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PODER Y AUTORIDAD

*
DEL LLANO
Profa. Dra. Cristina HERMIDA

Los conceptos políticos forman parte de nuestra conversación coti-


diana: ensalzamos la "democracia" y censuramos, aceptamos o recha-
zamos la "revolución". Palabras emotivas como "igualdad" o "dicta-
dura", "élite" o aun "poder" pueden con frecuencia, por las propias
pasiones que suscitan, dificultar una adecuada comprensión del sentido
en que las mismas han sido o son usadas. Confucio consideraba la
"rectificación de nombres" como la primera tarea de gobierno. "Si los
nombres no son correctos -afirmaba aquél-, el lenguaje n o estará
de acuerdo con la verdad de las cosas", y esto, con el tiempo, condu-
cirá a la desaparicihn de la justicia, a la anarquía y a la g ~ e r r a .Yo
~
n o me atrevería a llegar tan lejos en esta cuestión pero, sin embargo,
creo que estaríamos mejor sabiendo lo que con precisión queremos
decir cuando utilizamos un término político común.
Partiendo de esta premisa y, sin embargo, reconociendo, como en
su día ya hiciera Bismarck, que la política no es una ciencia exacta,
es por l a que creo que un examen del concepto de autoridad nos
exigiría necesariamente profundizar en su parentesco y en su presunta
relación con el concepto de poder; teniendo en cuenta que con fre-
cuencia ambos términos parecen fundirse y confundirse tanto en la
esfera del lenguaje común como en la del pensamiento. "Hablamos de
que una ley da 'poder' a un ministro para hacer esto o aquello, cuan-
d o queremos decir que le está dando autoridad. Del mismo modo,
liablamos de actuar más allá de 'los poderes legales', o de actuar

* Profesora de la Universidad Autónoma de Madrid.


1Me gustaría dejar constancia de que este artículo fue elaborado durante mi
estancia investigadora en el Departamento de Filosofía del Derecho de la Facultad
de Derecho de la universidad Humboldt de Berlin (1998-19%), gracias a la beca
posdoctoral que me concedió la Fundacibn Alexander von Humboldt.
2 A propósito de ello, vid. FRIEDRICH, Carl J., TradiciÓsn y autoridad, Editores
Asociados, S. A., México, 1974, p. 7. Título de la obra en inglés: Tradition .and
Authority, Praeger Públishers, Inc., Nueva York, 1972.

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322 CRISTINA KERMIDA DEL LLANO

ultra uires, cuando al palabra 'autoridad' hubiese expresado de un


modo más claro 10 que queremos decirU.3
Esta imprecisión del lenguaje que, curiosamente, encontramos ya en
el comienzo mismo de la discusión teórica sobre la soberanía, en el
siglo XVI, en la obra de Juan B ~ d i n o llega
,~ hasta nuestros d í a 5 De
hecho, son todavía hoy muchos lo's autore$ para 'quienes el intento de
establecer una distinción rigurosa entre el poder y la autoridad esti,
eri última instancia, destinada al fracaso. 'Así, por ejemplo, B. Good-
win en los últimos tiempos ha precisado: "En cualquier situación
política normal y en todas las instituciones estatales, el poder y 'la
autoridad coexisten y se apoyan el uno al otro, y, entre ambos condi-
cionan la conducta de los ciudadanosM.6
,Sin
, ,embargo, la postura contraria, la que apuesta por el binomio
poder-autoridad, ha sido también defendida por otros tantos filósofos,
.,,

que mantienen que debe existir una clara diferenciación entre ambos
conceptos y no la conjunción y la mezcla que parece caracterizar la
relación entre ambas nociones en la vida política.
Incluso encontramos casos de autores en ciencias políticas y en socio-
logía que exageran la diferenciación entre los conceptos de autoridad
y poder, llegando incluso a defender una verdadera confrontación: A

