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El Lugar Del Psicoanalista en Un Equipo Interdisciplinario. en El Juego en Los Limites.
El Lugar Del Psicoanalista en Un Equipo Interdisciplinario. en El Juego en Los Limites.
EN UN EQUIPO INTERDISCIPLINARIO*
Elsa Coriat**
* Teórico abierto dictado en la cátedra “El juego en los límites: El psicoanálisis y la clínica
en problemas en el desarrollo infantil”, Prof. a cargo Magt. Norma Bruner, el 21 de junio
de 2007. Facultad de Psicología, UBA. Revisado y autorizada su publicación por la autora.
** Elsa Coriat, Analista Miembro de la EFBA. Coordinadora del Equipo de Psicología y
Psicoanálisis de FEPI (Fundación para el Estudio de los Problemas de la Infancia). Autora de
El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños y El psicoanálisis en la clínica de
niños pequeños con grandes problemas.
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EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN UN EQUIPO INTERDISCIPLINARIO
En esa defensa de tesis quedó muy claro que hablar de los problemas del
desarrollo infantil no es lo mismo que hablar de “discapacidad”, y menos to-
davía de “psicología de la discapacidad”. En su momento, la inauguración de
una cátedra con ese nombre –“Psicología de la discapacidad”– fue sin duda un
avance: por primera vez en esta facultad se le otorgaba la debida importancia
a los temas de este campo; sin embargo, vale la pena destacar que difícilmente
uno se ubique de la misma manera frente a un “niño discapacitado” que frente a
un “niño con problemas en el desarrollo”. Un “niño con problemas”, para quien
se dirige a él, es fundamentalmente un niño; pero si en cambio decimos “niño
discapacitado”, ¿no tiende a tener más peso su condición de... “discapacitado”?
Me estoy refiriendo a cómo funciona nuestro propio imaginario, es decir, son
las propias palabras que utilizamos las que nos van armando el paciente al
cual nos vamos a dirigir.
Norma Bruner les mencionó un texto mío: El rol del psicoanalista en el
equipo de estimulación temprana…1 Si la palabra “rol” figura en el título es
porque es el título con el que me invitaron a hablar en un congreso, pero yo
prefiero hablar del “lugar” o de la “función” del psicoanalista.
Ya que aquí me invitaron a hablar de El lugar del psicoanalista en el equipo
interdisciplinario –dando por sentado que se trata de un equipo interdisciplinario
que trabaja en la clínica de los problemas del desarrollo infantil, con niños de
todas las edades y no sólo con los bebés de estimulación temprana– de todas
formas me viene bien mencionar ese texto porque allí dije por primera vez que,
para acercarse al tema, antes que nada es necesario tener claro que no es lo mismo
el lugar del psicoanálisis que el lugar del psicoanalista.
Para llevar adelante la práctica del psicoanálisis, es decir, la clínica psicoa-
nalítica, hay que tener formación de psicoanalista; sólo un psicoanalista está en
condiciones de hacerse cargo de un tratamiento psicoanalítico. Pero hay elementos
del psicoanálisis que son imprescindibles para todo profesional que trabaje en la
clínica de un niño. Esa, al menos, es nuestra concepción y nuestra ética.
¿Cuáles son las disciplinas que trabajan con niños? ¿Cómo se conforma un
equipo interdisciplinario? Por empezar, nos parece mucho más saludable que
un equipo esté preparado como para recibir a un niño con cualquier patología
del desarrollo y no que esté “especializado” en una sola. Al hacerlo como lo
proponemos se prioriza que el trabajo es con el niño y no, por ejemplo, con “el
síndrome de Down” o con “el lesionado cerebral”.
1. Elsa Coriat, “El rol del psicoanalista en el equipo de estimulación temprana”, en El psi-
coanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños, Cap. 7, Buenos Aires, Editorial de la
Campana, 1996.
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Hay una amplia gama de distintas patologías que pueden afectar la infancia;
en consecuencia, se hace necesario el concurso de distintas disciplinas. Las que
trabajan en esta clínica son, prioritariamente, las siguientes: Estimulación Tem-
prana, que es la disciplina que trabaja con bebés; Psicopedagogía Inicial, que
sería como la continuación temporal de Estimulación Temprana, cuando ya no
se trata de un bebé sino de un niño pequeño; Psicopedagogía Clínica, Lenguaje,
Psicomotricidad, Pediatría, Neuropediatría y, por supuesto, Psicoanálisis (no
hace falta que defina a cada una de estas últimas porque básicamente las conocen).
