Nebrija Gramatica 5

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Index Libro primero Libro segundo Libro tercero Libro quinto

Antonio de Nebrija
Gramática de la lengua castellana
Libro cuarto, que es de sintaxis y orden
de las diez partes de la oración
Capítulo primero, de los preceptos naturales de la
gramática
En el libro pasado dijimos apartadamente de cada una de las diez partes
de la oración, ahora en este libro cuarto diremos cómo estas diez partes
se han de ayuntar y concertar entre sí. La cual consideración, como
dijimos en el comienzo de aquesta obra, los griegos llamaron sintaxis,
nosotros podemos decir orden o ayuntamiento de partes.
Así que la primera concordia y concierto es entre un nombre con otro, y
es cuando el nombre que significa algún accidente, que los gramáticos
llaman adjetivo, se ayunta con el nombre que significa substancia, que
llamamos substantivo, porque ha de concertar con él en tres cosas: en
género, en número, en caso; como diciendo 'el hombre bueno', bueno
es adjetivo del género masculino, porque hombre, que es su
substantivo, es del género masculino; bueno es del número singular,
porque hombre es del número singular; bueno es del primero caso,
porque hombre es del primero caso, y en esta manera se ayuntan los
pronombres y participios con el nombre substantivo como el nombre
adjetivo. Aunque hay diferencia en la orden, porque los pronombres
demostrativos quieren siempre ponerse delante los nombres que
demuestran; los adjetivos, aunque algunas veces se ponen, su
naturaleza es de se posponer. Otra diferencia hay entre 'mío', 'mi; 'tuyo',
'tu'; 'suyo', 'su': que 'mi', 'tu', 'su' siempre se anteponen al nombre
substantivo con que se ayuntan; 'mío', 'tuyo', 'suyo' siempre se
posponen, como diciendo: 'mi hombre', 'hombre mío'; 'mi mujer', 'mujer
mía'; 'tu libro', 'libro tuyo'; 'su vestido, vestido suyo'.
La segunda concordia es del nominativo con el verbo, porque han de
concertar en número y en persona, como diciendo 'yo amo', amo es del
número singular, porque yo es del número singular; amo es de la
primera persona porque yo es de la primera persona.
La tercera concordia es del relativo con el antecedente, porque han de
concertar en género, número y persona, como diciendo 'yo amo a Dios,
el cual a merced de mí', el cual es del género masculino, porque Dios es
del género masculino; el cual es del número singular, porque Dios es
del número singular; el cual es de la tercera persona porque Dios es de
la tercera persona.
Este concierto de las partes de la oración entre sí es natural a todas las
naciones que hablan, porque todos conciertan el adjetivo con el
substantivo, y el nominativo con el verbo, y el relativo con el
antecedente. Mas así como aquestos preceptos son a todos naturales,
así la otra orden y concordia de las partes de la oración es diversa en
cada lenguaje, como diremos en el capítulo siguiente.

Capítulo segundo, de la orden de las partes de la


oración
Entre algunas partes de la oración hay cierta orden casi natural y muy
conforme a la razón, en la cual las cosas que por naturaleza son
primeras o de mayor dignidad se han de anteponer a las siguientes y
menos dignas. Y por esto dice Quintiliano que diremos de oriente a
occidente, y no por el contrario de occidente a oriente, porque según
orden natural primero es oriente que el occidente, y así diremos por
consiguiente 'el cielo y la tierra', 'el día y la noche', 'la luz y las tinieblas',
y no por el contrario 'la tierra y el cielo', 'la noche y el día', 'las tinieblas
y la luz'; mas aunque esta perturbación de orden en alguna manera sea
tolerable, y se pueda excusar algunas veces por autoridad, aquello en
ninguna manera se puede sufrir: que la orden natural de las personas se
perturbe, como se hace comúnmente en nuestra lengua, que siguiendo
una vana cortesía dicen 'el rey y tú y yo venimos', en lugar de decir 'yo y
tú y el rey venimos'. Porque aquello en ninguna lengua puesta en
artificio y razón se puede sufrir, que tal confusión de personas se haga.
