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SINOPSIS 4 CAPÍTULO 16 177

CAPÍTULO 1 6 CAPÍTULO 17 191

CAPÍTULO 2 14 CAPÍTULO 18 200

CAPÍTULO 3 24 CAPÍTULO 19 213

CAPÍTULO 4 31 CAPÍTULO 20 227

CAPÍTULO 5 41 CAPÍTULO 21 239

CAPÍTULO 6 49 CAPÍTULO 22 249

CAPÍTULO 7 63 CAPÍTULO 23 258


3
CAPÍTULO 8 78 CAPÍTULO 24 266

CAPÍTULO 9 92 CAPÍTULO 25 280

CAPÍTULO 10 105 CAPÍTULO 26 292

CAPÍTULO 11 120 CAPÍTULO 27 303

CAPÍTULO 12 131 CAPÍTULO 28 311

CAPÍTULO 13 141 SIGUIENTE LIBRO 317

CAPÍTULO 14 154 SOBRE LA AUTORA 318

CAPÍTULO 15 165
marcha a la guerra como propiedad del Imperio Solaris.
El Emperador cuenta con ella para traer la victoria, el Senado cuenta con su
muerte, y lo único con lo que Vhalla puede contar es con la pelea de su vida.
Mientras lidia con los fantasmas de su pasado, nuevos desafíos en el presente
amenazan con romper los restos de su frágil cordura. ¿Mantendrá su 4
humanidad? ¿O realmente se convertirá en el monstruo del Imperio?

Air Awakens #2
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El mundo era…

Era un infierno.

Humo espeso. Cenizas. Calor abrazador.

Vhalla corrió entre figuras en sombras. Corrió cada vez más rápido a través de la
noche, de una escena horrible a la siguiente, como si corriera hacia el fin del mundo. Las
figuras oscuras y sin rostro comenzaron a rodearla, obstaculizarle el paso, a asfixiarla.
Las lágrimas ya manchaban sus mejillas cuando extendió una mano para apartar la
primera. La figura soltó un grito espeluznante antes de ser destrozada, disolviéndose en
un humo parecido al viento. Sus dedos se posaron en la siguiente persona… otro grito.
No quería ir más lejos, pero su corazón latía con fuerza con dos palabras impulsándola…
más rápido, más rápido, más rápido. 6
Así que Vhalla corrió. Corrió, y cada sombra con la que entraba en contacto se
disolvía en la oscuridad que lentamente la invadía. Nada detenía los gritos agonizantes
de las personas de las sombras, gritos que resonaban en su alma, ni las palmas de las
manos sobre los oídos, ni si quiera sus propios gritos.

Y de repente, silencio.

Vhalla bajó las manos lentamente, abriendo un ojo y luego el siguiente. No había
nada detrás de ella, nada a su lado; el camino por delante estaba iluminado por una última
llama brillante, consumiendo un edificio que se había derrumbado sobre sí mismo. Siendo
tirada por una fuerza invisible, sus pies se arrastraron un par de centímetros, y luego los
siguientes, hacia los escombros. Ya era demasiado tarde. Llegaba demasiado tarde cada
vez, todas las noches.

Vhalla empezó a apartar los escombros, un bloque grande a la vez. Las llamas
lamieron sus manos, pero no la quemaron. Ni siquiera se sentían calientes. Él estaba en
el fondo esperándola, y Vhalla tomó el cuerpo golpeado y ensangrentado de su amigo
muerto en sus brazos, llorando hasta que su garganta estuvo en carne viva.

—Sareen —sollozó en su hombro ensangrentado—. Prometo que la próxima vez


seré más rápida. Por favor no me esperes.
Las manos de él cobraron vida, agarrando los brazos de ella. Con una repentina
fuerza, su amigo los cambió de posiciones, golpeándola contra el suelo, el cadáver
presionándola contra la calle destrozada. La mitad de su rostro no era nada más que pulpa
desgarrada goteando sangre en el hombro de ella.

—Vhalla —siseó él. Parte de su mandíbula había desaparecido y el hueso restante


estaba en un ángulo incómodo—. ¿Por qué no viniste?

—¡Lo intenté! —lloró ella, suplicando—. Lo siento, Sareem. ¡Lo siento!

—No estabas ahí. —El cadáver de su amigo se inclinó hacia adelante, casi tocando
su rostro—. No estabas ahí. Morí por tu culpa.

—¡Lo siento! —gritó Vhalla.

—Estabas con él. —Su agarre cortó el flujo de sangre en sus brazos, y los dedos de
Vhalla se entumecieron—. ¡Estabas con él! —La sacudió—. ¿Dónde está él ahora?
¿Dónde? —demandó su amigo de la infancia, sacudiéndola como una muñeca de trapo,
su cabeza golpeando el suelo.

Vhalla lucho contra los brazos que la sostenían y la sacudieron de nuevo.


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—¡No, no! ¡Intenté salvarte! —sollozó ella.

—¡Vhalla, despierta! —ordenó una voz diferente, y los ojos de Vhalla se


abrieron de golpe.

Las manos de Larel subieron y bajaron por los brazos de Vhalla. Sus ojos
oscuros estaban llenos de preocupación. Vhalla parpadeó hacia ella, eliminando
la imagen de su amigo muerto. El recuerdo de Sareem hizo que se le revolviera
el estómago, y Vhalla rodó a un lado de la cama, vomitando en un orinal
cuidadosamente colocado.

—Esta es la tercera noche consecutiva —dijo una voz desde la puerta. La


misma voz había escuchado las dos últimas noches.

Vhalla levantó la mirada y se secó la saliva de la barbilla. Había un


hechicero ahí, y no lucía exactamente feliz.

—Dale un poco de espacio. —A Larel no le hizo gracia.

—Dame a mí un poco de espacio. —La persona bostezó, pero escuchó el


tono de advertencia en la voz de Larel con una mirada fulminante en dirección a
Vhalla. Un golpe de la puerta señaló su partida.
Vhalla tosió por última vez, su estabilidad física y mental regresó mientras
más tiempo estuvo fuera del sueño. Sentándose, Vhalla se frotó las palmas de sus
manos contra los ojos y parpadeó para eliminar los últimos restos de la visión.

—Vhalla —susurró Larel suavemente, colocando su palma en la coronilla


de la cabeza de ella. La otra mujer se sentó en la cama y tomó a Vhalla en sus
brazos.

—Estoy bien, estoy bien, estoy bien —murmuró Vhalla en la suave


comodidad de su amiga.

—Me quedaré.

—No, no puedes quedarte todas las noches. —Vhalla sacudió la cabeza,


pero no se alejó de la palma reconfortante acariciando su enredado cabello
castaño.

—¿Quién lo dice? —La mujer tomó su posición entre Vhalla y la pared.


Estaba abarrotada entre ambas, pero Vhalla estaba demasiado exhausta como
para objetar.

Se acostaron una frente a la otra y tomaron de la mano con fuerza. Vhalla 8


entrecerró los ojos en la oscuridad, usando la tenue luz de la luna para distinguir
el rostro de Larel. La otra mujer devolvió la mirada. Como Portadora de Fuego,
Larel podía convocar una llama con un pensamiento y darles luz, pero no lo hizo.

—Larel —gimoteó Vhalla suavemente.

—Deberías dormir un poco. —Larel sabía del inminente colapso de Vhalla


solo por el tono de su voz.

—Mañana es el último día. —Después del sueño, sus emociones eran como
una avalancha corriendo hacia el borde de un acantilado. Vhalla no tenía
esperanzas de hacer nada más que atravesarlo. No había tenido esperanzas desde
su juicio hace cinco días.

—Lo es y la Comandante Reale solo te hará trabajar más duro. —La voz de
Larel era una extensión de su resolución, tan inamovible como una montaña. Ella
era la única roca que le quedaba a Vhalla.

—¿Cuál es el punto? —susurró Vhalla con labios temblorosos—. Estaré


muerta en el momento en que estemos en un combate real.

Originalmente Vhalla fantaseó sobre lo que se encontraría en el Norte, la


tierra devastada por la guerra a donde se le ordenó marchar como una soldado
reclutada del Imperio. Pero los sueños y la culpa habían desgatado su resolución
hasta que solo era una cáscara.

—No lo estarás —insistió Larel.

—¡Apenas puedo hacer nada! —Su voz era patética, incluso para sus
propios oídos. Pero Vhalla estaba más allá de preocuparse. Había convocado una
fuerza falsa para lograr atravesar su juicio, pero ahora se había ido.

—Silencio —ordenó Larel. El asunto ya no estaba abierto a discusión—.


Debes dormir.

Vhalla apretó los labios.

—¿Me despertarás? —preguntó ella finalmente.

—Lo haré. —respondió Larel, como hacia todas las noches.

—No sé cómo voy a dormir sin ti de camino allá —murmuró Vhalla


suavemente.

—No te preocupes por eso ahora, solo descansa.


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Larel besó los nudillos de Vhalla suavemente, y ella finalmente cedió,
cerrando los ojos.

El sueño fue breve, pero llegó. Larel solo despertó a Vhalla una vez más.
Fue una mejora con respecto a las noches anteriores.

A la luz del día, Larel tuvo la cortesía de no decir nada sobre los terrores
nocturnos de Vhalla. Con la llegada del amanecer, se fue silenciosamente de la
habitación de Vhalla, dejándola vestirse y prepararse para el día.

Todo el cuerpo de Vhalla se sentía rígido y dolorido, lo que hizo que vestirse
tomara el doble de lo normal. Ella giró sus hombros y su cabeza de lado a lado
mientras se vestía con su túnica negra. Su reflejo llamo su atención: ojos marrones
oscuros salpicados con oro acentuados por círculos oscuros en un rostro
demacrado. Incluso su habitual tono amarillento estaba pálido. Vhalla se llevó
una mano a su cabello corto, recordando la tarde siguiente a su veredicto cuando
lo cortó todo.

—Lo odio —declaró Vhalla, sin saber si estaba hablando con su cabello o su
reflejo como un todo.

Sus pies la llevaron contra la corriente de gente que se dirigía hacia la gran
cocina. No tenía hambre. Vhalla no creía que pudiera tragar ni un bocado hoy. A
ella le quedaba un día antes de que se alejara de todo lo que había conocido. Su
normalmente poco apetito se redujo a un pozo de rocas.

Entró en la habitación de entrenamiento de la Torre, la cual abarcaba el


centro de todo el piso. La habitación circular estaba bordeada por una pared que
hacía de barrera para los espectadores y aprendices en espera.

Una mujer ya estaba en la habitación detrás de un alto escritorio.

—Comandante —dijo Vhalla cuando entró.

—Yarl. —La Comandante Reale era una mujer del Sur que fue construida
de acero y era igual de cálida. Un parche de metal estaba derretido directamente
sobre su hueso, cubriendo su ojo izquierdo—. Llegas temprano.

—No puedo permanecer alejada —replicó Vhalla con un tono sarcástico, un


tono que estaba empezando a llenar permanentemente sus palabras. Vhalla no
sabía de dónde venía y estaba demasiado cansada como para preocuparse.

—Bueno, hoy no trabajarás conmigo. —La Comandante levantó la mirada


brevemente antes de regresar a los papeles en el escritorio.
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—¿No? —Vhalla no sabía a dónde más iría. No podía dejar la Torre por las
órdenes del Senado. Ella seguía siendo propiedad de la corona hasta que la
guerra en el Norte llegara a su fin, o ella muriera.

—El ministro quiere verte.

Vhalla reconocía un despido cuando lo escuchaba, y la Comandante Reale


no era exactamente la mujer más amable con quien estar.

Con la hora del desayuno todavía en marcha, la Torre estaba vacía. La


mayoría de los residentes llenaban la cocina unos niveles más arriba. Mientras
pasaba por el desastroso pasillo, un ruido llegó a ella, pero Vhalla estaba
demasiado entumecida como para escuchar.

Mas allá de su habitación y casi en lo alto de la Torre estaba la oficina del


Ministro de Hechicería. Todas las demás puertas tenían una placa con el nombre
en el frente con el nombre de sus residentes. Pero la que estaba frente a ella tenía
un símbolo de la Torre de los Hechiceros fundido en plata con un dragón que se
curvaba sobre sí mismo dividiéndose en dos: la Luna Rota.

Sus ojos se movieron hacia arriba.

Había una puerta más, apenas visible en la curva del pasillo inclinado.
Estaba completamente sin marcar. Y, aunque nadie podía confirmarlo con
certeza, Vhalla solo podía sospechar a quien pertenecía. Ella no había visto ni
escuchado de su fantasma en días y no tenía forma de llegar a él, sin importar
cuán mal su poco juicio le rogó que lo hiciera. Vhalla tragó y llamó a la puerta
frente a ella antes de que la mala idea de ir a la puerta de al lado pudiera
superarla.

—Un momento —llamó una voz desde adentro. La puerta se abrió y un


hombre con cabello rubio corto y ojos azul helado la saludó, la barba de chivo
alrededor de su boca se curvó en una sonrisa—. Vhalla, adelante, entra. —El
ministro Victor le hizo señas.

Fue recibida en la lujosa oficina; era un nivel de riqueza al que ella todavía
no estaba acostumbrada. La alfombra de felpa azul bajo sus botas le recordaba a
la Biblioteca Imperial de una manera físicamente dolorosa. Vhalla se sentó
rápidamente en una de las tres sillas situadas delante del escritorio.

—Estaba terminando mi desayuno. ¿Tienes hambre? —Él hizo un gesto


hacia un plato lleno de una variedad de pasteles.

—No. —Vhalla sacudió con la cabeza, juntando las manos y retorciendo sus
dedos.
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—¿No? —El Ministro ladeó la cabeza—. No podrías haber comido.

—No tengo hambre.

—Ay, Vhalla —la regañó en un tono familiar—. Necesitas mantener tu


fuerza.

Ella miró el muffin en su mano extendida. Su entrenamiento ganó y Vhalla


escuchó al hombre desde su asiento. Lo picó con indiferencia, pero eso pareció
ser suficiente para el ministro.

—Entonces, mañana es el día —dijo lo obvio.

—Lo es. —Vhalla asintió.

—Me gustaría repasar una o dos cosas contigo antes de que te marches. —
Vhalla continuó picando el muffin mientras él hablaba—. Ante todo, quiero que
sepas que nadie en la Torre tiene malas intenciones hacia ti.

Vhalla tenía algunos hematomas del entrenamiento con la Comandante


Reale que podrían diferir, pero ella ocupó su boca con el muffin.

—He informado a toda la Legión Negra que se te mantendrá bajo estrecha


vigilancia y serás defendida en todo momento —continuó Victor—. Como la
primera Caminante del Viento en casi unos ciento cincuenta años me gustaría
verte vivir lo suficiente para estudiar en la Torre.
—¿Informaste al Senado de esa decisión? Estoy bastante segura de que me
quieren muerta —respondió Vhalla sin emoción.

—El resentimiento no te luce. —El ministro se reclinó en su silla, uniendo


sus dedos.

—Disculpa. —Vhalla murmuró una disculpa a medias y dejó el muffin


parcialmente picado de vuelta al plato del ministro.

—Necesitas regresar con vida, Vhalla. —El ministro Victor la miró


pensativamente—. Necesito que creas que serás capaz de hacer esto.

Vhalla no sabía cómo se podía esperar mantenerse viva cuando apenas


podía usar magia. Madre, apenas podía cerrar los ojos por más de unos minutos
sin que los horrores la atormentaran.

—Muy bien. —Vhalla fingió estar de acuerdo.

El ministro solo suspiró ante su respuesta.

—¿Ayudará si le doy un propósito a tus días? —El ministro Victor se inclinó


hacia adelante con los codos en su escritorio como si fuera a compartirle un gran 12
secreto—. Hay algo que necesito… y soló tú, como Caminante del Viento, puedes
recuperarlo.

Vhalla instintivamente se sentó más erguida.

—¿Qué? —preguntó finalmente mientras dejaban las palabras flotando en


el aire.

—Hay algo muy poderoso escondido en el norte. Cuanto más tiempo


permanezca sin supervisión, más aumentan las probabilidades de que caiga en
las manos equivocadas o sea usado contra nuestras fuerzas si los clanes del Norte
llegan a comprender lo que poseen.

Vhalla se preguntó cómo eso se suponía que la ayudara.

—¿Qué es? —La curiosidad ganó la guerra de sus emociones.

—Es un arma antigua de una época diferente, una época en la que la magia
era más salvaje y más divina. —Él hizo una pausa, reflexionando sobre siguientes
palabras—. Es un hacha que se dice que puede cortar cualquier cosa, incluso un
alma.

—¿Por qué existiría tal cosa? —Vhalla luchó por pensar en una razón.

—Bueno, los registros más recientes dicen que es ficción. —El ministro frotó
su barba ante el pensamiento.
—¿Cómo estás seguro de que es real?

—Tengo una buena fuente. —El ministro volvió al punto—. Necesito que la
recuperes y la traigas aquí. —Dio golpecitos al escritorio.

—Pero si es tan peligrosa… —Vhalla reflexionó en voz alta. Sentía que le


faltaba información importante, pero el ministro no estaba interesado en
compartirla.

—Como dije, queremos mantenerla alejada de las manos equivocadas. Más


allá de eso, haría al portador casi invencible. —El ministro Victor dejó que eso
colgara y Vhalla fue lo suficientemente inteligente como para reconstruir lo que
estaba tratando de decirle. Si el portador era casi invencible, y ella se las arreglaba
para encontrarla, entonces tal vez podía salir con vida del Norte—. ¿Quieres
ayúdame con esto Vhalla?

Ella dudó por un último y largo momento. Vhalla miró a los gélidos ojos
azules del ministro, los ojos del hombre que la había secuestrado cuando se
conocieron. Pero también eran los ojos del hombre que la había refugiado, sanado
y protegido cuando el mundo estaba dispuesto a destrozarla miembro por
miembro. La Torre era un lugar misterioso, pero ella conocía la sinceridad 13
cuando la veía.

—Por supuesto, ministro —dijo Vhalla obedientemente.

La Torre cuidaba de los suyos.


Vhalla no durmió esa noche. Se mantuvo despierta, luchando contra las
horas inquietas con un libro y rápidamente se dio cuenta de que nunca lo
terminaría. Cerrándolo con un suave suspiro Vhalla lo guardó en su armario
cuando el cielo comenzó a iluminarse.

Dos grandes paneles de vidrio hacían tanto de ventanas como de puertas,


se abrían hacia la barandilla de piedra que servía como puerta secundaria al
mundo, lo que generosamente sería llamado balcón. Los comienzos de un mal
invierno fluían hacia la ciudad al final de cada brisa. Vhalla dejó que el frío
adormeciera sus mejillas mientras miraba el borde del horizonte volverse
lentamente carmesí con el despertar de la Madre Sol.

Un golpe en su puerta atrajo la atención de Vhalla hacia adentro. Larel le


había dicho que estaría trayendo la armadura de Vhalla y la ayudaría a ponérsela
14
por primera vez. Vhalla tomó una respiración profunda, tratando de reunir los
restos de valor que tuvo la noche anterior.

El aire se desvaneció de sus pulmones con un suave sonido ahogado ante la


persona que la esperaba.

Su cabello era tan negro como la medianoche. Sus ojos fueron creados de
una oscuridad penetrante y estaban posados sobre pómulos altos tallados en una
impecable piel alabastro. Vestía ropa meticulosamente elaborada y finamente
planchada, sin un solo pliegue fuera de lugar. Él era lo contrario a la mujer
demacrada cuyas ropas colgaban cada vez más holgadas. Pero se esperaba que
luciera así ya que él era el príncipe heredero.

Vhalla estaba indefensa ante él, y él parecía igual de perdido al verla.


Ninguno habló.

Vhalla se dio cuenta, muy tímidamente, de que era la primera vez que la
veía desde que cortó su cabello. Cabello corto o no, ¿podría siquiera soportar
verla?

—Tengo tu armadura. —Su voz resonó suavemente en su mente inquieta.

Vhalla escuchó la demanda en la declaración, moviéndose a un lado para


poder maniobrar un pequeño soporte de armadura de madera en su habitación.
El sonido de la puerta cerrándose detrás de él envió un escalofrío nervioso
por su espalda. La última vez que Vhalla estuvo a solas con el príncipe fue el día
del veredicto. La última vez que lo había visto, dos guardias armados la
escoltaban fuera de la sala del tribunal, después de haber sido declarada su
sentencia, una sentencia que le dio al príncipe la capacidad de matarla si ella
desobedecía.

Pero Aldrik no la mataría. La forma en que la miraba reveló esa certeza. Él


no podía matarla si la fuerza mágica, el Vínculo, entre ellos era real.

—¿Dónde está Larel? —Vhalla quería golpearse la cara contra la pared. ¿Eso
fue lo que decidió decir?

—Pensé que yo podría ayudarte. —Fue incómodo, todo entre ellos se sentía
incómodo. Era como si hubieran pasado cinco años y no cinco días.

Todo había cambiado.

—No puedo negarte, mi príncipe. —Vhalla juntó sus manos, inquieta.

En lugar de su habitual regaño por su tic inquieto, el príncipe tomó sus


dedos entre los suyos. 15
—¿Por qué la formalidad? —preguntó él suavemente, deslizando los
guantes en sus manos.

—Porque… —Las palabras se le atascaron en la garganta.

—Aldrik está bien —le recordó el príncipe.

Ella asintió en silencio, todavía trabajando a través del nudo de silabas


detrás de sus labios. Con ambos guantes puestos, Aldrik le pasó la túnica de cota
de malla. Sus mangas eran largas, extendiéndose hasta la parte superior de sus
guantes. Vhalla se sorprendió al descubrir que tenía una capucha hecha de
pequeños eslabones. Su cabello caía justo por encima de donde se juntaba em la
parte posterior de su cuello. El peso de su mirada atrajo sus ojos hacia los suyos,
y la mano de Vhalla cayó de donde jugaba con las puntas de su cabello.

—Hiciste que te lo cortaran. —Sus manos se detuvieron en la armadura.

—Yo lo corté —corrigió ella, mirando a un rincón de la habitación. Se sintió


como si estuviera en un juicio de nuevo.

—Me gusta —dijo Aldrik después de lo que pareció una eternidad.

—¿Sí? —Su boca se abrió en sorpresa muda.

—Largo o corto… te luce. —El príncipe se encogió de hombros.


Vhalla no señaló el hecho de que acababa de contradecirse. Su interior
estaba alborotado, y de repente se sintió con ganas de llorar. ¿Le gustaba? ¿Qué
había en ella que pudiera gustarle a alguien?

La armadura en la que se deslizó estaba hecha de pequeñas escamas de


acero negro. Colgaba hasta la mitad del muslo y tenía los hombros cubiertos solo
lo mínimo para permitirle moverse. Su corazón se aceleró con emoción
conflictiva mientras miraba los largos dedos del príncipe mostrándole la
ubicación de los pestillos en la parte delantera de la armadura.

—Entonces son la armadura para las pernas y los guanteletes. —Aldrik hizo
un gesto hacia las piezas restantes en el soporte. Ella asintió en silencio. El
príncipe permaneció inmóvil durante un largo rato antes de dirigirse hacia la
puerta—. Necesito prepararme.

—Aldrik. —La mano apenas temblorosa de Vhalla agarró la manga de su


abrigo antes de que se diera cuenta de que se movió.

—¿Vhalla? —Él se detuvo en un instante y sus ojos buscaron los de ella.

—No puedo —susurró ella. 16


El dolor cruzó el rostro del príncipe, montado en la ola de comprensión de
lo que significaban esas palabras.

—Sí puedes. —Aldrik se giró lentamente, como si ella fuera un animal


salvaje que se asustaba fácilmente. Una mano cálida tomó la de ella; era un toque
delicado que parecía llevar el peso del mundo en él.

—S-soy horrible en todo, y yo…

—¿Recuerdas lo que te dije? —preguntó él como si pudiera sentir que las


emociones estaban a punto de invadirla—. ¿En el último día de tu juicio?

—Sí. —Recordaba su palma presionada firmemente contra su costado, en


un lugar que había sido una herida letal no hace más de un año, cuando él llegó
cabalgando a su vida durante una tormenta de verano. Él habría muerto por esa
herida si ella no lo hubiera salvado con su magia, creando inadvertidamente el
Vínculo mágico que ahora vivía entre ellos.

—Vhalla, yo… —Una puerta se cerró de golpe en el pasillo y el sonido de


pasos pesados con armaduras se desvaneció por el salón. Aldrik participó en un
concurso de miradas con la puerta—. Tengo que irme.

Vhalla asintió.

—Te veré pronto, en la marcha.


¿A cuál de ellos estaba tranquilizando?

Vhalla asintió de nuevo.

—Tenemos mucho tiempo antes de llegar al Norte. Personalmente me


aseguraré de que estés lista. —Juró el príncipe. Aceptando la responsabilidad por
ella.

—Gracias. —Las palabras no parecían suficientes, pero eran todo lo que ella
tenía para dar y Aldrik las aceptó antes de irse silenciosamente.

Ella se quedó ahí de pie durante varias respiraciones. Tratando de calmar


la tempestad que se desataba dentro de su pecho. Tan cerca de estar lista como
alguna vez lo estaría, Vhalla agarró la pequeña bolsa en la que había dicho que
empacara sus objetos personales. En su guardarropa estaban las notas de Aldrik,
el brazalete de Larel y tres cartas dirigidas a su antiguo maestro en la biblioteca,
su amiga Roan, y su padre. Le había contado a Fritz, el bibliotecario de la Torre,
y su amigo Grahm acerca de su existencia. Si le ocurría lo peor, les enviarían esas
cartas.

Miró su reflejo en el espejo una vez más y Vhalla se quedó ahí un minuto 17
más. No reconoció a la mujer que la miraba fijamente. Los ojos huecos y el cabello
salvaje estaban enmarcados por una armadura negra. Era el rostro de una
guerrera y una hechicera.

Respirando profundo Vhalla, salió al pasillo y no miró atrás. Ni siquiera se


molestó en cerrar la puerta. La espiral inclinada estaba llena de gente, pero nadie
parecía interesado en hablar y el coro de armaduras llenaba el aire. Las suyas
eran de una fabricación similar a la de ella, pero no se veía ni la mitad de fina.
Vhalla tomó nota del pequeño adorno dorado a lo largo de la parte delantera de
su acero. Una o dos personas más parecieron notar lo mismo, pero no dijeron
nada.

El pasillo terminaba en un gran vestíbulo en la base de la Torre, la única


entrada pública. Vhalla se apoyó contra el muro exterior, sin hablar con nadie. La
Torre había sido amable con ella, en general. Pero solo tenía dos verdaderos
amigos, y aun dormían en sus camas.

Vhalla sintió una punzada de soledad. El lugar estaba lleno del típico oscuro
y piel aceitunada de Oeste, el bronceado amarillo y los rasgos marrones claros
del Este, la piel pálida y cabello dorado del Sur. Todos eran una mezcla de
cabellos y ojos que conocía, y sin embargo, ninguno le resultaba familiar.

Algunos de los otros soldados charlaban nerviosamente. Otros estaban


demasiado tranquilos como para que esta fuera su primera marcha. Y aunque
Aldrik había dicho lo contrario, ella estaba sola. Vhalla se miró los pies, ella había
muerte y destrucción; era mejor así.

Por encima de su autocompasión, Vhalla escuchó una voz familiar.

—Mira, te dije que no llegaríamos tarde —dijo un hombre.

—Habríamos llegado tarde si no te hubiera sacado de la cama —respondió


una mujer.

—Puedes dejar de arrastrarme ahora.

La cabeza de Vhalla se levantó de golpe para ver a Larel trayendo a Fritz a


la habitación, agarrándolo firmemente del brazo. Los ojos de Vhalla se
ampliaron. Estaban vestidos de la misma manera que los demás, completamente
cubiertos con una armadura.

—¿Fritz, Larel? —llamó ella tímidamente.

—¡Vhal! —El hombre de cabello rubio salvaje saludó emocionado mientras


pasaba junto a Larel a toda prisa dejando a la otra mujer siguiéndolo
tranquilamente.
18
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Vhalla, estupefacta mientras
dejaban sus propias mochilas en el suelo.

—¿No es obvio? —respondió él, alisando sus rebeldes rizos—. Iremos


contigo.

—Pero ninguno de los dos está en el ejército —objetó ella.

—Somos nuevos reclutas. —Él sonrió.

Vhalla miró a Larel en busca de sentido común.

—No pensaste que dejaría que mi primer aprendiz se fuera a la guerra sin
mí, ¿verdad? —regañó Larel suavemente sin ninguna mención del príncipe
apareciendo en lugar de ella antes a ayudarla—. ¿Qué clase de mentora crees que
soy? —Cruzó los brazos sobre su pecho.

—N-no pueden. —El corazón de Vhalla comenzó a acelerarse. Puso sus


manos sobre los hombros de Fritz y vio un par diferente de ojos azules mirándola.
Los ojos de un hombre con quien había crecido, que había sido un gran amigo;
eran ojos que ahora pertenecían a un hombre muerto—. No puedo dejar que más
personas mueran por mi cuenta. —Vhalla centró todo su esfuerzo en evitar que
su voz se quebrara.

—No nos trates como si fuéramos niños. —Larel puso los ojos en blanco.
Fritz tomó las manos de Vhalla.

—No es tu trabajo protegernos. Sabemos lo que estamos haciendo. —Él


apretó sus dedos suavemente.

Vhalla sintió que la desesperanza crecía en ella.

—Son unos idiotas —dijo Vhalla con un suspiro.

Fritz se rio.

—Me han llamado peor. —Él sonrió—. ¿Larel?

—Mucho peor —respondió la mujer con una mueca.

—Por cierto, Vhal, ¡te ves fantástica! —Fritz extendió los brazos entre ellos
para inspeccionar la armadura—. No es de extrañar; eres nuestra Caminante del
Viento.

Vhalla permitió que Fritz la adulara, Larel tarareara y sonriera. Estas eran
las únicas personas en los últimos días que la han hecho sentir cerca de un ser
humano, y mientras ella estaba aturdida al verlos en armadura, había una
pequeña parte egoísta que secretamente se regocijaba. Vhalla miró a Larel por el 19
rabillo del ojo, respondiendo sin tanto entusiasmo a Fritz.

El chico sobre-emocionado fue silenciado cuando un silencio cayó sobre la


habitación. La Comandante Reale entró, también vestida de negro con una capa
de obsidiana que le caía por la espalda. Una Luna Rota plateada estaba blasonada
en ella. Vhalla saludó con el resto de la habitación, llevando sus puños a su pecho,
juntando los nudillos. Giró una mano hacia abajo, la otra hacia arriba, todavía
conectadas en las muñecas imitando el simbolismo.

La luna era el punto en el que se encontraba el día y la noche, era luz en la


oscuridad donde no pertenecía. Dentro de ella, se decía que el Padre había
atrapado a una criatura de puro caos. La Luna Rota de la Torre representaba la
fuerza, que aquellos que llevaban la marca poseerían magia lo suficientemente
poderosa para perforar los cielos y poner fin a lo que los dioses habían
comenzado hace tantos eones.

Vhalla había estado demasiado cansada desde que se unió a la Torre para
pensar en las imágenes simbólicas más allá del significado. Pero cuanto más
había considerado el símbolo, más parecía encajar con ella. Había algo cortado y
áspero en ella, algo contaminado, y sin embrago, al mismo tiempo esas piezas
eran los ingredientes de algo horrible. Quería convertirse en alguien que el
Senado temiera. ¿Por qué no destruir el cielo?
—Bueno, ¿no es esto un grupo lamentable el que tengo el estimado honor
de llevar a la guerra? —La Comandante miró la habitación—. ¿Quién de aquí
marcha por la gloria?

La habitación se elevó en un grito de afirmación instantáneo.

»Salgan de mi vista —gruñó la mujer, silenciando a los soldados


previamente alegres. Cortó su resolución con una mirada de su ojo bueno—. No
tengo lugar para héroes bajo mi mando. La mayoría de ustedes marcharán hacia
una muerte ingrata. Sus camaradas en plateado les temerán, ellos los odiarán,
ignorarán sus logros y reclamarán sus victorias.

La mente de Vhalla se dirigió al Senado, escuchando un “ellos” muy


diferente en las palabras de la mujer.

—Para aquellos de ustedes que no son completamente tontos —dijo la


Comandante Reale con una sonrisa salvaje cruzando sus labios—. Para aquellos
de ustedes que pueden enfrentarse a nuestro enemigo con tanta crueldad, astucia
y mucha habilidad, tal vez lleguen al final de la guerra. Así que quédense
conmigo, quédense con sus hermanos y hermanas de negro. Cabalgaremos hacia
el horizonte de la victoria, y quien no pueda ver el camino debe irse ahora. 20
La Comandante salió de la Torre y no miró atrás para ver si alguien la
seguía.

Todos lo hicieron.

Cuando la luz del sol golpeó el rostro de Vhalla. Ella miró hacia atrás a la
Torre que arrojaba una sombra oscura hasta que se convertía en una con el castillo
de la ladera de la montaña.

Hogar. Este magnífico palacio había sido su hogar desde que tenía once
años. Llegó aquí siendo la hija de un granjero, y ahora se iba siendo soldado.
Vhalla se llevó su bolsa al hombro, agarrando las correas de cuero con fuerza.
Trató de controlar los nervios, los miedos y la inseguridad y reprimirlos en algún
agujero oscuro profundo dentro de ella.

Fueron por un camino al interior hasta de los establos. Nadie dijo una
palabra. Los sonidos del despertar del palacio y el sonido metálico de la
armadura de la Legión Negra pronto se unieron a la sinfonía de caballos y
hombres.

Los establos superaron su imaginación más salvaje. Cientos de personas


llenaban todos los espacios posibles. Cada uno estaba revestido de armadura de
plata. Algunos estaban preparando caballos, otros estaban preparando carretas.
Su asombro se rompió cuando la Comandante dio una orden brusca,
enviando a Vhalla hacia un puesto lateral. No esperaba tener su propia montura.
El caballo de Vhalla era un semental mayormente negro con un parche en la
frente. Le dio unas palmaditas en el cuello y el animal sacudió su melena oscura
en protesta dramática. Decidió que un poco de fuego en la bestia le sentaría bien.
Un joven mozo de establo le dio un amplio espacio mientras él trabajaba
rápidamente para ensillar al animal. Hubo el eco de una voz en ella que quiso
tranquilizar al chico claramente temeroso, pero Vhalla no podía encontrar la
fuerza para consolar a nadie más. Estaba demasiado oscuro dentro de ella como
para siquiera sonreír, por lo que no fue una sorpresa que casi sobresaltó al chico
hasta casi morir cuando ella habló.

—¿Cómo se llama?

—Es nuevo. Lo vi esta semana. No creo que tenga nombre. —El chico
terminó de alistar el caballo colocando una bolsa pequeña a cada lado. Una estaba
llena de raciones, y la otra contenía las escasas posesiones de Vhalla, dejando algo
de espacio.

Caminó hasta la parte delantera del caballo y consideró a la bestia. 21


—Relámpago —decidió ella. No era muy original, pero necesitaba un
nombre y Relámpago era tan bueno como cualquiera. El relámpago era fuego en
el cielo, era brillante y rápido.

Colocando su pie izquierdo en el estribo derecho fácilmente, tomando las


riendas. A Vhalla nunca le enseñaron a montar correctamente, pero un caballo o
dos era algo que su familia siempre guardaba en la granja. Montaba desde muy
joven, por lo que sentarse en la silla de la montura parecía una postura natural.
Vhalla observó a los otros reclutas; no era tan natural para muchos.

Tomando las riendas con una mano, apretó los talones a los lados de la
bestia y lo condujo fuera del establo. Su armadura resonó cuando encontró el
ritmo del caballo. Vhalla cabalgó hasta donde la Comandante estaba
comenzando a formar la línea.

—Comandante —dijo ella.

—Es bueno ver que sabes cómo montar a caballo. —La Comandante evaluó
a Vhalla desde sus pies en el estribo hasta su agarre en las riendas—. Estarás cerca
del centro, Yarl, a mi derecha. —Llamando a Fritz y Larel por sus apellidos,
agregó—: Charem junto a ti, luego Neiress. Luego todos en los que puedo confiar
para que no mueran pronto en una pelea estarán en el exterior y en la retaguardia.
Vhalla colocó su caballo en línea con suficiente espacio en ambos lados.
Hubo una pequeña conmoción detrás de ella, y Vhalla se giró en su silla. Las
gigantescas puertas ceremoniales del palacio se abrieron con el chasquido y
chirrido de una gran cadena, la familia Imperial marchó hacia el sol.

El príncipe Baldair vestía su armadura dorada y brillaba intensamente


contra a luz. El Emperador vestía una similar, pero todo en blanco. Aldrik estaba
en un marcado contraste. Llevaba escamas negras que cubrían todo su cuerpo,
similar a la armadura que vestía Vhalla. Sobre su cota de malla, había una
armadura negra con bordes dorados, que iba desde las manos hasta los codos, de
los pies hasta las rodillas, cubriendo sus hombros y la parte superior de su pecho.
Los tres llevaban cascos bajo el brazo y vestían largos pantalones blancos, mantos
que ondeaban alrededor de sus pantorrillas.

No se parecía en nada al príncipe que había visto unas horas antes. Pero
todavía le resultaba muy familiar.

A los demás miembros de la familia Imperial les llevaron sus caballos, pero
nadie parecía interesado en llevarle a Aldrik el suyo. Se acercó a la bestia que
pisoteaba fuerte y lo calmó con una mano. Sacándolo de su puesto. 22
La mirada de Vhalla se interrumpió cuando Larel y Fritz se acercaron.

—Charem, a la derecha de Yarl, Neiress, después —espetó la Comandante,


y Fritz y Larel se alinearon alrededor de Vhalla.

—Tienes las riendas agarradas con demasiada fuerza —le advirtió Vhalla
en voz baja por encima de Fritz a Larel, que parecía estar teniendo problemas
para controlar su caballo. Larel le dio una mirada agradecida. Aunque Vhalla
hubiera preferido que estuviera a salvo en la Torre, se alegraba de tener a sus
amigos cerca.

Comenzó a notar miradas extrañas de los otros soldados mientras se


alineaban. Había un espacio definido entre los soldados en plateado y blanco, los
de plateado y negro. Los amigos serán escasos en la marcha.

Hubo movimiento detrás de ella y la Comandante se giró. Aldrik estaba


sentado sobre su gran montura de guerra, cabalgando a través de la brecha hacia
la Comandante Reale.

—Mi príncipe. —La Comandante bajó su cabeza.

—Comandante Reale. —La voz de Aldrik era dura—. ¿Cuántos hay? —Sus
ojos escanearon a través de los reclutas.
—Casi cincuenta —informó la Comandante, confirmando las sospechas de
Vhalla de que eran el grupo más pequeño.

—Entonces quiero que esos casi cincuenta regresen a casa. —El príncipe
tomó las riendas en sus manos cuando la Comandante asintió. Él dirigió su
caballo a través de las filas, moviéndose hacia el frente, pero se tomó un segundo
para echarle un vistazo a Vhalla. Sus ojos se encontraron y el rostro se de él relajó
un poco, en un lío conflictivo de emociones construyéndose detrás de su mirada.

Vhalla endureció su mirada tanto como pudo y le dio un pequeño


asentimiento. Él empujó sus talones suavemente contra su caballo y se fue
trotando al frente de la línea.

Se acabó el tiempo de la tristeza y la lástima. La chica que había llegado al


palacio a los once años y vivió su vida en la biblioteca estaba muerta, fue
asesinada por los senadores a quienes siempre le habían enseñado que tenían el
juramento de protegerla. La mujer sentada en esta montura ahora tenía que
encontrar un corazón hecho de acero negro. Tenía que sobrevivir, aunque solo
fuera para resentir al mundo.

La horda estaba en su lugar y los hombres y las mujeres se movieron en sus 23


monturas. Vhalla agarró sus riendas firmemente. Puedes hacer esto, se dijo a si
misma por encima de las mentiras mentales de que sus rodillas no temblaban en
los estribos.

—¡Abran las puertas! —grito el Emperador.

Las puertas inferiores cobraron vida con un gemido, abriéndose para la


horda de guerreros detrás de ellas. El Emperador dirigió la marcha mientras el
ejército se extendía en la ciudad de la cima de la montaña con un estruendo
atronador. En algún lugar los soldados del frente comenzaron a soltar gritos
sedientos de sangre, de miedo, de victoria y de esperanza.

Vhalla no emitió ningún sonido.


Los estruendos de los cascos de los caballos en las calles adoquinadas
llenaban sus oídos. Marcaban un paso rápido por la ciudad y entre la multitud
reunida. Más de una persona miró con morbosa curiosidad o miedo mientras la
Legión Negra pasaba, y Vhalla luchó por no prestar atención a las masas.

Pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, sus ojos vagaron; Vhalla se enfrentó
a una mezcla de horror, miedo e ira. Los hechiceros eran marginados y criaturas
no deseadas y, en lo que respecta a la multitud, habían traspasado sus límites en
el momento en que dejaron la Torre. Más de una vez, alguien fue lo
suficientemente audaz como para arrojarles algo, aunque normalmente fallaban
y golpeaba a un soldado armado de espadas al frente o a un arquero a sus
espaldas. La Legión Negra era mucho más pequeña que los otros grupos.

Por el creciente daño a la ciudad, Vhalla se dio cuenta de que estaban cerca
24
de la plaza del Sol y la Luna. Solo habían pasado unos días desde la infame Noche
de Fuego y Viento, y la mayoría de las cosas todavía estaban en mal estado. La
culpa creció dentro de ella a niveles casi vertiginosos.

Cuando llegaron al muro inferior de la ciudad, las casas se hicieron más


pequeñas, menos opulentas. Hizo que la pared fuera aún más impresionante. La
primera línea de defensa de la capital era una estructura masiva que utilizaba
elementos naturales y piedra de montaña. El puente levadizo de la puerta
principal ya estaba siendo bajado para que los soldados pasaran.

—¡Cabalguen cerca! —llamó la Comandante Reale desde su izquierda.

Vhalla condujo su caballo cerca del centro de la columna y cruzaron la


puerta. La ciudad continuó extendiéndose más allá del muro al otro lado del foso,
un foso que permanecería seco durante los meses de invierno. Incluso las casas
más pobres se alineaban en la ladera de la montaña hasta el valle.

El camino por el que marcharon finalmente llegó a una T contra el Gran


Camino Imperial, un camino que iba desde la frontera del Imperio en el Norte
hasta el mar en el Sur. Los soldados giraron a la izquierda y comenzaron a
dirigirse en dirección noroeste. Las rocas hicieron su camino lo suficientemente
ancho como para que todos pudieran cabalgar y marchar lado a lado de once a
quince hombres.
No fue hasta que llegaron al bosque que un cuerno sonó largo y bajo. La
horda del ejército aminoró el paso y los líderes pidieron un cambio de formación.

La Comandante Reale hizo un gesto con el brazo hacia la derecha.

—Hagan espacio —gritó, y ellos obedecieron.

Vhalla miró hacia adelante; todo el ejército siguió moviéndose mientras


abrían un agujero en el medio. Aldrik, a la izquierda de su padre, redujo la
velocidad de su caballo y los soldados avanzaron a su alrededor. Entonces el
Emperador detuvo su montura y finalmente también lo hizo el príncipe dorado.
La familia Imperial tomó su lugar entre las filas.

El príncipe Baldair se quedó en el centro del frente con todos los soldados
que portaban espadas. El Emperador cabalgaba detrás de él entre los que tenían
astas. Unas filas después estaban Vhalla y el príncipe heredero, quien ahora
ocupaba el espacio entre ella y la Comandante. La montura de guerra de él era
una criatura grande y la cintura de ella estaba al mismo nivel que la rodilla de
Aldrik.

Ella lo miró y, al mismo tiempo, vio que él la miraba. Vhalla le dio una 25
pequeña inclinación de cabeza.

—Mi príncipe —dijo ella respetuosamente. Él apenas asintió y se giró hacia


la Comandante. Vhalla miró hacia adelante. Quería creer que era simplemente
una casualidad cómo se había alineado la formación, pero ella era demasiado
inteligente para eso. El hombre a su izquierda no dejaba nada al azar.

La verdad era que estaba bastante segura de que ese era el lugar más seguro
para estar en la horda, cerca del centro, al lado de uno de los hechiceros más
poderosos del mundo. Vhalla se dijo a sí misma que el alivio era la razón de la
calidez que relajó sus hombros fue al pensar que él estaría cerca de ella.

Las legiones habían disminuido la velocidad a poco más que una caminata
y los estandartes fueron golpeados. El tiempo de la pompa había terminado y
todos parecían prepararse para el largo viaje hacia el Norte. La guerra había
durado cuatro largos años y la victoria estaba a un invierno de distancia. O al
menos eso era lo que el Emperador había dicho.

Vhalla miró detrás de ella; entre las dos legiones traseras, movían carros de
suministros. Parecía una gran cantidad de suministros para una victoria que se
suponía que solo tomaría unos meses. Ella reflexionó si el Emperador no había
dicho toda la verdad en sus estimaciones de tiempo.
El bosque se hizo más denso y pronto rara vez pasaban casas. De vez en
cuando, los senderos de caza se extendían desde la carretera, pero había poco
más. Los árboles fracturaban la luz de la Madre Sol, salpicando el camino por
delante. Algo de charla comenzó a llenar el aire y fue un viaje bastante tranquilo.

Pero Vhalla no sabía si podía sentirse en paz, no sabía si podía sentarse


tranquilamente en su montura y parlotear sobre esto o aquello. Cada movimiento
de su armadura le recordaba por qué estaba allí. Ahora era soldado, propiedad de
la corona.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que saliste de la ciudad? —preguntó


Fritz. Él tenía otros planes para no dejarla sentada en silencio y revolcarse en su
desgracia.

—Ha pasado un tiempo —respondió finalmente Vhalla.

—¿En serio? —Parecía realmente sorprendido—. ¿Con qué frecuencia vas a


casa?

—La última vez que fui a casa… —Las palabras de Vhalla se silenciaron,
pensando en una granja en medio de un campo de trigo dorado. Ella le había 26
enviado una carta a su padre hace apenas unos días, tratando de avisarle más
rápido de lo que los rumores podían volar. El pensamiento le hizo un nudo en la
garganta, como si de alguna manera hubiera empañado los felices recuerdos que
su familia había creado en su hogar con su magia y sus crímenes—. ¿Creo que
fue para mi mayoría de edad?

—¿Qué? —Fritz estaba horrorizado—. ¿A los quince? ¿Han pasado tres


años desde que fuiste a casa? Mi madre y mis hermanas me despellejarían vivo
si no volviera a casa durante tres años. —Fritz se rio con su risa contagiosa.

Vhalla esbozó una sonrisa.

—¿Tienes hermanas? —Siendo hija única, a veces se preguntaba cómo sería


tener un hermano.

—Cuatro —intervino Larel desde la derecha de Fritz. Parecía estar mucho


más cómoda sobre el caballo ahora que apenas se movía—. Y deberías verlas
todas juntas. Gracias a la Madre que no son hechiceras o sería la familia Charem
contra el mundo.

—¿Las conociste? —La curiosidad de Vhalla la obligó a preguntar.

—Una vez. —Larel asintió.

—¿Desde hace cuánto se conocen ustedes dos?


Los dos intercambiaron una mirada antes de volverse hacia Vhalla.

—Siete años —dijo Larel.

—Ocho años —proclamó Fritz.

Ambos se fulminaron con la mirada.

—No, son siete. Llegaste un año después de mi mayoría de edad. —Larel


contó con los dedos.

—No, ocho, yo acababa de cumplir trece —argumentó Fritz.

—Sí, cumpliste trece, pero después de que nos conocimos.

—Ustedes dos me recuerdan a un viejo amigo y a mí —reflexionó Vhalla en


voz baja.

—¿Quién? —preguntó Fritz, ajeno a la tristeza que entrelazó sus palabras.

—Su nombre era Sareem. —Ella se jugueteó con la melena de Relámpago.

—¿Está en el palacio? —Fritz ladeó la cabeza.


27
—Murió la Noche de Fuego y Viento. —Vhalla fue asaltada
momentáneamente por sus visiones nocturnas del cuerpo destrozado de su
amigo. Era culpa de ella. Vhalla había sido demasiado lenta y él la había estado
esperando.

—Lo siento, Vhal. ¿Era alguien especial? —preguntó Fritz, sacando a Vhalla
de su abuso mental autoinfligido.

—Era un buen amigo; especial como un hermano. —Vhalla sacudió


físicamente las imágenes de su cabeza, sintiendo que otro par de ojos caían sobre
ella desde su izquierda. Su cordura no podía manejar otra pregunta sobre
Sareem, así que decidió tomar el control de la conversación—. ¿Cuánto tiempo
viajaremos hoy?

—Otras dos o tres horas —dijo una voz, oscura como la medianoche.

Vhalla se giró y miró al príncipe heredero.

—¿Eso es todo?

Aldrik asintió.

—Tomará algo de tiempo para que una horda de este tamaño se detenga y
establezca un campamento. No queremos hacerlo en la oscuridad.
Vhalla asintió y se dio la vuelta antes de quedar demasiado fascinada por
él. Fritz y Larel empezaron a hablar entre ellos, pero Vhalla se excluyó de la
conversación. Se sentía agotada y pasó el resto del día en un estado aturdido.

Cuando el sol estaba a dos tercios de camino a través del cielo, la trompeta
bramó dos veces, cantando un alto.

—Acampen en el lado izquierdo —espetó la Comandante Reale, y la Legión


Negra siguió su orden.

Aldrik se separó y desmontó entre la Legión Negra y los que llevaban astas.
La tienda de su padre fue armada en el centro de la legión del frente, y la de
Aldrik estuvo al borde.

Los soldados más experimentados que sabían qué hacer empezaron a


montar tiendas. Las tiendas de campaña de los miembros de la familia Imperial
eran significativamente más grandes y se levantaban en un cuadrado con un
techo piramidal. Grupos de personas corrían para ayudar a cada miembro de la
realeza a establecer su hogar temporal.

Fue una sensación agradable estar fuera de su montura. Vhalla estiró las 28
piernas, ignorando el dolor rígido, mientras ataba a Relámpago a la rama de un
árbol que colgaba bajo. Pero sospechaba que el caballo era lo suficientemente
inteligente como para no correr.

—Vhalla, compartiremos tienda —dijo Larel, acercándose a ella con un


paquete de lienzo en las manos.

El alivio se apoderó de ella mientras Vhalla bajaba su saco de dormir de la


silla de Relámpago. Larel estaba con ella. Se sentía culpable de que la mujer se
hubiera convertido en su guardiana, pero Vhalla estaba demasiado agotada
mental y físicamente para desperdiciar energía en una culpa tan pequeña.

Los soldados experimentados sacaban sus pertenencias de las alforjas, como


mantas o pequeñas almohadas, y se acomodaban en sus espacios reducidos.
Algunos la miraban con curiosidad, otros con ambivalencia, lo cual fue mejor que
las una o dos miradas sucias que recibió incluso dentro de la Legión Negra.

Larel clavó dos postes, que suspendían un trozo de lona, en el suelo. El


producto fue una simple carpa triangular. La privacidad vino en forma de dos
solapas en la parte delantera y trasera que se podían atar para cerrar. Apenas era
lo suficientemente grande para sus dos sacos de dormir.

—La cena estará lista pronto —anunció Larel después de que terminaran de
acomodarse.
—¿Que hay para cenar? —Vhalla siguió a la mujer mientras caminaba hacia
una de las fogatas.

—Lo que sea que los cazadores puedan encontrar con rapidez —respondió
Larel.

Esta noche eso pareció ser algunos ciervos, liebres y faisanes que ya
goteaban grasa en los fuegos de los asadores giratorios. Vhalla recibió un trozo
de carne directamente en su palma. Recordó el almuerzo que había compartido
con el príncipe Baldair. ¿Él también estaría comiendo con los dedos ahora?

—No es tan malo —reflexionó Vhalla mientras mordía con desgana una
esquina de la carne.

—Siempre he oído que el bosque del Sur era la parte más fácil de la marcha.
—Larel arrancó una tira de carne con los dientes y comió vorazmente—. Los
soldados dicen que los Desechos del Oeste lo compensa en dificultades, y si
tocamos nuestras raciones ahora nunca lograremos atravesar el desierto.

De repente, todos se pusieron de pie, dando el saludo de la Legión Negra.


Vhalla tardó más en llevarse los puños al pecho. El príncipe heredero se acercó 29
al círculo con las manos cruzadas detrás de la espalda en una postura dominante.
Después de un largo momento de evaluación, asintió y la compañía se relajó.
Aldrik se acercó al rincón más alejado y se sentó junto a una mujer a la que Vhalla
nunca había visto.

Su piel era de un color bronceado profundo, no del todo chocolate, más


como el color de un té negro que había estado reposando durante demasiado
tiempo. Su cabello tenía la misma textura que el de la gente del Norte y Vhalla se
sintió incómoda al instante. Se llevó las yemas de los dedos a la mejilla, tocando
la tenue línea roja de la piel recién curada, recordando la Noche de Fuego y
Viento. El cabello de la mujer se rizaba como un sacacorchos en todas direcciones
y llevaba un pañuelo rojo alrededor de la frente que lo echaba hacia atrás. Tenía
rasgos angulosos y llamativos ojos verdes. Dejando a un lado la inquietud de
Vhalla, la mujer era bastante hermosa.

Observó el extraño intercambio mientras el cielo acuarela se volvía negro


como la tinta. Aldrik se sentó con una rodilla en alto y un brazo apoyado en esa
rodilla. Se había quitado la capa y estaba tranquilamente con su armadura. La
mujer se estaba riendo, y Vhalla incluso vio una sonrisa en las mejillas de Aldrik
de vez en cuando. Era una sonrisa que él solo le había dado a Vhalla.

—¿Quién es esa? —Vhalla habló para que no pudiera escuchar el susurro


de su risa gutural con la otra mujer en el viento.
—¿Quién? —Larel intentó entrecerrar los ojos a través del pozo de fuego.

—La mujer con la que está hablando el príncipe. Nunca la había visto. —Si
la mujer había estado en la Torre, era asombroso que Vhalla no la hubiera visto.
La sola apariencia de la mujer la inquietaba.

—Ah, ella. —Larel pareció echar un buen vistazo—. Fritz, ¿la conoces?

—¿A ella? —Fritz también miró y negó con la cabeza—. No estoy seguro.
Creo que escuché que estaban trayendo a personas que sabían sobre el Norte.

—¿Creen que podemos confiar en ella? —preguntó Vhalla, incapaz de


deshacerse de la inquietante sensación.

—El príncipe aparentemente lo hace —respondió Larel encogiéndose de


hombros.

Vhalla volvió a concentrarse en los dos en cuestión. Su discusión parecía


haber cambiado a algo más acalorado, y estaban discutiendo de un lado a otro.
Aldrik se movió y, como si sintiera su mirada, dos ojos oscuros la atraparon.
Vhalla rápidamente desvió la mirada.
30
Durante el resto de la comida, se aseguró de no mirarlo. Vhalla picoteó su
carne. Seguramente era una discusión sobre el Norte, si por eso era que esta mujer
viajaba con ellos. Aunque las sonrisas casuales y las posturas relajadas hacían
que pareciera que la guerra no era el tema de conversación.

—Come, Vhalla —le ordenó Larel—. Necesitarás tu energía.

Vhalla se obligó a tragar la mitad de la comida como si fuera medicina. Su


deseo de interacción social se desvaneció y se puso de pie.

—Me voy a dormir —anunció a sus amigos.

—Tenemos un largo viaje mañana. —Larel asintió.

—Nos vemos en la mañana —dijo Fritz con una sonrisa.

Vhalla se giró y se alejó, sin estar cansada en lo más mínimo.


Estaba atrapada en el laberinto de sus pesadillas. Cada figura en sombras
se agrietó y se convirtió en niebla, disipándose ante su toque. Ella las pasó
corriendo, sintiendo el viento rugir en el borde de su conciencia. Vhalla corrió
gritando a través de la oscuridad y el fuego.

Dos brazos la levantaron y la despertaron.

Vhalla inmediatamente luchó con el otro cuerpo, tratando de separarse del


agarre de la persona. Su frente estaba resbaladiza por el sudor y su ropa estaba
casi empapada. El viento aullaba a través de las montañas, anunciando una de
las últimas tormentas del verano.

—Vhalla, detente. —Larel tomó a Vhalla en sus brazos, presionando el rostro


de Vhalla contra su pecho y protegiéndola del mundo—. Estás bien, todo está 31
bien. Estoy aquí.

Vhalla se estremeció, aferrándose a Larel como todas las noches en que se


había despertado así. Su manta parecía menos enredada alrededor de sus
piernas; la otra mujer podía despertarla de sus terrores nocturnos más rápido
cuando estaba a solo un brazo de distancia. Vhalla apretó su rostro contra la
mujer, recordándose a sí misma que la persona a la que se aferraba no era el
cuerpo destrozado de su amigo perdido.

—Lo siento —murmuró Vhalla cuando finalmente estuvo lista para


enfrentarse al mundo de nuevo.

—No tienes nada de qué disculparte. —Larel lo dijo de tal manera que
Vhalla le creyó.

Como el amanecer estaba cerca, decidieron no volver a dormir. Se ayudaron


mutuamente a ponerse la armadura antes de desarmar la tienda. La piel de
Vhalla se sentía caliente y fría por todas partes. Era como si todavía pudiera sentir
el calor del fuego de la pesadilla y el frío de los gritos en la oscuridad. Si no podía
sobrevivir una noche, ¿cómo podría sobrevivir a la guerra?

—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Larel. No era la primera vez que la


mujer hacía la pregunta.
—No —respondió Vhalla, sin ningún interés en compartir la oscuridad que
se cernía en ella de manera tan ominosa como las nubes de tormenta en el
horizonte del amanecer.

—Buenos días —intervino una voz desconocida, deteniendo cualquier


pregunta adicional de Larel.

Vhalla podría haber agradecido a la persona si no fuera por el rostro que


pertenecía a la voz. Hizo una pausa a mitad de doblar la lona de la tienda,
mirando fijamente los ojos color esmeralda que brillaban intensamente a la luz
de la mañana.

—Buenos días —saludó Vhalla en voz baja. Ver a esta mujer y sus rasgos
del Norte tan cerca después de sus pesadillas inquietó instantáneamente a Vhalla.

—Buenos días —respondió cortésmente Larel—. ¿Podemos ayudarte?

—Vhalla Yarl, la Caminante del Viento. —No era una pregunta y eso hizo
que Vhalla se sintiera ansiosa—. No sé qué esperaba de las historias, pero no era
a ti —dijo ella riendo.

Vhalla se enderezó lentamente. 32


—¿Y tú eres? —preguntó Larel.

—Oh, ¿dónde están mis modales? Elecia. —Le tendió la mano a Larel, luego
a Vhalla. Vhalla la tomó después de un breve momento de vacilación—. Oye,
¿estás segura de que realmente hiciste esa tormenta de la que todo el mundo me
habla? Luces como si una buena brisa te pudiera llevar volando. —Elecia se rio
y, a pesar de ser un sonido dulce, hizo rechinar los dientes de Vhalla.

—Lo hice; pregúntale a cualquiera de los senadores. Conozco a uno o dos


que estarían encantados de darte un relato colorido de esa noche. —Vhalla le dio
la espalda a la mujer, atando su saco de dormir a la silla de Relámpago. No le
importaba si estaba siendo grosera. Esta mujer era la última persona con la que
hablaría sobre la Noche de Fuego y Viento.

—Bueno, creo que ya veremos —dijo ella alegremente—. El príncipe


heredero me pidió que les diera un mensaje.

Vhalla hizo una pausa. ¿Aldrik estaba enviando mensajes a través de esta
mujer? Apenas lucía mayor que Vhalla.

—Él los ayudará con su entrenamiento a partir de esta noche.

Vhalla logró contener su lengua y asintió a la mujer.


—Excelente. —La mujer juntó las manos—. Bien, nos vemos luego,
señoritas. —Ella se fue antes de que alguna de las dos tuviera la oportunidad de
responder.

Vhalla cerró los ojos con fuerza y se tragó las náuseas que provocaba la
mujer. Estaba disgustada consigo misma.

—Voy a llevar estos al carro —anunció Vhalla, agarrando los postes de la


tienda—. Me vendría bien un paseo.

Larel asintió en silencio y recogió la lona, llevándola a su alforja antes de


repetir el proceso con su saco de dormir.

Vhalla respiró hondo varias veces, recordándose a sí misma que no tenía


motivos para estar enojada. Aldrik probablemente estaba ocupado y anoche
estaba hablando con Elecia. Él lo mencionó y le pidió un favor, explicó Vhalla en su
cabeza. Debería estar feliz, incluso emocionada, de entrenar con Aldrik. Pero las
palabras de la mujer resonaron en su mente: Nos vemos luego. ¿Eso significaba que
Elecia también estaría allí? ¿O fue solo un dicho coloquial? ¿Por qué estaba
hablando tan casualmente con Aldrik en primer lugar?
33
Vhalla esperó en la fila del carro para devolver los postes de la tienda. El sol
casi había salido, ahuyentando las nubes de tormenta en el proceso, y era
probable que la horda comenzara su marcha pronto.

—Gracias —murmuró al hombre que cargaba el carrito. Vhalla se giró y se


topó con un hombre alto de cabello castaño claro—. Lo siento —murmuró ella,
manteniendo su rostro bajo. Vhalla dio un paso a su alrededor para regresar a su
sección del campamento cuando una gran mano se aferró a su hombro.

—Bueno, ¿acaso crees que eres especial, armadura negra? —dijo


burlonamente, tirando de ella hacia atrás.

Vhalla tropezó.

—Yo dije que lo sentía. —Ella miró al hombre con molestia; esta no era la
mañana para poner a prueba su paciencia.

—¿En serio? No te escuché. —Él se inclinó.

—Lo siento. —Se obligó a decir entre dientes, no queriendo hacer una
escena ante la pequeña multitud reunida.

—Ya es bastante malo que tengamos que lidiar con la Legión Negra —dijo
el hombre, refunfuñando—. ¿Ahora tengo que tomar el descaro de niñitas?

Vhalla frunció el ceño.


Un brazo con armadura colgó alrededor del hombro de ella y Vhalla
parpadeó sorprendida.

—Vamos, no te lo tomes como algo personal, Vhalla. Grun no ha comido


todavía, y es realmente gruñón por las mañanas —dijo Daniel con una sonrisa.

—Vamos, Grun. —Craig se acercó al otro lado del hombre—. Busquemos


algo de comida para esas gigantes tripas tuyas.

No había visto a los dos soldados desde su juicio. Habían sido sus guardias
cuando ella estaba presa, los buenos. Daniel era del Este como ella, con piel
bronceada con un toque amarillo y cabello castaño oscuro. El cabello rubio
ondulado de Craig y la tez más pálida lo marcaban como del Sur. A ella
inmediatamente le agradó ese par, y esta mañana era una razón más para agregar
a esa lista creciente.

—¿Comes con nosotros, Vhalla? —preguntó Daniel.

—No estoy segura de si es una buena idea. —Ella miró al hombre


corpulento que Craig se estaba llevando.

—¡Disparates! —dijo Craig, y pronto la condujeron hacia el frente de la 34


horda.

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —le preguntó ella a Daniel
mientras se quitaba su brazo de los hombros. Craig llevó al gigante una gran
distancia antes de reunirse con ellos.

—Somos soldados. —Daniel se rio entre dientes, el movimiento agitó su


cabello casi hasta los hombros—. Yo diría que pertenecemos aquí más que tú,
señorita Caminante del Viento.

—¿No son guardias del palacio? —preguntó ella con genuina sorpresa.

Él sacudió la cabeza y levantó el brazo. Uno de sus guanteletes estaba


bañado en oro y el metal de su antebrazo reflejaba el destello de la luz de la
mañana.

—Somos la Guardia Dorada —explicó.

Vhalla había oído hablar antes del escuadrón personal del príncipe Baldair;
se rumoreaba que eran los mejores entre los mejores, con solo los mejores lores y
damas sirviendo entre ellos.

Cuando ella se centró en su brazo, él se centró en ella.

—Me gusta tu cabello; te limpiaste bastante bien.


Ella se llevó una mano a las puntas deshilachadas de su cabello que apenas
tocaban la capucha de cota de malla de su armadura. Su cabello era horrible.
Vhalla frunció el ceño cuando un trozo de carne fría fue empujado a su palma.
Estaba un poco chamuscada por un lado y las grasas naturales se habían
coagulado en una lámina gelatinosa que ella raspó mientras se sentaban
alrededor de los restos aún humeantes de un fuego.

—No creo que a la gente le guste que yo esté aquí. —Otros soldados la
miraron, pero ninguno fue lo suficientemente valiente como para acercarse con
dos miembros de la orden más alta del príncipe Baldair a su lado.

—¿No crees que es la mitad de la diversión? —preguntó Craig con una


pequeña sonrisa.

Ella sacudió su cabeza.

—Además, nos vemos tan exóticos con nuestra amiga de la Legión Negra. —
Daniel tomó un gran bocado de su carne.

—¿De dónde son ustedes? —preguntó Vhalla, picoteando su propia


comida. 35
—La capital —dijo Craig, como era de esperar.

—Cyven —dijo Daniel.

—¿Dónde en Cyven? —Estaba sinceramente interesada en cualquier


persona del Este.

—La mayoría de la gente no lo conoce. Es un pequeño pueblo. —Daniel se


rio cuando vio la vio entrecerrar los ojos y prosiguió—: Se llama Paca.

—¡Paca! —jadeó ella.

—¿Lo conoces? —Levantó las cejas.

—Soy de Leoul.

—No. —Parecía tan emocionado como ella se sentía.

—¡Sí! ¡Sí! Iba al Festival del Sol en Paca todos los años con mi mamá y mi
papá. —Vhalla sintió la dulce punzada de la nostalgia.

—¿Con la anciana que vende esas nueces confitadas? —preguntó él con


incredulidad.

—¿Y el hombre que nunca dejaba de cantar? —afirmó Vhalla.


—¡Oh Paaaaaaaca, no te vayas por mal camino! —Daniel se llevó la mano al
pecho y abrochó su cinturón antes de que ambos colapsaran en un ataque de
risa—. ¡Realmente lo conoces! —Él le dio una sonrisa deslumbrante que era
demasiado contagiosa para no devolver.

—Oh, qué adorable. Por fin tienes a alguien que entiende tu amor por los
animales de granja. —La broma de Craig fue ignorada.

El enfoque de Daniel estaba solo en Vhalla.

—La granja de mi familia está a medio día de viaje a la posada Olla Caliente.
Nos quedábamos allí durante el festival —explicó ella.

—Conocía a la familia propietaria de la posada. Yo a veces trabajaba allí


cuando papá no necesitaba una mano en el campo. Me pregunto si alguna vez
nos habremos conocido. —Daniel pensó seriamente en el asunto.

—¿Quién sabe? —Vhalla se encogió de hombros y ocupó su boca con una


tira de carne. No recordaba a ningún niño en particular, pero no quería
desanimar a Daniel. Era agradable tener una conexión con casa.

—Prepárense para moverse —gritó el príncipe Baldair mientras recorría las 36


filas.

—Debería irme. —Ella se puso de pie y le pasó su desayuno casi intacto a


un ansioso Craig.

—¿Montas con nosotros hoy? —invitó Daniel.

—No creo que pueda —dijo Vhalla con incertidumbre.

—Solo son estrictos con la formación para dar un espectáculo. No les


importará ahora. —Craig ya estaba a la mitad de su porción.

Vhalla abrió la boca para responder cuando sintió pasos atronadores detrás
de ella.

—Estás lejos de casa.

—Mi príncipe. —Vhalla se giró y le hizo una reverencia al príncipe Baldair.


Encontró su presencia incómoda. Primero, él no había sido nada más para ella
que el Príncipe Rompecorazones, un hombre salido directamente de las historias
de los sirvientes. Un hombre al que había conocido brevemente en la biblioteca
por casualidad. Entonces, había sido el hermano de Aldrik y su conspirador para
colarse en la gala al final del último Festival del Sol. Esa también había sido la
Noche de Fuego y Viento. La última vez que había visto al príncipe Baldair, él
había estado atendiendo sus heridas por orden de Aldrik. ¿Qué pensaba ahora de
ella?

—Estaba a punto de regresar.

—Baldair. —Daniel se puso de pie, limpiándose las palmas de las manos en


los pantalones, sorprendentemente relajado en presencia de su príncipe y
comandante—. ¿Sería un problema si Vhalla viajara con nosotros hoy?

—Sabes muy bien que los otros soldados causarán problemas si ella está
cerca. —Baldair se rio como si la idea fuera más divertida que desagradable—.
Pero no me importa si tus superiores no se oponen. —El príncipe le dio a Vhalla
una sonrisa mientras se hacía una pausa con la palabra superiores.

—Ya veremos… —Vhalla evitó su mirada presuntuosa.

—¿Uno de ustedes dos la acompañará de regreso? No quiero problemas en


el primer día —exigió el príncipe, consciente de las tensiones que rodeaban su
presencia.

—Yo lo haré —se ofreció Daniel primero.


37
—Excelente. —El príncipe Baldair asintió y se fue.

—¿Vamos? —Daniel dio un paso hacia la Legión Negra.

—Hasta luego, señorita Caminante del Viento. —Craig se despidió de ella


con una sonrisa.

—Cuídate, Craig. —Vhalla se despidió con una mano y siguió a Daniel.

El campamento estaba casi completamente desarmado cuando regresaron.


Los restos de las fogatas estaban apagadas y la gente empezaba a montar sus
caballos. La corta caminata estuvo llena de charlas sobre cómo la familia de él
cultivaba papas y la de ella trigo, y los procesos para cada uno. A pesar de las
circunstancias en las que se conocieron, Vhalla sintió una conexión instantánea
con su compañero del Este.

Cuando se encontraron con la Legión Negra, notó que la tienda de Aldrik


estaba casi completamente cargada en el carro con el resto de los artículos
Imperiales, pero no vio al hombre por ninguna parte.

—No dejes que los otros soldados te molesten —dijo Daniel,


deteniéndose—. No son malas personas, son solo… —Hizo una pausa, mirando
al cielo en busca de inspiración—…un poco estúpidos.

Vhalla sonrió.
—¡Vhal! —Fritz corrió hacia ellos—. Te estábamos buscando. —Él
prácticamente patinó hasta detenerse para darle a su escolta una evaluación
completa.

—Fritz, este es Daniel. Daniel, Fritz —presentó ella.

Daniel extendió su palma a modo de saludo.

—¡Será mejor que seas amable con nuestra Vhal! —dijo Fritz, ignorando la
mano de Daniel y señalando su rostro.

—Vaya, no me advertiste que tenías guardaespaldas. —Daniel se rio entre


dientes, quitando la mano de Fritz de su rostro y sacudiéndola—. Tienes mi
palabra, solo hay amabilidad y cuidado de mi parte. —El sonido grave de un
cuerno resonó en el bosque y los últimos soldados cayeron en su lugar como una
bandada en migración—. Bueno, debo regresar. ¡Ven y viaja con nosotros si
puedes! —llamó Daniel, ya apresurándose hacia el frente.

—Es lindo. —Fritz se derritió.

—¡Fritz! —regañó Vhalla.


38
—¿Qué? No me digas que no te diste cuenta. —Fritz puso los ojos en blanco.

En realidad, Vhalla no lo había notado. Corrió hacia Relámpago para


encontrar a Larel ya a caballo, esperando junto con la montura de Fritz.

—Lo siento —se disculpó ella.

—Una vez más, Vhalla, no tienes nada de qué disculparte. —Larel sonrió
brillantemente—. Pareces estar de mejor humor.

Vhalla montó a Relámpago con un asentimiento, ocultando una sonrisa


culpable. Ella se había divertido.

Resultó ser tal como habían dicho Craig y Daniel. Hoy, la horda era una
masa ligeramente estructurada en comparación con las ordenadas filas y la
cuidadosa ubicación del día anterior. Pero ella, Fritz y Larel gravitaron hacia el
mismo lugar en la fila. Los dos se vieron envueltos instantáneamente en un
acalorado debate que se prolongó desde el desayuno y Vhalla entró y salió de la
conversación, pensando en la oferta de Daniel y Craig.

No fue hasta que Aldrik se movió en su silla que ella siquiera se dio cuenta
de que estaba allí.

Vhalla se giró y quedó boquiabierta.


—Tu… cabello. —Fue un pensamiento que escapó como un sonido. Su
cabello azabache estaba lacio, cayendo perfectamente recto alrededor de su
rostro. El príncipe tenía un flequillo largo que caía debajo de sus cejas, y con capas
de corte desordenadas en todas partes. Eran elementos de un Aldrik que Vhalla
ni siquiera tenía idea de que existían, lucía tan diferente de cómo solía usar su
cabello en el palacio.

Él la miró, una momentánea molestia frunció su ceño.

—Realmente no pensaste que me tomaría tiempo para arreglar mi cabello


mientras estaba en la guerra, ¿verdad? —Los tonos bajos de Aldrik delataron su
diversión, y al instante la puso bajo un hechizo.

—Bueno, puede que me guste —reflexionó Vhalla. La pequeña sonrisa de


él fomentó la audacia de ella.

Aldrik hizo una breve pausa, sus labios se separaron. Ella atrapó sus ojos
de ébano y Aldrik miró hacia adelante rápidamente, como si no pudiera soportar
ser el único que recibía su consideración.

—¿Confío en que Elecia te dio mi mensaje? 39


Vhalla se puso seria rápidamente al escuchar el nombre de la otra mujer.

—Lo hizo. ¿Entrenamiento?

—La Comandante Reale dijo que había comenzado a trabajar contigo, pero
todavía te queda mucho camino por recorrer. Preferiría supervisar tu progreso
personalmente.

Si él le hubiera dicho esas palabras a cualquier otra persona, probablemente


habrían inspirado pavor. Pero para Vhalla, tenían un extraño consuelo.

—Por supuesto, mi titiritero. —Tenía la intención de hacer referencia a sus


viejos miedos a la ligera, por lo que a Vhalla le sorprendió ver a Aldrik mirándola
con profunda intensidad.

—Si quieres que me aleje de tu vida, todo lo que tienes que hacer es decir la
palabra. —No hubo ligereza en su declaración.

Vhalla rápidamente lo miró con recelo, salvándolos de la incorrección y


ocultando el sonrojo que había llegado a sus mejillas ante su aparente atención.

—Creo —dijo ella suavemente—, que me gusta jugar con fuego.


Él le dio una larga mirada por el rabillo del ojo. No podía distinguir su
expresión sin girar la cabeza, pero lo que podía ver era confuso e hizo que su
estómago burbujeara.

40
Poco después de que la horda se detuviera esa tarde, Elecia se dirigió a la
tienda casi terminada de Vhalla y Larel. Fritz se levantó de donde acababa de
terminar de desplegar su saco de dormir.

La visión de la mujer todavía erizaba los vellos de la nuca de Vhalla, una


advertencia fantasma.

—Vhalla, Larel, Fritz —dijo ella con una sonrisa, ajena a la inquietud de
Vhalla—. El príncipe está esperando, y preferiría no perder la primera opción
para cenar.

—¿A dónde vamos? —preguntó Vhalla, la última en ponerse detrás de


Elecia.

—Lo suficientemente lejos para que no nos molesten. —Ya estaban a medio
41
camino del borde del campamento.

—Entonces, ¿de dónde eres? —Larel comenzó la conversación.

—Norin. —Elecia ni siquiera miró hacia atrás para dar su respuesta.

—Fiarum Evantes —dijo Larel, con reverencia.

Vhalla miró a su amiga con sorpresa. Nunca había escuchado a nadie hablar
más que el idioma común del Sur. Las viejas lenguas eran un recuerdo que se
desvanecía en todo el país, cimentado por el avance del Imperio Solaris. Solo
podía asumir que las palabras de Larel eran el idioma de Mhashan, el antiguo
Reino del Oeste.

—Kotun un Nox —respondió Elecia, su tono cambiando a un registro más


profundo, menos altivo que el acento que había usado antes.

—Norin es una ciudad hermosa —reflexionó Larel cortésmente,


refiriéndose a la capital del Oeste.

—Lo es. —Elecia asintió.

Vhalla comenzó a sentir que su malestar se derretía. No tenía motivos para


desconfiar de Elecia. De hecho, tenía todas las razones para confiar en ella.
Claramente, Aldrik lo hacía, y eso debería ser una razón más que suficiente para
Vhalla. Además, si era de Norin, eso la hacía del Oeste y no del Norte como
Vhalla había sospechado al principio. Ella respiró hondo.

—Yo soy de…

—Cyven, Leoul. —La mujer de cabello rizado interrumpió a Vhalla con una
mirada.

—Sí. —Vhalla frunció el ceño ligeramente, su nerviosismo regresando—.


¿Cómo lo supiste?

—Es asunto mío saberlo, Vhalla Yarl —respondió Elecia con aire de
suficiencia.

Fritz unió su brazo protectoramente con el de Vhalla, como si sintiera el


pánico que se apoderó de ella. Se dio cuenta de que estaban muy solos con Elecia.
E, incluso si la otra mujer decía que era del Oeste y hablaba en la antigua lengua,
tenía un aspecto tan del Norte que hizo que Vhalla se sintiera más incómoda de
lo que quería admitir.

Si no fuera porque Fritz y Larel estaban con ella, podría haber estallado.
42
—Ya era hora. —La voz de Aldrik hizo eco desde el otro lado de un pequeño
claro. Estaba apoyado contra un árbol y cruzado de brazos—. Gracias por
traerlos, Elecia. Puedes irte ahora.

Vhalla se preguntó brevemente por qué Aldrik no los estaba escoltando él


mismo. ¿Sus reuniones eran secretas?

—Nop. —Elecia prácticamente cantó la palabra—. No soy tu chica de los


recados. Quiero quedarme.

—Bien. —Aldrik puso los ojos en blanco, resignado.

Vhalla unió sus manos, entrelazando y soltando sus dedos. Elecia lo había
negado abierta, públicamente, remilgadamente… y él la había dejado. Cuando
Elecia dio un paso hacia la izquierda de Aldrik, Vhalla se dio cuenta de que la
mujer actuaba de la misma manera que Vhalla con el príncipe. Vhalla se mordió
el labio; quizás Aldrik estaba más familiarizado con Elecia que con ella.

—Vhalla. —La voz de Aldrik llamó su atención—. Quiero que veas hacia lo
que estás trabajando. Reale me ha informado que aún no has dominado los
conceptos básicos.

Vhalla asintió e ignoró el bufido engreído de Elecia.


—Larel, Fritz, me gustaría que ambos se emparejaran como demostración
—ordenó Aldrik.

—¿Qué hay de mí? —dijo Elecia quejándose.

—Ni siquiera se supone que estés aquí. —Aldrik le dirigió una pequeña
mirada fulminante y la mujer se rio. El sonido hizo que la piel de Vhalla se
erizara—. También me gustaría ver dónde están los dos, así que no se mutilen ni
se maten, pero no se contengan.

Larel y Fritz asintieron, sus rostros serios.

»Empiecen cuando les diga. Y absténganse de avergonzarse. —Aldrik


levantó una mano.

Fritz y Larel se alejaron unos pasos el uno del otro, ambos ubicándose en
una postura de lucha muy diferente. Fritz estaba más erguido, sus piernas anchas
y sus manos planas y más bajas, cerca de su abdomen. Larel tenía las rodillas
dobladas y los puños cerca del rostro, lista para saltar.

Aldrik dejó caer la mano y Larel cargó antes de que Vhalla pudiera
parpadear. Ella echó hacia atrás un puño como si fuera a lanzar un gancho 43
derecho, pero en el último momento, dejó caer su hombro para darle un puño
hacia arriba con la izquierda. Fritz levantó su palma abierta, creando un escudo
de hielo. Siseó y se rompió cuando el puño de Larel, ahora envuelto en llamas, se
estrelló contra él.

Fritz empujó su otra mano hacia el hombro de ella, congelando una parte.
Larel jadeó y dio un paso atrás, el hielo rápidamente se convirtió en un charco
alrededor de sus pies. Ella no tuvo tiempo de recuperar el aliento mientras él se
lanzaba. La muñeca de él se movió y de repente creó una daga de hielo en su
palma. Larel la desvió levantando su brazo, y se rompió en su guantelete.

Ella se dejó caer y barrió su pie en el suelo, agarrando el tobillo de Fritz y


enviándolo al suelo. Larel echó hacia atrás un puño en llamas y lanzó su impulso
en el golpe. Fritz movió las manos como para bloquear, pero fue demasiado lento.

Las manos de Vhalla fueron a su boca mientras ocultaba un grito, temerosa


por su amigo.

El puño de Larel golpeó a través del rostro de Fritz y el cuerpo de él se


disolvió en una bocanada de humo. La mujer se giró con un gemido. Vhalla captó
un cambio en la luz detrás de su amiga. Hubo un destello de hielo y Fritz volvió
a aparecer, sosteniendo una daga de hielo en la garganta de Larel.
—¡Cada vez! —Larel levantó las manos y Fritz retrocedió con una sonrisa,
arrojando a un lado el carámbano perversamente afilado—. ¡Cada vez! —dijo ella
de nuevo, pateando el suelo con frustración.

Vhalla los miró asombrado.

—El ministro me habló de ti —dijo Aldrik, dando un paso hacia Fritz—. Un


ilusionista dotado.

—No sé si soy dotado —dijo él tímidamente, frotándose la nuca.

—¿Qué… qué fue eso? —Vhalla se obligó a salir del estado de shock cuando
su lengua estaba trabajando de nuevo.

—¡Ella es como un conejito recién nacido! —Elecia se rio hacia Aldrik, como
si Vhalla ni siquiera estuviera allí—. Nunca había visto ilusiones.

Aldrik le lanzó a la mujer una mirada mordaz antes de volverse hacia


Vhalla, sus rasgos se relajaron.

—Fritz, ¿te gustaría explicárselo a Vhalla? —le ordenó el príncipe al Fritz,


pero nunca apartó los ojos de ella.
44
—Las Afinidades del agua pueden usarse en el aire para distorsionar la luz,
crear cortinas de humo, nieblas —dijo Fritz, claramente incómodo por los elogios
y la atención.

—E ilusiones, si el hechicero es lo suficientemente hábil. —Aldrik le hizo un


gesto a Fritz, dirigiendo la atención de Vhalla hacia su amigo.

