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CAPITULO 38 — ROMANOV VS JAMES/ PARTE 1.

Emma.

Siempre fui el tipo de chica que al preguntarle por su tipo de hombre ideal
respondía “amoroso, detallista, cómplice”, del tipo de sujeto con el que planeas
cosas, discutes series y de los que te besa cada dos por tres estén donde estén.

Volteo a ver el hombre que tengo al lado y quien me ha dejado los muslos
untados después de estar tres veces sobre mí y ahora yace acostado boca abajo.
Traigo a mi cabeza las veces que lo vi con Zulima en modo “pareja”, lo único
que presencié fue que le dio un beso, el cual parecía más una inspección de
boca que otra cosa. Nunca vi que la abrazara, la tomara de la mano o que fuera
cariñoso con ella, pese a tener un buen tiempo juntos.

Su respiración es suave y no puedo con las ganas de moverme a su lado con el


fin de detallarlo mejor. En el aspecto físico lo tiene todo, es el tipo de hombre
que no puedes pasar por alto bajo ninguna circunstancia, lo que emana desata
las ganas de tocarlo otra vez y termino palpando el trasero desnudo que toco,
antes de pasear la mano por la espalda ancha. «Está dormido» y medio me
incorporo para asegurarme de que sea así.

Lo llamo tres veces por su nombre, pero no me contesta. Antes de irme quiero
hacer una cosa más, así que vuelvo a llamarlo, no recibo respuesta y rápido me
subo sobre su espalda.

«Un minuto». Sé que mi tiempo se acabó cuando se alejó, pero necesito hacer
esto por un minuto. Acomodo la sábana y cierro los ojos por un momento, «un
minuto» me repito mientras mi entorno empieza a desaparecer y la pesadez
me va sometiendo a un punto donde me pierdo repitiéndome lo mismo y es
que solo será un minuto.

Escucho arañazos a lo lejos «Koldum», algo tibio reposa bajo mi mejilla y dicho
calor se extiende a lo largo de mi cuerpo, tengo una sábana gruesa sobre mí y
mi nariz queda contra la piel del hombre que tengo abajo, «sigo sobre él». Su
brazo izquierdo cuelga fuera de la cama y muevo la cabeza fijandome en el
reloj de la mesa «¡Dios!» Llevo cuatro horas aquí, se mueve y me aparto de
inmediato. «Tonta», una cosa son los juegos de roles de un rato y otra
exponerme así.

Me mantengo de medio lado fingiendo que duermo y acorta el espacio entre


ambos, la fortaleza se está despertando y, con un movimiento rápido, me deja
boca arriba, «Está duro». Mis ojos se abren y clava mis muñecas en la cama
separandome los muslos, no se molesta en ver si estoy preparada o no, aunque
lo esté, simplemente me entierra el miembro con fuerza mostrando al Boss en
su máximo esplendor.
—Estás encadenada a mí para siempre, Ved´ma—musita en mi oído
alivianandome la saliva—. Hoy es tu primer día siendo la bruja oficial de un
mafioso ruso.

Siento su respiración tibia en mi mejilla y, como puedo, veo los músculos de


sus glúteos que se contraen con las embestidas que me suelta. Soy como una
muñeca, la cual no aplasta del todo, pero sí mantiene bien sujeta, negándose a
soltar las manos que fija a ambos lados de mi cintura, a la vez que la longitud
de su tronco entra y sale rápido follándome con ganas. Su mejilla se frota con
la mía y elevo mi mirada al techo arqueando mi espalda cuando el orgasmo me
recorre. La humedad de su eyaculación me inunda y se levanta de inmediato en
busca del baño, dejándome con las piernas abiertas y el corazón, ansiosa por
más.

El sonido de la ducha es una clara señal de que no va a volver a acostarse y


rápido salgo de la cama colocándome la blusa, las bragas, el albornoz y con el
mismo afán abandono la alcoba en busca de la mía, en tanto que los Boyevikis
que me asignaron me siguen hasta que me adelanto cerrando mi puerta.

Los labios me cosquillean, el estómago se me comprime y enseguida busco la


ducha queriendo quitarme la locura que está en furor. El vapor se apodera del
sitio y las gotas de agua tibia se deslizan por mi piel, dejo la espuma más
tiempo de lo debido borrando el aroma que me hace sentir rara, «tengo que
tener los pies sobre la tierra».

—Su desayuno, señora —encuentro a una esclava en mi alcoba y es la misma


que me asignó la matriarca mis primeros días aquí.

Era una de las que mejor se portaba y no me sorprende que siga intacta.
Acomoda los cubiertos antes de moverse por mis vitaminas, no es que tenga
hambre, sin embargo, la mesa se ve bien arreglada y sé lo mucho que se
esfuerzan por atender bien a sus amos como para pedirle que se lleve todo.