Y mucho menos lo que está en el uso, que hablando con uno usamos
del número de muchos, diciendo 'vos venistes', por decir 'tú veniste',
porque, como dice Donato en su Barbarismo, este es vicio no tolerable,
el cual los griegos llaman solecismo, del cual trataremos abajo en su
lugar; cuanto más que los que usan de tal asteísmo o cortesía no hacen
lo que quieren, porque menor cortesía es dar a muchos lo que se hace,
que a uno solo, y por esta causa hablando con Dios siempre usamos del
número de uno, y aun veo que en los razonamientos antiguos que se
enderezan a los reyes, nunca está en uso en número de muchos. Y aun
más intolerable vicio sería diciendo "vos sois bueno", porque peca
contra los preceptos naturales de la gramática, porque el adjetivo bueno
no concuerda con el substantivo vos, a lo menos en número. Y mucho
menos tolerable sería si dijeses "vuestra merced es bueno", porque no
concuerdan en género el adjetivo con el substantivo; pero a la fin, como
dice Aristóteles, habemos de hablar como los más y sentir como los
menos.

Capítulo tercero, de la construcción de los verbos


después de sí
Síguese del caso con que se ayuntan los verbos después de sí, para lo
cual primero habemos de saber que los verbos o son personales o
impersonales; personales verbos son aquellos que tienen distintos
números y personas, como 'amo, amas, ama, amamos, amáis, aman';
impersonales verbos son aquellos que no tienen distintos números y
personas, como 'pésame, pésate, pésale, pésanos, pésavos, pésales'.
Los verbos personales o pasan en otra cosa o no pasan; los que pasan
en otra cosa llámanse transitivos, como diciendo 'yo amo a Dios', 'amo'
es verbo transitivo porque su significación pasa en 'Dios'; los que no
pasan en otra cosa llámanse absolutos, como diciendo 'yo vivo', vivo es
verbo absoluto, porque su significación no pasa en otra cosa.
Los que pasan en otra cosa, o pasan en el segundo caso, cuales son
estos: Recuérdome de ti; Olvídome de Dios; Maravíllome de tus obras;
Gózome de tus cosas; Carezco de libros; Uso de los bienes.
Otros pasan en dativo, cuales son estos: Obedezco a la iglesia; Sirvo a
Dios; Empezco a los enemigos; Agrado a los amigos.
Otros pasan en acusativo, cuales son estos: Amo las virtudes;
Aborrezco los vicios; Ensalzo la justicia; Oigo la gramática.
Otros verbos, allende del acusativo, demandan genitivo, cuales son
estos: Hincho la casa de vino; Vacío la panera de trigo; He compasión
de ti.
Otros verbos, allende del acusativo, demandan dativo, cuales son estos:
Enseño la gramática al niño; Leo el Virgilio al discípulo; Escribo las
letras a mi amigo; Doy los libros a todos.
Los que no pasan en otra cosa comúnmente hacen retorno con estos
pronombres: me, te, se, nos, vos, se, como diciendo: Vóyme, vaste,
vase; Ándome, ándaste, ándase; Caliéntome, caliéntaste, caliéntase;
Asiéntome, asiéntaste, asiéntase; Levántome, levántaste, levántase. De
manera que esta es la mayor señal para distinguir los verbos absolutos
de los transitivos: que los transitivos no reciben 'me', 'te', 'se',
especialmente los que pasan en acusativo; los absolutos comúnmente
las reciben. Pero si los transitivos no pasan en acusativo, porque ya son
absolutos, pueden juntarse con 'me', 'te', 'se', como diciendo 'yo siento
el dolor', 'siento' es verbo transitivo, mas diciendo 'yo me siento',
'siento' es verbo absoluto, y así 'yo ando el camino, yo me ando', 'yo
vuelvo los ojos, yo me vuelvo'.
Los verbos impersonales todos son semejantes a las terceras personas
del singular de los verbos personales, haciendo reciprocación sobre sí
con este pronombre 'se', como diciendo 'córrese', 'éstase', 'vívese'. Pero
hay otros verbos impersonales que no reciben este pronombre 'se', y
constrúyense con los otros verbos en el infinitivo, como: Pláceme leer;
Pésame escribir; Acontéceme oir; Conviéneme dormir; Agrádame
enseñar; Embástiame comer; Desagrádame vivir; Desplázeme beber;
Pertenéceme correr; Conténtame pasear; Cáleme huir.
'Antójaseme' pareció semejante a estos verbos sino que recibió este
pronombre 'se', como aquellos que arriba dijimos.