3 D. D. Raphael, Problenzas de filosofia politica, Alianza Universidad Textos,


Madrid, Ira. reimpresión 1989, pp. 77-78. Del mismo modo, R. SENNET, en su obra
La autoridad, Alianza Universidad, Madrid, 1982 (titulo original: Authority, ed.
R. SENNET.1980), señala: "Muchas veces se utilizan de manera intercambiable las
palabras "autoridad" y "poder". Así lo hacemos cuando llamamos a los funcionarios
gubernamentales "las autoridades". Pero también muchas veces se distinguen la
autoridad y el poder, como cuando decimos que un funcionario del gobierno care-
cía de autoridad para comprometerse a algo", p. 26.
4 BODINO,Juan. Los seis libros de la Reptiblica, t . 1, 8.
5 Sobre esta imprecisión lingüística caracteristica del concepto de autoridad ha
venido insistiendo en los Últimos años, Luis Morell Ocaña, refiribndose en particu-
lar a su significación en el ámbito del Derecho. Vid. "prólogo" a la obra de
GPEZ-FONTMÁRQUEZ,La configuración juridica del principio de autoridad, Civitas,
Madrid, 1993, "En el contexto del Estado de Derecho la i d e a de autoridad consti-
tuye una noción legal; ha de ser, por ello, definida y delimitada por el precepto
jurídico. Sin embargo, viene circulando en la vida real sin un perfil suficientemente
preciso. Más parece un puro y simple término, un vocablo empleado aquí y allá
por el legislador. Éste se ha venido conformando, con harta frecuencia, con invo-
carlo sin abordar un trabajo definitorio. Parece como si bastare con esa invocación
y con ella los obligados lleguen a saber exactamente el contenido y alcance de la
noci6n. Sin embargo, como tantos otros terniini que han tomado asiento en ei'
Derecho público, tras el vocablo se esconde un campo plural de significaciones",
pp. 13-14.
6 GOODWIN,Birbara, El uso de las ideas políticas, Península, Barcelona, p. 285.
Titulo original de esta obra: Using political Ideas, John Wiley & Sons Ltd., 1987.

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mi modo de ver, si este planteamiento no ha sido positivo para las


ciencias sociales es porque a pesar de que ha permitido incrementar
la capacidad explicativa del concepto de autoridad, de algún modo, ha
empobrecido el concepto de poder al limitarlo a la mera coacción,
pero en su peor variante: la ilegítima.?
Por otra parte, nos encontramos con que los juristas describen el
poder como un concepto de facto, que tiene que ver con hechos O
acciones, mientras que la autoridad se presenta como un concepto de
iure, relacionado con el derecho.
Como todos sabemos, la interaccibn entre poder y autoridad, hecho
y derecho, es un tema que ha ocupado un lugar principal en la obra
de todos los teóricos políticos clásicos. No hay más que recordar a
Maquiavelo, quien afirmaba en El Prhcipe que el nuevo gobernante,
quizá un usurpador inhabilitado: para reivindicar una base hereditaria
o religiosa que le permita ocupar su posiciáin, debe convertirse, para
sobrevivir, en un experto en el ejercicio del poder y en la manipula-
ción de las personas, utilizando tácticas oportunistas y una "economía
de violencia". La autoridad, por consiguiente, no es esencial a corto
plazo -dirá Maquiavelo-, aunque el príncipe intente obtenerla a lar-
go plazo. También el soberano de Hobbes en su obra Leviatán es
designado para promover la obediencia que se ha de prestar al pacto
social. En la medida en que es un ente autorizado por los contratan-
tes originales, el soberano representa una autoridad situada por encima
de ellos. Si las generaciones que siguen a la original obedecen al
soberano por razones de prudencia es porque temen el retorno de la
anarquía, de modo que a partir de ese momento, puede decirse que
el soberano ejerce poder sobre ellos, en lugar de ejercer autoridad. Por
ello, el modelo de Hobbes tiene como consecuencia, posiblemente invo-
luntaria, la legitimación de cualquier golpe que tenga éxito o cualquier
poder de facto que se establezca a partir de este g01pe.~

7 En este sentido, coincidiría con la postura de L A B O U R D ESergio


~ E , Daniel, que
defiende en su obra Et poder. Hacia una teoría sistemdtica, Editorial de Belgrano.
Buenos Aires, Argen,tina, 1984, p. 55. Cfr. también FRIEDRIM,Carl I., Tradición y
autoridad, op. cit., p. 74, en donde el autor pone de relieve que en la obra de
Jahn Stuart Mil1 se encuentran pasajes (por ejemplo, en On Liberty) en los que no
sólo se confunden poder y autoridad sino también los conceptos de autoridad y
legitimidad.
3 Como ha puesto de relieve FRIEDRICH, Carl J., en Tradición y autoridad, o p . cit.,
"Thomas Hobbes definió la autoridad como 'el derecho de ejecutar cualquier ac-
cibn'. De este modo adoptó la posición que todavía es ampliamente mantenida, es
decir, la de que la autoridad es poder legítimo. Añade después que "ningún hom-
bre está obligado por un convenio del que no es autor". La autoridad es para 61

