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El Hombre Perfecto

El Pacto

EVA ALEXANDER
Derechos de autor © 2020 Eva Alexander

Todos los derechos reservados

Los personajes y eventos que se presentan en este libro son ficticios. Cualquier similitud con
personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia y no algo intencionado por parte del autor.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida ni almacenada en un sistema de recuperación, ni
transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, o de fotocopia, grabación o de
cualquier otro modo, sin el permiso expreso del editor.

Diseño de la portada de: Eva Alexander


Contenido
Página del título
Derechos de autor
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Epilogo
Acerca del autor
Libros de este autor
Capítulo 1

—Estás despedida!
Lo único que puedo hacer al escuchar el grito de mi jefe es poner mis
ojos en blanco. Que si, que he tirado el café encima de un cliente, pero ha
sido un accidente. Pero despedirme por eso me parece demasiado.
George, mi jefe, es el hijo del dueño y lo único que hace todo el día es
poner nerviosos a los empleados. A las mujeres más, con sus miradas
lascivas y comentarios inapropiados, a los hombres no tanto porque sólo
hay uno trabajando aquí y es amigo suyo. A mí me invito a salir después de
una semana de trabajo y no se tomó muy bien el rechazo.
El tío no está mal, pero a mí me gustan altos y morenos y él es el
opuesto. Además de que tiene algo que te da escalofríos.
Lo que pasa es que soy buena en mi trabajo, aunque solo es el de
camarera lo hago bien. Pero después de su invitación a salir empezó a
pedirme más. Antes tenía que hacer el café, cobrar, reponer productos.
Ahora hago los pedidos, organizó los horarios, llevo el dinero al banco
todos los días. O sea, el trabajo del jefe. Creo que lo hizo con la esperanza
de que iba a dejar el trabajo, pero no lo hice porque me gusta. Me gustan
mis compañeros, me gusta observar a la gente, ver como llegan por la
mañana listos para ir a trabajar, pero primero pasan por su café. Conozco
más de la mitad de los clientes, se cómo les gusta el café, se quien está
casado y quien no. Se quien tiene un lio con el jefe o con la secretaria. No
tienes idea de cuantas cosas puedes averiguar si solo prestas un poco de
atención.
Y ahora me despide.
Le sonrió dulcemente antes de poner la bandeja en sus manos.
—¿Estoy despedida? Pues muy bien. A ver quién se encarga de manejar
este sitio porqué hasta ahora lo hacía yo en tu lugar.
— Hay miles como tú en esta ciudad. No te preocupes.
Esto habría que verlo porque no me lo creo. No qué no hay mucha gente
que lo pueda hacer, ¿pero hacerlo con un sueldo de camarera? Lo dudo
mucho.
Como ya no me queda nada que hacer aquí me doy la vuelta para irme,
tropiezo y casi me caigo. Pero no. Alguien me salva en el último momento.
Y ahora estoy en los brazos del cliente. El cliente con el traje mojado de
café.
Y huele muy bien. El café no. Él. Y es tan fuerte. Su cuerpo se siente
tan duro debajo de mis manos. Y es que lo sabía. Cada mañana cuando
viene a por su café, vestido con esos trajes tan caros, me imagino que
esconde debajo.
Es que llevo algo de tiempo encaprichada con este cliente.
Será porque es alto y moreno como me gusta a mí. Y joven, tendría
unos treinta. Sería la pareja perfecta para mí, yo tengo veintiséis y morena.
En lo de alta no tanto, pero para eso inventaron los tacones, ¿no?
Será porque nunca sonríe. Siempre muy serio, muy distante. Pero es
muy seguro de sí mismo. Y además tiene un aura de misterio alrededor que
no puedo con ello. Y quiero saber qué es lo que le ha quitado las ganas de
sonreír. Porque nunca lo hace, espera su turno en la cola y sin una palabra
deja el dinero de su café y espera tranquilo mientras lo preparo. A veces
nuestros dedos se tocan y mientras que él ni siguiera parpadea yo me
ruborizo. Mucho.
—¿Estas bien? —me pregunta.
— Si— le respondo mientras doy un paso atrás—. Me ofrecería a
pagarte la tintorería, pero algo me dice que no lo necesitas. Y como yo
acabo de ser despedida lo único que te puedo ofrecer son mis disculpas.
—Disculpas aceptadas.
Aguanta mi mirada un par de segundos, se da la vuelta y sale de la
cafetería. Sin una palabra, sin nada. Pero esa mirada parecía quemar algo
dentro de mí.
Que estupidez. Y ahora no volveré a verlo. Asco de vida. Debería haber
dicho algo más, no sé qué, lo que sea para retenerlo un rato y al menos
saber su nombre.
—¿Qué haces todavía aquí? —me pregunta George.
—Estoy esperando mi último cheque.
Otro que se da la vuelta y se va sin una palabra. Pero cómo va hacia la
oficina me imagino que va a por mí cheque.
Dos minutos más tarde tengo el cheque en el bolso y estoy fuera en la
calle.
Mientras voy caminando hacia el metro pienso en que trabajo me
gustaría. El de camarera fue algo imprevisto. Llevaba un par de semanas en
la ciudad y como mi dinero se había gastado no me quedó otra que coger el
primer trabajo disponible.
El horario también me venía bien, por la mañana trabajando y por la
tarde en la escuela. La escuela de repostería. Mi sueño desde que tenía 6
años y mi madre me enseñó como hacer cupcakes.
Luego la vida me enseño que nada es fácil y todo se consigue
trabajando duro. Al menos esto me lo enseñó a mí. A mi tía le enseño que
robando herencias está bien. Y por lo que yo sé, sigue pensando lo mismo
porque todavía está viviendo en la casa que se compró con el dinero de mi
madre.
Pero eso es el pasado, prefiero no pensar demasiado en ello. Siempre
intento ver el lado bueno de las cosas. El lado bueno de mi despido es que
puedo descansar unos días, nada de madrugar y nada de hornear galletas a
las cinco de la mañana.
En menos de quince minutos estoy en casa. Si, vivo en Manhattan. Y
no, no me lo puedo permitir. Y si vivo aquí es gracias a la ayuda de Greta,
la mejor amiga de mi madre. Que también es la dueña del edificio en el que
vivo.
Después de la muerte de mi madre, Greta siguió en contacto y antes de
salir de ese pueblo maldito la llamé. Y ella me acogió. He insistido en pagar
algo de alquiler, aunque solo me puedo permitir una cuarta parte.
El edificio es antiguo pero muy bien cuidado, tiene seis plantas. La
última es de Greta. Las otras las tiene alquiladas y la mayoría de los vecinos
son buenas personas. Entre un par de jubilados, varias familias con niños
pequeños y la única soltera yo, somos como una gran familia. Nos
ayudamos cuando hace falta, lo pasamos bien en las fiestas. Vamos, que no
podría haber tenido mejor suerte.
Mi piso de dos habitaciones estaba vacío, pero con los años he
conseguido hacerlo parecer más a un hogar. Aunque solo tengo lo
necesario, sofá y televisión en el salón, una mesa de café que encontré
tirada en la calle y pasé horas restaurando. En el dormitorio tengo una cama
y una mesita de noche. El armario parece grande. Pero solo lo parece
debido a que yo no tengo mucha ropa. Solo lo necesario. Otra vez.
Es mi pequeño oasis, lleno de color porque, aunque las paredes las pinté
de blanco todo lo demás es muy colorido. El sofá es gris con cojines azules
y mi manta favorita, rosa. Y las cortinas azul marino son el perfecto toque
para tener una habitación que invita a sentarte con una copa de vino y
relajarte. En cambio, el dormitorio es rosa. Ya sé, soy una mujer de
veintiséis años con un dormitorio rosa, pero nunca he tenido la posibilidad
de decorar mi propria habitación y cuando la tuve elegí el rosa. Pero solo
para la colcha y los cojines y las cortinas. Y el marco del espejo que tengo
encima de la cómoda.
Pero la cocina es otra cosa. Todo en blanco, armarios, encimeras,
electrodomésticos. Y de la cantidad de moldes y tonterías que tengo para
mis dulces ni te hablo. Ahí sí que me volví loca con los colores, cada color
conocido lo puedes encontrar dentro de los armarios de la cocina. Y me
encanta.
Tan pronto como entro en el apartamento mi móvil vibra con un
mensaje.
Greta.
¿Qué haces tan pronto en casa? ¿Te sientes mal?
Decido subir a contarle lo que pasó. Y lo hago por las escaleras, que
solo son dos plantas. Llamo a la puerta y entro. Greta está sentada en el sofá
viendo su telenovela favorita.
—¡Hola Olivia! Pasa que están a punto de decir quién es el padre del
niño.
—¡Hola Greta!
Le doy un beso en la mejilla y me siento a su lado en el sofá. Aunque
las telenovelas no son lo mío Greta siempre consigue engancharme. Si no
puedo ver un capítulo ella me lo cuenta. Con todos los detalles. Hasta
recuerda la ropa que lleva cada uno de los actores. Sesenta años y tiene
mejor memoria que yo.
Cinco minutos más tarde se acaba la telenovela con la inesperada
noticia de que el hermano del marido es el padre. Menudo lío.
—Ahora, cuenta que haces en casa, Olivia.
—Me han despedido por tropezar y manchar a un cliente con café.
Greta me miró extrañada.
—¿Solo por eso? Ese jefe tuyo es idiota. Un accidente le pasa a
cualquiera.
—La verdad, Greta, es que me alegro. Necesitaba un cambio. Buscaré
otra cosa.
— O podrías abrir tu propio negocio.
Ahí estamos otra vez. Greta sigue insistiendo en dejarme el dinero para
un negocio. Yo sigo rechazando. Aunque es la única familia que tengo no
me parece bien coger su dinero. Además de que una parte de mi quiere
lograrlo por mí misma.
—Greta….
—No uses ese tono conmigo, señorita. No entiendo por qué no me dejas
ayudarte. Tengo dinero y solo te tengo a ti.
—Porque quiero hacerlo sola.
Al final se lo digo. La expresión de su cara es de orgullo. ¿Y pena?
—Te entiendo, Olivia. Pero en esta ciudad sin mucho dinero es difícil
salir adelante.
Eso también lo sé. Lo he pensado mil veces. Tengo veintiséis años, si
empiezo como ayudante de chef tardaré unos años en conseguir una
promoción. Y mientras tanto estaré a los órdenes de algún repostero
excéntrico.
—Tres años. Si no consigo hacer nada en tres años abrimos una
pastelería juntas. ¿Socias? ¿Qué te parece?
Greta empieza a reír y me abraza contenta.
—Voy a empezar a buscar el local perfecto.
—¿Qué? ¡Greta! ¡Que todavía quedan tres años!
—Que sí, pero aquí tienes que moverte rápido. Tu solo encárgate de
hornear y yo me encargaré de lo demás.
¡Madre mía! ¿En qué me he metido? Pero Greta está feliz y ahora tiene
algo más que hacer. Estar todo el día encerrada viendo telenovelas no puede
ser bueno para ella.
¿Y quién sabe qué pasará?
Comemos juntas y después la dejo echarse un ratito antes de salir a dar
un paseo. Esto de no tener que trabajar empieza a gustarme.

∞∞∞
Ocho de la mañana y mi móvil no para de sonar. La primera vez lo
ignoré pensando que sería mi ex jefe. Y la segunda. Pero tiene que ser algo
importante si insisten así que respondo.
—¿Diga?
—¿Olivia Devlin?
—Si.
—Le llamo de Lawson&co para fijar una entrevista de trabajo.
—No he pedido una entrevista.
—Le daremos más detalles en la reunión. ¿A las once y media le parece
bien?
—Si.
Y cuelga después de darme la dirección de Lawson&co. Extrañada, me
levanto para hacerme un café y pienso en que podían querer de mí. La
empresa es justo al lado de la cafetería y conozco a algunos de los
empleados. Pero yo no soy ni abogada, ni arquitecta. ¿Y cómo han
conseguido mi número?
A las once en punto estoy en la entrada de la empresa que está en uno
de los edificios más altos de la zona. Después de recibir una tarjeta de
identificación en la recepción me dicen que tengo que subir a la planta
veintitrés.
Nunca estuve dentro de este edificio y es impresionante. Paredes en
blanco, muebles en negro. Ventanas de arriba abajo. Cuadros en las paredes.
Y un montón de empleados alegres.
En la veintitrés me encuentro con una copia de la recepcionista de
abajo, rubia, joven y guapa. Lo único que les diferencia es que esta tiene
una sonrisa amable. La de abajo me había mirado como si fuera un insecto.
Le he sonreído, que es lo que siempre hago cuando no les puedo enviar al
infierno.
—¿Olivia Devlin?
—Si. Tengo una cita.
—Primera puerta a la derecha. Puedes pasar.
Respiró hondo antes de ir hacia la puerta. ¿Por qué estoy nerviosa? No
soy yo la que pidió la entrevista, además no tengo idea de que trabajo se
trata y si es algo que me interesaría. Aunque si pase mucho tiempo antes de
vestirme para la cita. El vestido azul hace milagros para mi figura, muy
ceñido y encima de las rodillas. El cabello recogido en un moño en la nuca.
Tengo pinta de abogada, no de camarera. Lo único que me falta es la
carrera.
La puerta está abierta y la que me espera dentro es Jessica. Una clienta
habitual de la cafetería. Ella también es joven, tendrá unos treinta, pelirroja
y algo rellenita como ella misma dice. En cuánto me ve, sonríe y se levanta
de la silla.
—¡Olivia! Pasa y toma asiento.
—Hola, Jessica. Que sorpresa.
Me siento en una de las dos sillas que hay en frente del escritorio y dejo
mi bolso en la otra.
—Me alegro que has podido venir. ¿Quieres tomar algo?
—No gracias. Quiero saber que hago yo aquí.
Muy divertida Jessica se sienta otra vez en la silla.
—¿Tina no te lo contó al concertar la cita?
—No.
—Da igual. Así es mejor. Vamos a abrir una cafetería en el edificio, en
la planta cuarenta y te ofrecemos el puesto de mánager.
Al ver mi cara de sorpresa sonríe y sigue.
—Espera que hay más. La planta está vacía y todavía falta mucho para
abrir. Pero pensamos que deberías ayudar en el proceso de reforma,
decoración y todo lo demás. Tenemos seis semanas para conseguirlo. ¿Qué
te parece?
¿Qué me parece? En principio me parece genial. Pero tiene que haber
truco.
—¿Horario y sueldo?
—La cafetería estará abierta durante nuestra jornada laboral, de nueve a
cinco. No tenemos todavía el número de empleados que se necesitan así que
puede ser el mismo horario o menos.
Puedo trabajar con esto. Y al oír la cantidad de dinero que me van a
pagar empiezo a buscar cámaras ocultas. Es cinco veces más de lo que
cobraba antes. Además del seguro de salud y dental.
—Ahora entiendo porque la gente que trabaja aquí es tan feliz.
Jessica ríe y sigue.
—¿Entonces te interesa el puesto?
—¿Dónde hay que firmar?
Media hora más tarde he firmado el contrato y tengo ya una carpeta con
los planos y todo lo que tienen previsto para la cafetería. Tengo que
estudiarlo todo para la reunión de mañana.
Me encantará trabajar aquí. Además, tendré la oportunidad de ponerme
todos esos vestidos de oficina que tengo. Y los tacones también.
Salgo muy contenta por la puerta principal solo para darme de bruces
con alguien.
—Perdón….
—Cuidado….
Esa voz. El cliente. Otra vez. Su expresión es por la primera vez
divertida. Sonreí como una idiota. Estoy otra vez en sus brazos, bueno... no
exactamente. Al chocar el me agarro y ahora estamos cerca, tan cerca que
puedo admirar de cerca sus ojos azules. Y que ojos... suspiro antes de
hablar.
—Lo siento. No miraba por donde iba.
—Pues deberías, puede que te atropelle un coche — contestó serio.
Toda la diversión se había esfumado de sus ojos y ahora está otra vez
distante. ¿Qué demonios le pasa a este hombre?
—¿Colin? Vamos a llegar tarde.
Su nombre es Colin. Lindo nombre. Lo que no es tan linda es la mirada
que me dirige su acompañante. Otra rubia, parece que hoy es día de las
rubias.
Es casi tan alta como el, yo casi le llego a los hombros y eso con
tacones, delgada y muy guapa. Pero muy fría. Tiene ese algo que te echa
para atrás.
Ahora mismo con esa mirada tiene casi pinta de psicópata, de esas de
Mentes Criminales. Debería dejar de ver esa serie, estoy viendo asesinos
por todos los lados.
—Ten cuidado! —dice mientras me suelta y camina hacia el coche.
Ayuda a la rubia a subir al coche y antes de hacerlo él me mira
pensativo. Le digo “Adiós" con la mano y casi puedo ver el principio de
una sonrisa antes de que suba al coche.
Qué pena que tiene novia. Me hubiera gustado conocerlo. Y averiguar si
esas mariposas que siento cuando estoy cerca son de verdad o solo
imaginaciones mías.
Verás, llevo buscando años un hombre que me haga sentir algo. Y
cuando digo algo me refiero a algo maravilloso porqué algo malo o nada sí
que lo he sentido.
He perdido la cuenta de citas que he tenido. Tengo tres requisitos, que
sea guapo o al menos que no sea feo, divertido y que me haga sentir
mariposas.
Te explico…conozco a un hombre guapo, me lleva a cenar o a ver una
película. De aquí pasan dos cosas, en la cita es divertido, interesante y
tenemos cosas en común, pero a la hora de la despedida el beso es un total
fracaso. No sé si es que los hombres no saben besar o soy yo rara, pero es
que no me hacen sentir nada. Ese cosquilleo de que todos hablan no está en
ningún lado.
Y la segunda cosa que pasa es que la cita es un desastre y, pocas veces,
pero sí que ha pasado, los dejo darme un beso y sí que hay una sombra de
cosquilleo.
Pero allí se queda porque no busco solo una relación sexual. Quiero
compartir mi vida con él. Quiero una familia. Quiero la casa con la valla
blanca, el vivieron felices y comieron perdices.
Greta me dice que debería haber nacido en su tiempo, cuando la gente si
creía en el amor y en la familia. Pero yo tengo esperanza que en algún lugar
sí que existe un hombre así. Y lo encontraré. Aunque tengo que besar mil
sapos.
Y volviendo a Colin quién sabe si le dura mucho la novia. Puede que
sea uno de esos hombres que se aburre después de unos días y tendré una
oportunidad de conocerlo. Ahora sé que trabaja aquí así que investigaré un
poco. Quien sabe que puedo averiguar.
Seguí con la mirada como se alejaba el coche y luego me di la vuelta
para irme a mi casa. Contenta por el nuevo trabajo y más que encantada con
el nuevo encuentro con Colin. Decidí olvidar que tiene novia. Por ahora.
Capítulo 2

El primer día de trabajo y llego tarde.


Si pudiera correr lo haría, pero no puedo así que llegaré tarde. Voy cojeando
hacia el escritorio de la secretaría de Jessica que me echa un vistazo, sacude
la cabeza y me dice:
—¡Llegas tarde!
¡No! Mira que lista es la chica.
—¿Donde tiene lugar la reunión? —le pregunté tranquila. Aunque
tranquilidad no es exactamente lo que siento.
—Planta cuarenta y dos.
Y sólo llevaba quince minutos de retraso. Pues nada, voy otra vez al
ascensor y tengo suerte y llega enseguida. Un par de minutos más tarde se
abren las puertas en la planta cuarenta y dos. Mire impresionada la oficina,
tiene que ser de los jefes. La mujer detrás del escritorio me mira con pena.
Creo que es la única empleada que tiene más de cincuenta años. Tiene ese
aire de abuela que te hace pensar que enseguida puede sacar unas galletas
del bolso.
—¡Hola! Tengo una reunión con Jessica Foster.
—Primera puerta a la izquierda.
—¡Gracias!
Contenta que no tengo que subir más me dirijo hacia la puerta cuando la
mujer me llama.
—El jefe odia la impuntualidad y hoy está de mal humor. ¡Prepárate!
¿El jefe? ¿Qué jefe? Jessica dijo que es una reunión con el arquitecto y
la decoradora. Si que empiezo con pie izquierdo en la empresa.
Respiro hondo antes de llamar y entrar en la sala, eso de respirar hondo
es una tontería porque no hace nada para calmar mis nervios, donde hay
más de 3 personas sentadas alrededor de la gran mesa.
Jessica, otra mujer en sus treinta, guapa. Claro que sí.
Otros dos hombres jóvenes y Colin. Todos me están mirando y sonrío
nerviosa.
—Siento llegar tarde. Tuve un pequeño accidente.
Nadie habla y me quedo ahí parada preguntándome qué demonios
debería hacer. Normalmente me hubiera sentado, pero sabiendo que mi jefe,
que esperó que no sea Colin, esta de mal humor me hace dudar.
—Toma asiento, señorita Devlin.
Pues sí. Colin es mi jefe y aunque no le conozco muy bien puedo oír el
enfado en su voz. Sigo su orden y me siento en la silla más cercana sin
hacer contacto visual con ninguno de los que están sentados alrededor de la
mesa.
—Daniel, puedes continuar.
Le dijo Colin al hombre sentado a mi lado. Que es el arquitecto por el
montón de planes que tiene en la mesa.
Escuchó a medias porque al sentarme mi cuerpo piensa que ya es el
momento de relajarse. Y con eso llega el dolor. Dolor en la cadera, en las
rodillas, en la muñeca izquierda, de las costillas rotas intento olvidarme
porque esas sí que duelen de verdad.
Intento sentarme mejor en la silla y recuerdo las pastillas contra en
dolor que me dieron en el hospital. Saco el frasco del bolso y busco con la
mirada una botella de agua. Encuentro una jarra y vasos al otro lado de la
mesa, pero llegar ahí sería difícil.
Daniel nos enseña un plan en el monitor y pasar por delante es
imposible. La otra opción sería pasar por detrás de Colin. Pero solo necesito
una mirada a su cara sombría para descartar esta opción también.
Entonces solo me queda aguantar el dolor o intentar tragar la pastilla sin
agua. O dejarla derretirse en la boca. Esta opción suena mejor y meto la
pastilla en la boca.
Acción que lamento en cuánto noto el sabor amargo. Amargo no, lo
siguiente. Intento tragar sin conseguirlo, mis ojos nadando en lágrimas.
De repente aparece un vaso de agua en la mesa. Colin. Tan inmersa
estaba en mi pequeño drama que no había visto a Colin levantarse para
traerme el agua.
Me bebo medio vaso y el vuelve a su asiento sin ninguna palabra.
Siento la mirada de Jessica, preocupada. La de la decoradora, una mezcla de
envidia y celos. Decido ignorar las dos y prestar algo de atención a la
reunión.
Daniel sigue hablando sobre la distribución en la cafetería algo que a mí
me parece mal. No que siga hablando, lo que tienen planeado.
—¿Tiene algo que añadir, señorita Devlin? —me pregunta Colin.
¿Cómo sabe que sí? ¿Me habrá visto poner los ojos en blanco?
—Si que tengo. Esta cafetería es una pérdida de dinero. Cada planta
tiene una sala para los empleados, con cafetera y máquinas expendedoras.
Tener una cafetería en la mitad del edificio no tiene sentido. La gente no
vendrá.
—¿Cómo qué no? Bajan a la cafetería de abajo todo el tiempo — añade
el otro hombre al que no recuerdo el nombre. Pero tiene unos ojos grises
impresionantes. Ojos Grises lo llamaré.
— Bajan, pero no lo hacen para tomar un café. Lo hacen para estirar las
piernas, para tomar aire. Tomar café es una excusa para unos minutos de
relajación. Y si les pones una cafetería donde tienen que coger el ascensor
solo para tomar un café y un sándwich no lo harán. Y entonces vais a perder
dinero.
Todos se quedan mirando, parece ser el tema de hoy, vamos a mirar a
Olivia.
Al final es Colin quien rompe el silencio.
—¿Y qué propones?
Sonrió, porqué esto es lo que esperaba. Mi oportunidad para deslumbrar
con mis conocimientos.
—Necesitas una terraza para que la gente venga a tomar el café al aire
libre.
—Si hubieras visto los planos sabrías que eso es imposible.
La respuesta de Daniel es muy cortante. Por lo que veo no le agrada
mucho mi idea.
—Podríamos hacerlo en la azotea, ¿no? —comenta Ojos Grises.
—¿Para que la gente se nos tire de ahí arriba? —sigue Daniel.
—La azotea suena bien. Daniel, cambia los planes y luego veremos si es
factible o no.
Al menos al jefe le gusta mi idea. ¡¡Yupi!! Colin cierra la carpeta que
tiene encima de la mesa dando la reunión por finalizada.
—Hay otro asunto más.
—¿Que más, señorita Devlin? —La exasperación es visible en su cara
además de que se le nota en el tono.
—Ya que Dan tiene que rehacer los planes creo que debería incluir una
cocina también.
—No hace falta una cocina, Olivia. Para el café sólo se necesita el bar y
unas vitrinas para los sándwiches.
Esta vez me contesta Jessica y me giro para responderle.
—¿Y cuántas veces has comprado tu un sándwich en la cafetería? Te lo
digo yo. Nunca. La venta de eso es sólo un cinco por ciento de las ventas.
Lo que se vende son los dulces. Y si los compras para luego revender saldrá
muy caro. Al menos si lo que quieres es un producto de calidad.
—Entonces necesitaremos un repostero. O sea, más dinero.
—Ya tienes uno en nómina. Si pones la cocina vas a ser fácil y bastante
barato tener en venta unos productos de alta calidad.
—Olivia, te hemos contratado como mánager no como cocinera.
El modo de Jessica de decir cocinera me saca de quicio, pero decido
pasarlo por alto.
—Antes era camarera y mánager. No habrá mucha diferencia. Puedo
hacer las dos cosas.
Al decir eso no miro a Jessica sino a Colin, esperando que crea en mí y
que me dé una oportunidad. Y no me defrauda.
—Tendremos otra reunión la siguiente semana. Daniel, trae los nuevos
planos con y sin la cocina. Señorita Devlin, quiero un informe detallado
sobre costes de producción.
En mi cabeza estoy dando saltos de alegría, contenta por tener la
oportunidad de poner en práctica todo lo que tenía planeado desde hace
años. Hacerlo la primera vez con el dinero de otro es perfecto, así en tres
años cuando abriré mi propio negocio saldrá bien.
Tan inmersa estaba en la celebración que tenía lugar en mi cabeza que la
voz de Colin me asustó. Estaba en la puerta a punto de salir cuando dijo mi
nombre.
—¡Intenta no llegar tarde la próxima vez!
Ese tono tan frío me baja de las nubes enseguida.
Me voy después de despedirme de los demás. El único que me sonrió
amable fue Ojos Grises. Una pena que no sea mi tipo. Aunque es guapo, no
hay nada de atracción.
Y la que me sorprende es Jessica. Fue muy distante conmigo. Me
preguntó que le pasará. Como me imagino que será mi jefa directa no me
conviene llevarme mal con ella.
Voy cojeando en busca de los aseos, que con la mala suerte que tengo
hoy, están al otro lado. Nada te sienta mejor que un paseo. Pero eso vale
cuando estás bien, no cuando cada músculo de tu cuerpo duele con cada
paso.
Por fin llegó y atiendo mis asuntos en compañía del llanto de una mujer.
¡Madre mía! ¡Qué día! Cuando me estoy lavando las manos sale del
cubículo la pobre.
Pero de pobre nada. Tendría algún drama en su vida para llorar, pero
seguro que se arregla con dinero. Porque se nota que es una mujer rica. La
ropa, los zapatos gritan dinero. Y si no, ya lo hace ese bolso Hermes. Madre
mía, como quiero uno de esos. Pero tengo que esperar unos años más.
Como diez.
Se está arreglando el maquillaje suspirando y no puedo aguantar la
curiosidad.
—¿Estás bien? —le preguntó.
—Si. No.
Río al escuchar su respuesta.
Suspira otra vez, guarda el neceser en el bolso y se vuelve para
mirarme.
—Me casó mañana y alguien prendió fuego a la pastelería donde tenía
encargada mi tarta. Ahora podría conseguir otra tarta, pero es que ésa era
especial para nosotros.
Pues mira tú que drama. Y yo pensando en cosas como enfermedades o
muertes.
—Puedes preguntar si pueden hacer la tarta en tu casa, por ejemplo.
—Lo intenté, pero JP dice que está devastado y no puede trabajar.
—¿JP? ¿Como en Jean Pierre de Más Dulce?
—¡Si! ¿Lo conoces?
¿Qué si lo conozco? Lo odio. Fue mi profesor en la escuela y me trató
horrible. Si no tuviera confianza en mi habría dejado la repostería hace
mucho. Que, si el bizcocho es demasiado blando, que el buttercream es
demasiado ligero. Y así todos los días. Pero su tarta estrella era la de
chocolate con su ingrediente secreto. Y puedo apostar que esta mujer quiere
una tarta de chocolate para su boda.
—¿La tarta de chocolate?
Me mira sorprendida antes de asentir.
Hago un cálculo rápido y decido que si tengo tiempo para algo de
trabajo extra dependiendo de cuanta gente asistan a la boda.
—¿Cuántos invitados tienes?
—Doscientos. ¿Porque preguntas?
—Porque hoy es tu día de suerte. Puedo hacerte la tarta. Pero necesito
una cocina donde prepararla.
—Espera un momento. ¿Sabes hacer la misma tarta?
—Si.
La veo dando vueltas al asunto y al final asiente.
—¡Vale! Pero necesito probarla antes. ¿Puedes tener algo preparado
para esta noche? Es la cena del ensayo.
—Eso lo puedo arreglar, pero necesito más espacio para trabajar en tu
tarta.
—Por eso no te preocupes. La boda tendrá lugar en casa de mi hermano
y tiene una cocina enorme.
Cambiamos números de teléfono y nombres, la futura novia se llama
Lisa. Un par de detalles más y nos despedimos hasta la noche cuando tengo
que llevar la tarta para probar y si le gusta me quedo para preparar la de la
boda. Será una noche muy larga.
La verdad es que no sé qué ha pasado para meterme en este lío. Estoy
tan dolorida que no puedo ni respirar bien, pero voy a pasar la noche
horneando. A veces soy demasiado blanda, no puedo dejar de ayudar a las
personas que lo necesitan.
Al salir del aseo me topé con la novia de Colin. La rubia de los
escalofríos. Yo le he sonreído, tengo esa costumbre de sonreír a la gente, y
ella me ha echado una mirada tan extraña, una combinación de odio y algo
más, algo indescifrable.
Solo espero no verla demasiado por la cafetería en cuánto abrimos.

∞∞∞
A las ocho menos diez llego a la dirección que me dio Lisa, la casa de
su hermano. Nunca en mi vida he sentido envidia, pero al ver la casa deseé
ser rica y vivir aquí.
El camino que lleva hacia la casa está flanqueado por árboles y tienes la
impresión de estar en un bosque. Y luego llegas al final y ahí está la casa.
Dos plantas, ventanas grandes y pequeños balcones, es perfecta.
Después de bajar del coche me quedo mirando un poquito más solo para
imprimir bien la imagen en mi cabeza. Mejor le hago una foto antes de
irme.
Recojo la tarta del asiento trasero, voy hacia la puerta y llamo al timbre.
Después del encuentro con Lisa me fui a casa, preparé la tarta y hasta he
descansado un par de horas.
Greta me prestó el coche después de echarme la bronca. Y lo hizo
durante media hora, por no llamarla desde el hospital, por ir a trabajar, por
aceptar el encargo de Lisa. Hasta que no le prometí que me quedaría en la
cama el fin de semana no me dejó ir.
Pasé por la tienda para recoger lo que necesito para la tarta. Menos mal
que la encargada es amiga mía y ya tenía todo listo. Solo tuve que pagar y
esperar que uno de los empleados llevara todo al coche.
Ahora para llevar todo eso a la cocina será otro asunto. No creo que
Lisa se ofrezca a ayudar.
Por fin alguien abre la puerta. Un chico joven vestido de camarero.
—¡Hola!
—¿Olivia? Pasa.
Sigo al chico dentro de la casa, que es mil veces mejor que por fuera, y
me lleva hacia las puertas abiertas de un salón. Un salón lleno de gente. Lo
bueno es que nadie me ha visto e intentó salir, pero entonces escucho a
Lisa.
— ¡Olivia! ¡Lo has conseguido!
Sonrió y doy unos pasos más. Hacia dentro no hacia fuera como quería.
—Si, y tengo tu tarta.
—No puedo esperar para probarla.
Lisa le pide a una chica que le traiga unos platos mientras me agarra del
brazo y me sienta en un sofá. Me quita la tarta y la pone encima de la mesa
de café, ella se sienta en el suelo y empieza a quitar el envoltorio.
—Cariño, ven a ver la tarta —Lisa le dice a alguien, supongo que al
novio.
Y supongo bien cuando un hombre se acerca. Levantó la mirada y veo a
Ojos Grises sentarse en el sofá a la espalda de Lisa.
Que coincidencia.
—¡Hola Olivia! —me dice él.
—¡Hola!
—¿Os conocéis? —pregunta Lisa con un toque casi imperceptible de
celos en su voz.
—Olivia acaba de empezar en la empresa. ¿Y qué tipo de accidente fue,
Olivia?
—Uno estúpido —le conteste.
—Si te ha dejado así no pudo haber sido muy estúpido.
Interviene en la conversación una mujer que está sentada al otro lado de
la mesa.
—Solo fue un tío que tenía prisa. Y como tenía tanta, le dio igual
empujarme fuera de su camino, con la mala suerte de que todo pasó en las
escaleras mecánicas. Y bajé dando vueltas. Fue bastante más rápido, pero
con algunos efectos secundarios.
—Tienes razón —me dice Lisa—. Es un poco estúpido.
—Te lo he dicho.
Lisa ya tenía los platos listos así que corta la tarta. Cuando todo el
mundo tiene su trocito, ella lo prueba. Y por esa expresión hago lo que
hago. Ese primer bocado dulce, esa felicidad que te trae comer chocolate.
Por poner esa expresión en sus caras.
— ¡Dios mío! —exclamó Lisa.
—Ya que tengo tu aprobación voy a preparar la tarta de mañana.
Me levanto y voy a buscar la cocina. Y te juro que esta casa será mi
muerte. La cocina es enorme, con una combinación de blanco y negro
impresionante. Una isla en el medio, perfecta para preparar la comida y al
otro lado sillas para sentarse y hablar con el cocinero o para desayunar.
—Mujeres y cocinas.
Me giro para ver al dueño de la voz y me encuentro al chico que me
abrió la puerta.
—Pues sí. A las mujeres nos gustan las cocinas.
—No a todas.
Me contesta el chico y tengo que estar de acuerdo con él en esto. Hay
mujeres que no han pisado en su vida una cocina. Mi amiga Tina, por
ejemplo. Tiene suerte de que trabaja en un hotel y se lleva la comida
preparada todos los días.
—¿Me puedes ayudar a traer unas cosas del coche?
—Claro que sí. Dime que hay que traer.
Necesita ir varias veces al coche para traer todo. Entre ingredientes y
mil utensilios de repostería son como cinco o seis cajas. Matt, así se llama
el chico, no estaba tan contento con su decisión de ayudar, pero se le pasó
después de comer un trozo de tarta.
Una hora más tarde tenía todas las encimeras cubiertas con bowls, con
moldes y el primer bizcocho en el horno. Necesito cinco y otros dos más
por si acaso.
Estaba pesando azúcar cuando Lisa entró en la cocina. Quiso entrar,
pero al final se quedó en la puerta.
—¡Vaya!
Algo en su expresión no me gusta. ¿Preocupación tal vez?
—No te preocupes. Tendré todo listo esta noche y mañana a las ocho
daré los últimos toques.
—No es eso. Mi hermano es un poco obsesionado con la limpieza y
pienso que podría matarme antes de tener la oportunidad de casarme.
Solo puedo reír al escucharla. Tengo la impresión de que le gusta
dramatizar un poco.
—En serio, Olivia. Voy a decirle que no te gusta que te molesten y que
no entre en la cocina.
—Lisa, no te preocupes. En un par de horas esto estará limpio. Vete a
descansar que mañana te espera un gran día.
—Tienes razón. Me voy. ¡Adiós!
Se va, pero echa un último vistazo a la cocina.
Algo de razón tiene con lo de que no me gusta que me molesten. Me
gusta trabajar sola y en silencio. Pocas veces escucho música y solo cuando
estoy preparando algo para mí. Cuando es algo importante como ahora
necesito estar concentrada.
Capítulo 3

