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PDF El Cerebro Femenino Louann Brizendi
PDF El Cerebro Femenino Louann Brizendi
Louann Brizendine
El cerebro
femenino
«Una guía fresca e iluminadora sobre las
mujeres, y una lectura indispensable
para los hombres.» Daniel Goleman,
autor de Inteligencia emocional
r m m q 1
14a
ídiciói
L€
© d e l texto: Lominn Brizendine, 2006
Esta traducción lia sido publicada de acuerdo con
Morgan Ruad Books / Broadway Books,
una división de Randoin ¡ louse, Inc.
© de la traducción: M " José Buxó, >007
© de esra edición: 2008, RBA Libros, S. A.
Pérez Caldos, 36 - 0 8 0 12 Barcelona
[email protected] / www.rbalibros.com
Ref.: O N F 12 5 0 / i .n b n : 9 7 8 - 8 4 - 9 8 6 7 - 8 0 3 - 1
Depósito legal: B . 5 4 6 2 6 - 2 0 1 0
Fotoconiposición: V íctor Igual, S. L.
Im preso por L ib erd ú p lex (Barcelona)
Para mi esposo,
Samuel Barondes
Mi hijo,
John Wbilney Brizendine
E L C E R E B R O F E M E N IN O
INTRODUCCIÓN 2-3
Lo que nos hace mujeres
UNO 3 5-
El nacimiento del cerebro femenino
DOS 60
El cerebro de la adolescente
TRES 92-
Am or y confianza
CUATRO TT 7
s e is 16 4
Emoción: el cerebro de los sentimientos
s ie t e 18 6
El cerebro de la mujer madura
Notas 247
Bibliografía 267
índice analítico 347
Este libro tuvo sus comienzos durante mis años de educación
en las universidades de C alifornia, Berkeley; Yale; H arvard; y
el University College de Londres. Es por esto que me gustaría
dar las gracias a los profesores y compañeros que más influye
ron en mi pensamiento durante aquellos años: Frank Beach,
M ina Bissel, Henry Black, Bill Bynum, Dennis Charney, M a
rión Diam ond, M arilyn Earquar, Carol G illigan, Paul Green-
gard, Tom Guteil, Les Havens, Florence Haseltine, M arjorie
Hayes, Peter H ornick, Stanley Jackson, Valene Jacoby, Kath-
leen Kells, Kathy Kelly, Adrienne Larlcin, H ow ard Levitin, Mel
Lewis, Charlotte McKenzie, David M ann, Daniel M azia, Wi-
lliam Meissner, Jonathan Muller, Fred N aftolin , George Pala-
de, R oy Porter, Sherry R yan, Cari Salzm an, León Shapiro,
Rick Shelton, Gunter Stent, Frank Thom as, Janet Thom pson,
George Vaillant, Roger Wallace, Clyde W illson, Fred Wilt y
Richard Wollheim.
Durante los años que pasé en la facultad de H arvard y en
la de C alifornia, San Francisco, influyeron en mi pensamiento
Bruce Am es, Cori Bargm ann, Regina Casper, Francis Crick,
M ary Dallm an, Herb Goldings, Deborah Grady, Joel Kramer,
Fernand Labrie, Jeanne Leventhal, Sindy M ellon, M ichael
Merzenich, Joseph M orales, Eugene Roberts, Laurel Samuels,
Carla Shatz, Stephen Stahl, Elaine Storm, M arc Tessier-Lavig-
ne, Rebecca Turner, Víctor Viau, Owen "Wolkowitz y Chuck
Yingling.
M is colegas, equipo, residentes, estudiantes de medicina y
pacientes del W omen’s and Teen G irls’ M ood and Hormone
Clinic han contribuido de muchas maneras a la escritura de
este libro: Denise Albert, Raya Almufti, Amy Berlín, Cathy
Chnstensen, Karen Cliffe, Allison Doupe, Jud y F.astwood,
Louise Forrest, Adrienne Fratini, Lyn Gracie, M arcie Hall-
Mennes, Steve H am ilton, Caitlin Hasser, Dannah Tlirsch, Su-
sie Hobbins, Fatima Imara, Lori Lavinthal, Karen Leo, Shana
Levy, Katherine M alouh, Faina N o so lo vo , Sarah Prolifet,
Jeanne St. Pierre, Verónica Saleh, Sharon Smart, Alia Spivak,
Elizabeth Springer, Claire W ilcox y Emily Wood.
