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Elise Kova. - Air Awakens 02 - Fire Falling
Elise Kova. - Air Awakens 02 - Fire Falling
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SINOPSIS 4 CAPÍTULO 16 177
CAPÍTULO 15 165
marcha a la guerra como propiedad del Imperio Solaris.
El Emperador cuenta con ella para traer la victoria, el Senado cuenta con su
muerte, y lo único con lo que Vhalla puede contar es con la pelea de su vida.
Mientras lidia con los fantasmas de su pasado, nuevos desafíos en el presente
amenazan con romper los restos de su frágil cordura. ¿Mantendrá su 4
humanidad? ¿O realmente se convertirá en el monstruo del Imperio?
Air Awakens #2
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El mundo era…
Era un infierno.
Vhalla corrió entre figuras en sombras. Corrió cada vez más rápido a través de la
noche, de una escena horrible a la siguiente, como si corriera hacia el fin del mundo. Las
figuras oscuras y sin rostro comenzaron a rodearla, obstaculizarle el paso, a asfixiarla.
Las lágrimas ya manchaban sus mejillas cuando extendió una mano para apartar la
primera. La figura soltó un grito espeluznante antes de ser destrozada, disolviéndose en
un humo parecido al viento. Sus dedos se posaron en la siguiente persona… otro grito.
No quería ir más lejos, pero su corazón latía con fuerza con dos palabras impulsándola…
más rápido, más rápido, más rápido. 6
Así que Vhalla corrió. Corrió, y cada sombra con la que entraba en contacto se
disolvía en la oscuridad que lentamente la invadía. Nada detenía los gritos agonizantes
de las personas de las sombras, gritos que resonaban en su alma, ni las palmas de las
manos sobre los oídos, ni si quiera sus propios gritos.
Y de repente, silencio.
Vhalla bajó las manos lentamente, abriendo un ojo y luego el siguiente. No había
nada detrás de ella, nada a su lado; el camino por delante estaba iluminado por una última
llama brillante, consumiendo un edificio que se había derrumbado sobre sí mismo. Siendo
tirada por una fuerza invisible, sus pies se arrastraron un par de centímetros, y luego los
siguientes, hacia los escombros. Ya era demasiado tarde. Llegaba demasiado tarde cada
vez, todas las noches.
Vhalla empezó a apartar los escombros, un bloque grande a la vez. Las llamas
lamieron sus manos, pero no la quemaron. Ni siquiera se sentían calientes. Él estaba en
el fondo esperándola, y Vhalla tomó el cuerpo golpeado y ensangrentado de su amigo
muerto en sus brazos, llorando hasta que su garganta estuvo en carne viva.
—No estabas ahí. —El cadáver de su amigo se inclinó hacia adelante, casi tocando
su rostro—. No estabas ahí. Morí por tu culpa.
—Estabas con él. —Su agarre cortó el flujo de sangre en sus brazos, y los dedos de
Vhalla se entumecieron—. ¡Estabas con él! —La sacudió—. ¿Dónde está él ahora?
¿Dónde? —demandó su amigo de la infancia, sacudiéndola como una muñeca de trapo,
su cabeza golpeando el suelo.
Las manos de Larel subieron y bajaron por los brazos de Vhalla. Sus ojos
oscuros estaban llenos de preocupación. Vhalla parpadeó hacia ella, eliminando
la imagen de su amigo muerto. El recuerdo de Sareem hizo que se le revolviera
el estómago, y Vhalla rodó a un lado de la cama, vomitando en un orinal
cuidadosamente colocado.
—Me quedaré.
—Mañana es el último día. —Después del sueño, sus emociones eran como
una avalancha corriendo hacia el borde de un acantilado. Vhalla no tenía
esperanzas de hacer nada más que atravesarlo. No había tenido esperanzas desde
su juicio hace cinco días.
—Lo es y la Comandante Reale solo te hará trabajar más duro. —La voz de
Larel era una extensión de su resolución, tan inamovible como una montaña. Ella
era la única roca que le quedaba a Vhalla.
—¡Apenas puedo hacer nada! —Su voz era patética, incluso para sus
propios oídos. Pero Vhalla estaba más allá de preocuparse. Había convocado una
fuerza falsa para lograr atravesar su juicio, pero ahora se había ido.
El sueño fue breve, pero llegó. Larel solo despertó a Vhalla una vez más.
Fue una mejora con respecto a las noches anteriores.
A la luz del día, Larel tuvo la cortesía de no decir nada sobre los terrores
nocturnos de Vhalla. Con la llegada del amanecer, se fue silenciosamente de la
habitación de Vhalla, dejándola vestirse y prepararse para el día.
Todo el cuerpo de Vhalla se sentía rígido y dolorido, lo que hizo que vestirse
tomara el doble de lo normal. Ella giró sus hombros y su cabeza de lado a lado
mientras se vestía con su túnica negra. Su reflejo llamo su atención: ojos marrones
oscuros salpicados con oro acentuados por círculos oscuros en un rostro
demacrado. Incluso su habitual tono amarillento estaba pálido. Vhalla se llevó
una mano a su cabello corto, recordando la tarde siguiente a su veredicto cuando
lo cortó todo.
—Lo odio —declaró Vhalla, sin saber si estaba hablando con su cabello o su
reflejo como un todo.
Sus pies la llevaron contra la corriente de gente que se dirigía hacia la gran
cocina. No tenía hambre. Vhalla no creía que pudiera tragar ni un bocado hoy. A
ella le quedaba un día antes de que se alejara de todo lo que había conocido. Su
normalmente poco apetito se redujo a un pozo de rocas.
—Yarl. —La Comandante Reale era una mujer del Sur que fue construida
de acero y era igual de cálida. Un parche de metal estaba derretido directamente
sobre su hueso, cubriendo su ojo izquierdo—. Llegas temprano.
Había una puerta más, apenas visible en la curva del pasillo inclinado.
Estaba completamente sin marcar. Y, aunque nadie podía confirmarlo con
certeza, Vhalla solo podía sospechar a quien pertenecía. Ella no había visto ni
escuchado de su fantasma en días y no tenía forma de llegar a él, sin importar
cuán mal su poco juicio le rogó que lo hiciera. Vhalla tragó y llamó a la puerta
frente a ella antes de que la mala idea de ir a la puerta de al lado pudiera
superarla.
Fue recibida en la lujosa oficina; era un nivel de riqueza al que ella todavía
no estaba acostumbrada. La alfombra de felpa azul bajo sus botas le recordaba a
la Biblioteca Imperial de una manera físicamente dolorosa. Vhalla se sentó
rápidamente en una de las tres sillas situadas delante del escritorio.
—No. —Vhalla sacudió con la cabeza, juntando las manos y retorciendo sus
dedos.
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—¿No? —El Ministro ladeó la cabeza—. No podrías haber comido.
—Me gustaría repasar una o dos cosas contigo antes de que te marches. —
Vhalla continuó picando el muffin mientras él hablaba—. Ante todo, quiero que
sepas que nadie en la Torre tiene malas intenciones hacia ti.
—Es un arma antigua de una época diferente, una época en la que la magia
era más salvaje y más divina. —Él hizo una pausa, reflexionando sobre siguientes
palabras—. Es un hacha que se dice que puede cortar cualquier cosa, incluso un
alma.
—¿Por qué existiría tal cosa? —Vhalla luchó por pensar en una razón.
—Bueno, los registros más recientes dicen que es ficción. —El ministro frotó
su barba ante el pensamiento.
—¿Cómo estás seguro de que es real?
—Tengo una buena fuente. —El ministro volvió al punto—. Necesito que la
recuperes y la traigas aquí. —Dio golpecitos al escritorio.
Ella dudó por un último y largo momento. Vhalla miró a los gélidos ojos
azules del ministro, los ojos del hombre que la había secuestrado cuando se
conocieron. Pero también eran los ojos del hombre que la había refugiado, sanado
y protegido cuando el mundo estaba dispuesto a destrozarla miembro por
miembro. La Torre era un lugar misterioso, pero ella conocía la sinceridad 13
cuando la veía.
Su cabello era tan negro como la medianoche. Sus ojos fueron creados de
una oscuridad penetrante y estaban posados sobre pómulos altos tallados en una
impecable piel alabastro. Vestía ropa meticulosamente elaborada y finamente
planchada, sin un solo pliegue fuera de lugar. Él era lo contrario a la mujer
demacrada cuyas ropas colgaban cada vez más holgadas. Pero se esperaba que
luciera así ya que él era el príncipe heredero.
Vhalla se dio cuenta, muy tímidamente, de que era la primera vez que la
veía desde que cortó su cabello. Cabello corto o no, ¿podría siquiera soportar
verla?
—¿Dónde está Larel? —Vhalla quería golpearse la cara contra la pared. ¿Eso
fue lo que decidió decir?
—Pensé que yo podría ayudarte. —Fue incómodo, todo entre ellos se sentía
incómodo. Era como si hubieran pasado cinco años y no cinco días.
—Entonces son la armadura para las pernas y los guanteletes. —Aldrik hizo
un gesto hacia las piezas restantes en el soporte. Ella asintió en silencio. El
príncipe permaneció inmóvil durante un largo rato antes de dirigirse hacia la
puerta—. Necesito prepararme.
Vhalla asintió.
—Gracias. —Las palabras no parecían suficientes, pero eran todo lo que ella
tenía para dar y Aldrik las aceptó antes de irse silenciosamente.
Miró su reflejo en el espejo una vez más y Vhalla se quedó ahí un minuto 17
más. No reconoció a la mujer que la miraba fijamente. Los ojos huecos y el cabello
salvaje estaban enmarcados por una armadura negra. Era el rostro de una
guerrera y una hechicera.
Vhalla sintió una punzada de soledad. El lugar estaba lleno del típico oscuro
y piel aceitunada de Oeste, el bronceado amarillo y los rasgos marrones claros
del Este, la piel pálida y cabello dorado del Sur. Todos eran una mezcla de
cabellos y ojos que conocía, y sin embargo, ninguno le resultaba familiar.
—No pensaste que dejaría que mi primer aprendiz se fuera a la guerra sin
mí, ¿verdad? —regañó Larel suavemente sin ninguna mención del príncipe
apareciendo en lugar de ella antes a ayudarla—. ¿Qué clase de mentora crees que
soy? —Cruzó los brazos sobre su pecho.
—No nos trates como si fuéramos niños. —Larel puso los ojos en blanco.
Fritz tomó las manos de Vhalla.
Fritz se rio.
—Por cierto, Vhal, ¡te ves fantástica! —Fritz extendió los brazos entre ellos
para inspeccionar la armadura—. No es de extrañar; eres nuestra Caminante del
Viento.
Vhalla permitió que Fritz la adulara, Larel tarareara y sonriera. Estas eran
las únicas personas en los últimos días que la han hecho sentir cerca de un ser
humano, y mientras ella estaba aturdida al verlos en armadura, había una
pequeña parte egoísta que secretamente se regocijaba. Vhalla miró a Larel por el 19
rabillo del ojo, respondiendo sin tanto entusiasmo a Fritz.
Vhalla había estado demasiado cansada desde que se unió a la Torre para
pensar en las imágenes simbólicas más allá del significado. Pero cuanto más
había considerado el símbolo, más parecía encajar con ella. Había algo cortado y
áspero en ella, algo contaminado, y sin embrago, al mismo tiempo esas piezas
eran los ingredientes de algo horrible. Quería convertirse en alguien que el
Senado temiera. ¿Por qué no destruir el cielo?
—Bueno, ¿no es esto un grupo lamentable el que tengo el estimado honor
de llevar a la guerra? —La Comandante miró la habitación—. ¿Quién de aquí
marcha por la gloria?
Todos lo hicieron.
Cuando la luz del sol golpeó el rostro de Vhalla. Ella miró hacia atrás a la
Torre que arrojaba una sombra oscura hasta que se convertía en una con el castillo
de la ladera de la montaña.
Hogar. Este magnífico palacio había sido su hogar desde que tenía once
años. Llegó aquí siendo la hija de un granjero, y ahora se iba siendo soldado.
Vhalla se llevó su bolsa al hombro, agarrando las correas de cuero con fuerza.
Trató de controlar los nervios, los miedos y la inseguridad y reprimirlos en algún
agujero oscuro profundo dentro de ella.
Fueron por un camino al interior hasta de los establos. Nadie dijo una
palabra. Los sonidos del despertar del palacio y el sonido metálico de la
armadura de la Legión Negra pronto se unieron a la sinfonía de caballos y
hombres.
—¿Cómo se llama?
—Es nuevo. Lo vi esta semana. No creo que tenga nombre. —El chico
terminó de alistar el caballo colocando una bolsa pequeña a cada lado. Una estaba
llena de raciones, y la otra contenía las escasas posesiones de Vhalla, dejando algo
de espacio.
Tomando las riendas con una mano, apretó los talones a los lados de la
bestia y lo condujo fuera del establo. Su armadura resonó cuando encontró el
ritmo del caballo. Vhalla cabalgó hasta donde la Comandante estaba
comenzando a formar la línea.
—Es bueno ver que sabes cómo montar a caballo. —La Comandante evaluó
a Vhalla desde sus pies en el estribo hasta su agarre en las riendas—. Estarás cerca
del centro, Yarl, a mi derecha. —Llamando a Fritz y Larel por sus apellidos,
agregó—: Charem junto a ti, luego Neiress. Luego todos en los que puedo confiar
para que no mueran pronto en una pelea estarán en el exterior y en la retaguardia.
Vhalla colocó su caballo en línea con suficiente espacio en ambos lados.
Hubo una pequeña conmoción detrás de ella, y Vhalla se giró en su silla. Las
gigantescas puertas ceremoniales del palacio se abrieron con el chasquido y
chirrido de una gran cadena, la familia Imperial marchó hacia el sol.
No se parecía en nada al príncipe que había visto unas horas antes. Pero
todavía le resultaba muy familiar.
A los demás miembros de la familia Imperial les llevaron sus caballos, pero
nadie parecía interesado en llevarle a Aldrik el suyo. Se acercó a la bestia que
pisoteaba fuerte y lo calmó con una mano. Sacándolo de su puesto. 22
La mirada de Vhalla se interrumpió cuando Larel y Fritz se acercaron.
—Tienes las riendas agarradas con demasiada fuerza —le advirtió Vhalla
en voz baja por encima de Fritz a Larel, que parecía estar teniendo problemas
para controlar su caballo. Larel le dio una mirada agradecida. Aunque Vhalla
hubiera preferido que estuviera a salvo en la Torre, se alegraba de tener a sus
amigos cerca.
—Comandante Reale. —La voz de Aldrik era dura—. ¿Cuántos hay? —Sus
ojos escanearon a través de los reclutas.
—Casi cincuenta —informó la Comandante, confirmando las sospechas de
Vhalla de que eran el grupo más pequeño.
—Entonces quiero que esos casi cincuenta regresen a casa. —El príncipe
tomó las riendas en sus manos cuando la Comandante asintió. Él dirigió su
caballo a través de las filas, moviéndose hacia el frente, pero se tomó un segundo
para echarle un vistazo a Vhalla. Sus ojos se encontraron y el rostro se de él relajó
un poco, en un lío conflictivo de emociones construyéndose detrás de su mirada.
Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, sus ojos vagaron; Vhalla se enfrentó
a una mezcla de horror, miedo e ira. Los hechiceros eran marginados y criaturas
no deseadas y, en lo que respecta a la multitud, habían traspasado sus límites en
el momento en que dejaron la Torre. Más de una vez, alguien fue lo
suficientemente audaz como para arrojarles algo, aunque normalmente fallaban
y golpeaba a un soldado armado de espadas al frente o a un arquero a sus
espaldas. La Legión Negra era mucho más pequeña que los otros grupos.
Por el creciente daño a la ciudad, Vhalla se dio cuenta de que estaban cerca
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de la plaza del Sol y la Luna. Solo habían pasado unos días desde la infame Noche
de Fuego y Viento, y la mayoría de las cosas todavía estaban en mal estado. La
culpa creció dentro de ella a niveles casi vertiginosos.
El príncipe Baldair se quedó en el centro del frente con todos los soldados
que portaban espadas. El Emperador cabalgaba detrás de él entre los que tenían
astas. Unas filas después estaban Vhalla y el príncipe heredero, quien ahora
ocupaba el espacio entre ella y la Comandante. La montura de guerra de él era
una criatura grande y la cintura de ella estaba al mismo nivel que la rodilla de
Aldrik.
Ella lo miró y, al mismo tiempo, vio que él la miraba. Vhalla le dio una 25
pequeña inclinación de cabeza.
La verdad era que estaba bastante segura de que ese era el lugar más seguro
para estar en la horda, cerca del centro, al lado de uno de los hechiceros más
poderosos del mundo. Vhalla se dijo a sí misma que el alivio era la razón de la
calidez que relajó sus hombros fue al pensar que él estaría cerca de ella.
Las legiones habían disminuido la velocidad a poco más que una caminata
y los estandartes fueron golpeados. El tiempo de la pompa había terminado y
todos parecían prepararse para el largo viaje hacia el Norte. La guerra había
durado cuatro largos años y la victoria estaba a un invierno de distancia. O al
menos eso era lo que el Emperador había dicho.
Vhalla miró detrás de ella; entre las dos legiones traseras, movían carros de
suministros. Parecía una gran cantidad de suministros para una victoria que se
suponía que solo tomaría unos meses. Ella reflexionó si el Emperador no había
dicho toda la verdad en sus estimaciones de tiempo.
El bosque se hizo más denso y pronto rara vez pasaban casas. De vez en
cuando, los senderos de caza se extendían desde la carretera, pero había poco
más. Los árboles fracturaban la luz de la Madre Sol, salpicando el camino por
delante. Algo de charla comenzó a llenar el aire y fue un viaje bastante tranquilo.
—La última vez que fui a casa… —Las palabras de Vhalla se silenciaron,
pensando en una granja en medio de un campo de trigo dorado. Ella le había 26
enviado una carta a su padre hace apenas unos días, tratando de avisarle más
rápido de lo que los rumores podían volar. El pensamiento le hizo un nudo en la
garganta, como si de alguna manera hubiera empañado los felices recuerdos que
su familia había creado en su hogar con su magia y sus crímenes—. ¿Creo que
fue para mi mayoría de edad?
—Lo siento, Vhal. ¿Era alguien especial? —preguntó Fritz, sacando a Vhalla
de su abuso mental autoinfligido.
—Otras dos o tres horas —dijo una voz, oscura como la medianoche.
—¿Eso es todo?
Aldrik asintió.
—Tomará algo de tiempo para que una horda de este tamaño se detenga y
establezca un campamento. No queremos hacerlo en la oscuridad.
Vhalla asintió y se dio la vuelta antes de quedar demasiado fascinada por
él. Fritz y Larel empezaron a hablar entre ellos, pero Vhalla se excluyó de la
conversación. Se sentía agotada y pasó el resto del día en un estado aturdido.
Cuando el sol estaba a dos tercios de camino a través del cielo, la trompeta
bramó dos veces, cantando un alto.
Aldrik se separó y desmontó entre la Legión Negra y los que llevaban astas.
La tienda de su padre fue armada en el centro de la legión del frente, y la de
Aldrik estuvo al borde.
Fue una sensación agradable estar fuera de su montura. Vhalla estiró las 28
piernas, ignorando el dolor rígido, mientras ataba a Relámpago a la rama de un
árbol que colgaba bajo. Pero sospechaba que el caballo era lo suficientemente
inteligente como para no correr.
—La cena estará lista pronto —anunció Larel después de que terminaran de
acomodarse.
—¿Que hay para cenar? —Vhalla siguió a la mujer mientras caminaba hacia
una de las fogatas.
—Lo que sea que los cazadores puedan encontrar con rapidez —respondió
Larel.
Esta noche eso pareció ser algunos ciervos, liebres y faisanes que ya
goteaban grasa en los fuegos de los asadores giratorios. Vhalla recibió un trozo
de carne directamente en su palma. Recordó el almuerzo que había compartido
con el príncipe Baldair. ¿Él también estaría comiendo con los dedos ahora?
—No es tan malo —reflexionó Vhalla mientras mordía con desgana una
esquina de la carne.
—Siempre he oído que el bosque del Sur era la parte más fácil de la marcha.
—Larel arrancó una tira de carne con los dientes y comió vorazmente—. Los
soldados dicen que los Desechos del Oeste lo compensa en dificultades, y si
tocamos nuestras raciones ahora nunca lograremos atravesar el desierto.
—La mujer con la que está hablando el príncipe. Nunca la había visto. —Si
la mujer había estado en la Torre, era asombroso que Vhalla no la hubiera visto.
La sola apariencia de la mujer la inquietaba.
—Ah, ella. —Larel pareció echar un buen vistazo—. Fritz, ¿la conoces?
—¿A ella? —Fritz también miró y negó con la cabeza—. No estoy seguro.
Creo que escuché que estaban trayendo a personas que sabían sobre el Norte.
—No tienes nada de qué disculparte. —Larel lo dijo de tal manera que
Vhalla le creyó.
—Buenos días —saludó Vhalla en voz baja. Ver a esta mujer y sus rasgos
del Norte tan cerca después de sus pesadillas inquietó instantáneamente a Vhalla.
—Vhalla Yarl, la Caminante del Viento. —No era una pregunta y eso hizo
que Vhalla se sintiera ansiosa—. No sé qué esperaba de las historias, pero no era
a ti —dijo ella riendo.
—Oh, ¿dónde están mis modales? Elecia. —Le tendió la mano a Larel, luego
a Vhalla. Vhalla la tomó después de un breve momento de vacilación—. Oye,
¿estás segura de que realmente hiciste esa tormenta de la que todo el mundo me
habla? Luces como si una buena brisa te pudiera llevar volando. —Elecia se rio
y, a pesar de ser un sonido dulce, hizo rechinar los dientes de Vhalla.
Vhalla hizo una pausa. ¿Aldrik estaba enviando mensajes a través de esta
mujer? Apenas lucía mayor que Vhalla.
Vhalla cerró los ojos con fuerza y se tragó las náuseas que provocaba la
mujer. Estaba disgustada consigo misma.
Vhalla tropezó.
—Yo dije que lo sentía. —Ella miró al hombre con molestia; esta no era la
mañana para poner a prueba su paciencia.
—Lo siento. —Se obligó a decir entre dientes, no queriendo hacer una
escena ante la pequeña multitud reunida.
—Ya es bastante malo que tengamos que lidiar con la Legión Negra —dijo
el hombre, refunfuñando—. ¿Ahora tengo que tomar el descaro de niñitas?
No había visto a los dos soldados desde su juicio. Habían sido sus guardias
cuando ella estaba presa, los buenos. Daniel era del Este como ella, con piel
bronceada con un toque amarillo y cabello castaño oscuro. El cabello rubio
ondulado de Craig y la tez más pálida lo marcaban como del Sur. A ella
inmediatamente le agradó ese par, y esta mañana era una razón más para agregar
a esa lista creciente.
—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —le preguntó ella a Daniel
mientras se quitaba su brazo de los hombros. Craig llevó al gigante una gran
distancia antes de reunirse con ellos.
—¿No son guardias del palacio? —preguntó ella con genuina sorpresa.
Vhalla había oído hablar antes del escuadrón personal del príncipe Baldair;
se rumoreaba que eran los mejores entre los mejores, con solo los mejores lores y
damas sirviendo entre ellos.
—No creo que a la gente le guste que yo esté aquí. —Otros soldados la
miraron, pero ninguno fue lo suficientemente valiente como para acercarse con
dos miembros de la orden más alta del príncipe Baldair a su lado.
—Además, nos vemos tan exóticos con nuestra amiga de la Legión Negra. —
Daniel tomó un gran bocado de su carne.
—Soy de Leoul.
—¡Sí! ¡Sí! Iba al Festival del Sol en Paca todos los años con mi mamá y mi
papá. —Vhalla sintió la dulce punzada de la nostalgia.
—Oh, qué adorable. Por fin tienes a alguien que entiende tu amor por los
animales de granja. —La broma de Craig fue ignorada.
—La granja de mi familia está a medio día de viaje a la posada Olla Caliente.
Nos quedábamos allí durante el festival —explicó ella.
Vhalla abrió la boca para responder cuando sintió pasos atronadores detrás
de ella.
—Sabes muy bien que los otros soldados causarán problemas si ella está
cerca. —Baldair se rio como si la idea fuera más divertida que desagradable—.
Pero no me importa si tus superiores no se oponen. —El príncipe le dio a Vhalla
una sonrisa mientras se hacía una pausa con la palabra superiores.
Vhalla sonrió.
—¡Vhal! —Fritz corrió hacia ellos—. Te estábamos buscando. —Él
prácticamente patinó hasta detenerse para darle a su escolta una evaluación
completa.
—¡Será mejor que seas amable con nuestra Vhal! —dijo Fritz, ignorando la
mano de Daniel y señalando su rostro.
—Una vez más, Vhalla, no tienes nada de qué disculparte. —Larel sonrió
brillantemente—. Pareces estar de mejor humor.
Resultó ser tal como habían dicho Craig y Daniel. Hoy, la horda era una
masa ligeramente estructurada en comparación con las ordenadas filas y la
cuidadosa ubicación del día anterior. Pero ella, Fritz y Larel gravitaron hacia el
mismo lugar en la fila. Los dos se vieron envueltos instantáneamente en un
acalorado debate que se prolongó desde el desayuno y Vhalla entró y salió de la
conversación, pensando en la oferta de Daniel y Craig.
No fue hasta que Aldrik se movió en su silla que ella siquiera se dio cuenta
de que estaba allí.
Aldrik hizo una breve pausa, sus labios se separaron. Ella atrapó sus ojos
de ébano y Aldrik miró hacia adelante rápidamente, como si no pudiera soportar
ser el único que recibía su consideración.
—La Comandante Reale dijo que había comenzado a trabajar contigo, pero
todavía te queda mucho camino por recorrer. Preferiría supervisar tu progreso
personalmente.
—Si quieres que me aleje de tu vida, todo lo que tienes que hacer es decir la
palabra. —No hubo ligereza en su declaración.
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Poco después de que la horda se detuviera esa tarde, Elecia se dirigió a la
tienda casi terminada de Vhalla y Larel. Fritz se levantó de donde acababa de
terminar de desplegar su saco de dormir.
—Vhalla, Larel, Fritz —dijo ella con una sonrisa, ajena a la inquietud de
Vhalla—. El príncipe está esperando, y preferiría no perder la primera opción
para cenar.
—Lo suficientemente lejos para que no nos molesten. —Ya estaban a medio
41
camino del borde del campamento.
Vhalla miró a su amiga con sorpresa. Nunca había escuchado a nadie hablar
más que el idioma común del Sur. Las viejas lenguas eran un recuerdo que se
desvanecía en todo el país, cimentado por el avance del Imperio Solaris. Solo
podía asumir que las palabras de Larel eran el idioma de Mhashan, el antiguo
Reino del Oeste.
—Cyven, Leoul. —La mujer de cabello rizado interrumpió a Vhalla con una
mirada.
—Es asunto mío saberlo, Vhalla Yarl —respondió Elecia con aire de
suficiencia.
Si no fuera porque Fritz y Larel estaban con ella, podría haber estallado.
42
—Ya era hora. —La voz de Aldrik hizo eco desde el otro lado de un pequeño
claro. Estaba apoyado contra un árbol y cruzado de brazos—. Gracias por
traerlos, Elecia. Puedes irte ahora.
Vhalla unió sus manos, entrelazando y soltando sus dedos. Elecia lo había
negado abierta, públicamente, remilgadamente… y él la había dejado. Cuando
Elecia dio un paso hacia la izquierda de Aldrik, Vhalla se dio cuenta de que la
mujer actuaba de la misma manera que Vhalla con el príncipe. Vhalla se mordió
el labio; quizás Aldrik estaba más familiarizado con Elecia que con ella.
—Vhalla. —La voz de Aldrik llamó su atención—. Quiero que veas hacia lo
que estás trabajando. Reale me ha informado que aún no has dominado los
conceptos básicos.
—Ni siquiera se supone que estés aquí. —Aldrik le dirigió una pequeña
mirada fulminante y la mujer se rio. El sonido hizo que la piel de Vhalla se
erizara—. También me gustaría ver dónde están los dos, así que no se mutilen ni
se maten, pero no se contengan.
Fritz y Larel se alejaron unos pasos el uno del otro, ambos ubicándose en
una postura de lucha muy diferente. Fritz estaba más erguido, sus piernas anchas
y sus manos planas y más bajas, cerca de su abdomen. Larel tenía las rodillas
dobladas y los puños cerca del rostro, lista para saltar.
Aldrik dejó caer la mano y Larel cargó antes de que Vhalla pudiera
parpadear. Ella echó hacia atrás un puño como si fuera a lanzar un gancho 43
derecho, pero en el último momento, dejó caer su hombro para darle un puño
hacia arriba con la izquierda. Fritz levantó su palma abierta, creando un escudo
de hielo. Siseó y se rompió cuando el puño de Larel, ahora envuelto en llamas, se
estrelló contra él.
Fritz empujó su otra mano hacia el hombro de ella, congelando una parte.
Larel jadeó y dio un paso atrás, el hielo rápidamente se convirtió en un charco
alrededor de sus pies. Ella no tuvo tiempo de recuperar el aliento mientras él se
lanzaba. La muñeca de él se movió y de repente creó una daga de hielo en su
palma. Larel la desvió levantando su brazo, y se rompió en su guantelete.
—¿Qué… qué fue eso? —Vhalla se obligó a salir del estado de shock cuando
su lengua estaba trabajando de nuevo.
—¡Ella es como un conejito recién nacido! —Elecia se rio hacia Aldrik, como
si Vhalla ni siquiera estuviera allí—. Nunca había visto ilusiones.