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324 CRISTINA HERMIDA DEL LLANO

Por último, por referirme a tres casos paradigmáticos, en contraste


con Hobbes, Locke situará la autoridad en el pueblo como soberano
supremo. La autoridad y el poder son delegados en cantidades limi-
tadas a un gobierno que permanece subordinado al pueblo soberano.
Sin embargo, los individuos están obligados a aceptar la autoridad y
a obedecer las leyes de un gobierno adecuadamente constituido; puesto
que se trata de leyes a las que han prestado su consentimiento.
Si reflexionamos un poco so'bre todo esto creo que la cuestión que
necesariamente exige ser contestada es la siguiente: ¿puede conside-
rarse la autoridad una forma de poder? o por decirlo con palabras de
Sennett,g les la autoridad la expresión emocional del poder, Ciertos
autores han tratado de contestar a esta pregunta simplemente dicien-
do que "considerar a la autoridad como una forma de poder no es
útil desde un punto de vista operativo"; sin embargo, desde mi pun-
to de vista, lo más adecuado sería responder, siguiendo a Oppenheim,
con un "depende". ?Por qué? Porque a mi juicio, autoridad y poder
no tienen por qué siempre coincidir.
Puede ser que un sujeto esté bajo la autoridad y la influencia de
otro sujeto y, por tanto, bajo su poder, pero puede ocurrir también
que esté bajo su autoridad y, sin embargo, no bajo su poder. Lo enten-
deremos mejor con el siguiente ejemplo tomado de Oppenheim: l1 El
gobierno de Atenas tenía autoridad sobre Sbcrates, el prototipo de
persona autónoma, quien de u n modo independiente había llegado
a la convicción moral de que debía obedecer las leyes de Atenas, aun-
que fuesen ilegales (es decir, que no debía escapar de su prisión aun
cuando estaba convencido de que su juicio era ilegal.12 De este modo,
el gobierno de Atenas no tenía influencia sobre Sócrates aunque sí

explicable en términos que la ligan con autorizar o instruir a alguien para actuar
en nombre del autorizante", p. 108. De ahí que Friedrich defina a este filósofo como
el filósofo del poder absoluto, de la autoridad como poder legitimo.
9 SENNET~, Richard, La autoridad, Alianza Universidad. Madrid, 1982, p. 12.
Titulo original, Authority, ed. R. Sennett, 1980.
10 BACHRACH, Peter y BARATZ,Morton S., Power and pouerty. T h e o y and prac-
tice, Oxford University Press, New York, London, Toronto, 1970, p. 33. Literal-
mente, ambos autores precisan: "To regard authority as a fonn of power is, in the
first place, not operationally useful".
11 Cfr. OPPENHEIM, Felix E., Conceptos políticos. Una reconstrucción, Ternos,
Madrid, 1987, p. 27. Título original: Political concepts. A reconstruction, University
of Chicago, 1981.
12 Como ha reconocido RUSSELL, Bertrand, en su obra Autoridad e indiuiduo,
Fondo de Cultura Económica, Mkxico, D. F., 1995: "S6crates fue ejecutado por la
autoridad, pero permaneció perfectamente sereno en sus últimos momentos porque
había realizado su obra. Si lo hubieran abrumado con honores, pero sin permitirle

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poder para castigarle. Si, por otro lado, la creencia de Sócrates de que
debía obedecer fielmente las leyes del gobierno hubiese sido alentada
por el gobierno -por ejemplo, mediante persuasión racional o adoc-
trinamiento- Sócrates estaría bajo la autoridad y la influencia del
gobierno y, por tanto, también bajo su poder.
En cualquier caso y, como acertadamente ha puesto de manifiesto
Labourdette, no parece aceptable una diferenciación total o una frac-
tura entre los conceptos de autoridad y de poder. Pues con ello: "NO
~610se mutila el alcance inclusivo del poder, sino que también su
parcelación exige, necesariamente, la constitución de un nuevo con-
cepto capaz de abarcar todos los ámbitos considerados. Y esto es así
porque, al separar analíticamente en segmentos los procesos de impo-
sición, y deducir áreas específicas de acuerdo a ciertas características
surge la impostergable necesidad de convocar a un concepto totaliza-
dor de ese proceso de imposicih global. A nuestro juicio -es decir,
al de Labourdette- ese concepto es el de 'poder' ".13
De acuerdo con la anterior, y teniendo siempre presente la estrecha
relación, aunque no identificación pero tampoco oposición, que existe
entre ambos conceptos, creo que, siguiendo a Raphael,14 resultaría
acertado sostener que tener autoridad para algo, es tener el derecho
de hacerlo. Aquí habrían de distinguirse dos sentidos del sustantivo
"derecho". Pues, por una parte, cuando decimos que una persona
tiene el derecho de hacer algo, podemos estar queriendo decir que la
acción que se propone llevar a cabo no está prohibida por ninguna
ley o normal moral, o que una determinada ley le permite cometer
acciones de esa clase. Y según este primer sentido del sustantivo "dere-
cho", un derecho sería una libertad, una licencia, una autorización;
en suma, un "derecho de accibn". Pero, por otra parte, podríamos
también querer hablar de tener un derecho refiriéndonos a un derecho
a recibir algo, un derecho frente a otro, quien tendría la obligación
de darnos aquello a lo que tenemos derecho. Según este segundo sen-
tido, un derecha constituiría un título a algo que se nos debe; en
suma, un "derecho de recepción".
Naturalmente, el derecho de recepción no implica que se haya de
recibir algo material; puesto que aquél puede consistir tanto en el

