Lázaro Carreter. Literatura Acto Comunicativo
Lázaro Carreter. Literatura Acto Comunicativo
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7. LA LITERATURA
COMO FENÓMENO COMUNICATIVO
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174 ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA LITERATURA COMO COMUNICACIÓN 175
Dicho está con ello que en esa caracterización de lo literario Tal relativización tiene defensores ilustres, como I. Tynianov,5
no haré intervenir supuestos estéticos de ningún tipo. Carezco de el cual negaba la posibilidad de precisar dicha noción con rasgos
competencia en ellos y, lo que es peor, siento escepticismo sobre «fundamentales», pues lo literario, según él, se detecta dentro de
su posible fecundidad para aclarar la cuestión. En primer lugar, la contemporaneidad, ya que es sólo evolución, serie de productos
porque cualquier acontecimiento, cualquier fenómeno verbal o no, verbales en el tiempo. La prueba principal que invoca son los
de naturaleza humana o no, puede ser portador de la función esté- hechos bien conocidos de literarización y desliterarización que en
tica, esto es, puede ser bello; 2 después, porque no en todo el corpus todas las culturas se producen: construcciones verbales que no
de lo que llamamos literatura podemos reconocer aquella función: fueron creadas con una voluntad artística, han adquirido esa natu-
hay grandes zonas de él que no podríamos calificar de bellas o her- raleza en otras épocas, y viceversa, obras muy estimadas en un
mosas, y sí de literarias. Pero, al afumar esto, me adentro ya en momento dado han perdido su carácter literario después. En la
el meollo de la cuestión, que se refiere justamente al problema de misma línea, Ch. Hockett 6 afirmaba, años más tarde, que lo lite-
si literatura y arte literario son conceptos que se recubren por rario es solamente definible en el seno de la sociedad en que aparece.
completo. Aportaba como razón su propia experiencia: cuentos que había
A simple vista parece que sí, y que sólo con intención paradó- oído contar a los indios nootka, y que éstos apreciaban grande-
jica podría negarse. Desde Aristóteles, para quien literatura es mente, sólo eran para él raras logomaquias. Por fin, y ello parece
más extraño, un semiólogo como Greimas ha formulado la misma
«arte que imita sólo con el lenguaje, en prosa o verso»,3 la identifi-
opinión con estas palabras tajantes:
cación ha atravesado los siglos, hasta degenerar en la perogrullada
de que la literatura es arte y de que el arte es arte, como denun- La literatura, en cuanto discurso autónomo que comporta en
ciaba Umberto Eco; 4 el cual, al declarar perogrullesca la primera sí sus propias leyes y su especificidad intrínseca, es casi unáni-
ecuación, confiesa implícitamente creer en la identidad de sus memente negado, y el concepto de «literariedad» que quería fun-
términos. Y es que, pienso, los puntos de vista estéticos impiden darla es fácilmente interpretable como una connotación socio-
-al menos, lo han impedido históricamente-- penetrar en el cultural, variable según el tiempo y el espacio humanos. 7
fondo de la cuestión. Muchos teóricos que la afrontan con perspec- Si se ha de seguir este camino, pienso que la relativización
tivas renovadoras, no pueden desprenderse de ese légamo idea- no es tan radical y estricta como debiera, pues tendríamos que
lista, y están más o menos atrapados por el concepto de valor, del reducirla al lector, y decir que la literatura es lo que a una persona
que hacen depender la caracterización de la literatura. Pero como le parece literario; solución, por lo demás, bastante verdadera,
el valor de una obra literaria es sumamente variable --cambia de como al final veremos.
lector a lector, de época a época-, por el camino de la estética se Parece como si los teóricos fijados en esta posición no hu-
llega a negar la posibilidad de una definición más o menos absoluta. bieran ahuyentado la sombra de esa imaginaria entidad que Roland
Lo literario, la literariedad serían nociones relativas, es decir, detec- Barthes ha llamado «esencia intemporal de la literatura»,8 y que
tables sólo en función de las distintas épocas.
2.! Cf. Jan Mukarovsky, Il significato delt' estetica, trad. it., de S. Cor-
5. Avanguardia e tradizione (1929), trad. it. de S. Leone, Dedalo,
Bari, 1968, p. 26.
6. Curso de lingüística moderna (1958), trad. cast., de E. . regores y
b
duas;Einaudi, Turín, 1973, p. 5. J. A. Suárez, Eudeba, Buenos Aires, 1971, p. 533.