Ya no estaba de pie en ese claro del bosque; estaba viviendo una pesadilla
despierta. Sus sueños retorcidos se fusionaron con la realidad que tenía ante ella
y los horribles recuerdos que había sacado de su conciencia. Había viento, había
fuego, había muerte, y había sangre salpicada por sus brazos y rostro mientras
veía cuerpos destrozados por ráfagas de viento aulladoras. Había sido su deseo.
Ella los había querido muertos. Los había querido más que muertos, quería que
los sus atacantes del Norte sufrieran.
Vhalla dio un paso atrás y negó con la cabeza. Esa no era quien era ella.
—No —susurró. Alguien dio un paso hacia ella; todo lo que vio fueron las
sombras de sus sueños. Sombras que se destrozaban al tocarlas—. No se acerquen
más —dijo la advertencia con voz temblorosa. Vhalla se llevó las manos a los
oídos, los gritos de las personas a las que había asesinado llenaron su conciencia.
Se dio cuenta con horrible claridad de lo que la había estado atormentando, la
sangre en sus manos que había estado ignorando.
Vhalla entreabrió un ojo y luego el otro. Aunque era casi de noche, el mundo
tenía un brillo brumoso. Aldrik estaba rodeado por la llama dorada, casi blanca,
en la que lo había visto antes. Ardía más brillante que cualquiera de los demás
reunidos. Ella luchó por cambiar su visión de nuevo a la normalidad y sus ojos
se cerraron.
Eso fue todo lo que Fritz necesitó para cobrar vida. Se apresuró a acercarse
a ella y se detuvo.
—Puedo hacerlo.
Elecia dio un paso hacia Aldrik. Su voz era baja, pero lo suficientemente
fuerte como para que Vhalla la oyera.
—Ella no está lista. Necesitas dejar esto ahora; no hay nada que puedas
hacer por ella.
—¿Estás despierta?
—Vhalla.
—Sé que no es asunto mío… —El comienzo incómodo de Larel hizo que el
corazón de Vhalla se acelerara—. Pero sabes que él se preocupa por ti, ¿verdad?
Vhalla miró en la oscuridad el contorno sombrío de Larel. Se movió, su
estómago volviendo a tener esa extraña sensación, probablemente porque no
había comido.
—Él es un amigo —le confesó por primera vez a alguien. Vhalla pensó en el
día en la capilla y su mente la traicionó al inundarla también con recuerdos de
un baile en los jardines de agua del palacio en la noche de la gala. Todo parecía
un sueño desde donde estaba ahora.
Vhalla se acurrucó en una bola con un suspiro y finalmente cerró los ojos.
Los horrores no la recibieron. Un príncipe con un aro dorado estaba pintado en
sus recuerdos.
48
—Vhal… Vhal. —Fritz le dio un suave codazo.
Eso de nuevo.
—No tengo hambre. —Se frotó los ojos con el suave cuero que cubría sus
palmas. Habían pasado tres días desde la noche en el bosque, y ninguno de ellos
había mencionado entrenar desde entonces. Hizo que Vhalla se sintiera aún más
rota, defectuosa.
—¿A eso le llamas comer? —Fritz negó con la cabeza—. Esos apenas eran
bocadillos.
—Ya eres un riesgo para todos por no ser hábil en el combate o tener control
sobre tu magia. Lo mínimo que puedes hacer es mantener tu cuerpo en buenas
condiciones al comer. —Él la miró fijamente—. Y dormir —añadió el príncipe,
como si notara por primera vez los círculos oscuros bajo sus ojos.
Tomó bocados más pequeños, pero se las arregló para tragar, y mantenerlo
todo dentro de ella. La comida cayó pesadamente en su estómago y amenazó con
subir con el balanceo de su caballo.
Vhalla se vio obligada a pasar las siguientes dos horas escuchando a Elecia
y Aldrik discutir las propiedades de los Canales y cómo podrían interrumpirse o
bloquearse. La discusión pasaba por encima de Vhalla, así que trató de
desconectarse. Eso la molestaba; ellos irracionalmente la molestaban. Esta mujer,
quien apenas había conocía, tenía una conversación con Aldrik que hizo que
Vhalla se sintiera estúpida.
—Sí, puedes, pero… —Fritz hizo girar las riendas entre los dedos—, pero
no lo haces bien.
Sus palabras fueron como una daga en sus entrañas. Incluso él la veía como
una inútil. Vhalla se tragó el dolor de esa comprensión, obligándola a apartarla
de sus ojos donde podría mostrarse.
—Y, por esa razón, trabajarás conmigo esta noche —anunció Aldrik, lo
suficientemente alto como para llamar la atención de la Comandante Reale.
Él se giró y levantó los brazos. Vhalla notó una pequeña costura en la parte
izquierda de atrás de su armadura. Ella cruzó la habitación apresuradamente y
comenzó a manipular los pestillos de debajo.
—¿Cómo, eh, cómo te la pones? —preguntó ella, desesperada por hablar por 53
encima de la sangre que le corría por los oídos.
—Por supuesto que es. —Se pasó una mano por el cabello y Vhalla vio cómo
volvía a caer en cascada alrededor de sus dedos.
—Yo la hice. —Sus ojos se encontraron con los de ella, y Vhalla no pudo
encontrar palabras entre su sorpresa y la mirada que él le estaba dando.
—¿Por qué? —repitió Vhalla de nuevo, recordando que Larel le contó una
vez que los Portadores de Fuego eran joyeros o herreros debido a su capacidad
para manejar las llamas.
—¿Por qué? ¿Por qué hago mi propia armadura, mi lorita? —Aldrik tenía
que saber que su pregunta era más que él haciendo su propia armadura—.
Porque no confío en otros artesanos con algo tan importante como mi vida.
Vhalla jugueteó con sus dedos. Era una armadura; ella normalmente vestía
menos a su alrededor. Pero algo sobre desvestir cualquier cosa, aquí en su tienda,
hizo que su corazón se acelerara. Con una respiración profunda, Vhalla se
recordó a sí misma que debía ser una adulta y dejar de actuar como una niña
fácilmente emocionable. Al final, se comprometió al quitarse las botas y los
guantes, así como las escamas de la armadura, pero se quedó con su cota de
malla.
—Oh, lo siento. —Vhalla dejó el cojín de repuesto con una risa nerviosa
cuando sintió su mirada.
—¿Cómo lo hago?
—¿La Comandante me dijo que puedes tener una visión mágica? —Vhalla 55
asintió, eso era algo que sí sabía manejar—. Bueno, mira aquí. —Aldrik extendió
las manos ante ella con las palmas abiertas. Vhalla ajustó su visión y lo vio
bañado en la familiar llama dorada. Él apretó los puños y de repente el
resplandor se extinguió en todo su cuerpo.
—Cerré mi Canal. Sigue mirando. —Él relajó y abrió los dedos. Luego
volvió empuñarlos y las llamas blancas y doradas regresaron.
—Es magnífico —dijo ella con un suspiro. El cumplido le ganó una leve
sonrisa. Vhalla miró su rostro y se detuvo—. Aldrik… —murmuró ella mientras
sus ojos se enfocaban en un punto oscuro. Lo había visto antes en el jardín, antes
incluso de saber sobre la vista mágica. Vhalla extendió una mano para tocarlo,
deteniéndose en seco. Ella no debería ser tan atrevida; todavía era el príncipe
heredero.
—El veneno cristalizó y echó las raíces suficientes como para que no pueda
eliminarlo. Fue lo mejor que pude hacer.
—No está permitiendo que tu Canal funcione correctamente, ¿verdad? —
Vhalla frunció el ceño, de repente dándose cuenta de lo que significaba esa
mancha oscura.
—¿Qué cosa? —La aprensión arrastró sus dedos helados por su columna.
—No deberías haber tenido que matarlos. Si yo hubiera sido más capaz, no
te habrías visto obligada a hacerlo. —La emoción ardía detrás de sus ojos y la
golpeó tan clara como el día. Canalizar era un proyecto paralelo para él. El
objetivo principal era la Noche de Fuego y Viento. Estaba haciendo el papel de
titiritero de nuevo, y Larel ciertamente estaba ayudando.
—Yo tenía catorce —dijo él, ignorándola. La boca de ella todavía torcida con 56
molestia—. La primera vez que maté a un hombre.
»Mirando hacia atrás, ni siquiera tenía una buena razón para matarlo.
Vhalla se movió un poco más cerca para escuchar, su voz débil y sus ojos
brillantes. Parecía mirar a través del mundo que lo rodeaba.
—Me dijeron que era un mal hombre, que iba a dañar a mi familia y que su
muerte nos haría más fuertes. —Aldrik rio amargamente—. Como si la muerte
hiciera a alguien más fuerte…
Él no se apartó.
—Después de eso, matar se volvió más fácil. Pronto, olvidé sus rostros, sus
gritos, sus historias. Se fusionaron en una fosa común en mi mente, que se
convirtió en una herida abierta en la que caen todos los que mueren por mi mano.
Pero nunca olvidé el rostro de ese primer hombre. He intentado hundirlo en ese
vacío y alejarlo, pero nunca lo he olvidado.
Vhalla lo miró con una mezcla de horror y lástima. Ella le apretó la mano y
se sorprendió cuando sintió un apretón de vuelta.
»Te veo dando pasos por este camino, y no quiero que te pierdas en esa
oscuridad. —Él se rio y tenía peso de la tristeza más pura que ella jamás había
visto en él—. Lo que es peor es que, gracias a la extraordinaria sabiduría de la
gente del Senado, no puedo protegerte de eso.
—Nunca olvides quién eres y no dejes que los muertos te definan. —Habló
como si hubiera estado leyendo sus pensamientos durante semanas—. Habla
conmigo o con Fritz o con Larel. No creo que ninguno de nosotros esté dispuesto
a perderte a causa de tus demonios.
—Los veo todas las noches. Escucho sus gritos y siento su sangre en mis
manos, en mi rostro. —Ella se estremeció cuando su voz se quebró y apartó su
mano de la de él para envolver sus brazos alrededor de sí misma—. Al principio
no sabía lo que eran, pero esa noche, en el bosque, lo recordé. —Le parecía una
tontería decir que había olvidado de la primera vez que había matado a una
persona, pero su mente había sido muy eficiente en reprimirlo.
—Yo… —Vhalla tropezó con sus palabras—. Soy… más feliz… contigo,
cerca de ti. —Algo en él se suavizó, pero había una tristeza en ello que hizo que
Vhalla se sintiera culpable por su confesión.
—En todo caso. —Él volvió a evitar sus atenciones—. Mis oídos y mi puerta
están siempre abiertos para ti.
—Gracias. —Vhalla se preguntó a cuántas personas se lo había ofrecido. No
podía imaginar que fueran muchos.
—Creo que es inútil —dijo Vhalla con un suspiro, dejando caer los brazos.
Los había estado agitando como una tonta tratando de encontrar la “esencia del
aire”.
—Hay una cosa más que podríamos intentar, ya que no tienes el lujo del
tiempo —dijo Aldrik pensativo después de un largo silencio—. Pero no es un
método convencional. En realidad, es bastante teórico.
—¿Oh? —Él sabía qué decir para hacerla sentir una curiosidad insaciable.
»Pero, como dicen, las puertas y rejas se abren en ambos sentidos —finalizó
Aldrik, aliviando esa extraña tensión con la que coqueteaban cada vez que
estaban juntos.
—No solo un poco; dicha magia también tiene la capacidad de ser un puente
entre nosotros —afirmó él.
—Es por eso que no creo que tu magia sea tan efectiva contra mí como lo es 59
en otros. No me golpeará tan fuerte. Nuestra propia magia no puede hacernos
daño. —Sacudió su cabeza—. Hay una serie de teorías interesantes que
podríamos discutir y explorar en otro momento. Por ahora, vamos a intentar
Unirnos.
Si Vhalla hubiera querido, no podría haberlo hecho. Estaba tan aturdida por
sus avances, por los dedos que tocaron ligeramente sus sienes, que apenas podía
hablar. Los ojos de Aldrik se cerraron y respiró hondo. Ella se mordió el labio,
insegura de si se suponía que debía hacer lo mismo. Pero si no lo hacía, pasaría
el tiempo estudiando sus rasgos esculpidos a la luz del fuego, y podría morir de
vergüenza si la atrapaban.
De repente, una cálida brisa sopló sobre su yo metafísico. Era fuerte. Algo
que había conocido desde que nació, que conocía de toda su vida, sin haber
tenido palabras para ello antes. Cuando Aldrik abrió su Canal, el de ella se abrió 60
junto a él con todo su esplendor.
Aldrik la miró fijamente. Mucho antes de que él apartara sus manos de las
de ella, ella vio un momento de pánico, un momento de deseo, y él se retiró
mentalmente. Vhalla se dio cuenta de que quizá no pudiera volver a ocultarle
nada en la oscuridad de sus ojos, lo había visto todo como si se estuviera mirando
en un espejo. No estaba segura de si esta Unión era una bendición o una
maldición.
—Creo que hemos logrado lo suficiente por esta noche. —Aldrik miró hacia
otro lado, sentándose más derecho, más compuesto.
—Todo lo que necesitas hacer es repetir ese proceso, lo que sentiste. Creo
que puedes resolverlo por tu cuenta. —Seguía sin mirarla.
Vhalla no estaba segura de qué había hecho mal, pero él se había apartado
por completo de ella. Él fue quien sugirió esa Unión; ¿de qué estaba tan asustado 61
de repente? Ella suspiró y se puso de pie.
—Te llamaré —dijo él de repente, justo cuando ella estaba a punto de tirar
de la solapa de la tienda.
62
El día estaba nublado y caluroso. Había una brisa seca, pero ofrecía poco respiro del
agobiante calor. Era el tipo de día en el que uno solo deseaba encontrar un rincón fresco y
sombreado para acurrucarse. Pero el sol caía sobre sus hombros.
Ella estaba ante una tumba. Estaba ubicada en el centro de un jardín acristalado.
Muchas plantas habían sido puestas para decoración y la mayoría estaban vivas a pesar
de la temperatura. Pero las flores color carmesí que rodeaban el marcador esculpido ante
ella estaban marchitas y arrugadas. No era la primera vez que estaba en este jardín de
muertos.
La tumba que tenía ante ella tenía forma de obelisco. En su parte superior estaba la
figura de una mujer. Tenía cabello largo y colgaba perfectamente lacio casi hasta la
cintura, y un rostro suave, pero severo, moldeado en el mármol impecable. Detrás de ella
había un sol dorado y rubí que proyectaba una neblina roja en el suelo.
63
Vhalla extendió una mano y tocó las letras familiares, como si fuera a conectarla
con su madre muerta. No había nada más que piedra bajo sus dedos. Ella suspiró,
cambiando su peso. Realmente odiaba estar aquí.
—Deja de inquietarte —dijo una fuerte voz a su lado. Ella levantó la mirada, pero
el sol cubría al hombre que elevaba sobre ella.
—Con el príncipe. —Fritz bajó la voz—. ¿Tienes una mejor idea de cómo
Canalizar?
—No es nada que hiciste, Fritz. —Vhalla encontró la fuerza para sonreír y
agarrar su antebrazo con apoyo—. Solo son unas personas a las que quiero ver.
—No te preocupes. —El príncipe hizo a un lado sus inseguridades con una
gran risa—. Dije que estaba bien.
—Esta puede ser la primera vez que un hechicero cabalga con las espadas
—comentó Craig.
Vhalla lo creyó por las miradas que le dieron los otros soldados.
—Vhalla, esta es Raylynn. —Daniel señaló a una mujer que iba a la derecha
de Baldair. Tenía el cabello largo y rubio, del color del Sur. Pero era liso, como lo
sería el de alguien del Oeste, y su piel tenía un bronceado color oliva.
La mujer la miró pensativa durante un largo momento. Tenía ojos como los
de Aldrik, advirtió Vhalla. Negros y penetrantes, confirmaron la sospecha de
Vhalla de que había sangre del Oeste en las venas de la mujer, si su piel bronceada
por el sol no era suficiente prueba, y esos ojos atravesaron a Vhalla fácilmente.
—Eres la Caminante del Viento. —Fue la segunda vez que la frase no era
planteada como una pregunta.
Vhalla tiró de las riendas, lista para girar a Relámpago y regresar a su lugar
en la fila. Un guantelete dorado cubrió rápidamente su mano. Ella miró a Daniel
con confusión y frustración.
—No eres el monstruo que ellos creen que eres. —Su declaración la atravesó
directamente y la expresión de Vhalla debió haberlo dicho todo—. Yo… —Él
estaba sin palabras, ambos lo estaban mientras la ola de brutal honestidad se
estrellaba contra ellos. Ese momento de apertura la había paralizado, y Vhalla 66
estaba agradecida por las fuertes piernas del corcel debajo de ella—. No debería
haber dicho eso.
Raylynn resopló.
No se había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que sonó el
cuerdo, llamando un alto a la marcha. Daniel también se rio, diciendo que el
tiempo se les había escapado. La invitó a cenar, lo cual Vhalla rechazó debido a
la culpa de haber dejado a Larel y Fritz durante todo el día. Antes de que ella se
fuera, él la invitó a cabalgar con ellos nuevamente y, al recordar a Aldrik y Elecia
juntos, Vhalla no pudo negarse en seguida.
—Hablando del príncipe, dijo que los entrenará esta noche. —Sus ojos se
posaron en Vhalla, hablando de más sin hacer ruido—. Así que terminemos con 68
esta catástrofe.
—Sus noches serán mitad entrenando sus cuerpos físicos, mitad entrenando
su destreza mágica —declaró mientras caminaba alrededor de Vhalla, Larel y
Fritz—. Si tienen esperanza de entrar y salir del Norte con vida, necesitarán cada
minuto de entrenamiento que puedan tener.
Su voz era la de un príncipe, no la del Aldrik que ella conocía. Vhalla miró
a Fritz, preguntándose si era solo para su beneficio. Larel era amiga de Aldrik;
Elecia claramente tenía alguna conexión con él; y Vhalla era…
Fritz luchó por ponerse de pie. Vhalla y Larel estaban jadeando. Larel estaba
en mucho mejor forma que Vhalla, quien sentía que podía colapsar en cualquier
momento.
—Bien, entonces. —Aldrik compartió una larga mirada con Elecia—. Elecia,
Vhalla, en parejas.
—Esa es una orden. —Aldrik se apartó del árbol y miró a Elecia—. Confío
en que impartirás tus conocimientos y habilidades. —La mujer de piel oscura 69
puso los ojos en blanco, pero no se opuso por segunda vez. Aldrik ni siquiera
miró a Vhalla, sin darle opción. Vhalla decidió que había hecho algo terrible para
ofender al príncipe, pero fuera lo que fuese no tenía ni idea. En lo único que ella
podía pensar era en la Unión. Pero eso había sido idea de él. Y de todas las
palabras que Vhalla podría usar para describir lo que sucedió entre ellos la noche
anterior, ninguna sería negativa.
—Combate cuerpo a cuerpo con uno que otro ataque de largo alcance —
respondió Larel.
—¿Qué hay de ti, Vhalla Yarl? ¿Cómo exactamente, siendo menos que un
desliz de chica común, llamaste la atención del príncipe heredero? ¡Una nada
como tú confraternizando con él!
Vhalla se abalanzó con un grito, sin dejar que Elecia lanzara otra palabra
hiriente. Elecia lo esquivó fácilmente y golpeó a Vhalla con un puño al estómago.
El brazo de la mujer se sintió como una roca hundiéndose en su abdomen, y 71
Vhalla jadeó en busca de aire en lugar de gritar.
—¿Crees que eso… —Elecia señaló a Vhalla con un dedo—…alguna vez será
algo? —Ella echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—Elecia —gruñó él con los dientes apretados, con las manos en puños.
Vhalla logró inclinarse hacia atrás sobre sus pies, todavía sosteniendo su
estómago mientras sufría espasmos de dolor.
—Bien —dijo con un brillo en los ojos—. Continúa jugando tus juegos con
ellos, Aldrik —escupió ella.
Vhalla sintió que se le abría la boca en estado de shock por el uso del nombre
de Aldrik por parte de la otra mujer.
»Pero, te lo diré de nuevo, esa perra de baja cuna no vale ni una onza de lo
que le das. —Elecia se giró y pisoteó ruidosamente el bosque. La maleza y los
árboles se encogieron a su alrededor antes de regresar a su lugar aún más gruesos
y espinosos que antes.
Él suspiró audiblemente.
Ella miró su cota; parecía estar ilesa. Hubo un momento de silencio y una
suave brisa nocturna le revolvió el cabello. Aldrik se acercó y le puso una mano
por encima del hombro.
Vhalla asintió en silencio. Fue un buen sentimiento. Pero una vez que
algunas cosas eran dichas, nunca podían ser retiradas y el breve intercambio ya
se estaba repitiendo en sus oídos.
Aldrik asintió en respuesta antes de ponerse de pie, girándose hacia Larel y
Fritz, sorprendidos y silenciosos.
—Larel, llévala de regreso a su tienda. Puede que tengas que quemar uno o
dos de esos arbustos alterados en el camino. —Echó un vistazo al camino que
tomó Elecia—. Fritz, ven conmigo. Estoy seguro de que Vhalla tiene una
hemorragia interna por un golpe como ese, y no le permitiré montar a caballo
mañana sin recibir una poción esta noche.
—No es tan malo —insistió Vhalla en voz baja, no queriendo hacer más
escena.
—Escúchala, Vhalla. Tiene una buena cabeza sobre los hombros. —Aldrik
señaló a Larel y Vhalla vio que una pequeña sonrisa se formaba el rostro de la 73
mujer—. Fritz, ven —ordenó él enérgicamente, y los dos se alejaron en una
dirección diferente.
Tal como había dicho Aldrik, fue necesario quemar la maleza en algunos
lugares. Estaba plagado de enredaderas casi tan gruesas como la muñeca de
Vhalla, bloqueando la ruta más directa de regreso al campamento. Larel utilizó
intensos estallidos de fuego para incinerar un camino despejado.
—Bien, bien. Espero que pronto te sientas mejor. —Él extendió la mano,
despeinó el cabello de Vhalla y se giró para salir de la tienda. 74
—Espera —llamó Vhalla. Tenía una sensación de malestar en el estómago,
pero Vhalla pensó que tenía más que ver con los nervios—. Espera —repitió
mientras él se sentaba. Vhalla pasó el frasco de mano en mano, insegura de sus
próximas palabras. Pero Fritz y Larel ya habían demostrado ser amables y leales.
Ella tomó aliento.
—¿Del frente? ¿En el verano? —Larel parecía ya estar armando las piezas.
Vhalla asintió.
—Así que es… es por eso que las cosas son diferentes con nosotros. —Ya no
estaba segura de por qué le había confiado esto a sus amigos.
—¿Supongo que sí? Solo sé lo que dijo Aldrik para comenzar. —Los ojos de
Vhalla se movieron entre ellos, desesperados por iniciar otra conversación para
que dejaran de mirarla como si le hubiera salido una segunda cabeza—. ¿Qué
significa eso?
—Solo he leído al respecto. —Pedirle a Fritz que recitara cosas de libros tuvo
el mismo efecto que en Vhalla. Su mente comenzó a agitarse una vez más—. La
literatura sobre Uniones es muy escasa porque la mayoría de las personas que
intentan crear una Unión fracasan y una persona muere en el proceso. Pero
hacerlo es supuestamente un estado de conciencia fusionada.
76
—Eso suena correcto. —Vhalla asintió afirmativamente.
—No puedo creer que él haya hecho eso. —Fritz se acarició la barba
incipiente de su mandíbula—. Se supone que es un proceso arriesgado.
—Los riesgos son algo que el príncipe no tiene reparos en tomar —les
aseguró, eso parecía resumir adecuadamente toda su relación.
—¿Por qué nos dijiste esto? —preguntó Larel—. No puedo imaginar que el
príncipe vaya a estar complacido.
—Porque ambos son mis amigos. Confío en ustedes y quiero que sepan que
lo hago. ¿Qué son los amigos si no puedes compartir tus secretos con ellos?
—No se lo diré a nadie. —Fritz la tomó de la mano y ella sonrió ante sus
amables ojos.
—Pero sabes que te voy a preguntar sobre eso, ¿verdad? —Fritz sonrió con
esa sonrisa tonta y llena de dientes.
Fritz se fue poco después. Él apretó con fuerza a Vhalla y Larel en un abrazo,
y Vhalla deseó poder quedarse con ellos. Egoístamente quería pasar la noche
escondida entre él y Larel. Pero Vhalla no hizo ninguna exigencia. En el mejor de
los casos, solo los despertaría con una paliza por las pesadillas.
77
Fritz devolvió la armadura de Vhalla a la mañana siguiente, dejando a
Vhalla en conflicto e insegura una vez más. El príncipe era una criatura extraña.
A veces, parecía que se preocupaba por ella por encima de todo, como cuando
Elecia le dio el golpe bajo. Otras veces, como el viaje de todo el día, parecía que
ni siquiera la quería cerca.
En general, hizo que Vhalla se sintiera peor. Todavía recordaba lo que había
dicho Elecia sobre su nacimiento, sus preguntas de por qué Aldrik pasaba tanto
tiempo con Vhalla. Hacía que Vhalla dudara de todo, y luego se sentía culpable
por cuestionar a Aldrik después de todo lo que había hecho por ella. Pero no
sabía cómo sentirse y Aldrik no la estaba ayudando a resolverlo.
Así que durante el día se había dedicado a montar con la Guardia Dorada.
Daniel y Craig siempre eran acogedores, e incluso el príncipe Baldair parecía más
divertido que desanimado por la persistencia de Vhalla a su alrededor. Raylynn
incluso estaba comenzando a abrirse un poco. Era una extraña rutina en la que
cayó Vhalla; ella no la llamaría pacífica, pero con el tiempo todo se hacía más
fácil. Incluso sus sueños habían comenzado a perder fuerza.
El sueño fue tan vívido como sus recuerdos de la Noche de Fuego y Viento.
Su mente le dijo que había sentido esto antes. Los ruidos, los olores y el tacto eran
familiares. Y, sin embargo, Vhalla nunca había visto ni hecho nada parecido.
Aún faltaba una buena hora para el amanecer y el mundo aún estaba
oscuro. Vhalla corrió por el campamento silencioso, descalza y con ropa
empapada de sudor. Su corazón se aceleró y su mente no le permitió calmarse,
no hasta que supiera que él estaba bien. No le importaba si Aldrik todavía estaba
enojado con ella. Tenía que verlo.
Golpear el poste de la tienda del príncipe heredero antes del amanecer tenía
que ser una tontería, pero eso no la detuvo. Vhalla juntó las manos, inquieta en
la eternidad que parecía seguir mientras esperaba.
—¿Mi príncipe? —Su voz sonaba tensa por el cansancio. Vhalla luchó contra
un gemido—. ¿Aldrik?
Sintió algo en ella romperse de alivio y se tapó la boca con las manos para
ahogar un pequeño grito. Aldrik echó un vistazo a su rostro preso del pánico y,
con una mirada rápida para asegurarse de que no hubiera observadores, la
agarró de la mano y tiró de ella hacia la tienda.
—¿Qué sucede? —Su voz estaba tensa—. ¿Estás herida? —Aldrik se llevó
una mano a la frente y la pasó por su rostro para levantar la barbilla de Vhalla y
mirarla.
—No importa. —Ella se rio con inquietud—. Fue un sueño. Algo malo…
pensé que estabas herido. Pero fue solo un sueño.
Aldrik hizo una pausa antes de mover sus manos para ahuecar su rostro.
Pasó sus pulgares por sus mejillas manchadas de lágrimas, y ella disfrutó de sus
ojos sobre ella por primera vez en lo que parecía una eternidad.
—Vhalla —insistió él, sus manos en su rostro impidiendo que ella apartara
la mirada.
Ella soltó sus brazos y se alejó para irse. A Vhalla le ardían los oídos de
vergüenza y bajó la cabeza. ¿Qué se le había metido? ¿Por qué había venido? Él
había dejado claro durante días que ella había hecho algo para ofenderlo. Que no
quería su presencia.
La sostuvo allí y respiró hondo varias veces. Vhalla sintió que su pecho se
movía bajo su mejilla y escuchó los latidos de su corazón acelerarse. Incierta, ella
levantó las manos y agarró la parte de atrás de la camisa de Aldrik. Él no se alejó.
Vhalla lo abrazó con más fuerza y cerró los ojos. Su contacto la calmó, y
sintió que los latidos de su corazón se ralentizaban con los de él. La mano de
Aldrik se movió, y sintió que sus dedos se perdían en su enredado cabello
matutino.
—Pensé que estabas herido. —Ella se rio secamente—. Fue en… —Aldrik
parecía sin palabras—. Tuve mi propio sueño, supongo.
De repente, Aldrik se sorprendió tanto como ella. Sus ojos perdieron algo
de su intensidad ante la sorpresa y la confusión, como si su boca hubiera hablado
antes de que su cerebro pudiera procesar su demanda previa para ella.
—Te dije que había cosas en las que quería trabajar contigo.
—Correcto. —Vhalla asintió. Había estado tan distante que casi lo había
olvidado.
Vhalla asintió.
82
—Una vez más, lamento molestarte —dijo ella en voz baja, la sorpresa por
las acciones de ambos comenzando a asentarse.
¿Por qué?
—¿Vhalla?
—¿Estás bien?
»Solo déjame en paz por una vez. —Vhalla agarró su mochila y se fue
furiosa, dejando el resto de la tienda para Larel.
Vhalla cabalgó sola. Encontró un rincón aleatorio en la horda para estar lejos
de Elecia, Aldrik, Fritz, Larel y la Guardia Dorada. Fritz se dio cuenta al instante
y estaba a punto de acercarse a ella cuando Larel lo detuvo. Se encontraron
inmersos en una acalorada conversación que Vhalla trató de ignorar. Claramente
estaban hablando de ella.