Capítulo cuarto, de la construcción de los nombres


después de sí
Todos los nombres substantivos de cualquier caso pueden regir
genitivo, que significa cúya es aquella cosa, como diciendo: 'el siervo
de Dios', 'del siervo de Dios', 'al siervo de Dios', 'el siervo de Dios', 'oh
siervo de Dios'. Mas esto se entiende cuando el substativo que ha de
regir el genitivo es común o apelativo, porque si es propio no se puede
con él ordenar, salvo si se entendiese allí algún nombre común, como
diciendo 'Isabel la de Pedro', entendemos madre o mujer, o hija, o
sierva, y así 'María la de Santiago', entendemos madre; 'Pedro de Juan',
entendemos hijo; 'Eusebio de Pánfilo', entendemos amigo, y esta es la
significación general del genitivo, pero tiene otras muchas maneras de
significar, que en alguna manera se puede reducir a aquella, como
diciendo 'anillo de oro', 'paño de ducado'.
Mas aquí no quiero disimular el error que se comete en nuestra lengua,
y de allí pasó a la latina, diciendo: 'mes de enero'; 'día del martes'; 'hora
de tercia'; 'ciudad de Sevilla'; 'villa de Medina'; 'río de Duero'; 'isla de
Cález', porque el mes no es de enero, sino él mismo es enero; ni el día
es de martes, sino él es martes; ni la hora es de tercia, sino ella es
tercia; ni la ciudad es de Sevilla, sino ella es Sevilla; ni la villa es de
Medina, sino ella es Medina; ni el río es de Duero, sino él mismo es
Duero; ni la isla es de Cález, sino ella misma es Cález. De donde se
sigue que no es anfibología aquello en que solemos burlar en nuestra
lengua diciendo: 'el asno de Sancho'; porque a la verdad no quiere ni
puede decir que Sancho es asno, sino que el asno es de Sancho.
Hay eso mismo algunos nombres adjetivos de cierta significación que
se pueden ordenar con los genitivos de los nombres substantivos,
cuales son estos: 'entero de vida'; 'limpio de pecados'; 'pródigo de
dineros'; 'escaso de tiempo'; 'avariento de libros'; 'dudoso del camino';
'codicioso de honra'; 'deseoso de justicia'; 'manso de corazón'.
Hay otros nombres adjetivos que se ayuntan con dativos de
substantivos, como: 'enojoso a los buenos'; 'triste a los virtuosos';
'amargo a los extraños'; 'dulce a los suyos'; 'tratable a los amigos';
'manso a los subjectos'; 'cruel a los rebeldes'; 'franco a los servidores'.
Hay otros nombres adjetivos que se pueden ayuntar con genitivo y
dativo de los nombres substantivos, cuales son estos: 'cercano de
Pedro, y a Pedro'; 'vecino de Juan, y a Juan'; 'allegado a Antonio, y de
Antonio'; 'semejante de su padre, y a su padre'. Aunque los latinos en
este nombre hacen diferencia: porque 'semejante de su padre' es
cuanto a las costumbres y cosas del ánima; 'semejante a su padre' es
cuanto a los lineamentos y trazos de los miembros del cuerpo. Puédese
ayuntar el nombre adjetivo con acusativo del nombre substantivo, no
propia, mas figuradamente, como diciendo: 'yo compré un negro,
crespo los cabellos, blanco los dientes, hinchado los bezos'. Esta figura
los gramáticos llaman sinécdoque, de la cual y de todas las otras
diremos de aquí adelante.

Capítulo quinto, del barbarismo y solecismo


Todo el negocio de la Gramática, como arriba dijimos, o está en cada
una de las partes de la oración, considerando de ellas apartadamente, o
está en la orden y juntura de ellas. Si en alguna palabra no se comete
vicio alguno, llámase lexis, que quiere decir perfecta dicción; si en la
palabra se comete vicio que no se pueda sufrir, llámase barbarismo; si
se comete pecado que por alguna razón se puede excusar, llámase
metaplasmo. Eso mismo, si en el ayuntamiento de las partes de la
oración no hay vicio alguno, llámase phrasis, que quiere decir perfecta
habla; si se comete vicio intolerable, llámase solecismo; si hay vicio que
por alguna razón se puede excusar, llámase schema. Así que entre
barbarismo y lexis está metaplasmo; entre solecismo y phrasis está
schema.
