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ESCRITORES DE LA BIBLIA

Veamos el listado de libros de la Biblia, ordenados por su fecha aproximada de


escritura, mostrando la fecha aproximada de escritura, su autor, el idioma de
escritura y la cantidad de capítulos:

Antiguo Testamento
Idiom
# Libro Fecha Autor Capítulos
a
0 1445- Hebre
Génesis Moisés 50
1 1400 A.C. o
0 1445- Hebre
Éxodo Moisés 40
2 1400 A.C. o
0 1445- Hebre
Levítico Moisés 27
3 1400 A.C. o
0 1445- Hebre
Números Moisés 36
4 1400 A.C. o
0 1445- Hebre
Deuteronomio Moisés 34
5 1400 A.C. o
0 1400- Hebre
Josué Josué 24
6 1350 A.C. o
0 1000-900 Hebre
Jueces Samuel 21
7 A.C. o
0 1000-900 Hebre
Rut Samuel 4
8 A.C. o
0 1000-900 Hebre
1 Samuel Samuel / Natán / Gad 31
9 A.C. o
1 1000-900 Hebre
2 Samuel Samuel / Natán / Gad 24
0 A.C. o
1 Hebre
1 Reyes 600 A.C. Jeremás 22
1 o
1 Hebre
2 Reyes 600 A.C. Jeremás 25
2 o
1 Hebre
1 Crónicas 450 A.C. Esdras 29
3 o
1 2 Crónicas 450 A.C. Esdras Hebre 36
4 o
1 Hebre
Esdras 450 A.C. Esdras 10
5 o
1 Hebre
Nehemías 450 A.C. Esdras 13
6 o
1 Hebre
Ester 450 A.C. Mardoqueo 10
7 o
1 1445- Hebre
Job Moisés 42
8 1400 A.C. o
Principalmente David (Los Hijos de
1 1000-400 Hebre
Salmos Coré, 150
9 A.C. o
Asaf,Hemán,Etán,Ezequías,Salomón)
2 Hebre
Proverbios 900 A.C. Salomón 31
0 o
2 Hebre
Eclesiastés 900 A.C. Salomón 5
1 o
2 Hebre
Cantares 900 A.C. Salomón 8
2 o
2 Hebre
Isaías 700 A.C. Isaías 66
3 o
2 Hebre
Jeremías 600 A.C. Jeremás 52
4 o
2 Lamentacione Hebre
600 A.C. Jeremás 5
5 s o
2 Hebre
Ezequiel 550 A.C. Ezequiel 48
6 o
2 Hebre
Daniel 550 A.C. Daniel 12
7 o
2 Hebre
Oseas 750 A.C. Oseas 14
8 o
2 Hebre
Joel 850 A.C. Joel 3
9 o
3 Hebre
Amós 750 A.C. Amós 9
0 o
3 Abdías 600 A.C. Abdías Hebre 1
1 o
3 Hebre
Jonás 700 A.C. Jonás 4
2 o
3 Hebre
Miqueas 700 A.C. Miqueas 7
3 o
3 Hebre
Nahúm 650  A.C. Nahúm 3
4 o
3 Hebre
Habacuc 600 A.C. Habacuc 3
5 o
3 Hebre
Sofonías 650  A.C. Sofonías 3
6 o
3 Hebre
Hageo 520 A.C. Hageo 2
7 o
3 Hebre
Zacarías 500 A.C. Zacarías 14
8 o
3 Hebre
Malaquías 450 A.C. Malaquías 4
9 o
 

Nuevo Testamento
# Libro Fecha Autor Idioma Capítulos
Arame
01 Mateo  50-60 D.C. Mateo 28
o
02 Marcos  50-60 D.C. Marcos Griego 16
03 Lucas  60-61 D.C. Lucas Griego 24
04 Juan 80-90 D.C. Juan Griego 21
05 Hechos  61-62 D.C. Lucas Griego 28
06 Romanos  55-56 D.C. Pablo Griego 16
07 1 Corintios  54-55 D.C. Pablo Griego 16
08 2 Corintios  55-56 D.C. Pablo Griego 13
09 Gálatas 49-50 D.C. Pablo Griego 6
10 Efesios  60-62 D.C. Pablo Griego 6
11 Filipenses  60-62 D.C. Pablo Griego 4
12 Colosenses  60-62 D.C. Pablo Griego 4
13 1 Tesalonicenses  50-51 D.C. Pablo Griego 5
14 2 Tesalonicenses  50-51 D.C. Pablo Griego 3
15 1 Timoteo  62-64 D.C. Pablo Griego 6
16 2 Timoteo  63-67 D.C. Pablo Griego 4
17 Tito  62-64 D.C. Pablo Griego 3
18 Filemón  60-62 D.C. Pablo Griego 1
19 Hebreos  67-69 D.C. Pablo * Griego 13
20 Santiago 44-49 D.C. Santiago Griego 5
21 1 Pedro  63-65 D.C. Pedro Griego 5
22 2 Pedro  64-68 D.C. Pedro Griego 3
23 1 Juan 85-95 D.C. Juan Griego 5
24 2 Juan 85-95 D.C. Juan Griego 1
25 3 Juan 85-95 D.C. Juan Griego 1
26 Judas 68-70 D.C. Judas (hermano de Jesús) Griego 1
27 Apocalipsis 94-96 D. C. Juan Griego 22
MOISÉS
(Siglo XIII a. C.) Profeta y legislador de Israel cuyas acciones están descritas en el libro
del Éxodo. Sin embargo, dicho libro del Antiguo Testamento está escrito en un registro
literario y simbólico que deja en la penumbra la figura histórica de Moisés, rodeándola de
milagros, prodigios y leyendas; e incluso existen dudas sobre la existencia real de Moisés,
que podría ser un mito.

De haber existido, Moisés sería un personaje de origen desconocido, criado en la corte de


los faraones (su nombre es egipcio y la leyenda habla de un niño abandonado y salvado de
las aguas del Nilo). Parece ser que, hacia 1230 o 1250 a. C., Moisés se retiró a meditar al
Sinaí, donde creyó recibir un mensaje divino que le ordenaba liberar a los judíos refugiados
en Egipto y sometidos a duras condiciones de cautiverio. Consiguió unificar a varios clanes
hebreos partidarios de regresar a Palestina e iniciar con ellos un largo viaje hacia la «Tierra
Prometida», huyendo de la persecución del faraón egipcio Ramsés II.

Durante la travesía, Moisés dijo haber recibido varias revelaciones directamente de Dios,
con las que dio forma a la religión judía: una alianza entre el único Dios (Yahvé) y el
pueblo hebreo, que en adelante se mantendría fiel al monoteísmo fundado por Abraham; y
un conjunto de leyes que incluían el culto del «Arca de la Alianza», la instauración del
clero y diez mandamientos de orden moral y religioso.

El relato bíblico habla de la deslealtad del pueblo hacia su Dios, que éste castigó haciéndole
vagar por el desierto durante cuarenta años, refiriéndose probablemente al periodo de vida
nómada al que se vieron abocados los hebreos en el sur de Palestina, mientras iban
penetrando progresivamente en el territorio ocupado entonces por los cananeos y
estableciéndose en pueblos sedentarios. Moisés, ya anciano cuando salieron de Egipto,
moriría sin haber visto la Tierra Prometida, cuya conquista está representada en la Biblia
por Josué.

Moisés no fue sólo el dirigente del éxodo judío hacia Palestina, sino también el autor de los
fundamentos de la ley judaica, si bien el contenido de sus leyes no difiere mucho de las que
predominaban en el Oriente Medio por aquella época (a excepción del componente
monoteísta, que no fue creación de Moisés). La ley está contenida en los cinco libros del
Antiguo Testamento que forman el Pentateuco y que constituyen la Tora de los judíos
(Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio). La tradición religiosa supone a
Moisés autor de los cinco libros, si bien parece probado que no pudo serlo más que en muy
pequeña parte y que el grueso de su contenido fue redactado mucho después. En todo caso,
su figura es venerada tanto por la religión judía como por el cristianismo y el islam.
JOSUÉ

Es el nombre del sucesor de Moisés, cuyo significado es Yahveh salva o Yahveh de


salvación. Josué es un destacado profeta bíblico, cuya vida es narrada en el Libro de Josué.
Fue escogido por Dios para suceder a Moisés como líder de los israelitas durante la
conquista de Canaán; Josué conquistó la mayor parte del territorio de la tierra prometida y
la distribuyó entre las doce Tribus de Israel. Ello tuvo lugar posiblemente hacia 1230-1210
A.C. Es venerado por el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Según los textos bíblicos, Josué fue el sucesor de Moisés en las campañas militares llevadas
a cabo por los hebreos en la conquista de Canaán. Era hijo de Nun, de la tribu de Efraín.
Nació en Egipto y tenía probablemente la misma edad que Caleb, con quien suele
relacionársele. Participó en los acontecimientos narrados en el Éxodo como ayudante de
Moisés. Fue el comandante de los israelitas en la batalla contra los amalecitas en Refidín.
Se convirtió en el lugarteniente de Moisés, y lo esperó a mitad de camino cuando éste subió
al Monte Sinaí a recibir los Diez Mandamientos. Fue también uno de los doce exploradores
enviados por Moisés a la tierra de Canaán, y el único, junto con Caleb, en traer un informe
alentador. Su nombre original era Osea u Oseas y Moisés le puso el nombre de Josué, cuyo
significado en hebreo es Yahveh salva o Yahveh de salvación, y de hecho Yahveh lo elige
como instrumento para realizar su plan de conquista de la tierra prometida.

Conquistó Jericó, cuyas murallas se derrumbaron cuando los sacerdotes que custodiaban el
Arca de la Alianza tocaron los shofarim (trompetas de cuerno de cordero), siguiendo las
órdenes de Yahvé. Todos los habitantes de la ciudad, incluyendo mujeres y niños, fueron
muertos, a excepción de la ramera Rahab, que había colaborado con los espías enviados por
Josué, y su familia. La ciudad fue destruida por completo, y Josué maldijo a quien intentara
reconstruirla. A causa de los éxitos de Josué, los hititas, amorreos, cananeos, pereceos,
jebeos y jebuseos establecieron una alianza contra los israelitas. Los gabaonitas
consiguieron evitar ser exterminados por los israelitas gracias a una estratagema Josué
venció a continuación a una alianza de cinco reyes amorreos que pretendían atacar a los
gabaonitas; durante la batalla, para ayudar a los israelitas, Yahvé hizo que el sol se
"detuviera" en el cielo. Tras la victoria, Josué ejecutó personalmente a los cinco reyes.
Josué conquistó las ciudades de Maquedá, Libná, Laquis, Eglón, Hebrón y Debir. En todas
ellas fueron exterminados todos sus habitantes: "todo lo que tenía vida lo exterminó, como
Yahveh, Dios de Israel, se lo había mandado". Después venció a Yabín, rey de Jasor, y
consumó la conquista de la tierra prometida.

SAMUEL

Samuel ("Aquel que escucha a Dios", "el nombre de Dios") fue, según el texto bíblico, un
profeta hebreo, líder militar y último juez de Israel

Samuel, profeta. (año 1100 a.C.). Samuel significa "Dios me ha escuchado" (Samu: me ha
escuchado El: Dios). En la Santa Biblia la historia de Samuel es una de las más interesantes
y hermosas.Está narrada en los libros que se titulan 1º y 2º de Samuel, en el Antiguo
Testamento.

Era hijo de Elcana y Ana, dos israelitas muy creyentes. Ana tenía la enfermedad de la
esterilidad que le impedía tener hijos y por eso la otra esposa de su marido la humillaba
continuamente. Ana lloraba de continuo y ya no quería ni comer. Y sucedió que un año
cuando subieron a orar en la Casa de oración de Israel en Silo, Ana se quedó mucho tiempo
junto al altar orando con mucha fe y gran fervor. Y el sacerdote Helí al verla mover tanto
los labios le dijo: "Ud. debe estar borracha y así no debería venir acá". Ella le respondió:
"No estoy borracha, lo que estoy es muy angustiada y he venido a implorar el favor de mi
Dios". El sacerdote le dijo: "Vete en paz, que el Señor ha escuchado tu oración". Entonces
Ana le hizo a Dios este voto o promesa: "Si me concedes un hijo varón, te lo ofreceré para
que se dedique a servirte a Ti en la Casa de oración".

El niño Samuel se quedaba cada noche a dormir en la Casa de oración para cuidarla. Y una
noche oyó que lo llamaban diciendo: "¡Samuel! ¡Samuel!". El jovencito creyó que era Elí el
que lo llamaba y corrió a donde el sacerdote y le dijo: "Aquí estoy señor. ¿Me ha
llamado?". Elí le dijo: "No te he llamado. Vete a dormir en paz". Pero la voz de Dios volvió
a llamar: - "¡Samuel!, ¡Samuel!". El jovencito corrió otra vez donde Elí para ver para qué lo
necesitaba. Y así sucedió por tres veces. Entonces Elí comprendio de que era Dios el que lo
llamaba y le dijo: "Si te vuelve a llamar le dirás: Habla Señor que tu siervo escucha". Y así
lo hizo Samuel cuando Dios lo volvió a llamar y respondió Samuel; Habla Señor que tu
siervo escucha. Entonces oyó Samuel que Dios decía: "Voy a castigar a Elí y a sus hijos
con terrible mal, porque los hijos hicieron grandes males y el padre no los ha corregido". Y
sucedió entonces que los filisteos atacaron al pueblo de Israel.

El pueblo eligió entonces como sacerdote al joven Samuel y Dios empezó a traerle sus
mensajes y a guiarlo en todo, porque Samuel era un santo. Los filisteos devolvieron el Arca
y hubo paz. El Pueblo pidió que se le diera un rey. Samuel consultó a Dios, y el Señor le
dijo que el rey sería Saúl, el cual era de la última familia, de la más pequeña tribu de Israel.
Samuel juzgaba a Israel todos los días de su vida. Cuando murió todo Israel lamentaba por
él. Fue enterrado en Ramá.
NATÁN

(1000 a.C.) fue un profeta hebreo que, según el texto bíblico, vivió durante el reinado
de David. Posiblemente perteneció a la tribu de Leví.

Antes del adulterio de David, había aprobado los planes de David de construir el Templo
para reemplazar el Tabernáculo, solo para ser corregido por Yavé. Luego le dijo a David
que no construiría el templo, pero que su sucesor lo haría .

Cuando Salomón nació, David se lo confió a Natán para que fuera su mentor. El
sobrenombre de Natán para el joven príncipe fue "Jedidías", que significa "amado por el
Señor ".

Junto con el profeta Gad ayudó a David en la organización de los coros y los músicos para
el templo de Salomón.

Años más tarde, cerca del final de la vida de David, Natán consultó con Betsabé para que
instalara a Salomón como el próximo rey. Esto fue una respuesta a los planes de Adonías,
el mayor de sus hijos sobrevivientes, que quería ser el próximo rey.

