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REVISTA DIGITAL

Sistemas Familiares
y otros sistemas humanos

Año 37 - Nº1
Noviembre 2021
ISSN: 2618 - 4508

ASOCIACIÓN DE PSICOTERAPIA
SISTÉMICA DE BUENOS AIRES
COMITE EDITORIAL

DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE


DR. MARTÍN WAINSTEIN (UNIVERSIDAD DE BUENOS
AIRES, CABA, ARGENTINA)

COORDINADORA EDITORIAL
LIC. MARIANA RAMÓN (FUNDACIÓN INSTITUTO
GREGORY BATESON, CABA, ARGENTINA)

COMITÉ EDITORIAL
DRA. RUTH CASABIANCA (UNIVERSIDAD CATÓLICA
DE SANTA FE, SANTA FE, ARGENTINA)
DR. SAUL FUKS (UNIVERSIDAD NACIONAL DE
ROSARIO, SANTA FE, ARGENTINA)
MAG. HECTOR LABEL (UNIVERSIDAD DE PALERMO,
CABA, ARGENTINA)
DR. MARCELO RODRÍGUEZ CEBERIO (UNIVERSIDAD DE
FLORES, CABA, ARGENTINA )
DRA. VALERIA WITTNER (UNIVERSIDAD DE BUENOS
AIRES, CABA, ARGENTINA )

AÑO 37 - Nº1
NOVIEMBRE 2021
AV. RIVADAVIA 2986 8 "E"
POR ASOCIACIÓN DE
PSICOTERAPIA SISTÉMICA DE
BUENOS AIRES
Sistemas Familiares y otros sistemas humanos ASIBA
Buenos Aires, Año 37 – N° 1 – Noviembre 2021
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Sistemas Familiares
y otros sistemas humanos

Año 37 - Nº 1
Noviembre 2021

Asociación de
Psicoterapia Sistémica
de Buenos Aires

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Sistemas Familiares y otros sistemas humanos ASIBA
Buenos Aires, Año 37 – N° 1 – Noviembre 2021
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Sistemas Familiares y otros sistemas humanos
Año 35 - Nº 1 – Septiembre 2019
Buenos Aires: ASIBA, Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires

ASIBA, Asociación de Psicoterapia Sistémica de Buenos Aires


Av. Rivadavia 2986, 8º “E” (C1203AAN) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
Tel. /Fax: (54-9-11)
Personería Jurídica Nº 000524. Registro Nacional de la Propiedad Intelectual Nº 101.165.
ISSN 2618-4508
Secretaría y redacción: Tel.: (54-9-11) 4559 5475
E-mail: [email protected] – Web: www.asiba.org

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Buenos Aires, Año 37 – N° 1 – Noviembre 2021
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Sumario

EDITORIAL
Director Martín Wainstein……………………………………………………………..4
Despedidas…………………………………………………………………………….6

ARTÍCULOS
Tratamiento de adolescentes con desregulación emocional. El uso de la
telepsicología como herramienta de trabajo clínico durante la pandemia
Ignacio Daniel Constantino……………………………………………………………9

Percepción de riesgo de contagio de COVID-19. Personal de salud en comparación


con la Población general
Marcelo R. Ceberio, Romina Daverio, Vera Florin-Christensen, Verónica Rubial…..24

Dar malas noticias: la muerte cuando se espera la vida. Una mirada sistémica
sobre el duelo gestacional y perinatal y el proceso de comunicación de la muerte
por parte del equipo sanitario
Leandro Jesús Morales, Irene Fernanda Rusca………………………………….…...39

¿Existe algo en sí o nada existe en sí mismo? El fundamento relacional sistémico


José Bebchuk…………………………………………………………………………51

Uso de la externalización del síntoma y la implicación parental vía telepsicología,


medida por un asustarse retroalimentación basado en el cliente
Gregorio Traverso, Shirly Kaplan, Tamara Salem Martínez…………………………63

El funcionamiento familiar en procesos de revinculación


Mariana Ramón………………………………………………………………………73

El proceso de revinculación familiar, luego de hechos de violencia parento filial


Carla Jimena Ulloa………………………………………………………………...…97

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Buenos Aires, Año 37 – N° 1 – Noviembre 2021
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Editorial

Estimado/a lector/a,

Los días cerrados


La Segunda Guerra Mundial, con sus impensables 80 millones de muertos y su
culminación con dos bombas nucleares, quedó en la Historia, aun la de los triunfadores,
como “los días oscuros”. Días de incertidumbre, de duelos sistemáticos, de un dolor
que apenas atenuó la sensación de que la libertad se había impuesto al totalitarismo.
Días que cambiaron los paradigmas de la ciencia, de las costumbres, de los modelos de
género, de los modos políticos de gobernar el mundo.
Esta Pandemia que estamos transitando hace ya dos años, con sus millones de
contagiados y con sus también millones de muertos. Con sus duelos sistemáticos en la
soledad de los enfermos, en la soledad de las familias, anclada en la ansiedad y la
incertidumbre inicial de un virus desconocido, apenas reconocido en su paso a paso,
evolutivamente cambiante y desafiante de la conducta humana y de la ciencia. Esta
Pandemia percibida como un ataque de la naturaleza vivido como metáfora de aquella
Guerra, también mundial, también sentida como un asalto a la Razón.
Esta Pandemia, tal vez quede en la Historia como “los días cerrados”. Cerrados
los rostros por los barbijos, cerradas las casas y sus familias por el aislamiento
preventivo, cerrada la producción, cerradas las fronteras, la convivencia, el consumo,
las fiestas, el amor, Cerrada la anticipación del futuro, un futuro y una esperanza que
aprendimos a racionar, ante la marcha dudosa de un enemigo vacilante e impredecible.
Solo en nuestros dos últimos años ha habido 120 mil muertos registrados. Si
cada uno de ellos ha impactado sobre una media de diez seres queridos, nos hacen
pensar en por lo menos 1.200.000 padres, madres, noviazgos, hijos, abuelos, nietos,
tíos, sobrinos, amigos, vecinos y todos aquellos que pueden ser alcanzados por un duelo
en la soledad de una pantalla de teléfono celular.
Son días en los cuales las conductas cotidianas del planeta resultan intervenidas
por instrucciones sencillas pero inquietantes de higiene dudosa, distancia física y
temporalidad riesgosa. Días de conducta alterada, ansiedades normales exigidas al
máximo y estados de ánimo trastocados. Si alguien estaba bien y equilibrado se

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encontró subiéndose a la tabla de la racionalidad para surfear un mar de incertidumbres.
Si no estaba tan bien, la razón resbaladiza lo hizo caer al mar.
Desde ya el impacto de todo esto sobre la Salud mental es enorme agravado por
los pocos recursos destinados a la salud mental en el mundo. La mediana del gasto en
los servicios de salud mental está a nivel mundial en 2,8% del gasto total destinado a la
salud1.

Aperturas y esperanzas
Sin triunfalismos, pero de un modo sin antecedentes en la Historia, la actividad
intelectual de los científicos logro desarrollar un conjunto de vacunas y poner en
próxima disponibilidad una batería de antivirales que ya ha comenzado a atenuar las
consecuencias de la Pandemia. La actividad del personal de salud de un modo u otro,
generó las prácticas que en menos tiempo del imaginado nos muestra que el virus está
siendo controlado y será controlado.
Queda una tarea que nos atañe a nosotros: el impacto más duradero de todos
estos hechos, el impacto en la salud mental. Se habla de la “otra pandemia”, la del
intento del retorno a las conductas “normales”, después de mucho tiempo.
¿Cuál fue y será el impacto sobre las parejas y las familias de la convivencia continua
y forzada? ¿Cuál el efecto sobre los niños de la interrumpida y/o intermitente
socialización escolar y con pares? ¿Cuál el de los duelos en condiciones de ausencia y
soledad por aislamiento?
En principio el incremento generalizado de la violencia doméstica y de género,
el maltrato infantil, la depresión y la ansiedad en las cifras de la sociedad global son
consistentes con el registro de los profesionales en campo, de un aumento importante y
desestacionalizado de la consulta en hospitales, ONG¨s, Servicios de Salud y práctica
privada 234.

1
OMS, (2021) https://www.paho.org/es/temas/salud-mental consultado 11/10/202
2
Wainstein, M. (2020) Impacto de la pandemia sobre personas, familias, parejas y crianza,
Enciclopedia Argentina de Salud Mental, Ed. Fundación Aiglé DOI
http://www.enciclopediasaludmental.org.ar/trabajo.php?idt=111&idtt=193
3
Salud mental: la pandemia incrementó la ansiedad, el insomnio y las adicciones TELAM
https://www.telam.com.ar/notas/202110/571040-salud-mental-pandemia-ansiedad-insomnio-
adicciones.html
4
UNICEF (2021) Salud mental: en tiempos del coronavirus, informe ejecutivo,
https://www.unicef.org/argentina/media/11051/file/Estudio%20sobre%20los%20efec
tos%20en%2

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Mención aparte merece el efecto que la pandemia ha tenido sobre la misma
práctica clínica en salud y en salud mental en particular. Si bien el tiempo lo dirá, cobra
fuerza en el mundo la idea de que la tele salud llegó para quedarse en medicina y
evidentemente la tele psicología acompaña esos pasos. A la par del ritmo veloz de los
fabricantes de vacunas, en psiquiatría y psicología clínica se implementaron
plataformas, modos de trabajo con aplicaciones y otros recursos virtuales, para no dejar
a nadie sin atención. Más allá de las diferencias evidentes que ofrece trabajar mediante
un canal de comunicación estrecho. Se buscó salvar el bache de información paraverbal
y gestual que acompañan la expresión lingüística y entregan al receptor claves que van
más allá de lo verbal, que lo complementan y posibilitan al oyente la interpretación del
significado del mensaje con mayor precisión.
Este número, estimado lector, refleja sobremanera los temas tocados en este
editorial. Dos trabajos muestran formas de aplicación de la tele psicología y uno de
ellos, compara la percepción de riesgo en población general y personal de salud y otro,
si bien en una aplicación específica, explora la comunicación de la muerte a los seres
queridos por parte del equipo.
Esta edición también ofrece dos trabajos sobre un tema siempre candente en el
área jurídica, generalmente relacionado con la duración excesiva de los procesos y la
discrepancia entre tiempo jurídico y tiempo evolutivo de la infancia: las
revinculaciones.
Por último, el trabajo, del recientemente fallecido José Bebchuk, cuya
publicación es nuestro mejor homenaje como colega y colaborador de la Revista, nos
sitúa en una problemática sustancial del construccionismo y las terapias narrativas.
Hay años “oscuros”, hay años “cerrados”, los despedimos con la esperanza de que el
Nuevo Año llegue con más alegrías, con rumbos más claros y abiertos.
Martín Wainstein
Editor

0la%20salud%20mental%20de%20ni%C3%B1as,%20ni%C3%B1os%20y%20adole
scentes20por%20COVID-19.pdf consultado 10/10 2021

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Despedidas

José Bebchuk
Nació en Buenos Aires en 1934, estudió en la Facultad de Medicina de la UBA, donde
se recibió de médico en 1965 y luego fue especialista en psiquiatría, iniciando su trabajo
en psicopatología en el Hospital Piñeyro. En los años 80 fue docente en la Sociedad
Argentina de Terapia Familiar y desde 1989 miembro del Comité Editor de la revista
Sistemas Familiares. Publicó artículos y reseñas durante los años 1993 a 1998, 2000 y
2018. Autor de varias publicaciones, su primer libro La conversación terapéutica,
emociones y significados mereció comentarios elogiosos de Carlos Sluzki y de Harry
Goolishian. Siempre actualizado, en el año 2017 cursó la Certificación Internacional
“Formación en Conversaciones Colaborativas en Biología Cultural” con el Dr.
Humberto Maturana y Ximena Dávila, en Santiago de Chile.
Su último artículo presentado a nuestra revista y que hoy publicamos, habla claramente
de sus inquietudes intelectuales y la profundidad de sus reflexiones.

Áaron Beck
Nació en julio de 1921, en Providence, Rhode Island, Estados Unidos. Psicólogo y
catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Pennsylvania. Mundialmente conocido
por haber desarrollado la Terapia Cognitiva, inicialmente para la Depresión y aplicada,
posteriormente, a otros muchos problemas psicológicos. Fallecido en el mes de
noviembre de este año a los 100 años, deja a la Psiquiatría y la Psicología Clínica una
herencia: durante más de 60 años de ese siglo de su vida, su trabajo estuvo signado
por el pragmatismo, la importancia del aquí y ahora, la búsqueda de una eficacia clínica
sustentada en resultados evaluables, pero sobre todo el estudio de la influencia del
pensamiento, de lo que una persona se dice a sí misma sobre las situaciones que vive,
sobre los demás, sobre la vida, sobre sí misma y sobre los problemas que presenta, y
las emociones y los sentimientos que experimenta; como reforzadores definitivos de su
conducta. Más allá de las diferencias muchas de sus ideas se solapan con ideas del
pensamiento sistémico aplicado a la Psicología Clínica.

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Peggy Papp
Reconocida terapeuta familiar íntimamente relacionada con el Ackerman Institute, en
el que colaboró hasta sus últimos días, donde realizó sus numerosas contribuciones
teóricas y técnicas a la práctica de la terapia familiar, tales como la coreografía de
parejas, el ¨coro griego¨ y los triángulos de debate terapéuticos, los temas y creencias
intergeneracionales, las metáforas, el uso del humor y la inclusión precursora de una
mirada feminista. Su trabajo estuvo siempre fundado en sus convicciones sobre la
diversidad y los derechos de las personas a tener su propia voz, perspectiva desde la
que constituyó un referente. Nos dejó por escrito muchos de estos temas que forman
parte de varios artículos y libros que fueron traducidos a varios idiomas. En español
están publicados El Proceso de Cambio, y La Red Invisible: Patrones de Género en las
Relaciones Familiares, escrito en colaboración con Betty Carter, Olga Silverstein y
Marianne Walters, texto que abrió tempranamente la cuestión de la inclusión de la
perspectiva de género, clase y raza en las intervenciones terapéuticas.

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Artículos

TRATAMIENTO DE ADOLESCENTES CON DESREGULACIÓN EMOCIONAL.


EL USO DE LA TELEPSICOLOGÍA COMO HERRAMIENTA DE TRABAJO
CLÍNICO DURANTE LA PANDEMIA

Ignacio Daniel Constantino 5

Resumen
En el presente artículo se describen en primer lugar las características del
desarrollo de los adolescentes, principalmente desde el punto de vista del ciclo vital
familiar. A continuación, se conceptualizan los procesos de regulación emocional y las
problemáticas propias de los adolescentes con desregulación emocional.
Posteriormente se presentan los relevamientos y estudios realizados acerca del impacto
de la pandemia en la salud mental de las niñas, niños y jóvenes de manera general en el
mundo y específicamente en nuestro país. Dichos estudios dan cuenta del surgimiento
de dificultades asociadas a la ansiedad, la depresión y la regulación emocional en los
jóvenes durante todo este período. Se destaca el rol fundamental del entorno familiar y
los adultos cuidadores, dado que cuanto más habilidades y estrategias tienen estos para
afrontar los desafíos que presenta el contexto, mejor es su relación con los adolescentes,
beneficiando la salud mental de todo el sistema familiar. Para finalizar, se plantea el
uso de la telepsicología como herramienta privilegiada en los tratamientos
psicoterapéuticos durante la pandemia, desde un enfoque clínico sistémico.

Palabras clave: adolescentes, psicología clínica, psicoterapia familiar, desregulación


emocional, telepsicología

5
Cátedras: Psicología Social I y Teoría y Técnica de la Clínica Sistémica. Facultad de Psicología.
Universidad de Buenos Aires. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. República Argentina. Cátedra:
Modelos y Teorías III (Psicología Sistémica y Conductismo). Facultad de Ciencias Sociales. Universidad
de Palermo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. República Argentina.

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Abstract
This article first describes the characteristics of adolescent development, mainly
from the point of view of the family life cycle. Next, the processes of emotional
regulation and the problems of adolescents with emotional dysregulation are
conceptualized. Subsequently, the surveys and studies carried out on the impact of the
pandemic on the mental health of girls, boys and young people in general in the world
and specifically in our country are presented. These studies account for the emergence
of difficulties associated with anxiety, depression and emotion regulation in young
people throughout this period. The fundamental role of the family environment and
adult caregivers is highlighted, given that the more skills and strategies they have to
face the challenges presented by the context, the better their relationship with
adolescents becomes, benefiting the mental health of the entire family system. Finally,
the use of telepsychology is proposed as a privileged tool in psychotherapeutic
treatments during the pandemic, from a systemic clinical approach.

Keywords: adolescents, clinical psychology, family psychotherapy, emotion


dysregulation, telepsychology

Introducción
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la adolescencia como el
período de crecimiento que se produce después de la niñez y antes de la edad adulta,
entre los 10 y 19 años, aclarando que más allá de la dificultad para establecer un rango
exacto de edad es importante resaltar el valor adaptativo, funcional y decisivo que tiene
esta etapa. Es un período decisivo respecto a la aparición de problemas de salud mental,
ya que los múltiples cambios físicos, emocionales y sociales que se dan en este tiempo,
incluida la exposición a la pobreza, el abuso o la violencia, pueden hacer que los
adolescentes sean más vulnerables (OMS, 2020). En todo el mundo, se estima que entre
el 10% y el 20% de los adolescentes experimentan trastornos mentales, pero estos no
se diagnostican ni se tratan adecuadamente (Kessler, Angermeyer y Anthony, 2007).
La adolescencia es un periodo fundamental para el desarrollo y el
mantenimiento de hábitos sociales y emocionales vitales para el bienestar mental. Es
una etapa en la que los jóvenes deben desarrollar habilidades para mantener relaciones

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interpersonales, hacer frente a situaciones difíciles, resolver problemas y aprender a
gestionar sus emociones.
En medio de esta transición pueden surgir algunos trastornos relacionados con
la ansiedad y la depresión. Además, los adolescentes con trastornos emocionales
pueden experimentar reacciones excesivas de irritabilidad, frustración o enojo. Es
posible que se superpongan los síntomas de más de un trastorno emocional y que se den
cambios rápidos e inesperados de estado de ánimo junto con arrebatos emocionales.
Durante las primeras etapas de la adolescencia también se pueden desarrollar síntomas
físicos relacionados con su estado emocional, como dolor de estómago, dolor de cabeza
o náuseas (OMS, 2020).
A nivel mundial, la depresión es la cuarta causa principal de enfermedad entre
los adolescentes de entre 15 y 19 años, y la decimoquinta entre los de 10 y los 14. La
ansiedad es la novena causa principal entre los adolescentes de 15 a 19 años, y la sexta
para los de 10 a 14. Los trastornos emocionales que se presentan en esta etapa pueden
afectar profundamente al rendimiento académico y la asistencia escolar, a la vez que el
retraimiento social puede exacerbar el aislamiento y la soledad. (OMS, 2020).
Por otro lado, la adolescencia es también etapa de enorme valor y riqueza en sí
misma, ya que brinda infinitas posibilidades para el aprendizaje y el desarrollo de
fortalezas. Es una etapa que plantea desafíos, cambios y cuestionamientos tanto para
los adolescentes como para sus padres y/o adultos cercanos. Los adultos muchas veces
se vinculan con los adolescentes desde el miedo, ubicándolos en el lugar de
“problemáticos” (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia [UNICEF], 2021b),
categoría que puede pensare como una construcción social.
Como se verá a continuación, las características particulares del desarrollo
emocional de la adolescencia se vieron afectadas por la irrupción de la pandemia del
SARS-CoV-2. Destacando el rol central de los responsables de la crianza de los
adolescentes se propondrán a continuación las consideraciones necesarias para
establecer un abordaje familiar, -mediante la utilización de la telepsicología-, de las
problemáticas surgidas en la regulación emocional de los adolescentes en el contexto
de la pandemia.

