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IMPLICACIONES SOCIALES, POLÍTICAS Y ECONÓMICAS DEL COLAPSO

DE LA PRODUCCIÓN DE PETRÓLEO EN VENEZUELA

Después de una grave mala gestión de la empresa, el gobierno cedió el control de

PDVSA a los militares, nombrando al general de la Guardia Nacional, Manuel

Quevedo, como presidente de la corporación y ministro de Petróleo en 2017. La

persecución interna aumentó a partir de entonces, con la salida de más de 30.000

empleados de la empresa, muchos de ellos ingenieros y técnicos altamente

especializados.

Entre 2015 y 2018, la producción de petróleo se redujo a 1,7 millones de barriles

diarios, una caída del 43,6% respecto a los niveles de 2013. La capacidad de refinado,

por su parte, se redujo en un 90%, y lo que quedaba de los ingresos del petróleo se

desvió para pagar los préstamos de China, con implicaciones de gran alcance para la

economía.

Sin ingresos petroleros y sin políticas económicas de futuro, el gobierno proclamó “el

fin de la era del petróleo” como nueva política estrella. Mientras tanto, Venezuela sufrió

una aguda inestabilidad económica con la segunda mayor hiperinflación de la historia,

que alcanzó el 180,9% en 2015 y el 9.598% en 2019. La moneda nacional –el bolívar–

experimentó una depreciación masiva frente al dólar estadounidense, perdiendo el 100%

de su valor en 2019, mientras que el PIB se contrajo un 74% entre 2015 y 2019.
«Sin ingresos petroleros y sin políticas económicas de futuro, el gobierno de Maduro

proclamó ‘el fin de la era del petróleo’ como nueva política estrella»

La crisis económica resultante tuvo consecuencias sociales devastadoras. Los niveles

de pobreza aumentaron de manera exponencial, mientras que el salario mínimo cayó de

480 dólares al mes en 2012 a 2,4 en 2021. En la actualidad, el 96% de la población vive

por debajo del umbral de la pobreza y 5,4 millones de venezolanos han huido del país

desde 2016, según datos de la ONU.

Estos problemas económicos y sociales se tradujeron con rapidez en una grave crisis

política. En 2015, después de que los partidos de la oposición ganaran las elecciones

parlamentarias y obtuvieran el control de la Asamblea Nacional, el gobierno –utilizando

el Tribunal Supremo– se negó a reconocer el nuevo órgano. El país vivió entonces un

periodo de manifestaciones masivas y represión política –más de 130 personas murieron

en las calles y muchas más fueron encarceladas–, todo lo cual deslegitimó aún más al

gobierno y sus instituciones.

En agosto de 2018, el gobierno impuso un “plan de choque” mediante la

desregulación de la economía, el aumento de la devaluación de la moneda y la

eliminación de los beneficios laborales, al tiempo que iniciaba la privatización de los

activos públicos, incluida la industria petrolera. Esto viola claramente la Constitución y

la Ley Orgánica de Hidrocarburos, cambiando de paso la política petrolera de

Venezuela.
Lo anterior se hizo entregando las operaciones de PDVSA a empresas privadas a

través de órdenes ejecutivas y sentencias judiciales, anulando las disposiciones legales

vigentes. Como resultado, se redujo la participación de PDVSA en las áreas productivas

más importantes ubicadas en la Faja Petrolífera del Orinoco a favor de Rusia, China y

otros, cediendo a empresas privadas el control de recursos petroleros claves que

deberían estar reservados al Estado –a través de PDVSA– por ley. Como resultado, el

Gobierno de Maduro violó la “Política Petrolera de Plena Soberanía” del presidente

Chávez, vigente entre 2004 y 2014, incluyendo la supervisión del fin de la distribución

social de la renta petrolera en el país.

«Se ha reducido la participación de PDVSA en las áreas productivas más importantes

de la Faja Petrolífera del Orinoco a favor de Rusia y China, entre otros, cediendo a

empresas privadas el control de recursos petroleros claves reservados al Estado por ley»

En diciembre de 2018, Maduro fue reelegido presidente. Los resultados no fueron

reconocidos por la oposición ni por la comunidad internacional. En enero de 2019, el

presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, se autoproclamó unilateralmente

presidente interino, recibiendo el reconocimiento de Estados Unidos, entre otros 50

países.

En enero de 2019, la producción de PDVSA se situaba en 1 millón de barriles diarios

de petróleo, mientras que el circuito nacional de refinación seguía en niveles mínimos

de operación. EEUU impuso sanciones financieras a PDVSA y posteriormente prohibió


las operaciones y el suministro de equipos a empresas estadounidenses en Venezuela,

restringiendo las actividades comerciales con PDVSA.

A partir del 9 de octubre de 2020, la Asamblea Nacional Constituyente, dominada por

Maduro, aprobó la llamada “Ley Antibloqueo”, una medida muy cuestionada por su

carácter inconstitucional. A través de ella, el proceso de privatización se lleva a cabo de

forma secreta y sin la supervisión de los organismos de control correspondientes. Esto

dio rienda suelta al gobierno para ignorar por completo décadas de políticas petroleras

cuidadosamente elaboradas por Chávez.