También doy las gracias a mis otros colegas, estudiantes y
equipo del I.angley Porter Psychiatric Tnstitute y de la Universi
dad de California, en San Francisco, por sus valiosas aportacio
nes: Alison A dcock, Regina Arm as, Jim Asp, Renee Binder,
Kathryn Bishop, M ike Bishop, Alia Borik, Carol Brodsky, Marie
Caffey, Lin Cerles, Robin Cooper, Haile Debas, Andrea DiRoc-
chi, Glenn Elliott, Stu Eisendrath, León Epstein, Laura Esser-
man, Ellen Haller, Díxie Horning, M ark Jacobs, Nancy Kaltrei-
der, David Kessler, Michael Kirsch, Laurel Koepernick, Rick
Lannon, Bcv Lchr, Descartes Li, Jonathan Lichtmacher, Elaine
Lonnergan, Alan Louie, 'l'hcrcsa McGuinness, Robert M alenka,
Charlie Marinar, M iriam Martínez, Craig Nelson, Kim N o r
man, Chad Peterson, Anne Poirier, Astrid Prackartzch, Víctor
Reus, John Rubenstein, Bryna Segal, Lynn Schroeder, John Si-
korski, Susan Smiga, Anna Spielvogel, David Taylor, Larry Te-
cott, Renee Valdez, Craig Van Dyke, M ark Van Zastrow, Susan
Voglmaier, John Young y Leonard Zegans.
M e siento muy agradecida a aquellos que han leído y he
cho la crítica de algunos borradores del libro: Carolyn Balken-
hol, Marcia Barinaga, Elizabeth Barondes, Diana Brizendine,
Sue Cárter, Sarah C'heyette, Diane Cirrincione, Theresa Crive-
lio, Jenm fer Cummings, Pat Dodson, Janet Durant, jay G icdd,
Mei Grum bach, Dannah Hirsch, Sarah Hrdy, Cynthia Ken-
yon, Adrienne Larkin, Ju d c Lange, Jim Leckm an, Louisa Lla-
nes, Rachel Llanes, Eleanor M accoby, Judith M artin, Diane
M iddlebrook, N ancy M illiken, Cathy Olney, Linda Pastan,
Liz Pcrle, Lisa Queen, Rachel Rokicki, D ana Slatkin, M illicent
Tomkins y M yrna Weissman.
El trabajo aquí presentado se ha beneficiado particular
mente de la investigación y escritos de M arty Altemus, Arthur
A ron, Simón Baron-Cohen, Jill Becker, Andreas Bartels, Lucy
Brown, D avid Buss, Larry Cahill, Anne Cam pbell, Sue Cárter,
Lee Cohén, Susan D avis, Helen Fisher, Ja y Giedd, Jill Golds-
tein, Mel Grum bach, And y Guay, Melissa Hiñes, N ancy H op-
kins, Sarah Hrdy, Tom Insel, Bob Jaffe, M artha M cCIintock,
Erín M cC lu re, Eleanor M accoby, Bruce M cEw en, M ichael
Meaney, Barbara Parry, Don Pfaff, Cathy R oca, David Rubi-
now, R obert Sapolsky, Peter Schmidt, N irao Shah, Barbara
Sherwin, Elizabeth Spellce, Shelley Taylor, Kristin Uvnás-M o-
berg, Sandra Witelson, Sam Yen, Kim berly Yonkers y Eliza
beth Young.
Tam bién doy las gracias a quienes me han apoyado con
animadas e influyentes conversaciones acerca del cerebro fe
menino durante los últimos años: Bruce Ames, Giovanna
Ames, Elizabeth Barondes, Jessica Barondes, Lynne Krilich Be-
nioíf, M arc Bcnioff, ReVeta Bowers, Larry Ellison, M elanie
Craft Ellison, Cathy Fink, Steve Fink, M ilton Friedman, H ope
Frye, Donna Furth, Alan Goldberg, Andy G rove, Eva G rove,
Anne FIoops, Jerry Jam polsky, Laurene Powell Jobs, Tom
Kornberg, Josh Lederberg, Marguerite Lederberg, Deborah
Leff, Sharon Agopian M elodia, Shannon O 'R o u rke, Ju d y R a-
poport, Jeanne Robertson, Sandy Robertson, Jo a n Ryan, Dag-
mar Searle, Joh n Searle, Garen Staglin, Shari Staglin, M illicent
Tomkins, Jim Watson, Meredith White, Barbara W illenborg,
M arilyn Yalom y Jody Kornberg Yeary.
Deseo también expresar mi agradecimiento a las fundacio
nes y organizaciones privadas que han apoyado mi trabajo:
Lynne y M arc Benioff, la Lawrence Ellison Medical Founda
tion, el National Center for Excellence in Women’s Health en
la UCSF, la Osher Foundation, la Salesforce.com Foundation,
la Staglin Family M usic Festival for M ental Health, la Stanley
Foundation y el Departamento de Psiquiatría de la UCSF.
