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Kingdom of Wicked - Kerri Maniscalo
Kingdom of Wicked - Kerri Maniscalo
of the
Wicked
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno.
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Sinopsis
Dos Hermanas.
Un asesinato brutal.
Una búsqueda de venganza que desatará el mismísimo Infierno...
Y un romance embriagador.
Emilia y su hermana gemela Vittoria son streghe: brujas que viven en
secreto entre los humanos, evitando ser notadas y perseguidas. Una noche,
Vittoria falta al servicio de cena en el famoso restaurante siciliano de la
familia. Emilia pronto encuentra el cuerpo de su amada gemela... profanado
más allá de lo creíble. Devastada, Emilia se propone encontrar al asesino de
su hermana y buscar venganza a cualquier precio, incluso si eso significa
usar magia oscura que ha estado prohibida durante mucho tiempo.
Entonces Emilia conoce a Ira, uno de los Malignos príncipes del
Infierno de los que ha sido advertida en los cuentos desde que era niña. Ira
afirma estar del lado de Emilia, comandado por su maestro a resolver la
serie de asesinatos de mujeres en la isla. Pero cuando se trata de los
Malignos, nada es lo que parece...
Índice
Sinopsis
Prólogo
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Dieciocho
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Veinticuatro
Veinticinco
Veintiséis
Veintisiete
Veintiocho
Veintinueve
Treinta
Treinta y uno
Treinta y dos
Treinta y tres
Treinta y cuatro
Treinta y cinco
Treinta y seis
Treinta y siete
Treinta y ocho
Treinta y nueve
Cuarenta
Cuarenta y uno
Cuarenta y dos
Cuarenta y tres
Cuarenta y cuatro
Cuarenta y cinco
Cuarenta y seis
Cuarenta y siete
Cuarenta y ocho
Próximo libro
Kerri Maniscalco
Agradecimientos
Notas
Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo.
- Virgilio, Eneida.
K
I
N
G
D
O
M
O
F
D
A
R
K
N
E
S
S
Prólogo
Afuera, el viento hizo sonar las campanas de madera a modo de
advertencia. A lo lejos, las olas chocaban contra la orilla; los susurros
frenéticos del agua crecían como si el mar fuera un mago que invocaba
violencia. En esta fecha, desde hace casi una década, la tormenta seguía el
mismo patrón. A continuación, los truenos llegarían más rápido que la
marea y los relámpagos, haciendo crujir latigazos eléctricos en un cielo
implacable. El diablo exigía retribución. Un sacrificio de sangre por el
poder robado.
No era la primera vez que las brujas lo maldecían, ni tampoco la
última.
Desde su mecedora cerca del fuego, Nonna Maria monitoreaba a las
gemelas mientras recitaban encantamientos de protección que ella les había
enseñado, con un cornicello1 apretado con fuerza en cada uno de sus
pequeños puños. Empujando las bulliciosas ráfagas de su mente, escuchó
con atención las palabras que Vittoria y Emilia susurraban sobre los
amuletos en forma de cuerno, sus cabezas oscuras a juego inclinadas en
concentración.
—Por la tierra, la luna y la piedra, bendice este hogar, bendice este
hogar.
Era el comienzo de su octavo año y Nonna trató de no preocuparse
por lo rápido que estaban creciendo. Se apretó más el chal, incapaz de evitar
los escalofríos en la pequeña cocina. Tenían poco que ver con la
temperatura exterior. Por mucho que trataba de ignorarlo, el azufre se
colaba por las grietas junto con la familiar brisa con aroma a plumeria y
naranja, erizando el cabello canoso que se había recogido del cuello. Si
hubiera estado viva, su propia abuela humana lo habría llamado un presagio
y habría pasado la noche de rodillas en la catedral, con el rosario apretado,
rezando a los santos.
El diablo estaba al acecho. O uno de sus malignos hermanos lo
estaba.