—¿No es de su agrado lo que traje? —pregunta— ¿Quiere que lo cambie?

Con la bata puesta tomo asiento antes de alcanzar el jugo, recibo las vitaminas
y las paso con la bebida.

—¿Desea que le prepare su atuendo, mi señora?

—No me digas señora —le digo —, me conoces, vimos el asqueroso pito de


Maxi.

—Pero es la señora…

—Faltan 364 días —entra la madre del Boss y la esclava se aleja con la mirada
baja—, estoy rogando que no sean largos.

Intento ignorarla enfocándome en la comida, pero manda a sacar a la


empleada tomando uno de los asientos.
No hemos cruzado palabra directa y es incómodo, empezando porque casada o
no sigo siendo la intrusa que no luce ni es como ellos. Voltea la silla
sentándose con las piernas abiertas, no ha de tener más de cincuenta y cinco
años y luce como una auténtica mujer de la Bratva.

—Eres muy suertuda Emma, he de felicitarte la jugada, a eso le llamo


estrategia, arriesgada, pero estrategia al fin —empieza— ¿Estaba ebrio y te le
metiste a la cama? Eres bonita, no de su tipo, pero… con la verga caliente un
hombre arremete contra el primer hueco que se le atraviesa.

No le contesto y enciende un cigarro.

—Mi pregunta es, ¿Qué hubieses hecho si la repudiaba? —inquiere— ¿Tu


hermana te dio la idea? ¿La perra asquerosa de tu madre?

—Nadie me dió ideas de nada y no voy a gastar palabras en algo que no va a


entender —me sincero—. Yo me alejé de este conflicto y quise hacer mi vida
con mi hija aparte, porque lo que menos quería era topármelos…

—Es la hija de un Boss, no seas ilusa y he de decir que no me agradas —me


mira a los ojos restregandome lo que ya sé.

Los rasgos eslavos resaltan en su rostro y se ve bastante bien para la edad que
tiene.

—No me agradas, pero tengo que soportarte, ya que eres la madre de Amelie y
ella es muy especial para mí, ¿Sabes? Porque cuando la conocí me fue
imposible no pensar en Sasha. No porque se parezcan, sino porque es irónico
que el destino me quite una hija y mi hijo favorito tape eso con una nieta, la
cual no deja de hablar de ti, pero sigue siendo mi nieta —deja caer la ceniza—.
Hay una regla universal para todo líder y es que desde pequeño debe sentirse
poderoso e Ilenko no sería el Boss si desde niño no hubiese obtenido todo lo
que quiere. Todo lo que he hecho por él ha valido la pena, ya que me ha
honrado de miles de manera, me ha llenado de orgullo y se equivocó, sin
embargo…

Respira por la boca.

—Se equivocó grandemente, pero sigue siendo mi hijo y sé que esto, aunque
me arda, me lo va a recompensar mostrándome más adelante una verdadera
mujer digna de él —declara—. Además, el que estés aquí, no quiere decir que
te tolere. Nos guste o no, el destino es puerco a la hora de jugar y lo único que
espero es que te comportes, sepas cual es tu lugar, lo mantengas y dejes las
jugarretas, que mucha paciencia no tengo.

La puerta vuelve a abrirse dándole paso a los Boyeviki que entran con
Salamaro.

—Buenos días —saluda el consejero reparándonos a ambas— ¿Hay algún


problema? El acuerdo se firmó apenas ayer.
—No, Emma y yo estábamos definiendo roles —Se levanta comiéndome con
los ojos antes de irse.

El moreno respira hondo pidiéndole a una de los sirvientes que siga y este lo
hace dejando un montón de bolsas con ropa de marca en la cama.

—Los Vory v Zakone, ancianos y líderes de la organización se van a reunir en


un par de minutos —me avisa—. Como nuevo miembro, es necesario que estés
presente y pongas algo a disposición de la hermandad.

—¿Como? —No estoy entendiendo bien—¿Que puedo poner? ¿Dinero?

—Solo cámbiate y te veo en el despacho —me muestra a los sujetos que lo


acompañan—. Estos son tus hombres permanentes, se estarán rotando entre
ellos.

Les echo un vistazo rápido antes de que el consejero se los lleve. Si soy sincera,
lo único que me apetece es acostarme, pero no se puede.

Saco todo lo que hay de las bolsas y opto por un par de vaqueros, una blusa
negra, la cual me encajo, y un gabán con botones grandes, meto los pies en las
botas de invierno y me recojo el cabello. Sé que habrá mujeres de la
organización y por ello, reparo mi atuendo, el cual no es nada parecido al que
usan ellas, pero es lo que hay.

