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Antología

de textos literarios
Edad Media - Siglo XXI
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ANTOLOGÍA DE TEXTOS LITERARIOS


Departamento de Lengua y literatura española
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ÍNDICE
PRÓLOGO

PARTE I

LA EDAD MEDIA (476 – 1492)

OBRA: CANTAR DE MIO CID


1. Fragmento: Hospedaje del Cid en Burgos
OBRA: ROMANCERO
2. Fragmento: Romance del prisionero
3. “Abenámar, Abenámar”
MARQUÉS DE SANTILLANA
4. Fragmento: Serranilla V
JORGE MANRIQUE
5. Copla I
6. Copla III
7. Copla XVI
8. Copla XXVI
9. Copla XXVII

RENACIMIENTO (SIGLO XVI APROX.)

FERNANDO DE ROJAS
10. Fragmento: La Celestina (1499)
GARCILASO DE LA VEGA
11. Soneto XIII
12. Soneto XXIII
13. Canción V: Oda ad florem Gnidi
FRAY LUIS DE LEÓN
14. Oda I: A la vida retirada
15. Oda XXIII: A la salida de la cárcel
SAN JUAN DE LA CRUZ
16. Fragmento: Cántico Espiritual
17. Noche oscura del alma
18. “Tras de un amoroso lance “
OBRA: EL LAZARILLO DE TORMES
19. Fragmento: Prólogo de El Lazarillo de Tormes (1554)
20. Fragmento: Tratado I de El Lazarillo de Tormes (1554)
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BARROCO (SIGLO XVII APROX.)

MIGUEL DE CERVANTES
21. El Quijote (I, cap. 8 ; I, cap. 9): Sobre los narradores
22. El Quijote (I, cap. 32): Sobre el prestigio de lo escrito
23. El Quijote (II, cap. 3 ; II, cap. LIX): Sobre la metaliteratura y Avellaneda
24. El Quijote (II, cap. LVIII ; I, cap. XXXVIII): Sobre cuestiones trascendentes
LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE
25. “Ándeme yo caliente”
26. Soneto: “Mientras por competir con tu cabello”
27. Soneto: A Don Francisco de Quevedo
FÉLIX LOPE DE VEGA
28. Soneto: “Desmayarse, atreverse, estar furioso”
29. Soneto: “Un soneto me manda hacer Violante"
FRANCISCO DE QUEVEDO
30. Soneto: A Don Luis de Góngora
31. Soneto: A una nariz
32. Soneto: Amor constante más allá de la muerte
33. Soneto: “Ah de la vida”

PARTE II

EL SIGLO DE LAS LUCES (SIGLO XVIII APROX.)

BENITO JERÓNIMO FEIJÓO


34. Fragmento: Teatro Crítico Universal: “En defensa de las mujeres”
JOSÉ CADALSO
35. A la primavera
GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
36. Fragmento: Informe sobre la ley agraria
FELIX MARÍA SAMANIEGO
37. Los amigos y el oso
TOMÁS DE IRIARTE
38. Los dos conejos
39. El burro flautista
JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
40. El Amor mariposa
41. De la primavera

ROMANTICISMO (SIGLO XIX APROX.)

JOSÉ DE ESPRONCEDA
42. El mendigo
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43. Canción del Pirata
44. A la muerte de Torrijo y sus compañeros
MARIANO JOSÉ DE LARRA
45. Fragmento: Vuelva usted mañana
JOSÉ ZORRILLA
46. Fragmento: Don Juan Tenorio
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER
47. Rima IV: “No digáis…”
48. Rima VII: “Del salón en el ángulo oscuro…”
49. Rima LIII: “Volverán las oscuras golondrinas”
ROSALÍA DE CASTRO
50. Dicen que no hablan las plantas
51. Hora tras hora, día tras día

REALISMO Y NATURALISMO (SIGLO XIX APROX.)

JOSÉ MARÍA PEREDA


52. Fragmento: Sotileza
BENITO PÉREZ GALDÓS
53. Fragmento: Trafalgar
LEOPOLDO ALAS, CLARÍN
54. Fragmento: La Regenta

MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98 (FINALES S. XIX – PRINCIPIOS S. XX)

MIGUEL DE UNAMUNO
55. Fragmento: Niebla
RAMÓN MARÍA DEL VALLE–INCLÁN
56. Fragmento: Luces de bohemia
RUBÉN DARÍO
57. Sonatina
58. Era un aire suave
ANTONIO MACHADO
59. Retrato
60. A un olmo seco
61. Españolito que vienes al mundo
62. Proverbios y cantares (XXIX)

GENERACIÓN DEL 14 O NOVECENTISMO (PRINCIPIOS SIGLO XX)

JOSÉ ORTEGA Y GASSET


63. Fragmento: La deshumanización del arte
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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
64. Vino primero pura
65. Primavera amarilla

VANGUARDIAS Y GENERACIÓN DEL 27 (PRINCIPIOS SIGLO XX)

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


66. Greguerías
PEDRO SALINAS
67. La voz a ti debida: “Mañana” (versos 201–236)
68. La voz a ti debida: “Para vivir no quiero” (versos 494–521)
GERARDO DIEGO
69. Al ciprés de Silos
70. Romance del Duero
VICENTE ALEIXANDRE
71. Al miliciano desconocido
FEDERICO GARCÍA LORCA
72. Canción del jinete
73. Reyerta
74. Romance de la Guardia Civil
75. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (la sangre derramada)
76. Vuelta de paseo
77. Ciudad sin sueño (Nocturno del Brooklyn Bridge)
LUIS CERNUDA
78. Peregrino
RAFAEL ALBERTI
79. La paloma
80. El mar. La mar.

DESPUÉS DE 1936

MIGUEL HERNÁNDEZ
81. Elegía a Ramón Sijé
82. Las nanas de la cebolla
LEÓN FELIPE
83. Auschwitz
PABLO NERUDA
84. Poema 20
GABRIEL CELAYA
85. Biografía
JAIME GIL DE BIEDMA
86. No volveré a ser joven
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PRÓLOGO
por José Antonio Noval

Parece que “el perfume de flor de cuchillo perdura” cuando escribo estas letras. Ten en
cuenta que el proceso de crear no siempre es fácil: a veces desangra, inhabilita, agota.
Recuerdo y recojo las palabras de un antiguo alumno que me dijo: “Profe, según mi
abuelo, las cosas imposibles se intentan, las difíciles se hacen”, ya que elaborar una
Antología de Poesía, de toda la poesía que se ha escrito en castellano desde la Edad Media
hasta la actualidad, no es tarea fácil. Afortunadamente, han sido muchos los poetas que
escribieron, y de todos y de todas tiene uno que escoger, con la única finalidad de
acercaros la poesía: que la leáis, que disfrutéis , que os asombréis con ella; sabiendo
además, que todo esto depende de la hora, – mejor cuando la cabeza no esté saturada – ,
de los acontecimientos del día, – si tu equipo gana o no, si te ha sido bien o mal un examen
– ,incluso del clima y de la comida, – quizás las vivencias poéticas no sean lo mismo si
comes una buena fabada o una ensalada templada -. Pero, bromas aparte, sin poesía no
hay Literatura , y esto ya son palabras mayores y evidentes que demandan una explicación
ahora que “ el sonido del viento pace la hierba mojada”.

Tú, joven lector de esta Antología, tú “que hueles la flor de la bella palabra“, tú que
conoces la importancia de la forma en la transmisión de los contenidos, tú que aprecias y
captas la belleza de un texto, quizás no sepas que la mejor prosa escrita debe mucho a los
poetas. Escritores del máximo nivel como Gabriel García Márquez o Francisco Umbral
confiesan su deuda con la poesía, aunque en los tiempos de la sociedad de consumo, de los
soportes y etiquetas la tengamos arrinconada, despreciada injustamente, y eso que muchos
políticos y periodistas la utilizan para llenarse de autoridad, razón o vanidad.

Nos corresponde a todos devolverle la dignidad y para ello sólo te pido que la leas en
pequeñas dosis –no es lo mismo leer poesía que prosa– pocas al día y de manera
perseverante. Que te sorprendas ante un adjetivo bien utilizado o una metáfora original, y
verás pronto su fruto. Recuerda que sin poesía no hay Literatura, sin Literatura no hay
Historia, casi ni Ser Humano, ni Vida… Todo esto requiere una explicación más profunda
que dejo para otro momento. Un saludo.

P.D Acabo de escribir y me encuentro con estos versos de José Hierro que dicen: “Se creía
dueño del mundo/Y no era dueño de sí mismo”

José Antonio Noval Cueto



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EDAD MEDIA

1. CANTAR DEL MIO CID


[Nadie hospeda al Cid. Sólo una niña le dirige la palabra para mandarle alejarse.]

De grado le albergarían, pero ninguno lo osaba,


que a Ruy Díaz de Vivar le tiene el rey mucha saña.
La noche pasada a Burgos llevaron una real carta
con severas prevenciones y fuertemente sellada
mandando que a Mío Cid nadie le diese posada,
que si alguno se la da sepa lo que le esperaba:
sus haberes perdería, más los ojos de la cara,
y además se perdería salvación de cuerpo y alma.
Gran dolor tienen en Burgos todas las gentes cristianas
de Mío Cid se escondían: no pueden decirle nada.
Se dirige Mío Cid adonde siempre paraba;
cuando a la puerta llegó se la encuentra bien cerrada.
Por miedo del rey Alfonso acordaron los de casa
que como el Cid no la rompa no se la abrirán por nada.
La gente de Mío Cid a grandes voces llamaba,
los de dentro no querían contestar una palabra.
Mío Cid picó el caballo, a la puerta se acercaba,
el pie sacó del estribo, y con él gran golpe daba,
pero no se abrió la puerta, que estaba muy bien cerrada.
La niña de nueve años muy cerca del Cid se para:
"Campeador que en bendita hora ceñiste la espada,
el rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta,
con severas prevenciones y fuertemente sellada.
No nos atrevemos, Cid, a darte asilo por nada,
porque si no perderíamos los haberes y las casas,
perderíamos también los ojos de nuestras caras.
Cid, en el mal de nosotros vos no vais ganando nada.
Seguid y que os proteja Dios con sus virtudes santas."
Esto le dijo la niña y se volvió hacia su casa.
Bien claro ha visto Ruy Díaz que del rey no espere gracia.
De allí se aparta, por Burgos a buen paso atravesaba,
a Santa María llega, del caballo descabalga,
las rodillas hinca en tierra y de corazón rogaba.
Cuando acabó su oración el Cid otra vez cabalga,
de las murallas salió, el río Arlanzón cruzaba.
Junto a Burgos, esa villa, en el arenal posaba,
las tiendas mandó plantar y del caballo se baja.
Mío Cid el de Vivar que en buen hora ciñó espada
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en un arenal posó, que nadie le abre su casa.
Pero en torno suyo hay guerreros que le acompañan.
Así acampó Mío Cid cual si anduviera en montaña.
Prohibido tiene el rey que en Burgos le vendan nada
de todas aquellas cosas que le sirvan de vianda.
No se atreven a venderle ni la ración más menguada.