Este libro fue desarrollado inicialmente gracias a la habili
dad y el talento de Susan Wels, que me ayudó a escribir el pri
mer borrador y a organizar grandes cantidades de material.
Tengo con ella la m ayor deuda de gratitud.
Estoy muy agradecida a Liz Perle, que me persuadió al
principio de que escribiera este libro y a otros que creyeron en
él y trabajaron duro para hacerlo realidad: Susan Brow n, Ra-
chel Lehmann-Haupt, Deborah Chiel, M arc Haeringer y Ra-
chel Rokicki. M i agente, Lisa Queen, de Queen Literary, ha
sido una gran ayuda y ha aportado muchas sugerencias bri
llantes en todo el proceso.
M e siento especialmente agradecida a Am y Hertz, vicepre
sidenta y editora de M organ Road Books, quien creyó en este
proyecto desde el principio y siguió pidiendo revisiones de ex
celencia y ejecución para crear un relato en el cual la ciencia
resulte amena.
Quiero también dar las gracias a mi hijo, Whitney, que to
leró este largo y exigente proyecto con simpatía e hizo im por
tantes aportaciones al capítulo de los adolescentes.
Por encima de todo agradezco a mi esposo, Sam Barondes,
su sabiduría, paciencia infinita, consejo editorial, perspicacia
científica, amor y apoyo.
i. c ó in tx e iN C iJ l .A iX ) a n 'i k i í i o r ( c c a ): sopesa las opciones, toma deci
siones. Es el centro de las preocupaciones menores y es mayor en las mu
jeres que en los hombres.
i. c ó r t f .x p r f .p r u n t a i . ( c: p f ): la reina que gobierna las emociones y evita
que se vuelvan desmedidas. I’one freno a la amígdala. Es mayor en las mu
jeres, y madura uno o dos años antes en las mujeres que en los hombres.
3. ín s u l a : centro que procesa los sentimientos viscerales. M ayor y más ac
tiva en las mujeres.
4. h ipo t á l a m o : director de la sinfonía hormonal; pone en marcha las gó-
nadas. Comienza a funcionar antes en las mujeres.
5. a m íg d a l a : la bestia salvaje que llevamos dentro; núcleo de los instintos,
domada solamente por el CPF. Es mayor en los varones.
6. g l á n d u l a p it u it a r ia : produce las hormonas de la fertilidad, producción
de leche y comportamiento de crianza. Ayuda a poner en marcha el cerebro
maternal.
7. h ip o cam p o ; el elefante que nunca olvida una pelea, un encuentro ro
mántico o un momento de ternura, ni deja que lo olvides tú. M ayor y
más activo en las mujeres.
E L E N C O DE LOS A C T O R ES N EU R O H O R M O N A LE S
(en o tras palab ras, cóm o afectan las horm on as al cerebro
de una mujer)
testo stero n a: ráp id a, en érg ica, cen trad a, a rro lla d o ra , m as
cu lin a, sed u cto ra, v ig o ro sa , ag resiva, in sen sible; no está para
m im os.
v a s o p r e s in a :
sigilo sa, en segundo plan o, energías m asculinas
sutiles y agresivas; herm ana de la testosterona, herm ana de la
oxitocin a (hace que uno se conecte de m odo activo, m asculi
no, igual que la oxitocin a).
[.os circu ito s c ereb rales fem eninos para la c o m u M ás circ u ito s cere b ra le s p ara la c o m u n ic a c ió n ,
nicación, los sentim ientos viscerales* la m em oria com p ren sión d e e m o c io n e s, m atices s o c ia le s,
em ocional y la contención de la ira crecen sin re h ab ilid ad es a lim e n ta r ia s; a p titu d p ara u tilizar
ducirse; no está presente ninguna testosterona a m b o s lad o s del c e r e b ro .
elevada m ascu lina p ara m atar todas estas célu las.
A u m en to d e la sen sib ilid ad y cre cim ie n to de los M a y o r interés en el a tra c tiv o se x u a l, in icia tiva s
circ u iro s de e stré s, ve rb a le s, e m o cio n a les y del a m o ro s a s d e s e s p e ra d a s , d ista n c ia m ien to d e los
sexo. p adres.