Desarrollo

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La familia con hijos adolescentes
La familia ha adquirido diferentes características y formas según los distintos
momentos históricos que ha ido atravesando la humanidad, siendo que en la actualidad
muchos autores coinciden en que la familia se define por su diversidad. Desde el
pensamiento sistémico, la familia es una organización social definida como un sistema
abierto, que tiene un tipo de funcionamiento determinado, más allá de quienes sean las
personas que la integran (Wainstein y Wittner, 2016).
La familia es más que un agregado de subsistemas separados, para Minuchin y
Fishman (1983) es un organismo. Como tal, no es una unidad estática, sino que está
permanentemente desarrollándose y cambiando. El desarrollo de la familia transcurre
en etapas que siguen una progresión de complejidad creciente. A lo largo del tiempo va
alternando entre períodos de equilibrio y adaptación, caracterizados por el dominio de
las tareas y aptitudes pertinentes; y períodos de desequilibrio, originados en el individuo
o en el contexto. La consecuencia de estos últimos es el pasaje a un estadio nuevo y
más complejo, en que se elaboran tareas y aptitudes también nuevas.
El desarrollo de los individuos se considera ecológico en tanto implica un
intercambio constante entre el sujeto y toda la complejidad que involucra su contexto o
medio ambiente. Es decir, el desarrollo del sentido de sí mismo y el autoconcepto se
dan en procesos de interacción social, en los cuales la familia es un agente fundamental
de la socialización y desarrollo de la identidad de sus miembros (Wainstein y Wittner,
2016).
El desarrollo de la familia se da a lo largo de diferentes etapas conocidas como
ciclo vital familiar. Este implica el proceso de atravesar una serie de periodos
cualitativamente diferentes entre sí, que implican tareas evolutivas diferentes y
configuraciones emocionales y relacionales distintas en cada una de ellas (Sale, 2016).
Minuchin y Fishman (1983) distinguen cuatro etapas en el desarrollo de la familia,
entendiéndolas desde una concepción estructural, es decir, de manera independiente de
quiénes formen parte del sistema familiar. La primera etapa es la formación de la pareja,
en la cual los miembros de esa familia irán creando reglas sobre la intimidad, las
jerarquías y las pautas de cooperación. Con el nacimiento del primer hijo se da el salto
a la etapa de la familia con hijos pequeños. Esta etapa implica grandes transformaciones
en las reglas y rutinas del hogar, teniendo los padres que llevar a cabo las funciones de
socialización y crianza de los hijos.

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Posteriormente cuando los hijos crecen la familia pasa a un nuevo estadío, la
familia con hijos adolescentes. En este momento cobran gran importancia los grupos
de pares con los que los hijos adolescentes comienzan a relacionarse. Surgen las
temáticas en torno a la sexualidad, las drogas, el alcohol, la vestimenta, la política, el
estilo de vida y la visión hacia el futuro. La capacidad cada vez mayor del adolescente
le permite demandar cada vez mayores reacomodamientos por parte de sus padres. La
autonomía y el control deben negociarse y renegociarse continuamente en todos los
niveles de la familia. Por otro lado, en esta misma etapa pueden comenzar a influir
también sobre el subsistema parental sus propios padres. Es decir, según la
configuración etaria de la familia, en muchas ocasiones los padres tienen que comenzar
a ser cuidadores de sus propios padres (Minuchin y Fishman, 1983).
Durante este proceso de autodefinición y diferenciación de la familia que
atraviesa el adolescente, los padres deben intentar mantener una relación óptima
caracterizada por sentimientos mutuos de cariño, al mismo tiempo que deben ejercer
una monitorización que se limite a impedir que el adolescente cometa errores graves,
dejándolo experimentar una mayor independencia. Esto se trata de un equilibrio difícil
de conseguir, y no es de extrañar que se produzcan desbalances. La clave es mantener
una relación receptiva con el adolescente y una organización estructural familiar que
permita que los conflictos salgan a la luz, de manera que los padres pueden adaptar sus
respuestas flexiblemente según la retroalimentación que reciben del hijo (Micucci,
2012).

Regulación y desregulación emocional


La regulación emocional es entendida como aquellos procesos mediante los
cuales las personas influyen en qué emociones tienen, cuándo las tienen y de qué
manera las experimentan y expresan. Estos procesos pueden ser automáticos o
controlados (consciente o inconscientemente), pudiendo tener efectos en uno o más
pasos del proceso de generación de las emociones (Gross, 1998, p. 275). Las personas
utilizan diferentes estrategias para regular sus emociones, entre las cuales se
encuentran: (1) la selección de las situaciones que puedan aumentar o disminuir una
determinada emoción deseable (o indeseable); (2) la modificación de una determinada
situación para regular su impacto emocional; (3) la capacidad de dirigir la atención para
modificar el foco de la situación y/o evitar una emoción indeseable; (4) las

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reevaluaciones cognitivas que permiten alterar el significado de la situación y la (5)
modulación de la respuesta, es decir, la capacidad de influir directamente en los
componentes experienciales, conductuales o fisiológicos de la respuesta emocional
(Gross, 2014, pp. 9-10).
Si pensamos específicamente en los adolescentes, la eficacia de las estrategias
que ellos utilizan frente a las adversidades se encuentra ligadas al tipo de vínculo
establecido con sus cuidadores. Se ha estudiado que, si el entorno familiar de un
adolescente tiene características invalidantes, es decir, recibe respuestas erráticas,
inapropiadas o extremas por parte de sus criadores a sus experiencias personales
(creencias, pensamientos, sentimientos y sensaciones), este ambiente se convierte en un
factor de influencia en la aparición de dificultades en la regulación emocional del joven.
Por el contrario, aquellas familias que validan públicamente las emociones de los hijos,
tienen en cuenta sus preferencias y creencias, y sus sentimientos son vistos como
expresiones importantes, tienden a generar un clima óptimo para el desarrollo
psicoafectivo de los niños, niñas y adolescentes (Linehan, 2003).
Rathus y Miller (2014) explican que las conductas de desregulación emocional
en los adolescentes incluyen una amplia gama, desde aquellas consideradas severas o
graves hasta las menos dañinas para los jóvenes. Las graves pueden incluir
comportamientos suicidas, autolesiones no suicidas, comportamientos sexuales de alto
riesgo, trastornos alimentarios, uso de drogas ilícitas, consumo excesivo de alcohol y
otros comportamientos dañinos. Los jóvenes también pueden tener problemas menos
graves, como el consumo de alcohol social bajo o ligero; primeros signos de
comportamiento de autolesión no suicida y no severos; descontrol de la ira; evitación
escolar; una autoconciencia deteriorada de las emociones, metas y valores; y, por
último, rupturas de relaciones frecuentes. Según los autores, todos estos problemas
pueden ser vistos como consecuencias de la desregulación o como intentos de hacer
frente a la desregulación emocional. En otras palabras, la desregulación emocional
puede conducir a una desregulación interpersonal, conductual, cognitiva y de uno
mismo. Señalan 2 dos factores significativos que influyen sobre estos comportamientos:
(1) la falta importante de autorregulación interpersonal y de las capacidades de
tolerancia a la angustia; y (2) factores personales y ambientales que inhiben el uso de
esas habilidades que los adolescentes puedan tener. Estos factores personales y

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ambientales también interfieren con el desarrollo de nuevas habilidades y capacidades,
además de reforzar los comportamientos inapropiados y desregulados.
Algunos estudios empíricos actuales se han ocupado de establecer la relación
entre la forma en que los padres o cuidadores de los adolescentes regulan sus propias
emociones y el desarrollo de las habilidades emocionales en sus hijos, es decir, lo que
Linehan (2003) plantea como ambiente validante o invalidante. Por ejemplo, un estudio
reciente de Nyquist & Luebbe (2021) publicado en la revista Family Process, planteó
la hipótesis de que las características de los padres (la regulación emocional, la creencia
de que las emociones positivas son perjudiciales, y los síntomas depresivos) estaban
particularmente relacionadas tanto con respuestas atenuadoras como intensificadoras al
afecto positivo de sus hijos adolescentes. Convocaron a padres (n = 373) de
adolescentes (edades de los jóvenes: entre 10 y 17 años) y encontraron que los síntomas
depresivos, el sobre control de la regulación emocional y las creencias acerca de las
emociones positivas se relacionaron cada una particularmente con la atenuación se sus
respuestas a las expresiones de afecto positivo de sus hijos. Solamente el factor de
afrontamiento de las estrategias de regulación emocional estuvo asociado
particularmente con las respuestas intensificadoras de los padres. Según los autores, el
hallazgo de que las estrategias de regulación emocional (de sobre control y de
afrontamiento) se relacionaron de manera diferente con las respuestas de los padres al
afecto positivo de los jóvenes, indica una conexión entre la regulación de los padres de
sus propias emociones y las respuestas a las expresiones emocionales de sus hijos.
Por otro lado, el estudio de Lobraico et. al., (2019) se enfocó en las interacciones
de la vida cotidiana entre padres e hijos, hipotetizando que la causalidad de los
conflictos entre ellos es de naturaleza circular. Para este fin analizaron los procesos
recíprocos diarios y residuales en las experiencias de enojo y conflicto entre los padres
y los adolescentes, con una muestra de 151 díadas de padres y adolescentes de dos
hogares de cuidadores (adolescentes: 61.59 % sexo femenino, edad promedio= 14.60
años) a lo largo de 21 días y utilizando un modelo multivariado y multinivel de Poisson.
Los resultados ofrecieron respaldo empírico para la teoría, sugiriendo que el enojo y el
conflicto de los padres y los adolescentes son parte de un círculo vicioso en el cual el
conflicto es tanto una consecuencia del enojo anterior como un antecedente del enojo
futuro.

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Efectos de la pandemia en los cuidadores familiares de los adolescentes
La pandemia irrumpió en el ciclo vital de las familias como un evento altamente
estresante, obligando a las personas a tener que reorganizar sus vidas. Su impacto sobre
la salud mental los niños, niñas y jóvenes de nuestro país fue relevado por el UNICEF
(2021a). Utilizaron una muestra de 780 niños, niñas y adolescentes entre septiembre de
2020 y febrero de 2021, con una metodología cualitativa y cuantitativa que articuló la
recolección de información y producción de datos junto a propuestas lúdicas que
constituyeron, en sí mismas, actividades y prácticas que les permitieron elaborar la
realidad y el contexto que estaban viviendo durante la pandemia. El relevamiento
encontró que los adolescentes manifestaron un mayor malestar subjetivo que las niñas
y los niños. La exclusividad tiempo-espacio privado en términos de convivencia
familiar implicó la reorganización de las rutinas. Algunos de Los cambios en la
convivencia familiar y el mayor tiempo de estar a solas fueron señalados por un lado
con una connotación negativa y, por otro lado, de una manera reflexiva y positiva, en
tanto permitió la posibilidad de una búsqueda y crecimiento personal.
La reducción significativa de los intercambios con pares y otros referentes
adultos no convivientes se vio reflejada en altibajos emocionales, ansiedad, desgano,
enojo, irritabilidad, angustia y resignación. Estas emociones, en especial en quienes
están cercanos a la finalización del ciclo secundario, aparecieron ligadas a la
incertidumbre respecto a las posibilidades de concreción de sus proyectos futuros. En
números, 1 de cada 2 adolescentes refirió sentirse triste y un tercio manifestó
sentimientos de soledad durante todo el período. En un porcentaje muy bajo, se
observaron afectaciones subjetivas más profundas que implicaron problemas de salud
mental. Deben considerarse también las desigualdades socioeconómicas, siendo que en
los adolescentes de sectores populares la angustia se puede vincular con las privaciones
materiales que sufren y que se profundizaron con la pandemia (UNICEF, 2021a).
La aparición de estas emociones en los adolescentes fue acompañada del estrés
familiar debido a factores socioeconómicos. Un estudio realizado en Italia evaluó las
implicancias del estrés de los padres sobre la regulación emocional de los hijos (Spinelli
et. al, 2021). Los investigadores le propusieron a un grupo de padres de niños de entre
dos y 14 años contestar una encuesta donde informaran las dificultades vividas debido
al confinamiento, el nivel de caos o desorganización en el hogar, el estrés en la crianza,
la participación de los padres en la vida diaria de los hijos y las competencias de los

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hijos para regular sus emociones. Encontraron que la desorganización en el hogar
predijo niveles más altos de estrés en la crianza, el cual, a su vez, estuvo asociado con
una menor regulación emocional eficaz en los niños mediante el rol mediador que
ejercen los padres. A su vez, los padres más estresados participaron menos en las
actividades de sus hijos, lo cual disminuyó la regulación emocional eficaz en los niños.
Solo en los casos de las familias sin riesgo socioeconómico las limitaciones del
confinamiento aumentaron el estrés en la crianza.
Para las familias con riesgo socioeconómico, el efecto del estrés en la crianza y
la participación de los padres en las estrategias de regulación emocional de los niños
fue más profundo, y en el caso de las familias sin riesgo socioeconómico, no se
evidenció el papel protector desempeñado por la participación de los padres en la
aparición de emociones negativas de los niños. Los autores concluyeron que lidiar con
el confinamiento es una experiencia estresante para los padres que tienen que
compatibilizar la vida personal, el trabajo y la educación de los niños sin ninguna otra
ayuda. Esta situación puede deteriorar su capacidad de ser cuidadores comprensivos y,
como consecuencia, ser perjudicial para el bienestar de los niños.
El factor de protección de los padres es también señalado por UNICEF (2021a),
en tanto que la disponibilidad afectiva de los adultos para compartir tareas domésticas,
escolares y actividades lúdicas con sus hijos, favoreció la contención, el intercambio y
el diálogo para compartir preocupaciones, miedos y angustias durante la pandemia.

Uso de la telepsicología desde un enfoque sistémico


La Telepsicología es la extensión de la práctica de la psicología con dispositivos
tecnológicos que van desde el simple teléfono hasta el uso de cámaras web y
aplicaciones de tecnología. Es un ámbito que permite a los clínicos conducir sesiones
de manera remota, suplementar las sesiones presenciales haciendo seguimientos,
recolectando y almacenando información sobre el paciente y otras aplicaciones más
(Campbell et al., 2018, citado en Traverso y Martínez, 2020). La Telepsicología puede
ser considerada una rama de la telemedicina, la cual es una modalidad de atención en
el que se brinda servicios de salud en tiempo real por videoconferencia interactiva a
través de herramientas virtuales. También se utiliza el término Telesalud mental
refiriéndose a diferentes intervenciones como consultas psiquiátricas, psicológicas,
familiares y psicoterapéuticas (Sharma et al., 2020).

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Un estudio realizado en mayo de 2020 en Estados Unidos evaluó si el uso de la
teleterapia por parte de terapeutas familiares se había incrementado a partir de la
aparición de la pandemia (McKee et al., 2021). Se utilizó una muestra de 626 terapeutas
de sistemas familiares (el 58.6 % mujeres, el 40.6 % hombres, edad promedio=57.4
años; promedio de años en ejercicio de la profesión= 25.5). Los resultados sugirieron
que los terapeutas familiares realizaban el 7.92 % de su trabajo clínico usando
teleterapia antes de la pandemia, aumentando su uso al 88.17% durante la pandemia.
Incluso también pronosticaron que harían un 36.57 % de su trabajo clínico usando la
telepsicología después de la pandemia.
La adopción de la teleterapia no estuvo relacionada con el ámbito de práctica
principal, ni con la edad, el género, la raza o la etnia de los profesionales, ni tampoco
con el lugar de práctica (urbano o suburbano frente a rural), pero fue mayor entre los
terapeutas de sistemas familiares que informaron un aumento de las políticas de apoyo
hacia la teleterapia y de la capacitación en su ámbito de práctica.
Las ventajas del uso de teleterapia para consultantes adolescentes (Smith et al,
2020, citado por Valdivieso y Cambero 2021) giran en torno a que no es necesario que
salgan de su casas; ayuda a que el riesgo de contagio se reduzca; podrían tener mayor
comodidad y seguridad encontrándose en su propio ambiente (por ejemplo el hogar); el
acercamiento geográfico en caso viva en alguna ciudad lejana a la del terapeuta; el
sentimiento de familiaridad con el uso de herramientas virtuales para la realización de
teleconferencia (por ejemplo, computadora, laptop, smartphone, tablet, etc.); la
adaptabilidad a horarios en los que el consultante esté libre de actividades diarias como
clases online del colegio o extracurriculares; la posibilidad de compartir material de
forma dinámica con las herramientas virtuales disponibles de la plataforma online.
Algunas de las desventajas posibles son: la falta de un ambiente adecuado para
llevar a cabo las sesiones de psicoterapia (espacios donde el adolescente no cuenta con
la privacidad necesaria); problemas de conexión que limitan la visibilidad del video o
mala calidad de audio; y/o el uso inadecuado de las aplicaciones de videollamada.
En cuanto a las ventajas del uso de teleterapia para el terapeuta pueden
considerase (Smith et. al, 2020): la comodidad y seguridad de espacio en su propio
ambiente (por ejemplo: hogar, oficina o consultorio); la adaptabilidad a horarios en los
que no se dificulte su participación en otras actividades clínicas o académicas; la
posibilidad de grabar las sesiones para uso personal académico o de supervisión de caso,

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siempre y cuando se cuente con un consentimiento informado por el consultante y
apoderados; la posibilidad de poder compartir material en tiempo real con las
herramientas virtuales disponibles de la plataforma online.
Por otro lado, a través de las videollamadas puede aparecer información que
antes no se incluía dentro del sistema terapéutico, como son los detalles de la casa tanto
del terapeuta como del paciente, la aparición de familiares, mascotas, etc. Si bien estos
aspectos pueden ser aprovechados por el terapeuta para favorecer la alianza terapéutica,
pueden aparecer algunas dificultades en el uso de esta información por parte del
consultante en torno a los límites y estándares básicos de profesionalismo (Burgoyne y
Cohn, 2020, citado por Traverso y Martínez, 2020).
Continuando con el análisis de las desventajas, una de las principales
dificultades es la pérdida de calidad de la retroalimentación (verbal y no verbal). Como
señalan Traverso y Martínez (2020), los profesionales han resuelto estas problemáticas
de diversas maneras, por ejemplo, invitando a los consultantes a expresar verbalmente
sus sensaciones físicas y emocionales en determinados momentos de la sesión, no sólo
con el fin de proveerle información al terapeuta, sino también con la intención de
llamarles la atención sobre lo que les está sucediendo.
Desde el pensamiento sistémico, se comprende que el sistema consultante como
territorio implica un sistema con propiedades emergentes que van más allá de las
intenciones, estructuras y/o las propiedades específicas de sus participantes. Es decir
que, el terapeuta sistémico se interesa más por la pauta que conecta los intercambios
comunicacionales que por las características intrínsecas del emisor o del receptor
(Wainstein, 2006). Por lo tanto, en función de las condiciones particulares de la
teleterapia descriptas anteriormente, la terapia sistémica se enfoca en el mundo de las
interacciones y las influencias interpersonales, atendiendo a las propiedades emergentes
que surgen en el proceso de la psicoterapia. Si aplicamos estas ideas al tratamiento con
adolescentes, encontramos que los tratamientos tienen como objetivo aumentar el
comportamiento prosocial y reducir los comportamientos que provocan malestar a los
jóvenes, cambiando los patrones relacionales entre los adolescentes y los miembros de
sus familias, grupos de pares y los demás sistemas sociales que mantienen sus
dificultades. El tratamiento implica no solo conjuntos sesiones de terapia familiar, sino
también sesiones con varios subsistemas de la familia y la red más amplia, incluidos

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los jóvenes, sus padres, el personal escolar y otros profesionales involucrados (Carr,
2020).