Cuando la marcha del día terminó, Vhalla había imaginado todo lo posible
que Larel, Fritz y Aldrik podrían haber dicho sobre ella. Algunas de las cosas de
las que se sentía culpable incluso de pensar que iban a pronunciar, pero de alguna
manera todavía parecía plausible. Los hombros de Vhalla se encorvaron y su
cabeza cayó un poco. De repente se sentía muy cansada.
—Vhalla. —Su cabeza se levantó bruscamente, volviéndose para ver que el
príncipe oscuro se había materializado a su lado—. Después de que todos estén
instalados, ven y comenzaremos a trabajar.
—No, estás bien, Vhalla. —Él la miró brevemente—. Cierra detrás de ti. — 84
Hizo un gesto hacia una tira de tela en el interior que sostenía la solapa, y ella
obedeció.
—Supongo que no. —Terminó lo que estaba haciendo y lo dobló dos veces,
dejándolo a un lado.
—¿Por qué?
—Te lo diré, tal vez, si me dices qué nube se situó sobre tu cabeza. —
Claramente, su día de enfurruñamiento no se le había pasado por alto.
—Yo preferiría que lo hicieras. —Se inclinó hacia adelante—. ¿Fue el sueño?
—¿Por qué todos están tan obsesionados con mis sueños? —Vhalla se
encogió.
—Eso no es… 85
—Pensé que había venido aquí para trabajar en algo contigo. —Vhalla
estaba de pie—. No voy a hacer esto de nuevo, Aldrik. No seré tu proyecto.
—Soy una mujer —dijo Vhalla poniendo los ojos en blanco—. Pero no soy
una dama.
—Son solo palabras. —El timbre de su voz se había vuelto bajo y profundo.
—No lo son. —Ella pensó en todos los lores y damas que había visto en el
palacio, en lo diferente que se sintió la noche de la gala. Los títulos eran más que
simples palabras. Eran muros y barreras y parapetos para levantar unos y
mantener a otros afuera.
Vhalla se giró hacia él, mirando al príncipe con escepticismo. Ella abrió la
boca y la volvió a cerrar, sin saber cómo responder. No sabía si era lo
suficientemente valiente para ser tan atrevida.
Vhalla se sintió mareada y todo lo que pudo hacer fue asentir. Él la llevó de
regreso a la pequeña sala de estar y se sentó con ella. Vhalla sintió el calor de su
piel bajo las yemas de sus dedos y no hizo nada para romper su contacto.
—Por encima de Elecia, quieres decir. —Vhalla no dejaba las cosas al azar.
—Ya estamos a mano. —Vhalla no quería pensar más en eso. Había hecho
bastante de eso durante todo el día, y se sintió a gusto sabiendo finalmente más
o menos dónde estaba con Aldrik—. Entonces, ¿en qué se supone que debemos
estar trabajando?
Aldrik compartió una breve sonrisa con ella antes de que su rostro
rápidamente se volviera sombrío.
—Tengo un plan para tomar el Norte. —Sus ojos se clavaron en ella—. Pero
te necesitaré.
—Lo haré. —Quizás esto sería lo único que podría hacer para darle sentido
a su reclutamiento en el ejército—. ¿Que necesito hacer?
Vhalla asintió y recordó la última vez que habían trabajado juntos. Era un
recuerdo fácil dado el impacto que tuvo la Unión en ella. Vhalla extendió las
manos y se centró en ellas. Había visto a Aldrik repetir el movimiento
innumerables veces.
Ella apretó las manos en puños y sintió una ráfaga de poder. Era el mismo
sentimiento que él le había transmitido durante su Unión, e hizo que Vhalla se
preguntara por qué había tenido tanto miedo de intentarlo. Sus ojos volvieron a
mirarlo.
—No puedo.
—¿Qué?
—Intenta repetir ese proceso. —Aldrik parecía tan inseguro como ella se
sentía.
Él asintió. 89
—Intenta caminar.
Ella giró en su lugar. Fue fácil cruzar la habitación y sus ojos la siguieron
todo el tiempo. Se acercó a su armadura y tendió una mano. Vhalla la estudió con
incertidumbre.
—Vhalla. —La voz de Aldrik era débil—. Regresa a mí. —Ella giró en la
nada blanca, pero no pudo encontrar dónde estaba—. Escucha, encuentra los
latidos de tu corazón. Encuentra el mío. Regresa. —Sonaba nervioso, lo que solo
hizo que ella se sintiera más angustiada.
—Me asustaste de nuevo —murmuró él—. Esa será la última vez que
hagamos eso.
—Lo sé. —Su voz era apenas audible—. Lo sé. Ahora descansa.
91
Vhalla era una de esas personas con frío perpetuo. Con una pequeña
cantidad de grasa corporal, probablemente debido a sus hábitos alimenticios
irregulares cuando está envuelta en algo, generalmente era la primera en quejarse
de un escalofrío. Hacía mucho tiempo que lo había aceptado como parte de su
suerte en la vida y se vestía lo más abrigadamente posible para compensarlo.
—Estás despierta. —Aldrik dejó la pluma sobre la mesa y se pasó una mano
por el cabello—. ¿Cómo te sientes?
—Lo noté. —Su tono era plano, pero su postura no tenía pesadez—. Estoy
bastante seguro de que agotaste la mayor parte de tu magia y caíste en tu Canal.
Vhalla tomó nota de preguntarle a él, a Fritz o a Larel sobre eso más tarde
cuando no se sintiera tan somnolienta.
Él la miró con curiosidad, pero la complació. Vhalla dio vuelta al reloj entre
sus dedos. La parte trasera estaba pulida hasta tener un acabado de espejo, la
parte delantera tenía el sol abrasador del Imperio. Las piezas de tiempo eran raras
porque aquellos que entendían su extraña mecánica eran pocos y distantes entre
sí. Vhalla miró más allá de su reflejo en el cristal que cubría la esfera de obsidiana
y alabastro del reloj.
—Es hermoso.
—Nunca había sostenido uno antes —reflexionó Vhalla en voz alta. Los
pocos relojes que había visto eran grandes, como el del escritorio de circulación
de la biblioteca—. Es como sostener el tiempo en sí, ¿no? 93
—Supongo.
El aliento de Aldrik era cálido en sus mejillas y Vhalla era muy consciente
de lo cerca que estaban. La sostuvo en un brazo, la otra mano sosteniendo las de
ellas, el costado de Vhalla presionado a lo largo del pecho de él. ¿Qué estaban
haciendo?
—No hay mucha información sobre los Vínculos. Quería un registro que
pudiera revisar más tarde si sucediera algo extraño.
—¿Baldair? —Aldrik se echó el cabello hacia atrás con ambas manos. Por
un momento se pareció al hombre que había conocido en el palacio; al menos
hasta que el cabello cayó desordenadamente alrededor de su rostro.
—Dijo que ustedes dos tenían una relación extraña. —Aldrik enarcó una
ceja ante su declaración—. Cuando vino a mi celda, durante el juicio.
—¿Él dijo eso? —Aldrik se rio entre dientes—. Esa es una forma de 94
describirlo.
—No has comido todavía. —El sentimiento parecía ser mutuo—. Podría
buscarnos algo de comida.
Vhalla se dejó caer sobre las almohadas esparcidas por la alfombra. Toda la
noche, el día anterior, había sido completamente surrealista y no quería que
terminara. Él la quería más cerca, o eso había dicho. Le puso mariposas en el
estómago tanto como alarmas en su cabeza.
—No he tenido una almohada real para dormir en más de un mes —le
recordó, sentándose.
95
—Entonces toma una. —Él se encogió de hombros y dejó un pequeño saco
sobre la mesa.
—Oh, sí, por cierto, el príncipe heredero Aldrik me dio una almohada. Eso
es normal, ¿verdad? —Vhalla puso los ojos en blanco.
—Escuché que los obsequios están de moda entre las mujeres en el Este.
¿Quiere decirme que mis fuentes son incorrectas? —Aldrik sonrió.
—¿Oh? Dime, ¿qué me harás? —Hizo todo lo posible por imitar una de sus
sonrisas comunes, y fue recompensada por la chispa que se convirtió en fuego en
sus ojos.
—Podría pensar en bastantes cosas que hacer contigo. —Su voz era grave y
profunda, y Vhalla sintió que un rubor subía a sus mejillas.
—Estoy seguro de que mi hermano estaría más que feliz de salvar a alguien
de mí. —Aldrik cerró una mano en un puño.
—No más de eso, ¿de acuerdo? —susurró ella—. No me iré a ninguna parte,
a menos que tú lo digas.
—Ya es tarde.
—Deberías irte —dijo él con un suspiro. Había una tensión allí que Vhalla
nunca había escuchado.
—Vhalla —susurró Aldrik. Su nombre salió con voz tensa, y descubrió que
una parte de ella disfrutó del sonido.
Vhalla asintió.
Aldrik la ayudó a ponerse de pie y ella se quedó frente a él, con sus dedos
aún en los de él. Lentamente, Aldrik levantó los nudillos de ella hacia su rostro y
presionó suavemente sus labios contra ellos. Su boca era suave y el calor de su
aliento envió un pequeño escalofrío por su espalda.
97
Vhalla se puso las botas, cruzó los pocos escalones que llevaban a la entrada
de la tienda, se detuvo y se giró.
—Por supuesto que sí —dijo él con total naturalidad. Vhalla sintió que se le
tensaba el pecho. Aldrik cruzó la distancia entre ellos y colocó la palma de su
mano debajo de la oreja de ella, sus dedos se envolvieron alrededor de la parte
posterior de su cuello. Él se inclinó y ella vio un destello de diversión en sus
ojos—. Para los demás, por supuesto que lo será.
—Hasta entonces.
—Hasta entonces. —Él se enderezó y retiró la solapa de la tienda para
permitir que Vhalla desapareciera en la fría noche.
Aldrik tenía razón, era tarde. La mayoría de las fogatas ardían suavemente
y estaban ubicadas hacia el centro del campamento. A lo largo del borde había
poca gente. Se alejó lo suficiente de la tienda de Aldrik antes de que alguien
notara que su presencia podría haber sido el resultado de varias razones. La
noche tranquila comenzó a dominarla mientras se acercaba a su tienda con cada
paso. Necesitaba disculparse con Larel.
Vhalla se había contentado con dejar ir las cosas con Larel hasta la mañana.
Pero la otra mujer solo había estado fingiendo dormir, y Vhalla se vio
rápidamente atrapada en una competencia de miradas. Larel la miró
pensativamente y permitió que el silencio se prolongara hasta que quedó claro
que estaba esperando a Vhalla.
—Lamento haberte hecho montar sola la tienda hoy. —Los oídos de Vhalla
ardían de vergüenza.
»Eres más que una aprendiz para mí, y lo sabes. Eres una querida amiga. —
La mujer pasó una mano por el cabello de Vhalla con amor—. No tengo muchos
amigos.
—Aldrik fue uno de mis primeros amigos. —El nombre del príncipe de la
boca de cualquiera llamaba la atención de Vhalla, y Larel lo dijo incluso más
fácilmente de lo que Vhalla podía—. Compartiste tu secreto con el príncipe. 99
Compartiré el mío.
—Lo sé. —La mujer sonrió—. Pero quiero que sepas que confío en ti como
tú confías en mí. —Larel se movió, sus ojos se volvieron distantes—. Supongo
que nada tendrá sentido a menos que empiece desde el principio. Vengo de una
familia muy pobre en un pequeño pueblo llamado Qui.
—No lo harías, no a menos que hayas estudiado minería del Oeste. Qui es
un pueblo a medio camino de Norin. Al menos, si tomabas las rutas antiguas
antes de que se extendiera el Gran Camino Imperial. En ese entonces, muchos
pasaban por suministros o para descansar sus caballos. —Larel rodó sobre su
espalda, sus dedos ligeramente entrelazados con los de Vhalla.
»Es una ciudad que está llena de más mierda que de pastel de vaca. —La
mujer estaba extrañamente amargada—. Mi padre era un minero que nunca hacía
más que convertir el alcohol en orina. Mi madre era una mujer rota, y creo que
todo lo que ella pudo hacer fue mirar al vacío, especialmente después de que mi
padre la golpeaba.
Vhalla parpadeó en un silencio atónito.
»No lo entendí hasta que estuve a solas con ese hombre. Grité, lloré y nadie
vino. En ese momento, solo quería que todos murieran. —Larel suspiró
suavemente. Vhalla apenas podía procesar lo que la mujer estaba insinuando—.
Me encontraron sentada entre los restos de cenizas de esa casa. No creo que lo
lamenté ni una vez. —Se movió para mirar a Vhalla—. Fue entonces cuando me
manifesté por primera vez. Yo era solo una niña, y apenas una hechicera.
Entonces me entregaron a las minas. Todos los días me bajaban a un agujero. Yo
cavaba y cavaba. O hacía fuego, derretía cosas o cualquier otra cosa que pudiera
hacer.
—Lo siento —susurró Vhalla. Esas dos palabras no parecían siquiera 100
acercarse lo suficiente.
»El Emperador dijo que quería un recorrido por las minas. Se dirigían a
Norin, pero el Emperador Solaris sabía que nuestra mina era una de las
principales venas del Oeste y tuvo la amabilidad de al menos fingir interés.
Aldrik estaba allí.
»Yo era una cosita tan sucia, Vhalla. No tenía por qué acercarme al príncipe
heredero. Pero él sonrió amablemente y me dejó mostrarle lo que podía hacer.
Me dijo que había un lugar en el castillo, una Torre, donde la gente como nosotros
era especial, donde yo no tendría que vivir en la oscuridad. Recuerdo haber
llorado; lloré porque sonaba tan perfecto, lloré porque sabía que nunca iría.
Vhalla se sentó.
—No, ¿ese no es el mismo jefe electo del Senado? —Tenía que ser un error.
—En fin, no pensaron que fuera apropiado que entrenara con el príncipe
heredero, pero Aldrik es Aldrik. Así que entrenamos juntos de todos modos.
Cada día que pasaba con él era mejor que el anterior. Incluso las veces que estaba
enojada o triste, simplemente disfrutaba estar con él, verlo… —Larel dejó de
hablar por la nostalgia con una sonrisa suave y triste.
—¿Lo amaste?
»Después de eso, durante muchos años, las cosas fueron incómodas y frías
entre nosotros. —Larel había vuelto a su historia—. Pero el tiempo cura todas las
heridas y volvimos a encontrar nuestra amistad. Nunca será lo que era, sino lo
que teníamos creó una base sólida. Él sabe que puede confiar en mí
implícitamente y sé que yo puedo confiar en él.
El silencio llenó el aire mientras Vhalla asimilaba la historia de Larel. La
hizo sentir pesada y le hizo un nudo en el estómago. Sintió tristeza por su amiga;
alegría, emoción y un toque de celos. Se sentía como una niña cuando se
preguntaba cómo era besar al príncipe; mantuvo a raya sus preguntas.
—Por eso eres mi mentora. —Vhalla la miró con una nueva luz.
Vhalla retorció sus mantas entre sus dedos. No era la primera vez que le
decían que él le pedía favores. Vhalla ladeó la cabeza.
—¿El Vínculo?
—Ya sabes cómo se hace un vínculo —dijo Larel con delicadeza—. Ambos
son parte del otro. Hay registros de personas que se volvieron locas porque
perdieron su Vinculado. Algunos teorizan que, dependiendo de la profundidad 103
del Vínculo, si uno muere, el otro también lo hará.
Vhalla miró a la otra mujer, que ahora también estaba sentada. Larel pasó
un brazo alrededor de los hombros de su amiga, tirando de Vhalla hacia atrás y
envolviéndola en su cálida seguridad.
Vhalla cerró los ojos con fuerza, imaginando que estaba de vuelta en el
palacio.
—Dulce Vhalla, sabes que siempre estaré aquí para ti. —Larel la apretó con
fuerza y Vhalla durmió tranquilamente por primera vez en lo que parecieron
años.
104
La mañana siguiente Aldrik cumplió su promesa y cabalgó a su lado.
Hablaron durante todo el día, casi exclusivamente entre ellos. Le preguntó por
su vida en el Este, su granja, su familia. Vhalla lo sondeó en busca de
conocimientos mágicos que no tenía de otra forma de aprender. El hombre era
prácticamente una biblioteca ambulante.
Tampoco había restos de tensiones entre ella, Fritz y Larel. Fritz se había
dado cuenta rápidamente de que las rarezas que estaban ocurriendo se habían
resuelto, y el chico tenía suficiente sentido común para no pensar en eso una y
otra vez. Armada con sus amigos a su lado y segura del conocimiento de la
estabilidad de la relación entre ella y Aldrik, Vhalla ignoró a Elecia durante el
entrenamiento, para gran frustración de la otra mujer.
Estaba en un lugar tan alto con todo eso que cuando Aldrik la emparejó con
Elecia durante el entrenamiento, a petición de la otra mujer, Vhalla ni siquiera
parpadeó. Aceptó la presencia de la otra mujer frente a ella. Si se trataba de una
competencia real por la atención de Aldrik, era una que Vhalla ganaría. El
príncipe heredero había cabalgado a su lado sin parar y mañana volverían a
practicar lo de la proyección.
Aldrik había estado decidido a trabajar para lograr más combates cuerpo a
cuerpo, y Vhalla estaba feliz de complacerlo. La mujer de aspecto del Norte
necesitaba ser derribada de su pedestal autoimpuesto y esta noche era la noche
de Vhalla, se lo aseguró a sí misma. Se había sentido más fuerte con cada semana
que pasaba, menos dolorida, más capaz.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Yarl? —Elecia sonrió, sus ojos se
dirigieron hacia Aldrik.
La mujer de piel oscura la esquivó y bloqueó hábilmente. Ella evitó por poco
los ganchos y golpes de Vhalla. Pero los golpes de Vhalla fallaron por un margen
más estrecho de lo que hubiera esperado.
—Bien —murmuró Elecia, sus ojos se volvieron hacia Aldrik—. Superada 107
con un estilo de lucha terriblemente familiar.
—Creo que es suficiente por esta noche. —El tono de Aldrik era claro: no
quería más discusión al respecto.
¿Él era su qué? Vhalla quería gritar la pregunta, pero apenas encontró
suficiente aire para respirar durante todo el intercambio.
—¿Dónde más podría aprender? —Ella no entendía por qué le estaba dando
su disgusto—. De ti, Elecia, Larel, Fritz, la Comandante Reale, conoces a todos
los que me han enseñado.
Los ojos de Aldrik estaban oscuros por una tempestad de emociones, nada
bueno.
—¿Es eso? ¿Eres solo propiedad de la corona? ¿No hay nada más? —Aldrik
acortó la brecha entre ellos con dos pasos.
—¿Qué más podría haber? —¿Por qué más ella iría a la guerra?
Sus ojos se abrieron una fracción y Vhalla se dio cuenta de que no estaban
hablando de su presencia en el ejército o el combate. Aldrik pasó furioso junto a
ella, su hombro golpeando ligeramente el de ella.
—Aldrik, sabes que no era eso lo que quise decir —llamó ella detrás de él.
—¡Superé a Elecia! —Vhalla se dejó caer sobre su petate—. Pensé que estaría
orgulloso.
—Pero…
Larel negó con la cabeza.
—Tengo que ir a hablar con él. —A Vhalla se le impidió ponerse de pie con
un brazo alrededor de los hombros.
Vhalla frunció el ceño, pero obedeció a su amiga. Larel daba los mejores
consejos y tenía la sabiduría de años con Aldrik detrás de ella. Y el amanecer no
estaba tan lejos. 110
Pero cuando llegó el amanecer, Aldrik no estaba a la vista. Vhalla examinó
las fogatas; las tiendas de campaña que estaban siendo desmontadas, pero ella
no podía encontrar su alta sombra por ningún lado. No lo vio hasta que se puso
en línea con Fritz y Larel.
Ignoró el espacio que Vhalla le había dejado, el espacio que había sido
llenado constantemente durante días, y fue directamente a Elecia. Vhalla se
despidió de Fritz y Larel e hizo un rápido trote hasta el frente de la fila. Sus
estados de ánimo y sus incómodas distancias estaban empezando a agotar la
paciencia de Vhalla. No le importaba que durante el día su cercanía tuviera que
ser un secreto, lo que sea que esa cercanía significara. Estaba cansada de que todo
estuviera bajo sus términos y lo que él necesitaba.
—Bueno, mira quién es. —Craig fue el primero en notarla, y Daniel sonrió
de oreja a oreja mientras se acercaba—. Pensamos que nos habías abandonado,
señorita Caminante del Viento.
—No lo era. —Vhalla miró hacia el horizonte árido. Había elegido el día
adecuado para viajar al frente de la horda. Los arbustos restantes y las hierbas 111
del bosque se estaban disolviendo en las arenas de los Desechos del Oeste. El
Gran Camino Imperial atravesaba las dunas de color amarillo pálido como una
serpiente de alabastro y, por lo que podía ver, no había nada más delante de ellos.
—Sí, Danny, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? —Raylynn miró a
Vhalla de reojo. Puede que las cosas hayan mejorado entre ellas, pero la mejora
era marginal.
—No, sí debería. Es probable que Larel esté montando nuestra tienda sin
mí. —Vhalla sonrió en un intento de hacerle creer la pobre excusa.
—Yo quiero practicar contra un hechicero —dijo Grun antes de que Vhalla
pudiera alejarse del ring improvisado—. Entrena conmigo.
Vhalla lo miró con cautela. Ella no pensó ni por un minuto que él la hubiera
aceptado de repente. Pero tal vez podría demostrarle que no era peligrosa, que
no quería hacerle daño.
—Bueno…
Distraída, Vhalla no escuchó a Grun moverse hasta que estuvo sobre ella.
Ella se movió en el último segundo, haciendo un débil intento de esquivarlo.
Golpeó el pomo de su espada contra su mejilla en un golpe con el reverso,
enviando a Vhalla volando hacia la arena. 114
—¡Grun! —gritaron Daniel y Craig.
—No me toques —siseó ella, extendiendo una palma. Algo en sus ojos
congeló a Daniel en su lugar mientras Vhalla se ponía de pie. Vhalla se movió
hacia Grun y sintió el viento a su espalda. Su corazón comenzó a acelerarse con
solo mirarlo.
—Oh, ¿todavía tienes algo de pelea en ti? —Grun se rio entre dientes
cuando Vhalla se puso de pie—. Bueno, al menos nuestra Legión Negra hace
buenos sacos de boxeo. Deberíamos agradecer al Señor del Fuego por lo único
que nos ha dado.
—Retira lo que dijiste. —Vhalla apenas podía oírse a sí misma sobre el latido
acelerado en sus oídos.
El hombre tenía la constitución de una roca, y Vhalla podía sentir los huesos
de su brazo comprimirse a través de su hombro mientras golpeaba su mejilla. Le
dolió la mano, pero lo ignoró, aterrizando rápidamente su puñetazo y retirada.
—¿Por qué me odias? ¿Por qué nos odias? —gritó ella, su cuerpo
esquivando hábilmente los movimientos de su espada.
—¿Qué está pasando aquí? —gritó una voz. El príncipe Baldair se abrió
paso entre la multitud que se había reunido, con Raylynn a su lado.
—Fue solo un entrenamiento —respondió Grun con una risa molesta—. Ella
fue quien lanzó el primer puñetazo; mira mi rostro.
116
De hecho, Grun tenía un moretón formándose donde Vhalla lo había
golpeado, pero ella podía lamerse los labios y saborear la sangre.
—No.
—¿No? —El príncipe estaba sorprendido.
—¡Silencio, soldado!
Vhalla nunca había visto al príncipe Baldair ser tan duro. Daniel la miró
desesperanzado mientras ella seguía al príncipe al campamento. Sabía que
debería sentirse culpable, pero no lo hacía. Y su estado de ánimo se agrió hasta el 117
punto en que el príncipe Baldair la llevó a su tienda.
—Siéntate. —Hizo un gesto hacia una silla—. ¿O tal vez prefieres que arroje
algunas almohadas al suelo?
—Te ves incómoda. —El príncipe hizo una pausa, sus ojos leyendo los de
ella—. Creo que estarías más a gusto en la tienda de un príncipe. ¿O es solo en la
de mi hermano?
—No puedo recordar la última vez que vi a Aldrik con una mujer, al menos
una que no fue comprada o entregada por nuestro padre como un intento de
encontrar una futura Emperatriz. —Baldair dio un paso más hacia ella. No
conocía a este príncipe. Había algo que lo dejó amargándose. Él hizo una mueca
mientras hablaba, como si se arrepintiera instantáneamente de sus palabras.
—¿Oh? ¿Pensaste que él era algún tipo de pilar de pureza? Lo he visto matar
a chicas más jóvenes que tú. Lo he visto obligar a las mujeres a arrastrarse hasta
su cama. —El príncipe Baldair frunció el ceño.
La tensión en sus músculos se volvió tan grande que Vhalla temió que le
partiera los huesos. 118
—Habla de él de nuevo y yo…
—¿Tú qué? —La expresión del príncipe Baldair chocaba oscuramente con
su exterior generalmente guapo—. Contrólate, Vhalla. ¿Has olvidado los
términos que te dio el Senado? ¿Has considerado que tus acciones pueden forzar
su mano?
—Lo que sea que tengas con él, termínalo ahora. —Su voz era tranquila y
sonaba sincera y dolorida—. Si no es por tu bien, entonces por él.
119
Los ojos de Aldrik parpadearon de Vhalla a su hermano. Vhalla lo miró a
los ojos y le suplicó en silencio que la sacara de allí lo más rápido posible. Lo vio
reprimir sus emociones mientras cruzaba las manos a la espalda.
—¿Qué está pasando aquí? —Su voz tenía una quietud mortal.
—Ella fue atrapada en una pelea. —El príncipe Baldair miró a Vhalla—.
Estaba administrando disciplina.
La cabeza de Vhalla se volvió hacia el príncipe más joven con una mirada
furiosa. ¿Es así como lo llamaba?
Vhalla se abstuvo de señalar que ella no era que mucho más joven que él.
—¡Tiene sangre en las manos! —El rostro del príncipe Baldair se giró para
mirar a Aldrik—. ¿Tienes la audacia de no sentirte culpable?
—Al menos lo haces. —Se giró hacia ella con una expresión triste—. Vhalla,
no lo necesitas para brillar. Traté de decírtelo antes de la gala. Especialmente
ahora, no tienes que forzarte a soportar su presencia después de lo que él…
Vhalla había escuchado lo suficiente, dio rápidamente los tres pasos entre
ellos, levantó la mano y llevó su palma abierta con fuerza sobre el rostro del
príncipe más joven.
El príncipe más joven miró la escena frente a él con los ojos muy abiertos.
El príncipe se echó a reír; colocó una palma sobre su estómago y dejó que el
sonido melódico rompiera la tensión en el aire.
Vhalla lo estudió con atención. En general, este hombre le había hecho más
bien que mal, y se había ganado el crédito mientras ella estaba en el juicio que
estaba gastando ahora. Puede que sea un tonto emocional, pero Vhalla no estaba
segura de que fuera malicioso.
—Te perdono, mi príncipe —dijo ella. Sus palabras todavía dolían, pero
Vhalla las alejó de su cabeza, al menos por ahora.
Ella se giró hacia Aldrik, su príncipe alto, maravilloso y oscuro, y le dio una
sonrisa de alivio. Sus ojos se posaron suavemente sobre ella, y sintió como si la
tensión que se había estado acumulando entre ellos estuviera a punto de
romperse. No fue un sentimiento desagradable.
—Lo que querías de mí, me temo que no puedo darlo. —Vhalla había
llegado a aceptar que pasara lo que pasara, fueran lo que fueran, ella no sería la
que terminaría las cosas con Aldrik. 123
—Anda con cuidado, Vhalla —advirtió el príncipe Baldair—. Sé mucho más
sobre mi hermano que tú. Puedo parecer un idiota.
»Soy un idiota a veces —corrigió con una sonrisa—. Pero soy exactamente
lo que ves. Él no. Hay cosas sobre él que aún no sabes.
—Porque creo que a los hombres les hace bien verte conmigo. —Él sintió su
confusión y continuó—. Eres un símbolo, Vhalla. Y, a pesar de lo que algunos
puedan hacerte creer, tienes más control sobre lo que simbolizas que cualquier
otra persona.
—Incluso algo pequeño puede proyectar una gran sombra cuando está
cerca del sol.
Vhalla consideró eso durante un largo momento, buscando en el rostro del
príncipe un indicio de falsa sinceridad. Ella no pudo encontrar ninguno y lo dejó
atrás antes de que él tuviera la oportunidad de decir algo más que potencialmente
podría arruinar la frágil paz. Por todo lo que el príncipe Baldair era, y había sido,
de alguna manera no se sentía como su enemigo.
Aldrik sacó un pie de su estribo para que ella lo usara, ofreciéndole una
mano para montar su caballo. Las mejillas de Vhalla se encendieron cuando se
colocó detrás de él en la silla. Sus manos cayeron suavemente sobre su cintura
blindada para mantener el equilibrio.
—¿Daniel?
—Quiero que te vean conmigo. —Respondió tan rápido que no pudo haber
ningún pensamiento en sus palabras.
—¿Cómo?
—Porque ahora puedo tener cierta seguridad de que saldrás de esta guerra
con vida.
—Pero…
—Quiero que te preocupes por ti. —Sintió la lucha restante en ella—. Vhalla,
por favor, prométeme eso.
La luz del fuego le jugó una mala pasada a sus ojos. Hizo que el hombre que
era casi siete años mayor que ella luciera como nada más que un niño asustado.
Vhalla se movió sin pensar, tomando su mano entre las suyas. Aldrik le apretó
los dedos con fuerza y ella borró todos los pensamientos de duda.
—Lo prometeré, si me prometes que dejarás de huir y esconder estas cosas.
No quiero sentirme excluida de ti. —La voz de Vhalla se había reducido a un
susurro, y Aldrik asintió en silencio, sin darle más explicaciones.
