfrutar de su cuerpo y dejaría que ella disfrutara del mío, nos usaríamos para
nuestro placer a como se nos diera la gana.
Por eso me encantaba ser como era y no fingir, amaba ser una hija de puta y
caer con quien se me daba la gana.
Llegamos a casa y cada uno se fue a su recámara, Edward se fue a la mía y,
luego de meterme al baño a tomar una ducha lo hizo él, decidí usar solo unas
bragas y una camisola sin sostén como pijama y me tumbé en la cama bocabajo
y minutos después sentí a Edward tumbarse a mi lado, ya limpio y con el
cabello negro todavía húmedo.
—Mañana tendrás un lindo morado en tu rostro —me burlé al ver su nariz.
—Lo sé —bufó—. Laurel, ¿qué hiciste con tu amigo y su amiga? —Me puse
de lado al escuchar su pregunta y me recargué en uno de mis brazos.
—No hice nada con LuzBel —respondí viéndolo a los ojos, dejando que
leyera mi expresión y descubriera la respuesta.
—¿Ella superó lo que yo te hice? —preguntó acariciando la curva de mi
cadera con su dedo índice, logrando con eso que mi piel se erizara—.
Responde mi pregunta —exigió y comenzó a jugar con la cinturilla de mi ropa
interior, logrando ponerme muy nerviosa.
Pero sonreí con picardía.
—Creí que no te gustaban las mujeres —susurré mirándolo a los ojos.
—No me gustan, pero mis ganas por volver a hacer lo que ya te hice antes, y
borrar las huellas que esa chica dejó en tu cuerpo, son muy fuertes. —Comenzó
a introducir más su mano en mis bragas y se hizo camino hasta mi coño, con
los dedos abrió mis labios bajos y, cuando comenzó a jugar con mi clítoris,
mordí mi labio inferior para evitar gemir—. ¿Te gusta lo que te hago? —
preguntó, y asentí a la vez que cerré los ojos disfrutando de su dulce tortura—.
¿Laurel? —me llamó, y lo miré—. Déjame borrar esas huellas de tu cuerpo —
pidió.
Dejando de lado en esos instantes a mi amigo gay y su cola juguetona.
Tiempo pasado…

¿Dejé que Edward borrara las huellas de Elena?


Pues bueno, ¿qué podía hacer cuando mi mayor defecto era mi propia
calentura? La verdad, nada. Y Ed para ser gay sabía cómo convencer con
facilidad. Luego de hacer esa petición nos convertimos en una maraña de
manos y piernas y enredamos nuestros cuerpos desnudos de las maneras más
deliciosas que existían.
Sabía que estábamos pisando terrenos muy peligrosos, pero en realidad eso
no me importaba. Nunca me habían importado las consecuencias de mis actos
y esa no sería la excepción.
Aquella noche, luego de un cruel invierno, me juré a mí misma disfrutar al
máximo de mi vida y de cada oportunidad que se me presentase, y eso estaba
haciendo, aun cuando liarme con Edward era como hacerlo con mi peor
pesadilla. Mas no me importaba, lo que él me hacía era demasiado delicioso
como para despreciarlo.
Y lo mejor de todo es que sabía que, después de eso, todo seguiría siendo
igual. Sin celos, sin reclamos y sin compromisos.
—Haz de cuenta que somos amigas lesbianas —me respondió cuando le dije
que todavía me costaba entender que volviera a desearme.
Me reí como loca y dormí abrazada a él. No éramos lesbianas, aunque sí
personas sin miedo a experimentar nada.
Los días pasaron lentos —aunque siempre era así cuando tocaba estudiar—,
las clases eran aburridas a excepción de la del maestro Palmer; mis coqueteos
con él continuaron y no sabía si era mi imaginación, pero creía que cada vez él
cedía un poco.
Y eso en verdad me emocionaba.
Había miradas robadas entre nosotros y no solo en la clase, sino también
cada vez que nos encontrábamos en el campus. Por supuesto él era para mí
alguien prohibido y eso era lo mejor. Soñaba con que un día de esos me
encerrara en uno de los salones vacíos, aunque creía que tenía miedo de ser
descubierto y yo como buena persona que era estaba ideando un plan para
ayudarle.
El timbre de mi teléfono sonó y, aunque quise ignorarlo para seguir
formulando la manera en la que haría caer a mi hombre prohibido, no pude
hacerlo; el insistente sonido de verdad que era molesto, así que lo tomé y vi
que era una llamada de Connor. Fruncí el entrecejo, ya que era muy extraño
que él me llamara y sobre todo después de tantos meses desde que nos
habíamos visto en Elite.
—O me extrañas mucho o LuzBel te pidió que me llamaras —dije al tomar
la llamada—. Si es por él, dile que pronto estará listo su encargo —avisé al
recordar lo que había tenido que hacer para él y su no novia, según ese tonto.
—Laurel, LuzBel está muerto. —Casi me ahogo con mi propia saliva cuando
dijo eso—, y antes de que creas que es una broma, no, no lo es. —La tristeza
en su voz me confirmó lo que decía y el dolor se arremolinó en mi pecho.
¿¡Qué demonios!?
—¡Como me sueltas una noticia como esa de esta manera, idiota! —
reproché con lágrimas en los ojos—. Connor, te juro que si esta es una broma,
llegaré hasta Richmond y cortaré tus bolas.
—Era mi deber avisarte, sé que ustedes tenían una historia y él te
consideraba su amiga... —dijo en el mismo tono—. ¡Maldición! Esto no
debería estar sucediendo —bufó con un profundo dolor en su corazón, el mío
no era menos que el de él.
Yo amaba a LuzBel, no de una forma como se aman las parejas, pero sí
como un hermano, un amigo que estuvo para mí en los momentos más
difíciles.
—¿Puedo irme en estos momentos y quedarme contigo? —pregunté con la
voz gangosa.
—Claro, ven y acá hablaremos de lo sucedido.
—Gracias, Connor —susurré y terminé la llamada.
Todo el camino hacia Richmond lloré como una Magdalena, me era difícil
creer lo que había sucedido; le llamé a Edward para comunicarle lo que pasaba
y por qué me iba a ausentar, a Jace le dejé una nota, ya que no se encontraba en
casa y salí lo más rápido que pude. Miles de motivos por los cuales LuzBel
podía estar muerto llegaron a mi cabeza, pero ninguno era creíble para mí.
A veces crees que situaciones como esas podían pasarle a cualquiera, menos
a ti, como si de alguna manera estuviésemos blindados, pero cuando la ocasión
llegaba, cuando el blindaje lograba ser destruido, el dolor era insoportable. Mi
corazón estaba a punto de estallar en miles de pedazos, mis ojos estaban rojos
al igual que mi nariz y agradecía el no haberme maquillado, ya que de seguro,
después de llorar tanto, parecería un mapache.
Connor estaba esperando por mí para cuando llegué, me sentía super agotada
de tanto llorar y por el largo camino recorrido, la brisa fresca acarició mi rostro
y suspiré con pesar; el chico frente a mí vestía con ropa negra y no era por la
organización a la que pertenecía... no. Era por el luto que guardaba a uno de sus
grandes amigos.
Corrí hacia él y lo abracé con fuerzas, los sollozos no se hicieron esperar y
sabía que él se contenía solo porque alguien tenía que ser fuerte en momentos
como esos.
Luego de un rato en la misma posición me invitó a pasar a su apartamento,
en el camino hacia ahí me comunicó que Evan estaba con él, también estaba
Jane, y cuando entré los saludé con educación, aunque había un poco de
tensión —sobre todo con Evan tras las palabras cruzadas en Elite—. Todos
vestían de negro y eso solo acababa con mis esperanzas de que aquello fuera
una estúpida y muy mala broma.
—¿Como sucedió? —pregunté luego de tres horas de haber llegado, todos
estábamos sentados en los cómodos sofás de la pequeña sala del apartamento,
la pregunta rondaba en mi cabeza, pero no me atrevía a formularla. Se vieron
entre sí como animándose entre ellos mismos a hablar de lo sucedido.
—Salimos una noche de estas al club de LuzBel, él e Isabella se fueron antes
debido a una nota que le hicieron llegar a ella. —Connor habló y por primera
vez pensé en la chica que se había adueñado del corazón de mi amigo—. En el
camino tuvieron un accidente y luego fueron emboscados por algunos
Vigilantes. Intentamos rastrearlos, pero no podíamos; después de eso alguien
que está infiltrado en la organización de los Vigilantes nos avisó de cierto
movimiento que había notado, Elliot fue a donde nos indicaron.
—¿El mismo Elliot que se acostó con Amelia, el primo de LuzBel? —
interrumpí, y asintieron—. Ellos dos se odiaban a muerte —recalqué extrañada
del por qué Elliot había ayudado.
—Elliot fue novio de Isabella mucho antes de que conociera a LuzBel, ellos
cortaron cuando ella llegó a Richmond —respondió Jane—. Después de que
conoció a LuzBel —susurró, y una sonrisa se formó en mi rostro.
La chica había sido la venganza de LuzBel hacia su primo y al final terminó
enamorado de ella. Vaya mierda que podía ser el karma cuando quería.
—Elliot fue descubierto y también secuestrado por los Vigilantes, pero el
llevaba un localizador. Lo tuvo que esconder y desactivar para no ser
descubierto —prosiguió Connor—. Cuando lo logró activar fuimos en busca de
ellos, pero...
—Llegamos tarde —terminó Evan cuando Connor no pudo seguir—, el
edificio estaba en llamas y a punto de derrumbarse, Elliot apenas logró salir
con Isabella en brazos. LuzBel murió en una explosión; lo hizo a cambio de
que ellos salieran con vida. —Me llevé la mano a la boca intentado acallar un
gemido lleno de sorpresa y dolor.
Sabía que estaba muerto, pero la manera en la que murió era horrible, él no
se lo merecía. Me puse de pie luego de escuchar lo suficiente como para tener
pesadillas por el resto de mi vida.
—¿Isabella y Elliot están bien? —pregunté con dificultad.
—Elliot tiene muchos golpes y algunas costillas rotas, Isabella fue marcada
para el resto de su vida; la torturaron de una manera horrible y la rompieron en
cuerpo, alma y mente al asesinar a LuzBel frente a ella. —Jane lloraba al decir
cada palabra—. Ha despertado luego de estar inconsciente por un día, pero no
habla ni reacciona a nada. —Connor la abrazó justo en el momento que creí
que la chica iba a desmoronarse por el dolor que la agobiaba al saber a su
amiga en ese estado.
—Lo siento mucho —dije llegando a ella, y por primera vez en mi vida esas
palabras salían de mi corazón—. Casi no la conozco e incluso creo que me odia
por creerme la amante de LuzBel, pero te aseguro que fui muy feliz por él
cuando supe que estaba enamorado de ella. —Todos me vieron como si me
había salido otra cabeza, y entendí que ninguno se dio cuenta de los
sentimientos de LuzBel hacia esa chica—. ¿Crees que aquella noche que casi te
mata a golpes fue por gusto o por su posesividad? —pregunté a Evan.
—Sospechaba de sus sentimientos, pero siempre me dije que era así porque
quería a todas para él solo —respondió con pena.
—Yo creí que lo hacía porque a él no le gustaba que tocaran lo que creía
suyo —confesó Connor.
—Yo solo rezaba para que jamás dañara a mi amiga, en verdad siempre me
aterrorizó estar cerca de él, pero luego de lo que hizo por ella no supe qué creer
—añadió Jane, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.
—Al igual que Isabella, yo siempre vi más allá del hombre de hielo que
LuzBel aparentaba ser —dije y caminé hacia una de las ventanas del
apartamento—. ¿Cuándo lo sepultarán?
—No hay cuerpo que sepultar, Laurel. Explotó y lo que quedó de él se
quemó. —Me estremecí al escuchar las palabras de Evan—. Mañana se hará un
pequeño acto en honor a su memoria, es todo lo que se puede hacer —asentí
sin volver a verlos, las lágrimas se hicieron presentes de nuevo.
Eso era demasiado.

Veía una lápida colocada al lado de la sepultura de Elsa, quien


lastimosamente también había muerto el día que secuestraron a Isabella, su
leyenda decía:
Elijah Pride
Amado hijo, hermano y amigo...
Excelente líder y heredero único.
Vivió para amar y murió por amar.

Leer lo último en verdad era doloroso e irónico; él se negó tanto al amor y


cuando al fin se rindió ante ese sentimiento se entregó de corazón y también
dio su propia vida. Su lápida fue colocada solo como un símbolo y el acto que
se hizo en su memoria fue muy emotivo. Saludé a Tess y le di mis
condolencias; le pregunté por Isabella, ya que fue muy extraño que no
estuviera presente, pero su respuesta fue muy abrumadora: la chica castaña se
negaba a aceptar la muerte de LuzBel y por eso no estuvo presente. Tuve la
intención de ir a verla y entregarle lo que LuzBel dejó para ella, sin embargo,
recordé sus palabras.

—Entrégaselo cuando creas que es el momento indicado.


—Esto es raro, LuzBel, sería mejor que se lo entregaras tú —alegué.
—Quiero que lo hagas tú, su cara será épica cuando seas precisamente tú,
la chica que cree mi amante, quien le entregue esto. —Rio, y puse los ojos en
blanco, aunque no podía verme—. Confío en que sabrás cuándo entregárselo.

No sabía si era lo correcto que confiara en mí, pero por alguna razón
presentía que aún no era el momento, así que evité verla. Luego regresaría y
sería hasta cuando ese momento al fin llegara.
—Te saliste con la tuya —susurré hacia la lápida de Elsa—. No pudiste
tenerlo para ti en vida, entonces vienes y te lo llevas a la muerte. —Parecía una
loca, pero no me importaba.
Cuando LuzBel me dijo que su amiga había muerto no me lo podía creer,
todo fue una jugada de su peor enemigo, y asesino también de Amelia, su
exnovia. Isabella no pudo defenderla por defender a Tess. Luego de que
LuzBel salió de aquel club como alma que llevaba el diablo a buscar a su chica
y su amigo, Elsa, Tess e Isabella fueron secuestradas y cuando lograron
rescatarlas fue tarde para Elsa; mi amigo sufrió mucho la muerte de la chica y
lo hacía más por el miedo de que su mundo y sus enemigos llegaran a Isabella.
Y le dije en ese momento que solo era un paranoico, y me arrepentía, él
presentía el peligro y no se equivocó.
—Buena jugada, Elsa, y como dicen por allí, si no sería para ti, no sería para
nadie. Cuídalo y entretenlo mientras yo llego. —Sonreí por las estupideces que
salían de mi boca—. Te fuiste sin despedirte, LuzBel —tragué con fuerza para
retener las lágrimas—, no pude decírtelo en vida, pero agradezco todo lo que
hiciste por mí y jamás habría podido pagártelo. Te extrañaré mucho, mi
hermoso diablo. —limpié una lágrima solitaria mientras veía su lápida—, y
cumpliré con tu pedido cuando sea necesario, lo prometo —finalicé y me di la
vuelta.
Mi tiempo ahí había terminado y no me apetecía estar en un lugar donde él
ya no estaría más; algún día lo volvería a ver, cuando el momento de mi muerte
llegara estaba segura de que allí estaría él, esperando por mí, dándome la
bienvenida a su hogar.
Mi amigo se había ido, pero algo me decía que su huella permanecería para
siempre.
—¡Perdón! —exclamé cuando choqué con alguien a la salida de aquel
cementerio. Exhalé un delicioso aroma a madera y miré anonadada al chico
frente a mí.
¡Madre de Dios! Era precioso.
¡No! Era inhumanamente hermoso y casi me corro solo con verlo; sus ojos
oscuros me escanearon y cuando se conectaron a los míos tuve miedo y no
supe la razón. Estaba barbado y tenía preciosas pecas sobre la nariz. No pude
verle el cabello, ya que lo protegía con un gorro de lana y encima de este
llevaba el de la sudadera negra que usaba, el pantalón también era negro y con
botas a juego.
Sus manos habían estado en las bolsas de su pantalón y las sacó para
tomarme de los hombros.
¡Carajo! Ese chico no tenía idea de lo que me provocaba con un simple
toque.
—Perdóname tú, venía distraído.
¡Jesús! Su voz también tocó todas mis terminaciones nerviosas solo con el
tono y me estremecí. Tenía un piercing en la lengua y a mi mente llegaron
imágenes perversas de todo lo que podía hacerme con ella.
—¿Estás bien? —cuestionó, y asentí. Miró para todas partes como buscando
o cuidándose de alguien y luego me miró de nuevo—. Bien, debo irme. De
nuevo perdón —dijo y, aunque quise decirle algo, no pude, pues se fue de
inmediato y desapareció como una sombra lo hacía en la oscuridad.
Pero aquel choque accidental y su mirada me marcaron como el hierro
caliente en la piel de un ganado.
El chico del cementerio me había intrigado.

Los días transcurrieron tan rápido como el viento, pero el dolor de mi


pérdida aún seguía, y por increíble que pareciera hasta había dejado de follar, y
vaya que tuve muchas tentaciones, sobre todo después de que Andrea se fuera
de la casa y Jace se quedase todito para mí.
Pero nada era igual, Edward estaba preocupado al no verme ya coquetear
con el maestro Palmer, y yo también me estaba dando cuenta que no todo
estaba bien conmigo, la muerte de uno de mis mejores amigos en serio me dio
muy fuerte. Sin embargo, deducía que tal cosa igual se podía deber a un
peculiar choque que aún me tenía pasmada.
—En serio me preocupas, Lorax. —Ed utilizó ese sobrenombre que me
había puesto, y que tanto odiaba, en un intento por hacerme reaccionar, aunque
no me importó—. Mira que el culo del maestro Palmer luce maravilloso con
ese pantalón de mezclilla y tú no estás babeando. —Señaló al maestro cuando
escribía algo en el pizarrón, su saco en color beige se subió un poco y dejó al
descubierto su bien formado culo.
Lo admiré por unos segundos, luego quité mi vista de él al imaginarlo en un
pantalón negro y en lugar del saco lo visualicé con una sudadera también negra
y un gorro cubriendo su cabeza.
¡Uf! Estaba muy mal.
Había dejado de lado los coqueteos con el maestro desde que regresé de
Richmond tres semanas atrás, e incluso evitaba cruzarme con él como si eso
estuviese mal, y lo peor de todo fue que cuando era yo la que quería evitarlo
más me lo encontraba.
Hasta el destino quería que me portara mal, y yo era una perra que no lo
aprovechaba.
¡Vaya mierda!
Ignoré por el resto de la clase a Edward y me concentré en lo que el maestro
explicaba, de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban y, cuando eso
sucedía, giraba la cabeza para ver hacia otro lado. Cuando al fin la clase
terminó todos salieron del salón, por último nos preparamos para salir Ed y yo,
acomodé mi vestido —un corto vestido floreado y con vuelos de la cintura para
abajo— y tomé mis libros. Caminé en silencio al lado de mi amigo y justo al
salir del salón una voz me detuvo.
—Señorita Stone, ¿me permite un momento? —Su voz varonil ya no hizo
que mi piel se erizara. Di la vuelta para verlo—. Señor Edward, usted puede
marcharse —asentí hacia mi amigo cuando con su mirada preguntó si estaría
bien.
—Estaré afuera, cuidando tu espalda —susurró acercándose a mí y dándome
un beso en la frente.
Cuando Edward salió regresé mi vista al maestro frente a mí, me sonrió sin
mostrar sus dientes y con una mirada me invitó a sentarme en uno de los
lugares frente a él; cerró la puerta del salón y luego se acercó a mí. Se acomodó
en el escritorio poniendo su bien torneado trasero en él y cruzó sus largas
piernas por los tobillos. Aunque no estaba bien anímicamente, y hasta distraída
pensando en alguien que jamás volvería a ver, no pude evitar mirar cómo se
marcaba su gran paquete por encima de la mezclilla; mis hormonas regresaron
a la vida en ese instante y un carraspeo por parte de él hizo que pusiera
atención a su rostro y me sonrojé cuando vi una pícara sonrisa en sus labios.
Estaba claro que se había dado cuenta hacia dónde miraba.
—Me he preocupado mucho por usted, señorita Stone —habló al fin—,
desde hace un par de semanas la he notado decaída. ¿Tiene algún problema?
—Oh no, señor Palmer, agradezco su preocupación, pero no tengo ningún
problema —respondí obviando el problema que se estaba formando con mis
hormonas.
—Puede confiar en mí, en serio me preocupa su bienestar. —Cruzó los
brazos a la altura del pecho y llevó una mano hacia su barbilla, colocó un dedo
en sus labios y deseé ser ese dedo en esos delgados pero hermosos labios.
—Solo he estado triste por la muerte de un amigo y, antes de que diga lo
siento, no lo haga sino lo siente —aclaré sintiendo calor, mi cabello estaba
suelto así que lo recogí hacia un solo lado de mis hombros.
Él sonrió por lo que había dicho.
—Yo tampoco creo en esas palabras —confesó—. ¿Y eso ha influido
también en su falta de coqueteos? —preguntó de pronto y como una niña tonta
me hizo sentir nerviosa.
—Yo no he coqueteado —dije y soné como una estúpida, me puse de pie,
pero él se acercó a mí con agilidad.
Era lo que siempre había deseado y en ese instante no sabía qué hacer, en
definitiva algo estaba muy mal conmigo.
—Debo admitir que extraño eso, señorita Stone —susurró cerca de mi
rostro, él era muy alto, olía delicioso y no estaba siendo el típico maestro, no.
Estaba siendo un seductor y se le daba malditamente mejor que el ser maestro
—. ¿Qué tengo que hacer para que esa parte de usted regrese? —Me quedé sin
palabras, no sabía qué responder.
En los últimos días me sucedía mucho, no sabía ni cómo mover la boca para
hablar.
Alguien tocó la puerta en esos momentos, eso hizo que él se alejara de mí;
mi corazón estaba acelerado como si hubiese corrido una maratón y agradecía
el estar maquillada porque en definitiva acababa de perder todo mi color
natural.
La adrenalina era exquisita.
—Adelante —dijo él y la puerta se abrió, la secretaria del decano apareció
con sus gafas hípster que no la hacían ver nada sexi.
—¡Hola, John! El decano necesita verte —anunció queriendo escucharse
sensual.
No lo lograba.
—Ahora voy —dijo él regalándole una sonrisa, noté la emoción en ella y
casi me rio, al parecer no solo yo babeaba por ese adonis.
Decidida a salir tomé mis cosas y caminé hacia la puerta, le sonreí a la
secretaria, pero antes de marcharme, decidí regresar al juego. Creo que ya
había tenido demasiado descanso.
—Maestro Palmer —lo llamé cuando estaba tomando unos documentos de
su escritorio—. Respondiendo a su pregunta… siga así —dije guiñándole un
ojo, él entendió a la perfección, me regaló una hermosa sonrisa y asintió.
El caliente maestro acababa de darme la pauta para continuar y ni loca la
desaprovecharía.
Mi vieja yo había decidido regresar y olvidarse de chicos misteriosos.
Tiempo pasado…

Edward me miraba como si me hubiesen salido tres cabezas cuando salí del
salón de clases. La sonrisa me abarcaba todo el rostro y me sentía muy
emocionada después de esa charla con mi guapo y apetecible maestro.
La tristeza aún seguía, mi pérdida era grande, pero tener cómo distraerme era
bueno. Mi maestro era muuuy bueno.
Llegué a casa ese día y me encontré con Jace a punto de salir con Andrea,
me sorprendió mucho que ella estuviese ahí; se marchó días atrás y ya estaba
de regreso. ¡Puf! Maldije en mi interior y creo que no pude ocultar mi mal
sabor de boca al verla. Los saludé intentando ser educada y luego mi alegría
volvió al saber que la chica no había vuelto para quedarse, aunque lo malo de
eso era que se llevaría a Jace con ella. Él se rio al ver mi reacción y, luego de
dejar a su novia unos instantes en el coche, regresó a casa y me alcanzó justo
entrando a mi recámara.
—Me iré unos días con ella —dijo entrando sin ser invitado, lo miré por
encima del hombro y me saqué la ropa sin descaro alguno frente a él.
Tragó con dificultad, y mordí mi labio inferior mientras una sonrisa se me
escapaba.
—Es una lástima —susurré.
—¿Te han dicho que eres muy cruel? —preguntó acercándose un poco sin
cerrar la puerta.
—Cruel es bueno —respondí al girarme para quedar frente a él.
—Muy bueno —afirmó, y se detuvo a unos centímetros de mí—. Regresaré
pronto y entonces te enseñaré lo bueno que es ser cruel —añadió provocando
muchas cosas en mí.
Me puse en puntillas, ya que él era muy alto, y apoyé una mano en su
hombro para luego acercarme a su oído.
—No tardes —susurré—, te estaré esperando —añadí y lamí el lóbulo de su
oreja, luego me di la vuelta y caminé toda sensual hacia el baño. Antes de
entrar lo miré y le guiñé un ojo, él estaba embobado y riendo al ver mi
reacción.
Sí, así era yo: loca y descarada siempre.

Una semana luego de aquella plática con los dos hombres que más deseaba
hasta el momento —no más que el chico misterioso al cual tenía que olvidar—
había llegado a nuestra clase una chica nueva; era muy bonita y se notaba que
babeaba por Ed, para su mala suerte a ese tipo solo me lo follaba yo y algunos
hombres en el pasado.
Y es que como dije antes, solo los chicos que habían pasado la noche con
Edward y los que lo conocíamos en verdad sabíamos de su gusto por los
hombres, de lo contrario, cualquiera creía que él se moría por las mujeres y
Rose —la chica nueva— era una de ellas. Aunque bueno, creo que la tipa no
iba solo tras Edward sino también detrás del maestro Palmer y eso no me
agradaba para nada, sobre todo al ver la amabilidad con la que él la trataba, y lo
peor era cuando intentaba ignorar mis coqueteos si ella se encontraba cerca.
Eso estaba muy mal y me demostraba que el respetado profesor tenía un lado
de casanova que no podía evitar.
Mi indignación llegaba cuando él me provocaba y sí, era siempre que Rose
no estaba, y entonces pensé en algo que no me agradó.
¿Quién le gustaba más? ¿Ella o yo?
¡Mierda! Tenía una contrincante cuando yo siempre fui la única.
Y pues sí, podían decir lo que quisieran, pero también tenía mi ego y estaba
siendo tocado muy fuerte.
No podía volverme enemiga de la chica, ese sería mi peor error, entonces
pensé en que podíamos compartir al guapo maestro o podía convencer a
Edward para que se le metiera entre las piernas y así se olvidara de mi chico
mayor. El problema sería en cómo convencer a mi amigo, ya que él fue claro
conmigo: podía follarme a mí, pero no a otra chica.
¡Puf! El maldito también tenía sus reglas y exigencias.
Así que me decidí por lo más fácil y comencé a ser amable con la bonita
Rose, era una total hipócrita, aunque todos lo éramos, y quién dijese que no
pues también era un estúpido mentiroso o mentirosa.
—Vamos esta tarde por un café, Ed nos acompañará —animé, y Ed solo
rodó los ojos al ver cómo intentaba persuadir a Rose.
Era de cabello rubio oscuro con algunos mechones más claros, piel blanca y
cuerpo esbelto; envidiaba de buena fe sus cejas, eran como dibujadas por el
mejor pintor y sus ojos eran verdosos y a veces hasta azules. En serio Edward
era un idiota al no comerse a semejante preciosura.
—¿Y si mejor vamos a mi casa y me ayudan a entender el trabajo que nos
dejaron? —propuso ella. Eso no me agradaba, no obstante, haría la excepción.
—¿Vives con tus padres o sola? —pregunté, y Edward negó con disimulo
para que ella no lo viera—. Hago lo que quieras luego, pero ayúdame —le pedí
en un susurro sin que Rose lo notara, y siguió negando—. Lo que quieras,
hermoso amigo, por favor —supliqué y vi un brillo de picardía en sus ojos.
—¿Lo qué sea y yo quiera? —cuestionó, y tuve miedo de responder—.
Quiero otro trío y esta vez con Jace, ¿harás eso? —siguió sin dejarme
responder antes, era estúpido si creía que haría eso de nuevo y menos con Jace.
A ese tipo me lo comería sola.
—No, vivo con mi tío John y, antes que digan algo sí, es el mismo John que
nos da marketing. —Mis ojos se ensancharon luego de escuchar a Rose y
Edward sonrió victorioso.
¡Hijo de su bendita madre!
—¿Irás? —le preguntó ella a él, me imaginé que sus intenciones no eran
estudiar y era mi maldita oportunidad para estar en casa de mi maestro, pero
Edward negó, y quise matarlo—. ¡Oh! —exclamó Rose un poco triste—.
Entonces si quieres vamos por el café —me dijo a mí resignada.
¡Genial!
—Yo puedo ir a tu casa si lo prefieres —me ofrecí con entusiasmo, y la
maldita negó.
Hija de puta, me estaba usando, y Edward se divertía con eso… ¡Imbécil!
—Acepto tu trato, idiota —le susurré de nuevo y un tanto indignada porque
también me usaba.
—¿Segura? —cuestionó divertido.
—Sí, estúpido, pero, si tienes que follártela para dejarme el camino libre, lo
harás —advertí, no me importaba si lo hacía o no, lo que me importaba es que
me diese tiempo.
También sonreí cuando asintió.
—Sabes qué, Rose. Mejor sí las acompaño, pero si es a tu casa. —Los ojos
de la chica se iluminaron al oírlo y asintió de inmediato.
El cabrón sabía de su poder sobre ella y me encantó tenerlo de mi lado; solo
esperaba que Jace se negara a aquel trío y si no, pues me tocaría disfrutar de
otra noche de perversión.
La hora de irnos a casa del maestro al fin llegó y Edward pasó por mí; mi
asombro todavía no pasaba al saber que Rose era su sobrina y Ed se rio al
recordar los celos que tuve de la atención que él le daba a ella y que en esos
momentos ya no la estaba viendo como enemiga, sino como mi mejor aliada.
Por obvias razones, Ed se seguía negándose a estar con ella, y pude
convencerlo de que al menos fingiera ser un puritano dulce y virgen para que la
chica no sospechara nada.
—¿Y si mejor hacemos un trío con el maestro? ¡Auch! —se quejó luego de
hacer aquella pregunta y que yo lo golpeara en el brazo.
—¡Ya! Para con los tríos, idiota, y déjame disfrutar a mí sola —le exigí, y
rio.
—Bien, esperaré paciente por el que haremos con Jace —puntualizó, y rodé
los ojos.
—¿Y si él no quiere?
—Algo me dice que sí va a querer —aseguró, y lo dijo con tanta convicción
que llegó a incomodarme, mas lo ignoré.
Dejé la conversación y recordé todo lo que Rose nos había dicho; su tío era
divorciado desde hacía un año, su padre y él eran hermanos y ella estaba
viviendo con John porque sus padres decidieron hacer un viaje luego de un mal
momento que atravesaron. Rose, como buena hija, no quiso ser un estorbo y
además deseaba vivir nuevas experiencias, por lo mismo se cambió de
universidad y estaba ahí, siendo la compañía de su amoroso tío.
Llegamos justo a la hora que habíamos acordado, Rose ya esperaba por
nosotros más entusiasmada que yo por ver a su tío; estaba fresca con un
micropantaloncillo de mezclilla que apenas cubría su culo y el idiota a mi lado
ni siquiera un suspiro de fastidio dio. Yo usaba un vestido veraniego muy al
estilo de los ochentas y un pañuelo con el mismo estampado de lunares
amarrado como diadema en mi cabeza para que el cabello no se me fuera al
rostro; intentaba parecer una niña buena, aunque mis intenciones fueran muy
malas.
La casa era pequeña, pero con el espacio suficiente para quienes vivían ahí;
con tristeza para mí, el maestro seguía en su trabajo y tuve que persuadir a
Rose para que me dijera a la hora que llegaba y agradecí que en ese momento
Edward se dignara a ayudarme fingiendo un poco de interés en la pobre chica.
La pasamos en su habitación por un buen rato y, cuando la hora de que mi
nuevo objetivo llegara se acercó, bajé con la mentira de que iría a la cocina por
un vaso con agua y busqué la habitación del maestro que para mi buena suerte
estaba en la planta baja, muy alejada de la recámara de Rose que, obvio, estaba
en la planta de arriba; para Rose fue un alivio deshacerse de mí y sin que
Edward escuchara le prometí que me tardaría un buen rato para darles espacio.
Cuando al fin encontré la habitación me metí en ella y la admiré; John era
muy ordenado y la recámara olía a él. Inspiré profundo y cerré los ojos
imaginándomelo cerca de mí, segundos después los abrí y vi un pequeño
escritorio ubicado cerca de la ventana que daba vista a la calle. Todos sus
papeles estaban ordenados a la perfección y sacando mi lado perverso decidí
quitarme la braga que usaba y la dejé sobre el escritorio junto a una nota que
escribí en ese instante tomando un papel de pegatina del block que de seguro
usaba para recordatorios importantes; pues bien, yo le haría un pequeño
recordatorio en ese momento.
Dejé la nota sobre la braga y salí de la habitación justo cuando vi por la
ventana que él llegaba; me apresuré a la cocina y tomé un vaso con agua, luego
caminé con la intensión de que me viera y cuando lo hizo casi se va de culo.
—¿¡Señorita Stone!? —me llamó con notable sorpresa, y le sonreí inocente.
—Hola, maestro. Antes de que pregunte algo o se imagine cosas que no son,
estoy aquí con mi amigo Edward ayudando a Rose en una tarea que no
entiende —avisé, y asintió dejando de lado la sorpresa y concentrándose en la
parte de mis piernas que el vestido dejaba desnudas.
Carraspeé para que me viera al rostro, devolviéndole la que él me hizo en la
universidad.
—Ya veo, ella me informó que traería a unos compañeros, aunque no
mencionó sus nombres —recordó.
—¿Le molesta que seamos nosotros? —cuestioné al ver su seriedad.
—Para nada —respondió seguro, y asentí.
—Lo veo luego, maestro, seguiré con la tarea —avisé, me sonrió sin mostrar
los dientes e hizo una señal de mano para que siguiera mi camino.
Con toda la intención contoneé las caderas cuando subí los escalones, giré
leve el rostro para verlo por encima de mi hombro y le sonreí, él no me
respondió a la sonrisa, pero me miró con demasiado deseo, y sentí que mis
piernas se mojaron al no usar bragas. Llegué a la habitación y abrí con cuidado,
Rose estaba en la cama sobre el cuerpo de Edward, y él fingía interés, aunque
con claridad noté que no deseaba aquello; me reí de lo divertida que me pareció
la situación y decidí no interrumpirlos solo para hacer pagar a Ed por su
chantaje y para poder hacerle una visita a mi maestro favorito en su habitación.
Para ese momento ya debía haber encontrado mi regalito.
Tales actos míos no me ponían nerviosa, eso ya eran bobadas para mí
después de todo lo que había recorrido y vivido y, aunque el maestro era un
hombre imponente al cual deseaba, no dejaba de ser uno más de mi lista de
kilómetros de hombres que existían a mi espalda. Bueno, tal vez kilómetros en
realidad aún eran muchos, pero en algo se asimilaba. Cuando llegué de nuevo a
aquella habitación solo me preparé para un posible rechazo que no me quitaría
el hambre y abrí sin siquiera llamar; él estaba ahí, con mi braga en una mano y
la nota en la otra todavía leyéndola.
—Una alumna normal le regala manzanas a su maestro —dije, y se giró para
verme—. Claro está que no soy una alumna normal y le ofrezco el verdadero
fruto prohibido a mi maestro favorito —señalé y cerré la puerta detrás de mí—.
¿Lo quiere maestro, Palmer? —susurré y pasé mi dedo medio sobre mis pechos
y bajé hasta detenerme justo encima de mi sexo.
—No tiene idea de lo loco que me pone que me llame así, con su carita
inocente y sus intenciones perversas —confesó, y sonreí victoriosa.
Eso era todo lo que deseaba escuchar, la respuesta que necesitaba. Mi
maestro al fin me mostraría si así como era bueno para enseñar, también lo era
para follar y como una buena alumna acataría todas sus enseñanzas o le
mostraría cómo la alumna superaba al maestro; comenzó a caminar hacia mí y
en el proceso se quitó la camisa dejándome ver todos aquellos músculos que
sabía que tenía solo porque los vi en su perfil social. Cuando estuvo cerca llevó
mi braga a su nariz y la olió como un depravado, acción que me excitó en
demasía.
—Debo saber si así como huele, sabe —advirtió, y sin previo aviso me cogió
de la parte de atrás del cuello y me unió a su boca.
Sus labios eran diestros, su beso estaba siendo brusco y delicioso,
mostrándome todo lo que quizá deseaba hacer en mi sexo, pero que
lastimosamente para ambos no podría, pues no iba a romper mis reglas con él
tan rápido. Su lengua comenzó a embestir mi boca y mi entrepierna a mojarse
más; el maestro olía exquisito y sabía aún más, pronto nuestras manos no
encontraron sosiego alguno y nos sentíamos y acariciábamos con desespero
hasta que estuvimos desnudos sobre su cama.
Me sentía demasiado pequeña sobre aquel gran hombre, pero eso no iba a
impedir que todo lo suyo cupiera en mí; sacó un preservativo de la mesita de
noche y le di solo el espacio justo para que se lo colocara, era un tipo muy bien
dotado y cuando estuvo listo lo tomé con mi mano y lo coloqué en mi entrada.
Me penetré yo misma estando sobre él, y los dos jadeamos con aquella
sensación tan deliciosa que nos provocamos, sus manos grandes cubrían a la
perfección mis nalgas y las acunó para luego apretujarlas y moverlas a su
antojo mientras el vaivén de nuestros cuerpos iniciaba; mis pechos rebotaban
con las embestidas y gemí sin parar por cómo me llenaba.
Llevó uno de mis pechos a su boca y lo chupó con ímpetu, luego le dio la
misma atención al otro, y sentí una de sus manos llegar a mi trasero y
acariciarlo sabiendo el placer que iba a darme; me moví con fuerzas cuando
necesité de más fricción y chillé en cuanto con destreza se giró sin salir de mi
interior y quedó sobre mi cuerpo haciéndose de todo el control.
Ambos sudábamos y su cuerpo brilloso lucía estupendo, cogió una de mis
piernas y la puso sobre su hombro, la posición me hacía sentirlo hasta la
empuñadura y mordí la almohada cuando su mano masajeó mi núcleo y me dio
lo que tanto deseaba en ese momento hasta casi gritar su nombre, puesto que
no lo logré gritar porque justo cuando quise hacerlo él me besó y se lo tragó.
Me corrí con intensidad y rato después el maestro también lo hizo y luego se
tumbó a mi lado, los dos con el cuerpo empapado y el corazón junto a nuestras
respiraciones aceleradas.
—Espero que Rose no nos haya escuchado —murmuró, y reí.
—No lo creo, Edward la tiene entretenida con sus explicaciones y además
escuchan música —avisé, y no mentía, aunque no expliqué cómo en realidad
pasaban las cosas.
—Eres exquisita, Laurel Stone —susurró y acarició mi rostro.
—Tú también lo eres, John Palmer —halagué.
—¿Qué pasará mañana? —preguntó, y le sonreí satírica.
—Seguirás siendo mi serio maestro y yo tu descarada alumna —aseguré y di
un casto beso en sus labios—, y cuando lo desees podrás caer de nuevo en mis
provocaciones —cedí, y sonrió, esa vez mostrándome sus perfectos dientes y
su clara diversión.
—Eres peligrosa —aseguró, y asentí.
—Lo soy, así que ya estás advertido —puntualicé y salí de la cama
dejándolo un tanto anonadado; me vestí bajo su atenta mirada, y se puso
cómodo en la cama, cubriendo su desnudes con la sábana—. Maestro Palmer,
ya vio que el diablo es rojo así que le aconsejo que no intente verlo de otro
color —aseveré, y sonrió, él sabía de lo que hablaba y me gustaba que lo
tuviese claro. Recogí las bragas y se las tiré sobre el pecho—. No me olvide —
pedí, y se mordió el labio sonriendo.
—Juro que coleccionaré todas las que tengas —habló seguro, y devolví la
sonrisa antes de salir de su habitación.
El hombre me había dejado con ganas de un segundo asalto.
Tiempo pasado…

Miré por un momento hacia la carretera y rodé los ojos al escuchar a Ed.
—Ojalá que el trío con Jace valga todos los abusos que esa chica me ha
hecho —murmuró con el dramatismo de una chica fresa cuando ya nos íbamos
para mi casa.
Yo en cambio iba con una tremenda sonrisa en el rostro y babeando por
todos lados luego de aquel encuentro con mi maestro, tanto así que no me
importaba si el trío con Jace se perpetuaba o no. Y si lo iba a hacer era solo
porque se lo prometí a Edward y las promesas se cumplían, ¿no?
El punto fue que mi amigo era demasiado dramático cuando claro estaba que
había disfrutado de los abusos. ¿Por qué lo sabía? Pues porque lo encontré
recibiendo tremenda mamada por parte de una inocente Rose; la chica ni
siquiera se avergonzó al verme, él en cambio se asustó como si quien los
acababa encontrar eran los padres de ella y no su compañera de travesuras, que
por una vez dejó de ser su carnada. Siendo considerada los dejé solos un rato
más, Rose estuvo feliz, y Edward casi me asesinó, sin embargo, el maldito
salió rato después más relajado y menos gruñón, y todo era gracias a que
obtuvo su liberación, y con una mujer, —una que no era yo— luego de jurar
que no se acostaría con ninguna otra.
—Te la chupó y lo gozaste, Ed. Deja el drama —pedí, y me miró indignado
—. Dijiste que no te acostarías con ninguna otra mujer porque nadie que no
fuera yo lograba ponértela dura y obviamente, después de lo que vi, eso no te
lo creo —señalé y sus preciosos ojos casi se salieron de sus orbitas al oírme.
—Técnicamente me violó, Lorax, y no me acosté con ella. Rose me folló
con su boca y tiendo a reaccionar bajo presión y esa condenada chica me
presionó demasiado así que obviamente mi nenito iba a actuar. Y para que lo
sepas, tuve que cerrar los ojos e imaginarme a ese modelo que tanto nos
encanta para poder eyacular —soltó, y sin poder evitarlo solté tremenda
carcajada.
Él solo me fulminó con la mirada y siguió conduciendo, pero sabía que
aquella situación lo divertía igual que a mí.
Edward y yo no solo compartíamos el gusto por los hombres, sino que
también nos gustaba mucho cocinar y luego de que ambos perdiéramos muchas
energías en casa de los Palmer decidimos pasar al supermercado y comprar
algunos ingredientes que nos hacían falta para preparar algo de comer.
Seguimos hablando de lo sucedido, y terminó disculpándose conmigo por
usarme tanto tiempo de carnada, ya que, al estar en mi lugar por un día, dijo
haber comprendido lo incómodo que era; acepté sus disculpas y le aclaré que
eso aún no acababa, pues seguiría siendo mi carnada cuando me quisiera colar
de nuevo en casa del maestro y él se encargaría de distraer a la bonita Rose.
Aquello no le agradó, mas no pudo protestar porque mi tiempo como su
carnada no lo saldaba con una sola vez y él mismo lo aceptaba, así que
seguimos haciendo planes y terminé de contarle mi encuentro con el señor
Palmer con todo los detalles.
—¡Mierda! Ese hombre es demasiado interesante. ¿En serio no quieres
compartirlo? —Le tiré un pedazo de lechuga en la cabeza por sus tontas
preguntas, él rio y siguió picando los pimientos dejando de lado la cebolla.
—Así agregue por último esa cebolla, la picarás tú no yo, Ed. Así que deja
de hacerte el idiota que esta vez yo paso de ella —le advertí y de soslayo lo vi
hacerme caras e imitar mis mandatos, pasé a su lado y le di un azote. Se quejó,
aunque hizo lo que le pedí.
El listillo siempre hacía lo mismo alegando que no permitiría ni que una
cebolla lo hiciera llorar, pero yo estaba harta de llorar con ella así que esa vez
no iba a ceder.
Los días siguientes pasaron rápido y en la universidad todo seguía sin ningún
cambio; el señor Palmer continuó siendo mi serio y respetado maestro y
algunas tardes se convertía en mi profesor personal de anatomía e instructor de
Kama Sutra. Edward siguió apoyándome por obligación como carnada y,
mientras yo me la pasaba aquellas tardes en la habitación del maestro dándole
un poco más de mi fruto prohibido, Ed entretenía a Rose y seguía jugando al
chico virginal; en mi interior intuía que eso le encantaba, pero debía seguir
fingiendo que no frente a mí para mantener su reputación de comebananas.
Jace al fin había vuelto de su viaje con Andrea y estaba muy intrigada luego
de que la chica llegara a dejarlo a casa, y sin que él se diese cuenta me pidió
que habláramos en un café cerca de casa, pude haberme negado, sin embargo,
la pobre insistió casi a punto de llorar y cedí solo porque necesitaba comprobar
que no era yo la causante de su tristeza. Ella me agradeció al verme llegar, y le
pedí que fuera directo al grano, ya que no me agradaban los misterios o las
intrigas.
—Algo pasa con Jace y me estoy preocupando —soltó y no es que fuera una
perra «cosa que sí era», no obstante, me refería a que no es que fuera una
desalmada, pero no estaba para preocuparme por Jace y lo que le sucedía.
Él tipo estaba follable y hasta ahí, suficiente tenía con mis dramas y los de
Edward como para preocuparme por los demás.
—Sé precisa y más directa, cariño, por favor —exigí.
—Laurel, desde hace un tiempo Jace no me toca, ya sabes, sexualmente —
señaló como si no iba a entender tal cosa—. Y me preocupa que ya no le guste
o que le guste otro tipo de persona —añadió, y no me gustó para nada la forma
en que dijo tal cosa y sobre todo cómo me miró.
—Si insinúas que crees que le gusto yo pues mal gusto no tiene el tipo y no
lo culparía de que ya no te desee —solté y sus ojos se desorbitaron al oírme.
Intentó decir algo, aunque por unos segundos fue como un pez fuera del
agua abriendo y cerrando la boca sin saber cómo hablar.
—No seas tan perra, me refería a que creo que le gustan los hombres y solo
me está usando como pantalla para no ser juzgado.
¡Joder! En ese momento fui yo la se quedó sin palabras y sentí cierto odio
hacia Jace al pensar en que tal vez era cierto lo que Andrea decía. Y no sentí
odio porque le gustaran los hombres sino por ser un cobarde y usar a esa chica
quien —aunque fuese una chillona y arrogante— no se lo merecía y me
constaba que lo amaba con locura y que tal situación le dolía demasiado.
—¿Qué te hace pensar eso? —pregunté con molestia.
—La manera en la que ve a tu amigo —admitió y entonces las palabras de
Edward llegaron a mi cabeza.

—Bien, esperaré paciente por el que haremos con Jace.


—¿Y si él no quiere?
—Algo me dice que sí va a querer.

Ed tenía olfato de perra en cuanto a hombres se trataba y analicé que si él


había dicho aquello era porque tal vez intuyó lo que pasaba con Jace desde la
primera vez que lo conoció y por esa razón se sentía seguro de que aceptaría
aquel trío. No quería imaginar a Jace con esos gustos y debía admitir que en mi
interior deseaba que se negara y pidiera estar solo conmigo, pero si eso no
sucedía iba a aceptarlo y enfrentarme a lo que se viniera.
Me fui de la cafetería prometiéndole a Andrea ayudarle en lo que pudiese,
ella jamás iba a imaginarse mi manera de ayudarle, pero era algo que en un
futuro me agradecería; cuando llegué a casa decidí poner en marcha mi plan de
seducción con mi rubio inquilino y lo provoqué de todas las formas que sabía,
incluso terminé caminando en ropa interior por toda la casa y él casi rodó por
las escaleras al verme así.
A pesar de que reaccionaba bien, como me lo esperaba, no cedí hasta que
hablé con Edward y le pedí que llegara a casa bien bañado y listo para un
nuevo juego perverso; el maldito llegó una hora después oliendo de maravilla,
cosa que hizo que me burlara de él durante un buen rato, aunque ya era inmune
a mis burlas y terminó empotrándome en la pared del pasillo hacia mi
habitación, me tomó de la mano y la metió dentro de sus pantalones.
—Búrlate todo lo que quieras, pero te aseguro que cuando la tengas dentro
agradecerás mi higiene. —Quise reírme, mas sus palabras me dejaron sin ganas
de hacerlo y con deseos de que cumpliera tal cosa, sobre todo al sentirlo tan
duro y grande.
(Cof, cof)
Saqué mi mano del pantalón de Ed cuando ambos escuchamos aquel
carraspeo, miramos hacia el lugar de donde provino y nos encontramos con
Jace, justo en la entrada de su habitación.
—Hora de obtener mi pago —susurró Edward en mi oído y sin descaro
alguno besó mi cuello y me sonrió con malicia.
¡Carajo! Me gustaba demasiado cuando activaba su lado macho.
—Perdón por no haberte visto antes, Jace, pero aquí nuestra anfitriona
necesitaba que le aclarase ciertas cosas —dijo hacia el rubio.
Jace lo miró serio, y quise pensar que era por celos hacia Ed y no hacia mí.
Ya había hablado con mi amigo acerca de lo que Andrea me dijo y me
confirmó lo que sospeché por sus palabras, alegó también que si no me dijo
nada fue solo porque no deseaba quitarme la ilusión que sentía por mi huésped.
Odié oírle aquello, no obstante, iba a confirmarlo por mí misma.
—¿Y le ha quedado claro ya? —cuestionó Jace con la voz fría, nos miramos
con Ed y con una señal sutil de cabeza me animó a hacer mi parte.
—No —dije un poco nerviosa—. Tal vez tú puedas ayudarme.
—¿Qué necesitas? —preguntó lacónico y hasta intuí que molesto.
Suspiré profundo y caminé hasta quedar muy cerca de él.
Sus brazos estaban cruzados a la altura del pecho, así que tuve la osadía de
acariciar los músculos que se tensaban en sus bíceps; me miró y luego miró a
Edward cuando se colocó detrás de mí. Jace me recordaba mucho a Olek, no se
parecían en lo físico, pues en mi mente recordaba a Olek como un adolescente
y Jace era todo un hombre, pero la personalidad de ambos era parecida y
entendí que por eso me dolía imaginarme al chico con otro hombre.
Aunque bien decían que al mal paso darle prisa y yo tenía que apresurarme
con muchos pasos.
—Saber qué se siente tener dos pollas dentro de mí al mismo tiempo —solté
y sus ojos se desorbitaron—, y mi amigo me estaba haciendo tocarlo para que
reconfirmara lo grande que es. —Seguí sin inmutarme, llevé mis caricias hasta
su torso y bajé con rapidez a su entrepierna—. Tú también te sientes grande,
Jace, pero sé que puedo con los dos —aseguré, intentó alejarse, y no se lo
permití.
Edwar besó mi cuello de nuevo, sacó la lengua y me lamió ahí; Jace no
apartó los ojos de él, y supe que mi amigo lo veía, sentí su mirada penetrante,
pero más sentí lo duro que Jace se puso en ese momento y mi corazón se
aceleró demasiado e intuí que no era de emoción.
—Estás metiéndote en terrenos muy peligrosos, Laurel —señaló Jace.
—Ya me he metido antes y mírame —dije abriendo los brazos—, sigo aquí,
con ganas de más. —Ambos nos miramos.
Ed aprovechó el momento y envolvió sus brazos en mi cintura hasta llegar a
la cinturilla de mi short y colarse dentro de él. Tocó mi coño con una mano y
con la otra acarició mis pechos sacándome un jadeo. Me estremecí cuando Jace
alargó sus brazos y desabrochó mi pantaloncillo para darle mejor acceso a Ed;
iba a suceder de nuevo y aceptaba que esa vez no quería por miedo, aunque iba
a hacerlo.
No me echaría atrás.
—¿Me ayudarás? —pregunté entre gemidos, algunos eran fingidos. Él
asintió—. Hay una condición que debes saber antes —solté.
—¿Cuál?
—Tú me follas, Ed me folla —respondí y vi cuanto le gustó oírlo.
—Luego también tú me follas a mí —añadió Ed con crudeza y, a diferencia
de Nolan, Jace no protestó en ningún momento.
Nos metimos a su habitación antes de arrepentirme.
Mi mente estaba en otro mundo en ese instante y escuché a Edward
llamarme a lo lejos, vi a Jace frente a mí y sin pensarlo más me fui sobre él y lo
besé como tanto deseé y no había podido; sus labios tenían el grosor exacto
para que su beso se sintiera delicioso y su lengua pronto estuvo dentro mi boca.
Sus manos no se quedaron quietas y de inmediato me sacó la blusa que usaba y
me dejó en sostén; Ed hasta ese momento estaba solo observando y disfrutando
del espectáculo, aunque minutos después lo tuve detrás de mí y sacó el short de
mi cuerpo. Desnudé a Jace y lo dejé solo con su bóxer, nuestros labios no
deseaban dejarse ni un segundo y me sentí bien al saber que reaccionaba a mí.
De pronto Edward entró en la verdadera acción y comenzó a acariciar a Jace
junto conmigo, Jace se sorprendió al sentir las manos de mi amigo sobre su
erección.
¡Maldición!
Aquella cosa creció más cuando sintió la mano de un hombre; Ed me tomó
con una mano del rostro y lo hizo a un lado para besarme con más facilidad,
Jace nos observó atento y disfrutó de la mano de Ed acariciándolo. Lo miré
fijo, su respiración era agitada y cerró los ojos disfrutando en demasía de
aquella caricia; mi respiración también estaba acelerada y me zafé de Edward
para llegar hacia la parte de atrás de Jace y así él quedara en medio ambos. Era
una suerte que estuviésemos cerca de la cama, me subí en ella para quedar al
mismo nivel, ya que ambos me superaban en altura y abracé a Jace por los
hombros para acariciar su pecho, Ed no paraba con su toque y, en cuanto
estuvo a mi alcance, tomé su cuello y lo besé de la misma manera que antes
hice con Jace; mi amigo me correspondió con ímpetu y gimió, quise creer que
fue por mi beso, pero minutos después comprobé que Jace lo estaba tocando.
¡Carajo!
Me sorprendí mucho, todo estaba saliendo al contrario de lo que esperaba,
aun así, cogí el rostro de Ed y lo acerqué al de Jace, los dos se observaron con
demasiado deseo, sin embargo, Jace no se atrevía a seguir. Lo tomé a él
también del cuello y di el empujón que le hacía falta observando cuando sus
labios al fin se unieron y se besaron como jamás podrían besarme a mí; en ese
instante regresé cuatro años atrás y ya no vi a Ed y Jace besarse y tocarse como
lo estaban haciendo, no.
Vi a Olek y a Andrew haciendo todo eso y mi corazón amenazó con explotar
dentro de mi pecho. Eso era demasiado.
Pude soportar lo que sucedió con Nolan porque ante todo él me siguió
demostrando que solo había cedido por mí y mi supuesto deseo, mas ver a Jace
reaccionar a Ed mejor de como reaccionaba a mí me superaba y no eran celos
lo que sentía, no. Solo era un maldito pasado que me marcó demasiado y me
hirió de una forma incurable.
De pronto escuché los llantos aterrados de un bebé y salí de aquella
habitación en busca de ellos, pero al llegar a mi habitación de donde creí
haberlos oído no encontré nada y reaccioné, volví a mi presente con lágrimas
en los ojos y sentí a Edward llegar tras de mí.
—Regresa a esa habitación y termina, Ed —pedí en un susurro que no
admitía contradicciones.
—No haré nada sin ti —alegó, y me reí.
—No puedo volver, pero necesito que tú sí y me dejes sola.
—Lor…
—¡Vete! ¡Maldición! ¡Ve y termina lo que empezamos o te juro que dejaré
de hablarte! —espeté, y él sabía que no mentía.
Lo vi volver a la habitación de Jace un poco reticente al verme en aquel
estado, pero él me conocía y era consciente de que en esos momentos
necesitaba mi propio espacio y verlo continuar para no sentirme peor por
haberle jodido su deseo; esperé cinco minutos y al ver que no salió de nuevo
comprendí que estaba hecho. El rubio lo había aceptado ahí y en otras partes de
su cuerpo, y la decepción me golpeó al conocer a otro Olek, otro maldito que
era capaz de usar a alguien que lo amaba por no tener la valentía de enfrentar al
mundo y mostrarse como era y sí, como aparentaba ser para intentar encajar en
la puta sociedad de mierda que muchas veces solo estaba para jodernos la vida.
Le llamé a John en mi desesperación del momento y le pedí que nos
viéramos, Rose no estaba en casa, había salido con otras amigas, así que tomé
una ducha rápida para intentar en vano lavar los recuerdos y me fui de
inmediato hacia su casa. Me estremecí al pasar frente a la habitación de Jace y
escuchar los gemidos de ambos y manejé con lágrimas en los ojos que solo me
hacían sentir patética, débil y triste; mi pasado nunca me abandonaría, estaría
ahí siempre para recordarme que no merecía ser feliz y con toda mi alma
podrida deseé que LuzBel estuviese vivo para llamarle y que me dijera lo
estúpida que era por no disfrutar de mi vida, por desperdiciar los días pensando
en un hecho que solo me jodía la existencia.
—¡Imbécil! ¿¡Por qué tuviste que morirte?!
Grité a la nada y golpeé el volante del coche.
Ya había perdido a todas las personas que me importaban en la vida y me
dolía a veces estar tan sola, amaba a Edward y era el único que aún me
quedaba, pero si el cabrón se enamoraba entonces también lo perdería a él.
—¿Qué te pasó? Te escuché muy mal por teléfono —preguntó John en
cuanto entré a su casa.
—Simplemente el pasado me acecha y necesito olvidar —respondí con la
voz gangosa.
—Estás en el lugar correcto —afirmó con una sonrisa.
Necesitaba olvidar de la única manera que sabía y quería hacerlo con un
hombre de verdad, y él era el correcto para eso; lo besé y entre el beso suspiré
al sentir el cambio y la enorme diferencia con la que antes fui besada. John
disfrutaba de mi boca y me adoraba con la suya, para él era solo yo y nadie
más, me deseaba solo a mí, sin acompañantes o juegos perversos, y me di
cuenta de que me gustaba eso, me gusta saber y confirmar que ese hombre
sabía lo que quería, y era a mí, solo a mí.
—¿Quieres que te haga olvidar con besos y caricias? ¿O prefieres hablar esta
vez? —propuso con diversión y dio un beso casto en mis labios—. Dicen que
el café me queda rico, podrías averiguarlo —señaló, y sin contenerme me reí.
—Si así como folla prepara ese dichoso café, entonces no lo dudo, señor
Palmer —aseveré con una sonrisa y sintiéndome un poco mejor.
Por una vez en la vida decidí cambiar mi rutina y opté por beber una taza de
café y hablar en lugar de follar como una ninfómana, que era en lo que me
había convertido. John resultó ser un excelente oyente y pasamos horas
hablando y conociéndonos un poco más; él sabía cómo era y no ignoraba la
cola juguetona que muchas veces me encantaba tener, terminó confesándome
que admiraba esa parte de mí porque disfrutaba de mi vida como deseaba sin
temor a ser juzgada, algo que él no podía hacer y por lo que terminó con su
matrimonio de apenas un año.
Aunque según lo que me comentó, su expareja no ayudaba en nada, pues era
de las que vivían pendiente de lo que la gente decía y le importaban más las
apariencias, cosa que terminó por acabar con el poco amor que se tenían; él,
obvio que era mayor que yo y mejor que nadie tenía claro que lo que había
entre nosotros era solo un juego que ambos disfrutábamos en demasía, pero
también dijo que deseaba ser mi amigo y ayudarme en lo que estuviera en sus
manos hacer.
—Bueno, preciosa. Ya hemos hablado así que ahora podemos pasar a lo que
tanto nos gusta —avisó luego de quitar la taza vacía de mis manos.
—Rose puede volver en cualquier momento —le recordé. Estaba sentada en
una butaca alta y, cuando él se acercó para acariciar mi mejilla, rozó su pelvis
en mi pierna y me hizo sentir la parte más deliciosa de su cuerpo después de su
boca.
—Ella se quedará con sus amigas esta noche —avisó y me acarició la pierna
con su mano y la introdujo entre ellas por debajo de mi vestido. Jadeé cuando
llegó a su destino y presionó lo suficiente como para hacerme cerrar los ojos y
morder mi labio inferior.
—¿Ya te he dicho lo mucho que me encanta tu carita inocente cuando debajo
de ella está la de una deliciosa zorra? —susurró sobre mis labios. Abrí los ojos
y miré los suyos.
No me estaba ofendiendo, aunque lo hubiese querido, esas palabras suyas
solo me provocaban aún más, y él lo sabía.
—No me lo has dicho hoy.
—Pues me encanta, me vuelve loco —dijo y un enorme «ah» se escapó de
mi boca cuando logró colarse entre mis bragas.
Nos besamos, e hizo que me pusiera de pie y luego me cargó haciendo que
envolviera las piernas en su cintura, llegamos a su habitación y la ropa
desapareció, la ordenada cama se deshizo en cuestión de segundos y rato
después ambos jadeábamos y gemíamos agitados y exhaustos de una más de
nuestras sesiones tan placenteras de sexo.
No llegué a casa hasta el siguiente día, mi móvil había estado apagado
porque quise desconectarme de todo mientras estaba con John y no me
interesaba nada de quienes me rodeaban a excepción de mi maestro; cuando
entré vi a Edward en la cocina con una taza de café y a Jace frente a él en la
isla con otra taza. Ed se alivió al verme llegar sana y completa, Jace en cambio
lo hizo con un poco de vergüenza, y de cierta manera me incomodó estar frente
a él de nuevo. Los tres nos miramos sin hablar, y decidí dejarlos solos tal cual
lo había hecho el día anterior.
—Tus padres llegaron esta mañana —avisó Ed, y detuve mi paso—, les dije
que habías salido por un desayuno chatarra y que me quedé aquí porque
decidimos hacer una noche de películas.
—¿De películas porno? —inquirí seria. Él sonrió con descaro, Jace se puso
aún más incómodo.
—Vienes muy graciosa, al parecer obtuviste lo mismo que yo anoche, pero
con diferente persona —intuyó. Me crucé de brazos y sonreí satírica, así como
él lo había hecho antes.
—Jace, de verdad espero haberte dejado en buenas manos anoche —dije al
rubio e ignoré a Edward—, pero sobre todo espero que al fin dejes de fingir y
de usar a Andrea como pantalla.
—¡Laurel! —advirtió mi amigo, y alcé la mano para que callara. Caminé
hasta Jace, tomé la taza de café de entre sus manos y le di un sorbo, luego lo
miré a los ojos.
—No critico tus gustos y ni siquiera te culpo de que te gusten los… sabes a
lo que me refiero —señalé, y asintió—. No te critico porque también a mí me
encantan y entiendo la razón de que los prefieras, pero no seas un cobarde,
Jace, y no uses a Andrea cuando la chica obviamente te ama y cree que eres el
príncipe de su historia, porque eso no se vale. Ser gay no te hace poco hombre,
que uses a alguien aprovechándote de sus sentimientos, sí —zanjé y, aunque su
vida no me importaba, ponerme en los zapatos de Andrea me hacía
entrometerme porque yo sabía lo mucho que dolía aquel engaño.
—Mi padre murió de un infarto cuando le confesé mis gustos y mi madre fue
recluida en el psiquiátrico por el dolor de su muerte y negarse a mi verdadero
yo —soltó entonces, y lo miré estupefacta—. Estar con Andrea es mi único
camino para recibir mi herencia y sacar a mi madre de ese lugar, aunque me
odie.
—Entonces deja a Andrea si no la amas y cásate con Laurel —propuso Dana
bajando por las escaleras con una sonrisa de suficiencia.
¡Hija de puta! No me iba a joder de nuevo.
Tiempo pasado…

Cuando la mujer que tenía por madre, solo porque me parió obligada para no
quedarse sin marido, me jodió la vida en el pasado, se le hizo fácil, ya que era
solo una niña indefensa; que intentara hacerlo de nuevo a esas alturas era
demasiado descaro de su parte y estaba muy equivocada al creer que sería fácil
esa vez.
Dana tenía enfrente a una mujer que era capaz de hacer cosas horribles por
defender lo que quería, ya no más a una niña, y se lo iba a dejar muy claro; fue
por eso que cuando propuso semejante estupidez me reí como una maniática en
su cara.
—Edward, cariño, podrías dejarnos a solas por favor —le pidió a mi amigo
con una amabilidad hipócrita. Asentí a Ed para que lo hiciera cuando lo vi con
la intención de negarse.
—Claro, Dana —respondió también con hipocresía, se acercó a mí y besó mi
mejilla, y luego miró a Jace para despedirse.
—Siento mucho que tengas que presenciar esto, Jace, pero creo que has
descubierto la verdadera razón por la que mi madre te trajo con tanta buena fe a
esta casa —ironicé viendo al chico frente a mí.
—No hables por mí, nena —advirtió mi madre con fingido cariño.
—He aprendido a conocerte lo suficiente como para hablar por ti —zanjé—.
Te creíste demasiado eso de que puedo ser usada como pantalla con tipos
homosexuales y ahora deseas que sirva de buena fe a ese papel —me burlé, y
ella sonrió con demasiado descaro.
—Tú ya sabes lo que se siente estar allí. ¿Qué de malo tiene que le evites ese
sufrimiento a esa pobre chica? —cuestionó, y me seguí riendo, eso era el
colmo.
—¿Tú sabías de sus estúpidos planes? —le pregunté a Jace, y negó de
inmediato.
—Me sorprende tanto como a ti saberlo —aseguró.
—Míralo de esta manera, Jace. Laurel ya sabe lo que eres y a ella le encanta
rodearse de chicos con tus gustos, con mi hija no tendrás que fingir e incluso te
ayudará con su amigo si tanto te gusta. Andrea en cambio te juzgará —señaló
con un maldito cinismo que me seguía sorprendiendo en ella.
Estaba resolviéndole la vida a Jace sin impórtale joder la mía.
—Cálmate un poco, Dana Stone. —pedí manteniendo el control—. ¿Así que
en verdad pretendes que sea la tapadera de Jace, pero cuando supiste lo de Olek
me lo reprochaste y hasta fuiste capaz de hacerme perder a mi hijo? —
cuestioné y no pasé desapercibida la sorpresa de Jace al saber aquello.
No pretendía que él supiera esa parte de mi vida, pero era obvio que no iba a
quedarme callada en cuanto la perra de mi madre comenzó a planear mi vida;
suficiente daño me había hecho como para permitirle de nuevo joderme. Me
quedé con ellos solo para castigarlos por lo que me hicieron y si llegaba a
permitir de nuevo que lograra lo que deseaba entonces mis errores iban a ser en
vano y no podía darme ese lujo.
—¿Qué tiene Jace que Olek no haya tenido? Bien, no respondas —dije
satírica—. Tiene el dinero y poder de su padre, ¿cierto? Además del estatus
social que tanto anhelas —me respondí a mí misma y a Jace que estaba con
aquella duda—. Eso para ti vale más que mi felicidad y la vida de un ser
inocente que no tenía la culpa de nada, pero que aun así asesinaste… ¡No! —
grité y la detuve cuando quiso abofetearme—. ¡No te atrevas a ponerme una
mano encima! ¡Ya no soy la niña estúpida de antes y no me usarás a tu antojo!
¡No me vas a joder la vida de nuevo! —le advertí con el odio que sentía por
ella.
—¡No maté a tu bastardo! Ese maldito chico estuvo de acuerdo en que te
practicaran el aborto porque al igual que yo no te quería a ti, él no quería a ese
bebé.
—¡Laurel, no! —pidió Jace metiéndose en el medio cuando fui yo la que
intenté golpear al monstruo frente a mí—. No haré nada que tú no quieras —
susurró tomándome del rostro, haciendo que lo mirara a él—. No importa lo
que tu madre desee, importa lo que tú quieras —aseguró.
Estaba perdida entre la bruma de mi odio y mis ganas de vengarme de Dana;
la odiaba con todo mi ser, a ella, a mi padre y a Olek por haberme dañado así,
por atentar contra la vida de una personita que no podía defenderse y me odié a
mí misma por no ser capaz de defender a ese angelito que dependía de mí, solo
de mí. Por culpa de mis padres y de aquel malnacido cobarde perdí a lo único
bello que la vida iba a darme y no solo eso, también perdí para siempre la
posibilidad de ser madre, y lo descubrí meses atrás en mis revisiones de rutina
con mi ginecóloga.
Fui por un retraso que tuve y, aunque siempre me protegía en mis relaciones
sexuales, la posibilidad de un embarazo estaba presente por algún daño
imperceptible que los preservativos pudiesen tener, pero luego de los estudios
de rutina mi doctora me dio la mala noticia. El legrado que me practicaron en
aquel aborto dañó mi sistema reproductor al haber sido tan joven y era cien por
ciento seguro que jamás sería madre.
No deseaba ser madre en esos momentos, sin embargo, sabía que en el
futuro iba a quererlo y jamás podría, era consiente también de que, aunque no
deseara a un hombre a mi lado, nunca podría hacer feliz por completo a uno
porque no iba a ser capaz de darle un hijo y así muchas veces los hombres
fueran unos cabrones, siempre tenían la ilusión de ser padres y en eso yo estaba
incompleta, todo por culpa de la mujer frente a mí y un tipo que me usó y huyó
luego como un maldito cobarde.
—¿Quiero irme de aquí? —susurré a Jace, y me abrazó, mas no correspondí
a su abrazo.
—Para irte necesitas dinero y, si te niegas a mis deseos, entonces no verás ni
un centavo de lo que te corresponde de mi parte —habló Dana, y Jace me
abrazó con más fuerza cuando de nuevo quise irme sobre ella.
—Pero sí verás todo lo que te corresponde de mi parte. —Los tres nos
sorprendimos al escuchar a mi padre y verlo llegar a la cocina.
—¡Greg! —advirtió Dana, y él alzó una mano para callarla.
—Estúpidamente te apoyé cuando mi hija era solo una niña. Lo hice porque
te amo, mujer, y, aunque aún lo haga, también amo a Laurel incluso si no lo
haya demostrado como se debe —aseguró viéndome con vergüenza. Jace se
apartó de mí y se hizo a un lado—. Y a pesar de que suene duro, estás aquí por
mí y no he sabido darte tu lugar, cariño, tal cual lo dijiste años atrás y eso es
algo que pesa en mi conciencia día tras día —dijo lo que ya sabía, no obstante,
siguió doliendo—. Apoyé a tu madre, mas no lo haré ahora —zanjó, y vi el
odio de Dana al escuchar tal cosa—. Ya eres una mujer próxima a cumplir la
mayoría edad, así que te he heredado en vida y puedes hacer con tu dinero lo
que te plazca y sé que eso no ayuda a resarcir el daño que te hemos hecho, pero
te ayudará a comenzar de cero donde tú desees y tan lejos de nosotros como
quieras —confesó, y por primera vez en años lo abracé sorprendiéndolo con mi
acto.
—Gracias por no ceder esta vez y liberarme al fin de ustedes —dije, y lo vi
sonreír con tristeza por mis palabras.
Pero todos sabíamos que era la verdad, nuestra familia era solo por
conveniencia, por el que dirán de la gente y no por amor; ellos me enseñaron a
ser como era así que mi padre no podía exigir más de mí, sobre todo cuando no
exigí más de ellos. Mi madre por supuesto que alegó por la decisión de mi
padre en ese momento, aunque, lejos de lo maldita que había sido conmigo,
sabía que lo amaba con locura y el haberme tenido lo comprobaba; por eso mi
padre le dejó claro sus puntos y la convenció por primera vez de dejarme en
paz.
Con Jace terminamos hablando largo y tendido luego de que me ayudó a
llevar mis cosas a un hotel mientras encontraba un apartamento donde vivir y
pude comprender su miedo de mostrarse como era, mas lo convencí de al
menos ser claro con Andrea y que fuera ella la que decidiera si seguir su farsa o
no.
Por primera vez me sentía feliz de que alguien no fuese peor de como lo
conocí y con eso me refería a mi padre; su acto me ayudó a entender que ya no
valía la pena seguirme jodiendo la vida con la intención de joderlos a ellos,
descubrí que al menos cargaba en su conciencia el daño que me había hecho y,
aunque estaba arrepentido, nada podía arreglar lo que ya estaba efectuado entre
nosotros, y solo me quedó confiar en que él mantendría alejada a mi madre de
mí y yo me alejaría de ellos. Era mejor así, pues también deseaba comenzar de
cero y así su compañía tecnológica me perteneciera, amaba más la floricultura
que aprendí de Dana y que fue lo único bueno que me heredó; esa fue la razón
que me hizo tomar un curso a parte de mi carrera de finanzas, y no era mi
intención, no obstante, intuía que en un futuro Dana Stone tendría competencia
y de la buena.
Los meses fueron pasando y con ellos mi vida fue cambiando, mis juegos
con Edward acabaron y descubrí que él seguía viéndose con Jace y, aunque eso
no me sorprendió para nada, sí lo hizo el descubrir que también seguía
viéndose con Rose y que la dulce chica era muy parecida a mí, pues también se
veía con Jace, y los tres disfrutaban de sus perversiones; la cosa no acababa
allí, puesto que una tarde Edward me confesó que Jace dejó al fin a Andrea y
Rose encantada aceptó ser su prometida solo para que el chico lograra obtener
su herencia, y todo gracias a que en las cláusulas del testamento estaba
estipulado que solo si Jace se comprometía y casaba iba a obtener su dinero.
Al menos Rose era consiente de donde se metía y al parecer era feliz de esa
manera.
Mis idas a la casa de mi caliente maestro también cesaron, pero no porque lo
que teníamos acabó sino porque era él el que me visitaba en mi nuevo
apartamento y estrenamos cada rincón del lugar. John era el único que le daba
estabilidad a mi vida y me gustaba mucho el descanso que me tomé con mi
zorres; no teníamos una relación seria, aunque sí le di exclusividad y disfrutaba
mucho de las tardes de tranquilidad a su lado. Nos cuidábamos para no
ocasionarle problemas con su trabajo y las reglas del campus, y durante un año
estuvimos juntos teniendo claro que en cualquier momento podíamos irnos con
alguien más si así lo deseábamos; nuestro lema era sencillo: estábamos
equivocados, mas nos disfrutábamos mientras llegaban nuestros indicados.
Dos años después nuestros indicados todavía no llegaban y me había
comenzado a asustar de que sin quererlo ya estuviéramos en una relación
formal, aunque me tranquilizaba el que no existieran celos entre nosotros ni
peleas; nada era complicado y a veces me sentía más como estar con mi mejor
amigo. Y hablando de mejores amigos, Edward decidió irse un tiempo del país
para terminar su carrera con una especialización en pediatría, pues aseguró que
amaba la medicina, pero más a los niños; su viaje no fue del todo por estudios,
ya que días después me terminó confesando que Jace se fue con él.
Rose y Jace se casaron dos años atrás y un año después se divorciaron por
diferencias irreconciliables y, aunque no peleó por parte de la herencia que
Jace recibió gracias a ella, sí obtuvo un buen porcentaje, tal cual lo hablaron
antes. John había querido persuadirme para saber más acerca de su sobrina,
pero se rindió al convencerse de que no me sacaría nada. La mamá de Jace
falleció en el transcurso de su matrimonio y fue grato saber que al menos lo
aceptó por lo que era y ambos se pidieron perdón por el daño que se hicieron.
De mis padres no supe nada en todo ese tiempo, aunque de vez en cuando mi
padre me escribía un te quiero que no respondía porque no podía hacerlo, John
me aseguraba que eso me hacía mal, decía que debía hablar con él e intentar
arreglar las cosas al menos con él, pero había algo en mi interior que no me
dejaba dar aquel paso y todavía no comprendía qué era.
—Tiempo sin oírte, hermosa mujer.
—Apuesto a que no tienes a Jane cerca, por eso me hablas así —dije a
Connor luego de responder su llamada, admitía que le temía a sus llamadas y
más después del tiempo que había pasado.
Tres años para ser exactos.
—¡Auch! Sí está aquí —respondió, e imaginé que ella lo había golpeado.
—De corazón espero que esta vez tu llamada no sea para darme una mala
noticia —rogué, y lo escuché reír apenado y triste.
—No, aunque no deja de ser triste —avisó, e imaginé la razón.
—Si es para la ceremonia en honor a LuzBel, sabes que no lo soporto,
Connor —le recordé, así como cada año en el que me había llamado para que
estuviera presente.
—Esta vez será especial e Isabella estará presente, deberías venir —
informó y, aunque no podía verme, mis ojos casi se salen de sus orbitas cuando
dijo aquello.
¡Isabella de regreso! ¿La chica que se robó el corazón de mi amigo y a la
cual yo ayudé a irse del país luego de la muerte que nos devastó a todos? Tenía
que ser una broma.
—¿Isabella regresó? ¿Sola? —pregunté entre emocionada y asustada.
—Regresó por un atentado que tuvo Myles, pero antes de que asustes, él está
bien —soltó refiriéndose al padre mi fallecido amigo—. Isa está aquí con unos
amigos suyos —siguió y, a pesar de que no era lo que esperaba oír, me
tranquilizó saber que ella no se había expuesto.
—Dime cuándo es, la hora y dónde, estaré allí —aseguré, y comenzó a
darme los datos.
Me dolía recordar la muerte de mi amigo y, si volvería, sería solo por
Isabella White.
Días antes de la muerte de LuzBel fui por petición de él a una fiesta de
máscaras que celebraban en su dichoso mundo, el idiota se negaba con
rotundidad al amor, pero esa noche preparó todo demasiado bien para que un
simple baile saliera a la perfección —y que eso no fuera amor ni un nene se lo
creía—. Escogió «Apologize» para bailar con ella y, aunque alegué que la
canción hablaba de ser tarde, el tonto argumentó que quería darle otro sentido a
la letra; aseguró que así todo lo que decía la melodía era acertado con lo que
Isabella pasó por su culpa, tenía la intención de cambiarlo y hacerle ver que él
era capaz de cambiar el significado de una canción solo por ella. Mi cámara
estaba lista para captar el momento perfecto de cuando ellos bailaran y admitía
que ambos lucían jodidamente hermosos enfundados en sus vestimentas negras
y las máscaras cubriendo sus rostros.
Todos allí se veían iguales, pero había algo en ellos que los hacía sobresalir
de entre la multitud, el porte de poder en ambos era inconfundible y mientras
bailaban comprendí que no siempre los polos iguales se rechazaban, ellos,
aunque eran eso: polos iguales, desafiaban a la química y así hicieran
cortocircuito al estar juntos se complementaban como jamás lo harían los polos
opuestos.
Mi padre era el fabricante de la cadena de plata que LuzBel usaba, era un
relicario que mi amigo siempre usó y deseaba que se hiciera otro igual para
Isabella y le agregara aquella perfecta fotografía que logré captar de ambos;
LuzBel me proporcionó su huella y la de Isabella para poder añadirlas al
código de seguridad que permitía abrir aquel objeto, junto con un chip de
rastreo que serviría para la seguridad de la chica, adicional a eso, mi madre
estaba creando una nueva especie de rosas en color negro, pero no iba a ser
como esas que solo mantenían el color por unos días, no. Esas serían unas que
se sembraría y crecería siendo negras, sin embargo, el cultivo tardaría unos
meses en estar listo y el testarudo quería esperar hasta que la rosa de prueba
estuviese lista y entregarle la primera de la cosecha a su castaña de ojos de
miel.
Mi madre estuvo feliz con la cantidad de dinero que LuzBel pagó para que la
creación fuese solo para él y me hizo prometerle que se la entregaría yo misma
a Isabella junto con una nota que no me dejó leer. Pero el pedido no estuvo
listo hasta que mi amigo ya no estaba en este mundo y me dolió cumplir su
promesa porque lo extrañaba demasiado, no obstante, supe que tenía que
hacerlo cuando me enteré del estado en el que había caído la pobre chica al no
soportar vivir sin el amor de su vida.
—¿Puedes hacer que vea esto también? —me había pedido un hombre
asiático cuando estuve en el psiquiátrico. El señor era el maestro de Isabella y
habló conmigo antes de que yo pasara a verla—. Es muy importante que lo
sepa y solo tú con ese regalo de Elijah podrás lograr que lo haga.
—¿Puedo verlo? —le cuestioné, y asintió, antes de que lograra abrir el
sobre me tomó de la mano
—Dicen que Elijah fue como tu hermano y, si es así, espero que protejas su
sangre con tu silencio —señaló, y sentí temor, aun así seguí abriendo aquel
sobre.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y no podía creer lo que veían en aquel
examen médico practicado a la chica que iría a ver. Felicidad y una profunda
tristeza me embargaron en cuanto procesé lo que estaba sucediendo; mi amigo,
mi hermano se había ido, pero dejó su huella bien marcada, un pedacito de él
que tenía que ser protegido contra todo y todos.
— E-esto e-es in-increíble —titubeé, y el señor Cho sonrió.
— Ayúdame —suplicó—. Debo sacarla de aquí y creo que tú me ayudarás en
esto.
—Lo haré —aseguré.

Y lo hice, así como también mantuve mi silencio.


Por eso iría a verla, estaría a su lado en aquel día que sería difícil para todos
los que habíamos amado a LuzBel y me aseguraría que el legado de mi amigo
estuviese bien y a salvo como siempre se pretendió. Preparé todo para mi viaje,
y John me ayudó a no tener problemas en la universidad por mis faltas; en tres
días viajaría a mi pasado de nuevo, pero mientras el momento se llegaba mis
sueños se volvieron extraños, un chico de ojos oscuros y pecas hermosas no
salía de ellos y no sabía la razón o de quién se trataba, aunque sí sabía que me
estaba atormentando que aquel hombre solo existiera en mis sueños.
Tiempo pasado…

Había llegado retrasada a Richmond y todo por culpa de John, quien me hizo
dormir hasta muy tarde, ya que le entró la nostalgia anticipada de no estar
conmigo el tiempo que estaría fuera de la ciudad; todavía lo dejé en mi
apartamento cuando me fui y lo noté un poco más meloso que de costumbre,
pero solo me reí de él y le dije que era un viejo con complejo de niño, y alegó
que todo era culpa mía por hacerle las cosas que le hacía. Para ser honesta, no
le hacía nada fuera de lo común y a pesar del tiempo que llevábamos en
nuestro sexo-relación, no rompí mis reglas por más que a veces me moría de
ganas al verlo tan apetecible, mas me abstenía porque hacerlo significaría pasar
a más y no quería más.
Cuando quería tenía fuerza de voluntad, lo había comprobado.
Fui recibida por Connor como siempre y me comentó de algunos sucesos
ocurridos días antes y supe que la vida de esos chicos jamás cambiaría, todos
nacieron para vivir con adrenalina y peligro, y me sorprendí cuando me enteré
de que también Jane le había agarrado el gusto a aquello; en eso en definitiva
esa chica tenía más ovarios que yo.
Yo era de vivir adrenalinas extremas con chicos guapos y calientes en la
cama, no con peleas, armas y ninjas.
Llegué al cementerio acompañada de Jane, ya que Connor se había
adelantado para estar pendiente de la seguridad que debían prestar a los
miembros de la familia Pride; entrar a aquel cementerio me hizo tener malos
recuerdos, aunque también uno en particular que había olvidado con el tiempo.
El chico del cementerio llegó a mi mente, vestido todo de negro, con su rostro
barbado, ojos oscuros y sus pec… ¡Pecas!
¡Dios mío! Había estado soñando con ese chico antes de volver a la ciudad y
hasta estar ahí —en el cementerio para ser precisa— recordé la razón.
Ese hombre me dejó como estúpida por días y en algún momento hasta
pensé en volver con la esperanza de verlo, pero deseché la idea sabiendo que
era algo imposible; el chico solo fue una dulce casualidad del destino y así
como era mi vida sabía que esas casualidades eran fugaces, tal cual yo lo era en
la vida de algunos afortunados.
—Hay muchas personas que no conozco —dije a Jane, y ella me sonrió.
—Lo sé, son amigos nuevos de Isabella, pertenecen a la orden que lidera —
informó.
—Es de locos que ahora Isa lidere a una orden de justicieros y parte de la
organización de su chico —admití viéndolos a todos lados—. Menos mal que
no estaba tan desquiciada cuando creyó que hice un trío con LuzBel —añadí, y
la bonita chica a mi lado se rio dándome la razón.
Jane me explicó con amabilidad quiénes eran todos los presentes y vaya que
halagué el don que tenía para recordar tantas cosas y nombres, me habló un
poco del cambio que había tenido Isabella y cómo ellos la juzgaron por huir,
pero yo sabía sus razones para irse y para nada huyó; la chica solo luchó por
sobrevivir y proteger a la personita que cargaba en su interior.
Ella sí pudo defender a su razón de ser, yo no.
—¿Quién es él? —le pregunté cuando dejó de lado en su presentación a un
chico muy guapo y que me estremeció con solo verlo.
Vestía de negro, su cabello estaba bien peinado y con una barba perfecta y
afeitada que adornaba su rostro divino; de la poca piel que me dejaba ver el
cuello de su camisa noté que sobresalían manchas de tinta y deduje que eran
partes de un tatuaje cuando también logré observar sus manos y vi más
tatuajes.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero cuando su mirada se conectó con
la mía y me sonrió de lado.
¡Madre de Dios!
No había visto al chico misterioso del cementerio, pero ese igual me hacía
temblar con solo verme; su rostro me era un tanto familiar, sin embargo, no
pude recordar dónde lo vi. Lo único que sabía con certeza era que jamás iba
olvidarlo y menos después de la sonrisa que me dedicó.
—Se llama Darius Black, pero te aconsejo que te alejes de él, Laurel —
respondió Jane con un poco de preocupación.
—Me habría alejado de él sino hubieses dicho tal cosa —señalé, y me miró
extraña—. Jane, soy como una niña traviesa, pídeme que no haga algo y más lo
haré —aclaré, y puso los ojos en blanco.
—En serio, Laurel. Puede ser peligroso. El tipo fue parte de los Vigilantes e
Isabella todavía lo tiene a prueba.
—Bien, yo podría ayudarle a ver si la pasa —solté y luego me arrepentí de
decir aquello por el momento en el que estábamos—. Olvida eso, lo dejaré por
la paz.
Jane ya no dijo más y por mi salud mental evité cruzar mi mirada de nuevo
con aquel chico; Isabella llegó rato después acompañada de Elliot, y solo pensé
en lo rabioso que se habría puesto LuzBel si los hubiese visto juntos, aunque a
leguas se notaba que entre esos dos ya no existía malicia alguna. Isa estaba
hermosa y envidiaba que tuviese tan buena figura luego de su estado, era claro
que la chica hacía ejercicio y me prometí ir más tiempo al gimnasio y pasar
menos en la cama con John, ya que necesitaba trabajar con peso y no con más
cardio.
Ella se sorprendió al verme y se alegró al mismo tiempo, le guiñé un ojo y la
vi tomar su relicario; según Jane, era la primera vez que ella estaba en aquel
acto celebrado para LuzBel y lo comprobé en cuanto llegó frente a la lápida
que pusieron en honor a su amado y casi se derrumbó por el dolor que sintió.
El amor de esos dos fue demasiado corto, pero muy intenso, y la perseguiría
por el resto de su vida; me acerqué y la tomé de la mano para demostrarle mi
apoyo, luego le di un pañuelo para que limpiara sus lágrimas.
El sacerdote inició con aquel acto y, luego de que Myles —el padre de mi
amigo— diera unas palabras muy emotivas, le cedió la palabra a Isabella y la
sentí de nuevo a punto de derrumbarse, apreté su mano, y sonrió con tristeza y
tras eso se animó a hablar.
Aunque luego de escucharla fui yo la que me derrumbé por completo, sus
palabras dolieron demasiado y me ardió el corazón al comprobar que en efecto
mi amigo ya no volvería, porque sí, como una tonta guardé la esperanza de que
aquello fuese una mentira, sin embargo, al presenciar a Isabella despidiéndose
de su amado demonio supe que no había vuelta atrás.
—Duele, pero me alegra que siga adelante —dije a Connor cuando se acercó
a mí y la ceremonia estaba a punto de acabar.
—Es lo que ella merece, seguir adelante —aseguró, y estuve de acuerdo.
Minutos después la vi caminar hacia nosotros, pensaba en quién sabía qué y
casi pulverizándonos con la mirada.
Pero deduje que era por sus pensamientos y no por mí. Eso esperaba.
—Si las miradas mataran —ironicé para sacarla de su mundo.
—Tú ya estarías muerta desde hace mucho —añadió Connor, y golpeé su
brazo para que se callara. El tipo sabía que ella podía matarme si pensaba
demás en el pasado y no ayudaba.
—Qué bueno que estés aquí —dijo con alegría, y por dentro le di gracias a
todos los santos de que no quisiera matarme.
Nos quedamos hablando un rato los tres, y le comenté sobre mi viaje y que
también era mi primera vez en la ceremonia, rato más tarde Jane llegó por
Connor y nos dejó espacio para platicar de cosas que solo quería que ella
oyera. Casi caigo sobre mi culo mientras caminábamos hasta mi coche y me
confirmó que aquella vez que descubrí su embarazo y se lo hice saber, había
sido un parto doble y mi amigo no solo dejó una huella sino dos.
Pero por supuesto que iban a ser dos, si hablábamos de LuzBel —buena
puntería— Pride, el tipo que no se conformaba nunca con ser como los demás,
sino que le encantaba ser la excepción. Ya lúcida me comentó que su embarazo
había sido una total sorpresa para ella, uno: porque ellos siempre se cuidaron, y
dos: porque la tortura que sufrió fue extrema, aunque luego de unos estudios le
confirmaron que logró fecundar a esos bebés porque quedó en embarazo
cuarenta y ocho o setenta y dos horas después de su última relación sexual con
LuzBel, y porque justo el día de su emboscada ella no tomó su píldora y
tampoco lo hizo después de la muerte de mi amigo.
Los milagros existían y con la ciencia se entendían mejor.
—Entonces son dos —repetí sin poderlo creer—. Ya decía yo que él no se
iría sin dejar repuesto —añadí en tono bajo para que nadie nos escuchara y la
vi sonreír.
—Aiden y Daemon, te los presento —exclamó también en voz baja para no
ser escuchadas y abrió su relicario para que viese la imagen de dos cositas
hermosas en extremo.
Abrí la boca con demasiada exageración al verlos y supe que me enamoré de
verdad al ver a aquellos angelitos; la miré, miré la foto de nuevo y juro que no
podía creerlo. Isa era hermosa, mi amigo también lo fue, pero esos chiquillos
deslumbraban a cualquiera.
—Son los chicos más hermosos que he visto en mi vida. —Traté de contener
un poco la emoción al decir aquello y mi vista se clavó en ese preciso instante
en el pequeño del lado derecho—. Y él en definitiva será la copia exacta del
padre —añadí señalándolo e imaginándome a LuzBel en versión pequeña e
inocente.
Isabella no comprendió mi comparación en ese instante y tuve que explicarle
mis razones, luego le dije que estaba feliz de sus decisiones, y confesó que le
fui de mucha ayuda, seguimos hablando de su relicario y, ya que antes no pude,
aproveché ese momento para explicarle por qué se lo entregué yo y cómo
funcionaba su mecanismo; de un segundo a otro palideció y me preocupé a la
vez de que me avergoncé al creer que era yo quien la mareaba con tanto
parloteo.
Me siguió haciendo preguntas que me parecieron extrañas y me sorprendió
por cosas que ya sabía y que no le dije en ningún momento. Más anonadada
quedé cuando me comentó de una alucinación que tuvo y le aconsejé que
investigara con mucho detalle, incluso añadí que Evan —también amigo de
LuzBel— le podía ser de mucha ayuda luego de que por Connor supe que el
chico estuvo bien inmiscuido en la investigación de la muerte de su amigo.
Nos despedimos rato después, y le prometí que iría a Italia para conocer a
mis hermosos sobrinos, luego me despedí de Connor y todos los chicos para
regresar al hotel en el que me hospedé y después macharme a mi apartamento;
con la mirada busqué al chico que vi antes con Jane, pero no lo encontré por
ningún lado y sentí cierta decepción de que el destino no se apiadara de mí e
hiciera que me cruzara de nuevo con él, no obstante, comprendí que quizás era
lo mejor.
En el camino hablé con John y sería una mentirosa al decir que lo había
extrañado, aunque hablar con él me hizo sentir bien y con ganas de volver;
antes de llegar al hotel me detuve en un café y me bajé del coche para ir por un
moca helado al interior del local, y casi le lancé besos al destino cuando vi
frente a mí —en un coche moderno y gris— a Darius.
—En serio, Laurel, puede ser peligroso.
Recordé las palabras de Jane y me reí de ello.
—¡Ay, Jane! Si supieras cuánto me gusta este tipo de peligro —susurré para
mí y comencé a caminar directo al hermoso chico.
Estaba pensativo y disfrutaba de un café en la soledad que su coche le daba,
el tipo era intrigante, inhumanamente guapo para mí e interesante. Tal como
me lo había recomendado mi ginecóloga.
—¡Hola! —saludé entusiasmada y lo saqué de sus pensamientos—. Eres el
chico del cementerio, ¿cierto? —cuestioné, y me miró un tanto sorprendido.
—Tú también eres la chica del cementerio —señaló, y sonreí con
satisfacción al saber que me recordaba.
Tenía un piercing en la lengua y… ¡Madre mía! Mi cabeza voló con
pensamientos lujuriosos.
—Soy, Laurel, una vieja amiga de LuzBel —me presenté haciendo un gesto
de cruz con la mano sobre mi rostro, me miró con intriga y, sin que quizá se
diera cuenta, lamió sus labios al verme. ¡Carajo! Deseaba que lamiera los míos
—, y ahora amiga de Isabella —añadí antes de que mis pensamientos siguieran
viajando a otra parte.
Deseaba demasiado a ese chico, como jamás deseé a nadie en la vida.
—Mucho gusto, Laurel. Soy Darius —se presentó él y luego se bajó del
coche. De cerca era más alto e imponente.
Y aunque ya sabía su nombre no iba a decírselo.
—Darius —pronuncié con mucho ímpetu, y me miró encantado—, tienes un
bonito nombre —halagué.
—Se escucha así cuando tú lo pronuncias —soltó, y me sonrojé como una
chica tímida.
Su voz de barítono me encantaba y estremecía. Ciertos recuerdos llegaron a
mi cabeza y los saqué al deducir que aquello era imposible, aunque con muchas
coincidencias, pero temía que solo fuese mi deseo frustrado.
—¿Puedo invitarte a un café? —preguntó, y lo observé con una sonrisa, él
podía invitarme a donde quisiera—. Después tú podrías invitarme a tu
apartamento. —Fue tan directo que mi sonrisa se esfumó de inmediato.
¡Mierda! Había sido demasiado directo y no me gustó que me creyera tan
fácil.
Recordé que sí lo era, pero al menos no tenía por qué ser tan obvia.
—No soy una cualquiera que invita a casa al primer fulano que se le pone en
frente —bufé un poco enojada e indignada. Él solo sonrió.
—Y es por eso que quiero invitarte a un café, porque no eres una cualquiera
—aclaró seguro, el tipo tenía labia y sabía cómo cambiar el rumbo de las cosas
muy rápido—. Por lo mismo quiero que tú me invites a tu casa, ya que no me
gusta ir a casa de una cualquiera —repitió y me tuvo de inmediato.
Mordí mi labio para no reírme y consideré la advertencia de Jane. Darius era
peligrosamente encantador y lo quería para mí, solo para mí. Sin restricciones
ni reglas.
—Quiero un moca helado —acepté y fue su turno de sonreír—, y no vivo
aquí, estoy en un hotel.
—Entonces vamos al hotel —propuso mientras nos dirigíamos al interior de
la cafetería.