realizar su obra, habría sufrido una pena mayor", p. 104. Titulo original: Autho-
rity and the Zndividuul, George Allen & Unwin, Ltd., Londres, 1949.
Sergio
13 L A B O U R D E ~, Daniel, El poder. Hacia una temia sistemmitica, op. cit.,
p. 55.
14 D. D. Raphael, Problenlas de filosofia política, op. cit., pp. 79-80.

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derecho a no ser molestado, en la ausencia de restricciones para hacer


aquello que decidamos hacer, como en el derecho a recibir obediencia
de los demás.
Según Raphael, la autoridad para dar órdenes supondría esta clase
de derecho de recepción. A veces, hablamos de estar autorizados (y no
tan a menudo, utilizamos la expresión: tener autoridad) para hacer
algo, cuando estamos refiriéndonos a que tenemos un derecho de
acción, pero dando a entender, además, que tenemos también un dere-
cho de recepción, a que no se nos moleste. (. . .) Por consiguiente, la
autoridad para dictar brdenes no sería sólo un permiso o un derecho
a hacer algo, como lo es el permiso (o la autorización) para conducir
un coche; sería también un derecho frente a aquellos a quienes se
dirigen las órdenes, para que hagan lo que se les ordena. Esto es, im-
plicaría también un derecho a recibir obediencia, al que corresponde
la obligación por parte de los demás de c ~ n c e d e r l a . ~ T a m b i épara
n
Oppenheim esto es así. Pues como él mismo determina: "Que el gobier-
no P tenga autoridad sobre sus ciudadanos R respecto a determinadas
actividades significa que los últimos creen que el primero está auto-
rizado a regular sus conductas dentro de los límites que imponen esas
actividades y que ellos tienen el deber de obedecer".lG
Si recordamos para Weber el rasgo distintivo del dominio o auto-
ridad era la sumisión, la cual podía descansar en los más diversos
motivos: desde la habituación inconsciente hasta lo que son conside-
raciones puramente racionales con respecto a fines. Un determinado
mínimo de voluntad de olbediencia, o sea de interés (externo o inter-
no) en obedecer, sería, a su modo de ver, esencial en toda relación de
autoridad.
El concepto de poder se enfrenta así en su análisis con el de domi-
nación cuando reitera que este último consiste en la probabilidad de
hallar obediencia a su mandato,lr proponiendo emplear el concepto
de dominación en su sentido limitado, que se opone radicalmente al
poder, el cual se basa formalmente en el libre juego de los intereses.

1 5 Cfr. ibidem, pp. 80-81. Sobre ello ha insistido también BERNAL,Calixto, quien
en Teoria de la autoridad aplicada a las naciones modernas, Editorial Playor, Ma-
drid, 1993, define la autoridad como "aquel criterio cuyo precepto ha de significar
siempre forzosamente obediencia y respeto voluntario", p. 54.
1 6 OPPENHEIM, Félix E., Conceptos políticos. Una reconstruccidn, op. cit., p. 27.
17 WEBER,Max, Economia y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Fondo
de Cultura Econ6mica. Sucursal para España, Madrid, 1993, p. 706. Título original:
Wirtschaft und Gesselschaft. Grundriss der Verstehender Soziologie, I.C.B. Mohr
(Paul Siebeck), Tubinga, 1922.