Conclusiones
La aparición de la pandemia como fenómeno social provocó múltiples cambios
en las diferentes sociedades del mundo. Los estudios realizados por las diferentes
organizaciones dedicadas al bienestar y la salud mental de las personas encontraron
serias afecciones en la calidad de vida de las personas. Particularmente, en los
adolescentes se vieron incrementados los síntomas de ansiedad, depresión y las
dificultades en la regulación emocional.
Desde una visión ecológica se ha considerado que las dificultades atravesadas
por los jóvenes durante la pandemia deben ser comprendidas como emergentes de
fenómenos complejos. Desde el trabajo psicoterapéutico, esta complejidad es abordada
por el terapeuta sistémico poniendo el énfasis en los patrones y las pautas que conectan
el malestar de las personas con los intercambios que tienen con su entorno.
Las medidas de restricción sanitarias provocaron un aumento significativo del
uso de la tecnología virtual para la comunicación entre las personas. De esta forma,
gran cantidad de terapeutas se adentraron en la telepsicología. El uso de la teleterapia
trajo consigo algunas ventajas y desventajas, siendo una de las mejores alternativas
frente al contexto predominante. Los estudios realizados demostraron que los terapeutas
familiares se volcaron hacia el uso de los medios virtuales para realizar tratamientos.
Además, surgieron adaptaciones para las técnicas utilizadas en el manejo y el control
de la regulación emocional.
Los interrogantes que se plantean a futuro giran en torno a las nuevas
configuraciones y relaciones familiares en función de los cambios en el uso y la
distribución del espacio y del tiempo. Se ha observado un incremento del tiempo
compartido hacia el interior de la familia debido a las medidas de confinamiento y/o el
cambio a la modalidad de teletrabajo por parte de los cuidadores familiares de las niñas,
niños y adolescentes. Estos cambios trajeron aparejados mayor cohesión para algunas
familias, así como también mayores índices de conflictividad para otras. Aún con la
incertidumbre de cómo se configurará la vida cotidiana de las familias en el futuro, los
terapeutas familiares han contando con la capacidad de adaptarse a los nuevos medios
y modalidades psicoterapéuticas para brindar asistencia a las personas que lo necesitan.

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escuchamos y hablamos sobre los adolescentes y sus transgresiones, pero
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PERCEPCIÓN DE RIESGO DE CONTAGIO DE COVID-19


PERSONAL DE SALUD EN COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN
GENERAL6

Marcelo R. Ceberio
Romina Daverio
Vera Florin-Christensen
Verónica Rubial
Justina Gabriela Benedicto Salinas7

Resumen
En el contexto de la pandemia por COVID-19, a partir del 19 de marzo del año
2020 comienza en Argentina un programa de aislamiento domiciliario y una serie de
medidas para proteger a la población del contagio del virus Sars Cov 2. En esta situación
de crisis e incertidumbre, las personas empezaron a sentir el riesgo a contraer la
enfermedad, lo que motivó una serie de comportamientos congruentes con estas
sensaciones. Resultó entonces, de interés, evaluar la percepción de riesgo de contagio
en distintos momentos de la pandemia. Con este fin se realizó un estudio con una
muestra de 4.268 participantes comparando la percepción de riesgo de contagio en el
primer y en el octavo mes de pandemia. Los resultados de esta investigación permiten
observar las diferencias en estas percepciones entre el personal de salud y la población
general, y las diferencias entre géneros.

Palabras clave: pandemia, COVID-19, aislamiento social, confinamiento, percepción


de riesgo, personal de salud.

6
Laboratorio de Investigación en Neurociencias y Ciencias Sociales (LINCS). Escuela Sistémica
Argentina. Universidad de Flores.
7
Dr. Marcelo R. Ceberio: Dr. en Psicología, Director del LINCS [email protected];
Lic. Romina Daverio: Psicóloga, coordinadora del LINCS [email protected]; Lic. Gabriela
Benedicto: metodóloga del LINCS [email protected]; Lic. Vera Florin-Christensen: bióloga
pasante del LINCS [email protected]; Verónica Rubial: estudiante de Psicología, pasante del
LINCS [email protected]; Justina Salinas: estudiante de Psicología, pasante del LINCS
[email protected]

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Abstract
In the context of the COVID-19 pandemic, starting on March 19, 2020, begins
in Argentina a home isolation program and a series of measures to protect the
population from the contagion of the Sars Cov 2 virus. In this situation of crisis and
uncertainty, people began to feel the risk of contracting the disease, which motivated a
series of behaviors congruent with these sensations. It was therefore of interest to assess
the perception of risk of contagion at different times of the pandemic. To this end, a
study was conducted with a sample of 4,268 participants comparing the perception of
risk of contagion in the first and eighth months of the pandemic. The results of this
research allow us to observe the differences in these perceptions between health team
and the general population, and the differences between genders.

Keywords: pandemic, COVID-19, social isolation, confinement, risk perception, health


workers.

Introducción
A fines de diciembre de 2019, las autoridades chinas reportaron la aparición de
un tipo desconocido de neumonía en la ciudad de Wuhan (China) perteneciente a la
familia de virus “corona” y que dieron en llamar Sars Cov 2 o COVID-19. Dicho
episodio fue el inicio de un nuevo proceso global que 71 días después, el día 11 de
marzo, sería reconocido como pandemia por la Organización Mundial de la Salud
(OMS). Se posee conocimiento que la infección por COVID-19 se transmite mediante
las gotas de Flügge procedentes de las vías respiratorias, además por el contacto con
líquidos corporales y superficies contaminadas. Se trata de un virus altamente
contagioso, con un número de reproducción básico R, número medio de casos nuevos
que genera un caso a lo largo del periodo infeccioso. (Almazán & Ledo, 2020).
Los profesionales sanitarios en el desempeño de su trabajo suelen mantener un
contacto estrecho con los pacientes, por lo cual desde un principio estuvieron expuestos
al COVID-19, en esos inicios una enfermedad nueva y desconocida, cuyos antecedentes
solamente se remitían a las experiencias en China, España, Italia, USA, etc.
La población mundial ha tenido que aprender a convivir con el virus, a la espera
del desarrollo de las vacunas por parte de los principales laboratorios del mundo, su
posterior aprobación de las autoridades sanitarias de los respectivos países, distribución

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y aplicación. Simultáneamente las personas han recibido información epidemiológica
y educación por diferentes medios, sobre medidas de prevención. A la vez
experimentaron diversos efectos, producto del aislamiento social obligatorio que se
debió adoptar para evitar los contagios de COVID-19. Sin embargo, no pudieron
impedirse las implicancias a nivel psicológico y social (Brooks et al., 2020) además de
los perjuicios económicos, fundamentalmente en los sectores más vulnerables de la
sociedad (Bonavida & Gasparini, 2020).
En contextos de crisis e incertidumbre como el descrito, tiende a emerger entre
la población una percepción de riesgo de contraer la enfermedad. La percepción de
riesgo está constituida por juicios subjetivos realizados por cada individuo, respecto a
las posibles consecuencias negativas de la enfermedad. (Muñiz & Corduneanu.2020).
Estos juicios son producto de los esquemas semánticos de la estructura cognitiva de
cada persona (Beck, 2000), que hace a la proyección de descripciones particulares y a
la atribución de significados que se establecen hacia los hechos (Ceberio & Watzlawick,
1998; Ceberio, 2019); von Foerster, 1994).
Estudios recientes indican que, a nivel global, el inicio de la pandemia se
caracterizó por la presencia de factores psicológicos como altos niveles de estrés,
ansiedad, depresión y angustia (Ozamiz-Etxebarria, et al., 2020), depresión, estrés e
ideación suicida (Arias Molina, et al., 2020; Huarcaya-Victoria, 2020; Cedeño, et al.,
2020); síntomas de ansiedad como insomnio, inapetencia, preocupación, cansancio
(Moreno-Proaño, 2020).) que se manifestaron a través de negación, insomnio y otras
alteraciones del sueño, etc. (Lozano-Vargas, 2020).
En Argentina, una reciente investigación (Ceberio et al., 2020 in print) indicó
que, al inicio de la pandemia, los estados emocionales que sobresalieron en una muestra
de 1216 adultos argentinos fueron: la incertidumbre, la ansiedad y la angustia, mientras
que, a los 180 días, hubo un incremento notable del enojo y la frustración. En India, por
ejemplo, se registraron suicidios asociados al miedo a estar infectado por Covid-19
(Goyal et al., 2020). También el aislamiento ha causado numerosas reacciones
conductuales y emocionales que se reflejaron en diversas investigaciones como
estudios sobre la información (Masip, et al. 2020), el consumo de drogas en el
aislamiento (Wei, & Shah, 2020); las problemáticas de las medianas y pequeñas
empresas en el confinamiento (González-Díaz & Ledesma, 2020)

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Otros autores destacan la presencia de ansiedad y miedo ante la muerte en
contexto del COVID-19 (Tomás-Sábado, 2020), ansiedad y depresión (Galindo-
Vázquez, et al., 2020); estrés, ansiedad, síntomas depresivos, insomnio, negación, ira
(Lozano-Vargas, 2020); o artículos científicos que refieren a las manifestaciones
ansiógenas en diferentes situaciones y poblaciones en el contexto de la pandemia (Soca
Guzmán, 2020; Saravia-Bartra, et al. 2020; Santamaría, et al 2020; Jurado, et al, 2020;
Jerves Mora, 2020; Sánchez & Aguila, 2020). También el estudio de síntomas y
patologías orgánicas tales como inmunodeficiencias, cardiopatías, diabetes,
hipertensión, patologías respiratorias, entre otras (Cao, 2020; Clerkin et al., 2020; Fang,
et al., 2020; Serra Valdez, 2020).
En Estados Unidos (Holingue et al., 2020) evaluaron la frecuencia y los factores
de riesgo y protectores de malestar psicológico durante los inicios de la pandemia y los
resultados indicaron una importante presencia de presencia de angustia psicológica,
donde los síntomas más frecuentes fueron la ansiedad, trastornos del sueño, depresión,
sensación de soledad e hiperactividad. Una investigación en España, (Sandín et al.
2020) indicó que los miedos más comunes corresponden a las categorías de contagio-
enfermedad-muerte, aislamiento social, problemas de trabajo-ingresos, problemas de
sueño y síntomas tales como ansiedad, depresión, desesperanza.
En Argentina se declaró la cuarentena obligatoria el 20 de marzo de 2020.
Originalmente hasta el 31 de marzo, para luego seguir extendiéndose hasta la fecha con
diferentes grados de restricción, generando desconcierto, un grado importante de
vulnerabilidad y posibilidades de desencadenar distintos tipos de conductas,
dificultades y disfunciones, tales como alteraciones del sueño, irritabilidad, angustia,
que pueden conllevar a una situación de estrés agudo y/o post traumático (Johnson, et
al., 2020; Ruiz, et al., 2020; Quezada, 2020; Picco, et al., 2020).
Estas emociones tan observadas en las diferentes investigaciones sobre los
efectos psicológicos de la pandemia, constituyen el repertorio básico del estrés. El
COVID-19 y el confinamiento son dos de los principales factores estresores. La
mayoría de las investigaciones determinan, en el primer período de cuarentena, una
tríada de emociones compuesta que se unen y se potencian: miedo, angustia y ansiedad.
(Aliaga Tinoko, 2020; Schmidt et al., 2020; Inchausti et al., 2020, Ceberio, 2020). De
acuerdo con la evolución de la pandemia y el aislamiento se han generado reacciones
muy diversas en la población. Las mismas fueron potenciadas por la gran incertidumbre

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inicial y que se mantiene durante estos meses en diferentes áreas de la vida cotidiana
(Johnson, et al., 2020; Rodríguez-Castellanos & San-Martín-Albizuri, 2020; Medina,
2020)

Objetivos
El objetivo de este estudio es:
Estimar el grado de percepción de riesgo al contagio en la población en general
comparando los resultados del primer mes y los ocho meses de decretado el
aislamiento obligatorio.
Determinar el grado de percepción de los profesionales de la salud acerca del
riesgo de contagio de COVID-19 en comparación al inicio de la pandemia
(primer mes) y luego de ocho meses.
Evaluar la percepción de la gravedad al contagio del Covid-19, tanto en los
primeros días de la cuarentena como a los ocho meses en el personal de salud
en comparación con la población general.
Comparar los grados de percepción de gravedad al contagio del Covid-19 entre
ambos grupos al inicio de la pandemia y ocho meses después, tomando en
cuenta diferencias de género.

Método
Se realizó un estudio transversal y descriptivo mediante encuestas (Montero &
León, 2007). El método de muestreo fue no probabilístico, de voluntarios y el
relevamiento se hizo mediante un formulario auto-administrado que fue circulado por
las redes sociales. Se confeccionó un cuestionario sociodemográfico en el que se
reflejaron distintas características de los participantes y se incorporó una escala
evaluativa (escala Likert) de percepción de gravedad al contagio al COVID-19, con
cinco niveles de percepción de riesgo ascendente con respuestas de 1 a 5. Las opciones
de respuesta fueron: “1) nulo riesgo; 2) bajo riesgo; 3) moderado riesgo; 4) alto riesgo;
5) máximo riesgo”. Esta evaluación midió el riesgo sobre los primeros quince días del
confinamiento (i.e., fin de marzo y principio de abril de 2020), y otro a los ocho meses
(i.e., noviembre de 2020).
Este instrumento posibilitó desarrollar un análisis comparativo de los grados de
percepción de gravedad al contagio del COVID-19 entre personal de salud y población

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general en los periodos señalados. Se comparó ambos grupos y, a la vez, se comparó el
personal de salud femenino con la población general femenina y el personal de salud
masculino y la población general masculina, en ambos momentos de la pandemia. Cabe
aclarar que la población de estudio del personal de salud hace referencia a profesionales
sanitarios y no sanitarios, que desempeñan su labor asistencial en el área de la salud.
El protocolo fue cargado en la plataforma Google Forms y distribuido a través
de redes sociales y listas de difusión de los investigadores buscando un efecto de bola
de nieve. Todos los participantes fueron informados acerca del objetivo de la
investigación, y de su carácter anónimo y voluntario.

Resultados
Se obtuvo una muestra incidental de 4.267 participantes, entre 18 y 79 años (M
=39.81, DE = 13.18), de los cuales 636 fueron hombres, y 3626 mujeres, representando
el 14,9% y el 85% de la muestra respectivamente. El 96% fueron argentinos. La
recolección de datos se llevó a cabo durante el mes de noviembre del 2020.
En el personal de salud la diferencia entre la percepción de contagio del primer
mes y luego de 8 meses resultó ser estadísticamente significativa, de la misma manera
que en la población general (gráficos 1 y 2). La comparación entre ambos grupos
muestra que los datos se comportan de manera similar al primer y al octavo mes,
notándose mayores diferencias en el nivel 1 (bajo) de percepción de riesgo, con una
diferencia de 4,4% en el primer mes, disminuyendo a 1,4% al octavo mes.
En el caso del nivel medio de percepción de riesgo de contagio (3), en el primer
mes la diferencia entre ambos grupos fue de 2.8% y dicha diferencia aumentó levemente
al octavo mes, siendo de 4,2%. Tal diferencia es estadísticamente significativa entre la
percepción del primer mes y el octavo. Se aplicó test de rangos de Wilcoxon y se obtuvo
un valor p=0 (ver gráficos 1 y 2).

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Gráfico 1

Gráfico 2
Con respecto a la percepción de riesgo del personal masculino de salud en
relación a la población general masculina, en el primer mes el mayor nivel de
percepción de riesgo (5) mostró ser similar, con una diferencia del 2,9%, sin embargo,
en el octavo mes esta diferencia aumenta a un 8,2%, siendo en el caso del personal de
salud masculino menor el valor al de la población general masculina. En el nivel 4 de
percepción de riesgo las diferencias del primer mes fueron de un 4,9% (mostrando un
% mas elevado el personal de salud masculino) y disminuyendo al octavo mes a un
1,1% casi equiparándose los valores (ver gráficos 3 y 4).
En el caso del nivel de percepción de riesgo intermedio (3), al primer mes la
diferencia entre ambos grupos fue de un 7% (mas elevado % personal de salud

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masculino), y al octavo mes en el personal de salud masculino esta diferencia se
incrementa a un valor de 12.9%. En el caso del nivel de percepción de riesgo moderado
(2) en el primer mes la diferencia fue de 5,6% (más elevado la población general
masculina), y al octavo mes de 5,4% también más elevado en la población masculina.
En el nivel 1 al primer mes la diferencia fue de 3,3% cuyos porcentajes mas elevados
corresponden a la población masculina general y luego disminuye en el octavo mes a
0,4%, casi equiparándose (ver gráficos 3 y 4).

Gráfico 3

Gráfico 4
En el caso del género femenino se observan patrones similares en los datos en
el personal de salud y la población general. Siendo en el nivel de percepción 1 en el que

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se observa una diferencia ligeramente mayor siendo de 4,5% al primer mes (% más
elevado en la población femenina general), disminuyendo a 1,4% al octavo mes (ver
gráficos 5 y 6).

Gráfico 5

Gráfico 6
Discusión
En esta lectura de los resultados, puede hipotetizarse que existe una relación
directamente proporcional entre percibir el riesgo que implica contagiarse y tomar
consciencia del peligro, el miedo consecuente y los cuidados para protegerse. Es decir
que cuanto mayor es la percepción de riesgo es a la vez mayor la consciencia de
peligrosidad y, por ende, los cuidados son acordes con tal consciencia. Sin embargo,
algunas investigaciones precedentes demostraron que no existe tal correlato, aunque

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fueron realizadas en poblaciones específicas. Algunas de ellas indagaron en
adolescentes colombianos (Bolaños et al, 2021), o personas en situación de calle (Britos
et al, 2021); aunque la exploración sobre 5118 residentes paraguayos si arrojó la
proporción antes mencionada: una percepción baja de riesgo y por ejemplo, incorrecto
uso de la mascarilla en relación al cuidado y la protección (Rios & Rios, 2021); o la
investigación de Alfonso y otros (2020) que partiendo de la percepción de riesgo
desprenden una serie de recomendaciones de autocuidado, o el seguimiento detallado
informativo y percepción del riesgo en España (Mora & Melero, 2021).
La percepción de riesgo en el primer mes y en el octavo mes, resultó ser similar
tanto en el personal de salud con respecto a la población general. Los datos se
distribuyeron de manera en que los niveles más altos de percepción de riesgo
disminuyeron en el 8º mes en todos los grupos, aumentando los niveles intermedios.
Solamente en los valores de riesgo menores (1) se observa un porcentaje más
elevado en la población general (9,2%) como un signo de menor percepción de
peligrosidad contra un 5% en el personal sanitario. Quiere decir que esa diferencia,
aunque menor, muestra una menor consciencia de riesgo en la población general,
teniendo en cuenta que cuanto mayor sean los valores porcentuales en la percepción de
riesgo al contagio menor (1 y 2) menor consciencia de peligro y el respeto de normas
de cuidado.
Los valores del personal de salud masculino (comparando con la población
general masculina) observan una disminución mayor en la percepción de riesgo muy
alto en el 8º mes, valores que incrementan el nivel medio de percepción de peligrosidad
(muestra una diferencia notable de casi el 13% con la población general masculina).
Quiere decir que mientras que se mantuvo la percepción elevada de riesgo en la
población masculina, el personal sanitario masculino se posicionó en un nivel medio de
riesgo.
Comparando los valores de los sanitarios masculino y femenino en el primer
período, el personal de salud femenino presenta valores mas elevados (40,5%-26,4%)
en la percepción de riesgo, mayor que los del personal de salud masculino periodo
(29%-11,6%). Estos resultados en la comparación por género, se asemeja a los
resultados de Gerhold (2020), quien indica que las mujeres están más preocupadas que
los hombres por el contagio al virus.

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Los valores de los agentes de salud masculina que decrecieron en la percepción
de riesgo muy elevada, se distribuyen incrementando el nivel 3 y 4 de percepción de
riesgo y que superan a la percepción de riesgo en esos niveles en el personal femenino,
en valores que van del 5 al 10% de incremento. Además, tanto en el género femenino y
masculino, con respecto a la población en comparación con los profesionales de la
salud, los valores no presentan prácticamente diferencias.
De acuerdo a los resultados obtenidos en el presente trabajo, se plantea la
posibilidad de profundizar el estudio de las diferencias en la percepción de riesgo de
contagio a través de estudios posteriores. En ellos se debe incluir exclusivamente
personal de salud, diferenciando por profesión, áreas de trabajo, y tareas específicas,
así como el género, estudiando la evolución de la percepción de riesgo de contagio en
el tiempo, tomando en cuenta que la epidemia de COVID-19 continúa y es probable
que se generen cambios en dicha percepción.
Por otro lado, para conocer los motivos por los cuales esta percepción de riesgo
de contagio se modifica, se considera de interés la posibilidad de entrevistar a los
trabajadores de la salud y conocer sus inquietudes, miedos, pérdida de miedos,
acostumbramiento y su visión de lo que le ocurre con respecto a la posibilidad de
contagiarse de COVID-19.