Darius era peligroso como dijo Jane, pero su peligro no implicaba perder la
vida, aunque sí la cabeza y el corazón si no lo protegía bien; después de años
en mi loca vida cruzarme con él era como respirar aire fresco o disfrutar de la
tranquilidad del campo luego de vivir todo el tiempo en una ajetreada ciudad.
Nunca me reí tanto en la vida como lo estaba haciendo con Darius, mis
mejillas dolían y las sentí calientes por todas las cosas que salían de su boca y
que me seguían poniendo nerviosa; pasamos un buen rato tonteando y podía
jurar que su entrepierna estaba igual de ansiosa que la mía tras todas las
guarradas que nos decíamos, y sin temor a nada me mostré ante él tal cual era,
sin mentiras, sin fingir algo que estaba lejos de ser y, mientras el tiempo
pasaba, más lo deseaba.
Despedir la ciudad con un buen acostón era la mejor despedida.
—Ante todo lo que pueda pasar luego, quiero que tengas claro que no soy
una cualquiera, pero sí caritativa y me gusta ayudar a los necesitados —le dije,
y lo vi reír con mucha gracia, su sonrisa me embobaba y contagiaba al instante.
—Pues ayuda a este necesitado que se muere de hambre y desea comerse
todo tu cuerpo —pidió, y por inercia presioné las piernas. Hasta su voz me
tocaba en los puntos exactos y eso me fascinaba.
Iba a irme de la ciudad esa noche, pero antes me iría con él y de muchas
maneras.
Sexo sin amor, era lo mejor.
Pensando en eso salimos del café, y me fui hasta mi coche luego de pedirle
que me siguiera; mi corazón estaba acelerado y su imagen al igual que su voz
no abandonaban mi cabeza. Los recuerdos de años atrás llegaron otra vez y en
ese momento más claros, entonces supe a quién iba a comerme. Las
coincidencias fueron certeras y la emoción creció en mí al estar segura de que
Darius era el chico misterioso del cementerio, el mismo que me dejó idiota en
aquella ocasión solo con un simple choque.
—¿Sabes? Te deseé mucho desde que te vi en el cementerio —le confesé
cuando entramos a mi habitación de hotel, él se sorprendió un poco y me alzó
una ceja.
—Pero te ofendiste porque fui directo —reclamó, y me reí porque estaba
hablándole de tres años atrás, pero decidí dejar tal cosa de lado porque no me
quería desilusionar al saber que no me recordaba cuando yo lo soñé mucho.
—No podía ser tan descarada —señalé con voz sensual y abrí mi vestido
para que observara lo que estaba a punto de disfrutar.
Su ropa formal dejaba que sus músculos se marcaran a la perfección y la tela
del pantalón no logró ocultar el bulto que creció entre sus piernas; tragó con
dificultad al verme de manera minuciosa desde los pies hasta la cabeza y juro
que me sentí nerviosa con aquel escaneo que fue capaz de erizar mi piel.
—Sin embargo, ahora ya no te importa lo que piense —señaló y comenzó a
caminar hacia mí, deshaciéndose de su camisa y permitiéndome ver los tatuajes
que adornaban sus brazos y cuello.
¡Joder! Era mejor de lo que me imaginaba.
—Tengo que aprovechar que mis súplicas fueron escuchadas —logré decirle
a la vez que sacaba mis sandalias para estar más cómoda, él me observó
confundido—. Le pedí al destino que si no eras para mí, por lo menos que nos
dejara follar rico y duro. —Sonrió satírico al oírme y terminó de llegar a mí
para adueñarse mis labios.
Jadeé por su brusquedad, pero correspondí de inmediato al sentir sus
deliciosos y expertos labios.
—Rico y duro, ¿eh? —susurró sin dejar de besarme, y sonreí.
Introdujo su lengua en mi boca y me folló de esa manera, era su primera
forma de tomarme y me encantó pensar que, si así besaba, entonces lo que
seguiría me volvería loca.
El piercing en su lengua era una locura, su piel cálida se sentía increíble
junto a la mía, nuestros pechos se unieron y sentir el suyo tan firme y repleto
de músculos me hizo alucinar, sobre todo cuando sentí lo duro que estaba. Mis
manos llegaron a su pantalón y quité el cinturón para luego abrirlo, su
compañero iba a agradecerme y a tratarme mejor después de liberarlo de
aquella prisión, y tras hacer tal cosa lo masajeé para consentirlo y hacerle saber
que lo iba a tratar como se merecía.
¡Mierda! Era grande y mi boca se hizo agua al imaginarme su sabor.
¡A la mierda mis reglas! Con ese tipo las iba a romper todas, me fascinaba
demasiado y no me iría sin saber qué tan bien sabía; no quería arrepentirme de
no habérmelo comido por completo al estar en mi apartamento, y por primera
vez no me importaba nada, lo quería y completo.
Me tumbó con un poco de fuerza sobre la cama y el impacto hizo que el
cabello se desparramara en mi rostro; sonreí con maldad por su arrebato y me
juré hacerlo pagar por ello. Se lo pedí rico y duro y lo vi dispuesto a darme eso
y más. Sin apartar la mirada de la mía sacó mis bragas y me dejó expuesta ante
él; me observó como un depredador esperando a que su presa temblara de
miedo y se relamió los labios cuando me abrí más para él. Tal vez el dulce
Darius estaba acostumbrado a chicas puritanas y con vergüenza de estar
totalmente desnudas frente a un hombre, pero iba a comprobar que Laurel
Stone no era una presa, era una cazadora al igual que él y sabía jugar a la
perfección su juego; me comencé a tocar a mí misma tentándolo a que me
saboreara, animándolo a obtener de mí algo que casi nadie había obtenido, y
supe que estaba logrando mi objetivo.
Si iba a romper mis reglas, lo haría bien.
Me sonrió antes de dar un beso casto justo arriba de mi raja, lo sentí sonreír
más cuando su aliento chocó con mi sexo, y eso hizo que mordiera mi labio
inferior para no jadear, pero él no tenía idea de cuánto deseaba aquello, no se
imaginaba que iba a permitir que me hiciera sexo oral cuando incluso me
negué a John.
John, no quería pensar en él en ese momento, ya tendría tiempo para hablar y
hacerle saber mis vivencias en la ciudad que me vio nacer.
Mis pensamientos volvieron a aquel momento cuando Darius, con el dedo
índice y medio, abrió mis labios vaginales y pronto su lengua acarició mi
clítoris. ¡Mierda! Ese piercing no solo servía para darle un aire de chico malo,
en mi coño provocó sensaciones indescriptibles. Me removí y gemí al disfrutar
de la caricia, y de nuevo nuestras miradas se conectaron y comenzó a lamer mi
botón sin dejar de verme.
Su lengua era maravillosa.
Él gimió cuando me saboreó. Alcé las caderas y abrí más las piernas
dejándole el espacio suficiente para que enterrara su rostro en el medio de mis
piernas, chupó y mordió con suavidad aquel manojo de nervios con destreza e
hizo que comenzara a mover mi pelvis en busca de más. Dos de sus dedos se
unieron a los jugueteos de su boca y lengua, encontró mi entrada y se introdujo
poco a poco; le fue fácil la tarea contando con que ya me tenía empapada.
—¡Darius! —gimoteé cuando sus movimientos se volvieron los indicados
para la necesidad que ya sentía de correrme. Ese hombre sabía lo que hacía y
cómo lo hacía; tenía la experiencia adquirida de su recorrido por muchas
mujeres, y las odié por haber obtenido antes que yo aquel maravilloso placer.
Sentía sus diestros dedos en mi interior y con cada movimiento que hacía
acompañado de su lengua más me acechaba la necesidad de correrme; la barba
hacía su parte al darme aquel cosquilleo delicioso en mi delicada piel, llevé las
manos a mis pechos y los acaricié por encima del sostén para que no quedaran
desatendidos. Mis movimientos cambiaron buscando más fricción de su parte y
supe que estaba a punto de correrme, pero no quería hacerlo así y necesitaba
retrasarlo un poco más.
Vi su sorpresa cuando lo aparté de mi coño y busqué su boca para besarlo,
estaba perdida entre mi necesidad y la pasión que aquel hombre despertaba de
mí y enloquecí cuando sentí mi sabor y el de sus besos. Darius estaba excitado
también, yo seguía hambrienta y no dudé ni un segundo de lo que iba a hacer
cuando lo tumbé en la cama y con su ayuda le bajé el pantalón junto al bóxer,
me posicioné entre sus piernas y tomé su falo entre mis manos; lo miré
anonadada al comprobar que por primera vez —como estaba sucediendo
mucho con él— esa parte de la anatomía de un hombre me parecía lo más
hermoso que mis ojos veían.
Vaya que iba a romper mis reglas de manera olímpica.
Metí un mechón de mi cabello tras mi oreja y, haciendo lo mismo que él
había hecho minutos antes, lo miré a los ojos y sonreí cuando la punta de mi
lengua lamió la corona de su pene e hice que cerrara los ojos por el placer;
estaba disfrutando de mi cálida lengua y mi saliva mojándolo.
Ni idea tenía de lo afortunado que era de que por primera vez en años yo le
hiciera tal cosa a un hombre.
Gemí al saborearlo por completo, lo sentí como si era mi dulce favorito y
acepté que había extrañado demasiado aquello, extrañé mucho sentir a un
hombre de esa manera, y me regocijé cuando lo escuché jadear de puro gozo
por lo que mi boca le hacía; lo saboreé con deseo, hambre y vehemencia. Su
miembro era perfecto, tenía la talla y el grosor adecuado para mi cuerpo y un
sabor delicioso para mi boca; comenzó a embestirme con suavidad y noté lo
mucho que se contenía para no correrse en aquel instante.
—Eres divinamente perversa —halagó, y acertó en lo de perversa.
—Contigo rompo todas mis reglas —susurré dejando de saborearlo un
instante.
Con el rompía todos mis límites sin pensar en las consecuencias.
Se apoyó en uno de sus codos, levantó el torso y con la mano libre tomó mi
cabello y me lo apartó del rostro; comenzó a impulsar de nuevo sus caderas
para introducirse más en mi boca, y lo dejé hacerlo hasta llegar a mi garganta al
ver cuánto le excitaba verme así.
Iba a correrse, lo intuí cuando gruñó con fuerzas.
Pero al igual que yo, me quitó su erección y me hizo subir sobre él; tomé su
polla y le coloqué el preservativo que logró sacar de su billetera, luego me
penetré poco a poco hasta sentirlo hasta la empuñadura. De nuevo nos miramos
a los ojos sin romper aquel contacto, su oscuridad se acoplaba a la mía y ambos
nos prometimos sin decir nada —solo viéndonos— que ese momento no lo
olvidaríamos jamás.
Me acomodé bien en él e inicié moviéndome lento hasta que poco a poco
comencé a montarlo con más rapidez; era fantástico sentirlo después de soñarlo
por noches, sus manos acariciaban mis nalgas y subían a mi espalda, y en ese
momento sacó mi sostén y mis pechos quedaron libres. No perdió el tiempo en
meterse uno a la boca mientras acariciaba el otro con una de sus manos, mis
jadeos se hicieron más fuertes y constantes; puse las manos en sus hombros
para tener un apoyo, y él aprovechó eso para mover las caderas y encontrar mi
vaivén, nuestros cuerpos chocaban con brusquedad, sus manos llegaron otra
vez a mis caderas, a mis nalgas, y comenzó a marcar su propio ritmo. Aquel
arrebato de su parte fue todo lo que necesité para que mi clímax creciera y en
minutos comencé a correrme con una enorme intensidad; enterré las uñas en
sus hombros al sentirme tan extasiada y, cuando los espasmos pasaron, me
colocó a cuatro patas y me penetró desde atrás.
¡Joder! Ni siquiera me dejó recuperarme.
Era como si me conociera a la perfección, pues mi cuerpo de inmediato se
adaptó a su arrebato y supe que no necesitaba de recuperación con él; tomó mi
cabello y lo hizo puño en su mano, dicha acción logró que arqueara la espalda
y que mi trasero se elevara más. Me meneé encontrando sus embestidas,
jugando con sus deseos; sus gruñidos me afirmaron que le encantaba mi
bamboleo, le gustaba que también yo marcara mi ritmo, y tales movimientos
desencadenaron su locura y aligeró sus penetraciones hundiéndose con más
fuerza en mí y con más rudeza. Sus caderas golpeaban mi trasero, tomó mis
pompas con las manos y las apretó hasta marcar los dedos en ellas, gemí con
fuerza, y Darius jadeó igual; iba a correrme de nuevo, lo haría sin importar que
acababa de hacerlo minutos antes.
Y lo hice, en segundos comencé a erupcionar, pero él lo hizo conmigo, y
aquel polvo se convirtió en perfecto. Darius me demostró cuán perfecto era y
cómo podía volverme loca si se lo permitía. Había probado lo mejor en aquel
viaje y supe que quedaría marcada de por vida.
—¿Volveré a verte? —preguntó rato después de nuestra sesión de sexo;
estaba con la cabeza recostada en su brazo izquierdo, desnuda, y acariciaba su
pecho con los dedos.
¿Volver a verlo? Era algo peligroso después de hablar con él y comprobar
que podía darle el derecho de dañarme sin siquiera pretenderlo.
—No sé, no me gusta reciclar —dije intentando camuflar la verdadera razón
de no querer verlo otra vez.
—Ayuda al planeta —pidió, y sonreí al escucharlo. Hasta para eso era tierno
y creo que ni cuenta se daba.
—Soy como una estrella fugaz en la vida de los hombres, si me viste, tuviste
suerte porque quién sabe si lo volverás a hacer —aseguré cambiando de tema y
poniéndome seria.
—Soy un hombre de fe —señaló mostrándome que no solo era tierno, sino
también testarudo.
Nos quedamos en silencio porque no quería seguir pensando en mis razones
para no verlo, y minutos después me quedé dormida.
Lamentando que esa sería nuestra primera y última vez juntos.
Tiempo pasado…

Quién iba a decir que mi vida daría un giro total luego de aquel encuentro
con Darius.
Cuando llegué a mi apartamento casi en la madrugada, le dejé un mensaje de
texto a John avisándole que había llegado bien; dormí alrededor de tres horas
esa madrugada y, a pesar del cansancio que sentía por el viaje, mi mente no
dejó de pensar en ningún momento en Darius Black.
Dos semanas después de haber retomado mi vida mi mente seguía
rebobinando con más frecuencia aquel encuentro y hasta tuve que rechazar las
visitas de mi caliente maestro al no apetecerme pasar el rato en la cama con él.
Sabía a la perfección que tal cosa no era normal y todo era culpa de aquel chico
de hermosas pecas que se rehusaba a salir de mi cabeza, y hasta ese momento
comencé a aceptar que lo que Jane me advirtió de él era cierto; ese hombre era
peligroso y con una sola vez a su lado comenzó a amenazar mi cordura.
Terminé hablando con John después de que insistiera en que estaba actuando
muy extraña y hacer tal cosa me devastó.
—¿Sabes qué es lo más irónico de todo esto? —preguntó cuando terminé de
confesarle lo que hice en Richmond y no me dejó responderle—. Que
estúpidamente creí que nuestro tiempo juntos era el resultado del amor que
poco a poco creció entre ambos. —Mis ojos se ensancharon en sobremanera
cuando lo escuché pronunciar aquellas palabras y mi pecho se oprimió con
fuerza.
—John —susurré siendo lo único que pude exclamar entre la bruma de mi
asombro.
No iba a negar en ningún momento que lo quería mucho, pero no de la forma
en la que se quería a una pareja, sino a un buen amigo.
—Mi niña hermosa, me enamoré de ti y no solo eso —confesó dejándome
sin habla—. Te amo, Laurel Stone, y por un momento creí que sentías lo
mismo por mí.
¡Dios mío! ¿Qué había hecho?
Tiempo atrás sentí el cambio en su forma de tratarme, pero ninguno de los
dos dijo nada cuando sucedió; como tonta creí que solo se debía a la confianza
que habíamos creado en tres años viéndonos como simples amantes y sentí una
tremenda culpa por no haberlo parado antes de provocar lo que estaba pasando.
—¡Por Dios, John! —hablé con la voz cargada de culpa y vergüenza.
Caminé hasta uno de los sofás en la sala de mi apartamento y me senté
sosteniendo una mano en mi pecho en un vano intento por calmar mi acelerado
corazón—. Perdóname por esto —pedí, llegó y se puso en cuclillas delante de
mí—, sabes que te quiero mucho, pero no te amo —solté sin filtros.
De nada servía adornar algo que al final siempre dolería igual. Lo vi cerrar
los ojos con fuerza y puso las manos a cada lado de mis piernas. Verlo en aquel
estado me mataba.
—Siempre me ha encantado tu sinceridad, pero ahora mismo la odio —
comentó con tristeza y me regaló la más infeliz de las sonrisas. La situación
estaba acabando con mi corazón.
—Pero prefiero que la odies a ella y no que me odies luego a mí por mentirte
e ilusionarte con algo que no tiene futuro. —Me estremecí cuando acarició con
delicadeza mi mejilla y vi sus ojos ponerse llorosos—. Me conoces a la
perfección, John, y sabes que, si hubiese sabido lo que sentías por mí, habría
acabado con nuestra rara relación para no darle alas a algo que al final nunca
alzaría vuelo —asintió derrotado y se puso de pie.
Había momentos en los que también me odiaba por ser demasiado directa y
no importarme lo que los demás fuesen a sentir por eso, pero desde que me
sucedió lo de Olek aprendí a que era mejor ser sincera y decir las verdades,
aunque hirieran, y no mantener farsas que mataran; eso me pasaba con John,
me odiaba por lastimarlo, mas era su derecho que le hablara con la verdad e
independientemente de lo que hice en Richmond, le dejé claro que si todo
acababa era por mí y no por un chico con el cual existían pocas probabilidades
de volver a verme.
Al menos eso creía.
—Siento mucho haber faltado a nuestro acuerdo de exclusividad, aunque
jamás lo hayamos pactado, pero era importante para mí ser sincera contigo —
pedí, y asintió.
—Laurel, tú misma has dicho que es poco probable que vuelvas a verte con
ese tipo —comentó, y lo miré sin saber por qué lo decía—, y ahora sabes lo
que siento por ti. Te ofrezco todo de mí, solo intentémoslo de verdad esta vez
—suplicó y de nuevo mis ojos se desorbitaron, pero sabía que por más que lo
intentara mis sentimientos hacia él no cambiarían.
Había pasado mucho tiempo en el que pude desarrollar amor por él y aquello
no sucedió, no iba a ser diferente en más tiempo. No mientras yo en ese
momento pensara en alguien más.
Negué a su petición y le expliqué mis razones, John era un hombre maduro y
comprendió mi punto; esa era la única ventaja de haber estado con alguien con
más años de experiencia, no actuó como un adolescente herido y tampoco
buscó culpables por lo que había pasado, solo se marchó asegurándome que
siempre estaría para mí sin importar las razones de acabar con nuestra
aventura.
Aventura para mí, claro estaba.
Mi vida siguió tal cual luego de eso, continué mis estudios feliz de que ya
estaba por entrar a mi último año; no trabajaba porque decidí concentrarme en
mi carrera y el dinero que mi padre me heredó lo utilizaba solo para los
estudios y haciendo uso de lo que había aprendido en esos años quemando mis
pestañas, la pequeña cantidad de dinero que ahorré antes de salir de casa la
invertí en una bolsa de valores que la hizo crecer considerablemente y de eso
me mantenía. Todos creían que las mujeres como yo nos dedicábamos solo a
follar y disfrutar de la vida y era cierto, pero existía mucha inteligencia en
nosotras, tal vez no en todas, aunque sí en mí y desde pequeña me propuse a no
depender de nadie para subsistir.
Me gustaba gastar y disfrutar de lo mío.
El tiempo transcurrió y hasta mi mejor amigo Ed se sorprendió de que luego
de Darius no hubiese existido nadie más en mi vida, pero era así. Tenía una
vida solitaria aunque cómoda y solo me desahogaba con Edward cada vez que
nos hacíamos videollamadas para ponernos al día de todo lo que pasaba en
nuestras vidas.
—Cuando llegue a la ciudad deberíamos buscarlo y compartirlo —propuso,
y rodé los ojos, era de noche, estaba tumbada en mi cama solo vestida con una
playera y mis bragas de pijama. Hablaba con Edward, y de nuevo proponía tal
cosa.
—Veo que Jace no te está dando lo tuyo —me burlé, y rio sin gracia.
—No, cariño, te equivocas. Me lo da hasta por donde no sabía que se podía,
pero mantenemos una relación abierta; ya sabes que no puedo ser únicamente
de uno —alegó, y me reí.
—Te lo deberá de meter por la nariz entonces, ya que no tienes muchas
opciones —me seguí burlando, y comenzó a fastidiarse.
—A ti deberían de dejártelo por siempre en la boca para que no digas
estupideces —bufó, y pegué tremenda carcajada, pero en mi mente se formó la
imagen de Darius cuando dijo aquello y todas sus hermosas y deliciosas
proporciones.
¡Carajo! Si fuese lo de él, no me habría importado.
—Piensas en Pecas eh, picarona —se burló, y quise hacerme la seria. El
idiota hasta le había puesto mote cariñoso y por desgracia me gustó—. ¿Crees
que le gustaría jugar a ser bisexual? —preguntó otra vez, y quise cortar la
llamada.
—Así lo fuera, ese chico no lo compartiría con nadie, ni siquiera contigo que
te amo tanto —dejé claro y entonces fue su turno para burlarse de mí.
Edward seguía siendo mi paño de lágrimas y el tipo que la vida me dio para
sobrellevar la muerte de LuzBel, aunque el destino tenía la mala costumbre de
darte, quitarte y a veces de devolverte sin importarle que en el proceso sufrieras
de ataques al corazón. Eso fue lo que me pasó el día que recibí una llamada del
más allá, fue la única explicación lógica que llegó a mi cabeza al escuchar una
voz que erizó mi piel hasta el punto de agrietarse, cuando descolgué el móvil.
No podía creer que fuese él —LuzBel— y hasta quise estar cerca de un
sacerdote en esos momentos para que me exorcizara; por supuesto que el
cabrón se rio de mis miedos y no fue hasta que lo vi a través de la pantalla que
me comencé a convencer de que era cierto, que era real. Estaba vivo. ¡Dios!
Vivo de verdad, y a la rápida me dio un resumen de lo que había pasado y la
razón de haber fingido su muerte. De pronto ya no me sentí tan sola y lo que
más deseaba es que los días pasaran volando para poder verlo, pero cuando
tuve la oportunidad de hacerlo casi lo mato de verdad al descubrirlo a punto de
besarse con una recién aparecida que a leguas se notaba que no llegaba a mi
altura. Y es que hasta las zorras teníamos clase y esa tipa estaba lejos de
alcanzar aquel nivel.
Para que quedara claro, no lo hacía por celos pasionales, sino por celos de
hermanos y de que aquella perra intentara ocupar un lugar que solo le
pertenecía a Isabella White, mi amiga, mi hermana y mi heroína porque sí,
Isabella se convirtió en todo eso al demostrarme como mujer que cada vez que
una caía, tenía que levantarse con más fuerzas, con más decisión y con más
garra.
Para suerte de Hanna —así se llamaba aquella idiota— había cosas más
importantes para mí y asegurarme de que LuzBel seguía siendo real era una de
ellas; esa noche, luego de hablar y convencer a mi amigo de no ser tan idiota,
terminé hasta con un viaje a Italia, pero antes de eso acabé amando de nuevo a
mi destino por ponerme frente a frente con mi más reciente delirio.
—Así que… volvemos a vernos —susurré y mordí con delicadeza la uña de
mi dedo índice para darle un poquito de pasión a la plática.
—Ves cómo ser un hombre de fe ayuda —comentó dando un paso hacia mí y
recordándome lo último que había dicho la primera vez que estuvimos juntos.
Estábamos en el club Grig, propiedad de los Pride, y amaba que aquellos
lugares tuviesen tanta privacidad; todos se habían ido a la pista de baile a
excepción de LuzBel, que se marchó para preparar sus maletas.
—Y me encanta que hayas cambiado de idea con respecto al reciclaje —
añadió, y con malicia cazó mi labio inferior con sus dientes y lo haló sin ser
brusco, provocándome un pequeño piquetazo que dio directo en mi entrepierna
y no donde había sido el arrebato.
Tampoco me besó, solo fue un acto que me volvió loca y desesperada.
—Ya me conoces un poco, Darius, así que seré directa, ¿nos follamos aquí y
montamos el espectáculo del año o me llevas a un lugar más privado? —
pregunté y su sonrisa me derritió por completo.
Quería lamer cada peca en él, quería lamer todo de él.
—¿Romperás tus reglas de nuevo? —Negué y me reí con su pregunta.
—Todavía no entiendes que contigo no existen reglas ni límites ni raciocinio
—aclaré y antes de que dijera algo más fui yo la que lo besó.
Sentí sus labios y amé que tomara el control de la situación, me acunó el
rostro, luego sus manos viajaron a atrás de mi cuello y enterró los dedos en mi
cabello uniéndome más a su boca y me sorprendí de que tal cosa fuese posible.
Darius me estaba afectando a niveles que superaban lo normal y, aunque no era
bueno, no me importó en cuanto su boca me dio solo una probadita de lo que
iba a hacerme luego, mis manos no se quedaron quietas cuando su cuerpo hizo
contacto con el mío y terminé llegando a su entrepierna, y lo acaricié por
encima de la ropa.
¡Joder! Estaba empalado y mi cuerpo lo deseó más que nunca.
—Sácame de aquí —susurré en cuanto me dejó respirar un poco.
—Vamos —fue lo único que dijo, tomó mi mano, y bajamos hasta pasar en
medio de la multitud, algunas chicas lo vieron con demasiado interés y, aunque
sabía que era guapo, aquel interés estaba demasiado sobrecargado para mi
gusto.
En cuanto llegamos afuera me di cuenta de la razón de aquel interés, el chico
llevaba una tremenda erección y se marcaba demasiado a través de su pantalón.
—No te importó caminar así —musité deseosa de llegar a donde quiera me
llevaba.
—Para nada y, al tenerte a mi lado, lucí esto con orgullo —confesó
señalando su miembro, y de la excitación pasé a la ternura.
Ese chico hasta hablándome de esa manera me demostraba que su rudeza no
superaba a su ternura y, aunque era raro y me habían dicho cosas románticas,
aquello fue el halago más excitante que alguien me dijo alguna vez.
No sé ni cómo logramos llegar a su apartamento, lo único que sé es que
terminamos deshaciendo su ordenada cama en cuestión de segundos; esa noche
Darius me confirmó que era muy fácil volverme adicta a él, el tipo era como
una droga y después de mi pasado era consciente de que las drogas eran malas
y la adicción podía matarte, pero por una vez dejé de lado el temor a mis
adicciones y disfruté de la mejor de todas.
Esa vez amanecí a su lado y no digo que dormí, porque no dormimos ni un
segundo.
—¿Hambrienta? —preguntó burlón luego de pasar a un IHop y pedir el
desayuno, ataqué la comida sin piedad y hasta los pancakes sentía deliciosos
cuando los odié toda mi vida.
—Tu culpa —respondí después de darle un trago a mi café. Sonrió con
suficiencia.
No estaba segura si era mi imaginación o esa mañana lucía más hermoso a
pesar de no haber dormido casi nada, yo en cambio estaba ridícula con la ropa
que él me había prestado y con el cabello hecho un desastre.
Esa mañana la pasamos juntos en el hotel donde me hospedaba y, aunque
fuera increíble de creer ya no follamos, nos limitamos a hablar y conocernos
mejor. Me gustaba que él fuera un hombre de sueños y no pensara solo en joder
la vida, hablamos de sus proyectos y casi me fui de culo cuando me confesó ser
hermano adoptivo de Isa y el pequeño enamoramiento que había tenido con
ella, tal cosa me causó gracia y fue víctima de mis bromas luego.
—Cuando te cases tienes que contarle eso a tu esposa —dije, y negó.
—Se lo contaré a mis hijos para que cuando vean a su tía la molesten con
ello —dijo seguro de aquella travesura, y sentí un enorme pinchazo en mi
pecho.
—¿Quieres hijos? —No entendí por qué esa pregunta tuvo que ser
formulada por mi insensata boca y la ilusión que vi en sus ojos fue demasiado
para mí.
No me estaba imaginando una vida con él porque apenas lo conocía, sin
embargo, ver su ilusión me recordó lo que yo jamás podría obtener.
—Quiero muchos hijos, Laurel, no quiero pasar solo en prácticas con la que
sea mi mujer, sino que quiero que me dé los hijos que sea capaz de darme. Me
pueden llamar loco, pero soy así, deseo darles mucho amor a mis pequeños y
demostrarles que el mundo no es tan malo como su papá lo creyó alguna vez.
—Lo miré con un nudo en la garganta. Jamás mi infertilidad me dolió tanto
como ese día.
Inconscientemente me llevé la mano al vientre y mordí mi labio inferior para
no llorar.
—Tu mujer será afortunada. —Fue lo único que pude susurrar.
—Espero encontrarla pronto y ponerme a trabajar de lleno en ello —soltó
como una broma, y me reí de verdad, aunque sabía que detrás de esa broma se
escondía la verdad.
La vida, de nuevo la maldita vida restregándome en el rostro lo que jamás
podría tener.
Seguimos hablando, y por mi salud mental cambié de tema hasta terminar de
nuevo entre sus brazos; Darius era mi pequeña obsesión, aunque luego de
escuchar sus deseos supe que no cabía en su vida, estúpidamente, y por primera
vez, me dolió ser solo el acostón de alguien, me dolió ser el desliz del único
hombre que había logrado apartar mis miedos y con el único que deseé tener
algo más.
A veces el karma se tardaba en llegar a nuestras vidas y cobrarnos todas las
que habíamos hecho, otras veces, y como en mi caso, llegaba pronto y cobraba
cada uno de los daños ocasionados. Dañé a John sin pretenderlo y lo estaba
pagando con Darius; sí, era precipitado, pero por un segundo quise un futuro
con él, al siguiente segundo comprobé que no era la indicada en su vida. Él
deseaba algo que jamás le daría y tenía el raciocinio intacto para entender que
lo nuestro jamás funcionaría y era mejor dejarlo hasta ahí.
Ese día me despedí para siempre de él e irme con LuzBel a Italia fue lo
mejor que pudo pasarme.
Aunque bueno, estar con un macho que había estado en celibato por un
tiempo récord para él, y una terca que rugía por dentro por reclamar a su
consorte, no fue nada inteligente para olvidar mi reciente encuentro con Darius
y el reencuentro entre Isabella y Elijah fue como una tortura para mi sensible
cuerpecito. Esos dos echaban chispas no solo para pelear, sino también para sus
reconciliaciones, y tuve que ejercer toda mi fuerza de voluntad para no llamar a
un hermoso chico de pecas y que me follara por el teléfono.
Estar en Italia sirviendo como celestina de mi amigo y su chica, y encima
tener que dormir justo al lado de su recámara escuchando cómo la cama
golpeaba la pared mientras ellos calmaban sus demonios, fue una tarea difícil
para mis dedos, que lucharon para no encontrar un camino equivocado.
Tenía la libido muy facilita así que no tocarme fue un logro en mi vida.
Cuando el momento de conocer a sus pequeños llegó, los nervios en mi
amigo me divirtieron de cierta manera y agradecí que al menos él tuviera una
segunda oportunidad para conocer, amar y proteger a los únicos seres que nos
amaban de verdad. Él sabía de sobra mi historia y me hizo sentir feliz cuando
me dijo que aprendiera a ser una buena tía, ya que se me había negado la
oportunidad de ser madre.
—Laurel, ya conociste a Lee-Ang Cho —dijo Isabella luego de que habían
salido con sus pequeños del gimnasio donde los chiquillos entrenaban.
Lee era una japonesa hermosa, amiga y compañera de batalla de Isa. La
chica volvió a hacer su típico saludo de ninja y, ya que antes no la saludé como
era, esa vez la imité con torpeza.
—Y ella es Maokko Kishaba, mi otra fiel amiga y compañera —me presentó
a su otra amiga.
Maokko igual era asiática, pero lucía más perra que Lee, aunque esa vez
supe que no era una perra como la estúpida de Hanna, sino que esa chica estaba
más a mi nivel. Ella también pertenecía a una de las asociaciones de Isabella.
—No me vayas a saludar como lo hiciste con Lee porque luces ridícula —
soltó con su acento bien marcado sin ser ofensiva.
¡Carajo! Esa chica sí era de las mías. Me encogí de hombros y luego me reí
por lo que me había dicho.
—Solo trato de encajar —me defendí, y entonces fue ella quien rio.
Estuve en Italia por dos semanas aprovechando mis vacaciones, conocí al
guapo de Caleb, quien era el jefe de seguridad personal de Isabella, y me hice
muy amiga de Maokko y Lee-Ang. Descubrí que Caleb y Maokko tenían un
pasado que ambos se negaban a olvidar, les propuse un trío para darles un
empujoncito y casi termino muerta en manos de una muy furiosa Maokko.
Solo a mí se me ocurría meterme a jugar con una chica que con facilidad
podía cortarme la cabeza.
Pero también descubrí con aquella broma que la chica ya no estaba tan
interesada en el guapo rubio y sí en un moreno que se moría por probar. Hablar
con ella era divertido, y compartir anécdotas mucho más.
—¿Entonces los morenos sí la tienen grande? —me preguntó por tercera
vez, y me reí.
—Al menos el que a mí me tocó sí. Ya te dije que tuve que buscar una
excusa con aquel chico y salir de la habitación en cuanto vi que por unos tres
centímetros aquella cosa no llegaba a sus rodillas; me encanta la acción,
aunque no estaba dispuesta a estar en silla de ruedas por una semana —le
recordé, y explotó en carcajadas.
Esa había sido una mala experiencia en mi vida y todo por mi maldita
curiosidad de comprobar lo mismo que ella deseaba comprobar; al menos
estaba advertida y si aun así deseaba insistir con Marcus —un guapo moreno,
musculoso y tatuado hombre, amigo de LuzBel y delirio de ella— ya era su
problema.
En aquel viaje también tuve la oportunidad de conocer a Fabio D’Angelo, el
tipo enigmático que me cautivó con su belleza y con el que erróneamente quise
olvidar a Darius y sus destrezas. Algo que comprobé que era imposible y,
aunque no me quejaba de lo que Fabio me había hecho, no me sentía satisfecha
porque no era Darius.
Luego de haber cumplido con mi trabajo y pasar tiempo de calidad con mis
amigos y mis pequeños sobrinos postizos, regresé a mi ciudad y seguí con mi
vida, ignoré las llamadas que Darius me hacía de vez en cuando y me
concentré en mis estudios y terminar mi carrera. Las cosas eran mejor así, no
me quería complicar la vida y mi hermoso chico de pecas me prometía solo
eso; no le podía decir que no deseaba verlo, ya que era una mentira enorme y
estaba segura de que, si escuchaba su voz, caería fácil, y no me lo podía
permitir.
Sabía que era muy fácil para mí enamorarme de él y al final yo sería la única
en sufrir cuando descubriera que jamás le daría lo que él deseaba.

—Quiero muchos hijos, Laurel, no quiero pasar solo en prácticas con la que
sea mi mujer, sino que quiero que me dé los hijos que sea capaz de darme. Me
pueden llamar loco, pero soy así, deseo darles mucho amor a mis pequeños y
demostrarles que el mundo no es tan malo como su papá lo creyó alguna vez.

Aquellas palabras suyas nunca me abandonaron y eran las únicas que me


detenían a caer en su tentación.

Cuando Edward volvió de su viaje justo para mi graduación, fui la mujer


más feliz, ya que él era mi familia y el único que estuvo a mi lado ese día a
parte de John, con quien logré tener una amistad luego del embrollo que
tuvimos. Edward había sido el mejor de su clase y por lo tanto se convirtió en
el pediatra más joven de su promoción; ese día nos ahogamos en alcohol y
ambos nos contamos nuestros males de amores, él estaba pasando una mala
situación con Jace, y yo seguía obsesionada con un chico que no fue hecho
para mí.
Volví a ver a Darius tiempo después, justo cuando íbamos celebrar el
cumpleaños de LuzBel y los clones, me puse nerviosa cuando lo tuve frente a
mí, y más en el momento que insinuó que deseaba hacerme volar por la nubes,
sin embargo, me abstuve al saber que luego de volar a las nubes caería con
fuerzas al suelo y el golpe me destruiría. Él deseaba una aventura y yo sabía
que con él jamás tendría una porque quería más cada vez que estaba entre sus
brazos.
Por eso busqué a Fabio de nuevo y me refugié en sus brazos, así era yo, así
me protegía. Pero la terquedad de Darius era grande y no se daría por vencido
hasta demostrarme que podíamos follarnos y disfrutarnos sin mezclar
sentimientos.
No obstante, aquello era imposible para mí, pues ese chico podía colarse
hasta el tuétano de mis huesos, ya que por mucho que me negara a verlo no lo
sacaba de mi cabeza ni un segundo.
Tiempo actual…

Las bolas de cristal —ubicadas en puntos estratégicos de todo el club—


relumbraban con las farolas de colores que proyectaban su luz hacia ellas y
bañaban los cuerpos de los presentes en todo el lugar, las bombas de humo se
unieron a la fiesta y le dieron aquel aire misterioso al nuevo y renovado
Vértigo.
Crecí en una familia que superaba lo disfuncional, de mis verdaderos padres
jamás supe nada y lo único que alguna vez me dijeron en la casa e infierno
personal que me criaron es que mi madre me dejó en una casa hogar en cuanto
nací porque, según ella, era lo mejor, ya que no estaba capacitada para criarme.
A mis casi dos años llegó un ángel a mi vida que en sus propias palabras: se
enamoró de mí y tiempo después me adoptó, pero no contaba con que estaba
casada con un demonio, el más cruel de todos.
Lucius Black, el líder de los Vigilantes. Una asociación de mafiosos
estadounidenses con conexiones internacionales.
En mi nueva familia tuve alimentación, ropa y salud, una madre amorosa,
una pequeña hermanita, que muchas veces jodía como un demonio de
Tasmania, y un padre que durante un tiempo demostró interés por su hijo
varón, aunque fuese adoptado. Pero lo bueno duraba poco y un día mamá logró
escapar del maldito con el que estaba casada cuando él se volvió peor y le daba
solo maltrato; el tipo era un hombre poderoso y evitó que ella nos rescatara de
sus garras por más intentos que hizo para lograrlo y, siendo valiente a pesar de
mi corta edad, acepté mi destino y me quedé para cuidar de mi hermana.
Nada fue fácil para Amelia —mi hermana— ni para mí, crecimos en un
mundo de maldad, traición, peligros y deshonor; sin embargo, ambos
intentábamos ser diferentes, aunque a ella le fue difícil debido a una
enfermedad que la hizo vulnerable siempre, pues en la adolescencia desarrolló
la bipolaridad.
Pasaron años y años en los que luché por liberarme de las cadenas que aquel
malnacido me impuso, pero nada de lo que hice funcionó porque no tuve los
medios necesarios para enfrentar el poder que poseyó Lucius en su momento,
ni tampoco personas con el mismo para que me respaldaran en aquella lucha
que incluso mi madre perdió; porque sí, Lucius Black —mi padre solo de papel
— pudo apagar su luz al asesinarla utilizando a su propia hija.
Amelia nunca fue tratada por su padecimiento y eso la hizo vulnerable
siempre, sobre todo ante Lucius, quien la manipuló para que le pusiese en
bandeja de plata a nuestra madre. Para mi hermana ese hecho le supuso una
caída tremenda y casi la pierdo en el proceso de no haber sido por Elijah, el
hijo de Myles Pride, uno de los fundadores de la única asociación que era
capaz de igualarse al poder de Lucius.
Amelia se enamoró de él, y por un tiempo Elijah correspondió a aquel
sentimiento, aunque de su parte solo era atracción, pero tal cosa sirvió para que
mi hermana volviese a ser ella y por unos meses también logró escaparse de
Lucius. Sin embargo, el hijo de puta jugó bien sus cartas y de nuevo pudo
hacer lo que quería.
Para aquel entonces mis esperanzas habían muerto.
Amelia cayó en una oscuridad total, Leah —mi madre— estaba muerta y
tenía otra hermana a la cual no conocía porque su padre la protegía como al
mejor de los tesoros. Ella era hija de mi madre adoptiva y John White, otro de
los fundadores de Grigori y quien le ayudó en un vano intento de recuperarnos;
cuando mamá fue asesinada, John envió a Isabella —mi hermana adoptiva—
lejos del país para protegerla, y cuando la chica volvió de su viaje el caos
comenzó de nuevo, pero en toda esa anarquía supe que Isabella sería la única
capaz de liberarnos a muchos de una prisión de la que creímos que era
imposible escapar.
Pasó mucho tiempo, perdimos a personas que amábamos, cometimos errores
graves, pero la luz llegó y una nueva vida comenzó; Amelia —mi pequeño y
herido demonio de Tasmania— murió en aquella lucha, aun así, logró dejarnos
un pedacito suyo en su pequeña y hermosa hija, Leah, chiquilla que se
convirtió en mi adoración junto a mis otros sobrinos e hijos de Isabella y Elijah
Pride, los gemelos Aiden y Daemon; el último por desgracia heredó la
bipolaridad de Amelia, aunque a diferencia de ella, él era afortunado al tener
una familia que lo amaba y que estaba dispuesta a apoyarlo y ayudarlo en todo
lo que fuera necesario para hacer de su vida una mejor.
—¡Guau! El cambio que le hiciste es impresionante —halagó mi pequeña
dinamita y adorada hermana Isabella.
Estaba estupenda y radiante en un vestido de lentejuelas doradas y zapatillas
deportivas negras para mayor comodidad y seguridad para ella y su vientre
abultado de cinco meses, ya que esperaba a su tercer bebé en su segundo
embarazo —o tercero en realidad, puesto que por desgracia perdió un hijo
tiempo atrás—. Su marido se mantenía a su lado cuidándola como un
guardaespaldas y espantando a todo aquel mirón que se atrevía a verla y
admirar su belleza.
—Claro que lo es, fue supervisado por mí —me mofé, y rodó los ojos.
—Tan engreído —acusó y le dio un trago a su limonada con fresas.
—Eso ya lo sabías, Bonita, que no te extrañe —le recordó LuzBel, casi todos
le llamábamos por su sobrenombre, y me reí de que fuera él quien dijera tal
cosa.
—Cuidado que te quemas, idiota —me burlé, e Isabella se rio de ello, él solo
la fulminó con la mirada haciendo que ella se riera aún más.
Era divertido ver cómo mi hermana lo tentaba sabiendo que era la única
capaz de enfurecerlo y hacerlo feliz a la vez.
Vértigo era parte de una cadena de clubes que heredé luego de que Lucius al
fin muriera y, ya que mi otra hermana y heredera también había muerto, su
parte pasó a mis manos hasta que Leah tuviese la edad suficiente para hacerse
de lo que por derecho le correspondía. Quise incluir a Dominik D’angelo en
aquel negocio para que manejara la parte de su hija —él fue la pareja de
Amelia y era el padre de Leah—, pero se negó al no sentirse capaz de volver a
un lugar en donde su amada ya no existiera, así que dejó todo en mis manos, y
le prometí entregarle a mi sobrina el triple de lo que hasta ese momento tenía.
Para deshacerme de los recuerdos que cada club tenía del malnacido de mi
padre, decidí remodelarlos todos y mandar al demonio lo relacionado a los
Vigilantes, y dejarlos con una nueva y mejorada versión de la familia Black, y
por esa familia solo tomaba en cuenta a mi fallecida hermana Amelia.
Tomándose derechos solo por ser la hermana del dueño, Isabella envió a uno
de sus guardaespaldas hasta donde el Dj y segundos después una serie de rap
de la vieja escuela comenzó a sonar por todo el lugar iniciando con «Purple
Hills» de Eminem; comenzó a bailar emocionada, y su marido se deleitó
viéndola, siendo una dulce chica en aquel instante y no el demonio que era
cuando tocaban a su familia.
—Alguien allá abajo pide ver al señor Pride —informó uno de mis
guardaespaldas, él era el encargado de darle seguridad al privado en el que nos
encontrábamos.
—¿Lo revisaste? ¿Te dijo su nombre? —cuestioné un poco alerta, a veces el
pasado se negaba a abandonarte de una vez. Me giré a ver a todos lados y me
tranquilicé cuando vi que mi hermana y mi amigo habían llegado muy bien
escoltados por su gente.
Ellos se sentían igual que yo y no los culpaba.
En ese momento Myles Pride había delegado a LuzBel para que se hiciera
cargo de los Grigori y mi hermana lo hacía junto a él, ya que era la líder luego
de que Jonh White —su padre— muriera. Nuestra madre también le heredó su
liderato en La Orden del Silencio, una asociación creada en Japón cuando
mamá escapó de Lucius.
—¿Pasa algo? —preguntó LuzBel sorprendiéndonos a ambos.
—Alguien está preguntando por ti —dije y luego asentí hacia mi
guardaespaldas para que continuara.
—Dice ser un amigo suyo de la escuela, lo hemos revisado a él y a su
acompañante y están limpios, señor.
—¿Su nombre? —preguntó LuzBel aparentando tranquilidad.
—Olek Sandr y Bianka Harris. —Los nombres para mí sonaron
desconocidos, pero al ver la reacción de sorpresa en LuzBel supe que sabía
quiénes eran.
—¡Mierda! ¿Estás seguro? —le preguntó, y Antón asintió.
LuzBel volvió a ver a Isabella, quien platicaba con su amigo Caleb, —un
Sigiloso como también era conocidos los de La Orden del Silencio y seguridad
personal de mi hermana— y luego me miró a mí.
—¿No me digas que la chica fue uno de tus ligues? —interrogué al verlo
ansioso.
—Lo fue, pero hace muchos años. Era un adolescente y Olek fue mi mejor
amigo, el punto es que conoces a tu hermana, viejo, y en su estado es más
destructiva que antes, y no quiero tener que huir si se le ocurre degollar a la
pobre chica.
Me reí al escuchar tal cosa, disfrutaba de joderlo cuando se trataba de
Isabella y sus arranques de ira, aunque estaba exagerando. Mi adorada dinamita
solo se desquiciaba si era necesario.
—Hazlos subir —pedí a Antón, él asintió y se marchó de inmediato—. Y tú
no exageres, viejo. Isabella sabe lo que fuiste y solo matará a las que intenten
llegar a ti ahora, no a las que fueron mucho antes de ella. No mató a Laurel,
¿cierto? —Me fulminó cuando le recordé a mi más reciente dolor cabeza y la
misma que estuvo con él antes de Isabella.
—No menciones más eso, imbécil. Lo de Laurel es pasado pisado y créeme
que, ahora que la veo solo como mi hermana, me arrepiento de lo que hice —
aseguró, y me limité a sonreír con ironía.
Laurel era su amiga de muchos años, la conocí por casualidad y me la comí
por las mismas circunstancias, y no me daba miedo admitir que la chica me
había dejado como idiota tras esa casualidad; la volví a ver meses después y
sucedió de nuevo. Contribuí a su reciclaje y solo por estar dentro de ella no me
importó denominarme basura y, aunque todo cambió luego, todavía me reía al
recordar ese reencuentro.

Me sentí celoso al ver llegar a Laurel dispuesta a matar a la chica que


estaba sobre LuzBel, quien en esa ocasión pasaba por un mal momento con
Isabella luego de que él tuviese que fingir su muerte por la seguridad de ella y
su familia, y yo lo ayudé a hacer tal cosa. Gracias a un movimiento estratégico
de Isa, ambos pudimos liberarnos de las garras de Lucius y salvar a Amelia,
quien también era su exnovia, no obstante, eso era cosa del pasado, pues el
maldito probó a ambas de mis hermanas, en diferentes tiempos claro estaba, y
terminó por encantarse de la menor, que era Isabella.
El punto era que para ese momento yo ya había investigado sobre Laurel y
me enteré la clase de amiga que fue con LuzBel y, aunque no me gustó, lo dejé
pasar porque para mí era claro que fue cosa del pasado y lo que ocurrió entre
ella y yo fue solo la pasión del momento; lo aclaramos cuando sucedió y
seguía estando así para mí, pero, al verla de nuevo después de meses de aquel
acostón que nos dimos, mis ganas por volver a tenerla se incrementaron y me
odié por odiar a LuzBel y estúpidamente creer que ellos podían tener algo
cuando estaba seguro de que él amaba a mi hermana como loco, así le costara
aceptarlo, y Laurel era leal y actuaba siempre de frente.
En ese momento LuzBel ignoraba lo que había pasado entre su amiga y yo y
terminó presentándonos.
—Darius ella es Laurel, Laurel él es Darius —nos presentó cuando ambos
iban rumbo a la oficina de su club.
—Es un gusto conocerte, Darius —pronunció ella con coquetería mientras
nos dábamos la mano fingiendo jamás habernos visto—. Soy amante del medio
ambiente y me encanta reciclar —añadió, haciéndome recordar lo último que
aseguró cuando estuvimos juntos.
Dijo que no le gustaba reciclar y en ese momento aseguraba lo contrario, y
tal cosa me hizo sonreír triunfante.
—Igualmente, Laurel. A mí me encanta colaborar con el reciclaje —comenté
y casi me enamoré de la rojez en sus mejillas en aquel instante.
Ella se consideraba una zorra profesional, pero me encantaba lograr
intimidarla como una puritana inexperta.
—Ustedes dos ya se conocían y si no me equivoco te lo llevaste a la cama —
habló LuzBel intuyendo todo, y me reí cuando supuso que fue ella quien me
llevó a la cama y no al revés.
—Fue divertido que nos presentaras —señaló ella, y me reí aún más. LuzBel
le pidió que siguieran su camino, y ella se acercó a mí para despedirse de
momento—. Espero comerte luego… ¡Ups! Digo… espero verte luego —
susurró en mi oído con fingida vergüenza e inocencia, y no hice más que negar
divertido.
—Ten por seguro que pasará —dije y besé la comisura de sus labios.
La dejé seguir y me fui a donde se encontraban los demás chicos, tal vez en
el pasado ella me llevó a mí a la cama y lo aceptaba, pero esa noche sería
diferente y le volvería a mostrar a aquella reina los encantos del papi Darius.
Y lo hice tal cual me prometí.
Esa noche me la follé a como se me antojó y le demostré cuan perfectos
éramos en la cama, sin embargo, luego de eso algo cambió en ella y durante
las veces en las que nos cruzamos tiempo después se negó a estar conmigo. Y
no era por mofarme, pero estaba seguro de que le encantó estar entre mis
brazos y era otra cosa la que la hacía alejarse de mí.

Por esa y otras razones decía que aquella chica era mi más reciente dolor de
cabeza.
—¿Me estás escuchando? —preguntó LuzBel, y cuando lo miré negó
fastidiado confirmando que no, no le escuché nada.
Iba a preguntarle algo, mas no pude, ya que en ese instante un tipo alto de
cabello castaño y ojos azules llegó acompañado de una morena de cabello
rizado y curvas muy peligrosas que nos sonrió con educación al vernos.
¡Mierda! De nuevo comprobaba que mi cuñado tenía clase en cuanto a
mujeres; el tipo a su lado rio asombrado y sin decir nada le dio la mano a
LuzBel seguido de un abrazo.
—¡Joder, viejo! No podía creer que en verdad fueras tú cuando te vi aquí
arriba —le dijo, y vi la misma alegría de él en LuzBel.
—El hijo de puta Sandr —habló LuzBel.
—Soy Darius Black —saludé a la hermosa chica—, creo que ellos están
muy ocupados como para acordarse de nuestra presencia —ironicé, y ella me
sonrió tomando la mano que le extendía.
—Bianka Harris. Es un gusto, Darius, y tienes mucha razón —coincidió y se
acercó para darme un beso de saludo en la mejilla.
LuzBel y su viejo amigo hablaban demasiado animados hasta que recordaron
en donde estaban.
—Qué bueno volver a verte, Bianka. —Su alegría fue demasiado fingida
cuando vio a la chica y ni siquiera le sonrió, solo se limitó a verla, y ella le
respondió con un «igual» y una sonrisa avergonzada—. Veo que ya conociste a
mi cuñado —señaló, y quise reírme cuando se refirió a mí de esa manera—.
Olek, él es Darius. Darius, mi viejo compañero, Olek. —Le di la mano al tipo,
y nos saludamos, minutos después nos unimos a mi hermana y los demás
chicos que también eran mis amigos y ya se habían hecho presentes a la
inauguración del club.
LuzBel se encargó de presentar a sus viejos amigos con todos los demás y
solo le musité un «te lo dije» silencioso cuando abrazó a Isabella y comprobó
que esa noche mi hermanita no sería el ángel de la muerte de nadie.
Los nuevos invitados en aquel privado resultaron ser personas gratas y muy
animadas; descubrí que Bianka y Olek estaban comenzando a salir y que él
acababa de regresar al país después de muchos años de haberse mudado al
Reino Unido por cuestiones de estudios. El tipo e Isabella al parecer
congeniaron bien y hasta se ganó el derecho de acariciar su vientre, algo que
logró ponerme un poco celoso y vi que LuzBel no estuvo del todo feliz, ya que
cuando aquellas manos tardaron demasiado en el abultado estómago de mi
hermana, él mismo terminó quitándolas. Deseé que mis sobrinos estuvieran ahí
y nos ayudaran también con la situación, pues tendían a ser más territoriales
con su madre que el mismo LuzBel posesivo Pride.
La noche siguió transcurriendo y, aunque estaba siendo todo un éxito, había
algo o más bien alguien que faltaba y que no se dignaba a aparecer.
Laurel Stone.
La terca mujer a la que le envié la invitación con suficiente tiempo de
antelación y la misma que se negaba a responder mis llamadas; era a la primera
que le insistía tanto y estaba comenzando a cansarme.
—¿Déjame adivinar? Estás ansioso porque ella venga —dedujo mi hermana,
y solo me limité a mirarla.
—Y muy arrepentido por hacer caso a tus consejos —solté, y ella rodó los
ojos.
Ella y LuzBel tuvieron un comienzo difícil, pero luchó hasta derretir aquel
hielo que describía a la perfección a su marido; Laurel era una copia casi
exacta de LuzBel, aunque estaba demostrando ser más fría que él y dudaba ya
de llegar a algo serio con esa mujer porque me cansaban sus desplantes.
Siempre fui un tipo aventurero y la única vez que creí que me iba a enamorar
fue cuando como un estúpido puse los ojos en la chica hermosamente
embarazada frente a mí; éramos hermanos adoptivos, pero jamás conviví con
ella, ya que mi madre la procreó en otro hogar justo cuando había un caos en
nuestras vidas.
Y cuando al fin conocí a la chica ya era toda una mujer y me deslumbró su
fortaleza y actitud además de su belleza, durante un tiempo consideré la idea de
enamorarla, pero me di cuenta de mi error en cuanto entendí que Isa jamás
dejaría de amar a LuzBel, y desistí aún más en cuanto conocí a Laurel.
El sueño de todo hombre —y me incluía— era siempre tener como mujer u
esposa a la típica chica de casa, la inocente, la que prefería una noche de
películas a una de fiesta, la que amaba los pantalones flojos de pijama y no la
que prefería pasarse el día en braguitas. La chica a la que le encantaban los
halagos y perversidades de su amado y no la de cuanto hombre se le cruzara en
frente y de ser posible, amábamos desflorar a la que sería nuestra mujer y no
ser el siguiente de alguien; ese era el sueño de todos, y Laurel…
Ella no era eso.
Esa mujer era todo lo contario, la fiestera, la de braguitas, la que disfrutaba
de los halagos y perversiones de todos, la que amaba comerse a los vírgenes y
pervertir a los puritanos; en sus propias palabras era la zorra y lo decía con
demasiado orgullo, pues gozaba su vida sin avergonzarse, y yo, deseando todo
lo contrario a ella, estaba cayendo con su desvergüenza y no me importaba
nada de lo que hubiese hecho antes, incluso no me interesaba lo que seguía
haciendo en esos momentos, ya que fue clara, fuimos claros y lo nuestro jamás
llegó a ser más que acostones ocasionales.
Sabía que ella había estado con otros chicos después de mí, incluso con un
amigo el cual me lo dijo a la cara en cuanto se enteró que entre ella y yo pasó
algo, pero lo de ellos también fue un acostón y Laurel se lo dejó claro al igual
que a mí, y yo no me quedaba atrás, ya que disfrutaba del sexo ocasional con
chicas que me deslumbraban en su momento y habían existido muchas luego
de ella, no obstante, no negaba que, al final del día o tras estar con otra,
siempre tenía a Laurel Stone en mi trastornada cabeza.
Ya no era mi sueño ser el primero de alguien, sino el último.
—Laurel es un hueso duro de roer, pero caerá —murmuró Isabella—. Según
Elijah tiene un pasado duro y por eso es así —añadió lo de siempre.
—¿Quieres jugo de manzana? —ofrecí, sirviendo un poco en mi vaso y
tratando así de cambiar la conversación. Suficiente tenía con los desplantes de
aquella desalmada como para echarle sal a mi herida hablando más de ella.
—¿Sabes que Aiden pidió que escondiera el suyo antes de venirnos hacia
acá porque teme que llegues en la noche y se lo termines? —confesó
hablándome del más curioso y odioso de mis sobrinos gemelos, y me reí con
verdadera diversión. El pequeño aún no me perdonaba el haberlo dejado sin su
jugo favorito en el pasado.
Seguimos hablando un rato más, y LuzBel se nos unió interrumpiendo
nuestra charla de hermanos; desde que Amelia murió Isabella y yo nos
volvimos más cercanos. Vivían en Italia, pero regresaron al país para apoyarme
en la reinauguración de los clubes, por otra parte, también extrañaban a Dasher
Spencer, un pequeño hombrecito de la edad de sus clones —así les llamaban a
sus gemelos— que quedó huérfano luego de la lucha a la que tuvimos que
enfrentarnos en contra de los Vigilantes. Sus padres perecieron en dicho
enfrentamiento y el chico se ganó mi corazón, no solo por ser huérfano a tan
temprana edad como yo, sino porque en muchas cosas me recordaba a mí;
deseaba obtener su custodia legal, sin embargo, aquel era un proceso delicado y
estaba utilizando todas mis influencias para lograrlo. Mientras tanto, habíamos
obtenido al menos que les dieran la custodia temporal a los padres de LuzBel.
—Te felicito por tan excelente club —halagó Olek cuando nos incorporamos
de nuevo con todos—, es el mejor al que he ido.
—Te falta conocer los otros —señalé, y levantó su vaso de coñac para
brindar por mi éxito.
Según escuché, el tipo volvió a Estados Unidos para intentar recuperar el
negocio que su familia perdió años atrás y, siendo un abogado de renombre en
el país que lo acogía, pretendía acabar con los culpables de que sus padres se
fueran a la quiebra, los mismos que causaron la muerte de su padre por un
infarto luego de unos sucesos que él denominó imperdonables.
—¡Mierda! Creí que Laurel no vendría —espetó de pronto Luzbel cuando
nos quedamos unos segundos solos.
No le dije nada a pesar de que me pareció extraña su actitud, pues siempre se
alegraba de verla, me giré hacia el balcón del privado para mirar hacia donde él
veía y tuve tremenda erección instantánea al observar a aquella hermosa mujer
enfundada en un vestido blanco, con el cabello negro extremadamente liso y
unos tacos azules que hacían que su culo se elevara más. —Sabía eso porque
Maokko, otra depravada amiga que tenía y también una Sigilosa, me lo explicó
—. LuzBel quiso bajar a recibirla, no obstante, le fue imposible cuando Olek
llegó de nuevo a nosotros para continuar nuestra plática.
Isabella, Maokko y Tess —la hermana de LuzBel—, la recibieron y vi lo
felices que todas se pusieron al encontrarse de nuevo; Laurel había estado de
viaje durante meses y según mi hermana volvió una semana atrás.
—¿Es Laurel Stone? —preguntó Bianka dejando a Jane, otra de mis amigas
y que también estaba embarazada.
Llegó a nosotros tres muy sorprendida. A mí también me sorprendió que la
conociera, Olek miró a donde ella señalaba, y escuché a LuzBel maldecir de
nuevo.
Algo no me cuadraba nada e intuí que mi idiota cuñado no me había dicho
todo. Laurel volvió a vernos en ese momento como si hubiese oído que
hablaban de ella, algo imposible, ya que la música estaba muy alta. Sonrió al
verme, pero aquella sonrisa murió en cuanto observó a la morena que estaba a
mi lado y luego sus ojos se clavaron en Olek.
La sorpresa que vi en aquellos ojos negros no me agradó para nada.
Vi a Olek, y él estaba igual que ella de sorprendido e incrédulo, el tipo dejó
de caerme bien en ese mismo instante. ¡Carajo! A veces odiaba que la
pelinegra fuera tan caritativa y se deslumbrara tan fácil, no obstante, dejé de
creer que estaba deslumbrada por el recién aparecido en cuanto se acercó como
una fiera hambrienta hasta nosotros.
—Así que el mayor de los cobardes e hijos de puta decidió dar la cara —
escupió con verdadero odio, y a pesar de la situación me gustó oír aquello.
—Irónico, ya que no creí encontrar en un lugar con tanta clase, a una puta y
asesina como tú —respondió el tipo que se iba convertir en mi siguiente
victima justo en ese instante.
Para muchos esa mujer era una puta, pero era mi puta e iba pagar muy caro
el ofenderla.
Tiempo actual…

De nuevo estaba en Italia, país que se estaba convirtiendo en mi segundo


hogar al albergar ahí a mi hermano por decisión —LuzBel— y a su terca
castaña Isabella; la calma había llegado a sus vidas y era motivo suficiente para
celebrar, a parte del cumpleaños de Isabella.
Maokko, Tess, Lee y yo habíamos hecho todo un itinerario de celebración y
obligamos a los demás a cumplirlo al pie de la letra. Otra vez Darius estaba
frente a mí y hasta me reclamó por haberme negado a sus llamadas durante
todo ese tiempo; le dije que no había tiempo para él, cosa que obviamente era
una total mentira y solo buscaba ser el doble de perra para que se alejara de mí
y me hiciera el olvidarlo un poco más fácil.
Solo rio cuando le respondí así y me preguntó si lo que me había hecho
Fabio estuvo más rico que lo que él me hizo; me quedé de piedra cuando soltó
aquello y quise matar a Fabio por lengua larga. Darius no me dio detalles, pero
me explicó que el susodicho era un hombre que necesitaba sacar lo que le
agobiaba y se sentía muy culpable luego de que se enteró de que Darius y yo
nos acostamos. Se suponía que los caballeros no tenían memoria y se lo dije a
Darius muy molesta, se defendió con que los caballeros no tenían memoria,
pero sí los amigos, y por eso Fabio fue claro con él.
Ese día me decidí a ser clara con aquel chico de pecas que me volvía loca y
le dije que yo era así, algo que él ya sabía y aseguró no importarle, ya que, al
igual que yo, él también había tenido acostones de una noche luego de haber
estado conmigo.
Eso era lo que lo hacía un hombre más peligroso para mí.
Darius me conocía a la perfección, sabía que era aventurera y disfrutaba del
sexo ocasional con quien se me diera la gana; él era consciente de que era una
mujer que disfrutaba sin temor a lo que pensaran de mí y aseguró que era eso lo
que le gustaba. Yo también era consciente de cómo era él y sabía a la
perfección que había muchas chicas del momento en su vida y no me sentía
celosa, no lo hacía porque estaba segura de que, al igual que yo, él tampoco me
sacaba de su cabeza por muchos acostones que tuviera a diario. Sin embargo,
yo sí tenía miedo de enamorarme de él y de decepcionarme cuando me pidiera
algo que no iba a darle.
—¿Y tú qué piensas hacer? —me preguntó Isabella cuando estábamos en un
restaurante siendo de madrugada, luego de haber salido de un club.
A todos les dio por comer y mientras esperábamos por nuestros pedidos nos
pusimos a hablar de lo que pasó —y pasaba— en nuestras vidas y los planes
que teníamos para el futuro. Me había graduado recientemente y deseaba hacer
el viaje con el que siempre soñé antes de esclavizarme a un trabajo, y ya tenía
todo listo.
—Pretendo ser como una estrella fugaz y viajar a distintas partes del mundo
—expliqué, y agregué lo de estrella fugaz solo para recordarle al chico de
pecas, que estaba atento a mi respuesta, que jamás sería suya ni de nadie—. El
estudio me agotó, tengo mis ahorros y antes de esclavizarme en el trabajo voy a
viajar y disfrutar —añadí para que no se dieran cuenta de mi objetivo anterior.
Por supuesto que LuzBel sabía el motivo de mi respuesta y a esa lista añadí a
Fabio, quien me observó divertido dándome a entender que tampoco iba a
poder mentirle a él.
—¿Y tú qué piensas hacer? —Escuché la misma pregunta, solo que esa vez
no iba dirigida hacia mí, sino a Darius, y la formuló LuzBel.
—Me metí hace poco a la universidad —soltó sorprendiéndonos a todos,
aunque yo ya sabía de sus sueños y me alegró que fuera a cumplirlos.
Había iniciado su carrera tiempo atrás, pero luego de los locos sucesos en su
vida se vio obligado a abandonar la universidad por un tiempo.
—¡Guau! ¡Felicidades! ¿Qué estudias? —halagó y preguntó Tess, ella
también se alegraba de la decisión de su amigo y aceptaba que yo quería correr
hacia él y abrazarlo por no rendirse nunca.
—Astronomía —respondió con orgullo.
Luego de querer abrazarlo, quise matarlo por ser un tonto y ponerme en
vergüenza frente a todos; ya sospechaba que me veían como la mala de la
historia al despreciarlo en incontables ocasiones y él no me ayudaba. Isabella,
LuzBel y Maokko se rieron al entender de inmediato aquella respuesta, yo solo
deseaba que la tierra me tragara cuando varios pares de ojos se fijaron en mí.
—Seguro te encanta esa carrera —se burló Maokko de inmediato, imaginé
que la maldita no lo dejaría pasar.
Rogué en mi interior para que aquel tonto no siguiera con sus respuestas
incómodas.
—Claro, sobre todo porque mi primera tarea es estudiar a una estrella fugaz
e intentar atraparla. —Lo fulminé con la mirada, pero sin poderlo evitar me reí
al ver que todos lo hacían.
Del enojo pasé a la ternura y luego de la ternura a la tristeza.
¿Por qué tenía que ser tan lindo? ¿Tan terco? ¿Tan difícil? ¿Tan inocente?
¿Tan perverso? ¿Tan tierno? Y… ¿Por qué tenía que desear con tanto anhelo
algo que yo jamás le daría? Aquellas preguntas sin respuestas casi me hacen
largarme del restaurante y perderme de su vida.
LuzBel se había acercado a mí tiempo atrás cuando se percató de que me
distancié de su cuñado, con él era el único con el que podía hablar de mis
temores y le confesé la razón mayor de alejarme de aquel chico por mucho que
me gustara. Y era gracioso que, luego de ser su consejera, él estuviese tomando
ese papel conmigo y, aunque en mucho tenía razón, también comprendió mi
punto.
Se quedó sin palabras al confesarle que nunca podría ser madre y que estaba
reconfirmado, pues estúpidamente me sometí a nuevos estudios luego de saber
los deseos de Darius y la respuesta fue la misma: estaba seca y lloré como
nunca al tener claro que jamás sentiría en mi vientre la magia de la que la
Isabella hablaba cuando nos comentaba todo lo que sintió en el embarazo de
sus gemelos.
Y hablando de hijos y embarazos, la noche luego de aquel momento en el
restaurante, LuzBel e Isabella nos dieron la noticia de que serían padres de
nuevo y mi corazón se partió al ver cuando Darius corrió hacia ella y, sin
importarle las amenazas de mi amigo, besó como loco el vientre de su
hermana, estaba eufórico al saber la noticia.
—Eres mi ídolo, viejo —le dijo a LuzBel con tremenda sonrisa, mi amigo
estaba que echaba chispas por el arrebato de su cuñado—. Cuando sea grande
quiero ser como tú y te juro que convenceré a mi mujer para que me regale una
docena de preciosos niños —soltó, y sin poderlo evitar LuzBel rio de aquella
locura.
Me obligué a hacer lo mismo y en ese momento mi amigo me vio y se dio
cuenta de lo que me pasaba.
Con disimulo me fui a la habitación de huéspedes que ellos me habían
preparado y sentí a LuzBel llegar rato después; no dijo nada, solo me observó,
y en segundos llegué a él y lo abracé con fuerzas. Cuando un lo siento tan
sincero salió de su boca y luego envolvió sus brazos en mi cuerpo, las lágrimas
salieron sin cesar de mis ojos y me desahogué como tanto necesitaba. No
lloraba solo porque Darius deseaba hijos, ya que no era idiota y no podía
ilusionarme con alguien con quien no sabía si las cosas funcionarían, lloraba
porque ese hombre era un cruel ejemplo de lo que podía pasarme si no cuidaba
mi corazón.
—Si me lo permitieras, te juro que con gusto le arrancaría el corazón a tu
madre y se lo daría de comer a Sombra —susurró sobando mi espalda en un
vano intento por consolarme. No lo decía como broma, consiente estaba de que
él era capaz de hacer aquello.
—Ese sería un acto muy cruel con el pobre perro —murmuré en su pecho y
lo sentí reír cuando me referí con pena a la mascota de sus chicos.
—Tienes razón, mis pequeñas copias no me lo perdonarían —dedujo, y me
reí. Me apartó de él y limpió mis lágrimas.
—Te quiero tanto, LuzBel. Gracias por tu apoyo —hablé casi llorando de
nuevo, y negó.
—Soy yo quien tiene que darte las gracias por haberme ayudado a recuperar
la luz de mi vida —dijo siendo de nuevo el amigo que conocí en la
adolescencia y no el chico frío en el que se convirtió después.
Amaba a Isabella por habérmelo devuelto y le agradecería una eternidad por
eso y por no matarme cuando le hicimos creer del tonto trío.
Estaba feliz por ellos y seguí disfrutando de su felicidad días después,
aunque se me hizo difícil con Darius acechándome y yo obligándome a
despreciarlo. Fue ahí cuando decidí que era tiempo de volver a desaparecerme
de su vida y era el momento idóneo para iniciar un viaje que planeé desde que
era adolescente, sin embargo, casi jodo mi viaje con mis recuerdos del pasado
y la absurda necesidad de ver a Olek Sandr para restregarle en la cara mi
desgracia.
Me sorprendí y sentí mal cuando estaba en Brasil y decidí buscar en la web
información sobre los Sandr; el señor Steve había muerto de un paro cardiaco
un año después de que yo perdiera a mi bebé y sus empresas se fueron a la
quiebra luego de ello. Odiaba a Olek, pero jamás le deseé un mal de esa
magnitud y era sincera al aceptar que sí quise que pagara por lo que me hizo,
aunque jamás así.
Dejé de lado aquel malestar que sentí al enterarme de lo sucedido a aquella
familia y me concentré en disfrutar lo que me quedaba de mi aventura; una
semana antes de volver a Richmond, que era donde me instalaría en mi nueva
vida, recibí una invitación electrónica a la reinauguración del famoso club
Vértigo. «No te atrevas a faltar», se leía bajo aquella invitación y me reí como
tonta al imaginarme a su remitente.
Hablé con Edward sobre la invitación en cuanto llegué a la ciudad, y me
amenazó con ir él si yo no aceptaba; estaba segura de los gustos de Darius, mas
no me agradaba la idea de mi amigo acechándolo. Por fortuna no me
encontraba sola en mi ciudad natal puesto que Edward había conseguido su
trabajo deseado en esa misma y mientras conseguía mi propio apartamento me
quedaba con él.
—Y sí te doy de lo mío solo para que te resistas a él esta noche —propuso
con una sonrisa pícara mientras me veía arreglarme para la añorada noche de
inauguración.
—No, gracias —zanjé, y pegó tremenda carcajada.
Era la primera vez que me proponía tal cosa solo por joderme, nuestros
juegos habían acabado años atrás y de nuevo éramos solo dos amigas, él se
llamaba de esa manera en ocasiones.
Como buen amigo, me llevó hasta el club y nos quedamos con la boca
abierta al ver la cantidad de personas esperando por entrar; los arreglos que le
habían hecho eran estupendos y se notaba la clase del lugar. Edward no iba a
acompañarme, ya que tenía turno en el hospital, y solo me llevó deduciendo
que no regresaría al apartamento hasta el día siguiente.
A última hora las ganas de ir a la inauguración se me habían quitado y tenía
un mal presentimiento sobre esa noche, pero luego Connor me llamó y avisó
que LuzBel y su familia estaban de regreso, y las ganas de verlos me animaron
a seguir adelante con los planes, eso y que también deseaba ver a Darius, y esa
vez intentar al menos ser amigos.
Me despedí de Ed y caminé hasta la entrada sin hacer la enorme fila, ya que
gracias a cielo Darius me había enviado una invitación VIP. Fui escoltada por
un guardia de seguridad que ya esperaba por mí y mi corazón revoloteó como
loco cuando en el privado de la segunda planta lo vi a él y a LuzBel platicando
con otras personas; ni siquiera me importó la cantidad exagerada de gente
disfrutando de la música, solo deseaba llegar al privado y pasar una buena
noche junto a las personas que consideraba mis amigos.
Increíblemente cuando LuzBel volvió a mi vida, llevó con él a personas que
por primera vez consideré amigos.
—¡Al fin llegas! ¡Mi perra favorita! —gritó Maokko al verme y me abrazó
con fuerza.
—¡Y es así como la manada está completa! —hablé riéndome y sintiéndome
extrañamente feliz. Isabella estaba hermosa con su barriga abultada y la abracé
eufórica sin dañar a su pequeña cosa como LuzBel llamaba a su bebé.
Saludé también a Tess con quien ya me llevaba mejor y luego de eso mi
mirada buscó como loca al dueño de mis desvelos; estaba hermoso con su ropa
formal, luciendo el poder que tenía y mojando así las bragas de muchas,
incluidas las mías. Le sonreí con delicadeza tratando de que no notara las ganas
que tenía de besarlo y tras eso un movimiento a su lado captó mí atención. Con
más años y cuerpo más voluminoso, Bianka estaba a su lado derecho y algo
demasiado feroz se activó en mi interior al verla sonreír con desdén.
¿Qué carajos hacía esa idiota ahí? ¿Qué hacía al lado de Darius? No lo sabía,
aunque me abstuve de arrancar sus rizos cuando tomó la mano de alguien al
otro lado de ella y no a Darius. Miré al hombre a su izquierda y algo aún más
peligroso que cuando vi a Bianka se formó en mi pecho.
Conocía a la perfección aquellos ojos.
Recuerdos de aquel choque accidental en los pasillos de mi escuela llegaron
a mí de inmediato seguidos de mi primer beso, de mi primera vez haciendo el
amor, de la primera vez que amé, de la primera vez que me decepcioné, de la
primera vez que sufrí. Ocho años pasaron desde la última vez que lo vi, pero
era él; con más músculos, más alto, con barba y un porte masculino que no creí
que lograría tener y estaba de nuevo frente a mí.
Olek Sandr, el protagonista de mis peores pesadillas.
—¿Laurel? —escuché a Isabella llamarme a lo lejos.
Me sentí herida al ver a LuzBel al lado de aquel cobarde y sin pensarlo más
dejé que mi odio se apoderara de mi cuerpo y caminé hasta ellos. Al fin lo tenía
y le diría en la cara lo que moría por decirle y al fin me pagaría el haberme
quitado lo que más deseé en la vida.
—Así que el mayor de los cobardes e hijos de puta decidió dar la cara —
solté con el odio que tanto sentía hacia él y supe que ambos nos impactamos al
vernos, así como nos odiamos segundos después.
—Irónico, ya que no creí encontrar en un lugar con tanta clase, a una puta y
asesina como tú —respondió y fue todo lo que necesité para poner en práctica
lo que Maokko me había enseñado antes.
Dejé ir sobre él mi pequeño puño, pero el odio que sentía por aquel tipo me
hizo sacar fuerzas que creí inexistentes en mí. Lo había tomado por sorpresa así
que su rostro giró con facilidad y me sentí eufórica al ver el hilo de sangre que
corría de la comisura de sus labios. Escuché el jadeo de todos al ver mi
reacción y no entender lo que sucedía a excepción de LuzBel, Olek y tal vez
Bianka; no dejé que salieran de su asombro y aprovechando la cercanía de
Caleb y del arma que cargaba en su cintura, se la zafé y apunté hacia Olek sin
siquiera cargarla.
¡Demonios!
Aquella había sido una estupidez de mi parte así que con manos temblorosas
quité el seguro de ella de inmediato. No tenía ni la menor idea de cómo se
disparaba, pero él no tenía por qué saberlo.
—Repite eso, malnacido, y juro que te volaré las bolas —hablé, y hasta yo
me sorprendí de mi voz gruesa y cargada de odio.
—Puta y asesina —soltó con valentía al saber que no sería capaz de matarlo.
Tal vez yo no era capaz, pero sí el chico que sin pensarlo un segundo se fue
sobre él y comenzó a molerlo a golpes.
Sentí a Caleb llegar a mí y quitarme el arma de las manos antes de que
lastimara a alguien, un alboroto se formó en el privado y vi a Maokko y a Tess
sacar del lugar a Isabella —quien se negaba a irse— y a Jane que también
estaba embarazada. Evan quiso sacarme de ahí, pero la mirada que le di le hizo
saber que si me tocaba no respondía, en mi lugar sacó a Bianka, que corrió
asustada al ver cómo Olek respondía a los golpes de Darius; no me gustaba la
violencia y le tenía pánico a las peleas, pero esa noche disfruté de los golpes
que Darius le propició a Olek y me sentí fúrica cuando este último logró asestar
los suyos en Darius.
LuzBel giró sus órdenes y soltó improperios cuando sus chicos no lograban
contener a aquellos dos y hasta que él estuvo en medio de ambos lograron
detenerse, odié que hiciera eso, pero vi a Darius con la ceja partida y me sentí
culpable, todo lo contrario al regocijo que me embargó cuando noté que Olek
no solo sangraba de la nariz sino también del pómulo y la boca.
—¡Saquen a Darius de aquí! —ordenó mi amigo. Mi pobre Pecas luchaba
por zafarse del enorme mastodonte de Marcus.
—¡Estás imbécil si crees que me iré! —siseó él, y LuzBel me miró
impaciente.
Comprendí que eso lo hacía para evitarme un mal momento a mí, Darius
ignoraba mi pasado y aún no estaba lista para que lo supiera, así que le pedí
que me dejara sola, y por primera vez me fulminó con la mirada al no creer que
deseaba tal cosa. Le prometí que hablaríamos luego y solo así aceptó
marcharse, aunque iba echo una furia.
—Eres mi amigo, hijo de puta, pero tampoco te pases con Laurel —le exigió
LuzBel a Olek en cuanto estuvimos solos. Ambos nos miramos con unas
terribles ganas de hacernos pedazos.
—No me paso, Pride. Solo la trato como se merece —soltó, y quise irme
encima de él, mas no pude porque mi amigo me cogió de la cintura y me alejó
de él.
—¡Y tú mereces que yo misma te arranque los huevos por cobarde! —siseé.
—¡Necesito que se calmen los dos! —ordenó LuzBel, quien en esa ocasión
estaba sirviendo como mediador.
Comprendía que para él era difícil tener a dos de sus amigos dispuestos a
matarse y por increíble que me pareciera estaba segura de que LuzBel sabía la
versión de ambos y por lo mismo intentaba calmarnos.
—No la juzgues de puta si no sabes nada de su vida y mucho menos de
asesina —pidió a Olek— y tú tampoco lo llames cobarde si no estás enterada
de cómo sucedieron las cosas —eso solo me sirvió para confirmar que él sabía
mucho y me dolió.
—Y si tú sí sabes todo, por qué demonios no lo aclaraste en su momento —
le reclamé, y me observó incrédulo.
—A diferencia de muchas personas, yo sí sé respetar promesas, Laurel, y
sabes que mi vida se rige de acuerdo con ellas, así que no preguntes algo que
claramente sabes —puntualizó, y odié que fuese tan leal en cuanto a las
promesas se trataba—. Los dejaré solos y aclararán sus mierdas de una vez por
todas y pobre de ti si le tocas un solo cabello —advirtió a Olek, supe que
ambos íbamos a negarnos, pero él salió antes que soltáramos si quiera un pero.
LuzBel deseaba algo que yo no, así que me giré de inmediato y comencé mi
camino, tenía muchas cosas que gritarle a aquel cobarde, pero no era el
momento, aunque Olek creía lo contrario, ya que me tomó del brazo para
detenerme, y aquel único roce bastó para que mi cuerpo temblara y se volviera
débil.
Me solté de inmediato y lo encaré.
—¡No-me-toques! —fraseé entre dientes, y no me hizo caso. Al contrario de
eso, me tomó de ambos con más presión de la necesaria y me miró a los ojos.
El azul de ellos era impresionante, aunque estaba oscurecido en ese instante
y recordé lo que aquellos ojos me hicieron sentir en el pasado. Sin embargo, la
estúpida Laurel ya no existía y en su lugar había una hiena dispuesta a
defenderse con uñas y dientes.
—¿Por qué lo hiciste, Laurel? —preguntó con la voz ronca, cargada de dolor
y odio, y no comprendí su pregunta. Él lo notó—. ¿Por qué mataste a nuestro
hijo? —reformuló y mi mundo se detuvo en ese instante.
Me sentía desesperado luego de aquel maldito altercado y sobre todo
después de comprobar que Laurel y ese tipo tenían un pasado.
No entendía por qué LuzBel los dejó solos después de que Olek ofendiera a
Laurel de esa manera y ella casi terminara matándonos a todos con el objetivo
de matarlo a él. ¡Mierda! Esa chica logró darle un buen golpe y se notaba que
lo había practicado, pero quien le enseñó tuvo que haberle enseñado también a
coger un arma y saberla disparar; eso ya no importaba, lo que importaba eran
mis ganas de matar a Olek y el miedo que sentía de que lastimara a la chica
estando solos.
—¡Cálmate! No la va a lastimar —me aseguró de nuevo LuzBel cuando
intenté regresar.
Vi a Olek coger del brazo a Laurel y llevársela para una oficina cerca del
privado y odié que ella lo siguiera sin rechistar.
—Todo sería más fácil para mí si me dijeras qué mierdas pasa entre ellos dos
y por qué estás tan seguro de que no la va a lastimar —alegué, y solo me
observó.
—Yo puedo…
—¡Tú puedes cerrar la puta boca! —Bianka había intentado decir algo, y
LuzBel la calló de golpe al hablarle así.
—Elijah, si sabes algo es un buen momento para que lo digas porque estoy a
punto de ir tras de Laurel y asegurarme de que esté bien. —Se unió Isabella, él
la miró serio y luego bufó con sarcasmo.
—Tú no irás a ninguna parte, Castaña, y por favor no te metas en esto —le
advirtió, y vi la sorpresa en mi hermana—. Lo que sé no puedo decirlo porque
le prometí mi silencio tanto a Olek como a Laurel y si ellos después de que
hablen quieren que ustedes lo sepan entonces que hablen ellos, no yo —aclaró
y se acercó a Isabella en cuanto comprendió que le habló como no debía—.
Laurel estará bien, Bonita, confía en mí y perdóname por el tono, solo estoy
alterado por la pelea —le pidió, y ella asintió.
Solo ellos dos, Bianka y yo nos habíamos quedado en un privado cercano a
donde estuvimos antes, los demás chicos se fueron a la barra cerca de la pista
para darnos espacio; tras unos minutos una inquieta Bianka avisó que se les
uniría a los demás y rato después vi a Olek salir de aquella oficina enfurecido,
dolido y devastado a la vez. Tenía rasguños en la mejilla derecha y estaba
seguro que no fui yo el que se los hizo.
Yo daba puñetazos, no rasguños.
Nos miramos serios unos segundos, y luego le pidió a LuzBel hablar con él;
el tipo se veía con ganas de matar, de despedazar a alguien, y por un momento
lo vi demasiado parecido a LuzBel en ese sentido. Isabella se fue directo a la
oficina, y la seguí porque estaba desesperado por saber de Laurel; cuando
llegué me asusté al verla. No estaba golpeada, pero sí lastimada, y juro que
quise regresar y matar a aquel maldito, sin embargo, ver a Laurel llorando
como una niña desamparada pudo más conmigo.
¿Qué demonios pasaba? ¿Qué le pudo haber dicho Olek para que aquella
chica fría se desmoronara como la nieve cuando el sol la calentaba mucho?
¿Qué pasado tenían esos dos?
Todas esas preguntas me atacaron al verla abrazar a Isabella y aferrarse a ella
como para no seguir cayendo en el abismo. Me acerqué con cuidado, Isa negó
para que no llegara, pero la ignoré; ellas eran amigas, yo tal vez no era más que
el acostón de Laurel, no obstante, esa mujer me importaba demasiado y
necesitaba arrancar aquel dolor de su corazón y verla sonreír con descaro de
nuevo. Me puse en cuclillas frente a las dos y con cuidado acaricié aquella
mata de cabello negro y descubrí su rostro, el dolor era evidente; necesitaba
hablar con ella, que me dijera todo de una vez por todas, pero entonces
comprendí a LuzBel. La pelinegra solo hablaría si se sentía capaz de confiar en
mí.
Saqué un pañuelo de mi bolsillo y le limpié el rostro sin decir una sola
palabra, mi hermana me observó agradecida, y Laurel al fin me miró, sus
preciosos ojos negros estaban rojos e hinchados igual que su nariz y su labial
corrido; no quise pensar en los motivos que lo corrieron porque podía
equivocarme y no quería hacerlo, simplemente necesitaba estar ahí para ella y
hacerle saber que no estaba sola. Con delicadeza la tomé de la mano y la halé
hacia mí dándole la oportunidad de negarse o aceptar mi pecho para que se
desahogara como quisiera; no era mi objetivo que llorara aún más, pero fue lo
que hizo al darse cuenta de lo que intentaba hacer, aun así no se negó y llegó
con más fuerza de la que me esperaba y por lo mismo caí al suelo, aunque la
protegí entre mi pecho y me quedé ahí sentado con ella llorando entre mis
brazos. Isabella se puso de pie y salió con cuidado de la oficina dejándonos
solos y permitiéndome ser el paño de lágrimas de una pelinegra que por
primera vez dejaba a la luz sus debilidades.
—No tengo ni puta idea de lo que pasa, pero quiero que sepas que estoy
aquí, para ti —le aseguré y besé la coronilla de su cabeza. Temblaba mientras
sollozaba.
Intuí que había fingido ser fuerte durante mucho tiempo y que tal vez no se
había permitido ser débil ni un segundo cuando aquello era necesario a veces
para fortalecernos aún más.
—Pasa que nací por el capricho de mi padre y no por amor —soltó
separándose de mí—. Nací solo para joder la vida de mi madre y por lo mismo
ella se encargó de joder la mía. —Cada vez que soltaba palabra lo hacía con un
odio inmenso acompaño de un dolor profundo—. Pasa que amé demasiado en
el pasado y me destruyeron por eso, y pasa que ahora que creí que podía amar
de nuevo la puta vida se encargó de dejarme claro que no seré suficiente para
ello. Nací por joder y por lo mismo viviré jodida. —Me costaba creer lo que
decía, verla sufrir así y no poder hacer nada.
Me era difícil procesar el dolor de sus palabras y descubrir que bajo aquella
pantera se escondía una gatita temerosa y necesitada de mimos.
—Tú eres más que suficiente para el amor —le aseguré y la cogí del rostro
—. No sé qué demonios te han hecho creer, mujer, pero tienes que estar
estúpida para tratar de convencerte a ti misma de que no podrás hacer feliz a
alguien. —Mordió su labio inferior y cerró los ojos para controlar los sollozos.
Aproveché y besé su frente.
—No podré hacer feliz a quien deseo hacerlo y me lo dejó claro esa misma
persona —aseguró.
Con agilidad se puso de pie y salió disparada de la oficina dejándome
estupefacto por su reacción y por su maldita manía de huir siempre de mí.
¿Estaba enamorada de Olek? ¿Era él quien le dejó clara aquella estupidez?
¡Joder!
Me sentí un imbécil al quedarme ahí, pero no salí hasta estar un poco más
tranquilo porque no quería cometer una locura, y más si el maldito de Olek
seguía en el club; estaba siendo el tercero en discordia si esos dos tenían algo y
no me agradó la idea. Una cosa era ser consiente que Laurel disfrutaba del sexo
casual con quien deseaba y otra el que ella tuviese sentimientos por otro tipo,
otro que no era yo, y odié no poderla sacar de mi cabeza aun sabiendo que tal
vez no era para mí.
Me serví un trago y no salí hasta que el alcohol me dio el valor necesario
para ignorar cualquier cosa a la que tuviese que enfrentarme. Todos estaban
bailando, la fiesta seguía sin importar lo sucedido antes, agradecí que Olek y
Bianka ya no estuvieran y me sorprendí al ver a Laurel en la barra ahogándose
en alcohol mientras Isabella trataba de controlarla y LuzBel a su lado
aprovechaba para acompañar a su amiga con los tragos.
—¿Se le ofrece algo, señor? — preguntó Celine llegando al privado en
donde observaba a todos.
Miré a la chica, era nueva trabajando en el club como mesera; tenía veintidós
años y su personalidad no era para nada la de una chica que disfrutaba de aquel
ambiente, sin embargo, se obligaba a trabajar ahí porque la paga era buena y
necesitaba el dinero para costear sus estudios y ayudar a su madre con los
gastos. Era de estatura media, cuerpo esbelto y las curvas justas para él, tez
morena y una mata de rizos rebeldes adornaba su cabeza, algunos rubios otros
oscuros; lamió sus delgados labios cuando la miré más de lo necesario y cruzó
los dedos de las manos entre sí al ponerse nerviosa. Aún era muy inocente y la
rojez de sus mejillas me lo aseguró.
—Lo que se me ofrece no lo puedo tener, algo un tanto irónico —dije y claro
que ella no tenía idea de lo que hablaba, miré una vez a Laurel y luego a Celine
—. ¿Tienes novio? —pregunté de pronto, y carraspeó incómoda.
Era la primera vez que hablábamos, casi siempre fue solo un saludo educado
hacia ella y las demás personas del personal del club, no obstante, esa noche
me apetecía conocerla un poco.
—¿Eh?... No, señor, no tengo —respondió, y sonreí, se ponía demasiado
nerviosa en mi presencia y estaba descubriendo que aquello era divertido.
—Es mejor así —solté. Era hermosa, lo admitía y sus ojos hipnotizaban al
verlos demasiado tiempo.
—¿Perdón? —cuestionó al no comprenderme, y negué con la mano mientras
le daba un sorbo a mi bebida.
—Es mejor que disfrutes de tu soltería, me refería a eso —aclaré para que no
me malinterpretara, la vi suspirar aliviada y me reí—. No me vayas a tener
miedo, por favor, solo deseaba platicar un rato con alguien que no fuese de mi
entorno y olvidar así algunas cosas que me traen como loco —expliqué, y
sonrió, de alguna manera su sonrisa me contagió y me hizo sonreír también—.
Ya, te dejo trabajar tranquila, no se me ofrece nada —asintió y volvió a
sonreírme para luego irse.
Tenía un trasero muy bonito y creo que lo vi demasiado tiempo, ya que no
me percaté cuando Isabella llegó frente a mí, carraspeó para tener mi atención
y cuando la tuvo, negó y se cruzó de brazos.
—¿Acosando a tu personal? —cuestionó satírica, y la miré serio.
—Sabes de sobra que no soy así, simplemente estoy pasando por un
momento de profunda confusión y me quedé viendo a la nada —me defendí, y
rio burlona.
—Como sea —habló restándole interés—. Laurel ha caído en la
inconciencia y la llevaremos al apartamento que comparte con su amigo —
avisó, y escuchar lo último hizo que sintiera mi trago aún más amargo.
—¿Amigo? ¿Qué amigo? —pregunté sin más.
—Se llama Edward Adams, son amigos desde hace años y no te imagines
cosas que no son, creo que habría más peligro si tú vivieras con él —señaló, y
no comprendí, pero tampoco quise preguntar más, daba igual, dijera lo que
dijera ese Edward no me daba buena espina y ni siquiera lo conocía—. Deja de
beber, Darius, no olvides que mañana tendrás la primera entrevista con la
trabajadora social y si quieres adoptar a Dasher, sabes que no es bueno que te
vean arrastrando una cruda del demonio y con el rostro lleno de moretones. Ya
es difícil que te permitan adoptarlo por ser soltero y si tienes esos puntos en
contra entonces será imposible —me recordó.
Ella tenía razón, deseaba ser el padre de ese niño y tenía que demostrar que
era capaz de darle el ambiente adecuado para él; dejé el trago sin terminarlo y
me ofrecí a llevar yo mismo a Laurel, pero Isa se negó alegando que ella había
pedido que la llevaran ellos al apartamento y nadie más. Tal petición me hirió
al intuir que no quería estar conmigo y, aunque trataba de comprenderla, me
era difícil al no tener claros sus motivos para alejarse de mí.
Decidí hacerme a un lado esa noche y dejar para otro día mis confusiones,
esa chica me importaba, no obstante, había un pequeño que también me
importaba e iba a luchar por él.

Eran las nueve de la mañana cuando llegué a la mansión Pride, todos estaban
despiertos y tomando el desayuno en el jardín trasero aprovechando el clima
cálido del día, disfrutando de que por fin el frío se había aplacado un poco.
—¡Buenos días, familia! —grité, y casi todos me recibieron con una gran
sonrisa. La mesa era enorme y fue increíble verla tan ocupada de personas.
Eleanor y Myles disfrutaban de verla así luego de que se quedaran solos
cuando sus hijos hicieron sus vidas; yo los visitaba a diario debido a que
Dasher estaba con ellos y casi siempre me encargaba de llevarlo y traerlo del
jardín de niños. Sus padres fueron personas con poca familia y, si aún tenían,
no se sabía; los habían intentado contactar, pero no hubo suerte, y el pequeño
Dasher estaba solo —sin familia sanguínea— y eso hizo fácil el que Eleanor y
Myles obtuvieran la custodia temporal. Cuando me vio corrió a abrazarme, era
muy callado, aunque esa mañana estaba parlanchín y me habló de todas las
travesuras que había hecho con sus amiguitos —así llamaba a mis sobrinos
gemelos— y lo feliz que se sentía de estar con ellos de nuevo.
—¡Guau! ¿Quién le hizo ese cambio a Sombra? —pregunté al ver llegar al
perro que era totalmente negro, con muchos parches blancos.
—¡Fui yo, tío Dalius! —gritó un orgulloso Aiden, el más curioso y
terriblemente juguetón de los gemelos. Mi hermana no se veía para nada feliz
con aquella travesura y me miró advirtiéndome con la mirada que no fuese a
celebrárselas.
—Yo telía un dámata — añadió Daemon, explicando la razón de que su
copia hiciera aquello.
Miré a Dasher un tanto expectante, sabía que el pequeño podía ser muy
travieso, aunque fuese callado.
—Yo les mosté donde dejaste las pintulas con las que pintaste mi cualto —
confesó con timidez.
Sabía que Isabella me iba a matar luego, pero no pude evitar reírme al
escuchar aquello; los pequeños traviesos confesaban sus hechos muy fácil y,
aunque haber pintado al perro estaba mal, también era gracioso ver cómo se
unían para complacer los deseos de uno de ellos. Seguí hablando con los niños
y, para mi sorpresa, Aiden me invitó a tomar de su jugo de manzana, tal vez no
éramos familia de sangre, pero era seguro que ese niño había heredado de mí el
gusto por aquel fruto.
Uno que a veces era prohibido.
Me uní a todos en la mesa, y disfrutamos de una mañana muy amena,
éramos amigos y familia y se sentía demasiado bien estar rodeado de personas
que te apreciaban y no te veían mal o criticaban por todo, no esperaban que
hiciera algo digno de ellos para aceptarme o me obligaban a actuar como
querían, no. Con ellos era el Darius que siempre quise ser y era gratificante
dejar de fingir al fin.
Dasher estaba aprendiendo a acoplarse a la familia; cuando recién se quedó
huérfano dejó de hablar con los adultos y lo hacía solo con los gemelos o con
Leah, mi pequeña princesita que, aunque estaba recién nacida, lograba que
aquel pequeñín le dijera cosas hermosas. Cuando mi hermana se fue a Italia
junto con su familia, fue un golpe duro para Dasher, ya que no se le podía sacar
del país y quedarse solo fue doloroso; fue ahí que aproveché mi oportunidad y
me acerqué como quería a él, logré que comenzara a hablar conmigo y lo
llevaba al parque, hasta le compré una bicicleta, y me sorprendió cuando me
dijo que quería usarla sin las rueditas de seguridad.
Tuve que forrarlo de ropa y con el equipo de seguridad el primer día que
manejó aquel objeto sin las rueditas y me hizo sentir orgulloso cuando al tercer
día ya andaba en su bici sin ningún problema; trataba de hacerle la vida más
fácil y por lo mismo llamábamos cada día por videollamada a mis sobrinos, así
él seguía en contacto con sus primos —que es como le enseñé a llamarlos,
aunque a veces se le olvidaba— y poco a poco nos volvimos inseparables.
Eleanor y Myles ya lo adoraban, pero sabían mis intenciones y por lo mismo
trataban de tener claro que no lo tendrían con ellos para siempre y solo me
estaban ayudando a cuidarlo mientras obtenía su custodia legal.
A las doce del mediodía, la trabajadora social llegó acompañada de un
psicólogo a la mansión Pride para la cita que ya teníamos acordada; me sentía
nervioso cuando aquellas citas de evaluación llegaban porque ser soltero no me
ayudaba en mucho para adoptar a un pequeño, y si lo estaban considerando era
solo porque Daniel Gibson, senador del estado, amigo y socio de la familia,
estaba moviendo sus hilos para que lograra lo que deseaba, no obstante, había
protocolos que no se podían obviar.
—Bien, señor Black, eso es todo por hoy —informó Dina Arnold, la
trabajadora social que llevaba mi caso. Era una mujer joven pero dura y
profesional en lo que hacía y a veces me intimidaba demasiado.
—¿Aún falta mucho para que tomen una decisión? —pregunté en cuanto el
psicólogo llegó a su lado después de haber estado hablando con Dasher.
—Seré sincera —respondió, y me asusté—. El niño lo quiere mucho y se ve
que la idea de que usted lo adopte es algo que lo emociona. Tiene los medios
económicos para darle una vida más que digna, pero… —El puto y famoso
pero me asustaba hasta la mierda—, necesitamos asegurarnos de que también
tenga el tiempo de calidad que el pequeño requiere para crecer sano, y le
confesaré algo solo porque su caso es especial y hay personas poderosas
ayudándolo —dijo, y la escuché atenta—. Estamos investigándolo, sabemos
que los golpes que ha intentado cubrir con maquillaje son motivo de una pelea
que tuvo anoche en la inauguración de su club y eso podría afectar
negativamente en la decisión del juez, más ahora que se ha logrado contactar a
una familia lejana del pequeño y se podría evaluarlos para entregárselos a ellos
si usted no cumple con los requisitos necesarios —soltó, y quise que el mundo
se detuviera en ese instante.
Ella siguió diciéndome los puntos que estaban en mi contra y quise correr
hacia Dasher y llevármelo lejos en ese momento así fuera de forma ilegal
porque tuve miedo de perderlo, de perder a lo único bueno que la vida me
había llevado después de mi familia.
Luego de que esas personas se fueran hablé con mi hermana y LuzBel y les
comenté lo que estaba pasando, no me arrepentía de haber defendido a Laurel
porque esa mujer merecía que alguien la defendiera, pero lamentaba el hecho
de que estaba a punto de perder a mi chico por culpa de un imbécil al que no le
enseñaron a tratar a una mujer.
Mi familia trató de darme ánimos y de que no perdiera la fe, pero ver a mi
pequeñín riéndose a carcajadas mientras jugaba con sus primitos me hacían
recordar que todo pendía de un hilo para mí. Traté de olvidar por un momento
lo que pasaba y me dediqué a jugar casi toda la tarde con los chicos hasta que
la hora de irme al club casi llegaba; cuando iba con los niños hacia el interior
de la casa descubrí a Laurel observándonos con mucha nostalgia y sonrió leve
cuando se sintió expuesta, le devolví la sonrisa y admiré lo preciosa que lucía
aun con aquella cruda que se cargaba y la pijama que la cubría; no había
dormido en la mansión, estaba seguro, tenía poco de haber llegado y me gustó
mucho confirmar que a pesar de que era la chica más vanidosa en cuanto a su
aspecto a veces también era capaz de vestir de esa manera sin avergonzarse de
ello.
Pero mi humor empeoró en cuanto vi llegar con ella a un tipo alto y de
cabello negro que la abrazó por la espalda y besó su mejilla sorprendiéndola.
Lo que me faltaba.
Sabía que era ridículo de mi parte actuar así, pero no estaba bien esa tarde y
verla con otro tipo me hizo comenzar a creer que se había alejado solo porque
yo no le gustaba y buscaba otra clase de persona para tener algo serio. Mis
ánimos estaban por los suelos y, en cuanto los chicos la vieron y corrieron y
hacia ella para saludarla, tomé el camino del jardín que me llevaba directo a la
calle y le envié un mensaje de texto a LuzBel para que me despidiera de todos
y me marché hasta mi casa.
Nada más llegué, me duché, vestí y salí rumbo a Vértigo, el club que
frecuentaba más y me encerré en mi oficina dispuesto a terminar algunas cosas
que había dejado pendientes; Celine llegó minutos después con un café que le
había pedido y luego de agradecerle con una sonrisa se dispuso a irse, pero se
detuvo en la puerta.
—Luce muy triste hoy y sé que solo soy su empleada, sin embargo, algunos
de mis amigos dicen que soy muy buena para escuchar y muchas veces hay
situaciones en nuestras vidas en las que solo necesitamos que nos escuchen, así
sea una persona desconocida —comentó, y la miré atento—. Si usted lo desea,
aquí estoy, señor Black —miró el reloj en su muñeca y luego otra vez a mí—,
aún tengo una hora para que mi turno como mesera comience —avisó, y la
miré divertido.
—Una hora será suficiente para lo que deseo hacer con locura —aseguré, y
sonreí satisfecho cuando sus mejillas se sonrojaron y me puse de pie para
caminar frente a ella.
La respiración se me cortó y juro que mi corazón dejó de latir. El tiempo se
detuvo y hasta creí que había entrado a un mundo paralelo.
—¿Qu-qué d-dijiste? —Fue lo único que pude decir en cuanto el asombro
por su pregunta pasó.
Olek me miró serio, furioso e indignado por lo que había preguntado, y sé
que creyó que me estaba haciendo la tonta, mas no era así. Recapitulé mi vida
en ese instante y recordé todas las palabras de mi madre luego de que supiera
de mi noviazgo con él, cuando supo de qué familia era y luego cuando se
enteró de mi embarazo.

—¡Lo que no puedo hacer, lo fuerzo, así que más te vale que solo sea un
pasatiempo, chiquilla malcriada!

—¡Dios mío! —exclamé y me zafé de su agarre sin esperar a que él repitiera


la pregunta.
Comencé a respirar con dificultad y a sollozar a la vez al saber todo lo que
había pasado, no era necesario indagar mucho para darme cuenta de la
manipulación de la que fui víctima, y tenía la certeza de que era mi perra madre
la culpable de todo. Me debilité de la impresión y casi caigo al suelo de no ser
por Olek que estuvo listo a cogerme de la cintura y con delicadeza me ayudó a
sentarme en un sofá para dos personas que había en la oficina.
—¡Laurel! ¿Estás bien? —preguntó, y negué.
No lo estaba, tenía años de no estar bien.
—Lu-luego de encontrarte besando a Bianka te busqué, Olek —dije, y me
miró confundido—. Dana me había descubierto, d-descubrió mi embarazo y
quiso obligarme a abortar —confesé y sus ojos se ensancharon.
Se sentó a mi lado dispuesto a escucharme. Íbamos a hablar del pasado, iba a
pasar y algo me decía que desde ese día mi vida cambiaría otra vez.
—Corrí a tu casa y me fui directo a tu habitación porque estaba asustada y
necesitaba decirte lo que pasaba y te encontré con él. —Noté la tensión en su
cuerpo cuando dije tal cosa y un poco de la ira que antes sentía volvió de nuevo
—. ¡Estabas con Andrew en la cama! ¡Él estaba desnudo, tú lo estabas, y no era
estúpida como para no intuir lo que había pasado!
—¿¡Tú también creíste que me acosté con él!? —preguntó indignado, y solo
lo miré dándole a entender que sí lo creí—. ¡Mierda, Laurel! Tú más que nadie
sabía de mis gustos. Una y otra vez te demostré lo que disfrutaba de estar con
una mujer —habló exaltado, y tragué con dificultad—. Tu puta madre supo de
tu embarazo desde que tú también te enteraste porque, justo al día siguiente de
que me lo confesaste a mí, buscó a mis padres para amenazarlos con meterme
en la cárcel por haber abusado de ti —jadeé al escuchar aquello, eso era
demasiado.
Podría haber creído que era una patraña de él, pero recordé que las pruebas
que me hice aquella vez las tiré en el basurero de mi baño y cuando llegué a
casa mis padres ya estaban ahí, y era fácil saber que Dana tuvo que haberse
metido a mi habitación y descubrir todo.
—Luego de salir de tu casa y llegar a la mía le confesé cómo te había
encontrado, y se burló de mí —susurré reviviendo todo, Olek también estaba
reviviendo su parte, y nos hablamos en turnos, confesando nuestras verdades.
—Me dio dos opciones para no meterme preso. Tenía que alejarme de ti y
obligarte a abortar o si no, juró acabar con la empresa de mi padre y meterme
en la cárcel, y si te decía una sola palabra de eso, también cumpliría su
amenaza —confesó él, y cogí mi cuello intentando calmar el dolor en mi
garganta—. Me negué al principio y entonces cayó el primer negocio de mis
padres y llegó el primer citatorio a la delegación —siguió y sentí que iba a
morirme—. La busqué y le supliqué que se retractara, y ese mismo día me
alejaría de ti, fue por eso que al día siguiente busqué a Bianka y la besé
sabiendo que tú te enterarías; busqué que tú me dejaras porque yo no era capaz
de hacerlo y menos de pedirte que asesinaras a nuestro bebé.
Ambos nos miramos, yo estaba más anonadada que él.
—Ese día que te encontré con Andrew, también ella me confesó que no me
quería y me tuvo obligada por mi padre —hablé solo para callarlo unos
instantes, sus ojos estaban inyectados de sangre y luchaba por retener las
lágrimas, algo que yo no pude hacer.
—No sabía que ella tenía intervenido tu móvil, lo supe porque en cuanto me
arrepentí por lo que te había hecho y te contacté para pedirte perdón, ella
también lo supo y no sé cómo demonios lo logró, pero hizo que embargaran
una sucursal de la empresa de mi padre. Le pedí perdón a mi viejo por haberlo
metido en mis problemas y le dije que no podía dejarte, que no podía siquiera
con la idea de imaginarme a mi pequeño dejando de existir en tu vientre. —Se
quedó en silencio y cubrió su rostro dejando salir las lágrimas—. Él-él me dijo
que aceptaba mi decisión, porque una vida valía más que sus empresas, y
acepté que también valía más que mi libertad, y se lo hicimos saber a tu madre,
ella se enfureció y dijo que nos arrepentiríamos.
¡Madre mía! Había sido procreada por un monstruo.
—Luego de su confesión, rodé por las escaleras y terminé en el hospital —
seguí yo, dándome cuenta de que lo mío era poco en comparación a lo que él
tenía que decirme.
—Andrew me pidió ayuda esa tarde y yo necesitaba olvidar lo que me
atormentaba, olvidar que estaba en mis últimas horas de libertad, así que nos
emborrachamos y cuando desperté de aquella borrachera me enteré de que
estabas en el hospital y corrí allí para saber cómo te encontrabas. —Lloré y me
reí a la vez.
Todo había sido un plan perfecto de aquella mujer; recordé el cambio que
Olek tuvo conmigo esos días y que estúpidamente creí que estaba arrepentido
de seguir a mi lado.
—Cuando desperté en aquel maldito lugar mi bebé ya no existía, Olek, y
Dana dijo que tú habías autorizado que me practicaran el aborto —por primera
vez decía aquello con dudas— y fue fácil creerlo cuando tú te desapareciste
desde ese día.
—¡Hija de puta! —gritó, y estaba segura de que ya no se refería a mí—. Ella
me dijo que tú habías tomado esa decisión porque te diste cuenta de que no
querías un hijo conmigo y luego me mostró unas fotografías que Andrew me
tomó en las que yo aparecía junto a él casi como si hubiésemos follado y de
nuevo me amenazó, dijo que se les mostraría a mis padres y las haría virales si
me acercaba a ti de cualquier manera.
»Salí de aquel hospital dolido, asustado y odiándote con todas mis fuerzas
por haber asesinado a un bebé que también era mío sin siquiera hacerme saber
tus intenciones; busqué a Andrew para hacerle pagar lo que me hizo y casi lo
mato, Laurel… sus padres pusieron una denuncia en mi contra y mi padre pudo
librarme, pero me envió al Reino Unido para no tener más problemas con la
ley, y desde entonces he vivido allá. No me negué a irme porque ya no había
nadie que me retuviera aquí, te perdí a ti y creí que tú me habías hecho perder a
una personita que ya amaba; si me quedaba era solo para seguir ocasionándole
problemas a mis padres y ya no me lo podía perdonar.
Quise tomar su mano, hice el intento, pero me detuve antes de lograr aquello
cuando siguió hablando.
—Aun así, las empresas de mi padre comenzaron a irse a la quiebra, papá
enfermó y un día, de la nada, lo encontraron muerto en su oficina. Declararon
su muerte como natural, pero fue raro que muriera luego de una extraña visita
que tuvo y que lo alteró hasta provocarle un paro cardiaco. —La muerte del
señor Sandr me impactó cuando lo descubrí en la web, pero al escuchar la
versión de su hijo me sentí culpable.
Nada de eso habría pasado si yo no me hubiese enamorado de su hijo.
—Lo sien… Olek yo-yo lo siento tanto —logré decir entre sollozos, y él
negó.
—Juré destruirte porque te creí culpable —confesó y una gruesa lagrima
rodó por su mejilla.
—Yo también he querido hacerlo, he pasado ocho años odiándote y
culpándote por mi vida de mierda. —Sonrió, y me estremecí cuando limpió mis
lágrimas y se acercó más a mí.
—Éramos unos niños y fuimos fácilmente manipulados —señaló—. Ahora
comprendo que ni tú ni yo somos culpables de nada, fuimos víctimas de esa…
—Hija de las mil putas —solté terminando la palabra por él y sintiendo por
primera vez el odio que la malnacida merecía—. No solo me hizo perderte a ti
y odiarte sino también me hizo perder a nuestro pequeño y me arrebató la
oportunidad de volver a ser madre —admití con facilidad y la impresión en su
rostro fue más que evidente.
Solo LuzBel sabía de mi desgracia y en ese momento también se estaba
enterando él.
Sin pensarlo un segundo más me haló hacia él y me abrazó con fuerza;
explicar lo que su abrazo me hizo sentir era difícil. En ese momento era como
un vidrio con una fisura que solo necesitaba un simple toque para hacerse
pedazos y Olek era el simple toque; lloré con intensidad y lo sentí llorar
conmigo. Habíamos pasado poco tiempo juntos, pero nos amamos de verdad y
luego… estuvimos ocho años de nuestras vidas odiándonos por algo de lo que
ninguno era culpable o tal vez yo sí, en ese momento me sentí la culpable de
sus desgracias porque, si no me hubiese enamorado de él, mi madre no le
habría jodido la vida. Olek fue mi primer amor, uno que me caló hasta el
tuétano de los huesos y después de sentirnos tanto odio, aquel abrazo estaba
barriendo ese sentimiento, dejando la culpa y la añoranza, lamentos y mucho
arrepentimiento.
—Mi pequeña escurridiza, lo siento tanto —susurró, y ahogué un gemido
lastimero en su pecho al escucharlo llamarme así.
—Perdóname tú, Olek. Perdóname porque si no me hubiese fijado en ti,
nada de lo que sufriste habría pasado. Lo siento por tu padre, por tu madre,
siento mucho que hayas tenido que irte de casa y estar lejos de tus padres,
siento haber jodido tu vida cuando puse mis ojos de ti —hablé sin parar hasta
que un beso suyo en mi frente me calló por completo.
—Está claro que ni tú ni yo somos culpables y volví para hacer pagar a
quien sí lo es —aseguró, y vi en sus ojos la determinación de destruir a mis
padres.
—Hazlo y haz que paguen por habernos arrebatado a nuestro pequeño —
pedí mostrándole mi apoyo, y asintió. No estaba pensando bien, estaba
pensando con la cabeza caliente, pero que más daba cuando mi madre jamás se
detuvo a pensar en el daño que ocasionaría.
—Tú y yo hablaremos luego, esta noche he tenido suficiente, hemos tenido
suficiente y no quiero que Pride termine lo que tu amigo comenzó —aseveró
recordándome dónde estábamos y las personas que se encontraban afuera
esperando por saber qué pasaba. Asentí y de nuevo besó mi frente dejándome
en aquella oficina.
Me derrumbé de nuevo y me abracé a mí misma rememorando todo lo que
había pasado.
¿Por qué tuve que nacer? Esa pregunta llegó a mi cabeza de nuevo… ¿Por
qué? Si desde que tenía uso de razón solo recordaba los desprecios de mi
madre y la ausencia de mi padre; la única nana que quise y me quiso también
me la quitaron, el chico del que me enamoré como loca me embarazó y luego
perdí a mi bebé y al padre, perdí la vida en mis ovarios y me quedé sin la
posibilidad de ser madre, y para rematarme, el tipo que ya estaba en ese
momento frente a mi junto con su hermana, y del cual estaba prendada,
deseaba una docena de hijos que yo jamás le daría. Lo peor de todo es que no
quería que él lo supiera ni que me mirase con decepción y comprobara que no
era la mujer para él desde un principio.
De nuevo hui de sus brazos sin darle ninguna explicación y corrí a la barra
del club para ahogarme en alcohol y así olvidar un poco lo mierda que era mi
vida.
Vi a Olek por última vez en aquella barra junto a Bianka y cuando mi primer
trago fue servido, lo levanté hacia él y hacia todos.
—¡Salud por la perra vida! ¡Porque esa puta es astuta y porque se adueña de
nuestros sentimientos en un solo soplido! —grité.
—¡Salud! —gritó él compartiendo mi estúpida inspiración, y luego los
demás se nos unieron.
Eso era lo último que recordaba de aquella noche, incluido el momento en el
que pedí que me pusieran «Helium» de Sia y la canté a todo pulmón.