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PODER Y AUTORIDAD 327

Sin lugar a dudas, la categoría de obediencia está jugando u n papel


decisivo en la conceptualización del dominio. Weber se detiene en el
derecho de obediencia del mandante y en el deber de o,bediencia del do-
~ ~rasgo que precisamente diferenciará a la autoridad o
m i n a d ~ .El
dominaciómn del poder será, a su juicio, la "legitimidad".1Q Y según la
clase de legitimidad el tipo de obediencia, el cuadro administrativo
que la garantiza, y el carácter que adopta el ejercicio de la domina-
ción. Y, por lo tanto, también diferirán sus efectos. De ahí que, desde
mi punto de vista, el célebre análisis del poder de Max Weber consti-
tuya, en realidad, una explicación sociológica de la autoridad.
Si recordamos, el autor alemán distinguía tres tipos ideales de a u t e
ridad o dominación (Herrschaft):20 la legal-racional," la tradicional 22
y la carismática.

18 Vid. LABOURDETTE, Sergio Daniel, El poder. Hacia una teoria sistemdtica, O$.
,cit.. p. 61.
19 Como ha puesto de relieve Richard Sennet en su obra La autoridad, o$. cit.,
"El aspecto general más importante del enfoque de Weber es que identifica auto-
iidad con legitimidad. Cree que la gente no obedecerá a quienes a su juicio sean
ilegítimos. La consecuencia, a juicio de Weber, es que siempre podemos advertir
culndo existe en la sociedad una sensación de autoridad: es cuando la gente obede-
ce voluntariamente a sus gobernantes. Si hay que coaccionarla, es porque no consi-
clcra legítimos a los gobernantes. La autoridad como creencia en la legitimidad,
rncdida por la obediencia voluntaria: éste es un enfoque de la autoridad que ha
adquirido una influencia inmensa en el pensamiento social moderno (. .) Para We- .
ber esta situación, sería una contradicción de términos. &Ómo podemos desear la
aprobación de personas que creemos sean legitimas y por ende someternos volun-
tariamente a ellas? A Freud le resultaría comprensible; le parecería una experienaa
perfectamente adolescente de la autoridad. Pero su definici6n de la "legitimidad"
seria demasiado estricta. ¿Qué ocurre cuando las imágenes dominantes de fuerza son
\-edaderamente ilegítimas? $uándo son malignas, cuando efectivamente carecen de
integridad? En esas circunstancias no es irracional rebelarse contra ellas. Tampoco
creo que se deba explicar la atracción magnética, que sin embargo ejercen, única-
mente por los deseos infantiles y regresivos de estar controlado. En la forma misma
en que se percibe esa ilegitimidad, en el proceso por el cual se articula, se halla
también la forma en que se forja un vínculo con estos peculiares amos", pp. 29 y 33.
20 Vid. WEBER,Max, Economia y sociedad. Esbozo de sociologia comprensiva,
o p cit., p. 172, 706 y ss. Vid. también D. D. Raphael, Problemas de filosofia poli-
tica, o p . cit., p. 83; FRIEDRICH,Carl J., Tradición y autoridad, op. cit., pp. 83-85, y
SENNETT, Richard, La autoridad, op. cit., pp. 28-29.
-1 . 4 propósito de la legitimación racional defendida por Max Weber, vid. "Pr6-
Iogo" de Luis More11 Ocaíía a la obra de LOPEZ-FONT MÁRQUEZ,José Francisco,
La configuración juridica del principio de autoridad, op. cit., pp. 17-18. Si me pare-
cen iuteresantes estas páginas es porque el autor pone de relieve que es, con toda
seguridad, Weber el punto de referencia obligado, cuando se pretende observar el
tiinsim hacia la formalización de la autoridad como una noción legal.
2 2 Sobre la relación entre la tradición y la autoridad recomendaría la lectura de
la parte 1 -la tradición- del libro de FRIEDRICH, Carl J., Tradición y autoridad,

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328 CRISTINA HERMIDA DEL LLANO

