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NOTAS DE

ELENA G. DE WHITE
PARA LAS LECCIONES DE LA
ESCUELA SABÁTICA
Título del original en inglés: E. G. White Notes for the Sabbath School Lessons.

Notas de Elena G. de White para las lecciones de la Escuela Sabática.


Spanish-language periodical for second quarter, 2020. Volume 19, No. 2.

Copyright © Agencia de Publicaciones México Central, A. C.®

Uxmal 431, Col. Narvarte, 03020, Ciudad de México.


Tel. 55 5687 0941
[email protected]

Impreso en México por: Editorial Montemorelos, S.A. de C.V.


CÓMO INTERPRETAR
LA BIBLIA

Contenido

1. La singularidad de la Biblia (28 de marzo – 3 de abril). . . . . . 5

12
2. El origen y la naturaleza de la Biblia (4 – 10 de abril). . . . .

3. Cómo consideraban la Biblia Jesús y los apóstoles . . . . . . . 19


(11 – 17 de abril)

4. La Biblia: fuente autoritativa de nuestra teología. . . . . . . . 26


(18 – 24 de abril)

5. Solo la Biblia: Sola Scriptura (25 de abril – 1 de mayo) . . . . 34


6. ¿Por qué se necesita interpretación? (2 – 8 de mayo). . . . . . 42

7. Idiomas, texto y contexto (9 – 15 de mayo) . . . . . . . . . . . . . . 49

8. La Creación: el Génesis como pilar, parte 1. . . . . . . . . . . . . 56


(16 – 22 de mayo)

9. La Creación: el Génesis como pilar, parte 2. . . . . . . . . . . . . 63


(23 – 29 de mayo)

10. La Biblia como historia (30 de mayo – 5 de junio) . . . . . . . 70


11. La Biblia y la profecía (6 – 12 de junio). . . . . . . . . . . . . . . . 77

12. Cómo abordar pasajes difíciles (13 – 19 de junio). . . . . . . . 84

13. Cómo vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. . . . . . . . . . 91


(20 – 26 de junio)
Lección 1

La singularidad
de la Biblia
Sábado de tarde, 28 de marzo

La Palabra de Dios debería ser estudiada cabalmente. Toda otra


lectura es inferior a esta. Un estudio cuidadoso de la Biblia no debería
excluir toda otra lectura de naturaleza religiosa; pero si la Palabra de
Dios se estudia con oración, toda lectura que tienda a apartar la mente
de ella será excluida. Si estudiamos la Palabra de Dios con interés, y
oramos para comprenderla, descubriremos nuevas bellezas en cada
línea. Dios revelará preciosas verdades con tanta claridad, que la mente
obtendrá de ella verdadero placer, y gozará de una fiesta permanente a
medida que se van desarrollando sus sublimes verdades —Testimonios
para la iglesia, t. 2, p. 303.

Los males que han ido penetrando gradualmente entre nosotros han
apartado imperceptiblemente a las personas y las iglesias de la reveren-
cia a Dios, y las han privado del poder que él desea darles.
Hermanos míos, dejemos que la Palabra de Dios se destaque tal
cual es. No se atreva la sabiduría humana a disminuir la fuerza de una
sola declaración de las Escrituras. La solemne denuncia que hay en el
Apocalipsis debe ser una advertencia contra una actitud tal. En nombre
de mi Maestro, os ruego: “Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar
en que tú estás, tierra santa es”. Éxodo 3: 5 —Testimonios para la igle-
sia, t. 5, p. 665.

La Biblia entera es una revelación de la gloria de Dios en Cristo.


Aceptada, creída y obedecida, constituye el gran instrumento para la
transformación del carácter. Es el gran estímulo, la fuerza que constri-
ñe, que vivifica las facultades físicas, mentales y espirituales y encauza
debidamente la vida.
La razón por la cual los jóvenes, y aun los de edad madura, se ven
tan fácilmente inducidos a la tentación y al pecado es porque no estu-
dian la Palabra de Dios ni la meditan como debieran. La falta de fuerza
de voluntad firme y resuelta, que se manifiesta en su vida y carácter
resulta del descuido de la sagrada instrucción que da la Palabra de Dios.
No hacen esfuerzos verdaderos por dirigir la mente hacia lo que le ins-
piraría pensamientos puros y santos y la apartaría de lo impuro y falso.
Son muy pocos los que escogen la mejor parte, los que se sientan a los
pies de Jesús, como lo hizo María, para aprender del divino Maestro.

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Pocos son los que atesoran las palabras de Cristo en su corazón, y que
las ponen en práctica en la vida.
Al ser recibidas, las verdades de la Biblia enaltecerán la mente
y el alma. Si se apreciara debidamente la Palabra de Dios, jóvenes y
ancianos poseerían una rectitud interior y una fuerza de principios que
los capacitarían para resistir la tentación…
Dediquen el pensamiento, la aptitud y el ejercicio de un cerebro
perspicaz al estudio de los pensamientos de Dios. Estudien, no la
filosofía de las conjeturas humanas, sino la filosofía de Aquel que es
la verdad. Ninguna otra literatura puede compararse con esta en valor
—El ministerio de curación, pp. 364, 365.

Domingo, 29 de marzo: La palabra viva de Dios

La doctrina de la encarnación de Cristo es un misterio: “El mis-


terio que había estado oculto desde los siglos y edades”.  Colosenses
1: 26. Es el misterio grande y profundo de la piedad. “Aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros”. Cristo tomó sobre sí la natura-
leza humana, una naturaleza inferior a la suya que era celestial. Nada
demuestra como esto la incomprensible condescendencia de Dios. “De
tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Juan trata
este admirable tema con tal sencillez que todos pueden comprender las
ideas que presenta y ser iluminados…
Pero aunque la Palabra de Dios se refiere a la humanidad de Cristo
mientras estuvo en la tierra, también habla decididamente acerca de su
preexistencia. La Palabra (Verbo) existía como un ser divino, como el
mismo eterno Hijo de Dios, en unión con su Padre y siendo uno con él.
Desde la eternidad se constituyó en el Mediador del pacto, la Persona en
quien serían benditas todas las naciones de la tierra, tanto judíos como
gentiles, si tan solo lo aceptaban. “El Verbo era con Dios, y el Verbo
era Dios”. Desde antes que fueran creados los hombres o los ángeles,
el Verbo (Palabra) era con Dios, y era Dios —Exaltad a Jesús, p. 68.

Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los
hombres como a los ángeles. Él era la Palabra de Dios: el pensamiento
de Dios hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: “Yo les
he manifestado tu nombre —misericordioso y piadoso; tardo para la ira,
y grande en benignidad y verdad—, para que el amor con que me has
amado, esté en ellos, y yo en ellos”. Pero no solo para sus hijos nacidos
en la tierra fue dada esta revelación. Nuestro pequeño mundo es un
libro de texto para el universo. El maravilloso y misericordioso propósi-
to de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el cual “desean
mirar los ángeles”, y será su estudio a través de los siglos sin fin. Tanto
los redimidos como los seres que nunca cayeron hallarán en la cruz de
Cristo su ciencia y su canción. Se verá que la gloria que resplandece en
el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario,
se verá que la ley del renunciamiento por amor es la ley de la vida para

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la tierra y el cielo; que el amor que “no busca lo suyo” tiene su fuente en
el corazón de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el carác-
ter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre —El Deseado de
todas las gentes, p. 11.

En esta época, cuando se nos pide que llamemos la atención a los


mandamientos de Dios y la fe de Jesús, vemos la misma enemistad que
se manifestó en los días de Cristo. Acerca del último pueblo de Dios,
está escrito: “El dragón fue airado contra la mujer; y se fue a hacer gue-
rra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan los man-
damientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo”. Apocalipsis
12:17 —El Deseado de todas las gentes, pp. 363, 364.

Lunes, 30 de marzo: ¿Quién escribió la Biblia, y dónde?

La Biblia presenta una norma perfecta de carácter. Este libro sagra-


do, inspirado por Dios y escrito por hombres santos, es un guía perfecto
en todas las circunstancias de la vida. Presenta claramente los deberes
de jóvenes y viejos. Si se hace de ella el guía de la vida, sus enseñanzas
conducirán al ser hacia arriba. Elevarán la mente, mejorarán el carácter
y darán gozo y paz al corazón —Mensajes para los jóvenes, p. 313.

Dios entregó a hombres finitos la preparación de su Palabra divi-


namente inspirada. Esta Palabra, distribuida en dos libros, el Antiguo y
el Nuevo Testamentos, es el libro guía para los habitantes de un mundo
caído, libro legado a ellos para que, mediante su estudio y la obediencia
a sus instrucciones, ningún alma pierda su camino al cielo.
Los que piensan que pueden simplificar las pretendidas dificul-
tades de las sencillas Escrituras, calibrando con su regla finita lo que
es inspirado y lo que no es inspirado, mejor sería que se cubrieran el
rostro, como Elías cuando le habló la tenue vocecilla, pues están en la
presencia de Dios y de los santos ángeles, que durante siglos han comu-
nicado a los hombres luz y conocimiento, diciéndoles qué hacer y qué
no hacer, desplegando delante de ellos escenas de emocionante interés,
hito tras hito, en símbolos, representaciones e ilustraciones —Mensajes
selectos, t. 1, pp. 18, 19.

Lucas, el autor del libro de los Hechos, y Teófilo, a quien está diri-
gido, habían disfrutado de un grato compañerismo. Teófilo había reci-
bido muchas instrucciones y gran discernimiento espiritual de Lucas.
Este había sido el maestro de Teófilo, y aún sentía la responsabilidad de
dirigirlo e instruirlo, de sostenerlo y protegerlo en su obra.
La costumbre de ese tiempo era que el autor enviara su manuscri-
to a alguien para que lo examinara y criticara. Lucas eligió a Teófilo,
como a un hombre en quien tenía confianza, para que hiciera esa impor-
tante obra. Primero dirige la atención de Teófilo al registro de la vida
de Cristo tal como se presenta en el Evangelio de Lucas, que el mismo

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autor también había dirigido a Teófilo [se cita Hechos 1: 1-5]… Las
enseñanzas de Cristo debían ser preservadas en manuscritos y libros
—Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista
del séptimo día, t. 6, p. 1051.

Si nuestra buena Biblia hubiese sido escrita por personas no ins-


piradas, habría presentado un aspecto muy diferente, y su estudio sería
desalentador para los mortales que yerran, que contienden con flaque-
zas naturales y las tentaciones de un enemigo astuto. Pero tal cual es,
tenemos un relato correcto de la experiencia religiosa que tuvieron los
personajes notables de la historia bíblica. Los hombres a quienes Dios
había favorecido, y a quienes había confiado grandes responsabilida-
des, fueron a veces vencidos por la tentación y cometieron pecados,
así como nosotros actualmente luchamos, vacilamos y con frecuencia
caemos en el error. Pero es alentador para nuestro corazón abatido
saber que por la gracia de Dios ellos pudieron obtener nuevo vigor para
levantarse por encima de su naturaleza mala; y al recordar esto, estamos
listos para reanudar la lucha nosotros mismos —Testimonios para la
iglesia, t. 4, p. 14.

Martes, 31 de marzo: La Biblia como profecía

El tiempo de la venida de Cristo, su ungimiento por el Espíritu


Santo, su muerte y la proclamación del evangelio a los gentiles, habían
sido indicados en forma definida. Era privilegio del pueblo judío com-
prender estas profecías, y reconocer su cumplimiento en la misión de
Jesús. Cristo instó a sus discípulos a reconocer la importancia del estu-
dio de la profecía. Refiriéndose a la que fue dada a Daniel con respec-
to a su tiempo, dijo: “El que lee, entienda”. Mateo 24: 15. Después de su
resurrección, explicó a los discípulos en “todos los profetas” “lo que de
él decían”. Lucas 24: 27. El Salvador había hablado por medio de todos
los profetas. “El espíritu de Cristo que estaba en ellos” “prenunciaba las
aflicciones que habían de venir a Cristo, y las glorias después de ellas”.
1 Pedro 1: 11 —El Deseado de todas las gentes, p. 201.

Pablo mostró cuán estrechamente había ligado Dios el servicio de


los sacrificios con las profecías relativas a Aquel que iba a ser llevado
como cordero al matadero. El Mesías iba a dar su vida como “expiación
por el pecado”. Mirando hacia adelante a través de los siglos las escenas
de la expiación del Salvador, el profeta Isaías había testificado que el
Cordero de Dios “derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con
los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los
transgresores”. Isaías 53: 7, 10, 12.
El Salvador profetizado había de venir, no como un rey temporal,
para librar a la nación judía de opresores terrenales, sino como hombre
entre los hombres, para vivir una vida de pobreza y humildad, y para
ser al fin despreciado, rechazado y muerto. El Salvador predicho en las

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Escrituras del Antiguo Testamento había de ofrecerse a sí mismo como
sacrificio en favor de la especie caída, cumpliendo así todos los requeri-
mientos de la ley quebrantada. En él los sacrificios típicos iban a encon-
trar la realidad prefigurada, y su muerte de cruz iba a darle significado
a toda la economía judía —Los hechos de los apóstoles, pp. 184, 185.

En la historia de las naciones el que estudia la Palabra de Dios


puede contemplar el cumplimiento literal de la profecía divina.
Babilonia, al fin quebrantada, desapareció porque, en tiempos de pros-
peridad, sus gobernantes se habían considerado independientes de Dios
y habían atribuido la gloria de su reino a las hazañas humanas. El rei-
no medo-persa fue objeto de la ira del Cielo porque en él se pisoteaba
la ley de Dios. El temor de Jehová no tenía cabida en los corazones
de la vasta mayoría del pueblo. Prevalecían la impiedad, la blasfemia y
la corrupción. Los reinos que siguieron fueron aun más viles y corrup-
tos; y se fueron hundiendo cada vez más en su falta de valor moral…
Esto se presenta claramente tan solo en la Palabra de Dios. En ella
se revela que la fuerza tanto de las naciones como de los individuos
no se halla en las oportunidades o los recursos que parecen hacerlos
invencibles; no se halla en su jactanciosa grandeza. Se mide por la
fidelidad con que cumplen el propósito de Dios —Profetas y reyes, pp.
367, 368.

Miércoles, 1o de abril: La Biblia como historia

Muchos, muchísimos, ponen en duda la veracidad y verdad de las


Escrituras. El razonamiento humano y las imaginaciones del corazón
humano están socavando la inspiración de la Palabra de Dios, y lo que
debiera darse por sentado está rodeado con una nube de misticismo.
Nada es claro, nítido e inamovible. Esta es una de las señales distintivas
de los últimos días.
Este Libro Santo ha resistido los ataques de Satanás, quien se ha
unido con los impíos para envolver todo lo que es de carácter divino
con nubes y oscuridad. Pero el Señor ha preservado este Libro Santo en
su forma actual mediante su propio poder milagroso, como un mapa o
derrotero para la familia humana a fin de señalarnos el camino al cielo
—Mensajes selectos, t. 1, p. 17.

Los hombres debieran dejar que Dios cuide de su propio Libro, de


sus oráculos vivientes, como lo ha hecho durante siglos. Comienzan
a poner en duda algunas partes de la revelación, y buscan defectos
en las aparentes inconsecuencias de esta declaración y aquella otra.
Comenzando con el Génesis, rechazan lo que les parece cuestionable,
y su mente prosigue, pues Satanás los inducirá hasta cualquier extremo
a que puedan llegar en su crítica, y ven algo de que dudar en toda la
Escritura. Su facultad de criticar se aguza con el ejercicio y no pue-
den descansar en nada con seguridad. Usted trata de razonar con esos

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hombres, pero pierde el tiempo. Ejercitan su facultad de ridiculizar aun
en la Biblia. Llegan al punto de convertirse en burladores, y quedarían
asombrados si usted les expusiera esto desde ese punto de vista.
Hermanos, aferraos a vuestra Biblia, a lo que dice, y terminad con
vuestra crítica en cuanto a su validez, y obedeced la Palabra, y ningu-
no de vosotros se perderá. El ingenio de los hombres se ha ejercitado
durante siglos para medir la Palabra de Dios por su mente finita y
comprensión limitada. Si el Señor, el Autor de los oráculos vivientes,
descorriera la cortina y revelara su sabiduría y su gloria delante de
ellos, quedarían reducidos a la nada y exclamarían como Isaías: “Siendo
hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene
labios inmundos, han visto mis ojos al Rey”. Isaías 6: 5 —Mensajes
selectos, t 1, p. 20.

Las murmuraciones del antiguo Israel y su descontento rebelde,


como también los grandes milagros realizados en su favor, y el castigo
de su idolatría e ingratitud, fueron registrados para nuestro beneficio.
El ejemplo del antiguo Israel es dado como advertencia para el pueblo
de Dios, a fin de que evite la incredulidad y escape a su ira. Si las ini-
quidades de los hebreos hubiesen sido omitidas del relato sagrado, y
se hubiesen relatado solamente sus virtudes, su historia no nos habría
enseñado la lección que nos enseña —Testimonios para la iglesia, t. 4,
pp. 14, 15.

Jueves, 2 de abril: El poder transformador de la Palabra

Josías se conmovió hondamente al oír por primera vez leer las


exhortaciones y amonestaciones registradas en ese antiguo manuscrito.
Nunca antes había comprendido tan claramente la sencillez con que
Dios había presentado a Israel “la vida y la muerte, la bendición y la
maldición” (Deuteronomio 30: 19); y cuán a menudo se le había instado
a escoger el camino de la vida a fin de llegar a ser una alabanza en la
tierra, una bendición para todas las naciones. Por medio de Moisés se
había exhortado así a Israel: “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni
tengáis miedo de ellos: que Jehová tu Dios es el que va contigo: no te
dejará, ni te desamparará”. Deuteronomio 31: 6…
Estos pasajes y otros similares revelaron a Josías el amor de Dios
hacia su pueblo, y su aborrecimiento por el pecado. Al leer el rey las
profecías de los juicios que habrían de caer prestamente sobre los que
persistiesen en la rebelión, tembló acerca del futuro. La perversidad de
Judá había sido grande —Profetas y reyes, pp. 289, 292.

El rey Josías… rasgó sus vestiduras, y requirió de los hombres


en el sagrado oficio que preguntaran por él y por su pueblo; porque se
habían apartado de los estatutos del Señor. Reunió a todos los hombres
de Israel, e hizo leer las palabras del libro a oídos de la congregación.
Se señaló el pecado de los gobernantes y del pueblo, y el rey se levantó

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ante ellos y confesó su transgresión. Manifestó su arrepentimiento e
hizo un pacto para guardar los estatutos del Señor con todo su corazón.
Josías no descansó hasta que el pueblo hizo todo lo que podía para
retornar de su apostasía y servir al Dios viviente —Reflejemos a Jesús,
p. 49.

Las verdades de la Palabra de Dios son la expresión del Altísimo.


El que convierte esas verdades en parte de su vida llega a ser en todo
sentido una nueva criatura. No recibe nuevas facultades mentales; en
cambio, desaparecen las tinieblas que debido a la ignorancia y el peca-
do entenebrecían su entendimiento. “Te daré un corazón nuevo” quiere
decir: “Te daré una mente nueva”. Al cambio de corazón lo acompaña
siempre una clara convicción del deber cristiano, y la comprensión
de la verdad. El que con oración da atención estricta a las Escrituras
tendrá conceptos claros y juicios sanos, como si al volverse hacia Dios
hubiera alcanzado un plano superior de inteligencia —Mente, carácter
y personalidad, t. 2, p. 464.

El conocimiento de Dios es tan elevado como el cielo, y tan ancho


como la tierra… Solamente los que leen las Escrituras como si fuera
la voz de Dios hablándoles, son verdaderos discípulos. Tiemblan an-
te la Palabra de Dios, que para ellos es una realidad viviente. Estudian,
buscan un tesoro escondido. Abren el entendimiento y el corazón
para recibir, y oran suplicando gracia celestial, a fin de poder obtener
una preparación para la vida futura e inmortal. Cuando se pone en
sus manos la antorcha celestial, el hombre ve su propia fragilidad, su
debilidad, su desesperanza, y busca justicia para sí mismo. Ve que en
sí mismo no hay nada que lo recomiende a Dios. Ora en súplica por el
Espíritu Santo, el representante de Cristo, para que sea su guía cons-
tante, que lo dirija a toda verdad. Todo el conocimiento obtenido en
esta vida de prueba, el cual nos ayudará a formar caracteres que nos
capacitarán para ser compañeros con los santos en luz, es una verdadera
educación. Nos proporcionará bendiciones a nosotros y a otros en esta
vida, y nos asegurará la vida futura e inmortal, con sus riquezas impe-
recederas —Sons and Daughters of God, p. 125; parcialmente en Hijos
e hijas de Dios, p. 127.

Viernes, 3 de abril: Para estudiar y meditar

Consejos para los maestros, “Estudiad la Biblia por vosotros mis-


mos”, pp. 444, 445;
El conflicto de los siglos, “Nuestra única salvaguardia”, pp.
579-587.

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Lección 2

El origen
y la naturaleza
de la Biblia
Sábado de tarde, 4 de abril

Los fariseos de los días de Cristo cerraron los ojos para no ver y
los oídos para no oír, y en esa forma, la verdad no les pudo llegar al
corazón. Habían de sufrir el castigo por su ignorancia voluntaria y la
ceguera que se imponían a sí mismos. Pero Cristo enseñó a sus discípu-
los que ellos habían de abrir su mente a la instrucción y habían de estar
listos para creer. Pronunció una bendición sobre ellos porque vieron y
oyeron con ojos y oídos creyentes…
Solo es un verdadero estudiante el que recibe las Escrituras como
la voz de Dios que le habla. Tiembla ante la Palabra; porque para él es
una viviente realidad. Abre su entendimiento y corazón para recibirla.
Oyentes tales eran Cornelio y sus amigos, que dijeron al apóstol Pedro:
“Ahora pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para
oír todo lo que Dios te ha mandado”. Hechos 10: 33.
El conocimiento de la verdad depende no tanto de la fuerza inte-
lectual como de la pureza de propósito, la sencillez de una fe ferviente
y confiada. Los ángeles de Dios se acercan a los que con humildad de
corazón buscan la dirección divina. Se les da el Espíritu Santo para
abrirles los ricos tesoros de la verdad —Palabras de vida del gran
Maestro, p. 39.

La Biblia es la voz de Dios hablándonos tan ciertamente como si


pudiéramos oírlo con nuestros oídos. La palabra del Dios viviente no
está solo escrita, sino que es hablada. ¿Recibimos la Biblia como el
oráculo de Dios? Si nos damos cuenta de la importancia de esta Palabra,
¡con qué respeto la abriríamos, y con qué fervor escudriñaríamos sus
preceptos! La lectura y la contemplación de las Escrituras serían consi-
deradas como una audiencia con el Altísimo.
La Palabra de Dios es un mensaje que debemos obedecer, un volu-
men para consultar a menudo y con cuidado, y con un espíritu deseoso
de asimilar las verdades escritas para la admonición de aquellos a quie-
nes han alcanzado los fines de los siglos. No debe ser descuidado en
favor de cualquier otro libro —En los lugares celestiales, p. 136.

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Dediquemos más tiempo al estudio de la Biblia. No entendemos
la Palabra como deberíamos. El libro del Apocalipsis se inicia con una
orden a entender la instrucción que contiene. “Bienaventurado el que
lee, y los que oyen las palabras de esta profecía—declara Dios—, y
guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Cuando
como pueblo comprendamos lo que significa este libro para nosotros,
se verá entre nosotros un gran reavivamiento. No entendemos plena-
mente las lecciones que enseña, a pesar del mandato que nos fue dado
de escudriñarlo y estudiarlo —Testimonios para los ministros, p. 113.

Domingo, 5 de abril: La revelación divina de la Biblia

Estamos sumamente agradecidos de poseer la segura palabra pro-


fética, así que ninguno de nosotros necesita ser engañado. Sabemos que
actualmente existen herejías y fábulas en nuestro mundo, y deseamos
conocer cuál es la verdad. Para lograr ese conocimiento nos conviene
investigar cuidadosamente por nosotros mismos. Pero no se lo puede
lograr con una simple lectura de la Biblia, sino que se necesita compa-
rar un texto con otro. Debemos escudriñar las Escrituras por nosotros
mismos, para que no nos descarriemos; y aunque muchos pierdan el
camino debido a la diversidad de doctrinas que hay en nuestro mundo,
hay una sola verdad. Muchos se podrán acercar a ustedes para decirles
que tienen la verdad, pero ustedes tienen el privilegio de escudriñar las
Escrituras por su propia cuenta. “¡A la ley y al testimonio! si no dijeren
conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Necesitamos tener un
conocimiento personal de las Escrituras, para que podamos comprender
la verdadera razón de la esperanza que hay en nosotros —Exaltad a
Jesús, p. 108.

Las Escrituras fueron dadas a los hombres, no en una cadena con-


tinua de declaraciones ininterrumpidas, sino parte tras parte a través
de generaciones sucesivas, a medida que Dios en su providencia veía
una oportunidad adecuada para impresionar a los hombres en varios
tiempos y en diversos lugares. Los hombres escribieron a medida que
fueron movidos por el Espíritu Santo. Hay primero el brote, después el
capullo y después el fruto; “primero hierba, luego espiga, después grano
lleno en la espiga”. Esto es exactamente lo que son las declaraciones de
la Biblia para nosotros…
Aquellos cuyo corazón está en armonía con la verdad y el deber,
escudriñarán las Escrituras con un corazón preparado para recibir
impresiones divinas. El alma iluminada ve una unidad espiritual, una
gran hebra de oro que corre por todo el conjunto, pero se requieren
paciencia, meditación y oración para rastrear la preciosa hebra áurea
—Mensajes selectos, t. 1, pp. 22, 23.

La Palabra de Dios es un gran Libro educador. Pero mientras


muchos pretenden respetarla, ponen otros libros por encima de ella. Se

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exalta la razón humana por sobre la divina. ¿Puedo hablar claramente
y dar un testimonio definido? Si la Palabra de Dios hubiera sido consi-
derada como siempre lo debió ser, como la voz de Dios que habla a los
hombres, la fuente de toda sabiduría, de toda verdad, de la más elevada
educación, los niños, jóvenes y padres habrían hecho de ella no sola-
mente motivo de su estudio, sino su maestra y su guía…
La Biblia es el libro de texto, y debería ser estudiada diligentemen-
te, no como se lee cualquier libro. Debe ser para nosotros el libro que
satisface las necesidades del alma. Este libro hará sabio para la salva-
ción al hombre que lo estudie y lo obedezca. Así como el alimento no
puede nutrir el cuerpo a menos que se lo coma y se lo digiera, tampoco
puede la Palabra del Dios vivo satisfacer el alma a menos que se la
reciba como Maestra de un sistema de educación superior, que está por
encima de todo artificio humano; a menos que sus principios sean obe-
decidos porque son la sabiduría de Dios —Cada día con Dios, p. 125.

Lunes, 6 de abril: El proceso de la inspiración

La Biblia está escrita por hombres inspirados, pero no es la forma


del pensamiento y de la expresión de Dios. Es la forma de la huma-
nidad. Dios no está representado como escritor. Con frecuencia los
hombres dicen que cierta expresión no parece de Dios. Pero Dios no
se ha puesto a sí mismo a prueba en la Biblia por medio de palabras,
de lógica, de retórica. Los escritores de la Biblia eran los escribientes
de Dios, no su pluma. Considerad a los diferentes escritores.
No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres
son los que fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras
del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está
imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo. Pero
las palabras reciben la impresión de la mente individual. La mente divi-
na es difundida. La mente y voluntad divinas se combinan con la mente
y voluntad humanas. De ese modo, las declaraciones del hombre son la
palabra de Dios —Mensajes selectos, t. 1, p. 24.

Tomo la Biblia tal como es, como la Palabra Inspirada. Creo en sus
declaraciones: en una Biblia completa. Se levantan hombres que pien-
san que encuentran algo para criticar en la Palabra de Dios. Lo exhiben
delante de otros como una evidencia de sabiduría superior. Muchos de
esos hombres son inteligentes y eruditos; tienen elocuencia y talento, y
toda la obra de la vida [de ellos] es intranquilizar las mentes en cuanto
a la inspiración de las Escrituras. Influyen en muchos para que tengan
la misma opinión de ellos. Y la misma obra se propaga de uno a otro,
tal como Satanás quiere que sea, hasta que podamos ver el pleno sig-
nificado de las palabras de Cristo: “Cuando venga el Hijo del hombre,
¿hallará fe en la tierra?” Lucas 18: 8.
Hermanos, no se ocupe ninguna mente ni mano en criticar la
Biblia. Esa es una obra que Satanás se deleita en que alguien la haga,

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pero no es una obra que el Señor nos ha indicado hacer —Mensajes
selectos, t. 1, pp. 19, 20.

Se me ha mostrado que las dudas expresadas con respecto a la vera-


cidad de… la inspiración de la palabra de Dios no han sido provocadas,
como muchos piensan que lo son. Estas dificultades no yacen tanto en
la Biblia o en la evidencia de nuestra fe, como en los propios corazones
de los que dudan. Los requerimientos de la palabra de Dios son dema-
siado sofocantes para su naturaleza no santificada… Si las propensio-
nes del corazón natural no se restringen y someten por la influencia
santificadora de la gracia de Dios recibida por el conducto de la fe, los
pensamientos del corazón no son puros ni santos. Las condiciones de
la salvación presentadas por la palabra de Dios son razonables, claras
y positivas y significan nada menos que perfecta conformidad con la
voluntad de Dios y pureza de corazón y de vida…
En casi todos los casos en que alguien pone en duda la inspiración
de la palabra de Dios, lo hace a causa de su vida que no está santifi-
cada, y que esa palabra condena… Las perplejidades y las dudas que
confunden el corazón depravado desaparecerán para el que práctica los
puros principios de la verdad —Testimonios para la iglesia, t. 1, p. 388.

