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TEMA 1

EUROPA EN EL SIGLO XIII


Introducción
El régimen de la monarquía feudal llega a su máximo desarrollo en el siglo XIII. Las
relaciones de los reyes con la nobleza llegan a un punto de equilibrio. Por eso los
reinados son largos y las guerras civiles escasas. Sin embargo, se trata de un
equilibrio inestable, que se romperá a fines del siglo cuando ciertos monarcas aspiren
a traspasar los límites de la monarquía feudal y pretendan recuperar la idea de
soberanía. La aristocracia se opondrá y resurgirá la inestabilidad política, propia del
siglo XIV.
1. El siglo XIII europeo; ¿la plenitud medieval?
Nos encontramos ante un período próspero y relativamente pacífico. En su transcurso
los dos grandes poderes universales de la Cristiandad, el Papado y el Imperio, se
desgastaron mutuamente en su último gran enfrentamiento. El vencedor en primera
instancia fue el pontificado, pero a la larga los verdaderos beneficiados van a ser unos
terceros actores que aparecen ahora: las monarquías “nacionales” como la francesa,
que se imponen de forma definitiva en el panorama político europeo de finales del
siglo XIII.
La población, entretanto, crece. No obstante, este crecimiento empieza a descender
a finales de siglo y a comienzos del siglo XIV la población está estancada.
Económicamente el siglo XIII es expansivo y el hambre retrocede, como consecuencia
de un cierto desarrollo tecnológico. Crece especialmente el sector textil, lo que
produce un cierto auge comercial. Las ferias se desarrollan a nivel internacional,
especialmente la de Champaña. Se producen asimismo progresos hacia una
economía monetaria, y se vuelve a acuñar moneda de oro.
Socialmente, nos encontramos ante una sociedad feudal bien estructurada. Dentro del
campesinado se produce un importante proceso de diferenciación y estratificación. Se
observa el nacimiento de un patriciado en las ciudades, unas corporaciones de oficio
y una masa de pobres. Asimismo, se asienta la idea de una sociedad estructurada en
tres estados: nobleza, clero y trabajadores.
Políticamente, el sistema predominante es el de la monarquía feudal: en el que lo
fundamental son los vínculos de dependencia de hombre a hombre. Los monarcas,
por su parte, procurarán aprovechar en su beneficio las ventajas del sistema, dado
que son señores de todos y vasallos de nadie en su reino.
Además, la monarquía de la época tiene otro valor añadido, sobre todo en Francia y
en Inglaterra: se trata de su carácter religioso semisacerdotal. En virtud del ritual de
coronación, en el que los reyes son ungidos con aceite, de forma muy parecida a los
obispos, a ojos de sus súbditos su posición es superior a la de los nobles por este
signo religioso, llegándose a creer que los reyes son “taumaturgos”, llegándose a creer
que pueden curar enfermedades e incluso hacer milagros.
Culturalmente, aparecen las universidades, y el pensamiento cultivado en ellas, la
escolástica, experimente su plenitud con las “Summas”, o síntesis doctrinales. Es
también el siglo del arte gótico.
2. El apogeo de la monarquía feudal francesa.
Mientras que el Papado y el Imperio se desgastaban en su lucha por el dominio del
mundo, se produce el ascenso de la monarquía francesa. El siglo XIII contempla la
culminación del lento resurgir del poder de los reyes de Francia, desarrollado por la
dinastía de los Capeto durante los siglos XI y XII.
En primer lugar, tuvo la expansión directa del poder de la monarquía a la mayor parte
del territorio del reino, logro de Felipe II Augusto (1180-1223). El mayor obstáculo lo
constituía el gran número de señoríos del rey de Inglaterra en territorio francés, el
llamado “Imperio Angevino”. Para ello Felipe Augusto utilizó en su beneficio la justicia
feudal: con un pretexto nimio citó al rey de Inglaterra, Juan sin Tierra, y al no
comparecer, decretó la confiscación de todos sus señoríos en Francia. La guerra se
resolvió en la batalla de Bouvines, en 1214, tras la cual Juan sin Tierra perdió todos
sus dominios en Francia con la única excepción del ducado de Aquitania.
Posteriormente Felipe pasó a controlar el sur del reino, donde los grandes dominios
eran casi independientes. El pretexto fue la herejía cátara o albigense, que se había
extendido enormemente en el sur de Francia. Los señores de la región, lejos de
reprimirla, eran muy tolerantes con ella. En 1208 Inocencio III decretó una cruzada
contra los herejes cátaros. A ella se unieron los señores del norte de Francia en lo que
fue una verdadera guerra de conquista. El sucesor de Felipe Augusto, Luis VIII (1223-
1226) fue ya señor de todo el sur de Francia.
De esta forma, la monarquía feudal francesa llegó a su apogeo durante el reinado de
San Luis IX (1226-1270). Convencido de que el ejercicio de la autoridad real era
también una responsabilidad moral, practicó una política muy centralizadora,
consolidando las conquistas territoriales de sus antecesores, consiguiendo un largo
período de paz, estabilidad y prosperidad.
En política exterior Luis IX procuró tener relaciones pacíficas con sus vecinos,
consiguiendo el reconocimiento de las anexiones de territorios que se habían llevado
a cabo a costa de Aragón y de Inglaterra. Por el Tratado de Corbeil de 1258, renunció
a los derechos de soberanía sobre los condados catalanes que pudiera tener por
herencia mientras que Jaime I de Aragón renunciaba a los territorios perdidos por
Pedro II. En 1259, por el Tratado de París con Enrique III de Inglaterra, este reconoce
la pérdida de los territorios conquistados por Felipe Augusto a Juan sin Tierra. A
cambio, Luis IX reconoce la posesión del Ducado de Aquitania a Enrique III, aunque
sometido a su vasallaje.
En política exterior, Luis IX emprendió dos cruzadas desastrosas. La séptima (1248-
1249) conquistó Damieta, en el Nilo, pero fue derrotado y hecho prisionero cuando se
dirigía a El Cairo. Tras pagar un fuerte rescate, estuvo fortificando Tierra Santa. Ya al
final de su reinado emprendió la octava, contra Túnez, posiblemente instigado por su
hermano Carlos de Anjou. Luis IX murió de la peste mientras asediaba Túnez, y lo
único que se logró fue que Túnez pagase un tributo a Carlos de Anjou, rey de Nápoles.
En definitiva, Luis IX hizo que Francia apareciera como potencia hegemónica en la
Europa del siglo XIII. Incluso llegó a ser considerado hijo predilecto de la Iglesia.
Los problemas para Francia empezaron con su sucesor, Felipe III (1270-1285),
cuando por influencia del Papado los intereses de Francia empezaron a verse
supeditados a los de los angevinos, una rama menor de los Capetos que reinaba en
Sicilia, y que hicieron que Francia se metiera en una guerra muy larga y costosa contra
Aragón.
Felipe IV, “el Hermoso” (1285-1314) fue la culminación del autoritarismo monárquico,
y con él empieza la superación de la monarquía feudal para encaminarse hacia la
formación de un estado moderno. Dadas sus crecientes dificultades financieras, buscó
nuevas fuentes de ingresos, ello debido a que ya aparecían los primeros síntomas de
la crisis económica del siglo XIV. En primer lugar, sometió al clero al pago de una tasa,
lo cual le enfrentó al Papa Bonifacio VIII. El enfrentamiento llegó hasta un breve
secuestro del Papa, que seguramente murió por la impresión que le provocó su breve
encarcelamiento (1303). El Papado tuvo que reconocer su inferioridad ante el rey de
Francia.
Felipe IV murió en 1314 y poco después se extinguieron los Capetos, lo cual agudizó
la crisis de Francia en el siglo XIV. No obstante, a finales del siglo XIII Francia era, sin
duda, el reino hegemónico en Europa.
3. Crisis de la monarquía feudal inglesa: los orígenes del parlamentarismo.
A diferencia de Francia, el poder del rey era ya muy fuerte en Inglaterra entre los siglos
XI y XII. Sin embargo, la monarquía inglesa experimentó una fuerte crisis en el siglo
XIII.
El punto de partida fue la pérdida del “imperio angevino” por parte de Juan sin Tierra
(1199-1216) tras la batalla de Bouvines en 1214, del cual solamente se salvó el
ducado de Aquitania. Ello provocó una rebelión de la nobleza contra Juan, que se vio
obligado a hacer grandes concesiones en la llamada Carta Magna de 1215. Aunque
este documento se ha presentado tradicionalmente como un embrión del
constitucionalismo, lo cierto es que en realidad era una notable pérdida del poder del
rey que beneficiaba a la nobleza laica y a la eclesiástica, si bien es cierto que hubo
algunas concesiones a las ciudades.
El sucesor de Juan sin Tierra, Enrique III (1216-1272) tuvo que enfrentarse a la
continuación de la ofensiva nobiliaria. En 1258 la nobleza le impuso las llamadas
“Provisiones de Oxford”, que, profundizando en la Carta Magna de 1215,
prácticamente sometía el gobierno del rey a la nobleza, con Simón de Montfort
prácticamente instituido como dictador nobiliario. Solo al final de su reinado el príncipe
Eduardo, hijo de Enrique III, fue derribado el gobierno de los nobles.
La herencia más duradera del reinado de Enrique III, a raíz de las luchas con la
nobleza, fue el parlamento: evolución de la antigua curia regia, o grupo de nobles
llamados por el deber de “consilium” para con el rey, puesto que junto con la nobleza
y el clero se introdujo a los representantes de las ciudades (1265).
En realidad, esta evolución estaba ya teniendo lugar en otras partes de Europa. De
hecho, la primera vez que tuvo lugar fue en el reino de León en 1188, en tiempos de
Alfonso IX. Por el contrario, el fenómeno tardó más en aparecer en Francia, en donde
los Estados Generales no se reunieron hasta principios del siglo XIV.
Eduardo I (1272-1307), hijo de Enrique III, recuperó el poder perdido por la monarquía
inglesa, aunque respetó al parlamento. Incorporó Gales a Inglaterra, pero fracasó al
intentar hacer lo mismo con Escocia. En cualquier caso, a principios del siglo XIV la
monarquía inglesa se había recuperado de su grave crisis y era un estado de los mejor
organizados de Europa.
4. Los reinos de la Península Ibérica: el gran avance de la Reconquista.
A principios del siglo XIII había cinco reinos cristianos en la Península: Castilla, León,
Aragón, Portugal y Navarra. Al sur se hallaban los dominios peninsulares del Imperio
de los Almohades.
En 1212, tras la declaración de cruzada por Inocencio III, una coalición de castellanos,
aragoneses y navarros derrotó totalmente a los almohades en Las Navas de Tolosa.
El imperio almohade peninsular se desintegró con rapidez, dando lugar a las Terceras
Taifas, y a un avance vertiginoso de la Reconquista.
Portugal fue el primer reino que terminó su Reconquista, en el primer tercio del siglo
XIII. León ocupó Extremadura entre 1212 y 1230, fecha en la que tras la muerte de
Alfonso IX de León su reino se une al de Castilla en la persona de su hijo Fernando III
el Santo, empezando una rápida reconquista de Andalucía: Córdoba (1236), Sevilla
(1248) y Murcia en 1243.
Aragón, que había perdido sus posesiones al norte de los Pirineos tras la batalla de
Muret (1213) empieza una época de expansión con Jaime I el Conquistador (1213-
1276). Reconquistó Mallorca en 1229 y Valencia entre 1238 y 1245.
Como consecuencia de todo ello, la presencia musulmana en la Península quedó
limitada desde mediados del siglo XIII al reino de Granada, que además era vasallo
del rey de Castilla.
Navarra no pudo expandirse, al estar entre Castilla y Aragón. Por el contrario, se
convirtió en un satélite francés al morir Sancho VII en 1234 y ocupar el trono la dinastía
francesa de los Condes de Champaña. Al extinguirse los Champaña en 1274, el reino
fue simplemente incorporado a Francia, con un gobernador designado por los Capeto
hasta que estos se extinguieron en 1328.
A mediados del siglo XIII la Reconquista sufrió una brusca detención. Hasta entonces,
la posibilidad de obtener riquezas y tierras fomentaba la prosperidad y la cohesión
social. Desde entonces empezaron a aparecer los conflictos:
a) En Portugal, a mediados del siglo XIII, una revuelta nobiliaria iniciada en 1245
terminó destronando al monarca, Sancho II, en 1248. Alfonso III (1248-1279)
restauró el poder monárquico, hasta el punto de que Don Dionís (1279-1325)
llegó a inmiscuirse en los asuntos de Castilla, consiguiendo una rectificación
beneficiosa de la frontera con Castilla en el tratado de Alcañices en 1297.
b) En Aragón, ya a finales del reinado de Jaime I empezaron los desencuentros
con la nobleza. Por eso tras finalizar la reconquista peninsular y la de las
Baleares empezó la expansión mediterránea, con la ocupación de Sicilia por
Pedro III (1276-1285) en 1282, tras las Vísperas Sicilianas. Sicilia, en la que
reinaba Carlos de Anjou, era teóricamente feudo pontificio, lo cual le acarreó la
enemistad tanto del papa como de Francia, dado que Carlos de Sicilia era
hermano de San Luis. La inevitable guerra con Francia dio lugar a una invasión
de Aragón, por lo que tanto Pedro III (1276-1285) como su sucesor Alfonso III
(1285-1291) tuvieron que solicitar el auxilio de la nobleza aragonesa, que a
cambio obtuvo el “Privilegio General de la Unión”, que no era sino un
debilitamiento del poder del rey de Aragón. Sin embargo, Jaime II (1291-1327)
reforzó el poder real respetando los privilegios de la nobleza, mientras que en
política exterior obtuvo de Castilla Elche, Orihuela y Alicante, además de invadir
Cerdeña.

c) En el Reino de Castilla y León, la Reconquista se frenó en seco, y el reinado


de Alfonso X (1252-1284) afrontó graves problemas. El rey intentó construir un
estado moderno, y de ahí su prolífica obra legislativa (Fuero Real, Siete
Partidas, Espéculo). En política internacional optó a la corona del imperio, para
lo que gastó enormes cantidades de dinero, sometiendo al reino a una enorme
presión fiscal. El fin de su reinado fue desastroso, con una tercera gran invasión
musulmana (los meriníes), la nobleza sublevada encabezada por su hijo
Sancho IV, que prácticamente lo destronó, y el rey muriendo solo en Sevilla en
1284.
Los meriníes intentaron establecerse permanentemente en el sur de Andalucía,
lo cual era una amenaza para el control del estrecho de Gibraltar. La amenaza
de los meriníes no desapareció hasta que fueron derrotados por castellanos y
portugueses en la Batalla del Salado (1340).
Sancho IV (1284-1295) supo resistir la presión de los nobles a pesar de que le
habían encumbrado, pero su prematura muerte y la minoría de edad de
Fernando IV (1295-1312) avivaron a la nobleza. A pesar de que su madre María
de Molina intentó preservar el poder de la corona con apoyo de las ciudades,
la debilidad de la corona se puso de manifiesto ya con Fernando IV mayor de
edad. El poder de la Corona de Castilla y León, hegemónico en la Península
con Fernando III y Alfonso X, sufrió un eclipse a finales del siglo XIII y principios
del XIV.

5. Los reinos de la Europa Nórdica y Oriental.


Lo característico de estas monarquías era que estaban peor organizadas, eran más
rudimentarias y además estaban muy poco pobladas, en comparación con las de
Europa Occidental. Además, sufrieron una fuerte influencia por la expansión
germánica. Sin embargo, también habrá progresos notables a lo largo del siglo XIII.
La monarquía más sólida era la danesa, si bien sufrió pérdidas territoriales
considerables como Schleswig y la creciente influencia de la Iglesia. Por otra parte, se
elaboró un inventario general de bienes similar al Domesday Bok inglés, así como una
especie de Carta Magna en 1228.
Noruega realizó considerables avances, con un reforzamiento del poder real que lo
pone en consonancia con otras monarquías europeas, aunque las concesiones a la
Hansa hacen peligrar la autonomía económica de Noruega.
Suecia experimenta un aumento del poder del rey, y se expansiona con la conquista
de Finlandia, definitiva en el siglo XIV.
En cuanto a los reinos del Este de Europa, tienen en común con los escandinavos la
continua amenaza de expansión por parte germana. Además, Polonia, Hungría y
Bohemia deben de hacer frente a mediados de siglo a la invasión de los mongoles.
En Polonia se produce una disolución del poder real, al dividirse el reino entre
diferentes miembros de la familia real siendo el de más edad el rey, lo cual dio lugar a
una profunda fragmentación territorial, además de afrontar una invasión de los
mongoles en 1241 y una creciente influencia alemana, especialmente con los
caballeros teutónicos, que crearon su propio estado en Prusia.
Hungría también experimentó dificultades, con debilitamiento del poder real en favor
de los nobles e invasiones de los mongoles.
El más próspero de los reinos fue Bohemia. A salvo de los mongoles, su rey era elector
del Sacro Imperio, desarrollando una política expansionista con Ottokar II (1253-
1278). Sin embargo, sus ambiciones a la corona imperial se desvanecieron con la
elección de Rodolfo de Habsburgo en 1273, que además lo derrotó totalmente en
Marchfeld en 1278, donde murió.
TEMA 2
EL IMPERIO GERMÁNICO EN LOS SIGLOS XIII Y XIV
Introducción
Primero se verá la lucha entre el Papado y la dinastía de los Hohenstaufen, con
la victoria del primero, el interregno tras la desaparición de los herederos de
Federico II, el ascenso de las casas de Habsburgo y Luxemburgo al Imperio y la
Bula de Oro o sistema electoral de 1356.
Luego, el nacimiento de Suiza como estado.
Finalmente, la expulsión de los angevinos de Nápoles y de Sicilia, y su
sustitución por los aragoneses en tiempos de Alfonso V de Aragón.
1. Apogeo y fin de los poderes universales.

1.1. Federico II y su programa imperial.


Al morir el emperador Enrique VI en 1197 dejó un hijo, Federico, de tres años de
edad. Su viuda, la reina Constanza de Sicilia, lo proclamó como rey. Poco
después murió Constanza, dejando al rey niño bajo la regencia del Papa
Inocencio III, que se encontró así un instrumento muy poderoso para interferir en
la política imperial alemana.
En Alemania los gibelinos eligieron a Felipe de Suabia, mientras que los güelfos
se decantaron por Otón de Brunswick. Como Felipe de Suabia fue asesinado en
1208, se coronó a Otón de Brunswick como Otón IV, que era el candidato del
Papa. Como Otón no cumplió con la promesa de renunciar a la herencia de
Matilde de Toscana y de dejar separada a Sicilia del Imperio, Inocencio III lo
excomulgó y tomó partido por su pupilo Federico, que fue coronado rey de
romanos en Maguncia en 1212, a cambio de separar Sicilia del Imperio y de
devolver al Papa la herencia de Matilde.
Otón IV fue derrotado en Bouvines, lo cual reforzó la posición de Federico II.
Federico II tenía dos opciones: o privilegiar a Alemania, o a Italia. Eligió la
segunda y con ello el enfrentamiento con el Papa y con las ciudades italianas,
por lo que se desentendió de hacer de Alemania un estado fuerte, lo contrario de
lo que estaba pasando en el resto de Europa con otras monarquías. En realidad,
lo que buscaba Federico II era un poder imperial que sometiese a todos, incluso
a la Iglesia. En cierto modo, Federico II era un hombre moderno, adelantado a
su tiempo. Pretendió crear un gran imperio con base en Sicilia y orientado hacia
el Mediterráneo.
Entretanto, en 1215 Inocencio III se había embarcado en el proyecto de una
nueva Cruzada, la Quinta, que borrase el recuerdo de la Cuarta y para ello
convocó el Concilio Ecuménico de Letrán. Pero Inocencio murió en 1216.
Federico II dio largas al nuevo Papa Honorio III para participar en la Cruzada,
mientras que se hacía coronar emperador en Roma en 1220 y que su hijo
Enrique fuera reconocido como rey de Alemania. Por el tratado de San Germano
de 1225 Federico juró partir a la Cruzada en 1227 bajo pena de excomunión.
1.2. Gregorio IX y la Liga Lombarda
Honorio III fue sucedido por Gregorio IX (1227-1241), que recordó a Federico II
su promesa de partir para la cruzada antes de agosto de 1227. Federico II excusó
estar enfermo (lo cual era cierto) y el Papa lo excomulgó, ratificando la
excomunión seis meses después. No obstante, en 1228 Federico II partió a la
Sexta Cruzada excomulgado. Llegó a un tratado con el sultán ayubita Al-Kamil
por el que recuperó Jerusalén y obtuvo una paz de diez años, haciéndose
coronar rey de Jerusalén. En 1239 Jerusalén cayó de nuevo en manos de los
musulmanes.
De vuelta a sus estados, Federico II firmó con el Papa la paz de Ceprano en
1230, a cambio del levantamiento de la excomunión y de la devolución de las
propiedades de la Iglesia en Sicilia. Incluso restituyó al Papa en 1237 cuando
tuvo que huir de Roma por una revuelta, e hizo excomulgar y encarcelar a su
propio hijo Enrique, que se había rebelado contra su padre. Derrotó a las
ciudades del norte en Cortenueva en 1237 y pareció que haría realidad el sueño
imperial de su abuelo Federico I Barbarroja.
Sin embargo, Federico no tenía la fuerza suficiente para someter a todas las
ciudades italianas. De hecho, el Papa temía por un poder excesivo y lo
excomulgó de nuevo en 1239, creyendo que Federico se haría con un poder
temporal que terminaría sometiendo también a la Iglesia. A la guerra de libelos
siguió la guerra auténtica con la invasión imperial de los Estados Pontificios. El
Papa convocó un Concilio Ecuménico en Roma en 1241 con objeto de deponer
a Federico II, que respondió poniendo sitio a la ciudad. Gregorio IX murió al poco
tiempo y Federico II levantó el asedio de Roma, para significar que su lucha no
lo era contra la Iglesia, sino contra Gregorio IX.
1.3. El final del Dominium mundi
Tras la muerte del Papa se produjo una situación de Sede Vacante que se
prolongó durante dos años hasta que se eligió a Inocencio IV (1243-1254). A
cambio de restituir los dominios pontificios y la vuelta a Roma, el Papa levantó la
excomunión a Federico II, con la firma de la paz de San Juan de Letrán (1244).
Sin embargo, el Papa convocó un nuevo concilio en Lyon donde nuevamente
excomulgó a Federico II e instó a elegir nuevo emperador. Sin embargo, la
doctrina de la cancillería imperial fue que el Papa podría excomulgar al
emperador, pero no deponerlo, lo cual fue admitido por Luis IX de Francia, que
se negó a reconocer la deposición del Emperador.
La guerra subsiguiente dio como resultado que las ciudades italianas vencieran
a los imperiales en lo que fue la revancha de Cortenuovo, incendiando el
campamento imperial (1248). Por su parte, los boloñeses apresaron a Enzo, hijo
de Federico II, que murió en prisión.
Federico II murió en 1250 a los 56 años.
El Papa decidió enfrentarse entonces con los herederos de Federico II: su hijo
Conrado IV y su hermanastro Manfredo, bastardo de Federico. El papa no
solamente rechazó la candidatura de Conrado IV al Imperio y al trono de Sicilia,
sino que lo excomulgó. Manfredo, autoproclamando rey de Sicilia, murió en la
batalla de Benevento (1266) enfrentándose a los angevinos de Carlos de Anjou,
y Conrado murió en 1254, dejando a un hijo, Conradino, que fue derrotado por
los angevinos en Tagliacozzo en 1268 y ejecutado. Con él desaparecieron los
Hohenstaufen y el intento del Dominium mundi.
Como conclusión, puede decirse que el Papado y el Imperio habían crecido uno
junto al otro, y la ruina de uno acarrearía a la larga la del otro. Mientras que se
combatían para obtener el poder universal, y el Papado parecía haberlo
conseguido, estaban surgiendo las monarquías nacionales, a las que ambos
poderes fueron ajenos.
2. El Gran Interregno
Se conoce así al tiempo que media entre la muerte de Conrado IV Hohenstaufen
(1254) hasta la elección de Rodolfo de Habsburgo en 1273. Es un período de
debilidad del poder central frente a los principados, fruto de la política pro-güelfa
de los Papas frente a los Hohenstaufen.
Tras la muerte de Guillermo de Holanda en 1256, que fue emperador más teórico
que real, las candidaturas se dividieron entre Ricardo de Cornualles, hijo de Juan
Sin Tierra de Inglaterra, y Alfonso X de Castilla y León. Alfonso estaba
emparentado con los Hohenstaufen, por lo que no tenía el favor del Papa. A
igualdad de votos, fue elegido Ricardo, pero su muerte en 1272 reavivó las
esperanzas de Alfonso. Su candidatura fue nuevamente derrotada, dado que el
infante Enrique de Castilla había combatido en Tagliacozzo con los
Hohenstaufen.
Gregorio X exigió una elección rápida bajo amenaza de entregar el Imperio a los
franceses, y si bien el favorito del Papa era Ottokar II de Bohemia, este fue
derrotado totalmente en Marchfeld en 1278, donde además murió, por lo que
finalmente se eligió a Rodolfo de Habsburgo (1273-1291), señor del castillo de
Habitschburg en Suiza, de donde tomó el nombre la dinastía.
2.1. Los inicios de la Casa de Habsburgo.
Rodolfo de Habsburgo fue bastante realista, por lo que abandonó cualquier
pretensión italiana o aspiraciones a un imperio universal y se dedicó a fortalecer
su poder en Alemania, como hicieron en Francia los primeros Capetos. Ottokar
Derrotó a Ottokar II en 1273, mantuvo buenas relaciones con el Papado. No llegó
a ser coronado emperador, y cuando murió en 1291 fue elegido Alberto de
Nassau. No obstante, el hijo de Rodolfo, Alberto, se levantó contra él y fue
elegido en 1298, reinando hasta 1308. Tampoco fue coronado ni logró hacer
hereditaria la corona.
2.2. La Casa de Luxemburgo y las últimas tentativas universalistas.
A diferencia de Rodolfo de Habsburgo, sus sucesores, Enrique VII de
Luxemburgo y Luis IV de Baviera sí que intentaron volver a los tiempos de
Federico II y reivindicar la hegemonía sobre Italia, lo cual les enfrentó a las
ciudades italianas del norte, sino también a los angevinos de Nápoles.
Enrique VII de Luxemburgo (1308-1313) fue coronado en Roma en 1308, siendo
el primer emperador coronado como tal desde Federico II. Su muerte en 1313
hizo que se desvanecieran los últimos sueños de los gibelinos italianos.
En 1314 hubo una doble elección: por un lado, Luis IV de Baviera (1314-1346) Y
Federico de Austria. En la batalla de Mühldorf Federico fue hecho prisionero
(1322). El Papa Juan XXII lo excomulgó por pretender reestablecer un dominio
sobre Italia no aprobado por él (1324). Luis replicó convocando un concilio
ecuménico para juzgar al Papa por herejía y por abuso de poder, recibiendo para
ello el apoyo de Marsilio de Padua, de Guillermo de Ockham y del general de los
franciscanos, que fueron todos excomulgados. En respuesta, Luis IV entró en
Roma, se hizo coronar emperador por el Papa Nicolás V y siguieron las mutuas
excomuniones habituales.
Los príncipes alemanes apoyaron al Emperador, y en la Dieta de Rhense se
declaró que el Papa no podía juzgar ni deponer al Emperador, porque el poder
de éste provenía directamente de Dios.
Luis IV sería el último emperador que intentase recobrar la hegemonía sobre
Italia. Murió en 1347.
*Licet iuris.
3. Carlos IV y la Bula de Oro.
A la muerte de Luis IV resultó elegido otro Luxemburgo, Carlos IV, rey de
Bohemia y conde de Luxemburgo (1347-1378). Los Luxemburgo retendrían la
corona imperial durante los próximos noventa años.
Aunque tenía buenas relaciones con Francia, Carlos IV no se metió en la Guerra
de los Cien Años, y también mantuvo una relación cordial con el Papado. Su
objetivo principal fue el establecer la forma y el número de personas que debían
de elegir al emperador. La costumbre era que el colegio electoral lo conformasen
los grandes príncipes, laicos y eclesiásticos, y eso es lo que puso definitivamente
por escrito Carlos IV en 1356 en la “Bula de Oro”, en la que se fijaba el
procedimiento y se designaban los electores imperiales.
La elección no se adscribía a ninguna familia en concreto, sino a los estados y a
quienes ostentasen el cargo en ese momento. Por lo tanto, el Imperio sería
electivo sin que el Papa tuviera nada que decir sobre la persona propuesta. La
elección sería por mayoría y la Dieta aclamaría al elegido como Rey de romanos
y Rey de Alemania. El Papa coronaría al Emperador, pero no le concedería el
Imperio.
Por lo tanto, el derecho a “crear emperadores” que se arrogaba el Papa, quedaba
abolido y con ello la posibilidad del Papa de interferir en asuntos alemanes.
A Carlos IV le sucedió su hijo Wenceslao (1378-1410).
4.- El nacimiento de Suiza.
Esta región del Imperio estaba bajo el señorío de los Habsburgo. Era el paso
natural entre Italia y los Países Bajos, por lo que sus habitantes estaban
especializados en el transporte de mercancías italianas y flamencas,
especialmente desde la apertura del paso de San Gotardo y del puente sobre el
río Reuss.
Rodolfo de Habsburgo estableció nuevos tributos sobre este tráfico para
solucionar su crónica falta de dinero, por lo que no tardó en estallar una rebelión.
Los habitantes de Uri, Schwich y Unterwald se unieron en la llamada Landfriede
en 1291, acordando el acta fundacional de la Confederación. En 1309 obtuvieron
de Enrique VII la confirmación de sus franquicias y en la práctica la
independencia respecto de los Habsburgo, que se confirmó cuando Leopoldo I
de Habsburgo fue derrotado en Morgarten en 1315. Posteriormente Berna,
Lucerna y Zurich se unieron a la Confederación. Leopoldo III de Austria fue
nuevamente derrotado en Sempach en 1386 para despejar toda duda.
No obstante, Borgoña se cernió como amenaza para Suiza, pero el Duque de
Borgoña, Carlos el Temerario, fue derrotado decisivamente en Morat en 1476,
hallando la muerte en la batalla. Maximiliano de Habsburgo reconoció
tácitamente la independencia de Suiza en la paz de Basilea en 1499, si bien
dicha independencia no lo fue formalmente hasta la Paz de Westfalia de 1648.
5.- Sicilia y Nápoles.
5.1. Las Vísperas sicilianas y la Casa de Aragón.
Conrado IV no fue el último Hohenstaufen en Italia. Primero su medio hermano
Manfredo y luego su hijo Conradino intentaron hacerse con el trono de Sicilia,
pero fueron derrotados en Benevento y Tagliacozzo respectivamente (1266 y
1268) dejando expedito el camino al candidato del Papa, Carlos de Anjou, si bien
previamente Inocencio IV le había ofrecido la corona a Edmundo, hijo de Enrique
III de Inglaterra, pero este fue derrotado por Manfredo en Foggia.
Manfredo se hizo coronar Rey de Sicilia, e incluso se ofreció al Papa francés
Urbano IV a cambio de un tributo como feudatario de la Santa Sede. Pero la
elección de Urbano IV era Carlos de Anjou. Luego tuvo lugar la batalla de
Benevento. La derrota y muerte de Conradino en Tagliacozzo dos años después
fueron el fin de los Hohenstaufen.
Carlos de Anjou empezó entonces una campaña contra el Emperador bizantino
Miguel VIII. Sin embargo, el 30 de marzo de 1282 estalló la rebelión conocida
como “Vísperas Sicilianas” en Palermo. Los rebeldes ofrecieron someterse al
Papa, que respondió excomulgándolos. Entonces le ofrecieron la corona a Pedro
III de Aragón, que estaba casado con una hija de Manfredo. Pedro III aceptó la
corona, con la consiguiente excomunión, la deposición de Pedro y la declaración
de la Corona de Aragón como vacante, que fue ofrecida a Carlos de Valois, hijo
de Felipe III de Francia. La invasión francesa de Aragón acabó en desastre por
tierra y por mar (1285).
La toma de Sicilia por Aragón internacionalizó el conflicto. Carlos II de Nápoles
fue derrotado y hecho prisionero, y Carlos de Anjou murió en 1285 sin recuperar
su reino. Pedro III cedió Sicilia a su hijo Jaime, mientras que en Aragón le sucedió
Alfonso III.
Carlos II renunció a la corona de Sicilia. En 1291 el conflicto se solucionó
definitivamente por el Tratado de Tarascón, por el que se levantaba la
excomunión sobre Alfonso III de Aragón a cambio de que abandonase a su
hermano Jaime, rey de Sicilia. Dado que Alfonso murió ese mismo año y Jaime
se convirtió en Jaime II de Aragón, el tratado quedó en nada, poniendo Jaime a
su hermano Fadrique (Federico) en el trono de Sicilia como Federico (Fadrique)
II. Asimismo, Jaime renunció a Sicilia a cambio de que el Papa le reconociera
como rey de Córcega y Cerdeña. Sin embargo, los sicilianos no aceptaron el
tratado y aclamaron a Federico (Fadrique) de Aragón como rey de Sicilia.
La paz de Caltabellota de 1302 ratificó el dominio de Fadrique sobre Sicilia,
sellado con la boda entre Fadrique y la hija de Carlos II. En teoría el reino debía
de pasar al rey de Nápoles cuando muriera Federico II, pero esta cláusula se
incumplió y Sicilia fue anexionada definitivamente a Aragón con Fernando I de
Aragón (el de Antequera) en 1412.
5.2. Los Anjou en el Reino de Nápoles.
La pérdida del reino de Sicilia hizo que los Anjou se centraran en sus dominios
peninsulares, esto es, en Nápoles.
Carlos II, hijo de Carlos I de Anjou (1285-1309) centró todos sus esfuerzos en
Nápoles. Fue sucedido por Roberto I (1309-1343), fiel aliado del papa en sus
enfrentamientos con los emperadores Enrique VII y Luis IV. Intentó recuperar
Sicilia casándose con una hija de Pedro III y posteriormente con una hija de
Jaime II de Mallorca, pero murió sin hijos y su reino lo heredó Juana I (1343-
1382), cuyo matrimonio con Andrés de Hungría –que fue asesinado con
intervención de Juana- dio lugar a una guerra con Hungría que finalizó en 1352.
Juana tomó partido por los papas de Aviñón, lo que hizo que los napolitanos la
destronasen siendo asesinada poco después (1382) y sustituida por su primo
Carlos de Durazzo (Carlos III de Nápoles). Los Anjou-Durazzo tuvieron un
enfrentamiento continuo con los Anjou de Francia y el reino fue inestable hasta
que fue conquistado por Alfonso V de Aragón (1442) al despojar de la corona a
Renato I.
Al morir Alfonso V de Aragón (y I de Nápoles) le sucedió su hijo natural Fernando
I, hasta que Fernando el Católico anexionó definitivamente el reino a Aragón.
TEMA 3
LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS Y LA
PARTICIPACIÓN DE LOS REINOS EUROPEOS