Lo que vemos es que en el trabajo clínico con niños (y justamente porque
un niño no es un adulto) se hace imprescindible que una serie de conceptos
que hacen a la trama misma de la clínica –conceptos que pertenecen a la teoría
psicoanalítica porque han sido acuñados en la práctica y en la articulación teó-
rica del psicoanálisis– sean tenidos muy en cuenta por las otras disciplinas. Lo
digo en el mismo sentido en que, por ejemplo, no sólo los matemáticos saben
de matemáticas: un arquitecto o un ingeniero necesitan saber cuestiones de ma-
temáticas, lo cual no los hace matemáticos sino que siguen siendo arquitecto o
ingeniero, por más que utilicen las matemáticas en su trabajo. Lo mismo ocurre
con la utilización de conceptos del psicoanálisis en la clínica de cualquiera de
las disciplinas que acabamos de mencionar.
¿Cuáles son estos conceptos? El primero a tener en cuenta es el de constitu-
ción del sujeto, a veces se habla de “constitución subjetiva”, pero me parece más
preciso decir “constitución del sujeto”, para que quede claro que nos estamos
refiriendo al sujeto del psicoanálisis, al sujeto del deseo, que no es el mismo que
el sujeto cognitivo o cognoscente del que habla la psicopedagogía, o del sujeto
psicomotriz, del que se ocupa la psicomotricidad, o del sujeto de la filosofía e
incluso del sujeto gramatical, el sujeto de las oraciones. El significante “sujeto”
tiene múltiples acepciones; pero, para esto, lo que a nosotros nos interesa es el
sujeto del inconsciente, el sujeto del deseo.
Corresponde que el que trabaja con chicos tienda a posibilitar –o por lo me-
nos a no imposibilitar– que allí aparezca un sujeto del deseo. Supongo que esto
es acorde con lo que han venido viendo hasta acá en el cursado de esta materia.
Claro, no es que uno pueda decir cuáles son los pasos para “crear” un sujeto del
deseo, al estilo de “vamos a seguir uno, dos, tres, cuatro...”; para esto todavía no
se pudo encontrar la receta... Pero lo que sí se sabe es cuáles son las condiciones
que pueden llegar a impedir que un sujeto del deseo aparezca, es decir, operando
vía reeducación, o sea vía domesticación, incluso asistidos por técnicas que lle-
van nombres mucho más “modernos” –por ejemplo, técnicas neurocognitivas–.
Son intervenciones que, en última instancia, terminan robotizando a los chicos.
No es que cualquier nene sometido a un tratamiento neurocognitivo vaya a
terminar robotizado. No, no es así: a veces los padres los salvan.
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EL LUGAR DEL PSICOANALISTA EN UN EQUIPO INTERDISCIPLINARIO
Hace varios años llegó al Centro Dra. Lydia Coriat un chiquito del que no
recuerdo qué diagnóstico tenía, pero sí me acuerdo que le pasaba algo con la
musculatura del cuello o del tronco, por lo que se había indicado que tenía que
estar un tiempo colgado cabeza para abajo, para que se acomodaran las cosas
en su lugar. Yo vi al chiquito cuando era un bebé de más o menos diez meses,
¡y no era un chico desconectado! Era un nene que, en su relación con el otro,
estaba bastante bien. Yo me preguntaba: “¿Cómo es posible? ¡Eso va en contra
de todo lo que uno aprendió!”, es decir, había sido sometido a un tratamiento
de este tipo y estaba mucho más conectado que otros que no habían pasado por
circunstancias tan traumáticas...
Intrigada, pido que me cuenten con más detalle cómo habían sido las cosas
y la mamá dice: “Bueno, en realidad yo no hacía exactamente lo que me decían.
Él estaba cabeza para abajo pero yo trataba de cantarle, contarle un cuento,
mostrarle un juguetito”. Es decir, la mamá lo trataba como a un sujeto, no como
a un objeto sometido a una manipulación. Esto es lo que quiero decir cuando
digo que hay padres que “salvan” a sus hijos de las técnicas rehabilitantes, son
padres que consiguen transformar las indicaciones del terapeuta en una manera
propia y singular de dirigirse a su hijo. Pero estos padres, evidentemente, ya le
daban un lugar a su hijo desde antes, así que muy pobre ha sido aquí el aporte
del profesional que intervino.