Martes, 7 de abril: La palabra escrita de Dios

Dios no confió sus preceptos a la memoria de un pueblo inclinado


a olvidar sus requerimientos, sino que los escribió sobre tablas de pie-
dra. Quiso alejar de Israel toda posibilidad de mezclar las tradiciones
paganas con sus santos preceptos, o de confundir sus mandamientos con
costumbres o reglamentos humanos. Pero hizo más que solo darles los
preceptos del Decálogo. El pueblo se había mostrado tan susceptible a
descarriarse, que no quiso dejarles ninguna puerta abierta a la tentación.
A Moisés se le dijo que escribiera, como Dios se lo había mandado,
derechos y leyes que contenían instrucciones minuciosas respecto a
lo que el Señor requería. Estas instrucciones relativas a los deberes
del pueblo para con Dios, a los deberes de unos para con otros, y para
con los extranjeros, no eran otra cosa que los principios de los Diez
Mandamientos ampliados y dados de una manera específica, en forma
tal que ninguno pudiera errar. Tenían por objeto resguardar la santidad
de los Diez Mandamientos grabados en las tablas de piedra.
Si el hombre hubiera guardado la ley de Dios, tal como le fue
dada a Adán después de su caída, preservada por Noé y observada por
Abraham, no habría habido necesidad del rito de la circuncisión. Y si
los descendientes de Abraham hubieran guardado el pacto del cual la
circuncisión era una señal, jamás habrían sido inducidos a la idolatría,
ni habría sido necesario que sufrieran una vida de esclavitud en Egipto;
habrían conservado el conocimiento de la ley de Dios, y no habría
sido necesario proclamarla desde el Sinaí, o grabarla sobre tablas de
piedra. Y si el pueblo hubiera practicado los principios de los Diez

15
Mandamientos, no habría habido necesidad de las instrucciones adicio-
nales que se le dieron a Moisés —Historia de los patriarcas y profetas,
pp. 379, 380.

Fue Cristo quien ordenó al apóstol que escribiera lo que le iba a


ser revelado. “Escribe en un libro lo que ves —le mandó— …Escribe
las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de
estas: el misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y
los siete candeleros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de las
siete iglesias; y los siete candeleros que has visto, son las siete igle-
sias”. Apocalipsis 1: 11, 17-20…
Se habla de Cristo como caminando en medio de los candeleros
de oro. Así se simboliza su relación con las iglesias. Está en constante
comunicación con su pueblo. Conoce su real condición. Observa su
orden, su piedad, su devoción. Aunque es el sumo sacerdote y media-
dor en el Santuario celestial, se le representa como caminando de aquí
para allá en medio de sus iglesias en la tierra. Con incansable desvelo
y constante vigilancia, observa para ver si la luz de alguno de sus cen-
tinelas arde débilmente o si se apaga. Si el candelero fuera dejado al
mero cuidado humano, la vacilante llama languidecería y moriría; pero
él es el verdadero centinela en la casa del Señor, el fiel guardián de los
atrios del templo. Su cuidado constante y su gracia sostenedora son la
fuente de la vida y la luz —Los hechos de los apóstoles, pp. 467, 468.

Miércoles, 8 de abril: El paralelismo entre Cristo y la Escritura

El Hijo de Dios se humilló para levantar al caído. Por ello dejó los
mundos celestiales que no han conocido el pecado, los noventa y nueve
que le amaban, y vino a esta tierra para ser “herido por nuestras rebe-
liones”, y “molido por nuestros pecados”. Isaías 53: 5. Fue hecho, en
todas las cosas, semejante a sus hermanos. Se revistió de carne humana
igualándose a nosotros.
Él sabía lo que significaba tener hambre, sed y cansancio. Fue
sustentado por el alimento y refrigerado por el sueño. Fue un extranje-
ro y advenedizo sobre la tierra —en el mundo, pero no del mundo—.
Tentado y probado como lo son los hombres de la actualidad, vivió,
sin embargo, una vida libre del pecado. Lleno de ternura, compasión,
simpatía, siempre considerado con los demás, representó el carácter de
Dios. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno
de gracia y de verdad”. Juan 1: 14 —Los hechos de los apóstoles, pp.
376, 377.

La naturaleza humana del Hijo de María, ¿fue cambiada en la natu-


raleza divina del Hijo de Dios? No. Las dos naturalezas se mezclaron
misteriosamente en una sola persona: el hombre Cristo Jesús. En él
moraba toda la plenitud de la Deidad corporalmente. Cuando Cristo
fue crucificado, su naturaleza humana fue la que murió. La Deidad no

16
disminuyó ni murió; esto habría sido imposible. Cristo, el inmaculado,
salvará a cada hijo e hija de Adán que acepte la salvación que se le
ofrece, que consienta en convertirse en hijo o hija de Dios. El Salvador
ha comprado a la raza caída con su propia sangre.
Este es un gran misterio, un misterio que no será comprendido
plena y completamente, en toda su grandeza, hasta que los redimidos
sean trasladados. Entonces se comprenderán el poder, la grandeza y la
eficacia de la dádiva de Dios para el hombre —Exaltad a Jesús, p. 70.

Mirando constantemente a Jesús con el ojo de la fe, seremos forta-


lecidos. Dios hará las revelaciones más preciosas a sus hijos hambrien-
tos y sedientos. Hallarán que Cristo es un Salvador personal. A medida
que se alimenten de su Palabra, hallarán que es espíritu y vida. La
Palabra destruye la naturaleza terrenal y natural e imparte nueva vida
en Cristo Jesús. El Espíritu Santo viene al alma como Consolador. Por
el factor transformador de su gracia, la imagen de Dios se reproduce
en el discípulo; viene a ser una nueva criatura. El amor reemplaza al
odio y el corazón recibe la semejanza divina. Esto es lo que quiere decir
vivir de “toda palabra que sale de la boca de Dios”. Esto es comer el
Pan que descendió del cielo —El Deseado de todas las gentes, p. 355.

Jueves, 9 de abril: Cómo interpreter la Biblia con fe

Al permitir todo género de descubrimientos en las ciencias y en


las artes, Dios ha derramado sobre el mundo raudales de luz; pero aun
los espíritus más poderosos, si no son guiados en sus investigaciones
por la Palabra de Dios, se extravían en sus esfuerzos por encontrar las
relaciones existentes entre la ciencia y la revelación.
Los conocimientos humanos, tanto en lo que se refiere a las cosas
materiales como a las espirituales, son limitados e imperfectos; de aquí
que muchos sean incapaces de hacer armonizar sus nociones científi-
cas con las declaraciones de las Sagradas Escrituras. Son muchos los
que dan por hechos científicos lo que no pasa de ser meras teorías y
elucubraciones, y piensan que la Palabra de Dios debe ser probada por
las enseñanzas de “la falsamente llamada ciencia”. 1 Timoteo 6: 20. El
Creador y sus obras les resultan incomprensibles; y como no pueden
explicarlos por las leyes naturales, consideran la historia bíblica como
si no mereciese fe. Los que dudan de la verdad de las narraciones del
Antiguo Testamento y del Nuevo, dan a menudo un paso más y dudan de
la existencia de Dios y atribuye poder infinito a la naturaleza. Habiendo
perdido su ancla son arrastrados hacia las rocas de la incredulidad.
Es así como muchos se alejan de la fe y son seducidos por el diablo.
Los hombres procuraron hacerse más sabios que su Creador; la filosofía
intentó sondear y explicar misterios que no serán jamás revelados en el
curso infinito de las edades. Si los hombres se limitasen a escudriñar y
comprender tan solo lo que Dios les ha revelado respecto de sí mismo
y de sus propósitos, llegarían a tal concepto de la gloria, majestad y

17
poder de Jehová, que se darían cuenta de su propia pequeñez y se con-
tentarían con lo que fue revelado para ellos y sus hijos —El conflicto
de los siglos, p. 513.

La fe no es sentimiento. “Es pues la fe la sustancia de las cosas


que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”. Hebreos
11: 1. La verdadera fe no va en ningún sentido aliada a la presunción.
Únicamente aquel que tiene verdadera fe está seguro contra la presun-
ción, porque la presunción es la falsificación de la fe por Satanás.
La fe se aferra a las promesas de Dios, y produce fruto en obedien-
cia. La presunción se atiene también a las promesas, pero las emplea
como las empleó Satanás, para disculpar la transgresión. La fe habría
inducido a nuestros primeros padres a confiar en el amor de Dios y
obedecer sus mandamientos. La presunción los indujo a violar su ley,
creyendo que su gran amor los salvaría de las consecuencias de su peca-
do. No es fe la que pretende el favor del cielo sin cumplir con las con-
diciones en que se ha de otorgar la misericordia. La verdadera fe tiene
su cimiento en las promesas y provisiones de las Escrituras —Obreros
evangélicos, p. 274.

He observado frecuentemente que los hijos del Señor… no ejer-


citan la fe que es su privilegio y deber ejercitar, y a menudo aguardan
aquel sentimiento íntimo que solo la fe puede dar. El sentimiento de
por sí no es fe. Son dos cosas distintas. A nosotros nos toca ejercitar la
fe; pero el sentimiento gozoso y sus beneficios han de sernos dados por
Dios. La gracia de Dios llega al alma por el canal de la fe viva, que está
en nuestro poder ejercitar.
La fe verdadera demanda la bendición prometida y se aferra a
ella antes de saberla realizada y de sentirla. Debemos elevar nuestras
peticiones al Lugar Santísimo con una fe que dé por recibidos los pro-
metidos beneficios y los considere ya suyos. Hemos de creer, pues, que
recibiremos la bendición, porque nuestra fe ya se apropió de ella, y,
según la Palabra, es nuestra… La fe verdadera se apoya en las promesas
contenidas en la Palabra de Dios, y únicamente quienes obedezcan a
esta Palabra pueden pretender que se cumplan sus gloriosas promesas
—Primeros escritos, pp. 72, 73.

Viernes, 10 de abril: Para estudiar y meditar

Mi vida hoy, “La prosperidad y la fe”, p. 43;


Mi vida hoy, “La verdad santifica”, p. 269.

18
Lección 3

Cómo consideraban
la Bilia Jesús
y los apóstoles
Sábado de tarde, 11 de abril

[El hombre limitado] debe tomar la Palabra de Dios al pie de la


letra, luego apreciarla tal como es, incorporarla en la vida y entretejerla
en el carácter. En la Palabra de Dios está plenamente revelado todo lo
que concierne a la salvación de los hombres, y si tomamos esta Palabra
y la comprendemos en la mejor forma en que nos es posible, Dios nos
ayudará en su comprensión.
Las mentes humanas sin la ayuda especial del Espíritu de Dios
considerarán que muchas cosas de la Biblia son muy difíciles de com-
prender, porque les falta esclarecimiento divino. Los hombres no deben
ocuparse de la Palabra de Dios ensalzando su propia manera de obrar, o
su propia voluntad, o sus propias ideas, sino deben ocuparse de ella con
un espíritu dócil, humilde y santo.
Nunca tratéis de escudriñar las Escrituras a menos que estéis listos
a escuchar, a menos que queráis escuchar la Palabra de Dios como si
la voz divina os estuviera hablando directamente desde los oráculos
vivientes. Nunca permitáis que un hombre mortal juzgue la Palabra de
Dios o dictamine cuánto de ella es inspirado y cuánto no es inspirado, o
que esta porción es más inspirada que algunas otras porciones. Dios le
amonesta que se retire de ese terreno. Dios no le ha dado una obra tal
para hacer —Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico
adventista del séptimo día, t. 7, p. 931.

El apóstol Pedro dice que hay en las Escrituras cosas “difíciles de


entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen… para perdi-
ción de sí mismos”. 2 Pedro 3:16. Las dificultades de la Escritura han
sido presentadas por los escépticos como argumentos contra la Biblia;
pero lejos de serlo, constituyen una fuerte evidencia de su inspiración
divina. Si mencionase de Dios solo aquello que se pudiese comprender
fácilmente; si su grandeza y majestad pudiesen ser comprendidas por
las mentes finitas, la Biblia no llevaría las inequívocas credenciales de
la autoridad divina. La misma grandeza y el misterio de los temas pre-
sentados, deben inspirar fe en ella como palabra de Dios —Testimonios
para la iglesia, t. 5, p. 655.

19
Esto airó aun más a los fariseos. No solo había violado la ley, a
juicio de ellos, sino que al llamar a Dios “mi Padre”, se había declarado
igual a Dios. Juan 5: 18.
Toda la nación judía llamaba a Dios su Padre, y por lo tanto no se
habrían enfurecido si Cristo hubiese dicho tener esa misma relación con
Dios. Pero le acusaron de blasfemia, con lo cual demostraron entender
que él hacía este aserto en su sentido más elevado.
Estos adversarios de Cristo no tenían argumento con que hacer
frente a las verdades que presentaba a su conciencia. Lo único que
podían citar eran sus costumbres y tradiciones, y estas parecían débiles
cuando se comparaban con los argumentos que Jesús había sacado de la
Palabra de Dios —El Deseado de todas las gentes, p. 178.

Domingo, 12 de abril: Escrito está

Satanás lanzó ataques más poderosos contra Cristo que los que
nunca lanzará contra nosotros. Del triunfo de Cristo o de él dependían
consecuencias mucho más importantes. Si Cristo resistía sus más pode-
rosas tentaciones, y Satanás no podía obtener éxito en su intento de
inducirlo a pecar, sabría que había perdido su poder y que finalmente
sería castigado con eterna destrucción. Por lo tanto Satanás obró con
mucho poder para inducir a Cristo a cometer un acto erróneo, porque
entonces obtendría ventaja sobre él… Nunca podéis ser tentados en
forma tan decidida y cruel como lo fue nuestro Salvador. Satanás estuvo
en su senda en cada momento…
El Salvador venció para mostrarle al ser humano cómo puede
vencer. Cristo venció todas las tentaciones de Satanás con la Palabra
de Dios. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para obe-
decer los mandamientos de Dios, y el tentador no pudo obtener ventaja
—Dios nos cuida, p. 25.

Cristo vino a este mundo para mostrarnos lo que Dios puede hacer
y lo que nosotros podemos hacer en cooperación con Dios. Fue al
desierto en la carne humana para ser tentado por el enemigo. Sabe lo
que es tener hambre y sed. Conoce las debilidades y flaquezas de la
carne. Fue tentado en todo como nosotros somos tentados.
Nuestro rescate ha sido pagado por nuestro Salvador. Nadie
necesita estar esclavizado por Satanás. Cristo está ante nosotros como
nuestro ejemplo divino, nuestro ayudador todopoderoso. Hemos sido
comprados por un precio que es imposible de calcular. ¿Quién puede
medir la bondad y misericordia del amor redentor? —Comentarios de
Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día,
t. 6, p. 1074.

Debemos elevarnos a un grado más alto en el tema de la fe.


Tenemos tan poca fe. La Palabra de Dios es nuestro respaldo. Debemos
tomarla, creyendo sencillamente cada palabra. Con esta seguridad

20
podemos pedir grandes cosas, y de acuerdo con nuestra fe nos serán
concedidas… Si humillamos nuestros corazones delante de Dios; si
buscamos morar en Cristo, tendremos una experiencia más santa y
elevada…
La verdadera fe consiste en hacer precisamente las cosas que Dios
ha ordenado, no las que no ha mandado. Los frutos de la fe son la jus-
ticia, la verdad y la misericordia. Necesitamos caminar a la luz de la
Ley de Dios; y entonces las buenas obras serán el fruto de nuestra fe,
los resultados de un corazón renovado cada día —Alza tus ojos, p. 344.

La Palabra de Dios ha de ser nuestra guía. No hay nada que adi-


vinar en las verdades que contiene. No dejemos esta guía segura para
buscar algo nuevo y extraño… Hay muchas doctrinas que no tienen
en su fundamento un “Escrito está”. Son suposiciones humanas. Con
la declaración “Escrito está” Cristo hizo frente a las tentaciones que
Satanás le presentó en el desierto, y provisto con esa arma, pudo
decirle al enemigo: “Llegarás hasta aquí y no más adelante” —A fin de
conocerle, p. 210.

Lunes, 13 de abril: Jesús y la ley

En los preceptos de su santa ley, Dios ha dado una perfecta norma


de vida; y ha declarado que hasta el fin del tiempo esa ley, sin sufrir
cambio en una sola jota o tilde, mantendrá sus demandas sobre los
seres humanos. Cristo vino para magnificar la ley y hacerla honorable.
Mostró que está basada sobre el anchuroso fundamento del amor a Dios
y a los hombres, y que la obediencia a sus preceptos comprende todos
los deberes del hombre. En su propia vida, Cristo dio un ejemplo de
obediencia a la ley de Dios. En el sermón del monte mostró cómo sus
requerimientos se extienden más allá de sus acciones externas y abarca
los pensamientos e intentos del corazón…
Con el desprecio creciente hacia la ley de Dios, existe una marca-
da aversión a la religión, un aumento de orgullo, amor a los placeres,
desobediencia a los padres e indulgencia propia; y dondequiera se pre-
guntan ansiosamente los pensadores: ¿Qué puede hacerse para corregir
esos males alarmantes? La respuesta la hallamos en la exhortación de
Pablo a Timoteo: “Predica la Palabra”. En la Biblia encontramos los
únicos principios seguros de acción. Es la transcripción de la voluntad
de Dios, la expresión de la sabiduría divina. Abre a la comprensión de
los hombres los grandes problemas de la vida; y para todo el que tiene
en cuenta sus preceptos, resultará un guía infalible que le guardará
de consumir su vida en esfuerzos mal dirigidos —Los hechos de los
apóstoles, pp. 402, 403.

Al hablar de la ley, dijo Jesús: “No he venido para abrogar, sino


para cumplir”…

21
Su misión era “magnificar la ley y engrandecerla”. Debía enseñar
la espiritualidad de la ley, presentar sus principios de vasto alcance y
explicar claramente su vigencia perpetua…
“Hasta que pasen el cielo y la tierra —dijo Jesús—, ni una jota
ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”. Por
su propia obediencia a la ley, Jesús atestiguó su carácter inalterable y
demostró que con su gracia puede obedecerla perfectamente todo hijo
e hija de Adán. En el monte declaró que ni la jota más insignifican-
te* desaparecería de la ley hasta que todo se hubiera cumplido, a saber:
todas las cosas que afectan a la raza humana, todo lo que se refiere al
plan de redención. No enseña que la ley haya de ser abrogada alguna
vez, sino que, a fin de que nadie suponga que era su misión abrogar
los preceptos de la ley, dirige el ojo al más lejano confín del horizonte
del hombre y nos asegura que hasta que se llegue a ese punto, la ley
conservará su autoridad. Mientras perduren los cielos y la tierra, los
principios sagrados de la ley de Dios permanecerán. Su justicia, “como
los montes de Dios”, (Salmos 36: 6) continuará, cual una fuente de ben-
dición que envía arroyos para refrescar la tierra —El discurso maestro
de Jesucristo, pp. 46, 47.

Martes, 14 de abril: Jesús y toda la Escritura

Durante su ministerio, persiguiéronle siempre hombres astutos e


hipócritas que procuraban su muerte. Seguíanle espías que acechaban
sus palabras, para encontrar algo contra él. Los intelectos más sutiles
e ilustrados de la nación procuraban derrotarle en controversias. Pero
nunca pudieron aventajarle. Tuvieron que dejar la lid, confundidos
y avergonzados por el humilde Maestro de Galilea. La enseñanza de
Cristo tenía una lozanía y un poder como nunca hasta entonces cono-
cieron los hombres. Hasta sus mismos enemigos hubieron de confesar:
“Nunca ha hablado hombre así como este hombre”. Juan 7: 46.
La niñez de Jesús, pasada en la pobreza, no había quedado conta-
minada por los hábitos artificiosos de un siglo corrompido. Mientras
trabajaba en el banco del carpintero y llevaba las cargas de la vida
doméstica, mientras aprendía las lecciones de la obediencia y del sufri-
miento, hallaba solaz en las escenas de la naturaleza, de cuyos misterios
adquiría conocimiento al procurar comprenderlos. Estudiaba la Palabra
de Dios, y sus horas más felices eran las que, terminado el trabajo,
podía pasar en el campo, meditando en tranquilos valles y en comunión
con Dios, ora en la falda del monte, ora entre los árboles de la selva. El
alba le encontraba a menudo en algún retiro, sumido en la meditación,
escudriñando las Escrituras, o en oración. Con su canto daba la bien-
venida a la luz del día. Con himnos de acción de gracias amenizaba las
horas de labor, y llevaba la alegría del cielo a los rendidos por el trabajo
y a los descorazonados —El ministerio de curación, pp. 33, 34.

22
El Salvador no había venido para poner a un lado lo que los patriar-
cas y profetas habían dicho; porque él mismo había hablado mediante
esos hombres representativos. Todas las verdades de la Palabra de Dios
provenían de él. Estas gemas inestimables habían sido puestas en engas-
tes falsos. Su preciosa luz había sido empleada para servir al error. Dios
deseaba que fuesen sacadas de su marco de error, y puestas en el de la
verdad. Esta obra podía ser hecha únicamente por una mano divina.
Por su relación con el error, la verdad había estado sirviendo la causa
del enemigo de Dios y del hombre. Cristo había venido para colocarla
donde glorificase a Dios y obrase la salvación de la humanidad —El
Deseado de todas las gentes, p. 254.

El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él tam-


bién vencer. Con la Palabra de Dios, Cristo rechazó las tentaciones de
Satanás. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para obede-
cer sus mandamientos, y el tentador no obtuvo ventaja alguna. A cada
tentación Cristo contestaba: “Escrito está”. A nosotros también nos ha
dado Dios su Palabra para que resistamos al mal. Grandísimas y precio-
sas son las promesas recibidas, para que seamos “hechos participantes
de la naturaleza divina, habiendo huído de la corrupción que está en el
mundo por concupiscencia”. 2 Pedro 1: 4.
Encareced al tentado a que no mire a las circunstancias, a su propia
flaqueza, ni a la fuerza de la tentación, sino al poder de la Palabra de
Dios, cuya fuerza es toda nuestra. “En mi corazón —dice el salmis-
ta— he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. “Por la palabra
de tus labios yo me he guardado de las vías del destructor”. Salmos
119: 11; 17:4 —El ministerio de curación, p. 136.

Miércoles, 15 de abril: Jesús y el origen de la historia de la Biblia

Fue el Hijo de Dios quien vino al mundo en forma humana.


Poniendo de lado sus vestiduras reales y regia corona, veló su divinidad
con humanidad, para que la humanidad mediante su sacrificio infinito
llegara a ser participante de la naturaleza divina y escapara de la corrup-
ción que se encuentra en el mundo a causa de la concupiscencia.
Cristo fue tentado en todo, en la misma forma como el hombre es
tentado, pero en ningún momento lanzó una temible acusación contra
el tentador. A cada tentación opuso la palabra del Señor. “Escrito está”
fue el arma infalible que usó. Como representantes de Cristo debemos
enfrentar los ataques del enemigo con la palabra del Dios viviente.
Nunca debiéramos permitimos seguir la senda de la serpiente al usar sus
argumentos aparentemente científicos. Satanás no puede obtener ven-
taja del hijo de Dios que confía en la palabra de Dios como su defensa
—Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 56.

La Palabra de Dios incluye las escrituras del Antiguo Testamento


así como las del Nuevo. El uno no es completo sin el otro. Cristo decla-

23
ró que las verdades del Antiguo Testamento son tan valiosas como las
del Nuevo. Cristo fue el Redentor del hombre en el principio del mundo
en igual grado en que lo es hoy. Antes de revestir él su divinidad de
humanidad y venir a nuestro mundo, el mensaje evangélico fue dado
por Adán, Set, Enoc, Matusalén y Noé. Abraham en Canaán y Lot
en Sodoma llevaron el mensaje, y de generación en generación fieles
mensajeros proclamaron a Aquel que había de venir. Los ritos del siste-
ma de culto judío fueron establecidos por Cristo mismo. Él fue el fun-
dador de su sistema de sacrificios, la gran realidad simbolizada por todo
su servicio religioso. La sangre que se vertía al ofrecerse los sacrificios
señalaba el sacrificio del Cordero de Dios. Todos los sacrificios simbó-
licos se cumplieron en él.
Cristo, tal como fue manifestado por los patriarcas, simbolizado
en el servicio expiatorio, pintado en la ley y revelado por los profetas,
constituye las riquezas del Antiguo Testamento. Cristo en su vida, en su
muerte y en su resurrección, Cristo tal como lo manifiesta el Espíritu
Santo, constituye los tesoros del Nuevo Testamento. Nuestro Salvador,
el resplandor de la gloria del Padre, pertenece tanto al Viejo como al
Nuevo Testamento —Palabras de vida del gran Maestro, p. 97.

En las verdades de su Palabra, Dios ha dado a los hombres una


revelación de sí mismo, y a todos los que las aceptan les sirven de escu-
do contra los engaños de Satanás. El descuido en que se tuvieron estas
verdades fue lo que abrió la puerta a los males que se están propagando
ahora tanto en el mundo religioso. Se ha perdido de vista en sumo
grado la naturaleza e importancia de la ley de Dios. Un concepto falso
del carácter perpetuo y obligatorio de la ley divina ha hecho incurrir en
errores respecto a la conversión y santificación, y como resultado se ha
rebajado el nivel de la piedad en la iglesia. En esto reside el secreto de la
ausencia del Espíritu y poder de Dios en los despertamientos religiosos
de nuestros tiempos —El conflicto de los siglos, pp. 458, 459.

Jueves, 16 de abril: Los apóstoles y la Biblia

Los discípulos no eran sino hombres humildes, sin riquezas, y sin


otra arma que la palabra de Dios; sin embargo, en la fuerza de Cristo
salieron para contar la maravillosa historia del pesebre y la cruz y triunfar
sobre toda oposición. Aunque sin honor ni reconocimiento terrenales,
eran héroes de la fe. De sus labios salían palabras de elocuencia divina
que hacían temblar al mundo —Los hechos de los apóstoles, p. 64.

Los fariseos despreciaban la sencillez de Jesús. Desconocían sus


milagros, y pedían una señal de que era el Hijo de Dios. Pero los sama-
ritanos no pidieron señal, y Jesús no hizo milagros entre ellos, fuera del
que consistió en revelar los secretos de su vida a la mujer que estaba al
lado del pozo. Sin embargo, muchos le recibieron. En su nuevo gozo,
decían a la mujer: “Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mis-

24
mos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del
mundo, el Cristo”.
Los samaritanos creían que el Mesías había de venir como
Redentor, no solo de los judíos, sino del mundo. El Espíritu Santo, por
medio de Moisés, lo había anunciado como profeta enviado de Dios.
Por medio de Jacob, se había declarado que todas las gentes se congre-
garían alrededor suyo; y por medio de Abraham, que todas las naciones
de la tierra serían benditas en él. En estos pasajes basaba su fe en el
Mesías la gente de Samaria, El hecho de que los judíos habían inter-
pretado erróneamente a los profetas ulteriores, atribuyendo al primer
advenimiento la gloria de la segunda venida de Cristo, había inducido a
los samaritanos a descartar todos los escritos sagrados excepto aquellos
que habían sido dados por medio de Moisés. Pero como el Salvador
desechaba estas falsas interpretaciones, muchos aceptaron las profecías
ulteriores y las palabras de Cristo mismo acerca del reino de Dios —El
Deseado de todas las gentes, pp. 163, 164.

Apropiémonos de las ricas promesas de Dios. El jardín de Dios está


lleno de ricas promesas. Recojámoslas; llevémoslas con nosotros; mos-
tremos que creemos en Dios. Aceptemos al pie de la letra su Palabra; no
sea hallado ninguno de nosotros desconfiando de Dios o dudando de él. 
Seamos cristianos que crecen. No debemos detenernos. Debemos
estar hoy más adelante de lo que estábamos ayer, aprendiendo todos
los días a ser más confiados, a descansar más plenamente en Jesús.
Así tenemos que crecer. No alcanzaréis la perfección de un solo salto.
La santificación es una obra de toda la vida —Mensajes selectos, t. 3,
p. 219.

Viernes, 17 de abril: Para estudiar y meditar

Profetas y reyes, “La venida del Libertador”, pp. 502-518;


El Deseado de todas las gentes, “La niñez de Cristo”, pp. 49-55.

25
Lección 4

La Biblia: fuente
autoritativa de
nuestra teología
Sábado de tarde, 18 de abril

Bebed profundamente del pozo de salvación. Id vosotros mismos


a la fuente para que seáis totalmente refrigerados, para que Jesús sea
en vosotros una fuente de agua que brote para vida eterna. Solamente
la verdad y la religión de la Biblia soportarán la prueba del juicio. No
tenemos que pervertir la Palabra de Dios para acomodarla a nuestra
conveniencia e intereses mundanos, sino preguntar sinceramente:
“¿Qué quieres que haga?” “No sois vuestros… comprados sois por
precio”. ¡Y qué precio! No “con cosas corruptibles, como oro o plata;
sino con la sangre preciosa de Cristo”. Cuando el hombre se perdió, el
Hijo de Dios dijo: Yo lo redimiré; yo seré su fiador y sustituto. Dejó
a un lado sus vestiduras reales, cubrió su divinidad con la humanidad
y descendió del trono real, a fin de poder llegar hasta el fondo mismo
de la miseria y tentación humanas, levantar nuestra naturaleza caída
y hacer posible que nosotros seamos victoriosos, hijos de Dios, here-
deros del reino eterno. ¿Permitiremos, entonces, que consideración
terrenal alguna nos desvíe de la senda de la verdad? ¿No discutiremos
toda doctrina y teoría y la someteremos a la prueba de la Palabra de
Dios? 
No debiéramos permitir que ningún argumento humano nos des-
víe de una investigación cabal de la verdad bíblica. Las opiniones y
costumbres de los hombres no han de ser recibidas como si tuviesen
autoridad divina. Dios ha revelado en su Palabra en qué consiste todo
el deber del hombre, y nosotros no hemos de dejarnos apartar de la gran
norma de justicia. Él envió a su Hijo Unigénito para que fuese nuestro
ejemplo, y nos invita a oírle y seguirle. No debemos apartarnos de la
verdad según está en Jesús porque grandes hombres que profesan ser
buenos, pongan ciertas ideas por encima de las sencillas declaraciones
de la Palabra de Dios —La educación cristiana, pp. 226, 227.

Casi habían perdido los hombres el conocimiento del Dios verda-


dero. Sus intelectos estaban entenebrecidos por la idolatría. En lugar de
los estatutos divinos, cada uno de los cuales es “santo, y justo, y bueno”
(Romanos 7: 12), procuraban substituir leyes en armonía con los desig-

26
nios de sus propios corazones crueles y egoístas. Sin embargo, en su
misericordia, Dios no los raía de la existencia. Se proponía darles la
oportunidad de conocerle mediante su iglesia. Quería que los principios
revelados por su pueblo fuesen el medio de restaurar la imagen moral
de Dios en el hombre.
La ley de Dios debía ser exaltada, su autoridad mantenida; y esta
obra grande y noble fue confiada a la casa de Israel. Dios la separó del
mundo para poder entregarle un cometido sagrado. La hizo depositaria
de su ley y quiso conservar por su medio el conocimiento de sí mismo
entre los hombres. Así debía brillar la luz del cielo sobre un mundo
envuelto en tinieblas y debía oírse una voz que suplicara a todos los
pueblos que se apartasen de la idolatría para servir al Dios viviente
—Profetas y reyes, p. 11.