1) La autoridad legal-racional constituye la forma explícita del dere-


cho a dictar ordenes y a que éstas sean obedecidas, en virtud de la
ocupación de un cargo o posición dentro de un sistema de normas
deliberadamente estructuradas, que establecen derechos y deberes.
2) La autoridad tradicional existe cuando una persona -un rey o
un jefe tribal, por ejemplo- ocupa una posici6n superior de mando,
de acuerdo con una tradición de larga data, y es obedecida porque
todos aceptan el carácter sagrado de la tradi~ión.~ZCuriosamente,
L'uhmann en su obra Poder (Macht) insistirá en este punto al señalar
que la autoridad no necesita justificarse inicialmente; puesto que, a
su juicio, aquélla se basa en la tradición aunque no por ello -aclara
el autor-, necesite invocar a ella.*4
3) La idea de autoridad carismática constituye una extensión de1
significado de la palabra griega chárisma (el don de la gracia divina)
que aparece en el Nuevo Testamento. Ahora bien, tal y como Weber

op. cit., pp. 18-41, En estas páginas, el autor critica a Max Weber, no sólo por
haber persistido en la conocida costumbre de la Ilustración que contrastaba la ra-
zón con la autoridad sino tambitn por haber hecho de la tradición una de las
fuentes y, por consiguiente, también uno de los tipos de autoridad y de legitimidad,
contrastándola con fuentes legales carismáticas y racionales. Lo que Friedrich en
este estudio intenta demostrar es que ni la tradición ni la autoridad carecen de re-
lación con la razón y el razonamientto y, más particularmente, que la tradici6n es
a menudo la propia base del razonamiento y del argumento racional.
23 Partiendo de que una de las huellas más profundas que dejó la Revolución
Francesa en el pensamiento moderno fue la de convencemos de que para cambiar
el poder de los gobernantes debíamos destruir previamente su legitimidad, creo que
si ha habido algún acontecimiento concreto que fuera muestra de esta idea, fue la
ejecución de Luis XVI en 1793. Nos encontramos ante un rey ligado a la autoridad
tradicional. Pero camo ha observado SENNEIT, Richard, en La autoridad, op. cit.,
"No se lo ejecutó porque como persona constituyera una amenaza para el nuevo
orden que iba alboreando; se trataba de un rey pasivo e ineficaz que había causado
en su cuñado José 11 de Austria y en muchas personas más la impresi6n de ser
estúpido, débil y sin ninguna arrogancia que lo redimiera. Pero la majestad de su
cargo era una amenaza; el aura de autoridad del rey, mientras hubiera un rey,
impedía a los revolucionarios modificar estructuras fundamentales de la sociedad.
Las masas urbanas se sentían inhibidas; lo que es más interesante, sus dirigentes se
sentían inhibidos. Y así fue como se decapitó a aquella impersonalidad que era e1
.
rey. (. .) En la Revolución Francesa lo que resultaba importantísimo era el mero
acto de matar al rey; este acto de destruir su aura de legitimidad es lo que libera-
ría al pueblo", p. 46.
24 Cfr. LUHMANN, Niklas, Poder, Anthropos (Barcelona) en coedición con la Uni-
versidad Iberoamericana (México, D. F.) y con el Instituto de Sociología de la Pon-
tificia Universidad Católica de Chile (Santiago), p. 108. Consecuente con ello, el
autor alemán sostendrá que el rechazo a la autoridad, por estar basada en la tradi-
ción, causa sorpresas, desilusión, consecuencias imprevisibles y requiere razones espe-
ciales de justificación.

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PODER Y AUTORIDAD 329

emplea el término, significa aquella autoridad basada en la posesión


de cualidades personales excepcionales que ocasionan que una persona
sea aceptada como líder. Puede tratarse de virtudes piadosas, que con-
ceden a su poseedor una autoridad religiosa; o de cualidades como el
heroísmo, la capacidad intelectual o la elocuencia, que despiertan una
devoción leal en la guerra, en la política o en cualquier otra activi-
dad. La autoridad carismática respondería por parte de los dominados
al reconocimiento del carácter extranormal del elegido, de su "herois-
mo", de su "santidad y "ejemplaridad"; y conco,rdantemente con ello,
al reconocimiento de las "ordenaciones" emanadas de los elegidos.2"
Según B. Goodwin, esta última fuente o tipo de autoridad, a la que
creo que equivocadamente ella denomina "poder" carismático, preocu-
pa a muchos teóricos políticos, especialmente, después de la llegada al
poder de Hitler; puesto que alude a un factor impredecible, incon-
trolable, que puede amenazar o sobreponerse a la forma democrático-
burocrática de autoridad que caracteriza a la moderna sociedad occi-
dental. Si bien constituye una negación de la autoridad de base legal, la
autoridad carismática se apoyaría, en esencia, en la ,condescendencia
de los discípulos a su líder, en la medida en que ellos, sin él, no son
nada. A diferencia de la autoridad impersonal que caracteriza a las
instituciones, este tipo de autoridad resulta ser enteramente personal
y su pérdida significa la inmediata pérdida del poder influyente sobre
sus seguidores. Weber consideraba al carisma como1 algo efímero, aun-
que también pensaba que podía convertirse en rutinario mientras se
transforma "en una fuente adecuada para la adquisición de poder
soberano por los sucesores del héroe carismático". De hecho, Weber
consideraba que el liderazgo democrático constituía una forma de auto-
ridad carismática disfrazada de una legitimida'd basada en el consen-
timient0.~6
Algunos autores ponen de relieve que este tipo de autoridad difiere
del primero y del segundo, en tanto y cuanto consiste en la capacidad
O el poder de imponer obediencia, mientras que loa otros dos modelos
constituirían ejemplos de un derecho a mandar. De acuerdo con Ra-
phaelZ7creo que esta consideración empaña la diferenciación existente
entre los distintos tipos de autoridad. A mi modo de ver, no se puede
olvidar que lo que Weber describe son diferentes fuentes de autoridad