El profeta también es conocido como biógrafo de David y de Salomón, y porciones de sus


obras de historia posiblemente estén incluidas en aquellas partes de los libros de Reyes y de
Crónicas que tratan de ambos reyes.

Bat-seba le dio a David un segundo hijo, llamado Salomón. Dios amó a ese hijo, por lo que
envió a su profeta Natán, quien “por causa de Dios” llamó al niño Jedidías, que significa
“Amado de Jah”. Cuando Adonías intentó apoderarse del trono, al final de la vida de David,
Natán tomó las medidas necesarias para que este lo supiera; luego tomó parte en ungir y
entronizar a Salomón. Al parecer Natán y Gad aconsejaron a David sobre el uso de los
instrumentos musicales que se empleaban en el santuario, y debieron ser quienes
registraron la información de los capítulos de conclusión del Primer Libro de Samuel y todo
el Segundo Libro de Samuel. “Entre las palabras de Natán el profeta también se incluyeron
“los asuntos de Salomón”.

Natán era hijo de Attai de Judá y nieto de Jarha el egipcio. Jarha había sido esclavo de
Sheshan, un hombre que no había tenía ningún hijo como heredero. Sin embargo, como era
costumbre, los esclavos debían ser circuncidados como lo eran todos los miembros de la
casa. Como tal, Jarha era un miembro apropiado de la tribu. Sheshan le había dado su
libertad y su hija Ahlai. De esta pareja había nacido Attai.

GAD

Gad (del hebreo: ‫" ; גד‬suerte") fue el séptimo hijo de Jacob y el primer hijo de Zilpa, criada
de Lea, primera esposa de Jacob. Fue líder de una de las doce Tribus de Israel.
Gad aparece por primera vez para persuadir a David de que abandone Moab y regrese a
Judá, donde lo esperaba el rey Saúl.

Más tarde, después de que David hizo un censo de Israel, Gad le dio a David una opción de
castigos de Dios por llevar a cabo ese acto temerario. David eligió la plaga de los tres días.
En la plaga, que costó 70,000 vidas, le dijo a David que construyera un altar a Dios en la
era de Arauna el Jebuseo. Los holocaustos de este altar hicieron que Yavé pusiera fin a la
plaga, ese lugar se convirtió en el sitio del Templo de Salomón.

Gad es también uno de los profetas de la corte del Rey David (1010-970) durante el reino
unificado de Israel.

Se conoce muy poco de la biografía de este profeta sin libro propio. Parece cercano al
entorno de la corte de Jerusalén y su acción discurre entre Moab, el Reino de Israel y el
Reino de Judá. Sus consejos se narran en el Primer libro de Samuel: 1 Sam 22, 1-6 y 2 Sam
24 1-25.

Aconseja a David que vuelva a Judá tras huir de Saúl (1 Sam 22, 5). Posteriormente,
anuncia un castigo de Yavé al rey por haber mandado el censo del pueblo. David confiesa
su pecado y Gad le ofrece elegir entre tres formas de castigo: siete años de hambre, tres
meses de derrotas o tres días de peste. Finalmente, David se sacrifica por su pueblo y elige
la peste para sí y su casa. Tras el castigo, el profeta permite al rey construir un altar a Yavé,
símbolo de su reconciliación y se apartó la peste de Israel (2 Sam 24, 11-25).

El libro perdido del profeta Gad

El Libro del profeta Gad es un texto perdido atribuido al profeta Gad. Es descrito, junto al
también perdido Libro de Natán el profeta, en 1 Crónicas 29,29.

Es posible que estos tres textos se unieran para formar los dos libros de Samuel que se
conservan.

El libro perdido de Gad es también llamado Hechos de Gad el profeta.


JEREMÍAS

fue un profeta hebreo, hijo del sacerdote Hilcías, Jeremías vivió entre el 650-586 a.C.
en Judá, Babilonia y Egipto. Fue coetáneo de Ezequiel y anterior a Daniel. Es autor del
libro de la Biblia conocido como el Libro de Jeremías. Se le atribuye a él la autoría de los
libros de los Reyes y del Libro de las Lamentaciones. La labor de Jeremías fue llamar al
arrepentimiento al reino de Judá y principalmente a los reyes Josías, Joaquim y Sedequías,
debido al castigo impuesto por Yavé de que serían conquistados por los caldeos si no
volvían su corazón hacia Dios. Su vida como profeta se caracterizó por soportar con una
férrea entereza los múltiples apremios y acusaciones que sufrió a manos de estos reyes y de
los principales de Israel, desde azotes hasta ser abandonado en estanques o encerrado entre
rejas.
La mayoría de sus profecías fueron escritas en rollos por el escriba Baruc, hijo de Nerías
quien le acompañó en una buena parte de su misión. Con sus profecías sobre la invasión de
los "pueblos del norte" (Babilonia) desafió la política y el paganismo de los reyes de Judea,
Joaquim y Sedecías y anunció el castigo de Yavé por la violencia y corrupción social, que
rompían la alianza con Dios. La primera versión de su libro profético fue destruida a fuego
por el rey Joaquim, bajo cuyo gobierno el profeta vivió en continuo peligro de muerte. La
persecución contra Jeremías se acrecentó bajo el mandato de Sedequías. Este, a pesar de
reconocerlo como portador de la palabra de Dios, lo trató con crueldad y lo acusó de espía
de los babilonios, consecuencia de proclamar que Juda sería destruida si no se arrepentía de
sus pecados y de no retomar la alianza con Yavé. Jeremías llegó a lamentarse por su
destino, pero finalmente decidió continuar su misión profética.

Jeremías llamó a liberar a los esclavos como muestra de conversión. En principio, su


llamamiento fue acatado; pero, prontamente, los amos volvieron a esclavizar a los ya
liberados. Esta actitud el profeta consideró que sellaba la suerte de reino de Judá, de
Sedequías y de Jerusalén. El anuncio de la derrota de Judea fue acompañado, además, por
la profecía sobre la futura destrucción de Babilonia y la instauración de la Nueva Alianza.
En el año 587 a.C. Nabucodonosor derrotó a los judíos, llevó cautivos a los notables,
esclavizó a miles de personas, ejecutó al rey y destruyó el Templo de Jerusalén.
Únicamente los pobres fueron respetados y Jeremías se retiró a Mizpa y luego a Egipto.
Nabucodonosor además protegió a Jeremías sacándolo de la prisión de Ramá (Belén) donde
estaba encadenado junto a los principales cautivos de Jerusalén y Judá para que viviera
entre los caldeos, este hecho lo llevó a ser tratado como un traidor y espía de los babilonios.
Muchos judíos huyeron a Egipto y fueron también parte de las profecías de Jeremías

Esdras
Esdras (480–440 BC), también llamado Esdras el escriba y Esdras el sacerdote en
el Libro de Esdras. Según la Biblia hebrea, volvió del cautiverio de Babilonia y reintrodujo
la Torá en Jerusalén (Esdras 7–10 y Neh 8). Según I Esdras, una traducción griega del
Libro de Esdras, todavía en uso en la Iglesia ortodoxa, era también sumo sacerdote.

Su nombre puede ser una abreviación de Azaryahu, "Dios ayuda". En


la Septuaginta Ezra se convierte en Esdras (Ἔσδρας), lo mismo que en latín.
El Libro de Esdras describe cómo condujo a un grupo judíos exiliados
desde Babilonia hasta su hogar en Jerusalén (Esdras 8.2-14), donde se dice que les obligó a
la observancia de la Torá, y a limpiar la comunidad de matrimonios mixtos.

Esdras es una figura altamente respetada en el judaísmo.

Los libros de Esdras y Nehemías formaban originariamente un solo rollo 6 Más tarde, los
judíos dividieron este rollo y lo llamaron Esdras I y II. Las Biblias hebreas modernas
llaman a los dos libros, «Esdras y Nehemías», como también lo hacen otras traducciones
modernas de la Biblia. Algunas partes del Libro de Esdras (4:8 a 6:18 y 7:12-26) fueron
escritas en arameo, pero la mayoría está en idioma hebreo. Esdras era experto en ambas
lenguas. Esdras, un descendiente de Seraiah, el sumo sacerdote, estaba viviendo en
Babilonia, cuando en el séptimo año de Artajerjes I (~ 457 a. C.), rey de Persia, el rey le
envió a Jerusalén a enseñar las leyes de Dios a cualquiera que no las conociese. Esdras
condujo a un gran número de exiliados, de vuelta a Jerusalén, donde descubrió que los
judíos se habían casado con mujeres no-judías. Al ver esto, rompió sus vestiduras y confesó
los pecados de Israel ante Dios, y luego se enfrentó a la oposición de algunos de sus
compatriotas para purificar a la comunidad y disolver los matrimonios pecaminosos.
Algunos años después, Artajerjes envió a Nehemías (un noble judío de su servicio personal)
a Jerusalén, como gobernador, con la tarea de reedificar las murallas de la ciudad. Una vez
que fue completada esta tarea, Esdras leyó la Ley de Moisés a la asamblea de los israelitas,
y el pueblo y los sacerdotes entraron en un pacto para mantener la ley y separarse de los
restantes pueblos.

NEHEMÍAS

(s. V a.J.C.) Personaje judío del Antiguo Testamento. Fue el restaurador, junto con el
sacerdote Esdrás, de Jerusalén y de la comunidad judía después del exilio (445 a.J.C.).
Reconstruyó las murallas de Jerusalén y llevó a cabo importantes reformas religiosas. Su
obra de restauración aparece narrada en el Libro de Nehemías así como en las Crónicas y
en el Libro de Esdras.

En su origen, los libros de Esdras y Nehemías eran una sola obra que fue dividida
artificialmente en tiempos posteriores. Ambos libros forman una unidad temática y
estilística con I y II Crónicas.

La tradición atribuye la autoría del libro al propio Nehemías, gobernador de Judea, aunque
esta teoría no puede comprobarse por medios técnicos. Es casi seguro que en su origen haya
sido escrito por la misma mano que Esdras, aunque cambios de orden, adiciones y
sustracciones han desordenado a ambos libros de tal modo que este aserto es también muy
difícil de demostrar. Hay partes del libro escritas en primera persona como si las hubiese
redactado el propio Nehemías (Neh. 1-7, 12:27-47 y 13), pero también hay capítulos
enteros en que se lo menciona en tercera persona (Neh. 8, 9 y 10), Se dice tradicionalmente
(lo que significa sin evidencia alguna) que Nehemías escribió en primera persona, y que
Esdras completó algunos fragmentos (los que hablan de aquel en tercera persona).
Admitiendo esto, se sigue especulando que si los redactores fueron ambos, el "coordinador
de redacción" fue el mismo Nehemías y se lo reputa responsable del libro completo, salvo
Neh. 12:11 y Neh. 12:22-23, de autor y origen desconocido (posiblemente adiciones
posteriores). Sí se sabe que el ordenamiento, revisión y corrección del texto ocurrieron en
tiempos posteriores a la redacción del libro. Si en verdad el autor fue Nehemías, entonces el
libro fue redactado entre 431 y 430 a. C., cuando el hombre real había regresado por
segunda vez a Jerusalén después de su visita a Persia. Como queda dicho, I Crónicas, II
Crónicas, Esdras y Nehemías constituyen una unidad temática. El autor de los dos primeros
no corresponde con el o los de los dos últimos, aunque sí pertenecían a la misma escuela
literaria y casi con seguridad formaban parte del personal de servicio del Templo.
Concretamente, Esdras y Nehemías relatan los hechos acaecidos en un siglo entero, desde
538 a. C. (decreto de Ciro el Grande) hasta el fin de la actividad de Nehemías (432). La
parte que corresponde a Nehemías trata especialmente de la reconstrucción de Jerusalén
(Neh. 1-13). En 445 Nehemías llega a la ciudad y se ocupa de reconstruir las murallas. Su
mandato como gobernador dura hasta el año 433. Más o menos alrededor de 424 se
desarrolla la segunda misión de Nehemías. A pesar de la prolijidad de ambos libros y el
largo período que ocupan, no contienen ni la más mínima mención al lapso comprendido
entre 516 y 448 a.C.

MARDOQUEO

es un personaje bíblico y uno de los principales protagonistas del Libro de Ester, ligado a la


heroína judía que da nombre al libro en cuestión.

Mardoqueo fue un varón judío entroncado en la genealogía de Benjamín y de Saúl (hijo de


Jair, hijo de Simí, hijo de Quis) que residía en Susa, la metrópolis de Persia. Mardoqueo es
primo de Ester y además es su padre adoptivo, al acogerla y criarla cuando sus padres
murieron.

Mardoqueo evitó el asesinato del rey Asuero, al anunciarle a la reina Ester que unos de sus
hombres procuraban algo contra el rey. Su figura renueva la victoria de Saúl sobre Agag,
venciendo a los agagitas de Hamán. Fue el tío de Ester quien la adoptó después que su
padre hubo muerto. Se hizo cargo de ella como si fuese su padre y hasta que los encargados
del rey llegaron para buscar a una nueva reina. Entre las muchachas más hermosas de
Persia estaba Ester. Desde que llegó al palacio, las doncellas la trataron con cuidados
especiales y luego de doce meses, Ester fue presentada ante el rey Asuero.

El nombre Mardoqueo es de origen incierto pero se considera idéntico al nombre Marduka


o Mardukù atestiguados como el nombre de los funcionarios de la corte persa en treinta
textos de la época de Jerjes I y su padre Darío, y eran almenos cuatro personas, una de ellas
podría haber sido el Mardoqueo bíblica. El nombre se interpreta comúnmente como un
nombre teofórico refiriéndose al dios Marduk, significando siervo de Marduk en arameo.
El Libro de Daniel contiene relatos similares de judíos que viven en el exilio
en Babilonia con nombres relacionados a los dioses babilónicos. Algunos sugieren que
siendo Marduk un dios de la guerra, la expresión "criado de Marduk" puede simplemente
denotar a un guerrero. Otros señalan que Marduk fue el creador en la mitología babilónica
de donde el término podría haber sido entendido por los judíos para significar simplemente
"criado de Dios". El Talmud relata que su nombre completo era "Mordejai Bilshan".
Hoschander ha interpretado esto como el nombre babilónico Marduk-bel-shunu significa
"Marduk es su señor". Otra interpretación del nombre es que es de origen persa
significando "niño pequeño". Otros significados sugeridos son "contrición", "amargo" o
"moretones". El Talmud enumera Mardoqueo y Ester como profetas. El Talmud dice
Mardoqueo habría profetizado en el segundo año de Darío. La genealogía de Mardoqueo en
el segundo capítulo del Libro de Ester es descendiente de Cis de la tribu de Benjamín. Cis
era también el nombre del padre del rey Saúl y el Talmud concuerda que Mardoqueo era
descendiente del primer rey de Israel.
Job
fue un hombre de la Tierra de Us que perdió toda su riqueza, hijos y salud en manos
de Satanás con el permiso de Dios. Es el protagonista del Libro de Job. Job era un habitante
de la Tierra de Us, viviendo en un asentamiento. Su madre es menciona cuando se refiere a
su nacimiento y su infancia sin mencionar su nombre (3:10), pero no se menciona a su
padre. Job era muy rico, tenía muchos sirvientes, siete mil ovejas, tres mil camellos,
quinientas yuntas de bueyes y quinientas burras; la riqueza de Job era tan inmensa que fue
considerado el hombre más famoso de entre los hijos de Oriente (1:1-3). A cierta edad, Job
se casó y comenzó su propia familia, teniendo siete hijos y tres hijas. Los hijos de Job
tenían sus propios hogares y acostumbraban a celebrar banquetes por turno, invitando a sus
hermanas. Debido a su riqueza, Job tenía muchos amigos, entre ellos Elifaz, Bildad, Sofar y
[[Elihú de Ram|Elihú], y algunos de sus parientes vivían cerca (19: 13-14).