Cxintención de lo s circuiros del estrés; c ereb ro Interés predom inante p o r el p ropio bienestar físico,
tra n q u iliz a d o p o r ln progesteron a; con traccion es p or enfrentarse a la fatiga, la náusea y el ham bre, y
cerebrales; las h o rm o n a s procedentes del feto y por n o dañar al feto; supervivencia en el lu gar de
la placenta se a p o d e ra n del cereb ro y del c u e rp o . trabajo; planteam iento d e la baja por m aternidad.
l o s c irc u ito s del esrrés siguen con ten id o s to d a C o n c e n trac ió n p rin c ip a l p ara en fre n ta rse a la
vía ; lo s c irc u ito s del s e x o y la em o ció n están fa tig a; pezon es d o lo rid o s , p rod u cción de lech e,
b lo q u e a d o s p o r el c in d a d o del niñ o. q u e se realiza d u ra n te las 2.4 h oras siguien tes,
A u m en to de la fu n ción de los circ u ito s del e s P rin cip al in terés en el bien estar, d e s a r ro llo , e d u
trés. la p re o c u p a ció n y los lazos em o c io n a les. cació n y seg u rid ad de los n iñ o s; a d a p ta c ió n a l
au m en to de estrés y t ra b a jo .
Sen sib ilid ad decrecien te a l estró g en o en cie rro s Interés p rim o rd ia l en s o b re v iv ir d ía a día y e n
circu ito s. fren tarse a la s su b id a s y b a ja d a s e m o cio n a les.
Circuiros m enos reactivos ni estrés, m enosem o- Principal interés en hacer lo que «tú» quieres
dónales. hacer; menos interés en cuidar de los demás.
IN TRO DU CCIÓ N
LO QUE NOS H A C E M U JE R E S
E L N A C IM IE N TO D E L CEREBRO FE M E N IN O
EMPATÍA
NO l.UC'HES
EDUCACIÓN DE GÉNERO
EL CEREBRO MANDÓN
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< Cumbre del impulso i’crbJ,
tlt' iti tn fn n td d il v <•! sexo
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dt-i ftenodii
C. A MU IO S H O ltM O N A l.U S EN I I U C L O M E N M K U A I. H U M A N O
ISTK (V ,BN <I - ------- lE S m S T rH O .VA/ A M ) n i e r v o ----------------- IMUIC.L'STI-RUMa I
I .a creciente marea de estrógeno y progesterona empieza a ali
mentar a muchos circuitos del cerebro de la adolescente que
quedaron instalados en la vida fetal. Estos nuevos oleajes ha
cen que todos los circuitos específicamente femeninos de su ce
rebro se hagan más sensibles a los matices emocionales, tales
como la aprobación y desaprobación, la aceptación y el recha
zo. Y cuando su cuerpo florece, ella no sabe cóm o interpretar
la atención sexual recién descubierta: ¿aquellas miradas son de
aprobación o de desaprobación? ¿Sus pechos son como deben
ser o están m al formados? Algunos días la confianza en sí mis
ma es absoluta; otros pende de un hilo precario. De niña era
más capaz que un chico de entender el amplio espectro de tono
emocional en la voz de otra persona. En la etapa actual esta di
ferencia es aun mayor.'1 El filtro a través del cual ella capta la
reacción (feedback) depende del punto del ciclo donde se halle;
algunos días el feedback reforzará la confianza en sí misma;
otros días la destruirá. Un día se le puede decir que lleva los té
janos un poco cortos y no hará caso, pero si la coges en el día
malo de su ciclo, lo que interpretará es que le estás llamando
golfa o diciéndole que está demasiado gorda para llevar esos
téjanos. Aunque no digas tal cosa ni sea ésa tu intención, así es
como interpreta su cerebro tu comentario.
Sabem os que muchas partes del cerebro femenino — que
incluye una sede importante de la memoria y el aprendizaje
(hipocampo), el centro principal de control de los órganos del
cuerpo (hipotálamo) y el centro de gobierno de las emociones
(la am ígdala)— están particularmente afectados por este nue
vo combustible de estrógeno y progesterona.7 El mismo com
bustible agudiza el pensamiento crítico y afina la capacidad de
respuesta emocional. Estos circuitos cerebrales potenciados se
estabilizarán en su forma adulta al final de la pubertad y al co
mienzo de la etapa ad u lta/ AI mismo tiempo sabemos que los
flujos de estrógeno y progesterona hacen que el cerebro feme
nino adolescente, especialmente en el hipocam po, experimen-
m i i,imbuís semanales en la sensibilidad ante el estrés, que
* uniiMii.inm hasta que la mujer supere la menopausia.9
Investigadores del Píttsburgh Psychobiologic Studies Center
estudiaron a jóvenes normales de entre siete y dieciséis años du-
i-iiiil- su paso por la pubertad y midieron su respuesta al estrés
y sus niveles diarios de cortisol.10 Las muchachas mostraron res
puestas más intensas ante el estrés, mientras Jas de los chicos se
reducían. Una vez que han entrado en la pubertad, los cuerpos
y los cerebros femeninos reaccionan de modo diferente que los
masculinos ante el estrés." El estrógeno y la progesterona fluc-
tuantes en el cerebro son la causa de esa capacidad de respues
ta diferente ante el estrés en el hipocampo de las m ujeres.11 Los
varones y las mujeres se muestran reactivos ante diferentes cla
ses de estrés. Éstas empiezan a reaccionar más ante el estrés de
las relaciones y los muchachos, ante los desafíos a su autori
dad. Cualquier conflicto en las relaciones hace estallar el siste
ma de estrés de una adolescente. La adolescente necesita gus
tar y relacionarse socialmente; un chico adolescente necesita
ser respetado y ocupar un lugar elevado en la jerarquía m as
culina.