3. Poética, 1447b; cito por la trad. cast., de V. García Yebra, Gredos, 7. Du sens, Seuil, París, 1970, p. 6.
Madrid, 1974. 8. Ensayos críticos, trad. cast., C. Pujol, Sebe Barral, Barcelona, 1966,
4. Trattato di semiotica generale, Bompiani, Milán, 1975, p, .329. p. 259.
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Tal vez no sea ese el único método. No es posible desconocer como ya hemos dicho; en el segundo, es investigable por la teoría
esfuerzos que se realizan partiendo de otros supuestos. Por ejem- de la comunicación. Ambas perspectivas deben combinarse para lo-
plo, el muy importante de Kate Hamburger en su ya famoso libro grar el deslinde que perseguimos. Y encontramos ya ra,sgos dife-
Die Logik der Dichtung, que busca una identificación de la lite- renciales de algún interés si adoptamos el punto de vista del emisor.
ratura «en términos de su estructura lógica interna que, por razón En el caso de la literatura, nos las habemos con un emisor peculiar
de ser arte por medio del lenguaje, la subtiende»; 14 la caracteri- que recibe el nombre de autor. Un viejo término que, .en latín
zaría, frente a los demás mensajes verbales, un especial lenguaje (auctor) derivaba del verbo augere, "aumentar", "hacer progresar",
creativo (dichtende Sprache) que desea sustraer a la teoría de la con el significado preciso de "creador", y que pertenece a la familia
comunicación por cuanto, según la autora, ésta se limita a ser sólo románica de auctoritas. La etimología, pues, apunta hacia un emisor
una teoría de la relación entre el emisor y el receptor, descuidando especialmente cualificado, que no puede identificarse con el ha-
la estructura del mensaje (p. 30), es decir, aquella parte del acto blante ordinario. Es un emisor distante, con quien el destinatario
comunicativo -la obra concreta- en que reside lo específicamente no puede establecer diálogo, para inquirir, corregir o cambiar los
literario. Puede ser, pero tal acusación no puede formularse contra derroteros del mensaje. Éste es el único objeto de comunicación
la semiótica, a la que también la naturaleza del mensaje importa entre autor y lector u oyente: está entre ellos como un hito, para
primordialmente, y la impresión final que produce la investigación que, en todo caso, se hable sobre él. Se trata de un mensaje que el
de la señora Hamburger es de inacabamiento, ya que, por caminos emisor ha cifrado en ausencia de necesidades prácticas inmediatas
distintos a los de Jakobson, recae en su misma limitación: es decir, que afecten al autor o al lector. Como George Steiner ha dicho de
considera el texto artístico como un mensaje cuya idiosincrasia modo muy bello,
reside sólo en su lengua.
la literatura es lenguaje liberado de su responsabilidad suprema
La literatura -ha escrito Mircea Marghescou- es un hecho de información [ ... ]; las responsabilidades supremas de la lite-
de la vida del lenguaje, igual que el hombre es un hecho de la ratura, su razón de ser ontológica, se encuentran fuera de su uti-
vida de las células, pero sería tan imposible encontrar la lite- lidad inmediata y de su verificabilidad.15
rariedad de la literatura al nivel de su componente lingüístico,
como hallar la humanidad del hombre al nivel de su composición Nadie ni nada ajeno a ellos obliga a emisor y receptor a esta-
celular. blecer contacto; sus impulsos son interiores, aunque con ello res-
pondan a estímulos externos. Esto puede suscitar reservas, en
De limitarnos a él, es posible que podamos hallar una frontera unos momentos en que muchos lectores, especialmente los más
más o menos segura, pero no lo será tanto como si ampliamos la jóvenes, esperan de la literatura un mensaje social, político o reli-
búsqueda a otras zonas, a otros rasgos diferenciales de lo literario gioso. Y algún crítico hay -como D'Arco Silvio Avalle- 16 que,
frente a lo no literario. Eso es, justamente, lo que vamos a intentar, observando ciertos fenómenos, como el rechazo en las aulas de los
con mucha brevedad. textos del pasado, o la recopilación de antologías que extraen los pa-
La obra literaria -es decir, el producto concreto en que la lite- sajes de más directa aplicación a la actualidad, piensa en una inme-
ratura se manifiesta- es un sistema significante y un mensaje. diata transformación 1e la literatura en un fenómeno de informa-
En el primer aspecto, cae dent~o del ámbito de la semiología,
15. Extraterritorial, Barral Editores, Barcelona, 1973, pp. 158-159.
14. Utilizo la trad. inglesa The Logic of Literature, Indiana University 16. La poesia nell'attuale universo semiologico, Giappichelli, Turín,
Press, 1973, p, 5. 1974, p. 6.