Respiro hondo frente al espejo, «No quiero salir»…

—La esperan, señora —me avisa Celia.

Salgo sacándome la coleta de la chaqueta, los Boyeviki se me ponen a la


espalda y avanzo al despacho. Me rasco el cuello estando a pocos pasos de la
puerta que me abren y, como lo supuse, en el sitio están los miembros más
grandes de la organización “los importantes”, entre ellos el ruso, el Vor, Uriel,
el hacker, los Vory v Zakone, Boris Korolev, Aleska y otros más, incluyendo a
Zoe Lewis que se mantiene al lado de Uriel atenta a lo que le dice.

Ubico el puesto vacío a la derecha del Boss que se mantiene serio como si no
me conociera, el poderío le emana de los poros y el piso pélvico se me contrae
cuando recuerdo sus manos en mis glúteos desatando el orgasmo cargado que
me avergüenza. El cuello me vuelve a picar y prefiero concentrarme en el
hecho de que soy la única que no tiene cara de asesina.

—Estamos todos —Salamaro cierra la puerta y el hombre que tengo al lado,


sin mirarme, desliza con disimulo la carpeta que queda frente a mí—. Es el
momento de hacer preguntas o manifestar dudas antes de continuar.

Más de veinte pares de ojos se enfocan en mí como si todas las preguntas


fueran sobre mi persona. El ruso tamborilea los dedos sobre la mesa y los
rostros se desvían hacia Salamaro para que comience.
El Sovenick informa sobre la situación actual donde habla del comando militar
que se tomaron, no entiendo mucho, pero todos los presentes sí tienen claro el
tema y el porte de todos me pone a dudar sobre lo que puedo ofrecer, lo cual
sirva en estos momentos. El dinero les sobra, las propiedades también, porque
sé que son extremadamente ricos. La ansiedad empieza a abarcarme y prefiero
enfocarme en la carpeta que me pasaron. Por lo que entiendo, la pirámide ya
no existe, voy reteniendo información en lo que abro la tapa blanca, pero…

El nombre que leo me hace mirar al Boss que me ignora, manteniendo la vista
fija en lo que dice Salamaro.

El estómago se me entibia en lo que reviso todo, ya que el cuaderno que he


estado estudiando tiene peso a la hora de identificar las partes que detallo. Las
descripciones me hacen tragar grueso, lo consignado, los textos en rojo y lo
que leo.

Me devuelvo al principio comprobando que no esté leyendo mal y vuelvo a


mirarlo, sigue atento a todo menos a mí. El consejero sigue hablando mientras
reviso una y otra vez lo que tengo.

—Antes de empezar con la distribución y planeación, sería útil saber qué


aporte nos dará el nuevo miembro —habla uno de los hermanos Oniani—
¿Territorio, hombres, estatus?

La vista de todos recae de nuevo sobre mí, la única mirada de apoyo es la que
hallo en el hacker, que está frente a mí, ya que Ilenko no se sale de su papel y
carraspeo tomando la carpeta poniéndome de pie.

—Doce metros de letalidad cargados de plutonio, capaces de arrasar con toda


Rusia, Italia, Estados Unidos o el país que se requiera —digo consiguiendo que
mi corazón se acelere por una fracción de segundos—. Mi regalo de bodas es
una bomba nuclear tres veces más grande que L´vitsa.

El hacker teclea en su computadora trayendo el holograma que se refleja en la


mesa, mostrando el diseño que acabo de ver en la carpeta.

—Ved´ma —continúo tragándome los nervios—, formada por tres bombas de


fisión, capaz de salvaguardar mil quinientos kilotoneladas y capaz de
sobrepasar una altitud de 10.000 m.— concluyo—. Si L´vitsa aniquiló a
decenas de miles de personas, esta exterminará a millones.

Zoe Lewis palidece acomodándose el marco de los lentes, mientras los demás
mantienen la vista fija en el holograma.

—Es mía, pero, ya que hago parte de la hermandad, la comparto —digo—.


Pueden usarla en pro de la organización en caso de ser necesario.

Boris Korolev alza las cejas y los demás se mantienen en silencio en lo que
vuelvo a mi puesto aferrandome a la carpeta.
—Zoe Lewis filtrará la noticia de esta nueva creación, el mundo y los medios
ya están en sobreaviso con lo sucedido en Krint —el hacker toma la palabra—.
La pirámide se disolvió y cada clan está en su territorio retomando sus
actividades, cosa que empezaremos a hacer nosotros continuando con los
planes ya trazados en el pasado.