Introducción
La principal vertiente política de la crisis del siglo XIV es el conflicto conocido
como “Guerra de los Cien Años”, que se caracterizó por ser mucho más largo y
destructivo que cualquier otra guerra hasta la fecha. Aunque sus principales
protagonistas fueron Inglaterra y Francia, involucró en mayor o menor medida a
otros reinos europeos.
1. Los orígenes del conflicto: Francia e Inglaterra a principios del siglo
XIV.
La civilización occidental entra en crisis en los siglos XIV y XV. Dicha crisis va a
afectar a todos los ámbitos, pero su manifestación principal va a ser un largo
conflicto bélico entre las dos principales monarquías europeas, Inglaterra y
Francia. Debido a las alianzas de la época, terminará afectando a varios reinos,
hasta convertirse en un conflicto internacional y será, además, mucho más
destructiva que cualquier guerra anterior.
La Guerra de los Cien Años fue, en realidad, un conflicto que se extendió desde
1337 hasta 1453, compuesto por varios episodios bélicos seguidos de largos
períodos de tregua.
Los orígenes del conflicto son muy complejos. Podemos distinguir entre unas
causas remotas y otras próximas.
Entre las primeras, habría que remontarse al siglo XIII y al imperio angevino en
Francia. Este fue disuelto por Felipe Augusto de Francia de tal modo que la única
posesión inglesa en Francia que quedó fue el Ducado de Aquitania o Guyena.
Por el Tratado de París de 1259 entre San Luis de Francia y Enrique III de
Inglaterra se reconocía la pérdida de las posesiones inglesas, pero también la
soberanía inglesa sobre Aquitania, si bien sometiendo a vasallaje al rey de
Inglaterra respecto del de Francia. Los sucesivos monarcas aprovecharon esta
circunstancia para declarar confiscado el Ducado por las más nimias excusas -
así ocurrió en 1294, 1323 y en 1337- en cuanto tenían un problema con
Inglaterra. Es de destacar que el Ducado era muy importante para los ingleses,
entre otras cosas, porque a través de Burdeos llegaba a Inglaterra el vino
francés.
Entre las causas inmediatas hay que destacar la extinción de la dinastía de los
Capetos. Carlos IV, el último monarca, murió en 1328, heredando el trono de
Francia su primo Felipe VI de Valois, que era el pariente más cercano del rey
difunto por línea masculina. Sin embargo, por vía femenina Eduardo III era
pariente más cercano. Eduardo no había reclamado el trono de Francia, pero
cuando se decretó en 1337 la tercera confiscación de la Guyena, Eduardo
declaró ser el legítimo rey de Francia y declaró la guerra a Francia.
A principios del siglo XIV Francia, sobre el papel, era un reino mucho más fuerte
que Inglaterra, dado que tenía mucha más población. Sin embargo, la crisis del
siglo XIV había empezado a minar sus finanzas. Las ciudades de Flandes habían
mostrado deseos de autonomía, y de hecho existía una alianza con Eduardo I
de Inglaterra. El ejército francés sufrió una completa derrota en Courtrai (1302)
y Flandes fue de facto independiente hasta 1304, cuando la rebelión fue
finalmente aplastada. Por otro lado, los Valois no se habían consolidado en el
trono, y en Navarra se aprovechó la situación para instaurar una dinastía propia,
la de los Evreux.
Inglaterra era también sobre el papel un reino mucho más débil que Francia.
Eduardo I había estabilizado el reino tras la crisis del siglo XIII, pero su obra
estuvo a punto de derrumbarse bajo el reinado de su hijo Eduardo II (1307-1327).
Solo la enérgica reacción de Eduardo III (1327-1377) salvó al reino de una nueva
crisis. Eduardo III estableció uno de los reinos mejor organizados de Europa, y
se vio con capacidad para enfrentarse a Francia.
2. Fases de la guerra.
2.1. Las victorias inglesas (1338-1360).
Eduardo III tomó la iniciativa y aprovechó los problemas de la monarquía
francesa en Flandes y en Bretaña para atacar desde allí. En 1337 las ciudades
flamencas se rebelaron de nuevo, mientras que en Bretaña estalló la cuestión
sucesoria en 1341, con un pretendiente pro-francés y otro pro-inglés.
La flota inglesa derrotó a la francesa en la batalla de La Esclusa, cerca de Brujas,
en 1340, dando a Inglaterra el dominio del Canal de la Mancha. Luego, los
ingleses de Eduardo III dirigidos por su hijo el “Príncipe Negro” derrotaron
totalmente al ejército francés de Felipe VI en Crécy (1346) y nuevamente a Juan
II en Poitiers (1356), donde el propio rey Juan II(1350-1364) cayó prisionero.
La monarquía francesa entró en una grave crisis. Los campesinos consideraron
que la nobleza ya no cumplía con su obligación feudal de defenderlos, y en 1358
estalló una rebelión en las comarcas próximas a París, la “Jacquerie”, que casi
coincidió con una revuelta urbana en París.
Ambas revueltas fueron aplastadas, pero la debilidad de la monarquía francesa
era tal que se vio obligada a firmar con Inglaterra el tratado de Bretigny en 1360,
por el que Aquitania (Guyena) pasó a ocupar casi 1/3 de la superficie del reino
de Francia. Además, Aquitania dejaba de estar sometida al vasallaje al rey de
Francia.
2.2. Internacionalización del conflicto: la fase ibérica de la guerra (1360-
1386).
Francia buscó aliados para superar a Inglaterra. Necesitaba la flota castellana,
pero Alfonso XI de Castilla (1312-1350) decidió permanecer neutral. Sin
embargo, su hijo y sucesor Pedro I (1350-1369) se enemistó de tal forma con la
nobleza que esta se rebeló para destronarle y sustituirle por su hermano
bastardo, Enrique de Trastámara, que se exilió a Francia y buscó el apoyo del
rey francés. En 1366, los mercenarios que se habían quedado sin empleo por la
paz de Bretigny penetraron en Castilla y ayudaron a destronar a Pedro I,
poniendo en el trono a Enrique de Trastámara como Enrique II de Castilla.
Por su parte, Pedro I consiguió la alianza de Inglaterra. Volvió a Castilla y en
1367 sus tropas y las del Príncipe Negro derrotaron a las de Enrique en Nájera.
Sin embargo, Pedro no pagó a los mercenarios ingleses, que abandonaron
Castilla por ello. Enrique volvió a Castilla con los mercenarios de Du Gesclin y
asesinó en Montiel a Pedro, convirtiéndose definitivamente en rey de Castilla,
que desde ese momento fue un sólido aliado de Francia, siendo desde entonces
la flota castellana una amenaza para la inglesa en el Cantábrico y en el canal de
la Mancha.
Para complicar más las cosas, Juan I, hijo y sucesor de Enrique II, intentó
anexionarse Portugal en 1383 alegando derechos sucesorios al trono portugués,
dado que Fernando I había muerto sin descendencia. Los portugueses pidieron
ayuda a los ingleses, y derrotaron a los castellanos en Aljubarrota (1385), dando
lugar a la tradicional alianza entre Portugal e Inglaterra.
Por su parte, Juan de Gante, regente de Inglaterra y Duque de Lancaster, estaba
casado con una hija de Pedro I de Castilla, por lo que desembarcó en Castilla
para reivindicar el trono. Sin embargo, la expedición fue un completo fracaso. La
cuestión castellana se resolvió acordando el matrimonio de la hija de Juan de
Gante, Duque de Lancaster, con el hijo de Juan I, el futuro Enrique III de Castilla.
De esta forma concluyó la fase ibérica de la Guerra de los Cien Años, aunque en
1378 se produjo el llamado “Cisma de Occidente”, al escoger cada uno de los
bandos a un Papa diferente: los franceses y castellanos reconocieron al papa de
Aviñón, mientras que los ingleses y sus aliados hicieron lo propio con el de
Roma.
2.3. Guerra de desgaste y recuperación francesa bajo Carlos V (1364-1380).
Carlos V de Francia (1364-1380) tenía en Enrique II de Castilla un aliado con
una potente flota, que derrotó completamente a la de los ingleses en la batalla
de La Rochela en 1372, que dio a Francia el completo dominio del Canal de La
Mancha y permitió que la flota franco-castellana incursionase en las costas de
Inglaterra.
Además, los franceses cambiaron de táctica. Reconociendo la superioridad
inglesa en las batallas campales, optaron por una guerra de escaramuzas,
golpes de mano y acciones menores, dirigidas por Bertrand Du Gesclin. El éxito
fue total, de manera que entre 1369 y 1380 las posesiones inglesas en Francia
quedaron reducidas a una estrecha franja costera entre Burdeos y Bayona.
2.4. El período de las treguas (1389-1415).
A finales del siglo XIV y principios del XV Occidente entra en una época de
relativa paz, más que nada porque ambos reinos están agotados tras más de
cincuenta años de guerra más o menos continuada: Carlos VI de Francia (1380-
1422) y Ricardo II de Inglaterra (1377-1409) acuerdan una tregua general en
Leulinghen, renovable hasta 1404.
Inglaterra sufre una grave crisis debido al aumento de la presión fiscal al
establecerse el llamado “poll tax” o impuesto de capitación, que dio lugar a una
rebelión campesina en 1381. Por otra parte, Ricardo II fue destronado por una
rebelión nobiliaria encabezada por su primo en 1399, que con el nombre de
Enrique IV inauguró la dinastía de los Lancaster en Inglaterra. La nueva dinastía
tardó en consolidarse, por lo que Inglaterra no pudo continuar la guerra por el
momento.
En Francia, Carlos VI era menor de edad cuando fue coronado en 1380. La
regencia correspondía a un consejo de nobles con amplios “apanages”, o feudos
provistos de grandes inmunidades: Anjou, Berry y Borgoña. Carlos VI era
inestable mentalmente, de manera que el gobierno del reino recayó de nuevo en
estos nobles (sus tíos). Dentro de este consejo de regencia surgieron dos
facciones ante la incapacidad del rey: los borgoñones y los armagnacs. Los
borgoñones, naturalmente, defendían que el gobierno debía de ser ejercido por
el Duque de Borgoña, que empezaba a ser de hecho un estado semi-
independiente. Los armagnacs defendían que el poder debía de pasar al Delfín
Carlos.
Se produjo una situación de práctica guerra civil que fue aprovechada por
Inglaterra.
2.5. Contraofensiva inglesa. El proyecto de doble monarquía (1415-1428).
Enrique V de Inglaterra (1413-1422) aprovechó la oportunidad para atacar de
nuevo a Francia. Tras desembarcar en Francia, derrotó completamente a los
franceses en Azincourt (1415) e invadió Normandía.
Más grave para Francia fue la alianza entre Inglaterra y los borgoñones por el
Tratado de Troyes de 1420: Enrique V se casó con una hija de Carlos VI y fue
declarado heredero legal del trono de Francia, con la desposesión de sus
derechos para el Delfín Carlos, que tuvo que huir. Los ingleses ocuparon toda
Francia hasta el Loira.
En 1422 murieron tanto Enrique V como Carlos VI. Enrique VI fue reconocido
como rey de Francia, pero al ser menor la regencia recayó en el Duque de
Bedford, hermano del rey difunto.
Carlos VII se refugió conservando la lealtad del centro y del sur del reino.
2.6. La victoria final con Carlos VII (1428-1453).
En 1428 los ingleses empezaron el asedio de Orleans. Sin embargo, una joven
campesina, Juana de Arco, se presentó ante Carlos VII, al que convenció para
enviar un ejército de socorro a Orleans, que efectivamente fue liberada en 1429.
Aunque Juana fue capturada y quemada como hereje, los franceses recuperaron
la moral de victoria.
Carlos VII era un político hábil, y en 1435 consiguió que Borgoña rompiera su
alianza con Inglaterra a cambio de concederle un estatus prácticamente igual a
la independencia, con exención de vasallaje al rey de Francia. Al tiempo, se
ocupó de profesionalizar el ejército y dotarlo de una potente artillería. El resultado
fue que cambiaron de nuevo las tornas. Carlos VII recuperó París, todo el norte
de Francia y ocupó los restos de la Guyena inglesa, entrando en Burdeos en
1453. Sin tratado de paz, concluyó la Guerra de los Cien Años, con una completa
victoria francesa. Solamente Calais se conservó como dominio inglés hasta
mediados del siglo XVI.
3. Consecuencias de la guerra.
La Guerra de los Cien Años tuvo un impacto mucho mayor que cualquier otro
enfrentamiento bélico hasta la fecha. Los efectos sobre los reinos involucrados
fueron muy numerosos en varias facetas.
Francia e Inglaterra entraron en la guerra como monarquías feudales y salieron
como estados modernos. La guerra dio también lugar a un sentimiento nacional
en ambas naciones.
3.1. Saqueos y destrucciones.
La Guerra de los Cien Años fue el conflicto más largo y destructivo hasta la fecha.
Francia sufrió en su campo la guerra, pero Inglaterra se resintió por la presión
fiscal y por el deterioro de su economía. Además de las cabalgadas inglesas, las
tierras de Francia fueron devastadas por los mercenarios sin trabajo, que vivían
del campo, llamados “routiers”.
3.2. Cambios en las técnicas militares: de la hueste feudal al ejército
permanente.
Al principio del conflicto los dos ejércitos seguían los esquemas feudales,
especialmente en Francia. La fidelidad feudo-vasallática obligaba a un servicio
de unos cuantos meses. La prolongación de la guerra, unido a la ineficacia de la
caballería francesa, hizo que ambos ejércitos tendieran hacia la
profesionalización y el uso de mercenarios. El siglo XV ve la aparición de
ejércitos profesionales pagados regularmente por los reyes, leales
exclusivamente a este y acompañados por un arma cada vez más en uso, la
artillería, que debido a su elevado coste solo puede ser financiado por las
monarquías.
3.3. Modificaciones administrativas: aparición de una fiscalidad estable.
Dado que la guerra es permanente, los impuestos también se vuelven
permanentes. En un principio, en Inglaterra se aprobaban por el Parlamento
impuestos para una campaña. En Francia lo hacían los Estados Generales o
más frecuentemente las asambleas de estados territoriales. Pero la fuerza de las
circunstancias hizo que las asambleas renovasen el cobro de estos impuestos
una y otra vez, legitimando la situación.
Junto a los impuestos directos, la guerra también legitimó los indirectos. En
Francia se estableció el impuesto sobre la sal (gabela), que duró hasta la
Revolución. En Inglaterra se gravaron las exportaciones de lana.
En definitiva, el ejército profesional y permanente, la fiscalidad estable y el
consiguiente aumento de la Administración con más funcionarios pagados por el
rey es el principio del estado moderno.
3.4. El surgimiento del problema de Borgoña.
Los Valois tenían la costumbre de conceder “apanages”, esto es, feudos a los
hijos o hermanos del monarca que no heredaban el trono. Aunque terminaban
revirtiendo a la monarquía, este no fue el caso de Borgoña, que se convirtió en
un estado prácticamente independiente y capaz de rivalizar con Francia.
El primer Duque de Borgoña fue un hermano de Carlos V y tío de Carlos VI, a
finales del siglo XIV. A través de matrimonios y de la guerra, fue aumentando su
extensión hasta que llegó a abarcar el actual Benelux y extenderse desde el Mar
del Norte hasta Suiza. Al mismo tiempo, sus relaciones con la monarquía se
deterioraban hasta el punto de que llegaron a formar el partido borgoñón, aliado
con Inglaterra, durante la regencia de Carlos VI. Esta alianza solo se rompió
cuando en tiempos ya de Carlos VII se eximió de vasallaje al Duque de Borgoña,
lo que de hecho era la independencia del Ducado.
Borgoña, de hecho, se convirtió en la mayor amenaza para Francia una vez
terminada la Guerra de los Cien Años.
TEMA 4
LA ECONOMÍA EUROPEA BAJOMEDIEVAL

Introducción
La Baja Edad Media es una época de crisis para Europa en todos los ámbitos.
Pero hay división de opiniones en cuanto a las causas. Algunos autores hablan
de causas exógenas a la propia Europa: la más importante sería la aparición de
la Peste Negra. Otros centran la causa principal en un cambio climático, con un
brusco enfriamiento del tiempo, que habría sido nefasto para la agricultura.
También hay explicaciones de tipo malthusiano, con un desajuste entre
producción de recursos y aumento de la población.
1. El final de un largo ciclo expansivo en el siglo XIII.
Al finalizar el siglo XIII Europa llevaba tres siglos ininterrumpidos de crecimiento.
La base de todo ello había sido un aumento de la producción agraria. Había
nuevas tierras para roturar y se habían mejorado las técnicas agrarias, a lo que
se añadió un clima algo más cálido entre los años 800 y 1300.
En definitiva, aumentó la producción de alimentos y eso permitió un gran
desarrollo demográfico entre los siglos XI y XIII, lo cual también se tradujo en
más mano de obra para el campo. Es posible que en esta época la población de
Europa se duplicase o triplicase. Los excedentes alimenticios permitieron,
asimismo, que se desarrollase en las ciudades el comercio y la artesanía, con la
feria de Champagne como máximo exponente, que ponía en contacto dos polos
de desarrollo de gran importancia, como eran Flandes e Italia. Aumentó el uso
de la moneda y los salarios decrecieron, al haber mayor oferta de mano de obra.
Es significativo que volviera a acuñarse moneda de oro en Europa. Es cierto que
en España y ene l sur de Italia se emitía en el siglo XII moneda de oro, pero
siguiendo patrones musulmanes. Ahora se acuña en diversas partes de Europa
siguiendo patrones propios, con oro procedente de África, lo cual demuestra el
incremento del comercio.
Sin embargo, en el siglo XIII el crecimiento se va haciendo más lento hasta
prácticamente detenerse a finales del siglo y principios del siglo XIV.
2. Los primeros síntomas de crisis a principios del siglo XIV.
Así pues, a finales del siglo XIII y principios del siglo XIV la economía europea
había dejado de crecer y luego se estancó. Sin embargo, la población seguía
creciendo. Se calcula que en algunos lugares de Europa se había alcanzado una
población que no se igualó hasta finales del XVIII y principios del XIX con la
Revolución Industrial. Consecuencia de ello fue un progresivo empobrecimiento.
Las monarquías europeas sufren graves dificultades financieras y se recurre a la
alteración monetaria, es decir, a una devaluación de la moneda: se acuña
moneda con menos oro o plata, pero manteniendo su valor teórico, lo cual
influye, naturalmente, en los precios.
El cambio climático influye también en las cosechas, y vuelve a aparecer el
hambre en una población campesina que ya estaba debilitada por el
estancamiento económico. La producción no crece, los precios suben, el hambre
aumenta y eso debilita las defensas de los individuos: será el escenario ideal
para que una epidemia tenga consecuencias desastrosas.
3. La catástrofe demográfica: el impacto de la peste negra.
La peste negra es una enfermedad infecciosa, provocada por la acción de un
bacilo presente en las pulgas que a su vez suelen utilizar a las ratas negras como
medio de transmisión. Cuando llega al ser humano provoca fiebre alta y la muerte
en pocos días. Existen dos tipos de peste: la peste pulmonar o neumónica, que
se contagia directamente entre seres humanos, y la peste bubónica, más
frecuente, que provoca la aparición de bubones oscuros en el cuello, y que se
transmite de forma indirecta entre los hombres por vía de las pulgas y de las
ratas, si bien ambas son causadas por el mismo microorganismo.
La peste no era nueva en Europa, ya en tiempos de Justiniano había sido
devastadora en Bizancio y en el mundo mediterráneo, pero había desaparecido
en el siglo VIII. No obstante, permaneció latente en Asia Central y tuvo un nuevo
ciclo expansivo en el siglo XIV. Se extendió por China y por todo el mundo
islámico y llegó a Europa a mediados del siglo XIV.
Es muy conocida la forma en la que llegó la peste a Europa. La colonia comercial
genovesa de Caffa, al norte del mar Negro, estaba asediada por los mongoles.
La enfermedad pasó del campamento de los sitiadores a la ciudad y luego se
transportó a los barcos genoveses, que la introdujeron en Sicilia y en la península
italiana en 1347. De allí pasó al resto de Europa en 1348.
Se intentó combatir aislando a los afectados, pero la medida era inútil, porque la
transmisión era indirecta, a través de las pulgas y de las ratas negras, y este
punto era desconocido. Lo único que cabía era huir, y eso solo lo podían hacer
las clases mejor situadas económicamente. Dado que la población europea
estaba ya mal alimentada desde hacía décadas, los efectos de la epidemia
fueron aún peores.
Se ha calculado que la peste negra mató a entre el 25% y el 45% de la población
europea. En general está aceptado que aproximadamente 1/3 de la población
europea murió de peste, aunque este porcentaje puede que llegase incluso al
60% en algunas zonas. En cualquier caso, la mortandad fue muy irregular, dado
que hubo regiones relativamente poco afectadas y otras que fueron devastadas.
La peste llegó a Europa para quedarse, y era muy común que cada veinte años
más o menos se produjera una nueva epidemia. Por ello, la población no se
recuperó, dado que, si bien la natalidad era elevada, la mortalidad también lo
era, especialmente la infantil. El resultado fue que la población europea
bajomedieval era inferior a la de finales del siglo XIII.
4. La gran depresión agraria y sus consecuencias.
A mediados del siglo XIV Europa entra en una depresión que se va a prolongar
durante un siglo. La peste negra, el hambre y la guerra serán sus principales
causas. Las malas cosechas como consecuencia del cambio climático traerán el
hambre. La Guerra de los Cien Años será la más larga y devastadora conocida
hasta entonces. Todo ello lleva a un descenso de la población.
Todo ello conduce a una deflación, esto es, a una caída generalizada de los
precios de los productos agrarios al faltar demanda. En cambio, los salarios
suben como consecuencia de la falta de mano de obra, lo cual lleva a la recesión
económica. Las tierras, especialmente las menos productivas, dejan de
cultivarse.
Aparecen numerosos despoblados, esto es, zonas antiguamente habitadas que
ahora se abandonan. Sobre todo, en Francia, Inglaterra, Alemania y en la
península Ibérica. No es que la población desaparezca, sino que se traslada a
lugares más adecuados para vivir dada la situación económica.
La larga depresión también trastocó el sistema feudal. Ante el desplome de sus
rentas, los señores hicieron varias cosas para recuperarlas: en Cataluña e
Inglaterra, los señores feudales intentaron volver a ligar a los campesinos con la
tierra, y reintroducir las prestaciones de trabajo personal, con la consiguiente
conflictividad social, aunque esta medida, en líneas generales, fracasó en
beneficio de una relación contractual entre el campesino y el señor, mediante
arrendamiento o aparcería.
Los señores tendieron a reducir o hacer desparecer las reservas señoriales, la
“terra dominicata”, en beneficio del señorío jurisdiccional, percibiendo parte de
los impuestos directos o indirectos que las monarquías estaban empezando a
establecer, que era una fuente de ingresos mayor que los productos de las tierras
del señor.
En Europa oriental las cosas evolucionaron de forma muy diferente: se
reintrodujo la servidumbre en el campo. Al este del Elba se volvió a ligar a los
campesinos a la tierra y se reimplantaron las prestaciones de trabajo personal.
Curiosamente, esta segunda servidumbre no tenía como objeto el
autoabastecimiento, sino la producción de excedentes que se pudieran
comercializar por el Báltico o con destino a Europa occidental.
5. Impacto menor de la crisis en la economía urbana: la aparición de
técnicas mercantiles novedosas y de nuevos ámbitos comerciales.

5.1. Repercusión de la crisis en la ciudad.


La crisis del siglo XIV también afectó a las ciudades: la industria textil de Flandes
se hundió en parte, mientras que la famosa feria de Champagne entró en crisis.
Hay escasez de metales preciosos y la moneda se altera en los términos que ya
hemos visto.
El desarrollo mercantil italiano de grandes compañías de estructura centralizada
se hunde: las súper-compañías de los Bardi o de los Peruzzi, que prestaban
dinero al Papa o a las grandes monarquías, desaparecen en 1345 al no poder
hacer frente Eduardo III de Inglaterra a la devolución de las cantidades
adeudadas.
Por su parte, en Cataluña había surgido una importante industria textil en el siglo
XIII que se comercializaba por el Mediterráneo. Esta industria sufrirá un
importante retroceso en el siglo XIV.
Estos ejemplos demuestran que la gran depresión agraria también afectó a las
ciudades, pero, sin embargo, el impacto de la crisis fue menor y la recuperación
más temprana.
5.2. Innovaciones técnicas en el mundo mercantil.
El siglo XIV trae la aparición de nuevas técnicas mercantiles que se an en primer
lugar en Italia.
En primer lugar, cambia la estructura de las compañías mercantiles: en lugar de
tener una estructura centralizada como la que hizo ir a la quiebra a los Bardi y a
los Peruzzi, los Médicis o los Datini tienen un factor o delegado en cada puerto,
y allí gestiona los intereses de la compañía: cada negocio u operación se
gestiona de forma independiente del resto, para evitar riesgos.
También se introduce la contabilidad por partida doble, esto es, con la columna
del debe y del haber, de manera que se puede ver y controla la situación real del
negocio en todo momento.
Se introducen los seguros marítimos, con lo que se evita el riesgo de ruina total
en caso de naufragio.
Empieza a aparecer el cheque como orden de pago escrita en beneficio de un
tercero.
Pero la innovación esencial es la aparición de la letra de cambio, un instrumento
en el que se ordena pagar al tenedor de la letra una determinada cantidad,
evitando así el desplazamiento físico del dinero: un mercader entrega a otro una
determinada cantidad. El perceptor de la cantidad entrega un documento (letra
de cambio) al mercader que le ha dado el dinero, y en este documento ordena a
un delegado suyo en otro lugar que le pague al tenedor de la letra esa cantidad
en la moneda local. La letra de cambio servía así también para cobrar intereses
si había una diferencia de valor entre las dos monedas, burlando así la
prohibición de la usura establecida por la Iglesia. Esto es, se había introducido
el préstamo con intereses.
Otra novedad de la época es el Banco de San Giorgio de Génova, encargado de
gestionar la deuda pública.
5.3. Modificaciones en las rutas comerciales en los siglos XIV y XV.
Los comerciantes italianos experimentaron crecientes dificultades en su ámbito
natural, el Mediterráneo, en los siglos XIV y XV. Dedicados tradicionalmente al
comercio de seda y de especias de oriente, el creciente dominio del Mediterráneo
oriental por los turcos otomanos les perjudicó. Génova fue la principal
perjudicada; con su negocio principal en los puertos del Mar Negro, el cierre de
los Dardanelos afectó a sus negocios. Por ello, decidieron cambiar su campo de
operaciones hacia el sur de la península Ibérica (Reino de Granada y Andalucía).
En principio Venecia resultó menos afectada, porque se dedicaba más al
comercio con Egipto a través de Alejandría, pero la expansión de los otomanos
hizo que Venecia se volcase hacia el comercio con el norte de Italia.
El comercio catalán y mallorquín con el Mediterráneo oriental también se vio
afectado, además de sufrir la competencia de la marina de Castilla, que actuaba
como transportista y se hace con el control del tráfico marítimo.
En el norte de Europa se da el fenómeno del apogeo de la Hansa, la liga de
ciudades comerciantes del norte de Alemania, que prácticamente monopoliza el
comercio en el mar del Norte y en el Báltico. Solo en el siglo XV empezará a
notar la competencia de los comerciantes holandeses e ingleses.
También hay novedades en el canal de la Mancha y en el Cantábrico: el comercio
tradicional era el de importación de lana inglesa por parte de Flandes. Dado que
Inglaterra empieza a emplearla en su industria textil, falta lana en Flandes, que
tiene que buscarla en otro lugar: se empieza a importar lana castellana, que se
lleva a Flandes por los marinos vascos y cántabros, que llevan lana y hierro a
Flandes en grandes cantidades, convirtiendo de paso a Burgos en un importante
centro mercantil. Brujas seguirá siendo un centro comercial de importancia, y
luego también Amberes.
Otra novedad es la apertura del Estrecho de Gibraltar: como consecuencia de la
definitiva victoria castellana contra los meriníes, Gibraltar se abre y se conectan
el Mediterráneo y el Atlántico. Ello permite ahora a los italianos comerciar con
Flandes por la vía marítima, abandonando la más costosa ruta terrestre, lo que
provoca la ruina de la feria de Champagne.
En el campo artesanal, se produce la aparición de una actividad no regulada por
los gremios, cual es la de que los comerciantes ofrecen a los agricultores la
realización de labores artesanales en épocas en las que no hay trabajo agrícola,
facilitándoles para ello los medios y los materiales, estableciéndose así una
relación patrón-asalariado (putting-out system).
6. La recuperación del siglo XV.
Lo peor de la crisis bajomedieval fue en la segunda mitad del siglo XIV. A
principios del siglo XV, de forma muy lenta, empieza la recuperación. Había
muchas tierras sin trabajar, y el desarrollo de los estados modernos favorece el
crecimiento de los mercados interiores.
Hacia la segunda mitad del siglo XV la recuperación económica es ya un hecho.
La peste y las hambrunas no desaparecen del todo, pero son menos frecuentes,
lo que permite de nuevo un crecimiento de la población. Termina la Guerra de
los Cien Años y las que se producen después no son tan largas ni destructivas,
se roturan nuevas tierras y se comercializan sus productos. Los precios vuelven
a crecer, y la decadencia del comercio mediterráneo oriental por la presencia de
los turcos se compensa con la explotación del comercio por el Atlántico.
Por su parte, las monarquías europeas, en proceso de conversión en estados
modernos, se empiezan a interesar por la economía, a intervenir en ella y a
considerar el reino como un mercado interior, evitando la salida de metales
preciosos al extranjero.
En definitiva, desde mediados del XV la economía se recupera y empezará a
expandirse en el siglo XVI.
TEMA 5
LA SOCIEDAD EN LA BAJA EDAD MEDIA
Introducción
Se estudia la institución de la monarquía y los instrumentos con los que hizo
frente al Papado y al Imperio, así como para afirmar su supremacía frente al
estamento nobiliario. Es el triunfo de la sociedad urbana, de las universidades y
de los parlamentos, en los que entra el llamado “tercer estado”, que intenta restar
poder a la aristocracia nobiliaria y clerical.
1. Las instituciones representativas y políticas.