Al siguiente día me desperté por el insistente sonido de mi móvil, estaba en


mi cama y vestida con un pijama que solo utilizaba cuando no quería que mi
acompañante —cuando tenía— me deseara en cuanto me viera a su lado. Mi
cabeza iba explotar y me sentía como si me tenían metida dentro de una
campana y la hacían sonar solo por la simple gana de joderme.
—Estoy viva —dije cuando descolgué la llamada sin siquiera saber de quién
se trataba.
—Menos mal, ya estaba preparando todo para que cremaran tu cuerpo. —
La voz de LuzBel hizo que mi cabeza doliera aún más.
—¡No me grites, idiota! Y no quiero que me quemen cuando muera, ya me
quemaré en el infierno cuando eso pase, y que lo hagan en la tierra, ¡puf! —
bufé y lo escuché reír.
—Estoy susurrando, tonta, no te he gritado —aclaró, pero seguía gritando y
mi cabeza amenazaba con explotar en cuestión de segundos.
—¿Qué quieres? —mascullé.
—Que muevas ese culo loco que tienes y te tragues todo el coctel de
vitaminas que dejamos para ti justo en tu mesa de noche. —Miré a donde decía
y vi una cantidad exagerada de píldoras y sobres de electrolitos en ella. Si no
me mataba la cruda, lo haría aquella sobredosis—. Son las cuatro de la tarde,
Laurel, el cabrón de tu amigo se emocionó cuando vio a mi mujer anoche y se
autoinvitó a cenar con nosotros, Isabella está emocionada también de verlo y
necesito que estés aquí para que mantengas su correa corta —soltó, y me reí a
pesar de que estaba agonizando.
—Edward es gay, no se pasará con Isa —señalé sabiendo que a mi amigo
solo Rose y yo se la parábamos.
—No es por la Castaña que quiero que lo mantengas corto, es por mí, ya
que es más descarado que tú cuando estás borracha y se me ha insinuado
demasiado, y créeme, no deseo que luego me culpes por dejarte sin amigo —
advirtió, y me reí aún más.
Recordé que Edward había estado interesado en LuzBel en el pasado y tuve
que obligarme a levantarme sabiendo que aquel idiota era capaz de hacerse
matar y de que LuzBel no iba dudar en hacerlo si se pasaba con él.
Me duché con agua fría y bebí todo lo que habían dejado para mí, dormí casi
todo el día y seguía necesitando la cama. No quise ponerme otra ropa, así que
volví a usar mi pijama matapasiones; cuando salí de la habitación Edward ya
estaba listo y me había preparado un batido de plátano y miel asegurando que
me haría sentir como nueva. Sentí arcadas solo de ver aquella cosa, y no
porque sabía mal, sino porque mi estomago tenía demasiado miedo de que lo
obligara a ingerir más alcohol y se negaba a todo; Por fortuna las vitaminas y el
batido me ayudaron mucho y pude al menos salir del apartamento para
dirigirnos a casa de los Pride.
Al llegar, Edward corrió a saludar con un enorme abrazo a Isabella y como
un total cínico quiso saludar a LuzBel con un beso en la mejilla; Isabella logró
impedir que su marido golpeara a mi amigo, y ambas nos reímos al ver la
escena, Edward lo acusó de gruñón y de aguafiestas, y LuzBel se limitó a callar
y controlarse para no matarlo.
—En serio, Ed, si sigues así ni Marcus logrará retener a mi amigo para que
no te mate —advertí, y él me ignoró en cuanto se le fueron los ojos con
Marcus.
¡Ja! Y yo que creía que tenía una libido fácil.
Nos fuimos a la cocina con Isabella y para ese momento mi estómago
comenzó a pedir alimento cuando un olor delicioso a pastel de carne nos
inundó, hablamos animados unos minutos y luego me acerqué a la puerta que
daba paso al jardín trasero, era de cristal y me permitía ver una escena
demasiado hermosa: Darius jugaba con sus sobrinos y otro pequeño que no
conocía y se veía feliz de hacer aquello. Hasta ese momento llegó a mi cabeza
el recuerdo de mi encuentro con Olek y luego me vi en los brazos de aquel
hombre que parecía un niño grande en esos momentos; mi precioso y tierno
Pecas merecía a una chica que cumpliera cada uno de sus sueños.
Me olvidé de la plática que tenía antes con Isabella y Ed, y me concentré en
mirarlos hasta que Darius paró de jugar y comenzó a caminar hacia la casa,
nuestras miradas se encontraron y noté cierta tristeza en su rostro, aun así, me
sonrió y mi cuerpo entero se paralizó en cuanto sus facciones se contrastaron
con las de Olek.
¡Carajo!
—Y por eso la amo —logré escuchar a Ed, y llegó a mí abrazándome por la
espalda y besando mi mejilla.
Su arrebato logró sacarme de mis pensamientos y lo agradecí en mi interior
después de haber tenido aquella confusión; no sabía de qué hablaban en ese
instante y ni siquiera pregunté, ya que unas pequeñas personitas llegaron a mí y
me abrazaron con entusiasmo.
—¡Tía Lolel! —gritaron mis adorados gemelos al unísono, y me puse a la
altura de ellos para abrazarlos.
—¡Dios mío! ¡Que enormes están! De seguro mamá los obliga a comer
mucha verdura —dije, y ambos rieron.
—Y nos da leche de bambú pala que clezcamos mucho —dijo Aiden, y me
reí.
El otro pequeño se reía de ver a los gemelos, pero no se acercaba demasiado,
creí que tenía la misma edad de ellos, su cabello era rubio oscuro y sus ojos
tenían un azul verdoso increíble.
—¿Cómo te llamas, cariño? —pregunté y lo cogí de la manita, me la apretó
aceptando mi agarre y se acercó a mí.
—Dasher —dijo tímido y me provocó una enorme ternura.
—Mucho gusto, Dasher. Soy Laurel y de seguro tú también tomas leche de
bambú porque eres muy grandote —señalé, y me regaló la sonrisa más
hermosa que alguna vez mis ojos hubiesen visto.
Los chiquillos estuvieron un rato con nosotros y pude ver al fin la
interacción que Edward tenía con los niños, mi tonto y loco amigo no se había
equivocado de carrera y adoré verlo tan dedicado con los pequeños. Isabella
nos habló sobre la historia del pequeño Dasher en cuanto se fueron a jugar y mi
corazón se oprimió al saberlo solo, aunque más lo hizo al enterarme de que
Darius estaba moviendo cielo y tierra por adoptarlo. Me había preguntado por
él, ya que, luego de que Edward me sorprendiera, desapareció como por arte de
magia, y cuando Isa comentó lo que la trabajadora le dijo por los golpes que
recibió al defenderme, me sentí culpable e intuí que se fue porque estaba
molesto conmigo al afectar sus planes.
Hasta en eso le jodía la vida al pobre y mi vida me estaba dando muchas
advertencias para que me alejara de él y no lo terminara de joder tal cual lo
hice con Olek, y creí que era momento de hacerle caso a las alertas.
Aunque antes iba a hablar con él y le pediría disculpas.
—¿Estás total y completamente segura de entrar así? —preguntó por
vigésima vez Ed cuando aparcamos en el estacionamiento de Vértigo.
Rodé los ojos aburrida de su pregunta.
Estaba en pijama y con el cabello amarrado en un moño, sí, y qué, no me iba
a detener por eso. No iba a bailar o a ligar, iba a hablar y a disculparme con
Darius y deseaba hacerlo cuanto antes así que me importó poco irme así a un
club en donde todas las chicas vestían como si iban rumbo a la alfombra roja.
Me sentí un tanto cohibida cuando Edward simuló que no me conocía y luego
recordé quien era yo: era Laurel, la mujer que le importaba poco lo que
pensaran de ella en cuestiones de vestimenta o actitud y sobre todo lo que
creyeran personas que ni me conocían y ni me daban de comer.
El mismo guardaespaldas de la noche anterior me recibió y por fortuna me
reconoció. Me llevó hacia la oficina de su jefe y me permitió tocar y seguir
adelante, estaba nerviosa y triste, luego emocionada de ver una vez más a aquel
chico que podía volverme loca y del cual tenía que alejarme.
—Hola… —Aquel saludo entusiasta se quedó atragantado en mi garganta en
cuanto me percaté de la imagen frente a mí y me arrepentí de no haber
esperado a que me invitara a pasar.
Mi chico de pecas estaba perdido entre los brazos de una chica que parecía la
princesa Mérida, con la única excepción de que su cabello no era rojo y su
príncipe también era el mío.
Jamás volvería a ver a «Valiente» con los gemelos Pride White.
Quise irme de la oficina y evitarme el mal rato, pero mi cerebro tenía la mala
costumbre de bloquearse e ignorar mis órdenes en situaciones como esas, y
entonces mis piernas no obedecieron y me quedé ahí, viendo cómo aquel chico
se separaba de su estúpida Mérida y me miraba sorprendido; solo estaban
abrazados —él la abrazaba a ella—, sin embargo, la situación me pareció muy
íntima. La tipa también me miró un tanto nerviosa, y me di cuenta de que
reaccioné como si hubiese descubierto a mi novio siendo infiel y no a un tipo
que tenía todo el derecho del mundo de estar con la que quisiera porque no era
nada mío.
¡Nada! Porque yo así lo había decidido, no él.
—No me mires así, cariño. No soy su novia. —Me obligué a aclararle de
inmediato. Ella suspiró aliviada y Darius le sonrió para tranquilizarla.
¡Carajo!
En ese momento estaba descubriendo lo fuerte que me había vuelto al
quedarme ahí, viendo cómo el hombre del cual me sentía atraída tranquilizaba
con dulzura a su doncella mientras a la bruja —que era yo— se le despedazaba
el corazón.
El amor era malo, muy malo.
—Mi hora de trabajar llegó, los dejo solos —habló ella al fin, y escuché lo
tierna que era su voz.
No era una niña, pero sí muy inocente y comprendía porqué Darius se veía
tan a gusto con ella; la chica caminó frente a mí y se quedó de pie un poco
intimidada.
Darius carraspeó y me miró.
Ya no era aquella mirada tierna que siempre tenía para mí, esa vez era la de
un tipo que tenía frente a él a su acostón de una noche, obstruyéndole el paso a
la que pretendía que fuese la princesa de su vida.
—¡Ups! Lo siento —dije haciéndome a un lado, ella sonrió y se fue en
cuanto dejé de obstruir su camino.
No debía odiarla, tenía que ser sensata y madura. Esa bella chica no era
culpable de nada, solo estaba en el momento indicado y yo en el equivocado.
Me repetí eso al verla marcharse, mientras intentaba calmar a mi acelerado
corazón y las ganas de matar a alguien, mis celos y mi decepción, esto último
no fue por Darius sino de mí misma por siempre poner los ojos en hombres
equivocados.
—Si no te conociera si quiera un poco, creería que ves demasiado el trasero
de Celine casi como lo vi… ven los hombres —habló Darius y se corrigió.
El maldito se había corregido al final de aquella oración y ya no sabía a
quien tenía que matar primero, si a él o a la tontiestúpida Celine.
¡Dios! Tenía que controlarme.
—No me conoces nada entonces —hablé cínica y con muchas ganas de
enfurecerlo, dejando que él pensara lo que quisiera. Sus ojos se abrieron un
poco más al entender lo que quise insinuar y luego se negó a creer lo que había
llegado a su cabeza.
«Tenías que creerlo, mi adorado Pecas, porque no insinuaba nada falso».
—¿Qué haces aquí? —preguntó, ignorando el rumbo que casi tomaba
aquella plática. Su pregunta sonó indiferente, y comencé a creer que no le
había agradado para nada mi intromisión.
Acomodó su camisa, y lo miré atenta, pero ni cuando iba a clases había
puesto tanta atención en ellas a como lo hacía con él y su manera de arreglar
una camisa que otra desordenó.
¡Dios! Aquello me había pegado más de lo necesario.
—No te robaré mucho tiempo, simplemente quise hacer esto hoy y no
dejarlo para luego —informé concentrándome en la razón que me llevó hasta
ahí.
—Habla entonces —me animó lacónico.
—Conocí al pequeño Dasher, sé de las intenciones que tienes con él y cómo
te ha perjudicado el altercado que tuviste anoche con Olek por defenderme y
me siento muy mal, no quiero que me odies por ello y decidí venir hasta aquí
para pedirte disculpas y no dejarlo para después. No iba a robarte demasiado
tiempo, Edward me espera abajo así que, como ves, no era mucho lo que quería
decirte —solté de un hilo y creí que hasta le costó seguirme oyendo.
Se puso tenso de pronto y me miró aún más serio que antes. Intuí que se
había molestado porque lo interrumpí por algo absurdo.
—Olek, Edward, Fabio… ¿Quién más es mejor que yo? —preguntó de
golpe, y no lo comprendí—. ¿Con ellos sí has repetido más de dos veces tus
acostones? ¿Soy solo yo el que no ha tenido esa dicha? ¿Qué hacen ellos para
lograr más contigo, Laurel? ¿Cuánto te pa…?
¡Oh carajo!
—¡Para ahí, idiota! —exigí antes de que me dijera algo que tal vez no creía y
solo hablaría porque estaba molesto.
¿Qué mierda le pasaba? Yo era consiente de como llevaba mi vida, él
también, así que no tenía porqué intentar ofenderme con ello.
Negué y reí irónica antes de seguir hablando y soltarle un par de verdades.
—Olek fue mi primer amor, estuvimos juntos un buen rato así que me folló
más de las veces que puedo contar con los dedos, los tuyos y todos los de las
personas presentes en este club —solté observándolo con la misma frialdad que
él me estaba mirando a mí—. Edward es gay, pero no te equivocas, dulzura.
También nos hemos follado y más de dos veces, ¿y sabes qué es lo mejor? —
pregunté sin dejarlo responder—. Que con él también he disfrutado de tríos y
con dos hombres a la vez, Darius —espeté.
Sus ojos se ensancharon demasiado al escucharme decir algo que seguía
siendo un tabú para muchas personas y no pensaba detenerme en aclararle un
par de verdades para que a la próxima pensara mejor lo que me diría.
—Fabio tuvo la misma puta suerte que tú y solo me lo follé dos veces. Antes
de estar contigo estuve con mi maestro por tres años… ¡Ah! Y también seguí
un tiempo con él después de ti y sí, he estado con mujeres, Darius Black, he
disfrutado de mi vida y sexualidad a como se me ha dado la puta gana y no me
arrepiento de nada, soy así y eso ya lo sabías. Me conociste tal cual, así que
ahórrate tus esfuerzos por hacerme sentir como una zorra porque pierdes tu
tiempo, cariño. Sé lo que soy y me amo tal cual y que te quede claro algo: no
cobro, si me gustas te lo hago gratis y te repito cuando a mí y solo a mí se me
dé la gana —zanjé y me señalé con más ímpetu del necesario.
Él solo pudo sentarse de golpe en su silla intentando procesar lo que acababa
de soltarle. Aquel encuentro no había sido para nada a como me lo imaginé y
me sentí patética; llegué al club para disculparme, no para ofendernos y fue lo
primero que pasó.
Y lejos de todo lo que imaginé que podía decir, preguntó lo que menos
esperé.
—¿Qué hice mal entonces? —Me quedé estupefacta al oírlo. Estaba cerca de
su escritorio y le di la espalada para recargarme en aquel objeto.
Le acaba de soltar casi todos mis acostones, y él preguntaba qué había hecho
mal.
¡Madre mía!
—Porque si te has negado tanto a mí, es que hice algo muy malo y para serte
sincero, no sé si me duele más mi hombría o el corazón —añadió, y lo sentí
ponerse de pie, rodeó el escritorio y llegó hasta mí.
Ser demasiado perfecto y desear algo que yo quería darle, pero que no podía.
Ese era su defecto.
—Te acabo de soltar todas mis fechorías ¿y tú preguntas eso? —bufé
viéndolo a los ojos, la oscuridad de ellos era la más bonita e hipnotizante que
alguna vez vi.
¿Era así siempre con él? Me ofendía o intentaba hacerlo y de pronto
mostraba sus miedos y las razones que lo llevaban a desconectar la lengua del
cerebro convirtiéndolo en alguien demasiado transparente y hasta puro.
—Cualquier hombre al que una mujer como tú se niegue, preguntaría lo
mismo —alegó, y medio sonreí. No pude sostener su mirada y miré hacia el
suelo.
Una regla más que rompía por él, y las más importante para mí: jamás
bajaría la mirada ante nadie y ahí estaba, viendo la punta de mis deportivas.
—No es lo que tú hiciste mal porque simple y sencillamente hiciste todo
perfecto, Darius —suspiré con fuerza, hablando con la verdad y volví a verlo
—. Es lo que yo no puedo hacer para hacerte feliz y soy consciente de que me
he adelantado mucho a los hechos, pero ha sido así porque no me puedo dar el
lujo de arriesgarme a salir dañada. —Quiso decir algo y puse dos dedos en sus
labios, él cerró los ojos disfrutando del contacto, y yo disfruté de las
sensaciones que me hizo sentir aquel inocente toque—. Tengo un pasado que
no he podido superar y por lo mismo me es difícil hablarte de él; ese pasado me
dejó daños irreparables que ahora mismo me están afectando mucho y lejos de
todo lo que una vez creí, acepto que no soy lo suficiente para ti y no porque
tenga baja autoestima sino por cosas que deseas en la vida y que de mi parte
jamás te daré. —Me miró incrédulo luego de aquello y negó.
—Me frustra que me digas cosas a medias porque no puedo comprenderte —
se quejó, y como estúpida sentí ternura de su manera de alegar.
—Y lo siento por ello, ya que tendrá que seguir siendo así porque no estoy
lista para hablar de lo que me agobia —dejé claro y vi la frustración reflejada
en sus ojos—. Por otro lado, me alegra que conozcas a otras personas, así
haces mi decisión más fácil —señalé y por más que intenté que no sonara a
reclamo, me fue imposible.
—Si lo dices por Celine, es solo una empleada que me ayudó mucho en
momento un tanto patético en el que caí —aseguró, e intenté caminar hacia un
lado de él, pero me tomó del brazo y me retuvo en mi lugar.
¡Celine, Celine, Celine! Sí, Pecas, ya me sabía su nombre, no tenías que
repetirlo.
—Es linda y perfecta para ti.
¿¡Qué carajos había dicho!? ¡Dios! Vaya que ese tipo me volvía loca.
—Lo es —aceptó, y me congelé en mi lugar—, pero ya sabes que lo que es
no siempre es lo que se desea y yo te deseo a ti, no a ella. Así creas que no eres
la indicada para mí y te niegues a ser totalmente sincera para poder
comprenderte. Al menos ahora estoy seguro de que no es porque te follé mal y
mi ego volvió a estar intacto —soltó, y me reí—. Eres aún más alucinante
cuando sonríes. —Me sonrojé como tonta cuando dijo tal cosa y quise dejar de
verlo porque me intimidaba.
Me cogió la barbilla y se acercó demasiado a mi boca, mis manos se asieron
al borde del escritorio y mi corazón se aceleró expectante de lo que estaba a
punto de pasar, de lo que deseaba y a lo que no me iba a negar, pero…
—¿Por casualidad no tendrás un manual para entenderte? —susurró cerca de
mis labios, tanto que su aliento cálido los acarició y mis otros labios se
humedecieron.
—¡Ey! Cariño… —Escuché aquel llamado y maldije.
¡Edward! Maldito fuera mi amigo por llegar en ese instante.
—Lo siento, pero me preocupé cuando no llegaste en el tiempo que lo
estimaste —se disculpó, y odié cuando miró a Darius más de la cuenta.
Mi hermoso tormento se separó de mí y miró serio a Ed…. ¡Lo que me
faltaba!
—Está perfecta, lo estás viendo —bufó con muchas ganas de moler a golpes
a mi pobre Ed.
—¡Calma, vaquero! No quería interrumpir nada —aclaró Ed y sin ser
invitado entró a la oficina—. Soy Edward Adams, es un gusto conocerte —se
presentó y le extendió la mano a Darius, temí que él lo sacara a patadas de la
oficina y sabía a la perfección las intenciones de mi amigo, pero esa vez tenía
que conformarse con el pene de Jace porque el de Darius no era para él.
Darius me sorprendió al tomar la mano que Ed le extendía y se presentó, así
como lo había hecho mi amigo antes; Edward me avisó que tenía que irse a
dormir pronto porque su turno en el hospital comenzaría temprano al día
siguiente y decidí irme con él a pesar de que Darius se ofreció a llevarme
luego. No quería despreciar a mi adorado Pecas, pero estar mucho a su lado
representaba el peligro para mí y no me convenía exponerme a tanto, también
estaba cansada a pesar de haber dormido hasta muy tarde, y mi cuerpo y mente
me exigían a gritos el descanso.
Edward se despidió de un reacio Darius y me dejó la privacidad para
despedirme a mí del chico que de seguro esa noche aparecería en mis sueños.
—¿Tú y él ya no…? —no supo cómo terminar la pregunta y me causó
gracia.
—Él y yo dejamos nuestros juegos hace años, así que no, ya no hay sexo
entre nosotros. Descubrió que sigue amando los penes tanto… ¡Eh! Ya no pasa
nada que no sea amistad entre ambos. —Carraspeé incómoda cuando me di
cuenta de lo que iba a decir, aunque él lo intuyó.
—Perdóname por lo que dije antes, Laurel, sé que eres libre de hacer lo que
desees y tienes razón, te conocí así y no me quejé, sobre todo cuando dejaste
claro que solo seríamos el acostón de ambos —recordó y en ese momento me
caló mucho porque sabía que no solo funcionaba para él—. Voy a ceder
contigo y seré como deseas que sea, te daré tu espacio, pero quiero que siempre
recuerdes que aquí estoy para ti y cuando desees te escucharé y trataremos de
enfrentar tu pasado. ¿De acuerdo? —Cuando mencionaba mi pasado me ponía
muy nerviosa, aun así, asentí a lo que me decía—. Referente a Dasher, no te
preocupes, Celine me ayudará con ello. —Ahí iba de nuevo con su nueva
amiga y no podía hacer nada.
—Está bien, te veo luego —solté molesta y me acerqué para despedirme de
él.
Por mucho que quisiera evitarlo, con él caía fácil en el juego de los celos, en
el tira y afloja que muchas veces llegaba a ser interesante, pero que al no tener
cuidado se volvía cansado y asqueaba. Y no tenía ningún derecho en
molestarme porque era yo quien lo alejaba de mí, no obstante, ahí estaba,
actuando como una adolescente insegura que no sabía lo que quería.
—¿Podemos hablar mañana? Tengo algo que proponerte —pidió antes de
que pudiera besar su mejilla.
—¿Por qué no me lo dices ya? —cuestioné.
—Mejor mañana, tengo mucho que pensar y quedé de verme con Celine por
la mañana para que me explique algunas cosas, así que podríamos vernos a las
once —respondió, y solo asentí.
—Bien, nos vemos mañana —me despedí y ya ni siquiera besé su mejilla.
Él sonrió, y le devolví un mal intento del gesto de mi parte, me giré y caminé
hasta la puerta dejándolo tranquilo para que planeara bien su encuentro con
Celine.
Al salir de la oficina y caminar junto a Edward hacia afuera del club volví a
encontrarme con quien sería mi dolor de cabeza, la chica me sonrió, y le
correspondí porque, aunque la odiaba por estar cerca de Darius, también supe
que yo habría hecho lo mismo en su lugar. Edward notó mi tensión y no se
estuvo callado hasta que hizo que le hablara de todo lo que pasaba; me sentí
bien después de confesarme con mi loco amigo y sabiendo que no deseaba
pasar esa noche entre lloriqueos, opté por invadir su cama y dormir a su lado.
Era bueno tener a alguien con quien pasar la noche sin necesidad de tantos
enredos emocionales.
Era lunes muy temprano y, como todo inicio de semana, me levanté con un
humor de los mil demonios. Ya estaba lista y con un café en mano, esperando
la hora para irme a una entrevista de trabajo que tenía ese día en una empresa
alimenticia muy prestigiosa de la ciudad.
A pesar de mi humor, la entrevista resultó muy bien y la persona que se
encargó de interrogarme, me dio muchas posibilidades de obtener el trabajo.
La mañana mejoró cuando recibí la llamada de una extrabajadora de Dana, con
quien teníamos planes de montar nuestra primera sucursal de floricultura; ella
tenía la experiencia en esa área y yo el entusiasmo y capital para lograrlo, así
que estaba lista para comenzar a cumplir uno más de mis sueños.
LuzBel me había escrito un mensaje antes avisándome de que se regresarían
pronto a Italia y eso me puso triste, pero tenía que acostumbrarme a la idea de
que no siempre lo tendría cerca. Estaba ansiosa porque Darius me llamara para
decirme el lugar para vernos, aunque tal cosa no pasaba y eso me ponía de peor
humor; hice varios intentos de ser yo la que le llamara, sin embargo, mi
dignidad estuvo fuerte y me exigió control en tal situación. Cuando eran las
doce del mediodía —una hora después— mi móvil al fin sonó, acababa de
entrar al apartamento y me sentí tonta al reaccionar nerviosa, molesta y
entusiasta, y muy decepcionada cuando descubrí que no era Darius quien
llamaba sino un número que no conocía.
—Diga —respondí luego del cuarto tono.
—¡Hola, Laurel! Pride me dio tu número y no soporté las ganas de
comprobar que no me dio uno equivocado. —Esa voz tuvo la capacidad de
erizar cada vello de mi cuerpo y congelarme en mi lugar.
—¿Olek? —pregunté aun sabiendo que era él.
—El mismo, llamándote para invitarte a almorzar y cruzando los dedos
para que no lo estés haciendo ya —respondió, y escuché una risa suave de su
parte—. Te dije que hablaríamos luego y espero que podamos hacerlo ahora,
ambos nos merecemos esto así que... ¿Qué dices? —Alejé el móvil de mi oído
y miré la pantalla con esperanzas de encontrar un motivo para posponer la
plática, pero no lo encontré. Al parecer Pecas se olvidó de mí.
Suspiré con fuerzas antes de responder.
—Almorcemos antes y hablemos después entonces —acepté entre nerviosa
y triste.
—¡Perfecto! Dime dónde te recojo porque te quiero solo para mí esta tarde
y no quiero que tengas medios para escaparte —señaló, y la intensidad que
escuché en su voz me hizo temblar el cuerpo entero y alejó todo lo que sentí
antes.
Lo que me habían hecho sentir antes.
Deseaba como un loco hablar, desahogarme y sacarme de una vez por todas
todo lo que me estaba haciendo sentir patético, y no lo hacía con mi familia
porque ellos también apreciaban a Laurel y no creí que verían las cosas como
tal vez lo haría una persona que no fuera de nuestro entorno, y Celine Sandell
era perfecta, no solo porque no la conocía mucho, sino también porque me
inspiraba confianza a pesar del poco tiempo que tenía de conocerla. Era una
chica joven que tal vez no había vivido ni de lejos todo lo que yo sí, pero
mostraba una madurez increíble.
Cerré la puerta de mi oficia, aunque antes le pedí a Antón que se fuera
porque no creí necesario que estuviese ahí cuidando mi espalda, y me reí al ver
a Celine tan nerviosa.
—Si pretendes ayudarme escuchándome, te aconsejo que dejes de ponerte
tan nerviosa cuando estás cerca de mí. En serio no muerdo a quien no se deja,
Celine —dije riéndome y con la mano le hice una señal para que se sentara.
—¡Dios! Señor Black, así no me ayuda y lo siento por mis nervios, pero
usted me resulta demasiado intimidante —confesó con seriedad, y me gustó
mucho su sinceridad.
—Vas a escucharme decir cosas que tal vez te parezcan patéticas, Celine, y
de verdad espero que a partir de este momento me llames Darius y dejes de
tratarme de usted —pedí, y asintió dispuesta a complacerme.
Comencé a hablarle un poco de cosas triviales y le pregunté acerca de su
vida para que se sintiera más cómoda, y fue algo que me resultó bastante bien;
ella estaba estudiando leyes y al parecer era una total cerebrito que cursaba su
cuarto año con posibilidades de trabajar como abogada incluso antes de
graduarse. Le platiqué acerca de lo que me cargaba como loco y descubrí que,
en efecto, esa chica era buena escuchando y hasta aconsejando, tanto que mis
esperanzas de tener a Dasher como mi heredero crecieron aún más; le hablé
también sobre Laurel, mi obsesión por esa mujer y la negación que ella tenía
conmigo, y descubrí que al hablar con amigos o no, la opinión sobre Laurel era
la misma: dale tiempo.
—Le he dado de sobra, Celine, pero ya va más de un año. ¿Crees que le he
dado poco? —pregunté con ironía, y calló.
—En ese caso te aconsejo que pienses bien si merece la pena para ti esperar
por alguien que aún no sabe lo que quiere o sigue dándole la oportunidad para
que se abra contigo y no de piernas —aclaró, y me hizo reír, a veces se
animaba a soltar bromas y me gustaba eso—. Pienso que mereces ser feliz,
Darius, porque demuestras ser un gran hombre, y por lo tanto te mereces a una
gran mujer y futura madre para ese pequeño que ha tenido la suerte de
encontrarte y, si tantas esperanzas tienes en esa chica, entonces sé claro con
ella y pídele llegar a más contigo. —Eso era algo que deseaba con Laurel, una
relación seria, y si nunca se lo pedí fue porque se la pasaba dejándome claro
que lo de nosotros solo eran acostones ocasionales.
Y ya ni eso.
Al final, Celine me prometió hablar con uno de sus maestros que también
tenía muchas influencias en los juzgados, y terminé abrazándola por lo que
estaba dispuesta a hacer por mí.
—No vayas a morderme —susurró, y me reí.
—Gracias —musité sin dejarla de abrazarla.
—Nos veremos mañana entonces —me recordó y hasta en ese momento
puso sus manos en mi cintura.
No había respondido a mi arrebato y me avergoncé por haber abusado así de
su confianza, sin embargo, me provocó hacerlo y, justo cuando iba a apartarme
de ella y pedirle una disculpa, la puerta se abrió y encontré a una muy
sorprendida pelinegra, todavía empijamada y con el cabello en un moño
desordenado.
Solo Laurel tenía el valor y la seguridad para entrar así en un club donde
todas las mujeres lucían sus mejores trapos sabiendo que, a pesar de eso, ella
seguiría siendo la más hermosa.
Su impresión me satisfizo un poco y, aunque no era correcto, me gustó que
me encontrara de aquella manera y creyera algo que no era; decidí ser
indiferente solo para hacerle sentir un poco de lo que yo sentía cada vez que
me rechazaba, pero la cosa se me fue de las manos y casi terminé cegándola
con ella. Dije cosas que no deseaba decir y la ofendí como jamás debí hacerlo,
me llevé tremenda lección por mi insensatez y terminé por saber cosas que
nunca hubiese querido saber; su pasado era solo suyo y no tenía que juzgarla,
sin embargo, imaginarla con dos hombres a la vez fue algo que me enfureció y
volvió loco de un segundo a otro. No le mentí cuando le dije que no sabía qué
me dolía más, si mi hombría o mi corazón; no sabía qué pensar en cuanto me di
cuenta de que era solo a mí a quien se negaba, y luego de escuchar su
respuesta, más dudas llegaron a mi cabeza.
¿Seguía sintiendo algo por Olek? ¿Qué pasaría después de que él había
vuelto?
Fue su primer amor y estaba claro que ese no se olvidaba, aunque ellos
demostraron odiarse luego de su encuentro; no sabía qué pasó después entre
ambos en esa misma oficina en la que estábamos, y era algo que necesitaba
descubrir, pero tenerla cerca solo me provocaba besarla y hacerla mía, olvidaba
lo que teníamos que hablar, olvidaba hasta lo que me molestaba de ella y casi
cedí a mis deseos, pero su dichoso amigo llegó solo para terminar de joder mi
noche.
Admitía que no era tan idiota de cómo me lo imaginé y, a pesar de mis celos
por él, terminó por demostrarme que era buena persona —dejando de lado sus
descarados coqueteos—. No soporté mi curiosidad y terminé por preguntarle a
Laurel si entre ellos dos todavía había algo y, aunque me aseguró de que no y
le creía, su respuesta no fue del todo de mi agrado.
La dejé irse con él solo porque en verdad necesitábamos distancia después
de lo que había pasado en esa oficina y le pedí que nos viéramos al día
siguiente, ya que no pensaba dejar pasar más tiempo para hablar claro con ella
de una vez por todas. Intentaba ocultar sus celos por Celine y tal cosa me gustó
porque mostraba más interés en mí del que quería aparentar y eso me daba
esperanzas.
Laurel creía que Celine era la indicada para mí, pero yo quería a la
equivocada.
Así era como esa loca se denominaba y no descansaría hasta tenerla solo
para mí.
—Para no ser tu novia, esa chica intimida más que diez locas celópatas —
comentó Celine mientras limpiaba la barra donde se servían los tragos en el
club.
Pegué tremenda carcajada cuando se refirió así a Laurel y recordé la
reacción de la chica cuando me encontró abrazando a mi bonita mesera.
—Que jamás escuche que te refieres así hacia ella —aconsejé, e hizo un
gesto de miedo.
Ya habíamos cerrado y todo el personal se encargaba de limpiar antes de irse
a sus casas.
—¿Le pedirás a ella que se haga cargo de tus negocios? —preguntó, y la
miré.
Ella me había aconsejado dejar en manos de un experto todos mis negocios,
no en su totalidad, pero por lo menos desatenderme de ellos por la noche y
demostrar así que tenía el tiempo suficiente para cuidar a Dasher. Hablamos de
Laurel y su profesión que, aunque no era experta, Celine señaló que podía ser
perfecta para el cargo, era una forma de que se mantuviera cerca de mí y la idea
me pareció genial, mas no se lo comenté a Laurel porque ambos estábamos
exaltados en ese momento y estaba seguro que con el orgullo que tenía me diría
que no y no buscaba eso.
—Se lo pediré mañana después de que me vea contigo y tenga en mis manos
la información que me darás —respondí y me causó gracia cuando sonrió y
palmeó sus manos con un poco de emoción.
—Se ve que es una chica difícil, pero tú eres encantador, así que tienes que
lograr conquistarla —me animó, y se lo agradecí.
Al final la llevé hasta su casa porque su hermano se durmió y no respondió
su llamada para que llegase a recogerla, se negó al principio, pero terminé
convenciéndola, ya que no me costaba nada llevarla porque su apartamento me
quedaba de paso. En el camino descubrí que era la menor de tres hermanos y,
aunque tenía auto, se lo había prestado esa noche a uno de ellos porque, como
era costumbre en la ciudad, el chico sufrió un choque —nada grave— y su
coche estaba en el taller.
—No olvides comentarle todo lo que te dije a tu maestro y convéncelo para
que me ayude —pedí cuando estábamos en el condominio de su apartamento, y
asintió.
—Deja de preocuparte, ya verás cómo ganaremos este caso —habló en plan
de abogada, y me reí burlón—. No te burles de tu futura abogada —pidió
intentando ocultar una sonrisa, y me reí aún más.
—Está bien, nos vemos mañana, abogada Sandell —me despedí y me
acerqué para besar su mejilla. Me miró a los ojos cuando hice tal cosa y noté de
nuevo el rubor en sus mejillas—. Solo voy a despedirme, no te morderé —
aclaré, y no pudo sostener mi mirada, en cambio, cerró la distancia entre ambos
y terminó de hacer por mí lo que yo pretendía, para luego salir de mi coche
como alma en pena.
Me reí por su actitud y negué divertido mientras la miré entrar a su hogar.
En serio me agradaba esa chica.

Las clases de Celine terminaban a las nueve y treinta de la mañana, por lo


mismo me dirigía hasta el restaurante en el que habíamos quedado de vernos;
admiraba el hecho de que esa chica trabajara hasta altas horas de la madrugada
desde viernes a domingo y el lunes tuviese la energía para ir a la universidad,
pero bien decían que, cuando las ganas de superarse eran fuertes, no existían
excusas.
Llegué cinco minutos antes y, luego de pedir un café, esperé paciente hasta
que una mata de rizos apareció frente a mí muy sonriente; me puse de pie para
saludarla con el acostumbrado beso en la mejilla y su aroma se metió en mis
fosas nasales refrescando mi mente con su fragancia cítrica. Pidió un café para
acompañarme y sin perder tiempo se dispuso a sacar una infinidad de
documentos que me hicieron sentirme como si hubiese tenido una fuerte
resaca.
—¿Vamos a leer todo eso? —pregunté con evidente horror, y ella se rio de
mí.
—Eres un llorón, te sorprendería todo lo que yo debo leer o lo que leen las
amantes de la lectura —dijo y de inmediato llegó a mi cabeza Aiden y su gusto
porque le leyeran.
Comenzamos a hablar de su mañana, ella preguntó por la mía y luego de ello
comenzó a hablarme de lo que había conversado con su maestro y los consejos
que él le dio para mí. En definitiva tenía que delegar mi trabajo a personas de
mi confianza y así demostrar que tenía el tiempo suficiente para hacerme cargo
de Dasher, también me hizo saber que mi altercado con Olek podía ser aclarado
y alegar que fue en defensa de mi chica, y sí, Celine añadió que, si demostraba
que Laurel era mi novia, aquello sería más fácil.
—Que tengas una novia formal también te ayudará a demostrar que tus
intenciones son formar una familia para darle lo mejor al niño —comentó
segura y mi mente voló en ese instante. La vi bostezar de pronto y me sentí mal
de tenerla ahí en lugar de dejarla descansar en su día libre.
—Siento mucho tenerte aquí —dije, y negó.
— Lo hago con gusto, no te disculpes —señaló, y le sonreí.
—No dormiste mucho. ¿Al menos desayunaste bien? —le cuestioné, y me
miró sin saber cómo responder.
—De hecho, me dormí y llegué tarde a clases, así que no, no he comido bien
porque no he tenido tiempo de comer en realidad —confesó, y me sentí un
maleducado.
Sin decir nada más, llamé a una mesera y le pedí que nos llevara algo de
comer. Celine dijo que no era necesario, pero la ignoré. No habíamos
terminado aún y no podía tenerla ahí muriendo de hambre cuando me estaba
haciendo un inmenso favor; cuando la comida llegó, comimos entre una plática
muy animada y algunas risas por sus comentarios tontos o los míos, seguimos
hablando también de Dasher y todo lo que pensábamos hacer para obtener su
adopción; necesitaba toda la ayuda necesaria para poder cumplir mi sueño con
ese niño y no descansaría hasta obtenerla.
—¡Ya! No te burles, soy así y sé que a veces hasta puedo parecer una loca —
alegó mientras me reía de ella y me burlaba de su forma de salir de mi coche la
noche anterior.
—Me hiciste sentir como si fuera una especie de mal espíritu y tú un alma en
pena que huía de mí —seguí, y ella me fulminó con la mirada, aunque terminó
riéndose también.
Su sonrisa se borró de pronto sin embargo y creí que estaba molesta hasta
que habló.
—Laurel está yéndose ahora mismo con un chico, ¡mira! —soltó, y la
obedecí de inmediato.
En efecto, Laurel se estaba yendo con Olek y mi sangre hirvió con ira hasta
que recordé mi enorme cagada.
—¡Mierda! —bufé, y Celine me miró asustada, miré mi reloj y vi que eran
las doce y treinta del mediodía—. ¡Mierda, mierda, mierda! —espeté de nuevo
y desordené mi cabello con frustración.
—Cálmate, debe ser solo su amigo —intentó tranquilizarme Celine, y negué.
—Quedé de verme con ella, Celine, y la dejé plantada —expliqué
sintiéndome culpable, celoso y enfurecido—, y ese idiota no es solo un simple
amigo —añadí y sus ojos se abrieron demás.
—Pues la has jodido mucho, eso sí —señaló y no me estaba ayudando en
nada—, pero ve tras ella y explícale que no fue tu intención. ¿Qué esperas,
Darius? ¡Vamos! —me animó cuando solo la miré con sorpresa.
Sin decir nada más me puse de pie y dejé el pago de la comida sobre la
mesa, omití la caballerosidad con Celine y ni siquiera la ayudé con sus cosas,
ella fue consciente de lo que deseaba y me animó a adelantarme. Llegué afuera
del restaurante y vi cuando Olek ayudaba a Laurel a subir a su coche, fue el
primero en verme y pasé de él yéndome directo a la ventanilla del lado del
copiloto donde estaba su acompañante.
—¡Laurel! Necesito explicarte la razón de haber olvidado nuestra cita —
solté, y me miró irónica cuando puse las manos sobre el borde de la ventanilla.
—¡Vaya! Al menos aceptas que lo olvidaste —se burló, y maldije en mi
interior porque sabía que mis palabras iban a ser usadas en mi contra
conociéndola como lo hacía.
—Hay una razón de peso, baja de este auto y te lo explicaré —pedí
sintiéndome patético en ese momento.
—Vino conmigo y se irá conmigo, Darius —habló Olek llegando a mi lado
como si tuviese todo el derecho del mundo sobre la mujer dentro de su puto
coche.
—Ven conmigo y juro que me entenderás —pedí de nuevo a Laurel
ignorando a Olek porque no quería una pelea, Celine había dejado claro que,
aunque pudiésemos aclarar la anterior no debía meterme en más, así que por
más que deseaba romperle la boca a aquel tipo, no me convenía.
—Créeme, Darius, entiendo tu razón —señaló ella viendo hacia el frente, y
noté a Celine esperando por mí con todas sus cosas en manos y luchando por
retenerlas allí—. Olek, vamos por esa comida china que tanto afamas y la
comemos en tu casa —pidió segundos después, y negué, ella no podía actuar
de esa manera sin siquiera escucharme y no podía irse con ese imbécil.
—Laurel, necesitamos hablar —señalé entre dientes.
—Ya la escuchaste, se va conmigo —se entrometió de nuevo Olek y tuvo la
osadía de tomarme del brazo y quitarme del coche, me zafé de su agarre con
brusquedad y quise irme sobre él, pero Celine me detuvo al meterse en medio
de nosotros.
No sabía cómo lo hizo, pero estuvo entre nosotros en cuestión de segundos.
—Recuerda lo que hablamos, por favor, Darius —suplicó presionando entre
su pecho y brazos una enorme cantidad de papeles, mismos que habíamos
estado estudiando antes y que me recordaron mi sueño.
Uno que no podía perder por meterme en otra pelea.
Di un paso hacia atrás mostrando mi derrota en ese momento y miré a Olek
por última vez, pude ver en él a un tipo que solo estaba intentando cuidar su
territorio sin ninguna malicia o segunda intención, simplemente actuaba como
yo también lo haría en su lugar, y eso me hizo sentir peor.
—En algún momento hablaremos tú y yo, solo espero que no sea tarde —le
advertí a Laurel, y ambos nos miramos por varios segundos hasta que Olek
llegó al lado del piloto del auto, lo encendió y se marchó con la mujer que yo
pretendía tener algo serio.
Llegué a mi coche hecho una furia y golpeé el capó con mis puños deseando
haber hecho lo mismo con el rostro de aquel imbécil que había vuelto para
joderme la vida, comprendía a Laurel porque en realidad la cagué cuando
olvidé nuestra cita y ni siquiera le avisé la razón de demorarme; estaba celosa
de Celine y eso me complicaba todo, ya que fue justo por esa chica que la dejé
de lado sin pretenderlo y le di más razones para que creyera que entre Celine y
yo podía haber algo, pero ella no tardó en buscar a Olek y, sabiendo su pasado
con él, estaba temeroso de que nada bueno podía pasar.
Laurel era libre de irse con quien quisiera y en el pasado lo acepté porque
sabía que, al igual que yo, solo lo hacía por placer, porque estaba en su
naturaleza y porque ambos manteníamos una extraña relación de placer, pero
que se fuera con un tipo por el que tuvo sentimientos antes y por el cual quizás
aún los tenía, hacía las cosas bastante complicadas y no me agradaba para
nada.
—Estás asustando a la gente, Darius,, y este show que estás montando no te
conviene —se atrevió a señalar Celine, y por primera vez la miré mal.
No deseaba que nadie me señalara lo que estaba haciendo incorrecto.
—¡Me importa una mierda la puta gente! —espeté, y dio un respingo cuando
le hablé fuerte—. Laurel se fue creyendo que la cambié por ti —dije con ironía
y burla, me miró y vi el dolor que mis palabras le causaron al referirme a ella
con desdén.
¡Perfecto! También estaba siendo un idiota con una chica que solo buscaba
ayudarme.
—De-déjala que se calme un poco —recomendó entre titubeos a pesar de
que la hice sentir mal y eso solo me hizo sentir peor.
—No quería referirme mal a ti, solo estoy exaltado y asustado de que ella se
haya ido con un tipo con el que tiene un pasado y por el que tuvo sentimientos
fuertes —aclaré sintiendo dudas en lo último que señalé.
—No te preocupes, y lo comprendo, pero, Darius… —me llamó, y la
observé con atención—, según dijiste ella y tú no tienen nada serio, no son
novios y solo han sido amantes en algunas ocasiones, mismas que no se han
repetido desde hace mucho, y si es así, creo que ambos tienen derecho a hacer
lo que quieran y con quien quieran —señaló lo que ya sabía—. Sin embargo, si
deseas tener algo serio hablen de una vez por todas y pídele que sea tu novia,
que sea solo para ti y regálenle una hermosa familia a Dasher —aconsejó, y me
reí sin gracia, aunque agradecido por sus palabras.
—¿Y si se niega a eso? —pregunté estando consiente de que era una
posibilidad.
—Entonces ella perderá a un gran hombre y tú deberás seguir tu camino. —
Llegué a ella y le sonreí agradecido, luego le ayudé con los documentos entre
sus brazos que ya casi estaban por caerse—. Si Laurel se niega es porque es
una tonta y te aconsejo que busques otros horizontes; tal vez estar concentrado
demasiado en Laurel no te deja ver más allá de tu nariz, ver que hay muchas
chicas que se mueren por estar contigo y hacerte feliz —añadió, y suspiré con
fuerza.
Celine tenía razón, ya era hora de que hablara con Laurel seriamente, que
aclaráramos las cosas entre ambos y que le hiciera saber que la quería para más
que un acostón y si aun así se seguía negando, entonces ya no perdería más mi
tiempo. Le había dado de sobra para que descubriera lo que quería, para que
explorara lo que quisiera y para que entendiera que al final solo un hombre
podía darle lo que cien jamás lograrían.
Pero, si quería seguir así, entonces el imbécil era yo por desear más con ella.
—Gracias por estar aquí —susurré a Celine, y de nuevo me dejé llevar por
mis arrebatos y la abracé con fuerza.
Esa vez sí me correspondió de inmediato y su acción de alguna manera me
reconfortó mucho.
No iba emocionada, pero sí muy nerviosa al restaurante al que Olek me
invitó; siendo listo me propuso ir por comida china, una que según él estaba
para chuparse los dedos y luego irnos a su casa a comerla.
Me reí cuando propuso tal cosa y me burlé de él.
—De perrito contigo, solo comeré esa comida —aclaré y me hizo gracia ver
su rostro deformarse con asco cuando señalé que la comida era de perro, pero
luego se rio conmigo al descubrir el doble sentido de mi comentario.
Verlo reírse me provocó recuerdos buenos de nuestro tiempo juntos y
admitía que me estaba ayudando a olvidar el mal rato que pasé al sentirme más
plantada que un árbol con la acción de Darius, pero aquel mal rato de nuevo
llegó a mi cabeza y con más potencia cuando el destino se rio en mi cara al
ponerme frente a mí una escena que me dio más asco que la comida de perro a
Olek.
Darius estaba en el restaurante comiendo con Celine y riendo divertidos
mientras hablaban de algo, no supe cómo actuar y solo me congelé en mi lugar,
Olek se percató de mi asombro y se dejó guiar por mi mirada descubriendo en
un santiamén el motivo de que me quedara estupefacta; no se necesitaba ser
adivino para saber lo que me sucedía con Darius y Olek por supuesto que lo
dedujo.
—Podemos quedarnos y hacer como si no has visto nada o nos vamos a otra
parte, tú decides —señaló acunando mi rostro para que dejara de ver a la
parejita, y se lo agradecí.
Dolía ver a aquel hombre y que no fuese yo quien provocara su hermosa
sonrisa, estaba tan feliz con Celine que a pesar de que deseaba que la tierra me
tragara, a pesar de que mi mundo se vino abajo, irónicamente también me
alegré por unos instantes porque él se merecía eso y más.
Opté por la segunda opción, ya que era imposible que hiciera como que si
nada pasaba cuando de lo único que tenía ganas, después de mi fugaz alegría
por Darius, era de ir hacia su mesa y derramar toda la bebida que tenían en
ambos: en Pecas por su plantón y en Rulitos por meterse en mi camino. Y no
esperé a que Darius me siguiera, estaba demasiado enfadada con él cuando
llegó al coche, y también conmigo por sentir tantos celos de alguien a quien yo
misma quería alejar, pero ver a Celine tan pendiente de él y calmarlo como lo
hizo solo me hizo entender que apartarme era lo mejor e hice lo que menos
esperé. Me fui de ahí con Olek rumbo a su casa, dispuesta a olvidarme de
Darius Black.
—¿Tú y Darius tienen algo? —preguntó Olek cuando ya habíamos comido.
Al principio me negué a ir a su casa porque no quería tener malos recuerdos,
pero descubrí que ya no era la misma casa del pasado, era otra y en otro
vecindario; su pregunta me incomodó, aunque imaginaba que en algún
momento la haría.
—¿Tú y Bianka ahora sí tienen algo? —le respondí con una pregunta
irónica, y sonrió de lado.
—No, nada serio. Ella fue a la primera conocida que me crucé cuando volví
y pues las cosas se dieron, salimos un par de veces y nos acostamos las mismas
veces —habló sincero, ambos estábamos sentados sobre la alfombra de la sala
y nuestras espaldas recostadas en el sofá.
Miré fijo las cajas vacías de comida sobre la mesa de centro y suspiré con
fuerza antes de responder.
—Cambié mucho luego de lo que me pasó contigo y me convertí en una
persona totalmente diferente a la chica inocente que se enamoró como loca de
ti, Olek —dije y ambos nos miramos—. He estado con más hombres de los que
puedo contar con los dedos de mis manos y lo he hecho solo por placer, por
una noche —seguí, y me miró serio, pero sin juzgar.
—¿Fue por mi culpa? —preguntó avergonzado, y me reí.
—Al principio te culpé a ti y a mis padres. Me dije a mí misma que era por
ustedes que yo era así, pero la verdad es que no, Olek. Me he acostado con
quien he querido por ganas, no por culpas —acepté.
Se giró un poco para quedar frente a mí y me tomó de la barbilla para hacer
que lo mirase; su mano se sintió demasiado bien.
—Todavía no me dices qué pasa con Darius —recordó.
—Él es el único hombre que me ha importado después de años de haberte
perdido, sabe quién soy, lo que he sido y aun así me acepta…
—Pero… —intuyó sabiendo que existía uno, y lo tomé de la mano con la
que sostenía mi barbilla y la quité de ahí, mas no solté su agarre.
—Es demasiado perfecto para mí y desea algo que jamás le daré, por eso
prefiero mantener mi distancia con él —confesé con facilidad, y se rio.
—Es increíble que siendo quién eres consideres que ese tipo es demasiado
perfecto para ti cuando tú eres perfecta para cualquiera —señaló, y sentí que
mis mejillas se sonrojaron—. Y si te refieres a que él desea hijos y tú no
puedes dárselos, pienso que lo mejor es que se lo digas y sea él quien decida si
seguir contigo o no. —Quise alegar cuando dijo aquello, pero me calló de
inmediato—. No te conozco por egoísta, mi pequeña escurridiza, así que no me
hagas cambiar de opinión —pidió y, sin saber bien la razón, me fui sobre él y
lo abracé con fuerzas.
Olek seguía teniendo el poder de hacerme sentir segura y sus brazos me
reconfortaban demasiado, lo confirmé en ese momento, justo cuando él
envolvió mi cintura y me acunó en su pecho como tanto lo deseaba.
—Creí que lo odiabas —comenté en su cuello y lo sentí reírse.
Sí, pensaba eso y más después de los golpes que se dieron en el club y el
enfrentamiento de ese día.
—No somos unos niños, Laurel, él solo te defendió en el club por mi
cobarde manera de referirme a ti y hoy pues solo se sintió celoso e intuí que ya
sabe de lo nuestro y por lo mismo actuó así. Si lo traté como lo traté es solo
porque también sentí celos de que se sintiera con derechos sobre ti —confesó,
y me salí de sus brazos de inmediato para verlo a la cara.
—¿Olek? ¿Tú no pretenderás que entre nosotros…?
—¿Vuelva a haber algo? —terminó por mí, y asentí— Cuando volví solo
quería destruirte, eso ya lo sabes. Cuando te vi en aquel club hecha toda una
mujer, una diosa, siempre quise destruirte, pero antes volverte a hacer mía —
soltó comportándose como el cabrón descarado que antes fue, el cabrón que me
enamoró y sentí aquellas cosquillas en el vientre tan características de mi libido
elevándose—. Cuando supe que fuimos manipulados entonces ya solo quise
hacerte mía y recordarte lo buenos que fuimos estando juntos…
—¡Olek! —exclamé con la voz casi entrecortada, y me calló de nuevo.
—¡Sshhs! Déjame hablar —exigió poniendo un dedo en mis labios y luego
bajándolo a mi cuello—. Me estás volviendo loco de nuevo y solo quiero estar
contigo, pero respetaré el que te niegues y que ahora otro ocupe mi lugar.
Estaba de rodillas frente a él, escuchando estupefacta cada palabra que me
decía y lo vi ponerse de rodillas también, mostrándome que también así seguía
siendo más grande que yo. Sus ojos me escanearon hasta penetrar mi alma y
me sentí cohibida por el azul tan oscuro que reflejaba en ese instante.
—O aceptaré que me quieras usar solo para comprobar si todavía te gusta lo
que antes te hice y cómo puedo hacerte ver el universo mientras tienes los ojos
cerrados explotando en un delicioso orgasmo —susurró en mi oído y toda mi
piel se erizó y cada vellito se me levantó.
Lo cogí de la cintura sin pensarlo y presioné con más fuerza de la que
pretendía.
Ese era un Olek Sandr elevado a la segunda potencia, más peligroso al que
conocí años atrás y con la misma capacidad que Darius tenía de volverme
idiota; me sentía confundida en ese instante porque con Olek era totalmente yo,
sabía mis secretos y era parte de ellos y no exigía nada que no pudiera darle, no
esperaba más porque sabía las razones de no poder dárselo. Darius en cambio
tenía sueños en los que yo no cabía, sin embargo, Olek tenía razón: no estaba
dándole la oportunidad de elegir, sino que elegí por él.
Olek aceptaba el que solo quisiera usarlo, no obstante, no podía hacerlo.
Me follaba al que deseaba sin miedos porque sabía que no pasaría a más,
pero tanto con Darius como con Olek sabía que tal cosa no podía ser posible,
ya que por ambos tenía sentimientos y lo descubrí justo en ese instante.
—No puedo hacerlo —confesé, y sonrió satisfecho.
—Estaba seguro de que no eres tan hija de puta como aparentas —soltó—,
sabía que puedes jugar con todos menos con los que te interesan y que te
niegues a mí me da una esperanza.
—¿Me estabas probando? —cuestioné indignada y quise ponerme de pie,
pero me haló hacia él y me pegó a su cuerpo.
—No, solo me estaba arriesgando. Ya sabes que el que no arriesga no gana
—aseguró y me dio un beso en los labios.
Un beso casto que no me dejó responder ni negar, y luego de eso me pidió
aclarar las cosas con Darius prometiendo que estaría allí para mí, pasara lo que
pasara.
Y eso me confundió más.

Llegué al apartamento entrada la noche, Olek me dejó en la puerta de este y


luego se despidió de mí con un beso en la mejilla; ya no hablamos de nada de
lo que estaba pasándonos y nos dedicamos a hablar de lo que sucedió en
nuestras vidas tras haber sido utilizados por mis padres. Tristemente también
me confesó que descubrió la posible causa de la muerte de su padre y me sentí
muy mal cuando supe que mi madre estaba involucrada, pues en la oficina de
su padre encontraron las fotografías que Andrew hizo de él y Olek en la cama;
las fotos eran precisas y mostraban a ambos desnudos, aunque Olek todo el
tiempo apareció dormido, pero dedujimos que aquello caló en la frágil salud de
su fallecido padre.
El nuevo objetivo ya no era solo mis padres sino también Andrew.
Habíamos quedado de enfrentar a Dana en cuanto él reuniera todas las
pruebas y, ya que era posible que la fortuna de mis padres fuese en parte hecha
por el fraude que les hicieron a los suyos, ofrecí entregarle la herencia que mi
padre me dio porque creí que era lo correcto, pero se negó y hasta prometió que
sería el único dinero que no reclamaría porque estaba mi poder.
No me importaba ese dinero, no obstante, ese gesto suyo me hizo saber que
solo quería justicia para su padre fallecido y para su enferma madre que se
encontraba en una casa de descanso en el Reino Unido. Le comenté a Olek de
mis planes sobre la empresa de floricultura y encantado se ofreció para
ayudarme a conseguirlo y quitarle así un poco de poder a mi madre, cosa que
me agradó mucho, ya que esa mujer merecía la ruina completa.
Edward no estaba en el apartamento en el momento que llegué y hasta ese
momento vi que tenía algunos mensajes de él en mi móvil, pero justo cuando
quise leerlos el aparato se apagó al quedarse sin batería. Me fui para mi
habitación por el cable de carga y pegué un terrible grito cuando entré en ella y
vi a Darius acostado en mi cama, leyendo plácidamente un libro de floricultura
que tenía siempre en mi mesita de noche.
—¡Mierda, mujer! Asustarás a todo el edificio con ese grito —se quejó
tapando sus oídos.
—¡Me has asustado, idiota! Mañana tendré que chequearme la sangre
porque con lo que has hecho es posible que se me desarrolle diabetes —espeté
y lo vi contener una sonrisa.
—Menos mal no invitaste a pasar a tu nueva conquista sino… qué hubiese
creído de ti al encontrarme en tu cama. —Fingió alivio y habló satírico.
No pude alegar a su estupidez porque se puso de pie y cerró la puerta de mi
habitación encerrándonos a ambos en ella.
—¿Qué hac…? —mi pregunta murió en sus labios.
Darius no solo me estaba besando, me estaba poseyendo.
No pidió permiso alguno para hacerlo, tampoco tanteó el terreno, solo me
tomó del cuello con una mano y de la cintura con la otra pegándome por
completo a él y devorándome la boca con ímpetu y lujuria, pero también con
propiedad. Quise negarme porque estúpidamente quise creer que no me
gustaba su arrebato cuando en verdad me encantaba sentirlo después de tanto
tiempo negándome a él, y por lo mismo comencé a besarlo igual que como él
lo hacía.
¡Joder! Cómo había extrañado ese bendito piercing en su lengua.
—Vamos a hablar de una puta vez, Laurel Stone —zanjó dejando de
besarme un segundo y haciéndolo de nuevo al otro—. Pero antes vamos a
follarnos como tanto deseamos para bajarnos el enojo que nos sentimos —
aseguró, y no rechisté en nada.
Si eso quería, iba a ceder de una vez.
Ambos nos quitamos la ropa como dos locos desesperados y nos besamos
como unos sedientos y hambrientos de nuestros cuerpos; ese iba a ser el
principio o el final de algo y por lo mismo olvidé lo que pasó al mediodía, y él
hacía lo mismo, ya que estaba segura de que creía que algo pasó con Olek, que
tal vez sí pudo pasar, pero que detuve a tiempo.
Darius gruñó y sonrió cuando lo tiré sobre mi cama y en segundos estuve
sobre él.
Nuestras bocas rogaban por estar unidas de nuevo y cedimos a sus ruegos,
me restregué sobre su enorme y desnuda erección y la mojé con mis fluidos
que ya se hicieron presentes desde el momento en el que me besó. Jadeé fuerte
cuando llegó a uno de mis pechos y lo lamió dándole una pronta atención a
ambos y enloqueciéndome con el placer que sabía darme, y sin esperar más
tomé su falo y me penetré sin más preámbulos. Nos miramos cuando ambos
fuimos conscientes de que no usaba condón y me enloquecí de lo maravilloso
que se sentía tenerlo dentro de mí, piel contra piel.
—No te detengas —pidió haciéndome saber que le encantaba al igual que a
mí aquella sensación.
No tenía miedo porque estaba segura de que ambos éramos cuidadosos y
responsables con nuestra salud y porque sabía que no iba a embarazarme;
pensar en eso no era bueno en ese instante, así que opté por olvidarlo y
comenzar a moverme sobre él. Su boca de nuevo buscó la mía, bajó a mi cuello
y luego a mis pechos disfrutando de tan maravilloso placer de sentirlo de nuevo
mío, del vaivén de mis caderas y de su falo rozando las paredes de mi vagina,
tocando cada punto exacto; era así como anhelaba estar con él, era así como
deseaba olvidar mis penas, y por fin lo estaba obteniendo.
—¡Carajo! Cómo te extrañé —acepté, y sonrió con desdén al oírme decir
aquello.
Tomó mis caderas y detuvo mis movimientos para continuarlos él, sus
penetraciones fueron intensas estocadas que me hicieron ver las estrellas en
cuestión de segundos, corriéndome y rompiendo mi récord de aguante,
provocando así una sonrisa de orgullo en el rostro de aquel hombre que me
tendría en sus manos si me descuidaba.
Sin salir de mí, Darius se giró dejándome bajo su cuerpo.
—Vamos por el segundo, cariño —me alentó provocando que me riera,
envolví mis piernas en sus caderas y con mis talones en sus nalgas marqué mi
propio ritmo.
Nuestros cuerpos estaban recubiertos por una fina capa de sudor, la misma
que avivaba los colores de los tatuajes de sus brazos, Darius se recargaba en
ellos y la presión tensionaba sus músculos; se acercó a mi boca sin besarme,
simplemente acariciando mis labios con su aliento y haciéndome desear
sentirlos. Metí mis manos bajo sus brazos y las dejé en sus omoplatos, me abrí
más para él y le dejé introducirse con más facilidad; hacerlo piel contra piel era
más que maravilloso y un lujo que no me permitía desde hacía años. Me estaba
penetrando con tranquilidad, aunque con fuerza, rozando nuestros pechos y de
pronto acomodándose en un solo brazo, lo flexionó para recostarse en su
antebrazo y el que quedó libre lo llevó hasta una de mis piernas, la subió más
arriba de su cintura y me hizo sentirlo tan profundo que creí que aquella cosa
alcanzó a tocar hasta lo inimaginable.
—Me vuelves loco —susurró, era la segunda vez en el día que me decían
eso, pero la primera a la que iba a responder.
—Y tú a mí, Darius. Tanto que me da miedo —le confesé, y me miró con
ternura de nuevo.
—No lo tengas, te juro que siempre me tendrás, Laurel. Te prometo que
siempre estaré contigo —aseguró y miles de cosas se arremolinaron en mi
interior.
No hablamos más, solo nos besamos hasta que de nuevo exploté y grité su
nombre, pero esa vez él también explotó junto a mí, se vació en mi interior y
cada gota suya provocó que las penetraciones se volviesen únicas.
Y cuando nos rendimos, solo fue capaz de tomar su móvil para reproducir
«Anyone» de Justin Bieber y Camila Cabello, me miró, besó mi frente y sonrió.
Sentí que quería hablarme por medio de la canción sabiendo que era más fácil
que lo escuchara por medio de ella.
—Tendré que hablar con Ed para que no deje entrar a nadie a mi recámara
de nuevo —avisé a Darius cuando todavía estaba sobre su cuerpo. Lo hicimos
por quinta y última vez en esa posición, pero decidí quedarme así y recostada
en su pecho.
—De hecho, no me quería dejar pasar y tuve que prometerle ir a cenar con él
si me lo permitía.
—¿¡Que hiciste qué!? —pregunté sentándome sobre él, estupefacta e
incrédula con lo que acababa de soltarme. Darius se encogió de hombros y se
rio de mi reacción.
—Antes me ofreció un trío con su novio y, como comprenderás, eso es algo
que jamás en mi vida aceptaré con otro hombre, pero necesitaba verte. Así que
era ir a cenar con él o aceptar su puto trío —espetó, y quise tener frente a mí a
ese idiota que tenía como amigo y destriparle los testículos con mis propias
manos por abusador.
—¿En serio irás? —cuestioné desconcertada.
—Yo cumplo lo que prometo, Laurel —aclaró serio y, a pesar de que estaba
molesta con Edward, a mi mente llegó la promesa que Darius me hizo mientras
teníamos sexo y la canción que puso en nuestro rato de descanso y tal cosa me
puso melancólica—. Además, es solo una cena, así como iría a cenar con un
amigo, aunque obviamente Edwar es un chantajista —comentó.
Me bajé de su cuerpo y busqué una playera en mi closet para cubrirme,
cuando volví a la cama él ya se había puesto su bóxer.
—Ven aquí —pidió estirando su brazo y no pude negarme. Me recosté de
nuevo a su lado y me envolvió en ellos, suspiró con fuerzas y besó la coronilla
de mi cabeza—. En serio cumplo mis promesas, hermosa equivocada —
susurró, y sonreí cuando me llamó así, sin embargo, mi sonrisa murió al
recordar porqué lo decía—. No tengas miedo, por favor, porque, si me lo
permites, estaré contigo siempre. Te quiero bien, Laurel Stone, te quiero para
que seas mi novia, para amarte y para que seas la madre de mis hijos —soltó, y
sentí como si alguien apretó mi garganta con fuerza, como si mucho aire se
acumuló en ella y enseguida las ganas de llorar provocaron un fuerte dolor y
ardor.
¿Cómo le decía que no podía ser madre? ¿Cómo iba a soportar que él me
viera con lástima cuando se enterara de eso? No podía hacerlo, no podía si
quiera con el pensamiento de que se decepcionara así de mí.
—Ya me conoces, Darius —hablé obligándome a contener las lágrimas—,
no me imagino con hijos porque créeme que en lugar de una mamila con leche
les daré una con vodka para que se duerman y así me dejen ir de fiesta —señalé
intentando bromear con él y queriendo engañarme a mí misma que esa era la
razón.
Él rio con ganas cuando me escuchó decirle eso.
—Te subestimas demasiado porque cuando te veo miro más allá de la locura
que te caracteriza —comentó y se giró para que quedáramos frente a frente,
recostados en mi cama—. Veo a una mujer de gran corazón, a una protectora, a
una amiga, a la mejor de las madres y sé que es pronto, pero te veo cargando a
mi hijo en tu ahora plano vientre y me veo a mí con Dasher y otro pequeño más
que me darás, jugando a la pelota en el jardín de nuestra gran casa —confesó y
mis lágrimas salieron sin permiso alguno como torrentes de mis ojos—. Ves
cómo te quiero para siempre —inquirió con ternura.
Juro que escuché a mi corazón romperse en aquel momento y a mi alma
explotando en mil pedazos.
Mi Pecas soñaba en grande, en imposibles.
Había dejado que la música se reprodujera en mi móvil y «All of me» de
John Legend estaba sonando justo cuando terminé de decirle a Laurel todo lo
que quería, y ella comenzó a llorar.
—No llores —pedí a la reina de hielo y limpié sus lágrimas, ya que esa no
era mi intención cuando decidí ser sincero.
Era tan fuerte y fría, sin embargo, estaba llorando con tanto dolor y
sentimiento que me sentí impotente por no saber qué pasaba por su loca cabeza
y qué le causaba aquel sufrimiento. La atraje hacia mí y, aunque deseaba
respuestas de su parte, la dejé llorar y desahogarse sin preguntar nada, solo
abrazándola y siendo su paño de lágrimas, demostrándole que estaba ahí para
ella, no importaba qué, me tenía y deseaba tenerla a ella.
Me sentí molesto y frustrado porque se fue con Olek y peor cuando la vi
llegar con él tan tarde, pero había hablado con Isabella y ella me hizo
recapacitar, buscar a la dueña de mis migrañas y aclarar de una vez por todas la
situación entre nosotros.

—Laurel fue nuestra celestina en el pasado y voy a devolverle esa ayuda, así
que haz el favor de buscarla y fóllala para que se calme porque ella funciona
así y tú lo deseas también —había dicho mi sabia hermana cuando llegué a
casa de sus suegros para ver a mi pequeño—. Así luego hablarán tranquilos —
aseguró, y LuzBel la miró con complicidad.
Me reí por cómo ella me estaba hablando y porque no podían ocultar sus
travesuras.
—¡Sí, fóllala! —exclamó Dasher, y casi escupo el jugo que tenía en la boca.
Los tres pequeños estaban con nosotros, bebiendo jugo y comiendo galletas
saladas con dip de aguacate. Isabella se puso roja cuando escuchó aquello y
LuzBel estaba estupefacto al igual que yo.
—¿Té es eso, mamita? —preguntó Daemon, curioso como los otros dos y los
tres adultos callamos.
—Mamá dijo cállala, callar es hacer que una persona se quede en silencio
cuando está comiendo y ustedes están comiendo, así que hagan silencio,
pequeños entrometidos —explicó LuzBel, e Isabella sonrió arrepentida por no
haber medido sus palabras.
Yo traté de no reírme al verla en aquella situación, pero me fue imposible.

Dejando de lado aquel momento incómodo, su consejo me había servido


mucho.
Deseaba hacer mía a la chica de nuevo y pedirle una disculpa por haberla
dejado plantada, y deseaba estar bien de una vez por todas con ella porque la
quería a mi lado y ya no pensaba seguir en juegos de niños.
Cuando su llanto se calmó decidí hablar una vez más.
—Siento mucho si te asusté con mis palabras y te hice llorar con ellas —
pedí, ya que era la única razón que llegaba a mi cabeza para que llorara tanto
—. Cree en mí, Laurel, pero sobre todo confía en mí —seguí, y se sentó sobre
la cama, hice lo mismo y la miré.
Sus ojos estaban rojos e hinchados al igual que su nariz y respiraba con
sentimiento.
—Yo fui novia de Olek a los dieciséis años —habló con la voz gangosa y me
miró a los ojos.
Iba a hablarme de su pasado, lo vi reflejado en aquellos luceros oscuros y
supe que su historia no sería la mejor de todas.
Comenzó a detallarme cada trauma de su vida, cada motivo que la llevó a ser
quien era y en verdad admiré que no fuera peor; su pasado era oscuro y para
nada fue la princesa caprichosa y mimada por sus padres. Laurel era la rosa
nacida de las espinas, porque sus padres eran eso: espinas que solo servían para
impedir el paso de personas que buscaban ser mejores y, a pesar de eso, esa
chica era tan increíble que logró caminar sobre ellas y se convirtió en la mujer
que era.
No me gustó saber que Olek había sido tan importante, pero lo aceptaba y
hasta los entendía a ambos de actuar como actuaban. Me quedé anonadado
cuando dijo que estuvo embarazada siendo una niña y quise tener frente a mí a
su madre para hacerle pagar por lo que fue capaz de hacer y prometí ayudarle a
ella y a Olek a vengarse, ya que, aunque el tipo no me caía bien, buscaba
justicia para ambos y solo por eso podía contar incondicionalmente con mi
ayuda.
Sin embargo, odiaba que su pasado no la dejara avanzar conmigo, aunque
luego de saber su vida con más razón lucharía por ella y me encargaría de hacer
pagar a los culpables de sus desgracias.
—Mi madre siempre me dijo que no dejara que mi pasado o presente lleno
de oscuridad opacara la luz de mi futuro —comenté, recordando las veces que
lograba hablar con mi madre y que ella me consolaba por los maltratos de
Lucius.
Siempre supe que mamá me decía aquello para que mantuviera las
esperanzas y quería hacer lo mismo con Laurel. Ella me miró atenta y sonrió
triste.
—No es fácil cuando no hay muchas probabilidades de luz en tu futuro —
señaló, y la tomé de las manos.
—Estoy enamorado de ti, Laurel —confesé y vi cómo su respiración se
cortó. No le estaba mintiendo, me había enamorado de ella y por lo mismo la
seguía esperando—, y te juro que si tanto deseas me alejaré de ti, solo si me
dices mirándome a los ojos que no sientes absolutamente nada por mí. —
Estaba seguro de cumplir con mi palabra si ella me decía eso que no quería oír.
Quiso dejar de verme, pero tomé su barbilla y la obligué a sostener mi
mirada. Se rindió en seguida y soltó el aire retenido antes de hablar.
—No puedo mentirte viéndote a los ojos —aceptó, y sonreí—, pero tienes
muchos sueños y no quiero defraudarte —señaló, y negué.
Era cierto que me estaba apresurando mucho y entendí que en nuestro caso
Laurel era como el típico chico que huía de los compromisos serios, y yo la
había asustado.
—¿Quieres que vayamos poco a poco? Bien, lo haremos —cedí—.
Comencemos con el primer paso y acepta ser mi novia y que lo demás se dé
con el tiempo y créeme, Laurel, se dará —aseguré y vi que quería llorar de
nuevo, pero con mucho autocontrol se contuvo—. No te estoy pidiendo que te
cases conmigo ni que me des hijos ya. Solo sé mi novia, démonos una
oportunidad, tal vez así entiendo que eres una loca celópata se me pasa rápido
tu hechizo y termino dejándote antes de llegar a más —solté la broma
arriesgándome a que me mandara a la mierda en ese instante, pero rio entre
sollozos y me abrazó con fuerza.
—Vamos poco a poco, con calma —pidió con el rostro enterrado en mi
cuello y con esas palabras sentí que fui feliz.
—¿Y eso significa? —cuestioné solo para asegurarme de que no me estaba
adelantando a los hechos.
—Acepto ser tu novia, pero mucho cuidado con esa cena que le prometiste a
Ed —advirtió y me hizo reír.
La separé de mí y acuné su rostro.
—No te vas a arrepentir, preciosa —aseguré y la besé.
Lo hice porque lo deseaba y porque quería sellar aquel pacto. Mi estrella
fugaz estaba cerca y ya casi la tenía en mis manos.

Estaba viendo a Laurel hablar muy animada con los clones y Dasher, iba
preciosa con un vestido de flores y su cabello negro suelto, acomodado hacia
un solo lado; mi hermana y su familia partían a Italia al siguiente día y
estábamos todos reunidos en una comida de despedida que habíamos
preparado.
—Hijo de puta —bufé cuando LuzBel llegó tras de mí y golpeó la parte de
atrás de mi cabeza con la palma de la mano.
—Te tiene estúpido tu estrella fugaz, eh —se burló sentándose en una silla a
mi lado y me pasó la cerveza que llevaba para mí.
—Imagino que se lo dices porque ya conoces los síntomas —señaló Marcus,
y levanté mi cerveza para brindar por su tan acertado comentario.
Nos reímos por la seriedad que tomó nuestro amigo, le encantaba burlarse
cuando él estaba peor que nosotros.
—Tú también los conoces, los sientes cada vez que tienes a cierta asiática
loca cerca de ti —alegó, y el moreno dejó de reírse.
Marcus había dejado a su novia más reciente y todos sabíamos que la razón
tenía un cuerpo esbelto, cabello oscuro y ojos rasgados, sin dejar de lado que
era casi igual de descarada, aunque más loca que Laurel. El tipo siempre fue
serio y reservado con su vida personal y difícilmente aceptaría aquello, pero a
leguas se notaba que Maokko lo tenía hasta las trancas y, siendo tan leal como
era, prefirió dejar a su novia antes que engañarla al caer en la tentación que la
asiática le ponía cada vez que se veían.
—No me tiene estúpido, pero sí confundido —confesó, y tanto LuzBel como
yo lo escuchamos con atención, ya que rara vez se abría a nosotros con sus
problemas.
Lo conocíamos de años, ya que por cuestiones de la vida llegó a ser parte de
los Vigilantes, pero siempre me apoyó cuando también me vi obligado a ser
parte de esa organización y luego a mi cuñado cuando ambos estuvimos
atrapado en las garras de Lucius Black.
—Estuve a punto de traicionar a Dalia la última vez que me vi con Maokko,
casi me violó literalmente y supe que lo hacía porque intentaba hacerme caer.
Ahora que ya no estoy con Dalia, Maokko simplemente pasa de mí y la he
visto más cercana con Caleb —lamenté coincidir con Marcus en esa cercanía
que Maokko volvía a tener con Caleb.
Esos dos tuvieron una relación en el pasado —Caleb y Maokko—, pero lo
dejaron porque ambos creyeron que no eran compatibles, aunque por un tiempo
sus tonteos siguieron. Luego Maokko conoció a Marcus y se empecinó con él
casi como una loca obsesiva, sin embargo, Marcus tenía una relación con Dalia
y por lo mismo mantuvo a raya a la asiática, de quien fui testigo que era capaz
de violar a Marcus si se descuidaba.
—Tal vez ella no sabe eso y se cansó de que tú siempre la tuvieras a raya —
dije, y solo se encogió de hombros para luego beber de su cerveza.
—¡Mujeres! Cuesta entender a esas cabr… ¡Hija de…! —LuzBel no terminó
de decir aquello y se quejó porque Laurel llegó sorprendiéndonos a todos por la
espalda y golpeó la cabeza de su amigo, tal cual él lo hizo conmigo.
—Les cuesta porque ustedes no son capaces de usar todo su cerebro.
—¡Ey! —me quejé cuando ella dijo aquello.
Se rio de mi reacción y llegó hasta mí para sentarse en mis piernas, se unió a
nuestra plática y terminó dándole consejos a Marcus, los mismos que yo
también pondría en práctica con ella. Apenas cuatro días atrás Laurel había
aceptado ser mi novia y me sentía el cabrón más feliz del planeta, era una
mujer casi transparente y me gustaba que entre nosotros pudiese haber
confianza, bueno, eso quería creer, ya que por momentos se quedaba en
silencio o muy inquieta y presentía que no se animaba a decirme algo que le
atormentaba, pero aprendí a darle su espacio y sabía que tarde o temprano
terminaría hablándome de lo que la ponía así.
Pasó así con su pasado, no la presioné y al final terminó hablando y
haciéndome comprenderla mejor; hablamos también sobre Celine y Olek, no
me gustó lo que me dijo de él, aunque agradecía que esa mujer hablara de
frente y sin miedo a mi reacción o que creyera por error que la juzgaría. Quería
a Olek lejos de ella y me hervía la sangre solo de imaginarlo besándola aun así
Laurel asegurara que fue un beso casto que no correspondió, pero no podía
pedirle que se le alejara de él, esa sería su decisión, no la mía, y más cuando
ella no me exigía nada con respecto a Celine. Seguía sintiendo celos de mi
empleada, celos absurdos claro estaba, y se lo hice entender cuando le expliqué
la razón de que me encontrara abrazándola o que estúpidamente olvidara
nuestra cita.
Le propuse que trabajara para mí, le dije que confiaba en ella para que
manejara mis negocios y le hice entender que conmigo ganaría mejor que en la
fábrica de alimentos a la que pensaba entrar; al final también le dije que lo
hiciera para ayudarme a poder obtener la adopción de Dasher y con eso la tuve.
Había aceptado y esa noche la presentaría con todos los empleados como la
nueva administradora de Vértigo y los otros clubes que me pertenecían a mí y a
mi pequeña sobrina Leah.
—Odio que tengan que irse —se quejó con LuzBel por su partida—. Se
llevan a mis pequeños y dejan solo a mi nuevo príncipe, Dasher —añadió y en
eso también coincidía con ella.
Mi pequeño ya comenzaba a ponerse triste al saber que sus primitos se irían
y ya no los vería hasta dentro de un tiempo, eso me preocupaba, no me gustaba
la idea de saberlo triste. Veía la preocupación en Laurel por Dash y eso me
gustaba mucho, ya que había observado que era muy tierna con él y él
reaccionaba bien con ella; admito que no me agradó que me pidiera que no
habláramos de hijos porque no estaba preparada para ser madre, pero también
comprendía su miedo y decidí llevar las cosas paso a paso.
Con el tiempo la convencería de regalarme algún par.
—Te confieso que tampoco me agrada marcharme, este ha sido mi hogar
toda la vida, pero entiendo que Isabella no quiera volver del todo —expresó
LuzBel viendo hacia sus hijos.
Habíamos hablado de eso antes, él se tomó una especie de vacaciones, pero
todos sabíamos que pronto volvería a la acción, incluso mi hermana lo sabía,
así como también ella extrañaba la adrenalina de su mundo; Grigori era parte
importante en la vida de LuzBel, aunque no más que su familia, y por lo mismo
se estaba dedicando a ellos, aparte de que tanto él como Isabella retomaron sus
carreras. Pronto LuzBel se haría cargo de las empresas constructoras que
Isabella heredó y fusionaría sus negocios con los de mi hermana. Isa por su
parte se dedicaría a lo que siempre le apasionó y se haría cargo del área de
diseño gráfico de los clubes de los Pride, los míos y de sus empresas.
—¿Volverán en algún momento? Y me refiero a vivir aquí de forma
permanente —preguntó Laurel, yo ya sabía la respuesta de esa pregunta.
—Cuando nuestros hijos estén más grandes y Leah igual, Isabella no se
separará de esa pequeña por nada del mundo, aunque tenga a Lee, y te confieso
que ni yo quiero separarme de esa chiquilla y mucho menos los clones. La
adoran y hasta tuvimos que mudarnos a una casa a la par de la de Dominik para
que ellos pudiesen estar con ella todo el día —comentó, y sentí nostalgia por
mi pequeña princesa.
No podía verla como deseaba por la distancia y había hablado con Dominik
para que volviera, pero se negaba a hacerlo sabiendo el dolor que le
provocarían los recuerdos que dejó de mi otra hermana.
Yo también la extrañaba aun así hayamos estado separados y molestos por
un tiempo, pero había sido la hermana con la que más cosas compartí y, a pesar
de las mierdas que llegó a hacer manipulada por el mal nacido que nos tocó
como padre, fue capaz de defenderme a mí y a su marido con su propia vida y a
veces hasta creía que Dom se sentía culpable por eso y me culpaba también a
mí.
—Bueno, aún falta mucho para eso, pero te prometo que, si mi jefe me da
vacaciones, iré a visitarlos cuando tu princesa nazca. —Aquella había sido una
directa muy descarada que me causó gracia.
—Irás, pero tú jefe irá contigo —aseguré y tomé su barbilla para halarla
hacia mí y besarla.
Por supuesto que LuzBel se burló de ella y Marcus le ayudó en ese
momento, ya que Laurel se puso roja por mi arrebato actuando cohibida por
mis muestras de cariño; era placentero ponerla así y me gustaba mucho
mostrarles a todos que al fin esa dura mujer estaba cediendo a los encantos de
papi Darius.

Eran las seis de la tarde y estaba justo afuera del apartamento de Laurel
esperando por ella para irnos al club, me había dicho que llegaría en cinco
minutos, pero ya iban diez e intuía que la espera seguiría. Mi móvil vibró con
la entrada de una notificación y al revisarlo descubrí que se trataba de mi red
social, Celine acababa de comentar una fotografía que subí antes de salir de mi
casa y me reí por su broma, o al menos esperaba que fuese una.
“Tan amable que se ve en esta foto, jefe. Lástima que sea un gruñón con sus
empleados”.
Aquel comentario iba acompañado de un emoticono con guiño y decidí
responderle.
“Admiro su atrevimiento para decirme eso por medio de una foto. La espero
en mi oficina”.
Me reí más luego de eso y, mientras seguía en la espera de mi tardada novia,
navegué por el perfil de Celine y le di un corazón a algunas de sus fotos; dejé
de acosarla cuando la llamada de uno de mis proveedores de bebidas me
interrumpió y hablé con él un buen tiempo hasta que Laurel salió enfundada en
un vestido negro que se ceñía a su cuerpo como una segunda piel y llegaba más
abajo de sus rodillas, encima usaba una chaqueta beige y sus tacos eran del
mismo color. El cabello lo llevaba amarrado en un moño formal y sus labios de
un rojo que me calentó la sangre, aceleró el corazón e hizo que mi polla se
endureciera resurgiendo sobre la tela de mi pantalón.
Estaba como toda una ejecutiva y hasta así lucía caliente.
—Estás buscando que te meta a tu jodida habitación y te folle toda la noche
—advertí saliendo de mi coche, ella sonrió orgullosa al saber lo que provocaba
en mí.
—Así tenga esa cosa tan dura y apetecible. —Señaló mi entrepierna, y me
reí. No quise acomodarme nada porque deseaba que me viese—, soy una
profesional con mi trabajo, señor Black —informó y cerró la distancia hasta
besarme y de paso acarició mi erección sin importarle que estuviésemos en un
parqueo de apartamentos hogareños—. Por lo mismo le aconsejo que la calme
y le prometo que, si es un buen jefe conmigo, al salir de la oficina le
demostraré lo buena que soy también cantando. —Me reí por su forma de
referirse a la mamada que me daría y para nada calmó mis ganas por ella.
Pero tenía razón, tenía que controlarme y ser profesional en mi trabajo.
Abrí la puerta del copiloto y la ayudé a subir al coche, no estábamos lejos
del club y por lo mismo en quince minutos ya habíamos llegado. Antón se
encargó de cumplir mis órdenes al reunir a todo el personal cerca de la barra de
bebidas y ya esperaban nuestra llegada; Laurel no lo sabía, pero decidí
presentarla a todos y hacerles ver que desde ese día sus órdenes serían las mías.
—Podrías traer mi móvil, por favor —pedí cuando abrí su puerta y olvidé
tomar mi teléfono antes de salir del auto.
Lo hizo tal cual y no necesité que me lo entregara en el momento, me urgía
más tomar su mano y llevarla hasta dentro de Vértigo.
Al estar dentro Antón nos saludó educado y me pidió un momento a solas,
podía hablar frente a Laurel de lo que quisiera, pero explicó que era algo
personal y comprendí eso; Laurel también lo hizo y me animó a ir con mi
guardaespaldas. Luego de que él me explicara que tenía una emergencia con su
esposa, le permití irse, aunque antes dejó en su lugar a Marshall, otro tipo igual
de eficiente que él.
Por algún motivo que no entendí, sentí a Laurel un tanto extraña cuando
volví y quise preguntarle qué le pasaba, pero los empleados seguían en nuestra
espera y no pretendía ser mal educado. Celine estaba entre todas aquellas
personas y me sonrió feliz al verme de la mano de Laurel y luego me guiñó un
ojo en señal de buena suerte, gesto que agradecí y devolví. Hablé con todos y
presenté a la chica a mi lado como mi novia y nueva administradora de
Vértigo, fueron amables con ella y viceversa, mostrando en todo momento
respeto y liderazgo, algo que me hizo admirarla un poco más.
—¿Podría hablar un momento contigo? —pidió Laurel a Gonzales, el
contador de Vértigo. Él asintió y la invitó a su oficina.
—Tan rápido te olvidas de mí, preciosa —reclamé divertido cuando se alejó
un poco de mi lado sin siquiera volver a verme.
¿Qué le pasaba? Aceptaba que fuera profesional en su trabajo, pero estaba
siendo cortante conmigo de un rato para otro.
—Para nada, señor Black, simplemente me apego a mi papel —explicó seria,
y creí que hasta molesta cuando hizo demasiado énfasis en mi apellido—.
Ahora, con su permiso, necesito trabajar —soltó y, antes de girarse e irse, puso
mi móvil con un poco de brusquedad sobre mi mano.
¿Qué demonios le pasaba? ¡Mierda! A veces coincidía con LuzBel.
Tomé el móvil y lo activé sin desbloquearlo, de inmediato se desplegó un
recuadro en la pantalla con un mensaje que recibí rato antes y comprendí hasta
en ese momento el cambio de Laurel y el desdén con el que miró a Celine
cuando estuvimos reunidos, llegando a intimidar a la pobre chica.
¡Joder! Apenas teníamos cuatro días siendo novios y ya tendríamos nuestra
primera pelea como tales. Porque era seguro que ella discutiría conmigo.
Miré de nuevo la pantalla y volví a releer:
"¿Y podría saber qué me hará en su oficina, señor Black?".
Había leído pocas veces en mi vida algún libro de romance y casi siempre
fue del típico cliché o romanticismo empalagador para mi gusto, por lo mismo
llegaba hasta la mitad y de allí no pasaba. De lo poco que leí, aprendí sobre
ciertas situaciones que ocurrían, las mismas que me parecían absurdas o hasta
graciosas, por lo mismo no creí estar nunca en una similar.
Hasta que pasó.
Cuando Darius me pidió que cogiera su móvil no imaginé que lo hubiese
cambiado y que dicho aparato fuera idéntico al mío; no supuse que tal cosa
fuese un problema hasta que quise saber cuál era mío puesto que llevé ambos
en una sola mano mientras que con la otra tomé la de mi novio —aún me
costaba asimilar nuestra relación—.
No era de las que invadían la privacidad de nadie y mucho menos la de
personas cercanas a mí, pero necesitaba saber cuál era mi móvil cuando Darius
se fue con su guardaespaldas y fue ahí que recordé que leí mi situación en un
libro y me reí por eso. La única manera de saberlo fue activando la pantalla de
ambos, ya que el mío tenía una imagen muy peculiar, sin embargo, no esperé
ver aquel recuadro de texto en la pantalla del que era obvio pertenecía a Darius,
y la verdad es que no supe ni cómo reaccionar a lo que leí.
¡Puf! Típica confusión.
Cuatro días atrás me convenció de ser su novia, etiqueta a la cual temía. Ese
día no solo decidí darme una oportunidad con él sino también me decidí a
cometer un error que tal vez un día pagaría caro, pero era cobarde y no deseaba
decirle lo de mi infertilidad.
Al menos no todavía.
Darius estaba enamorado de mí y lo confesó con facilidad, yo también lo
estaba de él, aunque no se lo dije en ese momento por mantener un poco la
calma que le había pedido. Acordamos no tocar el tema de hijos con la excusa
de que era muy pronto, y lo aceptó sin rechistar; durante todos esos días
habíamos estado de maravilla y no me arrepentía en ningún momento de ser su
novia, tampoco de aceptar el trabajar para él y ayudarle a obtener la custodia de
Dasher, pequeño que ya estaba amando, y con eso logró lo que su futuro padre
todavía no.
Amar eran palabras mayores.
«¿Y podría saber qué me hará en su oficina, señor Black?».
No podía sacarme de la cabeza esa maldita pregunta y mucho menos a su
destinataria, chica que estaba bajo mi mando ya y de la cual podía deshacerme
con facilidad, no obstante, siempre fui una mujer segura de mí misma y no iba
a cambiar ese hecho por una «Rulitos» que a leguas se notaba que estaba
enamorada de mi novio.
Ya había estado en los dos bandos y por lo mismo sabía a lo que me atenía, y
de alguna manera era consciente de que iba a pagar lo que en el pasado hice, y
mis celos del momento eran la cuota mínima; no quería reclamarle nada a
Darius y comenzar a fastidiarlo, tenía que ser inteligente y utilizar bien mis
estrategias, pero en definitiva él me afectaba demasiado y no pude ser del todo
indiferente cuando me fui a la oficina del contador del club. Charlar con aquel
hombre me sirvió para calmar mi enojo y, antes de regresar a la oficina de
Darius que también sería mía, me quedé observando todo el lugar a lo lejos y lo
pude ver a él hablando con Celine; sin pretenderlo empuñé las manos y me
quedé en mi lugar solo estudiándolos.
Ella era inexperta y no lograba ocultar sus sentimientos de los cuales Darius
no se percataba, él en cambio se notaba que sentía agrado por ella y, aunque no
la miraba con malicia, sí lo hacía con curiosidad, y estaba segura de que poco a
poco aquel sentimiento se volvería deseo y, si me comportaba como la típica
novia celosa, lo enviaría directo a sus brazos.
Y antes de enviarlo, mejor lo llevaría yo.
—¡Hola de nuevo, chicos! —hablé fingiendo entusiasmo cuando decidí que
era momento de interferir en aquella plática.
Celine borró su sonrisa de inmediato y me miró con desconfianza y hasta
vergüenza, Darius en cambio me devolvió la sonrisa que me obligué a formar
en mi rostro.
—Cariño, si sigues interrumpiendo a los empleados, creo que me veré
obligada a prohibirte la entrada —bromeé de verdad. Celine se asustó y me
cayó en gracia su reacción.
—¿Tan estricta eres? —preguntó él siguiendo la broma, y asentí. Pero ambos
nos reímos, y Rulitos nos miró avergonzada.
—Relájate, mujer, fue solo una broma —decidí confesarle a la chica, y soltó
todo el aire que había retenido esforzándose a reír y compartir aquello.
Noté a Darius aliviado cuando me vio cambiar mi forma de ser y tratar a su
mesera estrella y hasta más relajado al confirmar que no habría peleas entre
nosotros esa noche, y sonreí muy satisfecha en mi interior por actuar tal cual lo
planeé; él me pidió hablar en la oficina, y asentí, pero le pedí que se adelantara.
Besó mis labios antes de irse, y lo observé marcharse, me giré hacia Celine y la
caché mirándolo con ilusión, y se sonrojó cuando se percató de que la vi.
Sonreí con malicia.
—Perdóname, no quiero que vayas a pensar mal —se apresuró a decir, y
negué.
—No me molesta que lo veas, es guapo, encantador y caballeroso, tiene un
cuerpo que provoca lamerlo entero y créeme, Celine, sabe complacer a una
mujer. Por lo mismo y porque sé lo que tengo me gusta el que otras lo admiren
y deseen —aseguré sin ocultar la perversidad de mis palabras y sus ojos casi se
desorbitaron al oírme.
—Y-yo solo veo a un amigo —titubeó, y la miré a los ojos.
Pobre chica, intentaba mentirle a pinocho y no me consideraba mentirosa,
pero a comparación de ella, segura estaba que lo haría mejor.
—Te lo juro, no quiero que vayas a pelear con él por mí y, si tanto te
molesta, dejo de hablarle. —Me reí sin ocultar la diversión que me provocaron
sus palabras.
¿Tanto así se creía un peligro para mí? Y sí, podía llegar a serlo sino sabía
jugar mi juego.
Sin que ella se lo esperara la tomé de las manos.
—¿En serio crees que soy tan desquiciada, cariño? —pregunté con un matiz
sensual en mi voz y cuando quiso dejar de verme la tomé de la barbilla con
delicadeza y la hice mantener mi mirada. Negó insegura y con lentitud—. Me
alegra saberlo, porque no lo soy. Incluso si por las noches te tocas pensando en
mi novio, créeme, Celine… no me molesta —susurré cerca de su rostro y vi el
nerviosismo que le provocaron mis palabras, y más al no importarme hacerlo
casi frente a todo el mundo—. Siempre y cuando lo mantengas en tus
pensamientos y guardes tu distancia, tú y yo podremos ser buenas amigas y
cuando lo desees te relato todo lo que ese chico y yo nos hacemos para que tu
imaginación vuele. —Me acerqué a ella y besé cerca de la comisura de sus
labios.
Me alejé después de eso y le guiñé un ojo antes de tomar mi camino hacia la
oficina del hombre que lograba que las bragas de aquella princesa se mojaran.
¿Estupefacta? Creo que esa palabra se quedaba corta para cómo aquella niña
se quedó.
Durante casi toda mi vida había visto cómo las mujeres lanzaban a sus
chicos a los brazos de otra por la simple razón de que en lugar de utilizar la
astucia que las chicas poseíamos por naturaleza —para mantenerlos siempre a
su lado— utilizaban la cabeza para recrear historias que aún no sucedían, y al
final los hombres terminaban por desear lo que sus novias se imaginaban.
Muchas veces fui la contraparte y recibía gustosa a aquellos tipos que buscaban
mis brazos, desesperados porque sus chicas los fastidiaban. Y, por haber estado
allí, le temía a la etiqueta de novia. No obstante, con Darius y Celine comprobé
que estaba a punto de caer en el error que tanto critiqué en el pasado y eso era
imperdonable para mí.
Disfruté mucho mi experiencia lésbica años atrás con Elena, aunque no
buscaba repetirla, solo deseaba dejarle claro a Celine que, para superarme o
intentar usurpar mi lugar, antes tenía un largo camino que recorrer y
alcanzarme era difícil. Deseé también que creyera que para llegar a Darius
tenía que pasar por mí y si no le iban las nuevas experiencias o si su mente era
muy cerrada para seguir creyendo en los tabúes, entonces era mejor que se
diera la vuelta y buscase a un hombre hecho para ella, porque Darius había sido
hecho para mí.
O al menos estaba forzando eso.
Cuando llegué a la oficina, y entré sin tocar, encontré a Darius con un vaso
de bebida marrón en las manos, parado frente a la ventana tintada viendo hacia
todo el club, cerré la puerta con pestillo y quise soltarme el cabello, pero en el
último momento decidí que era mejor dejarlo en su moño.
Así no me iba a estorbar.
—Tardaste mucho —señaló y luego dio un sorbo a su bebida, sus labios
quedaron brillosos y más rosados de lo que eran al natural. Deseé lamerlos y se
lo hice saber al lamer los míos.
—¿Desesperado? —pregunté, mordí mi labio inferior y me quité la
chaqueta, él sonrió sin mostrar sus dientes.
—Se me está haciendo costumbre cuando no estás conmigo —admitió y
caminó hasta mí, me tomó de la cintura con un brazo, y decidí poner la boca en
su vaso que justo estaba a mi alcance, lo inclinó para que el líquido corriera a
mi garganta, y bebí haciendo que una gota saliera de la comisura de ellos.
Lamió sin perder tiempo, y cerré los ojos disfrutando aquel roce—. Lo que
leíste no es nada malo, no quiero que pienses erróneamente —habló, y lo miré.
No estaba pidiendo explicaciones y aun así me las daba.
—En primer lugar, no tuve que haber leído eso, no era mi intención violar tu
privacidad. Y en segundo, no tienes que explicar nada y de verdad perdón por
haber actuado así —dije, y me miró un tanto sorprendido.
—Eres única, Laurel Stone, y créeme que no quiero perderte.
—No lo harás, a menos que me pierda entre tus piernas —señalé, y me
observó estupefacto—. Sé que es mi primer día en el trabajo, señor Black, y
siento mucho si soy muy abusiva —dije tomando un hielo de su vaso y lo pasé
en mis labios como si fuese un labial—, pero quisiera mostrarle otro de mis
dones y, según dicen, los labios fríos se pueden sentir deliciosos en un pene
erecto.
No lo dejé reaccionar a mis palabras y lo tomé del cuello para acercarlo a mi
boca, lo besé apoderándome de sus labios y luego de su lengua, masajeándola
con delicadeza y demostrándole lo que sería capaz de hacer con su polla. Tenía
una sola mano libre y con ella acarició mi culo con demasiada emoción, el
hielo que tenía en la mía ya comenzaba a quemarme así que lo cambié a la otra
y sentí el respingo que dio cuando lo toqué con la frialdad que tenía, la calidez
de su cuerpo calmó mi dolor y sonreí entre el beso.
—¿Cree que será capaz de aguantar mis fríos labios? —me burlé por cómo
había reaccionado a mi mano en su cuello.
—Probemos —me animó, y lo hice caminar hasta que se sentó en la silla del
escritorio.
El cubo de hielo ya estaba pequeño por la temperatura de mi mano y me fue
fácil meterlo todo a mi boca para quedarme libre y desabrochar su pantalón y
así liberar su polla.
—¡Mierda! —chilló cuando con picardía tomé sus testículos y los refresqué
con mis manos heladas.
Sonreí con maldad al ver su piel chinita y me deleité al notar que su
entrepierna lucía tan apetecible; la punta de ella estaba hinchada, rosada y
brillosa, y me relamí de nuevo.
El hielo ya se había desecho así que saqué la lengua sin ponerla en punta y
pegué un lametón en la cúspide de su pene, me acomodé de rodillas entre sus
piernas y poco a poco consentí su falo, mojándolo con mi saliva, cubriendo mis
dientes con los labios para no dañarlo y dándole las caricias que tanto deseaba.
Lamí de arriba hacia abajo y viceversa, chupé y acaricié con la lengua
aquella punta que parecía una nuez demasiado apetitosa, y entonces comprendí
por qué las ardillas deliraban por ellas; seguí en mi papel y logré sacar jadeos y
gruñidos de la boca de aquel hombre que parecía fuerte e indomable casi para
todo el mundo, pero que con facilidad se deshacía en mis brazos como aquel
cubo de hielo en mi boca. Mis manos se encargaban de acariciar sus testículos
y subían de vez en cuando hasta su abdomen para iniciar de nuevo el recorrido,
Darius era un tipo con aguante, mas esa noche estaba a punto de correrse y caer
ante la destreza de mi boca.
No lo estaba saboreando con locura o con la intención de que se corriera
rápido, no; me estaba tomando mi tiempo, lamiéndolo con suavidad, siendo
delicada y provocándole el mayor placer posible porque no lo hacía solo por
complacerlo a él sino también para complacerme a mí misma con su disfrute, y
hacerlo así resultaba más efectivo que imitar a una actriz porno.
—¡Joder! Vas a hacer que me corra —gruñó, y sonreí.
—¿Y eso es malo? —cuestioné acariciándolo con la mano en ese momento.
—Presiona con fuerza —pidió, y supe la razón de su petición.
Uní el dedo pulgar e índice formando un anillo y presioné con fuerza su falo
para que aquel éxtasis que sentía se calmara. Había estado a punto de correrse
y quiso retrasarlo un poco.
—Me matas, mujer —señaló cerrando los ojos y respirando agitado.
Me puse de pie y bajo su atenta mirada saqué mis bragas por debajo de la
falda y se las mostré.
—Y tú a mí —aseguré mostrándole la humedad en mi ropa interior.
Casi como un desquiciado se puso de pie y me subió la falda hasta la cintura,
jadeé con su arrebato, y más cuando me sentó sobre el escritorio y la heladez
de la madera tocó mi trasero logrando que gimiera. Estaba más desesperado
que el día que se metió a mi habitación y me reí de verlo así.
—Ahora te ríes —reclamó y sirvió para que lo hiciera más.
—¡Ah! —gemí cuando me embistió con fuerza, ya no estábamos usando
preservativo y le había dicho que me estaba cuidando.
—Ahora gimes —señaló con una sonrisa orgullosa.
—Vamos, muévete —pedí y su sonrisa pícara logró que me mojara más.
—Y exiges —añadió con desdén.
Otro jadeo salió de mi boca cuando hizo lo que le pedí, nuestros fluidos se
mezclaron y permitieron que sus embestidas fueran fáciles, puso uno de sus
brazos recargado en el escritorio y me obligó a apoyar una pierna ahí,
abriéndome más para él y dejándole mejor acceso. Siempre me excitó ver
cómo su miembro entraba y salía de mi sexo y esa posición me dejaba
deleitarme con aquel acto que nos volvía locos a ambos. Nuestros labios se
encontraron y por momentos solo nuestro aliento helado se mezclaba cuando la
necesidad de jadear era más fuerte que la de besarnos.
Darius y yo no éramos romanticismo puro, éramos sexo y pasión
desenfrenada, complacíamos nuestros deseos y fantasías y nos convertíamos en
actores pornográficos cada vez que estábamos juntos en la cama, en el baño, en
la sala, en la oficina o donde las ganas se nos antojaran. Él era mi dosis de
dulzura y yo su dosis de perversidad, y juntos descubrimos que al mezclarlas
creamos una combinación adictiva.
Estaba cayendo en mi adicción y cediendo a la droga que él era para mí, y
me estaba hundiendo cada vez más.
—Eres mi droga, Darius Black —dije y luego gemí cuando me embistió más
fuerte y me hizo comenzar a alcanzar mi orgasmo.
—Consúmeme entonces, que me doy gratis a ti —aseguró, y me aferré a sus
hombros, enterré el rostro en su cuello y chillé su nombre.
Los músculos de mi abdomen se contrajeron hasta bajar a los de mi vientre,
cada músculo de mi cuerpo siguió aquella tensión en cadena hasta que llegó a
mis pulmones y los paralizó un momento, mi corazón palpitó acelerado con el
torrente de sangre que esa sensación me estaba provocando y alcancé la
cúspide cuando lo sentí a él corriéndose dentro de mí.
Mi primer día de trabajo había comenzado con mucha adrenalina y en
muchos sentidos.