—Oh, claro. —Vhalla había olvidado por completo que en realidad habían
planeado trabajar juntos esa noche.
Vhalla salió de su cuerpo poco después de cerrar los ojos. Era surrealista ver
su forma física tan quieta, como si apenas respirara. Aldrik la observó de cerca,
esperando cualquier signo de problema.
Ella avanzó en línea recta y descubrió que solo se sentía incómodo cuando
alguien caminaba a través de ella. Era un escalofrío extraño y el mundo se
desorientó por un momento. Pero después de la tercera vez, Vhalla estaba
comenzando a ajustar su magia en consecuencia, recuperándose más rápido.
—¿Estás bien?
Vhalla caminó por el desierto hasta que el sol se ocultó por debajo del
horizonte. Ella le hablaba regularmente, pero la comunicación era consistente y
fuerte. Para cuando regresó a su cuerpo, había pocas dudas de que había
comenzado a dominar el arte de la proyección.
—¿Qué sucede?
—Creo que mi cerebro está regresando más lento por la distancia. —No 128
estaba segura de si eso tenía sentido. Hubo un ruido de rasguño y ella vio que él
había vuelto a tomar notas. Vhalla luchó por sentarse.
***
Las semanas se deslizaron como la arena por las dunas. El desierto estaba
desolado y vacío, pero los días de Vhalla estaban llenos. Ya sea a petición de ella
o por su propia voluntad, Aldrik se recuperó rápidamente del impacto de los
efectos de su Unión. En privado, la animaba a confiar libremente en su enlace a
él. Le aseguraba que no le afectaba de ninguna manera.
Vhalla fue cautelosa al principio. Pero cuanto más permitía que ese latido
se apoderara de sus oídos, más fuerte y rápida se volvía. Era como si su cuerpo
volviera a aprender lo que ya sabía, haciendo cada movimiento más nítido y
preciso.
Aldrik todavía cabalgaba con Elecia algunos días, y Vhalla con la Guardia
Dorada. El príncipe Baldair parecía complacido con su presencia. Cuanto más
tiempo pasaba con el príncipe más joven, más tiempo quería con él en privado.
Tenía preguntas para sus mensajes crípticos y advertencias descuidadamente
veladas. Quería preguntarle directamente qué sabía, qué quería decir. Pero su
tiempo juntos nunca se extendió más allá de la marcha.
Las noches de Vhalla las pasaba sudando y empujando su cuerpo más allá
de sus límites ante las demandas del príncipe mayor. Vhalla estaba agradecida
por la mezcla de aliento gentil y contundente de Aldrik y sus amigos. El cuerpo
de ella estaba comenzando a llenarse una vez más, los músculos se definían en
lugares que nunca había imaginado que podrían hacerlo.
—¿Cuánto tiempo más creen que será? —preguntó Vhalla a sus 129
compañeros.
—Vhalla —dijo Aldrik con una voz que era solo para ella. Ella levantó los
ojos hacia él—. Hay algo que quiero decirte.
—En las Encrucijadas, tengo algunos… asuntos que atenderé con Elecia.
Vhalla estaba más preocupada por lo delicado que estaba siendo con el tema
que por las palabras mismas. ¿Qué lo tenía tan incómodo?
—¿Qué es?
—No tienes que preocuparte por eso. —Sus ojos estaban cautelosos.
130
—Aldrik, me prometiste…
—Vhalla —siseó él. Ella se llevó una mano a la boca y miró a su alrededor
rápidamente para ver si alguien notaba su desliz al olvidar su título—. Te lo diré,
lo prometo. Pero solo cuando sea el momento adecuado.
—Está bien. —Vhalla asintió y puso rostro valiente durante el resto del día.
Pero sus palabras vibraban en su cerebro con cada paso que daba, resonando en
la noche.
El día se sentía pegajoso, y su cabello se le pegaba al rostro y cuello con sudor
mientras se quitaba el yelmo. Miró los densos árboles en lo alto, retorcidos y espesos de
matorrales y enredaderas. Su mente se lamentó por la última vez que había visto el cielo
intacto. Un pájaro se lanzó entre el follaje antes de llegar a los cielos. Se encontró deseando
poder hacer lo mismo.
El olor a ceniza y fuego llenó su nariz, un aroma demasiado familiar que ya casi no
notaba. Su mirada volvió a la tierra y de nuevo a la destrucción que se había producido.
Los últimos supervivientes iban a ser asesinados por la espada. La sangre se derramaba
sobre su propia armadura, el carmesí se oscureció contra el negro de las escamas de su
armadura.
Vhalla reconoció vagamente que algo estaba claramente fuera de lugar. El borde de
la conciencia de que algo andaba mal se deslizó sobre ella.
131
Caminó de regreso a su tienda. No, no era la de ella; ¿verdad? Intentar pensar era
demasiado difícil, como si estuviera luchando contra lo obvio.
Dentro estaba la misma área familiar en el piso con almohadas y una pequeña mesa,
aunque esta vez estaba cerca de la cama. Una gran mesa rectangular y sillas dominaban
el otro espacio. Estaba desordenado con papeles esparcidos por el suelo, y se quitó los
grandes guanteletes, dejándolos caer.
Este pueblo no había formado parte de la milicia. Quizás algunos se habían unido a
la resistencia, pero todos habían sido incendiados y heridos. Sus uñas se clavaron en la
madera de la mesa mientras ahogaba un grito frustrado. Nadie podía oír su dolor. No
podía dejar que los soldados tuvieran idea de su confusión. Punca podía.
Los ojos de los muertos permanecieron en ella, sus ojos suplicantes y temerosos
mientras los rodeaba en llamas y los quemaba vivos. Nunca se hacía más fácil con el
tiempo. Los recuerdos nunca se hacían más ligeros de soportar.
Recuperando el control, comenzó a quitarse la armadura. Realmente necesitaba la
ayuda de alguien para la cubierta más grande, pero no podía molestarse mientras quemaba
los broches de cuero escondidos debajo. Lo arreglaría más tarde.
Si sus pecados fueran tan fáciles de remover como su armadura, podría dormir por
la noche. Se frotó los ojos cansadamente. Con un suspiro, comenzó a rebuscar en una bolsa
escondida junto a su cama, buscando lo único que podía limpiar su dolor y ahogar sus
gritos. Una llamada detuvo sus acciones.
—Mi príncipe. —La voz era familiar, era uno de los hombres de Baldair.
—Adelante. —Su voz era profunda. Un hombre de cabello y ojos oscuros entró en
la tienda y ella lo evaluó fríamente, sin interés en tener compañía y con la plena esperanza
de que él se diera cuenta de esto—. ¿Cómo puedo ser de ayuda? —preguntó ella
cortantemente.
—Hoy. —Él dio un paso adelante, sus movimientos bruscos; ella se preguntó si él
la había ganado en llegar a la botella—. Hoy lideró el asalto, ¿no es así? —Seguía con su
armadura, cubierto hasta los codos de sangre y ceniza.
—Lo hice. —Ella ya estaba molesta con esta discusión. A pesar de lo que los soldados 132
pensaban de ella, lo último que quería hacer era volver a contar sus asesinatos—. Si no
hay nada más… —Le dio la espalda al hombre, fingiendo estar interesada en recoger los
papeles esparcidos. Solo las limitadas palabras que dijo le habían hecho recordar los rostros
horrorizados.
—É-él habría tenido veintidós —divagó el hombre—. Tenía cabello oscuro, como
nosotros; era del Oeste.
—Se casó cuando era joven, una novia del Norte. —Algo se retorció en su voz.
—Mi hijo. —El hombre soltó un grito retorcido y se abalanzó sobre ella. La daga se
clavó en su costado, justo por encima de su cadera.
Hubo un grito de hombre que era uno de los sonidos más horribles que Vhalla se
había visto obligada a escuchar jamás, y ella gritó con él. Comenzó a luchar contra la
prisión mental que la estaba. Ella no quería ver más.
—Ya era hora. —Quiso decir ella, pero su mandíbula estaba tensa, la sangre
empapaba la delgada camisa que vestía y rezumaba entre sus dedos. Su visión comenzó a
nublarse y cambió su poder hacia adentro, sintiendo el fuego arder por sus venas mientras
trataba de purgar el veneno.
Vhalla se despertó con un grito, llevándose una mano a la cadera. Tiró las
mantas a un lado y miró su cuerpo. Vhalla se levantó la túnica y solo vio piel
suave y sin manchas donde esperaba encontrar sangre. Se llevó la mano a la
frente y se secó el sudor frío.
133
Se sentía enferma. Su cerebro volvió a su lugar mientras luchaba por
encontrar el aliento. Vhalla trató de decirse a sí misma que fue solo un sueño, que
había sido solo un sueño. Pero había sentido cada minuto de eso. Había
escuchado la voz de Aldrik.
Haciendo eco en su mente estaban las palabras del atacante del Norte
durante la Noche de Fuego y Viento.
—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Fue un sueño, pero no ese sueño. Solo
una pesadilla al azar. —Comenzó a ponerse la armadura, apresurada para
comenzar el día y sacudirse los restos de la visión.
Se sintió tan aliviada de ver a Aldrik más tarde que ni siquiera se molestó
cuando Elecia se acercó y se encajó entre ellos. La visión del príncipe calmó sus
nervios y temores, asegurándole que sus sueños no eran más que terrores
nocturnos. Hablaron de unas festividades del Oeste y Vhalla saboreó el sonido
de su rara risa. Para disgusto de Elecia, Aldrik trabajó para incluir a Vhalla en la
conversación.
—El gran oasis del Mar del Oeste —intervino Vhalla—. La brisa del mar
ayuda a mantener fresca la ciudad a pesar del calor del desierto, y el castillo de
Norin es uno de los más antiguos del mundo. O eso leí. —Vhalla saboreó la
mirada de satisfacción que le estaba dando el príncipe.
—Bueno, gran parte de Norin es lo más antiguo del mundo. Hay una razón
por la que tardó diez años en caer a manos del Imperio. —Solo Elecia podía
convertir una derrota en un motivo de orgullo y miró a Vhalla con su nariz en
alto.
—La comida del Oeste es más limpia que las del Sur. Usamos menos
mantequillas y aceites —proclamó Elecia con altivez.
A Vhalla le molestó que esta otra mujer supiera cosas sobre ella y nunca
explicara cómo. 135
Vhalla abrió la boca para hablar cuando sonó un cuerno desde el sur de la
columna. No llevaban más de unas pocas horas de marcha; seguramente no
podría ser el momento de parar. Todos se volvieron cuando el cuerno volvió a
sonar como advertencia.
Vhalla escuchó a Aldrik maldecir en voz alta antes de que su caballo echara
a correr, corriendo a través de las filas hacia su padre en la legión delante de ellos.
Elecia entrecerró los ojos hacia el horizonte. Vhalla también miró.
—Parece una tormenta de arena. Que la Madre nos salve. —La cabeza de
Elecia se volvió de adelante hacia atrás—. Hay demasiados a pie… —murmuró
y su cabeza giró hacia la derecha—. ¡Larel! —llamó Elecia. Larel captó la mirada
de la otra mujer—. ¿Qué tan lejos está el primer muro de barrera de las
Encrucijadas?
—Es una tormenta de arena, Vhal. —Fritz volvió a mirar hacia atrás con
incertidumbre—. Está lejos, pero no queremos meternos en una de esas. Son
temperamentales y rápidas. Si podemos llegar a un refugio, es posible que solo
mate a unos cuantos por asfixia. Aquí hay muchas cosas que el viento podría
levantar y convertirse en proyectiles de pesadillas.
—Se sabe que los vientos del Oeste son lo suficientemente fuertes como para
arrancar árboles de sus raíces y llevarse a los hombres adultos como muñecos de
trapo. Normalmente soplan con el aire del verano. Es anormal que sea durante el
invierno. No estamos preparados —respondió Fritz con gravedad.
Lo sintió allí, la masa furiosa detrás de ellos. Era una furia diferente a
cualquier otra que Vhalla hubiera sentido antes. Fue pura energía y viento lo que
empujó hacia adelante para consumir hasta la última persona en su horda. Vhalla
se giró y volvió a verlo. No parecía más grande, pero ella lo sabía mejor.
—No lo sé. Solo he estado así una vez antes —susurró Larel. Su voz era
apenas audible sobre los cascos de los caballos en el camino de piedra.
—¿Cuánto tiempo más? —Vhalla probó con Elecia, la otra mujer la miró
molesta pero Vhalla le dio una mirada inquebrantable. Ella no aceptaría nada de
eso.
—¡Mi príncipe! —llamó Vhalla. Aldrik la fulminó con la mirada por hablar
fuera de turno, ella lo ignoró—. No lo lograremos si no vamos más rápido.
Vhalla examinó el paisaje a su alrededor. Eso era cierto. Solo había arena y
más arena hasta donde alcanzaba la vista. Ella miró por encima del hombro. La
mancha oscura se había convertido en un muro en el horizonte.
Ninguno de los soldados dijo una sola palabra. Parecía que ella no era la
única que se había percatado de su grave situación. No hacía falta magia para
sentir las ráfagas cada vez mayores que comenzaban a hacer tropezar a hombres
y mujeres y las monturas a vacilar. Sonó un cuerno, un latido frenético. Todos se
giraron. El corazón de Vhalla latía en su garganta.
El viento estaba en sus oídos, fluía a través de ella y, a pesar de todos sus
miedos, no hizo nada para reprimirlo. Esta no sería como la última vez.
Encontraría el viento y lo usaría para salvar, no para matar.
Vhalla cerró los ojos y apretó los dientes. Había arena a su alrededor, en su
cabello, en sus orejas y en su nariz. Pero esto terminaría aquí, con ella. Se inclinó
hacia la tormenta, empujando con toda la fuerza que tenía. En el caos de la arena
y el rugido del viento, no podía abrir los ojos. Vhalla intentó extender la mano
para ver si había logrado detener o frenar la tormenta, pero sus sentidos estaban
confundidos con el poder crudo del que estaba tratando de extraer.
La primera vez que gritó fue cuando uno de sus dedos se rompió de golpe.
El dolor agudo y repentino de sus huesos al ser arrancados de sus articulaciones
hizo que su concentración vacilara; sintió que el viento colapsaba sobre ella, casi
perdiendo el equilibrio. Vhalla se obligó a enderezar las piernas, esforzándose
por el dolor. Otro dedo se fue y luego su hombro amenazó con ceder.
Luchó por mover los brazos. Vhalla sintió que la conexión con su cuerpo
físico flaqueaba. Lloró mentalmente, luchando contra el inminente fallo de sus
sistemas. Un poco más, fue tanto una oración como una orden, un poco más. Con
los brazos a los lados, Vhalla respiró hondo y sintió que la arena le llenaba los
pulmones. Dio un último empujón para hacer que la tormenta formara parte de
ella. Y luego dirigió ese poder hacia adentro, empujándolo hacia su Canal y
sofocándolo.
Los vientos amainaron y el silencio llenó sus oídos. Las piernas de Vhalla
cedieron y se derrumbó sobre sus rodillas, con los brazos cayendo a los lados. 140
Abriendo los ojos, vio el brillo resplandeciente del sol contra un cielo azul. Un
pequeño sollozo escapó de su boca y tosió, con los pulmones en llamas. Todavía
había una extraña mancha de luz y oscuridad jugando en el borde de su visión.
Vhalla sintió que su hombro golpeaba la piedra del camino, luego su sien, y el
mundo se volvió negro.
Una llama bailaba junto a su cama y la luna se movía a través de cortinas
desconocidas mientras Vhalla entraba y salía de la conciencia. Se movió inquieta,
tratando de liberarse de la prisión del agotamiento y el estado crepuscular de los
sueños.
—Esto se está haciendo aburrido —susurró Vhalla débilmente, casi sacando 141
a Larel de su piel.
—Las Encrucijadas. —Larel acercó una taza de agua a los labios resecos de
Vhalla.
—Lo logramos. —Larel puso la taza a las ansiosas manos de Vhalla, que se
levantó de su lugar junto a la cama—. Y hay alguien que ha estado muy ansioso
por verte.
Vio círculos oscuros debajo de sus ojos mientras él se tambaleaba hacia ella.
Vhalla se sentó más erguida, haciendo una mueca de dolor en su espalda y
hombros mientras colocaba la taza casi vacía en la mesita de noche. Dos ojos color
obsidiana la consumieron con avidez, aunque Vhalla sabía que se veía hecha un
desastre.
Cuando Vhalla abrió la boca para hablar, el príncipe cayó de rodillas junto
a su cama. Ella se quedó atónita en silencio, y Aldrik hundió su rostro en sus
antebrazos. Observó los hombros de él temblar por un momento y escuchó una
respiración entrecortada. Incapaz de soportar su dolor sin sentido, Vhalla
extendió una mano vendada y la colocó en su cabello.
—Aldrik —dijo ella, tomando las manos de él desde sus hombros para
agarrarlas, apenas conteniendo una pequeña mueca de dolor—. No quería que
me siguieras. —Vacilante, ella extendió una mano vendada y le acarició el rostro.
Era la primera vez que recordaba haber tocado su mejilla e instantáneamente
lamentó que la mitad de su mano estuviera envuelta. Vhalla le dio una pequeña
sonrisa—. Quería mantenerte a salvo. Ese es mi trabajo, ¿verdad? ¿Mantenerte
vivo?
Aldrik soltó una risita y negó con la cabeza. Se movió, inclinándose hacia
ella. Sus dedos cayeron del rostro de él a sus manos. Vhalla se sintió mareada por
estar sentada cuando se dio cuenta de su proximidad.
Vhalla se inclinó hacia él, saboreando cada palabra. Casi podía sentir su
aliento en su rostro cuando habló. 143
—Que yo… —Aldrik de repente se dio cuenta de que tenía toda su atención
y ella vio algo parecido al miedo al notarlo. Los labios de Aldrik se separaron.
—¿Oh? —El príncipe Baldair enarcó una ceja—. Entonces, ¿qué eres tú?
—No estoy en un estado que sea digno para… —Vhalla hizo una pausa; no
podía decir “realeza” ya que la mitad de la familia Imperial estaba con ella—…
para ver al Emperador —terminó.
Vhalla sonrió con cansancio, era lindo lo despistado que era a veces.
—No soy nada, no tengo rango ni título. Más aún, soy propiedad de la
corona. Tú o cualquier miembro de tu familia podrían pedirme cualquier cosa y
yo me vería obligada a obedecer. —Vhalla se pasó una mano por el antebrazo de
él, pero se apartó rápidamente.
—Por supuesto que no. Disfruto estar cerca de ti, escuchar tus
pensamientos, pasar tiempo contigo. Eres una de las mejores cosas que me han
pasado. —Vhalla le sonrió y vio al príncipe relajarse. ¿Cómo nunca se había dado
cuenta de lo inseguro que era él?
Te amo.
Eso es lo que su mente quería decir, y la golpeó más fuerte que la tormenta
de arena.
—Yo…
Fue inútil; ella era inútil. Lo amaba y ya no podía negarlo. Una mirada la
había impulsado a correr hacia una muerte probable con la idea de salvarlo.
Ahora que se dio cuenta de eso, se dio cuenta de cuánto tiempo había estado
enamorándose desesperadamente de este enigma exasperante y encantador de
hombre.
—Bueno, yo… —Vhalla se encontró con esos ojos negros oscuros. Todos los
momentos de su mirada regresaron a ella en un torrente de emoción. Recordó
una noche hace una eternidad cuando él la había abrazado solo con su mirada en
la biblioteca, sacándola de un sueño. Vhalla recordó haberlo mirado mientras la
abrazaba durante la gala, cómo ella lo había deseado. Recordó que había
despertado para ver esos ojos más de una vez, y no quería ver nada más que eso
cada vez que despertara.
—Deberías prepararte para reunirte con mi Padre —dijo en voz baja. Aldrik 146
se puso de pie y se ajustó el abrigo cruzado sin siquiera mirarla—. Regresaré en
treinta minutos.
Vhalla cerró los puños con las manos y hundió los ojos en ellos. Tenía que
recomponerse; este no era el lugar ni el momento para perder el juicio por estar
enamorada del príncipe heredero.
Primero, intentó negarlo. Eso posiblemente no era amor. Casi había muerto y
él la había abrazado, le había dado consuelo. Ella simplemente se aferraba a él en
un estado emocional. Vhalla se echó a reír con un hipo y sonido áspero. No estaba
segura de si alguna vez había amado antes, pero sabía que esto era eso.
Se dio cuenta de que cuando fuera que había sucedido, lo había amado
antes del momento en que la había visto con Sareem. Cuando su corazón se
apretó con la preocupación de que él pensara que ella era de otra persona. Lo
había amado cuando decidió usar el vestido de gala negro en lugar de uno del
color apropiado. Lo amaba cuando no quería nada más que él se quedara a su
lado en el palacio y nunca más se fuera a la guerra.
Vhalla abrió los ojos y puso una mano sobre su boca, amortiguando sus
lágrimas. Ahora lo sabía. Sabía que estaba perdidamente enamorada de un
hombre que eventualmente dejaría su vida. Fue una revelación trascendental.
Incluso si de alguna manera lograban permanecer cerca del otro viviendo en el
palacio, él algún día sería el Emperador. Se casaría con alguien adecuado a su
posición, y ella tendría que arrodillarse ante él y la mujer que sería su Emperatriz
y madre de sus hijos.
Él le había dicho que los títulos no importaban, que podía darle los que
quisiera como príncipe o Emperador. Ella le había creído porque quería. Quería
pensar que podría ser simple y hermoso. Vhalla nunca le había dicho por qué
estaba tan herida por las palabras de Elecia. Que deseaba que la nobleza hiciera
aceptable a los ojos de la sociedad que ella estuviera cerca de él. No solo como
amiga, sino como amante. Si él lo supiera, probablemente nunca habría dicho
nada sobre otorgarle el título que ella deseara.
Vhalla negó con la cabeza y la dejó caer en sus manos. Ella no podía manejar
la preocupación; no podía soportar la vergüenza de por qué se estaba rompiendo. 148
—Vhalla, por favor —suplicó Larel.
Larel le dio una sonrisa amable y cansada. Pasó la mano por el cabello de
Vhalla y la acercó de nuevo. Larel le acarició la espalda, y Vhalla se permitió
tomar descaradamente cada consuelo que la otra mujer le ofrecía y algo más.
Finalmente, su pánico inicial, agravado por el miedo y la desesperación, se
debilitó y sus lágrimas volvieron al reino del control.
—Para él, soy solo una… —Vhalla no estaba segura de lo que era para el
príncipe heredero. Ella era más que un tema. Estudiante no parecía cubrir su
relación. ¿Una amiga? Incluso eso parecía ridículo; nunca recordaba haber
abrazado a sus amigos como lo había hecho antes con él—. Una… —Vhalla hizo
una pausa, no tenía una buena respuesta. 149
—No diría solo algo de ti, Vhalla. Creo que eres mucho más de lo que crees.
Especialmente para él. —Larel la miró a los ojos con una mirada inquebrantable.
Cuando quedó claro que no tenía más palabras, Larel se movió y recogió la ropa.
Vhalla consideró la elección de Larel. Leggins de cuero color canela con una
túnica manga larga de lana gris. Olían como el aire fresco de la mañana, y la falta
de suciedad confirmó aún más que habían sido lavados.
—¿Como supiste?
Larel asintió.
—Está bien, te dejo entonces. Recomendaría que bebieras este antes de que
te vayas. —Larel sacó un frasco de líquido púrpura y lo colocó junto al cofre de
medicamentos—. Adormecerá un poco las cosas y debería nivelar tu cabeza, si es
necesario.
Se vistió lo más rápido posible, pero también fue una oportunidad para
evaluar el estado de su cuerpo. Sus hombros estaban rígidos y se sentían
hinchados; sus codos también le recordaron la presión bajo la que los había
sometido. Sus manos estaban hechas un desastre, pero en el lado positivo, nada
parecía roto.
—Esta es una mala idea. —Su voz era baja y retumbó a través de su pecho.
—¡Vhal! —Fritz le rodeó los hombros con los brazos y estuvo a punto de
derribarla.
—Eres una de las personas más locas que he conocido. —Elecia colocó una
mano en su cadera y cambió su peso para extender la otra hacia Vhalla—. Y por
eso, te debo la vida.
151
Vhalla extendió la mano y apretó la palma vendada contra la de Elecia.
»Gracias, Vhalla Yarl. —Elecia pronunció las palabras más sinceras que
Vhalla había escuchado de ella.
—Ese de ahí. —Aldrik señaló un edificio al otro lado de la plaza con tres
grandes vidrieras circulares en el frente—. ¿Necesitas que te ayude?
—No. —Vhalla sacudió la cabeza—. Solo saber que estás aquí es suficiente.
—Ella le permitió interpretar eso como quisiera.
Cada paso que daba Vhalla había otro, y otro, y otro. Comenzaron a
alinearse en su camino, saludando con reverencia incluso después de que ella se
había ido. Vhalla se giró mientras toda la plaza; hombre, mujer, niño, soldado y
ciudadano, mostraba su propia muestra de reverencia. 152
—¿Siempre hacen esto por ti aquí? —le susurró Vhalla a Aldrik. La atención
la puso nerviosa.
Él la miró, desconcertado.
Nadie dijo una palabra; hicieron sus honores en silencio, y su silencio habló
tan fuerte en sus oídos que Vhalla quiso llorar. Por primera vez desde que se
convirtió en hechicera, sintió a la gente mirándola con respeto, con elogios. Por
mucho que le doliera el cuerpo, se mantuvo firme.
Vhalla puso ambas manos sobre su rodilla y luchó por levantarse, haciendo
una mueca ante el crujido de sus piernas. Se sentía mucho mayor que sus
dieciocho años y podía sentir la tensión que irradiaba de Aldrik por su dolor,
pero él no hizo ningún movimiento. Vhalla estaba agradecida de que le
permitiera hacerlo por su cuenta frente a su padre y todos los que se habían
reunido.
—Ven, quiero darte las gracias. —El emperador dio un paso atrás y el
príncipe Baldair abrió las puertas para ellos.
153
El edificio al que ella entró era como un pequeño palacio. El alabastro, el
mármol, la plata, el oro y las piedras preciosas brillaban por todas partes. Cuando
salió el sol, se coló a través de los ojos de buey en las paredes, dando nueva vida
a la opulencia. El Emperador la condujo a una sala de estar lateral. Había sofás y
una mesa para comer, frente a una mesa alta llena de papeles.
Ella miró al hombre y luego de nuevo al mapa, tomando un respiro que fue
seguido por una tos molesta por la sensación de arena en sus pulmones.
—¿Qué probabilidades son esas? —El Emperador apoyó las manos sobre la
mesa. Vhalla se sentía muy pequeña cuando la superficie de la mesa le llegaba
hasta la cintura en lugar de sus caderas o más bajo como a los hombres más altos.
—Sus vidas —dijo ella con total naturalidad, sorprendida por la frialdad
que esa lógica creaba en su voz. El príncipe Baldair en realidad tenía una
expresión algo horrorizada. Vhalla miró al Emperador a los ojos—. Si ustedes tres
se hubieran quedado en el centro, habrían estado en medio de la tormenta,
separados por poco más de una docena de caballos. Si uno de ustedes hubiese
muerto, existe una gran posibilidad de que lo que sea que haya matado a esa
persona matase a quienes estén a su alrededor; cuanto más cerca esté, mayores
serán las probabilidades de muerte. Ustedes tres mueren, todos perdemos. Si
repentinamente perdiéramos al Emperador y todos los herederos, este reino tiene 155
más de un frente de batalla.
—Continúa.
—Sabes que eso significa que la mitad de la horda se quedaría atrás a pie.
—El Emperador la miró pensativamente.
—Sé eso. —Ella asintió—. Ellos serían dejados al azar—. La palabra azar
sonaba mejor que muerte.
El príncipe más joven parecía horrorizado y Vhalla tendría que girarse para
ver la expresión de Aldrik. El Emperador era casi demasiado analítico en la forma
en que parecía calcular sus palabras contra un recuento invisible. Vhalla juntó las
manos y se las retorció.
Vhalla no había visto comida tan fina o una mesa tan abarrotada de
cubiertos, vasos y platos desde que había cenado con el príncipe Baldair en el
palacio. La comida estaba caliente y fresca y apenas logró contener un gruñido
estomacal particularmente fuerte colocando una mano sobre su abdomen. Tuvo
cuidado de comer después de que los tres miembros de la realeza se hubieran
servido. Ser apropiada era una excusa conveniente. Vhalla no tenía idea de qué
tenedores estaban destinados a usarse, cuándo o por qué usaban un tenedor
diferente para cada plato; ella simplemente los siguió.
—Esta es una situación increíblemente peculiar, ¿no cree, señorita Yarl? — 156
comentó el Emperador.
—Vhalla está bien —dijo ella, sin saber si era apropiado ofrecerlo. Se sintió
extraño que sus dos hijos la llamaran por su nombre de pila y que el hombre que
estaba por encima de ellos fuera más formal.
Él la ignoró y continuó:
—Sin embargo, te recuperas y te vuelves más fuerte. Sabía que tenías fuerza
en ti cuando te vi en esa jaula.
—¿Mi señor?
Vhalla hizo una pausa. ¿Salvar la vida de un príncipe? ¿Eso significaba que
Aldrik le había contado lo que realmente había sucedido en la Noche de Fuego y
Viento? Ella se abstuvo de mirar al príncipe heredero.
—Por supuesto que no… —dijo Vhalla aturdida, la palabra perdón resonó
una y otra vez en su cabeza.
—Pero si nos dieras la victoria. —El hombre rio entre dientes—. Ahora eso
sería algo digno de recompensa.
—Me dice que puedes darme el Norte con tus poderes como Caminante del
Viento. —El Emperador se inclinó hacia delante, colocando los codos sobre la
mesa.