Job fue considerado justo por Dios e incluso por Satanás mismo. Job siguió de cerca a Dios
y usó su gran riqueza para bendecir a otros. Job fue generoso con los pobres, huérfanos y
viudas, dio a todos los necesitados y se aseguró de que todos tuvieran con justicia. Se
abstuvo del pecado sexual e hizo un "pacto con sus ojos" para no tener lujuria. Incluso hizo
sacrificios en nombre de sus hijos, para cubrir cualquier pecado que pudieran haber
cometido contra Dios. La justicia de Job, en particular su generosidad con los pobres, lo
hizo muy apreciado en su pueblo. La reverencia hacia Job por parte de la gente del pueblo
era tan grande que permanecían completamente en silencio antes y después de que hablara
en público. Job era como un líder entre la gente y se le comparó con un rey entre sus
soldados. En Us, tuvo tanta influencia que tuvo un asiento en la plaza pública.

Job vivió ciento ciento cuarenta años después de sus pruebas y vió a sus descendientes
hasta la cuarta generación. Job murió como un anciano lleno de años. No se sabe qué edad
tenía Job cuando murió. Job se menciona directamente dos veces fuera del libro que lleva
su nombre. En el Antiguo Testamento, el Libro de Ezequiel registró una profecía
concerniente al juicio contra Jerusalén; Dios consideró la ciudad tan perversa que que si
Job, Noé y Daniel estuvieran en ella, solo ellos serían salvos por su justicia. Job también se
menciona una vez en el Nuevo Testamento, en la Epístola de Santiago. Aquí Santiago se
refiere a la perseverancia de Job como un ejemplo de paciencia al ver la misericordia de
Dios. Al lector se le recuerda las bendiciones que reciben quienes esperan el momento de
Dios. Incidentalmente, Santiago le recuerda a la iglesia primitiva que el Libro de Job es
parte de la Biblia.

DAVID

(Belén, actual Israel, h. 1040 a.C. - Jerusalén, id., h. 970 a.C.) Segundo rey de Israel (h. 1002 a.C. -
h. 970 a.C.) y figura central del Antiguo Testamento. Octavo y último hijo de Jesé o Isaí, miembro
de una de las principales familias de la tribu de Judá, el profeta Samuel lo ungió en secreto soberano
de los hebreos cuando no era más que un muchacho que cuidaba los rebaños paternos en Belén.
Siendo aún adolescente, su habilidad musical y la célebre victoria que obtuvo, según la tradición,
sobre el gigante filisteo Goliat le ganaron el favor del rey Saúl, monarca que había conseguido
unificar en un solo Estado los antiguos reinos de Judá e Israel, y con cuya hija Micol contrajo
matrimonio. Pese a su aprecio inicial, Saúl acabó recelando de la popularidad de David, quien se
vio obligado a huir de la corte y vagar durante años por las montañas de Judá, período en que llegó
a ponerse temporalmente al servicio de los filisteos. A la muerte de Saúl, las tribus del sur
proclamaron a David rey de Judá en Hebrón (h. 1010 a.C.), aunque David hubo de derrotar a
Isbóset (hijo y sucesor del anterior monarca) en una larga guerra civil para ser reconocido también
como soberano de Israel por las tribus septentrionales (h. 1002 a.C.). Gracias a una decidida política
exterior expansionista, David logró extender los límites de su reino desde el mar Mediterráneo hasta
el río Éufrates, y desde el Líbano hasta el Mar Rojo, tras someter a los pueblos vecinos (amonitas,
arameos, edomitas, filisteos y moabitas) y arrebatar la ciudad de Jerusalén a los jebuseos. En
política interior, desarrolló una intensa labor unificadora y centralizadora, plasmada en la
constitución de una clase de funcionarios, la creación de un ejército profesional y, sobre todo, la
elección de Jerusalén como capital política y centro religioso de Israel. Su reinado, sin embargo, se
vio empañado por las tensiones entre las diferentes tribus hebreas y por las intrigas palaciegas
urdidas por sus numerosas esposas e hijos, como fueron la sublevación de Absalón, muerto por el
general Joab después de haberse proclamado rey en Jerusalén, o la rebelión de Adonías,
primogénito del soberano, agraviado por la decisión paterna de designar como sucesor al trono a su
hermanastro Salomón. El mayor logro político de David fue, sin duda, la creación de una nación
unida y poderosa, de carácter marcadamente teocrático, aunque de corta vida, ya que desapareció
poco después de la muerte de su hijo Salomón (929 a.C.), mientras que en la esfera religiosa
destacan sus composiciones poéticas -se le reconoce la autoría de un total de 73 salmos- y el
proyecto de construir un gran templo en Jerusalén para albergar el Arca de la Alianza, edificio que
habría de erigir su sucesor en el trono. La trascendencia de la obra davídica propició que la figura
del monarca fuese muy pronto idealizada por el pueblo hebreo como modelo mesiánico, arquetipo
que fue posteriormente adoptado por el cristianismo al presentar a Jesucristo como descendiente de
David -«el árbol de Jesé»- e identificar a la Iglesia con «el nuevo Israel». Por este motivo, ha sido
representado con frecuencia en el arte cristiano, unas veces como rey y otras como músico, en este
último caso retomando la temática iconográfica pagana de Orfeo. Cabe destacar, no obstante, las
representaciones escultóricas que nos han legado algunos de los más importantes artistas del
Renacimiento italiano, entre las que sobresale la de Miguel Ángel, en la que David aparece con la
apariencia apolínea del pastor adolescente vencedor de Goliat.
ASAF

(hebreo) significa el que se junta. Célebre músico del tiempo de David, levita y uno de los


directores de la música del templo, (I Crónicas 6:39; 15:17;16:5;25:1,2). Este cargo parece
que era hereditario en su familia, (Neh 7:44;11:22.) Se le llama también profeta en
2 Crónicas 29:30 y su nombre se halla prefijo en 12 Salmos(50,73-83), escritos tal vez para
que él ó su familia los cantara.
Descendiente de Leví por medio de Gérson. (1 Cr 6:39, 43.) Durante el reinado de David
(1077-1038 a. E.C.), los levitas nombraron a Asaf cantante principal y cimbalista; Asaf
acompañó el Arca cuando esta se trasladó desde la casa de Obed-edom a la “Ciudad de
David”. (1 Cr 15:17, 19, 25-29.) Desde entonces, Asaf sirvió junto con Hemán y Etán
delante del tabernáculo dirigiendo la música y el canto. (1 Cr 6:31-44.) Se dice de Asaf que
era un “vidente” que “profetizaba con el arpa”, al igual que de Hemán y Jedutún (quizás el
mismo que Etán). (1 Cr 25:1-6; 2 Cr 29:30; 35:15.)

Los hijos de Asaf continuaron formando un grupo especial en el marco orquestal y coral, y
tuvieron un papel destacado en la inauguración del templo y al llevar allí el Arca desde
Sión. (2 Cr 5:12.) De igual manera, su presencia fue notoria al tiempo de las reformas del
rey Ezequías (2 Cr 29:13-15), así como cuando se celebró la gran Pascua durante el reinado
de Josías. (2 Cr 35:15, 16.) Algunos de sus descendientes estuvieron en el primer grupo que
regresó a Jerusalén del exilio babilonio. (Esd 2:1, 41; Ne 7:44.)
Los encabezamientos de los Salmos 50 y 73 a 83 atribuyen esas canciones a Asaf. No
obstante, parece probable que el nombre se use allí con referencia a la casa de la que era
cabeza paterna, puesto que no hay duda de que algunos de los salmos (Salmos 79, 80)
narran sucesos posteriores al día de Asaf.

De igual manera, su presencia fue notoria al tiempo de las reformas del rey Ezequías (2Cr
29:13-15), así como cuando se celebró la gran Pascua durante el reinado de Josías. (2Cr
35:15, 16.) Algunos de sus descendientes estuvieron en el primer grupo que regresó a
Jerusalén del exilio babilonio. (Esd 2:1, 41; Neh 7:44.)Los encabezamientos de los Salmos
50 y 73 a 83 atribuyen esas canciones a Asaf. No obstante, parece probable que el nombre
se use allí con referencia a la casa de la que era cabeza paterna, puesto que no hay duda de
que algunos de los salmos narran sucesos posteriores al día de Asaf.

YEDUTÚN

aparece como coautor de varios salmos. Su nombre lo encontramos en los títulos de los
salmos 39 y 62 en compañía de David: “Del maestro de coro. De Yedutún. Salmo. De
David” (Sal 39,1); “Del maestro de coro… Yedutún. Salmo. De David” (Sal 62,1). Su
nombre también aparece en uno de los salmos atribuidos a Asaf: “Del maestro de coro…
Yedutún. De Asaf. Salmo” (Sal 77,1). De su personalidad sabemos que, como Asaf, fue
maestro de música durante el reinado de David tal y como lo atestiguan algunos textos de
los libros de las Crónicas: “David y los jefes del ejército separaron para el servicio a los
hijos de Asaf, Hemán y Yedutún, profetas, que cantaban con cítaras, salterios y címbalos.
Este es el número de personas que se encargaban de este servicio” (1Crón 25,1). “Todos
ellos se hallaban bajo la dirección de su padre para el canto de la Casa de Yahveh, con
címbalos, salterios y cítaras al servicio de la Casa de Dios, siguiendo las indicaciones del
rey, de Asaf, Yedutún y Hemán” (1Crón 25,6). “Todos los levitas cantores, Asaf, Hemán y
Yedutún, con sus hijos y hermanos, vestidos de lino fino, estaban de pie al oriente del altar,
tocando címbalos, salterios y cítaras, y con ellos 120 sacerdotes que tocaban las
trompetas” (2Crón 5,12).

MOISÉS

aparece como autor del salmo 90. “Oración. De Moisés, hombre de Dios” (90,1). Su
presencia al comienzo del salmo es, como en los casos anteriores, únicamente figurativa
con vistas a otorgar autoridad al salmo. Con la presencia de Moisés en el salterio queda
fijada la equiparación de la colección poética con la Torah, igualmente atribuida a Moisés.

HEMÁN EL INDÍGENA
Su nombre aparece en el título del salmo 88. Por los libros de las Crónicas sabemos que
ambos eran maestros de canto y que su nombre aparece vinculado al canto y a
instrumentos musicales como cítaras y címbalos (1Crón 25,1): “Estos son los que ejercían
ese ministerio con sus hijos: De los hijos de Quehat: Hemán el cantor, hijo de Joel, hijo de
Samuel” (1Crón 6,18). “Los cantores Hemán, Asaf y Etán hacían resonar címbalos de
bronce” (1Crón 15,19). “Con ellos estaban Hemán y Yedutún y los restantes escogidos y
nominalmente designados para alabar a Yahveh” (1Crón 16,41). Hemán fue uno de los
cinco hijos de Zéraj como consta en 1Crón 16,42. Posteriormente sus hijos Yejiel y Simí,
también formaron parte de la comisión encargada de dirigir los santos salmódicos (2Crón
29,14).
ETÁN EL INDÍGENA

Según parece Etán es el hermano de Hemán, hijo de Zéraj según se afirma en el primer
libro de las Crónicas: “Hijos de Zéraj: Zimrí, Etán, Hemán, Kalkol y Dardá, en total
cinco” (1Crón 2,6). Mientras que en el mismo libro histórico aparece relacionado con
Quisí: “Los hijos de Merarí, hermanos de ellos, asistían a la izquierda: Etán, hijo de
Quisí, hijo de Abdí, hijo de Malluk” (1Crón 6,29). Su nombre aparece en el salmo
89: “Poema. De Etán el indígena” (Sal 89,1). Su atribución del salmo 89 tenemos que
acompañarla de elementos tan significativos como que se trataba de uno de los directores
de la liturgia y de la música. Aparece relacionado con instrumentos como los címbalos de
bronce: “Los cantores Hemán, Asaf y Etán hacían resonar címbalos de bronce” (1Crón
15,19). En el primer libro de las Crónicas se habla de su familia: “Hijos de Etán:
Azarías” (1Crón 2,8), “hijo de Etán, hijo de Zimmá, hijo de Simí” (1Crón 6,27).

SALOMÓN

(Jerusalén, actual Israel, h. 1000 a.C. - id., 931 a.C.) Rey de Israel (hacia 970-931 a.C.).
Hijo del rey David y de Betsabé, Salomón fue ungido como soberano de los hebreos e
instruido acerca de sus obligaciones por su padre, en detrimento de Adonías, su
hermanastro mayor, quien aspiraba a la sucesión al trono de Israel.

A la muerte del rey David, y contando con el apoyo de su madre, del profeta Natán, del
general Banaías y del sumo sacerdote Sadoc, Salomón eliminó a sus adversarios políticos
(su hermanastro Adonías y el general Joab) e inició un reinado caracterizado por un largo
período de paz y unas buenas relaciones con los pueblos vecinos (Egipto, Arabia, Fenicia,
Edom y Damasco), durante el cual el país experimentó un gran desarrollo económico y
cultural.

La seguridad interna y el control de las vías de comunicación facilitaron una amplia


expansión del comercio hebreo, especialmente el de los caballos, que desde Cilicia eran
transportados a Egipto. Además, a fin de fomentar la actividad comercial, Salomón ordenó
construir una flota que tenía su base en el puerto de Esionguéber, junto a Elat, a orillas del
mar Rojo, y consolidó el poder político de Israel en la región desposándose con una de las
hijas del faraón de Egipto y estrechando los lazos de amistad con Hiram I, rey de la ciudad
de Tiro.
La prosperidad económica, por otra parte, permitió al monarca levantar en Jerusalén el gran
templo que David había proyectado para cobijar el Arca de la Alianza y un suntuoso
palacio real, construcciones en las cuales participó un gran número de técnicos extranjeros,
como albañiles y broncistas de Tiro o carpinteros de Gebal, y para las que se importaron
lujosos materiales procedentes de Fenicia.