Resultaba que trabajar para Darius era interesante, y no por el sexo que nos
dábamos de forma clandestina sino porque manejar una cadena de clubes me
estaba gustando.
Vértigo, Rouge, Darkness y muy pronto Karma eran parte de aquella cadena
y los que administraba, aunque Darkness sería en futuro de la pequeña Leah y
Karma estaba siendo un grano en el trasero para Darius, puesto que ese lugar
había sido en un principio la herencia para Derek Black Sellers —primo
adoptivo de Darius— y al haber este fallecido antes de obtenerla no se llegó a
confirmar por el padre de Darius si sería para alguien más y resultó que había
familia de Derek queriendo reclamar dicho club, pero Darius iba por todas la
de ganarlo al ser hijo legitimo del dueño anterior.
Darius no estaba interesado del todo en aquel club y por lo único que lo
peleaba era porque deseaba entregárselo en un futuro a Danik, hija del fallecido
Derek y chiquilla que tampoco estaba en el país y su destino era desconocido.
—Sería más fácil si dejas que ellos se hagan cargo de él y tú te evitas tanto
estrés —comenté mientras me colocaba detrás de donde Darius estaba sentado
y comencé a dar masajes en sus hombros.
No me agradaba que se metiera en esa pelea.
Estábamos en Darkness, era miércoles y de día, Darius había dejado de
trabajar tanto y se tomó días libres para estar con Dasher e intentar que el
pequeño no estuviera triste por la partida de los gemelos Pride.
—No puedo hacerlo, quienes quieren obtener ese club son personas egoístas
y, ya que Brianna no se casó en realidad con Derek, no podrá pelear jamás por
lo que le corresponde a su hija. Además, la chica se quedó sin recursos cuando
la sacaron del país, es imposible que pueda meterse a una pelea como esta y ese
club es lo único que tendrá Danik en el futuro, así que deseo asegurarlo yo y si
algún día logro encontrar a esa niña le entregaré lo único que el hijo de puta de
su padre pudo dejarle de bueno.
Ese era otro punto, Darius jamás se llevó bien con Derek y según me contó
el tipo fue un hijo de puta en todo el sentido de la palabra y lo único bueno que
salió de él era aquella princesa que huyó con su madre.
Por eso me tenía loca ese hombre, siempre estaba pensando en el bien de las
personas inocentes que sufrían sin haber buscado el mal que les aquejaba.
Había intentado dar con el paradero de la niña, aunque solo logró localizar a la
madre y por mucho que buscaba la pequeña no aparecía, ya que no estaba con
ella. El abogado que llevaba el caso del club le aseguraba ganarlo y por ese
lado estaba tranquilo, pero pronto tendría otra visita social de las personas que
llevaban el de Dash y estaba segura de que eso lo tenía peor.
—¿Y si vamos a cenar hoy? Podríamos llevar a Dasher —sugerí, y me tomó
de una mano para guiarme hasta su regazo.
Trabajaba de miércoles a domingo en sus negocios, miércoles y jueves mi
horario era de día y mi tiempo lo dividía entre Karma y Darkness; de viernes a
domingo laboraba de noche y dedicaba una por club dejando de lado a Karma,
ya que no estaba funcionando todavía.
Lunes y martes llegaba mi merecido descanso, aunque mi jefe no me daba
tregua.
—¿Y tu dieta? —preguntó burlón, y me reí, hacía la referencia porque el
pequeño amaba la comida chatarra.
—Bien sabes que en la comida no tengo —dije y lo besé—. Este cuerpo que
tanto disfrutas se mantiene a base de buenas dosis de sexo.
—Y hablando de dosis —Miró su reloj y luego a mí con una sonrisa que
delataba sus maldades— ya es hora de la siguiente —avisó, y reí.
Me era muy difícil negarme a las exigencias de mi jefe, así que como buena
empleada obedecí sin rechistar.
Esa noche hicimos tal cual sugerí, llevamos a Dash a comer sus
hamburguesas favoritas y luego decidimos ir al cine para disfrutar del pequeño
y distraerlo de su tristeza; era gracioso verlo reírse a carcajadas de las
travesuras que los conejos hacían en la pantalla y al final terminamos riéndonos
de verlo a él. Entendía a la perfección que Darius amara a ese chiquillo y su
empeño en querer adoptarlo y, al verlos ahí tan felices y parecidos a un
verdadero padre e hijo, tuve envidia de no haber sido adoptaba de pequeña por
unos padres con el mismo amor que él tenía para ese niño.
Ellos dos eran perfectos juntos.
Cuando llegamos a casa de los Pride, Dasher no quería bajarse del coche y
se encaprichó en no hacerlo hasta el punto de impedir que Darius quitara su
cinturón de seguridad; la rabieta que hacía no era la del típico niño malcriado,
sino que tenía fundamentos y me dolió saberlos.
—No quelo domil solo, Dalius —dijo entre lágrimas.
¡Dios! Era difícil verlo así.
Los señores Pride, aunque le daban todo, no suplían el amor que sus padres
le dieron, y supimos que de vez en cuando lo dejaron dormir con ellos, y
extrañaba eso.
—Quielo domil con mis papitos —siguió, y sentí un terrible nudo en la
garganta.
Bajé del coche al ver aquello y encontré a Darius frustrado, sin saber qué
decir o qué hacer al enfrentarse a esa difícil y horrible situación.
—Cariño, tus papitos no pueden venir —dije tratando de ser paciente y
acaricié su mejilla, Darius zafó el cinturón aprovechando que yo lo tenía
distraído y luego lo cogí en mis brazos.
—Pelo, Dalius es mi nuevo papito y tú su nova, puelo domil con ustedes —
alegó resolviendo a su manera la situación.
Lo abracé y miré a Darius, lo que proponía no podía ser porque era ilusionar
a un pequeño que apenas estaba superando la partida de sus padres y se
enfrentaba a una situación incierta y, no le hacía bien creer en algo que tal vez
no tenía futuro o tal vez sí, pero mientras fuera incierta no se podía jugar con
él.
—Quédate con él —le pedí a Darius en un susurro.
Tal vez nuestra situación como pareja era incierta, pero sí era más seguro
que él obtuviera su custodia, por lo tanto, él no lo ilusionaría en vano.
Sin decir nada caminamos con el pequeño en mis brazos; Dash lloraba en
silencio, y la señora Eleanor nos recibió amable e intuyó lo que pasaba con el
niño. Nos llevó hasta la habitación de Dasher y nos dio la privacidad que
necesitábamos en ese momento, al final nos cambiamos a una habitación de
huéspedes que me fue muy familiar, y Darius se acostó en la cama con Dash
entre sus brazos mientras yo les leía un cuento. La tristeza del pequeño pasó
cuando se aseguró que, aunque yo no me quedara esa noche con ellos, Darius sí
lo haría y se le cumpliría su deseo, prometiendo que al día siguiente se
dormiría tranquilo en su habitación.
Luego de cuatro cuentos el niño al fin cerró los ojos y comenzó a respirar
con tranquilidad, aunque de vez en cuando se le escapaban unos sonidos
lastimeros por el sentimiento con el que había llorado rato antes.
—Cabes aquí, Laurel —susurró Darius, y lo miré sabiendo que si se había
contenido era solo por no hablar de eso frente al pequeño.
—Imagino que sí, pero no es correcto. —Levanté la mano para detenerlo
cuando quiso alegar—. No pienso dejarte, Darius —«Pero tú tal vez me dejes a
mí», pensé—, no creas que me niego por eso. Si lo hago es porque ahora es
más seguro que obtengas la custodia de ese pequeño que ya te ama y no que
nosotros sigamos juntos para siempre, aún es muy pronto para asegurar algo y
no sería justo para él que ahora duerma a su lado y tal vez se nos haga
costumbre, pero dentro de unos meses pueda pasar algo que nos aleje y yo ya
no pueda estar más con él.
—No seas negativa —me reprochó.
—No es eso, es que no se puede ilusionar a un pequeñito que está superando
la ausencia de sus padres y tal vez dentro de meses, la ausencia de la que creyó
que sería su nueva mamá. ¿Qué le dirás entonces? ¿Traerás a otra chica con la
que tal vez comiences a salir y harás lo mismo? ¿Y si no funciona con ella,
traerás a otra? ¿Y así sin más? Sin importarte las ilusiones que ese chiquillo
cree. —Dejé de hablar porque ya lo había hecho mucho y sabía que para que él
entendiera mi punto no hacía falta más.
No me negaba por no querer estar con ellos, sino porque no iba a ser egoísta
con aquel pequeño ángel.
—Ahora mismo estoy seguro de que solo serás tú, pero tienes razón —
aceptó, y lo agradecí.
Me extendió el brazo para que me fuera a su lado y, aunque no me iba a
quedar, tampoco me negaría ni le negaría unos instantes así, imaginando que
éramos una verdadera familia.
Una que difícilmente seríamos si él decidía dejarme en cuanto le confesara
mi mayor secreto.
El tiempo pasaba volando y era una lástima que con él solo volaran las cosas
buenas, pero las malas se estacaran y se convirtieran en un grano en el trasero
que no te dejaba sentarte a gusto. Y estar parado todo el tiempo dolía mucho.
—¿Al fin se sabe el rostro de la parte demandante? —le pregunté a mi
abogado.
El asunto con Karma me tenía demasiado estresado, sin embargo, el de
Dasher iba mejorando y Celine estaba demostrando ser una buena aliada con
ello, pues ella junto a su maestro me estaban ayudando mucho. Sus consejos
resultaron ser los mejores y tener una relación con Laurel, y a la vez que
administrara mis negocios, servía para que los jueces viesen mi intención y
buenos deseos de darle una vida cargada de amor a ese pequeño.
Lástima que con Karma todo fuese una jodedera aún, pero igual, no podía
tener una vida perfecta.
—Se trata de una tía materna, su nombre es Charlotte Sellers y alega estar
peleando por los derechos de su sobrino fallecido y la hija de este.
—Eso es una total mierda, ella solo lo hace por sus propios beneficios —
bufé sabiendo de quién hablaba.
Charlotte fue amiga de mi madre en el pasado y estuvieron muy unidas por
muchos años, pero siempre intuí que ella tuvo envidia de mi madre al desear
todo lo que había obtenido con esfuerzo, tanto en el amor como en lo
profesional. No obstante, solo yo era capaz de darme cuenta de que mi madre
no era feliz, y peor cuando Lucius la alejó de nosotros, aunque Charlotte jamás
quiso ver eso y supe entonces que toda la vida fue una hipócrita.
Ella sola nos hizo ver a todos lo traicionera que era cuando, en busca de una
absurda venganza, entregó a Isabella a Lucius, quien para ese entonces estaba
empecinado con destruir a John —padre de Isabella— por según él haberle
robado a su mujer. En aquel atraco, LuzBel terminó hiriendo a Charlotte,
disparó contra ella cuatro veces, mas solo un disparo logró dañarla de verdad y
fue el que recibió en la espalda, dejándola en silla de ruedas para toda la vida.
Derek la protegió y ocultó, y no supimos de su paradero hasta el día que una
demanda llegó a mi oficina reclamando los derechos sobre Karma, club que
estaba en mi poder por ser el único hijo legítimo y vivo de Lucius Mierda
Black.
—No te estreses más por eso, hombre. Te aseguro que tus derechos están por
encima de los de ella —aseguró Nolan, viejo amigo y abogado al que busqué
en última instancia para que me ayudara con eso.
Estábamos en Vértigo y aproveché a reunirme con él antes de que el club se
abriera. Seguimos hablando un rato más hasta que su hora de irse llegó y antes
de despedirnos fuimos interrumpidos por una hermosa pelinegra de sonrisa
encantadora.
—Lo siento, creí estabas solo —se disculpó, y negué, le hice una seña con la
mano para que entrara.
—No te preocupes, cariño, Nolan ya se iba. Ven, te lo presento —dije, pero
ante la mención del nombre la vi un tanto sorprendida y se fijó mejor en él.
Nolan hizo lo mismo y ambos se observaron un tanto estupefactos.
—¿Laurel Stone? —preguntó él, y ella sonrió entre asustada divertida.
Una rara combinación, por cierto.
—Nolan McAdams —dedujo ella y admito que no fue del todo de mi agrado
—, pero mira qué pequeño es el mundo —repuso con asombro.
—Bueno, al menos me ahorraron la presentación —me entrometí cogiendo a
mi chica de la cintura al percatarme de la mirada que Nolan le dio—. Veo que
ya conoces a mi novia —señalé lo obvio.
—Sí, nos conocimos en el pasado —comentó él.
—Era el mejor amigo del hermano de Edward —explicó Laurel de
inmediato, enfatizando con mucho ímpetu a su amigo, sin embargo, no sabía si
sentirme tranquilo o peor.
Dejé de lado las dudas y, luego de que Nolan se fue, evité hacerle preguntas
a Laurel acerca de su pasado porque sabía que, con la falta de filtro que esa
mujer tenía en la boca, tal vez dichas respuestas no iban a agradarme y me
concentré en comentarle que Nolan era el abogado que se haría cargo del caso
con Karma. Ambos tanteábamos el terreno a veces y vi en su mirada las
intenciones que tuvo de hablar de algo, pero se retractó a último momento. No
la culpaba ni señalaba porque, en cuestiones de acostones, los dos teníamos
buenas anécdotas, mismas que nos iban a incomodar al sacarlas a la luz,
aunque ciertas cosas no hubiesen sucedido cuando ya estábamos juntos.
—Olek ha pedido verme, quiere hablar acerca de los descubrimientos que ha
tenido con la cuestión de mis padres y me tomé el atrevimiento de pedirle que
viniese aquí para que lo hagamos. —Mi mente no tomó a bien la última palabra
y mi cambio ante la mención de ese imbécil fue notoria—. Si te molesta puedo
llamarlo y pedirle que nos veamos en otro lugar.
—No —solté de inmediato—. Prefiero que lo hagas aquí. —Me miró un
tanto molesta por el tono que utilicé.
—Gracias, cariño. Aunque tampoco estaba pidiendo tu consentimiento para
verme con él y, ya sea que lo haga aquí o en otro lugar, mis razones para vernos
son para hablar —puntualizó con demasiada ironía.
—Yo tampoco te pido que hablen aquí porque te quiero vigilar —señalé,
pero tal cosa no me la creía ni yo.
—Si cada vez que mintieras te creciera la polla, te juro que sería feliz de que
lo hicieras —soltó con descaro y mis ojos se ensancharon—. Pero no pasa eso
y mientes muy mal, cosa que me enfada que hagas, así que evítalo.
—¿Estás inconforme con el tamaño de mi polla? —cuestioné un tanto
herido, y soltó una carcajada.
Encima se burlaba.
—En serio trato de enojarme contigo, pero cuando me sales con preguntas
como esas es imposible —aseguró y envolvió sus brazos en mi cuello, mas yo
no estaba feliz.
—¿Quieres una polla más grande? —pregunté serio, mordió su labio para no
reír más y me miró a los ojos.
—Solo fue un decir por tu mala mentira, sabes que tu pene es perfecto para
mí —aseguró y, así como ella no se podía enfadar, yo tampoco podía cuando
aclaraba esas cosas y encima acariciaba mi entrepierna haciéndola crecer en
cuestión de segundos
—¿Te demuestro cuan perfecto es para mí? —me provocó con su boca a
milímetros de la mía y luego sacó la punta de la lengua para lamer mis labios.
Gruñí cuando su mano se coló dentro de mi pantalón.
Esa mujer me iba a convertir en un obseso si seguía así.
—¡Ey! Déjame algo, cariño.
¡Joder!
Ambos nos separamos cuando aquella maldita voz llegó a nuestros oídos.
¿Por qué ese pelinegro tenía que ser tan inoportuno? ¿Por qué llegar justo en
ese momento? ¡Mierda! Sabía por qué estaba ahí, la dichosa cena con él había
llegado y lo olvidé.
—¡Joder, Ed! Tenías que aparecer hoy —reprochó Laurel, y él solo se
encogió de hombros despreocupado.
—Vengo por mi Pecas —avisó, y lo miré con ganas de estrangularlo.
El cabrón hasta me había puesto apodo y odié que no haya buscado uno más
masculino.
—Darius, no Pecas —dije, y rio igual que Laurel—. Dame un minuto al
menos para despedirme de mi novia —hablé molesto, él asintió, me guiñó un
ojo y se fue advirtiendo que no tardara.
Habíamos hablado días atrás, bueno, él me llamó para recordarme que tenía
una promesa que cumplir y no quería que la siguiera posponiendo —porque sí,
estuve haciendo eso—. Quedamos de ir a cenar esa noche y, aunque confiaba
en Laurel, odiaba tener que irme y no estar cerca para cuando llegara Olek; era
algo inmaduro de mi parte y lo sabía, sin embargo, tendía a comportarme así
cuando de esa mujer se trataba.
— Odio que le hayas prometido esa cena —bufó ella recargándose sobre el
escritorio.
—Pues sí, pero, si cierta chica no se hubiese alejado de mí, no tendría que
haber recurrido a colarme en su habitación rogando a su amigo gay para que
me dejara pasar —le recordé, y cruzó los brazos, llegué a pensar que haría un
puchero cual niña encaprichada, mas se contuvo—. Y por cierto, yo odio ese
apodo que me ha puesto.
—Es lindo y, de hecho, yo también te llamo así —confesó, y negué rendido.
Me acerqué a ella, cogí su rostro y di un casto beso en su boca.
—Cuida muy bien dónde pones tu…
—¡Ey! No me gustan los hombres, amo esto —la corté y, ya que estaba con
las piernas entreabiertas y su vestido tenía vuelo, metí la mano por debajo de él
y toqué su coño. Gimió en respuesta y me deleité con ese sonido—. ¿Me crees?
—pregunté sin dejar de acariciarla, y agarró mis brazos buscando un apoyo.
—Si lo hago… ¡Oh, Dios! D-dejarás d-de t-tocarme —se quejó entre jadeos,
y me reí por ello.
Sin importarme lo que Edward dijera luego, fui rápido hasta la puerta y la
cerré con seguro.
Tenía que demostrarle a esa mujer cuánto disfrutaba de ella y qué tan feliz la
podía hacer mi polla sin necesidad de que creciera más con mis absurdas
mentiras, así que la tumbé sobre el escritorio y arranqué sus bragas, en
segundos estuve con mi rostro enterrado en el sur de su cuerpo, devorando mi
verdadero plato fuerte antes de irme a la cena con Edward.

En todo el camino hacia el restaurante elegido por Ed, una sonrisa idiota me
acompañó y hasta pasé de todos los comentarios con doble sentido que el tipo
hacía; no negaba que era gracioso y, si no hubiese sido tan atrevido, quizá hasta
buenos amigos habríamos sido; pero prudencia era una palabra que no estaba
en su vocabulario. Cenamos en un ambiente muy tranquilo, no me avergonzaba
de estar ahí con él porque que fuera gay, no era motivo de vergüenza para mí,
al contrario, admiraba el valor que personas como Ed tenían para enfrentarse a
un mundo en el que amar a personas de tu mismo sexo seguía siendo un tabú y
por lo mismo a veces eran el blanco perfecto de burlas.
Conversamos acerca de su amistad con Laurel y, aunque ya sabía lo que
había pasado entre ellos, me di cuenta de que ambos eran como hermanos y se
cuidaban la espalda muy bien, pues en ningún momento soltó ninguna de las
fechorías que de seguro le atestiguó a su amiga.
—La haces muy feliz, no te imaginas en la nube que ha vivido desde que es
tu novia —dijo, y sonreí, yo también estaba en una especie de nube desde que
estábamos juntos.
Seguimos hablando de todo un poco y hasta me ayudó a olvidarme de que
Olek estaría con mi chica; cuando la hora de irnos llegó, me pidió que lo pasara
a dejar a su apartamento avisando que luego iría por su coche al club, que fue
donde lo dejó. Y cuando le pregunté la razón, me arrepentí y juré no volver a
hacerles preguntas en las que intuyera que su respuesta sería con doble sentido.

—Quiero imaginar que me estás pretendiendo, que llegas a dejarme a mi


apartamento y al final te mueres por besarme.

Negué y bufé por su respuesta, y opté por quedarme callado. Y continué así
hasta que llegamos a su destino.
—Ni beso ni abrazo y ni siquiera un apretón de mano te daré. Tú en serio
eres como una loca obsesionada —le dije al llegar frente a su condominio, y se
rio a carcajadas.
—Te pones rojito siempre que te digo cosas como esas —señaló divertido.
—Imbécil —espeté.
Me fui directo hasta Vértigo, pero antes le envié un mensaje a Laurel para
avisarle que llegaría por ella y la convencí de que se quedara conmigo esa
noche, algo que aceptó de inmediato. Cuando ya estaba ahí, y antes de entrar al
club, vi a Celine salir como alma en pena y llorando a mares.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, se veía muy mal.
—E-es mi madre, a-acaba de tener un accidente… ¡Dios! Está grave —logró
explicar entre sollozos.
—Dime en qué hospital está y sube al coche, no puedes manejar así, y lo
mismo terminas accidentándote también —señalé.
Asintió dudosa, pero hizo lo que le pedí. Marshall estaba de guardia y le pedí
que avisara a Laurel lo que sucedía, ya luego le llamaría para explicarle.
Celine estaba inconsolable y se limitaba a llorar en silencio por lo que le
estaba pasando, tuve el atrevimiento de tomarla de la mano para mostrarle mi
apoyo, y me apretó con fuerza al aceptarlo. No tenía idea de lo que pasaba por
su cabeza, pero sí podía imaginar el dolor que sentía al saber a su madre tan
mal; yo vi morir a la mía, no pude hacer nada para defenderla y aquella culpa
me perseguiría para toda la vida.

Amelia estaba comenzando a recaer, lo noté por la euforia que sentía. Días
atrás me había enterado de que estaba saliendo con LuzBel y supe que aquella
relación no terminaría en nada bueno, pero el hijo de puta hacía un buen
efecto en ella y tuve esperanzas.
Había estado extraña en los últimos días y planeó un viaje a California
poniendo excusas estúpidas; a última hora me enteré de que se vería con mi
madre, y lo supe porque Lucius la descubrió y vio su oportunidad para
cazarla, intenté llamarla infinidad de veces para ponerla en sobre aviso, mas
nunca respondió. Salí entonces para California en aquel momento, rogando
por llegar a tiempo y, gracias al localizador que Amelia tenía puesto en un
brazalete que le regalé, pude encontrarla, pero cuando llegué al lugar desierto
que el dispositivo me indicaba vi salir a Lucius con una sonrisa victoriosa,
Derek estaba a su lado luciendo igual y tras de ellos varios hombres se
encargaban de sacar a Amelia que estaba hecha una fiera y gritaba hasta el
cansancio «Mamá».
En cuanto todos se fueron corrí hasta aquel edificio abandonado y me
asusté cuando escuché unos sonidos lastimeros, llegué hasta donde procedían
y mi corazón se quebró en miles de pedazos. Ahí entre un lago de sangre, una
hermosa mujer semidesnuda yacía luchando por mantenerse despierta, y
entendí los gritos de Amelia; mi madre, la mujer que a pesar de sus errores me
amó, la misma que, aunque no me parió, me aceptó como propio.
—¡Mamá! —grité desabrido, asustado, y corrí hasta ella—. Mamita,
mamita, mamita —repetí sin parar de llorar y la tomé entre mis brazos. Cubrí
sus pechos desnudos y su entrepierna con la ropa destrozada que tenía y noté
las cuchilladas en su abdomen.
—A-am-mor —logró decir dejando escapar demasiada sangre de su boca y
alzó una mano temblorosa para acariciar mi rostro. Sus ojos se llenaron de
lágrimas y logré verla a pesar de las mías; estaba sufriendo de mucho dolor y
se le notaba en el rostro.
—Pediré ayuda, mamá. Estarás bien —aseguré afligido, y ella solo sonrió.
—M-me lo mere-cía —logré entender que dijo, y quise reprenderla.
Ella se consideraba una mala madre por haber huido y dejarnos, yo creía
que solo luchó por sobrevivir creyendo que lejos de Lucius le sería más fácil
recuperarnos.
—No digas eso, mamita, por favor. Tú me diste lo que mi propia madre me
negó —le recordé y lloró con más intensidad.
No la dejé hablar más y le llamé a John, ella me había dado su número
antes y le avisé desesperado lo que sucedía. La abracé con fuerzas rogando
porque llegaran pronto y temiendo moverla por su estado tan delicado, tosió y
tembló por el dolor que sentía, y me sentí impotente por no poder hacer nada.
—Cuida… de… tu h-hermana, p-por… favor —suplicó.
—No te esfuerces, mamá. No hables, te prometo que siempre cuidaré de ella
—dije, y me miró agradecida. Sentía que estaba pasando mucho tiempo
cuando en realidad solo había pasado un minuto.
—Te amo —logró decir con claridad, y me miró sin dejar de hacerlo.
—Y yo a ti —afirmé.
No dejó de verme en ningún momento, y comencé a asustarme cuando no la
sentí respirar, John entró en ese instante y corrió al verme con su mujer entre
mis brazos.
—¡Leah! ¡Amor! —la llamó tomándola entre sus brazos, unos paramédicos
iban tras él.
Mamá no respondía, nos veía, pero ya no había vida en aquella mirada.
Dos minutos tardó John en llegar con una ambulancia y mi madre no logró
verlo, no pudo esperarlo.

—Me muero si le pasa algo grave. —Celine me sacó de aquel recuerdo, y se


lo agradecí.
—Estará bien —la animé sin soltarla, aferrándome más a ella en ese
momento para calmar el dolor de mi recuerdo.
Llegamos al hospital y nos fuimos directo a recepción, la enfermera nos
indicó que la madre de Celine estaba en el quirófano y cuando nos dirigimos
allí encontramos a su padre y hermanos muy angustiados. Ellos le informaron
lo que había ocurrido con su madre y, ya que Celine no estaba para eso, me
presenté solo, y la chica a mi lado sonrió con pena; el médico a cargo de la
señora Sandell salió rato después y era lamentable que las noticias no fueran
tan buenas.
La señora necesitaba una transfusión de sangre con urgencia, el problema era
que su grupo sanguíneo estaba en el rango de los escasos y para poder sacar el
líquido del banco que los hospitales poseían, tenía que esperar turno puesto
que, al ser rara, también la convertía en solicitada. Tener que meter a una mujer
a punto de morir en una lista de espera era inaudito, pero el médico explicó que
eran reglas de todos los hospitales; Celine se aterró aún más al escuchar
aquello y me sentí impotente al no poder ayudarla.
—¿Qué tipo de sangre es? —me atreví a preguntar.
Me había mantenido al margen porque no era parte de su familia. El doctor
pidió permiso a la familia para responder y ellos se lo concedieron.
—B negativo —dijo, y supe que iba a poder ayudar.
—Soy B negativo y puedo donar esa sangre para ella —aseguré, y la familia
me miró casi como si fuera su salvador.
Con un donador directo no tenían por qué esperar, así que enseguida me
llevaron a un laboratorio y me prepararon para aquella transfusión; la
enfermera hizo algunas preguntas un tanto incómodas, pero comprendí que
eran por seguridad. Mi récord médico estaba en la base de datos del país, así
como la de todos los ciudadanos, por lo mismo le fue fácil averiguar que me
encontraba sano y apto para la donación. Asimismo, se me dieron algunas
indicaciones a tomar porque me extraerían un poco más de lo normal y salí del
laboratorio con un pase directo a farmacia donde me darían un dote completo
de vitaminas.
La familia Sandell no paraba de agradecerme en cuanto me vieron llegar y
tomé asiento al lado de Celine al sentirme un poco mareado.
—Te has ganado el cielo, Darius. No me alcanzará la vida para agradecerte
esto —aseguró la chica y me abrazó con fuerzas. Devolví el gesto y se quedó
unos minutos recostada entre mis brazos.
—No me debo entrometer en nada de tu vida o familia, pero me causa
curiosidad que tu madre los tenga a ustedes tres y que ninguno sea de su tipo de
sangre; sé que eso es peligroso para las mujeres en embarazo o los bebés —
comenté, y se separó un poco de mí.
—Kurt y Quentin son hijos solo de papá —explicó refiriéndose a sus
hermanos—, pero mamá los ha criado como suyos, y tienes razón en lo que
dijiste. Ella tuvo muchos problemas cuando estuvo embarazada de mí, gracias
a Dios estuvo en un control estricto durante su embarazo y por lo mismo
lograron traerme al mundo y que tanto ella como yo estuviésemos a salvo.
Estuvimos hablando un rato más y supe muchas cosas acerca de su familia,
el tiempo pasó y Celine terminó dormida entre mi costado y brazo derecho; el
cansancio era notorio en ella, pero se negó a irse del lugar y dejar sola a su
madre. Me quedé porque de cierta manera sentí que era lo correcto y porque
hacerlo me ayudó a liberar un poco de la culpa que cargaba por no haber hecho
nada por mi madre. Mi móvil vibró avisándome de una videollamada y
respondí de inmediato al ver que se trataba de Laurel.
—¡Hola, amor! —la saludé avergonzado por no haberle llamado antes, pero
con todo lo que había pasado sabía que me iba a comprender.
—¿Interrumpo algo? —cuestionó al ver a Celine a mi lado.
—Nunca, estaba cansada y se quedó dormida —comenté—. ¿Te dijo
Marshall lo que sucedió?
—Sí e intuyendo que no volverías pronto me vine al apartamento. Creí que
me llamarías, pero ahora comprendo que estabas ocupado para hacerlo. —Su
voz fue serena y demasiado tranquila, pero creí que eso no fue dicho como
comentario.
Celine se removió sin despertarse y creo que me puse más rojo que con los
comentarios de Edward cuando la chica me abrazó como si fuese un oso de
peluche y Laurel lo presenció.
—Tengo mucho sueño, así que te dejo. Dile a Celine que espero que su
madre se mejore.
—¿Amor? —la llamé al creer que me cortaría la llamada. Me miró con una
enorme sonrisa dándome a entender que no estaba molesta.
—No pasa nada, cariño. Solo estoy muy cansada —aseguró, y me sentí más
tranquilo.
Creo que le había dejado más que claro que Celine era solo una amiga
porque, desde el primer día que comenzó a trabajar para mí, ya no la miraba
con ganas de asesinarla o me hacía creer que tenía celos de ella.
—¿Paso por ti en un rato y desayunamos? —ofrecí viendo que eran las tres
de la madrugada.
—Si quieres te aviso y tal vez almorzamos juntos, he quedado de desayunar
con Olek y me acompañará a ver unos locales —informó, y el corazón se me
aceleró muy feo. Estuve a punto de decir algo, pero no me lo permitió—. Te
llamo cuando ya no esté con él, besos — me cortó.
¿Me cortó? ¡Joder!
No me dejó decir nada, solo dijo lo que tenía que hacer, se negó a mi
invitación y encima por irse con Olek. La rabia me embargó al saber que no
solo se vieron en el club sino que también desayunarían juntos, pero…. ¿Qué
mierda iba decirle? Cuando segundos antes me llamó mientras yo tenía otra
chica en brazos.
¡Mierda! Eso no me hacía ni puta gracia.
Celine solo era una amiga, Olek en cambió fue su primer amor y ahí había
una enorme diferencia.
Laurel iba a tener que oírme.
En momentos como el que estaba pasando me preguntaba ¿por qué tuve que
aceptar una relación seria? ¿Por qué tuve que volver a una etapa a la que me
juré no hacerlo?
No era fácil, no estaba siendo como creí que sería jugar a la perra que no le
importaba que su novio estuviese con otra, y Celine no era cualquier otra; hasta
las situaciones se le estaban prestando para que Darius estuviese con ella y,
aunque lamentaba lo de su madre, odiaba muchas veces el buen corazón que
ese hombre tenía, la inocencia que aún poseía y que no le dejaba ver más allá
de sus narices.
Celine iba a conocerme mejor, de eso no había duda.
Decidí demostrarle por qué el diablo era rojo, y pobre de ella si intentaba
verlo de otro color. ¿Quería a mi novio? Pues iba a tenerlo, pero a mi manera.
Olek había llegado al club y estaba conmigo cuando Marshall llegó a
avisarme que Darius tuvo que irse con Celine por lo que le pasó a su madre, mi
rostro de disgusto fue difícil de ocultar, y Olek lo notó y señaló con demasiado
ímpetu, y quise matarlo. ¡Joder! Los hombres de verdad no sabían cuándo
quedarse callados.
Estaba molesta por Darius y por lo que Olek había llegado a decirme.
Mi madre estaba detrás de la quiebra de las empresas de los señores Sandr,
ya era seguro, y el chico frente a mí estaba decidido a demandarla y meterla a
la cárcel; era un buen abogado y hasta se las ingenió para demandar a Dana por
haberme hecho perder a nuestro bebé. Era una adolescente en ese entonces y
estaba bajo sus derechos, no obstante, aquel bebé no era solo mío y en ningún
momento di mi consentimiento para que me lo arrebataran y él tampoco;
añadió el daño que me provocó con su arrebato y pronto nos iríamos a juicio.
Por esa razón iba a reunirme con él a la mañana siguiente, su compañero y
abogado nos iba a acompañar para asesorarme y explicarme con más detalles
cómo procedería todo.
Olek también se tomó la molestia de buscar algunos locales para mi futuro
negocio y me sorprendió cuando me dijo que estaba en comunicación con
Amanda —la exempleada de Dana— para saber más acerca de nuestros planes
y hasta armó todo un proceso y paso a paso de lo que se haría.
—¡Bien! Eso es todo, chicos —avisó Mike, abogado y amigo de Olek—. En
el transcurso de esta semana llegará tu citatorio, me avisas para reunirnos una
vez más —me pidió, y asentí.
Se marchó segundos después porque iba a desayunar con su esposa y nos
dejó solos con Olek, pedimos nuestro desayuno luego y comimos en un
silencio tranquilo y muy cómodo.
—Sé que te va a gustar todo lo que hemos preparado con Amanda —dijo de
pronto, y lo miré.
—¿Por qué haces todo esto? —cuestioné luego de darle un trago a mi café,
sin esperarlo tomó mi mano sobre la mesa, y me puse nerviosa.
—Cuando estuvimos juntos hicimos muchos sueños y no pude estar junto a
ti para cumplirlos, no estuve a tu lado para el viaje porque fuimos engañados y
obligados a odiarnos —recordó, y lo miré a los ojos—. Me siento mal por todo
este tiempo que nos separamos y odiamos y, aunque ahora no estemos juntos y
tú estés en una relación, quiero al menos ayudarte a cumplir este sueño —
confesó, y negué.
—No te sientas obligado, no es necesario. Tú eres el primero en aclarar que
fuimos manipulados, así que no tienes que sentir culpa ni hacer esto para
limpiarte de ella —repuse y entrelacé mis dedos a los de él.
Negó y sonrió.
—No es por limpiarme nada, es porque quiero y voy a hacerlo —puntualizó,
y me reí por su tono demandante. Él me conocía y sabía que aquello no
funcionaba conmigo—. Estás de mejor humor hoy, ¿hablaste con Darius? —
preguntó, solté su mano y seguí comiendo.
—Haber dejado las relaciones serias por muchos años me supone muchos
problemas hoy —respondí rato después—, no quiero cometer errores de los
cuales me he burlado todo este tiempo, pero se me hace difícil fingir que algo
no importa cuando en realidad quiero matar a todos.
—Veo que nada está bien entonces.
—No. Y si me ves de buen de humor es porque tampoco me voy a tirar a
llorar o a lamentarme por lo que sucede —aclaré.
—Tuve la dicha de conocer otra faceta de ti, la tierna, la de una novia normal
—señaló, y me reí por ello—, y la amé, en verdad lo hice, y lo sabes. Pero esta
nueva faceta tuya, la de una mujer segura que no se tira a llorar por nada, que
dice la verdad de frente y no teme a ser juzgada… me vuelve loco, Laurel, y
me tendrías a tus pies muy rápido si así lo quisieras porque cuando estoy
contigo por muy seria que sea la situación, siempre estoy pensado en llevarte a
la cama, hacerte mía, y sobre todo hacerte feliz. —Me tomé casi todo el café
que había en mi taza sin parar a pesar de estar caliente, mas no me quemó, ya
que más lo hicieron sus palabras.
—Estoy con Darius, somos novios y estoy enamorada de él, Olek —solté,
sin embargo, pareció que aquella declaración no le incomodaba—. Es mi
primer novio después de ti y me siento feliz, aunque al cabrón le dé por ser
buen samaritano con una chica que está enamorada de él —Rio y negó cuando
dije lo último.
—¿Y no sientes nada por mí? —Mi corazón se aceleró cuando preguntó tal
cosa y me quedé muda por un buen rato «de nuevo»—. Voy a tomar tu silencio
como respuesta afirmativa —señaló y sonrió de lado.
El maldito se veía hermoso haciendo eso.
—Si te veo a los ojos con mucho detenimiento me puedo perder en ellos —
confesé, y fijó sus orbes en las mías para provocarme—, y te aseguro que, si
hubieses vuelto antes, la que te habría llevado a la cama habría sido yo y ahora
mismo te tendría a mis pies, Olek Sandr —aseveré dejando de lado los nervios
que me provocaba, y tragó con dificultad cuando escuchó lo último—. Me
gustas como solo me gusta Darius, pero tardaste mucho y me enamoré de él —
repetí y me gustó ver que en lugar de molestarle mis palabras, las aceptó y
comprendió.
—Entonces te sugiero que le hagas ver que la está cagando contigo y, si lo
sigue haciendo, no me importará ser un cobarde. Me meteré entre ustedes y te
haré caer, pequeña escurridiza. Te recordaré lo bueno que es estar conmigo. —
Me reí al escucharlo, yo también estaba conociendo un nuevo lado de él que
antes no me mostró.
Dejamos aquella conversación de lado y nos concentramos en lo que
haríamos después del desayuno; fuimos a ver cinco locales que él mismo había
buscado partiendo del área y puntos estratégicos para un negocio como el que
quería montar. Dejando de lado los tonteos, Olek era el tipo de hombre que con
facilidad se convertía en tu mejor amigo, era muy fácil hablar con él y te
mostraba un apoyo incondicional; se nos llegó el mediodía y todavía faltaba un
local por ver y que según él podía ser el mejor y adecuado para lo que yo pedía.
—Permíteme un momento —pidió, y asentí. Lo vi alejarse y sacar el móvil.
Aproveché ese momento y decidí enviarle un mensaje de texto a Darius.

Aún estoy con Olek y no hemos terminado, creo que pasaré del almuerzo.
Aprovecha tu tiempo.

Tecleé rápido y vi a Olek hablando un tanto apenado, mi móvil vibró con un


mensaje entrante.

Estás jugando, ¿cierto?

Iba a responder que no, pero una llamada suya me lo impidió.


—Dame un minuto —le pedí a Olek cuando llegó a mi lado.
—Vale, cariño, yo espero. —Lo fulminé con la mirada cuando me respondió
así, pero al ver su sorpresa comprendí que no lo hizo adrede.
—¿Cariño? ¿En serio, Laurel? —reprochó Darius en cuanto escuchó a
Olek, y rodé los ojos, aunque no me viese.
—Creo que estaba pensando en alguien más —dije, y bufó.
—¡Pasas de comer conmigo, tu maldito novio, solo por estar con ese
imbécil! —Estaba muy alterado y si seguía hablándome así no respondía por
mis actos.
—Paso del almuerzo porque todavía no he terminado de ver los locales con
Olek y no es ningún imbécil, tú en cambio sí y eso que eres mi maldito novio
—dije entre dientes para que Olek no se diera cuenta de lo que pasaba.
—Te estás pasando, Laurel —advirtió, y me reí fuerte para que me
escuchara.
—Mira quién lo dice —me burlé—. Sabes qué, Darius Black, paso de verte
hoy y quizá también mañana o después de mañana. No estoy para tus ridículas
escenas de celos.
—Laurel, espera…
No lo hice.
Estaba demasiado alterada en ese momento y, antes de decir algo de lo que
después iba a arrepentirme, era mejor que dejáramos de hablar y seguí en lo
mío con Olek. Me sorprendí al descubrir que él estuvo hablando con Bianka,
ya que quedaron de ir a comer juntos y le avisó que lo dejaran para luego
porque estaba en algo importante conmigo; quise irme entonces porque no me
pareció justo, pero me explicó que con Bianka solo eran amigos y ya ni sexo
ocasional tenían. Lo de ir a comer con ella no fue nada formal yl puesto que yo
terminé mal con Darius, opté por seguir con nuestro plan.
Al final terminamos casi todo el día juntos y con una muy buena oferta con
el último local que vimos, me sentía emocionada y muy ilusionada al saber que
pronto uno de mis sueños iba a cumplirse y Olek estaba igual de emocionado.
—Gracias por todo —dije cuando llegué a mi coche, lo había dejado en el
estacionamiento de un café y sí, al final no solo desayunamos y almorzamos
juntos sino que también nos tomamos el café de la tarde.
—No se merecen —dijo, y me atreví a abrazarlo con fuerzas, creo que mi
ilusión me estaba afectando demasiado.
Inspiré su aroma cuando él también me abrazó y cerré los ojos, olía
demasiado bien. Nos separamos cuando un coche se estacionó a la par de
nosotros y lo reconocí de inmediato.
Darius.
Pero no era solo él y al parecer siguió mi consejo de aprovechar su tiempo.
Salió de su lado y nos miró a Olek y a mí con demasiada furia, del lado del
copiloto vi salir a Celine luciendo ropa un tanto holgada, su maraña de rizos
estaba en un moño mal hecho y las manchas oscuras bajo sus ojos delataban lo
cansada que se encontraba, sentí pena por ella y también muchas ganas de
asesinarla al recordarla abrazando a Darius con mucha confianza.
—Nos vemos cuando volvamos a reunirnos con Mike —dije a Olek.
—No te dejaré sola —advirtió.
—¡Hola, Celine! —saludé a la chica que estaba muy distraída e ignoré a
Olek. Se asustó al escucharme y verme frente a ella.
—¿Laurel? No sabía que nos acompañarías —dijo observando a Darius.
—No lo hará, es una coincidencia que esté cerca del hospital donde está tu
madre —respondió él, y me erguí cuando habló tan frío. Estaba usando el
piercing de su lengua de nuevo, ya que se lo quitó unos días por cuestiones de
formalidad, y aquello lo hacía ver más caliente.
¡Dios! Ese hombre no aprendía que no era bueno tentarme así.
—¿Cómo está ella? —pregunté ignorándolo a él.
—Todavía no sale de la UCI, pero el médico dice que la transfusión de
sangre la sacó de peligro. Es una suerte que Darius la haya donado —informó,
y lo miré.
«Hacías demasiado por esa chica, Pecas, y solo esperaba que no fuese con
segundas intenciones».
—Es una suerte que él siempre esté para ti, cariño. Es tu mayor apoyo —
señalé tomándola de la mano y asintió agradecida—. Pronto saldrá de esta tu
madre, ánimos —pedí y besé su mejilla dejando un poco más de tiempo mis
labios en ella. Miré a Darius sin dejar de hacer aquello y le guiñé un ojo—. Les
dejo seguir —los alenté y me separé de ella.
Vi que Darius la animó a caminar, pero él se quedó frente a mí y a Olek.
—Veo que la han pasado bien —ironizó.
—Tan bien como tú y esa chica —se metió Olek para provocarlo.
—¿Podemos hablar tú y yo? —me pidió muy molesto.
—Claro, cuando dejes de ser la sombra de Rulitos —hablé satírica—. Ahora
ve con ella, no la dejas sola porque te necesita. —Me acerqué para besar su
mejilla, pero me detuvo y lo impidió. Estaba molesto, no obstante, jamás debió
hacer eso porque yo estaba peor.
Sonreí irónica y me aparté de él.
—Gracias de nuevo por todo, Olek —reiteré hacia el ojiazul y besé su
mejilla, él no se negó.
—Nos estaremos hablando —prometió, y asentí.
Se fue cuando vio en mi mirada que quería eso y, luego de darle una mirada
fugaz a Darius, abrí la puerta de mi coche para marcharme de ahí.
—Si te vas, voy a tomar ese gesto muy mal —advirtió.
—Tómalo como putas quieras, pero si no eres un buen ejemplo deja de
joderme y actuar como el bueno de la historia y vete a la mierda —zanjé
soltando palabras que usaba solo cuando me enfurecían demasiado.
Me subí al coche y me fui de ahí harta de su actitud de mierda cuando yo
trataba de darle espacio y no parecer una loca celópata.
Y me moría de celos, jamás me sentí tan celosa como en ese momento, y aun
así decidí no decirle nada para no joder más las cosas, pero Darius me estaba
orillando a ser alguien que no quería e íbamos a terminar muy mal de seguir
así.
Cuando llegué al apartamento me encontré a Edward y Jace, me sorprendió
ver a este último ahí, ya que estuvo de viaje, y más lo hizo el que ambos
hubiesen estado en una discusión muy acalorada; quise darme la vuelta e irme
al percatarme de eso, pero Ed me detuvo. Los dos peleaban porque Jace se
encontraba en casa cuando Darius llegó a dejar mi amigo la noche anterior y el
rubio lo acusaba de infiel; estaba muy molesta por lo sucedido con mi posible
exnovio, sin embargo, me causó gracia y ternura saber que Jace moría de celos
y Ed se sentía muy feliz, al darse cuenta de lo que todavía provocaba en su
novio, y asustado por no saber defenderse.
—Ese imbécil como tú lo llamas, y que en realidad lo es a veces, es mi
novio, Jace —expliqué—, o ex, todo depende de cómo quedemos cuando
lleguemos a hablar. El punto es, que a él no le gustan los hombres por mucho
que algunos se le insinúen. —Ed me fulminó con la mirada cuando dije
aquello, mas no me importó. Era su lección por ser tan atrevido—. Y fueron a
cenar solo porque quería agradecerle a Edward que lo haya ayudado a meterse
a mi habitación la noche pasada. —Cambié la versión solo para no joder más la
situación y vi a Jace más tranquilo.
—Te lo dije, cariño. Esta colita sigue siento tuya. —Me reí sin poderlo evitar
al escuchar al idiota de mi amigo.
Me fui de ahí cuando ambos estuvieron más calmados y puse música fuerte
en mi habitación al escuchar que habían llegado a la reconciliación; con esos
dos se prendía la cosa y me alegraba que al menos ellos estuvieran arreglando
su situación cuando la mía era posible que se pusiera peor.
Esa noche y la siguiente no vi a Darius en los clubes, no nos llamamos y
tampoco nos escribimos, y por una mesera amiga de Celine me enteré de que el
jefe estaba siendo muy amable con Rulitos y no la había dejado sola con la
situación que estaba viviendo. Era una cobarde porque en mi interior prefería
que si las cosas entre nosotros se acababan fuese por ella y no por mi problema.
Jace se había instalado en el apartamento y, aunque él y Ed se mostraran a
gusto conmigo, estaba pensando en buscar mi propio espacio y dejarles su
privacidad. Me dolía la ausencia de Darius, aun así, no lo busqué y traté de
distraerme en mis cosas; terminé encontrando un apartamento muy hermoso y
cómodo, y los chicos me ayudaron con la mudanza y decoración.
Era viernes otra vez, nueve días exactos sin saber nada de Darius, y ese día
por fin me permití sentir dolor; me cansaba de ser fuerte o aparentar serlo. Esa
mañana había recibido el citatorio para declarar contra mis padres y, en cuanto
le avisé a Olek, nos reunimos con Mike; por la tarde me fui a mi apartamento,
tomé una ducha y me tumbé en la cama a pensar y meditar en lo malo que era
el amor, estaba enamorada de Darius y era una suerte no haber llegado a
amarlo como loca y que todo acabara tan pronto. El timbré me sacó un
respingo y de mis pensamientos, tenía música suave y aun así me asusté; usaba
un pantaloncillo de algodón que apenas cubría mis nalgas y una camisa blanca
sin mangas, mi cabello estaba en un moño flojo y ni siquiera me vi al espejo
cuando fui a abrir la puerta.
Mi corazón se aceleró emocionado y mi cerebro le revoleó los ojos
suplicándole porque no fuera tan idiota, yo me quedé sin saber qué decir
cuando vi a Darius frente a mí e imaginé que Edward le había dado mi
dirección.
—¿Puedo pasar? —preguntó, y solo asentí dándole espacio para que lo
hiciera.
Era un día frío, él usaba un jeans azul gastado y zapatillas deportivas, su
camisa era negra y sobre ella tenía una chamarra del mismo color con detalles
marrones, su cabeza era cubierta por un gorro y sí, también noté que el piercing
seguía en su lengua. Al parecer esa amada joya volvió para quedarse.
—¿Quieres algo de tomar? —ofrecí cuando estaba observando mi nuevo
hogar.
—Tal vez luego, ahora solo quiero hablar —aclaró, y le hice una seña con la
mano para que tomara asiento.
—Hablemos entonces porque dentro de unas horas debo irme a trabajar.
—Durante mucho tiempo me consideré un hombre demasiado orgulloso —
declaró, y tomé asiento a su lado—. Cuando conocí a Isabella y LuzBel me di
cuenta de que lo mío era cosa de niños, pero al conocerte a ti creo que ya no sé
en qué etapa denominarme porque tú haces parecer cosa de niños lo de esos
dos. —Sonreí sin gracia cuando dijo aquello—. Nueve días, Laurel —al menos
él también los llevaba contados—, y hubiesen sido más si no te hubiese
buscado yo.
—Pues la verdad sí. Incluso ya estaba comenzando a dar por terminado lo
nuestro —dije serena.
—¿Deseas eso?
—No, aunque tampoco estoy dispuesta a seguir con un tipo para el que no
soy prioridad —solté, y me miró con sorpresa—. Desde que estoy contigo he
comprendido que no soy buena para las relaciones serias porque no soporto que
me dejen de lado, no nací para ser la segunda opción de nadie a menos que yo
lo quiera y sabes que contigo no quiero serlo, pero estás tan enfrascado en ser
bueno con Celine que olvidas que soy tu novia y que tendría que ir antes que
cualquiera.
—Y tú me dejas por estar con Olek, el tipo que una vez amaste y el cual
busca algo contigo. A mí también me molesta que hagas eso, que me dejes de
lado por estar con él.
—Solo ha pasado una vez y lo hice para que sintieras lo que sentí al verte
esa noche con Celine muy a gusto entre tus brazos.
—Solo estaba cansada, Laurel —zanjó exasperado.
—¿Y cuándo te la folles también me dirás lo mismo? ¿Qué fue porque
estaba cansada y querías ayudarle a liberar estrés? —increpé exasperada igual
que él, y negó incrédulo.
—Eso no va a pasar, es solo una amiga. —Me reí.
—Tampoco te preocupes por Olek, nada pasará porque es solo un amigo.
—Uno que está enamorado de ti —alegó furioso.
—Igual que Celine de ti, no te sigas haciendo el idiota porque eso me
enfurece más —zanjé—. Y sabes qué, a mí también me gusta Olek y te lo digo
y sostengo en la cara, Darius —confesé y vi la ira en sus ojos—. Me gusta y le
gusto, pero le he dejado claro que estoy contigo, que estoy enamorada de ti, y
eso ninguna atracción física lo va a cambiar y, a diferencia de Celine, Olek no
se aprovecha de eso y busca excusas para que deje de dedicarte tiempo a ti.
Somos adultos y sabemos respetar los límites, cosa que esa niña desconoce.
—No la juzgues si no la conoces —pidió, y entonces fui yo la que lo miró
incrédula—, y es muy descarado de tu parte que me digas lo que acabas de
decirme como si no fuese malo.
—Entonces prefieres que te mienta como tú me mientes a mí —repuse
poniéndome de pie—. Eso quieres, que te vea a la cara y te diga que Olek solo
es un amigo, así como tú te mofas de que Celine lo es sabiendo que está
enamorada de ti y a ti te gusta ella. Niégamelo, Darius —lo reté—. Ten las
bolas de mirarme a los ojos y decirme que esa chica no te gusta y que ignoras
lo que ella siente por ti.
—Eres imposible —se quejó, se puso de pie y me dio la espalda.
Me dolió su actitud, la típica de un hombre cuando estaba atrapado y no
sabía si decir la verdad arriesgándose a perderlo todo o mentir para no perder
nada de momento, porque a la larga también terminaría perdiéndolo.
—No soy imposible, solo soy lo suficiente inteligente para saber lo que
sucede frente a mis narices —aclaré—. Y solo te pido que no seas como los
demás. Déjame siquiera ser una estúpida porque quiero y no porque tú quieres
—clamé, y él sabía a lo que me refería.
Solo en mis manos estaba la decisión de ser engañada, no quería que
estuviese en las de él.
—No pasa nada entre Celine y yo —dijo y se acercó a mí, acunó mi rostro, y
se lo permití—. Estás haciéndote películas tontas en la cabeza —aseguró, pero
su mirada no coincidía con sus palabras.
Sentí de todo con ellas y me juré que ese hombre iba a conocer una parte de
mí que lo iba a dejar idiota.
—Perdón por eso, pero estos días me han afectado demasiado —cedí
fingiendo que le creía.
«Era bueno que no te creciera el pene, Pecas, porque si no a esas alturas ya
me habrías tenido en silla de ruedas».
Me besó luego de eso y a pesar de todo me gustó sentirlo después de tantos
días, pero sus besos por alguna razón no se sentían igual, no eran los de mi
novio, los de mi hermoso Pecas, no. Eran los de un hombre miedoso y
confundido, eran los de alguien desconocido para mí, y cuando quiso llegar a
más, no se lo permití y mentí diciendo que estaba con mi periodo.
—Soy un buen marinero, amor. No le temo al mar rojo —aseguró y, aunque
me pareció asqueroso, también me causó gracia.
—Tampoco temo a eso o que te aventures por otras partes —solté—, pero no
estoy bien, me duele la cabeza y me siento un poco indispuesta —asintió
comprensivo y dejó de insistir.
Me pidió faltar al trabajo esa noche porque deseaba estar conmigo y no fue
de mi agrado ser irresponsable, sin embargo, cedí y cenamos juntos; estaba
encantado con mi comida y hablamos de lo que pasó en nuestra semana sin
vernos, le seguí hablando de Olek sin importarme lo que sintiera porque
deseaba mantenerme sincera con él en eso y de nuevo me ofreció apoyo para el
juicio.
Conversamos de mis planes con el local de flores y el pequeño laboratorio
que montaríamos para probar con nuevas especies, y frente a mí llamó a
personas conocidas en ese rubro que me ofrecieron su apoyo, me comentó que
el caso de Karma iba avanzando y, cuando la mención de Nolan llegó, recordé
a Ed cuando le hablé de haber visto a su amor platónico y la emoción que surcó
su rostro. Saqué el tema de Celine otra vez, tanteando el terreno y al menos esa
vez me habló sincero sobre lo que le pasó a la madre de la chica; Celine
regresaba al trabajo esa noche y quise evitar pensar en que él no quería que me
cruzara con ella después de nuestra conversación de antes.
No era idiota, no le creía e intuí que el espacio que nos dimos esa semana, en
lugar de ayudarle a ver bien las cosas, lo confundió y tal vez me iba a embarcar
en juego peligroso, pero como dije antes, en lugar de empujarlo a ella mejor lo
llevaría y en mis manos estaba ser engañada o no. Y no quería serlo, sin
embargo, él sentía curiosidad o atracción por esa chica e iba a averiguarlo; por
eso, cuando se metió a la ducha violé un código de privacidad que me juré no
quebrantar jamás y cogí su móvil con una enorme curiosidad por revisar sus
mensajes, mas me controlé y solo envié uno haciéndome pasar por él.
Le pedí a Celine llegar a mi apartamento, ella no sabía que era mío, solo que
Darius necesitaba que le llevara unos papeles de inmediato; borré el mensaje
luego de que lo recibiera y respondió con un «en diez minutos estoy ahí».
Que comenzara el juego.
Sabiendo que iba a hacerlo, le pedí a Darius meternos a la tina juntos con la
excusa de dejarlo navegar dónde él quisiera y me fui del baño con la mentira de
ir por una botella de vino y copas para relajarnos mejor. Rulitos era muy
eficiente cuando de su jefe se trataba y tal como lo prometió, diez minutos
después tocó la puerta de mi apartamento y di gracias porque obviara el timbre.
La sorpresa fue grande para ella cuando vio que fui yo la que abrió aquella
puerta.
—¡Laurel! —saludó, y sonreí.
—La misma, dulzura. Pasa —invité y cerré la puerta cuando lo hizo.
—Darius me pidió esto. —Alzó los documentos, y los tomé.
—Fui yo, pero intuyendo que vendrías más rápido si te lo pedía de su móvil,
lo hice tal cual.
—¿Arreglaron las cosas entre ustedes? —preguntó, y noté su impresión.
—No me digas que creíste que no sería así —satiricé y di un paso frente a
ella, se alejó uno.
—No dije eso.
—Es lo que demuestras. —Di un paso más, repitió su acción.
—Te estás equivocando conmigo —señaló, di otro paso frente a ella, no
pudo retroceder más porque el sofá se lo impedía, y entonces la miré a los ojos
y acaricié su rostro. Se tensó y su piel se volvió chinita—. É-él es f-feliz
contigo —titubeó.
«Ride It» de Jay Sean comenzó a reproducirse en la barra junto al televisor y
sonreí porque me iba la sensualidad de la melodía en ese instante.
—Sé que quieres montarlo —susurré cerca de sus labios y bajé mi caricia
hasta el comienzo de sus pechos—, pero eres muy tierna.
—No te equivoques conmigo —pidió cogiendo valor y tomando mi mano—.
Bajo esta ternura existe alguien peligroso. No me tientes, Laurel —advirtió, y
sonreí con descaro.
—Me encanta que te quites la máscara, Rulitos —alabé y entrelacé mi mano
con la suya—. Te gusta Darius y creo que tú quizá le gustas a él, pero la
pregunta aquí sería… ¿Crees que puedes ponerte a mi nivel? —Sus ojos
brillaron cuando dije lo último.
—Pruébame —pidió.
Y el juego dio inicio.
Me acerqué del todo y uní mi boca a la suya, se sorprendió al principio al
sentir mis labios y se quedó tiesa, pero en cuanto mi legua salió abrió los suyos
y me recibió; mantuve los ojos abiertos y los de ella se cerraron en ese instante
y gimió cuando profundicé el beso mostrándole que estar a mi nivel era
delicioso, tentador y peligroso a la vez. Vi una sombra de soslayo y supe que
Darius llegó justo en el momento indicado, así que di mi siguiente paso y cogí
a Celine del cuello con una mano y la otra la llevé a su entrepierna metiéndola
por debajo de la falda y acariciando su sexo por encima de la ropa, gimió fuerte
en mi boca y llevó las manos a mis pechos, bajé mis besos a su cuello y sentí el
acelerado latido de su corazón.
Miré a Darius que estaba anonadado y sin saber qué decir o hacer, y le sonreí
con picardía cuando vi el bulto entre sus piernas elevarse junto a la toalla que
lo cubría.
—Voy a preguntar una última vez, Darius —dije y sostuve a Celine en su
puesto cuando me escuchó hablar y mencionar aquel nombre—. ¿Te gusta la
chica que ahora mismo está disfrutando de mis besos y caricias justo en su
entrepierna? —Introduje mi dedo dentro las bragas de Celine y sentí su
humedad.
—¡Oh, mierda! —gimió ella cuando la toqué justo como sabía que iba a
gustarle.
—Si te gusta, tómala. Pero conmigo en el paquete —advertí y sus ojos se
desorbitaron—. Ella lo desea también, ¿cierto, Celine? —La chica me miró
estupefacta.
Los dos estaban así al ver a lo que se estaban enfrentando.
¿Querían jugar? Lo harían a mi manera.
Todo se me estaba saliendo de las manos con Laurel, todo me estaba
saliendo mal en muchos sentidos y nunca me sentí más confundido como en
ese momento cuando la vi irse de la cafetería sin importarle lo que quería
hablar con ella. Me enfurecí porque vi que no me estaba respetando y odiaba
que fuera tan amable con Celine, pero me tratara como lo hacía cuando
estábamos solos; verla abrazada con Olek me descontroló, y más cuando fue
ella la que se aferró a él y, si seguíamos así, estaba seguro de que no
llegaríamos lejos y poco me duraría el gusto de haber atrapado a mi estrella.
Me fui con Celine y decidí no mencionarle nada de lo que pasaba porque
suficiente tenía con lo de su madre, la pobre estaba muy agotada y sentía que
tenía que estar ahí con ella. No vi a Laurel en todo el fin de semana, no quise ir
al club para darle su espacio y dármelo a mí, y me dediqué a mis asuntos y a
pasar el tiempo con Dasher; Celine, a pesar de su situación, me seguía
ayudando con él y, aunque ella decía que no le alcanzaría la vida para pagarme
lo que había hecho por su madre, era yo quien me sentía así por ayudarme con
mi pequeño.
Esa semana me la pasé con ella, nos conocimos un poco más y me ayudó a
sobrellevar el orgullo de aquella pelinegra que a lo mejor ni se acordaba de mí;
la imaginaba con Olek aprovechando el tiempo y, aunque me asustó, también
me enfureció.
Era miércoles, al fin la señora Sandell había sido trasladada a sala de
observación y estaba fuera de peligro, tuve el placer de conocerla y me pareció
una mujer muy agradable; al igual que su familia me agradeció por lo que hice
y, cuando se quedó en compañía de su esposo, llevé a Celine a su hogar.
—Perdón por tanta molestia estos días —murmuró cuando estábamos aún en
el coche y fuera de su apartamento.
—Sabes que no es molestia, lo hago con gusto —dije poniendo la mano en
su hombro, y me miró con ternura.
—Eres demasiado perfecto, Darius —señaló y me abrazó.
Hacer eso ya no se sentía tan mal y extrañar a Laurel me volvía débil. Ese
día al fin le hablé a Celine de que las cosas con mi supuesta novia no estaban
bien y me animó a buscarla.
—Eso es mentira y lo sabes —dije y la sentí sonreír en mi cuello.
Sentí un roce de sus labios y me estremecí al no saber si de verdad pasó o
me lo imaginé.
—Eres perfecto —aseguró separándose un poco y, antes de que dijera algo
más, unió sus labios a los míos.
Me quedé estático al sentirla, mas no me separé. No supe si fue porque no
podía o no quería, lo cierto era que la dejé besarme y estuve a punto de
corresponder, pero la imagen de Laurel llegó a mi mente y con delicadeza la
separé de mí.
—Celine, esto no está bien —dije, y me miró apenada, la tomé del rostro
para no hacerla sentir así, mas su mirada llena de vergüenza seguía—. No
puedes decirme que busque a Laurel y luego hacer esto —puntualicé.
—Perdón, creo que me dejé llevar por el estrés de estos días, y el que tú
hayas estado tan pendiente de mí me confundió. De verdad perdón —aceptó
separándose, y la comprendí—. Te juro que no quiero que estés mal con ella,
eres feliz cuando están bien y no voy a arruinar eso, por favor olvídalo —
siguió, y sonreí.
—No pasa nada, está olvidado. —La tranquilicé—. Buenas noches —deseé
cuando salió del coche y la escuché murmurar un «igual».
Le dije que estaría olvidado lo que sucedió, pero lo cierto era que no lo
estaba.
Durante todo el viaje a casa pensé en lo que pasó y me sentí una mierda al
descubrir que aquello no se sintió tan mal; esa chica era dulce, tierna, amable e
inocente. Intentaba ayudarme a estar bien con Laurel cuando quizás yo le
gustaba y eso me hizo un revoltijo de pensamientos en la cabeza.
No pude dormir en toda la noche, mi cabeza daba vueltas y la imagen de
Celine no me abandonaba, tampoco la sensación de sus labios sobre los míos, y
luego estaba Laurel, la chica que elegí para mí. La misma que no me hacía
escenas celos, pero se los tragaba y lo descubrí aquel día en la cafetería; no se
entrometía en lo que hacía con Celine, no se molestaba porque le ayudaba e
incluso me perdonó el haberla dejado plantada por ella dos veces, y era
consciente de que sería un imbécil si le fallaba.
Pero me estaba confundiendo y ella no lo merecía.
Pasé todo el jueves pensando en lo que me estaba sucediendo, incluso la
mañana del viernes y a cada segundo me sentía peor porque no quise llamarle
ni escribirle a Laurel, pero sí lo hice con Celine después de aquel beso no
correspondido. Nos escribimos mensajes de texto y obvió el tema del beso,
seguía actuando como mi amiga y empleada, no más; decidí ir esa tarde en
busca de Laurel porque era la única que me ayudaría a sacarme todo de la
cabeza así fuera peleando, follando o como fuera, estaba seguro de que me
ayudaría a aclarar las cosas. Cuando llegué al apartamento y no la encontré me
asusté de no volverla a ver, aunque Edward me dio su nueva dirección y me
sorprendió que el tipo ya no fuera tan lanzado conmigo y casi me sacó a
patadas de su hogar.
Estaba nervioso cuando llegué al nuevo hogar de Laurel y me asustaba la
idea de que tal vez ella ya no quisiera verme, pero cuando abrió la puerta y me
dejó pasar tuve esperanzas.
Esperanzas de que la confusión se fuera.
Vestía ropa diminuta y sus piernas y su trasero estaban más que perfectos, la
había extrañado demasiado; deseaba sus besos, sus caricias, su perversión, su
carisma y sus rabietas. ¡Joder! Deseaba hasta sus defectos y me sentí tranquilo
de que aquello fuese así. Aunque todo se hubiese ido a la mierda por un buen
rato. Laurel no era la típica novia que se iba a armar escenas de celos sin
fundamentos, tampoco era de las que se limpiaba su mierda queriendo
embarrar a los demás, no. Esa mujer era mucho más peligrosa porque sabía
manejarse en ambos territorios y lo tenía claro, sabía ser amante y novia,
conocía a la perfección las estrategias de ambas, no obstante, eso no era el
verdadero peligro en ella.
La verdadera amenaza estaba en que también sabía pensar como hombre y lo
llevaba a otro nivel.
Odié que me dijera en la cara que le gustaba Olek, maldije más el creer todo
lo que salió de su boca porque como ella misma lo dijo: tuvo más bolas que yo
y me dejó claro que, aunque ambos se gustaban, yo estaba por encima de él y
supe que la había cagado. Lo hice porque dejé estar a Celine por encima suyo y
terminé confundiéndome, pero aceptar lo que Laurel deseaba que aceptara no
era fácil porque eso significaba haberle fallado a la única mujer que jamás debí
fallarle.
Le dejé clara las cosas a Celine y comprendía que ella se hubiese confundido
con mis atenciones, por lo mismo tampoco quise exponerla y fui un cobarde al
ver a los ojos a mi novia y decirle que nada pasaba.

—Déjame si quiera ser una estúpida porque quiero y no porque tú quieras.

Sabía lo que esas palabras encerraban y aun así callé.


Después de todo no cambié tanto y seguía siendo el mismo imbécil, uno que
no se merecía a la mujer frente a mí; cedió a pesar de todo, lo hizo incluso
sabiendo que le mentía. Lo noté y quise tenerla para mí esa noche y
demostrarle que, a pesar de mis errores la necesitaba a mi lado, solo a ella, a
nadie más.
Cuando me propuso meternos a la tina juntos intuí que lo de su periodo fue
una excusa por mis idioteces, pero no la juzgaba, me merecía algo peor que eso
y agradecía que no me castigara así. Sin embargo, tardó mucho y cuando salí a
buscarla esperé de todo, menos lo que la encontré haciendo.
¿En qué mierda me había metido?
La fantasía de todos los hombres era siempre lograr un trío, muchos lo
conseguían, yo todavía no había podido hacerlo —algo en lo que la mujer
frente a mí me llevaba ventaja—, pero jamás creí tener la posibilidad y que
fuese con la mujer que quería y la que me confundía me dio miedo.
El hijo de puta tenía miedo, pero mi pene no y reaccionó de inmediato al ver
tan caliente escena, al escuchar lo gemidos que Laurel le provocaba a Celine y
al verla actuar a ella como en realidad era: una mujer perversa capaz de hacer
caer hasta al más santo.
—Voy a preguntar una última vez, Darius… ¿Te gusta la chica que ahora
mismo está disfrutando de mis besos y caricias en su entrepierna?
—¡Oh, mierda!
Sí, Celine. ¡Oh, maldita mierda! Esa también fue mi expresión cuando
Laurel me probó con una pregunta capciosa que tenía que saber responder.
—Si te gusta, tómala. Pero conmigo en el paquete. Ella lo desea también,
¿cierto, Celine?
Las miré a ambas, Celine lo hizo cómplice, aceptando con la mirada que
quería llegar más allá de aquel beso que me dio en el coche. Laurel lo hizo
dándome la oportunidad de aclarar mi cabeza de una vez por todas, me estaba
permitiendo probarlas a las dos y así salir de mi curiosidad, pero temía que
luego de eso iba a perderla.
—Sí, me gusta —solté entonces decidiendo devolverle la sinceridad que ella
me dio antes.
Miró a Celine y lo hizo con una sonrisa sensual, demostrándole que mi
confesión no la había dañado, Celine sonrió tímida y con ilusión.
—Pero me gusta más la mujer que ahora mismo tiene su mano metida en
esas bragas y no dentro de mi toalla, tocando mi polla y haciéndola suya —
solté, Celine se sorprendió por mis palabras, era muy inocente. Laurel me miró
perversa—. Si te propusiera hacer un trío con Olek, ¿lo aceptarías? —devolví
su prueba, y me miró sorprendida.
Antes de que respondiera llegué hasta ellas, tomé a Laurel de su mano libre
y la pegué a mi cuerpo. No me importó que Celine estuviese ahí, tomé la otra
mano de Laurel y la puse donde tenía que estar. Me acarició de inmediato y
gruñí cuando lo hizo tal cual como me gustaba.
—Yo no estoy confundida, tú sí —alegó.
—No te pregunté eso —murmuré.
—No pienso en un trío con él, pero si quisieras lo aceptaría y te demostraría
lo que es follar por placer, sin mezclar sentimientos —soltó, y me reí al ver lo
cabrona que podía ser—. Te falta aprender eso —señaló—, y a ti también,
Rulitos. Si hago esto es para demostrarles que en mi cara no se van a reír tan
fácil y antes de hacer sus mierdas mejor inclúyanme porque por buena soy
demasiado, pero por mala puedo ser imparable y joderles la vida a como se me
antoje.
Clara y directa advertencia.
Celine estaba avergonzada y no me agradó que Laurel la humillara porque la
chica no había hecho nada malo, yo en cambio sí porque le estaba ocultando
algo a mi novia cuando ella me decía la puta verdad en la cara.
—Celine —la llamé, y me miró un tanto asustada—. ¿Te gustó lo que esta
loca te ha hecho? No mientas —pedí serio, y miró a Laurel, ella le regaló una
sonrisa maliciosa.
—Fue intenso —respondió viéndola a ella.
—Y puede serlo más, te puedo hacer volar, Rulitos.
—¡Laurel! —objeté con advertencia, y siguió con su sonrisa pícara—. Tengo
claro que eres muy hermosa, pero si tú aceptas y yo igual esto no dejará de ser
un juego —dije después a Celine aclarándole que no la quería usar—. Querías
la verdad, aquí la tienes: me gusta Celine, tú en cambio me encantas, me
vuelves loco y me enamoras cada día más; lo del trío es tentador, no lo voy a
negar, mas no es necesario para saber lo que quiero. —Esa vez me dirigí a
Laurel.
—Debo irme —avisó Celine y comenzó a caminar antes de que dijésemos
algo, en otro día tal vez me hubiese ido tras de ella para pedirle una disculpa,
pero ya no sería tan imbécil con la mujer frente a mí. Así que dejé que se
marchara.
—Me besó un día de estos, pensé en corresponderle y me confundí. No sé si
fue por los problemas que teníamos, por la nostalgia o porque es hermosa y me
gusta; y sí, no te lo acepté antes porque me dio miedo perderte y creí que
ocultándolo me ahorraría problemas contigo —solté, y me miró seria—.
Perdóname, amor, la he estado cagando contigo cuando me costó demasiado
conseguir que fueses mi novia.
—Así que es hermosa y te gusta —ironizó, pero no me demostró molestia.
—Solo eso, es solo atracción y estando aquí contigo y ella hace un momento
me he dado cuenta lo verdaderas que son tus palabras. La atracción jamás
superará lo que siento por ti —aseguré, y no mentía.
—Te di la oportunidad de estar con ella, se las di a ambos y ninguno la
aprovechó. Luego no me salgan con mierdas —advirtió, y la volví a coger del
brazo para acercarla a mí.
—Eres única, Laurel Stone —le recordé y la besé.
Lo hice al fin siendo yo, sin secretos ni miedos, demostrándole que cuando
la elegí no me equivoqué en que sería perfecta para mí. Diciéndole así que no
importaba si sentíamos atracción por alguien más, porque eso siempre iba a
pasar, pero lo de nosotros era fuerte y se impondría siempre sobre cualquier
dificultad.
Esa mujer me dio una lección y, sin alejarse de mí, me ayudó a aclarar las
cosas, me ayudó a saber que ninguna mujer sería igual a ella; ambos estábamos
enamorados el uno del otro y, aunque me lo dijo por primera vez en medio de
una pelea, el recuerdo me hacía sonreír.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó parando unos segundos de besarme.
—Estás enamorada de mí —le recordé, y también sonrió.
—Eras un tonto por dudarlo, eres mi primer novio después de años, te soy
fiel, acepté algo serio contigo porque ya no te quería como acostón ocasional,
he probado de todo antes y después de ti, pero volví a tu lado, Darius, y aun así
creías que no lo estaba —señaló, y volví a besarla.
—Te quiero —dije, y era así.
No la amaba aun, no me iba a engañar, y ella tampoco me amaba, pero la
quería y estaba seguro de que aquel sentimiento no iba a parar de crecer porque
todo era así con Laurel, me tenía loco y todo el mundo lo sabía.
Volví a besarla y le saqué la ropa, no se negó más, en cambio me quitó la
toalla y me dejó desnudo frente a ella; besé su cuello y llegué a sus pechos,
palpé uno con la mano y el otro con mi boca provocándole gemidos de
satisfacción. Era así como tenían que ser las cosas entre nosotros, yo le
provocaba gemidos y viceversa, no a otras personas.
Era delgada y más baja que yo y me gustaba lo pequeña y cálida que se
sentía entre mis brazos, la llevé hasta el sofá y la recosté ahí, bajé mis besos
hasta su vientre y enterró sus dedos en mi cabello cuando llegué a su
entrepierna y lamí sin pudor. La mentira del periodo ya se había ido a la
mierda, estaba húmeda y muy deliciosa; la saboreé con paciencia y
movimientos suaves, en círculos y de arriba hacia abajo, acariciando su manojo
de nervios y llegando hasta su entrada, se abrió más para que tuviese mejor
acceso y me la devoré así como me encantaba hacerlo llegando un poco más
abajo de su vagina y descubriendo que le encantaba que jugara por otros
rumbos.
—¿Jugamos diferente esta vez? —propuse dejando de lamerla, pero
acariciándola con mis dedos.
—Juguemos —aceptó, y sonreí satisfecho.
Me pidió usar condón sabiendo que iba a sodomizarla, y lo acepté
admirando que aun en la bruma de la pasión se cuidara tan bien, la besé de
nuevo para hacerla sentirse en mi boca y luego de colocarme el preservativo la
giré y la puse en cuatro; lamí su trasero para lubricarla más y tras eso me
acomodé penetrándola con cuidado en lo que ella acariciaba su coño para que
el placer fuese más intenso. Ambos gemimos cuando la llené y comencé a
moverme lento, entrando y saliendo, dilatando su ano cada vez más y
permitiéndome así un mejor acceso; la presión que aquel lugar hacía en mi
polla me enloquecía, y cuando sus caderas comenzaron a encontrar mis
embestidas supe que era momento de moverme más rápido.
Gritó mi nombre en cuestión de segundos, y yo estaba dando todo de mí para
no hacerlo tan pronto, porque penetrarla así era otro nivel, otra sensación y
algo muy morboso que provocaba tremendas erecciones solo con imaginarlo.
Su trasero se veía más grande desde ese punto, su cintura más delgada y su
cabello tan negro como la noche lograba un perfecto contraste con su piel
perlada por el sudor. Sus manos se asían al borde del sofá y sus gemidos me
demostraban lo mucho que disfrutaba aquella intromisión de mi parte, un fuerte
grito salió de su boca cuando la penetré con más fuerza dejándome llevar por la
excitación que me causaba el simple hecho de verla tan eminente, tan hermosa,
majestuosa, tan ella. Se corrió una vez más y lo hice junto a ella no pudiendo
soportar más el deseo, gruñí su nombre y me vacié por completo.
Salí cuando los espasmos se calmaron y retiré el preservativo anudándolo y
tirándolo a un lado, me senté y pronto la tuve sobre mí, a horcajadas sobre mi
regazo desnudo. Reaccioné de inmediato al sentirla tan insaciable como solo
ella podía serlo y me introduje esa vez en su sexo, sus mejillas estaban rojas,
sus pechos igual al haberlos tenido presionados antes sobre el sofá. Sus labios
hinchados rogaron por mi boca y no me di a desear, no cuando Laurel tomó el
control de la situación y me demostró lo diestra que era en el ámbito sexual. Se
balanceó sobre mi polla, cogí con fuerza sus nalgas y me adueñé luego de sus
tetas, gimiendo, gruñendo, jadeando y saciándonos el uno del otro; antes la
follé yo y la hice mía una vez más, en ese momento era ella la que me hacía
suyo y confirmaba y reafirmaba que solo esa mujer podía volverme loco de
placer en cuestión de segundos.
—¡Mierda! ¡Laurel! —dije al sentir que no iba a soportar más.
—¡Darius! —me llamó corriéndose de nuevo en ese momento y llevándome
a mí con ella.
La noche fue demasiado corta para todo lo que teníamos que reponer.
Era la una de la tarde del sábado cuando nos levantamos de la cama para
buscar algo de comer, Laurel era una excelente cocinera y me pregunté si en
verdad había algo que esa mujer no pudiese hacer, ya que me demostraba que
era capaz de todo. Me sentía más tranquilo y relajado, sin confusiones de nada
y sin ganas de irme de aquel apartamento, deseaba estar siempre con esa mujer
y no dejarla sola ni un segundo.
El timbre sonó de pronto y ella miró extrañada demostrándome que no
esperaba a nadie. Dejó un vaso con jugo en la isla frente a mí y se fue a abrir.
—¡Olek! ¿Qué haces aquí? —Me tensé al oír aquel nombre y quise ir hasta
ahí y cerrarle la puerta en la cara. No deseaba ni que ese tipo mirara a mi chica
y si le dije lo del trío a ella fue solo para probarla—. Pasa —lo invitó muy
tranquila.
¡Perfecto!
—Perdona que no te avisara, pero estaba de paso y necesitaba entregarte esto
—dijo él dándole unos documentos—. Darius —saludó cuando se percató de
mi presencia, y solo asentí nada contento con verle el hocico—. Así que el
idiota recapacitó —comentó hacia Laurel, y me puse de pie.
—¿Te molesta? —cuestioné satírico llegando a él.
—Vamos, chicos, no me hagan una escena —pidió Laurel, y la ignoré.
—Para nada, que me guste tu novia no significa que me alegra verla tener un
día de mierda solo porque a ti se te antoja ser el buen samaritano de otra.
—Olek —advirtió Laurel, y se puso frente a mí.
—No te metas en mis mierdas —exigí.
—Bien, no lo haré. Tienes toda la razón. —Alzó ambas manos al decir
aquello—, pero acepta mi consejo y no pierdas a esta mujer solo por la
curiosidad que te provoca alguien más. —Odié que Laurel le hubiese hablado
de nuestros problemas, sin embargo, no podía reclamar cuando hice lo mismo
—; me gusta hablar de frente, Darius, y, aunque me guste tu chica, ten por
seguro que no me meteré entre ustedes porque respeto que ella te respete y,
conociéndola como lo hago, sé que te tiene al tanto de lo que ha pasado entre
nosotros estos últimos días, y si la busco es solo por las cosas que tenemos en
común. Y siento mucho lo de idiota, fue ella la que se refirió así de ti. —Miré a
Laurel, y me sonrió entre avergonzada y divertida.
Al parecer esos dos no tenían filtros.
—En mi defensa, estaba muy molesta contigo —aceptó.
—¿Y era necesario decírselo a él? Porque yo he estado molesto contigo,
pero no te trato con esos motes.
—Pero tú eres hombre y eso sería muy malo de tu parte. —Vi a Olek
aguantar las ganas de reírse cuando la escuchó decir eso, estaba siendo como
una niña sabionda y malcriada.
Negué porque también tuve ganas de reírme.
—Eso fue muy feminista —dijo Olek, y asentí de acuerdo.
—Ahora los dos se unirán contra mí. ¡Qué bien! —ironizó.
—Te deseo mucha suerte con esta listilla —repuso el tipo frente a mí.
Buscaba una manera de saber que era un mal tipo y había vuelto para
joderme la vida, pero no la encontraba y no sabía si era porque fingía muy bien
o porque yo era muy estúpido para confiar en las personas. Al final, Laurel lo
invitó a comer y me pidió que al menos lo tolerara para que lo conociera mejor,
y no me interesaba conocerlo, aunque después de haberla cagado con ella
sentía que podía ceder a eso solo por complacerla.
Olek llevaba consigo unos documentos que acreditaban a Laurel como nueva
dueña de uno de los locales que habían visto para el negocio que deseaba
montar y no me agradó que el tipo hubiese tenido tan excelente idea y no yo,
pero compartí la emoción de mi chica y decidí al menos no ser como un grano
en el trasero con ella ese día.
—Somos hombres, Olek, así que espero que me digas la verdad —pedí
cuando ambos nos quedamos solos.
Laurel había sido llamada de la oficina de los apartamentos para que firmara
unos papeles, estaba en el mismo territorio de condominios y nos hizo
prometer que no nos mataríamos al no estar frente a nosotros.
—Y te la he dicho. Ya no somos unos adolescentes y no tendríamos porqué
odiarnos, de hecho, yo no lo hago, aunque me molestó que me golpearas la otra
noche. Lo comprendo, sin embargo. El punto es que: antes de que toda esa
locura con Laurel pasara, tú y yo nos conocimos bien, me pareces un buen tipo
y no busco joderte la vida —respondió, y lo miré serio.
Tenía razón en mucho, nos conocimos antes de saber lo de Laurel y tampoco
me pareció un mal tipo.
—¿Qué harías si tu novia te propusiera un trío? —solté de pronto y mi
pregunta lo descolocó.
No era de lo que estábamos hablando, pero necesitaba una opinión
masculina y, aunque tenía a mis amigos, ellos no estaban cerca en esos
momentos.
—¡Mierda! Si fuese con otra chica creo que sería el hombre más feliz, todo
lo contrario a si me lo propusiera con otro chico —repuso, y miré fijo el vaso
vacío frente a mí.
—¿Y si ese trío incluyera a la chica de la que tu novia desconfía o intuye que
algo pasa? —No tenía idea del porqué decidí hablar con él, pero no pude
evitarlo.
—Viejo, ese sería otro nivel. Si te lo pidiera podría ser una prueba de fuego
para ti y… ¡Joder! ¿No me digas que Laurel hizo eso? —cuestionó de pronto al
comprender mis preguntas—. Porque si es así estás jodido, ya que con ella no
se sabe si lo haría por placer o prueba. —Reí irónico al oírlo.
—Pues lo pidió y me negué, aunque la chica también influyó porque se fue
luego de algo que dije y me dejó todo más fácil —acepté.
—¿Es la chica del otro día en el café? —asentí a su pregunta—. Fue bueno
que nada pasara, está enamorada de ti y eso habría complicado todo. No solo
para ella sino también para Laurel porque, aunque creas que es una descarada o
desinhibida, le habría dolido verte con una chica que se nota que también te
gusta. —Me incomodó que dijera aquello.
—Celine es guapa y tierna, es una buena amiga, pero no me gusta como
Laurel o tú intuyen, es simple atracción —aclaré, y asintió.
—Te comprendo y me pasa con Bianka, me gusta y la he llevado a la cama,
pero no es la chica que se pondría al nivel de la mujer que en verdad quiero. Si
tuviera una chica que quisiera —aclaró y se retractó, aunque supe porqué lo
hizo, mas no dije nada—. Tienes que saber hacer bien las cosas con Laurel
porque ya no es la niña inocente que conocí y por inocente no refiero a que
alguna vez fue como Celine.
—¿La quisiste?
—No, viejo. Amé a esa chica desde el momento que derramó jugó sobre mí
—soltó, y tragué con dificultad al ver el sentimiento con el que habló—. Era
inocente a su manera, pero te decía las cosas a la cara siempre, en eso no ha
cambiado.
—Esto es raro —comenté.
—Solo somos dos hombres hablando de una chica en común, es madurez, no
rareza —aclaró.
—La quiero, Olek, y es difícil lo que pasamos esta semana, pero estoy
seguro de lo que te digo —decidí dejar de lado mi molestia hacia él y verlo
como más que un conocido.
—Y ella a ti, lo sé. Tiene miedo de algunas cosas contigo porque eres su
primera relación seria después de años y no quiere fallar, por lo mismo también
se equivoca. No obstante, te quiere y de verdad espero que tú seas capaz de
quererla por encima de todo, ya que ha sufrido por cosas que ni siquiera se
buscó, así que no la cagues porque a la primera oportunidad que vea y me lo
permita la aprovecharé —soltó en mi puta cara.
Pero me gustó saber que no se estaba aprovechando, solo esperando una
oportunidad que jamás tendría.
Una vez hablando con Isabella me confesó que lo que a ella le encantaba de
las peleas con LuzBel eran las reconciliaciones que llegaban después, y me reí
en su cara alegando que para que mi amigo la follara con intensidad no era
necesario que pelearan. Por supuesto que manifestó que no era así y que no lo
sabría hasta que lo viviera por mí misma. Y pues… ahí estaba, sentada en la
silla detrás del escritorio en la oficina de Vértigo, con una sonrisa estúpida en
el rostro y comprobando que lo que aquella loca dijo era cierto.
Nada se podía comparar al sexo de reconciliación.

Tenías razón sobre el sexo de reconciliación, Castaña terca.

Tecleé en mi móvil y se lo envié. La llamé así como lo hacía su marido


cuando le tocaba demasiado los cojones; su respuesta no tardó en llegar y me
sorprendió que estuviese despierta. Al decidirme a escribirle lo hice con la
intención de que viese el mensaje cuando la mañana llegara en el país que la
acogía.

¿Dime que te dejó caminando como Bambi recién nacido?


Me reí al leerla.

¿Así te deja LuzBel? ¿Y qué haces despierta a esta hora?

Me deja caminando como pingüino ahora que me tiene preñada. Y tu


sobrina no me deja dormir. Elijah en cambio duerme como si Morfeo fuese
mujer y le hace cosa sucias en los sueños, estoy tentada a darle una bofetada y
después hacerme la dormida.

Eres más perra que yo cuando te lo propones y me has dado una buena idea
para cuando Darius se porte mal.

Agregué muchos emoticonos de risa y a la vez me reí yo por su loca


respuesta, ella respondió con uno de sonrisa pícara y seguimos con nuestra
comunicación textual un rato más. Me habló de sus casi siete meses de
embarazo y lo ansiosos que estaban todos por conocer a la nena que cargaba en
su vientre, cambió el tema de forma radical cuando se acordó de algo y me
habló sobre un nuevo club que estaban abriendo en Florencia —la ciudad en
Italia donde vivían— y que Maokko estaba emocionada por ello, el lugar
pertenecía a un ruso y era parte de una cadena exclusiva que él tenía en su país
y en Milán. La loca asiática le pidió que la acompañara, pero Isa aseguró que
sus energías las consumía su marido por la noche y sus clones en el día, así que
prefería descansar lo poco que podía y prepararse para sus noches de trasnocho
en cuanto llegara su pequeña. Por lo mismo Maokko aseguraba que esperaba
por mí para ir al dichoso club llamado «Quimera» y al saber el nombre, deduje
que era sinónimo de pecado.
—¿Puedo hablar contigo? —Celine apareció en mi campo de visión, no la
había visto desde el día anterior cuando se fue de mi apartamento como si le
hubiesen prendido fuego en el culo.
Asentí y me despedí rápido de Isabella para luego con una señal de mano
invitar a Celine a que tomara asiento frente a mí; lucía nerviosa, sus rizos
estaban agarrados en una coleta alta y esa noche utilizaba su uniforme de
pantalón y camisa negra. Sonreí un tanto burlona al verla morder su labio
inferior y jugar con sus manos, la chica era una morena muy guapa, aunque
demasiado inocente.
—¿Cómo estás? —pregunté para ser amable.
—Avergonzada y confundida —soltó, y sentí regocijo por dentro hasta que
volvió a hablar—. Darius me ha estado llamando, pero no quise responder sus
llamadas ni mensajes hasta hablar contigo.
—Ya lo besaste y no requeriste mi permiso para hacerlo, por qué esperar
hasta hablar conmigo para coger sus llamadas —inquirí satírica y vi su sorpresa
al hacerle saber que ya estaba al tanto del beso.
—Sé que cometí un error al hacer eso, me dejé llevar y acepto que tu novio
me gusta, pero no pretendo joder tu relación —confesó de pronto. Mantuve una
actitud serena, sin embargo, me jodía demasiado que esa chica pusiera sus ojos
en mi chico—. Lo que hiciste en tu apartamento me ha acojonado demasiado
luego de que la bruma dejó libre mi cerebro y, si querías darme una lección, la
he aprendido.
—Qué bueno saberlo, pero si te lo volviese a proponer y Darius quiere,
¿aceptarías? —Quise saber y sus ojos se abrieron demás.
—¿Por qué haces esto, Laurel? Digo… acepto y comprendo que te moleste
mi atracción por tu novio, pero me lo ofreces y encima me propones algo que
sabes que no está bien.
—¿Por qué no está bien?
—Por todo —respondió indignada—, porque va contra las reglas y contra mi
estilo de vida. El que tu forma de vivir esté bien para ti no significa que lo esté
para los demás; no está bien para mí, haces cosas aborrecibles —señaló
juzgándome, y me reí por ello.
Me puse de pie y caminé bajo su atenta mirada hasta llegar frente a ella, me
senté con media nalga en el escritorio y tomé con las manos el borde de este.
Aceptaba su opinión y la respetaba, sin embargo, me causaba gracia que
quisiera que yo viese aquello de la forma en la que ella lo veía cuando solo
estaba demostrando ser una hipócrita, y eso para mí era más aborrecible que mi
estilo de vida. Uno que por cierto había cambiado por darle la fidelidad a un
chico que hasta ese momento se lo merecía.
—¿Sabes qué es gracioso? —No la dejé responder—. Que me vengas con
estás idioteces cuando ayer disfrutabas de mis besos y gemías por mi mano
acariciando tu coño.
—Eso fue por la confusión del momento.
—Eso fue porque te gustó y te aseguro que si lo vuelvo a hacer lo volverías a
disfrutar, Celine.
—¡No! —zanjó segura y enfadada.
La silla en la que estaba tenía apoyabrazos así que puse las manos ahí, bajé
el torso y dejé mi rostro muy cerca del suyo.
—¿Segura? —susurré sobre sus labios.
Quiso salir de la prisión que formaban mis brazos, mas no se lo permití y
con la mano en su pecho la mantuve quieta; sonreí al sentir el acelerado latir de
su corazón y por ver el momento en que cerró los ojos cuando me acerqué más
a ella. Saqué la lengua y lamí su labio con suavidad, mordí después y la
victoria se reflejó en mi rostro cuando los abrió para permitirme el acceso total
a su boca.
—Ser hipócrita es más aborrecible, dulzura —repuse con desdén alejándome
de ella, sus mejillas se pusieron rojas y la vergüenza fue más que notoria en su
rostro—. Yo podré ser perversa, pero siempre voy de frente con todos. Me
muestro tal cual soy y no me escondo tras la careta de una mosquita muerta, así
que no me juzgues solo porque peco de manera diferente a ti, ya que, lo que
disfruto de forma personal y física, tú lo disfrutas en tu mente y en la soledad
para luego fingir que eres una niña buena —expuse y regresé a mi lugar, tomé
asiento y la miré con displicencia.
Las cosas eran así conmigo y lo dejaba claro siempre, podían juzgarme de lo
que quisieran, pero jamás de hipócrita. Ni siquiera de mentirosa puesto que no
le ocultaba nada a nadie a excepción de mi infertilidad, y eso lo hacía solo de
momento, mientras el valor llegaba para herir con la verdad a una persona que
me rehusaba a dañar.
Le pedí a Celine que se marchara luego de nuestra conversación y lo hizo sin
rechistar, quiso darme una lección de moral cuando su ejemplo era demasiado
pobre para hacerlo. Y yo siempre tendía a coger consejos de personas que
predicaran con ellos, no de gente que se las querían dar de puritanos cuando
sus pecados apestaban igual que los míos.
La noche siguió y me encontré con Darius, me habló de lo que Celine me
había informado antes y de su culpabilidad por haberla avergonzado en mi
apartamento, alegó que solo quería aclararle que no quería que aquel hecho
afectara su amistad y compañerismo y, aunque me reí de ello, lo dejé que
hiciera lo que quisiera, pues tenía claro que prohibirle que hablara con ella solo
nos llevaría a una zona a la que me rehusaba a llegar.
Si quería que él respetara mi espacio, yo respetaría el suyo y evitaríamos
ciertas cosas por respeto, pero saldría de nosotros dejar de hacerlo y no por
imposiciones.
Las noticias comenzaban a ser buenas después de todo, Darius estaba feliz
porque el caso con Dasher se iba resolviendo bien y sus influencias estaban
logrando que el pequeño pasara a ser su hijo oficial; solo hacía falta un paso
más para que el niño fuese Dasher Black y la felicidad en ambos era
sorprendente, por supuesto que yo también compartía esa felicidad, los dos se
lo merecían. El caso con Karma era otro tema, al parecer la demandante tenía
dinero y estaba utilizándolo para comprar voluntades, pero Darius demostraba
que sabía en el terreno que jugaba y se divertía con ello.
—Dalius selá mi papito y tu mi mamita —señaló el pequeñín metiéndose
una fresa a la boca.
Habían llegado a visitarme, ya él pasaba los días con su papá, aunque la
trabajadora social se mantenía pendiente. No me agradaba ilusionar a nadie y
menos a un ser tan inocente, pero su carita de felicidad me impidió negar
aquello.
—Seré una mamá muy liberal, hasta te enseñaré a conquistar chicas —dije, y
Darius rio, Dash en cambio me miró extraño.
—Mis pimitos dicen que las chicas son monstuos, y yo les tendo miedo —
confesó, y negué. Isabella en serio se estaba asegurando que los pequeños de la
familia crecieran con esa loca idea—. Mejol quielo una hemanita como Leah
—soltó y mi corazón se aceleró al oírlo.
Ese tema no lo tocaríamos.
—Y tus papitos te daremos una. —Fulminé a Darius con la mirada cuando
dijo eso, y se encogió de hombros.
—¿Es cielto, mamita? —Mi corazón ya no estaba acelerado en ese
momento, se había detenido por completo al escuchar a Dasher.
Hasta Darius se sorprendió cuando escuchó a su hijo llamarme así, yo estaba
estupefacta.
—¿Una así de guapa como tú? —Su manera de mencionar la «S» era
graciosa, siempre lo creí, pero en ese momento me era difícil disfrutar de su
forma de hablar.
—Y-yo… —No supe qué decir al verlos a ambos tan ilusionados. Mi novio
tan feliz por tener al fin a su pequeño y esperando impaciente por una respuesta
al igual que un ser que no tenía idea del embrollo en el que me había metido
con su pregunta—. Supongo que sí, algún día —solté arrepintiéndome en el
instante.
Ambos fueron iguales en ese momento, dos pequeños felices e ilusionados
por una cobarde como yo que prefería omitir una verdad y alimentar una
mentira. Una que estaba segura de que me iba a costar muy caro.
Pasé el día entero con esos dos hombres que me alegraban la vida y los
disfruté en demasía, salimos a pasear y terminamos bebiendo agua en exceso
por comer mucho dulce, pero nos divertimos como nunca y al entrar la noche
me fui a casa de Darius para quedarme con ellos. Días antes habíamos
decorado una habitación para Dash y él estaba encantado con nuestro trabajo,
le leímos un cuento antes de que se durmiera y, cuando llegamos a la
habitación de mi chico, me decidí a soltar mi más cruel verdad. Tal vez no
escogí el mejor momento, mas yo era así, decía lo que tenía que decir en el
momento menos indicado, pero lo soltaba sin tapujos y al final eso era lo
mejor; ocultar las cosas no era lo mío y mentirle a Darius me estaba haciendo
demasiado daño.
—Amor, déjame disfrutarte y hablemos después, ¿sí? —suplicó Darius sin
dejar de besar mi boca, cuello y masajear mis pechos y nalgas.
—Es importante —alegué entre jadeos.
—También esto, te lo juro. —Me hizo subir los brazos para sacarme la
camisa—. Si no estoy pronto dentro de ti me voy a morir —aseveró, y una
sonrisa estúpida se me escapó por su tonto chantaje—. Estoy demasiado feliz,
no lo jodas con esa lengua viperina que te tienes —siguió.
Sentí que no solo fue Darius pidiéndolo, sino también la vida dándome una
segunda oportunidad para no cagarme en aquel momento y, por increíble que
fuera, pensé mejor las cosas aun con sus besos distrayéndome y decidí dejar la
plática para el siguiente día.
Disfrutar de la noche con mi ilusionado y feliz novio era más importante.
Los días fueron pasando y nuestras ocupaciones incrementaron, Darius se
estaba dedicando de lleno a Dasher y, mientras tanto, yo me encargaba de sus
negocios. Incluso tuve que tratar con Nolan en algunas ocasiones y descubrí
que el travieso abogado deseaba a la novia de su jefe y en sus palabras: «quería
comprobar si también era perversa sin tener a Edward a mi lado». No obstante,
le dejé claro que tuvo la suerte de probarme una sola vez y no había esperanzas
de que hubiese una segunda.
—¿Y tu novio sabe lo que pasó entre nosotros? —preguntó con picardía, y
me reí por eso.
—Sabe mi vida entera, pero, al igual que él, hay cosas que sabemos que no
son tan importantes como para hablarlas.
—¡Auch! —se quejó, y me reí—. No lo pregunté como chantaje sino por
precaución —se defendió.
—Bien por ti, Nolan, ya que el chantaje me hace los mandados —aclaré, y
sonrió divertido.
Por su bien, dejó aquella conversación de lado y nos tratamos con
educación; comprendió que conmigo ya solo podía soñar porque en su realidad
no volvería a estar. Había gustos que solo se daban una vez y ambos éramos de
esos.
El día en que tenía que ir a la corte llegó, Olek me esperaba ahí y Darius
había decidido acompañarme para darme su apoyo. Ese día era la audiencia
preliminar y solo los abogados, los demandantes, mis padres —los demandados
— y el juez estaríamos presentes. Darius iba a tener que quedarse en la sala de
espera porque aquello era privado, y de cierta manera lo preferí mejor así. Me
sentía nerviosa por estar de nuevo frente a mis progenitores y rogaba para que
todo saliera como lo planeamos, Olek estaba demasiado optimista y eso me
animaba un poco. Mike —su abogado y mío en ese caso— me habló sobre que
habían interpuesto un trámite rápido conjunto con una querella —demanda
privada— y a los tres días de solicitarlo Dana y mi padre tuvieron que
presentarse a la corte para proporcionar sus datos y se les prohibió salir del
país; por supuesto que mi madre no estuvo feliz con ello y de inmediato puso a
trabajar a sus abogados.
No obstante, esa vez no estaba tratando con un adolescente al que iba a
intimidar como en el pasado, no; Olek se convirtió en un abogado de renombre,
tenía a su disposición su propio despacho y con él a los mejores en su rama.
Me habían asesorado bien, aunque eso no quitaba que tuviese nervios y una
corazonada que no me dejaba estar tranquila, Darius lo notó y me pidió que me
tranquilizara asegurando que todo estaría perfecto y que por supuesto él no me
dejaría sola, sin embargo, ese hecho era algo que me ponía mal, y era él el que
menos me ayudaba en ese momento.
—Así que volvemos a vernos, cariño. —La voz cargada de burla y sarcasmo
a mis espaldas me erizó la piel.
Estaba de pie hablando con Darius y Olek, la mirada cargada de odio de este
último solo confirmó que no me equivoqué cuando supe que el demonio de mis
pesadillas estaba ahí.
—¿Hija? —me llamó mi padre, al parecer no había entrado con mi madre y
lo hizo justo cuando me giré para ver a Dana—. Así que es cierto, eres parte de
esta demanda —confirmó decepcionado y triste.
Me reí.
—No debería sorprenderte tal hecho, Greg. Ambos me hicieron y, si tanto
amas a la perra mayor, debías suponer que la menor no sería tan diferente —
solté con displicencia.
La sorpresa se reflejó en sus ojos al oírme y la tristeza aumentó, Darius tomó
mi cintura en ese momento para demostrarles a ellos que no estaba sola, y Olek
se posicionó a mi lado. Dana los miró con una sonrisa apática y vi su intención
de hablar, pero el abogado a su lado le dijo algo en el oído y logró evitar que
cualquier cosa saliese de la boca de esa hiena.
—Me alegra ver que tienes apoyo de dos… hombres poderosos —soltó, y la
miré con ira.
—Soy Darius Black, su novio. —Contuve la respiración cuando Pecas
habló, mis padres se sorprendieron con su presentación y no tuve idea de la
razón—. Así que ahora que sabe mi nombre, espero que cuide su tono cuando
se refiriera al poder que intuye que manejo, señora Stone. —Lo último lo
remarcó con la misma burla que Dana lo hizo antes.
El abogado penal nos avisó que la audiencia iniciaría en minutos, así que nos
pidió que pasáramos a la sala destinada, mis padres fueron los primeros en irse,
pero Dana no desaprovechó la oportunidad para soltar su veneno.
—Fuese bueno que así que como eres para los negocios, fueras para escoger
a las mujeres.
—Cuida lo que dices, Dana —advirtió Olek cuando ella le dijo eso a Darius.
—Tu hija no es igual a ti, así que he escogido bien —respondió él, y ella rio
con diversión.
Me sentí confundida y sabía que iba a pedir muchas explicaciones después
porque esa actitud de Darius no era normal, y era obvio que mis padres sabían
de él, aunque no lo reconocieran en persona.
—Por muy buena que sea una semilla, no fecunda en tierra árida. —Dana
dio su golpe con esas palabras y le guiñó un ojo antes de marcharse.
Contuve la respiración y supe que cambié de color cuando de su boca salió
tal cosa, mi corazón iba a salirse de mi pecho y sin pensarlo me aferré a la
mano de Olek al sentir un mareo repentino que amenazó con lanzarme al suelo.
Esa mujer lo sabía y no dudaba que tuvo todo que ver con el hecho de yo fuese
tierra árida.
—¡Amor! ¿Estás bien? —preguntó Darius ignorando el comentario de mi
madre al verme en aquel estado.
Asentí en un intento patético de que él lo olvidara y descubrí que Olek se
aferraba a mí, mas no dejaba de ver con furia el lugar por donde se habían ido
mis padres.
—Estará bien, Darius. Ahora tenemos que irnos —habló al fin y, aunque mi
Pecas había comenzado a tolerar a mi exnovio, vi en su mirada que no le
agradó que respondiera por mí.
—Estoy bien, cariño —mentí y me aferré a su cuello en un abrazo que
necesitaba más que el aire, lo besé sin dejarlo decir más y entendí que ya no
podía seguir guardándome nada—, confía en mí.
—¿Y tú confías en mí? —preguntó, y asentí sin dudarlo. Me besó de nuevo,
y luego me fui junto a Olek.
Estaba mal, las palabras de Dana no salían de mi cabeza y me pusieron
paranoica. Giramos en una esquina para llegar a la sala de audiencias, pero
antes de entrar detuve a Olek; solo fue necesario verlo para que él
comprendiera mi estado y me abrazó sin decir nada. No me gustaba ser débil,
mas en aquel momento no pude evitarlo y contuve las lágrimas solo porque no
quería que esa mujer me viese atemorizada.
—La voy a destruir —aseguró Olek, acunó mi rostro y me hizo verlo—. Sus
palabras han confirmado que tu imposibilidad de procrear fue planeado por
ella.
—Darius lo va a saber —lamenté, y negó.
—Sí, pero por ti. Tienes que decírselo, Laurel.
—Lo voy a perder —Negó y besó la coronilla de mi cabeza, me abrazó de
nuevo, y esperé unos segundos por sus palabras.
—Solo si no es capaz de aceptarte tal como eres, pero no lo perderás sino
que te desharás de alguien que no te merece porque esto no es algo que te
buscaste.
Sus palabras no me ayudaron, no obstante, comprendí su punto y asentí.
Entramos a la sala e iniciamos la audiencia, los puntos de la demanda fueron
expuestos y en su mayoría los abogados se encargaron de todo, estuvimos ahí
escuchando cada palabra y vi a mis padres muy tranquilos a pesar de que el
caso contra ellos estaba muy bien elaborado y con posibilidades bastantes altas
de perderlo todo e ir a la cárcel. Dana se mostraba serena, mi padre en cambio
lució sorprendido cuando a su esposa se le señaló como la culpable de la
muerte de Steve Sandr a través de un homicidio calificado como ensañamiento.
Olek y su equipo hicieron una investigación extensa y por lo mismo a mi padre
solo se le acusaba de ser cómplice por el desfalco de las empresas de los Sandr,
Dana por su lado tenía una larga lista y si quería salir bien librada iba a tener
que hacer un pacto con su creador.
Al final de la audiencia el juez ordenó subir el caso a lo penal, vi alegría en
Olek al escucharlo y supuse que era algo bueno, ya que no entendía mucho de
eso, pero ver el rostro de terror de mi madre me confirmó que tal cosa era
buena para nosotros. La fecha de la audiencia pública iba a ser notificada
pronto y ahí sí tendría que testificar en el estrado bajo juramento, las cuentas de
mis padres serían congeladas y, como Olek lo predijo antes, solo mi herencia
no fue tocada.
—Hija, espera. —Mi padre me llamó cuando salí de la sala junto a Olek,
Dana se había quedado dentro con sus abogados—. ¿Es cierto todo lo que se
dijo adentro? —preguntó cuando lo miré, y escuché a Olek reír burlón.
—Recuerdo bien que usted fue testigo de las amenazas de su esposa hacia
mí, señor Stone. ¿Cree que hemos mentido? —cuestionó el chico a mi lado, y
mi padre solo nos observó con vergüenza.
—Solo te quería lejos de mi nena, jamás dañarte. —Tanto Olek como yo nos
reímos—. No voy a limpiarme de culpas porque admito que me dejé llevar por
Dana acerca de las empresas de tu padre, pero nunca quise que salieras dañada,
hija.
—¡Amor! ¿Todo bien? —Darius nos sorprendió a los tres, y asentí a la vez
que dejé que me tomara de la mano. Mi padre vio aquel gesto y sonrió, pero no
fue una sonrisa de burla como las de Dana.
—Todo bien, tienen pruebas suficientes hacia nosotros y nos están dando
nuestro merecido. —Nos quedamos anonadados al escuchar la respuesta de mi
padre—. Si es verdad lo que tu madre te provocó… —Mis ojos se abrieron
demás al oírlo.
—Me parece que no es correcto que hable de esto aquí, guarde sus excusas
para el juez —lo cortó Olek antes de que dijera algo más, y se lo agradecí. Mi
padre nos miró y creo que mi rostro le dio a entender lo que pasaba, y asintió
sin aprovecharse de la situación.
—Estoy dispuesto a ayudarles, a ti sobre todo, cariño, y si quieres pruebas
certeras puedo conseguirlas —se ofreció, y tragué con dificultad.
—¿Por qué haces esto? —cuestioné. Me alejé cuando intentó acercarse, y
Darius estuvo en segundos delante de mí, dispuesto a todo para protegerme.
Mi padre retrocedió y nos miró.
—Yo te quería, hija. Te deseaba con todo mi corazón… la idea de ser padre
me volvió loco y por lo mismo obli… —Calló al saber lo que iba a decir, bufé
displicente.
—La obligaste a parirme, dilo sin pena que ya no duele —aseguré, y suspiró
con fuerza.
—Siempre fuiste mi nena y no pude protegerte, lamento el daño que te
causamos y quiero ayudarte, no importa si voy a la cárcel, ya no importa si
Dana también va. El día que te marchaste de casa sentí que en verdad te perdí y
me dolió haber preferido a tu madre y no a ti… mi niña. —Cosas
inimaginables se removieron en mi interior al escucharlo, fingía demasiado
bien o decía la verdad. No sabía y no importaba ya.
Mordí mi labio para no llorar y me giré sin decir nada; no quería estar ahí,
no deseaba recordar mis carencias por culpa de un hombre que decía amarme y
me dejó en las garras de una bestia. Por muy arrepentido que estuviese, y por
mucho que quisiera ayudarme, nada iba a revertir el daño que ya estaba hecho,
y aquel recuerdo me quemaba por dentro.
Estaba jodida y Greg Stone me ayudó a estarlo.
Laurel huyó, y me fui tras de ella.
Antes de que entrara a la dichosa audiencia la vi abrazada a Olek y hablando
a solas con él, cosa que me molestó porque me sentí excluido, sentía que esos
dos me ocultaban algo y me enfureció demasiado, pero traté de calmarme y
confié en que, fuera lo fuera, ella me lo diría luego.
¡Mierda! Los monstruos en mi cabeza se estaban aprovechando de mi
debilidad. Laurel confiaba en mí, me lo dijo viéndome a los ojos, estábamos
enamorados y hasta había logrado que pensara en tener hijos conmigo.
Aquel recuerdo en su apartamento cuando fui con Dasher me hizo controlar
la desconfianza; teníamos algo fuerte y sabía que nada iba a separarnos. Verla
con sus padres me puso de malas, su madre era una arpía que disfrutaba de ver
mal a su hija; noté los celos en esa mujer al ver a mi chica, la manera en la que
buscaba humillarla y, aunque Laurel no era mala, descubrí que su forma de
defenderse la aprendió por Dana. La pelinegra era lo que era por sus padres y, a
pesar de lo malo que le tocó pasar, aprendió a ser fuerte, y odiaba verla tan
vulnerable con ellos.
Los Stone resultaron ser los mismos que traficaban con Lucius cuando el
mal nacido estaba vivo, tenían mucha cola que les pisaran y nada me costaba
sacar a la luz las pruebas que tenía en mi poder sobre ellos, pero no iba a
hacerlo porque tal cosa perjudicaría los planes de Olek y Laurel y no los
jodería así. Los negocios de los Stone eran sucios y sus empresas simples
fachadas, aunque las que pertenecieron a los Sandr estaban limpias y solo
esperaría a que las recuperaran para luego encargarme a mi manera de Dana y
Greg Stone.
«Por muy buena que sea una semilla, no fecunda en tierra árida».
Esas palabras no salían de mi cabeza y la reacción de Laurel después de
escucharlas me asustó. Por primera vez la vi aterrorizada y la desconocí, esa no
era mi novia, no era la chica que me mostraba a mí y noté que Olek sabía más
de ella, no porque yo la descuidaba y no me interesaba en mi chica, sino
porque Laurel al parecer tenía más confianza en él que en mí.
Y eso no me agradaba.
—¡Laurel, espera! —pedí cuando la alcancé, la tomé del brazo y la hice
verme. Estaba llorando, su expresión era serena porque ella se obligaba a
mantenerse así, pero sus ojos no se resistieron al dolor y permitieron que las
lágrimas salieran.
—Llévame a mi apartamento, por favor —suplicó, y entendí que no podía
hablar en ese momento.
Le di su espacio y le ayudé a subirse en mi coche, conduje en un silencio
incomodo y pensé en lo mal que debía estar para que se encontrara en ese
estado; al parecer su pasado era peor de lo que imaginé y me frustraba no poder
cambiarlo para verla feliz. Cuando llegamos a su apartamento se fue directo a
la mesa donde mantenía una botella de coñac y se sirvió un poco en un vaso
corto, no bebió de lo que había servido sino que lo hizo directo de la botella.
¡Joder!
Su rostro se arrugó cuando el líquido quemó su garganta y luego me
extendió el vaso a mí, sonreí sin poderlo evitar, no con burla, sino al ver aquel
gesto de su parte.
—No tuve una buena vida, Pecas —soltó y suspiró con fuerza—. Cuando iba
a la primaria envidiaba a mis compañeritas porque siempre alardeaban de lo
que hacían los fines de semana con sus padres, cuando yo de lo único que
podía alardear era de los juguetes caros que mi padre me hacía llegar por medio
de los empleados.
Tragué con dificultad al escucharla y verla a punto de derrumbarse, mas no
la detuve porque sabía que necesitaba aquello.
—Cuando llegaba el día de padres yo siempre mentía y faltaba a la escuela
con la excusa de que me había enfermado porque me dolía ver a todos los
niños con sus padres. Cuando tenía siete años papá prometió que mamá me
acompañaría ese día y me fui emocionada creyendo que al fin podría alardear
de mi madre, era fría, pero al menos me hizo feliz saber que ese día estaría para
mí, y sabes qué pasó… —Limpió con brusquedad sus lágrimas y su rostro se
desfiguró por el dolor que le causaba aquel recuerdo.
Quise hablar y pedirle que no lo recordara, pero con una señal de mano me
calló.
—No llegó, me quedé esperando en la puerta del salón con la esperanza de
que lo hiciera y me obligué a pensar que solo se demoraba porque se le había
hecho tarde. —Hipó y se mantuvo en silencio unos segundos mientras lograba
hablar de nuevo.
Quería meter la mano en su pecho y arrancarle aquel dolor de raíz, sin
embargo, tuve que mantenerme fuerte por ella.
—Me tocó ver cómo mis compañeros presentaban a sus padres con orgullo y
ellos los trataban con amor y, cuando al fin entendí que mi madre no llegaría,
me fui a un rincón y me tragué las lágrimas que quemaban mi garganta porque
me daba vergüenza que me viesen plantada y sufriendo por eso. Pero de nada
sirvió aparentar ser fuerte, puesto que en el descanso unas niñas se burlaron de
mí y terminé llorando en el baño.
¿Cómo le decía que no sufriera más por eso? No podía cuando yo estaba
viviendo su dolor en aquel momento.
—Al llegar a casa encontré a mi madre en el jardín haciendo yoga, le
reclamé el que no llegara y se excusó diciendo que yo tenía la culpa de que ella
perdiera las curvas que antes poseía y tenía que hacer su rutina diaria para
recuperarla.
Imaginé en ese momento a Dasher llorando por la ausencia de sus padres, al
ver a mi hermosa mujer llorando herida por el desprecio de los suyos. Ambos
sufrían por la falta de amor, aunque fuese por razones distintas y quise matar a
aquella mujer que no merecía el título de madre.
—Papá llegó esa noche y me quejé de lo que mamá me había hecho. No
comprendí por qué ese día, pero cuando mi padre le reclamó ella dijo que no
tenía derecho a decirle nada, que solo le hizo un favor al convertirlo en padre y
que yo era responsabilidad suya, no de ella —bufé al oír eso y pensé en mi
caso y lo bueno que fue que mi madre me abandonara en lugar de que me
despreciara.
Laurel vivió el desprecio de sus padres y, a pesar de que yo sufrí maltratos
por parte de Lucius, al menos tuve el amor de mi madre adoptiva.
—Lo amenazó con irse de la casa si le seguía haciendo pelea por mi niñería
y entonces mi padre me miró triste, pero… le pidió perdón a ella y no a mí…
—«Maldito cobarde», pensé con ganas de tenerlo enfrente y gritárselo—.
Dime, Darius, ¿qué culpa tenía yo de nacer cuando no fue mi decisión hacerlo?
—Cayó al suelo derrotada y no pude contener las lágrimas al verla en ese
estado—. Cuando me enteré de mi embarazo me asusté, pero te juro que amé a
aquella cosita en mi vientre y prometí que sería la mejor madre a pesar de no
saber cómo hacerlo. Quería a mi bebé y ella me lo arrebató solo por joderme.
Me dañó, Pecas. Me marcó de por vida —soltó con dolor y me miró asustada
—. Y-yo no…puedo… —Dejó caer su cabeza, rendida y demasiado dolida,
aunque también aterrorizada.
Estaba sufriendo demasiado.
Era inaudito que alguien lastimara así a una niña, no la maltrataban
físicamente, pero sí en lo psicológico y tuvo que soportarlo por muchos años.
Laurel se forjó en el fuego durante mucho tiempo, pero esa gema a pesar de ser
preciosa también era imperfecta porque no tuvo un buen ejemplo y guio su
camino como creyó que era correcto; hasta ese momento comprendí bien su
miedo a ser madre, Laurel no había tenido un buen modelo a seguir y creía que
fracasaría en eso. Sin embargo, yo sabía que estaba equivocada porque era
perfecta para aquel papel y me lo demostraba con Dasher.
—Naciste para demostrarle al mundo la gran mujer en la que te convertiste a
pesar de haberte criado con bestias —aseguré y la tomé entre mis brazos—. En
mi vida he conocido a grandes mujeres, mis hermanas son un claro ejemplo y
me demostraron lo bueno que se podía ser sin importar la vida de mierda en la
que crecieron. Cometieron demasiados errores, aunque aprendieron de ellos y
hoy son las únicas que merecen mi respeto, pero tú, Laurel Stone, no solo
mereces mi respeto sino también mi admiración. Te has caído tantas veces y te
levantas como si nada ha pasado, y eso solo vi en Isabella.
La hice verme a los ojos y besé sus lágrimas antes de continuar.
—Sin embargo, tú lo llevas a otro nivel porque has estado sola desde que
naciste y sigues aquí, de pie y siendo la más cabrona de todas. Emerges de
aguas pantanosas, de fuego, de lo que sea en lo que te hundan y lo haces siendo
más fuerte, resurges con una sonrisa de victoria en el rostro y demuestras una
felicidad que esconde tu tristeza, pero lo haces porque eres fuerte. No te
lamentas, no te quejas de nada, solo sigues y tratas de formarte de nuevo y
eso… no cualquiera lo hace —puntualicé creyendo cada palabra que salía de
mi boca.
—¡Dios! —exclamó acojonada, y le sonreí. Se aferró a mí con fuerzas y
lloró en mi pecho, necesitaba calmarla, pero no sabía cómo—. ¡Perdóname,
amor! Tú no mereces esto, no puedo cumplir tus sueños. —La miré estupefacto
cuando fue ella quien me cogió el rostro y me pidió perdón por algo que no
entendía.
Sentí mi móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón, mas lo ignoré en ese
momento.
—Te lo suplico, Darius. No fue mi intención. Yo quería, quiero, pero no
puedo. Perdón, perdón, perdón —suplicaba, la tomé de los brazos y la separé
de mí.
—¿De qué hablas? ¿Por qué me pides perdón? —pregunté asustado, mi
móvil seguía vibrando sin parar—. ¡Mierda! —me quejé sacándolo de mi
bolsillo.
—Y-Yo…
—Espera —la detuve al ver el número de Eleanor. Respondí de inmediato
porque sabía que se trataba de Dasher—. ¿Ele? —dije al descolgar la llamada.
—¡Darius! Al fin respondes, cariño —dijo afligida—. Dasher se ha puesto
mal y no sé qué le pasa. —Sentí que palidecí al escucharla.
—Dime que es una broma —supliqué poniéndome de pie.
Laurel notó mi aflicción y se puso de pie junto a mí escuchando a Eleanor
porque tenía el volumen alto.
—Está vomitando mucho y se queja de dolor de estómago. ¡Oh, Dios!
—¿¡Qué pasa, Eleanor!?
—Es una alergia, Darius. No puede respirar.
—¡Mierda! —solté cuando dijo aquello, Laurel había tomado su teléfono
segundos antes al escuchar mi llamada y la oí repetirle a alguien lo que
escuchaba de Eleanor, sin decir nada me arrebató el móvil.
—¡Eleanor, acuesta a Dasher en el suelo si ha dejado de vomitar, levanta
levemente sus pies y por ningún motivo le des nada de beber ni pongas
almohada en su cabeza, mantén la calma y haz que él también lo haga! ¡Una
ambulancia va en camino y lo llevarán al hospital en el que trabaja Edward, él
es pediatra y se encargará de todo! —La vi sostener el móvil escuchando la
respuesta de Eleanor y luego colgó.
Caminé hacia la salida abatido y deseando poder volar hasta llegar al lado de
mi pequeño; ya estaba viviendo conmigo, pero lo dejé con Eleanor para
acompañar a Laurel. Omití ser un caballero con mi novia en ese momento y
pasé de abrirle la puerta del coche, mas estaba muy preocupado y solo deseaba
llegar al hospital que me indicó.
—Gracias —dije cuando tomó mi mano para hacerme saber que estaba ahí
para mí. Su reacción al escuchar lo que sucedía fue rápida y estaba agradecido
de que actuara así para poner a salvo a mi hijo.
—Estará bien —prometió, y me obligué a creerle.
Justo cuando llegamos también lo hizo la ambulancia, y sentí que iba a
morirme al ver cuando bajaron la camilla con aquel pequeñito en ella, había
una intravenosa en su manita y una mascarilla de oxígeno en su nariz y boca.
Sus ojitos estaban hinchados y sus labios comenzaban a hacerlo también.
—Aléjese de él, señor. Está bajo el ataque de una alergia y desconocemos la
razón —pidió un paramédico.
—Soy su padre —informé.
—Llévenlo a la sala uno de pediatría y tú prepara lo necesario. —Edward
llegó en ese momento, estaba vestido con su bata blanca y se apresuró a tratar a
Dasher.
Prometió que mi pequeño estaría en buenas manos y me pidió esperar
mientras él se encargaba de todo, le supliqué para que sanara a mi campeón y
me sentí impotente al verlos irse sin poder ir junto a ellos. Laurel estuvo a mi
lado, esperando con poca paciencia a que Edward nos dijera qué pasaba,
Eleanor también nos acompañaba y fue interrogada por una enfermera, ya que
el niño había estado con ella toda la mañana y en el momento del ataque.
Edward salió tiempo después y nos permitió pasar a la habitación en donde
tenían a mi hijo, estaba dormido y sentí que pude respirar mejor al verlo fuera
de peligro; Amanda —la trabajadora social— llegó al enterarse de lo sucedido
y temí que afectara mi caso, no había sido mi culpa, pero en esas situaciones
eran muy meticulosos. Estaba en el último proceso de adopción y hasta que no
acabara tendría a esa mujer siendo como un grano en el culo; Edward explicó
que Dasher tuvo una reacción alérgica al maní, en su récord médico no
mencionaban nada de eso y dijo que se debía a que se le desarrolló en esos
meses. Tal información valió para que no tuviese problemas con Amanda y que
no afectara mi caso, y en cuanto se aseguró de que el niño estaba bien, se
marchó y me dejó tranquilo.
—Podrás llevártelo a casa mañana si pasa bien la noche —avisó Ed.
—Gracias, viejo —musité sincero, y negó.
—No se merecen, gracias a ti por confiar en mí —repuso, y asentí.
Mi susto fue grande y temí lo peor al ver a Dasher en aquel estado cuando
llegué al hospital, solo en ese momento comprendí que mi hermana fuese tan
meticulosa con la comida de sus hijos o que LuzBel los forrara de ropa cada
vez que salían y estaba frío. Los dos eran demasiado protectores, pero al ver a
Dasher entendí que quizá yo sería peor; ser padre había sido mi mayor ilusión y
el pequeño me flechó desde el primer segundo en que lo vi. Ya era parte de mi
vida y con él estaba dando un enorme paso para cumplir mi sueño, abracé a
Laurel cuando se puso a mi lado y besé su coronilla respirando a la vez el
delicioso aroma de su cabello; esa mujer también era parte de mis sueños y
metas, y me sentí feliz de tenerla conmigo, no dudaba ni un segundo que era la
chica con la que deseaba compartir mi vida y darle muchos hermanitos a mi
campeón.
—Sé que es pronto y de nuevo tocaré este tema, aunque me pediste que no lo
hiciera —susurré para no despertar a Dash—, además de que haré todo al
revés, pero quiero que me regales un hijo, Laurel… por favor. —Se tensó y
apartó de mí casi con brusquedad.
Me sentía muy mal cuando reaccionaba así porque me demostraba que la
idea de tener hijos conmigo no le agradaba.
—No empieces de nuevo, no aquí —pidió, y me arrepentí de haberle pedido
tal cosa una vez más.
No sabía ni cómo sentirme cuando actuaba así. Me demostraba que estaba
enamorada de mí, que disfrutaba conmigo y a veces hasta soñábamos con una
larga vida juntos, pero cuando tocaba el tema de los hijos, sentía que se
transformaba en otra Laurel, era algo así como: todo contigo, menos hijos.
Parecía que la idea le aborrecía y no se daba cuenta de cuánto me dañaba su
actitud, me sentía como si no era lo suficiente para ella en eso y hasta había
llegado a pensar que a lo mejor deseaba tener hijos con Olek y no conmigo por
la misma culpa que cargaba de haber perdido uno de él antes.
—Bien, no volveré a tocar ese tema —bramé.
—¡Darius! —Alcé una mano cuando se quiso acercar de nuevo a mí—. Es
pronto, no lo digo porque no lo desee —formuló la misma explicación.
No dije nada más y acaricié la cabecita de Dasher cuando se removió un
poco.
Era mejor dejar ese tema terminado y entender que tal vez sí era muy pronto
o creer que a ella le encantaba ilusionarme con la idea de darme un hijo y luego
herirme con que mejor no.
Se fue a su apartamento por algo de ropa rato después, regresaría para
acompañarme esa noche porque decidí quedarme en el hospital y, a pesar de mi
molestia, lo agradecía. Éramos así, por muy molestos que nos sintiéramos
siempre precisábamos de la presencia del otro.
Mi móvil vibró cuando estaba sentado en el sofá de la habitación en la que
se encontraba Dasher, era Celine y me debatí entre responder o no; había
hablado con ella y le pedí una disculpa por lo que ocurrió en casa de Laurel y,
aunque los dos todavía estábamos reacios con nuestra amistad, intentábamos
retomarla sin dañar los sentimientos de nadie.
—Hola —dije al descolgar.
—¡Ey, jefe! —saludó divertida y sonreí—. El sábado es el cumpleaños de
mamá y, ya que te convertiste en su héroe, me pidió que te invitara a una
comida que le haremos. Puedes traer a Laurel si lo prefieres y por supuesto
que a mi osito Dash —añadió.
Ese era otro detalle, desde que pasó lo que pasó, siempre me saludaba solo
cuando Laurel estaba presente y entendí que lo hacía para no ocasionarme
problemas con ella. Por esas cosas creía que Celine no era mala.
Estaba al tanto de que Dasher ya vivía conmigo así que le conté lo sucedido
con él, se alarmó y ofreció a llegar para apoyarme, pero le dije que no era
necesario y que gracias a Dios el pequeño estaba fuera de peligro. Me hizo
prometerle que la mantendría informada de todo y se lo concedí, también ella
prometió que en cuanto estuviera en casa pasaría a verlo y no se lo pude negar
puesto que Dasher la conoció y se llevaban muy bien.
Cada vez que Celine estaba frente a él se convertía en una niña y era
divertido verlos jugar. Terminé la llamada un minuto después y esperé a Laurel
con paciencia, el recuerdo de las palabras de su madre volvió a llegar a mi
cabeza y sin saber la razón, me estremecí.