1.1. La monarquía.
Durante todo el siglo XIII asistimos en toda Europa a un reforzamiento del poder
real, favorecido por las Universidades, el Derecho Romano y las doctrinas
aristotélicas, frente a los grandes poderes tradicionales, esto es, el Imperio y el
Papado, así como frente a la nobleza, que pretendía que el rey siguiera siendo
un primus inter pares. Los siglos XIV y XV contemplan el afianzamiento del poder
de la realeza, y el papel preponderante que van adquiriendo las ciudades, al
tiempo que Iglesia y nobleza entran en una fase de estancamiento y de
decadencia al depender su riqueza de sus posesiones agrarias.
En Francia, tras la victoria de Bouvines (1214) el prestigio de la realeza aumentó
y fue aprovechado por los soberanos Capetos para ahondar en el proceso de
centralización del reino y en el lento, pero continuo ascenso de los legistas o
caballeros de segundo rango, que empiezan a ocupar puestos de importancia en
la administración.
En Inglaterra se logra que en el reino imperen una sola ley y una sola justicia, y
desde el siglo XIII el monarca se apoya para su gobierno en cuatro instituciones:
el Consejo Real, la Hacienda (Exchequer), Justicia (Common bench) y
Cancillería (Chanceller).
En Alemania, donde la monarquía es electiva, los soberanos intentan controlar
las elecciones reales, limitando y controlando al máximo a los electores y su
número. La Bula de Oro de Carlos IV de 1356 es un buen ejemplo de esto.
Por lo tanto, las monarquías a lo largo de los siglos XIV y XV van afianzando su
poder frente a aquellas instituciones que pueden frenarlo, especialmente la
Iglesia, la nobleza y el Imperio. También intentarán poner representantes reales
al frente de las ciudades.
Para conseguir estos fines los monarcas tenían dos herramientas importantes:
las Universidades y el Derecho Romano: del rey emanan todos los poderes, su
voluntad es la ley y no tiene que someterse ni al papa ni al emperador: “Rex
imperator est in regno suo”.
Por supuesto, llevar a efecto este programa exige dinero, una administración
preparada y una representación en las cortes de otros reyes, así como un ejército
preparado y profesional. Representantes de esta nueva monarquía son Carlos
VII y Luis XI en Francia, Enrique VII en Inglaterra, Alfonso X en Castilla y Pedro
IV en Aragón.
1.2. Los Parlamentos.
Junto al afianzamiento del poder real se produce el surgimiento del poder de las
ciudades, y por lo tanto de sus clases dirigentes, esto es, la burguesía, que
quiere tomar parte activa y reconocida en la política del reino.
Durante la Alta Edad Media los monarcas tomaban consejo de un reducido grupo
de nobles, eclesiásticos y familiares, la llamada Curia Regia, Aula Regia o
Pallatium. Para cuestiones aún más trascendentes se convocaba a una Curia o
Asamblea Extraordinaria o Plena, a la que todos tenían el deber de acudir por el
deber de consilium.
A partir del siglo XIII, dado que los monarcas necesitan de importantes recursos
financieros para afirmar su supremacía, deben de aprobar tasas especiales y
tributos extraordinarios, que requerían de la aprobación de la nobleza y del clero.
Pero es la burguesía la que se va afianzando y tomando un peso cada vez mayor
en las ciudades, acumulando riquezas y exigiendo una mayor participación en la
vida política del reino, lo que se llama el Tercer Estado o Tercer Estamento, en
el que se apoyarán los monarcas para debilitar el poder de la alta nobleza y del
clero.
Fue en el Reino de León en 1188 donde tuvo lugar una asamblea o curia en la
que se tiene noticia de la participación de ciudadanos elegidos para participar en
la asamblea, en la curia de Alfonso IX. Se satisfacía así el deseo de participación
de las ciudades, dado que siendo la finalidad principal de estas asambleas la de
recaudar dinero, podían así participar en algo que les afectaba directamente: “lo
que a todos atañe, por todos debe de ser aprobado”.
Las ciudades se dieron cuenta, obviamente, de que le eran necesarias al rey
para llevar adelante su política, por lo que fueron adquiriendo mayor fuerza. Es
cierto que no había representación de todos los habitantes, sino de lo que podría
considerarse la oligarquía ciudadana, y que estas asambleas no tenían la misma
fuerza en todos los reinos: mientras que en Inglaterra el Parlamento tenía cada
vez más fuerza, en Francia y en Aragón los monarcas supieron imponer su
voluntad a estas asambleas. A mediados del siglo XV estas asambleas fueron
perdiendo fuerza y se acabaron doblegando a los deseos de los monarcas.
1.3. La administración central y la local.
La administración central de los reinos deriva en mayor o menor medida de la
época feudal, esto es, la Cancillería, el Consejo Real (Aula, Palacio), aunque
ahora se van formando cuatro grandes áreas especializadas de la administración
central: Consejo Real, Hacienda, Cancillería y Justicia.
El Consejo Real seguirá siendo el órgano de asesoramiento del monarca, y
aunque sus miembros sean elegidos por él, con el paso del tiempo no será raro
que la nobleza termine introduciendo en ellos nobles que le son impuestos al rey
y que incluso son contrarios a sus políticas: el caso paradigmático puede ser el
de Juan II o Enrique IV de Castilla.
Como se ha visto, una de las causas por las que los monarcas necesitaban de
mucho dinero era para pagar una administración cada vez más grande,
compuesta por funcionarios cada vez mejor preparados, normalmente en las
Universidades. Aparece así una nueva clase, la de los administradores o
letrados, que junto con la aristocracia comercial controlarán el gobierno de las
ciudades. Como sus ingresos no eran regulares, solían participar de las tasas y
de las multas, así como se consintieron los regalos en especie.
En cuanto a la administración local, existieron dos modelos: el francés, con
administradores fijos asistidos por funcionarios judiciales y recaudadores de
impuestos, con un sueldo fijo del estado, y por lo tanto muy costosa, y el modelo
inglés, donde los sheriffs (encargados del orden público) y los escheators
(administradores de los bienes reales en los condados) tienen la condición de
funcionarios, pero no percibían ningún sueldo, por lo que su imparcialidad y
fidelidad eran a veces dudosas y eran cargos ejercidos únicamente por personas
propietarias de bienes fundiarios.
1.4. La diplomacia.
Para tratar asuntos de importancia lo monarcas enviaban a sus representantes
a otros reinos: estos se llamaban legatus, nuntius, procurator, ambasciator… Se
diferenciaban en que el nuntius simplemente trasmitía un mensaje, mientras que
el procurator o el ambasciator tenían poder para negociar y llegar a acuerdos. El
Papa enviaba a legados y nuncios, siendo los primeros de mayor rango y
autoridad, normalmente un cardenal.
Al principio los embajadores se enviaban para actos concretos, como por
ejemplo una coronación. Con el tiempo se fueron estableciendo embajadas
permanentes, a cuyo frente se colocaba un clérigo o un noble, acompañado de
un equipo de expertos en Derecho. Las primeras embajadas permanentes se
establecieron tras la paz de Lodi (1454), y fueron los Reyes Católicos los que
establecieron las primeras ante el Papa, el Imperio e Inglaterra, haciendo estos
lo mismo ante la corte de Castilla.
2. Las transformaciones sociales.
En el siglo XV, como superación de la división social altomedieval, junto a la
nobleza y al clero aparece el tercer estado, la burguesía, cada uno de ellos
definido por su estatuto jurídico, sus privilegios y sus obligaciones. Era una
división que se basaba, fundamentalmente, en la diferencia jurídica entre sus
miembros.
2.1. La aristocracia o nobleza.
La afirmación de la soberanía real que los monarcas llevaron a cabo mediante la
centralización administrativa no eliminó ni eclipsó a los nobles, ni el poder que
ejercían en sus feudos. Algunos monarcas, como Jaime I, incluso siguieron
acudiendo a la división hereditaria de sus dominios.
En Alemania, durante el siglo XIII, se constituyeron estados nobiliarios a los que
los reyes no consiguieron arrebatar su poder. Los grandes nobles siguieron
teniendo un gran poder en los Parlamentos y en el Consejo Real.
Generalmente se viene admitiendo que hacia el año 1300 el feudalismo es una
institución agotada, pero lo cierto es que conservaba gran fuerza en dos
aspectos: como fuente de rentas y también de prestigio social. Su poder militar
iba en detrimento, con la contratación de soldados profesionales por los reyes y
la tendencia a percibir de los señores una tasa en lugar de llamarlos para las
campañas militares. Por ejemplo: Ricardo II de Inglaterra dejó de convocar a sus
súbditos para ir a la guerra en 1385.
También es significativo el caso de Inglaterra en otro aspecto: hasta el siglo XIII,
tenían la consideración de nobles los condes y unos 3.000 terratenientes. A partir
del siglo XIV, solamente unos 50 tienen derecho a participar en la Cámara Alta
o de los Lores bien sea por su dinero, por su poder o por el favor real. El resto,
en cambio, son convocados en la Cámara Baja. Algo parecido pasó en el
Imperio, donde los condes (Herren) y los grandes terratenientes eran los nobles,
o en España, donde la nobleza a partir del siglo XIV fue considerándose de
sangre, privilegio y se diferenciaba por sus rentas, su condición jurídica y su
estilo de vida.
Los monarcas de los siglos XIV y XV, en realidad, no querían destruir la nobleza,
sino encauzarla para que sirviera a los fines del rey: la monarquía autoritaria. Los
nobles de los siglos XIV y XV se rodean cada vez más de “clientes” ligados por
contratos de servicios, que ni le prestan homenaje ni reciben feudos de su señor.
Ejemplos de este tipo de nobleza es la emparentada con el rey en Francia (Berry,
Orleans, Borgoña, Armagnac, Anjou, Borbón, Foix…) y en España los
Medinaceli, Alba, Haro…
En definitiva, la nobleza a finales de la Edad Media continúa siendo la dueña de
la tierra, unas cuantas familias controlan los resortes del poder a través de los
parlamentos, y perciben numerosos ingresos de sus tierras y en su caso de
desempeñar importantes cargos en la Administración real. Ejemplos: en
Inglaterra unas 50 familias tenían el 10% de las tierras, y en Castilla la nobleza
controlaba el comercio de la lana a través de la Mesta, a la que estaba afecta
unos dos tercios del territorio castellano. Su peso político se refleja en los
parlamentos, donde suelen aliarse con el clero contra los burgueses. Y cuando
la debilidad del rey es grande, como en el caso de Juan II o de Enrique IV de
Castilla, solían enriquecerse con las conquistas territoriales.
En esta época nacen las Órdenes de caballería, creadas por los monarcas para
mantener y encuadrar a la nobleza, basadas en los ideales de la caballería, de
carácter ético y religioso. La primera de ellas es la Orden de la Banda, creada
por Alfonso XI en 1330, en 1348 Eduardo II crea la Orden de la Jarretera, Juan
II de Francia crea la Orden de la Estrella, y Felipe el Bueno de Borgoña la del
Toisón de Oro en 1429.
2.2. El clero.
Los problemas que a los monarcas podían crear la nobleza con su poder y las
ciudades con sus fueros y privilegios se completaban con el clero, que tenía los
suyos y además era una institución de carácter internacional, lo cual no encajaba
bien con los proyectos de unidad nacional.
Había dos cuestiones principales como fuente de problemas: el nombramiento
de clérigos extranjeros para cargos eclesiásticos por el Papa y la salida de dinero
hacia Roma o Aviñón.
El clero tenía el monopolio de la enseñanza, y los cargos de relevancia
(obispados, canonjías) solían estar ocupados por segundones de la nobleza o
por la burguesía urbana.
Frente al alto clero se encuentra el clero regular y secular, ejerciendo su
ministerio tanto en ciudades como en el ámbito rural, generalmente de una
formación deficiente. El párroco rural suele ser una institución, y alrededor de la
iglesia gira toda la vida de la comunidad. Por el contrario, el clero urbano, secular
y regular, compiten entre sí por la percepción de limosnas y donativos, ya que
son su medio de vida, con la excepción de ciertas órdenes monásticas.
2.3. El Tercer Estado.
2.3.1. La sociedad urbana.
2.3.1.1. El patriciado urbano.
El patriciado urbano está formado, sobre todo en los países mediterráneos, por
los descendientes de nobles de segunda fila, mientras que en Inglaterra, Norte
de Francia, Países Bajos, Polonia, etc., suelen ser gentes enriquecidas con los
negocios. En todo caso, tienen un gran poder económico. Suelen imitar el modo
de vida de la aristocracia nobiliaria, tienen el monopolio de los cargos públicos
de la ciudad, son un círculo cerrado y normalmente son pocas familias las que
controlan la ciudad.
En el norte de Europa suelen ser descendientes de antiguos comerciantes y se
dedican a todo tipo de negocios, así como a las finanzas. Suelen dominar tanto
el comercio como los procesos artesanales e industriales. Tienen, por lo tanto,
un gran poder político y económico, legislan a su ventaja, fijan sueldos, precios
de artículos y de materias primas, etc., lo cual lleva a que se abra una brecha
muy ancha con el resto de los habitantes de la ciudad.
2.3.1.2. El pueblo o “común”.
Jornaleros, obreros textiles, artesanos, comerciantes, mendigos. Ninguno de
ellos controla el poder municipal. Podría decirse que es todo aquel que no es un
marginado, pero que tampoco tiene ningún papel en el gobierno de la ciudad.
Con la crisis del siglo XIV y del XV entrará en conflicto directo con la clase
dirigente de las ciudades.
2.3.2. La sociedad rural.
El aumento demográfico del siglo XII, prolongado en el XIII, hizo que las ciudades
se desarrollaran, se crearan nuevos pueblos y villas y se pusieran en explotación
nuevas tierras. Con ello aumentó la producción, bajaron los salarios por aumento
de oferta de la mano de obra y se crearon excedentes, así como hubo aumento
del precio de la tierra.
En los señoríos se observa una sustitución de las prestaciones personales por
otras a censo, en metálico, dado que las prestaciones personales solían hacerse
de mala gana y eran menos rentables comparadas con la práctica de la
parcelación y la puesta en explotación de tierras hasta entonces no cultivadas,
que daban grandes rentas en metálico a los señores.
Esta situación cambió con la Peste Negra de 1348-1349 y el cambio climático
del siglo XIV. Surgieron las hambrunas, agravadas luego por la peste, de manera
que empezaron a sobrar tierras para cultivar, simplemente por la falta de mano
de obra, lo cual afectó también a las rentas que se percibían por las tierras. A su
vez, los jornales de los campesinos se dispararon, por falta de mano de obra.
Ahora sobraban cereales, por lo que su precio cayó, decidiendo entonces los
propietarios de las tierras dedicarlas a la ganadería, lo cual se notó
especialmente en Inglaterra y en la Península Ibérica.
En líneas generales, podría decirse que en el campo solo subsistieron las
explotaciones rentables, que dieron a los campesinos una cierta posición de
fuerza cuando se intentó restablecer la servidumbre por parte de los señores.
3. La crisis social.

3.1. Los levantamientos populares y sus causas.


El campesino altomedieval vivía en un mundo más inmóvil e incomunicado,
porque sus necesidades materiales las cubría la solidaridad familiar, la seguridad
el señor y el sacerdote un paso feliz a la otra vida.
A partir del siglo XI, con el desarrollo de las ciudades, aparecieron nuevos
grupos: marginados, campesinos sin tierra, artesanos, parados estacionales, etc.
y con ellos los primeros movimientos de protesta. Generalmente no tuvieron gran
trascendencia, al no superar el ámbito de una ciudad.
Las tensiones bajomedievales tuvieron mayor envergadura. Se trató de
revueltas, no de rebeliones y mucho menos de revoluciones. No pretendían
subvertir el orden establecido, sino protestar contra ciertos hechos concretos:
generalmente, establecimiento de una nueva tasa o el deseo de participar
en el gobierno de la ciudad. La extracción social de los dirigentes era variada,
pero en todos los casos tenían los caracteres propios de un líder.
En el campo, en el siglo XIV ya había desaparecido la servidumbre. Por lo
general la prestación personal al señor se había sustituido por el pago de una
renta, con algunas excepciones como el caso de las órdenes monásticas o
señoríos eclesiásticos. Esto es, si el campesino altomedieval necesitaba
protección y asegurarse un mínimo vital aún a costa de su libertad de
movimiento, el campesino bajomedieval recibe esta protección de la monarquía,
por lo que entiende que su señor recibe un beneficio excesivo del que intentará
liberarse. Por ello la violencia campesina suele producirse cuando se ha llegado
a una situación en la que se entiende que la situación es insoportable, y estalla
de forma corta, pero muy violenta y destructiva.
En las ciudades, en cambio, suele lucharse por tener acceso al gobierno de la
ciudad, normalmente por sectores de la población que tienen ya un peso
económico pero ningún papel en la política de la ciudad. Participar en los órganos
de gobierno es importante, dado que se controla el cobro de impuestos,
ordenanzas municipales y gremiales, se fijan precios, y se reclutan y conducen
a la guerra tropas (ejemplo: milicias concejiles castellanas). Se ejerce también
dominio sobre los pueblos cercanos (alfoz) y se habla por ello incluso de señoríos
burgueses. Al pueblo le interesa una monarquía fuerte, que pueda controlar a los
dirigentes municipales y le proteja de los abusos de estos.
3.2. Las tensiones sociales en el campo.
3.2.1. Las revueltas flamencas (1324-1328)
Es la primera de las grandes revueltas del siglo XIV. Estalló tras una serie de
malas cosechas desde 1315 y se intensificó en 1324. El detonante fue un
impuesto extraordinario que intentó establecer Luis I, Conde de Flandes. Dado
que solo lo pagaban, como era usual, los campesinos y los burgueses, se
extendió a las ciudades de Brujas e Ypres. Se llegó a organizar una
administración paralela y se reclutó un ejército de campesinos, hasta que Felipe
IV de Francia aplastó la revuelta en Cassel en 1328.
3.2.2. La Jacquerie (1358).
Solo duró dos semanas, pero fue tan extensa que “Jacques” pasó a ser sinónimo
de campesino rebelde en Francia. Se extendió por la Isla de Francia y la Baja
Normandía, por la caída del precio de los cereales, a lo que se sumó el impacto
de la Peste Negra y de los saqueos de las tropas anglo-navarras. La monarquía
no estaba en sus mejores horas tras las derrotas de Crécy y Poitiers, el rey Juan
II estaba prisionero y las ciudades denunciaron el derroche del dinero público.
La revuelta estalló en 28 de mayo de 1358. El blanco fueron los nobles, no el
clero. En un principio los funcionarios reales dejaron hacer, lo que aumentó en
enfrentamiento entre el Delfín Carlos y Carlos el Malo de Navarra, que asesinó
al líder de la revuelta. El 10 de julio la nobleza masacró a los campesinos en
Mello, el Delfín otorgó un perdón y pudo dedicarse a la lucha contra los ingleses.
La consecuencia de esta revuelta fue la aparición del bandolerismo (brigants) en
la región de París, que aprovechó la debilidad del poder por las luchas entre los
Borgoña y los Armagnacs.
3.2.3. Las revueltas inglesas (1381)
Su origen está en las penalidades sufridas por el campesinado y por la baja
nobleza (gentry) fruto de la recesión económica del siglo XIV. De nuevo su origen
estuvo en el intento de recaudar una tasa extraordinaria, y también contra los
consejeros de Ricardo II, especialmente su tío Juan de Gante.
En 1377 el Parlamento aprobó un impuesto de capitación, el Poll Tax, a pagar
por todos los mayores de quince años. Este impuesto se elevó a un chelín en
1381, lo que dio lugar a que estallase la revuelta en Essex y en Kent,
extendiéndose posteriormente a otras zonas. El líder de la revuelta, Wat Tyler,
fue asesinado por Ricardo II cuando se disponía a parlamentar con él.
Posteriormente, el ejército real aplastó la revuelta, aunque Ricardo II concedió
un perdón general. Los paralelismos con la Jacquerie, puede verse, son
notables.
4. Las revueltas urbanas.
4.1. Los ciompi de Florencia.
Los ciompi eran los asalariados que cardaban la lana. Eran el estrato social más
bajo, carecían de cualquier representación en el Consejo, no pertenecían a
ninguna de las Artes y carecían de cualquier protección en caso de infortunio.
Las Artes representaban ciertos oficios, las mayores disponían de milicia y tenían
representación en el Consejo, hasta un total de siete Artes Mayores. La más
importante era la Calimala, que agrupaba la laneros, sederos y cambistas. Luego
estaban las Artes Medianas, como los carniceros y ropavejeros, y finalmente
nueve Artes Menores: panaderos, vinateros, curtidores, queseros…
En la base de esta revuelta están los bajos salarios y la aspiración a tener un
Arte propia, entre otras razones. Asimismo, los ciompi se vieron envueltos en las
disensiones entre las Artes Mayores, de tendencia güelfa, y las menores, de
tendencia gibelina.
La rebelión la encabezó Silvestre de Médici, se presentó ante el palacio de la
Señoría y exigió la creación de tres nuevas Artes, la limitación del poder de las
Mayores, y que se le reservara el cargo de Gonfalonero de Justicia, la más alta
magistratura de la ciudad. Se accedió, se crearon las artes menores de
cardadores, sastres y tintoreros, y se nombró al cardador Miguel Lando
Gonfalonero. Miguel Lando, una vez en el cargo, ordenó abrir los talleres y
desarmar al pueblo. La revuelta fue reprimida, y se perdió todo lo logrado. Lando
y Médici fueron enviados al exilio.
4.2. Las revueltas de Gante, Brujas y París (1378-1383).
Las revueltas vistas hasta ahora tenían un fuerte contenido fiscal y además el
deseo de participar en los órganos de gobierno de las ciudades en el caso de las
urbanas.
En el caso de estas revueltas el trasfondo está también en la Guerra de los Cien
Años, que perjudicaba mucho a Flandes, que se abastecía de la lana inglesa.
Por otra parte, los monarcas franceses e ingleses necesitaban de grandes
cantidades de dinero para seguir la guerra, por lo que la revuelta se dirigió contra
los recaudadores de impuestos y los consejeros reales. Las dificultades
económicas del siglo completaron el cuadro que llevó a estas revueltas.
La revuelta de Gante y Brujas empezó en 1379 por una disputa con Brujas por
la apertura de un canal fluvial que favorecía a esta en detrimento de aquella.
Pronto la revuelta se dirigió contra el propio Conde de Flandes y el patriciado
urbano. Los revoltosos empezaron a negociar con los ingleses, por lo que
finalmente fueron aplastados por el ejército del rey en 1382.
La de París, seguida por Ruan, tuvo como base los impuestos fijados por Carlos
VI. Carlos, que tenía el frente flamenco abierto, prometió convocar a los Estados
Generales, pero solucionado este problema masacró a los rebeldes en 1383.
4.3. Los disturbios de Roma.
Tras el abandono de Roma por parte de los papas para marcharse a Aviñón, el
poder de la ciudad cayó en manos de las familias más poderosas. Las luchas
entre ellas hicieron que se pidiera la vuelta del Papa a Roma, pero Nicola de
Rienzo, que era parte de esa delegación, intentó establecer la República en
Roma. Eso era inaceptable para todos: Papado, Imperio y nobleza romana. Fue
asesinado en 1354 tras un levantamiento popular.
5. Las tensiones sociales en los reinos hispánicos.
En Cataluña fue de importancia el problema de los payeses de remensa. Este
problema enfrentó a los campesinos con los señores en el siglo XV. La base
estaba en los llamados seis malos usos: intestia (percepción por el señor de
ciertos bienes del campesino que moría sin testamento), exorquia (percepción
por el señor de ciertos bienes del campesino que moría sin descendencia),
cugucia (percepción por el señor en caso de adulterio del campesino o de su
esposa) arsia (percepción por el señor en caso de quema de un campo), firma
de spolii (percepción por el señor por autorizar al campesino a hipotecar sus
bienes) y la remensa, u obligación del campesino de permanecer en sus tierras
mientras no se redimiera pagando una cantidad al señor. Estos problemas
afectaban aproximadamente a una cuarta parte del campesinado. La lucha
antiseñorial desembocó en la Sentencia arbitral de Guadalupe, de 1486, por la
que Fernando el Católico declaró abolidos los malos usos a cambio del pago a
cada señor de 60 sueldos por manso.
En Galicia tuvo lugar la Revuelta de las Irmandiñas con carácter antiseñorial
entre 1467 y 1469. Burgueses, campesinos y parte de la baja nobleza se
rebelaron contra los grandes señores gallegos, como los Andrade, Moscoso o
Lemos. Fue aplastada por los Reyes Católicos, la nobleza y el arzobispo de
Santiago.
En Barcelona tuvo lugar la revuelta de la Busca y la Biga, por el control de la
ciudad. La Busca eran menestrales y mercaderes, contaba con el favor real,
mientras que la Biga era la aristocracia urbana, que mandaba en lo económico y
en el Consejo del Ciento. Los bigaires controlaban, pues, todo el poder. Los
buscaires pretendieron medidas proteccionistas contra los comerciantes
extranjeros, consiguieron acceder al poder, pero el abuso de la administración y
la crisis generalizada les hicieron fracasar, especialmente en todo lo que pudiera
perjudicar a los buscaires. En la guerra civil en tiempos de Juan II los bigaires
recobraron el poder y aniquilaron a los buscaires (1460).
TEMA 6
LA IGLESIA, ESPIRITUALIDAD Y CULTURA EN
OCCIDENTE (SIGLOS XIII Y XIV)
Introducción
En esta época se asiste a una profunda crisis de la Iglesia que se inicia en el
siglo XIV, tras el aparente triunfo de las ideas universales de Inocencio III y sus
sucesores inmediatos.
El poder espiritual siempre necesitó de la fuerza de la espada, del poder temporal
representado por el Imperio. Francia recogerá el testigo del Imperio y logrará que
los Papas se trasladen a Aviñón, abriéndose un período de incertidumbre que
culminará con el Cisma de Occidente, caracterizado por una política monetarista
y nepotista de los Papas. Sin embargo, no todo fue negativo, dado que la Iglesia
constituyó entonces una fiscalidad envidiada por las monarquías y una
administración modélica.
El vacío que dejaron los Papas en Roma hizo que allí el poder los señores
locales, lo que hizo que fuera necesario rescatar los derechos de los Papas sobre
los Estados Pontificios, en lo que tuvo un destacado papel el cardenal Gil de
Albornoz.
Asimismo, si los benedictinos y cistercienses rindieron grandes servicios a la
Iglesia en los siglos XI y XII, ahora, con el desarrollo de las ciudades, surgen las
Órdenes mendicantes: los Dominicos y los Franciscanos.
En el campo del pensamiento, surgen las Universidades, de las que se extraerán
los elementos más capacitados de la administración, y en el del arte el siglo XIII
es el del arte gótico.
1. La Iglesia: del apogeo a la crisis.
1.1. Las grandes figuras del Papado.
1.1.1. Inocencio III (1198-1216).
El siglo XIII es el de mayor esplendor de la Iglesia en la Edad Media una vez
terminada la querella de las Investiduras por el Concilio de Letrán de 1123, que
declaró inequívocamente la sumisión al Papa de toda la Cristiandad, desde el
emperador hasta el último cristiano en cuestiones de religión y de moral.
Con la proclamación de esta doctrina triunfaba la concepción teocrática de
Gregorio VII (Dictatus Papae de 1075, II Concilio de Letrán, 1139): Roma es la
cabeza del mundo. Reyes y emperadores deben de someterse al Papa, en
contra de las teorías autonomistas basadas en el Derecho Romano.
Sin embargo, las teorías teocráticas muchas veces eran más teóricas que
prácticas, y así ocurría cuando un monarca fuerte hacía valer su posición, como
ocurrió con Enrique II de Inglaterra o Federico I Barbarroja.
Hubo que esperar a Inocencio III (1198-1216) para que la teocracia se impusiera
con rotundidad. Sin embargo, el siglo XIII se cerrará con Bonifacio VIII, que es
precisamente el exponente del fracaso final de la teocracia.
Inocencio III, elegido en 1198, era de la familia de los condes de Segni y tenía
una gran formación jurídica y teológica. Siguiendo la línea del Dictatus Papae de
1075, el Papa es el Vicario de Dios en la Tierra, y posee la auctoritas, esto es,
la plena soberanía, mientras que el emperador y los reyes poseen la potestas,
esto es, el poder político, que reciben de Dios.
Como Vicario de Cristo, el Papa es el señor de cuerpos y de almas. Se admite
que en el plano puramente político prevalezcan reyes y emperadores, pero el
Papa puede intervenir cuando estos pecan gravemente, cuando hay que elegir
un árbitro supremo o cuando hay que defender los derechos de la Iglesia:
Inocencio III va a intervenir activamente en todos los reinos de la época.
Inocencio afirmó en primer lugar su dominio sobre Roma, haciéndose con su
administración, y luego sobre los Estados Pontificios, asegurándose el control de
la Marca de Ancona y del Ducado de Espoleto. No lo logró, sin embargo, ni con
la Romaña ni con la Toscana, donde el control era imperial.
A Inocencio III le benefició enormemente la muerte de Enrique VI, que dejó en
sus manos a su hijo Federico II, menor de edad, rey de Sicilia, que se convirtió
en su candidato favorito al Imperio cuando Inocencio III excomulgó a Otón IV, al
que antes había apoyado en su candidatura frente a Felipe de Suabia.
Inocencio III hizo un uso exhaustivo de la excomunión para garantizar la
teocracia. Excomulgó a Felipe Augusto de Francia, a Juan Sin Tierra, logró el
homenaje de Ottokar I, de Pedro II de Aragón, de Alfonso IX de León, etc.
En el plano religiosos, tuvo tres metas: acabar con los herejes, convocar una
cruzada y convocar un concilio. Se persiguió inexorablemente a los herejes, y a
aquellos que sin negar el dogma atacaban al papado propugnando la pobreza
evangélica: Joaquinitas, Espirituales, Humiliati, mientras que se admitió a los que
no ponían en duda a la jerarquía, como los Franciscanos.
De esta manera, declaró Cruzada la campaña contra los almohades (Navas de
Tolosa), predicó la Cuarta Cruzada –que escapó a su control) y también declaró
cruzada la campaña contra los Albigenses (1208-1209), que dio la oportunidad
al rey de Francia para imponer su dominio en el sureste francés y garantizó al
papado la posesión del condado de Aviñón.
El Concilio de Letrán de 1215 es el cénit de la teocracia: se aprobó la
Transubstanciación, la confesión y comunión obligatorias al menos una vez al
año, la predicación de lo que sería la Sexta Cruzada, y se condenó la herejía de
Joaquín de Fiore.
Inocencio III murió al año siguiente (1216).
1.1.2. Bonifacio VIII (1294-1303).
A Inocencio III le sucedió Honorio III (1216-1227) y a este Gregorio IX (1227-
1241), que fue enemigo declarado de Federico II.
Inocencio IV (1243-1254) siguió la política de Gregorio IX, e incluso depuso a
Federico II en el Concilio de Lyon de 1245. Clemente IV (1265-1268) prefirió la
alianza francesa, invistiendo a Carlos de Anjou como rey de Sicilia (1266).
Luego siguieron Gregorio X (1271-1276) y una serie de papas de pontificados
cortos hasta 1294, cuando fue elegido Bonifacio VIII (1294-1303), que trasladó
la Curia a Roma (estaba en Nápoles por presión de Carlos II de Nápoles) y
encarceló a su predecesor Celestino V, que había renunciado al papado.
Bonifacio VIII es el último representante de la defensa de la teocracia. Acabó
siendo un enemigo acérrimo de Felipe IV de Francia, y empezó eliminando
cualquier oposición a su papado, para lo cual excomulgó a los dos cardenales
Colonna que dudaban de la legalidad de su elección.
En 1300 proclamó el Año Santo de la Cristiandad y en 1302 la bula Unam
Sanctam, donde ratificó la doctrina de Inocencio III sobre que fuera de la Iglesia
no hay salvación, lo que le enfrentó a Felipe IV de Francia, que intentó su
secuestro en Anagni, hecho que impresionó tanto al Bonifacio que murió poco
después (1303).
1.2. La época de las grandes crisis.
1.2.1. El Papado de Aviñón.
La elección de Clemente V (1305-1314) da inicio a lo que se ha llamado Papado
de Aviñón y también Cautividad de Aviñón, dado que los siete Papas franceses
que residieron allí durante setenta años, aunque teóricamente eran huéspedes
del Rey de Nápoles y Conde de Provenza, fueron en realidad fieles ejecutores
de los deseos del Rey de Francia.
Clemente V, arzobispo de Burdeos, acordó su elección con Felipe IV de Francia
a cambio de la cesión de las décimas del reino. Disolvió la Orden del Temple en
1312 y sus bienes pasaron en buena parte al Rey de Francia. Practicó
descaradamente el nepotismo y garantizó que el Papado no volviera a Roma
elevando el número de cardenales franceses a 17 por 6 de los italianos.
1.2.2. La política centralizadora del Papado de Aviñón.
Juan XXII (1316-1334) continuó con la política de consolidación de la sede de
Aviñón, enfrentándose al Emperador Luis IV en lo político y a los franciscanos
en lo espiritual. Declaró herejes a los franciscanos “Espirituales” (Fraticelli) y
practicó también el nepotismo.
Sin embargo, perfeccionó la administración papal hasta hacerla modélica, con el
Registro de la Cámara Apostólica con sus columnas de entradas y salidas, así
como con el Tribunal de la Sacra Rota, reorganizando además la Cancillería.
Por otro lado, los gastos enormes del Papado hicieron necesario que se
impusieran tasas prácticamente por todo.
1.2.3. El restablecimiento de la autoridad pontificia en Italia: Gil de
Albornoz.
La ausencia de los Papas de los Estados Pontificios hizo que las familias locales
decidieran ocupar el vacío de poder dejado en Roma.
Inocencio VI (1352-1362) fue quien decidió que era necesario poner orden en los
Estados Pontificios y en Roma.
Precisamente se hallaba exiliado en Roma el Cardenal castellano Gil de
Albornoz, que se había enfrentado al Rey Pedro I. Clemente V lo había
nombrado Cardenal, e Inocencio VI lo nombró legado Papal en Italia (1353-1357)
para poner orden y hacer volver a la obediencia a las familias rebeldes que
ignoraban los derechos del Papa sobre esos Estados, como, por ejemplo, los
Visconti de Milán, que se habían hecho con Bolonia. En una segunda legación
Gil de Albornoz recuperó Bolonia y otras plazas para el Papado (1358-1364).
Gil de Albornoz fue quien preparó la vuelta de los Papas a Roma, y fue también
un gran legislador. En 1357 promulgó sus Constituciones, vigentes hasta 1816.
Urbano V (1362-1370) fue el primer papa que intentó regresar a Roma, y lo hizo
efectivamente en 1367, año en que murió Gil de Albornoz. Pero tres años
después el Papa volvió a Aviñón.
Gregorio XI (1370-1378), también francés, optó por volver a Roma, no sin la
oposición de seis cardenales, fijando la residencia en el Vaticano en lugar del
palacio de Letrán.
1.3. El Cisma de Occidente.
1.3.1. Los intentos de solución.
La muerte de Gregorio XI en 1378 dio lugar al Cisma de Occidente, que se
prolongó por 35 años.
Los romanos exigieron un papa romano, o al menos italiano. Efectivamente, se
eligió a Urbano VI (1378-1389). En dos meses seis cardenales franceses y el
aragonés Pedro de Luna declararon nula su elección, siendo elegido en su lugar
Clemente VII (1378-1394), que fijó su residencia en Aviñón.
Apoyaron al Papa de Roma Alemania, Inglaterra, Hungría, Polonia, Dinamarca,
Suiza, Flandes y el norte de Italia.
Apoyaron al Papa de Aviñón Francia, Castilla, Aragón, Nápoles, Escocia y
Portugal.
El Papa de Roma se apoyaba en su prestigio por el hecho de poseer Roma.
El de Aviñón, en su eficaz administración y en el número de cardenales que lo
apoyaban.
Urbano VI depuso a Juana I de Nápoles, nombró 29 cardenales a la vez y
finalmente varios de sus cardenales lo abandonaron y se trasladaron a Aviñón,
a lo que siguió una serie de deposiciones y asesinatos de cardenales.
Al morir Urbano VI fue elegido Papa de Roma Bonifacio IX (1389-1404). Como
todavía estaba Clemente VII como Papa de Aviñón, el cisma quedó totalmente
confirmado.
Hubo varios intentos de solución del Cisma: la vía de la fuerza estaba
descartada, porque las fuerzas estaban equilibradas y ningún monarca se
atrevía a adoptar tal solución.
La vía de la cesión de una de las partes, propuesta por la Universidad de París
en 1394 también se esfumó, porque Clemente VII murió ese año y el principal
opositor a este tipo de solución, Pedro de Luna, fue elegido Papa de Avión
como Benedicto XIII (1394-1423).
Bonifacio IX de Roma practicó descaradamente el nepotismo, y un intento de
acabar con el Cisma por medio de un acuerdo fracasó totalmente.
1.3.2. La superación del Cisma: el Concilio de Constanza.
El Cisma era un escándalo que amenazaba con romper la Iglesia Occidental.
Gregorio XII de Roma (1406-1415) y Benedicto XIII de Aviñón se negaron a
encontrarse, por no dar a entender que reconocían la legitimidad del otro.
Se optó por la vía del Concilio: siguiendo las doctrinas de Marsilio de Padua y de
Ockham, se decidió que el Papa se puede equivocar, pero el Concilio no.
Se celebró el Concilio de Pisa en 1409, mientras que Carlos VI de Francia
retiraba su obediencia a Benedicto XIII de Aviñón: el Concilio de Pisa depuso
tanto a Gregorio XII como a Benedicto XIII, y nombró a Alejandro V (1409-
1410), con lo que hubo tres Papas simultáneamente que se excomulgaron
mutuamente.
Alejandro V fue posiblemente envenenado en 1410. Le sucedió Juan XXIII
(1410-1415), que se instaló en el Vaticano.
Finalmente, el Emperador Segismundo convocó un concilio en Constanza al que
se adhirió Juan XXIII. El Concilio duró cuatro años (1414-1418) y fue presidido
por Juan XXIII.
Se acordó la votación por naciones (francesa, inglesa, italiana, alemana,
española). Se solicitó la renuncia voluntaria de los tres Papas: Juan XXIII y
Gregorio XII aceptaron. Benedicto XIII se negó y se retiró a Peñíscola,
donde murió en 1423.
Finalmente, el Concilio acordó en 1417 la elección del italiano Martín V (1417-
1431), dando fin al Cisma de Occidente.
2. Las Órdenes Mendicantes.
Con el transcurso del tiempo y el surgimiento de nuevas formas de vida,
especialmente las ciudades y las Universidades, las órdenes monásticas
tradicionales fueron quedando al margen de dichos cambios y aisladas en sus
dominios agrícolas. Las ciudades tenían otra forma de vida y de pensar y
necesitaban de nuevos modelos de espiritualidad y de pobreza evangélica.
Mientras que algunos defensores de la pobreza evangélica eran subversivos,
como los cátaros o albigenses, los valdenses, etc. y fueron perseguidos como
herejes, otros surgieron dentro de la obediencia a la Iglesia, surgiendo así las
Ordenes Mendicantes, llamadas así porque no admitían tener ningún tipo de
propiedad con la excepción de su convento, sus ropas y sus libros.
Los frailes o hermanos mendicantes vivían en las ciudades y ejercían su
ministerio a través de la predicación.
Asimismo, cuidaron su preparación intelectual, y por ello los franciscanos y los
dominicos tuvieron un papel muy relevante en las Universidades.
2.1. Los dominicos.
La Orden de los Dominicos fue fundada por Santo Domingo de Guzmán, natural
de Caleruega (Burgos). En 1203 acompañó a su obispo por el sur de Francia y
vio los estragos de la herejía albigense. Por eso decidió combatirla fundando en
Toulouse la Orden de los Predicadores en 1215. Confirmada por Honorio III, en
1220 se estableció el Capítulo de la Orden en Bolonia.
Los dominicos vivían en conventos, regidos por un prior y se dividían en
Provincias, al frente de las que había un Capítulo provincial. Al frente de la Orden
estaba el Maestro General, que aconsejaba al Capítulo General. Se daba
especial importancia a la pobreza y a la formación intelectual.
Dada su preparación intelectual, los Papas les encomendaron la predicación
contra la herejía y la Inquisición.
2.2. Los franciscanos.
Contemporáneo de Santo Domingo fue San Francisco de Asís, que empezó una
vida de pobreza, penitencia y oración. Inocencio III aprobó la Fraternidad de la
penitencia en 1210, autorizándolos en principio solo a predicar sobre temas de
moral. En 1223 Honorio III aprobó la Orden de Frailes Menores, muriendo San
Francisco en 1226. A finales del siglo XIII la Orden contaba ya con 1.500 casas,
tanto de Franciscanos como de Clarisas (rama femenina de la Orden, de Santa
Clara).
Los franciscanos nacieron en cierto modo divididos, entre los que eran
partidarios de la pobreza extrema (espirituales) y los conventuales. A pesar de
que San Buenaventura, General de la Orden, promulgó unas constituciones en
1274, los más recalcitrantes de los espirituales fueron condenados por herejes
por Juan XXII en 1317 (los Fraticelli). Finalmente, en 1434 Eugenio IV dividió la
Orden entre Observantes y Conventuales.
3. La vida intelectual y artística.
3.1. Las Universidades.
El descubrimiento de Aristóteles en el siglo XIII llevó el pensamiento teológico y
filosófico por unos caminos diferentes a los del platonismo y el agustinismo,
imperantes hasta entonces. Fue obra de San Alberto Magno y de su discípulo
Santo Tomás de Aquino la de compatibilizar a Aristóteles con el cristianismo
(Escolástica).
Ya en el siglo XI San Anselmo puso las bases filosóficas para demostrar la
existencia de Dios. En el siglo XII, se acudía a los poetas latinos para enseñar la
Gramática, a Cicerón o a Séneca para enseñar retórica, y a Platón para la
dialéctica.
Hasta bien entrado el siglo XIII no se empieza a emplear el término “Universidad”,
para designar el lugar donde se cursan estudios superiores o la reunión de
maestros y de discípulos (hasta entonces se llamaban “estudios generales”).
Las principales universidades del siglo XIII fueron Bolonia y París. La primera
tiene su origen en una escuela municipal del siglo XI, y se especializó en Derecho
Civil y canónico. El estudio del Derecho Civil se centró en el C.I.C. de Justiniano,
y dio lugar a la Escuela de los Glosadores. Bolonia atrajo a estudiantes de
Derecho de toda Europa, agrupados en naciones. En materia de Derecho
Canónico, brilló especialmente Graciano en el siglo XII.
París se especializó en Teología, tenía cuatro facultades (Artes, Teología,
Medicina y Derecho), con el Decano de Artes como Rector. Artes daba título de
bachiller o licenciado y las otras tres título de doctor. Los estudiantes se
agrupaban también en naciones.
Los papas, reyes y emperadores se dieron cuenta de la importancia de estos
“estudios generales” y se aprestaron a crearlos y controlarlos. Pronto se unieron
a Bolonia y París Oxford, Cambridge, Salerno, Padua, Praga, Viena, Coímbra, y
en España Salamanca (1218).
3.2. La difusión del aristotelismo. Los grandes intelectuales.
Aristóteles había sido introducido en Europa por las traducciones que se habían
hecho desde el árabe. En principio provocó rechazo, pues si bien era un sistema
filosófico perfecto, no se consideraba compatible con el cristianismo. El Concilio
de París prohibió su difusión en 1210. Sin embargo, la obra de San Alberto
Magno primero y de Santo Tomás de Aquino después consiguieron
compatibilizar el aristotelismo con el cristianismo.
Ello dio lugar a dos tendencias en el siglo XIII: o continuar la tradición místico-
especulativa, Platón y San Agustín, que es lo que hicieron los franciscanos,
empezando con San Buenaventura, o hacer compatible el aristotelismo con el
cristianismo, que es lo que hicieron los dominicos (San Alberto Magno y Santo
Tomás de Aquino).
San Buenaventura, platónico-agustiniano, decía que a Dios se accede por su
manifestación a través de la naturaleza, por el propio alma o a través del misterio
de la Trinidad. En similares términos se manifestó otro franciscano, Roger Bacon.
Los aristotelistas, a través del Organon, optaron por, en la medida de lo posible,
hacer inteligibles las verdades reveladas a través de la filosofía aristotélica, pero
teniendo siempre presente que en el límite de la razón está la fe, y que ante la
contradicción entre una y otra es la razón la que está equivocada (Suma
Filosófica y Suma Teológica de Santo Tomás).
3.3. La crisis del pensamiento medieval y el final de la Escolástica.
La Escolástica conducía al inmovilismo, por lo que pronto empezaron a surgir las
críticas al pensamiento de Santo Tomás. Oxford y París fueron detractor el
primero y defensor el segundo del pensamiento de Santo Tomás. Las primeras
críticas vinieron de Roger Bacon, franciscano de Oxford, que basó el
conocimiento de Dios en la experiencia física y en la intuición.
Pero fue Duns Escoto el principal detractor de Santo Tomás, al afirmar que la
Teología y la Filosofía están plenamente separadas y que la fe no tiene nada
que decir sobre la Filosofía y viceversa, porque sus campos son completamente
diferentes. A diferencia de Santo Tomás, que decía que el mundo es así porque
era el único que podía crear Dios, Duns Escoto decía que Dios en su
omnipotencia podría haber hecho un mundo totalmente diferente.
Guillermo de Ockham lleva a lo más radical el pensamiento de Escoto, siendo el
principal exponente de la tendencia denominada “nominalismo”: los conceptos
universales solo existen en la mente del hombre, y la sustancia solo se encuentra
en las cosas que esos conceptos denominan. También abogó por la llamada
“economía del razonamiento”. Ockham abrió así lo que se ha denominado “vía
moderna del pensamiento”, que desembocará en el mayor estudio de las
matemáticas, la física, la lógica, etc.
3.4. El arte gótico.
Desde principios del siglo XII se empezó a emplear la bóveda ojival, como en la
Catedral de Durham, o sea, el elemento caracterizador del arte gótico. Ello
permitía construir edificios más altos, airosos, y con más luz, sustituyendo los
contrafuertes románicos por los arbotantes.
La difusión del gótico se debió sobre todo a los cistercienses, igual que los
cluniacenses habían desarrollado el arte románico.
En poco tiempo empezaron a construirse en Europa grandes catedrales góticas.
La escultura tuvo un desarrollo parejo, sobre todo en las fachadas de las
catedrales, como Reims, Estrasburgo o Ulm.
La escultura y la pintura tienen influencia franciscana, se abandona el hieratismo
en beneficio de maneras más suaves. En la música, el ars antiqua empieza a
convivir con el ars nova.
TEMA 7
EL MUNDO ORTODOXO: BIZANCIO Y RUSIA
DURANTE LOS SIGLOS XIII-XIV
Introducción