Éstas y otras muchas obras públicas, así como los gastos de la corte, fueron sufragados
mediante un pesado régimen tributario, sustentado en una reforma administrativa que
dividía el país en doce distritos, cuya extensión variaba en función de la mayor o menor
fertilidad del suelo y de la facilidad de comunicaciones.

Hacia el final de la vida de Salomón, no obstante, la elevada presión fiscal y la


proliferación de cultos a divinidades foráneas (Astarté, Camos, Milcom o Moloc),
introducidos por las numerosas mujeres extranjeras del monarca, crearon un creciente
malestar popular que estallaría durante el reinado de Roboam, su hijo y sucesor, quien no
pudo evitar la rebelión de diez de las doce tribus hebreas (todas excepto las de Judá y
Benjamín) y la posterior escisión del país en dos reinos: el de Israel, al norte, con capital en
Siquem, y el de Judá, al sur, con capital en Jerusalén (929 a.C.), que siguieron luego una
evolución independiente, cuando no hostil.

A pesar de reprobar con dureza la permisividad del rey Salomón para con las prácticas
paganas de buena parte de sus mujeres y de considerar la división de Israel como un castigo
divino por su idolatría, la tradición bíblica ha idealizado la figura del soberano, presentado
como un hombre de gran sabiduría, paradigma de ponderación y justicia, en diversos
pasajes de las Sagradas Escrituras, entre ellos el famoso Juicio de Salomón o la visita de la
reina de Saba.

También se ha atribuido a Salomón la autoría de diferentes libros sapienciales del Antiguo


Testamento, como el Cantar de los Cantares, el Eclesiastés, el Libro de la Sabiduría, los
Proverbios y los Salmos de Salomón, algunos de los cuales, sin embargo, parece que fueron
compuestos con bastante posterioridad a la época salomónica.

AGUR

Persona que compiló las máximas de Proverbios 30. No se sabe quién era, pero algunos
creen que era natural del norte de Arabia, porque massa, traducida «profecía» en Pr 30.1 y
31.1, podría referirse al sitio denominado Massa (Gn 25.14; 1 Cr 1.30)
LEMUEL

es el nombre de un rey bíblico que aparece exclusivamente en Proverbios 31:1 y 31:4.

La identidad de este rey bíblico es objeto de discusión por parte de numerosos biblistas.
Aunque las hipótesis más defendidas son dos:
Lemuel sería otro nombre del rey Salomón de Israel.
Esta hipótesis tendría tres puntos como base:

En primer lugar, el hecho de que Salomón, según la Biblia, efectivamente fue un adorador
fiel de Dios (al menos en la etapa inicial y más larga de su reinado), tendría con lo cual el
nombre-título de Lemuel (Consagrado o Dedicado al servicio de Dios), y se correspondería
con esos antecedentes. En segundo lugar, el propio Salomón es el autor reconocido de la
gran mayoría de los capítulos del libro de los Proverbios, donde se emmarca la única
mención de Lemuel.

Y en tercer lugar, el hecho de que la madre del rey Salomón, Betsabé, fuese también una
adoradora fiel de Dios durante toda su vida; salvo por el incidente de adulterio con el rey
David, quién después llegó a ser su esposo, y del cual la Biblia deja claro que fue
perdonada por Dios, pues se le concedió el mayor honor que se podía dar a una israelita en
aquella época: que el linaje del Mesías viniese a través de ella.

La otra hipótesis con respecto a la identidad de Lemuel:

Lemuel sería el rey Ezequías de Judá.


Esta conclusión encuentra como fundamento la siguiente base:

Primeramente el hecho de que a partir del capítulo 25 del mismo libro de Proverbios, la
propia Biblia declara que no fue Salomón, sino los hombres del rey Ezequías quienes
recopilaron otros proverbios de Salomón.

En segundo lugar, el hecho de que Ezequías también fuese un rey fiel a Dios durante toda
su vida, junto al significado del nombre Lemuel, da una clara verosimilud de corresponder
a un título, más que a un simple nombre propio.

Sin embargo, en la Biblia no hay mención alguna de la madre de Ezequías; y su padre, el


rey Acaz de Judá, es considerado uno de los peores reyes de la nación judía, quien incluso
inmoló, en adoración a dioses falsos, a algunos hermanos de Ezequías.

El texto en la versión Reina Valera 1960 es: «Palabras del rey Lemuel; la profecía con que
le enseñó su madre.» (Pr 31:1). «No es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber
vino, ni de los príncipes la sidra...» (Pr 31:4). El discurso termina con el versículo 9.

Algunos eruditos traducen el primer versículo «Palabras de Lemuel, rey de Massa; la


profecía con que le enseñó su madre.» Massa se menciona en Génesis 25:14 (cf. 1 Crónicas
1:30), y fue uno de los hijos de Ismael, y, por tanto, se supone que su reino se ubicaba en
Arabia. Sin embargo, el propio significado del término “Massa” en hebreo, pudiera sugerir
una traducción como la que generalmente se acepta para el versículo 1 del capítulo 30 del
mismo libro de Proverbios,2 a saber: oráculo, profecía o declaración formal/de peso.

Nombre El nombre se relaciona con Lael, que se encuentra en Números 3:24, texto que
señala a un hombre consagrado a Dios.
ISAÍAS

(Siglo VIII a.J.C.) Profeta de Judá. Su nombre significa «Yahvé es salvación». Su actividad
se desarrolló sobre todo durante los reinados de Ajaz y de Ezequías (736-687). Testigo de
la ruina de Samaria, la idea principal de su predicación era que los israelitas debían
conducirse y obrar de forma que emulasen la santidad de Dios.

Isaías estigmatizaba con ironía las costumbres judías, impregnadas de ideas paganas, y
rechazaba la idea de una alianza con los extranjeros por temor a una contaminación
idolátrica. Los que aceptasen las exigencias de Yahvé verían realizado el reino futuro, a
cuya cabeza estaría el rey Mesías, el Emmanuel (Dios con nosotros), descendiente del rey
David.

Isaías es, junto con Job, el mayor poeta de la Biblia. Los oráculos del profeta están
contenidos en la primera parte del Libro de Isaías. Este texto, escrito en épocas diferentes,
testimonia la influencia que el mensaje de Isaías tuvo sobre las generaciones posteriores, de
modo que se puede hablar de una verdadera «escuela», origen de nuevos oráculos, que más
tarde serían englobados bajo el nombre de Isaías. De ahí que los críticos, para denominar a
estos agregados a la obra, hablen de un Segundo Isaías (capítulos 40 a 55), escrito al fin del
exilio, y de un Tercer Isaías(capítulos 56 a 66), escrito después del regreso a Palestina
(siglos VI-V).

EZEQUIEL

(Siglo VI a.C.) Profeta hebreo al que se atribuye la redacción del libro homónimo del
Antiguo Testamento (Libro de Ezequiel), o al menos de gran parte de él. Según la tradición
bíblica, era hijo de Buzzi, un sacerdote de Jerusalén. Cuando el rey babilónico
Nabucodonosor destruyó Jerusalén, Ezequiel siguió a sus habitantes en su exilio a
Babilonia. Según la cronología comúnmente aceptada, el primer período de profecía de
Ezequiel se sitúa entre el año 592 a.C. y el 585 a.C., y el segundo período a partir de 572
a.C. En la primera de dichas etapas anunció la pronta destrucción de Jerusalén, debido a la
proliferación de la injusticia y el aumento de los ritos paganos; en la segunda, anunció la
restauración de la casa de Israel por intermediación de la gracia divina y aconsejó a los
exiliados que abandonaran la diáspora y regresaran a la tierra de la cual procedían.

Compuesto por 48 capítulos, el Libro de Ezequiel comienza con una visión gigantesca de
animales, de querubines fulgurantes, que guían el carro en que se apoya el altísimo trono de
Dios. Esta teofanía grandiosa, no fácil de entender, fue repetida por San Juan Evangelista
en su Apocalipsis. El elegido, amedrentado, cae al suelo y en esta posición recibe la orden
de ir "en busca de los hijos de Israel, hipócritas y verdaderos escorpiones que inoculan
veneno a los demás, tardos de mente y duros de corazón" (II).

Ezequiel durante siete días permanece silencioso en su casa. Transcurrido este tiempo oye
una voz interior que le expone la responsabilidad de vida y de muerte que pesa sobre él
desde que recibió la misión (III). Y helo aquí convertido en centinela de su pueblo, fiador
de Israel para con Dios. Ante el asombro de los hebreos desterrados en Babilonia, él
cumple con silencio expresivo estos actos originales que han de simbolizar las terribles
calamidades que abruman al pueblo quebrantador de la fe (IV-V).

El profeta habla por fin, pero para vituperar la maldad de los idólatras y de los deshonestos,
y para anunciar que el Señor hará cosas como no se han visto semejantes desde que el
Templo existe (VI-VII). No hay que mecerse en vanas esperanzas. Israel y Judá serán
exterminados con la espada, con el fuego, con bestias feroces, con hambre; los montes de la
querida patria quedarán cubiertos de las ruinas de los altares de los ídolos rotos, y de los
huesos de los que los adoran.

Los ancianos de Judá van a su encuentro y Ezequiel es arrebatado en éxtasis ante sus
huéspedes; considera el pecado capital de Israel y el ineluctable castigo que se aproxima.
Visión dramática por la cual, viendo en el Templo el sagrado carro de Yahvé, asiste
espiritualmente a los actos idólatras que allí se perpetran y a las escenas de exterminio
inminentes. Sigue el anuncio de la conversión y la futura renovación de Israel (VIII-XI).
Otras acciones simbólicas son realizadas, otras impresionantes parábolas, otros apólogos
son pronunciados, para iluminar a sus hermanos y llamarlos a Israel (XII-XIII; XIV-XIX).

Hasta aquí el profeta ha insistido casi exclusivamente en la catástrofe final de su patria. En


la segunda parte (XXXII y siguientes) aparece un motivo más consolador: Israel será
restaurado, tendrá un porvenir glorioso. Y Ezequiel expone la naturaleza de esta renovación
y traza su historia con los grandes rasgos de una visión mesiánica. El profeta Isaías había
sido el de la misericordia divina; el profeta Jeremías, el de la venganza; Ezequiel es al
mismo tiempo el profeta de la venganza y de la misericordia de Yahvé. La reorganización
de los hijos de Judá en tiempos de Ciro y la aflicción de los hijos de Judá en tiempos de
Nabucodonosor, que constituyen los temas preferidos de Isaías y de Jeremías, constituyen
el fondo de la profecía de Ezequiel, y sus promesas alcanzan tiempos lejanísimos, girando
señaladamente en torno al misterio de Jesucristo y de su Iglesia.

El estilo de Ezequiel es personal y original: siente predilección por las imágenes, las
figuras, los símbolos. Si es inferior en elegancia estilística a Jeremías, emula casi a Isaías en
la elevación. Terrible y vehemente, siempre severo y enojado, a menudo revolucionario,
Ezequiel emprende los temas con un estilo a veces solemne y a veces descuidado, y los
prosigue con la perseverancia de un riguroso encadenamiento de ideas. Ningún escritor del
Antiguo Testamento es más enérgico, más combativo, ni más majestuoso.

DANIEL

(Siglo VII a.C.) Profeta bíblico. Según las referencias aparecidas en la Biblia, Daniel era
miembro de la tribu de Judá, cautiva en Babilonia tras la destrucción de Jerusalén a manos
de Nabucodonosor. Según el Libro de Daniel, éste era uno de los sirvientes de
Nabucodonosor, de quien se convirtió en consejero tras lograr impresionar al monarca con
su interpretación de un sueño. Más tarde fue arrojado, a causa de su fe, al foso de los
leones, del que salió indemne, con lo cual mostró al rey Baltasar el poder de Yahvé. La
figura de Daniel hay que entenderla en el momento histórico en el cual fue escrito su libro:
durante el reinado de Antíoco Epífanes, cuando la cultura y la religión judías se
encontraban amenazadas. Se trata de una historia ejemplar, que muestra la devoción de un
hombre a su Dios en las más difíciles circunstancias, al tiempo que profetiza, como primer
ejemplo de literatura apocalíptica, el final de los tiempos para dar paso al reino de Dios.
OSEAS

Profeta del Antiguo Testamento, el primero del grupo de los llamados Doce Profetas
Menores. Nacido hacia el año 800 a.C. y fallecido alrededor de 725 a.C., desarrolló su
ministerio en el reino del norte (Israel), de donde procedía. Oseas predicó a finales del
reinado de Jeroboam II (782-743 a.C.) y en tiempo de Ozías, Jotán, Ajaz y Ezequías; por
consiguiente, su misión profética debe situarse entre los años 750 y 725 a.C. Se le atribuye
la autoría del llamado Libro de Oseas, en el que el profeta denuncia la infidelidad del
pueblo hacia Yahvé y revela el amor tierno de Dios, comparable al del esposo que perdona
a su esposa infiel o al del padre que ama a su hijo rebelde. El libro comprende catorce
capítulos, y se divide en dos partes. La primera (capítulos 1-3) expone en forma simbólica
la infidelidad de Israel y anuncia su castigo y su salvación en un presagiado retorno a la
unidad nacional. La segunda (capítulos 4-14) interpela directamente al pueblo con
reprobaciones, amenazas y promesas. En la primera parte, el Señor comienza a hablar a
Oseas y le dice: "Anda, cásate con una mujer ramera y ten hijos de fornicación". Se trata de
una transfiguración simbólica de una vida doméstica infeliz, que significa la relación de
amor e infidelidad entre Dios e Israel. En efecto, la mujer de Oseas, Gomer, tuvo de otro
hombre un hijo que Oseas creyó suyo y al que llamó Jezrael ("Amado por el Señor"), y
después una hija, Lo-Ru-chama ("La-no-compadecida"), y otro varón, Lo-Ammi ("Pueblo-
no-mío"). Los nombres demuestran que ya Oseas había descubierto la infidelidad de su
mujer, la cual, en efecto, poco después huyó con un amante. Oseas la compró de nuevo
como esclava y la mantuvo relegada. Si hasta aquí no es fácil distinguir con claridad entre
los hechos reales y la alegoría, es evidente en cambio el ambiente de la predicación de
Oseas: perteneciente a las tribus del norte, su voz se dejó oír en el reino de Israel poco antes
de la muerte de Jeroboam II (743 a.C.), en el momento de la catástrofe de Samaria,
predicha por el profeta Amós unos años antes. Oseas combate las bien conocidas tendencias
idolátricas del reino septentrional y el culto del becerro de oro (una polémica que tendría en
Jerusalén sabor arcaico), llamando a su pueblo a la piedad interior, a la devoción espiritual
que lo unirá a Dios en unos esponsales de amor: "¡Oh Israel! Conviértete al Señor, Dios
tuyo; porque por tus maldades te has precipitado". El concepto de las relaciones entre Dios
y su pueblo bajo el símbolo de la unión conyugal aparece por primera vez con Oseas,
exceptuando el Cantar de los Cantares, atribuido al rey Salomón. Después de Oseas ese
tema reaparecerá muy a menudo, por ejemplo en Jeremías, Ezequiel e Isaías. El Libro de
Oseas sería citado en los Evangelios, concretamente en el de San Mateo (II, 15-1X, 13) y
en el de San Lucas (XXIII, 30), y también en la Epístola a los Romanos (X, 125) de San
Pablo. La presunta tumba de Oseas se encuentra en el monte que lleva el mismo nombre, y
todavía los beduinos le ofrecen sacrificios.
JOEL
(ss. V-IV a.J.C.) Uno de los doce profetas menores de la Biblia, que anunció el juicio de
Yahvé y describió la efusión del Espíritu Santo sobre el pueblo de Dios en los tiempos
mesiánicos.