Fritz agitó su mano en demostración y una imagen idéntica se formó junto


a él.

Vhalla jadeó suavemente, dando un paso hacia la aparición. Se parecía a


Fritz en todos los sentidos, y Vhalla levantó una mano, nadie la detuvo. La ilusión
se disipó bajo sus dedos en nada más que una bocanada de vapor.

Los ojos de Vhalla se ampliaron.

Ya no estaba de pie en ese claro del bosque; estaba viviendo una pesadilla
despierta. Sus sueños retorcidos se fusionaron con la realidad que tenía ante ella
y los horribles recuerdos que había sacado de su conciencia. Había viento, había
fuego, había muerte, y había sangre salpicada por sus brazos y rostro mientras
veía cuerpos destrozados por ráfagas de viento aulladoras. Había sido su deseo.
Ella los había querido muertos. Los había querido más que muertos, quería que
los sus atacantes del Norte sufrieran.
Vhalla dio un paso atrás y negó con la cabeza. Esa no era quien era ella.

—No —susurró. Alguien dio un paso hacia ella; todo lo que vio fueron las
sombras de sus sueños. Sombras que se destrozaban al tocarlas—. No se acerquen
más —dijo la advertencia con voz temblorosa. Vhalla se llevó las manos a los
oídos, los gritos de las personas a las que había asesinado llenaron su conciencia.
Se dio cuenta con horrible claridad de lo que la había estado atormentando, la
sangre en sus manos que había estado ignorando.

Ella se sintió mareada. Sus piernas se doblaron debajo de ella y su cuerpo


se dobló.

—Vhalla, ¿qué sucede? —preguntó Fritz, su voz débil.

—Váyanse —jadeó ella. No deberían estar a su alrededor. Al borde de su


conciencia destrozada por la culpa, podía oír el rugido del viento. Vhalla apretó
su cabeza con más fuerza. Había tenido la intención de matar a esas personas en
la Noche de Fuego y Viento, pero no había sabido lo que significaba matar.

Dos manos fuertes agarraron sus muñecas y ella arremetió, sacudiendo la


cabeza y retorciendo su cuerpo. Vhalla intentó golpear a la persona con una 45
fuerte ráfaga, pero ni siquiera pareció sentirlo.

—Vhalla. —La voz de Aldrik era fuerte y equilibrada, cortando el estruendo


del caos en su cabeza—. Detente. Respira —le ordenó, y ella se obligó a obedecer.
Su voz resonó por encima de la tormenta desatándose dentro de ella—. Abre los
ojos.

Vhalla entreabrió un ojo y luego el otro. Aunque era casi de noche, el mundo
tenía un brillo brumoso. Aldrik estaba rodeado por la llama dorada, casi blanca,
en la que lo había visto antes. Ardía más brillante que cualquiera de los demás
reunidos. Ella luchó por cambiar su visión de nuevo a la normalidad y sus ojos
se cerraron.

—Mírame. —Aldrik la sacudió.

Ella abrió los ojos y se centró en su rostro, recuperando lentamente el


control de su vista mágica. Su respiración era irregular y sus manos temblaban.
La preocupación estaba escrita en el ceño fruncido de Aldrik.

—Que la Madre me ayude, realmente los maté —jadeó ella.

La boca de él se abrió un momento, pero se recuperó y relajó su agarre en


sus muñecas. Aldrik se puso de pie y ayudó a Vhalla a levantarse. Cuando
recuperó el equilibrio, Aldrik finalmente la soltó y dio un paso hacia atrás.
—Fritz, llévala de vuelta al campamento —ordenó enérgicamente.

—¿Es una buena idea que yo…? —Fritz no estaba seguro.

—No pongas a prueba mi paciencia, Charem —gruñó Aldrik. Él era cada


centímetro el Señor del Fuego.

Eso fue todo lo que Fritz necesitó para cobrar vida. Se apresuró a acercarse
a ella y se detuvo.

—¿Puedes caminar? Quiero decir, ¿quieres ayuda?

Ella sacudió su cabeza.

—Puedo hacerlo.

Elecia dio un paso hacia Aldrik. Su voz era baja, pero lo suficientemente
fuerte como para que Vhalla la oyera.

—Ella no está lista. Necesitas dejar esto ahora; no hay nada que puedas
hacer por ella.

—Neiress —espetó Aldrik, llamando a Larel por su apellido e ignorando a


46
Elecia—. Me vendría bien una ronda, si te apetece.

—Sería un honor, mi príncipe. —Larel hizo una reverencia.

Fritz apartó la atención de Vhalla de la escena y la llevó hacia el bosque que


estaba entre ellos y el campamento. Ella miró hacia atrás por encima del hombro
mientras una furia de llamas estallaba en la oscuridad cada vez más profunda.
Elecia se puso de pie, apoyada contra un árbol. Las llamas iluminaron su rostro
y se pasó el pulgar por los labios pensativamente. Vhalla se volvió hacia adelante,
aliviada de que la mujer no los siguiera después de la despedida de Aldrik.

Fritz y Vhalla caminaron en un silencio incómodo mientras los sonidos de


las armaduras tintineando y explosiones de llamas comenzaban a desvanecerse
y fundirse con los crecientes sonidos del campamento. Vhalla se centró en el suelo
y dejó que él la llevara de la mano. Ella masticó sus palabras, tratando de
encontrar algún tipo de explicación.

—Vhalla, en serio, en serio lo siento y… y no sé lo que hice, pero no era mi


intención molestarte. —Fritz rompió el silencio entre ellos como una presa
destrozándose—. Pensé que sería interesante que lo vieras, y no sé si afectó tu
magia o algo así, pero te prometo que no lo volveré a hacer.
—No es tu culpa. —Ella sacudió la cabeza, sintiéndose culpable—. Me
recordó a algo… no podrías haberlo sabido. Por favor, no te sientas mal.
Realmente fue increíble.

—Si quieres hablar de eso… —ofreció él, volviendo a su lado mientras


comenzaban a caminar de nuevo.

—No. —Ella puso fin bruscamente a la idea.

Fritz la acompañó todo el camino de regreso a su tienda. Cuando ella


insistió en que no tenía apetito, él se fue a cenar con la promesa de que le
reservaría una porción. Vhalla no estaba segura de si tendría éxito, pero estaba
demasiado cansada para preocuparse. Apenas encontró la energía para quitarse
la armadura antes de colapsar en el saco de dormir.

A pesar de estar abrumada y al borde del agotamiento, el sueño no llegó.


Vhalla miró las sombras de las fogatas bailar en las paredes de su tienda. Cerró
los ojos brevemente, pero cada vez que lo hacía, un nuevo horror la esperaba.
Vhalla no estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero la aparición de
Larel fue un alivio.
47
—Bienvenida de regreso —susurró ella.

—¿Estás despierta?

—No puedo dormir. —Vhalla explicó lo obvio.

—Tienes que intentarlo —ordenó Larel en voz baja, poniendo su armadura


al pie de su saco de dormir.

—¿Cómo estuvo el resto del entrenamiento? —preguntó Vhalla, cambiando


de tema.

—Siempre que el príncipe entra en combate, el recuerdo de tu experiencia


siempre perdura. —Larel se frotó generosamente el hombro mientras se metía
debajo de la manta.

El silencio se instaló pesadamente entre ellas, reprimiendo las palabras que


necesitaban ser dichas. Duró tanto que Vhalla estuvo segura de que Larel se había
quedado dormida. Pero la otra mujer respiró lentamente.

—Vhalla.

—¿Sí? —susurró ella.

—Sé que no es asunto mío… —El comienzo incómodo de Larel hizo que el
corazón de Vhalla se acelerara—. Pero sabes que él se preocupa por ti, ¿verdad?
Vhalla miró en la oscuridad el contorno sombrío de Larel. Se movió, su
estómago volviendo a tener esa extraña sensación, probablemente porque no
había comido.

—Él es un amigo —le confesó por primera vez a alguien. Vhalla pensó en el
día en la capilla y su mente la traicionó al inundarla también con recuerdos de
un baile en los jardines de agua del palacio en la noche de la gala. Todo parecía
un sueño desde donde estaba ahora.

—¿Un amigo? —Larel reflexionó la idea en voz alta.

—Un querido amigo… —Vhalla sintió la extraña necesidad de calificar.

Larel chasqueó la lengua, pero no hizo más comentarios.

Vhalla se acurrucó en una bola con un suspiro y finalmente cerró los ojos.
Los horrores no la recibieron. Un príncipe con un aro dorado estaba pintado en
sus recuerdos.

48
—Vhal… Vhal. —Fritz le dio un suave codazo.

—¿Qué? —Vhalla bostezó.

—Necesitas comer algo.

Eso de nuevo.

—No tengo hambre. —Se frotó los ojos con el suave cuero que cubría sus
palmas. Habían pasado tres días desde la noche en el bosque, y ninguno de ellos
había mencionado entrenar desde entonces. Hizo que Vhalla se sintiera aún más
rota, defectuosa.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Larel también se había


involucrado. 49
—Yo… —Vhalla luchó por responder la pregunta con sinceridad—. Ayer
desayuné y luego cené la noche anterior a eso.

—¿A eso le llamas comer? —Fritz negó con la cabeza—. Esos apenas eran
bocadillos.

—Déjalo estar. —La molestia se deslizó en su tono.

—Vhalla —dijo una voz severa a su izquierda.

La aprensión la llenó ante el sonido de la voz de él. Aldrik apenas le había


hablado desde la noche en que Vhalla se derrumbó y ella no había tenido el valor
de decirle nada. Estaba bien imaginar que podía cortarse el cabello y convertirse
en alguien fuerte, el monstruo al que el Senado tenía todo el derecho a temer.
Pero en el momento en que ella vio la bestia que era, se vino abajo. Era débil, así
que tenía sentido que él no quisiera tener nada que ver con ella.

—Ya eres un riesgo para todos por no ser hábil en el combate o tener control
sobre tu magia. Lo mínimo que puedes hacer es mantener tu cuerpo en buenas
condiciones al comer. —Él la miró fijamente—. Y dormir —añadió el príncipe,
como si notara por primera vez los círculos oscuros bajo sus ojos.

Con un suspiro, Vhalla agarró la carne que Fritz le ofrecía y la mordió.


Estaba fría, viscosa e insípida. La comida en la marcha había perdido
rápidamente su novedad, y ahora era solo otro recordatorio de dónde estaba, de
quién era.

—Cómetelo todo —instruyó Aldrik secamente—. Sería mejor si comes tú


misma en lugar de que uno de nosotros te obligue a tragar.

Tomó bocados más pequeños, pero se las arregló para tragar, y mantenerlo
todo dentro de ella. La comida cayó pesadamente en su estómago y amenazó con
subir con el balanceo de su caballo.

Como para capitalizar su mal humor, Elecia apareció de la nada y se encajó


entre Vhalla y Aldrik.

—¡Buenos días! —dijo alegremente.

Aldrik asintió y Fritz y Larel la saludaron. Vhalla se centró en el camino que


tenía por delante.

—Vamos, no seas grosera —dijo Elecia con una sonrisa condescendiente.

—Hola. —Vhalla ni siquiera hizo contacto visual.

—Vaya, alguien se despertó en el lado equivocado de la cama. —Elecia se 50


rio y puso una mano sobre el hombro de Vhalla—. ¡No seas tan seria! —Ella
sonrió y Vhalla continuó ignorándola—. O no. —Elecia se encogió de hombros y
se dirigió a Aldrik—. Bien, no sé si escuchaste, pero recientemente comencé a
estudiar remedios para bloqueadores de Canales…

Vhalla se vio obligada a pasar las siguientes dos horas escuchando a Elecia
y Aldrik discutir las propiedades de los Canales y cómo podrían interrumpirse o
bloquearse. La discusión pasaba por encima de Vhalla, así que trató de
desconectarse. Eso la molestaba; ellos irracionalmente la molestaban. Esta mujer,
quien apenas había conocía, tenía una conversación con Aldrik que hizo que
Vhalla se sintiera estúpida.

Finalmente, su frustración sin sentido finalmente ganó y Vhalla


interrumpió las conversaciones.

—Entonces, ¿cuándo vamos a entrenar de nuevo? —preguntó con más


convicción de la que sentía. Las cuatro personas la miraron sin comprender.

—¿Entrenar? —Elecia se rio—. ¿Por qué querrías hacerlo?

—Porque voy a la guerra —dijo Vhalla con brusquedad.

—Pero la última vez…

—¿Estás segura de que te sientes con ganas? —interrumpió Larel a Elecia.


—¿Es eso una buena idea? —preguntó Fritz con incertidumbre.

—Sí puedo. —Vhalla asintió para sí misma—. Y lo haré. —Miró a Aldrik,


buscando apoyo, aprobación, algo, en su silencio.

—Muy bien —dijo él después de lo que pareció una eternidad—. Primero


tenemos que trabajar en tu Canalización, así que nos centraremos en eso esta
noche.

—¿Canalización? —repitió Vhalla.

—Espera, ¿quieres decirme que ni siquiera sabe Canalizar? —Elecia miró


entre Vhalla y Aldrik—. Tienes esperanza para ella, y ella ni siquiera…

—No es tu decisión —espetó Aldrik con dureza.

Vhalla estaba complacida por la cantidad de interrupciones que le estaban


haciendo a Elecia. El sentimiento no fue compartido, y la otra mujer se ajustó su
pañuelo rojo antes de irse enojada.

—¿Qué es Canalización? —Vhalla se obligó a preguntar. Se odiaba a sí


misma por no saberlo, pero no preguntar solo agravaría el problema. Aldrik lo 51
había mencionado hace meses, pero nunca se había molestado en explicarlo.

—Así es como un hechicero usa la magia —dijo Fritz.

—Puedo usar magia —replicó ella en un tono defensivo y cansado.

—Sí, puedes, pero… —Fritz hizo girar las riendas entre los dedos—, pero
no lo haces bien.

Sus palabras fueron como una daga en sus entrañas. Incluso él la veía como
una inútil. Vhalla se tragó el dolor de esa comprensión, obligándola a apartarla
de sus ojos donde podría mostrarse.

—Piénsalo de esta manera —dijo Larel suavemente—. Tienes una jarra y


una taza. Tienes que sacar el agua de la jarra a la taza. Una forma de hacerlo es
sumergiendo la taza en la jarra. Pero esto es complicado y tal vez no encaje bien
y así sucesivamente.

—Entonces, en lugar de eso, viertes de la jarra —finalizó Vhalla con la


lógica. Larel asintió y sonrió. Fue algo agradable que le dio a Vhalla un poco de
tranquilidad.

—Exactamente, podemos sumergirnos en nuestra magia para lograr cosas


por capricho, como lo has estado haciendo. Pero es agotador, difícil y
normalmente inconsistente. Por eso abrimos un Canal para que fluya, para que
se vierta, fácilmente en nosotros —finalizó Larel.

—Y, por esa razón, trabajarás conmigo esta noche —anunció Aldrik, lo
suficientemente alto como para llamar la atención de la Comandante Reale.

—Gracias, mi príncipe —murmuró Vhalla.

—Confío en que no me decepcionarás.

Después de esa declaración, hubo un silencio frío del hombre normalmente


cálido durante el resto del día. Nunca habían tenido la oportunidad de hablar, no
realmente, así que Vhalla se sorprendió al descubrir cuánto la molestaba su
silencio. Era un peso sobre sus hombros hasta que Aldrik apareció junto a la
tienda de Larel y ella esa noche.

—¿Estás lista? —preguntó el príncipe.

Vhalla asintió en silencio.

—¿Debería ir a buscarle cena? —preguntó Larel con una mirada pensativa


entre sus incómodos compañeros.
52
—No es necesario; me aseguraré de que coma —respondió Aldrik en un
tono particularmente duro. Vhalla se concentró en el polvo que cubría las puntas
de sus botas—. Ven.

La tienda de Vhalla y Larel no estaba lejos de la de Aldrik. Los otros


hechiceros tuvieron la decencia de disimular sus miradas, pero algunos miraron
con curiosidad a la nueva mujer que seguía al príncipe. Detrás de ella escuchó
susurros y captó las palabras “Caminante del Viento” más de una vez. Parecía
ser la explicación que se asignaba automáticamente cuando ocurría algo diferente
o especial cerca de ella. Era una buena excusa para evitar rumores de algo
adverso, razonó Vhalla. Pero la atención aún la incomodaba.

Aldrik agachó la cabeza por debajo de la solapa y caminó hacia el


resplandor anaranjado de la tienda más allá. Vhalla hizo una pausa,
asegurándose de que no había razón para estar nerviosa. Estaba a punto de entrar
en los aposentos personales del príncipe heredero del reino, sin importar lo
improvisados que fueran. Agarrando sus dedos con fuerza, reunió su
determinación y entró detrás de él.

Su tienda parecía más espaciosa por dentro. A la izquierda de la entrada, se


apilaban pieles y mantas gruesas sobre matorrales cortados para hacer una
plataforma para dormir. Sus noches de insomnio la deben estar alcanzando
porque verlo era extrañamente atractivo. Alrededor del perímetro colgaban
delgados discos, las llamas ardían imposiblemente sobre los braseros de acero. A
la derecha, había una gran alfombra elegante extendida en el suelo desnudo,
varias almohadas y una pequeña mesa de centro.

Aldrik estaba en el lado opuesto de la habitación quitándose la armadura


en sus piernas y los guanteletes.

—¿Me ayudas con el resto de la armadura? —preguntó él casualmente,


tomándola con la guardia baja.

—¿M-mi príncipe? —Vhalla tropezó con sus palabras. Era como si en el


segundo en que se perdieron de vista, ella estaba en un mundo diferente con un
hombre diferente.

—¿Desde cuándo eres formal en privado? —Aldrik arqueó una ceja


oscura—. ¿Un poco de ayuda?

Él se giró y levantó los brazos. Vhalla notó una pequeña costura en la parte
izquierda de atrás de su armadura. Ella cruzó la habitación apresuradamente y
comenzó a manipular los pestillos de debajo.

—¿Cómo, eh, cómo te la pones? —preguntó ella, desesperada por hablar por 53
encima de la sangre que le corría por los oídos.

—Tengo ayuda; un escudero —explicó lógicamente. Los torpes dedos de


Vhalla finalmente desataron el último broche y él se lo quitó, deslizándolo por su
costado. Aldrik colocó la armadura en el suelo y comenzó a desabrochar la
protección debajo de la armadura.

—Aldrik, esto es realmente… —Vhalla tragó, dando un paso atrás y


mirando hacia otro lado.

—¿Crees que estoy desnudo bajo mi armadura? —Una pequeña sonrisa se


curvó en las comisuras de su boca mientras se deslizaba fuera de sus prendas,
dejando solo una cota de malla debajo.

—Tu armadura es la misma que la mía —observó ella, inspeccionando los


delgados eslabones con curiosidad.

—Por supuesto que es. —Se pasó una mano por el cabello y Vhalla vio cómo
volvía a caer en cascada alrededor de sus dedos.

—¿Por qué? —Sintió que se estaba perdiendo algo obvio.

—Yo la hice. —Sus ojos se encontraron con los de ella, y Vhalla no pudo
encontrar palabras entre su sorpresa y la mirada que él le estaba dando.
—¿Por qué? —repitió Vhalla de nuevo, recordando que Larel le contó una
vez que los Portadores de Fuego eran joyeros o herreros debido a su capacidad
para manejar las llamas.

—¿Por qué? ¿Por qué hago mi propia armadura, mi lorita? —Aldrik tenía
que saber que su pregunta era más que él haciendo su propia armadura—.
Porque no confío en otros artesanos con algo tan importante como mi vida.

Había un significado oculto entre sus palabras, y Vhalla se sintió abrumada


al tratar de comprender sus capas. Aldrik la libró de la tarea cuando se quitó lo
último de su armadura y su mente se quedó en blanco. Llevaba una camisa blanca
holgada de manga larga que le colgaba casi abierta del cuello. En su mitad
inferior había un par de pantalones negros bien hechos que se le pegaban a las
piernas. Era más casual y desvestido de lo que nunca lo había visto antes, y solo
verlo hizo que sus mejillas se ruborizaran.

Si el príncipe notó su modestia, tuvo la bondad de no comentar. Aldrik se


sentó en una de las almohadas cerca de la mesa baja. Un papel le llamó la
atención, provocando un pequeño suspiro.

—¿Qué es eso? —preguntó ella, todavía flotando. 54


—Oh, nada. Solo algunas cosas que necesito repasar con mi padre. —Él la
miró—. Si quieres estar más cómoda —dijo él con un gesto hacia un asiento. Su
mirada volvió al papel y se pellizcó el puente de la nariz pensativo.

Vhalla jugueteó con sus dedos. Era una armadura; ella normalmente vestía
menos a su alrededor. Pero algo sobre desvestir cualquier cosa, aquí en su tienda,
hizo que su corazón se acelerara. Con una respiración profunda, Vhalla se
recordó a sí misma que debía ser una adulta y dejar de actuar como una niña
fácilmente emocionable. Al final, se comprometió al quitarse las botas y los
guantes, así como las escamas de la armadura, pero se quedó con su cota de
malla.

Se sentó en la almohada frente a él y cruzó las piernas. Las almohadas eran


cómodas, tan finas como la alfombra, con hilos tejidos que parecían ser una
especie de seda.

—Oh, lo siento. —Vhalla dejó el cojín de repuesto con una risa nerviosa
cuando sintió su mirada.

—¿Qué sucede? —preguntó Aldrik, devolviendo el papel a la pila.

—Son muy agradables —dijo ella con sinceridad.


—¿Eso crees? —Pareció sorprendido, como si los estuviera considerando
por primera vez.

—Bueno, para mí lo son. —Ella sonrió levemente. Él olvidaba tan fácilmente


que venían de mundos diferentes.

—En cualquier caso. —Dejó su propia inspección—. Canalización. Es muy


parecido a lo que explicó Larel: tocarás la fuente de tu poder, lo que debería ser
fácil para ti, dada tu afinidad.

—¿Cómo lo hago?

—Bueno, de una manera, eso depende de ti. Te ayudaré a comprender sus


fundamentos, pero en última instancia, es tu conexión contigo misma y con el
mundo. —Fue una explicación críptica, y Vhalla sintió que sus posibilidades de
tener éxito se reducían a la desesperanza—. La mayoría de los hechiceros tienen
un detonante que abre y cierra su Canal. Esto normalmente es físico. A muchos
les resulta más fácil vincularlo a un acto tangible.

—¿Cuá es el tuyo? —preguntó ella.

—¿La Comandante me dijo que puedes tener una visión mágica? —Vhalla 55
asintió, eso era algo que sí sabía manejar—. Bueno, mira aquí. —Aldrik extendió
las manos ante ella con las palmas abiertas. Vhalla ajustó su visión y lo vio
bañado en la familiar llama dorada. Él apretó los puños y de repente el
resplandor se extinguió en todo su cuerpo.

—¿Estás bien? —jadeó ella, mirando su ahora oscura figura.

Él se rio entre dientes y asintió.

—Cerré mi Canal. Sigue mirando. —Él relajó y abrió los dedos. Luego
volvió empuñarlos y las llamas blancas y doradas regresaron.

—Es magnífico —dijo ella con un suspiro. El cumplido le ganó una leve
sonrisa. Vhalla miró su rostro y se detuvo—. Aldrik… —murmuró ella mientras
sus ojos se enfocaban en un punto oscuro. Lo había visto antes en el jardín, antes
incluso de saber sobre la vista mágica. Vhalla extendió una mano para tocarlo,
deteniéndose en seco. Ella no debería ser tan atrevida; todavía era el príncipe
heredero.

Aldrik supo lo que vio.

—El veneno cristalizó y echó las raíces suficientes como para que no pueda
eliminarlo. Fue lo mejor que pude hacer.
—No está permitiendo que tu Canal funcione correctamente, ¿verdad? —
Vhalla frunció el ceño, de repente dándose cuenta de lo que significaba esa
mancha oscura.

—Exactamente… —Su voz comenzó a hacerse más pesada—. Es por eso


que no pude protegerte como debería haberlo hecho esa noche. —Aldrik hizo
una pausa—. Vhalla, es mi culpa.

—¿Qué cosa? —La aprensión arrastró sus dedos helados por su columna.

Él tomó su mano todavía flotando entre las suyas.

—No deberías haber tenido que matarlos. Si yo hubiera sido más capaz, no
te habrías visto obligada a hacerlo. —La emoción ardía detrás de sus ojos y la
golpeó tan clara como el día. Canalizar era un proyecto paralelo para él. El
objetivo principal era la Noche de Fuego y Viento. Estaba haciendo el papel de
titiritero de nuevo, y Larel ciertamente estaba ayudando.

—No quiero hablar de eso. Enséñame a Canalizar o terminamos. —Ella


arrancó su mano de la de él.

—Yo tenía catorce —dijo él, ignorándola. La boca de ella todavía torcida con 56
molestia—. La primera vez que maté a un hombre.

El rostro de ella se relajó.

»Mirando hacia atrás, ni siquiera tenía una buena razón para matarlo.

Vhalla se movió un poco más cerca para escuchar, su voz débil y sus ojos
brillantes. Parecía mirar a través del mundo que lo rodeaba.

—Me dijeron que era un mal hombre, que iba a dañar a mi familia y que su
muerte nos haría más fuertes. —Aldrik rio amargamente—. Como si la muerte
hiciera a alguien más fuerte…

La presión de su mirada pesaba en cada centímetro del cuerpo de Vhalla.

—Nunca olvidaré que al final, le pidió misericordia a su príncipe. Pidió


perdón y yo le di la muerte. —El cuerpo de Aldrik estaba muy quieto, y sus ojos
buscaron los de ella, anhelando algo.

—Aldrik —susurró Vhalla. No sabía qué podía ofrecerle—. Lo siento. —Ella


inició el contacto, tomando su mano entre las suyas.

Él no se apartó.

—Después de eso, matar se volvió más fácil. Pronto, olvidé sus rostros, sus
gritos, sus historias. Se fusionaron en una fosa común en mi mente, que se
convirtió en una herida abierta en la que caen todos los que mueren por mi mano.
Pero nunca olvidé el rostro de ese primer hombre. He intentado hundirlo en ese
vacío y alejarlo, pero nunca lo he olvidado.

Vhalla lo miró con una mezcla de horror y lástima. Ella le apretó la mano y
se sorprendió cuando sintió un apretón de vuelta.

»Te veo dando pasos por este camino, y no quiero que te pierdas en esa
oscuridad. —Él se rio y tenía peso de la tristeza más pura que ella jamás había
visto en él—. Lo que es peor es que, gracias a la extraordinaria sabiduría de la
gente del Senado, no puedo protegerte de eso.

—¿Entonces qué hago? —Vhalla finalmente buscó guía para su culpa.

—Nunca olvides quién eres y no dejes que los muertos te definan. —Habló
como si hubiera estado leyendo sus pensamientos durante semanas—. Habla
conmigo o con Fritz o con Larel. No creo que ninguno de nosotros esté dispuesto
a perderte a causa de tus demonios.

Ella lo miró fijamente; no quería pensar en la Noche de Fuego y Viento. Ella


quería que se fuera. Él la había atraído a su guarida con sus pretensiones, y ahora 57
estaba cautiva de sus miradas y caricias. Vhalla cerró los ojos y respiró hondo.

—Los veo todas las noches. Escucho sus gritos y siento su sangre en mis
manos, en mi rostro. —Ella se estremeció cuando su voz se quebró y apartó su
mano de la de él para envolver sus brazos alrededor de sí misma—. Al principio
no sabía lo que eran, pero esa noche, en el bosque, lo recordé. —Le parecía una
tontería decir que había olvidado de la primera vez que había matado a una
persona, pero su mente había sido muy eficiente en reprimirlo.

—Ojalá pudiera ser un mejor consuelo para ti —murmuró él en voz baja.


Aldrik se inclinó y, con solo las yemas de los dedos, apartó algunos cabellos
sueltos. Ambos parecieron recuperar el aliento cuando su piel rozó suavemente
su rostro. Se apartó, su mano se cerró en un puño.

—Lo eres —dijo ella rápidamente, ganándose una mirada de sorpresa.

—¿Lo soy? —repitió él con escepticismo.

—Yo… —Vhalla tropezó con sus palabras—. Soy… más feliz… contigo,
cerca de ti. —Algo en él se suavizó, pero había una tristeza en ello que hizo que
Vhalla se sintiera culpable por su confesión.

—En todo caso. —Él volvió a evitar sus atenciones—. Mis oídos y mi puerta
están siempre abiertos para ti.
—Gracias. —Vhalla se preguntó a cuántas personas se lo había ofrecido. No
podía imaginar que fueran muchos.

—Sin embargo, por ahora, debemos asegurarnos de que sepas cómo


Canalizar. —Aldrik parecía tan incómodo como ella y el momento, fuera lo que
fuera, se desvaneció.

Se pusieron a trabajar en lo que Vhalla descubrió que era la tarea


aparentemente imposible de Canalizar. Vhalla vio sombras del fantasma con el
que había intercambiado notas hace meses mientras hablaba con gran facilidad y
con gran cantidad de conocimientos valiosos sobre teorías de magia. Su
elocuencia al hablar acarició el intelecto de ella, humedeciendo su paladar mental
en busca de nueva información.

Pero la voluntad de aprender y la ejecución práctica también eran muy


parecidas a lo que él le había dicho meses atrás: era más difícil hacerlo que
decirlo. En cada intento, Aldrik le dijo que “solo necesitaba encontrar la magia
dentro de ella” o “tocar su poder”. Pero Vhalla sintió que estaba disparando a un
objetivo desconocido en la oscuridad.

Para cuando él fue a buscar comida, ella se sentía agotada. Su conversación 58


se volvió casual y Vhalla se relajó, consumiendo distraídamente la comida que
tenía delante. Él hizo que sus costados se partieran de risa al contarle la historia
de cuando le enseñó a su hermano menor a montar a caballo por primera vez.
Vhalla compartió la primera vez que había ido a ayudar en el campo, pero
terminó jugando en el lodo la mayor parte del día. Él pareció encontrarlo tan
impactante como divertido. Durante esa breve hora, los horrores que había visto,
que había cometido, no importaban.

Pero no se podía escapar de la realidad por mucho tiempo. En el momento


en que se terminó la comida, regresaron a la Canalización.

—Creo que es inútil —dijo Vhalla con un suspiro, dejando caer los brazos.
Los había estado agitando como una tonta tratando de encontrar la “esencia del
aire”.

—Hay una cosa más que podríamos intentar, ya que no tienes el lujo del
tiempo —dijo Aldrik pensativo después de un largo silencio—. Pero no es un
método convencional. En realidad, es bastante teórico.

—¿Oh? —Él sabía qué decir para hacerla sentir una curiosidad insaciable.

—Se trata más de un Vínculo que de Canalizar. —Él se inclinó hacia


adelante—. ¿Tuviste la oportunidad de leer algo sobre los Vínculos antes de dejar
la Torre?
—No pude encontrar mucho —respondió ella.

—Eso es porque no hay mucho —afirmó Aldrik—. Los Vínculos son un


hecho extraño y difícil de entender porque, según la mejor evaluación de cada
erudito, es la apertura literal de un pasaje mágico entre dos personas. Abriste tu
magia para mí para salvar mi vida.

Esas palabras empaparon a ambos por un momento.

»Pero, como dicen, las puertas y rejas se abren en ambos sentidos —finalizó
Aldrik, aliviando esa extraña tensión con la que coqueteaban cada vez que
estaban juntos.

—Espera. —Vhalla parpadeó—. ¿Estás diciendo que tengo un poco de tu


magia en mí?

—No solo un poco; dicha magia también tiene la capacidad de ser un puente
entre nosotros —afirmó él.

—Eso es asombroso —susurró ella.

—Es por eso que no creo que tu magia sea tan efectiva contra mí como lo es 59
en otros. No me golpeará tan fuerte. Nuestra propia magia no puede hacernos
daño. —Sacudió su cabeza—. Hay una serie de teorías interesantes que
podríamos discutir y explorar en otro momento. Por ahora, vamos a intentar
Unirnos.

—¿Qué es Unirse? —preguntó ella, atreviéndose a recibir un comentario de


loro.

—Es difícil de explicar. Piensa en el Vínculo como un Canal latente. Unirse


lo activará, ampliará el Vínculo. —Aldrik se acercó más y el corazón de Vhalla
latió con fuerza—. Puede que esto ni siquiera funcione. Pero para que tenga una
oportunidad de suceder, no luches contra mí.

Si Vhalla hubiera querido, no podría haberlo hecho. Estaba tan aturdida por
sus avances, por los dedos que tocaron ligeramente sus sienes, que apenas podía
hablar. Los ojos de Aldrik se cerraron y respiró hondo. Ella se mordió el labio,
insegura de si se suponía que debía hacer lo mismo. Pero si no lo hacía, pasaría
el tiempo estudiando sus rasgos esculpidos a la luz del fuego, y podría morir de
vergüenza si la atrapaban.

Así que Vhalla también cerró los ojos.

Al principio, no había nada. Escuchó su respiración y sintió las manos de él


sobre ella. Las yemas de sus dedos se calentaron y luego, débilmente, escuchó los
latidos de su corazón. No, se dio cuenta, no eran los latidos del corazón de ella,
eran los de él. Su reacción inicial fue entrar en pánico ante la sensación de otro
corazón latiendo en su pecho, pero Vhalla se obligó a quedarse quieta y tranquila.
Pronto el coro de sonidos se extendió a su respiración y se superpuesto a los
ruidos de su propio cuerpo. El estruendo alcanzó un crescendo que amenazó con
consumir su conciencia. Pero Vhalla recordó sus palabras y se rindió ante eso,
ante él, dejando que la ola la golpeara.

Había una inhalación, una exhalación, un latido entre ellos.

Ella se fundió en la extraña calidez de la existencia entre los dos,


renunciando al último de sus sentidos físicos. No se parecía a nada que hubiera
sentido jamás. Como vida y muerte, juntas perfectamente en un momento de
belleza. Intentó encontrar dónde terminaba ella, para encontrar dónde
comenzaba él, pero no había fines ni comienzos en ninguna parte. Eran infinitos.

Ella sentía lo que él sentía, y él pensaba lo que ella pensaba.

De repente, una cálida brisa sopló sobre su yo metafísico. Era fuerte. Algo
que había conocido desde que nació, que conocía de toda su vida, sin haber
tenido palabras para ello antes. Cuando Aldrik abrió su Canal, el de ella se abrió 60
junto a él con todo su esplendor.

Lo sintió alejarse de ella y, en su mente, objetó. Allí había seguridad,


consuelo, compasión y más cosas que no se atrevía a poner en palabras. Fue una
separación suave, pero una separación de todos modos. Vhalla suspiró
levemente mientras sus ojos se abrían. Aldrik le devolvió la mirada. Su pecho se
expandía lentamente con cada respiración profunda.

Durante mucho tiempo permanecieron inmóviles. Su cuerpo se sentía igual,


pero todo había cambiado. Las manos de él se apartaron lentamente de su rostro,
y la última conexión fue a través de su mirada.

—Vhalla, yo… —dijo él, su voz era ronca.

Una locura se apoderó de ella y le agarró las manos.

—Aldrik —dijo en voz baja, aferrándose a él desesperadamente. Vhalla


buscó alguna validación de lo que había encontrado en su breve período de
existencia compartida.

Aldrik la miró fijamente. Mucho antes de que él apartara sus manos de las
de ella, ella vio un momento de pánico, un momento de deseo, y él se retiró
mentalmente. Vhalla se dio cuenta de que quizá no pudiera volver a ocultarle
nada en la oscuridad de sus ojos, lo había visto todo como si se estuviera mirando
en un espejo. No estaba segura de si esta Unión era una bendición o una
maldición.

—Creo que hemos logrado lo suficiente por esta noche. —Aldrik miró hacia
otro lado, sentándose más derecho, más compuesto.

—Aldrik —susurró ella. Incluso su leve distancia la lastimó más


profundamente de lo que debería. Se sentía como si una parte de ella hubiera
sido tallada fuera de su cuerpo.

—Todo lo que necesitas hacer es repetir ese proceso, lo que sentiste. Creo
que puedes resolverlo por tu cuenta. —Seguía sin mirarla.

—Aldrik —suplicó Vhalla.

—También puedes pedirle ayuda a Larel. Solo elije un movimiento y


repítelo mientras Canalizas. Repite la acción cada vez que lo intentes, de modo
que cuando tengas éxito comenzarás a asociar el acto con ese detonante. —Él se
giró hacia la mesa, recogiendo el pergamino que había estado leyendo antes.

Vhalla no estaba segura de qué había hecho mal, pero él se había apartado
por completo de ella. Él fue quien sugirió esa Unión; ¿de qué estaba tan asustado 61
de repente? Ella suspiró y se puso de pie.

Aldrik no la miró mientras se ponía la armadura. Era una corta caminata,


pero lo último que quería era salir de la tienda de este hombre, la tienda del
príncipe heredero, menos vestida que cuando ella entró. Él no dijo nada y no hizo
ningún movimiento hacia ella.

—Bueno —dijo Vhalla con incertidumbre—, gracias. —Un toque de


amargura se deslizó en su voz. Él no hizo ningún movimiento cuando ella se
volvió para irse.

—Te llamaré —dijo él de repente, justo cuando ella estaba a punto de tirar
de la solapa de la tienda.

—¿Qué? —Vhalla se giró con el corazón acelerado por la esperanza.

—Trabaja en tu Canalización, lo necesitarás para lo que te voy a pedir —


dijo Aldrik, mirándola—. Comenzaremos cuando esté satisfecho con tu progreso.

Vhalla asintió y buscó su mirada cautelosa durante un largo momento. Ella


todavía lo veía allí, su confusión. ¿Pero confusión sobre qué? Esa era una pregunta
que aún tenía que responder.

—Muy bien. Buenas noches, Aldrik. —Vhalla retiró la solapa de la tienda y


se marchó.
—Buenas noches, Vhalla.

62
El día estaba nublado y caluroso. Había una brisa seca, pero ofrecía poco respiro del
agobiante calor. Era el tipo de día en el que uno solo deseaba encontrar un rincón fresco y
sombreado para acurrucarse. Pero el sol caía sobre sus hombros.

Ella estaba ante una tumba. Estaba ubicada en el centro de un jardín acristalado.
Muchas plantas habían sido puestas para decoración y la mayoría estaban vivas a pesar
de la temperatura. Pero las flores color carmesí que rodeaban el marcador esculpido ante
ella estaban marchitas y arrugadas. No era la primera vez que estaba en este jardín de
muertos.

La tumba que tenía ante ella tenía forma de obelisco. En su parte superior estaba la
figura de una mujer. Tenía cabello largo y colgaba perfectamente lacio casi hasta la
cintura, y un rostro suave, pero severo, moldeado en el mármol impecable. Detrás de ella
había un sol dorado y rubí que proyectaba una neblina roja en el suelo.
63

Vhalla extendió una mano y tocó las letras familiares, como si fuera a conectarla
con su madre muerta. No había nada más que piedra bajo sus dedos. Ella suspiró,
cambiando su peso. Realmente odiaba estar aquí.

—Deja de inquietarte —dijo una fuerte voz a su lado. Ella levantó la mirada, pero
el sol cubría al hombre que elevaba sobre ella.

Vhalla se giró y abrió los ojos. El dorso de su mano descansaba sobre su


frente. Se quedó mirando el lienzo que se iluminaba lentamente sobre ella. Fue
un sueño extraño que se parecía más a un recuerdo olvidado. Vhalla lo repasó de
nuevo y, a pesar de la abrumadora nostalgia, nada le pareció familiar al darle una
segunda revisión. Estaba demasiado cansada para prestarle mucha atención al
sueño y se dedicó a sus deberes matutinos.

Unión, así lo había llamado Aldrik. Vhalla se movió inquietamente durante


el desayuno, tratando de obligarse a comer. Todavía no entendía la ampliación
del Vínculo, como había dicho Aldrik, pero sin duda había sido significativo. El
fantasma de él todavía estaba sobre ella. Todavía podía sentir la caricia de su
esencia a través de sus huesos. Vhalla se miró las manos. En comparación,
aprender a Canalizar no parecía importante.

—¿Cómo te fue anoche? —preguntó Fritz mientras se unía a ella y a Larel.


—¿Qué? —Vhalla salió de sus pensamientos.

El interés de Larel claramente se había despertado. No había preguntado


anoche cuando Vhalla regresó exhausta y con los ojos nublados, y había estado
en silencio toda la mañana.

—Con el príncipe. —Fritz bajó la voz—. ¿Tienes una mejor idea de cómo
Canalizar?

—Creo que sí. —Vhalla asintió.

—¡Bien, bien! —Fritz sonrió—. Estoy seguro de que lo entenderás en unas


pocas semanas.

Vhalla sintió la magia crepitar alrededor de sus dedos. No necesitaba unas


semanas, podía hacerlo ahora. Su cuerpo lo sabía. Pero no tuvo la oportunidad
de corregir a Fritz cuando los cuernos sonaron, convocando a todos a sus lugares
en la horda.

Los soldados se movían más lentamente ahora. Una semana de marcha


había comenzado a pasar factura a los nuevos reclutas. Las piernas de Vhalla
estaban rígidas y doloridas por su propia silla. No tenía idea de cómo se las 64
arreglaban los hombres y mujeres que caminaban. ¿Cómo lucharían cuando
llegaran al Norte?

Aldrik también fue lento esta mañana, la horda estaba prácticamente en


movimiento cuando él llegó desde el exterior. Incluso con toda su voluminosa
armadura, todavía estaba lleno de aplomo sobre su montura de guerra. Los
latidos de su corazón comenzaron a acelerarse y, como si lo sintiera, los ojos de
Aldrik se encontraron con los de ella. La tensión irradiaba entre ellos, incluso
entre una docena de personas.

Él tiró con fuerza de las riendas y giró su montura, cabalgando por el


exterior de la horda hasta unas pocas filas detrás de Vhalla. Ella observó al
príncipe mientras se alineaba junto a Elecia. Vhalla apartó la mirada antes de ver
más de un momento de su conversación inmediata. Había una fea emoción
dentro de ella, una a la que no estaba acostumbrada y no sabía cómo combatirla.

—Cabalgaré al frente —anunció ella.

—¿Por qué? —Fritz pareció sorprendido por su repentina declaración.

—Tengo amigos allí —murmuró Vhalla.

—Tienes amigos aquí —respondió Fritz, sin comprender.


Vhalla no estaba segura de si podía, o debería, explicárselo. Por el rabillo
del ojo, Vhalla vio que Larel volvía a concentrarse en Aldrik y Elecia. La mujer
era demasiado atenta para su propio bien.

—No es nada que hiciste, Fritz. —Vhalla encontró la fuerza para sonreír y
agarrar su antebrazo con apoyo—. Solo son unas personas a las que quiero ver.

No hubo más protestas de Fritz o Larel al respecto. Mientras Vhalla


atravesaba las filas, se aseguró de captar los ojos de Aldrik. Era desagradable
admitirlo, pero quería que él la viera alejarse y sintiera la misma emoción
desagradable que él había evocado en ella.

La Guardia Dorada no fue difícil de encontrar; un grupo de tres rodeaban


al príncipe más joven con brazaletes dorados. Marchaban en el centro de la horda,
y Vhalla vaciló ante las miradas horribles que recibió de los soldados en el borde.
Estaba a punto de regresar cuando comenzaron los susurros y Daniel se volvió
en su dirección.

—¡Vhalla! —gritó, casi dislocando su brazo para saludarla. Los soldados se


separaron en estado de shock, y Vhalla no tuvo más remedio que prestarle
atención—. No te estábamos esperando. —Daniel sonrió y Vhalla se sintió más 65
tranquila al instante.

—En lo más mínimo. —Las palabras del príncipe Baldair la desinflaron.

—Espero que no sea un problema. —Vhalla bajó los ojos.

Daniel le sacó la lengua al príncipe.

—No te preocupes. —El príncipe hizo a un lado sus inseguridades con una
gran risa—. Dije que estaba bien.

—Esta puede ser la primera vez que un hechicero cabalga con las espadas
—comentó Craig.

Vhalla lo creyó por las miradas que le dieron los otros soldados.

—Vhalla, esta es Raylynn. —Daniel señaló a una mujer que iba a la derecha
de Baldair. Tenía el cabello largo y rubio, del color del Sur. Pero era liso, como lo
sería el de alguien del Oeste, y su piel tenía un bronceado color oliva.

—Gusto en conocerte —dijo Vhalla cortésmente.

La mujer la miró pensativa durante un largo momento. Tenía ojos como los
de Aldrik, advirtió Vhalla. Negros y penetrantes, confirmaron la sospecha de
Vhalla de que había sangre del Oeste en las venas de la mujer, si su piel bronceada
por el sol no era suficiente prueba, y esos ojos atravesaron a Vhalla fácilmente.
—Eres la Caminante del Viento. —Fue la segunda vez que la frase no era
planteada como una pregunta.

—Lo soy —afirmó Vhalla.

—Ray, sé amable. —Daniel maniobró su caballo junto al de Vhalla. Raylynn


le dio a Vhalla una última y larga evaluación antes de desatar una serie de
susurros al príncipe. Daniel impidió que Vhalla escuchara—. Ray tenía familia
en la Noche de Fuego y Viento —susurró él.

Vhalla tiró de las riendas, lista para girar a Relámpago y regresar a su lugar
en la fila. Un guantelete dorado cubrió rápidamente su mano. Ella miró a Daniel
con confusión y frustración.

—No te vayas. Creo que esto le sentará bien.

—¿Qué cosa? —Vhalla inhaló con aprensión.

—No eres el monstruo que ellos creen que eres. —Su declaración la atravesó
directamente y la expresión de Vhalla debió haberlo dicho todo—. Yo… —Él
estaba sin palabras, ambos lo estaban mientras la ola de brutal honestidad se
estrellaba contra ellos. Ese momento de apertura la había paralizado, y Vhalla 66
estaba agradecida por las fuertes piernas del corcel debajo de ella—. No debería
haber dicho eso.

—Necesitaba escucharlo. —Estaba abrumada por su verdad; era contagiosa


y Vhalla quería cubrirse con ella.

Daniel notó que su mano todavía estaba sobre la de ella y se apartó


rápidamente. A juzgar por las miradas de reojo de Craig y Baldair, fue el último
en darse cuenta.

Vhalla relajó su agarre en las riendas.

—Entonces, pensé que la Guardia Dorada eran más de tres personas.

—Somos cinco en total —afirmó Daniel. Parecía igualmente aliviado de


cambiar la conversación.

—Los otros dos están en el frente —completó Craig—. El Jefe Comandante


Jax Wendyl y Lord Erion Le’Dan.

—¿Jefe Comandante Jax? —Vhalla había escuchado el nombre antes—. ¿De


la Legión Negra?

—Ese mismo. —Daniel asintió.

—Pero él es un hechicero —señaló ella tontamente.


—¿Qué? —jadeó el príncipe Baldair—. ¿Me lo ha ocultado todo este tiempo?

Daniel y Craig se echaron a reír e incluso Vhalla esbozó una sonrisa


avergonzada.

»Es un hechicero. —El príncipe asintió, mirando hacia el frente—. Pero


también es un buen hombre. —El príncipe dorado se giró hacia ella, mirando a
Craig y Daniel—. Ya verás que solo me rodeo de buenos hombres, Vhalla.

Raylynn resopló.

—Y mujeres. —El príncipe Baldair se rio entre dientes y miró a la mujer.

Vhalla pasó el resto del día aprendiendo la historia de la Guardia Dorada.


El príncipe Baldair la había instaurado cuando era niño con Lord Erion Le’Dan
y, en ese momento, era principalmente una broma entre hombres jóvenes. Pero
cuando comenzó la guerra en el Norte, recurrió a su amigo para sobrevivir en el
frente. Poco a poco se fueron sumando otros hombres y una mujer, aquellos que
se consideraban los más hábiles y valiosos.

Daniel había sido la incorporación más reciente después de que asumió el


mando durante una batalla cuando nadie más lo haría, rescatando una brutal 67
derrota en el Norte y salvando la vida del príncipe en el proceso. Vhalla no tenía
idea de que el chico con el que había estado reflexionando sobre cultivo de papas
y charlando sobre el festival de Paca era un Lord. Daniel parecía incómodo con
la idea, asegurándole que no debería tratarlo de manera diferente.

No se había dado cuenta de cuánto tiempo había pasado hasta que sonó el
cuerdo, llamando un alto a la marcha. Daniel también se rio, diciendo que el
tiempo se les había escapado. La invitó a cenar, lo cual Vhalla rechazó debido a
la culpa de haber dejado a Larel y Fritz durante todo el día. Antes de que ella se
fuera, él la invitó a cabalgar con ellos nuevamente y, al recordar a Aldrik y Elecia
juntos, Vhalla no pudo negarse en seguida.

—Entonces, hoy descubrimos algo sobre Elecia —dijo Fritz mientras


terminaban de montar sus carpas.

—¿Qué cosa? —Vhalla no estaba segura de querer saberlo.

Larel tenía un brillo de advertencia en sus ojos.

—Estábamos hablando con los soldados —continuó Fritz, sin sentir


aprensión por las dos damas—. Y aparentemente ya han visto a Elecia antes.

—¿Sí? —preguntó Vhalla.


—Ella ha estado entrando y saliendo del palacio desde que el príncipe era
un hombre joven, dijo uno —explicó Fritz.

Vhalla no sabía por qué ese hecho la llenaba de tanto pavor.

—Como si los soldados comunes supieran algo —murmuró Larel,


terminando su saco de dormir.

—Sí, pero tienes que admitir que Elecia y el…

—¿Y quién? —terminó la mujer de la que estaban hablando, y los tres se


giraron sorprendidos.

—Y, eh… —Fritz lucía como un ratón en la trampa de un gato feliz.

—Y el príncipe —terminó Larel sin miedo.

Para su crédito, Elecia solo se sorprendió por un momento. Vhalla tomó


nota de que la simple mención de una conexión entre Elecia y Aldrik hizo que la
mujer se quedara quieta.

—Hablando del príncipe, dijo que los entrenará esta noche. —Sus ojos se
posaron en Vhalla, hablando de más sin hacer ruido—. Así que terminemos con 68
esta catástrofe.

Durante la caminata para encontrarse con Aldrik en el bosque, Vhalla


reflexionó sobre él y Elecia. La gente ya estaba hablando de ellos dos. ¿Y si había
historia entre ellos? ¿Y si Larel estaba equivocada y no eran solo chismes del
campamento? Su mente se envolvió y vagó alrededor de las ideas, solo se detuvo
cuando Aldrik comenzó a hablar.

—Sus noches serán mitad entrenando sus cuerpos físicos, mitad entrenando
su destreza mágica —declaró mientras caminaba alrededor de Vhalla, Larel y
Fritz—. Si tienen esperanza de entrar y salir del Norte con vida, necesitarán cada
minuto de entrenamiento que puedan tener.

Elecia se quedó a un lado, exenta de las palabras de Aldrik.

—Si replican o se niegan, puedo reconsiderar mi amabilidad de ser su


maestro.

Su voz era la de un príncipe, no la del Aldrik que ella conocía. Vhalla miró
a Fritz, preguntándose si era solo para su beneficio. Larel era amiga de Aldrik;
Elecia claramente tenía alguna conexión con él; y Vhalla era…

¿Qué era ella?


Esa pregunta resonó en su mente mientras comenzaban su entrenamiento
físico. Pasó por su cabeza hasta que Vhalla se concentró en no vomitar por correr
y saltar. Aldrik se negó a dejar que se quitaran la armadura; había dicho que su
entrenamiento físico lo requería. Fritz fue el primero en colapsar, lo que le ganó
su ira.

—Charem, levántate. —Aldrik suspiró, apoyado contra un árbol—. ¿O


preferirías ser desgarrado miembro a miembro por los clanes del Norte? ¿O tal
vez por un león Noru?

Fritz luchó por ponerse de pie. Vhalla y Larel estaban jadeando. Larel estaba
en mucho mejor forma que Vhalla, quien sentía que podía colapsar en cualquier
momento.

—Bien, entonces. —Aldrik compartió una larga mirada con Elecia—. Elecia,
Vhalla, en parejas.

—¿Qué? —exclamaron ambas al unísono.

—Esa es una orden. —Aldrik se apartó del árbol y miró a Elecia—. Confío
en que impartirás tus conocimientos y habilidades. —La mujer de piel oscura 69
puso los ojos en blanco, pero no se opuso por segunda vez. Aldrik ni siquiera
miró a Vhalla, sin darle opción. Vhalla decidió que había hecho algo terrible para
ofender al príncipe, pero fuera lo que fuese no tenía ni idea. En lo único que ella
podía pensar era en la Unión. Pero eso había sido idea de él. Y de todas las
palabras que Vhalla podría usar para describir lo que sucedió entre ellos la noche
anterior, ninguna sería negativa.

—Larel, ¿puedes decirme cómo pelea un Portador de Fuego? —preguntó


Aldrik.

—Combate cuerpo a cuerpo con uno que otro ataque de largo alcance —
respondió Larel.

—¿Y los Manipuladores de Agua? —El príncipe asintió y miró a Fritz.

—Una mezcla de ataques de congelación para la ofensiva e ilusiones para


la defensiva. —Fritz sonaba como si estuviera citando un libro de texto.

—¿Y los Destructores de Tierra? —Aldrik miró a Elecia.

—Magia altamente defensiva, piel de piedra impenetrable para la mayoría


de los ataques de hielo o fuego, combinada con habilidades en armas. —La mujer
apoyó las manos en sus muslos y Vhalla notó que los surcos de la armadura en
las piernas de la otra mujer no eran decorativos. Lo había pasado por alto antes,
pero Elecia tenía dos espadas cortas atadas a sus piernas.
—En cuanto a los Caminantes del Viento… —La voz del príncipe vaciló
levemente cuando miró a Vhalla. Su pecho estaba apretado, esperando que él
terminara su pensamiento—. Lo averiguaremos.

Pasaron el resto de la noche repasando golpes y movimientos esquivos


básicos. Elecia parecía tan disgustada por tener que ayudar a Vhalla. La mujer
fue cortante y mantuvo breves sus comentarios. Pero incluso a través de labios
fruncidos y miradas de desaprobación, Vhalla estaba aprendiendo.

La mujer de cabello rizado claramente tenía experiencia en combate. Se


movía con ligereza, facilidad y nunca rompió a sudar. Nunca cometió un solo
error y ni se quedó sin aliento.

Todo en ella parecía meterse bajo la piel de Vhalla.

Era el turno de Vhalla de practicar el ataque y de Elecia de esquivar y


desviar. Elecia encontraba todo divertido. Tenía esta manera molesta que la hacía
parecer mejor que los demás. Tomaba el tiempo y la atención de Aldrik. Sus
movimientos fueron perfectos. Tenía una facilidad elegante en todo, algo que
Vhalla solo había visto en la realeza. Vhalla dio un amplio golpe y Elecia le dio
un pequeño golpe en el hombro descubierto. Ella dio un paso atrás y miró a 70
Elecia.

Vhalla parpadeó sorprendida de que no lo hubiera notado antes. No tenía


pruebas, pero algo en su interior le decía que no estaba equivocada. Los rumores
de que ella estando en el palacio, la actitud casual hacia la realeza, todo tenía
sentido. Solo las personas que provenían de la riqueza y la opulencia actuaban
como lo hacía Elecia. Como si el mundo fuera un juguete para su entretenimiento.

—¿Qué sucede? —preguntó Elecia—. ¿Ya te rindes?

Vhalla volvió a su asalto.

—Elecia. —Lanzó un puñetazo, la otra mujer lo esquivó—. Dime… ¿cuántos


años… tenías… cuando llegaste… por primera vez… al palacio? —Sus palabras
fueron puntuadas con sus puños.

Elecia dio un paso atrás y se detuvo.

—¿De qué estás hablando? —La mujer arqueó una ceja.

—¿Fue para una gala? ¿O tu padre y tu madre estaban en asuntos oficiales?

Los ojos de Elecia se agrandaron y Vhalla reanudó el ataque. La mujer se


recuperó lentamente y sus bloqueos de repente se volvieron descuidados.
»¿Se quedaron en una suite de invitados? —Se lanzó hacia la derecha—. ¿O
tú y tu familia se quedaron en otro lugar en la parte alta de la ciudad?

Un ceño enojado cruzó los labios de Elecia.

—No sé de qué estás hablando.

—Y eres una mentirosa terrible —escupió Vhalla.

Elecia la miró conmocionada.

—¿Qué hay de ti, Vhalla Yarl? ¿Cómo exactamente, siendo menos que un
desliz de chica común, llamaste la atención del príncipe heredero? ¡Una nada
como tú confraternizando con él!

Eso llamó la atención de Aldrik. Rápidamente se acercó desde donde Larel


y Fritz practicaban su combate.

»Tienes que saber que ni siquiera mereces…

Vhalla se abalanzó con un grito, sin dejar que Elecia lanzara otra palabra
hiriente. Elecia lo esquivó fácilmente y golpeó a Vhalla con un puño al estómago.
El brazo de la mujer se sintió como una roca hundiéndose en su abdomen, y 71
Vhalla jadeó en busca de aire en lugar de gritar.

—¡Elecia! —gritó Aldrik cuando Vhalla se dobló, sujetándose el estómago


y tosiendo. Él rápidamente cruzó el espacio restante, parándose entre las dos
mujeres.

—¿Crees que eso… —Elecia señaló a Vhalla con un dedo—…alguna vez será
algo? —Ella echó la cabeza hacia atrás y se rio.

—Elecia, detente —gruñó Aldrik.

—Oh, sí, defiende a tu mascota —respondió ella con desdén.

Larel y Fritz los quedaron mirando, conmocionados.

—Elecia —gruñó él con los dientes apretados, con las manos en puños.

—¿Finalmente vas a pelear conmigo? He estado esperando un verdadero


desafío —dijo la mujer de piel oscura, levantando los puños—. Ha pasado
demasiado tiempo desde la última vez que tuvimos una ronda.

Vhalla logró inclinarse hacia atrás sobre sus pies, todavía sosteniendo su
estómago mientras sufría espasmos de dolor.

Aldrik se acercó a Elecia y la agarró por el cuello de su armadura. La atrajo


hacia él y se inclinó para colocar su rostro justo frente al de ella.
—Si quieres que entrene contigo como un adulto, actuar como un niño
petulante no va a dar resultados, 'Cia.

Elecia lo apartó con el ceño fruncido y negando con la cabeza.

—Bien —dijo con un brillo en los ojos—. Continúa jugando tus juegos con
ellos, Aldrik —escupió ella.

Vhalla sintió que se le abría la boca en estado de shock por el uso del nombre
de Aldrik por parte de la otra mujer.

»Pero, te lo diré de nuevo, esa perra de baja cuna no vale ni una onza de lo
que le das. —Elecia se giró y pisoteó ruidosamente el bosque. La maleza y los
árboles se encogieron a su alrededor antes de regresar a su lugar aún más gruesos
y espinosos que antes.

Aldrik suspiró y se pellizcó el puente de la nariz, dándose un momento


antes de girarse y arrodillarse frente a Vhalla.

—¿Estás bien? —preguntó él.

Ella asintió. Su estómago todavía se sentía como si estuviera de cabeza. Fritz 72


y Larel se alejaron unos metros de ellos con evidente incertidumbre.

—Déjame ver. —El príncipe se acercó y Vhalla retiró su mano. Le dolía


enderezar su espalda—. Quítate la armadura —ordenó Aldrik, y ella comenzó a
manipular los pestillos del frente—. Aquí —dijo él en voz baja y se acercó,
ayudándola con la parte abajo. Vhalla encorvó los hombros, dejó que su cabello
cayera frente a su rostro y ocultó su vergüenza.

Aldrik le quitó la cubierta; algunas de las placas pequeñas estaban abolladas


alrededor del abdomen.

Él suspiró audiblemente.

—Arreglaré esto esta noche y te lo daré por la mañana.

Ella miró su cota; parecía estar ilesa. Hubo un momento de silencio y una
suave brisa nocturna le revolvió el cabello. Aldrik se acercó y le puso una mano
por encima del hombro.

—Ella es… —Suspiró—. No le prestes atención a lo que dice.

Vhalla asintió en silencio. Fue un buen sentimiento. Pero una vez que
algunas cosas eran dichas, nunca podían ser retiradas y el breve intercambio ya
se estaba repitiendo en sus oídos.
Aldrik asintió en respuesta antes de ponerse de pie, girándose hacia Larel y
Fritz, sorprendidos y silenciosos.

—Larel, llévala de regreso a su tienda. Puede que tengas que quemar uno o
dos de esos arbustos alterados en el camino. —Echó un vistazo al camino que
tomó Elecia—. Fritz, ven conmigo. Estoy seguro de que Vhalla tiene una
hemorragia interna por un golpe como ese, y no le permitiré montar a caballo
mañana sin recibir una poción esta noche.

Ambos asintieron, y Larel deslizó el brazo de Vhalla alrededor de su cuello,


ayudándola a ponerse de pie.

—No es tan malo —insistió Vhalla en voz baja, no queriendo hacer más
escena.

—No hay vergüenza en aceptar ayuda. Esta marcha es demasiado larga


para justificar actuar demasiado fuerte ahora —le dijo Larel con severidad, pero
con suavidad.

—Escúchala, Vhalla. Tiene una buena cabeza sobre los hombros. —Aldrik
señaló a Larel y Vhalla vio que una pequeña sonrisa se formaba el rostro de la 73
mujer—. Fritz, ven —ordenó él enérgicamente, y los dos se alejaron en una
dirección diferente.

Tal como había dicho Aldrik, fue necesario quemar la maleza en algunos
lugares. Estaba plagado de enredaderas casi tan gruesas como la muñeca de
Vhalla, bloqueando la ruta más directa de regreso al campamento. Larel utilizó
intensos estallidos de fuego para incinerar un camino despejado.

—¿Los Destructores de Tierra pueden alterar árboles y plantas? —preguntó


Vhalla.

—Algunos pueden. —Larel asintió.

No volvieron a hablar durante el resto del camino de regreso a su tienda.


Larel se ofreció a ayudar a Vhalla a ponerse su ropa de dormir, pero Vhalla
insistió en que podía hacerlo por su cuenta. Las palabras de Elecia resonaros en
su cabeza. La conversación había arrojado demasiada información para
analizarla ahora. Ya se había formado un hematoma repugnantemente púrpura
en su estómago.

Vhalla apenas terminó de ponerse una camisa de dormir de manga larga


cuando hubo un golpecito en el poste de su tienda.

—¿Vhal? ¿Larel? —preguntó Fritz con incertidumbre.


—Está bien, Fritz —llamó Vhalla, y asomó la cabeza. Larel se movió para
dejar suficiente espacio para que se sentara. Ahora eran una multitud de tres.

—Toma, el príncipe me dijo que te lo diera. —Le entregó un pequeño frasco


de madera.

—Gracias —dijo ella en voz baja, tomándolo y bebiéndolo rápidamente.


Reconoció la ardiente sensación de esta poción en particular y se estremeció
levemente. Vhalla comenzaba a sospechar que los clérigos curaban todo con este
líquido mágico—. Lamento ser un problema.

—Está bien —dijo Larel—. Esto no fue culpa tuya.

—¿Qué pasó exactamente? —preguntó Fritz.

Larel le dio un codazo en el costado.

—No es asunto nuestro —lo regañó.

Vhalla jugueteó con sus dedos.

—Bien, bien. Espero que pronto te sientas mejor. —Él extendió la mano,
despeinó el cabello de Vhalla y se giró para salir de la tienda. 74
—Espera —llamó Vhalla. Tenía una sensación de malestar en el estómago,
pero Vhalla pensó que tenía más que ver con los nervios—. Espera —repitió
mientras él se sentaba. Vhalla pasó el frasco de mano en mano, insegura de sus
próximas palabras. Pero Fritz y Larel ya habían demostrado ser amables y leales.
Ella tomó aliento.

—Vhalla, no tienes que… —Larel pareció sentir su inquietud.

—Estamos Vinculados —dijo Vhalla directamente, diciéndolo antes de


perder su determinación.

Ambos la miraron con sorpresa y confusión.

—Espera, ¿qué? —Fritz tenía una mirada tonta en su rostro.

—Tú y… —susurró Larel, su voz la abandonó antes de que pudiera


terminar la frase.

—Aldrik. —Vhalla maldijo en voz alta—. El príncipe. —Ella sacudió su


cabeza; era demasiado tarde y ya había dicho demasiado—. Aldrik y yo estamos
Vinculados. —Vhalla apartó la mirada de ellos. Apenas entendía lo que
significaba estar Vinculados, así que la forma en que reaccionarían estaba en el
aire. Ambos la miraron con la boca abierta, sorprendidos en silencio—. Bueno,
digan algo —dijo ella suspirando.
—¿Estás segura? —preguntó Larel.

—Muy segura —afirmó ella, recordando su lección de Canalización.

—¿Él lo sabe? —preguntó Fritz.

Larel lo golpeó en la nuca.

—Por supuesto que sí —reprendió ella.

—¿Cómo? —preguntó Fritz. La mujer le lanzó una mirada penetrante—. Sé


cómo, porque sé cómo funciona en teoría un Vínculo. Pero, ¿cómo te Vinculaste
con el príncipe, de todas las personas?

—Realmente no entiendo todo. —Vhalla recordó una noche en la biblioteca,


una noche que parecía haber sido hace una eternidad—. Fue cuando él regresó.

—¿Del frente? ¿En el verano? —Larel parecía ya estar armando las piezas.

Vhalla asintió.

—Yo estaba trabajando en la biblioteca y… —Vhalla hizo una pausa,


dejando de lado la verdad de que había pensado que estaba salvando a un
75
príncipe diferente—. Quería salvarlo, quería dar cualquier cosa para salvarlo. Él
me dijo que escribí magia o hice recipientes, no estoy segura. Algo en él abrió
algún tipo de enlace y ahí estaba el Vínculo. —Se movió, tratando de no permitir
que la conversación que había comenzado la hiciera sentir incómoda.

—Eso es asombroso —dijo Fritz.

—Así que es… es por eso que las cosas son diferentes con nosotros. —Ya no
estaba segura de por qué le había confiado esto a sus amigos.

—¿Cómo es estar Vinculado? —preguntó Fritz.

—Es difícil de decir —confesó Vhalla—. Nunca he conocido la magia y no


he estado Vinculada. Entonces es normal para mí.

—Te manifestaste rápidamente —señaló Larel—. Incluso el ministro se


sorprendió, pero tendría sentido si tuvieras un Vínculo con alguien como el
príncipe Aldrik.

—También fue así cómo… —Vhalla dudó en compartir la noche anterior


con ellos, pero estaba demasiado metida en lo profundo como para detenerse
ahora—. Durante nuestra lección de anoche, me mostró cómo Canalizar.

—Bueno, por supuesto. —Fritz claramente no entendió.


—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Él me lo mostró. Mientras estábamos
Unidos.

Si Vhalla no había entendido la gravedad de una Unión antes, lo entendió


en ese momento. Fritz y Larel la miraron con una combinación de conmoción,
asombro y, lo que era más desconcertante, un toque de miedo. Vhalla juntó las
manos y las retorció bruscamente.

—¿Eso es… posible? —preguntó Fritz finalmente.

—¿Supongo que sí? Solo sé lo que dijo Aldrik para comenzar. —Los ojos de
Vhalla se movieron entre ellos, desesperados por iniciar otra conversación para
que dejaran de mirarla como si le hubiera salido una segunda cabeza—. ¿Qué
significa eso?

—Solo he leído al respecto. —Pedirle a Fritz que recitara cosas de libros tuvo
el mismo efecto que en Vhalla. Su mente comenzó a agitarse una vez más—. La
literatura sobre Uniones es muy escasa porque la mayoría de las personas que
intentan crear una Unión fracasan y una persona muere en el proceso. Pero
hacerlo es supuestamente un estado de conciencia fusionada.
76
—Eso suena correcto. —Vhalla asintió afirmativamente.

—No puedo creer que él haya hecho eso. —Fritz se acarició la barba
incipiente de su mandíbula—. Se supone que es un proceso arriesgado.

—¿Arriesgado? —preguntó Vhalla.

—De nuevo, solo he leído al respecto… pero si el Vínculo no es sólido, no


está completado, si las dos personas están Vinculadas pero no son compatibles,
o si… —Hizo una pausa, censurándose a sí mismo—. Bueno, hay otras cosas que
pueden ayudar o hacer daño. Pero he oído que podría resultar en que una
persona se pierda en la otra. Terminan con uno sin mente, mientras que el otro
se vuelve loco con el ruido en su cabeza.

Vhalla lo miró sorprendida y luego se echó a reír.

—Los riesgos son algo que el príncipe no tiene reparos en tomar —les
aseguró, eso parecía resumir adecuadamente toda su relación.

—¿Por qué nos dijiste esto? —preguntó Larel—. No puedo imaginar que el
príncipe vaya a estar complacido.

Vhalla honestamente no había considerado eso.

—Porque ambos son mis amigos. Confío en ustedes y quiero que sepan que
lo hago. ¿Qué son los amigos si no puedes compartir tus secretos con ellos?
—No se lo diré a nadie. —Fritz la tomó de la mano y ella sonrió ante sus
amables ojos.

—Sabes que tienes mi silencio —afirmó Larel con un movimiento de cabeza.

—Pero sabes que te voy a preguntar sobre eso, ¿verdad? —Fritz sonrió con
esa sonrisa tonta y llena de dientes.

Vhalla no pudo evitar devolverle la sonrisa.

—Responderé lo mejor que pueda —prometió Vhalla—. Hablar de ello


puede incluso ser agradable.

Fritz se fue poco después. Él apretó con fuerza a Vhalla y Larel en un abrazo,
y Vhalla deseó poder quedarse con ellos. Egoístamente quería pasar la noche
escondida entre él y Larel. Pero Vhalla no hizo ninguna exigencia. En el mejor de
los casos, solo los despertaría con una paliza por las pesadillas.

77
Fritz devolvió la armadura de Vhalla a la mañana siguiente, dejando a
Vhalla en conflicto e insegura una vez más. El príncipe era una criatura extraña.
A veces, parecía que se preocupaba por ella por encima de todo, como cuando
Elecia le dio el golpe bajo. Otras veces, como el viaje de todo el día, parecía que
ni siquiera la quería cerca.

Si él estaba tratando de evitarla, entonces estaba fracasando. Aldrik la veía


todas las noches cuando entrenaban juntos y tal vez ese hecho lo frustraba,
porque el príncipe empujaba a sus tres alumnos más allá del cansancio y de
niveles de agotamiento que Vhalla nunca había conocido antes. El segundo día
de entrenamiento fue más duro que el primero y el tercero fue más duro que el
segundo. La cuarta mañana, Vhalla estaba segura de que no podía levantarse de
la cama; casi se le hizo tarde para subir a su montura. 78
Aldrik tuvo el sentido común de no volver a emparejar a Vhalla y Elecia; se
mantenían en otros extremos de los anillos improvisados en los que trabajaban.
Vhalla estaba agradecida de tener la oportunidad de trabajar con Fritz, pero sintió
pena por Larel por tener que soportar los golpes y las burlas de la otra mujer. Si
Aldrik estaba molesto con Elecia, no lo demostró. Todavía cabalgaba con ella
durante el día y nunca la alejaba del entrenamiento.

En general, hizo que Vhalla se sintiera peor. Todavía recordaba lo que había
dicho Elecia sobre su nacimiento, sus preguntas de por qué Aldrik pasaba tanto
tiempo con Vhalla. Hacía que Vhalla dudara de todo, y luego se sentía culpable
por cuestionar a Aldrik después de todo lo que había hecho por ella. Pero no
sabía cómo sentirse y Aldrik no la estaba ayudando a resolverlo.

Así que durante el día se había dedicado a montar con la Guardia Dorada.
Daniel y Craig siempre eran acogedores, e incluso el príncipe Baldair parecía más
divertido que desanimado por la persistencia de Vhalla a su alrededor. Raylynn
incluso estaba comenzando a abrirse un poco. Era una extraña rutina en la que
cayó Vhalla; ella no la llamaría pacífica, pero con el tiempo todo se hacía más
fácil. Incluso sus sueños habían comenzado a perder fuerza.

O eso había pensado ella.


Un mes de marcha, Vhalla se despertó una noche temblando a pesar de las
temperaturas más cálidas a medida que la horda se acercaba más a los Desechos
del Oeste. El miedo aruñó y mordió dentro de ella, pero de alguna manera no
había despertado a Larel. Vhalla tomó rápidamente bocanadas de aire. Ella se
miró las muñecas.

El sueño fue tan vívido como sus recuerdos de la Noche de Fuego y Viento.
Su mente le dijo que había sentido esto antes. Los ruidos, los olores y el tacto eran
familiares. Y, sin embargo, Vhalla nunca había visto ni hecho nada parecido.

Había estado en una habitación opulenta, oscura por la opresiva penumbra.


Una tormenta eléctrica rugía contra las ventanas de vidrio, y ella estaba
empapada. Vhalla se estremeció y se agarró los brazos para protegerse del frío
fantasma. Y luego había clavado un cuchillo en su propia carne.

Vhalla volvió a mirar sus antebrazos.

La sangre carmesí que había manchado la piel pálida y la alfombra blanca


no era lo más prominente en su memoria. Era el miedo, la abrumadora culpa que
había sentido y, lo más notable de todo, cuando había visto sus ojos en el reflejo
del cuchillo, fue que no habían sido sus ojos. 79
Vhalla se cubrió la cara con las palmas. Fue solo un sueño, repetía una y otra
vez. Pero todavía podía sentir la hoja cortando la piel pálida. Podía ver a la
doncella del palacio entrar corriendo, horrorizada y desesperada.

Vhalla se levantó y salió de la tienda.

Aún faltaba una buena hora para el amanecer y el mundo aún estaba
oscuro. Vhalla corrió por el campamento silencioso, descalza y con ropa
empapada de sudor. Su corazón se aceleró y su mente no le permitió calmarse,
no hasta que supiera que él estaba bien. No le importaba si Aldrik todavía estaba
enojado con ella. Tenía que verlo.

Golpear el poste de la tienda del príncipe heredero antes del amanecer tenía
que ser una tontería, pero eso no la detuvo. Vhalla juntó las manos, inquieta en
la eternidad que parecía seguir mientras esperaba.

—¿Mi príncipe? —Su voz sonaba tensa por el cansancio. Vhalla luchó contra
un gemido—. ¿Aldrik?

Para su alivio, escuchó un leve movimiento procedente del interior de la


tienda. El lienzo se movió cuando se deshicieron los lazos del interior. Aldrik
abrió la tela con fastidio. Con la otra mano tiró del dobladillo de una camisa,
colocándola sobre su pecho.
—¿Vhalla? —Se frotó el sueño de los ojos como si no viera bien, su
temperamento desapareció rápidamente.

Sintió algo en ella romperse de alivio y se tapó la boca con las manos para
ahogar un pequeño grito. Aldrik echó un vistazo a su rostro preso del pánico y,
con una mirada rápida para asegurarse de que no hubiera observadores, la
agarró de la mano y tiró de ella hacia la tienda.

En el momento en que soltó la lona pesada, se sumergieron casi en la


oscuridad. Ella parpadeó en la penumbra. Su cama era un desastre de mantas;
papeles y botellas vacías abarrotaban su mesa.

Aldrik rápidamente la rodeó y colocó sus palmas sobre sus hombros. La


inspeccionó de pies a cabeza.

—¿Qué sucede? —Su voz estaba tensa—. ¿Estás herida? —Aldrik se llevó
una mano a la frente y la pasó por su rostro para levantar la barbilla de Vhalla y
mirarla.

La sensación de alivio aún era demasiado fuerte para que se sintiera


avergonzada. 80
—Estoy bien. —Finalmente se las arregló para hablar con voz débil. Vhalla
se estiró y agarró las muñecas de él. Dejó escapar un ruido entre una risa y un
suspiro cuando vio que las mangas de la camisa de él no mostraban signos de
sangre—. Estoy bien —respiró Vhalla—. Pensé que tú…

—¿Que yo qué? —preguntó él. Aldrik estaba claramente confundido, pero


el príncipe no se apartó de ella.

—No importa. —Ella se rio con inquietud—. Fue un sueño. Algo malo…
pensé que estabas herido. Pero fue solo un sueño.

Aldrik hizo una pausa antes de mover sus manos para ahuecar su rostro.
Pasó sus pulgares por sus mejillas manchadas de lágrimas, y ella disfrutó de sus
ojos sobre ella por primera vez en lo que parecía una eternidad.

—Estoy bien —susurró él—. Mira, estoy bien.

Su ternura le liberó un pequeño hipo en la garganta y ella le apretó los


antebrazos.

—Tenía miedo —admitió Vhalla. Sus ojos se agrandaron—. Pensé… —Se


atragantó con sus palabras.

—¿Qué? ¿Pensaste qué?


Vhalla buscó su mirada inquisitiva.

—Nada —dijo con un movimiento de cabeza—. No importa; estás bien.

—Vhalla —insistió él, sus manos en su rostro impidiendo que ella apartara
la mirada.

—Tenía miedo de haberte perdido. —Las palabras fueron una flecha al


corazón del silencio que había estado floreciendo entre ellos. Y las palabras, como
flechas, una vez que se sueltan, no se pueden retirar. Vhalla lo había confesado
tanto para él como ella misma. La verdad de su admisión fue procesada
lentamente por ambos. Sintió que le temblaba la mandíbula—. Lo siento, no debía
haberte molestado.

Ella soltó sus brazos y se alejó para irse. A Vhalla le ardían los oídos de
vergüenza y bajó la cabeza. ¿Qué se le había metido? ¿Por qué había venido? Él
había dejado claro durante días que ella había hecho algo para ofenderlo. Que no
quería su presencia.

Aldrik cerró la brecha entre ellos. Inclinándose ligeramente, le pasó un


brazo por la cintura y le rodeó los hombros con el otro. Vhalla jadeó y tomó un 81
respiro de su camisa mientras su rostro presionaba contra su pecho.

La sostuvo allí y respiró hondo varias veces. Vhalla sintió que su pecho se
movía bajo su mejilla y escuchó los latidos de su corazón acelerarse. Incierta, ella
levantó las manos y agarró la parte de atrás de la camisa de Aldrik. Él no se alejó.

—Te lo dije, mujer tonta —susurró él, su aliento se llevó la hirviente


vergüenza—. Tienes que decirme si quieres perderme.

Vhalla lo abrazó con más fuerza y cerró los ojos. Su contacto la calmó, y
sintió que los latidos de su corazón se ralentizaban con los de él. La mano de
Aldrik se movió, y sintió que sus dedos se perdían en su enredado cabello
matutino.

—Pensé que estabas herido. —Ella se rio secamente—. Fue en… —Aldrik
parecía sin palabras—. Tuve mi propio sueño, supongo.

Vhalla inhaló profundamente. Olía a humo, sudor, metal, cuero y algo


claramente de Aldrik. Lo sintió sacudir la cabeza y continuaron de pie en silencio.
Se sentía cálido a través de la fina tela de su camisa, y ella se apretó más contra
él.

No estaba segura de cuánto tiempo estuvieron allí, pero finalmente sintió


que sus brazos se aflojaban a su alrededor. Vhalla quiso protestar, pero su agarre
se relajó. Aldrik se enderezó, pero un brazo permaneció alrededor de su cintura.
Su otra mano se enroscó alrededor de la parte posterior de su cuello.

—Esta noche, ven a mí.

Vhalla sintió que las yemas de sus dedos le marcaban la nuca.

—¿Esta noche? —chilló ella, su garganta repentinamente seca.

De repente, Aldrik se sorprendió tanto como ella. Sus ojos perdieron algo
de su intensidad ante la sorpresa y la confusión, como si su boca hubiera hablado
antes de que su cerebro pudiera procesar su demanda previa para ella.

—Te dije que había cosas en las que quería trabajar contigo.

—Correcto. —Vhalla asintió. Había estado tan distante que casi lo había
olvidado.

—Deberías irte —murmuró él mientras sus manos relajaban su agarre sobre


ella. Aldrik se apartó—. Antes de que los soldados se despierten.

Vhalla asintió.
82
—Una vez más, lamento molestarte —dijo ella en voz baja, la sorpresa por
las acciones de ambos comenzando a asentarse.

—Está bien —dijo él con suavidad—. Podemos hablar correctamente más


tarde. —Vhalla asintió. Aldrik se acercó al faldón de su tienda y miró a su
alrededor—. Parece que no hay nadie. —Él se hizo a un lado y ella salió.

Vhalla escuchó que la lona se cerraba abruptamente detrás de ella y se alejó,


solo mirando hacia adelante. Había algunas personas despiertas y moviéndose,
pero ninguna le prestó atención. El cielo estaba pintado de naranjas y azules; el
amanecer se acercaba.

Ella se vistió con su armadura fuera de su tienda para no despertar a Larel.


Su piel hormigueó cuando deslizó la cota de malla sobre su ropa de lana, y Vhalla
se recordó a sí misma que debía respirar. Un sueño la había llevado a un pánico
ciego, corriendo hacia el príncipe heredero.

¿Por qué?

Los dedos de Vhalla vacilaron en los pestillos de su armadura. El recuerdo


de su baile en la gala volvió a ella con asombrosa claridad. Él también la había
abrazado entonces y, como esta mañana, ella no había querido que terminara. Se
cubrió los ojos con una mano, bloqueando el amanecer con un gemido.
Ella venía de la nada y no era nadie. No tenía por qué pasar tiempo con el
príncipe heredero, el hombre que sería su futuro Emperador. Él no tenía tiempo
que perder con personas como ella. Las palabras de Elecia echaron aún más raíces
en su conciencia.

—¿Vhalla?

Ni siquiera había oído a Larel moverse.

—Buenos días. —Vhalla terminó de vestirse rápidamente.

—¿Estás bien?

Era molesto que Larel no se perdiera de nada.

—Estoy bien. —Vhalla empezó a desmontar la tienda.

—¿Fue otro sueño? —preguntó Larel.

—Suficiente, Larel. —Vhalla suspiró y se enderezó. La mujer otra guardó


silencio. Vhalla debería haberlo hecho también, pero había una sensación de
dolor en el estómago de Vhalla que puso maldad en su sangre—. ¿Por qué
siempre me molestas? No es de tu incumbencia lo que sueño o no sueño, lo que 83
como o lo que no como.

El rostro de Larel estaba inexpresivo.

»Solo déjame en paz por una vez. —Vhalla agarró su mochila y se fue
furiosa, dejando el resto de la tienda para Larel.