Una astilla de preocupación se deslizó tan rápida y suavemente como
uno de sus cuchillos de pelar, alojándose cerca del corazón de Nonna. Había
pasado una eternidad desde el último avistamiento de los Malvagi. Ya casi
nadie hablaba de los Malignos, excepto en las historias que se contaban
para asustar a los niños para que se quedaran en sus camas por la noche.
Ahora los adultos se reían de los viejos cuentos populares, casi
olvidando a los siete príncipes gobernantes del Infierno. Nonna Maria
nunca lo haría; sus leyendas se grabaron a fuego en su mente, marcándola
con una profunda sensación de pavor. El área entre sus hombros se erizó
como si sus ojos de medianoche estuvieran sobre ella, mirando desde las
sombras. Era solo cuestión de tiempo antes de que vinieran a buscar.
Si no habían empezado ya. No se roba al diablo y se queda impune.
Su atención volvió a las gemelas. Como el revuelto mar Tirreno, esta
noche las rodeaba una inquietud. Una que hablaba de problemas invisibles
por venir. Los encantamientos de Vittoria se apresuraron y Emilia tropezó
con los de ella, tratando de mantener el ritmo.
Una ramita apareció en el fuego, seguida rápidamente por otra. El
sonido como espoletas rompiendo sobre sus libros de hechizos; una
advertencia por derecho propio. Nonna agarró los brazos de su mecedora,
sus nudillos se volvieron del color de las almendras blanqueadas que
estaban sobre la encimera.
—¡Calmati! No tan rápido, Vittoria —la regañó—. Tendrás que
empezar de nuevo si no lo haces correctamente. ¿Quieres recoger tierra de
una tumba sola en la oscuridad?
Para consternación de Nonna, Vittoria no parecía tan asustada como
debería. La idea de vagar por un cementerio bajo la luz de la luna llena y
una tormenta furiosa le parecía atractiva a la niña. Frunció los labios antes
de ofrecer un leve asentimiento.
Sin embargo, fue Emilia quien respondió, dándole a su hermana una
mirada de advertencia.
—Tendremos más cuidado, Nonna.
Para probar su punto, Emilia levantó el frasco de agua bendita que
habían obtenido del monasterio y lo volcó sobre sus amuletos, dejando que
una gota chisporroteara sobre cada uno. Plata y oro. Una oferta de
equilibrio entre la luz y la oscuridad. Un regalo por lo que había sido
robado hacía todos esos años.
Tanto arriba como abajo.
Pacificada, Nonna observó mientras terminaban su hechizo, aliviada
cuando las chispas blancas se elevaron en las llamas antes de volver a arder
en rojo. Otro año, otra victoria. Habían engañado al diablo una vez más.
Finalmente, llegaría el día en que los encantamientos no funcionaran, pero
Nonna se negó a pensar en eso ahora. Echó un vistazo al alféizar de la
ventana, complacida por las rodajas de naranja secas dispuestas en filas
uniformes.
Ramitas de lavanda colgaban para secarse sobre la repisa de la
chimenea, y la pequeña isla de piedra estaba cubierta de harina y hierbas
aromáticas esperando ser atadas en prolijos manojos. Verbena, albahaca,
orégano, perejil y hojas de laurel. Los aromas se mezclaban
agradablemente. Algunas eran para su cena de celebración y otras para sus
encantamientos. Ahora que el ritual de protección estaba terminado, podrían
disfrutar de su comida.
Nonna miró el reloj de la repisa de la chimenea; su hija y su yerno
llegarían pronto del restaurante familiar, trayendo consigo risas y calidez.
Tormentas y presagios o no, todo iría bien en la casa di Carlo.
Las llamas se calmaron y Emilia se echó hacia atrás, mordiéndose las
uñas. Un hábito desagradable que Nonna estaba decidida a romper. La niña
escupió una uña recortada y fue a tirarla al suelo.