Los circuitos cerebrales de la muchacha están dispuestos y
alimentados por el estrógeno de form a que responda al estrés
con actividades de tutela y la creación de redes sociales pro
tectoras/3 Aborrece los conflictos de relaciones.14 El rechazo
social dispara en grado sumo la respuesta de su cerebro al es
trés.15 La marea alta y baja del estrógeno durante el ciclo
menstrual cambia su sensibilidad ante el estrés psicológico y
social de una semana a o tra.'6 Durante las dos primeras sema
nas del ciclo, cuando el estrógeno es elevado, la muchacha está
más inclinada a sentirse socialmente interesada y relajada en el
trato con los demás. En las dos últimas semanas del ciclo,
cuando la progesterona es elevada y el estrógeno ha bajado, es
más probable que reaccione con irritabilidad creciente, y querrá
que la dejen tranquila.'7 El estrógeno y la progesterona replan-
it ,in todos los meses la respuesta del cerebro al estrés. La con-
lunza de una muchacha en sí misma puede ser alta durante
una semana y pender de un hilo en la siguiente.
Durante el intervalo de la primera infancia, cuando los ni
veles de estrógeno son estables y bajos, el sistema de estrés de
una chica está más tranquilo y es más constante. Una vez que
los niveles de estrógeno y progesterona aumentan en la puber
tad, su receptividad al estrés y al dolor empieza a crecer y se
caracteriza por nuevas reacciones del cerebro al cortisol, la
hormona del estrés . tHLa joven se estresa fácilmente, está tensa
y empieza a pensar en maneras de relajarse.
TEMOR AL CONFLICTO
<S r
graña menstrual— están causadas también por un incremento
de la excitabilidad del circuito cerebral y una disminución de la
calma, precisamente antes del comienzo de la regla.66 Investiga
dores del National Instituto o f Mental Health descubrieron que
los cambios de emociones y humor que muchas mujeres expe
rimentan durante el ciclo menstrual desaparecen cuando los
ovarios están bloqueados en su producción fluctuante de hor
monas. Puede ocurrir, según concluyen, que las mujeres con
DDPM sean «alérgicas» en algún sentido o hipersensibles ante
las fluctuaciones de estrógeno y progesterona durante el ciclo.67
Hace cincuenta años un tratamiento exitoso del D D PM era la
extirpación quirúrgica de los ovarios.68 En aquel momento ésta
era la única manera de suprimir la fluctuación hormonal.
En vez de quitarle a Shana los ovarios, le di una hormona
para que tomara diariamente — la píldora de control continuo
de la natalidad— de modo que conservara el estrógeno y la
progesterona en niveles moderadamente altos, pero constan
tes, y evitar que sus ovarios emitieran los grandes flujos de
hormonas que le alteraban el cerebro.69 Con el estrógeno y la
progesterona en niveles constantes, su cerebro se mantuvo más
tranquilo y los niveles de serotonina se estabilizaron.70 Para al
gunas muchachas añado un medicamento como el Z oloft — lla
mado IRSS (es decir, inhibidor de la recaptación selectiva de la
serotonma)— que, además, puede estabilizar y m ejorar la se
rotonina del cerebro. En otras palabras, m ejorar el humor y
el bienestar.7' Al mes siguiente, su profesora me llamó para in
formarme de que Shana había retornado a su antiguo buen ta
lante, a su naturalidad alegre y a sacar buenas notas.