Me pasó las siguientes horas horneando los bizcochos, preparando la


crema para el relleno y ensuciando la cocina.
Cada vez que algo salpica o se cae al suelo sonrió pensando en el hermano
de Lisa, preguntándome que haría si estuviera aquí.
Estoy guardando en la nevera el último envase de crema cuando
escucho pasos. Cierro la puerta de la nevera y veo a Colin parado en la
puerta mirando el desastre que hice en la cocina.
¡Dios! ¿Podría tener peor suerte? Mi jefe que odia la impuntualidad y es
obsesionado con la limpieza…y ahora es el momento en cual mi cerebro
registra que Colin solo está vestido con unos pantalones largos de pijama.
Descalzo. Con el torso desnudo. Brazos musculosos, uf... y ese pecho y ese
abdomen. Mis dedos se mueren por tocar, pero en cambio cierro los puños
esperando que ese deseo desapareciera.
No sé cuánto tiempo me quedo mirando, pero reaccionó cuándo lo veo
apoyar el hombro contra el marco de la puerta y cruzar los brazos. Me mira
levantando una ceja.
—¿Has visto suficiente o quieres más?
—Depende de si estás dispuesto a quitarte los pantalones o no.
¡Oh, Dios! No puedo creer que he dicho eso. Niega con la cabeza, pero
veo un rastro de diversión en su expresión.
Es que, entre la medicación para el dolor, el cansancio y la vista del
cuerpo de Colin mi cerebro dejo de funcionar correctamente. Y por eso las
palabras salen de mi boca sin pasar por el filtro del cerebro.
—¿Así trabajas normalmente? —me pregunta.
—¿Así cómo?
—La cocina es un desastre.
Y yo pensando que lo dejaría pasar, pero como tiene obsesión con el
tema no puede.
—A ver…no. Hoy es algo fuera de lo normal. Entre que todo lo que
tengo que hacer hoy, que en un encargo normal habría que hacerlo días
antes, y que de algún modo no estoy en mi mejor momento pues ha
quedado así tu cocina. Pero, no te preocupes, ahora recojo esto y a las ocho
cuando tengo que volver solo usaré un par de cosas. Ya no ensuciare más.
—¿Quieres decir que vas a limpiar y en menos de cuatro horas
volverás?
—¿Cuatro? No puede ser.
Casi no tengo tiempo de dormir. En lo que tardó en recoger, en conducir
a casa pues no me queda nada más que una media hora de sueño. Y lo
necesitó. Ahora que me he dado cuenta de la hora que es también noté
cómo de cansada estoy.
—¡Ven! —me dice Colin.
—¿Qué? ¿Dónde?
Él ya está saliendo de la cocina y por la mirada tan seria que me echa
decido seguirlo. Y de paso recojo mi bolso por si me echa de su casa.
Pero cuando lo alcanzo veo que se dirige hacia las escaleras.
—¿Dónde dices que vamos? —le preguntó otra vez.
—A dormir. Hay cinco habitaciones de invitados arriba. Te vas a quedar
en una de ellas.
¡Oh, Dios!
—Pero… ¿y tu novia no se va a enfadar si me quedo aquí?
Me mira por encima del hombro con los ojos entrecerrados.
—No tengo novia.
¡¡¡Yupi!!! Estoy dando saltos de alegría en mi cabeza. ¡No tiene novia!
Así que tengo una oportunidad. Pequeña, pero es mejor que nada.
Colin se para en frente de una puerta, la abre y me invita a entrar. La
habitación es sencilla y elegante. Beige y azul. Una cama grande con dos
mesillas de noche, una cómoda en la izquierda y en la derecha dos puertas.
Armario y cuarto de baño supongo.
—Que descanses —dice Colin y se da la vuelta para irse.
—¡Espera!
Se detiene y me mira.
¡Mierda! ¿Como se lo digo?
—¿Me puedes prestar una camiseta para dormir? ¿Y decirme dónde está
la lavadora?
—Si en lo de la camiseta, pero ¿para qué necesitas la lavadora?
No puedo creer que me pregunta para qué. ¿Para lavar ropa?
—Necesito lavar mi camiseta.
Veo bajar su mirada hacia mi camiseta. Intento no ponerme nerviosa por
esa mirada. Nerviosa o de otra manera.
—Tu camiseta está bien. Tienes pocas horas para descansar. Te aconsejo
que dejes las tonterías y que te vayas a dormir. Voy a traerte una camiseta.
Y se da la vuelta para irse. Otra vez.
—Colin! Es que…mira…no puedo ponerme una camiseta que no está
limpia. Ya sé que suena raro, pero…
—Ahora vuelvo.
Y se va dejándome con las palabras en la boca. ¿Pensara que estoy
loca? Puede que sí. Greta también encuentra extraña esta manía mía.
Después de ducharme tengo que ponerme ropa limpia. No es tan raro, ¿no?
Entro en la habitación y dejo el bolso encima de la cómoda. Buscó mi
móvil y lo pongo a cargar después de programar la alarma para siete y
media.
Escucho pasos y miro hacia la puerta para ver entrar a Colin. Se acerca
y me da algo de ropa.
—Una camiseta para dormir y una camisa para ponerte mañana. Ahora
duerme.
—Gracias… pero Colin ya cerró la puerta.
Miré la ropa, una camiseta blanca y una camisa rosa. No parecía el tipo
de hombre que se pondría una camisa rosa.
No importa. Tengo que dormir.
Abro la primera puerta y encuentro el cuarto de baño. Buscando un
cepillo de dientes, que se me olvidó pedirle a Colin, me doy cuenta que esto
es casi como una habitación de hotel. En los cajones hay todo lo que
podrías necesitar, cepillo y pasta de dientes, peine, crema facial y corporal.
Todo en botes pequeños, exactamente como en un hotel. Me preguntó si
todos los ricos tienen así las habitaciones de invitados.
Pero vamos, no podría estar más contenta. Tomo una ducha rápido, todo
lo rápido que puedo considerando que tengo que lavarme el cabello y que
casi no puedo levantar los brazos. Después de cepillarme los dientes tomo
una pastilla para el dolor y por fin me acuesto en la cama. Vestida con la
camiseta de Colin. Casi no puedo contener las ganas de olerla. Me imagino
o más bien dicho espero que es la que tenía puesta al dormir.
Me quedo dormida imaginando a Colin en su cama.
Me despierta la alarma unas horas más tarde. Y lo único que quiero
hacer es dormir un poco más. O mucho más.
Pero como es imposible, me levanto y tomo una ducha. ¡Ya lo sé! Tome
una ducha apenas hace tres horas, pero es una manía mía. Como la de la
ropa limpia.
Y ahora viene lo malo. La ropa interior que había lavado anoche en el
lavabo no se ha secado. Ir con las bragas mojadas no me convence y decido
que puedo ir sin ropa interior.
Ir con el sujetador mojado tampoco me convence, más por el asunto de
que se puede ver si esta mojado, además no se nota que no llevo. Asunto
arreglado. Me vuelvo a poner los vaqueros, que para los pantalones no se
aplica la regla de la ropa limpia, y la camisa rosa de Colin.
Es tan suave y se siente tan bien en mi piel… ¡concéntrate Olivia!
Me hago una coleta y bajo a terminar mi trabajo. Después de dar dos
pasos en la cocina me quedo parada mirando asombrada.
A la cocina reluciente y a Colin que está preparando el desayuno.
—¡Buenos días! —me saluda.
—¡Buenos días! —le contesto con voz entrecortada.
Es que Colin que yo he visto hasta ahora siempre va con traje y es
guapísimo, pero en vaqueros y jersey y cocinando es un sueño hecho
realidad.
—Siéntate.
Deja dos platos encima de la isla y se sienta en una de las sillas. Voy y
me siento a su lado. Huevos, tostadas, zumo y café. Levanto la mirada de
mi plato y encuentro a Colin mirándome también. Es igual de serio, aunque
hay algo nuevo en su mirada.
—¡Come! —dice y empieza a comer.
Hago lo mismo sin decir una palabra. O Colin es un gran cocinero o es
que yo estoy muerta de hambre. No sé cuál de la dos es verdad, pero el
desayuno es increíble.
Desayunamos en silencio y es un poco incómodo. Quiero hablar con él,
pero no sé exactamente que decir. Hablar de trabajo no me parece bien.
Hablar de la boda de su hermana tampoco. Le sigo dando vueltas mientras
acabo toda la comida.
—Dime, Olivia, ¿haces esto a menudo?
—¿Hacer qué?
Colin está mirándome con la misma expresión en su cara que tenía el
día que llegué tarde a la reunión.
—Ofrecerte a hacer tartas para mujeres que conoces en el aseo.
Ah, a eso se refería. Tengo la impresión que no le gusta, pero no
entiendo que puede molestarle.
—Suelo hacerlo con mis amigos y sus amigos. Lisa me pilló en un
momento débil. No me gusta ver a la gente infeliz y menos cuando se trata
de algo tan fácil para mí como una tarta.
—Tan fácil no es. Has tardado casi una noche y todavía te quedan cosas
por hacer.
—Tengo circunstancias atenuantes, como que lo del accidente y el
asunto de que fue de un día para otro. Normalmente una tarta nupcial
requiere varias etapas.
—Entendido. Tengo que irme. Intenta no dejar la cocina igual que esta
madrugada.
Colin se levanta, recoge su plato y su taza y las mete en el lavavajillas.
Y luego sale sin otra palabra.
Estoy reconsiderado seriamente mi enamoramiento. Es que no tiene
sentido. Me invita a dormir en su casa, me presta su ropa, me prepara el
desayuno y luego nada.
Si no fuera mi jefe las cosas serían diferentes. Le invitaría a salir o yo
que se, me tiraría en sus brazos y besarlo hasta perder la razón. Aunque en
mi mundo de fantasía ya me estaba viendo viviendo aquí con Colin y
nuestros dos hijos. Ahí se queda. En una fantasía.
Después de recoger la mesa empiezo con los últimos toques de la tarta.
Solo necesito colocar los cinco pisos, cubrir con fondant y luego un
poco de decoración. Lisa quiere rosas. Pues rosas va a tener.
Todo me llevó mucho más tiempo de lo que pensaba. He subestimado
mis heridas, la muñeca duele cada vez que intento coger algo, respirar
tampoco es tan fácil. Nada, que soy un desastre.
Pero consigo terminar la tarta y es uno de mis mejores trabajos. La
organizadora de boda de Lisa vino a recogerla y me dejo un cheque. Cheque
que era mucho más de lo que pensaba que iba a cobrar, pero vamos, no voy
a decir que no.
Después de limpiar la cocina, que dudo que esté a la altura de los
estándares de Colin, pero se tiene que aguantar, voy arriba para recoger mis
cosas.
Cuando estoy a punto de subir las escaleras alguien me para.
—¿Adónde crees que vas? La cocina está en el otro lado de la casa.
Me giro solo para tener la mala suerte de encontrarme con la rubia que
no es novia de Colin. La de la mirada fría, más bien dicho espeluznante.
Qué raro es ver a una mujer tan hermosa, y lo es ahora más con un vestido
rosa que resalta sus curvas, con una actitud tan desagradable.
—Voy a recoger mis cosas de arriba. ¿Tienes algún problema con esto?
Me analiza de pies a cabeza con una expresión de disgusto que de
verdad no entiendo. Su mirada se vuelve rara al notar la camisa que llevo,
me imagino que sabe que es de Colin. Misterio resuelto. La rubia tiene
celos. Pero ni muerta le voy a dar explicaciones, así que le sonrió y le digo
adiós.
Arriba guardo las cosas que dejé esparcidas por toda la habitación, y
cuando estoy lista para irme veo la camiseta que use para dormir encima de
la cama. Debería devolverle a Colin su camiseta, ¿no?
Con el bolso en el hombro y la camiseta en la mano entro en la
habitación de Colin. Y sé que esto es solo una excusa, tengo curiosidad por
ver dónde duerme.
Su dormitorio es casi tan grande como mi piso, con una cama extra
grande en el medio de dos ventanas que van del suelo hasta el techo. Tiene
hasta chimenea con dos sillones en frente.
Estoy dejando la camiseta encima de la cama cuando oigo pasos.
—¿Qué demonios haces aquí? Me giro hacia la voz de Colin solo para
darme la vuelta otra vez y tapar mis ojos con las manos.
— ¡Oh, Dios! —exclamé al ver a Colin desnudo.
¡Mierda! Empiezo a caminar hacia la puerta, mirando al suelo.
—Te estaba devolviendo la camiseta. Y ahora me voy.
¿Cómo demonios me puedo meter en tantos líos? Abro la puerta solo
para que una mano la cierre.
—Has olvidado algo —me dice Colin, su boca cerca de mi oreja, su
cuerpo cerca del mío. ¡Dios! Estoy atrapada. Y no puedo decir que estoy
asustada, al contrario. Estoy encantada, demasiado encantada.
—¿Qué? —le preguntó en voz baja.
—Has olvidado darme las gracias.
Y Colin se acerca más, una mano en mi cintura y su boca me está
acariciando el cuello.
—¡Gracias! —le contesto mientras muevo la cabeza para darle mejor
acceso a mi cuello. Si solo por sentir sus labios en mi piel tengo las rodillas
débiles no quiero imaginar que pasaría si hace algo más.
—Voy a necesitar algo más.
¡Oh, Dios! Sé que es lo que quiero darle y espero que lo pida. Lo que
hace es meter la mano por debajo de mi camisa, acariciando mi estómago y
más arriba. No puedo parar el gemido que sale de mi boca en cuánto su
mano toca mi seno.
—No he podido pensar en otra cosa que en tus pechos desnudos debajo
de mi camisa.
—¡Colin! —susurro su nombre que sale como una demanda. Una
demanda para más.
Necesito sentirlo, tocarlo. Intento darme la vuelta, pero no me deja. Y
en cuánto noto su otra mano en los botones de mis vaqueros cualquier
pensamiento de moverme vuela de mi cabeza.
— ¡Joder! Si hubiera sabido que no tenías ropa interior te hubiera tenido
a ti en el desayuno.
¡Oh, Dios! Sus palabras me vuelven loca. Las palabras y sus dedos…sus
dedos que me acarician, juegan, atormentan.
—¡Dame tu boca! Exige y no me queda otra que obedecer.
Inclinó la cabeza y su boca ya estaba esperando. Su beso es tan duro,
tan intenso. Todas esas sensaciones, su boca devorando la mía, su mano
atormentado mi pezón y su otra mano… es demasiado para mí. Demasiado
bueno. Y sentir sus dedos penetrándome es lo que faltaba para hacerme
volar.
Colin rompe el beso y puedo escucharlo reír, pero necesito recuperar mi
aliento antes de preguntar que encuentra tan divertido.
Un golpe en la puerta me asusta y me hace dar un salto.
—¡Colin! ¡Tenemos que irnos! Reconozco la voz de la rubia. Y todo lo
que había sentido unos momentos antes se transformó en rabia. ¡Que no
tiene novia dice!
—Enseguida bajo —contesta Colin en voz alta.
Intento alejarme, pero Colin todavía tiene sus brazos alrededor de mi
cintura.
—¡Suéltame!
—¿Qué pasa ahora, Olivia?
—¿Qué pasa? ¿Cómo puedes tocarme con tu novia aquí?
Me gira en sus brazos, pero sin soltarme, y por su expresión me doy
cuenta que no está muy feliz.
—Te he dicho que no tengo novia.
—¿Y quién era ésa?
—Mi hermana, Iris.
¿La rubia es su hermana? ¿Esa que me mira con odio? Algo no está bien
aquí, porque no miras así a las novias de tu hermano.
—¿La rubia con los ojos verdes es tu hermana? No os parecéis en nada.
—Ella es adoptada. Y tú estás celosa.
Y sonríe. ¡Y Dios mío! Esa sonrisa le cambia totalmente. Y si no
sintiera algo por el después de verlo sonreír seguro que me enamoraría.
—Tenemos que hablar. Pero ahora tengo que ir a la boda de mi otra
hermana. Mañana te llamo y hablamos, ¿ok?
Asiento, me quedo quieta mientras me da un beso y luego lo veo entrar
en el vestidor. Minutos después sigo parada preguntándome si lo he soñado
y si no fue un sueño ¿qué demonios fue?
Ya veremos, ahora necesito ir a descansar. He conseguido salir de la
casa sin encontrarme con la Rubia Escalofriante y en nada de tiempo estoy
conduciendo hacia mi piso. Conducir me tranquiliza, pero hoy no. Todo lo
que pasó está dando vueltas en mi mente.
De lo que estoy segura es que voy a tener algo con Colin. Y ese algo
puede ser cualquier cosa. Puede ser un rollo de una noche, puede ser una
relación que lleve al matrimonio o puede ser un desastre. ¿Qué tengo que
perder?
¿Mi trabajo? ¿Mi corazón?
Pero creo que vale la pena arriesgarme. Además, tiene dos de mis
requisitos, es guapo y la atracción está por encima de las nubes. Le falta lo
de ser divertido, pero ha ganado algo de puntos con el desayuno y puedo
pasar por alto ese requisito. Por ahora.
Y aunque estoy cansada y dolorida siento una felicidad inmensa. Eso
que te hace sonreír y pensar que todo está bien en el mundo…pues eso es lo
que yo siento. Solo espero que duré.
Capítulo 4

El domingo me lo pasé descansando.


Y esperando la llamada de Colin.
El lunes trabajé en el informe para la reunión. Y seguí esperando la
llamada de Colin.
El martes salí de compras con Greta. Y seguí esperando la llamada de
Colin.
El miércoles limpié a fondo mi apartamento. Y dejé de esperar la
llamada de Colin.
El jueves por la noche estaba harta de tanto descansar y de buscar
excusas para Colin. ¡Que se joda! He leído más de lo que era. Y lo que de
verdad era es que el solo quería algo en ese momento. Nada más. Yo estaba
en su dormitorio, él lo intento, yo acepté, la rubia nos interrumpió. Y eso
fue todo.
Todo lo demás fue material de fantasía. Pero ya se acabó. De vuelta al
mundo real decido llamar a mi amiga, Tina, y salir a tomar algo.
Dudó si ponerme guapa (vestido corto, tacones de vértigo y maquillaje
llamativo) o ir normal (vaqueros con un top casual, botas y nada de
maquillaje).
Pero como la salida es para llorar la perdida de lo que pudiera haber
sido con Colin y no buscar al hombre perfecto, pues voy en vaqueros.
Me reúno con Tina en la entrada del club y nos dejan pasar enseguida.
Y eso es gracias a Tina.
Tina es relaciones públicas en el mejor hotel de la ciudad, conoce a todo
el mundo y siempre la invitan a todos los sitios. Y si alguien no la conoce
solo hace falta una mirada y nos dejan pasar.
Ella es alta, morena, guapa y con un cuerpo de infarto. Un culo y unos
pechos que cualquier hombre quiere en su cama. Esas son sus palabras y
tiene razón. Todos los hombres se dan la vuelta para mirarla. ¿Lo malo? Lo
malo es que siempre elige el peor de los hombres. Como que tiene el radar
defectuoso y va a por el más imbécil.
Ha salido con una variedad de idiotas, uno que la quiso pegar, uno que
le robó la cartera, otro que estaba casado. Pero ella no renuncia, todas las
noches sale en busca del hombre perfecto. Como yo.
La única diferencia es que yo elijo hombres normales, sosos como los
llama ella.
Aunque es jueves el club está lleno, hay gente bailando, gente bebiendo.
Tina nos consigue bebidas (gratis como siempre) y nos sentamos en un
rincón.
—Ahora cuéntame que pasa.
—No quiero —le contesto y es la verdad. No quiero hablar de Colin.
—Claro que no quieres, se te ve en la cara. Pero lo harás y luego lo
olvidarás.
—¿Te acuerdas del hombre que dijiste que seguro que tiene un cuerpo
de infarto debajo de ese traje caro? ¿En la cafetería?
—¿Moreno, alto, ojos azules? ¿Ese que te tiene enamorada desde hace
meses?
—Pues ese… mi nuevo jefe. Te voy a ahorrar los detalles, pero ya
estaba soñando con la boda y los hijos. Solo porque dijo que me llamaría.
Y por lo que pasó en su dormitorio, pero eso me lo guardo para mí.
—Sabes que liarte con el jefe es mala idea. Aunque es tan bueno como
el tuyo.
—Lo sé.
—Pues nada entonces. Olvídalo.
Si fuera tan fácil como decirlo. El tiempo pasa enseguida en compañía
de Tina. Los hombres se acercan para presentarse, nos compran bebidas, y
si a ella no le gustan se van. Después de un par de horas cuando por fin Tina
encuentra uno que le gusta decido irme a casa.
Dejo a Tina en compañía de su última conquista y me dirijo a la salida.
La gente alrededor se está divirtiendo y sonrío mirándolos hasta que veo
una cara familiar en la pista de baile.
Colin.
Bailando con una pelirroja y aunque no tuviera sentimientos por Colin
solo por ver cómo baila con ella, desearía estar en su lugar. La manera en
que sus cuerpos se mueven, como él la toca… es impresionante.
Sigo mirando un par de minutos más mientras le digo ‘Adiós’ a Colin
en mi mente y me voy.
Tenía razón en pensar que todo era en mi cabeza. Soñar con él fue una
estupidez. Una estupidez que hace las lágrimas mojar mis mejillas.
He sentido que él era el único. El que me haría feliz para el resto de mi
vida.
A lo mejor Greta tiene razón y eso ya no existe.
Me estoy echando la bronca yo solita mientras caminó hacia mi casa.
Como está a unas calles del club y todavía hay gente fuera no he visto la
razón en coger un taxi.
Pero sí que había una razón. Y la supe en cuanto alguien me empujó en
un callejón oscuro y me puso un cuchillo en el cuello.
— ¡No!
— ¡Si gritas te corto el cuello!
¡Mierda! ¡Mierda! Intento empujar, pero al sentir el cuchillo en mi piel
me quedo quieta. Miro mi agresor a la cara pensando en suplicar que me
deje ir, pero me quedo congelada. Porque ese no es un hombre que te deje ir
solo por decir por favor. Este es un hombre que te mata por mirarle a la
cara.
Y en ese momento me doy cuenta que puedo morir. Aquí, en este
callejón oscuro que huele a podrido. Hay tantas cosas que desearía haber
hecho, tantas cosas por vivir.
Dejo escapar un grito cuando se acerca más y pasa su lengua por mi
mejilla. Y casi vomitó cuando lo siento más cerca, demasiado. Las lágrimas
empiezan a caer pensando en que me haría antes de matarme.
Pero prefiero morir antes de que me toque….
— ¡Idos a una habitación, chicos! Alguien grita desde lejos y nos
ilumina con una linterna.
— ¡Socorro! Quería gritar fuerte, pero salió un susurro que dudo que lo
haya escuchado alguien.
— ¡Policía! Déjala ir!
¡Oh, Dios! ¡Estoy salvada! El agresor no ha movido un músculo, pero
en el momento que escuchamos los pasos del policía me dice al oído ‘Que
pena' y siento como la lama del cuchillo corta mi piel.
Grito de dolor y nada más.
—¡Necesitamos una ambulancia!
—¡Estarás bien! ¡Aguanta!
Dolor, olor a sangre. Voces. Luces. Paz.

—Olivia! ¡Vamos, abre los ojos!


Pues mira tú que no quiero. Lo que quiero es dormir. Greta puede ser
tan pesada a veces. Abro los ojos rápidamente cuando me doy cuenta que
esa no es la voz de Greta.
Miró alrededor solo para realizar que estoy en el hospital. Otra vez.
Levanto mi mano para tocar mi cuello, pero la enfermera me lo impide.
— ¡No toques la herida, cariño! El doctor vendrá enseguida.
¿Cómo que no toqué? Esta mujer es tonta, quiero ver que me hizo. No
tengo tiempo porque se abre la puerta y entra un médico. ¡Por fin!
—Señorita Devlin, soy el doctor Garner y me aseguraré de que no le
quede rastro de que pasó esta noche. ¿Le parece bien?
El doctor es un hombre de unos cincuenta años con una sonrisa amable.
—¡Vale!
—¡Pues allá vamos! —añade la enfermera.
—La herida no es muy grave, pero es bastante fea. Vamos a dar unos
puntos especiales para que no tengas una cicatriz.
Él habla mientras se pone los guantes y se sienta en una silla a mi lado.
La enfermera le entrega cosas de una bandeja, cosas que prefiero no ver así
que miro al techo.
Hay un golpe en la puerta y un hombre entra en la habitación.
Tendría más o menos la edad del médico, pero este no tiene una sonrisa
amable. Tiene una mirada dura. Intenta sonreír al verme mirándolo.
—Señorita Devlin, soy el detective Daniels. Tengo que hacerle unas
preguntas.
Asiento al mismo tiempo que el doctor dice, —¿No puede esperar?
—No pasa nada. Necesito que algo me distraiga de lo que está haciendo
a mi cuello.
—Señorita, tenemos la declaración del policía que fue testigo del
acontecimiento, pero necesito escuchar la suya.
—Estaba caminando cuando me agarró y me llevó al callejón y me puso
el cuchillo en el cuello. Cuando pensaba que me iba a matar lo interrumpió
el policía. Nada más.
—¿Le dijo algo?
—Solo que no gritará y cuando se fue ‘Que pena'.
El detective anota cada palabra en su libreta.
—¿Y no le dijo que le entregara el bolso?
—Me dio la impresión que el robo no era lo que tenía en mente… y
recuerdo su lengua en mi mejilla. ¡Mierda! ¿Tienes unas toallas
desinfectantes para limpiar mi cara?
Le preguntó a la enfermera queriendo quitar cualquier rastro de ese en
mi cara.
El detective más alerta se acerca y me pregunta, —¿Le ha hecho algo
más?
—Solo pasar su lengua en mi mejilla.
—Yo me encargó. ¿Derecha o izquierda?
—Derecha.
Pasa un bastoncillo por mi mejilla y luego lo pone en una bolsa y se la
entrega al detective. Luego me limpia suavemente con un algodón.
— ¡Ya está, cariño!
—Gracias!
—Una pregunta más y la dejo, señorita Devlin. ¿Qué le pasó en el ojo?
—Me empujaron por las escaleras en el metro hace una semana.
¡Dios! ¡Solo una semana! Parece más.
—¿Lo ha denunciado?
—No. Como solo fue un hombre que tenía prisa, no pensé que serviría
de algo.
—Esto es todo, señorita. La llamaremos para identificarlo.
Como eso fuera tan fácil. Hay tantas mujeres que sufren agresiones de
todo tipo cada día, y nunca los pillan.
Lo único que puedo hacer es ser agradecida por no haber sido peor y
nunca más volver a casa andando por la noche.
Un par de horas después me dejan ir a casa con una lista de cuidados y
una receta para más medicamentos para el dolor.
Son las cinco de la mañana cuando abro la puerta de mi casa. Dormir
esta fuera de la cuestión porque en tres horas tengo que estar en la oficina.
Me ducho con cuidado para no mojar la herida y vestida con mi albornoz
me siento en el sofá para tomar un café.
Y pensar.
Después de haber pensado que mi vida iba a acabar hay cosas que
quiero hacer.
Decirle a Colin que es un imbécil.
Decirle a Greta que la quiero. Nunca lo hice. Es mi familia, me cuida,
pero nunca se lo dije. Ni a ella ni a nadie.
Hacer pagar a mi tía por robar mi herencia. Mi madre no murió para que
ella viviera en una mansión.
Dejar de buscar al hombre perfecto. No existe.
Lo que pasó esta noche fue mi culpa. Por no prestar atención. Por ir
pensando en Colin y esa mujer. Por pensar que estaré segura si hay gente
caminando por la calle. Pero se acabó.
No más ir sola por la noche. No más Colin. Solo Olivia.
Capítulo 5

Veinte minutos antes de la reunión ya estoy sentada en la sala de


reuniones revisando el informe.
Por no haber dormido ni un minuto estoy bastante espabilada. Y no se
nota nada. Nada de cansancio, gracias al maquillaje. Nada de la herida,
gracias al vestido con cuello alto.
Pero el interior es otra cosa. Ahí… solo quiero correr y esconderme en
algún lugar donde nadie me pueda encontrar. Y llorar.
A las nueve en punto llega Colin, los demás habían llegado un poco
antes.
Su mirada es penetrante cuando se posa en mí y la mía es… nada. Y es
nada porque eso es exactamente lo que quiero sentir por él. Nada.
La reunión pasa rápido, a Colin le gusta el nuevo proyecto de Daniel. A
mí también ya que han incluido la cocina.
A mi informe, Colin solo he ha echado un vistazo antes da darle el visto
bueno.
Fijamos la fecha de apertura para dentro de un mes y la reunión se
acaba.
Colin se entretiene con Daniel así que aprovechó y salgo antes.
Me paró un momento al lado del escritorio de la secretaría amable.
—¿Sabes en que planta está el bufete de abogados?
Me sonríe amablemente antes de contestar.
—Depende de qué tipo de abogado necesitas.
—¿Para que necesitas un abogado, Olivia? — escuché a Colin
preguntar. ¡Mierda! Esta justo a mi lado mirándome intensamente.
—Es algo personal —balbuceo.
—Pasa a mi oficina.
¿Qué? ¡Eh…no! Pero él ya está en la puerta de la oficina, esperando.
Escucho la risa baja de la secretaría y le echo una mirada fea antes de ir
hacia Colin.
Su oficina es casi tan grande como mi apartamento. La vida no es para
nada justa. Me siento en una de las sillas que están en frente de su escritorio
mientras él lo hace en la silla de atrás.
Trató de ignorar como de bien se le ve ahí, tan serio, tan guapo en su
traje negro. La intensidad de su mirada no ha cambiado y me hace sentir
incómoda.
—¿Estás bien?
—Si.
—¿Seguro?
—¡Si!
Me mira y no cree una palabra. Pues claro que no estoy bien, pero no se
lo voy a contar. No es asunto suyo.
—Dime para que necesitas un abogado.
Mira, eso sí le puedo contar.
—Mi madre falleció cuando tenía 13 años y la hermana de mi padre se
quedó con mi custodia y todo el dinero que heredé de mi madre.
—¿De cuánto dinero estamos hablando?
—Un poco más de medio millón de dólares.
Colin me mira con las cejas levantadas.
—Legalmente no puede gastar tu herencia, solo podría coger lo
necesario para tu manutención.
—Pues le dio igual lo que es legal y se compró una mansión. Y ahora
quiero que me devuelva el dinero o que pagué por lo que hizo.
—Si es así entonces sería muy fácil de comprobar. Solo necesito el
nombre de tu tía y su dirección. ¿Cuánto tiempo estuviste viviendo con
ella?
—Cinco años. El día que cumplí 18 me fui.
—¿Y le preguntaste sobre el dinero?
—Lo hice cuando tenía 15 años y encontré unos papeles de mi madre.
Pero una paliza y tres semanas encerrada en mi cuarto solo con pan y agua
me quitaron las ganas de preguntar más.
— ¡Joder! ¡Deberías haber pedido ayuda, Olivia!
—¿Tú crees? Los hogares de acogida no son exactamente el mejor de
los sitios.
Colin exhala y me mira preocupado.
—Yo lo arreglaré. No te preocupes.
¡Mierda! Ahora pretende ser el bueno de la película.
—¿Necesitas algo más?
—Por ahora no. Ya te llamaré.
Me levanto murmurando y me dirijo hacia la puerta.
—¿Qué has dicho?
—Nada. Que esperaré sentada.
—¿Y eso que significa, Olivia?
Me doy la vuelta solo para encontrar a Colin justo detrás de mí,
mirándome algo molesto.
—Significa que no me fio de ti cuando dices que vas a llamar.
—Estuve ocupado.
—Ya lo sé. Sonrió triste y me vuelvo otra vez para irme, pero Colin me
agarra de la mano y me atrae a sus brazos.
—Olivia, estuve ocupado.
—¡Que sí! Con la pelirroja.
En cuánto las palabras salen de mi boca la cara de Colin se vuelve dura.
Me mira en silencio unos momentos y luego me lleva de la mano hacia su
escritorio. Se siente en su silla y a mí en su regazo.
—¡Colin! ¿Qué haces?
—¡Cállate un minuto, Olivia!
Aunque no sé qué pretende me quedo callada mientras el busca algo en
su portátil. Y mientras tanto yo aprovecho para grabar en mi memoria este
momento, su cercanía, su toque, su olor.
— ¡Mira!
Colin me enseña una foto en el portal, el bailando con la pelirroja. ¿Qué
demonios?
—Ya te he visto, Colin. No necesito pruebas.
Su brazo alrededor de mi cintura me aprieta más fuerte.
— ¡Mira su cara, Olivia!
Jesús! ¡Vale! La mujer es guapa, sonríe mientras Colin está pegado a su
espalda y mira hacia la cámara sonriendo.
Y es esa sonrisa que no cuadra y miró más atentamente. El mismo
cabello negro, la misma forma de la cara, pero no es Colin.
Miro a Colin y lo encuentro mirándome con las cejas levantadas. Parece
que me equivoque.
—Lo siento. Pensé que eras tú.
—Es mi primo. No es la primera vez que pasa esto.
La esperanza empieza a renacer dentro de mi pensado que a lo mejor sí
que puede haber algo más entre nosotros.
Pero esta vez necesito algo más que un simple ‘Te llamaré’.
—Colin, me gustas. Necesito saber qué es esto, si va a ser un rollo de
una noche, si puede llegar a algo más duradero…
—Hace mucho que no tengo una relación, pero a ti no te puedo sacar de
mi mente. ¿Qué te parece si vamos a un par de citas y veamos cómo va
todo?
—¡Vale!
—¡Vale! Ahora si no quieres que te folle encima del escritorio deja de
moverte.
—¡Oh! Siento mis mejillas ponerse coloradas y Colin empieza a reír.
Pero lo perdono porque baja su cabeza y me besa.
En cuánto posa sus labios sobre míos toda mi cordura vuela por la
ventana y solo puedo poner mis brazos alrededor de su cuello y besarlo.
Algún tiempo después, que podría haber sido minutos o horas, Colin se
apartó y se quedó mirándome. Sonriendo. Entre esa sonrisa, esa mirada tan
intensa y sus dedos acariciando mi cuello estoy perdida. Mi corazón late tan
rápido que pienso que se me va a salir del pecho.
—¿Tienes planes para esta noche?
— No. ¿Qué tienes en mente?
—Solo cena.
Su sonrisa es traviesa cuando responde y me preguntó que estará
pensando.
—Ok. Cena esta noche.
—Paso a recogerte a las siete. ¿Vale?
—Si.
Nos levantamos de su silla y me conduce a la puerta, sosteniendo mi
mano. Ignoró las mariposas que hacen volteretas en mi estómago. Malditas
mariposas. Tanto tiempo esperando estas sensaciones y ahora me siento
rara. Es como qué tengo miedo de que no sea real.
—Prométeme algo, Olivia.
—No antes de saber de qué se trata.
Estamos parados justo en la puerta de su oficina y Colin tiene otra vez
esa expresión seria.
—Prométeme que irás a casa a descansar. Nada de volverte loca por lo
que te vas a poner esta noche. ¿Puedes hacer esto por mí?
—Te prometo.
Capítulo 6

Salgo de la oficina de Colin flotando en las nubes.