aunque me cueste la vida,


ROMANCERO porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
2. ANÓNIMO siendo yo niño y muchacho
[Fragmento: Romance del prisionero] mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
Que por mayo era por mayo que era grande villanía;
cuando hace la calor, por tanto pregunta, rey,
cuando canta la calandria que la verdad te diría.
y responde el ruiseñor, –Yo te agradezco, Abenámar,
cuando los enamorados aquesa tu cortesía.
van a servir al amor ¿Qué castillos son aquéllos?
sino yo, triste cuitado, ¡Altos son y relucían!
que vivo en esta prisión –El Alhambra era, señor,
que ni sé cuándo es de día, y la otra la mezquitas
ni cuándo las noches son, los otros los Alixares,
sino por una avecilla labrados a maravilla.
que me cantaba al albor. El moro que los labraba
Matómela un ballestero cien doblas ganaba al día,
¡Dele Dios mal galardón! y el día que no los labra,
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
3. ANÓNIMO
huerta que par no tenía.
“Abenámar, Abenámar”
El otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.
–¡Abenámar, Abenámar,
Allí habló el rey don Juan,
moro de la morería,
bien oiréis lo que decía:
el día que tú naciste
–Si tú quisieses, Granada,
grandes señales había!
contigo me casaría;
Estaba la mar en calma,
darete en arras y dote
la luna estaba crecida:
a Córdoba y a Sevilla.
moro que en tal signo nace
no debe decir mentira.
–Casada soy, rey don Juan,
Allí respondiera el moro,
casada soy, que no viuda;
bien oiréis lo que decía:
el moro que a mí me tiene
–Yo te la diré, señor,
muy grande bien me quería.
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MARQUÉS DE SANTILLANA contemplando


(1398 – 1458) cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
4. Serranilla V (Fragmento) tan callando;
cuán presto se va el plazer,
Moça tan fermosa cómo, después de acordado,
non vi en la frontera, da dolor;
como una vaquera cómo, a nuestro parescer,
de la Finojosa. cualquiere tiempo passado
fue mejor.
Faziendo la vía
del Calatraveño 6. Copla III
a Santa María,
vençido del sueño, Nuestras vidas son los ríos
por tierra fragosa que van a dar en la mar,
perdí la carrera, qu'es el morir;
do vi la vaquera allí van los señoríos
de la Finojosa. derechos a se acabar
e consumir;
En un verde prado allí los ríos caudales,
de rosas e flores, allí los otros medianos
guardando ganado e más chicos,
con otros pastores, allegados, son iguales los que viven por
la vi tan graciosa, sus manos
que apenas creyera e los ricos.
que fuese vaquera
de la Finojosa. 7. Copla XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?


Los infantes d'Aragón
JORGE MANRIQUE ¿qué se hizieron?
(1440 – 1479) ¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invinción
Coplas a la muerte de su padre como truxeron?
¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
5. Copla I de las eras,
las justas e los torneos,
Recuerde el alma dormida, paramentos, bordaduras
avive el seso e despierte e çimeras?
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   9. Copla XXVII
8. Copla XXVI
  En ventura, Octavïano;
Amigo de sus amigos, Julio César en vencer
¡qué señor para criados   e batallar;
  e parientes! en la virtud, Africano;
¡Qué enemigo d'enemigos! Aníbal en el saber
¡Qué maestro d'esforçados   e trabajar;
  e valientes!   en la bondad, un Trajano;
  ¡Qué seso para discretos! Tito en liberalidad
¡Qué gracia para donosos!   con alegría;
  ¡Qué razón! en su braço, Aureliano;
¡Qué benino a los sujetos! Marco Atilio en la verdad
¡A los bravos e dañosos,   que prometía.

  qué león!

RENACIMIENTO

FERNANDO DE ROJAS
(1474–1541)

10. [Fragmento de La Celestina (1499)]

CALISTO.–  En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios.


MELIBEA.–  ¿En qué, Calisto?
CALISTO.–  En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase, y hacer a mí,
inmérito, tanta merced que verte alcanzase, y en tan conveniente lugar, que mi secreto
dolor manifestarte pudiese. Sin duda, incomparablemente es mayor tal galardón que el
servicio, sacrificio, devoción y obras pías que por este lugar alcanzar tengo yo a Dios
ofrecido. ¿Quién vio en esta vida cuerpo glorificado de ningún hombre como ahora el mío?
Por cierto, los gloriosos santos que se deleitan en la visión divina no gozan más que yo
ahora en el acatamiento tuyo. Mas, ¡oh triste!, que en esto diferimos: que ellos puramente
se glorifican sin temor de caer de tal bienaventuranza y yo, mixto, me alegro con recelo del
esquivo tormento que tu ausencia me ha de causar.
MELIBEA.–  ¿Por gran premio tienes éste, Calisto?
CALISTO.–  Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo silla sobre sus
santos, no lo tendría por tanta felicidad.
MELIBEA.–  Pues aun más igual galardón te daré yo si perseveras.
CALISTO.–  ¡Oh bienaventuradas orejas mías, que indignamente tan gran palabra habéis
oído!
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MELIBEA.–  Más desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera
cual merece tu loco atrevimiento y el intento de tus palabras ha sido. ¿Cómo de ingenio de
tal hombre como tú haber de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete,
vete de ahí, torpe!, que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano
conmigo en ilícito amor comunicar su deleite.
CALISTO.–  Iré como aquel contra quien solamente la adversa fortuna pone su estudio con
odio cruel.


GARCILASO DE LA VEGA
(1498–1536) 12. Soneto XXIII

11. Soneto XIII En tanto que de rosa y azucena


se muestra la color en vuestro gesto,
A Dafne ya los brazos le crecían y que vuestro mirar ardiente, honesto,
y en luengos ramos vueltos se mostraban; enciende al corazón y lo refrena;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;    y en tanto que el cabello, que en la vena

del oro se escogió, con vuelo presto,

de áspera corteza se cubrían por el hermoso cuello blanco, enhiesto,

los tiernos miembros que aun bullendo el viento mueve, esparce y desordena;
[estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban    coged de vuestra alegre primavera

y en torcidas raíces se volvían. el dulce fruto, antes que el tiempo airado

cubra de nieve la hermosa cumbre.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía    Marchitará la rosa el viento helado,

este árbol, que con lágrimas regaba. todo lo mudará la edad ligera,

por no hacer mudanza en su costumbre
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
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13. Canción V: Ode ad florem Gnidi               y alguna vez con ella

              también seria notada

el aspereza de que estás armada,
Si de mi baja lira
              y cómo por ti sola

tanto pudiese el son que en un momento
y por tu gran valor y hermosura,

              aplacase la ira
              convertido en vïola,

              del animoso viento
              llora su desventura

y la furia del mar y el movimiento,
el miserable amante en tu figura.
              y en ásperas montañas

              Hablo d’aquel cativo

con el süave canto enterneciese

de quien tener se debe más cuidado,

              las fieras alimañas,

              que ’stá muriendo vivo,

              los árboles moviese

              al remo condenado,

y al son confusamente los trujiese:
en la concha de Venus amarrado.
              no pienses que cantado
  
seria de mí, hermosa flor de Gnido,

              Por ti, como solía,

              el fiero Marte airado,

del áspero caballo no corrige

              a muerte convertido,

              la furia y gallardía,

de polvo y sangre y de sudor teñido,
              ni con freno la rige,

 
ni con vivas espuelas ya l’aflige;
              ni aquellos capitanes
              por ti con diestra mano

en las sublimes ruedas colocados,
no revuelve la espada presurosa,

              por quien los alemanes,
              y en el dudoso llano

              el fiero cuello atados,
              huye la polvorosa

y los franceses van domesticados;
palestra como sierpe ponzoñosa;

              mas solamente aquella

fuerza de tu beldad seria cantada,

              por ti su blanda musa,
               que ingratamente yerra

en lugar de la cítara sonante,
 quien todo el otro error de sí destierra.
              tristes querellas usa
               Hágate temerosa

              que con llanto abundante
 el caso de Anajárete, y cobarde,

hacen bañar el rostro del amante;               que de ser desdeñosa

                se arrepentió muy tarde,

              por ti el mayor amigo
 y así su alma con su mármol arde.
l’es importuno, grave y enojoso:

              yo puedo ser testigo, 
               Estábase alegrando

              que ya del peligroso
 del mal ajeno el pecho empedernido

naufragio fui su puerto y su reposo,               cuando, abajo mirando,

              y agora en tal manera
               el cuerpo muerto vido

vence el dolor a la razón perdida
 del miserable amante allí tendido,
              que ponzoñosa fiera
               y al cuello el lazo atado

              nunca fue aborrecida
 con que desenlazó de la cadena

tanto como yo dél, ni tan temida.               el corazón cuitado,

              No fuiste tú engendrada
               y con su breve pena

ni producida de la dura tierra;
 compró la eterna punición ajena.
              no debe ser notada
               Sentió allí convertirse

en piedad amorosa el aspereza.

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              ¡Oh tarde arrepentirse!

              ¡Oh última terneza!

¿Cómo te sucedió mayor dureza?
              Los ojos s’enclavaron

en el tendido cuerpo que allí vieron;

              los huesos se tornaron

              más duros y crecieron

y en sí toda la carne convertieron;
             
              las entrañas heladas

tornaron poco a poco en piedra dura;

              por las venas cuitadas

              la sangre su figura

iba desconociendo y su natura,
              hasta que finalmente,

en duro mármol vuelta y transformada,

              hizo de sí la gente

              no tan maravillada

cuanto de aquella ingratitud vengada.
              No quieras tú, señora,

de Némesis airada las saetas

              probar, por Dios, agora;