En este tiempo de peligro podremos resistir únicamente en la medi-


da en que tengamos la verdad y el poder de Dios. Los hombres pueden
conocer la verdad solo siendo participantes de la naturaleza divina.
Ahora necesitamos una sabiduría más que humana al leer e investigar
las Escrituras; y si acudimos a la Palabra de Dios con humildad de cora-
zón, él levantará un estandarte para protegernos del medio ambiente
licencioso —Mensajes selectos, t. 2, p. 422.

Domingo, 19 de abril: La tradición

Los preceptos tradicionales que recargaban la ley de Dios… [fue-


ron] ideados para mantener la observancia de la ley, pero eran consi-
derados como más sagrados que la ley misma. Cuando contradecían
los mandamientos dados desde el Sinaí, se daba la preferencia a los
preceptos rabínicos…
Mientras la gente estaba ocupada en distinciones triviales, en
observar lo que Dios no había pedido, su atención era desviada de los
grandes principios de la ley…
[Los fariseos] desechaban el quinto mandamiento como si no tuvie-
se importancia, pero eran muy meticulosos para cumplir las tradiciones
de los ancianos. Enseñaban a la gente que el consagrar su propiedad al
templo era un deber más sagrado aún que el sostén de sus padres —El
Deseado de todas las gentes, pp. 361, 362.

La sustitución de los mandamientos de Dios por los preceptos de


los hombres no ha cesado. Aun entre los cristianos, se encuentran insti-
tuciones y costumbres que no tienen mejor fundamento que la tradición
de los padres. Tales instituciones, al descansar sobre la sola autoridad
humana, han suplantado a las de creación divina. Los hombres se afe-
rran a sus tradiciones, reverencian sus costumbres y alimentan odio
contra aquellos que tratan de mostrarles su error —El Deseado de todas
las gentes, p. 363.

27
La tradición conservadora recibida de hombres educados y de
escritos de grandes hombres del pasado no son en lo mínimo una guía
segura para nosotros en estos últimos días; porque la gran batalla que
está delante de nosotros es de tal naturaleza como el mundo nunca ha
visto. Los hermanos que en el pasado no han hecho su parte en esta
obra, deben actuar con una precaución mucho mayor en relación a lo
que aceptan y a lo que rechazan; necesitan profundizar mucho más de
lo que les permitiría su conocimiento espiritual limitado o de lo que sus
hábitos y opiniones presentes los guiarían a hacer. Todo esto necesita
ser reformado —El ministerio médico, p. 128.

El Señor ha apartado para sí a los que son piadosos; esta consagra-


ción a Dios y separación del mundo se ordena definitivamente tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Existe una muralla de separa-
ción que el Señor mismo ha establecido entre las cosas del mundo y las
cosas que ha apartado del mundo para sí mismo. La vocación y el carác-
ter del pueblo de Dios son peculiares, sus perspectivas son peculiares, y
estas peculiaridades los distinguen de todos los demás pueblos…
Esta misma experiencia de Cristo cuando estuvo en el mundo
debe ser la de sus seguidores. Estos son los hijos de Dios y coherede-
ros con Cristo; y el reino y el dominio les pertenecen. El mundo no
comprende su carácter ni su sagrada vocación; no percibe su adopción
en la familia de Dios. Su unión y compañerismo con el Padre y el Hijo
no son manifiestos, y mientras el mundo contempla su humillación y
reproche, no resulta evidente lo que ellos son o lo que llegarán a ser.
Son extraños, son extranjeros. El mundo no los conoce y no aprecia
los motivos que los impulsan a obrar —Testimonios para la iglesia,
t. 1, pp. 256, 259.

Lunes, 20 de abril: La experiencia

El mundo no puede conocer a Dios en su sabiduría humana. Sus


sabios obtienen un conocimiento imperfecto de Dios, de sus obras
creadas, y luego, en su necedad, exaltan la naturaleza y sus leyes por
encima del Dios de la naturaleza. Los que no tienen un conocimiento de
Dios mediante la aceptación de la revelación que ha hecho de sí mismo
en Cristo, obtendrán solamente un conocimiento imperfecto de él en
la naturaleza, y ese conocimiento, lejos de dar conceptos elevados de
Dios y de colocar a todo el ser en conformidad con la voluntad divina,
convierte a los hombres en idólatras. Profesando ser sabios, se hacen
necios.
Los que creen que pueden obtener un conocimiento de Dios aisla-
dos de su Representante, a quien la Palabra declara “la imagen misma
de su sustancia” (Hebreos 1: 3), necesitarán reconocerse como necios
ante sí mismos antes de que puedan ser sabios. Es imposible obtener
un perfecto conocimiento de Dios por la naturaleza sola, pues la natu-
raleza en sí es imperfecta. En su imperfección, no puede representar a

28
Dios, no puede revelar el carácter de Dios en su perfección moral. Pero
Cristo vino como un Salvador personal para el mundo. Representó a un
Dios personal. Como un Salvador personal, ascendió a lo alto y vendrá
otra vez como ascendió al cielo: como Salvador personal —Mensajes
selectos, t. 1, p. 347.

Ni uno de nosotros está seguro, ni siquiera con la experiencia


pasada en la obra, y ciertamente está menos seguro si no la ha tenido, a
menos que viva como viendo al Invisible. Debemos actuar diariamente
y hora tras hora guiados por los principios de la verdad bíblica: justi-
cia, misericordia y el amor de Dios. El que desee tener poder moral e
intelectual debe obtenerlo de la Fuente divina. Debe inquirir en todo
punto, antes de tomar cada decisión: ¿es este el camino del Señor? —El
ministerio médico, p. 129.

[Satanás] tienta a los hombres a desconfiar del amor de Dios y


a dudar de su sabiduría. Constantemente pugna por despertar en los
seres humanos un espíritu de curiosidad irreverente, un inquieto e
inquisitivo deseo de penetrar en los inescrutables secretos del poder y
la sabiduría de Dios. En sus esfuerzos por escudriñar aquello que Dios
tuvo a bien ocultarnos, muchos pasan por alto las verdades eternas que
nos ha revelado y que son esenciales para nuestra salvación. Satanás
induce a los hombres a la desobediencia llevándoles a creer que entran
en un admirable campo de conocimiento. Pero todo esto es un engaño.
Ensoberbecidos por sus ideas de progreso, pisotean los requerimientos
de Dios, caminando por la ruta que los lleva a la degradación y a la
muerte.
Satanás hizo creer a la santa pareja que ellos se beneficiarían vio-
lando la ley de Dios. ¿No oímos hoy día razonamientos semejantes?
Muchos hablan de la estrechez de los que obedecen los mandamientos
de Dios, mientras pretenden tener ideas más amplias y gozar de mayor
libertad. ¿Qué es esto sino el eco de la voz del Edén: “El día que
comiereis de él”, es decir, el día que violareis el divino mandamiento,
“seréis como dioses”?… Aunque había comprobado que el pecado
acarrea una pérdida infinita, ocultó su propia desgracia para atraer
a otros a la misma situación —Historia de los patriarcas y profetas,
pp. 37, 38.

Martes, 21 de abril: La cultura

El que trabaja en campos extranjeros llegará a estar en contacto con


toda clase de personas y toda variedad de mentes, y hallará que se nece-
sita emplear diferentes métodos de trabajo para satisfacer las necesida-
des de la gente. Un sentimiento de su propia ineficiencia lo impulsará
a acudir a Dios y a la Biblia para obtener luz, fuerza y conocimiento.
Los métodos y medios por los cuales logramos ciertos fines no son
siempre los mismos. El misionero debe hacer uso de razón y criterio. La

29
experiencia le indicará la conducta más prudente que se haya de seguir
en las circunstancias existentes. Sucede a menudo que las costumbres y
el clima de un país crean un estado de cosas que no se toleraría en otro.
Deben hacerse cambios para beneficio de la obra, pero no es prudente
ser demasiado abrupto. 
No se susciten controversias por cosas triviales. El espíritu de
amor y la gracia de Cristo ligarán corazón con corazón, si los hombres
quieren abrir las ventanas del alma a los cielos, y cerrarlas a la tierra
—Obreros evangélicos, pp. 483, 484.

Pedro habló con Cornelio y con los que se hallaban reunidos en su


casa con respecto a las costumbres de los judíos; que se consideraba
ilegal que se relacionaran socialmente con los gentiles, y que ello impli-
caba contaminación ceremonial. No estaba prohibido por la ley de Dios,
pero la tradición de los hombres había hecho de esto una costumbre
imperativa…
Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que
Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada
del que le teme y hace justicia”. Aunque Dios había favorecido a los
judíos por encima de todas las naciones, si rechazaban la luz y no
vivían de acuerdo con su profesión de fe, no serían más estimados por
él que otras naciones. Los gentiles que, como Cornelio, temían a Dios
y practicaban justicia, y vivían de acuerdo con la luz que tenían, era
bondadosamente considerados por Dios, quien aceptaba sus sinceros
servicios —La historia de la redención, p. 301.

Nuestra única seguridad está solo en mantenernos en pie como


el pueblo especial de Dios. No hemos de ceder ni una pulgada a las
costumbres y modas de esta época degenerada, sino antes sostenernos
firmes en nuestra independencia moral, sin avenirnos a sus corruptas e
idólatras costumbres.
Mantenernos por encima de las normas religiosas del mundo cris-
tiano es algo que requerirá valor e independencia. Ellos no siguen el
ejemplo de abnegación dado por el Salvador; no hacen ningún sacrifi-
cio; procuran constantemente evadir la cruz, la cual Cristo declaró que
es la señal del discipulado —Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 74.

Nunca necesitamos una relación más íntima con Dios como hoy
día. Uno de los mayores peligros que acosan al pueblo de Dios siempre
ha sido el conformarse con las máximas y las costumbres mundanas.
Los jóvenes especialmente están en constante peligro. Los padres y
las madres debieran estar en guardia contra las artimañas de Satanás.
Mientras él procura efectuar la ruina de sus hijos, no se engañen los
padres a sí mismos pensando que no hay un peligro particular. No den
pensamiento y cuidado a las cosas de este mundo al paso que descuiden
los intereses más elevados y eternos de sus hijos —Conducción del
niño, pp. 443, 444.

30
Miércoles, 22 de abril: La razón

La Escritura presenta la verdad con tal sencillez y con una adapta-


ción tan perfecta a las necesidades y los anhelos del corazón humano,
que ha asombrado y encantado a los espíritus más cultivados, al mismo
tiempo que capacita al más humilde e incauto para discernir el camino de
la salvación. Sin embargo, estas verdades sencillamente declaradas tratan
asuntos tan elevados, de tanta trascendencia, tan infinitamente fuera del
alcance de la comprensión humana, que solo podemos aceptarlas porque
Dios nos las ha declarado. Así queda el plan de la redención expuesto
delante de nosotros de modo que toda alma pueda ver los pasos que
debe dar a fin de arrepentirse para con Dios y tener fe en nuestro Señor
Jesucristo y salvarse de la manera señalada por Dios. Sin embargo, bajo
estas verdades tan comprensibles existen misterios que son el escondede-
ro de la gloria del Señor, misterios que abruman la mente que los indaga,
aunque inspiran fe y reverencia al sincero investigador de la verdad.
Cuanto más escudriña este la Biblia, tanto más se profundiza su convic-
ción de que es la Palabra del Dios vivo, y la razón humana se postra ante
la majestad de la revelación divina —El camino a Cristo, pp. 107, 108.

Si tenemos el Espíritu de Cristo y trabajamos con él, nos incumbe


llevar a cabo la obra que él vino a hacer. Las verdades de la Biblia han
vuelto a ser oscurecidas por la costumbre, la tradición y las falsas doc-
trinas. Las enseñanzas erróneas de la teología popular han hecho miles
y miles de escépticos e incrédulos. Hay errores e inconsecuencias que
muchos denuncian como enseñanza de la Biblia, que son realmente
interpretaciones falsas de la Escritura, adoptadas durante los tiempos
de las tinieblas papales. Multitudes han sido inducidas a aceptar un
concepto erróneo de Dios, así como los judíos, extraviados por los
errores y las tradiciones de su tiempo, tenían un falso concepto de
Cristo. Si le “hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor
de gloria”. 1 Corintios 2:8. Nos incumbe revelar al mundo el verdadero
carácter de Dios. En vez de criticar la Biblia, tratemos, por nuestros
preceptos y ejemplo, de presentar al mundo sus verdades sagradas y
vivificadoras, a fin de que podamos anunciar “las virtudes de aquel
que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pedro 2: 9
—Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 664, 665.

Consultad a la razón santificada y a una buena conciencia con la


Biblia abierta ante vosotros. Vuestro corazón debe ser movido, vuestra
alma tocada y vuestra razón e intelecto despertados por el Espíritu de
Dios; entonces los santos principios expuestos en su Palabra otorgarán
luz a vuestra alma. Os lo digo, mis hermanos: nuestra verdadera fuente
de sabiduría, virtud y poder está en la cruz del Calvario. Cristo es el
Autor y Consumador de nuestra fe. Él dice: ‘Separados de mí nada
podéis hacer”. Jesús es el único garante seguro para el avance y el éxito
intelectual —El ministerio médico, p. 129.

31
Jueves, 23 de abril: La Biblia

[La Biblia] es un libro precioso, maravilloso. Es un cofre de tesoros


que contiene joyas de inestimable valor. La Biblia es una historia que
nos relata la creación del mundo, y nos revela los siglos pasados. Sin
ella quedaríamos reducidos a hilvanar meras conjeturas y fábulas acerca
de lo que ocurrió en el remoto pasado. De todos los libros que hayan
llenado el mundo, por valiosos que sean, la Biblia es el Libro de los
libros, y el más merecedor de minucioso estudio y atención. Nos ofrece
no solamente la historia de la creación del mundo, sino una descripción
del mundo venidero. Contiene instrucción en cuanto a las maravi-
llas del universo, y revela a nuestro entendimiento el Autor de los cielos
y de la tierra. Despliega un sistema sencilla y completa de teología y
de filosofía. Aquellos que son estudiantes cuidadosos de la palabra de
Dios, y quienes obedecen sus instrucciones y aman sus claras verda-
des, serán mejorados tanto en la mente como en el comportamiento.
Es una dotación de parte de Dios que ha de despertar en cada corazón
la gratitud más sincera; porque es la revelación de Dios al hombre
—Fundamentals of Christian Education, p. 129.

Muchos… ponen a un lado las escrituras del Antiguo Testamento,


de las cuales Cristo declaró: “Ellas son las que dan testimonio de mí”.
Juan 5: 39. Al rechazar el Antiguo Testamento, prácticamente rechazan
el Nuevo; pues ambos son partes de un todo inseparable. Ningún hom-
bre puede presentar correctamente la ley de Dios sin el evangelio, ni el
evangelio sin la ley. La ley es el evangelio sintetizado, y el evangelio
es la ley desarrollada. La ley es la raíz, el evangelio su fragante flor y
fruto…
La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable.
El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuen-
te que se profundiza y se amplía a medida que más se contemplan sus
profundidades. No comprenderemos en esta vida el misterio del amor
de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. La
obra de nuestro Redentor sobre esta tierra es y siempre será un tema
que requerirá nuestro más elevado esfuerzo de imaginación… El inves-
tigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y sin orillas
—Palabras de vida del gran Maestro, p. 99.

La verdad tal como es en Jesús, tal como fue proclamada por él


cuando se hallaba envuelto por la nube resplandeciente, es la misma
verdad en nuestros días, y renovará ciertamente del mismo modo la
mente de quien la reciba ahora así como lo hizo en lo pasado. Cristo
declaró: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán
aunque alguno se levantare de los muertos”. Lucas 16: 31.
Como pueblo, debemos preparar el camino del Señor, bajo la
supervigilancia del Espíritu Santo, para la diseminación del evangelio

32
en toda su pureza… Mediante las obras maravillosas de Dios, se move-
rán montañas de dificultades y se las arrojará al mar —Cada día con
Dios, p. 193.

Viernes, 24 de abril: Para estudiar y meditar

Hijos e hijas de Dios, “Cristo vino a cumplir la ley”, p. 57;


El conflicto de los siglos, “Nuestra única salvaguardia”,
pp. 579-587.

33
Lección 5

Solo la Biblia:
Sola Scriptura
Sábado de tarde, 25 de abril

Los que han crecido y se han desarrollado, cuyo raciocinio se


ha acrecentado por la investigación profunda de las Escrituras para
conocer la voluntad de Dios, ocuparán puestos de utilidad, porque la
Palabra de Dios ha tenido entrada en su vida y carácter. La Biblia debe
hacer su obra peculiar, aun hasta partir las coyunturas y los tuétanos y
discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. La Palabra de
Dios debe constituir el alimento por medio del cual el cristiano tiene
que fortalecer su en espíritu e intelecto, para batallar por la verdad y la
justicia —Mensajes para los jóvenes, p. 301.

Las enseñanzas de Lutero despertaron por toda Alemania la aten-


ción de los hombres reflexivos. Sus sermones y demás escritos arro-
jaban rayos de luz que alumbraban y despertaban a miles y miles de
personas. Una fe viva fue reemplazando el formalismo muerto en que
había estado viviendo la iglesia por tanto tiempo. El pueblo iba per-
diendo cada día la confianza que había depositado en las supersticiones
de Roma. Poco a poco iban desapareciendo las vallas de los prejuicios.
La Palabra de Dios, por medio de la cual probaba Lutero cada doctrina
y cada aserto, era como una espada de dos filos que penetraba en los
corazones del pueblo. Por doquiera se notaba un gran deseo de adelanto
espiritual. En todas partes había hambre y sed de justicia como no se
habían conocido por siglos. Los ojos del pueblo, acostumbrados por
tanto tiempo a mirar los ritos humanos y a los mediadores terrenales,
se apartaban de estos y se fijaban, con arrepentimiento y fe, en Cristo y
Cristo crucificado —El conflicto de los siglos, pp. 124, 125.

Él quiere que aun en esta vida las verdades de su Palabra se vayan


revelando de continuo a su pueblo. Y hay solamente un modo por el
cual se obtiene este conocimiento. No podemos llegar a entender la
Palabra de Dios sino por la iluminación del Espíritu por el cual ella
fue dada. “Las cosas de Dios nadie las conoce, sino el Espíritu de
Dios”, “porque el Espíritu escudriña todas las cosas, y aun las cosas
profundas de Dios”. 1 Corintios 2: 11, 10. Y la promesa del Salvador a
sus discípulos fue: “Mas cuando viniere aquél, el Espíritu de verdad, él
os guiará al conocimiento de toda la verdad… porque tomará de lo mío,
y os lo anunciará”. Juan 16: 13, 14 —El camino a Cristo, pp. 109, 110.

34
La Biblia contiene los principios que cimientan la verdadera gran-
deza, la verdadera prosperidad, se trate del individuo o del país. La
nación que permite la libre circulación de las Escrituras brinda oportu-
nidades para que la mente de la gente se desarrolle y amplíe. La lectura
de las Escrituras hace brillar la luz en medio de las tinieblas. Cuando se
escudriña la Palabra de Dios, se encuentran verdades vivificadoras. En
la vida de aquellos que siguen sus enseñanzas habrá una corriente invi-
sible de felicidad que beneficiará a todos aquellos con quienes lleguen
a relacionarse —Dios nos cuida, p. 42.

Domingo, 26 de abril: La Biblia como norma imperante

Es bueno estudiar detenidamente las enseñanzas de la Escritura e


investigar “las profundidades de Dios” hasta donde se revelan en ella,
porque si bien “las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios”,
“las reveladas nos pertenecen a nosotros”. Deuteronomio 29: 29 Pero
Satanás obra para pervertir las facultades de investigación del enten-
dimiento. Cierto orgullo se mezcla con la consideración de la verdad
bíblica, de modo que cuando los hombres no pueden explicar todas
sus partes como quieren se impacientan y se sienten derrotados. Es
para ellos demasiado humillante reconocer que no pueden entender las
palabras inspiradas. No están dispuestos a esperar pacientemente hasta
que Dios juzgue oportuno revelarles la verdad. Creen que su sabiduría
humana sin auxilio alguno basta para hacerles entender la Escritura,
y cuando no lo logran niegan virtualmente la autoridad de esta. Es
verdad que muchas teorías y doctrinas que se consideran generalmente
derivadas de la Biblia no tienen fundamento en lo que ella enseña, y
en realidad contrarían todo el tenor de la inspiración. Estas cosas han
sido motivo de duda y perplejidad para muchos espíritus. No son, sin
embargo, imputables a la Palabra de Dios, sino a la perversión que los
hombres han hecho de ella —El camino a Cristo, pp. 108, 109.

Cuando surgen errores y son enseñados como verdad bíblica, los


que están conectados con Cristo no confiarán en lo que dice el minis-
tro, sino que —como los nobles bereanos— escudriñarán cada día las
Escrituras para ver si estas cosas son así. Al descubrir cuál es la palabra
del Señor, se pondrán de parte de la verdad. Oirán la voz del verdadero
Pastor, que dice: “Este es el camino, andad en él”. De esa manera serán
instruidos para hacer de la Biblia su consejero, y no oirán ni seguirán la
voz de un extraño —Fe y obras, p. 88.

La Palabra de Dios es verdadera filosofía, verdadera ciencia. Las


opiniones humanas y la predicación sensacional valen muy poco. Los
que están imbuidos de ella, la enseñarán de la misma manera senci-
lla que Cristo la enseñó. El mayor Maestro del mundo usaba el lenguaje
más sencillo y los símbolos más claros…

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El maestro de verdad puede impartir eficazmente aquello que
él mismo conoce por experiencia. Cristo enseñaba la verdad porque él
mismo era la verdad. Su propio pensamiento, su carácter, la experien-
cia de su vida, se personificaban en su enseñanza. Así también con sus
siervos: los que enseñan la Palabra deben hacerla suya por experiencia
personal. Deben saber lo que es tener a Cristo para ellos mismos como
sabiduría y justicia y santificación y redención —Consejos para los
maestros, pp. 419, 420.

Ha habido una gran falta de investigación profunda de las


Escrituras para atesorar gemas de verdad en la mente. Cuánto perde-
mos todos porque no esforzamos nuestra mente para escudriñar, con
mucha oración, la luz divina a fin de entender la santa Palabra de Dios
—Mensajes selectos, t. 1, p. 425.

Lunes, 27 de abril: La unidad de la Escritura

El Antiguo y Nuevo Testamento están unidos con el broche áureo


de Dios. Necesitamos familiarizarnos con las Escrituras del Antiguo
Testamento. Debe verse claramente la inmutabilidad de Dios; debe
estudiarse la similitud de su trato con su pueblo de la dispensación
pasada con el de la presente…
Mediante la obra del Espíritu Santo la verdad es afianzada en la
mente e impresa en el corazón del estudiante diligente y temeroso de
Dios. Y no solo él es bendecido por esa clase de labor, sino que también
son grandemente bendecidas las almas a las cuales comunica la verdad
y por quienes un día tendrá que dar cuenta. Los que hacen de Dios su
consejero recogen la más preciosa cosecha cuando reúnen los áureos
granos de la verdad de la Palabra divina, pues el Instructor celestial
está cerca de ellos. El que así se capacita para el ministerio tendrá
derecho a la bendición prometida al que conduce a muchos a la justicia
—Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista
del séptimo día, t. 5, p. 1121.

La historia del Antiguo Testamento se registró en beneficio de las


generaciones venideras. También son muy necesarias las lecciones del
Nuevo Testamento. Aquí de nuevo Cristo es el Instructor, que conduce
a su pueblo para que busque esa sabiduría que viene de lo alto, y para
que obtenga esa instrucción acerca de la justicia que modelará el carácter
de acuerdo con la semejanza divina. Las Escrituras, tanto del Antiguo
Testamento como del Nuevo, nos enseñan los principios en que se basan
tanto la obediencia a los mandamientos como los requisitos para obtener
esa vida que se equipara con la de Dios, porque por medio de la obedien-
cia llegamos a participar de la naturaleza divina, y aprendemos a huir de
la corrupción que encontramos en el mundo debido a la concupiscencia.
Por lo tanto, debemos estudiar sus máximas y obedecer sus mandamien-

36
tos y principios, que son más preciosos que el oro, para incorporarlos a
nuestro diario vivir —Cada día con Dios, p. 252.
El Creador de todas las ideas puede impresionar a diferentes men-
tes con el mismo pensamiento, pero cada una puede expresarlo de una
manera diferente, y sin embargo sin contradicción. El hecho de que
existan esas diferencias no debiera dejarnos perplejos o confundidos.
Es muy raro que dos personas vean y expresen la verdad de la misma
manera. Cada una se ocupa de puntos particulares que su idiosincrasia
y educación la capacitan para apreciar. La luz solar que cae sobre dife-
rentes objetos, les da matices diferentes —Mensajes selectos, t. 1, p. 25.

La familiaridad con las Escrituras agudiza la capacidad de discer-


nimiento, y fortifica el alma contra los ataques de Satanás. La Biblia es
la Palabra del Espíritu, que nunca dejará de vencer al adversario. Es el
único verdadero guía en todos los asuntos de fe y de práctica. La razón
por la cual Satanás tiene tanto control sobre la mente y el corazón de
los hombres, es que no han hecho de la Palabra de Dios su consejero, y
todos sus caminos no han sido probados mediante la prueba verdadera.
La Biblia nos mostrará el curso que debemos seguir para llegar a ser
los herederos de la gloria —Mente, carácter y personalidad, t. 1, pp.
91, 92.

Martes, 28 de abril: La claridad de la Biblia

Hay muchas cosas aparentemente difíciles u obscuras que Dios


hará claras y sencillas para los que con esa humildad procuren enten-
derlas. Mas sin la dirección del Espíritu Santo estaremos continuamen-
te expuestos a torcer las Sagradas Escrituras o a interpretarlas mal.
Muchos leen la Biblia de una manera que no aprovecha, y hasta, en
numerosos casos, produce un daño patente. Cuando el Libro de Dios
se abre sin oración ni reverencia; cuando los pensamientos y afectos
no están fijos en Dios, o no armonizan con su voluntad, el intelecto
queda envuelto en dudas, y entonces con el mismo estudio de la Biblia
se fortalece el escepticismo. El enemigo se posesiona de los pensa-
mientos, y sugiere interpretaciones incorrectas. Cuando los hombres
no procuran estar en armonía con Dios en obras y en palabras, por
instruidos que sean están expuestos a errar en su modo de entender las
Santas Escrituras, y no es seguro confiar en sus explicaciones. Los que
escudriñan las Escrituras para buscar discrepancias, no tienen penetra-
ción espiritual. Con vista distorsionada encontrarán muchas razones
para dudar y no creer en cosas realmente claras y sencillas —El camino
a Cristo, pp. 110, 111.

El que presta a las Escrituras una atención detenida y acompañada


de oración obtendrá una clara comprensión y un juicio sano, como si
al dirigirse a Dios hubiese alcanzado un plano más alto de inteligencia.

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Si la mente se dedica a la tarea de estudiar la Biblia, la compren-
sión se fortalece y se perfeccionan las facultades del raciocinio. Con el
estudio de las Escrituras, la mente se expande y se equilibra más que si
se dedicara a obtener información de libros que no tienen relación con
la Biblia —Consejos para los maestros, p. 437.

Sin el Espíritu de Dios, un conocimiento de su Palabra no tiene


valor. La teoría de la verdad, cuando no va acompañada del Espíritu
Santo, no puede avivar el alma o santificar el corazón. Uno puede estar
familiarizado con los mandamientos y las promesas de la Biblia, pero
a menos que el Espíritu de Dios grabe la verdad, el carácter no será
transformado. Sin la iluminación del Espíritu, los hombres no podrán
distinguir la verdad del error, y caerán bajo las tentaciones maestras de
Satanás —Palabras de vida del gran Maestro, pp. 337, 338.

La tardanza del esposo representa la expiración del plazo en que


se esperaba al Señor, el contratiempo y la demora aparente. En ese
momento de incertidumbre, el interés de los superficiales y de los
sinceros a medias empezó a vacilar y cejaron en sus esfuerzos; pero
aquellos cuya fe descansaba en un conocimiento personal de la Biblia,
tenían bajo los pies una roca que no podía ser barrida por las olas
de la contrariedad. “Cabecearon todas, y se durmieron”; una clase de
cristianos se sumió en la indiferencia y abandonó su fe, la otra siguió
esperando pacientemente hasta que se le diese mayor luz. Sin embargo,
en la noche de la prueba esta segunda categoría pareció perder, hasta
cierto punto, su ardor y devoción. Los tibios y superficiales no podían
seguir apoyándose en la fe de sus hermanos. Cada cual debía sostenerse
por sí mismo o caer —El conflicto de los siglos, p. 392.

Miércoles, 29 de abril: La Escritura interpreta la Escritura

En Berea Pablo encontró judíos que estaban dispuestos a investi-


gar las verdades que enseñaba. El informe de Lucas declara de ellos:
“Y fueron estos más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues
recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las
Escrituras, si estas cosas eran así. Así que creyeron muchos de ellos; y
mujeres Griegas de distinción, y no pocos hombres”.
La mente de los bereanos no estaba estrechada por el prejuicio.
Estaban dispuestos a investigar la verdad de la doctrina presentada
por los apóstoles. Estudiaban la Biblia, no por curiosidad, sino para
aprender lo que se había escrito concerniente al Mesías prometido.
Investigaban diariamente los relatos inspirados; y al comparar escritura
con escritura, los ángeles celestiales estaban junto a ellos, iluminando
sus mentes e impresionando sus corazones —Los hechos de los após-
toles, p. 188.

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Las mentes humanas sin la ayuda especial del Espíritu de Dios
considerarán que muchas cosas de la Biblia son muy difíciles de com-
prender, porque les falta esclarecimiento divino. Los hombres no deben
ocuparse de la Palabra de Dios ensalzando su propia manera de obrar, o
su propia voluntad, o sus propias ideas, sino deben ocuparse de ella con
un espíritu dócil, humilde y santo —Comentarios de Elena G. de White
en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 931.