Todas las ilusiones de antes han vuelto ahora con más fuerza.
Estaba tan inmersa en mis pensamientos que no he visto la mirada
preocupada de la secretaria de Colin. Como tampoco he visto la mirada
llena de maldad de Iris que estaba en el ascensor junto a mí.
Normalmente soy una persona feliz, sociable. Pero hoy, caminando
hacia mi casa, he cruzado el límite. O al menos eso pensaba la gente a la
que le sonreí por la calle. Hasta le he sonreído al tipo que había robado en la
tienda de la esquina y estaba detenido por dos policías, justo cuando yo
pasaba por ahí. Acabada mi misión de difundir felicidad a mis vecinos,
subo a mi apartamento y me echo en la cama para descansar cinco minutos
antes de preparar algo para comer.
Y me quedo dormida.
Me despierto asustada a las seis menos cinco gracias a una pesadilla. Estaba
intentando recuperarme de la pesadilla, asegurarme de que estaba segura en
mi cama y no en un callejón oscuro a punto de ser violada, cuando he visto
la hora y he recordado la cita con Colin.
Salte de la cama pensando en cómo hacer en una hora todo lo que
normalmente me lleva al menos una hora y media. Maldigo mi cabello
largo cuando estoy en la ducha y prometo ir mañana a la peluquería para
cortarlo. Me ahorraría en secado y planchado al menos veinte minutos.
Maldigo también a mi agresor de anoche, además de por lo obvio, por
no tener que ponerme esta noche. Mi plan era comer, descansar un rato y
luego ir a comprar un vestido que podía esconder la herida de mi cuello.
Pero como me quede dormida tengo que ponerme la única prenda de ropa
que tengo en mi armario. Algo que sea también digno de una primera cita
con el hombre de mis sueños.
Con el maquillaje resuelvo enseguida con solo algo de rímel y
pintalabios. Le sigue la ropa, mis vaqueros favoritos, con favoritos quiero
decir los más caros y los que menos me pongo.
La blusa es otro cuento, fue un regalo de Tina y es muy atrevida, tanto
que es la primera vez que me la voy a poner. Tiene el cuello alto fruncido y
también la cintura, las mangas largas abiertas se cierran con cremallera en
los puños. Ahora los puntos clave de este top son el escote abierto que va
desde el cuello hasta por debajo de mis pechos y la espalda abierta. El lazo
con cual se ata en la espalda en un bonito detalle, pero no hace mucho para
quitarme los nervios de saber que no tengo sujetador. Da igual que tengo los
pechos bonitos y me puedo poner esta blusa tranquila. Estoy nerviosa y no
es una cosa buena.
Estaba abrochando las sandalias cuando escuche el timbre. Siete en
punto. Claro, como odia la impuntualidad. Me levanto para abrir la puerta y
me encuentro a un sonriente Colin.
—¡Hola!
—¡Jesús! —murmura Colin y veo su mirada fijada en mi escote.
Levanta la mirada antes de darme un ramo de flores. Un ramo que no había
notado como estaba pendiente de su reacción a mi blusa.
—¡Gracias! Pasa mientras pongo las flores en agua.
Cierro la puerta detrás de él y camino hacia la cocina en busca de un
florero. Escucho a Colin murmurar algo por lo bajo, pero cuando encuentro
su mirada niega con la cabeza. Extraño.
Después de arreglar las flores me uno a Colin en el salón.
—Ya estoy lista.
—¿No necesitas una chaqueta o algo?
Pues no sería mala idea y como él iba con vaqueros, camiseta y
cazadora de cuero, voy a buscar mi cazadora. Colin me ayuda a poner la
cazadora y después de recoger mi bolso nos vamos.
Abajo nos esperaba el coche de Colin con su chófer, y mientras subo al
coche no puedo evitar sentirme decepcionada. Esperaba estar solos, no
acompañados.
—¿Está todo bien?
—Si.
Puedo ver en su expresión que mi sonrisa no le convence, pero lo deja
pasar. Llegamos al restaurante y Colin me ayuda a bajar. Ni siguiera su
mano en mi espalda desnuda puede quitar esa incomodidad. Hay algo que
no cuadra, no sé si es el restaurante, que es uno de los mejores de la ciudad,
o es el proprio Colin.
Es un total caballero durante la cena, me ayuda sentarme, me aconseja
sobre que plato es mejor. La conversación fluye con total normalidad.
—¿Porque te fuiste a vivir con tu tía, y no con tu padre?
—Porque estaba en la cárcel por haber matado a mi madre. Las palabras
salen antes de tener tiempo de pensar en si realmente quiero que él sepa la
historia de mis padres.
—Lo siento.
La expresión en la cara de Colin es de pena, algo que nunca me ha
gustado. Por eso no habló nunca de esto. Pero hoy sí. Tomo un poco de mi
vaso de vino para conseguir algo de coraje.
—Mi padre era muy celoso, pero su celosía no se limitaba a los
hombres. Todo lo que le quitaba la atención de mi madre era malo. Yo
incluida. Mi madre se encargaba de la casa y cuando yo llegaba del colegio
pasaba unas horas conmigo. Pero cinco minutos antes de las seis tenía que
estar en mi habitación con la puerta cerrada y sin salir de ahí bajo ningún
concepto. Casi siempre tenía un ojo morado o caminaba cómo si tenía
dolor, pero si le preguntaba se ponía triste. Así que deje de preguntar,
porque prefería ver la alegría en sus ojos cada vez que me miraba.
No miré a Colin mientras hablaba, pero lo hice ahora esperando ver la
pena que había antes. Y no está, lo que hay es ira.
—Dime que sigue en la cárcel.
Las lágrimas que luché para que no salieran lo hacen ahora. Las siento
deslizarse por mis mejillas. No tuve a nadie para cuidarme, para sentir rabia
por lo que me había pasado. Tuve a Greta, pero eso fue mucho más tarde,
además nunca quise hablar de mis padres.
Mi tía culpaba a mi madre por lo que había pasado. Nunca he recibido
una muestra de cariño de su parte.
Y ahora Colin está enfadado por algo que me pasó años atrás.
—Le sentenciaron a treinta años.
—¡Bien! Nena, no quería hacerte recordar lo mal que lo has pasado. No
tenía idea.
—Está bien.
—Bien no está, porque estás llorando.
—Ya no. Intento sonreír y no me sale muy bien porque veo la mirada
escéptica de Colin.
Me disculpo y voy a arreglar mi maquillaje. Sólo tarde unos minutos y
cuando vuelvo a nuestra mesa Colin estaba acompañado por su hermana, la
rubia de los escalofríos.
Debería dejar de pensar en ella con este nombre no sea que algún día se
me escape. Cuando me faltan unos pasos para llegar, Iris se despide de
Colin besando su mejilla. A mí solo me echa una mirada llena de odio
cuando pasa por mi lado. No tengo idea de que le pasa a esta mujer, pero
algo definitivamente no está bien.
El resto de la cena discurre sin más dramas, hasta que llegamos al postre
y yo hablo sin pensar.
—Dime Colin, ¿tu hermana odia a todas tus novias o yo soy especial?
—¿Qué has dicho?
Y si su cara no me hubiera puesto los pelos de punta, el tono de su voz
lo hubiera conseguido igual. Colin está muy tenso y me mira con una
intensidad preocupante.
Me muerdo el labio pensando en cómo salir de este lío.
—Es que…me encontré un par de veces a tu hermana y siempre tiene
una actitud…no sé, rara.
—¿Y no has pensado que a lo mejor eres tú la que tiene un problema?
Hmm…. ¿qué? Estaba sin palabras ante su abrupto mientras el me mira
muy tenso. Y lo sigue haciendo mientras espera que le traigan la cuenta.
Firma el recibo y se levanta sin una palabra.
—Mi chófer te llevará a casa. ¡Adiós!
Vale…esto ha ido bien ¿no? ¿Será bipolar? Da igual lo que sea, no vale
la pena. Que si, que el hombre es guapo y rico y listo y todo lo demás. Pero
todo esto de caliente-frio es desconcertante. Y cansado. ¡Y que se joda!
Su chófer me estaba esperando y estuve a punto de decir que no, pero
luego recordé lo que pasó anoche y subí al coche.
Ahora me siento irritada por su actitud. Sólo hice una pregunta, después
de hablar de mis padres, pensé que estaba bien hablar de su familia. Yo le
cuento mi vida y él se vuelve loco por una simple pregunta. Quisiera poder
dejar de pensar en él. No quiero gastar más tiempo pensando en él.
Necesito chocolate y a Greta. Paso por mi piso para quitar esta blusa tan
sexy que pensaba que le iba a volver loco. Espera…que, si lo hizo, aunque
no loco de deseo, loco de necesita ver un psiquiatra. Agarro un jersey y
unos shorts del armario, la caja de bombones de la cocina y subo a ver a
Greta.
— ¡Oh, cariño! ¿Otra mala cita?
Greta está como siempre, en su sofá rodeada de libros y con la
televisión encendida.
—Pues sí.
Me siento en el sillón y después de abrir la caja la dejo elegir un
bombón. Cada una tiene sus favoritos, yo los de caramelo, ella los que
llevan alcohol. Raro, ¿no?
—¿Qué te ha pasado en el cuello? Pregunta Greta mirando fijamente la
gasa que cubre mi herida. Esto me pasa por pensar solo en ese hombre
idiota.
—Antes de que te pongas nerviosa, estoy bien. ¿Vale?
— Déjate de tonterías y cuéntame.
—Alguien me atacó anoche cuando volvía del club, tuve suerte de que
la policía pasaba por ahí y le asustó.
—¿Y por qué no me has llamado? ¿Fuiste al hospital?
—Era tarde, Greta. Además, es una herida superficial. Lo que importa
es que he decidido que es el momento de que mi tía pagué por lo que hizo.
—¡Por fin! Esa arpía no tiene que salir impune por robar lo que te
corresponde.
—Y hay otra cosa…nunca te agradecí lo que has hecho por mi…
—Tonterías, Olivia. Eres casi mi hija. Mi familia.
—Lo sé. Te quiero, Greta.
— ¡Oh, Olivia!
Greta estalla en lágrimas, me acerco para abrazarla y durante minutos
lloramos las dos. De alegría. De tristeza. De todo.
Greta es la primera en apartarse y limpia mis lágrimas con sus dedos. Y
me sonríe, una sonrisa gentil, cálida.
—Hay helado de caramelo salado en la nevera. Ve a por el.
Cinco minutos más tarde estoy de vuelta al sillón comiendo helado.
Mientras yo me limpié la cara con un pañuelo, Greta fue a arreglar su
maquillaje. Aunque no sale de casa ella se arregla, dice que verte bien es
algo que haces para ti y no para los demás.
—Ahora cuéntame que pasó en la cita. ¿Era aburrido o las mariposas no
aparecieron?
Miré a Greta con cara de niña que no consiguió lo que quería.
—Ni una ni la otra. Era perfecto, guapo, interesante y capaz de
despertar a las mariposas con solo una mirada. Lo que podía hacer con una
sonrisa ya ni te cuento.
—¡Vale! ¿Y qué hiciste?
—¿Qué te hace pensar que yo hice algo?
Greta levanta sus cejas y me mira exasperada y lo único que hago yo es
poner los ojos en blanco y darle la razón.
—Hice un comentario sobre su hermana, que tiene toda la pinta de
odiarme. Y Colin tiene las agallas de decir que probablemente es por mi
culpa, cuando ni siquiera cambié dos palabras con ella.
Ella suspira mientras dice no con la cabeza.
—Lección número uno, Olivia nunca hables mal de la familia. Nunca.
Y si hay que hacerlo lo haces después de que te ponga un anillo en el dedo.
—Pero eso no puede ser. Y si… Greta me interrumpe.
—Para la mayoría de los hombres la familia es importante y no
permiten que una mujer que casi no conoce diga algo sobre ellos. Luego
están los a que les da igual como hables de su familia, pero ésos son
hombres que deberías evitar.
—Ya lo sé. Pero es que le hablé de mis padres.
— ¡Oh, Olivia!
—¿Podemos dejarlo? Prefiero olvidar esta noche.
Olvidar esta cita, y la mañana en su casa. Y el beso en su oficina.
Greta asiente y cada una vuelve a su helado. Y al nuevo show al que se
enganchó Greta.
Poco antes de medianoche entré en mi piso y lo primero que vi fue el
ramo de tulipanes. Colin me trajo tulipanes, mis favoritos. Cuando vino a
recogerme ni siquiera me fijé en que flores eran, las puse en agua y nada
más.
Si esto fuera una película, la chica tiraría el ramo a la basura, pero no lo
es. Y a mí me gustan, así que se quedan. Aunque pensaré en Colin cada vez
que las veo.
Lo bueno es que no tenemos ninguna reunión programada y hasta
dentro de un par de semanas no iré a la oficina. Tengo tiempo suficiente
para olvidarme de él.
Estaba apagando las luces cuando escuché el timbre y como una idiota
abrí sin mirar. Como era tan tarde pensé que solo podía ser Greta o algún
vecino. Pero no.
—¡Colin!
El mismísimo Colin. El idiota que me dejó sola en el restaurante. El
idiota que ahora está en mi puerta con la misma expresión sería de siempre.
—¿Podemos hablar? —pregunta.
Debato entre dejarlo pasar o cerrar la puerta en la nariz, pero al final
doy un paso atrás y le dejo pasar.
—¿Y de qué quieres hablar, Colin? ¿Olvidaste algo cuando saliste
corriendo del restaurante?
El respira profundamente y su mirada no deja mis ojos ni un momento.
—Tuve tres relaciones serias y ninguna de mis novias podían aguantar a
mi hermana.
Muerdo mis labios pensando en quien tendría la culpa. Yo apostaría por
la hermana. A una novia puede no gustarle tu hermana. ¿Pero a tres?
—Esto no explica tu actitud, Colin. Yo hice una pregunta simple porque
cada vez que he visto a tu hermana me ha mirado como si fuera una
cucaracha.
—¡Jesús! —murmuró Colin y se da la vuelta pasando las manos por su
cabello.
Se queda mirando por la ventana unos minutos y yo me siento en el sofá
pensando que esto va para largo. Finalmente se gira, camina hacia el sofá y
se sienta en la mesa de café atrapando mis piernas entre las suyas.
Mi mirada pasa una y otra vez de sus ojos a sus manos en mis rodillas.
—Me gustas mucho, Olivia. Hace mucho que no me siento tan atraído
por alguien. Pero ya he pasado por esto y es difícil, la tensión en la familia
es insoportable. En algún momento tendré que elegir entre una u otra.
—Déjame ver si lo he entendido bien…has tenido novias que no han
aguantado a tu hermana y yo tampoco me muero por verla.
—Eso es.
—Colin, ¿cómo te lo digo? Cuatro contra uno. Eso no puede ser
coincidencia, tú no puedes sentirte atraído solo por las mujeres que odian a
tu hermana. Yo no la conozco, solo puedo decir que su actitud hacia mí fue
de desprecio, antipatía y no hice nada para provocar eso.
—Piensas que es culpa de ella.
—Puede ser, no lo sé. ¿Lisa como era con tus novias?
Colin ríe entre dientes antes de contestar.
—Lisa empezaba a preparar la boda en cuanto venían a cenar la primera
vez. ¡Joder! — exclamó Colin, se levanta y empieza a caminar por la
habitación.
Realizar que algo no está bien con tu hermana puede ser desconcertante.
—¡Colin! Se para al escuchar mi voz…. —Me gustaba más donde
estabas hace un minuto y no dando vueltas. Sonríe y vuelve a sentarse.
—¿Mejor?
—Si.
—Voy a hablar con Iris a ver que está pasando.
—Vale. Yo intentaré ignorar sus gélidas miradas.
No intentaba ser graciosa, pero Colin encuentra mi comentario muy
divertido y se ríe. Nos quedamos mirándonos por algún tiempo, Colin
acariciando suavemente mis rodillas y yo disfrutando de sus dedos en mi
piel y de su mirada ardiente.
—Debería irme.
—Deberías quedarte y ver una película.
—¿Romántica?
—Puede ser. Y no podrás decir que no. Será tu castigo por ser un idiota.
—¿Me perdonas?
¿Cómo podría decir que no? Más cuando tiene esa expresión en su cara,
una pizca de vulnerabilidad en sus ojos y una sonrisa deslumbrante. Colin
recibió su respuesta cuando me acerqué y le besé. Lo que pensé que iba a
ser solo un beso corto se convirtió en solo un segundo en un beso largo y
húmedo. Y luego se convirtió en algo más que un beso. Algo que implica
nuestras manos tocando, nuestras lenguas acariciando.
— ¡Mierda! —exclamé cuando la mano de Colin toca mi herida.
—¿Qué pasa? ¿Te hice daño?
—Nada, Colin. Es nada.
—Nada no te hace gritar de dolor. Colin insiste cuando yo solo quiero
ignorar el asunto. Algo me dice que no se tomaría muy bien lo de mi asalto.
—Fue un pequeño accidente debido a mi falta de atención. Eso es
todo.
Y como ya parece una regla, Colin no cree ni mis palabras ni mi
sonrisa.
—Si estás segura de que estás bien vamos a ver esa película.
Capítulo 7

—Olivia! ¡Nena despierta!


Abrí los ojos y encontré a Colin sentado en mi cama.
—¿Qué haces en mi casa?
El ríe y me contesta divertido.
—Nos quedamos dormidos, ¿recuerdas?
Pues sí, ahora que lo menciona lo recuerdo. La habitación está a oscuras
y al mirar la hora veo que ni siquiera son las siete de la mañana. Tiré de la
sabana y me tapé la cabeza murmurando que me dejé dormir.
—Dame un beso y te dejo dormir.
Solo tardo dos segundos en echar a un lado la sabana para recibir mi
beso. Colin se agacha sonriendo y cubre mis labios con los suyos.
—Nos vemos más tarde —me dice Colin después de un beso que fue
dulce pero demasiado corto para mi gusto.
Asiento sonriendo y él se va, pero antes de salir por la puerta de mi
dormitorio se gira y me sonríe. Esa sonrisa que hace temblar mis piernas,
que me hace sentir la mujer más feliz del mundo.
Mi sonrisa no desaparece, se hace más grande pensando en nuestra
noche juntos.
Elegí una película horror porque me encantan, pero me da miedo verlas
sola, así que aproveché que Colin estaba aquí para ver una que tenía
pendiente desde hace meses.
Nos acomodamos en el sofá, Colin con las piernas apoyados en la mesa
y un brazo alrededor de mis hombros. ¿Y yo? Yo encantada de estar pegada
a su lado.
Pero de la película solo recuerdo los primeros cinco minutos porque le
pregunté a Colin que tipo de películas le gusta y empezamos a hablar.
Sé que le gustan las películas de acción, ¿a qué hombre no?
Él sabe que me gustan las románticas y horror.
Sé que su padre lleva el bufete de abogados y Ojos Grises (otra vez
olvidé su nombre) lleva la empresa de arquitectura. Colin supervisa a los
dos. Una combinación pelicular.
Él sabe que quiero poner mi propio negocio.
Sé que el diseño su casa y él sabe que yo pinté mi piso. No hay
comparación entre las dos, pero es lo que hay.
Y así hasta que me desperté cuando Colin me llevaba en brazos hasta el
dormitorio, dónde a mi insistencia se quedó a dormir. Los dos vestidos y
tapados con una manta, y abrazados.
Aunque parezca raro nunca dormí con un hombre, nunca me sentí
bastante segura para hacerlo, pero con Colin no tuve problemas. Fue tan
fácil como sentir sus brazos alrededor, cerrar los ojos y quedarme dormida.
Luego está el asunto de Iris, que me tiene bastante preocupada. Tengo
suficientes amigos para saber que entre hermanos no existe algo así. Que
tampoco entiendo muy bien que es. ¿Celos? El hermano de Tina se casó el
año pasado y ahora los dos pasan más tiempo en casa de los padres más que
en su casa.
¿Miedo? Podría temer que alguna caza fortunas atrape a su hermano.
¿Pero las tres?
Lo que debería hacer es invitar a los dos a comer. Y a Greta también,
ella tiene un don para leer la gente y podría resolver el misterio.
Después de enviar un mensaje a Colin con el plan y con mis ganas de
dormir perdidas me levanté para empezar el día.
Lo bueno de madrugar un sábado es que para cuando la gente empieza a
despertarse tu ya tienes todo listo. Un piso limpio y ordenado, galletas
recién sacadas del horno y una cita para el almuerzo con tu novio y su
hermana para el domingo.
Lo malo de madrugar es que para mediodía ya estoy muerta de sueño y
después de comer con Greta me quedo dormida en su sofá.
Por la tarde llamé a Tina para salir de compras como Colin llamó para
decir que tenía que cancelar nuestros planes para la noche. Necesito un
vestido nuevo y no es que no tengo, es que necesito uno que diga me-
importa-una-mierda-que-no-te-gusto.
Después de mil tiendas y mil vestidos probados finalmente encontramos
uno que nos gusta a las dos. Yo soy más de elegante mientras Tina es mas
de si lo tienes enséñalo.
El vestido ganador es blanco sin mangas, con escote cuadrado y
ajustado. Ahora como siempre hay un pro y un contra, pro es que me veo
genial y contra es que necesito ponerme tacones. Me encantan los tacones,
pero no los aguantó.
Compré el vestido y decidimos volver a mi piso para probar zapatos.
Estábamos debatiendo si coger un taxi o ir en metro cuándo escuchamos la
gente gritando y el ruido de un coche. He visto el miedo en la cara de Tina,
sentí como alguien tiraba de mi brazo y sin pensarlo agarré la mano de
Tina. Las dos caemos al suelo justo en el momento que un coche pasa por el
lugar donde estábamos hace dos segundos y se para en el escaparate de la
tienda.
—¿Estás bien?
—¿Estás bien?
Las dos preguntamos al mismo tiempo y desde de un rápido vistazo
realizamos que salimos ilesas. Menuda racha llevo. Dejamos atrás toda la
conmoción, nos subimos a un taxi y volvemos a mi piso dando gracias a
Dios por no haber pasado algo peor.
Greta baja para dar su opinión o para comer pizza, todavía no estoy
segura de cuál era su plan, porqué hasta ahora sólo se ha comido la mitad de
la pizza y no se ha pronunciado sobre que zapatos debería llevar.
Pero se queda muy pensativa después de escuchar el pequeño episodio
del coche. Tiene esa mirada que no augura nada bueno.
—Hay dos opciones, Olivia. Mal de ojo o alguien intenta matarte.
Me quedo pasmada al oír a Greta y después de unos segundos mientras
mi cerebro intenta procesarlo estallé en risa.
—Son coincidencias. Puede que un poco de mala suerte.
—¿Tres veces? Una o dos puede que sí, pero no tres.
El tres me recuerda a las novias de Colin y no puedo evitar sentir un
escalofrío. ¿Y si Greta tiene razón? El primer incidente pasó después de que
me contrataron en la empresa. La mirada de Iris, llena de odio, me viene en
la mente. Pero no puedo recordar el momento exacto en el que la he visto
por primera vez.
Greta me mira, una sonrisa triste en su cara.
—Tengo razón, ¿no?
—No lo sé, Greta.
—Vamos a pensar en esto durante la noche y mañana decidimos que
hay que hacer. ¿Vale?
Asentí perdida en mis pensamientos y no he visto las miradas
preocupadas de Greta y Tina.

∞∞∞
La mañana llega demasiado pronto, pasé la noche dando vueltas y no he
dormido más de una hora seguida. Cada vez que me dormía tenía la misma
pesadilla, caía por las escaleras directo en los brazos del agresor y esté me
sujetaba en el escaparate de la tienda, donde veía el coche acercándose. Me
despertaba antes del impacto. La primera vez grité. La segunda lloré.
Después de la tercera cogí mi Kindle y leí, demasiado asustada para dormir.
Tres tazas de café, una ducha larga y una hora pasada frente al espejo
fueron necesarias para verme bien. No bien de voy-a-deslumbrar-a-todos,
solo bien de no-soy-un-zombi.
Nos reuniremos con Colin y Iris al restaurante, él se ofreció pasar a
recogernos, pero me negué, así que vamos en taxi. Y llegaremos tarde
porque Greta tarda años en prepararse.
Aunque el resultado es impresionante, Greta a sus sesenta años vestida
con un vestido de color azul y con su larga melena blanca consigue atrapar
bastante miradas. Sigue un misterio para mí porque no tiene novio y pasa
todo su tiempo en su club de lectura o conmigo viendo telenovelas.
Hoy parece que tengo suerte y tres minutos antes de la cita el maître ya
nos conduce a la mesa de Colin.
Oh… ¡joder! Casi tropiezo cuando veo a Colin en la mesa acompañando
de Iris y de sus padres. Supongo que son sus padres por el parecido con el
hombre mayor.
Espera un momento… ¿sus padres? Estoy en un universo paralelo y no
lo sé, ni siquiera me acosté con él. Vale, que no tengo dudas que no habrá
problemas en ese capítulo, pero ¿después de una cita? Alguien está
desesperado.
Colin y su padre se levantan cuando llegamos a la mesa, —¡Hola, nena!
—me saluda Colin besándome suavemente en los labios.
Vale…puedo ignorar el asunto de los padres y solo por la manera en que
Colin me miró al acercarme, con deseo y con esa sonrisa cautivadora.
Las presentaciones tardan un par de minutos, Kyle el padre de Colin es
un hombre guapo, robusto y con una sonrisa pícara. Su esposa, Victoria, es
esa mujer que ves y deseas ser ella de mayor, con arrugas que la hacen más
atractiva, más interesante, una mujer orgullosa de que su cara deja ver que
todo lo que ha vivido. Hay una calidez en su mirada, en su sonrisa que te
atrae desde el primer momento. Greta ha caído desde el primer momento y
si no lo supiera pensaría que se conocen desde hace años.
Iris, ella es otra historia diferente. Hoy ha cambiado la mirada
espeluznante con una de indiferencia, que puedo decir que, aunque es
preocupante me gusta más.
—Olivia, quería disculparme por habernos colado en vuestra cita, pero
no teníamos ganas de comer solos hoy.
—No te preocupes, Victoria. Si lo piensas es preferible así, es mejor
saber desde el principio en que familia podrías entrar.
—¡Greta!
No podía creer lo que escuche decir a Greta que se gira y me pregunta
—¿Qué?
Mientras tanto decido ignorar a Colin que encuentra todo esto muy
gracioso.
—¿Cómo qué? Conozco a Colin desde hace poco. No estamos hablando
de ningún compromiso ni nada.
—Pues no sería mala idea —dice el padre de Colin que ignora mi
mirada pasmada y me pregunta —¿Y cómo os habéis conocido?
—Le tire el café encima.
—¿De verdad? Qué casualidad, así conocí yo a Kyle, solo que fue un
vaso de vino. Todavía guardo esa camisa como recuerdo —añade Victoria
contenta.
—Tranquila —me susurra Colin al oído y al girarme para mirarlo le
encuentro igual de contento y de alegre como sus padres.
Pues no me queda otra que tranquilizarme y dejarlos llevar la
conversación. Y menuda conversación es.
Greta suelta todos mis secretos, excepto la historia de mis padres.
Victoria suelta casi todos los de Colin, excepto lo de las novias. Greta
preguntó y Kyle cambio de tema enseguida.
En el momento en que Greta empezó a contar como pinté mi piso sola
me di cuenta que no parecía mi amiga. Era casi como una madre que alaba
los logros de su retoño. Y decidí dejarla disfrutar de este momento.
Iris solo abrió la boca para pedir la comida y nada más.
Colin en cambio, habló mucho, pidiendo saber más de mí, riendo de las
anécdotas que Greta contaba, sonriéndome, tocándome. Encantador, si
tuviera que describirlo esta sería la mejor palabra para hacerlo.
Aunque hubo algunos momentos en los que pedí que la tierra me
tragara, lo pase bien. Y los demás también, excepto Iris. Lo intenté, de
verdad lo hice.
Le pregunté donde había comprado el collar que llevaba, me dijo que no
me lo podía permitir.
Le pregunté donde trabaja, me contestó que no le hace falta trabajar.
Mis intentos no pasaron desapercibidos para los demás, cada respuesta
suya creando momentos incomodos para todos. Al final Kyle tuvo que
decirle que se portara bien como lo haría con una niña de cinco años. Creo
que le faltó un par de hostias de pequeña. Eso le habría enseñado a tratar a
la gente con respecto.
Al final Iris se excusa diciendo que tiene un compromiso, Victoria
invita a Greta a no sé qué exposición de arte y se van los tres. Lo que nos
deja a Colin y a mí. Solos. Por fin.
—¿No fue tan mal, ¿no? —pregunta Colin girándose para mirarme.
—¿Mal? Podría haber vivido sin que tus padres supieran que casi
envenene a todos mis vecinos la primera vez que intente cocinar. Y de mi
cita con ese dentista ni quiero hablar. Estoy pensando en dejar de ser amiga
de Greta por hablar de eso.
—Nena, no puedes negar que fue divertido.
—Si empiezas a reír me voy. Amenazo en cuanto veo que está a punto
de estallar en risa.
Para mí no fue divertido ni cuando sucedió, ni cuando lo contó Greta.
Que traigan una muñeca hinchable a la cita y que la presente como una
amiga especial es horripilante y repugnante. Divertido de ninguna manera.
—Vale. Me abstendré. ¿Quieres ir a dar un paseo?
—Tengo que pasar por casa y cambiar mis zapatos. Tacones y paseo es
una mala combinación para mí.
—Vamos.
Me ayuda a levantarme y caminamos hacia la salida juntos, la mano de
Colin en mi espalda baja. Su coche nos estaba esperando en la entrada y en
pocos minutos llegamos a mi piso.
Aunque le dice que no hace falta que suba conmigo, Colin insistió.
Miraba hacia el suelo para no tropezar cuando escuche a Colin decir: —
Joder!
Levanté la mirada y enseguida me arrepentí. La puerta de mi piso y las
paredes de al lado estaban llenos de pintura roja, una sola palabra escrita
una y otra vez. Puta.
Colin me abraza y me gira de manera que la puerta está fuera de mi
vista.
—No pasa nada, Olivia. Vámonos de aquí.
—No puedo. Tengo que llamar a la policía.
Colin levanta mi cabeza poniendo su dedo debajo de mi barbilla y me
habla con voz suave.
—Llamaremos desde mi casa. Aquí no hay nada que hacer.
Excepto limpiar. No puedo dejar a Greta ver esto. Pero antes de decir
nada Colin se me adelanta.
—Llamare a mi padre para que entretenga un poco más a Greta y en
cuanto la policía acabe con lo que tiene que hacer alguien vendrá a limpiar.
¿Vale?
Asiento y Colin me lleva abajo, a su coche y luego a su casa. Durante el
trayecto Colin hace algunas llamadas, a la policía y a su padre.
La teoría de Greta era correcta, alguien quiere hacerme daño. No paro
de pensar en quien puede odiarme tanto. Colin coge mi mano y la pone en
su muslo y dice: —Deja de preocuparte.
Fácil de decir, difícil de conseguir.
Colin se acerca, me coge por la barbilla y me besa. Sus labios, su lengua
y su destreza lo consiguen. Dejo de pensar en villanos y agresores y siento.
Siento las caricias de la lengua de Colin, siento su calor debajo de mis
manos.
Capítulo 8

Una hora más tarde estaba en el sofá de Colin, con sus brazos alrededor
mío y bebiendo te.
Él se levanta para abrir la puerta cuando se escucha el timbre dejándome
sola. Desde que llegamos a su casa no se despegó ni un minuto de mí. No
soy una de esas mujeres que se echan a llorar enseguida por cualquier
tontería, pero esto es algo serio.
Colin vuelve acompañado por el detective Daniels.
—Señorita Devlin, nos vemos otra vez.
Le sonrió al detective mientras Colin con las cejas fruncidas pregunta:
—¿Qué quiere decir con otra vez?
—Vamos por partes, ¿ok?
Asiento e invito al detective a sentarse, mientras Colin vuelve a mi lado.
—La pintura en la puerta es un acto de vandalismo que normalmente no
investigamos demasiado. Casi siempre es un ex que al final reconoce los
hechos. Pero en su caso hay algo diferente. El primer incidente, el del
metro, ¿pasó algo fuera de lo normal antes?
—Me despidieron unos días antes. ¿Eso cuenta?
—Si cuenta.
—¿Que incidente, Olivia? Escucho preguntar a Colin y cuando me giré
para mirarlo lo vi muy tenso.
—¿Recuerdas el primer día, en la reunión, cuando llegue tarde? Alguien
me empujó por las escaleras mecánicas.
Suelta mi mano y se levanta para empezar a caminar por el salón.
—Hemos conseguido el video del suceso y tengo una foto del
individuo.
El detective me enseña una foto en su móvil y no puedo evitar sentir un
escalofrío al ver la cara de ese hombre. Tapé mi boca con la mano para
parar el grito de miedo al reconocer el mismo hombre que me agredió en el
callejón.
—¡Olivia! ¿Qué pasa?
El detective viendo que no soy capaz de hablar le pone al día.
—El mismo individuo la atacó unos días más tarde y la apuñaló.
Tenemos razones para pensar que no fue una coincidencia. Por eso
necesitamos saber si la señorita lo conoce.
—No lo he visto antes. Nunca....
—¿Te apuñaló? —pregunta Colin con voz entrecortada.
—Es que solo fue una herida superficial…—intento explicarle al mismo
tiempo que el detective dice — En el cuello.
Colin parece a punto de matar a alguien y no estoy completamente
segura de que no es a mí a quien quiere matar. Respiré aliviada cuando se
volvió hacia el detective.
—Entonces tiene un loco que la quiere matar. ¿Qué estáis haciendo para
encontrarlo?
—Hacemos todo lo posible pero no tenemos tantos recursos. La última
vez que fue visto fue ayer por la tarde cuando empotró un coche en el
escaparate de una tienda.
Llevo otra vez la mano a mi boca para tapar un “Oh Dios” pero es
demasiado tarde, los dos me miran con la misma mirada interrogante.
—¿Un coche verde en la tienda More and More?
El detective asiente.
—Estaba de compras con una amiga y justo antes del impacto alguien
me agarró lejos del coche. Pensé que solo era alguien que había perdido el
control del coche y nos fuimos en cuanto nos recuperamos del susto.
—Señorita Devlin, puede pensar en alguna razón por cual alguien
quería matarte?
—No.
—¿Tu exjefe?
—No tendría por qué.
—¿Exnovio?
—Eh …. dudé antes de hablar porque no quiero que Colin sepa que no
he tenido ni un solo novio, pero como los dos esperan mi respuesta no tengo
escapatoria… — he salido con muchos hombres, pero ni uno ha pasado de
la primera cita. Y dudo mucho que alguno de ellos querrá matarme por no
aceptar una segunda cita.
—¿No hay nadie que te quiere hace daño, por cualquier razón? Insiste el
detective y aunque lo pienso una y otra vez no encuentro a nadie tan
interesado en mi muerte.
—¿Tu tía? —pregunta Colin y después de pensarlo unos segundos
descarto la idea. Mi tía puede ser una mujer cruel que solo piensa en el
dinero, pero de ahí a asesinato hay un largo camino.
—¿Qué pasa con su tía? —pregunta el detective.
—Hemos iniciado los trámites para demandarla por apropiación
indebida de la herencia de Olivia, alrededor de medio millón de dólares.
Daniels mira sorprendido a Colin al escuchar esto.
—Eso es mucho dinero. Investigaremos eso también. Mientras tanto
debería cuidarse más, nada de salir sola o si se puede permitir un
guardaespaldas sería mucho mejor.
El detective se levanta y me entrega una tarjeta de visita.
—Llámame con cualquier cosa que le parece extraña o si recuerde algo,
¿vale?
—Claro. Gracias por venir.
Colin le acompaña a la puerta mientras yo me quedo en el mismo sitio
sintiéndome peor que antes. Lo que está pasando no tiene sentido, nunca
hice daño a nadie. Siempre intento llevarme bien con las personas que
conozco y con las que no también. El otro día en el supermercado una
mujer me golpeo con el carro de la compra y yo fui la que se disculpó.
Después de unos minutos, extrañada que Colin no ha vuelto voy en su
busca y lo encuentro en la cocina sacando una bandeja de la nevera.
—¿Colin?
—Estoy preparando la cena, ¿te gusta el salmón? —pregunta sin
mirarme, muy concentrado en ahogar el pescado en zumo de naranja.
—Si, me gusta, pero ¿no es muy pronto para la cena?
— No, joder, ¡no lo es! —exclama y luego tira el bote de especias que
se rompe al golpear la pared. Sorprendida por su actitud doy unos pasos
atrás hasta que mi espalda queda pegada a la pared. Colin, en cambio,
apoya las manos en la encimera y con la cabeza baja respira profundamente.
Cuando consigue calmarse levanta la cabeza y atrapa mi mirada.
—¡Me mentiste, Olivia!
—¿Yo? No...
—Te pregunté si estabas bien y me miraste a la cara y me respondiste
que si cuando unas horas antes habías tenido un cuchillo en tu cuello.
Ah, eso. Pues tiene razón.
—En ese momento pensaba que habías estado con otra mujer mientras
yo lloraba por ti y no me pareció bien contarte lo que había pasado.
—¿Y más tarde?
—Mas tarde... fuiste un imbécil en la cena.
Sonríe mientras se acerca y cuando está a solo centímetros de mi se
detiene y mira atentamente mi cuello. Si tuviera que adivinar diría que está
buscando la prueba de mi agresión, así que levante los brazos para quitarme
el collar que la tapaba.
El sigue mis movimientos y cuando ya puede ver la herida, levanta la
mano y acaricia suavemente el esparadrapo que tengo que poner durante
siete días.
—Olivia, no me gusta lo que siento. La voz de Colin es suave cuando
habla.
—¿Qué sientes? —le preguntó con el mismo tono de voz.
—Impotencia, rabia, culpa. No puedo dejar de pensar que podría haber
impedido todo lo que te paso.
—Quédate con la rabia e ignora lo demás, la rabia guárdala por si tienes
la oportunidad de darle una paliza a ese por asustarme de muerte.
—¿Asustada de muerte?
—Si. Y muy cabreada por no tener la oportunidad de vivir felices y
comer perdices. Contigo.
La intensidad de la mirada de Colin paso todos los límites y mi corazón
late tan deprisa que temo un ataque de corazón. Se acerca más sin quitar su
mirada de la mía y cuando su cuerpo está pegado al mío me dice:
—Creo que puedo ayudarte con eso.
Antes de que mi cerebro pueda procesar sus palabras su boca atrapa a la
mía en un beso.
El beso es suave y dulce antes de convertirse en uno duro y apasionado.
Las manos de él acarician suavemente mi cuello antes de bajar hacia mis
pechos.
¡Oh, Dios!
Y bajan aún más, pero no para lo que yo pensaba y esperaba. El me
coge en brazos y empieza a caminar, pero no me importa. Mientras me
sigue besando puede llevarme hasta el infierno.
Colin sube las escaleras y parece que el destino es su dormitorio, no el
infierno. Mucho mejor. Me deja al lado de la cama y me mira con
intensidad, esperando. No lo hago esperar más, me giro y recojo mi cabello
para que pueda bajar la cremallera de mi vestido.
Después, cuando ya estoy desnuda en su cama todo pensamiento vuela
de mi cabeza y solo queda él. Cualquier razonamiento sería imposible con
sus manos acariciando cada centímetro de mi piel. Y su boca, volviéndome
loca con besos y caricias de su lengua. No hay nada de mi cuerpo que no ha
recibido una caricia, empezó con mi cuello, bajó por mis pechos, solo para
llegar a mi centro y volverme loca de placer.
Al bajar de esa nube de placer encuentro a Colin encima de mí,
mirándome, sus ojos llenos de pasión. Me sonríe antes de bajar la cabeza y
besarme. Solo tengo un momento para prepararme antes de sentir como me
penetra y luego no hay nada más. Solo Colin, solo sus fuertes embestidas,
sus besos. Y esta vez, cuando el orgasmo me abruma, Colin me acompaña.
—Tengo que recordar esto.
Miro a Colin sorprendida. —¿Qué? ¿Nuestra primera vez?
Estalla en risa y me trae más cerca de su cuerpo. — No, tengo que
recordar que estas muy callada durante el sexo. Si alguna vez necesito que
te calles ya sé que tengo que hacer.
¡Uy, eso no!
—Yo no estaría tan seguro. Puede que solo fue la novedad.
—La novedad dices. Vamos a testar tú teoría.
¡Y maldida sea! Tenía razón. Porque Colin se empeñó en probar varias
veces y de mi boca solo salieron gemidos.

Horas más tarde bajamos a la cocina donde Colin cocina para los dos.
Mi única contribución a la cena fue poner la mesa y hacerle compañía
mientras preparaba el salmón y la ensalada.
—¿Qué pasa? —pregunta Colin cuando nota que lo estoy mirando.
—Nada.
Levanta las cejas e insiste.
—¿Nada?
—Este es mi Colin favorito, cuando estamos solos eres más relajado,
divertido, más abierto.
—A mí también me gustas más cuando estamos solos, y si solo estás
vestida con mi camisa aún más.
Empiezo a reír al mismo tiempo que mi cara se vuelve roja al sentir su
mirada. Y es que los dos tenemos lo mismo en la mente, que debajo de su
camisa estoy desnuda.
—Hiciste lo mismo la primera vez que nos vimos, ¿recuerdas? — dice
Colin pensativo.
—¿Qué?
—Ponerte colorada.
—Ah, eso. Entonces fue por la vergüenza.
—Yo no lo recuerdo así, cuéntame tu versión.
No sé si va en serio o está bromeando, aunque sí que recuerdo la
primera vez que lo he visto.
Era un día normal en la cafetería, había una cola inmensa de gente que
esperaba su café como si su vida dependiera de ello y claro, yo estaba
agobiada. Estaba guardando en la caja el dinero que le había cobrado al
cliente anterior, cuando levanté la cabeza y sonriendo dije lo que mi jefe me
había dicho que era preciso decir a cada cliente.
“¿Con que podemos servirle hoy?”
“Lo de siempre.” Contestó él, pero yo ya estaba perdida en su mirada.
Unos ojos azules que te quitan la respiración, un cabello negro y unos
labios en los que podías leer la promesa de unos besos espectaculares. Al
bajar mi mirada la cosa fue a peor, porqué verás, debajo del traje podías ver
indicios de un cuerpo increíble. Y justo en ese momento mi cerebro gritó
“¡Es él!”
También fue el momento en que mi jefe me sacó de mi embelesamiento
diciendo que café tenía que preparar para él.
Le preparé el café lo más rápido que pude, que no fue rápido en
absoluto, y al entregarle el café nuestros dedos se tocaron. Solo fue un
segundo, pero la sensación, casi como una descarga eléctrica, fue
memorable. Y mientras yo hacía el tonto, el me miraba muy serio, con una
expresión indescifrable.
Cada mañana de lunes a viernes, a las ocho en punto pasaba lo mismo,
con pequeñas diferencias. Yo aprendí como quiere el café y el a esperar
pacientemente por su café. Y así durante casi un año.
—Mi versión —empiezo a decirle ahora a Colin —es que me quede
mirándote como una boba. No recuerdo bien pero casi seguro que tenía la
boca abierta.
—No la tenías.
Colin me mira, una sonrisa traviesa en sus labios.
—¿Y tú versión es?
—Yo recuerdo una mujer hermosa con los más increíbles ojos negros
que se quedó embobada al verme. Fue muy halagador.
—¿En serio? ¿Fue casi amor a primera vista para mí y para ti fue
halagador?
—Fue mucho más Olivia, pero no podía permitirme sentir algo por ti.
Quiero preguntar porque no, pero su expresión seria me dice que no es
algo que estaría dispuesto a contarme. Me conformare con eso, por ahora.
Tomo un segundo vaso de vino mientras Colin recoge la cocina y me
hace gracia verlo. Seguir sus movimientos es fascinante, es casi como tener
un plan establecido para poner cada cosa en su lugar. Y lo más probable es
que lo tiene.
¡Madre mía! Lo tengo mal, pero que muy mal si encuentro su manera de
limpiar fascinante. Aunque ver los músculos de sus brazos tensarse o su
trasero cuando se da la vuelta tiene sus méritos. Además, esa meticulosidad
me recuerda al modo en que me hizo el amor antes. Como sus dedos
acariciaban para que luego recibir las mismas caricias de sus labios. Ni una
parte de mi cuerpo se libró de esas caricias.
— ¡Jesús! — murmura Colin y deja caer los platos en el fregadero y por
el sonido dudo que alguno se ha quedado entero. ¿Y ahora qué demonios le
pasa? En un abrir y cerrar de ojos está a mi lado, coge mis manos para
levantarme de la silla y baja su cabeza para besarme.
¡Oh, Dios!
Si este beso no sería mi primer beso así, podría haber intentado
describirlo con solo una palabra. Pero lo es, nunca antes me besaron con
tanta pasión. Había tanta intensidad que hasta daba miedo, miedo de que
podría derretirme a sus pies.
Rompe el beso para decir — ¡Quédate conmigo esta noche! Si mi
cerebro hubiera podido hilar dos palabras le habría contestado, pero como
no era capaz asentí con la cabeza.
¡Oh, Dios!
Eso fue el último pensamiento coherente antes de que Colin me subiera
encima de la mesa, colocarse entre mis piernas y follarme. Tarde menos de
un par de minutos en llegar al orgasmo y no tuvo nada que ver la manera
dura en que me penetraba, o como tiro de la camisa para poder llegar a mis
pechos. O la mirada en sus ojos. No, nada que ver.
Mi razón volvió cuando sentía los temblores del orgasmo de Colin y
realice que no habíamos usado protección.
— ¡Joder! ¡Aparta, Colin! — Puse mis manos en su pecho y empuje,
pero no conseguí mucho.
—Olivia, tranquila. ¿Qué pasa? Fui demasiado brusco, lo siento...
—No es eso — interrumpí a Colin mientras intentaba taparme con la
camisa, algo difícil de hacer cuando todos los botones estaban esparcidos
por el suelo—. No usamos protección, Colin.
El respira aliviado antes de decir —Estoy limpio.
Pongo los ojos en blanco y quiero golpear a alguien, estoy dudando
entre Colin o a mí misma.
—Eso no lo sabes seguro, Colin.
—Si lo sé. Tuve una revisión hace dos semanas y no hubo nadie más
desde entonces.
¡Mierda! Nos quedamos mirando uno al otro, el muy serio y con algo de
cabreo, y yo con la impresión de que he metido la pata.
—Vale. Entonces una preocupación menos. El otro asunto es que no
estoy tomando la píldora.
— ¡Joder! — murmura Colin—. ¿Y porque no?
—¿Sera porque no me hace falta?
—Explica eso, Olivia.
—Es muy sencillo Colin, la última vez que tuve sexo fue también la
primera vez y sucedió cuando tenía diecisiete años... y borra esa sonrisa o
no responderé por mis actos.
Ignora mi petición, se sienta en la silla y tira de mi mano hasta sentarme
en su regazo.
—Lo siento, pierdo la razón cuando estoy cerca de ti. Nos encargaremos
cuando llegue el momento, ¿vale?
¿Encargarnos de que? Es que soy una irresponsable, sé que nunca sería
capaz de hacer daño a un bebe y eso incluye la píldora del día después y el
aborto. Pero es muy pronto para preocuparme así que esperare y luego
decidiré que hay que hacer.
¡Joder! ¡Mira que soy idiota! Es demasiado rápido, tuvimos una cita y
en menos de dos días conocí a sus padre y posiblemente me quedé
embarazada. ¿Qué sigue? ¿Una boda la semana siguiente?
—Olivia —miro a Colin y la sonrisa se le había borrado y me estaba
mirando preocupado—. No hay razón en preocuparnos antes, ¿vale?
Relájate!
—Lo intentare.
—¿Ahora, quieres meter tu ropa en la lavadora antes de que vayamos a
dormir?
Sonrió como una idiota al realizar que recuerda mi obsesión con la ropa
limpia.
—No, ese vestido solo se puede lavar en seco. Tendrás que prestarme
algo de ropa para mañana.
—Ok, vamos a dormir.
Cogidos de la mano subimos a su dormitorio, pero antes de dormir nos
duchamos. Juntos. Cosa que fue rarísima para mí. Nunca antes estuve
desnuda frente a otra persona y si le añades que la otra persona también esta
desnuda, ya la cosa se complica.
Colin, en cambio estaba muy relajado, nada de nervios, nada de
importarle que estuviera desnudo. Cosa que me hizo preguntar con cuantas
mujeres se ha duchado, cuantas ha traído a su casa. Y por la primera vez en
mi vida siento celos y no es un buen sentimiento. ¿Y si al final soy como mi
padre?
Intento borrar ese pensamiento de mi mente y concentrarme en otra
cosa, por ejemplo, en como Colin pasa sus manos enjabonadas por todo mi
cuerpo.
Me presta otra camiseta y nos vamos a dormir, otra primera vez para mí.
Segunda vez en realidad. Pero esto es mucho más fácil de llevar que la
desnudez, al sentir sus brazos alrededor me da una sensación de seguridad
que hace mucho que no sentía.

