Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 17

+8

Los grendelines
Elsa Bornemann
Los grendelines
Ilustraciones de Pez Elsa Bornemann
n a r r atI va

Ilustraciones de Pez
«Algunos los ven, otros no... No son seres humanos,
pero bien podrían serlo… porque tienen todo lo que
se necesita para ser gente como la gente…

Los grendelines
Tampoco son duendes, pero bien podrían serlo…
porque cuentan con todo lo que hace falta para
ser duendes…
En realidad, acaso sean personas y duendes
a la vez… ¿por qué no?»

«Yo sé leer las picardías que


Elsa sueña y les aseguro que
trabaja para que al ser hoy
grendelines movedizos y hábiles
no sean mañana grandulones
almidonados y torpes.»
El libro

Elsa Bornemann
www.loqueleo.santillana.com

TAPA_LOQUELEO_Los grendelines.indd 1 11/16/15 10:50 AM


www.loqueleo.santillana.com
© 1985, Elsa Bornemann
c/o Guillermo Schavelzon Graham Agencia Literaria
www.schavelzongraham.com
© 1993, 1996, 2015, Ediciones Santillana S.A.
© De esta edición:
2016, Ediciones Santillana S.A.
Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

ISBN: 978-950-46-4406-4
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina. Printed in Argentina.

Primera edición: enero de 2016


Primera reimpresión: mayo de 2005
Coordinación de Literatura Infantil y Juvenil: María Fernanda Maquieira
Ilustraciones: Alberto Pez

Dirección de Arte: José Crespo y Rosa Marín


Proyecto gráfico: Marisol Del Burgo, Rubén Churrillas y Julia Ortega

Bornemann, Elsa Isabel


Los grendelines / Elsa Isabel Bornemann ; ilustrado por Alberto Pez. - 1a ed. . - Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires : Santillana, 2016.
72 p. : il. ; 20 x 14 cm. - (Morada)
ISBN 978-950-46-4406-4
1. Literatura Infantil y Juvenil. I. Pez, Alberto, ilus. II. Título.
CDD 863.9282
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en
todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de
información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,
electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permi-
so previo por escrito de la editorial.

Esta primera edición de 1.800 ejemplares se ter­mi­nó de im­pri­mir en


el mes de enero de 2016, en Altuna Impresores S.R.L., Doblas 1968,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Los grendelines
Elsa Bornemann
Ilustraciones de Pez
A María Cielo,
tan hermoso anticipo del tercer milenario
Del libro a los oyelectores

Los car pin te ros fa brican mue bles.


Los cons truc to res le van tan ca sas.
Los panaderos ama san pan.
Los jar di ne ros cultivan flores.
Us te des... ¿saben qué hacen los es critores?
¡Claro que sí! Es cri ben libros... como yo.
¡Eh! No se asom bren. Yo soy el li bro y le hablo a
todo chi co que se me acer ca, to man do pres ta da la
voz de la maes tra jar di ne ra, de la ma má, de la
abue la, del her ma ni to ma yor, del papá o de quien
ten gan a ma no que se pa leer, que sepa ju gar y se-
pa abrir la bo ca... pa ra de jar me ha blar.
¿Y us tedes? Us te des son los que aho ra me oyen
con ojos agran da dos y son ri sas de qué es tá pasan do.
Su ce de que muchos libros no que re mos se guir
mu dos. Y nos he mos pro pues to opi nar so bre nues-
tros pa dres (los es cri to res) y sus tra ba jos (los cuen-
tos). Por suer te, mi ma má es ge nial.
Son rien te y ru bia, El sa Bor nemann —que así
8

se llama— no tiene varita mágica porque las va-


ritas mágicas ya no existen. Pero tiene máquina de
escribir, imaginación inagotable y la sabiduría de
las hadas buenas.
Su mirada clara como una mañana de prima-
vera ha descubierto casi todos los secretos que ate-
soran los chicos. Y por eso puede contarles las his-
torias que encierro y que los harán volar de sorpre-
sa y de alegría.
Bueno, eso de volar quizás esté exagerado. Sin
embargo, como Elsa es muy curiosa e inquieta me
ha escrito de manera que no resulte un libro para
niños-estatuas. Por lo tanto...
¡Los invito a entrar al planeta de los grendeli-
nes –a quienes en seguidita mi autora les presenta-
rá–, autorizados a imitar todo lo que ellos hagan!

–Acostar las sillas y sentarse en ellas así para


mirar el cielo como ..........................................
–Sacar a pasear las macetas como..................
–Caminar para atrás como ..........................
–Rodar igual que una naranja como.............
–Correr en puntas de pie como .....................
–Formar filas indias como............................
(Cuando conozcan los cuentos, ustedes dirán
como quién).
Aunque no todo se acaba en la imitación. En el
cuento “Todo con sombrero” podrán actuar de per-
9

sonajes, si prestan un poquitín de atención, pues


sabrán rápidamente lo que ellos van a decirle a
mamá Teresa. Lo mismo sucederá en “Bostezos Ce-
lestes”: con buena memoria, hablarán en lugar de
la maestra.
¿Y qué tal andamos de la fantasía? Si es bien
frondosa, en cuanto llegue “Zorro volador” podrán
competir con Ferdinando, que inventa una excusa
cada vez que llega tarde al Jardín de Infantes. En
caso de que me preguntaran a mí por qué llego tar-
de a la escuela, diría que... se me desordenaron las
letras durante la tormenta que soñé a la noche.
¿Les gusta? Vean qué dice el hijo pequeño de la fa-
milia Singular y después... mátennos el punto.
Como en mi mundo todo puede ser... visiten
“La casaljibe” y prepárense a festejar el casamien-
to de los abuelos o vean qué pasa en “Platos vola-
dores” y dispónganse a darle el puré a papá y la
mamadera a mamá. (¿Es cierto que criar padres es
muy laborioso?).
¡Adelante! ¡Adelante! Esto es tan divertido co-
mo un circo y mejor que la televisión, que cansa las
colas de tanto estar sentados y hace picar los ojos
de tanto tenerlos sin mirar la vida de verdad.
Yo sé leer las picardías que Elsa sueña y les ase -
guro que trabaja para que al ser hoy grendelines
movedizos y hábiles no sean mañana grandulones
almidonados y torpes.
10

Por la risa y la inteligencia de todos los chicos...


elevo mis cuentos grendelineses y con todo mi amor,
se los ofrezco.