Las notas que Aldrik había estado tomando sobre su Vínculo pasaron por
su mente. Dijo que las usaría como referencia. Le había dicho que tenía un plan 158
para tomar el Norte usando su poder. Entonces, ¿por qué de repente se sentía
traicionada?
—Si bien estoy muy impresionado con tus habilidades para controlar el
viento y las tormentas, lo que más me intriga, Vhalla, es esta capacidad de colocar
tu mente más allá de tu cuerpo. Parece demasiado asombroso para ser real. ¿Qué
tan segura estás de tu control? —El Emperador finalmente llegó a su punto.
Los ojos de Vhalla se movieron justo a tiempo para captar los de él mientras
caían en los de ella con ceño fruncido.
—Ah, ahí está el fuego que vi en el juicio. —El Emperador sonrió. Ella miró
a Aldrik, él apenas contuvo su frustración—. Hay oportunidades en tu futuro,
Vhalla Yarl. La obediencia es recompensada.
Aldrik había sido honesto con ella sobre sus reuniones. Entonces, ¿por qué
dolía tanto? Vhalla se retorció las manos en el regazo.
159
En el segundo en que la comida fue despejada, Vhalla estaba ansiosa por
escapar.
—Preferiría no dejar nada al azar —dijo con voz tensa—. Las Encrucijadas
pueden estar llenas de personajes desagradables.
Vhalla sintió los ojos de Aldrik sobre ella cuando la mano del príncipe
Baldair cayó suavemente sobre su cadera y la condujo fuera de la habitación hacia 160
el sol de la mañana.
—¿Oh? ¿No quieres que piensen que estás involucrada conmigo? —El
príncipe Baldair devolvió un saludo con la mano—. ¿Solo mi hermano?
—No hasta que te des cuenta de que él está jugando contigo. —Toda broma,
toda alegría desapareció de su voz, y el rostro del príncipe Baldair se puso serio.
—Todo lo que te dije entonces era verdad. —Algo en su tono hizo que
Vhalla se detuviera, ella se balanceó ligeramente—. Vhalla, por favor siéntate. Mi
hermano y mi padre me darán un infierno si algo malo te sucede durante mi
turno. 161
Vhalla se acomodó en la cama, se quitó las botas y se acostó. Ella rodó de
costado, de espaldas al príncipe. Todo le dolió en el momento en que comenzó a
relajarse, pero no hubo mucha oportunidad de hacerlo cuando el príncipe se dio
la vuelta para sentarse en el borde de la cama, frente a ella. Vhalla lo fulminó con
la mirada.
Ella suspiró.
—En algún momento tuvimos una pelea, y realmente no importa sobre qué,
él tenía dieciocho años y yo estaba en la exaltada edad de quince. Dije que él ni
siquiera podía hacer que una mujer lo mirara por cómo era. —Vhalla se quedó
inmóvil, comenzando a escuchar con atención—. Por alguna razón, mi hermano
aceptó el desafío.
—Durante un año, fue un desafío para quién podía hacer que la mayoría de
las mujeres aceptaran compartir su cama.
—Príncipe Baldair, estoy muy cansada —susurró ella. Las notas en la mesa
del Emperador regresaron a ella, la mención de informes que se le dieron. ¿Había
sido una marioneta para Aldrik y su padre todo el tiempo? ¿Le había pagado al
mejor actor del mundo con sus emociones?
Él suspiró profundamente.
164
—Vhaaaaaaal… —canturreó Fritz suavemente—. Vhaaaaaaallaaaaaaaaa.
—No. —No le apetecía en lo más mínimo. Después de esa mañana con 165
Aldrik y el príncipe Baldair, y las proclamas y demandas del Emperador, tenía la
intención de pasar el resto de su vida en la cama.
—¿Qué sucede, Vhal? El mundo te está celebrando ahora mismo, tienes que
celebrar con ellos. —Fritz la agarró con ambos brazos y la sentó.
—¿Salir?
—No tengo nada más que hacer. —La mujer se rio ligeramente—. Y la
Caminante del Viento a la que están honrando resulta ser mi protegida. Sería una
pena si al menos no tomo un trago en su honor.
—Me he sentido peor. —Vhalla le dio una sonrisa valiente—. Quién sabe,
tal vez la compañía podría hacerme bien. 166
Habría sido más convincente si no hubiese entrado en un ataque de tos.
Pero Fritz era su campeón de la noche, uniendo los brazos con ella y ayudando a
Vhalla a entrar al pasillo y bajar las escaleras. Larel debe haber estado de acuerdo
con su evaluación porque no se opuso.
Una vez que su cuerpo se estaba moviendo, Vhalla descubrió que se sentía
mejor, demostrando que sus heridas físicas eran superficiales. Probablemente se
habían abstenido de forzar a bajar cualquier poción por su garganta cuando
estaba inconsciente; pero ahora que los brebajes de los clérigos estaban
funcionando, su cuerpo se estaba recuperando rápidamente. Esta vez nadie la
esperaba fuera de la posada, y por eso estaba agradecida. Vhalla no quería más
atención.
Las Encrucijadas era un lugar diferente a cualquier otro que Vhalla hubiera
visto. La capital era un lugar abarrotado, pero no así. Parecía que todas las
personas de todas las formas, tonos y tamaños se apiñaban en las calles, y las
calles estaban repletas de mercados tentadores que no parecían saber lo que
significaba cerrar. Los tres bajaron por una pequeña calle lateral, siguiendo las
instrucciones que Craig y Daniel le habían dado a Fritz.
Daniel estuvo fuera de su silla al momento en que los vio. Llegó a Vhalla en
un paso.
—¿Cómo te sientes?
—No esperaba verte fuera. —Él de alguna manera se interpuso entre Fritz
y ella.
—Bueno, Larel y Fritz dijeron que esta es mi fiesta —dijo ella con una altivez
sarcástica.
Como por arte de magia, había tres vasos de diferentes formas y tamaños
ante ella.
—Prueba este. —Daniel colocó un cuarto vaso frente a ella; era solo de la
altura de su puño y estaba lleno de un líquido rojo almibarado.
—No, cien —insistió—. Lo juro, lo juro, ese cerdo pesaba unas cien piedras.
—¿A dónde? —Su amigo del Este estaba tan confundida como ella.
—A-aprenderás esto cuanto más tiempo estés conmigo: soy la reina de las
malas ideas. —Vhalla apenas reprimió sus comentarios sobre el príncipe Aldrik.
Daniel la llevó a la noche detrás de Fritz, Larel, Craig, Raylynn y otros que
Vhalla ni siquiera podía nombrar.
Ella asintió.
En lugar de sacarla por la puerta principal, subió una escalera lateral. Vhalla
resbaló en uno de los escalones, y él la atrapó a medida que ambos estallaban en
carcajadas. Ella se apoyó contra la pared, intentando controlar sus risitas.
—Vhalla, eres demasiado inteligente para ser tan estúpida cuando estás
ebria —jadeó Daniel entre risas. Algo en la sensación vertiginosa era contagioso,
y Vhalla se deslizó por la pared. Él la atrapó del brazo, atrayéndola hacia su
lado—. Ven, apenas hemos dado diez pasos.
Daniel la ayudó a subir, y las escaleras los llevaron al techo. No fueron los
únicos con esta idea, ya que había otros agrupados disfrutando del aire nocturno.
Vhalla se dirigió a un rincón vacío del techo y jadeó débilmente.
—Es hermoso —susurró con un asombro brumoso. Las Encrucijadas
estaban iluminadas en el horizonte. Las ventanas rectangulares de los edificios
cuadrados de techo plano brillaban sobre el desierto negro. En algunas ventanas,
cortinas brillantes de rojos y granates teñían la luz; en otros, vidrieras
proyectaban colores en las carreteras y edificios cercanos.
—No me quiere —dijo ella por primera vez en voz alta. El silencio de Daniel
fue una invitación para que continuara—. Creo que soy una carga, una
herramienta, o una diversión. Nada más.
Ambos tenían algo de lo que huir, se dio cuenta Vhalla, o más bien alguien.
Él huía del velo de esta otra mujer, y ella huía de las posibilidades dolorosas que
la rodeaban a Aldrik y a ella. Vhalla tomó las escaleras con determinación, su
mano envuelta en la de ella mientras lo conducía de regreso abajo. Esta
noche huirían juntos.
La primera parada fue el bar. Solo porque comprendía que estaba huyendo
no hacía que su juicio fuera más sólido. Su mano estaba en el aire y pidiendo dos
vasos de chupitos de un líquido que quemó hasta que lo tragó por completo.
Daniel tosió.
—Tú también lo estás bebiendo. —Ella tosió. Vhalla sintió que el alcohol
golpeó su sistema y se tambaleó, riendo de nuevo—. Vamos.
Finalmente sintió como si sus pies estuvieran a punto de ceder, y sus 172
articulaciones gritaban en protesta por un movimiento adicional. Vhalla perdió
el paso descansando sus manos sobre los hombros de él, apoyándose en
Daniel. Sintió las palmas de él caer sobre sus caderas.
—Estoy tan cansada —gritó ella a su oído por encima de la música y el ruido
de la gente.
—¿Dónde están los demás? —La banda nunca dejó de tocar, de modo que
el piso nunca dejó de moverse. Ambos intentaron localizar solo a una de las
personas con las que vinieron.
—Ahora esa es una expresión que podría romper al más fuerte de los
hombres. —Él sonrió. Vhalla notó que un lado de su boca se elevaba más que el
otro. No tenía la misma curva que la de Aldrik, pero había algo similar y
encantador en el gesto.
—No puedo beber más. —Ella se tumbó en el suelo polvoriento, con la cara
húmeda.
—No estamos lejos, Vhalla. La cama es mejor que el suelo. Además, creo
que tengo bastante miedo de responder a algunas personas que se enojarían si te
dejo dormir aquí.
—¡No, tú lo eres! —Ella se tapó la boca con una mano, sus costados
doliéndole por moretones y diversión.
—Vamos, ve a la cama.
—Gracias, Daniel —susurró Vhalla, deteniéndose frente a su puerta.
—Yo tampoco. —Daniel dio unos pasos más hacia atrás—. Si necesitas algo,
estoy arriba, la primera puerta a la derecha en el rellano.
—Gracias. —Bostezó.
—Está bien, a dormir, hermosa Caminante del Viento. —Le dio una sonrisa
perezosa y Vhalla la devolvió antes de deslizarse hacia la habitación oscura.
—No hizo nada indecente, ¿verdad? —Larel entreabrió sus ojos para
estudiar a Vhalla.
Vhalla se rio.
—No; en realidad, él es maravilloso —admitió con picardía—. Debería estar
con alguien como él… —Cuando Vhalla pensaba en ello, comprendía que sería
una opción sensata para ella. Solo un poco más arriba de su posición, del Este
como ella, considerado, amable, apuesto. Se sentía extraña solo de pensar en la
lista creciente de razones por las que Daniel era una buena pareja.
—¿Qué sentí? —Larel se acomodó sobre su espalda—. Sentí que él era una
de las únicas personas que en realidad tenía en el mundo, que en realidad se
preocupaba por mí. Supongo que por eso lo llamé amor.
—¿Las hay?
—Ya veo —dijo Vhalla apenas por encima de otro bostezo. Se preguntó qué
sentiría si besara a Aldrik.
176
Al otro lado de la habitación oscura, una rendija de luz se filtraba entre las
cortinas, haciendo que Vhalla parpadeara adormilada y su cabeza palpitara.
Vhalla miró por encima del borde de la cama y vio a un desaliñado Fritz
desplomado en el suelo.
—¿Cuándo llegaste aquí? —Hizo una pausa—. ¿Por qué estás aquí?
177
—Larel no estaba en nuestra habitación, y estaba preocupado. Luego me
dio sueño —gimió Fritz, alejándose de la luz—. No más charla.
Justo cuando Vhalla iba a ceder ante la idea de dormir todo el día, alguien
llamó a la puerta.
—Me imaginé que ustedes dos estarían aquí. —Sacudió la cabeza con
diversión—. Traje agua para cada uno de ustedes y una poción que les ayudará
con la cabeza. Me las arreglé para encontrar algunas antes de que se acabaran.
—Come uno, Vhalla. —Larel le puso uno en las manos, agarrando el agua.
—Fue mi sugerencia salir anoche. —Él sonrió a medida que Fritz arrastraba
los pies—. Y me di cuenta de que ninguno de ustedes estaba acostumbrado a ese
tipo de aventuras. 178
—¿Y tú sí? —Fritz tomó su parte de los regalos de Daniel.
—¿Grahm? —Vhalla recordó al hombre del Este del que Fritz rara vez se
separaba en la Torre. Cómo se sentaban, sus muslos tocándose, sus hombros
rozándose—. ¿Grahm y tú?
—No es nada oficial, no lo sé… —El rojo en las mejillas de Fritz le dijo a
Vhalla todo lo que necesitaba saber. Cualquier cosa que fuera “no oficial” en ellos 179
no sería así por mucho tiempo cuando Fritz regresara.
—Si vas al mercado, necesitarás estas. —Larel dejó tres monedas de oro
sobre la cómoda.
—¿De dónde salieron? —Vhalla nunca había visto tanto dinero a la vez en
su vida.
—Pero no soy una soldado. —Vhalla jugueteó con sus dedos—. Soy
propiedad de la corona.
—Creo que salvar al ejército merece tres monedas de oro. —Larel le dio
unas palmaditas en su hombro y acompañó a Vhalla al baño.
—No hay problema. —Daniel se puso de pie y sacudió su cabeza—. ¿Lista? 180
Ella asintió.
—Echemos un vistazo aquí. —Retiró una cortina pesada de una tienda con
poca luz.
—Creo que solo estamos mirando. —Vhalla se acercó un paso más a Daniel
y lejos de la mujer. A él no pareció molestarle, pero algo en esta mujer le puso los
pelos de punta a Vhalla.
—Nadie está “solo mirando”. Todos deseamos algo. —La mujer cruzó sus
brazos por debajo de sus senos—. Dime, ¿cuál es el tu deseo?
—Puedo saber mucho, y decir más, si lo deseas. —La mujer apartó algunos
mechones de su cabello sobre sus hombros—. El fuego quema todas las mentiras.
—Eres una hechicera —declaró Vhalla; era como si pudiera oler la magia
irradiando de la mujer.
—He tenido muchos nombres, podría darte uno, o podría dejarte elegir un
nombre por ti misma. Así será algo que solo nosotros podamos compartir. —La
mujer continuó descansando contra una de las cajas.
—Dime el nombre por el que quieres que te llame. Inventado o no. —El
instinto le decía a Vhalla que tomara la menor cantidad de opciones posibles al 182
interactuar con esta mujer.
—Soy una Portadora de Fuego, soy una con las llamas, y con mis ojos puedo
ver el futuro. Vienes con curiosidades, preguntas, en tu corazón y yo te daré
respuestas —proclamó la mujer.
—Debes elegir cuatro cosas: tres para quemar, una para sostener. —La
Portadora de Fuego señaló las cajas alrededor de la habitación, y Vhalla
comprendió. Estas cosas no estaban a la venta; esta era una adivina con
herramientas para su oficio. Vhalla comenzó a pasear por el espacio, Daniel
cerniéndose sobre su hombro.
Al final, lo que llamó su atención fue una fina cadena de plata que estaba
colgando de un joyero medio cerrado. Vhalla abrió la caja de cristal y tiró de la
cadena suavemente. Era un sencillo reloj de bolsillo plateado que fue diseñado
para llevarse alrededor del cuello. Vhalla lo miró de cerca. Los acoples le
resultaban extrañamente familiares. Se dio cuenta que le recordaba al de Aldrik.
—Vhalla Yarl, ave bendita del Este. La que puede volar sin alas. La primera
polluela en volar de la jaula. La primera en regresar a nuestra tierra.
La mujer se echó hacia atrás. Tomando la pluma, la arrojó al pozo de
fuego. Las llamas rugieron blancas. Vi agarró el trigo, añadiéndolo al fuego. El
color cambió a naranja. Finalmente, sacrificó los pétalos de rosa y el fuego cambió
a un profundo carmesí anormal, casi negro.
—El presente se quema, dejando que el futuro resurja de sus cenizas. —Vi
se inclinó, tomó un gran puñado de cenizas y las arrojó al aire sobre ellas. El polvo
fino comenzó a arremolinarse lentamente y a caer, más liviano que la nieve, y se
cernió ante ella, tomando formas desconocidas antes de finalmente asentarse en
el suelo. Los ojos de Vi ardieron de un color rojo brillante.
—Marcharás hacia la victoria, y será conquistada con tus alas de plata. Pero
los vientos de cambio que liberarás también harán añicos esa tierna esperanza
sobre la que vuelas. Perderás a tu centinela oscuro —predijo la mujer. 184
Vhalla apretó el sencillo reloj de bolsillo, su corazón empezando a
acelerarse.
—Y ahora, para el pago. —La mujer se instaló en una posición más cómoda.
Vhalla solo pudo asentir ante el mensaje críptico y salió a la tienda. Se frotó
el hollín del rostro, intentando averiguar lo mucho que le molestaba la 185
adivinación de la mujer. Vhalla asintió hacia Daniel y se fueron en silencio, de
regreso al caos del mercado. Ella de alguna manera sintió el resplandor ardiente
de la mirada de la mujer en medio de la calle.
—Fue toda una experiencia. —Vhalla intentó soltar una risita. Podía decir
que él no creyó en su fachada valiente, pero no siguió con ninguna pregunta
sobre qué tipo de experiencia fue.
Pasaron por una tienda de dulces y encontraron las cáscaras de limón que
había mencionado Aldrik. Vhalla tomó dos bolsas, una para ella y otra para él. Él
las había mencionado, y le había gustado la tarta de limón. Daniel compró una
daga nueva que se podía llevar en la pierna y espadas cortas que, según insistió,
eran mil veces mejores que la suya. Cuando Vhalla le dijo que no tenía armas, él
estuvo horrorizado y esa cacería consumió el resto de su tarde.
Ella finalmente se decidió por una daga delgada, casi como una aguja, que
era un poco menos que la longitud de su antebrazo. Venía con una funda para
usar en el brazo, la empuñadura cerca de la muñeca. Daniel señaló que perdería
mucha estabilidad y fuerza eligiendo una opción tan pequeña. Pero cuando 186
Vhalla la sujetó contra la parte inferior de su antebrazo y se pasó la manga sobre
ella, le gustó su elección instantáneamente. Con una camisa normal, estaba
perfectamente oculta. La empuñadura tenía la longitud justa para no obstaculizar
su movimiento. Y la podría sacar con un rápido movimiento.
En definitiva, el día le costó casi todo el dinero que había traído. Pero solo
estarían en las Encrucijadas por unos días más y la mayoría de las cosas parecían
haberse resuelto para ella.
—No funciona como un arma oculta si le muestras a la gente que está donde
está —la regañó Daniel con una sonrisa.
—Supongo que tienes razón —concordó ella con una sonrisa. Él no había
tocado la daga nueva atada a su pantorrilla durante horas.
—No, no voy a dejar que camines sola por las Encrucijadas de noche —dijo
definitivamente—. Puede ser peligroso.
—Suéltame.
—¿Qué es toda esta conmoción? —llamó una voz desde el final del
pasillo. La sangre de Vhalla se convirtió en hielo en sus venas. Elecia, con una
túnica holgada para dormir y nada más, estaba descalza y con ojos somnolientos.
Bostezó mientras se acercaba—. ¿Vhalla? ¿Qué haces aquí?
—¿Aún sigues ahí? ¿A esta hora? —La sorpresa del príncipe Baldair al ver
a Elecia hizo que ignorara los tirones de Vhalla contra su agarre.
—Baldair, deja de ser tan idiota, toma a la chica, y vete —espetó Elecia. 189
Parecía exhausta y delgada. De alguna manera, incluso su cabello parecía menos
esponjoso de lo normal.
—¿Qué han estado haciendo ustedes dos todo este tiempo? —preguntó el
príncipe Baldair.
—Hermano, por la Madre, lo juro… —Una voz baja, sonando áspera, como
si le doliera hablar, pero aun así muy molesto claramente, vino del fondo del
pasillo. Elecia se movió hacia Aldrik.
—Tienes que volver a la cama. —La otra mujer se paró frente a él, una palma
de piel oscura contrastando con la piel pálida de su pecho desnudo.
Los ojos de Vhalla se abrieron por completo cuando se fijó en ellos. Elecia
apenas vestida, cansada, su cabello hecho un desastre. Aldrik parecía estar tan
cerca de caer dormido como nunca lo había visto, y estaba a medio vestir. Su
pecho pálido y bien esculpido provocó un rubor en sus mejillas. Aldrik no solo
toleró el contacto; no pareció importarle la proximidad de Elecia, su toque. Movió
su mano para colocarla en el hombro de la otra mujer.
Vhalla bajó corriendo las escaleras, salió por las puertas y entró en la
plaza. Inclinó la cabeza hacia atrás y respiró hondo. El aire frío golpeando sus
pulmones la hizo ahogarse, y Vhalla se dobló. Los sollozos ya habían
comenzado. Apretó sus ojos cerrados y sintió que todo su cuerpo estaba
temblando.
Daniel la sostuvo. La abrazó, sin decir nada, sin preguntar nada, mientras
ella solo sollozaba. A Vhalla no le importó quién la veía. Detrás de sus ojos estaba
la imagen singular de Aldrik y otra mujer. Una mujer que sabía que había estado
en el palacio durante algún tiempo, de alguna noble cuna, si todas las sospechas
eran correctas. Ambos eran adultos, de la edad adecuada, y de la crianza
adecuada. Estaban juntos, interrumpidos por algo, en la noche. Ella pensó en su
pecho desnudo y algo se agitó dentro de Vhalla, lo que solo la hizo llorar más.
La próxima vez, sus manos fueron las de él. Las yemas de sus dedos recorriendo un
rostro ensombrecido en la oscuridad. No podía distinguir los rasgos, pero Vhalla sabía que
no eran de ella. ¿Eran de Elecia? Su mente divagó mientras estaba atrapada en la prisión
del sueño. Su corazón latía rápido y sentía que la sangre cambiaba su atención. Había un
deseo carnal al que quería atender.
Corrió por calles de fuego y muerte. Los cuerpos ya estaban mutilados, sus
extremidades maltrechas y los cráneos destrozados cubriendo el suelo. Vhalla corrió por
las calles, a través de la gente hecha de sombras. Esta noche, esta noche sería lo
suficientemente rápida, le dijeron sus pies, y permitió que el viento se alzara debajo de
ella.
Vhalla se detuvo patinando ante el edificio demolido y tiró de los escombros. Cada
piedra que movió hizo que su corazón latiera un poco más rápido. Finalmente vio una
cara debajo de los escombros. Vhalla se detuvo un momento; se suponía que él no debía
estar allí. Arrancó los restos que quedaban y tomó el cuerpo de Aldrik en sus brazos,
llorando.
Despertó por tercera vez, y luego una cuarta y una quinta. Su mente estaba
demasiado armada con material para las pesadillas. Daniel se había ido, y
escuchó un murmullo ahogado a través de la puerta. Vhalla reconoció
instantáneamente una voz como la de Larel y esperó a que la otra mujer entrara
silenciosamente en la habitación.
—¿Qué pasó? —Larel pasó las manos por el cabello de Vhalla con dulzura.
Larel suspiró y desvió la mirada. Fuera lo que fuera lo que estaba a punto
de decir, Vhalla sabía que no le gustaría.
—Ella no empezó a venir hasta que él fue mayor. Durante los pocos años
que estuvimos muy distantes el uno del otro. Él pasaba mucho tiempo con ella,
cuando estaba cerca. No lo recordé hasta que escuché la recepción que tuvo aquí
en las Encrucijadas. Es una Ci’Dan, una familia noble del Oeste con lazos a la
corona. En realidad, nunca estudié historia, esa es el área de Fritz, pero siempre
asumí que era una novia potencial, dada su edad cuando apareció.
—No te lo dije porque no creía, aún no creo, que tengas nada de qué
preocuparte.
—¿Cómo puedes decir eso? Ella es una mujer noble, lo conoce desde hace
años… ¡los vi juntos!
—Lo hizo —concedió Larel—. Pero nunca la miró como te mira a ti. Nunca
la buscó de la forma en que te busca a ti. Vhalla, Aldrik se preocupa por ti
profundamente, sé que lo hace.
Larel solo suspiró y frotó la espalda de Vhalla mientras la mujer más joven 193
lloraba suavemente.
—Lo haré —repitió Vhalla, colocando su dedo debajo del sello. Respiró
hondo y desdobló la nota antes de que sus manos la dejaran caer de tanto
temblar—. Se solicita su presencia —leyó en voz alta—. Príncipe Aldrik C. Solaris.
—Podemos detener esta farsa, y solo haré lo que sea necesario por mi
libertad —prometió Vhalla, poniéndose una camisa limpia y unos leggins.
—¿Cómo puedo ayudarla? —preguntó la mujer detrás del escritorio con 194
rigidez.
Cada paso coincidió con los latidos en sus oídos. Cada rastro de sentido
común le pedía a gritos que dejara un mensaje de que estaba indispuesta. Pero
sabía que solo podía huir hasta cierto punto. En cuatro días más viajarían juntos,
también con Elecia.
Vhalla se abrió paso a través de la tensión entre ellos, casi ahogándose antes
de que se las arreglara para sentarse en una de las sillas. Aldrik encontró el papel
que estaba buscando, colocándolo en la mesa inferior delante del sofá mientras
se sentaba frente a ella. Se miraron el uno al otro, esperando que alguien dijera la
primera palabra. Vhalla tragó duro.
—Mi padre querrá que juguemos a la búsqueda del tesoro. —Aldrik miró
el papel como si fuera la cosa más fascinante del mundo—. Basado en lo que le
dije que puedes hacer hasta ahora, primero te hará proyectarte a una persona que
te dirá una ubicación y un artículo. Volverás a mí y me dirigirás a algo
desconocido para mí al comienzo de la demostración, según las instrucciones.
—¿Te enterarías de qué? —La voz de Vhalla tenía un tono estridente por la
tensión que sus ojos evocaban en ella.
—No eres la primera que me ha utilizado para llegar a él. —Aldrik apartó
la mirada con disgusto.
—Baldair y tú.
La boca de Vhalla se abrió en estado de shock.
—¿Qué?
—Anoche los atrapé a los dos juntos, con su mano en la suya. —Aldrik se
irguió a toda su altura, su lenguaje corporal era imponente.
—¿Elecia? —Aldrik pareció olvidar que la otra mujer estuvo incluso con él
la noche anterior.
—¿Siquiera ibas a decirme? —El labio inferior de Vhalla tembló, y juró que
no perdería le control, que no lloraría frente a él.
—¿Qué tiene que ver Elecia con esto? —La confusión alivió sus hombros.
—¡Vhalla! —espetó—. ¿No me pediste dejar los secretos, solo la verdad, y 197
ahora me estás dando la espalda? —Aldrik se rio entre dientes—. Qué ironía.
—Porque… ¡ya sabes por qué! —¿En serio iba a hacer que lo diga?
Su voz retumbó en las ondas expansivas que los sacudió a ambos. La palma
de Vhalla se cerró sobre su boca. No había querido decirlo, y Vhalla lo observó 198
con los ojos completamente abiertos. Vio su rostro de cerca. Atestiguó cómo las
palabras se asentaron en él, la conmoción que se reflejó en sus ojos, enarcó sus
cejas y dejó caer su boca abierta.
—Aldrik, ¿qué…? —Se giró a medias, pero él la hizo girar por completo.
199
Vhalla suspiró con suavidad, su boca todavía gloriosamente ocupada con
la de él. Algo volvió a encajar en su lugar de forma audible y, de repente, su
cabeza silenció el ruido de los últimos meses. Las palmas de él estaban calientes
en las mejillas de ella, y detuvieron las lágrimas que tan insistentemente habían
encontrado su salida segundos antes. Lo sintió alejarse un poco, pero Vhalla se
movió hacia adelante, robando un momento más de sus labios. Sus ojos se
abrieron y se encontraron con los de él. A pesar de ser el iniciador del beso, se
veía tan desconcertado como ella.
—Te amo, Aldrik. —Decirlo en voz alta, para él, encendió chispas en su
pecho.
Él volvió a acercar su rostro al de ella y reclamó su boca con fiereza una vez
más. Las manos de Vhalla encontraron vida propia, igualando el fervor de él. Se
presionaron contra su pecho, sus palmas subiendo hasta sus hombros. Vhalla
enterró los dedos en el cabello de su nuca, ansiosa por desarmar su prístino
semblante. Sus uñas le recorrieron su cuero cabelludo y las manos de él cayeron
de su rostro a su cintura.
El tiempo que pasó entre ellos no fue suficiente antes de que ella sintiera su
cuello presionar contra sus dedos y sus labios alejarse de los de ella. Vhalla se
resignó con la mayor gracia posible, apenas reprimiéndose para no abrazarlo y
mantener su boca contra la de ella para siempre.
Aldrik miró hacia abajo con desconcertada adoración; nunca había visto un
rubor en sus mejillas, pero ahora era de un suave color rosado que parecía casi
saludable en la palidez natural de su piel. Abrió los labios y respiró con
dificultad. Una mano pasó de su cintura a su rostro y le acarició la mejilla con las
yemas de los dedos.
—Ven —dijo Aldrik, tomando sus manos entre las suyas mientras la
conducía de regreso al sofá. Esta vez, ella se sentó a su lado—. ¿Quién crees que
es Elecia?
—No lo sé. —Vhalla no quería jugar a las adivinanzas, y sus teorías sobre
Elecia se extendían tanto como el Gran Camino Imperial. Afortunadamente,
Aldrik no la hizo esperar.
—Elecia es mi prima.
201
—¿Qué? —preguntó Vhalla con una rápida inhalación.
—Mi madre, como estoy seguro de que sabes, era una princesa del Oeste.
Cuando el Oeste fue derrocado, su padre fue destituido de su trono como rey.