—¡Emilia! —La voz de Nonna sonó fuerte en la pequeña habitación.
La niña se sobresaltó, soltó la mano y la miró avergonzada—. ¡En el fuego!
Sabes que es mejor no dejar las cosas para los que practican le arti oscure.
—Lo siento, Nonna —murmuró Emilia. Se mordió el labio y su
abuela esperó la pregunta que sabía que vendría—. ¿Nos volverás a contar
sobre las artes oscuras?
—¿O los Malvagi? —añadió Vittoria, siempre interesada en las
historias de los Malignos. Incluso en las noches tenían prohibido pronunciar
tales nombres—. ¿Por favor?
—No deberíamos hablar de cosas oscuras en voz alta. Invita a los
problemas.
—Son solo historias, Nonna —dijo Emilia en voz baja.
Si solo fuera cierto. Nonna Maria trazó un hechizo de protección
sobre su corazón, lo terminó con un beso en la punta de sus dedos y exhaló.
Las gemelas intercambiaron sonrisas triunfantes. Era imposible ocultar las
leyendas a las chicas, sin importar si les llenaba la cabeza con sueños de los
siete príncipes del Infierno. Nonna temía que romantizaran demasiado a los
demonios. Decidió que era mejor recordarles por qué debían tener cuidado
con las hermosas criaturas sin alma.
—Lávense las manos y ayuden a enrollar la masa. Hablaré mientras
preparan el busiate2.
Sus sonrisas a juego calentaron los escalofríos que aún se aferraban a
Nonna provocados por la tormenta y su advertencia. La pequeña pasta en
tirabuzón servida con pesto de tomate era uno de los platos favoritos de las
chicas. Estarían encantadas de encontrar cassata ya esperando en la nevera.
Aunque el dulce bizcocho de ricotta era una especialidad de Pascua, a las
niñas les encantaba en su cumpleaños.
Incluso con todas sus precauciones, Nonna no estaba segura de cuánta
dulzura quedaría en sus vidas, y las mimaba a menudo. No es que ella
necesitara un incentivo adicional para hacerlo. El amor de una abuela era su
propio tipo de magia poderosa.
Emilia sacó el mortero del estante, con el rostro tenso por la
concentración mientras recogía el aceite de oliva, el ajo, las almendras, la
albahaca, el pecorino y los tomates cherry para el pesto alla Trapanese.
Vittoria quitó el paño húmedo del montón de masa y comenzó a enrollar la
pasta como le había enseñado Nonna. Ocho años y ya conocían la cocina.
No era sorprendente. Entre su casa y el restaurante, prácticamente crecieron
en una. Ambas miraban hacia arriba desde sus gruesas pestañas, sus
expresiones idénticas máscaras de anticipación.
Vittoria dijo con impaciencia:
—¿Y bien? ¿Vas a contarnos una historia?
Nonna suspiró.
—Hay siete príncipes demonios, pero solo cuatro que los di Carlo
deberían temer: Ira, Codicia, Envidia y Orgullo. Uno anhelará tu sangre.
Uno capturará tu corazón. Uno te robará el alma. Y uno te quitará la vida.
—Los Malignos —susurró Vittoria con un tono casi reverente.
—Los Malvagi son príncipes demonios que acechan la noche,
buscando almas para robar para su rey, el diablo, su hambre voraz e
inquebrantable, hasta que el amanecer los ahuyenta —continuó Nonna,
meciéndose lentamente en su silla. La madera crujió, cubriendo el sonido de
la tormenta. Ella asintió con la cabeza hacia sus tareas, asegurándose de que
cumplieran su parte del trato. Las chicas se centraron en su trabajo—. Los
siete príncipes están tan corrompidos por el pecado, que cuando cruzan a
nuestro mundo, no pueden soportar estar en la luz y están maldecidos para
aventurarse solo cuando está oscuro. Fue un castigo enviado por La Prima
Strega, hace muchos años. Mucho antes de que el hombre vagara por la
tierra.
