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Chimamanda Ngozi Adichie (2019) - Todos Deberiamos Ser Feministas
Chimamanda Ngozi Adichie (2019) - Todos Deberiamos Ser Feministas
Conozco a una familia con una hija y un hijo que se llevan un año, los dos
brillantes en los estudios. Cuando el chico tiene hambre, los padres le
dicen a la chica: Ve a prepararle unos fideos instantáneos a tu hermano. A
la chica no le gusta cocinar fideos instantáneos, pero es una chica y tiene
que hacerlo. ¿Y si desde el primer momento sus padres les hubieran
enseñado a cocinarlos a los dos? Cocinar, por cierto, es una habilidad
práctica y útil también para un chico; siempre me ha parecido que no tenía
mucho sentido dejar algo tan crucial —la capacidad de alimentarse a uno
mismo— en manos ajenas.
Conozco a una mujer que tiene el mismo título académico y el mismo
trabajo que su marido. Cuando vuelven los dos del trabajo, ella hace la
mayoría de las tareas domésticas, que es algo que pasa en muchos
matrimonios, pero lo que me llamó la atención un día fue que cada vez que
él cambiaba el pañal del bebé, ella le daba las gracias. ¿Qué pasaría si ella
considerara normal y natural que él la ayudara a cuidar del bebé?
Estoy intentando desaprender muchas lecciones de género que interioricé
al crecer. Pero a veces me sigo sintiendo vulnerable ante las expectativas
de género.
La primera vez que impartí una clase de posgrado de escritura estaba
preocupada. No por el temario, porque lo tenía bien preparado y estaba
enseñando lo que me gustaba. Lo que me preocupaba era qué ropa
ponerme. Quería que me tomaran en serio.
Yo era consciente de que, por el hecho de ser mujer, automáticamente
tendría que demostrar mi valía. Y me preocupaba el hecho de resultar
demasiado femenina. Tenía muchas ganas de ponerme brillo de labios y
una falda bonita, pero decidí no hacerlo. Llevé un conjunto muy serio,
muy masculino y muy feo.
La triste verdad del asunto es que, en lo tocante a la apariencia,
seguimos teniendo al hombre como estándar, como norma. Muchos
pensamos que cuanto menos femenina se vea una mujer, más probable es
que la tomen en serio. Un hombre que va a una reunión de trabajo no se
pregunta si se lo van a tomar en serio en base a la ropa que lleva puesta,
pero una mujer sí.
Desearía no haber llevado aquel traje tan feo aquel día. Si hubiera
tenido la confianza que tengo hoy para ser yo misma, mis alumnos se
habrían beneficiado todavía más de mis clases. Porque me habría sentido
más cómoda y más yo misma de una forma más plena y verdadera.
He decidido no volver a avergonzarme de mi feminidad. Y quiero que
me respeten siendo tan femenina como soy. Porque lo merezco. Me gusta
la política y la Historia, y cuando más feliz soy es cuando estoy teniendo
una buena discusión intelectual. Soy femenina. Felizmente femenina. Me
gustan los tacones altos y probar pintalabios. Es agradable que te hagan
cumplidos, tanto los hombres como las mujeres (aunque si tengo que ser
sincera, prefiero los cumplidos que vienen de mujeres elegantes), pero a
menudo llevo ropa que a los hombres no les gusta, o bien no la
«entienden». La llevo porque me gusta y porque me siento bien con ella.
La «mirada masculina», a la hora de dar forma a mis decisiones vitales, es
bastante anecdótica.
No es fácil tener conversaciones sobre género. Ponen incómoda a la gente
y a veces la irritan. Tanto hombres como mujeres se resisten a hablar de
género, o bien tienen tendencia a restar importancia rápidamente a los
problemas de género. Porque siempre incomoda pensar en cambiar el
estado de las cosas.
Hay gente que pregunta: «¿Por qué usar la palabra “feminista”? ¿Por
qué no decir simplemente que crees en los derechos humanos o algo
parecido?». Pues porque no sería honesto. Está claro que el feminismo
forma parte de los derechos humanos en general, pero elegir usar la
expresión genérica «derechos humanos» supone negar el problema
específico y particular del género. Es una forma de fingir que no han sido
las mujeres quienes se han visto excluidas durante siglos. Es una forma de
negar que el problema del género pone a las mujeres en el punto de mira.
Que tradicionalmente el problema no era ser humano, sino concretamente
ser una humana de sexo femenino. Durante siglos, el mundo dividía a los
seres humanos en dos grupos y a continuación procedía a excluir y oprimir
a uno de esos grupos. Es justo que la solución al problema reconozca eso.
Hay hombres que se sienten amenazados por la idea del feminismo.
Creo que viene de la inseguridad que les genera la forma en que se les cría,
del hecho de que su autoestima se ve mermada si ellos no tienen
«naturalmente» el control en calidad de hombres.