Conoces a los padres de Laurel mejor que yo y hay temas que hasta el
momento no quiero abordar con ella para no incomodarla y, ya que te mofas
de decir verdades, ¿podrías explicarme a lo que se refirió Dana con sus
últimas palabras? Sabes de lo que hablo.
Tecleé rápido a Olek y vi cuando vio mi mensaje, se quedó en línea, pero no
respondió en el instante; minutos después apareció en la parte superior de mi
pantalla que estaba escribiendo.

Honestamente, Dana dice mucha mierda. No te quemes el cerebro pensando


en sus palabras cargadas de mierda.

Presioné los labios con fuerza y negué, esa no era la respuesta que
necesitaba.

Sabes a lo que se refirió, ¿sí o no?

Sí, pero no te diré nada. No me corresponde a mí decírtelo, mejor dale


tiempo a Laurel para que ella lo haga.

¿Desde cuándo lo sabes?

Mi corazón ya estaba latiendo alocado al escribir eso, de hecho, se aceleró


luego de leer su confirmación y todo porque odiaba que ese tipo supiera más de
mi novia que yo; iba a comprender si lo sabía desde años atrás cuando
estuvieron juntos, no obstante, me dolería si por lo contrario, Olek sabía más de
ella luego de que Laurel ya estuviera conmigo.

¿Es importante para ti saber eso?

¡Mierda! Solo responde. ¡Joder!

Okey, okey.
Desde el día que nos reencontramos en tu club.
¿Contento?

No, para nada, pero no pude responder más en ese instante.

—Mi conciencia siempre me dice que no pregunte lo que no quiero saber o


que no busque lo que no quiero encontrar —me había dicho Isabella cuando
estuve rogando a LuzBel para que me hablara de Laurel, tiempo atrás.
—¿En serio te dice eso? —Quise saber y elevé una ceja esperando su
respuesta.
—En realidad me dice que no revuelva la mierda porque al hacerlo apesta
más. —Me reí al oírla.
—Con lo curiosa que eres, es obvio que no le haces caso a tu conciencia —
insinué.
—Menos mal que no lo hace, ya que tiene una conciencia sin vergüenza y
ella le recomendó probar a su estúpido hermano cuando ese imbécil se sintió
atraído por ella —soltó LuzBel viéndome con su típica mirada de «estoy a
punto de arrancarte las bolas por ese recuerdo». Decidí dejar mi curiosidad
por Laurel esa vez y cambié el tema para que mi cuñado no recordara más
cosas como esas.

Tuve tal recuerdo luego de leer la respuesta de Olek, Isa tenía razón o más
bien, su conciencia la tenía y lo comprobé en ese momento. Era estúpido de mi
parte, pero le pedí a Olek que no le mencionara nada a Laurel de esa
conversación y me dijo que no lo haría solo si yo le daba el espacio a ella para
que hablara conmigo.
Acepté porque en verdad no pensaba decirle nada. Ella confió en Olek antes
que en mí y pensarlo dolía.

Pasaron dos semanas luego del susto que Dasher me dio, ya estaba
recuperado y se le mantuvo administrando medicamento para contrarrestar la
alergia y evitar que volviese a suceder. Su dieta había cambiado y era un alivio
que el pequeño no fuera amante a nada que contuviera maní, ya que eso hacía
todo más fácil.
No fui a la comida que me invitó Celine y le di una excusa tonta para que no
se sintiera mal, había llegado a ver a Dash y me sorprendió mucho que notara
que yo no estaba bien; hablamos un rato, mas en ningún momento le dije lo que
me pasaba y, como siempre, ella respetó mi espacio y privacidad. Con Laurel
las cosas no andaban muy bien y, aunque cuando estábamos juntos le lanzaba
indirectas para que se animara a hablar conmigo de lo que fuese que la tenía
mal, solo me miraba y tras eso me abrazaba aferrándose a mí. Llegué a
comprender que esa era una señal de que no hablaría y me pegó fuerte.
—Sé muy bien que tenemos una plática pendiente y te prometo que esta
noche hablaremos largo y tendido —dijo cuando estaba vistiéndose para ir a la
nueva audiencia que tenía contra el caso de sus padres.
Me encontraba aún en la cama, la sábana cubría de mi cintura hacia abajo y
la noche anterior Laurel se quedó conmigo y nos follamos como locos, aunque
hubo algo diferente esa vez, pues ella lo hizo como si tuviese miedo, como si
su vida dependía de disfrutar cada segundo a mi lado.
—Quiero acompañarte —avisé, y negó.
—Dasher te necesita más que yo esta vez —alegó. Tenía que llevar al
pequeño a que le administraran su última vacuna—, y haces más quedándote
con él que una sala de espera — asentí con seriedad, y se acercó a mí—. Confía
en mí, estaré bien —pidió acariciando mi rostro.
Tomé su mano y besé la palma de ella, luego la miré.
—¿Y tú confías en mí? —pregunté una vez más, y asintió con una sonrisa
triste.
—Más que en nadie —aseguró. Mis labios formaron una línea al escuchar su
mentira y luego me obligué a sonreír.
La dejé irse y rato después llevé a mi hijo a su consulta —ya era mi hijo de
manera oficial. El caso al fin se había resuelto por completo a mi favor—, lo
vio otro pediatra y me sorprendió no encontrar a Edward. Cuando la consulta
terminó tuve el abuso de ir hasta el apartamento de Ed para hablar con él sobre
Laurel, pero no estaba y me recibió un tipo rubio que al parecer era su novio;
noté que no fue feliz al verme ahí, aunque sí educado.
—¿Eres el novio de Laurel? —cuestionó, y asentí—. ¿No deberías estar en
la corte con ella? —su pregunta me extrañó y llenó de curiosidad.
—Tenía que llevar a mi hijo a una consulta con tu novio, pero resulta que él
no llegó y tampoco avisó —informé.
—Él está en la corte con ella, tenía una audiencia pública y necesitaba
apoyo. —Me quedé sin saber qué decir y cuando reaccioné solo lo hice con una
sonrisa sarcástica.
Le agradecí al tipo por la información y me di la vuelta para marcharme.
Dasher jugaba en el asiento de atrás y me contaba algunas cosas, pero por
primera vez no le puse atención, ya que en mi cabeza solo había pensamientos
venenosos luego de lo que ese tipo me dijo. Laurel en ningún momento me
comentó que la audiencia sería pública, al contrario, me vio a la cara y tuvo el
valor de decir que confiaba en mí más que en nadie e insinuó que todo sería
como la primera vez y me tocaría quedarme en la sala de espera, mas le pidió
apoyo a su amigo en lugar de pedírmelo a mí. Ya no solo era Olek sino también
Ed, y me cagaba la idea; respetaba su espacio, su privacidad y su vida personal,
pero me enfurecía darme cuenta de que prefería a otros en mi lugar.
La audiencia era justo a la hora en la que iba hacia casa de Eleanor, le llamé
para pedirle que me ayudara con Dash un rato y luego de dejarlo ahí salí como
alma en pena hasta la corte. No tenía por qué ir puesto que Laurel me excluyó,
pero las ganas de hacerle saber que estaba enterado de que me hizo a un lado
pudieron más conmigo.
Y en efecto, la audiencia era pública y me dejaron pasar sin problema; me
senté en una de las bancas de atrás y vi justo el momento en el que hacían subir
a Laurel al estrado y la hicieron jurar decir la verdad y nada más que la verdad.
Lo hizo sin titubear y noté a Olek sonreírle demostrándole que todo estaría bien
y luego su mirada se posó en Edward, él también le sonrió y ella asintió
agradecida. Ignoraba mi presencia y tampoco hice nada para que me viese.
—Bien, señorita Stone. Hábleme un poco acerca de ese día —pidió el
abogado que era parte del despacho de Olek.
Laurel comenzó a hablar sobre el día en el que cayó por las escaleras luego
de que Dana le dijese cosas horribles y cómo se despertó en el hospital después
y le informaron que su bebé ya no existía. Conocía la historia por ella y odié
ver el dolor en su mirada al recordarlo de nuevo, Olek estaba igual y lo
comprendí, también era su bebé y lo acusaron de ser partícipe de aquel hecho.
—… Ese día ellos solo dijeron que lo había perdido porque era mi vida o la
de mi bebé y también mintieron diciendo que el padre de ese bebé dio su
consentimiento —terminó, siendo fuerte en aquel momento.
—¿Cómo supo que fue un aborto inducido? —siguió el abogado.
Laurel miró a sus padres antes de responder.
—Fui a mi doctora hace más de un año, estaba pensando en embarazarme y
deseaba prepararme para ello. —Fruncí el ceño al oír su declaración, no tenía
idea de que deseaba embarazarse un año atrás, solo sabía que no lo quería
hacer de mí—. Los resultados de mis estudios arrojaron que tengo un daño
severo en la matriz y todo apuntó a que fue por causa de un aborto mal
practicado. —Tragué con dificultad y mis manos se pusieron heladas.
—Fue en ese momento donde también le hicieron saber que ese daño la dejó
estéril, ¿cierto? —Dejé caer el móvil que tenía en la mano cuando escuché
aquello, el sonido distrajo a todos y lo buscaron.
Lo cogí de inmediato con las manos temblorosas y luego mi mirada se
conectó con la de Laurel; no sé qué cara tenía, pero de nuevo el terror se reflejó
en la de ella y también la tristeza.
—Responda la pregunta, señorita Stone —exigió el juez.
Empuñé la mano y la puse sobre mi boca, esperando impaciente por una
respuesta que quería rehusarme a oír; no dejé de mirarla y le exigí con eso que
respondiera de una puta vez.
—Yo…yo no escuché bien —habló entre titubeos.
Así que era por eso por lo que me excluyó.
—Acusa a su madre de ser la causante de su imposibilidad para procrear y el
informe médico arroja que en efecto, usted es estéril… ¿Fue en esos estudios
que lo supo? —El abogado fue un maldito imbécil echándole sal a la herida
que se hizo en mí en ese momento.
—Di que eso es mentira —supliqué en un susurro para mí mismo.
Eso no podía ser cierto, Laurel le prometió a Dasher que le daría un
hermanito, me miró a mí al decirlo… me ilusionó, ¡joder! Lo hizo cuando ella
sabía desde mucho tiempo antes de que jamás cumpliría ese sueño mío y no le
importó. A pesar de todo la miré deseando que se retractara, pidiéndole que
aclarara que no era cierto; mi mirada penetró en su ser y se obligó a verme.
Me observó una última vez y vi las lágrimas caer de sus ojos.
Mi corazón se hizo mierda.
—Sí —respondió rendida, y cerré los ojos con fuerza.
Las palabras de Dana tomaron sentido en ese momento, la respuesta de Olek
aquel día dolió aún más.
Me puse de pie y salí de la sala. Ni siquiera podía describir cómo me sentía,
caminé viendo a la nada, intentando procesar esa noticia, tratando de encajar
todo y de que mis ilusiones no terminaran de hacerse mierda. Una vez me
pregunté si había algo que Laurel —mi mujer casi perfecta— no supiera hacer.
Acababa de obtener la respuesta.
No sé ni como terminé la audiencia. Mi vida se volvió un caos dos semanas
atrás; buscaba hacer pagar a mis padres, pero me estaba salpicando de su
mierda en el proceso y por momentos quería desistir.
Lo quería hacer por cobarde, porque el día de la audiencia preliminar Darius
dijo cosas demasiado hermosas y me daba miedo su reacción cuando se
enterara de mi problema. Edward no sabía nada de eso, sin embargo, terminé
confesándole todo en mi desesperación por liberarme de la tensión, aunque
fuese un poco; era claro que mi error fue hablar con mi amigo y no con mi
novio. Ed me dio muchas opciones para decirle la verdad a Darius, desde que
lo hiciera en el momento que se estuviese corriendo hasta mentirle con que
acababa de enterarme, pero me negué; una cosa era tener miedo de hablar y
otra el tener que seguir mintiendo y ya suficiente tenía con no tener el valor
para hablar con mi hermoso pecas.
Tanto Ed como Olek me regañaron cuando les confesé lo que le había dicho
a Dasher estando Darius presente y me advirtieron que esa metida de pata no
solo me costaría las ilusiones de mis dos amores, sino también hasta mi
relación por no hablar pronto.
—Deseo que la cague Darius, no tú.

Confesó Olek en esa ocasión, y lo fulminé con la mirada mientras tomé su


vaso y le di un sorbo a su bebida. Ed, Jace y él estaban en Rouge esa noche, era
sábado e intercalaba mis noches de trabajo entre ese club o Vértigo, los viernes
y el día en el que estábamos. Olek no se me insinuaba, había dejado claro
desde que nos arreglamos que quería muchas cosas conmigo, pero no lo
recordaba a cada momento.
Ese día me prometí hablar con Darius de una vez por todas, pero al verlo
sentía que no podía y me acobardaba.
Las palabras simplemente no salían.
No haber aprovechado esas oportunidades me costó caro y lo comprobé
estando en el estrado y verlo irse; jamás sacaría de mi cabeza su rostro
destrozado por la tristeza y la decepción en sus ojos. Era eso a lo que siempre
le tuve miedo, a esa reacción que me despedazaba el alma, yo sabía que él se
decepcionaría de mí, que me creería una mujer a medias al saber que jamás
podría cumplir su sueño; pero lo que imaginé nunca se compararía a lo que
viví.
Vi a Olek afligido cuando vio mis intenciones de irme tras mi chico y me
obligué a terminar mi declaración porque él no se merecía que botara todo en
lo que trabajó. Mi madre me miró con una sonrisa triunfante a pesar de que
estaban perdiendo el caso, pero supe que su mayor logro acababa de obtenerlo.
Ya sabía el monstruo que era, pero dolió ver su regocijo.
En cuanto me bajé de aquel lugar corrí hacia afuera con la esperanza de
todavía encontrar a mi pecas, pero fue en vano; lo busqué en su casa —tenía
una llave que él me había dado— y no lo encontré, fui a dónde imaginé que
estaría, pero no encontré rastros de él. Terminé llamando a Celine, se
sorprendió al oírme y, aunque Darius no estaba con ella, me recomendó ir a
Vértigo porque era su club favorito y así lo hice.
Lo encontré ahí.
Me sentí una mierda al verlo con una botella de licor casi vacía, sentado en
la barra y cabizbajo, tenía música y reconocí a Anson Seabra con «Robin
Hood» y me dolió más que se estuviese torturando así; escuchó mis pasos y me
buscó, sonrió con burla al verme y mi corazón se apachurró. —Me sorprendía
tener corazón todavía—. Sus ojos estaban rojos al igual que su nariz, y supe
que había estado llorando.
—¿Por qué? —cuestionó con vos lastimera y arrastrando las palabras. Quise
hablar, mas no me lo permitió—. Vete, Lau… no soy buena compañía en este
momento.
—No me iré, tenemos que hablar —repuse, volvió a reír sin gracia y se
empinó la botella.
—Ahora sí quieres hablar, queeee… bien —ironizó—. Pues resulta que
ahora yo no quiero, así que hazme el favor y vete.
—Dari…
—¡Que te vayas! ¡Maldición! —Di tremendo respingo cuando me habló-
gritó. Era la primera vez que utilizaba tal tono conmigo y también la primera
ocasión en la yo permitía que alguien me hablara así.
—¡Perdóname! —chillé, y negó. Estaba destrozado y fue solo por eso que
ignoré su actitud.
—¿¡Por qué!? ¿¡Por mentirme!? ¿¡Por ilusionarme!? ¿¡Por ilusionar a
Dasher!? ¿¡Por excluirme!? ¿¡Por mirarme a la cara y decir que confiabas en
mí más que en nadie!? ¿¡Uhm!? ¡Responde! —exigió y un sollozo escapó de
mi boca al escuchar sus señalamientos.
—¡No es mi culpa ser estéril, Pecas! —solté entre lágrimas, rogando porque
él lo entendiera, para que notase que tal cosa me dolía quizá más que él y que
ese hecho fue el motivo de mis mentiras.
—¿¡Y te estoy culpando de ello!? Porque entre todo lo que te señalé antes no
mencioné eso ¿o sí? ¿A parte de verme la cara de imbécil, me crees así? —
Negué, y dio un fuerte golpe en la barra—. ¡No, Laurel! No te culpo por eso.
No soy tan mierda y lo sabes —señaló—. Me jode haber sido el último en
enterarme.
Retrocedí cuando se puso de pie y dio dos pasos hacia mí, retrocedió en el
mismo instante y cogió la botella de la que estaba bebiendo, la tiró a la pared y
chillé de miedo al verlo tan descontrolado. Era cierto, no me estaba culpando, y
caí más profundo en el fango cuando noté lo que mi cobardía había hecho.
—¡Vete, Laurel! —suplicó segundos después y mordió su labio para no
llorar. No me moví ni un centímetro—. ¡Vete porque me estoy conteniendo
para no ofenderte! ¡Hazlo porque no te quiero dañar con mis palabras!
—¡Amor! —supliqué al verlo llorar como un niño herido y despreciado.
—¡Joder! ¡Vete a la mierda! ¡No quiero tenerte frente a mí en estos
momentos! —Su voz era gutural y ahogada por el llanto.
Me dolió que me hablara así, pero más lo hizo al ver que aun herido se
contenía para no ofenderme peor. Así de increíble era.
Estaba herido y no lo culpaba.
Con un inmenso dolor en el alma me di la vuelta y comencé a caminar de
regreso a la salida, me fui de ahí y le pedí a Antón que no lo dejara solo. Darius
tenía razón: no era buen momento para hablar y con lo poco que dijimos
comprendí que su decepción no era porque no le podía dar hijos sino por
haberlo excluido y ocultado esa terrible verdad.
Lloré de regreso a mi apartamento por todo lo que estaba pasando, a mí me
dolía mi incapacidad, pero la comencé a aceptar con los días; Darius apenas se
enteraba y era consiente que necesitaría tiempo para procesarlo. En algún
momento íbamos a hablar y le pediría perdón por haber sido tan cobarde, era
mi culpa que creyera que lo dejé de lado porque no expliqué nada cuando fue
el momento correcto de hacerlo.
¡Joder!
Me lo habían advertido y no actué a tiempo.
Edward estaba en la puerta de mi apartamento cuando llegué, no tuve que
decir nada después de abrirla y dejarlo pasar junto a mí; él sabía mi estado, mi
ojos hinchados y nariz gangosa se lo demostraba, y solo me llevó con él al sofá
y me abrazó con fuerza, metiéndome en su regazo y dejando que soltara todo el
dolor que me acojonaba. Mi precioso pecas me acababa de mandar a la mierda
y no podía culparlo cuando él no me culpó de mi problema, aunque sí de ser
una cobarde, y no estaba equivocado; fui la peor de todas y por miedo alimenté
una mentira, una ilusión con la que jamás debí jugar. Me asusté al imaginar
cómo debía estar, lo que estaba sintiendo, y me dio temor que cometiera una
locura; Antón y Marshall estaban allí, pero Darius podía ser terco cuando se
enojaba e intuía que peor cuando lo decepcionaban. Fue por esa razón que le
escribí a Connor y le supliqué que fuera a verlo, no quise darle detalles solo me
limité a explicar que estábamos pasando por un mal momento.
—Ese hombre está enamorado de ti, solo dale tiempo, Lorax. Tú sabes que
no es una situación fácil de digerir —susurró Ed en mi oído, y asentí.
Pasamos así un rato, sin hablar, sin hacer nada y cuando tuvo que irse, Olek
llegó preocupado.
Ed se fue tranquilo al dejarme con Olek, este último había seguido en la
corte y llegó en cuanto la audiencia acabó; era un alivio que mi ausencia no
afectara, pero no se llegó a una resolución ese día, aunque todo apuntaba a que
teníamos el caso ganado y mis padres irían a la cárcel. A Dana la encerrarían
por más tiempo, puesto que mi padre aportó las pruebas suficientes para
acusarla de asesinato en el caso de mi bebé y los daños que me repercutieron;
Olek trató de animarme, era demasiado optimista, y le agradecí que no me
recordara que me advirtió lo que estaba pasando.
—Ya no llores más, pequeña. Te ves fea así —soltó, y quise reírme, pero
también matarlo por su idiotez.
—¿Por qué fue tan fácil decírtelo a ti? —cuestioné y era estúpido, ya que esa
respuesta tenía que saberla yo, no él.
—Porque soy demasiado impresionante. —Pero bueno, era Olek y, así fuera
una respuesta estúpida, él la tenía. Rodé los ojos cuando dijo aquello, y se rio
por mi reacción—. Fue porque no buscabas nada conmigo y, aunque tengamos
un pasado, me superaste. No te dio miedo perderme porque ni siquiera querías
tenerme —habló poniéndose serio, y me estremecí—, y con Darius es todo lo
contrario, lo quieres, lo tienes, y saber sus ilusiones te hizo temer a perderlo; es
más fácil confesarle tus verdades a alguien que no te afecte como él lo hace, y
más cuando esa verdad lo va a dañar.
Me sentí patética cuando comencé a llorar de nuevo después de oírlo, lo
abracé y enterré el rostro en su cuello porque no quería que me viera y en su
intento por hacerme olvidar se burlara de mí; conocía demasiado bien a ese
hombre, esa parte idiota de él no había cambiado, y por unos segundos me vi
volviendo al pasado, a los días en los que me hizo tan feliz y me sacó de la
mierda de vida en la vivía por culpa de mis padres.

—Moría de ganas por besarte desde el día que nos chocamos —confesó
luego de darnos nuestro primer beso. El primero para mí, al menos—. No
sabes besar, por cierto —añadió de inmediato.
Ese hombre me tenía idiota y, aunque me morí de la vergüenza luego de
decirme aquello, me recuperé demostrándole que no iba a quedarme así.
—Tienes suerte de que el primer beso haya sido por pagar una apuesta y fue
tan horrendo que hasta hoy puedo decir que besas como los ángeles, aunque
tampoco he besado a uno, es pura metáfora. Pero deja que coja práctica y
bese a alguien más, entonces hablaremos —le advertí solo para devolverle su
idiotez.
—¿Y quién te dijo que besarás a alguien más? —cuestionó indignado, y me
reí con mucha diversión por hacerlo caer tan fácil—. ¡Joder, Laurel! Jamás te
podré ganar una, ¿cierto?
—Cierto.
Sonreí entre lágrimas por aquel recuerdo, volvía a ser lindo recordar nuestro
tiempo juntos cuando tenía claro que él jamás me abandonó.
—Y ahora soy más que experta en besos —susurré para mí, pero me escuchó
e incrédulo me separó de él.
—También estabas recordando nuestro primer beso —aseguró y mis ojos se
abrieron demás.
—¿Lo hacías tú? —asintió a mi pregunta y no supe cómo sentirme—.
Necesito ir al baño —avisé y no dejé que me respondiera.
Me fui hacia el cuarto de baño de mi habitación y me encerré un buen rato
sin poner el pestillo; pensar en lo injusta que era la vida ya estaba siendo
aburrido, pero no pude evitarlo al verme en el espejo y comprobar mi cara de
sufrimiento por todo lo que estaba pasando con Darius y luego recordar lo que
sucedió con Olek, lo que me alejó de él.
Amé a Olek, fue mi primer novio, y lo perdí por las artimañas de mi madre y
eso dolía demasiado, sin embargo, a Darius lo estaba perdiendo por mi culpa, y
eso era más que doloroso.
Me quité la ropa y me metí a la ducha sin esperar a que el agua se pusiera
cálida, me dolía la cabeza, el pecho, el alma y tuve la esperanza de que ese
líquido se llevara un poco de mi agonía, mas no fue así y estando bajo la lluvia
artificial lloré con más fuerzas y sollocé con intensidad. No lo hice por lo que
estaba pasando con mi pecas sino por todo, porque desde el día uno en el que
comencé a tener conciencia solo recordaba desprecios, dolor y mucho
sufrimiento; la felicidad fue demasiado escasa en mi vida, la degusté tan poco
que ni siquiera logré grabarme su sabor.
Toqué mi vientre recordando la ilusión que una vez tuve a pesar de ser una
niña, sonreí cuando a mi cabeza llegó el día en el que toqué el vientre de
Isabella y su nena se movió como loca. En lo personal nunca iba pasar por eso
y era la primera vez en la que aquello se sentía más que cruel. Me deslicé con
la espalda por encima de los azulejos hasta quedar sentada en la tina, llevé las
rodillas hasta mi pecho y abracé mis piernas; no solo le oculté la verdad a
Darius por miedo, lo hice porque de alguna manera intuí que el día que él lo
supiera, también lo iba a terminar de creer yo y me rehusaba. Quemaba, ardía,
dolía, hería mi alma no tener esa oportunidad con el hombre que amaba,
porque sí… amaba a Darius con todas mis fuerzas.
—¡Mierda! —escuché a Olek a lo lejos.
Ni siquiera me preocupé porque me viera en esa situación, no puse atención
a lo que hacía, solo sentí cuando el agua dejó de mojarme y puso algo suave en
mi cuerpo. Me negué a moverme cuando intentó sacarme y sin importarle lo
que pasaría se metió junto a mí y me abrazó dejándome llorar en su pecho.
Estaba tocando fondo una vez más y era por todo, lo de pecas solo sirvió para
dejar salir la presión en mi interior, había fingido fortaleza demasiado tiempo y
sobrepasé mi límite. Me aferré más a Olek sin importarme mojarlo, al fin y al
cabo eso no le importó cuando se metió a la tina con ropa y mojó sus vaqueros.
Rato después estaba en mi cama, solo envuelta en la toalla y las sábanas, la
ropa de Olek era un desastre y comentó que el agua se le había pasado hasta el
culo, intenté sonreír con eso, mas no pude. Le dije que podía meterla a la
secadora y, ya que mi ropa no le quedaba y la que tenía de hombre pertenecía a
Darius, optó por cubrirse con una toalla. Hasta verlo casi desnudo frente mí me
di cuenta de que estaba muy mal, pues ni siquiera repuse en lo musculado que
tenía el cuerpo y no tuve aliento de admirarlo; Edward quizá me hubiese
llevado a urgencias al darse cuenta de eso.
—Ya vuelvo —avisó, y lo vi salir de la habitación con la ropa en las manos.
Suspiré con fuerza y con el puño apreté la toalla para que no se saliera de mi
cuerpo, salí de entre las sábanas y quise ponerme de pie, pero un mareo casi me
manda al suelo cuando lo logré.
—¡Guau! ¡Joder, pequeña! —exclamó Olek llegando a mí—. Debías
esperarme —reclamó, y negué.
—Sé que mi estado es patético, pero no me estoy muriendo ni tampoco estoy
enferma. Solo fue un mareo por la debilidad que tengo de llorar tanto —señalé,
aunque me apoyé en sus brazos.
Era alto y tuve que alzar la cabeza para verlo a los ojos, me miró con una
sonrisa y asintió; se estaba preocupando de más por mí, sin embargo, lo
agradecía mucho.
—Gracias —musité, no respondió y en lugar de eso me haló para abrazarme.
Su piel estaba cálida a pesar de haber estado mojado e inspiré el aroma que su
piel soltaba.
—Mi toalla acaba de caerse así que si no quieres impresionarte con mi
increíble vara, te aconsejo que cierres los ojos. —Me reí, lo hice de verdad al
escucharlo tan socarrón alardeando de su «vara», pero le hice caso y me separé
de él con los ojos cerrados.
Caminé así hasta el closet sabiendo bien dónde estaba y seguí riendo de la
situación tan patética; no tenía miedo de mirar un pene y, aunque tenía años de
no ver el de ese hombre, lo recordaba y no creía que hubiese tenido tantos
cambios… A no ser que se hubiese engrosado al igual que todo su cuerpo.
Sacudí la cabeza para sacar aquellos pensamientos y me metí en la diminuta
habitación para ponerme algo de ropa.
Llorar me había limpiado un poco el alma y, a pesar de que respirar todavía
era difícil, lo hacía mejor que antes y tenía una leve esperanza de que Darius
estaría más calmado al siguiente día y al fin hablaríamos como dos personas
adultas.
De verdad que esperaba eso.

Tres días pasaron y Darius no daba señales.


Le envié mensajes que leyó, mas no respondió. Le llamé y declinó todas mis
llamadas, tuve esperanzas de verlo en los clubes, pero nada pasaba; me estaba
sacando la vuelta y descubrí que era experto en eso.
El viernes por la noche me fui a Darkness, aunque antes le llamé a Antón y
le pedí de favor que me avisara si veía a Darius. Ni siquiera lo encontré en su
casa días atrás y me vi obligada a hacer que sus escoltas lo traicionaran de esa
manera. Antón avisó tal cual prometió y confirmó que sí había llegado, pero
también agregó que se regresó pronto a su hogar; imaginé que Dasher estaba
con los Pride puesto que era de la única manera en que él salía por las noches,
y decidí irme para su casa, nadie me iba a detener y que pasara lo que tuviese
pasar, mas esa noche íbamos a hablar de una buena vez.
Saqué la llave que me había dado —él tenía una de mi apartamento que
nunca usó— y con manos temblorosas logré meterla en la cerradura, cuando
abrí escuché música en la sala y mi corazón se alocó; mi plan era acoplarme a
las viejas tácticas y de ser posible me lo iba a follar antes de hablar, tal cual él
lo hizo cuando se metió a mi habitación en la casa de Ed. Aunque sufrí un
shock nervioso en cuestión de segundos al ver ropa tirada guiando un camino y
no era solo de Darius sino también de mujer; tragué con dificultad al
imaginarme lo que estaba pasando y quise ser masoquista al comenzar a
caminar y comprobar con mis propios ojos lo que sucedía.
Darme la vuelta e irme tal vez era más fácil que llegar a la habitación y
herirme con lo que encontraría, pero quería estar segura y no intuir nada.
Mis manos estaban heladas y comencé a sudar de ira al momento en que
escuché gruñidos y gemidos. Qué bueno era que no supiera usar armas, ya que
estaba segura de que de ser así, esa noche me habría convertido en asesina; la
puerta estaba abierta y ahí —en la misma cama en la que una vez estuve yo—
se encontraba Darius, mi pecas, desnudo, sudando y gozando del cuerpo de
Celine.
Y yo que creí que ya no podía ser destruida. Estaba tan equivocada.
La follaba con rudeza, teniendo el control de la situación, y la pequeña
mosca muerta lo disfrutaba con locura; ese era Darius Black, mostrando lo hijo
de puta que era y el dios del sexo que satisfacía desde a la más santa del cielo
hasta la más perversa del infierno.
De más estaba decir lo hecho mierda que tenía mi corazón para ese
momento, pero no lloré.
Ya lo había hecho demasiado y en la vida recibí infinidad de golpes, tantos,
que mi alma y cuerpo estaban comenzando a curtirse. Estaba temblando de la
ira y dolor, sí. ¿Cómo no iba a hacerlo al ver a mi novio con otra? Era cierto
que yo hice sufrir en el pasado a muchas y muchos, pero el karma era
demasiado perro y duro.
Aunque había algo seguro conmigo en la vida: me la hacían una vez y me
iba, no perdonaba y menos cuando daba la oportunidad de que hicieran esas
cosas en mi cara. No confiaba ni creía en nadie y. cuando lo hacía, era porque
me entregaba por completo y, si me herían, no tenían el gusto de disfrutarlo;
Darius me subestimó y, a pesar de que lo amaba como una estúpida, su traición
sería la primera y última, y jamás volvería a darle el chance de dañarme. Me
conoció perra, mas existía una parte de mí que oculté y dejé de lado por respeto
a él; pero era hora de mostrársela y enseñarle que para hijas de puta… estaba
yo liderándolas a todas.
Me crucé de brazos y sonreí con cinismo al verlos en esa situación, Celine
estaba en cuatro patas cerca de la orilla de la cama y Darius de pie,
penetrándola desde atrás. Sabía lo que se sentía y no juzgaba las muecas de
placer de la chica.
—¡Oh, Dios! —chilló Celine y no fue de placer, fue de sorpresa y miedo
cuando me observó en la puerta.
—¡Mierda! —se quejó Darius al percatarse de mi presencia. Salió de ella y
cubrió su erección.
Me reí divertida.
—¡Ey, chicos! Siento mucho haberlos asustado. —Me obligué a sonar fuerte
—. Solo estaba admirando lo bien que se ven así. Pero, cariño… intenta poner
el culo más en pompa y mueve las caderas para encontrar las embestidas de
Darius, eso le fascina a él, ¿cierto, amor? —inquirí con la mirada perversa,
aconsejando a Celine y enfrentado al maldito adonis.
Darius me miró, de la sorpresa pasó a la incredulidad y luego al cinismo
mostrándome una sonrisa estúpida.
—Cierto —soltó y eso casi hizo que me pusiera a llorar—. ¿Quieres unirte?
—ofreció el hijo de puta tentándome.
—¡Darius! —protestó Celine, estaba cubriéndose con la sábana. Él la ignoró.
—¿O prefieres un trío con Olek? —Lo miré displicente cuando preguntó tal
cosa, la estaba cagando y quería embarrarme.
¡Perfecto!
Caminé hacia donde estaba de pie y negué divertida.
—Sí, mejor con él. Y no te ofendas, Rulitos, pero Olek folla rico y a ti te
falta demasiado. —Los miré a ambos y me llevé el dedo índice a la barbilla. Si
Darius quería meterse a ese juego le enseñaría cómo se jugaba—. No estoy
para enseñar en estos momentos sino para gozar —solté satírica.
—Hija de pu… —Las palabras de Darius murieron en el momento que lo
besé sin importarme en dónde había tenido la boca antes, fue un beso casto y
rápido. Uno con burla y no con el amor que sentía por él.
—Y la mejor de todas, pero eso ya lo sabías —aseguré—. Los dejo, amores,
sigan en lo suyo, y no olvides mi consejo: culito en pompa y encuentra las
embestidas. —Le guiñé un ojo a Celine, le sonreí a Darius y me marché de ahí.
Tenía tanto aire atorado en los pulmones que creí que mi pecho sobresalía
más de lo normal, pero salí con la dignidad intacta frente a esos dos malditos
traicioneros que casi me vieron la cara de imbécil. Y decía «casi» porque si me
hubiese quebrado por completo delante de ellos entonces sí me hubiesen visto
de estúpida; la traición sabía demasiado amarga, era como ácido bajando por
mi garganta, desgarrándola sin piedad y caía pesado en mi estómago tal cual
comida grasienta en un enfermo de gastritis.
Esperé cualquier cosa de Darius por el dolor que le causó mi omisión, pero
nunca eso, y después de todo lo que pasó entre nosotros no imaginé que actuara
como un adolescente inmaduro y herido, menos que me creyera la estúpida
novia que perdonaba traiciones. A mí ni siquiera me la hacían una vez, sin
embargo, dejé que ese hombre fuese más de lo que Olek significó en mi vida;
como idiota le di una oportunidad al amor sabiendo lo malo que era y en parte
aceptaba lo que me estaba pasando, era mi pago por haber caído en algo que
juré no caer más.
—¡Laurel! —Me tensé cuando escuché que me llamó.
Ya había llegado a mi coche y solo respiré profundo antes de girarme para
verlo, llevaba puesto solo un pantalón de chándal, descalzo y sin camisa.
—Así que te vas y te importa una mierda lo que pasó allá adentro. —Mis
ojos se abrieron demás al escuchar tal descaro.
¿Era en serio?
—¿Y qué querías? ¿Que llorara? ¿Que te golpeara a ti o a Celine? ¿Que los
matara a ambos con mis propias manos? —pregunté incrédula y con burla, él
rio.
—Claro, cómo iba a pasar eso si es algo que no te duele —enfatizó apático.
Estaba siendo un imbécil y buscaba herirme a propósito.
—No, Darius. Pasa que la vida se ha ensañado tanto conmigo y me ha tirado
tantas veces como se le ha dado la puta gana que ya aprendí a caer y aterrizar
de pie —expliqué serena.
—O la realidad es que nunca me quisiste, por eso me mentiste y me
engañaste.
Bufé y reí irónica.
—¡Fantástico! Me descubriste, fuiste solo un gusto que me di y ya —repuse
alzando las manos, harta de ver lo idiota que podía ser.
Se acababa de tirar a otra estando conmigo, los descubrí, y se ofendió porque
no le hice un escándalo. Era obvio que solo perdí mi tiempo con él.
—¡Maldita p…! —Se detuvo antes de terminar la ofensa, y levanté el rostro
con altanería para obligarlo a que siguiera. Estaba sin palabras luego de lo que
dije y ni siquiera notó que en ese momento sí le estaba mintiendo—. Espero no
volver a verte, Laurel, y que quede claro que esto no es por tu problema, es por
tu engaño, tus mentiras y tu traición —soltó y, aunque lo último me sorprendió,
no pedí explicaciones.
Al parecer el idiota olvidó cómo lo acababa de encontrar.
Se dio la vuelta y volvió a su casa con su inocente damisela, dejándome atrás
con una facilidad extraordinaria.
Era por eso que siempre creí que amar era malo, muy malo, y era hora de
volver a creerlo.
Hablarle así a Laurel fue lo más difícil que hice en la vida, mas estaba
destruido por sus mentiras y no podía verla en ese momento; la observé
marcharse del club y en el instante quise seguirla, abrazarla y decirle que sentía
mucho lo que le pasó, que a mí también me dolía, pero que sabía que su dolor
era peor. Vi en sus ojos la agonía cuando creyó que estaba enfadado porque no
podía tener hijos y asimismo me molestó que pensara que la creía menos mujer
por dicha razón, no era así, solo estaba triste y decepcionado de que todos
supieran la verdad menos yo.
Mi novia me había dejado de lado, me excluyó con demasiada facilidad y, en
lugar de hacerme entender su verdad, alimentó una mentira y jugó con mis
ilusiones.
Me fui a mi casa rato después, dejé de beber porque mi insensatez era
peligrosa en aquel estado y al llegar me duché con agua fría para después
tumbarme en la cama por un buen rato. Estaba más calmado y pensé mejor en
todo lo sucedido, recordé la mirada de Laurel cada vez que tocábamos el tema
de los bebés, siempre me pareció extraña e indescifrable; sus excusas para no
tener hijos eran incoherentes y notaba el miedo, pero hasta ese momento
entendí la razón. Ella sufría por esa causa y lo hacía más al saber la ilusión que
yo tenía de convertirme en padre, estaba destruido porque mis sueños ya no se
podrían cumplir de la forma en que quería, no obstante, sabía que no deseaba
perderla y debía escuchar sus razones.
Me vestí rápido y decidí ir a buscarla, si estábamos hechos mierda al menos
podíamos sufrir juntos.
Con ese pensar llegué a su apartamento, me había dado una llave de él así
que evité llamar a la puerta; íbamos a discutir y era consiente de eso, aunque
también llegué decidido a no irme de ese lugar sin estar bien con ella. Pero lo
que uno desea no siempre es lo que obtiene y lo entendí por completo al llegar
a la habitación y encontrarla con Olek; mi corazón se hizo pedazos al ver la
cama desecha, al hijo de puta desnudo y a Laurel cubriendo su cuerpo con una
toalla mientras iba en busca de ropa. Follaron en la cama que creí que solo era
para mí y nunca imaginé en mi puta vida que la traición se sintiera así.
Respiré profundo y comencé a contar tratando de controlarme y no cometer
una locura, tenía ganas de entrar y matarlos a los dos con mis propias manos e
iba a hacerlo.
Me regresé al coche para coger el arma que siempre me acompañaba, iba a
hacerlo, mataría a esos dos hijos de puta traidores, aunque la única que de
verdad me traicionaba era Laurel y me sentí un imbécil por llegar a buscarla
para arreglar las cosas. Estaba claro que sus mañas no cambiaron y su antigua
zorra seguía allí.
Cogí el arma y la cargué, no era la primera vez que asesinaría a escorias de
mierda, pero sí la primera que lo haría por una traición amorosa. Nunca en mi
vida me enamoré, jamás amé y por lo mismo no conocía el sabor de la
infidelidad y al probarlo en ese instante supe que esa mierda me ahogaría;
insistí demasiado con esa mujer cuando se rehusó a estar conmigo y tarde
comprendí que si lo hizo fue porque sabía que nunca cambiaría, pero como
imbécil tuve que seguir y seguir hasta obligarla a hacer algo que ya era claro
que esa tipa no sabía cómo funcionaba.
Le gustaba Olek, el tipo buscaba algo con ella y al fin lo consiguió. Dudaba
que fuera la primera vez que estaban juntos desde que él volvió y, al pensar en
eso, lo que descubrí de Laurel me sentó peor; La estúpida se burló de mí como
las grandes, me mintió, ilusionó y traicionó, jugó conmigo como la hija de puta
que era y se unió a la lista de personas que solo sirvieron para cagar mi vida.
—Espero que esa arma no sea para hacer lo que creo que estoy pensando que
harás. —Connor me sorprendió llegando frente a mí en ese momento.
¿¡Qué hacía ahí!?
—No te importa lo que vaya a hacer con ella —bufé entre dientes y comencé
a caminar. Me cogió del brazo para detenerme y sin pensarlo lo apunté con el
arma—. No estoy de humor, Connor, no te metas en mi camino.
—Dispara si quieres, pero luego no te vayas a poner llorar como un marica
por lo que has hecho, ya que ambos sabemos que, a pesar de la vida en la que
crecimos, los cojones que se requieren para matar a sangre fría a un amigo o a
nuestras parejas solo los tienen Isabella y LuzBel —señaló sin inmutarse a mi
amenaza.
Supe porqué llevó a colación a mi hermana y su marido. Todavía le temía a
esa parte de ellos, pero en ese instante los comprendí.
—¿¡Qué mierda haces aquí!? —pregunté con la mandíbula demasiado
apretada y sin bajar el arma.
—Laurel me dijo que estabas mal, que te echara un ojo. Te busqué en el club
y no te encontré, activé tu localizador y me trajo hasta aquí. Eres parte de
Grigori, aunque no lo pidieras —aclaró de inmediato por qué hizo eso aun
cuando les pedí que no se atrevieran.
Quería dejar de lado aquella vida, pero nací en ella y era difícil desligarme
tan fácil, así haya pertenecido al bando enemigo por obligación.
—Y me alegro haber llegado justo a tiempo para evitar que hagas una
locura.
—¡Esa maldita zorra está allá adentro revolcándose con su ex luego de haber
jugado de otras maneras conmigo, es lo menos que se merece! —espeté dolido,
bajé el arma y lo vi negar.
—Pero Dasher no merece perder a su padre solo porque el imbécil se dejó
llevar por la rabia del momento. El chico perdió a sus padres biológicos, no le
quites al adoptivo por calenturas de cama. —Que mencionara a Dasher me
enfureció más porque tenía razón.
Luché demasiado por él y estuve a punto de cagarla.
—Hemos asesinado solo a malnacidos que en verdad se lo merecían, viejo, y
sabes que eso está mal porque jugamos a ser Dios, juzgándolos y decidiendo su
castigo, pero al final tratamos de hacerle un favor al mundo al limpiar la
escoria, y bien sabes que Laurel y su ex no entran en esa categoría por muy
herido que te sientas. —Trató de hacerme entender y lo logró.
No iba a manchar mis manos con sangre inocente, me traicionaron y eso era
algo vil para mí, pero no merecían que perdiera a mi hijo por ellos.
Me marché de ahí y Connor me siguió solo para asegurarse de que no diera
la vuelta y acabara mi cometido; me fui hacia casa de los Pride en busca de mi
chico e intenté olvidarme siquiera por un segundo de lo que vi y lo que mi
mente imaginó después. Todavía era un poco temprano y me llevé a Dasher al
cine, buscaba sacar de mi cabeza a toda costa la traición de Laurel y no me
ayudaba que mi pequeño preguntara por ella; lo noté inquieto por verla y por
más explicaciones que le diera no entendía que ya no podía estar con nosotros
esa noche ni nunca.
El amor era una jodida mierda y hasta en ese instante comprendí la razón de
LuzBel de negarse a él por tanto tiempo y, aunque era feliz con mi hermana,
antes pasó demasiado, y si a mí me dolía lo que acababa de sucederme, no
quería ni imaginar cómo dolió lo que esos dos pasaron.
—¿Y polemos vel a Celine? —la pregunta de Dash me sacó de mis
pensamientos.
—Estoy comenzando a creer que no te gusta estar conmigo —dije, y se le
escapó una sonrisa juguetona.
—Si me usta, papá —aseguró, y me estremecí.
La primera vez que me llamó así casi me caí de culo por la impresión y
emoción, todavía seguía causándome eso, pero estaba comenzando a
disfrutarlo sin desmayarme en el proceso. Se sentía demasiado bien y cada vez
que me decía papá también imaginaba lo que sentiría cuando mis otros hijos
con Lau…
—La llamaré a ver si puede ir a cenar con nosotros —dije dejando esos
absurdos pensamientos de lado.

Las caricaturas estaban puestas en la tele, Celine había llegado con pizza y
frituras, y los tres estábamos viendo las travesuras de aquel mono curioso, la
risa de Dasher lograba que me olvidara de lo mierda que me sentía y, aunque
Celine lo notó, obvió el tema y fingió que todo estaba bien con todos. A las
ocho en punto llevé a mi hijo a la cama y después de leerle su cuento lo dejé
medio dormido, besé su frente y me fui de nuevo a la sala; encontré a Celine
terminando de recoger el desorden que hicimos a pesar de que le dije que no
era necesario y cuando finalizó me pidió que la siguiera a la isla de la cocina y
me sirvió un café para que la acompañara con el suyo.
—Tengo adicción al café porque mamá siempre me dijo que una taza de este
líquido caliente era capaz de ayudarme a levantar el ánimo —señaló, y sonreí
—. Hubo un tiempo que pasé con café todo el día durante más de dos semanas
y no me funcionaba —soltó divertida, y la miré.
—¿Tanto así lo necesitabas? —quise saber, dio un sorbo a su taza antes de
responder.
—Mi prometido me había dejado por una chica que conoció en la
universidad, fue mi novio de casi toda la vida así que… creo que eso responde
a tu pregunta. —Una punzada de dolor me atravesó el pecho al oírla. De nuevo
las imágenes de aquellos dos llegaron a mi cabeza.
—Te comprometiste muy joven —señalé y luego bebí de mi taza.
—Y me habría casado joven si ese idiota no hubiera tenido esa brillante idea,
ahora solo tengo más que agradecimiento hacia él por el favor que me hizo. —
Reí y negué al oírla.
—¿Por qué haces esto?
—Porque quiero que tengas claro que sea lo que sea que te esté sucediendo
va a pasar, Darius, y puede dolerte hasta el punto de querer arrancarte el
corazón, pero créeme… lo superarás. —Tomó mi mano en un gesto de apoyo,
y le devolví el apretón.
Vi su piel trigueña en contraste con la mía y mis tatuajes, y segundos
después estaba viendo una piel lechosa, manos más delicadas y uñas cuidadas a
la perfección; la solté sintiendo repulsión, y no de Celine en realidad, quien me
miró apenada.
—Lo mío con Laurel acabó y es definitivo —aclaré cuando vi que quiso
animarme con un «va a pasar, lo van a superar»—. No voy a alargar esta
historia porque no merece la pena hablar de ella, solo te digo que cuando me
decido a olvidar lo hago en serio y, si quieres ayudarme, habla de lo que se te
dé la gana, menos de ella. —Me observó sorprendida al ver la seriedad de mis
palabras.
Hablamos de ella en lugar de mí y me enteré de que lo de su exprometido
había sido un año atrás, al final compartíamos una traición y vi que no éramos
tan diferentes: ella fue traicionada por primera vez al igual que yo, y cuando
describió su dolor me di cuenta de que casi me estaba narrando a mí en ese
momento. Se fue rato después y la acompañé hasta su coche, me abrazó con
fuerza y con esos detalles solo me demostraba que respetaba mi silencio, pero
quería hacerme sentir su apoyo y se lo agradecía; seguía ahí para mí luego de
lo que Laurel quiso hacerle.
Y ya me había perdonado por eso, mas yo no me perdonaba a mí mismo por
humillarla así.
Al día siguiente recibí llamadas y mensajes de Laurel que solo declinaba y
borraba sin leer, era una maldita descarada y no necesitaba seguirme jodiendo
la cabeza con su sarta de mentiras. Trabajaba para mí y habíamos hecho un
contrato para un año, así que dejé todo eso en manos de Nolan porque no
quería verla ni que se cruzara en mi camino, ya que mis ganas de matarla
seguían casi intactas y era Dasher quien me detenía a cometer una locura. Esa
cabrona supo joderme bien y convertir mis buenos días en una mierda cuando
creí que todo iba a ser diferente; no deseaba caer en la estupidez de no me
vuelvo a enamorar, porque tenía claro que por culpa suya no podían pagar
todas, pero de momento iba a darme un largo descanso y pretendía volver a mis
días en los que follar por placer era más importante que otra cosa.
El sueño había acabado y era hora de despertar.

Tres días después las cosas no mejoraban como quería que lo hicieran, los
ratos comemierda me llegaban con demasiada intensidad y, estando consiente
que esa noche sería peor, le pedí a la niñera de Dasher que se fuera esa vez a
casa de los Pride, ellos eran mi familia y estaban encantados de recibirnos, o en
su caso a mi hijo.
Me fui a Vértigo al comprobar que esa traicionera estaría en Darkness y me
decidí a disfrutar de esa noche, ya era hora de dejar de llorar por mujeres que al
final no valían la pena; Tess Pride —hermana de LuzBel— había organizado
una noche de amigos en el club de ella y prometí ir, pero antes tenía que ir al
mío para firmar unos documentos que Nolan dejó para mí. Al entrar a mi
oficina tuve una buena vista de un culo redondeando y sonreí de lado al saber
de quién se trataba. Cerré la puerta con un poco más de fuerza de la requerida y
me reí divertido con el respingo que la dueña de aquella mata de rizos dio.
Y de un culo muy bonito.
—¡Jesús! Me has asustado —se quejó. Estaba con su uniforme de falda corta
y se había agachado a recoger algo justo cuando entré.
Había llegado a reemplazar la botella de mi bebida favorita por una llena y
lo comprobé cuando vi la vacía en su bandeja junto a los vasos sucios.
—¿Está todo bien? —preguntó, y asentí.
—Pero estaría mejor si dejas caer algo más y lo recoges para tener de nuevo
esa hermosa vista. —Jugué, y se sonrojó.
—Veo que viene muy gracioso, señor Black —protestó molesta, tomó la
bandeja y quiso salir.
No lo logró.
—Sí y ahora también estoy caliente —solté sin tapujos cuando la tomé del
brazo—. Esas braguitas que usas son demasiado tentadoras. —Acaricié justo
donde la tenía agarrada antes, después tomé la bandeja y la puse en el
escritorio. Ella se quedó de pie viendo a la puerta—. Tengo una salida con
amigos esta noche, pero estoy dispuesto a cambiarla por una noche contigo. —
Se giró muy molesta.
Me llevé una mano a la nuca y la miré con picardía.
—Que te esté dando mi amistad después de lo sucedido con Laurel no
significa que puedes usarme ahora que ya no estás con ella —espetó indignada,
y me reí.
—Pero estabas dispuesta a que te usara frente a ella —señalé, abrió la boca
como un pez fuera del agua al recordárselo y me reí aún más. Quería
defenderse y no tenía palabras para hacerlo—. Me gustas y no mentí esa vez,
ahora te deseo y quisiera saber qué se siente hacerte gemir de placer o
comprobar lo que puede proporcionarme tu inocencia. —Decidí irme con ella
por el lado de la sinceridad y el descaro.
—No sé qué demonios te hizo ella, pero está claro que te dolió y buscas
herirla conmigo a pesar de que tal vez nunca se entere —asentí y sus ojos se
ensancharon.
Llegué hasta ella y la tomé de la cintura.
—Me hizo algo muy feo —confesé comenzando a sentir de nuevo el dolor al
recodarlo, mas lo deseché de inmediato—, pero no me importa si se entera o
no, solo quiero quitarme las ganas que tengo de ti y, si te detienes por ella, te
recuerdo que ya no estamos juntos.
No dejé que alegara nada y esa vez fui yo quien la besó.
Estaba nerviosa y reticente, aunque a diferencia de mí en el pasado, Celine sí
comenzó a corresponder mi beso; sus labios eran solo un poco más delgados
que los de… Metí la lengua en su boca para profundizar aquel acto y hacerle
entender que esa noche quería todo de ella y me obligué a sentir que lo que
hacía estaba bien, que era lo correcto. Celine gimió cuando metí la mano por
debajo de su falda y la toqué por encima de las bragas, quise hacerlas a un lado,
pero me detuvo antes de lograrlo.
—Solo quiero que quede claro que ambos nos vamos a usar, Darius, y,
aunque me gustes, esto no dejará de ser solo sexo para ambos, ya que es obvio
que estás herido y no deseo que mañana te sientas culpable por mí, porque no
tomaré esto diferente a lo que es —aclaró, y pegué mi frente a la de ella.
Me gustó que hiciera esa aclaración.
—Usémonos entonces y vamos a mi casa. —La tomé de la mano y la hice
caminar conmigo.
—Esto será solo sexo, no creo que sea correcto ir a tu casa —alegó.
—Sexo es sexo donde sea que lo hagamos —puntualicé, y no dijo más.
La llevé a casa y después de poner música comencé a besarla de nuevo. Se
sentía bien estar de nuevo en acción, jodidamente bien a decir verdad; esa era
mi vida y nunca tuve que haberla dejado, pero los errores estaban para
cometerlos y aprender de ellos.
La ropa fue desapareciendo de nuestros cuerpos mientras la dirigía a mi
habitación y no me puse a pensar en nada porque no haría algo diferente de lo
que me hicieron a mí, y se sentía malditamente exquisito saber que la chica
entre mis brazos estaba consciente de lo que haríamos. Había menos culpa en
mí y unas terribles ganas de hundirme en ella. Celine seguía siendo toda
inocencia, su ex no le enseñó casi nada y me juré volverla una experta en aquel
ámbito; sus acciones fueron torpes y sonreí al ver que intentaba ponerse a mi
altura.
—Serás perfecta en esto poco a poco —susurré en su oído cuando la hice
darse vuelta y la posicioné en sus rodillas y manos cuando la tuve en la cama.
Era solo sexo esa vez, así que limité mis caricias y dejé de lado algunas cosas
que en otro caso hubiese hecho sin dudar.
Besé su espalda y con la mano acaricié sus pechos y su coño, me deseaba y
lo comprobé al sentirla toda húmeda; metí los dedos en su boca para que se
saboreara y después de ponerme un preservativo me hundí poco a poco en ella.
Sus manos se hicieron puño con la sábana entre ellas, estaba muy estrecha y fui
cuidadoso al comprobar que no tenía sexo desde hacía un buen tiempo;
imágenes que no deseaba en ese instante se comenzaron a cruzar con lo que
veía y mis penetraciones se volvieron más rudas. Cogí entre mis manos la
diminuta cintura de la chica y la hice moverse encontrando mis embestidas
como tanto deseaba.
Llegué a su coño y lo acaricié, en cuestión de segundos la princesa inocente
estaba gritando mi nombre y mi rostro fue de satisfacción al lograrlo tan
pronto; seguí con mis empujes, cogí su cabello por momentos y lo halé sin ser
delicado. Celine estaba soportando muy bien mi rudeza. La hice subir el torso y
sin dejar de penetrarla en aquella posición besé su cuello y me encargué de sus
pechos, buscó mi boca y le permití encontrarla; nos besamos como locos
desesperados y sentí cuando su deseo por correrse llegó de nuevo. Dejé que se
apoyara otra vez en sus manos y mis ganas de correrme también llegaron hasta
el momento en el que chilló un «¡oh, Dios!».
Y no fue por el placer que le estaba provocando.
Laurel nunca me pareció tan perversa como en ese momento, estaba con un
vestido rojo pegado al cuerpo y sus tacos la hacían diez centímetros más alta, el
cabello lo llevaba en ondas y, ya que la habitación era iluminada solo por la luz
de la luna que se filtraba por la ventana, aquella mata pelinegra brillaba con
peligro y no, no lucía herida por lo que acababa de ver. Se adentró con una
sonrisa cínica y tuvo el descaro de aconsejar a Celine, estaba molesto y tres
días antes quise matarla, pero justo ahí, demostrándome lo cabrona que era,
tuve que contener la erección que creció entre mis manos cuando trataba de
cubrirme.
Quise provocarla y herirla así como ella lo hizo conmigo, pero me era difícil
cuando demostraba que nada de lo que veía le afectaba. A mí en cambio me
afectó demasiado el que señalara lo bien que la había follado Olek; no lo negó,
lo aceptó sin problema, casi como si le hubiese preguntado con quien quería ir
a tomar un café.
—No cometas una locura —pidió Celine cuando me vio correr tras Laurel
después de que se fuera como si nada hubiese sucedido.
Era claro que seguir a la descarada era un error subliminal, pero estaba tan
estúpido que no pensé en que hacerlo sería uno de los tantos que cometí por
ella.
Fui un gusto que quiso darse y ya, tal declaración fue algo que ya intuía.
Para esa mujer solo fui un experimento de cómo se sentía estar una relación
monógama de nuevo y habiendo probado tantos sabores, no se conformaba
solo con el mío, sin embargo, que lo dejara tan claro me hizo tomar una
decisión que era lo mejor para ambos.
Todo estaba jodido entre nosotros y, antes de que nos volviéramos tóxicos,
era mejor separarnos. No perdonaba las traiciones y ella me falló en niveles
épicos. Hasta allí había llegado mi historia como un estúpido astrónomo que
creyó que podría atrapar a una estrella que siempre dejó claro que era fugaz.
—¿A dónde vas? —cuestioné a Celine cuando la encontré vistiéndose.
—A casa, es obvio que esto fue un error —zanjó, y llegué decidido hasta
ella.
—Tal vez, pero eres un error muy delicioso que quiero seguir cometiendo —
aseguré y la besé.
Era tiempo de dejar de creer en estúpidas historias de amor.
«Who you are» de Jessie J sonaba en mi reproductor.
Ya no tenía nada que estrellar contra la pared, todo lo que había antes estaba
hecho pedazos junto a mi corazón, y solo dejé intacta la TV —aparte del
reproductor— porque en verdad amaba ver mis series favoritas y no valía la
pena destruirlo. Me encontraba hipando y sollozando con brusquedad, la
cabeza me iba a explotar del dolor que sentía y ni hablar quería de los restos
del maldito órgano que jamás debí dejar en manos de ese estúpido, malnacido,
cobarde y poco hombre.
Estaba llorando con intensidad y llegué a casa tan descontrolada que ni
siquiera me fijé que había dejado la puerta abierta, y cuando me giré buscando
algo más para estrellar encontré a Edward con la boca abierta y aterrorizado
por lo que veía.
—La TV no por favor, deseo ver contigo a Riverdale —logró suplicar, y grité
con fuerzas.
—No digas nada, solo déjame sacar esta ira para poder seguir adelante
mañana —pedí cuando me abrazó con fuerzas.
Así de patética estaba, pero lo necesitaba. Ese era mi ritual en casos como el
que vivía, caía con fuerza y esa misma me impulsaba hacia arriba; era eso lo
que hice durante toda mi vida, utilizaba la fuerza de mi caída para volver a
impulsarme y salir de las profundidades en las que me hundía. Estaba
destrozada, no obstante, aquel estado me lo iba a permitir solo esa noche
porque al día siguiente me levantaría siendo la mejor de las mejores; ni mi
madre logró derrotarme cuando me arrebató a mi hijo, y mucho menos lo haría
un estúpido que quiso jugar al hijo de puta y hacerme mierda, no. De peores
estados me había levantado y no me quedaría en la cama llorando por una
semana por alguien que no merecía ni una sola de las lágrimas que estaba
derramando en ese momento.
Edward se quedó esa noche conmigo y el idiota escondió todo lo que tenía
filo.
Al día siguiente todo fue como lo había planeado, me levanté a tomar una
ducha y me maquillé para ocultar los rastros de miseria de la noche anterior;
era un nuevo día y una nueva vida estaba a punto de iniciar.
—Eres mejor que Elena, Stefan y Daemon juntos —señaló Ed y me sirvió un
café. Lo miré dándole a entender de que no sabía de lo que hablaba—. The
Vampire Diaries, mujer. Desactivas mejor que ellos tu lado humano —aclaró, y
me reí.
Él y sus series.
Por Edward había comprado una TV gigante y también por él me pasaba
horas frente a ella hasta que nos veíamos series completas.
—Deberías ir esta noche a Vértigo, voy allí hoy, y tal vez podría escaparme
un rato de mis horas de trabajo —propuse, y me miró estupefacto.
—No querrás ir para matarlo, ¿cierto? —bufé y negué—. ¿Ni a la chica de
cabello hermoso? —Mis ojos se abrieron demás al oírlo, pero negué. Suspiró
fuerte con una mano en el pecho mostrando su alivio.
—Firmé un contrato, Ed. Trabajo allí, y lo que esos dos hicieron no vale
como para no seguir mi vida. —Dejé claro, y asintió.
—Quiero ser una mujer como tú cuando sea grande —deseó, y me reí.
—Bueno, el cabello negro ya lo tienes, solo te falta tener un buen culo,
buenas tetas y… ¡Ah, sí! Un buen coño. —Me miró indignado, y solté una
sonora carcajada.
A veces caía demasiado fácil conmigo.
Estuve de compras ese día, era lo único que lamentaba después de mi
momento de estupidez, pues tuve que reemplazar todo lo que rompí. Darius
dejó claro que no quería verme, a mí me daba lo mismo si lo veía o no; lo que
le dije a Ed era cierto, solo necesitaba sacar todo la noche anterior y sabía que
luego de eso estaría como nueva. Lo amaba, lo seguía haciendo después de
haberlo encontrado en la cama con Celine, pero mi amor por él no se
comparaba al que sentía por mí misma; la seguridad que tenía en mí como
mujer no me permitía caer tan fácil con los desplantes de un hombre que solo
buscó dañarme.
Si Darius no deseaba cruzarse conmigo iba a tener que hacer algo con el
contrato, ya que él era el único que podía disolverlo con facilidad, a mí me
daba igual aquello. Esa noche fui a Vértigo dispuesta a hacer lo mío e iba a
demostrar que el trabajo con los asuntos personales no se mezclaban. Vi a
Celine en cuanto llegué, estaba con las demás meseras y las saludé amable en
cuanto me vieron, ella me miró asustada y estupefacta e imaginé que no creyó
volver a verme, al menos no sin querer matarla. No obstante, tenía la madurez
para aceptar que ella no tuvo toda la culpa de lo que pasó.
—¿Podemos hablar? —pidió cuando iba a mi oficina. Era hipócrita de mi
parte decir que no sentía odio por ella, pero lo oculté y decidí poner en práctica
todo lo que aprendí a lo largo de mi vida.
—Claro, querida. Vamos a la oficina —dije y caminé delante de ella. La
invité a tomar asiento en cuanto llegamos—. ¿Qué deseas? —pregunté amable.
Me miró sorprendida y de pronto avergonzada.
—Lo de anoche…y-yo. —Alcé una mano para callarla.
—Anoche solo fuiste una mujer inteligente aprovechando una oportunidad,
Celine. Yo habría hecho lo mismo y de hecho lo hice en muchas ocasiones en
el pasado así que no te juzgo —acepté.
Lo que ella hizo no fue nada diferente a lo que yo hice tiempo atrás y, como
dije antes, hipócrita no era y aceptaba mis errores, y el karma que me castigaría
en algún momento por todas las mujeres que sufrieron por mi culpa.
—Probaste a tu jefe, te diste ese gusto y ya —seguí aclarando tranquila—.
Al fin se hizo, ¡eh! —halagué su astucia, y negó.
—Darius me dijo que ya no estaba contigo y ambos dejamos claro que solo
era sexo, él me gusta y lo sabes, mas eso no significa que quiero meterme entre
ustedes; sí, me acosté con él cuando todo en su relación es muy reciente, me
dejé llevar por las ganas, pero te juro que no quise dañarte, no pretendí eso y
menos que nos vieras —soltó luego de salir del estado anonadado en que la
dejó mi declaración anterior.
Sabía reconocer la mentira de inmediato y vi en sus ojos que nada de lo que
dijo era eso, me hablaba con la verdad, y asentí. Era una mosquita muerta, pero
no una mujer mala, solo era su forma de ser y ya.
—Y te lo agradezco —puntualicé ocultando la ironía, y no por sus palabras
sino por lo que estaba saliendo de mi boca—, pero no era necesario que lo
aclararas. Sé cómo son las cosas y no me voy a morir por la traición de tu jefe.
Soy una mujer, Celine, y los hombres para mí no son lo principal; ellos son
más como un postre: me los como porque quiero, no porque los necesito.
Solo pudo observarme al decirle tal cosa y se quedó en silencio hasta que
volví a hablar.
—El trabajo seguirá siendo como siempre, lo de anoche no tiene por qué
cambiar nada. Ya nos hemos dicho todo lo que teníamos que decir con tu…
¿nuevo maestro? —Se sonrojó cuando le dije eso y me reí—. Y para mí esto es
un borrón y cuenta nueva —asintió un poco más tranquila—. Si eso era todo lo
que querías decirme, pues ya está. Ve a lo tuyo —la animé.
Se puso de pie y comenzó su camino hasta la puerta, pero se detuvo antes de
salir.
—Me sorprende lo bien que te levantas de las caídas a pesar del dolor que
ocultas en tu interior y se refleja en tu mirada —destacó, y la miré seria—. No
sé qué pasó entre ustedes, pero está más que claro que lo llevas mejor que
Darius. —Alcé una mano indicándole que siguiera su camino cuando
mencionó el dolor de aquel… hombre.
Salió sin decir más y me quedé ahí, pensando y recordando por un momento
todo lo que había hecho en esa oficina con mi exnovio; era increíble cómo
cambiaban las cosas de un momento a otro y la facilidad con la que una ilusión
tan linda se jodía, porque al final eso habíamos sido Darius y yo: él, un chico
tonto fingiendo ser un astrónomo, y yo, una estrella fugaz que pretendió dejarse
atrapar cuando claro estaba que eso era imposible.
Toda la semana la pasé muy mal, mi estómago estaba revuelto, me dolía
demasiado la cabeza y los mareos no paraban; era viernes de nuevo y existía un
motivo para estar feliz: habíamos ganado el caso, Olek recuperaría sus
empresas y el treinta por ciento de las que en la actualidad poseían mis padres
como remuneración por todos los años de carencias que vivió. El setenta por
ciento que me correspondía a mí no quise tomarlo, pero, a cambio de eso, tomé
el cien por ciento de las empresas de floricultura que le pertenecían a Dana; lo
hice solo por joderla, para quitarle algo que en verdad amaba más o igual que a
mi padre.
La miré con una sonrisa cínica cuando el oficial se acercó a ella para
esposarla, ya que sí, la condenaron a cadena perpetua por el asesinato de Steve
Sandr y mi bebé, a parte de los cargos por estafa; mi padre corrió con mejor
suerte y solo le dieron tres años de prisión con derecho a fianza después de
ellos. Él fue pieza clave en aquel caso y las pruebas que nos proporcionó
sirvieron para incriminar a Dana por todos los otros cargos, Olek fue
benevolente en eso y lo acusó solo de complicidad al final, pero demostró que
fue utilizado por la arpía que tenía como mujer. La cereza del pastel fue
deliciosa cuando mi padre puso una demanda de divorcio ahí mismo, y por
primera vez vi a una Dana Stone derrotada.
—Duele, ¿cierto? —inquirí satírica cuando pasó frente a mí.
Puse una mano sobre el hombro de mi padre y la miré displicente y
poderosa.
—¡Maldita! —gritó cuando papá besó mi mano en su hombro y se aferró a
ella.
Mi sonrisa se ensanchó aún más y me regocijé en su dolor, sobre todo
cuando Olek tomó mi cintura y besó mi sien mostrándole así que no pudo
lograr todo lo que se propuso y en ese momento era yo la dueña de todo lo
suyo. Mi pequeño fue lo más valioso que me arrebató, pero sabía que ese bebé
era un ángel en mi vida que me ayudaba a levantarme de las peores caídas.
Y creí que no iba a sentir dolor en la audiencia final, pero lo sentí al ver
cuando otro oficial llegó por mi padre.
—Tres años de prisión valen la pena vivirlos después de ese acercamiento
tuyo —aseguró mientras lo esposaban.
—Papá… yo… —Me quedé en silencio porque era difícil decirle que lo hice
solo por provocar a Dana.
—Tranquila, princesa. Sé que lo hiciste por Dana y no me molesta, lo
merezco —aceptó, y le di una sonrisa seca.
—Tres años pasarán rápido —quise animarlo, y rio.
—Cuando salga dame una oportunidad para estar cerca de ti, mi amor —
suplicó, y sentí cuando mis ojos se aguaron—. Déjame recuperar y consentir a
mi niña. —Mordí mi labio con fuerza sin responder. Quizá ya era muy tarde
para nosotros.
Me juré que después de Darius ningún hombre me haría llorar y mi padre no
me ayudaba.
—Hora de irnos —avisó el oficial y lo haló con fuerzas.
—Por favor, estrellita mía —rogó llamándome como no lo hacía desde que
era una niña y el interruptor de las lágrimas en mí se activó.

—¿Dónde estás, estrellita mía? —gritó entrando por la puerta de casa.


Yo estaba en la cocina haciendo galletas de navidad con mi nana y corrí
cubierta de harina y me tiré sobre él haciendo que me atrapara casi en el aire.
—¡Papi! —grité con tremenda emoción, y él rio.
—¡Guau! Princesa, si vuelas así ahora de pequeña, cuando seas grande
serás una estrella fugaz —aseguró, y me reí como loca cuando besó mi cuello y
me hizo cosquillas.

Ese era mi único recuerdo feliz con él, y mi nana Judith una vez me dijo que
tenía cinco años cuando aquello pasó; era por papá que me crie con la idea de
ser una estrella fugaz.
—Aquí estaré para ti, papi —prometí y vi una sonrisa iluminar su rostro. Tal
vez no era tan tarde.
Salí acompañada de la corte por Olek, estaba emocionada y triste a la vez.
—Me haces sentir tan orgulloso —aseguró cuando llegamos a mi coche.
Presenció de lejos lo que pasó con mi padre y sabía ya lo sucedido con Darius.
—Y tú me das miedo en tu rol de abogado, eres un monstruo —aseguré, y
rio.
—También lo soy en la cama, pero estoy seguro de que allí no te daría
miedo. —Golpeé su hombro cuando dijo tal cosa, y retrocedió dramático.
Siempre había sido juguetón, pero se contenía cuando sabía que estaba con
mi ex, desde que me supo soltera y sin compromisos volvió recargado a su
juego de conquistador y, aunque le salía más que bien, sabía respetar mi límite.
—Solo espero que, si eso llegase a pasar, no te pongas a llorar como un
mariquita o me inventes excusas como que te duele la cabeza —lo reté, y
sonrió decidido.
—Vas caer ante los encantos de mi vara mágica, Pequeña escurridiza —
aseguró divertido.
Reí todavía más, después besé su mejilla y lo aparté para poder subir al
coche.
Me fui dejándolo ahí de pie y solté el aire que había retenido estando juntos;
irme a la cama con ese hombre era algo fácil, pero que no deseaba en ese
momento, uno: porque, aunque aparentaba otra cosa lo de Darius, dolía cuando
me permitía pensar en él y quería darme mi tiempo. Y dos: porque Olek era
importante para mí y si me descuidaba iba a caer en sus encantos y no quería
hacerlo.
No quería nada con nadie que despertara sentimientos en mí.
Llegué a la clínica de mi doctora de cabecera, había hecho una cita para
después de la audiencia porque necesitaba chequearme luego de los achaques
que estuve sufriendo. Cuando llegué me hicieron orinar en un bote y me
sacaron sangre, tras eso pasé con ella e hizo sus preguntas de rutina y
revisiones normales; terminaron haciéndome pruebas de embarazo a pesar de
saber que no era posible en mí, pero que igual debían hacerlas como
procedimiento. Al final fui diagnosticada con un estrés extremo debido a los
últimos sucesos y mis hormonas estaban vueltas locas por esa razón, mi
estómago sufría por los desórdenes que tuve en mis comidas, así que solo fui
recetada con algunos calmantes y mucho descanso.
Al parecer en Italia ya sabían lo sucedido entre Darius y yo, ya que LuzBel
me llamó queriendo parecer casual, y al final cuando entendió que no era tonta
—y debido a que no iba decirme nada de lo que había hablado con su cuñado
— me pidió irme unos días con ellos. Su pequeña pronto iba a nacer y me dijo
que antes quería darle una sorpresa a Isabella.
—¡Oh, Dios! Lo siento, lo siento. Por favor, perdóname —suplicó una
señora que chocó conmigo en un pasillo de la clínica. Iba llorando y muy
descontrolada.
Le dije a LuzBel que le llamaría luego tras escucharlo decirme que había un
jet privado esperando por mí y tomé a la señora del brazo.
—No pasa nada, señora. ¿Está bien? —me atreví a preguntar, y negó
aterrorizada.
Estaba sola y me preocupó su estado, le dije que iba a llamar a un médico,
mas se negó con rotundidad alegando que lo que le sucedía era cosa del karma
y sus errores del pasado; me sentí un poco identificada cuando me dijo aquello
y terminé invitándola a un café, justo en la misma cafetería que una vez estuve
con Olek.
—Eres muy buena, cariño. Gracias —dijo acariciando mi mano, y le devolví
el gesto.
—No lo haga, he estado en su lugar y sé lo que siente —dije, y negó.
—No creo que tú hayas sido capaz de abandonar a un hijo y luego la vida te
lo ponga en el camino de formas irónicas —soltó de pronto, tragué con
dificultad cuando dijo eso y bebí un poco de mi café.
—Oiga, no sé su vida ni la conozco, pero yo también he pasado malos días y
he necesitado de hablar con alguna persona que no me conozca solo porque
deseo desahogarme —hablé, y me miró con atención—. Es casi imposible que
usted y yo volvamos a cruzarnos, así que… ¿Qué le parece si le cuento lo que
me pasó y usted me cuenta lo suyo? —propuse, y asintió de inmediato.
Me dio las gracias una vez más y nos la pasamos hablando de nuestras vidas
esa tarde.
Edward me había dicho en alguna ocasión que él hacía eso cuando estaba
mal y descubrí que era una buena terapia, no quisimos decirnos los nombres y
al final la llamé «Señora Bonita» porque en verdad lo era, y ella me llamó
«Chica Hermosa». Se rio mucho cuando le dije que me escogió un
sobrenombre perfecto y después terminó indignada con mi situación, y yo con
la boca abierta con la suya; no estaba equivocada cuando decía que no era
bueno juzgar a las personas solo porque pecaban diferente a uno, y esa tarde
con la Señora Bonita volví a confirmarlo.
Y también me ayudó a entender que había errores que no podían juzgarse
hasta conocer las verdaderas razones para cometerlos.
Por la noche Olek y Edward habían organizado una salida de cuatro, después
de que le comenté a Ed lo que mi doctora dijo, y consideré que merecía salir a
divertirme. De Darius no sabía nada y no lo veía ni en el trabajo —aunque por
los chismes del personal me enteré de que seguía en su aventura con Celine—.
Nolan se encargaba de las cosas cuando yo no podía estar, así que le llamé y
pedí que me cubriera esa noche porque no iba a llegar.
Tenía tiempo de no ir a un club diferente que no fueran los de Darius, por lo
mismo decidimos ir a Elite —el club de LuzBel— y solo fue necesario hacer
una llamada para que nos dejaran pasar al mejor VIP. La noche pintaba bien en
cuanto entramos, los tragos fueron servidos de inmediato en nuestra mesa, Jace
se reía al ver a su loco novio moviendo la cola como puta desesperada, y Olek
me retaba a que hiciera lo mismo; me había perdido tanto en mi trabajo y mi
noviazgo que me olvidé por un tiempo de lo bien que se sentía salir con amigos
y disfrutar como una persona de mi edad.
Me reí como loca cuando vi que en un privado cercano estaban Connor,
Evan, Dylan y sus respectivas parejas —a excepción de Evan—, pero más lo
hice al ver que también estaba Darius y sí, con su pareja del momento.
Iba a otros clubes para no cruzarse conmigo y al final el destino nos cruzó
por la mera gana de jodernos. El pinchazo en mi pecho por verlo con Celine se
sintió, sin embargo, decidí que eso tenía que dejar de hacerme sufrir y lo
cumplí.
—Perdona, guapa, ¿me invitas a un trago? —Me reí cuando Connor llegó
detrás de mí. Les había dado la espalda minutos antes.
—Lo siento, pero tengo novio —aclaré con una sonrisa juguetona.
—¿Te pega?
—Nah, es porque ya borracho voy a querer violarte y entonces tu mujer me
va a matar y mi novio te va a descuartizar. —Su risa fue escandalosa. Estaba
achispado y la hermosa panzona a su lado negó divertida.
—Veo que volviste —señaló Jane, su mujer, besando mi mejilla como
saludo.
Se quedaron un rato con nosotros, y Connor intuyendo lo que sucedía con su
amigo evitó invitarnos a su mesa; Tess llegó a saludarnos rato después con
Dylan, y nos acompañaron igual que sus otros amigos, Olek en un momento de
suma confianza tocó el vientre abultado de Jane, y me estremecí al verlo hacer
eso.
—Es difícil no imaginarte a ti —dijo llegando a mí, y recordé cuando hacía
eso en mi vientre todavía plano. Éramos tan jóvenes y sin embargo, asustados y
felices por aquella noticia—, pero me gustas más así —añadió para
reconfortarme, y se lo agradecí.
—Vamos a bailar —pedí cuando todos estaban en la pista, y asintió tomando
mi mano.
—¡Así que los traidores no conforme con lo que hicieron, deciden seguirme
y presentarse también aquí! —Darius nos había interceptado en el camino,
Connor llegó de inmediato al verlo y quiso calmarlo.
—¡No vayas a…! —Pecas alzó las manos para callarlo y nos miró
sintiéndose superior a todos.
—¡Ni te hemos seguido ni somos traidores! —aclaró Olek, estaban hablando
alto debido a la música.
—¡Hijos de puta y descarados! —espetó.
Desconocía a ese hombre y, cuando quiso irse sobre Olek, me metí en
medio.
—¡No sé qué demonios te pasa, pero no te hemos seguido! ¡Estamos aquí
porque queríamos divertirnos! —zanjé, y me miró furioso.
—¿¡Te cansaste de divertirte con él en la cama!? ¿¡Vienes aquí en busca de
un compañero para hacer tus tríos!?
—¡Respétala, cabrón! —exigió Olek.
Mi respiración estaba acelerada y mi cuerpo temblaba por la ira.
Celine y todos los demás estaban presenciando la escena y eso me enfureció
aún más, Darius no tenía ningún derecho de querer humillarme cuando fue él
quien se revolcó con otra.
—¿¡Así como tú la respetaste el día de la audiencia pública!? ¿¡Eh!? —Olek
y yo supimos de qué día hablaba y nos dejó anonadados—. ¡Te mofaste de que
ibas de frente, puto cobarde, pero aprovechaste y te la follaste cuando
estábamos pasando por un mal momento!
—¡Entre Olek y yo no ha pasado nada! —grité indignada.
—¡Los vi, Laurel!¡Deja ya tus mentiras de mierda! —Mis orbes casi se
salieron de sus cuencas cuando dijo aquello, y rio desquiciado al ver mi
reacción.
—¡Bien! ¡Salgamos de aquí y aclaremos esto de una puta vez! —exigió Olek
y me tomó de la mano. Vi hacia atrás para comprobar si Darius iba a seguirnos
y lo noté desquiciado al verme de la mano del tipo que él consideraba traidor.
Pero nos seguía.
Mi mente daba vueltas al pensar en la acusación de Darius, el día que lo
encontré con Celine me trató de traidora y esa noche decía que nos había visto;
me vi de pronto recordando aquel día y los sucesos que me llevaron a estar
desnuda con…
—¡Joder! ¡Darius tiene llave de mi apartamento! —le grité a Olek, Pecas
estaba muy atrás—. ¡Tuvo que haber entrado el día que estuviste conmigo
apoyándome y terminaste desnudo! —dije, y la comprensión surcó su rostro.
Connor llegó hasta nosotros y nos guio a una oficina que conocía a la
perfección, pero no era momento para esos recuerdos, así que los obvié.
—Si fue eso, tuvo que habernos enfrentado así como tú lo hiciste —asentí de
acuerdo. Ya estábamos en la oficina.
La puerta casi voló de sus bisagras cuando Pecas entró hecho una furia, le
entregó un arma a Connor y después cerró la puerta con fuerza.
Y yo que creí que ese hombre era solo dulzura y perversión.
—¡Al fin se te refrescó la memoria, jodida puta! —me enfrentó, y sus
palabras activaron en mí cosas inimaginables.
—Sí, y fue una lástima que no te quedaras esa noche, nos hubiésemos
divertido mucho —ataqué.
Si me creía puta iba a darle motivos.
—¡Se calman los dos! Somos adultos, no adolescentes inmaduros —señaló
Olek actuando como el mediador de esa contienda.
—No me vengas con tus discursos de mierda que no te quedan —pidió
Darius, y me reí.
—Esa noche caí en un estado patético porque temía perderte —dije.
—¿Y lo superaste dejando que este te cogiera como una ramera?
¡Guau! Por primera vez me dejó sin palabras.
—¡No! ¡Imbécil! Solo la ayudé a salir de la bañera, estaba muy mal y
terminé mojando mi ropa. Me quedé en toalla porque la única ropa que me
quedaba era tuya y ambos te respetamos como para no haber cruzado ese
límite.
—¡Te vi en putas pelotas!
—¡Y ella tenía cerrado los ojos! Sé que la situación se malinterpretó y te
comprendo, pero entre Laurel y yo no pasó nada. —La mirada de Darius
cambió en ese momento a dudas y la mía a más furia.
La razón por la que me engañó era peor de lo que pensaba. Quiso dañarme
adrede y, si antes pudo haber una posibilidad de perdón, esa se había ido al
carajo en ese instante.
—Desde que iniciamos lo que teníamos te fui sincera, me mostré a ti tal cual
soy, pero no me conociste ni un poco, Darius. Ese día solo deseaba estar bien
contigo —hablé con la voz ronca por el dolor y la ira—. Fuiste mi primer novio
en años, el primero al que le entregué mi confianza, ¡mi todo! Y en lugar de
quedarte allí para enfrentarnos te fuiste como un cobarde —acusé, y sin
pensarlo llegué a él y golpeé su pecho.
—Estaban desnudos —habló sin gritar, comenzando a entender su error.
—Desnudos, no follando. No me encontraste en cuatro mientras Olek me
penetraba y yo gemía de placer. —Volví a golpearlo.
—¡Laurel! ¡Cálmate!
—¡No! —grité a Olek cuando me dijo aquello—. Este imbécil me falló
cuando más nos necesitábamos. —Pecas negó incrédulo, confundido—.
¡Mírame a los ojos, Darius Black! Demuéstrame que me conociste, aunque sea
un poco, y dime si en verdad crees que me acosté con Olek —lo reté.
Él miró a Olek, y este último negó.
—No lo hicimos, viejo. Busco una oportunidad, pero tengo los huevos bien
puestos y jamás me aprovecharía de lo que ustedes estaban viviendo en ese
momento. —Vi la dificultad con la que Darius tragó al oírlo, y luego me miró
con vergüenza.
Me reí, y negué.
—Ese día mientras Olek me consolaba como un amigo, yo acepté lo mucho
que te amo —confesé sin miedo y sus ojos se ensancharon—, pero amar es
malo, Darius, y no quiero más cosas malas en mi vida —negó, esa vez por una
razón diferente—. Ahora quiero que te quede claro que, si me crees o no, ya no
importa. Lo nuestro es periódico pasado y solo sirve para limpiar mierda. —
Alcé la barbilla y decidí salir de esa habitación.
—¡No! Amor, espera. —Reí irónica y con mucha burla cuando me llamó así
—. ¡Perdóname! ¡Compréndeme! —suplicó derrotado, entendiendo al fin que
su error más grande fue no quedarse y aclarar lo que había visto; se fue
creyendo lo que quería y no lo que debía.
Me zafé de su agarre con delicadeza y asentí.
—Claro, dulzura. Estás perdonado y comprendido. —Besé la punta de su
nariz y lo escuché suspirar un tanto aliviado. Pegó su frente a la mía y nos
miramos a los ojos—, pero también olvidado —añadí, me separé de él con una
sonrisa ladina y malvada, viendo el dolor que le causaron mis palabras.
Mas no me inmuté y me fui de ahí.
Había sido clara con él y se confió mucho creyéndome igual que a las
demás, nunca llegó a comprender que si me quedaba era porque quería y me
iría cuando debía. Y justo en ese momento debía irme, ya que no era de las que
seguían en relaciones sin confianza porque esas solo me servían para jugar y no
iba a hacerlo con él.
Saqué mi móvil sin importarme la hora y llamé a LuzBel mientras caminaba
hacia afuera.
—Demuéstrame tu poder y haz que esté mañana mismo en Italia —pedí.
—Evan te llevará en este instante al aeropuerto —aseguró, y sonreí.
Era momento de disfrutar la vida como mejor podía y Maokko sería una
excelente compañera.
Me llevé las manos hacia la nuca y solté miles de maldiciones después de
que Olek me recomendó no seguir a Laurel, ni siquiera tenía porqué hacerle
caso, pero la vergüenza que sentía me paralizó.
—Mira, no te culpo. De verdad que no lo hago porque fue una situación que
se prestó para que entendieras todo mal, pero, Darius,… ¡Mierda! Nada te
costó quedarte y enfrentarnos —me reprochó el tipo y se fue a servir dos tragos
de la botella en el mueble cerca del escritorio.
—Me iba a quedar, pero para matarlos. Créeme que lo mejor fue haberme
ido y más en el estado que estaba —señalé y tomé el vaso que me daba. Negó
al escuchar lo que pensé hacer—. Te gusta, se gustan, y me dejaste claro que
buscabas una oportunidad para estar con ella.
—Pero no así, imbécil. Jamás he hecho lo que no me gustaría que me
hicieran.
Puse una mano en mi frente y bufé. No estaba tan de acuerdo en eso, sin
embargo, me tragué la queja con el trago.
Me sentí el más imbécil de todos, la cagué en niveles épicos y estaba seguro
de que la iba a perder; su mirada cuando dijo que me amaba me atormentó,
pero la que me dio cuando aseguró que estaba olvidado me mató.
—¡Ey, chicos! Siento interrumpirlos, pero creo que debo decirles esto.
—Pasa —le pedí a Celine al llegar a la oficina.
Había seguido con ella, continuamos acostándonos, y tenía muy claro lo que
estábamos haciendo; era solo sexo, y Celine aseguró que le gustaba, pero que
no era idiota para confundir aquello.
—Vi a Laurel irse con Evan y escuché que la llevaría a un aeropuerto.
—¿¡Qué!? —dije exaltado, y asintió para no repetirlo—. ¡Mierda! ¡No! —
Saqué el móvil y con manos temblorosas le marqué a LuzBel.
Era de madrugada en Italia, no obstante, en ese momento me importaba una
mierda despertarlo.
—En serio intento dormir —bufó en un susurro cuando respondió.
—¿Es tu plan? Por eso Laurel se fue con Evan, la sacarás del país, ¿cierto?
—Fui directo al grano, y gruñó.
No respondió de inmediato e imaginé que estaba saliendo de la habitación
para no despertar a mi hermana, ella me había llamado días atrás y avisó que su
marido se encontraba muy molesto conmigo, sin embargo, no le di importancia
e ignoré eso. Isa quiso aconsejarme, pero también terminé ignorándola.
Y esa noche estaba ahí como un perdedor buscando la ayuda de mi cuñado.
¡Fantástico!
—Eres consiente de que me entero de todo, aunque esté lejos, ¿cierto? —
comenzó a decir, y me mantuve callado—. ¡Hijo de puta! No soy nadie para
juzgarte, pero hubieses dado lástima si la hubieras matado o herido siquiera
como pretendías. Porque te prometo, maldito idiota, que te habría hecho
desear no haber nacido y ni tu hermana te hubiese podido salvar de esa. —
Rodé los ojos cuando dijo aquello así no me viese.
Creía en lo que decía y también en que era el menos indicado para juzgarme,
aunque lo comprendía.
—Y sí, Darius, ordené que la lleven al jet privado para traerla aquí y,
conociéndome como me conoces, sabes que Laurel es como yo, así que te
aconsejo que le des su espacio.
—¡Joder! No, LuzBel. No puedo dejar que se vaya, debe escucharme y
darme otra oportunidad.
—Escucha, te daré un consejo solo porque no puedo matarte y meterme en
problemas con White. Laurel viene hecha una furia, la asiática la espera con
ansias y cuando esas dos se reúnan prepárate para lo que sea porque, si acaso
te da otra oportunidad, primero te hará comer mierda. A las mujeres les
encanta hacer eso con sus venganzas. —Eso lo dijo por experiencia propia, y
que mencionara a Maokko no me agradó para nada, ya que esa asiática solo
tenía ideas muy locas para mi gusto.
—Laurel cambió —aseguré, y rio divertido.
¡Mierda! Odié esa risa burlona.
—Y lo comprobaste hasta ahora, ¡puf! No aprendiste nada de mis errores.
—Presioné con fuerza el móvil entre mi mano cuando dijo aquello—. Puedes
venir si quieres, pero te advierto que nosotros no cambiamos, solo respetamos
a quien se lo merece y por lo visto tú no te has ganado su respeto —zanjó y sin
decir más colgó.
Ese hijo de puta me dejó más que claro lo que pasaría, y me asusté.
Él y Laurel fueron hechos casi con el mismo molde y por lo mismo hablaba
con tanta seguridad de ella, lo peor de todo es que era consciente de que era
solo mi maldita culpa lo que Laurel haría desde esa noche en adelante. Celine y
Olek me vieron expectantes cuando quité el móvil de mi oreja, y la morena dio
tremendo respingo cuando estrellé el vaso contra el suelo.
—¡Darius! Sea lo que sea va a pasar, solo dale tiempo —pidió la chica, y la
miré incrédulo. Ella sabía que ya no estaba con Laurel, no obstante, desconocía
la verdadera razón.
—Me vio follándote, mujer, ¿¡crees que se le va a pasar!? —inquirí irónico.
—A ella no le duele lo que vio, si no la razón que te llevó a hacerlo —señaló
Olek.
No dije nada más, solo me senté en el sofá viendo a la nada y pensando en
mis cagadas. Las palabras de LuzBel se repetían una y otra vez en mi cabeza,
las de Laurel me estrujaban el pecho con agresividad; Olek se fue después de
un rato, Celine se quedó ahí esperando paciente a que me calmara, cosa que no
sucedería.
—¿Crees que me perdone? —susurré rato más tarde, se sentó a mi lado y me
tomó la mano para reconfortarme.
—No voy a ilusionarte y tampoco quiero desilusionarte, pero no creo que lo
haga. Al menos no en un tiempo cercano —dijo, y recargué la cabeza en el
respaldar del sofá.
Lo que mi cuñado dijo estaba más que claro, vi sus errores, fue mi espejo y
no me bastó solo con verlo de lejos sino que me reflejé en él. Cometí sus
mismas cagadas y estar en sus zapatos no era para nada agradable, mi preciosa
pelinegra iba a irse porque buscaba estar lejos de mí; no soportaba siquiera la
idea de mantenerse en la misma ciudad que yo, y no tenía cara para culparla.
Me estaba dando mi merecido por no enfrentarla así como ella lo hizo
conmigo, quiso darme una oportunidad y me advirtió que si le fallaba iba a
arrepentirme, y lo hice… ¡Joder! Hice lo único que me pidió que no hiciera y
sí, era la razón la que le dolía porque estaba claro que solo quise dañarla por
creerla una traidora.
—Me dijo que me ama, me lo confesó para luego decir que ya solo somos un
periódico del pasado. —Celine me haló para que me recostara en su hombro, y
no me negué, necesitaba aquel consuelo en ese momento.
—Entonces si te ama tienes una esperanza, solo debes dejar que se calme. —
Reí sin gracia al oírla—; es una mujer de otro planeta, literal. Sin embargo, que
te ame es una buena señal, y si la amas entonces tendrás que luchar por ella,
pero tendrás que ser consciente que eso te va a costar un infierno.
—Infierno es lo que estoy viviendo sin ella —declaré. Me separó de ella y
me regaló una sonrisa comprensiva—. Perdóname por lo que pasó entre…
—¡Shss! No soy una adolescente ilusionada, Darius. No me pidas perdón
por algo que quise y permití que pasara. Te lo dejé muy claro, lo nuestro fue
solo sexo, no más. —Suspiré con fuerza y besé su frente.
Al menos eso era algo que no me atormentaría, ya que suficiente tenía con lo
de Laurel y era un tremendo alivio que Celine no fuese como ciertas personas
que conocí en el pasado. Me quedé un rato más ahí sabiendo que no podía
hacer nada, Laurel iba a irse, nada ni nadie la detendría, y yo no podía irme sin
Dasher; mis ganas por ser astrónomo volvieron de nuevo, aunque consciente
estaba que atrapar una estrella que ya había dejado ir estaría cabrón.
Salí de la oficina y me encontré a Olek en el camino, el hijo de puta tenía la
oportunidad que tanto deseaba y yo mismo se la di; reí sin gracia al recordar
sus palabras y lo seguro que estuve de que no iba a darle ninguna, pero aquel
tremendo fracaso me quemaba en ese momento.
—Esta vez no voy a detenerme, Darius Black —declaró cuando pasé cerca
de él—. Te lo digo de frente para que no haya malos entendidos. La próxima
vez que me veas desnudo con ella será por lo que imaginaste esta vez —negué
irónico y no quise responderle porque, aunque me estaba retando, me demostró
ser leal y eso lo valoraba.
No obstante, eso no significaba que le dejaría todo fácil.
—En serio, Darius, no es buena idea que vengas todavía, al menos espera
hasta el siguiente sábado.
Eso me había dicho Isabella justo el sábado. ¡Joder! Quería que esperara
ocho días más para viajar y con uno ya estaba desesperado. ¿Cómo se suponía
que iba a soportar tantos días de espera? No podía y sentía que todos se estaban
poniendo en mi contra, aunque en verdad no era así y solo buscaban que aquel
volcán se calmara.
Me ocupé los siguientes días de mis clubes, ya que Laurel al irse me dejó
tirado el trabajo y estuve tentado a demandarla solo por hacerla volver, pero ya
suficientes mierdas le había hecho como para salir con eso; Dasher estaba
emocionado porque le dije que iríamos a ver a sus primitos, y Amanda —la
trabajadoras social— por fortuna no puso impedimento para sacarlo del país, él
pequeño era mi hijo legal, mas aún nos estaban supervisando por el bien del
chico, y no la culpaba.
Al menos pude obtener los permisos y tomé dos vuelos para el viernes por la
tarde, ya que sería un viaje largo y tendríamos que hacer escalas.
—Es oficial, mi viejo amigo. Karma es tuyo —informó Nolan entrando a la
oficina de Vértigo, y suspiré.
—Al fin una buena noticia —bufé pasándome las manos por el rostro, y él
asintió. Dejé ese asunto en sus manos porque no tuve ánimos para verle la geta
a Charlotte—. Mi hermana y mi cuñado se pusieron como locos cuando les
comenté quién estaba detrás de esa demanda —confesé recordando decírselos.
—¿Es por eso por lo que visto más seguridad de la que había antes? —
inquirió, esa vez fui yo quien asintió.
—Y lo que has visto es poco. Isabella envió a su gente y te sorprendería lo
invisibles que pueden ser esas personas cuando quieren —señalé, y sonrió. Mi
hermana lideraba una orden de justicieros, estaban entrenados para ser muy
sigilosos y los había notado solo porque conocía a algunos.
Es cierto que Charlotte era un enemigo potencial, pero estaban debilitados
después de que la organización que comandaba mi padre se disolviera y,
aunque le dije a Isa que no era necesario todo aquello, ya no se confiaba y
terminó haciendo lo que quería.
Karma era mío de momento porque mis planes para entregárselo a su
verdadera dueña seguían y solo me hacía falta encontrarla, mientras eso pasaba
mi concentración estaba en embarcarme de nuevo en mi misión por recuperar a
mi estrella, aunque en mi interior reconocía que sería algo difícil. Toda esa
semana la pasé dejando las cosas en orden en los clubes y contraté personal
para la remodelación y reinauguración de Karma, no sabía cuánto tiempo me
ausentaría y era necesario que para mi regreso la mayor parte de lo que
pretendía estuviese adelantado; también me dediqué a ir de compras con mi
hijo después de que él me informara que deseaba llevarles regalos a sus primos,
y admito que me sentí muy bien cuando sin pena alguna pidió lo que por
derecho era suyo.
—¿Crees que no es suficiente ya? —le pregunté rascándome la cabeza
cuando estábamos en una juguetería, intuyendo que no todo lo que escogió era
para sus primos.
—No, papá. Tolavía me fata una muneca para la bebé que mi tía tene en la
panza. —Me reí por su forma tan graciosa de hablar y explicar todo.
—Lo siento, Antón —le dije a mi guardaespaldas cuando lo hice cargar una
bolsa más.
—No se preocupe, señor, es un gusto poder servirle al nuevo jefe —declaró,
y me reí.
Estar con Dash me ayudaba a no pensar en lo sucedido con Laurel, aunque
cuando mi teléfono sonaba con notificaciones y veía que se trababa de alguna
publicación que ella había hecho en su red social, todo aquel esfuerzo se iba a
la mierda. Antes era de los que les daba un corazón a todas sus locuras, pero en
ese momento hasta eso evitaba porque no se sentía correcto, y más cuando en
algunas imágenes aparecía con Fabio.
¡Joder! Hasta sentía celos de Dominik al verlo con ella compartiendo alguna
comida o bebida. Sin embargo, el viernes antes de abordar el avión vi una
imagen que fue la que más me picó, era una que subió acompañada de
Maokko, Marcus y sí, Fabio de nuevo; estaban en una salida de cuatro y el club
en el que aparecían se veía muy exclusivo. Al pie de la foto leí: «Quimera
sabrá lo bueno que es nuestro fuego», y casi desarmo el móvil por la fuerza con
la que lo presioné entre mi mano; aquello fue como una advertencia y entendí
que Olek no era el verdadero peligro para mí.