ción, con preponderante importancia de los contenidos, que acabará Kayser aporta un testimonio de Hugo von Hoffmannsthal, en que
confluyendo junto con los demás actos comunicativos en una infor- se expresa la acción que sobre el escritor ejercen sus potenciales
mática general que destruya su especificidad. Me resulta difícil lectores vistos como un oyente ideal que representa a la huma-
coincidir con esta predicción, pero, en cualquier caso, no es el nidad entera. 17 /~
futuro del arte literario lo que me interesa, sino su pasado y su
presente. Aun la literatura más «informativa» se opone al mensaje
ordinario en que es prescindible. El Llanto por Sánchez Mejías
También el~n el caso de la comunicación literaria,
posee cualidades muy peculiares. En principio, no es solicitado p_or
una obligación práctica, si excluimos de esta calificación la exigen-
-
era excusable apenas se difundió la noticia de la muerte del torero. cia de placer o ilustración. Dejo aquí aparte, por no ser directa-
Larca no actuaba urgido por una demanda de información ni por mente atingente, el problema de la necesidad del arte, proclamada
la necesidad de darla. Si los agüeros de A valle se cumplieran, la con rara unanimidad por sociólogos, estetas y semiólogos (como
información de la literatura sería siempre secundaria, y en ello ejemplos significativos de esta opinión, pertenecientes a campos
cabría buscar rasgos distintivos frente a la primaria, que la distin- distintos, d. Gramsci,18 Fischer,19 Mounin,20 Lotman). Pero esa nece-
guirían como literatura, aunque este nombre recubriese objetos sidad no se puede identificar con la de conocimiento, aunque,
-
muy distin s a los tradicionales. ' -como Iuri Lotman ha escrito, el arte sea «una de las formas de
E escritor pues, rompe el silencio tal vez con la misma nece- la lucha de la humanidad por una verdad que le resulta necesaria».31
sidad co umcativa con que un viajero lo hace en el departamento El lector no acude a la literatura primordialmente inducido por la 1
de un tren, pero de modo bien extraño. Porque no tiene inter- precisión de conocer; va a ella o por azar o por devoción y bús-
locutor, ni puede aspirar, por tanto, a convertirse en receptor. queda. Pero, frente a lo que ocurre en otras formas de comunica- 1
Su comunicación es centrífuga, y no espera respuesta, sino acogida. ción, dado el carácter irreversible de la literaria, no puede contra-
Además de centrífuga, resulta pluridireccional: el mensaje sale a la decir al autor, ni le es posible prolongar el intercambio comuni-
vez por los cuatro cuadrantes. Pero se dirige a receptores sin rostro; cativo, según hemos dicho. Ante la obra, puede asentir o disentir,
muchos no han nacido: tal vez acojan el texto cuando él ya no estética o ideológicamente, mediante juicios de valor que, en fases
exista. A diferencia de lo que ocurre con los otros mensajes, que elaboradas por el raciocinio, se denominan crítica y son una forma
actúan en un espacio y en un tiempo definidos, el literario es utó- de metalenguaje. El carácter de propuesta inmodificable que posee
pico y ucrónico: aunque lo dicte un acontecimiento bien localizado, el mensaje literario, lo refleja bien el término obra con que se
puede ocurrir que siga siendo válido cuando ya no quede noticia designa. Una obra -«es una obra de Bach, de Góngora o de Gau-
de aquello que lo motivó. Raro será el autor que no ambicione ser df»; «esta es mi obra», puede decir un escultor mostrando una esta-
traducido, es decir, transportado a ot,ras tierras, a todas las tierras ; tua- es algo rematado, concluso y final, que el receptor admite o
y a la historia, y no faltan quienes remiten su reconocimiento a la no, pero sobre cuya ideación y textura le es imposible influir.
posteridad. No parece enfático hablar, en este caso, de un receptor ·. El lector es un miembro del receptor universal, que acoge el men-
universal como característico de la comunicación literaria, en corres- saje solitaria o colectivamente, en lugares cronológica y espacial-
pondencia con un emisor que se dirige a un tú indiferenciado. Ello mente distintos, y, sin embargo, ese mensaje nunca cambia, siem-
no quiere decir, ni mucho menos, que le resulte indiferente: Wolf-
gang Kayser ha eser~~º con extraordinaria agudeza sobre cómo el 17. «QJ raconte le roman?», Poétique, 4, 1970, p. 503.
escritor consagra esfuerzos particulares a construir el papel del 18. Cultura y literatura, Ediciones Península, Barcelona, 1968, p. 259.
lector, lo cual se traduce siempre en efectos particulares obser- 19. La necesidad del arte, Edicions 62, Barcelona, 1967.