—¿Dónde está la Primera Bruja ahora? —preguntó Emilia, con un
borde de escepticismo arrastrándose en su vocecita—. ¿Por qué no la han
visto?
Nonna pensó detenidamente.
—Tiene sus razones. Debemos respetarlas.
—¿Cómo se ven los príncipes demonios? —preguntó Vittoria, aunque
ya debía de haberse memorizado esta parte.
—Parecen humanos, pero sus ojos de ébano están teñidos de rojo y su
piel es dura como una piedra. Hagas lo que hagas, nunca debes hablar con
Los Malignos. Si los ves, escóndete. Una vez que hayas captado la atención
de un príncipe demonio, no se detendrá ante nada para reclamarte. Son
criaturas de medianoche, nacidas de la oscuridad y la luz de la luna. Y solo
buscan destruir. Guarden sus corazones; si se les da la oportunidad, los
arrancarán de su pecho y se tragarán su sangre mientras humea en la noche.
No importaba que fueran criaturas sin alma que pertenecían al diablo,
o las matarían al verlas, las gemelas estaban encantadas con estos oscuros y
misteriosos príncipes del Infierno.
Una más que la otra, como marcaría el destino.
—Pero ¿cómo sabremos cuando nos encontremos con uno? —
preguntó Vittoria—. ¿Qué pasa si no podemos ver sus ojos?
Nonna vaciló. Ya habían escuchado demasiado, y si la antigua
profecía era cierta, temía que lo peor estuviera por venir.
—Simplemente lo harán.
Inmersa en la tradición familiar, Nonna Maria les enseñó formas
mágicas de esconderse tanto de los humanos como de las criaturas de
medianoche. Cada año, en su cumpleaños, recolectaban hierbas del pequeño
jardín detrás de su casa y hacían amuletos de protección.
Llevaban amuletos bendecidos con agua bendita, tierra de tumba
recién removida y rayos brillantes de luz de luna. Recitaban palabras de
protección y nunca hablaban de los Malvagi cuando la luna estaba llena.
Más importante aún, nunca estaban sin sus amuletos.
El cornicello de Emilia estaba hecho de plata y el de Vittoria de oro.
A las chicas no se les permitía reunirlos, o pasaría algo terrible. Según
Nonna, sería como obligar al sol y a la luna a compartir el cielo, llevando al
mundo a un eterno crepúsculo. Allí, los príncipes del Infierno podrían
escapar de su prisión de fuego para siempre, asesinando y robando las
almas de los inocentes hasta que el mundo humano se convirtiera en
cenizas, como su reino de pesadilla.
Después de devorar su cena y el pastel, la mamá y el papá de las
gemelas les dieron un beso de buenas noches. Mañana empezarían a ayudar
en la ajetreada cocina del restaurante familiar, su primer servicio de cena
real. Demasiado emocionadas para dormir, Emilia y Vittoria se rieron en su
colchón compartido, balanceando sus amuletos de cuerno el uno al otro
como pequeñas espadas de hadas, fingiendo luchar contra los Malvagi.
—Cuando sea mayor, quiero ser una bruja verde —dijo Emilia más
tarde, acunada en el rincón de los brazos de su hermana—. Cultivaré todo
tipo de hierbas. Y tendré mi propia trattoria. Mi menú estará elaborado con
magia y luz de luna. Como Nonna.
—El tuyo será aún mejor. —El agarre de Vittoria se apretó
cómodamente—. Para entonces seré reina y me aseguraré de que tengas lo
que quieras.
Una noche decidieron ser valientes. Había pasado casi un mes desde
su octavo cumpleaños y las terribles advertencias de Nonna Maria parecían
haber pasado hacía una eternidad. Vittoria arrojó su amuleto a su hermana
con expresión decidida.
—Aquí —ordenó—, tómalo.