Pero en un esfuerzo por una transición pacífica, su hijo mayor, mi tío Ophain, fue
nombrado Señor del Oeste. Mi tío tuvo un hijo que luego se casó con una mujer
del Norte y tuvieron una hija.
Aldrik asintió.
—Elecia es una Destructora de Tierra. Tiene talento en muchas cosas, pero 202
la curación es algo para lo que tiene un don natural. Lee los cuerpos como si
fueran libros. —Aldrik sonrió y se puso de pie—. Vhalla, mírame. —Ella frunció
los labios, sin ver nada—. Con tu vista mágica.
Vhalla cambió su visión y tuvo una vista diferente a cualquiera que hubiera
visto antes. Su cuerpo estaba envuelto en una llama blanca dorada, tan brillante
que su piel brillaba débilmente. Nunca lo había visto tan brillante. Fue entonces
cuando se dio cuenta de la razón. La mancha oscura en su costado había
desaparecido.
—Sí. —Él sonrió—. Pero fue un proceso; tomó casi dos días de su trabajo y
el mío. Estuvo aquí todo el día.
—No quería darte esa carga —respondió él, pasando tímidamente los dedos
por su mejilla. Dejando un rubor a su paso—. Especialmente no después de la
tormenta de arena.
—Pensé… —Vhalla negó con la cabeza con una pequeña risa—. Pensé que
estabas con ella —confesó, mirando a otro lado.
—Pensé que todo era obvio para ti —dijo él en voz baja, asombrado por su
confusión—. No solo sobre Elecia, sino… —Aldrik se pasó una mano por el
cabello, notando con una pequeña sonrisa el lío que ella había hecho antes—, con
todo. Estaba seguro de que, con la forma en que actuaba solo contigo, lo sabías.
Vhalla se sonrojó y se miró los pies. Larel había intentado decírselo. Sería
falso si Vhalla dijera que no tuviera la esperanza. Pero, por supuesto, nunca
pensó que fuera cierto. Siempre había una explicación más probable y
conveniente. Algo más cruzó por su mente y sus ojos volvieron a los de él. 203
—Si estás curado, entonces el Vínculo… ¿se ha ido? —Sintió un pequeño
pánico crecer en ella.
—Todavía está ahí. Mis más sinceras disculpas, Vhalla Yarl, pero según el
mejor conocimiento de la comunidad académica de hechiceros, estamos
Vinculados de por vida.
—Perdóname por no estar destrozada por eso. —Ella sonrió de oreja a oreja.
—¿Qué?
Vhalla se detuvo por un instante, vacilante. ¿Le estaba dando la opción? ¿Le
estaba pidiendo que decidiera? Él parecía incapaz de encontrarse con su mirada
y miraba al otro lado de la habitación a nada en particular. Vhalla respiró
temblorosamente. Extendiendo la mano, puso las yemas de los dedos debajo de
la barbilla de él y guio sus ojos de regreso a los de ella.
Él hizo girar una pluma de cuervo con punta dorada entre los dedos
mientras hablaba, y Vhalla masticaba pensativamente el extremo de un repuesto
que había hecho suyo. Descubrió que algo positivo acerca de su intelecto era que
podía concentrarse en lo que él decía y en sus diestros dedos al mismo tiempo. A
Vhalla no se le pasó nada por alto, ni su conocimiento ni lo ágiles que eran sus
largas manos. 205
—¿Cuánto peso de piedras en carne ahumada está proporcionando el
Oeste? —preguntó Aldrik desde el otro extremo de la mesa.
—El Oeste sobrevive del negocio de arbustos y pesca en la costa, así como
de las importaciones del Este y del Sur. —Recordó haber leído—. No se puede
pedir más a los señores y damas tan adentro de los Desechos. Es probable que ya
estén preocupados por superar las temporadas bajas de negociación.
—Entonces, ¿qué propones? —Aldrik apoyó sus manos sobre la mesa,
evaluándola como un príncipe.
Vhalla vaciló, pero solo brevemente. Sabía lo que había leído y vivido.
—Cada año en Paca, Cyven, hay un Festival del Sol con cerdos premiados.
Se sacrifican poco después y se ponen a ahumar en el invierno para venderlos en
las Encrucijadas. Es parte de una especie de migración de carne que apoya el
Oeste.
»Si el Imperio compra más o menos el ochenta por ciento de esta afluencia
en el mercado, probablemente hará la diferencia para la guerra. Pero para
asegurarse de que los lores y las damas del Oeste no se preocupen por sus
almacenes, deben enviar a los agricultores de regreso al Este con órdenes de
regresar con grano adicional y subsidiar el costo del viaje de los agricultores —
finalizó Vhalla.
—Sí —susurró Aldrik, con una amplia sonrisa en los labios—. La doble
ronda de comercio también debería ayudar a las economías de Este y Oeste. 206
Estaba garabateando furiosamente, doblando tres cartas rápidas y
sellándolas con cera caliente. Vhalla vio su sello dorado moverse en estado de
shock. ¿Ella acababa de hacer eso?
Vhalla se sonrojó.
—Un poco.
—Las cosas que hacemos por amor. —Se encogió de hombros y se pasó las
manos por el cabello.
—¿Comida?
Vhalla miró la puerta sin decir nada antes de volverse hacia una de las velas
de la mesa. Observó la llama, perdiéndose en sus pensamientos. Parecía irradiar
la esencia de él, haciendo eco de las palabras de Aldrik en cada parpadeo. Vhalla
extendió una mano y la pasó por encima del fuego distraídamente.
Ella quería reír. ¿No fue así como siempre era entre ellos? Él ofrecía
conocimiento, poder, deseo, en la palma de su mano justo delante de ella. Pero
nunca daba el paso adelante, nunca la obligaba a hacerlo. Ten toda su relación él
la esperaba. Cada vez, ella lo tomaba.
Vhalla hundió los dedos con valentía en el acogedor calor. No era como el
viento, pero algo hormigueaba en el borde de sus sentidos que solo podía
describir como la esencia del fuego. Sonrió asombrada.
—No te preocupes —susurró él—. Siempre soy una persona reservada para 209
que nadie cuestione cuando tengo una razón para serlo. —El príncipe lucía una
sonrisa cómplice—. Déjalo —dijo hacia la puerta.
Vhalla se pasó los dedos por los labios. La comida era lo último en lo que
pensaba. Había encontrado un tipo diferente de sustento.
—Vamos a desperdiciar tanta comida. —Con una ligera risa, se alejó del
acalorado momento.
Terminaron juntando las dos sillas, formando una plataforma sobre la que
cenaron. Aldrik se sentó en una esquina del medio cuadrado que formaban los
respaldos cuando se juntaron y Vhalla ocupó la otra. Le contó los diferentes
alimentos que los rodeaban con precisión experta, ofreciéndole información
sobre sus orígenes o la mejor manera de disfrutarlos. Hablaron sobre la etiqueta
en la comida y las diferencias culturales.
—Esa es una decisión difícil. Sin duda, los hechiceros son tratados mejor en
el Oeste; en general, soy más amada aquí como resultado. Pero crecí en el Sur;
mis lazos aquí son solo a través de visitas. El palacio es mi hogar. —Aldrik le
devolvió la pregunta—. ¿Y tú? ¿Este o Sur?
—¿El príncipe heredero? ¿En Leoul? ¿En mi casa? —La risa de Vhalla volvió
a escucharse—. Mi padre podía repudiarme por dejar entrar a alguien como tú.
—¿Por qué?
—No debería. —Sus palabras fueron débiles y suaves. ¿Le estaba pidiendo lo
ella pensó que le estaba pidiendo?
—Tienes razón. —Él asintió, su voz fue suave y profunda—. ¿Te quedarás?
—¿Qué?
—Aldrik… —Su voz sonó extraña incluso para sus propios oídos, el deseo
la cambiaba.
—Te amo —repitió, un fuego decidido iluminando sus ojos—. Es una de las
peores cosas que podría hacer —confesó Aldrik—. Lo juro por la Madre, he
tratado de no condenarte con eso. Pero eres una presencia hermosa y bastante
persistente en mi vida. Y, por una vez, el príncipe elocuente y persuasivo está
cansado de fingir.
Vhalla movió una pila de mantas a su alrededor. Su cabeza se sentía
nublada por el sueño mientras rodaba. Dedos largos recorrieron su cabello,
enganchándose levemente en los nudos. Se acurrucó en la almohada, sin abrir los
ojos. Vhalla alargó su mano hacia Aldrik debajo de las sábanas y lo encontró, pero
fue incapaz de tocarlo. Sus ojos se entreabrieron.
—Buenos días. —Aldrik estaba sentado junto a ella encima de las mantas.
Apoyado contra las almohadas y la cabecera. Tenía doblada su rodilla más
apartada, una tabla con papeles encima. Vhalla notó que los dedos de su mano
derecha ya estaban manchados con tinta; debió haber estado trabajando en eso
por un rato.
Vhalla se incorporó sobre sus codos y se frotó los ojos. Las cortinas de la
habitación lateral se habían corrido un poco y los rayos de sol que atravesaban el
aire le indicó que ya era pasado el amanecer.
Aldrik se movió. Solo vestía una camisa de algodón, esta vez negra, y
pantalones negros. Vhalla reflexionó sobre cómo nunca lo había visto en nada
menos que mangas largas y pantalones largos, excepto por la noche con Elecia.
Sacó un familiar reloj plateado de su bolsillo.
»Sin embargo, Elecia tenía razón —continuó él—. No pude encontrar una
sola queja con las sillas.
—Espera —Ella hizo una pausa—, ¿tú dormiste en las sillas? —Vhalla rodó
sobre su costado para mirarlo.
—Oh, lo siento, poderoso Aldrik. —Se sentó y se quitó las mantas—. ¿Soy
una perturbación para tu rutina? —Vhalla puso las manos en la cama entre ellos
y se inclinó.
—Mucho. —Sonrió.
—Bien, entonces me iré sin demora. —Vhalla bajó los pies de la cama.
Escuchó el roce de sus papeles cuando él extendió la mano y la agarró por
los hombros, colocándola en su regazo. Se inclinó y sus labios estuvieron sobre
los de ella. Vhalla suspiró suavemente, podría acostumbrarse a despertarse de
esta manera.
—Lo sé. Es nauseabundo también. El baño está ahí. —Sonrió y señaló una
puerta adyacente.
—Bien, bien, no seas malo contigo mismo. —Se rio levemente, sentándose
frente a él en el extremo de la cama—. Creo que se ve llamativo en ti. —Vhalla se
pasó los dedos por el cabello, volviéndolo a convertir en su desorden normal.
Aldrik la miró por encima de sus papeles y no dijo nada, aunque ella podría haber
jurado que había una sonrisa en su rostro.
—No estoy segura. Supongo que volveré y… veré qué están haciendo los
demás. —Vhalla se encogió de hombros.
—¿Volverás esta noche? —Aldrik hizo una pausa, buscando su reacción.
—Sí, mi lorita. —Él sonrió ante el ceño fruncido de ella—. Esta noche,
¿volverás? —Aldrik colocó sus papeles con cuidado sobre las almohadas que ella
ocupó antes. Devolvió la pluma al tintero de la mesilla de noche.
—Entonces volveré.
—Por supuesto que sí. —Aldrik pareció aliviado por su respuesta—. Estar
cerca de ti es…
—Ah, no, han llegado los exploradores. Las fuerzas del Oeste se unirán a
nosotros en una hora, dos como máximo. —Vhalla escuchó la voz del príncipe
Baldair acercándose.
—Si me disculpas.
—Te ves un poco tonto, hermano, por haber sido sorprendido con algo tan
simple —replicó el príncipe Baldair—. Elegiste este lugar por su seguridad, por
su mantenimiento de registros. —Su risa resonó y Vhalla hizo una mueca,
preguntándose cómo alguna vez pensó que era un sonido encantador—. Es
increíble de ti cometer un error tan simple.
El corazón de Vhalla se aceleró. No tenía que verlo para saber que tenía la
mandíbula apretada; incluso podría tener una mano en un puño, le estaba
diciendo a su hermano exactamente lo que quería escuchar sin usar una sola
palabra.
—Anoche se registró que entró una señorita Vhalla Yarl, pero nunca se
registró se fue —proclamó el príncipe Baldair, casi victorioso. Vhalla quiso entrar
en pánico, pero la primera emoción fue una extraña curiosidad: el príncipe
Baldair estaba vigilando a su hermano. Esa no era información con la que podría
haberse cruzado accidentalmente—. En serio, hermano, no es propio de ti; es
descuidado.
—Parece que todo lo que es descuidado es el mantenimiento de esos
registros —intentó Aldrik.
Se preguntó si sonaba más convincente para una persona que no era ella.
—¿Qué creen ustedes dos que están haciendo? —replicó el príncipe Baldair.
Claramente no estaba comprando lo que vendía Aldrik.
—¿Oh? ¿No más negaciones? —El hermano de Aldrik lo había pillado con
sus propias palabras—. No te dejes engañar por él, Vhalla.
—Bien, Aldrik, si quieres que sea así. —Escuchó el sonido de las botas del
príncipe Baldair desvaneciéndose—. Pero deberías revisar el libro antes de que 218
papá tenga la oportunidad de verlo.
—Te veré dentro de una hora. —El cierre de la puerta señaló la partida del
príncipe más joven.
—Está bien. —Llevó sus nudillos a sus labios—. Todo está bien.
A juzgar por la forma en que Aldrik hablaba, era una larga historia que ella
no escucharía.
Él apartó la mirada.
—¿Qué pasaría? —espetó ella. Él la miró, sorprendido. Vhalla respiró hondo, 219
calmándose—. Solo dime.
—¿Un problema? —susurró ella. Algo en su tono la puso más nerviosa que
todo el intercambio con el príncipe Baldair.
—Le dije a mi padre que te veía por lo que eras. Una herramienta que
necesitábamos y nada más. Que te tenía en mis manos y que harías lo que yo te
dijera. Que eso, nosotros, no era más que un medio para ese fin. —Su pecho se
apretó ante la debilidad de su voz—. Vhalla, yo no…
—Lo sé —interrumpió ella. Dolió escuchar lo que dijo, pero sabía que él solo
hacía lo que sentía que era mejor. O al menos, eso esperaba. La miró con
escepticismo y ella le apretó la mano ligeramente.
—Mi padre me dijo que esperaba que yo estuviera en lo cierto porque había
demasiado sobre mis hombros para que el Imperio agotara o invirtiera mucho en
una chica común, sin importar lo mágicamente especial que fuera. —Aldrik puso
los ojos en blanco ante las declaraciones parafraseadas.
Si no es por tu bien, entonces por el de él, las palabras del príncipe Baldair se
repitieron en su mente. Te está usando, Vhalla. Eso la hizo detenerse. Baldair habría
visto todas las interacciones de Aldrik con ella de una manera muy diferente a
ella; como el objeto del afecto del príncipe heredero.
—De lo primero, creo poder convencerlo para que retroceda. —Aldrik se 220
pellizcó el puente de la nariz—. De lo último, no estoy seguro.
Vhalla lo tomó por la verdad, aunque algo en la distancia de sus ojos la hizo
sospechar que él tenía una suposición. Ella lo dejó pasar; tal vez era mejor no
decir algunas cosas.
—Gracias.
—¿Por qué?
Aldrik se rio y negó con la cabeza. Vhalla lo acercó más a ella y él la dejó,
inclinándose hacia adelante. Sus labios se encontraron brevemente, pero eso fue
todo lo que hizo falta para tranquilizarla sobre casi todo lo que creía saber en el
mundo.
—Si había una entrada secreta, ¿cómo es que no la usé para empezar?
—Porque tenía una razón para verte. —Una sonrisa astuta y torcida tiró de
sus labios—. Porque no esperaba que te quedaras a pasar la noche.
—¿A qué hora? —fueron las únicas palabras que salieron de su boca.
—Está bien.
Ella asintió.
—Cuídate, no vaya a ser que tenga que quemar las Encrucijadas hasta los
cimientos con rabia.
Vhalla se rio suavemente, dándose cuenta de que puede que no sea del todo
una broma. Ella le sonrió juguetonamente.
—Cuídate, no vaya a ser que tenga que soltar un tornado en las Encrucijadas
con rabia. —Fue recompensada por su descaro con su risa y otro beso firme.
Vhalla esperó un momento, su cabeza dando vueltas por todo lo que había
sucedido. Respirando hondo, se dio la vuelta y comenzó a caminar por los
callejones alrededor del edificio y de regreso a la plaza principal. En algún
momento del camino se encontró incapaz de contener una risa vertiginosa.
—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —Vhalla parpadeó a las dos
personas que ocupaban su cama.
—Buenos días, Fritz, Larel —saludó Vhalla como una niña atrapada tarde
por sus padres.
—No me digas “buenos días”. —La miró—. ¡Estuviste fuera toda la noche!
¡Estábamos preocupados!
Fritz miró boquiabierto a la mujer, pero luego se volvió hacia Vhalla con un
asentimiento.
223
—¿Y bien? —preguntó Fritz.
Vhalla suspiró. No era que nunca hubiera planeado decirles, o que hubiera
esperado que no se enteraran, pero sentía como si la mitad del mundo hubiera
descubierto su secreto en las primeras horas después de que sucediera.
—Elecia Ci'Dan es su prima mitad del Norte y mitad del Oeste. Aldrik
Ci'Dan Solaris —explicó Vhalla. Si su rostro se había parecido en algo al de ellos
ante la revelación de ese hecho, no era de extrañar que Aldrik se hubiera
divertido con ello.
—Por supuesto —gimió Larel y puso su rostro entre sus manos—. Somos
tan tontos.
»Quiero que sepas —dijo en voz baja—, que confío en él completamente, así
que no te preocupes. Te lo hubiera dicho antes, pero su presencia también fue 225
una sorpresa para mí. —No le dio la oportunidad de preguntarle de quién estaba
hablando cuando Aldrik abrió el portal de su habitación.
El hombre se puso de pie y Vhalla juntó las manos, tirando de sus dedos.
Era tan alto como Aldrik, o quizás incluso un poco más. Su cabello negro estaba
muy corto y parecía levantarse ligeramente en direcciones extrañas. Tenía una
barba oscura muy recortada que recorría la línea de su mandíbula y subía por su
barbilla hasta su labio inferior. Sin embargo, nada de eso fue lo que la sorprendió.
Sus ojos eran como mirar a un par muy familiar que ella especialmente
disfrutaba.
Ella miró a los hombres; Aldrik tenía una sonrisa relajada, el otro hombre
continuó evaluándola con interés.
—Vhalla Yarl —dijo el hombre lentamente, su voz era una de las más
profundas que jamás había escuchado—. Tenía muchas ganas de conocerte.
226
Vhalla solicitó una reafirmación, y Aldrik le dio un pequeño asentimiento.
El hombre le tendió la mano abierta y Vhalla trató de sonreír cortésmente
mientras la tomaba. La piel del hombre era tan cálida como la de su príncipe, y
se preguntó si sería un atisbo del futuro de Aldrik. A él le empezaban a salir canas
cerca de las orejas, pero le daba una apariencia hermosa y majestuosa. Sus
hombros eran más anchos y parecían tener más músculos.
—No puedo recordar ningún otro momento en el que una de las primeras
palabras que salieron de la boca de mi sobrino fue el nombre de una dama.
Combinado con escuchar ese mismo nombre en los labios del Emperador y del
otro príncipe, bueno, no hace falta decirlo, no tenía más opción que conocer a esta
mujer.
Vhalla no estaba segura de qué sentir, sabiendo que ella era el tema de tal
charla.
»Por otra parte, si nada de esto hubiera sido cierto, habría insistido en
conocerte de todos modos. —Lord Ophain apoyó los codos en las rodillas, cruzó
las manos entre ellas y se inclinó hacia adelante—. Después de todo, eres la
primera Caminante del Viento en el Oeste en más de cien años que no fue traída
con cadenas.
—Me dijiste que tenía un poco de fuego. —Lord Ophain se rio entre dientes
hacia Aldrik antes de devolver su atención a ella—. Sé de las acusaciones en tu
contra. Y sé de la magia que ejerces. Pero lo que más deseo saber es sobre la mujer
que está detrás de todo esto.
—Bueno, nací en un pueblo del este llamado Leoul. Está al oeste y un poco
al sur de la capital de Cyven, Hastan. ¿A aproximadamente tres días de viaje
desde la frontera del Oeste? —Vhalla nunca lo había viajado ella misma, pero
había oído hablar del viaje a los agricultores—. Cuando tenía once años, mi padre
me llevó a la capital y terminé trabajando en el palacio como aprendiz de
bibliotecaria.
—Lo que explica cómo pudiste entrar en contacto con un príncipe — 228
reflexionó el lord.
—La suerte no existe, Vhalla. —Ella lo incitó a continuar con una mirada
inquisitiva—. La Madre nos ha dado una línea a seguir hasta el final de nuestros
días. Está llena de reuniones y despedidas, ninguna de las cuales es casual. —
Hizo una pausa antes de agregar—: Al menos, esto es lo que elijo creer.
Vhalla hizo una pausa, tratando de decidir qué parte de esa curiosa
declaración consideraba cierta.
—Estoy seguro de que te has vuelto más sabia con esa actitud. Sin embargo,
puedo ofrecerte una prueba; deberías tomarla. —Ella inclinó la cabeza,
escuchando con atención—. Creo que, si tales cosas no fueran un hecho, entonces
algunos Portadores de Fuego no podrían usar estas líneas para mirar hacia el
futuro de una persona.
—¿Los Portadores de Fuego pueden hacer eso? —intervino Vhalla con
entusiasmo.
—Bien. Dado que mi sobrino parece interesado en descartar esa teoría —El
lord miró entre ellos con complicidad—, los lazos que unen a dos personas están
hechos de las mismas líneas rojas del destino.
—¿Has pensado en presentarle cristales para todo esto? —le preguntó Lord
Ophain a Aldrik.
—¿Y cómo le hiciste creer eso? —El Lord del Oeste pareció impresionado.
—¿Pero por qué se entrometían con esas fuerzas? ¿Qué los impulsó a estar
allí?
—¡Tío, basta de esto! —Aldrik estaba de pie, con los puños apretados.
Vhalla podía sentir el poder irradiando de él.
—Aldrik, relájate. Sé cuándo una historia no es mía para contar. —La voz
del hombre era severa, pero tenía un toque suave. Aldrik se quedó rígido por
otro momento antes de que sus manos cayeran sin fuerzas a sus costados. Sus
ojos estaban cansados y distantes mientras resoplaba de camino hacia la barra.
—¿Qué tiene esto que ver conmigo? —Era una historia interesante, pero no
sabía por qué era relevante.
—¿Por qué Oeste quería Caminantes del Viento? —Lord Ophain respondió
a su pregunta con otra pregunta. Estaba empezando a ver de dónde sacaba Aldrik
su estilo de enseñanza.
—Por su magia —dijo Vhalla con incertidumbre. Ella solo había leído un
libro.
—Para acceder a las cavernas. —El lord se inclinó hacia delante con grave
seriedad.
—Pero basta de historia y oscuros “qué pasaría si”. —Lord Ophain intentó
dispersar la nube que ahora se cernía sobre la habitación—. ¿Puedo tener una
demostración de tus habilidades, específicamente esta proyección de la que he
oído hablar, antes de mañana?
Vhalla lo complació y fue mejor por eso. El asombro y la emoción que Lord
Ophain tenía hacia su magia ayudó a Vhalla a superar las preocupaciones y los
temores de las Cavernas de Cristal. La guerra había terminado y la gente había
aprendido la lección cuando se trataba de cristales. Si bien Vhalla estuvo de
acuerdo con la decisión de Aldrik de mantener en secreto el hecho de que no la
afectaban negativamente, también decidió no preocuparse por eso.
—Deberías descansar.
Vhalla se dio cuenta por la forma en que giraba su cuerpo que estaba a
punto de llevarla al dormitorio. 232
—Podría volver a la posada —dijo ella rápidamente.
—No, te quiero aquí conmigo. —Él hizo una pausa—. Si todavía lo deseas
también.
Vhalla sonrió suavemente ante su adición; en cierto modo, era adorable ver
a un miembro nacido y criado por la realeza intentar ser menos principesco.
—Por supuesto que sí. —Ella le apretó la mano ligeramente—. Dormiré aquí
esta noche —ofreció.
—Solo puedo decir lo mismo, Vhalla. Una amiga… de Aldrik, es una amiga
del Oeste. Te veo mañana.
Vhalla notó su sonrisa y no pudo evitar sonrojarse. Demasiado ansiosa por
ocultar su vergüenza, tomó su mochila de manos de Aldrik, les dio las buenas
noches a los dos y se deslizó detrás de las puertas corredizas de madera hacia el
dormitorio en penumbra. Una llama parpadeaba junto a la cama y en el baño,
flotando sobre un plato de metal que había sido acomodada. Vhalla tomó nota
de preguntar algún día a Aldrik cómo los Portadores de Fuego dejaban sus
llamas, pero por el momento estaba agradecida por la luz.
Tenía arrugas en los dedos de las manos y los pies cuando emergió.
Secándose y vistiéndose con ropa básica para dormir, Vhalla arrastró los pies de
regreso al dormitorio. Las luces tenues aún parpadeaban más allá de las puertas
corredizas que no hacían casi nada para bloquear la profunda resonancia de las
palabras de Aldrik.
233
—¿Quieres otro? —preguntó él, probablemente desde detrás de la barra por
la forma en que se transmitía su voz.
—Pasaste una copa hace dos tragos. —Había un tono de regaño en la voz
de Lord Ophain que hizo sonreír levemente a Vhalla.
—Yo nunca haría nada que pudiera ponerla en peligro —dijo Aldrik con
firmemente.
Vhalla se acercó un paso más a las puertas, con el corazón acelerado. Sabía
que no debería estar escuchando, que era una invasión de la privacidad de él.
Pero no pudo evitar que sus pies la llevaran hasta las puestas empapeladas y
talladas.
—Parece que ya lo has hecho. —Las palabras de Lord Ophain fueron
fuertes, pero su tono no lo fue.
—Tu padre me llamó para que rechazara esto. Pero tú me llamas en busca
de consejo y mi aprobación. ¿Por qué más la traerías ante mí como lo has hecho?
—Lord Ophain tenía razón.
234
—Y bien —preguntó Aldrik finalmente—, ¿cuál es tu consejo?
—Hazla una pupila del Oeste. —Vhalla respiró hondo ante las palabras de
Lord Ophain—. Envíala a Norin conmigo para que estudie en la Academia de
Artes Arcanas. Ponla fuera del alcance de tu padre y del tuyo.
Vhalla apretó sus dedos con tanta fuerza que pensó que uno podría
romperse. Ella debería estar feliz. Ser enviada a Norin para estudiar en una de
las academias más antiguas del mundo, sin mencionar que era una academia de
hechicería, debería sonar como un sueño en comparación con marchar a la
guerra.
—La amas.
—No sé qué hacer. —Su voz sonaba débil en comparación con su plenitud
normal.
—Ya sé todo esto, tío. —La voz de Aldrik se ahogó un momento mientras 235
enterraba el rostro entre las manos—. Pero no puedo.
—Cálmate. —El lord se rio—. Nunca los viste juntos, pero él estaba loco por
tu madre. Por supuesto, ella todavía era una princesa, pero la elección lógica
habría sido una de tus tías mayores. Él no debería ser tan duro contigo porque
no es que haya estado exento de perseguir un corazón robado.
El hombre suspiró.
—Quédate conmigo.
—No, no lo haré. Dijiste que no esta noche. —El príncipe leyó su mente.
—Pero…
—Tres.
—¿Tres? —repitió ella. Era más que su gran total de uno, pero era mucho
menos de lo que esperaba.
—Lo supuse.
—Dos no es tan gran diferencia —murmuró Vhalla, sin saber cómo se había
convertido en un concurso.
—El Este no tiene realmente tus nociones del Sur sobre la sangre virgen de
una mujer. Sí, un hombre.
—Si eso era lo que querías, debes saber que te lo di hace tiempo. —Vhalla
estuvo confundida cuando sintió que la sonrisa desaparecía de su rostro—. ¿Qué?
—¿Cómo no has visto todavía que no soy digno de ti? —Él tomó su mano,
presionando sus labios contra sus dedos.
Vhalla batalló contra la visión, luchando por escapar, por alejar a Egmun. Tiró,
empujó y se retorció mentalmente hasta que algo se rompió ante su pánico puro. Se quedó
de pie fuera del cuerpo que ocupaba anteriormente, lo que debería ser su cuerpo en
cualquier otro sueño.
Aldrik parecía no tener más de quince años. Su cabello era más largo, hasta los
hombros y recogido en el cuello. Un flequillo desordenado enmarcaba su rostro, y Vhalla
239
lo miró con una extraña mezcla de amor y miedo por el chico de ojos muy abiertos solo en
este lugar oscuro con un hombre que ella odiaba más que a nadie ni nada.
—Príncipe Aldrik. —Egmun dio un paso adelante. Llevaba un abrigo negro formal
y pantalones oscuros; no había ni rastro de su cadena senatorial—. Algún día, serás
Emperador. ¿Sabes lo que eso significa?
—S-sí.
—Entonces sabes que la justicia recaerá sobre ti. —Egmun dio otro paso adelante y
el corazón de Vhalla comenzó a acelerarse, sintiéndose desesperadamente atrapado. Ella
no quería estar aquí, no quería ver esto—. Fue la última petición de tu madre para tu
padre, que te ahorrara estas tareas el mayor tiempo posible.
—¿De mi madre? —Vhalla vio un triste destello de esperanza en los ojos del niño
ante la mención de la madre que nunca conoció.
—Lo seré. —El niño príncipe respiró hondo, como si quisiera alcanzar toda su
altura en un momento.