Dios ha dado en su Palabra pruebas suficientes del divino origen


de ella. Las grandes verdades que se relacionan con nuestra redención
están presentadas en ella con claridad. Con la ayuda del Espíritu Santo
que se promete a todos los que lo pidan con sinceridad, cada cual puede
comprender estas verdades por sí mismo. Dios ha dado a los hombres
un fundamento firme en que cimentar su fe…
Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, él
no quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la incredulidad.
Todos los que buscan motivos de duda los encontrarán. Y todos los que
rehusan, aceptar la Palabra de Dios y obedecerla antes que toda obje-
ción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo de duda, no
llegarán jamás a la luz —El conflicto de los siglos, p. 517.

El interpretar mal y dar un sentido forzado, verdadero a medias y


místico a los oráculos de Dios, es para los agentes humanos un acto que
pone en peligro sus propias almas y las de otros. “Porque yo protesto a
cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno
añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escri-
tas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta
profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad,
y de las cosas que están escritas en este libro”. Apocalipsis 22: 18, 19.
Aquellos que por su interpretación humana hacen que la Escritura enun-
cie lo que Cristo jamás puso en ella, debilitando su fuerza, haciendo
que la voz de Dios, oída en instrucciones y amonestaciones, testifique
mentira, a fin de no pagar el precio que demanda la obediencia a los
requerimientos de Dios, se han convertido en letreros que señalan en
dirección equivocada, hacia senderos falsos que conducen a la transgre-
sión y la muerte —La educación cristiana, p. 257.

Jueves, 30 de abril: Sola Scriptura y Elena G. de White

¿Qué otro libro presenta a los estudiantes ciencia más ennoblecedo-


ra, historia más maravillosa? Claramente retrata la justicia, y vaticina la
consecuencia de la desobediencia a la ley de Jehová. A nadie se deja en
la oscuridad en cuanto a lo que Dios aprueba o desaprueba. Estudiando
las Escrituras llegamos a conocer a Dios y somos encaminados hacia
la comprensión de nuestra relación con Cristo, quien llevó nuestros
pecados, y es el garante, el sustituto de nuestra humanidad caída. Estas

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verdades atañen a nuestros intereses presentes y eternos. La Biblia
descuella entre los libros, y su estudio tiene un valor superior al de otra
literatura para dar vigor y expansión a la mente. Pablo dice: “Procura
con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene
de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad”… Toda
Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir,
para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” —La educación
cristiana, p. 54.

No ha cambiado en nada el modo en que trabaja Satanás contra


Dios y contra su Palabra; se opone hoy tanto como en el siglo XVI a
que las Escrituras sean reconocidas como guía de la vida. En la actua-
lidad los hombres se han alejado mucho de sus doctrinas y preceptos,
y se hace muy necesario volver al gran principio protestante: la Biblia,
únicamente la Biblia, como regla de la fe y del deber. Satanás sigue
valiéndose de todos los medios de que dispone para destruir la libertad
religiosa. El mismo poder anticristiano que rechazaron los protestantes
de Spira procura ahora, con redoblado esfuerzo, restablecer su perdida
supremacía. La misma adhesión incondicional a la Palabra de Dios que
se manifestó en los días tan críticos de la Reforma del siglo XVI, es la
única esperanza de una reforma en nuestros días —El conflicto de los
siglos, p. 188.

Vi que Dios sabía que Satanás iba a ensayar todas sus artes para
destruir al hombre. Por esto había hecho escribir su Palabra y presen-
tado sus propósitos acerca de la raza humana con tanta claridad que
los más débiles no necesitasen errar. Después de haber dado su Palabra
al hombre, la había preservado cuidadosamente de la destrucción por
Satanás y sus ángeles, o por cualquiera de sus agentes o representantes.
Mientras que otros libros podían ser destruídos, este había de ser inmor-
tal. Y al acercarse el fin del tiempo, cuando los engaños de Satanás
aumentarían, iba a multiplicarse de tal manera que todos los que lo
deseasen pudiesen obtener un ejemplar, y si querían, podían armarse
contra los engaños y los prodigios mentirosos de Satanás.
Vi que Dios había guardado en forma especial la Biblia; sin embar-
go, cuando los ejemplares de ella eran pocos, hubo sabios que en al-
gunos casos cambiaron las palabras, pensando que estaban haciendo
más claro su sentido, cuando en realidad estaban confundiendo lo que
era claro e inclinándolo hacia sus opiniones establecidas, que eran
gobernadas por la tradición. Pero vi que la Palabra de Dios, en conjunto,
es una cadena perfecta, de la cual una porción se vincula con la otra y
la explica. Los verdaderos buscadores de la verdad no necesitan errar;
porque no solo es la Palabra de Dios clara y sencilla al presentar el
camino de la vida, sino que el Espíritu Santo es dado como guía para
comprender el camino de la vida en ella revelado —Primeros escritos,
pp. 220, 221.

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Viernes, 1 de mayo: Para estudiar y meditar

Hijos e hijas de Dios, “Todo en nombre de Jesús”, p. 178;


La educación, “La enseñanza y el estudio de la Biblia”, pp. 185-192.

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Lección 6

¿Por qué se necesita


interpretación?
Sábado de tarde, 2 de mayo

La fe es el primer peldaño en la escalera del progreso. Sin fe es


imposible agradar a Dios. Sin embargo, muchos se detienen en ese
escalón y nunca ascienden más. Les parece que una vez que han pro-
fesado aceptar a Cristo, cuando sus nombres están inscritos en el libro
de la iglesia, su obra está consumada. La fe es esencial; pero la Palabra
Inspirada dice: “Mostrad en vuestra fe virtud”. Los que procuran con-
seguir la vida eterna y un hogar en el reino de Dios, deben echar el
cimiento de la virtud para la edificación de su carácter. Jesús debe ser la
principal piedra de ángulo. Hay que eliminar de la mente y la vida todas
las cosas que contaminan el alma. Cuando se presentan las tentaciones,
hay que resistirlas con la fuerza de Cristo. Debemos fundir en nuestro
carácter la virtud del inmaculado Cordero de Dios, para que el alma
pueda estar fundada en su integridad —Mi vida hoy, p. 99.

La lectura de obras referentes a nuestra fe, la de los argumentos


ajenos, es una ayuda excelente e importante, pero no es la que dará a la
mente su mayor fuerza. La Biblia es el mejor libro del mundo para dar
cultura intelectual. Su estudio ejercita la mente, fortalece la memoria y
aguza el intelecto más que el estudio de todos los temas abarcados por
la filosofía humana. Los grandes temas que presenta, la digna sencillez
con que son tratados estos temas en ella, la luz que derrama sobre los
grandes problemas de la vida, reportan fuerza y vigor al entendimiento.
En el gran conflicto que vamos a tener que afrontar, el que quiera
mantenerse fiel a Cristo deberá penetrar más hondo que las opiniones y
doctrinas de los hombres. Mi mensaje… es este: Observad celosamente
vuestras horas de oración, estudio de la Biblia y examen de conciencia.
Poned aparte una porción de cada día para estudiar las Escrituras y
comulgar con Dios. Así obtendréis fuerza espiritual, y creceréis en el
favor de Dios. Él solo puede darnos aspiraciones nobles; él solo puede
moldear el carácter según la semejanza divina. Acercaos a él en ora-
ción ferviente, y él llenará vuestros corazones de propósitos elevados
y santos y de profundos y fervientes anhelos de pureza y claridad de
pensamiento —Obreros evangélicos, p. 105.

Una fe tal es lo que se necesita en el mundo hoy, una fe que se afe-


rre a las promesas de la palabra de Dios, y se niegue a renunciar a ellas
antes que el Cielo oiga. Una fe tal nos relaciona estrechamente con el
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Cielo, y nos imparte fuerza para luchar con las potestades de las tinie-
blas. Por la fe los hijos de Dios “ganaron reinos, obraron justicia, alcan-
zaron promesas, taparon las bocas de leones, apagaron fuegos impetuo-
sos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron
hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños”. Hebreos
11: 33, 34. Y por la fe hemos de llegar hoy a las alturas del propósito
que Dios tiene para nosotros —Profetas y reyes, pp. 115, 116.

Domingo, 3 de mayo: Presuposiciones

Cuando Cristo se encontró por primera vez con los discípulos en el


aposento alto, Tomás no estaba con ellos. Oyó el informe de los demás
y recibió abundantes pruebas de que Jesús había resucitado; pero la
lobreguez y la incredulidad llenaban su alma. El oír a los discípulos
hablar de las maravillosas manifestaciones del Salvador resucitado no
hizo sino sumirlo en más profunda desesperación… Estaba resuelto a
no creer, y por una semana entera reflexionó en su condición, que le
parecía tanto más oscura en contraste con la esperanza y la fe de sus
hermanos…
Volviéndose hacia Tomás dijo: “Mete tu dedo aquí, y ve mis manos:
y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino
fiel”. Estas palabras demostraban que él conocía los pensamientos y las
palabras de Tomás. El discípulo acosado por la duda sabía que ninguno
de sus compañeros había visto a Jesús desde hacía una semana. No
podían haber hablado de su incredulidad al Maestro. Reconoció como
su Señor al que tenía delante de sí. No deseaba otra prueba. Su corazón
palpitó de gozo, y se echó a los pies de Jesús clamando: “¡Señor mío,
y Dios mío!”
Jesús aceptó este reconocimiento, pero reprendió suavemente su
incredulidad: “Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados
los que no vieron y creyeron”. La fe de Tomás habría sido más grata a
Cristo si hubiese estado dispuesto a creer por el testimonio de sus her-
manos —El Deseado de todas las gentes, pp. 747, 748.

Solo se puede obtener un verdadero conocimiento de la Biblia


mediante la ayuda del Espíritu que dio la Palabra. Y a fin de obtener
ese conocimiento debemos vivir de acuerdo con él. Debemos obedecer
todo lo que la Palabra de Dios manda. Podemos reclamar todas sus pro-
mesas. Mediante su poder, debemos vivir la vida que ella recomienda.
Solo si se la considera de este modo, se la puede estudiar eficazmente
—La educación, p. 189.

En el estudio de la Palabra, dejen en la puerta de la investigación


sus opiniones preconcebidas y sus ideas heredadas del ambiente y cul-
tivadas individualmente. Nunca descubrirán la verdad si estudian las
Escrituras para vindicar sus propias ideas. Dejen estas ideas a la puerta
y acérquense con el corazón compungido para oír lo que el Señor tiene

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que decirles. Al sentarse el humilde indagador de la verdad a los pies
de Jesús para aprender de él, la Palabra le da entendimiento. Cristo dice
a los que son demasiado sabios en su propio concepto para estudiar
la Biblia: “Si quieren hacerse sabios para la salvación, deben hacerse
mansos y humildes de corazón”.
No lean la Palabra a la luz de opiniones anteriores; investíguenla,
en cambio, cuidadosamente y con oración, con una mente libre de pre-
juicios. Si al leerla se produce la convicción, y ven que las opiniones
que han acariciado no están en armonía con la Palabra, no traten de
hacer concordar la Palabra con esas opiniones. Hagan concordar sus
opiniones con la Palabra. No permitan que lo que han creído o practica-
do en lo pasado gobierne el entendimiento. Abran los ojos de su mente
para contemplar maravillas en la ley. Descubran lo que está escrito, y
después afirmen sus pies en la Roca eterna —Mensajes para los jóve-
nes, pp. 183, 184.

Lunes, 4 de mayo: Traducción e interpretación

La Biblia es su propio intérprete. Debe compararse texto con texto.


El estudiante debería aprender a considerar la Biblia como un todo y a
ver la relación que existe entre sus partes. Debería adquirir el conoci-
miento de su gran tema central, del propósito original de Dios hacia el
mundo, del comienzo de la gran controversia y de la obra de la reden-
ción. Debería comprender la naturaleza de los principios que luchan
por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las crónicas
de la historia y la profecía, hasta la gran culminación. Debería verificar
cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana;
cómo en su mismo caso cada acto de su vida revela uno u otro de esos
dos motivos antagónicos; y cómo, consciente o inconscientemente,
ahora mismo está decidiendo en qué lado de la contienda se va a encon-
trar —La educación, p. 190.

Mientras dos discípulos estaban cerca, Juan volvió a ver a Jesús


entre el pueblo. Otra vez se iluminó el rostro del profeta con la gloria
del Invisible, mientras exclamaba: “He aquí el Cordero de Dios”. Las
palabras conmovieron el corazón de los discípulos. Ellos no las com-
prendían plenamente. ¿Qué significaba el nombre que Juan le había
dado: “Cordero de Dios”? Juan mismo no lo había explicado…
Si Juan y Andrés hubiesen estado dominados por el espíritu incré-
dulo de los sacerdotes y gobernantes, no se habrían presentado como
discípulos a los pies de Jesús. Habrían venido a él como críticos, para
juzgar sus palabras. Muchos cierran así la puerta a las oportunidades
más preciosas. No sucedió así con estos primeros discípulos. Habían
respondido al llamamiento del Espíritu Santo, manifestado en la predi-
cación de Juan el Bautista. Ahora, reconocían la voz del Maestro celes-
tial. Para ellos, las palabras de Jesús estaban llenas de refrigerio, verdad

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y belleza. Una iluminación divina se derramaba sobre las enseñanzas
de las Escrituras del Antiguo Testamento. Los multilaterales temas de
la verdad se destacaban con una nueva luz —El Deseado de todas las
gentes, p. 113.

La revelación no es la creación ni la invención de algo nuevo, sino


la manifestación de algo que, antes que fuera revelado, era desconocido
para los seres humanos. Las grandes y eternas verdades contenidas en
el evangelio, son reveladas mediante la investigación diligente y la
humillación de nuestro ser delante de Dios. Tenemos un Maestro divi-
no que guía la mente del humilde buscador de la verdad; y mediante
la dirección del Espíritu Santo recibe la revelación de las verdades
de la Palabra. Y ningún conocimiento de la verdad puede ser más acer-
tado y eficiente que cuando se es conducido así a toda verdad. Mediante
la impartición del Espíritu Santo comprenderemos la Palabra de Dios.
Se nos amonesta a buscar la verdad como si estuviéramos buscando un
tesoro escondido —Exaltad a Jesús, p. 175.

Martes, 5 de mayo: La Biblia y la cultura

El apóstol Pablo tenía todos los privilegios de un ciudadano roma-


no. No iba a la zaga en la educación hebrea, pues había aprendido a los
pies de Gamaliel, pero todo eso no lo capacitaba para alcanzar la norma
más elevada. A pesar de toda su educación científica y literaria estaba,
hasta que Cristo se lo reveló, en una oscuridad tan completa como
muchos de sus días. Pablo llegó a estar plenamente convencido de que
conocer a Jesucristo mediante un conocimiento experimental era para
su bien presente y eterno…
La costumbre de Pablo había sido adoptar un estilo oratorio en
su predicación. Era un hombre capaz para hablar ante reyes, ante los
grandes y eruditos hombres de Atenas, y su conocimiento intelectual
con frecuencia le era de valor en la preparación del camino para el
evangelio. Trató de hacer sesto en Atenas, haciendo frente a la elocuen-
cia con elocuencia, a la filosofía con filosofía y a la lógica con lógica,
pero no alcanzó el éxito que había esperado. Sus conceptos posteriores
lo indujeron a entender que había algo que necesitaba por encima de
la sabiduría humana. Dios le enseñó que debía recibir algo superior a la
sabiduría del mundo. Debía recibir su poder de una fuente más elevada.
Para convencer de sus culpas a los pecadores y convertirlos, el Espíritu
de Dios debía participar de su obra y santificar cada progreso espiritual
—Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista
del séptimo día, t. 6, p. 1084.

Muchos se figuran que para alcanzar a las clases altas, hay que
adoptar un modo de vivir y un método de trabajo adecuado a los gustos
desdeñosos de ellas. Consideran de suma importancia cierta apariencia

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de fortuna, los costosos edificios, trajes y atavíos, el ambiente imponen-
te, la conformidad con las costumbres mundanas y la urbanidad artifi-
ciosa de las clases altas, así como su cultura clásica y lenguaje refinado.
Esto es un error. El modo mundano de proceder para alcanzar las clases
altas no es el modo de proceder de Dios. Lo que surtirá efecto en esta
tarea es la presentación del evangelio de Cristo de un modo consecuente
y abnegado —El ministerio de curación, p. 164.

Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad,


la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hom-
bres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención.
Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo
departamento del templo, para que cada alma pudiese tener libre acceso
a Dios. Su amor es tan amplio, tan profundo, tan completo, que penetra
por doquiera. Libra de la influencia de Satanás a las pobres almas que
han sido seducidas por sus engaños. Las coloca al alcance del trono de
Dios, el trono circuido por el arco de la promesa.
En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos son
atraídos por su preciosa sangre. (Gálatas 3: 28; Efesios 2: 13).
Cualquiera que sea la diferencia de creencia religiosa, el llama-
miento de la humanidad doliente debe ser oído y contestado. Donde
existe amargura de sentimiento por causa de la diferencia de la religión,
puede hacerse mucho bien mediante el servicio personal. El minis-
terio amante quebrantará el prejuicio, y ganará las almas para Dios
—Palabras de vida del gran Maestro, p. 318.

Miércoles, 6 de mayo: Nuestra naturaleza pecaminosa y caída

Cristo dio al pueblo judío abundantes evidencias de que era el


Mesías; pero su enseñanza exigía un cambio decidido en sus vidas. Ellos
vieron que si recibían a Cristo debían abandonar sus máximas y tradi-
ciones favoritas y sus prácticas egoístas e impías. Exigía un sacrificio
el recibir la verdad invariable y eterna. Por lo tanto, no admitieron la
más concluyente evidencia que Dios pudo dar a fin de establecer la fe
en Cristo. Profesaban creer en las Escrituras del Viejo Testamento, y sin
embargo, rehusaron aceptar el testimonio que contenían con respecto a la
vida y el carácter de Cristo. Temían ser convencidos, no fuera que se con-
virtieran y se vieran impelidos a abandonar sus opiniones preconcebidas.
El tesoro del evangelio, el Camino, la Verdad y la Vida estaba entre ellos,
pero rechazaron la dádiva más grande que los cielos pudieran conceder.
“Aun de los príncipes, muchos creyeron en él —leemos—, mas
por causa de los fariseos no le confesaban, por no ser echados de la
sinagoga”. Juan 12: 42. Estaban convencidos. Creían que Jesús era el
Hijo de Dios; pero el confesarlo no estaba de acuerdo con sus ambi-
ciosos deseos. No tenían la fe que podría haberles conseguido el tesoro
celestial. Estaban buscando tesoro mundanal —Palabras de vida del
gran Maestro, p. 77.

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El Señor ha presentado ante mí que aquellos que, en alguna medida,
han estado cegados por el enemigo y no se han restaurado plenamente
de la trampa de Satanás, estarán en peligro porque no pueden discernir
la luz del cielo, y estarán inclinados a aceptar una falsedad. Esto afec-
tará todo el contenido de sus pensamientos, sus decisiones, sus asun-
tos, sus consejos. Las evidencias que Dios ha dado no los convencen
porque han cegado sus propios ojos al escoger las tinieblas antes que
la luz. Después dan origen a algo que llaman luz, la que el Señor llama
teas, que ellos mismos encendieron y por las cuales dirigen sus pasos.
Declara el Señor: “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye
la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en
el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros
encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y
de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis
sepultados”. Dijo Jesús: “Para juicio he venido yo a este mundo; para
que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados”. “Yo, la luz, he
venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en
tinieblas —Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico
adventista del séptimo día, t. 4, pp. 1168, 1196.

Jueves, 7 de mayo: Por qué es importante la interpretación

Los casamientos mixtos del pueblo con otras naciones habían con-
tribuido a la corrupción del idioma hebreo, y los que hablaban necesita-
ban poner mucho cuidado para explicar la ley en el lenguaje del pueblo,
a fin de que todos la comprendiesen. Algunos de los sacerdotes y levitas
cooperaban con Esdras para explicar los principios de la ley. “Leían en
el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que
entendiesen la lectura”…
Día tras día, al escuchar las palabras de la ley, el pueblo se había
convencido de sus transgresiones y de los pecados que había cometido
la nación en generaciones anteriores. Vieron que, por el hecho de que
se habían apartado de Dios, él les había retirado su cuidado protector
y los hijos de Abraham habían sido dispersados en tierras extrañas; y
resolvieron procurar su misericordia y comprometerse a andar en sus
mandamientos. Antes de tomar parte en este servicio solemne, cele-
brado el segundo día después de terminada la fiesta de las cabañas, se
separaron de los paganos que había entre ellos.
Cuando el pueblo se postró delante de Jehová, confesando sus
pecados y pidiendo perdón, sus dirigentes le alentaron a creer que Dios,
según su promesa, oía sus oraciones. No solo debían lamentarse y llo-
rar, arrepentidos, sino también creer que Dios los perdonaba. Debían
demostrar su fe recordando sus misericordias y alabándole por su bon-
dad. Dijeron esos instructores: “Levantáos, bendecid a Jehová vuestro
Dios desde el siglo hasta el siglo” —Profetas y reyes, pp. 489-491.

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Individualmente, necesitamos prestar atención a un “así dice
Jehová”, como nunca lo hemos hecho antes. Hay hombres que son
desleales a Dios, que profanan su santo día de reposo, que quieren
hallar dificultades en las declaraciones más sencillas de la Palabra, que
pervierten el verdadero significado de las Escrituras y que, al mismo
tiempo, hacen esfuerzos desesperados para armonizar su desobediencia
con las Escrituras. Pero la Palabra condena tales prácticas, así como
condenó a los escribas y fariseos en los días de Cristo. Necesitamos
saber qué es verdad. ¿Lo haremos como lo hicieron los fariseos? ¿Nos
apartaremos del más grande Maestro que el mundo jamás haya conoci-
do, para volvernos a las tradiciones, máximas y dichos de los hombres?
—Mensajes selectos, t. 1, p. 251.

¿Son vagas e inconsecuentes las Escrituras? ¿Hay base para las


opiniones divergentes y las diversas interpretaciones y doctrinas que
hallan eco en el mundo religioso? Si así fuera, podríamos albergar
dudas acerca de su origen divino, porque no es la inspiración de Dios la
que conduce a la gente a albergar diversas opiniones. Los que intentan
interpretar la Biblia, corrompen la Palabra de Dios y tuercen el verdade-
ro significado de la Escritura al tratar de que armonice la verdad de Dios
con las invenciones y doctrinas de los hombres. Las Escrituras resultan
pervertidas y son mal aplicadas, y las gemas de verdad aparecen en el
marco del error. Estos maestros están ciegos y no pueden distinguir
claramente cuál es el verdadero significado de las Escrituras —Cada
día con Dios, p. 162.

Viernes, 8 de mayo: Para estudiar y meditar

Cada día con Dios, “Conozcamos por nosotros mismos”, p. 312;


El camino a Cristo, “¿Qué debe hacerse con la duda?”, pp. 105-113.

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Lección 7

Idiomas, texto
y contexto
Sábado de tarde, 9 de mayo

El estandarte de la verdad y de la libertad religiosa que aquellos


reformadores hicieron ondear, se nos ha entregado en este último con-
flicto. La responsabilidad de este gran don descansa sobre quienes Dios
ha bendecido con el conocimiento de su Palabra. Debemos considerar
la Palabra de Dios como la autoridad suprema. Debemos aceptar sus
verdades y hacerlas nuestras. Podremos apreciarlas únicamente si las
buscamos mediante el estudio personal.
Cuando convirtamos la Palabra de Dios en la guía de nuestras
vidas, se contestará en nosotros la oración de Cristo: “Santifícalos en tu
verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17: 17. Reconocer la verdad en pala-
bra y en acción, será nuestra confesión de fe. Únicamente así podrán los
demás confirmar que creemos en la Biblia.
Los reformadores cuya protesta hizo que se nos conociera como
“protestantes”, creían que Dios los había llamado a llevar el evangelio
al mundo. Para cumplir con este mandato estuvieron dispuestos a sacri-
ficar sus posesiones, su libertad y sus vidas. ¿Seremos en este último
gran conflicto tan fieles a nuestro cometido, como lo fueron los refor-
madores a la de ellos? —Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 402, 403.

La verdad para aquel tiempo se llevó a todo rincón del mundo en


medio de la persecución y la muerte. La Palabra de Dios se llevó al
pueblo. Todas las clases sociales, los encumbrados y el populacho, ricos
y pobres, letrados e ignorantes, la estudiaron con entusiasmo. Quienes
recibieron la luz se convirtieron a su vez en mensajeros. En aquellos
días la verdad se llevó a la gente gracias a la imprenta. La pluma de
Lutero era poderosa, y sus escritos, esparcidos por doquier, agitaron al
mundo. Las mismas opciones están a nuestra disposición, multiplicadas
por cien. Las Biblias y las diversas publicaciones en numerosos idiomas
que presentan la verdad para este tiempo, están a nuestro alcance y pue-
den llevarse rápidamente a cualquier parte del mundo. Debemos procla-
mar a los hombres el último mensaje de advertencia de Dios, y ¡cuánta
diligencia debemos manifestar en el estudio de la Biblia y en nuestro
celo al difundir la luz! —Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 403.

En estos días de viajes, las oportunidades para ponerse en contacto


con hombres y mujeres de todas las clases sociales y de muchas nacio-

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nalidades, son mayores que en los días de los israelitas. Las rutas de
viaje se han multiplicado mil veces. Dios ha preparado admirablemente
el camino. Tenemos a nuestra disposición los beneficios de la imprenta.
Tenemos Biblias y publicaciones en diversos idiomas que explican la
verdad para este tiempo, que pueden llevarse con rapidez a todos los
países del mundo.
Los cristianos que viven en los grandes centros comerciales y
turísticos tienen oportunidades especiales. Los creyentes que moran en
estas ciudades pueden trabajar para Dios en el vecindario de sus hoga-
res —Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 99.

Domingo, 10 de mayo: Cómo entender las Escrituras

En la Palabra de Dios están todos los requisitos para el perfeccio-


namiento del hombre de Dios. Es como una tesorería llena de merca-
dería valiosa y preciosa, pero no apreciamos sus riquezas ni nos damos
cuenta de la necesidad de investigar las Escrituras por nosotros mismos.
Muchos descuidan el estudio de la Palabra de Dios para atender intere-
ses seculares o para gozar de placeres efímeros… Oh, bien podríamos
dejar a un lado todo lo que sea de carácter terreno antes que la investiga-
ción de la Palabra de Dios que puede hacernos sabios para vida eterna.
“Inspirada por Dios”, puede “hacer sabio para la salvación” (vers.
15), haciendo al “hombre de Dios… perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra” —el Libro de los libros tiene el máximo derecho
a nuestra reverente atención—…
En la búsqueda de las verdades reveladas por el cielo, el Espíritu de
Dios es puesto en la íntima relación con el sincero investigador de las
Escrituras. La comprensión de la voluntad revelada de Dios ensancha
la mente, la expande, la eleva y la dota de nuevo vigor, poniendo sus
facultades en contacto con la maravillosa verdad…
La Biblia da al verdadero investigador de la verdad una avanzada
disciplina mental y él sale de la contemplación de las cosas divinas con
sus facultades enriquecidas; el yo es humillado mientras Dios y su ver-
dad revelada son exaltados —En los lugares celestiales, p. 135.

Que el corazón sea enternecido y subyugado por el espíritu de


oración antes de comenzar la lectura de la Biblia. La verdad triunfa-
rá cuando el Espíritu de verdad colabore con el humilde estudiante
de la Biblia. ¡Cuán precioso es el pensamiento de que el Autor de la
verdad todavía vive y reina! Pedidle que impresione vuestras mentes
con la verdad. Entonces será provechosa vuestra investigación de las
Escrituras. Cristo es el gran Maestro de sus seguidores, y no permitirá
que andéis en tinieblas —Nuestra elevada vocación, p. 209.

Sus hijos deben tener la oportunidad de estudiar la Biblia en la


escuela. Necesitan ser equipados ampliamente con las razones de nues-
tra fe, a fin de que ellos mismos entiendan las Escrituras. Mediante la

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comprensión de las verdades de la Biblia, estarán mejor preparados para
ocupar posiciones de confianza. Serán fortalecidos contra las tentacio-
nes que los acecharán a diestra y siniestra. Tal como Daniel, si ellos han
sido bastante instruidos y consagrados, podrán ser llamados a cumplir
responsabilidades importantes. Daniel fue un estadista fiel en la corte de
Babilonia, porque amaba, reverenciaba y confiaba en Dios. En medio
de la tentación y el peligro fue preservado por el poder de Dios. Leemos
que Dios le otorgó a Daniel sabiduría y lo dotó de entendimiento.
Aquellos que obtienen un conocimiento de la voluntad de Dios y
practican los preceptos de su palabra serán hallados fieles en cualquier
posición de confianza en que se los coloque. Padres, considerad esto,
y colocad a vuestros hijos en un lugar donde les serán inculcados los
principios de la verdad; donde se hará todo esfuerzo a fin de ayudarlos
a mantener su consagración si ya están convertidos; y donde, si aún
no se han convertido, serán influidos para llegar a ser hijos de Dios,
y así capacitarlos para que salgan a alcanzar a otros para la verdad
—Fundamentals of Christian Education, pp. 204, 205.

Lunes, 11 de mayo: Las palabras y sus significados

La Justicia y la Misericordia se mantuvieron separadas, opuestas


la una a la otra, separadas por un ancho abismo. El Señor, nuestro
Redentor, revisitó su divinidad con humanidad, y forjó a favor del
hombre un carácter que era sin mancha ni tacha. Plantó su cruz a
mitad del camino entre el cielo y la tierra, y la convirtió en el objeto de
atracción que se extendía en ambas direcciones, uniendo a la Justicia y
a la Misericordia a través del abismo. La Justicia se trasladó desde su
elevado trono y con todos los ejércitos del cielo se aproximó a la cruz.
Allí vio a Uno igual a Dios llevando el castigo de toda injusticia y todo
pecado. La Justicia se inclinó con reverencia ante la cruz con perfecta
satisfacción, diciendo: Es suficiente —Comentarios de Elena G. de
White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 947.