Por la mañana Colin me despierta con un beso antes de salir a correr. A


las seis. Correr lo entiendo, a mí también me gusta, pero no de madrugada.
Como ya me había despertado baje a la cocina para preparar el
desayuno que ya tenía listo cuando Colin volvió. Desayunamos y después
de otra ducha Colin me llevo a casa donde he añadido otra camisa de él a
mi colección. Esta vez azul.
—¿Quieres salir a cenar mañana? Esta noche tengo una cena de
negocios —me preguntó Colin mientras su chofer nos llevaba hacia mi
casa.
—Preferiría no salir mientras hay un psicópata suelto por ahí que quiere
matarme.
—Hablando de eso, creo que deberías considerar la idea del
guardaespaldas.
—Lo considerare. —
Algo en mi tono lo hace mirarme escéptico. Tiene razón porque no lo
hare, aunque tengo miedo no veo la necesidad de un guardaespaldas. Y
tampoco me lo puedo permitir. Voy a tener mucho cuidado al salir de casa y
esperar a que la policía lo detenga.
Colin insiste en acompañarme hasta la puerta donde hay una nota
pegada, Greta pidiéndome que suba primero a verla. Subimos hasta el piso
de Greta y Colin me para antes de poder entrar, pega mi espalda a la pared y
me besa. El beso, dulce e intenso, está destinado a durarme hasta mañana.
Un recordatorio de que la atracción entre nosotros es increíble.
—Cuídate, ¿vale?
—Vale — asiento y cuando estoy a punto de entrar en el piso de Greta,
él se va.
Capítulo 9

— ¡Greta! ¿Dónde estás?


Entre en el piso de Greta esperando encontrarla como siempre sentada
en el sofá viendo la tele y en cambio la veo salir del dormitorio vestida para
salir.
—Aquí estoy, Olivia. Muy bonito tu atuendo. ¿Es lo que se lleva ahora?
—Deja en paz mi ropa y dime porque querías verme y donde vas tan
temprano.
Le echa otro vistazo a mi ropa, pone los ojos en blanco y va hacia la
cocina. Que si, sé que me veo rara vestida con una camisa de hombre que
me llega a la mitad del muslo y con tacones, pero no tenía otra opción.
Greta vuelve con un sobre y me lo entrega diciendo
—Estos son tus códigos de la puerta de la entrada y del sistema de
seguridad de tu piso.
Mi mirada oscila entre el sobre y Greta sin entender de qué demonios
habla.
—¿Sistema de seguridad?
—¿Has olvidado que alguien intento matarte? Estaba hablando con
Kyle y me dijo que un amigo suyo tiene una empresa de seguridad y nos
hizo un descuento. Además, la puerta de entrada al edificio también tiene
un sistema de seguridad y creo que dijeron algo de cámaras de grabación.
¡Madre mía! Esto no está pasando. No quiero pensar en la cantidad de
dinero que ha costado todo eso. Aunque Greta tiene dinero no me gusta
cuando gasta algo para mí, da igual que sea para mi seguridad.
—Greta...
—Ni Greta, ni nada. Esto no está abierto para discusión. Ahora se una
niña buena y aprende los códigos que luego tienes que memorizar los míos
también.
—Gracias por cuidarme, Greta.
Se cuando estoy ante una batalla perdida así que lo único que puedo
hacer es abandonar cualquier intento.
—Gracias por dejarme hacerlo —dice Greta —. Ahora me voy antes de
llegar tarde.
—¿Dónde has dicho que te vas?
—A desayunar con Victoria y su equipo.
—¿Equipo?
—Victoria es presidenta de un ONG que ayuda a madres y niños en
riesgo. El otro día me dijo que necesita algo de ayuda así que voy a ver qué
puedo hacer.
ONG. ¿Por qué no me sorprende saber eso de Victoria? Lo que si me
sorprende es como de animada veo a Greta.
—Muy bien, vete antes de que llegues tarde. Su hijo odia la
impuntualidad, a ver si se parece a la madre.
Después de despedirnos voy a mi piso, abro la puerta y enseguida
empieza sonar una alarma. Claro, la alarma. Miré rápido en el sobre,
encontré el código y después de meter los seis números el sonido cesa.
El resto del día lo pasé limpiando, poniendo la lavadora, reorganizando
el armario, leyendo. Ahora estoy esperando que el brownie que tengo en el
horno termine de hornear. Y todavía me quedan algunas horas libres.
Intento no pensar en el asunto de que alguien me quiere matar, aunque
sin éxito. Mis pensamientos vuelven una y otra vez a lo mismo. Iris. Mi
instinto me dice que ella tiene algo que ver con todo, pero ¿cómo puedo
averiguarlo?
Necesito la opinión de alguien que no esté involucrado, Tina.
Media hora después de mi llamada Tina llega con pizza y cerveza.
Dos horas después no queda ni pizza ni cerveza y sigo sin tener idea
sobre cómo averiguar si Iris está involucrada. Pero al menos estuve
entretenida y cuando Tina se va, voy directo a la cama.
Con la ayuda de la cerveza me quedé dormida enseguida, aunque dentro
de dos días lo pagaré con una migraña, la cerveza siempre me da migrañas,
pero parece que soy incapaz de resistir.
Cuatro días más tarde estoy a punto de tirarme por la ventana de
aburrimiento. Mi piso nunca estuvo tan limpio, no hay rastro de polvo en
ningún rincón. Nada.
Lo mismo pasa con mi móvil, no lo de la limpieza si en lo de nada.
Nada, excepto una llamada de Colin para decirme que está muy ocupado. Y
eso fue el martes por la mañana.
Lo echo de menos, quiero verlo, besarlo y pensé que él podría sentir lo
mismo. ¿Sería diferente para los hombres?
Greta, que normalmente sabría la respuesta, se fue de viaje con Victoria.
Algo de recaudación de fondos y hasta la siguiente semana no vuelve.
No estoy acostumbrada a la inactividad así que cuando la secretaría de
Jessica me llamó para ir a la oficina acepté de inmediato.
Eso sí, tomé todas las precauciones que pude. Me puse unos vaqueros,
una camisa y zapatos planos por si necesito correr de ese loco. Harry, el
conserje, tenía un taxi esperando en frente cuando salí y al llegar a la
oficina he corrido los pocos metros hasta la entrada.
La secretaría de Jessica, a la que debería aprenderme el nombre, dijo
que todos están en la azotea. Su sonrisa me puso los pelos en punta, no sé
qué podía encontrar allí, pero algo pasaba y no era nada bueno para mí.
La azotea era una zona en construcción, hombres trabajando a cada
paso, ruido de herramientas… y risas.
Y aunque venía preparada para lo que sea, no esperaba ver a Colin tan
feliz al lado de otra mujer. Una mujer joven, morena y hermosa. Lo peor del
todo es que se ven bien juntos.
Lo sabía. Cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad es que
no lo es. Colin es guapo, rico, y yo soy hija de un asesino.
Daniel, que está junto a ellos, es el primero que se da cuenta de mi
llegada.
—¡Olivia! No sabía que ibas a participar en la reunión.
—Jessica llamo. ¿Qué pasa?
—Señorita Devlin —saluda Colin.
Ahora soy la señorita Devlin. ¡Bueno!
—Olivia, me han hablado mucho de ti —dice la morena sonriendo—.
Yo soy Gayle Potter. Vamos a trabajar juntas.
—Encantada Gayle. ¿En qué, exactamente trabajaremos juntas?
—Mi empresa se encargará de los productos que se venderán en la
cafetería.
La noticia me toma por sorpresa, en la última reunión habíamos
establecido que yo me iba a encargar de eso.
—Si nos disculpan un momento.
Colin me coge del brazo y me lleva lejos de los dos. Me felicito por la
elección de zapatos planos que por la manera de caminar de Colin ahora ya
tendría al menos un esquince. Cuando cree que estamos bastante lejos, se
para y me mira cabreado.
—¿Qué haces aquí, Olivia?
—Ya te lo he dicho, Jessica me llamo. Y me alegro de que lo hizo, así
me puedes explicar que pinta Gayle aquí. ¿No habíamos quedado que yo
me iba a encargar de la producción?
—Ahora no puedo hablar de eso, Olivia. Baja y espérame en mi oficina.
Sin esperar mi respuesta, se da la vuelta y vuelve con Gayle y Daniel.
Estoy tentada de gritarle que se vaya a un sitio en especial, pero en final
pienso que no sería bueno gritarle a mi jefe. Había olvidado que era mi jefe,
en la última semana solo pensé en él cómo mi novio.
Al bajar a la oficina de Colin su secretaria no está, pero la puerta de la
oficina está abierta y decido entrar. Me doy cuenta de que fue una mala idea
cuando me encuentro a Iris ahí.
—Olivia, que sorpresa. Colin no está. Puedes irte.
— ¡Hola, Iris! Ya sé que no está, me dijo que lo esperara aquí.
—Entonces pasa y esperamos juntas, ¿quieres?
Pues mucho no me apetece, pero me muerdo la lengua antes de hablar y
me siento a su lado en el sofá. Y como que mi autoestima no estaba
suficientemente baja, la manera de mirarme de Iris empeora todo. Y tiene
razón, a su lado parezco una mujer que vive en la calle.
¿Qué demonios me pasa hoy? ¿Desde cuándo me importa lo que la
gente ve cuando me mira?
—¿Y cómo te va todo, Olivia?
Vaya... Iris inicio una conversación conmigo. No sé si alegrarme o
asustarme.
—No mucho, excepto que tengo un psicópata que intenta matarme.
¿Tu?
—¿Alguien quiere matarte a ti? —pregunta sorprendida Iris.
—Pues sí, no sabrías nada de eso, ¿no?
—¿Porque piensas que sabría algo?
—¿No sé, será porque me odias? ¿O porque no te ha gustado ni una de
las novias de Colin?
—¿Y piensas que por eso quiero matarte?
—Dímelo tu.
Iris sonríe. Ni rastro de la mirada fría y espeluznante, solo una bonita
sonrisa. Quiero preguntarle qué le parece tan gracioso cuando entra en la
oficina, la secretaria de Colin.
—Olivia, la reunión del señor Lawson se retrasará. Tengo que darte cita
para otro día. ¿El próximo miércoles, a las diez está bien?
Asiento y pude ver la sonrisa desaparecer de la cara de Iris. Me doy
cuenta de que ya no tengo nada que hacer aquí digo —Adiós — y salgo de
la oficina sin mirar atrás.
Hay días que es mejor no levantarse de la cama. Hoy es un ejemplo
perfecto de ese tipo de día.
Tenía planes para la cafetería, hasta había pensado que si todo iba bien
me quedaría aquí en vez de abrir mi proprio negocio. Soñaba con trabajar
cerca de Colin, poder verlo todos los días, en cualquier momento. Yo podría
bajar para llevarle un café, él podría subir para verme.
Aunque no estoy segura ahora de cómo están las cosas, no sé si Colin
sigue siendo mi novio, no sé si todavía tengo el trabajo.
Lo que si se, es que estoy harta. Demasiadas emociones para mí.
Necesito algo de tiempo para aclarar mi cabeza.
Salgo del edificio y camino hasta la esquina para llamar un taxi, una vez
más inmersa en mis pensamientos. Consigo parar un taxi y justo antes de
abrir la puerta alguien me agarra de la cintura.
— ¡Si gritas te mato! ¡Sube al taxi!
Otra vez hice el mismo error, dejé de pensar en mí misma y me
concentré en Colin. Y ahora pagare por ello. Reconozco la voz, dudo que la
podre olvidar alguna vez. Como no hago ni un movimiento empuja algo en
mi espalda y repite — ¡Sube! —
En ese momento decido que si voy a morir prefiero morir ya, porque si
subo a ese taxi será mucho peor.
— ¡Socorro! —grité y enseguida sentí un dolor fuerte en mi espalda.
Escuché gritos, algún forcejeo y lo último que vi antes de caer al suelo
fueron las caras horrorizadas de la gente que estaba en la calle.

∞∞∞
Huele a hospital.
Abro los ojos y sí, estoy en el hospital. ¡Maldita sea! Intento
levantarme, pero un dolor en el abdomen y en la espalda me lo pone difícil.
La puerta de la habitación se abre y entra una doctora.
—Estas despierta por fin! Nos has tendido preocupados por unas horas.
Soy la doctora Taylor, yo te opere.
—¿El psicópata me apuñalo otra vez?
La doctora levanta la mirada de los papeles y me mira extrañada. Tiene
los ojos morados. Creo que nunca he conocido a alguien con los ojos
morados.
—No, te dispararon. ¿Quién es el psicópata?
—No lo sé, uno que quiere matarme.
La doctora acerca una silla a mi cama, se sienta y dice
—Cuéntame.
Algo en su mirada me dice que puedo confiar en ella y le cuento todo.
Colin, su hermana, el agresor, mis sueños de vivir felices para siempre en su
casa.
—La hermana no es, seguro —escucho decir a alguien en la puerta y
cuando miro ahí hay otra mujer joven. Tendría unos veintipocos años,
morena, delgada y con pinta de modelo.
—Ava, ¿y porque no puede ser ella? —pregunta la doctora a la recién
llegada.
—Porque no tendría razones. Su hermano la quiere como ya te ha
demostrado cuando te dejo sola en el restaurante. Y ella también se esfuerzo
al venir a comer con vosotros. Además, he coincidido con Iris y no es su
estilo.
—Y entonces, ¿quién la quiere matar?
—¿Y yo que se?
—¡Pues ve y entérate, Ava!
—Espera un momento que me he perdido —digo y la doctora sonríe
mientras Ava estalla en risa.
—Ella es Ava, se encarga de mi seguridad y ahora esta algo aburrida y
te ayudara a ti. Si quieres, claro.
—No estoy aburrida, eres tú la que no puede evitar meter la nariz en los
asuntos de los demás —dice Ava.
—Vale. Por mí no hay problema, cuanto antes puedo volver a mi vida
mejor.
—Asunto arreglado —dice la doctora—. Ava, tú a lo tuyo y tu Olivia, a
descansar. Mañana pasaré a verte.
¿Qué demonios fue eso? Antes de tener tiempo de procesar lo que paso
mi móvil empieza a vibrar. Al menos asumo que es el mío ya que está en la
mesilla de al lado. Lo cojo y en la pantalla dice Colin.
—Si.
—¿Te has vuelto loca? —grita Colin.
—¿Qué?
—¿Has acusado a mi hermana de querer matarte? ¿Cómo puedes pensar
eso, Olivia?
—Colin...
—¿Sabes qué? No importa.
Y cuelga.
Si antes tenía dudas, ya no las tengo. Estoy segura de que ya no tengo
novio.
Capítulo 10

Hay momentos en la vida en que piensas que las cosas no pueden


empeorar.
Pero lo hacen de tal manera que lo único que quieres es morir.
Mi día empezó con la visita del detective Daniels. Después de escuchar
mi versión de los hechos me informó que el agresor estaba detenido y que
no iba a salir pronto de la cárcel. Habrá un juicio y tenía que testificar, pero
estoy a salvo. Me hubiera gustado saber porque me quería hacer daño, pero
el detective dijo que todavía no tienen toda la información. Y mentía, lo he
visto en cómo evitó mi mirada.
Y esto fue la única buena noticia del día. Llamé a Tina, pero estaba
trabajando y no podía pasar a verme, a Greta no la quería molestar así que
me pasé todo el día sola. A las ocho de la tarde la doctora Taylor paso a
verme.
—¿Cómo estas, Olivia? —pregunta mientras se sienta en la silla.
—Adolorida y aburrida. ¿Cuándo me das el alta?
—Ahora mismo si quieres. Pero con la promesa de que te quedaras en la
cama.
—Vale. ¿Crees que podría encontrar algo de ropa?
—Si. ¿Dime, llamaste a Colin?
Suspiré antes de contestar con voz triste.
—No, se acabó.
— ¡Lo siento, Olivia! Ahora vuelvo.
Isabella, que este es su nombre, se va y vuelve con unos vaqueros y una
camisa de hombre.
—Es lo único que había disponible.
Mientras me pongo la ropa recuerdo las mañanas que pase en casa de
Colin vestida con sus camisas y no hubo manera de parar las lágrimas. Es
mejor así, si estoy tan triste después de unas semanas y un par de citas con
él, no quiero pensar en cómo estaría después de unos meses juntos.
Después de firmar el alta y recibir indicaciones de cómo cuidar la herida
voy a buscar un taxi para llegar a casa. Isabella está fuera, esperando algo o
a alguien.
—Hey… ¿ya te vas? — me pregunta.
—Si, he visto suficiente de este hospital para que me dure una vida.
—A mí me gusta estar en el hospital.
—Y por eso dos días después de la cirugía de tu corazón estabas en
casa, ¿no? —escuchó una voz de hombre preguntar a Isabella.
Me giré para ver a Isabella sonreír a un hombre guapísimo, alto y
moreno. ¡Vaya! Nos gusta el mismo tipo de hombre.
—Eso no cuenta —le contestó Isabella y luego se acercó para besarlo y
yo tuve que apartar la mirada. Ése beso que compartieron era tan dulce,
intenso, tan lleno de amor qué no debería tener testigos.
—Olivia —escuché decir a Isabella —te presento a mí marido, James.
Cariño, ella es Olivia.
—Encantada —balbuceo mientras James me analiza.
—Un placer, Olivia.
—Cariño, vamos a llevar a Olivia a su casa.
—Eh… espera! —digo, pero James me interrumpe.
—Déjate llevar, Olivia. Cuando mi esposa quiere algo, lo consigue.
Subimos al coche, una limusina que estaba a dos pasos de nosotros, y
ellos se sientan juntos mientras yo lo hago en el otro lado.
—¿En qué trabajas, Olivia? —me pregunta James.
—Eh…
—¿No lo sabes? —pregunta divertido e Isabella estalla en risas.
—Soy mánager en una cafetería, pero cómo el dueño es mi ex novio
imagino que estoy sin trabajo. Otra vez.
—Mezclar negocios y placer es una mala idea —añade James.
—No sabía que iba a ser su jefe cuándo se enamoró de él. Además, él es
el hombre de sus sueños. Al final caerá rendido a sus pies, así como caíste
tú a mis pies.
Isabella suena tan convencida que hasta yo creo sus palabras.
Charlamos un poco más y para cuando llegamos a mi casa parece que
somos amigos desde hace años.
James insiste en acompañarme arriba y cuando estamos fuera del
alcance de Isabella me dice —Tengo que advertirte, a mí esposa le gusta
entrometerse y mucho. Tendrá todos tus problemas resueltos en nada de
tiempo.
—Pero, yo no he pedido ayuda. Además, ¿qué puede hacer? ¿Obligar a
Colin amarme? —pregunté mientras el ascensor paraba en mi planta.
—No sé qué planes tiene, pero disfruta ayudar y si a ti no te importa
deberías dejarla hacerlo. Sólo quería que lo supieras. ¿Vale?
Le estaba sonriendo a James mientras caminaba hacia mi piso, pensando
en que pareja más extraña hacen estos dos, cuando veo a James tensarse. Y
dos segundos más tarde, al mirar hacia la puerta de mi piso veo por qué.
Colin estaba ahí, apoyado en la pared con las manos en los bolsillos y
con una mirada que no presagia nada bueno. Veo su mirada bajar hacia mi
camisa y aunque parece a punto de gritar se queda callado.
—Cuídate, Olivia y no dudes en llamar si necesitas algo— dice James y
después de saludar a Colin con la cabeza se va dejándome sola con él.
Siento como el enfado se apodera de mí, una rabia hacia Colin que no
puedo explicar. Abrí la puerta y esperé unos momentos hasta que Colin
decidió entrar. Dejo el bolso en el sofá mientras Colin cierra la puerta.
—¿Quién era ese?
—Un amigo.
—¿Uno que te presta su camisa? —pregunta Colin, su mandíbula tan
apretada que me sorprende que pueda hablar.
—Uno que me ayudo a realizar que quiero en mi vida.
—¿Y qué es lo que quieres?
—Un hombre que me respete, que me cuide. Uno que piense en mi
cuando se despierta por la mañana y me llame para decirme que me echa de
menos.
—¿De qué va esto, Olivia? Si es por lo de Iris...
— ¡No es por Iris, Colin! —grité—. Es por ti, por tu comportamiento,
ahora dices que no puedes dejar de pensar en mí y luego pasan días y no
llamas. Y cuando nos vemos me quitas la oportunidad de demostrar que
puedo hacer un trabajo genial y envías a tu secretaria a echarme de tu
oficina...
—Olivia, no...
—Y yo como una estúpida pienso más en ti que en mí y casi me matan
otra vez. Y no más, Colin. No puedo más.
Ya no puedo detener las lágrimas y empiezo a llorar. Colin se acerca y
me rodea con sus brazos.
—Shh, ya paso. ¡Tranquila!
No quiero y no puedo tranquilizarme. Estuve a punto de morir, una vez
más y ya es suficiente. Tengo que pensar en mí misma y aunque estoy fuera
de peligro no importa. Importa que ayer cuando necesite a Colin no estaba a
mi lado. Importa que tomó la decisión de no contratarme como chef sin
consultarme antes. Importa que en ningún momento fui lo primero en sus
pensamientos.
—¡Vete! —le digo a Colin.
—Deja de llorar y lo hare.
Levante mi cabeza de su pecho, limpie mis mejillas y mire a Colin.
—¡Vete!
Y en lugar de irse me lleva al sofá, me ayuda sentarme y me tapa con mi
manta rosa. Apoyé la cabeza en el sofá y cerré los ojos, no queriendo ver a
Colin salir de mi vida. Las últimas semanas, de verdad pensé que él era mi
hombre perfecto.
Empecé a soñar con ese hombre cuando tenía trece años y fue gracias a
mi madre. Ella tenía dos cosas en su vida que la hacían sonreír, las novelas
románticas y yo. Mi padre le había prohibido leer y por eso todos los días al
volver del colegio entraba en la librería de la esquina y la dueña me
prestaba un libro. La mujer conocía a mi madre y lo que pasaba en nuestra
casa, pero nunca decía nada, me entregaba el libro con una sonrisa triste en
su cara.
Y mientras yo hacía mis deberes mi madre sentada en el sofá, un café en
la mesa que casi siempre olvidaba, leía. Y sonreía, a veces lloraba, pero me
decía que era de felicidad. Yo era feliz sabiendo que hacía algo que le traía
alegría.
El último libro que mi madre leyó no pude devolverlo y se quedó en mi
mochila hasta que un día lo saqué y lo miré. El hombre perfecto. Y empecé
a leer deseando saber qué fue lo último que hizo sonreír a mi madre.
Recuerdo cada palabra de ese libro, el hombre perfecto era alto,
moreno, duro, pero con la mujer amada era cariñoso, divertido. Pero lo más
importante era que quería sacrificar su vida para salvar a su esposa.
Al terminar de leer ese libro decidí que eso era lo que quería, lo que a
mi madre le gustaría para mí y no iba a conformare con menos.
A veces Colin me recuerda a ese hombre, pero hay otros momentos que
no sé quién es.
—¿Estas mejor?
Abro los ojos para ver a Colin sentado en la mesa de café, sosteniendo
una taza de té.
—¿Tú no te ibas?
—¡Mentí! —contesta tranquilo y me da la taza de té.
—¿Porque tú puedes mentir y yo no?
Sonríe travieso antes de contestar.
—Porque yo hice las reglas.
—¿Quieres que te diga que puedes hacer con tus reglas?
—¡Me lo puedo imaginar! —dice riendo.
Tomo un sorbo del té pensando que debería hacer ahora, por alguna
razón Colin no se quiere ir. ¿Tendría que reconsiderar mí decisión? Parece
que no tiene prisa porque se queda tranquilo mirando como bebo el té.
—¿Me puedes contar que ha pasado? ¿Intentaron hacerte daño otra vez?
¿Ves? De esto estoy hablando, no quiero un hombre que me pregunta
que ha pasado, quiero uno que evite que me haga daño. ¿Esto tiene sentido?
—Lo que paso, Colin, es muy sencillo. Cinco días después de pasar la
noche con el hombre que pensé que era mi novio, voy a la oficina donde el
me quita un trabajo que me hacía ilusión y luego envía a su secretaria a
darme una cita para dentro de una semana. Así que me voy debatiendo entre
si él es bipolar o yo estoy loca y ese idiota aprovecha que estoy distraída e
intenta secuestrarme. Como decidí no colaborar me disparo. Fin de la
historia.
—Estas bien, ¿no? ¿Por qué no me llamaste?
—Hmm... porque será? Ahora recuerdo, me llamaste tú para
reclamarme lo de Iris y colgaste antes de tener la oportunidad de decirte que
acaban de sacar una bala de mi abdomen.
Colin, muy serio pasa las manos por su cabello. Se ve frustrado,
enojado.
—Iris paso por algo traumatizante, algo que no puedo contarte porque le
sucedió a ella y no me corresponde hablar de ello. Yo soy el único que lo
sabe y que la ayudo superarlo. Hable con ella y tenías razón, no le gusta las
mujeres que entran en mi vida. Piensa que si estoy con una mujer dejare de
pasar tiempo con ella. Pero no tiene nada que ver con los intentos de
asesinato.
—¡Vale!
Asiento y Colin levanta las cejas sorprendido. La rubia espeluznante no
me gusta, pero es su hermana y si no tiene nada que ver con todo eso, mejor
para nosotros. ¿Nosotros?
—¿Vale?
—Si. ¿Ves que puede lograr la comunicación? Falta aclarar el asunto de
Gayle.
—Gayle —dice Colin mientras se sienta a mi lado en el sofá, pone mis
pies en su regazo y empieza a masajear mis pies—. Mi madre tiene muchas
propiedades, entre ellas un local en la esquina de mi oficina y acaba de
firmar un contrato de alquiler por dos años con Greta. Para poner una
pastelería, contigo. El local estará libre dentro de seis meses y pensé que
necesitarías tiempo para organizarlo todo. Manejar la cafetería sería muy
fácil para ti y tendrías tiempo para poner en marcha tu proyecto.
No se cual me sorprende más, si el alquiler del local o que Colin pensó
en ayudarme.
—No tenía esto planeado cuando acepté tu trabajo.
—Lo sé, a Greta le gusta mucho hablar de ti. Creo que mi madre sabe
hasta que talla de sujetador usas.
—¿Oh, no! —exclamé y Colin empezó a reír. Estire el brazo para
golpearme cuando el movimiento me hizo exclamar de dolor — ¡Mierda!
— ¡Olivia!
—Olvide que estoy herida. Menos mal que se acabó.
Respiro suavemente intentando calmar el dolor, pero no funciona. Hago
una mueca recordando que olvide pasar por la farmacia para recoger las
medicinas.
—¿Qué necesitas? —pregunta Colin preocupado.
Le cuento que olvide las medicinas, busca en mi bolso la receta, deja un
beso suave en mis labios y se va.
Vale, ahora en serio. ¿Cuál de los dos tiene un problema? ¿Colin? ¿Yo?
¿Los dos? ¿Porque lo perdono cada vez? Sera culpa de la fantasía del
hombre de mis sueños?
Colin vuelve en menos de veinte minutos con los medicamentos, con un
ramo de tulipanes y con helado de caramel salado. Verlo ir a la cocina con
el florero donde los primeros tulipanes ya se habían marchito y volver con
las flores frescas me hizo añadir unos puntos más en la lista del hombre
perfecto.
Gano algunos puntos más cuando volvió a mi lado con dos cucharas y el
tarro de helado que compartimos mientras vemos una película.

Por la mañana desperté en mi cama. Sola. Conseguí levantarme de la


cama después de varios intentos, el dolor era intenso. Debería haberme
quedado en el hospital, pero no, yo quería estar en mi casa. Sola. ¡Que
tonta!
Caminaba despacio hacia la cocina cuando se abre la puerta del piso y
entra Colin. Tiene el cabello mojado y se ha cambiado, ayer iba en vaqueros
y camiseta negra, hoy con vaqueros y jersey azul que resalta más sus ojos,
se ve demasiado guapo.
—Buenos días! ¿Has dormido bien? —me pregunta mientras deja una
bolsa en la encimera de la cocina.
—Hola, creo que sí.
—Ven, he traído muffins. ¿Chocolate o frambuesas? —Colin saca de la
bolsa los muffins y los pone en dos platos. Luego saca dos cafés.
—Frambuesa — respondí mientras me sentaba.
Desayunamos en silencio por culpa mía, cada intento de Colin de
entablar conversación recibía una contestación monosilábica. En final
renuncio. Estoy avergonzada por mi pequeño drama de ayer y no sé cómo
mirarlo a la cara.
Tomé algo para el dolor y luego fui a ducharme, sin dirigirle la palabra a
Colin. Casi una hora más tarde puedo darme por satisfecha con lo
conseguido, ducharme y vestirme con unos shorts y una camisa.
La vista de Colin sentado en el sofá viendo la tele me sorprende cuando
vuelvo al salón.
—Pensé que te habías ido.
—No, hay cosas que necesito hablar contigo.
Asentí y me senté en el sofá, pero en el otro rincón, lejos de él, hecho
que lo hizo sonreír.
—¿De qué quieres hablar?
—De tus suposiciones. Pensé que te lo había dejado muy claro, pero
parece que te lo tengo que repetir. Me gustas, Olivia. Pienso en ti todo el
tiempo, aunque lucho conmigo mismo por impedirlo. Por eso no llamé,
pensaba que sin verte podría olvidarte.
—¿Por qué quieres olvidarme? —pregunté sorprendida.
—Me gusta tener el control, pero contigo no es posible. Y necesito el
control, Olivia.
—¿Y ahora tienes todo bajo control?
Ríe tristemente antes de contestar.
—No, pero no puedo olvidarte así que te pido que tengas paciencia
conmigo, Olivia. ¿Puedes hacer eso?
Su mirada tiene a la mía atrapada, su expresión intensa, suplicante.
Pensé en el día que nos conocimos, en la mañana que me preparo el
desayuno, en la noche que pasamos juntos. En todo lo que podría ser.
—Si —digo suavemente.
—¡Ven aquí! —dice Colin sonriendo. Me acerqué y cuando sus brazos
me rodearon enteré mi cabeza en su cuello.
Nunca he sentido nada igual, esa sensación de que estoy a salvo, de que
todo está bien en mi mundo. Algo parecido sentía en brazos de mi madre
cuando era pequeña.
—Ahora vuelvo —le digo y voy a mi dormitorio, busco en la caja que
guardo en el armario. Vuelvo a sus brazos sosteniendo el libro de mi madre.
—¿Quieres leer? No es exactamente mi género —dice Colin mirando a
la portada donde un hombre enseña su pecho desnudo.
—Es el último libro que leyó mi madre y cuando tenía trece años le
prometí que no me conformaría con un hombre que no sea como él de esta
historia.
—Nena, eso es ficción. Es casi imposible encontrar un hombre así.
—Lo sé. ¿Dónde iba a encontrar yo un vikingo?
—Muy gracioso, Olivia.
—Me recuerdas a este hombre, Colin. Creo que mis inseguridades
vienen del hecho que casi no nos conocemos. Mi mente y mi corazón saben
que tú eres el hombre para mí y estoy asustada.
—Olivia... —no sé qué quiere decir, pero se lo impido poniendo mis
dedos sobre su boca.
—Solo quiero que lo sepas, Colin. Para mí esto ya es mucho más.
—Ya lo suponía. ¿Qué te parece si hacemos un trato? Yo prometo
llamar todos los días si tu prometes decirme lo que te molesta en el
momento y no después de un intento de secuestro.
—De acuerdo.
Sonrío mientras veo a Colin bajar la cabeza y besarme. El beso que
empezó suave se volvió fuerte e intenso y Colin me levanto para sentarme
en su regazo. Sus manos acariciaban mi piel por debajo de mi camisa, mis
manos jugaban con su cabello. Las caricias se volvieron más atrevidas, el
beso más fuerte hasta que la mano de Colin tocó mi herida y salté.
— ¡Joder! —exclamó Colin. Me dejo en el sofá, se levantó y saco el
móvil de su bolsillo.
—Colin, ¿qué pasa?
—Un minuto, nena.
Esta caminando por el salón, solo dando un par de pasos antes de volver
a empezar. Mi piso es perfecto para mí, pero para un hombre tan alto como
Colin es pequeño. Después de colgar vuelve a sentarse a mi lado y aunque
escuche algo de su conversación necesito saber más.
—¡Colin! ¿De qué iba eso?
Su mano juega con mi cabello mientras me mira serio, —Nada, nena.
Solo me asegure de que ese hombre pague por hacerte daño.
—La policía se encargará de eso. No tienes que hacer nada.
—Si, tengo. Pero ya es suficiente del tema. ¿Te gustaría salir de la
ciudad por un par de días?
La expresión seria no ha desaparecido de su cara y decidí dejarlo pasar,
además tiene razón. Ya paso, no hay más de que hablar. Aunque todavía
tengo miedo y las pesadillas vuelven cada noche estoy a salvo ahora.
—Me encantaría, pero mañana es lunes. ¿No tienes que trabajar?
—Soy el jefe — responde con una sonrisa traviesa —. Además mi padre
puede encargarse de todo y Liam ya volvió de su luna de miel. Entre los dos
pueden atender cualquier asunto.
—¿Quién es Liam?
—Tu jefe —contesta riendo y yo no encuentro nada divertido. No tengo
idea quien demonios es Liam.
—Jessica es mi jefa y el jefe de ella eres tú, ¿no?
—Liam, el marido de mi hermana Lisa, es el jefe de Jessica y el tuyo —
me explica Colin con paciencia.
Ahora sí que recuerdo, lo conocí en la primera reunión y luego cuando
me encargué de la tarta de su boda.
—Yo lo llamo Ojos Grises, me cuesta recordar los nombres.
—¿Sí? ¿Cómo me llamabas a mí?
¡Oh, Dios! Esto es tan embarazoso. No puedo decirle que le llamaba ‘El
tío de las mariposas’. Así que intento cambiar de tema. Lógico, ¿no?
—¿Dónde vamos? Necesito saber que ropa empacar.
Pregunté muy tranquila y mirándole con una cara de inocencia que él no
creyó ni un momento. ¡Joder! ¡Como me gusta esa sonrisa traviesa!
—Vamos a la montaña.
Debió de ver la sorpresa en mi cara porque empezó a reír.
—Te gustara, te lo prometo. ¿Necesitas ayuda para empacar?
—No, no tardo nada.
Y cuando llegue a la puerta de mi dormitorio, Colin me llamo.
—Te has librado, Olivia. Por ahora.
Ignoré sus palabras y fui a hacer la maleta. Encontraré la manera de
hacerle olvidar el maldito apodo.
Capítulo 11