Conclusión
El confinamiento y el miedo al contagio, hiperexige al organismo llevándolo a
adaptarse y readaptarse a las diversas situaciones de la vida en reclusión, y para esto se
presiona al sistema emocional, cognitivo, nervioso y endocrino (Ceberio, 2020).
El miedo surge de la detección de una situación, objeto, cosa, animal, persona
que puede resultar amenazante para el protagonista (Ceberio & Watzlawick, 2011). En
la situación crítica de la pandemia, el miedo es el gran protagonista, aunque con el paso
del tiempo, entre las vacunas y los contagiados asintomáticos, seguramente el virus no
tendrá la misma interpretación.
La presente investigación permitió obtener una aproximación acerca de la
percepción del riesgo de contagio en trabajadores de salud y en la población general,
en ambos grupos no hubo diferencias significativas entre el primer y el octavo mes, y
se observaron diferencias entre géneros, más observadas en el caso del personal de salud

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masculino, lo cual plantea el interés de estudios posteriores para profundizar en cuanto
a los motivos de estos cambios en la percepción del riesgo al contagio.

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DAR MALAS NOTICIAS: LA MUERTE CUANDO SE ESPERA LA VIDA. UNA


MIRADA SISTÉMICA SOBRE EL DUELO GESTACIONAL Y PERINATAL Y
EL PROCESO DE COMUNICACIÓN DE LA MUERTE POR PARTE DEL
EQUIPO SANITARIO.

Leandro Jesús Morales8


Irene Fernanda Rusca9

Resumen
El presente trabajo aborda el proceso de duelo gestacional y perinatal desde el
modelo ecológico para el entendimiento de la salud mental perinatal. Se entiende que
al ser una problemática que afecta a la familia, por la tragedia de la pérdida de un hijo
o una hija, su abordaje implica una mirada sistémica. Este trabajo realiza un recorte
teórico basado en bibliografía especializada. El objetivo es indagar el duelo perinatal
en relación a la forma de comunicar la noticia a la madre y al padre, tanto así como a
sus familiares cercanos. Es importante profundizar sobre esta temática en Argentina, a
fin de generar aportes a los servicios de salud e intervenciones beneficiosas para la
elaboración del duelo gestacional y perinatal.

Palabras Clave: duelo gestacional, duelo perinatal, comunicación, sistema, familia.

Abstract
The present work addresses the process of gestational and perinatal grief from
the ecological model for the understanding of perinatal mental health. It is understood
that being a problem that affects the family, due to the tragedy of the loss of a son or
daughter, its approach implies a systemic perspective. This work carries out a
theoretical clipping based on specialized bibliography. The objective is to investigate
the perinatal grief in relation to the way of communicating the news to the mother and
father, as well as to their close relatives. It is important to deepen on this issue in

8
Lic. Leandro Jesús Morales, estudiante de la carrera de especialización Psicología Clínica
Sistémica, Facultad de Psicología, UBA. CABA, Argentina. [email protected]
9
Lic. Irene Fernanda Rusca, estudiante de la carrera de especialización Psicología Clínica
Sistémica, Facultad de Psicología, UBA. CABA, Argentina. [email protected]

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Argentina, in order to generate contributions to health services and beneficial
interventions for the elaboration of gestational and perinatal grief.

Key Words: gestational grief, perinatal grief, communication, system, family.

Introducción
El presente trabajo tiene como objetivo abordar el proceso de duelo gestacional
y perinatal desde la psicología perinatal. Según la Organización Mundial de la Salud
(2006) el período perinatal se extiende desde las 22 semanas de gestación hasta una
semana de vida independiente. Se entiende que al ser una problemática que afecta a la
familia, por la tragedia de la pérdida de un hijo o una hija, su abordaje implica una
mirada sistémica. Aunque exista la especialidad clínica específica denominada
Psicología Perinatal, que se ocupa de estudiar los procesos de búsqueda de gestación,
embarazo, parto, puerperio, adopción, duelo, se necesita la intervención de diversas
disciplinas y profesionales por su compleja elaboración del duelo.
El duelo es una situación ante la pérdida de alguien o algo, que provoca
sufrimiento en la persona que lo transita (Florez, 2002; Bellver et al., 2008). Además,
el duelo produce una reacción al sistema emocional y supone un proceso de aceptar la
pérdida, junto a experimentar emociones negativas. Por lo tanto, la capacidad de
afrontar la pérdida suele afectar la vida cotidiana, en el ámbito personal, familiar, social
y laboral (Avila, 2020). El DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales) conceptualiza al trastorno producido por el duelo normal en complejo o
complicado persistente, la diferencia radica en el transcurso de 12 meses de tiempo de
la pérdida. La literatura nos ofrece diferentes enfoques acerca del duelo, pero la mayoría
está de acuerdo que la muerte cuando se espera la vida, irrumpe como absurda e
imprevista (Chardon, et al., 2018).
Nos interesa trabajar desde el análisis de los niveles de Bronfenbrenner (1987),
para entender la interacción bidireccional de las personas con el ambiente. Este autor
compara al ambiente ecológico con un set de muñecas rusas, por su disposición seriada
de estructuras concéntricas, en la que cada una está contenida en la siguiente. En este
punto, este sustento teórico nos permitirá analizar el sistema familiar ante la pérdida de
un hijo o una hija y cómo esta noticia influye en su configuración. Se entiende a la
familia cómo sistema, al ser un conjunto organizado e interdependiente de personas en

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interacción, regulada por reglas y funciones dinámicas entre sí. La familia se encuentra
en interacción con el medio circundante, al ser parte de los valores culturales, este factor
es relevante para la comprensión del funcionamiento de la familia (Espiral et al., 2006).
Por otra parte, se trabajará cómo la comunicación de la noticia de la pérdida, desde el
sistema sanitario, impacta en el sistema familiar. Partimos de los desarrollos de la
Teoría de la Comunicación que sostienen que la comunicación es una condición sine
qua non de la vida humana y el orden social (Watzlawick, 1991). La forma de
comunicar este evento inesperado impactará en el sistema familiar. También, interesa
destacar qué medidas son las más adecuadas para este momento tan complejo. En
resumen, el objetivo de indagar el duelo perinatal en relación a la forma de comunicar
la noticia a la madre y el padre, tanto así cómo a sus familiares cercanos. Es importante
profundizar sobre esta temática en Argentina, a fin de generar aportes a los servicios de
salud e intervenciones beneficiosas para la elaboración del duelo gestacional y
perinatal.

Duelo gestacional y perinatal


Existen distintas definiciones sobre el duelo gestacional y perinatal. El estudio
realizado por Kübler-Ross (1926, 2004) describe al duelo como la reacción adaptativa
natural ante la muerte de un ser querido. Ortega et al. (2019) afirman que la muerte se
debe integrar a nuestras vidas, el fallecimiento de un no nacido es un acontecimiento
único e intenso.
Algunos estudios resaltan que las diferencias culturales inciden en el desarrollo
del duelo (Rosemblatt, 2007), además de las características del tipo de muerte y el tipo
de vínculo con el fallecido (Vega et al., 2018). Fernandez-Alcantara (2012) refiere al
duelo como un proceso amplio de abordaje, ya que todo el sistema familiar se encuentra
atravesado por el dolor. Sin embargo, la pérdida podría repercutir en diferentes esferas
de la persona y su contexto que van desde el emocional, social, la vida de pareja, los
vínculos sociales inmediatos, etc.
González Castroagudín et al., (2013) refieren al duelo cómo una respuesta
afectiva normal ante una pérdida importante que incluye diversos síntomas, por
ejemplo, tristeza, depresión, complicaciones en el sueño y pérdida de apetito entre otras.
Además, Bowlby (1980) propuso las siguientes fases del proceso de duelo: incredulidad
y embotamiento, añoranza y búsqueda de la figura perdida, fase de desorganización y

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desesperanza, y finalmente reorganización. A su vez, Kübler Ross (1926, 2004)
también describió fases del duelo perinatal: negación, ira, negociación, depresión y
aceptación.
Contreras Garcias (2015) señala que el duelo gestacional o perinatal es similar
a otros duelos, pero con algunas características propias. Ortega et al. (2019), se ocupa
de diferenciarlo ampliamente, señalando características particulares: el duelo
gestacional o perinatal se concibe como un duelo desautorizado en el sentido de que es
una pérdida que no es reconocida por la sociedad. Además, caracteriza al duelo
gestacional o perinatal como un duelo negado ya que se espera que las personas vuelvan
pronto a trabajar o se considera que el dolor es menor por no haber conocido a ese hijo
o hija por nacer o que ha nacido y fallecido. A su vez, se trata de un puerperio negado,
la madre igualmente transita los cambios hormonales del puerperio posterior al parto,
aunque ese bebé haya fallecido. Además, se han descrito movimientos fetales
fantasmas, ambivalencia frente a un nuevo embarazo y fantasías sobre el feto (Ortega
et al., 2019)
Según la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas
Relacionados con la Salud - Décima Revisión (CIE-10), la mortalidad perinatal se
refiere a las muertes ocurridas durante el periodo perinatal: el mismo es considerado
desde la semana 22 de embarazo o cuando el bebé pesa aproximadamente 500 gramos
y termina a los siete días luego del nacimiento.
La Dirección Nacional de Estadísticas de Información de la Salud del Ministerio
de Salud y Desarrollo Social de la Nación Argentina, se registraron 5.910 defunciones
fetales en 2018 en Argentina. La tasa de mortalidad perinatal a nivel nacional alcanzó
un valor de 11,3 por mil. La tasa de mortalidad fetal por peso registró un valor de 5,1
defunciones por cada 1.000 nacidos (vivos y muertos) de 1.000 gramos y más. Las
defunciones fetales de menos de 22 semanas de gestación registradas en 2018 fueron
933.
En este trabajo tomaremos las definiciones que proponen la muerte gestacional
o perinatal, como el fallecimiento de un bebé desde la concepción, durante el embarazo,
intraparto o hasta el año de vida del bebé luego del nacimiento (Contreras Garcias,
2015)
Algunos artículos resaltan la importancia de considerar en las investigaciones,
además de la familia que sufre la pérdida gestacional o perinatal, al personal de salud.

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Se torna complejo el proceso de elaboración del duelo por los progenitores y es difícil
el manejo por parte de los profesionales de la salud (López García de Madinabeitia,
2011).

El modelo ecosistémico en salud mental perinatal


Este trabajo posee una perspectiva ecosistémica, basada en el modelo ecológico
de Bronfenbrenner (1987), quien investigó el ambiente en el cual las personas
interactúan. El autor sostiene que la ecología del desarrollo humano se encuentra en la
unión de las ciencias biológicas, psicológicas y sociales y que influyen sobre el
desarrollo de la persona en la sociedad. Además, se contempla la acomodación de las
personas en ambientes cambiantes. Sumando otra característica, donde la interacción
persona-ambiente es bidireccional, es decir, se influyen mutuamente (Bronfenbrenner,
1987). Por otra parte, el autor define que el proceso de desarrollo no se limita al
ambiente inmediato, sino que se extiende para incorporar otros entornos, y son
influenciados por contextos más generales.
En el esquema más inmediato del modelo ecológico, se encuentra la unidad
básica de análisis, esta es la díada o relación entre dos personas, a ello se lo denomina
microsistema. Entre sus características este nivel de análisis hace referencia a un
conjunto de actividades, roles y relaciones interpersonales que las personas
experimentan en un entorno particular. Estos lugares tienen características físicas y
materiales específicas, como la facilidad de relación cara a cara. En este lugar se
configuran actividades, roles y relaciones interpersonales específicas que influyen en el
desarrollo de cada integrante (Bronfenbrenner, 1987). En un trabajo reciente se
desarrolla el modelo ecosistémico aplicado a la salud mental perinatal, el cual incluye
en el microsistema a la díada madre-bebé, basándose en los desarrollos de la teoría del
Apego de Bowlby y Ainsworth, y las aportaciones del neonatólogo Bergman (Olza et
al., 2021). Interesa contemplar a la díada, es decir, a la mujer o persona gestante y su
bebé fallecido, como integrantes del microsistema. Asimismo, dar cuenta de las
interacciones de la díada antes, durante y después de la muerte del bebé.
Según Bronfenbrenner, el segundo nivel se denomina mesosistema, y
comprende las interrelaciones entre dos o más entornos en los que la díada se desarrolla
de manera activa. Este ambiente constituye el círculo cercano en cual se desarrolla la
vida social. En concordancia con Olza et al., (2021), el mesosistema se encuentra

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conformado por la pareja, si la hubiese, la familia de los progenitores, familia de origen,
el entorno laboral y el sistema sanitario.
Asimismo, Bronfenbrenner (1987) define al exosistema como el sistema donde
la díada en cuestión no participa de manera activa, es decir, la relación entre sistemas
por ejemplo laboral y sanitario.
Por último, el macrosistema engloba los demás niveles, donde se liga la cultura
y el momento socio-histórico del cual se forma parte como integrante de la sociedad.
Entendiendo que estos sistemas contemplan normas y reglas, explícitas e implícitas,
legales y culturales, sobre cómo desenvolverse frente a la muerte de un ser querido,
muy particulares cuando se trata de la muerte de un bebé intraútero o recién nacido. La
forma en que es concebida la vida y la muerte en el sistema productivo y mercantil,
permea las creencias sobre los tiempos de duelo y la reincorporación a las funciones
laborales de las personas que atraviesan una muerte gestacional o perinatal. Ciertas
normas sociales tácitas orientan sobre quién puede y debe hacer el duelo, cómo, por
quién y durante cuánto tiempo. (López García de Madinabeitia, 2011). Las leyes
nacionales se entretejen en la vida de las personas, produciendo valores culturales e
influyendo la vida cotidiana, Bronfenbrenner (1987) lo denomina cómo macrosistema.
En la sociedad argentina, a través del Código Civil de la Nación Argentina, en
su Art. 74 y 75 en sanción de la Ley 340 (1871), establece lo siguiente: “Si muriesen
antes de estar completamente separados del seno materno, serán considerados como si
no hubiesen existido, además, “en caso de duda de si hubieran nacido o no con vida, se
presume que nacieron vivos, incumbiendo la prueba al que alegare lo contrario”. La
normativa sigue en vigencia en la actualidad, pero se contrapone con el vínculo de
apego de los progenitores hacia el bebé que se crea desde la concepción y durante del
embarazo. Por otra parte, la Ley Nº 20.744 (1976) y sus modificatorias Ley 21.824
(1987) regulan las licencias y los permisos por maternidad y paternidad y, más
específicamente, propone escasas licencias por muerte de un hijo o hija,
correspondiendo 3 días de licencia para esos casos (Art. 158 Ley 20744).
Existe un proyecto de ley argentino denominado procedimientos médico-
asistenciales para la atención de la persona gestante frente a la muerte perinatal
presentado en 2019. En este sentido, su objetivo es proponer un abordaje, que incluya
un conjunto de situaciones desde la internación en un lugar que se corresponda con su

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pérdida, la posibilidad de dar sepultura al cuerpo sin vida, el acompañamiento por
profesionales especializados durante el proceso, entre otras recomendaciones.

Sistema de pareja o sistema familiar


Cuando mencionamos a la familia, se la piensa cómo una entidad compleja, ya
que su estructura, su organización, sus elementos, son partes ensambladas y articuladas,
que interactúan entre sí (Wainstein, 1994). Minuchin (1974) desde la perspectiva
estructural refiere que los miembros de una familia se relacionan siguiendo pautas,
normas y reglas, lo cual conforma la estructura familiar. Por su lado, Sánchez (2008)
agrega aspectos biológicos, sociales y jurídicos que varían de una cultura a otra y que
influyen en la familia. Asimismo, dentro del campo de las ciencias sociales se acepta
ampliamente que la familia es una institución que podría encontrarse en la mayoría de
las sociedades humanas (Benítez Pérez, 2017).
Flaquer (1998) menciona que la familia es un grupo de personas cuya razón de
existir se basa en la reproducción, la crianza y la socialización de los hijos estas
características les son propias al sistema familiar. Desde la Psicología, la familia
implica relaciones sociales enmarcadas en un sistema más extenso, denominado
sociedad, aquellas interacciones son un elemento fundamental para la conformación de
la personalidad de sus integrantes (Gómez y Guardiola, 2014).
La diversidad de la vida familiar actual no puede ser reducida a una única
definición de qué es la Familia. La función más valorada en la actualidad es la del
cuidado y contención emocional que la familia pueda dar a sus miembros,
especialmente a los niños y niñas. Además, permite un espacio donde cada persona
crece y comparte valores, normas, creencias, tradiciones, comportamientos,
conocimientos, experiencias y afectos que resulten significativos para su pleno
desarrollo en la sociedad (Gómez y Guardiola, 2014).
Las múltiples definiciones de familia dependen del marco teórico y de los
planteamientos epistemológicos que asuma el investigador, del objetivo con el que esté
realizando su trabajo, y del contexto (histórico, político, socio-económico) en el que se
encuentre (Wittner, 2007). Debido al conocimiento sobre las variaciones históricas y
culturales de la conceptualización de familia, Berger y Berger (citado por García et al.,
2000) proponen referir “a familias”, más que a “la familia”. También, aceptar la
diversidad de constitución familiar y renunciar a sostener una superioridad moral

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respecto a otra familia, ya que existe diferentes configuraciones, con la salvedad que
hayan hijos (Gracia Fuster, 2000)
La dificultad con el concepto de la familia está relacionada con la diversidad de
formas que existen en las diferentes culturas. Por otra parte, la variabilidad en la
composición familiar de los últimos años provoca cambios en el sistema familiar. Este
proceso está asociado a descensos en la fecundidad, la liberalización de las relaciones
sexuales, el aumento de la fecundidad fuera del matrimonio, el retraso en la edad del
matrimonio, métodos anticonceptivos y al retraso en el nacimiento del primer hijo, por
mencionar algunos de los cambios que se produjeron en las ultimas décadas (Sánchez,
2008).