Se odió a sí misma por esas palabras. No fue culpa de Larel. La clase en la


que nació Vhalla, la Noche de Fuego y Viento, la confusa y frustrante actitud fría
y caliente del príncipe hacia Vhalla. Larel no tenía control sobre nada de eso.
Vhalla acababa de descargar sus frustraciones con alguien que no se lo esperaba.

Vhalla cabalgó sola. Encontró un rincón aleatorio en la horda para estar lejos
de Elecia, Aldrik, Fritz, Larel y la Guardia Dorada. Fritz se dio cuenta al instante
y estaba a punto de acercarse a ella cuando Larel lo detuvo. Se encontraron
inmersos en una acalorada conversación que Vhalla trató de ignorar. Claramente
estaban hablando de ella.

Cuando la marcha del día terminó, Vhalla había imaginado todo lo posible
que Larel, Fritz y Aldrik podrían haber dicho sobre ella. Algunas de las cosas de
las que se sentía culpable incluso de pensar que iban a pronunciar, pero de alguna
manera todavía parecía plausible. Los hombros de Vhalla se encorvaron y su
cabeza cayó un poco. De repente se sentía muy cansada.
—Vhalla. —Su cabeza se levantó bruscamente, volviéndose para ver que el
príncipe oscuro se había materializado a su lado—. Después de que todos estén
instalados, ven y comenzaremos a trabajar.

Todavía no especificó qué trabajo, y Vhalla se sintió extraña bajo su mirada.


Después de atravesar el campamento, esperando a que Larel y Fritz se alejaran
para quitarse la armadura y así evitar enfrentamientos extraños, Vhalla
finalmente arrastró los pies hasta la tienda de Aldrik. Llegó con la misma ropa
de lana que había usado por la mañana, la que había estado usando durante días.

La solapa de su tienda estaba abierta y Vhalla se detuvo cortésmente en la


entrada.

—¿Mi príncipe? —preguntó ella suavemente—. ¿Llego demasiado


temprano?

Estaba sentado en la pequeña mesa marcando un trozo de papel frente a él.


Su armadura estaba apoyada en su soporte frente a la entrada, y estaba sentado
con pantalones color canela y una camisa de algodón blanca.

—No, estás bien, Vhalla. —Él la miró brevemente—. Cierra detrás de ti. — 84
Hizo un gesto hacia una tira de tela en el interior que sostenía la solapa, y ella
obedeció.

Vhalla se sintió momentáneamente abrumada por la última vez que había


estado en su espacio. Rápidamente se movió y se sentó en una almohada frente
a él. Vhalla inclinó la cabeza y evaluó al príncipe, tratando de averiguar qué había
de diferente.

—¿Qué sucede? —preguntó él sin levantar la vista de lo que estaba


haciendo.

—No estás vestido de negro. —Notó ella.

Aldrik hizo una pausa y consideró su atuendo.

—Supongo que no. —Terminó lo que estaba haciendo y lo dobló dos veces,
dejándolo a un lado.

—Es extraño —dijo ella pensativamente.

—¿Lo es? —Aldrik apoyó el codo en la mesa, su mejilla en el puño.

—Siempre estás de negro —explicó ella.

—No es verdad. —Él sacudió la cabeza.

—Sí, lo es —insistió Vhalla.


—Me visto de negro en público.

—¿Por qué?

—Te lo diré, tal vez, si me dices qué nube se situó sobre tu cabeza. —
Claramente, su día de enfurruñamiento no se le había pasado por alto.

—Prefiero no hablar de eso —murmuró ella.

—Yo preferiría que lo hicieras. —Se inclinó hacia adelante—. ¿Fue el sueño?

—¿Por qué todos están tan obsesionados con mis sueños? —Vhalla se
encogió.

—Porque nos preocupamos por ti —explicó Aldrik.

—¿Nos? —repitió ella.

—Fritz, Larel y yo.

—¿Por qué…? —¿Por qué él insistía en preocuparse por ella?—. Bueno,


deberías parar.

—Eso no es… 85
—Pensé que había venido aquí para trabajar en algo contigo. —Vhalla
estaba de pie—. No voy a hacer esto de nuevo, Aldrik. No seré tu proyecto.

—Sí, sí, por supuesto, mi señora. —Hizo un gesto con la mano.

—No seas condescendiente. —Tocó una fibra sensible en ella.

—¿No eres una dama? —preguntó él.

—Soy una mujer —dijo Vhalla poniendo los ojos en blanco—. Pero no soy
una dama.

—Bien entonces, mi princesa. —Él sonrió.

—Detente —advirtió Vhalla.

—¿Por qué, mi reina?

Ya había tenido suficiente y estaba a medio camino de la entrada cuando


Aldrik agarró su muñeca. Vhalla ni siquiera se giró y lo miró.

—Son solo palabras. —El timbre de su voz se había vuelto bajo y profundo.

—No lo son. —Ella pensó en todos los lores y damas que había visto en el
palacio, en lo diferente que se sintió la noche de la gala. Los títulos eran más que
simples palabras. Eran muros y barreras y parapetos para levantar unos y
mantener a otros afuera.

—Mírame. —Él ordenó y ella obedeció—. Podría darte cualquiera de ellos.

—No funciona de esa manera.

—Lo hace. —Ella cometió el error de darle su atención, y la mirada seria de


Aldrik la consumió por completo—. Un día, seré Emperador. Puedo convertirte
en lo que quieras.

—¿Por qué? —susurró Vhalla.

—Porque… —Se quedó momentáneamente sin palabras. Entonces el


príncipe hizo algo que tenía fama de evitar. Él la miró a los ojos y le mostró la
verdad de la que hablaba—. Lo haría porque te complacería.

Vhalla se giró hacia él, mirando al príncipe con escepticismo. Ella abrió la
boca y la volvió a cerrar, sin saber cómo responder. No sabía si era lo
suficientemente valiente para ser tan atrevida.

Él relajó su agarre en su muñeca y su mano se movió hacia la de ella.


86
—Me di cuenta de algo esta mañana, estos últimos días —murmuró
Aldrik—. Soy un príncipe mimado. No importa lo injusto que sea, no me hace
bien que me nieguen algo que quiero, aunque sea autoinfligido. Te he herido, te
he puesto en peligro y seguiré pidiendo esto y más de ti cuanto más tiempo estés
cerca de mí. Sin embargo, sabiendo esto, parece que te quiero más cerca incluso
cuando los sentidos me dicen lo contrario.

—Aldrik. —Todas las palabras menos su nombre le fallaron.

—Antes me pediste honestidad; ahí está. —Fue su turno de buscar en sus


rasgos su reacción.

Vhalla se sintió mareada y todo lo que pudo hacer fue asentir. Él la llevó de
regreso a la pequeña sala de estar y se sentó con ella. Vhalla sintió el calor de su
piel bajo las yemas de sus dedos y no hizo nada para romper su contacto.

»Entonces, si se trata de mis sentimientos, confía en mí por encima de todos


los demás.

—Por encima de Elecia, quieres decir. —Vhalla no dejaba las cosas al azar.

—Por encima de Elecia. —Aldrik asintió.

—Entonces, ¿no estás molesto conmigo? —Si estaban limpiando el aire,


Vhalla quería sacar todo.
—En lo absoluto. —El pulgar de Aldrik pasó como un fantasma sobre el
dorso de su mano—. En todo caso, tú deberías estar molesta conmigo por… —
Suspiró y se pasó una mano por el cabello.

—Ya estamos a mano. —Vhalla no quería pensar más en eso. Había hecho
bastante de eso durante todo el día, y se sintió a gusto sabiendo finalmente más
o menos dónde estaba con Aldrik—. Entonces, ¿en qué se supone que debemos
estar trabajando?

Aldrik compartió una breve sonrisa con ella antes de que su rostro
rápidamente se volviera sombrío.

—Tengo un plan para tomar el Norte. —Sus ojos se clavaron en ella—. Pero
te necesitaré.

—¿Qué puedo hacer? —Ella no dominaba ningún tipo de combate.

—Dependerá de si eres capaz de dominar la proyección. Creo que puedo


verte cuando estás proyectada gracias a nuestro Vínculo, pero nadie más debería
poder hacerlo. Si puedes proyectarte, puedes infiltrarte en la fortaleza del Norte
sin ser detectada. Aprende sus pasajes y sus debilidades. La información que 87
podrías darnos podría hacerlos caer en una noche.

Vhalla instantáneamente se sintió incómoda con la idea.

—Pero la última vez me quedé atascada.

—Te ayudaré, estaré aquí. —Aldrik le apretó la mano ligeramente—. Si


estás dispuesta, comenzaremos a practicar esta noche.

Después de un debate interno, Vhalla finalmente decidió.

—Lo haré. —Quizás esto sería lo único que podría hacer para darle sentido
a su reclutamiento en el ejército—. ¿Que necesito hacer?

—Bueno, ¿has trabajado en Canalización? —Aldrik finalmente se enderezó,


apartando su mano de la de ella. La distancia que él había colocado previamente
entre ellos no se apresuró a llenar el espacio. No se sentía como si estuviera
planeando que fuera la última vez que se tocaran.

—No realmente. —Vhalla apartó la mirada.

—Tampoco te vi usando magia cuando practicamos. —Aldrik le dio una


sonrisa de complicidad—. Entonces practiquemos eso primero.

Vhalla asintió y recordó la última vez que habían trabajado juntos. Era un
recuerdo fácil dado el impacto que tuvo la Unión en ella. Vhalla extendió las
manos y se centró en ellas. Había visto a Aldrik repetir el movimiento
innumerables veces.

Ella apretó las manos en puños y sintió una ráfaga de poder. Era el mismo
sentimiento que él le había transmitido durante su Unión, e hizo que Vhalla se
preguntara por qué había tenido tanto miedo de intentarlo. Sus ojos volvieron a
mirarlo.

—Creo que lo hice.

—¿En serio? —Parecía sorprendido y escéptico a la vez.

—Compruébalo —sugirió ella.

Aldrik la miró con recelo.

—No puedo.

—¿Qué?

—No puedo usar la vista mágica. —Aldrik pareció avergonzado de admitir


el hecho.
88
Vhalla lo miró sorprendida. ¿Él no podía hacer algo? Más notablemente, él no
podía hacer algo que ella sí. Sus ojos no se encontraron con los de ella, y Vhalla
despejó la mirada de su rostro. Él la había ayudado cuando no tenía idea de lo
que era la magia. No lo reprendería ahora.

—Bueno, supongamos que yo sí puedo. —Vhalla esbozó una pequeña


sonrisa.

—¿De verdad? ¿Así de fácil? —Él estaba sorprendido.

—Tengo un buen maestro. —Ella le dedicó una amplia sonrisa y la boca de


él se curvó hacia arriba en respuesta antes de que pudiera pensarlo.

—¿Recuerdas cómo te proyectaste? —preguntó él.

—Vagamente —confesó ella. Recordaba haber intentado estar cerca de él


cuando el Emperador había regresado a la capital, y Vhalla recordó haber
dirigido su mente hacia el jardín de rosas. En ese momento pensó que había sido
un sueño, pero quizás tenía más sentido que fuera una proyección.

—Intenta repetir ese proceso. —Aldrik parecía tan inseguro como ella se
sentía.

Vhalla asintió, dispuesta a dejar que la confianza de él en ella diera vida a


su intento. Cerró los ojos, pensando en el proceso que había utilizado hace mucho
tiempo. Visualiza, se instruyó a sí misma. En su mente, la habitación comenzó a
reconstruirse con una claridad mágicamente aguda.

Vhalla permitió que el mundo se silenciara y congelara. Más, necesitaba


estirarse más. Ahora capaz de mantener un Canal abierto, a Vhalla le resultaba
más fácil construir un mundo mágico en el que caminar. Ella era el aire; llamaba
a Vhalla interminablemente, pidiéndole que llenara el espacio. Pronto el sonido
desapareció y ella se puso de pie.

Sus sentidos regresaron rápidamente a ella, pero eran diferentes a los de


antes. Escuchó al sentir el aire moverse; vio cómo las corrientes de aire brillantes
giraban alrededor de los objetos. Vhalla vio cómo su cuerpo se desplomaba sin
fuerzas.

Aldrik atrapó su cuerpo físico y la movió para descansar en su brazo. Una


sonrisa curvó sus labios al verla.

—Excelente —dijo él entusiasmado.

—¿Puedes verme? —preguntó ella.

Él asintió. 89
—Intenta caminar.

Ella giró en su lugar. Fue fácil cruzar la habitación y sus ojos la siguieron
todo el tiempo. Se acercó a su armadura y tendió una mano. Vhalla la estudió con
incertidumbre.

—¿Cómo me veo? —preguntó ella, preguntándose si la apariencia fantasmal


de su mano era la misma para él.

—Borrosa, como si estuvieras en una niebla. Como un espejismo en el


desierto —respondió Aldrik.

Vhalla intentó tocar el pecho de la armadura y encontró que su mano lo


atravesaba.

—No puedo tocar cosas —observó ella.

—Intenta usar tu magia —sugirió él.

Vhalla tendió su mano, intentando manipular el viento a su alrededor. De


repente, era resbaladizo y sin forma, como una tina de serpientes y aceite. Vhalla
exigió que la obedeciera, concentrándose más duro.

—Vhalla, detente —advirtió Aldrik.


Ella ni siquiera lo miró. Vhalla intentó respirar profundamente, sentir el
aire, pero descubrió que no podía hacerlo en esta forma. Ella solo tendría que
forzarlo. Sumergiéndose en su Canal, insistió en que la armadura se moviera. Su
visión cambió, el mundo pasó de la luz a la oscuridad.

—¿Aldrik? —llamó ella.

—¡Vhalla, detente! —Sonaba distante y lejano.

—¡Aldrik! —lloró ella. Ahora Vhalla estaba en un mundo de luz cegadora.

—Vhalla. —La voz de Aldrik era débil—. Regresa a mí. —Ella giró en la
nada blanca, pero no pudo encontrar dónde estaba—. Escucha, encuentra los
latidos de tu corazón. Encuentra el mío. Regresa. —Sonaba nervioso, lo que solo
hizo que ella se sintiera más angustiada.

—¿Aldrik? —preguntó ella en el vacío. No hubo respuesta. Vhalla cerró los


ojos solo para encontrar más luz. Escuchó, no había nada. Vhalla caminó un poco,
pero no pudo hacer que nada apareciera ante ella. El tiempo parecía haberse
detenido y no estaba segura de cuánto tiempo vagó. Finalmente, se sentó y
simplemente escuchó. 90
Lento, tan dolorosamente lento, empezó a escuchar un tamborileo distante.
Era un ritmo familiar y la llamaba. Vhalla permitió que fluyera de regreso a ella,
resonando en todos los aspectos de su conciencia. Fue una transición lenta
mientras el mundo se desvanecía en la oscuridad.

Sus ojos se abrieron rápidamente. El rostro de Aldrik se cernió sobre ella y


soltó una pequeña risa de alivio. Por segunda vez en un día se encontró
presionada contra su pecho. Vhalla suspiró suavemente. Eso era algo con lo que
podía aprender a vivir.

—Me asustaste de nuevo —murmuró él—. Esa será la última vez que
hagamos eso.

—No —insistió Vhalla con un movimiento de cabeza—. Lo lograré, solo


necesito más práctica. Presioné demasiado.

Él la estudió cuidadosamente y ella bostezó, sintiéndose repentinamente


exhausta. Ella no hizo ningún movimiento para levantarse y él no hizo ningún
movimiento para apartarla de su persona. Los párpados de Vhalla se cerraron.

—Descansa —ordenó el príncipe.

Ella se movió levemente, su oreja contra su pecho.

—¿Aldrik? —preguntó ella con otro bostezo.


—¿Vhalla?

Luchó por encontrar las palabras adecuadas.

—Esto es una idea realmente terrible.

Vhalla sintió que se tensaba un momento y dejó escapar un pequeño


suspiro.

—Lo sé. —Su voz era apenas audible—. Lo sé. Ahora descansa.

Vhalla sintió que su conciencia se desvanecía mientras estaba envuelta en


una calidez confortable que solo él podía exudar.

91
Vhalla era una de esas personas con frío perpetuo. Con una pequeña
cantidad de grasa corporal, probablemente debido a sus hábitos alimenticios
irregulares cuando está envuelta en algo, generalmente era la primera en quejarse
de un escalofrío. Hacía mucho tiempo que lo había aceptado como parte de su
suerte en la vida y se vestía lo más abrigadamente posible para compensarlo.

Sin embargo, en este momento en particular estaba agradablemente cálida.


Era una sensación surrealista y, en medio de su neblina medio dormida, se
movió, presionándose más cerca de la fuente. Esa fuente se ajustó debajo de ella
antes de asentarse nuevamente. La sensación desconocida hizo que Vhalla
volviera a la conciencia. Su mente estaba lenta por el sueño y luchó por darle
sentido.

El latido de su corazón fue lo primero que escuchó. Lento y fuerte contra su


92
oreja derecha. Lo segundo que escuchó fue el sonido de una pluma contra el
papel. Vhalla entreabrió los ojos y vio que descansaba en el hueco del brazo
izquierdo de Aldrik, que envolvía su costado. Ella estaba a medio camino sobre
su regazo mientras él se sentaba con las piernas cruzadas en el suelo. Estirada
sobre ella estaba la mano derecha de él mientras marcaba papeles en la mesa.

Los eventos anteriores volvieron en pedazos, interrumpidos por un


bostezo.

—Estás despierta. —Aldrik dejó la pluma sobre la mesa y se pasó una mano
por el cabello—. ¿Cómo te sientes?

—Cansada —respondió ella aturdida.

—Lo noté. —Su tono era plano, pero su postura no tenía pesadez—. Estoy
bastante seguro de que agotaste la mayor parte de tu magia y caíste en tu Canal.

Vhalla tomó nota de preguntarle a él, a Fritz o a Larel sobre eso más tarde
cuando no se sintiera tan somnolienta.

—¿Qué hora es?


Él se movió y se acercó al borde de la mesa. Tenía pergaminos esparcidos a
través del lugar con todo tipo de garabatos en su superficie. Aldrik apartó
algunas páginas y un destello plateado le llamó la atención.

—Veamos, ocho y media. —Inspeccionó el reloj de bolsillo.

—¿Puedo verlo? —Vhalla extendió una mano.

Él la miró con curiosidad, pero la complació. Vhalla dio vuelta al reloj entre
sus dedos. La parte trasera estaba pulida hasta tener un acabado de espejo, la
parte delantera tenía el sol abrasador del Imperio. Las piezas de tiempo eran raras
porque aquellos que entendían su extraña mecánica eran pocos y distantes entre
sí. Vhalla miró más allá de su reflejo en el cristal que cubría la esfera de obsidiana
y alabastro del reloj.

—Es hermoso.

—Gracias —respondió Aldrik con torpeza.

—Nunca había sostenido uno antes —reflexionó Vhalla en voz alta. Los
pocos relojes que había visto eran grandes, como el del escritorio de circulación
de la biblioteca—. Es como sostener el tiempo en sí, ¿no? 93
—Supongo.

—Ojalá pudiera hacer que se detuviera —dijo ella con un suspiro.

Sus manos se cerraron sobre las de ella y el reloj, cerrando el pestillo


delantero.

—Si pudieras, ¿qué harías?

El aliento de Aldrik era cálido en sus mejillas y Vhalla era muy consciente
de lo cerca que estaban. La sostuvo en un brazo, la otra mano sosteniendo las de
ellas, el costado de Vhalla presionado a lo largo del pecho de él. ¿Qué estaban
haciendo?

—Yo… —Ella estaría perdida en esos ojos negros si no tuviera cuidado.


Vhalla se enderezó—. ¿En qué estás trabajando?

—¿Esto? —Aldrik señaló el pergamino, lo que le permitió salvarlos a ambos


de sí mismos—. Está el emocionante trabajo de revisar nuestro inventario,
asegurarnos de que tenemos suficientes suministros para llegar las Encrucijadas.
Hubo uno o dos informes de disciplina; los examino para mi padre. —Hizo una
pausa; ella siguió su mirada hasta un pedazo de papel que estaba completamente
lleno de sus garabatos inclinados—. También comencé a tomar algunas notas
sobre nuestro Vínculo.
—¿Sobre nosotros?— Vhalla miró el papel.

—No hay mucha información sobre los Vínculos. Quería un registro que
pudiera revisar más tarde si sucediera algo extraño.

Ella se mordió el labio, insegura de cómo se sentía acerca de sus


experiencias con Aldrik que podrían ser leídas por otra persona.

—Supongo que tiene sentido. Si necesitas información de mi parte, házmelo


saber. —Ofreció Vhalla, y él asintió—. ¿Tu hermano te ayuda con las otras cosas?

—¿Baldair? —Aldrik se echó el cabello hacia atrás con ambas manos. Por
un momento se pareció al hombre que había conocido en el palacio; al menos
hasta que el cabello cayó desordenadamente alrededor de su rostro.

—Él no es realmente el tipo de persona de trabajar en asuntos oficiales. —


La voz de Aldrik era fría.

—Dijo que ustedes dos tenían una relación extraña. —Aldrik enarcó una
ceja ante su declaración—. Cuando vino a mi celda, durante el juicio.

—¿Él dijo eso? —Aldrik se rio entre dientes—. Esa es una forma de 94
describirlo.

—No se llevan bien. —Vhalla no necesitaba tener hermanos para verlo.

—Nuestra relación funciona cuando lo necesitamos y cómo lo necesitamos.


Normalmente tenemos un entendimiento. —Sus palabras cautelosas y su tono
dejaron en claro que ella no sacaría más de él.

Vhalla volvió a bostezar a pesar de sí misma.

—Supongo que debería irme. —Ella apartó la mirada. En realidad, no tenía


ningún interés en irse.

—No has comido todavía. —El sentimiento parecía ser mutuo—. Podría
buscarnos algo de comida.

—Está bien. —Fue fácil estar de acuerdo.

Aldrik se puso de pie y se estiró. Agarró su cota de malla de donde colgaba


de una clavija junto a su otra armadura y se la pasó por la cabeza.

Vhalla se echó hacia atrás, estudiando la sutil gracia de sus movimientos.

—¿Es la cota de malla realmente necesaria en el campamento?

Aldrik hizo una pausa y vio que su rostro se llenaba de dolor.


—Nunca puedes ser demasiado cuidadoso —murmuró. Su
comportamiento cambió antes de que Vhalla pudiera comentarlo—. Espera aquí,
volveré en breve. —Ella asintió y él se deslizó fuera de la solapa.

Vhalla se dejó caer sobre las almohadas esparcidas por la alfombra. Toda la
noche, el día anterior, había sido completamente surrealista y no quería que
terminara. Él la quería más cerca, o eso había dicho. Le puso mariposas en el
estómago tanto como alarmas en su cabeza.

Ella gimió, cubriéndose los ojos con el dorso de su antebrazo. Lo más


inteligente sería terminar con esto ahora, sea lo que sea esto. Lo mejor sería
disculparse, negarse, irse y evitar que suceda algo más. Vhalla inclinó la cabeza
hacia atrás y observó las llamas danzar en uno de sus braseros colgantes. Eso
habría sido lo más inteligente, pero lo que hizo en realidad fue quedarse allí hasta
que él regresara.

—Vaya, te ves cómoda. —Aldrik le dio una sonrisa perezosa.

—No he tenido una almohada real para dormir en más de un mes —le
recordó, sentándose.
95
—Entonces toma una. —Él se encogió de hombros y dejó un pequeño saco
sobre la mesa.

—No puedo tomar tu almohada. —Vhalla aceptó un rollo que le entregó.

—¿Por qué no?

—Oh, sí, por cierto, el príncipe heredero Aldrik me dio una almohada. Eso
es normal, ¿verdad? —Vhalla puso los ojos en blanco.

—Escuché que los obsequios están de moda entre las mujeres en el Este.
¿Quiere decirme que mis fuentes son incorrectas? —Aldrik sonrió.

—Oh, qué lindo.

Vhalla agarró una de las almohadas en cuestión y se la arrojó a la cara. Lo


golpeó de lleno y el príncipe la miró fijamente. Por un momento, Vhalla sintió
que sus nervios se apoderaban de ella.

—Acabas de agredir al príncipe heredero. —Él la fulminó con la mirada,


pero ella vio un destello revelador de picardía en sus ojos—. Vhalla, creo que eso
viola los términos de tu libertad condicional.

—¿Oh? Dime, ¿qué me harás? —Hizo todo lo posible por imitar una de sus
sonrisas comunes, y fue recompensada por la chispa que se convirtió en fuego en
sus ojos.
—Podría pensar en bastantes cosas que hacer contigo. —Su voz era grave y
profunda, y Vhalla sintió que un rubor subía a sus mejillas.

Al no tener una buena respuesta, ella tomó un bocado de su pan y llenó el


silencio masticando. Él se rio entre dientes y negó con la cabeza. Vhalla terminó
su rollo y él le pasó un vaso con agua. Vhalla se limpió la boca con el dorso de la
mano, considerando al príncipe.

—Realmente no eres como ellos dijeron —reflexionó ella. Él arqueó una


ceja, incitándola a continuar. Vhalla tomó uno de los trozos de carne más
pequeños de la bolsa y masticó pensativamente—. Todo el que hablara de ti. Era
con advertencias, precaución. —Vhalla inclinó la cabeza, pensando en el
pasado—. Cuando almorcé con tu hermano, dijo que me salvó de ti, que me
comerías viva. —Ella soltó una pequeña risa y una sonrisa, pero rápidamente
desapareció de su rostro cuando lo vio tensarse.

—Estoy seguro de que mi hermano estaría más que feliz de salvar a alguien
de mí. —Aldrik cerró una mano en un puño.

—No les creo. —Vhalla esperaba que eso fuera evidente.


96
—Lo sé. —Su voz era débil y Aldrik evitó su mirada—. Pero tienen razón,
ya sabes. No soy alguien bueno con quien estar.

Vhalla frunció el ceño, tragando rápidamente lo último de su comida. Ella


se acercó a él, inclinándose para poner su rostro frente al de él, mirando sus
rasgos pensativamente.

—No más de eso, ¿de acuerdo? —susurró ella—. No me iré a ninguna parte,
a menos que tú lo digas.

Sus labios se separaron levemente mientras su mandíbula se aflojaba.

—Ya es tarde.

—Lo es —concordó ella.

El silencio que se apoderó de ellos fue una extraña mezcla de comodidad y


dolor. Vhalla descubrió que su corazón intentaba con todas sus fuerzas escapar
de su pecho. Vacilante, se acercó. Las yemas de sus dedos rozaron ligeramente
los nudillos de Aldrik. Él sostuvo su mirada y ella cerró los dedos alrededor de
los suyos.

—Deberías irte —dijo él con un suspiro. Había una tensión allí que Vhalla
nunca había escuchado.

—Debería —concordó ella.


Ninguno de los dos se movió.

—Vhalla —susurró Aldrik. Su nombre salió con voz tensa, y descubrió que
una parte de ella disfrutó del sonido.

—¿Aldrik? —respondió Vhalla de la misma manera.

Él le apretó la mano con fiereza un momento y ella contuvo la respiración.


Pero cuando él soltó su agarre, ella sintió que la locura que los había cegado en
ese breve intercambio se disipaba en el aire.

—Cabalgaré contigo mañana —prometió él—. No lo hagas con nadie más.


Quédate a mi lado.

Vhalla asintió.

—Lo haré. Lo prometo.

Aldrik la ayudó a ponerse de pie y ella se quedó frente a él, con sus dedos
aún en los de él. Lentamente, Aldrik levantó los nudillos de ella hacia su rostro y
presionó suavemente sus labios contra ellos. Su boca era suave y el calor de su
aliento envió un pequeño escalofrío por su espalda.
97
Vhalla se puso las botas, cruzó los pocos escalones que llevaban a la entrada
de la tienda, se detuvo y se giró.

—Aldrik, mañana… —Vhalla hizo una pausa, sus palabras quedaron


atoradas en el interior de la garganta y tragó saliva para liberarlas—. ¿Todo esto
será un sueño? —Él frunció el ceño por un momento—. La próxima vez que nos
veamos, ¿será como si nada de esto hubiera sucedido?

—Por supuesto que sí —dijo él con total naturalidad. Vhalla sintió que se le
tensaba el pecho. Aldrik cruzó la distancia entre ellos y colocó la palma de su
mano debajo de la oreja de ella, sus dedos se envolvieron alrededor de la parte
posterior de su cuello. Él se inclinó y ella vio un destello de diversión en sus
ojos—. Para los demás, por supuesto que lo será.

—¿Para nosotros? —Vhalla no sabía cómo un tono de súplica se había


deslizado en su voz.

—Para nosotros, es esperar cuatro días más hasta que practiquemos tu


proyección nuevamente.

Ella sonrió levemente de alivio, esperando entender su significado


correctamente.

—Hasta entonces.
—Hasta entonces. —Él se enderezó y retiró la solapa de la tienda para
permitir que Vhalla desapareciera en la fría noche.

Su estómago no era más que mariposas, y reprimió un extraño ruido de


júbilo mientras caminaba de regreso a su tienda. Vhalla nunca había
experimentado un sentimiento como este antes, y descubrió que disfrutaba de las
burbujas que eso ponía en su sangre. Cuatro días más era mucho mejor que un
mes. Vhalla ahuecó una mano con la otra, sintiendo labios fantasmas sobre su
piel.

Aldrik tenía razón, era tarde. La mayoría de las fogatas ardían suavemente
y estaban ubicadas hacia el centro del campamento. A lo largo del borde había
poca gente. Se alejó lo suficiente de la tienda de Aldrik antes de que alguien
notara que su presencia podría haber sido el resultado de varias razones. La
noche tranquila comenzó a dominarla mientras se acercaba a su tienda con cada
paso. Necesitaba disculparse con Larel.

Larel estaba acurrucada en su saco de dormir y no hizo ningún movimiento


mientras Vhalla se cambiaba en silencio. El aire estaba fresco contra la piel
desnuda de Vhalla mientras desataba las ataduras que había comenzado a usar 98
sobre sus pechos para evitar incómodos roces en su armadura. La mente de
Vhalla instantáneamente recordó la calidez del príncipe, y envió un tipo diferente
de escalofrío a través de ella. Suspiró mientras se metía en la lana áspera de su
manta.

Vhalla se había contentado con dejar ir las cosas con Larel hasta la mañana.
Pero la otra mujer solo había estado fingiendo dormir, y Vhalla se vio
rápidamente atrapada en una competencia de miradas. Larel la miró
pensativamente y permitió que el silencio se prolongara hasta que quedó claro
que estaba esperando a Vhalla.

—Lamento haberte hecho montar sola la tienda hoy. —Los oídos de Vhalla
ardían de vergüenza.

—Eso no fue un problema.

Eso no lo era, el problema era la manera en que Vhalla había actuado.

—Lamento también haberte hablado mal. —Hizo todo lo posible por


mantener el contacto visual con Larel, pero la vergüenza finalmente ganó y
Vhalla evitó la mirada de la otra mujer—. No quise decir eso, solo estaba, estaba
agotada y… —Vhalla tragó saliva—…Larel, eres mi amiga. No podría haber
hecho esto sin ti. No habría sobrevivido tanto tiempo sin ti.
Vhalla se atragantó con la emoción. Eso era cierto. Si no fuera por todo lo
que Larel había hecho y seguía haciendo por ella, Vhalla habría estado sola.
Claro, Aldrik la estaba ayudando y podía darle a Vhalla tanta alegría como
frustración. Pero las cosas eran extrañas allí, debido a sus propias vacilaciones y
las expectativas del mundo. En comparación, el vínculo que Larel había
construido con Vhalla era perfectamente simple.

La mano de Larel se cerró alrededor de la de Vhalla con fuerza.

—No pienses más en eso —dijo finalmente Larel—. Te perdono.

Vhalla tomó una respiración temblorosa, aferrándose a la palma de Larel.

»Eres más que una aprendiz para mí, y lo sabes. Eres una querida amiga. —
La mujer pasó una mano por el cabello de Vhalla con amor—. No tengo muchos
amigos.

—Yo tampoco. —Vhalla se rio débilmente.

—Aldrik fue uno de mis primeros amigos. —El nombre del príncipe de la
boca de cualquiera llamaba la atención de Vhalla, y Larel lo dijo incluso más
fácilmente de lo que Vhalla podía—. Compartiste tu secreto con el príncipe. 99
Compartiré el mío.

—No tienes que hacerlo. —Vhalla podía sentir un aura desconocida


alrededor de Larel, una de incomodidad.

—Lo sé. —La mujer sonrió—. Pero quiero que sepas que confío en ti como
tú confías en mí. —Larel se movió, sus ojos se volvieron distantes—. Supongo
que nada tendrá sentido a menos que empiece desde el principio. Vengo de una
familia muy pobre en un pequeño pueblo llamado Qui.

—No sé cuál es —confesó Vhalla.

—No lo harías, no a menos que hayas estudiado minería del Oeste. Qui es
un pueblo a medio camino de Norin. Al menos, si tomabas las rutas antiguas
antes de que se extendiera el Gran Camino Imperial. En ese entonces, muchos
pasaban por suministros o para descansar sus caballos. —Larel rodó sobre su
espalda, sus dedos ligeramente entrelazados con los de Vhalla.

»Es una ciudad que está llena de más mierda que de pastel de vaca. —La
mujer estaba extrañamente amargada—. Mi padre era un minero que nunca hacía
más que convertir el alcohol en orina. Mi madre era una mujer rota, y creo que
todo lo que ella pudo hacer fue mirar al vacío, especialmente después de que mi
padre la golpeaba.
Vhalla parpadeó en un silencio atónito.

»Allí no había dinero, ni futuro, ni alegría. Que la Madre me ayude, odiaba


esa choza que llamaban hogar. Un día, tenía cinco años, ¿tal vez seis? Mi padre
trajo a casa a un hombre al que nunca había visto. Dijo que el hombre nos daría
todo el dinero que necesitáramos y que todo lo que yo tenía que hacer era ser una
buena chica y hacer lo que me decían. —Larel colocó su antebrazo en su frente,
mirando algo mucho más allá del lienzo sobre ellas.

»No lo entendí hasta que estuve a solas con ese hombre. Grité, lloré y nadie
vino. En ese momento, solo quería que todos murieran. —Larel suspiró
suavemente. Vhalla apenas podía procesar lo que la mujer estaba insinuando—.
Me encontraron sentada entre los restos de cenizas de esa casa. No creo que lo
lamenté ni una vez. —Se movió para mirar a Vhalla—. Fue entonces cuando me
manifesté por primera vez. Yo era solo una niña, y apenas una hechicera.
Entonces me entregaron a las minas. Todos los días me bajaban a un agujero. Yo
cavaba y cavaba. O hacía fuego, derretía cosas o cualquier otra cosa que pudiera
hacer.

—Lo siento —susurró Vhalla. Esas dos palabras no parecían siquiera 100
acercarse lo suficiente.

—Esta fue una vida diferente, Vhalla. —Larel se encogió de hombros—. La


verdad es que las minas me pagaban un cobre por cada día que trabajaba. Fue
suficiente para comprarme la cena y dormir en cobertizos de almacenamiento
vacíos. —Larel volvió a estar sobre su espalda, con los ojos vidriosos por los
recuerdos—. Entonces, un día, una compañía imperial vino a caballo. El propio
Emperador estaba allí, e hicieron una parada para descansar sus monturas y
reabastecer a los suyos. Nunca había visto nada tan asombroso como los carruajes
dorados y los caballos cubiertos con pieles teñidas.

»El Emperador dijo que quería un recorrido por las minas. Se dirigían a
Norin, pero el Emperador Solaris sabía que nuestra mina era una de las
principales venas del Oeste y tuvo la amabilidad de al menos fingir interés.
Aldrik estaba allí.

Vhalla luchó por imaginar cómo se vería un Aldrik de niño sin su


comportamiento y presencia adulta.

—Tenía doce años y cada centímetro de él era el príncipe, incluso entonces.


Siguió obedientemente a su padre por las minas. Pero aún era un niño, y
finalmente vagó solo, bueno, con un guardia. Aunque nadie en el Oeste jamás le
haría daño. Después de todo, es uno de los del Oeste. Lo vi haciendo algunos
fuegos para jugar. Nunca había visto a otra persona como yo. —Larel se rio
suavemente.

»Yo era una cosita tan sucia, Vhalla. No tenía por qué acercarme al príncipe
heredero. Pero él sonrió amablemente y me dejó mostrarle lo que podía hacer.
Me dijo que había un lugar en el castillo, una Torre, donde la gente como nosotros
era especial, donde yo no tendría que vivir en la oscuridad. Recuerdo haber
llorado; lloré porque sonaba tan perfecto, lloré porque sabía que nunca iría.

—Él me miró de forma extraña. No entendía por qué no lo haría. Su guardia


se lo explicó, y Aldrik simplemente dijo que me llevaría. —Larel jugueteó con su
manta—. Me llevó con su padre y le dijo, frente a todos los presentes, que iba a
regresar para unirme a la Torre. Al principio, el capataz se opuso, diciendo que
yo era propiedad de las minas. Pero Aldrik no lo escuchó. Al final, me compraron
con siete piezas de oro y un agradecimiento Imperial. Yo tenía once años cuando
finalmente dejé ese pueblo y nunca regresé.

Vhalla lo miró asombrada, pero Larel parecía estar a medio terminar.

»Me uní a la caravana Imperial a Norin, y luego de regreso al palacio del


Sur. Aldrik y yo fuimos inseparables todo el tiempo. Éramos niños y, bueno, los 101
niños no entienden el mundo y todas las razones que separan a las personas.
Desde el principio no quiso que lo llamara “príncipe” dijo que lo hacía sentir
extraño. Yo estaba feliz de hacerlo. Cuando me uní a la Torre, insistió en que
entrenamos juntos. El ministro Egmun no…

—¿Egmun? —interrumpió Vhalla en shock.

Larel sabía que había algo más en el tono de Vhalla.

—Egmun fue el Ministro de Hechicería antes de Victor.

Vhalla se sentó.

—No, ¿ese no es el mismo jefe electo del Senado? —Tenía que ser un error.

—Sí, dejó su puesto de ministro para unirse al Senado —explicó Larel.

—Él… él… —Vhalla hervía y farfullaba recordando al hombre que trató de


golpearla para que se sometiera, lo que significaría aceptar la muerte como una
alternativa al dolor.

Larel dejó que las palabras de Vhalla se desvanecieran.

—Escuché que Egmun cambió mucho durante su transición a senador.


—Lo siento, continúa. —Vhalla negó con la cabeza, apartando al senador a
quien consideraba el mal encarnado.

—En fin, no pensaron que fuera apropiado que entrenara con el príncipe
heredero, pero Aldrik es Aldrik. Así que entrenamos juntos de todos modos.
Cada día que pasaba con él era mejor que el anterior. Incluso las veces que estaba
enojada o triste, simplemente disfrutaba estar con él, verlo… —Larel dejó de
hablar por la nostalgia con una sonrisa suave y triste.

Los ojos de Vhalla se agrandaron.

—¿Lo amaste?

Tendría sentido si lo hubiera hecho. La salvó, la trajo a una nueva vida y se


quedó a su lado mientras le mostraba un nuevo mundo asombroso. ¿Quién no
podría amar a alguien en esas circunstancias cuando era tan increíble como
Aldrik?

—Bueno… —Incluso en la penumbra, las mejillas de Larel estaban


ligeramente sonrojadas. Vhalla nunca la había visto sonrojarse antes y eso hizo
que se le encogieran las entrañas—. Hubo un verano, él tenía apenas catorce años 102
y yo trece. Es en esa edad cuando empiezas a preguntarte qué es el amor.
Tuvimos un momento; fue el primer chico al que besé. —Vhalla se movió bajo
sus mantas—. Pero, se desvaneció tan rápido como apareció. Ambos nos dimos
cuenta de que éramos niños jugando al amor y nos reímos.

Larel suspiró suavemente.

»Justo al inicio de la guerra en las Cavernas de Cristal, él llegó a un punto


realmente oscuro. Traté de llegar a él y me alejó. Tuvimos una pelea y ambos
dijimos cosas de las que nos arrepentimos. —Ella parecía afligida—. Fui
orgullosa, estaba herida y me fui. Sé que él me necesitaba, necesitaba a alguien,
más que nunca, y me alejé. —La atención de Larel estaba de vuelta en Vhalla, la
neblina del pasado se disipó por un momento—. Entonces prometí que nunca
abandonaría a alguien que lo necesitara si tenía la oportunidad de nuevo. Nunca
ignoraría a un amigo por las tonterías que el dolor podría hacerlos hacer.

Vhalla rápidamente se dio cuenta de que Larel estaba hablando de ella.

»Después de eso, durante muchos años, las cosas fueron incómodas y frías
entre nosotros. —Larel había vuelto a su historia—. Pero el tiempo cura todas las
heridas y volvimos a encontrar nuestra amistad. Nunca será lo que era, sino lo
que teníamos creó una base sólida. Él sabe que puede confiar en mí
implícitamente y sé que yo puedo confiar en él.
El silencio llenó el aire mientras Vhalla asimilaba la historia de Larel. La
hizo sentir pesada y le hizo un nudo en el estómago. Sintió tristeza por su amiga;
alegría, emoción y un toque de celos. Se sentía como una niña cuando se
preguntaba cómo era besar al príncipe; mantuvo a raya sus preguntas.

—Por eso eres mi mentora. —Vhalla la miró con una nueva luz.

—Sí. Durante tu Despertar, Aldrik estaba obsesionado con preocuparse por


ti. Prácticamente tuvimos que sacarlo a la fuerza. Quería despellejar a todos los
que tenían permitido incluso verte, más o menos tocarte. Como Victor seguía
alejándolo, me asignó la tarea. Pidió un favor. Por supuesto, ahora sé por qué
estaba tan desesperado. Están Vinculados.

Vhalla retorció sus mantas entre sus dedos. No era la primera vez que le
decían que él le pedía favores. Vhalla ladeó la cabeza.

—¿El Vínculo?

—Ya sabes cómo se hace un vínculo —dijo Larel con delicadeza—. Ambos
son parte del otro. Hay registros de personas que se volvieron locas porque
perdieron su Vinculado. Algunos teorizan que, dependiendo de la profundidad 103
del Vínculo, si uno muere, el otro también lo hará.

Vhalla se sentó erguida y apoyó la frente en la palma. Fue autoconservación


para él.

—Me mantiene a salvo porque si no lo hace…

—Te mantiene a salvo porque quiere mantenerte a salvo —interrumpió


Larel.

Vhalla miró a la otra mujer, que ahora también estaba sentada. Larel pasó
un brazo alrededor de los hombros de su amiga, tirando de Vhalla hacia atrás y
envolviéndola en su cálida seguridad.

La voz de Larel era triste y sincera.

—Aldrik ha pasado por muchas cosas, muchas de las cuales ni siquiera me


ha contado. Pero he visto los bordes de la oscuridad que lleva a hombros. No creo
que se preocupe por su cordura o su mortalidad. No quiere que mueras porque
teme que eso signifique que tendría que vivir sin ti. —Larel acarició la parte
superior de la cabeza de Vhalla.

»Escucha atentamente. Lo conozco desde hace doce años. Y muchos de ellos


fui, y me atrevo a decirlo, su mejor amiga. Conozco a Aldrik; lo bueno y lo malo.
—Larel suspiró—. No quiero decir nada que él mismo no haya dicho. Pero él se
preocupa por ti, Vhalla. De una manera que nunca lo había visto realmente
preocuparse por nadie.

Vhalla cerró los ojos con fuerza, imaginando que estaba de vuelta en el
palacio.

—Gracias por contarme todo esto, Larel.

—Dulce Vhalla, sabes que siempre estaré aquí para ti. —Larel la apretó con
fuerza y Vhalla durmió tranquilamente por primera vez en lo que parecieron
años.

104
La mañana siguiente Aldrik cumplió su promesa y cabalgó a su lado.
Hablaron durante todo el día, casi exclusivamente entre ellos. Le preguntó por
su vida en el Este, su granja, su familia. Vhalla lo sondeó en busca de
conocimientos mágicos que no tenía de otra forma de aprender. El hombre era
prácticamente una biblioteca ambulante.

Tampoco había restos de tensiones entre ella, Fritz y Larel. Fritz se había
dado cuenta rápidamente de que las rarezas que estaban ocurriendo se habían
resuelto, y el chico tenía suficiente sentido común para no pensar en eso una y
otra vez. Armada con sus amigos a su lado y segura del conocimiento de la
estabilidad de la relación entre ella y Aldrik, Vhalla ignoró a Elecia durante el
entrenamiento, para gran frustración de la otra mujer.

Vhalla usó su Canal generosamente, para sorpresa de todos menos de


105
Aldrik. Fritz y Larel la apoyaron. Obviamente, Elecia estaba perturbada y la evitó
durante los siguientes tres días.

Vhalla se sorprendió de la facilidad con la que el control llegó después de


esos primeros días de Canalizar sin vacilación ni miedo. Con el apoyo de sus
amigos y Aldrik, Vhalla finalmente se encontró disfrutando de su magia. El
viento se deslizaba fácilmente entre sus dedos, haciendo caso de su voluntad, y
Vhalla estaba superando rápidamente las introducciones básicas a la magia que
Aldrik le había dado meses atrás. La magia, estaba descubriendo, era como la
poesía. Una vez que entendías la lógica, el metro, la rima detrás de ella, podías
embellecerla y hacerla tuya.

En la tercera noche, estaba montando la tienda de Larel y de ella solo con


su magia. Esa fue la primera vez que Vhalla sintió ojos sobre ella por su magia,
ojos que no eran de miedo ni malicia. La Legión Negra comenzó a prestar
atención a su Caminante del Viento una vez más, no por la Noche de Fuego y
Viento, sino por las hazañas diarias que estaba comenzando a realizar. Fue un
refuerzo de confianza para la cordura de Vhalla.

Estaba en un lugar tan alto con todo eso que cuando Aldrik la emparejó con
Elecia durante el entrenamiento, a petición de la otra mujer, Vhalla ni siquiera
parpadeó. Aceptó la presencia de la otra mujer frente a ella. Si se trataba de una
competencia real por la atención de Aldrik, era una que Vhalla ganaría. El
príncipe heredero había cabalgado a su lado sin parar y mañana volverían a
practicar lo de la proyección.

Aldrik había estado decidido a trabajar para lograr más combates cuerpo a
cuerpo, y Vhalla estaba feliz de complacerlo. La mujer de aspecto del Norte
necesitaba ser derribada de su pedestal autoimpuesto y esta noche era la noche
de Vhalla, se lo aseguró a sí misma. Se había sentido más fuerte con cada semana
que pasaba, menos dolorida, más capaz.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Yarl? —Elecia sonrió, sus ojos se
dirigieron hacia Aldrik.

—Es solo práctica, ¿verdad? —Vhalla se hundió en su postura de lucha


preferida, un brazo en alto y el otro a la altura del pecho.

—Oh, por supuesto. —Elecia apretó su mano derecha en un puño,


empuñando su izquierdo bien en alto.

Vhalla apretó los puños y también dio la bienvenida a su magia.

—¿Marcas tú el inicio o lo hago yo? 106


—Yo; no quiero que hagas trampa. —Elecia entrelazó su voz con sarcasmo,
pero Vhalla sabía que era un velo delgado de la sinceridad de la otra mujer, y su
ojo tembló.

Elecia se movió y Vhalla instantáneamente pasó a la ofensiva.

La mujer de piel oscura la esquivó y bloqueó hábilmente. Ella evitó por poco
los ganchos y golpes de Vhalla. Pero los golpes de Vhalla fallaron por un margen
más estrecho de lo que hubiera esperado.

Vhalla respiró hondo y se concentró. Comenzó a sentir las ondas en las


corrientes de aire cuando los músculos de la otra mujer se tensaron y latieron
antes de lanzar un puñetazo o una patada. El cuerpo de Vhalla lo supo antes de
que sus ojos pudieran ver. El corazón de Vhalla comenzó a acelerarse. Ella podía
hacer esto: podía luchar.

Un pulso comenzó a llenar los oídos de Vhalla y se permitió confiar en el


instinto. Vhalla se movía como el viento, rápida y precisa. Sus manos se movieron
en arcos exactos, alcanzando su objetivo casi siempre. La constante ofensa hizo
que Elecia comenzara a entrar en pánico, y el pánico hizo que la otra mujer se
volviera descuidada. Vhalla no escuchó nada más que los latidos de su corazón.
Elecia arrojó un puño al rostro de Vhalla; sabiendo que venía, Vhalla lo
esquivó en el último segundo. Ella apretó su mano alrededor de la muñeca de
Elecia y saboreó la mirada de pura conmoción cuando su pie pateó los pies de la
otra mujer debajo de ella. Elecia cayó de rodillas y Vhalla alcanzó el rostro de la
mujer con la mano libre y cubrió la boca de Elecia.

Los ojos de la mujer de cabello oscuro se agrandaron de terror.

—Ya es suficiente —espetó Aldrik desde su derecha—. Vhalla, déjala ir.

Los latidos de su corazón en los oídos de Vhalla comenzaron a


desvanecerse: era casi como salir de un trance. Como si viera a la otra mujer por
primera vez, Vhalla rápidamente apartó la mano, mirando el apéndice que había
encontrado una mente propia.

—¿Qué demonios fue eso? —Elecia se puso de pie de un salto.

—Solo una ronda de práctica —dijo Vhalla secamente. No estaba dispuesta


a dejar que la conmoción le diera a Elecia margen de maniobra para ignorar el
hecho de que había sido superada—. Práctica en la que fuiste superada.

—Bien —murmuró Elecia, sus ojos se volvieron hacia Aldrik—. Superada 107
con un estilo de lucha terriblemente familiar.

—Creo que es suficiente por esta noche. —El tono de Aldrik era claro: no
quería más discusión al respecto.

—¿Por qué? —Elecia dio un paso adelante—. ¿Así puedes seguir


entrenándola en secreto? —¿Era eso dolor en la voz de la otra mujer?—. ¿Qué haces
esas noches en que la llamas a tu tienda?

—Eso no es asunto tuyo. —Vhalla nunca había escuchado a Aldrik hablarle


con tanta dureza a Elecia.

—Lo es, porque eres mi…

—Solo vete, Elecia. —Aldrik se pellizcó el puente de la nariz con un suspiro.

¿Él era su qué? Vhalla quería gritar la pregunta, pero apenas encontró
suficiente aire para respirar durante todo el intercambio.

—Bien, Aldrik. Si quieres entrenarla en secreto, adelante. Pero no creas que


el favor que le diste a la de baja cuna que no lo merece pasará desapercibido o no
será cuestionado. —Elecia recurrió nuevamente a los insultos, y Vhalla deseaba
que fueran tomados un poco más indiferentemente en lugar de seguir
sintiéndose como puñales en su estómago.
—Todos ustedes, regresen —ordenó Aldrik mientras Elecia se alejaba.

—Aldrik —dijo Vhalla en voz baja mientras Fritz y Larel se adelantaban


unos pasos.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso? —El príncipe la miró por el puente de la


nariz.

—¿Dónde más podría aprender? —Ella no entendía por qué le estaba dando
su disgusto—. De ti, Elecia, Larel, Fritz, la Comandante Reale, conoces a todos
los que me han enseñado.

—La forma en que te moviste. Ninguno de ellos podría haberte enseñado


eso. —Estaba serio.

—Bueno, tengo un buen maestro. —Vhalla intentó una sonrisa que


rápidamente abandonó.

Los ojos de Aldrik estaban oscuros por una tempestad de emociones, nada
bueno.

—Fue más que eso, Vhalla —presionó él.


108
—No sé qué más crees que hice. —Ella dio un paso hacia atrás, cruzando
los brazos—. Si recuerdas, mi vida no ha sido mía durante las últimas semanas.
Soy propiedad de la corona, mi príncipe.

—¿Es eso? ¿Eres solo propiedad de la corona? ¿No hay nada más? —Aldrik
acortó la brecha entre ellos con dos pasos.

—¿Qué más podría haber? —¿Por qué más ella iría a la guerra?

Sus ojos se abrieron una fracción y Vhalla se dio cuenta de que no estaban
hablando de su presencia en el ejército o el combate. Aldrik pasó furioso junto a
ella, su hombro golpeando ligeramente el de ella.

—Aldrik, sabes que no era eso lo que quise decir —llamó ella detrás de él.

Él se congeló y la miró. ¿Eso era apreciación en su rostro? ¿Estaba


impresionado de que ella reconociera los sutiles cambios en su conversación?

El momento fue fugaz y la dejó sin una palabra más.

Vhalla quería gritar. El viento le hacía cosquillas en la palma de la mano,


respondiendo a sus frustraciones. Por primera vez, Vhalla consideró correr y
abandonar su deber.

Más tarde, en su tienda, Vhalla se desahogó con Larel sobre todo.


—¡Ni siquiera sé lo que hice! —La otra mujer guardó silencio—. Pensé que
le habría gustado que no fuera del todo una inútil.

—Nunca fuiste inútil —corrigió Larel.

—¡Superé a Elecia! —Vhalla se dejó caer sobre su petate—. Pensé que estaría
orgulloso.

Larel se detuvo un momento, acostada de lado junto a Vhalla. Colocaron


sus sacos de dormir uno contra el otro para dar más espacio a sus armaduras y
cosas en la pequeña tienda. Parecía un uso mucho mejor del espacio, y Vhalla ya
había roto las barreras de contacto en las noches que había pasado temblando y
sollozando en los brazos de Larel.

—La forma en que luchaste, Vhalla —comenzó con delicadeza Larel.

—No tú también —gimió.

—Bueno, te moviste de manera muy diferente que antes —señaló Larel—.


¿Qué sucedió?

—Hemos estado entrenando durante semanas —enfatizó Vhalla—. Espero 109


estar mejorando.

—Ni Fritz ni yo pudimos vencer a Elecia.

—Pero ustedes dos no estaban realmente entrenando. —Vhalla se giró para


mirar a Larel.

—Lo estábamos. —Larel asintió—. ¿Cómo lo hiciste?

Vhalla hizo una pausa, tratando de dejar de lado su actitud defensiva y


pensar.

—No lo sé, solo me moví.

—¿Solo te moviste? —Larel rápidamente abandonó el escepticismo cuando


vio el rostro de Vhalla.

—Ni siquiera pensé —agregó Vhalla en voz baja, tratando de analizar lo


que había sucedido—. Era como si mi cuerpo supiera qué hacer y yo solo tenía
que confiar en él.

—Luchaste como Aldrik —continuó Larel antes de que Vhalla pudiera


señalar que el príncipe la había estado entrenando—. No, Vhalla, luchaste
exactamente como Aldrik.

—Pero…
Larel negó con la cabeza.

—Bien podrías haber sido su espejo. He entrenado suficientes veces con el


príncipe para saber cómo se mueve. Hasta cómo giraste los pies, Vhalla. Y luego,
cuando agarraste el rostro de Elecia… así es cómo Aldrik ejecuta a sus enemigos.
—Vhalla recordó a los del Norte en la Noche de Fuego y Viento, cuando Aldrik
mató frente a ella. Agarró rostro de esa mujer y la quemó viva de adentro hacia
afuera. Vhalla se estremeció—. No sé cómo…

—La Unión sería mi sospecha. —Larel llegó a la conclusión obvia.

—Tengo que ir a hablar con él. —A Vhalla se le impidió ponerse de pie con
un brazo alrededor de los hombros.

—Mañana —dijo Larel pensativo—. Creo que Aldrik estaba muy


sorprendido por este giro de los acontecimientos. Dale un poco de espacio para
que se enfríe y lo procese.

Vhalla frunció el ceño, pero obedeció a su amiga. Larel daba los mejores
consejos y tenía la sabiduría de años con Aldrik detrás de ella. Y el amanecer no
estaba tan lejos. 110
Pero cuando llegó el amanecer, Aldrik no estaba a la vista. Vhalla examinó
las fogatas; las tiendas de campaña que estaban siendo desmontadas, pero ella
no podía encontrar su alta sombra por ningún lado. No lo vio hasta que se puso
en línea con Fritz y Larel.

Ignoró el espacio que Vhalla le había dejado, el espacio que había sido
llenado constantemente durante días, y fue directamente a Elecia. Vhalla se
despidió de Fritz y Larel e hizo un rápido trote hasta el frente de la fila. Sus
estados de ánimo y sus incómodas distancias estaban empezando a agotar la
paciencia de Vhalla. No le importaba que durante el día su cercanía tuviera que
ser un secreto, lo que sea que esa cercanía significara. Estaba cansada de que todo
estuviera bajo sus términos y lo que él necesitaba.

—Bueno, mira quién es. —Craig fue el primero en notarla, y Daniel sonrió
de oreja a oreja mientras se acercaba—. Pensamos que nos habías abandonado,
señorita Caminante del Viento.

—¿Mis chicos de oro favoritos? —Vhalla se rio para sacarse la tensión de la


Legión Negra de encima, interponiéndose entre Craig y Daniel—. ¿Cómo podría
abandonarlos?

—Buenos días, Vhalla. —El príncipe Baldair le dio una sonrisa.


—Buenos días, mi príncipe. —Vhalla bajó los ojos respetuosamente.
Cuando los levantó de nuevo, miró a Raylynn y la mujer le dio un pequeño
asentimiento. Las cosas habían mejorado dramáticamente entre ellas—. ¿Cómo
están las espadas?

—Afiladas como siempre —anunció Craig con orgullo—. Especialmente


este de aquí. —Señaló a Daniel, y el hombre se sintió abrumado de repente con
modestia—. Ha estado invicto en el ring durante dos semanas.

—¿En el ring? —preguntó Vhalla—. ¿Rondas de práctica?

—Debemos mantener los reflejos agudos. —Baldair la miró de reojo—. De


seguro ustedes también tienen algún tipo de práctica en la Legión Negra.

—Así es. —Vhalla pasó sus riendas incómodamente de mano en mano.

—Es extraño imaginarte peleando —pensó Daniel en voz alta—. No es que


quiera decir que no podrías o no deberías. Cuando estabas en el juicio, no
parecías una combatiente —añadió apresuradamente.

—No lo era. —Vhalla miró hacia el horizonte árido. Había elegido el día
adecuado para viajar al frente de la horda. Los arbustos restantes y las hierbas 111
del bosque se estaban disolviendo en las arenas de los Desechos del Oeste. El
Gran Camino Imperial atravesaba las dunas de color amarillo pálido como una
serpiente de alabastro y, por lo que podía ver, no había nada más delante de ellos.

—¿Podrías entrenar conmigo? —preguntó Daniel—. Nunca he tenido


muchas oportunidades de entrenar con hechiceros; Jax suele estar ocupado con
la Legión Negra. Me encantaría tener la práctica. —Él sonrió y se apartó el cabello
empapado de sudor de su rostro.

—Seguro. —Vhalla asintió y se ajustó la capucha de cota de malla que


Aldrik le había hecho, manteniendo el sol en sus mejillas.

—Cuando nos detengamos entonces. —Daniel parecía genuinamente


emocionado.

Como resultado de su decisión de entrar en la refriega, su charla se centró


en la historia de la Legión Negra y la Torre de los Hechiceros. Como era de
esperarse, la brecha entre hechiceros y Comunes era profunda, y lo que Craig y
Daniel dijeron acerca de que era peor en el ejército resultó ser cierto. Cuando la
horda se detuvo, los hombres y mujeres de espadas miraron a Vhalla con cautela
mientras demoraba. Había cabalgado con Craig y Daniel suficientes veces para
no recibir más miradas o susurros, pero quedarse con ellos después de que se
detenían parecía cruzar una nueva línea.
—¿Seguro que quieres hacer esto? —preguntó Vhalla después de que
amarraron sus monturas.

—Sí, Danny, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? —Raylynn miró a
Vhalla de reojo. Puede que las cosas hayan mejorado entre ellas, pero la mejora
era marginal.

—Lo estoy. —Daniel se rio—. Sé que Vhalla no me hará daño.

Raylynn claramente no compartía el mismo sentimiento, pero Vhalla


encontró la confianza de Daniel refrescante. Parecía concederle siempre el
beneficio de la duda, confiar en ella sin necesidad de una razón. Eso rápidamente
se había convertido en un sentimiento extraño desde que se convirtió en
hechicera.

El enfrentamiento de Vhalla y Daniel atrajo la atención de más de una


persona, y los otros soldados comenzaron a reunirse, mirando con curiosidad a
la hechicera de armadura negra frente a un Guardia Dorado.

—¿Una ronda suave, entonces? —Daniel desenvainó su espada. Era una


hermosa hoja con un pomo dorado en forma de trigo. Vhalla la había admirado 112
en muchas ocasiones ya que habían hablado de sus hogares en el Este—. ¿A
renunciar?

—A renunciar. —Vhalla asintió, apretando los puños. Estaba casi mareada


por el poder. Los vientos del desierto eran rápidos, libres y fuertes.

—Craig, haznos los honores. —Daniel miró a su amigo.

—Cuando les diga. —Craig se interpuso entre ellos y levantó la mano—.


¡Ya! —Dejó caer su palma en el aire, saltando hacia atrás al mismo tiempo.

Vhalla actuó con la respiración de Craig y estaba un paso por delante de


Daniel cuando Craig incluso se estaba moviendo. Ella pasó un brazo por su
pecho, enviando una ráfaga de viento arenoso a la cara de Daniel. Daniel, para
su crédito, no vaciló ante tal ataque de sondeo y giró su espada en su palma para
un golpe de reveso.

Agachándose bajo la espada, Vhalla giró alrededor de Daniel como una


bailarina. Ella colocó una palma en el centro de su espalda, enviándolo a caer con
una ráfaga de viento. Ella estaba decepcionada; Vhalla había esperado más
desafío de un miembro tan estimado de la guardia del príncipe Baldair.

Pero Daniel estaba dispuesto a mostrarle cómo se había ganado su brazalete


dorado. Mientras caía, hundió la espada en la arena y la giró para barrer los pies
de ella. En su sorpresa, Vhalla apenas tuvo tiempo de contenerse y, cuando lo
hizo, la punta de una hoja estaba en su garganta.

—No eres mala —jadeó Daniel.

—Tú tampoco —respondió ella con una sonrisa astuta.

El rostro de Daniel se convirtió en una sonrisa pequeña como si ahora


compartieran un secreto salvaje entre ellos. Vhalla nunca lo hubiera adivinado,
pero había algo en entrenar con una persona que era casi íntimo.

El momento fue rápidamente arruinado cuando un hombre se adelantó a


los observadores.

—Por la Madre, ¿qué crees que estás haciendo, Lord Taffl?

Vhalla reconoció la figura descomunal de un hombre. Él era quien se había


enfrentado a ella al inicio de la marcha. El que Daniel y Craig habían convencido
para que no la abordara.

—Practicando un poco —le dijo Daniel a Grun, pero prestó atención a


Vhalla, ayudándola a ponerse de pie.
113
—¿Con eso? —Grun la señaló.

—La dama accedió amablemente a darme algo de experiencia contra un


hechicero —dijo Daniel enfureciéndose.

Nadie habló; estaba inquietantemente silencioso ya que todos los


espectadores parecían contener la respiración. Todos parecían igualmente
temerosos de cómo se verían las piezas si se rompía la tensión entre los dos
hombres, Vhalla incluida.

—Creo que debería irme.

—Vhalla, no… —Daniel se giró rápidamente.

—No, sí debería. Es probable que Larel esté montando nuestra tienda sin
mí. —Vhalla sonrió en un intento de hacerle creer la pobre excusa.

—Yo quiero practicar contra un hechicero —dijo Grun antes de que Vhalla
pudiera alejarse del ring improvisado—. Entrena conmigo.

Vhalla lo miró con cautela. Ella no pensó ni por un minuto que él la hubiera
aceptado de repente. Pero tal vez podría demostrarle que no era peligrosa, que
no quería hacerle daño.

—Muy bien —dijo ella antes de que Daniel pudiera objetar.


—Vhalla, no tienes que hacerlo. —El hombre se acercó un paso más a ella y
bajó la voz—. No te sientas presionada a hacer esto.

—No me siento presionada. —Ella sacudió la cabeza y susurró—: Tal vez


sea bueno mostrárselo.

—Bueno…

—¿Ya terminaron de susurrar sus dulces palabras? —preguntó Grun


secamente, sacando su espada frente a Vhalla.

Daniel se apartó rápidamente, sus movimientos bruscos y nerviosos. ¿Era


el calor del desierto o había un rubor en sus mejillas? Daniel levantó su palma;
su marca para comenzar sería cuando la bajara.

Ella notó cómo su cabello castaño oscuro se movía mientras su mano


cortaba el aire, sus ojos color avellana lanzándose hacia ella.

Distraída, Vhalla no escuchó a Grun moverse hasta que estuvo sobre ella.
Ella se movió en el último segundo, haciendo un débil intento de esquivarlo.
Golpeó el pomo de su espada contra su mejilla en un golpe con el reverso,
enviando a Vhalla volando hacia la arena. 114
—¡Grun! —gritaron Daniel y Craig.

—Es solo para entrenar. —La montaña de un hombre se rio—. Si quiere


rendirse, puede hacerlo.

Vhalla tosió sangre sobre la arena. Tenía el labio partido y su rostro ya se


sentía hinchada. Ella parpadeó para alejar las estrellas, tratando de volver a poner
sus pies debajo de ella.

La bota de Grun conectó con su costado, haciendo eco contra su armadura


cuando la pateó. Vhalla rodó por la arena, el viento salió de ella. Se acurrucó
sobre sí misma, golpes fantasmas atacando su cuerpo. Jadeando, trató de apartar
de su mente los recuerdos del asalto de Rata y Lunar.

—¿De verdad, esto es todo? —Grun se rio, incitando a algunos de los


espectadores a aplaudir—. ¿Esta es la temible Caminante del Viento?

—Vhalla, ríndete. —Daniel corrió a su lado.

—No me toques —siseó ella, extendiendo una palma. Algo en sus ojos
congeló a Daniel en su lugar mientras Vhalla se ponía de pie. Vhalla se movió
hacia Grun y sintió el viento a su espalda. Su corazón comenzó a acelerarse con
solo mirarlo.
—Oh, ¿todavía tienes algo de pelea en ti? —Grun se rio entre dientes
cuando Vhalla se puso de pie—. Bueno, al menos nuestra Legión Negra hace
buenos sacos de boxeo. Deberíamos agradecer al Señor del Fuego por lo único
que nos ha dado.

—Retira lo que dijiste. —Vhalla apenas podía oírse a sí misma sobre el latido
acelerado en sus oídos.

—¿O qu…? —Grun no terminó la frase cuando el puño de Vhalla se


encontró con un lado de su rostro.

El hombre tenía la constitución de una roca, y Vhalla podía sentir los huesos
de su brazo comprimirse a través de su hombro mientras golpeaba su mejilla. Le
dolió la mano, pero lo ignoró, aterrizando rápidamente su puñetazo y retirada.

Grun soltó un grito de rabia y blandió su espada hacia ella.

—¿Por qué me odias? ¿Por qué nos odias? —gritó ella, su cuerpo
esquivando hábilmente los movimientos de su espada.

—¡Porque son unas abominaciones! —gritó Grun, intentando agarrarla.


115
Vhalla era demasiado rápida y movió su mano fuera del camino, girando
alrededor de su costado.

—¡Somos tus camaradas! ¡No queremos pelear contigo!

—¡Dice la mujer que mató a innumerables personas en la Noche de Fuego


y Viento! —Grun levantó su espada por encima de su cabeza y la dejó caer sobre
el hombro de Vhalla. El sonido metálico de metal contra metal fue agudo y le
hizo zumbar el oído mientras caía.

Pensaban que era una asesina.

—Yo no los maté —susurró Vhalla.

—¡Mentirosa! —Grun levantó su espada de nuevo—. ¡Deberían haberte


matado esa noche! —El goliat se balanceó directamente hacia su cabeza.

Vhalla miró fijamente la espada mientras el mundo se convertía en un caos


ante las intenciones claramente asesinas de Grun. Esto no era un combate; el
hombre pretendía que fuera una ejecución.

Vhalla levantó la mano y el viento arrancó la espada de Grun de sus dedos,


enviándola muy lejos en la arena. Ella pasó la palma de la mano frente a su cuerpo
y una segunda ráfaga tiró a Grun de costado. Cuando Vhalla se puso de pie,
presionó su mano hacia abajo, sosteniendo al hombre en el suelo a pesar de sus
luchas.

—No soy tu enemiga —susurró ella con una voz inquietantemente


tranquila—. Así que no puedo morir este día. No voy a morir hasta que veas la
verdad.

—¿Qué está pasando aquí? —gritó una voz. El príncipe Baldair se abrió
paso entre la multitud que se había reunido, con Raylynn a su lado.

Vhalla relajó su mano, permitiendo que Grun se pusiera de pie.

—¡Ella me atacó! —El hombre hizo su acusación al príncipe.

—¡Mentiroso! —gritó Daniel—. Mi príncipe, Vhalla fue lo suficientemente


amable para aceptar una ronda, y Grun se aprovechó de la situación. Él hizo un
atentado contra su vida.

Grun disparó dagas al lord con los ojos.

—Fue solo un entrenamiento —respondió Grun con una risa molesta—. Ella
fue quien lanzó el primer puñetazo; mira mi rostro.
116
De hecho, Grun tenía un moretón formándose donde Vhalla lo había
golpeado, pero ella podía lamerse los labios y saborear la sangre.

—Ella es un monstruo, y si hubiera podido me habría matado, fue en


defensa propia —continuó Grun.

Vhalla vio sombras del Senado cuando algunos soldados comenzaron a


asentir.

—¡Eso no es cierto! —Daniel desenvainó su espada, su voz ronca—. Sigue


mintiendo y te cortaré la lengua.

—Defiende a tu monstruo. —Grun tomó su propia espada, olvidando que


Vhalla lo había desarmado por completo.

—¡Suficiente! —gritó el príncipe Baldair. Los hombres echaron humo, pero


fueron silenciados. El príncipe se dirigió a Vhalla—. ¿Tienes algo que decir en su
nombre?

Vhalla se encontró con los interminables ojos azules del príncipe,


considerando su pregunta. Su costado palpitaba donde Grun la había pateado,
donde Rata y Lunar la habían pateado. Ella apretó sus puños, soltando su Canal
mágico, y con eso, también su lucha.

—No.
—¿No? —El príncipe estaba sorprendido.

—He aprendido que el Imperio —Vhalla se giró, mirando a los demás


soldados—, la gente, no tiene interés en la verdad. —Vhalla miró fríamente al
príncipe Baldair—. Soy propiedad de la corona, y la propiedad no responde.

El desprecio la sorprendió incluso a ella, y todos se quedaron en un silencio


atónito. Era la primera vez que lo decía en un lugar público, la primera vez que
asumía su nueva identidad. Pensarían lo que quisieran sobre ella, las palabras no
cambiarían su realidad. Entonces, ¿por qué luchar esa batalla? Ya tenía suficiente
para preocuparse por solo sobrevivir.

—Ven conmigo, hechicera. —El príncipe claramente se había ofendido por


su franqueza—. Grun, Daniel, me ocuparé de ustedes más tarde.

—Baldair… —Daniel dio medio paso entre Vhalla y el príncipe.

—¡Silencio, soldado!

Vhalla nunca había visto al príncipe Baldair ser tan duro. Daniel la miró
desesperanzado mientras ella seguía al príncipe al campamento. Sabía que
debería sentirse culpable, pero no lo hacía. Y su estado de ánimo se agrió hasta el 117
punto en que el príncipe Baldair la llevó a su tienda.

Su tienda era completamente diferente a la de Aldrik por dentro. Tenía una


mesa de verdad y tres sillas colocadas alrededor. Un solo brasero hecho de bronce
colgaba del centro de la tienda e iluminaba la habitación. La cama del príncipe
Baldair era más grande, por razones que Vhalla solo podía suponer, dada su
reputación entre las mujeres, y parecía tener un colchón de verdad. Se preguntó
qué tan difícil sería para los caballos cargarlo todo.

El príncipe cerró la solapa de la tienda detrás de él e hizo un pequeño círculo


a su alrededor, evaluando a Vhalla de pies a cabeza.

—Siéntate. —Hizo un gesto hacia una silla—. ¿O tal vez prefieres que arroje
algunas almohadas al suelo?

Los ojos de Vhalla se agrandaron al escuchar el significado entre sus


palabras.

—Te ves incómoda. —El príncipe hizo una pausa, sus ojos leyendo los de
ella—. Creo que estarías más a gusto en la tienda de un príncipe. ¿O es solo en la
de mi hermano?

—¿Qué quieres? —exigió ella.


—Hoy lo vi a él en ti. —Baldair entrecerró los ojos, como si tratara de
imaginarse a Aldrik imponiéndose en de ella—. La forma en que te moviste, la
forma en que te apresuraste la pelea. Dime, ¿es esa la única forma en la que él ha
estado en ti?

—No sé de qué estás hablando —siseó Vhalla.

—No puedo recordar la última vez que vi a Aldrik con una mujer, al menos
una que no fue comprada o entregada por nuestro padre como un intento de
encontrar una futura Emperatriz. —Baldair dio un paso más hacia ella. No
conocía a este príncipe. Había algo que lo dejó amargándose. Él hizo una mueca
mientras hablaba, como si se arrepintiera instantáneamente de sus palabras.

—Ni una palabra más —advirtió Vhalla.

—¿Oh? ¿Pensaste que él era algún tipo de pilar de pureza? Lo he visto matar
a chicas más jóvenes que tú. Lo he visto obligar a las mujeres a arrastrarse hasta
su cama. —El príncipe Baldair frunció el ceño.

La tensión en sus músculos se volvió tan grande que Vhalla temió que le
partiera los huesos. 118
—Habla de él de nuevo y yo…

—¿Tú qué? —La expresión del príncipe Baldair chocaba oscuramente con
su exterior generalmente guapo—. Contrólate, Vhalla. ¿Has olvidado los
términos que te dio el Senado? ¿Has considerado que tus acciones pueden forzar
su mano?

El horror la detuvo y sus manos se relajaron. No lo haría.

—¿Qué quieres de mí? —susurró ella.

El príncipe se inclinó hacia ella para susurrarle al oído.

—Lo que sea que tengas con él, termínalo ahora. —Su voz era tranquila y
sonaba sincera y dolorida—. Si no es por tu bien, entonces por él.

El pecho de Vhalla se apretó, pero no tuvo la oportunidad de preguntarle


qué quería decir. El estruendo de un caballo y el relincho de un alto abrupto se
podía escuchar desde fuera de la tienda.

El príncipe Baldair se enderezó cuando se abrió la solapa de la tienda.


Vhalla se giró y una ola de alivio se estrelló sobre ella cuando vio a la figura
oscura entrar.
—Ah, hermano. —El príncipe Baldair apoyó las palmas de las manos en sus
caderas—. Solo estábamos hablando de ti.

119
Los ojos de Aldrik parpadearon de Vhalla a su hermano. Vhalla lo miró a
los ojos y le suplicó en silencio que la sacara de allí lo más rápido posible. Lo vio
reprimir sus emociones mientras cruzaba las manos a la espalda.

—¿Qué está pasando aquí? —Su voz tenía una quietud mortal.

—Ella fue atrapada en una pelea. —El príncipe Baldair miró a Vhalla—.
Estaba administrando disciplina.

La cabeza de Vhalla se volvió hacia el príncipe más joven con una mirada
furiosa. ¿Es así como lo llamaba?

—Creo que la disciplina recae en el líder del subordinado. —Podía escuchar


el estrés bajo la fría voz de Aldrik.
120
—Normalmente, sí. —El príncipe Baldair asintió—. Pero creo que su líder
es bastante parcial, ¿no?

—Baldair… —Aldrik ni siquiera trató de ocultar la amenaza en el fondo de


su voz.

—Creo que estás confundiendo a la mujer, Aldrik. Ambos sabemos cómo


se deben satisfacer las necesidades de un hombre, pero ella es demasiado joven
para ti y tus juegos. —El príncipe Baldair cruzó los brazos sobre su pecho.

Vhalla se abstuvo de señalar que ella no era que mucho más joven que él.

—¿Qué es esto? —Aldrik se acercó a su hermano, deteniéndose lo suficiente


para mirar fijamente a su hermano—. ¿Celos fuera de lugar? —Aldrik lo miró
con desdén—. ¿Que una mujer me prefiera a ti?

—No te hagas ilusiones. —El príncipe de ojos azules resopló. El príncipe


Baldair se enderezó en toda su altura y aún quedaba una mano más bajo que su
hermano—. No se trata de ti ni de mí, se trata de ella. —Sus ojos se dirigieron a
Vhalla—. Era amable, tímida y dulce la primera vez que la conocí. Menos de un
año contigo y mira lo que le has hecho. Está vestida de negro…

—Baldair… —gruñó Aldrik.

—…está peleando y le gusta —continuó el príncipe más joven.


—¡Baldair! —La mano de Aldrik se cerró en un puño.

—¡Tiene sangre en las manos! —El rostro del príncipe Baldair se giró para
mirar a Aldrik—. ¿Tienes la audacia de no sentirte culpable?

La mandíbula de Aldrik se apretó, pero no dijo nada.

El príncipe más joven negó con la cabeza.

—Al menos lo haces. —Se giró hacia ella con una expresión triste—. Vhalla,
no lo necesitas para brillar. Traté de decírtelo antes de la gala. Especialmente
ahora, no tienes que forzarte a soportar su presencia después de lo que él…

Vhalla había escuchado lo suficiente, dio rápidamente los tres pasos entre
ellos, levantó la mano y llevó su palma abierta con fuerza sobre el rostro del
príncipe más joven.

Vhalla nunca había abofeteado a nadie. Quizás el príncipe Baldair tenía


razón en que ella había cambiado significativamente en los últimos meses. Si era
un cambio, decidió que era para mejor, ya que sintió que una profunda
satisfacción la recorría.
121
La mano de él subió hasta la marca roja en su mejilla y la miró con los ojos
muy abiertos y la boca abierta. Incluso Aldrik se quedó conmocionado en un
enorme silencio.

—¡Suficiente! —Vhalla buscó a tientas sus palabras, sus emociones


subieron—. Nunca le hagas sentir, o sugieras que debería, sentirse culpable por
mí o en mi nombre. —Ella miró al príncipe dorado—. Y no finjas que de alguna
manera sabes… sabes cómo… —Vhalla sintió que se le retorcían las entrañas, las
corrientes en su mente nublándose—. Cómo yo, o cómo él… Cómo nosotros… —
Escuchó su voz quebrarse, no quería confrontar esto aquí.

El rostro del príncipe Baldair cayó.

Aldrik dirigió una mirada furiosa a su hermano antes de darle la espalda


para enfrentar a Vhalla. Colocó una mano en su hombro y la otra con cautela
sobre su mejilla herida. Aldrik inclinó su rostro hacia él y ella lo miró a los ojos
temblorosamente.

—Vhalla —susurró, acariciando su mejilla con el pulgar—. Está bien, es


suficiente. —Ella se relajó bajo la familiar calidez de su mirada, y Aldrik le dio
una pequeña sonrisa que le devolvió débilmente.

—Es cierto, ¿no? —murmuró el príncipe Baldair.


La mano de Aldrik cayó de su rostro, pero su izquierda permaneció sobre
su hombro mientras se giraba para evaluar a su hermano.

El príncipe más joven miró la escena frente a él con los ojos muy abiertos.

—Realmente te preocupas por ella.

Sintió que Aldrik se tensaba ante la declaración, pero no hizo ningún


movimiento para alejarse; en todo caso, su mano se apretó ligeramente. El
corazón de Vhalla latía con fuerza. Deseaba desesperadamente irse, escapar lo
más rápido posible. Por mucho que quisiera escuchar la pura verdad de la
respuesta a esa acusación, no quería que fuera así.

—Y tú… —El príncipe Baldair la miró fijamente.

Vhalla reunió lo último de su coraje para mirarlo sin vacilar. Lo consiguió


bastante bien; el príncipe fue el primero en apartar la mirada con un movimiento
de cabeza. Caminó pesadamente hacia una silla y se dejó caer en ella. El príncipe
apoyó la sien en las yemas de sus dedos, mirando con incredulidad a Aldrik.

—Solo quería ayudarla. Pensé que estabas… Aldrik, eres demasiado


inteligente para esto. 122
—Lo sé —respondió Aldrik en voz baja, la tensión parecía haberse
desvanecido y el dolor llenó sus ojos en su lugar.

—Y yo pensé… pensé que… —El príncipe Baldair se rio entre dientes y


volvió a negar con la cabeza—. Ah, no importa.

—Príncipe Baldair. —Vhalla dio un paso adelante y la mano de Aldrik la


soltó—. Lamento mis acciones de hoy. Más importante aún, lamento haberte
golpeado. —Ella tomó aliento—. Le agradecería q-que… no usara eso como una
razón para terminar con mi vida.

El príncipe se echó a reír; colocó una palma sobre su estómago y dejó que el
sonido melódico rompiera la tensión en el aire.

—No, más bien me lo merecía, ¿no? —Vhalla lo miró atónita. El príncipe se


volvió hacia su hermano—. No fue su culpa hoy, Aldrik. Creo que algo de lo que
dijo en realidad pudo haber llegado a los hombres. Te habrías sentido orgulloso
si lo hubieras visto. —El príncipe Baldair se movió para descansar la mejilla en
su mano—. Y Vhalla, lo siento. Esa no era una forma principesca de actuar.

Vhalla lo estudió con atención. En general, este hombre le había hecho más
bien que mal, y se había ganado el crédito mientras ella estaba en el juicio que
estaba gastando ahora. Puede que sea un tonto emocional, pero Vhalla no estaba
segura de que fuera malicioso.

—Te perdono, mi príncipe —dijo ella. Sus palabras todavía dolían, pero
Vhalla las alejó de su cabeza, al menos por ahora.

Ella se giró hacia Aldrik, su príncipe alto, maravilloso y oscuro, y le dio una
sonrisa de alivio. Sus ojos se posaron suavemente sobre ella, y sintió como si la
tensión que se había estado acumulando entre ellos estuviera a punto de
romperse. No fue un sentimiento desagradable.

—¿Nos vamos? —preguntó ella.

Él asintió, lanzando una última mirada fulminante a su hermano antes de


salir.

Vhalla se detuvo brevemente y se giró. Evaluó al príncipe rubio que le


devolvía la mirada con curiosidad.