Emilia dudó solo un minuto antes de agarrar el cuerno dorado en su
palma.
Una brillante luz de color negro lavanda explotó de sus amuletos,
sorprendiendo a Emilia lo suficiente como para dejar caer el collar de su
hermana. Vittoria lo volvió a sujetar rápidamente donde le correspondía,
con los ojos marrones muy abiertos mientras la luz brillante se desvanecía
abruptamente. Ambas chicas permanecieron en silencio. Ya fuera por miedo
o fascinación, no podían estar seguras. Emilia flexionó la mano, tratando de
aliviar la sensación de hormigueo que se arrastraba bajo su piel. Vittoria
miraba; su rostro escondido en la sombra.
Cerca de allí, un sabueso del infierno aulló a la luna, aunque más
tarde se convencieron a sí mismas de que era solo el viento que gruñía en
las estrechas calles de su barrio. Nunca le dijeron a nadie lo que habían
hecho, y nunca hablaron de la extraña luz púrpura como la tinta.
Ni siquiera la una a la otra. Y especialmente no a Nonna María.
Como fingieron que el incidente había desaparecido, Emilia no le dijo
a su hermana que había cambiado irrevocablemente; desde esa noche en
adelante, cada vez que sostenía su cornicello y se concentraba, veía lo que
llamaría luccicare. Un tenue brillo o aura rodeando a una persona.
Las únicas excepciones eran ella y su gemela.
Si Vittoria también poseía este nuevo talento, nunca lo admitió. Fue el
primero de los muchos secretos que las gemelas se guardarían. Y resultaría
mortal para una.
Uno
Diez años después
—¿Has visto esto antes? —Le mostré la ficha a Salvatore. Puede que
fuera un mediocre vendedor de ropa, pero era una extraordinaria fuente de
conocimiento. Me levanté con el sol y salí corriendo de la casa antes de que
Nonna me interrogara de nuevo sobre el diablo. Podía no perseguirme aun,
pero yo estaba tratando de encontrarlo a él y a sus miserables hermanos.
Una gota de sudor rodó por mi cuello después de mi rápido viaje al
mercado, y probablemente me veía un poco salvaje con mis rizos sueltos y
húmedos. Afortunadamente, Sal no me escudriñaría demasiado cuando
había algo mucho más interesante a lo que prestar atención. De todos los
habitantes de la ciudad, Salvatore era el chismoso más confiable.
Y el que más probabilidades tenía de compartir cada detalle que
conocía con cualquiera que le preguntara.
—¿Eso es... —Se inclinó sobre un montón de camisas dobladas,
entrecerrando los ojos—. ¡Lo es! Ese es el club del que todo el mundo habla
estos días. Es realmente misterioso. Sin nombre, solo la rana coronada
estampada en la puerta. He oído que cambia de lugar y que necesitas una de
esas fichas para entrar. —Revisó un montón de ropa y sostuvo un bonito
vestido carmesí. Era una de las prendas más finas de su puesto.
Inmediatamente empecé a sospechar—. ¿Trueque? Te daré esto por eso. Es
una verdadera ganga.
—Grazie. Pero me voy a quedar con ella por un tiempo. —Puse la
ficha en la parte delantera de mi corpiño—. ¿Sabes cuál es la última
ubicación del antro de juego?
—En algún lugar cerca de la catedral, pero eso fue hace días.
Probablemente ya se haya ido hace mucho tiempo. Si no tienes suerte allí,
pregúntale al viejo Giovanni, que vende granito cerca de la entrada
principal. Le gusta jugar.
Decidí probar suerte con la catedral primero. Pasé unos buenos treinta
minutos caminando por cada callejón y calle lateral. Me encontré con un
hombre orinando cerca de una palmera, pero el misterioso antro de juego
permaneció oculto. Busqué unos minutos más antes de buscar al viejo
Giovanni. Un letrero en su puesto de granito estaba puesto en CERRADO.