20. Poésie et société, PUF, París, 1962, p. 88.
vables en el contenido, en el estilo y en la morfología de su obra. 21. La structure du texte artistique, Gallimard, París, 1973, p. 26.
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rencias de interpretación de las obras literarias constituyen un consistir en un puro error o en una falta de entendimiento más o
fenómeno cotidiano y, contra lo que suele pensarse, no es un resul- menos grande. Y, sin embargo (esta es la propiedad de lo literario
tado fortuito, sino anejo orgánicamente al arte, a esa propuesta a que me refería), la comunicación se produce, y hasta los errores
utópica y ucrónica que es la obra.23 Se trata de que el lector no sólo pueden ser la causa de que el mensaje parezca actual a quien lo
debe descifrar el texto con ayuda de un código determinado -una descifra equivocadamente. Cuántas veces nos hallamos con lecto-
lengua-, sino que debe aprender también el idioma personal del res entusiasmados con obras que obviamente no dicen lo que ellos
autor. Richards, en un libro conocidísimo estableció una serie de creen entender.
causas de desajuste en la interpretación de las obras literarias, y a Cuando en una comunicación normal se producen tales pertur-
él me remito.24 La lectura plausible resulta difícil, y es función baciones, la comprensión puede llegar a anularse, y hasta puede aca-
de la mayor o menor complicación intrínseca del mensaje, de su per- rrear graves consecuencias de orden práctico. Pero, como ha seña-
tenencia a un momento cultural de sencillo o complejo acceso, y lado Lotman, al carecer la comunicación literaria de consecuencias
de la preparación del lector. Como todos estos factores son alea- prácticas, la no comprensión es capaz de producir una compren-
torios, y en cada uno de ellos pueden multiplicarse las variables, sión que satisface al receptor. Es bien sabido que, en teoría de la
resulta que los desajustes de intelección son, en la literatura, muchí- comunicación, se denomina ruido a cualquier perturbación inde-
simo más probables que en los restantes actos de comunicación. seada.25 En este sentido, la incompetencia del lector es un ruido;
Richards decía, muy razonablemente, que, en último término, el como son ruidos también la distancia cronológica y cultural de la
único objetivo de la crítica (y hasta podría decirse que del profesor obra. Y ocurre entonces que en la peculiarísima comunicación a que
de literatura) es asegurar la permeabilidad, la accesibilidad de los da lugar la literatura, el ruido puede transformarse en infor-
textos para los lectores, renunciando a toda función valorativa. mación.26
Porque, una vez lograda la comprensión, «nuestra propia natura- Vengamos, por fin, al mensaje mismo, para tratar de caracte-
leza, y la naturaleza del mundo en que vivimos, deciden por rizar el literario frente al no literario. Un rasgo del primero se nos
nosotros» (p. 20). impone en seguida: su intangibilidad. Valéry lo afirmó de la poesía,
Se trata, pues, de una comunicación sumamente delicada la del pero sus palabras valen para cualquier clase de literatura: «La poe-
..,.....- arte,..e_ropensa a malentendidos como ninguna. Por un lado, la obra sía -dice- se reconoce por esta propiedad: tiende a hacerse
literaria coñlieva su propia situación; por otro, ha de crearse una reproducir en su propia forma».27 Retengamos esto: la obra artística
situación de lectura, que es distinta para cada lector, y que elige él. nace para ser siempre como en su origen fue. Al mensaje ordinario
Este rasgo nos introduce en otra propiedad de lo literario: esa corresponde una expresión transformable; al literario, no. El autor,
elección y esa decisión de leer, sólo pueden darse si el receptor por supuesto, es libre -o relativamente libre, pues no falta quien
considera que el mensaje posee actualidad para su vida. Un texto le niega esa facultad- 26 de elegir, de fijar las correspondencias
inactual, recluido en un estante, destinado a atravesar la historia sin que considera más pertinentes entre sustancia y expresión. Pero
cambiar, se hace de pronto actual porque así lo ha decidido un cuando ha elegido, lo ha hecho así y para siempre, de tal modo
lector, pensando que el mensaje vale para su presente concretísimo.