[Nuestro Redentor] vivió no para gratificarse a sí mismo, sino para


hacer el bien y para salvar a otros del sufrimiento, para ayudar a los
que más lo necesitaban. Perseveró en esta actitud hasta el mismo fin. El
castigo de nuestra paz recayó sobre él, y llevó las iniquidades de todos
nosotros. Nosotros debimos beber esa amarga copa. Nuestros pecados
fueron los ingredientes de esa mezcla. Pero nuestro querido Salvador la
sacó de nuestros labios y la bebió él mismo, y en su lugar nos ofrece una
copa de misericordia, bendición y salvación. ¡Oh, qué inmenso sacrifi-
cio se hizo en favor de la raza caída! ¡Qué amor, qué amor maravilloso e
incomparable! Después de todas estas manifestaciones de amor, hechas
precisamente con el fin de revelarnos su amor, ¿trataremos de evitar las
pequeñas pruebas que tenemos que soportar? ¿Podemos amar a Cristo
y al mismo tiempo no estar dispuestos a llevar la cruz? ¿Podemos que-
rer participar de su gloria, pero no a seguirlo siquiera desde el tribunal

51
hasta el Calvario? Si Cristo está en nosotros, la esperanza de gloria,
caminaremos como él lo hizo; imitaremos su vida de sacrificio para
bendecir a los demás; beberemos de su copa y seremos bautizados de
su bautismo; daremos la bienvenida a una vida de devoción, pruebas, y
abnegación por causa de Cristo. Por más sacrificios que hagamos para
obtenerlo, el Cielo será demasiado barato —Testimonios para la iglesia,
t. 2, pp. 67, 68.

La paz mental, que es el resultado de las acciones y los motivos


puros y santos, le dará un tono de vigor y libertad a todos los órganos
del cuerpo.
La paz interior, y una conciencia desprovista de ofensas a Dios, vivi-
ficará y vigorizará el intelecto, como el rocío que se derrama sobre las
tiernas plantas. La voluntad está, entonces, correctamente dirigida y con-
trolada, y aunque es más decidida, está libre de perversidad. Las medita-
ciones son placenteras porque están santificadas. La serenidad mental que
usted puede poseer será una bendición para todos los que se relacionan
con usted. Esta paz y esta calma llegarán a ser naturales con el tiempo, y
reflejarán sus preciosos rayos sobre todos los que la rodean, para volver
de nuevo a reflejarse sobre usted. Mientras más guste de esta paz celestial
y de esta serenidad de la mente, más aumentarán. Es un placer animado y
viviente que no sume todas las energías morales en un estupor, sino que
las despierta para llevar a cabo una actividad mayor. La paz perfecta es un
atributo del Cielo que los ángeles poseen. Quiera Dios ayudarle a poseer
esta paz —Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 293, 294.

Martes, 12 de mayo: Repetición, formas de escritura y significado

Y el uno daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los


ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Isaías 6: 3.
Esos seres santos cantaban la alabanza y la gloria a Dios con labios
no contaminados por el pecado. El contraste entre la pobre alabanza
que [Isaías] había estado acostumbrado a dar al Creador y las fervientes
alabanzas de los serafines, sorprendía y humillaba al profeta…
Así, cuando al siervo de Dios le es permitido contemplar la gloria
del Dios del cielo que se revela a la humanidad, y percibe en un grado
[aunque sea] mínimo la pureza del Santo de Israel, hará confesiones
pasmosas de la contaminación de su alma, más que jactancias orgullo-
sas de su santidad. Con profunda humildad Isaías exclamó: “¡Ay de mí,
pues soy perdido! porque soy hombre de labios inmundos”. No se trata
aquí de la humildad forzada y del servil reproche de sí mismo cuyo
despliegue pareciera que muchos consideran una virtud. Este dudoso
remedo de la humildad es impulsado por corazones llenos de orgullo y
estima propia. Muchos de los que se desmerecen a sí mismos de pala-
bra, se sentirían decepcionados si ese proceder no suscitara expresiones
de alabanza y aprecio de parte de los demás. Pero la convicción del
profeta era genuina —Conflicto y valor, p. 233.

52
Cuántos se aferran tenazmente a lo que creen que es dignidad, y
que solo es estima propia. Los tales tratan de honrarse a sí mismos, en
vez de esperar con humildad de corazón que Cristo los honre. En la
conversación, más tiempo se pasa hablando del yo que exaltando las
riquezas de la gracia de Cristo…
La verdadera santidad y humildad son inseparables. Mientras más
cerca esté el alma de Dios, más completamente se humillará y someterá.
Cuando Job oyó la voz del Señor desde el torbellino, exclamó: “Me
aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza”. Job 42: 6. . .
El que capta un destello del incomparable amor de Cristo, regis-
tra todas las otras cosas como pérdida, y considera al Señor como el
principal entre diez mil, y todo él codiciable. Cuando los serafines
y querubines contemplan a Cristo, cubren su rostro con sus alas. No
despliegan su perfección y belleza en la presencia de la gloria de su
Señor. ¡Cuán impropio es, pues, que los hombres se exalten a sí mis-
mos! Deberían, más bien, ser revestidos de humildad, cesar toda lucha
por la supremacía, y aprender lo que significa ser manso y humilde de
corazón. El que contempla la gloria y el amor infinito de Dios tendrá
un concepto humilde de sí mismo; y contemplando el carácter de Dios,
será transformado a su divina imagen —That I May Know Him, p. 175;
parcialmente en A fin de conocerle, p. 176.

Miércoles, 13 de mayo: Textos y contextos

Satanás tentó al primer Adán en el Edén, y Adán argumentó con el


enemigo, dándole así una ventaja. Satanás ejerció su poder hipnótico
sobre Adán y Eva, y se esforzó por ejercer ese poder sobre Cristo. Pero
después de que fueron citadas las palabras de las Escrituras, Satanás
supo que no tendría la oportunidad de triunfar…
Cristo ocupó el lugar de Adán en el desierto de la tentación, para
soportar la prueba en que este fracasó. Entonces Cristo venció en lugar
del pecador, cuatro mil años después de que Adán dio la espalda a la
luz de su hogar. La familia humana, separada de la presencia de Dios,
se había apartado más y más, generación tras generación, de la pure-
za original, de la sabiduría y el conocimiento que Adán poseía en el
Edén. Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana en
la condición en que esta se encontraba cuando él vino a la tierra para
socorrer al hombre. En favor de la raza humana y con las debilidades
del hombre caído sobre sí, debía resistir las tentaciones de Satanás en
todos los puntos en los cuales sería atacado el hombre —Comentarios
de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo
día, t. 5, p. 1057.

¡Qué contraste el del segundo Adán cuando fue al sombrío desierto


para hacer frente sin ninguna ayuda a Satanás! Desde la caída, la raza
humana había estado disminuyendo en tamaño y en fortaleza física,
y hundiéndose más profundamente en la escala de la dignidad moral,

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hasta el período del advenimiento de Cristo a la tierra. Y a fin de elevar
al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba. Él tomó la natu-
raleza humana y llevó las debilidades y la degeneración del hombre. El
que no conoció pecado, llegó a ser pecado por nosotros. Se humilló a
sí mismo hasta las profundidades más hondas del infortunio humano
a fin de poder estar calificado para llegar hasta el hombre y elevarlo
de la degradación en que el pecado lo había sumergido —Mensajes
selectos, t. 1, pp. 314, 315.

¡Cuántos están haciendo un intenso trabajo para andar en la senda


estrecha de la santidad! Para muchos la paz y el descanso de este ben-
dito camino no parecen estar más cercanos hoy que lo que estaban años
atrás en lo pasado. Miran muy a lo lejos para hallar lo que está cerca;
hacen complicado lo que Jesús hizo muy sencillo. Él es “el camino, la
verdad, y la vida”. El plan de salvación ha sido revelado con sencillez
en la Palabra de Dios; pero se ha buscado demasiado la sabiduría del
mundo y demasiado poco la sabiduría de la justicia de Cristo. Y almas
que podrían haber descansado en el amor de Jesús, han estado dudando,
y confusas acerca de muchas cosas…
Debéis confiar en Jesús por vosotros mismos, y apropiaros de las
promesas de Dios para vosotros, o de otra manera ¿cómo podéis educar
a otros a tener una confianza humilde y santa en él? —Mensajes selec-
tos, t. 3, p. 170, 171.

Jueves, 14 de mayo: Los libros y su mensaje

Durante los veinticinco primeros siglos de la historia humana no


hubo revelación escrita. Los que eran enseñados por Dios comunicaban
sus conocimientos a otros, y estos conocimientos eran así legados de
padres a hijos a través de varias generaciones. La redacción de la pala-
bra escrita empezó en tiempo de Moisés. Los conocimientos inspirados
fueron entonces compilados en un libro inspirado. Esa labor continuó
durante el largo período de dieciséis siglos, desde Moisés, el historiador
de la creación y el legislador, hasta Juan, el narrador de las verdades
más sublimes del evangelio —El conflicto de los siglos, p. 9.

Escritos en épocas diferentes y por hombres que diferían notable-


mente en posición social y económica y en facultades intelectuales y
espirituales, los libros de la Biblia presentan contrastes en su estilo,
como también diversidad en la naturaleza de los asuntos que desa-
rrollan. Sus diversos escritores se valen de expresiones diferentes; a
menudo la misma verdad está presentada por uno de ellos de modo
más patente que por otro. Ahora bien, como varios de sus autores nos
presentan el mismo asunto desde puntos de vista y aspectos diferentes,
puede parecer al lector superficial, descuidado y prevenido, que hay
divergencias o contradicciones, allí donde el lector atento y respetuoso
discierne, con mayor penetración, la armonía fundamental.

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Presentada por diversas personalidades, la verdad aparece en sus
variados aspectos. Un escritor percibe con más fuerza cierta parte del
asunto; comprende los puntos que armonizan con su experiencia o con
sus facultades de percepción y apreciación; otro nota más bien otro
aspecto del mismo asunto; y cada cual, bajo la dirección del Espíritu
Santo, presenta lo que ha quedado inculcado con más fuerza en su pro-
pia mente. De aquí que encontremos en cada cual un aspecto diferente
de la verdad, pero perfecta armonía entre todos ellos. Y las verdades
así reveladas se unen en perfecto conjunto, adecuado para satisfacer las
necesidades de los hombres en todas las circunstancias de la vida —El
conflicto de los siglos, p. 10.

Al predicar a los tesalonicenses, Pablo apeló a las profecías del


Antiguo Testamento concernientes al Mesías. Cristo había abierto en su
ministerio la mente de sus discípulos a estas profecías; pues “comen-
zando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas
las Escrituras lo que de él decían”. Lucas 24: 27. Pedro, al predicar a
Cristo, había sacado del Antiguo Testamento sus evidencias. Esteban
había seguido el mismo plan. Y también Pablo en su ministerio ape-
laba a las Escrituras que predecían el nacimiento, los sufrimientos, la
muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Por el inspirado testimonio
de Moisés y los profetas, probaba claramente la identidad de Jesús de
Nazaret como el Mesías, y mostraba que desde los días de Adán era la
voz de Cristo la que había hablado por los patriarcas y profetas…
Moisés, cerca del fin de su trabajo como jefe y maestro de Israel,
profetizó claramente del Mesías venidero. “Profeta de en medio de
ti —declaró a las huestes reunidas de Israel—, de tus hermanos, como
yo, te levantará Jehová tu Dios: a él oiréis”. Y Moisés aseguró a los
israelitas que Dios mismo le había revelado esto en el monte de Horeb,
diciendo: “Profeta les suscitaré de en medio de sus hermanos, como
tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo
le mandare”. Deuteronomio 18: 15, 18 —Los hechos de los apóstoles,
pp. 180, 181.

Viernes, 15 de mayo: Para estudiar y meditar

Exaltad a Jesús, “Cristo tomó sobre sí la naturaleza humana”, p. 68;


El conflicto de los siglos, “El lucero de la Reforma”, pp. 75-90.

55
Lección 8

La creación:
el Génesis como pilar,
parte 1
Sábado de tarde, 16 de mayo

En la actualidad, los hombres aseveran que las enseñanzas de


Cristo con respecto a Dios no pueden verificarse por medio de las mara-
villas del mundo natural, porque la naturaleza no se halla en armonía
con el Antiguo y Nuevo Testamento. Esta supuesta falta de conformidad
entre aquélla y la ciencia no existe. La Palabra del Dios de los cielos no
concuerda con la ciencia humana, pero está en perfecto acuerdo con su
propia ciencia creada.
El Dios vivo merece nuestro pensamiento, nuestra alabanza, nues-
tra adoración como Creador del mundo, como Creador del hombre.
Debemos alabar a Dios porque fuimos maravillosamente hechos. Él no
ignoró nuestra esencia cuando fuimos formados en secreto. Sus ojos
vieron nuestro ser, aún siendo imperfectos, y en su libro fueron escritos
todos nuestros miembros cuando, sin embargo, no existía ninguno de
ellos. Él sopló en nuestra nariz el aliento de vida. La inspiración de Dios
nos ha dado entendimiento —Alza tus ojos, p. 276.

La doctrina de la encarnación de Cristo es un misterio: “El mis-


terio que había estado oculto desde los siglos y edades”. Colosenses
1: 26. Es el misterio grande y profundo de la piedad. “Aquel Verbo fue
hecho carne, y habitó entre nosotros”. Cristo tomó sobre sí la natura-
leza humana, una naturaleza inferior a la suya que era celestial. Nada
demuestra como esto la incomprensible condescendencia de Dios…
Cristo no tomó la naturaleza humana como un disfraz; la adoptó
de veras. En realidad poseyó una naturaleza humana. “Por cuanto los
hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo”.
Era el hijo de María; era descendiente de David, de acuerdo con la
genealogía humana. Se declaró que era un hombre, Jesucristo-Hombre.
Pablo escribe de él: “Porque de tanto mayor gloria que Moisés es
estimado digno este, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la
hizo”. Hebreos 3: 3 —Exaltad a Jesús, p. 68

Para restaurar la salud a ese cuerpo que se corrompía, no se nece-


sitaba menos que el poder creador. La misma voz que infundió vida al

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hombre creado del polvo de la tierra, había infundido vida al paralítico
moribundo. Y el mismo poder que dio vida al cuerpo, había renovado el
corazón. El que en la creación “dijo, y fue hecho”, “mandó, y existió”,
(Salmo 33: 9) había infundido por su palabra vida al alma muerta en
delitoss y pecados. La curación del cuerpo era una evidencia del poder
que había renovado el corazón. Cristo ordenó al paralítico que se levan-
tase y anduviese, “para que sepáis —dijo— que el Hijo del hombre
tiene potestad en la tierra de perdonar pecados” …
Jesús vino para “deshacer las obras del diablo”. “En él estaba la
vida”, y él dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la ten-
gan en abundancia”. Él es un “espíritu vivificante”. 1 Juan 3: 8; Juan
1: 4; 10: 10; 1 Corintios 15: 45. Y tiene todavía el mismo poder vivifi-
cante que, mientras estaba en la tierra, sanaba a los enfermos y perdona-
ba al pecador —El Deseado de todas las gentes, pp. 235, 236.

Domingo, 17 de mayo: En el principio…

“En el principio Dios…”. Génesis 1: 1. Únicamente aquí puede


encontrar reposo la mente en su investigación anhelosa, cuando vuela
como la paloma del arca. Arriba, debajo, más allá, habita el amor infi-
nito, que hace que todas las cosas cumplan su “propósito de bondad”.
2 Tesalonicenses 1: 11.
“Porque las cosas de él, su eterno poder y deidad, se hacen clara-
mente visibles… por medio de las cosas hechas”. Romanos 1: 20. Pero
su testimonio solo puede ser entendido con la ayuda del divino Maestro.
“¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del
hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios,
sino el Espíritu de Dios”. 1 Corintios 2: 11…
Solo mediante la ayuda de ese Espíritu que en el principio “se
movía sobre la faz de las aguas”; de aquel Verbo por quien “todas las
cosas… fueron hechas”; de aquella “Luz verdadera que alumbra a todo
hombre”, puede interpretarse correctamente el testimonio de la ciencia.
Solo mediante su dirección pueden descubrirse sus verdades más pro-
fundas —La educación, p. 134.

El Padre y el Hijo emprendieron la grandiosa y admirable obra


que habían proyectado: la creación del mundo. La tierra que salió de
las manos del Creador era sumamente hermosa. Había montañas, coli-
nas y llanuras, y entre ellos, ríos, lagos y lagunas. La tierra no era una
vasta llanura; la monotonía del paisaje estaba interrumpida por colinas
y montañas, no altas y abruptas como las de ahora, sino de formas her-
mosas y regulares. No se veían las rocas escarpadas y desnudas, porque
yacían bajo la superficie, como si fueran los huesos de la tierra. Las
aguas se distribuían con regularidad. Las colinas, montañas y bellísimas
llanuras estaban adornadas con plantas y flores, y altos y majestuosos
árboles de toda clase, muchísimo más grandes y hermosos que los de

57
ahora. El aire era puro y saludable, y la tierra parecía un noble palacio.
Los ángeles se regocijaban al contemplar las admirables y hermosas
obras de Dios —Exaltad a Jesús, p. 41.

Los que tienen un verdadero conocimiento de Dios no se infatuarán


con las leyes de la materia ni las operaciones de la naturaleza, al punto
de pasar por alto o rehusar reconocer la continua operación de Dios
en la naturaleza. La naturaleza no es Dios, ni nunca lo fue. La voz de
la naturaleza testifica de Dios, pero la naturaleza no es Dios. Como
obra creada por Dios, simplemente da un testimonio del poder de Dios.
La Deidad es el autor de la naturaleza. En sí mismo, el mundo natural
no tiene poder sino el que Dios le suministra. Hay un Dios personal,
el Padre; hay un Cristo personal, el Hijo. Y “Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por
los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien
constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”
(Hebreos 1: 1) —Mensajes selectos, t. 1, pp. 344, 345.

Lunes, 18 de mayo: Los días de la creación

Fui llevado en visión hacia atrás, a la creación, y me fue mostrada


que la primera semana, en la cual Dios hizo la obra de la creación en
seis días y reposó el día séptimo, fue igual que cualquier otra semana.
El gran Dios, en sus días de creación y en su día de reposo, midió el
primer ciclo como una muestra para todas las semanas sucesivas hasta
el cierre del tiempo. “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra
cuando fueron creados”. Dios nos otorga las producciones de su obra
al cierre de cada día literal. Cada día fue contado por él como una
generación, porque cada día generó o produjo una nueva porción de
su obra. El séptimo día de la primera semana Dios reposó de su obra,
y entonces bendijo el día de su reposo, y lo colocó aparte para el bien
del hombre. El ciclo semanal de siete días literales, seis para trabajar
y el séptimo para reposar, que ha sido preservado y traído a través de
la historia bíblica, originó en los grandes hechos de los primeros siete
días —Spiritual Gifts, vol. 3, p. 90.

La suposición infiel que pretende que los acontecimientos de la


primera semana requirieron siete períodos largos y de duración inde-
finida, atenta directamente contra el fundamento del sábado del cuarto
mandamiento. Hace oscuro e indefinido aquello que Dios hizo suma-
mente claro. Es la peor clase de infidelidad, porque para muchos que
pretenden creer el relato de la creación, es infidelidad encubierta. Acusa
a Dios con ordenarnos observar un día de siete días literales en conme-
moración de siete períodos indefinidos, lo que es contrario a sus tratos
con nosotros, y es una impugnación de su sabiduría —Ser semejante a
Jesús, p. 149.

58
Podemos saber con seguridad que la venida del Señor está cer-
cana. “El cielo y la tierra pasarán —dice—, mas mis palabras no
pasarán”.
Cristo va a venir en las nubes y con grande gloria. Le acompaña-
rá una multitud de ángeles resplandecientes. Vendrá para resucitar a
los muertos y para transformar a los santos vivos de gloria en gloria.
Vendrá para honrar a los que le amaron y guardaron sus mandamientos,
y para llevarlos consigo. No los ha olvidado ni tampoco ha olvidado
su promesa. Volverán a unirse los eslabones de la familia. Cuando
miramos a nuestros muertos, podemos pensar en la mañana en que la
trompeta de Dios resonará, cuando “los muertos serán levantados sin
corrupción, y nosotros seremos transformados”. 1 Corintios 15: 52.
Aun un poco más, y veremos al Rey en su hermosura. Un poco más, y
enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Un poco más, y nos presentará
“delante de su gloria irreprensibles, con grande alegría”. Judas 1: 24.
Por lo tanto, cuando dio las señales de su venida, dijo: “Cuando estas
cosas comenzaren a hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque
vuestra redención está cerca” —El Deseado de todas las gentes, p. 586.

Martes, 19 de mayo: El sábado y la creación

Los geólogos infieles aseguran que el mundo es mucho más anti-


guo de lo que el registro bíblico indica. Rechazan el testimonio de la
Biblia debido a que contiene elementos que, para ellos, no son eviden-
cias tomadas de la misma tierra de que el mundo ha existido durante
decenas de miles de años. Y muchos que profesan creer la historia
bíblica se desconciertan porque no pueden dar razón acerca de cosas
maravillosas que encuentran en la tierra, observadas desde el punto de
vista de que la semana de la creación tuvo solamente siete días literales,
y que el mundo actualmente no tiene sino alrededor de seis mil años
de edad. Estos, para librarse de las dificultades arrojadas en su cami-
no por los geólogos infieles, adoptan el punto de vista de que los seis
días de la creación fueron seis períodos vastos, indefinidos, y que el
día de descanso de Dios fue otro período indefinido, haciendo absurdo
el cuarto mandamiento de la santa ley de Dios. Algunos aceptan esta
posición ávidamente, porque destruye la fuerza del cuarto mandamiento
y sienten que están libres de las demandas que les hace —Ser semejante
a Jesús, p. 150.

Cuando Dios promulgó su ley en forma audible desde el Sinaí,


introdujo el mandamiento del sábado: “Acuérdate del día de reposo
para santificarlo”. Luego declaró inequívocamente lo que se debe
hacer durante los primeros seis días, y qué se debe hacer en el séptimo.
Después, como razón para observar la semana de ese modo, les recuer-
da su propio ejemplo en los primeros siete días de tiempo: “Porque en
seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que

59
en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día
de reposo y lo santificó”. Éxodo 28: 8-11. Esta razón resulta hermosa
y convincente únicamente cuando comprendemos que el registro de la
creación habla de días literales.
Los primeros seis días de cada semana nos fueron dados para
trabajar, porque Dios empleó el mismo período de la primera semana
en la obra de la creación. Apartó el séptimo día para que fuera un día
de reposo, en conmemoración de su propio descanso durante el mismo
período, después de terminar la obra de la creación en seis días —Ser
semejante a Jesús, p. 149.

“La importancia del sábado, como institución conmemorativa de


la creación, consiste en que recuerda siempre la verdadera razón por la
cual se debe adorar a Dios”, porque él es el Creador, y nosotros somos
sus criaturas. “Por consiguiente, el sábado forma parte del fundamento
mismo del culto divino, pues enseña esta gran verdad del modo más
contundente, como no lo hace ninguna otra institución. El verdadero
motivo del culto divino, no tan solo del que se tributa en el séptimo día,
sino de toda adoración, reside en la distinción existente entre el Creador
y sus criaturas. Este hecho capital no perderá nunca su importancia ni
debe caer nunca en el olvido” (J. N. Andrews, History of the Sabbath,
cap. 27). Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de
la mente de los hombres, instituyó Dios el sábado en el Edén y mientras
el ser él nuestro Creador siga siendo motivo para que le adoremos, el
sábado seguirá siendo señal conmemorativa de ello —El conflicto de
los siglos, p. 433.

Miércoles, 20 de mayo: La creación y el matrimonio

El Señor estaba complacido con este ser, el último y el más noble


de cuantos había creado, y se propuso que fuese el habitante perfec-
sto de un mundo perfecto. No quería, sin embargo, que el hombre
viviera en soledad. Dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; haréle
ayuda idónea para él”.
Dios mismo dio a Adán una compañera… alguien que realmente le
correspondía, una persona digna y apropiada para ser su compañera y
que podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía. Eva fue creada
de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que
ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y
hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía
estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él. Siendo
parte del hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su
segundo yo; y quedaba en evidencia la unión íntima y afectuosa que
debía existir en esta relación… “Por tanto, dejará el hombre a su padre
y a su madre, y allegarse ha a su mujer, y serán una sola carne” —El
hogar cristiano, p. 21.

60
Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del
matrimonio tiene como su autor al Creador del universo. “Honroso es
en todos el matrimonio”. Fue una de las primeras dádivas de Dios al
hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó
Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los
principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición:
salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades
sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral…
Cristo honró también las relaciones matrimoniales al hacerlas sím-
bolo de su unión con los redimidos. Él es el Esposo, y la esposa es la
iglesia, de la cual, como escogida por él, dice: “Toda tú eres hermosa,
amiga mía, y en ti no hay mancha” —El hogar cristiano, pp. 21, 22.

Después, cuando los fariseos lo interrogaron acerca de la legalidad


del divorcio, Jesús dirigió la atención de sus oyentes hacia la institu-
ción del matrimonio conforme se ordenó en la creación del mundo. “Por
la dureza de vuestro corazón —dijo él— Moisés os permitió repudiar
a vuestras mujeres: mas al principio no fue así”. Mateo 19: 8. Se refi-
rió a los días bienaventurados del Edén, cuando Dios declaró que todo
“era bueno en gran manera”. Entonces tuvieron su origen dos institu-
ciones gemelas, para la gloria de Dios y en beneficio de la humanidad:
el matrimonio y el sábado. Al unir Dios en matrimonio las manos de la
santa pareja diciendo: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2: 24), dictó la ley
del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. Lo
que el mismo Padre eterno había considerado bueno era una ley que
reportaba la más elevada bendición y progreso para los hombres.
Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a la cus-
todia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el pecado; pero
el propósito del evangelio es restablecer su pureza y hermosura —El
discurso maestro de Jesucristo, pp. 56, 57.

Jueves, 21 de mayo: La creación, la caída y la cruz

Después de su caída, obró en las mentes de Adán y Eva, y los


indujo a ser desleales… Ahora bien, si la ley de Dios hubiera podido
ser cambiada y alterada para servir al hombre en su condición caída,
entonces Adán habría sido perdonado y mantenido en su hogar edénico;
pero el castigo de la transgresión era la muerte, y así Cristo se convirtió
en el sustituto y la garantía del hombre. Si la ley de Dios se hubiera
podido cambiar, lo habría sido para retener a Cristo en el cielo y evitar
el inmenso sacrificio realizado para salvar a la humanidad perdida. Pero
no, la ley de Dios es inmutable en su carácter y, por lo tanto, Cristo se
entregó como sacrificio en favor de la humanidad caída, y Adán perdió
el Edén y fue puesto a prueba con toda su posteridad —A fin de cono-
cerle, p. 287.

61
Las nuevas de la caída del hombre se difundieron por el cielo.
Toda arpa calló. Los ángeles, entristecidos, se sacaron las coronas de la
cabeza. Todo el cielo estaba en agitación. Se celebró una consulta para
decidir qué debía hacerse con la pareja culpable. Los ángeles temían
que extendieran la mano y comieran del árbol de la vida, y llegasen
a ser pecadores inmortales; pero Dios dijo que expulsaría del huerto
a los transgresores. Fueron enviados inmediatamente ángeles para
impedir el acceso al árbol de la vida. Satanás había estudiado y trazado
su plan para que Adán y Eva desobedeciesen a Dios, fueran objeto
de su desaprobación, y luego participasen del árbol de la vida, a fin de
que pudiesen vivir para siempre en el pecado y la desobediencia, y así
el pecado se inmortalizaría. Pero fueron enviados santos ángeles para
que los expulsasen del huerto, y les impidiesen acercarse al árbol de la
vida. Cada uno de estos poderosos ángeles tenía en su mano derecha
algo que tenía apariencia de una espada deslumbrante —Primeros
escritos, p. 148.

El cielo es un lugar puro y santo en donde no podrá entrar nadie que


no se haya refinado, espiritualizado, limpiado y purificado. Tenemos
que hacer una obra para nosotros mismos, y solamente seremos capaces
de hacerla si obtenemos fuerza de Jesús. Deberíamos estudiar la Biblia
con preferencia a cualquier otro libro; deberíamos amarla y obedecerla
como voz de Dios. Tenemos que ver y comprender sus restricciones y
requerimientos —“Harás” y “No harás”—, y percatarnos del verdadero
significado de la Palabra de Dios —Mensajes para los jóvenes, p. 301.

Cristo, mediante su sacrificio, al pagar la pena del pecado, no solo


redimiría al hombre, sino que también recuperaría el dominio que este
había perdido. Todo lo que perdió el primer Adán será recuperado por el
segundo… Dios creó la tierra para que fuese la morada de seres santos
y felices. El Señor “que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no
la crió en vano, para que fuese habitada la crió”. Isaías 45: 18. Ese pro-
pósito será cumplido, cuando sea renovada mediante el poder de Dios
y libertada del pecado y el dolor; entonces se convertirá en la morada
eterna de los redimidos —Historia de los patriarcas y profetas, p. 53.

Viernes, 22 de mayo: Para estudiar y meditar

Patriarcas y profetas, “La semana literal”, pp. 102-108;


Patriarcas y profetas, “La creación”, pp. 24-33.

62
Lección 9

La creación:
el Génesis como pilar,
parte 2
Sábado de tarde, 23 de mayo

Dios nos habla por medio de la naturaleza. Escuchamos su voz al


contemplar la belleza y la riqueza del mundo natural. Vemos su gloria
en las hermosuras trazadas por su mano. Contemplamos sus obras sin
velo que las cubra. Dios nos ha dado estas cosas, para que al contemplar
las obras de sus manos podamos aprender acerca de él —Cada día con
Dios, p. 239.

Los que leen y escuchan las sofisterías que predominan en esta


época, no conocen a Dios tal como es. Contradicen la Palabra del Señor,
exaltan y adoran a la naturaleza en lugar del Creador. Aunque podemos
discernir la obra de Dios en las cosas que creó, estas no son Dios…
La creación física da testimonio de Dios y de Jesucristo como excelso
Creador de todas las cosas. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin
él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la
vida era la luz de los hombres”. Juan 1: 3, 4. El salmista testifica: “Los
cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus
manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche decla-
ra sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz”. Salmos
19: 1-3 —Alza tus ojos, p. 276.