Barbarismo es vicio no tolerable en una parte de la oración, y llámase
barbarismo porque los griegos llamaron bárbaros a todos los otros
sacando a sí mismos, a cuya semejanza los latinos llamaron bárbaras a
todas las otras naciones sacando a sí mísmos y a los griegos. Y porque
los peregrinos y extranjeros, que ellos llamaron bárbaros, corrompían
su lengua cuando querían hablar en ella, llamaron barbarismo aquel
vicio que cometían en una palabra. Nosotros podemos llamar bárbaros
a todos los peregrinos de nuestra lengua sacando a los griegos y
latinos, y a los mismos de nuestra lengua llamaremos bárbaros si
cometen algún vicio en la lengua castellana. El barbarismo se comete o
en escritura o en pronunciación, añadiendo o quitando o mudando o
trasportando alguna letra o sílaba o acento en alguna palabra, como
diciendo: "Peidro por Pedro", añadiendo esta letra "i"; "Pero por
Pedro", quitando esta letra "d"; "Petro por Pedro", mudando la "d" en
"t"; "Perdo por Pedro", trastrocada la "d" con la "r"; "Pedró", el acento
agudo, por "Pedro", el acento grave en la última sílaba.
Solecismo es vicio que se comete en la juntura y orden de las partes de
la oración contra los preceptos y reglas del Arte de la Gramática, como
diciendo: "el hombre buena corres", buena descuerda con hombre en
género, y corres con hombre en persona. Y llámase solecismo, de
Solos, ciudad de Cilicia, la cual pobló Solón, uno de los siete sabios,
que dió las leyes a los de Atenas, con los cuales, mezclándose otras
naciones peregrinas, comenzaron a corromper la lengua griega, y de allí
se llamó solecismo aquella corrupción de la lengua que se comete en la
juntura de las partes de la oración. Asinio Polion, muy sutil juez de la
lengua latina, llamólo imparilidad; otros, stribiligo, que en nuestra
lengua quiere decir torcedura de la habla derecha y natural.

Capítulo sexto, del metaplasmo


Así como el barbarismo es vicio no tolerable en una parte de la oración,
así el metaplasmo es mudanza de la acostumbrada manera de hablar en
alguna palabra, que por alguna razón se puede sufrir. Y llámase en
griego metaplasmo, que en nuestra lengua quiere decir transformación,
porque se trasmuda alguna palabra de lo propio a lo figurado, y tiene
catorce especies:
Prótesis, que es vicio cuando se añade alguna letra o sílaba en el
comienzo de la dicción, como en todas las palabras que la lengua latina
comienza en "s" con otra consonante, vueltas en nuestra lengua reciben
esta letra "e" en el comienzo, así como "scribo", escribo; "spacium",
espacio; "stamen", estambre; y llámase prótesis en griego, que quiere
decir en nuestra lengua apostura.
Aféresis es cuando del comienzo de la palabra se quita alguna letra o
sílaba, como quien dijese "es namorado", quitando del principio la "e",
por decir "enamorado", y llámase aféresis en griego, que quiere decir
cortamiento.
Epéntesis es cuando en medio de alguna dicción se añade letra o sílaba,
como en esta palabra "redargüir", que se compone de "re" y "argüir",
entrepónese la "d" por esta figura; y llámase epéntesis, que quiere decir
entreposición.
Síncopa es cuando de medio de la palabra se corta alguna letra o sílaba,
como diciendo "cornado" por "coronado", y llámase síncopa, que
quiere decir cortamiento de medio.
Paragoge es cuando en fin de alguna palabra se añade letra o sílaba,
como diciendo: "Morir se quiere Alejandro de dolor de corazone", por
decir "corazón", y llámase paragoge, que quiere decir adición o
añadimiento.
Apócopa es cuando del fin de la dicción se corta letra o sílaba, como
diciendo "hidalgo" por "hijo dalgo", y Juan de Mena dijo: "Do fue
bautizado el Fi de María", por "Hijo de María", y llámase apócopa, que
quiere decir cortamiento del fin.
Éctasis es cuando la sílaba breve se hace larga, como Juan de Mena:
"Con toda la otra mundana maquina", puso "maquina", la penúltima
larga, por "máquina", la penúltima breve, y llámase éctasis, que quiere
decir extendimiento de sílaba.
Sístole es cuando la sílaba larga se hace breve, como Juan de Mena:
"Colgar de agudas escarpias, y bañarse las tres Arpias", por decir
"Arpías", la penúltima aguda, y llámase sístole en griego, que quiere
decir acortamiento.