Joel significa "Jehová es Dios", es de los llamados «profetas menores». El comienzo del
libro de Joel (=Jl) aporta el único dato conocido acerca de la personalidad del profeta: «Joel
hijo de Petuel» (1.1). Fuera de esto, no existe noticia alguna que permita saber cuándo ni
dónde vivió Joel, ni cuál fue su lugar de origen o su edad y actividad. Semejante falta de
información biográfica ha dado pie a diversas conjeturas relativas a la época en que el
profeta ejerció su ministerio y, por tanto, relativas a las gentes a quienes dirigió su mensaje
o a las naciones a las que hizo referencia. Tan solo algunos velados indicios puestos al
descubierto por el análisis literario del texto, permiten suponer que Joel predicó en fechas
posteriores al exilio en Babilonia, quizás alrededor del año 400 a.C. Se puede pensar que el
desastre del año 586 a.C., con la destrucción de Jerusalén y la cautividad babilónica de sus
habitantes (2 R 25.1–26), está presente en la mente de Joel cuando anuncia el castigo divino
contra las naciones que «esparcieron» a Israel, «repartieron» la tierra de Judá, enviaron al
destierro a los habitantes de Jerusalén y hasta los vendieron como esclavos a los griegos
(3.2–6). En apoyo de esta hipótesis puede observarse también que, según Joel, la autoridad
en Jerusalén está en manos de los ancianos y de los sacerdotes. Ya no la asume el rey ni
descansa en los funcionarios de la monarquía, institución que este libro no menciona. A
diferencia de los profetas anteriores al exilio, Joel se une en su mensaje al dolor de los
sacerdotes, porque del Templo ha desaparecido «la ofrenda y la libación» (1.9), es decir,
porque se ha interrumpido la actividad cúltica junto con todo lo que ella implica (1.9, 13,
14, 16; 2.14–15). En este libro parecen resonar las palabras de algunos de aquellos profetas
preexílicos: Cf. 1.15 con Is 13.6; 2.32; Abd 17; 3.16; Am 1.2; 3.18; Am 9.13. Siempre que
en el Antiguo Testamento se habla del juicio por el pecado, ya sea un pecado individual o
nacional, se profetiza el advenimiento de Jesucristo. Los profetas del Antiguo Testamento
advierten continuamente a Israel que se arrepienta, pero aún cuando ellos lo hicieron, su
arrepentimiento estaba limitado a la observancia de la ley y a las obras. Los sacrificios de
su templo eran solo una sombra del último sacrificio, ofrecido una vez y para siempre, el
cual vendría a la cruz (Hebreos 10:10). Joel describe el último juicio de Dios, el cual
sucederá en el Día del Señor, diciendo “...grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién
podrá soportarlo?” (Joel 2:11). La respuesta es que nosotros, por nosotros mismos, nunca
podremos soportar tal suceso. Pero si hemos puesto nuestra fe en Cristo para la expiación
de nuestros pecados, no tenemos nada que temer del Día del Juicio.
AMÓS.

Amós fue uno de los doce profetas hebreos conocidos como los Profetas menores. Era un
pastor y productor de higos en Técoa, en el límite del desierto de Judá (Amos 1:1). Fue
profeta en Israel y el Reino del Norte durante el reinado de Jeroboam II (783 a. C. - 743 a.
C.). Le es atribuido el libro de la Biblia que lleva su nombre.

Amós, con la rudeza y estilo directo de un pastor e inspirado por la fidelidad a Yahveh,
condenó la corrupción de las élites, la injusticia social y el ritualismo ajeno al compromiso
de vida, anunciando el fin de Israel. Acusado por el sacerdote Amasías de conspirar contra
el rey (Amós 7:10-11), fue expulsado del templo de Betel (Amós 7:12-13). Según el
apócrifo Vida de los Profetas fue herido en la cabeza por un hijo de Amasías, a
consecuencia de lo cual murió al llegar a su tierra.

Según la Biblia (Isaías), el padre del profeta Isaías se llamaba también Amós. Sin más base
que el hecho de tratarse de homónimos que vivieron hacia la misma época, algunos han
pensado que se trata del mismo personaje, pero la mayoría de expertos descartan esa
hipótesis, dado el origen social de Isaías.

Amós fue ganadero y punzaba higos de sicomoro, una clase de higos considerados alimento
de pobres. La práctica de punzar higos tenía por objeto acelerar su maduración y aumentar
el tamaño y la dulzura de la fruta (AM 7:14). Al igual que el pastor David a quien Yahveh
llamó para efectuar servicio público, Dios procedió a tomar a Amos de seguir tras el rebaño
y lo convirtió en profeta. De la soledad del desierto meridional, a Amos se le envió al reino
idólatra de diez tribus con su capital Samaria. Amos comenzó su profecía de Dios dos años
antes del gran terremoto que ocurrió en el reinado de Ozías, rey de Judá. La profecía de
Amos queda dentro del periodo de 26 años entre 829 y 804 a. C. Amos como profeta fue de
tal magnitud que Zacarías hizo mención de él unos 300 años después.

ABDÍAS

se deriva del hebreo Obhádhyah, que significa "sirviente, servidor, o adorador de Yahvé".
En el Antiguo Testamento hay doce personas con este nombre, de las cuales el más
importante es el profeta Abdías.

Abdías es el cuarto profeta menor y a quien se adjudica el más breve de los libros
proféticos del antiguo testamento (contiene veintiún versículos). El título del libro es
dedicado al nombre del autor. Sin embargo, recientemente algunos académicos consideran
que debería ser reconocido como un apellido, debido a que comúnmente "sirviente de
Yahvé" sería adjudicado sólo como apellido o sobrenombre, por otra parte, no se da
ninguna otra distinción informativa acerca del escritor, quien es identificado como Abdías.
Es cierto que al carecer de información con autoridad, tanto judíos como cristianos han
llegado a suplir libremente esa carencia en términos de autor, pero también queda la
evidencia de que "no se conoce nada de Abdías, en términos de familia, período de vida,
lugar de nacimiento, muerte y otras circunstancias que son desconocidas a nosotros" (Abbé
Trochon, Les petits prophètes, 193). La única información identificable acerca del autor es
que pertenecía al reino de Judá. La breve profecía de Abdías trata casi exclusivamente con
el destino de Edom, tal y como es dado a conocer en las primeras palabras. Dios ha
convocado a las naciones contra Edom, que confía en su reacción rápida y dura,
contundente, pero es en vano. Los ladrones la destruirían completamente (1-6). Los aliados
y amigos han dado la espalda (7) y la sabiduría que cree poseer le fallará (8,9). Los castigos
vendrán por la conducta mostrada hacia Judá, será cuando los extraños echen suertes sobre
Jerusalén (10-11). Los resultados surgen a raíz de la conducta indigna (12-14). El "día de
Yahvé" está cerca sobre "todas las naciones", en que donde la ruina espera a Edom y la
compartirá unida a la "casa de Jacob" y "la casa de José" (16-18). En cuanto a Israel, las
fronteras se ampliarán en cada dirección; los "salvadores" aparecerán en el montaje de Sion
para "juzgar" el montaje de Esaú, y la ley de Yahvé será establecida (19-20).

Además de la brevedad del libro de Abdías y de su carencia de título, tal y como


normalmente se estila en el Antiguo Testamento, existen varias razones, tanto literarias
como exegéticas, que previenen a académicos acerca de fijar una fecha de la composición
de este texto. Entre ellos son varios (Keil, Orelli, Vigouroux, Trochon, Lesêtre, etc.)
quienes asignan la composición en el reinado de Joram de Judá (siglo IX a. C.). Su mayor
base para esta aserción, se deriva de la referencia que Abdías hace a la captura de Jerusalén
(11-14), lo que se identifica con el saqueo de la Ciudad Santa realizado por filisteos y
árabes bajo el reino de Joram (II Paralip., xxi, 16,17).

Jonás
(s. VIII a.J.C.) Uno de los profetas menores de Israel. Hijo de Amittay, de la tribu de
Zabulón, vivió en tiempos de Jeroboam II, rey de Israel, y de Osías, rey de Judá.

Según la Biblia, el Tanaj y el Corán, Jonás fue profeta. En cumplimiento de la palabra


de Yahveh, difundida por boca de Jonás, el rey Jeroboán II de Israel alcanzó logro positivo
en restablecer "el límite de Israel, desde el punto de entrada de Hamat hasta el mismo mar
del Arabá (el mar Muerto)". De modo que al parecer Jonás fue profeta en el reino de diez
tribus durante el reinado de Jeroboán II. Es la misma persona a quien Yahveh comisionó
para proclamar juicio contra Nínive, por lo que es considerado el autor del libro bíblico
homónimo.

Después de embarcar, Jonás se durmió profundamente en las "partes más recónditas" del
barco. Mientras tanto, los marineros se enfrentaron a un viento tempestuoso enviado por
Dios que amenazaba con destrozar la nave. Clamaron a sus dioses por ayuda y arrojaron
objetos por la borda para aligerar la nave. El capitán de la nave despertó a Jonás, instándole
a que también invocase a su "Dios". Finalmente los marineros echaron suertes para
determinar por culpa de quién se había originado la tormenta. Yahveh hizo que la suerte
cayera sobre Jonás. Cuando se le preguntó, confesó que había sido infiel a su comisión y,
como no deseaba que otros perecieran por su culpa, pidió que le arrojasen al mar. Una vez
que fracasaron todos los esfuerzos por volver a tierra, los marineros le hicieron a Jonás
según su palabra y el mar detuvo su furia.

Cuando se hundió en el agua, se le envolvieron algas marinas alrededor de la cabeza. Por


fin cesó su sensación de ahogo, y se halló dentro de un gran pez o ballena, depende de la
traducción. Jonás oró a Yahveh glorificándole como salvador y prometiéndole pagar lo que
había prometido en voto. Al tercer día el pez o ballena vomitó al profeta en tierra seca.
Se ha dicho, de varios sitios, que son el lugar donde fue enterrado Jonás, pero ninguno de
ellos ha sido confirmado como tal.

La más reconocida de sus tumbas se encontraba en la ciudad iraquí de Mosul, en la


provincia de Nínive, donde el profeta vivió y cumplió su mandato divino, aunque no
descansaba cuerpo alguno en ella. El sitio era un lugar sagrado para judíos, cristianos y
musulmanes, pero fue destruido el 24 de julio del 2014 por el Estado Islámico.

MIQUEAS

(en hebreo: Mikah-abreviación de Mikayahu-: ¿Quién como Yahvé?). Fue contemporáneo


de Isaías. Su nombre entra dentro de la onomástica común judaica. Es originario de
Moreset, a unos 45 kilómetros al sudoeste de Jerusalén. Miqueas fue un profeta de origen
campesino de finales del siglo VIII a.n.e., proveniente de Moreshet (Miqueas 1:14) una
pequeña aldea de la fértil llanura de Sefela a unos 30 kilómetros al suroccidente de
Jerusalén.

Es contemporáneo de Isaías. Su nombre entra dentro de la onomástica común judaica. Es


originario de Moreset, a unos 45 kilómetros al sudoeste de Jerusalén. Como Isaías,
profetizó en los tiempos de Joatam (739-735), Acaz (735-727) y Ezequías (727-693).
Puesto que Miqueas anuncia el castigo de Samaría como futuro, sigúese que comenzó su
predicación antes del 722-21, fecha de la caída en poder de los asirios de la capital del reino
septentrional. Jeremías alude a una de las profecías de Miqueas proferida en tiempo del rey
Ezequías, relativa a la destrucción de Jerusalén.

No sabemos ninguna otra particularidad de su vida privada o profética, ni siquiera sobre sus
posibles y verosímiles relaciones con su contemporáneo Isaías

Miqueas en su predicación repite los lugares comunes de los mensajes profetices anteriores
de Amos y de Oseas. Pero, aunque no haya originalidad en el contenido sustancial de su
mensaje, la hay en el vigor de su expresión. Habla después que se han cumplido muchos
vaticinios de Amos relativos al castigo de Yahvé sobre su pueblo, y por eso su lenguaje es
más lacerante e incisivo. A pesar de la predicación de Amos y de Oseas, Israel continuaba
confiada en que Yahvé no permitiría el desastre nacional, porque habitaba en medio de
ellos8. El profeta sale al paso de esta falsa confianza, dando a entender que, si Israel ha
sufrido mucho, todavía tendrá que sufrir más. Es el primer profeta que anuncia la total
destrucción de Jerusalén. Esto parecía increíble para los ciudadanos de Jerusalén, ya que
allí estaba el templo, la Casa de Yahvé. En esto, el profeta ha mostrado una independencia
de carácter y una valentía que será seguida después por otros, como Jeremías. Nacido en un
ambiente rural, Miqueas se alza contra las clases amaneradas y corrompidas de la capital,
esperando la resurrección de la nación a base de las clases sanas del campo.