Comunicación de las noticias


Tomamos las teorizaciones de Watzlawick (1991), desde el enfoque sistémico
sobre la comunicación humana, la cual se puede definir como un conjunto de elementos
en interacción que se influyen de manera bidireccional y toda modificación de uno de
los elementos afecta las relaciones de los otros. Esta es definida por su condición sine
qua non de la vida humana y el orden social. La definición nos plantea un
funcionamiento de sistema que se basa en la existencia de dos elementos, por una parte
la energía empleada para los intercambios, y por el otro lado la circulación de
información y significaciones que permite el desarrollo, regulación y el equilibrio del
sistema comunicativo (García, 2011). Por su parte, Bateson y Reusch (1984) afirman
que el concepto de comunicación es un proceso donde las personas se influyen de
manera recíproca, de manera circular. Retomando a Watzlawick (1991) nos centramos
en el desarrollo de sus cinco axiomas de la comunicación humana, entendida ésta en
relación a las conductas personales y los componentes comunicacionales inherentes al
contexto en que la comunicación tiene lugar. Propone una perspectiva de la pragmática,
en que comunicación y conducta son sinónimos (Watzlawick, 1991).
La muerte perinatal y gestacional tiene implicancias emocionales no solamente
en las madres y en los padres que sufren dichas pérdidas, sino que también impacta en
los profesionales sanitarios que asisten a esa familia (Ortega et al., 2019). El momento
que rodea a la muerte del bebé y la comunicación de la misma es un momento de mucha
vulnerabilidad psíquica. Algunas recomendaciones sobre el proceso de comunicación

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de la muerte gestacional o perinatal están orientadas a la comunicación verbal y no
verbal y también sobre su contexto (Watzlawick, 1991).
El proceso de dar malas noticias, ya sea agravamiento o fallecimiento de un
paciente, requiere de una comunicación y empatía entre el equipo de salud y los
progenitores. Es necesario disponer de tiempo ya que para madres y padres puede ser
difícil de entender o asumir una mala noticia.
En relación a la comunicación verbal respecto al duelo perinatal, el Ministerio
de Salud de la provincia de Mendoza (2019) recomienda que conviene referirse al bebé
por su nombre, asimismo utilizando lenguaje simple. Además, desaconseja nombrar al
fallecido como “feto” y evitar frases que hagan alusión que fue el destino el
responsable. Por ello, la importancia del lenguaje verbal y no verbal, los gestos y
palabras y la comprensión de la pena ajena por parte del equipo sanitario tiene gran
impacto emocional en el sistema familiar (López García de Madinabeitia, 2011;
Paneque, 2012). Las actitudes y conductas del personal sanitario tienen consecuencias
directas sobre la familia.
En relación a las relaciones de poder que se dan en las comunicaciones humanas,
estudios previos analizaron las respuestas de las mujeres en relación a la posibilidad del
contacto con el bebé luego de la muerte. Allí se concluye que el grado de interacción
con el bebé era muy bajo, y además, son las acciones del personal de salud las que
facilitan o no el contacto de la familia con el bebé fallecido (Cassidy et al., 2018). En
este sentido, un acercamiento amoroso por parte del personal de salud hacia el bebé
fallecido, teniéndolo en brazos, vestido con ropita y tapado con una manta,
humanizarlo, al llamarlo por su nombre, son acciones que en una relación
complementaria, pueden propiciar a que las familias puedan tocar a ese bebé, sin la
mirada extrañada del entorno y, por ello, contribuir a la realización de un trabajo de
duelo saludable. Sánchez Pérez, 2019). En relación al contexto, es importante contar
con un lugar privado, si no lo tiene, un lugar sin posibles interrupciones (Cordero et al.,
2004).
Estudios previos manifiestan que la atención respecto al duelo es baja, y
deficiente la información brindada. Se podría concluir que el personal sanitario no
estaría preparado para atender de forma adecuada la muerte perinatal o casos de
interrupción del embarazo por motivos médicos (Cassidy et al., 2018; Castro Tardon,
2018; Paneque, 2011). La percepción por parte de los progenitores de diferencias en la

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atención prestada por el personal sanitario durante la pérdida respecto a embarazos
exitosos previos, incrementa el impacto de la experiencia negativa (Valenzuela, 2020).
Igualmente, madres y padres que acuden a servicios para apoyar y educar a mujeres
embarazadas con riesgo elevado y a sus compañeros, tras la muerte de un bebé en un
embarazo anterior, presentan un mejor estado de salud por la atención prestada de apoyo
(González Castroagudín et al., 2013). El acompañamiento a la muerte, y sobre todo la
muerte gestacional y perinatal, no suele estar en la currícula de las instituciones
sanitarias, por esta razón se debería preparar y sensibilizar a los profesionales (García
y Frías, 1999; Pastor Moreno, 2011).

Discusión
La mirada perinatal propone poner en el centro de la atención sanitaria a la díada
madre-bebé, definida como microsistema (Olza et al., 2021). No importa el peso o la
edad gestacional para los padres y las madres que pierden un bebé, sino que toma
importancia el lugar que le han dado en su mundo afectivo, considerándolo hijo o hija
y persona. (López García de Madinabeitia, 2011). En casos de muerte gestacional y
perinatal, creemos que es importante considerar como centro de atención a la pareja que
ha sufrido la pérdida, es decir, integrar los sistemas micro y mesosistemas,
contemplando a esta triada como destinataria primordial de la atención bio-psico y
social. Entendemos, que la unión de dos personas al fin de concebir a un niño o una
niña es lo que convierte a esa pareja, cómo sistema familiar (Flaquer, 1998).
La muerte de un bebé no solo es difícil para la familia, sino que también lo es
para el equipo sanitario que asiste a una familia que atraviesa una pérdida, ya que son
testigos de un duelo y ello produce sentimientos de impotencia, frustración y tristeza
(Oviedo Soto et al., 2009). Entonces, resulta imprescindible para esta tarea, también
contemplar las repercusiones y dificultades, primero en la recepción de la noticia sobre
la muerte perinatal o gestacional en el equipo y luego en la transmisión de la misma
hacia la familia. La comunicación de la mala noticia es una situación difícil en la
práctica profesional, que arrastra consecuencia en las personas afectadas y su entorno
familiar (Bascuñán, 2013). Resulta importante entrenar al personal sanitario en
comunicación de malas noticias ya que resultan importantes para el desarrollo de un
duelo saludable por parte de las familias. Ya sea, considerar el lenguaje verbal y no
verbal, como la preparación de un contexto acorde e íntimo. Estudios previos,

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contemplan que las habilidades comunicativas podrían generar un impacto positivo al
momento de dar una mala noticia, tanto al que recibe, como quien la da (Scierra, 2008)
Asimismo, es preciso contemplar las normativas y legislaciones vigentes y
proyectos de ley que pugnan por instituir nuevas formas de acompañar los procesos de
duelo perinatal y gestacional, que se imbrican y repercuten en forma de capas de
cebollas desde el macrosistema hacia el microsistema.
Algunas de las limitaciones que presenta este trabajo es no contar con
entrevistas en centros de salud. Sería de gran valor poder realizar investigaciones para
contar con sus testimonios, especialmente recolectar información durante este periodo
excepcional, la pandemia, siendo un campo nuevo para explorar.
En futuras investigaciones, es necesaria la evaluación del personal sanitario en
el territorio argentino, al fin de corroborar cómo se trabaja el duelo perinatal, desde el
momento de dar la noticia y en el acompañamiento al sistema familiar. Asimismo, se
podría indagar esta temática luego de acontecida la pandemia, o el caso que hubiera un
rebrote epidémico por una cepa distinta a la actual. Por otra parte, se podrían efectuar
estudios comparativos sobre la influencia de las distintas formas de abordaje
transnacional, en el caso de contar con investigaciones en curso aún no publicadas.
Asimismo, intentar generar abordajes basados en evidencia que pudieran disminuir
sintomatología ocasionada por la inesperada noticia del fallecimiento de un hijo o una
hija, sugiriendo recomendaciones de organismos especializados en duelo gestacional y
perinatal. Finalmente, contribuir a través de futuras investigaciones a aumentar la
calidad de vida del sistema familiar y personal sanitario.

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¿EXISTE ALGO EN SI O NADA EXISTE EN SÍ MISMO? EL FUNDAMENTO


RELACIONAL SISTEMICO

José
Bebchuk10
La que me marcó decisivamente fue mi madre.
Fue ella quien me enseñó a hacerme responsable
de mi propia comprensión del mundo y a confiar
en mí mismo. Recuerdo que un día estaba jugando
con mi hermano mayor cuando mi madre nos llamó;
tenía once años entonces. “¡Niños! –nos dijo, nada
en sí es bueno o malo. Una conducta puede ser
adecuada o inadecuada, correcta o equivocada. Y
Uds. son responsables de decidir qué corresponde”
Y finalmente agregó: “Ya. Sigan jugando”.
Humberto Maturana

Elijo este interrogante: ¿existe algo en sí o no existe nada en sí mismo? como


punto de acceso a los eslabones de la sintaxis sistémica, la sintaxis de la conectividad o
multiconectividad. Dávila y Maturana saben que, nosotros, los lectores, hemos
incorporado varias de las fragmentaciones y dualismos que han surgido de las entrañas
de la cultura patriarcal-matriarcal que habitamos acerca de lo no conectado (por
ejemplo: mente y cuerpo, materia y espíritu), acerca de la causalidad lineal (por
ejemplo: la relación causa- efecto, la relación entre el sujeto y el objeto) y acerca de
una realidad en cuyo surgimiento no hemos participado pero que aún así sostenemos, o
sea, de una realidad en sí.
Por este motivo ellos nos explican, una y otra vez, que nada es en sí, que los
procesos no son en sí, que la consciencia no es en sí, que el pasado y el futuro no son

10
Fue especialista en psiquiatría. Fue miembro del Comité Editor de la revista. Publicó artículos
y reseñas durante los años 1993 a 1998, 2000 y 2018. En el año 2017 cursó la Certificación Internacional
“Formación en Conversaciones Colaborativas en Biología Cultural” con el Dr. Humberto Maturana y
Ximena Dávila, en Santiago de Chile.

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en sí, que nada es verdadero o falso en sí mismo, nada es bueno o malo en sí, nada es
real o irreal en sí, nada es deseable o indeseable en sí.
Dávila y Maturana (2015) nos recomiendan que tengamos presente el axioma
de la conectividad sistémica: “Nada existe por sí mismo en un vacío relacional… la
operación de distinción del observador configura el existir de lo distinguido y de su
ámbito de existencia”.
Lo que aparece en la vida del observador no surge por sí solo; surge gracias al
actuar-hacer del observador en el observar como resultado de su obrar como tal. El
observador es un ser humano que vive en el lenguajear y actúa-hace observando; surge
como observador al distinguir su observación mientras observa. Lo que un observador
actúa-hace aparece en su actuar-operar de acuerdo a regularidades y coherencias del
hacer que se conservan en el flujo de la concreción-realización de su vida.
La transformación del sustantivo lenguaje en el verbo lenguajear la efectuó
Maturana con el propósito de aclarar la dinámica que está sucediendo como un hecho
de la convivencia. El lenguajear llama, avisa y coordina el sentir, el hacer y el
emocionar en el flujo de la vida y la convivencia y evoca lo que ocurre en el fluir de
nuestras modificaciones íntimas mientras conversamos y generamos los mundos que
vivimos.
El afuera, los objetos, las opiniones, no existen en sí sino que surgen en los
flujos de coordinaciones recursivas en el lenguaje y en el lenguajear durante la
convivencia.
El tiempo no existe desde sí mismo sino a partir de la distinción del antes y el
después, la distinción del comienzo y el fin de una secuencia o proceso de interacción
en la conversación y la reflexión.
Nada existe en sí mismo puesto que lo que aparece en nuestra vida a partir de la
operación de distinción con la que le damos existencia, luego se vuelve algo de nuestro
conocimiento.
Ningún suceso, fenómeno u objeto es falso o verdadero en sí mismo, real o irreal
en sí ya que “algo es como surge en el vivir y convivir de los seres humanos” - afirman
Dávila y Maturana (2015).
La totalidad como unidad compuesta no existe desde sí misma: existe a partir
del momento en que es distinguida y aparece con la operación de distinción que la lleva

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a la existencia conectada a la matriz sensorial-operacional-relacional en que existe
como tal.
La distinción del observador establece que la relación de la totalidad con el
entorno-nicho tiene lugar como relación entre componentes que no cambian en su
desenvolvimiento operacional y se conserva en tanto actúan-operan.
El observador en sus distinciones abstrae y extrae lo observado de las
coherencias de la experiencia sensorial, operacional y relacional con que realiza su vida;
de aquí se deriva que lo observado no es en sí.
El nicho no es en sí sino que aparece a raíz de la operación de distinción con
que el observador lo pone aparte o abstrae de las coherencias operacionales de la
práctica de su vida y surge la matriz sensorial-operacional-relacional en la que lo
observado y lo que tiene que ver con él existe y tiene sentido.
La existencia de algo como relación, proceso o ente no es en sí y en cada
momento que ocurre la operación de distinción se constituye algo a existir en el espacio
cognitivo humano porque fue posible un hacer que lo lleva a la existencia.
La ilusión y la percepción no son en sí. Mientras vivimos la experiencia no
podemos distinguir entre percepción o ilusión-error. En el caso de que le asignamos a
una experiencia validez perceptual no sabemos si luego, al reflexionar y compararla
con otras experiencias, la convalidaremos y la conservaremos como percepción
adecuada o la invalidaremos como un error, equivocación o ilusión.
Esta cualidad de no distinguir en la experiencia entre percepción e ilusión, la
compartimos con todos los seres vivos; la misma no es una deficiencia neuroquímica,
una insuficiencia sensorial o una falla del sistema nervioso: es una condición de nuestro
existir biológico como sistemas autopoiéticos moleculares.
Un objeto, suceso o concepto existirá en la medida que cuente con una dinámica
de experiencias sensoriales, operacionales y relacionales que lo constituya y esto es lo
que está implícito en la idea de que lo nombrado tiene presencia, existencia y
ocurrencia.
Aceptar esta condición de existencia de la vida y la convivencia cotidiana sin
que busquemos el atajo de algo trascendente sin conexión con nuestro obrar-operar para
explicar recursivamente lo que vivimos con nuestro vivir y convivir, nos sitúa en el
ámbito epistemológico fundamental, ámbito de procesos que “constituye el fundamento
y posibilidad del ocurrir de todo conocer y explicar” (Dávila y Maturana, 2015).

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Conocer y saber no son en sí. Cuando decimos que alguien sabe o conoce
afirmamos que hay un conjunto de prácticas o haceres a las cuales les otorgamos
credibilidad y validez y, por eso, nos disponemos a utilizarlas sin dudar como bases del
sentir, del obrar o de lo relacional para otras prácticas. Un observador afirma que Fulano
sabe o conoce porque lo ve conducirse en forma acertada y adecuada en determinado
terreno. El observador dice que Fulano conoce o sabe ya que el criterio de validación
que usa en sus observaciones lo llevan a esa conclusión.
Conocer y saber ocurren como modos de vida y de convivencia, como relaciones
interpersonales; ambas son moduladas por lo que sabemos y por lo que no sabemos, por
lo que conocemos y por lo que no conocemos.
La realidad no es en sí. ¿En qué circunstancias hablamos de la realidad o de lo
real? Maturana y Dávila (2015) nos dicen: “cuando nos preguntamos por los
fundamentos de lo que hacemos y sentimos que nos sucede. En nuestro vivir cotidiano
decir que algo es real es afirmar que… aquello de lo que se habla existe por sí mismo y
que, por lo tanto, es accesible a cualquier observador que no esté, de alguna manera,
limitado en su mirar”. En algunas conversaciones nos enfrentamos a este dilema:
¿hablamos de algo que existe en sí mismo o de algo que no existe en sí?
En la vida diaria cuando un observador afirma algo, le preguntamos: “¿cómo
llegaste a eso?”, y esperamos una prueba, razonamiento o demostración que confirme
lo dicho. En el caso de un desacuerdo es probable que el observador / emisor sienta que
lo que dijo es tan evidente que la realidad de su existencia es imposible que no se la
reconozca. Cada vez que queremos afirmar y subrayar la validez de un argumento
explicativo usamos la noción de realidad: “no querés ver la realidad tal cual es” o “lo
que digo es objetivo, real. No sé porqué no lo aceptás”.
El mundo que vivimos en cada momento no existe antes de que lo vivamos y,
además, no existe desde sí mismo. Dicho mundo surge de un instante al siguiente como
la matriz de configuraciones de la experiencia, las configuraciones sensoriales-
operacionales-relacionales, que aparece con nosotros y en la que nos encontramos
viviendo y conviviendo cada vez que nos preguntamos cómo sucede nuestra vida y
nuestra convivencia.
En nuestro sentir íntimo creemos que nuestra existencia requiere una base de
sustentación. Necesitamos dicha sustentación o fundamento por motivos
epistemológicos, pero, ¿ella existe? No lo podemos afirmar porque sabemos que

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viviendo como válido lo que vivimos en la experiencia, no sabemos si después lo
confirmaremos como percepción o lo invalidaremos como ilusión; del mismo modo no
sabemos si en el caso de que tuviéramos acceso a los fundamentos trascendentes que
sostienen las coherencias de la realidad en sí, si después los confirmaríamos o los
invalidaríamos.
Si a pesar de este impedimento proponemos o sostenemos lo real en sí como
fundamento de la existencia humana aparecería, entonces, como “una invención
explicativa imaginaria” que nos mantendría en el engaño hasta que nos diéramos
cuenta.
Lo que nos convence y se vuelve el motivo por el cual aceptamos la validez de
una afirmación es que se refiere a lo que hace o actúa el observador, lo cual aceptamos
como confirmación y lo adoptamos como criterio de validación de su verdad.
La consciencia no es en sí; no es una entidad trascendente. La dinámica de la
consciencia sucede en la forma de darse cuenta de lo que se hace de sí mismo o de lo
que no se hace de sí mismo mientras fluye el conversar que orienta la atención a lo que
se hace o no se hace, o a lo que uno mismo hace.
De este modo, la consciencia es un modo de actuar-operar en el lenguajear y el
conversar haciendo distinciones sobre el propio hacer. En las conversaciones de la
infancia surge la consciencia cuando la madre o el padre le preguntan al hijo o a la hija:
“¿le quitaste el chupete a tu hermanito?”
A lo que veo en este conversar lo llamo darme cuenta de lo que hago, ver lo que
aprendo en la convivencia pero que no veo hasta que lo distingo al tratar de explicárselo
a otro.
¿Y lo inconsciente? Lo inconsciente –explican Dávila y Maturana (2015)-
“aparece en el sentir íntimo de ese explicar al querer evocar el sentir del trasfondo de
nuestra no consciencia desde donde sentimos que surge el sentir del ver que vemos que
no vemos. En este explicar vemos que el ocurrir de nuestro vivir es inconsciente como
la fuente no visible de los procesos íntimos desde donde surgen los actos concretos o
abstractos de nuestro sentir relacional. La fuente inconsciente de nuestro vivir-convivir
no es algo oscuro o tenebroso, simplemente no se ve, y cuando creemos verlo lo que
vemos no es lo inconsciente, sino que nuestro sentir en nuestro vivir en el darnos cuenta
de cómo sentimos el sentir que pensamos que sentimos en el presente cambiante que
no vimos de nuestra epigénesis relacional”.