Al salir del edificio Colin me lleva hacia un todoterreno negro y me ayuda


subir después de guardar la maleta.
Saber que pasaremos los siguientes días solos me hace feliz, tan feliz que
no puedo dejar de sonreír. Colin sube al asiento del conductor y se queda
mirándome sorprendido.
—¿Qué? —le pregunté pasando mi mano por mi cabello, pensando que
algo estaría mal con mi apariencia.
—Me gusta la mirada en tus ojos. Y tú sonrisa.
—Oh... eso. —digo sintiendo mis mejillas ponerse rojas. Colin agacha
la cabeza para besarme y me hace olvidar las tonterías que pasan por mi
cabeza.
—Ponte el cinturón.
Lo hice y luego pasé al menos media hora mirando a Colin conducir.
Algo no está bien conmigo si verlo conducir me hace sentir así. ¿Desde
cuándo conducir es sexy? He perdido la cabeza, totalmente. Me muevo
incomoda en mi asiento en un intento de encontrar algo que quite esos
pensamientos de mi cabeza.
—¿Qué pasa? ¿Te duele la herida, quieres parar? —pregunta Colin al
notar mis movimientos.
—No, estoy bien.
— ¡Olivia!
—De verdad Colin, no me duele nada.
¿O sí?
—Habíamos establecido que nada de mentiras, ¿recuerdas?
—No estoy mintiendo.
—Algo te pasa, así que suéltalo ya —dice Colin irritado.
¡Oh, por Dios! ¿Quiere saberlo? ¡Pues se lo diré!
—Me excita verte conducir. ¿Contento?
Me mira sorprendido antes de que una sonrisa engreída aparecería en
su cara.
—Muy contento.
— ¡Borra esa sonrisa Colin, o te hare daño!
—Vale — dice sin sonreír, pero la diversión notándose en su voz.
Vuelvo la mirada hacia la ventana, intentando quitar la sensación de
vergüenza que me había invadido.
—¡Olivia, mírame!
Giré la cabeza y encontré la mirada cálida de Colin. Toda la vergüenza
que sentía voló por la ventana.
—No tienes por qué sentirte avergonzada y menos cuando es algo
bueno para nosotros.
—Si tú lo dices —le contesto en voz baja.
Escuché su risa y volví mi mirada otra vez hacia la ventana, hecho de
cual me arrepentí cuando Colin tomo mi mano de mi regazo, y besa mis
nudillos antes de poner mi mano en su muslo.
El silencio reina dentro del coche hasta que Colin me dice que tiene
noticias sobre mi tía.
—¿Buenas o malas? —pregunté .
—Para ti buenas, para ella no tanto. El detective encontró pruebas de
todo lo que hizo, la venta de la casa, que pertenecía a tu madre. El seguro de
vida y luego está la herencia de tu abuela.
Miré sorprendida a Colin cuando menciona lo de abuela.
—¿Qué abuela?
Colin levanta las cejas y dice —La madre de tu madre, en su testamento
te dejó todo a ti. Una casa en los Hampton, algunas acciones y unos
doscientos mil dólares.
—Mi madre nunca mencionó a mi abuela.
Ella no mencionó a nadie. Recuerdo que un día pregunté porque
necesitaba la información para un proyecto en el colegio y mi madre
empezó a llorar. Siempre lloraba si le mencionaba algo fuera de lo normal.
Nuestras conversaciones eran sobre lo que hacía en el colegio o sobre las
recetas que ella quería probar.
— ¡Oh, Dios!
—¿Qué pasa, Olivia?
—No la conozco, no sé nada sobre mi madre. Se que le gustaba leer,
jugar conmigo y enseñarme como hacer el postre perfecto. Pero nada más.
Colin suspira y cuando lo mire su expresión era muy seria.
—Cuéntame — le pedí.
—¿No prefieres esperar hasta llegar a la cabaña?
—No. Dímelo ahora.
—Tu padre trabajaba para tu abuelo en su finca y cuando lo despidieron
juró venganza. Tu madre tenía diecisiete años y fue muy fácil enamorarla.
Volvieron unos meses más tarde casados y tu madre embarazada. Tus
abuelos rechazaron cualquier contacto con ellos y tus padres se fueron a
vivir en la ciudad natal de tu padre. Ahí él consiguió trabajo como contable
y empezó el maltrato a tu madre. Tu abuelo falleció dos años más tarde y no
le dejó nada a tu madre. Y cuando tenías siete años tu abuela también
falleció y tú eras su única heredera. Había una cláusula que impedía a tus
padres tocar la herencia, pero no había una sobre un tutor legal. Tu tía no
pudo tocar las acciones o la casa, pero si el dinero. Lo transfirió todo a su
cuenta y juntando todo, se apropió de más de un millón de dólares. El juez
le ha embargado las cuentas y tiene treinta días para devolverte el dinero.
—¡Ok!
Fue lo único que pude decir, es demasiado para mí. Pensé que mis
abuelos estaban muertos, pero no. Podrían haber salvado a mi madre y no lo
hicieron. ¡Y mi padre! Si no estaría pudriéndose en la cárcel lo mataría yo
misma. Con los años llegue a entender los celos, aunque eso no justifica lo
que le hacía a mi madre, ¿pero todo eso por venganza? ¿Como de retorcido
puede ser?
—Olivia, ¿estás bien?
—No lo sé.
—Hay algo más.
Miré por la ventana, viendo el bosque que nos rodeaba, los árboles altos
y preguntándome si puedo con algo más.
—¿Es malo?
—No, nena. Tu madre tenía una hermana, ella vive en New York.
—Tengo una tía. ¡Vale! ¿Podemos parar a comer?
Aguante la mirada de Colin hasta que el dejo de mirarme como si fuera
un extraterrestre.
—Enseguida llegamos y podemos comer. Olivia, ¿estás bien con todo
esto?
Rei tristemente antes de contestar.
—Las cosas que me molestan, que me hacen daño, las guardo en un
rincón. Se que existen, sé que si quiero ser feliz no debería pensar en ellas.
Y no lo hago. Vivo en mi mundo donde no hay cosas que me pueden herir.
—No sé si eso es bueno o malo — dice Colin con el ceño fruncido.
—La terapeuta que me vio después de lo que paso con mis padres dijo
que no, pero como ella no tenía que vivir en una casa donde todos la
odiaban no le hice caso.
Por la mandíbula apretada de Colin me doy cuenta que hable
demasiado. Mi vida con mis padres fue traumática, los siguientes años
fueron mucho más. Pero todo está encerrado en ese rinconcito, no me puede
hacer daño. La duda que tengo ahora es si Colin todavía quiere algo
conmigo. Tener una novia con tantos líos no puede ser muy atractivo.
Colin toca unos botones y segundos después la voz de Kyle llena el
coche.
—Colin, ¿vienes a comer?
—No, estaré fuera unos días. ¿Puedes encargarte tú del caso de Olivia?
—Era malversación, ¿no?
—Añade maltrato físico y mental.
— ¡Joder! Yo me encargo, hijo. Tu cuida a la chica.
Ahí está mi respuesta. En la conversación con su padre, en la manera en
que sus manos aprietan el volante. Una sensación de calidez me envuelve y
es lo mejor que he sentido en mucho tiempo.
—Colin —espere hasta que sus ojos encontraron a los míos—. Estoy
bien, con algún trauma que podría traerme problemas, pero no es grave.
—Lo sé, nena. Pero eso no significa que esa mujer no tiene que pagar. Y
lo pagara, te lo prometo.
La determinación en su voz asusta un poco y al mismo tiempo me
encanta. Ya sé que todas las mujeres quieres ser independientes y no
necesitan, y tampoco quieren que un hombre venga a rescatarlas del dragón,
pero yo sí. Yo quiero un héroe.
—Vale. ¿Ya llegamos?
—No. ¿Tienes hambre?
—Tengo curiosidad.
—¿Crees que podrás aguantar cinco minutos más? —pregunta
divertido.
—Lo intentare.
Un par de minutos más tarde dejamos atrás la carretera y entramos a un
camino sin pavimentar. Aquí el bosque es más denso, los árboles parecen a
punto de tragarse el camino. Bonito, pero un poco siniestro. Imágenes de
hombres con hachas persiguiendo a chicas inocentes llenan mi cabeza.
—Tengo que dejar de ver Mentes Criminales —murmure.
—¿Qué, nena?
—Nada. Mi imaginación se ha vuelto loca.
Nada más decir loca el bosque se abre y deja paso a el más increíble
claro. Sereno. Tranquilo. Arboles altos y frondosos rodean una cabaña de
madera. Bajé del coche hipnotizada por la vista, todo ese verde, todo ese
aire fresco tirando de mí, envolviéndome.
Giré despacio, la hierba debajo de mis pies silenciando cualquier
sonido, sin saber dónde ir primero, hacia los árboles, hacia las flores
amarillas que se vislumbraban a la base de los árboles o hacia la cabaña.
Estaba tan inmersa en mi contemplación que di un resalto cuando Colin se
acercó y cogió mi mano.
—Ven a ver la cabaña y luego iremos a explorar.
Eso es una buena idea. Cogidos de la mano subimos los dos peldaños
del porche y Colin abre la puerta. Entré primera en la cabaña y me quede
parada después de unos pasos. Esperaba una cabaña normal, con chimenea
un sofá y una mesa. Pero no, esto era otra cosa.
En la izquierda una cocina con armarios modernos, encimera de mármol
e isla en medio. El mismo rincón de desayuno que Colin tiene en su casa
estaba aquí también, algo más pequeño. El medio de la cabaña estaba
ocupado por una escalera que subía al ático. Y lo mejor del todo era el
salón. Una chimenea ocupaba casi la pared entera, solo había un pequeño
espacio que contenía una estantería llena de libros. Dos sillones formaban el
lugar perfecto para leer frente a la chimenea. Dos ventanas inmensas habían
reemplazado las paredes, dejando lugar a unas vistas impresionantes del
bosque y de la montaña.
Colin me lleva de la mano arriba donde encuentro más. Más vistas, pero
estas puedes ver desde la cama situada frente a un gran ventanal.
—¿Te gusta? —preguntó Colin.
—¿Si me gusta? Vas a tenerlo muy difícil en llevarme de vuelta a la
ciudad.
—Quedarnos aquí para siempre no es mala idea —dijo Colin y me
atrajo a sus brazos.
—Es una idea genial —respondí apoyando mis manos en sus hombros.
Cualquier pensamiento sobre cabañas y vistas desapareció de mi mente al
ver como el miraba mis labios. Y cuando me besó no pude pensar en nada
más. La intensidad del beso subió, las manos de Colin acariciaban mi piel
por debajo de mi camisa y mis dedos levantaban su camiseta.
—No podemos — dijo Colin agarrando mis manos.
—¿Cómo qué no? —pregunté con voz entrecortada.
—La herida, ¿recuerdas?
—Estoy bien, pero si insistes puedes hacer tu todo el trabajo.
—¡Olivia!
—¡Colin!
Nos miramos, yo sonriendo y él muy serio. Gane cuando Colin tomo mi
boca en un beso duro. Siguió besándome mientras quitaba mi camisa,
mientras una mano desabrochaba mis shorts y la otra acariciaba la piel que
descubría. Tire las bailarinas de mis pies cuando bajo mis shorts, suspire
cuando me cogió en brazos y me llevo a la cama.
Ahí me hizo el amor, con sus labios, con sus dedos, con su cuerpo. Y yo
lo dejé amarme, aunque no tuve otra opción viendo que subió mis brazos
por encima de mi cabeza y me dijo ¡Si mueves las manos, paramos!
Obedecí y mi recompensa no se dejó esperar. Ni la de él.
Mi estomago se hizo escuchar mientras estábamos acurrucados en la
cama y después de reír un buen rato, Colin bajo para traer las maletas y
preparar algo de comer. Y ahí, sola en su cama me sentí feliz. Abajo había
un hombre que iba a cocinar para mí y aunque no era la primera vez, me
hacía sentir apreciada.
Me puse mis shorts y la camiseta de Colin y bajé, él ya estaba en la
cocina preparando la comida.
—¿Qué puedo hacer para ayudar? —pregunté .
—Puedes poner la mesa.
Pues sí, algo fácil.
—¿Puedes enseñarme a cocinar? —pregunté mientras abría armarios en
busca de platos y vasos.
Colin me mira con las cejas levantadas.
—Si puedo. La pregunta es, ¿por qué?
—No sé. Me gusta cuando cocinas para mí y me gustaría hacerlo yo
también.
—Por mí no tienes que hacerlo. Si quieres aprender por ti estaría
encantado de enseñarte, Olivia.
Terminé de poner la mesa y me senté en uno de los taburetes de la isla
viendo a Colin echar la pasta en la cazuela con agua hirviendo. Me mira
pensativo al entregarme un vaso de vino.
—¿La repostería y la cocina no es lo mismo?
Me eché a reír cuando lo escuché.
—No tiene nada que ver una con la otra. La mayoría de los grandes
cocineros no se meten con la repostería. Y viceversa. Aunque los puedes
hacer los dos, es bastante raro encontrar a un cocinero que haga bien los
dos.
—Ok. Entonces cuéntame porque no aprendiste hasta ahora.
¡Mierda! No quiero hacerlo. Es doloroso para mí y también me da
vergüenza contarle más cosas malas de mi familia. Aunque creo que ya
sabe lo más importante. Apoyado en la encimera, Colin bebe de su vaso de
vino y espera tranquilo que hable.
—A mi padre lo veía solo los domingos a la hora de la comida. Había
reglas que nunca debía romper, no hablar si no era preguntada, no hacer
sonidos mientras comía, la espalda recta en todo momento. No equivocarme
de cubierto, no verter el vaso de agua. Y lo más importante, no vomitar.
—Tu padre era muy estricto contigo.
—Si, lo era. Mi primer recuerdo es de una de esas comidas, tendría unos
cuatro años y había cordero para comer. Yo odiaba el cordero y aunque mi
madre lo sabía no podía hacer nada, era el plato favorito de él. Tuve que
comer, pero al final no pude con el sabor y el olor y acabe vomitando
encima de la mesa. El siguiente día mi madre tenía la mitad de la cara
amoratada. Y cada domingo teníamos cordero y tenía que aguantar mis
arcadas sino mi madre recibiría una paliza. No sé qué tipo de conexiones
hizo mi cerebro, pero cada vez que quise aprender a cocinar recordaba esos
momentos y no podía hacerlo.
Colin relleno mi vaso de vino que entre una y otra había acabado.
—Tu padre era un cabrón de mierda. Ven aquí y te enseño como hacer
la mejor salsa de tomate para espaguetis.
Me acerqué y Colin me cogió en brazos para subirme en la encimera,
cerca de la vitrocerámica. Dejó un beso suave en mis labios antes de
agacharse y coger una cazuela pequeña y ponerla al fuego. Me guiñó un ojo
antes de abrir un tarro de salsa de tomate y echarlo en la cazuela. Luego
siguieron unos cinco tipos de condimentos.
—¿Qué te parece? Fácil, ¿no? —pregunta Colin, diversión brillando en
sus ojos.
—Me parece que haces trampa.
—Espera a probarlo y luego me dices si piensas lo mismo.
Veinte minutos más tarde tuve que aceptar que tenía razón, era la mejor
salsa de tomate que había probado. Después de recoger la cocina salimos a
dar un paseo por el bosque. Un paseo que después de muy pocos minutos se
transformó en una siesta cuando nos tumbamos en la hierba para mirar las
copas de los árboles.
Volvimos a la cabaña cuando se ponía el sol, Colin encendió la
chimenea y vimos una película. Todo muy tranquilo, muy hogareño, muy a
mi gusto.
Para la cena preparamos juntos unos sándwiches, nos duchamos juntos
y nos fuimos a dormir. Y no se si fue el aire fresco, si fue dormir en brazos
de Colin, pero cerré los ojos en cuanto el me dio un beso de buenas noches
y desperté a las diez de la mañana. Colin no estaba en la cama conmigo,
pero podía escucharlo hablando por teléfono.
Pase por el baño antes de ponerme una camisa de Colin por encima de
mi camisón. Anoche no preste mucha atención a lo que me ponía y este
camisón no dejaba nada a la imaginación. Fue un regalo de Greta y a
primera vista no parece fuera de común, pero en cuanto te lo pones es otro
asunto.
Al bajar encontré a Colin sentado en el sofá, su portátil encima de la
mesa de café, trabajando. Me vio y enseguida sonrió y sus ojos se llenaron
de calidez y algo más que no pude reconocer.
—Buenos días —murmuré al sentarme a su lado.
—Buenos días, dormilona —dijo Colin y me dio un beso. —Tu móvil
no ha dejado de sonar, deberías ver si es algo importante.
Me asusté pensando en Greta, es la única persona en este mundo que me
importa. Al cogerlo desde mi bolso vi que tenía una llamada perdida de
Greta y tres más de un número que no conocía. Llame a Greta que no tenía
nada que contarme, nada malo. Solo quería avisarme que volvería mañana.
Colgué y pensaba si debería llamar al otro número cuando el móvil empezó
a sonar.
Isabella. Para echarme la bronca por no acudir a la cita que teníamos
esta mañana. Olvide completamente que tenía la cita.
Ava. Para informarme de las novedades sobre mi caso.
Capítulo 12

La vista de la montaña transmitía tranquilidad, paz.


Yo no sentía esa tranquilidad como tampoco sentía el frio en mis piernas
desnudas. Mil pensamientos daban vueltas en mi cabeza, nada tenía sentido.
Una persona a que odio con toda mi alma mató a la persona que me hizo
daño. ¿Por qué? ¿Acaso le importa lo que me pasa? Nunca lo hizo. ¿Por qué
ahora sí? Demasiadas preguntas y ni una respuesta.
Escuché abrirse la puerta de la terraza y Colin se acercó para rodearme
con sus brazos. Al sentir su beso en mi cuello cerré los ojos intentando
quitar esos pensamientos de mi cabeza. Intenté en vano, al abrirlos seguían
ahí.
—¿Malas noticias?
—No lo sé —susurré.
Nos quedamos en silencio mirando el paisaje, Colin abrazándome
fuerte, sintiendo que necesito su apoyo, su fortaleza. En un final lo
conseguí, hacer que las palabras pasen del nudo de mi garganta.
—Habían transferido a mi agresor a la cárcel en espera del juicio. En la
misma cárcel donde está mi padre. Esta muerto.
—¿Tu padre? —pregunta Colin y me da la vuelta en sus brazos para
mirarme.
—No. Mi padre apuñalo al agresor.
— ¡Joder! ¿Cómo diablos ocurrió eso?
—No lo sé y no quiero saberlo. O sí —murmuré.
—Te está protegiendo —dijo Colin bajito.
—Demasiado tarde —suspiré.
El ahuecó mi cara con sus manos e inclinó mi cabeza para mirarme a los
ojos.
—Al menos sabes que nunca más te podrá hacer daño. Vamos a
olvidarnos del asunto, ¿vale?
—Vale.
—Ahora tengo que hacerte una pregunta muy importante. ¿Cuánto
tardas en preparar un bizcocho de manzana?
Estallé en risa porque su cara tan seria no pegaba nada con la pregunta.
—Una hora.
—Yo preparo el café mientras tú te encargas del bizcocho y en una hora
desayunamos. ¿Ok?
No sé qué le ha dado con el bizcocho y no me importa. Importa que
puedo hacer algo por él, algo que él me ha pedido y que ha conseguido que
olvide por unos momentos el drama de mi vida.
Pero mientras pelaba manzanas no podía dejar de pensar en ello. Que el
agresor estaba muerto me daba igual, aunque suena mal no me importa. Era
una mala persona. Lo que sentía en el fondo me preocupaba... algo parecido
a gratitud, a esperanza. ¿Pero cómo? Había matado a mi madre, me había
maltratado. La culpabilidad también estaba presente, de alguna manera
sentía que estaba traicionando la memoria de mi madre.
Sumida en la preparación del bizcocho y en mis pensamientos no me di
cuenta que Colin salió a la terraza y habló por teléfono. Había metido el
molde en el horno y estaba tomando el primer sorbo de café cuando Colin
entro en la casa.
—¿Estas mejor? — preguntó besando la comisura de mi boca.
—Podría decir que sí.
—Eso es bueno. Se que estos días deberían ser solo para nosotros, pero
hay unos documentos que necesito firmar. ¿Te importa si pasa mi primo por
aquí?
—Claro que no. ¿El primo que se parece a ti?
—Ese mismo —dijo Colin.
No sabía que era posible odiar a una persona sin conocerla, pero a ese
primo sí que lo odiaba. Y no tenía una razón, solo un mal presentimiento.
Que también podría ser por lo que me paso la noche que confundí a Colin
con su primo. La conclusión es que no me gusta y tengo que encontrar la
manera de disimular, aunque hasta ahora no ha sido posible mentir a Colin.
Después de ducharme, una ducha que debía relajarme y al contrario me
alteré más, me puse un vestido largo, bailarinas y con el pelo húmedo bajé a
desayunar. A Colin le encantó el bizcocho, a mí me encantó su apreciación,
su alegría. Y por fin conseguí meter el drama en el rincón de no-debes-
pensar-en-eso, aunque mi felicidad se veía ensombrecida de vez en cuando
del recuerdo que había algo que no estaba tan rosa en mi vida.
Su primo llegó cuando habíamos salido a tomar el sol, los dos abrazados
en la misma tumbona. Habíamos empezado cada uno en la suya, pero
parecía que Colin no podía quitarme las manos de encima, así que para el
placer de los dos me tumbé a su lado. Aunque fue más encima que a su
lado, ¿pero a quien le importa?
Colin se levantó dejándome en la tumbona en cuando oímos el coche
acercarse.
—Ahora vuelvo —dijo y se dirigió al frente de la cabaña.
Conté hasta diez, respiré, exhalé. Pero no conseguí relajarme. Y si
piensas que hace unas semanas mi vida era aburrida, normal pero aburrida.
Sonará raro, pero a mí me gusta lo aburrido. Pero no cuando se trata de
hombres, ahí aburrido está mal.
Escuché voces y me levanté de la tumbona, justo a tiempo para ver a los
dos hombres acercarse. Los dos morenos, altos, fuertes. La manera de
caminar de Colin era más relajada mientras su primo parecía que iba a la
caza. Y con cada paso que daban más obvias se hacían las diferencias. La
expresión de la cara, la manera de mover los brazos y hasta la sonrisa, todo
era diferente. Uno bueno y otro malo. O yo me estoy volviendo loca.
Eso es, con todo sucedido las últimas semanas mi cerebro ya no sabe
distinguir entre que es bueno y que no.
Colin llega a mi lado, rodea mi cintura con su brazo y sonriendo dice...
—Olivia te presento a mi primo, Ryan.
—¡Encantada Ryan!
—El placer es todo mío, Olivia. Me hablaron mucho de ti.
— Ah, ¿sí? ¿Y qué te contaron?
—¡De eso nada! —dice Colin. No puedes preguntar y él no puede
contestar. Son cosas de primos.
Los dos ríen, pero yo no puedo ignorar el escalofrío que sentí cuando
Ryan tocó mi mano al saludarme. ¡Joder! ¡Me estoy volviendo loca! No hay
nada en su apariencia, en su expresión que me indique que algo no está
bien. Ryan sonríe, bromea con Colin, es todo lo contrario a lo que me hace
sentir. Miedo. El tipo de miedo que sientes cuando estás sola y sabes que
hay algo o alguien acechando en la sombra.
Entre una cosa y otra Ryan se queda a almorzar con nosotros. Mientras
yo fui a preparar la ensalada ellos encendían la barbacoa.
—¡Mierda! —exclamé al sentir la hoja del cuchillo en mi dedo. Parece
que la ensalada no es tan fácil de preparar después de todo.
—Deja que te ayude.
Levanté la mirada de mi dedo ensangrentado para ver a Ryan en la
entrada y antes de poder protestar me lleva al fregadero donde pone mi
mano debajo del grifo.
—No hace falta. De verdad, es un corte de nada.
—Si hace falta. Tranquila, yo me encargo.
No quiero que lo hagas, quise gritar. Pero no podía, después de acusar a
Iris de ser la persona detrás de los intentos de asesinato y secuestro, no
puedo decirle a Colin que no soporto a su primo. Que no soporto sentir su
mirada, que su mirada es diferente cuando Colin no presta atención.
—¿Por qué tardas tanto, Ryan?
Los dos nos damos la vuelta cuando escuchamos a Colin. Aproveché y
tiré de mi mano para soltarla del agarre de Ryan.
—Necesito una tirita —dije enseñándole el dedo a Colin. Caminé rápido
fuera de la cocina y en menos diez segundos estaba encerrada en el baño.
Encontré la trusa de primeros auxilios en el armario y puse una tirita en el
dedo que ya había dejado de sangrar. Lavé mi cara y me miré en el espejo.
La preocupación, el miedo, eran fáciles de reconocer en mi expresión.
—¡Tranquila Olivia! No pasa nada, solo son imaginaciones tuyas.
Las palabras no consiguieron levantar mi ánimo, pero la pastilla que
tomé para el dolor sí que lo hizo. Al menos pude fingir durante el almuerzo.
Fingir, pero no comer. Estuve dando vueltas a la comida en mi plato hasta
que Colin preguntó si pasaba algo.
—No tengo hambre —respondí. Cuéntame más sobre vuestra infancia,
¿habéis crecido juntos?
Durante el almuerzo los dos habían hablado sobre amigos que tenían en
común, sobre el instituto.
—Si, nacimos el mismo año. Ryan en enero y yo en octubre. Hicimos
todo juntos, fuimos amigos inseparables desde el primer día de guardería.
Excepto al llegar a la universidad, Ryan se fue a conocer Europa y volvió
cuando me gradué.
—Qué suerte, ¿no? Yo siempre quise tener una hermana y tú has tenido
a tus hermanas y a tu primo.
—Suerte —dice Ryan con una sonrisa que a mí me parecía
maquiavélica—. Cuéntale a tu novia como me robabas los juguetes o las
chicas.
—Tienes razón en lo de los juguetes, pero con las chicas no soy
culpable. Les gustaba yo más. ¿Qué podía hacer?
El tono divertido de Colin no le cambio la cara a Ryan, hasta lo vi más
tenso. No soy experta, pero a mí esto me huele a rivalidad y de las malas.
—Rechazarlas, por ejemplo —dijo Ryan.
—Ryan, eso fue en el instituto. Había centenares de chicas locas para
salir con nosotros.
—¿Y Sam?
—¿Sam? —preguntó Colin con voz tensa.
—Yo la conocí primero y tuviste que aparecer tú e invitarla a salir. Y
claro, como tienes más dinero cayó enseguida. ¿Cuánto tardo en irse a vivir
a tu casa?
¡Oh, Dios! Aunque me gustaría concentrarme en lo de la novia viviendo
en su casa no puedo, tengo que hacer algo para relajar los espíritus.
—Colin, ¿sabes dónde deje mis pastillas? Necesito una para el dolor.
Mira que soy tonta, no podría haber hecho algún comentario gracioso.
Colin se levantó enseguida y fue a buscarlas. Miré a Ryan e intenté
sonreírle, iba a por una sonrisa cortes, pero creo que fue más una mueca.
Colin volvió con las pastillas y con los documentos firmados. Ryan se
levantó, cogió los papeles y antes de irse dijo, —Nos vemos, Olivia.
Esta vez la sonrisa esa rara no le pasó desapercibida a Colin que me
miró con las cejas levantadas. Levanté los hombros sin decir palabra. No
había nada que decir.
Recogemos la mesa en silencio y luego nos sentamos en el sofá para ver
una película, de la que yo vi exactamente cinco minutos antes de quedarme
dormida.
Al despertarme, horas más tarde, vi a Colin en la terraza, manos en los
bolsillos, hombros tensos. Parecía que todo el peso del mundo estaba en sus
hombros. Escuchó mis pasos y se sentó en una de las sillas atrayéndome en
sus brazos.
—¿Qué pasa, Colin? —pregunté pasando mis manos por su cabello. Me
encantaba sentirlo en mis dedos y lo hacía cada vez que tenía la
oportunidad.
—Sam. La conocí cuando ella hacia su último año de residencia, era
divertida, guapa, lista. Un mes después de nuestra primera cita se mudó a
mi piso, no conmigo porque yo casi siempre me iba a mi casa, pero si
pasábamos mucho tiempo juntos. Después de una cena con mi familia
tuvimos una pelea, al día siguiente condujo su coche justo en un barranco.
La carta de suicidio la encontré días después, ella pensaba que no la amaba
suficiente para defenderla en frente de mi familia.
—Iris —susurré .
—Iris.
Algunas cosas tienen sentido ahora, como nuestra primera cita y mi
comentario sobre Iris. No puedo imaginarme que debió sentir Colin al saber
que su novia se quitó la vida por su culpa.
—Lo que me sorprendió fue la actitud de Ryan hoy, sabe que no me
gusta hablar de ella.
—Yo lo vi bastante molesto por el asunto.
—¿Sí?
—¿No sabias que tenía sentimientos por ella?
—No, nunca lo mencionó. Y no vi nada fuera de lo normal, siempre fue
encantador con ella.
Colin se quedó mirando pensativo hacia la montaña y decidí que ya he
tenido suficiente de Ryan. Me levanté y estiré la mano hacia Colin.
—¿Paseo o película? —le pregunté.
—Tengo una idea mejor —dijo levantándose y cogiendo mi mano. No
hace falta ser adivina para saber cuál es la idea. Me lleva de la mano a la
habitación donde me muestra que su idea fue mejor que las mías.
Los siguientes días los pasamos sin dramas, sin primos espeluznantes y
sin malas noticias. Disfrutamos de montaña, dando paseos o simplemente
sentándonos fuera para ver las estrellas. Hacía años que no veía el cielo
lleno de estrellas, desde que era pequeña y me escabullía por la ventana
para sentarme debajo de mi ventana. No tenía mucho sentido escaparme
solo para permanecer tan cerca, pero era mi pequeño acto de rebelión.
Disfrutamos de nuestra mutua compañía, hablamos, compartimos
recuerdos, sueños. Cocinamos juntos, mejor dicho, Colin lo hizo y yo le
hacía compañía. Me dijo que su postre favorito era la tarta de queso y se la
preparé Le encantó.
Fue un sueño hecho realidad. Tenía a un hombre pendiente de cada
deseo, un hombre que me hacia el amor por la mañana, por la noche y a
mediodía. Pero lo que me hizo realizar que él también siente algo más por
mi fueron las caricias. Y no hablo de cuando me hace el amor o cuando
estamos acurrucados en el sofá. Cuando estoy sentada mientras él cocina y
tiene que ir a coger algo acaricia mi cuello o mi mejilla, un beso en mis
hombros cuando estaba cepillándome los dientes, una caricia cuando se
alejaba.
Vamos, que si antes estaba loca por él ahora estoy a nada de estar
enamorada perdida. Pero es muy pronto para decir algo, voy a disfrutar de
todo el tiempo que pasemos juntos y esperare hasta que él sienta lo mismo.
Hubo un momento no tan agradable cuando Colin me preguntó si quería
seguir trabajando para él.
—No entiendo, Colin. ¿Me quieres despedir? —pregunté molesta.
—No, nena. Pronto vas a recibir la herencia que te corresponde y pensé
que te gustaría centrarte en tu tienda.
Estábamos en la terraza cuando Colin preguntó y ahora me levanté y
empecé a caminar por ahí, irritada con su actitud.
—Lo que me gustaría, Colin, es que dejes de suponer. Primero me
quitas la opción de encargarme de la producción en la cafetería y ahora me
quitas el trabajo.
—Olivia, no tiene sentido que trabajes para mi si dentro de cinco meses
abrirás la tienda —dijo Colin, algo de irritación se podía notar en su voz
también.
—Para mí si lo tiene. Además, a mí nadie me preguntó si quería abrir la
tienda ahora. Era un proyecto para dentro de tres años, pero entre Greta y tu
habéis conseguido pasar de años a meses.
—A ver Olivia, es tu oportunidad de triunfar. Ser manager de una
cafetería es nada en comparación con tener tu propio negocio. Y vas a tener
éxito, créeme, he probado tus tartas y lo sé.
Me quedé parada mirándolo con ganas de pegarle dos gritos. Cerré los
ojos y conté hasta diez esperando tranquilizarme. El dinero y la fama nunca
me importaron y parece que él no lo sabe o todavía no ha tenido tiempo
para conocerme mejor. Abrí los ojos y lo encontré sentado en el mismo
sillón, pasando las manos por su cabello en frustración.
—Cuando estoy en la cocina preparando algo no pienso en cuanto
dinero voy a ganar, pienso en la felicidad que esas galletas o esa tarta de
boda va a traer. No lo hago por el dinero. Y el éxito ya lo tengo, tengo una
lista de clientes que pagan lo que sea.
—Eso lo puedo entender. Pero dime porque no quieres empezar ya.
—Porque estoy feliz así, tranquila. Mi proprio negocio traerá más
responsabilidades y yo amo la repostería, no la contabilidad y todo lo que
lleva.
Colin me mira pensativo unos momentos y luego se acerca.
—A ver qué te parece esto.... socios en la cafetería, yo pongo el local y
tú te encargas del resto, excepto de la contabilidad que se la dejamos a
Jessica.
Socios. Podría tener mí negocio, pero con algo de ayuda por si algo
salía mal. Y tendría a Colin a dos pasos de mí. Pero tendría que hablar con
Greta, a ella le hacía ilusión el proyecto. ¿Y si las cosas no funcionan con
Colin? ¿Qué pasaría?
—Podría funcionar, pero tengo que hablar con Greta. Además, ya tiene
alquilado el local de tu madre.
—Por mi madre no te preocupes, socia. Y mientras analizas la situación
piensa en otro asunto, en mi empresa están prohibidas las relaciones entre
empleados y jefes.
— ¡No! —exclame sorprendida—. Colin, no es justo.
—No sabes la cantidad de problemas que hemos tenido antes de llegar a
esto. Es mejor, créeme.
Menos mal que seremos socios que si no nuestra relación.... —Oye,
¿Qué pasa con nosotros? Eres mi jefe.
—De ahí mi insistencia en que empezaras con lo tuyo. Así no tendría
que despedirte.
—¿Y ahora?
—Socios, no jefe y empleada. No hay reglas.
Vale, socios será. Greta no se opondría, aunque tendré que poner mi
cara de enfado, siempre funciona con ella.
Capítulo 13