—Lo que querías de mí, me temo que no puedo darlo. —Vhalla había
llegado a aceptar que pasara lo que pasara, fueran lo que fueran, ella no sería la
que terminaría las cosas con Aldrik. 123
—Anda con cuidado, Vhalla —advirtió el príncipe Baldair—. Sé mucho más
sobre mi hermano que tú. Puedo parecer un idiota.

Ella arqueó las cejas.

»Soy un idiota a veces —corrigió con una sonrisa—. Pero soy exactamente
lo que ves. Él no. Hay cosas sobre él que aún no sabes.

Vhalla retiró la solapa de la tienda. Incluso si hubiera cosas, Vhalla no las


iba a escuchar de Baldair. Aldrik se lo diría eventualmente.

—¿Y Vhalla? —El príncipe se puso de pie—. Vuelve a montar en el frente.


No dejes que esto te disuada.

—¿Por qué? —preguntó ella con escepticismo.

—Porque creo que a los hombres les hace bien verte conmigo. —Él sintió su
confusión y continuó—. Eres un símbolo, Vhalla. Y, a pesar de lo que algunos
puedan hacerte creer, tienes más control sobre lo que simbolizas que cualquier
otra persona.

—No soy nadie —murmuró, oyendo a Aldrik subir a su montura.

—Incluso algo pequeño puede proyectar una gran sombra cuando está
cerca del sol.
Vhalla consideró eso durante un largo momento, buscando en el rostro del
príncipe un indicio de falsa sinceridad. Ella no pudo encontrar ninguno y lo dejó
atrás antes de que él tuviera la oportunidad de decir algo más que potencialmente
podría arruinar la frágil paz. Por todo lo que el príncipe Baldair era, y había sido,
de alguna manera no se sentía como su enemigo.

Aldrik sacó un pie de su estribo para que ella lo usara, ofreciéndole una
mano para montar su caballo. Las mejillas de Vhalla se encendieron cuando se
colocó detrás de él en la silla. Sus manos cayeron suavemente sobre su cintura
blindada para mantener el equilibrio.

—¿Dónde está Relámpago? —preguntó ella.

—El hombre del Este de mi hermano lo montó de regreso cuando fue a


buscar a Fritznangle. —Aldrik espoleó la montura hacia adelante.

El viento era fresco y cálido en sus mejillas después de la atmósfera opresiva


en la tienda.

—¿Daniel?

Aldrik asintió en silencio. 124


—¿Es una buena idea montar así? —preguntó Vhalla en voz baja, notando
las miradas de los soldados.

—Quiero que te vean conmigo. —Respondió tan rápido que no pudo haber
ningún pensamiento en sus palabras.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Porque quiero que sepan que si vuelven a ponerte la mano encima,


lidiarán directamente conmigo. —La voz de Aldrik era profunda y áspera, y la
hizo querer agarrarse a él y no dejarlo ir nunca.

Los llevó directamente a su tienda. Los soldados de la Legión Negra que


acababan de terminar de instalarla estaban comenzando a disiparse, y todos la
miraron con curiosidad cuando Aldrik hizo pasar a Vhalla al interior. Alejarse de
las miradas indiscretas del mundo fue un alivio, pero fue igualmente angustioso
que esas miradas indiscretas vieran cómo el príncipe la guiaba con la palma en
la parte baja de su espalda.

En el momento en que se cerró la solapa de la tienda, los braseros alineados


a lo largo del lugar se encendieron con llamas. Aldrik ni siquiera pareció pensar
en usar su magia.
—Quítate esto, yo lo arreglaré. —Él colocó una palma sobre su hombro
herido.

Vhalla asintió, comenzando a abrir la malla de escamas mientras Aldrik


hacía lo mismo. Se sentía cómoda y nerviosa al mismo tiempo. Aldrik agarró la
armadura mientras Vhalla se quitaba la cota de malla.

—¿Entonces qué pasó? —preguntó Aldrik.

—Bueno… —Vhalla suspiró y relató los eventos que llevaron a la tienda de


Baldair.

—¿Pero al final lo superaste? —preguntó después de que ella terminara su


historia.

—Lo hice. —Vhalla asintió.

—¿Cómo?

—Solo me moví… —Ella no estaba segura de qué respuesta estaba


buscando con esa pregunta.

—¿Como con Elecia? —Aldrik levantó la vista de su trabajo en la armadura. 125


Sus pulgares recorrieron el metal al rojo vivo.

—Sí… —Vhalla se calló, esperando que él llenara los espacios en blanco. No


lo hizo, y la frustración se apoderó de ella—. No puedes seguir haciendo esto.

—¿Seguir haciendo qué? —Él pareció sorprendido por su tono.

—No puedes seguir haciendo preguntas crípticas y enfurruñarte sin darme


las respuestas que sé que tienes. —Vhalla no era nadie y, sin embargo, sin miedo
hizo demandas al príncipe heredero.

Aldrik solo suspiró y la dejó.

—Bien, mujer testaruda. —Dejó la armadura reparada a un lado—. ¿No te


parece extraño que de repente seas capaz de vencer a soldados que tienen años
de práctica?

—Hemos estado entrenando. —Fue una excusa digna de vergüenza cuando


Vhalla realmente lo pensó.

—Fuiste descuidada, en el mejor de los casos. —Cuando Aldrik fue honesto,


no se guardaba nada—. Estaba empezando a temer por lo que tendríamos que
hacer para mantenerte con vida cuando llegamos al Norte.

—¿Entonces qué pasó? —presionó Vhalla.


—Luchas como yo. —Aldrik la miró a los ojos.

—Por supuesto que sí.

—No, Vhalla. —Él sacudió la cabeza—. Luchas exactamente como yo.

—¿Por qué? —susurró ella.

—Solo puedo asumir que es por la Unión —reflexionó Aldrik.

—Pero, ya no estamos unidos. —Tampoco lo habían intentado desde


aquella primera noche, semanas atrás.

—No, pero el Vínculo se amplió, nuestras mentes fueron… —Aldrik hizo


una pausa, cerrando los ojos con un suave suspiro—. Nuestras mentes fueron
conectadas. Fue una imprudencia de mi parte, dado lo poco que se sabe sobre sus
efectos.

—Y entonces… —balbuceó ella, sus palabras luchando por encontrar la


fuente de su malestar—. ¿Por qué no lo cerramos?

—Incluso si pudiéramos, yo no lo haría.


126
—Pero… —Parecía estar causándole tanta angustia, ¿por qué no terminarlo?

—Porque ahora puedo tener cierta seguridad de que saldrás de esta guerra
con vida.

Vhalla se quedó atónita y en silencio. No pudo soportar el peso de su


mirada y se involucró en un rápido concurso de miradas con la mesa.

—Lo sé —comenzó su confesión—. Larel me habló de los Vínculos. Que, si


yo muero, tú morirás.

—Eso es solo una teoría. —Aldrik descartó el pensamiento fácilmente—. Y


no por ningún erudito de renombre.

—Pero…

—Quiero que te preocupes por ti. —Sintió la lucha restante en ella—. Vhalla,
por favor, prométeme eso.

La luz del fuego le jugó una mala pasada a sus ojos. Hizo que el hombre que
era casi siete años mayor que ella luciera como nada más que un niño asustado.
Vhalla se movió sin pensar, tomando su mano entre las suyas. Aldrik le apretó
los dedos con fuerza y ella borró todos los pensamientos de duda.
—Lo prometeré, si me prometes que dejarás de huir y esconder estas cosas.
No quiero sentirme excluida de ti. —La voz de Vhalla se había reducido a un
susurro, y Aldrik asintió en silencio, sin darle más explicaciones.

—Deberíamos practicar tu proyección. —Los sacó a ambos de su trance.

—Oh, claro. —Vhalla había olvidado por completo que en realidad habían
planeado trabajar juntos esa noche.

—Dejemos la magia a un lado, por ahora, y concentrémonos en ver qué tan


lejos puedes llegar. —Aldrik se situó frente a la mesa, ajustando sus papeles.

—Bueno. —Cerró los ojos.

—¿Te importaría acostarse primero? —Aldrik le recordó que su cuerpo


físico quedó flácido la última vez. Él agarró una de las almohadas y la apoyó
contra su pierna.

Vhalla vaciló, la invitación clara. El príncipe fingió estar atento a su papeleo,


claramente inquieto por si ella lo aceptaría o rechazaría. Las palabras de
precaución del príncipe Baldair se repitieron frustrantemente en la mente de
Vhalla y ella se acostó rápidamente, con la cabeza apoyada en su pierna. No 127
dejaría que el príncipe más joven y sus juegos se interpusieran en su camino.

Vhalla salió de su cuerpo poco después de cerrar los ojos. Era surrealista ver
su forma física tan quieta, como si apenas respirara. Aldrik la observó de cerca,
esperando cualquier signo de problema.

—Creo que es más fácil —dijo Vhalla con un pensamiento.

—Eso parece —concordó él.

—¿Puedes oírme incluso si estoy lejos?

—Hay una forma de averiguarlo. Ve despacio —le advirtió, pero no le dijo


que se detuviera.

Vhalla atravesó la lona de la solapa de la tienda. Hubo cierta resistencia,


pero nada inmanejable. La gente caminaba de una fogata a otra, pero nadie la
notó.

—¿Todavía puedes oírme?

—Sin problemas. —Aldrik parecía emocionado por su progreso y eso la


animó a seguir adelante.

Ella avanzó en línea recta y descubrió que solo se sentía incómodo cuando
alguien caminaba a través de ella. Era un escalofrío extraño y el mundo se
desorientó por un momento. Pero después de la tercera vez, Vhalla estaba
comenzando a ajustar su magia en consecuencia, recuperándose más rápido.

—¿Estás bien?

—Sí. Ahora estoy al borde del campamento.

—Ve un poco más lejos.

Vhalla caminó por el desierto hasta que el sol se ocultó por debajo del
horizonte. Ella le hablaba regularmente, pero la comunicación era consistente y
fuerte. Para cuando regresó a su cuerpo, había pocas dudas de que había
comenzado a dominar el arte de la proyección.

Regresar fue simple; escuchó el pulso que la había guiado de regreso la


primera vez y soltó su agarre mágico. Pero cuando sus ojos reales se abrieron,
Vhalla dejó escapar un suave gemido por cómo giraba el mundo.

Aldrik se movió, inclinándose sobre ella.

—¿Qué sucede?

—Creo que mi cerebro está regresando más lento por la distancia. —No 128
estaba segura de si eso tenía sentido. Hubo un ruido de rasguño y ella vio que él
había vuelto a tomar notas. Vhalla luchó por sentarse.

—Acuéstate, Vhalla —regañó él. Ella regresó a su posición anterior, la mano


izquierda de él pasó suavemente por su cabello—. Eres asombrosa. —La voz de
Aldrik era entrecortada y se centró en los papeles en lugar de en ella. Vhalla lo
miró fijamente, pero parecía estar hablando más para sí mismo—. Por encima de
todo lo demás, serás la clave para poner fin a esta guerra.

—¿Eso crees? —murmuró Vhalla con cansancio.

—Sí. —No había ni rastro de duda—. Ahora descansa.

Vhalla obedeció y cerró los ojos.

***

Las semanas se deslizaron como la arena por las dunas. El desierto estaba
desolado y vacío, pero los días de Vhalla estaban llenos. Ya sea a petición de ella
o por su propia voluntad, Aldrik se recuperó rápidamente del impacto de los
efectos de su Unión. En privado, la animaba a confiar libremente en su enlace a
él. Le aseguraba que no le afectaba de ninguna manera.

Vhalla fue cautelosa al principio. Pero cuanto más permitía que ese latido
se apoderara de sus oídos, más fuerte y rápida se volvía. Era como si su cuerpo
volviera a aprender lo que ya sabía, haciendo cada movimiento más nítido y
preciso.

Aldrik todavía cabalgaba con Elecia algunos días, y Vhalla con la Guardia
Dorada. El príncipe Baldair parecía complacido con su presencia. Cuanto más
tiempo pasaba con el príncipe más joven, más tiempo quería con él en privado.
Tenía preguntas para sus mensajes crípticos y advertencias descuidadamente
veladas. Quería preguntarle directamente qué sabía, qué quería decir. Pero su
tiempo juntos nunca se extendió más allá de la marcha.

Las noches de Vhalla las pasaba sudando y empujando su cuerpo más allá
de sus límites ante las demandas del príncipe mayor. Vhalla estaba agradecida
por la mezcla de aliento gentil y contundente de Aldrik y sus amigos. El cuerpo
de ella estaba comenzando a llenarse una vez más, los músculos se definían en
lugares que nunca había imaginado que podrían hacerlo.

La atmósfera en la marcha comenzó a cambiar a medida que se acercaban a


las Encrucijadas. Hubo un alivio palpable entre los soldados cansados del camino
y quemados por el sol al estar cerca de un punto de descanso.

—¿Cuánto tiempo más creen que será? —preguntó Vhalla a sus 129
compañeros.

—Quizás un día, quizás dos —respondió Aldrik. Su atención sobre ella


ahora era algo habitual.

—Una cama —dijo Fritz con nostalgia.

—Un baño —suspiró Vhalla felizmente al pensarlo—. Habrá agua en las


Encrucijadas, ¿verdad? —La horda se había reducido a raciones de agua de los
pozos que bordeaban el Gran Camino Imperial en largos intervalos. Ninguno de
ellos se había lavado durante semanas, y Vhalla no podía imaginar lo mal que
olían todos para alguien que no estaba acostumbrado al hedor.

—Por supuesto que habrá agua. —Larel se rio—. Las Encrucijadas es un


lugar mágico, Vhalla. Es la mitad del mundo.

—No puedo esperar. —Estaba realmente emocionada después de estar


montando durante tanto tiempo—. ¿Qué harán ustedes primero?

—Lo primero que voy a hacer es beber un Dragón Carmesí —proclamó


Fritz.

—Eres todo un borracho —bromeó Larel.

—¿Un qué? —preguntó Vhalla.


—Un Dragón Carmesí es un tipo de bebida —respondió Aldrik desde su
izquierda—. Está hecho con alcohol con especias del Oeste, tiene un sabor
distintivo y es muy fuerte.

—Yo también quiero probar uno. —Ella le devolvió la sonrisa a Fritz y el


chico de cabello desordenado comenzó a planear una gran aventura para los tres.
Larel trató de discutir sus grandiosos sueños y los dos estaban bromeando entre
sí en cuestión de minutos.

—Vhalla —dijo Aldrik con una voz que era solo para ella. Ella levantó los
ojos hacia él—. Hay algo que quiero decirte.

—¿Sí? —Su tono hizo que su pulso se acelerara.

—En las Encrucijadas, tengo algunos… asuntos que atenderé con Elecia.

Vhalla estaba más preocupada por lo delicado que estaba siendo con el tema
que por las palabras mismas. ¿Qué lo tenía tan incómodo?

—¿Qué es?

—No tienes que preocuparte por eso. —Sus ojos estaban cautelosos.
130
—Aldrik, me prometiste…

—Vhalla —siseó él. Ella se llevó una mano a la boca y miró a su alrededor
rápidamente para ver si alguien notaba su desliz al olvidar su título—. Te lo diré,
lo prometo. Pero solo cuando sea el momento adecuado.

—¿Cuándo será el momento adecuado? —presionó ella.

—Cuando esté terminado y en ordenado. —Su tono le dijo que no obtendría


más información sobre el asunto. Vhalla suspiró suavemente—. Solo debería
tardar dos días, tres como máximo. Te encontraré después y te lo contaré todo.

—Está bien. —Vhalla asintió y puso rostro valiente durante el resto del día.
Pero sus palabras vibraban en su cerebro con cada paso que daba, resonando en
la noche.
El día se sentía pegajoso, y su cabello se le pegaba al rostro y cuello con sudor
mientras se quitaba el yelmo. Miró los densos árboles en lo alto, retorcidos y espesos de
matorrales y enredaderas. Su mente se lamentó por la última vez que había visto el cielo
intacto. Un pájaro se lanzó entre el follaje antes de llegar a los cielos. Se encontró deseando
poder hacer lo mismo.

El olor a ceniza y fuego llenó su nariz, un aroma demasiado familiar que ya casi no
notaba. Su mirada volvió a la tierra y de nuevo a la destrucción que se había producido.
Los últimos supervivientes iban a ser asesinados por la espada. La sangre se derramaba
sobre su propia armadura, el carmesí se oscureció contra el negro de las escamas de su
armadura.

Vhalla reconoció vagamente que algo estaba claramente fuera de lugar. El borde de
la conciencia de que algo andaba mal se deslizó sobre ella.
131

Caminó de regreso a su tienda. No, no era la de ella; ¿verdad? Intentar pensar era
demasiado difícil, como si estuviera luchando contra lo obvio.

Dentro estaba la misma área familiar en el piso con almohadas y una pequeña mesa,
aunque esta vez estaba cerca de la cama. Una gran mesa rectangular y sillas dominaban
el otro espacio. Estaba desordenado con papeles esparcidos por el suelo, y se quitó los
grandes guanteletes, dejándolos caer.

Su respiración se volvió irregular y se giró. Con un movimiento de sus brazos,


empujó todos los papeles y documentos al suelo con un gruñido. Golpeó la mesa con las
manos y sintió que le temblaban los hombros.

Este pueblo no había formado parte de la milicia. Quizás algunos se habían unido a
la resistencia, pero todos habían sido incendiados y heridos. Sus uñas se clavaron en la
madera de la mesa mientras ahogaba un grito frustrado. Nadie podía oír su dolor. No
podía dejar que los soldados tuvieran idea de su confusión. Punca podía.

Los ojos de los muertos permanecieron en ella, sus ojos suplicantes y temerosos
mientras los rodeaba en llamas y los quemaba vivos. Nunca se hacía más fácil con el
tiempo. Los recuerdos nunca se hacían más ligeros de soportar.
Recuperando el control, comenzó a quitarse la armadura. Realmente necesitaba la
ayuda de alguien para la cubierta más grande, pero no podía molestarse mientras quemaba
los broches de cuero escondidos debajo. Lo arreglaría más tarde.

Si sus pecados fueran tan fáciles de remover como su armadura, podría dormir por
la noche. Se frotó los ojos cansadamente. Con un suspiro, comenzó a rebuscar en una bolsa
escondida junto a su cama, buscando lo único que podía limpiar su dolor y ahogar sus
gritos. Una llamada detuvo sus acciones.

—Mi príncipe. —La voz era familiar, era uno de los hombres de Baldair.

—Adelante. —Su voz era profunda. Un hombre de cabello y ojos oscuros entró en
la tienda y ella lo evaluó fríamente, sin interés en tener compañía y con la plena esperanza
de que él se diera cuenta de esto—. ¿Cómo puedo ser de ayuda? —preguntó ella
cortantemente.

—Hoy. —Él dio un paso adelante, sus movimientos bruscos; ella se preguntó si él
la había ganado en llegar a la botella—. Hoy lideró el asalto, ¿no es así? —Seguía con su
armadura, cubierto hasta los codos de sangre y ceniza.

—Lo hice. —Ella ya estaba molesta con esta discusión. A pesar de lo que los soldados 132
pensaban de ella, lo último que quería hacer era volver a contar sus asesinatos—. Si no
hay nada más… —Le dio la espalda al hombre, fingiendo estar interesada en recoger los
papeles esparcidos. Solo las limitadas palabras que dijo le habían hecho recordar los rostros
horrorizados.

—É-él habría tenido veintidós —divagó el hombre—. Tenía cabello oscuro, como
nosotros; era del Oeste.

Ella agarró un papel y siguió ignorándolo; el hombre no pareció captar la indirecta.

—Se casó cuando era joven, una novia del Norte. —Algo se retorció en su voz.

—Me temo que no sé de quién estás hablando —dijo, devolviendo un puñado de


papeles a la mesa.

—Mi hijo. —El hombre soltó un grito retorcido y se abalanzó sobre ella. La daga se
clavó en su costado, justo por encima de su cadera.

Hubo un grito de hombre que era uno de los sonidos más horribles que Vhalla se
había visto obligada a escuchar jamás, y ella gritó con él. Comenzó a luchar contra la
prisión mental que la estaba. Ella no quería ver más.

Sintió el veneno, una sensación de vértigo la inundó casi de inmediato. Miró al


hombre en estado de shock cuando dio un paso atrás. Su mano se acercó a su rostro y
pronto él estaba en llamas, sus rasgos se retorcieron antes de que se quemaran.
Sus pies comenzaron a tropezar y ceder. Ella puso su mano sobre la daga. Quitarla
provocaría la pérdida de sangre, mantenerla ahí continuaría inyectando más veneno
abrasador en sus venas. Gritó, apoyándose contra la mesa. Con mano temblorosa, agarró
la daga, tomando una decisión mientras sacaba la hoja ondulada. Mordió su carne de
nuevo mientras se la arrancaba del costado.

Su mano estaba presionada contra la herida abierta. Un soldado se apresuró a


entrar.

—Ya era hora. —Quiso decir ella, pero su mandíbula estaba tensa, la sangre
empapaba la delgada camisa que vestía y rezumaba entre sus dedos. Su visión comenzó a
nublarse y cambió su poder hacia adentro, sintiendo el fuego arder por sus venas mientras
trataba de purgar el veneno.

Vhalla se despertó con un grito, llevándose una mano a la cadera. Tiró las
mantas a un lado y miró su cuerpo. Vhalla se levantó la túnica y solo vio piel
suave y sin manchas donde esperaba encontrar sangre. Se llevó la mano a la
frente y se secó el sudor frío.
133
Se sentía enferma. Su cerebro volvió a su lugar mientras luchaba por
encontrar el aliento. Vhalla trató de decirse a sí misma que fue solo un sueño, que
había sido solo un sueño. Pero había sentido cada minuto de eso. Había
escuchado la voz de Aldrik.

De repente, el recuerdo de una noche lejana volvió a ella. Se preguntó cómo


pudo haberlo olvidado. Simplemente se había desvanecido de su mente en el
caos en el que se había convertido su vida.

Haciendo eco en su mente estaban las palabras del atacante del Norte
durante la Noche de Fuego y Viento.

—Por supuesto, también esperábamos que si el veneno no te mataba, la vergüenza


de que uno de los hombres de tu querido y dulce hermano te apuñalara por la espalda fuera
suficiente.

No había tenido sentido. No tenía sentido, se recordó a sí misma. Su mente


había desenterrado una explicación para ese momento confuso y la reprodujo
para ella. Vhalla se abrazó a sí misma. La explicación alternativa era demasiado
imposible. Como con el último sueño fracturado, quería ir a él. Cada latido la
hacía luchar con la distancia entre ellos.

—Vhalla, ¿qué sucede? —Larel se quitó el sueño de los ojos.

—Nada —jadeó ella.


—¿Los sueños están regresando? —La mujer también se sentó.

—No. —Vhalla negó con la cabeza—. Fue un sueño, pero no ese sueño. Solo
una pesadilla al azar. —Comenzó a ponerse la armadura, apresurada para
comenzar el día y sacudirse los restos de la visión.

Se sintió tan aliviada de ver a Aldrik más tarde que ni siquiera se molestó
cuando Elecia se acercó y se encajó entre ellos. La visión del príncipe calmó sus
nervios y temores, asegurándole que sus sueños no eran más que terrores
nocturnos. Hablaron de unas festividades del Oeste y Vhalla saboreó el sonido
de su rara risa. Para disgusto de Elecia, Aldrik trabajó para incluir a Vhalla en la
conversación.

—Nunca has estado en el Oeste antes, ¿correcto? —preguntó él al lado de


Elecia.

—No. —Ella sacudió su cabeza.

—Es una pena que no podamos llegar a Norin —dijo pensativo.

—Me gustaría verlo algún día. —Aldrik sonrió ante la declaración de


Vhalla—. ¿Cómo es Norin? 134
—Norin queda en… —empezó a decir Elecia con arrogancia.

—El gran oasis del Mar del Oeste —intervino Vhalla—. La brisa del mar
ayuda a mantener fresca la ciudad a pesar del calor del desierto, y el castillo de
Norin es uno de los más antiguos del mundo. O eso leí. —Vhalla saboreó la
mirada de satisfacción que le estaba dando el príncipe.

—Bueno, gran parte de Norin es lo más antiguo del mundo. Hay una razón
por la que tardó diez años en caer a manos del Imperio. —Solo Elecia podía
convertir una derrota en un motivo de orgullo y miró a Vhalla con su nariz en
alto.

Vhalla no le prestó atención a Elecia, su atención solo en Aldrik. La madre


de él había vivido en ese castillo como una de las princesas de Mhashan. Él era
un príncipe de dos mundos.

—¿Cómo es la comida? —preguntó ella, decidiendo seguir involucrada en


la conversación.

—La comida del Oeste es más limpia que las del Sur. Usamos menos
mantequillas y aceites —proclamó Elecia con altivez.

Vhalla apenas se contuvo de poner los ojos en blanco.


—Hay un plato que creo que te gustaría, en realidad —tarareó Aldrik—.
Toman la cáscara de los limones y las endulzan con azúcar.

—Eso suena delicioso. —Vhalla sonrió con complicidad, recordando el


pastel de limón que compartieron en el jardín de Aldrik.

—Quizás podamos encontrar algunos de esos en las Encrucijadas. —El


príncipe se quitó el yelmo un momento para pasar una mano por su cabello. El
sudor hizo que se le pegara a la cabeza y Vhalla debatió qué estilo era mejor.

—¿Y qué hay de la comida del Este? —preguntó Elecia, interrumpiendo la


admiración de Vhalla por el príncipe.

—Es simple, supongo. —En realidad, la familia de Vhalla nunca había


tenido dinero para comprar comidas caras o elegantes—. Nunca he comido un
pan mejor que el de mi hogar en épocas de cosecha. Pero crecí principalmente en
el Sur.

—Oh, sí, aprendiz de bibliotecaria —dijo Elecia con total naturalidad.

A Vhalla le molestó que esta otra mujer supiera cosas sobre ella y nunca
explicara cómo. 135
Vhalla abrió la boca para hablar cuando sonó un cuerno desde el sur de la
columna. No llevaban más de unas pocas horas de marcha; seguramente no
podría ser el momento de parar. Todos se volvieron cuando el cuerno volvió a
sonar como advertencia.

Vhalla escuchó a Aldrik maldecir en voz alta antes de que su caballo echara
a correr, corriendo a través de las filas hacia su padre en la legión delante de ellos.
Elecia entrecerró los ojos hacia el horizonte. Vhalla también miró.

—¿Qué sucede? —preguntó ella, tratando de discernir la razón del


repentino cambio de humor.

—Parece una tormenta de arena. Que la Madre nos salve. —La cabeza de
Elecia se volvió de adelante hacia atrás—. Hay demasiados a pie… —murmuró
y su cabeza giró hacia la derecha—. ¡Larel! —llamó Elecia. Larel captó la mirada
de la otra mujer—. ¿Qué tan lejos está el primer muro de barrera de las
Encrucijadas?

—Una hora, tal vez, de montar a caballo —respondió Larel, entrecerrando


los ojos por encima del hombro.

—¿El pueblo más cercano? —Elecia tomó sus riendas.

—Ninguno que yo sepa. —Larel frunció el ceño, su rostro se tensó.


—Tendremos que hacer una carrera entonces. —Elecia maldijo y corrió
hacia la familia Imperial.

—¿Qué está sucediendo? —Vhalla estaba confundida.

—Es una tormenta de arena, Vhal. —Fritz volvió a mirar hacia atrás con
incertidumbre—. Está lejos, pero no queremos meternos en una de esas. Son
temperamentales y rápidas. Si podemos llegar a un refugio, es posible que solo
mate a unos cuantos por asfixia. Aquí hay muchas cosas que el viento podría
levantar y convertirse en proyectiles de pesadillas.

—¿Es tan malo? —preguntó ella en shock.

—Se sabe que los vientos del Oeste son lo suficientemente fuertes como para
arrancar árboles de sus raíces y llevarse a los hombres adultos como muñecos de
trapo. Normalmente soplan con el aire del verano. Es anormal que sea durante el
invierno. No estamos preparados —respondió Fritz con gravedad.

Vhalla se retorció en su silla, mirando el punto oscuro en el horizonte. ¿En


el mejor de los casos puede matar? Eso no le parecía el mejor de los casos. Se
preguntó si se lo imaginaba creciendo en el horizonte del Sur. Otro cuerno sonó, 136
una serie de explosiones y otros atendieron su llamado. Aldrik y Elecia
regresaron juntos.

—¡Nos apresuramos a las Encrucijadas! —gritó el príncipe, llamando la


atención de todos los soldados de la Legión Negra—. No digan una palabra más
y escuchen las órdenes.

Parecía como si todos entendieran a la vez lo que estaba sucediendo y la


horda aceleró el paso. Pero con tantos soldados a pie, estaban severamente
limitados en velocidad. Vhalla miró por encima del hombro. Parecía que estaban
avanzando en su contra o que no venía en su camino.

Entonces el viento cambió.

Lo sintió allí, la masa furiosa detrás de ellos. Era una furia diferente a
cualquier otra que Vhalla hubiera sentido antes. Fue pura energía y viento lo que
empujó hacia adelante para consumir hasta la última persona en su horda. Vhalla
se giró y volvió a verlo. No parecía más grande, pero ella lo sabía mejor.

—¿Cuánto falta para llegar a las Encrucijadas? —siseó a Fritz y Larel.

—No lo sé. Solo he estado así una vez antes —susurró Larel. Su voz era
apenas audible sobre los cascos de los caballos en el camino de piedra.
—¿Cuánto tiempo más? —Vhalla probó con Elecia, la otra mujer la miró
molesta pero Vhalla le dio una mirada inquebrantable. Ella no aceptaría nada de
eso.

—¿Quizás menos de treinta minutos? —dijo Elecia.

Vhalla maldijo. No lo lograrían. Ella lo sentía.

—¡Mi príncipe! —llamó Vhalla. Aldrik la fulminó con la mirada por hablar
fuera de turno, ella lo ignoró—. No lo lograremos si no vamos más rápido.

La seriedad frunció su ceño.

—¿Estás segura? —preguntó gravemente.

Vhalla se quitó los guanteletes y los metió en su alforja. Apretando sus


manos en puños, soltó las riendas por completo y las mantuvo en el aire. Vhalla
cerró los ojos y desplegó los dedos, sin importarle lo tonto que pudiera parecer.
El viento empujaba a través y alrededor de sus manos, sintió el poder de la
tormenta al final de cada ráfaga.

Sus ojos se abrieron de golpe.


137
—¡No lo lograremos!

La atención de Elecia pasó de ella a Aldrik.

—Aldrik, no hay más cobertura que los muros de la barrera de las


Encrucijadas. —La tensión hizo temblar la voz de Elecia.

Vhalla examinó el paisaje a su alrededor. Eso era cierto. Solo había arena y
más arena hasta donde alcanzaba la vista. Ella miró por encima del hombro. La
mancha oscura se había convertido en un muro en el horizonte.

—¡Maldita sea! —Aldrik espoleó de nuevo a su caballo y Vhalla lo vio correr


de regreso hacia su padre. Por un breve momento vio al Emperador mirar hacia
atrás en su dirección. El caballo de Aldrik bajó el paso y la horda aceleró a su
alrededor mientras regresaba a su lugar. Otro cuerno sonó seguido de más.

El ejército imperial estaba corriendo por el Gran Camino Imperial. El


estruendo de los caballos y el coro de armaduras atravesaron el volumen del
viento que aumentaba lentamente. Vhalla miró hacia atrás a las secciones de los
carros, esos caballos no podían ser empujados más rápido sin perder su carga.
Los soldados a pie ya se estaban quedando atrás cuando los que estaban en
monturas comenzaron a entrar en pánico y a avanzar más rápido. Vio la pared
rugiente detrás de ellos, tapando el sol siniestramente.
Una profunda comprensión la atravesó. Aun así no iban a lograrlo. Los
caballos no le ganarían a este viento. Incluso para un solo jinete era demasiado
grande y demasiado rápido. Vhalla absorbió los rostros de pánico de las personas
que la rodeaban, las expresiones tensas de sus amigos.

Ninguno de los soldados dijo una sola palabra. Parecía que ella no era la
única que se había percatado de su grave situación. No hacía falta magia para
sentir las ráfagas cada vez mayores que comenzaban a hacer tropezar a hombres
y mujeres y las monturas a vacilar. Sonó un cuerno, un latido frenético. Todos se
giraron. El corazón de Vhalla latía en su garganta.

Una masa arremolinada de arena y muerte cortó de la tierra al cielo. El


viento aulló y consumió todo a su paso, sumergiendo al mundo en la oscuridad.
Se extendía a ambos lados de ellos. La tormenta pretendía tragarlos enteros y
estaba a punto de comenzar su comida con el último jinete al final de la horda.

Vhalla vio los rostros de quienes la rodeaban mientras se enfrentaban a su


propia mortalidad. Su mirada se dirigió hacia atrás hasta que se posó en Aldrik.
Él tenía una expresión atormentada de frustración y desesperación. Vhalla sintió
que algo la atravesaba frenéticamente; ella no lo dejaría morir. 138
Como si sintiera la intensidad de su atención, la cabeza de Aldrik se volvió
hacia ella; algo en su rostro hizo que el pánico se apoderara de él. Apenas vio el
movimiento de sus labios cuando iba a decir algo. Vhalla giró a Relámpago con
fuerza hacia la derecha, cortando entre las legiones.

No pudieron hacer nada; ninguno de ellos pudo hacer nada. Si no lo


intentaba, sería el fin. Vhalla clavó los talones en los costados de Relámpago
mientras cortaba las expresiones de asombro hacia el exterior de la columna. En
algún lugar, alguien la estaba llamando por su nombre.

Vhalla no miró atrás.

El viento estaba en sus oídos, fluía a través de ella y, a pesar de todos sus
miedos, no hizo nada para reprimirlo. Esta no sería como la última vez.
Encontraría el viento y lo usaría para salvar, no para matar.

Vhalla agitó las riendas.

—Más rápido —exigió—. ¡Más rápido! —gritó, viendo cómo la tormenta de


arena avanzaba hacia el final de la columna. Su corazón amenazó con estallar en
su pecho y Vhalla parpadeó para quitarse la arena de los ojos.

Los soldados de las legiones traseras la miraron conmocionados mientras


corría de cabeza hacia la tormenta. Ahora había más gritos detrás de ella. Vhalla
miró hacia atrás. La Legión Negra era un rugido llamándola. Ella apartó la cabeza
de ellos, casi al final de la horda.

El viento azotó su cabello, y pronto Relámpago comenzó a asustarse y


luchar contra sus empujes para avanzar. Vhalla maldijo a la bestia, rogándole que
la llevara un poco más lejos. A través de sus palabras o sus talones a sus costados,
Relámpago obedeció. Cortó de regreso a la carretera cuando el último miembro
de la legión pasó corriendo en la dirección opuesta. Sus expresiones de horror
fueron todo lo que pudieron darle.

Vhalla tiró con fuerza y desmontó sin gracia, tropezando y recuperándose.


Devolviendo a Relámpago a la horda, le dio una palmada en el trasero; el caballo
no necesitó más urgencia para huir de las arenas arremolinadas. Los soldados
siguieron adelante.

Ella exhaló un pequeño suspiro de alivio. Necesitaban todas las


oportunidades que pudieran tener. Si fallaba, tenían que seguir avanzando.
Como mínimo, les daría tiempo. Vhalla se giró y miró al titán de viento y arena.

Y se sintió muy pequeña.


139
Vhalla extendió los pies y los plantó, preparándose. Extendió sus manos
desnudas al viento. Si pudiera provocar una tormenta, podría acabar con una.
Vhalla sintió el viento a través de sus dedos, sintió las corrientes, eran parte de
ella y le responderían.

Nada la preparó para el impacto de la tormenta. Fue como si la arrojaran


desde otro techo y Vhalla sintió que sus hombros se levantaban por la tensión.
Todo su cuerpo estaba presionado y sus rodillas temblaban.

Vhalla cerró los ojos y apretó los dientes. Había arena a su alrededor, en su
cabello, en sus orejas y en su nariz. Pero esto terminaría aquí, con ella. Se inclinó
hacia la tormenta, empujando con toda la fuerza que tenía. En el caos de la arena
y el rugido del viento, no podía abrir los ojos. Vhalla intentó extender la mano
para ver si había logrado detener o frenar la tormenta, pero sus sentidos estaban
confundidos con el poder crudo del que estaba tratando de extraer.

La primera vez que gritó fue cuando uno de sus dedos se rompió de golpe.
El dolor agudo y repentino de sus huesos al ser arrancados de sus articulaciones
hizo que su concentración vacilara; sintió que el viento colapsaba sobre ella, casi
perdiendo el equilibrio. Vhalla se obligó a enderezar las piernas, esforzándose
por el dolor. Otro dedo se fue y luego su hombro amenazó con ceder.

Le temblaron las manos y Vhalla se sintió al borde del agotamiento. Con un


grito, hizo todo lo que Aldrik le había advertido desde su primera lección con él.
Vhalla se arrojó a su Canal con el singular pensamiento de que esta tormenta
terminaba aquí, que no llegaría a sus amigos, no llegaría a él.

Los momentos que siguieron fueron una extraña dicotomía de


sentimientos, como si su cuerpo estuviera muriendo y su mente volviera a nacer.
La luz quemó los bordes de sus ojos cerrados e inundó sus sentidos. Con un clic
casi audible se sintió conectar con la tormenta a través de su Canal. Ella sintió
cada borde, comprendió sus violentos vendavales. Ahora era suyo, una extensión
de su magia sobre la que poseía una frágil medida de control.

Luchó por mover los brazos. Vhalla sintió que la conexión con su cuerpo
físico flaqueaba. Lloró mentalmente, luchando contra el inminente fallo de sus
sistemas. Un poco más, fue tanto una oración como una orden, un poco más. Con
los brazos a los lados, Vhalla respiró hondo y sintió que la arena le llenaba los
pulmones. Dio un último empujón para hacer que la tormenta formara parte de
ella. Y luego dirigió ese poder hacia adentro, empujándolo hacia su Canal y
sofocándolo.

Los vientos amainaron y el silencio llenó sus oídos. Las piernas de Vhalla
cedieron y se derrumbó sobre sus rodillas, con los brazos cayendo a los lados. 140
Abriendo los ojos, vio el brillo resplandeciente del sol contra un cielo azul. Un
pequeño sollozo escapó de su boca y tosió, con los pulmones en llamas. Todavía
había una extraña mancha de luz y oscuridad jugando en el borde de su visión.
Vhalla sintió que su hombro golpeaba la piedra del camino, luego su sien, y el
mundo se volvió negro.
Una llama bailaba junto a su cama y la luna se movía a través de cortinas
desconocidas mientras Vhalla entraba y salía de la conciencia. Se movió inquieta,
tratando de liberarse de la prisión del agotamiento y el estado crepuscular de los
sueños.

Una cálida palma tocó su mejilla, seguida por el susurro de palabras


tranquilizadoras. Ella se agitó ante el roce de la manta que la cubría. Vhalla
entreabrió los ojos.

La habitación se enfocó lentamente. Vhalla no reconoció la decoración de


buen gusto o la decoración suntuosa. Pero reconoció a la mujer que se ocupaba
de su cama.

—Esto se está haciendo aburrido —susurró Vhalla débilmente, casi sacando 141
a Larel de su piel.

—Estás despierta —soltó la mujer con un suspiro de alivio—. Esto se está


haciendo aburrido. Deja de agotarte. —La frivolidad no pasó desapercibida para
Larel, y la mujer se alegró al ver los ojos abiertos de Vhalla.

—¿Dónde estamos? —preguntó Vhalla entre un ataque de tos. Se sentía


como si le hubieran hecho trizas las entrañas.

—Las Encrucijadas. —Larel acercó una taza de agua a los labios resecos de
Vhalla.

—¿Lo logramos? —balbuceó ella, sorprendida.

—Lo logramos. —Larel puso la taza a las ansiosas manos de Vhalla, que se
levantó de su lugar junto a la cama—. Y hay alguien que ha estado muy ansioso
por verte.

Larel salió de la habitación sin más explicaciones, pero Vhalla no se


sorprendió cuando un príncipe de cabello negro se deslizó silenciosamente por
la puerta poco tiempo después. Se movió y Vhalla quedó sin aliento. Su cabello
estaba arreglado en su lugar, y estaba envuelto en ropas de gala, no en armadura.
Era cada centímetro del príncipe que había conocido hace meses. Cada
centímetro del príncipe por el que ella había arriesgado su vida para salvar.
—Vhalla… —dijo Aldrik con voz ronca.

Vio círculos oscuros debajo de sus ojos mientras él se tambaleaba hacia ella.
Vhalla se sentó más erguida, haciendo una mueca de dolor en su espalda y
hombros mientras colocaba la taza casi vacía en la mesita de noche. Dos ojos color
obsidiana la consumieron con avidez, aunque Vhalla sabía que se veía hecha un
desastre.

Cuando Vhalla abrió la boca para hablar, el príncipe cayó de rodillas junto
a su cama. Ella se quedó atónita en silencio, y Aldrik hundió su rostro en sus
antebrazos. Observó los hombros de él temblar por un momento y escuchó una
respiración entrecortada. Incapaz de soportar su dolor sin sentido, Vhalla
extendió una mano vendada y la colocó en su cabello.

La cabeza del príncipe se levantó de golpe, sorprendido por su toque.

—¿Qué sucedió? —susurró ella, incapaz de reconstruirlo lógicamente.

—Tonta idiota —dijo él de repente con voz áspera, poniéndose de pie—.


Fuiste sin órdenes de tu superior. Ignoraste la llamada. Podrías haberte matado,
niña tonta. 142
Vhalla retrocedió como si la hubiera abofeteado.

»Y detuviste la tormenta. —Se sentó pesadamente en el borde de su cama.


Sin dudarlo, Aldrik se acercó y ahuecó su mejilla suavemente—. Mujer tonta,
asombrosa y sorprendente, nos salvaste a todos.

Vhalla dejó escapar un pequeño sollozo de alivio. Esa verdad podía


asumirse por su presencia, pero escucharlo decirlo lo hacía aún más real. Ella dejó
caer la cabeza y se tapó la boca con la palma de la mano, tratando de contener
sus emociones. Aldrik se movió y la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia él.
Dolía mover su cuerpo en algunos lugares, pero Vhalla lo ignoró fácilmente
mientras presionaba su cara contra el hombro de él.

—Estuviste maravillosa, Vhalla —dijo él profunda en su cabello—. Y te lo


juro, si alguna vez vuelves a hacer algo así…

Vhalla se apartó con sorpresa y las manos de él le rodearon los hombros.

»Cuando te fuiste, no pude seguirte; no podría enviar a nadie a buscarte,


debería haberlo hecho. Lo siento; Dioses, quería… —Aldrik respiró
profundamente y luchó por recuperar la compostura.

—Aldrik —dijo ella, tomando las manos de él desde sus hombros para
agarrarlas, apenas conteniendo una pequeña mueca de dolor—. No quería que
me siguieras. —Vacilante, ella extendió una mano vendada y le acarició el rostro.
Era la primera vez que recordaba haber tocado su mejilla e instantáneamente
lamentó que la mitad de su mano estuviera envuelta. Vhalla le dio una pequeña
sonrisa—. Quería mantenerte a salvo. Ese es mi trabajo, ¿verdad? ¿Mantenerte
vivo?

Aldrik soltó una risita y negó con la cabeza. Se movió, inclinándose hacia
ella. Sus dedos cayeron del rostro de él a sus manos. Vhalla se sintió mareada por
estar sentada cuando se dio cuenta de su proximidad.

—Vhalla —murmuró él en voz baja, apretando su agarre—. Pensé que tal


vez nunca tendría otra oportunidad de verte, de hablar contigo. —Aldrik miró
fijamente sus dedos entrelazados; sus pulgares acariciaron la parte posterior de
las vendas—. Pensé que te alejarías y yo nunca… —Su voz se fue apagando a
poco más que un susurro. Se atrevió a prestarle atención una vez más, y Vhalla
sintió que algo revoloteaba frenéticamente—. Nunca tendría la oportunidad de
decirte que…

Vhalla se inclinó hacia él, saboreando cada palabra. Casi podía sentir su
aliento en su rostro cuando habló. 143
—Que yo… —Aldrik de repente se dio cuenta de que tenía toda su atención
y ella vio algo parecido al miedo al notarlo. Los labios de Aldrik se separaron.

Vhalla contuvo la respiración.

Rápidamente cerró la boca y miró hacia otro lado mientras el estruendo de


pasos pesados se acercaba. Vhalla siguió su mirada hasta el marco de la puerta.

—Acuéstate —murmuró Aldrik con resignación.

Vhalla obedeció y miró hacia arriba, esperando sentirse menos mareada.


Aldrik suspiró y se puso de pie, moviéndose hacia el cofre de un clérigo que
estaba abierto en un tocador cercano. Estaba sacando una botella llena de un
jarabe transparente cuando el príncipe dorado irrumpió sin llamar.

—¡Vhalla, la héroe! —dijo él entusiasmadamente—. ¡Escuché que habías


despertado!

—La palabra viaja demasiado rápido —maldijo Aldrik en voz baja.

—¿Cómo te sientes? —El príncipe más joven se acercó, ignorando a su


hermano.

—Cansada —dijo ella con sinceridad.


—Sí. —Aldrik cruzó la habitación para entregarle el frasco, y ella lo bebió
sin dudarlo de un trago—. Ella no debería estar entreteniendo compañía en este
momento.

—¿Oh? —El príncipe Baldair enarcó una ceja—. Entonces, ¿qué eres tú?

Aldrik miró a su hermano.

—Niños, no peleen —murmuró Vhalla; estaba demasiado cansada para sus


tonterías. Aldrik parpadeó sorprendido y el príncipe Baldair se rio entre
dientes—. ¿Cómo puedo ayudarte, mi príncipe?

—A nuestro padre le gustaría recibirte para el desayuno.

Vhalla parpadeó ante el príncipe, bastante segura de haberlo oído mal.

—¿Por-por qué? —Ella lo miró conmocionada. La última vez que Vhalla


había visto al Emperador de cerca, la estaba juzgando por un atentado contra la
vida de su hijo. Vhalla buscó la guía silenciosa de Aldrik, pero tenía esa mirada
pétrea y fulminante que tenía alrededor de su hermano.

—Para agradecerte, estoy seguro —respondió el príncipe Baldair.


144
—Necesita descansar —objetó Aldrik.

—¿Seguro que tiene que comer? —protestó el príncipe más joven.

—No estoy en un estado que sea digno para… —Vhalla hizo una pausa; no
podía decir “realeza” ya que la mitad de la familia Imperial estaba con ella—…
para ver al Emperador —terminó.

—Padre comprende tu situación. No te preocupes por el decoro —


respondió el príncipe dorado con una sonrisa.

Vhalla se jugueteó con las vendas de los dedos.

—Supongo que no puedo rechazar a mi Emperador —dijo ella en voz baja.

Aldrik la miró con marcada preocupación.

—Hablaré con mi padre.

—Es solo desayuno. —Vhalla trató de tranquilizarse a sí misma más que a


nadie. Aldrik la miró con desesperación y ella le dio una mirada de disculpa.

—¡Excelente! Entonces una hora. Baldair juntó las manos y se fue.


Aldrik se movió, tirando de una cadena que iba desde un botón hasta su
bolsillo. Echó un vistazo al reloj de bolsillo plateado que ella había admirado más
de una noche después de su práctica de proyección.

—No deberías haber estado de acuerdo —murmuró él y regresó a su


posición anterior.

—Aldrik, ¿cuándo lo entenderás? —Ella luchó por sentarse de nuevo,


presionando la palma de la mano contra su frente con un suspiro—. Nunca estaré
en condiciones de rechazar a tu familia.

—¿Qué? —Él parecía sinceramente confundido.

Vhalla sonrió con cansancio, era lindo lo despistado que era a veces.

—No soy nada, no tengo rango ni título. Más aún, soy propiedad de la
corona. Tú o cualquier miembro de tu familia podrían pedirme cualquier cosa y
yo me vería obligada a obedecer. —Vhalla se pasó una mano por el antebrazo de
él, pero se apartó rápidamente.

—¿Me obedeces? —preguntó Aldrik con frialdad.


145
Vhalla se rio.

—Por supuesto que no. Disfruto estar cerca de ti, escuchar tus
pensamientos, pasar tiempo contigo. Eres una de las mejores cosas que me han
pasado. —Vhalla le sonrió y vio al príncipe relajarse. ¿Cómo nunca se había dado
cuenta de lo inseguro que era él?

»Eres tan gracioso. ¿Que si te obedezco? Aldrik, yo… —Vhalla se detuvo,


su sonrisa se desvaneció a raíz de una revelación—. Yo…

Te amo.

Eso es lo que su mente quería decir, y la golpeó más fuerte que la tormenta
de arena.

—¿Tú? —Dejó que la palabra colgara expectante.

Vhalla inhaló bruscamente.

—Yo…

Fue inútil; ella era inútil. Lo amaba y ya no podía negarlo. Una mirada la
había impulsado a correr hacia una muerte probable con la idea de salvarlo.
Ahora que se dio cuenta de eso, se dio cuenta de cuánto tiempo había estado
enamorándose desesperadamente de este enigma exasperante y encantador de
hombre.
—Bueno, yo… —Vhalla se encontró con esos ojos negros oscuros. Todos los
momentos de su mirada regresaron a ella en un torrente de emoción. Recordó
una noche hace una eternidad cuando él la había abrazado solo con su mirada en
la biblioteca, sacándola de un sueño. Vhalla recordó haberlo mirado mientras la
abrazaba durante la gala, cómo ella lo había deseado. Recordó que había
despertado para ver esos ojos más de una vez, y no quería ver nada más que eso
cada vez que despertara.

—Realmente, de verdad… —Vhalla extendió la mano y tocó su mejilla


ligeramente. Su mirada se había vuelto seria y su respiración era menos
profunda. Su estómago se retorció en un nudo. Ella nunca podría, nunca debería,
tener a este hombre. Y, por una vez, Vhalla cedió a las alarmas en su cabeza.

—Amo ser alguien a quien consideras tu amigo.

Aldrik la consideró durante un largo momento. Sus labios se separaron


ligeramente y sus ojos escanearon su rostro. Vhalla no estaba segura de lo que
estaba buscando. Aldrik respiró hondo y abrió la boca. El corazón de Vhalla se
saltó dos latidos. Él se desinfló y evitó su mirada expectante.

—Deberías prepararte para reunirte con mi Padre —dijo en voz baja. Aldrik 146
se puso de pie y se ajustó el abrigo cruzado sin siquiera mirarla—. Regresaré en
treinta minutos.

Vhalla trató de pronunciar otra palabra, pero la puerta ya se había cerrado


detrás de él. Ella respiró temblorosamente.

—Te amo, Aldrik —susurró en el aire silencioso. El siguiente aliento fue


más tembloroso que el anterior, el siguiente aliento se atascó en su garganta con
un gemido de dolor que solo pudo sacar al soltar las lágrimas.

Vhalla cerró los puños con las manos y hundió los ojos en ellos. Tenía que
recomponerse; este no era el lugar ni el momento para perder el juicio por estar
enamorada del príncipe heredero.

Primero, intentó negarlo. Eso posiblemente no era amor. Casi había muerto y
él la había abrazado, le había dado consuelo. Ella simplemente se aferraba a él en
un estado emocional. Vhalla se echó a reír con un hipo y sonido áspero. No estaba
segura de si alguna vez había amado antes, pero sabía que esto era eso.

Luego trató de culpar a Vínculo o a la Unión. Claramente, eso los había


afectado a ambos de múltiples maneras que apenas se entendían. Estaba creando
algo de la nada. Siempre había estado allí desde que ella lo conoció a él.
No, por lo poco que sabía académicamente sobre el Vínculo, Vhalla confiaba
en cómo lo sentía. Sentía la extensión de sí misma dentro de él, la calma que su
proximidad le traía al tener esa pieza cerca de ella nuevamente. El Vínculo era
una puerta, una ventana, un Canal; no los alteraba, solo les daba acceso a lo que
había más allá en el otro. Dejaba que las verdades que intentaban mantener
ocultas fueran expuestas.

Finalmente, intentó razonar. Vhalla se aseguró a sí misma que era


simplemente el resultado de pasar tanto tiempo con él en la marcha. Incluso el
príncipe Baldair mencionó las necesidades que uno tendrá naturalmente. Ella lo
veía todos los días, él era su maestro y era fácil desarrollar sentimientos por
alguien en esa posición. Vhalla se miró las manos. No era solo la marcha.

Vhalla suspiró, recostándose en la cama. No estaba segura de cuándo había


sucedido. Cerrando los ojos, dejó que los recuerdos vinieran en una dolorosa
avalancha de sollozos silenciosos, mirándolos de una manera que nunca había
hecho. ¿Fue el momento en que dejó caer esos papeles por todas partes, cuando
ella se quedó en ese jardín de rosas un minuto más de lo que había planeado, su
disculpa? Quizás fue el momento en que corrió a su lado, abandonando cualquier
deber oficial que tuviera cuando su hermano y su padre regresaron al Sur. ¿Fue
147
en el momento en que su corazón se aceleró cuando le confesó que quería volver
a verla? ¿O saber que él había comenzado a salir de su camino por ella? ¿Podría
haber comenzado incluso antes de que ella supiera quién era él al disfrutar de su
mente a través de esa escritura bellamente curvada?

Se dio cuenta de que cuando fuera que había sucedido, lo había amado
antes del momento en que la había visto con Sareem. Cuando su corazón se
apretó con la preocupación de que él pensara que ella era de otra persona. Lo
había amado cuando decidió usar el vestido de gala negro en lugar de uno del
color apropiado. Lo amaba cuando no quería nada más que él se quedara a su
lado en el palacio y nunca más se fuera a la guerra.

Todo lo que sucedió después había sido negación.

Vhalla abrió los ojos y puso una mano sobre su boca, amortiguando sus
lágrimas. Ahora lo sabía. Sabía que estaba perdidamente enamorada de un
hombre que eventualmente dejaría su vida. Fue una revelación trascendental.
Incluso si de alguna manera lograban permanecer cerca del otro viviendo en el
palacio, él algún día sería el Emperador. Se casaría con alguien adecuado a su
posición, y ella tendría que arrodillarse ante él y la mujer que sería su Emperatriz
y madre de sus hijos.
Él le había dicho que los títulos no importaban, que podía darle los que
quisiera como príncipe o Emperador. Ella le había creído porque quería. Quería
pensar que podría ser simple y hermoso. Vhalla nunca le había dicho por qué
estaba tan herida por las palabras de Elecia. Que deseaba que la nobleza hiciera
aceptable a los ojos de la sociedad que ella estuviera cerca de él. No solo como
amiga, sino como amante. Si él lo supiera, probablemente nunca habría dicho
nada sobre otorgarle el título que ella deseara.

La puerta se abrió de repente, sorprendiéndola. Girando la cabeza hacia la


entrada, vio a Larel sosteniendo un pequeño paquete de ropa. Vhalla trató de
sonreír, trató de ser fuerte, pero solo se desmoronó de nuevo.

—Larel —dijo ella y se atragantó débilmente. La otra mujer corrió, dejando


caer la ropa a los pies de la cama y colocando sus manos sobre los hombros de
Vhalla.

—Vhalla, ¿qué sucede? ¿Qué te duele? —Larel inspeccionó rápidamente sus


vendajes.

Vhalla negó con la cabeza y la dejó caer en sus manos. Ella no podía manejar
la preocupación; no podía soportar la vergüenza de por qué se estaba rompiendo. 148
—Vhalla, por favor —suplicó Larel.

—Lo amo —susurró ella a través de una respiración entrecortada.

—¿Qué? —preguntó Larel, inclinándose más cerca.

—Amo a Aldrik. —Vhalla buscó algo, cualquier cosa, en la expresión de la


otra mujer.

—Oh, Vhalla. —Larel la envolvió en un cálido abrazo. El movimiento


rompió su control y Vhalla sollozó abiertamente en la camisa de Larel—. Silencio,
silencio… ¿qué tiene eso de horrible? —Larel se inclinó ligeramente hacia atrás e
inclinó la cabeza para mirarla.

—Porque… porque él nunca querrá a alguien como yo. Porque no soy lo


suficientemente buena como para merecer la mitad de lo que él me ha dado.
Porque al final de todo, no importa lo que seamos, él se irá. Porque creo que él es
maravilloso y todo lo que nunca tendré. Porque… —Vhalla respiró
temblorosamente—. Porque no sé si alguna vez he amado así antes y me
aterroriza.

Larel le dio una sonrisa amable y cansada. Pasó la mano por el cabello de
Vhalla y la acercó de nuevo. Larel le acarició la espalda, y Vhalla se permitió
tomar descaradamente cada consuelo que la otra mujer le ofrecía y algo más.
Finalmente, su pánico inicial, agravado por el miedo y la desesperación, se
debilitó y sus lágrimas volvieron al reino del control.

—Vhalla —dijo Larel finalmente—. No te diré cuál es la mejor manera. Ni


siquiera puedo fingir saberlo. —Ella suspiró—. Te diré que una vez que algo se
rompe con Aldrik, es muy difícil arreglarlo. —Había un sincero pesar en la
suavidad de la voz de Larel—. También te diré que tienes razón, de esta manera
probablemente sea imposible que seas algo permanente en su vida. Que si lo
intentas, probablemente te encontrarás con un corazón roto. Tienes que decidir
si el momento, por mucho que dure, vale la pena superar ese miedo. Si él lo vale.

Vhalla suspiró, sentándose y frotándose los ojos. Se preguntó cuándo Larel


se volvió tan perspicaz y deseó que la sabiduría hubiera estado en su vida mucho
antes que el año pasado.

—Para él, soy solo una… —Vhalla no estaba segura de lo que era para el
príncipe heredero. Ella era más que un tema. Estudiante no parecía cubrir su
relación. ¿Una amiga? Incluso eso parecía ridículo; nunca recordaba haber
abrazado a sus amigos como lo había hecho antes con él—. Una… —Vhalla hizo
una pausa, no tenía una buena respuesta. 149
—No diría solo algo de ti, Vhalla. Creo que eres mucho más de lo que crees.
Especialmente para él. —Larel la miró a los ojos con una mirada inquebrantable.
Cuando quedó claro que no tenía más palabras, Larel se movió y recogió la ropa.

»Pronto te encontrarás con el Emperador. Supuse que querrías cambiarte


de ropa; espero haber elegido bien, la mitad aún no está seca.

Vhalla consideró la elección de Larel. Leggins de cuero color canela con una
túnica manga larga de lana gris. Olían como el aire fresco de la mañana, y la falta
de suciedad confirmó aún más que habían sido lavados.

—¿Como supiste?

—Aldrik me encontró. —Larel sonrió suavemente y Vhalla soltó una risa


débil—. ¿Quieres ayuda para vestirte? —preguntó la mujer mayor.

Vhalla negó con la cabeza.

—En comparación con otras experiencias que he tenido cuando he usado


tanta magia, esto no es tan malo. —Ya podía sentir funcionando la poción que
Aldrik le había dado.

Larel asintió.
—Está bien, te dejo entonces. Recomendaría que bebieras este antes de que
te vayas. —Larel sacó un frasco de líquido púrpura y lo colocó junto al cofre de
medicamentos—. Adormecerá un poco las cosas y debería nivelar tu cabeza, si es
necesario.

—Gracias —dijo Vhalla con seriedad.

—Por supuesto, Vhalla. Fritz y yo también nos alojaremos en esta posada.


Tus amigos de la Guardia Dorada también. Estaremos aquí cuando regreses.
Buena suerte. —La mujer sonrió y se fue.

Vhalla se preguntó para qué le estaba deseando realmente suerte.

Se vistió lo más rápido posible, pero también fue una oportunidad para
evaluar el estado de su cuerpo. Sus hombros estaban rígidos y se sentían
hinchados; sus codos también le recordaron la presión bajo la que los había
sometido. Sus manos estaban hechas un desastre, pero en el lado positivo, nada
parecía roto.

Había un espejo en la habitación que instantáneamente llamó la atención de


Vhalla. Era de cuerpo entero y se vio a sí misma por primera vez en meses. Su 150
cabello había crecido hasta algún lugar alrededor de sus hombros, cayendo en
ondas marrones enredadas. Su rostro se había adelgazado y sus ojos parecían
haberse hundido ligeramente, la sombra de su frente resaltaba las motas de oro
alrededor de sus pupilas. Músculos que ni siquiera sabía que poseía estaban
comenzando a tomar forma debajo de la piel tensa. Incluso vendada, tenía una
apariencia fuerte y afilada, más segura de lo que se sentía.

Aldrik regresó mientras realizaba una evaluación de su estado. Una extraña


mezcla de emociones se apoderó de él en el momento en que la vio, y el corazón
de Vhalla se aceleró instantáneamente. Ella dio un paso hacia él, balanceándose
levemente ante el dolor en sus rodillas. Él estuvo allí en un instante, sus brazos
sosteniendo los de ella para mantenerla en equilibrio.

—Esta es una mala idea. —Su voz era baja y retumbó a través de su pecho.

—Tengo muchas de esas últimamente —dijo ella en voz baja. Vhalla


recuperó el equilibrio y se alejó. Tenía miedo de lo que esos ojos oscuros podrían
ver si lo miraba de cerca durante demasiado tiempo—. ¿Nos vamos?

Él frunció los labios, pero no dijo nada.

Aldrik fue el primero en caminar, manteniendo la puerta abierta para ella y


conduciéndola por un corto tramo de escaleras. Envolvió un brazo alrededor de
su cintura y sostuvo una de sus manos entre las suyas mientras ella cojeaba.
Daniel, Craig, Fritz y Larel estaban dando vueltas en un vestíbulo de lujo,
claramente esperándola. Aldrik no se apresuró a soltar las manos de ella.

—Realmente estás viva —susurró Daniel, como si ella fuera un fantasma.

—¡Vhal! —Fritz le rodeó los hombros con los brazos y estuvo a punto de
derribarla.

—Fritznangle —advirtió Aldrik, dando un paso hacia el hombre.

—¡Vhal, estuviste impresionante! Fue como si la Madre desterrara la noche.


¡Solo esta coita pequeña contra esa masiva y gigantesca tormenta! —balbuceó
Fritz como un loco.

Otro caminaba desde una esquina de la habitación, alguien a quien Vhalla


no había notado antes. Dos ojos color esmeralda evaluaron a Vhalla
pensativamente.

—Eres una de las personas más locas que he conocido. —Elecia colocó una
mano en su cadera y cambió su peso para extender la otra hacia Vhalla—. Y por
eso, te debo la vida.
151
Vhalla extendió la mano y apretó la palma vendada contra la de Elecia.

»Gracias, Vhalla Yarl. —Elecia pronunció las palabras más sinceras que
Vhalla había escuchado de ella.

Vhalla estaba aturdida mientras se dirigía hacia la puerta. Aldrik la


mantuvo abierta para ella y salieron al amanecer. El rojo cruzaba el horizonte,
bañando una plaza abarrotada de naranjas y rosas. Grandes edificios construidos
con mármol y arenisca brillaban en el crepúsculo. Había pendones de tamaño
proporcional, rojos y negros de Oeste y blancos y dorados del Imperio. El suelo
debajo de ella era de piedra pulida, y Vhalla miró el centro del mundo con
asombro.

—Ese de ahí. —Aldrik señaló un edificio al otro lado de la plaza con tres
grandes vidrieras circulares en el frente—. ¿Necesitas que te ayude?

—No. —Vhalla sacudió la cabeza—. Solo saber que estás aquí es suficiente.
—Ella le permitió interpretar eso como quisiera.

Vhalla no había dado más de tres pasos cuando el primer miembro de la


Legión Negra la vio. Se acercó y le dio el saludo de Luna Rota. Esto inspiró al
siguiente a acercarse y ofrecerle gracias y elogios. Sus ojos se encontraron con los
de Aldrik con confusión y asombro. Él la admiró silenciosamente y Vhalla sintió
que un rubor subía a sus mejillas.
Se movió lento debido a que se detenía a cada paso. La Legión Negra había
estado esperando en la puerta, pero Vhalla notó que la mayoría de las personas
en la plaza eran soldados. Hicieron una pausa en lo que estaban haciendo,
deteniéndose al verla.

Un hombre de rango sacó la espada que estaba atada a su cadera. Miró a


Aldrik nerviosamente, recordando la última vez que se había encontrado con los
hombres de las espadas. El hombre juntó los pies y se mantuvo erguido. Su mano
izquierda fue a la parte baja de su espalda mientras levantaba su espada sobre su
pecho y rostro en un impecable saludo con la derecha.

No estaba segura de lo que él quería de ella y Vhalla dio otro paso


nerviosamente. Una mujer mayor repitió el movimiento. Sin espada, se llevó el
puño derecho al pecho a modo de saludo.

Vhalla dio otro paso. Dos más se adelantaron al mismo saludo.

Cada paso que daba Vhalla había otro, y otro, y otro. Comenzaron a
alinearse en su camino, saludando con reverencia incluso después de que ella se
había ido. Vhalla se giró mientras toda la plaza; hombre, mujer, niño, soldado y
ciudadano, mostraba su propia muestra de reverencia. 152
—¿Siempre hacen esto por ti aquí? —le susurró Vhalla a Aldrik. La atención
la puso nerviosa.

Él la miró, desconcertado.

—Vhalla. —Aldrik se inclinó cerca de su oído—. No me están saludando a


mí, te están saludando a ti.

Nadie dijo una palabra; hicieron sus honores en silencio, y su silencio habló
tan fuerte en sus oídos que Vhalla quiso llorar. Por primera vez desde que se
convirtió en hechicera, sintió a la gente mirándola con respeto, con elogios. Por
mucho que le doliera el cuerpo, se mantuvo firme.

El Emperador y el príncipe Baldair esperaban en el exterior del edificio al


que Aldrik la conducía. El emperador Solaris contempló la escena con sus ojos
azul marino y luego miró a la mujer que estaba siendo guiada por su hijo mayor
y siendo saludada por su gente. Cruzó las manos en la espalda en una posición
que a Vhalla le pareció muy Aldrik.

—Si no es la héroe del día. —El Emperador habló lo suficientemente alto


como para que la mayor parte de la plaza escuchara.

Vhalla se arrodilló torpemente, sus rodillas estallaron y le dolieron.


—Mi señor, gracias por su invitación —dijo ella respetuosamente, bajando
los ojos.

—Ponte de pie, Vhalla Yarl. Eres la salvadora más bienvenida de mi ejército


—ordenó él a la ligera.

Vhalla puso ambas manos sobre su rodilla y luchó por levantarse, haciendo
una mueca ante el crujido de sus piernas. Se sentía mucho mayor que sus
dieciocho años y podía sentir la tensión que irradiaba de Aldrik por su dolor,
pero él no hizo ningún movimiento. Vhalla estaba agradecida de que le
permitiera hacerlo por su cuenta frente a su padre y todos los que se habían
reunido.

—Ven, quiero darte las gracias. —El emperador dio un paso atrás y el
príncipe Baldair abrió las puertas para ellos.

153
El edificio al que ella entró era como un pequeño palacio. El alabastro, el
mármol, la plata, el oro y las piedras preciosas brillaban por todas partes. Cuando
salió el sol, se coló a través de los ojos de buey en las paredes, dando nueva vida
a la opulencia. El Emperador la condujo a una sala de estar lateral. Había sofás y
una mesa para comer, frente a una mesa alta llena de papeles.

Para su sorpresa, el Emperador se acercó a la mesa que no contenía la


comida. El príncipe Baldair caminó hacia el lado derecho de su padre, Aldrik se
acercó a ella. Él no se movió hasta que ella lo hizo, su sombra silenciosa.

—Me gustaría mostrarte algo. —El emperador Solaris le hizo un gesto.

Vhalla se acercó, Aldrik se paró a su otro lado, dejando su derecha abierta


al Emperador. Ella evaluó un mapa grande y el Emperador señaló un lugar en el 154
Gran Camino Imperial, justo al sur de las Encrucijadas.

—Aquí es donde estábamos cuando la tormenta de arena estaba sobre


nosotros. —Los ojos de Vhalla se volvieron a las Encrucijadas; habían estado tan
cerca. Como si leyera sus pensamientos, el Emperador continuó—: Los hombres
en la parte delantera de la horda estaban a menos de cinco minutos de las paredes
de la tormenta.

Vhalla miró fijamente el mapa. Recordó la columna de hombres corriendo,


pero muchos no lo habrían logrado.

—Dime —preguntó el Emperador mientras se acariciaba la barba y la


evaluaba—, ¿qué órdenes habrías dado?

—¿Órdenes para? —preguntó ella, sin estar segura de haber entendido su


pregunta.

—Si estuvieras en mi posición, ¿qué decisión habrías tomado?

Ella miró al hombre y luego de nuevo al mapa, tomando un respiro que fue
seguido por una tos molesta por la sensación de arena en sus pulmones.

—Disculpe —murmuró. Manteniendo su rostro hacia la mesa, Vhalla


inclinó la cabeza hacia un lado—. Habría dividido la línea.

—¿Dividir la línea? —Fue el príncipe Baldair quien preguntó.


Vhalla asintió.

—Uno. —Señaló al príncipe más joven—. Dos. —Luego señaló al


Emperador—. Tres. —Señaló a Aldrik—. Dividirla en tres. Mantenerlo a usted en
el centro puede tener sentido para una marcha; quizás incluso en escenarios de
combate por protección, pero para esto, estaríamos jugando con probabilidades.

—¿Qué probabilidades son esas? —El Emperador apoyó las manos sobre la
mesa. Vhalla se sentía muy pequeña cuando la superficie de la mesa le llegaba
hasta la cintura en lugar de sus caderas o más bajo como a los hombres más altos.

—Sus vidas —dijo ella con total naturalidad, sorprendida por la frialdad
que esa lógica creaba en su voz. El príncipe Baldair en realidad tenía una
expresión algo horrorizada. Vhalla miró al Emperador a los ojos—. Si ustedes tres
se hubieran quedado en el centro, habrían estado en medio de la tormenta,
separados por poco más de una docena de caballos. Si uno de ustedes hubiese
muerto, existe una gran posibilidad de que lo que sea que haya matado a esa
persona matase a quienes estén a su alrededor; cuanto más cerca esté, mayores
serán las probabilidades de muerte. Ustedes tres mueren, todos perdemos. Si
repentinamente perdiéramos al Emperador y todos los herederos, este reino tiene 155
más de un frente de batalla.

El Emperador se frotó la barbilla.

—Continúa.

—Ustedes correrían en diferentes direcciones con los jinetes más rápidos


preparados para dar su vida por las suyas. Sería la mejor oportunidad para
sobrevivir —explicó Vhalla simplemente.

—Sabes que eso significa que la mitad de la horda se quedaría atrás a pie.
—El Emperador la miró pensativamente.

—Sé eso. —Ella asintió—. Ellos serían dejados al azar—. La palabra azar
sonaba mejor que muerte.

El príncipe más joven parecía horrorizado y Vhalla tendría que girarse para
ver la expresión de Aldrik. El Emperador era casi demasiado analítico en la forma
en que parecía calcular sus palabras contra un recuento invisible. Vhalla juntó las
manos y se las retorció.

—Tienes algo de inteligencia —dijo el Emperador a la ligera.

—Mi señor, si soy inteligente es porque ha llenado su castillo de buenos


maestros. —Pensó en Mohned con una punzada de nostalgia.
—Ah, Vhalla, no seas tan modesta. El conocimiento y el poder son una
combinación peligrosa, y parece que tienes ambos en cantidad. —El Emperador
se movió e hizo un gesto hacia la mesa que había sido puesta con comida.

Cada persona se sentó por turno. Aldrik le acercó la silla, aunque no le


ofreció ni siquiera una mirada. Vhalla se preguntó qué exactamente había
cambiado su comportamiento. Claramente, cualesquiera que fueran sus
preocupaciones, tenían en cuenta una moderación calculada. Aldrik se sentó a su
derecha, el príncipe Baldair a su izquierda y el Emperador al otro lado.

Vhalla no había visto comida tan fina o una mesa tan abarrotada de
cubiertos, vasos y platos desde que había cenado con el príncipe Baldair en el
palacio. La comida estaba caliente y fresca y apenas logró contener un gruñido
estomacal particularmente fuerte colocando una mano sobre su abdomen. Tuvo
cuidado de comer después de que los tres miembros de la realeza se hubieran
servido. Ser apropiada era una excusa conveniente. Vhalla no tenía idea de qué
tenedores estaban destinados a usarse, cuándo o por qué usaban un tenedor
diferente para cada plato; ella simplemente los siguió.

—Esta es una situación increíblemente peculiar, ¿no cree, señorita Yarl? — 156
comentó el Emperador.

—Vhalla está bien —dijo ella, sin saber si era apropiado ofrecerlo. Se sintió
extraño que sus dos hijos la llamaran por su nombre de pila y que el hombre que
estaba por encima de ellos fuera más formal.

Él la ignoró y continuó:

—No es normal que alguien se presente a juicio por asesinato y traición y


luego cene con el Emperador solo un par de meses después.

—Muy pocas cosas en mi mundo son lo que yo llamaría normales en este


momento, mi señor. —Mordisqueó pan, su cerebro seguía obsesionado por estar
enamorada del príncipe heredero.

El Emperador se rio entre dientes.

—Sin embargo, te recuperas y te vuelves más fuerte. Sabía que tenías fuerza
en ti cuando te vi en esa jaula.

Vhalla siguió tratando de comer cortésmente, luchando con sus dedos


vendados. No quería pensar en su juicio. En realidad, ni siquiera quería estar
sentada en esta mesa.

—Estoy dispuesto a perdonarte por tus crímenes —musitó el Emperador,


sorbiendo su vino.
Ella lo miró conmocionada. ¿Un perdón? Alguien necesitaba pellizcarla,
estaba soñando.

—¿Mi señor?

—Te ganaste la confianza suficiente para tener una segunda oportunidad al


salvar la vida de un príncipe. Creo que potencialmente salvar la vida de la familia
Imperial, tal vez el propio Emperador, te gana una pizarra limpia. —Llevaba una
sonrisa debajo de su barba, pero sus ojos estaban separados de cualquier
frivolidad.

Vhalla hizo una pausa. ¿Salvar la vida de un príncipe? ¿Eso significaba que
Aldrik le había contado lo que realmente había sucedido en la Noche de Fuego y
Viento? Ella se abstuvo de mirar al príncipe heredero.

—Gracias, mi señor. —Vhalla bajó los ojos.

—Pero verás, tengo las manos atadas. —El Emperador masticó


pensativamente un trozo de carne oscura, antes de limpiarse la boca con la
servilleta y continuar—. El Senado, la voz del pueblo, vieron tu servicio militar
como castigo adecuado, y no quisiera traicionar la confianza de mis leales 157
súbditos.

—Por supuesto que no… —dijo Vhalla aturdida, la palabra perdón resonó
una y otra vez en su cabeza.

—No te dejes engañar, Vhalla. Están tan hambrientos como siempre, y si te


perdono ahora, esas mismas personas que te saludaban te darán la espalda de
nuevo. —El Emperador la miró.

Por el rabillo del ojo podía ver a Aldrik moviéndose incómodo en su


asiento.

—Pero si nos dieras la victoria. —El hombre rio entre dientes—. Ahora eso
sería algo digno de recompensa.

—¿Victoria? No sé cómo yo podría… —Vhalla tartamudeó. Su sentencia


parecía aumentar, no disminuir. Antes solo estaba destinada a servir en la guerra;
¿ahora ella tenía que traer la victoria? ¿Habían planeado liberarla alguna vez?

Los gélidos ojos azules del Emperador se posaron en Aldrik. El príncipe


mayor bebió un largo sorbo de vino.

—Mi hijo me dice que ha estado trabajando contigo en algo importante.


Vhalla no dijo nada por temor a incriminarla a ella y a Aldrik con algo que
aún no le había mencionado a su padre. Pero había cosas que no podía imaginar
que él dijera. A pesar de sí misma, miró al príncipe oscuro.

—Me dice que puedes darme el Norte con tus poderes como Caminante del
Viento. —El Emperador se inclinó hacia delante, colocando los codos sobre la
mesa.

—Todavía estoy aprendiendo la mayoría de mis habilidades —dijo ella con


cuidado.

—Me han informado. —El Emperador rechazó sus preocupaciones—.


Aldrik me ha enviado informes detallados de sus investigaciones sobre esas
habilidades.

—Ya veo… —murmuró Vhalla, mirando al hombre en cuestión con


curiosidad. Aldrik no pareció que iba a dejar de ocupar su boca con su copa de
vino.

Las notas que Aldrik había estado tomando sobre su Vínculo pasaron por
su mente. Dijo que las usaría como referencia. Le había dicho que tenía un plan 158
para tomar el Norte usando su poder. Entonces, ¿por qué de repente se sentía
traicionada?

—Si bien estoy muy impresionado con tus habilidades para controlar el
viento y las tormentas, lo que más me intriga, Vhalla, es esta capacidad de colocar
tu mente más allá de tu cuerpo. Parece demasiado asombroso para ser real. ¿Qué
tan segura estás de tu control? —El Emperador finalmente llegó a su punto.

Vhalla tragó saliva y alcanzó su vaso de agua, ignorando el alcohol. Esta no


era una reunión cortés para agradecerle por salvar a su ejército. Esa era una
excusa agradable para que él se sentara y formulara una estrategia de batalla.

—Supongo que el príncipe heredero sería un mejor juez de mi control, él


tiene mucha más experiencia que yo —murmuró Vhalla mientras apuñalaba algo
de comida en su plato, masticando en el silencio que siguió.

—¿Crees que estará lista? —El Emperador se dirigió a Aldrik.

Los ojos de Vhalla se movieron justo a tiempo para captar los de él mientras
caían en los de ella con ceño fruncido.

—Creo que lo estará —respondió Aldrik, volviéndose hacia su padre.

—Entonces me gustaría una demostración antes de salir de las Encrucijadas.


—El Emperador se reclinó en su silla y cruzó las manos.
—¿Una demostración? ¿Por qué? —preguntó Aldrik, más audaz de lo que
Vhalla jamás podría ser.

—Necesito seguridad. —El Emperador no pareció complacido al ser


interrogado por su hijo.

—A la luz de los acontecimientos recientes, no estoy seguro de si usar magia


sería… —comenzó Aldrik.

—Tendrá su demostración. —Vhalla se centró en el Emperador, ignorando


a Aldrik y el hecho de que ella lo había interrumpido.

—Ah, ahí está el fuego que vi en el juicio. —El Emperador sonrió. Ella miró
a Aldrik, él apenas contuvo su frustración—. Hay oportunidades en tu futuro,
Vhalla Yarl. La obediencia es recompensada.

—Gracias, mi señor. —De repente, Vhalla se mostró ambivalente ante todo.


Se sintió maniobrada y usada, pero no estaba segura de por quién.

Aldrik había sido honesto con ella sobre sus reuniones. Entonces, ¿por qué
dolía tanto? Vhalla se retorció las manos en el regazo.
159
En el segundo en que la comida fue despejada, Vhalla estaba ansiosa por
escapar.

—Por favor perdónenme, señores, me siento bastante agotada.

—Ciertamente. Recuperarte rápido, Vhalla Yarl. —El Emperador y sus hijos


también se pusieron de pie—. Nos volveremos a reunir en unos días.

Vhalla asintió en silencio, hizo una pequeña reverencia y se volvió hacia la


puerta.

Ella lo sintió antes incluso de que Aldrik se moviera.

—Me aseguraré de que regrese a la posada —declaró el príncipe heredero.

—Aldrik, me gustaría que repasaras algunos planes para administrar las


adiciones de tropas. Llegarán en los próximos días y tienes tus asuntos con Elecia.
—La voz del Emperador era definitiva.

Vhalla se enfureció al escuchar el nombre de la otra mujer. Casi se había


olvidado del asunto de Aldrik.

—Solo será un momento —protestó el príncipe mayor.

—No es necesario, mi príncipe. El lugar no está lejos y no me importa estar


sola —respondió Vhalla.
Los ojos de Aldrik se entrecerraron levemente en confusión o agitación.

—Preferiría no dejar nada al azar —dijo con voz tensa—. Las Encrucijadas
pueden estar llenas de personajes desagradables.

—Mi hermano, siempre preocupado por el bienestar de sus súbditos. —El


príncipe Baldair se acercó a ella—. Afortunadamente, tienes dos hijos, padre. Me
encantaría asegurarme de que nuestra pequeña Caminante del Viento llegue a
casa sana y salva.

Vhalla miró al príncipe dorado confundida. Estaba bastante segura de que


acababa de decir que caminaría sola.

—Excelente sugerencia, Baldair. —El Emperador se acercó a la gran mesa e


indicó a Aldrik que lo siguiera—. Espero su demostración, señorita Yarl —dijo el
Emperador antes de volver su atención a los mapas y papeles en su mesa.

Aldrik la miró con desesperación, luego fulminó a su hermano con la


mirada, pero fue obedientemente al lado de su padre.

Vhalla sintió los ojos de Aldrik sobre ella cuando la mano del príncipe
Baldair cayó suavemente sobre su cadera y la condujo fuera de la habitación hacia 160
el sol de la mañana.

—Por favor, quita tu mano de mí —murmuró Vhalla al Príncipe


Rompecorazones.

Él le dedicó una gran sonrisa.

—Vamos, sé más amable —dijo él con encanto—. La gente te está mirando.


—Él sonrió a algunos soldados mientras comenzaba a llevarla de regreso a través
de la plaza.

—Exactamente —respondió ella. Gente mirando era precisamente lo que le


preocupaba.

—¿Oh? ¿No quieres que piensen que estás involucrada conmigo? —El
príncipe Baldair devolvió un saludo con la mano—. ¿Solo mi hermano?

Vhalla lo fulminó con la mirada.

—Déjalo estar —advirtió ella. Su paso se aceleró para cruzar la distancia


más rápido.

—No hasta que te des cuenta de que él está jugando contigo. —Toda broma,
toda alegría desapareció de su voz, y el rostro del príncipe Baldair se puso serio.

—No es asunto tuyo —argumentó Vhalla.


—Pensé que no. Pensé que tal vez él había cambiado. —El príncipe sostuvo
la puerta de la posada abierta para ella, y Vhalla casi voló escaleras arriba—. Pero
por lo que vi, lo que escuché, este día, ese no es el caso.

Vhalla se mordió la lengua y abrió la puerta, esperando que Larel la


estuviera esperando y la salvara. No fue así. El príncipe agarró la puerta que se
cerraba con una mano y Vhalla se giró bruscamente.