—Es bastante injusto, ¿no? ¿Que tu padre te trate como a un niño? —Vhalla
observó al hombre sonreír y supo que este Aldrik aún no había perfeccionado sus poderes
de percepción y manipulación. Si ella podía ver a Egmun por lo que era en ese momento,
no tenía ninguna duda de que el Aldrik adulto también lo haría—. ¿Estás preparado para
ser el príncipe heredero que este reino necesita?
—Lo estoy —repitió Aldrik a través de una duda obvia. Aunque el espacio estaba
frío, el sudor se le formaba en la frente.
Vhalla no estaba segura de si era su corazón el que se aceleraba o si era el del joven
Aldrik.
—Pero…
—Pensé que eras un hombre y un príncipe. No te tomé como alguien que rehuía de
la justicia o el poder, príncipe Aldrik. —Egmun pareció estirar los brazos para seguir
extendiendo la espada—. ¿Por qué estás aquí?
—Con esto, todos se inclinarán ante ti. —Egmun sonrió alentadoramente, y Vhalla
recordó a una serpiente. Aldrik tomó la espada con vacilación.
No, susurró ella mentalmente. Vhalla era, por supuesto, inútil y desconocida.
Aldrik se giró hacia el hombre arrodillado.
—M-mi príncipe, m-misericordia por favor. T-tome mi mano por m-mi robo.
Perdóneme. —Vhalla escuchó la voz ronca del hombre a través de sus lágrimas. Aldrik
volvió a mirar a Egmun.
—Mi príncipe, los culpables te dirán cualquier cosa para salvar su pellejo. Esto
también es una lección. —Egmun volvió a ponerse de pie, parecía contener la respiración.
—Mátalo, Aldrik.
No, repitió ella al ver que el hombre se estremecía violentamente ante el débil y
torpe movimiento de Aldrik. Aldrik volvió a levantar la espada.
¡No! gritó Vhalla mientras bajaba la espada de nuevo, la sangre salpicó su rostro
perfecto y juvenil. Aldrik volvió a levantar la espada.
—¡No! —gritó Vhalla, lanzándose hacia una figura que desapareció al abrir
los ojos.
Ella soltó un pequeño gemido de alivio y respiró por la nariz. Luego otro,
hasta que Aldrik finalmente retiró la mano de su boca, asegurándose de que ella
no alertaría al mundo entero de su presencia en su cama. Mientras dormía, se
había puesto sobre su costado y Aldrik se había acurrucado detrás de ella. Vhalla
se dio la vuelta para mirarlo.
—Estoy aquí. Estás a salvo. Eso fue solo un sueño. No es real —aseguró él,
pasando una mano por su espalda.
—Lo es. —Vhalla se atragantó entre respiraciones temblorosas y los restos 242
de lágrimas. Ella no podía negarlo más. Los sueños anteriores se habían mezclado
demasiado con su conciencia para saberlo con certeza, pero ahora estaba segura.
—Fu-fue real.
—No lo entiendes. Era real. Mis sueños no son… —Un escalofrío recorrió
sus brazos—. No siempre son sueños.
—Ven, estás fría. —Aldrik suspiró—. ¿Qué es lo que crees que son? —Él
bostezó, parpadeando para apartar el sueño y apoyó la cabeza en el codo.
—Mis sueños, al menos a veces, son tus recuerdos. No sé cómo, ni por qué,
ni cuándo sucederán, pero lo son. —Ella tragó saliva ante su silencio.
—Porque no hay ninguna razón por la que deba soñar algo como lo que veo
—susurró ella.
—Los sueños son extraños, Vhalla. Quién sabe por qué soñamos lo que
soñamos. —Aldrik se recostó.
—No —espetó ella; no la estaba tomando tan en serio como ella había
querido. Recordó un vívido sueño anterior—. El hombre que te apuñaló era el
guardia de tu hermano, era del Oeste y su hijo estaba en la ciudad que atacaste.
Ella luchó por recordar cualquier otra cosa que no fuera su sueño más
reciente.
—Con, cuando… cuando Egmun te hizo… —Vhalla luchó por encontrar las
palabras, todavía tambaleándose.
—¿Eso es todo? ¿Qué sabes? Dímelo, Vhalla, y no me mientas. —Su voz era
áspera y sin compasión.
—¡Nunca te he mentido!
—¿De ese sueño? Sí —Ella suspiró—. Ni siquiera sé dónde sucedió. Todo 244
estaba oscuro.
—¿Oh? —Él se rio secamente—. ¿Cómo puedes pensar eso? Sabes lo que
hay ahora. Lo que es peor, lo has vivido. Dime, Vhalla, ¿qué se siente al descubrir
que tu príncipe es un cobarde? ¿Es débil? ¿Está asustado? ¿Es malvado? Es…
Vhalla agarró la manta con fuerza; ella nunca lo había escuchado usar tales
vulgaridades.
Vhalla había llegado a pensar en Aldrik como una de las personas más
fuertes que conocía. Verlo tan cerca de su punto de quiebre la hizo ponerse de
pie.
—¡Y yo quiero que sobrevivas a esta guerra! —Casi gritó. Vhalla parpadeó
cuando sus palabras le picaron en las comisuras de los ojos. Todavía, todavía
estaba consciente de su bienestar. Incluso cuando estaba sufriendo tanto, incluso
cuando ella le había robado un conocimiento íntimo, se negaba a recibir alivio
por su bien. 246
—Madre Sol, mujer —gimió Aldrik. Cruzó la habitación y se paró frente a
ella, liberando su tensión con un suspiro. Lenta y suavemente, Aldrik le secó las
mejillas—. ¿Por qué estás llorando?
Vhalla hipó.
—No lo soy. Si hubiera sido alguien más que tú, probablemente lo habría
matado en el acto y quemado su cuerpo hasta que no quedara nada más que
polvo. —Aldrik maldijo sombríamente.
Aldrik suspiró.
—Está bien.
—Dime, de ahora en adelante, no importa lo que sea. Lo que sea que veas,
necesito saberlo —dijo él con gravedad.
—Vhalla, necesito algo de tiempo. —Se frotó los ojos con cansancio—.
Entiendo que no elegiste esto. —Él tragó saliva—. Yo… yo no estoy enojado
contigo por eso. No te estoy culpando. Pero, esto… esto, dejar entrar a alguien ya
está mucho más allá de lo que estoy acostumbrado.
Vhalla asintió, tomando un respiro para ganar coraje. Presionó sus palmas
contra sus ojos brevemente para contener más lágrimas de dolor y frustración.
Intencionalmente o no, ella lo había lastimado y eso hizo que su corazón se
hiciera pedazos. Y ahora tenía que dejarlo a petición suya; incluso si necesitaba
tiempo, a ella no le sentaba bien.
—Gracias.
Larel y Fritz estaban jugando a Carcivi cuando Vhalla tropezó sin pensar en
la planta baja de su posada. Ella les dio una mirada, nada más que un
reconocimiento de que estaban allí, antes de arrastrar los pies hacia las escaleras.
Una silla raspó contra el suelo.
—Terminaremos más tarde. —Escuchó Vhalla decir a Larel. La mujer fue 248
rápida detrás de Vhalla.
—¿Qué es? ¿Qué sucede? —Larel apoyó las manos ligeramente sobre los
hombros temblorosos de Vhalla.
El hombre más poderoso del mundo se inclinó hacia adelante, sus ojos
brillaban.
—Mi hijo ya ha formulado algunos planes sobre cómo podremos usar este
poder de manera efectiva en el Norte. Sin embargo, me gustaría que cada uno de
ustedes elaborara su propia estrategia antes de llegar a la frontera del Norte.
Hablaban como si ella no estuviera allí. Vhalla se movió en su asiento,
abriendo y cerrando sus manos en su regazo. Ella era una herramienta para estas
personas, diseñada para ser utilizada de la forma que creyeran conveniente.
—Muy bien, esto es suficiente por hoy. Puede irse, señorita Yarl. —El
Emperador agitó una mano en su dirección.
Vhalla lo miró fijamente asombrada. Título vacío o no, era más estima de lo 251
que jamás había contemplado en su vida. Cometió el error de mirar al Emperador
y resistió el impulso de devolver la tela a las palmas de Lord Ophain. Los ojos
del emperador Solaris tenía una mirada dura. Ella agarró la cinta con más fuerza.
No significaba nada, era un símbolo de buena fe, para corregir los errores del
pasado. No representaba ninguna amenaza de cambio para su estado actual.
Seguramente el Emperador lo sabía, ¿verdad?
Vhalla no tenía que ir a ningún lugar, pero estaba ansiosa por salir de la
habitación repentinamente opresiva. Hizo una última reverencia y notó que de
repente la nobleza del Oeste le hizo pequeños movimientos de cabeza. Todos,
salvo uno; un comandante con bigote, a quien Vhalla nunca había visto antes de
la demostración, la miró con un desdén apenas disimulado.
Fritz asintió.
—Y, de hecho, absorbió la riqueza de las familias más antiguas del Oeste.
Pero, ¿por qué conseguiste una?
—Lord Ophain dijo que era un gesto de buena fe, por los Tiempos
Arrasados por el Fuego —resumió Vhalla.
—Sin embargo… por más horrible que sea, ahora no podemos cambiarlo, y
creo que deberíamos celebrar la proclamación de Vhalla. —Daniel se inclinó
hacia adelante en su silla.
—No sé si podré soportar otra noche de celebración —dijo Larel con 253
inquietud.
Daniel le tendió una mano y Vhalla se la quedó mirando. Deseó poder sentir
su alegría. Quería la emoción que le había evocado la primera noche en las
Encrucijadas, la emoción a pesar del mar de juegos de poder y manipulación en
el que se encontraba a la deriva. Vhalla tomó la mano de Daniel y le permitió
ponerla en pie. Sentarse y meditar no la ayudaría a encontrar esa alegría de
nuevo, y antes Daniel había sido un catalizador, tal vez podría convocar esa
alegría nuevamente.
—Yo también lo creo —concordó él—. No sabía qué esperar la primera vez
que la probé.
—En los registros, supongo. Ahora soy un lord, después de todo. —Tenía
el aspecto de alguien que estaba viendo sombras del pasado en lugar del
resplandeciente esplendor que lo rodeaba en el presente—. Pero por la noche me
pregunto si nunca me hubiera ido del Este, si todavía la tendría a ella.
—No pienses de esa manera. —Vhalla se movió en su silla para ver mejor a
su compañero del Este. Daniel la miró pensativo, su completa atención era una
carga pesada. Vhalla tragó saliva, esperando encontrar lo correcto que decir para
apoyar a su amigo—. Yo… yo casi erradiqué mi magia.
—¿Erradicaste?
—¿En serio? —Era una pregunta tonta y Vhalla lo sabía. Esta era la mujer
que la había abrazado durante los escalofríos y los temblores. Larel había sido
quien la reconstruyó después de la Noche de Fuego y Viento. Conocía cada pieza
irregular que todavía cortaba el corazón de Vhalla.
—Lo eres, por ahora. Pero pronto estarás de regreso en la capital estudiando
y haciendo grandes cosas.
—Pero no puedo…
—Oh, deja de discutir. —Larel se rio levemente, pasando sus dedos por el
cabello de Vhalla con amor—. Eventualmente lo verás.
—¿Y si no lo hago?
—Lo harás.
256
—¿Seguirás ahí para ayudarme? ¿Incluso si no lo hago? —preguntó Vhalla
en voz baja, sintiéndose como una niña que todavía necesitaba su manta de
seguridad para enfrentarse a los monstruos que acechaban en la noche.
Las pisadas apenas hicieron ruido. Sus oídos captaron el movimiento del
aire más que el ruido del suelo. Algo andaba mal, pero su mente llena de sueño
no podía ubicar rápidamente qué era. Algo sobre los pasos…
Vhalla bostezó y se llevó una palma a los ojos. Esperaba ver a Craig y
Daniel, o alguna combinación de ellos con Fritz. Pero cuando Vhalla parpadeó
para quitarse el sueño de encima, la figura de pie junto a su cama era una
pesadilla hecha realidad.
Reconoció a la mujer del Norte que la miraba fijamente. Vhalla recordó una
noche de fuego, una noche de correr por calles en llamas con un príncipe
pisándole los talones. Recordó haber sido atacada, advirtiéndole al príncipe que
a pesar de que había cuatro asaltantes, dos seguían sin aparecer.
Vhalla gritó.
El sonido que Vhalla soltó sonó más animal que humano. Fue un chillido
agudo, sin palabras pero que expresaba perfectamente la agonía que corría por
sus venas detrás de la adrenalina. La espada fue sacada del estómago de Larel y
el asesino la giró en el aire rápidamente, preparándose para un segundo ataque.
La mujer detrás de Vhalla se movió para hacer lo mismo.
Vhalla corrió hacia la puerta, y tuvo que empujarla para abrirla de rodillas
para evitar la hoja que se hundió en la madera donde momentos antes había
estado su cabeza. Vhalla se apresuró a entrar en el pasillo, otros huéspedes de la
posada abrieron sus puertas confundidos mientras la Caminante del Viento
bajaba corriendo la estrecha escalera. La adrenalina era lo único que la mantenía
erguida.
Vhalla se volvió a medias para esquivar una daga que le arrojaron y bajó el
último escalón. Las personas todavía en el vestíbulo se apretujaron rápidamente
contra las paredes exteriores mientras los asesinos del Norte y la Caminante del
Viento rodaban hacia abajo. Algunos eran soldados que rápidamente alcanzaron
armas que no estaban allí. Uno se lanzó con las manos desnudas solo para ser
derribado por el hombre del Norte.
—¡Corre! —Esa fue la última palabra que dijo la valiente mujer mientras el 259
hombre le hundía la hoja curva en la garganta.
Vhalla no sabía qué pasaría si corría, pero lo hizo de todos modos, atravesó
las puertas de la posada y entró en la plaza. El ejército estaba desarmado y con la
guardia baja. Los soldados estaban gordos y perezosos por los días de paz y
relajación que les había proporcionado las Encrucijadas. Se encontraban tan lejos
del Norte, que todos habían asumido tan erróneamente que estaban a salvo.
Incluso si hubieran estado armados, la mitad de las Encrucijadas estaba borracha
a esta hora de la noche de todos modos.
Ella había esperado que eso lo matara, lo dejara inconsciente, que al menos lo
aturdiera, pero el hombre parecía estar hecho de metal o piedra cuando
simplemente parpadeó y se puso de pie nuevamente. Ella dio un paso atrás,
enviándole otra ráfaga de viento, pero fue igualmente ineficaz. Ya antes había
matado a estas personas, ¿por qué ahora no podía hacerlo?
Una daga hecha de hielo azul se hizo añicos en el rostro de la asesina y por
poco le dio en la mejilla. La distracción le dio a Vhalla suficiente tiempo para
rodar fuera del camino de su espada. Vhalla se giró, sin aliento, hacia la fuente
de la voz.
Fritz retiró su mano, otra daga de hielo apareció en sus dedos. Lanzó y falló
de nuevo, dejando a Vhalla rodando impotente entre golpes de espada.
Daniel atacó cuando la mujer arremetió por tercera vez. Tenía un dominio
impresionante sobre su cuerpo ya que cada paso se adelantaba por poco a los
movimientos de la asesina. Vhalla reconoció la daga que empuñaba como una
que había comprado cuando salieron de compras. El soldado la había estado usando
debajo de la pernera del pantalón desde entonces.
El hombre del Este demostró cómo se había ganado un brazalete dorado sin
ni siquiera pestañear mientras enterraba la daga hasta la empuñadura en el ojo 260
de la mujer. La mujer se estremeció, pero no emitió ningún sonido cuando su
cuerpo cayó al suelo sin fuerzas, deslizándose de la hoja de Daniel. Vhalla miró
el cuerpo sin vida, pero no sintió simpatía. En cambio, dirigió su rabia al objetivo
restante.
Aldrik finalmente había llegado a ella, y vio sus hombros temblar de ira
mientras miraba su cuerpo destrozado y magullado.
—Vhalla —susurró.
Vhalla dejó caer su cabeza entre sus hombros y gimió por el luto.
»Madre, no… —Fritz jadeó. Vhalla esperaba que él la estuviera mirando con
horror. Pero miró más allá.
Siguió la mirada de él por encima del hombro, pasando por donde Baldair
y Daniel iban arrastrando al asesino hacia Aldrik. Sus ojos siguieron el rastro
ensangrentado que había dejado a su paso hacia la posada que ahora necesitaba
reparación, ya que había golpeado al hombre de piel de piedra en su costado. Los
ojos de Vhalla se posaron en una pequeña fila de cuerpos que habían sido
alineados frente a la puerta. Estaba el hombre que había sido cortado casi por la
mitad en el abdomen, la mujer con la herida en el cuello, otros dos que Vhalla ni
siquiera recordaba que hubieran caído en la lucha, y luego una mujer del Oeste.
Tenía la garganta en carne viva por los gritos, pero los oídos de Vhalla
apenas podían distinguir ningún sonido. Se inclinó hacia adelante, presionando
su rostro contra el hombro aún caliente de Larel, aferrándose a su amiga. Era
demasiado. Ella se balanceaba hacia adelante y hacia atrás con cada sollozo. Era
demasiado.
—Está muerta, Vhalla. —Las duras palabras de Fritz fueron un cuchillo que
cortó los últimos restos de esperanza en el corazón de Vhalla—. Y tú también
podrías morir si no escuchas la llamada del Emperador.
—La gente que atacó durante la Noche de Fuego y Viento, fueron los
malabaristas de las fiestas, los que llegaron a la capital. Faltaban dos en ese
ataque. —La voz de Vhalla resonó vacía en sus oídos.
—Hablas con fuerza para ser un hombre que está a punto de morir —dijo
el Emperador en voz baja.
263
—Un guerrero no le teme a la muerte —respondió el hombre con altivez.
—¿Qué tal morir con la vergüenza de no haber matado a la que mató a tus
compañeros? —El Emperador inclinó la cabeza hacia Vhalla.
Eso hizo que el hombre se enojara, y de repente tiró con fuerza en el agarre
Craig, Daniel y Baldair, quienes lucharon por mantenerlo de rodillas.
El asesino saltó hacia adelante como un velocista desde los bloques. Pero no
se abalanzó sobre el hombre más poderoso de todos los reinos, el hombre que
había matado a su pueblo e invadido su tierra natal. No, el hombre se abalanzó
sobre Vhalla.
—No soy una niña —amenazó Vhalla. Su susurro fue escuchado por todos
e incluso el Emperador calmó su lengua.
—Vhalla… 264
—¡Dámela! —Apartó la mirada del hombre, el dolor se manifestó como una
rabia ardiente.
El hombre la miró con los ojos entrecerrados por odio y rabia. Por el más
breve de los momentos, Vhalla se preguntó si había amado a los que ella había
matado en la Noche de Fuego y Viento de la misma manera que ella había amado
a Larel. Si simplemente se miraba en un espejo de sí misma, solo se encontraba
en el lado afortunado del reflejo.
El hombre gruñó y arremetió. Vhalla se movió para encontrarse con él. Ella
no necesitaba la Unión; haría esto sola. Vhalla recordó lo que Daniel había dicho
cuando sintió la resistencia de la hoja hundiéndose directamente en el ojo del
hombre, incrustándose en su cráneo.
Daniel se movió para atraparla, pero Aldrik fue más rápido. El príncipe la
atrapó y la hizo girar. Vhalla se encontró ingrávida cuando Aldrik la levantó en
el aire, sosteniéndola contra su pecho. Ella hizo una mueca cuando él pasó el
brazo alrededor de la piel cortada de su espalda, encontrando una manera de
abrazarla con la menor cantidad de dolor posible. 265
Cuando el príncipe se giró, Vhalla pudo ver el rostro del Emperador. Estaba
mortalmente quieto y la malicia en sus ojos al verla en los brazos de Aldrik era
palpable, pero el príncipe no dijo nada. Miró más allá de su padre y se dirigió al
hotel en el que se había alojado. Vhalla sintió todos los ojos abiertos de par en par
y vio cada boca abierta mientras la gente se separaba para dejar paso al príncipe
heredero y a la Caminante del Viento.
—Deja que digan algo —dijo Aldrik con la mandíbula apretada—. Deja que
una sola persona diga algo y que me dé una razón para quemarlo todo.
Vhalla sintió el calor en sus palmas, la fuerza bruta que ejercía y que
prometía cumplir sus amenazas, y cerró los ojos. Vhalla se apoyó en el hombro
del príncipe heredero mientras la llevaba al hogar temporal de la familia
Imperial. Presionó su rostro contra él y permitió que la fuerza de él protegiera la
debilidad de ella, al tiempo que sus hombros comenzaban a temblar y las
lágrimas caían una vez más.
Aldrik la acostó suavemente en un diván; era un caparazón sin huesos
hecho de dolor y lágrimas. Vhalla se acurrucó de lado, casi ahogándose mientras
sollozaba. Aldrik se sentó a su lado, sus dedos acariciaron suavemente su cabello.
—Déjanos, tío. —Aldrik no apartó los ojos de ella, sus dedos se perdieron
en su cabello.
—No, ¡lo que hiciste ahora fue poner un blanco aún más grande en su
espalda al mostrarles a todos que ella es la grieta en la armadura del príncipe
heredero! —Lord Ophain dijo a todo de súplica—: Aldrik, necesitas llevarla a una
sala de clérigos y encubrir tus acciones. Que actuaste como lo hiciste solo porque
la necesitamos para la guerra. Quieres que ella piense que…
Los dos hermanos se miraron y Vhalla empezó a pensar que Aldrik iba a
cumplir su promesa. Pero sus brazos finalmente se relajaron y la volvió a colocar
en una posición reclinada. Aldrik se reubicó rápidamente para que la cabeza de
ella descansaba sobre su muslo.
El príncipe más joven tiró del dobladillo de la camisa de ella, cortando los
andrajos desde la espalda hasta el cuello. Vhalla no tenía la energía para
preocuparse por su modestia. No tenía energía para hacer nada más que llorar y
dejar que Aldrik le limpiara las lágrimas.
Él iba a dejarla. Sabía que tenía que hacerlo, pero eso no hacía que fuera más
fácil. El mundo también lo estaba apartando de ella. Vhalla no podía soportarlo.
»No la pierdas de vista. Protégela con todo lo que tengas. Déjala sana y
salva. Haz esto por mí y nunca más te volveré a pedir ni una sola cosa. —La voz
de Aldrik era áspera mientras se esforzaba a hablar a través de las lágrimas que
no dejaba caer.
Las atenciones del príncipe Baldair se detuvieron cuando los dos príncipes
compartieron una mirada de comprensión que no había estado allí en un tiempo.
Aldrik comenzó a alejarse de ella. Vhalla apretó sus manos con las suyas,
deseando que se quedara.
—No… no, Aldrik. Por favor, no me dejes todavía. Sé que tienes que
hacerlo, pero todavía no.
»Aldrik, por favor —suplicó ella, las lágrimas corrían por sus mejillas.
Vhalla cerró sus manos en puños y se las llevó a los ojos, dejando escapar
un gemido en el momento en que la puerta se cerró detrás de Aldrik y su tío.
—No lo es. —Ella no había estado hablando con el príncipe más joven, pero
él respondió.
—Es lo mismo que usaron con Aldrik —dijo Elecia con un suspiro—. Pero
mucho más débil. No debería ser un problema.
¿Era más débil de lo que había soportado Aldrik? Él había recibido más y aún
podía usar su magia, donde la de ella ya había fallado. Vhalla tuvo una
apreciación completamente nueva de la fuerza del príncipe heredero.
—Lo amo. —Vhalla volvió a temblar, las palabras hicieron que se le llenaran
los ojos de lágrimas—. Lo amo, pero solo soy muerte. Soy la muerte para todos 270
los que amo. Algún día seré su muerte.
Elecia le agarró la cara con rudeza, girando a Vhalla para que la enfrentara.
Los ojos color esmeralda de la mujer habían enrojecido en los bordes por el
cansancio o las lágrimas.
—Si vas a estar con él, entonces encontrarás la fuerza para usar ese manto.
No lo vas a recibir en ambos sentidos, Vhalla Yarl —dijo Elecia con fiereza—. Esta
noche, él está arriesgando todo por ti, así que será mejor que estés lista para hacer
lo mismo. Porque si lo lastimas, juro que te mataré.
—No puedo hacer nada más por ti. —Elecia la miró con el ceño fruncido,
pero no apartó la mano.
—No me dejes sola, por favor. —Vhalla volvió a inclinar la cabeza. Larel,
ella quería a Larel. Quería sentirse segura, cálida y amada incondicionalmente.
Quería a Larel.
—¿No te importa?
—¿Qué?
Solo la expresión de su rostro hizo que Vhalla tuviera lágrimas en los ojos.
—Claramente debes hacerlo si de alguna manera piensas que me siento feliz 272
y-y no me afecta su muerte —espetó él.
—Me dijo que la salvé, que yo era el príncipe de todas las historias que salva
a la niña indefensa. —Aldrik se rio entre dientes; el dolor libró una guerra contra
el odio por sí mismo en la oscuridad de sus ojos—. Siempre le dije que era una
tonta, y nunca le dije cuánto necesitaba esas palabras. Ni siquiera le agradecí por
ellas. Qué tonta era ella al pensar que yo la había salvado cuando ella fue la que
me salvó a mí.
—Eso no es ver…
—Y cuando vino a mí, papel en mano para marchar contigo, le dije que no
estaba lista.
»Pero aquí estás, magullada y con heridas abiertas por un atentado contra
tu vida. No es más que… suerte que no estés también en un charco de sangre
junto a ella. ¿No sabes que vi eso? —La sacudió y eso hizo que Vhalla se
estremeciera por el dolor en su espalda. Aldrik se detuvo y la miró a los ojos muy
abiertos, bajando la cabeza—. Larel está muerta y tú también podrías estarlo…
no protegí a nadie. 273
Se sentó agarrándola por los hombros, su cabello cubriendo su rostro. Con
la primera inhalación ella pensó que él iba a hablar más, pero lo soltó el aire
lentamente, luego otro suspiro tembloroso, lleno de más silencio. Los temblores
eran pequeños al principio, y comenzaron en sus hombros antes de llegar a sus
manos a pesar de su lucha.
Ella lo escuchó, esa respiración, en la que soltó sus lágrimas. Vhalla escuchó
el extraño y ahogado ruido salir de su garganta cuando finalmente cedió a su
propio dolor abrumador. Estaba cansado, más que trabajado y había perdido a la
persona a quien consideraba su mejor amiga. Aldrik, el príncipe heredero, el
futuro Emperador, Señor del Fuego, gobernante de la Legión Negra, hechicero,
era solo un hombre. Y los hombres podían romperse.
Su agarre se aflojó y sus manos se deslizaron hacia sus brazos, pero todavía
la sostuvo. Fue la primera lágrima que cayó sobre la sábana lo que finalmente
sacó a Vhalla de su propia conmoción y dolor. Extendió los brazos y lo atrajo
hacia ella sin dudarlo, presionando el rostro de él contra su pecho para
esconderlo. Sabía que en toda su terquedad probablemente se avergonzaba por
simplemente mostrar su dolor.
Ella nunca cumplió con su orden original de dormir cuando la luz del sol
comenzó a llenar la habitación. Incluso después de que las lágrimas se calmaron,
él permaneció acurrucado en sus brazos. Vhalla sabía que la forma en la que
estaba retorcido no podía ser cómoda, pero encontró tanto consuelo en él como
el que ella le daba, por lo que Vhalla no sugirió que se movieran.
Cuando Aldrik finalmente se retiró, miró hacia otro lado antes de ponerse
de pie. Se llevó una mano a la cara y Vhalla desvió la mirada, permitiéndole su
privacidad. Luego se giró hacia ella.
—Ya lo escuchaste; los ataques contra ti serán frecuentes y sin piedad. —Se 274
inclinó hacia ella, agarrando su barbilla para mirarlo.
Su rostro ya se había recuperado y, aparte del color rojo en sus ojos, no tenía
la apariencia de un hombre que acababa de llorar durante más de una hora. Tenía
la mandíbula fija con determinación, el ceño fruncido por el peso de una
planificación calculada. Vhalla no estaba segura de lo que sentía, cuando esta
mezcla desesperada de emociones era dirigida hacia ella.
—Anoche, los comandantes discutieron quién más entre las hordas era el
más cercano a tu apariencia, tamaño y constitución. Esas mujeres vendrán hoy,
una por una, y las convertiremos en ti. —Habló con tanta precisión que Vhalla
supo que este no era el plan de los jefes, sino suyo—. Cada una viajará conmigo,
con mi hermano o mi padre, por lo que desde el principio su ubicación exacta
será un misterio para todos, incluidos los soldados.
—Si hay tres mujeres, ¿en dónde estaré yo? —Se atrevió a preguntar.
Aldrik la apretó contra su cuerpo y Vhalla se aferró a él con tanta fuerza que
le temblaban las manos. Sus largos dedos se deslizaron por su cabello.
Se aferró a la manta que Aldrik le había puesto sobre su ropa hecha jirones.
El Emperador la miró con un desdén apenas cubierto. Aldrik estaba
completamente inexpresivo. 276
—Bueno, comencemos. —El emperador Solaris se acercó a una mesa y abrió
un folio que llevaba, sentándose ante un puñado de papeles.
Uno a la vez, Aldrik trajo a los jefes que escoltaban a las mujeres bajo su
mando. Y una a la vez, Vhalla les dijo lo que significaba ser Vhalla Yarl. Les habló
de su infancia, de su hogar en Cyven. Les habló de la biblioteca, de Mohned, de
su aprendizaje, de Roan y Sareem. Les habló de la Noche de Fuego y Viento y de
su juicio. Desnudó todo de ella ante ellos con el Emperador y los jefes mirando.