Otro de los conceptos del psicoanálisis que hay que tener en cuenta para
trabajar con chicos es el concepto de transferencia. Vale la pena preguntarse:
en un tratamiento de otra disciplina, una disciplina que no sea el psicoanálisis,
¿aparece la transferencia o no aparece?
La transferencia está en todas las relaciones humanas: basta hablar para
suponerle un saber al otro.
¿Qué dice Freud acerca de la transferencia? ¿Recuerdan lo que dice en
Psicología de las masas y análisis del yo acerca de la sugestión? Si uno conoce
de qué se trata la transferencia estará más alertado para no dedicarse a ejercer la
sugestión. La sugestión, en el trabajo terapéutico, se lleva mucho mejor que la
transferencia con cierto sentido común, ya que, si los padres consultan a alguien,
es porque suponen que esa persona sabe acerca de lo que a ellos les preocupa,
porque si no ¿para qué le van a preguntar? Entonces, cuando los padres preguntan,
¿no sería más sencillo dar una respuesta? Ahora bien, uno puede saber muchas
cosas acerca del tema consultado, pero lo que es necesario tener muy en cuenta
en la clínica, es que lo que uno no sabe es acerca de la singularidad de cada uno
(en este caso, de los padres o del nene). Lo que se sabe son cuestiones universales
acerca del tema consultado, pero no se sabe acerca de la singularidad, entonces,
si se da una respuesta, una respuesta concreta a lo que se está preguntando, lo
que ahí opera es la sugestión, no la transferencia.
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tratamientos que están a cargo de un analista sino en los de todas las disciplinas.
El profesional (ya se trate de analista, psicopedagogo, psicomotricista, terapeuta
del lenguaje, o de la disciplina que sea) sabe de antemano qué es lo que pasó en
las sesiones anteriores, pero lo que vaya pasando en cada nueva sesión va a ser lo
que ahí se produzca, es decir, lo que traiga el niño, lo que el niño juegue y aquello
que al profesional se le ocurra en el momento, a partir de lo que el niño haga y
de todo ese conjunto de cosas que, a cada profesional, le permiten intervenir en
determinado momento (lo que se estudió, lo que se vivió, lo que se jugó, lo que
se leyó en las sesiones previas, etc.).
No es fácil mantenerse en la posición de no esperar resultados...
No es que no nos interesen los resultados, ¡por supuesto que nos interesan!
¿Qué quiero decir, entonces? Se va a ver más claro si, a modo de ejemplo, men-
ciono la siguiente situación: los padres consultan a un psicoanalista porque su
hijo –que hace tiempo debería haber controlado esfínteres– padece de enuresis.
No es que a nosotros no nos importe que este niño deje de hacerse pis –a
mí, por lo menos, la conquista del control me parece muy importante– pero
hay otras cuestiones que son más importantes todavía. Además, hay técnicas,
recursos –obviamente no del psicoanálisis– que en muchos casos consiguen de
alguna forma que el nene deje de hacerse pis; pero donde lo que hablaba por el
niño a través del síntoma, queda anulado, silenciado.
El camino que propone el psicoanálisis seguramente va a ser mucho más
largo, pero no sólo que en algún momento va a desaparecer la enuresis, sino que
en ese camino van a pasar cosas que al niño le van a permitir irse representando
como sujeto, es decir, el síntoma se va a ir deshaciendo porque lo que a través
de él se decía, comenzará a ir diciéndose de otra manera.
Al psicoanálisis no dejan de importarle los “resultados”, pero en todo caso los
alcanza por caminos que llevan más tiempo porque los síntomas no son algo a ser
acallado sino uno de los lugares privilegiados por donde habla el sujeto. No se trata
de ir de cabeza contra los síntomas. La formación de base que hasta ahora se imparte
a los profesionales en las distintas facultades o institutos terciarios, sigue siendo ir
directa y unívocamente hacia la supuesta solución de un supuesto único problema.
La propuesta de dirección de la cura, proveniente del psicoanálisis, implica
una dinámica totalmente distinta, y los psicoanalistas tenemos que ayudar a los
otros profesionales a sostenerse en esta posición. En un equipo interdisciplinario,
un psicoanalista no trabaja sólo con los padres y con el niño, también lo hace
con los profesionales del equipo. Este “sostener el psicoanálisis” es la primera
responsabilidad del psicoanalista frente a los demás integrantes del equipo. Otro
profesional –y aun considerando el mejor de los casos y suponiendo que se trata
de alguien que conoce los postulados del psicoanálisis– no lo vive en carne propia,
como sí se esperaría de un psicoanalista.