              baste que tus perfetas

obras y hermosura a los poetas
              den inmortal materia,

sin que también en verso lamentable

              celebren la miseria

              d’algún caso notable

que por ti pase, triste, miserable.
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FRAY LUIS DE LEÓN
(1527 – 1591)
el que al ajeno arbitrio está atenido.
14. Oda I: A la vida retirada
Vivir quiero conmigo,
¡Qué descansada vida gozar quiero del bien que debo al cielo,
la del que huye del mundanal ruïdo, a solas, sin testigo,
y sigue la escondida libre de amor, de celo,
senda, por donde han ido de odio, de esperanzas, de recelo.
los pocos sabios que en el mundo han sido;
Del monte en la ladera,
Que no le enturbia el pecho por mi mano plantado tengo un huerto,
de los soberbios grandes el estado, que con la primavera
ni del dorado techo de bella flor cubierto
se admira, fabricado ya muestra en esperanza el fruto cierto.
del sabio Moro, en jaspe sustentado!
Y como codiciosa
No cura si la fama por ver y acrecentar su hermosura,
canta con voz su nombre pregonera, desde la cumbre airosa
ni cura si encarama una fontana pura
la lengua lisonjera hasta llegar corriendo se apresura.
lo que condena la verdad sincera.
Y luego, sosegada,
¿Qué presta a mi contento el paso entre los árboles torciendo,
si soy del vano dedo señalado; el suelo de pasada
si, en busca deste viento, de verdura vistiendo
ando desalentado y con diversas flores va esparciendo.
con ansias vivas, con mortal cuidado?
El aire del huerto orea
¡Oh monte, oh fuente, oh río,! y ofrece mil olores al sentido;
¡Oh secreto seguro, deleitoso! los árboles menea
Roto casi el navío, con un manso ruïdo
a vuestro almo reposo que del oro y del cetro pone olvido.
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Téngase su tesoro
Un no rompido sueño, los que de un falso leño se confían;
un día puro, alegre, libre quiero; no es mío ver el lloro
no quiero ver el ceño de los que desconfían
vanamente severo cuando el cierzo y el ábrego porfían.
de a quien la sangre ensalza o el dinero.
La combatida antena
Despiértenme las aves cruje, y en ciega noche el claro día
con su cantar sabroso no aprendido; se torna, al cielo suena
no los cuidados graves confusa vocería,
de que es siempre seguido y la mar enriquecen a porfía.
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salí tras ti clamando, y eras ido.
A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada Pastores, los que fuerdes
me basta, y la vajilla, allá por las majadas al otero:
de fino oro labrada si por ventura vierdes
sea de quien la mar no teme airada. aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Y mientras miserable–
mente se están los otros abrazando Buscando mis amores,
con sed insacïable iré por esos montes y riberas;
del peligroso mando, ni cogeré las flores,
tendido yo a la sombra esté cantando. ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado, Pregunta a las criaturas 
puesto el atento oído
al son dulce, acordado, ¡Oh bosques y espesuras,
del plectro sabiamente meneado. plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!
Decid si por vosotros ha pasado.
15. Oda XXIII: A la salida de la cárcel
17. Noche oscura del alma
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado. En una noche oscura,
Dichoso el humilde estado con ansias en amores inflamada,
del sabio que se retira de aqueste mundo ¡oh dichosa ventura!,
malvado, salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
y con pobre mesa y casa A escuras y segura
en el campo deleitoso por la secreta escala, disfrazada,
con sólo Dios se compasa ¡oh dichosa ventura!,
y a solas su vida pasa a escuras y en celada,
ni envidiado ni envidioso. estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
SAN JUAN DE LA CRUZ (1542–1591) en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
16. Cantico Espiritual (fragmento) sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
ESPOSA Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
¿Adónde te escondiste,  adonde me esperaba
Amado, y me dejaste con gemido? quien yo bien me sabía,
Como el ciervo huiste, en parte donde nadie parecía.
habiéndome herido;  
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¡Oh noche, que guiaste; Cuanto más alto subía
oh noche amable más que el alborada; deslumbróseme la vista,
oh noche que juntaste y la más fuerte conquista
Amado con amada, en oscuro se hacía;
amada, con el Amado transformada! mas, por ser de amor el lance
En mi pecho florido, di un ciego y oscuro salto,
que entero para él solo se guardaba, y fui tan alto, tan alto, 
allí quedó dormido, que le di a la caza alcance.
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba. Cuanto más alto llegaba
El aire del almena, de este lance tan subido,
cuando yo sus cabellos esparcía, tanto más bajo y rendido
con su mano serena y abatido me hallaba;
en mi cuello hería dije: ¡No habrá quien alcance!
y todos mis sentidos suspendía. y abatíme tanto, tanto,
Quedéme y olvidéme, que fui tan alto, tan alto, 
el rostro recliné sobre el Amado; que le di a la caza alcance.
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado Por una extraña manera
entre las azucenas olvidado. mil vuelos pasé de un vuelo,
porque esperanza del cielo
tanto alcanza cuanto espera;
18. “Tras de un amoroso lance” esperé solo este lance,
y en esperar no fui falto,
Tras de un amoroso lance,  pues fui tan alto, tan alto, 
y no de esperanza falto, que le di a la caza alcance.
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

Para que yo alcance diese


a aqueste lance divino,
tanto volar me convino
que de vista me perdiese;
y, con todo, en este trance
en el vuelo quedé falto;
mas el amor fue tan alto, 
que le di a la caza alcance.
!18
19. Fragmento: Prólogo de El Lazarillo de Tormes (1554)

Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a
noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno
que las lea halle algo que le agrade, y, a los que no ahondaren tanto, los deleite. Y a este
propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena
[…] Suplico a vuestra merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico
si su poder y deseo se conformaran. Y pues vuestra merced escribe se le escriba y relate el
caso muy por extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino del principio, porque se
tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles
estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los
que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto. […]

20. Fragmento: Tratado I de El Lazarillo de Tormes (1554)

Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y llegando a la
puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego
mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo:
"Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro dél."
Yo simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la
piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más
de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome:
"Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo", y rió
mucho la burla.
Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido
estaba. Dije entre mí:
"Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me
sepa valer."
Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza, y como me viese
de buen ingenio, holgábase mucho, y decía:
"Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir muchos te mostraré."
Y fue ansí, que después de Dios éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró
en la carrera de vivir. Huelgo de contar a V.M. estas niñerías para mostrar cuánta virtud
sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio.
!19

BARROCO

MIGUEL DE CERVANTES
(1547–1616)

21. El Quijote: Sobre los narradores.

[Parte 1, final del cap. VIII]

[…] Bien es verdad que el segundo autor de esta obra no quiso creer que tan curiosa
historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos
los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos
papeles que de este famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó
de hallar el fin de esta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del
modo que se contará en el siguiente capítulo.

[Parte 1, cap. IX]

[…] Pasó, pues, el hallarla en esta manera: estando yo un día en el Alcalá de Toledo, llegó
un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero; y como soy
aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural
inclinación tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía; vile con caracteres que
conocí ser arábigos, y puesto que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduve mirando si
parecía por allí algún morisco aljamiado que los leyese; y no fue muy dificultoso hallar
intérprete semejante […] Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y
prometió de traducirlos bien y fielmente, y con mucha brevedad, pero yo, por facilitar más
el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le traje a mi casa, donde en poco
más de mes y medio la tradujo toda del mismo modo que aquí se refiere.

22. El Quijote: Sobre el prestigio de lo escrito

[Parte 1, cap. XXXII]

[…]—Mirad, hermano —tornó a decir el cura—, que no hubo en el mundo Felixmarte de


Hircania, ni don Cirongilio de Tracia, ni otros caballeros semejantes que los libros de
caballerías cuentan, porque todo es compostura y ficción de ingenios ociosos, que los
compusieron para el efeto que vos decís de entretener el tiempo, como lo entretienen
leyéndolos vuestros segadores. Porque realmente os juro que nunca tales caballeros fueron
en el mundo, ni tales hazañas ni disparates acontecieron en él.
—A otro perro con ese hueso —respondió el ventero—. ¡Como si yo no supiese cuántas
son cinco, y adónde me aprieta el zapato! No piense vuestra merced darme papilla, porque
por Dios que no soy nada blanco. ¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender
que todo aquello que estos buenos libros dicen sea disparates y mentiras, estando impreso
!20
con licencia de los señores del Consejo Real45, como si ellos fueran gente que habían de
dejar imprimir tanta mentira junta, y tantas batallas, y tantos encantamentos, que quitan el
juicio!

23. El Quijote: Sobre la metaliteratura y Avellaneda

[Parte 2, cap. III]

[…]—Con todo eso —respondió el bachiller—, dicen algunos que han leído la historia que
se holgaran se les hubiera olvidado a los autores della algunos de los infinitos palos que en
diferentes encuentros dieron al señor don Quijote.
—Ahí entra la verdad de la historia —dijo Sancho.
[…] —Mala me la dé Dios, Sancho —respondió el bachiller—, si no sois vos la segunda
persona de la historia31, y que hay tal que precia más oíros hablar a vos que al más
pintado de toda ella, puesto que también hay quien diga que anduvistes demasiadamente
de crédulo32 en creer que podía ser verdad el gobierno de aquella ínsula ofrecida por el
señor don Quijote, que está presente.

[Parte 2, cap. LIX]

[habla Sancho Panza] —Créanme vuesas mercedes […] que el Sancho y el don Quijote
desa historia deben de ser otros que los que andan en aquella que compuso Cide Hamete
Benengeli, que somos nosotros: mi amo, valiente, discreto y enamorado, y yo, simple
gracioso, y no comedor ni borracho.

24. El Quijote: Sobre cuestiones trascendentes

A) LIBERTAD

[Parte 2, cap. LVIII]

Cuando don Quijote se vio en la campaña rasa, libre y desembarazado de los requiebros
de Altisidora, le pareció que estaba en su centro y que los espíritus se le renovaban para
proseguir de nuevo el asumpto de sus caballerías, y volviéndose a Sancho le dijo:
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los
cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por
la libertadI así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el
cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.

B) LAS ARMAS Y LAS LETRAS

[Parte 1, cap. XXXVIII]


!21
[…] Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las
armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen
debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se
podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan
los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de
cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las
ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae
consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus privilegios y de sus
fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en
más. Alcanzar alguno a ser eminente en letras le cuesta tiempo, vigilias, hambre,
desnudez, váguidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas a éstas adherentes,
que en parte ya las tengo referidas; mas llegar uno por sus términos a ser buen soldado le
cuesta todo lo que a el estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación,
porque a cada paso está a pique de perder la vida.

4. LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE


(1561–1627)
del rey que rabió me cuente,
25. “Ándeme yo caliente”         y ríase la gente.
 
Ándeme yo caliente Busque muy en hora buena
 y ríase la gente. el mercader nuevos soles;
  yo, conchas y caracoles
 Traten otros del gobierno entre la menuda arena,
del mundo y sus monarquías, escuchando a Filomena
 mientras gobiernan mis días sobre el chopo de la fuente,
mantequillas y pan tierno, y ríase la gente.
y las mañanas de invierno  
naranjada y aguardiente, Pase a media noche el mar,
y ríase la gente. y arda en amorosa llama
  Leandro por ver su dama,
  Coma en dorada vajilla que yo más quiero pasar
 el príncipe mil cuidados, del golfo de mi lagar
 como píldoras dorados,  la blanca o roja corriente,
 que yo en mi pobre mesilla  y ríase la gente.
 quiero más una morcilla  
 que en el asador reviente, Pues Amor es tan crüel
  y ríase la gente. que de Píramo y su amada
  hace tálamo una espada,
 Cuando cubra las montañas  do se junten ella y él,
 de blanca nieve el enero,  sea mi Tisbe un pastel,
 tenga yo lleno el brasero  y la espada sea mi diente,
de bellotas y castañas,  y ríase la gente
 y quien las dulces patrañas
!22
26. Soneto: “Mientras por competir por tu 6. FÉLIX LOPE DE VEGA
cabello” (1562–1635)

Mientras por competir con tu cabello 28. Soneto: “Desmayarse, atreverse, estar
Oro bruñido al sol relumbra en vano, furioso”
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello; Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
Mientras a cada labio, por cogello,
alentado, mortal, difunto, vivo,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano leal, traidor, cobarde y animoso;
Del luciente cristal tu gentil cuello,
no hallar fuera del bien centro y reposo,
Goza cuello, cabello, labio y frente, mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
Antes que lo que fue en tu edad dorada enojado, valiente, fugitivo,
Oro, lilio, clavel, cristal luciente, satisfecho, ofendido, receloso;
No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente huir el rostro al claro desengaño,
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en beber veneno por licor süave,
[nada. olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,


27. Soneto: A don Francisco de Quevedo
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
 Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga, con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
29. Soneto: “Un soneto me manda hacer
que vuestras suavidades son de arrope.
Violante"
    ¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día Un soneto me manda hacer Violante
sobre zuecos de cómica poesía que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
se calza espuelas y le da un galope? catorce versos dicen que es soneto;
     burla burlando van los tres delante.
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego, Yo pensé que no hallara consonante,
no habiéndolo mirado vuestros ojos. y estoy a la mitad de otro cuarteto;
   mas si me veo en el primer terceto,
  Prestádselos un rato a mi ojo ciego, no hay cosa en los cuartetos que me espante.
por que a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier greguesco luego. Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando

Ya estoy en el segundo y aún sospecho


que estoy los trece versos acabando,
Contad si son catorce y ya está hecho.
!23

5. FRANCISCO DE QUEVEDO Y
VILLEGAS
(1580–1645)
32. Soneto: Amor constante más allá de la
30. Soneto: A Don Luis de Góngora muerte

Yo te untaré mis obras con tocino Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra,
porque no me las muerdas, Gongorilla, que me llevaré el blanco día;
perro de los ingenios de Castilla, y podrá desatar esta alma mía
docto en pullas, cual mozo de camino; hora, a su afán ansioso linsojera;

Apenas hombre, sacerdote indino, mas no de esotra parte en la ribera


que aprendiste sin cristus la cartilla; dejará la memoria en donde ardía;
chocarrero de Córdoba y Sevilla, nadar sabe mi llama la agua fría,
y en la Corte bufón a lo divino. y perder el respeto a ley severa:

¿Por qué censuras tú la lengua griega Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
siendo sólo rabí de la judía, venas que humor a tanto fuego han dado,
cosa que tu nariz aun no lo niega? medulas que han gloriosamente ardido,

No escribas versos más, por vida mía; su cuerpo dejarán, no su cuidado;


aunque aquesto de escribas se te pega, serán ceniza, mas tendrán sentido.
por tener de sayón la rebeldía. polvo serán, mas polvo enamorado.