Por supuesto. Probablemente estaba en el antro de juego.
Estaba a punto de rendirme y probar suerte en otro lugar cuando sentí
la repentina necesidad de agarrar mi amuleto. Tal vez la diosa de la muerte
y la furia seguía guiando mi camino, o tal vez, enterrado en algún lugar en
las profundidades en donde no quería examinar demasiado, sentí el ligero
atractivo de la magia demoníaca.
Podría haber jurado escuchar un débil zumbido, orientando mi
camino. No sabía si me estaba perdiendo entre espíritus, o si era una
habilidad latente que surgía cada vez que sostenía mi cornicello y me
concentraba. No me importaba la razón, sólo necesitaba dejar que mis
instintos me guiaran.
Después de unos minutos de vagar por los caminos secundarios que
se alejaban de la catedral, me detuve frente a una puerta con una rana
coronada grabada en ella. ¡Lo había logrado!
Y ahora me sentía un poco mareada. Dejé caer mi amuleto, y
consideré mi próximo movimiento. Podía regresar, ir a Mar & Vid, y
olvidar esta pesadilla. Dejar a los príncipes del Infierno a alguien mejor
equipado para tratar con ellos. O podría intentar ser un poco más como
Vittoria.
Saqué la ficha de juego de mi corpiño y la sostuve contra la puerta,
rezando para no seguir demasiado los pasos de mi hermana.
Dieciocho
Para los hechizos de valor, unge una vela roja con los siguientes
artículos durante una luna creciente y quémala hasta que la llama se
apague: una parte de pimienta cayena, una parte de clavo, aceite dos
veces bendecido y una cucharada colmada de carbón triturado.
—Notas del grimorio di Carlo
—La conozco.
—¿Y? —presionó.
—Me pregunto por qué está eligiendo brujas vinculadas a la magia
oscura.
—Bueno —dijo Anir—, eso es porque el...
Ira lo interrumpió.
—Hora de irse.
Mientras miraba entre el príncipe demonio y yo, la sonrisa de Anir era
la de un lobo que había encontrado un bocadillo retorcido que quería
empujar en su garganta.
—En realidad, prefiero quedarme aquí por un tiempo. Las bodas de
demonios no son para los débiles de corazón. Además, necesitarás ojos y
oídos adicionales cuando hables con la chica. Tal vez la figura de la túnica
nos siga.
Me guiñó un ojo como si fuéramos los más viejos de los amigos
compartiendo un secreto. Ira captó la mirada y se quedó mirándolo hasta que
su “asociado” se encogió de hombros y comenzó a caminar por la plaza.
Esperé hasta que estuvo fuera del alcance del oído antes de volverme hacia
Ira.
—¿Vas a intentar convencer a Valentina para que vaya al inframundo
contigo?
—Juré que no haría nada más que ofrecer el trato. Y cumpliré mi
palabra. Sin embargo, una vez que la pongamos a salvo, me gustaría ver si
estaría dispuesta a ayudarnos a atraer al asesino.
—Te gustaría usarla como cebo.
—Sí. Alguien está haciendo todo lo posible para asegurarse de que
Orgullo no rompa la maldición. Tengo la intención de descubrir quién y por
qué antes de que muera alguien más. Entonces ofreceré mi propia retribución.
Me estremecí. No era exactamente lo que esperaba que dijera, pero
aprecié su honestidad.
—Conozco muy bien a la familia de Valentina. Voy a decirle que
rechace el trato de Orgullo —admití—. Espero que entiendas.
La mirada de Ira chocó con la mía.
—Haz lo que debes. La decisión final dependerá de ella.
****
Mientras nos apresurábamos a la casa de Valentina, Anir me contó
sobre su vida antes de dejar este mundo por lo que él llamaba el Reino de
los Malignos. Era hijo único de padre tunecino y madre china, y había estado
jugando en un olivo cercano durante el brutal asesinato de sus padres. Su
padre había presenciado un crimen e iba a decirle a las autoridades lo que
vio. Antes de que pudiera hacer eso, los mataron.