A partir de la Partitio Romaniae1 Bizancio ya no volvió a ser el poder


mediterráneo que había sido. La lucha por la reunificación, entre 1204 y 1267
aproximadamente, entre los poderes de Trebisonda, el Épiro y Nicea y la
ocupación latina del resto del territorio se ocuparán de trastocar las redes
comerciales, los vínculos sociales y las fronteras del nuevo imperio.
La dinastía de los Paleólogos marca el último tramo de la historia bizantina, entre
1261, fecha de la reconquista de Constantinopla por los bizantinos, y 1453,
cuando la ciudad es conquistada por los turcos.

1. La Cuarta Cruzada y la fundación del Imperio Latino de


Constantinopla (1204-1261)

La expedición que iba a ser la Cuarta Cruzada contra Egipto, deseada por
Inocencio III a la muerte de Saladino, fue convocada en 1199 con poco
entusiasmo de los príncipes. Muerto el conde de Champaña, que iba a ser su
jefe, el mando recayó en Bonifacio de Montferrato, que se procuró la ayuda del
Dogo (Dux) de Venecia, Enrico Dandolo, para el transporte de las tropas. En
pago ofreció Zara, perdida por los venecianos. El ejército, una vez embarcado,
se dividió en dos, y mientras que una parte se dirigió a Egipto, la otra se presentó
ante Constantinopla. El hijo de Isaac, Alejo IV, fue nombrado emperador en lugar
de su tío, pero la penosa hibernación de las tropas cruzadas fuera de
Constantinopla, las desavenencias con los griegos y una sedición dieron lugar a
que el ejército entrase en la ciudad y la saquease el 12 de abril de 1204.

El resultado de la Partitio Romaniae fue que los venecianos impusieron a un


emperador latino, Balduino de Flandes, que se quedaría con la cuarta parte del
Imperio, incluyendo Lesbos, Chíos, y Samos.

Como vasallos del emperador quedarían varios capitanes de la Cruzada, entre


ellos el propio Bonifacio de Montferrato, que recibió Tracia y fijó su capital en
Tesalónica. Los demás establecieron sus dominios en Atenas, Tebas y el
Principado de Morea, como vasallos del emperador latino. Venecia se quedó con
el resto de las islas, Creta incluida.

Los bizantinos se aliaron con los búlgaros, y derrotaron al emperador en 1205.


Al morir este en cautiverio, fue sucedido por su hermano Enrique de Hainaut.

1
La Partitio terrarum imperii Romaniae ("partición de las tierras del imperio romano [bizantino]", en latín) fue un tratado firmado después
del saqueo de la capital bizantina, Constantinopla, por la Cuarta Cruzada en 1204. Se estableció el Imperio latino y se dispuso la partición
del territorio bizantino entre los participantes de la cruzada, con la República de Venecia como la gran beneficiada.
El tratado, que fue promulgado a finales de septiembre o principios de octubre de 1204 o (según Nikolaos Oikonomides) inmediatamente
después de la captura en abril-mayo de 1204, fue elaborado por una comisión de 24 hombres que constaba de 12 venecianos y 12
representantes de los otros líderes cruzados. Le dieron al emperador latino el control directo de una cuarta parte del territorio bizantino, a
Venecia, tres octavas - incluyendo tres octavas de la ciudad de Constantinopla, con Santa Sofía - y las restantes tres octavas fueron
repartidas entre los demás líderes cruzados. Mediante esta división, Venecia se convirtió en el principal poder en la Romania latina, y el
verdadero poder detrás del Imperio Latino, un hecho claramente ilustrado por el noble título que su Dogo adquirió: Dominator quartae et
dimidiae partis totius Romanius («El Señor de un cuarto y media cuarta parte de todo el Imperio romano»).
La Partitio Romaniae inició el período de la historia griega conocida como Francocracia o Latinocracia, donde los nobles católicos
europeos occidentales, mayormente de Francia e Italia, establecieron estados en el antiguo territorio bizantino y gobernaron sobre la
mayoría de los nativos ortodoxos griegos bizantinos.
El Imperio Latino se vio amenazado por los búlgaros por el norte, por el Imperio
de Nicea, e incluso por Bonifacio de Montferrato y sus sucesores en Tesalia. Al
morir Enrique de Hainaut el Imperio Latino se reducía a una franja costera. En
cambio, el Principado de Morea de los Villehardouin trabó alianza con los Ducas,
lo que unido a las guarniciones venecianas y la dependencia teórica de los
latinos de Tesalia o Tracia dieron a la Morea franca una gran seguridad.

La guerra trajo consigo la disminución de la población griega, que se hizo


especialmente grave en las fronteras.

2. La resistencia griega frente a los latinos.

Durante la Cruzada la mayor parte de la población de la capital se refugió al otro


lado del Bósforo, lo que ayudó a que los Lascaris consolidasen su dominio en
Nicea. En el Imperio de Nicea se mantuvieron la influencia de los aristócratas
bizantinos y la institución de la Pronoia. Asimismo, se instauró un sistema de
defensa basado en los antiguos stratiotes.
El Epiro recibió numerosos refugiados de Constantinopla, lo que aumentó su
población y el desarrollo urbano. Pero allí la Pronoia dio lugar a verdaderos
señoríos de forma más rápida y radical.
Los centros políticos bizantinos más importantes fueron los siguientes:

2.1. El Imperio de Trebisonda.

Alejo y David Comneno, nietos de Andrónico I, conquistaron Trebisonda en 1204,


como consecuencia de un movimiento secesionista interno anterior a la Cuarta
Cruzada.
2.2. El Imperio de Nicea.

Constantino X Lascaris fue reconocido como emperador por la nobleza y por el


Patriarca de Constantinopla, dando inicio al llamado Imperio de Nicea. Desde allí
empezó la reconquista del antiguo imperio. Nicea fue la base de la futura
reconquista del Imperio Bizantino. Teodoro Lascaris se hizo coronar emperador
y fue reconocido por los griegos de la parte europea, aunque necesitó ayuda de
los búlgaros para derrotar a los latinos en Adrianópolis (1205).
Lascaris firmó un tratado con los seljúcidas y otro con Enrique I de
Constantinopla, por el que ambos reconocieron la situación de hecho.
A Teodoro Lascaris le sucedió Juan III Vatatzés (1222-1254), que emprendió la
reconquista del imperio, haciéndose con la parte latina de Anatolia, Lesbos,
Chíos, Rodas y Samos, así como Adrianópolis. En 1252 también se hizo con el
Epiro.

2.3. El despotado de Épiro bajo los Ángelos.

Epiro era el único resto europeo del imperio bizantino. Allí Miguel Comneno
instauró su reino.

En la primavera de 1207 atacó a los latinos pero fue derrotado en la Batalla de


Lakos. Esta derrota y los hechos que se desarrollaron en la región (el
fortalecimiento del Emperador que aseguró la sumisión del reino de Tesalónica
que no respetaba la soberanía imperial) hicieron que en 1209, Miguel I se
reconociera como vasallo del Imperio latino: una hija de Miguel se casó
con Eustaquio, hermano del emperador, sellando así la alianza.

En 1210 la debilidad de Miguel le obligó a firmar un tratado con Venecia (junio)


por el que reconocía la soberanía feudal de la República. Para contrarrestar,
intentó expandirse por Tesalia, pero el ejército imperial se lo impidió.

En el verano de 1212, Miguel ocupó Larisa en Tesalia y, al año siguiente, rompió


con Venecia y atacó Durazzo, sin poder ocupar esta ciudad pero si algunos
territorios de los alrededores. Miguel fue asesinado, seguramente por instigación
de los venecianos, y fue sucedido por su hermano Teodoro Comneno Ducas,
que siguió con la misma política. Atacó y ocupó Durazzo (1215) e incorporó las
regiones entre el río Drin y el mar Adriático.

En 1217 el emperador latino Pedro II de Courtenay atacó Durazzo pero fue


rechazado al caer en una trampa en la costa albanesa, cayendo prisionero.
En 1218 Teodoro inició una campaña de cuatro años contra el reino de
Tesalónica que se desarrolló básicamente en Tesalia y que trajo la ocupación de
gran parte del reino. Tesalónica fue asediada y Teodoro ocupó Adrianópolis y
parte de Tracia.

A finales de 1224 Tesalónica capituló. Teodoro entró en Tesalónica y se


proclamó emperador (dejando así el título de déspota) mientras sus soldados se
acercaban a Constantinopla. Las operaciones no siguieron y Teodoro se dedicó
a consolidar su poder.

En 1230, en la cima de su poder, Teodoro atacó al territorio búlgaro pero sufrió


una importante derrota en la batalla de Klokotnitsa, y fue hecho prisionero;
inicialmente se le trató con honores pero cuando se descubrió que él y su hijo
Juan preparaban un complot contra el zar Iván II Asen, fue cegado.

3. Bizancio, fragmentado (1214-1267).

3.1. El proceso de restauración del poder griego en Bizancio

Una vez reconocidos mutuamente latinos y bizantinos, Los Lascaris de Nicea y


los Ducas de Epiro se decidieron a atacar a sus vecinos. Nicea a Trebisonda y
Epiro a Tesalónica. En esta disputa Teodoro Comneno Ducas salió perdiendo,
como ya se ha visto, mientras que Juan III Vatatzés salió favorecido tomando
territorios de Epiro y aprovechando que turcos y búlgaros estaban ocupados con
los mongoles.

Vatatzés hizo progresar a su reino, de manera que atrajo contra él una coalición
de Epiro, Manfredo de Sicilia y el Príncipe de Morea, que fue derrotada en 1259
en Pelagonia por el emperador de Nicea, Miguel Paleólogo, que con ayuda de
los genoveses reconquistó Constantinopla en 1261.

3.2. Los Estados Latinos en el Egeo.

El Imperio Latino a la muerte de Enrique I era poco más que una franja costera
desde Constantinopla a las Termópilas, junto con los establecimientos
venecianos.

En cambio, Morea y el Ducado de Atenas eran más estables por las alianzas
matrimoniales con los Ducas, si bien la despoblación debida a las guerras y la
feudalización impuesta por los conquistadores tuvo consecuencias muy
negativas para la población, mientras que los puertos de Modon y Coron se
convertían en colonias venecianas.

3.3. Venecia en el contexto del Egeo.

Venecia había tenido tradicionalmente una posición privilegiada en el comercio


con Bizancio, y había obtenido siempre ventajas del apoyo de su flota a
bizantinos y cruzados. La Cuarta Cruzada les dejó como los principales
beneficiarios de la situación, hasta convertir el Egeo en un lago veneciano.
Prácticamente monopolizaron el comercio de Constantinopla y del Mar Negro,
haciéndose además con puertos como Modon, Coron y, sobre todo, con la isla
de Creta, que pasó a soberanía veneciana, aunque no exenta de la oposición de
la nobleza local.

Al recuperar Miguel VIII Paleólogo Constantinopla en 1261 con la ayuda de los


genoveses, Venecia perdió su posición privilegiada, lo que le llevó a cuatro
guerras navales con Génova entre 1258 y 1381, con actividad de corso por
ambas partes en los períodos de paz.

Finalmente, a principios del siglo XIV los venecianos se dieron cuenta de que la
expansión de los turcos otomanos era arrolladora, por lo que estableció
guarniciones en ciudades amenazadas, como Atenas, Argos o Navarino,
aprovechando de paso para expulsar a los genoveses de la zona.

4. Esplendor cultural y decadencia política bajo los Paleólogo.

4.1. La dinastía de los Paleólogo y la restauración política del Imperio


Bizantino.

Miguel VIII Paleólogo fue emperador Bizantino desde 1261 hasta 1282. Déspota
de Nicea, consiguió tomar la ciudad, destronando al emperador Latino Balduino
II y ya en el poder decidió dividir a sus enemigos. Ya que no podía librarse de las
repúblicas italianas, favoreció a los genoveses en perjuicio de los venecianos,
haciendo de los primeros los socios preferentes del imperio.
La amenaza de Carlos de Anjou, rey de Sicilia y aliado del Papa, hizo que de
mala gana hiciera concesiones religiosas que llegaron a una efímera unión de
las Iglesias en el Concilio de Lyon de 1274. Mientras, financió la rebelión de las
Vísperas Sicilianas de 1282.

A Miguel le sucedió Andrónico II (1282-1328), que pronto abandonó la política


unionista con Roma de Miguel. En este período, la dependencia marítima de los
genoveses era total, y el ejército se tenía que nutrir en buena medida de
mercenarios, mientras que el reino de Serbia se extendía a costa de Bizancio.

La presión de los turcos hizo que contratara a los almogávares aragoneses, que
no hicieron sino empeorar la situación: establecieron un Ducado en Atenas que
duró hasta 1388.

La década de 1320 también trajo varios enfrentamientos internos,


desembocando en el destronamiento de Andrónico II por parte de su nieto,
Andrónico III.

Muerto Andrónico III, estalló otra guerra al intentar Juan Cantacuzeno, su amigo,
hacerse con el trono en perjuicio del hijo de Andrónico III, Juan V. La guerra
terminó con ambos como coemperadores, trajo la ruina a buena parte de la
población y favoreció enormemente a turcos y serbios. Finalmente, Juan V
consiguió deponer a Juan Cantacuzeno (Juan VI).

Juan V negoció la unión religiosa con Roma, que no fructificó, como pago por la
recuperación de Gallipoli por Amadeo de Saboya en 1366. Poco después estalló
una tercera guerra civil por la usurpación de su hijo Andrónico IV. El acuerdo final
entre Juan V, Andrónico IV y Juan VII, nieto de Juan V, no evitó que los turcos
redujeran el imperio a poco más que Constantinopla y Morea.

4.2. Las reformas del Estado y de la Administración.

El fraccionamiento de propiedades y el mantenimiento de los despotados


redujeron la administración central a poco más que Constantinopla. Los grandes
magnates se hicieron con las tierras mediante la Pronoia, que además se hizo
hereditaria, hasta dejar al imperio casi sin territorio.

La inmunidad fiscal de los magnates y de la Iglesia hizo que la carga fiscal


recayera sobre todo en los campesinos, aunque teniendo en cuenta que la
Pronoia ya llevaba aparejadas contribuciones fiscales para los magnates, la
medida no fue muy efectiva. La devaluación de la moneda terminó por aumentar
el empobrecimiento.

4.3. Economía y sociedad en la época de los Paleólogos.

Con el Imperio reducido a un resto de Asia Menor, Tracia y Macedonia, la


población disminuyó. La Pronoia hizo que el campesinado dependiera jurídica y
fiscalmente de los magnates (pareco), con la consiguiente merma de la
recaudación imperial. El comercio y la artesanía estaban en manos de las
repúblicas italianas; Constantinopla era casi de exclusiva de Génova. A lo largo
del siglo XIV este monopolio italiano acabó con la flota comercial bizantina. La
decadencia económica arrastró a la devaluación de la moneda, hasta el punto
de cambiar el patrón oro por el plata.

4.4. El último esplendor de la vida intelectual y artística bizantina.

La toma de Constantinopla supuso la fuga de toda la intelectualidad, bien a Epiro


o bien a Nicea, y no volvieron hasta la reconquista de la ciudad en 1261.

La toma de Constantinopla y la posterior colonización de la economía por los


italianos fomentaron el nacimiento de un nacionalismo que se hizo patente en
todos los aspectos, incluido el religioso. Todos los intentos de unión de las
Iglesias fracasaron, provocando una reacción ultraortodoxa, especialmente entre
los monjes, que además llegaban a menudo al patriarcado. La querella
hesicasta, tendencia mística, fue un buen exponente, hasta el punto de que Juan
VI era partidario de ellos mientras que Juan V lo era de la unión con Roma.

5. Rusia y el mundo ortodoxo en los siglos XIII y XIV.

5.1. Los principados rusos, entre la Horda de Oro y Occidente.

Con la descomposición del principado de Kiev en la segunda mitad del siglo XII,
varios principados intentaron hacerse con la hegemonía a costa de la propia
Kiev: Suzdal, Galitzia, y, sobre todo, Novgorod.

Novgorod tenía grandes relaciones comerciales con los escandinavos y la liga


Hanseática; el río Voljov dividía la ciudad en dos, el barrio comercial con la
factoría de la Hansa y el de Santa Sofía, protegidos por un recinto amurallado y
separados por un puente. Además de sus cinco provincias, tenía territorios
tributarios.

El desarrollo económico fomentó la aparición de una elite, los boyardos, que


disponían de su propia guardia. Pero además de los conflictos entre boyardos y
príncipe, también Novgorod era un centro cultural. Sin embargo, la Hansa redujo
al final a los comerciantes locales a un papel secundario, sobre todo como
recaudadores de los tributos exigidos por los mongoles.

Una serie de acontecimientos importantes influyeron en la zona: las conquistas


de los mongoles, la Horda de Oro, el Drang nach Osten con la consiguiente
aparición de la Hansa y de la Orden Teutónica, que alejó a Rusia de occidente,
salvo precisamente Novgorod. Tras la toma de Kiev por los mongoles en 1240,
los príncipes se convirtieron en vasallos de los mongoles. En realidad, los
príncipes eran cada vez más débiles con la excepción de Novgorod, el único
principado que podía seguir pagando tributos a los mongoles, hasta el punto de
que la sede metropolitana de Kiev se tuvo que trasladar a Vladimir.

Por el otro lado, la Orden Teutónica se expandió tomando Pskov en 1240, hasta
que fueron frenados por Alexander Nevski en el Lago Peipus en 1242, y que
salvó a Novgorod de caer bajo la órbita teutónica. Por otra parte, una vez
terminada la amenaza de los mongoles, el resentimiento se volvió hacia los
teutónicos por la dureza de su ocupación, con el consiguiente auge de la
ortodoxia.
Finalmente, Alexander Nevski negoció con la Horda de Oro, lo que le permitiría
formar un gran principado, con Novgorod, Kiev, Vladimir y Suzdal.

5.2. El reino eslavo de Serbia.

Serbia fue la gran beneficiada de la debilidad del Imperio Latino, a lo que


contribuyó también la debilidad de Bulgaria. Su riqueza se basaba sobre todo en
sus minas, que atrajeron a una población muy variada.

Los serbios se anexionaron Macedonia del norte con sus principales ciudades,
como Skopje, y de hecho Esteban II (1282-1321) se casó con la hija de
Andrónico II. La subsiguiente paz favoreció el desarrollo serbio, que adoptó la
Pronoia y permitió a Bizancio mantener Tesalónica.

Los serbios también se expandieron a costa de los búlgaros, consolidándose en


los Balcanes, haciéndose también con Macedonia, Albania, Tesalia y el Epiro
mientras Bizancio estaba en guerra civil. De hecho, el rey Esteban Dusan
consideró sustituir el Imperio bizantino por el serbio, y nombró un patriarca no
dependiente de Constantinopla. Todos los territorios pasaron a dueños y a
administración serbia.

El éxito de Esteban Dusan duró poco, a su muerte su reino se fragmentó y el


terreno quedó preparado para la ulterior conquista turca en tiempos de Bayaceto
I.

5.3. Bulgaria y los bogomiles.

Las luchas de los bizantinos también afectaron a Bulgaria. El zar Constantino


Asen tomó partido contra los Paleólogos. La subsiguiente guerra contra
húngaros, bizantinos y turcos supuso la deposición del rey, la fragmentación del
reino y que fuera arrasado por los tártaros.

Bulgaria volvió a resurgir con Teodoro Svetoslav (1300-1322). Sin embargo, en


las décadas siguientes la intromisión búlgara en los asuntos bizantinos y serbios
hicieron que los turcos al servicio de Juan Cantacuzeno derrotasen a los
búlgaros y estos quedasen supeditados a los serbios.

Los boyardos y los príncipes herederos, con sus disputas, no mejoraron la


situación del reino; el despotado de Vidin llegó a ser provincia húngara mientras
que la Iglesia de Constantinopla ganaba poder. Pero la mayor amenaza fue el
movimiento bogomilita, forma de pensamiento disidente muy influido por las
discusiones bizantinas, como las relativas al hesicanismo.

A finales del siglo XIV los búlgaros eran tributarios de los turcos, que los
derrotaron en Cirmen en 1371. En 1395, y tras la negativa a pagar tributos, todo
el reino fue invadido por Bayaceto I y Bulgaria desapareció.
TEMA 8
EL ISLAM EN EL SIGLO XIII. EL AVANCE
MONGOL
Introducción

El siglo XIII es el de la extinción de las dinastías emergentes del siglo XII, esto
es, los selyuquíes, los ayyubíes y los almohades. Por otra parte, las invasiones
mongolas terminan con el califato abasí de Bagdad en 1258, dando fin al llamado
“Islam clásico”.

Por otro lado, Gengis Kan unificará a todas las tribus mongolas,
transformándolos en uno de los más poderosos ejércitos jamás conocidos.

1. El Islam en Oriente, ante el avance mongol.

1.1. Los selyuquíes del sultanato de Konya.

El comienzo del siglo XIII fue una época de gran esplendor para el sultanato
selyuquí de Konya. Consiguió frenar el avance de los turcomanos que a su vez
eran empujados por el avance de los mongoles, mientras que la posesión de
puertos de importancia como Panfilia les permitió establecer pactos con los
venecianos y en general con los mercaderes italianos.

Por otra parte, los selyuquíes conservaron algunas costumbres turcomanas,


como poner de gobernadores a miembros de la familia, aunque sometidos a una
cierta centralización bajo la figura de los generales (beys) y administradores del
sultán.

El idioma de la administración era el árabe, dada la gran cantidad de funcionarios


árabes y persas.

Por otra parte, los selyuquíes fueron respetuosos con las leyes y costumbres
bizantinas, dada la gran cantidad de población de este origen que existía.
Solamente se sustituyó la administración, y en general la turquización de Anatolia
fue lenta.

La fiscalidad era similar a la de los demás estados musulmanes, aunque la iqta


tuvo menor aplicación. El centro de la vida económica eran las ciudades y en
beneficio del comercio se crearon los grandes caravasares, mientras que se
emprendió la construcción de grandes mezquitas y madrazas bajo el mecenazgo
de la familia gobernante.

La mayor amenaza para los selyuquíes vino de los mongoles. Las revueltas de
los babas, unido al empuje de los turcos, que se intensificó con la ofensiva de
los mongoles, dieron lugar al saqueo de Konya y a la destitución del sultán. El
fracaso de una alianza con los mamelucos de Baybars los dejó a merced de los
mongoles, hasta el punto de que en 1308 el antiguo sultanato pasó a ser una
provincia del Ilkanato mongol de Persia.
1.2. Los Ayubíes.

Tras la conquista de Jerusalén en 1187 los descendientes de Saladino


consolidaron su poder sobre Egipto y Siria. Los ayubíes también tenían una
concepción familiar del poder similar a la de los selyuquíes, con un sultán al que
se sometían varios emires que gobernaban Siria y Egipto, siendo normalmente
el sultán de Egipto el que gobernaba sobre los emires de Damasco, Mosul y
Alepo.

Al final de la dinastía comenzó a generalizarse la institución de la iqta, como


forma de fidelizar a las tropas frente a las amenazas de los francos y de los
mongoles.

Por otra parte, los fatimíes hicieron un uso extensivo de los coptos para la
administración civil.

La necesidad de mantener un fuerte ejército permanente hizo que se reclutaran


tropas mercenarias para completar a turcomanos y kurdos, por lo que se recurrió
a esclavos-soldados de origen turco, los mamelucos. Su poder fue creciendo de
tal modo que finalmente en 1249 dieron un golpe de estado y terminaron con los
ayubíes, instalando el sultanato mameluco, cuyo primer gran logro fue derrotar
a los mongoles en Ayn Jalut en 1260.

Con los ayubíes se erradicó definitivamente el chiismo, lo cual los legitimó ante
el pueblo como gobernantes de origen extranjero que eran.

Las relaciones económicas con los europeos fueron fructíferas, en beneficio de


sus puertos de Alejandría, Damieta y Latakia, mientras que llegaron a un acuerdo
con Federico II para restituir Jerusalén por diez años durante la Sexta Cruzada.

Mientras, el rico comercio que venía por el Mar Rojo, permitía controlar todos los
productos procedentes de la India y países del índico, esplendor comercial que
se mantuvo con mongoles y mamelucos dado que los aranceles era n una fuente
de gran riqueza.

1.3. La revolución cultural: la creación de las madrazas y la difusión


de las cofradías sufíes.

Durante el siglo XIII tuvo especial importancia la construcción de edificios que


fueran centros del saber y de educación, hechos para la mayor gloria de los
gobernantes-mecenas. Esto es, la madraza era un centro cultural subvencionado
por el poder político. La primera se fundó en Bagdad en 1092, pero se
extendieron por todo el territorio islámico junto con los hospitales, y ambos fueron
los establecimientos protegidos por parte de los gobernantes, que a su vez
favorecían a los maestros que defendieran su ideología.

En Egipto los ayubíes utilizaron las madrazas para restaurar las escuelas de
derecho sunní, que habían sido prohibidas por los fatimíes, que eran chiíes. Los
mamelucos siguieron con este sistema, potenciando sobre todo las escuelas
Hanafí y Shafií.

Los estados de la época también confiaron especialmente en los Ulemas,


especialistas en derecho islámico, que llegaron a ocupar la cabeza de la
administración, con el control de la educación y de la justicia. Este sistema iba
en detrimento de los sufíes, más orientados hacia el misticismo, y que vieron sus
hermandades más peligrosas para el poder suprimidas, dado que por su carácter
apolítico el sufismo se veía en ocasiones como una amenaza frente a la doctrina
de los ulemas que declaraban que era mejor un gobierno corrupto e injusto que
el caos por falta de orden. No obstante, lo anterior, los gobernantes procuraron
tener una buena relación con los sufíes, como base de la legitimación de su
poder dada su popularidad.