31. Soneto: A una nariz


33. Soneto: “Ah de la vida”
Érase un hombre a una nariz pegado,
“¡Ah de la vida!”... ¿Nadie me responde?
érase una nariz superlativa,
¡Aquí de los antaños que he vivido! La
érase una nariz sayón y escriba,
Fortuna mis tiempos ha mordido;
érase un pez espada muy barbado.
las Horas mi locura las esconde.
Érase un reloj de sol mal encarado,
¡Que sin poder saber cómo ni adónde
érase un alquitara pensativa,
la Salud y la Edad se hayan huido!
érase un elefante boca aariba,
Falta la vida, asiste lo vivido,
era Ovidio Nasón mas narizado.
y no hay calamidad que no me ronde.
Érase un espolón de una galera,
Ayer se fue; Mañana no ha llegado;
érase una pirámide de Egipto,
Hoy se está yendo sin parar un punto:
las doce tribus de narices era.
soy un fue, y un será, y un es cansado.
Érase un naricísimo infinito,
En el Hoy y Mañana y Ayer, junto
muchísima nariz, nariz tan fiera,
pañales y mortaja, y he quedado
que en la cara de Anás fuera delito.
presentes sucesiones de difunto.

!24

EL SIGLO DE LAS LUCES

BENITO JERÓNIMO FEIJÓO


(1676 – 1764)

34. Fragmento: Teatro Crítico Universal: “En defensa de las mujeres.”

[…] Pero esta acusación es mal fundada, como originada de falta de advertencia. En caso
que todas las mujeres fuesen feas, en las de menos deformidad se experimentaría tanto
atractivo como ahora en las hermosas; y por consiguiente harían el mismo estrago. La
menos fea de todas, puesta en Grecia, sería incendio de Troya, como Helena: y puesta en el
Palacio del Rey D. Rodrigo, sería ruina de España, como la Caba. En los Países donde las
mujeres son menos agraciadas, no hay menos desórdenes que en aquellos donde las hay
de más gentileza, y proporción. Y aun en Moscovia, que excede en copia de mujeres bellas
a todos los demás Reinos de Europa, no está tan desenfrenada la incontinencia, como en
otros Países; y la fe conyugal se observa con mucha mayor exactitud.
No es, pues, la hermosura por sí misma autora de los males que le atribuyen. Pero en el
caso de la cuestión doy mi voto a favor de la robustez, la cual juzgo prenda mucho más
apreciable que la hermosura. Y así, en cuanto a esta parte se ponen de bando mayor los
hombres. Quédales empero a salvo a las mujeres replicar, valiéndose de la sentencia de
muchos doctos, y recibida de toda una ilustre Escuela, que reconoce la voluntad por
potencia más noble que el entendimiento, la cual favorece su partido; pues si la robustez,
como más apreciable, logra mejor lugar en el entendimiento, la hermosura, como más
amable, tiene mayor imperio en la voluntad.


JOSÉ CADALSO en fábulas pueriles las hazañas,


(1741 – 1782) alcázares soberbios en cabañas,
y el juvenil ardor en vejez fría.
35. A la primavera
Doma el tiempo al caballo desbocado,
detiene el mar y viento enfurecido,
Todo lo muda el tiempo, Filis mía,
postra al león y rinde al bravo toro.
todo cede al rigor de sus guadañas:
ya transforma los valles en montañas,
Sola una cosa al tiempo denodado
ya pone un campo donde un mar había.
ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
y es el constante amor con que te adoro.

El muda en noche opaca el claro día,
!25
GASPAR MELCHOR DE JOVELLANOS
(1744 – 1811)

36. Fragmento: Informe sobre la ley agraria

[…] Si el interés individual es el primer instrumento de la prosperidad de la agricultura,


sin duda que ningunas leyes serán mas contrarias á los principios de la Sociedad que
aquellas que, en vez de multiplicar, han disminuido este interés, disminuyendo la
cantidad de propiedad individual y el número de propietarios particulares. Tales son las
que, por una especie de desidia política, han dejado sin dueños ni colonos una preciosa
porción de las tierras cultivables de España, y alejando de ellas el trabajo de sus individuos
han defraudado al Estado de todo el producto que el interés individual pudiera sacar de
ellas. Tales son los baldíos.
La Sociedad califica este abandono con el nombre de desidia política porque no puede dar
otro mas decoroso á la preocupación que los ha respetado. Su origen viene no menos que
del tiempo de los visigodos, los cuales, ocupando y repartiendo entre sí dos tercios de las
tierras conquistadas y dejando uno solo á los vencidos, hubieron de abandonar y dejar sin
dueño todas aquellas á que no alcanzaba la población, extraordinariamente menguada por
la guerra. á estas tierras se dio el nombre de campos vacantes y éstos son, por la mayor
parte, nuestros baldíos.

Del árbol se desprende muy ligero,


Corre, llega y abraza al compañero,
Pondera la fortuna
FELIX MARÍA DE SAMANIEGO
De haberle hallado sin lesión alguna,
(1745 – 1801)
Y al fin le dice:
«Sepas que he notado
37. Los amigos y el oso Que el Oso te decía algún recado.
¿Qué pudo ser?»
A dos Amigos se aparece un Oso: «Diréte lo que ha sido;
El uno, muy medroso, Estas dos palabritas al oído:
En las ramas de un árbol se asegura; Aparta tu amistad de la persona
El otro, abandonado a la ventura, Que si te ve en el riesgo, te abandona.»
Se finge muerto repentinamente.
El Oso se le acerca lentamente; TOMÁS DE IRIARTE
Mas como este animal, según se cuenta,
(1750 – 1791)
De cadáveres nunca se alimenta,
Sin ofenderlo lo registra y toca,
38. Los dos conejos
Huélele las narices y la boca;
No le siente el aliento,
Por entre unas matas,
Ni el menor movimiento;
seguido de perros,
Y así, se fue diciendo sin recelo:
no diré corría,
«Este tan muerto está como mi abuelo.»
volaba un conejo.
Entonces el cobarde,
De su grande amistad haciendo alarde,
!26
De su madriguera Una flauta en ellos
salió un compañero halló, que un zagal
y le dijo: «Tente se dejó olvidada
amigo, ¿qué es esto?». por casualidad.
Acercóse a olerla
«¿Qué ha de ser?», responde; el dicho animal,
«sin aliento llego...; y dio un resoplido
dos pícaros galgos por casualidad.
me vienen siguiendo». En la flauta el aire
se hubo de colar,
«Sí», replica el otro, y sonó la flauta
«por allí los veo, por casualidad.
pero no son galgos». «¡Oh!», dijo el borrico,
«¿Pues qué son?» «Podencos». «¡qué bien sé tocar!
¡y dirán que es mala
«¿Qué? ¿podencos dices? la música asnal!».
Sí, como mi abuelo. Sin reglas del arte,
Galgos y muy galgos; borriquitos hay
bien vistos los tengo». que una vez aciertan
por casualidad.
«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo». JUAN MELÉNDEZ VALDÉS
«Digo que podencos».
(1754 – 1817)
En esta disputa
40. El Amor mariposa
llegando los perros,
pillan descuidados
Viendo el Amor un día
a mis dos conejos.
que mil lindas zagalas
huían de él medrosas
Los que por cuestiones
por mirarle con armas,
de poco momento
dicen que de picado
dejan lo que importa,
les juró la venganza
llévense este ejemplo.
y una burla les hizo,
como suya, extremada.
39. El burro flautista

Tornóse en mariposa,
Esta fabulilla,
los bracitos en alas
salga bien o mal,
y los pies ternezuelos
me ha ocurrido ahora
en patitas doradas.
por casualidad.
Cerca de unos prados
¡Oh! ¡qué bien que parece!
que hay en mi lugar,
¡Oh! ¡qué suelto que vaga,
pasaba un borrico
y ante el sol hace alarde
por casualidad.
de su púrpura y nácar!
!27
con luz cándida y pura
Ya en el valle se pierde, ríe a la tierra alegre.
ya en una flor se para,
ya otra besa festivo, El alba de azucenas
y otra ronda y halaga. y de rosa las sienes
se presenta ceñidas,
Las zagalas, al verle, sin que el cierzo las hiele.
por sus vuelos y gracia
mariposa le juzgan De esplendores más rico
y en seguirle no tardan. descuella por oriente
en triunfo el sol y a darle
Una a cogerle llega, la vida al mundo vuelve.
y él la burla y se escapa;
otra en pos va corriendo, Medrosos de sus rayos
y otra simple le llama, los vientos enmudecen,
y el vago cefirillo
despertando el bullicio bullendo les sucede,
de tan loca algazara
en sus pechos incautos el céfiro, de aromas
la ternura más grata. empapado, que mueven
en la nariz y el seno
Ya que juntas las mira, mil llamas y deleites.
dando alegres risadas
súbito amor se muestra Con su aliento en la sierra
y a todas las abrasa. derretidas las nieves,
en sonoros arroyos
Mas las alas ligeras salpicando descienden.
en los hombros por gala
se guardó el fementido, De hoja el árbol se viste,
y así a todas alcanza. las laderas de verde,
y en las vegas de flores
También de mariposa ves un rico tapete.
le quedó la inconstancia:
llega, hiere, y de un pecho Revolantes las aves
a herir otro se pasa. por el aura enloquecen,
regalando el oído
41. De la primavera con sus dulces motetes;

La blanda primavera y en los tiros sabrosos


derramando aparece con que el Ciego las hiere
sus tesoros y galas suspirando delicias,
por prados y vergeles. por el bosque se pierden,

Despejado ya el cielo mientras que en la pradera


de nubes inclementes, dóciles a sus leyes
!28
pastores y zagalas de tan rígido invierno
festivas danzas tejen desquitarse parecen,

y los tiernos cantares ¿en silencio y en ocio


y requiebros ardientes dejaremos perderse
y miradas y juegos estos días que el tiempo
más y más los encienden. liberal nos concede?

Y nosotros, amigos, Una vez que en sus alas



cuando todos los seres
el fugaz se los lleve,
¿podrá nadie arrancarlos Ea, pues, a las copas,
de la nada en que mueren? y en un grato banquete
celebremos la vuelta
Un instante, una sombra del abril floreciente.
que al mirar desparece,
nuestra mísera vida
para el júbilo tiene.

ROMANTICISMO


JOSÉ DE ESPRONCEDA con amor.