Dependemos de la Biblia para conocer el principio de la historia


del mundo, la creación del hombre y su caída. Si eliminamos la Palabra
de Dios, ¿qué podemos esperar sino quedarnos con fábulas y conjetu-
ras, y con ese debilitamiento del intelecto que es el seguro resultado de
aceptar el error?
Necesitamos la verdadera historia del origen de la tierra, la caída de
Lucifer y la entrada del pecado en el mundo. Sin la Biblia, estaríamos
confundidos por falsas teorías. La mente estaría sometida a la tiranía de
la superstición y la falsedad. Pero, puesto que disponemos de la auténti-
ca historia de los comienzos del mundo, no necesitamos enredarnos con
conjeturas humanas y teorías indignas de confianza —Mente, carácter
y personalidad, t. 2, pp. 772, 773.

63
Estas personas [que no creen el relato de Génesis] han perdido la
sencillez de la fe. Debería existir una fe arraigada en la divina auto-
ridad de la Santa Palabra de Dios. La Sagrada Escritura no se ha de
juzgar de acuerdo con las ideas científicas de los hombres. La sabiduría
humana es una guía en la cual no se puede confiar. Los escépticos que
leen la Sagrada Escritura para poder sutilizar acerca de ella, pueden,
mediante una comprensión imperfecta de la ciencia o de la revelación,
sostener que encuentran contradicciones entre una y otra; pero cuando
se entienden correctamente, se las nota en perfecta armonía. Moisés
escribió bajo la dirección del Espíritu de Dios; y una teoría geológica
correcta no presentará descubrimientos que no puedan conciliarse con
los asertos así inspirados. Toda verdad, ya sea en la naturaleza o en la
revelación, es consecuente consigo misma en todas sus manifestaciones
—Patriarcas y profetas, pp. 105, 106.

Domingo, 24 de mayo: ¿Una tierra plana?

El Señor parece estar muy cerca de mí mientras escribo, y me sien-


to profundamente conmovida al contemplar esta controversia desde el
principio hasta el tiempo actual. Se presentan claramente a mi espíritu
las obras de las potestades de las tinieblas. Nos esperan tiempos muy
penosos; y Satanás, vestido de ángel, sacudirá a las almas con sus ten-
taciones, como se presentó a Cristo en el desierto. Citará la Escritura;
y a menos que nuestra vida esté escondida con Cristo en Dios, atará
ciertamente nuestras almas en la incredulidad.
El tiempo es muy breve, y todo lo que se ha de hacer, debe hacerse
prestamente. Los ángeles están reteniendo los cuatro vientos, y Satanás
está aprovechándose de todo aquel que no está plenamente establecido
en la verdad. Toda alma ha de ser probada. Todo defecto del carácter,
a menos que sea vencido por la ayuda del Espíritu de Dios, llegará a
ser un seguro medio de destrucción. Siento como nunca antes la ne-
cesidad de que nuestro pueblo sea vigorizado por el espíritu de la ver-
dad; porque los designios de Satanás entramparán a toda alma que no
haya hecho de Dios su fortaleza —Testimonios para la iglesia, t. 5,
pp. 540, 541.

El poder de Dios está aún en acción para sostener los objetos de su


creación. No late el pulso ni se suceden las respiraciones por el hecho
de que el mecanismo una vez puesto en movimiento sigue actuando por
su propia energía inherente. Cada respiración, cada latido del corazón
es una evidencia del cuidado de Aquel en quien vivimos, nos movemos
y somos. Desde el insecto más pequeño, hasta el hombre, toda criatura
viviente depende diariamente de su providencia…
El enorme poder que obra en toda la naturaleza y sostiene todas las
cosas, no es meramente, como dicen algunos hombres de ciencia, un
principio que todo lo penetra, ni una energía activa…

64
El apóstol Pablo, al escribir movido por el Espíritu Santo, declara
de Cristo que “en él fueron creadas todas las cosas… y para él. Y él es
antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten”. Colosenses
1: 16, 17. La mano que sostiene los mundos en el espacio, la mano que
mantiene en su disposición ordenada y actividad incansable todas las
cosas en el universo de Dios, es la mano que fue clavada en la cruz por
nosotros —La educación, pp. 131, 132.

Dios invita a los hombres para que contemplen los cielos. Vedlo en
las maravillas de los cielos estrellados. [Se cita Isaías 40: 26.] No solo
debemos contemplar los cielos; debemos considerar las obras de Dios.
Él quiere que estudiemos las obras de lo infinito y que por ese estudio
aprendamos a amarlo, reverenciarlo y obedecerlo. Los cielos y la tierra,
con sus tesoros, deben enseñar las lecciones del amor, el cuidado y el
poder de Dios —Comentarios de Elena G. de White en Comentario
bíblico adventista del séptimo día, t. 4, p. 1167.

Lunes, 25 de mayo: La creación en la literatura antigua

Al apartarse de la Palabra de Dios para alimentarse en las obras


de escritores que no son inspirados de lo alto, la mente se deforma y
rebaja. No se relaciona con los principios profundos y amplios de la
verdad eterna…
Solamente en la Palabra de Dios hallamos el relato auténti-
co de la creación… Solamente en ella podremos encontrar la historia
de la humanidad sin el sello del prejuicio o el orgullo humano… Allí
podemos comulgar con los patriarcas y profetas, y escuchar la voz del
Eterno que se dirige a los hombres. Allí contemplamos la Majestad de
los Cielos que se humilla hasta convertirse en sustituto y garantía, para
hacer frente en inferioridad de condiciones a las potencias de las tinie-
blas, y luego ganar la victoria para nuestro beneficio. La contemplación
reverente de tales temas no puede menos que suavizar, purificar y enno-
blecer el corazón, y al mismo tiempo, inspirar nueva fuerza y vigor a la
mente —Mi vida hoy, p. 110.

Cuando la mente es aprovisionada con la verdad bíblica, sus princi-


pios arraigan profundamente en el alma, y la preferencia y los gustos se
entrelazan con la verdad, y no hay deseo de publicaciones rebajantes y
excitadoras, que debilitan las facultades morales y destruyen los dones
que Dios ha derramado para ser utilizados con fidelidad. El conoci-
miento bíblico resultará un antídoto contra las venenosas insinuaciones
recibidas a través de una lectura incontrolada…
Sin la Biblia seríamos confundidos por las falsas teorías. La mente
estaría sujeta a la tiranía de la superstición y la falsedad. Pero pose-
yendo una historia auténtica del comienzo del mundo, no necesitamos
enredarnos con conjeturas humanas y teorías indignas de confianza
—Mente, carácter y personalidad, t. 1, pp. 98, 99.

65
Las obras de su creación en los sucesivos días recibieron el califi-
cativo de bueno, pero del hombre, formado a la imagen de su Creador,
se dijo que era “bueno en gran manera”. Génesis 1: 31. Ninguna otra
criatura de Dios ha recibido tantas muestras de su amor. Cuando el
pecado lo echó todo a perder, Dios dio a su Hijo amado para redimir la
raza caída. Su voluntad era que no pereciesen por sus pecados, sino que
viviesen para usar sus facultades bendiciendo al mundo y honrando a
su Creador. Los cristianos profesos que no viven para beneficio de los
demás y siguen su propia y perversa voluntad en lugar de la de Dios,
el Maestro los llamará para que le rindan cuentas por el mal uso de las
bendiciones que les ha dado —Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 555.

Antes del diluvio, Dios mandó a Noé que diese aviso al mundo,
para que los hombres fuesen llevados al arrepentimiento, y para que
así escapasen a la destrucción. A medida que se aproxima el momento
de la segunda venida de Cristo, el Señor envía a sus siervos al mundo
con una amonestación para que los hombres se preparen para ese gran
acontecimiento. Multitudes de personas han vivido violando la ley de
Dios, y ahora, con toda misericordia, las llama para que obedezcan sus
sagrados preceptos. A todos los que abandonen sus pecados mediante
el arrepentimiento para con Dios y la fe en Cristo, se les ofrece perdón
—Historia de los patriarcas y profetas, p. 91.

Martes, 26 de mayo: El Génesis versus el paganismo

El pagano inculto aprende sus lecciones a través de la naturaleza y


de sus propias necesidades, e insatisfecho con las tinieblas se esfuerza
por alcanzar la luz, buscando a Dios en la Primera Gran Causa. En el
libro de Génesis se registran varias maneras en las que el Señor habla.
Pero es sorprendente el contraste entre la revelación del Altísimo en
dicho libro y las ideas de los gentiles. Muchos filósofos paganos tuvie-
ron un conocimiento de Dios que era puro, pero la degeneración, el
culto a las cosas creadas, comenzó a oscurecer ese conocimiento. Las
obras de las manos de Dios en el mundo natural: el sol, la luna y las
estrellas, fueron veneradas —Alza tus ojos, p. 276.

La filosofía humana declara que para la creación del mundo se


destinó un período indefinido de tiempo. ¿Presenta Dios el asunto en
esta forma? No; él dice: “Señal es para siempre entre mí y los hijos
de Israel; porque en seis días [no seis períodos indefinidos de tiempo;
porque entonces no habría manera posible en que el hombre pudiera
observar el día especificado en el cuarto mandamiento] hizo Jehová los
cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó”…
Sin embargo, teniendo ante sí los oráculos vivientes, los que preten-
den predicar la Palabra presentan las suposiciones de mentes humanas,
las máximas y los mandamientos de hombres. Anulan la ley de Dios por

66
sus tradiciones. Los sofismas referentes a que el mundo ha sido creado
en un período indefinido de tiempo son uno de los engaños satánicos.
Dios habla a la familia humana en lenguaje que esta puede comprender.
Él no deja el tema tan indefinido que los seres humanos puedan aco-
modarlo a sus teorías —Testimonios para los ministros, pp. 135, 136.

Mediante la influencia de Jezabel y sus sacerdotes impíos, se ense-


ñaba al pueblo que los ídolos que se habían levantado eran divinidades
que gobernaban por su poder místico los elementos de la tierra, el fuego
y el agua. Todas las bendiciones del cielo: los arroyos y corrientes de
aguas vivas, el suave rocío, las lluvias que refrescaban la tierra y hacían
fructificar abundantemente los campos, se atribuían al favor de Baal y
Astarte, en vez del Dador de todo don perfecto. El pueblo olvidaba que
las colinas y los valles, los ríos y los manantiales, estaban en las manos
del Dios vivo; y que este regía el sol, las nubes del cielo y todos los
poderes de la naturaleza —Profetas y reyes, p. 85.

Mediante el paganismo, Satanás había apartado de Dios a los


hombres durante muchos siglos; pero al pervertir la fe de Israel había
obtenido su mayor triunfo. Al contemplar y adorar sus propias con-
cepciones, los paganos habían perdido el conocimiento de Dios, y se
habían ido corrompiendo cada vez más. Así había sucedido también
con Israel. El principio de que el hombre puede salvarse por sus obras,
que es fundamento de toda religión pagana, era ya principio de la reli-
gión judaica. Satanás lo había implantado; y doquiera se lo adopte, los
hombres no tienen defensa contra el pecado —El Deseado de todas las
gentes, p. 26.

Miércoles, 27 de mayo: La creación y el tiempo

Dios creó al hombre conforme a su propia imagen. No hay en


esto misterio. No existe fundamento alguno para la suposición de que
el hombre llegó a existir mediante un lento proceso evolutivo de las
formas bajas de la vida animal o vegetal. Tales enseñanzas rebajan la
obra sublime del Creador al nivel de las mezquinas y terrenales concep-
ciones humanas. Los hombres están tan resueltos a excluir a Dios de la
soberanía del universo que rebajan al hombre y le privan de la dignidad
de su origen. El que colocó los mundos estrellados en la altura y coloreó
con delicada maestría las flores del campo, el que llenó la tierra y los
cielos con las maravillas de su potencia, cuando quiso coronar su glo-
riosa obra, colocando a alguien para regir la hermosa tierra, supo crear
un ser digno de las manos que le dieron vida. La genealogía de nuestro
linaje, como ha sido revelada, no hace remontar su origen a una serie de
gérmenes, moluscos o cuadrúpedos, sino al gran Creador. Aunque Adán
fue formado del polvo, era el “hijo de Dios”. Lucas 3: 38 —Historia de
los patriarcas y profetas, p. 25.

67
Los patriarcas desde Adán hasta Noé, con pocas excepciones,
vivieron casi mil años. Desde entonces el promedio de la vida ha estado
decreciendo.
En el tiempo de la primera venida de Cristo, la raza humana había
degenerado tanto, que no solamente ancianos, sino también personas
de edad media y jóvenes eran llevados desde todas las ciudades al
Salvador, para ser sanados de sus enfermedades. Muchos trabajaban
bajo una increíble carga de miseria.
La violación de las leyes físicas, con su consecuente sufrimiento y
su muerte prematura, ha prevalecido por tanto tiempo, que estos resul-
tados se consideran como la suerte común de la humanidad; pero Dios
no creó a la raza en una condición tan débil. Este estado de cosas no
es obra de la Providencia, sino del hombre. Es el producto de hábitos
erróneos: es la consecuencia de violar las leyes que Dios ha formula-
do para gobernar la existencia del hombre. Una transgresión continua
de las leyes naturales es una transgresión continua de la ley de Dios
—Consejos sobre el régimen alimenticio, pp. 140.

Hay un día que Dios ha designado para la conclusión de la historia


de este mundo: “Será predicado este evangelio del reino en todo el
mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.
La profecía se está cumpliendo rápidamente… El día está por llegar
cuando el destino de cada uno estará fijado para siempre. Este día del
Señor se acerca con prontitud. Los falsos centinelas pronuncian: “Todo
está en paz”; pero el día de Dios se acerca rápidamente. Sus pasos están
tan apagados que no despiertan el mundo de la somnolencia mortífera
en que ha caído… Que nadie se considere libre del peligro de ser sor-
prendido. Que ninguna interpretación de la profecía le robe a usted la
convicción del conocimiento de los acontecimientos que muestran que
este gran evento está cercano —Fundamentals of Christian Education,
p. 335.

Jueves, 28 de mayo: La creación en la Escritura

Debido a su relación con el primer Adán, los hombres solo reciben


culpabilidad y la sentencia de muerte. Pero Cristo interviene y pasa por
el terreno donde cayó Adán, soportando todas las pruebas en lugar del
hombre… El perfecto ejemplo de Cristo y la gracia de Dios le son dados
para capacitarlo, para preparar a sus hijos e hijas para ser hijos e hijas
de Dios. Enseñándoles, línea sobre línea, mandamiento sobre manda-
miento, cómo al entregar el corazón y la voluntad a Cristo se quebranta
el poder de Satanás —Conducción del niño, p. 448.

Cuando vuestros sentidos se deleiten en la amena belleza de la


tierra, pensad en el mundo venidero, que nunca conocerá mancha de
pecado ni de muerte; donde la faz de la naturaleza no llevará más la
sombra de la maldición. Represéntese vuestra imaginación la mora-

68
da de los salvos; y recordad que será más gloriosa que cuanto pueda
figurarse la más brillante imaginación. En los variados dones de Dios
en la naturaleza no vemos sino el reflejo más pálido de su gloria. Está
escrito: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, y que jamás entraron en
pensamiento humano, las cosas grandes que ha preparado Dios para los
que le aman”. 1 Corintios 2: 9.
El poeta y el naturalista tienen muchas cosas que decir acerca de
la naturaleza, pero es el creyente quien más goza de la belleza de la
tierra, porque reconoce la obra de las manos de su Padre y percibe su
amor, en la flor, el arbusto y el árbol. Nadie que no los mire como una
expresión del amor de Dios al hombre puede apreciar plenamente la
significación de la colina, del valle, del río y del mar —El camino a
Cristo, pp. 86, 87.

Hay hermosura en la pavorosa grandeza del valle, en las solemnes


y macizas rocas agrietadas; hay majestad en las montañas que parecen
tocar el cielo. Ahí están los elevados árboles con sus hojas delicada-
mente formadas; las briznas de hierba, el capullo que comienza a abrir
y las flores abiertas, los árboles del bosque, todos los seres vivientes.
Todos orientan la mente hacia el. Dios grande y viviente. Cada facultad
de nuestro ser testifica de que hay un Dios vivo, y podemos aprender
del abierto libro de la naturaleza las lecciones más preciosas respec-
to del Señor del cielo.
En este estudio la mente se expande, se eleva y se torna anhelosa
de conocer más acerca de Dios y de su majestad. En nuestro corazón se
despiertan sentimientos no solo de reverencia y pavor, sino de amor, de
fe, de confianza y de completa dependencia de Aquel que es el dador
de todo bien. Y cuando contemplo sus maravillosas obras y veo las
evidencias de su poder, instantáneamente pregunto: “¿Qué es el hom-
bre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre que lo visi-
tes?” Salmos 8: 4…
Estas cosas han de mantener a Dios en nuestro recuerdo, elevar
nuestros corazones de las cosas sensuales, y atarlos con vínculos de
amor y de gratitud hacia nuestro Creador —Nuestra elevada vocación,
p. 252.

Viernes, 29 de mayo: Para estudiar y meditar

La educación cristiana, “Carácter y obra de los maestros”, p. 394-403;


Conflicto y valor, “Al séptimo día”, p. 40.

69
Lección 10

La Biblia
como historia
Sábado de tarde, 30 de mayo

En los concilios del cielo se resolvió dar a la humanidad una


ejemplificación viviente de la ley. Habiendo decidido hacer este gran
sacrificio, Dios no dejó nada a oscuras, nada indefinido, con respecto a
la salvación de la raza humana. Él dio a la humanidad una norma para
formar el carácter. Con voz audible y gran majestuosidad pronunció su
ley desde el Sinaí…
El Señor tenía un amor tan grande por el mundo que dio “a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna”. Juan 3: 16. Cristo vino para darle al hombre vigor moral,
para elevarlo, ennoblecerlo y fortalecerlo, capacitándolo para ser parti-
cipante de la naturaleza divina habiendo huido de la corrupción que hay
en el mundo a causa de la concupiscencia. Él probó a los habitantes de
los mundos no caídos y a los seres humanos que puede guardarse la ley.
Mientras poseía la naturaleza del hombre, él obedeció a la ley de Dios,
vindicando la justicia de Dios que exigía su obediencia. En el juicio su
vida será un argumento incontestable en favor de la ley de Dios —En
los lugares celestiales, p. 40.

“Y dio [Cristo] a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el


monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con
el dedo de Dios”. Nada escrito sobre esas tablas podía ser raído. El
precioso registro de la ley fue colocado en el arca del testamento y está
todavía allí, oculto y a salvo de la familia humana. Pero en el tiempo
señalado por Dios, él sacará esas tablas de piedra para que sean un tes-
timonio ante todo el mundo contra la desobediencia de sus mandamien-
tos y contra el culto idolátrico de un día de reposo falsificado.
Hay abundantes evidencias de la inmutabilidad de la ley de Dios.
Fue escrita con el dedo de Dios, para no ser nunca borrada, para no
ser nunca destruida. Las tablas de piedra están ocultas por Dios pa-
ra ser presentadas en el gran día del juicio, tal como él las escribió
—Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista
del séptimo día, t. 1, p. 1123.

Miremos hoy al mundo en abierta rebelión contra Dios. Esta es en


verdad una generación rebelde, llena de ingratitud, formalismo, false-
dad, orgullo y apostasía. Los hombres descuidan la Biblia y odian la

70
verdad. Jesús ve su ley rechazada, su amor despreciado, sus embajado-
res tratados con indiferencia. Él habló por sus misericordias, pero estas
no han sido reconocidas; él dirigió advertencias, pero estas no han sido
escuchadas. Los atrios del templo del alma humana han sido trocados
en lugares de tráfico profano. El egoísmo, la envidia, el orgullo y la
malicia son las cosas que se cultivan…
Los que creen esa palabra tal como se expresa son ridiculizados.
Existe un desprecio cada vez mayor por la ley y el orden, y se debe
directamente a una violación de las órdenes de Jehová.
Jehová grabó sus Diez Mandamientos en tablas de piedra, a fin de
que todos los habitantes de la tierra pudiesen comprender su carácter
eterno e inmutable —Exaltad a Jesús, p. 135.

Domingo, 31 de mayo: David, Salomón y la monarquía

Durante los reinados de David y Salomón, Israel llegó al apogeo


de su grandeza. Se cumplió la promesa dada a Abraham y repetida por
medio de Moisés: “Porque si guardareis cuidadosamente todos estos
mandamientos que yo os prescribo para que los cumpláis, y si amareis
a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus caminos, y siguiéndole a
él, Jehová también echará de delante de vosotros a todas estas naciones,
y desposeeréis naciones grandes y más poderosas que vosotros. Todo
lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto
hasta el Líbano, desde el río Éufrates hasta el mar occidental será vues-
tro territorio. Nadie se sostendrá delante de vosotros”. Deuteronomio
11: 22-25 —La educación, p. 48.

Por las Escrituras del Antiguo Testamento, [Pablo] mostró que


de acuerdo con las profecías y la expectación universal de los judíos,
el Mesías iba a ser del linaje de Abraham y de David; entonces trazó
la descendencia de Jesús desde el patriarca Abraham a través del real
salmista. Leyó el testimonio de los profetas en cuanto al carácter y la
obra del Mesías prometido, y su recepción y trato en la tierra. Luego
demostró que todas estas predicciones se habían cumplido en la vida, el
ministerio y la muerte de Jesús de Nazaret —Los hechos de los após-
toles, p. 201.

Grande había sido la caída de David; y profundo fue su arrepenti-


miento; ardiente su amor, y enérgica su fe. Mucho le había sido perdo-
nado, y por consiguiente él amaba mucho. Lucas 7: 47.
Los salmos de David pasan por toda la gama de la experiencia
humana, desde las profundidades del sentimiento de culpabilidad y
condenación de sí hasta la fe más sublime y la más exaltada comunión
con Dios. La historia de su vida muestra que el pecado no puede traer
sino vergüenza y aflicción, pero que el amor de Dios y su misericordia
pueden alcanzar hasta las más hondas profundidades, que la fe elevará
el alma arrepentida hasta hacerle compartir la adopción de los hijos

71
de Dios. De todas las promesas que contiene su Palabra, es uno de
los testimonios más poderosos en favor de la fidelidad, la justicia y la
misericordia del pacto de Dios…
Grandes y gloriosas fueron las promesas hechas a David y a su
casa. Eran promesas que señalaban hacia el futuro, hacia las edades
eternas, y encontraron la plenitud de su cumplimiento en Cristo. El
Señor declaró:
“Juré a David mi siervo, diciendo: …Mi mano será firme con él, mi
brazo también lo fortificará… Y mi verdad y mi misericordia serán con
él; y en mi nombre será ensalzado su cuerno. Asimismo pondré su mano
en la mar, y en los ríos su diestra. Él me llamará: Mi padre eres tú, mi
Dios, y la roca de mi salud. Yo también le pondré por primogénito, alto
sobre los reyes de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia;
y mi alianza será firme con él. Y pondré su simiente para siempre, y su
trono como los días de los cielos”. Salmos 89: 3, 21-29 —Historia de
los patriarcas y profetas, pp. 818, 819.

Lunes, 1o de junio: Isaías, Ezequías y Senaquerib

La tierra de Judá había sido asolada por el ejército ocupante; pero


Dios había prometido atender milagrosamente las necesidades del
pueblo…
“Por tanto, Jehová dice así del rey de Asiria: …Yo ampararé a esta
ciudad para salvarla, por amor de mí, y por amor de David mi siervo”…
 Esa misma noche se produjo la liberación. “Salió el ángel de
Jehová, e hirió en el campo de los Asirios ciento ochenta y cinco mil”…
todo valiente y esforzado, y a los jefes y capitanes en el campo del rey
de Asiria”. 2 Reyes 19: 35; 2 Crónicas 32: 21.
Pronto llegaron a Senaquerib, que estaba todavía guardando el
camino de Judea a Egipto, las noticias referentes a ese terrible castigo
del ejército que había sido enviado a tomar Jerusalén. Sobrecogido de
temor, el rey asirio apresuró su partida, y “volvióse por tanto con ver-
güenza de rostro a su tierra”. Pero no iba a reinar mucho más tiempo.
De acuerdo con la profecía que había sido pronunciada acerca de su fin
repentino, fue asesinado por los de su propia casa…
El Dios de los hebreos había prevalecido contra el orgulloso asirio.
El honor de Jehová había quedado vindicado en ojos de las naciones
circundantes. En Jerusalén el corazón del pueblo se llenó de santo gozo.
Sus fervorosas súplicas por liberación habían sido acompañadas de la
confesión de sus pecados y de muchas lágrimas. En su gran necesidad,
habían confiado plenamente en el poder de Dios para salvarlos, y él no
los había abandonado. Repercutieron entonces en los atrios del templo
cantos de solemne alabanza —Profetas y reyes, pp. 266, 267.

No es la voluntad de Dios que su pueblo esté abrumado por el peso


de la congoja. Pero tampoco nos engaña. No nos dice: “No temáis; no

72
hay peligros en vuestro camino”. Él sabe que hay pruebas y peligros, y
nos trata con franqueza. No se propone sacar a su pueblo de en medio
de este mundo de pecado y maldad, pero le ofrece un refugio que nunca
falla. Su oración por sus discípulos fue: “No ruego que los quites del
mundo, sino que los guardes del mal”. “En el mundo —dice— tendréis
tribulación; pero tened buen ánimo; yo he vencido al mundo”. Juan
17: 15; 16: 3 3 —El camino a Cristo, pp. 122, 123.

A menudo la vida cristiana está acosada de peligros, y se hace difí-


cil cumplir el deber. La imaginación concibe la ruina inminente delante,
y la esclavitud o la muerte detrás. No obstante, la voz de Dios dice cla-
ramente: “Avanza”. Debemos obedecer este mandato aunque nuestros
ojos no puedan penetrar las tinieblas, y aunque sintamos las olas frías a
nuestros pies. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desapa-
recerán jamás ante un espíritu que se detiene y duda. Los que postergan
la obediencia hasta que toda sombra de incertidumbre desaparezca y
no haya ningún riesgo de fracaso o derrota no obedecerán nunca. La
incredulidad nos susurra: “Esperemos que se quiten los obstáculos y
podamos ver claramente nuestro camino;” pero la fe nos impele valien-
temente a avanzar esperándolo todo y creyéndolo todo —Historia de
los patriarcas y profetas, p. 295.

Martes, 2 de junio: Daniel, Nabucodonosor y Babilonia

Daniel y sus compañero… fueron corteses, bondadosos, respetuo-


sos, poseían la gracia de la mansedumbre y la modestia. Y ahora que
Daniel y sus compañeros fueron llevados a la prueba, se colocaron
totalmente del lado de la justicia y de la verdad. No actuaron capricho-
samente, sino inteligentemente. Decidieron que así como la carne no
había compuesto su dieta en el pasado, tampoco sería incluida en su
dieta en el futuro; y como el uso del vino había sido prohibido a todos
los que debían ocuparse en el servicio de Dios, decidieron que no par-
ticiparían de él… 
Daniel y sus compañeros no sabían cuál sería el resultado de su
decisión. Solo sabían que podría costarles la vida, pero determinaron
mantenerse en el recto camino de la estricta temperancia aun en la corte
de la licenciosa Babilonia… El buen comportamiento de estos jóvenes
obtuvo para ellos el buen favor. Dejaron su caso en las manos de Dios,
y siguieron una disciplina de abnegación y temperancia en todas las
cosas. Y el Señor cooperó con Daniel y sus compañeros —In Heavenly
Places, p. 261; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 263.

El desarrollo propio es nuestro primer deber hacia Dios y nuestros


prójimos. Debiera cultivarse hasta el más alto grado de perfección cada
facultad con que Dios nos ha dotado, a fin de que podamos realizar la

73
mayor cantidad de bien de que somos capaces. Por lo tanto, es pro-
vechosamente empleado el tiempo que se destina al establecimiento
y la preservación de una sólida salud física y mental. No podemos
permitirnos empequeñecer o dañar una sola función, de la mente o del
cuerpo por el trabajo excesivo o por el abuso de cualquier parte de la
maquinaria viviente. Tan ciertamente como lo hagamos, sufriremos las
consecuencias —Conducción del niño, p. 395.

Cuando un alma se ha convertido cabalmente, los malos hábitos


naturales desaparecen con la ayuda de Cristo, y todas las cosas son
hechas nuevas. Entre los que profesan ser siervos de Cristo, debería
existir un ferviente propósito, tal como el que manifestó Daniel en
la corte de Babilonia. Sabía que Dios era su fortaleza y su escudo, su
vanguardia y su retaguardia. Entre las corrupciones que lo rodearon en
la corte de Babilonia, se mantuvo libre de las imágenes y los sonidos
que podían seducirlo y hacerlo caer en la tentación. Cuando sus deberes
requerían que estuviera presente en escenas de orgía, intemperancia y
la más baja idolatría, cultivó el hábito de orar silenciosamente, y así
lo protegió el poder de Dios. Tener la mente elevada hacia Dios será
beneficioso en todo tiempo y lugar…
Que el alma cultive el hábito de contemplar al Redentor del
mundo… Hay ayuda disponible en Uno que es poderoso. Jesús ha
dado su vida para que cada persona pueda obtener abundante ayuda en
él —That I May Know Him, p. 247; parcialmente en A fin de conocerle,
p. 246.

Miércoles, 3 de junio: El Jesús histórico

La nación judía había sido conservada como testigo de que Cristo


había de nacer de la simiente de Abraham y del linaje de David; y sin
embargo, no sabía que su venida se acercaba. En el templo, el sacrifi-
cio matutino y el vespertino señalaban diariamente al Cordero de Dios;
sin embargo, ni aun allí se habían hecho los preparativos para recibirle.
Los sacerdotes y maestros de la nación no sabían que estaba por acon-
tecer el mayor suceso de los siglos…
Como antaño Ciro fue llamado al trono del imperio universal para
que libertase a los cautivos de Jehová, así también Augusto César hubo
de cumplir el propósito de Dios de traer a la madre de Jesús a Belén.
Ella era del linaje de David; y el Hijo de David debía nacer en la ciudad
de David… Pero José y María no fueron reconocidos ni honrados en
la ciudad de su linaje real. Cansados y sin hogar, siguieron en toda su
longitud la estrecha calle, desde la puerta de la ciudad hasta el extremo
oriental, buscando en vano un lugar donde pasar la noche. No había
sitio para ellos en la atestada posada. Por fin, hallaron refugio en un
tosco edificio que daba albergue a las bestias, y allí nació el Redentor
del mundo —El Deseado de todas las gentes, p. 29, 30.