—Todavía me estoy recuperando, mi príncipe, y me gustaría descansar. Por


favor, disculpe. —Ella reunió lo último de su educado decoro.

—Estoy tratando de ayudar —dijo él.

Vhalla vio la preocupación marcada en su expresión de dolor.

—¿Oh? —Su paciencia se agotó—. ¿Como ayudaste la última vez que


tuvimos una pequeña charla?

—Todo lo que te dije entonces era verdad. —Algo en su tono hizo que
Vhalla se detuviera, ella se balanceó ligeramente—. Vhalla, por favor siéntate. Mi
hermano y mi padre me darán un infierno si algo malo te sucede durante mi
turno. 161
Vhalla se acomodó en la cama, se quitó las botas y se acostó. Ella rodó de
costado, de espaldas al príncipe. Todo le dolió en el momento en que comenzó a
relajarse, pero no hubo mucha oportunidad de hacerlo cuando el príncipe se dio
la vuelta para sentarse en el borde de la cama, frente a ella. Vhalla lo fulminó con
la mirada.

—Vhalla, por favor escucha. Quiero decirte algo —imploró el príncipe


Baldair.

Ella suspiró.

—Si te escucho, ¿te irás?

Él asintió y Vhalla esperó expectante.

—Mi hermano y yo tenemos tres años de diferencia, lo cual es una brecha


significativa cuando tienes cinco y ocho, o doce y quince años, pero a los quince
y dieciocho años y más, se vuelve cada vez menos significativo. —Se preguntó
por qué la estaba agotando con trivialidades sobre sus cumpleaños—. No mucho
después de mi ceremonia de mayoría de edad hubo un año en el que mi hermano
y yo decidimos participar en una competencia amistosa.

—¿Competencia amistosa? —Vhalla se preparó para lo que eso significaba


con estos hombres.
—Siempre he sido… encantador. —El príncipe Baldair le sonrió y ella ni
siquiera se abstuvo de poner los ojos en blanco. Al menos él se rio—. Mi hermano
creció como un niño extraño y triste. En un momento, pareció como si tocara un
nuevo punto bajo y cediera a la oscuridad y la distancia que lo rodeaba. Para ser
honesto, nunca vi esa oscuridad dejarlo.

Vhalla encontró interesante cómo las descripciones del príncipe Baldair y


Larel podían ser similares y diferentes.

—En algún momento tuvimos una pelea, y realmente no importa sobre qué,
él tenía dieciocho años y yo estaba en la exaltada edad de quince. Dije que él ni
siquiera podía hacer que una mujer lo mirara por cómo era. —Vhalla se quedó
inmóvil, comenzando a escuchar con atención—. Por alguna razón, mi hermano
aceptó el desafío.

—¿Desafío? —repitió ella suavemente.

—Durante un año, fue un desafío para quién podía hacer que la mayoría de
las mujeres aceptaran compartir su cama.

Los ojos de Vhalla se agrandaron. 162


—Eso es horrible.

—Ciertamente no es lo peor que ninguno de los dos ha hecho para pasar el


rato. Ni es lo peor que los jóvenes príncipes han hecho o harán jamás. —Vhalla
vio con horror la probable verdad de sus palabras—. Al principio, yo fui un
favorito de la noche a la mañana. Pero subestimé a mi hermano. Una a una, como
moscas en una red, comenzaron a ofrecerse a él. No entendía y me frustraba a
diario. Cómo mi desgarbado, torpe y deprimente caparazón de hermano logró
recuperar una sólida ventaja.

—Suficiente, lo entiendo. —Ella apretó la cara contra la almohada.

—No, no hemos llegado al punto todavía. —Tenía una expresión sombría y


Vhalla obedeció en silencio—. Pensé que era simplemente porque él era el
príncipe heredero. Pero ese no era el caso, ya que las damas parecían regresar
mucho después de su turno, siempre esperanzadas. Finalmente descubrí que en
realidad no los estaba llevando a la cama. Ellas estuvieron de acuerdo, lo que,
dada la redacción de nuestra apuesta, lo colocó a la cabeza. Pero en realidad
nunca tomó ninguna de ellas.

Vhalla frunció el ceño.


—¿Por qué no? —Por supuesto, se sintió feliz al escuchar que él no se había
acostado con una gran cantidad de mujeres, aunque atraerlas como ganado
parecía bastante malo.

—Finalmente le pregunté una vez cuando lo confronté sobre los términos


del desafío. Nunca olvidaré lo que me dijo. —El príncipe Baldair desvió la
mirada—. Me dijo que era la caza lo que le gustaba. Que ninguna de ellas era lo
suficientemente buena como para merecer su toque. Que no tenía que matar a la
presa para tener la satisfacción de ganar. Que era divertido; que era un deporte
verlas caer. Durante los siguientes seis meses, lo vi jugar hábilmente con todas
las mujeres elegibles que conocía. Él de alguna manera sabía lo que querían oír,
cómo querían que las guiaran, y él lo hacía con una completa máscara de
sinceridad. Les quitó cosas, pero no sus cuerpos. Su dignidad, su tiempo, sus
sueños…

—Por favor, lo entiendo —dijo Vhalla en una exhalación y estaba


demasiado cansada para ser tan fuerte como quería ser.

El príncipe Baldair suspiró y extendió la mano, colocando una gran palma


en la parte superior de su cabeza. Vhalla se tensó ante el momentáneo toque. 163
—Pensé que tal vez él había cambiado. —La voz del príncipe era suave—.
Pero luego escuché una conversación a escondidas entre él y papá. Aldrik juró
que sería él quien te obligaría a obtener la victoria. Que le obedecerías sin pensar
por encima de todo y que él te tenía bajo su mando sin dudarlo. Que la tormenta
de arena fue un ejemplo de esto, y me di cuenta de que nunca renunciaría al
control que tiene sobre las personas.

—Príncipe Baldair, estoy muy cansada —susurró ella. Las notas en la mesa
del Emperador regresaron a ella, la mención de informes que se le dieron. ¿Había
sido una marioneta para Aldrik y su padre todo el tiempo? ¿Le había pagado al
mejor actor del mundo con sus emociones?

—Estoy de acuerdo con ellos; Aldrik y mi padre. Eres inteligente, Vhalla.


Por favor, ¿puedes verlo por lo que es? —El príncipe Baldair la registró.

Vhalla cerró los ojos, no queriendo nada más que encogerse.

—Aprecio tu preocupación, mi príncipe. —Fue todo lo que pudo decir al


final.

Él suspiró profundamente.

—Descansa, Vhalla. —El príncipe Baldair se puso de pie.

Ella confiaba solo en los sonidos de su partida.


Vhalla se estremeció, a pesar de que la habitación estaba cálida. Por
supuesto, el día en que se dio cuenta de que estaba perdidamente enamorada de
un hombre era también el día en que se le darían pruebas adicionales de que él
era un idiota bastante retorcido. Al menos, si se consideraba la palabra del
príncipe Baldair como prueba. Vhalla se rio y tosió por el estado de sus pulmones.

¿Aldrik no le había advertido de todo esto? ¿No le había dicho en múltiples


ocasiones que él no era un buen hombre? Vhalla suspiró de nuevo y se preguntó
si era justo por su parte reprocharlo en su contra. Todas sus reuniones habían
sido una excusa para poner a prueba sus habilidades. Era una tonta por pensar
que ellos, ella, significaban otra cosa. Vhalla respiró delicadamente y luchó contra
las lágrimas hasta que el cansancio se apoderó de ella.

164
—Vhaaaaaaal… —canturreó Fritz suavemente—. Vhaaaaaaallaaaaaaaaa.

Un dedo se hundió en su mejilla. Ella gimió, rodando lejos de la fuente.

—Déjala dormir —regañó Larel.

—Pero ha dormido todo el día, y es nuestra primera noche real en las


Encrucijadas —se quejó Fritz.

—Ustedes dos son tan ruidosos —maldijo Vhalla en voz baja.

—Uno de nosotros lo es —corrigió Larel con una nota ofendida.

—Vhal, ¿no quieres despertar? —Fritz se metió en la cama con ella.

—No. —No le apetecía en lo más mínimo. Después de esa mañana con 165
Aldrik y el príncipe Baldair, y las proclamas y demandas del Emperador, tenía la
intención de pasar el resto de su vida en la cama.

—¿Qué sucede, Vhal? El mundo te está celebrando ahora mismo, tienes que
celebrar con ellos. —Fritz la agarró con ambos brazos y la sentó.

Larel aprovechó la oportunidad de Vhalla estando erguida para hacer que


dos elixires bajen por la garganta de Vhalla.

—Así que vamos a salir. —Fritz se arrastró alrededor de la cama, situándose


frente a ella.

—¿Salir?

—Tus amigos de la Guardia Dorada le dieron la idea. —Larel se sentó en el


borde de la cama. No era un espacio grande, y los tres terminaron apiñados uno
alrededor del otro—. Van a salir a celebrar su primera noche en las Encrucijadas.
Aparentemente habrá alguna celebración en honor a la Caminante del Viento.

—¿En mi honor? —Vhalla parpadeó.

—Sí, en el tuyo. —Larel sonrió—. Salvaste cientos de vidas; entiéndelo.

Vhalla asintió en silencio.

—Queremos que vengas. —Fritz la tomó de las manos.


—¿Queremos? —Vhalla miró a Larel. No podía imaginarse a Larel
festejando en las calles.

—No tengo nada más que hacer. —La mujer se rio ligeramente—. Y la
Caminante del Viento a la que están honrando resulta ser mi protegida. Sería una
pena si al menos no tomo un trago en su honor.

—¿Vendrás con nosotros? —preguntó Fritz nuevamente.

—Yo… —Vhalla suspiró, mirando el sol poniente a través de sus


cortinas. Pensó en Aldrik y el Emperador una vez más, conspirando en ese
palacio opulento de edificio. Una pequeña chispa de ira estalló en ella y Vhalla
apretó los dedos de Fritz—. Me encantaría.

—¿Estás segura de que te sientes lo suficientemente bien? —Larel sintió que


algo andaba mal, pero la otra mujer pareció estar confundiendo las emociones
salvajes de Vhalla por el príncipe con alguna clase de dolor físico provocado por
sus heridas.

—Me he sentido peor. —Vhalla le dio una sonrisa valiente—. Quién sabe,
tal vez la compañía podría hacerme bien. 166
Habría sido más convincente si no hubiese entrado en un ataque de tos.
Pero Fritz era su campeón de la noche, uniendo los brazos con ella y ayudando a
Vhalla a entrar al pasillo y bajar las escaleras. Larel debe haber estado de acuerdo
con su evaluación porque no se opuso.

Una vez que su cuerpo se estaba moviendo, Vhalla descubrió que se sentía
mejor, demostrando que sus heridas físicas eran superficiales. Probablemente se
habían abstenido de forzar a bajar cualquier poción por su garganta cuando
estaba inconsciente; pero ahora que los brebajes de los clérigos estaban
funcionando, su cuerpo se estaba recuperando rápidamente. Esta vez nadie la
esperaba fuera de la posada, y por eso estaba agradecida. Vhalla no quería más
atención.

Las Encrucijadas era un lugar diferente a cualquier otro que Vhalla hubiera
visto. La capital era un lugar abarrotado, pero no así. Parecía que todas las
personas de todas las formas, tonos y tamaños se apiñaban en las calles, y las
calles estaban repletas de mercados tentadores que no parecían saber lo que
significaba cerrar. Los tres bajaron por una pequeña calle lateral, siguiendo las
instrucciones que Craig y Daniel le habían dado a Fritz.

El bar era ruidoso, y los sonidos de hombres y mujeres cantando, riendo y


hablando ahogaron todos los pensamientos y dudas de Vhalla. Estaba en una
tierra extranjera como una heroína célebre. Y si había que creerle a Fritz y Larel,
ella era la fuente de la alegría de toda esa gente. Incluso si eso era solo una verdad
a medias, Vhalla había prometido vivir a pesar del Senado, y ahora juró ser feliz
a pesar de cualquier juego que estuviera jugando la familia Imperial.

—¡Vinieron! —Craig les hizo señas para que se acercaran.

Daniel estuvo fuera de su silla al momento en que los vio. Llegó a Vhalla en
un paso.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor —respondió ella con sinceridad.

—No esperaba verte fuera. —Él de alguna manera se interpuso entre Fritz
y ella.

—Bueno, Larel y Fritz dijeron que esta es mi fiesta —dijo ella con una altivez
sarcástica.

—¡Ciertamente lo es! —Craig se rio a carcajadas. Bebió el contenido de su


jarra de metal rápidamente y la estampó contra la mesa varias veces para llamar
la atención del bar. El hombre del Sur saltó a su silla, balanceándose 167
alarmantemente por un momento. Raylynn se puso de pie, lista para atraparlo si
caía—. ¡Buena gente, compañeros soldados! ¡Es un honor para nosotros beber
esta noche con la mismísima Caminante del Viento!

Las mejillas de Vhalla ardieron de color escarlata cuando la habitación se


recuperó de su silencio aturdido y estalló en vítores.

—Pero, lamento decirlo, ¡ella aún no ha bebido! —Craig se rio.

Como por arte de magia, había tres vasos de diferentes formas y tamaños
ante ella.

—Prueba este. —Daniel colocó un cuarto vaso frente a ella; era solo de la
altura de su puño y estaba lleno de un líquido rojo almibarado.

—¿Qué es? —preguntó ella.

—Dragón Carmesí. —Se dio unos golpecitos en la nariz—. El Oeste es


conocido por ellos.

Vhalla reconoció el nombre y tomó un tímido sorbo. Sintió un frío helado y


le quemó la parte posterior de la garganta. Parpadeó para eliminar las lágrimas
y contuvo la tos.

—¿No eres bebedora? —Craig se rio.


—¡Nop! —Vhalla tomó otro sorbo por si acaso.

El Dragón Carmesí se había ido y el alcohol de otros dos vasos desapareció


después igual de rápido. Daniel y ella se habían visto envueltos en una discusión
intensa sobre el peso de un cerdo premiado en uno de los festivales infames de
Paca. Vhalla se inclinó en la mesa para apoyarse mientras se volvía hacia él.

—No, cien —insistió—. Lo juro, lo juro, ese cerdo pesaba unas cien piedras.

—Vhalla, leouliana loca. —Daniel se rio y tomó otro trago largo de su


jarra. Observó el bulto en su cuello moverse a medida que tragaba—. Ningún
cerdo pesa cerca de cien piedras. —La señaló con un dedo.

—No me señales. —Ella agarró su dedo índice, un ataque de risitas


sobrepasándola—. Es tan grosero.

—Mujer, suéltame. —Daniel intentó poner una expresión seria, y Vhalla se


rio de la forma en que frunció los labios. De alguna manera ahora todo era muy
divertido.

—Bien. Bien. Pero estás equivocado, y lo sabes. —Ella se reclinó en su silla.


168
—Vhalla, Daniel, nos vamos. —Craig la sacudió por el hombro.

Vhalla parpadeó, preguntándose cuándo se había levantado el resto de la


mesa. Acababa de empezar a hablar con Daniel.

—¿A dónde? —Su amigo del Este estaba tan confundida como ella.

—¡A bailar! —giró Fritz.

Vhalla estalló en una carcajada incontrolable, casi derramando su bebida


número… algo, por todas partes.

—¿Quieres ir? —preguntó Larel riendo. La mujer estaba cuidando a Vhalla


incluso cuando tenía las mejillas ruborizadas. Era la hermana mayor que Vhalla
nunca tuvo.

—¡Por supuesto! —chilló Vhalla alegremente.

Intentó ponerse de pie de un salto y casi se cae. Un brazo musculoso se


envolvió alrededor de su hombro rápidamente. Vhalla captó sorprendida la
mirada de Daniel. Era mucho más robusto de lo que parecía.

—Esta es una mala idea —comentó él riendo.

—A-aprenderás esto cuanto más tiempo estés conmigo: soy la reina de las
malas ideas. —Vhalla apenas reprimió sus comentarios sobre el príncipe Aldrik.
Daniel la llevó a la noche detrás de Fritz, Larel, Craig, Raylynn y otros que
Vhalla ni siquiera podía nombrar.

El salón de baile en el que terminaron estaba caluroso y brumoso. A pesar


de que todas las puertas grandes de la planta baja estaban abiertas a la fresca
brisa nocturna, el vapor del sudor flotaba en el lugar. Era un espacio de madera
grande, abierto, con un escenario en una pared, una barra en la otra y bancos en
el borde; un lugar para descansar los pies agotados.

Vhalla se derrumbó con un ataque de risa en uno de esos dichos bancos. La


masa de gente continuó moviéndose al ritmo de la música. En algún lugar
de allí, Fritz estaba haciendo el ridículo con su tercer o cuarto chico, y Larel, Craig
y Raylynn no estaban por ninguna parte. La danza del Oeste tenía tambores
fuertes, cuernos de metal y favorecía un ritmo enérgico. Por ende, los pasos eran
más rápidos en comparación con el estilo del Sur, la gente se retorcía y giraba,
pateaba y rondaba entre sí.

Daniel se sentó pesadamente junto a ella, su muslo tocó el de ella, y se secó


el sudor de la frente. Él le pasó una jarra. Vhalla tomó un trago largo y lo miró.

—¿Agua? —Ella frunció el ceño. 169


—Para tu cabeza, mañana. Empieza ahora —dijo él jadeando.

—No quiero agua. —Le sacó la lengua y él se rio.

—Bien, pero no me llores en la mañana. —Le entregó su cerveza, y ella tomó


un sorbo antes de devolvérsela.

—Hace calor. —Vhalla se balanceó de ida y vuelta.

—¿Quieres tomar un poco de aire? —preguntó él.

Ella asintió.

En lugar de sacarla por la puerta principal, subió una escalera lateral. Vhalla
resbaló en uno de los escalones, y él la atrapó a medida que ambos estallaban en
carcajadas. Ella se apoyó contra la pared, intentando controlar sus risitas.

—Vhalla, eres demasiado inteligente para ser tan estúpida cuando estás
ebria —jadeó Daniel entre risas. Algo en la sensación vertiginosa era contagioso,
y Vhalla se deslizó por la pared. Él la atrapó del brazo, atrayéndola hacia su
lado—. Ven, apenas hemos dado diez pasos.

Daniel la ayudó a subir, y las escaleras los llevaron al techo. No fueron los
únicos con esta idea, ya que había otros agrupados disfrutando del aire nocturno.
Vhalla se dirigió a un rincón vacío del techo y jadeó débilmente.
—Es hermoso —susurró con un asombro brumoso. Las Encrucijadas
estaban iluminadas en el horizonte. Las ventanas rectangulares de los edificios
cuadrados de techo plano brillaban sobre el desierto negro. En algunas ventanas,
cortinas brillantes de rojos y granates teñían la luz; en otros, vidrieras
proyectaban colores en las carreteras y edificios cercanos.

—Es tu primera vez, ¿verdad? —Daniel se sentó en la repisa pequeña que


bordeaba el techo. Vhalla también se sentó, balanceando las piernas por un
lado—. Vhalla, cuidado. —La agarró por la parte superior del brazo.

—Tontito. —Ella se rio, balanceándose y colocando su mano sobre la arcilla


pedregosa para inclinarse cerca de él—. No puedo lastimarme al caer, bueno, no
puedo morir. —Él inclinó la cabeza con curiosidad—. El fuego no puede dañar a
los Portadores de Fuego, el agua no puede dañar a los Manipuladores de Agua,
la tierra no puede dañar a los Destructores de Tierra, ¿supongo? —Vhalla se
encontró riendo una vez más, no tenía idea—. Pero el viento no puede matarme;
me he caído de lugares más altos y he sobrevivido. —Comenzó a divagar,
alejándose de él.

»De hecho, así es como tuve mi Despertar. Un Despertar es cuando a un 170


hechicero usa sus poderes por primera vez en su totalidad. Antes de eso,
simplemente se manifiestan de alguna manera aquí o allá sin control. Esta es la
segunda vez que un hombre me lleva a un tejado. Pero, la última vez Aldrik
decidió empujarme. —Hizo un movimiento de empuje con las manos y se echó a
reír—. Por la Madre, estaba enojada con él. También estaba hecha un desastre.
Aunque después me dio una disculpa bastante buena. Aldrik es
maravillosamente complejo, tuvo una razón en su mayor parte, incluso si aún es
bastante terrible saber la razón. Ojalá más personas pudieran haber visto su
rostro cuando se disculpó, ¡parecía un niño pequeño! —Vhalla soltó una
carcajada. ¿No había estado enfadada con él unas horas antes? Lentamente, sus
risitas se desvanecieron cuando vio el rostro de Daniel—. ¿Qué?

—Vhalla… —murmuró él, llevándose su pesada jarra a los labios—…has


bebido demasiado. —Él sonrió con cansancio y se acercó. Daniel puso la palma
de la mano en su cabeza y acarició su cabello una vez—. No tomes más de eso,
antes de que digas algo de lo que en serio te arrepentirás por la mañana.

Descubrió que de alguna manera aún sostenía la jarra de agua, y bebió


profundamente. Vhalla se encontró balanceándose levemente con la brisa, o tal
vez era la sensación de la cerveza en su cabeza. Se inclinó hacia un lado y su sien
encontró el hombro de él. Se sentaron en silencio, él miraba hacia el techo, y ella
miraba hacia la ciudad.
—Él tiene suerte —susurró Daniel.

—No me quiere —dijo ella por primera vez en voz alta. El silencio de Daniel
fue una invitación para que continuara—. Creo que soy una carga, una
herramienta, o una diversión. Nada más.

—No lo creo —murmuró Daniel—. Lo he visto a tu alrededor, todos lo


hemos visto.

Vhalla se preguntó si imaginó al hombre inclinarse hacia ella una fracción.

Ella respiró profundo y alcanzó su jarra, olvidándose del agua por un


momento. Daniel lo permitió.

—Me quiere para su padre, para su guerra, eso es todo.

—Entonces es más idiota y tonto de lo que la gente cree. —Los dedos de


Daniel rozaron los suyos a medida que ella le devolvía la jarra.

—¿Tú tienes a alguien? —Vhalla ya estaba segura de que sabía que la


respuesta no sería afirmativa. Si era honesta, ya había comenzado a ver la forma
en que su compañero del Este la miraba cuando pensaba que no estaba prestando 171
atención.

—La tenía. —Tomó un trago largo—. Regresé de mi última gira y descubrí


que ella había decidido que “cuando la guerra termine” era demasiado tiempo
para esperar.

—Lo siento. —Vhalla suspiró, aceptando su jarra de vuelta.

—Lo estoy superando. —Él se encogió de hombros. No fue convincente en


lo más mínimo.

—¿Sabes qué te ayudará? —Ella balanceó las piernas de nuevo y se paró


con un tropezón y una risa—. Más alcohol, más baile. —Le tendió sus manos y él
se rio entre dientes, resignándose a su petición.

Ambos tenían algo de lo que huir, se dio cuenta Vhalla, o más bien alguien.
Él huía del velo de esta otra mujer, y ella huía de las posibilidades dolorosas que
la rodeaban a Aldrik y a ella. Vhalla tomó las escaleras con determinación, su
mano envuelta en la de ella mientras lo conducía de regreso abajo. Esta
noche huirían juntos.

La primera parada fue el bar. Solo porque comprendía que estaba huyendo
no hacía que su juicio fuera más sólido. Su mano estaba en el aire y pidiendo dos
vasos de chupitos de un líquido que quemó hasta que lo tragó por completo.
Daniel tosió.

—¿Cómo puedes beber esto? —Golpeó el vaso contra la barra.

—Tú también lo estás bebiendo. —Ella tosió. Vhalla sintió que el alcohol
golpeó su sistema y se tambaleó, riendo de nuevo—. Vamos.

Daniel le pagó al camarero y estuvieron otra vez en la pista de baile. Él la


tomó de las manos y la hizo girar tres veces. Las entrañas de Vhalla burbujearon,
y terminó riendo una vez más. Sus caderas se balancearon y sus manos
aplaudieron al ritmo de la música a medida que sacudían y giraban sus
caderas. Ella avanzó a la izquierda de él y él a la derecha de ella, antes de cambiar
de dirección.

Volvieron a estar juntos y una mano de ella terminó envuelta en la de él, la


otra en su hombro y las de él en ella. Vhalla se encontró sonriendo de oreja a
oreja. Ambos eran bailarines horribles. Pero estaba completamente embriagada
con el alcohol, con la multitud, con el calor, con las sonrisas dulces de Daniel, con
su admiración gentil, y con sus manos.

Finalmente sintió como si sus pies estuvieran a punto de ceder, y sus 172
articulaciones gritaban en protesta por un movimiento adicional. Vhalla perdió
el paso descansando sus manos sobre los hombros de él, apoyándose en
Daniel. Sintió las palmas de él caer sobre sus caderas.

—Estoy tan cansada —gritó ella a su oído por encima de la música y el ruido
de la gente.

—Gracias a la Madre, yo también. —Se rio y la sacó de la pista de baile.


Caminaron hacia la entrada principal y se quedaron junto a la puerta.

—¿Dónde están los demás? —La banda nunca dejó de tocar, de modo que
el piso nunca dejó de moverse. Ambos intentaron localizar solo a una de las
personas con las que vinieron.

—¿Quién sabe? Conocen el camino de regreso. —Daniel bostezó, se giró y


se tambaleó a la calle. Fue su turno de casi colapsar, y Vhalla corrió a su lado,
rodeando su cintura con los brazos. Él la agarró para apoyarse y casi se caen
juntos.

—Es-estás borracho. —Ella le dio un puñetazo en el estómago.

—Ungh —gruñó—. No hagas eso o vomitaré en tus zapatos.

—No lo hag-hrías. —Vhalla se rio y arrastró las palabras, colocando su


brazo alrededor de la cintura de él y los de él alrededor de sus hombros.
—¿Ahora quién está borracho? —Apoyó su pulgar a un lado de su boca y
el índice en el otro, apretándole los labios para hacer un movimiento hablante.

Vhalla se rio y apartó su mano de un manotazo.

—No te burles de mí. —Hizo un puchero.

—Ahora esa es una expresión que podría romper al más fuerte de los
hombres. —Él sonrió. Vhalla notó que un lado de su boca se elevaba más que el
otro. No tenía la misma curva que la de Aldrik, pero había algo similar y
encantador en el gesto.

Tropezaron por las calles burlándose entre sí y aferrándose a las paredes y


barandillas por apoyo. En general, fue un milagro que no terminaran
horriblemente perdidos. Pasaron por una fuente pública en el camino, y Daniel
insistió en que bebiera abundantemente.

—No puedo beber más. —Ella se tumbó en el suelo polvoriento, con la cara
húmeda.

—Levántate del suelo —le dijo él riendo.


173
—No, aquí está bien. —Ella sonrió abiertamente, cosa que terminó
interrumpida con un bostezo. La confusión en su cabeza estaba comenzando a
convertirse en agotamiento.

Él le tendió una mano.

—No estamos lejos, Vhalla. La cama es mejor que el suelo. Además, creo
que tengo bastante miedo de responder a algunas personas que se enojarían si te
dejo dormir aquí.

Ella volvió a ponerse de pie, y entraron a trompicones en la posada poco


después. El vestíbulo principal estaba en silencio, y él la ayudó a subir. Vhalla se
disolvió en un ataque de risitas, colapsando contra la pared.

—Eres tan ruidosa —la regañó él entre risas incontrolables.

—¡No, tú lo eres! —Ella se tapó la boca con una mano, sus costados
doliéndole por moretones y diversión.

Daniel le sonrió con encanto. Su cabello colgaba alrededor de su rostro.


Tenía un aspecto sencillo, normal para alguien del Este. Pero para Vhalla él era
atractivo con nostalgia, y su voz, gastada por tantos años de gritar a través de
campos de batalla y campos de entrenamiento, comenzaba a sonar suave.

—Vamos, ve a la cama.
—Gracias, Daniel —susurró Vhalla, deteniéndose frente a su puerta.

—¿Por qué? —preguntó él.

Incluso ebria, no era ingenua. Este sería el momento en que la mayoría de


los hombres pedirían entrar en su habitación. Vhalla se apoyó contra la puerta
con una sonrisa sincera. El fulgor de la embriaguez se desvanecería con el
amanecer. Pero la dulzura de su presencia ya prometía perdurar.

—No me había divertido tanto en mucho tiempo.

—Yo tampoco. —Daniel dio unos pasos más hacia atrás—. Si necesitas algo,
estoy arriba, la primera puerta a la derecha en el rellano.

—Gracias. —Bostezó.

—Está bien, a dormir, hermosa Caminante del Viento. —Le dio una sonrisa
perezosa y Vhalla la devolvió antes de deslizarse hacia la habitación oscura.

Ni siquiera encontró fuerzas para cambiarse. Vhalla se dirigió directamente


a la cama, colapsando sobre otro cuerpo comatoso. Casi saltó fuera de su piel.

—Bienvenida, Vhalla —murmuró Larel, aturdida. 174


—¿Qué estás haciendo aquí? —Vhalla se relajó, acomodándose debajo de
las mantas.

—Quería asegurarme que regresaras. —La mujer bostezó—. ¿Cómo estuvo


el resto de tu noche?

—Divertida. —Vhalla se acurrucó junto al calor familiar de Larel.

—¿Fritz? —Larel cerró los ojos.

—No lo sé —respondió Vhalla honestamente, y se preguntó si debería


sentirse culpable.

—Probablemente aún está intentando ligar con algunos chicos. —Larel se


rio con cansancio. Sus palabras se arrastraron un poco; Vhalla no había sido la
única que bebió—. ¿Daniel?

—Sí, me acompañó de regreso. —Vhalla se frotó la cara contra la almohada.

—No hizo nada indecente, ¿verdad? —Larel entreabrió sus ojos para
estudiar a Vhalla.

Vhalla se rio.
—No; en realidad, él es maravilloso —admitió con picardía—. Debería estar
con alguien como él… —Cuando Vhalla pensaba en ello, comprendía que sería
una opción sensata para ella. Solo un poco más arriba de su posición, del Este
como ella, considerado, amable, apuesto. Se sentía extraña solo de pensar en la
lista creciente de razones por las que Daniel era una buena pareja.

—¿Aldrik? —Solo con el nombre, la racionalización de Vhalla sobre Daniel


y ella se detuvo.

—Lo amo. —Ella suspiró. Lo amaba tanto que le dolía el corazón al


pensarlo. Una noche y demasiado alcohol no podían cambiar lo que había estado
creciendo y construyéndose durante meses, incluso si pudiera ser para mejor.
Vhalla aferró la manta—. ¿Tú qué sentiste por Aldrik?

—¿Qué sentí? —Larel se acomodó sobre su espalda—. Sentí que él era una
de las únicas personas que en realidad tenía en el mundo, que en realidad se
preocupaba por mí. Supongo que por eso lo llamé amor.

—¿Cómo confundes el amor? —preguntó Vhalla. ¿Quizás también estaba


equivocada?
175
—Hay muchas clases de amor —respondió Larel.

—¿Las hay?

—¿Amas a Aldrik como amas a tu padre? —Había una sonrisa en la voz de


Larel.

—¡La familia es diferente! —Vhalla empujó el hombro de la otra mujer.

—Yo te amo —dijo Larel en voz baja, paralizando a Vhalla. La mujer se


acercó y le dio un beso suave en la frente a Vhalla—. No te amo como
amante. Pero aun así, te amo total y enteramente. —Vhalla de repente sintió
ganas de llorar—. Y amo a Aldrik, pero como mi amigo; no lo quise ni lo quiero
entre las sábanas. Cuando lo besé, fue extraño, incómodo; no hubo nada más que
un beso.

—Ya veo —dijo Vhalla apenas por encima de otro bostezo. Se preguntó qué
sentiría si besara a Aldrik.

—Vamos a dormir, Vhalla. Ya es tarde. —Larel se acercó más, antes de


instalarse.

Vhalla cerró los ojos. Se imaginó la respiración lenta y constante de Larel


como la de Aldrik. Imaginó que era su calidez irradiando cerca de ella. Vhalla
suspiró suavemente. Sintió un dolor que hizo que sus piernas se movieran bajo
las mantas. Si era el alcohol o el cansancio lo que la llevó a admitirlo, pero sabía
sin duda que quería al príncipe heredero como lo haría una mujer, como lo haría
un amante.

176
Al otro lado de la habitación oscura, una rendija de luz se filtraba entre las
cortinas, haciendo que Vhalla parpadeara adormilada y su cabeza palpitara.

—Me siento enferma —gimió suavemente.

—Bebiste demasiado —murmuró Larel.

—Ustedes dos, silencio —ordenó un susurro agonizante.

Ambas mujeres se sentaron al oír la voz masculina.

Vhalla miró por encima del borde de la cama y vio a un desaliñado Fritz
desplomado en el suelo.

—¿Cuándo llegaste aquí? —Hizo una pausa—. ¿Por qué estás aquí?
177
—Larel no estaba en nuestra habitación, y estaba preocupado. Luego me
dio sueño —gimió Fritz, alejándose de la luz—. No más charla.

Justo cuando Vhalla iba a ceder ante la idea de dormir todo el día, alguien
llamó a la puerta.

—Maldigo a esa persona por la ardiente justicia de la Madre —espetó Fritz


con rencor.

—¿Vhalla? —Era Daniel.

Vhalla se puso de pie y tiró de su ropa arrugada apestando a alcohol. Larel


y Fritz ya se habían derrumbado nuevamente cuando abrió la puerta. Daniel
parecía estar en un mejor estado, pero no por un gran margen. Tenía el cabello
mojado, y Vhalla supuso que un baño probablemente también la ayudaría.

Se rio entre dientes cuando la vio.

—¿Sigues durmiendo? —dijo lo que era bastante obvio.

—No, practicando un ritual antiguo de la Torre —replicó ella con una


sonrisa cansada, apoyándose contra la puerta. Vhalla examinó la bandeja que
tenía en las manos—. ¿Vienes con regalos?

—Un poco de algo. ¿Puedo? —Daniel levantó su ofrenda de comida, agua


y algunos frascos.
Ella asintió y se hizo a un lado para que su compañero entrara a la
habitación oscura. Larel y Fritz lo miraron con los ojos enrojecidos y
entrecerrados, pero no hicieron preguntas.

—Me imaginé que ustedes dos estarían aquí. —Sacudió la cabeza con
diversión—. Traje agua para cada uno de ustedes y una poción que les ayudará
con la cabeza. Me las arreglé para encontrar algunas antes de que se acabaran.

—Y man'nik. —Larel se puso de pie, dirigiéndose a la bandeja. Agarró un


bollo humeante, mordiéndolo vorazmente.

—Eso. —Daniel ni siquiera intentó pronunciar el nombre de la comida del


Oeste. Echó un vistazo al rostro confundido de Vhalla—. Está lleno de carne.

—Come uno, Vhalla. —Larel le puso uno en las manos, agarrando el agua.

—Gracias, Daniel —dijo Vhalla con sinceridad, bebiendo la poción y


pasando el sabor con agua.

—Fue mi sugerencia salir anoche. —Él sonrió a medida que Fritz arrastraba
los pies—. Y me di cuenta de que ninguno de ustedes estaba acostumbrado a ese
tipo de aventuras. 178
—¿Y tú sí? —Fritz tomó su parte de los regalos de Daniel.

—No en realidad. —Daniel se rio entre dientes—. Esta noche saldremos


para una velada más tranquila, si quieren unirse.

—Sin alcohol —murmuró Larel.

—Sin alcohol —confirmó él—. Regresaré al anochecer. Nos reuniremos en


el vestíbulo de la planta baja. —Daniel se encaminó hacia la puerta.

—¿A dónde vas a esta hora? —preguntó Vhalla.

Daniel se detuvo un momento, su mirada interrogante.

—Pensé en ir hoy al mercado.

—¿Puedo ir contigo? —No estaba segura qué la poseyó en ese momento.

—No me molesta si vienes. —Daniel le dio una radiante sonrisa amplia, y


Vhalla se encontró incapaz de evitar sonreírle en respuesta.

—Tengo que cambiarme… —Vhalla pellizcó su ropa arrugada, oliéndose


un poco a sí misma. Se sentía tan asquerosa como olía por bailar anoche—. Y
bañarme.

—Esperaré abajo —dijo él, abriendo la puerta—. Tómate tu tiempo.


—Daniel, ¿eh? —Fritz emitió un murmullo evaluativo.

—¿Qué? —preguntó Vhalla, a la defensiva.

—Nada, es una pena que él no parezca interesado en chicos. La marcha es


larga. —Fritz se rio.

—Oh, cállate. —Larel sacudió la cabeza hacia Fritz—. Ya tienes a alguien.

—¿En serio? —Vhalla parpadeó. Su amigo había parecido decidido a


encontrar hombres durante toda la noche.

—No en realidad… —Fritz se veía más incómodo de lo que Vhalla lo había


visto nunca.

—Grahm, es Grahm. —Larel puso los ojos en blanco.

—¿Grahm? —Vhalla recordó al hombre del Este del que Fritz rara vez se
separaba en la Torre. Cómo se sentaban, sus muslos tocándose, sus hombros
rozándose—. ¿Grahm y tú?

—No es nada oficial, no lo sé… —El rojo en las mejillas de Fritz le dijo a
Vhalla todo lo que necesitaba saber. Cualquier cosa que fuera “no oficial” en ellos 179
no sería así por mucho tiempo cuando Fritz regresara.

—Si vas al mercado, necesitarás estas. —Larel dejó tres monedas de oro
sobre la cómoda.

—¿De dónde salieron? —Vhalla nunca había visto tanto dinero a la vez en
su vida.

—De tu paga —dijo Fritz con un bostezo, dirigiéndose a la puerta.

—¿Mi paga? ¿Por qué? —Vhalla estaba confundida.

—A los soldados se les paga. —Larel sonrió.

—Pero no soy una soldado. —Vhalla jugueteó con sus dedos—. Soy
propiedad de la corona.

—Creo que salvar al ejército merece tres monedas de oro. —Larel le dio
unas palmaditas en su hombro y acompañó a Vhalla al baño.

Era un baño compartido para el piso, pero afortunadamente estaba


vacío. La bañera tenía el tamaño para uno y Vhalla se tomó su tiempo. Alguien,
sospechaba que Larel, la había bañado cuando estaba inconsciente, pero no se
comparaba con lo limpia que se sentía cuando podía ser minuciosa.
Cuando Vhalla regresó a la habitación, Larel seguía esperando
persistentemente para revisar sus heridas. Vhalla dudaba que pudiera bailar toda
la noche si sus heridas aún fueran graves, pero de todos modos complació a
Larel. La vio vestirse y luego usó magia de una manera que Vhalla nunca había
presenciado.

Pasó sus palmas por el cabello de Vhalla y el calor instantáneamente


convirtió el agua en vapor. Larel explicó cómo se necesitaron muchos intentos
para lograr el equilibrio adecuado de tensión y calor, pero fue un truco útil
cuando finalmente lo dominó. Mientras Vhalla miraba su cabello en el espejo, de
repente liso y sedoso, estuvo fácilmente de acuerdo.

Daniel estaba sentado, un carboncillo moviéndose sin pausa sobre las


páginas de un libro de cuero de aspecto gastado, cuando ella llegó abajo. Tenía
una bolsa de lona colgada del pecho, una bolsa en la que el libro desapareció
rápidamente al verla. Vhalla se ajustó su mochila en sus hombros, vacía salvo por
una moneda de oro.

—Siento hacerte esperar —dijo ella en tono de disculpa.

—No hay problema. —Daniel se puso de pie y sacudió su cabeza—. ¿Lista? 180
Ella asintió.

Los callejones de las Encrucijadas eran completamente diferentes a la luz


del día. La mayoría de las tiendas que habían estado cerradas al anochecer ahora
estaban abiertas y vivas. Se veían puestos por todas partes con todo tipo de joyas,
comida, artilugios y baratijas. Vhalla se encontró deteniéndose junto a cada uno
para inspeccionar algo que nunca había visto.

—Jamás llegaremos al mercado de esta manera. —Daniel se rio entre


dientes.

—¡Lo siento! —dijo ella, saltando para alcanzarlo—. Todo es tan,


tan diferente.

Vhalla se propuso seguir el paso de Daniel y no quedarse atrás. Con el


tiempo, su paseo con pausas los llevó a un camino ancho; el Camino Este-Oeste.
Vhalla se quedó sin aliento ante la colmena de gente que se agitaba en el mercado
más grande del mundo. Todo estaba repleto, todo era colorido, todo estaba vivo
y todo parecía tener un precio.

La gente se apretujaba entre sí y se empujaban a propósito para llegar a


donde sea que se dirigieran a continuación. Algunos llevaban cestas grandes en
las cabezas, otros sostenían platos, y algunos tenían jaulas con bestias salvajes
que Vhalla nunca había visto. Un hombre se interpuso entre ellos y Vhalla miró
hacia atrás en busca de Daniel, pero la multitud lo había envuelto.

Examinó su izquierda y derecha, intentando encontrar a dónde pudo haber


ido. Vhalla avanzó en su dirección general.

—¿Daniel? —Algunos transeúntes la miraron con extrañeza, pero siguieron


adelante—. ¡Daniel! —llamó un poco más fuerte.

—¡Vhalla! —Una mano se disparó desde el borde de la multitud—. Por


aquí. —Vhalla tuvo que saltar para ver dónde estaba, y se abrió paso entre la
masa para llegar a él. Daniel rio entre dientes—. Lamento eso.

—No es tu culpa. —Ella sacudió su cabeza.

—Echemos un vistazo aquí. —Retiró una cortina pesada de una tienda con
poca luz.

Los ojos de Vhalla se adaptaron lentamente a la iluminación. Una neblina


densa flotaba en el aire que contenía el olor a especias y madera. Cajas de vidrio
se alineaban en las paredes y algunas estaban libremente en medio del lugar.
Vhalla pasó la mano por encima de ellas, mirando los tesoros dentro. 181
—Irashi, bienvenidos. —Una mujer vestida con una túnica que dejaba al
descubierto su escote generoso (demasiado revelador, en opinión de Vhalla) se
acercó a ellos. Tenía largo cabello negro y liso. La mitad fluyendo sobre sus
hombros y espalda. La otra mitad estaba trenzada como una telaraña en la parte
superior—. Bienvenidos a la mejor tienda de curiosidades de todo el país. —Se
apoyó en una de las cajas, la piel bronceada de su pierna deslizándose por una
hendidura en su túnica de color rubí brillante, un contraste impresionante—. ¿Y
en qué puedo ayudarles hoy? —La mujer sonrió levemente.

—Creo que solo estamos mirando. —Vhalla se acercó un paso más a Daniel
y lejos de la mujer. A él no pareció molestarle, pero algo en esta mujer le puso los
pelos de punta a Vhalla.

—Nadie está “solo mirando”. Todos deseamos algo. —La mujer cruzó sus
brazos por debajo de sus senos—. Dime, ¿cuál es el tu deseo?

—Lamento decepcionarla. —Vhalla esquivó su pregunta y miró a Daniel—


. Vamos, tengo hambre. —Lo agarró del brazo y se giró para irse.

—¿No tienes ni una sola curiosidad, Vhalla Yarl? —Vhalla se detuvo en


seco—. Sé que tus vientos no te dirán lo que me dirán las llamas.
Daniel dio un paso adelante; puso la mitad de su cuerpo frente al de Vhalla,
un brazo estirado sobre ella protectoramente.

—¿Cómo sabes mi nombre? —susurró Vhalla en estado de shock.

—Puedo saber mucho, y decir más, si lo deseas. —La mujer apartó algunos
mechones de su cabello sobre sus hombros—. El fuego quema todas las mentiras.

—Eres una hechicera —declaró Vhalla; era como si pudiera oler la magia
irradiando de la mujer.

—Soy una Portadora de Fuego —afirmó la mujer con un asentimiento.

—¿Cuál es tu nombre? —Vhalla empujó el brazo de Daniel hacia abajo,


dando un paso hacia adelante.

—He tenido muchos nombres, podría darte uno, o podría dejarte elegir un
nombre por ti misma. Así será algo que solo nosotros podamos compartir. —La
mujer continuó descansando contra una de las cajas.

—Dime el nombre por el que quieres que te llame. Inventado o no. —El
instinto le decía a Vhalla que tomara la menor cantidad de opciones posibles al 182
interactuar con esta mujer.

—Vi —respondió simplemente la mujer—. ¿Quieres que lea sus


curiosidades?

—¿Leer nuestras curiosidades? —preguntó Daniel.

—Soy una Portadora de Fuego, soy una con las llamas, y con mis ojos puedo
ver el futuro. Vienes con curiosidades, preguntas, en tu corazón y yo te daré
respuestas —proclamó la mujer.

Vhalla era escéptica, pero la mujer había sabido su nombre.

—Lo haré. —Se sintió abrumada por la valentía.

La mujer le dedicó una sonrisa cómplice.

—Debes elegir cuatro cosas: tres para quemar, una para sostener. —La
Portadora de Fuego señaló las cajas alrededor de la habitación, y Vhalla
comprendió. Estas cosas no estaban a la venta; esta era una adivina con
herramientas para su oficio. Vhalla comenzó a pasear por el espacio, Daniel
cerniéndose sobre su hombro.

—¿Estás segura de que es una buena idea? —le susurró él directamente al


oído de modo que la mujer no lo oyera. Su proximidad se sintió cálida, incluso
comparada con el calor del día.
—Estará bien. ¿Por qué no vivir un poco? Ya estoy aquí, y ella de alguna
manera sabía mi nombre.

Vhalla examinó los objetos extraños; había una cantidad imposible de


artilugios en un orden aleatorio en las cajas. Un tarro de plumas le llamó la
atención. Vhalla se acercó, hojeándolas. Vhalla eligió una pluma gris plateada y
la llevó al mostrador donde descansaba la mujer.

Entonces Vhalla estaba deambulando de nuevo. Reunió un manojo de trigo,


su hogar, y pétalos de rosa, una sensación diferente de hogar, sobre el
mostrador. Lo último, algo para sostener, fue lo más difícil de encontrar. Pasó
demasiado tiempo yendo de una caja a otra mirando esto o aquello.

Al final, lo que llamó su atención fue una fina cadena de plata que estaba
colgando de un joyero medio cerrado. Vhalla abrió la caja de cristal y tiró de la
cadena suavemente. Era un sencillo reloj de bolsillo plateado que fue diseñado
para llevarse alrededor del cuello. Vhalla lo miró de cerca. Los acoples le
resultaban extrañamente familiares. Se dio cuenta que le recordaba al de Aldrik.

—Esto… esto es lo que voy a sostener. —Vhalla se acercó a la mujer.


183
—Una variedad interesante. —La Portadora de Fuego sonaba divertida—.
Ven. —Vi llevó los objetos a quemar a una trastienda aún más humeante. Se
quitaron los zapatos como si fuera un lugar sagrado. Tapices y alfombras cubrían
el piso y las paredes, haciéndolo sentir muy pequeño e íntimo. Cada uno tomó
un lugar a cada lado de un pozo de fuego humeante.

—¿Estás segura de que deseas un observador? —preguntó ella, mirando a


Daniel—. Leeré los futuros como los vea.

—Supongo… —Vhalla miró a Daniel con incertidumbre—. ¿Si no te


importa?

—Esperaré aquí mismo. —Daniel se deslizó fuera de la cortina pesada y


Vhalla oyó sus pasos desvanecerse.

La mujer se arrodilló sobre el pozo de fuego y metió la mano en las brasas


humeantes. Las levantó y las dejó caer, su resplandor anaranjado brillando
centellante en la luz tenue. Las llamas lamieron alrededor de sus dedos y pronto
sus brazos hasta los codos estaban cubiertos de hollín. La mujer se acercó y
extendió su pulgar, marcando el rostro de Vhalla.

—Vhalla Yarl, ave bendita del Este. La que puede volar sin alas. La primera
polluela en volar de la jaula. La primera en regresar a nuestra tierra.
La mujer se echó hacia atrás. Tomando la pluma, la arrojó al pozo de
fuego. Las llamas rugieron blancas. Vi agarró el trigo, añadiéndolo al fuego. El
color cambió a naranja. Finalmente, sacrificó los pétalos de rosa y el fuego cambió
a un profundo carmesí anormal, casi negro.

Vhalla contuvo el aliento cuando la mujer acercó su rostro a las llamas. De


cabeza al fuego, abrió los ojos y Vhalla dejó escapar un suspiro incómodo porque
la Portadora de Fuego no se veía afectada en absoluto por el calor. Lentamente,
las llamas comenzaron a apagarse, dejando una ceniza de color púrpura claro en
el fondo del pozo.

—El presente se quema, dejando que el futuro resurja de sus cenizas. —Vi
se inclinó, tomó un gran puñado de cenizas y las arrojó al aire sobre ellas. El polvo
fino comenzó a arremolinarse lentamente y a caer, más liviano que la nieve, y se
cernió ante ella, tomando formas desconocidas antes de finalmente asentarse en
el suelo. Los ojos de Vi ardieron de un color rojo brillante.

—Marcharás hacia la victoria, y será conquistada con tus alas de plata. Pero
los vientos de cambio que liberarás también harán añicos esa tierna esperanza
sobre la que vuelas. Perderás a tu centinela oscuro —predijo la mujer. 184
Vhalla apretó el sencillo reloj de bolsillo, su corazón empezando a
acelerarse.

»Dos senderos yacerán ante ti: día y noche. Ve al oeste de noche.


Desvanécete en la negrura reconfortante de un velo de oscuridad. Allí
encontrarás una felicidad familiar, si puedes ignorar los anhelos del sol. —Vi hizo
una pausa, mirando la ceniza reluciente por la habitación—. El otro camino
quemará tus falsedades a la luz del amanecer. Serás dueña de tus deseos ante
todos los demás. Pero ten cuidado, porque el fuego que te expondrá dará a luz a
un poder aún mayor que consumirá la tierra misma.

Se hizo un silencio en la habitación mientras las últimas cenizas caían al


suelo. Vhalla respiró profundo. Cada una de las palabras de la mujer parecía
haber sido elegida cuidadosa y perfectamente para un significado exacto. Pero
cuál era ese significado, Vhalla aún lo estaba considerando. Los ojos de Vi se
volvieron negros lentamente una vez más.

—Y ahora, para el pago. —La mujer se instaló en una posición más cómoda.

—Ah, de acuerdo. —Vhalla dejó su mochila y tomó su oro.

—No quiero monedas. —Vi la detuvo.


Vhalla hizo una pausa, una sensación inquietante abriéndose camino hasta
la parte posterior de su cráneo.

—Entonces, ¿qué quieres?

—Ese reloj. —La mujer señaló el que sostenía Vhalla.

—¿Este? —Vhalla lo sostuvo en alto; para empezar, era de la mujer. Vi


asintió—. Está bien, por supuesto.

Vhalla se lo dio. Nunca había esperado conservarlo, pero algo extraño le


recorrió los dedos cuando Vhalla lo abandonó. Fue físicamente difícil verlo en las
manos de la otra mujer.

—Nuestro negocio actual ha concluido.

Ambas se pusieron de pie y Vi mantuvo abierta la cortina trasera mientras


Vhalla se ponía sus zapatos.

—Presta atención a mis palabras, Vhalla Yarl.

Vhalla solo pudo asentir ante el mensaje críptico y salió a la tienda. Se frotó
el hollín del rostro, intentando averiguar lo mucho que le molestaba la 185
adivinación de la mujer. Vhalla asintió hacia Daniel y se fueron en silencio, de
regreso al caos del mercado. Ella de alguna manera sintió el resplandor ardiente
de la mirada de la mujer en medio de la calle.

Vhalla enlazó su brazo con el de Daniel para evitar separarse de él


nuevamente. Él también se mantuvo firme y, a decir verdad, se sintió un poco
conmocionada. Vhalla flexionó su mano, apretándolo a él con más fuerza.

—¿Cómo te fue? —preguntó lo más a la ligera posible.

—Fue toda una experiencia. —Vhalla intentó soltar una risita. Podía decir
que él no creyó en su fachada valiente, pero no siguió con ninguna pregunta
sobre qué tipo de experiencia fue.

Daniel estuvo de buen humor el resto del día mientras le mostraba el


mercado. La dejó caminar tan cerca como ella quiso y no la apartó ni la acercó
más. Normalmente iban del brazo por motivos prácticos, pero si era
completamente honesta, estaba disfrutando de la posición de estar físicamente
cerca de alguien que no la confundía ni la frustraba.

Se detuvieron en un puesto de comida y compraron bolas de arroz que


contenían verduras. Vhalla se rio mientras le daba a él un bocado de la suya y
medio lo dejó caer sobre su regazo. De postre, probaron un dulce cuadrado que
tenía una textura extraña, rígida y gelatinosa. Vhalla compró una pequeña caja
para llevársela a Larel y Fritz.

Después de que el asunto de la mañana finalmente se desvaneció de su


mente, el día dio paso a una experiencia positiva en el mercado. Vhalla compró
una botella pequeña de perfume y una bola de popurrí para su bolsa en una
tienda de aromas, pensando que podrían ser útiles durante el resto de su marcha
por el desierto.

Pasaron por una tienda de dulces y encontraron las cáscaras de limón que
había mencionado Aldrik. Vhalla tomó dos bolsas, una para ella y otra para él. Él
las había mencionado, y le había gustado la tarta de limón. Daniel compró una
daga nueva que se podía llevar en la pierna y espadas cortas que, según insistió,
eran mil veces mejores que la suya. Cuando Vhalla le dijo que no tenía armas, él
estuvo horrorizado y esa cacería consumió el resto de su tarde.

Ella finalmente se decidió por una daga delgada, casi como una aguja, que
era un poco menos que la longitud de su antebrazo. Venía con una funda para
usar en el brazo, la empuñadura cerca de la muñeca. Daniel señaló que perdería
mucha estabilidad y fuerza eligiendo una opción tan pequeña. Pero cuando 186
Vhalla la sujetó contra la parte inferior de su antebrazo y se pasó la manga sobre
ella, le gustó su elección instantáneamente. Con una camisa normal, estaba
perfectamente oculta. La empuñadura tenía la longitud justa para no obstaculizar
su movimiento. Y la podría sacar con un rápido movimiento.

En definitiva, el día le costó casi todo el dinero que había traído. Pero solo
estarían en las Encrucijadas por unos días más y la mayoría de las cosas parecían
haberse resuelto para ella.

Incluso fuera del mercado, su brazo aún permaneció alrededor del de


Daniel. El frío de la noche había llegado y él era familiar y cálido. Vhalla sonrió,
jugueteando con la daga atada a su brazo izquierdo.

—No funciona como un arma oculta si le muestras a la gente que está donde
está —la regañó Daniel con una sonrisa.

—Supongo que tienes razón —concordó ella con una sonrisa. Él no había
tocado la daga nueva atada a su pantorrilla durante horas.

Caminaron por el mercado y regresaron a la plaza central, donde el Camino


Este-Oeste se encontraba con el Gran Camino Imperial. Los Portadores de Fuego
avanzaban encendiendo las lámparas, y a Vhalla le pareció asombroso ver una
sociedad en la que los hechiceros estaban tan integrados de manera útil. Sonrió,
sus ojos siguiendo a uno en particular sin ninguna razón. Se dirigía a un edificio
con grandes vidrieras circulares. Vhalla se detuvo un momento acomodando su
bolso en su hombro.

Es una mala idea. Estaba teniendo otro momento en el que necesitaba


admitirlo, y detenerse. Vhalla respiró hondo.

—Yo… —Hizo una pausa, mirando entre Daniel y el edificio—. Necesito


hacer una parada rápida. La posada está justo ahí. Puedes continuar.

—No, no voy a dejar que camines sola por las Encrucijadas de noche —dijo
definitivamente—. Puede ser peligroso.

—Muy bien. —Ella suspiró suavemente—. Entonces, ¿me esperas aquí?

—Puedo hacer eso. —Había aprehensión en sus ojos, pero Daniel la


mantuvo alejada de su lengua y se ahorró su comentario.

Vhalla respiró hondo y se armó de valor, caminando hacia la puerta


principal. No estaba segura de querer volver a ver a Aldrik. ¿Acaso no estaba
enojada con él? Pero en la raíz de todos sus sentimientos encontrados estaba la
necesidad de verlo, de decir lo que había que decir: la verdad.
187
Música suave, un sonido del Sur, sonaba desde una de las habitaciones del
vestíbulo principal. Vhalla miró con incertidumbre hacia las puertas cerradas y
los salones opulentos. Un hombre se aclaró la garganta desde detrás de la
recepción.

—Tengo una entrega para el Príncipe Heredero —anunció Vhalla.

El hombre mayor cruzó sus dedos huesudos y la contempló con


escepticismo.

—¿Qué podrías tener?

—Soy la Caminante del Viento —declaró, intentando utilizar su título para


esquivar la pregunta.

—Eso es de lo más excelente, ¿y qué es tan importante para que él no dijera


nada?

Desanimada porque su enfoque no había funcionado, perdió la


determinación y murmuró:

—Él… tenemos trabajo que hacer… para el Emperador.

—Estoy seguro… —El hombre no le creyó en lo más mínimo—.


Desafortunadamente, el príncipe ha pedido explícitamente que no lo molesten.
Adiós, ten cuidado.
Vhalla suspiró suavemente, resignada.

—¿Vhalla? —El príncipe Baldair se detuvo en un pasillo que unía el


vestíbulo con otras habitaciones, acercándose a ella—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Mi príncipe, me estaba yendo. —Vhalla recordó vivamente la última vez


que el príncipe Baldair y ella habían hablado.

—Estaba pidiendo ver al príncipe heredero —informó el empleado


traicionero.

—Vhalla. —El príncipe dorado frunció el ceño, echando un vistazo al


hombre y pensando mejor en continuar—. La llevaré allí yo mismo.

—¿Lo harás? —dijeron Vhalla y el hombre del escritorio al unísono.

—Se ha encerrado; no lo he visto ni una vez. Tener compañía es algo bueno,


¿no? —Baldair le puso la mano en la parte baja de la espalda y prácticamente la
empujó por una escalera amplia.

—¿En serio vas a llevarme a verlo? —preguntó Vhalla cuando llegaron al


rellano del segundo piso.
188
—Por supuesto que no, pero voy a preguntarte qué crees que estás haciendo
aquí. —En privado, el príncipe abandonó todo decoro.

—No es nada importante —murmuró Vhalla. Ya estaba cuestionando su


misión.

—Pensé que te había dicho que te mantuvieras alejada. —Baldair frunció el


ceño.

—No es de tu incumbencia. —Vhalla sacó la bolsa de dulces de su


mochila—. Y también quería darle estos.

—¿Cáscaras de limón? —El príncipe Baldair reconoció la marca de la


confitería—. Vhalla… —Suspiró—. No sé qué tipo de relación crees que puedes
tener con mi hermano…

—No quiero una —respondió ella a la defensiva. Las palabras salieron de


sus labios antes de que Vhalla pudiera pensarlas, impulsadas por el despecho.

—No, sí quieres. Te tiene bajo su hechizo —insistió el príncipe de cabello


dorado.

—¿De qué estás hablando? —Vhalla dio un paso atrás.

—¿Por qué más alguien querría a mi hermano?


Él la agarró por la muñeca cuando intentó irse.

—Suéltame.

—Estoy intentando ayudarte. —De alguna manera, el príncipe Baldair logró


sonar sincero.

—¡Suéltame! —Vhalla tiró de su agarre firme.

—¿Qué es toda esta conmoción? —llamó una voz desde el final del
pasillo. La sangre de Vhalla se convirtió en hielo en sus venas. Elecia, con una
túnica holgada para dormir y nada más, estaba descalza y con ojos somnolientos.
Bostezó mientras se acercaba—. ¿Vhalla? ¿Qué haces aquí?

—¡Nada! —dijo Vhalla, intentando hacer una retirada apresurada—. Estoy


intentando irme ahora mismo. —Apretó las cáscaras de limón contra su pecho y
trató de girarse, pero el príncipe Baldair aún sujetaba su muñeca.

—¿Aún sigues ahí? ¿A esta hora? —La sorpresa del príncipe Baldair al ver
a Elecia hizo que ignorara los tirones de Vhalla contra su agarre.

—Baldair, deja de ser tan idiota, toma a la chica, y vete —espetó Elecia. 189
Parecía exhausta y delgada. De alguna manera, incluso su cabello parecía menos
esponjoso de lo normal.

—¿Qué han estado haciendo ustedes dos todo este tiempo? —preguntó el
príncipe Baldair.

—¿Puedes saciar tu curiosidad a solas? —preguntó Vhalla débilmente, aún


intentando irse.

—Hermano, por la Madre, lo juro… —Una voz baja, sonando áspera, como
si le doliera hablar, pero aun así muy molesto claramente, vino del fondo del
pasillo. Elecia se movió hacia Aldrik.

—Tienes que volver a la cama. —La otra mujer se paró frente a él, una palma
de piel oscura contrastando con la piel pálida de su pecho desnudo.

Los ojos de Vhalla se abrieron por completo cuando se fijó en ellos. Elecia
apenas vestida, cansada, su cabello hecho un desastre. Aldrik parecía estar tan
cerca de caer dormido como nunca lo había visto, y estaba a medio vestir. Su
pecho pálido y bien esculpido provocó un rubor en sus mejillas. Aldrik no solo
toleró el contacto; no pareció importarle la proximidad de Elecia, su toque. Movió
su mano para colocarla en el hombro de la otra mujer.

La bolsa de cáscaras de limón se deslizó de la mano de Vhalla y cayó al


suelo.
El ruido de la bolsa al caer y los dulces dispersándose silenció a todas las
partes involucradas. Los ojos de Aldrik fueron los últimos en encontrar a Vhalla,
pero colisionaron con los de ella con una mezcla de sorpresa y confusión. Vhalla
respiró temblorosamente.

No había nada que decir. El silencio se prolongó otro doloroso


minuto. Justo antes de que estuviera a punto de romperse, ella giró sobre sus
talones, liberó su mano del apretón flojo del príncipe Baldair y echó a correr.

Vhalla bajó corriendo las escaleras, salió por las puertas y entró en la
plaza. Inclinó la cabeza hacia atrás y respiró hondo. El aire frío golpeando sus
pulmones la hizo ahogarse, y Vhalla se dobló. Los sollozos ya habían
comenzado. Apretó sus ojos cerrados y sintió que todo su cuerpo estaba
temblando.

Un par de manos se apoyaron sobre sus hombros tentativamente,


cerniéndose por un momento antes de hacer contacto.

—Vhalla —susurró Daniel.

Ella se giró. Sus mejillas empapadas de su llanto apenas silenciado. 190


—Ya te lo dije, soy la reina de las malas ideas. —Vhalla intentó sonreír, y
rápidamente fue consumida por las lágrimas.

Daniel la atrajo hacia él y envolvió sus brazos suavemente alrededor de sus


hombros. Susurró palabras tranquilizadoras contra la coronilla de su cabeza y la
sostuvo. Vhalla presionó su rostro contra el pecho de él, aferrándose a su camisa.
Sintió que sus rodillas cedían.

Daniel la sostuvo. La abrazó, sin decir nada, sin preguntar nada, mientras
ella solo sollozaba. A Vhalla no le importó quién la veía. Detrás de sus ojos estaba
la imagen singular de Aldrik y otra mujer. Una mujer que sabía que había estado
en el palacio durante algún tiempo, de alguna noble cuna, si todas las sospechas
eran correctas. Ambos eran adultos, de la edad adecuada, y de la crianza
adecuada. Estaban juntos, interrumpidos por algo, en la noche. Ella pensó en su
pecho desnudo y algo se agitó dentro de Vhalla, lo que solo la hizo llorar más.

Vhalla se aferró a Daniel como si sus brazos fueran lo último manteniendo


unida su cordura.
El sol se estaba poniendo sobre los tejados de las Encrucijadas. Vhalla se llevó las
manos a la cara. Aldrik se inclinó hacia ella, las tomó entre las suyas, y besó sus palmas
ligeramente. Ella le susurró y él le respondió también en un susurro, las palabras que
había estado anhelando escuchar. Se acercó aún más a él, sus labios se separaron.

Y entonces Vhalla solo estaba observando, los dedos maravillosamente largos de


Elecia estaban en el rostro de él. Se inclinaron más cerca, y Vhalla dejó escapar un grito.

Jadeó en el aire de la noche, despertando sobresaltada. Vhalla miró a su


alrededor frenéticamente, recordando dónde estaba. Daniel estaba dormido
profundamente en la silla que Larel había ocupado anteriormente. La mujer y
Fritz aún estaban cenando, ajenos al mundo devastado de Vhalla, y Daniel se
había negado a dejarla sola. Vhalla se derrumbó sobre la almohada, obligándose
a cerrar los ojos.
191

La próxima vez, sus manos fueron las de él. Las yemas de sus dedos recorriendo un
rostro ensombrecido en la oscuridad. No podía distinguir los rasgos, pero Vhalla sabía que
no eran de ella. ¿Eran de Elecia? Su mente divagó mientras estaba atrapada en la prisión
del sueño. Su corazón latía rápido y sentía que la sangre cambiaba su atención. Había un
deseo carnal al que quería atender.

Vhalla se giró y abrió los ojos, mirando a la pared fijamente. Gimió


suavemente y se tapó la cabeza con las mantas.

Corrió por calles de fuego y muerte. Los cuerpos ya estaban mutilados, sus
extremidades maltrechas y los cráneos destrozados cubriendo el suelo. Vhalla corrió por
las calles, a través de la gente hecha de sombras. Esta noche, esta noche sería lo
suficientemente rápida, le dijeron sus pies, y permitió que el viento se alzara debajo de
ella.

Vhalla se detuvo patinando ante el edificio demolido y tiró de los escombros. Cada
piedra que movió hizo que su corazón latiera un poco más rápido. Finalmente vio una
cara debajo de los escombros. Vhalla se detuvo un momento; se suponía que él no debía
estar allí. Arrancó los restos que quedaban y tomó el cuerpo de Aldrik en sus brazos,
llorando.
Despertó por tercera vez, y luego una cuarta y una quinta. Su mente estaba
demasiado armada con material para las pesadillas. Daniel se había ido, y
escuchó un murmullo ahogado a través de la puerta. Vhalla reconoció
instantáneamente una voz como la de Larel y esperó a que la otra mujer entrara
silenciosamente en la habitación.

—Larel —susurró débilmente, sintiendo que la cama se movía para


acomodar a la nueva persona.

—¿Qué pasó? —Larel pasó las manos por el cabello de Vhalla con dulzura.

—Aldrik… —Vhalla se atragantó con su nombre—. Elecia y él… ellos…

—¿Ellos qué? —preguntó Larel gentilmente.

Vhalla relató los acontecimientos de la noche anterior, y Larel escuchó con


atención. No dijo nada, bueno o malo, absorbiendo toda la historia. Vhalla se
derrumbó nuevamente cuando volvió a contar el momento en que vio a Elecia y
Aldrik juntos.

—Sé que ella es noble. La forma en que actúa a su alrededor, la forma en


que lo llama por su nombre… hay algo ahí, Larel. Solo… no quería verlo. — 192
Vhalla sollozó ruidosamente.

—Lo es —dijo Larel en voz baja.

—¿Es qué? —Vhalla se frotó los ojos.

—Es noble —confirmó Larel.

—¿Qué? —Vhalla se quedó inmóvil—. ¿Cómo puedes estar segura?

Larel suspiró y desvió la mirada. Fuera lo que fuera lo que estaba a punto
de decir, Vhalla sabía que no le gustaría.

—Ella no empezó a venir hasta que él fue mayor. Durante los pocos años
que estuvimos muy distantes el uno del otro. Él pasaba mucho tiempo con ella,
cuando estaba cerca. No lo recordé hasta que escuché la recepción que tuvo aquí
en las Encrucijadas. Es una Ci’Dan, una familia noble del Oeste con lazos a la
corona. En realidad, nunca estudié historia, esa es el área de Fritz, pero siempre
asumí que era una novia potencial, dada su edad cuando apareció.

—Sabías. —La traición se siente como un veneno caliente—. ¿Sabías y no me


lo dijiste?

—Vhalla, escucha —exigió Larel, sujetándola a la cama con un brazo—.


Escucha.
Vhalla dejó de luchar, pero eso no detuvo la ira pulsando por sus venas. El
mundo estaba dispuesto a mentirle y engañarla; tal vez el príncipe Baldair tenía
razón.

—No te lo dije porque no creía, aún no creo, que tengas nada de qué
preocuparte.

—¿Cómo puedes decir eso? Ella es una mujer noble, lo conoce desde hace
años… ¡los vi juntos!

—Calma. —Larel intentó apaciguar la histeria de Vhalla—. Cuando ustedes


están juntos, Aldrik te mira, solo a ti.

—Pasó mucho tiempo con ella.

—Lo hizo —concedió Larel—. Pero nunca la miró como te mira a ti. Nunca
la buscó de la forma en que te busca a ti. Vhalla, Aldrik se preocupa por ti
profundamente, sé que lo hace.

—No sabes nada —murmuró Vhalla.

Larel solo suspiró y frotó la espalda de Vhalla mientras la mujer más joven 193
lloraba suavemente.

Vhalla se sorprendió más tarde cuando un mensajero le trajo una citación


Imperial. Era una tarjeta de tres pliegues sellada con el sol abrasador del Imperio
en cera negra.

—¿Vas a abrirla? —preguntó Larel después de la décima vuelta a la


habitación de Vhalla.

—Lo haré —dijo con falsa confianza.

—¿Hoy? —Larel tuvo la audacia de burlarse de ella.

Vhalla le lanzó una mirada furiosa a la otra mujer, y Larel se disculpó


moderadamente. La mujer no había cambiado su opinión de que Aldrik no tenía
interés en Elecia.

—Lo haré —repitió Vhalla, colocando su dedo debajo del sello. Respiró
hondo y desdobló la nota antes de que sus manos la dejaran caer de tanto
temblar—. Se solicita su presencia —leyó en voz alta—. Príncipe Aldrik C. Solaris.

—¿Eso es todo? —Incluso Larel pareció sorprendida.

—Es mejor de esta forma. —Vhalla arrojó la nota en su mochila, hurgando


en la ropa del suelo que nunca había llegado a los cajones—. Lo es. Iré y le diré
que lo sé todo.
—Vhalla —suspiró Larel.

—Podemos detener esta farsa, y solo haré lo que sea necesario por mi
libertad —prometió Vhalla, poniéndose una camisa limpia y unos leggins.

Bajaron las escaleras en silencio, Larel viéndola salir de la posada y todo el


camino hasta el hotel elegante donde se alojaba la familia Imperial. Vhalla pasó
la caminata intentando proteger su corazón tanto como fuera posible. Se imaginó
cada parte de ella como una pared de púas en la que nada podría entrar o
salir. Haría todo lo que Aldrik y el Emperador necesitaban, y después se iría. Ni
siquiera quería mencionar lo que había visto. Después de todo, no era asunto
suyo; había traspasado su privacidad.

Para cuando Vhalla llegó al edificio resplandeciente de la plaza principal,


había repasado y repetido tantas conversaciones en su cabeza que se sintió
preparada para todos los resultados posibles. Mantendría la compostura sin
importar nada, y se iría lo más rápido posible. Sin embargo, nada de esto impidió
que su corazón amenazara con estallar fuera de su jaula espinosa cuando abrió
la puerta, dejando atrás a Larel.

—¿Cómo puedo ayudarla? —preguntó la mujer detrás del escritorio con 194
rigidez.

—Tengo una cita con el príncipe heredero. —Vhalla no se permitió


pronunciar su nombre—. Vhalla Yarl, la Caminante del Viento.

La mujer sacó el mismo libro de contabilidad que el hombre de la noche


anterior y pasó el dedo por las páginas.

—Ah, sí. Adelante, segundo piso, ala derecha —instruyó la mujer


innecesariamente. Vhalla ya había comenzado a subir las escaleras.

Cada paso coincidió con los latidos en sus oídos. Cada rastro de sentido
común le pedía a gritos que dejara un mensaje de que estaba indispuesta. Pero
sabía que solo podía huir hasta cierto punto. En cuatro días más viajarían juntos,
también con Elecia.

Vhalla hizo una pausa y respiró hondo, concentrándose solo en el sonido


del aire en movimiento. Podía hacer esto.

Al llegar al rellano, se quedó inmóvil. Vhalla se sacudió la imagen de la


noche anterior de Elecia y Aldrik ahí de pie y se dirigió a la puerta. Dio unos
golpes con lo último de su determinación.

Pasó un minuto tenso a medida que esperaba; ya estaba completamente


preparada para retirarse apresuradamente y explicar que pensaba que él estaba
fuera. La manija de la puerta giró. Aldrik se detuvo ahí contra la luz de colores
proviniendo de las grandes vidrieras circulares que dominaban la pared opuesta
a la puerta. Llevaba una chaqueta negra de cuero que le llegaba hasta las rodillas
con una sola línea de botones dorados abiertos sobre la camisa de algodón blanca
con cuello debajo. Sus pantalones a la medida caían directamente hasta sus pies
descalzos, observó Vhalla con curiosidad. Su cabello estaba pulcramente peinado
nuevamente, y solo verlo fue doloroso porque ahora contrastaba mucho con el
hombre despeinado que había sido despertado de su sueño, probablemente de
estar acostado en los brazos de su amante.

—Hola, Vhalla. —Parecía tan feliz de verla como ella.

—Mi príncipe. —Vhalla desvió la mirada, incapaz de mantener el contacto


visual por más tiempo.

—Adelante. —Él dio un paso atrás y se giró.

Vhalla entró en la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de ella.

Era un espacio asombroso. Techos altos con mosaicos de historias clásicas


junto con algunos personajes que Vhalla nunca había visto. Había una gran sala 195
de estar con dos sillas que daban a un gran sofá, una mesa entre ellos. Un bar
surtido dominaba la pared a la izquierda de la puerta (Vhalla instantáneamente
deseó una bebida fuerte) y una gran mesa de pie con todo tipo de papeles y
botellas destapadas estaba a la derecha.

A su izquierda había una pared con puertas corredizas abiertas que


revelaban una habitación adicional con una gran cama cubierta con mantas y
almohadas. Quizás la característica más asombrosa era una ventana, que era una
que había visto desde la plaza. Era lo suficientemente grande como para que las
almohadas se amontonaran en el alféizar de la ventana, y parecía que podía
acomodar fácilmente a cuatro personas.

Vhalla dio otro paso tentativo, incómoda instantáneamente al estar en su


espacio. No pudo evitar mirar la cama, preguntándose si Elecia la había
compartido con él la noche anterior. Aldrik se había acercado a la mesa y estaba
revisando los papeles.

—Estás callada. —La miró por el rabillo del ojo.

—Lo siento —respondió ella, sin saber qué más decir.

—Siéntate —ordenó él secamente.

Vhalla se abrió paso a través de la tensión entre ellos, casi ahogándose antes
de que se las arreglara para sentarse en una de las sillas. Aldrik encontró el papel
que estaba buscando, colocándolo en la mesa inferior delante del sofá mientras
se sentaba frente a ella. Se miraron el uno al otro, esperando que alguien dijera la
primera palabra. Vhalla tragó duro.

—¿Esto es para la demostración? ¿Para tu padre? —Trabajo, tenía que


ceñirse al trabajo.

—¿Qué más sería? —murmuró él, las palabras como agujas.

—Por supuesto —respondió Vhalla débilmente.

—Mi padre querrá que juguemos a la búsqueda del tesoro. —Aldrik miró
el papel como si fuera la cosa más fascinante del mundo—. Basado en lo que le
dije que puedes hacer hasta ahora, primero te hará proyectarte a una persona que
te dirá una ubicación y un artículo. Volverás a mí y me dirigirás a algo
desconocido para mí al comienzo de la demostración, según las instrucciones.

—Parece bastante simple. —Ella asintió.

—¿En serio? —Aldrik la miró arqueando una ceja.

Vhalla se movió inquieta bajo su escepticismo.


196
—Hemos estado haciendo cosas como esta durante semanas.

—¿Qué hemos estado haciendo exactamente, Vhalla? —La voz de Aldrik


estaba desprovista de cualquier calidez familiar.

No sabía cómo responder. No preguntaba por la proyección, estaba


preguntando por el baile que habían estado haciendo en torno a algo que ambos
habían estado demasiado aterrorizados para nombrar. Ahora, sentía como si la
estuviera acusando.

—No importa. —Aldrik se puso de pie—. No respondas a eso. Ya lo sé.

—¿Qué? —También estaba de pie—. ¿Qué crees que sabes?

—¿Crees que no me enteraría? —La miró fulminante.

—¿Te enterarías de qué? —La voz de Vhalla tenía un tono estridente por la
tensión que sus ojos evocaban en ella.

—No eres la primera que me ha utilizado para llegar a él. —Aldrik apartó
la mirada con disgusto.

—¿De qué estás hablando?

—Baldair y tú.
La boca de Vhalla se abrió en estado de shock.

—¿Qué?

—Anoche los atrapé a los dos juntos, con su mano en la suya. —Aldrik se
irguió a toda su altura, su lenguaje corporal era imponente.

—¿Mi mano en la suya? —gruñó Vhalla—. ¿Te refieres a él aferrándose a


mi muñeca? ¿A él reteniéndome en el sitio de modo que me obligara a ser testigo
de Elecia y tú? —acusó, señalando al príncipe heredero.

—¿Elecia? —Aldrik pareció olvidar que la otra mujer estuvo incluso con él
la noche anterior.

—¿Siquiera ibas a decirme? —El labio inferior de Vhalla tembló, y juró que
no perdería le control, que no lloraría frente a él.

—¿Qué tiene que ver Elecia con esto? —La confusión alivió sus hombros.

—No. —Vhalla negó con la cabeza—. No más, no puedo. Ya me cansé. —Se


volvió, dirigiéndose a la puerta.

—¡Vhalla! —espetó—. ¿No me pediste dejar los secretos, solo la verdad, y 197
ahora me estás dando la espalda? —Aldrik se rio entre dientes—. Qué ironía.

—¿La verdad? —Ella se detuvo, a solo diez pasos de la puerta. Simplemente


debería irse. Pero algo la hizo girar. Lo miró fijamente con desesperación. Todo
sería mejor si tan solo lo admitiera—. La verdad es… la verdad es… —Algo en
ella se rompió—. ¡La verdad es que cada vez que cierro los ojos todo lo que veo
es a ti con ella! —La voz de Vhalla se quebró a mitad de camino y arrojó los brazos
al aire en señal de derrota. Las lágrimas ardían en las comisuras de sus ojos y
sorbió, manteniéndolas a raya.

—¿Por qué? —Aldrik dio un paso hacia ella.

—Porque… ¡ya sabes por qué! —¿En serio iba a hacer que lo diga?

—¿Por qué te importa Elecia si deseas a mi hermano? —Su voz estaba


perdiendo su filo, su mirada penetrante tornándose cada vez más exploratoria
que acusadora.

—Aldrik. —Vhalla se cubrió los ojos con la palma de su mano—. Eres un


tonto. —Le dio una risa derrotada—. No quiero a tu hermano, mi querido
príncipe Aldrik C. Solaris. No todas las criaturas con pechos piensan que el
príncipe Baldair es un dios entre los hombres.
—Entonces, ¿por qué, por qué te importa? —Dio otro paso más
cerca. Vhalla abrió la boca y la cerró, volviéndose hacia la puerta—. Dime, ¿por
qué importa Elecia? —Aldrik la agarró del codo, impidiéndole huir de la
habitación.

—¿Por qué importa? —Vhalla no estaba segura si alguna vez había


conocido a un hombre que pudiera ser tan asombrosamente inteligente en
aparentemente todo y, sin embargo, tan tonto con la persona con la que se
suponía que estaba más conectado que nadie en el mundo. Se giró para mirarlo,
soltando su brazo de su agarre—. Importa lo mismo que los títulos. Lo mismo
que mi nacimiento y el tuyo. De la misma manera que importa por qué tu
hermano insiste en atormentarme con historias horribles sobre ti.

—¡Deja de evitar mi pregunta! —demandó él.

—¡No lo hago! —Lo último de su resolución se hizo añicos y su control se


desvaneció. Las lágrimas iban a caer en cualquier momento, y si los dos iban a
romperse, bien podrían destrozarse—. ¡Te amo, Aldrik!

Su voz retumbó en las ondas expansivas que los sacudió a ambos. La palma
de Vhalla se cerró sobre su boca. No había querido decirlo, y Vhalla lo observó 198
con los ojos completamente abiertos. Vio su rostro de cerca. Atestiguó cómo las
palabras se asentaron en él, la conmoción que se reflejó en sus ojos, enarcó sus
cejas y dejó caer su boca abierta.

El corazón de Vhalla se aceleró, y sintió un gemido suave subir por su


garganta. Quería que él dijera algo, cualquier cosa. Si la juzgaba, podía irse y
finalmente dejar todo lo que él representaba atrás. Podía dejar atrás su cabello
negro como la tinta y sus ojos oscuros. Podía dejar que su voz se desvanezca de
sus sueños y dejar que su cuerpo ya no la atormentara a la luz del día.

La boca de Aldrik se cerró. Tragó con fuerza.

Vhalla no pudo tolerar más el silencio, y agarró la manija de la puerta como


si fuera su único salvavidas. Ahora se iría, y dejaría que todo se rompiera.

El príncipe tenía otros planes, y la agarró.

—Aldrik, ¿qué…? —Se giró a medias, pero él la hizo girar por completo.

Sus manos soltaron sus brazos y acunaron sus mejillas en un solo


movimiento fluido. Vhalla solo tuvo medio segundo para registrar su rostro
acercándose al de ella. Ella inhaló bruscamente ante la conmoción de sentir sus
labios sobre los suyos. Su olor, su respiración, el calor de sus palmas, la sensación
de su boca, todo asaltó sus sentidos y Vhalla cerró los ojos, inclinándose hacia el
beso.

199
Vhalla suspiró con suavidad, su boca todavía gloriosamente ocupada con
la de él. Algo volvió a encajar en su lugar de forma audible y, de repente, su
cabeza silenció el ruido de los últimos meses. Las palmas de él estaban calientes
en las mejillas de ella, y detuvieron las lágrimas que tan insistentemente habían
encontrado su salida segundos antes. Lo sintió alejarse un poco, pero Vhalla se
movió hacia adelante, robando un momento más de sus labios. Sus ojos se
abrieron y se encontraron con los de él. A pesar de ser el iniciador del beso, se
veía tan desconcertado como ella.

Sin soltar su rostro, Aldrik suspiró suavemente y se inclinó hacia adelante


para presionar su frente contra la de ella, sus narices apenas tocándose.