1.4. La transformación del ideal de Cruzada en el siglo XIII: las


cruzadas contra los ayyubíes.

En el siglo XIII se asiste a una cierta institucionalización de la Cruzada, que


exigirá la autorización del Papa para que se puedan percibir fondos para su
financiación. También era ordinaria la concesión de la indulgencia plenaria y el
subsidio de cruzada, que pasó a formar parte del sistema fiscal de la mayoría de
los reinos, lo cual dio lugar muchas veces al abuso de recaudar para luego
destinar los fondos a finalidades diferentes a la de la Cruzada.

Los objetivos de la Cruzada empiezan también a nacionalizarse según el interés


de los caudillos de la expedición. Se multiplicaron los enemigos, y la Cruzada
fue empleada así contra los herejes albigenses, los excomulgados por ser
partidarios de Federico II y de sus sucesores, los ingleses rebeldes a su rey o
contra Pedro III de Aragón, los paganos del Báltico, etc.

No obstante, continuaron las grandes expediciones, que tuvieron dos objetivos


fundamentales: Bizancio y los reinos eslavos y Túnez y Egipto, estos últimos
para los franceses especialmente.

Egipto era el objetivo de la Cuarta Cruzada, pero el grueso de esta se desvió


hacia Constantinopla con los resultados que ya se conocen.

Por otra parte, la Quinta Cruzada (1217-1221) fue liderada por Leopoldo VI de
Austria y Andrés II de Hungría junto con Hugo I de Chipre. Aunque estuvo a
punto de tener éxito con la toma de Damieta, y pudo haberse conseguido de esta
forma la devolución del reino de Jerusalén, fracasó por las indecisiones
cruzadas, que desembocaron en la derrota de Mansurah.

La Sexta Cruzada fue la cruzada diplomática de Federico II, que consiguió la


restitución de Jerusalén (sin murallas) por diez años en 1228. Jerusalén cayó de
nuevo en 1244 y ya no volvió a ser cristiana. En 1291 cayó el último reducto
cruzado, San Juan de Acre.

2. El Imperio mongol.

2.1. La estepa antes de Gengis Kan.

Antes de los mongoles hubo dos imperios esteparios, que tuvieron importancia
en el proceso por el que los mongoles superaron su primitivo estado tribal.

El primero fue el de los turcos uigures, que, desplazados y reducidos a reinos


menores, fueron usados por Gengis Kan para trasladar a su alfabeto la lengua
de los mongoles y su práctica jurídica.
El segundo fue el de los kitan, fundadores de la dinastía Liao, que gobernó el
norte de China y desplazó a los turcos. Los Kitan fueron a su vez desplazados
por los Chin, y uno de los Liao se desplazó hasta Asia central en donde fundó un
nuevo imperio, el llamado Kara Kitai con una nueva dinastía, la Liao Occidental.
Este imperio se mantuvo hasta la conquista de los mongoles en 1218, pero
pervivieron muchas de sus instituciones.

Los mongoles eran uno de los pueblos nómadas de las estepas, y estuvieron
sometidos a los Kitan, aunque con la llegada de los Chin dejaron de estar
sometidos a los chinos.

Los mongoles eran esencialmente nómadas pastores, migraban en busca de


pastos y también practicaban el comercio. Su medio de transporte esencial era
el caballo.

Las tribus mongolas se caracterizaban por la existencia de clanes dominantes y


clanes subordinados, bien por derrota o por necesidad de protección. Aunque se
basaban en una estructura de parentesco, era también frecuente la institución
del anda o hermano jurado, que unía a los jefes y era equivalente a la relación
de parentesco. También podía darse la libre elección de jefe con renuncia al
propio clan, el llamado asociado o camarada (noker).

Además de ello, las tribus tenían familias nobles, y de entre ellas se elegía al
Kan, o jefe supremo, que solucionaba disputas y tenía el mando del ejército.

En teoría, al morir un kan se respetaba su voluntad en la elección del siguiente,


y la sucesión era hereditaria, pero no necesariamente en favor del primogénito.
Si el kan elegido era menor, la viuda del anterior Kan podía ejercer la regencia
apoyada en la familia.

La religión de los mongoles se basaba en el chamanismo, culto a los


antepasados y adoración del dios cielo azul y eterno y la diosa de la tierra y de
la fertilidad. No obstante, los mongoles terminaron convirtiéndose a otras
religiones, especialmente el cristianismo nestoriano y el islam.

2.2. Gengis Kan (1167-1227) y la expansión de los mongoles.

Temujin, el futuro Gengis Kan, era de familia noble. Se hizo hermano jurado de
otro noble mongol, Yamuxa, y ambos pasaron al servicio de Togrul. El ascenso
de Temujin pasó por la traición de Yamuxa, la separación de Togrul, las luchas
contra los tártaros en venganza por la muerte de su padre, y la expansión de su
poder a otras tribus.

Gengis fue elegido en la gran asamblea de 1206 como Gran Kan, una vez que
unificó a todas las tribus mongolas. El dominio de las tribus dio paso a la
extensión de ese dominio al resto del mundo.

Los nuevos objetivos de los mongoles eran China y Persia. China se hallaba
dividida entre los Chin, los Xi Xia, y los Song. Los Chin eran los principales
enemigos de los mongoles, en 1215 cayó Pekín, en 1218 se anexionó los Kara
Kitai, y tras ellos atacó al Shah Jwarizm de Persia, tras una serie de incidentes
diplomáticos. Samarcanda y toda la Transoxiana fueron arrasados (1219). La
siguiente campaña, en 1227, vio la muerte de Gengis Kan.
El balance de las campañas de Gengis Kan fue la destrucción de China del norte
y también del imperio Jwarizm.

2.3. Organización del imperio mongol.

Aunque la sucesión no siempre fue pacífica, no se tuvo en cuenta a ningún


candidato que no perteneciera a la familia de Gengis. Además del prestigio del
difunto, el imperio mongol había evolucionado y ya no era una simple
confederación de tribus, sino que todos los habitantes del imperio mongol se
regían por la ley consuetudinaria de la estepa, por el que los príncipes mongoles
recibían un patrimonio, primero consistente en familias, luego en tierras de
pastos con su población.

El ejército era el elemento de cohesión principal del imperio. Todo hombre entre
catorce u sesenta años tenía que prestar servicio. El ejército era
fundamentalmente caballería, y todos los actos de la vida se relacionaban con la
guerra: caza, doma, tiro con arco, etc. La lealtad se afianzó dividiendo las tropas
en múltiplos de mil, por encima de relaciones o de orígenes tribales. Además,
existía una guardia del Kan, que acabó ejerciendo también funciones
administrativas. Pronto incorporaron a su ejército maquinaria de asedio y
pólvora, suministrada por los chinos, que les servían de ingenieros junto con los
persas.

En un principio se usó el sistema de botín, pero posteriormente se siguió el


sistema de pagar a las tropas.

Se supone que Gengis Kan dictó sus leyes a partir de 1206, compiladas en la
Gran Yasa, aunque este texto no se ha encontrado nunca. Sí que se conocen
otras normas de Gengis Kan sobre libertad de cultos, adiestramiento militar, etc.

La administración se nutrió de pueblos semisedentarios como los turcos uigures,


que además facilitaron su alfabeto a los mongoles. Los Kara kitan también
tuvieron su papel en las comunicaciones del Imperio, gobernadores o
recaudadores.

Los impuestos eran del 1 por 100 sobre ganado, y el 5 por 100 en todos los
servicios y ventas.

Los mongoles fueron bastante tolerantes con las religiones ajenas, y


especialmente con los sacerdotes de estas, que consideraban similares a sus
chamanes.

2.4. La formación de los grandes Kanatos.

A la muerte de Gengis Kan en 1227, el imperio se fragmentó en cuatro grandes


Kanatos:

Los nietos de Gengis, hijos de su hijo mayor premuerto, recibieron la parte más
occidental del imperio: la Horda de Oro (sur de Rusia) y la Horda Blanca (más
al este).

El segundo hijo (Chagatai) recibió el Kanato de Chagatai (Asia central más


Transoxiana).
El hijo menor, Tului, recibió los territorios originariamente mongoles.

Ogodei le sucedió como Gran Kan y se reservó el resto de Mongolia y China y


fijó su capital en Karakorum.

Con Ogodei el imperio se extendió por el imperio Chin y Manchuria, además de


por Persia y por Europa. Entre 1237 y 1240 se realizaron campañas contra los
búlgaros del Volga, Hungría y Rusia, hasta el punto de que el sur de Rusia quedó
totalmente sometido al dominio de los mongoles.

El sistema de comunicaciones fue esencial para la expansión de los mongoles.


Este sistema fue establecido por Ogodei en 1234, y tomó como modelo el chino.

Ogodei murió en 1241, y la sucesión se discutió entre su hijo Guyuk y Batu, de


la Horda de Oro. Guyuk fue asesinado, y Batu apoyó a los sucesores de Tului,
hijo menor de Gengis Kan. Estos asesinaron a los descendientes de Ogodei y
Chagatai. Mongke, gran kan, murió y tuvo lugar una guerra civil de la que salió
victorioso Kublai Kan (1259-1293).

a) El dominio mongol en China.

Kublai Kan era más favorable a un dominio con aprovechamiento de otras


civilizaciones conquistadas, a pesar de la pérdida de algunas costumbres
nómadas que ello pudiera implicar. Trasladó la capital a Pekín. Otras ramas,
como los descendientes de Chagatai, optaron por seguir con las tradiciones, lo
que dio lugar a devastaciones mayores en las conquistas.

Kublai Kan también intentó la conquista de Indonesia y la del Japón, pero fracasó
en ambas.

En el orden interior, Kublai Kan estableció una dinastía al uso chino (Yuan),
estableciendo la capital de verano en Shangdu (Xanadú). Asimismo, se convirtió
al budismo.

El gobierno de China actuaba a través de departamentos que eran réplicas de la


administración central de Pekín, el emperador nombraba y cesaba a todos ellos
y era el último tribunal. La población fue dividida en mongoles, habitantes de Asia
central y occidental, antiguos Chin y antiguos Song.

El principal legado de los Yuan fue la unidad política de China, que ya no perdió
más, así como el desarrollo del comercio internacional (Marco Polo).

La sucesión de Kublai Kan se arregló de la manera ordinaria, esto es, eliminando


a los rivales.

La dinastía Yuan terminó en 1368 y el último emperador se retiró a Karakorum


tras una revuelta que lo destronó. Mongolia, no obstante, permaneció
independiente, dado que los Ming no pudieron nunca someter todo su territorio.

b) La Horda de Oro.
En 1241, toda Europa oriental fue invadida por los mongoles de forma combinada
en dos fuerzas. La primera invadió Polonia y derrotó a polacos y teutónicos en
Liegnitz, mientras que otra se dirigió a Hungría. Solo la repentina muerte de
Ogodei hizo que los mongoles regresaran a las estepas cumanas del Mar Negro.

La Horda de Oro, también conocida como kanato de Kipchak, tenía su capital en


Saray, cerca del Volga. Desde allí sometió a vasallaje a toda Rusia con la
excepción de Novgorod, y el puerto de Caffa (Crimea) se convirtió en centro
activo de comercio.

La Horda de Oro entró en conflicto con el Ilkanato de Persia, por el desacuerdo


sobre el control de algunas partes de Persia y del Cáucaso para controlar el
comercio.

c) Los mongoles en el próximo oriente: el Ilkanato de Persia.

Hulegu, hermano de Mongke, destruyó a los Asesinos de Alamut.


Posteriormente se dirigió hasta Bagdad, que saqueó en 1258 provocando
200.000 bajas, dando final al califato abasí. También conquistó Alepo y
Damasco. Los estados cruzados se sometieron o mantuvieron la neutralidad,
pero no se aliaron con los mongoles para acabar con los musulmanes. La
sucesión de Mongke sacó a Hulegu y a los mongoles de Siria, que además
fueron derrotados en la batalla de Ayn Jalut por los mamelucos en 1261.

El dominio del kanato de Persia por Hulegu y sus sucesores fue opresor y
pagano (1265-1295). La administración se dejó en manos de los persas. El
desarrollo económico no fue grande, la voracidad fiscal sí, y aunque la situación
mejoró a finales del siglo XIII, los campesinos quedaron atados a la tierra como
consecuencia. Asimismo, en esta época se generalizó la iqta entre los mongoles.

2.5. Contactos entre Europa y el Asia mongola.

La leyenda del Preste Juan se extendió como consecuencia de las invasiones


mongolas de oriente medio. Sin embargo, nunca se pasó de tímidos intentos de
establecer una alianza entre los cristianos de Ultramar y los mongoles cuando
estos empezaron a invadir Siria.

Por otra parte, las relaciones del siglo XIII serán sobre todo comerciales (marco
Polo), además de las misiones religiosas emprendidas por los franciscanos y
dominicos, que, al igual que Marco Polo, llegaron hasta la China.

3. El sultanato mameluco. De Anatolia a Egipto.

3.1. Las particularidades de la sucesión de los Bahríes

La invasión de los mongoles dio lugar a que los sultanes ayubíes tuvieran que
recurrir a mercenarios, primero persas jwarizmíes y luego, para librarse de ellos,
a soldados-esclavos, los mamelucos. Los mamelucos terminaron dando un
golpe de estado en Egipto en 1250, terminando con el sultanato ayyubí. Así
comenzó la serie de sultanes mamelucos Bahríes (bahr: río), que se sucedieron
hasta 1382, cuando fueron desplazados por los mamelucos Buryíes (buhr: torre),
hasta la conquista por los otomanos en 1517.

Egipto estaba sometido a un peligro continuo en esa época, proveniente tanto


de los cruzados como de los mongoles, de manera que el ambiente también era
el adecuado para el establecimiento de un régimen de tipo militarista como el
mameluco. La derrota de los mongoles en Ayn Jalut en 1261 fue el gran triunfo
del sultán Baybars, y la reunificación de Siria y Egipto permitió recordar los
tiempos de Saladino.

El poder de los mamelucos se sustentaba en su pertenencia a una casta, la de


los esclavos guerreros, y en la dependencia del sultán respecto de los emires
también mamelucos. La iqta se aplicaba regularmente y obligaba al beneficiario
a equipar un determinado número de mamelucos. Sin embargo, el sultán tenía
el control directo de la mitad de rentas y tierras.

3.2. Administración y esplendor comercial de Egipto.

Esta época se caracteriza por la importancia de la vida urbana, y dentro de ella,


por el papel de los ulemas, intermediarios entre la población autóctona y la casta
extranjera de los mamelucos. Los cristianos y judíos no fueron perseguidos, pero
en esta época se produjo una profunda islamización de Egipto., como forma de
homogeneizar y unificar el territorio.

3.3. Las Cruzadas a fines del siglo XIII

Son dos, las dos cruzadas de San Luis de Francia, la Séptima entre 1248-1250
con objetivo Egipto, y la Octava de 1270. Las dos fueron desastrosas, en la
primera San Luis cayó prisionero y en la segunda murió de la peste en Túnez.
De hecho, la séptima cruzada no solo no acabó con el sultanato de Egipto, sino
que consolidó el poder de los mamelucos.

El fin de los estados de Ultramar estaba próximo. A pesar de los acuerdos entre
los mamelucos y las órdenes militares sobre todo con objeto de cobrar rentas, el
período entre 1260 y 1291 es el del fin de los estados cruzados, con la caída de
Antioquía en 1269 y la de Acre en 1291.

4. La reorganización del Islam en occidente.

4.1. El ocaso del poder almohade.

La muerte de Yusuf, califa almohade en 1199, dio lugar a la fragmentación del


territorio de los almohades a ambos lados del estrecho.

Las amenazas mayores venían, sin embargo, del exterior, tanto de los reinos
cristianos como de los Banu Ganiya desde las Baleares e Ifriqiya. Aunque las
Baleares se conquistaron en 1204-1207, a partir de 1209 se abrió de nuevo el
frente peninsular. En 1212 el califa Miramamolín fue derrotado en Las Navas de
Tolosa y murió al año siguiente.

El califato terminó desintegrándose en 1269, después de que sus posesiones


peninsulares se perdieran después de las Navas de Tolosa en forma de reinos
de taifas. Los Banu Marin se hicieron con el control del país desde Fez.

4.2. La fragmentación del Magreb durante el siglo XIII


La caída del califato almohade dio lugar a una fragmentación del territorio del
Magreb, que se repartió entre dinastías de origen tribal, que conquistaron las
principales ciudades y las hicieron sus capitales.

a) Los meriníes (benimerines).

Los Banu Marin eran bereberes de la tribu Zanata. Se apoderaron primero de


Fez en 1249 y luego de Marrakech en 1269, dando lugar al efectivo fin del califato
de los almohades. Pronto establecieron un estado centralizado, se adaptaron a
la vida urbana y organizaron la hacienda.

Los meriníes hicieron varias campañas contra la Península Ibérica, en apoyo de


los nazaríes de Granada. La primera de ellas tuvo lugar en 1275. Terminaron
controlando parte del reino de Granada, especialmente Gibraltar, Tarifa y
Algeciras. La presencia de los benimerines en la península terminó tras ser
derrotados por castellanos y portugueses en la batalla de El Salado (1340).

b) Zayyaníes de Tremecén.

También de la tribu de los Zanata, establecieron su capital en Tremecén. U


enfrentamiento con los benimerines fue continuo, puesto que se les veía como
un obstáculo para extenderse por el Magreb.

c) Hafsíes de Túnez.

Otra familia que creció en los tiempos de los almohades, y que fueron
gobernadores de Ifriqiya con ellos. Mantuvieron en buena parte las estructuras
almohades, de los que se independizaron en 1220. Se hicieron con Bujía y Argel,
así como con Túnez. El ascenso de los benimerines los eclipsó hasta mediados
del siglo XIV:

d) Los nazaríes de Granada.

La imposición de una dinastía jiennense en Granada disgustó a los poderes


locales, los abencerrajes de Málaga y Almería y los nazaríes fugitivos. Ronda y
Algeciras se declararon partidarias de los meriníes. Almería se convirtió en un
reducto nazarí que en ocasiones fue prácticamente independiente.

El reino de granada se definió como un sultanato o emirato y se emplearon


ambos términos. No reconocieron nunca la soberanía de los benimerines, a
pesar de que estos fueron sus protectores en varias ocasiones. Tampoco
tuvieron mayor problema con sus súbditos por el hecho de ser vasallos del rey
de Castilla desde 1246 y pagarle unas fuertes parias.
TEMA 9
LOS REINOS EUROPEOS EN EL SIGLO XV
1. Génesis bajomedieval del Estado Moderno.

Al final de la Edad Media nace en Europa una nueva estructura política que
usualmente se denomina “Estado Moderno”. Se supera la monarquía feudal, en
la que prevalecían los vínculos privados de naturaleza personal.

Las monarquías pasan a contar con una burocracia muy extendida y numerosa,
un ejército permanente y una fiscalidad potente. Reaparece el vínculo de
naturaleza pública, de manera que lo importante es ser súbdito del monarca, no
vasallo de un señor. Es lo que se llama la “génesis medieval del Estado
Moderno”.

Hace décadas (Strayer) ya se estudió que las principales instituciones que


definen al Estado Moderno aparecen en Francia y en Inglaterra durante los siglos
XIV y XV. Superadas las tesis marxistas que niegan esta afirmación y consideran
que en realidad el estado sigue siendo feudal, la obra de Genêt demuestra que
así fue, si bien algunos prefieren hablar de “génesis del Estado” sin más.

Las principales monarquías europeas experimentan un fuerte proceso de


centralización, que hace que ya se las pueda calificar como verdaderos estados.
Pioneros de esta tendencia ya lo fueron Federico II en Sicilia, Alfonso X en
Castilla y Felipe IV en Francia, pero es en el siglo XV cuando el proyecto se
consolida, sobre todo, en Francia, Inglaterra y Castilla.

· La burocracia y la administración: partiendo de la antigua curia feudal,


el monarca se rodea de un consejo real formado por funcionarios
especializados, sobre todo para las gestiones más cotidianas.
· La justicia: existirá un tribunal de jueces profesionales, como la audiencia
o chancillería castellana, que administra justicia en nombre del rey y al
que se pueden recurrir las sentencias de los tribunales de los señoríos,
con lo que ello supone de recorte del poder de los señores.
· El poder legislativo: está reservado al rey, pero las leyes suelen
aprobarse en las Cortes (España), en el Parlamento (Inglaterra) o en los
Estados Generales (Francia). En ellos participan la nobleza, el clero, y los
representantes de las ciudades. Es la evolución de la antigua curia feudal
extraordinaria, que tendrán su expansión en el siglo XIV para ir decayendo
en el XV.
· Hacienda: surge el “Exchequer” en Inglaterra o la Cámara de Cuentas en
Francia.
· Administración territorial: se refuerza el poder de los representantes
reales en pueblos y ciudades, que recortarán la autonomía de los
municipios.
· Ejército permanente: los reyes procuran hacerse con tropas a las que
pagan ellos mismos y así no depender de las levas feudales por
llamamiento a sus vasallos. Procuran mantener el ejército en tiempos de
paz y se dotan de artillería, un método moderno y caro, solo al alcance de
los reyes: la violencia vuelve a ser un monopolio del Estado.
· Diplomacia: aparecen las embajadas permanentes.

· Impuestos: todo este entramado es caro de mantener, de manera que


como consecuencia aparece también una fiscalidad permanente:
impuestos directos e indirectos que se exigen de forma permanente y
periódica, al principio aprobados por las cortes, pero que luego se
consolidan sin necesidad de renovar el acuerdo de exacción
continuamente, lo cual exige a su vez un aparato funcionarial
especializado.

· Relaciones con la Iglesia: se reivindica el derecho del patronato regio,


recortando la jurisdicción del Papa en el reino. Los monarcas pueden
intervenir en el clero dentro de sus reinos y proponen candidatos para los
altos cargos a ocupar por nacionales, no por italianos. A cambio, suavizan
la presión fiscal sobre la Iglesia. De esta manera se consigue, en buena
medida, controlar a la Iglesia en el reino. El rey no tolerará la inmiscusión
de la Iglesia en los asuntos internos del reino, su poder es de origen laico
y desaparece la idea de la teocracia que tanto gustó en su día a Inocencio
III y a Bonifacio VIII. Rex est imperator in regno suo.

Sin embargo, este proceso no se dará por igual en toda Europa. Solo llegará a
su total desarrollo en Francia, Inglaterra, Castilla y Portugal. En otros reinos el
poder del monarca no llegará a ser tan fuerte.

2. Francia: Luis XI y la resolución del problema de Borgoña.

En Francia los primeros esbozos del estado moderno se le deben a Felipe IV,
entre finales del siglo XIII y principios del siglo XIV. Pero serán los Valois y las
necesidades de la Guerra de los Cien Años los que potencien su surgimiento, a
pesar del estancamiento inicial. Será Carlos V a mediados del siglo XIV quien dé
el inicio a una fiscalidad moderna. A finales del siglo XIV la monarquía está en
una profunda crisis, con un rey demente (Carlos VI) que hace que el poder sea
tomado por la nobleza, que se divide en Borgoñas y Armagnacs, dando lugar a
una guerra civil en la que Borgoña se alía con Inglaterra.

La victoria final sobre los ingleses ya en tiempos de Carlos VII se debe a varias
razones, todas ellas relacionadas con la aparición del estado moderno: rompe la
alianza Borgoña-Inglaterra dando al ducado una autonomía que es casi
independencia, crea un ejército permanente con artillería y una fiscalidad
moderna. Quedó pendiente la cuestión de Borgoña.

Los Borgoña, una rama menor de los Valois, se habían hecho con un territorio
enorme desde el mar del Norte a Suiza, que incluía Flandes, el Franco Condado,
y además el ducado original. A fines del siglo XV Carlos el Temerario llegó a
negociar con el Emperador que se le diera la corona real.

La neutralización de Borgoña corrió a cargo del sucesor de Carlos VII, Luis XI:
desplegando una notable actividad diplomática, aisló a Carlos el Temerario y lo
arrojó a una guerra contra Suiza en la que encontró la muerte (1477). Entonces
Luis XI confiscó todas las tierras del Ducado. Sin embargo, María de Borgoña se
casó con el que luego sería Maximiliano I de Habsburgo y pudo conservar el
Franco Condado y Flandes. En cualquier caso, Borgoña había desaparecido del
mapa.

La resolución del problema de Borgoña permitió a Francia iniciar una política


expansiva, que se centró en Italia. El sucesor de Luis XI, Carlos VIII, tras
asegurarse el Ducado de Bretaña por vía matrimonial, invadió el reino de
Nápoles, lo que le llevó a enfrentarse con España y con Maximiliano I. Obligado
a abandonar Nápoles, su sucesor Luis XII lo intentaría de nuevo con Nápoles y
también con Milán, dando lugar a las Guerras de Italia a principios del siglo XVI.

3. Inglaterra: la Guerra de las Dos Rosas y el ascenso de los Tudor.

Eduardo I (1272-1307) fue el primer modernizador del reino, si bien Eduardo II


(1307-1327) fue un monarca débil, y hubo que esperar a Eduardo III (1327-1377)
para que Inglaterra empezara a ser un verdadero estado moderno.

Sin embargo, la prolongación de la guerra de los Cien Años y el hecho de que


esta empezara a serle desfavorable a Inglaterra hizo que la monarquía inglesa
empezara a desprestigiarse con Ricardo II (1377-1399), que acabó destronado
por su primo, el Duque de Lancaster, que se convierte en Enrique IV (1399-
1413), cuya principal ocupación fue consolidar a la nueva dinastía. Su hijo
Enrique V (1413-1422), además de un excelente militar, estuvo a punto de ganar
la Guerra de los Cien Años. Sin embargo, murió prematuramente dejando a un
menor de edad en el trono, Enrique VI (1422-1461), que además era
mentalmente incapaz. La derrota final en la Guerra de los Cien Años deslegitimó
a la Dinastía Lancaster ante parte de la nobleza, dando lugar a la rebelión de los
York y a la subsiguiente Guerra de las Dos Rosas (1455-1485). Finalmente,
Enrique IV fue destronado y sustituido por un York, Eduardo IV (1461-1483). La
guerra continuó y el último York, Ricardo III (1483-1485) fue asesinado tras un
reinado de terror en el que Enrique Tudor, pariente de ambas dinastías, se hizo
con el poder, inaugurando la dinastía de los Tudor como Enrique VII (1485-1509).

La Guerra de las Dos Rosas fue esencialmente una lucha dinástico-nobiliaria.


Provocó poca destrucción y apenas interfirió en la vida ordinaria del reino, por lo
que Enrique VII no tuvo grandes problemas para poner en marcha la nueva
Dinastía.

4. La Península Ibérica: los Trastámara y las tendencias unificadoras.

Hay tres rasgos que caracterizan a la Península Ibérica durante la Baja Edad
Media:
· la paralización casi total de la Reconquista.
· las casi continuas guerras civiles.
· las tendencias unificadoras de los reinos peninsulares.

a) Castilla.
Alfonso X fue el primer monarca que intentó establecer lo que sería un estado
moderno, pero su reinado terminó prácticamente en una guerra civil contra la
nobleza y su propio hijo. Esta situación se prolongó durante el comienzo del siglo
XIV, con una “nobleza vieja” opuesta a tales innovaciones.
Alfonso XI (1312-1350) fue un rey enérgico que sometió con violencia a la
nobleza, además de acabar definitivamente con el problema de los benimerines
tras derrotarlos totalmente en la Batalla del Salado (1340) junto con Portugal.
Esta política fue aún más acentuada por su hijo Pedro I (1350-1369). La nobleza
terminó rebelándose con el hermano bastardo de Pedro I, Enrique de
Trastámara, al frente.

La guerra civil terminó con Enrique como rey de Castilla (1369-1379). Aunque
ello supuso en principio el triunfo de la nobleza y de sus pretensiones, lo cierto
es que a la larga el poder real salió reforzado. Reorganizó la Audiencia o
Chancillería de Valladolid, y su hijo Juan I (1379-1390) configuró el Consejo Real
e incluso un principio de ejército permanente, aunque fracasó en sus
pretensiones al trono de Portugal (Aljubarrota, 1385).

Enrique III (1390-1406) desplazó definitivamente a la vieja nobleza en beneficio


de la “nueva nobleza”, nuevos linajes al servicio del rey. Asimismo, instauró en
las villas la figura del Corregidor como delegado del poder real.

Juan II, menor de edad al ascender al trono (1410-1454) fue un rey débil, primero
en manos de su tío el regente (Fernando de Antequera, futuro Fernando I de
Aragón). Aunque eliminó el poder de sus primos los “infantes de Aragón” con la
ayuda de Don Álvaro de Luna a fin de reforzar el poder real, terminó ejecutando
a su valido por presiones de la nueva nobleza castellana.

Enrique IV de Castilla (1454-1474) fue otro rey débil, en manos de la nobleza


nueva y especialmente de su antiguo favorito, el Marqués de Villena. Se llegó a
intentar destronarlo en beneficio de su medio hermano Alfonso, que murió
oportunamente. Sin embargo, terminó cediendo a las presiones y declaró su
sucesora a su medio hermana Isabel, en perjuicio de su única hija, Juana “La
Beltraneja”.

A pesar de la debilidad de Juan II y de Enrique IV, lo cierto es que el poder real


en Castilla se estaba reforzando mediante un sistema fiscal eficaz, que era
precisamente el objetivo de la nobleza castellana. Precisamente por este
reforzamiento el poder real surgió de nuevo con tanta fuerza con los Reyes
Católicos.

Muerto Enrique, le sucedió Isabel I (1474-1504), casada con Fernando II de


Aragón y V de Castilla. A pesar de tener que hacer frente a las pretensiones de
“la Beltraneja”, apoyada con Alfonso V de Portugal, su poder se consolidó sin
mayores problemas. En las Cortes de Toledo de 1480 se llegó al acuerdo de
dejar intacto el poder económico y social de la nobleza a cambio de dejar todo el
poder político a los Reyes. Con ellos se consolida de modo definitivo el estado
moderno en Castilla.

Ello permitirá completar la reconquista (guerra de Granada, 1482-1492), la


expedición de Colón, la conquista de las Canarias y muerta ya Isabel, la
conquista de Nápoles y la anexión de Navarra (1512).

b) Aragón.
Aragón tuvo una evolución bastante diferente y con un poder real bastante más
limitado. El Privilegio General de la Unión del siglo XIII seguía vigente, mientras
que se había iniciado la expansión por el Mediterráneo, con Sicilia en 1282.

Jaime II (1291-1327) y Alfonso IV (1327-1336) ocuparon Cerdeña. Pedro IV


(1336-1387) decidió recuperar el poder real y tuvo lugar la “Guerra de la Unión”
contra la nobleza, que terminó con la victoria real y la derogación del Privilegio
General de la Unión, si bien no se llegó al poder que tenían los reyes de Castilla.
Por otra parte, la crisis del siglo XIV afectó a Cataluña. Tras Juan I, Martín I
(1396-1410) murió sin descendencia, extinguiéndose la casa de los Condes de
Barcelona. Los representantes de los reinos (Aragón, Valencia y los condados
catalanes) eligieron a Fernando de Trastámara, con lo que la dinastía castellana
se instauró en Aragón.

Fernando I (1412-1416) fue respetuoso con la política pactista. Su hijo, Alfonso


V (1416-1458) ocupó Nápoles. Fue sucedido en Aragón por su hermano Juan II
(1458-1479) mientras que en Nápoles reinó un bastardo de Alfonso.

Juan II estaba casado con Blanca de Navarra, por lo que los Trastámara eran
reyes consorte de Navarra. Al morir Blanca, en teoría la sucesión sería para su
hijo Carlos, Príncipe de Viana, pero le negó la sucesión, dando lugar a una guerra
civil contra la nobleza catalana entre 1462 y 1472. Carlos murió, Cataluña
conservó sus privilegios, pero se arruinó y el poder económico pasó al reino de
Valencia.

A Juan II le sucedió Fernando II, el católico. Casado con Isabel I de Castilla, se


produjo la unión dinástica de ambos reinos, con un claro predominio castellano.

c) Navarra.

Navarra había sido anexionada a Francia en 1274 al casarse Juana I de Navarra


con Felipe IV de Francia. Al extinguirse los Capetos en 1328 la corona pasó a
los Evreux hasta 1425, que terminaron arruinando el reino en empresas
exteriores que solo colmaban sus ambiciones. En 1425 heredó el trono Blanca,
casada con Juan II de Aragón. La negativa de Juan II a que heredase su hijo
Carlos dio lugar a una guerra civil entre agramonteses y beaumonteses que
terminó de arruinar el reino.

En 1479 la corona pasó a la casa de Foix. La última reina, Catalina de Foix, se


decantó por Francia y dio la excusa a Fernando el Católico para anexionar
definitivamente Navarra a Castilla en 1512, aunque mantuvo sus privilegios.

d) Portugal.

Portugal tuvo un fortalecimiento de la monarquía con Dionís (1279-1325) y


participó en la expulsión de los benimerines (1340), consolidando a la nueva
dinastía de los Avis tras la batalla de Aljubarrota (1385). Tras ello, se dedicó a la
expansión por África e incluso a intentar anexionarse Castilla en 1475.

5. Europa septentrional y oriental: la Unión de Kalmar y el ascenso de


Polonia.
Los reinos de Europa septentrional y oriental eran menos evolucionados y más
primitivos que los occidentales, además de estar menos poblados. Todos tenían
encima la amenaza germánica, bien por la Hansa o bien por la orden Teutónica.

a) Suecia, Noruega y Dinamarca: la Unión de Kalmar.

A principios del siglo XIV Suecia y Noruega se unieron. A finales de siglo se unió
Dinamarca. En 1397 quedó constituida la Unión de Kalmar, que resultó inestable
por la presión de la Hansa. Por otra parte, Suecia entendió que Dinamarca era
la gran beneficiada, por lo que hubo varias rebeliones, no obstante lo cual no
obtuvo su independencia hasta principios del XVI.

b) Hungría.