Llegamos a Florencia, Italia, el sábado por la tarde; me sentía cansado y mi


pequeño iba igual. Caleb estaba esperando por nosotros acompañado de más
seguridad que él lideraba y nos dio la bienvenida a lo que denominaba su
territorio; el tipo es inglés, pero se estableció ahí desde que pasó a ser parte de
la organización de mi hermana, y creo que era el mejor en su rango, por lo
mismo Isabella confiaba casi a ciegas en ese rubio y, aunque LuzBel lo odió al
principio, después de comprobar lo eficaz que es le dio su respeto.
—Isabella está ansiosa por verlos —avisó, y asentí—. Les están preparando
una cena de recibimiento, los clones se encuentran emocionados por ver a tu
hijo, y Dominik sacó un poco de tiempo para estar con nosotros esta noche,
aunque están lidiando con el asunto de Fabio y Laurel en este momento. —La
verborrea que salió de su boca casi me dejó en la luna, hasta que mencionó lo
último. Alcé ambas cejas y lo miré serio—. ¡Demonios! Isa me va a matar por
haber dicho eso, sobre todo cuando me advirtió que no tenía que hablar de nada
relacionado de esos dos contigo.
—Termina de hablar ahora, Caleb —exigí, y negó. Dasher estaba en su silla
en el asiento trasero, Caleb manejaba y yo iba de copiloto—. ¡Joder! Habla —
bufé, y me miró con rapidez solo para comprobar lo molesto que estaba.
—Se fueron anoche a un nuevo club que inauguraron, Maokko y Marcus
llegaron esta mañana creyendo que los otros dos ya estaban en casa. —La ira
comenzó a calentarme la sangre—; resulta que esa ninfómana logró coronar
con Marcus y se fueron a un hotel dejando a la otra nin… —Lo miré para nada
feliz—, a Laurel y Fabio en el club —se corrigió—. Cuando salí de la casa esos
dos todavía no llegaban y el localizador de Fabio está muerto. Como sabrás,
LuzBel está loco por encontrar a Laurel y Dominik a su hermano; Marcus se
fue con otros tipos a Quimera para ver si aún están allí y si la cara que tienes
ahora mismo es por la ganas que sientes de matar a alguno de esos dos, te aviso
que te tocará hacer fila, ya que tu hermana y su marido se disputan por ser los
primero en esa fila.
Evité decir todo lo que quería porque Dasher iba a escucharme, pero era
inevitable no mostrar la ira que me carcomía por dentro y no solo era eso,
también estaban los celos y la decepción de saber a Laurel con Fabio, y a eso le
añadía la preocupación porque algo le hubiese sucedido, pero era claro que la
ira y los celos ganaba.
Cuando llegamos a casa de mi hermana quise evitarle problemas a Caleb, así
que omití todo lo que me había dicho, los clones salieron a encontrarnos y sus
caritas brillaban de felicidad, Dash corrió a su encuentro y fue lo mejor de ese
día. Isabella estaba increíble con su enorme panza y me recibió con un gran
abrazo, uno que fue un tanto difícil darle; cuando entramos fui flechado al ver a
mi princesa en brazos de Lee-Ang —quien no era su niñera, ya que la cuidaba
más como una hija en realidad—, Leah estaba preciosa y muy próxima a
cumplir un año, su vestido blanco se abombaba de la parte de abajo y lucía casi
como una angelita sobre una nube. Esa pequeña era mi debilidad y sin
contenerme la tomé en brazos y deposité miles de besos por todo su regordete
rostro.
—La vas a babear —se quejó Isa, y la miré divertido.
—Calla, Pequeña dinamita, que estoy tentado a besarte también a ti de esta
manera —dije llamándola con el apodo que le puse tiempo atrás.
—Y te aseguro que eso será lo último que harás. —La voz de LuzBel era
gruesa y se notaba enfadado, quise creer que no era solo por mí y lo que le dije
a su mujer.
Iba acompañado de Dominik y nos saludamos con un medio abrazo, la
pequeña entre mis brazos sonrió feliz al ver a su papá y alargó los bracitos para
que él la cogiera; LuzBel me miró serio y expectante, intuí que estaba
recordando lo que quise hacerle a su amiga en mi momento de idiotez y no lo
culpaba, yo también quise matarlo en el pasado por algo similar. Dominik se
veía tranquilo con respecto a lo que antes me dijo Caleb e imaginé que ya
habían resuelto sus dudas.
—Marcus llamó, vienen en camino —avisó a Isabella, y los miré
obligándolos a que hablaran—. Conozco bien a ese rubio y sé que es un boca
floja, así que imagino que ya sabes lo sucedido —inquirió, y asentí.
—¿Dónde estaban? —quise saber, y suspiró con fuerza.
—Todavía en Quimera, al parecer ese club no es solo eso y su anfitriona
gusta de ciertas cosas que mejor ni menciono —la miré extraño—, estaban con
ella y antes de que algo pase, sí, Darius, han hecho todo lo que te imaginas, y
espero que esta vez pienses mejor lo que harás —advirtió, y empuñé las manos
con fuerza.
No podía decirme que pensara bien las cosas cuando acababa de
confirmarme que Laurel se había divertido de lo lindo con otro tipo.
Isabella me pidió que tratara de calmarme y era bueno que los niños
estuviesen jugando en el jardín en ese instante porque solté palabras que no
eran ni adecuadas para las mujeres presentes, mas no pude contenerme. Estaba
herido y con ganas de matar a todo el mundo, y sabía que eso me sería difícil
de hacer; Isabella se fue hasta la entrada de la casa cuando le avisaron que los
perdidos habían llegado y mi corazón se aceleró por la furia que sentía cuando
vi entrar a Laurel con el cabello hecho un desastre, el maquillaje corrido y su
vestido al revés.
Esa hija de puta se había divertido como en sus viejos tiempos.
—Te pasaste, Laurel Stone —le reclamó Isa entre dientes, Laurel me daba la
espalda y por lo mismo no se percató de mi presencia.
—Tú me aconsejaste que buscara sexo. —Mi hermana negó cuando la
pelinegra alegó aquello.
—¡Sexo de reconciliación, estúpida! —bufó Isabella con ganas de matarla.
Quería ver a LuzBel impidiéndole eso a su mujer.
—Y créeme, tuve uno muy bueno. —El cinismo destilaba en la voz de
Laurel—. ¡Ups! Espera… ¿El sexo de reconciliación tenía que ser con tu
hermano? —Quise matarla, en serio que sí, cuando preguntó tal cosa con tanta
burla.
Y casi lo hice, pero LuzBel se puso en mi camino.
Laurel escuchó cuando le advertí a mi cuñado que me dejara y se giró para
vernos, pero no estaba arrepentida de lo que dijo sino más bien muy divertida
por lo que provocó en mí.
Antes de irme al aeropuerto le pedí a Evan que me llevase a mi casa y metí
ropa en las maletas de forma desordenada; mi objetivo era irme de ahí lo más
pronto que se pudiera. Me sentía harta, herida de nuevo, y odiaba que Darius
fuese el causante de todo eso, que por él volviera a decepcionarme del amor;
las promesas no debían romperse y por lo mismo estaba pagando, ya que nunca
debí ceder al amor de nuevo. Todo lo que ese idiota hizo con Celine fue por
venganza y quizá me habría dolido menos que lo hiciera por ganas, por el
deseo que sentía hacia esa chica y no por la simple necesidad de herirme;
aquello era algo muy difícil, por no decir que imposible para mí de llegar a
perdonar.
Tal vez me merecía ser herida porque en el pasado lastimé a muchas mujeres
con mi descaro, por meterme con sus novios cuando eso era lo peor que una
mujer podía hacer, pero nunca hice nada por venganza, jamás lo hice con la
mera intención de herir; fue por placer, por deseo, y a mí no me dañaron por
eso, no. Me lastimaron porque ese era el objetivo, no fue por algo colateral, fue
directo, dirigido solo para mí, y lo peor es que fui acusada de algo que nunca
cometí; eso me dolía más.
Me calmé por amor a ese hombre, dejé mis gustos de lado, me olvidé de mis
promesas y lo respeté porque creí que se lo merecía; me arriesgué a ser
humillada por él al no poderle dar hijos… ¡Dios! Casi era capaz de darle mi
vida si me lo pedía, todo porque para mí era el hombre que se merecería que
me entregara en totalidad a él, y sin embargo resultó ser peor que todos. Me
engañó con su dulzura y entrega, me hizo creerlo perfecto y casi me sentí poco
para él por mi récord pasado, pero, mientras iba de camino hasta el hangar,
comprendí que mi mayor error fue creer que Darius me merecía.
Siempre fui una mujer independiente y segura de mí misma, no obstante,
creí que Darius Black merecía que cediera un poco en mi forma de ser con él,
creí que ese hombre podía obtener una mejor versión de mi persona y que así
como me respetaba yo también tenía que respetarlo, pero desde el momento en
que dudó de mí me enseñó que no fue bueno haberle dado lo que le di y, al
comprobar que me dañó por venganza en lugar de enfrentarme como hombre,
entendí que la mejor versión de mí solo la merecía yo, el respeto me lo daría a
mí y no, no hablaba de respetar mi cuerpo porque en ningún momento lo
irrespeté a excepción de cuando caí en las drogas, si me acostaba con cuanto
hombre deseaba era porque así lo quería y no me sentía vacía después, ya que
no me dejaba usar de nadie y en todo caso yo también usaba a los hombres.
Había mujeres que se daban sus gustos comprando ropa innecesaria, zapatos
o incluso comida; otras se iban a viajar por todo el mundo alegando que se lo
merecían aun cuando todo eso eran excesos que se daban por simple capricho,
sin embargo, nadie las tachaba de irrespetarse a ellas mismas por hacer eso o
aseguraban que por ser como eran estaban vacías.
Lo mismo pasaba conmigo, mis gustos eran con los hombres y me los daba
con ellos; me encantaba experimentar, probar todos los sabores, colores y
tamaños para descubrir mi favorito, y eso no me convertía en una mujer vacua,
no me sentía así, al contrario, siempre fui feliz con eso y era lo que me
importaba, no lo que creyeran de mí o los apelativos con los que me llamaban,
pues al final esos apodos terminaban siendo halagos.
¿Era una perra? Sí, porque daba mi fidelidad a quien se lo merecía y cuando
me entregaba a alguien lo hacía por completo.
¿Una zorra? Claro, la audacia que me caracterizaba me convertía en una.
¿Gata? Era lo que más me encantaba, porque siempre fui independiente y
moriría siéndolo.
¿Víbora? Solo porque cuando hablaba lo hacía sin filtros y muchas veces
creían que tiraba veneno al hablar porque decía la verdad sin temor a herir.
Era todo eso menos infiel, hipócrita o mal amiga.
Mi único error con Darius fue haberle omitido mi verdad durante un tiempo
y todo porque, como Olek dijo, tuve miedo de ser poco para él, esa fue mi peor
y más grave falta. Sin embargo, eso no me condenaba a nada de lo que tuve
que pasar; merecía una segunda oportunidad de la única persona que en ningún
momento pensó en dármela y, yo no se la negué a él por hacerlo pagar, lo hice
porque ya le había dado una enorme antes y no la aprovechó, y nunca me llevé
bien con las personas que faltaban a mi confianza.
En la vida nunca actué por venganza a excepción de mis padres, pero ellos
eran tema a parte.
Lo que haría desde el momento que salí de Elite tampoco sería por eso, no
me llevaba bien con la vendetta, siempre creí que eso era innecesario, ya que el
karma se encargaba de darnos nuestros merecido; no obstante, iba a divertirme
y a sacarme de la cabeza a aquel hombre de la única manera que era efectiva
para mí: con mucha diversión.
Y sí, la diversión para mí incluía fiestas, sexo y alcohol.
—Me alegra que vuelvas al redil, oveja negra. —Una chica de ojos rasgados
y mirada peligrosa me recibió ocultando la diversión de aquellas palabras.
Estaba esperándome fuera del aeropuerto, me paré frente a ella, junté las
manos y bajé mi torso para simular un saludo marcial.
—Solo dígame qué debo hacer, Sensei —dije y la vi negar divertida.
—Dejar de hacer el ridículo, comienza con eso. —Aquella voz de barítono
me sermoneó y tanto Maokko como yo nos reímos. LuzBel salió de la
todoterreno a recibirme, y corrí hasta enganchar mis piernas en su cintura y los
brazos en su cuello.
Estaba feliz de verlo de nuevo, él era mi hermano, mi apoyo incondicional, y
estar otra vez a su lado me hacía sentir segura y que todo podía lograrlo, sobre
todo lo que más me importaba en ese momento.
—Y deja de tentar a la muerte que si Isa te ve colgada de su marido te
matará —añadió Maokko, y me reí.
LuzBel asintió dándole la razón, y me bajé de él de inmediato, adoraba a
Isabella y ella a mí, pero eso no quitaba lo territorial que era con su hombre,
aunque más miedo me daban sus pequeños, ya que esos clones cuidaban a su
padre tanto o más que a su madre. Hablamos en el camino sobre mi viaje, y les
conté a ambos todo lo sucedido con Darius y la razón de estar ahí, LuzBel
estaba furioso y me dejó atónita cuando me confesó que Connor evitó que
Pecas entrara a matarnos la noche que creyó que follé con Olek, eso era el
colmo, y confirmé que lo mejor era haberme ido de Estados Unidos por unos
días, puesto que si me quedaba cerca de ese tipo sería yo quien terminaría
matándolo.
—Creo que vendrá, está desesperado porque lo escuches —avisó mi amigo,
y negué.
—Ahora mismo no pienso en hablar, sino más bien en divertirme, y no con
él.
—¡Joder! Hasta te habías hecho de rogar. Maldita. He estado recibiendo
información del club al que quiero que vayamos y lo abrirán el próximo
viernes —informó Maokko, emocionada de que al fin estuviese de lleno en mi
rol de caritativa, y la miré con interés.
—Pues aquí estoy, tenemos que ir. Ustedes nos acompañarán ,¿cierto? —
cuestioné a LuzBel, y negó.
—No, los rumores dicen que el club pertenece a gente que está inmiscuida
en la mafia rusa y no quiero a White cerca de esas personas. —Lo miré
temerosa, y lo notó—. Puedes ir si lo deseas, estarás bien cuidada por esta loca,
además Marcus las acompañará.
—Y Fabio —añadió la loca, la miré con una sonrisa y la acusé con la
mirada.
Esa no me la esperaba y sabía que todo fue su plan.
—Fabio no sabe nada, creo que a Maokko se le acaba de ocurrir invitarlo
cuando dijiste que quieres divertirte —señaló LuzBel, y Maokko sonrió.
Lo sabía.
Pero la idea no me disgustó para nada, había llegado a Florencia para
divertirme y ese tipo me prometía una muy buena dosis de ello, así que no lo
iba a desaprovechar; estaba soltera y sin compromisos, en mi derecho, era
joven y mi cuerpo pedía repetir a aquel manjar después de tantos meses. Como
se lo dije a Edward, solo sería patética una noche y luego me levantaría, no
como un fénix al renacer de las cenizas, sino como una mujer valiente que
emergía con fortaleza de los agujeros en los que se hundía.
De amor nadie moría y la vida continuaba.
Al llegar fui recibida con pequeños abrazos que en realidad fueron los más
gigantes que obtuve en mi vida, Aiden y Daemon estaban enormes, eran los
niños más guapos que alguna vez vi, y sin poderlo evitar pensé en mi pequeño
Dasher; ese chico se convirtió en parte importante de mi vida, pasé mucho
tiempo con él cuando fui novia de su padre y creo que logró que lo amara
mucho más rápido de lo que lo logró su papá, y dejar de verlo me dolía, mas
era lo mejor en ese momento porque no era saludable que lo sometiéramos a
una disputa parecida a la de padres divorciándose.
Isabella estaba enorme y me refería a su estómago, aun así no dejaba de
verse bella; iba con ropa deportiva y sudaba, así que intuí que, a pesar de su
estado, sus entrenos seguían. Envidiaba eso, ya que a mí, con el abdomen plano
y figura esbelta, me daba tremenda pereza ir al gimnasio.
—¡Guau! Creo que ya vas a explotar —dije cuando la abracé, me golpeó el
hombro con sutileza, y me quejé, no fue por hacer drama sino porque en verdad
esa mujer hasta siendo sutil, pegaba duro.
—Elijah está ansioso. —Sobó su barriga al decir aquello, y sonreí.
—Cuando esa pequeña sea una mujer, deseará que nunca hubiera salido de
tu vientre —dije, y nos reímos.
Ya había visto el lado de mi amigo siendo padre, pero no de una nena, y si
era tan posesivo con su mujer, no quería ni imaginar la tortura de la pobre niña
al crecer.
—Y los clones también. El tonto los está instruyendo para que no le
permitan tener novios nunca —soltó y rodó los ojos.
—Bueno para ella que tendrá a la tía para enseñarle a evadir a esos matones
—aseguré, y negó.
Isabella se convirtió en mi amiga, mi hermana, y estuvo a punto de volverse
mi cuñada si lo mío con Darius hubiese funcionado, mas la historia era otra ya;
nos pasamos toda la tarde poniéndonos al día y jugando con los pequeños.
Había organizado un desayuno para el día siguiente y me sentía un tanto
emocionada de estar de nuevo con las personas que sí me querían de verdad y
me aceptaban con todo y mis daños; Maokko me habló también de lo
acontecido en su vida y llegó un momento en que sacamos a LuzBel de mi
habitación para hablar cosas de mujeres, nos hacía falta Lee-Ang, pero ella en
ese instante estaba concentrada en cuidar de la pequeña Leah.
—Está loca porque Dom se cuele entre sus piernas y, donde ese idiota no
entienda todas las directas que le envía, creo que terminará amarrándolo a la
cama y follándolo ella misma —soltó la asiática, y me reí.
—¡Los hombres son unos idiotas! Cuando nos tienen no nos cuidan y
cuando no están como imbéciles queriéndonos bajar la luna, y cuando tienen a
una buena mujer frente a ellos como en el caso de Lee, ¡la ignoran! ¡Puf! —
bufé, e Isa nos miró divertida. Ella al menos era feliz con su demonio, aunque
antes pasó por mucho para lograrlo—. ¿Y tú como vas con Marcus? —
cuestioné a Maokko.
—Ahora mismo es el idiota que me quiere bajar la luna y, cuando me tuvo,
le importó una mierda —soltó metiéndose una fresa a la boca—. Como si yo
fuera de las que necesita que le bajen la luna —murmuró para ella, pero le
escuchamos a la perfección.
En eso nos parecíamos mucho.
—Tenía novia cuando lo acosabas, tonta. El tipo solo quiso ser fiel y eso
habla bien de él —lo defendió Isa, yo también era consciente de eso.
—Pero bien que me tocaba el culo cada vez que se lo ponía enfrente, allí le
valió cojones la novia —alegó, y nos reímos. Eso era nuevo para Isa y para mí.
—¿Y con Caleb pasa algo? —me atreví a preguntar y recordé lo que Marcus
insinuó. Maokko rio con tremenda picardía
—Nada, recordamos una sola vez lo bien que la pasábamos juntos, pero ese
tonto no es para mí ni yo para él y lo tenemos claro —confesó serena.
Al parecer los hombres eran unos idiotas siempre, unos creían que
infidelidad solo era follarse a otra y otros pretendían que como mujeres
siempre les perdonáramos todas sus cagadas, pero pobre de la que pagaba con
las misma moneda porque ahí la mujer era una puta.
¡Puf! A la mierda la sociedad machista que exigía que la mujer fuese una
sumisal, y lo peor de todo era que muchas veces las mismas mujeres hacían
quedar mal a sus compañeras.
Teníamos la mala costumbre de justificar a los hombres en sus cagadas solo
por ser hombres y a la mujer la crucificábamos por hacer lo mismo en lo que
los justificábamos a ellos, así cuál era el chiste, dónde estaba la hermandad y el
apoyo; por esas razones mi grupo de amigas era reducido, tanto que me
sobraban hasta los dedos de una mano para contarlas, y esas mismas eran igual
de perras, zorras, gatas y víboras que yo.
—Ustedes lo que necesitan es una buena follada de reconciliación, sobre
todo tú —me señaló Isa, y negué.
—Necesito una buena follada de bienvenida. ¿Sabes si Fabio está libre? —
cuestioné, y rodó los ojos, la asiática en cambio sonrió como la niña sabionda
que siempre tenía la respuesta para las preguntas que el profesor hacía en la
clase.
—Estaba saliendo con una enfermera de su clínica, pero era solo sexo
ocasional, nada serio —respondió, y sonreí.
Esperaba que de verdad fuese solo sexo sin compromisos, puesto que me
prometí que no me metería con personas que estuviesen en relaciones serias.
Había aprendido bien esa lección.

Dormí esa noche más que las anteriores, el cansancio dio frutos y me
permitió descansar sin pensar en cosas malas. El desayuno estaba para las diez
de la mañana, así que pude dormir un poco más de lo normal hasta que los
clones llegaron a saltar como canguros a mi cama.
—¡Dios! Ustedes son más molestos que un reloj despertador por las
mañanas —me quejé, ellos solo rieron divertidos al creer que los halagaba.
Comenzaron a cantar una canción en italiano, y me sorprendí de lo fluido que
hablaban tanto su idioma como el mío.
Me estuve un rato con ellos en la cama, estaban felices porque Dasher
llegaría a verlos, y solo por tratarse de ese pequeño me uní a su felicidad,
aunque la compañía que llevaría no me agradaba. Todavía tenía varios días
para preocuparme por eso, así que lo ignoré de momento. Aiden cargaba un
libro bajo su bracito y, cuando le pedí que me lo mostrara, descubrí que era un
hermoso romance de niños explicado con figuras; me reí mucho cuando ambos
niños se taparon los ojitos para no ver a los pequeños protagonista del libro
dándose un beso en la mejilla, y les dije que así jamás descubrirían lo felices
que esos seres ficticios eran.
—Cuando sean grandes, ustedes también besaran así a sus monstruos —
señalé, Daemon negó seguro y Aiden rio tímido con sus mejillas rosaditas.
Había pillado a mi LuzBel futuro, aunque los dos tenían mucho de él.
—Los monstos son hemosos, tía. —Fue imposible no reírme cuando escuché
a Aiden.
—Tú serás un hermoso galán de libro —señalé.
—No quelo sel eso —aseguró.
—El galán de libro es el que está besando a este bonito monstruo —expliqué
al señalar la imagen, y entonces sí la miró. Me vio después con una enorme
sonrisa dibujada en el rostro, y pegué tremenda carcajada.
Con lo que la pobre Isabella trabajó para asustar a sus hijos y todo el
esfuerzo se vio tirado a la basura después de ver una imagen en un libro
infantil.
Daemon era muy distinto a Aiden, a ese pequeño no le agradaba nada de
aquello, y descubrí que en cambio amaba los juegos de puzle —en los que era
muy bueno, por cierto—. Sus sonrisas eran muy escasas, pero cuando lograba
que me regalara una me convencía de que era la más genuina que vi en mi vida
y me enamoraba aún más; eran tan exactos y distintos a la vez que llegaba a ser
extraordinario verlos juntos.
El ya no tan pequeño perro sombra se unió a nosotros un rato, pero pronto
huyó de los excesos de cariño de aquellos dos clones; rato después se fueron
cuando su mamá llegó a traerlos y me dejaron libre para tomar una ducha,
relajarme un rato en la tina y vestirme para el desayuno.

A los Pride White les encantaba tener casa llena, y lo comprobé al llegar al
comedor, las cocineras caminaban de un lado a otro sirviendo la mesa y mis
ojos se desorbitaron cuando me encontré a Lee-Ang con una hermosa pequeña
entre sus brazos, era la hija de Dominik y la difunta Amelia y, a pesar de que
nunca me llevé bien con su madre, comprobé que esa desgraciada llevaba muy
buenos genes en su sistema y, unidos con los de Dom, procrearon a una
verdadera princesa de ensueño. Por supuesto que el susodicho estaba presente y
más guapo que la última vez que lo vi, y si no hubiera sido porque Lee estaba
interesada en él y el tipo respetaba su luto, quizás hubiese probado cuál de los
hermanos D’Angelo era mejor en la cama.
Dejando la zorrés de lado por un momento, saludé a todos los presentes
hasta que llegó el turno de decirle «hola» al doctor más caliente que conocí
alguna vez: Fabio D’Angelo. Había llegado retrasado al desayuno y fue un
deleite verlo cargar a su sobrina, la pequeña se veía todavía más delicada en los
brazos musculosos de su tío y le regalaba sonrisas hermosas cuando él le
hablaba.
—¡Joder! ¿Qué haces? —le pregunté exaltada a Isabella cuando pasó una
servilleta en mi boca.
—Estás mojando el piso con tu baba, límpiate —pidió, y entendí la
referencia de inmediato. Quise darle un golpe por su atrevimiento, pero me lo
pensé mejor al saber que podía patear mi culo si me atrevía a tanto.
Isa quería que hablara con Darius antes de hacer cualquier cosa, pero
también me conocía muy bien y sabía que eso no sucedería; ella misma había
dicho que amaba a su hermano, mas no podía estar de su lado después de lo
que hizo, y me apoyó en que merecía sufrir por eso, aunque me advirtió que no
me pasara de la raya y pues, yo no sabía hasta donde llegaba esa raya.
Estaba sonriendo por mi pensamiento cuando la mirada de Fabio me
encontró, sus ojos verdes —a veces azules— estaban oscuros en ese momento
y la sonrisa que me regaló hizo que todo se me parara. ¡Uf! Creí que aquello no
era posible, pero el tesoro entre mis piernas alegó lo contrario. Suspiré con
fuerza cuando lo vi caminar hasta mí y noté de soslayo que LuzBel nos
observaba no muy de acuerdo con lo que iba a suceder.
—No me esperaba esta sorpresa —confesó Fabio cuando estuvo frente a mí.
—Las estrellas de nuevo se alinean a tu favor —dije, y sonrió de lado. Se
acercó para besar mi mejilla y, siendo atrevida, hice que besara la comisura de
mis labios.
—Es bueno volver a verte, Laurel Stone —aseguró, y alcé una ceja.
—Lo mismo digo, Fabio D’Angelo.
Isabella nos invitó a ir al jardín para comer allí después de mi corto saludo
con el doctor de su hijo, y comprendí en ese momento el afán de mis amigos
por tener su casa llena: se debía a que se sentía bien estar rodeados de amigos
verdaderos, y eso era lo que ellos tenían en su hogar en ese instante, aunque
para lograrlo primero tuvieron que pasar por cosas malas.
Todos ahí teníamos actitudes diferentes, unos éramos fríos y duros, otros
dulces y en extremo cariñosos, estaban los divertidos, los curiosos, misteriosos,
dadivosos y muchas características más. Pero el secreto no estaba en cómo
actuábamos o en nuestra forma de ser, sino en que nos aceptábamos sin querer
cambiarnos y nos amábamos tal cual éramos; Isabella y LuzBel eran el claro
ejemplo de frialdad y fuego, Maokko y Marcus de lo extrovertido y seriedad.
Lee-Ang y Dominik no estaban juntos, pero nos mostraban la lucha y respeto.
Darius y yo en ese momento éramos el vivo ejemplo de lo que no pudo ser ni
sería.
¡Joder! No era bueno pensar en eso.
—Me comentaron que viniste huyendo de Darius. —Sonreí. Estaba en la
cocina, me había ofrecido a ir por más pan y Fabio me siguió.
Me giré para verlo y lo descubrí haciéndole una seña a las señoras del
servicio para que se fueran, ellas obedecieron de inmediato con una sonrisa de
complicidad en sus rostros.
—Huyendo no. Solo vine para tomar un respiro —aclaré.
—¿Tan malo fue estar en una relación?
—¿Es o fue malo para ti estarlo? —ataqué.
—Bueno, veo que a los dos nos han comentado cosas —admitió, y me
encogí de hombros, regresó un pan que se cayó de la canasta que tenía a mi
lado y nuestros dedos se rozaron.
Sabía que no iba a ver escalofríos con aquel contacto porque lo nuestro
siempre fue sexual.
—Responde —pedí.
—Me conoces, Laurel. Sabes que no soy de relaciones y el amor no es una
palabra que use en mi vocabulario muy a menudo. —Y sabía todo eso. A
diferencia de mí, él sí se protegía bien—. Mis relaciones duran lo mismo que
un pedazo de algodón de azúcar en tu boca —aclaró, y me reí por su tan
acertada metáfora.
—Bueno, al menos la mía duró lo que te tardas comiendo una enorme bola
de eso en su totalidad —bromeé, y ambos sonreímos.
Tomó mi mano y besó la palma de ella, estaba más atrevido, no era el Fabio
de antes, y no me quejaba de eso, ya que me gustaba esa parte que me mostraba
de él.
—Es bueno que estés soltera de nuevo y, aunque Darius sea mi amigo, ahora
mismo no me importa lo que hayas tenido con él. —Fue directo y sincero. Me
miró a los ojos, y vi algo peligroso en los suyos, confirmé que no era el mismo
Fabio de siempre, pero justo en ese momento tampoco me importó.
Se fue después de darme un beso casto en los labios que no me dejó
responder, y me sentí un poco confundida por su actitud, una vez me dijeron
que ese hombre era peligroso y comenzaba a creerlo.
Cuando salí con el pan noté que Dominik y él discutían por alguna razón,
estaban alejados de los demás, sin embargo, Dom se veía furioso y Fabio muy
relajado, y hasta desinteresado de lo que su hermano le decía. LuzBel se quedó
mirándome unos segundos, y solo me encogí de hombros para decirle que era
inocente de todo de lo que me acusaba con aquella mirada, Isabella llamó su
atención y hablaron de algo, tras dejar de hacerlo, ella se puso de pie y me haló
de nuevo hacia dentro de la casa.
—Fabio no es él en este momento, así que te pido que no hagas nada de lo
que luego ambos se arrepientan —soltó, y la miré entrecerrando los ojos y
frunciendo el ceño—. No actúes por venganza —suplicó, y sonreí al
comprender su preocupación.
—Claro que no, Isabella, despreocúpate por eso —dije, y entonces fue ella la
que me miró como yo lo hice antes—. Haga lo que haga, será por gusto y
deseo, no por venganza —aseguré, y me miró incrédula.
Las cosas eran así conmigo y, después de lo de mis padres, no volvería a
hacer nada por venganza, mas sí por placer.
La semana pasó muy rápido para mi gusto, pero agradecía todo lo que mis
amigos hacían para que no pensara en nada que me doliera; por las noches era
difícil no recordar aquel rostro lleno de pecas que me embobó como a una
adolescente, incluso contaba las manchitas en mi mente así como tantas veces
lo hice cuando lo tuve a mi lado, y me frustraba no poder sacarlo de mi cabeza,
aunque intuía que todo eso se debía a que pronto estaríamos una vez más bajo
el mismo techo.
No volví a ver a Fabio durante varios días y hasta creí que era mejor así,
pues sabía muy bien que un clavo no sacaba a otro y nunca fui de las que buscó
hombres para olvidar a otros; dediqué mis días a pasarla con los clones y a
ayudar a Maokko con Marcus o más bien era al revés, pues el enorme moreno
terminó por pedirme ayuda con la asiática que resultó ser muy difícil cuando se
lo proponía.
—Te ayudaré, pero harás todo lo que diga y me seguirás el juego sin
replicar en nada —le advertí, y solo asintió.

Comencé a ser atrevida con él cada vez que Maokko se encontraba cerca y
me arriesgaba a perder la vida en el proceso, sin embargo, confiaba en que
Isabella y LuzBel me protegieran de aquella loca; al principio Marcus se
sorprendió por mi actitud, pero pronto entendió que todo era parte de mi plan y
me siguió el juego tal cual se lo pedí.
—Si Maokko ya no quiere comprobar que tan grande la tienes, puedo
hacerlo yo —le dije al grandulón estando en la cocina.
La asiática había estado entrenando con Isabella y los niños, pero me
aseguré de que presenciara ese momento; Marcus rio divertido cuando le dije
tal barbaridad y negó incapaz de seguirme el ritmo.
—¡Joder! Eres un peligro —señaló sonriendo y mordiendo su grueso labio.
En realidad el hombre era muy grueso por donde quiera que lo veía. Me
separé de él cuando escuchamos un carraspeo a mis espaldas, y cuando giré
noté a una loca con cara de asesina.
¡Mierda! Estaba jugando con fuego.
—Perdón por interrumpir su diversión —espetó y caminó cerca de nosotros.
Por pura supervivencia me escondí un poco al lado de Marcus—. Veo que no
pierdes el tiempo, ¿eh? —inquirió, y traté de sonreírle.
Solo a mí se me ocurrió hacer aquello.
—Maok… —Ella alzó la mano cuando Marcus quiso decir algo.
—Creí que te interesaba Fabio de nuevo —señaló furiosa.
Cogí valor y salí de mi escondite, esa maldita ni comía ni dejaba comer.
—Me interesa, pero ya que tú no quisiste comprobar que tan grande calza
este enorme hombre aquí presente, pues quise comprobarlo yo para luego
contarte. Solo estoy siendo una buena amiga —me defendí y vi las ganas que
tenía Marcus de reírse, no obstante, se contuvo sabiendo que no era inteligente
que lo hiciera.
—¡Hija de puta! Claro que lo quiero comprobar y lo voy a hacer, no necesito
que tú me confirmes nada —espetó, y entonces fui yo la que se rio sin ocultar
mi diversión.
Maokko me vio furiosa y después sorprendida al darse cuenta de lo que en
realidad pasaba.
—¡Esta me la pagas! —advirtió y toda mi vida se reprodujo en segundos al
sentir la muerte, pero fui salvada por Marcus cuando se puso frente a mí y, sin
importarle las quejas de aquella loca, la tomó entre sus brazos, la empotró en la
pared cercana y estampó su boca en la de ella.
¡Jesús!
Llevé una mano a mi pecho para intentar calmar a mi alocado corazón y me
quedé anonada al ver que esos dos casi sacaban chispas, Maokko era una mujer
dominante, pero estaba siendo una total sumisa entre aquellos enormes brazos
y cedió de inmediato a la boca de Marcus.
¡Mierda! Esos dos de verdad que se traían ganas y, antes de hacer una escena
voyeur, me fui con una sonrisa en el rostro por haber logrado lo que me
propuse. Al menos mi amiga estaría feliz por un rato y solo esperaba que
Marcus no la cagara como otras personas.
Deseaba algo imposible y lo sabía. Sin embargo, soñar no costaba nada.
Más tarde, Maokko llegó a mi recámara con los labios hinchados y una
enorme sonrisa; me dio una mirada acusadora al verme, pero después me
abrazó con fuerzas. Estaba agradecida por haberla hecho abrir los ojos, aunque
me dio una severa advertencia para que no me volviese a acercar a su hombre
de la forma en la que lo estuve haciendo; era consiente ya de las razones que
tuve, pero bueno… era Maokko y estar cerca de Marcus era casi como estar a
punto de hacer estallar a una bomba nuclear.
Salimos por un café esa tarde, y Lee nos acompañó al igual que Isabella, fue
una salida de chicas, y aprovechamos para comprar y chismosear de todo; Lee
nos confesó que ya se había acercado de muchas maneras a Dominik, pero él la
ignoraba de forma olímpica y hasta consideramos el comprarle un trofeo por
ser el mayor de los idiotas, pero después reconsideramos que aquel trofeo se lo
llevaba Darius y ni siquiera quise darle un premio por eso.

Maokko me acaba de invitar a la inauguración de un nuevo club, dijo que tú


estarías encantada de que fuese tu acompañante.

Miré a Maokko después de leer el mensaje de Fabio, ella se encogió de


hombros y sonrió.
Estábamos en un café en ese instante, iríamos al dichoso club esa noche y se
aseguraba de que tuviese compañía cuando a ella se le antojara irse con Marcus
y terminar lo que no pudieron horas antes, en la cocina de la casa de nuestros
amigos. No quise hablar nada de eso en aquel momento, ya que, aunque Isa me
apoyaba en muchas cosas, sabía que no estaría de acuerdo con eso. Uno:
porque estaba muy reciente mi ruptura con su hermano, y dos: porque tenía la
estúpida idea de que lo haría por venganza, y no le importaba que ese punto ya
se lo hubiese dejado claro.
Claro, todavía no me has dado mi bienvenida y considero que es un buen
comienzo para que lo hagas.

Tecleé rápido y bloqueé mi móvil.


Iba a salir esa noche con él y que pasara lo que tuviese que pasar, estaba
preparada para eso.
Cuando llegamos a casa volví a tomar una ducha, esa vez me llevé una
botella de vino y una copa para el baño y me metí en la tina por un largo rato,
me consentí como debía y me relajé lo más que pude hasta que saqué de mi
cabeza todos los pensamientos que amenazaban con atarme y esclavizarme a
algo que no era. Estaba perdiendo mi esencia y era momento de recuperarla, así
que tuve antojos de portarme mal y decidí que iba a hacerlo.
—Sabes que no soy de los que se mete en la vida de nadie, pero… ¡Joder,
Laurel! Por mucho que te apoye en todas tus mierdas, Darius es mi amigo y me
pones en una situación difícil —fueron las palabras de LuzBel en un rato que
llegó a mi habitación.
—Lo que pase con Fabio, o con cualquier otro tipo, será porque yo quiero
que pase y espero que al menos tu cuñado sea maduro para entender eso y no
busque otros culpables —zanjé mientras sacaba el vestido que iba a usar—.
Además, soy libre de hacer lo que quiera, cuando quiera, con quien quiera,
donde sea y como sea —le recordé, y negó.
—Fabio es leal, lo sé, y si no estuviera en la situación que está en este
momento, creo que pensaría mejor lo que hará —dijo, y lo miré exigiéndole
que hablara de una vez—. Es bipolar, Laurel, y justo en esta semana ha estado
en sus días inestables —soltó, y vaya que me sorprendí.
No comprendía bien esa enfermedad y lo que había visto en Daemon era
poco, así que desconocía por completo aquellos estados.
—¿Es peligroso? —cuestioné afligida y pensando mejor las cosas.
—No te hará daño, de eso estoy seguro. Hablo de que sus acciones no son
las del Fabio al que estamos acostumbrados. —Suspiré tranquila y sonreí.
—Si es más travieso, por mí que sea como quiera ser y encantada le ayudo
con su estado —aseguré, y me miró incrédulo, pero de pronto sonrió y negó.
—¡Mierda! Eres imposible, así que mejor no pierdo el tiempo contigo —
cedió y se marchó.
Al menos con él era más fácil todo, y estar cortados por la misma tijera
ayudaba mucho.
Justo a las nueve de la noche estaba lista y cuando bajé al recibidor encontré
a LuzBel entregándole algo a Fabio, este último lo recibió y guardó en el
bolsillo de su pantalón; nadie estaba de acuerdo con que esa noche Fabio fuera
mi acompañante porque sabían lo que pasó entre nosotros en el pasado y,
entendían que era una mujer libre y hacía lo que deseaba, pero se regían por
ciertos códigos y esos mismos los obligaban a ser leales a su gente, y Darius
era uno de ellos, sin embargo, mi amistad y hermandad con dos de ellos
también me convertía en parte de aquel círculo, y por lo mismo optaron por
mantenerse al margen de la situación y respetar mis decisiones así fuesen
buenas o malas.
—Estás perfecta —halagó Fabio al verme.
—Y tú estás tipo así como: te comería completito y me chuparía los dedos.
—Rio divertido y negó al oírme.
—Sabes lo que podría responder a eso último —inquirió y mi boca se abrió
muy grande. La cerré de inmediato al entender su referencia, y se rio aún más.
De nuevo me mostraba una parte de él que desconocía y comprendí las
palabras de LuzBel. Pero me encantaba que estuviese así.
Él estaba vestido con un pantalón gris plomo que, aunque no era pegado
como el de una mujer, se adecuaba a su perfecto cuerpo y la camisa a cuadros
en tonos claros y de botones dejaba que sus músculos se marcaran. El cabello
era un desorden sexi y sus ojos seguían un poco más oscuros que como eran en
un día normal, y deduje que se debía a lo que su condición provocaba. Yo iba
con un vestido beige y estampado de rayas doradas y negras, mis pies eran
adornados con unas sandalias altas de finas tiras y el cabello estaba suelto y
con ondas. Me maquillé muy natural y para Fabio lucía perfecta, sonreí para mí
al pensar en eso, sobre todo cuando él se veía como un modelo de revista.
Viajamos en el mismo coche los cuatro y conversamos en todo el camino,
aunque Maokko habló más que todos y se veía demasiado emocionada por
aquel club; aproveché a captar imágenes de aquel momento con mi móvil y
terminé por subir una a mi red social con un mensaje atrevido para todo el que
me seguía. Al llegar al lugar de destino me quedé anonadada, y descubrimos
que, más que un club, habíamos llegado a una especie de hotel muy exclusivo;
la fila que la gente hacía para entrar era absurda e intuía que muchas de esas
personas no alcanzarían a acceder esa noche.
—Espero que tengas pases directo porque ni de loca haré esa fila —avisé a
Maokko, y me miró ofendida al sacar unos boletos rojos de su bolso.
—Tengo mis contactos y no solo tengo pases directos al club sino a todo el
establecimiento en general —aseguró con orgullo.
Nos fuimos hasta la entrada y menos mal no nos tocó hacer la enorme fila, la
seguridad ahí era exagerada y los chicos fueron revisados hasta con detector de
metales, unas mujeres se acercaron a nosotras e hicieron lo mismo, y me sentí
un poco intimidada.
—Ten cuidado donde metes esa cosa, porque entre mis piernas solo me
gustan barras de piel, músculo y nervios —dije a la chica que me revisaba, y
rio por lo que salió de mi boca.
Los clubes a los que había ido tenían mucha seguridad, los de Darius y
LuzBel sobre todo, pero en Quimera de verdad lo llevaban a un extremo, y
hasta sentí un poco de miedo al recordar lo que LuzBel dijo de la mafia rusa.
Me relajé un poco cuando pasamos de esa revisión y entramos al típico
vestíbulo, el lugar constaba de una sala en la que se podía conversar sin que la
música lo impidiera, era muy elegante. El estilo era barroco y todo estaba
adornado en colores negro y dorado, mi vestido casi contrastaba con él y me
arrepentí de haberlo usado.
—Muchos pensarán que cogiste una cortina de los privados y te la pusiste de
vestido —se burló Maokko, y la fulminé con la mirada.
Tampoco era para tanto.
Llegamos hasta la mesa a la cual nos dirigió una chica y después de tomar
asiento le pedimos que nos explicara e informara un poco sobre el lugar.
Literal, Quimera era como un portal al infierno y descubrimos con Maokko
que nuestras bromas sobre él no lo fueron tanto; estábamos en un club
ambientado en el estilo BDSM, pero a la antigua. Y no conocía ni la nueva
forma de practicarlo, sin embargo, me regí por lo que la chica explicó; había
diferentes áreas en el lugar, la sala común era en la que estábamos, servía para
pasarla bien entre tragos con amigos, para escuchar música suave y conversar.
Tenían también un área donde hacían shows para hombres, mujeres o parejas
que les gustaba probar nuevas experiencias, contaban con habitaciones en la
parte superior para quienes quedaran excitados por lo que ahí veían y deseaban
un poco de sexo común, en el sótano habían recreado habitaciones para
valientes —como lo llamaba yo—, mismas que utilizaban para todo tipo de
sexo duro.
La mirada de Fabio cambió cuando mencionaron aquellas habitaciones
exclusivas y no supe la razón. Pero me intrigó mucho.
—¿Quieres un orgasmo? —me preguntó de pronto frente a nuestros amigos
y me dejó anonadada por un momento.
—¿Ya? —cuestioné, puesto que acabábamos de llegar. Él rio divertido.
—Sí, ya. Y hablo del trago llamado así, por cierto —añadió, y tragué con
dificultad.
¡Mierda! Me había pillado.
—Yo igual, solo me refería a que si comenzábamos a beber desde ya, pues
creí que daríamos un recorrido —alegué fingiendo seguridad. Maokko y
Marcus parecieron creer mi mentira, mi acompañante en cambio solo asintió
haciéndome pensar que lo convencí—. Un orgasmo triple para mí —exclamé
entonces, y todos rieron.
—Cuenta con más de un triplete —susurró Fabio en mi oído antes de ir a la
barra.
Recordé las palabras de LuzBel al verlo caminar y alejarse, Maokko y
Marcus se quedaron mirándome, ella con picardía y él en desacuerdo; sabía la
razón, eso ya estaba claro, pero también él tenía que saber que, por mucho que
todos se molestaran, siempre haría lo que yo y solo yo quería.
—Deja esa cara, querido, y disfruta de esta noche. No has venido solo para
cuidar mi culo y te aseguro que, si fuese Darius en mi lugar, lo estarías
alabando por estar casi por follar a otra que no fuese su exnovia —recalqué lo
último muy segura, intentó replicar, mas la mirada que le di le hizo saber que
no había palabras que me convencieran de que erraba con aquel pensamiento.
Los hombres eran así de cabrones, tenían una lealtad con su género que hasta
yo envidiaba, ya que en el mío era raro que existiera y lo que acababa de
decirle era verdad; estaba en desacuerdo porque sentía que le fallaba a su
amigo, pero si hubiese sido Pecas en mi lugar tal vez hasta lo habría celebrado.
Les hice saber que sabía por lo que pasaba Fabio en ese momento, y Marcus
dijo que le preocupada que cayera más profundo en su estado por causa mía, no
obstante, les aseguré que lo mío con Fabio estaba más que claro y, a diferencia
de mí, él no había cometido el error de entregarse al amor. Dejando todo claro
nos dispusimos a disfrutar de la noche y comenzaba a descubrir que me
gustaba más el lado oscuro de Fabio que su normalidad, era desinhibido,
extrovertido y disfrutaba de los pequeños momentos a diferencia de cuando se
encontraba en sus cinco sentidos.
—Me gusta que no me temas estando así —declaró cuando Maokko y
Marcus se fueron a la pista a bailar.
Nos habíamos movido rato antes al área de baile, y aproveché para hablar
con Fabio a solas y le confesé que sabía lo de su enfermedad.
—Cómo temerte, si estando así eres más divertido —señalé, y sonrió.
—Ahora mismo soy divertido, pronto me hundiré en mi mierda —soltó, y mi
mente voló con el pensamiento hacia Daemon y me estremecí, mi niño
hermoso iba a pasar por eso y comprendí un poco más a mis amigos y su afán
por protegerlo y darle muchos momentos felices—. Pero no hablemos de eso,
preciosa, está noche vamos a disfrutar en grande —aseguró y dio tremenda
carcajada cuando mi mirada de inmediato buscó su entrepierna, alcé una ceja y
le sonreí con picardía.
Era imposible no hacerlo cuando mencionaba la palabra grande.
—Vamos a la sala detrás de esa cortina, el show va a comenzar —dijo
Maokko con emoción al llegar a nosotros.
Señaló una cortina negra con destellos dorados, era un poco transparente y
había dos tipos cuidando esa entrada; se lograba ver la luz que se filtraba del
salón adyacente y las personas que se acercaban para entrar mostraban los
boletos rojos que Maokko obtuvo.
La seguimos y al entrar nos guio para un privado muy diferente a los que
tenían en la pista o en la sala de conversación, esos eran más como sofás
inmensos acomodados igual que a las graderías de un estadio, todo ahí era
oscuro y el color rojo de las luces hacía un matiz fenomenal con el dorado.
Frente a los sofás estaba montada una tarima con telón Vinotinto, quedamos
cerca de ella, enfrente, y en el instante que me acomodé al lado de Fabio el
espectáculo dio inicio; el telón se abrió y quedaron a la vista unos tubos para
bailar striptease rodeados por un listón rojo.
Mi corazón repiqueteó con emoción, siempre quise ver un show así;
admiraba en serio a esas mujeres por la capacidad que tenían de colgarse sobre
esas cosas con tanta elegancia y sensualidad y lo hacían ver tan fácil.
Yo solo sabía colgarme de esa manera en un buen hombre.
—Muchos están aquí por la bailarina principal, han venido de muy lejos a
verla. Es rusa y se hace llamar «Afrodita2» —comentó Maokko, y miré con
interés la tarima.
El presentador salió a la tarima con su micrófono en manos y una suave
melodía comenzó a sonar, los presentes comenzaron a murmurar emocionados
—no éramos las únicas mujeres—, y comprobé que algunas estaban ahí por
gusto propio y mucho deseo de ver a la chica llamada como la diosa del amor y
la belleza. El señor comenzó a dar la bienvenida y agradeció que nos
hiciéramos presentes a la inauguración del club que prometía mucha diversión
y placer, ya había vivido la diversión y al ver al acompañante a mi lado
comprobé que aún seguía esperando el placer.
—… ¡Así que no los hago esperar más, señoras y señores! ¡Con ustedes…
La única e inigualableeee! ¡Afrodita!
Las personas comenzaron a aplaudir, Fabio solo se quedó viendo al
escenario con la mirada peligrosa y enigmática, la melodía sensual continuaba
y vimos cuando una mujer salió de un lado del telón, usaba un mini vestido
negro muy ceñido a su esbelto cuerpo y unas hermosas botas rojas le cubrían
las piernas hasta llegar al muslo; llevaba una tijera enorme recostada en su
hombro y la sostenía con la mano izquierda, con cada paso que daba dejaba ver
sus bragas y sus ojos eran tan claros que se notaban desde la distancia incluso
con las pestañas kilométricas que sombreaban su mirada dándole la oscuridad
que necesitaba para estar en la tarima. Sus labios fueron maquillados en
carmesí —amaba ese color— y su cabello negro estaba suelto y con ondas
suaves.
Con demasiada sensualidad cortó el lazo que rodeaba los tubos haciendo
oficial la inauguración y muchos hombres comenzaron a gritarle cosas
obscenas, palabras que esa mujer amaba. «Love Is Bitch» de Two Feet
comenzó a reproducirse y con los primeros acordes de la canción Afrodita sacó
su vestido de una forma tan solemne que no creí que fuese posible, y comprobé
hasta ese momento que en verdad estaba frente a la diosa de la belleza.
Amor no, porque, al igual que yo, intuí que carecía de eso en ese momento.
—¡Esa perra es de las nuestras! —exclamó Maokko embobada, quizá más
que Marcus al ver a aquella mujer moverse tan majestuosa.
Negué divertida, pero concordé con lo que decía.
Fabio estaba serio viendo a Afrodita danzar justo como una serpiente
encantada con la melodía de la flauta de su amo, pero la diferencia estaba en
que era ella la que encantaba a todos con su sensual y erótico baile. Sabía cómo
usar el tubo y de vez en cuando se restregaba en él como si de una polla se
tratase y cuando la canción llegó a la mitad escuché a un tipo murmurar un
«ahora viene lo mejor». No comprendí de qué hablaba hasta que la chica
comenzó a bajar de la tarima y con delicadeza danzó cerca de algunos
suertudos que deseaban más que un simple toque de su parte; ella siguió y
siguió buscando a su mejor presa hasta que sus ojos se conectaron en nosotros,
especificando… sus ojos se conectaron con los de Fabio y luego con los míos.
—Si se te acerca, juro que la mato —escuché murmurar a Maokko.
—Creo que eso no sería conveniente aquí, cariño —increpó Marcus.
Afrodita siguió caminando con elegancia, tenía un cuerpo de infarto y el
conjunto de encaje negro que usaba se veía muy perfecto en ella; las bragas
eran diminutas y se metían en sus nalgas y el sostén alzaba más sus pechos. La
mujer era pecado, más o igual de perversa que yo, y me miró con una sonrisa
ladina, creí que esperando una reacción territorial de mi parte y, cuando no la
obtuvo, sus caderas comenzaron a moverse al compás de la melodía frente al
tipo a mi lado. Fabio parecía tener rayos equis en los ojos y la escaneó con
demasiado deseo, tal cosa no me molestó, eso era lo bueno de nuestra amistad.
Miré su entrepierna para ver alguna reacción ahí, mas su bulto seguía
tranquilo y solo disfrutaba del espectáculo que aquella mujer nos daba, pero de
pronto todo aquel momento cambió cuando la chica comenzó a danzar para mí.
¡Demonios!
Siempre soñé con ser deleitada de esa forma por unos de los chicos de
«Magic Mike3» y soñaba tan en grande que pedía que si aquello sucedía fuese
Mike el causante de que mis bragas se mojaran, no por la mujer que se movía
con tanta agilidad y que logró que mi corazón se acelerara, y más cuando se
subió a horcajadas sobre mí y todo su cuerpo estuvo sobre el mío. La diosa olía
delicioso y no sabía si estaba acostumbrada a hacer lo que hacía, pero quise
mostrarle que estaba frente a alguien que sabía manejarse en ambos bandos, así
que tomé su cintura y bajé las manos poco a poco hasta apretujar su culo y
restregarla en mi regazo, justo como a mí me encantaba que lo tocaran; sus
ojos se abrieron de más al sentir mis caricias y le sonreí peligrosa y pícara.
—¿Quieres jugar, cariño? Aquí hay perversidad a como se te antoje —
aseguré y, antes de que dijera algo, la besé.
Los jadeos sorprendidos y morbosos no se hicieron esperar, todos querían
más de nosotras y no los hice esperar, seguí acariciando el trasero de la chica
hasta que colé una de mis manos entre la raja de su trasero y encontré su coño,
fue una caricia fugaz y después amasé sus pechos. Afrodita jadeó causando que
su boca se abriera, e introduje la lengua en ella para mostrarle cómo debíamos
ser besadas.
—¡Mierda! —exclamó Fabio, y dejé de besar a la chica que me observó
anonadada y con los ojos oscuros de deseo cuando me separé de ella, di un
último beso casto y le sonreí.
Se levantó de mí devolviéndome la sonrisa y continuó con su espectáculo,
pero de vez en cuando su mirada seguía buscando la mía. Volví a ver a Fabio y
entonces mis ojos se ensancharon cuando noté que su entrepierna estaba
enorme en ese instante.
—Te gustó lo que viste, ¿eh? —me burlé, y sin vergüenza alguna se
acomodó la polla.
—Serás perfecta para mis juegos —declaró, y lo miré orgullosa, aunque no
entendí a lo que se refería.
Maokko sonrió divertida al ver aquel espectáculo y le dijo algo a Marcus, él
le sonrió a ella con malicia. El acto de aquella diosa terminó y después de que
salieran más chicas a la tarima unos tipos se acercaron a nosotros.
—La anfitriona de esta velada quiere invitarlos a ustedes dos a un tour
especial guiado por ella —nos dijo a Fabio y a mí. Los dos nos miramos, él
esperaba mi opinión, y yo asentí deseando saber lo que Afrodita tenía para
darnos.
—Chicos, nosotros queremos irnos. ¿No les importa? Enviaremos después el
coche para ustedes —habló Maokko, y noté sus intenciones con Marcus.
—Váyanse —respondió Fabio por mí—. Le prometí algo a Laurel y voy a
cumplirlo. —Una enorme sonrisa adornó mi rostro al escucharlo.
Quería más que un triplete e iba a conseguirlo.
Fabio me tomó de la mano cuando comenzamos a caminar detrás del tipo
que nos había llevado la petición de Afrodita.
Mi mano se sentía demasiado pequeña entre la de él. Era un claro ejemplo de
que cuando las manos eran grandes todo lo demás también, y me encantaba; yo
era una mujer pequeña y al lado de mi ex chico lo comprobé, pero a la par de
Fabio creo que me confundía con Putafina, bueno… la caricatura se llamaba
Pitufina, pero me gustaba más hacerle el arreglo a aquel nombre por simple
humor para mí misma.
Llegamos a una puerta de madera que lucía antigua, aunque cuidada a la
perfección; de nuevo dos matones custodiaban la entrada, mas ya no fuimos
revisados, ya que el hombre que nos guiaba asintió haciéndoles saber que
íbamos con él, noté que para ese tipo no éramos de su agrado, pero al parecer
cuando su jefa daba una orden la cumplía al pie de la letra. Al pasar la puerta
nos encontramos con un pasillo iluminado por enormes lámparas de araña
doradas y a cada lado, en lugar de paredes, había cortinas rojas y en el suelo
unos recipientes con velas artificiales que le daban un aire erótico al lugar.
Sonreí al escuchar algunos jadeos tras esas cortinas y al pasar frente a una que
estaba entreabierta noté a un tipo disfrutar de dos mujeres a la vez mientras
otro en una sala adyacente gozaba y se tocaba viendo la escena.
—Salas de voyeur —informó una voz femenina. Miré hacia adelante y vi a
Afrodita de pie al final del pasillo.
Había recogido su cabello y lucía como si acababa de salir de una ducha y
solo usaba una bata de satén Vinotinto para cubrirse el cuerpo, sus pies estaban
desnudos y sus uñas carmesí relucían más con la luz del lugar.
—Pero al ver sus rostros, noto que solo tu chica ignora lo que es —dijo a
Fabio.
Era cierto, solo yo parecía sorprendida con lo que veía. Él se mantuvo
tranquilo todo el tiempo, casi como si hubiese estado en su casa.
—Eres muy observadora —respondió Fabio cuando nos quedamos frente a
ella—. ¿Qué más eres? —Estaba siendo frío al hablarle, pero algo me decía
que no era porque le disgustaba la chica sino porque deseaba demostrarle algo
—. Y Laurel es mi chica solo por esta noche —aclaró, y sonreí con diversión.
Afrodita me miró con malicia.
—Es un gusto conocerlos, soy Mila Volkova, en el escenario y para
desconocidos soy Afrodita —se presentó.
¡Bien! Por lo visto nos consideraba más que desconocidos.
Se acercó a mí hasta besar la comisura de mis labios como saludo, y sonreí
al comprobar que la había dejado con ganas de más. Después llegó a Fabio e
hizo lo mismo, pero se apoyó en los brazos de él y acarició sus músculos con
demasiado deseo.
—Y respondiendo a tu pregunta, soy sumisa y dominante. Todo depende de
con quién esté. —Tomó el lazo que mantenía cerrada su bata y jugueteó con él
con mucha picardía. Vi que los ojos de Fabio se oscurecieron más—. ¿Cómo te
llamas?
—Fabio D’Angelo, y soy de esos con los que solo puedes ser sumisa.
¡Guau! Aquello hizo que mis mejillas se calentaran, la postura que Fabio
estaba tomando era muy diferente a su lado divertido y no sabía si
emocionarme o asustarme. Los ojos de Mila brillaron con peligro y fijó su
mirada en mí.
—¿Y tú, cariño, qué eres? Me encanta tu nombre por cierto —halagó.
—Gracias, y no tengo ni puta idea de lo que hablan, aunque si se refieren al
ámbito sexual, pues me encantan dar y recibir placer. —Los dos sonrieron
cuando dije aquello.
Mila tuvo la amabilidad de mostrarnos lo que había más allá de los pasillos,
siguió descalza en el recorrido, y que el piso estuviese recubierto de alfombra
la protegió mucho. El aroma que desprendía era delicioso y su piel brillaba
demasiado, nos llevó al piso de arriba y nos mostró las habitaciones que
denominaba vainilla; a pesar de las fragancias que habían usado para esas áreas
el olor a nuevo se sentía en el aire y ella explicó que todo estaba así. Acababan
de remodelar el lugar por completo y las personas que esa noche decidieran
quedarse, estrenarían cada rincón. Por último nos llevó a una especie de sótano
alegando que dejó lo mejor para ese momento, pasó una tarjeta en la ranura de
una enorme puerta y en cuanto vi el lugar noté que estaba en la boca del lobo.
—Y estás son las mazmorras, solo hay tres en todo el club, pero esta es la
mejor. Creada solo para mí —informó con orgullo. Con una señal de mano nos
invitó a pasar y mis piernas temblaron al hacerlo.
No tenía ni idea de lo que había ahí, era obvio que estaba viendo todo por
primera vez y mis ojos se ensancharon al admirar cada objeto; vi fustas de todo
tipo, cinturones, una cruz, columpios —y claro estaba que no eran aptos para
niños—, mesas que habría jurado que se utilizaban para tortura y esposas de
todo tipo. Miré muchas cosas más que ni siquiera podía describir y me
incomodé al sentirme tan fuera de lugar, todo lo contrario a Fabio, quien
admiraba el espacio con demasiado conocimiento.
—¿Te abrumas, preciosa? —me preguntó cuando estaba sosteniendo unas
esposas.
—No sé en qué mierda me he metido, pero cobarde no soy —aclaré, y sonrió
orgulloso.
Mila se acercó a mí y me rodeó hasta quedar a mis espaldas. Estaba en
tacones y ella descalza, aun así casi era de mi tamaño, lo que significaba que
hasta ella era más alta que yo.
—Estás en una mazmorra para practicar BDSM —informó, y a mi cabeza
llegaron imágenes de sexo duro, golpes, mucho maltrato y tal cosa me
estremeció.
Había visto algunos vídeos de eso y no me gustaban para nada.
—Esta es mía, pero aún no la he estrenado. Todo lo que ves está sin usar y a
lo largo de mi vida he hecho de todo, menos un trío o estar solo con una mujer.
Tú en cambio pareces que sabes muy bien lo que yo no y, después del beso que
me diste en el show, has despertado mi curiosidad, Laurel. —Rodeó mi cintura
y con un poco de torpeza comenzó a acariciarme—. Tú amigo está muy
familiarizado con esto, has estado con un dominante de los más duros así que
de cierta forma te ha mostrado un poco de su mundo. —Mis ojos se
desorbitaron cuando dijo aquello.
Pensé en todas las veces que estuve con Fabio y entendí de lo que hablaba,
desde la primera vez que follé con ese hombre fue duro y sí, con él fue la
primera vez que lo hice con ese nivel de rudeza; fue abrumador al principio,
pero con todo lo que me hizo olvidé lo duro y me concentré siempre en el
placer.
—Tienes la perversidad, cariño, por eso no le diste más importancia a mi
forma de tomarte —confirmó él, y detuve la mano de Mila justo cuando quiso
colarse bajo mi vestido.
—He estado en tríos, no te equivocas. También con una mujer, pero odio la
idea de que alguien me pegue, queme o intente darme cualquier tipo maltrato
—les aclaré.
A Mila no le importó que retuviera su mano con la mía, con la otra me hizo
el cabello hacía un solo lado y comenzó a dar besos castos desde mi hombro
hasta mi cuello.
—Tienes una idea muy equivocada, Laurel. El BDSM no trata de maltrato
sino de placer y me sorprende que lo juzgues cuando eres de las que no lo hace
cuando no conoce algo —alegó Fabio—. ¿Te ha disgustado todo lo que te he
hecho? —negué en respuesta—. Déjanos mostrarte un poco de este mundo
entonces, luego das tu opinión y no te dejas llevar por lo que has visto, mas sí
por lo que sentirás —propuso.
Mila llegó al lóbulo de mi oreja, mordió un poco fuerte y luego lamió
logrando que mi piel se erizara.
—¿Quieres tenerme aquí? —pregunté a Fabio, y asintió sin dudar al
comenzar a caminar hasta mí.
—Quiero esta noche a la experiencia y la ignorancia juntas —declaró y
acarició mi rostro, después lo hizo con el de Mila.
—Déjame enseñarle primero a tocar a una mujer —cedí y comencé a guiar
la mano de la chica por debajo de mi vestido.
Que comenzara la perversión.
Fabio sonrió satisfecho cuando dije aquello y me besó, esa vez sin ser casto
sino volviendo al tipo apasionado y rudo que recordaba; gemí cuando la caricia
de Mila guiada por mí llegó a mi sexo —por encima de la tela de mis bragas—.
El beso de Fabio se intensificó y folló mi boca así como lo hacía con todo mi
cuerpo; de nuevo estaba en una situación perversa, una vez más estaba
volviendo a mi esencia, siendo yo. La puta como les gustaba llamarme, pero la
verdad era que me sentía feliz y orgullosa de hacer lo que quería, de decidir
solo por mí y no pensar en lo que los demás creyeran.
—Tócame como te gusta que te toquen a ti, como te tocas a ti misma —dije
hacia Mila cuando me giré hacia ella—. Así. —Mostré.
Comencé a abrir su bata y me dejó verla desnuda, sus pechos eran firmes y
su piel dorada brillaba con la luz de las lámparas; Fabio colocó su enorme
mano sobre la mía y siguió mis movimientos, iniciamos desde el cuello hasta
llegar al medio de sus pechos y luego al sur de su cuerpo. Esa mujer podía
dominar el BDSM, pero yo dominaba la seducción muy bien; sabía cómo
tocarme y cómo tocar, los ojos de esa diosa viajaron de Fabio a mí y solo
alejamos nuestras manos de ella cuando el hombre tras de mí sacó mi vestido
dejándome en bragas, ya que omití el sostén esa noche.
—Me entregaré a ti y me enseñarás lo que una mujer puede hacerme, pero tú
también me dejarás enseñarte la verdadera cara del BDSM —dijo, y la miré.
—Y yo les mostraré a ambas cómo tratar a una principiante y a una experta
—habló Fabio, y gemí cuando coló su mano dentro de mi braga, lo sentí
sonreír al descubrir mi humedad y besó mi cuello.
—No deseo maltrato —dije a ambos.
—Solo tendrás placer, lo prometemos —habló Mila.
Mi respuesta fue halarla hacia mí y unir nuestras bocas, fue una sensación
deliciosa cuando nuestro pechos se rozaron y la calidez de ambas se encontró;
las dos sabíamos a licor y en ese momento estaba respondiendo a mi beso
como deseé que lo hiciera desde que estuvimos en el show. Fabio se separó de
nosotras y comenzó a desabrochar los botones de su camisa, pero no se la
quitó; Mila y yo nos quedamos tocándonos y seguimos besándonos, mis bragas
quedaron al olvido y caminamos hasta llegar a un sillón tantra en la habitación.
Hice que Mila se recostara y besé su cuello, llegué a sus pechos y los
succioné, lamí, chupé y mordí arrancándole gemidos de placer, pronto mis
manos llegaron a su sexo y con todos los dedos comencé a acariciarlo hasta
abrir sus pliegues y sentir su manojo de nervios con la humedad que lo
recubría. La chica estaba empapada al igual que yo y me sentí orgullosa de
hacer que gimoteara de placer y que pidiera cada vez más, pero justo cuando
iba a dárselo fui apartada de ella por Fabio que sin decir nada me hizo subirme
hasta envolver mis piernas en su cintura, se adueñó de mi boca y al ser tan
grande con facilidad llegó a mi coño por detrás y me acarició como sabía que
me encantaba.
—Confía en mí —pidió cuando me depositó en una especie de sofá sin
respaldo, tenía unas barras de madera a cada lado de donde pendían unos lazos
y antes de amarrarme a ellos protegió mis muñecas con un tela suave. Vi a Mila
buscar algo en unas gavetas y luego se acercó con dos vibradores en la mano y
pinzas en la otra—. Las pinzas no serán para ti —me aseguró él.
—Solo déjate llevar, cariño. Por una vez deja el control en nuestras manos y
te sabremos tratar bien —pidió Mila, y asentí.
Fabio tomó uno de los vibradores que la diosa le tendió, Mila se colocó
detrás de mí en ese momento y cogió mis pechos masajeándolos como antes
hice con los de ella; escuché el zumbido del aparato en manos de Fabio y chillé
cuando tensó las cuerdas y logró que mis brazos se extendieran en toda la
longitud que daban al punto de tener que ponerme de rodillas. Mila encontró
mi boca y Fabio me abrió hasta dejarme muy expuesta a él, gemí en la boca de
aquella mujer cuando la vibración atacó mi sexo y me provocó un placer
inexplicable; la boca de Fabio ocupó el lugar de las manos de Mila en mis
pechos y los chupó con tanta destreza que de inmediato los gritos se escaparon
de mi garganta.
La velocidad de aquel objeto en mi coño bajaba y subía las revoluciones, y
en cuestión de segundos comencé a correrme con una intensidad que nunca
había experimentado.
—Bien, amor, este es solo el principio —susurró Mila en mi oído y después
lamió el lóbulo de mi oreja.
Miré a Fabio y el deseo en sus ojos era increíble a tal punto que se
oscurecieron más; no dejó de torturarme con aquel aparato y mientras seguía en
eso haló a Mila con la mano libre hasta hacerla llegar a él, y al tenerla a su lado
la besó como antes me besó a mí. Se veían increíbles, ambos luchaban por
dominarse, pero sabiendo el poder de Fabio en esos momentos, Mila cedió y se
volvió sumisa ante él; fue alucinante cómo logró tal cosa con un beso, y de
nuevo me vi gritando con otro orgasmo al ver a Fabio apoderarse de los pechos
de Mila y tocarla con tanta experiencia en su feminidad.
Sudaba para ese momento, me hicieron espectadora y participe en cuestión
de segundos y el dolor en mis brazos por la tensión de las cuerdas cambió a
placer y deseé la brusquedad con la que Fabio tocaba a Mila; daba palmadas en
sus pechos y esas mismas las bajaba a su centro y la mujer comenzó a
humedecerse hasta que sus fluidos bajaron a sus piernas por el placer que
aquello le provocaba, la velocidad del vibrador aumentó justo cuando Mila
comenzó a restregarse sobre la palma de Fabio y cuando se corrió lo hice junto
ella.
¡Mierda!
Comencé a sentirme débil cuando ese orgasmo arrasó con mis energías, y
Fabio lo notó. Me soltó y llevó hasta una mesa —las que imaginé que eran para
tortura— y vi que ahí también había barras para ser amarrada, mas esa vez me
ató de las piernas dejándome abierta y muy expuesta a la orilla de ella, mis
manos las aseguró bien a los lados de mi cuerpo con unos cinturones que
estaban incrustados en la mesa. Noté uno para el cuello, pero negué cuando
quiso ponerlo, y cedió sabiendo que no estaba preparada para eso; después de
deshacerse de su ropa cogió otra cuerda y se la colocó a Mila por detrás de la
espalda haciendo un fuerte amarre en sus manos.
Su erección era inmensa en ese momento y frente a mí cogió a Mila con
fuerza del cabello y ladeó su rostro para besar su boca, él estaba detrás de ella y
en su mano sostenía una fusta de muchas tiras con la cual comenzó a azotarle
los pechos, el vientre y el coño. Las pinzas de antes las puso en sus pezones y
la sentó en una silla dejándome ver todo; con un vibrador en forma de pene
comenzó a torturarla pasándolo por su manojo de nervios y luego
introduciéndolo en su abertura justo como la penetraría él.
¡Guau!
Comencé a humedecerme al ver cómo la tomaba, y más cuando él me
observó con una sonrisa perversa que me indicaba que pronto seguiría
conmigo, los pezones de Mila estaban rojos por la presión de las pinzas y sus
caderas se movían al encuentro de las embestidas de aquella cosa entre sus
piernas que pronto la hizo gritar de placer junto a los azotes de la fusta. Toda su
piel se enrojeció y sus labios se hincharon por los besos bruscos de Fabio, pero
pude ver a una mujer feliz y muy satisfecha en ese momento.
Fabio sacó el vibrador de ella y se puso delante, haló las pinzas una por una
provocándole chillidos a Mila que apaciguó cuando mamó sus pechos para
consentirlos después de lo que les había hecho; pero no le bastó solo lamerlos
sino que bajó hasta chupar su centro. Halé las manos por el deseo que tenía de
tocarme, por el ardor y dolor en mi entrepierna al presenciar tremendo
espectáculo, y ellos sonrieron sabiendo lo que provocaban en mí; la diosa se
corrió demasiado pronto con la boca de mi amigo y tras eso se puso de pie y la
hizo tomar su polla con la boca.
Tenía mis reglas, pero en ese momento deseé romperlas al ver cómo la mujer
se lo devoraba completo y hacerlo implicaba que le dieran arcadas, mas ella las
disfrutaba tanto como tragarse y saborear aquel pene hinchado y a punto de
explotar; rato después Fabio la hizo apoyar una rodilla en la silla y su pecho al
respaldar de ella, se colocaron en un punto donde yo pudiese ver todo y
comenzó a penetrarla, no solo con su longitud sino también con el vibrador de
antes en su trasero. Mila me miró y sonrió tras comenzar a gemir y gritar de
placer, mi ardor y dolor aumentó por la necesidad, y descubrí que prefería los
golpes físicos en ese momento —las tremendas nalgadas que Fabio le daba y
con las cuales marcaba el culo de Mila— a lo que estaba sintiendo.
Lo quería en mí, deseaba aquella rudeza conmigo y entendí que no me
equivoqué con esa mesa en la que me contenían.
Sí era para tortura.
—¡Joder! —gruñí cuando un estruendoso «plaf» sonó en el trasero de Mila y
ella chilló de placer.
Comenzó a correrse, y jadeé al verla, pero más cuando Fabio también lo hizo
y su rostro se desformó con gestos de placer. Se había corrido en su interior y
vi cuando al salir de ella el semen escurrió de su coño, ni siquiera la dejó
recuperarse cuando la cogió del amarre en su espalda y la llevó hasta mí, la
colocó de rodillas y recogió su cabello haciendo que su boca quedara cerca de
mi sexo.
—Saca tu lengua —demandó, y ella obedeció como la sumisa que era en ese
momento.
Pegó su boca a mi centro, y chillé, lo hice porque no necesitaba mucho para
correrme una vez más. La lengua de Mila hizo contacto en mi coño y Fabio le
movió la cabeza para guiar sus movimientos, gemí con aquellos lengüetazos y,
como ya sabía que iba a suceder, comencé a correrme después del quinto que
me dio. Grité en serio porque esa vez fue más intenso que antes y cuando Mila
sintió mis espasmos suavizó sus movimientos.
—Nadie te dijo que hicieras eso —la reprendió Fabio y enterró el rostro de
Mila en mi sexo para castigarla por haber ralentizado sus movimientos.
Gemí con fuerza cuando él la separó de mí y cogió su lugar.
—Sabes delicioso, a tortura y más deseo —dijo y me lamió con fuerza, su
lengua estaba más caliente que la de Mila, y grité de nuevo cuando hizo que la
chica me lamiera junto a él.
Una lengua se sentía maravillosa, dos eran una locura, una que vivía en ese
momento y que me estaba haciendo encontrar el verdadero significado de una
perversa seducción; grité, gemí y jadeé hasta que casi volví a correrme, pero
Fabio se detuvo, y descubrí que seguía respetando mis reglas cuando se colocó
un condón e hizo que Mila se subiera sobre mí en la mesa solo colocando una
pierna al lado de mi cintura y la otra la dejó para apoyarse en el suelo.
Un fuerte «Oh» salió de mi boca cuando Fabio me penetró sin delicadeza,
aquello no me dolió contando con lo húmeda que ya me tenían, Mila me besó
tragándose mis gemidos; su pecho estaba presionado al mío porque no podía
controlar sus movimientos debido al amarre de sus manos, pero aun así pudo
apoderarse de uno de ellos. Era el mejor trío de mi vida, la brusquedad de
Fabio en sus penetraciones comenzó a hacer efecto de nuevo y cuando mis
paredes vaginales presionaron su miembro, indicándole que estaba cerca de
correrme, salió de mí y el grito de Mila me indicó que ya estaba dentro de ella.
La besé entonces para coger sus gritos, y ambas nos mordimos con demasiada
fuerza, Fabio nos torturó a ambas de esa manera el tiempo que quiso, y fue una
tortura capaz de hacerme llorar por intensa y deliciosa.
Cuando se apiadó de mi deseo tomó el vibrador al que también le había
puesto un condón y me penetró con él, mientras que ocupó mi trasero con su
enorme falo.
—Así, cariñó, disfruta y córrete para nosotros —dijo Mila, quien mordió mis
pechos y lamió con más brusquedad cuando mis gritos ya no pudieron ser
acallados y al fin me estaba corriendo con la intromisión de Fabio, y solo
cuando me vio satisfecha hizo lo mismo con Mila y la vi retorcerse de placer.
El mismo que yo acababa de experimentar.
Mi vista se puso oscura en ese momento y supe que por una vez en la vida
llegué a mi límite, pero aquellos dos tenían planes que solo se cumplirían en
toda la noche y descubrí que siempre podía llegar a mi límite y continuar un
poco más.
Era pasado el mediodía cuando el mismo tipo que nos llevó con Mila la
noche anterior llegó a la habitación en la que estábamos los tres. Una a cada
lado de Fabio y él nos acunaba en su costado como el protector que era,
estábamos desnudos y solo una sábana de satén dorado cubría nuestra
desnudez; el hombre estaba molesto al encontrarnos así, pero no me importó, y
después de decirle algo a la diosa sobre un tal Sasha Ivanov, informó que un
contingente liderado por el moreno de la noche anterior —entendí que se
refirió a Marcus— nos estaba buscando y esperando fuera del área de las
mazmorras.
—Anoche apagué el localizador para que no jodieran, así que imagino que
es la razón de que estén aquí —informó Fabio sin pena alguna, y lo fulminé
con la mirada.
Casi me fui de culo cuando vi la hora.
—¡Mierda! LuzBel va a matarme —dije y salí de entre las sábanas sin
importarme que el guapo hombre que había llegado a avisarnos me viera en
toda mi gloria.
Sus ojos no pudieron apartarse de mi cuerpo con una mirada embobada, y
me reí cuando Fabio se puso frente a mí y dejó que lo viese a él tal como vino
al mundo.
—Espera afuera, Alex —pidió Mila con dureza.
Alex miró a Fabio con cara de pocos amigos, y me reí, segundos después de
se marchó.
Tanto Fabio como yo nos vestimos con rapidez, no encontré mis bragas por
ningún lado así que sabiendo que, entre más tardara más molesto estaría
LuzBel, opté por dejarlas y solo me coloqué el vestido tal como lo encontré.
—Ha sido un placer conocerte —me despedí de Mila y pasé por su lado.
Ella me tomó del brazo y detuvo mi paso.
—Estaré aquí y los recibiré encantada cuando quieran —dijo y sin pudor dio
un beso casto en mis labios cerrados—, y ojalá que a la próxima me dejes
dominar a mí —se dirigió a Fabio. En ese momento él se acercó a ella y la besó
como antes Mila hizo conmigo.
—Eso jamás pasará, aquí el que domina soy yo —le aseguró él con una
sonrisa que amenazó con mojar mis bragas, pero después de todo lo que
habíamos hecho descubrí que estaba seca.
Y sin bragas.
—Hasta luego, Afrodita —dije y caminé delante de Fabio.
Al salir de aquel área encontré a Marcus, Caleb, Maokko y otras personas al
servicio de mis amigos, y al ver sus rostros supe que estaba en problemas.
¡Joder! LuzBel lograba hacerme sentir como una chiquilla malcriada.
—¡Hija de puta! Para que traigas esa cortina al revés imagino que la noche
estuvo tan dura que te dejó estúpida —se burló Maokko, y vi mi vestido.
—¡Estúpida! —bufé—. Y para que estés feliz, hasta perdí mis bragas —
repuse, y su boca se abrió enorme y miró a Fabio, quien sonrió con
satisfacción.
Dominik estaba afuera esperándonos y cuando vio a su hermano negó
sabiendo que se había portado mal.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó.
—Capaz de cerrarle la puta boca a cualquiera que se atreva a cuestionarme
algo —respondió él con un tono que me estremeció hasta el tuétano de los
huesos.
—¡Maldición! —escuché a Dominik susurrar y, al asegurarse de que Fabio
no escuchara, le dijo algo alguien por medio de una radio—. Estoy a punto de
llevar a un asesino a casa, asegúrate de que el otro se controle o tendremos una
masacre.
Fruncí el ceño al oírlo y entendí todo hasta que llegué a casa de los Pride-
White y, después de que Isabella me enfrentara, descubrí que Pecas había
llegado y casi me encontró en acción.
Pero ahí la única que iba a asesinar a alguien sería yo si se atrevían a tocar
mucho mis ovarios porque como se lo dije una vez a mi querido maestro John
Palmer: yo era roja y mejor que no intentaran verme de otro color.
Odié a Laurel en ese momento por ser tan descarada al burlarse de mí y
seguí luchando con LuzBel para que me soltara, no era necesario que me
retuviera más porque entendí que no valía la pena montar un espectáculo por
una chica que con claridad se notaba que estaba feliz por lo que había hecho.
Mi cuñado me advirtió con la mirada que no la fuera a cagar cuando caminé
más cerca de ella hasta tenerla de frente a mí.
—Con quien tú quisieras, al fin y al cabo necesitas el sexo casi como
respirar —solté en respuesta a la pregunta que le hizo a mi hermana y la miré
con la misma frialdad que ella me veía. Le sonreí de lado para después negar
con burla—. Tanto que te mofabas de que eras mejor que yo y al final actuaste
también por venganza. —Rio divertida al oírme.
—¡Dios! ¿Lo escuchaste? —preguntó a mi hermana casi dando carcajadas.
Tuve la intención de tomarla del cuello y empotrarla a la pared para que
parara con su descaro, pero me contuve y no por miedo a nadie, sino porque
jamás fui así con las mujeres y peor con las que no sabían defenderse, y Laurel
no me iba a hacer caer. Mi estupidez al quererla matar cuando la creí con Olek
fue demasiado y aprendí esa lección.
—No he hecho nada por venganza, Pecas. Fue porque se me dio la gana.
Quise y lo hice, así de sencillo y no me movió un estúpido deseo; lo acabas de
decir: necesito el sexo casi como respirar y sentí que me ahogaría si no me
comía a Fabio junto a una rusa que me enseñó muchas cosas.
—¡No te pases! —le advirtió LuzBel en ese momento, y Laurel fingió un
puchero sintiéndose ofendida por su amigo.
¿Qué iba a decirle? En realidad no había nada para responder porque creí lo
que decía.
Actuó por simple deseo de volver a su esencia a diferencia de mí y supe que
era innecesaria cualquier cosa que saliera de mi boca en ese momento, mi error
estaba claro y lo aceptaba, volé miles de kilómetros para hacerle entender que
me arrepentía por dañarla y estaba dispuesto a rogarle por una segunda
oportunidad, pero la mujer frente a mí no era a la que quería suplicarle, aunque
seguía siendo la que amaba.
Traté de despejar mi cabeza un poco para actuar con claridad, no iba a seguir
ofendiendola y comprendí que lo mejor era dejarla ser lo que deseaba y
apartarme de su camino para que no me dañara ni yo volviese a dañarla a ella;
no nos merecíamos eso después de lo bueno que nos dimos y, si fue mi culpa
que volviese a ser la mujer perversa que siempre fue, pues lo aceptaba.
Tal vez no iba a dejar de luchar por ella, pero sí me haría a un lado en ese
momento porque lo que acababa de pasar con Fabio no era nada fácil para mí;
éramos libres de hacer lo que quisiéramos, sí. Mas ambos teníamos un orgullo
cabrón que solo lo dañaríamos y en el proceso nos lastimaríamos.
Si el tiempo curaba todo, esperaba que fuera nuestro caso también.
Laurel se sorprendió cuando alcé la mano y acaricié su rostro, era la viva
imagen de una mujer satisfecha y bien cogida; no me molestaba aceptarlo,
aunque me hiriera. Fabio la había atendido bien con ayuda de otra chica y era
un hecho que así me doliera, estaba claro y presente; Isabella y LuzBel se
fueron en ese momento dejándome a solas con ella cuando estuvieron seguros
de que no haría ninguna locura, y vi a mi exnovia a los ojos.
—Perdóname por haber sido un idiota y dejarte sola en el momento que más
necesitabas de mí. —Sus ojos se ensancharon al escucharme, quiso apartarse
de mi toque, pero algo la dejó estática—, perdón por buscar a Celine y follarla
solo para dañarte, eso fue muy bajo de mi parte y me arrepiento, aunque no
sirva de nada. Puedes perdonarme o no, sin embargo, necesitaba decírtelo,
amor. —Tragó con dificultad y se quedó sin palabras.
Lo que hizo no me haría callar lo que deseaba decir o hacer, viajé para
pedirle perdón a la cara y lo estaba haciendo.
—Tenía que aclararte todo.
—Darius, yo… —Con mi pulgar cerré sus labios para que no dijera nada.
—Amas lo que eres, Laurel, y pensé que podría cambiarlo, que podía
cambiarte, y me equivoqué, ese fue un grave error de mi parte. —Me di cuenta
de eso en ese momento—; te amo como no tienes idea, pero no puedo aceptar
este lado tuyo y tampoco soy tan egoísta como para pedirte que seas alguien
más. —Mi corazón se estaba destruyendo más al decirle esas palabras que
cuando la vi llegar bien follada por otras personas.
Pero era la verdad y tenía que ser sincero con la única mujer que llegué a
amar en mi vida, porque esa chica era mi primer amor, aunque tal vez no el
último.
—Tenías razón al decir que eres una estrella fugaz, yo fui un idiota al creer
que te podría atrapar cuando es obvio que eso es algo más que imposible.
—Lo es —aceptó en un susurro y evitó mi mirada. La tomé con ambas
manos y la hice verme de nuevo.
—Gracias por enseñarme a amar, Laurel Stone, la felicidad que me diste en
tan poco tiempo fue mucho más de la que tuve en toda mi vida y por eso
siempre serás lo mejor que me ha pasado —aseguré y besé su frente—, ahora
sigue volando como el águila que eres y disfruta este tiempo aquí como mejor
sabes hacerlo, porque dentro de una semana te quiero de regreso en el trabajo.
—¿No vas a despedirme? —cuestionó incrédula, y sonreí.
—Lo personal no se mezcla con lo laboral y tienes un contrato que cumplir
—le recordé y entonces la solté. Hacerlo dolió porque significaba que la dejaba
ir—. Dasher ha preguntado mucho por ti y está ansioso por verte, pero no creo
conveniente que lo haga en tu estado. —Nunca vi a esa mujer tan anonadada y
entendí la razón, pero ella también se equivocó al creerme alguien diferente.
Deseaba matar a Fabio, claro que sí, pero él no era el culpable de lo sucedido
con mi estrella. Ella actuó porque quiso, nadie la obligó.
—Nos vemos después —avisé y pasé a su lado para irme de ahí. Me detuve
cuando subí el primer escalón y la escuché hablar.
—Gracias también por enseñarme otro lado del amor. —Sonreí sin volver a
verla y seguí mi camino.
Lo hice creyendo que había tomado la mejor decisión para la salud mental
de ambos.
Cuando llegué a la habitación que Isa designó para mí, agradecí que tuviese
la amabilidad de dejarme el bourbon que tanto me gusta y me serví un poco,
había una pequeña caja de jugo de manzana junto a un minicomponente en la
mesita de noche y sonreí al comprobar que Aiden me estaba dando la
bienvenida, pero en ese momento necesitaba algo mucho más fuerte que mi
jugo favorito y música para callar el tormento en mi cabeza. Aunque al
encender la radio descubrí que hasta ella quería hacerme mierda.
Pablo Alborán con «Si hubieras querido» sonaba y reí satírico.
Solo cuando perdí a mi madre y a mi hermana Amelia lloré sin poderlo
evitar, porque aquellos hechos me desgarraron el alma, lo que acababa de
suceder en el vestíbulo con Laurel se sentía casi igual que a la pérdida de las
mujeres que tanto amé y, mientras veía el hermoso paisaje que Florencia me
daba a través de la ventana de la habitación, dejé que las lágrimas salieran de
mis ojos.
Laurel no había muerto, pero la acababa de perder y no tenía intenciones de
recuperarla en ese momento porque estaba herido y así nada funcionaría bien;
ya no era cuestión de orgullo, era más mi negatividad de convencerla a volver
conmigo y que lo nuestro se volviese tóxico. Lejos de lo que algunos pudiesen
creer, nosotros no habíamos tenido nada de eso; nos conocimos siendo libres y
nos acostamos solo por placer al principio, éramos maduros para comprender
que un simple acostón no nos convertía en parejas y por lo mismo seguimos
nuestros caminos como deseábamos recorrerlos. Cuando quise una relación
formal con ella se negó e intuí que fue por no poder ser madre y, al convencerla
de que me diese una oportunidad, entonces ambos cambiamos y nos
respetamos; pero nosotros no nacimos para ser la típica pareja que se ocultaba
cosas por temor a dañarnos, no. Al menos Laurel era de las mujeres que decía
las verdades a la cara sin miedo a lastimar con ella y daba fe de ello, yo en
cambio era de los hombres que omitía para no hacer sentir mal a mi pareja
porque sabía que muchas mujeres eran un tanto susceptibles a la realidad, y por
eso me equivoqué.
Nuestros problemas comenzaron cuando la comunicación de mi parte
comenzó a fallar.
Sabía que Laurel era una mujer segura, pero no me percaté de que mi actitud
con Celine la dañaría porque vio antes que yo que la chica tenía sentimientos
por mí. Fallé también porque, en lugar de escucharla cuando llegó a buscarme
al club después de enterarme de su verdad, la corrí dolido por su omisión sin
comprender que tal cosa la había devastado y, justo cuando quise enmendar mi
error, la encontré en una situación comprometedora con Olek y no fui capaz de
enfrentarlos, al contrario, quise actuar como un psicópata que no entendía
razón y sí, fue tras eso que cometí el peor error de mi vida al acostarme con
Celine solo por dañar a mi chica.
La dañé como un cobarde y la hice volver a sus raíces, mismas que no podía
soportar y, aunque intentaba ser maduro en eso, imaginarla teniendo sexo por
placer con otro hombre era algo que me lastimaba, hería, quemaba y me
destrozaba.
—Sé que no sirve de nada, pero Fabio está en sus días malos. —La voz de
Isabella me interrumpió y a la vez me sacó de la mierda en la que comenzaba a
hundirme al analizar la letra de NF con «If you want love» que sonaba en ese
instante.
La miré de pie en el umbral de la puerta y le sonreí, tomó mi gesto como
invitación a pasar y se sentó en la cama. Estaba preciosa con su barriga enorme
y sus ojos brillaban con felicidad, una que merecía a pulso después de todo lo
que vivió; me senté a su lado, aunque me tumbé sobre la cama y miré al techo.
—Tienes razón, Pequeña dinamita. No sirve de nada —aseguré, y se acostó a
mi lado, de lado y mirándome fijo—. Él está oscuro. Laurel no, pero siendo el
Fabio normal, también lo habría hecho porque nos dejamos claro en el pasado
que si una chica que nos gustaba a ambos cedía con alguno, pues la
tomaríamos y no tendríamos que molestarnos por eso. Somos leales en todo,
menos en eso —le confesé, recordando cuando dejamos claro aquello—, y sé
que sabe que Laurel y yo terminamos, por eso no se detuvo.
—Ambos son unos idiotas por no respetar esos límites —se quejó—, y te
juro que solo porque estoy embarazada y él oscuro no le pateo el trasero como
se lo merece. —Sonreí al oírla, mi hermana era muy capaz de eso.
De hecho, Fabio tuvo atracción por Isabella y en un momento de oscuridad
se metió a luchar en un entrenamiento con ella solo para poder obtener su
toque. LuzBel los encontró y como el demente que es se molió a golpes con él,
esa fue una pelea épica y la única que pudo detenerlos fue esa mujer a mi lado.
Mi hermana se veía angelical, dulce e indefensa, pero solo nosotros
sabíamos el demonio que se escondía tras aquella apariencia inocente.
—No los tuvo que respetar solo él, Isa. Laurel tuvo que pensar un poco en el
hecho de que podía descontrolarme y meterme a una pelea mortal con Fabio,
pero, cuando las ganas la invaden, creo que deja de pensar —me quejé por un
momento y después sacudí la cabeza—, aunque igual, no soy quién para
juzgarla después de lo que hice.
—Sé lo que sientes, Darius —también lo sabía—, y pienso que tomaste la
mejor decisión. Amo a Laurel y te amo a ti, pero ninguno de los dos merece
dañarse siguiendo con algo que por el momento no irá a ninguna parte —asentí
y tomé su mano deseando que sus hijos o su marido no fuesen a estar cerca.
—Amo todo de ella, menos ese lado…
—Perra —dijo por mí.
—Descarado, en el que no le importa nada más que sus deseos —puntualicé.
—Para mí sigue siendo un lado de perra y se lo he dicho —declaró—. Sin
embargo, eso es algo que ya sabíamos —asentí.
—Por eso me haré a un lado y sé que me dijiste que luchara por ella, pero
comprende que no estoy listo para seguir después de saberla con otro, y a ella
le pasa igual, me sigue imaginando con Celine y la razón que me llevó a ello, y
sé que me odia.
—Sí, tú también fuiste un idiota y solo porque estás herido no pateo tu
trasero por eso —aclaró, y con cuidado la halé para abrazarla.
Tenía que aprovechar ese instante para darle cariño a mi hermana porque
había personas tan territoriales a su alrededor que aún no soportaban que me le
acercara.
—¿Estarás bien aquí? Digo… con ella en esta casa.
—Lo soportaré, debo aprovechar que al fin tengo a mi familia, y Dasher está
loco de felicidad por estar con sus primos —aseguré.
Su compañía me sirvió para no hundirme de nuevo, hablamos un largo rato
de todo lo que nos había pasado el tiempo que llevábamos separados hasta que
LuzBel y los clones llegaron por ella, me avisaron que Dasher estaba con
Laurel y lo dejé tranquilo y permitiendo que él decidiera cuando llegar a mi
habitación. Isabella quiso cancelar la comida que había organizado para
recibirnos después de lo sucedido, pero le dije que eso no era necesario, así que
siguió adelante con sus planes. Nos reunimos en el jardín casi a las seis de la
tarde y mientras bebíamos cervezas nos burlábamos de LuzBel al verlo como
todo un hombre de hogar cambiando las pistolas por pinzas para voltear la
carne que estaba en la barbacoa, no era que antes no hiciera esas cosas, sin
embargo, quisimos joderlo un rato. Marcus, Caleb y Dominik nos
acompañaban, este último se disculpó conmigo por lo sucedido con su
hermano, mas le dejé claro que no era necesario.
No culpaba a nadie por las decisiones de la chica que estaba acompañada de
mi hermana, Maokko y Lee-Ang, ellos no eran responsables de nada. Ni
siquiera Olek, Fabio o Celine, porque si algo teníamos claro en mi loca familia
era que: los terceros en una relación no eran los culpables de todo, puesto que
ninguno entraba donde no lo dejaban.