—Dilo otra vez…


200
Vhalla cerró los ojos.

—Te amo, Aldrik. —Decirlo en voz alta, para él, encendió chispas en su
pecho.

Él volvió a acercar su rostro al de ella y reclamó su boca con fiereza una vez
más. Las manos de Vhalla encontraron vida propia, igualando el fervor de él. Se
presionaron contra su pecho, sus palmas subiendo hasta sus hombros. Vhalla
enterró los dedos en el cabello de su nuca, ansiosa por desarmar su prístino
semblante. Sus uñas le recorrieron su cuero cabelludo y las manos de él cayeron
de su rostro a su cintura.

Aldrik la acercó más y sus brazos se doblaron. Sintió sus caderas


encontrarse con las de él y su pecho rozar la cálida longitud de su cuerpo. Vhalla
se estremeció y él la abrazó con más fuerza. Rompió el beso por un momento,
respirando temblorosamente. Justo cuando ella abrió los ojos, su boca estuvo
sobre la de ella otra vez y aniquiló cada pensamiento de ella solo con su sabor y
tacto.

El tiempo que pasó entre ellos no fue suficiente antes de que ella sintiera su
cuello presionar contra sus dedos y sus labios alejarse de los de ella. Vhalla se
resignó con la mayor gracia posible, apenas reprimiéndose para no abrazarlo y
mantener su boca contra la de ella para siempre.
Aldrik miró hacia abajo con desconcertada adoración; nunca había visto un
rubor en sus mejillas, pero ahora era de un suave color rosado que parecía casi
saludable en la palidez natural de su piel. Abrió los labios y respiró con
dificultad. Una mano pasó de su cintura a su rostro y le acarició la mejilla con las
yemas de los dedos.

—Aldrik —susurró ella, sus labios en llamas. Todavía se sentía embriagada


por su cercanía; sin embargo, sin la distracción inmediata de su boca, la confusión
comenzó a regresar a su cerebro—. ¿Qué pasa con Elecia? —susurró, solo el
nombre hizo que las felices burbujas en su estómago se calmaran.

—Ven —dijo Aldrik, tomando sus manos entre las suyas mientras la
conducía de regreso al sofá. Esta vez, ella se sentó a su lado—. ¿Quién crees que
es Elecia?

—No lo sé. —Vhalla no quería jugar a las adivinanzas, y sus teorías sobre
Elecia se extendían tanto como el Gran Camino Imperial. Afortunadamente,
Aldrik no la hizo esperar.

—Elecia es mi prima.
201
—¿Qué? —preguntó Vhalla con una rápida inhalación.

Una sonrisa de complicidad se curvó en las comisuras de la boca de él ante


su evidente sorpresa.

—Mi madre, como estoy seguro de que sabes, era una princesa del Oeste.
Cuando el Oeste fue derrocado, su padre fue destituido de su trono como rey.
Pero en un esfuerzo por una transición pacífica, su hijo mayor, mi tío Ophain, fue
nombrado Señor del Oeste. Mi tío tuvo un hijo que luego se casó con una mujer
del Norte y tuvieron una hija.

—¿Elecia? —susurró Vhalla, con los ojos abiertos de par en par,


mentalmente siguiéndolo. Eso explicaba todo sobre la mujer. Su apariencia, su
comportamiento, su protección de Aldrik, Vhalla lo entendía todo.

Aldrik asintió.

—Nació cuando yo tenía siete años. Hicimos un viaje de regreso al Oeste


poco después, pero ella era solo una niña pequeña. No la conocí bien hasta que
fuimos adultos —continuó él.

Hubo un zumbido en los oídos de Vhalla y el alivio recorrió su piel. Elecia


no era una amante. No era su prometida. Era su familia.

—Pensé que ya lo sabías.


—¿Cómo lo hubiera sabido? —preguntó Vhalla, un poco exasperada. Leía
muchos libros, pero no era como si hubiera estudiado específicamente los linajes
y simplemente recordara ese pedazo de información.

—Tenemos el mismo nombre —dijo Aldrik con total naturalidad.

—¿Qué? —Vhalla lo miró como si estuviera loco.

—Ci’Dan, el apellido de mi madre.

La misteriosa “C” finalmente tuvo una explicación.

—Aldrik Ci’Dan Solaris —susurró Vhalla—. Entonces, ¿qué estaba


haciendo ella en tu habitación, por la noche? —Vhalla se abstuvo de comentar
sobre su vestimenta extremadamente informal.

—Ah, eso. —Aldrik apartó la mirada—. No dije nada antes porque me


preocupaba que no funcionara.

—¿Qué? —preguntó Vhalla, preguntándose qué otra cosa obvia podría


haber pasado por alto.

—Elecia es una Destructora de Tierra. Tiene talento en muchas cosas, pero 202
la curación es algo para lo que tiene un don natural. Lee los cuerpos como si
fueran libros. —Aldrik sonrió y se puso de pie—. Vhalla, mírame. —Ella frunció
los labios, sin ver nada—. Con tu vista mágica.

Vhalla cambió su visión y tuvo una vista diferente a cualquiera que hubiera
visto antes. Su cuerpo estaba envuelto en una llama blanca dorada, tan brillante
que su piel brillaba débilmente. Nunca lo había visto tan brillante. Fue entonces
cuando se dio cuenta de la razón. La mancha oscura en su costado había
desaparecido.

Vhalla se puso de pie, extendiendo la mano y colocándola en su cadera. Ella


volvió a cambiar su visión y miró su rostro. Aldrik continuó sonriendo a pesar
de la sorpresa de Vhalla.

—¿E-estás curado? —preguntó ella tentativamente.

—Sí. —Él sonrió—. Pero fue un proceso; tomó casi dos días de su trabajo y
el mío. Estuvo aquí todo el día.

Vhalla respiró lentamente. Nunca había visto al príncipe sonreír tanto. La


risa brotó de su estómago y se escapó con una alegre melodía. Desde que ella lo
conoció, había sufrido por esta herida. Fue literalmente una mancha oscura en él
durante meses. Ahora estaba libre.
—Ojalá pudiera haber ayudado —dijo ella en voz baja.

—No quería darte esa carga —respondió él, pasando tímidamente los dedos
por su mejilla. Dejando un rubor a su paso—. Especialmente no después de la
tormenta de arena.

—La próxima vez, al menos dímelo —dijo ella con severidad.

—Lo prometo —juró Aldrik.

—Pensé… —Vhalla negó con la cabeza con una pequeña risa—. Pensé que
estabas con ella —confesó, mirando a otro lado.

—Pensé que todo era obvio para ti —dijo él en voz baja, asombrado por su
confusión—. No solo sobre Elecia, sino… —Aldrik se pasó una mano por el
cabello, notando con una pequeña sonrisa el lío que ella había hecho antes—, con
todo. Estaba seguro de que, con la forma en que actuaba solo contigo, lo sabías.

Vhalla se sonrojó y se miró los pies. Larel había intentado decírselo. Sería
falso si Vhalla dijera que no tuviera la esperanza. Pero, por supuesto, nunca
pensó que fuera cierto. Siempre había una explicación más probable y
conveniente. Algo más cruzó por su mente y sus ojos volvieron a los de él. 203
—Si estás curado, entonces el Vínculo… ¿se ha ido? —Sintió un pequeño
pánico crecer en ella.

Aldrik se rio entre dientes.

—Todavía está ahí. Mis más sinceras disculpas, Vhalla Yarl, pero según el
mejor conocimiento de la comunidad académica de hechiceros, estamos
Vinculados de por vida.

—Perdóname por no estar destrozada por eso. —Ella sonrió de oreja a oreja.

Él se rio entre dientes y le apretó la mano ligeramente.

Vhalla se sentó en el sofá con un suspiro de alivio. La última media hora la


llegó a ella y de repente se sintió agotada. Aldrik regresó a su lugar junto a Vhalla,
colocando su brazo detrás de ella, su costado pegado al de ella, y se inclinó hacia
él instintivamente. Apoyó la cabeza en su hombro y se alegró de que no hiciera
ningún movimiento para alejarse.

—Vhalla —susurró él en voz baja.

—¿Aldrik? —respondió ella, con los ojos cerrados mientras se permitía


disfrutar de su calidez.

—¿Dijiste en serio lo de antes? ¿O fue solo por el momento?


Vhalla se enderezó para estudiar su rostro.

—¿Qué?

—Antes. —Aldrik apartó la mirada—. Me dijiste eso, tus sentimientos…

Vhalla se detuvo por un instante, vacilante. ¿Le estaba dando la opción? ¿Le
estaba pidiendo que decidiera? Él parecía incapaz de encontrarse con su mirada
y miraba al otro lado de la habitación a nada en particular. Vhalla respiró
temblorosamente. Extendiendo la mano, puso las yemas de los dedos debajo de
la barbilla de él y guio sus ojos de regreso a los de ella.

—Aldrik, no fue un impulso —dijo Vhalla lenta y deliberadamente—. Ni


siquiera fue la primera vez que lo dije en voz alta. —Ella sonrió suavemente ante
su sorpresa.

—¿Cuándo? —Sus labios apenas se movieron.

—¿Cuándo lo admití? Después de la tormenta de arena. ¿Cuándo sucedió?


Mucho antes de eso. —Ella se encogió de hombros levemente; era inútil intentar
negarlo. Vhalla regresó su mano a la de él, mirando sus dedos entrelazados. La
sola visión de eso la llenó de alegría. 204
—Lo intenté —susurró él, la tristeza en su voz contrastaba marcadamente
con el tono de sus conversaciones anteriores—. No lo esperaba, luego no quería
que sucediera. Traté de explicártelo el día del veredicto. Estar involucrada
conmigo es peligroso.

—No me importa. —Salió de su boca antes de que tuviera tiempo de


filtrarlo. Pero cuando él negó con la cabeza, descubrió que no se arrepentía.

Aldrik se rio entre dientes y se puso de pie.

—Eres una mujer bastante imposible.

—Mira quién habla. —Vhalla le dio una sonrisa sarcástica.

Fue recompensada con el rico sonido de su risa cuando Aldrik la ayudó a


levantarse.

—Debo trabajar un poco —explicó él con una mirada de disculpa.

—¿En qué? —Vhalla lo detuvo, no estaba lista para ser despedida.

—Estrategia, planificación para la incorporación de tropas, adquirir las


raciones adicionales que podamos necesitar —enumeró Aldrik.
—¿Puedo ayudar? —Vhalla se alegró de no haber pensado en las palabras
primero, de lo contrario, es posible que no las hubiera dicho. Ofrecerse para
ayudar al príncipe heredero en asuntos de estado era demasiado audaz,
demasiado fuera de su posición. Por otra parte, también lo fue besarlo. Vhalla cambió
su peso de un pie al otro, sopesando su mirada sorprendida.

—En realidad —pensó Aldrik en voz alta—, podrías.

Aldrik la llevó a la mesa con entusiasmo. Esparció los papeles y comenzó a


darle una descripción general. Vhalla se sorprendió al descubrir lo bien que se
sentía al usar su mente nuevamente. Durante meses había estado fuera de su
elemento, lejos de los libros y el conocimiento. Era como estirar un músculo que
había estado languideciendo durante demasiado tiempo.

Él hizo girar una pluma de cuervo con punta dorada entre los dedos
mientras hablaba, y Vhalla masticaba pensativamente el extremo de un repuesto
que había hecho suyo. Descubrió que algo positivo acerca de su intelecto era que
podía concentrarse en lo que él decía y en sus diestros dedos al mismo tiempo. A
Vhalla no se le pasó nada por alto, ni su conocimiento ni lo ágiles que eran sus
largas manos. 205
—¿Cuánto peso de piedras en carne ahumada está proporcionando el
Oeste? —preguntó Aldrik desde el otro extremo de la mesa.

—Dos mil —respondió Vhalla, marcando rápidamente los números en una


nueva lista como él le había mostrado.

—Eso no es suficiente —murmuró—. Tendremos que pedir más a los


señores del Oeste.

Vhalla detuvo su pluma, mirando al príncipe de cabello oscuro que estaba


sumido en sus pensamientos. Casi podía escuchar las palabras resonando en su
mente.

—Sé cómo podrías conseguir más.

—¿Qué? —Aldrik levantó su mirada, sorprendido.

Ella respiró hondo, esperando haber organizado sus pensamientos lo


suficientemente bien.

—El Oeste sobrevive del negocio de arbustos y pesca en la costa, así como
de las importaciones del Este y del Sur. —Recordó haber leído—. No se puede
pedir más a los señores y damas tan adentro de los Desechos. Es probable que ya
estén preocupados por superar las temporadas bajas de negociación.
—Entonces, ¿qué propones? —Aldrik apoyó sus manos sobre la mesa,
evaluándola como un príncipe.

Vhalla vaciló, pero solo brevemente. Sabía lo que había leído y vivido.

—Cada año en Paca, Cyven, hay un Festival del Sol con cerdos premiados.
Se sacrifican poco después y se ponen a ahumar en el invierno para venderlos en
las Encrucijadas. Es parte de una especie de migración de carne que apoya el
Oeste.

Los ojos de Aldrik brillaron, de repente entendiéndola.

»Si el Imperio compra más o menos el ochenta por ciento de esta afluencia
en el mercado, probablemente hará la diferencia para la guerra. Pero para
asegurarse de que los lores y las damas del Oeste no se preocupen por sus
almacenes, deben enviar a los agricultores de regreso al Este con órdenes de
regresar con grano adicional y subsidiar el costo del viaje de los agricultores —
finalizó Vhalla.

—Sí —susurró Aldrik, con una amplia sonrisa en los labios—. La doble
ronda de comercio también debería ayudar a las economías de Este y Oeste. 206
Estaba garabateando furiosamente, doblando tres cartas rápidas y
sellándolas con cera caliente. Vhalla vio su sello dorado moverse en estado de
shock. ¿Ella acababa de hacer eso?

—Debería mandar estas de inmediato. —Aldrik se dirigió a la puerta,


deteniéndose brevemente para mirarla con lo que Vhalla se atrevió a decir que
era asombro—. Cuando regrese, me gustaría discutir algunas ideas más.

—Por supuesto, mi príncipe. —Su propia sonrisa rompió su aturdimiento.

Aldrik regresó en un tiempo récord y su trabajo anteriormente silencioso de


repente se volvió muy hablador. Vhalla se enteró rápidamente de que el príncipe
quería que ella lo desafiara. Eso iba en contra de todo lo que le habían enseñado
sobre oponerse a la palabra del príncipe, pero Aldrik le sacaba provecho. No se
guardó nada, y Vhalla tuvo que sacar de cada libro que había leído sobre
geografía, historia, economía y gente del Imperio para mantenerse al día.

Fue estimulante y agotador.

Vhalla se puso las manos en la parte baja de su espalda y se estiró. El sol


había comenzado a ponerse, convirtiendo la habitación en un caleidoscopio de
ricos colores proyectados por la vidriera.

—¿Alguna vez dejas de trabajar?


Él le sonrió. Aldrik no pudo ocultar su disfrute en toda la tarde y tampoco
Vhalla.

—Un Imperio no se maneja solo. —Dio dos golpecitos con la pluma en la


mesa—. Y soy tres veces más productivo contigo, así que debo aprovecharlo al
máximo. No tenía idea de que estaba con una estadista natural.

Vhalla se sonrojó.

—¿Tienes hambre? —Se quedó mirando la vidriera un momento antes de


sacar el reloj de su bolsillo. El tiempo había avanzado para él también.

—Un poco.

—¿Qué te gustaría? Te conseguiré lo que sea que desees. —Aldrik agarró el


abrigo que había tirado en el suelo en algún momento de la tarde y se lo puso.

—¿Lo que sea? —preguntó ella.

—Soy el príncipe heredero. —Sonrió.

—Qué abuso de poder —lo regañó burlonamente.


207
Aldrik se enderezó y se abotonó el cuello.

—Las cosas que hacemos por amor. —Se encogió de hombros y se pasó las
manos por el cabello.

Los ojos de Vhalla se agrandaron. Ella lo miró fijamente mientras él se


giraba para mirarla, luchando con el significado de esas palabras.

—Aldrik —susurró ella.

Él hizo una pausa, sus manos cayeron a sus costados.

—¿Comida?

—Sorpréndeme. —La comida se había convertido en lo más alejado de su


mente.

Él asintió y salió con paso rápido de la habitación.

Vhalla miró la puerta sin decir nada antes de volverse hacia una de las velas
de la mesa. Observó la llama, perdiéndose en sus pensamientos. Parecía irradiar
la esencia de él, haciendo eco de las palabras de Aldrik en cada parpadeo. Vhalla
extendió una mano y la pasó por encima del fuego distraídamente.

Aldrik regresó más rápido de lo esperado.

—Estará lista en… —Sus palabras se detuvieron—. ¿Qué estás haciendo?


—Oh, algo que los niños se desafían a hacer entre sí. Bueno, niños que no
son Portadores de Fuego. —Vhalla se rio, deteniéndose rápidamente cuando la
expresión intencionada de Aldrik no había cambiado—. No duele —explicó,
pensando que él podría no tener idea lo que los que no son Portadores de Fuego
podrían manejar cuando se trataba de fuego.

—¿Estás segura? —Sus ojos se posaron en su mano.

Vhalla devolvió su atención al apéndice en cuestión y lo miró


conmocionada. Sus dedos habían estado directamente sobre la llama durante
toda la conversación, congelados desde el momento en que la había atrapado. Se
quedó mirando tontamente, viendo el fuego parpadear sobre su piel como nada
más que calor.

—Qué… —susurró confundida, retirando la mano de la vela. Vhalla se miró


los dedos; ni siquiera estaban rojos. Aldrik cruzó la habitación, inspeccionando
también—. ¿Por qué no me quemo?

—Probablemente por el Vínculo —susurró él, de repente buscando un trozo


de pergamino en blanco para garabatear—. Tienes un poco de mi magia en ti, y
yo tengo un poco de la tuya en mí, tal vez más que un poco con la Unión. No 208
puedo quemarme con mis propias llamas, así que es lógico que esa protección
pueda extenderse a ti.

—Mi viento nunca te ha afectado como a otros. —Él la consideró pensativo


y Vhalla usó su pausa como una invitación a continuar—. El tornado de la Noche
de Fuego y Viento.

Le sorprendió la facilidad con la que el infame evento podía salir de su boca.


Todavía dejaba un persistente sabor amargo en la boca de Vhalla, como el
recordatorio de algo asqueroso. Pero ya no la repugnaba.

—¿Lo intentamos? —sugirió ella—. Tu fuego es más fácil que mi viento.

Aldrik extendió un puño, abriéndolo en busca de una tenue chispa,


mayormente roja con un toque de naranja. Sabía que él podía hacer que la llama
rodeara su mano con la misma facilidad, pero en cambio permaneció en su
palma. Él la miró con incertidumbre y Vhalla se dio cuenta de que la estaba
esperando.

Ella quería reír. ¿No fue así como siempre era entre ellos? Él ofrecía
conocimiento, poder, deseo, en la palma de su mano justo delante de ella. Pero
nunca daba el paso adelante, nunca la obligaba a hacerlo. Ten toda su relación él
la esperaba. Cada vez, ella lo tomaba.
Vhalla hundió los dedos con valentía en el acogedor calor. No era como el
viento, pero algo hormigueaba en el borde de sus sentidos que solo podía
describir como la esencia del fuego. Sonrió asombrada.

La mano de Aldrik se cerró de repente alrededor de la de ella. Lenguas de


fuego se deslizaron entre sus dedos, haciéndole cosquillas ansiosas por el brazo
y repicando en su túnica. Al estar tan cerca, arroban una impresionante variedad
de rojos, naranjas y amarillos sobre el rostro anguloso del príncipe heredero. Él
levantó la otra palma hacia su mejilla, el fuego brillaba bajo su pulgar mientras
lo pasaba por su carne.

Los ojos de Vhalla se cerraron, su magia rozándose contra la de ella como


una invitación susurrante. Fue una sensación extraña y sabrosa que rápidamente
la cautivó y la dominó. Cedió a los ligeros tirones de él en su barbilla, guiándola
hacia adelante y hacia arriba. Los labios de Aldrik se cernieron sobre los de ella
y Vhalla inhaló con fuerza, respirando fuego imbuido de su esencia cruda.

Un golpe en la puerta los sobresaltó. Las llamas se desvanecieron


rápidamente.

—No te preocupes —susurró él—. Siempre soy una persona reservada para 209
que nadie cuestione cuando tengo una razón para serlo. —El príncipe lucía una
sonrisa cómplice—. Déjalo —dijo hacia la puerta.

Vhalla se pasó los dedos por los labios. La comida era lo último en lo que
pensaba. Había encontrado un tipo diferente de sustento.

Aldrik empujó una bandeja rodante con un verdadero festín, y rápidamente


la señaló cuando vio su mirada hambrienta. Vhalla presenció el rubor
instantáneo en las mejillas de él, sus respiraciones breves. Sabía que, si ponía la
palma de su mano en el pecho de él, su corazón estaría acelerado a la misma
velocidad que el de ella.

—Vamos a desperdiciar tanta comida. —Con una ligera risa, se alejó del
acalorado momento.

Terminaron juntando las dos sillas, formando una plataforma sobre la que
cenaron. Aldrik se sentó en una esquina del medio cuadrado que formaban los
respaldos cuando se juntaron y Vhalla ocupó la otra. Le contó los diferentes
alimentos que los rodeaban con precisión experta, ofreciéndole información
sobre sus orígenes o la mejor manera de disfrutarlos. Hablaron sobre la etiqueta
en la comida y las diferencias culturales.

—¿Te gusta más el Oeste o el Sur? —preguntó ella entre bocados.


—¿En qué? ¿Comida? —Se sirvió un poco de arroz.

—Todo —especificó ella.

—Esa es una decisión difícil. Sin duda, los hechiceros son tratados mejor en
el Oeste; en general, soy más amada aquí como resultado. Pero crecí en el Sur;
mis lazos aquí son solo a través de visitas. El palacio es mi hogar. —Aldrik le
devolvió la pregunta—. ¿Y tú? ¿Este o Sur?

Vhalla masticó su comida un momento para darse tiempo para pensar.

—No es muy difícil realmente… vengo de muy poco en el Este. —Vhalla


miró la comida; odiaba los recordatorios de quién era realmente en momentos
como este. Rompían sus fantasías—. El palacio es mi hogar en la mayoría de los
sentidos también.

—¿Cómo es la casa de tu infancia? —Aldrik se estiró para alcanzar un plato.

La idea de su hogar tenía una especie de belleza agridulce.

—Mi casa es un lugar pequeño. Es de piedra, un techo que necesitaba


urgentemente un reemplazo la última vez que estuve allí. Tenemos un granero 210
de madera para un caballo de arar.

—Me gustaría verlo —dijo casualmente. Vhalla no pudo evitar reírse y él


frunció el ceño—. Me gustaría.

—¿El príncipe heredero? ¿En Leoul? ¿En mi casa? —La risa de Vhalla volvió
a escucharse—. Mi padre podía repudiarme por dejar entrar a alguien como tú.

El resto de la conversación fue relajada y tranquila entre ellos. Hablaron,


pasaron el rato comiendo en las sillas y la mesa, y hablaron hasta bien entrada la
noche sobre todo y nada. Cuando estuvo claro que ambos se habían saciado, él
se levantó para limpiar los platos y Vhalla lo ayudó. Los viejos hábitos tardaban
en morir; se sentía extraño ver al príncipe del reino limpiando su propia comida
cuando ella estaba allí. Él insistió en que podía hacerlo; ella insistió en que lo
ayudaría.

Se mantuvo cerca mientras Aldrik regresaba de colocar el carrito en el


pasillo para que el personal se ocupara de lo demás. El exterior de la vidriera
estaba oscuro y Vhalla sabía que era tarde.

—Debería irme —susurró ella.

Aldrik la miró en silencio durante un largo momento, tomando sus manos


entre las suyas.
—Quédate.

—¿Aldrik? —cuestionó Vhalla.

—Quédate aquí —afirmó él. Vhalla se mordió el labio, insegura de lo que


realmente estaba pidiendo—. Tengo espacio más que suficiente. Elecia dijo que
las sillas son cómodas.

—¿Por qué?

—Porque te quiero cerca de mí. No quiero que te vayas. —Su franqueza la


traspasó y sintió que su corazón comenzaba a acelerarse a la misma velocidad
que antes.

—No debería. —Sus palabras fueron débiles y suaves. ¿Le estaba pidiendo lo
ella pensó que le estaba pidiendo?

—Tienes razón. —Él asintió, su voz fue suave y profunda—. ¿Te quedarás?

Vhalla intentó encontrar motivos para objetar. A Fritz y Larel seguramente


no les importaría, y pocas personas notarían su ausencia. Aldrik no había
hablado explícitamente de que ella compartiera su cama, pero ¿sucedería? Vhalla 211
tragó duro. Si sucedía, ¿estaba lista para ello? Si no lo estaba, sabía que Aldrik no
la obligaría. Toda la razón de Vhalla objetaba que era una mala decisión.

Pero estaba demasiado abrumada por su proximidad.

—Lo haré. Me quedaré —susurró ella.

Él se rio suavemente con un movimiento de cabeza.

—Es la primera vez.

—¿Qué?

—Que le he pedido a una mujer que se quede conmigo mientras no estoy


seguro de cómo responderá. —Aldrik la miró aliviado. Era algo extraño para
decir, pero las palabras del príncipe Baldair volvieron a Vhalla. Sus historias de
la caza, de su hermano sabiendo exactamente lo que sucedería, exactamente lo
que incluso ella haría. Sin embargo, parecía que el infame príncipe persuasivo no
había calculado lo que estaba sucediendo entre ellos. Su propio alivio se extendió
sobre ella.

—¿Cuántas veces le has pedido a una mujer que se quede contigo? —


bromeó ella suavemente.

—Bueno. —Aldrik pareció quedarse sin palabras—. ¿Antes de esto? No


muchas que importaran ni siquiera un poco.
Vhalla sintió que un rubor le recorría todo el cuerpo. Dio medio paso más
cerca, cerrando la brecha entre ellos. Aldrik inclinó su mejilla contra sus atrevidos
dedos mientras trazaban senderos ligeros como una pluma sobre su pronunciado
pómulo. Vhalla delineó su frente, bajó por el bulto en su nariz, el borde de su
mandíbula, deseaba recordar cada detalle con exactitud. Ella rozó con su pulgar
la comisura de los labios de él y se sintió moverse sin pensar.

Aldrik inclinó la cabeza para encontrarla a mitad de camino, atrapándola


con un beso lento y decidido. Cada movimiento, cada breve apertura de su boca,
la hizo anhelar más. Los dedos de Aldrik se hundieron en su cabello. Fue jalada
contra él, suspirando en suave liberación cuando sintió su magia deslizarse sobre
su piel una vez más.

El príncipe se apartó de repente.

Vhalla tragó, parpadeando.

—Aldrik… —Su voz sonó extraña incluso para sus propios oídos, el deseo
la cambiaba.

—Te amo, Vhalla. —Se obligó a decir Aldrik. 212


Vhalla echó la cabeza hacia atrás con sorpresa, con los ojos abiertos de par
en par. Su corazón latía con fuerza y repitió sus palabras en su mente.

—¿Qué? —De alguna manera, había alejado de su conciencia la idea de que


él tuviera los mismos sentimientos por ella que ella tenía por él.

—Te amo —repitió, un fuego decidido iluminando sus ojos—. Es una de las
peores cosas que podría hacer —confesó Aldrik—. Lo juro por la Madre, he
tratado de no condenarte con eso. Pero eres una presencia hermosa y bastante
persistente en mi vida. Y, por una vez, el príncipe elocuente y persuasivo está
cansado de fingir.
Vhalla movió una pila de mantas a su alrededor. Su cabeza se sentía
nublada por el sueño mientras rodaba. Dedos largos recorrieron su cabello,
enganchándose levemente en los nudos. Se acurrucó en la almohada, sin abrir los
ojos. Vhalla alargó su mano hacia Aldrik debajo de las sábanas y lo encontró, pero
fue incapaz de tocarlo. Sus ojos se entreabrieron.

—Buenos días. —Aldrik estaba sentado junto a ella encima de las mantas.
Apoyado contra las almohadas y la cabecera. Tenía doblada su rodilla más
apartada, una tabla con papeles encima. Vhalla notó que los dedos de su mano
derecha ya estaban manchados con tinta; debió haber estado trabajando en eso
por un rato.

—Buenos días, mi príncipe. —Le sonrió. Vhalla recordaba haberse


acurrucado con él en las sillas para recibir mil besos la noche anterior, pero no
213
parecía recordar cómo habían llegado a la cama. Sin embargo, era una montaña
acolchonada en la que podía hundirse; seguía con la ropa puesta; y no recordaba
haber tomado nada que la hubiera hecho perder la cabeza, por lo que no estaba
particularmente preocupada por nada malo.

Vhalla se incorporó sobre sus codos y se frotó los ojos. Las cortinas de la
habitación lateral se habían corrido un poco y los rayos de sol que atravesaban el
aire le indicó que ya era pasado el amanecer.

—¿Qué hora es?

Aldrik se movió. Solo vestía una camisa de algodón, esta vez negra, y
pantalones negros. Vhalla reflexionó sobre cómo nunca lo había visto en nada
menos que mangas largas y pantalones largos, excepto por la noche con Elecia.
Sacó un familiar reloj plateado de su bolsillo.

—Poco después de las ocho y media. —Cerró el reloj y lo guardó.

—Poco después de las ocho y media y ya estás trabajando. Y te bañaste. —


Notó que su cabello estaba arreglado—. ¿Dormiste? —La almohada amortiguó el
final de su palabra mientras volvía a caer contra esta.

—Normalmente, no mucho. —Su pluma arañó el pergamino.


—¿Normalmente? —repitió, girando el rostro para mirarlo desde debajo de
las mantas.

—Dormí bien anoche.

—¿Cómo llegamos a la cama? —No pudo evitar preguntar.

—Te traje cuando me di cuenta de que te habías desmayado. Supongo que


mi historia sobre el Reino de Mhashan fue así de aburrida. —Aldrik la miró por
el rabillo del ojo con enfado.

Vhalla se rio con culpabilidad.

»Sin embargo, Elecia tenía razón —continuó él—. No pude encontrar una
sola queja con las sillas.

Vhalla reflexionó eso por un segundo.

—Espera —Ella hizo una pausa—, ¿tú dormiste en las sillas? —Vhalla rodó
sobre su costado para mirarlo.

—Por supuesto. —Su ceño se frunció levemente—. ¿Pensaste que me


metería en tu cama mientras dormías y pasaría la noche acostado contigo sin tu 214
permiso?

Vhalla lo miró fijamente. Había asumido que quedarse dormida en sus


brazos después de besarse la mitad de la noche era suficiente permiso, pero era
de destacar la caballerosidad en la declaración. Sin embargo, cualquier ternura
sobre el sentimiento se perdió rápidamente en la risa.

—¿Qué? —preguntó él, mirándola extrañamente.

—Eché al príncipe heredero de su cama. —Ella rodó sobre su espalda de la


risa—. Oh, esa es una historia que me gustaría poder compartir con alguien.

Aldrik agarró las mantas y se las echó sobre la cara.

—Eres molesta por la mañana —dijo él con un toque de diversión.

Eso le provocó a Vhalla un ataque de risa.

—Oh, lo siento, poderoso Aldrik. —Se sentó y se quitó las mantas—. ¿Soy
una perturbación para tu rutina? —Vhalla puso las manos en la cama entre ellos
y se inclinó.

—Mucho. —Sonrió.

—Bien, entonces me iré sin demora. —Vhalla bajó los pies de la cama.
Escuchó el roce de sus papeles cuando él extendió la mano y la agarró por
los hombros, colocándola en su regazo. Se inclinó y sus labios estuvieron sobre
los de ella. Vhalla suspiró suavemente, podría acostumbrarse a despertarse de
esta manera.

—No me he lavado la boca todavía. —Ella rápidamente se la cubrió con la


mano mientras él se apartaba.

—Lo sé. Es nauseabundo también. El baño está ahí. —Sonrió y señaló una
puerta adyacente.

Vhalla lo miró con enfado mientras se levantaba. Nunca había conocido a


un hombre que pudiera ser tan idiota sin dejar de ser tan guapo. En el momento
en que se cerró la puerta del baño, Vhalla reprimió otro ataque de risa.

Era absolutamente una locura lo que estaba pasando. Era absolutamente


una locura lo feliz que estaba. Vhalla tarareó mientras pasaba la mano por el
mostrador. Era un mármol negro oscuro y el grifo estaba hecho de oro. La bañera
era lo suficientemente grande para que cuatro personas se sentaran
cómodamente, como una pequeña piscina tallada en piedra. Había un armario
adyacente lleno de más ropa de la que sabía que él llevaba consigo en el viaje. 215
Toda la habitación era tan opulenta como el edificio en sí y Vhalla no podía creer
que tuviera un lugar ahí.

Había algunas botellas en el mostrador. Notó uno o dos elixires clericales


casi vacíos entre ellos. Vhalla reflexionó sobre cuál usaba para su cabello, oliendo
algunos que tenían el aroma fresco de eucalipto, mientras localizaba con el que
debía limpiarse la boca. Vhalla se lavó el rostro y se pasó las manos mojadas por
el cabello. Le quedó levemente hacia atrás debido a la humedad y se rio.

—Mira, soy tú. —Vhalla abrió la puerta.

Él la miró y luego volvió a sus papeles.

—Se ve horrible —murmuró.

—Bien, bien, no seas malo contigo mismo. —Se rio levemente, sentándose
frente a él en el extremo de la cama—. Creo que se ve llamativo en ti. —Vhalla se
pasó los dedos por el cabello, volviéndolo a convertir en su desorden normal.
Aldrik la miró por encima de sus papeles y no dijo nada, aunque ella podría haber
jurado que había una sonrisa en su rostro.

—Entonces, ¿qué vas a hacer hoy? —preguntó él.

—No estoy segura. Supongo que volveré y… veré qué están haciendo los
demás. —Vhalla se encogió de hombros.
—¿Volverás esta noche? —Aldrik hizo una pausa, buscando su reacción.

—¿Esta noche? —No había pensado en eso.

—Sí, mi lorita. —Él sonrió ante el ceño fruncido de ella—. Esta noche,
¿volverás? —Aldrik colocó sus papeles con cuidado sobre las almohadas que ella
ocupó antes. Devolvió la pluma al tintero de la mesilla de noche.

—¿Eso deseas? —Vhalla quería escucharlo decirlo directamente.

—Así es. —Aldrik asintió.

—Entonces volveré.

—¿Tú lo deseas? —devolvió la pregunta.

—Por supuesto que sí. —Aldrik pareció aliviado por su respuesta—. Estar
cerca de ti es…

Hubo un golpe en la puerta; ambos miraron hacia la otra habitación. Vhalla


se volvió hacia él, un profundo ceño escrito en los rasgos de Aldrik.

—¿Hermano? —llamó una voz desde el pasillo—. ¿Estás despierto?


216
—Quédate aquí —le dijo él en voz baja.

Vhalla asintió en silencio.

Aldrik bajó los pies de la cama y se puso de pie. Se dirigió a la puerta y se


detuvo brevemente. Envolviendo su mano alrededor de la parte posterior de su
cabeza, Aldrik se inclinó y besó su frente ligeramente. Ella le sonrió y él le dio
una sonrisa cansada.

Cerró las puertas corredizas de la pantalla de papel detrás de él mientras


salía de la habitación. Vhalla se dejó caer en la cama con un suspiro de
satisfacción. Estaría feliz de no dejar nunca las Encrucijadas. La guerra podía
continuar como estaba, y el Emperador podía regresar al Sur para gobernar.
Estaría feliz si ella y Aldrik pudieran esconderse aquí para siempre.

Vhalla contuvo la respiración cuando escuchó la puerta abrirse.

—Buenos días, hermano. —Pudo oír al príncipe Baldair entrar en la


habitación mientras hablaba, aunque Vhalla estaba bastante segura de que su
hermano mayor no le había dado permiso.

—Baldair —dijo Aldrik secamente. Incluso a ella le costaba imaginar esa


voz perteneciente al hombre que la besó momentos antes—. ¿A qué debo este…
placer?
—No interrumpo nada, ¿verdad? —preguntó el hermano menor.

—Claramente no. —Aldrik suspiró—. ¿Eso es todo lo que viniste a buscar?

—Ah, no, han llegado los exploradores. Las fuerzas del Oeste se unirán a
nosotros en una hora, dos como máximo. —Vhalla escuchó la voz del príncipe
Baldair acercándose.

—¿Oh? Excelente, entonces tendré que prepararme para su llegada. —La


voz de Aldrik también era más fuerte.

Vhalla se sentó. ¿Debería esconderse?

La sombra de Aldrik apareció al otro lado de las puertas talladas,


bloqueando el camino de su hermano.

—Si me disculpas.

—Buenos días, Vhalla —exclamó el príncipe Baldair.

Su estómago se convirtió en piedra. Una noche, se había consentido por una


noche y el mundo ni siquiera podía darle eso.
217
—Te ves bastante tonto gritando a habitaciones vacías —dijo Aldrik
arrastrando las palabras.

Se preguntó cómo podía mantener la compostura tan bien.

—Te ves un poco tonto, hermano, por haber sido sorprendido con algo tan
simple —replicó el príncipe Baldair—. Elegiste este lugar por su seguridad, por
su mantenimiento de registros. —Su risa resonó y Vhalla hizo una mueca,
preguntándose cómo alguna vez pensó que era un sonido encantador—. Es
increíble de ti cometer un error tan simple.

—Y, dime, ¿cuál es ese error? —gruñó Aldrik.

El corazón de Vhalla se aceleró. No tenía que verlo para saber que tenía la
mandíbula apretada; incluso podría tener una mano en un puño, le estaba
diciendo a su hermano exactamente lo que quería escuchar sin usar una sola
palabra.

—Anoche se registró que entró una señorita Vhalla Yarl, pero nunca se
registró se fue —proclamó el príncipe Baldair, casi victorioso. Vhalla quiso entrar
en pánico, pero la primera emoción fue una extraña curiosidad: el príncipe
Baldair estaba vigilando a su hermano. Esa no era información con la que podría
haberse cruzado accidentalmente—. En serio, hermano, no es propio de ti; es
descuidado.
—Parece que todo lo que es descuidado es el mantenimiento de esos
registros —intentó Aldrik.

Se preguntó si sonaba más convincente para una persona que no era ella.

—¿Qué creen ustedes dos que están haciendo? —replicó el príncipe Baldair.
Claramente no estaba comprando lo que vendía Aldrik.

—Nada de lo que tengas que preocuparte —gruñó Aldrik.

Vhalla se estremeció al darse cuenta de lo que se avecinaba.

—¿Oh? ¿No más negaciones? —El hermano de Aldrik lo había pillado con
sus propias palabras—. No te dejes engañar por él, Vhalla.

Se mordió el labio para evitar gritar y poner al príncipe más joven en su


lugar.

—Suficiente de esto. Vete, Baldair. —La paciencia de Aldrik casi se había


acabado.

—Bien, Aldrik, si quieres que sea así. —Escuchó el sonido de las botas del
príncipe Baldair desvaneciéndose—. Pero deberías revisar el libro antes de que 218
papá tenga la oportunidad de verlo.

—Gracias —dijo Aldrik a regañadientes.

Vhalla parpadeó. ¿Estaba agradeciendo a su hermano, después de todo eso?


No podía imaginar una razón.

—Te veré dentro de una hora. —El cierre de la puerta señaló la partida del
príncipe más joven.

Aldrik abrió las puertas corredizas y Vhalla lo miró con desesperación. Él


captó su emoción y se acercó rápidamente para sentarse junto a ella, tomando sus
manos entre las suyas.

—Está bien. —Llevó sus nudillos a sus labios—. Todo está bien.

—Pero… —protestó débilmente.

—Cambiaré el libro. No será un problema. —Aldrik acunó su mejilla.

—¿Tu hermano? —preguntó.

—Ignóralo —susurró Aldrik.

—¿Por qué él es así? —preguntó Vhalla, permitiendo que el toque de su


príncipe la calmara.
—Es una larga historia entre nosotros. Pero por ahora, debo cambiar ese
libro antes de que tenga la oportunidad de llamar la atención de mi padre.

A juzgar por la forma en que Aldrik hablaba, era una larga historia que ella
no escucharía.

—¿Qué pasaría si tu padre lo viera? —Vhalla sabía que el príncipe Baldair


entretenía a las mujeres todo el tiempo. Si bien no quería que pensaran en ella
como ese tipo de mujer, especialmente con Aldrik, parecía bastante injusto que
un hermano pudiera salirse con la suya al tener mujeres en su habitación y el otro
no.

—No te preocupes por eso —susurró él.

—¿Qué pasaría? —insistió—. Aldrik, deja de excluirme. Incluso si crees que


es por mi propio bien.

Él apartó la mirada.

—Necesito prepararme para la llegada de la tropa.

—¿Qué pasaría? —espetó ella. Él la miró, sorprendido. Vhalla respiró hondo, 219
calmándose—. Solo dime.

—Después de que di mi testimonio en tu juicio, mi padre habló conmigo.


—La voz del príncipe era débil y sus ojos nunca encontraron los de ella—. Me
preguntó si ibas a ser un problema.

—¿Un problema? —susurró ella. Algo en su tono la puso más nerviosa que
todo el intercambio con el príncipe Baldair.

—Una… distracción de mis obligaciones. —Finalmente la miró—. Lo siento.

—¿Por qué? —Vhalla estaba confundida.

El príncipe suspiró y apoyó la frente en la palma.

—Le dije a mi padre que te veía por lo que eras. Una herramienta que
necesitábamos y nada más. Que te tenía en mis manos y que harías lo que yo te
dijera. Que eso, nosotros, no era más que un medio para ese fin. —Su pecho se
apretó ante la debilidad de su voz—. Vhalla, yo no…

—Lo sé —interrumpió ella. Dolió escuchar lo que dijo, pero sabía que él solo
hacía lo que sentía que era mejor. O al menos, eso esperaba. La miró con
escepticismo y ella le apretó la mano ligeramente.

—Mi padre me dijo que esperaba que yo estuviera en lo cierto porque había
demasiado sobre mis hombros para que el Imperio agotara o invirtiera mucho en
una chica común, sin importar lo mágicamente especial que fuera. —Aldrik puso
los ojos en blanco ante las declaraciones parafraseadas.

—Tu hermano estaba allí, ¿no? —Vhalla se dio cuenta.

Aldrik le dio un pequeño asentimiento.

Si no es por tu bien, entonces por el de él, las palabras del príncipe Baldair se
repitieron en su mente. Te está usando, Vhalla. Eso la hizo detenerse. Baldair habría
visto todas las interacciones de Aldrik con ella de una manera muy diferente a
ella; como el objeto del afecto del príncipe heredero.

—¿Qué hará tu padre? Si él…

—¿Si se entera de que te quedaste a pasar la noche conmigo? —preguntó


Aldrik—. ¿O que me he enamorado de esa chica común y especial? —Le sonrió
con tristeza.

—¿Ambos? —Vhalla le recordó a sus entrañas que no era el momento de


sonrojarse.

—De lo primero, creo poder convencerlo para que retroceda. —Aldrik se 220
pellizcó el puente de la nariz—. De lo último, no estoy seguro.

Vhalla lo tomó por la verdad, aunque algo en la distancia de sus ojos la hizo
sospechar que él tenía una suposición. Ella lo dejó pasar; tal vez era mejor no
decir algunas cosas.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por decirme la verdad. —Vhalla no pasó por alto lo difícil que


probablemente fue para él.

Aldrik se rio y negó con la cabeza. Vhalla lo acercó más a ella y él la dejó,
inclinándose hacia adelante. Sus labios se encontraron brevemente, pero eso fue
todo lo que hizo falta para tranquilizarla sobre casi todo lo que creía saber en el
mundo.

—Necesitas prepararte y editar ese libro.

Vhalla se puso de pie y él la agarró por la muñeca.

—¿Todavía vendrás de nuevo esta noche?

Ella parpadeó ante su pregunta. ¿Después de todo lo que le había dicho?


—No sé si eso es realmente… —Comenzó a decir, sabiendo muy bien ahora
que no era solo una mala idea, sino una potencialmente peligrosa.

—Hay una entrada secreta —dijo él rápidamente.

Vhalla lo miró con incredulidad.

—Si había una entrada secreta, ¿cómo es que no la usé para empezar?

—Porque tenía una razón para verte. —Una sonrisa astuta y torcida tiró de
sus labios—. Porque no esperaba que te quedaras a pasar la noche.

Vhalla se sonrojó y apartó los ojos de su hermoso rostro.

—Sigue siendo una mala decisión —susurró ella.

—Siempre lo será. —Aldrik se puso de pie. Su respiración se aceleró solo


por su proximidad. Enganchó sus dedos debajo de su barbilla y tiró de su rostro
hacia arriba con suavidad—. Si quieres tomar la decisión apropiada ampliamente
aceptada, entonces vete ahora, ten piedad y termina con esto antes de que me
sigas seduciendo. Porque te lo prometo; esto nunca será fácil, para ninguno de
los dos, y me niego a amarte a medias.
221
Una vez más, sintió la opción que él le había dado. Los problemas no eran
nada que no se hubiera dicho antes. Los desafíos no eran nada a lo que ella ya no
se hubiera enfrentado. Sin embargo, escucharlo decirlo lo hizo aún más aterrador.
Él también parecía asustado, y si eso lo asustaba, ella tenía todo el derecho a estar
asustada. Pero él lo reconoció, diciéndole que pelearía si ella lo hacía. Había mil
cosas con las que quería responder.

—¿A qué hora? —fueron las únicas palabras que salieron de su boca.

—¿Seis? —El rostro de Aldrik encontró su sonrisa de nuevo y Vhalla se


sintió cálida al saber que ella contribuyó a ello.

—Está bien.

Aldrik asintió y la condujo a la sala principal y detrás de la barra que


ocupaba el espacio a la izquierda de la puerta. Caminando hacia un estante,
Aldrik sacó una botella y Vhalla se sorprendió al verla unida a una palanca de
metal oculta. Se escuchó un clic en algún lugar de la pared, y abrió los estantes
para revelar un pasaje. Mientras descendían la corta distancia, una mota de luz
apareció sobre su hombro.

—¿Cómo supiste que esto estaba aquí? —preguntó ella.


—No disfruto sentir que podría estar atrapado en alguna parte. Nos
alojamos en este hotel al comienzo de la guerra, y he insistido en quedarme aquí
desde que el dueño me mostró esto —explicó Aldrik cuando llegaron a la planta
baja—. Seis —afirmó.

Ella asintió.

»Sé puntual, soy el único que puede abrir esta puerta.

—Estaré aquí, lo prometo.

Presionó sus labios contra su frente.

—Cuídate, no vaya a ser que tenga que quemar las Encrucijadas hasta los
cimientos con rabia.

Vhalla se rio suavemente, dándose cuenta de que puede que no sea del todo
una broma. Ella le sonrió juguetonamente.

—Cuídate, no vaya a ser que tenga que soltar un tornado en las Encrucijadas
con rabia. —Fue recompensada por su descaro con su risa y otro beso firme.

Aldrik apoyó la palma de la mano en la puerta y empujó. Vhalla se dio 222


cuenta de la verdad de lo que dijo antes cuando el metal donde debería estar una
cerradura o una perilla comenzó a derretirse alrededor de su mano. El metal
fundido cedió y la puerta se abrió. Vhalla dio un paso hacia la luz más allá. Ella
no dijo nada y él asintió, cerrando la puerta que se parecía a la piedra de la pared
exterior.

Vhalla esperó un momento, su cabeza dando vueltas por todo lo que había
sucedido. Respirando hondo, se dio la vuelta y comenzó a caminar por los
callejones alrededor del edificio y de regreso a la plaza principal. En algún
momento del camino se encontró incapaz de contener una risa vertiginosa.

El vestíbulo de su hotel estaba en silencio, y Vhalla estuvo agradecida de


poder escabullirse por las escaleras y entrar en su habitación. Vhalla dio la vuelta
a la puerta y se apoyó contra ella con un suspiro de felicidad. Si esto era un sueño,
nunca deseaba despertar.

—Fritz, levántate; regresó. —Larel se movió.

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —Vhalla parpadeó a las dos
personas que ocupaban su cama.

—Fritz, levántate. —Larel empujó al hombre que dormía a su lado.

—Larel, nooo… —Fritz se tapó la cabeza con las mantas.


—Ella regresó —siseó Larel.

De repente, Fritz también estaba sentado y atento.

—Buenos días, Fritz, Larel —saludó Vhalla como una niña atrapada tarde
por sus padres.

Fritz cruzó la habitación en un momento, sus manos sobre sus hombros.

—No me digas “buenos días”. —La miró—. ¡Estuviste fuera toda la noche!
¡Estábamos preocupados!

Bueno, eso explicaba por qué habían decidido ocupar su habitación.

—Lo siento —dijo ella con sinceridad.

—Ni siquiera pudimos preguntarle a alguien porque, bueno, no sabíamos


si… —Fritz volvió a mirar a Larel.

—Si te quedaste con él —finalizó Larel.

Fritz miró boquiabierto a la mujer, pero luego se volvió hacia Vhalla con un
asentimiento.
223
—¿Y bien? —preguntó Fritz.

Incluso Larel la examinó con curiosidad.

Vhalla suspiró. No era que nunca hubiera planeado decirles, o que hubiera
esperado que no se enteraran, pero sentía como si la mitad del mundo hubiera
descubierto su secreto en las primeras horas después de que sucediera.

—Sí, me quedé con él.

Fritz chilló. Pareció vibrar de emoción.

—Cuéntanos… todo. —Puntualizó sus palabras, haciendo que cada una


fuera una demanda.

—No tienes que contarnos nada —regañó Larel. Él le lloriqueó a la otra


mujer.

—Ante todo, lamento que se preocuparan —se disculpó Vhalla—.


Simplemente, sucedió… obviamente. —La emoción de Fritz devolvió la
sensación de vértigo a su pecho—. Sin embargo, no hay mucho que contar.
Nosotros no… —Vhalla se sonrojó al darse cuenta de lo que probablemente
pensaría la gente—. Ni siquiera compartimos una cama. —Era una verdad a
medias, no compartieron cama en toda la noche pero ella se había quedado
dormida en sus brazos y se había despertado con él a su lado.
—¿Elecia? —preguntó Fritz.

Vhalla negó con la cabeza.

—Elecia Ci'Dan es su prima mitad del Norte y mitad del Oeste. Aldrik
Ci'Dan Solaris —explicó Vhalla. Si su rostro se había parecido en algo al de ellos
ante la revelación de ese hecho, no era de extrañar que Aldrik se hubiera
divertido con ello.

—Por supuesto —gimió Larel y puso su rostro entre sus manos—. Somos
tan tontos.

—Entonces, si no compartiste su cama… ¿qué hiciste? —Fritz parecía


genuinamente confundido.

—Él trabajó, algo de magia —describió Vhalla vagamente.

—Eres adorable —dijo Larel a sabiendas, ganándose una mirada de ella y


Fritz—. Vas a volver esta noche, ¿verdad?

—¿Cómo lo…? —Vhalla se preguntó si la mujer era psíquica.

—¿Regresarás? —preguntó Fritz, estupefacto. Vhalla solo pudo 224


sonrojarse—. ¡Por la Madre, esto es lo más loco de lo que he oído hablar! ¿El
príncipe Aldrik? ¿El Señor del Fuego? ¿El príncipe oscuro? ¿Aquel cuyo
temperamento es irritable y su ira perdurable?

—¿Y tu punto es? —Vhalla lo miró.

—¡Que él está actuando como un hombre normal! —Fritz se rio.

Incluso Larel encontró una sonrisa cómplice. Vhalla ocultó su rostro,


avergonzada.

Vhalla evitó darles muchos más detalles. Ya había revelado


inadvertidamente más de lo que pretendía y quería que algunas cosas se
mantuvieran en privado. Dejaron de hacer más preguntas y le hicieron compañía
a Vhalla mientras llenaba su mochila con algunas cosas para la noche.

Horas más tarde, Vhalla se deslizaba hacia un callejón lateral de un camino


de carros. Miró a su alrededor, no había un alma cerca. El corazón de Vhalla latía
nerviosamente mientras rezaba para llegar lo suficientemente temprano y él no
se hubiese ido.

La entrada del pasaje se abrió y Aldrik tenía una sonrisa emocionada.


Vhalla entró y él cerró la puerta, soldándola. Vhalla le puso las manos en las
caderas y se inclinó. Él cedió, inclinando la cabeza hacia abajo. Besarlo avivó un
hambre que había ido creciendo a lo largo del día. Ahora que lo tenía, todo lo que
quería era a él. Su necesidad era insaciable.

El príncipe heredero suspiró suavemente en su boca, un ruido profundo


retumbó en el fondo de su garganta que ella consumió con avidez. Vhalla movió
sus manos a su cuello y él la levantó con entusiasmo. Vhalla trató de usar el calor
de la pasión entre ellos para fusionar sus cuerpos desde las caderas hasta el
pecho. Aldrik la apretó con más fuerza, las yemas de sus dedos presionando
contra la túnica de ella como si quisiera dejar agujeros para tocar su piel. Los
labios de Vhalla se separaron ligeramente, pero él se apartó rápidamente con un
movimiento de cabeza.

—No podemos. —Su voz fue deliciosamente marcada, haciéndola querer


estar más cerca de él—. Ahora no. Tengo a alguien a quien quiero que conozcas.

La curiosidad de Vhalla escondió el resentimiento por tener que detener lo


que habían comenzado. Aldrik entrelazó sus dedos con los de ella mientras
subían las escaleras.

»Quiero que sepas —dijo en voz baja—, que confío en él completamente, así
que no te preocupes. Te lo hubiera dicho antes, pero su presencia también fue 225
una sorpresa para mí. —No le dio la oportunidad de preguntarle de quién estaba
hablando cuando Aldrik abrió el portal de su habitación.

Vhalla entró primero, tentativamente. Dejó su bolso junto a la puerta oculta


mientras Aldrik la volvía a colocar en su lugar. Vhalla examinó la habitación, su
mirada se posó en un hombre sentado en el sofá en el centro. Había papeles y
libros de contabilidad esparcidos sobre la mesa, y Vhalla pudo notar
instantáneamente la silla que Aldrik había ocupado por la pluma con punta
dorada y la tinta que se encontraba sin dueño.

El hombre se puso de pie y Vhalla juntó las manos, tirando de sus dedos.
Era tan alto como Aldrik, o quizás incluso un poco más. Su cabello negro estaba
muy corto y parecía levantarse ligeramente en direcciones extrañas. Tenía una
barba oscura muy recortada que recorría la línea de su mandíbula y subía por su
barbilla hasta su labio inferior. Sin embargo, nada de eso fue lo que la sorprendió.
Sus ojos eran como mirar a un par muy familiar que ella especialmente
disfrutaba.

Aldrik caminó detrás de ella, colocando una palma en la parte baja de su


espalda para ayudarla a moverse de nuevo. El hombre la estudió con una mirada
cautelosa mientras ella rodeaba la barra y cruzaba la habitación hacia la sala de
estar. Aldrik extendió una mano en dirección del hombre.
—Vhalla, te presento a Ophain Ci’Dan, el hermano de mi madre y Señor del
Oeste.

Ella miró a los hombres; Aldrik tenía una sonrisa relajada, el otro hombre
continuó evaluándola con interés.

—Vhalla Yarl —dijo el hombre lentamente, su voz era una de las más
profundas que jamás había escuchado—. Tenía muchas ganas de conocerte.

226
Vhalla solicitó una reafirmación, y Aldrik le dio un pequeño asentimiento.
El hombre le tendió la mano abierta y Vhalla trató de sonreír cortésmente
mientras la tomaba. La piel del hombre era tan cálida como la de su príncipe, y
se preguntó si sería un atisbo del futuro de Aldrik. A él le empezaban a salir canas
cerca de las orejas, pero le daba una apariencia hermosa y majestuosa. Sus
hombros eran más anchos y parecían tener más músculos.

—Señor, es un honor conocerlo. —Vhalla se dijo a sí misma que no debía


ponerse nerviosa.

El hombre asintió y se sentó en el sofá frente a ella en una postura abierta,


con los brazos extendidos sobre el respaldar. Aldrik regresó al diván que había
ocupado anteriormente. Vhalla se sentó en el sillón restante y cruzó las manos en
su regazo, intentando sentarse bien y no inquietarse.
227

—No puedo recordar ningún otro momento en el que una de las primeras
palabras que salieron de la boca de mi sobrino fue el nombre de una dama.
Combinado con escuchar ese mismo nombre en los labios del Emperador y del
otro príncipe, bueno, no hace falta decirlo, no tenía más opción que conocer a esta
mujer.

Vhalla no estaba segura de qué sentir, sabiendo que ella era el tema de tal
charla.

»Por otra parte, si nada de esto hubiera sido cierto, habría insistido en
conocerte de todos modos. —Lord Ophain apoyó los codos en las rodillas, cruzó
las manos entre ellas y se inclinó hacia adelante—. Después de todo, eres la
primera Caminante del Viento en el Oeste en más de cien años que no fue traída
con cadenas.

—Bueno, no sé si estoy libre de cadenas. —Vhalla no pudo evitar que se le


escapara el seco comentario.

—¿Por qué? —preguntó. Incluso Aldrik tenía curiosidad.

Vhalla se centró en el príncipe mientras hablaba, rezando para que no


torciera sus palabras.
—Soy propiedad de la corona. Mis cadenas son invisibles, pero igual de
pesadas.

El dolor atravesó brevemente los ojos de Aldrik, pero no hubo hostilidad


por la verdad que ella cargaba.

—Me dijiste que tenía un poco de fuego. —Lord Ophain se rio entre dientes
hacia Aldrik antes de devolver su atención a ella—. Sé de las acusaciones en tu
contra. Y sé de la magia que ejerces. Pero lo que más deseo saber es sobre la mujer
que está detrás de todo esto.

Vhalla notó que usó la palabra “acusaciones” en lugar de “delitos”.

—Bueno, nací en un pueblo del este llamado Leoul. Está al oeste y un poco
al sur de la capital de Cyven, Hastan. ¿A aproximadamente tres días de viaje
desde la frontera del Oeste? —Vhalla nunca lo había viajado ella misma, pero
había oído hablar del viaje a los agricultores—. Cuando tenía once años, mi padre
me llevó a la capital y terminé trabajando en el palacio como aprendiz de
bibliotecaria.

—Lo que explica cómo pudiste entrar en contacto con un príncipe — 228
reflexionó el lord.

Vhalla asintió, abriendo y cerrando sus manos.

—Sí, señor, aunque todo fue bastante extraño y afortunado.

—La suerte no existe, Vhalla. —Ella lo incitó a continuar con una mirada
inquisitiva—. La Madre nos ha dado una línea a seguir hasta el final de nuestros
días. Está llena de reuniones y despedidas, ninguna de las cuales es casual. —
Hizo una pausa antes de agregar—: Al menos, esto es lo que elijo creer.

Vhalla hizo una pausa, tratando de decidir qué parte de esa curiosa
declaración consideraba cierta.

—Ya veo, señor. —No estaba segura de qué más decir.

—Eres escéptica —dijo él con una sonrisa.

—Hay muchas cosas que no comprendo; sería presuntuoso descartar


cualquiera a la ligera —replicó Vhalla, una respuesta tanto sincera como cortés.

—Estoy seguro de que te has vuelto más sabia con esa actitud. Sin embargo,
puedo ofrecerte una prueba; deberías tomarla. —Ella inclinó la cabeza,
escuchando con atención—. Creo que, si tales cosas no fueran un hecho, entonces
algunos Portadores de Fuego no podrían usar estas líneas para mirar hacia el
futuro de una persona.
—¿Los Portadores de Fuego pueden hacer eso? —intervino Vhalla con
entusiasmo.

—Algunos. —Lord Ophain asintió.

—Muy pocos —dijo Aldrik burlonamente—. La mayoría son charlatanes de


tiendas de curiosidades con trucos de salón de humo y espejos.

Vhalla decidió entonces mantener en secreto el incidente con la Portadora


de Fuego llamada Vi.

—Bien. Dado que mi sobrino parece interesado en descartar esa teoría —El
lord miró entre ellos con complicidad—, los lazos que unen a dos personas están
hechos de las mismas líneas rojas del destino.

Los ojos de Vhalla se agrandaron. Lord Ophain se permitió una sonrisa de


satisfacción. Su corazón comenzó a acelerarse y miró a Aldrik. Su príncipe se rio
entre dientes y negó con la cabeza.

—No te preocupes, Vhalla. Confío en él —reafirmó Aldrik.

Ella miró conmocionada al príncipe y luego de nuevo a Lord Ophain. 229


Hablaba mucho de la relación que estos dos compartían si Aldrik le confiaba el
conocimiento de su Vínculo. Vhalla comenzó de inmediato a sentir simpatía por
el Señor del Oeste.

—No solo tener tu Despertar y formar un Vínculo. —Lord Ophain se pasó


una mano por la barbilla—. Eres una criatura realmente curiosa. Estoy realmente
emocionado por tu demostración de mañana.

—¿Es mañana? —preguntó Vhalla a la habitación.

—Padre me lo dijo antes. —Aldrik asintió.

—¿Has pensado en presentarle cristales para todo esto? —le preguntó Lord
Ophain a Aldrik.

—No, y no le digas una palabra a mi padre —amenazó el príncipe—. En lo


que a él respecta, ella no puede manejarlos sin riesgo de corromperse, como
cualquier otro hechicero.

—¿Y cómo le hiciste creer eso? —El Lord del Oeste pareció impresionado.

—Le dije que lo intenté. —Aldrik se encogió de hombros—. Le he estado


proporcionando notas cuidadosamente manipuladas basadas en las mías para
pintar la imagen que quiero que él sepa.

—Inteligente —elogió lord Ophain.


Vhalla ignoró la culpa que sentía por sospechar siempre que Aldrik
compartiría la intimidad de su Vínculo sin importarle.

—Pero, puedo manejarlos… —Vhalla pensó en las piedras que el ministro


Victor usó en ella después de que tuvo su Despertar. Habían trabajado con tanta
facilidad con su magia que era como si hubieran sido hechos especialmente para
ella.

Lord Ophain le sonrió ampliamente a Aldrik, claramente emocionado por


su admisión. El príncipe se pellizcó el puente de la nariz y suspiró.

—Vhalla, no repitas eso fuera de esta habitación.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—¿Sabes cómo se inició la Guerra de las Cavernas de Cristal? —le preguntó


Lord Ophain.

—Bueno, mi padre fue soldado durante la guerra… —Vhalla recordó lo que


él y su madre le habían dicho. Aldrik se sintió repentinamente fascinado con una
esquina de la habitación, evitando la conversación como si no estuviera
sucediendo—. Dijo que fue porque el caos encerrado en los cristales escapó y 230
perturbó el día y el orden de la Madre. Que estábamos luchando contra la
oscuridad. Leí que también tenía algo que ver con los hechiceros que se
entrometían con fuerzas que no deberían.

—¿Pero por qué se entrometían con esas fuerzas? ¿Qué los impulsó a estar
allí?

Vhalla no tenía una respuesta para la pregunta del lord.

—¡Tío, basta de esto! —Aldrik estaba de pie, con los puños apretados.
Vhalla podía sentir el poder irradiando de él.

—Aldrik, relájate. Sé cuándo una historia no es mía para contar. —La voz
del hombre era severa, pero tenía un toque suave. Aldrik se quedó rígido por
otro momento antes de que sus manos cayeran sin fuerzas a sus costados. Sus
ojos estaban cansados y distantes mientras resoplaba de camino hacia la barra.

»Las Cavernas de Cristal han sido durante mucho tiempo un enigma


misterioso —continuó Lord Ophain, ignorando a su temperamental sobrino—.
Algunos afirman que es la puerta al reino oscuro que el Padre construyó para
mantener nuestro mundo separado. Otros teorizan que es la solidificación de la
magia bruta de cuando los Dioses crearon la vida. No importa lo que elijas creer,
hay algo sobre las propiedades de las piedras que se pueden encontrar allí que
pueden alterar las habilidades naturales de un hechicero. —El hombre tomó un
sorbo de su bebida—. La guerra comenzó porque la gente había regresado a las
Cavernas en otro intento fallido de reclamar sus poderes para su propia codicia
egoísta, poderes que tienen el potencial de deformar incluso al más fuerte de los
hechiceros, más rápido incluso que a un Común debido a los Canales mágicos de
un hechicero.

—¿Qué tiene esto que ver conmigo? —Era una historia interesante, pero no
sabía por qué era relevante.

—¿Por qué Oeste quería Caminantes del Viento? —Lord Ophain respondió
a su pregunta con otra pregunta. Estaba empezando a ver de dónde sacaba Aldrik
su estilo de enseñanza.

—Por su magia —dijo Vhalla con incertidumbre. Ella solo había leído un
libro.

—Para acceder a las cavernas. —El lord se inclinó hacia delante con grave
seriedad.

Aldrik tomó una copa de detrás de la barra, todavía ignorándolos.

—¿Por qué…? —Su voz se había reducido a un susurro. 231


—Porque los Caminantes del Viento son los únicos, de todos los hechiceros
o Comunes, que no pueden ser contaminados por los cristales. —Lord Ophain
finalmente le dio la respuesta que ella no había querido ver por su cuenta.

—Entonces… —Vhalla miró a Aldrik y robó su atención—. No quieres que


tu padre lo sepa porque no quieres que tenga este poder.

—Si él puede tenerlo o no, es irrelevante. —Aldrik llenó su vaso antes de


regresar a su asiento—. No quiero que nadie te use.

El corazón de Vhalla ni siquiera podía saltarse latidos ante sus palabras, su


mente estaba demasiado cargada. Tenía un poder que podía dar acceso a una
magia antigua aún mayor que tenía la capacidad de deformar los corazones, las
mentes y los cuerpos de los hombres. Vhalla se apretó las manos con fuerza. El
ministro Victor le había pedido que le trajera un arma de cristal. Ahora sabía por
qué y por qué tenía que ser ella.

—Pero basta de historia y oscuros “qué pasaría si”. —Lord Ophain intentó
dispersar la nube que ahora se cernía sobre la habitación—. ¿Puedo tener una
demostración de tus habilidades, específicamente esta proyección de la que he
oído hablar, antes de mañana?
Vhalla lo complació y fue mejor por eso. El asombro y la emoción que Lord
Ophain tenía hacia su magia ayudó a Vhalla a superar las preocupaciones y los
temores de las Cavernas de Cristal. La guerra había terminado y la gente había
aprendido la lección cuando se trataba de cristales. Si bien Vhalla estuvo de
acuerdo con la decisión de Aldrik de mantener en secreto el hecho de que no la
afectaban negativamente, también decidió no preocuparse por eso.

Hablaron durante la cena y hasta la noche. Vhalla comenzó a contribuir con


más bostezos que palabras a la conversación, y Aldrik finalmente notó a su
compañera con sueño.

—Deberías descansar.

—Oh, no, estoy bien. —Hubiera sido más convincente si no hubiera


puntuado la declaración con un bostezo.

—Necesitas tu energía para mañana. —El príncipe se puso de pie y le


ofreció una mano—. Duerme un poco.

Vhalla se dio cuenta por la forma en que giraba su cuerpo que estaba a
punto de llevarla al dormitorio. 232
—Podría volver a la posada —dijo ella rápidamente.

—No, te quiero aquí conmigo. —Él hizo una pausa—. Si todavía lo deseas
también.

Vhalla sonrió suavemente ante su adición; en cierto modo, era adorable ver
a un miembro nacido y criado por la realeza intentar ser menos principesco.

—Por supuesto que sí. —Ella le apretó la mano ligeramente—. Dormiré aquí
esta noche —ofreció.

—No. —Aldrik sacudió la cabeza—. Estaré quemando el aceite de


medianoche con mi tío. No lo he visto en mucho tiempo. Toma la cama, será
mucho más tranquilo.

Vhalla asintió y Aldrik la soltó, satisfecho de que no estuviera a punto de


irse. Vhalla se volvió hacia Lord Ophain mientras el príncipe iba a buscar su
mochila de detrás de la barra. El Lord del Oeste tenía una sonrisa de complicidad.

—Lord Ophain, ha sido un placer conocerlo —dijo ella con seriedad.

—Solo puedo decir lo mismo, Vhalla. Una amiga… de Aldrik, es una amiga
del Oeste. Te veo mañana.
Vhalla notó su sonrisa y no pudo evitar sonrojarse. Demasiado ansiosa por
ocultar su vergüenza, tomó su mochila de manos de Aldrik, les dio las buenas
noches a los dos y se deslizó detrás de las puertas corredizas de madera hacia el
dormitorio en penumbra. Una llama parpadeaba junto a la cama y en el baño,
flotando sobre un plato de metal que había sido acomodada. Vhalla tomó nota
de preguntar algún día a Aldrik cómo los Portadores de Fuego dejaban sus
llamas, pero por el momento estaba agradecida por la luz.

Sabiendo que Aldrik se iba a tomar su tiempo, Vhalla decidió tomarse el


suyo, disfrutando del lujo de su baño. El agua salió muy caliente y dejó que se
filtrara en sus huesos. El calor la relajó y evitó que la tensión en sus músculos se
convirtiera en miedo y preocupación ante lo desconocido de lo que traería la
inminente demostración del Emperador.

Tenía arrugas en los dedos de las manos y los pies cuando emergió.
Secándose y vistiéndose con ropa básica para dormir, Vhalla arrastró los pies de
regreso al dormitorio. Las luces tenues aún parpadeaban más allá de las puertas
corredizas que no hacían casi nada para bloquear la profunda resonancia de las
palabras de Aldrik.
233
—¿Quieres otro? —preguntó él, probablemente desde detrás de la barra por
la forma en que se transmitía su voz.

—No, mañana tenemos un largo día. Tú también deberías parar —advirtió


su tío.

—Solo una copa —aseguró Aldrik.

—Pasaste una copa hace dos tragos. —Había un tono de regaño en la voz
de Lord Ophain que hizo sonreír levemente a Vhalla.

—No me culpes por esto. —Escuchó a Aldrik cruzar la habitación, luego


llegó el sonido de los muebles hundiéndose mientras se sentaba pesadamente.

—Sabes que lo hago. Y lo haré especialmente si estás en una neblina por el


alcohol y no puedes rendir como necesitarás hacerlo mañana —dijo el lord con
severidad—. No creo que quieras ser la causa de que su demostración vaya mal.

—Yo nunca haría nada que pudiera ponerla en peligro —dijo Aldrik con
firmemente.

Vhalla se acercó un paso más a las puertas, con el corazón acelerado. Sabía
que no debería estar escuchando, que era una invasión de la privacidad de él.
Pero no pudo evitar que sus pies la llevaran hasta las puestas empapeladas y
talladas.
—Parece que ya lo has hecho. —Las palabras de Lord Ophain fueron
fuertes, pero su tono no lo fue.

—No te atrevas a decirme…

—¿Decirte qué? —interrumpió el hombre al príncipe—. ¿Que has


transmitido claramente tu relación con la mujer a tus hombres, tus líderes, tu
padre de todas las personas?

Aldrik guardó silencio.

»Él mencionó el juicio en una correspondencia. Me pidió que viniera y te


hiciera entrar en razón.

—Y aquí pensé que le estabas haciendo una visita amistosa a tu querido


sobrino. —Aldrik puntuó sus palabras haciendo caer su vaso sobre la mesa con
demasiada fuerza.

—Tu padre me llamó para que rechazara esto. Pero tú me llamas en busca
de consejo y mi aprobación. ¿Por qué más la traerías ante mí como lo has hecho?
—Lord Ophain tenía razón.
234
—Y bien —preguntó Aldrik finalmente—, ¿cuál es tu consejo?

—Hazla una pupila del Oeste. —Vhalla respiró hondo ante las palabras de
Lord Ophain—. Envíala a Norin conmigo para que estudie en la Academia de
Artes Arcanas. Ponla fuera del alcance de tu padre y del tuyo.

—Eso sería lo inteligente, ¿no? —Aldrik suspiró.

Vhalla apretó sus dedos con tanta fuerza que pensó que uno podría
romperse. Ella debería estar feliz. Ser enviada a Norin para estudiar en una de
las academias más antiguas del mundo, sin mencionar que era una academia de
hechicería, debería sonar como un sueño en comparación con marchar a la
guerra.

Pero no estaría a su lado.

—Sin embargo, no lo vas a hacer. —Lord Ophain escuchó algo en las


palabras de Aldrik que Vhalla no había escuchado. El tintineo del hielo en los
vasos llenó el silencio—. ¿Qué es esta mujer para ti?

—Vhalla, la necesito de muchas maneras, que la Madre me ayude —gimió


Aldrik—. La necesito como mi redención, necesito su bondad, necesito su
perdón, necesito sus sonrisas, necesito su humanidad, necesito su ignorancia,
necesito su inocencia y, sí… Madre Sol, sí, la necesito como hombre.
Su respiración se acortó cuando se inclinó más cerca de la puerta. El corazón
de Vhalla amenazó con latir por las suaves palabras de Aldrik.

—La amas.

No era una pregunta, pero Aldrik la respondió de todos modos.

—Más de lo que jamás creí posible.

—Aldrik —dijo el lord pensativamente—. Estás en un lugar complicado,


¿verdad?

—No sé qué hacer. —Su voz sonaba débil en comparación con su plenitud
normal.

—Conoces tu lugar en la vida, tu deber para con tu gente. —A Vhalla no le


gustó adónde se dirigía Lord Ophain con su lógica—. Algún día serás Emperador
y nadie podrá cuestionar tus decisiones. Nadie las cuestionará si sienten que tu
ley proviene de un lugar de honor, sensibilidad y compasión. La corona es una
carga pesada y tendrás que elegir entre tus deseos y tu Imperio.

—Ya sé todo esto, tío. —La voz de Aldrik se ahogó un momento mientras 235
enterraba el rostro entre las manos—. Pero no puedo.

Vhalla soltó un suspiro que no se había dado cuenta que estaba


conteniendo.

—Lo sé —dijo Lord Ophain—. Me recuerdas mucho a tu padre.

—¿Qué? —La ira de Aldrik fue rápida por el comentario.

—Cálmate. —El lord se rio—. Nunca los viste juntos, pero él estaba loco por
tu madre. Por supuesto, ella todavía era una princesa, pero la elección lógica
habría sido una de tus tías mayores. Él no debería ser tan duro contigo porque
no es que haya estado exento de perseguir un corazón robado.

Vhalla parpadeó, nunca había oído nada de la madre de Aldrik. Debería


irse ahora; este era ciertamente un momento privado.

El hombre suspiró.

—Ella era demasiado joven, más joven que tú ahora…

—Suficiente —dijo Aldrik en voz baja. Hubo una larga pausa.

—Tenemos un pesado día por delante. —Sonaba como si Ophain se hubiera


puesto de pie—. Y tienes una mujer hermosa en tu cama —agregó con una risa
entre dientes.
Vhalla luchó contra el sonrojo.

—Allí se quedará sin mí. —Aldrik sonó resuelto.

Vhalla luchó contra la decepción impropia de una dama.

—Tú y tu nobleza. Eres un príncipe, Aldrik, la gente espera que disfrutes


cuando nadie te está mirando. —La voz del lord disminuyó mientras se dirigía
hacia la puerta—. Es una verdadera lástima que la sede del poder no se haya
mantenido en el Oeste. Nuestra gente estaría muy ansiosa por aceptar a una
mujer como ella como su princesa.

Vhalla trató de asimilar lo que el hombre estaba insinuando, lo que estaba


diciendo directamente.

—Un paso a la vez… —La voz de Aldrik se desvaneció mientras ella


caminaba hacia la cama.

Vhalla colocó las mantas a su alrededor. Su sangre ardía de vergüenza por


escuchar una conversación que no era para sus oídos. Pero eso no era lo único
que la quemaba. Ella quería tocarlo, besarlo, hacerle saber que sentía lo mismo y
más y que nunca iba a dejar que el mundo lo arrancara de sus manos necesitadas. 236
El sonido de madera contra madera llenó el silencio cuando la puerta se
abrió y Vhalla se sentó.

—Estás despierta. —Tenía las mejillas ligeramente enrojecidas y los labios


entreabiertos.

—Lo estoy. —Toda elocuencia abandonó a Vhalla cuando lo miró.

—Yo… —Él miró entre ella y la sala de estar en la sala principal.

Vhalla vio el debate en su rostro y le puso fin.

—Quédate conmigo.

—No debería. —Su enfoque ahora estaba únicamente en ella y envió


chispas por su pecho.

—¿No deberías? ¿Al igual que no deberías tenerme en tu cama ahora, o


besarme, o amarme? No, no estoy pidiendo… —Vhalla agarró las mantas y se
sonrojó, obligándose a actuar como una mujer—, que me hagas el amor esta
noche. Pero te quiero cerca de mí.

Aldrik suspiró profundamente y Vhalla se preparó para verlo irse a la otra


habitación. Pero se acercó a la cama, arrastrándose sobre las sábanas sobre sus
manos y rodillas hacia ella. Vhalla se sintió deliciosamente atrapada, clavada en
las almohadas ante una bestia depredadora.

Las luces se apagaron mágicamente cuando la besó, su peso asaltó sus


sentidos. Vhalla le pasó una mano por el cuello y acercó su rostro al de ella. Sabía
a licor dulce y a todos los deliciosos sueños oscuros que ella había tenido. Quería
perderse en él, darle todo lo que tenía. Cuando él se apartó innumerables besos
más tarde, ni siquiera se sintió lo suficientemente cerca.

—Aldrik —dijo ella sin aliento.

—No, no lo haré. Dijiste que no esta noche. —El príncipe leyó su mente.

—Pero…

—No —repitió Aldrik. La tomó en sus brazos y se puso de espaldas, tirando


de ella hacia él—. Tampoco quiero que pienses que llevo a las mujeres a la cama
a la ligera.

—No necesitas preocuparte. Lo sé. —Vhalla acarició su estómago, sintiendo


los surcos de músculo tallados por años de deber a través de la fina tela de su
camisa—. No me importa cuántas hayan sido ni por qué. Solo quiero estar aquí 237
ahora.

—¿Cuántas crees que ha sido? —De hecho, sonaba divertido.

—Te lo dije, no me importa. —Sus movimientos se calmaron.

—Ah-ah, Vhalla, yo prácticamente inventé eludir preguntas. Tienes mucho


que aprender todavía. —Le colocó un poco de cabello detrás de la oreja.

—No lo sé —dijo Vhalla resignada. Ella no quería ofenderlo con su


suposición tan descabellada. Él era seis años mayor que ella y, a juzgar por los
comentarios de su hermano, había sido significativamente más activo desde que
era más joven—. ¿Ocho? —Probó con un número, pensando que sería demasiado
bajo, ya que era una menos al año desde su ceremonia de mayoría de edad a los
quince.

Su risa resonó en la oscuridad.

—Tres.

—¿Tres? —repitió ella. Era más que su gran total de uno, pero era mucho
menos de lo que esperaba.

—¿Eso es una repetición complacida, mi lorita? —Él presionó sus labios


contra la frente de ella.
—Supongo que sí. —Vhalla se acercó un poco más a él—. Más que yo.

—Lo supuse.

—¿Qué significa eso? —Vhalla resopló fingiendo ofensa.

—Usé tu falta de experiencia para hacerte perder el equilibrio de inmediato,


¿recuerdas? —Él le pasó la mano por el brazo para entrelazar sus dedos con los
de ella.

—Dos no es tan gran diferencia —murmuró Vhalla, sin saber cómo se había
convertido en un concurso.

—Dos. —Las simples matemáticas le tomaron a Aldrik mucho tiempo—.


Quieres decir que…

Fue el turno de Vhalla de reír.

—El Este no tiene realmente tus nociones del Sur sobre la sangre virgen de
una mujer. Sí, un hombre.

—Y aquí pensé que te estaba corrompiendo. —Vhalla escuchó la sonrisa en


su voz, y movió su mano a su mejilla, sintiendo cómo su boca se curvaba. 238
—Estoy bastante segura de que lo estás —bromeó Vhalla a la ligera.

—Tienes razón —bromeó él en respuesta—. Voy a cenarme tu corazón aún


latiendo.

—Si eso era lo que querías, debes saber que te lo di hace tiempo. —Vhalla
estuvo confundida cuando sintió que la sonrisa desaparecía de su rostro—. ¿Qué?

—¿Cómo no has visto todavía que no soy digno de ti? —Él tomó su mano,
presionando sus labios contra sus dedos.

—¿Cómo no has visto que lo eres y más? —replicó Vhalla.

Él soltó un bufido de diversión y le apretó la mano con fuerza.

—Te amo, Vhalla Yarl.

—Qué suerte para mí. —Bostezó—. Porque yo también te amo, mi príncipe


heredero.

Su respiración le revolvió el cabello ligeramente mientras Vhalla se acercaba


más al príncipe, y él llenó sus sentidos mientras ella se quedaba dormida.
Ella miró fijamente el rostro de un hombre que era dolorosa y horriblemente familiar
y, sin embargo, completamente diferente. Egmun llevaba el cabello muy corto, aunque las
arrugas en las comisuras de sus ojos eran más suaves, las líneas alrededor de la boca más
claras y tenía una pizca de barba incipiente en la mandíbula. La vista del senador más
joven envió a Vhalla a un pavor lleno de rabia, la emoción estaba en conflicto con lo que
estaba sintiendo su yo del sueño, una sensación de confianza tranquila.

Vhalla batalló contra la visión, luchando por escapar, por alejar a Egmun. Tiró,
empujó y se retorció mentalmente hasta que algo se rompió ante su pánico puro. Se quedó
de pie fuera del cuerpo que ocupaba anteriormente, lo que debería ser su cuerpo en
cualquier otro sueño.

Aldrik parecía no tener más de quince años. Su cabello era más largo, hasta los
hombros y recogido en el cuello. Un flequillo desordenado enmarcaba su rostro, y Vhalla
239
lo miró con una extraña mezcla de amor y miedo por el chico de ojos muy abiertos solo en
este lugar oscuro con un hombre que ella odiaba más que a nadie ni nada.