Diéresis es cuando una sílaba se parte en dos sílabas, como Juan de
Mena: "Bellígero Mares, tú sufre que cante", por decir "Mars", y llámase
diéresis, que quiere decir apartamiento.
Sinéresis es cuando dos sílabas o vocales se cogen en una, como Juan
de Mena: "Estados de gentes que giras y trocas", por "truecas", y
llámase sinéresis, que quiere decir congregación o ayuntamiento.
Sinalefa es cuando alguna palabra acaba en vocal y se sigue otra que
comienze eso mismo en vocal, echamos fuera la primera de ellas, como
Juan de Mena: "Paró nuestra vida ufana", por "vidufana", y llámase
sinalefa, que quiere decir apretamiento de letras.
Enclisis es cuando alguna palabra acaba en consonante, y se sigue otra
palabra que comienze en letra que haga fealdad en la pronunciación, y
echamos fuera aquella consonante, como diciendo "sutil ladrón", no
suena la primera "l", y llámase enclisis, que quiere decir escolamiento.
Antítesis es cuando una letra se pone por otra, como diciendo "yo gelo
dije", por decir "yo se lo dije", y llámase antítesis, que quiere decir
postura de una letra por otra.
Metátesis es cuando se trasportan las letras, como los que hablan en
girigonza, diciendo por "Pedro vino", "drepo vino", y llámase metátesis,
que quiere decir trasportación.

Capítulo séptimo, de las otras figuras


Solecismo, como dijimos, es vicio incomportable en la juntura de las
partes de la oración, pero tal que se puede excusar por alguna razón,
como por necesidad de verbo o por otra causa alguna, y entonces
llámase figura, la cual, como decíamos, es media entre phrasis y
solecismo. Así que están las figuras, o en la construcción, o en la
palabra, o en la sentencia; las cuales son tantas que no se podrían
contar. Mas diremos de algunas de ellas, especialmente de las que más
están en uso.
Prolepsis es cuando alguna generalidad se parte en partes, como
diciendo "salieron los reyes, uno de la ciudad y otro del real", y llámase
prolepsis, que quiere decir anticipación.
Zeugma es cuando debajo de un verbo se cierran muchas cláusulas,
como diciendo "Pedro, y Martín, y Antonio lee", por decir "Pedro lee, y
Martín lee, y Antonio lee", y llámase zeugma, que quiere decir
conjunción.
Hypozeusis es cuando, por el contrario de zeugma, damos diversos
verbos a cada cláusula, con una persona misma, como diciendo "César
vino a España, y venció a Afranio, y tornó contra Pompeyo", y llámase
hypozeusis, que quiere decir ayuntamiento debajo.
Silepsis es cuando con un verbo o nombre adjetivo cogemos cláusulas
de diversos números, o nombres substantivos de diversos géneros, o
nombres y pronombres de diversas personas, como diciendo "el
caballo y los hombres corren"; "el hombre y la mujer buenos"; "yo y tú
y Antonio leemos", y llámase silepsis, que quiere decir concepción.
Aposición es cuando un nombre substantivo se añade a otro
substantivo sin conjunción alguna, como diciendo "yo estuve en
Toledo, ciudad de España", y llámase aposición, que quiere decir
postura de una cosa a otra o sobre otra.
Síntesis es cuando el nombre del singular que significa muchedumbre,
se ordena con el verbo del plural, o muchos nombres del singular
ayuntados por conjunción, se ayuntan eso mismo con verbo del plural,
como dicendo "de los hombres, parte leen y parte oyen", o diciendo
"Marcos y Lucas escribieron Evangelio", y llámase esta figura síntesis,
la cual en latín se dice composición.
Antíptosis es cuando un caso se pone por otro, como diciendo "del
hombre que hablábamos viene ahora", por decir "el hombre de que
hablábamos", y llámase antíptosis, quiere decir caso por caso.
Sinécdoque es cuando lo que es de la parte se da al todo, como
diciendo "el guineo, blanco los dientes, se enfría los pies", y llámase
sinécdoque, que quiere decir entendimiento, según Tulio la interpreta,
porque entendemos allí alguna cosa.
Acirología es cuando alguna dicción se pone impropiamente de lo que
significa, como si dijésemos "espero daños", por decir "temo", porque
propiamente esperanza es del bien venidero, como temor del mal, y
llámase acirología, que quiere decir impropiedad.