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Caifás… pertenecía a los saduceos, algunos de los cuales eran
ahora los más encarnizados enemigos de Jesús. Él mismo, aunque care-
cía de fuerza de carácter, era tan severo, despiadado e inescrupuloso
como Annás. No dejaría sin probar medio alguno de destruir a Jesús…
Caifás había considerado a Jesús como su rival. La avidez con que
el pueblo oía al Salvador y la aparente disposición de muchos a aceptar
sus enseñanzas, habían despertado los acerbos celos del sumo sacerdo-
te. Pero al mirar Caifás al preso, le embargó la admiración por su porte
noble y digno. Sintió la convicción de que este hombre era de filiación
divina. Al instante siguiente desterró despectivamente este pensa-
miento. Inmediatamente dejó oír su voz en tonos burlones y altaneros,
exigiendo que Jesús realizase uno de sus grandes milagros delante de
ellos. Pero sus palabras cayeron en los oídos del Salvador como si no
las hubiese percibido —El Deseado de todas las gentes, p. 651.

Caifás había negado la doctrina de la resurrección, del juicio y de


una vida futura. Ahora se sintió enloquecido por una furia satánica…
Rasgando su manto, a fin de que la gente pudiese ver su supuesto horror,
pidió que sin más preliminares se condenase al preso por blasfemia…
La convicción, mezclada con la pasión, había inducido a Caifás
a obrar como había obrado. Estaba furioso consigo mismo por creer
las palabras de Cristo, y en vez de rasgar su corazón bajo un profundo
sentimiento de la verdad y confesar que Jesús era el Mesías, rasgó sus
ropas sacerdotales en resuelta resistencia. Este acto tenía profundo sig-
nificado. Poco lo comprendía Caifás. En este acto, realizado para influir
en los jueces y obtener la condena de Cristo, el sumo sacerdote se había
condenado a sí mismo. Por la ley de Dios, quedaba descalificado para el
sacerdocio. Había pronunciado sobre sí mismo la sentencia de muerte
—El Deseado de todas las gentes, p. 655.

Jueves, 4 de junio: La fe y la historia

La fe consiste en confiar en Dios, en creer que nos ama y sabe lo


que es mejor para nuestro bien. Así, en vez de nuestro camino, nos indu-
ce a preferir el suyo. En vez de nuestra ignorancia, acepta su sabiduría;
en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de nuestro pecado, su
justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, somos ya suyos; la fe reconoce
su derecho de posesión, y acepta su bendición. Se indican la verdad, la
integridad y la pureza como secretos del éxito de la vida. La fe es la que
nos pone en posesión de estas virtudes. Todo buen impulso o aspiración
provienen de Dios; la fe recibe de Dios la vida que es lo único que
puede producir crecimiento y eficiencia verdaderos.
Cuando hablamos de la fe debemos tener siempre presente una
distinción. Hay una clase de creencia enteramente distinta de la fe…
Donde no solo hay una creencia en la Palabra de Dios, sino una sumi-
sión de la voluntad a él; donde se le da a él el corazón, y los afectos

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se fijan en él, allí hay fe, fe que obra por el amor y purifica el alma.
Mediante esta fe el corazón se renueva conforme a la imagen de Dios
—La fe por la cual vivo, p. 92.

Los que están íntimamente relacionados con Dios pueden no pros-


perar en las cosas de esta vida; con frecuencia son afligidos y probados.
José fue vilipendiado y perseguido porque conservó su virtud e integri-
dad. David, el mensajero elegido de Dios, fue acechado como una fiera
por sus perversos enemigos. Daniel fue arrojado al foso de los leones,
porque era firme e íntegro en su fidelidad a Dios. Job fue privado de sus
posesiones mundanales, y tan afligido en su cuerpo que le aborrecían
sus parientes y amigos; sin embargo, conservó su fidelidad e integri-
dad a Dios… Pablo fue encarcelado, azotado, apedreado, y finalmente
muerto, porque era fiel mensajero en llevar el evangelio a los gentiles.
El amado Juan fue desterrado a la isla de Patmos, “por causa de la pala-
bra de Dios y el testimonio de Jesucristo”. Apocalipsis 1: 9.
Estos ejemplos de firmeza humana, mediante la fuerza del poder
divino, son para el mundo un testimonio de la fidelidad de las prome-
sas de Dios, de su permanente presencia y de su gracia sostenedora.
Cuando el mundo mira a estos hombres humildes, no puede discernir el
valor moral que tienen para Dios. Es obra de fe reposar serenamente en
Dios en la hora más sombría y sentir que nuestro Padre está al timón,
por severamente probado y agitado por la tempestad que uno esté. Solo
el ojo de la fe puede ver más allá del tiempo y de los sentidos para
estimar el valor de las riquezas eternas —Testimonios para la iglesia,
t. 4, p. 517.

Nuestro pueblo necesita la obra profunda del Espíritu de Dios cada


día. Debe tener una fe que obra por el amor, una fe que emana de Dios.
No debe existir ni una fibra de egoísmo entretejida en la tela. Cuando
nuestra fe obra por amor, un amor tal como el que Cristo reveló en su
vida, tendrá una textura firme; será el fruto de una voluntad doblegada.
Pero Cristo no puede habitar en nosotros sino hasta que muere el yo.
No es sino hasta que muera el yo que podremos poseer una fe que obra
por amor y purifica el alma —Dios nos cuida, p. 148.

Viernes, 5 de junio: Para estudiar y meditar

Nuestra elevada vocación, “La recompensa de los hábitos tempe-


rantes”, p. 271;
Historia de los patriarcas y profetas, “David y Goliat”, pp.
696-702.

76
Lección 11

La Biblia
y la profecía
Sábado de tarde, 6 de junio

Cristo anunció a sus discípulos lo que les esperaba en su trabajo


de evangelización. Sabía cuáles serían sus sufrimientos, y cuáles las
pruebas y tribulaciones que tendrían que sobrellevar. No quiso ocultar-
les lo que iba a sucederles, no fuese que las dificultades, al sobrevenir
repentinamente, hiciesen vacilar su fe. “Y ahora os lo he dicho antes
que suceda —dice él—, para que cuando suceda, creáis”. Juan 14: 29.
La prueba, en vez de minar su fe, debía afirmarla. Unos a otros debían
repetirse: “Nos había dicho que esto vendría y cómo hacerle frente”
—Testimonios para la iglesia, t. 9, p. 189.

Al pronunciar el ay sobre Judas, Cristo tenía también un propósito


de misericordia para con sus discípulos. Les dio así la evidencia culmi-
nante de su carácter de Mesías. “Os lo digo antes que se haga —dijo—,
para que cuando se hiciere, creáis que yo soy”. Si Jesús hubiese guar-
dado silencio, en aparente ignorancia de lo que iba a sobrevenirle, los
discípulos podrían haber pensado que su Maestro no tenía previsión
divina, y que había sido sorprendido y entregado en las manos de la
turba homicida. Un año antes, Jesús había dicho a los discípulos que
había escogido a doce, y que uno de ellos era diablo. Ahora las pala-
bras que había dirigido a Judas demostraban que su Maestro conocía
plenamente su traición e iban a fortalecer la fe de los discípulos fieles
durante su humillación. Y cuando Judas hubiese llegado a su horrendo
fin, recordarían el ay pronunciado por Jesús sobre el traidor.
El Salvador tenía otro propósito aún. No había privado de su minis-
terio a aquel que sabía era el traidor. Los discípulos no comprendieron
sus palabras cuando dijo, mientras les lavaba los pies: “No estáis lim-
pios todos”, ni tampoco cuando declaró en la mesa: “El que come pan
conmigo, levantó contra mí su calcañar”. Pero más tarde, cuando su
significado quedó aclarado, vieron allí pruebas de la paciencia y mise-
ricordia de Dios hacia el que más gravemente pecara —El Deseado de
todas las gentes, pp. 611, 612.

Mientras se burlaban del Salvador, los hombres que profesaban


ser expositores de la profecía repetían las mismas palabras que la
Inspiración había predicho que pronunciarían en esta ocasión. Sin
embargo, en su ceguera, no vieron que estaban cumpliendo la profecía.

77
Los que con irrisión dijeron: “Confió en Dios: líbrele ahora si le quiere:
porque ha dicho: Soy Hijo de Dios”, no pensaron que su testimonio
repercutiría a través de los siglos. Pero aunque fueron dichas en son de
burla, estas palabras indujeron a los hombres a escudriñar las Escrituras
como nunca lo habían hecho antes. Hombres sabios oyeron, escudriña-
ron, reflexionaron y oraron. Hubo quienes no descansaron hasta que,
por la comparación de un pasaje de la Escritura con otro, vieron el
significado de la misión de Cristo —El Deseado de todas las gentes,
pp. 696, 697.

Domingo, 7 de junio: El historicismo y la profecía

Hay un estudio de la historia que no se ha de condenar. La historia


sagrada era una de las asignaturas en las escuelas de los profetas. En
el registro de sus relaciones con las naciones se trazaban las pisadas de
Jehová. Asimismo, hoy hemos de considerar las relaciones de Dios con
las naciones de la tierra. Hemos de ver en la historia el cumplimiento de
la profecía, estudiar las intervenciones de la Providencia en los grandes
movimientos de reforma, y entender la progresión de los eventos que
culminan en la reunión de las naciones para la última batalla del gran
conflicto —Testimonios para la iglesia, t. 8, p. 321.

Hay en las Escrituras algunas cosas que son difíciles de compren-


der y que, según el lenguaje de Pedro, los ignorantes e inestables tuer-
cen para su propia perdición. Tal vez no podamos en esta vida explicar
el significado de todo pasaje de la Escritura; pero no hay puntos de
verdad práctica que hayan de quedar envueltos en el misterio. Cuando
llegue el momento en que, según la providencia de Dios, el mundo deba
ser probado respecto de la verdad para este tiempo, su Espíritu inducirá
a las mentes a escudriñar las Escrituras, aun con ayuno y oración, hasta
que descubran eslabón tras eslabón, y los unan en una cadena perfecta.
Todo hecho que se relacione directamente con la salvación de las almas
quedará tan claro que nadie necesitará errar ni andar en las tinieblas.
A medida que hemos seguido la cadena de la profecía, se ha visto
claramente y explicado la verdad revelada para nuestro tiempo. Somos
responsables de los privilegios que disfrutamos y de la luz que resplan-
dece sobre nuestra senda. Los que vivieron en generaciones pasadas
fueron responsables de la luz que se dejó brillar sobre ellos. Su mente
se preocupó con respecto a diferentes puntos de la Escritura que los
probaban. Pero no comprendían las verdades que nosotros comprende-
mos. No fueron responsables de la luz que no recibieron. Tuvieron la
Biblia como nosotros; pero el tiempo en que debía revelarse la verdad
especial relacionada con las escenas finales de la historia de esta tierra
había de coincidir con las últimas generaciones que iban a vivir en la
tierra —Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 609, 610.

En su vasta gama de estilo y temas, la Biblia tiene algo para inte-

78
resar a cada mente y atraer cada corazón. Sus páginas encierran historia
antiquísima; biografías fieles a la vida; principios de gobierno para regir
al estado y gobernar la casa, principios que la sabiduría humana nunca
ha conseguido igualar. Contiene la más profunda filosofía, la poesía
más dulce y sublime, apasionada y patética. Los escritos de la Biblia,
aun considerados de esta manera, son inconmensurablemente superio-
res en valor a las producciones de cualquier autor humano, pero consi-
derados en su relación con su gran pensamiento central, son de alcance
infinitamente más amplio, de valor infinitamente mayor. Desde este
punto de vista, cada tema adquiere nuevo significado. En las verdades
más sencillamente enunciadas se encierran principios tan altos como el
cielo, y que abarcan la eternidad —La educación, p. 125.

Lunes, 8 de junio: El principio de día por año

El mensaje evangélico, tal como lo daba el Salvador mismo, se


basaba en las profecías. El “tiempo” que él declaraba cumplido, era el
período dado a conocer a Daniel por el ángel Gabriel. “Setenta sema-
nas —dijo el ángel— están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu
santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y ex-
piar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y
la profecía, y ungir al Santo de los santos”. Daniel 9: 24. En la profecía,
un día representa un año. Ver Números 14: 34; Ezequiel 4: 6. Las seten-
ta semanas, o cuatrocientos noventa días, representaban cuatrocientos
noventa años. Y se había dado un punto de partida para este período:
“Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar
y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y
sesenta y dos semanas”, (Daniel 9: 25) sesenta y nueve semanas, es
decir, cuatrocientos ochenta y tres años. La orden de restaurar y edi-
ficar a Jerusalén, completada por el decreto de Artajerjes Longímano,
(ver Esdras 6: 14; 7: 1, 9) entró a regir en el otoño del año 457 antes
de C. Desde ese tiempo, cuatrocientos ochenta y tres años llegan hasta
el otoño del año 27 de J. C. Según la profecía, este período había de
llegar hasta el Mesías, el Ungido. En el año 27 de nuestra era, Jesús,
en ocasión de su bautismo, recibió la unción del Espíritu Santo, y poco
después empezó su ministerio. Entonces fue proclamado el mensaje:
“El tiempo es cumplido” —El Deseado de todas las gentes, p. 200.

Las grandes verdades reveladas por la palabra del Redentor están


destinadas a aquellos que investigan la verdad para encontrar los tesoros
escondidos. Daniel era un hombre de edad. Su vida había transcurrido
entre las fascinaciones de una corte pagana, y su mente estaba fatigada
con los asuntos de un gran imperio. Sin embargo, él se aparta de todas
estas cosas para afligir su alma delante de Dios, y buscar un conoci-
miento de los propósitos del Altísimo. Y en respuesta a sus súplicas, se
le envía luz de las cortes del cielo, destinada a aquellos que vivieran en
los días finales. ¡Con qué fervor, pues, debiéramos buscar a Dios, a fin

79
de que él nos abra nuestro entendimiento para comprender las verdades
que nos fueron traídas del cielo! —La edificación del carácter, p. 48.

Estamos viviendo en medio de las escenas finales de la historia


de esta tierra. Las profecías se están cumpliendo rápidamente. Están
transcurriendo velozmente las horas del tiempo de gracia. No tenemos
tiempo que perder, ni un momento. No seamos hallados durmiendo
en la guardia. Nadie diga en su corazón o por sus obras: “Mi Señor se
tarda en venir”. Resuene el mensaje del pronto regreso de Cristo en fer-
vientes palabras de advertencia. Persuadamos a hombres y mujeres por
doquiera a arrepentirse y huir de la ira venidera. Despertémoslos para
que se preparen inmediatamente porque muy poco sabemos de lo que
nos espera —Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 263, 264.

Martes, 9 de junio: Identificación del cuerno pequeño

El agente principal de Satanás al guerrear contra Cristo y su pueblo


durante los primeros siglos de la era cristiana, fue el Imperio Romano,
en el cual prevalecía la religión pagana. Así que si bien el dragón repre-
senta primero a Satanás, en sentido derivado es un símbolo de la Roma
pagana.
En el capítulo 13 [de Apocalipsis] (versículos 1-10, VM), se des-
cribe otra bestia, “parecida a un leopardo”, a la cual el dragón dio “su
poder y su trono, y grande autoridad”. Este símbolo, como lo han creído
la mayoría de los protestantes, representa al papado, el cual heredó el
poder y la autoridad del antiguo Imperio Romano. Se dice de la bestia
parecida a un leopardo: “Le fue dada una boca que hablaba cosas gran-
des, y blasfemias… Y abrió su boca para decir blasfemias contra Dios,
para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y a los que habitan en el
cielo. Y le fue permitido hacer guerra contra los santos, y vencerlos: y le
fue dada autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación”. Esta
profecía, que es casi la misma que la descripción del cuerno pequeño
en Daniel 7, se refiere sin duda al papado —El conflicto de los siglos,
p. 434.

La Iglesia Católica le pone actualmente al mundo una cara apa-


cible, y presenta disculpas por sus horribles crueldades. Se ha puesto
vestiduras como las de Cristo; pero en realidad no ha cambiado. Todos
los principios formulados por el papismo en edades pasadas subsisten
en nuestros días. Las doctrinas inventadas en los siglos más tenebrosos
siguen profesándose aún. Nadie se engañe. El papado que los protes-
tantes están ahora tan dispuestos a honrar, es el mismo que gobernaba
al mundo en tiempos de la Reforma, cuando se levantaron hombres
de Dios con peligro de sus vidas para denunciar la iniquidad de él…
Su espíritu no es hoy menos cruel ni despótico que cuando destruía la
libertad humana y mataba a los santos del Altísimo.

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El papado es precisamente lo que la profecía declaró que sería: la
apostasía de los postreros días. 2 Tesalonicenses 2: 3, 4. Forma parte
de su política asumir el carácter que le permita realizar mejor sus fines;
pero bajo la apariencia variable del camaleón oculta el mismo veneno
de la serpiente —El conflicto de los siglos, p. 558.

Hemos llegado al período predicho en estos pasajes. El tiempo


del fin ha llegado, las visiones de los profetas están deselladas, y sus
solemnes amonestaciones nos indican que la venida de nuestro Señor
en gloria está cercana.
Los judíos interpretaron erróneamente y aplicaron mal la palabra
de Dios, y no reconocieron el tiempo de su visitación. Esos años del
ministerio de Cristo y sus apóstoles —los preciosos últimos años de
gracia concedidos al pueblo escogido— los dedicaron a tramar la
destrucción de los mensajeros del Señor. Las ambiciones terrenales
los absorbieron, y el ofrecimiento del reino espiritual les fue hecho en
vano. Así también hoy el reino de este mundo absorbe los pensamien-
tos de los hombres, y no toman nota de las profecías que se cumplen
rápidamente y de los indicios de que el reino de Dios llega presto —El
Deseado de todas las gentes, p. 202.

Miércoles, 10 de junio: El juicio investigador

Siguiendo la regla que se había impuesto, de dejar que las Sagradas


Escrituras se interpretasen a sí mismas, Miller llegó a saber que un día
en la profecía simbólica representa un año (Números 14: 34; Ezequiel
4: 6); vio que el período de los 2.300 días proféticos, o años literales, se
extendía mucho más allá del fin de la era judaica, y que por consiguien-
te no podía referirse al santuario de aquella economía. Miller aceptaba
la creencia general de que durante la era cristiana la tierra es el santua-
rio, y dedujo por consiguiente que la purificación del santuario predicha
en (Daniel 8: 14) representaba la purificación de la tierra con fuego en
el segundo advenimiento de Cristo. Llegó pues a la conclusión de que si
se podía encontrar el punto de partida de los 2.300 días, sería fácil fijar
el tiempo del segundo advenimiento —El conflicto de los siglos, p. 324.

El servicio del sacerdote durante el año en el primer departamento


del santuario, “adentro del velo” que formaba la entrada y separaba el
Lugar Santo del atrio exterior, representa la obra y el servicio a que
dio principio Cristo al ascender al cielo. La obra del sacerdote en el
servi-cio diario consistía en presentar ante Dios la sangre del holocaus-
to, como también el incienso que subía con las oraciones de Israel. Así
es como Cristo ofrece su sangre ante el Padre en beneficio de los peca-
dores, y así es como presenta ante él, además, junto con el precioso per-
fume de su propia justicia, las oraciones de los creyentes arrepentidos.
Tal era la obra desempeñada en el primer departamento del santuario
en el cielo…

81
Este ministerio siguió efectuándose durante dieciocho siglos en
el primer departamento del Santuario. La sangre de Cristo, ofrecida
en beneficio de los creyentes arrepentidos, les aseguraba perdón y
aceptación cerca del Padre, pero no obstante sus pecados permanecían
inscritos en los libros de registro. Como en el servicio típico había una
obra de expiación al fin del año, así también, antes de que la obra de
Cristo para la redención de los hombres se complete, queda por hacer
una obra de expiación para quitar el pecado del Santuario. Este es el
servicio que empezó cuando terminaron los 2.300 días. Entonces, así
como lo había anunciado Daniel el profeta, nuestro Sumo Sacerdote
entró en el Lugar Santísimo, para cumplir la última parte de su solemne
obra: la purificación del Santuario…
Así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitan-
do los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la
purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los
pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse
deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que,
por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho
a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del
Santuario implica, por lo tanto, una obra de investigación, una obra de
juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir
a su pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda
otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra. Apocalipsis
22: 12 —El conflicto de los siglos, pp. 415, 416.

Jueves, 11 de junio: La tipología como profecía

La Biblia contiene todos los principios que los hombres necesitan


comprender, a fin de prepararse para esta vida o para la venidera. Estos
principios pueden ser comprendidos por todos. Nadie que tenga dispo-
sición para apreciar su enseñanza puede leer un solo pasaje de la Biblia
sin obtener de él algún pensamiento útil. Pero la enseñanza más valiosa
de la Biblia no se obtiene por medio de un estudio ocasional o aislado.
Su gran sistema de verdad no se presenta de tal manera que pueda
descubrirlo el lector apresurado o descuidado. Muchos de sus tesoros
están lejos de la superficie, y solo pueden ser obtenidos por medio de
una investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que
forman el gran todo deben ser buscadas y reunidas “un poquito allí, otro
poquito allá”. Isaías 28: 10.
Una vez buscadas y reunidas, corresponderán perfectamente unas a
otras. Cada Evangelio es un complemento de los demás; cada profecía,
una explicación de la otra; cada verdad, el desarrollo de otra verdad. El
evangelio explica los símbolos del sistema judaico. Cada principio de la
Palabra de Dios tiene su lugar; cada hecho, su relación. Y la estructura
completa, tanto en su propósito como en su ejecución, da testimonio de
su Autor. Solo el Ser infinito pudo concebir y dar forma a esa estructura
—La educación, pp. 123, 124.

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El Santuario terrenal construido por Moisés por orden de Dios de
acuerdo con el modelo que se le mostró en el Monte, era “símbolo para
el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios”;
que sus dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales”; que
Cristo, nuestro gran sumo sacerdote, es “ministro del santuario y de
aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”; y
que “no entró Cristo en el Santuario hecho de mano, figura del verda-
dero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante
Dios”. Hebreos 9: 9, 23; 8: 2; 9: 24 —La historia de la redención,
pp. 394, 395.

La ruina de Jerusalén sería símbolo de la ruina final que abruma-


rá al mundo. Las profecías que se cumplieron en parte en la destrucción
de Jerusalén, se aplican más directamente a los días finales. Estamos
ahora en el umbral de acontecimientos grandes y solemnes. Nos espera
una crisis como jamás ha presenciado el mundo. Tal como a los prime-
ros discípulos, nos resulta dulce la segura promesa de que el reino de
Dios se levanta sobre todo. El programa de los acontecimientos veni-
deros está en manos de nuestro Hacedor. La Majestad del cielo tiene a
su cargo el destino de las naciones, así como también lo que atañe a la
iglesia. El Instructor divino dice a todo instrumento en el desarrollo de
sus planes, como dijo a Ciro: “Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste”.
Isaías 45: 5 —El discurso maestro de Jesucristo, p. 102.

Viernes, 12 de junio: Para estudiar y meditar

Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adven-


tista del séptimo día, “Orad, y nunca seréis sorprendidos”, t. 2, p. 997;
La historia de la redención, “En el templo de Salomón”,
p. 197-199.

83
Lección 12

Cómo abordar
pasajes difíciles
Sábado de tarde, 13 de junio

La naturaleza de la experiencia religiosa de una persona se reve-


la por el carácter de los libros que escoge para leer en los momentos
desocupados. Para tener un estado mental sano y principios religiosos
firmes, los jóvenes deben vivir en comunión con Dios mediante su
Palabra. Al señalar el camino de la salvación por medio de Cristo, la
Biblia es nuestra guía hacia una vida más elevada y mejor. Contiene
la historia y las biografías más interesantes e instructivas que se hayan
escrito. Los que no han pervertido su imaginación con la lectura de
novelas, hallarán que la Biblia es el más interesante de los libros
—Mensajes para los jóvenes, pp. 193, 194.

Al apartarse de la Palabra de Dios para alimentarse de los escritos


de los hombres no inspirados, la mente llega a empequeñecerse y degra-
darse. No se pone en contacto con los profundos y amplios principios
de la verdad eterna. La inteligencia se adapta a la comprensión de las
cosas con las cuales se familiariza, y al dedicarse a las cosas finitas se
debilita, su poder decrece, y después de un tiempo llega a ser incapaz
de ampliarse —Palabras de vida del gran Maestro, p. 23.

Antes de la primera venida de Cristo, y en ocasión de ese acon-


tecimiento, los maestros religiosos elucubraron ideas extrañas tan
íntimamente mezcladas con porciones de verdad, que llegaron a tener
un tremendo poder para engañar, y apartaron a las almas de Dios,
aunque seguían conservando el aspecto de verdaderos adoradores del
Señor. Encontramos una situación similar en el seno de la sociedad
de estos últimos días. Los que se apartan de la fe mezclan con su
creencia diversas opiniones humanas. La Biblia es objeto de crítica.
¿Difieren tanto los pastores en su interpretación porque las Escrituras
son inconsecuentes o contradictorias? No, el problema consiste en que
los hombres están haciendo hoy lo que hicieron en el tiempo de Cristo,
y están enseñando los mandamientos de los hombres como si fueran
doctrinas. Los maestros religiosos se encuentran en la misma condición
de los fariseos de quienes Jesús dijo: “Erráis, ignorando las Escrituras y
el poder de Dios”. Mateo 22: 29. Se presumía que los mismos hombres
a quienes se dirigieron estas palabras debían enseñar las Escrituras al
pueblo e interpretarlas —Cada día con Dios, p. 162.

84
Algunos de los que enseñan la verdad presente tienen tan deficiente
conocimiento de la Biblia que les es difícil citar un texto de la Escritura
correctamente de memoria. Al cometer las torpes equivocaciones en
que incurren, pecan contra Dios. Tuercen las Escrituras, y hacen decir a
la Biblia cosas que no están escritas en ella.
Algunos piensan que la educación o un conocimiento cabal de las
Escrituras son de poca importancia con tal que uno tenga el Espíritu.
Pero Dios no manda nunca su Espíritu para sancionar la ignorancia.
Él puede compadecerse y bendecir a aquellos que están de tal modo
situados que les es imposible educarse, y lo hace; hasta condesciende a
veces a hacer perfecta su fuerza en la debilidad de ellos. Pero es deber
de los tales estudiar la Palabra de Dios. La falta de conocimiento de
las ciencias no es excusa alguna para descuidar el estudio de la Biblia;
porque las palabras de la inspiración son tan claras que aun los que no
tienen letras pueden comprenderlas —Obreros evangélicos, p. 111, 112.

Domingo, 14 de junio: Razones posibles para contradicciones


aparentes

Aunque los judíos tenían la Escritura que testificaba de Cristo, no


fueron capaces de percibir a Cristo en las Escrituras; y aunque tenemos
el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, hoy la gente tuer-
ce las Escrituras para esquivar sus verdades, y en sus interpretaciones de
las Escrituras enseña, como lo hicieron los fariseos, las máximas y
tradiciones de la humanidad en lugar de enseñar los mandamientos de
Dios. En el tiempo de Cristo, los líderes religiosos habían presentado
ideas humanas por tanto tiempo ante el pueblo, que la enseñanza de
Cristo se oponía en todo a sus teorías y prácticas.
Su Sermón del Monte virtualmente contradijo las doctrinas de
la justicia propia de los escribas y fariseos. Habían representado tan
mal a Dios, que se lo consideraba como un Juez severo, incapaz de
tener compasión, misericordia y amor. Cuando no tenían un “Así dice
el Señor” como su autoridad, presentaban al pueblo máximas y tradi-
ciones interminables como procedentes de Dios. Aunque profesaban
conocer y adorar al Dios vivo y verdadero, lo desfiguraban totalmen-
te; y el carácter de Dios, como lo representaba su Hijo, fue como un
asunto original, un nuevo don al mundo. Cristo hizo todo esfuerzo para
eliminar las falsificaciones de Satanás, para que pudiera ser restaurada
la confianza del pueblo en el amor de Dios. Él enseño a los hombres
a dirigirse al Rey supremo del universo con un nombre nuevo: “Padre
nuestro”. Este nombre indica su verdadera relación con nosotros, y
cuando es pronunciado con sinceridad por los labios humanos, suena
como música a los oídos de Dios. Cristo nos lleva al trono de Dios en
una manera nueva y vivificador, y nos presenta el Padre en todo su
amor paternal —Fundamentals of Christian Education, pp. 308, 309;
parcialmente en Ser semejante a Jesús, p. 125.

85
Satanás es hábil para sugerir dudas e idear objeciones al testimonio
directo que Dios envía, y muchos piensan que es una virtud, un indicio
de inteligencia en ellos el ser incrédulos y presentar dudas. Los que
desean dudar, tendrán abundante ocasión para ello. Dios no se propone
evitarnos toda oportunidad de ser incrédulos. Él da evidencias, que
deben ser investigadas cuidadosamente con mente humilde y espíritu
susceptible de ser enseñado; y todos deben decidir por el peso de la evi-
dencia”. “Dios da suficiente evidencia para que pueda creer el espíritu
sincero; pero el que se aparta del peso de la evidencia porque hay unas
pocas cosas que su entendimiento finito no puede aclarar, será dejado
en la atmósfera fría y helada de la incredulidad y de la duda, y perderá
su fe” —Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 633.

Nunca tendrán éxito los que trabajan indiferentemente y sin entu-


siasmo. Es necesario que los jóvenes como los mayores lean la Palabra
de Dios, y no solo que la lean, sino que la estudien con diligente fer-
vor, orando, creyendo e investigando. De este modo hallarán el tesoro
escondido, pues el Señor avivará su entendimiento —Mensajes para
los jóvenes, p. 183.

Lunes, 15 de junio: Afrontar las dificultades con honestidad y cuidado

Tengan cuidado al interpretar las Escrituras. Léanlas con el cora-


zón abierto a la influencia de la Palabra de Dios, y entonces esta traerá
luz del cielo y dará entendimiento a los simples. No me refiero a los
retardados mentales, sino a los que se extralimitan en su anhelo de ser
originales e independientes con el fin de lograr un conocimiento que
supere el verdadero conocimiento —Cada día con Dios, p. 41.