El libro
Los grendelines

Algunos los ven; otros no.


¿A quiénes ven, unos sí y otros no?
A los grendelines.
No son seres humanos, pero bien podrían
serlo... porque tienen todo lo que se necesi-
ta para ser gente como la gente...
Tampoco son duendes, pero bien podrían
serlo... porque cuentan con todo lo que hace
falta para ser duendes...
En realidad, acaso sean personas y duen-
des a la vez... ¿por qué no?
Diminutos los grendelines... tanto, que,
Grendelia –su planeta– cabría en un dedal.
(El planeta entero más sus siete lunas y su so-
litario solcito con el correspondiente cielo
grendelés cabrían en un dedal...)
Diminuta Grendelia... Por eso, pocos ad -
vierten su existencia... Hay que tener muy
despiertos ojos, oídos y corazón para descu-
12

brir la presencia de ese minúsculo trompito


luminoso que se aparece –de pronto– giran-
do aquí o allá...
Y cuando se descubre ese mini-mini mun-
do... –¡Hopa!– ¡qué maravilla!– se conoce a
los grendelines y entonces se sabe que...
Oia... ¿Y ese pomponcito de luz que se nos
aproxima?
¡Por ahí, sí, por detrás de tu propia espal-
da!
¡Viva! ¡Es el planeta Grendelia, con todos
sus grendelines a upa!
¿Dale que lo visitamos juntos? ¿Sí?
Entonces...
A la una... y le sacamos punta al lápiz de di-
bujar sueños...
A las dos... y le damos cuerda a todas las
ganas de imaginar...
A las tres.... y aparece un grendelín que
nos cuenta una pila de cuentos...
(cuentos grendelineses, claro)...
La familia Singular

En Grendelia, se acostumbra a bautizar


con el nombre de Grendel al primer hijo va-
rón de cada familia y a llamar Celeste a la pri-
mera mujercita.
Por eso, la familia Singular (familia que
formaron los grendelines Blas y Teresa a par-
tir de su casamiento) le puso Grendel a
Grendel –su primer varoncito– y Celeste a
Celeste –su primera nena.
Los hijitos menores se llaman Ferdinando
e Inés, aunque le dicen Inesa.
Eso sí: todos llevan el apellido Singular,
por supuesto. Y pocas veces se encuentra una
familia como ésta, a la que el apellido Singu-
lar le quede tan bien puesto.
¡Es que se trata de una familia verdadera-
mente “singular”! Veamos si no; por ejem-
plo:
–tienen una preciosa casa... pero casi po-
14

dría decirse que la usan como ropero, por-


que les gusta vivir al aire libre y es poco el
tiempo que pasan adentro...
–todas las noches –después de cenar– co-
locan sus sillas en posición horizontal y se
sientan –entonces– de espadas al suelo y de
caritas hacia arriba, para mirar las estrellas...
–sacan a pasear a sus macetas tanto como
a sus animales domésticos y –además– no
suelen caminar como los demás grendelines.
A cada uno de los Singulares le gusta despla-
zarse de manera diferente.
El papá va a todas partes caminando para
atrás. Por eso, siempre lleva un espejito retro-
visor –igual que se usa en los autos– para evi-
tar choques, tropezones o caídas.
Si no está apurada, la mamá prefiere tras-
ladarse haciendo equilibrio sobre las manos
y con las piernas derechitas hacia lo alto, co -
mo la mejor atleta. (En ese caso, usa pantalo -
nes, ¡ja! y –coqueta como es– adorna sus to -
billos con bonitas pulseras de cuentas que
ella misma enhebra).
Los dos hijos mayores –Grendel y Celeste–
tienen la costumbre de no apoyar las plantas
de los pies y así se los ve –aquí o allá andan -
do sobre los talones como si fuera lo más na -
tural del mundo.
16

Ferdinando –el hijo menor– se dirige ha-


cia donde quiere... ¡rodando!
Él dice que rodar no cuesta nada, ya que
es bastante gordito y sabe enrollarse per fec-
tamente, hasta tomar la forma redonda de
una naranja.
¡Ah!, pero la que marcha de una manera
realmente difícil de imitar es Inesa, la más
chiquita de la familia singular...
Inesa va hacia todos lados corriendo... ¡y
eso no resultaría nada complicado de no ser
porque la nena corre... en puntas de pie! Aj;
realmente difícil.
–¿Por qué andan así?– les pregunta a los
Singulares –de tanto en tanto– algún otro
grendelín que los ve por primera vez.
–Para divertirnos... ¡y divertir a los demás! ¡Y
gratis! –responde la familia.
Y vaya si se divierten y divierten a su paso...
Un coro de risas alegra las veredas no bien al -
guno de los Singulares se echa a andar a tra-
vés de las callecitas de Grendelia.
(Eso sí: cuando están cansados... todos
marchan agachaditos... y cuando se presen -
tan en las fiestas de parientes y amigos –bien
emperifollados– lo hacen en fila india –de
mayor a menor– moviéndose con elegancia
desde lo alto de un par de zancos cada uno.

También podría gustarte