—La disolución de la pirámide es un triunfo y un punto para nosotros —


explica Aleska—, pero eso no quita que los clanes estén ardidos, empezando
por el italiano, quien también está trabajando en su fuente de ingreso. Hay
mucho ego en el suelo, el cual se quiere levantar a como dé lugar. Ya no hay
agrupación, por ende, todos quieren ser los mejores, el quiebre se dio por
nosotros y por ello nos tienen en la mira.

—Los italianos, la Yakuza, las Triadas y los Norteamericanos son los que más
peso tienen —comenta Uriel—. El resto no me preocupa, algo me dice que
buscarán la manera de lambisconear en busca de beneficios.

No sé cómo sucedió exactamente lo de la pirámide, pero encestaron un golpe


el cual esparció todas las fichas, dejando cada clan a su merced y, por ello,
ahora cada quien pelea solo.

El enfoque ahora es la FEMF y en eso se van a centrar, usando la bomba como


respaldo para infundir miedo. Ambición pura es lo que se respira ahora y no
quieren pequeñeces, lo que buscan es posicionarse como una de las peores
pestes, manteniéndose como uno de los clanes más letales del mundo con el
plutonio y las armas jugando a su favor.

Debaten, se reorganizan y planean sumergiéndose en una reunión de cuatro


horas, la cual termina con un montón de depredadores hambrientos y
dispuestos a hacer desastres. El Vor llama al Boss aparte, abandonan el
despacho juntos y me quedo en la mesa mientras los otros se retiran.

—No confío en ti, pero te debo un favor; no se me olvida lo de las coordenadas


y por eso voy a tomar todo con calma —se me acerca Boris Korolev —. Sin
embargo, te tendré muy vigilada, al Boss no le vas a enterrar ningún puñal me
asegurare de eso.

Arrugo las cejas con su paranoia, Salamaro me pide la carpeta para guardarla
en la caja fuerte y no se va.

—Una vuelta por Sodom es necesaria—comenta Uriel—, así que, como el


nuevo tesorero y veedor de los negocios, debo presentar a la Koroleva a los que
nos sirven. No vaya a ser que te vean aparecer de pronto en algún sitio y te
peguen un tiro.

La idea de salir me genera ansiedad

—Hoy es un día perfecto —empieza pasándose las uñas por el abrigo—y


ambos tenemos tiempo.
—Yo también tengo tiempo—insiste el Kryshas.

—Bien.

Me levanto de mala gana, si no lo hago ahora, tendré que hacerlo después y,


entre más rápido salga de esto, más rápido podré volver a encerrarme. Los
Boyeviki se me vienen atrás y son como paredes humanas que me ganan en
tamaño y corpulencia.

Atravieso el vestíbulo en busca de la camioneta que abordo junto con el nuevo


Obshchak, mientras que el Kryshas se sube al auto de atrás.

El chofer arranca y poso la vista en la ventana, no ha avanzado ni diez


kilómetros y ya me quiero devolver cuando el miedo me toma, ¿Y si es una
trampa? Con esta gente nunca se sabe y paso la mano por mi rodilla notando la
mirada de Uriel sobre el diamante rojo, el cual no es que sea muy fácil de
ignorar. «Voy a ir y voy a volver» me repito, «Voy a ir y voy a volver».

—Cálmate, solo hago mi trabajo —dice el rubio—. Confío en lo que hace mi


Boss.

Asiento con simpleza, lo único que se oye es el ruido del motor que se abre
paso entre la nieve. Sodom no tarda en aparecer y siempre he pensado que es
como una subsede de Las Vegas, pero más lujosa, promiscua y oscura. Las
calles están bien cuidadas, al igual que los establecimientos y andenes, se hace
la primera parada y es en el club principal que cuenta con más de seis pisos.

Todos los sitios se mantienen abiertos 24/7 y espero que el rubio baje primero
antes de seguirlo, es un par de centímetros más bajo que el Boss, (no mucho),
acuerpado y, a diferencia de su primo, este sí luce más el cabello suelto con
mayor frecuencia. Se detiene para que pase primero y sigo dejando que se me
ponga a la par junto con el Kryshas, quien no sé quién le dijo que viniera, pero
a cada nada me anda mirando de arriba abajo.

Como siempre, los espectáculos sexuales no faltan, tampoco las prostitutas y


los show de BDSM, donde se azota, se humilla y se maltrata con fines de
satisfacción sexual.

—Tour para que nos vean juntos, ya que somos “familia” —. Uriel recibe el
trago que le ofrecen mientras el Kryshas toma el que rechazo.

—Somos expertos cumpliendo fantasias —comenta el asesino.

—Que luego se convierten en pesadillas —. El ruso termina la frase. Me


acuerdo de Cédric, quien cierta vez me contó que le prestaron dinero para
entrar en confianza y no tuviera miedo a la hora de apostar con Maxi.