25 Cfr. WEBER,Max, Ecmomia y sociedad, op. cit., p. 172 y pp. 706 y SS.
26 GOODWIN,Bárbara E l uso de las ideas politicas, op. cit., pp. 282-289.
27 D. D. Raphael: Problemas de filosofia politica, op. cit., p. 84.

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330 CRISTINA HERMIDA DEL LLANO

y no diferentes sentidos o significados del término. En cada uno de


los tres tipos se considera que la persona que ejerce la autoridad tiene
el derecho a dictar órdenes, edictos o preceptos, así como el derecho a
ser obedecida; pero este derecho surge de bases diferentes. En el caso
de la autoridad legal-racional, se deduce de un conjunto de normas
que definen explícitamente derechos y deberes. En el caso de la auto-
ridad tradicional sucede lo mismo, aunque aquí las normas no se
"promulgan", sino que surgen; es decir, no han sido deliberadamente
formuladas por considerarlas deseables o necesarias, sino que se han
desarrollado gradualmente a lo largo de un periodo de tiempo, en el
cual una práctica consuetudinaria se ha ido solidificando hasta con-
vertirse en una regla normativa. En lo que atañe a la autoridad caris-
mática, el del-echo proviene de la idea de que las especiales cualidades
del líder le hacen idóneo para dirigir a los demás, o constituyen una
señal de que ha sido autorizado por un ser sobrenatural acreditado
con el derecho de dictar órdenes y de delegar este derecho a sus vica-
rios en la Tierra. Una persona a la que se atribuye esta clase de auto-
ridad tiene el poder o la capacidad para exigir obediencia por el hecho
exclusivo de que sus seguidores piensan que tiene derecho a ello.
Cuando se ejercita efectivamente la autoridad, la persona que la
detenta es capaz de que los demás hagan lo que les e ~ i g e . ~Pero,
s sin
embargo, no podemos decir que su poder sea idéntico a su autoridad,
ni tampoco que sea la consecuencia de la mera posesión de autoridad,
sino más bien del reconocimiento de su autoridad por parte de aque-
llos a quienes ordena.
En el caso de la autoridad carismática, tal reconocimiento es una
condición necesaria de la existencia de poder, por lo que aquél que la
posee también tiene poder. No obstante, esto no se cumple necesaria-
2s Como acertadamente ha sostenido Luis Morell Ocaña en el "Prólogo" a la obra
de LÓPEZ-FONT MÁRQUEZ, J& Francisco, La configuración juridica del principio de
autoridad, op. cit.: ".. .la autoridad es, desde luego, una calidad inherente a perso-
nas determinadas: lo es, ante todo, en la medida en que los demhs miembros del
grupo la reconocen y se la otorgan. Ese reconocimiento puede ser el fruto de una
intención o un raciocinio, de un sentimiento o una conclusión Ibgica. En todo caso,
la relación social de autoridad gravita sobre el dato subjetivo: sobre la estimación
o valoración que en el grupo social se realiza de persona o personas determinadas;
como consecuencia, el asentimiento que se presta a sus opiniones o sus mandatos.
Esa gravitación del vocablo hacia un significante que sólo encuentra cabida en la
vinculación personal, ha permitido a una dirección sociológica - d e Toennies a
Freyer- identificarla con facilidad en los grupos elementales: la autoridad la encar-
na quien mejor hace suyos y expresa los valores y aspiraciones de la comunidad;
y, por ello, los miembros del grupo se ven reflejados en él y con él se identifican",
pp. 14-15.

