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La religión como adoctrinamiento y

desnaturalización de nuestras creencias

ESTUDIANTES:
Martha Abigail Bolívar Rivera.
Sharid Gardenia Segovia Mendoza.
DEOCENTE: Lic. Edwin Huaycho Ch.
UNIDAD DE FORMACIÓN: Geología Histórica y Fisiografía.
AÑO DE FORMACIÓN Y ESPECIALIDAD: Segundo de Biología-Geografía.
FECHA: 28/05/2021.

ENTRE CRUSIFIJOS: LA CONQUISTA DE LA EVANGELIZACIÓN.


El filósofo español, jurista e historiador del siglo XVI, Ginés de Sepúlveda, explicaba que los llamados
indios, era como la inteligencia, la prudencia, la manera de vivir y la religión profesada. Su carencia no
hacía más que demostrar su inferioridad y falta de cultura. De manera consecuente, la evangelización
formó parte de la legitimación del domino español sobre los nativos, ya que el imperativo moral obligaba
a estimular la propagación de la religión cristiana, tarea que, en un primer momento, estuvo en manos de
los misioneros, seguido por los sacerdotes que se establecieron en los pueblos y ciudades donde se
erigieron iglesias y catedrales, los símbolos de la supremacía de los conquistadores bárbaros y su
colonización se justificaba señalando la excelencia de los españoles en relación con aspectos este
contexto, la idea de la conquista evangélica surge como alternativa a la conquista basada en la esclavitud
y explotación de los indígenas. En este sentido, dicha práctica consistía en elaborar un tipo de conquista
que mantuviera los privilegios de la monarquía, pero que prescindiera de los abusos que podían conllevar
las encomiendas y las reparticiones en general. Las llamadas encomiendas eran grupos de indígenas
reunidos en pueblos para trabajar al servicio de la Corona española, bajo la protección de una persona
(española), que cuidara de su situación espiritual y corporal a cambio de ser utilizados como mano de
obra y de exigirles el pago de tributos. Las reparticiones, llamadas también repartimientos de indios, se
configuraban como un sistema laboral que, a diferencia de las encomiendas, adjudicaban la mano de obra
indígena a algún miembro dela casta de españoles durante una determinada temporada. En este contexto,
la idea de la conquista evangélica surge como alternativa a la conquista basada en la esclavitud y
explotación de los indígenas. En este sentido, dicha práctica consistía en elaborar un tipo de conquista que
mantuviera los privilegios de la monarquía, pero que prescindiera de los abusos que podían conllevar las
encomiendas y las reparticiones en general. Las llamadas encomiendas eran grupos de indígenas reunidos
en pueblos para trabajar al servicio de la Corona española, bajo la protección de una persona (española),
que cuidara de su situación espiritual y corporal a cambio de ser utilizados como mano de obra y de
exigirles el pago de tributos. Las reparticiones, llamadas también repartimientos de indios, se
configuraban como un sistema laboral que, a diferencia de las encomiendas, adjudicaban la mano de obra
indígena a algún miembro de la casta de españoles durante una determinada temporada. A partir de la
llegada de los europeos al nuevo continente, la legitimación del dominio español sobre los indígenas se
fundamentó en otras bulas papales emitidas durante el pontificado de Alejandro VI, las cuales
consideraban a la población indígena como esclavos por naturaleza y, a los españoles, sus amos naturales.
De esta forma, los conquistadores adquirieron la potestad de dominarlos y obligarlos a aceptar y a
profesar la fe cristiana, obedeciendo al Papa y a los príncipes de la Iglesia, quienes estaban legitimados
por la palabra de Dios para obligar a los no cristianos a abandonar la idolatría y a encontrar su salvación
por medio del adoctrinamiento.
Con el fin de salvaguardar a los indios de la corrupción, la inmoralidad y los perjuicios de la mentalidad
económica de los colonos europeos, los religiosos impusieron sus creencias, sus prácticas sociales y su
organización política a través del sistema de misiones que proveían educación cristiana y servicios
sociales a los indígenas. Durante la época colonial, la Iglesia católica se convirtió en una fuerza política,
social, económica y cultural en el nuevo continente.
De acuerdo con la importancia de la ciudad y de su grado de población, a partir de 1511, se establecieron
las primeras sedes episcopales: dos obispados en La Española y uno en Puerto Rico. La emigración de
clérigos era dirigida por el Rey a través del Consejo de Indias, quien se ocupaba, entre otras cosas, de
designar los cargos y otorgar las licencias para que los religiosos pudieran predicar.
Por otro lado, durante el período colonial, la Iglesia se convirtió en la defensora de los indígenas ante la
actitud depredadora motivada por la ambición económica y de poderío de algunos conquistadores. De esta
manera, al amparo de las instituciones religiosas, dichos indígenas tenían la oportunidad de sobrevivir a la
masacre y a la explotación. Las órdenes religiosas que primero llegaron al continente con el fin de
imponer su credo fueron los dominicos, los agustinos y los franciscanos. Todas ellas se encontraron con
numerosas dificultades que obstaculizaron la rápida evangelización de los indígenas, como la gran
diversidad de lenguas nativas y la dispersión dentro del territorio conquistado. Sin embargo, con el fin de
facilitar su labor, muchos religiosos empezaron a estudiar y aprender las diferentes lenguas que hablaban
los indígenas. Las órdenes religiosas tenían la facultad de ofrecer los sacramentos del matrimonio, el
bautismo, la confesión, la comunión y la confirmación a todos los indígenas que se hubieran convertido.
Junto a los sacramentos, los nativos aprendieron a venerar las imágenes de la Virgen, la cruz y los santos,
a lo que colaboró la costumbre estratégica que tenían los españoles de construir sus propios templos sobre
los sitios de culto de los indígenas, con la clara intención de establecer la fe católica como la única y
verdadera religión que debían adoptar, de forma obligatoria.
Esta práctica suscitaba la continuidad de los espacios sagrados, pero también la discontinuidad de los
cultos y de las divinidades autóctonas. Desde los primeros años de la colonia, los misioneros se dedicaron
a educar a los hijos de los indígenas como medio para establecer un contacto entre ellos (los religiosos) y
el resto de los nativos; de hecho, se pensaba que era mucho más fácil inculcar en los niños una nueva
religión y nuevas formas de ver la vida. Por esta razón, junto a algunos monasterios, se edificaron
pequeñas construcciones donde, además de educarles, se daba posada a los niños desde que eran menores
de siete años hasta que hubieran aprendido el dogma religioso. Una vez finalizado este período de
adoctrinamiento, se les enviaba a sus casas donde, por lo general, seguían el oficio de sus padres.
Comúnmente, los niños permanecían en estos internados alrededor de siete años. Conviene aclarar que la
mayoría de las órdenes religiosas adoptaron las diferenciaciones de clase social establecidas por los
nativos.

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