Yahvé va a descargar su ira sobre su pueblo elegido. Primeramente el reino del norte,
simbolizado en su capital, Samaría, sufrirá las consecuencias del enojo divino. Después
Jerusalén, por haber imitado la conducta perversa del reino del norte, sufrirá también la
destrucción y la ruina. El estilo es solemne e impresionante, como el de Isaías.
NAHUM
Profeta Nahum. Vivió en el siglo VII a. C.; según la tradición judía, bajo el rey Manasés
(693-639), o quizá Josías (638-608), y profetizó contra Nínive, capital del reino de los
asirios. Fuera de este oráculo no poseemos nada de su actividad profética, la cual está
colocada entre la de Isaías, de quien cita varios pasajes (cf. 1, 4 = Is. 33, 9; 1, 15 = Is. 52, 7;
3, 5 = Is. 47, 3 y 9); y la de Jeremías que, a la inversa cita a nuestro profeta (cf. 1, 13 = Jer.
30, 8; 3, 5, 13, 17 y 19 = Jer. 13, 12 ss.; 50, 37; 51, 30, etc. El Libro de Nahúm profetiza la
inminente desaparición del Imperio Neo-asirio y la destrucción de Nínive su capital.
Aunque es imposible ser preciso en cuanto a la fecha exacta de la composición del libro, el
término a que puede ser fijado en 663 a. C., mientras que el término parece ser 612 a. C. La
caída de Tebas en el 663 a. C. se considera como un evento pasado reciente (3:8-10),
mientras que la caída de Nínive en el 612 AC y el extremo final del Imperio en el 609 a. C.
parecen ser o representa eventos futuros. Que el libro de Nahúm esté exactamente
comprendido entre el 663-612 a. C. es algo que aun se debate. 2 Sin embargo, varios
factores pueden contribuir a aclarar los hechos. En primer lugar, Nahúm anunció que nunca
más sería subyugado por Asiria (1:12) ni invadir Judá (1:15 [2:1]). Así que probablemente
pronunció sus oráculos después de 640 a. C., la fecha de la última campaña Asiria conocida
en la zona occidental; cuando el asirio Ashurbanipal temporalmente reafirmó la soberanía
sobre Judá y otras como Siria-Palestina vasallos. En segundo lugar, Nahúm presenta a
Asiria como un fuerte tirano imperialista que aplastaba a sus enemigos y opresores en
homenaje de la extracción de sus vasallos (1:12, 2:13, 3:1). Esto probablemente refleja la
situación antes de la meteórica caída. Nahúm significa "consolación o "consuelo y estando
el ejército asirio extendido alrededor de la ciudad de Jerusalén, el profeta recibió un
mensaje de consuelo. Se puede imaginar el gran consuelo que sería cuando los ejércitos se
encontraban allí, con su terrible reputación como guerreros implacables, quemando y
destruyendo, violando y saqueando, matando a los niños sin perdonarle la vida a nadie,
tener a este profeta en Jerusalén, declarándoles que Dios destruiría a Nínive, la capital de
sus enemigos. Esta es una de esas partes de la profecía, en la Escritura, que se ha cumplido
ya, aunque todavía queda mucha escritura por cumplirse y muchas de las predicciones de
los profetas del Antiguo Testamento van más allá de nuestro propio tiempo, a un tiempo en
el que el Señor volverá de nuevo, pero al leer este libro, se encuentra con profecías que
hace mucho que ya se cumplieron. Esta es una de las grandes pruebas de que el Libro de
Dios es, efectivamente, de Dios, porque aquí tenemos una descripción exacta de cómo
sucedería esta destrucción, que fue anunciada muchos años antes de que se produjese.
Aquellos que están interesados en la apologética podrán usar esto para hablar con los que
desafían el hecho de que la Palabra de Dios es profética.

HABACUC

Habacuc (‫ חֲ בַּקּוק‬de jabaq abrazar) es el nombre de un profeta hebreo y del libro de la Biblia
cuya autoría se le atribuye y que de acuerdo con los expertos se escribió cerca del año 612
a. C., puesto que Habacuc 1:6 Se refiere al surgimiento de los Caldeos como potencia
internacional, lo cual se relaciona con la caída de Nínive y el fin del poder de Asiria. Esta
referencia significaría también que el libro se escribió antes del 605 a. C. pues no se da
noticia la primera invasión los babilonios a Judea. Profeta menor del Antiguo Testamento.
Contemporáneo de Jeremías, su actividad profética tuvo lugar a fines del s. VI a.J.C. En su
libro se pregunta cuándo tendrá fin el castigo del pueblo santo oprimido por los babilonios.

La primera parte del libro de Habacuc (1:1 a 2:4) expone en un diálogo con Yahvéh, el
drama de los poderes humanos, políticos y económicos, ansiosos por conquistar pueblos,
territorios y riquezas y como consecuencia las víctimas tiranizadas, saqueadas y
masacradas. El profeta asume la vocería de las víctimas y clama por la redención. Expresa
la certeza de la intervención de Yahvéh en favor de los débiles y ratifica que la visión
profética se cumplirá en una fecha concreta y si se tarda hay que esperarla, porque vendrá
ciertamente y el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:3-4).

La segunda parte (2.5 a 2:20) es una colección de condenas a los explotadores, opresores e
idólatras. El rechazo a la ganancia injusta y a la avaricia se expresa en estilo literario que
prepara la tercera parte (capítulo 3), un cántico de gran belleza a la salvación de Yahvéh,
cuya elevada calidad literaria ha hecho pensar a varios críticos que se trata de la obra de un
autor diferente al de las dos primeras partes.

Habacuc, es el octavo de los profetas menores, presenta características muy especiales.


Porque él, siguiendo el mandato de Dios, no se dirige a los hombres —lo que sí hacen los
demás profetas—, sino que habla de su pueblo y de los enemigos de su pueblo, los caldeos,
directamente a Dios. Las preguntas y comentarios de Habacuc y las respuestas de Dios
constituyen expresiones proféticas que debían conmover el corazón y la conciencia del
pueblo de Dios.

Habacuc profetizó antes de la invasión de Judá por los caldeos (605) puesto que tal
calamidad es objeto de su vaticinio, después de la cual Habacuc predice la ruina de
Babilonia, como predijo Nahum la de Nínive, ambos crueles enemigos del pueblo y del
reino de Dios. La identidad de su persona con aquel Habacuc que se menciona en el libro
de Daniel (Dan. 14, 32), no es probable por razones cronológicas, pues este último aparece
unos cien años después.
SOFONÍAS

(Siglo VII a.J.C.) Profeta hebreo, el noveno de los profetas menores, autor del bíblico Libro
de Sofonías. Contemporáneo de Josías y de Jeremías, anunció en su libro la ruina del reino
de Judá por su corrupción e idolatría, que Dios había de castigar en el Día de Yahvé, y el
advenimiento de un nuevo reino basado en la humildad (los pobres de Yahvé).

Sofonías, cuyo nombre significa "el Señor lo protege", perteneció al parecer a la tribu de
Judá y era de estirpe real, pues el primer versículo de su libro cita entre sus antepasados a
cierto Ezequías, que muy probablemente debe identificarse con el rey de este mismo
nombre. Vivió en tiempos del rey Josías y fue por lo tanto contemporáneo de Jeremías
(siglo VII a. de C.), pero nada se puede saber de sus relaciones.

Dado que en su libro no hace referencia al monarca, sino a los "nobles y príncipes reales"
(So 1,8), se cree que podría haber desarrollado su actividad profética en tiempos del
consejo real que gobernó durante la minoría de edad del rey Josías, el cual fue elegido rey a
los ocho años. En tal caso habría presenciado los reinados de Manasés (689-642 a.C) y de
Amón (642-639 a.C.), reinados que, desde el punto de vista espiritual, representan una
época de las más sombrías dentro de la dinastía davídica. Aunque con toda probabilidad
Sofonías ya había muerto cuando Josías emprendió la reforma religiosa, es del todo cierto
que su profecía ayudó a poner los fundamentos de dicho despertar religioso.

Ubicado en noveno lugar dentro de los libros de los profetas menores, el Libro de Sofonías,
que verosímilmente resume los puntos más salientes de sus predicaciones, es orgánico y
muy conexo. Los dos primeros capítulos anuncian los castigos de Judá (I) y de todas las
naciones paganas (II). También el tercero clama contra Jerusalem, pero contiene palabras
de esperanza y promesas de salvación para los tiempos mesiánicos. El mensaje de Sofonías
se resume en el anuncio del Día de Yahvé, una catástrofe que alcanzará a Judá y a todas las
naciones. Siguiendo las huellas de la profecía tradicional, Sofonías denuncia los pecados de
la sociedad de la época, especialmente el orgullo, del cual nace la incredulidad, la falta de
confianza, la rebelión y la perfidia. Todos ellos conducen a la idolatría y a los pecados
contra el prójimo. Señala también a los verdaderos culpables: en la sociedad civil, los
ministros y los príncipes, los jueces y los comerciantes; y en el ámbito religioso, los
sacerdotes y los falsos profetas. Esos pecados serán la causa del Día de Yahvé, en el que la
ira de Dios caerá sobre los hombres y hará justicia en la tierra. Pero de esa ira escaparán los
humildes, los pobres; es decir, aquellos que hayan sido fieles a la confianza en Dios, a la
moral y a la esperanza.

Hageo, Zacarías y Malaquías fueron los tres profetas posteriores al Destierro de Babilonia.
Hageo y Zacarías fueron coetáneos, y Malaquías vivió un siglo después.

Empezó su ministerio aproximadamente dieciséis años después del retorno de los judíos a
Jerusalén. El trabajo de reconstruir el templo se había detenido por el desánimo de los
exiliados y las intrigas de los samaritanos. Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué (Jesúa), el
sumo sacerdote, eran los encargados de llevar a cargo la obra.1 Después de haber estado
paradas las obras de reconstrucción del templo durante dieciocho años, se reanudaron las
obras después de los esfuerzos de Hageo y Zacarías.2 Ellos exhortaron al pueblo, que
despertó de su letargo, y les indujeron a aprovecharse del cambio de política hacia los
judíos del gobierno persa bajo Darío I de los aqueménidas. Su principal mensaje fue el
restaurar la confianza del pueblo judío en Dios por medio de ilustraciones,3 y de llevarlos a
la meditación del respaldo de Dios al pueblo. El libro de Hageo, el cual naturalmente se
cree que él mismo lo escribió, termina con una pequeña exhortación a la infidelidad del
pueblo,4 y con una promesa hacia el gobernador Zorobabel por haber obedecido en la
construcción del templo.

ZACARÍAS

Zacarías es uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre.
Su nombre significa Yahveh Ha Recordado. Zacarias "el grande" se llama a sí mismo hijo
de Berekías hijo de Idó (Zac 1:1,7) pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekías.
Probablemente nació en algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética empezó
tan solo diecisiete años después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para
entonces tenía más de diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.

Yahveh se valió de Zacarías y Hageo para animar a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa y a
los exiliados que habían regresado a terminar la reconstrucción del Templo de Dios, aun
cuando todavía estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía de Zacarías
contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un período de dos años y un mes.

Según la interpretación cristiana, una de las profecías mesiánicas que recogería el libro de
Zacarías en el capítulo 11:12-13 haría referencia al precio (treinta piezas de plata) que los
sacerdotes principales ofrecieron a Judas por entregarles a Jesús. Ver el Evangelio de
Mateo en el capítulo 26 y versículo 15.

En otra de las profecías de Zacarías (14:4-5 sobre la llegada del día del Señor) se dice que
el monte de los Olivos se separaría en dos y se allanaría, como el valle del Hinón se allanó
por un terremoto que ocurrió en tiempos de Ozías (o Azarías), rey de Judá que reinó desde
el 809 al 759 a. C. En el registro de terremotos anteriores al siglo xx cristiano, hay uno
datado en octubre del 759 a. C. en Israel, y tal año es precisamente el último año del
reinado de Ozías en Judá. En fecha hebrea era el año 3002 de la Era Hebrea que comenzó
un 7 de octubre, el mismo día y mes de ese terremoto en Israel.

La primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al arrepentimiento y a
la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el profeta
experimentó en el 518 a.C. y una colección de oráculos. En la exhortación se pone de
manifiesto su exigencia de pureza y moralidad interiores, pues no se contenta con condenar
los errores rituales, sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia;
la transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las visiones
nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la inminente llegada de una
era mesiánica.

En esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige a los
pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le servirá (9,1-11,3); la
segunda es una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso
de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han
menospreciado (11,4-17 con 13,7-9); finalmente, la tercera es una exposición de diecisiete
unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel día". El mensaje de esta
segunda parte se centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la estirpe
del rey David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos se armonizan en la persona
de Jesucristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará referencia frecuente al profeta
Zacarías.

MALAQUÍAS

fue un profeta judío cuyas revelaciones constituyen el Libro de Malaquías, común al


Antiguo Testamento de la Biblia cristiana y a la Tanaj hebrea.
Malaquías que significa "mi mensajero", es el último de los 3 profetas del exilio, casi 100
años después de Hageo y Zacarías, en el 450 a. C. Es el autor del libro de Malaquías, último
del Antiguo Testamento según el orden habitual de las Biblias.
MATEO

(Leví o Leví de Alfeo, llamado San Mateo Apóstol o San Mateo Evangelista; Siglo I)
Evangelista y uno de los doce apóstoles de Jesucristo. La tradición cristiana le atribuye la
autoría del primero de los Evangelios llamados sinópticos (los de San Mateo, San Marcos y
San Lucas).

Mateo residía en Cafarnaúm, ciudad de una gran importancia comercial por estar situada en
la gran ruta recorrida por las caravanas en sus viajes entre Siria y Egipto, y, también, a
causa de su proximidad a la frontera que separaba el territorio de Filipo del de Herodes
Antipas. Mateo ejercía como recaudador de impuestos en nombre de este último. De
acuerdo con el propio evangelio de San Mateo (9:9) y el de San Marcos (2:14), Mateo se
hallaba en su despacho de recaudación de tributos en Cafarnaúm, junto al mar de Galilea,
cuando Jesús le dijo: «Sígueme.» San Mateo respondió con admirable prontitud a la
exhortación al apostolado del Maestro: se despidió con un suntuoso banquete de sus amigos
y de su vida pasada y siguió, pobre, los pasos y la doctrina de Jesús de Nazaret. Como la
ocupación de Mateo, recaudador al servicio de Herodes Antipas, tetrarca de Judea, era mal
vista y aun despreciada por el pueblo judío, los fariseos criticaron a Jesús al verlo comer
con los publicanos y los pecadores, a lo que Jesús contestó: «No he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores» (Marcos 2;15-17). Se supone que Jesús le impuso el nombre
de Mateo, que significa «don del Señor»; antes de seguirle, Mateo era llamado Leví o Leví
de Alfeo, es decir, hijo de Alfeo.

El Nuevo Testamento no aporta más detalles biográficos sobre su persona, si bien la


tradición indica que evangelizó Judea y, posteriormente, fue misionero en Etiopía y Persia.
Al parecer, vivió largos años en Antioquía, donde escribió su Evangelio, que, por su
destacado interés eclesiástico, permite vislumbrar la realidad de una comunidad ferviente y
disciplinada, esencialmente judía en cuanto a su origen, pero alentada por un vivo ímpetu
misional. Hay disparidad de criterios acerca de su muerte, y mientras algunas fuentes
mencionan que murió martirizado, otras afirman que falleció de muerte natural. Clemente
de Alejandría aduce precisamente el ejemplo de San Mateo para demostrar que es posible
salvarse sin el martirio. En 1808, la iglesia de la ciudad italiana de Salerno reafirmó que se
habían hallado sus restos. El Evangelio de San Mateo, escrito probablemente hacia el año
80, va dirigido a lectores palestinos o judíos crisitianizados y, por ello, familiarizados con
el Antiguo Testamento. También por ello pone especial empeño en demostrar que
Jesucristo es el Mesías anunciado. Desde los primeros tiempos de la Iglesia se concedió
gran importancia a su testimonio.