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PODER Y AUTORIDAD 33 1

mente, en los casos de la autoridad legal-racional y ,tradicional. h


veces, se inviste a una persona con la autoridad de. un casgo da acuer-,
do con. normas formales o co,n la tradición, p r o por alguna ,razón
(pbr ejemplo, una rebelión popular contra un rey o un gobierno) su
autoridad no es reconocida por la mayoría de aquellos a , quienes se
supone sometidos a la misma. Se tiene entonces autoridad sin poder:
Pero es que el ,poder puede existir también sin autoridad. Así, una
persona que haga uso de un poder coercitivo puede ser capaz de con-
seguir que otros hagan lo que ella desea, no porque se le reconozca
un derecho, y menos aún porque lo tenga realmente, sino porque
temen las consecuencias que puede acarrear la desobediencia. De este
modo, el ladrón que esgrime una pistola y espeta: "La bolsa o la vida",
obliga a su víctima a desprenderse ,del dinero porque la mayoría de
las personas no ~ o d r í a naceptar jamás la alternativa que se les ofrece.
Efectivamente, la persona amenazada carece de eleccih posible y
obedece porque no tiene otra salida.
A la obediencia resultante del reconocimiento de la autoridad tam-
bién se la califica de una obligación debida, pero aquí la elección
puede incluso llevarse a cabo con entusiasmo (como en el caso de la
autoridad carismática), y constituye una verdadera elecció~n.
A modo de conclusibn, creo que podría sostenerse que hablar de
autoridad en términos de obediencia y de legitimidad no es acerta-
do; aunque, eso sí, pone de manifiesto el estrecho vínculo existente
entre la autoridad y el poder así como la consiguiente tendencia a
confundir ambos. A mi juicio, de acuerdo con García Pelayo, debería
defenderse que la autoridad se da "cuando se sigue a otro o el crite-
rio de otro por el crédito que éste ofrece en virtud de poseer en grado
eminente y demostrado cualidades excepcionales de orden espiritual,
moral o intelectual".30 La relación de autoridad transmite de un modo

29 A propósito de la relacibn entre autoridad y legitimidad, vid. FRIEDRICH,


Carl J.,
Tradicidn y autoridud, op. cit., pp. 83-91. De estas páginas, me gustaria dejar cons-
tancia de un pasaje, en t l creo que el autor pone de relieve su opinión con la que
plenamente me identificaría: "Semejante dependencia recíproca de legitimidad y
autoridad es la raz6n mis eficaz para distinguirlas claramente una de otra, y buena
parte de la pasada teoría sobre la autoridad ha dejado de hacerlo. La pérdida de
autoridad de un dirigente político a medida que envejece no le priva de legitimi-
dad, aunque eventualmente puede privarlo de su fuerza. Lo que muestra el cuida-
doso análisis de autoridad y legitimidad es que la primera n o es "poder legitimo"
como a menudo se pretende, situación que surge al aproximarse una rwolución,
PP. 90-91.
30 GARC~A PELAYO,M., Obras completas, Centro de &tudios Constitucionales,
Madrid, 1991, p. 1892.

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332 CRISTINA HERMIDA DEL LLANO

especialmente fuerte la idea de que el destinatario reconoce en alguien


ciertas cualidades en virtud de las cuales acepta como razones para sus
propias acciones las directrices emanadas de esa persona o institución,
y adema su conducta a ellas porque emanan de ella, al margen del
contenido de estas dire~trices.3~ Y si ello es así, creo que los juristas,
y especialmente los filósofos del derecho, podríamos afirmar con rotun-
didad que en el Daecho no se da afortunadamente una relación de
esa naturaleza. Pues, como ha precisado Laporta, y termino: "El dere-
cho positivo de cualquier comunidad está vigente en ella al margen
de que sus operadores jurídicos o a sus brganos institucionales les sea
reconocida la autoridad en ese preciso sentido. Y la prueba de ello es
que en una sociedad democrática las decisiones jurídicas suelen ser
cotidianamente discutidas y criticadas, lo que es incompatible con la
noción de autoridad en el sentido rnenci~nado".~~

J ,. C.; L
81 Cfr. B A Y ~ N z normatividad del Derecho, Centro de Estudios Constitu-
cionales, Madrid, 1991; FRIEDRICH, Carl. J., Tradicion y autoridad, qp. cit., pp. 49-50.
a2 LAPORTA, Francisco J., "Poder y Derecho", en el libro colectivo El Derecho y
la justicia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Boletín Oficial del Esta-
do, Editorial Trotta, S. A., Madrid, 1996, p. 442.

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