Durante buena parte el siglo XIV reinaron los Anjou, procedentes de Nápoles,
sustituidos temporalmente por los Habsburgo y los Luxemburgo. La amenaza de
los turcos hizo que la nobleza eligiera a Juan Hunyadi y posteriormente a su hijo
Matías Corvino, que frenaron a los turcos y modernizaron el estado. Sin
embargo, la dinastía no tuvo continuidad y la nobleza eligió a un Jagellon, lo que
resultó en la debilidad de la monarquía y en la ocupación de gran parte de
Hungría por los otomanos en el siglo XVI.

c) Bohemia.

Experimentó un notable desarrollo con el emperador Carlos IV Luxemburgo. El


problema vino de la enorme influencia germana en el reino, especialmente en
los cargos eclesiásticos, que desembocó en la rebelión husita a principios del
siglo XV, declarada herejía y contra la que se convocó cruzada.

Finalmente, los husitas se dividieron entre utraquistas y taboristas (moderados y


radicales). Finalmente, el papa accedió a las pretensiones utraquistas (comunión
con las dos especies) y estos ayudaron a liquidar a los taboristas.

La nobleza bohemia tampoco quiso un monarca de la casa Podebrady, y colocó


en el trono a otro Jagellon (polaco), que unió Hungría y Bohemia, aunque era un
monarca débil y el poder residía verdaderamente en la aristocracia.

d) Polonia.

Los Piats, dinastía tradicional del país, siguieron reinando durante la mayor parte
del siglo XIV. Sin embargo, el reino estaba permanentemente amenazado por la
expansión de la Orden Teutónica por el Báltico. Extinguidos los Piats con
Casimiro III en 1370, fueron sustituidos por los Anjou de Hungría. Luis I reinó
unos pocos años y después su hija Eduvigis, que se casó con el Duque de
Lituania (todavía pagano), que se convirtió en Ladislao II Jagellon. Convertido al
cristianismo, se produjo la unión de Polonia y Lituania. En 1410 derrotó
totalmente a la orden Teutónica en Tannenberg (Grunwald) y consiguió someter
a vasallaje a la Orden.
TEMA 10

EL ÁMBITO IMPERIAL: ALEMANIA E ITALIA A


FINES DE LA EDAD MEDIA
Introducción.

En el siglo XV el Sacro Imperio todavía sigue existiendo en teoría. Pero su poder


es solo una sombra de lo que fue. De hecho, la diferenciación de sus dos
ámbitos, Alemania e Italia, es cada vez mayor. Solo en Alemania tiene el
emperador alguna influencia, mientras que en Italia el poder imperial ha
desaparecido casi por completo.

1. Alemania

El emperador fracasa en hacer de Alemania un estado moderno.

1.1. Desaparición del poder real y auge de los principados


territoriales.

El poder del emperador en el siglo XV era ya muy limitado, con una fiscalidad
central casi inexistente. Por otra parte, las casas reinantes tampoco hicieron
mucho por aumentar su poder sobre los diferentes territorios. Más bien se
dedicaron a consolidar su patrimonio particular o el de su familia como base de
su poder.

Por otra parte, la Dieta Imperial no funciona al estilo de otros reinos europeos: la
nobleza tiene un gran poder en un órgano en el que están representados el
emperador, la nobleza, los eclesiásticos y los representantes de las ciudades.
Eso sin contar que los grandes principados tenían a su vez sus propias dietas.

Por ello, y a diferencia de lo que ocurre en otros reinos, en los que se ve que
aumenta el poder de los reyes, en Alemania el verdadero poder está en manos
de la nobleza: hay siete príncipes electores, unos veinticinco príncipes seculares
varios duques entre ellos), noventa eclesiásticos importantes, cine condes y
muchos señores de menor grado.

Pero el verdadero poder radica en los siete grandes electores, cuatro laicos y
tres eclesiásticos, que gozan del privilegio de elegir al emperador desde los
tiempos de la Bula de Oro del Emperador Carlos IV en 1356: se trata del Rey de
Bohemia, del Duque de Sajonia, del Conde del Palatinado, del Margrave de
Brandemburgo, y de los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris.

Hay grandes ciudades que dependen en teoría del emperador, pero en la


práctica son casi independientes, y llegan a formar ligas para defenderse de los
abusos de la nobleza.

En definitiva, el poder en Alemania radica en una multitud de pequeños


principados y el poder real es muy difuso. Es cierto que a finales del siglo XV
Maximiliano I intenta poner en marcha un proyecto de fiscalidad central y unas
circunscripciones territoriales con vistas a mantener un ejército común, pero
fracasará por la oposición de la nobleza encabezada por el arzobispo de
Maguncia.

Se frustró, en definitiva, la posibilidad de convertir Alemania en un estado


moderno.

1.2. Consolidación de los Habsburgo en el trono imperial durante el


siglo XV.

Rodolfo de Habsburgo había sido el primer emperador de esta casa allá por
1273, lo que se aprovechó para convertir el Ducado de Austria en el patrimonio
familiar. Sin embargo, en el siglo XIV fueron desplazados del trono imperial por
otra familia, los Luxemburgo, que ocuparon en trono durante casi todo el siglo
XIV con la excepción de dos emperadores de la Casa de Wittelsbach (Luis IV de
Baviera).

El más destacado representante de la casa de Luxemburgo fue Carlos IV (1346-


1378), que era además rey de Bohemia. Su hijo Wenceslao fue bastante más
incompetente, y terminó siendo depuesto. Sin embargo, su hermano
Segismundo (1410-1437), que además era rey de Hungría y de Bohemia,
revitalizó en prestigio del Imperio, especialmente por haber acabado con el
Cisma de occidente a principios del siglo. Pero Segismundo fracasó ante la
herejía husita, por lo que no pudo de hecho ejercer como rey en Bohemia.

Segismundo murió en 1437 sin herederos varones, pero su hija estaba casada
con un Habsburgo, Alberto II, que se convirtió en emperador. Los Habsburgo
retendrían el trono imperial hasta la disolución del Imperio a principios del siglo
XIX.

Es cierto que el título de emperador era electivo entre los siete grandes príncipes
alemanes que hemos visto y que era el Papa el que coronaba al Emperador,
pero lo cierto es que el trono se hizo hereditario desde este momento en los
Habsburgo. La elección se mantuvo, pero como una mera formalidad.

Los Habsburgo sabían que su poder era limitado en la práctica, por lo que
procuraron recurrir poco a la guerra para resolver los problemas. Más bien se
dedicaron a consolidar su patrimonio personal (Ducados de Austria, Carintia,
Carniola y Estiria) y a practicar una política de alianzas matrimoniales que les
aportasen nuevos territorios.

Esta fue la política de Federico III (1440-1493), que tuvo en principio un reinado
poco brillante. Fue el último emperador coronado en Roma, sus territorios fueron
invadidos por Matías Corvino de Hungría. Pero empezó a trazar una política de
matrimonios que sentaron la base de la fortuna de sus sucesores. La mejor
jugada de esta política fue casar a su hijo y heredero, Maximiliano I, con la hija
del Duque de Borgoña, María, que había heredado a Carlos el Temerario, muerto
en la Batalla de Nancy en 1477. De esta manera, parte de los territorios del
Ducado de Borgoña (Flandes y el Franco Condado) pasaban a los Habsburgo
en perjuicio de Francia, que había confiscado el Ducado tras la muerte de Carlos.

Maximiliano I fue más ambicioso todavía. Aunque fracasó deteniendo las


ambiciones expansionistas francesas en Italia y no pudo hacerse coronar en
Roma, casó a su hijo Felipe el Hermoso con la Infanta Juana de Castilla, lo que
llevaría a los Habsburgo al trono de España en pocos años. Por otro lado,
matrimonio de su nieto Fernando con la hermana de Luis II de Hungría también
terminaría dando a los Habsburgo el trono de Hungría pocas décadas después.

Sin embargo, los Habsburgo fracasaron sistemáticamente en Suiza, donde


fueron derrotados una y otra vez durante los siglos XIV y XV, consolidando una
independencia de hecho que finalmente fue reconocida en el siglo XVII.

2. Italia.

Si en Alemania el poder imperial era escaso, en Italia prácticamente no existe ya


en el siglo XV.

2.1. División de Italia: los principales estados italianos.

En teoría, Italia está dividida entre tres poderes: el norte y el centro son
imperiales, en medio están los estados Papales y en el sur el reino de Nápoles,
vasallo del Papa. En realidad, la soberanía del imperio sobre norte y centro de
Italia solo sirve para legitimar determinadas jefaturas políticas de hecho, esto es,
cuando una familia se hace con una ciudad-estado, acuden al Papa o al
Emperador para que ratifique su poder con un título, que normalmente se
compra.

Ello da lugar a una gran fragmentación política, que se traduce en la existencia


de varios pequeños estados: Milán, Florencia, Venecia, Génova, los Estados
Pontificios y Nápoles.

a) Milán.

Durante el siglo XV Milán va a estar gobernado por dos familias, los Visconti y
los Sforza. Los primeros obtuvieron el título de Duque de Milán y controlaron toda
la Lombardía. Fueron representantes destacados de la dinastía Visconti Gian
Galeazzo y Filippo María, pero en 1446 este murió sin descendencia. Durante
un breve tiempo se proclamó la república Ambrosiana, lo que tardó un
condottiero, Francesco Sforza, en hacerse con el control de la ciudad. Los Sforza
gobernaron Lombardía hasta que Ludovico “el moro” fue depuesto por los
franceses en 1499.

b) Génova.

Génova es una ciudad-estado con una república que tiene los mejores
mercaderes y marinos, pero su sistema político es muy inestable, por las luchas
entre la oligarquía mercantil dirigente, lo que da lugar a que esté sometida a
continuas injerencias en sus asuntos por parte tanto de Francia como de Milán.

c) Venecia.

Nunca formó parte del Imperio. Es una república con un gran poder naval y un
gran imperio colonial mediterráneo, y políticamente es muy estable. Elige a un
dirigente con carácter vitalicio, el Dogo o Dux, pero el poder real radica en el
Gran Consejo de 240 miembros, compuesto por la oligarquía mercantil. Las
resoluciones de mayor importancia se toman en el reducido Consejo de los Diez.
d) Florencia.

Florencia es otra ciudad-estado de forma republicana. Tiene un gran poder


financiero, y durante el siglo XV el poder viene siendo acaparado por una familia
de banqueros, los Médicis. Aunque formalmente se mantiene la república, en
ciudadano más, lo cierto es que se hizo con el poder mientras gestionaba el
banco familiar. Su hijo Lorenzo fue un gran mecenas, pero descuidó el banco de
la familia. Los Médicis fueron expulsados en 1494, pero volvieron en 1512.

e) Los estados Pontificios.

Aunque teóricamente gobernados por el Papa, la larga estancia en Aviñón y el


posterior Cisma de Occidente los dejaron en una situación muy desarticulada
políticamente. Al final del Cisma, los Papas se dedicaron a reconstruir su poder,
para lo que recurrieron sin miramientos al nepotismo, como hicieron los Papas
Borgia (Calixto III y Alejandro VI) y los Della Rovere (Sixto IV y Julio II).

f) Nápoles.

Formalmente Nápoles es un vasallo del Papa. Desde mediados del siglo XIII
reinan los Anjou, pero a mediados del siglo XV el reino es invadido por Alfonso
V de Aragón, que se hace con él en 1442. Al morir, nombró heredero a un hijo
bastardo, Fernando (1458-1494). Su hijo, Alfonso (1494-1495) fue obligado a
abdicar por los franceses.

2.2. Evolución interna: de la comuna a la señoría.

Italia es una zona de las más urbanizadas de la Baja Edad Media, y con el eclipse
del poder imperial las ciudades-estado son prácticamente independientes. En
principio su forma de gobierno es la comuna, o pequeña república. Pero estas
comunas son pronto controladas por los grandes mercaderes. Las disensiones
entre estas oligarquías debilitan las comunas, de manera que estas van siendo
sustituidas por las señorías, que garantizan la paz interior a costa de establecer
un régimen verdaderamente dictatorial. Estas señorías compran al papa o al
emperador un título, que viene a ratificar de derecho el poder que ya ejercen de
hecho, y que además hacen el poder hereditario. La única excepción fue
Venecia, donde la oligarquía mercantil supo conservar el poder en su beneficio.

Otra figura característica de la época es el “contado”, o el intento de todas las


ciudades-estado de imponer su dominio a su entorno rural, lo que acarreará
luchas entre ellas y que poco a poco el número de principados vaya
desapareciendo: Milán se hace con el control de toda la Lombardía y del valle
del Po, Génova se hará con la Liguria y Florencia con el control de la Toscana.

2.3. Evolución externa: la lucha por la hegemonía hasta la paz de Lodi.

La historia de la política italiana en el siglo XV es de gran complejidad, pero


puede resumirse como una continua lucha por la hegemonía protagonizada por
Milán, que se enfrente a Florencia y también a Venencia, por Nápoles,
especialmente desde la ocupación del reino por Aragón, y también por el papa,
que va cambiando de bandos según la ocasión, eso sin contar a los demás
estados menores.
Es la época de los “condottieri”, mercenarios profesionales contratados por las
ciudades para combatir y que de vez en cuando también procuran hacerse sus
propios estados o hacerse con alguno ya existente.

A mediados de siglo, en 1454, se llegó a la paz de Lodi, tratado entre Milán,


Florencia y Venecia al que se adhirieron luego otros estados, y que se constituyó
para defenderse de agresiones externas, especialmente a la vista de la toma de
Constantinopla por los turcos en 1453 y de la potencial amenaza de Francia.
Aunque de escasa duración, a partir de entonces se aceptó la situación de hecho
y de equilibrio de poderes entre los diferentes estados italianos.

2.4. Las invasiones exteriores a finales del siglo XV; Francia y España.

A fines del siglo XV este “statu quo” vuelve a romperse ante el poder de los
estados modernos, en este caso Francia y España. Italia es un territorio muy rico
pero muy fragmentado, y por lo tanto muy apetecible.

El primer aviso vino con la crisis de Otranto de 1480, cuando los turcos tomaron
la ciudad. Aunque los napolitanos los expulsaron, fue la primera crisis.

En 1494 Carlos VIII de Francia entra en la Península. Su pretexto es que Francia


tiene derecho al reino de Nápoles, pues, a fin de cuentas, allí reinaban los Anjou
y por lo tanto tiene derecho a ella. No tuvo ninguna oposición y se plantó en
Nápoles en 1495, expulsando al rey Alfonso.

Ello provocó la guerra contra España y el Imperio, empezando lo que se


conocería como las “guerras de Italia”. Los franceses fueron expulsados de
Nápoles en 1496, pero Luis XII de Francia decidió intervenir de nuevo. Tras
expulsar a los Sforza de Milán en 1499, pretextando ser legítimo heredero de los
Visconti, llegó a un acuerdo para repartirse el reino de Nápoles con Fernando el
Católico en 1500, aunque el acuerdo duró poco y los españoles terminaron
expulsando a los franceses de Nápoles en 1503-1504, haciéndose con el control
de todo el sur de Italia y continuando las “guerras de Italia” entre Francia y
España.
TEMA 11

IGLESIA, GOBIERNO Y ESPIRITUALIDAD EN LA


ÉPOCA DEL CONCILIARISMO
Introducción.

Al igual que los parlamentos de los reinos europeos surgen con el propósito de
participar en las decisiones que afectan a todos, en la Iglesia surge la “teoría
conciliar”, que pretende poner freno a la voluntad omnímoda de los Papas. El
Papado saldrá reforzado de este nuevo envite.

El cambio de mentalidad que trae el desarrollo de la vida urbana hará que, por
su parte, surjan nuevas formas de espiritualidad, tales como la devotio moderna
y, por otro lado, nuevas herejías de fuerte componente social.

1. El conciliarismo y la limitación del poder papal.

1.1. Los últimos concilios medievales: la crisis conciliar.

El Concilio de Constanza, convocado por el Emperador Segismundo y luego


reconocido por Juan XXIII había puesto fin al Cisma de Occidente. De esta forma
el Concilio aparecía como un método válido para la resolución de graves
problemas, lo cual dio paso a la llamada “teoría conciliar” dentro de la Iglesia,
especialmente en las universidades, y se veía en él una forma de intentar reducir
la tendencia autoritaria del Papado, de la misma forma que los parlamentos
intentaban encauzar la deriva autoritaria de los monarcas.

Con el precedente de otros concilios del pasado, y con el de Constanza (1414-


1418), los precedentes eran muy favorables. Si el concilio acudía en ayuda del
Papa cuando existía un problema grave, lo lógico era instaurar este sistema
“democrático” en la Iglesia; esto es, que el poder de la Iglesia residía en el
Concilio, sin que el Papa fuera dueño absoluto del poder.

El ya citado Concilio de Constanza acabó con la elección de Martín V (1417-


1431), el cual aceptó ciertas limitaciones al poder pontificio, pero a cambio de
que el Papa tuviera la exclusiva en cuanto a cuestiones dogmáticas. El Concilio
tenía que reunirse, según se acordó, cada diez años.

Antes de morir, Martín V convocó el Concilio de Basilea.

1.2. El triunfo de la monarquía papal.

Eugenio IV (1431-1447) fue inaugurado en Basilea en 1431, sin la presencia del


Papa. La primera discrepancia fue la presencia de los husitas, por lo que el Papa
lo declaró clausurado y lo trasladó a Bolonia. Los padres conciliares protestaron,
exigieron que el Papa se sometiera a la decisión del Concilio y este aceptó su
carácter ecuménico por intercesión del Emperador Federico III, que, ya de paso,
salió con la corona imperial de Roma.
Eugenio IV, sin embargo, insistió en la disolución del Concilio de Basilea, y
convocó otro concilio ecuménico en Ferrara para 1438. Los padres conciliares
de Basilea respondieron eligiendo a un Antipapa, Félix V (1440-1449), que, sin
embargo, se quedó sin los apoyos de todos los reinos que antiguamente habían
apoyado a los papas de Aviñón. Finalmente, el antipapa reconoció al nuevo Papa
Nicolás V (1447-1455).

Curiosamente, Pío II, anteriormente partícipe en el Concilio de Basilea y defensor


de las tesis conciliares, una vez elegido Papa fue acérrimo defensor de la
primacía del Papado, prohibiendo que sus decisiones se apelaran ante el
Concilio (Bula Execrabilis de 1460).

El Concilio de Ferrara se abrió con la presencia de Eugenio IV en 1438, que lo


trasladó a Florencia en 1439 y luego a Roma en 1443, donde se clausuró con la
Bula Benedictus sit Deus. Por lo tanto, se había desarrollado en tres sedes:
Ferrara, Florencia y Roma.

1.3. La fallida unión de las Iglesias.

Desde la ruptura de 1054 se hicieron varios intentos de reunir a las Iglesias,


aunque sin mucho entusiasmo: a las diferencias en el campo jurisdiccional y de
la primacía de una u otra se unían las cuestiones doctrinales, ya bien conocidas.

La toma de Constantinopla por los cruzados en 1204 acabó con cualquier intento
de conciliación durante mucho tiempo, con el nombramiento de un patriarca
latino y la huída a Nicea del patriarca ortodoxo.

Miguel VIII Paleólogo recuperó Constantinopla en 1261, pero intentó un


acercamiento con Roma a la vista de la predicación de una cruzada contra él por
Urbano IV. En el Concilio de Lyon se proclamó la unión de las Iglesias, que duró
lo que la vida de Miguel, dado que su sucesor (Andrónico II) declaró nulo el
acuerdo con el total apoyo del pueblo y de la Iglesia ortodoxa.

Ya en tiempos de Juan V Paleólogo (1341-1365) se firmó con Urbano V la Unión


de Roma, sin resultados positivos para Bizancio en su lucha contra los turcos.

En 1439, en el Concilio de Ferrara, Juan VIII Paleólogo se trasladó a Florencia y


se reconoció el primado de Roma, que fue rotundamente rechazado por la Iglesia
Ortodoxa y por el pueblo (“mejor el turbante turco que la tiara de Roma).

2. Renacimiento y Papado.

El Renacimiento, que empieza en Italia en el siglo XV, no es un término exacto,


puesto que ya desde el fin de las invasiones bárbaras se procuró entroncar con
el pasado de Roma.

En conexión con el Renacimiento están las ideas del Humanismo y del


antropocentrismo, que desplazan al teocentrismo de la misma manera que la
razón empieza a desplazar a la fe y a la moral. En cierto modo, la Antigüedad se
opone al cristianismo y triunfa un humanismo un tanto pagano. Ello dará lugar al
espíritu “moderno”.
A la difusión del Humanismo contribuyó en buena medida el exilio bizantino,
además de la imprenta de Gutenberg.

Los Papas, por su parte, se distinguieron por su protección a los artistas, ya


desde el siglo XIV (creación de la Biblioteca Vaticana por Juan XXII en 1317).
Petrarca fue secretario apostólico. Asimismo, volcaron sus esfuerzos en
engrandecer a Roma tras la vuelta desde Aviñón.

2.1. Los primeros Papas del Renacimiento.

Eugenio IV protegió a los humanistas, especialmente a los helenistas, y reavivó


la Universidad de Roma. También encargó unas nuevas puertas de bronce para
la basílica de San Pedro.

Nicolás V (1447-1455) fue el primero de los grandes Papas-mecenas. Restauró


numerosas iglesias y empezó la actual basílica de San Pedro según planos de
Alberti. Asimismo, protegió a Fray Angélico y acogió a numerosos intelectuales
bizantinos exiliados. Con él puede hablarse de un renacimiento latino y griego.

Pío II (1458-1464) es el triunfo de la exaltación de la persona y de la fama, la


suya propia.

Sixto IV (1471-1484), Inocencio VIII (1484-1492) y Alejandro VI (1492-1503)


continúan la lista de papas nepotistas y de vida reprobable que, sin embargo,
llevan a la monarquía pontificia, en lo político y en lo cultural, al primer plano, a
pesar de las voces que pedían un cambio radical en la Iglesia. La reforma pedida
en los Concilios de Constanza y Basilea quedó aplazada sine die en beneficio
del engrandecimiento de Roma en lo político y en lo artístico.

2.2. Dos españoles en el trono de San Pedro

2.2.1. Calixto III (145-1458).

Alonso de Borja y Llançol, de Canal (Valencia); partidario de Benedicto XIII y


acompañante de Alfonso V de Aragón en la conquista de Nápoles. Cardenal
desde 1444. A diferencia de su predecesor Nicolás V se interesó poco por el arte
y más por una cruzada contra los turcos en Belgrado en apoyo de Juan Hunyadi.
Canonizó a Vicente Ferrer, revisó el proceso de Juana de Arco, declarándola
inocente, e hizo cardenales a dos sobrinos suyos, uno de ellos el futuro Alejandro
VI. A un tercero lo hizo jefe de los ejércitos pontificios, todo lo cual le granjeó el
odio de los romanos.

2.2.2. Alejandro VI (1492-1503).

Rodrigo Borja y Llançol, sobrino de Calixto III, nacido en Játiva en 1431. Amoral
y disoluto como ningún otro Papa, según se dice. Tuvo nueve hijos antes y
después de ser Papa. Elegido Papa en una elección más que posiblemente
simoníaca. Todo su esfuerzo se destinó a engrandecer a su familia,
especialmente César Borgia. Su principal crítico, el dominico florentino
Savonarola, fue quemado en 1498.
Respecto a España, por medio de la bula Inter caetera de 1493 fijó la delimitación
de las zonas de expansión portuguesa y española, que luego se ratificaría en el
Tratado de Tordesillas de 1494.

3. Herejías y nuevas formas de piedad.

La Iglesia cortó de raíz las primeras herejías medievales, esto es, la de los
cátaros y la de los valdenses. Si los cátaros fueron aniquilados, los valdenses
perduraron, en cierto modo, en los husitas y en los protestantes. Su ideal era el
cristianismo primitivo, solo celebraban la Cena una vez al año y leían
frecuentemente la Biblia y otros libros. La Orden de los franciscanos se acercó a
ellos de manera muy peligrosa, dando lugar a la rama de los “espirituales”, que
propugnaban una pobreza radical, lo que hizo que en 1323 Juan XXII promulgara
contra ellos la Bula Cum inter nonnulos.

La Inquisición, creada por Gregorio IX en 1233 de forma definitiva, había atajado


grandemente la herejía, pero no del todo, bajo el principio de que quien había
sido bautizado en la verdadera religión no podía ni abandonarla ni ponerla en
peligro. La única tolerancia en materia religiosa fue para con los judíos, a quienes
se prohibía molestar por la Bula Etsi iudeorum también de 1233, a condición de
que vivieran separados y llevaran un distintivo. No obstante, la persecución de
los judíos fue una constante en la Edad Media, con la indiferencia en muchas
ocasiones de las autoridades tanto civiles como eclesiásticas.

3.1. Los últimos heresiarcas medievales.

3.1.1. Juan Wyclif (1330-1384).

Doctor en Teología, protegido de los Lancaster y defensor de la supremacía del


poder civil. Para Wyclif la estructura eclesiástica era apenas necesaria, y dado
que cualquier tipo de reforma no venía desde la Iglesia, esta debía de ser
impuesta por el poder civil. Si la Iglesia no cumple lo que predica y la jerarquía e
atribuye poderes que no le corresponden, debe de ser el poder civil quien la
reforme. También defendió la traducción de la Biblia.

Con ello se ganó la simpatía tanto del poder real como del pueblo, que miraba
con poca simpatía al clero, y también de las Universidades. Sin embargo, los
excesos de la revuelta de John Ball, que decía ser discípulo suyo, le hicieron
caer en desgracia. Sus tesis fueron acogidas por los lolardos, puritanos extremos
que pedían la supresión del clero, confiscación de sus bienes y la simplificación
del culto. Fue alejado de su parroquia y de su cátedra.

3.1.2. Juan Hus (1369-1415).

Tanto las ideas de los valdenses como las de Wyclif tuvieron buena acogida en
la Universidad de Praga. En Bohemia, desde los tiempos del Emperador Carlos
IV, el reino estaba dominado por la clase dirigente alemana.

Hus predicaba en checo en la Iglesia de belén, haciéndose eco de las doctrinas


de Wyclif. Este había sido condenado por Gregorio XII en 1408. La predicación
de la indulgencia de Juan XXIII en sus luchas contra los Anjou fue la chispa que
hizo detonar la rebelión, al denunciarse la venta de indulgencias por el Papa. Ello
le valió la condena como hereje y seguidor de Wyclif.
Invitado al concilio de Constanza, se le pidió abjurar en bloque de su doctrina. Al
negarse, fue quemado, dando lugar a un héroe nacional para los checos.

Este hecho dio lugar a la rebelión de la nobleza, seguida de la del campesinado.


Los husitas tomaron como signo distintivo la comunión con las dos especies,
instituida por Hus como signo de fidelidad al Evangelio. Se predicó la cruzada
contra los husitas en 1420, con suerte alterna. No obstante, la división de los
husitas en utraquistas o moderados y taboristas o radicales, hizo que los
primeros se unieran a los católicos a cambio de permitir la comunión con las dos
especies. Finalmente, los taboristas fueron derrotados en 1434.

3.2. La religiosidad popular y sus manifestaciones.

La organización de la Iglesia era ya plena en el siglo XIV en lo que a diócesis y


parroquias se refiere. La parroquia era la unidad básica, y podía tener desde
unos pocos a centenares o miles de feligreses, con el sacerdote que ejercía la
cura animarum.

La aparición de las Órdenes Mendicantes en el siglo XIII dio lugar a fricciones,


hasta que estas tuvieron derecho a abrir sus propias iglesias. El clero secular no
había logrado librarse de sus defectos seculares, como eran el nicolaísmo, la
práctica de diversiones mundanas como la caza o la danza, el absentismo de los
párrocos titulares, y también la escasa instrucción de muchos clérigos, algunos
de los cuales apenas sabían latín.

Con las ciudades proliferaron los conventos de las Órdenes Mendicantes, y


estas, debido a su estilo de vida más sencillo y a su superior preparación
intelectual gozaban del favor de la gente; de ellas salían los mejores
predicadores y confesores. La participación en ellas de los laicos a través de las
órdenes terciarias y la institución de cofradías les dieron aún mayor impulso.

Las cofradías eran conocidas antes, pero tuvieron un gran impulso durante los
siglos XIV y XV, en ellas se encuadraban muchos fieles por la fuente de ayuda
mutua que eran.

Los frailes mendicantes eran unos grandes predicadores gracias a su


preparación intelectual superior, y eran los preferidos por los fieles, llegando a
escribirse tratados sobre el Ars predicandi.

Los predicadores empleaban toda clase de recursos para retener la atención, los
temas de moral y de dogma eran los preferidos, podían congregar a miles de
personas y durar varias horas. En determinadas ocasiones, terminaban en una
“hoguera de las vanidades”, donde los fieles arrojaban todas las cosas que les
apartaban del buen camino. Entre los predicadores más conocidos se
encuentran San Vicente Ferrer, Jerónimo Savonarola o San Bernardino de
Siena.

La piedad popular también se manifestaba mediante la participación en los


sacramentos de la penitencia y de la Eucaristía; la participación en oficios
religiosos era muy frecuente (podía haber cerca de cien fiestas al año), y las
procesiones se constituyeron en otra forma de participación, como la del Corpus.
El culto a la Pasión de Cristo, a los Dolores de la Virgen y a los santos también
proliferó, estos últimos como intercesores ante Dios. Se hizo común la obtención
y veneración de reliquias, y el designar a un santo como patrón de las
poblaciones. El rezo el rosario y el culto a la Virgen fue especialmente impulsado
por las órdenes mendicantes (rezo del Angelus desde 1456 a las 12 del
mediodía).

La crisis del siglo XIV y su prolongación durante el XV también influyó en la


psicología colectiva: la muerte era un tema frecuente, y también lo fue de las
prédicas, para que los fieles se preparasen para una muerte en las mejores
condiciones posibles.

La práctica de los sacramentos y el cumplimiento de los mandamientos no era


suficiente, de manera que también se instituyó la Indulgencia, esto es, la
redención de la pena temporal en el Purgatorio. En principio la indulgencia
plenaria era solo para los cruzados, pero luego se extendió a las peregrinaciones
a ciertas basílicas de Roma y terminó obteniéndose a cambio de dinero, uno de
los mayores abusos de la Iglesia medieval.

Las misas por las almas del Purgatorio eran frecuentes, hasta el punto de que
los más ricos encargaban miles de ellas en sus testamentos.

Esto por lo que se refiere a las prácticas ortodoxas. La Peste y la crisis empujaron
también a otras reprobables, como las flagelaciones públicas de penitentes, la
visión continua de la Hostia consagrada para evitar la muerte súbita, oraciones
al revés, etc. Un ejemplo de prácticas supersticiosas instituidas fue el Malleus
malleficarum, supuesto manual para descubrir brujas, debido a dos dominicos
alemanes.

3.3. Los laicos y el apogeo de la mística.

Frente al comportamiento religioso rutinario y mecánico del fiel medio, fue


surgiendo una especie de elite de personas más cultivadas que pretendían vivir
la religión como algo más personal, alejado de la rutina y de la indiferencia. Estos
grupos fueron especialmente numerosos en los Países Bajos y en el valle del
Rin y se componían fundamentalmente de dominicos, sacerdotes seculares,
monjas, laicos y beguinas, mujeres que sin ser religiosas profesas vivían en
comunidad. Se dedicaban a la oración y a las obras piadosas, así como a la
meditación. Su objetivo principal era alcanzar a Dios a través de la mística, un
ejemplo de ellos es Santa Catalina de Siena, con su tratado “Cuerpo Místico de
Cristo”, esto es, la Iglesia.

Estas congregaciones se veían con recelo por la jerarquía, y por ello fueron
también investigados por los dominicos. Curiosamente, fueron también dos
dominicos los mayores místicos de la época, el Maestro Eckhart y Enrique Suso.

3.4. La devotio moderna.

Otra corriente fue la contraria, esto es, considerando la mística apropiada solo
para personas cultivadas y formadas, se pretendió vivir la religión de una forma
más terrenal, mediante la piedad y el cumplimiento de los Evangelios. Ejemplo
de este tipo de congregaciones son los Hermanos de la Vida Común y los
Canónigos de Widdesheim, para laicos y clérigos respectivamente, y con fuerte
influencia franciscana en ambos casos. Se dedicaban a la oración, la meditación,
y a la copia y venta de libros piadosos. También acogían a estudiantes pobres.
En definitiva, no buscaban ascender a Dios, sino que fuera Dios quien
descendiera al mundo a través de la meditación, la oración y una vida ejemplar
de buenas obras.

El más famoso de ellos fue el canónigo alemán Tomás de Kempis, autor de la


“Imitación de Cristo” (1427).
TEMA 12

PENSAMIENTO Y CULTURA A FINALES DE LA


EDAD MEDIA
1. El nacimiento de una cultura laica: Humanismo y Renacimiento.

El dominio de la Iglesia durante toda la Edad Media en el campo intelectual y


artístico fue total. Con el nacimiento de las Universidades serán también las
órdenes mendicantes las que controlen el saber y los habilitados para impartirlo.
Sin embargo, desde el siglo XIII, con el crecimiento de las ciudades y del
comercio, las enseñanzas y el estudio van a dejar de ser un monopolio de la
Iglesia, porque también van a acceder a ellos los laicos.

El redescubrimiento del Derecho Romano y el uso que de él harán los monarcas


en sus disputas con el Papado abrió el campo de los estudios a laicos que luego
pasaban al servicio de la corona como funcionarios. Al tiempo, la escolástica
entra en decadencia por la expansión del nominalismo y el realismo, lo que da
paso a nuevos temas a través del Humanismo, en el que el hombre empieza a
ser el centro de la discusión.

La irrupción del pensamiento clásico se traduce en mayor cultivo de la literatura


y del arte; Dante y Petrarca son buenos ejemplos.

También se producen cambios en el ideal político; superados los


enfrentamientos entre el Papa y el Emperador por el dominium mundi, empieza
a imponerse el principio quod principi placuit lege habet vigorem, que viene a ser
la reacción frente al poder de la Iglesia y el de los parlamentos nacionales.

El siglo XIV se abrió con el enfrentamiento entre Felipe IV de Francia y el Papa


Bonifacio VIII, y se cierra con la crisis de las ideas teocráticas de la Iglesia. Se
favorece el poder del Emperador y de los monarcas europeos sobre el Papa y
sobre su propio clero nacional, ideas que ya habían sido propuestas durante el
siglo XIV por Marsilio de Padua y por Guillermo de Ockham, que en cierto modo
también inspiraron a John Wyclif y a Jan Hus.