(1808 – 1842) Y sin pena
y descuidado
de su cena
42. El mendigo
ceno yo,
o en la rica
Mío es el mundo: como el aire libre,
chimenea,
otros trabajan porque coma yo;
que recrea
todos se ablandan si doliente pido
con su olor,
una limosna por amor de Dios.
me regalo
codicioso
El palacio, la cabaña
del banquete
son mi asilo,
suntüoso
si del ábrego el furor
con las sobras
troncha el roble en la montaña,
de un señor.
o que inunda la campaña
El torrente asolador.
Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
Y a la hoguera
que al son que cruje de la seca leña,
me hacen lado
libre me duermo sin rencor ni amor.
los pastores
!29
Mío es el mundo como el aire libre... la persigo
hasta que mira,
Todos son mis bienhechores, y me gozo
y por todos cuando aspira
a Dios ruego con fervor; mi punzante
de villanos y señores mal olor.
yo recibo los favores Y las fiestas
sin estima y sin amor. y el contento
con mi acento
Ni pregunto turbo yo,
quiénes sean, y en la bulla
ni me obligo y la alegría
a agradecer; interrumpen
que mis rezos la armonía
si desean, mis harapos
dar limosna y mi voz:
es un deber.
Y es pecado Mostrando cuán cerca habitan
la riqueza: el gozo y el padecer,
la pobreza que no hay placer sin lágrimas, ni pena
santidad: que no traspire en medio del placer.
Dios a veces Mío es el mundo; como el aire libre...
es mendigo,
y al avaro Y para mí no hay mañana,
da castigo, ni hay ayer;
que le niegue olvido el bien como el mal,
caridad. nada me aflige ni afana;
me es igual para mañana
Yo soy pobre y se lastiman un palacio, un hospital.
todos al verme plañir,
sin ver son mías sus riquezas todas, Vivo ajeno
qué mina inagotable es el pedir. de memorias,
Mío es el mundo: como el aire libre... de cuidados
libre estoy;
Mal revuelto y andrajoso, busquen otros
entre harapos oro y glorias,
del lujo sátira soy, yo no pienso
y con mi aspecto asqueroso sino en hoy.
me vengo del poderoso, Y do quiera
y a donde va, tras él voy. vayan leyes,
quiten reyes,
Y a la hermosa reyes den;
que respira yo soy pobre,
cien perfumes, y al mendigo,
gala, amor, por el miedo
!30
del castigo, »Veinte presas
todos hacen hemos hecho
siempre bien. a despecho,
del inglés,
Y un asilo donde quiera
y un lecho en el hospital »y han rendido
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga sus pendones
mi cuerpo miserable al espirar. cien naciones
a mis pies.
Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo; »Que es mi barco mi tesoro,
todos se ablandan, si doliente pido que es mi dios la libertad,
una limosna por amor de Dios. mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

43. Canción del pirata »Allá muevan feroz guerra


ciegos reyes
Con diez cañones por banda, por un palmo más de tierra,
viento en popa a toda vela, que yo tengo aquí por mío
no corta el mar, sino vuela cuanto abarca el mar bravío,
un velero bergantín; a quien nadie impuso leyes.

bajel pirata que llaman, »Y no hay playa


por su bravura, el Temido, sea cualquiera,
en todo mar conocido ni bandera
del uno al otro confín. de esplendor,

La luna en el mar riela, »que no sienta


en la lona gime el viento mi derecho
y alza en blando movimiento y dé pecho
olas de plata y azul; a mi valor.

y va el capitán pirata, »Que es mi barco mi tesoro,


cantando alegre en la popa, que es mi dios la libertad,
Asia a un lado, al otro Europa, mi ley, la fuerza y el viento,
y allá a su frente Estambul; mi única patria la mar.

«Navega velero mío, »A la voz de ¡barco viene!


sin temor, es de ver
que ni enemigo navío, cómo vira y se previene
ni tormenta, ni bonanza, a todo trapo a escapar:
tu rumbo a torcer alcanza, que yo soy el rey del mar,
ni a sujetar tu valor. y mi furia es de temer.

»En las presas


!31
yo divido del negro mar los bramidos
lo cogido y el rugir de mis cañones.
por igual:
»Y del trueno
»sólo quiero al son violento,
por riqueza y del viento
la belleza al rebramar,
sin rival.
»yo me duermo
»Que es mi barco mi tesoro, sosegado
que es mi dios la libertad, arrullado
mi ley, la fuerza y el viento, por el mar.
mi única patria la mar.
»Que es mi barco mi tesoro,
»¡Sentenciado estoy a muerte!; que es mi dios la libertad,
yo me río; mi ley, la fuerza y el viento,
no me abandone la suerte, mi única patria la mar».
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena
quizá en su propio navío. 44. A la muerte de Torrijos y sus
compañeros
»Y si caigo
¿qué es la vida? Helos allí: junto a la mar bravía
Por perdida cadáveres están, ¡ay!, los que fueron
ya la di, honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.
»cuando el yugo
de un esclavo Ansia de patria y libertad henchía
como un bravo sus nobles pechos que jamás temieron,
sacudí. y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.
»Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad, Españoles, llorad; mas vuestro llanto
mi ley, la fuerza y el viento, lágrimas de dolor y sangre sean,
mi única patria la mar. sangre que ahogue a siervos y opresores,
»Son mi música mejor
aquilones Y los viles tiranos, con espanto,
el estrépito y temblor siempre delante amenazando vean
de los cables sacudidos, alzarse sus espectros vengadores.

!32
MARIANO JOSÉ DE LARRA
(1809 – 1837)

45. Fragmento: Vuelva usted mañana

[…] –Mirad –le dije–, monsieur Sans–délai –que así se llamaba–; vos venís decidido a pasar
quince días, y a solventar en ellos vuestros asuntos.

–Ciertamente –me contestó–. Quince días, y es mucho. Mañana por la mañana buscamos
un genealogista para mis asuntos de familia; por la tarde revuelve sus libros, busca mis
ascendientes, y por la noche ya sé quién soy. En cuanto a mis reclamaciones, pasado
mañana las presento fundadas en los datos que aquél me dé, legalizadas en debida forma;
y como será una cosa clara y de justicia innegable (pues sólo en   –pág. 7–   este caso haré
valer mis derechos), al tercer día se juzga el caso y soy dueño de lo mío. En cuanto a mis
especulaciones, en que pienso invertir mis caudales, al cuarto día ya habré presentado mis
proposiciones. Serán buenas o malas, y admitidas o desechadas en el acto, y son cinco días;
en el sexto, séptimo y octavo, veo lo que hay que ver en Madrid; descanso el noveno; el
décimo tomo mi asiento en la diligencia, si no me conviene estar más tiempo aquí, y me
vuelvo a mi casa; aún me sobran de los quince cinco días.
Al llegar aquí monsieur Sans–délai traté de reprimir una carcajada que me andaba
retozando ya hacía rato en el cuerpo, y si mi educación logró sofocar mi inoportuna
jovialidad, no fue bastante a impedir que se asomase a mis labios una suave sonrisa de
asombro y de lástima que sus planes ejecutivos me sacaban al rostro mal de mi grado.
–Permitidme, monsieur Sans–délai –le dije entre socarrón y formal–, permitidme que os
convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
–¿Cómo?
–Dentro de quince meses estáis aquí todavía.
–¿Os burláis?
–No por cierto.
–¿No me podré marchar cuando quiera? ¡Cierto que la idea es graciosa!
–Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador.
–¡Oh!, los españoles que han viajado por el extranjero han adquirido la costumbre de
hablar mal siempre de su país por hacerse superiores a sus compatriotas.
–Os aseguro que en los quince días con que contáis, no habréis podido hablar siquiera a
una sola de las personas cuya cooperación necesitáis.
–¡Hipérboles! Yo les comunicaré a todos mi actividad.
–Todos os comunicarán su inercia.
Conocí que no estaba el señor de Sans–délai muy dispuesto a dejarse convencer sino por la
experiencia, y callé por entonces, bien seguro de que no tardarían mucho los hechos en
hablar por mí.
!33
JOSÉ ZORRILLA
(1817 – 1893)

46. Fragmento: Don Juan Tenorio

DON JUAN un fuego germinador


no encendido todavía,
Que os hallabais ¿no es verdad, estrella mía,
bajo mi amparo segura, que están respirando amor?
y el aura del campo pura Y esas dos líquidas perlas
libre por fin respirabais. que se desprenden tranquilas
¡Cálmate, pues, vida mía! de tus radiantes pupilas
Reposa aquí, y un momento convidándome a beberlas,
olvida de tu convento evaporarse, a no verlas,
la triste cárcel sombría. de sí mismas al calor;
¡Ah! ¿No es verdad, ángel de amor, y ese encendido color
que en esta apartada orilla que en tu semblante no había,
la luna más pura brilla ¿no es verdad, hermosa mía,
y se respira mejor? que están respirando amor?
Esta aura que vaga llena ¡Oh! Sí, bellísima Inés
de los sencillos olores espejo y luz de mis ojos;
de las campesinas flores escucharme sin enojos,
que brota esa orilla amena; como lo haces, amor es:
esa agua limpia y serena mira aquí a tus plantas, pues,
que atraviesa sin temor todo el altivo rigor
la barca del pescador de este corazón traidor
que espera cantando al día, que rendirse no creía,
¿no es cierto, paloma mía, adorando, vida mía,
que están respirando amor?
Esa armonía que el viento la esclavitud de tu amor.
recoge entre esos millares  
de floridos olivares, DOÑA INÉS
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
con que trina el ruiseñor que no podré resistir
de sus copas morador mucho tiempo sin morir
llamando al cercano día, tan nunca sentido afán.
¿no es verdad, gacela mía, ¡Ah! Callad por compasión,
que están respirando amor? que oyéndoos me parece
Y estas palabras que están que mi cerebro enloquece
filtrando insensiblemente se arde mi corazón.
tu corazón ya pendiente ¡Ah! Me habéis dado a beber
de los labios de don Juan, un filtro infernal, sin duda,
y cuyas ideas van que a rendiros os ayuda
inflamando en su interior la virtud de la mujer.
!34
Tal vez poseéis, don Juan, las fuentes de la vida,
un misterioso amuleto y en el mar o en el cielo haya un abismo
que a vos me atrae en secreto que al cálculo resista,
como irresistible imán. mientras la humanidad siempre
Tal vez Satán puso en vos: avanzando
su vista fascinadora, no sepa a dó camina,
su palabra seductora, mientras haya un misterio para el hombre,
y el amor que negó a Dios. ¡habrá poesía!
¿Y qué he de hacer ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos, Mientras se sienta que se ríe el alma,
si el corazón en pedazos sin que los labios rían;
me vais robando de aquí? mientras se llore, sin que el llanto acuda
No, don Juan, en poder mío a nublar la pupila;
resistirte no está ya: mientras el corazón y la cabeza
yo voy a ti como va batallando prosigan,
sorbido al mar ese río. mientras haya esperanzas y recuerdos,
Tu presencia me enajena, ¡habrá poesía!
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan, Mientras haya unos ojos que reflejen
y tu aliento me envenena. los ojos que los miran,
¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro mientras responda el labio suspirando
de tu hidalga compasión: al labio que suspira,
o arráncame el corazón, mientras sentirse puedan en un beso
o ámame porque te adoro. dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER ¡habrá poesía!
(1836 – 1870)
48. Rima VII: “Del salón en el ángulo
47. Rima IV: “No digáis…” oscuro”

No digáis que, agotado su tesoro, Del salón en el ángulo oscuro,


de asuntos falta, enmudeció la lira; de su dueña tal vez olvidada,
podrá no haber poetas; pero siempre silenciosa y cubierta de polvo,
habrá poesía. veíase el arpa.