El sitio está lleno de enormes puff donde se desarrollan tríos, orgías lésbicas,
gays y varios de los socios apartan a los hombres y a las mujeres para clavar
los ojos en mí, «Como que los rumores crecen rápido». En la segunda planta
están las pasarelas, en el tercero los show privados y en el cuarto las
habitaciones con ventanal donde, si te apetece, puedes permitir que otros te
vean teniendo sexo, «voyeur».

—Has de estar familiarizada, ¿No? —comenta Uriel pidiendo que abran una de
las puertas—. Vladimir se encargó de enseñarte este lado, pero si te quedan
dudas te lo recuerdo.

Nos abren paso a la habitación donde yacen varias sumisas tocándose entre sí
y la cama es tan grande que parece estar diseñada para que duerman todas
juntas.

—El Boss tiene mascotas en todas las partes del mundo, pero he aquí a las
predilectas adiestradas —me presenta al grupo de siete mujeres y ni me
molesto en ponerle atención a los nombres—. Falta Minina, sin embargo, a
esa la conoces bien.

No sé si tiene polvo mágico en la verga como para que les guste este jueguito.

—Cuando quieras te enseñamos trucos sobre lo que a él le gusta —comenta


una—, aunque creo que está de más, porque no le gustan las crías.

—Doy fe de ello —se mete el Kryshas—. Un motivo más para admirarlo, ya


que no cualquier Boss sacrifica tanto por el bien de su cachorra y la
organización. Me ha surgido una conexión con él que puedo entenderlo, es que
nunca he visto un líder como él, capaz de soportar tanto por...

—Si, que asombroso, ni Hachiko fue tan bueno —espeto— ¿Continuamos o


van a meterle la cabeza en la vagina a alguna aprovechando que su jefe no
está?

—Se llama Fisting y es el puño lo que se introduce —me corrige el rubio—. No


tengo problemas en hacerlo en su presencia, tengo permiso para comprobar
que las sumisas estén aptas para el Boss.

Me repara de arriba abajo antes de señalar la puerta y le doy la espalda a las


mujeres abandonando la alcoba. No he caminado mucho, pero tengo los pies
sensibles y eso hace que me duelan las plantas de los pies.

Seguimos con el recorrido abarcando todas las plantas, incluyendo el


despacho y volvemos al piso de abajo, donde el rubio manda a bajar la música
cuando estamos en el centro.

—Señoras y señores —Uriel recibe otro vaso de licor—, creo que todos ya lo
saben, pero para los que no la han visto, les presento a Emma James, quien se
ha unido a la hermandad. Así que, como a todos los miembros, démosle la
bienvenida recordándole que por la Bratva vivimos y por la Bratva morimos.

Algunos alzan el trago en señal de brindis y las sumisas que vi hace un


momento me observan desde arriba, «No me gusta». Uriel se empina el trago y
con el Kryshas seguimos al siguiente club y al que está después recorriendo
todo Sodom, visitando prostíbulos, joyerías y discotecas.

Como así también los callejones, que me hacen doler la cabeza al recordar
como anduve ebria años atrás y las veces que tuve que pelear para demostrar
que sí era digna de ser la pareja de Vladimir.

—Me sentiría más tranquilo si, como Minina, eres capaz de cuidarle la espalda
a mi Boss —Boris no se calla—. Es algo que valora, por algo Minina es su
perdición.

Finjo que no me importa su estúpido comentario. Uriel me sigue mostrando


las instalaciones haciendo énfasis en los sitios subterráneos de preparación
que visito y que me terminan de cansar, el adentrarme en la oscuridad me
pone a tragar grueso y a cada nada debo ocultar los puños en la chaqueta,
presa de la ansiedad que me hace voltear a la defensiva, asegurandome de que
no me vayan a tomar por detrás. Los Boyeviki son los únicos que me siguen y
logro respirar cuando terminamos en una de las colinas llenas de nieve.

—¿Fumas? —pregunta el rubio y sacudo la cabeza— ¿Alguna pregunta o


tienes todo claro? No quiero que haya equivocaciones y luego me echen la
culpa por no ser claro con las reglas.

—Agosto, 22 —sigue Boris—. El Boss llegó herido al punto de encuentro en


Manarola, ¿Tuviste algo que ver?

Uriel abre la boca para hablar, pero Salamaro llega agitado.

—La princesa quiere ver a su madre —me avisa y el pecho me salta de


inmediato, le reclama a Uriel la demora y este se excusa con que le gusta
tomarse su tiempo.

No les pongo atención, ya que las ganas de verla me desesperan, el atardecer


ya está cayendo y noto que llevo más de siete horas por fuera.