MARCOS

(Jerusalén?, ? - Alejandría?, 68 d.C.) Evangelista cristiano. La tradición cristiana atribuye a


San Marcos la autoría del segundo de los Evangelios sinópticos (los de San Mateo, San
Marcos y San Lucas) que relatan, de acuerdo con un mismo esquema, la vida de Jesucristo.
Las referencias a San Marcos en el Nuevo Testamento son fragmentarias, y muchas de ellas
dudosas. Su nombre original, de acuerdo con los Hechos de los Apóstoles, parece haber
sido Juan, y Marcos la versión latina. La información más fidedigna en torno a él aparece
en las Epístolas de San Pablo; en la dirigida a Filemón, San Pablo hace referencia a Marcos
como uno de los colaboradores que enviaban saludos desde Roma a Filemón. Asimismo, en
la epístola a los colosenses se habla de «Marcos, el primo de Bernabé», y parece muy
posible que el personaje aludido fuera el evangelista Marcos.

Según consta en los Hechos de los Apóstoles, la casa familiar de la madre de San Marcos
en Jerusalén habría sido un activo punto de encuentro de los primeros cristianos, y en ella
se reunieron durante la persecución de Herodes Agripa (44 d. de C.). Los Hechos de los
Apóstoles refieren además que Marcos acompañó a San Bernabé y a San Pablo a Antioquía
(12:15), donde actuó como auxiliar de San Pablo (13:5), y que cuando llegaron a Perge de
Panfilia, Marcos regresó a Jerusalén (13:13). Se produjo entonces un agudo conflicto, ya
que San Bernabé quería contar con Marcos para sus visitas apostólicas, pero San Pablo
pensaba que debían prescindir de quien se había separado de ellos (15:37). Así, Bernabé y
Marcos embarcaron rumbo a Chipre, y el segundo ya no volvió a ser mencionado en los
Hechos de los Apóstoles.

Otras menciones sugieren una estrecha relación entre Marcos y San Pedro, quien en su
primera epístola transmite los saludos de la iglesia de Roma y «de mi hijo Marcos» (5:13).
En el siglo II, el obispo Papias de Hierápolis, en el Asia menor, afirmó que «Marcos fue el
intérprete de San Pedro», y que su evangelio estaba basado en los recuerdos y enseñanzas
del anterior. Una tradición tardía, en fin, lo incluye entre los 72 discípulos de Jesús de
Nazaret citados por San Lucas. Todas estas referencias, aun con sus inexactitudes y
contradicciones, revelan que San Marcos desempeñó un importante papel en los primeros
tiempos del cristianismo.

El Evangelio de San Marcos, cronológicamente el más antiguo, aunque luego colocado


detrás del de San Mateo, fue redactado en griego, seguramente hacia el año 70. La Iglesia
Copta de Egipto considera a San Marcos su padre fundador; la sede de Alejandría fue
llamada «cátedra de Marcos».

LUCAS

Al evangelista Lucas, discípulo y compañero de San Pablo en sus últimos viajes y en su


prisión en Roma, se le atribuye el tercer Evangelio; la autenticidad del libro quedó
acreditada por el testimonio patrístico y el canon de Muratori. Médico de profesión y
antioqueno, San Lucas es el más erudito de los autores del Nuevo Testamento. Escritor
doctísimo y escrupuloso historiador, emplea a veces un griego de refinada elegancia, y en
algunos casos no rehuye la imitación de modelos semíticos. Dante le definió como "el
cronista de la magnanimidad de Cristo", y, efectivamente, Lucas se muestra sensible a
cuantos dichos y hechos del Maestro expresan a lo vivo el espíritu de caridad del
Evangelio. Dotado de una sensibilidad delicadísima, pone cuidadosamente de relieve el
papel de las mujeres en la historia de Jesús, y narra con gracia inimitable los episodios de la
infancia del Salvador. El arte le debe todos los temas de inspiración evangélica más
apreciados y frecuentes. Una tradición le hace pintor; de esta profesión conoció, si no la
técnica, por lo menos el arte de una representación esencial y dramática de los
acontecimientos. San Lucas recogió las parábolas de Jesús más expresivas y de supremo
valor no solamente religioso y humano, sino también literario (por ejemplo, El hijo pródigo,
El buen samaritano, Lázaro y el rico Epulón o El fariseo y el publicano).

Autor también de los Hechos de los Apóstoles, San Lucas tuvo conciencia de ser el primer
historiador del cristianismo, y elaboró las dos obras con segura intuición y método riguroso.
La presencia de su personalidad sólo se vislumbra a través del gusto y de la medida con que
dispone y refiere el material que había ido recogiendo de fuentes incontrovertibles mediante
largas indagaciones. Dijo Renan que el Evangelio de San Lucas es el mejor libro que jamás
se haya escrito; y hubiera podido añadir que la personalidad de su autor es una de las más
vivas y cordiales de cuantas gravitan en la órbita de los protagonistas principales de la
historia del cristianismo primitivo. Además de ser el primer historiador cristiano, es
también el primer artista de la nueva religión. En la proximidad de San Pablo, Lucas vivió
un cristianismo profundo, cuyos orígenes y primeros progresos expresó bajo el sello de la
poesía y la verdad.

El evangelista advierte en el prefacio que se propone hacer una obra histórica. En su


prólogo imita a los grandes historiadores griegos (Herodoto, Tucídides y Polibio), y, a
semejanza de ellos, comienza su libro señalando las fuentes en que se inspiran sus relatos,
cómo los compone y el objetivo que persigue. Relaciona sus datos cronológicos con los de
la historia profana (II, 13-III, 1), pero, al igual que los otros Sinópticos, no es un simple
cronista de la vida de Jesús; algunas veces, como San Mateo y San Marcos, reúne discursos
y milagros hechos en distintas circunstancias. Desde el punto de vista doctrinal, el
Evangelio de San Lucas es llamado "ebionita", es decir, Evangelio de los pobres. La
pobreza triunfa sobre la riqueza terrena, y, en medio de una luz maravillosa, aparece la
doctrina de la salvación universal: el individualismo judío queda vencido.

JUAN

Autor además del Apocalipsis y de tres Epístolas, San Juan prevalece netamente sobre los
demás evangelistas incluso en la iconografía, gracias al importante lugar que corresponde a
Juan en todas las representaciones de la cena y de la crucifixión. Entre los doce discípulos
que siguieron a Jesucristo, San Juan es el personaje más claramente dibujado por los
Evangelios. Ya los tres Sinópticos dan a su figura un especial relieve, pero los escritos del
propio Juan le añaden abundantes recuerdos personales y revelan, en un lenguaje humilde y
sutil, los más recónditos pliegues de su alma. La misma perífrasis con que Juan se designa
tímidamente a sí mismo como "el discípulo amado de Jesús", recoge de lleno,
resumiéndolas, las características de su personalidad y de la aventura espiritual a que ésta
estaba destinada. En efecto, sólo gracias a aquella predilección de Jesús se pone de
manifiesto su riqueza interior. Nacido en el seno de una acomodada familia de pescadores
de Cafarnaum o de la vecina Betsaida, San Juan Evangelista fue uno de los primeros
seguidores de Jesús y formó parte de aquel triunvirato de íntimos que tuvo el privilegio de
asistir a los episodios más significativos de la vida del maestro, como la resurrección de la
hija de Jairo o la agonía de Getsemaní. En la última cena, San Juan reposó la cabeza en el
pecho de Cristo (si se identifica a Juan con el anónimo discípulo predilecto del cuarto
Evangelio) y fue el único de los Apóstoles que estuvo presente en la crucifixión.

El evangelista fue acogido en la familia carnal de Jesús, convirtiéndose en el fiel guardián


de María, y llegó a ser el más sublime cantor del amor cristiano. Suya es la frase "Dios es
amor", y, antes de ser desterrado a Patmos, y luego de haber sufrido, según se cuenta, la
inmersión en una caldera de aceite hirviendo sin sentir daño alguno, aconsejaba a los
discípulos: "Hijos míos, amaos los unos a los otros. Éste es el gran precepto que Cristo nos
ha enseñado". Las últimas palabras que Jesucristo le dirige en la tierra son casi una duda,
una alusión simbólica y ciertamente el signo de un destino singular: "¿Y si yo quiero que
éste se quede hasta mi regreso?..." (Juan, XXI, 21-22). Por ello, en su vejez, se difundió el
rumor de que no moriría hasta el regreso de Cristo. Falleció al parecer en Éfeso, a muy
avanzada edad.

Los dos papiros Ryland's y Egerton, descubiertos respectivamente en 1920 y 1934 en


Egipto, nos hacen saber que este Evangelio era reconocido e incluso iba unido a los
evangelios sinópticos desde la primera mitad del siglo II. El libro comienza con un prólogo
en donde se contiene, más aún que en las páginas de San Pablo, gran parte de la teología
cristiana. En él (I, 1-18) se presenta a la persona del verbo de Dios, Luz y Vida, que se
manifiesta por medio de la creación y de la encarnación y que da, a los que le reciben
creyendo en él, la filiación divina. Ya en estas afirmaciones iniciales aparecen las tres
verdades predicadas en todo el libro: Jesús está unido sustancialmente con Dios Padre; es
luz (verdad) y vida (gracia) de los hombres; es, finalmente, verdadero Dios.

El Evangelio de San Juan procede por afirmaciones teológicas presentadas con autoridad y
solemnidad y con elevada forma literaria; el episodio de Jesús y la Samaritana y la
narración de la resurrección de Lázaro pueden ser comparados con las mejores páginas de
San Lucas. Algún relato, como el de la curación del ciego de nacimiento, tiene en cambio
un color más semítico, más próximo al estilo de San Marcos. San Juan es dogmático y
teólogo por excelencia: es el poeta y filósofo del espiritualismo católico. Orígenes decía:
"Si los Sinópticos son la primicia y la parte mejor de la Sagrada Escritura, el Evangelio de
San Juan es la primicia de los Sinópticos y de todo el Nuevo Testamento". San Juan posee
en sí algo más dulce y afectuoso que los otros evangelistas: se complace en narrar
cándidamente el amor que Jesús sentía por él, y, al formular la teología del cristianismo,
acentúa los valores llenos de amor y de misericordia que ya no se separarían de la religión.

PABLO

(Saulo de Tarso, también llamado San Pablo Apóstol; Tarso, Cilicia, h. 4/15 - Roma?, h.
64/68) Apóstol del cristianismo. Tras haber destacado como furibundo fustigador de la
secta cristiana en su juventud, una milagrosa aparición de Jesús convirtió a San Pablo en el
más ardiente propagandista del cristianismo, que extendió con sus predicaciones más allá
del pueblo judío, entre los gentiles: viajó como misionero por Grecia, Asia Menor, Siria y
Palestina y escribió misivas (las Epístolas) a diversos pueblos del entorno mediterráneo.
Los esfuerzos de San Pablo para llevar a buen fin su visión de una iglesia mundial fueron
decisivos en la rápida difusión del cristianismo y en su posterior consolidación como una
religión universal. Ninguno de los seguidores de Jesucristo contribuyó tanto como él a
establecer los fundamentos de la doctrina y la práctica cristianas.

Las fuentes fundamentales acerca de la vida de Pablo pertenecen todas al Nuevo


Testamento: los Hechos de los Apóstoles y las catorce Epístolas que se le atribuyen,
dirigidas a diversas comunidades cristianas. De ellas, diversos sectores de la crítica bíblica
han puesto en duda la autoría paulina de las llamadas cartas pastorales (la primera y
segunda Epístola a Timoteo y la Epístola a Tito), en tanto que existe una práctica
unanimidad en considerar la Epístola a los hebreos como escrita por un autor diferente.
Pese a la disponibilidad de tales fuentes, los datos cronológicos de las mismas resultan
vagos, y cuando existen divergencias entre los Hechos y las Epístolas se suele dar
preferencia a estas últimas.

Saulo (tal era su nombre hebreo) nació en el seno de una familia acomodada de artesanos,
judíos fariseos de cultura helenística que poseían el estatuto jurídico de ciudadanos
romanos. Después de los estudios habituales en la comunidad hebraica del lugar, Saulo fue
enviado a Jerusalén para continuarlos en la escuela de los mejores doctores de la Ley, en
especial en la del famoso rabino Gamaliel. Adquirió así una sólida formación teológica,
filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).

No debía, sin embargo, residir en Jerusalén el año 30, en el momento de la crucifixión de


Jesús de Nazaret; pero habitaba en la ciudad santa seguramente cuando, en el año 36, fue
lapidado el diácono Esteban, mártir de su fe. En concordancia con la educación que había
recibido, presidida por la más rígida observancia de las tradiciones farisaicas, Saulo se
significó por aquellos años como acérrimo perseguidor del cristianismo, considerado
entonces una secta herética del judaísmo. Inflexiblemente ortodoxo, el joven Saulo de
Tarso estuvo presente no sólo en la lapidación de Esteban, sino que se ofreció además a
vigilar los vestidos de los asesinos.

Los jefes de los sacerdotes de Israel le confiaron la misión de buscar y hacer detener a los
partidarios de Jesús en Damasco. Pero de camino a esta ciudad, Saulo fue objeto de un
modo inesperado de una manifestación prodigiosa del poder divino: deslumbrado por una
misteriosa luz, arrojado a tierra y cegado, se volvió a levantar convertido ya a la fe de
Jesucristo (36 d. C.). Según el relato de los Hechos de los Apóstoles y de varias de las
epístolas del propio Pablo, el mismo Jesús se le apareció, le reprochó su conducta y lo
llamó a convertirse en el apóstol de los gentiles (es decir, de los no judíos) y a predicar
entre ellos su palabra.

Tras una estancia en Damasco (donde, después de haber recuperado la vista, se puso en
contacto con el pequeño núcleo de seguidores de la nueva religión), se retiró algunos meses
al desierto (no se sabe exactamente adónde), haciendo así más firmes y profundos, en el
silencio y la soledad, los cimientos de su creencia. Vuelto a Damasco, y violentamente
atacado por los judíos fanáticos, en el año 39 hubo de abandonar clandestinamente la
ciudad descolgándose en un gran cesto desde lo alto de sus murallas.

Aprovechó la ocasión para marchar a Jerusalén y ponerse en contacto con los jefes de la
Iglesia, San Pedro y los demás apóstoles, no sin dificultades, porque estaba todavía muy
vivo en la Ciudad Santa el recuerdo de sus actividades como perseguidor. Le avaló en el
seno de la comunidad cristiana San Bernabé, que lo conocía bien y quizá era pariente suyo.
Regresó después a su ciudad natal de Tarso, en cuya región residió y predicó hasta que
hacia el año 43 vino a buscarlo Bernabé. A consecuencia de una carestía que atacó
duramente a Palestina, Pablo y Bernabé fueron enviados a Antioquía (Siria), ciudad
cosmopolita donde eran numerosos los seguidores de Jesús (allí se les había dado por
primera vez el sobrenombre de "cristianos"), para llevar la ayuda fraternal de la comunidad
de Antioquía a la de Jerusalén.