Mientras las ondas de la luz al beso ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
palpiten encendidas, como el pájaro duerme en las ramas,
mientras el sol las desgarradas nubes esperando la mano de nieve
de fuego y oro vista, que sabe arrancarlas!
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías, ¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
mientras haya en el mundo primavera, así duerme en el fondo del alma,
¡habrá poesía! y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
!35
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre
49. Rima LIII: “Volverán las oscuras cuando yo paso,
golondrinas” De mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
Volverán las oscuras golondrinas Con la eterna primavera de la vida y de los
en tu balcón sus nidos a colgar, campos,
y otra vez con el ala a sus cristales Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los
        jugando llamarán. cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la
  Pero aquellas que el  vuelo refrenaban escarcha el prado.
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros Hay canas en mi cabeza, hay en los prados
nombres... escarcha,
        ¡esas... no volverán! Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable
sonámbula,
  Volverán las tupidas madreselvas Con la eterna primavera de la vida que se
de tu jardín las tapias a escalar, apaga
y otra vez a la tarde aún más hermosas Y la perenne frescura de los campos y las
        sus flores se abrirán. almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las
  Pero aquellas, cuajadas de rocío otras se abrasan.
cuyas gotas mirábamos temblar Astros y fuentes y flores, no murmuréis de
y caer como lágrimas del día... mis sueños,
        ¡esas... no volverán! Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir
sin ellos?
  Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño 51. Hora tras hora, día tras día
        tal vez despertará.
Hora tras hora, día tras día,
  Pero mudo y absorto y de rodillas Entre el cielo y la tierra que quedan
como se adora a Dios ante su altar, Eternos vigías,
como yo te he querido...; desengáñate, Como torrente que se despeña
        ¡así... no te querrán! Pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume


ROSALÍA DE CASTRO Después de marchita;
(1837 – 1855) De las ondas que besan la playa
Y que una tras otra besándola expiran
50. Dicen que no hablan las plantas Recoged los rumores, las quejas,
Y en planchas de bronce grabad su
Dicen que no hablan las plantas, ni las armonía.
fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su Tiempos que fueron, llantos y risas,
brillo los astros, Negros tormentos, dulces mentiras,
!36
¡Ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
En dónde, alma mía?

REALISMO


JOSÉ MARÍA PEREDA


(1833 – 1906)

52. Fragmento: Sotileza

[…] A Andrés le parecían siglos los minutos que llevaba corridos en aquel trance
espantoso, tan nuevo para él; y comenzaba a aturdirse y a desorientarse entre el estruendo
que le ensordecía; la blancura y movilidad de las aguas, que le deslumbraban; la furia del
viento que azotaba su rostro con manojos de espesa lluvia; los saltos vertiginosos de la
lancha, y la visión de su sepultura entre los pliegues de aquel abismo sin limites. Sus ropas
estaban empapadas en el agua de la lluvia y la muy amarga que descendía sobre él
después de haber sido lanzada al espacio, como densa humareda, por el choque de las
olas; flotaban en el aire sus cabellos goteando, y comenzaba a tiritar de frío. Ni intentaba
siquiera desplegar sus labios con una sola pregunta. ¿Para qué esta inútil tentativa? ¿No lo
llenaban todo, no respondían a todo cuanto pudiera preguntar allí la voz humana, los
bramidos de la galerna?...

BENITO PÉREZ GALDÓS


(1843 – 1920)

53. Fragmento: Episodios nacionales: Trafalgar

[…] Entre los soldados vi algunos que sentían el malestar del mareo, y se agarraban a los
obenques1 para no caer. Verdad es que había gente muy decidida, especialmente en la clase
de voluntarios; pero por lo común todos eran de leva, obedecían las órdenes como de mala
gana, y estoy seguro de que no tenían el más leve sentimiento de patriotismo. No les hizo
dignos del combate más que el combate mismo, como advertí después. A pesar del
distinto temple moral de aquellos hombres, creo que en los solemnes momentos que
precedieron al primer cañonazo la idea de Dios estaba en todas las cabezas. Por lo que a mí
toca, en toda la vida ha experimentado mi alma sensaciones iguales a las de aquel
momento. A pesar de mis pocos años, me hallaba en disposición de comprender la
gravedad del suceso, y por primera vez, después que existía, altas concepciones, elevadas
imágenes y generosos pensamientos ocuparon mi mente. La persuasión de la victoria
estaba tan arraigada en mi ánimo, que me inspiraban cierta lástima los ingleses, y los
admiraba al verlos buscar con tanto afán una muerte segura.

1 Obenque: Cada uno de los cabos gruesos que sujetan la cabeza de un palo o de un mastelero a la mesa de
guarnición o a la cofa correspondiente
!37

LEOPOLDO ALAS, “CLARÍN”


(1852 – 1901)

54. Fragmento: La Regenta

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes
blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que
el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo
en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como
mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual
turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en
un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas,
dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles,
otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un
tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un
escaparate, agarrada a un plomo.

Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de
la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la
campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La
torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de
belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo
gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba
las vulgares exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando
horas y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres cuya
aguja se quiebra de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como señoritas cursis que
aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de su espiritual grandeza, y hasta
sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose
desde allí en pirámide de ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones.
Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura,
haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una
punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima
otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.
!38

MODERNISMO y GENERACIÓN DEL 98

MIGUEL DE UNAMUNO
(1864–1936)

55. Fragmento: Niebla

[…] “—¿Conque no, eh? —me dijo—, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de
la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo
quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel,
¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió...! ¡Dios dejará
de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se
morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de
ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos.”


RAMÓN MARÍA DEL VALLE INCLÁN


(1866 – 1936)

56. Fragmento: Luces de Bohemia

[…]

MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido
trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!

MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.

DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.

MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.

DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del
Gato.

MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta,
Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.

DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?

MAX: En el fondo del vaso.


!39

DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!

MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y
toda la vida miserable de España.

DON LATINO: Nos mudaremos al callejón del Gato.


RUBÉN DARÍO ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!


(1867 – 1916) Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
57. Sonatina que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa, ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. (La princesa está triste. La princesa está pálida.)
La princesa está pálida en su silla de oro, ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
está mudo el teclado de su clave sonoro, ¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. (La princesa está pálida. La princesa está triste.)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales, –«Calla, calla, princesa –dice el hada madrina–;
y vestido de rojo piruetea el bufón. en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
La princesa no ríe, la princesa no siente; en el cinto la espada y en la mano el azor,
la princesa persigue por el cielo de Oriente el feliz caballero que te adora sin verte,
la libélula vaga de una vaga ilusión. y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de
China, 58. Era un aire suave…
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, Era un aire suave, de pausados giros;
o en el que es soberano de los claros diamantes, el hada Harmonía ritmaba sus vuelos;
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz? e iban frases vagas y tenues suspiros
entre los sollozos de los violoncelos.
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa Sobre la terraza, junto a los ramajes,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, diríase un trémolo de liras eolias
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; cuando acariciaban los sedosos trajes
ir al sol por la escala luminosa de un rayo, sobre el tallo erguidas las blancas magnolias.
saludar a los lirios con los versos de mayo La marquesa Eulalia risas y desvíos
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. daba a un tiempo mismo para dos rivales,
el vizconde rubio de los desafíos
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
y el abate joven de los madrigales.
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
Cerca, coronado con hojas de viña,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte, reía en su máscara Término barbudo,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, y, como un efebo que fuese una niña,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. mostraba una Diana su mármol desnudo.
!40
Y bajo un boscaje del amor palestra, y de los compases el ritmo seguía
sobre rico zócalo al modo de Jonia, sobre el tacón rojo, lindo y leve el pie?
con un candelabro prendido en la diestra ¿O cuando pastoras de floridos valles
volaba el Mercurio de Juan de Bolonia. ornaban con cintas sus albos corderos,
La orquesta perlaba sus mágicas notas, y oían, divinas Tirsis de Versalles,
un coro de sones alados se oía; las declaraciones de sus caballeros?
galantes pavanas, fugaces gavotas ¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores,
cantaban los dulces violines de Hungría. de amantes princesas y tiernos galanes,
Al oír las quejas de sus caballeros cuando entre sonrisas y perlas y flores
ríe, ríe, ríe la divina Eulalia, iban las casacas de los chambelanes?
pues son su tesoro las flechas de Eros, ¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía?
el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia. Yo el tiempo y el día y el país ignoro,
¡Ay de quien sus mieles y frases recoja! pero sé que Eulalia ríe todavía,
¡Ay de quien del canto de su amor se fíe! ¡y es cruel y eterna su risa de oro!
Con sus ojos lindos y su boca roja,
la divina Eulalia ríe, ríe, ríe.
Tiene azules ojos, es maligna y bella;
ANTONIO MACHADO
cuando mira vierte viva luz extraña:
se asoma a sus húmedas pupilas de estrella (1875 – 1939)
el alma del rubio cristal de Champaña.
Es noche de fiesta, y el baile de trajes 59. Retrato
ostenta su gloria de triunfos mundanos.
La divina Eulalia, vestida de encajes,
Mi infancia son recuerdos de un patio de
una flor destroza con sus tersas manos.
Sevilla,
El teclado harmónico de su risa fina
y un huerto claro donde madura el limonero;
a la alegre música de un pájaro iguala,
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
con los staccati de una bailarina
mi historia, algunos casos que recordar no
y las locas fugas de una colegiala.
quiero.
¡Amoroso pájaro que trinos exhala
bajo el ala a veces ocultando el pico;
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he
que desdenes rudos lanza bajo el ala,
sido
bajo el ala aleve del leve abanico!
ya conocéis mi torpe aliño indumentario,
Cuando a medianoche sus notas arranque
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y en arpegios áureos gima Filomela,
y amé cuanto ellas puedan tener de
y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque
hospitalario.
como blanca góndola imprima su estela,
la marquesa alegre llegará al boscaje,
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
boscaje que cubre la amable glorieta,
pero mi verso brota de manantial sereno;
donde han de estrecharla los brazos de un
y, más que un hombre al uso que sabe su
paje,
doctrina,
que siendo su paje será su poeta.
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Al compás de un canto de artista de Italia
que en la brisa errante la orquesta deslíe,
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
junto a los rivales la divina Eulalia
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe.
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de
ni soy un ave de esas del nuevo gay–trinar.
Francia,
sol con corte de astros, en campos de azur?
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
¿Cuando los alcázares llenó de fragancia
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
la regia y pomposa rosa Pompadour?
A distinguir me paro las voces de los ecos,
¿Fue cuando la bella su falda cogía
y escucho solamente, entre las voces, una.
con dedos de ninfa, bailando el minué,
!41
Antes que te derribe, olmo del Duero,
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera con su hacha el leñador, y el carpintero
mi verso, como deja el capitán su espada: te convierta en melena de campana,
famosa por la mano viril que la blandiera,
lanza de carro o yugo de carreta;
no por el docto oficio del forjador preciada.
antes que rojo en el hogar, mañana,
Converso con el hombre que siempre va ardas de alguna mísera caseta,
conmigo al borde de un camino;
?quien habla solo espera hablar a Dios un día?; antes que te descuaje un torbellino
mi soliloquio es plática con ese buen amigo y tronche el soplo de las sierras blancas;
que me enseñó el secreto de la filantropía. antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he
escrito. olmo, quiero anotar en mi cartera
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago la gracia de tu rama verdecida.
el traje que me cubre y la mansión que habito, Mi corazón espera
el pan que me alimenta y el lecho en donde también, hacia la luz y hacia la vida,
yago. otro milagro de la primavera.

Y cuando llegue el día del último vïaje,


61. Españolito que vienes al mundo
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar. Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
60. A un olmo seco

Españolito que vienes


Al olmo viejo, hendido por el rayo
al mundo te guarde Dios.
y en su mitad podrido,
una de las dos Españas
con las lluvias de abril y el sol de mayo
ha de helarte el corazón.
algunas hojas verdes le han salido.