Sin la dirección del Espíritu Santo, estaremos constantemente


expuestos a torcer las Escrituras o a interpretarlas mal. Muchas veces la
lectura de la Biblia no reporta provecho, y hasta puede causar un daño
positivo. Cuando la Palabra de Dios se abre sin reverencia ni oración;
cuando los pensamientos y afectos no están fijos en Dios ni armonizan
con su voluntad, el intelecto está enturbiado por la duda; y el escepti-
cismo se fortalece en el mismo estudio de la Biblia. El enemigo rige los
pensamientos y sugiere interpretaciones que no son correctas.
Cuando quiera que los hombres no traten de estar en armonía con
Dios en sus palabras y acciones, por sabios que sean están expuestos a
errar en su comprensión de la Escritura, y es peligroso confiar en sus
explicaciones. Cuando tratamos verdaderamente de hacer la voluntad
de Dios, el Espíritu Santo toma los preceptos de su Palabra, hace de
ellos los principios de la vida y los escribe en las tablas del alma. Son
únicamente los que siguen la luz ya dada quienes pueden esperar recibir
mayor iluminación de parte del Espíritu. Esto se presenta claramente en
las palabras de Cristo: “El que quisiere hacer su voluntad, conocerá de
la doctrina” —Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 659, 660.

86
La claridad de nuestra visión de la verdad será proporcional a nues-
tra comprensión de la Palabra de Dios. Quien presta cuidadosa y devota
atención a las Escrituras, obtendrá una comprensión clara y un juicio
sólido, como si al volverse a Dios hubiera alcanzado un grado más alto
de inteligencia…
No es seguro para nosotros alejarnos de las Sagradas Escrituras, y
hacer únicamente una lectura casual de sus páginas sagradas… Ceñid la
mente a la elevada tarea que ha sido puesta delante de ella, y estudiad
con un decidido interés, para que podáis entender la verdad divina.
Aquellos que hacen esto, quedarán sorprendidos de encontrar lo que la
mente puede lograr…
La mente debe ser refrenada y no se le debe permitir que divague.
Debería ser adiestrada para espaciarse en las Escrituras y en temas
nobles y elevados. Porciones de las Escrituras, aun capítulos enteros,
pueden ser memorizados a fin de repetirlos cuando Satanás venga con
sus tentaciones. El capítulo 58 de Isaías es útil para este propósito.
Construya un muro para el alma con las restricciones e instrucciones
dadas por la inspiración del Espíritu de Dios —Mente, carácter y per-
sonalidad, t. 1, p. 97, 98.

Martes, 16 de junio: Afrontar las dificultades con humildad

La Palabra de Dios es verdad y luz. Es como una lámpara que


guía nuestros pasos hacia los portales de la ciudad de Dios. Por esta
razón, Satanás realiza esfuerzos tan desesperados para poner tropiezos
en el sendero trazado para que transiten por él los redimidos del Señor.
Usted no debe llevar sus ideas a la Biblia y hacer de sus opiniones el
centro en torno al cual la verdad se define. Al llegar a la puerta de la
investigación, con humildad hay que deponer todas las ideas persona-
les, y con un corazón contrito, con oración sincera y el yo escondido
en Cristo hemos de buscar la sabiduría que procede de Dios. Porque
concierne a su bienestar personal y eterno, usted debe sentir que ne-
cesita la verdad revelada que proviene de Dios. La Biblia es la guía
orientadora que lo ayudará a encontrar las huellas a la vida eterna. Tiene
que desear de lo alto todo aquello que le permita conocer la voluntad
y los caminos del Señor. No debemos escudriñar las Escrituras con el
propósito de encontrar textos que podemos torcer para apoyar nuestras
propias teorías; porque la Palabra de Dios declara que esto es usar la
Escritura para nuestra propia destrucción. Debemos vaciarnos de todo
prejuicio y venir con un espíritu de oración para escudriñar la Palabra
de Dios —Fundamentals of Christian Education, p. 307; parcialmente
en Recibiréis poder, p. 10.

Dios desea que el hombre ejercite sus facultades de raciocinio; y el


estudio de la Biblia fortalecerá y elevará el intelecto como ningún otro
estudio puede hacerlo. Es el mejor ejercicio intelectual y espiritual para
la mente humana. Sin embargo, no debemos endiosar la razón, que está

87
sujeta a la debilidad y flaqueza de la humanidad. Si no queremos que las
Escrituras queden veladas para nuestro entendimiento, de manera que
no podamos comprender las más claras verdades, debemos tener la sen-
cillez y fe de un niñito, estar listos para aprender y solicitar la ayuda del
Espíritu Santo. Un sentido del poder y la sabiduría de Dios y de nuestra
incapacidad para comprender su grandeza, debe inspirarnos humildad,
y debemos abrir su Palabra con tanta reverencia como si entráramos en
su presencia. Cuando acudimos a la Biblia, la razón debe reconocer una
autoridad superior a ella, y el corazón y el intelecto deben inclinarse
ante el gran YO SOY. 
Progresaremos en el verdadero conocimiento espiritual tan solo
en la medida en que comprendamos nuestra propia pequeñez y nues-
tra entera dependencia de Dios; pero todos los que acudan a la Biblia
con un espíritu dispuesto a ser enseñado y a orar, para estudiar sus
declaraciones como Palabra de Dios, recibirán iluminación divina. Hay
muchas cosas aparentemente difíciles u oscuras, que Dios hará claras y
sencillas para los que traten así de comprenderlas —Testimonios para
la iglesia, t. 5, pp. 658, 659.

Miércoles, 17 de junio: Determinación y paciencia

Todos los que enseñan la Palabra de Dios emprenden una tarea


muy solemne y sagrada; porque al escudriñarla reciben luz y un conoci-
miento correcto que deben impartir con los que la ignoran. La enseñan-
za consiste en inculcar ideas llenas a la vez de luz y verdad. Todo el que
investiga las Escrituras con diligencia y paciencia para poder enseñar
a los demás, y emprende la tarea con integridad y honestidad, abando-
nando, antes de comenzar su estudio, todo preconcepto, de cualquier
naturaleza que sea, y todos los prejuicios que haya podido heredar,
llegará a tener un conocimiento verdadero. Es fácil interpretar errónea-
mente la Escritura, poniendo énfasis en ciertos pasajes y adjudicándoles
un significado que, de primera intención puede parecer verdadero, pero
que una investigación ulterior demostrará que es falso. Si el que busca
la verdad compara un pasaje con otro, descubrirá la clave para abrir el
almacén de los tesoros, clave que le dará una verdadera comprensión de
la Palabra de Dios. Entonces se dará cuenta de que sus primeras impre-
siones no resisten una investigación más profunda, y que al continuar
creyendo en ellas tendrá una mezcla de verdad y error —Cada día con
Dios, p. 41.

Hay a veces hombres de capacidad intelectual, mejorada por la


educación y la cultura, que no alcanzan a comprender ciertos pasajes de
la Escritura, mientras que otros que no tienen instrucción, cuyo enten-
dimiento parece débil y cuya mente no está disciplinada, comprenden
su significado y hallan fuerza y consuelo en aquello que los primeros
declaran tedioso, o pasan por alto corno si no tuviese importancia. ¿Por
qué es esto? Me ha sido explicado que la última clase no confía en su

88
propio entendimiento. Van a la fuente de la luz, Aquel que inspiró las
Escrituras, y con humildad de corazón piden sabiduría a Dios, y la reci-
ben. Hay minas de verdad que ha de descubrir todavía el investigador
ferviente. Cristo representó la verdad por un tesoro oculto en un campo.
No está en la misma superficie; debemos cavar para encontrarla. Pero
nuestro éxito en esto no depende tanto de nuestra capacidad intelectual
como de nuestra humildad de corazón y de una fe que se vale de la
ayuda divina —Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 659.

Dios desea que todos los que profesan creer en la verdad de su


Palabra, la hagan conocer. Su perseverante fidelidad será ricamente
recompensada. “Y el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos
debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo”.
No nos cansemos de hacer bien. Sometamos enteramente nuestro
corazón a las enseñanzas de la Palabra del gran Médico misionero. De
acuerdo con nuestra fe en el mensaje, será nuestro fervor y nuestro
poder para promover el conocimiento de Jesucristo. Hemos de llegar a
ser “coadjutores” de Dios, “creciendo en la obra del Señor siempre”…
Nuestra vida ha de emplearse en un solemne servicio en favor del
Maestro. Somos los siervos del Señor. Los miembros de la iglesia de
Cristo han de ser ejemplos de una vida de servicio, una vida de comple-
ta obediencia a nuestro gran Ejemplo —Hijos e hijas de Dios, p. 267.

Jueves, 18 de junio: Afrontar las dificultades de manera espiritual


y con oración

Estudiemos todos la Palabra. Nadie agobie su alma con tantas res-


ponsabilidades que no pueda estudiar las preciosas lecciones que Cristo
ha dado…
La Palabra de Dios es apenas medio comprendida. Si cada cual
proclamara un ayuno para su propia alma, para estudiar la Palabra de
Dios con ferviente oración y leer solo los libros que pudieran ayudarle
a obtener un conocimiento más claro de ella, el pueblo de Dios tendría
más salud y fortaleza espiritual, más conocimiento y comprensión espi-
ritual de lo que ahora manifiesta. Necesitamos buscar a Dios de manera
que sea precioso para nuestras almas. Necesitamos que sea siempre
nuestro huésped y compañero para no apartarnos nunca de él.
Es privilegio de cada alma ser una con Cristo en Dios. Pero para
lograrlo debemos ser mansos y humildes, dispuestos a aprender y ser
obedientes. ¿No formaremos parte de los que consideran su deber con-
seguir, mediante la oración ferviente y la práctica de la fidelidad, la fe
que obra por el amor y purifica el alma? —Cada día con Dios, p. 148.

Sea la Palabra la guía y la regla de conducta para ustedes. Ella les


enseñará modales corteses, conducta piadosa y juicio certero. Estudien
la Palabra. Cuando estén en perplejidad escudriñen la Palabra en busca
de la instrucción que se ajuste al caso de ustedes. Busquen al Señor para

89
que los oriente. Nunca codicien lo que el Señor prohíbe en su Palabra,
y traten de hacer siempre aquello que su Palabra requiere. “Escudriñad
las escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Juan 5: 39 —Alzad
los ojos, p. 85.

Los que buscan discrepancias en las Escrituras no tienen percep-


ción espiritual. Con visión torcida ven motivos de duda e incredulidad
en cosas que son realmente claras y sencillas. Pero para los que reciben
la Palabra de Dios con reverencia y tratan de aprender su voluntad a fin
de obedecerla, todo cambia. Se llenan de reverencia y admiración al
contemplar la pureza y exaltada excelencia de las verdades reveladas.
Las cosas que se parecen se atraen entre sí. Las personas que se aseme-
jan se aprecian entre sí. La santidad se asocia con la santidad, la fe con
la fe. Para el corazón humilde y el intelecto sincero e investigador, la
Biblia está llena de luz y conocimiento. Los que acuden a las Escrituras
con ese espíritu, se ponen en comunión con los profetas y los apósto-
les. Su espíritu se adapta al de Cristo y anhelan llegar a ser uno con él
—Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 660.

Se necesita la oración en la vida del hogar, en la vida de la iglesia,


en la vida misionera. Se entiende solo débilmente la eficacia de la ora-
ción ferviente. Si la iglesia fuera fiel en la oración, no se la encontraría
descuidada en tantas cosas, pues la fidelidad en implorar a Dios dará
ricos resultados.
Cuando la iglesia despierte al sentido de su santa vocación, mucho
más fervientes y efectivas oraciones ascenderán al cielo para que el
Espíritu Santo indique la obra y el deber del pueblo de Dios acerca de
la salvación de las almas. Tenemos la promesa permanente de que Dios
se acercará a toda alma que lo busque —Mensajes selectos, t. 1, p. 136.

Viernes, 19 de junio: Para estudiar y meditar

La educación, “La fuente de la verdadera educación y su propósi-


to”, pp. 13-19;
Mensajes para los jóvenes, “El esfuerzo perseverante en el estudio
de la Biblia”, pp. 182-184.

90
Lección 13

Cómo vivir
de acuerdo con
la Palabra de Dios
Sábado de tarde, 20 de junio

Juan y Judas representan a los que profesan ser seguidores de


Cristo. Ambos discípulos tuvieron las mismas oportunidades de estu-
diar y seguir al Modelo divino. Ambos estuvieron íntimamente relacio-
nados con Jesús y tuvieron el privilegio de escuchar sus enseñanzas.
Cada uno poseía graves defectos de carácter. Y ambos tuvieron acceso
a la gracia divina que transforma el carácter. Pero mientras uno en
humildad aprendía de Jesús, el otro reveló que no era un hacedor de la
palabra, sino solamente un oidor. El uno, destruyendo diariamente el yo
y venciendo al pecado, fue santificado por medio de la verdad; el otro,
resistiendo al poder transformador de la gracia y dando rienda suelta a
sus deseos egoístas, fue reducido a servidumbre por Satanás.
Semejante transformación de carácter como la observada en la vida
de Juan, es siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden exis-
tir defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega
a ser un verdadero discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina le
transforma y santifica. Contemplando como por un espejo la gloria del
Señor, es transformado de gloria en gloria, hasta que llega a asemejarse
a Aquel a quien adora —Los hechos de los apóstoles, p. 446.

Los que no solo oyen sino que hacen las palabras de Cristo ponen
de manifiesto en el carácter la operación del Espíritu Santo. El resulta-
do de la obra interna del Espíritu Santo se demuestra en la conducta
externa. La vida del cristiano se oculta con Cristo en Dios, y Dios reco-
noce a los que son suyos declarando: “Vosotros sois mis testigos”. Ellos
testifican que el poder divino está influyendo en su corazón y dando
forma a su conducta. Sus obras dan evidencia de que el Espíritu está
actuando en el hombre interior; los que se relacionan con ellos están
convencidos de que tienen a Cristo como su modelo.
Los que están en relación con Dios son canales del poder de su Santo
Espíritu… La vida interior se manifiesta por la conducta —In Heavenly
Places, p. 22; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 24.

91
Muchos que invocan el nombre de Cristo caminan a la luz de las
chispas de su propio fuego, en lugar de seguir tras las pisadas de su pro-
feso Maestro. No representan el mismo carácter que Cristo representaba
mediante su amor puro y sincero hacia Dios, y su amor para el hombre
caído. No aceptan a Dios al pie de la letra, ni identifican sus intereses
con Jesucristo. No forman el hábito de tener comunión con Jesús, de
tomarlo como su guía y consejero, y por lo tanto, no aprenden el oficio
de vivir una vida cristiana bien definida. 
Los que no se conforman con escuchar las palabras de Cristo,
sino que las ponen en práctica, ponen de manifiesto el carácter de la
operación del Espíritu Santo. El resultado de la operación interna del
Espíritu de Dios se revela en la conducta exterior. La vida del cristiano
está escondida con Cristo en Dios… Sus obras revelan que el Espíritu
influye sobre el hombre interior; los que se asocian con ellos se con-
vencen de que han elegido a Jesucristo como su modelo —Exaltad a
Jesús, p. 118.

Domingo, 21 de junio: La Palabra viva de Dios y el Espíritu Santo

El Espíritu divino obra por medio de los poderes y facultades otor-


gados al hombre. Por naturaleza, no estamos capacitados para armoni-
zar nuestros propósitos, deseos e inclinaciones con la voluntad de Dios;
pero si tenemos el deseo de que Dios cree en nosotros la voluntad, el
Salvador lo efectuará por nosotros, “destruyendo consejos, y toda altura
que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la
obediencia de Cristo”. 2 Corintios 10: 5.
El que desea adquirir un carácter fuerte y armónico, el que desea
ser un cristiano equilibrado, debe dar todo y hacer todo por Cristo;
porque el Redentor no aceptará un servicio a medias. Diariamente debe
aprender el significado de la entrega propia. Debe estudiar la Palabra
de Dios, aprendiendo su significado y obedeciendo sus preceptos. Así
puede alcanzar la norma de la excelencia cristiana: día tras día Dios
trabaja con él, perfeccionando el carácter que resistirá el tiempo de la
prueba final; y día tras día el creyente está efectuando ante hombres y
ángeles un experimento sublime, el cual demuestra lo que el evangelio
puede hacer en favor de los seres humanos caídos —Los hechos de los
apóstoles, pp. 384, 385.

Los obreros de Dios deben vivir en perfecta sumisión a la voluntad


de Dios. Existe el peligro de que obremos en contra de la voluntad de
Dios; porque el hombre quiere obrar a su modo, suponiendo que es la
mejor forma de cumplir los propósitos del Señor. Pero no podemos
actuar a nuestro gusto y manera. Dios debe obrar en nosotros, por noso-
tros y por medio de nosotros. Debemos ser en las manos de Dios como
la arcilla en las del alfarero, para que él nos modele de acuerdo con la
semejanza divina.

92
Nuestros corazones necesitan ser plenamente consagrados a Dios.
No tratemos de hacer las cosas a nuestro modo. Dios nos ha dado su ver-
dad para santificar, refinar y ennoblecer plenamente al hombre —Cada
día con Dios, p. 63.

Los cristianos deben distinguirse del mundo como los portaestan-


dartes de Dios, que muestren en sus vidas la influencia de la gracia
transformadora de Cristo. Se los ha reunido para que se sienten con
Cristo en lugares celestiales, para que puedan revelar al mundo, a los
ángeles y a los hombres una representación perdurable del mundo
eterno. Deben mantener la palabra de vida, advirtiendo a los hom-
bres acerca de las demandas obligatorias de la ley de Dios. Dios quiere
que sus siervos sean superiores. Desea que obedezcan sus preceptos que
son más elevados que los del mundo: preceptos que son una copia de
su carácter…
Dios derramará el poder del Espíritu Santo sobre todos los que quie-
ran colaborar con él en el cultivo de sus dotes y talentos, para que estén
en un terreno ventajoso —A fin de conoclerle, p. 303.

Lunes, 22 de junio: Aprendamos de Jesús

Aquellos que comprenden su debilidad confían en un poder más


elevado que el yo, y mientras contemplan a Dios, Satanás no tiene
poder contra ellos. Pero aquellos que confían en el yo son fácilmente
derrotados. Recordemos que si no prestamos atención a las precauciones
que Dios nos da, hay una caída ante nosotros. Cristo no salvará de las
heridas a aquel que se coloca por su voluntad en el terreno del enemigo.
Deja que el autosuficiente, que actúa como si supiera más que su Señor,
siga en su supuesta fortaleza. Luego viene el sufrimiento y una vida
inválida, o tal vez la derrota y la muerte.
En la batalla, el enemigo se aprovecha de los puntos más débiles
en la defensa de aquellos a quienes ataca. Aquí es donde hace sus asal-
tos más fieros. El cristiano no debiera tener ningún punto débil en su
defensa. Debiera estar protegido por el sostén que las Escrituras dan a
aquel que hace la voluntad de Dios. El alma tentada ganará la victoria si
sigue el ejemplo de Aquel que hizo frente al tentador con estas palabras:
“Escrito está”. Puede estar seguro bajo la protección de un “Así dice
Jehová” —Nuestra elevada vocación, p. 309.

Satanás llegóse con palabras de la inspiración divina, pues dijo:


“Porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guar-
den; y, en las manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en
piedra”. Pero Jesús le respondió: “Dicho está: No tentarás al Señor tu
Dios”. Quería Satanás que Jesús presumiese de la misericordia de su
Padre, y arriesgara la vida antes de cumplir su misión. Esperaba que
fracasase el plan de salvación, pero este plan estaba cimentado tan pro-
fundamente que Satanás no podía entorpecerlo ni desbaratarlo.

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Cristo es el ejemplo para todos los cristianos. Cuando la tentación
les asalte o se les disputen sus derechos, deben sobrellevarlo paciente-
mente. No se han de considerar con derecho a pedir al Señor que ostente
su poder para darles la victoria sobre sus enemigos, a menos que por ello
Dios haya de recibir honra y gloria. Si Jesús se hubiese arrojado al suelo
desde las almenas del templo, no hubiera glorificado con ello a su Padre,
porque nadie sino Satanás y los ángeles de Dios habrían presenciado
aquel acto. Y hubiera sido tentar a Dios para que desplegase su poder
ante su más acerbo enemigo. Hubiera sido mostrarse condescendiente
con aquel a quien Jesús había venido a vencer —Primeros escritos,
p. 156.

El universo celestial había sido testigo de las armas que fueron


escogidas por el Príncipe de la vida: las palabras de la Escritura, “escri-
to está”; y las armas usadas por el príncipe del mundo: la falsedad y
el engaño. Ellos habían visto al Príncipe de la vida moverse en líneas
rectas de verdad, honestidad e integridad, mientras que el príncipe del
mundo ejercía su poder con astucia, hábil secreto, intriga, enemistad y
venganza. Habían visto a Aquel que llevaba el estandarte de la verdad
sacrificarlo todo, aun su vida para sostener la verdad, mientras que el
que llevaba el estandarte de la rebelión continuaba fortaleciendo sus
acusaciones contra el Dios de verdad —Reflejemos a Jesús, p. 52.

Martes, 23 de junio: ¿Jesús versus las Escrituras?

Cristo declaró que las verdades del Antiguo Testamento son tan
valiosas como las del Nuevo. Cristo fue el Redentor del hombre en el
principio del mundo en igual grado en que lo es hoy. Antes de revestir
él su divinidad de humanidad y venir a nuestro mundo, el mensaje
evangélico fue dado por Adán, Set, Enoc, Matusalén y Noé. Abraham
en Canaán y Lot en Sodoma llevaron el mensaje, y de generación en
generación fieles mensajeros proclamaron a Aquel que había de venir… 
Cuando Cristo deseó revelar a sus discípulos la verdad de su resu-
rrección, comenzó “desde Moisés, y de todos los profetas”, y “declará-
bales en todas las Escrituras lo que de él decían”. Lucas 24: 27. Pero
es la luz que brilla en el nuevo desarrollo de la verdad la que glorifica
lo viejo. Aquel que rechaza o descuida lo nuevo no posee realmente lo
viejo. Para él la verdad pierde su poder vital y llega a ser solamente una
forma muerta —Exaltad a Jesús, p. 300.

La verdad, tal como se halla en Cristo, puede ser experimentada,


pero nunca explicada. Su altura, anchura y profundidad sobrepujan
nuestro conocimiento. Podemos esforzar hasta lo sumo nuestra imagina-
ción para ver solo turbiamente la vislumbre de un amor inexplicable, tan
alto como los cielos, pero que ha descendido hasta la tierra a estampar

94
la imagen de Dios en todo el género humano.
Sin embargo, nos es posible ver todo lo que podemos soportar
de la compasión divina. Esta se descubre al alma humilde y contrita.
Entenderemos la compasión de Dios en la misma proporción en que
apreciamos su sacrificio por nosotros. Al estudiar la Palabra de Dios
con humildad de corazón, el grandioso tema de la redención se abrirá a
nuestra investigación. Aumentará en brillo mientras lo contemplemos; y
mientras aspiremos a entenderlo, su altura y profundidad irán continua-
mente en aumento.
Nuestra vida ha de estar unida con la de Cristo; hemos de recibir
constantemente de él, participando de él, el pan vivo que descendió del
cielo, bebiendo de una fuente siempre fresca, que siempre ofrece sus
abundantes tesoros. Si mantenemos al Señor constantemente delante
de nosotros, permitiendo que nuestros corazones expresen el agradeci-
miento y la alabanza a él debidos, tendremos una frescura perdurable
en nuestra vida religiosa. Nuestras oraciones tomarán la forma de una
conversación con Dios, como si habláramos con un amigo. Él nos dirá
personalmente sus misterios. A menudo nos vendrá un dulce y gozoso
sentimiento de la presencia de Jesús. A menudo nuestros corazones
arderán dentro de nosotros mientras él se acerque para ponerse en comu-
nión con nosotros como lo hizo con Enoc. Cuando esta es en verdad la
experiencia del cristiano, se ven en su vida una sencillez, una humildad,
una mansedumbre y bondad de corazón que muestran a todo aquel con
quien se relacione que ha estado con Jesús y aprendido de él —Palabras
de vida del gran Maestro, pp. 99, 100.

Miércoles, 24 de junio: Tiempo a solas con la Palabra de Dios

La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya éxtasis de


los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Tu
esperanza no se cifra en ti mismo, sino en Cristo. Tu debilidad está unida
a su fuerza, tu ignorancia a su sabiduría, tu fragilidad a su eterno poder.
Así que no has de mirar a ti mismo ni depender de ti, sino mirar a Cristo.
Piensa en su amor, en la belleza y perfección de su carácter. Cristo en
su abnegación, Cristo en su humillación, Cristo en su pureza y santidad,
Cristo en su incomparable amor: tal es el tema que debe contemplar el
alma. Amándole, imitándole, dependiendo enteramente de Él, es como
serás transformado a su semejanza.
El Señor dice: “Permaneced en mí”. Estas palabras expresan una
idea de descanso, estabilidad, confianza. También nos invita: “¡Venid
a mí… y os daré descanso!” Mateo 11: 28. Las palabras del salmista
hacen resaltar el mismo pensamiento: “Confía calladamente en Jehová,
y espérale con paciencia”. E Isaías asegura que “en quietud y en con-
fianza será vuestra fortaleza”. Salmos 37: 7; Isaías 30: 15. Este descanso
no se obtiene en la inactividad; porque en la invitación del Salvador la
promesa de descanso va unida con un llamamiento a trabajar: “Tomad

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mi yugo sobre vosotros, y… hallaréis descanso”. Mateo 11: 29. El cora-
zón que más plenamente descansa en Cristo es el más ardiente y activo
en el trabajo para él —El camino a Cristo, pp. 70, 71.

Frecuentemente, cuando teníamos que vernos en situaciones de


apremio, pasábamos toda la noche en oración ferviente y agonizante,
con lágrimas, en busca de la ayuda de Dios y de luz que resplande-
ciera sobre su Palabra. Cuando llegaba la luz y las nubes habían sido
rechazadas, ¡qué gozo y qué felicidad agradecida descansaba sobre los
ansiosos y fervientes investigadores! Nuestra gratitud a Dios era tan
completa como había sido nuestro ferviente y anhelante clamor por luz.
Algunas noches no podíamos dormir porque nuestros corazones estaban
desbordando de amor y gratitud a Dios —Testimonios para la iglesia,
t. 3, pp. 358, 359.

En una vida dedicada por completo a hacer bien a los demás, el


Salvador creía necesario dejar a veces su incesante actividad y el con-
tacto con las necesidades humanas, para buscar retiro y comunión no
interrumpida con su Padre. Al marcharse la muchedumbre que le había
seguido, se fue él al monte, y allí, a solas con Dios, derramó su alma en
oración por aquellos dolientes, pecaminosos y necesitados.
Al decir Jesús a sus discípulos que la mies era mucha y pocos los
obreros, no insistió en que trabajaran sin descanso, sino que les mandó:
“Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. Mateo
9: 38. Y hoy también el Señor dice a sus obreros fatigados lo que dijera
a sus primeros discípulos: “Venid vosotros aparte… y reposad un poco”
—El ministerio de curación, p. 36.

Jueves, 25 de junio: La memoria y el canto

Debería haber un interés vivo y creciente en llenar la mente de la


verdad bíblica. El precioso conocimiento así adquirido erigirá una barre-
ra en derredor del alma, de manera que aunque esté acosada por la ten-
tación tendrá una firme confianza en Jesús por medio del conocimiento
de Aquel que nos ha llamado a su gloria y virtud —Consejos sobre la
obra de la escuela sabática, pp. 38, 39.

Desde el tiempo en que los padres de Jesús le encontraron en el


templo, su conducta fue un misterio para ellos. No quería entrar en con-
troversia; y, sin embargo, su ejemplo era una lección constante. Parecía
puesto aparte. Hallaba sus horas de felicidad cuando estaba a solas con
la naturaleza y con Dios. Siempre que podía, se apartaba del escenario
de su trabajo, para ir a los campos a meditar en los verdes valles, para
estar en comunión con Dios en la ladera de la montaña, o entre los árbo-
les del bosque. La madrugada le encontraba con frecuencia en algún

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lugar aislado, meditando, escudriñando las Escrituras u orando. De estas horas de
quietud, volvía a su casa para reanudar sus deberes y para dar un ejemplo de trabajo
paciente —El Deseado de todas las gentes, p. 69.

Cualquiera que sea vuestra disposición, Dios puede amoldarla de tal manera que
llegue a ser mansa y semejante a la de Cristo. Por el ejercicio de una fe viva podemos
separarnos de todo lo que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios, y así poner el
cielo en nuestra vida terrenal. Haciendo esto, tendremos alegría a cada paso. Cuando
el enemigo procure envolver con tinieblas el alma, cantemos y hablemos con fe, y
encontraremos que cantando y hablando habremos pasado a la luz.
Somos nosotros los que nos abrimos las esclusas de la desgracia o las del gozo.
Si permitimos que las dificultades y trivialidades de la tierra embarguen nuestros pen-
samientos, nuestro corazón se llenará de incredulidad, lobreguez y presentimientos.
Si fijamos nuestros afectos en las cosas de lo alto, la voz de Jesús hablará a nuestro
corazón, las murmuraciones cesarán, y los pensamientos afligentes se transformarán
en alabanzas a nuestro Redentor. Los que se espacian en las grandes misericordias de
Dios, y que no se olvidan de sus beneficios menores, se ceñirán de alegría, y habrá en
su corazón melodías para el Señor. Entonces disfrutarán de su trabajo. Permanecerán
firmes en sus puestos del deber. Tendrán un genio plácido, un espíritu confiado
—Consejos para los maestros, p. 222.

Hablando entre vosotros con salmos, y con himnos, y canciones espirituales,


cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. Efesios 5: 19.
La melodía de la alabanza es la atmósfera del cielo; y cuando el cielo se pone
en contacto con la tierra, se oye música y alabanza, “acciones de gracia y voz de
melodía”.
Por encima de la tierra recién creada, hermosa e inmaculada, bajo la sonrisa de
Dios, “a una cantaron las estrellas de la mañana, y gritaron de alegría todos los hijos
de Dios”. Los corazones humanos, simpatizando con el cielo, han respondido a la
bondad de Dios con notas de alabanza —La fe por la cual vivo, p. 244.

Viernes, 26 de junio: Para estudiar y meditar

Reflejemos a Jesús, “Dios cuida tiernamente de su pueblo”, p. 343;


El camino a Cristo, “¿Puede el hombre comunicarse con la divinidad?”,
pp. 93-104.

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