Cacóphaton, que otros llaman cacémphaton, es cuando del fin de una
palabra y del comienzo de otra se hace alguna fea sentencia, o cuando
alguna palabra puede significar cosa torpe, como en aquel cantar en
que burlaron los nuestros antiguos: "¿Qué haces, Pedro?...; o si alguno
dijese "pijar" por mear, y llámase cacóphaton, que es mal son.
Pleonasmo es cuando en la oración se añade alguna palabra del todo
superflua, como en aquel romance: "De los sus ojos llorando, y de la su
boca diciendo", porque ninguno llora sino con los ojos, ni habla sino
con la boca, y por eso "ojos" y "boca" son palabras del todo ociosas, y
llámase pleonasmo, que quiere decir superfluidad de palabras.
Perisología es cuando añadimos cláusulas demasiadas sin ninguna
fuerza de sentencia, como Juan de Mena: "Y arder y ser ardido, A Jason
con el marido", porque tanto vale arder como ser ardido, y llámase
perisología, que quiere decir rodeo y superfluidad de razones.
Macrología es cuando se dice alguna luenga sentencia, que
comprehende muchas razones no mucho necesarias, como diciendo:
"después de idos los embajadores fueron a Cartago, de donde, no
alcanzada la paz, tornáronse a donde habían partido", porque harto era
decir "los embajadores fueron a Cartago, y no impetrada la paz,
tornáronse", y llámase macrología, que quiere decir luengo rodeo de
razones y palabras.
Tautología es cuando una misma palabra se repite, como diciendo "yo
mismo me voy por el camino", porque tanto vale como "yo voy por el
camino", y llámase tautología, que quiere decir repetición de la misma
palabra.
Eclipsi es defecto de alguna palabra necesaria para hinchir la sentencia,
como diciendo "buenos días", falta el verbo que allí se puede entender y
suplir, el cual es "hayáis", o "vos dé Dios"; eso mismo se comete eclipsi
y falta el verbo en todos los sobre escriptos de las cartas mensajeras,
donde se entiende "sean dadas"; también falta el verbo en la primera
copla del Laberinto de Juan de Mena, que comienza: "Al muy prepotente
don Juan el segundo, A él las rodillas hincadas por suelo", entiéndese
este verbo "sean", y llámase eclipsi, que quiere decir desfallecimiento.
Tapinosis es cuando menos decimos y más entendemos, como cuando
de dos negaciones inferimos una afirmación, diciendo "es hombre no
injusto" por "hombre muy justo", y Juan de Mena: "Ya, pues, si debe en
este gran lago, Guiarse la flota por dicho del sage", porque lago es poca
agua, y pónese por la mar, por esta figura, aunque hácese tolerable la
tapinosis por aquel nombre adjetivo que añadió, diciendo "gran lago",
como Virgilio en el primero de la Eneida escribió "in gurgite vasto";
nuestra lengua en esto peca mucho, poniendo dos negaciones por una,
como si dijésemos "no quiero nada", dices a la verdad que quieres algo,
y llámase tapinosis, que quiere decir abatimiento.
Cacosyntheton es cuando hacemos dura composición, como Juan de
Mena: "A la moderna volviendo me rueda", porque la buena orden es
"volviéndome a la rueda moderna"; en esto erró mucho don Enrique de
Villena, no sólo en la interpretación de Virgilio, donde mucho usó de
esta figura, mas aun en otros lugares donde no tuvo tal necesidad,
como en algunas cartas mensajeras, diciendo: "Una vuestra recibí
letra", porque, aunque el griego y latín sufra tal composición, el
castellano no la puede sufrir, no más que lo que dijo en el segundo de la
Eneida: "Pues levántate, caro padre, y sobre míos cabalga hombros", y
llámase cacosyntheton, que quiere decir mala composición.
Anfibología es cuando por unas mismas palabras se dicen diversas
sentencias, como aquel que dijo en su testamento: "Yo mando que mi
heredero dé a fulano diez tazas de plata, cuales él quisiere", era duda si
las tazas habían de ser las que quisiere el heredero o el legatario, y
llámase esta figura anfibología o anfibolia, que quiere decir duda de
palabras.