Con la circunstancia, no lo olvidemos, de que la. lectura puede
25. J. R. Pierce, Símbolos, señales y ruidos, Revista de Occidente, Ma-
1 drid, 1961, p. 171. ,•
26. Cf. I. Lotman, op. cit., p. 124.
23. Cf. I. Lotman, op. cit., p. 56. 27. «Poésie et pensée abstraite» (1939) Oeuvres, I, NRF, París, p. 1330.
24. Practica! Criticism, 1929; trad. cast. Literatura y crítica, Seix y 28. Mihailescu-Uredria, «Are Novelists free to choose their own Sty-
Barral, Barcelona, 1967, p. 22. . le?», Linguistics, 59, 1970, pp. 37-61.
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que en su obra es ya imposible separar la expresión del contenido. ya he tratado en algunas publicaciones.31 Me limitaré a enunciar
No existen los llamados «elementos formales», porque -y este es mis conclusiones, aún provisionales, que esperan confirmación en
rasgo esencial del mensaje literario- «todos sus elementos son futu;ros estudios. Creo equivocado oponer lengua literaria a lengua
significativos»,29 de igual modo que la vida es inseparable de las usual; estimo que es más ajustado a la realidad enfrentar el len-
células en que se produce. En ese sentido debe interpretarse la guaje estándar, de empleo oral (dejo tácticamente fuera de cuestión
vieja comparación goethiana de la obra literaria con un tapiz, en el grave problema de la lengua escrita), con el que denomino
que los hilos y las figuras -la «forma» y el «fonda>>- son soli- lenguaje literal, es decir, el destinado a reproducirse en sus propios
darios: · en el sentido de que todos los aspectos expresivos y forma- términos. Ya he aludido a que esta es una característica impor-
les del texto pertenecen al contenido. tante de la lengua literaria, pero no le pertenece en exclusiva,
Para que la obra quede inmovilizada en sus límites y en su lite- porque la comparte con otros muchos tipos de lenguaje que no son
ralidad (aunque sujeta a las variables interpretaciones de los lec- artísticos. Por ejemplo, con el refrán y la máxima, el eslogan publi-
tores), se constituya en contexto de sí misma y se fundan en ella, citario, la plegaria, la jaculatoria, el conjuró, el precepto legal, la
como acabamos de decir, tan estrechamente su «forma» y su inscripción ... Multitud de manifestaciones lingüísticas que, sin ser
«fondo», algo muy radical debe suceder en el manejo del código literarias, exigen, sin embargo, la literalidad.
lingüístico cuando se emplea para construirla. Algo que no puede Y esa cualidad -insisto: la que facilita a un mensaje la posi-
limitarse a la propiedad, corrección y pureza de la retórica clásica; bilidad de ser reproducido en sus propios términos- exige, eviden-
que no consista en las operaciones reposteras de ornarla con figu. temente, unas propiedades en el lenguaje que utiliza, muy distintas
ras. Ha de tratarse, en suma, de una lengua distinta. Lo vio con a las que se requieren en la comunicación de finalidad escuetamente
genial anticipación Charles Bally, frente a lingüistas no menos ge- informativa, en la cual, el cuerpo material del lenguaje resulta indi-
niales, como E. Sapir, para quienes el lenguaje de la literatura estaría ferente, y está, por tanto, destinado a perecer apenas se ha reali-
prefigurado, predispuesto en la lengua común, un poco al modo .· zado la comunicación. En cambio, si yo no enuncio un refrán tal
como las notas dormían en el arpa de Bécquer. Contra esta concep- · cual la tradición lo ha fijado, produciré la perplejidad de mis oyen-
ción, el maestro ginebrino sentenció con decisión: i tes, y si no formulo a la letra un exorcismo, no podré quejarme
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tica, como reclamaba W allace L. Chafe 32 [ 1968 J, tiene que dar quede estructurado y para que el receptor perciba lúcida o sublimi-
cuenta de esos hechos, que él, en su observación y en sus propues- nalmente la estructura. Frente a la norma literal, las restantes
tas limitaba a los idiomatismos. Pero los problemas del lenguaje normas son en gran medida invertebradas. Y la percepción de la
literal desbordan la de esa subespecie, pues se refieren a todas las norma -otro rasgo diferencial- se constituye en elemento im-
fórmulas destinadas a ser fijadas en la mente o a ser preservadas de prescindible para el desciframiento.