Desperté con los saltos de Dash en mi cama, siendo cuidadoso lo golpeé con
una almohada logrando que diera tremendas carcajadas y lo cogí hasta
acostarlo a mi lado. Tenía la pésima costumbre de levantarse tarde los días de
semana, pero en los fines era el primero en estar de pie, y por mucho que
luchara por quitarle eso creo que estaba perdiendo.
La noche anterior nos dormimos tarde por estar bebiendo y compartiendo
entre todos, no me acordaba de mucho, ya que me emborraché en su momento,
pero sí recordaba que tener a Laurel en el mismo círculo me hizo las cosas
difíciles, aunque después de la combinación entre cervezas y coñac todo fue
más fácil y pude desconectarme del dolor que amenazaba con derrumbarme.
No obstante, en ese momento la cruda me estaba haciendo mierda y fingía estar
bien solo porque Dasher estaba ahí y más conversador que nunca.
—¿Y si jugamos a hacer silencio? —propuse al sentir que la cabeza iba a
explotarme porque lo escuchaba más chillante que de costumbre.
—Eso es abujido —se quejó.
—No, porque solo los valientes soportan en silencio por mucho tiempo —
alegué, y me miró atento.
—¿Y tien gana lecibe un beso de la pincesa? —preguntó con emoción, y
asentí con tal de que aceptara jugar.
Terminamos durmiéndonos un rato más y, cuando despertamos, él seguía en
silencio y me reí.
¡Mierda!
Debí haber inventado ese juego más antes.
Se fue después de que lo duché y vestí, y me quedé haciendo lo mismo,
admitía que ese pequeño tenía fuerza de voluntad y soportaba mucho estar en
silencio. Cuando salí de la habitación me encontré con Laurel, la suya estaba a
dos puertas de la mía y hasta ese momento me enteré; recordé vagamente que
la noche anterior terminó inconsciente y Marcus junto a Maokko la llevaron a
su habitación. Nos miramos al cruzarnos y noté que se puso nerviosa; al igual
que yo, estaba recién bañada y con cara de pocos amigos.
Sí, la cruda era una mierda.
—Dasher pasó por aquí hace un rato —dijo y señaló el interior de su
habitación—, dijo que estaba jugando contigo sobre quien mantenía silencio
más tiempo y que el premio sería un beso mío —bufé una sonrisa irónica al
recordar cuando propuso que el premio fuese el beso de una princesa y negué
por lo que provocaba sin pretender—. ¡Ah! También me pidió que no te dijera
eso porque quiere ganar —añadió, y asentí.
—No te preocupes, guárdale su secreto así lo dejo ser el vencedor —pedí.
Pasé por su lado y seguí mi camino.
La escuché susurrar un «idiota» por lo bajo y sonreí incrédulo. No sabía qué
pretendía al haberme dicho lo de Dasher, pero conociéndola, estaba seguro de
que no fue con la intención de que fuese yo el ganador, pero tampoco esperaba
la respuesta que le di. Como un imbécil deseaba los besos de esa mujer, mas
era algo que no volvería a suceder y era mejor que me hiciera a esa idea lo
antes posible.
Bajé con la intención de irme a la cocina, pero me detuve cerca de la oficina
de mi cuñado cuando lo escuché hablar con Caleb muy alterado y preguntaba
qué tan peligroso era un tal Sasha Ivanov, toqué la puerta antes de entrar, no
obstante, no esperé a que me respondieran para hacerlo. LuzBel estaba tenso y
Caleb revisaba algo en su portátil.
—¿Qué sucede? —cuestioné. Mi cuñado caminaba de un lado a otro y
maldecía.
—Sucede que los imbéciles de Fabio y Laurel se metieron con quien no
debieron y ahora tengo que encargarme de sus cagadas —espetó, y noté que
estaba muy enfurecido.
—Sé más específico —pedí, y negó.
—El viernes estuvieron con una chica rusa, la dueña del nuevo club que
inauguraron —habló Caleb teniendo el consentimiento de LuzBel, eso no era
un tema que me agradara tocar, pero al parecer lo que pasaba era delicado.
—La tipa es la mujer de Sasha Ivanov, él lidera una parte de la mafia rusa y
al parecer se enteró de las travesuras de su mujer. —Escuchar eso de boca de
LuzBel me inquietó, una cosa era mi dolor por lo que Laurel hizo y otra los
problemas en los que pudo haberse metido—. Los hombres de la orden le
informaron a Caleb que desde ayer notaron movimientos extraños y demasiado
acercamiento de personas desconocidas cerca de aquí y ahora los de Grigori
también lo notaron en un perímetro cercano al apartamento de Fabio. Marcus
acaba de confirmarnos que es gente rusa, atraparon a uno y se encargó de que
soltara todo antes de matarlo por meter sus narices donde no debía —aseguró.
—¿Qué dijo el tipo? —pregunté ansioso.
—Su jefe pretendía matar a Fabio con sus propias manos y darle a Laurel la
misma atención que le dio su mujer —informó Caleb, y me tensé al oírlo, sobre
todo por lo último.
—Pero está imbécil si cree que lo logrará —señalé, y mi cuñado asintió.
—Laurel será custodiada por la gente de Isabella y la mía, pero no se
enterará de nada —asentí de acuerdo—, con Fabio haremos lo mismo, aunque
él me preocupa menos porque si en sus cincos es peligroso, en su estado actual
es letal —recordó.
Fabio había tocado a Laurel y yo mismo deseé matarlo por eso, pero lo
conocía de años y teníamos una extraña amistad que merecía la pena proteger y
por lo mismo estuve de acuerdo con LuzBel y las medidas que tomó. Laurel no
se enteraría de la mierda en la que se metió y solo esperaba que no fuera ella la
que le facilitara las cosas a aquel ruso en su afán por saber a qué sabía.
Era duro pensar así, pero inevitable con su forma de ser.
Me había vuelto loco por una diabla y tenía que enfrentarme al castigo por
venderle mi alma.
Había aprendido a no esperar nada de nadie —sobre todo en reacciones—, lo
hice con Darius después de la tremenda sorpresa que me llevé con su actitud;
parecía que quería matarme y de pronto volvió a ser el hombre dulce del que
me enamoré, pero fue el mismo solo para dejarme ir por completo. Me dolió
mucho porque nuestra ruptura no se sintió tan real hasta ese momento, sin
embargo, dejarnos ir era lo mejor.
Él no aceptaba mi forma de ser, no lo culpaba.
Pero como bien dijo, no podía hacerme cambiar y descubrí que tampoco se
lo iba a permitir. Me dañó y lo dañé con mi última acción, así que lo mejor era
seguir nuestros caminos por separado antes de llegar a odiarnos o convertirnos
en una pareja tóxica. Me llevé una tremenda regañada por parte de papá
LuzBel e Isabella dejó claro que mi actitud no le agradaba, y no por dañar a su
hermano, sino porque creía que me dañaría a mí misma.
Esa noche fue difícil estar junto a Darius, era incómodo tenerlo tan cerca y
saber que ya no podíamos hablar como antes porque ni amigos éramos en ese
momento. De vez en cuando nos pillábamos viéndonos, tristeza, dolor, ira y
hasta asco se veía en su mirada, y comprendí que él solo se obligaba a aceptar
mi pasado, pero en realidad era algo que lo molestó siempre. Una botella de
coñac fue puesta frente a mí en aquella bonita barra de licores con estilo
caribeño que mis amigos habían hecho en su jardín, Maokko la hacía de
bartender y alegó que por mi cara sabía que necesitaba más que un trago. Me
molestaba sentirme como me estaba sintiendo, creo que me llevaba mejor con
las peleas que con la madurez y eso era muy penoso de mi parte; sin embargo,
hubo muchas cosas que no pude decir y sabía que eso me afectaba.
—Bebes como si el mundo fuese a terminarse hoy y te da miedo irte a
quemar sobria —señaló Isabella al llegar a la barra y se sentó a mi lado.
Maokko le sirvió un piña colada sin alcohol, y levanté mi vaso con coñac
riendo sarcástica por lo que había dicho.
—Tú te quemarás sobria, yo no —acepté y de pronto hipé.
Casi me había bebido la mitad de la botella yo sola, así que ya estaba más en
el mundo de la ebriedad que en el de la sobriedad; en segundos pasaba de la
felicidad a la tristeza, seguía la furia, la impotencia, y volvía a la felicidad para
hacer el mismo recorrido una y otra vez. Vi a LuzBel llegar al lado de su mujer
y besó su cabeza, me miró con advertencia, y le saqué el dedo medio
haciéndolo reír.
Recordé la noche anterior al lado de Fabio y Afrodita, después pensé en lo
sucedido con Darius esa tarde y tuve claro que, a pesar de todo, no me
arrepentía de ser lo que era. De pronto me vi gritando, riendo y gozando con
mis amigos y sus juegos; Pecas estaba igual de borracho que yo y, cuando lo
invitaban a unirse a nuestras locuras, se negaba por estar en su móvil
escribiéndose con alguien y, no bastándole eso, se alejó para hablar; imaginé
que no le fue suficiente escribirse con quien sea que lo hacía y prefirió darle
atención a esa persona que unirse a la diversión.
Era claro que le molestaba mi presencia y me reí porque iba a joderse y
aguantarme, ya que no pensaba irme por su culpa.
Cansada de jugar volví a la barra a seguir con mi amado coñac, miré a
Isabella llegar otra vez a mi lado acompañada de su marido y comenzó a sobar
su vientre, LuzBel estaba fascinado con los movimientos que su pequeña hacía,
y terminé llorando de felicidad por ellos y de tristeza por recordar que nunca
tendría eso tan bello. Todo era peor para mí porque estando con Darius deseé lo
que jamás obtendría y todavía me dolía.
Era irónico lo que el alcohol hacía en uno.
Grité, lloré, reí y gocé… Lo hice todo en una sola noche y era cínico de mi
parte, pero no me arrepentía de nada.
Yo, la puta de la ciudad, la más zorra de las zorras, la más mala de las
buenas y la más buena de las malas, vivía mi vida a mi antojo y nadie tenía por
qué juzgarme y ninguno podía intentar cambiarme. Había pasado años de mi
vida formándome aquella reputación que, por muy irónico o increíble que
fuese, me hacía feliz y no deseaba dejar de ser lo que era.
Él no tenía derecho a cambiarme y menos con sus palabras bonitas y su
cuento de princesa feliz, la razón era sencilla: yo no era la princesa de cuento,
era la bruja, la villana, la que todos odiaban. Se lo dejé claro desde un
principio, las cosas serían siempre a mi manera y no a la suya o a la de alguien
más. Si querían así, bueno, si no, podían irse por donde habían llegado.
Nadie volvería a poner mi mundo patas arriba, nunca en lo que me restaba
de vida.
—Amar es malo, es una peste… ¡Una maldita estupidez! —le grité a aquella
chica perra igual que yo que se había convertido en mi amiga. La conocí años
atrás, nuestros mundos eran diferentes y tan parecidos a la vez.
Éramos unas perras de formas diferentes y casi hubiésemos sido hermanas
por una mala jugada de la vida, y me refería a eso en sentido figurado.
—Amar no siempre es malo —aseguró ella con una sonrisa en el rostro—. Si
no, pregúntale a él —dijo al señalar al tipo a su lado, y reí.
—Sí que es malo —me burlé.
Mi amigo negó al escucharme, y su mujer se divirtió con mis palabras.
—Eres… eres un maldito hielo… e-enamorado —logré decir y arrastré las
palabras, después caí en la total inconciencia que me había provocado el coñac.
Refunfuñé como niña malcriada después de que LuzBel llegó a mi
habitación y derramó en mi rostro un poco de agua fría, quise matarlo por su
estupidez, y él solo alegó que tuvo que hacerlo porque se cansó de llamarme y
que no respondiera. Me sentía de la patada, la cruda que me cargaba era de lo
más horrible y me levanté solo porque le había prometido acompañarlo a una
joyería.
Él quería casarse con Isabella y me pidió ayudarlo a encontrar el anillo
perfecto para pedirle matrimonio.
La noticia fue una de las más hermosas que recibí después de tanta mierda y
admitía que todavía estaba incrédula de que un tipo como él pensara en dar
aquel enorme paso. Al parecer los milagros existían y, que uno de los hombres
que en su momento fue el más perro deseara amarrar su vida a una sola mujer,
era algo que merecía estar los «Récords Guinness».
—Ves que Isabella sí se ganó mi respeto —le dije cuando íbamos para la
joyería.
Me miró divertido cuando le recordé tal cosa, en el pasado cuando se negaba
a aceptar lo que sentía por ella le dije que le comentara eso a su chica, pero
siguió sin ceder a tal cosa. Había sido demasiado terco, sin embargo,
comprendí que fuese tan reacio al amor después de lo que sufrió y ya no podía
juzgarlo; yo estaba igual que él y me di cuenta de que habría sido mejor no
ceder en ningún momento.
—Y el mío —aseguró.
—Sé sincero conmigo, LuzBel —pedí al pensar en ponerlo a prueba y
también para sacarle conversación, ya que desde que salimos de su casa estuvo
más callado que de costumbre y un tanto ansioso.
Hasta salimos con más seguridad de la necesaria y, cuando le pregunté la
razón, solo dijo que le gustaba ser precavido.
—¿Estás seguro de pedirle que se case contigo? ¿Piensas que ya no
aparecerá otra mujer con la cual puedas engañarla?
—¿En serio me preguntas eso? —bufó y alzó su gruesa ceja. Evité reírme
por su cara de culo.
Era demasiado fácil poner serio a ese hombre.
—Solo tengo curiosidad, siempre fuiste facilito con las chicas y bien dicen
que árbol que nace torcido…
—Deja de hablar mierdas —espetó, y ahí sí reí.
No me dejó continuar y creo que hasta le ofendía que dudara de él, pero solo
estaba jodiéndolo, ya que era una de las que tenían más que claro el cambio de
ese hombre para merecer a su «Bonita».
—Lo que tengo con la Castaña no lo obtendré con nadie más, llegó a las
profundidades de mi puta alma aun cuando se lo quise impedir, y estoy más
que seguro de que ninguna mujer logrará lo que ella. —Suspiré con fuerza y mi
pecho se hinchó de orgullo al escucharlo.
Isabella era mi ídolo y merecía más que mi respeto porque solo los que
conocíamos de verdad a ese hombre, sabíamos lo difícil que era que él aceptara
sus sentimientos hacia alguien y de hecho, esa chica era la primera que había
logrado tal cosa y la única que vería su lado meloso, si es que acaso tenía uno.
Arrancarle un te amo a aquel tipo duro era como intentar arrancarme la
lengua.
Y era más fácil que me arrancaran la lengua.
—¿Responde eso a tus preguntas o te lo explico con pollas? —preguntó
burlesco y mi boca se abrió en sorpresa.
—¿Con manzanas? —inquirí deseando que se hubiese equivocado, fue su
turno de burlarse de mí.
—¡Nah! A ti debo explicártelo con pollas, ya que eres a lo que más atención
le pones —alegó.
Me conocía demasiado bien.
A pesar de que bromeaba, sentí que lo que me decía llevaba otra razón a
parte de mis gustos; lo sentía molesto por alguna razón, pero se negaba a
decirme lo que fuera que tuviese atragantado.
La joyería era una de las más exclusivas de Florencia y, al no estar
conformes con lo que nos ofrecían, terminé por contactar a uno de los
trabajadores de mi padre y le pedí ayuda con el diseño que deseábamos para
tan importante paso. En el pasado, LuzBel le había regalado una rosa negra a
Isabella, misma que ella aún conservaba disecada; era casi como un símbolo
para ellos dos, y por lo mismo estuvimos de acuerdo en que sería el anillo
perfecto si incluíamos dicho símbolo. Una rosa hecha de diamante negro y el
aro forjado con oro blanco sería el resultado final y el gerente de la tienda
estuvo feliz con el cheque que mi amigo le extendió por la joya tan
significativa.
—Dentro de dos semanas podrá recogerlo —dijo el señor, y LuzBel negó.
—La cena de compromiso es dentro de una semana —avisó, y tanto el
gerente como yo lo miramos con sorpresa—, y se ganará una buena comisión
entregándomelo en seis días —añadió y los ojos del hombre brillaron con
avaricia.
—Perdón, creo que no me expliqué bien… —El gerente carraspeó después
de decir aquello—. En seis días puede venir por él. —LuzBel sonrió satisfecho
al oírlo, yo me quedé pasmada al comprobar una vez más todo lo que se
conseguía con dinero.
Jamás tuve carencias económicas en mi vida, pero en definitiva, mi amigo
siempre tuvo más de lo necesario. No lo juzgaba, me alegraba en cambio, y
siempre pensé que el que tenía y podía, estaba en todo su derecho de disfrutar
de sus pertenencias y bienes a como se le diera la gana.
—Quiero regalarte los anillos de matrimonio y no acepto un no por
respuesta, solo te pido que no sea tan pronto como la cena de compromiso y me
des tiempo de diseñarlos con los trabajadores de papá —dije, y sonrió
divertido.
—Si por mí fuera, me casaba ya y lo sabes. Pero quiero darle a mi Bonita
una fiesta a su altura, una que sea digna para una diosa como ella —soltó, y mi
sorpresa en ese momento era triplicada a la que sentí cuando ofreció tanto
dinero al gerente de la joyería y confesó que el compromiso sería en una
semana.
Ese hombre estaba muy lejos de ser el tipo patán que conocí en mi
adolescencia.
—¡Joder! Tú sí que eres un hielo enamorado —solté y de forma fugaz
recordé que eso también se lo dije la noche anterior.
Ambos reímos y me sentí muy feliz de ver una pizca de su lado azucarado…
¿o agridulce?
Pasamos el resto del día juntos, aprovechamos para hacer algunas compras y
vimos el salón en el que deseaba hacer la cena; estaba tirando la casa por la
ventana con el compromiso y no quería ni imaginar cómo sería para la boda.
Hablé con su hermana Tess y con Jane, quienes también eran muy cercanas a
Isabella y nos pusimos de acuerdo para buscar a la mejor organizadora de
bodas, él también les pidió viajar con sus maridos para la cena y de paso invitó
a todos sus amigos y sus padres que estaban en Estados Unidos para que se
unieran en aquel día, pero les dejó claro que era un secreto y por ningún motivo
su chica debía enterarse.
—Sé que tal vez esto sea raro, pero quiero que ese día tú seas mi madrina de
honor. —Lo miré estupefacta por su petición.
—Tiene que ser un padrino —señalé aun atónita, y negó.
—Como si a mí me importaran las jodidas reglas o etiquetas, o lo que tiene
ser y lo que no —alegó dándole un sorbo a su bebida, la puso en el portavasos
y dio una vuelta en U, estábamos casi a unas tres millas de su casa—. Se
supone que tu madrina o padrino de honor es la persona que ha estado a tu lado
en las buenas y malas, la misma que tiene que seguir así después de la boda y
tengo amigos que bien podrían ocupar ese lugar, Laurel, pero ninguno que se lo
merezca más que tú.
Ese idiota estaba a punto de hacerme llorar, era tan duro y, sin embargo, se
las ingeniaba para llegar a mi corazón haciéndolo parecer tan fácil.
—Además, es lo más cerca que estarás de llegar al altar —añadió, y
comprendí que así como era capaz de llegar a mi corazón, también lo era de
que lo mandara a la mierda con facilidad.
—Sé que ya te lo han dicho mucho, pero eres un jodido imbécil —espeté
haciéndolo reír a carcajadas—, y me pensaré lo de ser tu madrina, no creo que
merezcas tal honor de mi parte —seguí, pero tanto él como yo sabíamos que la
repuesta de mi parte sería un sí.
Era más que un honor para mí estar a su lado ese día.
—¡Mierda! —gruñó, y chillé asustada cuando se detuvo de pronto con una
frenazo que casi me hizo estrellar el rostro contra el tablero del coche. Un tipo
se había cruzado en nuestro camino y no lo vimos venir de ningún lado.
Los coches que nos seguían y que pertenecían a su organización se
adelantaron en ese instante como medida de seguridad, el que iba delante de
nosotros se detuvo alerta y vi cuando unos hombres de la orden de Isabela
interceptaron al tipo que se nos cruzó; pensé en que había sido un accidente,
pero los demás no. A un lado de nosotros y estacionados, vi una camioneta
negra con vidrios tintados, hubiese creído que era coche cualquiera, mas la
mirada que mi amigo les dio después de bajar el vidrio de su ventanilla me
indicó que no era tan cualquiera y no estaban ahí por casualidad.
No se veía nada hacia adentro del otro coche, pero, cuando mi curiosidad me
ganó y fijé mi vista en él, un escalofrió para nada agradable me atravesó el
cuerpo entero.
—Nos haremos cargo, puedes irte tranquilo con los demás. —Escuché a
Marcus decir por un radio.
—Mata a cualquiera que se pase de listo —ordenó LuzBel y el escalofrío
que sentí antes no fue nada al que me recorrió después de escucharlo a él.
—¿Es en serio? —me atreví a preguntar con temor a que me callara—. Solo
se cruzó y quizá fue un accidente —alegué cuando me dejó continuar, y me
miró con una sonrisa demasiado burlona.
—He matado o mandado a matar por menos que eso, no te asustes. —
Literal, su repuesta me dejó sin saber qué decir.
Aceleró el coche con demasiado ímpetu y juro que mi corazón estaba a
punto de llegar a un colapso.
No entendía cómo Isabella, Maokko, Lee-Ang o cualquiera de las chicas
ligadas a LuzBel y sus amigos podía soportar ese tipo de adrenalina. Yo
acababa de vivir aquello y con pena creí que casi ensuciaría mi ropa interior;
como ya lo había deducido antes, mi fuerte era vivir la emoción de otras
maneras que no implicara poner mi vida en peligro y en muchas ocasiones era
la malvada del cuento —por no decir que casi siempre—, en otras como esa,
era la damisela que necesitaba ser protegida.
—Te prometo, Laurel Stone, quel si vuelves a abrirle las piernas a cualquiera
que te hable bonito, te encerraré por el resto de tu vida y eso incluye mujeres u
hombres. —La dureza con la que me habló me hizo dar un respingo. No
entendí por qué me dijo tal cosa y tampoco le pregunté, ya que su rostro me
indicó que no me convenía soltar ni siquiera un pío.

Cuando llegamos a casa, LuzBel se fue directo a encerrarse a su oficina con


Caleb e Isabella y eso no me agradó. Me estaba sintiendo muy nerviosa y hasta
vigilada, tal cosa me incomodaba, pero terminé por callarme y tragarme la
angustia, ya que algo me decía que todo era mi culpa y me apreciaban tanto
que trataban de no demostrarlo. Estuve con los niños y Lee un rato cuando la vi
en casa, me divertí al ver cómo aquellos pequeños se disputaban por la
atención de su «Princesita», como adoraban llamarle, y la pequeña disfrutaba
del interés que recibía de esos tres hermosos hombrecitos.
Leah era una niña adorable, pero ver ese rasgo en ella me hizo sentir más
amor por esa criatura.
—Cuando seas grande espero que seas como yo, princesa hermosa —dije, y
me regaló una sonrisa mostrándome sus dientecitos y a la vez arrugó su
naricita. Lee me miró no muy feliz—. ¿¡Qué!? —pregunté inocente, y negó.
—Allí estaré para que no siga muchos de tus pasos —alegó y siguió
dándome esa mirada de ceño fruncido que indicaba que era mejor no seguir
con esa conversación.
—¡Puf! Pobre chica, tendrá una vida aburrida —me burlé. Iba a decir algo
más, pero en ese momento Darius llegó y cuando vio a su sobrina sus ojos se
iluminaron.
La pequeña Leah, a pesar de no verlo tan a menudo le sonrió y extendió sus
bracitos regordetes para que él la cargara. Pecas no saludó ni a Lee ni a mí,
solo se dedicó a su sobrina y la mimó; era demasiado perfecto con los niños y
se notaba que nació para ser un excelente padre. Mi pecho dolió al pensar en lo
afortunada que sería la mujer que le diera los hijos que tanto deseaba y en ese
momento fue más claro para mí que la decisión de ponerle fin a nuestra
relación fue la mejor.
Ni él ni yo éramos el uno para el otro.
Por la noche, de nuevo estábamos todos reunidos en una cena, aunque el
ambiente era un poco tenso; Dominik le había informado a LuzBel que Fabio
estaba en su casa recuperándose de una dosis de sedante que le había
inyectado, no era su intención que nadie los escuchase, pero fue una suerte para
mí estar cerca y alcanzar a oírlos. Me preocupaba por Fabio, éramos amigos
más de allá de todo y su bienestar era importante; LuzBel se percató de que los
escuché y me advirtió que no me acercara a la casa de Dom y alegó que no era
un buen momento para su amigo y que él no se sentía feliz de que lo viesen así.
Me quedé quieta, ya que la advertencia no fue amable y no me permitió
reprocharle nada, ese cabrón daba miedo cuando se ponía en ese plan de soy un
hijo de puta y es mejor que no toques demasiado mis cojones, así que me limité
a disfrutar de la comida; en serio admiraba a Isabella por enfrentarse a
semejante cavernícola.
Darius había comenzado a ignorarme con demasiada facilidad y hablábamos
solo si era necesario o la conversación con nuestros amigos nos hacía cruzar
palabras, por momentos lo miraba y me negaba a creer que algo tan bonito
entre nosotros se hubiese jodido muy fácil; no era de las que perdonaban
infidelidades, y que él me fallara con lo único que le pedí que no hiciera seguía
doliendo casi como si acabara de suceder. Por momentos cuando lo veía lo
imaginaba con Celine y el descaro que tuvo para intentar burlarse de mí
estando ella allí, eso me hizo pensar en que él estaba sintiendo lo mismo
después de saberme con Fabio y aquella rusa; nos jodimos de la peor manera y
era mejor ponerle punto final de una vez por todas a ese pasado.
No era más de las que me estancaba en recuerdos dolorosos, eso solo
sucedió después de lo de Olek y estaba aprendiendo a seguir mi vida sin mirar
atrás, así que era lo que iba a seguir haciendo.
—¡Demonios! ¿¡Cómo es posible que la familia se reúna y me dejen fuera!?
—Una voz fuerte nos interrumpió a todos en la mesa. Nuestras miradas se
posaron en el dueño.
Dom maldijo al ver a su hermano, Darius se tensó con una rabia evidente en
los ojos, y LuzBel se quedó expectante a lo que podía suceder. Fabio estaba
con una enorme sonrisa cínica, su cabello era un desorden hecho a propósito y
solo vestía un pantalón de chándal y una playera, todo era negro y contrastaba
en ese momento con su oscura mirada.
—No quisimos molestarte, viejo. Estabas durmiendo —señaló Dom, y Fabio
negó.
—Como si fuera a creer eso —alegó él todo burlón. Fabio se veía ansioso y
muy fácil de enfadarse en ese momento, era un alivio que Isabella y Lee se
hubiesen llevado a los niños minutos antes porque aquel panorama no pintaba
para nada bien—. ¡Hey, viejo! ¿Cómo estás? —saludó a Darius cuando sus
ojos se fijaron en él. Su tono era petulante y divertido a la vez.
—Muy feliz de verte —respondió Pecas con un sarcasmo tremendo.
¿Dónde mierda estaba mi chico dulce? ¡Ah, cierto! Ya no era más mío, pero
la costumbre de llamarlo así no se iba de la noche a la mañana y mucho menos
me acostumbraba rápido a ver otro lado de él.
Quise correr y esconderme en ese instante.
LuzBel me había dado miedo, pero en ese momento Darius demostró que mi
amigo podía ser un chiste a su lado en ese instante. Estaba demasiado
cabreado.
—¿Por algo en especial? —cuestionó Fabio y caminó justo detrás de donde
yo estaba.
¡Puf! Y yo que creía que no me había visto.
—Espero que ambos recuerden que están en mi casa —les advirtió LuzBel,
vi a Marcus y Caleb atentos a cualquier cosa.
Pegué un respingo cuando sentí la mano de Fabio colocarse en mi hombro.
—Lo recuerdo muy bien. Que esté en mis mejores días no significa que
olvide eso y también imagino que esperas una disculpa de mi parte, hermano.
—En ese momento supe que Fabio se estaba dirigiendo a Darius.
Con sutileza me deshice de aquel toque y escuché al dueño de él reír
divertido, Pecas miró mi gesto un tanto burlón.
—Pero te recuerdo nuestro acuerdo y que no me meto con mujeres
comprometidas. —Nadie en la mesa entendió a excepción de esos dos.
—Tú lo señalas y está de más, no lo olvido ni te estoy reprochando nada.
Aunque veo que sientes la necesidad de dejar claro algo. —Darius me señaló
con un gesto de barbilla.
—A pesar de que me gusta el exhibicionismo, en este momento me siento
incómoda e indispuesta. Así que les agradecería que hablen en otro lugar. —La
voz de Isabella resonó en aquel comedor.
—¡Hermosa, Isabella! —exclamó Fabio al verla, se acercó a ella con la
intención de besar su mejilla, y comprobé que cualquier vampiro de mi serie
favorita hubiese estado envidioso de LuzBel al ver la velocidad con la que se
trasladó al lado de su mujer.
—Es mejor que alejes tu mierda de mi mujer, viejo. O estaré encantado de
sacarte de tus días con unos buenos puñetazos. —Fabio rio muy decidido y
temía presenciar una masacre después de lo que acababa de ver.
La situación de Fabio no era mi culpa, pero me sentí responsable de aquel
altercado y supe que era mi obligación detenerlo. Iba a meterme en muchos
problemas con LuzBel y a decepcionar más a ciertas personas, pero intentaría
alejar el peligro de la casa de mis amigos.
—Fabio, me he estado muriendo del aburrimiento aquí —hablé ganándome
su atención, Dom maldijo de nuevo y de soslayo vi a Pecas negar incrédulo—.
Creo que nuestros amigos se volvieron unos aguafiestas.
—Tú te callas —sentenció LuzBel.
Tragué con dificultad.
—No hagas esto. —Escuché a Darius susurrarme o eso creí… no estaba
segura.
—Invítame a cenar —propuse de todas maneras.
Fabio sonrió satisfecho, LuzBel negó de verdad furioso y la silla en la que
Pecas estaba chirrió cuando él se puso de pie y se marchó del comedor. Isabella
se fue detrás de su hermano, y ninguno comprendió lo que intentaba hacer.
No quería empeorar las cosas, solo alejar el tornado que amenazaba con
destruir la casa y ayudar a mi amigo; no entendía la enfermedad de Fabio, pero
deseaba ayudarlo en ese momento a no meterse en un problema mayor del que
después iba a arrepentirse.
—Salgamos de aquí —aceptó tomándome de la mano.
Esperaba no haberme metido en algo peor.
Mientras caminaba hacia afuera escuché los pasos de alguien siguiéndome,
pero no me importó averiguar de quién se trataba. La ira me nubló la cabeza.
—¡No puedes irte así! —gritó Isabella y, aunque odiaba hacerla enojar en su
estado porque me sentía un desconsiderado, no pude evitarlo y seguí mi
camino hasta llegar al coche y meterme en él.
—Sí puedo, mírame hacerlo —dije y arranqué saliendo de aquel lugar a toda
velocidad.
No quería comportarme como un imbécil, Fabio no estaba en sus cincos y
Laurel se pasaba de los límites tolerables para mí. Estábamos en la casa de mi
familia y ellos tampoco se merecían un espectáculo de mi parte o cargar con las
consecuencias de nuestros errores; intentaba controlarme y entender de una vez
por todas que mi relación ya no existía, pero me era difícil aún.
Podía irme a un hotel para evitarme tales cosas, sin embargo, Dasher no
merecía que le cortara tiempo de calidad con sus primos por los problemas de
los adultos y solo por eso iba a soportar estar bajo el mismo techo con aquella
descarada hasta que la cena de compromiso de mi hermana se llevara a cabo.
Mi teléfono vibró con una llamada y estuve a punto de declinarla creyendo
que era cualquiera de los que había dejado en casa, pero al ver la pantalla
comprobé que se trataba de Celine. La noche anterior estuvimos en contacto,
aunque no lo supe hasta esa mañana cuando vi los mensajes que nos enviamos
y que me avergonzaron en demasía; le llamé esa tarde para disculparme y no
obtuve respuesta.
—Siento mucho no haberte respondido, tuve que ir a la universidad para
solucionar algunos problemas. —Fue lo primero que dijo cuando descolgué.
—¿Un domingo? —cuestioné y la escuché reír.
—Hay algunos maestros que no saben lo que significa descanso. —Escuché
un poco de fastidio en su voz.
—No te preocupes, solo quería disculparme por las mierdas que te solté
anoche. —Rio cuando dije eso.
—Eres muy divertido cuando estás borracho —bufé una sonrisa y giré en
una calle buscando un bar al que solía ir con los chicos cuando estaba ahí.
Tenía el móvil conectado al coche y por lo mismo escuchaba su voz por todos
los rincones de él—, no te disculpes por eso. Me hiciste la noche y me reí
demasiado.
—Me halaga ser tu payaso —ironicé hablándole pesado. Estaba siendo un
idiota con ella—. ¡Demonios! Perdón por eso —pedí.
—¿Tan difícil ha sido? —Esa era Celine, comprendiendo de inmediato mis
estados de ánimos.
—Si no fuese por mi familia, te juro que ya me habría regresado. No solo ha
sido difícil, Celine… fue el peor error que pude cometer, ¡joder! —grité y
golpeé el volante cargado de frustración.
—Te dije que Laurel era difícil, te advertí que no te perdonaría fácil. Solo
ten paciencia, Darius. Si te ama va a darte otra oportunidad, pero no ya;
mujeres como ella, que son tan lanzadas en casi todo, esperan lo mismo de las
personas que les rodean y no que les fallen y pues… tú y yo hicimos algo que
ella quiso evitar a toda costa. —La escuché apenada al decir lo último y negué
burlón.
—Mujeres como Laurel solo buscan cualquier oportunidad para fo… —
Detuve mis palabras en ese instante. Estaba más que furioso y no pensaba bien
lo que decía—. Le pedí perdón, pero ya no busco una oportunidad para volver
con ella. No puedo con el tipo de vida de esa mujer, es un alma libre y la dejaré
como tal —aseguré y hubo silencio de su parte, por lo mismo continué—. Solo
tengo que entender de una vez por todas que no es para mí ni yo para ella y
ojalá que pronto me dejen de doler las cosas que hace.
—Siento mucho por lo que estás pasando, desearía que estuvieses aquí para
darte un fuerte abrazo. Te lo mereces y necesitas. —Sonreí y aparqué frente a
mi lugar de destino. También deseé estar allí y que me reconfortara.
—Gracias, Celine. Te has convertido en un gran apoyo para mí —confesé y
me despedí de ella.
Entré al bar y me fui directo a la barra, le pedí al cantinero la botella
completa de bourbon sabiendo que no iba ahí por un trago, ya que no me haría
nada. La impotencia en mi cuerpo amenazaba con seguirme haciendo mierda y,
como la infección que era, iba a combatirla con alcohol; no me sentía
preocupado por lo que pudiese pasar después de la amenaza que representaba
aquel tipo con el que Laurel y Fabio se metieron de forma inconsciente, pues
estaba seguro de que en Italia era mejor cuidado que en mi país.
La música sonaba a todo volumen debido a otro tipo que estaba en el mismo
estado que yo, la diferencia era que él ya se veía demasiado ebrio, gritaba,
lloraba y se quejaba por la traición que había sufrido por parte de su esposa.
Llegó un momento en que hasta tuve la intención de abrazarlo y consolarlo, eso
me indicó que ya estaba demasiado borracho y mejor sería irme; justo cuando
me dispuse a pagar la cuenta una pelinegra llegó a mi lado y reí satírico al ver
lo perra que era mi suerte.
—En serio trato de sacarte de mi cabeza y no me la pones fácil —bufé, y ella
me miró estupefacta.
—¡Jesús! Pecas, que bueno que te veo. —Fruncí el ceño cuando dijo eso e
ignoró lo que dije—. Mira, no tengo que darte explicaciones, pero te juro que
no quise irme con Fabio solo para joderte. —Reí burlón tras oírla—. No te rías,
idiota, no bromeo… ¿Sí viste el estado de Fabio? LuzBel iba a matarlo y tú con
gusto le hubieses ayudado, pero él no está bien y lo sabes. Solo quise sacarlo
de esa casa, Dominik me dio algo para mezclarlo en su bebida y hacerlo
dormir, ese chico se negó a ir a otro lugar y me trajo a este bar. No te sigo ni
quiero incomodarte, aunque, ya que estás aquí, ¿podrías ayudarme con él? —
Me sentí más mareado con su palabrería que con el alcohol en mi sistema.
Cuando estábamos juntos me gustaba mantener ocupada su boca con ciertas
partes de mi cuerpo para callarla de vez en cuando y que me diera un respiro en
el momento que su verborrea atacaba. Batió las pestañas como la maldita
seductora que era y negué incrédulo por lo que me estaba pidiendo. Aunque
también comprendí la razón de que Fabio estuviese ahí, era nuestro bar
predilecto y de verdad me extrañó que esos dos no estuvieran metidos en algún
motel o incluso en el apartamento de aquel imbécil, quitándose las ganas que se
tenían; el cantinero le preguntó a Laurel qué iba a tomar y ella solo alzó la
mano esperando mi respuesta.
Volví mi mirada hacia una mesa atrás de nosotros y descubrí al bastardo
intentando ligar a dos chicas que compartían una conversación y un rato de
amigas; al menos las chicas parecían felices de la atención que les daba y por
lo mismo Fabio ni siquiera se dio cuenta de mi presencia. El pobre estaba en su
estado maniaco elevado a la máxima potencia y era cuestión de uno o dos días
para que entrara en depresión, ya había lidiado con él así y sabía que se podía
convertir en un tremendo grano en el culo si no se procedía de forma adecuada;
aun así, estaba furioso con ese maldito.
—Tu amante, tu problema —le dije a la preciosa y descarada mujer frente a
mí—, y es mejor que vayas a atenderlo antes de que esas chicas te ganen esta
noche con él.
Laurel no podía creer lo que le dije, su rostro era un poema y tuve ganas de
reírme por su expresión. Ni ella ni su amante eran mi problema y ya suficiente
nos habíamos jodido como para tener que seguirla soportando, lo que menos
quería en ese momento era mantenerla cerca; debía sacarla de mi vida de una
vez por todas.
—¡Eres un maldito, Darius! Y bien sabes que si ganas de follármelo tuviese
no estaríamos aquí y me importa una mierda si esas chicas me ganan la noche.
No tengo una relación monógama con él, apenas y somos follamigos. Es más,
Fabio es mi amigo en realidad y solo buscaba ayudarlo para que no cometiera
una locura en casa de LuzBel y que después se arrepienta de eso. —Esa mujer
en realidad era una parlanchina y cuando se enojaba peor.
—¿Sigue siendo mi problema? —pregunté con desdén y su rostro se volvió
rojo por la ira.
—Al menos dime con qué puedo mezclar esta cosa —bufó rendida, y la vi
sacar algo de entre sus tetas. Maldije que mi polla reaccionara a esa vista—.
Temo matarlo si escojo mal —confesó desesperada.
Intuía que la gente que LuzBel había puesto para cuidarla estaba cerca,
porque de lo contrario, me parecía estúpido que Dominik o incluso mi cuñado
la hubiesen dejado salir sola con Fabio en el estado que él estaba. Ambos nos
sobresaltamos con el grito asustado de una chica y con la risa escandalosa que
aquel maniático soltó, me giré para ver bien y lo encontré con la tipa montada
en su regazo; el grito de ella fue más bien nervioso cuando Fabio comenzó a
bailarles como si fuese un maldito stripper.
Quien hubiese conocido y visto a ese respetado doctor se habría ido de culo.
—Danos un agua mineral con limón en un vaso para whisky —pedí al
cantinero y cogí con un poco de brusquedad el vial que estaba entre las manos
de Laurel—. Esta me la vas a pagar caro —advertí entre dientes y vi que su
rostro se iluminó.
El contenido del vial era marrón como whisky y casi del mismo sabor si se le
ponía hielo. Se trataba de una especie de sedante utilizado para casos como el
de Fabio y Dominik siempre cargaba uno para momentos como el que
estábamos viviendo, el maldito por ser médico podía identificar lo que iba a
dársele, pero descubrimos que cierta agua mineral camuflaba muy bien el
sabor; no era mi puto problema sacarlo de ahí sin que hiciera estupideces, mas
habíamos sido amigos y se me hacía difícil no imaginar a mi sobrino al verlo
en aquel estado.
Una gota de ese sedante ya había sido utilizada en Daemon en el pasado y
todavía dolía recordar el haber recurrido a eso.
—Utiliza tus encantos, dulzura y haz que se lo beba hasta el fondo antes de
que cometa una estupidez —dije a Laurel utilizando aquel mote con el que ella
lo llamaba a uno cuando dejaba claro que no estaba feliz, pero tampoco la
veríamos caer—. Tendrás treinta minutos a partir de eso para meterlo en el
coche antes de que caiga noqueado —avisé, y asintió un tanto reacia a lo que le
dije al principio.
—Gracias, Pecas —musitó, y negué.
—No me las des y tampoco me llames así. Soy Darius, Laurel —le recordé y
me marché.
Me aseguré de que hubiera personas cuidando a esos dos y cuando
identifiqué a unos que ya conocía de antes les pedí que estuvieran pendientes
por si acaso Laurel no convencía a Fabio de salir del bar antes de que el
medicamento hiciera su efecto. No era de mi agrado dejarla sola, me sentí
como un maldito cobarde por hacerlo, pero ella ya no era mi problema y ambos
teníamos que aprenderlo.
Cuando llegué a casa fui a darle un vistazo a Dasher a su habitación y
después me encontré a Isabella y LuzBel en la sala de estar que tenían en la
segunda planta, justo cerca de las habitaciones de los chicos. Mi hermana se
acurrucaba entre un costado y el brazo de su marido y él acariciaba su vientre
abultado, ambos se reían por los movimientos que hacía la pequeña en su
vientre cada vez que sentía los toques de su padre y por primera vez sentí
envidia de ellos. Muchos decían que había envidia mala y buena, yo no creía
que fuese así; envidia era envidia y lo que sentíamos cada vez que nos
alegrábamos de la situación de alguien era orgullo y felicidad, también sentía
eso por ellos.
Eran mi familia y los dos sufrieron antes de llegar a donde estaban, pero
también envidié que ellos tuviesen algo que yo jamás tendría con la mujer que
todavía amaba.
Ser humano era jodido.
Pasé de ellos sin la intención de interrumpir el momento tan íntimo y me fui
a mi habitación, había hablado con Dominik antes de llegar a casa y le dije lo
que pasó, él iba de camino hacia el bar para apoyar a Laurel y justo cuando
entré al baño mi móvil vibró con un mensaje de Dom avisando que la pelinegra
ya estaba salvada y con su culo sano de vuelta a casa. Me sentí aliviado de
saber eso y me dispuse a relajarme entre la lluvia artificial y caliente que
aquella ducha me daba, necesitaba relajarme y destensar los músculos que ya
comenzaban a doler debido al estrés.
Cuando salí escuché toques en la puerta y murmuré un pase, era Laurel, y
rodé los ojos con fastidio al verla. Solo rogué para que no llegara toda
parlanchina, ya que sentía que la cabeza iba a explotarme.
—Nolan me ha llamado, intenta comunicarse contigo, pero dice que no
respondes. —Miré mi móvil y descubrí que tenía sus llamadas perdidas.
Cuando subí la mirada de nuevo a Laurel la pillé mirando el bulto que se
marcaba sobre mi toalla y tiré de un lado de mi boca en una sonrisa forzada y
burlesca que puso sus mejillas sonrojadas.
—Estaba bañándome, por eso no respondí. Gracias, ya le corresponderé —
avisé. Comencé a secarme el cabello con la toalla pequeña que tenía en el
hombro, y me miró alzando una ceja cuando hice el ademán de desenrollar la
que tenía en la cintura.
Podía mostrarle un poco y lograr que se fuera de una vez.
—¿Sí sabes que eso no me asusta? —se mofó, recordándome lo descarada
que siempre era.
—¿Quieres tener sexo conmigo, Laurel? —solté de pronto sorprendiéndola
—. Creo que no se te hizo con Fabio. Podría sacrificarme para darte tu dosis
diaria si lo deseas. —La miré como un total cabrón después de decirle eso, y
negó muy enfadada.
—Paso, gracias. Caleb está abajo, sin embargo —su sonrisa ladina fue
retadora en ese momento—, y creo que aún no he agregado un rubio caliente a
mi lista. —Se dio la vuelta y cerró la puerta de golpe sin esperar mi respuesta.
Pero lo que había dicho no me molestó para nada, en eso era muy
transparente y pude ver que solo quiso provocarme y vengarse por lo que le
propuse.

Los días pasaron volando y por primera vez lo agradecí, ya que estar cerca
de Laurel continuaba siendo difícil. Por Dominik me enteré de que Fabio
estaba teniendo unos días jodidos al haber caído al fin en depresión y la
pelinegra había intentado animarlo, ella todavía era muy inocente con respecto
a esa condición, aunque igual trataba de ayudar a su follamigo.
La casa estaba llena una vez más, Isabella no entendía la razón de que todos
estuviesen ahí y era gracioso verlos inventándole excusas. Dylan se había
vuelto un hermano demasiado meloso con ella y sentía celos de que los clones
no lo hicieran huir como conmigo, pero intuía que todo se debía a que Tess se
encargaba de consentirlos a ellos. Por cuestiones del pasado Aiden era un tanto
receloso con su tía, sin embargo, la pelirroja hacía un excelente trabajo para
volver a ganárselo. Los señores Pride también daban su cuota de mimos a los
chicos —incluido Dash y Leah—, y LuzBel se veía feliz de por fin reunirse
con sus amigos.
—¿Y ya escogieron el nombre para ese pequeño? —preguntó Isabella a
Connor y Jane después de que nos dijeron que era un varón el que esperaban.
Solo Evan, ellos dos, LuzBel, mi hermana, Dylan y yo estábamos en la sala
en ese momento.
Tess, Laurel y las demás chicas se habían ido a arreglar algunas cosas en el
salón donde se llevaría a cabo la cena de compromiso, mintiendo en que
querían ponerse al día y cazar algunos chicos; por supuesto que Dylan sabía la
razón y por lo mismo no quiso atar a su mujer para castigarla por aquel
atrevimiento.
Connor y Jane se vieron entre sí después de la pregunta hecha por Isa, e intuí
que no era fácil lo que querían decir.
—Llevará el nombre de alguien que fue muy importante para mí, a pesar de
sus errores —soltó Connor con precaución, y vi que los ojos de todos se
ensancharon con entendimiento.
—Fue importante para todos —aseguró LuzBel con pesar, e Isabella quiso
irse sintiéndose culpable, pero su marido no se lo permitió—. Honremos lo
bueno que hizo, sé que todos comprenden el proceder de Isabella.
—Y no la juzgamos —añadió Jane.
El pasado no había sido bueno para ninguno, no obstante, luchábamos por
dejarlo atrás y quedarnos solo con las cosas buenas que nos dejó.
—Jacob es un nombre precioso —se animó a decir mi hermana al ver que
nadie la culpaba de nada y adivinando el nombre que llevaría el niño—. Ojalá
que ese pequeño tenga muchos lunares para comérmelos a besos —añadió
sonriendo y soltando unas lágrimas.
LuzBel besó la cabeza de su chica entendiendo la razón, al parecer los demás
también entendieron menos yo.
No conocía ese lado de la historia.
Pasamos el resto del día compartiendo anécdotas y poniéndonos al día con lo
que respectaba a nuestras vidas, veía a mi hermana un poco indispuesta y
terminó por irse a tomar una siesta. Eso nos facilitó las cosas por hacer aún y
también nos ayudó a burlarnos de mi cuñado por lo nervioso que se veía.
—En serio tengo miedo a que diga que no —confesó y solo nos reímos más
de él por semejante estupidez. Isabella lo había mantenido a prueba un tiempo,
aunque todos sabíamos que solo él se creía tal cosa.
Al día siguiente todos teníamos tareas por hacer para que las cosas
marcharan a la perfección y, para mi buena suerte, iría al salón de evento junto
a Laurel a dejar lo que hacía falta.
Ir en coche solo con ella superaba lo incómodo y nos limitábamos a escuchar
la música que sonaba por la radio, aunque Sam Smith y su canción «Forgive
Myself» no ayudaba en nada.
—En serio, Aiden va a matarte —se animó a hablar Laurel cuando chupé la
pajita que tenía metida en la caja de jugo de manzana que robé de la
refrigeradora.
Imagino que hacer eso sirvió para que dejáramos de poner atención a la
melodía.
—No se dará cuenta si no le dices. —Me encogí de hombros y vi de soslayo
que negó.
—¡Los contó, Darius! Antes de irse a la cama. Dijo que su juguitos estaban
en peligro con su tío cerca —avisó.
—¡Mierda! —bufé arrepentido por haber hecho eso. No quería meterme en
problemas con ese chiquillo de nuevo—. Creo que pasaremos al supermercado
después de que dejemos esas cosas y luego a una juguetería porque prefiero ir
preparado si una docena de jugos no basta como disculpa. —Laurel rio
divertida, y dejé de ver un momento a la carretera solo para verla a ella.
Estaba preciosa con su cabello recogido en un moño flojo y su rostro libre de
maquillaje, esa ninfómana era demasiado angelical para lo diabla que se
comportaba.
—No te burles —pedí, también con una risa provocada por la de ella.
Seguí viendo a la carretera, aunque pude sentir que en ese momento era ella
quien me veía a mí, y por alguna razón me puse nervioso; tomó el jugo que
tenía todavía en mi mano rozando nuestros dedos en el proceso y pegó un
sorbo.
Al menos en ese momento ya no se sentía tanta tensión.
—¿Seguirás con Celine cuando vuelvas? —Bueno, la tensión había vuelto.
—Es mi amiga a pesar de todo, pero si se me da la oportunidad y eso no
implica dañarla… tal vez sí me acueste con ella de vez en cuando. —Decidí ser
sincero esa vez, pero también busqué otra cosa con esa declaración.
Lo mío con Laurel ya estaba dañado, pero todavía teníamos sentimientos
fuertes el uno por el otro y me interesaba saber su reacción.
—¿Es buena en la cama? —Me rasqué la cabeza con su pregunta. Eso no era
algo que esperaba y no mostró dolor en sus palabras, solo curiosidad.
O al menos fingía demasiado bien.
—No como tú —dije y la vi removerse en su asiento. Me detuve en un
semáforo en rojo y la miré, sus mejillas se habían vuelto rosadas—. Sigo
creyendo en lo que te dije hace tiempo: puedo estar con otras, pero con ninguna
tiemblo como lo hago contigo. —Tragó con dificultad, y sonreí—. ¿Y tú? ¿Le
darás una oportunidad a Olek? —ataqué sabiendo que con Fabio las cosas no
eran serias para ella. Se quedó en silencio.
—El semáforo ya está en verde —me avisó, y sonreí mordaz.
El que calla otorga, decía el dicho. En mi caso lo consideraba más como: el
que calla afirma y ella acababa de hacer eso.
Al final aquel tipo estaba a punto de conseguir lo que más deseaba.
—Darius, yo… —Alcé la mano para callarla cuando bajamos del coche,
pero lo hice porque mi móvil estaba vibrando con una llamada y al percatarme
vi que se trataba de Maokko.
—Estamos en el salón a punto de bajar todo —dije al responder.
—Aborten misión, la cena se cancela. —La escuché tan preocupada que
temí que Isabella se hubiese enterado de todo y se negara a casarse con LuzBel.
Al final el miedo de ese idiota sería justificado.
—¿Por qué? ¿Qué sucede? —cuestioné preocupado.
—Tu hermana ha entrado en labor de parto, creo que su pequeña tiene otros
planes muy distintos a los nuestros.
—¡Joder!
Eso fue lo único que salió de mi boca.
Nunca me había reído de felicidad y miedo a la vez, pero en ese momento
estaba sucediendo, y vi el rostro cargado de preocupación de Laurel.
El hospital era uno de los mejores y privados de la ciudad, el área donde
estaba Isabella había sido despejado por órdenes de Darius y todos los amigos
de LuzBel e Isabella esperábamos pacientes por noticias, al menos la mayoría,
ya que Pecas estaba como loco caminando de un lado a otro. Era increíble
cómo los planes cambiaban de un segundo a otro, ya tenía que haber aprendido
eso, pero me seguía sorprendiendo.
Mi amigo salió horas más tarde de aquella sala en la que lo habían metido
junto a Isabella, sus ojos estaban rojos y su rostro iluminado con la más pura
felicidad; él era el hombre más feliz del mundo y cuando me llevó a los
cuneros descubrí la razón: su hija era la cosita más tierna y hermosa que alguna
vez vi en la vida y deseé poder cargarla, pero a pesar de que ellos tenían sus
influencias no me dejaron pasar más allá de aquel vidrio de protección puesto
que con la vida de los bebés no había poder que valiera.
La opresión en mi pecho no era solo de felicidad, sin embargo, traté de ser
fuerte porque mi amigo no merecía que dañara su momento con mis lamentos.
Solo me quedaba ser feliz por ellos.
—¿Cómo se llama? —le pregunté con la voz entrecortada, las lágrimas
habían salido sin poderlo evitar.
—Abigail —dijo orgulloso, entendí la razón porque conocía el significado y
me encantó saber que había escogido un nombre tan acertado para su princesa
—. Escondí el anillo de compromiso entre la manta de ella y cuando Isabella lo
descubrió se sorprendió, pero aceptó ser mi esposa —soltó, y lo miré
anonadada.
Ni la cena con los mejores lujos u otras ideas grandiosas que existían para
pedir algo tan importante, se comparaban al momento que LuzBel eligió, y
admitía que me asombraba en demasía que un tipo como él hubiese pensado en
esa ocasión tan certera.
—Cierra la boca, no tendrías que sorprenderte tanto de que sea tan grandioso
y un hijo de puta con una inteligencia inmensa —se mofó, mis ojos se
ensancharon.
—¡Joder! Serías más grandioso si no abrieras la boca para decir estupideces
—señalé, pero estaba tan feliz que mi comentario le sirvió más como halago—.
Aunque admito que hasta yo hubiese aceptado una proposición hecha en un
momento tan perfecto —cedí, y él se encogió de hombros con displicencia.
Cuando Isabella estuvo recuperada y la pasaron a una habitación nos
permitieron verla, estaba feliz y aquel hermoso anillo relucía en su dedo
sabiendo que fue creado solo para ella. La rosa negra hacía un contraste
hermoso con lo blanco de su piel, pero nada se comparaba con la felicidad que
le iluminaba el rostro; no solo se había convertido en madre una vez más, sino
también en la prometida del hombre por el que tanto sufrió y luchó.
Se merecían todo lo bueno que les estaba pasando.
Los niños fueron a conocer al día siguiente a la nueva integrante de la
familia, fue lo más grandioso que presencié, sobre todo al ver al más serio de
ellos con una sonrisa hermosa y genuina. Estaba acostumbrada a ver a Aiden y
Dasher sonreír felices, mas no a Daemon, eso era algo increíble de obtener, y
esa cosita entre sus pequeños brazos lo logró con una facilidad tremenda.
Habían deseado tanto a una hermanita que cuando sus papás decidieron
dibujarla fue como un tremendo ¡boom! De felicidad para ellos.
Supe que Darius no quería despegarse de su sobrina por nada del mundo,
pero era un padre responsable y sabía que su hijo lo necesitaba, así que no tuvo
más remedio que dejar el hospital pronto y esperar hasta que la pequeña
estuviese en casa. No hubo cena, pero sí compromiso al final, y celebramos en
honor a nuestros amigos como se debía hacer.
—¡Salud por la vida, que a pesar de ser una perra nos da momentos tan
bellos! —grité con un shot en mi mano. Todos gritaron salud al unísono, y vi la
risa divertida de los señores Pride al presenciar las locuras que hacíamos y las
tonterías que salían de mi boca.
Alcé el pequeño vaso y mi mirada se cruzó con la de Darius, todos
estábamos pasados de copas y, aunque tratábamos de no hacer demasiado
escandalo porque los niños dormían, de vez en cuando unas tremendas
carcajadas se nos escapaban. Me reí cuando Maokko se fugó con Marcus, Lee
se llevó a Dom, Jane a Connor y Tess a Dylan, hasta los señores Pride nos
abandonaron; supuse que las parejas tenían ganas de hacer travesuras y Lee al
fin iba a amarrar a Dominik a la cama para follárselo de una buena vez. Negué
divertida al darme cuenta de que solo nos habíamos quedado los que estábamos
solteros y, cuando sus temas de conversación se convirtieron en pláticas chinas
para mí, me despedí dispuesta a darme una ducha y después dormirme o
intentar hacerlo.
No quise tardarme mucho en el baño y al salir solo me vestí con unas bragas
blancas de algodón y una playera de Darius que siempre me gustaba usar, había
dejado algunas en mi apartamento y, al ser tan cómodas, decidí no
devolvérselas y usarlas como pijama. Nuestra última conversación se reprodujo
en mi cabeza, él iba a seguir con Celine y ya no lo juzgaba por eso, era su
derecho acostarse con quien quisiera así como también el mío. Ya no
estábamos juntos, éramos libres de follar con quien se nos diera la gana y Pecas
era consciente que me molestaba que siguiera con Rulitos, pero igual para mí
lo era que a él le molestaba que yo lo hiciera con Fabio y lo dejé con dudas
referente a Olek, mas no iba a responder a algo de lo que no estaba segura.
Hubiese sido un error decir de esa agua no beberé porque me podía dar
demasiada sed.
Todo podía suceder y Olek era un tipo que me atraía, fue mi primer amor y
no era un secreto para nadie, tampoco pecaba o era hipócrita por aceptarlo de
una forma abierta. Me gustaba, sí. Sin embargo, había respetado mi relación
hasta donde pude, di lo mejor de mí a pesar de mi gusto por los hombres y no
me funcionó, triste pero cierto.
—¿¡En serio!? Es la mejor noticia que me has dado, te amo. —Me tensé
cuando escuché esa voz fuera de mi habitación. Sabía que era Darius y una
opresión en el pecho me dificultó respirar por unos segundos.
Había finalizado lo que creí que era una llamada con una risa divertida y un
«te amo», la facilidad con la que dijo tal cosa me hizo sentir patética por haber
creído que aquel sentimiento lo tenía por mí, pero me di cuenta de que era un
donjuán y endulzar el oído de las mujeres con esa frase, su peor bajeza.
Ni siquiera me detuve a pensar nada cuando comencé a caminar hasta la
puerta y lo encontré a punto de entrar a su habitación, me abalancé sobre él y le
di un tremendo empujón que casi lo hizo caer de bruces dentro de la oscuridad
de la recámara. Me miró aturdido por lo que acababa de hacer y sin poderse
creer que lo atacara por la espalda —punto fuera para mí por esa bajeza—,
pero no pude contener mi rabia después de escucharlo.
—¡Hijo de puta, hipócrita y mentiroso! —espeté, a pesar de la poca luz en su
habitación, pude ver sus rasgos aturdidos por mi arrebato—. ¿¡Qué acaso nadie
te enseñó que no debes ilusionar a nadie con una palabra tan fuerte!?
—¿¡Qué mierda está mal contigo!? —repuso molesto.
Sí, era una loca celópata en ese instante.
—¡Lo mismo me pregunto de ti! ¿¡Nadie te dijo que la peor bajeza de un
hombre es jurarle amor a una mujer cuando no lo siente!? ¿¡Nunca te
explicaron que no debes decir te amo a alguien por quien no sientes nada!?
Era oficial que me había vuelto estúpida por meterme en una pelea como esa
con él, pero sentía celos y rabia.
—¡Fantástico! Ahora escuchas mis putas conversaciones —negué y la ira se
apoderó de mí cuando en lugar de responderme me reclamó algo que ni
siquiera sabía.
Típico de él, comencé a creer.
Sin que lo esperara una vez más, me fui sobre él y comencé a golpearlo con
los puños, tal cual me dijo Maokko que hiciera. Era un imbécil por haberme
dicho que me amaba y me enfurecía más haberle creído tan fácil para después
comprobar que no era a la única que se lo decía.
—¡Demonios! ¡Estás bien loca! —gruñó y con facilidad me cogió de los
brazos para luego tirarme sobre su cama.
Reboté en ella, pero estuve lista a sentarme y verlo con ganas de asesinarlo;
me fui sobre él de nuevo y esa vez en lugar de tirarme sola, lo hizo conmigo y
me apresó las manos por encima de la cabeza con una sola de las de él. Era
muy fácil controlarme, ya que tenía una fuerza increíble, aun así luché con su
agarré.
—Estate quieta. ¡Joder! —gruñó.
—Entonces suéltame, puto cobarde —exigí, y me cogió con la mano libre de
la barbilla.
—Estaba hablando con LuzBel, no con otra mujer.
—¡Puta mentira! —escupí, era un estúpido si creía que me tragaría eso.
—Isabella vuelve mañana a casa y LuzBel me llamó para avisarme, a veces
lo jodo diciéndole eso cuando nos despedimos. —Me removí de nuevo y se
metió entre mis muslos. Odié que su ingle rozara mi sexo cubierto solo por las
finas bragas que usaba y que reaccionara a ese movimiento que había sido de
todo menos brusco—. ¡Quédate quieta! ¡Maldición!
—¡Suéltame entonces!
—¡No! —zanjó—. Solo mi madre, mis hermanas, Dasher y tú han merecido
que les diga esa palabra en serio —aseveró, y mi corazón latió frenético con el
rumbo que estaba tomando esa discusión—, y puedes follar con quien quieras,
yo puedo hacerlo también, pero eso no cambia las cosas. Te amo, y odio ahora
mismo hacerlo porque me estás volviendo loco —gemí cuando se rozó de
nuevo con mucha brusquedad sobre mi coño y sentí que mis bragas
comenzaron a humedecerse.
Eso era de todo el tipo de malo que me podía suceder en ese momento.
—También odio hacerlo porque tú y yo somos como dos trenes
encontrándose en el mismo carril a toda velocidad y ambos sabemos lo que
sucede cuando hacen impacto. —Me miró serio, lo hizo por tanto tiempo que
llegó a intimidarme.
—Choquemos de una puta vez entonces —bufó, y lo miré sin saber a qué se
refería—. ¡A la mierda con las consecuencias de esto! —Quise saber a qué se
refería, mas su boca no lo permitió.
Comenzó a comerme la boca con una brusquedad a la que no estaba
acostumbrada de su parte y, sin embargo, me vi respondiendo porque su lengua
me exigió entrar y lo había deseado tanto que cedí de inmediato. Estábamos
chocando como el ejemplo que le di de los trenes, mi cuerpo comenzó a
temblar por la necesidad de sentirlo sin ropa sobre mí, estaba comprobando una
vez más que sus palabras eran demasiado certeras; esa reacción era algo que
solo lograba ese hombre, mas no iba a decírselo, no daría mi brazo a torcer en
ese instante para permitirle que su ego creciera.
El sabor del alcohol suyo se mezclaba con la menta que dejó en mi boca la
pasta dental, gemí cuando me mordió con fuerza y a la vez arremetió su polla
cubierta por su pantalón contra mi centro; mis pezones se endurecieron con el
roce de su pecho y su mano libre comenzó a descender hasta llegar a mis
piernas.
—Esto es un error, uno tan grande como el infierno —le dije entre el beso.
—Nos merecemos una buena despedida —alegó, y me separé de él al
escucharlo.
Se trataba de eso, quería follarme solo como despedida.
Ambos jadeamos con torpeza cuando nos miramos, también temblábamos
por el deseo de nuestros cuerpos; estábamos siendo unos idiotas, nos
amábamos, pero yo no podía perdonar su infidelidad, iba contra mí hacerlo, y
Pecas no podía con mi estilo de vida, no tenía duda de lo que ambos sentíamos,
pero no teníamos el amor suficiente como para enfrentar esa dificultad.
Él me culpaba, yo no lo perdonaba. Más jodido no podía ser eso.
—Un acostón por los viejos tiempos —dije siendo tan idiota como él.
—Una despedida que nos recuerde lo bueno que fuimos juntos —añadió.
—Así de hijos de puta somos —señalé y sonreí ocultando mi dolor—, pero
está bien, romperé las reglas una última vez contigo. —Fue mi única
advertencia antes de arremeter contra su boca.
Me soltó las manos al fin y tuve la libertad para sacarle la camisa, se
arrodilló entre mis piernas y levanté las caderas para ayudarle a que me sacara
las bragas; íbamos a chocar y ya no había vuelta atrás. Mi camisa siguió y
quedé expuesta ante él, se relamió los labios al verme, y también lo hice
cuando vi su pantalón más abajo en sus caderas, enseñándome la cinturilla de
sus bóxer y su cinturón de adonis tan bien marcado. Se puso sobre mí
sosteniendo la mayor parte de su peso en el brazo que tenía apoyado a un lado
de mí y buscó mi boca, sus besos bajaron hasta llegar a mis hinchados pechos y
sacó la punta de la lengua para lamer mis pezones; me agarré a las sábanas con
temor a deshacerme de placer y sentí que mi vagina comenzó a hacer brotar
demasiada humedad.
Sus besos siguieron hasta llegar justo arriba de mi abertura y casi chillo solo
por sentir cómo su respiración se burlaba de mí.
—Jugaría más contigo para torturarte, pero ahora mismo también me
torturaría yo —señaló, alcé la cabeza para verlo, y sin ninguna advertencia
enterró su boca en mi coño.
Gemí y no solo por sentir su lengua sino también por los sonidos de
satisfacción que él hacía al saborearme, sus lametazos abarcaban todo mi
espacio hasta llegar a mi entrada y enterrarse un poco ahí. Sudor frío brotó por
todo mi cuerpo y halé la almohada para morderla y evitar que mis jadeos
fuesen escuchados por más personas en la casa.
—¡Mierda! —gruñí cuando sentí un mordisco, y Pecas sonrió sin dejar su
trabajo.
El bastardo sabía lo que hacía, cuánto me enloquecía cuando me trataba con
delicadeza y rudeza. Una mezcla demasiado excitante.
Enganché una pierna a su cuello y quise cerrar la otra cuando el deseo por
correrme llegó demasiado pronto, Darius la mantuvo abierta e incluso la apartó
de manera que quedara más expuesta para él. Su lengua era suave y dura en los
momentos justos, un sonido grueso salió de mi garganta y la almohada lo
amortiguó cuando su mano llegó a mis pechos y los masajeó, los movimientos
eran rápidos de pronto y su saliva salía para mojarme más de lo que ya estaba.
—¡Oh, cielos! —dije al sentir que ya iba a correrme, mis labios estaban fríos
y mi garganta seca por el aire que inhalaba con desesperación.
—Todavía no, dulzura —exigió él apartándose de mí.
Salió de la cama para terminar de desvestirse y cuando su polla estuvo libre
no pude contenerme, lo seguí hasta la orilla del colchón y apoyada en mis
manos y rodillas busqué la corona de su pene. Sentí la gota de líquido
preseminal en mi lengua y lo esparcí con la punta, lo miré a los ojos y le sonreí
al verlo tan excitado de verme en aquella posición y con su miembro en mi
boca.
—Demuéstrame lo buena que eres con él. —Su voz sonó con demanda y
tenía suerte de que me dejara dominar solo en la cama.
Cogió mi cabello con una sola mano y se hundió con cuidado en mi cavidad
bucal, ambos gemimos en ese instante; mi saliva lo recubrió hasta la mitad, mi
boca se estiró por su grosor y comencé a follarlo de esa manera. Mi posición le
daba la oportunidad de tocarme desde atrás y la caricia que dio en mi espalda
hasta llegar a mi coño me estremeció de pies a cabeza, su placer era el mío y
viceversa, pero en ese momento los dos nos estábamos complaciendo y
consintiendo al mismo tiempo. Sentí cuando comenzó a mojarse más y por
supuesto que creí que estábamos conectados, ya que reaccioné de la misma
forma casi de inmediato.
—¡Demonios! Creo que no podré ir tan lento como pretendía —avisó y salió
de mi boca.
Hizo que me acostara bocarriba y me haló de los tobillos hasta que mi culo
salió un poco de la cama. Colocó mis piernas en su torso, mis talones se
acomodaron en sus hombros y sentí cuando llegó a mi entrada; rozó mi clítoris
con la cabeza de su polla y me hizo comprobar lo húmeda que me tenía. Sonrió
como un total cabrón cuando me sintió así y me penetró abriéndome casi con
rabia, pero ambos sabíamos que yo disfrutaba de un poco de maltrato cuando al
sexo se refería.
—¡Shss! No hagamos un escándalo, cariño —pidió, y mordí mi labio para
contener los gemidos.
Se sentía magnifico volver a tenerlo dentro de mí; podía ser una adicta al
sexo y haberlo probado en todos sus sabores, colores, géneros y tamaños, pero
ese hombre era el único que me hacía sentir todo. Darius no solo me penetraba,
sino que también se conectaba a mí de formas inimaginables; era casi como si
nos fusionásemos en ese acto, su cuerpo era el mío, el mío era el suyo, y
sentíamos por ambas partes. Podíamos decirnos de mil maneras que en ese
momento lo que hacíamos era solo sexo, mas en nuestro interior sabíamos que
no era solo eso, era más… mucho más que simples deseos de follarnos y
despedirnos.
Me hizo poner los pies a cada lado de sus costados y metió los brazos entre
el hueco que dejaban mis pantorrillas con los muslos hasta colocar sus manos
en el interior de mis piernas, y con eso me extendió más. Me sentía como un
maldito pretzel en ese instante con aquel nudo que hizo con mi cuerpo, pero
amé esa posición porque logré sentirlo hasta la empuñadura; en ese momento
éramos el mejor ejemplo de una buena empalada. Sus caderas machacaban las
mías y sus bolas golpeaban donde empezaba mi culo por lo fuerte que me
empotraba, mis pechos estaban amenazados con quedar flácidos por los
movimientos bruscos y su rostro al igual que el mío se desfiguraba por el más
puro placer.
Mis paredes vaginales apretaron su polla avisándole que pronto iba
correrme, una neblina blanca comenzó a inundarme hasta el punto de casi
hacerme perder la conciencia y mis caderas encontraron la forma de
compaginarse con sus embistes haciendo todo todavía más intenso; Pecas
gruñó y yo no pude contener mi gemido. Todo el mundo en casa iba a saber lo
estaba pasando en esa habitación y me importó una mierda, las parejas podían
inspirarse con nosotros y los solteros iban a tener buen material para un pajazo,
y solo rogué para que los niños no fueran a despertarse cuando el orgasmo me
hizo perder la cordura.
Darius estaba igual que yo, su cuerpo bañado en sudor, y no sentí pudor
alguno cuando deshizo su nudo y bajó su torso a mi pecho para lograr besarme
y callarme de paso.
—¡Mierda, mujer! —gruñó, y sus manos agarraron mis piernas con
demasiada fuerza. Me dolió, aunque también fue el empujón que necesitaba
para correrme de una vez por todas.
—Te amo —dije sin importar el momento que estábamos pasando, gimió y
los movimientos que yo hacía junto a mi orgasmo lo hicieron correrse junto a
mí. Sentí su semen derramarse en mi interior y sonreí satisfecha.
—Yo también… te amo. —Logré escucharlo susurrar en mi oído, entre los
gruñidos y gemidos que aún salían de ambos.
Tristeza y felicidad me embargó en ese instante acompañando al placer.
Felicidad por saber que nos amábamos y tristeza al ser consiente que solo
nos estábamos despidiendo. Nuestra historia no podía ser en ese momento,
éramos el uno para el otro, el amor que queríamos en nuestras vidas, pero tal
vez no el que la vida había preparado para nosotros; si seguíamos juntos,
corríamos el riesgo de volvernos dañinos porque ninguno de los dos había
perdonado de verdad.
Se sintió horrible cuando salió de mi interior, me besó una vez más y
después se fue hasta el baño para tomar una ducha; no nos dijimos nada, mas
las acciones demostraban cosas que herían. El beso que nos dimos tuvo sabor a
despedida, así que, cuando escuché el agua correr, me puse la ropa y salí de la
habitación no sin antes coger su móvil solo para buscar una canción que deseé
que escuchara luego.
«Surrender» de Natalie Taylor.
Estaba hecho. Habíamos chocado por última vez.
Un año después…

—¿Puedo quedarme a dormir con mi mamita hoy? —Dasher estaba frente a


mi escritorio, en la oficina que tenía en nuestra casa. Sus palabras eran claras al
fin, así como su determinación en ese momento.
Llamaba a Laurel así, aunque la pelinegra quiso evitarlo y le explicó de mil
maneras que no era correcto que se refiera a ella de esa manera, pero mi hijo
era obstinado y no dio su brazo a torcer en ningún momento. A pesar de que
entre nosotros ya no había nada, no le negué al pequeño la oportunidad de verla
y su lazo se hizo tan fuerte como el de una madre e hijo; las cosas no fueron
fáciles desde nuestra ruptura, sin embargo, ambos aprendimos a vernos como
jefe y empleada hasta que su contrato finalizó dos meses atrás.
Los clubes habían crecido bajo su administración y, aunque le di la
oportunidad de renovar el contrato y le ofrecí el doble de pago, se negó
alegando que tenía sus propios negocios para atender; era una mujer exitosa y
con la ayuda de Olek montó una empresa de floricultura que, según sondeos,
pronto se posicionaría en la cima de su rama. Por mi lado, después de volver de
Italia aquella vez en la que tuvimos nuestra despedida, me dediqué a mis
negocios y extendí los mismos hasta meterme al rubro de los restaurantes;
trabajaba desde casa a veces para poderle dedicar a Dasher el tiempo que se
merecía y me ayudaba mucho el que Laurel lo viera como su propio hijo y se lo
llevara a su apartamento para poder disfrutar de él sin que tuviese que tratar
conmigo.
Era una lástima que nuestra amistad se perdiera después de todo. Fue mi
primer amor y nadie llenó el espacio que dejó, no hasta ese momento.
—¿Ella está de acuerdo? —pregunté a mi hijo, le hice una señal con la mano
para que se acercara a mí. Lo tomé del torso cuando llegó a mi lado y lo senté
en el escritorio para que quedara a mi altura.
—Sí. Mañana vamos a ir a comprar las cosas para mi cumpleaños y otras
para la boda de mis tíos —avisó, recordándome que en una semana más
cumpliría seis años y que mi hermana se casaría dentro de dos meses—. Olek
nos llevará al cine —añadió, y contuve una maldición.
Me enteré de que él y Laurel comenzaron a salir un mes atrás y me dolió
saberlo, pero estaba en su derecho.
Yo tenía el mismo y por lo mismo había invitado a cenar a Celine la noche
anterior, nuestra amistad continuó, mas distante y sin sexo; prefería
desahogarme de otra manera, pero ya estaba harto de jalármela pensando en
una mujer que ya no era mía, aunque en realidad nunca lo fue.
—¿Ella vendrá por ti? —asintió—. Bien, campeón, vamos a arreglar tu bolso
de viaje —lo animé, y me sonrió feliz.
Ya me era fácil manejarme con ese pequeño, aprendí entre errores y aciertos,
pero al final nos convertimos en la mejor dupla; pasé el tiempo que me
quedaba con mi hijo y dejé el trabajo de lado. Quería aprovecharlo, ya que no
lo vería hasta el siguiente día por la noche.
—¿Listo para una nueva aventura, compañero? —Me reí al escuchar a
Laurel diciéndole aquello cuando llegó por Dash, él la miró con una enorme
sonrisa.
—¡Listo! —gritó emocionado.
Me regaló una sonrisa y saludó con un «hola» cuando me vio, le entregué el
bolso con cuidado de no tocarla, lo deseaba, pero no era conveniente. Estaba
con un pantalón de mezclilla gastada y un suéter de lana color rosa pálido, su
cabello en una coleta y unas zapatillas muy cómodas enfundaban sus pies.
—¿Está bien que te lo traiga a las diez de la noche, mañana? ¿O no estarás
en casa? — preguntó curiosa, era la primera vez que deseaba saber eso.
—Aquí estaré, saldré hoy aprovechando que te lo llevas —dije, y sonrió,
alcé una ceja por su acción tan maliciosa y esperaba que hablara de una vez por
todas.
—Me vi con Celine hoy, me comentó algo —confesó, y negué.
Bien decían que jamás comprenderíamos a la mujeres, Laurel por ejemplo:
me odió y nunca me perdonó por lo que hice, pero se había vuelto amiga de
Celine en los últimos meses y, por lo que veía, se llevaban muy bien, tanto, que
hasta se contaban todo.
—Bueno, entonces creo que ya sabes nuestros planes —dije alzando las
manos.
—Me parece bien que se den una oportunidad, ella es una excelente chica.
—La miré incrédulo, y rio como si yo hubiese tenido monos en la cara—. No
seas exagerado, Pecas. Sé que no la tragué al principio, pero sabes la razón;
cuando tú ya no estuviste en el medio descubrí que es una excelente chica y me
alegro de verdad por ustedes. —Mi mirada cambió a divertida y me deleité con
su forma de llamarme.
Era la primera vez que hablábamos así y, aunque el tema era mi salida con
Celine, me hizo feliz poder estar de nuevo en tranquilidad con la única mujer a
la que en verdad amé.
—No puedo decir lo mismo de ti y Olek, pero sí me hace feliz que logre
poner esa hermosa sonrisa en tu rostro y que me la regales ya sin ganas de
matarme —solté y sus mejillas se tiñeron de rosa. La risita de Dasher nos
interrumpió y sabía que esa mujer iba a amar más a mi hijo por sacarla de aquel
embrollo conmigo.
—Mañana a las diez —se despidió, y asentí.
—Hasta mañana, campeón. —Besé a mi hijo y tuve la intención de
acercarme a ella para despedirme, sin embargo, me detuve sabiendo que era
algo muy apresurado e incorrecto—. Disfruten —dije y me fui a mi despacho.
Llegué por Celine justo a las ocho de la noche, vivía sola desde hacía un
tiempo y, aunque su familia me caía bien, no los frecuentaba mucho. Estaba
muy hermosa enfundada en un vestido negro muy peculiar, pero lo que me
sorprendió fue ver su cabello lacio y con unas pocas ondas en las puntas; era
raro no ver la mata de rizos rebeldes que la hacían única. Sin embargo, su
belleza seguía siendo nata.
—¿Los extrañas? —preguntó señalando su pelo, y me reí.
—Te ves hermosa, pero sí es extraño no verlos —acepté, y sonrió pícara—.
¿Qué?
—Hay muchas maneras en las que los puedes hacer volver si deseas y no me
refiero a que me derrames agua en la cabeza. —Alcé una ceja y me reí aún más
al escucharla. Comprobé que también podía ser un poco descarada cuando
quería y eso me gustó.
Nos fuimos para el restaurante que era uno de los que había abierto meses
atrás y nos la pasamos muy bien comiendo, bebiendo, charlando y riendo de las
locuras que a veces decíamos. Siempre me llevé bien con esa chica y me sentía
muy a gusto a su alrededor, nos entendíamos y apoyábamos como amigos,
también lo hicimos cuando fuimos amantes y, mediante el tiempo iba
corriendo, más deseaba volver a probarla.
Tenía planeado llevarla a bailar, no obstante, los planes cambiaron cuando el
alcohol nos achispó a ambos y decidimos que era hora de ir a su apartamento.
No había estado con una mujer por mucho tiempo y mis ansias por probar a la
chica frente a mí, y hacer que sus rizos aparecieran después de hacerla sudar a
base de placer, se hizo más fuerte; cuando llegamos a su hogar me ofreció algo
de tomar, pero opté por besarla hasta que terminamos en su recámara y
desnudos.
Esa vez fue diferente a las anteriores, en el pasado me limité a muchas cosas
porque no las sentía correctas, pero ya no era el caso, así que hice de todo para
darle placer, le mostré lo que era estar con un verdadero hombre y me satisfice
en demasía con sus gemidos y deleite. Gritó, gimió y jadeó mi nombre hasta
que ambos estuvimos satisfechos después de horas, y terminamos durmiendo
juntos y abrazados.
Cuando desperté horas más tarde, descubrí que haber hecho eso no se sentía
mal y en realidad me gustó mucho el haberme quedado a su lado y no huir
como antes lo hice.
Pasamos todo el siguiente día juntos y los demás días también, Dasher se
llevaba muy bien con ella y me divertía verlos jugar, sobre todo porque Celine
se convertía en una niña cuando estaba con él y mi pequeño disfrutaba de eso.
A Laurel no volví a verla después de que llegó por Dash días atrás y algo me
decía que era lo mejor, pero el cumpleaños de mi hijo llegó y por supuesto que
ella estaría presente siendo la organizadora de su pequeña fiesta, toda mi
familia también se hizo presente y fue una alegría para todos que esa vez
Dominik se uniera al viaje y llevara a Leah a una fecha tan importante para mí.
Mi hermana estaba hermosa, su hija ya tenía un año y los clones eran unos
tremendos protectores con ella y mi otra sobrina. Leah y Abby eran las
princesas custodiadas por los peores y mejores soldados, peores porque se
pasaban en la sobreprotección y mejores, ya que a pesar de ser unos niños, las
cuidaban como adultos. Aiden, Daemon y Dasher nos hacían un poco más fácil
el trabajo a los hombres mayores y nunca lo aceptaríamos frente a Isabella,
pero éramos felices y estábamos tranquilos de que esas niñas se casarían al
menos hasta que tuviesen cuarenta años.
—Tu hija es hermosa —halagó Celine, tenía en brazos a Abby y mi pequeña
princesa admiraba el cabello de la chica. Isabella reía al ver eso.
Las había presentado horas antes, lo hice con todos cuando Celine llegó a
casa para ayudar; mi hermana estaba feliz de que retomara mi vida y admitió
que, aunque me hubiese querido con alguien más, se alegraba de que mi novia
fuera una persona tan maravillosa como la mujer que cargaba a su hija. Aclaré
que no éramos novios todavía, pero alegó que, después de acostarme con ella y
que la presentara con la familia, la etiqueta ya estaba más que puesta.
—Gracias, te aseguro que ella piensa lo mismo de ti. Solo mira cómo te ve
—dijo Isa.
Me alejé de ellas un rato y me llevé a Dasher y a Leah conmigo cuando otros
invitados llegaron, a mi hijo le encantaba caminar con Leah siempre tomados
de la mano y muchas veces los clones se peleaban por eso con él.
A lo lejos vi a Laurel riéndose de algo que Olek le había dicho y el pinchazo
que sentí fue tan inesperado como indebido; dejé de verla cuando la madre de
Celine se hizo presente y fui a recibirla.
—Es bueno volver a verla, señora Sandell —saludé, y me sonrió.
—Gracias por invitarnos, cariño. Mi esposo también está aquí, pero se quedó
atendiendo una llamada —avisó, y asentí—. Celine está feliz de volver a
retomar su amistad contigo y nosotros también. —Me sentí un poco incómodo
cuando dijo eso, ellos solo nos creían amigos y esperaba que no se molestaran
cuando se enteraran de que no éramos los amigos que creían.
—El trabajo nos alejó un poco —mentí.
Me sentí aliviado cuando Celine se nos unió y, ya que tanto Laurel como yo
estábamos atendiendo a todos, los dejé y me fui a hablar con otras personas no
sin antes percatarme cuando la pelinegra se acercó a Celine y esta última le
presentó a su familia.
—Admito que es raro estar todos en el mismo lugar, pero si ellas se llevan
tan bien, por qué nosotros no. —Olek había llegado a mí y señaló a Celine y
Laurel. Me reí por su estúpido comentario, aunque no dije nada.
—No tengo nada contra ti, si es lo que piensas. Solo no he tenido tiempo
para socializar —dije y tomé el jugo de manzana que me daba.
—Salud por tu hijo. —Alzó el suyo, y lo imité—. Por cierto, jamás había
estado en un cumpleaños donde el jugo de manzana fuese la bebida principal
—añadió, y negué. Dio otro sorbo y lo saboreó.
—Espera a que la fiesta de los niños acabe y le añadiremos algo más fuerte,
también lo terminarás amando —aseguré.
Era cierto que odiaba verlo con Laurel, pero era consciente de que la vida
seguía y él solo estaba aprovechando una oportunidad que le cedí fácil.
La fiesta continuó hasta que la hora de partir el pastel llegó, cantamos el
«Feliz cumpleaños» al unísono y vi a Dasher viéndome a mí y a Laurel antes
de soplar las velitas de su pastel, los clones estaban a su lado esperando a que
diera la típica mordida y en mi cámara quedó grabado el momento en que
ambos niños metieron toda la cara de mi pequeño en el pastel embarrándolo
con crema. Dasher reía a carcajadas, se limpió el rostro con las manos y lo que
quedó en ellas lo puso en el de sus primos desquitándose por lo que le hicieron.
Ese día fue casi perfecto.
Lástima que no todos fuesen así, pues los que siguieron se comenzaron a
convertir en un fiasco; la familia de Celine se enteró de que nuestra amistad iba
más allá de eso y se opusieron como si yo hubiese sido un maleante a punto de
arruinar a su hija. No supe la razón, pero terminé amenazado por su padre para
no ver más a su hija, eso era algo absurdo, ya que la chica era mayor de edad e
independiente y estaba muy decidida a seguir conmigo a pesar de que sus
padres quisieron evitarlo y, ya que me sentía muy cómodo con ella, también
estuve dispuesto a ir contra la corriente.
—He querido hablar con Laurel, pero no he podido. —Estaba en la nueva
casa que mi cuñado había comprado en la ciudad y hablaba por teléfono con
Celine.
—¿Y con ella para qué? —le pregunté.
—Descubrí a mamá en una salida y se reunió con ella, odio creer que
Laurel la esté influenciando, pero es lógico que lo piense después de ese
cambio que mi madre tuvo contigo —informó y me sorprendió. Alcé la vista
cuando vi a la susodicha llegar a casa de mi hermana y decidí aclarar la duda
de Celine.
—Tengo que colgar, voy a llamarte pronto —avisé y no esperé su respuesta
para cortar.
Caminé hasta llegar cerca de las chicas.
—¿Podemos hablar? —pedí a Laurel sin saludarla antes, y asintió extrañada.
Mi hermana me dio una mirada de advertencia, y negué con fastidio porque
siempre creían lo peor cada vez que Laurel y yo estábamos juntos, pero, si las
sospechas de Celine eran ciertas, estaba seguro de que nuestra conversación no
sería tan buena después de todo.
Guie a Laurel hasta una habitación que LuzBel estaba preparando con
paredes insonoras y la metí ahí porque no deseaba que nos escucharan, íbamos
a tener una larga charla y no creía que fuese tan silenciosa.
—Hola, Darius —saludó con sarcasmo—. Es algo extraño que me traigas a
una habitación, por cierto.
—No es para lo que piensas. —Aunque lo deseaba, mas no era posible ya—.
Celine asegura que sus padres se oponen a una posible relación entre nosotros
y piensa que tú tuviste algo que ver en eso. —La tensión en su cuerpo me puso
muy de malas—. ¿Tiene razón de pensar así? —Calló al oír mi pregunta.
—Es posible que ellos quieran a alguien más para su hijita. —Su respuesta
careció de gracia y sobre todo de seguridad.
—Me decepcionaría creer que te has vuelto tan falsa, Laurel Stone —advertí
con voz dura—, pero más lo haría que estando tú en una relación con Olek, y
después de tanto tiempo separados, te quieras meter en algo que deseo
comenzar con esa chica.
—No te confundas, Darius —pidió con nerviosismo—. No soy nadie para
meterme en tu vida, pero esta vez sí creo que no te conviene una relación con
Celine —admitió, y no supe cómo reaccionar a su confesión, ya que me tomó
por sorpresa—, y no tiene nada que ver con lo que hubo entre nosotros.
—¿Y con qué tiene que ver? Explícame porque no entiendo nada. Los
señores Sandell se llevaban bien conmigo y ahora parece que me odian, me
creen el peor hombre para su hija y odio creer que tú tienes algo que ver con
eso.
—Te comprendo, pero esto no es algo mío para decirte —bufé cuando la oí
decir eso.
—¿Pero sí era tuyo decirles algo a ellos para que se comporten así? —
pregunté satírico, de nuevo calló—. Yo no me metí más en tu vida, Laurel. Te
dejé en paz desde aquella vez en Italia, aunque me hirviera la sangre de furia
cuando me enteré de que iniciaste una relación con Olek; te he dejado ser feliz
y acepté mi derrota contigo, mas ahora que ves que quiero algo con Celine te
metes a joderme todo. ¿Qué mierda te pasa?
Dejé que la furia me ganara en ese momento y me acerqué a ella más de lo
necesario, no nos tocamos y, sin embargo, sentí la calidez de su cuerpo y el
movimiento brusco de su pecho me confirmó que su corazón estaba acelerado.
—¿En serio eres de las que no quiere nada conmigo, pero tampoco que esté
con nadie más? —inquirí y una pizca de furia brilló en sus ojos.
—¡Imbécil! Nada de lo que está pasando tiene que ver con lo que hubo entre
nosotros, solo estoy evitándote una aberración. Pero hay cosas que no puedo
decírtelas y por lo visto alguien es demasiado cobarde para aclararles las cosas
a ti y a tu noviecita —dijo indignada.
Quiso alejarse de mí, pero la tomé del brazo para evitarlo y así también le
impedí que se fuera si acaso pensó hacerlo.
—No seas cobarde tú y háblame claro. Hazlo por lo viejos tiempos y, si
crees que estoy cometiendo una aberración, entonces dímelo, porque créeme,
Laurel, no voy a dejar a Celine solo porque sus padres o tú no nos quieran ver
juntos. No seas egoísta, yo también merezco buscar la felicidad —aclaré y odié
ver la tristeza en sus ojos en esos momentos, pero necesitaba aclararle ciertas
cosas, así nos doliera a ambos.
—Te juro que no tengo nada que ver en esto y he intentado que te hablen con
la verdad, pero por lo visto les es más fácil alimentar una mentira con otra, y
eso es lo que la madre de Celine ha estado haciendo. —La miré sin comprender
una sola palabra.
Me sorprendió cuando me tomó de la mano y me llevó hasta sentarnos en
unas sillas que estaban cerca de la ventana, puso la suya frente a la mía y
suspiró con fuerza.
—Me estás asustando —confesé, y sonrió para tranquilizarme. No lo logró.
Me hizo una señal de mano para que esperara y la vi sacar su móvil, marcó
un número y puso el altavoz; la respuesta llegó después de cinco tonos.
—Celine está en casa, no puedo hablar mucho. —Reconocí la voz de la
madre de Celine, y Laurel me hizo una señal para que mantuviera silencio.
—No te preocupes, Angela, lo que diré es rápido. —Me miró un tanto
nerviosa y suspiró de nuevo—. Aprovecha que tu hija está ahí, habla con ella y
tu marido y diles la verdad porque yo estoy a punto de hablar con Darius.
—¡No! No puedes hacer eso… ¡No te metas en esto! Me harás perder a mi
familia y eso pesará en tu conciencia. —Laurel negó con fastidio al oírla, yo
estaba tieso sin saber cómo reaccionar.
—También me pesará seguir viendo sufrir a mi exnovio por tu cobardía,
ahora ellos creen que no pueden estar juntos porque yo he inventado algo y no
estoy dispuesta a ser la mala de la historia. Puedo ser todo, menos cobarde o
hipócrita y ya te di demasiado tiempo para que hables; haz lo que te digo,
Angela. Enfrenta la verdad de una buena vez y sabes que no critiqué tu acción
del pasado, pero sí esta, y no te apoyaré… estás advertida.
—Lau… —No dejó que la señora dijera más y cortó.
Estaba más perdido que aguja en un pajar, y ella lo notó.
—¿Qué fue eso? ¿Qué se traen ustedes dos? —exigí saber.
—Voy a hablar y por ningún motivo me interrumpas, Darius. Hazlo hasta el
final de lo que te diré, no antes porque te juro que estoy a punto de
arrepentirme de hacer esto, pero no te mereces seguir en la ignorancia.
—Habla —pedí impaciente.
Algo me decía que nada de lo que iba a decirme era bueno, pero quería salir
de una vez por todas de esa incertidumbre.
Me había quedado de piedra al ver a la Señora Bonita hablando con Darius y
más de que estuviera en el cumpleaños de Dasher, aunque fue peor cuando
Celine la presentó como su madre, y entonces todo hizo clic en mi cabeza.
¡Mierda! Había jugado con fuego en mi vida, pero lo de Darius era otro
nivel, y lo peor es que ni él ni Celine sabían a lo que se estaban enfrentando, y
lo comprobé después de hablar con Angela o con la Señora Bonita como la
había conocido en el pasado.
—Pues llegó la hora de que hables, Celine y Darius tienen una relación y
espero que seas consciente de lo jodido que es que tus hijos se estén follando.
—Ella negó frenética cuando le dije aquello. Estábamos en un café cerca de su
casa y la había citado ahí para exigirle que dijese la verdad—. Lo siento
mucho, Angela Sandell, pero solo te daré dos días, si no has hablado después
de ese plazo entonces lo haré yo.
Me fui de ahí cuando terminé mi advertencia, Celine me había comentado
que estaba teniendo problemas con sus padres y odié cuando me confesó que
no querían a Pecas porque sus papás se enteraron de que tuvo una relación
conmigo y la usó a ella para engañarme. Le dije eso a Angela para explicarle
cómo sus hijos llegaron a intimar, pero nunca imaginé que lo tomara como
excusa para que su marido odiara a Darius y le exigiera alejarse de su hija.
La mujer también me confesó quién fue el padre de mi exnovio y casi me fui
de culo en ese momento. La cité una vez más para dejarle claro que no estaba
jugando y que esa artimaña con la que intentaba alejar a sus hijos le costaría
caro, pero tenía más miedo de que su familia la juzgara a que dos de sus hijos
siguieran cometiendo incesto sin saberlo.
¡Joder! Hasta para mí esa palabra era demasiado fuerte.
Me hice amiga con Celine porque descubrí que era una excelente chica,
cometió el error de meterse con un hombre que todavía estaba comprometido
—al igual que yo en el pasado—, pero lejos de eso me demostró ser genuina y
leal. También de que estaba enamorada de Darius y prefería verlo conmigo y
feliz a intentar un acercamiento con él otra vez. Sin embargo, yo era de las
mujeres que no perdonaba y, aunque lo amé, decidí mantenerme lejos de él
después de nuestra despedida; con Olek las cosas se dieron en una salida de
copas cuando celebrábamos el éxito que estaba obteniendo con mis negocios y,
así me encantara ese hombre, le hacía falta algo que ni él ni ningún otro no
tenía.

—En serio, Lorax, un clavo no saca a otro y eso lo sabes —me reprendió Ed
cuando le comenté que me había acostado con mi primer amor.
—Ya sé —bufé y me metí en su cama, ignorando las imágenes que se
reprodujeron en mi cabeza de lo que él y Jace hacían ahí.
—¿Al menos clava bien? —preguntó con curiosidad, y me reí.
—Pues sí, tiene tremendo martillo. —Fue mi respuesta y su rostro de
satisfacción me hizo saber que su regaño había terminado.

Pero también le aclaré que lo mío con Olek no tenía futuro de momento y
solo estábamos pasando el rato, algo que también hablé con él y estuvo de
acuerdo. Nos habíamos amado con locura, sí. Pero el pasado era pasado, y si
las cosas se daban bien no me negaría a darle una oportunidad de verdad, ya
que me sentía demasiado a gusto a su lado.
Cuando llegué a casa de Isabella para hablar de algunos detalles acerca de la
boda, nunca me esperé encontrar ahí a Pecas y mucho menos que quisiera
conversar conmigo. Me sentía nerviosa de estar a solas con él, pero su rostro y
actitud no me dejaron negarme a su petición, y me sentí entre la espada y la
pared cuando me enfrentó. Sin embargo, él no merecía vivir con la duda y no
era justo que me creyera la mala del cuento cuando la culpable era su madre y,
ya que estaba comenzando a estar más que segura de que esa mujer no
hablaría, me tocaría hacer el trabajo sucio a mí.
—Conocí a Angela el día que sentenciaron a mis padres, en la audiencia
final —comencé a hablar estando sentada frente a él—, los problemas contigo
y el juicio me tenían enferma así que ese día después de la última audiencia me
fui para el hospital donde mi doctora iba a atenderme. Al salir choqué con ella,
estaba muy mal y entonces la invité a un café; la mujer pasaba por un mal
momento, yo también, así que le propuse que habláramos suponiendo que no
volveríamos a vernos. Angela me comentó que en el pasado hizo algo que la
atormentaba día tras días y me aseguró que ese mismo había vuelto para
castigarla por sus acciones… ¡Joder, Pecas! No sé cómo seguir —acepté
cuando me acerqué a lo que él tenía que escuchar.
Por un instante comprendí a aquella mujer, ya que no era fácil decir lo que
iba a decir y esto que yo no era la implicada.
—Suéltalo sin filtros, como siempre. Eres así, y lo prefiero en estos
momentos porque me tienes con una intriga que me está enfermando —habló,
aunque le advertí que no lo hiciera, pero lo agradecí en ese momento.
Suspiré de nuevo y me preparé mentalmente.
—Yo no sabía que ella era la madre de Celine, no lo supe hasta el día de la
fiesta de Dasher, y acepto que tuve que ver en el cambio del padre de Rulitos
contigo, mas no fue por dañarte. —Me miró un tanto enfadado, pero no dijo
nada—. Angela estaba en el hospital porque después que tuvo el accidente se
enteró de que tú le donaste sangre, y cuando te conoció quedó impactada por tu
parecido con alguien de su juventud, y que tuvieras el mismo tipo sangre que
ella fue demasiada coincidencia.
Tragó con dificultad al comenzar a comprender y mi corazón se enloqueció
al ver su rostro cargado de miedo.
—Sin que nadie se enterara pidió una prueba de ADN de esa sangre y ese
día estaba allí recogiendo los resultados… eran positivos, Darius —solté sin
filtros como lo pidió porque me salía más fácil. Sus ojos casi se desorbitaron y
negó como un maniaco al oírme—. Dari…
—No digas nada —rugió, y di un respingo. Se llevó una mano a la frente y
la dejó ahí, estaba temblando y cerró los ojos con fuerza—. ¿El día de la fiesta
de Dasher te enteraste de que era madre de Celine?
—Sí. —Fue lo único que dije, él seguía con los ojos cerrados y su voz estaba
más gruesa.
—¿Qué hiciste después de saberlo?
—La cité en un café para exigirle hablar contigo porque supe que Celine no
tenía idea de lo que su madre ocultaba, y ustedes dos estaban… —Mi voz
murió cuando abrió los ojos y me miró.
Estaban más oscuros que de costumbre y el peligro era claro en ellos.
—Cometiendo incesto —escupió con asco, y salté un poco en mi asiento a la
vez que tragué con dificultad.
Lo vi ponerse de pie y salió a la terraza de aquella habitación, sus manos se
volvieron entre blancas y purpuras cuando se aferró con fuerza al balcón, y me
asusté por la forma en la que estaba respirando. Me arrepentí de haber abierto
la boca, pero tampoco podía seguir callando porque lo que había entre él y
Rulitos me estaba afectando demasiado, y no por tener celos.
—No fue tu culpa, Darius. Tampoco de Celine —hablé temerosa.
—¡Por supuesto que no fue nuestra culpa! ¡Es culpa de esa mujer por cerrar
la boca! —gritó perdiendo el control y, aunque le tuve miedo, me fui sobre él y
lo abracé con fuerza.
Estaba tenso y temblaba con toda la ira que se estaba conteniendo, por lo
mismo se quedó estático al sentirme; no sabía cómo calmarlo y actué más por
instinto que por raciocinio al hacer aquello.
—Me dijo por qué lo hizo. —Mi voz era ahogada entre su cuello, pero
estaba segura de que me escuchaba—. Era una niña cuando todo pasó, estaba
asustada y prefirió dejarte en aquel orfanato antes de que te mataran. —Su
temblor aumentó y lo escuché sollozar en ese instante.
¡Mierda! Entendí que todavía tenía corazón cuando se me partió por saberlo
en aquel estado.
Quise separarme de él, pero en ese instante respondió a mi abrazo, se aferró
a mi cintura y enterró su rostro en mi cuello.
—Tú eras una niña cuando te embarazaste de Olek y quisiste tener a tu bebé,
Laurel. No hay excusa. —Las lágrimas salieron de mis ojos al escucharlo tan
roto.
Enterré mi mano en su cabello y lo acaricié con las yemas de los dedos para
darle un poco calma, aunque fuera imposible.
—Lo ha sabido desde hace más de un año y no tuvo los ovarios para
decirme, y ni siquiera me importa porque para mí la única madre que tuve fue
Leah White Miller, pero… ¡Joder! Hubiese podido evitar esta mierda si hubiera
hablado conmigo, y te juro que habría mantenido su secreto porque no me
importa que me reconozca o reconocerla como madre.
Mordí mi labio con fuerza para no seguir llorando, se separó de mí y, sin
vergüenza, me dejó verlo llorar, aunque lo hacía más de rabia que de dolor.
—No hablaré con ella de esto, pero dime tú cuál fue su razón para abandonar
a un hijo. —Me asusté y no lo oculté.
Limpié sus mejillas, y él se siguió aferrando a mi cintura, estábamos
demasiado cerca y en otro momento quizá me habría puesto nerviosa por eso,
mas no en ese. Ya había sido difícil soltarle aquella verdad, decirle las razones
no sería más fácil.
—Habla, por favor —suplicó, lamió su labio y después lo mordió para evitar
seguir llorando, pero le fue imposible.
Mi Pecas estaba demasiado roto en ese instante, y me sentí miserable.
—Se embarazó de un tipo que ya estaba comprometido —dije, y aflojó su
agarre en mi cintura para después separarse de mí—, tenía diecisiete años
cuando eso pasó; el hombre era mucho mayor y muy peligroso.
»Cuando Ángela le confesó lo del embarazo la quiso obligar a abortarte por
temor a que su prometida se enterara de todo y lo dejara. Logró huir y te parió,
pero él volvió a encontrarla; quiso matarlos a ambos, aunque una vez más logró
escapar y entonces te dejó en el orfanato para que lograras vivir y ella igual. El
tipo le perdonó la vida cuando Ángela lo buscó fingiendo que habías muerto de
neumonía, mas la hizo irse lejos de él y de la que entonces ya era su esposa.
Darius rio irónico cuando dije aquello y se volvió a girar al balcón para
aferrarse a él y ver el horizonte. Todavía tenía una verdad que soltar y estaba
segura de que sería igual o peor de fuerte.
—Salvó su vida, la mía e hizo feliz a ese hijo de puta. Pero nunca se le
ocurrió pensar que me dejó en el peor lugar que un niño podía estar —bufó con
odio puro, y cerré los ojos con fuerza sabiendo que necesitaba valor para seguir
hablando. Cuando los abrí él me estaba observando y deduciendo que había
más, negó y rio satírico y resignado—. Habla, dulzura, ya nada puede joderme
más —aseguró.
—Ese hijo de puta te encontró dos años después, o más bien su esposa lo
hizo —confesé llorando porque me dolía dañarlo de esa manera. Me miró
incrédulo luego de eso y de pronto comenzó a reírse como un loco de atar—.
Lucius Black, tu verdadero padre —seguí a pesar de eso, y se restregó las
manos en el rostro.
—Esto debe ser una jodida broma —soltó—. ¡Esto es una puta broma! —Me
encogí en mi lugar al oír su grito—. ¡El incesto que he cometido me parece
nada en comparación al asco que me da saber que en verdad por mis venas
corre la sangre de ese malnacido!
—No importa que haya sido tu padre, no eres ni serás jamás como él, Pecas
—aseguré, y me miró serio.
Pude ver el dolor en sus ojos negros y la tristeza que lo invadía en ese
instante, volvió a acercarse a mí, y alcé la cabeza para poder verlo a la cara.
—Gracias por no dejar que siguiera en mi error —negué cuando dijo eso.
—Lo siento mucho, de verdad. Vi que intentabas algo serio con Celine y ella
estaba feliz de al fin poder tener una oportunidad contigo, por eso siempre digo
que la vida es una perra y nos jode de formas retorcidas —asintió de acuerdo.
—Creo que no nacimos para ser felices —habló demasiado rendido y bajó el
rostro. Me alejé de él cuando el impulso de consolarlo llegó de nuevo, no era
malo hacerlo; lo malo era la forma en la que quería lograrlo.
Sacó su móvil cuando comenzó a sonar, me mostró la pantalla para que viera
que se trataba de Rulitos, y me estremecí; él negó sin saber qué hacer, la
vergüenza era evidente. Darius comprendía que no había sido culpa de ellos,
pero enfrentarlo era distinto; aun así se armó de valor y tomó la llamada
poniendo el altavoz.
—Quiero morirme. —Los sollozos de Celine la hacían hipar, y sentí una
opresión terrible en el pecho.
Darius no pudo decir nada en ese momento y más lágrimas comenzaron a
salir de sus ojos, Angela había dejado la cobardía, aunque tuve que obligarla.
—Tanto que juzgué a Laurel en el pasado por lo que quiso hacer conmigo y
contigo, por su forma de vida y mírame, Darius… —Su verborrea en ese
momento estaba cargada de asco y arrepentimiento, pero a mí no me había
molestado su crítica por mi vida.
Era lo que era y no me arrepentía de nada, sus creencias y forma de vida en
cambio le jugaban en contra de lo que sucedió entre ellos aun así no fueran
conscientes de lo que estaban cometiendo.
—Amando a mi hermano y acostándome con él… ¡No tengo perdón de
Dios!
—No ha sido nuestra culpa, cariño —le aseguró él siendo cariñoso y
comprensivo—, tu madre debió hablar antes de que esto ocurriera, lo supo con
tiempo y prefirió callar.
—También es tu madre —alegó ella y rio de lo patético que se escuchaba—,
papá está destrozado por su mentira, y yo de momento no puedo perdonarla.
Te quiso hacer quedar como el malo de la historia cuando fue ella la única
mala, ha jodido mi vida de una forma que jamás debió joder, y la única
solución que encuentro para escaparme de esta aberración es morirme.
Negué cuando la escuché decir esas tonterías y me acerqué más para hablar
cerca del móvil, Darius vio mi intención y con una mirada me animó a seguir.
—No sé qué parte de no fue su culpa no entiendes, niña, y creo que si eres
así de débil y piensas en quitarte la vida o qué sé yo… entonces es mi deber
advertirte que al cielo no irás, Rulitos.
—Laurel… —jadeó sorprendida al oírme.
—Escúchame bien, Celine. No soy una creyente porque nadie jamás me
enseñó nada de eso, pero créeme tú a mí cuando te digo que, si piensas en
cometer una locura, el infierno te dará la bienvenida y no por haberte acostado
con tu hermano sino por suicidarte… ¡Joder, niña! Agradece que al menos te
follaste a Pecas sin saber lo que eran y quédate con el recuerdo de lo mucho
que disfrutaste y no al hombre que lleva tu sangre, y esa es una metáfora, ya
que son de diferente tipo, sino al chico del cual te enamoraste. —Vi a Darius
sonreír y negar, me encogí de hombros para que me dijera qué sucedía, pero
calló.
—Haces ver todo tan fácil, te juro que quisiera ser como tú y que me
importara una mierda todo esto. —Al menos el llanto ya había cesado cuando
habló.
—¡Ah! No, Rulitos, tampoco pidas milagros que como yo ninguna. —Tanto
ella como Darius rieron al oírme—. Ya, chicos, es en serio. Ustedes no tuvieron
la culpa de esto y no es pecado cuando no eras consiente de lo que hacías;
ahora, si ustedes quieren seguir, sí lo será, pero si son felices, se aman y desean
una vida juntos… no se detengan. —Miré a Darius, y se sorprendió demasiado
por mis palabras—. Al menos yo creo más en el amor, venga de donde venga.
—Claro que no seguiremos —zanjó Pecas un poco enfadado por lo que dije.
—Sería estúpido hacerlo, Laurel. Admiro que tengas una mente tan abierta,
pero esto es algo que jamás pasará, pensar en Darius como hombre en estos
momento me produce un malestar en el estómago por mucho amor que sienta,
y sé que a él le pasa lo mismo.
—Quiero verte, Celine. Hay muchas cosas que hablar y es raro, pero no
debemos alejarnos por algo que no nos buscamos, tú has sido mi amiga a pesar
de todo y créeme cuando te digo que intentaré verte como lo que de verdad
eres. —Quise alejarme de Darius cuando comenzó a hablar con ella, pero me
tomó de la muñeca para impedirlo y con un gesto me dijo que esperara.
—Dame tiempo, no puedo hacer esto aún.
Siguieron hablando unos minutos más y no me soltó, hizo que Celine le
prometiera que no iba a cometer una locura y, aunque ella lo hizo, vi la
preocupación en él. Era lógico que se sintiera así, Darius estaba siendo muy
maduro porque la vida ya lo había golpeado demasiado fuerte como para
enseñarle a ser frío en situaciones tan complicadas como esas, Celine en
cambio se crio en un hogar donde todo parecía perfecto y era de entender que
reaccionara así.
Mi vida no era tan distinta a la de Darius, los dos habíamos pasado por
situaciones difíciles y logramos enfrentarlas a nuestra manera; crecimos y
aprendimos demasiado, y lo que más admiraba de él era que, a pesar de sus
golpes, seguía creyendo en lo bueno. Lo educó un tipo que de hombre no tenía
nada y, sin embargo, Pecas fue diferente; era un caballero y también un jugador
con las mujeres, pero no había hecho sufrir a ninguna a excepción de mí claro
estaba. No obstante, un error conmigo no evitaba que viese sus virtudes, y por
eso desde un principio siempre creí que era un hombre con alma de niño, un
inocente creyéndose pecador, y estando ahí en ese momento comprendí que
deseaba apoyarlo en esa situación tan dura que estaba pasando. No iba a dejarlo
solo y quise ser para él lo que debí ser desde un principio antes de llevármelo a
la cama: su amiga.
—Gracias por tus palabras a Celine, en serio tuve miedo de que cometiera
una locura —dijo, quería parecer tranquilo, pero se veía demasiado vulnerable
en ese momento.
—Para eso están las amigas —aclaré y levanté mis hombros en un gesto
despreocupado. Nos miramos unos segundos, y me sentí sin saber qué decir
cuando su mirada comenzó a quemarme—. Hay algo que quiero saber para
descartar cualquier cosa —musité, recordando el pensamiento que tuve cuando
me enteré de las líneas de sangre.
—Pregunta.
—¿Tú y Celine se cuidaron cuando tuvieron sexo?
—Sí, siempre fue así. Con la única que tuve relaciones sin protección fue
contigo —que recordara aquellos momentos no fue bueno, pero disimulé lo que
me hizo sentir—. Voy a ir a mi casa, creo que este día ha sido muy pesado y me
siento exhausto —avisó, y asentí.
Dasher iba a quedarse con los clones y me preocupaba que estuviera solo en
su estado, pero se sentía tan incorrecto ofrecerme a ir con él, y más cuando se
notaba que no deseaba compañía.
Respiré con brusquedad debatiéndome en qué hacer.
—¿Y si vamos a algún lugar a tomar un trago? —propuse, y me miró
estupefacto—. Yo también he tenido malos días al callarme todo esto y, ahora
que he hablado al fin, siento que me merezco eso; tú no estás bien y dicen que
para eso no hay nada mejor que estar con los amigos.
—¿No te ocasionaré problemas con Olek? —Sonreí por su pregunta. Era
fácil decirle que Olek solo era mi amigo, uno con el que me había acostado
algunas veces. No obstante, era mejor que creyera lo contrario en esos
momentos.
—Confía en mí, además solo iré a tomar un trago con un amigo —aclaré, y
sonrió.
—Al menos enterarme de todo esto me ayudó a ganarme tu amistad. —
Ambos nos reímos, y me ofreció su brazo para que enganchara el mío.
Salimos de la habitación y, al llegar a la sala, descubrimos a toda la familia
esperando por nosotros, LuzBel frunció el ceño al vernos caminar agarrados y
los niños sonrieron cómplices. Los ojitos de Dasher se iluminaron y corrió a
nuestro encuentro.
—¡Papitos! —gritó, y Pecas lo cogió en volandas, se sentía lindo que ese
pequeño nos llamara así.
En mi interior siempre agradecí que fuera tan obstinado cada vez que
intentaba que no me llamara mamá porque sentía hermoso que me viera como
su figura materna a pesar de que su padre y yo no estuviésemos juntos.
Respeté el silenció de Darius cuando su hermana y cuñado pidieron
explicaciones porque supe que no estaba preparado para decir aquella verdad y,
después de aclararles que solo habíamos hecho las pases como amigos, nos
dejaron ir tranquilos hacia nuestro destino.
Karma había sido inaugurado meses atrás y decidimos pasar el rato ahí, era
uno de los mejores club en esa zona y con los arreglos que se le hicieron se
convirtió en exclusivo para muchos hombres de sacos caros. Valoré mucho mi
trabajo cuando estuve a cargo de todos esos negocios, pero no lamentaba
haberlo dejado, ya que tuve la oportunidad de crecer con los míos; volver como
una clienta era refrescante y la compañía que tenía me hizo merecedora de
muchas miradas cargadas de envidia y admiración. No culpaba a esas mujeres,
estar con un tipo tan caliente como Pecas era satisfactorio, mas esa vez estaba
decidida a no cagarla.
—Como dices tú… ¡Salud por la perra vida! —Me reí cuando alzó su trago,
y lo acompañé en su brindis.
—Porque nos hace mierda por momentos, pero también nos recompensa con
nuevos comienzos —añadí—. ¡Salud! Porque nada ni nadie nos joda esta
noche, mucho menos las raíces del pasado.
—Y por una nueva amistad. —Ambos nos miramos cuando dijo eso, y
choqué mi vaso con el de él.
«Una nueva amistad». Se repitió en mi cabeza, después de tanto tiempo me
sentí casi completa y solo rogaba para que ese buen momento no acabara.
Increíble cómo la vida te demostraba que se había ensañado contigo y no
estaba dispuesta a ninguna tregua. Y comenzaba a creer que desde que nací
tenía un letrero color neón en la cabeza que decía «Jódeme como quieras», y
por lo mismo desde que estuve en el vientre de esa señora sufrí, aunque
también sobreviví.
Era por eso que no me daba por vencido, me estaba convirtiendo en el mejor
sobreviviente del destino y me decidí a ir de frente contra él y no esconderme
más —no era como si lo hubiese hecho y tampoco lo haría a esas alturas de mi
vida—. Terminé hablando con mi hermana y su marido y les confesé las
nuevas jugadas que la vida me estaba haciendo, ellos me mostraron su apoyo
total y, al igual que Laurel, me aconsejaron seguir mi vida como yo deseaba.
Lo dije antes y no me cansaría de decirlo, solo tenía una madre, la única a la
que reconocería como tal en la vida y ninguna prueba de ADN me diría lo
contrario.
—Tienes sangre Black, la misma que tuvo Amelia y es la que importa. No lo
olvides, Darius, porque nuestra hermana luchó demasiado para cambiar ese
legado y debes concentrarte en eso, tienes la oportunidad de cambiar la historia
sobre tu familia; eliminamos los genes malos, y debes hacer crecer los buenos.
Leah tiene tu sangre, Amelia también la tuvo, y ese es el lado bueno de que el
destino te pusiera en manos de ese perro. —Isabella dijo cada palabra con
ímpetu y una seguridad que llegué a envidiar, me quería hacer ver las cosas
como en realidad eran y me hizo sentir muy bien su manera de analizar de
todo.
Era cierto, después de creer a Amelia solo mi hermana por adopción me
daba cuenta de que también lo era de sangre, y mi sobrina se sentía más mía al
saber que teníamos parte del ADN Black. Eso era lo maravilloso de mi miseria.
Lucius nunca supo que en verdad adoptó a su propio hijo y para mí él seguiría
siendo solo el malnacido que me aceptó para complacer a su mujer, y eso fue lo
único bueno que tuvo de ese perro: el ángel más bello de mi vida y la mujer
que me amó a pesar de no haberme parido, mi verdadera madre.
Con Celine no volví a hablar y solo sabía que estaba bien porque puse a
alguien para que la cuidara, la verdad yo tampoco estaba preparado para verla y
era consciente que nada fue nuestra culpa, pero igual se sentía horrible recordar
todo lo que hicimos y que al final resultáramos siendo hermanos.
Me concentré en mi hijo y en el trabajo para no darle atención a las verdades
que habían llegado a mí amenazando con joder mi cordura, y agradecía que
Laurel se tomara en serio eso de ser amigos y me llamara para saber cómo
estaba. Me gustaba mucho su manera de saber mi estado de ánimo o cómo
estaba llevando las cosas, ella nunca preguntaba «¿Cómo estás?», ya que la
respuesta era obvia, pero hablaba conmigo y se aseguraba de que no quisiera
ahogarme en alcohol o buscar una forma de acabar con mi vida.
Jamás pasó por mi cabeza hacer lo último, tenía a mi pequeño y él merecía
un papá a su altura, Dasher me hacía seguir adelante y me daba ánimos para ser
mejor cada día.
Los primeros días después de perder a Laurel —un año atrás— fueron una
total mierda y poco a poco fui superando su ausencia y que saliera de mi vida
casi por completo; justo cuando comenzaba a sentirme como el Darius que
siempre fui me enteré de que me estaba follando a mi hermana y eso volvió a
enviarme al punto patético de mi vida del cual me había recuperado. La
pelinegra decía que admiraba la madurez con la que tomé ese detalle, pero eso
no era cierto, por dentro me sentía miserable y sin ganas de tocar a una mujer
por un buen tiempo.
La abstinencia resultaba mejor, ya que, así como estaba mi vida de torcida,
podía follarme a alguna tía u otra hermana.
—Sabes, pienso que ya nos hace falta acción. —Connor se encontraba frente
a mí, su pequeño hijo Jacob estaba por cumplir un año y jugaba con la pulsera
de hilo rojo que usaba su papá.
Mi hermana había vuelto a Italia con su familia.
—¿También estás aburriéndote solo con tu rol de empresario? —Me reí
cuando formulé esa pregunta.
Él se hizo dueño de una cadena de hoteles que estaba extendiendo por todo
el país y ya casi iba a lograr que le dieran las cinco estrellas. La organización a
la que pertenecía había reclutado a nuevos miembros, siendo más cuidadosos
que antes, y por lo tanto sus ejecutores originales se dedicaban a su vida
personal y los sueños que tenían fuera de sus trabajos para el gobierno.
—¡No! Hago feliz a Jane y a mi hijo, soy feliz al lograr eso. Pero vamos,
viejo… pasé casi la mitad de mi vida en Grigori, entre la adrenalina de las
peleas, el fuego cruzado, la investigación y el seguimiento de nuevos objetivos.
Me consideraron siempre el más tranquilo de todos, sin embargo, me gustaba
lo que hacía y estoy reconsiderando la idea de reintegrarme, y de hecho, todos
los demás estamos pensando en ello —confesó, y me sorprendí un poco.
—¿LuzBel también?
—Y tu hermana, solo que ella lo hará un poco más de lejos porque tu cuñado
no le permitió exponerse como lo hizo antes.
—¿Isa lo aceptó?
—Lo hizo. LuzBel la complace en todo, pero cuando se trata de cuidarla a
ella o sus hijos, no logra convencerlo con nada.
Me reí al imaginar a aquellos dos en una disputa por cumplir sus voluntades,
cogí al pequeño Jacob en brazos y me puse a jugar con él; amaba a los niños y
mis ganas por tener uno de mi sangre seguía intacta, aunque la madre que
deseaba para ese bebé nunca podría cumplirme tal cosa. Desde que retomé mi
amistad con Laurel no habíamos tocado ese tema porque sabía que era algo
delicado y doloroso, pero las ganas por saber cómo descubrió todo me
torturaban cada vez que la veía.
Tal vez algún día hablaría de eso con ella, cuando doliera menos.
Me despedí de Connor tiempo después y me fui a casa, esa noche iría a
Vértigo para verificar que el nuevo administrador hiciera su trabajo como
debía; Celine no se había presentado a trabajar desde que nos enteramos de
todo, y no quise presionarla con llamadas porque ambos necesitábamos tiempo
para procesarlo.
Solo esperaba que volviese en algún momento.