Hoy día, el gobierno trata de vender lo que queda de los activos de PDVSA a

empresarios locales y pequeñas empresas. Mientras tanto, debido a las sanciones de

EEUU y a los años de mala gestión del sector por parte del gobierno, grandes empresas

petroleras como Chevron, Rosneft, Total o Equinor han abandonado el país.

Implicaciones regionales e impacto en la OPEP

El colapso de la economía y del sector petrolero venezolano tiene importantes

implicaciones regionales e internacionales, que van desde flujos migratorios sin

precedentes hasta el colapso de los intercambios comerciales.

Para la región del Caribe, la crisis venezolana ha provocado la suspensión del

Acuerdo de Cooperación de Petrocaribe, que permitía a PDVSA abastecer el 43% de la

demanda energética de 17 países gracias a acuerdos financieros flexibles.


El colapso petrolero de Venezuela también tiene implicaciones políticas para la

OPEP, sobre todo en lo que respecta al equilibrio interno entre sus miembros.

Venezuela desempeñaba un papel destacado dentro de la organización, no solo como

miembro fundador, sino también como impulsor clave del desarrollo doctrinal de la

política petrolera internacional. Como líder en la producción internacional de petróleo –

en 2008 Venezuela era el tercer productor– su trayectoria histórica y sus posiciones

políticas fueron, hasta 2014, fundamentales para lograr el consenso entre los miembros

de la OPEP. Esto ayudó a lograr un equilibrio entre los intereses de las monarquías del

Golfo Pérsico y el resto de los miembros de la organización.

Sin el papel relevante de Venezuela –hoy el país ocupa el décimo lugar en términos de

producción mundial de petróleo– y con los actuales problemas en Irán, Argelia y Libia,

la OPEP está perdiendo su carácter internacional, convirtiéndose esencialmente en una

organización regional dominada por las monarquías de la península Arábiga.

«Sin el papel relevante de Venezuela y con los problemas en Irán, Argelia y Libia, la

OPEP está perdiendo su carácter internacional, convirtiéndose en esencia en una

organización regional dominada por las monarquías del Golfo»

En cuanto al mercado internacional del petróleo, la crisis venezolana afecta al

desarrollo de las mayores reservas de petróleo y a las octavas reservas de gas del

planeta. Esta situación compromete las posibilidades de satisfacer las demandas de

petróleo y gas necesarias para la recuperación económica mundial, al tiempo que hace

que Europa y Asia sean más vulnerables a las interrupciones de suministro debido a

tensiones o conflictos geopolíticos.


La actual crisis energética en Europa demuestra que la economía mundial seguirá

dependiendo de los hidrocarburos durante muchos años. En el contexto más amplio de

la transición energética hacia una economía verde, la producción de petróleo seguirá

siendo esencial para el mix energético de múltiples Estados. Por tanto, seguirá siendo

necesario un suministro esencial de hidrocarburos a partir de los yacimientos

tradicionales, adoptando todas las medidas para la captura de carbono, en particular

cuando estos producen petróleo de bajo coste y bajo riesgo, en comparación con la

fracturación del petróleo de esquisto, la producción en aguas profundas, las arenas

bituminosas y la nueva producción en el Ártico u otras zonas salvajes protegidas.

El origen del colapso de la producción de petróleo en Venezuela es político. No hay

ninguna razón técnica que justifique la situación actual. Venezuela tiene suficientes

reservas para producir petróleo y gas con un bajo coste y un mínimo daño

medioambiental durante mucho tiempo.

«Los yacimientos tradicionales seguirán siendo necesarios, en particular cuando estos

producen petróleo de bajo coste y bajo riesgo en comparación con la fracturación del

petróleo de esquisto, la producción en aguas profundas, las arenas bituminosas y la

nueva producción en el Ártico u otras zonas salvajes protegidas»

El actual marco legal de los hidrocarburos (petróleo y gas) en Venezuela fue probado

con éxito entre 2004 y 2014. Ha demostrado ser capaz de equilibrar los diversos

intereses de la población venezolana, los legítimos propietarios de los recursos naturales


del país, así como ser capaz de atraer la inversión internacional necesaria para apoyar el

desarrollo del sector.

Solo volviendo al Estado de Derecho, ganando gobernabilidad y legitimidad, el país

podrá volver a gobernar con éxito su actividad petrolera y sus recursos nacionales,

trabajando para iniciar un plan de recuperación nacional de la economía. Esto ayudaría a

aliviar la crisis humanitaria y social sin precedentes que vive el país.

Además de ser una fuente de sustento y estabilidad para la propia Venezuela, dicha

restauración también tendría implicaciones regionales e internacionales positivas,

incluso en el ámbito del suministro energético y en el equilibrio de la diplomacia

petrolera dentro y fuera de la OPEP.

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