Anadiplosis es cuando en la misma palabra que acaba el verso
precediente comienza el siguiente, la cual figura nuestros poetas llaman
deja prenda, como Alonso de Velasco: "Pues este vuestro amador,
Amador vuestro se da, Amor que pone dolor, Dolor que nunca se va.", y
llámase anadiplosis, que quiere decir redobladura.
Anáfora es cuando comenzamos muchos versos en una misma palabra,
como Juan de Mena: "Aquel con quien Júpiter tuvo tal celo, Aquel con
fortunas bien afortunado, Aquel en quien cabe virtud y reinado", y
llámase anáfora, que quiere decir repetición de palabra.
Epanalepsis es cuando en la misma palabra que comienza algún verso
en aquella acaba, como Juan de Mena: "Amores me dieron corona de
amores", y llámase epanalepsis, que quiere decir tomamiento de un
lugar para otro.
Epizeusis es cuando una misma palabra se repite sin medio alguno en
un mismo verso, como Juan de Mena: "Ven, ven, venida de vira", y
llámase epizeusis, que quiere decir subjunción.
Paronomasia es cuando un nombre se hace de otro en diversa
significación, como diciendo: "no es orador, sino arador", y llámase
paronomasia, que quiere decir denominación.
Schesisonómaton es cuando muchos nombres con sus adjetivos se
ayuntan en la oración, como diciendo: "niño mudable, mozo goloso,
viejo desvariado", y llámase schesisonómaton, que quiere decir
confusión de nombres.
Parómeon es cuando muchas palabras comienzan en una misma letra,
como Juan de Mena: "Ven, ven, venida de vira", y llámase parómeon,
que quiere decir semejante comienzo.
Homeotéleuton es cuando muchas palabras acaban en semejante
manera, no por declinación; como Juan de Mena: "Canta tú, cristiana
musa, La más que civil batalla, Que entre voluntad se halla, E razón que
nos acusa", y llámase homeotéleuton, que quiere decir semejante dejo.
Homeóptoton es cuando muchas palabras acaban en una manera por
declinación, como en la misma obra el mismo autor: "Del cual en forma
de toro, Crinado de hebras de oro", y llámase homeóptoton, que quiere
decir semejante caída.
Polyptoton es cuando muchos casos distintos por diversidad se
ayuntan, como diciendo: "hombre de hombres", "amigo de amigos",
"pariente de parientes", y llámase polyptoton, que quiere decir
muchedumbre de casos.
Hyrmos es cuando se continúa algún largo razonamiento hasta el cabo,
como en aquella copla: "Al muy prepotente don Juan el segundo", va
suspensa la sentencia hasta el último verso de la copla, y llámase
hyrmos, que quiere decir extendimiento.
Polysyntheton es cuando muchas palabras o cláusulas se ayuntan por
conjunción, como diciendo: "Pedro, y Juan, y Antonio, y Martín leen", o
"Pedro ama y Juan es amado, y Antonio oye, y Martín lee", y llámase
polysyntheton, que quiere decir composición de muchos.
Diályton es cuando muchas palabras o cláusulas se ayuntan sin
conjunción, como Juan de Mena: "Tus casos falaces, Fortuna,
cantamos, Estados de gentes que giras y trocas, Tus muchas falacias,
tus firmezas pocas", y llámase diályton, que quiere decir disolución;
aunque Tulio, en los Retóricos, hace diferencia entre disolución y
artículo, que disolución se dice cuando muchas cláusulas se ponen sin
conjunción, y artículo cuando muchos nombres se ponen sin ella.
Metáphora es cuando por alguna propiedad semejante hacemos
mudanza de una cosa a otra, como diciendo: "es un león", "es un
Alexandre", "es un acero", por decir fuerte y recio; y llámase metáphora,
que quiere decir transformación de una cosa a otra.
Catáchresis es cuando tomamos prestada la significación de alguna
palabra, para decir algo que propiamente no se podría decir, como si
dijésemos que el que mató a su padre es "omiziano", porque "omiziano"
es propiamente el que mató hombre, pero no tenemos palabra propia
por matador de padre, y tomamos la común; y llámase catáchresis, que
quiere decir abusión.
Metonymia es cuando ponemos el instrumento por la cosa que con él se
hace, o la materia por la que se hace de ella, como Juan de Mena: "De
hechos pasados codicia mi pluma", por decir "mi verso", y así decimos
que alguno "murió a hierro", por "murió a cuchillo"; y llámase
metonymia, que quiere decir transnominación.