F.l día en que Shana gritó que quería ir a la playa, Lauren esta
ba preocupada por el novio de su hija, Jeff. Pertenecía a una
familia permisiva muy rica y, a los quince años, Shana ya ha
bía practicado el sexo con él. Los padres de Je ff les permitían
hacerlo en su casa, cosa que Shana había mantenido oculto a
sus padres hasta que tuvo un amago de embarazo. Com o Sha
na seguía saliendo con él, Lauren decidió que lo mejor era pro
curar conocerle. Y cuanto más lo conocía, más le gustaba. Je ff
no escatimaba en regalos para Shana (algo que a Lauren no le
entusiasmaba, pero no quería herir sus sentimientos) y Shana
se sentía feliz cuando lo tenía cerca. Negociaba con sus padres:
«Vamos, mamá, estoy agotada, pero si viene una hora me sen
tiré mejor. Prometo acabar mis deberes cuando se marche». A
menudo le introducía en casa a escondidas; los dos entraban a
hurtadillas com o ladrones.
Hacía ocho meses que Shana se veía con Je ff. Un día des
pués de decirle a Lauren cuánto le am aba, Shana apareció en
casa después del colegio con M ike, chico que juró no era más
que un am igo. Cuando Lauren subió para ver qué hacían, la
puerta del cuarto estaba cerrada. La abrió y, según dijo, los en
contró manoseándose. Dado que había permitido a Shana te
ner relaciones sexuales con Je ff, Lauren no supo qué hacer. Era
evidente que los impulsos sexuales de Shana se habían descon
trolado.
Los centros emocionales de una muchacha devienen alta
mente reactivos en la pubertad.72 El sistema de su cerebro para
controlar emociones e impulsos — el córtex prefrontal— ha
desarrollado ya muchas más células a los doce años, pero las
conexiones aún son pequeñas e inm aduras.73 Com o resultado,
los cam bios de humor de una adolescente — resultantes en par
te del aumento de los impulsos emocionales que proceden de
la am ígdala— son más rápidos y aparatosos. Su córtex pre
frontal es com o el viejo dial de un módem que recibe señales
de banda ancha. N o puede asumir el incremento de tráfico
procedente de la amígdala y a menudo queda sobresaturado.7'
Los adolescentes, por ende, se aferran a una idea y siguen con
ella sin pararse a considerar las consecuencias. Se quejan de
cualquier autoridad que quiera reprimir sus impulsos.
Mi paciente Jo an se quedó al norte del estado de Nueva
York el verano siguiente a graduarse en el internado donde ha
bía estudiado. Era una alumna brillante, pero había tenido un
lío con un chico del pueblo que no había terminado la ense
ñanza media, había estado detenido en un reformatorio y, a los
dieciséis años, había sido padre de un niño. La muchacha salió
con él todo el verano, y cuando llegó la época de volver a la
universidad, lo pensó dos veces, porque quería seguir con él.
Cuando sus padres la amenazaron con coger el coche, ir a bus
carla y arrastrarla a la universidad, se escapó con su novio.
Luego recobró la sensatez y accedió a ir, pero pasó mucho
tiempo antes de que volviera a hablar amablemente con sus
progenitores. Para los cerebros adolescentes es difícil afrontar
estas situaciones con sentido común.
¿Te acuerdas de Romeo y Julieta? O jalá los dos amantes
hubieran sabido que sus circuitos cerebrales se hallaban en
una reconstrucción importante. O jalá hubieran sabido que sus
hormonas sexuales hacían crecer sus células cerebrales y emi
tían ramificaciones, y que pasarían varios años hasta que se
formasen conexiones estructuralmente sólidas, una vez que
aquellas ramificaciones estuvieran enchufadas en los puntos
correctos de los córtex prefrontales maduros. De todos mo
dos, el cerebro de Julieta habría m adurado dos o tres años an
tes que el de Rom eo, de modo que podía haber sentado cabe
za antes que él. Estas extensiones sin terminar — sin mielina-— ,
especialmente prominentes en las conexiones entre el centro
emocional de la amígdala y el centro de control emocional del
córtex prefrontal, necesitan estar cubiertas por una sustancia,
llamada mielina, que permite la conductividad rápida antes de
que puedan funcionar eficazmente si están sometidas a situa
ciones de estrés.75 Esto puede no ocurrir hasta el final de la
adolescencia o el principio de los años adultos. Sin una cone
xión rápida hasta el córtex prefrontal, los enormes trasvases
de impulsos emocionales conducen a menudo a com porta
mientos rudos e inmediatos y a la sobrecarga del circuito.
Si se altera por una restricción paterna que le disguste
como: «ya sabemos que estuviste bebiendo en la fiesta, que an
das dem asiado metida entre chicos y que tus notas son m alas,
de modo que te vas a quedar encerrada en casa», la am ígdala
de la adolescente puede no saber responder otra cosa que «os
odio». Aun así, vigila los sutiles signos de rebeldía que pueden
sobrevenir: ella encontrará otros medios para desautorizarte.