62. Proverbios y Cantares (XXIX)


¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
Caminante, son tus huellas
le mancha la corteza blanquecina
el camino y nada más;
al tronco carcomido y polvoriento.
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
No será, cual los álamos cantores
Al andar se hace el camino,
que guardan el camino y la ribera,
y al volver la vista atrás
habitado de pardos ruiseñores.
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Ejército de hormigas en hilera
Caminante no hay camino
va trepando por él, y en sus entrañas
sino estelas en la mar.
urden sus telas grises las arañas.
!42

GENERACIÓN DEL 14 o NOVECENTISMO

JOSÉ ORTEGA Y GASSET


(1833–1955)

63. Fragmento: La deshumanización del arte

[…] No discutamos ahora si es posible este arte puro. Tal vez no lo sea; pero las razones
que nos conducen a esta negación son un poco largas y difíciles. Más vale, pues, dejar
intacto el tema. Además, no importa mayormente para lo que ahora hablamos. Aunque sea
imposible un arte puro, no hay duda alguna de que cabe una tendencia a la purificación
del arte. Esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los elementos humanos,
demasiado humanos, que dominan en la producción romántica y naturalista. Y en este
proceso se llegará a un punto en que el contenido humano de la obra sea tan escaso que
casi no se le vea. Entonces tendremos un objeto que sólo puede ser percibido por quien
posea ese don peculiar de la sensibilidad artística. Sería un arte para artistas, y no para la
masa de los hombres,  será un arte de casta, y no demótico.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ


(1881 – 1958)

64. Vino primero pura

Vino, primero, pura,
 ¡Oh pasión de mi vida, poesía



vestida de inocencia.
 desnuda, mía para siempre!
Y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
 65. Primavera amarilla
de no sé qué ropajes.

Y la fui odiando, sin saberlo. Abril venía, lleno
Llegó a ser una reina,
 todo de flores amarillas:
fastuosa de tesoros…
 amarillo el arroyo,
¡Qué iracundia de yel y sin sentido! amarillo el vallado, la colina,
…Mas se fue desnudando.
 el cementerio de los niños,
Y yo le sonreía. el huerto aquel donde el amor vivía.
Se quedó con la túnica
 El sol unjía de amarillo el mundo,
de su inocencia antigua.
 con sus luces caídas;
Creí de nuevo en ella. ¡ay, por los lirios áureos,
Y se quitó la túnica,
 el agua de oro, tibia;
y apareció desnuda toda…
 las amarillas mariposas
sobre las rosas amarillas!
!43
Guirnaldas amarillas escalaban
los árboles; el día
era una gracia perfumada de oro,
en un dorado despertar de vida.
Entre los huesos de los muertos,
abría Dios sus manos amarillas.

LAS VANGUARDIAS y LA GENERACIÓN DEL 27

RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA Por mi lado, en mi hoy.


(1888 – 1963) Pero de pronto tú
Dijiste: "Yo, mañana"
66. Greguerías Y todo se pobló
De carne y de banderas.
Soda: agua con hipo. Se me precipitaban
Encima las promesas
·
De seiscientos colores,
Trueno: caída de un baúl por las escaleras
Con vestidos de moda,
del cielo.
Desnudas, pero todas
·
Cargadas de caricias.
Los tornillos son clavos peinados con la
En trenes o en gacelas
raya al medio.
Me llegaban –agudas,
·
Sones de violines–
El Coliseo en ruinas es como una taza rota
Esperanzas delgadas
del desayuno de los siglos.
De bocas virginales.
·
O veloces y grandes
Partid a cuchillo un huevo duro y veréis
Como buques, de lejos,
cómo se reúnen en él el sol y la luna.
Como ballenas
Desde mares distantes,
PEDRO SALINAS Inmensas esperanzas
(1891 – 1951) De un amor sin final.
¡Mañana! Qué palabra
67. La voz a ti debida Toda vibrante, tensa
versos 201–236
De alma y carne rosada,
Cuerda del arco donde
"Mañana". La palabra Tú pusiste, agudísima,
Iba suelta, vacante, Arma de veinte años,
Ingrávida, en el aire, La flecha más segura
Tan sin alma y sin cuerpo, Cuando dijiste: “Yo".
Tan sin color ni beso,
Que la dejé pasar
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peregrina al azar, mi alma sin dueño.
68. La voz a ti debida Cuando te vi señero, dulce, firme,
versos 494 – 521 qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
Para vivir no quiero como tú, negra torre de arduos filos,
islas, palacios, torres. ejemplo de delirios verticales,
¡Qué alegría más alta: mudo ciprés en el fervor de Silos.
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes, 70. Romance del Duero
las señas, los retratos;
yo no te quiero así, Río Duero, río Duero,
disfrazada de otra, nadie a acompañarte baja,
hija siempre de algo. nadie se detiene a oír
Te quiero pura, libre, tu eterna estrofa de agua.
irreductible: tú. Indiferente o cobarde
Sé que cuando te llame la ciudad vuelve la espalda.
entre todas las gentes No quiere ver en tu espejo
del mundo, su muralla desdentada.
sólo tú serás tú. Tú, viejo Duero, sonríes
Y cuando me preguntes entre tus barbas de plata,
quién es el que te llama, moliendo con tus romances
el que te quiere suya, las cosechas mal logradas.
enterraré los nombres, Y entre los santos de piedra
los rótulos, la historia. y los álamos de magia
Iré rompiendo todo pasas llevando en tus ondas
lo que encima me echaron palabras de amor, palabras.
desde antes de nacer. Quién pudiera como tú,
Y vuelto ya al anónimo a la vez quieto y en marcha,
eterno del desnudo, cantar siempre el mismo verso
de la piedra, del mundo, pero con distinta agua.
te diré: Río Duero, río Duero,
«Yo te quiero, soy yo». nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
GERARDO DIEGO tu eterna estrofa olvidada,
(1896 – 1987) sino los enamorados
que preguntan por sus almas
69. Al ciprés de Silos y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llego a ti, riberas del Arlanza,
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VICENTE ALEIXANDRE ¿Su nombre? Su nombre ruede
(1898 – 1984) sobre el estrépito ronco,
ruede vivo entre la muerte;
71. Al miliciano desconocido ruede como una flor viva,
siempreviva para siempre.
(Frente de Madrid) Se llama Andrés o Francisco,
No me preguntéis su nombre. se llama Pedro Gutiérrez,
Le tenéis ahí en el frente, Luis o Juan, Manuel Ricardo,
por las orillas del río: José, Lorenzo, Vicente...
toda la ciudad lo tiene. Pero no. ¡Se llama sólo
Cada mañana se alza,
cuando la aurora lo envuelve Pueblo Invicto para siempre!
con un resplandor de vida
y otro resplandor de muerte.
Cada mañana se alza, FEDERICO GARCÍA LORCA
como un acero se yergue, (1898 – 1936)
y donde pone sus ojos
una luz mortal esplende. 72. Canción del jinete
No me preguntéis su nombre,
que no habrá quien lo recuerde. Córdoba.
Cada día se levanta Lejana y sola.
con la aurora o el poniente, Jaca negra, luna grande,
salta, empuña, avanza, arrolla, y aceitunas en mi alforja.
mata, pasa, vuela, vence; Aunque sepa los caminos
donde se planta allí queda; yo nunca llegaré a Córdoba.
como la roca, no cede; Por el llano, por el viento,
aplasta como montaña jaca negra, luna roja.
y como la flecha, hiere. La muerte me está mirando
Madrid entero lo adivina; desde las torres de Córdoba.
Madrid late por sus sienes; ¡Ay qué camino tan largo!
sus pulsos vibran hirviendo ¡Ay mi jaca valerosa!
de hermosa sangre caliente, ¡Ay que la muerte me espera,
y en su corazón rugiendo antes de llegar a Córdoba!
cantan millones de seres. Córdoba.
No sé quién fue, quién ha sido: Lejana y sola.
¡toda la ciudad lo tiene!
¡Madrid, a su espalda, le alienta, 73. Reyerta
Madrid entero lo sostiene!
¡Un cuerpo, un alma, una vida En la mitad del barranco
como un gigante se yerguen las navajas de Albacete,
a las puertas del Madrid bellas de sangre contraria,
del miliciano valiente! relucen como los peces.
¿Es alto, rubio, delgado? Una dura luz de naipe
¿Moreno, apretado, fuerte? recorta en el agrio verde,
Es como todos. ¡Es todos! caballos enfurecidos
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y perfiles de jinetes. Jorobados y nocturnos,
En la copa de un olivo por donde animan ordenan
lloran dos viejas mujeres. silencios de goma oscura
El toro de la reyerta y miedos de fina arena.
se sube por las paredes. Pasan, si quieren pasar,
Ángeles negros traían y ocultan en la cabeza
pañuelos y agua de nieve. una vaga astronomía
Ángeles con grandes alas de pistolas inconcretas.
de navajas de Albacete.          
Juan Antonio el de Montilla ¡Oh ciudad de los gitanos!
rueda muerto la pendiente, En las esquinas banderas.
su cuerpo lleno de lirios La luna y la calabaza
y una granada en las sienes. con las guindas en conserva.
Ahora monta cruz de fuego, ¡Oh ciudad de los gitanos!
carretera de la muerte. ¿Quién te vió y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
El juez, con guardia civil, con las torres de canela.
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente. 75. Llanto por Ignacio Sánchez Mejías
Señores guardias civiles: La sangre derramada
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos ¡Que no quiero verla!
y cinco cartagineses.
Dile a la luna que venga,
La tarde loca de higueras que no quiero ver la sangre
y de rumores calientes de Ignacio sobre la arena.
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes. ¡Que no quiero verla!
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente. La luna de par en par.
Ángeles de largas trenzas Caballo de nubes quietas,
y corazones de aceite. y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.
74. Romance de la Guardia Civil
(Fragmento) ¡Que no quiero verla!

Los caballos negros son. Que mi recuerdo se quema.


Las herraduras son negras. ¡Avisad a los jazmines
Sobre las capas relucen con su blancura pequeña!
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran, ¡Que no quiero verla!
de plomo las calaveras. La vaca del viejo mundo
Con el alma de charol pasaba su triste lengua
vienen por la carretera. sobre un hocico de sangres
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derramadas en la arena, le doraba la cabeza
y los toros de Guisando, donde su risa era un nardo
casi muerte y casi piedra, de sal y de inteligencia.
mugieron como dos siglos ¡Qué gran torero en la plaza!
hartos de pisar la tierra. ¡Qué buen serrano en la sierra!
No. ¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Que no quiero verla! ¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
Por las gradas sube Ignacio ¡Qué tremendo con las últimas
con toda su muerte a cuestas. banderillas de tiniebla!
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era. Pero ya duerme sin fin.
Busca su perfil seguro, Ya los musgos y la hierba
y el sueño lo desorienta. abren con dedos seguros
Buscaba su hermoso cuerpo la flor de su calavera.
y encontró su sangre abierta. Y su sangre ya viene cantando:
¡No me digáis que la vea! cantando por marismas y praderas,
No quiero sentir el chorro resbalando por cuernos ateridos,
cada vez con menos fuerza; vacilando sin alma por la niebla,
ese chorro que ilumina tropezando con miles de pezuñas
los tendidos y se vuelca como una larga, oscura, triste lengua,
sobre la pana y el cuero para formar un charco de agonía
de muchedumbre sedienta. junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Quién me grita que me asome! ¡Oh negro toro de pena!
¡No me digáis que la vea! ¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No se cerraron sus ojos No.
cuando vio los cuernos cerca, ¡Que no quiero verla!
pero las madres terribles Que no hay cáliz que la contenga,
levantaron la cabeza. que no hay golondrinas que se la beban,
Y a través de las ganaderías, no hay escarcha de luz que la enfríe,
hubo un aire de voces secretas no hay canto ni diluvio de azucenas,
que gritaban a toros celestes no hay cristal que la cubra de plata.
mayorales de pálida niebla. No.
No hubo príncipe en Sevilla ¡¡Yo no quiero verla!!
que comparársele pueda,
ni espada como su espada 76. Vuelta de paseo
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones Asesinado por el cielo.
su maravillosa fuerza, Entre las formas que van hacia la sierpe
y como un torso de mármol y las formas que buscan el cristal,
su dibujada prudencia. dejaré crecer mis cabellos.
Aire de Roma andaluza  
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Con el árbol de muñones que no canta Nos caemos por las escaleras para comer la
y el niño con el blanco rostro de huevo.  tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de
Con los animalitos de cabeza rota las dalias muertas.
y el agua harapienta de los pies secos. Pero no hay olvido, ni sueño:
  carne viva. Los besos atan las bocas
Con todo lo que tiene cansancio en una maraña de venas recientes
sordomudo y al que le duele su dolor le dolerá sin
y mariposa ahogada en el tintero. descanso
Tropezando con mi rostro distinto de cada y al que teme la muerte la llevará sobre sus
día. hombros.