El primo del Boss entra conmigo en la camioneta, los Boyeviki se adentran en


el auto que maneja Boris y Salamaro se ubica en el asiento del copiloto
pidiéndole al chofer que se apure. Plancho la chaqueta con las manos y me
recojo bien el cabello queriendo que me vea mejor de lo que estaba antes.

En pocos minutos estoy de nuevo en la fortaleza y bajo rápido dejando de lado


el dolor en los pies, las puertas ya están abiertas y entro apresurada cuando
capto los sollozos en la sala principal donde Rita me detiene por un segundo
cuando la veo, «Pensé que la habían desaparecido».

Viktoria tiene a Amelie cargada queriendo consolarla y tengo mil preguntas


para la niñera que conocí meses atrás, pero mi atención y necesidad se centra
en mi hija, que al verme se mueve afanada queriendo que la abuela la baje para
venir a mi sitio. Los ojos se me encharcan de inmediato y me arrodillo
enseguida para abrazarla.
Su cuerpo impacta contra el mío y siento que no me falta nada cuando sus
brazos me rodean, la chaqueta gruesa hace que esté calentita y lleno su rostro
de besos.

—¿Qué pasó? —Sujeto su cara limpiando las mejillas empapadas.

—Es que quería besos y abrazos de mi mami —me dice consiguiendo que la
barbilla me tiemble.

—Perdón cariño —beso su frente—. No tienes que llorar porque tengo


muchos besos y abrazos guardados para ti.

La traigo contra mi pecho estrechandola con fuerza y siento su necesidad, no


sé como describirlo, pero al tenerla percibo el tipo de sentimiento el cual te
grita ¡Te extrañé!

Viktoria cruza los brazos enojada y el Boss está sentado en el sofá con cara de
asesino.

—Hicimos un recorrido por los clubes conociendo a los socios, he de decir que
me agotó, pero quedé satisfecho con el cometido —explica Uriel y el ruso no
contesta, simplemente deja el vaso que tiene en la mesa.

—¿Está molesto, mi Boss? —pregunta el Kryshas— Sugerí ir a los callejones


donde la Koroleva puede aprender nuevas tácticas para cuidarlo.

—¡Yo no necesito que nadie me cuide! ¡Creo que ya lo dejé más que claro! —se
molesta.

—No se enoje mi Boss, ya la traíamos…

—Amelie tiene más de una hora llorando, claro que se va a enojar —Se
entromete Viktoria a la defensiva.

Minina aparece revolviéndome el estómago y me levanto con Amelie.

—¿Le sirvo más bebida, mi amo? —pregunta con zalamería y sujeto a mi hija.

—Bonita noche — Me despido seguida de la niñera a la que le huyo subiendo


las escaleras rápido, «Es una mentirosa».

—Señora Emma —me llama—, se lastimará si no tiene cuidado.

Busco mi alcoba y en parte me enoja las jugarretas de Ilenko acechando por


todos lados. Cruzo el umbral y no me molesto en cerrar porque sé que de todas
formas va a entrar, así que me enfoco en Amelie, que no deja de abrazarme y a
quien pongo en la cama para quitarle la chaqueta térmica.

—Puedo hacerlo si le apetece —se ofrece Rita.


—Todo este tiempo estuviste trabajando para él —le reclamo—. Debí parecer
una estúpida.

—La princesa no podía estar sin protección y traté de mantenerla a salvo como
se me exige, de hecho, quise llevarla a un sitio seguro cuando se encendieron
las alarmas en Moscú, pero su hermana se tomó la casa del Vor, su gente me
atacó y estuve nueve días inconsciente, ya que me apuñalaron —explica—. No
tiene porqué desconfiar de mí, yo juré cuidarla y es algo que haré hasta el final
de mis días. Ha de entender el peligro que corre al ser la hija de un Boss.

Aunque tenga razón no se me quita el enojo.

—Si le molesta, hablaré con el Boss para que consiga otra persona y serviré
desde lejos. Mi intención no es incomodarla, sin embargo, no trabajaremos
bien si no se siente a gusto conmigo —continúa—. Puedo recomendarle a otra
persona de confianza, si lo desea.

Amelie le pide la merienda y no tiene caso, ya se acostumbró a ella, además,


estaría perdiendo dos niñeras en menos de seis meses.

—Tus labores se resumen en cuidarla a ella, no quiero que me estén vigilando


o estén al pendiente de lo que hago—le advierto y asiente—. Ve por la
merienda.

—Sí señora —obedece de inmediato.

Lo hecho, hecho está y me enfoco en revisar a mi pequeño mundo que gracias


a Dios está bien. La herida de la frente ya ni se ve, los raspones son casi nulos y
vuelve a mis brazos apretándome con fuerza.