— ¡Greta, ya estoy aquí! — dije al abrir la puerta y entrar al piso de mi


amiga esperando encontrarla en el sofá viendo la tele.
— ¡Oh, Dios! —exclamé.
En el sofá estaba, pero no viendo la tele. Se estaba metiendo mano con
un hombre. Greta. A los sesenta y algo se estaba besando en el sofá como
los adolescentes. Aunque lo puedo entender viendo al hombre, tendría más
o menos la misma edad, pero bien llevados. Cabello canoso, una barba
blanca cubría su cara y unos ojos negros hacían de él un hombre guapo.
Él se levantó en cuanto me escucharon entrar mientras Greta ruborizada
arreglaba su ropa. ¡Oh, Dios! No necesito saber eso, no necesito tenerlo
grabado en mi mente para la eternidad.
—Olivia, pensé que volvías el sábado —dijo Greta.
Y yo pensé igual, pero Colin tenía una reunión el viernes que no podía
perder y por eso volvimos el jueves por la tarde. O sea, ahora. Me
acompañó a mi piso, me besó hasta quitarme la respiración y prometió
llevarme a cenar mañana por la noche. Esta noche quería pasarla con Greta,
hablar con ella de lo que había pasado últimamente. Cosa que parece poco
probable ahora.
—Colin tenía que volver al trabajo. ¿No me presentas a tu amigo? —
pregunté mientras cruzaba los brazos y fijaba mi mirada en su amigo. Greta
se levantó, se acercó a él y poniendo una mano en su brazo dijo, —Olivia,
él es Al. Al, ella es Olivia.
Al alargo la mano y aunque quise ignorar el gesto no lo hice.
—Un placer.
—Encantado, Olivia. Escuché muchas cosas de ti —dijo Al sonriendo.
—Eso parece, que todo el mundo habla de mi últimamente.
—¿Qué quieres decir, Olivia? —preguntó Greta.
—Nada. Ignóralo. Cuéntame sobre vosotros. ¿Cómo os habéis
conocido? —pregunté mientras me sentaba en el sillón, en ese sofá ya no
me siento. Ni muerta. Los dos siguieron mi ejemplo y se sentaron.
—Victoria nos presentó, Al es su hermano.
Pues sí que el mundo es un pañuelo, el tío de Colin. Entonces... —¿Eres
el padre de Ryan?
—Si —contesto encantado Al—. ¿Lo conoces?
—Si —conteste en voz baja.
Vaya mierda. Esto no acabara bien, pero para nada. Con Ryan sabes
desde el primer momento que es un hombre que no queras encontrarte en un
callejón por la noche, su padre es el opuesto. Tiene la expresión de buena
persona, la sonrisa más amable que he visto en mi vida. Ryan habrá salido a
la madre.
—Decías que tenías noticias, cuéntame —exigió Greta.
Dudé mirando a Al, no quería hablar de mi padre con un desconocido.
Él me sonríe amablemente entendiendo mi vacilación.
—Os dejo hablar, chicas. Greta, te llamo más tarde.
Al besa a Greta, me guiña el ojo y se va silbando. Yo me quede mirando
la puerta por la que salió sin creer lo que había pasado. Me giré al escuchar
a Greta reír por lo bajo.
—Deberías ver tu cara.
—Deja las tonterías y cuéntame de que vas con este hombre. ¿Qué
quiere de ti? —pregunté exasperada.
—¿Qué quieres que te diga? Lo conocí, me gustó y vamos a explorar
juntos lo que sea que hay entre nosotros.
—Menuda explicación.
—Olivia, no puedo decir más porque yo tampoco lo sé. Al me hace
sentir cosas que hace años que no sentía. Voy a disfrutar esto el tiempo que
sea, unos días, meses o lo que nos queda de vida.
Suspiré enfadada conmigo misma.
—Lo siento, Greta. Tienes derecho a compartir tu vida con alguien.
Solo que estoy acostumbrada a tenerte para mí, ahora tendré que
compartirte y no me gusta mucho.
—Tú tienes a Colin y hasta podríamos salir en una cita doble.
Estalle en risa pensando en la cara de Colin si le dijera eso, seguro que
le encantaría. Una hora más tarde le había contado todo a Greta. El último
intento de secuestro, mi padre, Ryan, la nueva idea de Colin de ser socios y
hasta le describí con muchos detalles nuestros días en la cabaña.
Greta no me interrumpió en ningún momento, pero ahora cuando he
terminado se levanta para ir a la cocina y vuelve con dos vasos con whisky.
Se toma el suyo de un trago y el mío lo deja en la mesilla.
—Vamos desde el principio. Uno, gritar cuando te dijo que no lo harías
fue una estupidez. Te podría haber matado. Dos, que sea la última vez que
ingresas a un hospital y no me llames. Solo pensar que estabas ahí sola y
me entran ganas de matar a alguien. Tres, tu padre me tiene totalmente
desconcentrada. Es posible que tenga sentimientos. ¿Quién sabe? Cuatro,
yo también pienso que hay algo malo con ese chico. Y lo más raro es que
nadie de su familia lo ve así. Cenamos en casa de Victoria el otro día con
toda la familia y Iris es la única que parece desconfiar de él. Cinco, si
trabajar junto a Colin es lo que tú quieres por mí no te preocupes. Si tú eres
feliz, yo también lo soy.
Sonreí feliz al escuchar sus palabras. Por fin soy feliz, ella es feliz. No
hay nada más que nos pueda hacer daño. Queda el pequeño asunto de que
mi padre quiere verme, asunto que no he compartido ni con Colin ni con
Greta, pero lo decidiré después de hablar con la hermana de mi madre. Y
después de recibir mi dinero.
Greta insistió en salir a celebrar y después de llamar a Tina nos vamos
al restaurante italiano a dos calles de nuestro edificio. La cena fue
divertidísima, entre mis líos, los de Greta con Al y el nuevo novio de Tina
no hemos parado de reír en toda la noche.
Es la primera vez que las tres tenemos novio y lo más importante es que
son hombres buenos. Tina conoció a un arquitecto…
—Espera un momento, Tina. ¿Tu novio no se llama Daniel Yates?
—Si! ¿Y tú cómo lo sabes? —preguntó Tina sorprendida.
—Trabajamos juntos. ¡Oye! Eso me parece un poco extraño, Greta con
el tío de Colin y tú con uno de sus empleados. ¿No os parece demasiada
coincidencia?
Tina y Greta piensan unos momentos y luego empiezan a reír.
—Deja de ver series con asesinos, Olivia —dijo Greta.
Puede que tenga razón y veo desgracias a cada paso. O podría tener
miedo, miedo de ser completamente feliz por primera vez en mi vida.
Miedo de que algo pase y arruine todo.
—¿Y si salimos a cenar mañana los seis? —pregunta Tina encantada.
—Eh... —dije en voz baja.
—Buena idea. Voy a llamar a Al.
Greta saca el móvil del bolso y me quedo mirándola pensando que estoy
en un universo paralelo. Pongo los ojos en blanco antes de disculparme e ir
al servicio. Necesitaba un lugar tranquilo para hablar con Colin. Tuve suerte
y no había nadie, no me gusta que la gente escuché mis conversaciones.
Otra de mis rarezas.
Colin contesta casi en el momento.
— ¡Hola, nena!
—Hola. Tengo una pregunta y quiero que lo pienses bien antes de
contestar.
—Tres.
—¿Tres qué?
—Quiero tres hijos. ¿No era esa la pregunta?
¡Joder! Como se nota que no tiene que parirlos él. ¿Tres? Con lo que
duele eso. Espera... quiere hijos. Conmigo. La felicidad que siento se refleja
en mi sonrisa, que puedo ver en el espejo. Menos mal que estoy sola o
pensarían que me he tomado algo por sonreír como una loca.
—Es bueno saberlo, Colin. Pero no, ¿Qué te parece cenar mañana con
tu tío Al y con Daniel?
—Eh... normalmente no tendría problemas en decir que si, ¿pero de
donde conoces tu a Al?
—Greta y Al, Daniel y mi amiga Tina. Triple cita.
Hay unos segundos de silencio antes de escuchar su risa.
—Avísame a qué hora tengo que pasar a recogerte, ¿vale?
—Ok.
—Ahora ve a divertirte y nos vemos luego en tu casa.
—Ok.
Fácil. ¿No? Difícil lo de los tres niños, pero no diría no a un niño con
sus ojos o a una niña con ese cabello azabache.
Volví a la mesa con imágenes de pequeños clones de Colin en mi mente.
La cena siguió con los detalles de cómo Daniel cayo rendido a los pies de
Tina, prácticamente amor a primera vista cuando los dos iban a subirse al
mismo taxi. Llevan saliendo dos semanas, todo un récord para Tina, aunque
ha tenido relaciones largas siempre eran con hombres que no le convenian.
Pero Daniel parece de los buenos, espero que Tina no haga ninguna tontería
y arruine todo.
Al salir del restaurante el chofer de Colin nos esperaba para llevarnos a
casa. Colin me había enviado un mensaje avisándome, pero le dije que no.
Aparentemente no me hizo caso. Después de dejarnos en casa el chofer
llevo a Tina a la suya.
Era casi medianoche cuando entré en mi piso con ganas de gritarle a
Colin. Le había dado una llave cuando habíamos vuelto de la cabaña y
esperaba encontrarlo aquí. Cabreada me quité los zapatos y los tiré en
medio del salón. Lo siguiente fue el bolso que aterrizo en el sofá. La
maldita cremallera del vestido negro se había quedada atascada.
— ¡Joder!
—¿Necesitas ayuda?
Me di la vuelta con la mano detrás intentando bajar la cremallera y vi a
Colin en la puerta de mi dormitorio. Su hombro apoyado contra el marco,
los brazos cruzados sobre su pecho. Su pecho desnudo ya que llevaba solo
unos pantalones de pijama. Verlo ahí con esa sonrisa seductora desee no
haber tirado el bolso o los zapatos para poder tirárselo a la cabeza.
—Cuando digo que no necesito que me recojan es que no lo necesito.
¿Entendido? —le grité .
—Anotado —contesto sin que su sonrisa desapareciera y eso me
enfureció más.
— ¡Colin! ¡Hablo en serio!
En un abrir y cerrar de ojos Colin me había agarrado, empujado cerca
de la pared y sus manos estaban bajado la cremallera. No, una mano lo
hacía mientras que la otra estaba inclinando mi cabeza.
—Eres hermosa cuando te enfadas, y si no hacerte caso conseguiré
tenerte así puedes estar segura que no será la última vez —dijo Colin con
sus labios pegadas a mi oído.
Ignoré sus palabras y las sensaciones que provocaron en mi cuerpo —
Eso es tan... ¡Oh! —lo que sea que quería decir se esfumo de mi cabeza
cuando sentí sus dedos tocándome. Mi ropa interior no fue un estorbo para
sus dedos. En solo unos momentos Colin me tenía gimiendo y lo que me
mantenía de pie era la pared de frente. Esos dedos moviéndose dentro de
mis, más dedos torturando mi pezón y su boca en mi cuello me tenían
temblando. Y cuando, minutos más tarde, me penetró estaba casi en la cima
del éxtasis. Fueron necesarias un par de embestidas para subir del todo.
Temblaba cuando Colin me llevo en brazos hasta mi cama donde siguió
haciéndome el amor hasta que caí rendida.
∞∞∞
Hoy es nuestro aniversario, hace tres meses pase la noche en casa de
Colin. Y sé que debería contar desde la primera cita, pero esa noche y la
mañana siguiente fueron perfectas para mí. Además, a Colin le da igual la
celebración. Me mima constantemente, me lleva a cenar, a bailar, me trae
tulipanes cada semana. Cuando nota que empiezan a marchitarse me trae
otro ramo, siempre tulipanes, pero nunca el mismo color.
Pero esta noche no vamos a salir, he preferido quedarnos en su casa.
Encargue la cena a su restaurante favorito, la tarta de queso está en el
asiento a mi lado mientras estoy conduzco a su casa. Quiero que esta noche
sea especial. Le diré que lo amo.
Pasé la mañana arreglándome, peluquería, manicura y pedicura, me
puse un vestido nuevo. Un vestido demasiado elegante para una cena en
casa, pero no pude resistirme, es un vestido largo, con los hombros
descubiertos y mangas largas. Y verde, que es el color favorito de Colin.
Las últimas semanas fueron maravillosas, he conocido mejor a Colin y
él a mí. Nos hemos visto todos los días excepto por un par de viajes que
Colin hizo y no pudo llevarme. Es imposible no llegar a conocer mejor a
una persona cuando prácticamente estamos viviendo juntos, casi siempre
nos quedamos en mi piso porque está más cerca de la oficina. Aunque Colin
tiene un piso en el edificio de su empresa nunca nos quedamos ahí.
Subimos una vez para recoger algunas cosas y al ver una foto de Sam en la
cómoda entendí porque no quiere llevarme ahí. Guarde la información de
que en su piso todavía hay cosas de ella en mi rincón de intento-olvidar-
cosas-malas.
En el mismo rincón ha ido a parar el hecho que no he vuelto a ver a su
familia, siempre estamos solos o saliendo con Tina y Daniel, nunca con Iris
o Lisa. Entiendo que necesita tiempo y estoy dispuesta a esperar. Además
de que así lo tengo solo para mí.
El lunes inauguramos la cafetería, tres semanas más tarde, pero quise
hacer algunos cambios y ahora es exactamente como yo quería. Pagué parte
de las reformas con mi dinero, mi tía devolvió más de la mitad de lo robado
y solo falta que venda la casa y tendré todo lo que me correspondía.
Me llamó suplicando, pero no quise escuchar. Como puede haber gente
tan mala hay algo que no puede entender. Y lo peor es cuando se trata de un
familiar, uno que debería ayudarte. Para eso está la familia, ¿no? Pero no,
ella me insultó, me menospreció, me castigó. Dicen que hay que perdonar a
los que te hacen daño, pero yo no soy capaz. Como tampoco perdonaré a mi
padre, aunque mató a ese hombre. Esa fue su decisión, yo no le pedí nada.
Así que la vida es bella. Tengo un novio increíble, guapo, detallista,
encantador. Greta es feliz con su novio y de Tina no se puede decir mucho.
Solo que ha cambiado, ya no sale todas las noches de fiesta y pasa mucho
tiempo con Daniel. No podría estar más feliz por ella.
Así que estoy viviendo en mi burbuja de felicidad junto a mis dos
amigas. Y de camino a casa de Colin para decirle que lo amo. Solo pensar
en ello me pone nerviosa.
Como estaba distraída no noté el coche que se acercaba por detrás hasta
que fue demasiado tarde. Presioné el pedal de acelerador para distanciarme,
pero no pude evitar el golpe. El impacto fue muy fuerte, no podía controlar
el coche y me salí de la carretera. Tampoco pude evitar chocar con un árbol.
Mi último pensamiento antes de perder la conciencia fue que iba a llegar
tarde a la cena.
Capítulo 14

Dia 1
Quiero dormir. Quiero seguir con los ojos cerrados. Sé que al abrirlos el
dolor que siento será nada comparado con lo que se avecina. Con los ojos
cerrados puedo seguir fingiendo que estoy en el hospital y que Colin se va a
enfadar por llegar tarde. Y Greta me va a echar la bronca por no llamarla
cuando me ingresaron.
La tarta de queso esparcida por el parabrisas fue lo último que vi y
quiero esa imagen en mi mente. Porque una vez que abra los ojos nada
volverá a ser lo mismo.
Cuento hasta diez en un intento vano de tranquilizar mí corazón.
Respiro hondo en el mismo intento y es cuando lo note. El olor. Nada que
haya olido antes. Nada que pueda describir. Repugnante es lo más cerca que
puedo pensar.
—Se que estás despierta. Abre los ojos.
La voz de mujer venia de cerca, muy cerca. Sin querer hice lo que me
pidió. Las lágrimas en mis ojos no impidieron que viera las barras de la
jaula. Estoy acostada en un colchón en una jaula que medirá un metro y
medio de altura y unos dos de largo. El miedo me impide mirar alrededor y
me fijo en la jaula que está pegada a la mía. Y en la mujer que me está
mirando, supongo que será la dueña de la voz.
Una mujer rubia de unos treinta años, con unos ojos castaños algo
familiares, muy delgada. Un aspecto tan demacrado que hacia su embarazo
mucho más evidente. La camiseta y el pantalón que llevaba estaban sucios y
con agujeros. Sus pies descalzos dejaban ver un rastro de suciedad.
—No te preocupes, dentro de un año tú también te veras así.
Las palabras de ella me hicieron levantar la mirada y al ver la media
sonrisa recordé donde la había visto.
—Sam —susurré.
Cerré los ojos otra vez deseando despertar de la pesadilla, porque si la
exnovia muerta de Colin está aquí es que estoy teniendo una pesadilla. O
estoy en el infierno, pero es poco probable.
—Sabes quién soy —siguió Sam.
—Se que tú estás muerta y esto es una pesadilla. Dentro de nada
despertare. Seguro que sí.
Palabras destinadas a tranquilizarme pero que provocaron la risa a Sam.
—Tienes razón, es una pesadilla. La mala noticia es que no vas a
despertar.
Me levanté despacio y después de apoyar mi espalda en las barras
pregunté lo obvio.
—¿Cómo llegue aquí? ¿Por qué estoy aquí?
—Primero dime como sabes quién soy.
Respire hondo pensando en mis opciones. No había opciones. Si quería
saber que pasaba aquí tenía que contarle.
—Colin me hablo de ti. Pero me dijo que te tiraste con el coche por un
barranco.
— ¡Joder! ...Colin. ¿Y a él lo conoces bien?
Justo lo que quería esconder. O es una chica muy lista o tengo muy mala
suerte.
—Soy su novia —dije y la miré con algo de temor, esperando que
intentara golpearme a través de las rejas. En cambio, Sam asintió sonriendo.
—En la jaula de izquierda esta Liz, la novia que Colin tuvo en la
universidad. En la derecha es Sarah, otra de sus novias.
¿Qué mierda?
Saque coraje no se dé dónde y mire. La habitación parecía un sótano,
oscuro e inmenso. Al otro lado estaban las jaulas que me enseño Sam y en
el medio se podía vislumbrar una escalera. Al fondo había un lavabo, un
inodoro y un montón de armarios. Y suciedad. Mucha. Bolsas de basura,
envoltorios de comida, botellas, papeles, ropa. Me entraron arcadas al ver
en cada jaula un cubo y no necesite saber más. Fue suficiente mirar a mi
lado y ver el mismo cubo y lo supe. Ahora lo use para vomitar.
Volví a sentarme y lo hice abrazando mis piernas. Puse mi cabeza en
mis rodillas no queriendo ver. Aunque eso nunca ha funcionado, si uno no
puede ver el malo eso no significa que el malo no te puede ver a ti.
Las exnovias de Colin y ahora yo. ¿Quién? ¿Por qué? No conseguiré
respuestas enterando mi cabeza como un avestruz así que levante la cabeza
y mire a Sam.
—Dime.
Su mirada expresaba pena, temor y desesperación. Como quisiera poder
meterme en ese rincón de mi cabeza y vivir ahí hasta que estaré sana y salva
en mi casa.
—Hace un año volvía del trabajo cuando paré para ayudar a una mujer
que tenía problemas con el coche. Era de noche y pensé que no era bueno
para una mujer sola estar ahí así que baje del coche para preguntar si
necesitaba que la lleve. Alguien me agarró por detrás y me puso un pañuelo
con cloroformo en la boca. Luego me desperté aquí. Fin.
—¿Y qué más? ¿Quién fue, por qué lo hizo? ¿Y lo más importante es
que pasara con nosotros?
—El secuestrador se llama Fred y fue contratado para hacer eso. ¿Qué
pasara? No mucho, vamos a pasar el resto de nuestras vidas en este sótano
miserable.
—¿Quieres decir que solo nos van a tener encerradas aquí? ¿Sin
hacernos daño?
No quise preguntar lo obvio, que era si la violación iba a ser parte de lo
que me espera, pero ella sí que lo entendió porque me sonrió triste y
acaricio suavemente su tripa.
—No conozco sus planes y no puedo adivinar el futuro. Elegí mal el
momento de intentar escapar y Fred quiso darme una lección.
—Fred no parece el nombre de una persona capaz de tantas maldades.
—No dirías eso si lo hubieras visto, con una solo mirada a sus ojos
previstos de vida, pero llenos de malicia hubieras corrido para salvar tu
vida.
Pero sí que he visto, la imagen del hombre que intentaba matarme viene
a mi mente. Un escalofrió recorre mi cuerpo cuando llego a la conclusión
de que todo esté conectado.
—¿Alto, robusto, con una cicatriz en la mejilla?
—Ese es Fred. Aunque te aconsejo que no le llames por ese nombre. No
le gusta y a ti tampoco te gustaran las consecuencias.
—No voy a llamarlo de ninguna manera. Esta muerto.
El —No — de Sam es acompañado de los jadeos de las otras chicas.
Hasta ahora estuvieron calladas pero muy pendientes de nuestra
conversación.
Las luces se apagan dejando el sótano en una oscuridad aterradora.
—¿Sam?
—Hay que dormir ahora, nada de hablar y nada de gritar. A Fred no le
gusta.
¡Oh, Dios! Pero si acabo de decirte que está muerto. No está bien, nada
está bien. Estuve callada un buen rato, esperando que alguna de las chicas
dijera algo. No lo hicieron.
Tenía sed, hambre y frio. De las ganas de ir al baño intente olvidarme,
pero el dolor de cabeza no fue tan fácil de olvidar. O el de la muñeca
izquierda. Estaba hinchada y antes había visto que tenía un moretón
impresionante. Solo espero que no esté rota y que muera por alguna
infección.
Finalmente me tumbé en el colchón, ignorando el mal olor que provenía
de él. Creerías que con el hedor que impregnaba el aire sería imposible
percibir otros olores, pero estaba equivocada.
Mis pies tocaron algo suave y me estiré para averiguar que era. Una
manta. No la había visto antes y ahora estaba agradecida por tener algo con
que taparme. Este vestido tan precioso que me enamoro en cuanto lo vi en
el escaparate no podía evitar que me congelara durante la noche.
Cerré los ojos y pensé en Colin, en cada beso, en cada abrazo que me
dio, hasta que me quedé dormida.

Dia 2
¿Qué hice para merecer esto? ¿Qué hice para acabar prisionera en un
sótano? Solo eran dos de las preguntas que no me dejaron dormir. Tenía la
garganta seca y los ojos hinchados por llorar. En algún momento la luz se
había encendido y las chicas todavía estaban durmiendo. Supongo que
después de tanto tiempo te acostumbras y haces lo que te dicen.
Necesito respuestas, necesito saber que hay que hacer para salir de aquí.
Y necesito agua y comida. Las otras mujeres tenían en sus jaulas botellas de
agua y bolsas de comida, si puedes llamar las patatas fritas comida. Pero en
este momento comería lo que sea.
Sam se levantó y de rodillas empezó a estirarse. Y hacer algo parecido a
yoga. Sentada en cuclillas ella atrapó mi mirada. Nos miramos hasta que
ella cambio de postura y volvió a ignorarme. Cuando terminó cogió una
botella de agua y me la entregó. Me levanté en un segundo y agarré la
botella.
—Bebe poco, tiene que durarte una semana.
Había quitado el tapón y estaba a punto de beber cuando la escuché.
Tomé un sorbo y luego otro antes de poner el tapón. La botella era de dos
litros, pero no había manera de sobrevivir con tan poco una semana. ¿O sí?
—Toma —dijo Sam y me entrega la mitad de un sándwich. Lo cogí
pensando cuantas raciones podría hacer de esa mitad.
—¿Solo traen comida una vez a la semana?
—¿Ves ese hueco al fondo? Por ahí nos tiran las bolsas con comida.
Antes lo hacían cada dos días, pero ahora puede pasar semanas.
—¿Y cómo hacéis para recogerla?
El hueco estaba en la pared de atrás, lejos de las jaulas.
—Las puertas se abren automáticamente y tenemos unos momentos
para repartir la comida y vaciar los cubos.
No puedo creer que esto está pasando, tiene que haber algo que
podamos hacer. Me comí el sándwich porque necesito algo en mi estómago.
Tenemos a Fred que se encarga de secuestrar y dar de comer a las
mujeres cada dos días, y desde que murió alguien trae comida cada semana
o así. Eso significa que esa persona no puede desaparecer mucho tiempo. Y
también significa que no está siempre aquí supervisando.
Eso es buena noticia, podría salir de la jaula cuando tiran la comida y
esperar unas horas y luego intentar escapar.
—No funcionará —dijo Sam—. Lo hemos probado todo. Tienen
cámaras y saben cada movimiento nuestro.
Decepcionada tomé un sorbo de mi botella de agua, no más, por miedo
a quedarme sin y me tumbé otra vez. Descansé mi mano izquierda encima
de mi pecho y toqué despacio el moretón que se había formado ahí. Estaba
más hinchada que ayer y el dolor no había cesado. Nunca aguante el dolor
muy bien, tengo migraña me tomo una pastilla, me duele lo que sea me
tomo una pastilla. Pero ahora es como mi cerebro supiera que esa pastilla
no está disponible y aguanta el dolor. O esta acojonado por las
circunstancias.
—¿Cómo sabes que Fred está muerto? — preguntó una de las mujeres
del otro lado. Ayer no hablaron así que no reconocí la voz.
—La policía lo arrestó la última vez que intento secuestrarme y murió
durante una pelea en la cárcel.
Que mi padre fue quien lo mató me lo guarde. No me gusta su actitud
cuando apagan la luz y prefiero no decirlo todo hasta que sepa mejor lo que
sucede aquí.
—¿Y estás segura que está muerto? —preguntó Liz, esta vez la vi
acercarse a las barras y mirarme fijamente.
—Eh... sí. No lo vi, pero el detective no tenía por qué mentirme.
—Bien —dijo y volvió a tumbarse cerrando los ojos.
Eso fue raro, pero todo lo es aquí. Sam esta callada y mirando hacia las
escaleras, su mirada perdida, mientras que Sarah esta peinando su cabello
largo con sus dedos.
El tiempo pasa despacio, cada una de nosotros está perdida en sus
pensamientos y aunque tengo mil preguntas no me atrevo a hablar. Me
niego a aceptar que esto será mi vida. ¡No! Tengo que hacer algo y
empezare con averiguar todo lo que saben las exnovias de Colin.
—¿Tienen idea quien está detrás de todo esto? —nadie responde, nadie
me mira. Raro.

Día 3
Dolor, hambre, frio, desesperación.
Sed no tengo gracias a la botella que me dio Sam, botella que casi está a
mitad. Sin comer puedo aguantar más, pero sin beber en cinco días estaría
muerta. Ahora mismo no se si es una buena o mala noticia.
Las luces se encendieron hace poco y las chicas empezaron su rutina,
Sam su yoga, Liz estira meticulosamente el colchón y las mantas, mientras
que Sarah peina su cabello. Y yo estoy ahorrando energía tumbada y
sujetando la muñeca herida. Un novio de Tina dijo que a través de las
caricias envías energía positiva y puedes curar cualquier enfermedad. No
tengo nada que perder, ¿no?
De pronto se escucha una alarma y las mujeres se mueven rápidamente
hacia las puertas. ¿Sera la comida? Sigo su ejemplo y me siento en cuclillas
al lado de la puerta.
—¿Qué pasa? —pregunté en voz baja.
—La comida —dijo Sam.
¡Gracias a Dios! En ese momento otro ruido ensordecedor llena el
sótano seguido de otros ruidos indescifrables. Bolsas caen por el agujero del
techo, una, dos, tres, cuatro. Y luego botellas de agua, muchas, dejé de
contar cuando llegué a veinte. Cuando cesó la caída de las botellas las
puertas se abrieron con un clic y salí corriendo hacia las bolsas.
Llevamos a la celda cada una su bolsa de comida y ocho botellas de
agua, Sarah abrió la boca por primera vez para decirnos cuantas nos
correspondía. Las mujeres se movían muy rápido, sin desperdiciar tiempo y
después llego el asunto desagradable de vaciar los cubos. No sé cuándo fue
más desagradable, al tener que usar el cubo por la primera vez o al escuchar
a las otras hacerlo.
Mientras espero que llegue mi turno aprovecho y lavo mis manos y mi
cara. Había agua caliente. ¡Dios! Como echó de menos tomar una ducha o
sencillamente lavar mis manos.
—Olivia! ¡Date prisa! —dijo Liz.
Me apresuré y dos segundos después de entrar en la jaula las puertas se
cerraron. Te juro que en este momento odio la tecnología, si nuestro
carcelero estuviera aquí tendríamos más posibilidades de escapar. Pero no,
con esta mierda de cerradura electrónica no tenemos ni una oportunidad.
Me senté y bebí toda la botella de agua que me había dado Sam ayer.
Respiré más tranquila gracias a dos pequeñas acciones, beber agua y tener
las manos limpias. Es impresionante cuantas cosas damos por sentado.
Nunca más lo hare...
— ¡Oh, oreo! —murmuró Liz.
Había sacado de la bolsa un paquete de galletas oreo y lo estaba
acariciando como acariciaba Gollum el anillo.
Con curiosidad abrí la bolsa, que era un saco de basura, pero de los
grandes, y saqué lo que había dentro. Sándwiches, patatas fritas, galletas,
manzanas, queso y ensalada. Empecé a reír al ver la ensalada, ese cabrón
quiere que comamos sano.
Abrí uno de los envases de ensalada, con pollo y queso, añadí la salsa y
apoyándome en las barras empecé a comer. Pequeñas alegrías, agua, comida
e higiene. Todo lo que damos por sentado cada día de nuestras vidas.
— ¡Joder! Eso fue tan rico —dijo Liz sonriendo.
Ahora veo porque Colin salió con ella, esa sonrisa ilumina toda su cara.
—¿Quieres mi paquete también? A mí me dan migrañas y lo último que
necesito ahora es más ganas de morir. Ya tengo suficiente.
Sam y Sarah dejaron de hacer lo que estaban haciendo y me miraron
raro.
—¿Qué? —pregunté.
—Es tu comida. No puedes dársela, —dijo Sam.
—Son galletas que no voy a comer y si ella las quiere no veo porque no
debería.
—Tiene razón, pero vamos a compartirlas —dijo Sarah.
Me moría de ganas de preguntar a Sarah que ocupación tenía antes del
episodio-mentes-criminales. Si, eso es como decidí llamar esta experiencia
que espero que termine con un guapo agente viniendo a rescatarnos. O
Colin, mejor que venga Colin.
Sam cogió el paquete y después de guardar algunas galletas lo cerró y lo
hizo rodar hacia la jaula de Liz. El paquete rodó y se paró cuando faltaban
unos veinte centímetros. Liz tuvo que alargar la mano y cogerlo. Segundos
después mientras comía sus galletas me dio las gracias.
Después de comer llego el bajón, tener comida y la posibilidad de poder
lavarme me hicieron feliz pero luego recordé donde estaba. Cuánto tiempo
podré aguantar esta situación no lo sé. ¿Cuánto tiempo tardaré en tener la
misma mirada perdida de Liz?

Día 4
—¡Sam!
Otra noche en este infierno, otra noche de vueltas y de dolor. Y hace dos
minutos mientras intentaba recordar cómo trataban los médicos en las series
de televisión las fracturas observé a Sarah mirarme fijamente. Y luego a
Sam y de vuelta a mí. Entendí que quería decirme cuando su mirada bajó a
mí muñeca.
—¿Qué? —respondió Sam.
—¿Puedes echar un vistazo a mí muñeca? Duele como el infierno.
Sam tragó en seco y después de varios minutos en los que pensé que no
lo haría, se acercó a las barras. Estiró la mano y cogió la mía apoyando la
muñeca en sus rodillas. Cerré los ojos cuando empezó a tocar la muñeca
sabiendo que iba a doler más.
—Está rota —dijo Sam.
—¡No me jodas! —exclamé y vi la mirada sorprendida de Sam—. ¡Lo
siento!
Sonrió y luego dijo mirando a Liz y a Sarah —Esto será divertido.
—¿Qué… joder! El dolor que me provocó Sam fue indescriptible. Las
lágrimas caían por mis mejillas mientras la maldecía a ella y a toda su
familia. Y a Liz y a Sarah que se estaban partiendo de risa. Tiré mí mano,
pero Sam me sujetó.
—No he acabado.
—Pues yo sí. Y si prefieres matarme mejor hazlo cuando estoy
durmiendo.
—Tenía que alinear los huesos y ahora hay que inmovilizar tu brazo.
Déjame pensar que podemos usar.
—¿Una botella de agua? —preguntó Liz.
—No tenemos con que cortarla —respondió Sam.
—Podemos improvisar una tablilla con los cartones de los envases —
propusó Sarah.
—Eso debería funcionar y necesitamos tela para atar —dijo Sam
mirando mi vestido.
Mi precioso vestido verde que Colin nunca verá. Suspiré y asentí. Sam
tiró de la falda a través de las barras y antes de empezar a romper acaricio la
tela.
—¿Ibas a una fiesta?
—No, era nuestro aniversario e íbamos a celebrarlo con una cena
especial en casa de Colin.
—Aha — murmuró Sam rompiendo el bajo del vestido.
—Demasiado elegante para una cena en casa —dijo Liz y tuve que
aguantarme para no decirle que se callé.
—A Colin le gusta el verde —añadió Sarah.
Ahora recordé otro asunto que había metido en el rincón no-voy-a-
pensar-en-ello. Todas hemos sido (yo todavía lo soy) novias de Colin. Todas
sabemos cómo besa, como le gusta dormir, como le gusta hacer… ¡para ahí,
Olivia! Mejor no pensar en eso. Mientras yo pensaba en Colin las chicas
habían terminado la tablilla que eran un montón de cartones sujetados por
tiras de mi vestido.
Sam trabajó muy concentrada en colocar la tablilla y podría decir que el
dolor ya no se sentía tan intenso. O podría imaginarlo.
—Intenta tener el brazo arriba para bajar la hinchazón. No te va a quitar
mucho el dolor, pero es lo único que podemos hacer. Además, no te
garantizo que si salimos de aquí no te van a operar para arreglar esa
fractura.
Mientras salimos de aquí por mí que me operen diez veces si hace falta.
—Gracias Sam.
—No tan rápido. ¿Qué te ha contado Colin de mí?
¡Oh, mierda! Su mirada seria y el agarre en mi mano me decían que no
había manera de salir de esto sin hablar.
—¡Sam, no! —dijo Sarah.
—No mucho, que teníais mucho en común, pasabais mucho tiempo
juntos y se sintió culpable por tu suicidio.
— ¡Dios! —exclamó Liz.
— ¡Mierda! —dijo Sarah.
—¿Qué suicidio? —preguntó Sam.
—Un día después de una comida en casa de sus padres tuvisteis una
pelea por lo de Iris y el día siguiente condujiste el coche en un barranco. En
tu carta de despedida lo culpabas por no defenderte.
—Quien haya escrito esa carta estaba muy equivocado —murmuró ella.
—¿Qué quieres decir, Sam? —preguntó Sarah.
—La pelea empezó por la actitud de niña malcriada de Iris, pero solo
porque pensaba que Colin hacia mal en seguirle el rollo. Entonces me di
cuenta que esa relación había ido demasiado lejos. Colin es de los pocos
hombres que piensa en matrimonio e hijos cuando las cosas van bien y yo
no estaba ni preparada para eso ni enamorada. Estaba pensando en romper
con el cuándo me secuestraron.
Vaya... no me esperaba eso. Como una mujer puede pasar tiempo con
Colin y no enamorarse de él es algo que no puedo entender.
—Y por esto estamos en este infierno. Maldito Colin —dijo Liz
enfadada.
Sam y Sarah no parecían sorprendidas por la afirmación de Liz, pero yo
sí.
—¿Qué tiene que ver Colin con esta situación?
—Que ingenua, Olivia. Piensa un poco, ¿Quién nos tiene encerradas
aquí?
—Si insinúas que es Colin te equivocas, el no haría algo así —defendí a
mi novio.
—Sam iba a romper con el cuándo la secuestraron, yo lo invité a cenar
porque necesitaba ayuda con un asunto personal y desperté aquí. Y tú ibas a
cenar con él y acabaste aquí. ¿Qué tenemos en común?
No, aunque Liz parece convencida de que esto es la verdad es
imposible. Colin es un hombre bueno, no sería capaz de hacer daño a nadie.
Me niego a creer eso. Un hombre que aguanta el parloteo de Tina en cada
cena sin rechistar o que le coge las llamadas a Greta en cualquier momento
solo porque son mis amigas, no es un secuestrador. De ninguna manera.
—Eso no prueba nada, Liz. Él es el factor común y nada más. Podría ser
una coincidencia.
—Las coincidencias no existen, Olivia —dijo Sarah.
Recordé que el detective Daniel dijo lo mismo, mis accidentes
empezaron el primer día de trabajo en la empresa de Colin. Tiene que ser
alguien que trabaja ahí, pero yo no era su novia en ese momento. No, tiene
que ser otra persona. Aunque podría ser Iris, ella trabaja en la empresa y me
vio con Colin antes de que me contraten. Porque secuestrar a las exnovias
solo puede ser por celos. Y algo de crueldad. Mucha crueldad.
—Vamos a suponer que tenéis razón y Colin nos tiene encerradas aquí.
¿Por qué lo haría?
Las chicas cambian miradas y al final Liz es la que contesta —¿Por qué
está loco?
Pongo los ojos en blanco al escucharla.
—Si vamos a culpar a alguien necesitamos pruebas. No basta solo con
la suposición de que está loco.
—Yo voy a buscarte razones. Déjame pensar —dijo Liz y muy seria se
apoya en las barras y empieza a morder sus uñas. Empecé a reír y Sam y
Sarah se me unieron.

Día 5
— ¡Es un niño, enhorabuena!
La doctora nos sonreía mientras limpiaba el gel que había echado antes
de la ecografía. Colin limpia con sus dedos las lágrimas que caían sobre
mis mejillas.
—Gracias Olivia, me has hecho el hombre más feliz del mundo. Te amo.
—Yo también te amo, Colin.
Sonrió feliz mientras me bajo de la camilla y arreglo mi vestido verde.
Espera... ¿Qué vestido tengo puesto?
Colin me lleva de la mano hacia una puerta, la abre y cuando veo que
estamos a la entrada del sótano quiero correr, pero el me sujeta demasiado
fuerte.
—Olivia, se una chica buena y vuelve a tu celda —dijo el con voz
espeluznante.
Grité ...
Desperté gritando y llorando. Las luces están encendidas así que
supongo que es de día. Las chicas me están mirando, la única que parece
algo preocupada por mis gritos es Sarah.
—Podría ser peor —dijo ella.
—¿Algo podría ser peor que esto?
—Nos podrían torturar, escalpar. Abusar sexualmente. Hervirnos para
hacer jabón...
— ¡Sarah! —exclamó Liz.
—Pero valdría la pena si al final llega Morgan, ¿no? —pregunté
sonriendo feliz de haber encontrado otra fan de Mentes Criminales.
—Yo prefiero a Reid —dijo Sarah.
— ¡Jesús! — murmuró Liz sacudiendo la cabeza.
Pase otra noche aquí, de día llevo el aprisionamiento mejor y eso que
las chicas no soy muy habladoras. Las noches son peores, todos esos
pensamientos rodando por mi cabeza no me dejan dormir, el miedo de que
pasare el resto de mi vida aquí. Una parte de mi esperaba que la fractura de
la muñeca se infectara y muriera, una salida fácil de este infierno.
Pero ya no, la pesadilla me hizo pensar en algo. Algo como que no he
tenido la regla desde que estoy aquí. Son cinco días de retraso y eso nunca
pasa. Nunca. Podría ser el estrés o no. No pensare en que solo conozco a
Colin desde hace meses, no pensare en que estoy prisionera. Solo pensare
en cómo salir de aquí y pronto. Las primeras semanas del embarazo son
muy importantes para el desarrollo del feto. Necesito vitaminas y aire
limpio. Y tranquilidad.
—¿Estas bien? —me pregunta Sam.
—Si. La muñeca duele, pero es soportable.
Veo en su mirada que no me cree, pero no pienso decir lo que pasa por
mí mente. Miré su barriga y me preguntó cuando tiene que nacer ese bebé.
Por el tamaño no parece que este de mucho, pero como las condiciones aquí
no son ideales podría estar a punto de tenerlo.
—¿Cuándo tiene que nacer el bebé?
—Quieres decir el monstruo —respondió Sam. Levanta tranquila las
cejas cuando ve mi mirada y creo que lo que pienso no se refleja bien
porque si lo haría Sam no me miraría tan calma. Es un bebé inocente, no
tiene la culpa por cómo fue concebido o por quien es su padre.
—¿Cuándo? —repetí la pregunta.
—Dos semanas —contestó Sam y luego me dio la espalda. Mire a las
chicas y Liz sacudió la cabeza con desaprobación mientras que Sarah sonrió
triste.
¡Vale! Tendremos que encargarnos del bebé cuando nace si Sam no
quiere hacerlo. Hay unos armarios al otro lado de la habitación, la próxima
vez que nos tiran la comida tendré que echar un vistazo por si hay algo que
podemos usar. Con la comida será fácil o difícil, fácil si Sam lo quiere
amamantar y difícil si no. Eso si el secuestrador no tiene planes acerca del
niño.
¿Qué haremos con un recién nacido aquí? En este lugar horrible, sin luz,
sin aire... necesito aire, necesito salir de aquí. ¡Ahora!
— ¡Dejadme salir! —grité tirando de las barras. Grité y grité hasta que
me quedé sin voz y sin fuerzas y solo pude tumbarme en el frio suelo. Los
sollozos no paraban mientras pensaba en la gente que amo y nunca volveré
a ver. No puedo hacerlo, no puedo traer a mi bebé en este miserable sótano.
Quiero salir de aquí y ser feliz, ser libre. Quiero matar a quien sea
responsable de esta situación, quiero arrancarle los ojos y golpearle hasta
que deje de respirar.
—Felicitaciones, Olivia.
Levanté la cabeza para mirar a Liz que estaba aplaudiendo. ¿Qué
demonios?
—Has tardado cinco días en tener el ataque de ansiedad. Sarah solo
tardó dos en darse cuenta que estaba en un buen lio y yo, aunque dirás que
soy débil, solo medio día. Eres la más fuerte, al menos hasta que nos traen a
la siguiente novia de Colin.
Liz está loca, no hay otra explicación. No soy fuerte, estoy aterrorizada.
—Liz, déjala en paz. Dijo Sarah mirándome con pena.
Cerré los ojos e intente meterme a mí misma en ese rincón de mi mente,
solo quiero escapar.

Día 10
Todos los días son iguales, dormir cuando apagan la luz, despertar
cuando se enciende. Una vez al día como algo, solo una vez porque no
quiero morirme de hambre. Sam dijo que a veces tardan hasta dos semanas
en traer más comida. El agua también, lo menos posible.
Empecé a seguir la rutina de Sam, ese tipo de yoga o lo que sea solo por
hacer algo de ejercicio. La jaula no es muy alta y no hay manera de estar de
pie, solo de rodillas, pero nos apañamos. Durante unos minutos consigo
olvidar donde estoy, pero es otra manera de engañarme a mí misma. Cada
día noto cómo se va mi fuerza y la debilidad toma su lugar.
El dolor de cabeza que es continuo como también lo es el de la muñeca,
añade mucha desesperación y pensar en la muerte es una constante en mi
cabeza.
Las otras chicas están igual o peor. Algunas veces hablamos o reímos de
alguna estupidez, pero casi siempre reina el silencio. Y lo que yo no sabía
era que fuera de estas paredes también reinaba el silencio.

Mientras tanto, afuera...