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Las nociones de verdad, objetividad y realidad se fueron generando desde los
sentires íntimos y fueron pasando de padres a hijos como conceptos trascendentes
irrefutables que potenciaron su carácter de innegables a través de una afirmación de
índole abstracta de apariencia desinteresada subrayada con la supuesta independencia
del hacer de los observadores
Nuestro vivir y hacer y las coherencias del vivir y del hacer constituyen la
médula de lo real en el ámbito de la realidad experiencial, la realidad sensorial,
operacional y relacional.
Con lo que hacemos-operamos somos el manantial del que brota tanto la
existencia de todo lo que aparece en los mundos que generamos en nuestra vida y
convivencia diaria como el espacio epistemológico unitario desde donde explicamos
las coherencias de nuestra vida con las coherencias que realizamos en nuestro vivir.
La realidad experiencial se refiere al ámbito de coherencias de la vida cotidiana,
razón por la cual habrá tantas realidades como coherencias sensoriales-operacionales-
relacionales generamos viviendo y conviviendo; estas realidades aparecen, cambian y
se disipan.
Nuestra vida es real: bondad, maldad, saber, olvido, queja, no saber, amar, odiar,
explicar, rechazar, sufrir, no entender…
En el desenvolvimiento humano la realidad es lo que vivimos y convivimos en
un flujo infinito de coordinaciones de coordinaciones del sentir, del emocionar y del
hacer consensuales que constituye nuestro existir como un fluir de sentires íntimos
conscientes e inconscientes que puede efectuar un itinerario ético o no ético, itinerario
que atañe a nuestra responsabilidad presente y futura.
La oportunidad, ¿existe en sí misma?, el recurso, ¿existe desde sí? Ni el recurso
ni la oportunidad existen en sí.
Si me digo: “¡lo hago ahora! ¡Este es el momento!” defino este ahora como
oportunidad. Cuando ante una situación determinada pienso: “procederé así” o “tomo
este camino”, sentí-distinguí- encontré el recurso.
Al interrogarse sobre el fundamento de lo que les ocurre en la vida los seres
humanos formularon una pregunta básica: la pregunta por el ser. Esta pregunta ocupó
un lugar excluyente y central en la reflexión desde la época de los filósofos
presocráticos hace ya dos o tres mil años. Después de ellos Aristóteles mencionó la
cuestión del ser en el libro Metafísica colocándola en la ontología fundamental, esto es,

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la filosofía primera afirmando lo siguiente: “a la filosofía primera pertenece estudiar el
ser en cuanto ser, qué es y cuales son sus propiedades en cuanto ser”. No había ninguna
sustancia determinada que fuera más general que la noción de ser puesto que de
cualquier cosa se podía decir que “es” (Ferrater Mora, 2004) y, en consecuencia,
Aristóteles agregó: “el ser se dice de muchas maneras.
La pregunta por el ser es una pregunta ontológica por la esencia de la realidad,
por el en sí de las cosas, como si nuestras distinciones existiesen en sí
independientemente de lo que hacemos al efectuarlas. Para contestar la pregunta por el
ser no podemos evitar recurrir a un supuesto ontológico trascendente.
Al nombrar lo ontológico nos referimos a algo que trasciende el hacer-operar de
nuestra vida y de nuestra convivencia cotidiana. Somos conscientes que no podemos
decir nada de lo ontológico trascendente, de lo real en sí mismo, porque mientras
vivimos la experiencia no distinguimos entre ilusión-error y percepción.
La temática del hacer (“¿qué hago y cómo lo hago?”) apareció en los años
postreros del Renacimiento cuando Juan Bautista Vico la abordó afirmando que la única
verdad que se puede conocer consiste en los resultados de la acción creadora. Sostuvo
que quien produce una cosa, quien la hace, la conoce. El ser humano convierte lo que
deja hecho en verdadero.
Vico sintetizó en dos frases en latín el núcleo de sus ideas: verum ipsum factum
(la verdad de una cosa reside en hacerla) y verum et factum reciprocantur seu
conventurtur (la verdad y el hecho se convierten una en el otro y coinciden). Eligió a la
historia como disciplina ejemplar basándose en que la historia registra los hechos
producidos y ejecutados por los seres humanos, luego pensados y examinados por otros
seres humanos tratando de alcanzar un conocimiento de sí mismos. Según Paolo
Lamanna (1964) de este modo el ser humano “se conoce así a sí mismo, tal cual se ha
hecho, tal cual se ha venido haciendo en su actividad”.
La pregunta por el hacer es una pregunta epistemológica que interroga nuestras
operaciones como observadores al efectuar distinciones; por ejemplo: “¿cómo hago lo
que hago como observador de modo que surge en mi vivir lo que distingo?” Esta
pregunta indaga un hacer, apunta a un operar que revele cual fue la operación de
distinción realizada por el observador.
El observador se puede preguntar también: “¿cómo hacemos lo que hacemos?,
¿qué criterio de validación uso yo en mi operar como observador para sostener que lo

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que distingo es lo que yo digo que es?” Esta pregunta se puede contestar desde las
coherencias de la experiencia, las coherencias sensoriales, operacionales y relacionales
de la realización de nuestra vida sin utilizar supuestos ontológicos.
La pregunta por el ser y la pregunta derivada: ¿existe algo en sí mismo?, fue
respondida por los filósofos occidentales desde el misticismo, el espiritualismo y la
religión; además, estos pensadores veían un fundamento trascendente en lo efímero y
transitorio de las vidas, de los fenómenos y de los procesos. Además, la concepción del
mundo occidental y la oriental coincidían en la aceptación de que todo lo que existía
tenía un fundamento trascendente.
Recién a partir de la aparición de la investigación científica se originó una
libertad de pensamiento y de reflexión que hizo viable la pregunta por el hacer en un
contexto que permite responderla en el marco del entrelazamiento de la Biología del
Conocer y la Biología del Amar.
La pregunta por el hacer, en tanto se la responde, explica nuestra vida y nuestra
convivencia desde la comprensión sistémica. El sustrato epistemológico unitario de
todo lo que hacemos es la vida cotidiana y, además, es el espacio reflexivo desde donde
podemos ver, explicar y comprender los mundos sistémicos recursivos que aparecen
desde las coherencias experienciales sensoriales-operacionales-relacionales
multidimensionales en que se realiza nuestra vida.
De lo epistemológico podemos hablar y referirnos al espacio de las coherencias
de la experiencia, esto es, de las coherencias sensoriales, operacionales y relacionales
en las que se realiza nuestra vida; este vivir y convivir diario es el manantial sensorial-
operacional-relacional de lo que sucede en nuestra vida.
Pensando en nuestra vida somos conscientes que nosotros, quienes nos rodean
y nuestro entorno cambia y se transforma permanentemente de acuerdo a lo que
sentimos, pensamos o hacemos. Mientras concretamos y realizamos nuestro vivir,
somos el sustrato epistemológico de todo lo que conocemos, sabemos, hacemos y
afirmamos.
Desde el trasfondo cognitivo-espiritual del misticismo, del espiritualismo y de
los cultos religiosos se creó una epistemología dualista a partir de la cual el observador
quedó separado de lo observado y la mente del cuerpo. Desde entonces esta
epistemología ve objetos, pero no matrices; por lo tanto, desde ella no se ven las
dinámicas que constituyen los entes, los objetos, los procesos y los conceptos lo cual

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da lugar a la creación de explicaciones y términos pretendidamente sustanciales que se
denominan sustantivos y esconden las dinámicas que generan los procesos y los
fenómenos que se intenta explicar y comprender, esto es, se diluye la fuerza semántica
de los verbos o se los cosifica.
Llevados por estas tradiciones y costumbres del pensar sentimos y pensamos
que existimos separados de entes, procesos y relaciones que conforman un espacio que
nos contiene en el modo de una realidad trascendente pasando por alto que nuestra vida
sucede en la unidad dinámica organismo-nicho de la que formamos parte en un existir
inseparable del ámbito ecológico.
La realización de la autopoiesis molecular a nivel del borde sensorial-
operacional nos permite distinguirnos como separables dándonos la oportunidad de
descubrir el enigma de la realidad trascendente “si supiésemos interpretar
adecuadamente nuestras vivencias sensoriales” (Dávila y Maturana, 2015). Esto lleva a
que lo que se imagina como sustrato trascendente quede alojado en un mundo fantasioso
aceptado a priori como válido.
En la generación de la realidad trascendente usamos nociones explicativas cuyos
referentes imaginarios apuntalan la vida y la convivencia patriarcal-matriarcal
explicando las coherencias sensoriales-operacionales-relacionales del actuar-operar
como seres humanos “denotando un en sí trascendente e independiente de nuestro
operar como observadores” (Dávila y Maturana, 2015).
Quien acepta un dominio de realidad en sí desconectado de lo que vive, siente,
hace y explica como observador, utiliza ese dominio de realidad como su referente
último que valida todo lo que hace, sabe, cree y entiende. Dicha persona encuentra en
el referente trascendente la clave explicativa de los enigmas, temores e inquietudes del
mundo actual en el anhelo de una intencionalidad armonizadora o justiciera.
Si se acepta un dominio de realidad en sí se desconoce que viviendo la
experiencia no distinguimos entre percepción e ilusión-error y ese desconocimiento
habilita a la persona a hablar de una realidad en sí libre de lo que siente y hace como
observador al efectuar las distinciones en su vivir. Esta realidad en sí denominada por
ese observador consciencia universal, cosa en sí, dios o lo trascendente conecta lo
separado, explica lo misterioso y enigmático, sustenta y justifica todo.

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Sostener la pregunta por el ser nos mantiene en el propósito contradictorio de
explicar nuestra vida y nuestra convivencia sistémica mediante una perspectiva lineal
trascendente.

REFERENCIAS
Aristóteles (2002) Metafísica. MMII, Editorial Océano.
Descartes, R. (1966) Discurso del método. Editorial Losada, Bs. As.
Dávila, X. y Maturana, H. (2015) El árbol del Vivir. Matríztica y MVP editores.
Ferrater Mora, José (2004). Diccionario de filosofía. Editorial Ariel.
Lamanna, Paolo (1964): Historia de la filosofía III. De Descartes a Kant. Librería
Hachette.
Maturana, H. y Pörksen, Bernhard (2005). Del ser al hacer. J.C. Sáez editor.

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USO DE LA EXTERNALIZACIÓN DE SÍNTOMA Y LA IMPLICACIÓN


PARENTAL VÍA TELEPSICOLOGÍA, MEDIDA POR UN SISTEMA DE
RESTROALIMENTACIÓN BASADO EN EL CLIENTE.

Gregorio Traverso
Shirly Kaplan
Tamara Salem Martínez 11

Resumen
En este trabajo se ilustra cómo se realizó la intervención narrativista conocida
como externalización de síntoma (White & Epston, 1991) y la “implicación parental”
(Day y Lamb, 2003, como se citó en González-Calderón et al., 2014; Kaplan &
Traverso, 2020) a través del uso de la Telepsicología (Campbell & Norcross, 2018;
Traverso & Salem Martínez, 2020) en el contexto de la consulta de una familia que
recibió tratamiento psicológico encuadrado en un programa de la Facultad de Psicología
de la Universidad de Buenos Aires inserto en uno de los hospitales universitarios de la
misma entidad. Asimismo, para evaluar el progreso y la eficacia de las intervenciones
se utilizó como sistema de retroalimentación basada en el cliente, los instrumentos
diseñados por el Sistema de Gestión de Resultados Aliados por el Cambio (PCOMS,
por sus siglas en inglés) (Sparks y Duncan, 2018; Duncan, 2021) del cual se obtuvo una
licencia de uso a través de la Fundación Instituto Gregory Bateson, en la cual las autoras
y el autor del presente trabajamos como terapeutas clínicos.

Palabras Clave: Externalización de Síntoma, implicación Parental, Telepsicología,


PCOMS.

Abstract
This work illustrates how the narrative intervention known as symptom
externalization (White & Epston, 1991) and “Father Involvement” (Day and Lamb
(2003, as cited in González-Calderón, et al., 2014) were carried out. through the use of

11
Buenos Aires, República Argentina. Universidad de Buenos Aires. Facultad de Psicología.
Cátedra: Teoría y Técnica de la Clínica Sistémica.

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Telepsychology (Campbell & Norcross, 2018) in the context of psychologycal attention
of a family that framed in a program of the Facultad de Psicología - Universidad de
Buenos Aires inserted in one of the university hospitals of the same entity. Likewise, to
evaluate the progress and effectiveness of the interventions, the instruments designed
by the Partners for Change Outcome Management System (PCOMS) (Sparks and
Duncan, 2018; Duncan, 2021) were used as a feedback system based on the client of
which a user license was obtained through the Fundación Instituto Gregory Bateson by
the staff, in which the authors of this document work as therapists.

Key Words: Externalizing symptom, Father Involvemen, Telepsychology, PCOMS.

Introducción
La intervención de la externalización de síntoma, diseñada y explicada por los
autores White y Epston (1991), consiste en la “construcción” mediante preguntas y una
narrativa discursiva diferente, del síntoma identificado como problema en uno de los
integrantes de la familia como si fuera un objeto extraño y ajeno que proviene de afuera,
sin perder su incidencia en el comportamiento general de la familia. Esta técnica tiene
como trasfondo lo que los sociólogos Berger y Luckmann (1968) explicaban como parte
de la dinámica del proceso de construcción de la sociedad, en la que la objetivación era
parte de esa actividad; entendida como la capacidad de crear símbolos manipulables
para que luego sean parte del intercambio social. Tiene las ventajas de que, al tratar el
problema como externo (de allí su nombre), el síntoma se separa de la identidad de la
persona, disminuyendo el sentimiento de culpabilidad en la misma y favoreciendo que
la familia se una con el propósito de vencer un enemigo en común. Las etapas de la
intervención son varias y comienza con preguntas, que indirectamente favorecen a
pensar como ajeno a la persona el problema, sembrando esa idea común; hasta
prescripciones que incitan a la familia a hablar un lenguaje diferente, incitando acciones
distintas que aminorarán la incidencia de la sintomatología. El meta-análisis llevado a
cabo durante dos décadas por el profesor Carr (2019), el cual se actualiza en períodos
que abarcan entre los dos y los cuatro años, revisa la eficacia de la externalización de
síntoma manteniendo la misma desde el año 1998.
Por su parte, la “implicación paterna” ya descripta en un artículo anterior para
esta revista (Kaplan & Traverso, 2020), es definida como el grado en que sólo el padre
participa en distintos ámbitos de la vida de sus hijos como ser el tiempo, las actividades

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que realizan, la calidez, el apoyo, la toma de decisiones y el monitoreo, volviéndolo un
constructo multidimensional (Pleck, 2007). Además, se incluye la participación
brindando recursos económicos, cuidados, el apoyo en relación con las tareas escolares,
la facilitación de la autonomía, el ejercicio de la disciplina y el acompañamiento de los
hijos, entre otras conductas (González-Calderón et al., 2014). En el mencionado meta-
análisis anterior se concluye que “la inclusión de los padres en los programas de
entrenamiento parental sistémicos han llevado a una significativa mejora en el
comportamiento problemático de niños y las prácticas parentales” (Carr, 2019; como
se citó en Kaplan & Traverso, 2020, p.89).
El desafío en esta ocasión fue intentar realizar este tipo de intervenciones vía el
uso de la telepsicología. Como se mencionó en otro artículo anterior para esta revista
(Traverso & Salem Martínez, 2020), la difusión, extensión y ampliación de la práctica
fue necesaria debido a los aislamientos impuestos por la pandemia de COVID-19; en
un contexto donde actualmente el total de personas contagiadas alcanza las 5.265.528
mientras que el total de fallecimientos supera los 115 mil (John´s Hopkins University,
2021). Además, el programa que funciona dentro del hospital universitario dependiente
de la Universidad de Buenos Aires, y gestionado por la Facultad, continúa sus funciones
en formato virtual de atención psicológica.
En cuanto al Sistema de Gestión de Resultados Aliados por el Cambio (PCOMS,
por sus siglas en inglés) (Sparks & Duncan, 2018); es uno entre varios de los sistemas
de retroalimentación basados en el cliente en existencia desde hace más de treinta años.
Según informa el último meta-análisis explicativo arriba indicado, mantiene su eficacia
en la evaluación de tratamientos eficaces al usar la herramienta, gracias a su sencillez
de administración y la versatilidad de la misma. Puede aplicarse vía online también,
generando gráficos de evolución de manera instantánea. En el mes de mayo de 2021,
en el ámbito de la Carrera de Especialización en Psicología Clínica con Orientación
Sistémica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, el director y
fundador Barry Duncan brindó una conferencia motivadora, en que invitaba a los
profesionales a sumar su participación en el uso de “Aliados por el Cambio” para
favorecer evaluaciones de resultados con datos concretos. También, ofreció como
intervenciones algunas preguntas útiles para incluir en cualquier evaluación de los
problemas, para inducirlos hacia un cambio terapéutico.

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Acerca de la teoría que sustenta la construcción del Sistema, se encuentra un
ensamble ecléctico de ideas: el pragmatismo centrado en el problema del Enfoque
Interaccional del Mental Research Institute; la activación de los recursos del cliente de
la Terapia Breve Centrada en las Soluciones de de Shazer; y la cocreación de
significado de los Sistemas de Dialogo Colaborativo de Anderson y Goolishian. Su
composición consta de tres componentes normativos y algunos componentes
comunicacionales, los cuales buscan obtener medidas confiables y fortalecer al cliente
en la percepción del manejo del problema.
Para poder utilizar este sistema, el staff de la Fundación Instituto Gregory
Bateson, ubicada geográficamente en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, adquirió licencias que le permiten el ingreso al sitio digitalizado y la evaluación
del progreso de los pacientes. Desde hace unos meses a esta parte, quien lleva adelante
el tratamiento de la familia, ha ido encontrando grandes ventajas en su uso; mientras
que en otros tratamientos ha ido seleccionando algunas dificultades posibles.

Descripción del caso clínico.


La familia “H” solicita atención psicológica para “D” en un programa de la
Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, el cual se encuentra inserto
en el marco de uno de los hospitales universitarios de la misma institución. Según
describe la familia, “D” es un niño de 9 años que tiene miedos nocturnos desde el año
2018, a raíz de una situación de robo con tiroteo que se escuchó en la calle. La familia
se encontraba dentro del domicilio en ése momento. Sólo pudieron escucharse los
ruidos del arma detonada y verse desde la ventana una persona en el piso de la calle, la
cual se estaba cubriendo (no se encontraba herida). Alrededor de “D” había varios
familiares que reaccionaron con alarma y comentarios al respecto. Desde ese episodio
a la fecha de la primera sesión virtual, “D” dormía en la cama de sus padres. Cualquier
ruido que sonaba en casa de los vecinos o en la calle encendía su respuesta de alarma,
y generaba la interacción de “D” con su mamá, papá y hermana de 17 años que
finalizaba en el paso de su cama a la de ellos (ej. Sonaba un ruido en casa de los vecinos
a las 23hs; “D” se levantaba para pasarse a la cama de sus padres; la madre intentaba
mandarlo a su cama nuevamente; “D” asustado, decía que no quería y le daba miedo;
padre permitía que se quedara en la cama de los dos; hermana decía que lo dejen ahí si
estaba asustado; mamá permitía que se quedara; en la mañana siguiente le decían que

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tenía que animarse a quedarse en su cama; y así sucesivamente todas las noches). Las
preocupaciones mayores de ambos padres al momento de la primera sesión psicológica
virtual eran dos: una, la imposibilidad de “D” de dormir en su cama siendo éste el mayor
problema a resolver y dos, la pérdida de autonomía en varias actividades que antes
podía hacer “D” estando en la casa, por ejemplo, esperar solo en casa cinco minutos
mientras la mamá iba a comprar al mercado o salir a hacer alguna compra después del
horario del atardecer. Previamente a esta sesión, habían hecho una consulta en 2019 en
otro sector del mismo hospital, los habían atendido dos veces y luego les habían
informado que los llamarían para derivar con otro profesional. Ese llamado nunca se
hubo producido y más tarde, en marzo de 2020 se había declarado el Aislamiento Social
Preventivo Obligatorio (Boletín Oficial, 2020) que había restringido la circulación de
personas, haciendo que la familia se viera impedida de realizar la atención. Para el
momento de recibir a la familia, el miedo y las preocupaciones tenían tres años de
instalación.
En cuanto al genograma inicial, la familia “H” está compuesta por “M”, la mamá
de 42 años; “P”, el papá de 64 años, “H”, la hermana, de 17 años, hija de “M” con una
pareja anterior y “D”, único hijo biológico de “M” y P”. La red se amplía con mayor
cantidad de hijos e hijas de cada uno de la pareja parental en anteriores uniones
matrimoniales, personas ya entradas en la adultez que tienen sus familias a la vez.

Cómo se usaron las intervenciones.