Siento que me echó mucho de menos y el sentimiento fue por parte y parte.
Koldum sube las patas delanteras sobre mis hombros y el peso de ambos me
tambalea cuando me empuja, consiguiendo que caiga en la cama.

—Vamos a cuidarnos y a amarnos —me dice dándome besos en la mejilla.

Amelie sigue aferrada a mi cuello y el león se sube también en busca de no sé


qué, pero intenta meterse entre ambas como si no pesara una tonelada.

—Pero —lo regaño—... No eres un cachorro. Déjate de cosas.

Me levanto a tomarlo, tiene un valor sentimental para mí porque fue mi


compañía años atrás y, por ello, le acaricio la melena. Amelie es la que ahora
me abraza por detrás y dejo que me cuente lo que hizo, hablándome de los
vestidos que le hizo la abuela y de los osos que la llevó a ver Aleska.

Rita vuelve con chocolate, pan recién hecho y malvaviscos que remojamos en
la bebida. La reparo mientras moja el pan antes de dármelo en la boca y me
convenzo de que siempre será el mejor regalo que me ha dado la vida.
La niñera enciende la tele y volvemos a ser la madre e hija que pasaban la tarde
bajo las sábanas en una cama en Polonia viendo películas de princesas, con la
gran diferencia de que ahora tenemos un león en los pieceros y que no tengo
los anhelos que tenía antes, pero sí el amor que siento por ella y eso es lo único
que importa.

Me levanto a cerrar las cortinas, mientras que Rita acomoda los platos que nos
trae Celia para cenar.

—Puedo hacerlo, señora Emma —se ofrece la mujer y desde mi punto veo al
Boss con Minina quien le enciende el puro antes de seguirlo con un abrigo
entre las manos.

El enojo me hace bajar la cara y deslizo la cortina rápido queriendo cortar el


mal rato. Me siento con Amelie que no deja de hablar de sirenas alegando que
quiere nadar como una.

—Estamos en Alaska —le corto la carne— a grados bajo cero, si entramos a un


lago nos vamos a congelar.

—Las focas no se congelan —replica y le meto una cucharada de puré a la


boca—. Chispas le ladró a una…

—Si quiere nadar puede hacerlo, su alteza —comenta Rita—. El Jacuzzi del
Boss es bastante grande y para usarlo no hay que salir.

La niñera no me ayuda cuando de caprichos se trata, ya que Amelie se arrodilla


en la silla de inmediato y respiro hondo cuando empieza a pedir que la lleve. Sé
que ahora no se va a dormir hasta que no lo haga, trato de evadirla, pero sigue
con lo mismo y lo único bueno es que Ilenko, de seguro, se largó a Sodom y
podré usarlo antes de que vuelva, «si es que vuelve».

—Dí que lo preparen —le pido a Rita—. Solo serán unos minutos y ya, ¿Vale?

Le advierto a Amelie antes de darle la bebida. La niñera se adelanta y me


aseguro que Viktoria no ande por los pasillos.

—El Boss no está, ¿Cierto? —le pregunto a uno de los Boyeviki.

—No señora.

—Perfecto.

Una de las esclavas me abre el enorme dormitorio, el cual hace que el


estómago me cosquillee cuando veo la cama. Amelie se apresura al baño y Rita
llega con el camisón que me entrega.

—Esperaré afuera —me avisa.


El cuarto de baño es gigante con pisos de madera, ducha doble y con un Jacuzzi
estilo piscina como para veinte personas, sin exagerar.

Del agua brota vapor y le coloco el camisón a Amelie. Me quito el vaquero, la


camisa y camino con ella en bragas y sostén, el agua tibia me toca la punta de
los pies y la sostengo, ya que tiene varios niveles de profundidad. El primero es
bastante hondo, me queda por debajo de los senos y sumerjo a la princesa que
se muestra dichosa, sabe nadar y se me suelta de inmediato.

—Con cuidado que puede haber un tiburón…

—¡No hay un tiburón! —increpa y me hundo yendo por ella que me patalea
cuando la saco.

—¡Quiere morder carnita!

Le mordisqueo los brazos desatando su risa.

—¡Papi! —exclama de la nada y la vergüenza me corroe con el ruso que está en


la puerta y se adentra desbocandome el pecho.

La mantengo contra mi pecho y ella mueve las manos pidiéndole que venga.

—Perdón —digo—, Amelie quería un baño y…

—¿Quieres nadar conmigo y con mi mami? —me interrumpe.

—No, porque ya vamos a salir.

—Pero todavía no me convierto en una sirena —me alega dándose la vuelta


para tocarme la cara e intento explicarle que este no es nuestro baño.