2. El mundo del saber en la Baja Edad Media.

2.1. Los orígenes de la Educación pública.

Uno de los hitos de este período es la pérdida del monopolio de la enseñanza


por parte de la Iglesia y su generalización al hilo de la intervención del poder civil.
Los gobiernos municipales se concienciaron de la necesidad de una instrucción
pública; primero se involucraron en la gestión de las escuelas catedralicias y
luego en la implantación de una escuela pública. No se trataba tanto de extender
la enseñanza a los laicos (siempre había estado abierta a ellos) sino más bien
de generalizarla desde sus primeros grados, y la creciente riqueza de la
aristocracia urbana y de la burguesía contribuyeron a esta demanda de
instrucción.
Pronto las poblaciones importantes empezaron a disponer de escuelas
elementales donde se enseñaba a leer y a escribir y de escuelas de gramática
donde se enseñaba el Trivium (gramática, retórica y dialéctica); el principio era
que la instrucción del individuo redundaba en beneficio de la comunidad, y la
figura del bachiller de gramática (maestro) se incorporó al gasto municipal,
docentes que eran atraídos con bonificaciones tales como beneficios fiscales o
exención de servicio militar. Gracias a esta instrucción se conseguían
funcionarios para la Administración y se enseñaban rudimentos de latín para
poder acceder a los Estudios Generales. Así, por ejemplo, en Burgos ya a finales
del siglo XIV se abonaba una cantidad al maestro del Concejo y a su ayudante.

También proliferaron las escuelas privadas “de matemáticas y ábaco”,


sufragadas por los burgueses y que preparaban para los negocios (Florencia,
Venecia, Lübeck, Hamburgo). Por supuesto, se mantuvieron las escuelas
catedralicias y se añadieron los noviciados de las órdenes mendicantes.

2.2. El desarrollo de las universidades.

Tras la fundación de las primeras universidades (Oxford, Bolonia, París), la


universidad conoció varios cambios durante el siglo XIV. En primer lugar, la
ruptura ideológica que supuso el nominalismo. En segundo lugar, la universidad
pierde su carácter nacional tanto por la fundación de nuevas universidades como
por la mayor dependencia de estas respecto de los poderes políticos y
eclesiásticos, que son a la vez mecenas de la Universidad y controladores de su
actuación. Se fundan muchas universidades en los territorios germanos y
también en el norte de Europa, pero también en Francia y en los reinos ibéricos.

Muchas de las nuevas universidades tan solo impartían los estudios de artes que
preparaban para los más importantes, que se mantenían en las universidades
más prestigiosas: Teología en París, Derecho en Bolonia o Medicina en Salerno
y Montpellier. París seguía siendo la más prestigiosa, y la que conservaba la
venia docendi, o posibilidad de enseñar en otra universidad sin necesidad de
pasar un examen para ello.

También la financiación de la universidad deja de ser una exclusiva de la Iglesia,


empezando a parecer los patronazgos, que sin embargo también participan en
el control de las enseñanzas y de los profesores.

2.3. Ciencia, técnica y experimentación.

La ciencia conoció un desarrollo notable desde el siglo XII con la traducción de


obras árabes que empleaban ya también los números árabes (hindúes). Se
desarrolla la Trigonometría y el perfeccionamiento de las matemáticas permite
que ya en el siglo XIV se fabriquen lentes para corregir la miopía.

Luca Pacioli, por su parte, inventará la contabilidad por partida doble (debe-
haber).

Se habla ya de que es la Tierra la que se mueve, y no los cuerpos celestes, de


que la rotación de la Tierra explica el transcurso de los días, etc. La
experimentación comienza a convertirse en el punto de la partida de teorías y
observaciones (Brunelleschi, o Da Vinci, por ejemplo).
También se hacen grandes avances en la ingeniería y en el armamento. Se
mejoran la pólvora y la artillería, pasando de las bombardas a los cañones, se
escriben tratados de armas y las mejores aleaciones hacen mejores las
armaduras.

2.4. Nobles, caballería y la influencia del ideal romano.

El ideal caballeresco cambia en el siglo XV. No solo por la relajación de los


vínculos feudales, sino por el establecimiento de la institución del mayorazgo. El
caballero es menos guerrero, más terrateniente y también más urbano. Se
generalizan las justas y torneos como método entrenamiento, entretenimiento y
ostentación.

Aparecen las órdenes de caballería, como emulación de las órdenes militares


religiosas, entre 1325 y 1470: Banda, Jarretera, Toisón de Oro, etc. Las más
distinguidas son las creadas por los reyes, como la Orden de la Banda de Alfonso
XI de Castilla en 1340. Todas ellas dan lugar a vínculos entre sus miembros,
pero lo fundamental es el juramento de fidelidad al rey. También surgen las
confraternidades, creadas por nobles y que suelen responder a una devoción y
promoción del ideal caballeresco. También había hermandades o fraternidades
temporales para necesidades concretas.

En cuanto a la mentalidad, también hay un paso desde el caballero cristiano que


es el paladín contra el infiel a uno más clásico inspirado en Vegecio.

3. Los orígenes del Humanismo.

3.1. Los inicios del Humanismo en Italia.

“Humanismo” es un término que abarca muchos aspectos: el más amplio se


refiere a la dignidad del hombre, en sentido clásico, el recobrar, interpretar y
asimilar la cultura clásica de Grecia y de Roma, pero en el campo de la Historia
se refiere más bien a los siglos XV y XVI italianos, en los que se distinguía a los
profesores de humanidades de los de Derecho, Teología y de Arte: el humanista
no es solo el hombre que ha estudiado, sino el que se ha formado como un
hombre “completo”, que dedica el “otium” a formarse en todas las ramas del
saber posibles y a la contemplación de la verdad.

El concepto de Humanismo está muy relacionado con el del Renacimiento en


tres aspectos:

· Por el estudio de la gramática latina y de los autores clásicos latinos como


base de la formación escolar.

· A través de la retórica, que será base de la formación de altos funcionarios


(secretarios y cancilleres).

· Con el nuevo interés por el griego clásico, que se añade al latín.

El Humanismo surgió, sobre todo, en Italia, en las ciudades, en un ambiente


letrado y en el que la separación entre aristócratas, burgueses y caballeros era
más bien difusa, y desde ellas a toda Europa en mayor o menor medida a través
de las rutas comerciales.

No debe de pensarse que el Humanismo es una ruptura abrupta y radical con el


pensamiento medieval. Si bien los humanistas tuvieron quizá una mayor
perspectiva de la evolución de los tiempos, se da la convivencia entre
pensamiento humanista y todavía escolástico, como se da entre el último gótico
y las primeras obras renacentistas.

Entre los grandes autores humanistas suele considerarse a Francesco Petrarca


(1304-1374) y a su discípulo Giovanni Boccaccio (1313-1375).

3.1.1. El humanismo cívico florentino.

La Florencia del siglo XIV se basaba en una idea de libertad republicana, como
ciudad estado que tenía que resistir las ansias expansionistas de la Milán de los
Visconti. La cancillería de la ciudad fue precisamente un lugar donde los
funcionarios profesionales eran cultivadores de las ideas humanistas y
defensores de las libertades de la ciudad y del equilibrio de los poderes de la
ciudad-estado. Allí destacaron Salutati, Aretino y luego Alberti, este último no
solo como arquitecto, sino también como teórico sobre el gobierno de la ciudad.

Pero el más conocido de los florentinos es Nicolás Maquiavelo (1469-1527). Fue


secretario de la república y tuvo a su cargo la guerra, asuntos interiores y
misiones diplomáticas. Desde 1512, al ser destituido por los Médicis, escribió
varias obras, la más conocida “El príncipe”, sobre la formación de las grandes
monarquías de la época (Francia y España) y sobre la forma en la que ha de
gobernar el príncipe para sobrevivir.

3.1.2. El humanismo platonizante.

El impulso del estudio de la lengua griega impulsó una revitalización de Platón,


que llevó consigo un cierto desinterés sobre la política y el gobierno por parte de
los humanistas para centrarse más en la contemplación del mundo. Marsilio
Ficino, protegido de los Médicis, tradujo a Platón y a Plotino, escribió sobre la
relación entre filosofía y fe y tuvo como discípulo a Pico della Mirandola.

3.2. Aportaciones culturales del Humanismo.

3.2.1. Latín, traducciones y lenguas vernáculas.

La principal preocupación de los humanistas fue rescatar las obras clásicas, a lo


cual contribuyó Petrarca descubriendo varias obras de Cicerón y también el
Concilio de Constanza, durante el que se buscaron textos en las bibliotecas
monásticas del Imperio. Boccaccio hizo traducir la obra de Homero, hubo viajeros
a Constantinopla para hacerse con las obras de Platón y de otros autores, y otros
manuscritos llegaron al Concilio de Florencia-Ferrara a través de los legados
bizantinos, los cuales fueron traducidos al latín, pudiendo también replantearse
el platonismo y el aristotelismo en su versión original.

3.2.2. Las bibliotecas públicas y particulares.

Petrarca defendió que los libros debían ser considerados un bien público.
Por eso los humanistas defendieron la apertura de bibliotecas públicas, primero
fueron los grandes mecenas los que empezaron con la reunión de grandes
bibliotecas, que a menudo todavía se concentraban en los monasterios y
conventos. Los legados testamentarios fueron la principal fuente de donaciones,
y Nicolás V puso las bases de la biblioteca Vaticana como biblioteca pública de
la corte pontificia. Por su parte, el nuevo ideal caballeresco también potenció la
creación de grandes bibliotecas de casas nobiliarias.

3.2.3. El impacto de la imprenta.

La aparición de la imprenta de tipos móviles de Juan Gutenberg hacia 1450


supuso una gran innovación tecnológica, pero no surgió de la nada. Ya se
conocían artilugios que permitían la impresión, pero la de Gutenberg tenía tipos
móviles de metal y permitía montar páginas, además de la mejora de las tintas y
el aumento de producción de papel en perjuicio del pergamino, permitieron la
edición de más obras, por lo que el libro impreso empezó a cobrar protagonismo
junto al manuscrito.

Los tipógrafos eran errantes, lo cual supuso la homogeneización de un tipo de


letra, la gótica, en toda Europa, abriéndose imprentas en muchas ciudades,
como Basilea en 1470 o Westminster en 1476.

La imprenta trajo también un problema, como era la difusión de ideas heréticas


que podían pasar de un país a otro, o de simple disidencia política.

En cuanto a la financiación de los libros, solía tener tres vías: los mecenas
(Iglesia, monarcas, Universidades), los propios impresores o también los
comerciantes.

3.3. Difusión del Humanismo en el Norte de Europa.

Hay dos posiciones sobre la difusión del Humanismo en la Europa del norte:

Los que dicen que se expandió con Carlos IV, especialmente en la Universidad
de Praga.

Los que dicen que se extendió desde el norte de Italia, por donde se extendió a
Alemania, Países Bajos e Inglaterra, especialmente a través del Concilio de
Constanza y de Basilea, con su concilio y su imprenta a partir de 1470.

En cualquier caso, los estudios humanísticos fueron fomentados por familias


como los Fugger y por el propio Emperador Maximiliano I, protector de Sebastián
Brandt, docente de Basilea.

En los Países Bajos se implantaron escuelas de gramática (Universidad de


Lovaina) y a finales del siglo XV aparecieron los maestros seglares. Allí también
se dio la enseñanza del “nuevo latín” con el apoyo de los “hermanos de la vida
en común”; enseñanza del latín clásico a un nivel adaptado a la mente de los
jóvenes.

En Inglaterra se fundaron escuelas de gramática con maestros de Cambridge, y


el propio Enrique VI se formó en una escuela palatina con hijos de nobles. Oxford
y Cambridge difundieron el humanismo tras sus contactos con el Concilio de
Constanza. Allí también el Duque de Gloucester, tutor de Enrique VI, donó gran
cantidad de libros a Oxford.

3.4. El Humanismo en la península Ibérica.

Se apoyó más en la cultura cortesana que en las Universidades, reacias a


abandonar los principios escolásticos.

En Aragón, a través del Reino de Nápoles, se dio la influencia italiana en la corte.


Así, la figura de Bernat Merge, notario de Juan I de Aragón, admirador de Ovidio
y de Petrarca. En Castilla, el canciller Pedro López de Ayala, que combinó su
admiración por los clásicos rasgos que le clasifican como intelectual medieval.

Los Trastámaras patrocinaron a humanistas, y el marqués de Santillana participó


en la difusión de sus ideas.

La imprenta española fue de importación y generalmente vinculada a la Iglesia o


a la universidad, generalmente fomentadas con exenciones fiscales y del servicio
militar. Se formaron también talleres de editores con sucursales en toda la
península.

4. Arte y sociedad en el Renacimiento.

4.1. Arte y mecenazgo.

Durante el siglo XV el mecenazgo había traspasado los límites cortesanos o


eclesiásticos para extenderse a la aristocracia y a los mercaderes. En Italia la
cultura tuvo una enorme expansión con las dinastías de origen militar o
banquero, como los Sforza o los Médicis. Estas realidades dieron también como
resultado el interés de Alfonso V de Aragón, instalado en Nápoles.

El mecenas tenía dos posibilidades; o bien financiar una obra pública de alto
coste, normalmente un inmueble, o bien un bien mueble también de alto coste.
La primera, para el uso público; la segunda, para su propio uso o para donarla a
alguna institución de la Iglesia. La generalización del mecenazgo dio también
lugar a que fuera común la ocupación de diversos espacios, como capillas, y en
general a espacios precisos; habitaciones con imágenes religiosas, arcas para
la ropa, retratos privados…

Los encargos de grandes instituciones llevaron también a tareas colectivas,


como en el caso de arquitectos y escultores trabajando juntos. Cuando la
financiación de las instituciones fracasaba, los artistas solían trabajar para la
aristocracia o la burguesía.

La relación patrono-artista fue la vía normal de financiación del arte, a través del
contrato de encargo, más común en la escultura y en la pintura. Normalmente el
cliente establecía las características e incluso el tema de la obra, y pagaba
también las materias primas empleadas por el artista. También era común el
trabajo de taller o de grupo, con el artista principal firmando el trabajo, pero
dejando el trabajo de detalle a los discípulos. De hecho, muchos de ellos se
agrupaban en gremios (pintores con boticarios, escultores con picapedreros,
etc.).
El artista quedaba supeditado al mecenas, supeditándose al tema de la obra,
plazos de pago y de entrega de la obra, etc. Podía incluso acordarse la entrega
de un boceto para que el mecenas pudiera comprobar el encargo.

4.2. Las artes y la ciudad.

El siglo XV es el de la coexistencia entre el último gótico, que recibe diferentes


nombres según el reino (flamígero, isabelino, manuelino) y el renacimiento. No
obstante la proliferación del gótico, incluidos los edificios civiles (lonjas, por
ejemplo), el renacimiento cambió definitivamente la imagen de las ciudades.

Arquitectos como Alberti empiezan a cambiar con los modelos clásicos, un caso
paradigmático es de Pienza, prácticamente reconstruida a instancias del Papa
Pío II. Se hace normal el uso de los estilos clásicos, dórico, jónico y corintio en
las nuevas construcciones, llegando el nuevo estilo también al ámbito civil e
incluso al militar.

En Castilla es de destacar la proliferación del estilo mudéjar, de fuerte influencia


árabe con sus arcos de herradura, uso del ladrillo y de la mampostería, o del arte
nazarí, que puede observarse en el alcázar de Sevilla de Pedro I.

La escultura y la pintura tienen dos facetas diferenciadas: el norte flamenco e


Italia. El primero es dramático y realista y prefiere la tabla en la pintura. Su
principal representante es en pintura Van Eyck. En Italia se prefiere la pintura al
fresco y un mayor naturalismo. Cada uno de estos estilos tendrá su reflejo en
España, el primero en Castilla y el segundo en Aragón.
TEMA 13

EL AVANCE TURCO Y LA TRANSFORMACIÓN


DEL MUNDO ORTODOXO
1. Bizancio bajo los últimos Paleólogos

1.1. De Nicópolis a Tesalónica: el breve paréntesis

El último período de Bizancio comprende el gobierno de tres emperadores, dos


de ellos a la vez. Todos ellos optaron por el acercamiento a Occidente, más que
nada porque no les quedaba otra opción. Sin embargo, la ayuda recibida de
Occidente fue tardía y escasa. De la misma forma, el acercamiento a la Iglesia
de Roma tampoco llevó a la unión de los credos.

Manuel II (1391-1425), segundo hijo de Juan V, huyó cuando era rehén de


Bayaceto y consiguió proclamarse antes que su sobrino Juan VII, menor de
edad. La derrota de los cruzados en la batalla de Nicópolis (1396) lo dejó en una
situación más precaria todavía; Manuel emprendió un viaje por Europa, con
resultados mediocres mientras dejaba a su sobrino Juan VII a cargo de la
defensa. No volvió hasta 1403. Para su fortuna, los turcos fueron derrotados por
los mongoles, lo que unido a las luchas por la sucesión de Bayaceto hizo que se
consiguiera un tratado razonablemente ventajoso con Suleyman, hijo de
Bayaceto. Muerto Juan VII en 1408, Manuel apoyó a Muhammad I como nuevo
sultán y consiguió conservar las cesiones del anterior tratado, gozando de una
paz relativa hasta 1421.

Juan VIII, primogénito de Manuel II y asociado desde 1421, apoyó a otro


pretendiente al morir Suleyman I, lo que se consideró ruptura del tratado, lo que
hizo que el nuevo sultán Murad II atacara Constantinopla en 1422. El resultado
fue un tratado mucho más desfavorable. Poco tiempo después, en 1424, moría
Manuel II y se perdía la segunda ciudad más importante del Imperio, Tesalónica,
en 1430.

1.2. El fracaso de la idea de Cruzada.

Juan VIII estaba desesperado y ofreció la unión de las dos iglesias a Roma.
Durante el concilio de Ferrara-Florencia de 1438-1439 se llegó a un acuerdo
sobre la materia, llegándose a un acuerdo doctrinal y sobre la primacía de Roma
en 1439, que jamás fue aceptado ni por el pueblo ni por la jerarquía ortodoxa.

Aun así, el Papa Eugenio envió ayuda contra los turcos, fundamentalmente a
través de quienes estaban más amenazados por ellos, los polacos y los
húngaros. En Varna (1444) los cruzados fueron derrotados y murieron el Rey de
Polonia y el legado papal. Luego los turcos aniquilaron al ejército de Hunyadi,
voivoda de Transilvania en la segunda batalla de Kosovo (1448). Poco después
murió Juan VIII.
1.3. El empobrecimiento de la sociedad bizantina y la crisis urbana.

La población urbana bizantina aumentó mucho durante el siglo XIV como


consecuencia de los tiempos confusos que había tocado vivir al campesinado,
en unas ciudades que se amurallaron. Sin embargo, las pestes y las guerras
redujeron muy notablemente la población urbana.

La descentralización administrativa dio lugar a la creación de principados


semiautónomos concedidos a miembros de la dinastía reinante, o a personajes
de la nobleza. Aunque no eran hereditarios, podían llegar a serlo como
consecuencia de la prestación de servicio civil o militar. Junto a ellos, los
monasterios eran los segundos grandes propietarios de tierras. Las capas
medias de la población, los “mesoi” que ejercían algunas funciones
administrativas urbanas, fueron fusionándose con las aristocracias y perdiendo
su identidad.

En cuanto al comercio, Bizancio siguió siendo prácticamente un imperio colonial


para los venecianos y los genoveses, sin que en ningún momento pudiera
liberarse de ellos.

La falta de mano de obra en el campo dio lugar a la necesidad de ceder tierras


en censo enfitéutico por unos precios muy bajos, que hizo que en la práctica
muchos campesinos se convirtieran prácticamente en copropietarios de las
tierras.

2. El Imperio Otomano.

2.1. Anatolia a principios del siglo XIV; los beyliks.

Los selyuquíes habían establecido en Anatolia a tribus turcomanas en puestos


fronterizos y bajo la autoridad de sus propios jefes. Con la decadencia y
disgregación del sultanato estas tribus se sedentarizaron, y sus jefes (beys)
empezaron a hacerse con territorios a costa de otros beys o de los bizantinos,
formando beyliks (principados independientes). La situación se agravó al
hundirse el sistema militar-fiscal bizantino, lo que hizo que Anatolia quedase en
manos de estos beys con la excepción de grandes ciudades como Éfeso o
Esmirna, en las que se refugió la población. La meseta quedó dividida en varios
principados turcos independientes y rivales entre ellos. Uno de estos principados
era el de los otomanos.

2.2. La formación el emirato otomano en Asia Menor.

Una de las tribus turcomanas desplazadas por los mongoles en el siglo XIII se
hizo fuerte en la frontera oriental bizantina, entre Bursa y Nicea, y dio lugar al
beylik de los otomanos, que tomaron el nombre de su primer bey, Osmán o
Utman (1288-1326). Establecidos en el noroeste de Asia Menor, fueron tomando
posiciones gracias a su control de las vías de comunicación. El hijo de Osmán,
Orján, conquistó Bursa en 1326 y la convirtió en su capital, apoderándose
después de Nicea (1330) tras derrotar a los bizantinos. Luego se enfrentó al resto
de emires turcos tras apoyar a una de las facciones de la guerra civil bizantina
(la de Juan Cantacuzeno). Posteriormente se hizo con Ankara y con
Adrianópolis. En buena medida, los éxitos de Orján se debieron a la constitución
de un nuevo ejército, que incluía a sus tropas regulares, reclutas de caballería
regular, hermandades religiosas, y, sobre todo, las nuevas tropas, los jenízaros,
guardia personal del sultán de esclavos convertidos al Islam a la fuerza.
Redujeron a la nada el reino de Esteban Dusan en 1371 y a Bulgaria al vasallaje,
e incluso también a Juan V de Bizancio. Murad I (1359-1389) ocupó casi toda
Bulgaria y Serbia entre 1383 y 1387, y cambió su título de bey por el de sultán.
Bulgaria quedó anexionada y Serbia como tributaria, aunque con su propio rey.

La rebelión de serbios, eslavos y albaneses al mando de Lazar de Rascia Kosovo


en 1389. Murad I murió en la batalla, y le sucedió Bayaceto I, que tras consolidar
el poder asesinando a su hermano, se instaura como potencia dominadora:
facilita el ascenso de Juan VII Paleólogo, pero a cambio de ocupar la orilla
asiática del Bósforo; todos los déspotas balcánicos se hacen vasallos suyos,
Bulgaria pasa a ser simple provincia otomana y Serbia un reino satélite.

Al año siguiente, tiene lugar la cruzada de Nicópolis (1396), que termina en


desastre para Segismundo de Hungría. Bayaceto asedia Constantinopla,
conquista Atenas y llega al Éufrates en 1400. Sin embargo, fue derrotado y hecho
prisionero por Tamerlán en Ankara (1402), muriendo al año siguiente.

2.3. Procesos de conquista, conversión y organización del imperio


otomano.

La expansión otomana se desarrolló en dos territorios muy distintos: los


ocupados por los beyliks en Asia Menor y los Balcanes. La zona occidental se
fue adaptando a los esquemas de organización de Anatolia.

En cuanto a las tierras, en Anatolia algunas se entregaron a las familias de los


beys, otras permanecieron en manos de sus antiguos dueños y otras fueron a
parar a manos de congregaciones religiosas (manos muertas).

En la zona de los Balcanes (Rumelia) una parte quedó en manos de los antiguos
dueños, mientras que otra se entregó a militares de todo rango y a funcionarios
civiles (timars). Otra parte se entregó a la familia del sultán, a los principales
visires y a hermandades religiosas. A fin de fomentar su productividad, se
trasladó a población turca de Asia Menor y también a antiguos prisioneros y
esclavos liberados, con lo que se produjo una “turquización” e islamización de la
zona.

Ello sin contar con la acción de misioneros, santones y la expulsión de obispos


junto con la conversión de las iglesias en mezquitas. Para el siglo XV el 90% de
la población de Anatolia ya era musulmana, pero en Bulgaria, Serbia y Albania
hubo pocas conversiones forzadas.

Aparte del sultán, que nunca usó el título de califa, el personaje de más
importancia era el gran visir, auxiliado por visires menores. El Gran Visir era juez
del ejército, jefe de la administración civil, guardián del sello del consejo del
sultán (diván) y encargado de los registros de ingresos del imperio. Dada la
expansión de las tierras conquistadas, Murad I creó puestos de gobernador
militar-civil para Rumelia y Anatolia.

En cuanto al ejército, desde 1380 se reclutó forzosamente a niños cristianos de


8 a 15 años en los Balcanes, a los que se convertía a la fuerza al Islam. De ellos
salían los pajes del sultán o los jenízaros (guardia personal del sultán). Todos
ellos recibían el nombre de “esclavos de la Puerta”.

En lo económico, los otomanos procuraron mantener las estructuras vigentes. El


comercio se mantuvo con los genoveses, que estaban instalados en Quíos. En
general, el comercio se mantuvo floreciente.

2.4. Los Otomanos en el siglo XV.

Tras la derrota de Bayaceto I en Ankara ante Tamerlán, se desencadenó una


guerra civil entre los cuatro hijos de Bayaceto I, de la que surgió vencedor
Muhammad I en 1413. Sin embargo, la expansión otomana se detuvo hasta que
llegó al trono su hijo Murad II, que restableció las fronteras del imperio al nivel de
1402 a costa de venecianos y húngaros. Con Muhammad II Bizancio quedó
reducido a la capital y a la Morea.

3. El enfrentamiento final: Constantinopla, 1453.

3.1. La última resistencia.

Murad II atacó a albanos, serbios y húngaros, que eran los últimos reductos que
impedían el cerco total de Constantinopla. El rey serbio Esteban Lazarevic se
unió a Segismundo de Hungría. La guerra civil entre los hijos de Bayaceto dio un
respiro, pero finalmente Serbia fue reducida. Belgrado, su capital, se convirtió en
un banato húngaro y resistió hasta 1521. Albania resistió con Jorge Skanderberg,
hasta que murió en 1466.

La otra zona de resistencia se organizó en el Danubio: Valaquia, Transilvania y


Moldavia, desgajadas de Hungría como principados ortodoxos tras las
invasiones de los mongoles. Los principados rumanos resistieron como
tributarios de los otomanos, como Esteban el Grande o Vlad Tepes, aunque
cayeron medio siglo después de Constantinopla.

3.2. Muhammad II, la toma de Constantinopla y el final del Imperio


Bizantino.

Constantino XI, hermano de Juan VIII, fue el último emperador de Bizancio.


Dirigió la defensa de la ciudad durante cuatro años. Partidario de la unión, en
diciembre de 1452 se proclamó al Papa Nicolás V en Santa Sofía.

Murad II murió en 1451 y fue sucedido por su hijo Muhammad (Mehmet) II, que
reinó de 1451 a 1481. Construyó la fortaleza de Rumeli Hisar para asediar mejor
la ciudad y bloquear el Bósforo. Si bien desplegó una amplia propaganda para
ganarse a la población, el emperador y su gobierno eran partidarios de la
resistencia a ultranza, que fue la opción que prevaleció. La ciudad resistió
durante dos meses, pero finalmente fue asaltada el 29 de mayo de 1453. El
emperador murió o desapareció, la ciudad fue saqueada tres días y con ello
terminó el imperio Bizantino. Todos los símbolos imperiales, especialmente los
religiosos, fueron destruidos y las iglesias convertidas en mezquitas.

Una vez exterminada cualquier resistencia, Muhammad II respetó a la población


griega y permitió la existencia del patriarcado ortodoxo. La Iglesia fue la principal
conservadora de la tradición.
De Bizancio solo quedaron dos restos, tolerados por los turcos: el Despotado de
Morea (Paleólogo) y Trebisonda (Comneno), aunque por poco más tiempo,
cayendo en 1461 y 1463 respectivamente.

3.3. El nuevo orden en la “Sublime Puerta”.

Con la toma de Constantinopla el Imperio Otomano se extendía desde el


Danubio hasta Anatolia, y llegó a expandirse hasta las costas de Marruecos, el
Golfo Pérsico y las mesetas asiáticas.

El Sultán era el máximo dirigente político y espiritual, aunque nunca tomó el título
de califa. Nombraba al Gran Visir, a los funcionarios del diván y a los
gobernadores y cadíes de todas las provincias. El gran visir, que dirigía la
administración civil y a veces el ejército, era nombrado y cesado por el Sultán y
presidía el diván, complejo mecanismo que centralizaba el gobierno en Estambul
(Constantinopla).

Aunque la familia del Sultán ostentaba cargos, otros muchos de categoría más
baja eran ocupados por juristas instruidos en las madrazas o por los devchirme,
de donde también salía la guardia de los jenízaros.

Los gobernadores dependían de la importancia del territorio conquistado. Una


vez se conquistaron Argel, Túnez y Trípoli a los mamelucos, tuvieron un estatus
más militar que civil. Eran cargos remunerados.
Si bien la ley del imperio era la “sharia”, se permitían las variantes
consuetudinarias de cada provincia, siempre y cuando no contradijeran aquella.
Se reglamentó la gestión de cada provincia, los ingresos se centralizaban en la
capital de cada una de ellas y desde allí se enviaba la parte correspondiente al
tesoro del Sultán. A su vez, el respeto a las normas consuetudinarias de cada
lugar permitió una buena relación con los súbditos no musulmanes (dimmies).

La ulterior ocupación de Damasco, La Meca, El Cairo y Medina hizo fluir hacia


Estambul toda clase de intelectuales musulmanes, convirtiendo a la capital del
imperio en centro cultural del mundo islámico.

4. El Principado de Moscú y la unificación del Imperio Ruso.

4.1. La reagrupación de Rusia en torno a Moscú: de Iván I (1325-1340)


a la batalla de Kulikovo (1380).

A principios del siglo XIV se puso en marcha un proceso de reunificación de los


territorios rusos en dos centros: Tver, junto al Volga, donde reinaban los
descendientes de Alexander Nevski, como herederos del principado de Vladimir,
y Moscú, este último más por la diplomacia a través de matrimonios con
princesas tártaras que por la fuerza militar. Los dos todavía se hallaban bajo la
influencia de la Horda de Oro.

La cuestión de la supremacía se decidió por un asunto religioso: rechazado el


candidato para la sede metropolitana por Tver, fue aceptado por Moscú, que se
convirtió en la heredera de la sede metropolitana de Vladimir.

Iván I consiguió que los mongoles le reconocieran como titular de los derechos
del trono de Vladimir, y la capacidad de percibir los tributos de toda Rusia para
entregarlos a la Horda de Oro.

La regencia de su hijo Dimitri, menor de edad, fue aprovechada por Tver y por
los lituanos. En los años siguientes hubo un enfrentamiento continuo entre
Moscú, Tver y Lituania. Por su parte, los kanes mongoles fueron traspasando de
uno a otro de los tres el título de Gran príncipe de Vladimir.

Sin embargo, las propias disensiones entre los mongoles favorecieron que los
rusos se aliasen en torno a Dimitri de Moscú, que derrotaron a los tártaros de
Mamai y a los lituanos en Kulikovo (1380). No obstante, Toktamish se hizo con
el mando de la Horda de Oro y volvió a amenazar Moscú, aunque tuvo que
retirarse definitivamente ante al avance de Tamerlán. Por su parte, los lituanos
bascularon hacia Polonia, y su príncipe Jagellón se convirtió al cristianismo,
siendo rey de Polonia por su matrimonio con la reina Eduvigis.

No obstante, el poder lituano y de los mongoles, Dimitri pudo investir a su hijo y


heredero Vasili como Gran Príncipe de Vladimir sin necesidad de recabar la
sanción de la Horda de Oro (1389).

4.2. Entre el vasallaje y la revuelta: el difícil siglo XV.

Para evitar que Rusia fuese atacada por la Horda de Oro, Basilio I entró en
alianza con Lituania en 1392.
En 1395 Tamerlán irrumpió en tierras eslavas. Asoló las regiones del Volga,
pero no consiguió penetrar en Moscú. A quien más benefició esta incursión fue
a Basilio I, ya que causó un daño considerable a la Horda de Oro, que durante
los próximos doce años se encontraría en un estado de anarquía. Durante todo
este tiempo no se rindió homenaje al kan, Olug Mojamat, a pesar de que
enormes sumas de dinero fueron recogidas de la tesorería de Moscú para fines
militares. En 1408, el emir Edigú atacó el territorio ruso, incendiando Nizhny
Nóvgorod, Gorodéts y Rostov, pero tampoco pudo tomar Moscú. En 1412, sin
embargo, Basilio se vio obligado a realizar la largamente aplazada visita de
sumisión a la Horda.

El reinado de Basilio II (1425-1462) vio el colapso de la Horda de Oro y su ruptura


en pequeños kanatos. Ahora que su trono era relativamente seguro, tuvo que
hacer frente a la amenaza tártara.

En 1439, Basilio debió huir de la capital cuando fue sitiada por Ulugh
Muhammad, gobernante del naciente Janato de Kazán. Seis años más tarde, él
personalmente condujo sus tropas contra Ulugh Muhammad, pero fue derrotado
y hecho prisionero. Los rusos se vieron obligados a pagar un enorme rescate por
su príncipe, quien fue puesto en libertad unos cinco meses más tarde.

Durante ese tiempo, el control de Moscú pasó a Dmitri Shemyaka. Teniendo en


cuenta la suerte de su propio hermano, Dmitri ordenó cegar a Basilio y lo desterró
a Úglich (1446). De ese hecho proviene el apodo de Basilio II, "el Ciego" (o, más
exactamente, "el Oscuro"). Como Basilio todavía conservaba un gran número de
partidarios en Moscú, Dmitri lo hizo volver desde el exilio y le concedió el
gobierno de Vólogda. Esto constituyó un nuevo error, ya que Basilio reunió
rápidamente a sus partidarios y recuperó el trono.

La victoria final de Basilio sobre su primo llegó en 1450, cuando capturó Gálich-
Merski e hizo envenenar a Dmitri. Los hijos de este último lograron escapar
a Lituania. Estos acontecimientos supusieron finalmente el abandono del
principio de sucesión colateral, que fue una de las principales causas de las
luchas intestinas medievales.

Ahora que la guerra había terminado, Basilio había eliminado casi todos los
pequeños infantados en el Principado de Moscú, con el fin de fortalecer su
autoridad soberana. Como resultado de sus campañas militares, los gobiernos
de las repúblicas de Nóvgorod, Pskov y Vyatka se vieron obligados a reconocer
a Basilio II como su jefe supremo.