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así que además le proponemos un seguimiento médico y, por otro lado, un se-
guimiento a cargo de un psicoanalista, con entrevistas cada dos o tres meses”.
La respuesta de cada una de las parejas de padres a esta propuesta es muy
diversa. Hay quienes la toman y concurren sistemáticamente, hay quienes no
pueden aceptar una entrevista psicológica, hay quienes dicen que sí, pero como
están contenidos en el otro tratamiento (que es lo que vinieron a buscar) y además
las cosas van bien..., pasa el tiempo y no solicitan turno para la entrevista con el
psicoanalista. En fin, pasa de todo.
Si el niño está en tratamiento con alguno de nosotros, psicoanalistas, la
interconsulta también es decisiva. Por ejemplo, si es un niño en edad escolar,
es decisiva la interconsulta con una psicopedagoga para saber qué le pasa en la
escuela o en qué está con el aprendizaje, o, si se trata de un niño más pequeño,
interconsulta con la especialista en psicopedagogía inicial para ver cómo le va en
el jardín o qué se les propone a las maestras si ellas plantean alguna dificultad,
etc. Interconsulta con el equipo de lenguaje, si hay problemas con el lenguaje.
Interconsulta con el equipo de psicomotricidad, si hay problemas motrices. Pero
en cuanto a qué es lo que hace un psicoanalista en el consultorio de una institu-
ción, inmerso en el trabajo interdisciplinario, es exactamente lo mismo que haría
en su consultorio particular. Eso sí, la sala de espera, la cocina y los pasillos de
la institución, y en este ámbito las conversaciones de los padres con los otros
padres, o el juego de los chicos con los otros chicos o con el que pase por allí,
ofrecen un material de trabajo invalorable.
En cuanto a los bebés, están en un único tratamiento, el de estimulación
temprana. Los padres tienen entrevistas con el psicoanalista cada tres o cuatro
meses… pero la frecuencia, tal como veníamos diciendo, varía mucho, a veces
son muy seguidas, y otras... vienen al comienzo y ¡vuelven cuando ya está por
concluir el tratamiento de estimulación temprana!
Público: ¿Hasta qué edad sería?
Elsa Coriat: ¿Hasta qué edad sería el tratamiento de estimulación temprana?
Si bien decimos que la estimulación temprana es el tratamiento que corresponde
a los bebés, esperamos que en el curso de este tratamiento pase de bebé a nene,
que deje de ser bebé y comience a ser nene. Recién entonces se produce el pa-
saje a psicopedagogía inicial. Por lo general ocurre alrededor de los tres años, a
veces un poquito después, pero ese es el tiempo aproximado, en cuanto a edad
cronológica…
Se tiene en cuenta la edad cronológica pero uno no se guía sólo por eso.
Supongamos, por ejemplo, un chiquito de tres años y medio que no quiere saber
nada de separarse de la mamá y entrar solo al consultorio. Se podría decir: “¡Es
un bebé! ¿cómo lo vamos a pasar a psicopedagogía inicial?”; pero entonces jus-
tamente se recurre a la finalización de estimulación temprana como herramienta
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terapéutica para que termine de producirse algo que se está tomando más tiempo
que el que necesita habitualmente.
¿Qué es lo que diferencia a un bebé de un nene? Se podría responder esta
pregunta desde muchos lugares, pero uno de los más importantes es la posibilidad
de separarse de la madre y jugar con otro, es decir, que haya un tercero significativo.
En los primeros tiempos de estimulación temprana los padres participan en
la consulta; alrededor del año, un poco más, un poco menos, el terapeuta juega
directamente con el bebé y llega un momento en que el chiquito, absorto en el
juego, se desentiende de sus padres, incluso puede llegar a echarlos fuera del
consultorio. A partir del momento en que el nene empieza a jugar solo con el tera-
peuta, se trabaja el tema de la separación y poco después los padres se quedan en
la sala de espera. Y cuando ya está en lo mejor de los juegos... ¡ese es el momento
para que concluya estimulación temprana y comience psicopedagogía inicial!
Hace algún tiempo me invitaron a presentar un trabajo en un congreso bajo el
título de “¿Quién es el paciente en estimulación temprana?”, que es una pregunta
en total consonancia con esto que estamos hablando. Allí decía que el paciente
de estimulación temprana es el bebé, pero que además una parte de “su” pasado
y buena parte de “su” futuro están en los padres, y que el bebé, en el presente,
no es sin sus padres. Les leo los últimos párrafos de ese texto:
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