El Boss aprovecha la discusión para irse y trato de que entre en razón.

— ¿Ves? Se enojó, es de mala educación usar cosas sin permiso.

—Esta es nuestra casa y somos una familia; tú, Chispas, mi papi y yo.

El azote en el pecho vuelve a abarcarme y sacudo la cabeza, «Las cosas no son


como las imagina».

Una de las dos debe mantener la cordura y ella tiene permitido fantasear, pero
yo no y el que su papá vuelva con una mera pantaloneta puesta no me ayuda. El
cuerpo formado me enrojece la cara y me hago a un lado cuando Amelie se
impacienta porque la tome cuando entra.

Se mueve a su sitio y él la recibe pegando los labios a su mejilla, dejando que lo


abrace. Me llama queriendo que me acerque y dudo, pero me insiste y le doy lo
que quiere besándole la espalda mientras la sostiene.
Le salpico agua, el papá la sumerge y yo me encargo de llenarla de mordiscos
leves cada vez que sale del agua siguiendo con el juego que teníamos. No es
fácil estar en un jacuzzi con Ilenko Romanov y menos cuando no tiene nada de
la cintura para arriba, consiguiendo que mis nudillos rocen a cada nada con su
piel al momento de tomar a Amelie.

Se comunican en ruso y entiendo que intenta perfeccionarle su lengua


materna.

—Voy por jabón —le aviso antes de salir cuando veo que no colocaron una
cerca.

De la cajonera elijo el más suave y vuelvo lista para seguir con el juego.

—¿Qué hiciste con el tío Uriel? —me pregunta la princesa.

—Caminar y saludar gente —le explico para que me entienda mientras la


enjabono.

—¿Como la reina que eres?

—Si, cariño —no sé como decirle que ya no me siento como una reina.

El enojo del Boss es palpable, ya que se mantiene serio conmigo y prefiero


mantener la distancia, debido a que furioso es una pesadilla y algo me dice que
se está controlando por Amelie, quien se frota los ojos con sueño y es normal,
porque son más de las nueve y ya es hora para que estuviese dormida.

—Despedite y vámonos —le pido y le da un último abrazo al papá que le besa


la sien.

La tomo acomodandola en el lado opuesto donde tengo la herida y salgo


escurriendo agua. Me veo obligada a tomar uno de sus albornoz como
préstamo, Rita me espera afuera con una toalla ayudándome con Amelie y no
hemos llegado a la alcoba cuando ya está cabeceando.

El que la niñera se acomode en el sofá me dice que no se va a ir y me cambio


colocándome una playera ancha que me llega a la mitad de los muslos y
cacheteros. Ayer no hice mucho uso del ungüento para los pies, así que me los
unto usando gasas y medias.

—¿Quiere que le traiga agua o jugo para sus vitaminas? —pregunta Rita y
sacudo la cabeza, suficiente tiene con ser la centinela de Amelie y ya está
acomodada en el mueble, así que decido bajar por una botella.

Los sirvientes de la fortaleza suelen abandonarla una vez servida la cena y los
únicos que rondan son los Boyeviki, que suelen merodear a cierta distancia
cuando no se tiene ningún tipo de evento especial. Tomo las escaleras en busca
de la cocina donde me sumerjo y…
—Buenas noches —Uriel Romanov repara mi atuendo, está sentado en el
comedor de la cocina y agradezco que la playera sea larga.

Está rodeado de documentos y me atrevería a jurar que está sacando cuentas,


ya que tiene dos calculadoras y un vaso de licor. Sigue reparando mi atuendo y
lo ignoro.

—Buenas noches —contesto antes de ir por mi botella de agua.

—Esto va para largo —vuelve a hablarme—. Mi licor se acabó, ¿Sería mucha


molestia si te pido que me regales otra botella?

La alza y asiento percatandome del nombre antes de cruzar el vestíbulo en


busca de la licorera principal. Es Vodka lo que está tomando y no veo la
referencia, así que me muevo al mini bar que no es tan mini, ya que tiene una
enorme barra en forma de medialuna y un estante gigante lleno de botellas,
las cuales miro por encima, tampoco la veo y me adentro más queriendo ver si
está en el estante que hay más atrás.

Hay espacios vacíos como si hubiesen tomado varias botellas de aquí para la
fiesta de ayer y reparo la línea que tengo enfrente tomando una que se parece,
sin embargo no es y la dejo en su sitio. Intento dar la vuelta, moverme al otro
lado, pero…

El pecho me salta con el susto repentino que genera el hombre que tengo
atrás, el cual no sé en qué momento llegó, pero la mirada que me dedica me
deja congelada. Todo mi cuerpo grita algo y es que estoy en problemas.

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