La intervención de la externalización del síntoma consistió en realizarle
preguntas a “D” para que describiera el miedo lo más detalladamente posible para él.
Las respuestas a los interrogantes iban delineando un perfil y una silueta posible. De
este modo, se le pidió a “D” que dibuje el miedo (una silueta con forma de señor que
empuñaba un arma y que se encontraba fuera de la casa) y le asigne un nombre, el cual
el niño designó definitivamente como “El Miedo” después de algunas modificaciones.
Una vez construido “El Miedo”, la familia se puso a trabajar como un equipo para poder
disminuir su incidencia en todo el ámbito familiar. Allí fue que aportaron el siguiente
dato: “D” solía estar despierto desde las 06 hs de la mañana y solía acostarse a las 23
hs junto con toda la familia. “Si una le quita el celular a las 20 hs, se queda dormido de
inmediato. Sin embargo, él se la pasa usando el celu o mirando tele con nosotros hasta
las 23 hs, que es la hora a la que nos acostamos todos”, refiere “M” y consustanciado

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por “P” y “H”. Este dato sirvió para incluir una prescripción directa (Wainstein, 2006)
a la familia en que se le pediría a “D” que deje de usar los dispositivos a las 20hs,
independientemente de si a las 0 hs se despertaba y se pasaba de cama. La familia llevó
a cabo esta indicación y, ante el traspaso de cama, “M” se puso firme en indicarle que
regresara a su cuarto y su cama. De ese modo “D” comenzó a dormir en su cama toda
la noche, y “El Miedo” comenzó a “achicarse”. Según “D”, esto permitió mayores
momentos de alegría. Además, terapéuticamente hablando, favoreció el desarrollo de
las conductas propias para la edad interrumpidas a causa de la instalación de “El miedo”
como por ejemplo vestirse a la mañana solo o buscar su propia ropa sin que la mamá se
enojara por el desorden que producía; y que otros miedos disminuyeran su intensidad
como aquellos producidos por los ruidos fuertes de los escapes de las motos. Éstas, son
algunas de las cosas que el niño y su familia han comentado en las últimas entrevistas.
Dos informaciones que demuestran esta mejoría son frases de “D” y de “M”.
“D” al comienzo de cada sesión en las últimas ocasiones, refiere (parafraseando sus
dichos) que está “muy bien” porque: “El miedo” no lo molesta, puede dormir en su
cama, puede volver de noche a la casa con su familia desde las reuniones familiares,
manejarse con independencia en vestirse, en buscar su ropa y recibir continuos elogios
de parte de sus familiares en reemplazo de las quejas. “M”, aporta que fue muy bueno
encontrarse con la atención terapéutica en este programa porque estaban muy mal y
estaban perdiendo esperanza. Tampoco pueden creer que el cambio se haya dado tan
rápido y lo agradecen con expresiones de cariño.
Una acción que acompañó la intervención de la externalización, fue la
intervención sobre la higiene de sueño del niño y su familia, la cual permanecía
desorganizada con pocas horas de sueño para el niño, del mismo modo que ha ocurrido
en un sinnúmero de familias a lo largo de la pandemia de COVID-19 (Reina, 2020;
Wainstein, 2020)
En cuanto a la intervención de la implicación del padre, fue un accesorio
necesario para potenciar el uso de la externalización del síntoma. El padre refería a
grandes rasgos que de niño había sufrido muchos miedos como ahora los expresaba su
hijo, de modo que sostenía la creencia de normalidad acerca de todo lo que ocurría
alrededor de los mismos, incluyendo que el niño durmiera en la cama de los padres. Al
minimizar la presencia de “El miedo”, sin quererlo, también contribuía al
mantenimiento del problema (como otras conductas presentes en otros miembros de la

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familia) (Wainstein, 2006), y participaba dejando que todo ocurriera de igual modo. Al
visualizar que el hijo podía empezar a cambiar, desde la construcción de la
externalización del miedo y el apoyo que recibido por “D”, “M” y “H”; “P” eligió el
camino de colaborar en el cambio, porque los beneficios que observaba en la
modificación de la emoción de su hijo, repercutía en mejorías para todos ellos también.
En ese momento, a modo de entrenamiento parental, se instruyó a los padres para que
brindaran elogios a “D” (se ensayó cómo hacerlo, además), siguiendo el camino de lo
indicado por Carr (2019) acerca de la eficacia de esta acción en la pareja parental.
El proceso terapéutico lleva en total once reuniones por el momento y la familia
“H” persiste en su lucha contra “El Miedo”. En la última entrevista diseñó el
procedimiento de control y seguimiento hasta fin del año en curso, con un cambio en la
frecuencia de las sesiones a dos semanas.

Monitoreo y evolución del tratamiento.


Para monitorear la evolución del tratamiento y la eficacia de las intervenciones
que se utilizaron, se aplicaron las herramientas diseñadas por el Sistema de Gestión de
Resultados Aliados por el Cambio (PCOMS, en inglés), la Escala de Evaluación de
Resultado (ORS, en inglés) y la Escala de Evaluación de la Sesión (SRS, en inglés)
(Sparks & Duncan, 2018). A continuación, se resumen algunas observaciones que
arrojaron los gráficos en el sistema
Según la evolución desde la percepción del niño, con ambas escalas adaptadas
en lenguaje a su compresión, se constató posteriormente que el niño puntuaba más alto
porque estaba contento con recibir la atención profesional, dejando en segundo plano
la valoración de la incidencia del problema. La mejoría terapéutica en relación directa
con el problema, comenzó a referirla en la sesión quinta.
La percepción de ambos padres acerca del problema divergía de la del niño
porque también agregaban otros motivos de queja, por ejemplo, la realización autónoma
de tareas escolares. Sobre esta queja, se les decía que más adelante se trabajaría en ése
objetivo. La mejoría terapéutica en relación directa con el problema que los preocupaba,
comenzó a observarse por parte de los padres a partir de la sesión quinta.

Conclusión y discusión finales.

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En este trabajo se ilustró la implementación de dos intervenciones con amplio
registro bibliográfico en su descripción y eficacia (White & Epston, 1991; Day y Lamb,
2003; Carr 2019), de manera virtual en esta ocasión única. Las mismas, volvieron a
resultar eficaces para modificar un problema en una familia ligado al miedo que sentía
uno de sus integrantes, el niño, desde hacía tres años a raíz de un siniestro ocurrido en
los alrededores del hogar. La atención virtual se brindó dentro de un encuadre
hospitalario. El tratamiento se monitoreó con un sistema de retroalimentación basado
en el cliente, el Sistema de Gestión de Resultados Aliados por el Cambio (PCOMS), el
cual ayudó a la evaluación de la eficacia de las intervenciones y a mantener el rumbo
en donde la virtualidad proponía algunos desafíos más complejos que no se presentaban
en la situación de presencialidad.
Se destaca la vigencia de las intervenciones sistémicas en la actualidad para
ayudar en el bienestar de las personas y el uso de un sistema de monitoreo para ayudar
al terapeuta a evaluar el rumbo elegido en la planificación del tratamiento como
herramienta importante para aumentar la calidad del trabajo.
Como discusión se propone la necesidad de evaluar la problemática presentada
por la familia, para decidir si la virtualidad es un formato posible para utilizar. En este
caso, se evaluó que sí se podía. Y también, sería interesante seguir implementando la
externalización del síntoma y el entrenamiento parental a través de la atención remota
para seguir poniendo a prueba su eficacia.
Finalmente, se piensan dos aspectos favorables de usar una herramienta de
retroalimentación basada en el cliente: ayuda a construir objetivos terapéuticos y a
seleccionar prioridades de trabajo.

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EL FUNCIONAMIENTO FAMILIAR EN PROCESOS DE REVINCULACIÓN

Mariana Ramón12

Resumen
El presente artículo desarrolla la temática del proceso de revinculación paterno
o materno filial por indicación de un juzgado y diversas áreas relacionadas con el
mismo. Ahonda en las características de la familia y especialmente en los efectos que
esta situación puede deparar en los hijos e hijas. Se realiza un breve recorrido histórico
de los cambios en las formas de concebir a las características de los vínculos familiares
como así también el lugar que han ocupado los niños y niñas en distintas épocas
históricas y las consecuencias en la constitución de su identidad, y en relación a lo que
se esperaba de ellos. Se teoriza también acerca del impacto que tiene la conflictiva
parental, previa y/o posterior a la separación convivencial, en el desarrollo moral de las
nuevas generaciones, al presenciar y estar expuestas a situaciones con elevado monto
de agresión y emociones perturbadoras como miedo, ansiedad, ira, angustia, etc.

Palabras clave: Familias, revinculación, niños, niñas, maltrato, moral.

Abstract
This article develops the theme of the process of paternal or maternal filial
relinking by indication of a court and various areas related to it. It delves into the
characteristics of the family and especially the effects that this situation can bring to the
children. A brief historical tour of the changes in the ways of conceiving the
characteristics of family ties is made, as well as the place that children have occupied
in different historical periods and the consequences in the constitution of their identity,
and what was expected of them. It is also theorized about the impact that parental
conflict, prior or after the convivial separation, has on the moral development of the
new generations, when witnessing and being exposed to situations with a high amount
of aggression and disturbing emotions such as fear, anxiety, anger, anguish, etc.

12
Lic. en Psicología. Psicoterapeuta clínica, Revinculadora. Trabajó en la Fundación Retoño, Co-
fundadora y ex integrante del Equipo Kairós. Doctoranda en Psicología, Universidad de Flores, UFLO.

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Key words: Families, reengagement, children, abuse, morals.

Introducción
La teorización e investigación sobre el funcionamiento de las familias que están
por iniciar un proceso de revinculación paterno o materno filial por indicación judicial,
cobra cada vez más relevancia por las implicancias que tiene en todos sus miembros.
Estas familias atraviesan un proceso de alta conflictividad, recurriendo a la justicia
como institución que las ayude a obtener lo deseado, imposible de lograr por sus propios
medios o con la ayuda de diversas redes sociales. Cárdenas (1998), siendo Juez, desde
el año 1979 hasta el año 1999, de un Juzgado de Familia fue pionero en la investigación
y conceptualización, en la Argentina, de esta problemática en su interrelación jurídica-
psicológica, innovando en las formas de tratarla, conformando equipos
interdisciplinarios, ya que estas situaciones impelen la realización de modificaciones y
actuaciones diferentes para obtener resultados positivos.
Hasta hace pocos años la composición, los roles y las normas de la familia eran
diferentes, las cuales han ido cambiando a través de los siglos. En la actualidad
conviven diferentes tipos de familias en las diversas culturas, religiones, clases sociales,
regiones (Linares, 2010; Wainstein, 2012). Coexisten diferentes tipos: extendida,
nuclear, binuclear, uniparental, reconstituida, ensamblada, poliamorosas, pudiendo ser
heterosexual, homosexual, transexual, y a la vez están atravesadas por diferentes
ideologías: patriarcales, matriarcales, igualitarias. Sumando a esto los avances
científicos y tecnológicos que permiten posibilidades impensadas hasta hace pocos
años, tanto los vínculos amorosos y sexuales por Internet, como el alquiler de vientres,
donación de espera y/u óvulos, fecundación in Vitro, inseminación e implantación en
cuerpos gestantes, embarazos múltiples, etc. (Lima Quintana, et al., 2012).
A partir de los años ´80 el rol del padre, en la mayoría de las capitales de las
sociedades occidentales, fue dejando de tener un rol periférico (aunque presente como
autoridad incuestionable), a cargo del control y ejerciendo el poder de decidir acerca de
qué y cómo se debe llevar a cabo lo que hay que hacer y cómo ser, pensar, sentir, actuar.
Siendo también, en la mayoría de as familias con poder adquisitivo, el único proveedor
del hogar, pasando a un rol más igualitario y de mayor involucramiento en la crianza.
La madre pasó de tener como única tarea la de ser ama de casa a cargo de la crianza,

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ocupándose de todo lo atinente al hogar y la atención de la familia, sobreinvolucrada, a
estar en ciertas áreas más alivianada, pero en general sobrecargada de actividades y, en
muchas veces, con hijos criados por empleadas y/o por instituciones educativas, en
extenuantes jornadas, siendo también expuestos por horas a la televisión, juegos
electrónicos, Internet, etc., ante material no siempre apropiado para la edad (Cárdenas
1992). Así como cambia la modalidad de familia también sucede lo mismo con la
conceptualización de la niñez, que fue tratada de diferentes formas: como esclavos,
subordinados, prehumanos, perversos polimorfos, ensalzados, sobreadaptados, adultos
en pequeño sometidos a grandes exigencias, etc. (Martínez, 2011). Siendo también muy
diferente la educación en relación al sexo, a las niñas se las educó para ser futuras
madres, para estar al servicio de otras personas, ser empáticas, atentas, sumisas,
mientras que los varones eran formados en el ejercicio del mando, la practicidad, no
demostración de las emociones, ni debilidades.
Por otro lado, a partir de la segunda mitad del siglo XX, los matrimonios dejaron
de ser contratos de por vida con la consiguiente aparición del divorcio o separación (ya
existente en la práctica, pero muy censurado por la sociedad) y, en caso de ser altamente
conflictivos y controversiales, surge el litigio incorporando nuevos actores al escenario,
tanto instituciones como profesionales independientes (Crescini, 2009).
La familia es entendida como un grupo en permanente evolución con pautas
interaccionales que forman su estructura característica en determinado momento. Esta
estructura puede ser disfuncional afectando a sus miembros. La teoría sistémica
entiende y explica este comportamiento en relación a un circuito más amplio, desde una
perspectiva circular teniendo en cuenta el feed back y el refuerzo (López Fernández, et
al., 2009).
A partir de esta realidad, con características novedosas, se propone teorizar
acerca del funcionamiento de las familias que se encuentran en un proceso de litigio,
con divorcios o separaciones conflictivos y/o destructivos y una orden judicial de
revinculación paterno o materno filial, e intentar conocer cómo las afecta en general y
poniendo especial interés en los niños, niñas y adolescentes que, en muchos casos son
silenciados, mediatizados, sobreinvolucrados en la conflictiva parental, así como
también utilizados como botín de guerra, moneda de cambio y transacción (Wallerstein,
et al., 2001).

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Desarrollo
Revinculación paterno o materno filial
Las familias, en su desarrollo, atraviesan diferentes etapas que pueden conllevar
situaciones de crisis considerando una de ellas a la separación y/o el divorcio. En estas
situaciones hay un porcentaje de casos en que los vínculos se dañan y recurren a la
justicia en busca de una solución (de la Cruz, 2008). En la República Argentina, en 1
de agosto de 2015 entró en vigencia un nuevo Código Civil y Comercial que conlleva
grandes cambios en relación a lo concerniente a las familias, su estructura, formas de
llevar a cabo las tareas del hogar, así como de crianza, con una concepción igualitaria
de los sexos, obligaciones y derechos de cada miembro, modificaciones en cuanto al
divorcio, separación o la Unión Convivencial. En lo que atañe a la separación y el
divorcio, deja de existir la figura del “culpable”, se modifican los conceptos de patria
potestad por responsabilidad parental compartida; tenencia y visita, por régimen de
comunicación. Aparecen nuevos conceptos como padre y madre o progenitor afín
(nuevas parejas convivientes) con derechos y obligaciones concediéndosele, a estos
vínculos, un valor diferente. También se les otorga gran importancia a los niños, niñas
y adolescentes previniendo la vulneración de sus derechos y priorizando sus
necesidades a la de las personas adultas. La capacidad progresiva les otorga voz, o sea
el derecho a ser escuchados en sus necesidades y deseos. Se prioriza que los hijos e
hijas mantengan el vínculo con ambos progenitores luego de la separación, al igual que
con la familia de origen de cada uno (Herscovici, 2018).
Cuando la justicia determina la prohibición de acercamiento del padre o la
madre, por considerar posiblemente riesgoso el vínculo, se produce una desvinculación
con sus hijos y/o hijas, hasta que se lleve a cabo el proceso que dilucide la situación y
permita (o no) la revinculación. Este proceso litigante, en muchos casos, empeora la
situación familiar ya que los procedimientos contenciosos provocan gran estrés y
ansiedad. La lógica querellante del sistema judicial, de uno contra el otro, cristaliza la
conflictiva al renarrar, buscando pruebas, y muchas veces sobredimensionando los
“daños” sufridos, sumada la dilatación de los tiempos (Cárdenas, 1992).
Las familias que se encuentran en un proceso de litigio y deben recurrir, por
ejemplo, a un proceso de revinculación toman contacto con otro servicio asistencial (ya
se han puesto en contacto con diferentes servicios y profesionales, como lugares de
denuncia, oficina de violencia, cuerpo médico forense, peritos, defensoría, juzgado,

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etc.). Es aconsejable que el equipo revinculador, o la persona a cargo del proceso,
conforme una interfase psicojurídica para poder trabajar articuladamente. Duncan
(2010) teoriza que la eficacia de los procesos terapéuticos depende del compromiso con
los consultantes, conocimientos teóricos y habilidades prácticas como características
personales del terapeuta como la empatía, capacidad de comunicación asertiva, así
como de poder captar las emociones y sentimientos que van emergiendo durante las
entrevistas y encuentros. Hace hincapié también en la capacidad de comprender a los
miembros de la familia desde la perspectiva, la significación y el contexto de cada uno,
permaneciendo siempre receptivo ante cada respuesta y la retroalimentación
adaptándose a los permanentes cambios.
Las conceptualizaciones del pensamiento sistémico toman en cuenta las
interacciones, no sólo en el interior de la familia, sino las de ésta en relación con otros
contextos. El modelo sistémico rompe con las teorías disciplinares de extrema
fragmentación y separación. Para ponerlo en práctica, al trabajar con familias que
litigan, es necesaria la interrelación de los diferentes profesionales y agentes
intervinientes con el fin de aunar criterios de trabajo, intentando co-construir un
lenguaje común. Se propone como beneficiosa la incorporación de la red social y de la
familia extensa. Dicha red es sumamente importante para la familia, y su apoyo es
invaluable para promover cambios conductuales que permitan la resolución de las
situaciones, previniendo que se transformen en crónicas y recurrentes.
Se puede considerar que las familias en situación de revinculación se encuentran
inmersas en altos grados de litigiosidad, como consecuencia de esto, aumenta
exponencialmente la vulnerabilidad de los hijos e hijas ya que, las figuras parentales,
que deben continuar con la tarea de cuidado, apoyando y ayudando en la elaboración
de la situación traumática y en la transición hacia las nuevas formas de vincularse con
sus progenitores y familia extensa, están abocadas a enfrentar y tratar de poder superar
la crisis. Cuando los padres y madres se separan deben consensuar la creación de nuevas
reglas, adaptarse a roles diferentes y crear nuevos rituales (Ahrons, 1994). En relación
al cuidado de los hijos se presentan, con mayor frecuencia, falta de acuerdos sobre la
satisfacción de los requerimientos mínimos propios del desarrollo lo cual puede generar
ansiedad, angustia y confusión (Lima Quintana, et al., 2010). Ante la desvinculación el
niño, niña y/o adolescente puede llegar a distorsionar la imagen del padre o madre no
conviviente transformándolo en héroe o en villano, lo que incidirá negativamente en la

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conformación de su personalidad (Cárdenas, 1999). Con respecto a los hijos e hijas que
deben realizar un proceso de revinculación, algunos autores consideran que pueden
estar en una situación de gran vulnerabilidad por la gran conflictividad existente,
pudiendo ser víctimas de maltrato directo, vicario y/o negligencia y estar inmersos en
un conflicto de lealtades. Los hijos e hijas que estuvieron desvinculados de alguno de
sus progenitores, siendo víctimas pasivas, pero indefectiblemente presentes del
conflicto parental pueden sufrir elevado monto de estrés, ansiedad, angustia, miedo, así
como diferentes tipos de dificultades en el control de impulsos, desregulación
emocional, dificultad en la atención, concentración, síntomas físicos y/o psíquicos. Es
fundamental instrumentar medidas de prevención para que los derechos de los niños,
niñas y adolescentes, no sean vulnerados, ya que los efectos se evidenciarán en
dificultades perdurables (Santana-Tavira, et al., 1998).
Una conceptualización controversial es la del Síndrome de Alienación Parental
(SAP), considerado por Gardner (1987) como una patología mental del hijo o hija
causada por uno de sus progenitores con el fin de que rechace al otro, sin motivo que lo
amerite, más allá del odio o deseo de venganza, con la consecuente involucración de
los niños y niñas en la conflictiva conyugal (Díaz Usandivaras, 2018). Durante años
esta teorización fue cuestionada no sólo por considerársela incorrecta sino también por
pensársela, desde varios grupos feministas, a favor del sostenimiento del patriarcado y
de varones violentos y abusadores, silenciando e invisibilizando la violencia de género
que sufren las mujeres. También Gardner fue acusado de pedófilo, machista y misógino.
Aunque al principio la mayoría de las mujeres eran acusadas de generar este daño en
los hijos e hijas, actualmente las investigaciones han demostrado que las cifras entre los
géneros son parejas, o sea que tanto padres como madres lo infringen. Aunque no figura
con esta terminología en el DSM V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales de la American Psychiatric Association), sí aparece la Alienación Parental en
la nueva versión del CIE 11 (International Classification of Diseasses) que lo publica
la OMS (Organización Mundial de la Salud), con el código QE52 (Díaz Uzandivaras,
2018).
Mizrahin (2021) considera que es un error conceptualizar a la alienación
parental como un síndrome ya que no es una psicopatología individual (enfermedad de
una persona), que amerite tratamiento médico y/o psiquiátrico. Este autor teoriza que
es una problemática en la disfunción vincular, interaccional. Se presenta cuando un hijo