Antonomasia es cuando ponemos algún nombre común por el propio, y
esto por alguna excelencia que se halla en el propio más que en todos
los de aquella especie, como diciendo "el Apostol", entendemos Pablo;
"el Poeta", entendemos Virgilio, y Juan de Mena: "con los dos hijos de
Leda", entendemos Castor y Polus; y llámase antonomasia, que quiere
decir postura de nombre por nombre.
Epítheton es cuando al nombre propio añadimos algún adjetivo que
significa alabanza o denuesto, como Juan de Mena: "A la viuda
Penélope, Al perverso de Sinón"; y llámase epítheton, que quiere decir
postura debajo del nombre.
Onomatopeia es cuando fingimos algún nombre del son que tiene
alguna cosa, como Enio poeta llamó "taratantara" al son de las
trompetas, y nosotros "bombarda" del son que hace cuando deslata; y
llámase onomatopeia, que quiere decir fingimiento del nombre.
Períphrasis es cuando decimos alguna cosa por rodeo para más la
amplificar, como Juan de Mena: "Después que el pintor del mundo paró
nuestra vida ufana", por decir "el verano nos alegró"; y llámase
períphrasis, que quiere decir circumlocución.
Anastropha es cuando trasportamos solamente las palabras, como si
dijésemos con don Enrique de Villena: "Unas vuestras recibí letras"; y
llámase anastropha, que quiere decir tornamiento atrás.
Parénthesis es cuando en alguna sentencia entreponemos palabras,
como diciendo: "Sola la virtud, según dicen los estoicos, hace al
hombre bueno y bienaventurado", entrepónese aquí "según dicen los
estoicos"; y llámase parénthesis, que quiere decir entreposición.
Temesis es cuando en medio de alguna palabra entreponemos otra,
como si dijeses: "E los siete mira triones", por decir "mira los
septentriones"; y llámase temesis, que quiere decir cortamiento de
palabra.
Synchesis es cuando confundimos por todas partes las palabras con la
sentencia, como si por decir "A ti mujer vimos del gran Mauseolo",
dijésemos: "del gran Mauseolo a ti vimos mujer"; y llámase synchesis,
que quiere decir confusión.
Hypérbole es cuando por acrecentar o menguar alguna cosa decimos
algo que traspasa de la verdad, como si dijeses: "daba voces que
llegaban al cielo"; y llámase hypérbole, que quiere decir
transcendimiento.
Alegoría es cuando una cosa decimos y otra entendemos, como aquello
del Apóstol, donde dice que "Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava
y otro de la libre"; y llámase alegoría, que quiere decir ajena
significación, y tiene estas siete especies:
Hironía es cuando por el contrario decimos lo que queremos
ayudándolo con el gesto y pronunciación, como diciendo de alguno que
hace desdones: ¡Mira qué donoso hombre!; o del mozo que se tardó,
cuando viene: ¡Señor, en hora buena vengáis!, y llámase hironía, que
quiere decir disimulación.
Antiphrasis es cuando en una palabra decimos lo contrario de lo que
sentimos, como Juan de Mena: "Por un luco envejecido, Do nunca
pensé salir", "luco" puso por bosque oscuro, aunque por derivación
viene de "luceo, luces", por lucir; y llámase antiphrasis, que quiere decir
contraria habla.
Enigma es cuando decimos alguna sentencia oscura por oscura
semejanza de cosas, como el que dijo: "La madre puede nacer, De la
hija ya difunta", por decir que del agua se engendra la nieve, y después,
en torno de la nieve el agua; en esta figura juegan mucho nuestros
poetas, y las mujeres y niños, diciendo: "¿Qué es cosa y cosa?"; y
llámase enigma, que quiere decir oscura pregunta.
Cálepos es cuando cogemos alguna sentencia de sílabas y palabras que
con mucha dificultad se pueden pronunciar; en este género de decir
manda Quintiliano que se ejerciten los niños, porque después, cuando
grandes, no haya cosa tan difícil que no la pronuncien sin alguna
ofensión; tal es aquello en que solemos burlar: "Cabrón pardo pace en
prado, Pardiós, pardas barbas ha".
Carientismos es cuando lo que se diría duramente decimos por otra
manera más grata, como al que pregunta cómo estamos, habíamos de
responder "bien o mal", y respondemos "a vuestro servicio", y llámase
carientismos, que quiere decir graciosidad.
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