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De Paseo Con Mi Mi Hija Carla
De Paseo Con Mi Mi Hija Carla
A m�, desde mi propia ni�ez, siempre me gustaron las ni�as y mujeres cauc�sicas.
Siempre que conoc�a a una ni�a de cabello negro y piel blanca, me embobaba como
caricatura. Claro que con el paso de las d�cadas todo eso se me olvid�, hasta que,
a mis 33 a�os, cuando Carla ten�a al rededor de 8, empec� a verla tan bonita que
record� toda mi ni�ez y de paso, me asust�. Me asust� porque �Qu� iba a hacer yo
cuando ella siguiera creciendo y poni�ndose m�s y m�s bonita? Ni Diana �su madre�
ni yo esper�bamos que Carla se pareciera m�s a su padre y a mi madre que a nosotros
mismos. Pero mi esposa ya no estaba para cuando la belleza de Carla empez� a ser un
problema para m�. Ella muri� cuando Carla ten�a 4.
Pasar tiempo juntos era el sentido de nuestras vidas, despu�s del trauma de la
desaparici�n de Diana. Yo compart�a la cama frecuentemente con Carla, pero hac�a ya
unos meses que hab�a cambiado mi rutina matutina, de levantarme a orinar, a
levantarme espec�ficamente a pajearme. Pasar la noche pegado a semejante Diosa no
era f�cil. A veces hasta le daba la espalda toda la noche para que no sintiera mi
pene enca�onado. A veces me pegaba un par de pajazos en la tarde y antes de dormir
para que no se me pusiera duro durante la noche y poder dormir abraz�ndola. No s�
si se lo imaginen. Todo en una nena de diez a�os es suave. Su piel, su cabello, su
voz, su forma de ser y su aroma. Su suavidad esclaviza tu mente.
Se nos hab�a vuelto costumbre despertar y quedarnos ah� contempl�ndonos un rato,
sonriendo. Despu�s, sin saber c�mo, no solo fueron cosquillas y juegos, sino que
aparecieron las caricias y despu�s los besos. En mi regi�n se conocen como �picos�,
o sea: A boca cerrada. Primero se los daba en la cara, pero bast� con que ocurriera
el primero en la boca, con tal adorable aprobaci�n de ella, que luego siguieron y
siguieron.
Como medida cautelar, le compr� ropa de cama holgada, pero de nada me sirvi� porque
ella se la quitaba a media noche. Ya estaba acostumbrada a dormir solo en
camisetita de esqueleto y pantaloneta, muy corta, si me preguntan; y algunas ten�an
aberturas muy amplias a los lados. Recuerdo el momento exacto en que las
masturbadas que me pegaba por la tarde-noche dejaron de surtir efecto. Despert� a
media noche y Carla estaba sentada en la cabecera jugando con su tel�fono celular.
Usaba sus rodillas como soporte. Su pantaloneta estaba completamente subida, por lo
que pod�a yo ver su pierna hasta su nacimiento y su gl�teo atl�tico. Por su puesto,
su entrepierna deber�a estarse tragando entera la prenda. Pero no era solo su
posici�n y lo linda que se ve�a, sino su aroma. Cuando abr� los ojos, su cadera
estaba a cent�metros de mi cara, y antes que ella notara que me despert�, aspir�
las deliciosas emanaciones naturales de su piel como para embriagarme. Se me puso
�como para partir panela�.
Al otro d�a tuve el rico aroma y esencia vaginal de mi hija en la cara durante todo
el d�a. Por el recuerdo de mi propia primera vez, sab�a que esa fragancia impregna
mucho y es muy rico llevarla todo el d�a en la cara. Si al principio cre�a que
estaba enamorado, como cuando la vi cantando en el carro, pues eso no era nada en
comparaci�n. Ahora, por el efecto de haberle proporcionado su primer orgasmo y que
la nariz, la boca y la barbilla olieran a la cuca de mi Carla, me sent�a embrujado.
Y no solo eso. El hecho que mi hija fuera exactamente la clase de peque�a diosa que
sol�a enamorarme desde que yo era ni�o, me hizo experimentar una sensaci�n fuera de
este mundo. Hasta tem� enloquecer. Ni siquiera creo poder describirlo. Imaginen
andar por la calle de la mano de su hija hermosa y saber que ya no solo son padre e
hija sino ardientes amantes, que caminan por sobre el mito de lo correcto y lo
incorrecto, mientras los dem�s viven enga�ados, con cadenas invisibles y creyendo
est�pidamente que son libres y felices, por haber permitido que otros les dijeran
lo que es correcto y lo que no. Pero esa definici�n de lo que sent�a al otro d�a,
es poca cosa. Es el formalismo. Para hablarles del sentimiento entre mi nena y yo,
deber�a ser poeta, y hasta all� no llego.
Creo que todo el amor que sent� por mocosas lindas durante toda la vida, el
universo acababa de regres�rmelo, tanto tiempo despu�s que ni me acordaba de que lo
hubiera deseado.
S� que Diana sonr�e all� donde est� cuando nos ve a Carla y a m� en uni�n.
Con el tiempo habr�a de expandir el repertorio de nuestros juegos, pero muy lento y
siempre mi hija tendr�a la potestad exclusiva de detenerme. Mi consciencia me hab�a
hablado justo a tiempo. El hecho que yo disfrutara, ven�a por a�adidura. Pero
siempre, lo primordial era el placer de ella. Que se retorciera, que aspirara con
fuerza entre los dientes haciendo sonido de gotas de agua evapor�ndose, que
temblara como gelatina y que corriera al ba�o creyendo que se iba a orinar. Yo, no
importaba. Me hac�a la paja y ya. Semen aqu� y semen all�, excepto sobre ella. Si
ella sent�a alg�n d�a curiosidad y met�a la mano en mi calzoncillo �Bienvenida! Si
no, paja y m�s paja. Claro que la curiosidad de mi hija era algo que yo pod�a
estimular, pero pensaba hacerlo con total lentitud y premura. Primero Carla y
�ltimo Carla. Yo dar�a la vida por ella.