Iván III (1462-1505) puso fin a la relación de vasallaje que el Gran Ducado
de Moscovia mantenía con la Horda de Oro. Iván III firmó un tratado de amistad
con el kan de Crimea (1474) para tener las manos libres para ello. Después, en
1480, Iván rechazó pagar el tributo acostumbrado al gran Ahmed kan. Sin
embargo, cuando este marchó contra él, su determinación comenzó a fallar, y
solamente las severas exhortaciones del obispo de Rostov, Vasián, lo indujeron
a presentar batalla. Durante todo el otoño, las huestes rusas y tártaras se
enfrentaron en los lados opuestos del río Ugrá en lo que se denomina el «gran
enfrentamiento del río Ugrá», hasta el 11 de noviembre, cuando Ahmed se retiró
a la estepa.
El año siguiente, el gran kan, que se encontraba preparando una segunda
expedición contra Moscú, fue atacado y asesinado por Ivaq, kan de la Horda de
Nogái, con lo cual la Horda de Oro se disolvió. En 1487 Iván III redujo el Kanato
de Kazán, uno de los sucesores de la Horda, a la condición de vasallo, aunque
en sus últimos años perdió su dominio sobre él. Con las otras fuerzas
musulmanas (el kan de Crimea y los sultanes del Imperio otomano), las
relaciones eran pacíficas e incluso amistosas. El kan de Crimea, Meñli I Giray, le
ayudó contra el Gran Ducado de Lituania y facilitó las relaciones diplomáticas
entre Moscú y Estambul, a donde acudió la primera embajada rusa en 1495.

En cuanto a la política nórdica, Iván III concluyó una alianza ofensiva con Hans
de Dinamarca y mantuvo una correspondencia regular con el
emperador Maximiliano I, que lo llamó “hermano”. Construyó una ciudadela
en Ingria (renombrada Ivángorod), que fue muy útil en la guerra contra Suecia, a
la que había precedido la detención por parte de Iván de los comerciantes de
la Liga Hanseática que negociaban en Nóvgorod.

La muerte de Casimiro IV en 1492, a la que siguió la repartición


de Polonia y Lituania entre sus herederos, facilitó la expansión de los dominios
moscovitas. El trono de Lituania fue ocupado por su hijo Alejandro I, príncipe
débil y apático, tan incapaz de defender sus posesiones contra los ataques
persistentes de los moscovitas que procuró evitarlos mediante un acuerdo
matrimonial, desposando a Elena, hija de Iván. Pero la porfía de Iván en
apropiarse del territorio a cualquier precio obligó a Alejandro en 1499 a tomar
partido contra su suegro. Los lituanos resultaron vencidos en Vedrosha (el 14 de
julio de 1500) y en 1503 Alejandro se avino a firmar la paz a cambio de ceder a
Iván III Chernígov, Starodub, Nóvgorod-Síverski y dieciséis ciudades más.

4.3. Economía, sociedad y religión en los territorios rusos.

Durante todo el siglo XIV el comercio se revitalizó en Rusia por los intercambios
con Occidente, los italianos desde el Mar Negro y la Hansa desde Novgorod. Los
comerciantes rusos quedaron limitados al papel de mayoristas y de
recaudadores para la Horda de Oro.

La formación de los grandes principados favoreció la creación de una aristocracia


de linaje y de servicios, de manera que el término boyardo, deja de estar
vinculado a la posesión de tierras, para pasar a la de noble que se sienta en el
consejo y presta servicio.

La influencia de la Iglesia aumentó durante la dominación de los mongoles, con


una gran proliferación de sedes en la zona occidental de Rusia para frenar el
catolicismo; la iglesia Ortodoxa rusa se presenta como hija de Constantinopla,
aunque cuestione su primacía. De hecho, el fraccionamiento político de Rusia
provocó numerosos choques entre los príncipes rusos, que querían imponer sus
respectivos candidatos, y el Patriarca de Constantinopla.

La necesidad de unión para una cruzada contra los turcos afectó a la iglesia rusa,
el documento de unión del Concilio de Ferrara (1439) jamás fue aceptado por la
Iglesia Rusa.

También las órdenes regulares aumentaron su importancia en este período,


proliferando los monasterios-fortaleza en Moscú.
4.4. Rusia, heredera de Bizancio.

Con Iván III (1462-1505) se hace evidente que Rusia desea heredar la posición
de Bizancio. Casado con la bizantina Zoé Paleólogo, toma el título de zar tras la
caída de Bulgaria, mientras que el Patriarca de Moscú se declara heredero del
de Constantinopla, reclamando para Moscú el título de “Tercera Roma”. Acorde
a su rango, Iván III hace levantar el Kremlin de Moscú, con sus dos catedrales
que reflejan la alianza entre el poder y la Iglesia Ortodoxa.
TEMA 14

EL DOMINIO DEL ISLAM A FINALES DE LA EDAD


MEDIA. LOS REINOS AFRICANOS
1. Los estados islámicos del Magreb occidental y la Península Ibérica.

1.1. Los meriníes.

A diferencia de las anteriores dinastías beréberes, el poder de los meriníes


(benimerines) no surgió como un movimiento reformador de carácter religioso, ni
su proyecto político aspiraba a la regeneración religiosa de los musulmanes. Los
meriníes solamente aspiraban a alcanzar el poder y controlar a las tribus
mediante su participación en empresas guerreras comunes. Sin embargo,
necesitaban de una legitimación religiosa, por lo que intentaron reforzar el
sentimiento religioso de la población y apoyaron firmemente la doctrina Malikí.
También utilizaron la guerra santa en Al-Andalus como propaganda política, y el
control de los estudios islámicos mediante la fundación de grandes madrazas.

Los benimerines fracasaron en al-Andalus al ser derrotados por Alfonso XI en la


batalla del Salado en 1340, por lo que se dedicaron a intentar controlar el
Magreb, atacando el gran sultán Abu l-Hasan a los Zayyaníes y conquistando su
capital, Tremecén. Con los Hafsíes de Ifriqiya entablaron una política de alianzas
matrimoniales, pero una vez muerto el suegro del sultán meriní también
atacaron, conquistando Túnez en 1347. Sin embargo, las revueltas de las tribus
beréberes del Magreb central y una rebelión encabezada por su propio hijo Abu
Inan dieron con él en el exilio tras ser destronado.

A finales del siglo XIV el sultanato meriní estaba en crisis, por su inestabilidad
interior, las derrotas militares y la superioridad comercial de portugueses y
genoveses en el comercio atlántico. La destrucción de Tetuán por los castellanos
(1399) y la ocupación de Ceuta por los portugueses (1415) terminaron
provocando reacciones de la población de carácter religioso que terminaron
derrocando a la dinastía, que fue sustituida por los Wattasíes, una rama de los
meriníes, en 1472.
1.2. Zayyaníes.

Tras el colapso del Imperio almohade, el reino de Tremecén se volvió


independiente. Cayó dos veces ante las fuerzas invasoras de Marruecos, pero
los invasores fueron incapaces de mantener el dominio sobre la región.

En general la política de los Zayyaníes fue la de estar a la defensiva contra los


que enfrentarse a varias rebeliones y atacó a Túnez, lo que provocó a su vez el
ataque de los meriníes contra los Zayyaníes, que temporalmente vieron ocupada
su capital Tremecén, que volvería a ser ocupada en 1352.

La capital del reino, Tremecén, yacía en la principal ruta este-oeste


entre Marruecos e Ifriqiya. También fue un centro en la ruta comercial de norte a
sur entre Orán, en la costa mediterránea, y el África subsahariana. Como centro
comercial próspero, atrajo la atención de sus vecinos más poderosos. En
diferentes momentos, los marroquíes desde el oeste, ifriqiyanos desde el este y
aragoneses desde norte invadieron y ocuparon el reino.

Con el paso del tiempo y la caída de los meriníes, el reino zayyaní fue vasallo de
los Hafsíes de Túnez.

Finalmente el reino cayó bajo poder otomano en 1556.

1.3. Hafsíes

A principios del siglo XIII el califa almohade había nombrado a un gobernador de


Ifriqiya con una amplia autonomía. Una vez desaparecido el poder de los
almohades, se produjo la secesión del territorio. Los ahora soberanos Hafsíes
nombraron para puestos de responsabilidad a gentes de su propia tribu, la
Hintata: fueron gobernadores de Bugía, Trípoli, etc. Túnez también se nutrió de
emigrantes de al-Andalus. Apoyaron a los meriníes en su lucha contra los
almohades, dado que ello redundaría en beneficio de sus aspiraciones
secesionistas. Favorecieron la construcción de mezquitas y madrazas para
granjearse el apoyo de los ulemas. Su debilidad a fines del siglo XIII les llevó a
ceder frente a ciertas tribus, mientras Bugía se convertía en metrópoli comercial
en perjuicio de los tributos que se suponía debía recibir el gobierno de Túnez.

Los meriníes ocuparon por dos veces el reino, en 1347 y en 1356, y los territorios
perdidos no se recuperaron hasta 1370, cuando se sometió también a los
beduinos.

En esta época se establecieron acuerdos comerciales con los italianos.

1.4. Nazaríes

En el siglo XIV el territorio nazarí había quedado reducido a las antiguas coras
de Granada, Málaga, Almería, Ronda y parte de la de Algeciras. En las zonas
montañosas predominaba la organización militar (Alpujarras, serranías de Ronda
y Málaga), dependiendo las fortalezas directamente del sultán y estando
encomendadas a la defensa de las poblaciones cercanas. Los núcleos rurales
gozaban de una cierta autonomía, aunque supeditados a las ciudades.

El sultán, al ser entronizado, recibía el compromiso de fidelidad de sus súbditos,


su nombre era proclamado en la oración de los viernes y podía designar a su
sucesor, que lo era por vía patrilineal, aunque en bastantes ocasiones se
designaba a un hermano. Las intrigas y las cautividades de candidatos al trono
fueron endémicas en el reino de Granada, aparte de la influencia castellana en
la política del reino. Por lo demás, la relación con Castilla fue de treguas más o
menos largas con reanudaciones de la guerra, mientras que con Aragón fue
comercial.

Destaca la actividad de mecenazgo de dos sultanes: Yusuf I (1333-1354), que


edificó la madraza y su sucesor Muhammad V, aunque con él se inició la práctica
de destronamientos habitual hasta el final del reino.

Durante el siglo XV resurgió la figura del chambelán como cabeza de la


administración y del ejército, pero en la jerarquía de funcionarios seguían el gran
visir, nombrado y cesado por el sultán y los visires menores.

La hacienda distinguía el patrimonio privado del sultán y el tesoro público,


aunque en la práctica eran intercambiables. Podían enajenarse bienes del sultán
al tesoro público y viceversa, además del “tesoro de la comunidad musulmana”,
bienes rústicos y urbanos, indiviso e inalienable, y bienes de manos muertas. No
se sabe hasta qué punto podía confundirse con el patrimonio público.

El gobierno de las provincias se encomendaba a tres cargos: gobernador civil,


militar y agente fiscal, cargos que podían recaer en la misma persona y ser
hereditarios. Los gobernadores de grandes ciudades solían ser nazaríes o al
menos de los grandes linajes de Granada. En la zona fronteriza tenía más
autoridad el caíd.

El cadí mayor de la comunidad figuraba en la cúspide de la escala judicial y bajo


él estaban los cadíes locales o provinciales. Pertenecían a familias importantes,
bien económicamente o por sus conocimientos de Derecho.

En cuanto al ejército, en el siglo XV ya casi no había mercenarios bereberes


procedentes del norte de África, a excepción de los zanatas. El grueso era
andalusíes, y el resto de la población podía ser movilizada si era necesario. El
sultán tenía una guardia cristiana (elches).

En cuanto al comercio, estaba muy mediatizado por genoveses, aragoneses


(valencianos, mallorquines y catalanes). También hubo comercio con Castilla.

2. Los grandes reinos del África occidental subsahariana. Malí y las


rutas transaharianas de sal y esclavos.

La dinastía de Malí se desarrolló sobre todo en los siglos XIII y XIV. Desde la
independencia en 1234, se anexionó Ghana. Constituido en 24 provincias, todas
ellas se rigen por un virrey salvo Ghana, que tiene un estatus especial. La justicia
y la seguridad en las rutas comerciales eran la principal preocupación de los
reyes.
El esplendor de Malí fue en el siglo XIV con Moussa, y con su sucesor Solimán.
Tuvieron relaciones amistosas con mamelucos y meriníes, siendo las rutas
comerciales su principal fuente de ingresos, junto con las que se empleaban para
la peregrinación a La Meca. Los comerciantes magrebíes y egipcios tenían sus
propios barrios y mezquitas. Los productos principales eran los esclavos y el oro,
dado que los esclavos escaseaban dado el cese de la lucha en la Península
Ibérica y el agotamiento de las minas centroeuropeas, de tal forma que los
yacimientos de Malí se convirtieron en los más importantes del mundo, aunque
la sal de Tagaza competía en importancia con los otros dos productos.

3. El sultanato mameluco de Egipto bajo los circasianos.

Desde 1250 Egipto había sido gobernado por la dinastía mameluca kipchak de
los Bahri. En 1377 estalló una revuelta en Siria que se extendió a Egipto, y del
gobierno se hicieron cargo los emires circasianos Baraqah y Barquq. Finalmente,
Barquq se proclamó sultán en 1382, poniendo fin a la dinastía de los bahríes.

Se constituyó así una dinastía, en la que los hijos heredaban a los padres, pues
hasta entonces se venía considerando que los hijos de mamelucos nacidos en
Egipto ya no eran mamelucos propiamente dichos. Los circasianos, por el
contrario, practicaron una política endogámica y dieron especial importancia a
estos vínculos a efectos de mantenerse en el poder.

Loe emires mamelucos solían contratar a delegados para el cobro de rentas y


mantenían cortes que imitaban a las del sultán. Fueron grandes constructores
de mezquitas y de madrazas así como de fundaciones piadosas que a la vez
aseguraban el patrimonio de sus hijos. También designaron inspectores de riego
en el Nilo, a fin de garantizar el desarrollo de la agricultura.

Con los mamelucos Siria y Egipto gozaban de una relativa paz, por lo que se
benefició el comercio, más inseguro en las rutas asiáticas. Los mamelucos
fomentaron el comercio hacia el Océano Índico y potenciaron el puerto de
Alejandría, lo cual les daba grandes ingresos por derechos de aduana. Las
ciudades italianas, provenzales y catalanas se beneficiaron de tratados
comerciales muy favorables.

La duración de los reinados de los sultanes mamelucos testimonian la estabilidad


del régimen, sin perjuicio de ocasionales revueltas palaciegas de algunos
emires.

Como es habitual, el gran visir se encargaba de la jefatura de la administración,


siendo luego sustituido por el jefe de los registros que se encargaba también de
la hacienda, además del atabeg o jefe del ejército (que adoptó un nombre
selyuquí para presentarse como heredero de estos frente a los otomanos).

La peste de 1348 afectó gravemente a Egipto, tanto en el campo como en la


ciudad; las incursiones beduinas y la guerra contra Tamerlán fueron también
elementos que afectaron gravemente a Egipto. Estos elementos, junto con la
caída de las exportaciones y el poder de los otomanos fueron minando el
sultanato hasta que fue absorbido por los otomanos a principios del siglo XVI.
4. La islamización de los kanatos mongoles. Las conquistas de
Tamerlán.

4.1. La islamización de la Horda de Oro.

Tode-Mongke fue el primero de los kanes que se convirtió al Islam, pero hasta
Uzbek no se hizo oficial el Islam en la Horda de oro. Desde entonces los
mongoles se identificaron más con sus súbditos turcos que con los rusos,
mientras se siguieron lanzando incursiones contra Hungría y Polonia.

Polacos y rusos siguieron acudiendo a la Horda de Oro para solventar sus


conflictos internos, y aunque el Papa convocó una Cruzada contra ellos en 1325,
tuvo escaso éxito.

Con Toktamish se unificaron las Hordas de Oro y Blanca, que fueron derrotadas
por los rusos en Kulikovo (1380). Finalmente, cayeron bajo el dominio de
Tamerlán.

En 1438 la Horda de Oro fue dividida en dos, el kanato de Kazán y la Gran Horda,
y luego fue subdividida a la vez con la creación de los kanatos de Astracán y de
Crimea (1441). La Horda de Oro fue finalmente destruida en 1502 por el kanato
de Crimea.

4.2. El Ilkanato de Persia.

Tras la conversión de Ghazan fue dándose una unificación entre mongoles y


persas, y una progresiva asimilación de los mongoles en la sociedad persa. Abu
Said negoció una buena paz con los mamelucos en 1322. A su muerte sin hijos
el Ilkanato se vino abajo.

4.3. Tamerlán (1369-1405) y los timúridas.

A mediados del siglo XIV el kanato de Chagatai se dividió en dos: la Transoxiana


y el País de los mongoles. Tamerlán, de ascendencia mongola, musulmán y de
lengua turca, explotó las diferencias entre ambas partes. Entre 1360 y 1370
consolidó su poder como líder, y luego empezó una política expansiva en tres
fases:

1370-1385: control de Asia Central e incorporación del Ilkanato a su imperio.


1385-1395: control de la Horda de Oro, Anatolia y Próximo Oriente. Para ello
tuvo que derrotar a los mamelucos y a los otomanos, éstos últimos en Ankara en
1402.
1398-1399: ataque a la India y saqueo de Delhi.

Tamerlán se presentó como campeón del islam, estableció su capital en


Samarcanda y allí hizo llegar el producto de sus saqueos. Fue destructivo y cruel,
pero su imperio decayó a su muerte en 1405.

Es de interés la embajada de Enrique III de Castilla (Ruy González de Clavijo)


en 1403 a Tamerlán, que sin embargo no tuvo ningún efecto práctico.
TEMA 15
LOS INICIOS DE LA EXPANSIÓN EUROPEA

1. Causas de la expansión europea

1.1. Las motivaciones mentales y materiales de la expansión.

Los siglos XI y XII fueron de grandes avances en el modo de producción: mejora


de los atalajes de los animales, del herraje de los caballos, de los arados, usados
ya con ruedas y reja metálica, paso de la carreta de dos ruedas a la de cuatro,
etc. lo que dio lugar a una mayor producción y mejor aprovechamiento de la
fuerza de los animales.

La mayor difusión de la moneda la aparición de hombres especializados en


técnicas comerciales, contribuyó también al paso de una economía más abierta.

En definitiva, el crecimiento de los siglos XI al XIII fue espectacular, solo


superado por la revolución industrial.

La primera expansión europea empezó en Escandinavia, con la ocupación de


Groenlandia en el siglo X, y llegó hasta la zona conocida como Vinland, zona
situada entre el río San Lorenzo y Massachusetts. Pero el posterior
empeoramiento climático hizo que tales avances se olvidaran. Será en el sur de
Europa donde se retome la expansión, y más concretamente en Castilla y
Portugal.

En cuanto a las causas de esta expansión, hay que destacar en primer lugar el
uso de las mejores técnicas comerciales mediterráneas. En segundo lugar, la
experiencia de las técnicas de navegación atlánticas y la fortaleza de los barcos
allí empleados.

Este afán de expansión ocupó en principio a pocas personas relativamente, pero


poco a poco ocupará cada vez a más.

Entre los motivos más idealistas para la expansión se encontraba en primer lugar
la evangelización, a la que ya hace referencia el propio Cristóbal Colón en su
Diario. La conquista de Ceuta por los portugueses y luego de parte del norte de
África por los castellanos frenarán la expansión musulmana, y establecerán
nuevas cabezas de puente para esta labor.

También hubo, claro, motivaciones político-económicas. La primera de ellas, la


búsqueda de oro. El oro se había agotado en la península en el siglo XV, y el
que se conseguía venía del África subsahariana procedente de Malí a través del
Magreb.

Los portugueses conocían la existencia del comercio entre Malí y los magrebíes
y por ello la conquista de Ceuta y el posterior descenso a lo largo de la costa
africana tenía por objetivo hacerse con el control de este comercio, a fin de
reponer las existencias de un oro que ya se agotaba en la Península.
1.2. Nuevas técnicas de navegación.

1.2.1. Los barcos.

El transporte por tierra apenas evolucionó durante la Edad Media en cuanto a


velocidad y capacidad de carga. Por el contrario, el transporte marítimo fue
perfeccionándose a lo largo del tiempo.

A finales de la Edad media se empleaban dos tipos de barcos principales: en el


Mediterráneo, la galera, rápido, pero no apto para cargas pesadas o
voluminosas. En el Norte de Europa y en el Atlántico, la Coca, menos marinero
que la galera, pero apto para transportar, precisamente, cargas pesadas o
voluminosas.

Mientras la galera estaba destinada a quedar restringida al uso militar, la coca,


tomando elementos del casco de la galera, dio lugar a principios del siglo XV a
la carabela como una especie de híbrido entre la galera y la coca. Nació en la
Península Ibérica, que estaba abierta tanto al Atlántico como al Mediterráneo:
Se trataba de un buque de tres mástiles, con la vela mayor cuadrada, y velas
triangulares en los mástiles más pequeños, con una cofa en el palo mayor.

La carabela resultó ser el navío idóneo para los descubrimientos por su maniobra
fácil y su capacidad para navegar en aguas poco profundas debido a su poco
calado, además de pos su rapidez. Su defecto era la falta de quilla, que le hacía
perder la deriva navegando de bolina.

1.2.2. Cartas y portularios.

Hasta que no se impuso en Europa la Proyección de Mercator, la navegación en


Europa era a la estima, que solo tenía en cuenta los grados mediante el uso del
astrolabio, que daba la posición de un punto sobre la Tierra y posteriormente
sobre el mar, tomando como referencia la observación de la estrella Polar y del
sol.

A partir del siglo XII empezaron a elaborarse mapas del Mediterráneo bastante
precisos como consecuencia de las Cruzadas, siendo la principal fuente de
elaboración de estos mapas los cuadernos de a bordo en los que se anotaban
puertos, rutas a seguir y otros detalles., como por ejemplo el “Compasso da
navigare” pisano del siglo XIII. Estos nuevos mapas se llamaron portularios, ya
que en el perfil de las costas aparecían los nombres de los puertos, accidentes
geográficos y los rumbos a seguir.

Los rumbos estaban en relación con los vientos dominantes, cuatro en total, que
dieron lugar a los 16 vientos de la rosa de los vientos y a los 32 rumbos con los
que se calculaba el avance efectivo mediante triangulación.

Las cartas de navegación o portularios fueron perfeccionándose en el siglo XIV,


incorporando cada vez más datos, hasta convertirse en cartas náutico-
geográficas con ríos, accidentes, datos económicos, políticos, etc.,
contraponiéndose a las cartas puras que son las que solamente reflejan las
costas y los accidentes que se ven desde el mar. De entre las más destacables
pueden citarse las de la escuela mallorquina.
1.2.3. Los instrumentos de navegación.

Las cartas de navegación sirven de poco si no se puede trazar el rumbo a seguir,


especialmente cuando se pierde de vista la costa (navegación de altura), pues
las corrientes y los vientos desvían la nave. Esta tarea la realizaban los
noacheros, que empleaban el compás y las tablas de navegar, llamadas de
“Martelogio”, que servían para indicar la posición en el mar, evitaban hacer
cálculos matemáticos y a una derrota determinada indicaban el rumbo a seguir.
Las primeras conocidas son del siglo XV.

La mayoría de los viajes eran de cabotaje, cuando se perdía de vista la costa


solamente se podía navegar a la estima, con la información que facilitaban
primero la aguja de marear y posteriormente la brújula.

Otro descubrimiento fue la diferencia entre el polo astronómico y el polo


magnético, que obligaba a tener en cuenta el desajuste.

Otros instrumentos fueron el astrolabio y el sextante.

2. Viajes y viajeros medievales.

Al dividirse en dos el Imperio romano, la antigua parte occidental quedó


mediatizada en sus contactos con Oriente, por la interposición de bizantinos y
musulmanes, siendo solamente los venecianos y los genoveses los que
mantuvieron un limitado contacto con oriente a través de sus escalas y factorías
en el Mediterráneo Oriental.

Desde finales del siglo XI el lejano oriente estaba comunicado con occidente a
través de dos rutas terrestres y dos marítimas. La más septentrional de las
terrestres iba de China al Mar Negro, concretamente a Trebisonda. La otra iba
del Turquestán hasta Basora. La más antigua de las marítimas ponía en contacto
la India y el sudeste asiático con el Golfo Pérsico, desde donde, a través de
Arabia, se llegaba a los puertos palestinos y sirios. La otra ruta marítima
conectaba India y el sudeste asiático con el Mar Rojo, en los golfos de Suez y
Aqaba, reduciendo al máximo el transporte terrestre. Las terrestres, obviamente,
eran más lentas y peligrosas. Mediante ellas se dio mayor conocimiento de
Oriente en Europa, dando lugar a un género como el libro de viajes, donde se
detallaban guías para mercaderes, relatos de peregrinos y cruzados, o
memorándums de embajadores y misioneros.

2.1. Viajeros musulmanes.

Los viajeros musulmanes fueron bien vistos en todas las épocas y


circunstancias. El trasiego de comerciantes y peregrinos fue constante, debido a
la obligación de peregrinar a La Meca. De ahí la proliferación de libros de viajes
(Rhila), que tuvieron su origen en el Magreb, siendo el más destacado el de Ibn
Batuta (1304-1369) que recorrió 120.000 Km. en 30 años, comparable por su
difusión en el mundo musulmán con el libro de Marco Polo. También es
destacable el libro del marroquí conocido como “León el africano”, sobre el África
Negra o Sudán.

En cuanto a los viajeros judíos, el más importante fue Benjamín de Tudela (1130-
1175), que recorrió Francia, el Mediterráneo, Italia, Jerusalén, Bagdad y Egipto.
2.2. Viajeros europeos.

El viajero medieval europeo peregrinaba a Roma, Santiago, Jerusalén, y los


viajes se hicieron más frecuentes con las Cruzadas.

Hasta el siglo XIII el viajero modelo fue Alejandro Magno (Alfonso X lo incluyó en
su General Estoria y también se escribió el Libro de Alexandre, de autor anónimo
musulmán.

Con Gengis Kan circularon muchas leyendas, como la del Preste Juan, a quien
se situó en Etiopía, en la India y finalmente en Asia Central (Otón de Freising).
Se especuló incluso con convertir a los mongoles. Tras el Concilio de Letrán de
1245 se enviaron embajadores y misioneros a Asia, pero esta tendencia se cortó
con el ascenso de la Dinastía Ming en 1368. Incluso ya antes de Letrán hubo
misioneros que se adentraron en territorio mongol, como Juan Carpino, que pidió
el cese de los ataques y la conversión de los mongoles, aunque estos pidieron
el sometimiento del Papa.

De otra misión en 1247 salió la “Historia Tartarorum” de Fray Simón de San


Quintín. San Luis también propuso a los mongoles una alianza contra los
musulmanes, pero quedó en nada. De esta salió la crónica de Guillermo de
Rubruk sobre los mongoles. También puede destacarse a Juan de Montecorvino,
enviado a la corte de Kublai Kan.

El viajero más famoso fue, sin embargo, Marco Polo (1254-1324). Su padre y su
tío estuvieron en la Corte de Kublai Kan con fines comerciales, y volvió con ellos,
ganándose el favor del Kan, que le encomendó diversas misiones. Prisionero de
los genoveses, dictó su relato de viajes en la cárcel, que fue escrito en provenzal
y se convirtió en el libro de viajes por excelencia.

En el siglo XIV cabe destacar al franciscano Juan de Marignoli, o a Juan de


Mandeville.

2.3. Viajeros españoles.

Aparte de los musulmanes y judíos, los viajeros españoles del siglo XIV se
centraron en Asia, pudiendo destacarse a Fray Pascual de Vitoria, que hizo un
viaje a Tartaria en 1342.

En el siglo XV son de especial importancia las embajadas de Enrique III a


Tamerlán y Bayaceto. La primera de ellas vio la victoria de Bayaceto en
Nicópolis, y su posterior derrota en Ankara. La segunda, de Ruy González de
Clavijo, partió de Cádiz en 1403 y llegó a Samarcanda. Volvió en 1406 y escribió
el libro de la Embajada a Tamerlán.

Ya en tiempos de Juan II, destaca Pedro Tafur, que viajó por Constantinopla;
Tierra Santa, Chipre y el Sinaí.

3. La salida al Atlántico.

3.1. La apertura del Estrecho de Gibraltar.


Hasta le segunda mitad del siglo XIII las comunicaciones entre ambas partes del
estrecho fueron escasas por dos razones: por los diferentes tipos de barcos que
navegaban en los dos mares y porque estaba controlado por los musulmanes.
La conquista del sur de la Península hizo que los mercaderes de todo el
Mediterráneo se dirigieran a abrir nuevas rutas marítimas con Flandes e
Inglaterra, en perjuicio de los pasos alpinos, más lentos y peligrosos. A fines de
la Edad Media, se calcula que el tráfico hacia estas zonas era cuarenta veces
superior por mar que por tierra.

3.2. Genoveses, mallorquines y catalanes.

La apertura del paso al Atlántico dio lugar a la posibilidad de llegar a la India


bordeando África. Los primeros que lo intentaron con galeras, los hermanos
Vivaldi, desaparecieron. Pero posteriormente Lancelotto Malocello descubrió las
Islas Canarias en 1312, y poco después se descubrieron Madeira y las Islas
Azores, aunque ninguna de ellas fue colonizada en aquellos tiempos.

Tanto catalanes como mallorquines habían desarrollado un notable comercio


con Granada, Túnez y Ceuta durante el siglo XIV; posteriormente empezaron a
adentrarse en el Atlántico (Casablanca, Malí). No obstante, sus bases quedaban
lejos de estas costas y eran viajes muy costosos. Por ello la exploración del
Atlántico recayó en Castilla y en Portugal, y con apoyo de sus monarcas.

4. Las grandes exploraciones portuguesas y castellanas del siglo XV.

Los portugueses y los castellanos tenían experiencia en la navegación por el


Atlántico, dada la situación de la Península Ibérica. Lo mismo ocurría con Francia
e Inglaterra, pero no tenían motivación estratégica, comercial ni política para
embarcarse en las aventuras que sí emprendieron los castellanos y portugueses.

4.1. Las Islas Canarias.

Descubiertas en 1312, su conquista no empezó hasta 1402 con Juan de


Bethencourt en Lanzarote. Luego siguieron Fuerteventura en 1403 y el Hierro en
1406, pero Tenerife no cayó hasta 1496 por la fuerte resistencia de los guanches.

Madeira y las Azores estaban deshabitadas, por lo que su ocupación no fue


problemática.

4.2. Las rutas portuguesas en África. Don Enrique el Navegante.

La dinastía de Avís (1383) favoreció y potenció los intereses comerciales de


Portugal. Los comerciantes portugueses ya tenían relación con los meriníes y
sabían de su debilidad, por lo que aprovecharon para instalarse en la zona. A
ello siguió la conquista de Ceuta en 1415, a fin de controlar el paso del Estrecho,
dado que Castilla se había hecho con Tarifa, Gibraltar y Algeciras, si bien no
podía expandirse por África por estar presente todavía el reino de Granada. Se
firmó un tratado de paz con Castilla en 1411, mientras que el Papa daba a
Portugal los beneficios de Cruzada en 1413.

Desde la toma de Ceuta todas las empresas fueron financiadas por la corona y
organizadas por Enrique el Navegante, tercer hijo de Juan I de Portugal. Se
conquistaron y colonizaron Madeira y las Azores, pero se fracasó en Tánger en
1437, de manera que se optó por establecer presidios en la costa occidental
africana con vistas a doblar el cabo Bojador y más al sur, el Cabo Blanco. En
1444 se llegó al río Senegal. La mercancía buscada eran los esclavos, y Portugal
se convirtió en la primera potencia europea que se dedicó al tráfico de esclavos
negros. Luego se unirían España y otros países.

Ello atrajo a castellanos y franceses, por lo que la Bula Romanus Pontifex de


1455 dio a Portugal el monopolio de los descubrimientos africanos (1455), lo que
hizo que Colón se interesase más por la ruta occidental para llegar a la India.
Entre 1460 y 1475 los portugueses rebasaron ya el Ecuador.

Tras morir Enrique el Navegante, la Corona portuguesa se hizo con el control de


los descubrimientos, lo cual supuso el lanzamiento comercial de Lisboa en
perjuicio del Algarve portugués.

Las conquistas portuguesas fueron reconocidas por Castilla por el Tratado de


Alcaçobas de 1479, por el que se reconocía a Castilla la soberanía de las
Canarias, con prohibición de navegar más allá del Cabo Bojador, y a Portugal,
Madeira, las Azores y todo lo que descubriera por debajo de dicho cabo. Por la
bula Inter caetera de 1493 se trazó una línea a cien leguas de Cabo Verde y las
Azores, determinando que al oeste de la línea sería zona castellana y al este
portuguesa. Por el Tratado de Tordesillas de 1494 esta línea se corrió a 370
leguas al oeste de Cabo Verde, lo que implicaba incluir a Brasil.

En 1487 se emprendió el viaje para doblar el cabo de Buena Esperanza (de las
Tormentas), llegándose al Índico en 1488. En 1497 Vasco de Gama organizó la
expedición a la India, que volvió a Lisboa en 1499.

Fueron también los portugueses los que descubrieron el régimen de los vientos
del este (alisios) y de los contraalisios, lo que aprovechó enormemente a la
navegación (la volta), dando lugar a la ruta para las travesías atlánticas.

4.3. El Nuevo Mundo.

El Descubrimiento de América fue la consecuencia colateral de los


descubrimientos portugueses, del desarrollo técnico y de la comprensión del
régimen de vientos (volta).

Genovés afincado en Portugal, planeó llegar a China por occidente, creyendo


erróneamente que la distancia entre las Canarias y Japón era de 2.400 millas,
cuando en realidad es de 10.600, y al igual que Marco Polo, que la distancia
entre China y Japón era de 1.500 millas. Su proyecto fue rechazado por Juan II
de Portugal, por Inglaterra y por Francia, hasta que lo presentó a los Reyes
Católicos en La Rábida (1486). Inicialmente rechazado, volvió a ofrecerlo a
Francia e Inglaterra, que de nuevo lo rechazaron. No fue hasta 1492 con las
Capitulaciones de Santa Fe que se llegó a un acuerdo con Isabel y Fernando.
Las condiciones de Colón se demostraron exorbitantes, y dieron lugar a 55 años
de pleitos con sus descendientes.

Tras tres meses de preparativos, las carabelas zarparon de Palos el 3 de agosto


de 1492 y avistaron tierra el 12 de octubre, previa escala en Canarias.

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