Karen, antigua paciente mía — ahora profesora numeraria
de bioquím ica— me explicó una historia que ilustra esta reali
dad de las adolescentes. Ella creció en una pequeña ciudad del
estado de Washington, donde muchos estudiantes dejaban la
enseñanza media para trabajar en las com pañías madereras
del país. Sus amigas se colocaron como cocineras o secretarias
en los cam pam entos de leñadores; o se casaron y casi inmedia
tamente quedaron embarazadas. Cuando estudiaba segundo
curso de la enseñanza media, Karen tenía verdadera deses
peración por marcharse de casa. Estaba decidida a ir a la univer
sidad, idea extremada en una ciudad donde sólo los profesores,
el médico y el bibliotecario tenían una carrera universitaria.
Sus padres la acusaban de vivir en un mundo de fantasía. N o
tenían dinero para enviarla a la universidad y le preguntaban
qué pensaba hacer con un título universitario, cuando lo más
probable es que se quedase preñada apenas tuviera veinte años.
Su desdén robusteció el afán de Karen por encontrar una sa
lida. A los dieciocho años decidió quedarse en la escuela y gra
duarse, pero tenía edad suficiente para colocarse como mucha
cha de alterne en uno de los bares del pueblo, frecuentados por
los leñadores que bajaban a gastarse allí su paga. Se fue a vivir
con el novio y trabajaba por la noche en el bar. Demasiado jo
ven para hacer topless, se las arregló para que le dieran propinas
de veinte dólares, que los clientes le metían en el sujetador.
Esa clase de trabajo no era precisamente la más adecuada
para una futura profesora de bioquímica. Karen, empero, ganó
bastante dinero para pagarse su primer semestre en la universi
dad y, después, sus buenas notas fueron recompensadas con
lina beca completa. Ahora que Karen es madre de tres adoles
centes, dos chicas y un chico, procura imaginar cóm o habría
reaccionado si su hija de dieciocho años le hubiera anunciado
que trabajaba en un bar de alterne. Por su parte, ella había evi
tado todo incidente peligroso, pero su actuación com o chica de
alterne podría haber derivado en cualquier otra cosa.
DEPRESIÓN
AMOR Y CONFIANZA
ATRACCIÓN QUÍMICA
LO O
hora decorosa en taxi, dem ostró que era toda una dam a con
la cual cabía em parejarse a largo plazo.
LA MENTE EMPAREJADA
EL GEN DE LA MONOGAMIA
LA RUPTURA
B IO L O G ÍA D E LA I N F ID E L I D A D FEM ENIN A
E L CEREBRO D E M A M Á
EL B E B É EN EL C E R E B R O
F.T. C E R E B R O D E PAPÁ
EL SENO LACTANTE Y E L C E R E B R O BO RR O SO
F.r, EN TO R N O ID EA L D E L C E R E B R O M A 1E R N O
PENETRAR EN EL C E R E B R O M A S C U I JN O
ANGUSTIA Y D E P R E S IÓ N
C O N O C E R LA D1FF.RF.NCIA
PERL M E N O PA U SIA : EL A C C ID E N T A D O C O M I E N Z O
LA Ú LT IM A (¡IN O C R IS IS DF. LA M U J E R
¿ q u ién ks u s t e d y q u é h a h e c h o df , m i m u j e r ?
¿ Q U I É N UAC1I LA CUNA?
S Ó L O LS C U E ST IÓ N DL E M P E Z A R
D É JA M E TRAN Q UIL A YA
¿Y A H O R A Q U É H A G O ?
I I CEREBRO FEM EN IN O Y LA T E R A l’ lA H O R M O N A L
< lertos estudios indican que si han pasado más de seis años
después de la menopausia has perdido tu margen de preven-
i ion y no deberías empezar la T H ,32 En definitiva, toda mujer
necesita com entar los riesgos y las ventajas personales con un
médico especializado en terapias hormonales. R o g e lio Lobo,
experto durante treinta años en T H , declara que «el uso apro
piado de horm onas alivia considerablemente la preocupación
por el aumento de peligro de dolencias cardiovasculares (CV)
y cáncer de mama. El uso adecuado de las hormonas es opor
tuno para tratar a mujeres jóvenes y sanas que tengan sín
tomas menopáusicos, así como es oportuno emplear pequeñas
dosis de horm onas y cam biar a la terapia exclusiva de estróge
no siempre que sea posible».”