La vida es una perra.
Eso era lo que pensaba Colin mirando como bajaban el ataúd de Olivia.
Difícil de entender porque las mujeres que le aman acaban muertas. ¿Sería
una coincidencia? ¿Sería mala suerte? Ya no importa, ella fue la última
mujer de mi vida. Nunca volveré a amar a alguien como la amo a ella. Y el
destino me la arrebató antes de tener la oportunidad de decirle cuánto la
amo, cuánta alegría trajo en mi vida.
Olivia pensaba que iba a mi casa para sorprenderme con una cena de
aniversario, la sorprendida iba a ser ella cuando iba a proponerle
matrimonio. Tres meses, muy pronto para la pregunta, pero quería mi anillo
en su dedo, la quería a ella en mi cama cada noche. Quería hacer realidad
sus sueños, el amor que buscaba, la boda perfecta, la casa llena de niños,
todo. Los sueños que también eran los míos.
No sé cuándo me enamore de ella, no sé si fue la primera vez que me
sonrió. Se que lo que siento por ella no lo he sentido nunca en mi vida. Y
nunca más podre abrazarla, besarla, verla reír, nunca más...
¿Por qué la dejé conducir ese día? ¿Por qué le hice caso y no envié a mi
chofer a traerla? Quiero pensar que no sufrió cuando tuvo el accidente, que
se fue feliz porque es la única manera de no perder mi mente.
— ¡Cariño, vamos!
La voz de Iris me molesta, como me molesta su mano en mi brazo. Como
me molesta su actitud desde que me llamaron para avisarme que Oliva
había fallecido. Hay una luz en sus ojos que nunca he visto antes. Siempre
hemos sido muy cercanos, pero ahora no lo aguanto, quiero estar solo. No
quiero escuchar que ya pasara y que con el tiempo olvidare.
—Me quedare un rato, vete tú.
No necesitaba más pruebas para confirmar mi teoría, pero Iris lo hace de
todos modos. Su cara muestra la misma expresión que tiene cuando no
consigue lo que quiere. ¿Cómo no he visto antes esta actitud de niña
malcriada? Olivia tenía razón, no era ella, era Iris.
Tulipanes blancos cubren el ataúd como un recordatorio de su
inocencia. El ramo que sujeto es amarillo, su color favorito.
¡Joder, no puedo hacer esto!
—Pues no lo hagas.
Me di la vuelta para ver quien tenía la audacia de interrumpir mis
últimos momentos con Olivia. Una mujer joven, morena me estaba
sonriendo. ¿Qué demonios?
—Si no te importa, me gustaría estar solo.
—Si me importa, además tenemos que hablar.
—Mira, señorita no sé quién eres, pero ahora no es el momento
adecuado.
—Soy Ava, una amiga de Olivia y la única persona que puede traer de
vuelta a Olivia.
Por un momento la creí, deseé verla otra vez, pero luego la realidad
intervino. Nadie regresa de la muerte.
—No creo en fantasmas, señorita.
—Yo tampoco, Colin. Veras, a primera vista la muerte de Olivia fue un
accidente, su coche, su bolso en el coche, el cadáver carbonizado de una
mujer. Pero si buscas puedes encontrar pruebas de que alguien cambio las
pruebas de ADN. Y si buscas algo más averiguaras de que paso lo mismo
con Samantha Garrett, Elizabeth Evans y Sarah Wilder. Mi instinto me dice
que ni una de esas mujeres está muerta.
—¿Y cuantas veces se ha equivocado tu instinto?
—Nunca. Vamos a dar un paseo y contestas a un par de preguntas que
no he conseguido averiguar por mí misma. Y te prometo que si está viva la
encontraré.
Algo en su mirada me dice que puedo confiar en ella, podría ser el dolor
de la perdida, pero si hay una mínima posibilidad de tener a Olivia viva
hare lo que sea.
Sigo a Ava sin saber que alguien nos estaba mirando, no una sino dos
personas. Dos personas que no lo sabían todavía, pero las cosas iban a
ponerse muy feas.
Capítulo 15

Dia 21
Dos semanas. Han pasado dos semanas y nadie nos trajo comida. Menos
mal que decidí comer muy poco cada día que si no ya estaría muerta. Liz y
Sarah hicieron lo mismo y les queda para algunos días, pero Sam comió su
ultimo sándwich esta mañana. A mí me quedan tres y un paquete de queso,
tendré que compartirlas con ella. Necesita fuerza para traer a mundo al
bebé.
Mi bebé no existe, hace siete días tuve la menstruación. Sam tenía un
paquete de tampones debajo de su colchón. No pregunté porque lo tenía
escondido.
Lloré al darme cuenta que no iba a tener él bebe de Colin, los días que
pensé que estaba embarazada fui feliz. Todo lo feliz que podía ser en esta
prisión. Pero era lo que me mantenía cuerda, imaginaba como seria su
carita, si sería niño o niña, que carácter heredaría. Había imaginado todas
las etapas del embarazo, como mi vida cambiaria con los meses, como de
feliz estaría Colin. Y cuando esa ilusión también me fue arrebatada lloré.
Lloré aliviada de que mi bebe no iba a nacer aquí, lloré aliviada de que
si iba a morir mi bebé no moriría conmigo.
Veintiún días llevo aquí, lo sé porque cuando empecé a perder la noción
del tiempo busqué la manera de llevar un registro de los días. En uno de los
envases de comida cada mañana pongo un cuadradito de cartón. No
pregunté como saben las chicas cuanto tiempo hace desde que las
encerraron.
Hay momentos en los que parecemos cuatro amigas charlando sobre
ropa para que luego un aura de tristeza cubra a cada una de nosotras.
Hay momentos en los que quiero gritar y lo haría si estuviera sola, pero
en vez de eso muerdo mis uñas. Un hábito que había olvidado, empecé
cuando era pequeña pero mi padre consiguió quitármelo enseguida. Nada
como ver a tu madre con un ojo morado para quitarte las ganas de hacer
algo. Pero ahora mi padre no esta y por eso casi no tengo uñas.
La vida es una perra.
—Yo no quiero vivir así —dije y vi a las chicas mirándome atentas.
—No tienes opción —me dijo Liz.
—Si que tengo, luchar. Y de ahí hay dos opciones, escapar o morir. Con
cualquiera de las dos gano.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Sarah.
—No volver a la jaula la próxima vez que tiran la comida.
—Eso si vuelven a hacerlo —añadió Sam.
—Suponemos que sí, ¿luego que, Olivia? —siguió Sarah.
—En ese armario de ahí atrás tiene que haber algo que puedo usar como
arma y cuando vendrán luchare.
—Parece fácil, ¿no, Sam? Cuéntale a Olivia como te fue cuando te
quedaste fuera de la jaula.
¡Joder! Había olvidado eso. Por las caras que han puesto ellas no lo
olvidaron.
—¿No? Como Sam no quiere yo te lo cuento Olivia. La violo aquí
mismo, entre las jaulas para que podamos ver. Escuchamos sus gritos,
vimos su dolor y no pudimos hacer nada. ¿Quieres saber lo que ella sintió?
Sique con esta tontería y lo averiguaras.
Las palabras de Liz me hacen reconsiderar mi plan, pero tengo que
hacer algo.
—Yo llevo tu comida y tú vas a buscar en el armario. Y reza para que
encuentres algo que valga —dijo Sarah.
—¡Estáis locas, las dos! —exclamó Liz.
—¿Sam, tú que piensas? —pregunté viendo que ella seguía callada.
—¿Si mueres ahora y algún día consigo salir de aquí, viva, ¿quieres que
le dé un mensaje de tu parte a Colin?
Esto ha sido un golpe bajo y no me lo esperaba.
—Si, dile que ya no había más espacio en el rincón.
Sam no aguanto mucho tiempo mi mirada y se giró dándome la espalda.
Lo que faltaba, problemas con las compañeras de sótano. Ah, mira que al
final he dado con el mejor mote Compañeras de sótano.

Dia 22
— ¡Toma!
Sam me ignora por la segunda vez, rechazando el sándwich. Desde la
discusión de ayer esta enfadada.
—No seas tonta, tienes que comer.
Despacio se levanta y acercándose coge el envase.
—Gracias —dijo.
Eso no fue tan difícil, ¿no? Comemos en silencio, cada una inmersa en
sus pensamientos.
—Los ojos. Es uno de los puntos débiles. Ve a por los ojos si no tienes
nada que puedas usar para defenderte —dijo Sam sorprendiéndome. A mí, a
Liz y a Sarah.
—Tengo miedo —murmuró Liz.
—Todas tenemos miedo —dijo Sarah.
—No, tengo miedo de esperar que hay alguna posibilidad de salir viva
de aquí. ¿Y si no lo conseguimos?
—La esperanza es lo último que muere, ¿no? —dijo Sam.
—Las que vamos a morir somos nosotras —añadí ganándome tres
miradas desaprobadoras.
—Vamos a ver, Olivia, ¿tú quieres salir de aquí o morir? Que no me
queda claro —dijo Liz.
—Una de las dos, lo que no quiero es pudrir aquí, esperando a un
caballero de brillante armadura que venga en mi rescate.
—¿No crees que Colin vendrá a buscarte? —preguntó Sarah.
—Si supiera donde estoy, claro que vendría. Pero me imagino que ya
estoy muerta y enterrada y nadie me está buscando. Como tampoco os
buscan a vosotros.
—Y ahí vuelan mis ilusiones de pelear las cuatro por el mismo hombre
—dijo Sam.
¡Oh, mierda! Colin es mío. Ellas son su pasado y yo soy su futuro. Ellas
tuvieron su oportunidad y si piensan que pueden venir e intentar quitármelo
se equivocan.
Las risas que llenan el sótano me sacan de mi ensimismamiento. Las
miro sin entender que paso, que me perdí.
—¿Qué?
—Tu cara —dijo Liz entre carcajadas.
¿Qué pasa con mi cara? Pase mi mano por mi cara buscando algo que
explique la gracia.
—Se pudo ver perfectamente lo que piensas de la posibilidad de perder
a Colin —aclaro Sam.
Se estaban riendo de mí.
—Que graciosas sois hoy, chicas.
—Tranquila, él es todo tuyo —me informa Liz. Recuerdo que Sam dijo
que iba a romper con él y me queda Sarah. La miré mis cejas levantadas.
—Lo mío con Colin no fue lo que piensas, pero te aseguro que puedes
estar tranquila —dijo Sarah.
Y como siempre sus respuestas levantan más preguntas. Pero como no
hay manera de sonsacarle más me tengo que aguantar y esperar que algún
día podre preguntarle a Colin.

Día 25
Es oficial, nos vamos a morir de hambre. No nos queda nada, ni una
galleta, ni un sándwich, solo un par de botellas de agua. No sé cómo será
morir de hambre, solo espero que no sea muy doloroso. Cuánto era, ¿cuatro
días? Muy pronto averiguaremos como es.
—Mi sueño era casarme y tener hijos. Desde que era pequeña solo quise
ser esposa y madre. Cuidar a mi marido y a mis hijos.
Las palabras de Liz me hicieron levantarme del colchón y mirarla,
estaba tumbada acariciando su vientre plano.
—Empecé a planear mi boda el día que cumplí cinco años y conocí a
John Ryder Brown. Él tenía diez años y era tan guapo.
—¿Y porque no te casaste con él? —preguntó Sam.
—Porque él no me quería, para el siempre fui la vecina pesada. La niña
enamorada que le seguía a todos lados. Si salgo de aquí me voy a casar con
él, incluso si tengo que forzarlo.
—Buen plan, Liz. Y si se opone lo podemos encerrar hasta que acepta
—dijo Sam.
No pude evitar reírme, la imagen de las cuatro secuestrando a un pobre
hombre y forzándolo para que se case.
—¿Y tú, Olivia? —siguió Sam.
—Yo ya tenía todo lo que había soñado, mi propria pastelería y el
hombre perfecto —contesté y giré la cabeza para que las chicas no vieran
las lágrimas en mis ojos.
—Yo quiero recuperar la casa de mi abuela y si aparece un hombre que
me enamore no diría que no —dijo Sarah.
—A mí no me miren —espeto Sam—. Mi sueño era ser médico y lo
había conseguido.
—¿Y un hombre? —le pregunté.
—No gracias.
—Decidido, John Ryder para Liz y dos hombres guapos para Sam Y
Sarah —dije sonriendo y pensando si algunos de mis amigos valdrían para
las chicas.
— ¡Oye, que dije que no! —exclamó Sam—. Lo que falta ahora es decir
que deberíamos hacer un pacto, ¿no?
—Pues no lo había pensado, pero es una buena idea. Un pacto para
ayudarnos a cumplir los sueños.
—Yo estoy de acuerdo —dijo Liz.
—Y yo —añadió Sarah.
— ¡Joder! ¿Quieres sellar el pacto con sangre? —preguntó Sam, la
diversión notándose en sus ojos.
No le pude contestar porque justo en ese momento se escuchó el ruido
que anunciaba la llegada de la comida. Suspire aliviada al saber que no
íbamos a morir de hambre, pero podría morir de otra manera si el plan no
iba bien. ¡Vaya lio!
Mi corazón empezó a latir más rápido y por un segundo pensé que me
iba a desmayar, pero una mirada de Sam me dio fuerzas. Una mirada llena
de esperanza. Somos cuatro, cinco con el bebé, tengo que luchar por todas.
Y por Colin.
Las puertas se abren y las chicas corren hacia las bolsas que habían
caído minutos antes mientras que yo voy hacia la parte de atrás del sótano.
Hay dos armarios de metal, de los que ves en los talleres mecánicos, uno
tiene un candado, pero el otro no.
Abrí la puerta y dentro había latas de pintura, rodillos, una caja con
tornillos. ¿Quién guarda herramientas en el sótano? Da igual... a lo que iba.
¿Cuánto daño le puede hacer una lata de pintura? Busque entre periódicos y
trapos y toneladas de polvo... un martillo. No pesa mucho, pero es un
martillo, este sí que puede servir como arma.
Mire atrás para ver cuánto tiempo me queda, Sam estaba ya en la celda
mirándome, Liz y Sarah al lado del lavabo. No tengo mucho. Cogí el
martillo y golpeé el candado. Después de tres intentos el candado cedió y
abrí el armario. Nada, solo cables y un montón de cosas que no se para que
sirven. No tiene sentido poner un candado a un armario que no contiene
nada. Algo hay aquí...
Detrás de unos botes con un líquido amarillo había una caja, otro
candado, otros golpes y encuentro el tesoro. Hay fotos, pero las tiro a un
lado, no tengo tiempo para satisfacer mi curiosidad, hay esposas y una
pistola. Hay que ser idiota dejando una pistola en el mismo sitio donde
tienes secuestradas a cuatro mujeres.
— ¡Olivia, date prisa! —grita Liz.
Cargada con las cosas volví junto a las chicas que estaban esperando al
lado de las puertas de las jaulas. Dentro de las jaulas, no fuera.
—No se usar una pistola —dije.
—Dámela a mí —pidió Sam.
Cuando le entregaba la pistola a Sam, pasaron dos cosas. Las puertas de
las jaulas empezaron a cerrarse. La puerta del sótano se abrió dejando entrar
la luz y pudimos ver la silueta de un hombre.
— ¡Oh, Dios! —murmuró Liz.
— ¡Corre Olivia, entra en la jaula! —dijo Sam.
— ¡Mierda, mierda! —exclamó Sarah.
La puerta se cierra con un golpe fuerte y los pasos del hombre bajando
la escalera se escuchan claramente. Tengo un segundo para decidir si vuelvo
a la celda o voy a enfrentarme a este hombre aquí. Detrás de las barras
podría sentirme algo más segura, pero él puede entrar ahí. Todavía estoy
sujetando el martillo y destornillador. Me acerqué y le di a Sarah el martillo
mientras que el destornillador lo guardé debajo de mi yeso improvisado,
todo sin dejar de mirar al hombre bajando por la escalera.
Hay algo familiar en él, es alto con hombros anchos. Como Colin.
Sacudí la cabeza intentando borrar ese pensamiento de mi cabeza.
¡Concéntrate, Olivia! ¡No es Colin!
Mi corazón esta como loco, mi cuerpo tiembla. Tengo miedo. ¿Por qué
no lo espere al lado de la pared? Podría haberle golpeado con el martillo en
la cabeza y asunto arreglado. ¡Idiota!
Bajar la escalera solo lleva unos segundos, pero para mí parece que
fueron horas hasta que el hombre dejó atrás la oscuridad y pude verlo.
— ¡Hola, Olivia! —dijo él.
Ryan. Su sonrisa y esa mirada malévola me dicen que no me espera
nada bueno. Intento aguantar su mirada, pero dentro estoy aterrorizada.
Mientras que él se acerca por mi cabeza pasan mil escenarios posibles, mil
posibilidades donde yo no salgo ganadora. Yo viendo torturas y dolor en mi
cabeza y él se acerca tranquilo. Como no tuviera ni una preocupación en el
mundo. Ni un cabello fuera del lugar, el traje negro perfecto y si tuviera las
agallas de bajar la mirada creo que vería sus zapatos brillantes.
Cuando solo le queda un paso por llegar a mi lado se detiene.
—¿No te dije que nos veríamos de nuevo? —preguntó metiendo las
manos en los bolsillos de su pantalón. Esta tan relajado que asusta más.
—¿Por qué? —susurré.
Necesito tiempo para pensar que hacer, como salir de esto, pero también
necesito saber la razón de mi secuestro.
—¿Por qué estás aquí? Hay varias razones, pero todo se reduce a uno
solo. Te quiero fuera de la vida de Colin.
—Porque lo odias y no aguantas verlo feliz —dije.
—Eso también, pero tiene algo que me corresponde y si estas con el no
puedo conseguirlo.
— ¡Oh, Dios! Llevo un mes en este infierno y tú me vienes con
adivinanzas. Dime de una vez que es tan importante.
—Dinero —murmuró Sarah.
Ryan dirigió su atención a Sarah.
—Sarah, un placer verte.
¿Qué demonios piensa que es esto? ¿Una reunión de amigos? Lo que
nos falta es tomarnos unas copas, ¿no?
—Púdrete —contestó Sarah.
—Va a ser que no, mi querida. ¡Tú vienes conmigo! —me dijo Ryan,
me agarró del brazo y empezó a caminar hacia las escaleras.
— ¡No! —grité tratando de soltarme.
Ryan se detuvo y se volvió hacia mí. —¿Quieres hacer esto aquí,
Olivia?
No sé a qué se refiere, ¿o sí? Recuerdo cómo me miraba en la cabaña y
el miedo se apodera de mí. No que antes no tenía miedo, si lo tenía. Pero
prefiero morir antes de que me toque. Mientras Ryan espera mi respuesta
muevo despacio mi brazo haciendo que el destornillador baje hasta poder
sujetarlo en mi mano.
—Quiero irme a casa —respondí y Ryan perdió la paciencia.
— ¡Tu harás lo que yo digo! ¿Entiendes?
Quise gritar que no pero como estaba esperando mi negación levanto la
mano y me abofeteo. Y lo hizo tan fuerte que acabe tirada en el suelo. Grité
cuando agarró mi cabello y levantómi cabeza.
—¿Entiendes, Olivia? —preguntó furioso.
No le conteste. Levante la mano y usando mis ultimas fuerzas le clave
el destornillador en el cuello. Vi su expresión sorprendida, luego el dolor y
al final la ira. Soltó mi cabello y dio unos pasos atrás, tambaleándose. Me
arrastre hasta que mi espalda golpeo las barras de la celda de Liz, ¿o era la
de Sarah? No tuve tiempo de pensar en mi siguiente movimiento porque
Ryan sacó el destornillador y lo tiró lejos. Escuché su grito y supe que de
aquí no saldría viva.
Antes de darme cuenta de lo que pasaba, Ryan me levantó del suelo y
me empujó con fuerza contra las barras.
— ¡Vas a pagar por esto! —dijo y rodeó mi cuello con sus manos. Y
apretó fuerte.
Parece que al final voy a recibir lo que pedí, morir. Recuerdo el consejo
de Sam sobre los ojos e intento, pero no tengo fuerzas. Solo consigo
arañarlo con las uñas y enfurecerlo más. Recuerdo la sonrisa de Colin, las
tardes con Greta, recuerdo todos los momentos maravillosos pasados con
Colin... Ryan aprieta más fuerte, tanto que ya no puedo respirar.
Y más fuerte hasta que perdí la conciencia, pero antes de hacerlo
escuché un disparo.
Capítulo 16

— ¡Olivia!
No sé qué me despertó, oír mi nombre o la bofetada. Por un momento
pienso en no abrir los ojos, la última vez que lo hice desperté en el sótano.
Pero los sonidos y el olor me dicen que todavía estoy ahí, así que abrí los
ojos.
— ¡Por fin! —dice Liz.
Estoy acostada en el suelo y cuando giré la cabeza vi a Ryan en el suelo.
Rápidamente me levanté, pero solo para caer de vuelta mareada.
— ¡Joder! — exclamé. Mi voz irreconocible, no ronca, peor.
—Tranquila, esta inconsciente —dijo Sam.
Las chicas siguen encerradas en las jaulas. Quiero preguntar qué diablo
paso, pero unos golpes fuertes me lo impiden. Sarah está golpeando con el
martillo la cerradura de la jaula. Cuento los golpes y al llegar a nueve la
cerradura está completamente destrozada. Con la respiración entrecortada
espero a que Sarah empuje la puerta y cuando la abre lagrimas brotan en
mis ojos.
Sonreímos como tontas y Sarah le entrega el martillo a Liz que enseguida se
pone a dar golpes. Ella se acerca a Ryan y toca su cuello para tomar su
pulso.
—Está vivo, tenemos que atarlo — dijo Sarah.
—¿Y si lo encerramos en la celda de Olivia? La cerradura debería funcionar
—propuso Sam.
Me levanté despacio por si me mareaba y me acerqué para ayudar a Sarah.
Las dos tiramos de Ryan hasta meterlo en la jaula. Intente no mirar las
heridas que sangraban, una en su cuello que era obra mía y otra en el
hombro que sería de Sam. Cerramos la puerta y respiramos aliviadas al
escuchar el clic. Por si acaso comprobamos que no se abre. No se abrió.
Liz había conseguido salir y ahora estaba destrozando la cerradura de Sam.
Cogí una botella de agua y me senté en el suelo, bebi la mitad y esperé a
Sam.
Por fin saldremos de aquí, las cuatro, vivas. No puedo contener mi alegría y
al verme Sarah dijo —Espera hasta que estemos fuera.
La ignoré y cuando Liz soltó a Sam me levanté y las cuatro nos dirigimos
hacia la escalera. Toda la alegría y la esperanza se esfumo cuando Liz, que
iba primera, intentó abrir la puerta. Estaba cerrada y la cerradura electrónica
necesita un código. Un código que tenía el hombre inconsciente encerrado
en la jaula.
Liz quería usar otra vez el martillo, pero se lo impedimos, esa cerradura es
más grande y parecía mucho más complicada que las que había en las
jaulas. Bajamos desanimadas.
Dependiendo de como ves las cosas hemos conseguido mucho o poco.
Mucho si eres optimista, solo hay una puerta entre nosotros y la libertad. Y
la persona que nos podría impedirlo no puede hacerlo. Eso si no tiene
cómplices. Si los tiene estamos muertas.
Poco si eres pesimista, no hay manera de abrir la puerta y la persona que
nos mantiene alimentadas esta encerrada con nosotros aquí. En conclusión,
nos acabamos de condenar a morir de hambre. Nosotras. Nadie más. Y si
tiene cómplices estamos muertas. ¡Buen plan, Olivia! Muy buen plan.
Cogí un paquete de Oreo de la bolsa de Liz y empecé a comer.
—¿No te daban migraña? —preguntó Liz.
—Nos vamos a morir, ¿qué importa una migraña?
—Deberíamos despertar a Ryan antes de que muera desangrado y obligarlo
a darnos el código —dijo Sarah.
—¿Y cómo haremos eso? —preguntó Sam.
—Yo que se, tú eres la doctora —contestó Sarah.
Mientras que las chicas debaten la mejor manera de despertarlo me acerqué
a la jaula y empecé a abofetear a Ryan. Gimió y se movió, pero no se
despertó.
—Déjame a mí —dijo Liz y empezó a golpearlo fuerte con las manos.
La dejé hacerlo cuando algo atrajo mi atención, la pistola en la jaula de
Sam. Ella estaba sentada en el suelo al lado de la puerta.
—¿No podías dispararlo antes? —pregunté pensando en el dolor que
intentaba ignorar. Ignoraba también el sonido de mi voz que no parecía mía.
—Podía, pero no sabía a quién de los dos dispararía. Además, esos
moratones que te están saliendo en el cuello pegan mucho con el vestido.
—Que graciosa eres —le conteste queriendo parecer enfadada. Y Sam lo
sabía porque sonrió antes de volver su atención hacia Ryan.
Liz había conseguido despertarlo.
—Ryan, dinos el código de la puerta —le pidió ella.
Él intenta reír, pero lo que consiguió fue un sonido raro y hacer que las
heridas sangraran más. No soy médico, pero no creo que sobreviva mucho.
Aunque no se si deberíamos ayudarlo. Ayudarlo a vivir o a morir.
—No —murmuró Ryan.
—Vamos a torturarlo —propuse. Las chicas me miraron sorprendidas. Le
sonreí a Ryan que también me miraba.
—En las películas funciona, en ese armario he visto unos alicates, le
podemos sacar las uñas. O arrancarle la piel. O romperle los huesos.
—Cariño, si salimos vivas de aquí, sería buena idea no comentarle esto a
Colin. Este lado violento es mejor guardarlo para ti, ¿ok? —dijo Sarah.
—Vale —acepté.
Subí la escalera y empecé a poner números al azar, esperando un milagro.
Averiguar una combinación de seis números antes de morir de hambre aquí
dentro sí que sería un milagro. Pero creo que si las dejo un poco de tiempo
las chicas estarán más abiertas a mi propuesta de torturar a Ryan. Eso si no
se muere antes.
No paro de pensar en cómo de cerca estamos de la libertad, del aire limpio,
de las personas amadas. Y si torturar a una mala persona me hace a mí una
mala persona por mi genial. Si tengo que elegir entre su vida y la mía, elijo
la mía.
Cuando ya no puedo mover mis dedos, bajo y encuentro a las chicas cada
una en sus jaulas. Esa vista es tan triste, les di esperanzas y ahora nos
quedamos sin opciones.
Y todo por nada. Por dinero.
Ryan estaba sentado en el colchón, en el mismo sitio en cual me sentaba yo.
Tenía un trapo en la herida del hombro. Alguna de las chicas se lo habían
dado. Yo no lo hubiera hecho.
—Ya que todos moriremos aquí, explica mejor el asunto del dinero, Ryan.
—Si Colin no está casado y no tiene un hijo al cumplir los treinta y cinco la
montaña es mía —respondió Ryan.
—¿Qué montaña? —pregunté.
Pero no tuve que escuchar la respuesta, ya lo sabía. La cabaña donde me
llevo Colin. El bosque que me encanto, con sus árboles, su tranquilidad. Ni
un alma en todo su esplendor.
—Veo que ya sabes de que estoy hablando. Una casa ahí se vendería con
más de veinte millones, se pueden construir por lo menos cien casas. Haz
las cuentas y veras la cantidad de dinero que tu novio rechaza.
El odio se nota en cada palabra que dice, el odio, la envidia. Como nadie
vio la maldad en Ryan es algo que no puedo entender. Su padre es el
hombre más amable, más humilde que he conocido. Y Ryan secuestra a
cuatro mujeres por dinero. Aunque hay algo que no tiene sentido. A Sam la
encierra aquí hace un año, unas semanas más tarde a Liz y casi dos meses
después a Sarah. La idea era de impedir a Colin que se case, pero Liz y
Sarah ya estaban fuera de su vida. ¿Por qué?
—Vale, Sam lo entiendo, lo mío también. ¿Pero Sarah y Liz? ¿Por qué
secuestrarlas cuando ya no eran novias de Colin?
—¿Por qué es un psicópata? —preguntó Liz.
—Ellas no fueron cosa mía —respondió Ryan.
—¿Y eso que quiere decir? —pregunté.
—Esto es muy interesante —dijo Sam—. Pero debemos volver al asunto
importante aquí, que es abrir la maldita puerta.
Algo en la voz de Sam atrajo mi atención y cuando la mire estaba pálida, o
mejor dicho más pálida si se podría, y estaba frotando su espalda.
—¿Qué pasa, Sam?
—Pasa que no quiero traer al bebé al mundo en estas condiciones
miserables. ¡Eso pasa!
Las últimas palabras las grito antes de doblarse y gemir de dolor.
Sarah corrió a su lado y le estaba hablando en voz baja. Liz se acerca y me
entrega el martillo.
—¿Rompemos la cerradura? —le pregunté.
—No, primero le rompes los dedos a este gilipollas.
El martillo pesa en mi mano, pero me levantó y me acercó a la jaula de
Ryan. ¿Puedo hacerlo? Una cosa es pensarlo y otra cosa es hacer daño a
alguien, no importa que lo merece. Lo apuñalé con el destornillador, pero
me estaba defendiendo.
Ryan siguió mis movimientos y cuando estuve al lado de la jaula sacA
la mano a través de las barras.
—¿Crees que eres capaz de torturarme, Olivia?
—Vamos a averiguarlo, ¿no?
Me armé de valor, sujeté con fuerza el martillo y me senté de rodillas,
mi mirada en la mano de Ryan. Lo odio por encerrarme aquí, pero no
puedo. Y quiero hacerlo. Tenemos que salir de aquí. Sam dejo de gritar de
dolor, pero puedo oír su respiración pesada y otro sonido más... la puerta.
Alguien intenta abrir la puerta.
Me puse de pie y me acerqué a Sam. Las cuatro miramos hacia la puerta
esperanzadas y al mismo tiempo atemorizadas.
Escuchamos la risa sarcástica de Ryan al mismo tiempo que una voz de
mujer resonaba en el sótano.
—Siempre hay un sótano, siempre. Y cuanto más tardes en encontrarlo,
mejores serán los secretos almacenados allí.
—Si tú lo dices —contestó un hombre. Un hombre cuya voz
reconocería entre miles.
La mujer bajo el último peldaño y se quedó parada.
—¡Joder! —exclamó ella.
A ella la conozco, pero ahora mismo no puedo recordar de dónde.
—¿Qué pasa...?
Colin no termina su pregunta porque en ese momento levanta su mirada
y nos ve. A las cuatro. Su mirada pasa de Sam, que estaba sentada en el
suelo sujetando la pistola, a Liz y luego a Sarah. Vi la sorpresa en su
semblante antes de cambiar a furia.
Pero luego sus ojos encontraron los míos y la alegría tomo el lugar de la
ira.
— ¡Olivia! —susurró y en un segundo estaba en sus brazos. A salvo.
Colin vino a buscarme. Enterré mi cara en su cuelo inspirando su aroma, su
olor. Cerré los ojos con fuerza para impedir las lágrimas que amenazaban
con salir. Puedo llorar más tarde... y respirar también, porque Colin me está
apretando muy fuerte.
—Colin —murmuré.
El me liberó de su abrazo y acunando mi cara en sus manos me miró
atentamente. Sus ojos llenos de angustia buscan algo en los míos. No sé qué
será.
Y es ahora que recuerdo mi apariencia, cabello sucio recogido en un
mono y atado con un trozo de mi vestido, un brazo con un cabestrillo
improvisado, el vestido hecho jirones. Él es igual de guapo, parecemos el
príncipe y la cenicienta.
Pero a Colin no le importa mi apariencia, despacio baja la cabeza y me
besa. Un beso suave y dulce, un beso en que pongo todo el dolor que he
sufrido, toda la felicidad que siento ahora que estoy con él.
—Estas viva —murmuró Colin cuando dejo de besarme.
—Viva y horrible, necesito una ducha.
—Estás preciosa —respondió el sonriendo.
¡Dios! Cuanto lo eche de menos.
—Que romántico —escuchó decir a Liz.
—Colin no era así antes, ¿no? —añadió Sam.
—A mí nunca me dijo que soy preciosa —continuo Liz.
—Sera porque no lo eres —le respondí a Liz sonriendo.
La mujer que llegó con Colin empezó a reír y vi también a Sarah y a
Sam escondiendo sus sonrisas.
—Esta te la guardo —dijo Liz mientras que su mirada decía otra cosa,
que era feliz de poder bromear.
—¿Ahora podemos irnos? —preguntó Sam.
Colin que había seguido mi conversación con Liz con preocupación dio
un paso al lado para mirar a Ryan.
—¿Por qué?
Ryan lo miró con odio, pero no contestó y Colin se acercó a la jaula.
—¿Qué razón tuviste para secuestras a cuatro mujeres inocentes? —
preguntó Colin y Ryan siguió sin responder.
—Puedes abrir la puerta? —preguntó Colin mirando a Ava.
—Si, pero no lo hare —contesto Ava.
—Vas a pagar por esto, Ryan. ¡Te lo prometo! —dijo Colin furioso.
—Vamos a salir de aquí —dije y cogiendó su mano empiezo a caminar
hacia la escalera. Colin duda un momento y después de echarle una última
mirada a Ryan camina conmigo.
Liz y Sarah ayudan a Sam a levantarse y subir la escalera, ni una de
ellas miró hacia atrás. Ni hacia lo que fue su prisión durante meses ni hacia
el hombre que había sido su carcelero. Esperamos a que lleguen arriba antes
de subir y Colin se detuvo al lado de la mujer que todavía no he recordado
de donde la conozco. Y lo raro es que no estoy celosa. Ella es joven,
morena como yo y con una dureza en sus ojos... Ava. Es Ava, la amiga de
Isabella.
—Gracias por encontrar a Olivia —dijo Colin.
—Fue un placer. Ahora sácala de aquí mientras yo me ocupo de tu
primo.
Ava me guiñó el ojo y se fue hacia Ryan.
—Vamos —dijo Colin y con mi mano en la suya subimos la escalera.
Hacia la libertad.
Capítulo 17

Salimos en una cocina grande, luminosa, con flores frescas en el medio de


la encimera.
Rosas. ¿Quién demonios vive en esta casa? A Ryan no lo veo como el tipo
de hombre al que le gusta las flores.
—Espera aquí —dijo Colin y volvió al sótano.
Estuve a punto de gritarle que no me dejara sola pero ya había bajado.
Empecé a agobiarme. El miedo de que algo le pasara a Colin era demasiado
fuerte para poder ignorarlo. Aunque sabía que Ryan no le podía hacer daño
el temor que sentía era imposible de controlar. Así que me quede en medio
de esa cocina soleada, temblando y admirando las rosas.
No sé cuánto tiempo paso hasta que Colin volvió a mi lado con la
misma expresión seria. Pero tenía los nudillos de las manos ensangrentados.
Y aunque puede parecer cruel me alegro. Ryan lo merecía. Eso y más. Puso
su brazo alrededor de mis hombros y me guía hacia la salida. Los temblores
y el miedo se han evaporado con un simple toque de Colin.
En cuanto salí de la casa de los horrores me detuve, miré hacia el cielo y
respiré profundamente. Quiero pensar que nunca perdí la esperanza, pero
mentiría. Lo conseguimos. Escuché el ajetreo de gente, ambulancias y
coches de policía llenaban el patio de la casa. Llegan tarde, meses
demasiado tarde.
Abrí los ojos y le sonreí a Colin que estaba a mi lado mirándome con
ternura.
—Otra vez no —dijo Liz.
—Tendréis tiempo más tarde, ahora tengo que ir al hospital a dar a luz
—añadió Sam.
Seguí mirando a Colin mientras las chicas hablaban y pude ver que
Colin estaba confundido por nuestra interacción, pero no dijo nada.
Después de escucharme decir que si, Sam subió a la ambulancia, Sarah
e Liz insistieron ir con ella. No quise ir en ambulancia, pero una sola
mirada de Colin me convenció. El subió conmigo y no soltó mi mano
mientras me atendían. Aunque les comenté que estaba bien, no me hicieron
caso. En cambio, me tomaron la tensión, me hicieron mil preguntas. Y cada
respuesta mía ponía a Colin más tenso, la ira muy clara en sus ojos, en la
fuerza con cual agarraba mi mano.
Al llegar al hospital no me dejo sola ni un momento, estuvo conmigo
cuando examinaron mi muñeca y mi cuello, cuando tomaran fotos para la
policía. Donde tuvo que dejarme ir fue al hacer la radiografía de la muñeca.
Y por fin me llevaron a una habitación y enseguida corrí al cuarto de baño.
Lo primero que hice fue cepillarme los dientes, dos minutos al menos
tres veces. Manías mías. Pero eché de menos demasiado las cosas sencillas,
como un cepillo de dientes o un peine.
Colin entra cuando luchaba con la bata que se había enganchado y no
podía quitármela. Dejo encima del lavabo un café y me dio la vuelta para
arreglar el lio que había hecho con el cordón. Cogí el vaso de café y suspiré
antes de beber, escuchar la risa baja de Colin fue cien veces mejor que el
café.
—Ya está —dijo y me quitó el café para tomar un sorbo.
—Gracias.
De repente sentí vergüenza, pero el deseo de lavarme ganó y me quité la
bata al entrar en la ducha. Y mientras yo dejaba el agua mojar mi cuerpo
Colin se apoyó en el lavabo, tomando tranquilo su café. Necesité medio
bote de gel de ducha para sentirme limpia y poder pasar al cabello, que sería
una tarea difícil tomando en cuenta que no podía usar mi mano izquierda.
Me habían quitado el lio que habíamos hecho con los cartones y me iban a
poner un yeso, pero imploré que me dejaran ducharme antes. Lo que no se
ahora es cuánto tiempo tardare en dejar mi cabello limpio solo con una
mano.
La puerta de la ducha se abrió dejando entrar el aire fresco y a Colin.
Desnudo. Sin una palabra quitó el bote de champú de mi mano y empezó a
lavar mi cabello. Minutos más tarde tenía el cabello limpio y me sentí un
poco más la Olivia de antes. Y un poco más de la nueva Olivia. La antigua
Olivia nunca inició algo más que un beso, la nueva no dudó en darse la
vuelta, saltar en los brazos de Colin, rodearlo con las piernas y besarlo.
Fuerte, intenso.
Colin dudó un segundo antes de hacerse cargo del beso y apoyarme en
la pared dejando sus manos libres para acariciar. Suavemente, el beso
suave, sus caricias suaves y no era lo que yo quería.
—Te quiero dentro. Ahora.
Colin levantó la cabeza, dejando de besar mi cuello y me miró hasta que
una sonrisa seductora apareció en su cara.
—Ahora —dijo antes de posar su boca sobre la mía y besarme fuerte. Y
luego me dio lo que había pedido, primero sus dedos me volvieron loca y
luego él se encargó de llevarme al orgasmo. Gemí en su boca mientras el
empujaba cada vez más fuerte antes de detenerse y correrse dentro de mí.
Siguió sosteniéndome en sus brazos, fuerte, su cabeza en mi cuello. El
agua seguía cayendo, el vapor llenaba el cuarto. Y cuando por fin levantó su
cabeza para mirarme Colin muy serio me dijo.
—Nunca más, Olivia. Nunca me dejarás de nuevo.
—No fue decisión mía...
Las manos de Colin me apretaron con fuerza impidiendo que
continuara.
—Te enterré Oliva, llevé tulipanes a tu tumba.
¡Oh, Dios! Todo el tiempo que estuve ahí preocupada por lo que me
podría pasar, por si lo volvería ver nunca me imaginé que Colin lo estaba
pasando tan mal. No sé qué pensé, a lo mejor no quería añadir el
sufrimiento de él a lo mal que me sentía yo. Pero ver el dolor en sus ojos, la
decisión de no perderme me di cuenta que era mentira. Una pequeña parte
de mi estaba asustada de pensar que él no me echaría de menos, que podría
olvidarse de mí y había intentado en no pensar en sus sentimientos.
—Nunca más —susurré.
—¡Eres mía! ¡Para siempre!
—Eh, Colin…
—Olivia! — él dijo impaciente.
—Vale! Pero no me pidas en matrimonio ahora, solo llevamos juntos
tres meses. La gente pensará qué es muy pronto.
—La gente puede irse al infierno.
Satisfecho con la sonrisa que vio en mi cara como respuesta a sus
palabras Colin nos sacó de la ducha. Me entregó una toalla grande y el usó
una pequeña para secarse. Se puso la camisa y el pantalón, me dio un beso
en los labios y dijo que volvería enseguida.
La última vez que me había mirado en un espejo fue al arreglarme para
mi cena con Colin, la mujer que me miraba ahora no era la misma. Y no era
solo la apariencia, la palidez, la delgadez o el cabello hecho un desastre, era
lo que podías ver en mis ojos. Antes, a pesar de lo vivido con mis padres,
había una alegría, una felicidad en ellos. Ahora ya no…
Colin volvió con una bolsa de deporte y la dejó encima del lavabo.
—Greta te ha traído algo de ropa. Cuando estás lista le digo que pasé, y
luego el detective Daniels quiere hablar contigo.
—Veré a Greta, pero el detective tiene que esperar, tengo que ir con
Sam.
Me puse la ropa interior que había en la bolsa y unos vaqueros con una
camisa azul. Colin me miraba ceñudo.
—¿Qué?
—Eh… tú y Sam. Y Liz y Sarah. No sé cómo sentirme acerca de eso.
—¿Es raro? —pregunté y Colin asintió. Suspiré, cogí el peine y empecé
a desenredar mi cabello.
—La verdad es que no se si somos amigas o solo estamos unidas por lo
que hemos vivido juntas y con el tiempo esta conexión se romperá. Lo que
puedo decirte es que me gustan, son buenas personas. Sam disparó a Ryan
cuando me estaba estrangulando…
— ¡Jesús! —murmuró Colin —. Debería haber matado a ese hijo de
puta.
—Las visitas conyugales no suenan muy atractivas si me preguntas a mí
—bromeé.
—Entendido, vamos a ver a Greta y luego a Sam — declaró Colin. Dejé
el peine, cogí las bailarinas y lo seguí fuera del baño.
Greta lloró en cuanto me vio, lloró cuando me abrazó y lloró cuando le
conté en muy pocas palabras que había pasado. Por primera vez en mi vida
no le conté toda la verdad, no le hablé del miedo, de la horrible situación en
que estuve. Solo la abracé y di gracias a Dios por haber salido viva de ese
maldito lugar.
La dejé en la habitación, mejor dicho, me echó cuando le hablé de Sam
y del bebé, y subí a la planta de maternidad con Colin. Nos detuvimos en la
puerta, besó mis labios y me dijo —Estaré aquí si me necesitas.
Asentí y entré en la habitación dónde Sam estaba caminando
tranquilamente. Liz estaba en la cama apoyada en las almohadas y Sarah
leía un periódico sentada en una silla.
—Ya era hora de que llegarás. ¿Qué has hecho tanto tiempo? —
preguntó Sam y tuve que tragarme una sonrisa al recordar que me
entretuvo.
—Su novio es Colin. ¿Recuerdas a Colin? —siguió Liz.
Cerré los ojos e intenté no pensar en qué cada una de ellas conoce a
Colin íntimamente. Que besó a cada una, que … ¡hora de pensar en otra
cosa, Olivia!
—¿Por qué no estás en la cama? —le pregunté a Sam.
—Quería caminar y la enfermera dijo que todavía queda mucho para
tener que sentarme y empujar — contestó Sam.
—¿Y ahora esperamos?
—Si, y tú puedes entretenernos. Cuenta si Colin sigue capaz de quitarte
la respiración con sus besos y....
— ¡Liz! ¡Deja de fastidiar a Olivia! —dijo Sarah interrumpiendo a Liz.
—Vamos a hablar de esto ya que parece que el bebé no tiene prisa en
llegar. Admito que es raro que mi novio...
—No es raro, Olivia. Es la vida que nos llevó hasta aquí y sus razones
tendrá. Liz solo bromea con esto, tiene esta manía de molestar a la gente.
Sam para de hablar un momento, se acerca a la cama y Liz se baja para
ayudarla subir. Y luego con cara de dolor sigue.
—Todas tenemos nuestra historia con él, pero eso está en el pasado. Tu
eres su presente y su futuro. Y con esto zanjamos el asunto y vamos a
buscar un nombre para mi bebé.
—Olivia si es niña, Oliver si es niño —habló Sarah por primera vez.
—Perfecto —declaró Sam.
Tres horas más tarde seguíamos igual. Liz quería comer hamburguesas y
Colin se encargó de ello, Sarah quería sushi y también se encargó. Sam
quería bombones de chocolate y la enfermera le dijo que se aguantara.
Cuando Colin entró en la habitación por primera vez se quedó parado
unos momentos, las cuatro empezamos a reír. El sacudió la cabeza, se
acercó para tomarme en sus brazos y besarme. Luego nos dejó a lo nuestro
y se fue a la sala de espera a decirle al detective que sería mejor dejarlo para
mañana.
Isabella también llego para regañarme por no haber ido a ponerme el
yeso, después de unos momentos estudiando la situación pidió lo necesario
para hacerlo ahí mismo. Le comentó a Sam que había hecho un buen
trabajo al inmovilizar mi brazo y que si quería volver al trabajo le daría un
puesto en el hospital.
Cuatro horas más tarde Olivia nació, una pequeña copia de Sam, rubia y
con los mismos ojos castaños de su madre. Aprendí un par de palabrotas de
Sam, que a pesar de la epidural sintió el dolor del parto. No pude evitar
recordar que llamo al bebé monstruo la primera vez que hablo del embarazo
y tuve miedo cuando se la pusieron en brazos. Pero al ver la mirada de Sam,
llena de amor por su hija, entendí que no tenía por qué preocuparme. Sam
iba a amar a esa niña sin importar como había sido concebida.
Capítulo 18

Desperté en brazos de Colin, el dormitorio iluminado por el sol.