cualquier alteración. La espacialidad del mensaje, de tan escasa relevancia en el len-
La lengua literaria, insisto, pertenece al orbe del lenguaje lite- guaje no literal, aparece, pues, como propiedad específica del
ral, que, en nuestra competencia, se opone en bloque al de la literal, imponiendo su ley de que, a menor espacio, corresponde un
creatividad, al de los mecanismos mentales que conducen a cons- mayor alejamiento de la gramática y del léxico ordinario. Ella es
truir oraciones gramaticales y aceptables. Porque ocurre que esta responsable en gran medida de las invenciones extraordinarias que
lengua fijada, precisamente para poder ser repetida y precisamente hallamos en los mensajes literales, desde el aparentemente inocuo
para poder ser distinguida de los mensajes creados para cada oca- buenos días (con un plural «ilógico»), hasta el verso de difícil
sión, rompe con las reglas gramaticales y hasta emplea palabras y intelección. En la catedral vieja de Salamanca, a la izquierda, del
formas exclusivas, que jamás se utilizarán fuera de ella. altar mayor, hay una antigua inscripción que dice así:
Una propiedad fundamental del lenguaje literal frente al no
literal es que debe ser estructurado y, por tanto, proyectado de Aquí yace Mafalda
antemano. Proyectar es algo bien ajeno a la lengua oral, cuya simul- que murió por casar.
taneidad con el pensamiento resulta casi perfecta. Proyectar, por
el contrario, implica prever el contenido antes de componer, para Es una variante muy diferenciada de la inscripción funeraria.
dar después forma tanto al contenido como a la expresión. Impli- Su autor quiso sugerir y expresar el dolor por aquella doncella a
ca también algo importantísimo: la precisión de cerrarlo en un quien sorprendió la muerte cuando estaba a punto de contraer
punto previsto con una cierta aproximación. De ello trató Edgar matrimonio. Para alcanzar la literalidad que busca, se acoge a la
Poe en su Filosofía de la composición ; o Paul Valéry, en sus refle- isometría heptasilábica, a la repetición del grupo -ak- en final y
xiones sobre el Cementerio marino: son páginas bien conocidas, a principio de cláusula (aquí; Mafalda que) y a la perfecta simetría
las que no tendré que referirme. acentual dentro de los dos miembros de la segunda. Manifesta-
Pero ese cierre u operación de limitar el mensaje, sólo en escasa ciones todas ellas de la famosa función poética de Jakobson, que
medida depende de la iniciativa personal. El emisor, normalmente, no es, como vemos, el agente de la literariedad como el maestro
se ve obligado a elegir su mensaje entre los tipos o géneros que la propone, sino una simple función esttucturante -una más-
tradición le ofrece. Si yo he de redactar una esquela mortuoria, entre las varias que conspiran a consolidar el mensaje, a perpe-
un texto de parabienes, la inscripción de una lápida o los artículos tuarlo en sus propios términos.
de un reglamento, estoy constreñido por prescripciones tradicio- Y aquí, en la manera de cifrar el mensaje, encontramos, según
nales de las que no puedo zafarme. Igual que si he de escribir un pienso, un elemento decisivo para caracterizar la literatura, con
ensayo, un cuento, una ,novela o un poema. La norma literal ha ido las exigencias que 'imponen su cierre y su espacio, a las que hay
creando un largo reper!orio de constricciones, para que el mensaje que respdnder con tácticas que atentan, de modo más o menos
grave, contra la norma del lenguaje ordinario. Pero, como hemos
32 .. «Idiomaticity as an Anomaly in the Chomskyan Paradigm», Foun-
dicho, la lengua de la literatura es sólo una manifestación, aunque
dations of Language, 4, 1968, pp. 109-127. importantísima, de la lengua perdurable. Estoy persuadido de que
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192 ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA
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mente semióticos y lingüísticos, con rasgos muy bien definidos
frente a otras formas de comunicación, según he intentado mostrar
apresuradamente. No es mucho, y lo sé; no son brillantes las con-
clusiones, puesto que dejan intacta la cuestión de lo que Barthes ha
llamado «el placer de leer». Pero sólo he pretendido apuntar una de
las direcciones por las que discurre la moderna teoría de la litera-
tura o poética, tan necesitada de cultivo en España.
8. LENGUA LITERARIA
FRENTE A LENGUA COMÚN