El apóstol de los gentiles


En compañía de San Bernabé, San Pablo inició desde Antioquía el primero de sus viajes
misioneros, que lo llevó en el año 46 a Chipre y luego a diversas localidades del Asia
Menor. En Chipre, donde obtuvieron los primeros frutos de su trabajo, abandonó Saulo
definitivamente su nombre hebreo para adoptar el cognomen latino de Paulus, que llevaba
probablemente desde niño como segundo apellido. Su romanidad podía parecer oportuna
para el desarrollo de la misión que el apóstol se proponía llevar a cabo en los ambientes
gentiles. En adelante, sería él quien llevaría la palabra del Evangelio al mundo pagano; con
Pablo, el mensaje de Jesús saldría del marco judaico, palestiniano, para convertirse en
universal.

A lo largo de su predicación, San Pablo iba presentándose sucesivamente en las sinagogas


de las diversas comunidades judaicas; pero esta presentación terminaba casi siempre en un
fracaso. Bien pocos fueron los hebreos que abrazaron el cristianismo por obra suya. Mucho
más eficaz caía su palabra entre los gentiles y entre los indiferentes que nada sabían de la
religión monoteísta hebraica. En este primer viaje recorrió, además de Chipre, algunas
regiones apartadas del Asia Menor. Creó centros cristianos en Perge (Panfília), en
Antioquía de Pysidia, en Listra, Iconio y Derbe de Licaonia. El éxito fue notable; pero
también fueron numerosas las dificultades. En Listra escapó de la muerte sólo porque sus
lapidadores creyeron erróneamente que ya había muerto.

Entre el primer y el segundo viaje, San Pablo residió algún tiempo en Antioquía (49-50 d.
C.), desde donde marchó a Jerusalén para asistir al llamado "Concilio de los Apóstoles".
Las cuestiones que iban a tratarse en el concilio eran de una gravedad difícilmente
concebible en nuestros días. Había que dilucidar la licitud de bautizar a los paganos
(algunos judeo-cristianos se oponían aún a tal iniciativa), y, sobre todo, establecer o
rechazar la obligatoriedad de los preceptos judíos para los conversos que procedían del
paganismo. El éxito de su labor evangelizadora permitió a San Pablo imponer la tesis de
que los cristianos gentiles debían tener la misma consideración que los judíos; profundo
expositor del valor de la Ley mosaica y de su importancia histórica, San Pablo defendió que
la redención operada por Cristo marcaba el definitivo ocaso de dicha ley y rechazó la
obligatoriedad de numerosas prácticas judaicas.
El segundo viaje evangélico (50-53) comprendió la visita a las comunidades cristianas de
Anatolia, fundadas unos años antes; luego fue recorriendo parte de la Galatia propiamente
dicha, visitó algunas ciudades del Asia proconsular y marchó después a Macedonia y
Acaya. La evangelización se hizo particularmente patente en Filippos, Tesalónica, Berea y
Corinto. También Atenas fue visitada por San Pablo, quien pronunció allí el famoso
discurso del Areópago, en el que combatió la filosofía estoica. El resultado, desde el punto
de vista evangelizador, fue más bien exiguo. Durante su estancia en Corinto, donde estuvo
en contacto con el gobernador de la provincia, Gallón (hermano de Séneca), inició al
parecer San Pablo su actividad como escritor, enviando la primera y segunda Epístola a los
tesalonicenses, en las que ilustra a los fieles acerca de la parusía o segunda venida de Cristo
y de la resurrección de la carne.

El tercer viaje (53-54-58) se inició con la visita a las comunidades del Asia Menor y
continuó también por Macedonia y Acaya, donde San Pablo Apóstol estuvo tres meses.
Pero como centro principal fue escogida la gran ciudad de Éfeso. Allí permaneció durante
casi tres años, trabajando con un grupo de colaboradores en la ciudad y su región,
especialmente en las localidades del valle del Lico. Fue un apostolado muy provechoso,
pero también lleno de fatigas para San Pablo: culminaron éstas con el tumulto de Éfeso,
provocado por Demetrio, representante de los numerosos comerciantes que explotaban la
venta de las estatuillas-recuerdo de Artemisa. San Pablo, refiriéndose a un episodio
anterior, habla de una lucha con las fieras; es casi seguro que la expresión es metafórica,
pero convergen muchos indicios en favor de la hipótesis de una auténtica prisión.

Desde Éfeso escribió la primera Epístola a los corintios, en la que se transparentan muy
bien las dificultades encontradas por el cristianismo en un ambiente licencioso y frívolo
como era el de la ciudad del Istmo. Probablemente se sitúa en la misma ciudad la redacción
de la Epístola a los gálatas y la Epístola a los filipenses, en tanto que la segunda Epístola a
los corintios fue escrita poco después en Macedonia. Desde Corinto envió el apóstol la
importante Epístola a los romanos, en la que trata a fondo la relación entre la fe y las obras
respecto a la salvación. Con ello pretendía preparar su próxima visita a la capital del
imperio.

Últimos años
Sin embargo, los hechos se desarrollaron de un modo distinto. Habiéndose dirigido Pablo a
Jerusalén para entregar una cuantiosa colecta a aquella pobre iglesia, fue encarcelado por el
quiliarca Lisia, quien lo envió al procónsul romano Félix de Cesarea. Allí pasó el apóstol
dos años bajo custodia militar. Decidieron embarcarlo, fuertemente custodiado, con destino
a Roma, donde los tribunales de Nerón decidirían sobre él. El viaje marítimo fue, por otra
parte, fecundo en episodios pintorescos (como el del naufragio y la salvación milagrosa), y
durante el mismo el prestigio del apóstol se impuso al fin a sus guardianes (invierno de 60-
61).

De los años 61 a 63 vivió San Pablo en Roma, parte en prisión y parte en una especie de
libertad condicional y vigilada, en una casa particular. En el transcurso de este primer
cautiverio romano escribió por lo menos tres de sus cartas: la Epístola a los efesios, la
Epístola a los colosenses y la Epístola a Filemón.
SANTIAGO

(Llamado también San Santiago el Mayor; Betsaida, Galilea, ? - Jerusalén, h. 42) Uno de
los doce apóstoles de Jesucristo. Era hijo de Zebedeo y hermano de San Juan Evangelista,
autor del cuarto de los Evangelios y otro de los doce apóstoles. Los dos hermanos eran
pescadores del mar de Galilea, donde los reclutó Jesucristo; desde entonces, Santiago formó
parte del círculo más cercano al maestro.
Después de la crucifixión de Jesús, el apóstol Santiago se dedicó a predicar la nueva fe,
contribuyendo a la difusión del cristianismo en occidente. Una tradición española no
documentada supone que Santiago viajó a Hispania para predicar por encargo del propio
Jesucristo y que se le apareció la Virgen María en Zaragoza (en el lugar en donde luego se
levantó la basílica del Pilar). Santiago murió decapitado durante las persecuciones contra
los cristianos que ordenó el rey de Judea, Herodes Agripa I (es el único apóstol cuyo
martirio aparece recogido en los Hechos de los Apóstoles).
Según otra tradición medieval igualmente difícil de comprobar, su cuerpo llegó hasta
Galicia y fue enterrado en el Campus Stellae, cerca de Padrón; allí se erigió un templo en el
siglo IX, hacia el cual se encaminaron las peregrinaciones del Camino de Santiago; en
torno al templo y a las peregrinaciones surgió la ciudad de Santiago de Compostela.
Santiago fue tenido por patrono de la reconquista cristiana de la Península contra el Islam
(dando nombre a una importante orden militar) y, ya en la época contemporánea, tanto la
Virgen del Pilar como el propio Santiago se convirtieron en símbolos nacionales de España.
Su festividad se conmemora el 25 de julio.

SANTIAGO

Santiago o Jacobo el Justo, muerto en el martirio en 62 o 69 d. C., fue una figura importante
de la Edad Apostólica. Sus epítetos habituales son Santiago o Jacobo, el hermano del Señor
y Santiago el Justo. La mayoría está de acuerdo que no se debe confundir con Santiago, hijo
de Zebedeo.2 En la Biblia es llamado Jacobo o Santiago, derivación de «San Jacobo»
(Sancti Iacob). La tradición católica generalmente sostiene que este Santiago debe ser
identificado con Santiago, hijo de Alfeo, conocido como Santiago el Menor.

En su epístola, Jacobo advierte también de no caer en la trampa de culpar a Dios por las
dificultades que nosotros mismos nos provocamos al sucumbir al pecado (versículos 13–
15). Dios da buenas dádivas a sus hijos, no las consecuencias malignas de nuestras propias
acciones erróneas. Dios es infalible y carece de la mutabilidad humana: Él es el «Padre de
las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación». Podemos confiar en Él sin
reservas si así lo decidimos. Él es quien ha dispuesto que su pueblo reciba la verdad en esta
vida, antes que otros la reciban, para que sean «primicias de sus criaturas» (versículos 17–
18).

Al principio de su epístola, Jacobo también hace énfasis en la práctica de una vida justa y al
término del primer capítulo marca la pauta de lo que seguiría. Muestra el contraste entre los
comportamientos naturales de Dios y los del ser humano —somos lentos para oír, rápidos
para hablar y más rápidos para enojarnos—. La ira del hombre no puede producir una
rectitud piadosa; es la Palabra de Dios la que nos instruye en los caminos correctos. Pero el
saber no es suficiente, escribe; debemos actuar conforme a lo que sabemos que es correcto
o, de lo contrario, es como ver nuestra imagen en un espejo, ver lo que está mal, y no hacer
nada para remediarlo (versículos 23–24). Así, en su definición de una religión coherente,
Jacobo la describe en términos tanto de autocontrol como de acción positiva y continua.
Señala: «Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña
su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el
Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin
mancha del mundo» (versículos 26–27). La instrucción de actuar por fe es recurrente a lo
largo de su carta.

PEDRO

(Simón o Simeón; Betsaida, Galilea, ? - Roma ?, h. 64/67). Apóstol de Jesucristo y primer


jefe de su Iglesia. Era un pescador del mar de Galilea, hasta que dejó su casa de Cafarnaúm
para unirse a los discípulos de Jesús de Nazaret en los primeros momentos de su
predicación; junto con él se unieron a Jesús otros pescadores de la localidad, como su
propio hermano Andrés y los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, todos los cuales
formaron parte del núcleo originario de los doce apóstoles.

San Pedro carecía de estudios, pero pronto se distinguió entre los discípulos por su fuerte
personalidad y su cercanía al maestro, erigiéndose frecuentemente en portavoz del grupo. A
través de los evangelios puede trazarse un perfil bastante completo de su personalidad.
Pedro es sencillo, generoso e impulsivo en sus intervenciones, que a veces denotan una
incomprensión del auténtico mensaje del maestro. Jesús, por su parte, muestra por Simón
una predilección que aparece patente desde el primer encuentro. Junto con Santiago
Apóstol y San Juan Evangelista, Pedro participaba en toda la actividad de Jesús, asistiendo
incluso a episodios íntimos de los que quedaban excluidos los demás apóstoles. En
Cafarnaúm, Jesús debió ser a menudo huésped de la familia de la que procedía la mujer de
Pedro.
El sobrenombre de Pedro se lo puso Jesús al señalarle como la «piedra» (petra en latín)
sobre la que habría de edificar su Iglesia. En Cesarea de Filipos, al nordeste del lago
Tiberíades, tuvo lugar el episodio en que San Pedro afirmó la divinidad de Jesús: "Tú eres
Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mat. 16, 16). Jesús juzgó la afirmación como efecto de una
iluminación de lo alto y confirió a Pedro la máxima autoridad: "Bienaventurado eres tú,
Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado eso la carne y la sangre, sino mi Padre que
está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro, y que sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia; las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de
los cielos. Y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que
desatares sobre la tierra, será también desatado en los cielos" (Mat. 16, 17-19).

Personalidad impetuosa y sincera, San Pedro tuvo también momentos de debilidad. Según
el relato evangélico, San Pedro negó hasta tres veces conocer a Jesús la noche en que éste
fue arrestado, cumpliendo una profecía que le había hecho el maestro; pero, arrepentido de
aquella negación, su fe ya no volvió a flaquear y, después de la crucifixión y la
resurrección, fue privilegiado con la primera aparición de Jesús y se dedicó a propagar sus
enseñanzas.

Tras la muerte de Jesús (hacia el año 30 d. C.), San Pedro se convirtió en el líder
indiscutido de la diminuta comunidad de los primeros creyentes cristianos de Palestina por
espacio de quince años: dirigía las oraciones, respondía a las acusaciones de herejía
lanzadas por los rabinos ortodoxos y admitía a los nuevos adeptos (incluidos los primeros
no judíos).

Hacia el año 44 fue encarcelado por orden del rey Herodes Agripa, pero consiguió escapar
y abandonó Jerusalén, dedicándose a propagar la nueva religión por Siria, Asia Menor y
Grecia. En esa época, probablemente, su liderazgo fue menos evidente, disputándole la
primacía entre los cristianos otros apóstoles, como Pablo o Santiago. Asistió al llamado
Concilio de Jerusalén (48 o 49), en el cual apoyó la línea de San Pablo de abrir el
cristianismo a los gentiles, frente a quienes lo seguían ligando a la tradición judía.

JUDAS

Apóstol de Jesús. Hermano de Santiago el Menor y primo hermano de Jesús de Nazaret, es


apellidado "el Valeroso" (Tadeo o Lebeo), para distinguirlo del apóstol traidor Judas
Iscariote.

De origen campesino, a este apóstol de temperamento apasionado se le atribuye la autoría


de una Epístola a los primeros creyentes, a los que invitaba a que, "combatiendo
vigorosamente por la fe", siguiesen a Jesucristo sin dejarse desviar por perecederos
maestros de errores, semejantes a "nubes sin agua, llevadas de aquí para allá por los
vientos" o a "árboles otoñales infructuosos, dos veces muertos, sin raíces". En tal epístola
trata en efecto de combatir los errores de los nicolaítas, los simonianos y los gnósticos.

Hombre de rostro alargado, tieso, fibroso (así está representado en un mosaico del siglo V
en el baptisterio de Rávena), San Judas Tadeo soñaba con el triunfo de Cristo, la
destrucción de los enemigos y el subsiguiente dominio judío sobre los odiados romanos.
Después de la triunfal entrada de Jesús de Nazaret en Jerusalén, al oír el moderado discurso
del Maestro, lo interrumpió a quemarropa para dirigirle la ardiente petición: "¿Qué ha
sucedido, Señor, que tienes la intención de manifestarte a nosotros, pero no al mundo?".

Jesús no le respondió, pero después de Pentecostés, San Judas Tadeo comprendió que era a
él a quien correspondía manifestar a Jesús al mundo; y así, según la tradición, viajó
predicando el Evangelio desde Edesa (la actual Urfa en Turquía oriental) a Arabia, a
Mesopotamia y a Persia. Allí, tras haber movido a innumerables conversiones al
cristianismo, habría sido muerto por una granizada de piedras y a golpes de maza. Por
razón de este martirio se le suele representar con una pesada maza en la mano.

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