La habitación estaba llena de una neblina que se mezclaba inquietantemente con la


oscuridad, haciendo que solo ciertos detalles fueran fácilmente distinguibles. Había una
sola llama parpadeando en el espacio cavernoso, y dondequiera que estuviera, ni el techo
ni las paredes eran visibles a la luz. El suelo era de piedra tenía incrustado con lo que
parecían ser fragmentos de cristal reluciente. Ella intentó verlos más de cerca, pero una
niebla los cubría cada vez que intentaba concentrarse. Había marcas de aspecto antiguo
talladas bajo sus pies, en espiral hacia el centro donde un hombre estaba arrodillado, atado
y con los ojos vendados. Él se estremeció y tembló. La tela que le cubría los ojos estaba
mojada de lágrimas.

—Príncipe Aldrik. —Egmun dio un paso adelante. Llevaba un abrigo negro formal
y pantalones oscuros; no había ni rastro de su cadena senatorial—. Algún día, serás
Emperador. ¿Sabes lo que eso significa?

—S-sí.

Vhalla se volvió hacia el niño tartamudeando.

—Entonces sabes que la justicia recaerá sobre ti. —Egmun dio otro paso adelante y
el corazón de Vhalla comenzó a acelerarse, sintiéndose desesperadamente atrapado. Ella
no quería estar aquí, no quería ver esto—. Fue la última petición de tu madre para tu
padre, que te ahorrara estas tareas el mayor tiempo posible.

—¿De mi madre? —Vhalla vio un triste destello de esperanza en los ojos del niño
ante la mención de la madre que nunca conoció.

—Pero pronto serás un hombre, ¿no es así? —preguntó Egmun suavemente.

—Lo seré. —El niño príncipe respiró hondo, como si quisiera alcanzar toda su
altura en un momento.

—Es bastante injusto, ¿no? ¿Que tu padre te trate como a un niño? —Vhalla
observó al hombre sonreír y supo que este Aldrik aún no había perfeccionado sus poderes
de percepción y manipulación. Si ella podía ver a Egmun por lo que era en ese momento,
no tenía ninguna duda de que el Aldrik adulto también lo haría—. ¿Estás preparado para
ser el príncipe heredero que este reino necesita?

—Lo estoy —repitió Aldrik a través de una duda obvia. Aunque el espacio estaba
frío, el sudor se le formaba en la frente.

—Entonces, mi príncipe, por la justicia, por la fuerza de Solaris, por el futuro de tu


Imperio, mata a este hombre. —Egmun cayó dramáticamente sobre una rodilla. Tiró de 240
la cuerda que sujetaba una espada corta a su cinturón y extendió la hoja expectantemente.

Vhalla no estaba segura de si era su corazón el que se aceleraba o si era el del joven
Aldrik.

—Pero…

—Este hombre le ha robado a su familia; eso es un crimen de traición. Él no es


inocente —aseguró Egmun.

—¿No debería mi padre…?

—Pensé que eras un hombre y un príncipe. No te tomé como alguien que rehuía de
la justicia o el poder, príncipe Aldrik. —Egmun pareció estirar los brazos para seguir
extendiendo la espada—. ¿Por qué estás aquí?

—Por mi padre, para conquistar el Norte —dijo Aldrik con incertidumbre. La


guerra en el Norte solo había comenzado hace cuatro años. Aldrik debería tener veinte
años, no ser un niño.

—Con esto, todos se inclinarán ante ti. —Egmun sonrió alentadoramente, y Vhalla
recordó a una serpiente. Aldrik tomó la espada con vacilación.

No, susurró ella mentalmente. Vhalla era, por supuesto, inútil y desconocida.
Aldrik se giró hacia el hombre arrodillado.
—M-mi príncipe, m-misericordia por favor. T-tome mi mano por m-mi robo.
Perdóneme. —Vhalla escuchó la voz ronca del hombre a través de sus lágrimas. Aldrik
volvió a mirar a Egmun.

—Ministro… —dijo él débilmente.

—Mi príncipe, los culpables te dirán cualquier cosa para salvar su pellejo. Esto
también es una lección. —Egmun volvió a ponerse de pie, parecía contener la respiración.

Aldrik desenvainó la espada y devolvió la vaina a las ansiosas manos de Egmun. La


hoja brilló como si emitiera su propia luz.

Egmun, detente. gritó Vhalla.

—M-misericordia —suplicó el hombre. Aldrik miró a Egmun con desesperación.

—Mátalo, Aldrik.

Vhalla se quedó boquiabierta por la repentina dureza en el tono de Egmun. Su


paciencia finalmente se había agotado. Aldrik no pareció darse cuenta. Ella solo tuvo un
momento para contemplar qué, exactamente, tenía al senador tan ansioso antes de que
Vhalla viera que el chico apretó la mandíbula con sombría determinación.
241
No. Sintió el terror de Aldrik, su incertidumbre, su esperanza juvenil, el final cada
vez más invasivo de su inocencia, y se sintió a punto de llorar.

Aldrik levantó la hoja. Estuvo suspendida, solo un momento por encima de su


cabeza. El joven príncipe miró al hombre indefenso ante él, la vida que ella sabía estaba a
punto de ser interrumpida. Vhalla vio el destello de la luz del fuego en la superficie de la
espada cuando la bajó torpemente sobre la cabeza del hombre.

No, repitió ella al ver que el hombre se estremecía violentamente ante el débil y
torpe movimiento de Aldrik. Aldrik volvió a levantar la espada.

¡No! gritó Vhalla mientras bajaba la espada de nuevo, la sangre salpicó su rostro
perfecto y juvenil. Aldrik volvió a levantar la espada.

—¡No! —gritó Vhalla, lanzándose hacia una figura que desapareció al abrir
los ojos.

Un brazo se envolvió sobre sus hombros, sujetándola con fuerza contra el


pecho de un hombre. Una mano le tapó la boca con firmeza. Su mente estaba
aturdida y gritó de nuevo, amortiguada por los dedos que cubrían sus labios. Se
retorció y pateó para liberarse de las garras de la persona, pensando
instantáneamente en Egmun, con las mejillas empapadas de lágrimas.
—Vhalla. —Una voz detrás de ella que estaba hecha de la misma
medianoche la tranquilizó. Rompió el caos en su cabeza—. Vhalla, detente. Todo
está bien. Soy yo.

Ella soltó un pequeño gemido de alivio y respiró por la nariz. Luego otro,
hasta que Aldrik finalmente retiró la mano de su boca, asegurándose de que ella
no alertaría al mundo entero de su presencia en su cama. Mientras dormía, se
había puesto sobre su costado y Aldrik se había acurrucado detrás de ella. Vhalla
se dio la vuelta para mirarlo.

—Aldrik —dijo débilmente. Vhalla examinó su rostro. Después de ver a su


yo más joven, de repente lucía cada año de su edad y muchos más. Ahogó un
pequeño grito de alivio al ver sus mejillas libres de sangre—. Aldrik —gimió
Vhalla antes de usar su pecho como escudo del mundo.

Los brazos del príncipe se cerraron alrededor de ella y le besó la coronilla.

—Estoy aquí. Estás a salvo. Eso fue solo un sueño. No es real —aseguró él,
pasando una mano por su espalda.

—Lo es. —Vhalla se atragantó entre respiraciones temblorosas y los restos 242
de lágrimas. Ella no podía negarlo más. Los sueños anteriores se habían mezclado
demasiado con su conciencia para saberlo con certeza, pero ahora estaba segura.

—Vhalla, conozco muchos poderes en este mundo… —Él se echó hacia


atrás y le pasó el pulgar por las mejillas húmedas—. Conozco poderes para ver
el futuro en las llamas y las cenizas. Conozco poderes para escuchar los ecos del
pasado en oleadas. Conozco poderes que pueden curar casi cualquier
enfermedad. Conozco poderes para caminar fuera del propio cuerpo. —Aldrik le
sonrió gentilmente—. Pero no conozco el poder de los sueños.

—Fu-fue real.

—Tranquila, lo que dices no tiene sentido. Toma un respiro y vuelve a


dormir. Apenas amanece y mi padre dijo que tu demostración será para el
mediodía. —La besó en la frente ligeramente y la culpa de Vhalla la hizo
apartarse de él para sentarse.

—No lo entiendes. Era real. Mis sueños no son… —Un escalofrío recorrió
sus brazos—. No siempre son sueños.

—Ven, estás fría. —Aldrik suspiró—. ¿Qué es lo que crees que son? —Él
bostezó, parpadeando para apartar el sueño y apoyó la cabeza en el codo.

Ella cedió, recostándose sobre las mantas, pero evitando su abrazo.


—Son… —Vhalla suspiró y cerró los ojos, preparándose—. Son tus
recuerdos.

—¿Qué? —Aldrik la estudió.

—Mis sueños, al menos a veces, son tus recuerdos. No sé cómo, ni por qué,
ni cuándo sucederán, pero lo son. —Ella tragó saliva ante su silencio.

—¿Por qué piensas eso? —preguntó él, poniéndose serio.

—Porque no hay ninguna razón por la que deba soñar algo como lo que veo
—susurró ella.

—Los sueños son extraños, Vhalla. Quién sabe por qué soñamos lo que
soñamos. —Aldrik se recostó.

—No —espetó ella; no la estaba tomando tan en serio como ella había
querido. Recordó un vívido sueño anterior—. El hombre que te apuñaló era el
guardia de tu hermano, era del Oeste y su hijo estaba en la ciudad que atacaste.

Los ojos de Aldrik se agrandaron.

—¿Baldair te dijo eso? 243


—¡No! —Vhalla luchó por evitar que su cabeza se convirtiera en un desastre
emocional—. ¡Aldrik, son mis sueños! Estabas en un jardín en el Oeste con la
escultura de una mujer en un obelisco con un sol dorado y rubí. Había un hombre
allí que te dijo, de todas las personas, que dejaras de inquietarte.

—La tumba de mi madre. —Los labios de Aldrik apenas se movieron. Sus


ojos ardieron de repente con una intensidad oscura y la agarró por el hombro—.
¿Qué otra cosa? —demandó—. ¿Qué más has visto? —Sus dedos se clavaron en su
piel.

Ella luchó por recordar cualquier otra cosa que no fuera su sueño más
reciente.

—Tú en la oscuridad, con otra mujer…

—Por la Madre… —Bajó la cabeza, avergonzado.

—Con, cuando… cuando Egmun te hizo… —Vhalla luchó por encontrar las
palabras, todavía tambaleándose.

—¿Cuando él qué? —Los dientes de Aldrik estaban apretados—. ¿Cuando


él qué?
Por primera vez, Vhalla sintió una pequeña punzada de miedo en sus
manos temblorosas.

—Cuando… cuando te hizo matar a ese hombre —susurró Vhalla, sus


labios apenas se movían.

Aldrik la miró fijamente.

—¿Eso es todo? ¿Qué sabes? Dímelo, Vhalla, y no me mientas. —Su voz era
áspera y sin compasión.

—¡Nunca te he mentido!

—Por supuesto que no, solo rebuscaste en mi cabeza —se enfureció.

—¡Cómo te atreves! —Vhalla se soltó de su agarre, ofendida por sus


presunciones—. Me acabo de dar cuenta. Solo ahora, esta mañana, fui capaz de
separarme lo suficiente de ti en los recuerdos para darme cuenta. —Vio que el
reconocimiento de esos hechos calmó un poco su enfado.

—¿Eso fue todo lo que viste? —repitió con más calma.

—¿De ese sueño? Sí —Ella suspiró—. Ni siquiera sé dónde sucedió. Todo 244
estaba oscuro.

El príncipe se sentó y se llevó la frente a la palma de la mano con un


profundo suspiro.

»Aldrik —susurró—. Hay otro…

—Dioses, ¿qué? —dijo él con un suspiro—. Vhalla —instó en voz baja.

Vhalla se mordió el labio. No estaba segura de cómo formar las palabras.


Algo sobre todo lo que se había dicho, su sueño reciente, su baja opinión de sí
mismo, colocó este recuerdo singular en el primer plano de su mente. Vhalla se
sentó y tomó su mano suavemente entre las suyas, llevándola a sus labios
primero para tranquilizarlo. Él la miró, una mezcla de dolor, vergüenza e ira
frunció su ceño.

Ella suspiró y le dio la vuelta a la mano, por lo que el interior de su muñeca


quedó hacia arriba. Con su mano libre colocó un dedo índice justo debajo de la
palma de él y lo recorrió por su antebrazo. La yema de su dedo se enganchó en
su manga y la empujó hacia arriba, revelando el fantasma de una cicatriz que
sabía que estaría allí. Era tan tenue que en la palidez de su piel era casi invisible,
pero sabía que debía buscarla. Vhalla llevó su mirada a la de él lentamente.
El rostro de Aldrik se desvaneció de todas las demás emociones excepto del
horror cuando sus labios se separaron. Vhalla contuvo el aliento y dejó que la
conmoción lo golpeara en silencio. Él arrancó la mano de sus dedos, como si ella
realmente le hubiera cortado el antebrazo. Vhalla solo pudo mirarlo con tristeza
antes de que sus ojos la perforaran el tiempo suficiente para que se viera obligada
a desviar su atención.

Se sentaron uno frente al otro en la cama mientras el silencio se prolongaba


hasta la eternidad. Su respiración era agitada y él agarró el brazo que ella había
tocado como si le doliera. Vhalla no se atrevió a mirarlo mientras esperaba el
veredicto.

—Nunca quise violarte de esta manera —dijo ella débilmente.


Intencionalmente o no, seguía siendo que ella se había impuesto en sus espacios
más privados, robando cosas que no le fueron dadas libremente.

Aldrik no dijo nada; continuó intentando controlar su respiración mientras


sus ojos se fijaban en ella. Vhalla sintió el poder irradiando de él; estaba enfadado,
herido y eso la hacía sentir aún más terrible.

—Nunca quise hacerlo. —Trató de explicar—: Nunca lo hubiera hecho… 245


—Por supuesto que no —espetó él—. ¿Quién querría ver las retorcidas
historias rotas que acechan en mi cabeza? Solo una persona en este mundo
debería merecer soportarlo. —Eso hizo que sus ojos volvieran a mirarlo.

—Aldrik, no digas eso —susurró ella suavemente, rompiéndose bajo la ira


en su mirada que se dio cuenta de que no estaba realmente dirigida a ella.

—¿Oh? —Él se rio secamente—. ¿Cómo puedes pensar eso? Sabes lo que
hay ahora. Lo que es peor, lo has vivido. Dime, Vhalla, ¿qué se siente al descubrir
que tu príncipe es un cobarde? ¿Es débil? ¿Está asustado? ¿Es malvado? Es…

—Humano —dijo ella con firmeza, interrumpiéndolo. Aldrik hizo una


pausa—. Aldrik, no sé por qué… —Ella tomó su mano entre las suyas de nuevo,
mirando su brazo.

—No te lo diré —dijo él secamente. Vhalla se movió, sorprendida, apenas


había estado a punto de preguntar—. Maldita sea. —Se puso de pie, paseándose
por la habitación—. Incluso si no te lo digo, cada vez que duermes es una ruleta
para ver si te enterarás. —Soltó una serie de malas palabras.

Vhalla agarró la manta con fuerza; ella nunca lo había escuchado usar tales
vulgaridades.

—No le diría nada a…


—Ni siquiera mi hermano lo sabe, Vhalla. —Él se giró—. Ni siquiera Larel
lo sabe, y ella es la persona más cercana que he tenido como para llamar un
verdadero amigo. Traté de decírselo una vez y fue terrible. —Suspiró y se frotó
los ojos con las palmas.

Vhalla había llegado a pensar en Aldrik como una de las personas más
fuertes que conocía. Verlo tan cerca de su punto de quiebre la hizo ponerse de
pie.

—Ponle fin a la Unión.

Él hizo una mueca, negó con la cabeza y se pellizcó el puente de la nariz.

—Solo comenzó después de la Unión —suplicó—: Aldrik, por favor, no


quiero hacerte daño. Quiero que cierres lo que se abrió.

—¡Y yo quiero que sobrevivas a esta guerra! —Casi gritó. Vhalla parpadeó
cuando sus palabras le picaron en las comisuras de los ojos. Todavía, todavía
estaba consciente de su bienestar. Incluso cuando estaba sufriendo tanto, incluso
cuando ella le había robado un conocimiento íntimo, se negaba a recibir alivio
por su bien. 246
—Madre Sol, mujer —gimió Aldrik. Cruzó la habitación y se paró frente a
ella, liberando su tensión con un suspiro. Lenta y suavemente, Aldrik le secó las
mejillas—. ¿Por qué estás llorando?

Vhalla hipó.

—Porque puede que seas la persona más increíble que he conocido.

—No lo soy. Si hubiera sido alguien más que tú, probablemente lo habría
matado en el acto y quemado su cuerpo hasta que no quedara nada más que
polvo. —Aldrik maldijo sombríamente.

Sabía que no debería, pero escucharlo decir eso le hizo sonreír.

Aldrik suspiró.

—No sé si alguna vez me sentiré inclinado a hablar de estas cosas.

—Está bien.

—Dime, de ahora en adelante, no importa lo que sea. Lo que sea que veas,
necesito saberlo —dijo él con gravedad.

—Lo prometo. —Ella asintió, temerosa de lo que estaba encerrado en sus


recuerdos y que le daba tanto miedo.
Aldrik suspiró y se alejó.

—Vhalla, necesito algo de tiempo. —Se frotó los ojos con cansancio—.
Entiendo que no elegiste esto. —Él tragó saliva—. Yo… yo no estoy enojado
contigo por eso. No te estoy culpando. Pero, esto… esto, dejar entrar a alguien ya
está mucho más allá de lo que estoy acostumbrado.

—No me di cuenta. —Vhalla se frotó los ojos y bajó la cabeza.

Aldrik le tocó la barbilla para llamar su atención.

—Bueno. Ha sido mejor que bueno. —Sacudió la cabeza—. Ni siquiera


puedo… formar oraciones. Esto, tú y yo, yo siendo empujado más allá del
infierno personal que construí para mí, ha sido bueno. Me he sentido más como
un hombre en los últimos meses, semanas, en los últimos días estando contigo,
que en años. Como si pudiera disfrutar de las cosas sin… sentir culpa. Bueno ni
siquiera es la palabra correcta para decirlo. Me has dejado ser la persona que
siempre deseé ser y yo…

—Entiendo. —Vhalla le ahorró la lucha—. Esperaré, tómate tu tiempo.

—Solo necesito entender realmente lo que es tener a alguien en quien… en 247


quien confío. —Aldrik evitó su mirada, frunciendo el ceño—. Alguien que conoce
mis oscuras verdades y que no está buscando algo de mí o está tratando de usar
algo en mi contra.

Vhalla asintió, tomando un respiro para ganar coraje. Presionó sus palmas
contra sus ojos brevemente para contener más lágrimas de dolor y frustración.
Intencionalmente o no, ella lo había lastimado y eso hizo que su corazón se
hiciera pedazos. Y ahora tenía que dejarlo a petición suya; incluso si necesitaba
tiempo, a ella no le sentaba bien.

La figura de Aldrik estaba encorvada y sus ojos eran sombríos mientras la


conducía por el pasillo. Hubo una dolorosa resignación entre ellos ante la
supresión de algo que acababa de comenzar a florecer. Puede que fuera pequeña,
pero Vhalla juró que no dejaría que la llama que ardía entre ellos se extinguiera.

Como si leyera su mente, Aldrik se giró.

—Gracias.

—¿Por qué? —Ella parpadeó hacia él.

—Por no huir de mí después de que tú… tuvieras que experimentar todo


eso. —Aldrik se frotó el antebrazo.

Vhalla se preguntó si siquiera se daba cuenta de que lo estaba haciendo.


—Puede que no lo entienda todo —susurró ella, atreviéndose a dar un paso
más cerca de él—. Pero quien fuiste te hizo la persona que eres ahora. Ojalá nunca
hubieras tenido que sufrir. Pero tomaré el pasado con mucho gusto para poder
compartir el presente.

Vio el comienzo de una sonrisa en él que rápidamente reprimió. Aldrik la


atrajo hacia un fuerte abrazo y ella escuchó su respiración temblar. Antes de que
pudiera perder la compostura, se giró y abrió la puerta secreta.

—Regresa al mediodía. Entonces mi padre te estará esperando. —Su voz


era distante.

—Te veré entonces —dijo Vhalla esperanzada.

Pero la puerta ya se había cerrado.

Larel y Fritz estaban jugando a Carcivi cuando Vhalla tropezó sin pensar en
la planta baja de su posada. Ella les dio una mirada, nada más que un
reconocimiento de que estaban allí, antes de arrastrar los pies hacia las escaleras.
Una silla raspó contra el suelo.

—Terminaremos más tarde. —Escuchó Vhalla decir a Larel. La mujer fue 248
rápida detrás de Vhalla.

—Larel —susurró Vhalla débilmente.

—¿Qué es? ¿Qué sucede? —Larel apoyó las manos ligeramente sobre los
hombros temblorosos de Vhalla.

—Lo lastimé, Larel… —La debilidad estalló en ella, y Vhalla confió en el


apoyo de la otra mujer una vez más para recomponerla a tiempo para enfrentar
al Emperador.
Vhalla abrió sus ojos a los rostros atónitos de la realeza, los lores y las
damas. La única persona en la habitación que no estaba impresionada era Aldrik.
A pesar de que su demostración fue mejor de lo que ella esperaba, el príncipe
mantuvo su mirada retraída y ambivalente. Sabía que él no podía mostrar su
favor frente a los nobles, especialmente después de escuchar a Lord Ophain
hablar sobre lo descuidado que había sido con los afectos que ya había mostrado,
pero había una pared más grande allí que simplemente una actuación. Ya fuera
la Unión, el Vínculo, el tiempo que pasaron juntos o una combinación de todo
eso, él no podía ocultarle sus sentimientos a ella, y Vhalla podía ver el dolor y el
miedo en las profundidades de sus ojos cada vez que miraba en su dirección.

Todos le dieron espacio mientras ella se levantaba de los lujosos muebles.


Nadie dijo nada. Los que se habían reunido, las personas de más altos rangos del 249
Emperador, la miraron a ella y a su líder, reservándose todo juicio hasta que
hubieran escuchado su evaluación.

El hombre más poderoso del mundo se inclinó hacia adelante, sus ojos
brillaban.

—Bueno, señorita Yarl, eso fue ciertamente impresionante.

—Gracias, mi señor. —Vhalla bajó los ojos con respeto.

—¿Esta demostración es replicable una cantidad infinita de veces? —El


Emperador se volvió hacia su hijo mayor.

—Siempre que su Canal mágico no esté bloqueado de alguna manera, como


por el agotamiento o por erradicación —afirmó Aldrik con un movimiento de
cabeza.

El Emperador se acarició la barba y se dirigió hacia los nobles reunidos.

—Mi hijo ya ha formulado algunos planes sobre cómo podremos usar este
poder de manera efectiva en el Norte. Sin embargo, me gustaría que cada uno de
ustedes elaborara su propia estrategia antes de llegar a la frontera del Norte.
Hablaban como si ella no estuviera allí. Vhalla se movió en su asiento,
abriendo y cerrando sus manos en su regazo. Ella era una herramienta para estas
personas, diseñada para ser utilizada de la forma que creyeran conveniente.

Un par de ojos llamaron su atención. La única persona enfocada en ella era


el príncipe más joven. Ella se encontró con la mirada del príncipe Baldair y se
sorprendió al ver simpatía ahí. Vhalla desvió la mirada. No quería su compasión.

—Muy bien, esto es suficiente por hoy. Puede irse, señorita Yarl. —El
Emperador agitó una mano en su dirección.

—Gracias, señores y señoras. —Vhalla se puso de pie, manteniendo los ojos


bajos.

—Ah, una cosa más —intervino Lord Ophain.

Vhalla le dio una mirada interrogante. ¿Qué estaba haciendo?

»Esta es la primera Caminante del Viento en el Oeste en décadas.

Los otros de la nobleza estaban confundidos; incluso Aldrik no parecía


entender por qué su tío se acercaba a ella.
250
—Vhalla Yarl —dijo Lord Ophain, mirándola—. No puedo corregir los
errores de mis antepasados. No puedo limpiar la sangre de los Caminantes del
Viento de las piedras de mi castillo. Nunca podré remediar lo que los Caballeros
de Jadar les hicieron a tus hermanos.

Vhalla cambió su peso de un pie al otro. Hablar del genocidio de su pueblo


después de saber más sobre las razones detrás de eso le provocó una sensación
incómoda en el estómago que le hizo sentir un hormigueo hasta los dedos de los
pies. No era algo que ella quisiera siquiera mencionar.

»Pero lo que sí puedo hacer es ser un catalizador para un futuro de


esperanza, paz y prosperidad entre hechiceros de todo tipo y los Comunes.
Demostrar que el valor que veo en ti es mucho mayor que tu magia.

Se preguntó si era estaba diciendo la verdad. Pero en el segundo en el que


los ojos de Lord Ophain se dirigieron hacia los del Emperador, no tenía ninguna
duda. Esta era una declaración, una en la que Vhalla no se sentía segura de estar
preparada para participar o incluso comprender completamente las
implicaciones.

—Por lo tanto, es un honor para mí concederte una Proclamación Carmesí.

Los murmullos llenaron el aire en el momento en que las palabras salieron


de los labios del Lord del Oeste. Vhalla se movió con incertidumbre. Incluso
Aldrik tenía una expresión de tonta sorpresa en su rostro. Algunos nobles
estaban confundidos, pero las demás personas del Oeste parecieron llenar rápido
los espacios en blanco.

Lord Ophain se centró solamente en Vhalla mientras sacaba una cinta


carmesí del bolsillo interior de su abrigo. Medía poco más de la mitad de la
longitud de su antebrazo y era tan ancha como tres dedos. Se la entregó y Vhalla
instantáneamente pasó los dedos por la seda. Sobre ella, había símbolos con un
hilo plateado, en la parte inferior había un sello de tinta con el fénix llameante
del Oeste.

Vhalla lo miró con curiosidad.

—En verdad, este es un título vacío. —Lord Ophain no la obligó a preguntar


directamente. Con un gesto de asentimiento en dirección al Emperador,
continuó—: Solo el Emperador puede elevar a lores y a damas a la corte de la
nobleza. Pero el Oeste mantiene sus tradiciones y honra las viejas costumbres.
Cualquiera que sea capaz de leer esas palabras sabrá que Lady Vhalla Yarl es
considerada duquesa del Oeste por la orden de Lord Ophain Ci’Dan.

Vhalla lo miró fijamente asombrada. Título vacío o no, era más estima de lo 251
que jamás había contemplado en su vida. Cometió el error de mirar al Emperador
y resistió el impulso de devolver la tela a las palmas de Lord Ophain. Los ojos
del emperador Solaris tenía una mirada dura. Ella agarró la cinta con más fuerza.
No significaba nada, era un símbolo de buena fe, para corregir los errores del
pasado. No representaba ninguna amenaza de cambio para su estado actual.
Seguramente el Emperador lo sabía, ¿verdad?

—Me honra, señor —murmuró Vhalla, bajando los ojos.

—Si ha terminado, Lord Ophain —dijo el Emperador con frialdad—, la


señorita Yarl tiene otros lugares en donde debería estar.

Vhalla no tenía que ir a ningún lugar, pero estaba ansiosa por salir de la
habitación repentinamente opresiva. Hizo una última reverencia y notó que de
repente la nobleza del Oeste le hizo pequeños movimientos de cabeza. Todos,
salvo uno; un comandante con bigote, a quien Vhalla nunca había visto antes de
la demostración, la miró con un desdén apenas disimulado.

Era imposible salir de la habitación lo suficientemente rápido y regresar a


su posada.

Larel y Fritz la estaban esperando cuando regresó. Descansaban en una sala


de estar a la izquierda de la entrada del vestíbulo. Daniel y Craig ocupaban el
tablero de Carcivi a la derecha. Todos levantaron la mirada con interés en el
momento en que ella entró.

—¿Come te fue? —Fritz fue el primero en preguntar.

—Pues —Vhalla levantó la cinta en un agarre que dejó sus nudillos


blancos—. Me dieron una Proclamación Carmesí.

—¿Una qué? —preguntó Larel.

Daniel y Craig parecían igualmente perdidos.

—¿Una Proclamación Carmesí? —Fritz se puso de pie, corriendo hacia


ella—. No pensé que el Oeste las siguiera dando.

—¿Qué es? —preguntó Larel, cruzando hacia Vhalla y Fritz.

—Las Proclamaciones Carmesí eran la manera en la que los antiguos reyes


del Oeste formaban su corte. Con ellas elevaban a la gente a un estatus noble —
explicó Fritz.

—Entonces, ¿ahora eres noble? —Daniel fue a echarle un vistazo por sí


mismo. 252
—No en realidad. —Vhalla recordó lo que dijo Lord Ophain.

—El Emperador abolió la Corte del Oeste —continuó Fritz—. Cuando


Mhashan fue absorbido por el Imperio y se convirtió simplemente en “el Oeste”,
el Emperador no quería un levantamiento de la gente que era de la antigua
nobleza. Así que formó la Corte Imperial como una forma de apaciguarlos, dando
a la antigua nobleza nuevos títulos del Sur y elevando a sus propios lores y damas
para que se sentaran entre ellos.

—¿Entonces tomó el control de su poder? —Craig se frotó la barbilla.

Fritz asintió.

—Y, de hecho, absorbió la riqueza de las familias más antiguas del Oeste.
Pero, ¿por qué conseguiste una?

—Lord Ophain dijo que era un gesto de buena fe, por los Tiempos
Arrasados por el Fuego —resumió Vhalla.

La comprensión se hundió en el rostro de Fritz.

—¿Los Tiempos Arrasados por el Fuego? —preguntó Daniel.


Eso hizo que Fritz les diera una lección de historia completamente nueva.
Una que, dado el interés de Daniel en los Caminantes del Viento, le tomó mucho
más tiempo. Vhalla escuchó en silencio, aun asimilando la tarde.

El Emperador parecía complacido con su demostración… pero sus ojos. Ella


reprimió un escalofrío. Sus ojos estaban vacíos de toda emoción cada vez que se
posaban sobre ella. Cuantas más interacciones tenía con el emperador Solaris,
menos dudaba Vhalla de que su lugar debajo de él nunca cambiaría.

—Entonces, ¿simplemente los mataron a todos? —Craig se reclinó en su


silla en estado de sorpresa.

—Sí. —Fritz asintió—. Y Vhal es la primera desde entonces.

Encontró la sonrisa orgullosa de su amigo con una mueca de cansancio en


los labios.

—Sin embargo… por más horrible que sea, ahora no podemos cambiarlo, y
creo que deberíamos celebrar la proclamación de Vhalla. —Daniel se inclinó
hacia adelante en su silla.

—No sé si podré soportar otra noche de celebración —dijo Larel con 253
inquietud.

—Algo más tranquilo. Hay un delicioso restaurante del Oeste no lejos de


aquí. —Daniel se puso de pie—. Me encantaría invitar a la Caminante del Viento
y a sus amigos.

Daniel le tendió una mano y Vhalla se la quedó mirando. Deseó poder sentir
su alegría. Quería la emoción que le había evocado la primera noche en las
Encrucijadas, la emoción a pesar del mar de juegos de poder y manipulación en
el que se encontraba a la deriva. Vhalla tomó la mano de Daniel y le permitió
ponerla en pie. Sentarse y meditar no la ayudaría a encontrar esa alegría de
nuevo, y antes Daniel había sido un catalizador, tal vez podría convocar esa
alegría nuevamente.

Las Encrucijadas no los defraudaron. La noche era cálida, interrumpida por


una brisa fresca que atravesaba las polvorientas calles y callejones. Los colores
salpicaban cada edificio en forma de murales, tapices y toldos brillantes. La
música y las risas se podían escuchar por todas partes, en armonía con los salones
de juego y los salones de placer; es un buen lugar para olvidar quién eres, decidió
Vhalla.

El restaurante era más agradable de lo que esperaba Vhalla, y al instante se


sintió abrumada por el menú y la mesa. Fritz lucía igual de perdido y Larel
sorprendentemente cómoda. Vhalla solo podía sospechar que crecer como amiga
del Príncipe Heredero le había dado a la mujer información sobre la etiqueta que
de otro modo no tendría.

Vhalla se reclinó en su silla, tomando su bebida mientras esperaba la


comida. Se encontraba al borde de una neblina que parecía muy tentadora y,
aunque no quería provocarse dolores de cabeza para el día siguiente, sí quería
aliviar el estrés del día. Daniel también se reclinó, permitiendo que la
conversación en la mesa continuara ante ellos.

—¿Qué opinas de la comida del Oeste? —preguntó él lo suficientemente


bajo como para ser escuchado solo por ella.

Vhalla salió sobresaltada de sus pensamientos.

—¿Qué? Oh, es deliciosa.

—Yo también lo creo —concordó él—. No sabía qué esperar la primera vez
que la probé.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó ella.


254
—Durante mi primera campaña. —Él bebió un sorbo de su vaso,
pensativo—. Fue mi primera vez en el Oeste. Mi familia nunca viajó mucho.

—¿Cómo terminaste en el palacio?

—Me enlisté. —Daniel se encogió de hombros y agregó—: Pensé que sería


una oportunidad para tener una vida mejor.

—¿No lo ha sido? —Ella escuchó el tono de decepción en la voz de él.

—En los registros, supongo. Ahora soy un lord, después de todo. —Tenía
el aspecto de alguien que estaba viendo sombras del pasado en lugar del
resplandeciente esplendor que lo rodeaba en el presente—. Pero por la noche me
pregunto si nunca me hubiera ido del Este, si todavía la tendría a ella.

Su tono hizo que a Vhalla le doliera el pecho.

—No pienses de esa manera. —Vhalla se movió en su silla para ver mejor a
su compañero del Este. Daniel la miró pensativo, su completa atención era una
carga pesada. Vhalla tragó saliva, esperando encontrar lo correcto que decir para
apoyar a su amigo—. Yo… yo casi erradiqué mi magia.

—¿Erradicaste?

—Deshacerme de ella. —Daniel la miró boquiabierto, como si la idea le


fuera incomprensible—. Me asusté cuando descubrí que era hechicera. Y luego
sucedió la Noche de Fuego y Viento, pensé… pensé que todo había sido culpa de
mi magia. —La comida fue colocada frente a ellos, pero ninguno hizo un
movimiento hacia ella—. Mi amigo murió por eso.

—Vhalla… —dijo él con un tono comprensivo.

Ella meneó la cabeza, descartando su simpatía.

—No puedo volver en el tiempo, y tú tampoco. Ambos tenemos que seguir


adelante y encontrar la belleza que podamos en el mundo tal y como es.

Daniel la miró asombrado. Su mirada trajo un calor a sus mejillas, y Vhalla


rápidamente colocó su vaso sobre la mesa, comiendo del plato frente a ella. Sintió
el peso de una segunda mirada sobre sus hombros y Vhalla miró hacia arriba,
sorprendida de encontrar los ojos expectantes de Larel. La mujer le sonrió
amablemente.

Cuando terminaron de cenar y regresaron al hotel, Larel siguió a Vhalla a


su habitación después de bañarse. Vhalla se sentó en la cama, la otra mujer detrás
de ella, peinando su cabello mojado con dedos mágicos.

—¿Quisiste decir lo que dijiste en la cena? 255


—¿A Daniel? —La pregunta no tenía sentido, Vhalla sabía de qué estaba
hablando Larel.

Larel tarareó suavemente detrás de ella en confirmación mientras


continuaba secando el cabello de Vhalla.

»Sí. —Vhalla asintió.

—Me alegro. —Larel atrajo a Vhalla para darle un fuerte abrazo—. He


estado preocupada por ti.

—¿En serio? —Era una pregunta tonta y Vhalla lo sabía. Esta era la mujer
que la había abrazado durante los escalofríos y los temblores. Larel había sido
quien la reconstruyó después de la Noche de Fuego y Viento. Conocía cada pieza
irregular que todavía cortaba el corazón de Vhalla.

—No eres alguien que deba vivir en la oscuridad o el dolor. —Larel se


reclinó en la cama, invitando a Vhalla a hacer lo mismo—. Eres una luz que puede
brillar más que incluso el sol.

—Eso suena traicionero —bromeó Vhalla.

—Lo digo en serio de todos modos. —Larel se inclinó hacia adelante y


presionó su frente contra la de Vhalla por un breve momento—. Tienes algo en
ti, Vhalla, algo que la mayoría nunca tiene o pierde rápidamente. No puedo
esperar a ver cuando te des cuenta de eso tú misma.

—Soy una nada… ni siquiera soy yo misma, soy propiedad de la corona. —


Cuanto más lo decía, más lo asimilaba. Necesitaba aceptar esta verdad para
sobrevivir a la guerra.

Como si sintiera ese hecho, Larel no se opuso directamente.

—Lo eres, por ahora. Pero pronto estarás de regreso en la capital estudiando
y haciendo grandes cosas.

—Pero no puedo…

—Oh, deja de discutir. —Larel se rio levemente, pasando sus dedos por el
cabello de Vhalla con amor—. Eventualmente lo verás.

Vhalla cerró los ojos.

—¿Y si no lo hago?

—Lo harás.
256
—¿Seguirás ahí para ayudarme? ¿Incluso si no lo hago? —preguntó Vhalla
en voz baja, sintiéndose como una niña que todavía necesitaba su manta de
seguridad para enfrentarse a los monstruos que acechaban en la noche.

—Sabes que así será —prometió Larel.

—Gracias —susurró Vhalla—. Buenas noches, Larel.

—Buenas noches, Vhalla —respondió su amiga, sosteniendo con fuerza la


mano de Vhalla mientras se quedaba dormida.

La puerta se abrió silenciosamente y el suave suspiro de las bisagras


permaneció en los oídos de Vhalla. Fritz se había quedado con Craig y Daniel
después del restaurante. Vhalla se preguntó qué tan borracho estaría para volver
arrastrándose a la habitación de ella. Se dio la vuelta y presionó la cara contra la
almohada.

Las pisadas apenas hicieron ruido. Sus oídos captaron el movimiento del
aire más que el ruido del suelo. Algo andaba mal, pero su mente llena de sueño
no podía ubicar rápidamente qué era. Algo sobre los pasos…

Pasos. Dos pares de pasos.

Vhalla bostezó y se llevó una palma a los ojos. Esperaba ver a Craig y
Daniel, o alguna combinación de ellos con Fritz. Pero cuando Vhalla parpadeó
para quitarse el sueño de encima, la figura de pie junto a su cama era una
pesadilla hecha realidad.

Reconoció a la mujer del Norte que la miraba fijamente. Vhalla recordó una
noche de fuego, una noche de correr por calles en llamas con un príncipe
pisándole los talones. Recordó haber sido atacada, advirtiéndole al príncipe que
a pesar de que había cuatro asaltantes, dos seguían sin aparecer.

La luz de la luna destellaba perversamente en la hoja ondulada que levantó


la mujer. Vhalla la miró fijamente conmocionada.

Otra espada atravesó el aire y Vhalla se volvió instintivamente hacia el


sonido. La primera hoja cortó profundamente su espalda, y por poco no la
empaló debido a su movimiento repentino e impredecible. Ni siquiera registró el
dolor del arma clavándose en su carne mientras la mente de Vhalla trataba de
procesar lo que estaba ocurriendo.

Se quedó mirando la hoja de un hombre, hundida directamente en el


estómago de Larel. Sangre, negra como la tinta por la oscuridad, brotaba de la
herida. Los ojos oscuros de Larel se abrieron de golpe por la sorpresa. Un
gorgoteo ahogado acompañó a los ojos de su amiga mientras se dirigían a Vhalla 257
con sangre burbujeando de su boca abierta.

Vhalla gritó.
El sonido que Vhalla soltó sonó más animal que humano. Fue un chillido
agudo, sin palabras pero que expresaba perfectamente la agonía que corría por
sus venas detrás de la adrenalina. La espada fue sacada del estómago de Larel y
el asesino la giró en el aire rápidamente, preparándose para un segundo ataque.
La mujer detrás de Vhalla se movió para hacer lo mismo.

Un instinto singular se apoderó de Vhalla: el instinto de sobrevivir. Se lanzó


sobre el agresor masculino que tenía delante, trepando por la cama y sobre el
cuerpo de su amiga. La espada de la mujer falló por poco por segunda vez,
cortando a Vhalla profundamente en la pantorrilla cuando estaba a medio
camino de la estocada.

Vhalla cayó con el hombre, mordiendo y atacándolo como una bestia


rabiosa. Un latido abrumó sus sentidos y Vhalla permitió que el conocimiento de
258
combate de Aldrik tomara el control. Quería conocer todas las formas horribles
que él podría concebir dolor y torturar a estas viles criaturas.

Movió una mano, desarmando rápidamente al hombre. Él estaba bien


entrenado y la golpeó con la mano opuesta, sacándose de encima a Vhalla con un
golpe en la cara. Ella rodó, recuperándose rápidamente a pesar del dolor
punzante en su pantorrilla.

La mujer se encontraba sobre ella, y Vhalla apenas tuvo tiempo de agitar su


mano en el aire y desviar la hoja en medio del movimiento. Ese movimiento le
permitió al hombre recuperar su arma, y Vhalla se vio obligada a agacharse para
que otro ataque no le diera. Ella era superada en maniobras y en número en la
pequeña habitación.

Vhalla corrió hacia la puerta, y tuvo que empujarla para abrirla de rodillas
para evitar la hoja que se hundió en la madera donde momentos antes había
estado su cabeza. Vhalla se apresuró a entrar en el pasillo, otros huéspedes de la
posada abrieron sus puertas confundidos mientras la Caminante del Viento
bajaba corriendo la estrecha escalera. La adrenalina era lo único que la mantenía
erguida.

La agresora dejó escapar un grito de frustración, pisándole los talones a


Vhalla.
—¡Muere, Demonio del Viento!

Vhalla se volvió a medias para esquivar una daga que le arrojaron y bajó el
último escalón. Las personas todavía en el vestíbulo se apretujaron rápidamente
contra las paredes exteriores mientras los asesinos del Norte y la Caminante del
Viento rodaban hacia abajo. Algunos eran soldados que rápidamente alcanzaron
armas que no estaban allí. Uno se lanzó con las manos desnudas solo para ser
derribado por el hombre del Norte.

No tuvo tiempo de considerar la muerte del hombre anónimo. Su


pantorrilla ardía con lo que Vhalla sospechaba que era más que dolor. Sus
movimientos se estaban volviendo lentos y retrasados, a pesar de que los
instintos de Aldrik permanecían agudos con cada latido de su corazón. Chocó
con una silla y perdió el equilibrio. El hombre levantó su espada mientras la
mujer se recuperaba de una ráfaga de aire que Vhalla le había lanzado.

Una mujer se estrelló contra su costado, lo que le hizo perder el equilibrio


al hombre y envió su espada en un amplio arco. Vhalla se encontró con el par de
ojos desconocidos.

—¡Corre! —Esa fue la última palabra que dijo la valiente mujer mientras el 259
hombre le hundía la hoja curva en la garganta.

Vhalla no sabía qué pasaría si corría, pero lo hizo de todos modos, atravesó
las puertas de la posada y entró en la plaza. El ejército estaba desarmado y con la
guardia baja. Los soldados estaban gordos y perezosos por los días de paz y
relajación que les había proporcionado las Encrucijadas. Se encontraban tan lejos
del Norte, que todos habían asumido tan erróneamente que estaban a salvo.
Incluso si hubieran estado armados, la mitad de las Encrucijadas estaba borracha
a esta hora de la noche de todos modos.

Pero había un aliado dispuesto a recibirla. Vhalla sintió el viento y


rápidamente lo giró hacia el hombre que corría hacia ella. Envió al hombre
volando, su cabeza crujiendo con fuerza contra la pared de la posada.

Ella había esperado que eso lo matara, lo dejara inconsciente, que al menos lo
aturdiera, pero el hombre parecía estar hecho de metal o piedra cuando
simplemente parpadeó y se puso de pie nuevamente. Ella dio un paso atrás,
enviándole otra ráfaga de viento, pero fue igualmente ineficaz. Ya antes había
matado a estas personas, ¿por qué ahora no podía hacerlo?

Un grito sediento de sangre llamó la atención de Vhalla cuando la mujer del


Norte estaba casi sobre ella. Vhalla extendió la mano, preparándose para desviar
el ataque. El entumecimiento que había estado saliendo de su pantorrilla se había
extendido a sus dedos y el viento no escuchó su llamada.

—¡Los ojos! —gritó una voz detrás de ella.

Una daga hecha de hielo azul se hizo añicos en el rostro de la asesina y por
poco le dio en la mejilla. La distracción le dio a Vhalla suficiente tiempo para
rodar fuera del camino de su espada. Vhalla se giró, sin aliento, hacia la fuente
de la voz.

Fritz retiró su mano, otra daga de hielo apareció en sus dedos. Lanzó y falló
de nuevo, dejando a Vhalla rodando impotente entre golpes de espada.

Daniel atacó cuando la mujer arremetió por tercera vez. Tenía un dominio
impresionante sobre su cuerpo ya que cada paso se adelantaba por poco a los
movimientos de la asesina. Vhalla reconoció la daga que empuñaba como una
que había comprado cuando salieron de compras. El soldado la había estado usando
debajo de la pernera del pantalón desde entonces.

El hombre del Este demostró cómo se había ganado un brazalete dorado sin
ni siquiera pestañear mientras enterraba la daga hasta la empuñadura en el ojo 260
de la mujer. La mujer se estremeció, pero no emitió ningún sonido cuando su
cuerpo cayó al suelo sin fuerzas, deslizándose de la hoja de Daniel. Vhalla miró
el cuerpo sin vida, pero no sintió simpatía. En cambio, dirigió su rabia al objetivo
restante.

El otro asesino, viéndose superado en número contra el ejército que


rápidamente se enderezó con sus armas en mano, y se giró para huir.

Vhalla trató de ponerse de pie de un salto, extendiendo una mano


inútilmente. Cualquier veneno con el que habían mojado la hoja, envió
escalofríos por su columna que bloquearon su Canal. Sin embargo, como si
hubiera sido convocado por sus dedos, surgió un infierno, haciendo que el
hombre diera tumbos hacia atrás mientras trataba de evitar correr hacia las
llamas.

Ella se retorció en el suelo, buscando el origen del fuego. La multitud se


dispersó como ratas, temiendo la luz cegadora del fuego que ardía desde los
puños hasta los codos de Aldrik, quemando la camisa arrugada que llevaba. Sus
ojos oscuros estaban encendidos con fuego y pura malicia. Vhalla no reconoció
al hombre que tenía ante ella como el hombre que había abrazado y besado un
día antes.

Este era el Señor del Fuego.


El enfoque de Aldrik se encontraba más allá de ella, jugando con el hombre
del Norte mientras hacía correr al asesino para evitar una llama mágica
cegadoramente poderosa tras otra. Baldair se apresuró a seguir a su hermano,
congelándose en su paso al ver la carnicería que tenía ante él. Vhalla se levantó
del suelo, tratando de mantenerse siquiera parcialmente erguida. Ahora se
encontraba a salvo y los otros latidos en ella comenzaban a desvanecerse. Detrás
de eso acechaba una agonía que amenazaba con destrozarla.

Aldrik finalmente había llegado a ella, y vio sus hombros temblar de ira
mientras miraba su cuerpo destrozado y magullado.

—Lord Taffl, Baldair… —Aldrik le habló a Daniel y a su hermano, pero sus


ojos nunca la dejaron—. Atrapen a ese hombre y tráiganlo aquí, vivo.

El príncipe se arrodilló a su lado.

—Vhalla —susurró.

—Aldrik —dijo ella, atragantándose cuando las emociones la abrumaron.


El rostro de Vhalla se contrajo de dolor—. Aldrik, ella es… ella está… yo… es mi
culpa, es mi culpa. 261
—Vhal… —Fritz había sido el único de los espectadores en aumento que se
les había acercado. También cayó de rodillas.

Vhalla dejó caer su cabeza entre sus hombros y gimió por el luto.

»Madre, no… —Fritz jadeó. Vhalla esperaba que él la estuviera mirando con
horror. Pero miró más allá.

Siguió la mirada de él por encima del hombro, pasando por donde Baldair
y Daniel iban arrastrando al asesino hacia Aldrik. Sus ojos siguieron el rastro
ensangrentado que había dejado a su paso hacia la posada que ahora necesitaba
reparación, ya que había golpeado al hombre de piel de piedra en su costado. Los
ojos de Vhalla se posaron en una pequeña fila de cuerpos que habían sido
alineados frente a la puerta. Estaba el hombre que había sido cortado casi por la
mitad en el abdomen, la mujer con la herida en el cuello, otros dos que Vhalla ni
siquiera recordaba que hubieran caído en la lucha, y luego una mujer del Oeste.

Vhalla se puso de pie, Aldrik y Fritz se encontraban demasiado aturdidos


como para detenerla. Cojeando por el dolor, rompió a correr torpemente. Daniel
trató de agarrarla cuando pasó junto a él, pero sus manos estaban demasiado
ocupadas manteniendo al norteño bajo control.

Ella apartó al hombre que estaba colocando el cuerpo de Larel en la línea


con los caídos, colapsando al lado de su amiga.
—No, no, no, no, no Larel. —Vhalla presionó sus palmas contra la herida
mortal de la mujer, como si de alguna manera, ahora pudiera curarla—. ¡No
puedes, no puedes hacerme esto!

Tenía la garganta en carne viva por los gritos, pero los oídos de Vhalla
apenas podían distinguir ningún sonido. Se inclinó hacia adelante, presionando
su rostro contra el hombro aún caliente de Larel, aferrándose a su amiga. Era
demasiado. Ella se balanceaba hacia adelante y hacia atrás con cada sollozo. Era
demasiado.

—Vhal… —Fritz colocó sus palmas sobre sus hombros. Vhalla no se


movió—. Necesitas ser atendida.

—¡No me toques! —chilló ella, soltándose de su agarre, apretándose más


cerca de Larel.

—Vhal. —La agarró.

—¡Dije, que no me toques! —Vhalla se giró, balanceándose hacia él. Ella no


tenía la fuerza para lanzar un ataque medio decente, pero Fritz aun así lo aceptó
con su mejilla manchada de lágrimas. Sollozos silenciosos estremecían los 262
hombros de él.

Vhalla lo miró con expresión perdida.

—Traigan a la Caminante del Viento. —La voz del Emperador atravesó la


creciente conmoción de la plaza. Sus gélidos ojos azules encontraron los de ella.

Vhalla agarró con más fuerza el brazo de Larel.

—No —susurró ella.

—Vhal, tienes que irte —suplicó Fritz, arrodillándose rápidamente para


bloquear la visión del Emperador de su desobediencia.

—No —le suplicó a Fritz, meneando la cabeza—. No puedo, no puedo dejar


a Larel así. Ella me necesita.

—Está muerta, Vhalla. —Las duras palabras de Fritz fueron un cuchillo que
cortó los últimos restos de esperanza en el corazón de Vhalla—. Y tú también
podrías morir si no escuchas la llamada del Emperador.

Fritz la levantó y la condujo hacia su gobernante.

—Es mi culpa… es mi culpa… —susurró Vhalla, repitiendo el mantra una


y otra vez en su cabeza.

—¿Qué pasó aquí? —preguntó el Emperador cuando llegó.


Todos los ojos estaban puestos en ella. Vhalla tragó saliva y se volvió hacia
el norteño.

—Era un malabarista, en el festival.

—¡Habla claro, niña! —El Emperador dio un paso adelante.

Aldrik dio un paso adelante también, encajándose protectoramente entre su


padre y Vhalla.

—La gente que atacó durante la Noche de Fuego y Viento, fueron los
malabaristas de las fiestas, los que llegaron a la capital. Faltaban dos en ese
ataque. —La voz de Vhalla resonó vacía en sus oídos.

—¡Y nuestro ataque fue un éxito! No teníamos idea de que el Emperador


Solaris tenía Demonios de Viento —espetó el hombre. Su acento era denso y
pesado y hubiera sido difícil de entender si su hablar no hubiera estado ya
grabado en los oídos de Vhalla desde esa fatídica noche hace tiempo.

—Hablas con fuerza para ser un hombre que está a punto de morir —dijo
el Emperador en voz baja.
263
—Un guerrero no le teme a la muerte —respondió el hombre con altivez.

—¿Qué tal morir con la vergüenza de no haber matado a la que mató a tus
compañeros? —El Emperador inclinó la cabeza hacia Vhalla.

Eso hizo que el hombre se enojara, y de repente tiró con fuerza en el agarre
Craig, Daniel y Baldair, quienes lucharon por mantenerlo de rodillas.

—Suéltenlo —ordenó el Emperador.

—Padre… —comenzó Baldair en estado de sorpresa.

—¡Dije, que lo suelten! —El Emperador Solaris no se andaba con rodeos, y


liberaron al hombre.

El asesino saltó hacia adelante como un velocista desde los bloques. Pero no
se abalanzó sobre el hombre más poderoso de todos los reinos, el hombre que
había matado a su pueblo e invadido su tierra natal. No, el hombre se abalanzó
sobre Vhalla.

Ni siquiera se inmutó cuando las llamas estallaron justo delante de ella. Le


chamuscaron la ropa de dormir hecha jirones y le lamieron el rostro. Pero no la
quemaron.
El hombre también pareció resistirse al calor, pero solo por un breve
momento hasta que fue dominado por la magia y comenzó a retorcerse y a rodar
por el suelo. Su carne burbujeaba y se chamuscaba.

El hombre empezó a gruñir y se sentó.

—Tiberum Solaris, el poderoso Emperador, elegido del sol, escondido detrás


de su hijo y una niña.

—No soy una niña —amenazó Vhalla. Su susurro fue escuchado por todos
e incluso el Emperador calmó su lengua.

—¿Crees que los conducirás a la victoria? —El hombre se burló de ella, su


rostro era un lío de carne mutilada—. Enviamos aves mensajeras, informamos,
tenemos amigos aquí en el Oeste que ya no te quieren. Cada centinela; cada
soldado; cada hombre, mujer y niño te apuntará con sus flechas, sus espadas, sus
piedras, sus hachas, sus puños, sus picos y sus venenos. No puedes comprender
nuestro poder y morirás.

—Daniel, dame tu daga —exigió Vhalla en voz baja.

—Vhalla… 264
—¡Dámela! —Apartó la mirada del hombre, el dolor se manifestó como una
rabia ardiente.

Daniel miró desesperadamente a Baldair, quien se giró hacia el Emperador.


El noble lo consideró brevemente, antes de asentir hacia el Guardia Dorado.
Daniel giró el arma, agarrando con cuidado la hoja para entregársela a ella por la
empuñadura.

El metal de la empuñadura se sintió como su magia la primera vez que abrió


su Canal. Fue una oleada de poder. Pero esto era más oscuro, de una naturaleza
más retorcida y primitiva. Vhalla avanzó cojeando hacia el hombre, su pantorrilla
comenzó a protestar por su peso. Su ropa estaba empapada en sangre, la suya y
la de otras personas, y sus hombros se sentían cargados de culpa.

El hombre la miró con los ojos entrecerrados por odio y rabia. Por el más
breve de los momentos, Vhalla se preguntó si había amado a los que ella había
matado en la Noche de Fuego y Viento de la misma manera que ella había amado
a Larel. Si simplemente se miraba en un espejo de sí misma, solo se encontraba
en el lado afortunado del reflejo.

El hombre gruñó y arremetió. Vhalla se movió para encontrarse con él. Ella
no necesitaba la Unión; haría esto sola. Vhalla recordó lo que Daniel había dicho
cuando sintió la resistencia de la hoja hundiéndose directamente en el ojo del
hombre, incrustándose en su cráneo.

No hubo ningún sonido excepto el viento mientras Vhalla permanecía


congelada en el tiempo, mirando el rostro sin vida y con los ojos abiertos del
hombre que había matado. Esto no fue una rabia ciega, no fue un estallido de
poder, y no fue un recuerdo que su mente bloquearía más tarde. Era el fin
deliberado de una vida y había sido horriblemente simple.

Vhalla de repente se sintió enferma y se tambaleó mientras todo su cuerpo


temblaba. Se sentía vacía y, sin embargo, tan llena de agonía que estaba segura
de que se rompería y moriría.

Su pantorrilla cedió con la determinación menguante, y Vhalla se tambaleó,


cayendo.

Daniel se movió para atraparla, pero Aldrik fue más rápido. El príncipe la
atrapó y la hizo girar. Vhalla se encontró ingrávida cuando Aldrik la levantó en
el aire, sosteniéndola contra su pecho. Ella hizo una mueca cuando él pasó el
brazo alrededor de la piel cortada de su espalda, encontrando una manera de
abrazarla con la menor cantidad de dolor posible. 265
Cuando el príncipe se giró, Vhalla pudo ver el rostro del Emperador. Estaba
mortalmente quieto y la malicia en sus ojos al verla en los brazos de Aldrik era
palpable, pero el príncipe no dijo nada. Miró más allá de su padre y se dirigió al
hotel en el que se había alojado. Vhalla sintió todos los ojos abiertos de par en par
y vio cada boca abierta mientras la gente se separaba para dejar paso al príncipe
heredero y a la Caminante del Viento.

—Aldrik —dijo ella con un suspiro, tratando de hablar lo suficientemente


bajo para que solo él la escuchara—. Aldrik, tú… yo… ellos…

—Deja que digan algo —dijo Aldrik con la mandíbula apretada—. Deja que
una sola persona diga algo y que me dé una razón para quemarlo todo.

Vhalla sintió el calor en sus palmas, la fuerza bruta que ejercía y que
prometía cumplir sus amenazas, y cerró los ojos. Vhalla se apoyó en el hombro
del príncipe heredero mientras la llevaba al hogar temporal de la familia
Imperial. Presionó su rostro contra él y permitió que la fuerza de él protegiera la
debilidad de ella, al tiempo que sus hombros comenzaban a temblar y las
lágrimas caían una vez más.
Aldrik la acostó suavemente en un diván; era un caparazón sin huesos
hecho de dolor y lágrimas. Vhalla se acurrucó de lado, casi ahogándose mientras
sollozaba. Aldrik se sentó a su lado, sus dedos acariciaron suavemente su cabello.

Cualquier paz que pudiera ofrecerle se arruinó rápidamente cuando la


puerta se abrió de golpe.

—¡Has perdido la cabeza! —Lord Ophain dio pasos de gigante hacia su


sobrino.

—Déjanos, tío. —Aldrik no apartó los ojos de ella, sus dedos se perdieron
en su cabello.

—Pensé que querías protegerla…


266
—Y ella claramente no estará más segura que a mi lado. —Había una calma
premonitoria en las palabras de Aldrik.

—No, ¡lo que hiciste ahora fue poner un blanco aún más grande en su
espalda al mostrarles a todos que ella es la grieta en la armadura del príncipe
heredero! —Lord Ophain dijo a todo de súplica—: Aldrik, necesitas llevarla a una
sala de clérigos y encubrir tus acciones. Que actuaste como lo hiciste solo porque
la necesitamos para la guerra. Quieres que ella piense que…

El fuego estalló junto a ellos cuando la silla opuesta estalló en llamas. El


repentino brillo y las llamas en la espalda de Aldrik hicieron que Vhalla se
agitara.

—Tío, lo juro por la Madre, si tú o alguien más intenta alejarla de mí…

—Suficiente, Aldrik. —Vhalla apoyó la mano sobre uno de sus puños


cerrados. Las llamas se extinguieron instantáneamente. Ella se dejó caer contra
él, su brazo se envolvió rápidamente alrededor de sus hombros. Vhalla no sabía
cuál de ellos era el que temblaba—. Él está tratando de ayudar. Yo debería…

Aldrik apretó su brazo, medio poniéndola en su regazo. La abrazó contra él


como si intentara desesperadamente deshacer lo rota que se encontraba con sus
caricias temblorosas. Un brazo la agarró por la cintura y respiró
temblorosamente.
—No, no lo haré. —Le frunció el ceño al Señor del Oeste mientras le hablaba
a ella—. No te dejaré ir.

—Tendrás que dejarla ir si no quieres que muera de una infección. —El


príncipe Baldair se encontraba en la puerta—. Me ocuparé de ella aquí. —Cruzó
la habitación, colocando en el suelo junto al sofá una de las cajas de clérigos más
grandes que Vhalla había visto.

Los dos hermanos se miraron y Vhalla empezó a pensar que Aldrik iba a
cumplir su promesa. Pero sus brazos finalmente se relajaron y la volvió a colocar
en una posición reclinada. Aldrik se reubicó rápidamente para que la cabeza de
ella descansaba sobre su muslo.

El príncipe más joven tiró del dobladillo de la camisa de ella, cortando los
andrajos desde la espalda hasta el cuello. Vhalla no tenía la energía para
preocuparse por su modestia. No tenía energía para hacer nada más que llorar y
dejar que Aldrik le limpiara las lágrimas.

—Padre está reuniendo a los comandantes —dijo finalmente Baldair—.


Necesitas irte.
267
—No la voy a dejar —repitió Aldrik.

—Necesita descansar —replicó el príncipe Baldair.

—Deberías irte, Aldrik. —Lord Ophain estaba mucho más sereno—. Si


quieres protegerla, entonces debes irte. Eres el único que puede representar los
intereses de ella en esa mesa, los intereses de ambos.

Las manos de Aldrik dejaron de moverse. Su dolor palpablemente la


invadió y adormeció el sondeo de Baldair en la herida de su espalda. Vhalla se
aferró al muslo del príncipe heredero con un agarre que le dejó los nudillos
blancos. Sus dedos le dejarían moretones.

Él iba a dejarla. Sabía que tenía que hacerlo, pero eso no hacía que fuera más
fácil. El mundo también lo estaba apartando de ella. Vhalla no podía soportarlo.

—Baldair… —Aldrik se atragantó, pero se recuperó rápidamente.

Larel también había sido su amiga, su única amiga en muchos sentidos.


Vhalla también se la había quitado. Todo era culpa suya. Vhalla cerró los ojos con
fuerza, todo su cuerpo temblaba.

»No la pierdas de vista. Protégela con todo lo que tengas. Déjala sana y
salva. Haz esto por mí y nunca más te volveré a pedir ni una sola cosa. —La voz
de Aldrik era áspera mientras se esforzaba a hablar a través de las lágrimas que
no dejaba caer.

Las atenciones del príncipe Baldair se detuvieron cuando los dos príncipes
compartieron una mirada de comprensión que no había estado allí en un tiempo.

—Tienes mi palabra, hermano. Por mi honor.

Aldrik comenzó a alejarse de ella. Vhalla apretó sus manos con las suyas,
deseando que se quedara.

—No… no, Aldrik. Por favor, no me dejes todavía. Sé que tienes que
hacerlo, pero todavía no.

Sus ojos casi la rompieron.

»Aldrik, por favor —suplicó ella, las lágrimas corrían por sus mejillas.

Él la ayudó a volver a sentarse en el sofá, quedándose de pie a su lado.


Aldrik se inclinó hacia adelante, apartando el cabello de su rostro una vez más y
presionó sus labios contra su sien. Vhalla sollozó.

—Volveré tan pronto como pueda. 268


—Prométemelo. —Volvió a agarrarle los dedos—. Promételo y lo creeré.

—Lo prometo, y nunca romperé una promesa que te haga, mi Vhalla. —


Apartó su mano de la suya y se enderezó. Vhalla observó cómo la fachada de
piedra del príncipe heredero volvía a su lugar. Llevaba la distancia de la nobleza,
la ferocidad del Señor del Fuego y la armadura de su título. Era un guerrero listo
para la batalla.

Vhalla cerró sus manos en puños y se las llevó a los ojos, dejando escapar
un gemido en el momento en que la puerta se cerró detrás de Aldrik y su tío.

—Es mi culpa, es mi culpa.

—No lo es. —Ella no había estado hablando con el príncipe más joven, pero
él respondió.

—¿Tú qué sabes? —espetó Vhalla amargamente—. No sabes nada sobre tu


hermano, nada sobre mí. Ni siquiera has intentado saberlo. Estabas demasiado
ocupado con tus advertencias fuera de lugar. Así que cállate por una vez.

El príncipe la complació por un tiempo mientras colocaba una gasa sobre la


herida, cubriéndola con una sustancia pegajosa que se volvió helada a medida
que se endurecía. Presionó ligeramente su hombro y Vhalla comprendió que la
necesitaba boca abajo para acceder a la herida de la pantorrilla. El príncipe
comenzó a coser la herida profunda sin siquiera advertirle en primer lugar.

—Esa tenía veneno —murmuró ella.

—¿Qué? —Sus dedos se detuvieron—. ¿Estás segura?

—Estaba afectando mi magia. —Vhalla asintió y sus lágrimas se


convirtieron en entumecimiento.

—Necesitaré que alguien más se encargue de eso. —El príncipe rebuscó


entre los frascos de elixires, ungüentos y antídotos—. No tengo idea de cuál usar
para los venenos.

—Aldrik lo sabrá. —Vhalla estaba segura. El príncipe Baldair volvió a coser


y cubrir la herida con un ungüento espeso. Cuando terminó, rodeó el sofá para
arrodillarse frente a su rostro. El príncipe metió dos dedos en la lata y comenzó
a untar el ungüento sobre el ojo morado de Vhalla—. Gracias, mi príncipe —dijo
ella a regañadientes.

—Baldair —corrigió él.


269
—¿Baldair? —El nombre sonaba sorprendentemente fácil en su lengua.

—Llamas a Aldrik por su nombre; es extraño que continúes llamándome


por mi título. —Baldair empacó las cosas y se puso de pie—. Iré a buscar a Elecia;
ella verá lo del antídoto.

—Dije Aldrik. —Vhalla no tenía ningún interés en ver a esa mujer.

—Y Aldrik no regresará hasta dentro de muchas horas —respondió Baldair


con firmeza. Su tono se suavizó cuando la vio desinflarse—. Elecia te ayudará.

Vhalla asintió y comenzó a retirarse mentalmente para soportar el asalto


que probablemente Elecia le haría. Habían pasado días desde que hablaron, y en
ese momento Vhalla se había convertido en la amante secreta del príncipe
heredero, el primo de Elecia. Vhalla cerró los ojos e intentó no pensar en nada.

Cuando la puerta se abrió de nuevo, Vhalla ni siquiera se movió. Se abrazó


con fuerza, tratando de luchar contra los escalofríos. Su culpa, su culpa, todo era su
culpa.

—Vhalla. —Elecia le tocó el hombro gentilmente y Vhalla se sobresaltó, casi


saltando de su piel por el contacto—. Déjame verte.

Las palabras de Elecia no dejaban lugar a objeciones y, de repente, las


manos de la mujer se envolvieron con cuidado alrededor del cuello de Vhalla.
Movió los dedos por la mejilla de Vhalla, la otra mano pasó como un fantasma
sobre sus hombros, por la mitad de su pecho y su muslo.

Vhalla cerró los ojos con fuerza.

—Es lo mismo que usaron con Aldrik —dijo Elecia con un suspiro—. Pero
mucho más débil. No debería ser un problema.

¿Era más débil de lo que había soportado Aldrik? Él había recibido más y aún
podía usar su magia, donde la de ella ya había fallado. Vhalla tuvo una
apreciación completamente nueva de la fuerza del príncipe heredero.

—¿Dónde está Aldrik? —No pudo evitar preguntar.

Elecia suspiró, rebuscando en la pequeña bolsa que había traído.

—Descubriendo cómo mantenerte a salvo. —Elecia se sentó junto a ella,


inspeccionando el trabajo de Baldair y haciendo sus propias adiciones—. Tú y
él…

—Lo amo. —Vhalla volvió a temblar, las palabras hicieron que se le llenaran
los ojos de lágrimas—. Lo amo, pero solo soy muerte. Soy la muerte para todos 270
los que amo. Algún día seré su muerte.

Elecia le agarró la cara con rudeza, girando a Vhalla para que la enfrentara.
Los ojos color esmeralda de la mujer habían enrojecido en los bordes por el
cansancio o las lágrimas.

—No lo serás. No dejaré que lo seas.

—Pero… —dijo con un gemido.

—Si vas a estar con él, entonces encontrarás la fuerza para usar ese manto.
No lo vas a recibir en ambos sentidos, Vhalla Yarl —dijo Elecia con fiereza—. Esta
noche, él está arriesgando todo por ti, así que será mejor que estés lista para hacer
lo mismo. Porque si lo lastimas, juro que te mataré.

Vhalla hizo un ruido ahogado cuando sus labios no lograron formar


palabras. Elecia puso su mano en la espalda de Vhalla con un suspiro frustrado,
creando un cosquilleo cuando su magia activó el ungüento que había aplicado.
Repitió el proceso en la pantorrilla de Vhalla y la obligó a tragar el líquido de dos
viales más antes de poner el tercero en sus manos.

—¿Sueño Profundo? —Vhalla reconoció instantáneamente el olor de lo que


Baldair le había dado meses atrás durante su juicio.
—No puedes curarte si no duermes. Descansa mientras puedas. —Elecia se
puso de pie.

—Espera, no me dejes. —Elecia era la última persona a la que Vhalla


esperaba aferrarse. Pero el dolor no era lógico.

—No puedo hacer nada más por ti. —Elecia la miró con el ceño fruncido,
pero no apartó la mano.

—No me dejes sola, por favor. —Vhalla volvió a inclinar la cabeza. Larel,
ella quería a Larel. Quería sentirse segura, cálida y amada incondicionalmente.
Quería a Larel.

—Acuéstate. —Elecia suspiró y se sentó. La mujer no le ofreció más


consuelo. No susurró palabras tranquilizadoras ni limpió las lágrimas de Vhalla.
Pero se quedó hasta que el Sueño Profundo hizo efecto, y la mente de Vhalla
finalmente se vio obligada a apagarse. Y Elecia nunca separó sus dedos de la
mujer afligida.

Vhalla se agitó un tiempo después cuando fue levantada en brazos de


alguien. El pánico momentáneo fue rápidamente sofocado en el segundo en que 271
sintió su calor, escuchó el latido de su corazón lento y fuerte a través de su pecho.
Aldrik la bajó del sofá hasta la cama y la acomodó bajo las mantas.

Ella gimió lastimosamente. Le dolía tanto estar despierta después de que el


sueño había estado tan felizmente desprovisto de todo. La cama se hundió
cuando él se acurrucó a su alrededor.

—Aldrik —murmuró Vhalla, presionándose contra él.

—Mi Vhalla. —Él suspiró pesadamente—. Duerme, aún no ha amanecido.

Vhalla meneó la cabeza, ganándose otro suspiro. Necesitaba saber qué


había sucedido. Abriendo los ojos, se encontró con una sombra exhausta del
príncipe que conocía. Las ojeras ensombrecían sus mejillas y se establecían bajo
sus ojos cansados. Su cabello estaba lacio y enredado. Vio las marcas de un
moretón en su mandíbula que no estaba segura de querer saber cómo lo había
conseguido.

—Aldrik. —Una de las piezas más grandes que quedaban de su corazón se


rompió y se fracturó al verlo. Era culpa de ella, era culpa de ella que tuviera el
aspecto que tenía; ella lo había puesto en esta posición.

—Duerme. Necesitas descansar —insistió de nuevo. Sin importar el estado


de su apariencia, su voz era tranquila y equilibrada.
Vhalla se apartó.

—¿No te importa?

—¿Qué?

—¡Larel, Larel está muerta y yo la maté! —Las palabras de Vhalla estaban


empapadas de lágrimas—. ¿No te importa?

Aldrik se incorporó hasta sentarse y la miró fijamente.

—¿Que no me importa? —Él respiraba con fuerza.

Podía escuchar la tensión temblorosa que él apenas controlaba. Vhalla se


arrepintió instantáneamente de sus palabras, pero Aldrik habló demasiado
rápido para que ella se retractara.

—¿Todavía crees que soy el despiadado Señor del Fuego?

Solo la expresión de su rostro hizo que Vhalla tuviera lágrimas en los ojos.

—Aldrik, no… —Ella sacudió su cabeza.

—Claramente debes hacerlo si de alguna manera piensas que me siento feliz 272
y-y no me afecta su muerte —espetó él.

—Lo siento, no fue mi intención.

—¿Sabes siquiera cómo nos conocimos? —Aldrik se puso de pie y empezó


a pasearse por la habitación—. ¿Cómo conocí a Larel?

—Ella me lo contó una vez —susurró Vhalla, sintiendo la ira irradiando de


él.

—Me dijo que la salvé, que yo era el príncipe de todas las historias que salva
a la niña indefensa. —Aldrik se rio entre dientes; el dolor libró una guerra contra
el odio por sí mismo en la oscuridad de sus ojos—. Siempre le dije que era una
tonta, y nunca le dije cuánto necesitaba esas palabras. Ni siquiera le agradecí por
ellas. Qué tonta era ella al pensar que yo la había salvado cuando ella fue la que
me salvó a mí.

—Lo sé, eran cercanos… —Vhalla se incorporó y se sentó.

—No tienes idea. —Se dio la vuelta para mirarla—. Tú probablemente


creciste rodeada de amigos y personas que disfrutaban de tu compañía. Incluso
en mis mejores años, yo era un extraño y me distanciaba por la nobleza y la
magia. Solo había una persona entre mis compañeros que me veía como
cualquier cosa menos su príncipe. Tenía a Larel. E incluso… incluso después de
que la aparté, ella regresó. Era una amiga mucho mejor de lo que me merecía.

—Eso no es ver…

—Y cuando vino a mí, papel en mano para marchar contigo, le dije que no
estaba lista.

Era culpa de ella.

»Yo sabía que no estaba lo suficientemente entrenada, que no estaba hecha


para la guerra. Pero pensé… —Sus manos agarraron sus hombros de repente—.
Pensé que podía protegerla. Justo como pensé que podría protegerte a ti.

Vhalla no pudo encontrar las palabras.

»Pero aquí estás, magullada y con heridas abiertas por un atentado contra
tu vida. No es más que… suerte que no estés también en un charco de sangre
junto a ella. ¿No sabes que vi eso? —La sacudió y eso hizo que Vhalla se
estremeciera por el dolor en su espalda. Aldrik se detuvo y la miró a los ojos muy
abiertos, bajando la cabeza—. Larel está muerta y tú también podrías estarlo…
no protegí a nadie. 273
Se sentó agarrándola por los hombros, su cabello cubriendo su rostro. Con
la primera inhalación ella pensó que él iba a hablar más, pero lo soltó el aire
lentamente, luego otro suspiro tembloroso, lleno de más silencio. Los temblores
eran pequeños al principio, y comenzaron en sus hombros antes de llegar a sus
manos a pesar de su lucha.

Ella lo escuchó, esa respiración, en la que soltó sus lágrimas. Vhalla escuchó
el extraño y ahogado ruido salir de su garganta cuando finalmente cedió a su
propio dolor abrumador. Estaba cansado, más que trabajado y había perdido a la
persona a quien consideraba su mejor amiga. Aldrik, el príncipe heredero, el
futuro Emperador, Señor del Fuego, gobernante de la Legión Negra, hechicero,
era solo un hombre. Y los hombres podían romperse.

Su agarre se aflojó y sus manos se deslizaron hacia sus brazos, pero todavía
la sostuvo. Fue la primera lágrima que cayó sobre la sábana lo que finalmente
sacó a Vhalla de su propia conmoción y dolor. Extendió los brazos y lo atrajo
hacia ella sin dudarlo, presionando el rostro de él contra su pecho para
esconderlo. Sabía que en toda su terquedad probablemente se avergonzaba por
simplemente mostrar su dolor.

Cuando las lágrimas de él comenzaron a salir de su pecho, ella encontró que


su propio dolor era alimentado por el suyo. Lo abrazó con fuerza, acariciando su
cabello, queriendo ofrecerle todo el consuelo que él nunca le exigiría. Los brazos
de él se movieron y se envolvieron alrededor de su cintura cuando finalmente
cedió. La herida en su espalda protestó cuando la agarró, pero Vhalla no dijo
nada. Ella se dio cuenta de que tal vez él no se permita una segunda oportunidad
para llorar, así que no haría nada para detener su dolor.

Ella nunca cumplió con su orden original de dormir cuando la luz del sol
comenzó a llenar la habitación. Incluso después de que las lágrimas se calmaron,
él permaneció acurrucado en sus brazos. Vhalla sabía que la forma en la que
estaba retorcido no podía ser cómoda, pero encontró tanto consuelo en él como
el que ella le daba, por lo que Vhalla no sugirió que se movieran.

Cuando Aldrik finalmente se retiró, miró hacia otro lado antes de ponerse
de pie. Se llevó una mano a la cara y Vhalla desvió la mirada, permitiéndole su
privacidad. Luego se giró hacia ella.

—Hoy tendremos un día largo. —Su voz sonaba hueca y distante.

—¿Qué sucederá? —En realidad, no estaba segura de querer saberlo.

—Ya lo escuchaste; los ataques contra ti serán frecuentes y sin piedad. —Se 274
inclinó hacia ella, agarrando su barbilla para mirarlo.

Su rostro ya se había recuperado y, aparte del color rojo en sus ojos, no tenía
la apariencia de un hombre que acababa de llorar durante más de una hora. Tenía
la mandíbula fija con determinación, el ceño fruncido por el peso de una
planificación calculada. Vhalla no estaba segura de lo que sentía, cuando esta
mezcla desesperada de emociones era dirigida hacia ella.

—Hoy vamos a hacer tres dobles para ti.

—¿Dobles? —Ella parpadeó.

—Anoche, los comandantes discutieron quién más entre las hordas era el
más cercano a tu apariencia, tamaño y constitución. Esas mujeres vendrán hoy,
una por una, y las convertiremos en ti. —Habló con tanta precisión que Vhalla
supo que este no era el plan de los jefes, sino suyo—. Cada una viajará conmigo,
con mi hermano o mi padre, por lo que desde el principio su ubicación exacta
será un misterio para todos, incluidos los soldados.

—Si hay tres mujeres, ¿en dónde estaré yo? —Se atrevió a preguntar.

—Estarás escondida a plena vista. —Él le acarició su mejilla suavemente—.


Desde hoy, tus dobles son dueñas de tu nombre. Ya no es tuyo.

—¿Qué? —Vhalla se sentía abrumada y confundida.


—Para mañana, una de ellas será la verdadera Vhalla Yarl. Pero ninguna
será la verdadera Vhalla Yarl. Tú serás una mujer de espadas sin mérito ni valor.
Habrás venido con los soldados del Oeste para que nadie cuestione no conocerte.
Invéntate el nombre y la historia que desees, pronto la necesitarás.

—No puedo… —gimió suavemente, ni siquiera sabía cómo sostener una


espada.

—Puedes, y lo harás —dijo él con firmeza. Aldrik sacudió la cabeza—. Esta


es la mejor oportunidad que tenemos ahora, y no te perderé.

—¿Qué hay de las otras mujeres? Serán un objetivo —susurró ella.

—Exactamente, y si una de ellas es asesinada, el Norte puede creer que han


matado a la Caminante del Viento —dijo él con frialdad.

—Aldrik, esa es la hija de alguien, tal vez la madre de alguien, o alguien…

—¡No me importa! —Vhalla saltó ante su repentina intensidad. Aldrik


irrumpió en el lado opuesto de la habitación—. Tengo que tomar una decisión,
Vhalla. Esa elección es tu vida o la de ellas, y no tengo ninguna duda al respecto.
Si mueren, morirán honorablemente por su Emperador. —Se volvió en su 275
dirección y ella vio, para su horror, que sus palabras eran verdaderas, que
realmente no le importaban sus vidas. Habían sido tomadas como prescindibles.

Ella jugueteó con sus dedos.

»Viajarás con Baldair …

—¿Qué? —exclamó Vhalla, poniéndose de pie de un salto. Le dolía la


pantorrilla y Aldrik rápidamente la ayudó dándole apoyo—. Aldrik, no, no me
dejes. ¡No me dejes sola!

—Tranquila. Silencio. —Era una orden, pero sus palabras tranquilizadoras


tuvieron el efecto deseado—. Debes cabalgar hasta allí con la ilusión de ser una
mujer de espadas. Pero es solo hasta que lleguemos al Norte. —Aldrik apartó el
cabello de sus ojos—. Cuando lleguemos a la frontera, la horda se dividirá en
grupos más pequeños para moverse a través de la jungla. Entonces estarás
conmigo.

Ella sollozó ruidosamente, las lágrimas volvieron de nuevo.

»Entonces estarás conmigo, mi Vhalla, mi señora, mi amor. —Aldrik


presionó sus labios firmemente contra los suyos, silenciando cualquier otra
objeción.

—Tú… —sollozó ella.


—Lo prometo. —La mandíbula de Aldrik tembló brevemente y la besó de
nuevo. Su boca sabía a resignación, y Vhalla sabía que ese era el sabor con el que
la dejaría—. Ahora, prométeme que serás fuerte.

—Lo prometo. —Su rostro se contrajo de dolor.

Aldrik la apretó contra su cuerpo y Vhalla se aferró a él con tanta fuerza que
le temblaban las manos. Sus largos dedos se deslizaron por su cabello.

—Sacrificaré cualquier cosa que deba ser sacrificada para mantenerte a


salvo.

Ella le creyó completamente, evocando un nuevo terror que le recorrió las


venas.

La llevó a una habitación diferente en el mismo piso y le indicó que


esperara. Vhalla no tenía idea de qué esperar cuando reapareció más tarde con el
Emperador.

Se aferró a la manta que Aldrik le había puesto sobre su ropa hecha jirones.
El Emperador la miró con un desdén apenas cubierto. Aldrik estaba
completamente inexpresivo. 276
—Bueno, comencemos. —El emperador Solaris se acercó a una mesa y abrió
un folio que llevaba, sentándose ante un puñado de papeles.

Uno a la vez, Aldrik trajo a los jefes que escoltaban a las mujeres bajo su
mando. Y una a la vez, Vhalla les dijo lo que significaba ser Vhalla Yarl. Les habló
de su infancia, de su hogar en Cyven. Les habló de la biblioteca, de Mohned, de
su aprendizaje, de Roan y Sareem. Les habló de la Noche de Fuego y Viento y de
su juicio. Desnudó todo de ella ante ellos con el Emperador y los jefes mirando.

Se sintió como una proyección. Hablaba y se movía, pero su mente se


encontraba más distante con todo lo que se decía. Cada palabra delataba partes
de sí misma y se volvía cada vez menos Vhalla Yarl.

La última era una mujer casi idéntica a su baja estatura. Parecía ser una
mezcla del Sur y del Este con un cabello rubio oscuro largo. Vhalla sintió que era
la más cercana a su apariencia, a pesar de su cabello más claro y ojos azules. Esa
mujer le dio las gracias antes de que la sacaran de la habitación. Vhalla estaba
segura de que la mujer no había escuchado nada de lo que Vhalla había dicho
sobre su vida si la mujer le agradecía a Vhalla por la oportunidad de ser ella.