¡Asesinado por el cielo! Un día


los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
77. Ciudad sin sueño atacarán los cielos amarillos que se
(Nocturno del Brooklyn Bridge) refugian en los ojos de las vacas.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, Otro día


nadie. veremos la resurrección de las mariposas
No duerme nadie. disecadas
Las criaturas de la luna huelen y rondan y aún andando por un paisaje de esponjas
sus cabañas. grises y barcos mudos
Vendrán las iguanas vivas a morder a los veremos brillar nuestro anillo y manar
hombres que no sueñan rosas de nuestra lengua.
y el que huye con el corazón roto ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
encontrará por las esquinas A los que guardan todavía huellas de
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna zarpa y aguacero,
protesta de los astros. a aquel muchacho que llora porque no
sabe la invención del puente
No duerme nadie por el mundo. Nadie, o a aquel muerto que ya no tiene más que
nadie. la cabeza y un zapato,
No duerme nadie. hay que llevarlos al muro donde iguanas y
Hay un muerto en el cementerio más sierpes esperan,
lejano donde espera la dentadura del oso,
que se queja tres años donde espera la mano momificada del
porque tiene un paisaje seco en la rodilla; niño
y el niño que enterraron esta mañana y la piel del camello se eriza con un
lloraba tanto violento escalofrío azul.
que hubo necesidad de llamar a los perros
para que callase. No duerme nadie por el cielo. Nadie,
nadie.
No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! No duerme nadie.
¡Alerta! Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!
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RAFAEL ALBERTI
Haya un panorama de ojos abiertos (1902 – 1999)
y amargas llagas encendidas.
79. La paloma
No duerme nadie por el mundo. Nadie,
nadie. Se equivocó la paloma
Ya lo he dicho. se equivocaba.
No duerme nadie. Por ir al norte fue al sur,
Pero si alguien tiene por la noche exceso creyó que el trigo era el agua.
de musgo en las sienes, Creyó que el mar era el cielo
abrid los escotillones para que vea bajo la que la noche la mañana.
luna Que las estrellas rocío,
las copas falsas, el veneno y la calavera de que la calor la nevada.
los teatros. Que tu falda era tu blusa,
que tu corazón su casa.

LUIS CERNUDA (Ella se durmió en la orilla,


(1902 – 1963) tú en la cumbre de una rama.)

78. Peregrino 80. El mar. La mar.

¿Volver? Vuelva el que tenga, El mar. La mar.


Tras largos años, tras un largo viaje, El mar. ¡Sólo la mar!
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos, ¿Por qué me trajiste, padre,
Del amor que al regreso fiel le espere. a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, del mar?
Sino seguir libre adelante, En sueños la marejada
Disponible por siempre, mozo o viejo, me tira del corazón;
Sin hijo que te busque, como a Ulises, se lo quisiera llevar.
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope. Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
Sigue, sigue adelante y no regreses, Gimiendo por ver el mar,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida, un marinerito en tierra
No eches de menos un destino más fácil, iza al aire este lamento:
Tus pies sobre la tierra antes no hollada, ¡Ay mi blusa marinera;
Tus ojos frente a lo antes nunca visto. siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera!
!50

DESPUÉS DE 1936

no perdono a la tierra ni a la nada. 



MIGUEL HERNÁNDEZ 

(1910 – 1942) En mis manos levanto una tormenta 

de piedras, rayos y hachas estridentes 

81. Elegía a Ramón Sijé sedienta de catástrofe y hambrienta 


En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha 
 Quiero escarbar la tierra con los dientes, 

muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien 
 quiero apartar la tierra parte 

tanto quería.

a parte a dentelladas secas y calientes. 


 

Yo quiero ser llorando el hortelano 
 Quiero minar la tierra hasta encontrarte 

de la tierra que ocupas y estercolas, 
 y besarte la noble calavera 

compañero del alma, tan temprano. 
 y desamordazarte y regresarte 


 

Alimentando lluvias, caracoles 
 Volverás a mi huerto y a mi higuera: 

y órganos mi dolor sin instrumento, 
 por los altos andamios de mis flores 

a las desalentadas amapolas 
 pajareará tu alma colmenera 


 

daré tu corazón por alimento. 
 de angelicales ceras y labores. 

Tanto dolor se agrupa en mi costado, 
 Volverás al arrullo de las rejas 

que por doler me duele hasta el aliento. 
 de los enamorados labradores. 


 

Un manotazo duro, un golpe helado, 
 Alegrarás la sombra de mis cejas, 

un hachazo invisible y homicida, 
 y tu sangre se irá a cada lado 

un empujón brutal te ha derribado. 
 disputando tu novia y las abejas. 


 

No hay extensión más grande que mi herida, 

Tu corazón, ya terciopelo ajado, 

lloro mi desventura y sus conjuntos 
 llama a un campo de almendras
y siento más tu muerte que mi vida. 
 espumosas 


 mi avariciosa voz de enamorado. 

Ando sobre rastrojos de difuntos, 
 

y sin calor de nadie y sin consuelo 
 A las aladas almas de las rosas... 

voy de mi corazón a mis asuntos. 
 de almendro de nata te requiero,: 


 que tenemos que hablar de muchas cosas, 

Temprano levantó la muerte el vuelo, 
 compañero del alma, compañero.
temprano madrugó la madrugada, 

temprano estás rodando por el suelo. 


No perdono a la muerte enamorada, 

no perdono a la vida desatenta, 

!51
82. Nanas de la cebolla súbito el párpado,
el vivir como nunca
La cebolla es escarcha coloreado.
cerrada y pobre: ¡Cuánto jilguero
escarcha de tus días se remonta, aletea,
y de mis noches. desde tu cuerpo!
Hambre y cebolla: Desperté de ser niño.
hielo negro y escarcha Nunca despiertes.
grande y redonda. Triste llevo la boca.
En la cuna del hambre Ríete siempre.
mi niño estaba. Siempre en la cuna,
Con sangre de cebolla defendiendo la risa
se amamantaba. pluma por pluma.
Pero tu sangre, Ser de vuelo tan alto,
escarchada de azúcar, tan extendido,
cebolla y hambre. que tu carne parece
Una mujer morena, cielo cernido.
resuelta en luna, ¡Si yo pudiera
se derrama hilo a hilo remontarme al origen
sobre la cuna. de tu carrera!
Ríete, niño, Al octavo mes ríes
que te tragas la luna con cinco azahares.
cuando es preciso. Con cinco diminutas
Alondra de mi casa, ferocidades.
ríete mucho. Con cinco dientes
Es tu risa en los ojos como cinco jazmines
la luz del mundo. adolescentes.
Ríete tanto Frontera de los besos
que en el alma al oírte, serán mañana,
bata el espacio. cuando en la dentadura
Tu risa me hace libre, sientas un arma.
me pone alas. Sientas un fuego
Soledades me quita, correr dientes abajo
cárcel me arranca. buscando el centro.
Boca que vuela, Vuela niño en la doble
corazón que en tus labios luna del pecho.
relampaguea. Él, triste de cebolla.
Es tu risa la espada Tú, satisfecho.
más victoriosa. No te derrumbes.
Vencedor de las flores No sepas lo que pasa
y las alondras. ni lo que ocurre.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
!52
LEÓN FELIPE esperando que se abran las puertas de un
(1884 – 1968) infierno
que tú; ¡pobre florentino!,
83. Auschwitz no pudiste siquiera imaginar.
Esto es otra cosa... ¿cómo te diré?
A todos los Judíos del mundo, ¡Mira! Éste es un lugar donde no se puede
mis amigos, tocar el violín.
mis hermanos. Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
Esos poetas infernales, ¿Me habéis entendido poetas infernales?
Dante, Blake, Rimbaud... Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud...
que hablen más bajo... ¡Hablad más bajo!
que toquen más bajo... ¡Tocad más bajo!... ¡Chist!...
¡Que se callen!... ¡¡Callaos!!
Hoy Yo también soy un gran violinista
cualquier habitante de la tierra y he tocado en el infierno muchas veces...
sabe mucho más del infierno Pero ahora, aquí...
que esos tres poetas juntos. Rompo mi violín... y me callo.
Ya sé que Dante tocaba muy bien el
violín...
PABLO NERUDA
¡Oh, el gran virtuoso!...
(1904–1973)
Pero que no pretenda ahora
con sus tercetos maravillosos
84. Poema 20
y sus endecasílabos perfectos
asustar a ese niño judío
Puedo escribir los versos más tristes esta
que está ahí, desgajado de sus padres... noche.
Y solo. Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada, 

¡Solo! y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
aguardando su turno El viento de la noche gira en el cielo y canta.
en los hornos crematorios de Auschwitz. Puedo escribir los versos más tristes esta
Dante... tú bajaste a los infiernos noche. 

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
con Virgilio de la mano
En las noches como ésta la tuve entre mis
(Virgilio, "gran cicerone") brazos.

y aquello vuestro de la "Divina Comedia" La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
fue una aventura divertida Ella me quiso, a veces yo también la quería. 

de música y turismo. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Esto es otra cosa... otra cosa... Puedo escribir los versos más tristes esta
¿Cómo te explicaré? noche. 

Pensar que no la tengo. Sentir que la he
¡Si no tienes imaginación!
perdido.
Tú... no tienes imaginación, Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella. 

Acuérdate que en tu "Infierno" Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
no hay un niño siquiera... Qué importa que mi amor no pudiera
Y ese que ves ahí... guardarla. 

está solo La noche está estrellada y ella no está
¡Solo! sin cicerone... conmigo.
!53
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
 Si sigues con esa chica te cerraremos las
Mi alma no se contenta con haberla perdido. puertas.
Como para acercarla mi mirada la busca. 
 Eso, para vivir.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los
mismos 
 No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.
           árboles.
 No bebas. No fumes. No tosas. No
Nosotros, los de entonces, ya no somos los respires.
mismos. ¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
 nos.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. Y descansar: morir.
De otro. Será de otro. Como antes de mis
besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. JAIME GIL DE BIEDMA
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
 (1929–1990)
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis

86. No volveré a ser joven
          brazos,

mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me Que la vida iba en serio
causa,
 uno lo empieza a comprender más tarde
y éstos sean los últimos versos que yo le -como todos los jóvenes, yo vine
escribo. a llevarme la vida por delante.

GABRIEL CELAYA Dejar huella quería


(1911–1991) y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, era tan sólo
85. Biografía las dimensiones del teatro.

No cojas la cuchara con la mano izquierda. Pero ha pasado el tiempo


No pongas los codos en la mesa. y la verdad desagradable asoma:
Dobla bien la servilleta. envejecer, morir,
Eso, para empezar. es el único argumento de la obra.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil


trescientos trece.
¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació
Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla
con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un


ingeniero haga versos?
La cultura es un adorno y el negocio es el
negocio.

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