Entré a mi oficina y desde ahí observé a todas las personas en la planta baja
que disfrutaban de la música y sus bebidas, cada quien vivía su vida sin
mostrar sus preocupaciones, y creo que por eso me había gustado ser dueño de
clubes, en ellos todo era felicidad y cero penas. De un momento a otro me vi
pensando en lo que hablé con Connor, en el pasado fui parte de Los Vigilantes,
organización enemiga de Grigori y en la que hice cosas que no fueron de mi
agrado, y todo para intentar encajar en la familia que me tocó. Hubo un tiempo
en el que Lucius tuvo su fe puesta en mí y me quiso moldear a su manera, él
siempre deseó un hijo varón que heredera su legado, pero mamá se negó a
tener más hijos con ese bastardo y después escapó de sus garras.
Nunca la juzgué, al contrario, comprendí sus razones, y si me quedé al lado
de Lucius en lugar de huir fue solo porque logró embaucar a Amelia, y debido
a su enfermedad decidí cuidarla, algo que me fue difícil un tiempo. El hijo de
puta que nos tocó por padre intentó dañarla de muchas maneras y, después de
querer ganarme y hacerme digno de su herencia, comenzó a odiarme por
impedir muchas veces que lastimara a mi hermana. Entonces quiso que me
fuera, mas ya no lo hice solo por joderlo y proteger a mi vulnerable hermana;
gané Vértigo porque Lucius buscó mantenerme lejos de ellos y sus mierdas,
por eso el club se convirtió en zona neutral para ambas organizaciones y,
aunque yo no era, ni compartía las enseñanzas de los Vigilantes, aprendí mucho
en mi tiempo como ejecutor, y por lo mismo me gané el respeto de algunos
miembros.
Darius Black era conocido en el bajo mundo y también en la sociedad
superior cuando por cuestiones del destino pasé a formar parte de Grigori, y
hasta el momento era el único en lograr ser respetado por ambos mundos. Me
movía a mi antojo y recibí varias propuestas para reactivar y liderar a los
Vigilantes, pero eso era algo que no iba a suceder; deseaba acción y la
adrenalina que aquellas asociaciones me dieron, sin embargo, si algún día
volvía, lo haría del lado de mi hermana.
Una hermosa pelinegra captó mi atención desde donde se encontraba, estaba
rodeada de sus amigos y un vestido azul se abrazaba a su cuerpo de una manera
que lo llegué a envidiar; el cabello le brillaba en muchos colores con los
destellos de la luz que reflectaban las bolas de disco colgadas en el techo y
brindó celebrando por algo. Un brazo se hizo con su cintura y ella dio un beso
en la mejilla del dueño de aquella extremidad que se aferraba con posesividad a
su cuerpo, y mis manos se volvieron puños apretados con violencia cuando
reconocí a aquel tipo: Olek Sandr.
Le sonreía con picardía a Laurel, y ella devolvía el gesto con una
complicidad que prometía mucho placer para más tarde, no pensé en nada
cuando comencé a caminar hacia la salida de mi oficina y bajé las gradas que
me conducirían a la primera planta y de inmediato hasta el privado de aquellas
personas.
«Solo iba a saludar». Eso era lo que me repetía una y mil veces hasta llegar y
fingir una sonrisa animada cuando estuve frente a ellos.
—¡Pecas! —El pelinegro me sonrió y saludó con emoción. Sin importar que
su novio estuviese ahí se abalanzó sobre mí y besó mi mejilla como saludo.
¡Mierda! Deseaba un saludo así de una persona con el mismo color de su
cabello, pero con una enorme diferencia entre las piernas.
Edward olvidaba que, aunque sus gustos fueran diferentes, seguía siendo
hombre y me llegaba a intimidar su forma tan afeminada de comportarse; no lo
juzgaba, era solo que no estaba acostumbrado a ser tratado así por otro hombre.
A Jace no le fue de su agrado el gesto de su novio, pero al parecer lo que
celebraban era demasiado importante y lo dejó pasar.
—¡Mira! —Estaba demasiado exaltado cuando me mostró su mano
izquierda y un anillo de compromiso hecho para él adornaba su dedo anular—.
Jace acaba de proponerme matrimonio —confirmó lo obvio, y sonreí.
—¡Felicidades! —Y en ese momento y por única vez fui yo quien lo abrazó.
A pesar de sus tonterías y de que me intimidaba por ser muy lanzado, también
lo llegué a conocer y era un buen tipo.
Jace era del tipo duro y siempre reacio a mi amistad, pero también lo felicité
con el mismo gesto que antes le di a su novio.
—Olek, es bueno verte —saludé al tipo con un apretón de mano y después
mi mirada se posó en mi némesis, en mi Helena de Esparta, mi talón de
Aquiles.
—Únete a nosotros, Pecas —pidió ella sin saludar antes, todos asintieron de
acuerdo, y me sentí un poco mal porque llegué ahí con de ganas de joderle la
noche a Olek y terminé siendo parte de su celebración.
Llamé a una mesera y le pedí que me llevara todo para darles un trato
especial a los nuevos prometidos, como siempre, Ed era el más emocionado de
todos, y de verdad admiraba la capacidad de ese tipo para ver el lado bueno en
cada momento de la vida.
—¡Cariño! Somos la envidia de todas las mujeres en estos momentos al estar
rodeadas de todos estos dioses —negué cuando Ed le dijo eso a Laurel, y ella
asintió siguiéndole el juego.
Comprendí en ese momento por qué se llevaban tan bien esos dos, y podía
jurar que Edward era tan perverso como Laurel, ambos se habían ido a la pista
a bailar y desde lejos vi a Nolan observándolos y, cuando Ed se fijó en eso,
Nolan sonrió por algún gesto que Edward le hizo.
Esos tres escondían algo e intuía que era mejor no saberlo.
Logré entablar una conversación pacifica con Jace y Olek, con este último
creía que iba ser difícil, pero me sorprendí de que no; por mucho que intentara
odiarlo admitía que no podía, él siempre fue sincero y jamás se metió en mi
relación con Laurel, y entendí que yo tampoco debía hacerlo por más que
deseara a su novia.
Irónico estar en el otro lado después de haber sido el dueño de aquella sirena
experta en seducción.
—Alguien lo busca, señor. —Marshall llegó al privado y avisó aquello.
—¿Sabes quién es? —le pregunté dándole a entender que podía hablar frente
a todos.
—Su nombre es Angela Sandell. —Todo mi cuerpo se tensó cuando
respondió y vi a Laurel llegar hasta a mí.
Se veía como una fiera intentando protegerme.
—¿¡La hiciste pasar!? —cuestionó alterada, Marshall me miró, y solo asentí
para después darle un sorbo a mi bebida.
—No, señora. Ella está afuera esperando por noticias.
—Dile que Darius no está en condiciones de verla y que se espere unos
veintisiete años más para eso. —Sonreí cuando la escuché, estaba achispada y
tomando decisiones por mí, pero eso, por curioso que fuera, no me molestó.
—¿Señor?
—Ya la escuchaste, obedece —dije, y él asintió.
—¡Idiota! —bufó ella, y no sabía a quién se refería al decir eso, si a Angela
por buscarme o a Marshall por no obedecerle de inmediato.
Todos en la mesa nos observaron curiosos y por supuesto que no le di
importancia a darles una explicación, ya que esa era una parte de mi vida que
deseaba mantener en lo más profundo de mi ser. Y me pegó fuerte saber que
esa mujer había llegado a buscarme, me sorprendió su descaro de hacerlo
después de tanto tiempo.
Me despedí de todos en el privado cuando un dolor de cabeza comenzó a
atacarme y supe que era momento de irme, se ofrecieron a acompañarme hasta
mi casa, pero me negué. No deseaba a nadie conmigo.
—Sé que no deseas hablar conmigo, pero necesitamos hacerlo. —Esa voz a
mis espaldas me detuvo cuando estuve a punto de abrir mi coche.
Estaba en el estacionamiento privado, y ella se había logrado colar hasta ahí.
No quise ni voltear a verla y decidí que lo mejor era seguir mi camino
ignorando que Ángela se encontraba detrás de mí.
—Por favor, hijo. —Me congelé con la mano en la manija del coche cuando
la escuché llamarme así y me reí irónico—. Tienes que escucharme.
—Usted y yo no tenemos nada de qué hablar, señora, y tampoco me llame
hijo. —La miré serio y noté que se estremeció cuando me escuchó decirle tal
cosa—. No pierda su tiempo, ya Laurel me dijo sus razones para tirarme como
una mierda y créame que siguen siendo injustificadas para mí. No hay excusas,
señora Sandell.
—Darius, no… —Alcé una mano para detenerla cuando intentó acercarse.
—Tuvo un año para buscarme y decirme todo, pero fue demasiado cobarde y
permitió que lo mío con Celine llegara demasiado lejos. —No estaba seguro si
ella supo tal cosa desde la primera vez que follé con mi hermana y, si fue así…
esa mujer tuvo todo para evitarnos tal error y decidió no hablar—, ahora ya no
hay nada que desee saber, así que le pido por favor que no vuelva a buscarme,
y es mejor que lo cumpla porque de momento le estoy hablando tratando de ser
educado, mas si insiste… créame que voy a olvidar todo lo que mi madre me
enseñó referente a cómo tratar a una mujer. —El dolor atravesó sus ojos
cuando le dije tal cosa y me reí por su descaro.
Abrí la puerta de mi coche y se hizo a un lado enseguida de que escuchó
cómo hice rugir el motor, las lágrimas bajaron por sus mejillas y no me
importó. Esa mujer no merecía ni siquiera mi lástima.
Vi a Marshall y los demás hombres listos para marcharse y siendo estúpido
les pedí que se quedaran, la gente de mi hermana dejó de cuidarme cuando nos
aseguramos de que el peligro había pasado, ella se negó a hacer eso, pero le
prometí que mi gente siempre estaría cuidándome, y solo cedió por esa razón.
Por supuesto que Marshall se negó a dejarme ir solo y detuve el coche
cuando, en la salida del club, Laurel salió y se puso frente a mí, frené de golpe
y la fulminé con la mirada, mas no le importó y solo corrió a la puerta del
copiloto esperando a que quitara el seguro y la dejara entrar.
—¡No seas tonta, Laurel! No te me cruces así —espeté todavía con el
corazón acelerado por su estupidez.
—¡Ya, Pecas! Al menos comprobé que tienes buenos reflejos aun estando
bebido.
—Es porque todavía estoy lúcido, si me sintiera muy borracho no sería yo el
que condujera. —Ella en cambio ya estaba pasada de lo achispada.
—¡Vamos, dulzura! Arranca este bebé que necesito salir de aquí —me
animó, y reí por su forma graciosa de hablar.
—¿Y tu novio? No creo que Olek se tome a bien que te vayas conmigo —le
recordé, y sonrió con picardía.
—Lo dejé muy entretenido, además tengo ganas de portarme mal y tú me
vas a ayudar —negué divertido, y no por lo que me dijo, sino más bien porque
mi polla se endureció cuando mencionó el portarse mal.
¡Mierda! Yo sabía lo que esa mujer era capaz de hacer cuando deseaba
portarse mal.
Decidí olvidar todo lo que me puso de mal de humor, también el que tenía
que respetar a una mujer con novio, y aceleré el coche saliendo del club de
inmediato, por los espejos vi que Marshall me seguía y opté por ignorarlo.
—Así que quieres portarte mal y decidiste hacerlo conmigo, ¿eh? —Sentí la
mirada de la pelinegra puesta en mí al decirle eso y me hice a un lado cuando
Marshall me pidió pase, se fue hacia el frente y otro coche pilotado por otro de
mis hombres se quedó en la parte de atrás.
—Pues sí, antes me demostraste que eres bueno para portarse mal y deseo un
buen compañero esta noche y pasarla bien. —Tan directa como siempre, pero
preferí no emocionarme y malinterpretar lo que decía.
—¿Qué tienes en mente?
—¿Dasher está bien cuidado? —asentí a su pregunta—. Sé que tienes un
estudio en el patio de tu casa, vamos allí y continuemos la fiesta. Desde hace
mucho no pierdo la razón con el alcohol y quiero hacerlo hoy, pero también
quiero estar cerca de nuestro pequeño para que al menos sepan que estamos allí
y lo cuiden mejor. —Mi pecho se hinchó cuando la escuché referirse así a mi
hijo, era demasiado perfecto que dijera nuestro.
—No seremos los mejores cuidándolo, pero hay más personas que se
encargarán de darnos seguridad a todos —dije, y rio—. ¡Mierda! —grité
cuando tuve que frenar de golpe.
Laurel gritó cuando vio que el coche en el que se conducía Marshall
comenzó a girar hasta salirse de la carretera, estábamos en una zona desolada,
rodeada de muchos árboles. El coche de atrás también se detuvo con
brusquedad. Me aseguré de que Laurel estuviera bien y, cuando lo hice, abrí la
puerta para ir al auto volcado de mi guardaespaldas, rogando porque estuvieran
vivos.
—¡Dios mío! —chilló la chica a mi lado y señaló el espejo.
Vi a través del mío y busqué a tientas mi arma cuando muchos hombres
vestidos de negro y gorros pasamontañas comenzaron a salir del bosque que
nos rodeaba. Cerré la puerta de golpe y puse los seguros.
—¡Joder, Pecas! Esta no era mi idea de pasarla bien. —Me sentí como la
mierda cuando la escuché aterrada.
—Ni la mía, amor. Tú tranquila, ¿okey? Vamos a salir de esta. —Consideré
encender el coche e irme, pero vi cuando un tipo apuntó a Laurel directo a la
cabeza, su arma era capaz de atravesar el vidrio con facilidad aun estando lejos
—. ¡Joder! Si salimos vivos de esta, temo que Isabella va a matarme por haber
hecho que se llevara a su gente —espeté.
Tal vez hubiese sido fácil para mí huir, tenía la capacidad para lograrlo, pero
la mujer a mi lado era peligrosa de muchas maneras, menos para defenderse en
una lucha, y no me arriesgaría a que la lastimaran.
—¡Baja del coche! —Un tipo de voz ronca llegó a mi lado y me apuntó, el
otro se acercó más a Laurel e hizo lo mismo.
Con horror vi cuando le dispararon a mis hombres para sacarlos de combate
y pensé en mi hijo, rogando para que él estuviera bien.
—¡Darius! —Laurel estaba aterrorizada y maldije en mi interior.
—Calma, cariño. Necesito que seas fuerte y me ayudes en eso porque no
podremos escapar en este momento —le pedí hablando bajo—. ¿Confías en
mí? —La miré, y asintió—. No te voy a pedir que corras porque con esos
zapatos que usas vas a joderte los tobillos y si te los quitas lastimarás tus pies,
y viendo a toda esta gente, es posible que no llegues lejos, pero voy a cuidarte.
Te lo prometo.
—¡Baja de una maldita vez, bastardo Black! ¡O vamos a bajar a tu puta y
joder con ella para animarte! —Tensé la mandíbula cuando me amenazó así,
pero traté de mantener la calma.
—No les hagas caso, el único que va a joder contigo seré yo cuando te tenga
a salvo — prometí a Laurel antes de quitar el seguro del coche.
Fui sacado con brusquedad y enviado al suelo por un tremendo puñetazo,
escuché el grito de Laurel cuando también la hicieron salir y maldije por no
poder defenderme o defenderla. No era estúpido y estaba solo en ese momento
como para intentar actuar y solo lograr que me asesinaran sin antes poder hacer
algo por proteger a la pelinegra.
—Dime quién te envió y cuánto te están pagando para que hagas esto. Te
duplico esa cantidad —aseguré y lo escuché reír con burla.
—Esto no es por dinero, es por deber y lealtad. Lealtad y honor…
—Para mi mejor defensor —terminé por él, recordando aquel lema de
mierda con el cual crecí.
Los malditos Vigilantes habían sido reactivados.
Yo era de las mujeres que vivía buscando aventuras para darle sazón a mi
vida, pero en ningún momento quise estar en la situación en la que me
encontraba; siempre supe que era valiente para todo, menos para estar frente a
un peligro inminente que amenazaba mi vida. Me cagaba del miedo cuando
escuchaba pasos acercándose, me habían separado de Darius y me metieron en
una habitación que, aunque estaba limpia, no dejaba de aterrorizarme.
Temía por Pecas, me daba miedo que lo dañaran de alguna manera.
Me quité los tacos y dejé que mis pies descansaran de aquel martirio al que
me encantaba exponerme por simple vanidad; un tipo de los que nos
secuestraron me llevó un pijama de pantalón de rayas y camisa manga larga
para que me pusiera cómoda, también toallas para que tomara una ducha si lo
deseaba. Nunca imaginé un secuestro, pero estaba segura de que en ellos no
trataban a las víctimas como me estaban tratando a mí y eso me desconcertaba
aún más.
Caminé de un lado a otro en aquella habitación, rogando para que Darius
estuviese siendo tratado como yo al menos y regresara a mí sin ningún daño;
horas antes deseé escaparme con él y, como le dije, pretendía portarme mal a
mi manera y pasarla bien con su persona. Fue por esa razón que dejé a Olek
bien acompañado de una chica a la cual conquistamos juntos en Vértigo y me
marché en busca del único hombre con el que deseaba pasar la noche desde
hacía mucho tiempo.
Si bien nuestro pasado fue desastroso, ya no me dolía y me di el tiempo
necesario para sanar sola, y era obvio que los días lejos de Pecas no
apaciguaron mi sentir por él, mis sentimientos seguían intactos y, a pesar de
que todavía estaba mi miedo por no poder darle hijos propios, mi deseo por
estar a su lado era mucho más fuerte.
—¡Ey! No vayan ahí, niños, es prohibido que estén en esta área. —Corrí
hasta llegar a la puerta y pegué mi oreja a ella para escuchar mejor.
Sabía que era uno de los hombres que me custodiaba el que hablaba, pero
me sorprendió que se dirigiera a unos niños.
Escuché con claridad la risa divertida de dos pequeños y distinguí que se
trataba de un chico y una chica, mi sorpresa fue notable porque jamás imaginé
estar en un lugar donde había menores de edad. Los sonidos de las risas fueron
haciéndose más lejanos hasta desaparecer y, como hice rato atrás, comencé a
golpear la puerta con insistencia.
—¡Necesito saber de Darius! ¡Al menos dime si aún vive! —pedir tal cosa
no me ayudaba con mi miedo, mas necesitaba saber la verdad.
La puerta se abrió de golpe y casi caí de culo por no prever eso con tiempo.
—Veo que aceptó la ropa. —El hombre era alto y de cuerpo muy fornido, se
notaba que hacía mucho ejercicio. Su rostro seguía cubierto con un gorro
pasamontañas y sus ojos oscuros escanearon mi cuerpo.
Me sentía sucia cuando llegué ahí, así que lavé mi cuerpo con rapidez y, ya
que mi vestido era muy corto, decidí que la pijama que me llevaron era mejor
porque me cubría y protegía más que el pedazo de tela que usaba antes.
—Habría sido bueno que también me trajeras unos zapatos cómodos y
nuevos —dije y sus ojos se achicaron mostrándome que estaba sonriendo.
Pensé en que se estaba comportando demasiado amable y desconfié de ello
porque imaginé que necesitaban que bajara la guardia para que se les hiciera
más fácil manipularme o usarme a su antojo.
—¿Dónde está Darius? ¿Está bien? Y sé que es estúpido que pregunte eso
porque me puedes mentir con facilidad para que deje de joder, pero confío en
que seas diferente a los animales que me raptaron —negó, y noté que volvió a
sonreír.
—El señor Black está bien, mi compañero fue castigado por haberlo
golpeado antes de traerlo acá, y le aseguro que no corren ningún peligro,
señorita. Tampoco están raptados, solo fue necesario hacer esto para poder
negociar —informó de buena manera.
El miedo no se fue.
—Necesito verlo, quiero comprobar con mis propios ojos que él está bien —
exigí, y negó.
—Él vendrá a usted, no lo contrario —aseguró, y quise golpearlo, pero no
era tan idiota para hacerlo.
Salió después de decirme tal cosa y de nuevo me dejó con la angustia,
necesitaba que Pecas estuviese bien.
Era tonto de mi parte torturarme como lo estaba haciendo en esos momentos,
mas no podía evitarlo, y diferentes terribles escenarios se formaron en mi
cabeza, el peor de todos era en el que Pecas salía herido y perdía la vida;
comencé a llorar solo de pensar en ese hecho. Ni siquiera lo tenía y ya estaba
llorando por perderlo, y me arrepentí por no haber aprovechado el tiempo que
tuve junto a él después de lo sucedido con Celine; vi el cambio en Darius, noté
todo lo que hacía para comprobarme que aprendió muy bien su lección, pero
decidí seguirlo castigando y, en ese instante —sintiendo que uno de los dos
podía morir—, me arrepentí de todo lo que no hice.
—¡Laurel! ¿¡Estás bien!? —Estuve llorando y hecha un ovillo en la cama
por tanto tiempo que no sentí cuando la puerta se abrió.
Solo alcancé a girarme antes de sentir a Pecas llegar a mí y mi corazón se
enloqueció al punto de casi de fundirse cuando lo vi vivo y bien dentro de lo
que cabía.
—¡Dios mío! ¡Jesús! ¡Oh, madre mía! —comencé a balbucear y a tocarlo,
deseando con todo mi ser asegurarme de que era él y no una alucinación.
Sin pensar en las consecuencias lo tumbé sobre su espalda en la cama y me
subí a horcajadas sobre su cuerpo en la desesperación por sentirlo muy unido a
mí.
—¡Estás vivo, Pecas! —Mi voz salió ahogada en su cuello—. ¿¡Estás bien!?
—Lo estoy, nena. Cálmate —pidió y puso las manos en mi rostro para que
me separara de él—, necesito saber si tú lo estás.
—Ahora sí, estás aquí conmigo, estás vivo y bien, entonces yo también lo
estoy —aseguré, y me sonrió feliz y divertido.
—¿Todavía te preocupas por mí? —Lo golpeé por preguntar semejante
estupidez, y se quejó con un «¡Auch!» que carecía de dolor.
—No seas idiota, Darius, creí que podías haber muerto y me tenían con
mentiras solo para que no comenzara a enloquecer, he estado llorando por no
haber aprovechado el tiempo que tuve contigo, por no haberte dicho que te
perdoné por lo que me hiciste y que durante este año que estuvimos separados
no he hecho más que pensarte y desearte. —Como era costumbre, mi boca no
paraba de soltar muchas verdades en ese momento—, y he odiado a Celine por
probarte antes que yo esta vez, aun así me caiga bien…
—Te amo, mi preciosa estrella fugaz. —Mis palabras murieron cuando
pronunció las suyas y de nuevo comencé a llorar, pero en ese momento fue por
una razón distinta—, y si tuvo que pasar esto para que cedieras conmigo,
entonces benditos sean estos imbéciles por atentar contra nosotros.
Antes de que protestara por lo que me dijo, haló mi rostro y unió su boca a la
mía, me quedé estática por unos segundos, ya que todo mi cuerpo de bloqueó
ante las sensaciones que comencé a sentir. Todavía recordaba mi primer beso, y
en ese momento me sentí como la primera vez, pero con todo elevado a la
máxima intensidad; yo también amaba a ese hombre y agradecía ese terrible
percance que nos estaba llevando a esa situación porque valía la pena. Me
recuperé enseguida de mi aturdimiento y atrapé su labio con mis dientes, me
encantaba cuando las cosas se ponían así entre nosotros, cuando ambos
luchábamos por obtener el control sabiendo que solo llegaríamos a ceder para
complacernos de forma mutua.
Gemí cuando la lengua de Darius se coló en mi boca y me acarició como
muchas veces lo hizo en mi centro, succioné esa parte de él así como lo hacía
con su pene y le demostré lo ansiosa que estaba por sentirlo de aquella manera
también. Quería comérmelo completo y mostrarle cuánto lo había extrañado.
Mis piernas parecían una cascada y me restregué en su regazó sintiendo su
dureza y arrancándole un gruñido, los dos nos deseábamos y necesitábamos
como nunca llegaríamos a necesitar a otra persona.
—Tengo ganas de arrancarte ese estúpido pijama y hacerte el amor aquí,
pero odiaría que vean tu culo si tienen cámaras de vigilancia. —Acunó mi
rostro entre sus manos para detener el voraz beso que nos estábamos dando y
sus palabras solo activaron más mi libido.
—Sabes que a mí no me importa si ven mi culo o si desean subir a internet el
vídeo porno que vamos a darles. Te deseo, Darius, y me vale un carajo que nos
graben, es más… hasta me dan motivos para esmerarme y demostrarles cuanto
te amo y deseo —solté, era obvio que la bruma de la pasión se había comido
mis neuronas y raciocinio, pero decía la verdad a pesar de todo.
Pecas me observó con una pasión y deseo contenido por mucho tiempo.
—Aunque me encante tu descaro, me pongo celoso de que otro te vea. —Mi
pecho se oprimió cuando declaró eso.
Descubrí que me gustaba eso de que un hombre se pusiera celoso de vez en
cuando porque otro me viera o más bien, me gustaba que Darius sintiera todas
esas cosas; traté de engañarme demasiado tiempo con el que hecho de que ese
tipo ya no me importaba, pero estaba claro que eso era una total mentira.
Darius Black me importaba, lo seguía amando y al saberlo en peligro sentí
que iba a morirme.
Seguimos besándonos y tratando de frenarnos un poco cuando las cosas
amenazaban con salirse de nuestras manos, estaba disfrutando de al fin sentirlo
conmigo, de sentirlo solo mío. Olvidé los miedos que tenía y las situaciones
que todavía nos faltaba resolver, ignoré el hecho de que estábamos en una
habitación desconocida y de que fuimos secuestrados por personas de las
cuales no sabía nada.
—Quiero que dejes a Olek y lo intentemos de nuevo. —Dejó de besarme
para exigir aquello y sonreí para después darle un beso casto.
—Olek solo fue mi amigo íntimo algunas noches, no es mi novio —confesé,
y me miró incrédulo.
—Pero tú…
—Yo nada, tú dedujiste que tenía algo serio con él, y dejé que lo creyeras
porque necesitaba mantenerme y mantenerte a raya. —En un santiamén me
hizo girar hasta quedar él sobre mí, y jadeé cuando me embistió sobre la ropa
haciéndome sentir su tremenda erección.
—Vas a pagarme caro esa mentira cuando salgamos de aquí.
—¿Por qué no te lo pago ya? —Sonrió por mi respuesta y se acercó a mi
oído.
—Las personas que nos tienen aquí son peligrosas. —Volvió a rozarse en mí
y solté un gemido—, no quiero que te asustes porque te prometo que saldremos
bien. Uso un rastreador en mi cuerpo y sé que alguno de mis hombres activó
una alerta en el momento que fuimos emboscamos y, conociendo a LuzBel, te
aseguro que tú también tienes alguno y en este momento Grigori debe estarnos
buscando. —Me abracé a su espalda cuando me confesó tal cosa y el miedo
regresó a mí—. Por eso no puedo tomarte aquí, aunque sienta que voy a
explotar. Te necesito alerta, amor, pronto vamos a necesitar pelear por nuestras
vidas.
Casi grité de terror cuando una alarma comenzó a sonar por todo el lugar
donde estábamos, Darius se puso de pie y me llevó con él hasta colocarme tras
su espalda. Lo diría una y mil veces: yo no era de esa vida, me cagaba con solo
pensar que estaría en un cruce de fuego.
La puerta se abrió de golpe y tres hombres entraron vestidos de negro, eran
los malditos que nos tenían ahí y los odiaba con todo mi ser. Pero el que me dio
el pijama no estaba y admito que era el único que no se había ganado mi odio.
—¡Nos has traicionado! ¡No eres digno de ser un Black! —espetó uno de
ellos, y Pecas se tensó.
Antes de lo que pude haber registrado sentí cuando lo alejaron de mí y me
quedé estupefacta al ver cómo él se defendía de los tipos que le tiraban golpes
muy bien estudiados; me fui a una esquina para alejarme del campo de batalla
en el que se convirtió la habitación y mis ganas de gritar se hicieron
incontenibles cuando veía a uno de esos malditos golpear a mi chico. Nunca
imaginé que Pecas supiera defenderse como lo hacía, era como ver a un ninja
matón o al guapo Jason Statham en sus escenas de acción; usaba patadas, pero
más puñetazos que lograban hacer tronar los huesos de aquellos que los
recibían.
Uno de los tipos cayó al suelo, los otros dos lograron coger a Darius y su
idea era someterlo; vi al tipo del suelo sacar un arma y mi instinto protector
resurgió cuando supe su intención, uno de mis tacones estaba cerca y sin
pensarlo lo cogí de la parte delantera, cerré los ojos y con toda mi fuerza dejé
caer el tacón en la cabeza de aquel idiota. Un desabrido grito salió de su boca y
sentí cómo me arrebataron con brusquedad aquel objeto y un líquido caliente
corrió por mi mano, y mi corazón se paralizó.
—¡Hija de puta! ¿¡Daniel!? —Abrí los ojos justo cuando escuché eso.
Pecas aprovechó ese descuido y se hizo con el arma del hombre que lo
retenía y sin pensarlo dos veces disparó a los dos que habían quedado de pie.
—¡Oh- mi - Dios! —chillé cuando vi mi mano manchada de sangre. El taco
estaba metido en el ojo del hombre que intentó disparar contra Darius y me
quedé sin poder respirar.
Mi estómago comenzó a revolverse y mi vista se perdió ante las lágrimas
que llenaban mis ojos, acababa de agredir a alguien y se me había pasado la
mano.
—Se suponía que iba a golpear su cabeza —logré decir cuando Pecas llegó a
mí.
—Calma, nena, ahora sabemos por qué una mujer en tacones es peligrosa.
—¡Darius! —me quejé por su tonto comentario.
—Ya, mi bella estrella. Me has salvado y eso es lo que importa. —Eso no
me ayudaba, pero decidí quedarme callada.
Miré a mi alrededor y mi estómago amenazó de nuevo con devolverse,
Darius tocó el cuello del tipo del tacón en el ojo y aseguró que seguía con vida,
pero no mencionó nada de los otros dos, y eso me estremeció.
—¡Al fin los encuentro, chicos! —Connor llegó a la habitación, también
vestía de negro y levantó su gorro para que lo reconociéramos, sentí tremendo
alivio al saber que no estábamos solos.
—¡Salgamos de aquí! —pidió Pecas.
Tomé la mano que me daba y comencé a seguirlo con torpeza, cuidando de
no dañar mis pies desnudos, de soslayo vi a Connor tomar el pulso del tipo al
que dañé y me estremecí cuando negó y comenzó a seguirnos.
Creo que Darius me había mentido.
—Le hicieron mierda el ojo —murmuró tras nosotros, Pecas lo miró mal
cuando me tensé por ese comentario.
Jamás olvidaría lo que hice.
Fue un gran martirio cuando salimos de aquel lugar y tuve que correr por
terreno pedregoso, terminé en la espalda de Pecas para no dañar más mis pies y
contuve mis ganas de gritar cuando fuimos atacados con balas, Connor y otros
hombres se encargaron de cubrirnos y protegernos hasta llegar a una camioneta
todoterreno, reconocí a Evan también protegiéndonos y admiré a un
desquiciado Dylan que disfrutaba del momento como si se tratara de un niño en
un campo de juegos mecánicos.
Esos chicos estaban locos, descolocados al disfrutar de un hecho que sería
parte de mis pesadillas a partir de ese día.
—Espero que sepas usar una de estas. —Vi a Tess quitarse un gorro para que
la conociera y me entregó un arma que ni siquiera en sueños sabría cómo
usarla.
Le había entregado otras a Darius y mi boca se abrió al verlo preparándolas
con tanta agilidad como si fueran una extensión de su cuerpo.
—Veo que tus deseos se cumplen muy rápido. —Lo escuché decirle a
Connor, y este último sonrió con diversión—. No será necesario que ella use
una de esas —le dijo después a Tess, y la chica quitó esa cosa de mis manos—.
¡Saca a Laurel de aquí, Roman! —negué cuando el coche rugió con potencia y
me aferré a Pecas negándome a dejarlo.
—Tienes que irte conmigo, vámonos todos ya —supliqué, y cada uno de los
presentes negó—. Por favor, Pecas —rogué al chico frente a mí.
—Roman y Dom van a sacarte de aquí y te llevarán a casa de Myles, allí se
encuentra Dasher, y te necesito para que lo cuides mientras yo llego —negué
frenética y con lágrimas en los ojos.
—Esos tipos vienen hacia aquí y les hemos tendido una emboscada, debes
salir de aquí, Laurel —habló Tess, y ni siquiera la miré.
—Acabo de recuperarte y no quiero que te expongas a ese peligro. —Acuné
el rostro de Darius, y me sonrió.
—Prometí que iba a joderte cuando estuviésemos solos y voy a cumplírtelo,
amor. Pero antes te pondré a salvo y me desharé del peligro que amenaza tu
futuro y el de mi hijo. —No me dejó protestar, ya que me besó y le
correspondí. Mi interior sufría al sentirlo en peligro y deseé tener poderes para
llevármelo conmigo, aunque eso era algo imposible y no me quedó más que
confiar en que cumpliría su palabra—. Te amo, Laurel Stone —susurró con la
frente pegada a la mía.
No quise responder porque todo me sabía a despedida y me rehusaba a eso.
Se alejó de mí y me encerró en la camioneta.
—Vuelve a mí, por favor —pedí con una tremenda opresión en el pecho.
Golpeó el coche como señal para que se pusiera en marcha y no respondió a
mi pedido, solo me sonrió con amor, y lloré durante todo el camino.
Algo no iba bien y lo presentía.
Llegué a la mansión Pride, y Dasher me recibió con un fuerte abrazo, estaba
feliz de saberlo bien y que me llamara «Mamita» como tanto le gustaba
hacerlo; Eleanor me sirvió un té y admiré su coraje para enfrentar toda aquella
locura, suponía que los años de experiencia y ser la esposa de un líder Grigori
le permitió tener una actitud de hierro ante esos momentos. Su hija, su yerno y
ls chicos a los que ella consideraba como hijos estaban expuestos en esos
momentos a la muerte.
El hombre que yo amaba también se estaba enfrentando a la muerte y nunca
en la vida me sentí tan al borde del abismo como ese día. Me fui a la cama con
Dasher solo para que él durmiera tranquilo y cada segundo que pasaba solo
amenazaba mi cordura, hasta que escuché alboroto en la planta baja y con
cuidado de no despertar a mi pequeño corrí para encontrarme con la mayoría
de los chicos, pero no vi a Pecas por ningún lado.
—¿Dónde está? —le pregunté a Connor con evidente aflicción, y él me miró
todavía peor.
—Lo llevan para el hospital —respondió con pena, y vi todo negro en el
momento que esas palabras salieron de su boca.
Mi hermoso Pecas.
Como lo intuí en el momento que nos emboscaron, los Vigilantes fueron
reactivados por David, un hermano de Lucius que siempre estuvo a su lado
liderando aquella organización que solo deseó el poder que Grigori tenía y el
apoyo del gobierno.
Pero lo de ellos era más obtener poder para joder a los ciudadanos.
Forcejeé cuando me separaron de Laurel y solo intenté calmarme porque
sabía que la iban a utilizar en mi contra si se daban cuenta de cuánto me
interesaba esa mujer. David sabía de mi verdadero parentesco con Lucius y él y
eso lo motivó a ir tras de mí y, cuando le pregunté cómo supo todo, respondió
con que siempre tuvieron vigilada a Ángela y en el momento que ella se enteró
de mí, ellos igual.
Explicó que su objetivo solo era hacerme entender que mi lugar estaba con
ellos, liderando una organización que Lucius fundó con esmero y por lo tanto
su hijo de sangre debía heredar su puesto; tuve que parecer interesado en todo
lo que me decía y hasta entusiasmado para así darle tiempo a los Grigori de que
llegaran a apoyarme, ya que lo cierto era que estaba asqueado de todo lo que
tuve que hacer en mi tiempo en esa organización y mi único objetivo era
eliminarla por completo y no liderarla.
—Espero que la chica que venía conmigo no esté siendo maltratada —les
advertí actuando como tanto deseaban que lo hiciera, David rio complacido.
—No te preocupes por eso, hijo. La chica está siendo tratada como nuestra
huésped especial, ni ella ni tu hijo corren peligro; solo te emboscamos de esta
manera porque sabía que era la única forma de que aceptarías hablar conmigo
después de lo que tu padre te hizo pasar. Aunque ambos sabemos que fue así
porque nunca supo que eras su primogénito, el que él tanto deseó toda la vida.
—Sentí asco cuando hizo énfasis en nuestros lazos de sangre, pero me limité a
sonreír.
Me comprobaron que no se acercaron a mi hijo, no obstante, no lo hicieron
porque no pudieron en realidad. Isabella al final se llevó a la gente que me
cuidaba a mí, pero jamás a la que se encargaba de la seguridad de mi chico, y
apostaba mis bolas a que si no lograron llegar a Dasher fue porque no pudieron
traspasar a La Orden, y no era tan idiota como para no ver eso, lo único que me
tranquilizaba es que los haría pagar más temprano que tarde.
Pedí que me llevaran con Laurel cuando creí que los tenía convencidos de
mi accesibilidad a liderar la asociación y me tranquilicé un poco cuando
aceptaron mi demanda de buena manera, llegué a aquella habitación esperando
encontrarme a una fiera, no a una gatita asustada, y más por mi bienestar y no
por el de ella.
La pelinegra me estaba sorprendiendo mucho con su cambio hacia a mí
desde que se enteró de mi parentesco con Celine y decidió ser mi apoyo en
esos días tan difíciles, poco a poco fue cediendo y, cuando aceptó que me
amaba, me sentí muy agradecido con esos idiotas que nos emboscaron.
Tal vez nuestro reencuentro se iba a dar tarde o temprano porque estaba
dispuesto a recuperarla y ser diferente con ella, pero ese altercado adelantó
todo y me sentía feliz a pesar de la situación que vivíamos. Y me dolió dejarla
ir para quedarme a enfrentar a los tipos que ya sabían de mi engaño, mas era
necesario hacerlo; mi objetivo era ponerla a salvo y limpiar el futuro de mi
hijo, el de ella y el mío, de los peligros que esas personas pudieran significar.
Iba a empezar de cero con mi hermosa estrella y deseaba hacerlo bien.
—Quién iba a decir que los Grigori volverían a la acción —murmuré
haciéndome el fuerte cuando Roman se llevó a Laurel.
—Es como debe de ser y, aunque tu hermana quiere matarte ahora mismo,
ella y mi hermano se están muriendo de la envidia por no estar aquí con
nosotros. —Reí divertido al escuchar a Tess con una emoción indiscutible en
su voz.
—Al fin se llegó la hora de patear algunos culos como en los viejos tiempos,
amor —le dijo Dylan, y ella sonrió con regocijo.
—Quiero ponerme sádica, así que hagámoslos explotar, cariño. —Todos
reímos al unísono cuando la escuchamos.
Connor se adelantó un poco y bajó su gorro para después alzar una mano y
callarnos.
—Tendremos compañía en… —Vio el reloj en su muñeca izquierda—,
tres… dos… uno… ¡A divertirnos se ha dicho dama y caballeros!
Hice crujir mi cuello y dejé listas las armas cuando escuché pasos acercarse,
más hombres Grigori salieron de sus escondites y nos enfrentamos a los nuevos
reclutas de los Vigilantes; eran cabrones muy preparados en combates de
cuerpo a cuerpo, pero nosotros nos mantuvimos en entrenamiento, aunque ya
no fungiéramos como activos de la organización, y no nos asustamos con los
novatos que intentaban superarnos en nuestro campo.
Todos estábamos disfrutando de volver a aquel lado oscuro de nuestras vidas
y me incluía porque la adrenalina de ese momento me estaba activando de una
manera única, y comprendí la envidia de mi hermana y mi cuñado en esos
momentos. Nacimos en un mundo donde la lucha, el fuego y el peligro era el
plato más delicioso del día a día y lo cambiamos solo porque había seres que
nos necesitaban dedicados a ellos en un cien por ciento, sin embargo, volver a
esa acción eran como un soplo de aire fresco que todos necesitábamos.
Me llevé algunos golpes en aquella pelea, mas solo sonreía como un lunático
al recibirlos, y me di cuenta de que no era el único. De hecho, noté que Dylan
se dejó dar algunos por simple placer.
El hijo de puta era un desquiciado y eso jamás cambiaría.
Nos deshicimos de la mayoría, y corrí tras de David cuando intentó
escaparse, quiso librarse de mí alegando que éramos sangre, no obstante, él
tenía un lado sanguíneo que deseaba eliminar, pero nunca conté con que en
aquel lugar había niños y el muy cobarde se escudó detrás de dos pequeños que
me miraron con terror cuando los apunté con mi arma.
—¡Maldito cobarde! —escupí y bajé el arma—. ¡Calma, niños! ¡No voy a
dañarlos! —El chico quizá tenía la edad de Dasher y cogió la manita de la
pequeña rubia más joven que él.
—Tendrás que dejarme escapar con ellos si no quieres dañarlos. —El niño se
aferró a la mano que David puso en su pequeño hombro y supe que no podría
hacer nada. Esos pequeños confiaban en él a pesar de que para ese hijo de puta
solo eran su llave de escape.
—¡Vete! —espeté molesto, y sonrió satisfecho de su hazaña—. Y no cuentes
con que a la próxima tendrás la misma suerte —advertí.
—No habrá una próxima vez —aseguró.
Corrí en zigzag hasta llegar a un árbol cercano en el momento que el maldito
alzó el arma y comenzó a dispararme, debí prever eso y, cuando llegué a la
seguridad del árbol, noté la sangre en mi pierna, acepté que me merecía ese
disparo por imbécil y descuidado.
—¡No disparen! —logré gritarles a los Grigori que llegaron a apoyarme—.
Hay dos niños con ese idiota —avisé cuando fruncieron sus ceños en
desacuerdo a mi petición.
Connor llegó de inmediato a donde estaba y con su navaja abrió mi pantalón
para evaluar mi herida.
—No vas a morirte, pero te dejará cojeando varios días. El proyectil entró y
salió, te haré un torniquete para cortar el sangrado —gruñí cuando amarró con
fuerza un pedazo de tela de su camisa más arriba de donde estaba la herida.
No era grave, pero comenzaba a doler como el infierno.
Me llevaron cargando hasta una de las camionetas y, a pesar de que él y
Evan insistieron en acompañarme al hospital, decidí que era mejor que se
fueran a la mansión Pride y prestaran su seguridad a mi hijo y mi pelinegra.
Otros chicos Grigori se encargaron de escoltarme hasta el hospital para ser
atendido de inmediato y al llegar me sedaron en un santiamén para atenderme.
No utilizaron anestesia general, pero estaba tan cansado que terminé
durmiendo por completo.
Ya con la seguridad de que mi gente no corría peligro fue mucho más fácil
dormir.
Comencé a recobrar la conciencia y escuché suaves murmullos de voces que
conocía a la perfección, Laurel y Celine estaban cerca de mí y, aunque no lo
pretendía, me sentí nervioso. Era la primera vez que vería a Celine después de
lo sucedido entre nosotros y, a pesar de que ella y la pelinegra se llevaban bien,
no deseaba que fueran a disgustarse por nada relacionado a nosotros.
Me removí cuando sentí una presión molesta en la pierna y abrí los ojos
poco a poco hasta adaptarme a la luz y busqué aquello tan molesto.
Era el vendaje que me habían hecho y dejaron demasiado apretado.
—¡Pecas! ¡Al fin! —Laurel fue la primera en percatarse de mi conciencia y
llegó hasta a mí para abrazarme con una fuerza tremenda.
Era un alivio que mi herida estuviera en mi pierna y no en la parte superior
de mi cuerpo.
—Que rico ser recibido así —murmuré en su oído y levanté los brazos para
devolver el abrazo.
Celine se acercó poco a poco y noté el alivio en ella al verme despierto y
bien.
—Agradece que estás herido y que yo estoy feliz de que estés bien porque
me has hecho pasar por un susto tremendo que merece una patada en tus…
—Deja mis bolas tranquilas, merezco solo mimos de tu parte. —La halé de
nuevo a mí y besé su frente.
Me gustaba lo valiente que esa mujer era conmigo y que fuese una damisela
en otras ocasiones porque eso demostraba que confiaba mucho en mí para su
seguridad.
Jamás desearía que fuese diferente, ya que era consciente de que había
chicas como ella que eran unas auténticas reinas, de esas que merecían ser
protegidas del peligro físico porque no nacieron en un ambiente como el mío,
pero que eran capaces de proteger en otras situaciones en las que tipos como yo
éramos vulnerables. Laurel era así y admiraba la fortaleza que tuvo para
sobrevivir en un mundo que la quiso rechazar desde un principio, comenzando
por su madre. Esa mujer sobrevivió a actos que ninguna niña merecía sufrir y
aun así se levantó, resurgió y se convirtió en una luchadora; no sabía
defenderse con golpes, eso era cierto, sin embargo, era algo que podía
solucionarse con práctica y mucha disciplina. Pero sí era inteligente, audaz y
astuta, eso era algo de lo que muchas carecían, y eso ni con toda la vida que les
restaba llegarían a obtener porque esas características se fortalecían con las
experiencias de vida.
Y ella había pasado por muchos golpes que la convirtieron en lo que era.
Me demostró que se amaba así misma, que se valoraba y disfrutaba la vida
sin temores; sabía lo que quería y cómo, esperaba por ello y luchaba en el
momento correcto. Tenía miedos como todos, mas los enfrentaba y luchaba por
superarlos, y que estuviera de nuevo ahí conmigo lo demostraba.
Amaba todo de esa mujer, pero sobre todo amaba su madurez.
—Estoy feliz de volver a verte —dije, y suspiró—. Tú y yo somos como el
sol y la lluvia —añadí, y frunció el ceño para luego sonreír un poco tímida.
—¿Qué dices? —inquirió nerviosa, y acaricié su rostro.
—¿Sabes que el sol y la lluvia hacen algo hermoso? —respondí con una
pregunta y por primera vez la vi quedarse sin sus respuestas listillas.
No estaba loco ni nada que se le pareciera, fue solo que recordé el momento
en que escuché la canción «Hate & Love» de Jack Savoretti y Sienna Miller.
Fue uno de esos días en que mis estados comemierda se intensificaron y
mientras bebía un trago también me dedicaba a escuchar canciones que solo me
hundía más en la miseria por no tener a Laurel conmigo, y esa en especial fue
hecha para los dos.
—Bien, creo que todavía estás sedado —expuso hacia Celine, y me reí.
Pero me miró sabiendo que no era así y entendiendo que el arcoíris que se
formaba gracias al sol y la lluvia era hermoso.
—También estoy feliz de verte a ti, Celine —dije para que la pelinegra se
tranquilizara y procesara mis palabras. Laurel se hizo a un lado y me dejó ver
mejor a la chica que seguía siendo más especial que antes para mí.
—Nos has asustado mucho, pero me alegra que estés bien. Laurel me ha
contado todo — aseguró, y alcé la mano para pedirle que se acercara y la
tomara. Dudó un segundo, pero la tomó después.
Algo cálido me recorrió al sentirla y supe que a ella también por su reacción,
hasta ese momento comprendí que confundí el cariño que sentía hacia Celine
desde que la conocí; fui un idiota por no tratarla desde un principio con más
tacto y con más distancia. Esa chica era mi hermanita, la vida me estaba
devolviendo en ella un poco de la que me quitó, y lo agradecía de corazón.
—Perdóname por haber propiciado lo que sucedió entre nosotros, sé que no
todo es mi culpa, pero debí haber mantenido mi distancia contigo desde un
principio. —Lágrimas llenaron sus ojos cuando hablé, y negó.
—No es culpa tuya y tampoco mía, lamento haber cedido, sin embargo. Pero
lo que pasó ya no se puede enmendar, mas sí olvidar y vernos de aquí en
adelante como lo que en realidad somos. —Acarició mi rostro sin malicia y
sonrió entre el llanto—. Eres mi hermano y hasta ahora entiendo por qué jamás
me viste como ves a Laurel.
—Es porque yo soy única —murmuró bajo la pelinegra, y tanto Celine como
yo nos reímos. Mi chica era una engreída, pero me gustaba que lo fuera porque
siempre actuaba así cuando estaba segura de algo.
—Démonos una oportunidad de tratarnos —pedí, y me observó con sorpresa
—. Independientemente de todo, sabes que siempre te he querido. Te aprecio,
Celine, y no deseo perderte a ti también. Ya me arrebataron a una hermana…
no quiero perder a otra. —Mi mente viajó al recuerdo de Amelia y me sentí
muy triste.
Extrañaba a mi pequeña loca, Celine nunca sería su reemplazo, no obstante,
me ayudaría a sobrellevar una pérdida irreparable.
—Y para mí sería lindo tener una cuñada dulce y no solo una que pueda
patear mi culo cuando la cabree de más. —Laurel puso sus manos en los
hombros de Celine en un gesto cariñoso, y ella la miró divertida, intuí que a lo
mejor esas dos ya habían hablado de Isabella y su genio de dinamita.
—Gracias, chicos, y si tú y yo logramos ser amigas, entonces puedo forjar
mis lazos de hermanos contigo. —Sonreí complacido cuando la escuché decir
eso. La halé y la hice abrazarme.
Todavía no deseaba ningún lazo con su madre, pero, al igual que yo, Celine
fue engañada y eso nos unía más.
Hablamos un rato más los tres, y les dije todo lo que había pasado, Laurel
terminó confesando que sabía de aquellos dos pequeños que se encontraban en
la casa donde nos retuvieron, pero se olvidó de decirme después de todo lo que
le tocó pasar. La abracé fuerte y traté de consolarla cuando Celine se fue, y me
dijo que no podía olvidar al tipo que mató por accidente, seguía creyendo que
solo lo dejó inconsciente, y decidí mantenerlo así para no traumarla más.
Pasó por demasiado trauma como para añadir ese.
Al siguiente día me dejaron salir del hospital y estaba complacido con que
ella se convirtiera en mi enfermera personal, me podía valer por mí mismo, sin
embargo, no iba a desaprovechar la oportunidad de que me mimara como lo
estaba haciendo.
En cuanto al tema de David y esos niños que seguían siendo un misterio,
decidí dejarlo en manos de Evan y Connor. Juntos seguirían investigando hasta
dar con el paradero de ese malnacido y entonces sí acabar con él por completo;
mientras tanto, iba a dedicarme a recuperarme y a disfrutar de mi familia y las
nuevas oportunidades que la vida me estaba dando.

—Ahora tendremos mucho tiempo para hablar de ciertas cosas que no


pudimos antes porque pasamos solo follando —le dije a Laurel cuando íbamos
en el avión rumbo a Italia. La boda de mi hermana se celebraría en una semana
y debíamos estar allí con tiempo para los preparativos.
—Te refieres a lo de mi infertilidad, ¿cierto? —Vi el temor en ella al tocar
ese tema. Sabía que tenía miedo de lo que yo pensaba y necesitaba dejarle claro
muchas cosas.
—¿Cuándo te enteraste de que eras así? —Tomé su mano y besé el dorso
para darle a entender que no me incomodaba hablar de eso y deseaba que ella
se sintiera igual.
Suspiró con fuerza, cerró los ojos y recargó su cabeza en el respaldo de la
silla.
—Lo supe hace mucho en unos estudios de rutina, lo reconfirmé una semana
después de que te volví a ver en la fiesta de LuzBel, cuando comprobé que
estaba vivo. —Apreté su mano para animarla cuando se quedó en silencio—.
Sé que fue tonto de mi parte, pero soñé en grande cuando hablaste de que
querías tener muchos hijos después de contarme un poco de tu vida; era muy
pronto para saber si tú y yo teníamos futuro, no obstante, deseaba ser la mujer
que te diera todos los hijos que tanto deseas —maldije en mi interior al darme
cuenta de cómo la herí con mis comentarios—. Sé que hice mal al alimentar tu
ilusión y la de Dasher, pero compréndeme, Pecas, para mí no era fácil decirles
«lo siento chicos, pero soy estéril y no puedo darte una hermanita, Dash. Ni a ti
una hija, cariño».
—Te herí con mis comentarios y de verdad lo lamento, amor —negó cuando
me escuchó—. ¿Fue por eso que te negaste a mí por tanto tiempo? —asintió en
respuesta, y la tomé de la barbilla para que me viera a los ojos—. Perdóname
—pedí de nuevo comprendiendo todo al fin.
—No debes pedir perdón, yo sí. Todavía sigo creyendo que no debería estar
contigo, deseas hijos y jamás podré dártelos, y si quieres acabar con lo nuestro
por esa razón… créeme que lo comprendería y me haría a un lado sin odiarte,
porque de verdad mereces esa felicidad.
La tristeza teñía su voz y la amé más cuando me di cuenta de que era capaz
de apartarse para que yo buscara lo que ella creía que me haría feliz. Mi tonta y
bella estrella fugaz.
—Hace años conocí a un ángel que me salvó y me enseñó lo que era ser
amado cuando mi propia madre me abandonó —comencé a decirle algo que
tenía muy claro y obtuve su atención total—, estar en un orfanato puede ser
cruel muchas veces y he conocido a niños que sufren por el abandono de sus
padres y porque no tienen a nadie que los ame como ellos se lo merecen.
Cuando llegué a la madurez entendí que mujeres como mi madre y hablo de
Leah que es a la única que reconozco como tal —aclaré ese punto y asintió—,
fueron creadas para ser el ángel de niños como yo, y de verdad creí que ya no
me volvería a encontrar con otra como ella hasta que te conocí a ti y te vi
interactuar con Dasher.
Tragó con dificultad cuando entendió lo que quería decirle y contuvo las
lágrimas.
—Siempre he deseado ser papá y con Dasher estoy cumpliendo ese sueño, y
tú eres el ángel que necesito para salvar a más chicos como Dash y como yo.
No fuiste creada para llevar un hijo en tu vientre, pero sí para proteger y darle
el amor de una verdadera madre a muchos niños que han sido privados de ese
privilegio, y así como lo he hecho yo, tú debes comprender ese propósito de tu
vida.
» Te amo tal cual eres, mi preciosa pelinegra. Cumple el deseo de muchos
niños que miran por su ventana esperando ver a la estrella fugaz que les
cumplirá su sueño, y cumple el mío de ser padre de muchos chiquillos.
No lo había planeado así, pero sentí que ese era el momento indicado para
hacer lo que iba a hacer y saqué la sortija que llevaba guardada en el bolsillo de
mi americana.
—Cásate conmigo y acepta ser la madre legal de Dasher y la de muchos
otros pequeños. —Me miró estupefacta y se quedó muda por demasiado
tiempo.
Comencé a asustarme por su falta de reacción y acerqué la mano a su nariz
solo para comprobar que seguía respirando. Me la apartó de un manotazo, y me
reí.
—¡Madre mía! ¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo? —preguntó
cuando reaccionó, y asentí de inmediato.
—Volvimos hace poco, pero te conozco desde hace mucho tiempo y desde el
primer minuto supe que tú cambiarías mi vida para siempre, y lo hiciste para
bien, me diste luz, le diste color a mi vida, perversidad a mi rutina, y sé que
eres la única mujer que merece todo de mí. La única que Dasher merece como
madre. —Sus hermosos ojos se llenaron de lágrimas de nuevo y comenzó a
llorar y sollozar sin poder contenerse.
Odiaba verla así, aunque los motivos fueran buenos.
—LuzBel se irá de culo cuando vea esa sortija en mi dedo —balbuceó, no
comprendí su respuesta. No obstante, tuve esperanzas de que fuera positiva.
—¿Eso es un sí? —cuestioné esperanzado.
—Dicen que nada dura para siempre y deseo ser tu nada, pero llevando tu
apellido, Pecas. Así que sí, acepto casarme contigo.
—¡Sí! —aquel grito fue de Dasher y lo descubrimos cerca de nosotros,
escuchando todo—. ¡Los deseos de cumpleaños sí se cumplen! —añadió
eufórico, Laurel lo haló para abrazarlo, y me quedé pasmado viendo esa
hermosa imagen.
La de una verdadera madre y un hijo amado. Nunca me sentí tan feliz como
en ese momento, la mujer que amaba acababa de aceptar ser mi esposa y con
ello cumplió el mayor deseo de nuestro hijo.
Nuestro… sonaba demasiado perfecto, pero era verdad.
Al fin estaba cumpliendo mi misión, y en esos momentos me sentí como la
envidia de muchos astrónomos.
Mi rostro era de satisfacción pura al ver a LuzBel sosteniendo mi mano y
viendo a detalle aquella sortija que adornaba mi dedo anular izquierdo; lo
primero que hice al llegar y verlo fue gritarle un fuerte «en tu cara, idiota». Sus
ojos se desorbitaron al comprender lo que significaba y me llevó hasta su
despacho en casa para verlo mejor.
—¿Qué menjunje le diste para que pusiera esa cosa en tu dedo? —preguntó
tratando de joderme, me reí divertida antes de responder.
—El mismo que Isabella te dio a ti. —Me senté en la silla frente a él y bajé
mis gafas de sol después de responderle.
Comenzó a reírse como un loco muy divertido y negó. Llegó hasta mí y
levantó las gafas para que lo viera directo a los ojos.
—Nos atraparon, colega —aceptó rendido.
Pero era claro que los dos estábamos felices de ser atrapados, porque lo
hicieron las personas correctas, y mi corazón se aceleró hasta casi retumbar en
mi pecho, y una cosquillita se instaló en mi estómago cuando él hizo tan claro
aquel hecho.
Nos habían atrapado y sonreí plena cuando una imagen de Darius se plantó
en mi mente regalándome una hermosa sonrisa picarona, burlándose y
regocijándose de haberme cazado.
Pecas me quería como su esposa y, aunque nunca quise casarme, había
aceptado de una porque jamás estuve tan segura de algo como en ese momento,
y más después de aquellas palabras tan hermosas y sinceras que salieron de su
boca; él me hizo entender algo que yo no había visto antes: podía ser la madre
de niños a los que se les negó una.
Y, si mi propósito era ese, pues lo iba a hacer y bien.
El anillo en mi dedo era de oro blanco, pero tenía una estrella dorada
adornada con diminutos diamantes blancos ,y a un lado de ella un pequeño
rayo —una estrella fugaz—. No me cansaba de verlo y pensé en lo lindo de
aquel detalle, Darius había pensado en todo, y no me arrepentía de haber dicho
que sí a su propuesta.
Dasher mostraba su felicidad a toda pompa y, desde que llegamos a casa de
mi amigo, corrió con sus primos y les dijo que al fin sus papitos estarían juntos.
Mi corazón de piedra lloró porque era difícil contener tanta felicidad; un año
atrás me fui de esa casa destruida por completo y regresé reconstruida a la
perfección, esas eran las vueltas maravillosas de la perra vida. Bien decían que
había caminos que a veces se separaban solo para enseñarnos a crecer, pero
luego volvían a unirse y se fortalecían; Darius y yo éramos ese caso, y por
primera vez estábamos siendo pasajeros de un mismo tren: uno que tenía como
destino el infinito.
—Y tú que creías que solo siendo tu madrina estaría cerca de un altar —le
recordé, y sonrió.
—Es porque imaginaba que serías más dura que yo para caer en las redes de
esos hermanos —explicó.
Mi amigo tampoco podía ocultar la incredulidad y felicidad que lo
embargaban al estar a días de convertirse en el esposo de una mujer que lo
doblegó haciéndolo parecer muy fácil.
—Esos hermanos son unos duros, amigo. Lograron hacer caer a los hijos de
puta y nos hicieron besar el suelo con fuerza, sin oportunidad de coger impulso
para escaparnos. —Los dos comenzamos a reírnos de nuestra rendición.
Rompimos todas las reglas por nuestras parejas, vivimos, disfrutamos y
probamos de todo; a nosotros no nos podían engañar o hacer dudar del paso
que íbamos a dar con la excusa de que todavía nos hacía falta mucho por vivir,
porque, para nuestras edades, ya habíamos experimentado de todo y al final…
volvimos por lo único que sabíamos que era autentico e insuperable.
Siempre pensé que en algún momento dejaría atrás mi vida de libertinaje,
pero juré que sería por la vejez y no por un tipo de hermosas pecas, ojos
oscuros y cuerpo perfecto adornado con tatuajes. Darius Black representó un
enorme peligro para mí desde la primera vez que me lo crucé en el cementerio
y me dejó idiota por mucho tiempo, mi inocente fingiendo ser pecador me cazó
como el mejor de los astrónomos, y yo… comprobé que era igual a Eva: no me
resistí a la tentación.
Amar no siempre era malo después de todo.

Había llevado conmigo los anillos de matrimonio para mis amigos y cuando
se los entregué a LuzBel quedó impactado; quise hacer algo único para ellos y
por eso diseñé una argolla en oro blanco y, con letras negras y griegas, hice que
le escribieran «Tinieblo» en la parte exterior y en la interior llevaba la fecha en
que se casarían, ese era el que usaría Isabella. Para LuzBel creé uno en oro
negro y con letras griegas en color blanco se le escribió «Bonita».
—Ella es tu luz, por eso el tuyo es negro con el mote que tú la llamas en
color blanco, y ya que tú fuiste su toque de oscuridad en su vida llena de luz,
hice lo contrario con su anillo —expliqué lo obvio.
Quise hacer de esas sortijas únicas, y por lo mismo grabé sus motes
cariñosos en aquellos colores que una vez los identificaron a la perfección.
Isabella no tuvo una vida llena de completa luz, pero había sido como un
ángel cuando llegó a la vida de mi amigo.
—Son perfectos —murmuró sin poder dejar de verlos, y me sentí satisfecha
con mi regalo.
—Como lo son ustedes —aseguré, y sonrió.
Como su madrina de honor me estaba encargando de los detalles más
especiales para ellos y eso incluía la marcha nupcial y la canción que bailarían
siendo marido y mujer de forma legal; mi reciente compromiso me hacía estar
más nostálgica y me obsesioné con que todo fuese más que perfecto para esos
dos seres que eran demasiado especiales para mí, sobre todo mi amigo, mi
compañero, mi apoyo, mi hermano.
Estaba segura de que cuando nos crearon solo cambiaron el molde de los
sexos, pero en lo demás nos hicieron casi idénticos, y la vida fue tan irónica
que, cuando a su vida llegó aquella castaña que lo hizo caer, también arrastró
con ella al único hombre que fue capaz de que yo me rindiera al amor y que me
fuera de bruces junto a mi copia masculina.
—¡Odio a Caleb! —gritó Maokko, y todas las chicas que estábamos en el
comedor la volvimos a ver extrañadas de su reacción.
—¿Y ahora qué hizo? —preguntó Isabella con fastidio, siendo como la
mamá de aquellos dos que vivían solo en discusiones o desacuerdos.
—Es el encargado de organizar la despedida de soltero de tu Tinieblo y,
aunque lo amenacé con castrarlo y darle de comer su polla, se negó a no incluir
a esas estúpidas bailarinas desnudistas que de seguro no dudaran en lanzárseles
a nuestros chicos —se quejó, y creo que nuestra reacción fue por igual en
todas.
Los únicos chicos solteros y amigos del novio eran Evan y Caleb, Fabio lo
era a medias y estaba segura de que aquel rubio haría eso para joder a los
comprometidos y para mayor disfrute para él. Pero un hombre era nada en
contra de un grupo de mujeres dispuestas a defender lo que les pertenecía.
Lo de esas bailarinas no era algo tan grave en realidad y la mayoría éramos
conscientes de eso a excepción de Maokko, sin embargo, creí que esa también
era una oportunidad enorme para sorprender a nuestros chicos.
—¿Qué les parece si en la despedida de soltera de Isabella jugamos a ser
bailarinas? —propuse, y todas me miraron con sorpresa, pero de inmediato una
sonrisa pícara se formó en sus rostros.
¡Mierda! Amaba cuando encontraba a mujeres casi con el mismo nivel de
perversión que yo.
—¿Cuál es tu plan? —quiso saber Isabella, y sonreí victoriosa.
Tener una fiesta de despedida con bebidas alcohólicas, dulces en forma de
penes, idas al club o juegos aburridos, ya estaba pasado de moda. Convertirnos
en las bailarinas personales de aquellos hombres que nos traían como locas,
estaba fuera de lo común y todas las mujeres nos fuimos de compras ese día; la
tienda de lencería hizo una excelente venta después de que la idea se me cruzó
por la cabeza, y pasamos dos días metidas en una academia de baile
aprendiendo una coreografía que dejaría a esos tipos babeando.
—¿¡Estás aquí!? —pregunté incrédula. Escuché a Olek reírse a través del
móvil.
—Sí, ya te lo dije como diez veces. Pride me invitó a su boda y por supuesto
que no le iba a fallar a un viejo amigo —explicó, y sonreí.
—¿Marissa está contigo? —Ella era la chica con la cual lo dejé en el club la
noche que fuimos emboscamos con Darius y el maldito la pasó tan bien con esa
mujer que ni siquiera se enteró de que estuve secuestrada por varias horas.
—Claro, si no Italia hubiese sido aburrido. —Su respuesta me hizo saber
que ya había caído con ella.
Tuvimos nuestro momento después de mi separación con Darius, pero
aquello solo nos sirvió para comprobar que ambos habíamos sido el primer
amor del otro, pero no el verdadero ni correcto, y por lo mismo decidimos ser
solo buenos amigos. Marissa era una rubia platinada, hermosa e imponente,
una mujer segura de sí misma y de lo que quería; por lo mismo esa noche en
que la conocimos dejó claro que, aunque no le gustaban las mujeres, si
queríamos jugar ella se nos uniría. Mas mis planes eran otros y opté por dejarla
con Olek, esa noche él quizás encontró a su verdadero amor y tal vez era muy
pronto para asegurar eso; pero bien decían que no se trataba del tiempo sino de
la persona y, a mi manera de ver, Marissa era la persona, y lo mejor de todo es
que me caía muy bien.
Olek ya estaba enamorado de ella y viceversa, razón suficiente para
comunicarme con mi nueva amiga y arrastrarla en nuestro plan; estuvo
superdispuesta y agradecida de que la incluyéramos, lo mejor de todo es que
fue aceptaba y bien vista por mis compinches.
Tuve que incluir a dos solteras en el grupo y aparte invité a la enfermera que
sabía que se acostaba con Fabio —para estar completas—. La noche de la
fiesta llegó y en secreto nos reíamos del entusiasmo que Caleb tenía por la
sorpresa que según él les iba a dar a los chicos; decidimos que después de esa
noche todas las parejas dormiríamos separados y no nos veríamos hasta el día
siguiente en la boda. Pecas utilizó esa excusa para ducharse conmigo y
pasamos en aquel pequeño espacio por tres horas.
Esa había sido la ducha más larga que me di en la vida.
—Ten cuidado con esos tipos que de seguro llevarán a la fiesta —advirtió mi
novio antes de reunirse con los demás chicos, besé la punta de su nariz y
sonreí.
—Tendré el mismo que tú con las chicas que de seguro llevarán a la suya. —
No dijo nada, intuyendo los planes del flamante organizador de la fiesta y sus
mejillas se pusieron rojas.
Amaba cuando reaccionaba así.
Volví a besarlo sin dejar que dijera nada más y demostrándole que no me
molestaba lo que iba a pasar, sobre todo cuando sabía que la única que iba a
estar cerca de él sería yo.
Se fue y me quedé en la habitación terminando de vestirme, bajé minutos
después y caminé con sigilo cuando escuché el alboroto que todos tenían. Las
chicas se habían ido antes para el hotel en el que quedamos de reunirnos y mi
intención era la misma, pero mi curiosidad por aquella plática de hombres me
ganó y escuché un poco.
—Confieso que he participado en tríos. —Reconocí el juego, me asomé y vi
que solo Darius bebió su trago. Nadie más lo hizo y, a pesar de que no se
burlaron de él, sí se sorprendieron de aquel hecho.
Hasta yo lo hice. Mi amado sí era un inocente, mi pequeño ángel.
—Ni modo. No lo hice y, aunque se me dio la oportunidad, no lamento el
haberme negado —explicó sereno, y entendí de lo que hablaba.
Con cuidado de que no me vieran me marché de ahí, pero el pensamiento de
lo que había descubierto no me abandonaba y me sentía feliz de haber
escuchado una respuesta tan segura por parte de Darius.
Cuando llegué al hotel todas las chicas celebraban y repasaban la
coreografía, nuestro vestuario estaba preparado y decidí comenzar a disfrutar
de la temprana noche. Maokko había aprendido mucho de los trucos de Caleb y
logró interferir su móvil para saber cuándo se comunicaría con la representante
del club al que asistirían, misma que se hacía cargo del regalo especial para
ellos. La chica ya estaba al tanto de nuestro plan y aceptó ayudarnos cuando le
aseguramos que nadie se molestaría por el cambio, Isabella fue muy
convincente con ella.
—Chicas, perdón por el atrevimiento, pero invité a una amiga a esta
aventura —informó la enfermera de Fabio, y la miramos mal. Nos caía muy
bien, sin embargo, no nos cayó en gracia aquel anuncio—. No se molesten, lo
hice porque es casi como una mojigata que no se divierte para nada y se la pasa
metida en el trabajo veinticuatro siete; hice una apuesta con ella, la perdió y la
obligué a hacer esto, le enseñé los pasos y todo… por favor, ayúdenme a que
tenga un poco de diversión en su vida, tal vez y consigue a un chico caliente
que la saque de su monotonía esta noche.
Nos miramos entre sí y la mayoría coincidió en que les daba lo mismo, así
que Maokko le dijo que estaba bien y la hicieron pasar a la suite que teníamos
reservada. Su nombre era Michel y comprendimos lo que su amiga nos había
dicho cuando la vimos, la chica era sosa hasta en su forma de vestir y se le
notaba el aburrimiento por los poros; decidí hacerla mi proyecto personal y me
prometí que disfrutaría de su vida por lo menos esa noche.
Me cayó muy bien enseguida y se la pasó pegada a mí por el resto del
tiempo que teníamos antes de marcharnos al club.
—Estoy nerviosa —aseguró cuando estábamos detrás del telón que nos
separaba de la tarima—, esos hombres parecen modelos y están demasiado
calientes.
—Recuerda que solo puedes escoger entre el rubio y el chico de cabello
castaño a su lado —le recordé seria, y sonrió divertida.
—No soy una suicida y ustedes me dejaron demasiado claro lo que me
puede suceder si escojo mal, solo puedo hacerlo entre Caleb y Evan, está
demasiado grabado en mi mente. —Dio toquecitos en su sien, y me reí cuando
Isabella también lo hizo al escucharla—. Tu prometido es hermoso, por cierto,
y no te lo digo con malicia —aseguró, y me sentí orgullosa de que viera así a
mi Pecas.
—Gracias, pero mejor no digas nada de eso del chico que está muy tatuado o
del moreno gigante —aconsejé para evitarle una posible muerte sangrienta—,
eres muy linda para tener un final trágico. —Isa negó haciéndome sentir que
era una exagerada, pero no me corrigió.
Michel se sonrojó por mi comentario, y me causó mucha gracia, esa chica en
verdad estaba necesitada de un hombre que le quitara toda esa vergüenza con
un buen polvo o de una amiga que le hiciera entender lo valiosa que era para
que ella misma se lo creyera.
—¡Y ahora… el regalo de despedida para nuestro novio! —avisó el Dj y la
melodiosa voz de Rosenfeld con «Do it for me» comenzó a sonar dándonos el
pase para salir al escenario.
Lencería negra y roja conformaban nuestros trajes, junto a un antifaz que nos
cubría el rostro, pero si esos tipos nos conocían a la perfección… era cuestión
de tiempo para que se dieran cuenta de quiénes estaban detrás de aquellas
máscaras de plumas y brillantes. Mi traje era rojo con ligueros y medias de red,
mis zapatos de quince centímetros hacían que mi culo estuviese más en pompa,
y cada una de las chicas nos cogimos entre sí para comenzar a bailar. Mientras
la música fue avanzando, nuestros movimientos se volvieron más atrevidos;
había más tipos de los que imaginamos y tarde nos dimos cuenta de que
nuestros hombres no sacaron a los demás visitantes del club para ser solo ellos.
Sonreí divertida cuando caímos de rodillas al suelo y arqueamos nuestras
espaldas para provocar a todos. Los ojos de LuzBel se desorbitaron cuando
reconoció a su mujer, Darius rio y negó al reconocerme a mí, y le guiñé un ojo;
de inmediato mi amigo giró sus órdenes y los tipos que los cuidaban
comenzaron a sacar a las personas que estaban demás en aquel lugar. Muchos
abucheos se escucharon de los que estaban siendo despedidos porque no les
permitían seguir observando el espectáculo, pero admito que me sentí mejor
cuando los extraños se fueron.
Tomé de la mano a Michel y sin perder la coreografía la tumbé en el suelo y
comencé a seducirla, cada una de las mujeres estaba dándole un espectáculo
personal a su hombre y yo me encargué de darle uno inolvidable al mío. La
chica debajo de mí estaba nerviosa, aun así me siguió y ayudó en lo que
necesitaba; me sentí victoriosa cuando vi el bulto sobresaliente en el pantalón
de mi Pecas, y comencé a caminar hacia él llevando de la mano a Michel.
—Solo toca a mi hombre en donde yo te diga y haz lo que te permita —
advertí en su oído, y asintió.
La hice ponerse a espaldas de Pecas, y él se tensó cuando vio lo que
planeaba.
—Sedúcelo —ordené a Michel, ella vestía de negro y con manos
temblorosas inició a acariciar los hombros de mi hombre.
Todos estaban en lo suyo en ese momento, a regañadientes LuzBel se
obligaba a disfrutar del baile que le regalaba su futura esposa, y solo lo vi
tranquilo cuando se percató de que cada amigo que lo acompañaba estaba
concentrado en su propia mujer. Comencé a mover mis caderas frente a Darius
y quedé en cuclillas abriendo mis piernas en sobremanera para que notase mi
centro, caí de rodillas y me puse en cuatro para mover en círculos mi trasero y
que disfrutara de la vista. Asentí cuando con la mirada Michel me pidió
permiso de seguir sus caricias hasta el vientre de mi chico y amé que, a pesar
de tener a otra mujer acariciándolo, él se deleitara solo con lo que yo le estaba
haciendo.
El grito de Isabella me sacó de lo mío y, cuando volví a verla, su hombre la
llevaba enganchada en su cintura y la sacaba del club. El bulto en su pantalón
me hizo saber hacia dónde iban.
Dejé de verlos cuando me cogieron de la barbilla y unos ojos oscuros y
penetrantes me veían desesperados.
—Vámonos de aquí —exigió.
Miré a Michel y una idea se me pasó por la cabeza, habíamos hablado
mucho, supe de su vida, su trabajo y todo lo relacionado a ella. Por lo mismo
me animé a ejecutar mi plan.
—Esta despedida también era para mí. —Pecas me miró extraño cuando le
dije eso—. Se acabó mi vida loca, te prometo ser solo para ti. Fidelidad
absoluta, pero quiero despedirme de esa vida y deseo que seas mi compañero.
—¿Qué pretendes? —preguntó.
—Llevar a Michel, la chica tras de ti. Es hermosa y sana, confía en mi buen
gusto. —Sus preciosos ojos se abrieron demás—. Está será tu última
oportunidad para probar un trío porque de aquí en adelante seremos solo tú y
yo, y antes de casarnos quiero que pruebes todo… o parte de ese todo. —
Michel se nos quedó viendo nerviosa, mas no dijo que la idea le molestaba, le
gustaba Darius, pero en sus ojos veía claro que solo era eso. Nada más—.
Demuéstrame de qué estás hecho, Darius Black —lo reté, y sonrió como un
depredador.
Me volvió loca esa sexi sonrisa.
Un fuerte «¡Ah!» salió de la boca de Michel cuando Pecas la cogió de la
cintura y la sentó en su regazo, puso una mano entre el muslo interno de ella —
muy cerca de su sexo— y con la otra sacó el antifaz que usaba. La perversidad
corrió por mis venas al verlo de aquella manera, actuando como un cabrón.
—¿Quieres una noche perversa junto a nosotros, Michel? —le preguntó con
la voz ronca y me miró intimidante.
—Si solo será eso, sí —respondió la chica.
Mordí mi labio y me apuré a llegar a la boca de mi pecador para lamer los
suyos, de inmediato hice lo mismo con Michel.
—Solo una noche, una primera vez para ti y una última para mí —aseguré a
ambos.
La aceptación brilló en los ojos de aquellos dos y me sentí satisfecha.
Después de obtener nuestra ropa salimos del club, del brazo del único
hombre al que deseaba como mi compañero para todo.
Tendría una última noche de perversión en un trío, pero esa vez haría
participe al amor de mi vida, lo llevaría a experimentar algo nuevo a mi lado y
le demostraría que yo, Laurel Stone, podía mostrarle que lo más peligroso de
mi infierno, es que era mil veces más tentador que el paraíso.
Pero desde ese día en adelante mi ser sería solo suyo, porque mi perversa
seducción le pertenecía a Darius Black.
Él único que merecía aquel lado de

Fin…
Un año más tarde…

Estaba harta de las etiquetas, de lo que se podía hacer y lo que no; cansada
de actuar de acuerdo con lo que era correcto en un día como el que estaba
viviendo e intuí que muchos o más bien todos olvidaron quién era yo.
Era el día de mi boda y me sentía abrumada, todas las chicas se encontraban
en la habitación terminando de arreglarse, la ceremonia comenzaría casi dentro
de nada. El aire comenzó a faltarme, me estaba ahogando e iba a desmayarme
si no salía de ahí.
Ed me gritó cuando me vio salir y solo le saqué el dedo corazón como
respuesta, era el organizador de mi boda y también un total cabrón cuando
estaba en ese papel, así que antes de matarlo decidí irme unos segundos.
No usaba vestido blanco porque eso no iba conmigo, Isabella había
recomendado que fuera de negro porque moriría mi putería —según ella—,
pero lo que nadie comprendía es que yo seguía siendo una zorra, mas solo con
un hombre; así que no era necesario despedirme de nada. Mi vestido era rojo
porque me describía a la perfección, llegaba hasta el suelo y como Ed lo
describió: era en corte sirena, sin mangas o escotes, aunque sí con una enorme
abertura en mi pierna derecha y con pedrería que adornaba desde el pecho
hasta una parte de mi cadera.
Mis tacos eran dorados y mi cabello estaba agarrado en unos nudos que al
final quedaron muy hermosos, también llevaba pequeñas piedras de joyería en
él y pasé del velo, ya que nunca me gustó eso y no se veía bien con mi sensual
vestido.
«Antes muerta que típica», fueron las palabras de Ed y me reí por su tan
acertado comentario.
Cuando llegué al lugar donde sería la ceremonia y me arreglaría para mi
gran momento, vi a un tipo que me dejó alucinada con su belleza; no era
correcto y lo sabía, pero si no lo buscaba estaba segura de que no sería capaz
de llegar hasta la hora de mi matrimonio. Logré escabullirme de todos y entré a
la habitación donde lo vi meterse tiempo atrás, sus ojos se abrieron de más al
verme y con un gesto de mano le pedí silencio, y con la cabeza le indiqué que
me siguiera.
El cuarto de vinos estaba helado, pero era el único lugar en el que no me
buscarían, ya que habían sacado antes las bebidas que se estaban sirviendo.
—¿Qué desea, señorita? —preguntó cuando cerré la puerta con seguro, y
sonreí divertida.
—Una opinión de cómo me veo.
—Muy hermosa y a punto de casarse —me recordó, e hice un puchero por lo
último.
—Busco una buena despedida de soltera, no la tuve anoche. La pasé
demasiado aburrida a decir verdad —confesé y sus ojos brillaron con
entendimiento—. ¿Has hecho de todo en el ámbito sexual? —Comencé a subir
mi vestido cuando hice esa pregunta y se lamió los labios.
—Casi, todavía no me he acostado con una mujer a punto de casarse —
confesó, y noté que su voz se había vuelto más gruesa.
—Estás de suerte, solo te pido que evitemos los besos porque vas a joder mi
maquillaje y todos notarán lo que estuve haciendo antes de reunirme con mi
prometido en el altar. —Sonrió a mi petición.
—Pobre de tu prometido, esta noche le costará superar lo que voy a hacerte
—se mofó y eso solo me calentó más.
Dio el primer paso y llegó hasta mí, metió la mano entre mis piernas
aprovechando que mi vestido ya estaba recogido y gemí cuando besó mi cuello
y acarició mi centro con ímpetu. Tenía tres días de abstinencia, eso se traducía
en un año para mí y ese tipo hacía un excelente trabajo con su mano; corrió a
un lado mis bragas y gruñó cuando sintió mi humedad, sus dedos torturaron mi
clítoris y casi grité cuando introdujo dos de ellos en mi vagina y con la palma
de la mano sobó mi manojo de nervios.
Iba a correrme solo con su mano, sus besos en mi cuello y en el lóbulo de mi
oreja.
—Date la vuelta, esto tendrá que ser rápido porque tu novio ya está
esperando por ti —avisó, vi el intercomunicador en su oído y entendí por qué
sabía tanto.
—¡Mierda! —me quejé, pero me di la vuelta y me apoyé en un mueble de
madera que contenía botellas de vino.
El sexi chico subió mi vestido por la parte de atrás hasta dejarlo en mi
cintura, deslizó las bragas hasta mis rodillas y escuché cuando bajó la
cremallera de su pantalón, el simple sonido terminó de activar mi libido y gemí
cuando acarició mi raja con la corona de su polla. Estaba resbaladiza y no le
fue difícil introducirse en mí de una sola estocada, maldije porque la
intromisión brusca me provocó un leve ardor, aunque pronto el malestar se
volvió placer cuando salió unos centímetros y de nuevo me penetró.
Mis bragas me mantenía un poco cerrada, el material de ellas era delicado y
en un arrebato de pasión que tuve separé con fuerza las piernas y logré que el
material que las unía a los lados se rompiera, la tela cayó al suelo. El tipo que
me follaba por detrás gimió de placer cuando fui libre y comencé a mover las
caderas para encontrar sus empujes, nuestros fluidos se mezclaron y sus manos
se apretaron con mucha fuerza en mi cintura; dejaría marcas, pero después
habría tiempo para preocuparme por ellas.
Tomé con fuerza el borde del mueble y las botellas de vino amenazaron con
caerse ante la fuerza de los empujes que estaba recibiendo, una de las manos de
mi amante llegó a mi centro y eso fue todo lo que necesité para correrme como
tanto deseaba. Contuve un grito en cuanto el orgasmo me arrasó y mis
espasmos siguieron cuando él comenzó a correrse en mi interior y me llenó de
su semen caliente. Por la cantidad de aquel líquido imaginé que el pobre
también estuvo en abstinencia y ambos nos estábamos desahogando en ese
instante.
Lo observé por encima del hombro y le sonreí satisfecha por lo que
acabábamos de hacer, lo vi sacar un pañuelo y me limpió cuando salió de mi
interior, a pesar de todo tuvo esa delicadeza conmigo, y eso solo me hizo
sentirme más segura de lo que estaba a punto de hacer.
—Se supone que es de mala suerte ver a la novia antes de estar en el altar. —
Dejó de ser mi amante, mi desliz antes de casarme y se convirtió de nuevo en
el tipo que amaba.
—Deja eso para los novios comunes, tú y yo somos diferentes, y la suerte
me acompaña desde que te cruzaste conmigo en aquel cementerio —le recordé,
y sonrió.
—Te espero en el altar, amor —me despidió y me regaló un beso casto—. Ed
se está volviendo loco porque no te encuentra y está jurando matarte porque
piensa que me has dejado plantado. —Nos reímos por las locuras de mi amigo
y ya más tranquila salí de aquel lugar.
Mi Pecas era todo lo que necesitaba para sentirme en calma.

Vi a Laurel irse del cuarto de vinos y sonreí por las cosas que me hacía
hacer, mi vida a su lado carecía de aburrimiento y me ponía loco cuando una
nueva fantasía llegaba su cabeza y me buscaba para cumplirla. Ella era mi
chica perversa y cada día me esmeraba por ser su compañero ideal.
Mi hermana nos había hecho separarnos tres días antes de nuestra boda, lo
impuso como un reto y, a pesar de que accedimos y nos propusimos ganarlo,
por momentos llegué a arrepentirme; estar lejos de mi preciosa estrella no era
nada fácil, y ambos nos estábamos castigando con esa separación. Lo que
menos esperaba esa mañana era la propuesta que me hizo por medio de un
mensaje de texto y la nueva fantasía que estaba teniendo.

¿Quieres ser mi desliz antes de la boda?


Desde que leí ese mensaje mi polla se endureció, hasta ella conocía lo que
implicaban las fantasías de mi mujer.

¿Qué deseas hacer?

Tener un amante antes de llegar al altar, a minutos de casarme contigo.

¿Me quieres como un hijo de puta o un tipo tímido al que tengas que seducir
antes?

Quiero un poco de ambos, yo te buscaré cuando sea el momento.

Admito que me puse un poco loco cuando no aparecía y casi me le fui


encima en el momento que lo hizo. Me sentía vivo al lado de aquella mujer y
cada día me convencía de que era perfecta como era, no le hacía falta nada, ni
siquiera lo que ella creía que era un defecto.
—Es hora de que vuelvas, cuñado. La novia ya va a salir —avisó LuzBel
por el intercomunicador en mi oreja.
—Estaré ahí en un segundo —aseguré.
Vi la braguita roja tirada en el suelo y la recogí antes de salir de aquel cuarto,
en el bolsillo delantero de mi saco llevaba una rosa roja, pero al ver aquella tela
entre mis manos supe que nada sería mejor que llevar eso. La acomodé como
un pequeño pañuelo y me reí cuando vi el encaje sobresalir, mi futura esposa
tenía mucha razón: nosotros no éramos los típicos novios.
Llegué al altar donde los padrinos esperaban por mí, Connor negó divertido
al verme, e intuí que sabía en donde había estado.
—Jane dijo que Edward casi mata a Laurel y solo espera verte para intentar
lo mismo. —Me reí al imaginar al tipo, desde que se casó meses atrás se volvió
un gruñón y solo sonreía cuando tenía a su esposo cerca—. ¿Esa es una
braguita? —preguntó de pronto al ver mi bolsillo, y me reí.
¿Cómo lo supo?
—El encaje de ellas no pasa inadvertido, ¿cierto? —respondí.
—¡Mierda! Después de ser el más inocente de nuestro grupo, pasaste a
convertirte en el más pervertido —aseguró, y me sentí orgulloso.
—Tengo a la mejor maestra. —Vi al frente después de decir aquello y sonreí
cuando la marcha nupcial comenzó a sonar.
La había visto rato antes, pero al volver hacerlo fue casi como una primera
vez.
Mi preciosa estrella fugaz, mi maestra personal, se veía perfecta en aquel
vestido rojo, y la joyería y el maquillaje solo eran un extra para su
despampanante belleza. Su cabello negro brillaba con el tenue sol que nos
acompañaba esa tarde y la sonrisa que me regaló al verme me hizo sentir más
afortunado; LuzBel la escoltaba hasta mí, el señor Stone todavía estaba en la
cárcel, pero lo fuimos a visitar para pedirle la mano de su hija como un ritual.
El hombre pagaba sus culpas, mas la felicidad que sintió cuando su única
heredera lo visitó, alivió todo lo que sufrió y supe que para él cada cosa mala
vivida en ese tiempo valía la pena, sobre todo al confirmar que Laurel lo estaba
comenzando a perdonar y lo quería en su vida, nuestras vidas.
Mi cuñado ocupaba aquel lugar tan privilegiado para una mujer y estaba
seguro de que era el único que merecía llevar del brazo a esa chica que para él
era como su hermana. Dasher iba al frente de ellos con mi hermosa sobrina
Leah, vestían igual a nosotros y muy dentro de mí sentí una incomodidad al
pensar que algún día esa pequeña estaría en otra posición, y solo deseé que el
tipo que la llevara al altar la mereciera e hiciera feliz.
Por supuesto que mis sobrinos gemelos también eran parte del cortejo
nupcial junto a mi bella Abby, Isabella estaba como dama de honor y saboreé
la gloria al verme y sentirme al fin en ese día tan esperado para mí, rodeado de
mis amigos y mi verdadera familia, incluida Celine, con quien ya tenía una
verdadera relación de hermanos.
—Cuídala, porque si la haces infeliz, te mato —advirtió LuzBel cuando me
cedió su lugar.
Había devuelto mi advertencia, y sonreí por eso.
Sin embargo, no tenía por qué preocuparse, yo me desvivía por la mujer
frente a mí y mi mayor objetivo era hacerla feliz.
—Bonito pañuelo —halagó ella cuando notó mi bolsillo.
—Regalo de una hermosa damisela en apuros a la cual ayudé hace rato —
dije y quise besarla, pero iba a aguantarme hasta ser declarados marido y
mujer.
El sacerdote comenzó la ceremonia cuando estuvimos listos y no pude dejar
de ver a mi preciosa estrella. ¿Quién nos iba a imaginar en esa situación? Pocos
lo creyeron y casi todos tomaron a broma cuando dije que mi tarea era
atraparla.
Estaba callando la boca de muchos estando ahí, ansioso por unirme a mi
único y verdadero amor.
Encontré todo en Laurel Stone.
Por eso en la fiesta de nuestra boda, cuando bailamos por primera vez como
marido y mujer escogí la canción de «Solamente tú» de Pablo Alborán, misma
que describía todo lo que sentía por ella, por mi amiga, mi amante, mi novia,
mi esposa, mi maestra, mi compañera, mi pervertida.
Mi primer amor y el último.
La vida me dio al mejor de los hijos y junto a él a la mejor de las mujeres.
—Nunca imaginé que me enamoraría de una mujer como tú —dije en su
oído mientras la hacía girar en la pista.
—¿Y cómo es una mujer como yo según tú? —Quiso saber, y di un beso
casto en sus labios.
—Una que fue y vino fácil del infierno, que se quemó, pero luego se limpió
las cenizas y todavía tuvo el descaro de reírse del diablo porque estaba segura
de que era más fuerte que todas las pruebas que se le pusieran enfrente. —Sus
ojos se volvieron brillosos por lo que le causaron mis palabras, aun así me
regaló una hermosa sonrisa.
—No fue fácil pasar por todas esas pruebas, mas siempre recordé que cada
cuesta abajo siempre tiene una subida y caminé por ella en tacones, siempre
subiendo un peldaño más hasta llegar a donde estoy ahora. —A mi lista
también le agregaba que era mi luchadora, una que jamás se dejaba vencer.
—También recuerda que eres y siempre serás la estrella más brillosa que
ilumina mis noches.
—Gracias por atraparme —respondió y entonces fue ella quien me besó.
Pero el agradecido era yo, me dio una segunda oportunidad y con ella una
eternidad de felicidad.
Había pasado casi un año de nuestra boda y en ese tiempo logramos más de
lo que nos propusimos en la vida. Mi objetivo más importante después de hacer
feliz a mi familia era el poder darle amor a aquellos niños que fueron
abandonados, Laurel era mi mejor compañera en eso junto a Dasher, pero
teníamos el problema de enamorarnos de cada niño que necesitaba de nosotros
y, después de buscar una segunda adopción, entendimos que no sería fácil
escoger.
Fue por eso que con la ayuda de un amigo del gobierno logramos abrir una
casa hogar a la que llamamos «Pequeño Ángel» y en ella albergamos a todos
los niños que deseábamos como hijos; amor, salud, comida y bienestar en
general era lo que más tenían, y era una felicidad inexplicable la que sentíamos
cada vez que llegábamos y los pequeños que la habitaban nos recibían con
furor.
Algunos nos veían como a sus verdaderos padres y a Dasher como hermano,
y la satisfacción era enorme al ver realizado aquel gran sueño. Pero nuestros
sueños eran interminables y hubo uno en especial que nos volvió locos: un
verdadero hijo.
—¿Llevas todo? —le pregunté a mi esposa. Sus nervios eran evidentes, pero
más la emoción.
—Todo —aseguró colgando en su hombro un enorme bolso repleto con ropa
de bebé en varios colores.
Salimos para el hospital y por supuesto nuestro hijo nos acompañaba, allá
nos esperaba nuestra nueva ilusión y una enorme bendición que la vida nos
había dado.
Antes de casarnos Laurel se sometió a estudios para ver si sus óvulos eran
aptos para fecundar, al principio no obtuvimos noticias tan buenas, ya que tenía
un conteo pobre de ellos, sin embargo, su doctora la hizo tomar unos
tratamientos y un mes después de habernos casado llegó la mejor noticia de
nuestras vidas: la fertilización in vitro había sido efectiva y el vientre de
alquiler estaba listo.
Al principio nos sentimos reacios a aquel proceso, ya que creíamos que no
era justo arrebatar un bebé de su madre, en nuestro caso era el ovulo de Laurel
y mi esperma el implicado, pero igual sentíamos que la mujer que lo llevaría en
su vientre también era madre de ese ser. Sin embargo, en la clínica de
fertilización nos explicaron todo y nos mostraron a las mejores mujeres para
llevar a nuestro a bebé y al final nuestra ilusión pudo más, y accedimos a
intentarlo.
No quisimos tener esperanzas en aquel procedimiento hasta que la noticia
llegó y fuimos parte de todo el proceso, mismo que estaba llegando a su fin
cuando esa mañana nos llamaron para hacernos saber que nuestra elegida había
entrado en labor de parto y nuestro bebé estaba a punto de ver la luz del
mundo.
Nos negamos a saber el sexo hasta que naciera y fue lindo por parte de mi
hermana organizar una fiesta para el bebé aun cuando Laurel no lo llevaba en
su vientre. Mi hermosa estrella fue sorprendida y todos sus amigos la hicieron
sentir como lo que en verdad era: una verdadera madre.
—¿Lista para verlo nacer? —pregunté y tomé su mano mientras iba
conduciendo.
Ella estaría presente en el parto, a mí se me negó esa oportunidad por
privacidad de aquella mujer, pero me conformaba con saber que pronto tendría
a mi hijo o hija en mis brazos.
—Más que cuando te di el sí. —Me reí por su broma, sabía que se moría de
los nervios e intentaba olvidarlos por un rato—. Todavía no me lo creo —
susurró, y acaricié su rostro.
Tampoco yo terminaba de creerlo.
Pasé casi cinco horas en la sala de espera y junto a Dasher nos estábamos
volviendo locos, Laurel me mantenía al tanto de todo y traté de comportarme
como un adulto para no alterarla con mis preguntas e impaciencia, ya que ella
estaba igual.
Miré a Dasher cuando estaba dormido en mis piernas y acaricié su mejilla,
pensé en Laurel estando a punto de recibir a nuestro bebé y solo pude dar
gracias; era algo que no me cansaba de hacer cuando pensaba en cuan completa
se estaba volviendo mi vida. Tenía a la mejor esposa, al mejor hijo, a la casa
hogar Pequeño Ángel, a mis sobrinos y mis hermanas, tenía amigos de verdad
y una madre que estaba seguro de que me cuidaba desde cielo junto a Amelia
—mi luchadora hermana— y pronto a un pequeño o pequeña de mi propia
sangre, mío y de la mujer que tanto amaba.
—¡Pecas! —Miré a Laurel cuando salió de la sala parto, todavía llevaba un
traje especial verde y un gorro que no dejaba ver su cabello. Mi corazón se
desbocó al verla con los ojos y mejillas mojadas por las lágrimas y un brillo
inconfundible en sus ojos.
Dasher se despertó al oírla y se puso de pie de inmediato, lo tomé de la mano
e hice lo mismo.
—¿Ya está aquí, mamita? —preguntó soñoliento y emocionado, mi preciosa
mujer no pudo hablar y solo asintió llorando como nunca lo había hecho.
—Es una niña, nuestro milagro es una mujercita. Nuestra Essie —logró decir
con la voz ahogada, y llegué a ella para abrazarla con fuerza.
Mi propia princesa, mi sueño más anhelado, mi pequeña estrella al fin estaba
en mi mundo.
Essie Black Stone.
La réplica exacta de su madre, eso fue lo único que pude pensar cuando al
fin la tuve en mis brazos horas más tarde. Mi nena brillaba con luz propia al
igual que su madre, y más orgulloso no podía estar al ser recompensado con
dos mujeres que de seguro seguirían poniendo mi mundo patas arriba, pero
tenía a Dasher para compartir aquella locura, él sería mi mejor aliado.
Nadie se imaginó nunca que mi verdadera felicidad llegaría de la mano de
una mujer perversa y un pequeño que lo perdió todo por cuestiones de la vida.
El destino y la vida misma actuaban de formas misteriosas y al fin podía
decir de corazón que todo lo malo que pasé valió la pena, y comprobé lo cierto
de las palabras de mi amada Laurel Black, ella me enseñó que toda cuesta
abajo tenía una subida y, aunque yo no las caminaba en tacones, sí lo hacía de
su mano.
Nuestra historia había dado un giro total porque después de una perversa
seducción, encontramos el verdadero amor, uno sin prejuicios, sin pasado, sin
rencores, sin secretos, sin miedos, sin limitaciones, sin género. Pero sí cargado
de pureza, fidelidad, admiración, respeto y pasión.
Mucha pasión.
Nuestra verdadera vida al fin estaba comenzando y por primera vez
comprobamos que, cuando se amaba, no había imposibles. Mi estrella fugaz
cumplió todos mis deseos y me convertí en el mayor portavoz y defensor de
que los milagros sí existían.
El mío era mi familia.
1- Sangria Wine «Camila Cabello & Pharrell Williams».
2- Leave me lonely «Ariana Grande».
3- Purple Hills «Eminem».
4- Helium «Sia».
5- Anyone «Justin Bieber».
6- All of me «John Legend».
7- Ride it «Jay Sean».
8- Robin Hood «Anson Seabra».
9- Who are you «Jessie J».
10- Love is a bitch «Two feet».
11- Si hubieras querido «Pablo Alborán».
12- If you want love «NF».
13- Forgive myself «Sam Smith».
14- Surrender «Natalie Tylor».
15- Umbrella «Ember Island».
16- Hate & Love «Jack Savoretti».
17- Do it for me «Resenfeld».
18- Solamente tú «Pablo Alborán».

Link Spotify:
https://open.spotify.com/playlist/3gxbp4PL4BVAWnVkG86AUf?
si=C9XfMZrxQ52DYaSBYM2k9w
Corazón de Hielo

https://relinks.me/B07Z938WFN

Corazón Oscuro

https://relinks.me/B07PBCRV2T

Corazón de Fuego

https://relinks.me/B08BKW6KJL
Sinopsis
Estrella Fugaz
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Epílogo
Playlist
Otros libros del Autor
Notas
[←1]
Esta parte es una frase de los libros que conforma la trilogía Corazón, de ellos nació este Spin
Off.
[←2]
Esta escena fue hecha en colaboración con Carolina Maldonado y su libro Afrodita disponible
en la plataforma de lectura Wattpad.
[←3]
Película estadounidense interpretada por Channing Tatum.
Table of Contents
Sinopsis
Estrella Fugaz
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Epílogo
Playlist
Otros libros del Autor

También podría gustarte