Anir dijo que la cicatriz vino más tarde, una vez que se convirtió en el
tipo de joven que otros temían. Ira lo encontró viajando por Sudamérica,
luchando en peleas subterráneas, magullado y ensangrentado. Algunas
batallas eran una pelea a muerte y pagaban generosamente. Anir fue el
campeón invicto durante más de un año cuando le ofrecieron empleo en la
Casa de la Ira.
Dejé de escucharlos discutir sobre cuántos años habían pasado,
aparentemente el tiempo se movía de manera diferente en los reinos de los
demonios, mientras giramos por la siguiente calle y nos metimos en un
callejón más oscuro y estrecho. Un tirón extraño que había sentido antes
tomó el control de mis sentidos, arrastrándome por una segunda calle
lateral.
Miré a mi alrededor, reconociendo el vecindario, y una sensación
terrible se instaló. Di unos pasos más y me detuve, no sorprendida por el
cuerpo. Empecé a sospechar antes de doblar la esquina, y la silueta
desplomada fue toda la confirmación que necesitaba.
Escaneé el área.
Ropa colgaba de un edificio abarrotado a otro sobre nuestras cabezas
y se movía con la brisa como dientes. Puede que antes me hubiera
infundido miedo en el corazón, pero ahora parecía la tapadera perfecta para
un crimen. No había evidencia. Nada para perder el tiempo clasificando.
Era un trabajo específico: el asesino había entrado y salido, sin dejar nada
más que el cuerpo atrás.
Ira dejó de caminar abruptamente.
Anir notó a la víctima un momento antes de tropezar con ella. Le
lanzó al demonio una mirada irritada y esquivó un creciente lago de sangre.
—La próxima vez, una pequeña advertencia estaría bien.
—Un poco menos de insubordinación podría hacerme más susceptible
a la cortesía común en el futuro.
Anir entrecerró sus ojos oscuros. El movimiento hizo que la cicatriz
de su mejilla resaltara más. Ira fue a rodear el cuerpo cuando su socio lo
detuvo de un tirón. Vi cómo sucedía todo como si la escena se desarrollara
en un escenario, lejos de donde realmente me encontraba. No podía creer
que otro cuerpo yaciera brutalmente a nuestros pies. La bilis subió
lentamente. Ira no parecía afectado en absoluto, como si encontrarse con
cuerpos mutilados fuera parte de su vida diaria.
El demonio giró sobre sus talones, la mirada fija en la mano del
humano.
—¿Qué?
Moderadora
Mari NC
Staff de traducción
Bella'
Brendy Eris
Flochi
LizC
Lyla
Mari NC
Naomi Mora
Otravaga
Vero
Corrección
Mari NC
Recopilación y revisión
Mari NC
Diagramación
marapubs
¡Visítanos!
Notas
[←1]
Cornicello: Palabra italiana que significa "cuerno pequeño", también llamado corno
portafortuna, “cornetto portafortuna” (cuerno/cuernito portador de fortuna), es un amuleto
usado para proteger contra el mal de ojo.
[←2]
Busiate: Tipo de macarrones largos, originarios de la provincia de Trapani, y típicos de
Calabria y Sicilia. Toman su nombre de busa, la palabra siciliana para el tallo de
ampelodesmos mauritanicus, una hierba local, que se utiliza para prepararlos y darles su forma
helicoidal.
[←3]
Scopa: Es un juego de cartas italiano, y uno de los dos principales juegos de cartas nacionales
en Italia. El nombre es un sustantivo italiano que significa “escoba”, ya que tomar una scopa
significa “barrer” todas las cartas de la mesa.
[←4]
Transvenio: Palabra en latín que se puede traducir como mover o cruzar.