Entre Vhalla volviendo a contar su historia a cada doble y el secretismo


requerido para hacer entrar y sacar a escondidas a cada mujer de la habitación,
lograr la tarea les tomó toda la mañana y la tarde. Cuando llevaron a la última
mujer a su sala de espera, Vhalla se sentía agotada.

A Aldrik y al Emperador les agradó la misma mujer que a Vhalla, lo que


significaba que esa mujer sería la doble que viajaría en compañía de Aldrik.
Vhalla recibió el bolso de la mujer al igual que su ropa nueva. Aldrik también le
puso una daga y una botella de tinta negra en sus manos, diciéndole que hiciera
todo lo posible para cambiar su apariencia.

Temblando y a solas en el baño, Vhalla limpió cuidadosamente la suciedad


y la sangre de la noche anterior. Observó con atención mientras se aplicaba la
tinta en el cabello, cambiando los mechones de marrones a negros. Después de
dejarlo reposar un momento, se enjuagó y repitió el proceso tres veces.
Inspeccionó su progreso en el espejo; de hecho, su cabello había cambiado de
color.

Vhalla se mordió el labio, recordando lo lacio y dócil que había sido su


cabello cuando Larel usó su calor sobre él. Ahogó un sollozo y se pasó los dedos
por el cabello con bolsas de viento atrapadas por debajo. Fue torpe y tardó unos
minutos en alcanzar el éxito. Pero lo dejó más lacio, más del Oeste, quitando su 277
textura ondulada normal. De esa forma, lucía más largo, y Vhalla tomó la
decisión consciente de no volver a cortárselo. Lo había hecho una vez y se había
convertido en nadie. Esta vez ella tomaría su nueva piel.

Pero Vhalla agarró la daga. Tirando de su flequillo en la parte delantera,


Vhalla hizo un corte recto horizontal justo debajo de su frente. Por segunda vez
en un año, Vhalla no pudo reconocer a la persona que la miraba en el espejo. Se
inclinó sobre el lavabo y se tapó la boca con la mano mientras luchaba por
contener las lágrimas por la mujer cuya memoria había decidido honrar.

Cálmate. La amiga de Vhalla Yarl murió, Vhalla Yarl lloraría. Ella no era
Vhalla Yarl. Volvió a mirar al espejo, reforzando su resolución. Mirando los ojos
duros y el rostro desconocido, se repetía a sí misma: no era Vhalla Yarl. Limpió el
baño rápidamente y se puso la ropa de la otra mujer, se corrigió a sí misma, su
ropa.

Salió del baño y regresó a donde esperaban el Emperador y Aldrik. Ambos


hombres la miraron de arriba abajo. El Emperador se reclinó en su silla.

—Eso servirá —dijo, frotando un dedo contra sus labios.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Aldrik.

—Serien —respondió ella sin vacilar.


—Serien, ¿cuál es tu apellido? —cuestionó.

—Serien Leral —dijo y se dio cuenta en el momento en que reconoció su


nombre.

Aldrik luchó por mantener la compostura.

—¿De dónde eres? —Su mandíbula se apretó firmemente.

—De un pueblo llamado Qui. Es un pueblo minero al que espero que nunca
tengas que ir —recitó. La historia había sido inventada por ella misma.

—¿Dónde está Qui? —El Emperador se inclinó hacia adelante, cruzando las
manos entre las rodillas.

—Está a mitad de camino de Norin, si se toman las carreteras antiguas.

—¿Tus padres? —preguntó Aldrik.

—Mi padre era minero y un borracho. Mi madre era una mujer rota que
dejó su casa en el Este porque pensó que era amor. Murieron cuando yo era joven
y trabajaban en las minas. —A pesar de sus pequeños cambios, se preguntó si el
Emperador vería la fuente de inspiración para su historia. Ella sonrió con 278
frialdad; por supuesto que no lo haría. Larel no había significado nada para él,
dudaba que incluso recordara a la niña que su hijo salvó de las minas de plata de
Qui.

—¿Por qué estás aquí? —El Emperador cuestionó su mirada confiada.

—Para tener una vida mejor, para servir al Emperador —dijo fácilmente.

—Bien hecho, señorita Yarl. —El Emperador se reclinó en su silla.

Ella lo miró con curiosidad.

—Señorita Leral —corrigió ella.

El hombre simplemente se rio entre dientes.

—Aquí está tu armadura. —Aldrik se hizo a un lado y le permitió acercarse


a la mesa que se encontraba detrás de ellos. Sobre ella se exhibía una placa y una
cota de malla de plata básicas. Vhalla se quedó atónita por un momento, una de
las mujeres llevaría la armadura que Aldrik le había hecho. No, se recordó a sí
misma, Aldrik había hecho esa armadura para Vhalla Yarl, y ella no era Vhalla
Yarl.

Agarró la cota de malla. Esta era la armadura de Serien, simple y sin


adornos. Era el tipo de armadura que se mezclaría en una masa de soldados y no
se distinguiría del que se encontrara al lado. Aldrik la ayudó en silencio a
mostrarle cómo sujetar el frente. Pesaba más que la de escamas, y el peso la hizo
favorecer su pierna sana mientras se ponía los guanteletes.

Él se giró y le presentó una espada. Afortunadamente, se sujetaba con una


correa sobre su pierna izquierda, su pierna buena, para que pudiera sacarla con
su mano derecha. Se movió, ajustándose al peso en su cadera.

—¿Alguna pregunta?

Hubo una pausa notable y sus miradas se encontraron. Se preguntó qué


veía él en ella entonces, a quién veía en ese momento.

»¿Serien?

Era extraño escuchar el nombre viniendo de él, dirigido a ella. Pero si


alguien podía decirlo y hacerle creer que era su nueva identidad, sería Aldrik.
Ella sacudió su cabeza.

—Bien, te reportarás a la Guardia Dorada. Puedes retirarte.

Asintió. Sus ojos reflejaban la distancia vacía que vio en los de él. Agarrando 279
su bolsa de lona del suelo, se volvió y los saludó brevemente. Tenía los nudillos
blancos por intentar bajar las escaleras vistiendo armadura con la pierna
lesionada. Estaba decidida, pero consciente de no abrirse los puntos.

Era casi el atardecer cuando Serien salió del hotel por una puerta trasera.
Los servicios de los caídos se llevaron a cabo al atardecer para que la Madre
pudiera llevar las almas de los muertos a los reinos eternos del Padre. Serien
asistió con las masas en la plaza central de las Encrucijadas, aunque nadie la miró
dos veces. Se quedó viendo la plataforma cuidadosamente elaborada que
contenía cinco cuerpos envueltos en tela roja.

Uno de esos era Larel Neiress, la mujer que había pasado incontables horas
reconstruyendo a Vhalla Yarl después de que el mundo la hubiera destrozado.
Pero esta vez, sus manos no habían estado allí, y Vhalla Yarl se rompió en tres
pedazos.

El príncipe heredero se encontraba de pie ante los cuerpos, estoico al tiempo


que una anciana encapuchada entonaba el canto fúnebre. Serien apretó los
dientes y amuralló su corazón. No lloraría. No podía llorar por una mujer que
280
nunca había conocido.

Pero sus ojos estaban atentos y vio cómo el príncipe heredero estaba fijado
en el cuarto cuerpo. Ella sintió la forma en la que sus llamas se movían hacia
dicho cuerpo a un nivel básico que no podía explicar. Finalmente salió de la
multitud cuando su estómago comenzó a hacerse un nudo.

Ella era una vagabunda, una solitaria, el espectro de las Encrucijadas sin
ningún lugar donde estar y sin nadie que la buscara. Serien se acomodó bajo un
arco de uno de los muchos edificios y regresó dos veces después de haber sido
sacada de ahí. Finalmente, el dueño dejó de intentarlo.

Vio a la multitud moviéndose, feliz mientras la vida volvía a la normalidad.


Vio a un hombre del Sur de cabello desordenado ir cuatro veces al hotel con tres
grandes ventanales, volviendo a una posada familiar abatido y solo cada vez. La
punzada de tristeza se deslizó por la parte posterior de su garganta, que
rápidamente aplastó; eran las emociones de otra mujer.

Cuando el ejército finalmente se reunió en la plaza, preparado para


marcharse, Serien estaba exhausta. Apenas había dormido por miedo a lo que su
mente traicionera pudiera inventar y miedo a dormir al aire libre. No tenía
ninguna montura a la cual hablar, pero instintivamente se colocó en el centro de
la columna. Era extraño estar rodeada de tanto privilegio, pero rápidamente se
las arregló para aceptarlo como su nueva normalidad.

Los vítores estallaron para la familia Solaris cuando salieron del hotel en
todo su esplendor. Se habían alineado seis corceles frente al hotel, tres eran para
la realeza, los otros tres eran para las figuras de mantos oscuros que caminaban
a su lado. Tres mujeres, casi idénticas en estatura, con capas negras con una
capucha cubriendo sus rostros, caminaban junto a cada uno de los miembros de
la realeza. En la parte de atrás de sus capas había un ala plateada. Era como ver
a un hermoso blanco.

Con muy poco interés observó cómo una montaba un corcel negro que tenía
una franja blanca corriendo por su rostro, como un relámpago. La mujer estaba
situada a la derecha del príncipe heredero, y Serien observó cómo el príncipe
miraba a la mujer antes de ir a su lugar en la fila.

—Al menos podrían haber tratado de ocultarlo —comentó uno de los


soldados que la rodeaban.

—No es muy difícil saber cuál es la Caminante del Viento —concordó otro.
281
—Como si el Señor del Fuego quisiera perder de vista a su oscuro amor.

Serien no se unió a sus especulaciones sobre la relación real entre el príncipe


heredero y Vhalla Yarl, la Caminante del Viento, pero sus oídos escucharon. La
mayoría parecía estar de acuerdo en que había algo entre los dos, pero sus teorías
eran de gran alcance. Dos hombres y una mujer se unieron al príncipe más joven
mientras se alineaba con la Caminante del Viento encapuchada.

—¡Ya es suficiente, hagan la formación! —ordenó un hombre.

Serien lo miró fijamente mientras su caballo se acercaba a ella. El hombre


del brazalete dorado bajó su mirada y la escudriñó fijamente. Sus ojos se
entrecerraron levemente y abrió la boca para decir algo.

—Daniel, ¿qué pasa? —preguntó alguien a su izquierda.

Serien rápidamente devolvió su atención hacia adelante. No debería haber


elegido el centro de la columna. Serien trató de juntar las manos para moverlas
nerviosamente, pero era difícil con los guanteletes más pesados. En cambio, se
mordió el labio.

—Nada —respondió el hombre del Este—. Lo siento, no es nada.

Mantener el ritmo de los caballos era difícil, ya que marchaban a doble


velocidad con todo su atuendo, dejando las Encrucijadas. La pantorrilla de Serien
gritó de dolor, y el sudor le brotó por el esfuerzo por sofocar sus gritos. Incluso
cuando se hizo el llamado a reducir la velocidad, no fue más fácil. Estaba segura
de que se había abierto los puntos.

Serien mantuvo la mirada al frente todo el día. El Gran Camino Imperial


terminaría pronto. Llegarían al último puesto de avanzada antes del Norte, y
entonces llegarían a territorio peligroso. Su estado de ánimo sombrío no coincidía
con el de los otros soldados, y permaneció en trance hasta la llamada para que se
detuvieran.

Ese fue el primer momento en que Serien se sintió perdida. Todos los demás
sabían qué hacer, a dónde ir. Tenían sus carpas y sus asignaciones. No hubo
ninguna vacilación mientras se metían en la vida normal de los soldados de
espadas.

Ella se movió lentamente, tratando de escuchar un poco de conversación


que confirmaría si podía simplemente ir al carrito de la tienda y pedir una o no.

—Soldado —llamó un hombre detrás de ella.

Serien se volvió y le dolió el pecho ante los ojos familiares. 282


—Eres un nuevo recluta, ¿no? —Daniel se detuvo ante ella, con una mano
en la cadera.

—Lo soy —murmuró Serien.

—¿Cuál es tu nombre? —La pregunta fue claramente forzada.

—Serien Leral —respondió, esperando que él tomara nota.

—Déjame verte usar esa cosa. —Señaló su espada.

Volvió a mirar al hombre. ¿En qué estaba pensando? Le iba a arruinar su


tapadera en menos de un día. Uno o dos más miraron al Guardia Dorado que se
dirigía a ella, pero parecía lo suficientemente normal como para que no les
prestaran mucha atención.

Serien desenvainó su espada, decidida. Pesaba demasiado y perdió el


equilibrio al instante. La agarró con las dos manos, tratando de estabilizarse.
Daniel desenvainó su espada y con un movimiento fluido hizo volar su arma de
sus manos a la arena.

—¡Eso no fue justo! —protestó ella.

—¿Crees que nuestro enemigo será justo? —Daniel dio un paso más cerca
de ella—. ¿Cuánto tiempo llevas practicando?
Serien desvió la mirada. No debería haber dicho nada.

—No mucho. —Sonaba mucho mejor que “nunca”.

—El Oeste realmente está dejando caer sus estándares. —Envainó su espada
y cruzó los brazos sobre el pecho. Serien lo miró con cautela—. Eres de Oeste,
¿no?

—Sí.

—Me lo imaginé. —Él suspiró dramáticamente y luego puso los ojos en


blanco—. Bien, te enseñaré.

—¿Qué?

—No voy a permitir que un soldado bajo mi mando entre en la guerra


indefenso. —Un tono familiar hizo eco bajo sus palabras—. Salgamos de las
tiendas.

Ella lo siguió al desierto, en el exterior de la horda. No llegaron muy lejos,


solo lo suficiente para que hubiera espacio para moverse en un círculo amplio y
no tener temor al blandir sus espadas.
283
»No la sostengas así. Mira cómo sostengo la mía. —Lo demostró con su
propia espada y él mismo terminó moviendo la posición de la mano de ella de
todos modos—. Ahí, así.

—Es pesada —susurró ella.

—Es acero forjado. —Daniel se rio entre dientes—. Ahora, haz un


movimiento.

Si Serien estaba exhausta, con dolor y empapada en sudor por la marcha,


eso no fue nada comparado con practicar con Daniel hasta el atardecer. Cada
miembro le dolía, sus hombros gritaban en protesta, y apenas podía agarrar la
hoja para envainarla.

—Es suficiente por hoy. —Daniel tomó nota de su estado.

Serien asintió en agradecimiento.

—Daniel —dijo ella en voz baja mientras se dirigían al campamento.

—¿Sí? —Su tono había cambiado a algo que ella conocía.

—¿Puedo conseguir una carpa?

—¿Aún no recibiste una? —Pareció sorprendido.


—No, no la recibí. No me dijeron nada. —Se mordió el labio.

—No debe quedar ninguna. —Daniel se pasó una mano enguantada por el
cabello—. ¿Te gustaría quedarte conmigo? —Su pregunta fue tan suave, que
claramente dudaba.

—No puedo.

—¿Por qué? —preguntó Daniel con sinceridad—. ¿Por qué no puedes?

—Porque yo…

—No te dejaré dormir sola en la arena. —A ella tampoco le parecía


atractivo—. ¿Viajas con alguien, Serien?

Daniel la miró a los ojos y Serien luchó por encontrar una respuesta.

—Lo siento, no puedo.

Serien se le adelantó y no miró hacia atrás.

Fue tal como él había dicho. Durmió al aire libre con su mochila como
almohada. A pesar de que en el Sur estaban en pleno invierno, en los Desechos
284
hacía calor y ese calor perduraba durante la noche. No fue hasta que la luna llegó
a la mitad en el cielo que comenzó a temblar.

Cuando Serien despertó, una manta le cubría los hombros. No tenía ningún
nombre cosido, pero era más fina que la tela estándar. Serien miró a su alrededor,
como si pudiera encontrar al fantasma que se la había colocado en la noche. Pero
nadie apareció.

La usó la noche siguiente y la noche siguiente. Una vez, Serien pensó


brevemente en los poderes de la otra mujer, en extender su mente desde su
cuerpo bajo el amparo de la oscuridad hasta cierto príncipe. Pero la idea fue
rápidamente aplastada. Ese príncipe no le pertenecía, él y Serien no eran nada.
Se quedó dormida esa noche debatiendo consigo misma. Si Serien y el príncipe
Aldrik no eran nada, entonces ¿por qué ella dormía sola en el frío?

Para la tercera noche, los otros soldados habían comenzado a notar que ella
era distante y diferente.

—Practicas mucho con Lord Taffl —comentó uno de los soldados que
marcharon junto a ella.

—Es un honor —dijo Serien secamente.

—¿Eres alguien especial para él? —le preguntaron.


Ella no dijo nada.

»Oye, te hice una pregunta. —El soldado agitó la mano frente a su rostro.

Ella continuó mirando hacia adelante.

»¿Qué sucede contigo? —resopló el hombre.

—Deja a la dama en paz —ordenó Daniel desde lo alto de su caballo.

—Definitivamente es alguien especial —murmuró el soldado a su amigo.

Las palabras se quedaron con Serien todo el día, y luego se enfrentó a Daniel
por ellas. Serien arrojó su espada a la arena. Le dolía la pierna, probablemente
porque no se había quitado las cubiertas de sus piernas durante casi una semana
seguida. Su pantorrilla era un desastre que no se atrevía a mirar.

—Creen que hay algo entre nosotros.

—¿Y? —Daniel enfundó su espada y tomó la de ella.

—No podemos seguir haciendo esto o pensarán…

—¿Qué? —Le devolvió la espada—. ¿Qué pensarán? 285


—Que hay algo entre nosotros. —Serien no tomó el arma.

—¿Y qué?

—No pueden —insistió ella.

—¿Por qué no? —Daniel se encogió de hombros, pero sus ojos había dolor.

—Porque somos… —Su voz se desvaneció cuando él dio un paso más cerca
de ella.

—¿Qué? ¿Qué somos? —preguntó él suavemente.

Finalmente tomó la espada enfundándola con frustración.

»Yo tampoco tengo palabras para eso todavía. —Daniel se desnudó


emocionalmente ante ella—. Pero quiero ayudarte, quiero cuidarte. Sé que ni
siquiera se supone que sepa quién eres, pero lo sé y estoy agradecido por ello.

Serien meneó la cabeza, tratando de no escuchar sus palabras.

—Mírame —dijo él en voz baja. Ella sacudió su cabeza otra vez—. Vhalla,
mírame.
Su atención volvió a él ante la mención de su verdadero nombre.
Desmoronó su máscara y derribó las paredes que tanto había intentado construir.
Empeoró el dolor y la verdad más difícil de soportar.

—No me llames así —suplicó ella—. Por favor, Daniel, no me llames así.

—Es tu nombre. —Rápidamente se quitó el su guantelete. Ella se quedó


inmóvil cuando su piel hizo contacto con la suya, su mano a lo largo de su
mandíbula—. ¿Por qué te lo quitaron?

—Para mantenerme a salvo —dijo ella e hipó suavemente, perdiendo la


lucha con las lágrimas.

Él suspiró, incapaz de discutir.

—Entonces déjame mantenerte a salvo también. No vuelvas a dormir en el


suelo al aire libre esta noche. Me ha hecho un agujero en el pecho que se hace más
profundo cada momento en que pienso en ti.

—Sabes por qué no puedo. —No estaba segura de sí era Vhalla o Serien
quien lo miró entonces, pero Daniel no pudo encontrarse su mirada.
286
—Él querría que estuvieras a salvo —murmuró Daniel. Su mano cayó de su
rostro con el peso de la resignación—. No te tocaré, lo juro.

El sol se estaba poniendo sobre las dunas, dorando su piel. Vhalla tragó
saliva, tratando de encontrar a Serien en ella una vez más. Su corazón dolía, su
mente se sentía pesada, pero no quería dormir en el frío otra noche y estaba tan
cansada.

Serien asintió.

Daniel la miró con incredulidad durante un largo momento. Se apresuró a


llevarla de regreso al campamento. El corazón de Serien se aceleró mientras la
conducía hacia una tienda de campaña de tamaño modesto cerca del centro. Dos
similares se encontraban cerca de esa, la de Baldair no estaba lejos.

Sus ojos se permanecieron en la tienda del príncipe más joven. Él lo sabría.


Se enteraría de ella y de Daniel, si es que no lo había hecho ya. ¿Y si le decía a
Aldrik?

Miró a los soldados con paranoia. Pero nadie le prestó atención. Ella era
invisible, no era nadie. Puede que Daniel sea un lord, pero era uno recién
nombrado y claramente no se consideraba que estuviera muy por encima del
soldado común. A nadie le importaba quién entraba en su tienda o por qué los
llevaba allí.
Por dentro era más grande que la de un soldado medio, cómoda para tres
personas. Serien se sentó en silencio, sus ojos adaptándose a la luz que se
desvanecía. Daniel no era un Portador de Fuego, no podía convocar llamas para
que tuvieran luminosidad, así que se quedaron con la luz restante del sol y la luz
creciente de la luna.

—¿Sabes cómo quitarte esto? —Ya estaba a medio camino de quitarse su


armadura de pecho.

—No realmente. —Había olvidado lo que Aldrik le había mostrado. Era


más complejo que los simples ganchos que había creado para su cota de malla.

—Deja que te enseñe. —Daniel se movió lentamente, como si el menor


movimiento pudiera hacerla correr. En el momento en que le quitó la armadura
de los hombros, ella exhaló un suspiro de alivio. Había olvidado lo pesada que
era la armadura. Serien se apresuró a deshacerse de su cota de malla.

—¿Qué…? —Daniel levantó la pernera de su pantalón antes de que ella


tuviera tiempo de objetar. Serien vio lo que había llamado su atención. Su
pantorrilla estaba cubierta de sangre, los vendajes colgaban, flojos e inútiles, su
carne estaba desgarrada por los puntos que se habían abierto—. Por la Madre, 287
¿cómo es que sigues caminando?

—Me he acostumbrado. —Había una fascinación horrible al ver su propio


cuerpo mutilado. Serien se preguntó si se sentía tan tranquila porque ni siquiera
su cuerpo se sentía como suyo. Ya nada le pertenecía, ni siquiera su nombre.

—No, esto es malo. —Daniel rebuscó en su mochila—. Necesito ir a buscar


a un clérigo.

—¡No! —Agarró su muñeca—. Harán preguntas.

—No, no lo harán. —Daniel le aseguró—. Serien, no eres nadie. Yo casi soy


un don nadie. Los soldados se lastiman todo el tiempo. Deja de preocuparte. —
Apoyó una palma en su cabeza y se fue rápidamente.

Serien luchó con las emociones que guerreaban silenciosamente en ella que
le siguieron a su ausencia: culpa, vergüenza, dolor, cansancio y alivio. Se sentía
feliz de no estar sola.

Daniel volvió a vendar su pierna y se negó a entrenar con ella durante una
semana después de eso. Ella pasó la mayor parte del tiempo recuperando las
horas de sueño perdidas. Tan pronto como su tienda era erigida, ella desaparecía
y se escondía del mundo. En la oscuridad, no tenía por qué ser Serien o Vhalla.
Podía ser una don nadie, y eso era lo único que le traía la paz suficiente para
cerrar los ojos.

Las patrullas y los centinelas aumentaron alrededor de la horada, pero no


hubo más ataques. La marcha hacia el Norte parecía tan pacífica que resultaba
desconcertante. Los soldados comenzaban a aburrirse, y con su aburrimiento
llegaban los chismes.

—Escuché que él finalmente comenzó a llevarla de nuevo a su tienda. —El


hablador al lado de Serien había estado muy emocionado por este chisme en
particular.

—¿A quién?

—El príncipe heredero y la Caminante del Viento. ¿A quién más?

Serien miró en dirección a los soldados que hablaban.

—Pero escuché que está pasando por el doble de su ánimo habitual.

—¿Suficiente para él y para ella?

—Bueno, no puedo culparla. ¡Yo tendría que estar loco de borrachera para 288
siquiera pensar en dormir con el Señor del Fuego! —Todos rieron.

Se preguntó cómo Vhalla Yarl había sido tan sorda a sus palabras. Pero esas
palabras se quedaron con ella. Se quedaron hasta que practicó con Daniel esa
noche, dejándolos repasar sus movimientos e inclinaciones de pies gradualmente
menos torpes.

—Estás mejorando, ya sabes —dijo él alentadoramente mientras


descansaban uno al lado del otro más tarde.

—¿En serio? —Ella rodó para enfrentarlo.

—Así es. —Él sonrió.

Serien hizo algo que aún no había hecho. Sonrió en respuesta.

La expresión desapareció de los labios de Daniel mientras la miraba, como


si se diera cuenta de lo mismo.

—Vha… Serien —se corrigió a sí mismo, recordando cómo ella le había


suplicado que no usara ese nombre la última vez que lo había hecho. Le quitaba
la fuerza a Serien y le recordaba todas las cosas que estaban rotas en el mundo.
Ser Serien se estaba volviendo más fácil.

—¿Sí?
—¿Puedo tocarte?

La pregunta la tomó desprevenida y ella parpadeó, tratando de ver su


rostro claramente a través de la oscuridad. Serien se acercó más en su intento,
pero fue inútil. La luna comenzaba a menguar y con ella sus noches se habían
vuelto más pesadas.

—¿Qué tipo de pregunta es esa? —susurró ella.

—Juré que no lo haría —le recordó—. Pero deseo hacerlo.

—¿Cómo? —Su corazón comenzaba a latir furiosamente en su pecho.

—No lo sé todavía. —Daniel se acercó más—. Pero quiero averiguarlo.


¿Puedo?

Serien tragó saliva con la garganta pegajosa.

—Sí puedes.

Las palabras se le escaparon, ni siquiera sabía que las tenía escondidas en


su interior. Las ásperas yemas de sus dedos, encallecidas por los años de usar la
espada, rozaron su frente, sintiendo dónde se encontraba su rostro en la 289
oscuridad. Se quedaron quietos, recorriendo lentamente su sien, sobre la curva
de su mejilla, a lo largo de su mandíbula, hasta su barbilla. Rozaron sus labios y
subieron por su nariz, como si fuera un artista intentando recrear su imagen.

»Daniel… yo… —su voz se quebró. Las lágrimas amenazaban con brotar
del dolor en su pecho que podía dividirla en dos. Fue demasiado amable.

—¿Qué? ¿Tú qué? —El suelo sonó debajo de él mientras se acercaba aún
más. Serien podía sentir su calor ahora. Él estaba más cálido de lo que ella
esperaba y era un consuelo tan relajante—. ¿Qué somos?

Serien abrió la boca, tratando de formular una respuesta, pero no la tenía.


Ella no sabía cómo debería llamarlo, llamarlos a ambos. Él había ido más allá de
su deber como amigo y sin que ella se diera cuenta, había comenzado a llenar los
agujeros que quedaban en ella de su vida anterior. La consolaba por la noche y
calmaba sus temores durante el día.

Apretó los ojos para cerrarlos y se apartó.

—Estoy cansada.

Daniel no volvió a hacer la pregunta.

Le tomó poco más de dos semanas a Craig finalmente confrontar a Daniel


por su nuevo distanciamiento y hábitos extraños. En ese momento, Craig
finalmente participó en la trama. A Serien le sorprendió que se sentara ante ella
y prácticamente le dijera que se fijara en la mujer cuyo cuerpo habitaba.

En el momento en que él se dio cuenta de quién era ella, también se


comprometió a protegerla, y ella tuvo dos maestros después de eso. Serien no se
había dado cuenta de que la monopolización del tiempo de Daniel lo había
agobiado, pero en el momento en que no tenía que estar con ella cada segundo
después de la marcha, se iba a hacer otras cosas, atendiendo las demandas de
Baldair o ayudando a dirigir el campamento. Estaba enfadada con él por no
decirle que había sido una carga y se aseguró de que él lo supiera.

Daniel solo se rio. Lo habría hecho por ella sin importar qué, le aseguró él.

Serien había nacido de la sangre y la muerte, pero incluso ella estaba


empezando a ver salir el sol con todos sus colores. Quizás era el apoyo incansable
de Daniel y de Craig. O quizás era porque cada día la acercaba más al último
puesto avanzado del Oeste, donde la horda se dividiría y ella estaría con Aldrik
nuevamente.

Algunos soldados habían llamado un “fuerte” al último puesto de


avanzada, pero ese término era muy impreciso. Tenía un muro improvisado 290
construido con vigas gigantes y arcilla compacta, pero adentro había poco más
que las glorificadas ciudades de tiendas de campaña que había llegado a conocer.
Aquí no había pompa ni circunstancia, ni vítores ni banderines ni ceremonia. Este
era el borde de la guerra y no había tiempo para ideas tan frívolas.

—Descansaremos aquí por la noche —gritó el Emperador por encima de las


tropas, su voz atravesando el desierto—. Cuando mañana marchemos, nos
moveremos como tres hordas.

Los hijos del Emperador lo flanqueaban a su izquierda y derecha. Cada uno


de los miembros de la realeza tenía la sombra negra que nunca los había
abandonado. Aparte del polvo en sus capas, las Caminantes del Viento no
parecían diferentes a cuando salieron de las Encrucijadas.

»Cada legión se dividirá entre mis hijos y yo. Los tres tomaremos una ruta
diferente para ir a Soricium y aumentar nuestras probabilidades de que todos lo
logren.

Serien reconoció el nombre de la capital del Norte, el último gran bloqueo


a la victoria del Imperio. Cruzó los brazos sobre su pecho. Usando los recuerdos
de la otra mujer, una sonrisa apareció en su rostro sabiendo que Vhalla Yarl una
vez le aconsejó al Emperador sobre la división de la realeza.
»Mañana sus comandantes les anunciarán sus asignaciones. Prepárense
para la guerra.

291
Serien yacía despierta, escuchando la respiración de Daniel. Observó cómo
su pecho subía y bajaba a la luz de la luna, interrumpido por los suaves suspiros
de las tierras de los sueños. Se preguntó qué veía detrás de sus ojos cerrados. Sus
sueños no podían ser tan tortuosos como los de ella.

Estar a su lado se estaba volviendo dolorosamente normal. Echaba de


menos a Fritz y a Larel con un dolor que nunca podría ser llenado. Pero Daniel
era amable y atento. Era considerado y se adelantaba a sus necesidades en un
grado sorprendente.

Serien rodó sobre su costado. Si las cosas hubieran sido diferentes, ¿qué
serían ellos dos? Se mordió el labio.

—¿Estás seguro de que es una buena idea? —Incluso como un susurro, 292
escuchó la voz del príncipe Baldair.

—¿Cuántas veces debo decírtelo? —respondió una voz, profunda y oscura


como la medianoche; sus tonos susurrantes resonaban directamente a través de
Serien y en una mujer que había sido reprimida durante semanas—. No lo
aceptaré de otra manera.

—Tú y ella… —Las voces se acercaron y Serien escuchó dos pares de pasos
en la arena que pasaban junto a la tienda de Daniel.

—De nuevo, ¿cuántas veces debo decírtelo? —Podía verlo pellizcando el


puente de su nariz en su mente.

—Lo sé —murmuró Baldair con incredulidad—. Lo has pensado bien,


¿verdad?

La pregunta fue ignorada.

—¿Cómo está ella? —Las voces empezaron a debilitarse.

—Bien cuidada. Tengo a mi gente cuidándola. Me informan y he cumplido


mi promesa, hermano: ella ha tenido todo lo que necesitaba para estar bien.

Serien miró a Daniel.

—Te refieres al del Este.


—¿Como lo supiste? —Baldair sonaba tan sorprendido como se sentía
Serien.

—Debo hablar con… —Sus susurros se encontraban casi fuera del alcance
del oído.

Él estaba ahí. Él estaba justo allí, dijo una voz en el fondo de su mente. Si
ahora se movía, lo vería. Serien sabía que no podía permitírselo. Había tenido
mucho cuidado de evitar a la Legión Negra a toda costa. Sabía lo que verlo le
haría a la otra mujer en su interior.

Cuando su voz se desvaneció por completo, sus pies estaban debajo de ella,
moviéndose sin pensar. Serien se apresuró a salir de la tienda, rezando por no
despertar a Daniel. Los vio en la distancia, los dos príncipes uno al lado del otro,
caminando hacia la tienda de Baldair. Una diminuta mota de llamas iluminó su
camino, y Serien se tambaleó hacia ella, hipnotizada.

El cuerpo de él iba envuelto de negro como si hubiera salido de la noche


misma. Sus elegantes dedos se curvaban uno alrededor del otro en la parte baja
de la espalda. Su presencia irradiaba la esencia del equilibrio a todos los que lo
miraban. 293
—Aldrik —dijo ella con un suspiro.

Debería haberle sido imposible escuchar, pero él se giró de todos modos. Se


quedó inmóvil como si hubiese visto a un espectro. Baldair se giró también,
curioso por ver qué había cautivado tanto a su hermano. Al segundo que la vio,
lo supo.

Ella dio otro paso adelante, y Aldrik no dijo nada, sus brazos
repentinamente flácidos a sus costados. Serien se tambaleó para cerrar el espacio
entre ellos. Sus ojos estaban perdidos en los de Aldrik y el príncipe heredero
tampoco parecía ver nada más. Ambos eran ajenos a las miradas nerviosas de
Baldair en busca de cualquier espectador.

—Vhalla —susurró él, tendiéndole una mano.

El príncipe Baldair agarró la muñeca de su hermano.

—A mi tienda. —Le lanzó una mirada mordaz y ella rápidamente los siguió.

En el momento en que ambos estuvieron dentro, las manos de Aldrik se


metieron en su cabello. Sus largos dedos se entrelazaron en las hebras oscuras,
como si tratara de fundirse en su esencia misma. Sintió que Serien se desvanecía
y, sin la armadura de la otra mujer, Vhalla estaba tan desnuda como un bebé, al
rojo vivo para el mundo y las emociones luchando en su interior.
Ella elevó la cabeza, agarró el rostro de Aldrik y tiró de él hacia ella. El
príncipe obedeció, bajando su alto cuerpo para estrellar sus labios contra los de
ella. Su cota de malla se clavó en el pecho de ella y los dedos de ella la arañaron,
buscando un agarre al que aferrarse. Estaba desesperada por él, por la vida que
solo él podía infundirle.

Baldair se aclaró la garganta para llamar su atención. Aldrik se apartó solo


una fracción, sus ojos la escudriñaron. Sus manos recorrieron sus mejillas,
bajaron por su cuello y hombros. La miró fijamente con asombro, a la criatura
rota y llena de cicatrices que era ella.

—Creo que esta noche me quedaré con Raylynn —anunció Baldair.

Ambos se giraron para ver que la solapa de la tienda volvía a su lugar.


Vhalla sintió un sonrojo corriendo por sus mejillas por su atrevimiento frente al
hermano de Aldrik. Pero la mano que enganchó su barbilla llevó sus labios a los
de él borró una vez más todo pensamiento sobre eso.

Cada leve giro de su cabeza, cada movimiento de sus labios húmedos sobre
los de ella, era un éxtasis que no había sentido hasta la primera vez que lo besó.
Era el sabor más dulce que jamás había probado, un sabor que solo mejoraba con 294
cada momento que pasaba. Era perfecto para perderse y olvidar el dolor. Aldrik
apartó su cuerpo, provocando un gemido en ella.

El arrogante príncipe sonrió contra su boca. Sus manos juguetearon con su


cota de malla, sacándosela entre besos. Cayó pesadamente al suelo, y presionó su
cuerpo contra el de ella una vez más.

Fue un baile al que solo ellos sabían los pasos, cada movimiento tenía un
propósito. Las manos de él, las de ella, la boca de él, la boca de ella, sus cuerpos,
todo se movía con perfecta precisión. La parte de atrás de los tobillos de ella
golpeó la cama de Baldair y Vhalla se vio obligada a acostarse sobre ella. Cargar
con una cama como esta en la marcha parecía ahora mucho más pragmático de
lo que le había dado crédito al príncipe más joven.

Sus manos cayeron sobre las caderas de Aldrik, sus pulgares encontrando
su camino debajo del dobladillo de su camisa. Suave; por la Madre, su piel era suave.
Su palma recorrió perezosamente arriba y abajo por su costado, atrapando su
camisa de vez en cuando, empujándola hacia arriba y exponiendo su propia piel
en carne viva por las calientes yemas de sus dedos.

Aldrik rompió el beso, sin aliento y sonrojado. El pecho de Vhalla se agitó


cuando ella lo miró fijamente, sus rostros cerca. Él no dijo nada, pero sus ojos le
decían la promesa de un mundo de deseo apenas contenible. Vhalla lo agarró por
el cuello y acercó sus labios a los de ella. No podía mirarla de esa manera y no besarla.
Aldrik la complació con avidez, y descartó cualquier tímida noción previa de
invadir su boca.

Los dedos de ella rozaron sus hombros, bajaron por su clavícula y entraron
en la amplia abertura de su camisa. Ella se complació con la piel expuesta de su
pecho. Inclinó la cabeza, devorando su clavícula.

—Quiero sentirte —gimió ella suavemente. Era un ruido que debería


avergonzarse de sí misma por hacer. Pero su cabeza estaba demasiado nublada
para eso. No se encontraba bajo control.

Aldrik se enderezó, sus rodillas a cada lado de las piernas de ella en el borde
de la cama. Él la miró con incertidumbre e inseguridad, procesando sus palabras.
Agarrando la parte de atrás de su camisa se inclinó hacia adelante, quitándosela
y arrojándola junto a la cota de malla en el suelo.

Vhalla lo miró fijamente. Su corazón podía latir o ella podía respirar, hacer
ambas cosas era demasiado para su cuerpo en este momento. Él era músculo ágil
y fuerte que se cortaba y se curvaba bajo su piel pálida y fantasmal. La diminuta
llama proyectaba sombras profundas en su abdomen. Tenía una fea cicatriz en la 295
cadera derecha, otra en el hombro y algunas pequeñas aquí y allá. Estaba casi
demasiado delgado y el brillo de su carne podía ser casi poco saludable. Su nariz
estaba un poco torcida y su rostro era anguloso y afilado.

—Eres perfecto —susurró ella.

Aldrik pareció completamente desconcertado. Otras mujeres claramente no


lo habían pensado.

Vhalla se le acercó y él lo permitió, levantándola y colocándola más lejos en


la cama. Su boca estaba sobre ella una vez más, sus palmas explorando su figura.

—Te deseo —dijo él con voz ronca.

—Tómame. —Vhalla nunca había sido tan descarada. Pero este hombre era
fuego. Era vida. Era lo único que se había sentido bien o correcto en semanas, y
ella lo amaba tan profundamente que le dolía pensar en separarse de él una vez
más.

—No —dijo él, como si la palabra fuera una maldición.

—¿Qué? —Los ojos de ella se abrieron rápidamente para verlo mirándola.

Él también tenía los párpados pesados, se había entregado a la misma


pasión que ella.
—No te tomaré de esta forma. —Él acarició su mejilla.

—¿Por qué? —gimió ella.

—Porque me preocupo demasiado por ti como para tomarte de una manera


tan desenfrenada. —Besó su mandíbula, sus acciones contradecían
completamente sus palabras.

—¿Y si quiero que lo hagas? —Vhalla no podía creer que estuviera casi a
punto de suplicar.

Él tampoco podía creerlo y Aldrik se rio entre dientes.

—¿Me querrás menos cuando llegue el amanecer?

—Por la Madre, no. —Ella cerró los ojos con fuerza; la idea del amanecer, de
volver a ser Serien, de estar lejos de él amenazaba con aplastar su espíritu.

—¿Me querrás menos cuando llegue el siguiente amanecer? —Él mordió


levemente su clavícula, tirando de la camisa de ella con dedos codiciosos—. ¿O
el siguiente a ese?

—No, no, no —dijo Vhalla, rezando para que nunca dejara de atenderla. 296
—Entonces será un fruto que madurará con tiempo y paciencia. —Aldrik
presionó su mejilla contra la suya, sus labios se movieron contra su oído mientras
hablaba—. Y será aún más dulce cuando finalmente sea cosechado.

Había oscuras promesas amontonadas en sus palabras que estaban selladas


con sus acciones. Con nada más que besos y tímidas exploraciones, sintió un
rubor desde su pecho hasta sus mejillas y su respiración pesada. Vhalla se volvía
loca cada vez que sus dedos pasaban por los músculos tensos de sus hombros.
Estaba lista para gritar su nombre cuando su fuego brilló sobre la piel de ella,
crujiendo contra su magia.

Finalmente, él rodó hacia su costado, llevando la mitad superior de ella


sobre él, con los brazos alrededor de sus caderas. Aldrik le pasó la mano por la
espalda mientras ella lo besaba tranquilamente. Vhalla no estaba segura de
cuándo o por qué el calor se desvaneció, pero cuando lo hizo se encontró
acurrucada contra su pecho desnudo, con la cabeza acurrucada entre el cuello y
la barbilla de él y su brazo a su alrededor. La pasión se había convertido en una
miel tibia, hirviendo a fuego lento en la boca de su estómago.

—Aldrik… —Su susurro se transformó en un bostezo.

—¿Sí, mi Vhalla? —respondió él.


Ella sintió su voz reverberar tanto en su cuello como en su pecho, y eso la
hizo temblar.

—Nada… solo quería oírte decir mi nombre.

—Vhalla, Vhalla, Vhalla —dijo él, puntuando cada palabra con un beso en
su frente.

—Si la mañana nunca llegara, creo que todo estaría bien… —Su cuerpo
comenzaba a calmarse, y los bostezos se volvían más frecuentes.

—Creo que sí —concordó él, acercándola más.

—¿Estaremos juntos a partir de mañana? —Ella no se había atrevido a


preguntar, temerosa de la respuesta. Pero si tenía que prepararse para lo peor,
quería saberlo ahora. Necesitaría la noche para prepararse.

—Yo mismo escribí la lista de soldados. —Aldrik asintió—. No estaremos


separados nunca más a partir de mañana.

—¿No es un lindo sueño? —Ella bostezó de nuevo.

—Mi Vhalla, mi señora, mi amor. —Sus palabras suavizaron los bordes 297
ásperos de su corazón—. Me haces hacer cosas mucho más peligrosas que soñar.
Me haces tener esperanza, me haces desear. —Suspiró un sonido que era en parte
felicidad y en parte dolor—. Por la Madre, todavía tengo que descubrir si serás
mi salvación o mi perdición.

Ella se giró para mirarlo, sus ojos oscuros intensos.

—Yo nunca te haría daño. —Presionó sus labios contra los de él.

—Salvación entonces. —Él sonrió contra su boca.

La mañana amenazaba con quemar la lona de la tienda, y Vhalla sintió como


si el mundo comenzara y terminara con el hombre contra el que estaba
acurrucada. Su respiración constante y sus latidos se encontraban en perfecta
armonía con los de ella y creaban una dulce melodía. No del todo despierta, pero
no dormida, Vhalla se deslizó a través de una neblina de felicidad.

Una bruma que fue interrumpida abruptamente por un príncipe de anchos


hombros que entró en la tienda. Vhalla se sentó rápidamente, como si al hacerlo
pudiera ocultar la verdad de pasar la noche en los brazos del príncipe heredero.
Fue un concurso para ver qué rostro se ponía más rojo: el de ella o el de Baldair.

—Por los Dioses, ¿todavía están aquí? —Se tapó los ojos con la mano
mientras Aldrik también se sentaba, las mantas se juntaban alrededor de su
cintura para revelarlo solo a medio vestir—. Hermano, tu deuda conmigo es
insondablemente grande.

Vhalla miró a Aldrik con alarma, solo para ver que tenía una sonrisa
perezosa que se extendía de mejilla a mejilla. Se giró hacia ella, luciendo cinco
años más joven con una buena noche de sueño. Aldrik la agarró para darle un
breve beso, sorprendiéndola con su pasión, dada su audiencia.

—Mi hermano tiene razón —susurró Aldrik—. Debo irme o se preguntarán


dónde estoy.

Ella asintió.

—¿Me esperas hasta esta noche?

—¿Esta noche? —Ella parpadeó ante su príncipe.

—Estaremos juntos con muchos menos ojos sobre nosotros. —Aldrik


sonrió.

—¡En territorio enemigo! —Le dio un puño en el hombro,


sorprendentemente juguetona dado el tema.
298
—Pondré a los mejores hombres de guardia. —Le tomó la mano, se la llevó
a la boca y le besó los nudillos.

—Cuando quieran —murmuró Baldair, claramente incómodo por los


amantes que habían compartido su cama.

—Desafortunadamente, nadie pensará dos veces al ver una mujer dejando


tu tienda —murmuró Aldrik, poniéndose de pie y vistiéndose—. Así que yo
saldré primero. —Se volvió hacia Baldair—. Gracias, hermano.

Había una cruda sinceridad que Baldair claramente no estaba


acostumbrado a recibir de su hermano. Eso dejó una sonrisa en los labios de
Vhalla. Los dos no eran tan malos cuando dejaban de discutir.

Aldrik le lanzó a ella una última mirada, como si la estuviera memorizando.


Vhalla asintió. Solo tenía que ser fuerte por un poco más de tiempo, ella podía
lograrlo. Y entonces, esa noche, volvería a encontrar su camino en sus brazos. Ese
conocimiento la mantendría cuerda.

Baldair se acercó a la cama en el momento en que su hermano se fue,


evaluándola. Vhalla lo miró con recelo.

—Entonces es real.

—¿Qué cosa?
—Lo tuyo con Aldrik. —Baldair apenas podía decirlo, como si las palabras
fueran a provocar la ira de la Madre sobre él.

—Lo amo. —Ella asintió—. Y él me ama a mí.

—Vhalla… —Baldair suspiró y se sentó a su lado en la cama—. Por favor,


ten cuidado.

—¿Más advertencias? —Frunció el ceño.

—No como antes. —Baldair sacudió su cabeza—. Nunca había visto a


Aldrik así, sé que sus sentimientos no son espejismos ni manipulación.

—Traté de decírtelo. —Ella no pudo ocultar su frustración—. Él nunca me


haría daño.

—Eso no es lo que temo ahora. —Baldair negó—. Vhalla, él es el príncipe


heredero.

—Lo sé. —Tenía la manta en un agarre que le dejó los nudillos blancos—.
¿Por qué tú puedes ser el príncipe playboy, perseguir lo que te apetezca y él es
castigado por pasar tiempo conmigo? Ni siquiera hemos… —Se detuvo 299
sonrojándose.

—Porque yo no heredaré la corona. —El príncipe la miró con gran


sinceridad—. Yo soy el repuesto, Vhalla. A nadie le importa lo que yo haga, les
importa lo que él haga.

—Pero te aman a ti. —No era ningún secreto quién era el favorito de la
gente.

—Me aman porque nunca tengo que imponerles castigos, ni llevar a cabo
ejecuciones, ni cobrar impuestos. Yo solo organizo fiestas y abro botellas de vino.
—Baldair sacudió la cabeza—. Él no les agrada porque Aldrik será un gobernante
justo. No le importa ser amado, le importa hacer lo correcto.

—¿Y qué pasa con…?

—Hasta que llegaste tú. —Baldair colocó la palma de su mano en la parte


superior de la cabeza de ella—. Eres lo primero que le he visto querer tomar para
sí mismo.

—¿Cuál es tu punto? —Vhalla ya sabía que no le iba a gustar.

—Eso también significa que eres lo primero que el mundo sabe que puede
quitarle.
Ella se congeló donde estaba y recordó las palabras de Lord Ophain: la grieta
en su armadura. Tan profundo como era su Vínculo, ella todavía estaba
aprendiendo sobre su príncipe y Vhalla veía al hombre conocido como el Señor
del Fuego de una nueva manera. Su reputación, sus títulos, lo elevaban y
protegían mejor que el acero forjado o el cuero pasado por agua.

—Pero intentaré asegurarme de que eso no suceda —dijo Baldair


poniéndose de pie para ayudarla a levantarse.

—¿Por qué? —Ella lo miró con escepticismo—. No tengo ningún interés en


crear deudas.

Él se rio en voz alta.

—No es por eso que lo hago. Tengo mucho que expiar cuando se trata de
mi hermano. Tal vez no me di cuenta de todo eso hasta que lo vi feliz de nuevo.
De cualquier manera, considérame tu espada, Vhalla Yarl.

Ella lo evaluó pensativamente. Podría estar mintiendo. Pero Baldair nunca


parecía ser malicioso de forma intencional. Incluso las acciones que
anteriormente la habían disgustado, no podía resentirlas. Si había que creerle, 300
todo procedía de un buen lugar.

Vhalla levantó la mano.

—Entonces considérame tu viento.

Baldair sonrió y apretó la palma de su mano contra la de ella.

Era difícil ser Serien cuando Vhalla estaba tan feliz, pero se puso el disfraz
de la otra mujer, mentalmente de todos modos. Serien era lo que tenía que ser,
era todo lo que podía ser a la luz del día. Ser cualquier otra cosa haría que la
notaran, y estaba empezando a descubrir que disfrutaba de no ser importante.

—¡Ahí estás! —Daniel le hizo señas para que se acercara a desayunar y


Serien se sentó entre él y Craig—. Estaba preocupado.

—Lamento eso. Salí a caminar —mintió ella fácilmente y ninguno de los dos
la cuestionó. Serien se preguntó si ahora los viejos amigos de Vhalla la llamarían
mala mentirosa.

Daniel y Craig se quedaron callados cuando los otros soldados comenzaban


a desquebrajarse. Esta era la tercera gira de los dos hombres y sabían qué esperar.
Serien pensó en preguntar qué vería, pero no tenía sentido. Lo que la esperaba
estaría allí sin importar las palabras que compartieran. Pero sabía con quién se
enfrentaría.
Así que cuando la horda se dividió, Serien caminó con confianza hacia el
grupo de Aldrik. Ninguno de los comandantes le había ordenado que lo hiciera,
pero una mirada del príncipe y supo que se encontraba en el lugar correcto.
Juntos enfrentarían el Norte. Serien cerró sus manos en puños, abriendo un Canal
que no debería poseer.

El ejército comenzó a asentarse y el Emperador cabalgó hacia el frente.

—Antes de irnos, ha habido algunos cambios en las agrupaciones para


aprovechar mejor las habilidades de nuestros soldados —anunció—. Las
siguientes personas se trasladarán al grupo del Príncipe Baldair…

El Emperador enumeró algunos nombres y un puñado de soldados de su


grupo y el de Aldrik encontraron un nuevo lugar.

Enumeró algunos nombres más:

»…pasarán al grupo del Príncipe Aldrik. —Siguieron más nombres. Serien


cambió su peso de un pie al otro. Ella estaba lista para irse.

El Emperador continuó con algunos nombres más, atrayendo


repentinamente su atención: 301
»…y Serien Leral. Estará bajo mi mando.

El hombre más poderoso de todos los reinos de alguna manera la había


encontrado entre los cientos de soldados, aunque no podría haber sido difícil ya
que se había colocado tontamente cerca del lado de Aldrik. Serien miró al
príncipe, el pánico se formó en la otra mujer y se elevó como bilis en su garganta.

El príncipe alternaba entre fulminar con la mirada a su padre y mirarla a


ella desesperadamente.

Ella no podía negarse y su príncipe no podía defenderla, no delante de toda


esta gente. Serien arrastró sus pies. Estaban siendo separados. El Emperador había
hecho esto solo para fastidiarlos. Serien quería gritar, quería hacer volar al
Emperador de su caballo con el vendaval más fuerte que jamás había sentido.

Las emociones de Vhalla la invadieron: el miedo al abandono, el miedo a


que sus amigos murieran mientras ella estaba distante e indefensa. Más tarde,
Vhalla y todas sus emociones escaparían. Esa mujer temblorosa y trémula
rompería la fuerza de Serien y arañaría su camino hacia la superficie. Lloraría por
la injusticia de todo esto, por las advertencias desatendidas y la esperanza ciega.

Pero en este momento, permanecería calmada. Ella sería Serien y


mantendría su dignidad. Mantuvo la cabeza lo más alto posible, lo suficiente
como para apretar su garganta y contener las lágrimas y los gritos. No le daría al
Emperador la satisfacción de ver la última pizca de la esperanza de ella siendo
aplastada bajo su bota.

302
Las selvas del Norte no se parecían a nada que Serien hubiera visto antes.
Los bosques del Sur eran maderos altos con algunos arbustos y árboles bajos,
pero sobre todo una alfombra de ramitas y hojas cubría el suelo. El Norte era un
contraste denso y opresivo. Arbustos y árboles se cerraban en todos los niveles,
enredaderas tan gruesas como sus brazos se movían como una araña por encima
de las ramas.

El techo que creaban los árboles era profundo, y todo estaba proyectado en
una nebulosa sombra verde. A pesar de que nos encontrábamos en pleno
invierno, la humedad en el aire instantáneamente se hizo demasiado cálida para
la cantidad de armadura que llevaba ella.

El terreno los frenaba y todos habían estado en un silencio sepulcral desde


el momento en que entraron al bosque. Era una línea abrupta en la arena de los
303
Desechos del Oeste. Un marcador claro creado por árboles quemados y talados
donde terminaba el Imperio. Era extraño pensar en sí misma como si ya no se
encontrara en el Imperio Solaris.

Con un paso, el mundo que siempre había conocido terminó.

Pero no había sido solo un paso. Habían sido innumerables pasos los que la
habían llevado hasta aquí, y todos habían comenzado con una noche lluviosa y
un príncipe herido. No todos los pasos los había dado con confianza y algunos la
habían llevado a caerse, pero estaba extrañamente contenta de haberlos dado.

Ahora, sin embargo, no sabía hacia dónde la llevarían sus pies. Serien se
encontraba a un tiro de piedra del Emperador y de la falsa Caminante del Viento.
Ella miró al hombre por el rabillo del ojo. Él cabalgaba con confianza sobre su
montura de guerra, pero sus hombros lo traicionaban. A pesar de su edad, estaba
atento, alerta, y consciente de todos los lugares donde podía aparecer una
amenaza.

La guerra era su arena, su arte y su legado. Había asediado un continente


entero y lo barrió bajo su bandera en una vida. Serien miró hacia delante de
nuevo antes de que él tuviera la oportunidad de ver su atención. Deseó que
llegara un ataque. Quería ver a este hombre trabajando con sus propios ojos.
Pero el día transcurrió sin incidentes, y cuando cayó la noche no había
habido ataques. Durmieron bajo los árboles caídos y se acurrucaron bajo la
maleza. No hubo fuegos ni discusiones joviales. Ni siquiera armaron las tiendas.
Serien se hizo pequeña debajo de un árbol joven, tirando musgo a su alrededor.
Las noches afuera la habían preparado para esto. Se endureció y contuvo las
lágrimas durante una hora más, luego la hora siguiente y la hora siguiente.

Al tercer día aún no había llorado. Sus emociones hacia el Emperador y su


cambio estaban comenzando a enfriarse y a imitar sus sentimientos hacia el jefe
del senado, Egmun. Había visto las acciones de hombres que querían
quebrantarla siendo Vhalla, y ahora siendo Serien.

Desafortunadamente para ellos, no se podía romper lo que ya estaba roto.

Fue al sexto día que las orejas de Serien percibieron movimiento en la


maleza de arriba. Levantó la mirada para ver las corrientes de aire moviéndose a
través de las ramas de los árboles. Había algo antinatural en el borde del viento,
y Serien reconoció un momento demasiado tarde que era el sonido de una
respiración.

Los del Norte descendieron sobre ellos en caída libre. Llovieron dagas que 304
inmediatamente se abrieron paso en los cráneos de soldados desafortunados.
Serien buscó su capucha de cota de malla, olvidándose con una maldición de que
no llevaba la armadura de Vhalla Yarl.

—¡Portadores de Fuego! —gritó el Emperador.

Los soldados de la Legión Negra corrieron hacia el perímetro creando un


muro de llamas. Los atacantes fueron asaltados por flechas y lenguas mágicas de
fuego para quemar la maleza que se extendía de forma antinatural para
atraparlos. Uno cayó directamente ante ella, el cuerpo casi explota al impactar
contra el suelo después de una caída tan larga.

Serien tomó aliento, tratando de evaluar su situación. El viento le susurró


una vez más.

—¡Vienen por la izquierda! —chilló ella. Serien desenvainó su espada


mientras todos, incluido el Emperador, la miraban confundidos.

Pero su advertencia fue validada en el segundo que los del Norte fueron
llevados a través de las llamas sobre las espaldas de bestias gigantes como nada
que Serien hubiera visto jamás. Eran criaturas parecidas a un gato con patas
traseras de doble articulación y garras más grandes que el muslo de un hombre.
Su espeso pelaje era liso y lo que fuera que lo cubriera era impermeable a las
llamas sobre las que había saltado.
Llegaron dos más, cargando aún más jinetes que rápidamente
desmontaron, entrando en la lucha con sus posturas y dos espadas. El primero se
dirigía hacia el Emperador y la Caminante del Viento, su objetivo era claro. El
Emperador desenvainó su espada, colocando su montura sin miedo para
enfrentar al atacante de frente.

Ni siquiera fue una competencia. El caballo se movió a las órdenes del


Emperador, y el Emperador Solaris se movió como si su enemigo le hubiera dicho
todos los ataques que iba a realizar. Cortó la cabeza del hombre limpiamente,
esquivando todas las espadas.

Los del Norte no parecían interesados en entablar combate con ninguno de


los soldados, y el ejército imperial tuvo que luchar para impedir los giros y saltos
de los enemigos hacia la Caminante del Viento. Sin embargo, en algún lugar en
medio del caos, logró escuchar el sonido de la cuerda de un arco. Serien se volvió
y encontró al arquero inmediatamente en su área.

La flecha se dirigía directamente hacia el Emperador, que estaba enzarzado


en un acalorado combate. Ella se tragó su orgullo y extendió la mano. La flecha
se detuvo justo cuando el Emperador estaba a punto de voltear su rostro hacia 305
ella. No pudo ocultar su asombro cuando la flecha cayó al suelo sin causarle
daño.

Dos ojos cerúleos encontraron los de ella. Allí no había amor, ni un ápice de
aprecio. Serien apretó la mandíbula y se perdió el sonido de otra flecha al ser
soltada.

Para cuando alguno de ellos la escuchó, ya era demasiado tarde.

La falsa Caminante del Viento cayó de su montura, cayó hacia atrás y fuera
de su silla, una flecha sobresaliendo de su rostro. La compañía Imperial se quedó
mirando en estado de sorpresa, y los atacantes gritaron en victoria, haciendo una
retirada calculada. Uno por uno, los soldados Imperiales se volvieron hacia el
Emperador con aprensión.

—Déjenla. —El Emperador hizo girar su caballo hacia adelante.

Serien se quedó más tiempo del que probablemente debería haber hecho
para mirar el cuerpo de la mujer muerta. Pudo haber sido ella. Esa mujer había
muerto por Vhalla Yarl y Vhalla Yarl ni siquiera sabía su nombre.

La tierra se volvió más rocosa a medida que se elevaba. Serien sabía que no
había montañas en el Norte, no como en el Sur, pero algunos de los acantilados
comenzaban a crecer a una escala impresionante. Esa noche tuvieron la fortuna
de tener cuevas y cavernas en las que esconderse. Fue la primera vez que los
soldados pudieron relajarse y la mayoría aprovechó la oportunidad.

Serien se acurrucó en un rincón de la pared rocosa, protegida por todos


lados. Apoyó los codos en las rodillas y miró con indiferencia la bruma del
atardecer. Ya llevaban una semana de marcha. Otras dos semanas y deberían
llegar a Soricium. Ella apretó sus brazos con fuerza. Entonces vería a Aldrik.
Considerar la alternativa sería demasiado incluso para que Serien la soportara.

Dado el hecho de que era la primera oportunidad de tener privacidad, no


debería haberse sorprendido cuando un mensajero la localizó poco después del
atardecer, llevándola por las esquinas rocosas y hasta una pequeña cueva. Se fue
rápidamente después.

—¿Quería verme, señor? —dijo ella, dando un saludo formal, el saludo de


un soldado y no de la Legión Negra.

—Sí. —El Emperador se puso de pie, colocando sus manos detrás de su


espalda—. Supongo que quieres que agradezca tu acto de heroísmo.

Ella frunció los labios, esperando a que él fuera al grano. Deseando que 306
dijera la razón por la que esperó durante días después de esa batalla, por qué
esperó para tener privacidad.

»No todos los días un plebeyo tiene la oportunidad de salvar la vida del
Emperador. —Él caminó hacia el lado opuesto de su pequeña fogata. Con la
forma en la que la luz iluminaba su rostro, casi podía ver el rostro de Aldrik en
el suyo.

—Fue un honor. —Iba a obligarla a que jugara el juego.

—Así es —concordó el Emperador—. Lo fue porque eres mía. Tu libertad,


tu vida, tu futuro se encuentran en mis manos, Vhalla Yarl.

El uso de su nombre destrozó a Serien y minó la fuerza de su alter ego.

El Emperador no se perdió la vacilación en sus ojos.

»Quiero que tengas muy claro por qué estás aquí.

—Ya sé por qué.

—¿Por qué? —presionó él.

—Para ganar la guerra en su nombre. —Ni siquiera se molestó en la tontería


de expiar sus crímenes. Serien… Vhalla… se preguntó si él había decidido su
destino en el momento en que posó los ojos en el torbellino.
—Sí, muy bien. —Comenzó a caminar una vez más—. Ellos me dijeron que
eras inteligente.

Había un brillo depredador en sus ojos que hizo que las manos de Serien se
cerraran en puños.

»¿Sabes quiénes son “ellos”? —preguntó el Emperador.

—¿Quiénes? —Trató de ponerse de pie en su máxima altura para que él


tuviera menos distancia desde la que mirarla.

—Mi hijo mayor. —El guante había sido lanzado.

La sangre de Serien hirvió. De eso se trataba.

—Él es muy inteligente, señor.

—Por lo general —murmuró el Emperador mientras la inspeccionaba de la


cabeza a los pies. Ella ya sabía que no estaría a la altura—. Hablando de él,
nuestros dos grupos se fusionarán nuevamente después del paso, durante el
tramo final del viaje.

Serien luchó por mantener su rostro neutral; estaba segura de que había 307
fallado. El Emperador continuó mirándola.

—¿Es por eso que me llamó hasta aquí, señor? ¿Para decirme eso?

El Emperador se rio divertido ante su réplica atrevida.

—No, simplemente quería agradecerte la atención. Es bueno saber que


cuando te concentras en tu deber, en realidad no eres una inútil.

—Gracias. —Dio un paso hacia atrás, fingiendo haber escuchado que se


retirara cuando no lo había dicho.

—Oh, y, señorita Yarl. —Ella hizo una pausa—. Te recomiendo que


mantengas ese enfoque donde debería estar, en llegar al frente y darme mi
victoria. No toleraré tus entretenidas fantasías de niña o nociones fuera de lugar.

Serien apretó los puños con tanta fuerza que las correas de sus guanteletes
amenazaron con romperse. Ella apretó los dientes y la mandíbula. Escuchó sus
amenazas alto y claro.

»¿Me entiendes? —La voz del Emperador era mortalmente baja.

—Perfectamente.

La conversación resonó en Serien mientras atravesaba el campamento de


regreso a su escondite. Se repetía en su mente mientras luchaba por encontrar
una posición lo suficientemente cómoda para dormir. Y, cuando se quedó
dormida, el Emperador la saludó en sus sueños…

El Emperador se encontraba sentado a su lado. No, al lado de ella no. Vhalla se alejó
de la figura de sueño de Aldrik. Su rostro era duro y el fuego iluminaba sus ojos. Ella
siguió la línea de su atención y se vio a sí misma, en parte etérea y en parte concreta, en
una jaula demasiado familiar. Estaba acurrucada y temblando, la sangre goteaba desde la
parte posterior de su cabeza a lo largo de su mandíbula y hasta el suelo. La fuerza que
brillaba en sus ojos marrones era una sombra que había quedado atrás, carecía de
verdadera sustancia. Eso era evidente, no solo para ella, sino también para el hombre cuyo
recuerdo ocupaba.

La mano de él se cerró con tanta fuerza en un puño que la piel se había vuelto
fantasmal por la falta de sangre. Era imposible que Vhalla lo hubiera visto desde el otro
lado de la sala del tribunal durante el juicio original, pero tenía la mandíbula apretada
hasta el punto en que su rostro temblaba y se estremecía. El Emperador estaba hablando,
pero para los oídos de Aldrik las palabras se volvieron borrosas debido a la oleada de ira
ardiente en su cabeza.

Las emociones de Aldrik se sintieron claramente y sin filtro a través del recuerdo 308
inducido por la Unión, mientras él salía de la sala del tribunal. No podía mirarla. Si la
miraba, se rompería. Si la miraba, todos conocerían su preocupación por ella.

En el momento en que las puertas de los aposentos imperiales se cerraron detrás de


él y su familia, Aldrik aumentó sus zancadas, duplicando la distancia entre él y su padre.
Vhalla podía sentir su magia temblando y palpitando con una necesidad innegable, una
necesidad de llegar a ella.

—Aldrik —llamó el Emperador.

Él se quedó helado y se giró. Su rostro estaba inexpresivo, pero ella podía sentir el
tornado de emoción desgarrando su pecho. La vista de su padre lo llenó de pánico.

—Te necesito en el consejo de guerra; el Norte se está volviendo demasiado audaz y


tendremos que contrarrestar esta agresión con fuerza.

—Estaré allí en breve —respondió Aldrik con rigidez.

—Irás ahora. —El tono del Emperador era bastante casual, pero algo peligroso brilló
en sus ojos.

Ella podía sentir que Aldrik reunía su valor, una cosa extraña que nunca pensó que
el hombre conocido como el Señor del Fuego tendría que hacer.

—Claramente, la definición de cuidar de los guardias es deficiente. —La voz de


Aldrik goteaba veneno—. Planeo educarlos.
—Eso no es asunto tuyo. —El Emperador rechazó la idea y comenzó a caminar por
un pasillo diferente.

—Lo es. —La desesperación inundó el pecho de Aldrik y se desbordó hacia la


desesperación de ella—. Te lo dije, ella puede ganarte la guerra. Simplemente estoy
protegiendo nuestros intereses.

—Por eso no hice que mataran al monstruo antes de que volviera a ver la luz del
día. —El Emperador hizo una pausa y miró a su hijo—. ¿Los intereses del Imperio,
Aldrik?

—Siempre por el bien de nuestro Imperio. —Las palabras eran ensayadas. Aldrik
las había dicho tantas veces que salieron de su boca sin pensarlo, completamente vacías
de emoción. Tan vacías que Vhalla podía sentir la represa que temblaba en el príncipe,
reprimiendo una súplica de déjame ir a ella—. No quiero que muera, padre. Te lo dije,
puedo entrenarla, moldearla…

—Bien, bien. —El Emperador se volvió hacia Baldair, a quien Vhalla había olvidado
casi por completo que estaba allí—. Baldair, busca un clérigo para que cuide de la mascota
de Aldrik.
309
—Padre… —Baldair frunció el ceño.

—Gracias. —El Emperador ignoró por completo los tonos de desaprobación en la


voz de su hijo menor.

Aldrik continuó de pie en silencio mientras el Emperador se alejaba. Vhalla sintió


su resignación. Ella sabía que él aceptaba una verdad más profunda de que, a pesar de
todos sus deseos, no podía ir a la mujer de la que más deseaba estar cerca.

—Baldair —susurró Aldrik una vez que el Emperador estuvo lo suficientemente


lejos.

—¿Qué quieres? —Vhalla sintió una punzada de decepción en Aldrik por el


disgusto que en las palabras de Baldair.

—Ve con ella tú mismo —exigió Aldrik.

—¿Qué?

—Ve con ella tú mismo, maldita sea —siseó Aldrik—. Me lo debes.

—No te debo nada. —Baldair cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Qué pasó con ser el noble caballero que proclama la protección de los débiles e
inocentes? —dijo Aldrik burlonamente. Vhalla sintió su satisfacción cuando vio que la
expresión de Baldair cambiaba. El príncipe sabía exactamente qué palabras usar para
incitar a su hermano en la dirección que quería—. Me debes los últimos seis Elixires de
la Luna que les robé a los clérigos sin que se dieran cuenta. A menos que desees que
reconsidere ese arreglo.

—Bien, pero no iré por ti —resopló Baldair—. Iré por la chica.

—De acuerdo. —Aldrik se alejó, satisfecho por el momento. Su padre se encontraba


unos pasos por delante y aparentemente ajeno al intercambio en voz baja. Aldrik empuñó
y abrió sus manos.

Maldijo todo lo que alguna vez amó. ¿Cómo pudo siquiera haber pensado que estar
cerca de ella podría terminar bien? ¿Cómo pudo haberse permitido desdibujar las líneas
con la chica hasta ahora?

Las preguntas irradiaron a través de la mente de Aldrik y en la conciencia de Vhalla


mientras irrumpía en el pasillo. Una silla estalló en llamas junto a él, un arrebato de
emoción que no pudo ser controlado. Aldrik frunció el ceño y apagó el fuego.

Vhalla se despertó temblando en el Norte con pensamientos robados de la


conciencia de Aldrik. Él tenía que tomar el control. No podía dejarlos ver. No podía
dejarles saber qué era ella. 310
Un soldado dijo que “el Paso” anteriormente fue el río más grande del
mundo. Pero hacía mucho que se había secado. A Serien le costaba creer que el
profundo y rocoso barranco alguna vez hubiera podido contener agua.

Pero en algún lugar al otro lado del abismo estaba Aldrik. El Emperador
puede que haya querido amenazarla para que se sometiera, pero todo lo que
logró, fue darle algo que esperar. En otro día, tal vez dos, estarían al otro lado del
paso; ella se reuniría con él una vez más. Tendría cuidado, pero le hablaría de las
amenazas de su padre y de alguna manera las superarían.

Serien miró al Emperador por el rabillo del ojo. Él no se interpondría entre


ellos, por mucho que lo intentara. No podía comprender lo que su hijo sentía por
ella y lo que ella sentía por él. Pero algún día lo vería.
311
Estaban a mitad del día cuando escuchó por primera vez acero contra acero
y los sonidos del combate resonando a través de los vientos del paso. Serien se
estremeció, repentinamente helada a pesar del calor de la jungla.

Aldrik.

Ella quería correr a toda velocidad, su corazón comenzaba a acelerarse con


un latido salvaje. Él la necesitaba. La necesitaba. Ella simplemente lo sabía. Vhalla
podía sentirlo a través del Vínculo.

Ni Vhalla ni Serien estaban preparadas para el momento en que las tropas


tomaron una curva en el paso. El fuego quemó las copas de los árboles mientras
los soldados se enfrentaban en el lado opuesto del paso. Era un asalto total y ella
se encontraba inútilmente lejos. Vhalla buscó frenéticamente para tratar de
encontrar a Aldrik entre el caos.

El Norte, sin embargo, no se arriesgaba con el lado desde el que se acercaría


la horda, y la conmoción de los soldados Imperiales era la oportunidad ideal para
un segundo ataque sorpresa. Hombres y mujeres, guerreros con cuero hervido
cargaron desde la maleza ante ellos.

El emperador trató frenéticamente de dar órdenes, pero estaban demasiado


desorganizados y esparcidos. Los del Norte se abrieron paso al frente de las filas
con facilidad. Los soldados Imperiales intentaron recomponerse, la segunda y
tercera filas de hombres y mujeres desenvainaron sus espadas. Pero la sorpresa
los volvió torpes y las puntas de sus espadas arrancaron la piel de piedra mágica
de sus enemigos.

Lo que era una unidad organizada se estaba convirtiendo rápidamente en


un caos. Los soldados entrenados intentaron llamar a los nuevos reclutas para
que mantuvieran la línea, pero el campo de batalla ya estaba manchado de sangre
que enloquecía a los hombres. El Emperador gritó desde lo alto de su montura,
tratando de recuperar el orden. El poder del Norte los presionaba, decidido.

Una extraña calma se había apoderado de ella. Los estallidos de llamas a


través del barranco brillaron en sus ojos, iluminando una verdad más profunda
que resonaba en su interior. Eres un símbolo, las palabras de Baldair resonaron en
su subconsciente. Los dedos de Vhalla fueron al cinturón que sujetaba su espada,
esquivando la primera hoja del Norte en el proceso.

No se uniría al terror de esta gente. Si iba a morir, moriría con dignidad.


Vhalla se precipitó hacia atrás y se quitó los guanteletes, sintiendo el viento entre
sus dedos cuando fueron liberados de su armadura. No moriría como Serien. Si
iba a morir, moriría como una Caminante del Viento. 312
La mujer del Norte que la había estado atacando cargó hacia adelante y la
mano de Vhalla se adelantó para encontrarse con la mujer. Fue como si el viento
hubiera ignorado sus órdenes y respondió con toda su fuerza, derribando a la
mujer y a varios atacantes junto con ella. Vhalla balanceó otro brazo, haciendo
caer a los soldados del Norte.

—¡El Demonio del Viento! —chilló uno, señalándola.

Vhalla no se encogió, siguió hacia adelante. El viento se encontraba bajo sus


pies y los latidos del corazón de Aldrik en sus oídos. Ella aprovechó la fuerza de
él. Juntos enfrentarían a sus enemigos. Juntos serían invencibles.

Ella se movió sin esfuerzo alrededor de las cuchillas cuando llegaron. No


podían tocar el viento. Vhalla los desarmó con movimientos de sus muñecas y de
sus dedos.

Era la primera vez que luchaba de verdad sin sentir miedo. Todas las veces
anteriores, incluso en los entrenamientos, había tenido miedo. Su poder había
sido extraño, luego llegó la Unión, luego llegó el miedo a matar una vez más…
pero había aprendido a proteger su corazón como Serien y ahora era una
verdadera agente de la muerte.

Le mostraría al Emperador, le demostraría al mundo que finalmente habían


conseguido lo que querían de ella.
Vhalla se abalanzó sobre uno de los guerreros y su palma cubrió su boca.
Así era como Aldrik había matado a su atacante en la Noche de Fuego y Viento.
Pero de ella no saldrían llamas. El aire atrapado dentro del cuello del hombre se
movió a su orden. Sus ojos se ampliaron mientras el aire presionaba hacia afuera,
estirando la piel hasta su límite. El viento se liberó con un estallido, llevándose
con él tiras de piel y trozos de carne, rociando sangre sobre el rostro y brazo de
ella.

El hombre cayó ante ella y hubo un silencio casi audible mientras todos
parecían detenerse y quedarse de pie, horrorizados. Vhalla miró a los soldados,
sus aliados. Sus ojos se encontraron con los del Emperador, que parecía
igualmente asombrado.

—¡Luchen conmigo! —gritó ella. Ellos necesitaban un líder, necesitaban un


símbolo que fuera más que un hombre con placa dorada. Necesitaban un Señor
del Fuego. O un Demonio del Viento—. ¡Luchen conmigo! —Vhalla puntuó su
declaración arremetiendo contra otro atacante, quien explotó en su mano.

Los soldados Imperiales cobraron vida a su alrededor, prestando atención


a su viento, teniendo cuidado de tener en consideración sus movimientos. El 313
Emperador quería que ella le diera la victoria. Ella le mostraría lo que le costaría.

Todo lo demás se desvaneció con el latido en sus oídos. Se entregó a su


Canal con el viento y a su Unión con su príncipe. Esquivó los ataques más rápido
de lo que una persona debería ser capaz de hacerlo, saltó más lejos y perdió la
cuenta de cuántos murieron por su mano.

Pero nunca había usado su magia de esta manera, tan conscientemente, y


Vhalla finalmente sintió que su poder vacilaba. Lo que debería haber derribado
a varios soldados solo los hizo tropezar. Ella hizo una pausa, inspeccionando su
mano, como si la hubiera traicionado conscientemente.

Una gran llama al otro lado del abismo exigió su atención y, por primera
vez desde que estalló la pelea, miró a Aldrik. Todos, incluso al otro lado del
barranco, tropezaron con la ola de calor. Vhalla dio un paso en su dirección.
Había más atacantes, muchos más, al otro lado del abismo. Ella se preguntó qué
pasaría con todos los demás soldados. Aldrik parecía tener cinco a la vez.

Él era como poesía a través del fuego. Su cuerpo se movía hábilmente,


contraatacando y siendo uno con las llamas. El fuego se arremolinaba a su
alrededor, y su armadura oscura parecía estar viva mientras Aldrik giraba,
dominando el fuego con sus manos y pensamientos.
Ella estiró una mano, verlo de nuevo inspiró su poder. Un soldado fue
arrojado a las llamas y ardieron a su alrededor mientras su aire y su fuego se
mezclaban. Aldrik se giró instintivamente y sus ojos encontraron los de ella.

Su expresión rápidamente se convirtió en horror, y Vhalla sintió que la hoja


se movía por el aire detrás de ella. Dejó caer el hombro y levantó la mano,
preguntándose si Aldrik vio estallar la cara del atacante del Norte. Vhalla se giró
para comprobar y su corazón empezó a acelerarse por una razón completamente
diferente.

Él estaba siendo superado por dos soldados a sus lados. Aldrik se inclinó y
se balanceó, los esquivó, pero ambos eran claramente combatientes muy
experimentados. Vhalla dio un paso hacia adelante. Fue entonces cuando notó
que cuatro más se le habían acercado, formando un semicírculo alrededor del
príncipe y dos del Norte. Estaba inmovilizado contra el borde del barranco,
ocupado enteramente por los dos que se metían y corrían hacia cualquier
abertura que veían.

Vhalla vio que Aldrik se vio obligado a retroceder otro paso. Los demás en
el borde del semicírculo movieron los labios con fervor. 314
Ella dio otro paso hacia adelante. Aldrik no los notó. Ella tenía que decírselo.

De repente, los dos soldados saltaron para alejarse y cayeron hacia atrás.
Los seis levantaron los puños al unísono. Aldrik parecía demasiado aturdido
para moverse. Apenas pudo dar un paso cuando todos los del Norte dejaron caer
sus manos cerradas en el suelo.

Un gemido, un estruendo, y el suelo se agitó bajo sus pies.

—No —dijo ella.

Aldrik intentó correr cuando el borde del acantilado se agrietó debajo de él.
Soltó un grito pesado con toda su armadura.

»¡No! —gritó Vhalla, corriendo hacia adelante, más allá de la sangre y las
entrañas en un intento de alcanzarlo. Las espadas y los gritos de los soldados se
desvanecieron. Ella solo vio a su príncipe perdiendo el equilibrio cuando la
primera gran roca se deslizó hacia el Paso de abajo.

»¡No! —Volvió a gritar Vhalla cuando vio a Aldrik tropezar hacia atrás.

Los siguientes treinta segundos se prolongaron hasta la eternidad. Vhalla


corrió a ciegas hacia su príncipe, sin pensar en nada más que en llegar a él. Sus
pies finalmente dejaron el suelo cuando todo el acantilado se sacudió ante el
semicírculo de Destructores de Tierra. Aldrik estaba cayendo, cayendo en picado
entre la tierra suelta hasta el suelo muy por debajo.

Sus pies se apresuraron debajo de ella, alejándola de los gritos de los


soldados Imperiales a su espalda. El viento se enredó alrededor de sus tobillos y
quedó atrapado bajo sus talones. Ella tenía que llegar a él, lo salvaría. Vhalla saltó
en el aire, el viento en su espalda la empujó hacia adelante.

Aldrik se encontraba frente a la amplia desembocadura de lo que una vez


fue un gran río. Y, sin embargo, con una expulsión de su poder, se acercó a él,
impulsada en el aire, inclinándose hacia adelante. El cabello de él se agitó
alrededor de su rostro y sus ojos oscuros se encontraron con los de ella en shock.

Sus labios formaron una sola palabra.

—Vhalla —susurró él a la ráfaga de viento alrededor de su cuerpo cayendo


en picado. Vhalla estiró la mano hacia adelante, desesperada. Ella lo alcanzaría. El
suelo se acercaba con rapidez y Aldrik finalmente comenzó a estirarse hacia ella
también.

Su cuerpo se inclinó y se retorció sobre las bolsas de aire que ella trató de 315
crear debajo de él. Había demasiados factores impredecibles, ella no era lo
suficientemente fuerte y no tenía la habilidad necesaria para detener un cuerpo
de esta manera. El pánico la impulsó a agotar lo último de su magia tratando de
frenarlo.

La mano de él tanteó el aire. Vhalla extendió su brazo, tenía que alcanzarlo.


Las puntas de sus dedos tocaron las suyas y Vhalla sintió que su cuerpo
comenzaba a detenerse mágicamente, el viento se negaba a hacerle daño. Aldrik
la miró fijamente y vio que una emoción lo consumía por completo y que nunca
había visto en él: miedo. El brazo de Vhalla amenazó con salirse de su articulación,
su mano estaba tan cerca. Casi lo tenía, un momento más, un segundo más, una
pizca de energía que no fue usada para empujar el viento alrededor de ellos. El
suelo era implacable en su deseo de encontrarse violentamente con sus cuerpos
cayendo, y ella solo tuvo un último intento antes de que fueran aplastados.

Vhalla aprovechó su oportunidad.

Agarró el aire vacío, los dedos de él se deslizaron entre los suyos


ensangrentados y ella gritó. Lo último que vio Vhalla fue el momento en que el
cuerpo de Aldrik chocó contra el suelo, la sangre se acumuló instantáneamente
sobre su figura rota y sin vida, antes de que todo se volviera negro.
316
ha llegado al frente de guerra en el
Norte. Forjada en sangre y fuego, ha endurecido su
corazón para la batalla final de la conquista del
Imperio Solaris. Las opciones ante Vhalla ya no son 317
servidumbre o libertad, son servidumbre o muerte. Lo
que está en juego nunca ha sido tan alto, ya que el
Emperador mantiene su férreo control sobre su
destino, manteniendo todo lo que a Vhalla aún le
queda por perder en juego.

Air Awakens #2
Elise Kova siempre ha tenido una pasión por contar historias. Escribió su
primera novela, una de fantasía, en sexto grado. Con el pasar de los años ha
cultivado su amor por la literatura con todo desde la fantasía hasta el romance,
desde ciencia ficción hasta misterio, y lo que sea que llame su atención.

Elise vive en San Petersburgo, Florida, donde se encuentra trabajando en el


318
siguiente debut de series de fantasía Joven Adulto: Air Awakens. Disfruta de
juegos de vídeo, animé, juegos de mesa de cambios de roles y muchas formas de
ser geek. Ama hablar con fans en Twitter y Facebook.

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