La última era una mujer casi idéntica a su baja estatura. Parecía ser una
mezcla del Sur y del Este con un cabello rubio oscuro largo. Vhalla sintió que era
la más cercana a su apariencia, a pesar de su cabello más claro y ojos azules. Esa
mujer le dio las gracias antes de que la sacaran de la habitación. Vhalla estaba
segura de que la mujer no había escuchado nada de lo que Vhalla había dicho
sobre su vida si la mujer le agradecía a Vhalla por la oportunidad de ser ella.
Cálmate. La amiga de Vhalla Yarl murió, Vhalla Yarl lloraría. Ella no era
Vhalla Yarl. Volvió a mirar al espejo, reforzando su resolución. Mirando los ojos
duros y el rostro desconocido, se repetía a sí misma: no era Vhalla Yarl. Limpió el
baño rápidamente y se puso la ropa de la otra mujer, se corrigió a sí misma, su
ropa.
—De un pueblo llamado Qui. Es un pueblo minero al que espero que nunca
tengas que ir —recitó. La historia había sido inventada por ella misma.
—¿Dónde está Qui? —El Emperador se inclinó hacia adelante, cruzando las
manos entre las rodillas.
—Mi padre era minero y un borracho. Mi madre era una mujer rota que
dejó su casa en el Este porque pensó que era amor. Murieron cuando yo era joven
y trabajaban en las minas. —A pesar de sus pequeños cambios, se preguntó si el
Emperador vería la fuente de inspiración para su historia. Ella sonrió con 278
frialdad; por supuesto que no lo haría. Larel no había significado nada para él,
dudaba que incluso recordara a la niña que su hijo salvó de las minas de plata de
Qui.
—Para tener una vida mejor, para servir al Emperador —dijo fácilmente.
—¿Alguna pregunta?
»¿Serien?
Asintió. Sus ojos reflejaban la distancia vacía que vio en los de él. Agarrando 279
su bolsa de lona del suelo, se volvió y los saludó brevemente. Tenía los nudillos
blancos por intentar bajar las escaleras vistiendo armadura con la pierna
lesionada. Estaba decidida, pero consciente de no abrirse los puntos.
Era casi el atardecer cuando Serien salió del hotel por una puerta trasera.
Los servicios de los caídos se llevaron a cabo al atardecer para que la Madre
pudiera llevar las almas de los muertos a los reinos eternos del Padre. Serien
asistió con las masas en la plaza central de las Encrucijadas, aunque nadie la miró
dos veces. Se quedó viendo la plataforma cuidadosamente elaborada que
contenía cinco cuerpos envueltos en tela roja.
Uno de esos era Larel Neiress, la mujer que había pasado incontables horas
reconstruyendo a Vhalla Yarl después de que el mundo la hubiera destrozado.
Pero esta vez, sus manos no habían estado allí, y Vhalla Yarl se rompió en tres
pedazos.
Pero sus ojos estaban atentos y vio cómo el príncipe heredero estaba fijado
en el cuarto cuerpo. Ella sintió la forma en la que sus llamas se movían hacia
dicho cuerpo a un nivel básico que no podía explicar. Finalmente salió de la
multitud cuando su estómago comenzó a hacerse un nudo.
Ella era una vagabunda, una solitaria, el espectro de las Encrucijadas sin
ningún lugar donde estar y sin nadie que la buscara. Serien se acomodó bajo un
arco de uno de los muchos edificios y regresó dos veces después de haber sido
sacada de ahí. Finalmente, el dueño dejó de intentarlo.
Los vítores estallaron para la familia Solaris cuando salieron del hotel en
todo su esplendor. Se habían alineado seis corceles frente al hotel, tres eran para
la realeza, los otros tres eran para las figuras de mantos oscuros que caminaban
a su lado. Tres mujeres, casi idénticas en estatura, con capas negras con una
capucha cubriendo sus rostros, caminaban junto a cada uno de los miembros de
la realeza. En la parte de atrás de sus capas había un ala plateada. Era como ver
a un hermoso blanco.
Con muy poco interés observó cómo una montaba un corcel negro que tenía
una franja blanca corriendo por su rostro, como un relámpago. La mujer estaba
situada a la derecha del príncipe heredero, y Serien observó cómo el príncipe
miraba a la mujer antes de ir a su lugar en la fila.
—No es muy difícil saber cuál es la Caminante del Viento —concordó otro.
281
—Como si el Señor del Fuego quisiera perder de vista a su oscuro amor.
Ese fue el primer momento en que Serien se sintió perdida. Todos los demás
sabían qué hacer, a dónde ir. Tenían sus carpas y sus asignaciones. No hubo
ninguna vacilación mientras se metían en la vida normal de los soldados de
espadas.
—¿Crees que nuestro enemigo será justo? —Daniel dio un paso más cerca
de ella—. ¿Cuánto tiempo llevas practicando?
Serien desvió la mirada. No debería haber dicho nada.
—El Oeste realmente está dejando caer sus estándares. —Envainó su espada
y cruzó los brazos sobre el pecho. Serien lo miró con cautela—. Eres de Oeste,
¿no?
—Sí.
—¿Qué?
—No debe quedar ninguna. —Daniel se pasó una mano enguantada por el
cabello—. ¿Te gustaría quedarte conmigo? —Su pregunta fue tan suave, que
claramente dudaba.
—No puedo.
—Porque yo…
Daniel la miró a los ojos y Serien luchó por encontrar una respuesta.
Fue tal como él había dicho. Durmió al aire libre con su mochila como
almohada. A pesar de que en el Sur estaban en pleno invierno, en los Desechos
284
hacía calor y ese calor perduraba durante la noche. No fue hasta que la luna llegó
a la mitad en el cielo que comenzó a temblar.
Cuando Serien despertó, una manta le cubría los hombros. No tenía ningún
nombre cosido, pero era más fina que la tela estándar. Serien miró a su alrededor,
como si pudiera encontrar al fantasma que se la había colocado en la noche. Pero
nadie apareció.
Para la tercera noche, los otros soldados habían comenzado a notar que ella
era distante y diferente.
—Practicas mucho con Lord Taffl —comentó uno de los soldados que
marcharon junto a ella.
»Oye, te hice una pregunta. —El soldado agitó la mano frente a su rostro.
Las palabras se quedaron con Serien todo el día, y luego se enfrentó a Daniel
por ellas. Serien arrojó su espada a la arena. Le dolía la pierna, probablemente
porque no se había quitado las cubiertas de sus piernas durante casi una semana
seguida. Su pantorrilla era un desastre que no se atrevía a mirar.
—¿Y qué?
—¿Por qué no? —Daniel se encogió de hombros, pero sus ojos había dolor.
—Porque somos… —Su voz se desvaneció cuando él dio un paso más cerca
de ella.
—Mírame —dijo él en voz baja. Ella sacudió su cabeza otra vez—. Vhalla,
mírame.
Su atención volvió a él ante la mención de su verdadero nombre.
Desmoronó su máscara y derribó las paredes que tanto había intentado construir.
Empeoró el dolor y la verdad más difícil de soportar.
—No me llames así —suplicó ella—. Por favor, Daniel, no me llames así.
—Sabes por qué no puedo. —No estaba segura de sí era Vhalla o Serien
quien lo miró entonces, pero Daniel no pudo encontrarse su mirada.
286
—Él querría que estuvieras a salvo —murmuró Daniel. Su mano cayó de su
rostro con el peso de la resignación—. No te tocaré, lo juro.
El sol se estaba poniendo sobre las dunas, dorando su piel. Vhalla tragó
saliva, tratando de encontrar a Serien en ella una vez más. Su corazón dolía, su
mente se sentía pesada, pero no quería dormir en el frío otra noche y estaba tan
cansada.
Serien asintió.
Miró a los soldados con paranoia. Pero nadie le prestó atención. Ella era
invisible, no era nadie. Puede que Daniel sea un lord, pero era uno recién
nombrado y claramente no se consideraba que estuviera muy por encima del
soldado común. A nadie le importaba quién entraba en su tienda o por qué los
llevaba allí.
Por dentro era más grande que la de un soldado medio, cómoda para tres
personas. Serien se sentó en silencio, sus ojos adaptándose a la luz que se
desvanecía. Daniel no era un Portador de Fuego, no podía convocar llamas para
que tuvieran luminosidad, así que se quedaron con la luz restante del sol y la luz
creciente de la luna.
Serien luchó con las emociones que guerreaban silenciosamente en ella que
le siguieron a su ausencia: culpa, vergüenza, dolor, cansancio y alivio. Se sentía
feliz de no estar sola.
Daniel volvió a vendar su pierna y se negó a entrenar con ella durante una
semana después de eso. Ella pasó la mayor parte del tiempo recuperando las
horas de sueño perdidas. Tan pronto como su tienda era erigida, ella desaparecía
y se escondía del mundo. En la oscuridad, no tenía por qué ser Serien o Vhalla.
Podía ser una don nadie, y eso era lo único que le traía la paz suficiente para
cerrar los ojos.
—¿A quién?
—Bueno, no puedo culparla. ¡Yo tendría que estar loco de borrachera para 288
siquiera pensar en dormir con el Señor del Fuego! —Todos rieron.
Se preguntó cómo Vhalla Yarl había sido tan sorda a sus palabras. Pero esas
palabras se quedaron con ella. Se quedaron hasta que practicó con Daniel esa
noche, dejándolos repasar sus movimientos e inclinaciones de pies gradualmente
menos torpes.
—¿Sí?
—¿Puedo tocarte?
—Sí puedes.
»Daniel… yo… —su voz se quebró. Las lágrimas amenazaban con brotar
del dolor en su pecho que podía dividirla en dos. Fue demasiado amable.
—¿Qué? ¿Tú qué? —El suelo sonó debajo de él mientras se acercaba aún
más. Serien podía sentir su calor ahora. Él estaba más cálido de lo que ella
esperaba y era un consuelo tan relajante—. ¿Qué somos?
—Estoy cansada.
Daniel solo se rio. Lo habría hecho por ella sin importar qué, le aseguró él.
»Cada legión se dividirá entre mis hijos y yo. Los tres tomaremos una ruta
diferente para ir a Soricium y aumentar nuestras probabilidades de que todos lo
logren.
291
Serien yacía despierta, escuchando la respiración de Daniel. Observó cómo
su pecho subía y bajaba a la luz de la luna, interrumpido por los suaves suspiros
de las tierras de los sueños. Se preguntó qué veía detrás de sus ojos cerrados. Sus
sueños no podían ser tan tortuosos como los de ella.
Serien rodó sobre su costado. Si las cosas hubieran sido diferentes, ¿qué
serían ellos dos? Se mordió el labio.
—¿Estás seguro de que es una buena idea? —Incluso como un susurro, 292
escuchó la voz del príncipe Baldair.
—Tú y ella… —Las voces se acercaron y Serien escuchó dos pares de pasos
en la arena que pasaban junto a la tienda de Daniel.
—Debo hablar con… —Sus susurros se encontraban casi fuera del alcance
del oído.
Él estaba ahí. Él estaba justo allí, dijo una voz en el fondo de su mente. Si
ahora se movía, lo vería. Serien sabía que no podía permitírselo. Había tenido
mucho cuidado de evitar a la Legión Negra a toda costa. Sabía lo que verlo le
haría a la otra mujer en su interior.
Cuando su voz se desvaneció por completo, sus pies estaban debajo de ella,
moviéndose sin pensar. Serien se apresuró a salir de la tienda, rezando por no
despertar a Daniel. Los vio en la distancia, los dos príncipes uno al lado del otro,
caminando hacia la tienda de Baldair. Una diminuta mota de llamas iluminó su
camino, y Serien se tambaleó hacia ella, hipnotizada.
Ella dio otro paso adelante, y Aldrik no dijo nada, sus brazos
repentinamente flácidos a sus costados. Serien se tambaleó para cerrar el espacio
entre ellos. Sus ojos estaban perdidos en los de Aldrik y el príncipe heredero
tampoco parecía ver nada más. Ambos eran ajenos a las miradas nerviosas de
Baldair en busca de cualquier espectador.
—A mi tienda. —Le lanzó una mirada mordaz y ella rápidamente los siguió.
Cada leve giro de su cabeza, cada movimiento de sus labios húmedos sobre
los de ella, era un éxtasis que no había sentido hasta la primera vez que lo besó.
Era el sabor más dulce que jamás había probado, un sabor que solo mejoraba con 294
cada momento que pasaba. Era perfecto para perderse y olvidar el dolor. Aldrik
apartó su cuerpo, provocando un gemido en ella.
Fue un baile al que solo ellos sabían los pasos, cada movimiento tenía un
propósito. Las manos de él, las de ella, la boca de él, la boca de ella, sus cuerpos,
todo se movía con perfecta precisión. La parte de atrás de los tobillos de ella
golpeó la cama de Baldair y Vhalla se vio obligada a acostarse sobre ella. Cargar
con una cama como esta en la marcha parecía ahora mucho más pragmático de
lo que le había dado crédito al príncipe más joven.
Sus manos cayeron sobre las caderas de Aldrik, sus pulgares encontrando
su camino debajo del dobladillo de su camisa. Suave; por la Madre, su piel era suave.
Su palma recorrió perezosamente arriba y abajo por su costado, atrapando su
camisa de vez en cuando, empujándola hacia arriba y exponiendo su propia piel
en carne viva por las calientes yemas de sus dedos.
Los dedos de ella rozaron sus hombros, bajaron por su clavícula y entraron
en la amplia abertura de su camisa. Ella se complació con la piel expuesta de su
pecho. Inclinó la cabeza, devorando su clavícula.
Aldrik se enderezó, sus rodillas a cada lado de las piernas de ella en el borde
de la cama. Él la miró con incertidumbre e inseguridad, procesando sus palabras.
Agarrando la parte de atrás de su camisa se inclinó hacia adelante, quitándosela
y arrojándola junto a la cota de malla en el suelo.
Vhalla lo miró fijamente. Su corazón podía latir o ella podía respirar, hacer
ambas cosas era demasiado para su cuerpo en este momento. Él era músculo ágil
y fuerte que se cortaba y se curvaba bajo su piel pálida y fantasmal. La diminuta
llama proyectaba sombras profundas en su abdomen. Tenía una fea cicatriz en la 295
cadera derecha, otra en el hombro y algunas pequeñas aquí y allá. Estaba casi
demasiado delgado y el brillo de su carne podía ser casi poco saludable. Su nariz
estaba un poco torcida y su rostro era anguloso y afilado.
—Tómame. —Vhalla nunca había sido tan descarada. Pero este hombre era
fuego. Era vida. Era lo único que se había sentido bien o correcto en semanas, y
ella lo amaba tan profundamente que le dolía pensar en separarse de él una vez
más.
—¿Y si quiero que lo hagas? —Vhalla no podía creer que estuviera casi a
punto de suplicar.
—Por la Madre, no. —Ella cerró los ojos con fuerza; la idea del amanecer, de
volver a ser Serien, de estar lejos de él amenazaba con aplastar su espíritu.
—No, no, no —dijo Vhalla, rezando para que nunca dejara de atenderla. 296
—Entonces será un fruto que madurará con tiempo y paciencia. —Aldrik
presionó su mejilla contra la suya, sus labios se movieron contra su oído mientras
hablaba—. Y será aún más dulce cuando finalmente sea cosechado.
—Vhalla, Vhalla, Vhalla —dijo él, puntuando cada palabra con un beso en
su frente.
—Si la mañana nunca llegara, creo que todo estaría bien… —Su cuerpo
comenzaba a calmarse, y los bostezos se volvían más frecuentes.
—Mi Vhalla, mi señora, mi amor. —Sus palabras suavizaron los bordes 297
ásperos de su corazón—. Me haces hacer cosas mucho más peligrosas que soñar.
Me haces tener esperanza, me haces desear. —Suspiró un sonido que era en parte
felicidad y en parte dolor—. Por la Madre, todavía tengo que descubrir si serás
mi salvación o mi perdición.
—Yo nunca te haría daño. —Presionó sus labios contra los de él.
—Por los Dioses, ¿todavía están aquí? —Se tapó los ojos con la mano
mientras Aldrik también se sentaba, las mantas se juntaban alrededor de su
cintura para revelarlo solo a medio vestir—. Hermano, tu deuda conmigo es
insondablemente grande.
Vhalla miró a Aldrik con alarma, solo para ver que tenía una sonrisa
perezosa que se extendía de mejilla a mejilla. Se giró hacia ella, luciendo cinco
años más joven con una buena noche de sueño. Aldrik la agarró para darle un
breve beso, sorprendiéndola con su pasión, dada su audiencia.
Ella asintió.
—Entonces es real.
—¿Qué cosa?
—Lo tuyo con Aldrik. —Baldair apenas podía decirlo, como si las palabras
fueran a provocar la ira de la Madre sobre él.
—Lo sé. —Tenía la manta en un agarre que le dejó los nudillos blancos—.
¿Por qué tú puedes ser el príncipe playboy, perseguir lo que te apetezca y él es
castigado por pasar tiempo conmigo? Ni siquiera hemos… —Se detuvo 299
sonrojándose.
—Pero te aman a ti. —No era ningún secreto quién era el favorito de la
gente.
—Me aman porque nunca tengo que imponerles castigos, ni llevar a cabo
ejecuciones, ni cobrar impuestos. Yo solo organizo fiestas y abro botellas de vino.
—Baldair sacudió la cabeza—. Él no les agrada porque Aldrik será un gobernante
justo. No le importa ser amado, le importa hacer lo correcto.
—Eso también significa que eres lo primero que el mundo sabe que puede
quitarle.
Ella se congeló donde estaba y recordó las palabras de Lord Ophain: la grieta
en su armadura. Tan profundo como era su Vínculo, ella todavía estaba
aprendiendo sobre su príncipe y Vhalla veía al hombre conocido como el Señor
del Fuego de una nueva manera. Su reputación, sus títulos, lo elevaban y
protegían mejor que el acero forjado o el cuero pasado por agua.
—No es por eso que lo hago. Tengo mucho que expiar cuando se trata de
mi hermano. Tal vez no me di cuenta de todo eso hasta que lo vi feliz de nuevo.
De cualquier manera, considérame tu espada, Vhalla Yarl.
Era difícil ser Serien cuando Vhalla estaba tan feliz, pero se puso el disfraz
de la otra mujer, mentalmente de todos modos. Serien era lo que tenía que ser,
era todo lo que podía ser a la luz del día. Ser cualquier otra cosa haría que la
notaran, y estaba empezando a descubrir que disfrutaba de no ser importante.
—Lamento eso. Salí a caminar —mintió ella fácilmente y ninguno de los dos
la cuestionó. Serien se preguntó si ahora los viejos amigos de Vhalla la llamarían
mala mentirosa.
302
Las selvas del Norte no se parecían a nada que Serien hubiera visto antes.
Los bosques del Sur eran maderos altos con algunos arbustos y árboles bajos,
pero sobre todo una alfombra de ramitas y hojas cubría el suelo. El Norte era un
contraste denso y opresivo. Arbustos y árboles se cerraban en todos los niveles,
enredaderas tan gruesas como sus brazos se movían como una araña por encima
de las ramas.
El techo que creaban los árboles era profundo, y todo estaba proyectado en
una nebulosa sombra verde. A pesar de que nos encontrábamos en pleno
invierno, la humedad en el aire instantáneamente se hizo demasiado cálida para
la cantidad de armadura que llevaba ella.
Pero no había sido solo un paso. Habían sido innumerables pasos los que la
habían llevado hasta aquí, y todos habían comenzado con una noche lluviosa y
un príncipe herido. No todos los pasos los había dado con confianza y algunos la
habían llevado a caerse, pero estaba extrañamente contenta de haberlos dado.
Ahora, sin embargo, no sabía hacia dónde la llevarían sus pies. Serien se
encontraba a un tiro de piedra del Emperador y de la falsa Caminante del Viento.
Ella miró al hombre por el rabillo del ojo. Él cabalgaba con confianza sobre su
montura de guerra, pero sus hombros lo traicionaban. A pesar de su edad, estaba
atento, alerta, y consciente de todos los lugares donde podía aparecer una
amenaza.
Los del Norte descendieron sobre ellos en caída libre. Llovieron dagas que 304
inmediatamente se abrieron paso en los cráneos de soldados desafortunados.
Serien buscó su capucha de cota de malla, olvidándose con una maldición de que
no llevaba la armadura de Vhalla Yarl.
Pero su advertencia fue validada en el segundo que los del Norte fueron
llevados a través de las llamas sobre las espaldas de bestias gigantes como nada
que Serien hubiera visto jamás. Eran criaturas parecidas a un gato con patas
traseras de doble articulación y garras más grandes que el muslo de un hombre.
Su espeso pelaje era liso y lo que fuera que lo cubriera era impermeable a las
llamas sobre las que había saltado.
Llegaron dos más, cargando aún más jinetes que rápidamente
desmontaron, entrando en la lucha con sus posturas y dos espadas. El primero se
dirigía hacia el Emperador y la Caminante del Viento, su objetivo era claro. El
Emperador desenvainó su espada, colocando su montura sin miedo para
enfrentar al atacante de frente.
Dos ojos cerúleos encontraron los de ella. Allí no había amor, ni un ápice de
aprecio. Serien apretó la mandíbula y se perdió el sonido de otra flecha al ser
soltada.
La falsa Caminante del Viento cayó de su montura, cayó hacia atrás y fuera
de su silla, una flecha sobresaliendo de su rostro. La compañía Imperial se quedó
mirando en estado de sorpresa, y los atacantes gritaron en victoria, haciendo una
retirada calculada. Uno por uno, los soldados Imperiales se volvieron hacia el
Emperador con aprensión.
Serien se quedó más tiempo del que probablemente debería haber hecho
para mirar el cuerpo de la mujer muerta. Pudo haber sido ella. Esa mujer había
muerto por Vhalla Yarl y Vhalla Yarl ni siquiera sabía su nombre.
La tierra se volvió más rocosa a medida que se elevaba. Serien sabía que no
había montañas en el Norte, no como en el Sur, pero algunos de los acantilados
comenzaban a crecer a una escala impresionante. Esa noche tuvieron la fortuna
de tener cuevas y cavernas en las que esconderse. Fue la primera vez que los
soldados pudieron relajarse y la mayoría aprovechó la oportunidad.
Ella frunció los labios, esperando a que él fuera al grano. Deseando que 306
dijera la razón por la que esperó durante días después de esa batalla, por qué
esperó para tener privacidad.
»No todos los días un plebeyo tiene la oportunidad de salvar la vida del
Emperador. —Él caminó hacia el lado opuesto de su pequeña fogata. Con la
forma en la que la luz iluminaba su rostro, casi podía ver el rostro de Aldrik en
el suyo.
Había un brillo depredador en sus ojos que hizo que las manos de Serien se
cerraran en puños.
Serien luchó por mantener su rostro neutral; estaba segura de que había 307
fallado. El Emperador continuó mirándola.
—¿Es por eso que me llamó hasta aquí, señor? ¿Para decirme eso?
Serien apretó los puños con tanta fuerza que las correas de sus guanteletes
amenazaron con romperse. Ella apretó los dientes y la mandíbula. Escuchó sus
amenazas alto y claro.
—Perfectamente.
El Emperador se encontraba sentado a su lado. No, al lado de ella no. Vhalla se alejó
de la figura de sueño de Aldrik. Su rostro era duro y el fuego iluminaba sus ojos. Ella
siguió la línea de su atención y se vio a sí misma, en parte etérea y en parte concreta, en
una jaula demasiado familiar. Estaba acurrucada y temblando, la sangre goteaba desde la
parte posterior de su cabeza a lo largo de su mandíbula y hasta el suelo. La fuerza que
brillaba en sus ojos marrones era una sombra que había quedado atrás, carecía de
verdadera sustancia. Eso era evidente, no solo para ella, sino también para el hombre cuyo
recuerdo ocupaba.
La mano de él se cerró con tanta fuerza en un puño que la piel se había vuelto
fantasmal por la falta de sangre. Era imposible que Vhalla lo hubiera visto desde el otro
lado de la sala del tribunal durante el juicio original, pero tenía la mandíbula apretada
hasta el punto en que su rostro temblaba y se estremecía. El Emperador estaba hablando,
pero para los oídos de Aldrik las palabras se volvieron borrosas debido a la oleada de ira
ardiente en su cabeza.
Las emociones de Aldrik se sintieron claramente y sin filtro a través del recuerdo 308
inducido por la Unión, mientras él salía de la sala del tribunal. No podía mirarla. Si la
miraba, se rompería. Si la miraba, todos conocerían su preocupación por ella.
Él se quedó helado y se giró. Su rostro estaba inexpresivo, pero ella podía sentir el
tornado de emoción desgarrando su pecho. La vista de su padre lo llenó de pánico.
—Irás ahora. —El tono del Emperador era bastante casual, pero algo peligroso brilló
en sus ojos.
Ella podía sentir que Aldrik reunía su valor, una cosa extraña que nunca pensó que
el hombre conocido como el Señor del Fuego tendría que hacer.
—Por eso no hice que mataran al monstruo antes de que volviera a ver la luz del
día. —El Emperador hizo una pausa y miró a su hijo—. ¿Los intereses del Imperio,
Aldrik?
—Siempre por el bien de nuestro Imperio. —Las palabras eran ensayadas. Aldrik
las había dicho tantas veces que salieron de su boca sin pensarlo, completamente vacías
de emoción. Tan vacías que Vhalla podía sentir la represa que temblaba en el príncipe,
reprimiendo una súplica de déjame ir a ella—. No quiero que muera, padre. Te lo dije,
puedo entrenarla, moldearla…
—Bien, bien. —El Emperador se volvió hacia Baldair, a quien Vhalla había olvidado
casi por completo que estaba allí—. Baldair, busca un clérigo para que cuide de la mascota
de Aldrik.
309
—Padre… —Baldair frunció el ceño.
—¿Qué?
—¿Qué pasó con ser el noble caballero que proclama la protección de los débiles e
inocentes? —dijo Aldrik burlonamente. Vhalla sintió su satisfacción cuando vio que la
expresión de Baldair cambiaba. El príncipe sabía exactamente qué palabras usar para
incitar a su hermano en la dirección que quería—. Me debes los últimos seis Elixires de
la Luna que les robé a los clérigos sin que se dieran cuenta. A menos que desees que
reconsidere ese arreglo.
Maldijo todo lo que alguna vez amó. ¿Cómo pudo siquiera haber pensado que estar
cerca de ella podría terminar bien? ¿Cómo pudo haberse permitido desdibujar las líneas
con la chica hasta ahora?
Pero en algún lugar al otro lado del abismo estaba Aldrik. El Emperador
puede que haya querido amenazarla para que se sometiera, pero todo lo que
logró, fue darle algo que esperar. En otro día, tal vez dos, estarían al otro lado del
paso; ella se reuniría con él una vez más. Tendría cuidado, pero le hablaría de las
amenazas de su padre y de alguna manera las superarían.
Aldrik.
Era la primera vez que luchaba de verdad sin sentir miedo. Todas las veces
anteriores, incluso en los entrenamientos, había tenido miedo. Su poder había
sido extraño, luego llegó la Unión, luego llegó el miedo a matar una vez más…
pero había aprendido a proteger su corazón como Serien y ahora era una
verdadera agente de la muerte.
El hombre cayó ante ella y hubo un silencio casi audible mientras todos
parecían detenerse y quedarse de pie, horrorizados. Vhalla miró a los soldados,
sus aliados. Sus ojos se encontraron con los del Emperador, que parecía
igualmente asombrado.
Una gran llama al otro lado del abismo exigió su atención y, por primera
vez desde que estalló la pelea, miró a Aldrik. Todos, incluso al otro lado del
barranco, tropezaron con la ola de calor. Vhalla dio un paso en su dirección.
Había más atacantes, muchos más, al otro lado del abismo. Ella se preguntó qué
pasaría con todos los demás soldados. Aldrik parecía tener cinco a la vez.
Él estaba siendo superado por dos soldados a sus lados. Aldrik se inclinó y
se balanceó, los esquivó, pero ambos eran claramente combatientes muy
experimentados. Vhalla dio un paso hacia adelante. Fue entonces cuando notó
que cuatro más se le habían acercado, formando un semicírculo alrededor del
príncipe y dos del Norte. Estaba inmovilizado contra el borde del barranco,
ocupado enteramente por los dos que se metían y corrían hacia cualquier
abertura que veían.
Vhalla vio que Aldrik se vio obligado a retroceder otro paso. Los demás en
el borde del semicírculo movieron los labios con fervor. 314
Ella dio otro paso hacia adelante. Aldrik no los notó. Ella tenía que decírselo.
De repente, los dos soldados saltaron para alejarse y cayeron hacia atrás.
Los seis levantaron los puños al unísono. Aldrik parecía demasiado aturdido
para moverse. Apenas pudo dar un paso cuando todos los del Norte dejaron caer
sus manos cerradas en el suelo.
Aldrik intentó correr cuando el borde del acantilado se agrietó debajo de él.
Soltó un grito pesado con toda su armadura.
»¡No! —gritó Vhalla, corriendo hacia adelante, más allá de la sangre y las
entrañas en un intento de alcanzarlo. Las espadas y los gritos de los soldados se
desvanecieron. Ella solo vio a su príncipe perdiendo el equilibrio cuando la
primera gran roca se deslizó hacia el Paso de abajo.
»¡No! —Volvió a gritar Vhalla cuando vio a Aldrik tropezar hacia atrás.
Su cuerpo se inclinó y se retorció sobre las bolsas de aire que ella trató de 315
crear debajo de él. Había demasiados factores impredecibles, ella no era lo
suficientemente fuerte y no tenía la habilidad necesaria para detener un cuerpo
de esta manera. El pánico la impulsó a agotar lo último de su magia tratando de
frenarlo.
Air Awakens #2
Elise Kova siempre ha tenido una pasión por contar historias. Escribió su
primera novela, una de fantasía, en sexto grado. Con el pasar de los años ha
cultivado su amor por la literatura con todo desde la fantasía hasta el romance,
desde ciencia ficción hasta misterio, y lo que sea que llame su atención.
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