Si estás sufriendo síntomas que alteran tu calidad de vida,
puedes considerar unos pocos años de hormonas para dar fa
cilidades a tu cerebro durante esta transición. N o se trata de
un problema moral ni tampoco serás una persona débil si fi
guras en el amplio grupo de mujeres que necesitan apoyo mé
dico para mantener lo mejor de su personalidad durante la
transición hormonal. Y no pienses que tomas hoy una decisión
que te someterá a un tratamiento especial durante los próxi
mos cuarenta años. Puedes desear continuar la T H después de
atravesar la transición menopáusica y dejar de desearlo. G ra
cias a numerosos descubrimientos, se dispone hoy en día de
productos científicos nuevos; Ja industria farmacéutica com pi
te en la carrera para desarrollar productos similares ai estró
geno, que ayuden al cerebro y los huesos sin que conlleven pe
ligro para los senos, el corazón, el útero y el sistema vascular
femenino.54 Existen también muchos medicamentos y trata
mientos no hormonales alternativos, que pueden ser muy efi
caces, tales como el ejercicio, los IRSS, la soja, la dieta de altas
proteínas elevadas/bajas calorías, los com plejos de vitaminas I;
y B, la acupuntura, la reducción del estrés y la práctica de la
meditación.35 Lo inteligente es mantenerse informada y reeva-
luar tu decisión cada doce meses.
Si decides seguir la T H , debes estar preparada para un pe
riodo de ensayo y error. Las reacciones varían en gran medida
y por eso tendrás que experimentar diversos tratamientos en
tu propio cuerpo. Algunos médicos de T H prefieren empezar
con hormonas bioidénticas, que son las más parecidas a las
producidas por tus ovarios. Si por alguna razón aquéllas no te
ayudan a encontrarte mejor, deberás estudiar otros tipos de
hormonas; algunas mujeres se sienten mejor con hormonas
sintéticas, el uso de parches, píldoras, los geles, las inyecciones
o los pellets.36 Si sigues sin encontrarte bien ni mejor, no te rin
das. Consulta a tu médico acerca de alternativas o aditivos a
las hormonas para tratar tus síntomas durante el año o dos
años siguientes, incluida la prescripción de medicamentos de
serotonina tales como Effexor, Zoloft o Prozac, tratamientos
de hierbas o terapias de ejercicios y relajación.37 El hecho es
que tú conoces mejor tus síntomas. Deja que te guíen tus sen
timientos. Sobre todo, dado que aparecen constantemente
nuevas investigaciones, proponte comentar con tu médico
cualquier tratamiento que estés siguiendo una vez al año. Es
una idea acertada pedir hora alrededor de tu cumpleaños, para
que no te olvides.
Una de las razones principales por las que los científicos
creen que las mujeres del W HI y del W H IM S que siguieron te
rapia hormonal sufrieron más apoplejías, demencia y ataques
de corazón, era que llevar estrógeno a vasos sanguíneos año
sos, bloqueados y envejecidos, complicaba la situación de di
chos vasos del corazón y el cerebro, especialmente porque mu
chas de esas mujeres eran fumadoras. Si decides seguir la
terapia hormonal, mantén la presión sanguínea baja, no fumes
I'iucnrate por lo menos sesenta minutos semanales de ejerci-
" i irdiovascular que aumente las pulsaciones; manten bajo
• i ■nlesterol, come todas las verduras que puedas, tom a vita
minas, disminuye el estrés y aumenta tu apoyo social.
I I aumento de peso y no el funcionamiento del cerebro
. i instituye, en realidad, la mayor preocupación que las mujeres
- vpresan a propósito de la terapia hormonal y la principal ra-
"ii que ofrecen en todo e! mundo para suspender el tratamien
to I I hipotálamo controla nuestro apetito. Dado que muchos
tli los cambios acaecidos durante la menopausia ocurren en
• <t.i arca del cerebro, algunos científicos han supuesto que las
i fluías controladoras del apetito están afectadas de modo ad
verso por la disminución del estrógeno. Para probar si el au
mento de peso estaba causado por la T H , investigadores no
n a t o s estudiaron a diez mil mujeres de cuarenta y cinco a
sesenta y cinco años, que seguían o no seguían terapia hormo-
n.il. Sus resultados mostraron que el aumento de peso no está
iclaciónado con dicha terapia. Por el contrario, encontraron
que la causa del aumento de peso son los cambios en la dieta de
una mujer y en su actividad física; y ambos tienen que ver con
los cambios en su hipotálamo durante la m enopausia.3®
NOTA S O B R E LA T E R A P IA H O R M O N A L :
I S TRÓ GENO CO N O SIN PRO G ESTERO N A
II \( r.K FR E N T E A O T R A P ÉR D ID A C E R E B R A L :
i \ M IN G U A D E TESTOSTERO NA