A Colin le gusta dormir a oscuras y anoche cuando quiso cerrar las cortinas
tuve un pequeño ataque de ansiedad.
Entendió que no quería hablar del tema y dejó las cortinas abiertas.
También entendió porque al llegar a casa me quede una hora en la bañera.
Después de que Liv, así es como Liz llamó a la pequeña cuando nació y
a Sam le encantó, Colin me llevó a su casa, nuestra casa. Había ignorado
mis camisones y elegido una camiseta de Colin para dormir. El no dijo
nada, pero me miró preocupado.
Y después de una hora dando vueltas en la cama sin poder dormir Colin
me hizo el amor. Fue muy cuidadoso, suave y muy dulce. Al final me quedé
dormida.
Giré para mirar el reloj y vi un florero con tulipanes amarillas encima de
mi mesilla de noche. Y recordé todos los días que pasé pensando en si
alguna vez seria libre. Libre para oler las flores, libre para amar a Colin,
libre para ser feliz. No me di cuenta que estaba llorando hasta que no sentí
los brazos de Colin apretándome fuerte.
—Nena, estas bien —susurró Colin.
Y aunque sabía que estaba segura en casa, en sus brazos no podía dejar
de llorar. Lloré por cada día pasada en ese infierno, por cada momento de
dolor, por cada vez que sentí hambre y frio. Lloré por cada día que Colin
paso pensando que estaba muerta. Lloré por cada día perdida.
Y luego lloré un poco más por ser tan egoísta, llorando por unos días de
mi vida cuando las chicas habían perdido meses.
Colin me acarició todo el tiempo, dejándome sacar todo, liberándome.
—Ya está —le dije limpiando mis lágrimas.
—¿Es un mal momento para contarme lo que paso ahí?
—Nunca será un buen momento.
Y le conté.
Empecé con los arreglos que había hecho para la cena de nuestro
aniversario y como pasó el accidente. Seguí con el miedo que sentí al
despertarme en la jaula, la incertidumbre. Le hablé de las noches que pasé
llorando y pensando en él. En Greta. Le conté de los momentos cuando
pensaba que esperaba un hijo. Lo único que no le conté fue el asunto de los
cubos, demasiado embarazoso para contarle eso.
Seguí con mi plan de escapar de las jaulas y con la llegada de Ryan,
apuñalarlo con el destornillador y dispararlo.
Acabe contándole lo que sentía por él.
— ¡Te amo!
— ¡Yo también te amo, nena! —murmuró Colin bajando la cabeza y
besándome.
Y es así como todo lo que paso voló de mi cabeza. Al menos por ahora.
Colin bajó después de ducharnos, yo me quede intentado arreglar mi
cabello. Me puse un vestido blanco con flores rosas y lo seguí a la cocina.
Él ya tenía el desayuno en la mesa, aunque por la hora que era debería
haber sido el almuerzo. Me senté y antes de darme cuenta había comido
todo lo que había en mi plato y Colin sonriendo me dio el suyo.
—¿Cómo sabias donde estábamos? —le pregunté.
—Ava. Ella fue a tu funeral y me contó que había pruebas de que no
estabas muerta. Investigó todo mi pasado porque sospechaba que era
relacionado conmigo y finalmente llegó a Ryan. Tenía a alguien siguiendo
cada movimiento de él y cuando salió de la ciudad nosotros lo seguimos.
No sabíamos nada seguro.
—Me preguntó que le hizo investigar mi muerte.
—¿No es tu amiga? —preguntó Colin sorprendido.
—No, solo nos vimos una vez en el hospital. Raro, ¿no?
El móvil de Colin interrumpió la conversación y al acabar la llamada
Colin volvió a sentarse a la mesa.
—El detective Daniels esta impaciente. Necesita tu declaración para
poder acusar a Ryan.
Una hora más tarde estaba en la comisaría declarando. El detective
Daniels nos llevó a un cuarto de interrogación exactamente como los de las
películas, con una mesa de metal y un par de sillas. Tuve que contarlo todo
otra vez, sin dejar los asuntos embarazos de lado. Colin estuvo a mi lado en
todo momento, sujetando mi mano. Sacudió la cabeza cuando hable de los
cubos. No sé porque eso me molesta tanto. Hay parejas que no cierran la
puerta del cuarto de baño y yo me ruborizó al hablar de ello.
—Tu padre tenía razón —dijo el detective cuando termine.
—¿Mi padre?
—Nos dijo que Fred Hubbard admitió que tenía un cómplice.
Podríamos haber evitado todo esto si le hubiéramos creído.
—Pues sí —contestó Colin furioso.
Mi padre sabía que estaba en peligro e intento protegerme. Pero si no
me había secuestrado y llevado al sótano nunca hubiéramos sabido que las
chicas estaban ahí. Un mes de terror, pero hemos salvado a las chicas. No
esta tan mal, ¿no?
—Una cosa más, señorita Devlin, —dijo el detective cuando estábamos
en la puerta—. Su padre fue un preso ejemplar en los últimos diez años y
estaba en la lista para la condicional. Con el homicidio de Hubbard esa
opción ya no es disponible para él, pasará el resto de su vida en la cárcel.
—¿Y eso debería importarme?
—Es su padre y se nota que la quiere mucho —añadió el detective.
—Si cree que la quiere es que no es tan buen detective como pensaba —
le dijo Colin y me sacó de la habitación sin darme la posibilidad de
despedirme.
Pasamos a toda prisa por la estación y subimos al coche. El chofer nos
había esperado en frente de la comisaria. Algo no muy legal, pero al parecer
eso le da igual a Colin ahora mismo. En la calle la gente caminaba deprisa,
cada uno en su mundo, ajeno a lo que pasa fuera de pequeño circulo. Un
mundo que puede ser destruido en un segundo. Y puede que no recibas otra
oportunidad. Te quedas con lo que podría haber sido, con los
arrepentimientos, con los por qué. Hay que vivir cada día como si fuera
ultima, luchar por los sueños y hacer lo que quieres sin importar lo que
piensen los demás.
—¿Podemos ir a la tumba de mi madre? —pregunté a Colin.
Llevó mi mano a su boca y la besó.
—Podemos hacer lo que tú quieres, nena.
Nos detuvimos para comer y luego el chofer nos llevó a mi ciudad natal.
Tres horas duraron el viaje, horas que pasé pegada a Colin y haciendo mil
preguntas sobre la vida de él sin mí. Y sobre mi funeral. Comprender que la
vida sigue a pesar de que tú ya no estas es dificil.
Paramos para comprar flores de camino al cementerio.
—¿Quieres que te acompañe o prefieres ir sola? —preguntó Colin
cuando el coche se detuvo en la entrada.
—Ven.
Bajamos de coche y camínanos sin prisa. Si ignoras las lapidas el
cementerio es un lugar bonito. Verde, arboles, flores, paz. El aire era fresco
aquí y al verme temblar Colin se quitó la americana y me ayudo a
ponérmela. Y ahora note que él iba con traje, antes siempre me fijaba en
cómo iba vestido. Si tenía que ir a la oficina se ponía traje, si íbamos a
pasar el día juntos iba con vaqueros.
—Podrías haberme dicho que no, Colin.
El me miro confundido.
—¿Qué no qué?
—Que tenías que ir a la oficina. Podría haber venido otro día.
Colin se detuvo y me miró.
—¿Me escuchaste cuando dije que fui a tu funeral, Olivia? ¿Y cuándo
dije que te amo? —Asentí y el siguió—. Nada es más importante que tú. Da
igual que deseas ir al cementerio u otra cosa, hare lo imposible para cumplir
tus deseos. ¿Entiendes?
Mi deseo más grande era pasar el resto de mi vida a su lado, siendo su
esposa y teniendo sus bebés. Y creo que durante el último mes Colin
aprendió a leer la mente porque sonriendo tomó mi mano y sin dejar de
mirarme a los ojos deslizó un anillo en mí dedo.
—Colin! —susurré sin mirar hacia abajo.
—No te estoy preguntando ahora. Es para recordarte que eres mía y
cuando el momento será oportuno, te preguntaré.
Las lágrimas estaban nublando mi visión, pero no me perdí la mirada
llena de amor de Colin, ni su sonrisa cautivadora.
—¡Vale! —murmuré antes de tirar de su corbata y acercarlo para un
beso. Nuestro primer beso comprometidos, no oficial pero comprometidos
uno con él otro.
Rompió el beso y tomando mi mano retomamos nuestro camino.
Llegamos a la tumba donde nos dimos cuenta que habíamos olvidado los
flores y Colin fue a buscarlas. Me arrodillé y miré el nombre de mi madre
en la tumba.
Evelyn Devlin Peters, amada esposa y madre. Madre si, esposa no tanto.
Las palabras parecen una broma, me imagino que es lo que se pone en
todas. Dudo que mi padre la amo en algún momento. Nunca vi un gesto
cariñoso o alguna muestra de afecto, solo el miedo de mi madre y la
irritación de él.
Colin regresó y dejó las flores encima de la tumba.
—Nunca luchó —dije levantándome.
—¿Quién, cariño?
—Mi madre. Doce años aguantó palizas sin rechistar. Simplemente
aceptó todo, no hizo nada para salvarse o para salvarme a mí de ese
infierno.
Tuve mucho tiempo para pensar y una de las cosas que volvía a mi
mente una y otra vez era el hecho de que no quería vivir ahí como una
prisionera. Pensé en mi madre que aguanto años y no importa cuánto lo
intenté no puede entender porque se quedó.
—Era una niña y no tenía a nadie —comentó Colin.
—Hay centros donde podía acudir, podría haber denunciado. No sé,
cualquier cosa salvo quedarse tranquila y esperar a la próxima vez.
Sentí a Colin estudiándome.
—Nena, ¿a qué viene esto ahora?
—No pensaba vivir encerrada en una jaula, iba a escapar o morir
intentándolo.
No había terminado de hablar cuando la expresión de Colin cambio.
Estaba furioso.
—¿Quieres repetir eso? —demandó y di un paso atrás al oír su tono
vehemente.
—Eh... — dudé.
—Nunca más te volverá a pasar, me aseguraré de ello. Si a pesar de
todos mis esfuerzos por mantenerte a salvo vuelve a pasar, harás lo que sea
necesario para mantenerte con vida. Esperarás a que te encuentre. ¿Lo has
entendido, Olivia?
—Si —murmuré.
Bajé la cabeza y miré las flores de mi madre, parpadeando para evitar
que brotaran las lágrimas. No pensé en él cuándo decidí que era la libertad o
la muerte, solo pensé en mí misma. ¿Sera que no lo amo tanto como creía?
¿O el egoísmo pesa más que el amor?
— ¡Olivia, mírame!
No lo hice. No quería que el viera mis lágrimas. Puso su mano debajo
de mi barbilla y giró mi cabeza para mirarlo. La furia había desaparecido de
su rostro, de hecho, había desaparecido cualquier rastro de emoción. Tenía
delante de mí al Colin que entraba cada mañana a comprar café. No sé qué
vio en mi cara, pero quitó la mano y dio un paso atrás.
—Te espero en el coche —dijo. Me dio la espalda y se alejó.
Por segunda vez hoy, lloré. Y no tenía a Colin para consolarme. Y allí,
junto a la tumba de mi madre, me sentí más sola de lo que me sentí en toda
mi vida. Había conseguido salir de ese sótano solo para hacer un desastre en
mi vida.
Estoy culpando a mi madre por tomar unas decisiones que considero
erróneas, que yo nunca había tomado.
Estoy lastimando a Colin con mi egoísmo.
Soy un desastre.
El sol se estaba poniendo cuando volví al coche. Colin estaba hablando
por teléfono y ni siquiera levantó la mirada de su portátil cuando subí.
Durante el viaje de vuelta a la ciudad mantuve mi mirada en el paisaje, si un
par de gasolineras y cientos de coches se pueden llamar paisaje. Jugué con
el anillo que me había puesto en el dedo y me di cuenta que no sabía cómo
era. Estaba demasiado feliz cuando lo sentí en mi dedo, luego demasiado
triste y ahora prefiero no saber. Porque esa pregunta nunca llegara.
Sumida en mis pensamientos perdí las miradas que me dio Colin. Me
perdí su preocupación, su dolor, su desesperación. Y todo por sentirme
miserable y no saber cómo arreglar este lio.
—Estaré en la oficina —dijo Colin cuando entramos en la casa. Me
quedé en la entrada mirando como se alejaba. Sin una caricia, sin una
mirada.
Si antes me sentía miserable ahora la sensación había empeorado.
Caminé hasta la cocina, pero llegué y no me apetecía nada. Ni cenar, ni
tomar nada. Subí al dormitorio y decidí que un baño podría ayudar a
relajarme.
Y cuando estaba sentada en la bañera, con el vapor y el olor a rosas
llenando el cuarto me di cuenta que todo es una estupidez Rápidamente salí
de la bañera, me sequé aún más rápido y tomé una camisa de Colin y fui a
su oficina.
Mi entrada lo hizo levantar la mirada de su portátil y apoyó la espalda
en la silla, esperando a que hablara. Y lo hice.
—No soy egoísta.
—¿Quién ha dicho que lo eres? —preguntó Colin impasible.
Su pregunta me pillo desprevenida, estaba segura de que estaba
enfadado por mi decisión de escapar o morir.
—¿Por qué estas enfadado conmigo?
—No estoy enfadado contigo, Olivia — respondió.
Exasperada me acerqué y puse las manos sobre su escritorio.
—¿Entonces que demonios pasa aquí?
— Pasa que no quiero que la mujer que amo piense en morir. Y todo por
mi culpa.
— ¡Jesús! No es tu culpa, Colin.
— Ah, ¿no? Explícame porque estuviste en ese sótano durante un mes.
—¿Por qué Ryan es un malvado hijo de puta?
—Olivia, ese anillo que tienes en tu dedo lo tenía en el bolsillo cuando
llegue a casa para cenar esa noche. Tu no estabas ahí. Cinco días no
supimos nada de ti y luego me llamaron para decirme que estabas muerta.
—Pero...
—No me interrumpas, Olivia. Y cuando por fin te tengo de vuelta en
mis brazos me encuentro con la posibilidad de que algún día me vas a odiar.
—¿De que estas hablando?
—Del rencor hacia tu madre, el odio que había en tu mirada hoy.
Cuanto crees que tardaras en darte cuenta que lo que sucedió fue mi culpa
y empezaras a odiarme, ¿Cuánto?
—Nunca podre odiarte. Ryan es culpable, no tu. Y con respecto a mi
madre... no la odio. Solo que no entiendo sus razones.
—¿Estas segura?
— ¡Si! ¿Ahora podemos cenar algo? Tengo hambre.
Colin se levanta y viene a pararse junto a mí. Acaricia mi cara mientras
que sus ojos me estudian con intensidad.
—Esto no ha acabado, Olivia.
—¿Tu culpándote por los actos de otro y yo montando películas en mi
cabeza? Claro que no será la última vez — bromeé.
Una pequeña sonrisa ilumina su cara, pero sigue acariciándome en
silencio, sus dedeos bajando suavemente por mi cuello.
—Quiero salmón para cenar.
—Y yo quiero llevarte arriba y hacerte el amor.
—La comida puede esperar —murmuré.
Baja la cabeza para besarme, suave y despacio. Y cuando sus manos
levantaron la camisa y tocaron mi piel desnuda Colin decidió que la cama
estaba demasiado lejos. Me sentó en el escritorio y me hizo el amor. Cada
beso, cada caricia derritiéndome. Su pasión, su dedicación recordándome
que estoy viva y que me ama.
Encima del escritorio y con Colin todavía dentro de mí el mundo volvió
a ser maravilloso. Hasta que al levantarme sentí la humedad entre mis
piernas.
Después del primer mes juntos hablamos y decidimos renunciar a los
condones. Nos hicimos los análisis para estar seguros y empecé a tomar la
píldora. Cosa que no hice durante mi cautiverio.
— ¡Mierda!
—¿Qué pasa? —preguntó Colin. En algún momento había tirado su
camisa al suelo y ahora tenía puestos solo los pantalones. Y ahora con verlo
así, con el pecho desnudo y los pantalones abrochados a medias, el cabello
desarreglado por mis dedos casi olvidé lo que quería decir. Casi, porque al
recordarme lo que me hizo recordé también el motivo de mi disgusto.
—No hemos usado protección y llevo semanas sin tomar la píldora.
—Vale —dijo tranquilo.
—¿Cómo que vale? ¡Colin! — exclamé irritada.
Su actitud tan tranquila no me gustó nada. Y me gustó menos cuando
recogió la camisa del suelo y me ayudó a ponérmela. Y luego quise pegarle
cuando me llevó de la mano a la cocina, me hizo sentarme en un taburete de
la isla y me puso un vaso de leche en frente. El ignora el asco con cual mire
la leche como también ignora mi mirada molesta. E igual de tranquilo
empieza a preparar la cena.
Por su actitud entiendo que él es uno de esos hombres que en cuanto
hay una posibilidad de que hayan dejado a la mujer embarazada se vuelven
locos. Se que la idea de tener un hijo con el me gusta, pero no es el
momento. Es demasiado pronto, demasiado todo.
—Colin —intenté otra vez.
—Olivia —repitió sonriendo.
Esa sonrisa iba a ser mi muerte. ¿Como podría decirle que no?
—Recapitulemos, ayer me rescataste del sótano, hoy al cementerio me
has dado un anillo, luego tuvimos una especie de pelea y ahora estamos
discutiendo la posibilidad de ser padres. Es de locos, Colin.
—Hemos cometido un error que pueda o no tener consecuencias. Se que
algún día serás mi esposa y la madre de mis hijos así que no veo porque
estas preocupada.
—¿No? Sera porque es muy pronto. Además de que es la segunda vez
que pasamos por la misma situación. ¿Somos tontos, o qué?
—¿Eso es todo lo que tienes? —preguntó Colin divertido.
—¿¡Estoy asustada?!
Esto pareció hacerlo ver que de verdad estaba preocupada y dejando lo
que hacía vino a mi lado. Se sentó en el taburete y tiró de mi hasta sentarme
en su regazo. Puse mis brazos alrededor de su cuello y esperé.
—Pensé que te había perdido y ahora no solo que estas de vuelta,
también podría tener una pequeña Olivia en mis brazos dentro de nueve
meses. Para mí no es muy pronto, te amo y tú me amas, es disfrutar de la
vida. Es aprovechar cada día. Pero si te asusta podemos ir al médico y pedir
la píldora del día después.
La opción no había pasado por mi cabeza y ahora me doy cuenta que no
me entendió. Que es muy pronto, si lo es, pero no por eso iba a hacer algo
para impedirlo.
—No he dicho que no quiero un bebé contigo, Colin. Solo que me
hubiera gustado algo más de tiempo contigo. Hubiera preferido un
compromiso largo y meses de volverte loco con los preparativos de la boda.
—¿Como de largo lo quieres?
—No sé... ¿un año?
—Si no estas embarazada tienes hasta nuestro primer aniversario para
preparar la boda, si lo estas tienes un mes. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Me puso de vuelta a mi silla y volvió a la preparación de la cena.
—Tomate la leche por si acaso.
Puse los ojos en blanco, pero lo hice. Por si acaso.
Capítulo 19

Una línea.
¡Diablos! Ahora cuando me había acostumbrado a la idea de ser madre
resulta que no. Dejé el test en la encimera y salí del cuarto de baño. Colin
estaba dormido cuando me metí en la cama. Podía ver el sol saliendo y
suspiré pensando en los últimos días.
El segundo día fuera del cautiverio había traído un anillo de no
compromiso y un posible embarazo. El tercer día, empezó tranquilo
tomando el desayuno con Colin antes de que él se fuera a la oficina.
—¿Quién se encarga de la cafetería? —le pregunté a Colin durante el
desayuno.
Su silencio y el hecho de que su expresión había pasado de relajada a
tensa me dijo que no iba a gustarme.
—La cerré.
—¿Qué has hecho que?
Me levanté de la silla y empecé a caminar por la cocina alterada. Miles
de dólares invertidos en productos, en publicidad, tirados a la basura.
—¿Por qué?
—Porque habías muerto y no iba a dejar a alguien más tu sueño —
contestó él y otra vez pude ver en su mirada el dolor.
Parece que no puedo parar de meter la pata. Siempre olvido que, aunque
yo estuve presa ellos también sufrieron. Y podría sonar raro, pero me gusta
que pensó de esa manera. Mi sueño.
Volví a la mesa y me senté en su regazo.
—Lo siento, solo pienso en mí misma y olvido que tú también has
pasado por momentos horribles.
—No te preocupes por eso. Con el tiempo olvidaremos los malos
momentos.
Lo miré atentamente y el de verdad pensaba eso, que todo quedaría en
el pasado. Yo no estaba tan segura. Él no sabía que no podía dormir por
miedo a despertarme y que todo esto fuera un sueño. No sabía que me
duchaba cinco veces al día. Pero ahora decidí creerlo, creer que todo
volvería a ser como antes.
De camino a la oficina me dejó en el hospital para ver a las chicas.
Sarah y Liz seguían ahí porque Isabella quería hacer no sé qué pruebas y
Sam tenía que recuperarse del parto.
Isabella no había encontrado nada preocupante con su salud, pero quería
asegurarse de que todo estaba bien antes de dejarlas ir a casa.
Compré en la tienda del hospital un ramo de flores y un peluche gigante
para Liv que tuve problemas para meter por la puerta de la habitación de
Sam.
—Hola! —dije respirando pesadamente cuando conseguí dejar el
peluche en la silla. Sam estaba amamantando a la niña. Aunque pensó que
no podía hacerlo por su estado de salud Isabella la aseguró que no había
problemas y aunque Sam todavía estaba algo pálida e igual de delgada
había cambiado. Como que tenía ganas de vivir. Lógico, ¿no?
Me acerqué a ver a la niña que estaba muy tranquila en brazos de su
madre. Muy pequeña y sana, que era lo más importante.
—Diría que ese bicho no ira a casa conmigo, pero no tengo casa así que
no sé qué harás con el, —dijo Sam.
—¿Cómo que no tienes casa? Al mismo tiempo que hacia la pregunta
recordé que ella vivía con Colin antes.
—Te lo ha dicho, ¿no?
—Si, pero Sam, creo que a Colin no le importa si vuelves a su
apartamento.
Sam se echó a reír.
—Oye, que no estaba bromeando —dije irritada.
—Lo sé. Pero no estaría cómoda viviendo ahí.
—¿Y dónde vas a vivir?
—No lo sé todavía. Oficialmente estoy muerta.
—Yo también —añadió Liz desde la puerta. Entró en la habitación y se
sentó en la silla dejando el peluche en el suelo—. Estaba pensando en hacer
algo ilegal, como no pueden detenerme.
—No creo que funciona así, Liz.
—Aguafiestas —me contestó sonriendo.
Liz no tenía ese tipo de problemas, sus padres eran ricos y además de
eso eran buenas personas. Yo lo tenía fácil, vivía con Colin y había vuelto
sin líos a mi vida anterior.
—Mi piso! —exclamé recordando mi apartamento en el edificio de
Greta.
—¿Qué? —preguntaron al mismo tiempo Sam y Liz.
—Todavía tengo mi apartamento, puedes vivir ahí. Y tendrás a Greta
cerca para ayudarte con la niña.
—No estoy segura.... dudó Sam.
— ¡Oh, vamos! Tienes dos opciones, el de Colin o el mío.
—El tuyo —acepto Sam después de pensarlo unos momentos.
Y en los siguientes días hice muchas más cosas para Sam. Ella protestó
todo el tiempo. Fui de compras con Greta y nos volvimos locas con las
cosas para bebes, ropa, cuna, carrito y otras mil cosas. Todas de color rosa.
El día que le dieron el alta Isabella le ofreció un empleo en el hospital y le
dijo que se tomara su tiempo en disfrutar de su niña y de su vida.
Sam dudó entre el enfado y la alegría cuando vio la habitación de la
niña, tenía todo lo que necesita un recién nacido. Al final sacudió la cabeza
y me pidió que guardara los recibos de todas las compras que me lo iba a
devolver.
Sam se quedó al cuidado de Greta y me fui a casa con Colin.
Liz también se fue a casa con sus padres, pero prometió que seguiremos
en contacto.
Sarah desapareció del hospital sin despedirse, hecho que a mí me
molestó un poco, pero a Sam le dolió. Lo vi en su cara cuando Isabella nos
informó que se había ido.
Habían sido días de ajetreo y silencio al mismo tiempo. Buscaba el
ajetreo porque el silencio me recordaba a los días pasados en el sótano y yo
solo quería olvidar.
Hice todo lo posible para evitar el silencio, quise abrir la cafetería, pero
Colin llamó a Isabella y ella dijo que no debería hacerlo. Que necesito
descansar y darme algo de tiempo. ¿Tiempo para qué?
Fui de compras con Greta, con Victoria y con Liz. Sam odia las
compras, pero nos dio una lista con lo que necesitaba, en mayoría cosas
para la niña.
Fui de compras con Tina, hecho que le encantó a Colin porque volví a
casa con varios conjuntos de lencería.
Fui a conocer a la hermana de mi madre y me di cuenta de mi error en el
momento que abrió la puerta. Al ser mi tía pensé que me esperaba un
recibimiento cálido, pero no fue así. Fue muy fría y distante. Pensaba que
me contaría cosas sobre mi madre, que recordaríamos los buenos
momentos, pero no paso así. Y después de tomar un té y quince minutos de
silencio incomodo me fui y supe que nunca más volvería a verla.
Colin se enfadó por no decirle que iba a verla y por no pedirle que me
acompañara. Lo bueno es que le duro muy poco el enfado gracias a las
nuevas adiciones a mi guardarropa. La lencería hace milagros.
Fui a ver a mi padre y me di cuenta que debería haber ido antes. Me
pidió disculpas por todo lo que le hizo a mi madre, por lo que me hizo a mí.
Al parecer el terapeuta de la cárcel hace milagros y mi padre se convirtió en
otra persona. Una persona que sabe que hizo mal y que tiene que pagar por
ello. El me hablo de mi madre, de cuando eran felices, al parecer sí que la
amaba. Me contó sobre Fred y ahí sí que no quise escuchar. Y al final
averigüe porque mi madre no le abandono... le amaba. Un tipo de amor
imposible de entender. Pero me fui algo más serena, dejando atrás el pasado
y a mi padre. Porque, aunque hizo justicia en mi nombre no cambia el
hecho de que es un asesino y nunca fue un padre para mí.
Colin no se enfadó, fue peor. Se lo dije durante la cena, me pidió que
repitiera lo que dije y cuando lo hice se levantó y salió de la casa. Volvió
horas más tarde y me encontró en la cama leyendo. Se acercó, cogió mi
barbilla en la mano y levantó mi cabeza para mirarme en los ojos.
—Te has librado de tener el trasero rojo porque pasaste un mes en el
infierno, pero nena... eso pronto se acabará. Y mi paciencia también. La
próxima vez piensa bien antes de hacer algo que sabes que no me gustaría.
Quise gritarle que haría lo que me diera la gana, pero vi que es lo que
esperaba de mí y me quede callada. Asentí con la cabeza y el satisfecho que
decidí no comentar se fue al cuarto de baño no antes de agacharse y tomar
mi boca en un beso destinado a castigarme.
Eso fue anoche. De madrugada decidí saber si iba a ser madre o no y
salió que no. Sentí a Colin moverse a mi lado y cuando lo mire estaba
despierto.
—¡Buenos días, nena!
— ¡Buenos días!
Me acerqué para recibir su beso.
—¿Estas bien? —me preguntó y recordé que a veces odio que me
conoce tan bien. Nunca consigo engañarle. Nunca.
—No estoy embarazada —susurré.
—Eso tiene fácil remedio —dijo en broma Colin.
¿Y sabes qué? Que quiero tener a su hijo ahora, cuando no estamos
casados, cuando llevamos menos de un año juntos. Porque Colin es el
hombre que llevo años esperando. Lo amo y me ama. Es lo único que
importa. Y por eso, minutos más tarde cuando Colin me hizo el amor y
quiso buscar un condón en la mesilla le dije que no hacía falta. Sonrió feliz
y me besó hasta que vi las estrellas.
— ¡Olivia!
Colin me llamó desde el cuarto de baño, había ido a ducharse y yo
estaba demasiado relajada para moverme de la cama.
—¿Qué pasa? —pregunté mirando hacia la puerta del baño donde él
estaba sosteniendo la prueba de embarazo. Y por su cara de confusión
parecía que nunca había visto una en su vida.
—¿Dos líneas es positivo o negativo?
Epilogo
Un año más tarde

Hubo momentos en mi vida cuando odie el silencio, pero ahora mismo


sentada en la mecedora y amantando a mi hijo lo amo.
Amo escuchar la respiración de mi hijo, los sonidos que hace... y los pasos
de su padre acercándose por el pasillo. Se detiene en la puerta y se apoya
contra el marco, sonriendo.
Recuerdo las mañanas que le entregaba el café en la cafetería esperando
una sonrisa suya y pensado si se vería más guapo. Ahora sé que como se ve
porque sonríe todo el tiempo, excepto cuando hago algo que no le gusta
mucho... como, por ejemplo, no invitar a su hermana Iris a nuestra boda o al
bautizo de Ian.
Veras, las pruebas de embarazo no son cien por cien fiables y en algunas
puede aparecer una segunda línea mucho mas tarde de lo que debería. ¡Y
voila! ¡Estas embarazada!
Un mes más tarde nos casamos en nuestro jardín. Fue una boda pequeña
donde asistieron solo los más cercanos a nosotros.
Victoria y Kyle, encantados con la boda y con el futuro nieto o nieta.
Greta y Al, ella lloró prácticamente todo el tiempo. Desde que me
ayudó a vestirme y me dio sus pendientes con diamantes para llevar algo
prestado, hasta que me vio caminar hacia el altar del brazo de Kyle.
Al fue un poco más difícil de convencer, se había tomado muy mal que
su hijo era un delincuente y pensaba que me iba a recordar a esos momentos
el día de mi boda. Pero entre todos lo convencimos. A Ryan le cayeron
treinta años de prisión. Merece cada uno.
Lisa y Liam, cansados y felices junto a su pequeña hija Lydia. Lo sé,
Liam puso el grito en el cielo cuando Lisa decidió el nombre de la niña,
pero ella lo convenció durante el parto. Y así los tres tienen nombres que
empiezan con la misma letra.
Tina y Daniel, ella enseñando a todo el mundo el anillo de compromiso
que él le había regalado y él poniendo los ojos en blanco.
Sam que llegó acompañada por su hija Liv y un hombre muy atractivo
Liz llegó sola y maldiciendo a todos los hombres, al parecer Ryder no
quería casarse. Ella juró que lo conseguiría, aunque fuera lo último que
hiciera en esta vida.
Sarah también llegó sola y después de la boda nos recordó el pacto que
hicimos en la jaula y nos pidió ayuda para conseguir su sueño. Colin dijo
que no quiere saber nada sobre pactos y que mientras que no estaría en
peligro que hiciera lo que quería.
Isabella y James, que sin saber exactamente como habían acabado
siendo nuestros mejores amigos.
Y al final Ava, con su mirada penetrante y mal humor. Esta vez el mal
humor se lo provocó su acompañante, Pablo que durante el baile la cogió en
brazos y la besó hasta dejarla mareada. Y sola en la pista de baile. Ella se
fue detrás de él mientras Isabella le gritaba:
— ¡No le mates, es mi hermano!
Iris, que seguía comportándose como una niña malcriada y malvada no
fue invitada.
Recuerdo que volví loco a Colin con los preparativos de la boda, pero
solo porque entre su madre y Greta me volvieron loca a mi hasta que una
noche cogió el teléfono y les dijo a las dos que si vuelven a molestarme no
les deja asistir a la boda.
Recuerdo cuando camine hacia el altar, nerviosa y enamorada. Recuerdo
la mirada de Colin, llena de amor y felicidad. Recuerdo cuando deslizo el
anillo en mi dedo y sus palabras.
—No pensé que algún día amaría a alguien tanto como te amo a ti. Pero
lo hiciste, me enamoraste con tu sonrisa, con tu alegría, con tu optimismo y
ahora no puedo imaginar mi vida sin ti. Olivia, ¿quieres ser mi esposa hasta
que la muerte nos separe?
—Si, quiero. Había susurrado, mis ojos nadando en lágrimas.
Y cuando me besó, nuestro primer beso casados, supe que sería feliz
todo el resto de mi vida. He tenido razón, los meses siguientes fueron más
que felices. Tenía a mi lado un hombre que me amaba con locura y tenía a
su hijo creciendo en mi vientre. ¿Qué más podía pedir?
El embarazo fue muy fácil y el parto aún más fácil. Lo difícil fue lidiar
con las hormonas que jugaban con mi cabeza. Pasaba de feliz a triste en un
segundo, de amar la atención y el cuidado de Colin a odiar verlo tan
pendiente de mí. Y después de aguantar mis cambios de humor supe que de
verdad me amaba, si no lo haría no seguiría a mi lado.
Nunca olvidare la primera vez que Colin tuvo a nuestro hijo en sus
brazos. Cuando dicen que es amor a primera vista no mienten. Ese ser
humano, pequeño, rojo y lloroso te roba el corazón en un segundo.
Mis miedos y los recuerdos del mes pasado en cautiverio habían
desaparecido, las duchas se quedaron en dos al día o a veces tres, ya no
había comida escondida en cada rincón de la casa. Me gustaría decir que lo
he conseguido por mí misma pero no es verdad. La psicóloga de Sam pensó
que sería buena idea juntarnos y hacer terapia en grupo, las cuatro. Y
hablamos, lloramos, reímos, pero al final nos curamos. Hemos dejado atrás
el pasado.
Justo cuando había empezado a dormir sin despertarme mil veces por la
noche llego Ian. Y el miedo de que algo podría pasarle durante la noche me
quito el sueño. A Colin también como averigüé una noche cuando lo
encontré en la habitación de Ian. Al parecer no solo las madres tienen
miedo, los padres también.
Nuestra vida cambio con el nacimiento de Ian. Estábamos más
cansados, pero más felices y eso que el día que nos casamos pensé que no
sería posible.
Y en este momento, con mi hijo en brazos y con mi marido mirándonos
con una sonrisa, soy feliz. No necesito más. Tengo todo para que mi vida
sea perfecta al lado del hombre perfecto.
—¿Otra vez soñando, nena?
—Has cumplido todos mis sueños, amor.
Colin se acercó para besarme suavemente en los labios y luego se llevó
a Ian para ponerlo a dormir en su cuna. A mí me llevo de la mano a nuestra
habitación y me hizo el amor. Y cuando pensé que no había más sorpresas
Colin susurró...
— Nos falta la niña.
Fin
Acerca del autor
EVA ALEXANDER
Eva Alexander tiene dos pasiones, su familia y las historias de amor. Y el
chocolate. Y el café.
Ella es una ávida lectora de las novelas románticas y coquetea con la idea
de escribir desde la adolescencia.
En sus libros quiere llevar al lector a un mundo donde todo es posible, el
amor a primera vista y el felices para siempre.

El hombre perfecto es su segundo libro. El primero, Felices para siempre


cuenta la historia de Isabella y James.
Y la siguiente sera la de Mia y Zein.
Libros de este autor
Felices para siempre
Isabella se enamoró cuando tenía dieciséis, siguió amándolo mientras el
salía (no era exactamente salir) con otras mujeres.
James se perdió en los ojos atormentados de una chica demasiado joven
para él. Su única opción fue esperar el momento oportuno.
Un par de citas llevan a una boda en Las Vegas, pero no a su felices para
siempre. Para llegar allí deberán superar más de un obstáculo. ¿Lo
lograrán?

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