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o hija no acepta tener vínculo con alguno de sus progenitores, siendo esto consecuencia
de las descalificaciones, injurias y desvalorizaciones que uno de ellos realiza,
concientemente o no, hacia el otro, pudiendo llegar a implantarle falsos recuerdos. Para
que ésta pueda ser diagnosticada el autor explicita que deben darse ciertas condiciones:
la existencia de un buen vínculo previo a la desvinculación provocando un cambio en
el niño, niña o adolescente, transformando su percepción y conceptualización anterior;
el progenitor no debe haber ejercido maltrato, violencia, negligencia, y/o abuso sexual;
y la presencia de acciones específicas del otro progenitor que conlleven a la negativa a
revincularse, como consecuencia de haber sido el hijo y/o hija víctima de la
manipulación, convirtiéndose en portavoz de quien excluye. Dadas estas características
Mizrahin la teoriza como una disfunción relacional que se da en el seno de familia y
específicamente en el vínculo paterno y materno filial (pudiendo haber casos donde la
familia extensa también influye en la producción de la misma) existiendo tres actores:
progenitor excluyente que toma como aliado al niño, niña y/o adolescente y el
progenitor excluido. El hijo y/o hija se transforma en un objeto de ataque, incluyéndolo
en la controversia de la pareja, siendo vulnerados sus derechos y sufriendo graves
consecuencias en el sano desarrollo de su individualidad, identidad y evolución
psicofísica. Con respecto a la legislación y normativa, Mizrahin menciona que la
Alienación Parental fue incluida en leyes de Brasil, en diversos Estados de México, en
la Corte Europea de Derechos Humanos, entre otros. Con respecto a su inclusión en los
manuales diagnósticos, al no ser una enfermedad psiquiátrica, sino una disfunción
relacional en el ámbito familiar, en el DSM V está incluida en forma tácita en el capítulo
“Abuso emocional del niño” ya que menciona “problemas relacionales progenitor-
.niño” y en el apartado “Niños afectados por la relación dolorosa de sus progenitores”
y también en “Maltratos psicológicos a niños”, en tanto que el Comité Asesor Científico
de la Organización Mundial de la Salud, señala a la Alineación Parental como una
problemática en la relación paterno o materno filial (Mizrahin, 2021).
Linares (2015) reformuló al Síndrome de Alineación Parental (SAP)
denominándolo: Prácticas Alienadoras Familiares (PAF), conceptualizándolo como
una de las formas de maltrato infantil íntimamente relacionada, por un lado, con vínculo
del niño y/o niña con su padre y/o madre, y a la vez con el vínculo que ambos padres
mantienen entre sí, caracterizado por la gran conflictividad entre ellos, el deseo de
venganza, el despecho, el odio. Esto influye negativamente en la capacidad de los

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adultos de ejercer una paternidad y maternidad eficiente y atenta, de poder satisfacer
las necesidades de sus hijos y/o hijas pudiendo quedar desprotegidos.
Según estudios previos muchas de estas familias pueden ser consideradas
multiproblemáticas. Linares (2015) teoriza que las familias multiproblemáticas se
encuentran desorganizadas en su estructura y varios de sus integrantes padecen
dificultades o problemas en diferentes áreas de su vida. Una de las consecuencias de
esta falta de organización es la presencia de roles desvirtuados (hijos e hijas
parentalizados y sobreadaptados, madres y/o padres infantilizados), donde pueden
haber sido borrados los subsistemas: conyugal, parental, fraterno (Minuchin y Fishman,
1984). Esto trae como consecuencia inestabilidad, falta de funciones parentales
adecuadas, límites difusos o excesivos, altos niveles de emocionalidad y posible
descontrol de los impulsos, organizaciones caóticas, incoherencias comunicacionales.
Algunos investigadores consideran que algunas de estas familias de elevado riesgo, no
sólo por su problemática intrafamiliar, sino también porque lo externo a ellas (familia
extensa, situación socioeconómica) puede aumentar el grado de difuncionalidad
(Gómez, et al., 2007).
Se intenta la revinculación tratando resolver la situación vincular causada por
conflictos graves, trabajando también en un proceso de coparentalidad, y no sólo
encarando el reestablecimiento del vínculo paterno o materno filial (Quiroga, et al.,
2013). A partir del análisis de antecedentes y teorías aparece un dilema muy
controversial que se refiere a si la revinculación, en casos de abuso sexual infantil, es
beneficiosa para los hijos y/o hijas, tratando de reflexionar acerca de la complejidad del
vínculo que se rompió y evaluar la conveniencia de un nuevo entretejido teniendo como
prioridad el bienestar y la no retraumatización del niño. Existen profesionales que no
acuerdan con la revinculación en estas situaciones por considerarla dañina, otros pueden
aceptarlas con ciertas condiciones e implementando formas específicas de realizar el
proceso. Autores como Madanes (1993) o Barudy (2004) indican formas y condiciones
determinadas para trabajar esta temática con todo el grupo familiar.
Las situaciones más difíciles se dan cuando hubo denuncia de abuso sexual
infantil y, luego del proceso judicial, quien fue demandado fue sobreseído por falta de
“pruebas” (las cuales muchas veces no "aparecen" en el testimonio o pericias del niño,
niña o adolescente tal como lo exige el cuerpo médico forense, pero no significa la
inexistencia del abuso). Es indispensable, en las revinculaciones que, luego del proceso

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penal son ordenadas por la justicia, los operadores evalúen con gran detalle el vínculo
paterno o materno filial con el fin de detectar indicadores de malestar. La interdisciplina
y el trabajo en conjunto a abogados, trabajadores sociales, psicólogos, docentes, otros
familiares y red social, ayuda a llevar a cabo este proceso complejo donde se juegan,
también en las posibles víctimas, sentimientos contradictorios. Es un requisito
indispensable la formación y entrenamiento de los profesionales que supervisan los
encuentros para que puedan detectar conductas inadecuadas del presunto abusador
(Rozenblum de Horowitz, 2006). El apuntalamiento, muchas veces con ayuda de redes
sociales, profesionales, institucionales, que insten a la recuperación de las capacidades
de vincularse en forma adecuada de los padres y/o madres con sus hijos e hijas ayudará
a aminorar el daño que el lazo, momentáneamente perdido o disfuncional, recupere la
capacidad de parentalidad (Contreras Taibo, et al., 2018).
Existen situaciones en las que no es imposible, en ese momento, que se lleve a
cabo la revinculación paterno o materno filial debido a la negativa del niño, niña o
adolescente, y a la gran conflictiva familiar irresuelta que impide la posibilidad de
vínculos cooperativos. Un grupo de profesionales ha llevado a cabo una investigación
sobre lo que han llamado la Desvinculación Saludable o Constructiva (concepto teórico
propuesto por la Lic. Vidal). Luego de haber realizado diversas actuaciones (contacto
con el jugado, defensoría, derivadotes, profesionales intervinientes, miembros de la
familia, etc.), con el fin de lograr la revinculación del padre o la madre con uno o varios
de sus hijos y/o hijas adolescentes, sin haberlo podido llevar a cabo se les sugiere la
posibilidad de llevar a cabo el proceso en interfase psico-socio-jurídico, tal como lo
mencionan Vidal, et al., (2018) de desvinculación saludable. Siendo respetada la
decisión del hijo y/o hija de no tener contacto en ese momento con su progenitor, y
dejando abierta la posibilidad de que sí se dé en un futuro, se realizan diversas acciones
con el fin de dar un cierre a esta etapa de una forma saludable y constructiva pudiendo
ser por diversos medios: aunque sea un única reunión paterno o materno filial, con el
fin de que ambos puedan manifestar sus sentimientos y deseos, si esto no es posible se
propone otra forma de comunicarse pudiendo ser por escrito siendo el profesional quien
leerá cada estrito a la otra persona y luego podrá brindar una respuesta (Vidal et al.,
2018).

Teoría Sistémica aplicada a procesos de revinculación

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Al observar que, por el estudio sólo de las partes, no se puede llegar a entender
el conjunto, sino que éste tiene otras características diferenciales, surgen científicos
abocados a la investigación de los mismos, lo que conllevó al cuestionamiento del
pensamiento cartesiano, la separación del cuerpo y la mente, y de la persona de su
medio. Uno de ellos fue Von Bertalanffy quien con sus conceptualizaciones creó la
Teoría General de los Sistemas que produjo un cambio radical. Teorizó que existe una
interrelación entre unidades o sistemas donde, para ser comprendida, debe considerarse
el todo. Se modifica la concepción de la persona como unidad cerrada, para pasar a ser
un sistema abierto en constante relación con otras, el ambiente y la cultura. Para
comprender cualquier situación deben abarcarse todos los otros sistemas y evaluar
todos los factores influyentes.
Desde la Teoría Sistémica la etiología de la conflictiva familiar no se considera
posible hallarla en una causa única individual, “intracerebral” del padre y/o la madre,
tal como la conciben las teorías lineales. Dicha teoría, a la vez, ha ido evolucionando y
diversificándose. Forman parte de la misma distintas líneas entre las que se pueden
mencionar: estratégica, estructural, ecológica, constructivismo, construccionismo
social, narrativismo, donde muchas de ellas se solapan e interrelacionan (Hoffman,
1998). La Teoría General de los Sistemas, el Constructivismo y la Cibernética
conceptualizaron un cambio epistemológico con respecto a la teorización anterior de
linealidad en la causa-efecto, considerando los diversos componentes como sistemas,
las características de cada uno y la forma de comunicación entre ellos. Parten de la
incorporación de la complejidad al pensar al objeto de estudio (sistema) en contexto,
siendo influido e influyendo por y en el medio donde se da una retroalimentación
permanente. El sujeto que observa y teoriza es una parte indisociable del sistema
observado. Sus partes integrantes, con sus particularidades, se interrelacionan entre si,
en forma horizontal y/o jerarquizada ya que pueden incluir subsistemas y subsistemas
de subsistemas, etc. En las interacciones humanas se producen intercambios que
modifican y condicionan las respuestas y pueden producir fluctuaciones extremas
llevando a la destrucción de la relación o a su mantenimiento dentro de parámetros de
cierta estabilidad (Ramón, 2017).
Si se parte del punto de vista del Constructivismo las personas crean la realidad
que construyen, con los datos que la estructura biológica posibilita captar y
conceptualizar, por medio de lo que perciben los sentidos y cómo esto es significado,

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las creencias previamente establecidas, las influencias culturales y la emoción que la
acompañan, todo esto conjuntamente en interacción permanente con el medio. No es
posible optar por un lugar “objetivo”. Siempre se parte de un lugar en particular y
estando determinados por la estructura biológica (Dávila y Maturana, 2015). Esta
epistemología fue originariamente desarrollada por Piaget. La construcción de esta
“realidad” también está influenciada por el paradigma imperante. Las personas creen
ver la “realidad” pero en realidad ven lo que el paradigma les permite ver, ocultando lo
que impone no ver. Este cambio epistemológico trajo aparejado, entre muchas, dos
consecuencias que son importantes para el desarrollo del escrito: los seres humanos
siempre influyen en el otro y en el contexto y lo que expresan puede ser interpretado
por otros de diversas maneras. Lo escuchado debe ponerse en duda en cuanto a su
significación. Lo que se percibe, ve, oye, es intuido y las conclusiones a las que se
arriban siempre son interpretaciones subjetivas, son creencias que han sido creadas
(Ceberio y Watzlawick, 1998).
La posibilidad de construir nuevas narraciones, donde se construyan nuevos
significados, puede generar la renovación de una vida valorada. Para poder construir
las narrativas es necesario el cuestionamiento de creencias que son consideradas
verdaderas, esto se puede realizar por medio de dudar de las mismas, contrastarlas con
otras posibles, buscar opciones. Al conceptualizar las narraciones como las que
construyen las formas de actuar, pensar, percibir, sentir, se puede deducir que la
deconstrucción de las mismas permitirá una nueva conformación de formas de vida.
White (1994) plantea que, la forma en que las personas se desempeñan, conceptualizan
la realidad, a los otros y a sí mismas, depende de cómo construyan los significados por
medio del lenguaje en relación con el contexto. Las posibilidades de construir nuevas
narraciones y a la vez, forma de significar desde diferentes lugares (como por ejemplo
no realizando inculpaciones sino externalizaciones), van a permitir un mayor poder de
agenciamiento de las personas que padecen determinadas situaciones angustiantes,
ansiógenas, o que evocan emociones y pensamientos que generan malestar.
Bateson (1993) concibe que la realidad está en constante modificación y al ser
cambiante surgen permanentes diferencias, que hacen la diferencia con lo anterior y,
por esto mismo, generan información novedosa. Si ésta llega a ser muy diferente y
disruptiva, muchas veces puede surgir la necesidad de mantener el status quo, en un
equilibrio donde lo diferente y novedoso no sea tan extremo como para que genere la

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ruptura del sistema, la desintegración por no lograr la homeostasis. Habría una
dialéctica entre negentropía (toda la gama de acciones realizadas para corregir esa
desviación y volver a la estabilidad), y entropía (lo que producirá una desestabilización
del sistema), o sea entre la tendencia a la desintegración y los ajustes imprescindibles
para que ésta no se produzca. Los seres humanos, explicita Bateson, forman hábitos
gracias al aprendizaje de reiteradas experiencias repetitivas, y serán útiles mientras no
aparezca una modificación que obligue a un nuevo aprendizaje, por dejar de ser
adecuado lo anterior, ya que se requieren nuevas acciones para obtener un resultado
deseado. Es en estos momentos puede ser imprescindible aprender a aprender, poder
acceder a un nivel lógico diferente y recuperar la capacidad y la forma de aprender y,
si es necesario, poder cambiarla. Bateson utiliza la analogía entre el mapa y el territorio,
siendo ambos diferentes. Los mapas pueden perder vigencia, provocando equívocos y
dificultades. Ante la separación de la pareja conyugal o conviviente, los mapas que
representaban los territorios por donde antes cada persona transitaba, ya con hábitos
incorporados, sistemas de pensamiento y acción encarnados, dejaron de ser útiles, ya
no representan el territorio. ¿Cómo adaptar las acciones, pensamientos, emociones a los
cambios cuando se han perdido los marcos de referencia, cuando las reglas del juego
cambiaron? ¿Cómo pensar no sólo los cambios necesarios para adecuar la nueva
situación sino también pensar acerca de las reglas que cambiaron? Los seres humanos
necesitan sentir que pueden tener control del ambiente y, si éste cambia o desaparece,
surge la amenaza con consecuencias y efectos negativos. Maturana (1996)
conceptualiza al ser vivo como autopoiético, o sea capaz de mantener su estructura, en
la medida en que ésta pueda continuar, siempre que no sea expuesta a exigencias de
cambios que la destruyan. En las interacciones humanas se producen intercambios y a
la vez, cambios de intercambios (como lo es la separación), que modifican y
condicionan las respuestas y pueden producir fluctuaciones extremas llevando a la
destrucción de la relación o mantenerse dentro de parámetros de cierta estabilidad.

Teoría Ecológica y Modelo Bioecológico


La Teoría Ecológica del Desarrollo Humano presenta ideas claves para pensar
el funcionamiento familiar. Tiene como representante y creador a Bonfenbrenner
(1987), quien conceptualiza que hay un tipo de interrelación indisoluble entre
individuos y diferentes contextos. Bronfenbrenner postula que es imposible estudiar a

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los individuos aislados del ambiente con el que interrelacionan y en el que se
desarrollan. Entiende el desarrollo humano como la modificación que va produciéndose
por el intercambio con el medio.
El modo de percibir y desempeñarse de cada persona también es diferente
dependiendo, por un lado del ciclo vital en el cual se encuentre (no será lo mismo si es
un niño o una niña, adolescente o persona adulta), ya que posee diferente forma de
conceptualizar “la realidad” debido al desarrollo madurativo del cerebro, se
relacionarán de forma diferente con el medio, tendrán otras necesidades y actividades,
otro tipo de vínculos, y por el otro lado el medio ambiente también será diferente de
acuerdo a dónde vivan, con quién, en qué cultura, valores, etc., o sea el contexto o
“ambiente ecológico”, destacando la importancia que el mismo tiene en el desarrollo
humano (Bronfenbrenner, 1987). Este proceso de desarrollo se dará con una
permanente acomodación entre el ser humano y el entorno en el que vive de forma
interactiva, dinámica y permanente por los cambios inevitables en ambos. Los eventos
correspondientes al decurso vital generan modificaciones que afectan y son afectados
por los procesos intrafamiliares
Bronfenbrenner, para explicitar su modelo, en su primera conceptualización,
crea una serie de sistemas como círculos concéntricos:
-Microsistema: corresponde a las actividades, roles y relaciones interpersonales
en el contexto más cercano en el que participa. Dentro de este sistema se encuentran los
entornos en los que el individuo interacciona y donde se crean los vínculos más
significativos.
-Mesosistema: comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que
la persona en desarrollo participa activamente (familia, trabajo y vida social).
-Exosistema: se incluyen sistemas donde la persona no está directamente
incluida pero sí es influenciada por los mismos.
-Macrosistema: se refiere a las normas culturales o ideológicas.
Posteriormente desarrolla una teorización sobre el Modelo Bioecológico, que
complementa y complejiza la original (Bronfenbrenner y Morris, 2006) donde hace una
distinción entre los conceptos de medio ambiente y proceso. Al proceso se le otorga un
lugar central ya que se refiere específicamente a la interacción recíproca que se da entre
las personas y a también con objetos y símbolos del entorno inmediato. Dicha
interacción, para lograr ser eficaz, debe darse en forma reiterada y regular durante

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tiempos prolongados. A este tipo de procesos los denominan proximales (como por
ejemplo la regularidad de acciones como alimentar o consular a un bebé, jugar, enseñar
y aprender nuevas habilidades y conocimientos etc.). La interacción entre las personas
a cargo de la crianza con el niño o niña es crucial y se va complejizando
progresivamente debiendo existir una constante adaptación al momento del desarrollo
y cada necesidad.
Los niños, niñas y adolescentes que se desvinculan de alguno de sus
progenitores pueden sufrir a causa del corte abrupto de la interacción presente hasta ese
momento. Es importante, para una sana evolución que la interacción pueda ser
reestablecida lo antes posible teniendo en cuenta la capacidad actual del padre y/o
madre ya que, al deber adaptarse a las nuevas circunstancias, pueden no contar
momentáneamente con la disposición ni sensibilidad necesaria para satisfacer sus
necesidades. Sumado a esto se plantea la variabilidad de los procesos ante los cambios
del contexto ambiental. Los padres y/o madres pueden o no tener capacidad de respuesta
adecuada para las consecuencias que los cambios pueden conllevar. Bronfenbrenner y
Morris (2006) hacen una distinción entre el término disfunción, que se refiere a la
manifestación recurrente de dificultades por parte del niño, niña o adolescente en su
capacidad para mantener el control y la integración de la conducta a través de
situaciones diversas y por otro lado la competencia como la adquisición de
conocimientos y habilidades, ya sean físicas, intelectuales, emocionales y su
implementación adecuada de acuerdo a las circunstancias. La mayoría de los padres y
madres tiene la capacidad para responder adecuadamente ante manifestaciones de
angustia, ansiedad, enojo, de sus hijos e hijas, aunque, en situaciones de
desorganización y cambios abruptos pueden aparecer fallas en la función. Los contextos
en los cuales se encuentren, las redes familiares, instituciones a las que puedan acudir,
podrán ayudar para favorecer la adaptación al cambio favoreciendo el reintegro de la
capacidad de responder adecuadamente a las desmandas.
La Teoría Ecológica del Desarrollo Humano de Bronfrenbrenner es fundamental
para profundizar el estudio de los diferentes tipos de transiciones y transacciones que
atraviesan y realizan las familias, incluyendo los vínculos con instituciones y ámbitos
externos: como por ejemplo los sistemas de salud, educación, las redes sociales,
laborales, el vecindario, la comunidad, sumado a las políticas públicas y la cultura que
las afectan.

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Maltrato infantil en situaciones de revinculación paterno o materno filial


Desde el punto de vista de la perspectiva ecológica el maltrato infantil surge
como una consecuencia de la interacción de diversos factores, los cuales a su vez se
encuentran insertos en diferentes niveles ecológicos (individual, familiar, institucional,
social, cultural). Es importante tener en consideración el uso de diferentes medios para
evaluar a los sistemas y así poder idear una intervención adecuada (Fuster, et al., 1988).
Los derechos de los niños, niñas y adolescentes son vulnerados con gran frecuencia a
nivel mundial con serias consecuencias en su desarrollo evolutivo tanto intelectual
como psicológico, físico, social (Contreras Taibo, et al, 2018).
Las situaciones de desprotección en las que se pueden encontrar niños, niñas y
adolescentes no siempre son fáciles de identificar y, en la mayoría de los casos, los
involucrados no recurren a los Servicios Sociales ni a otros lugares, en busca de ayuda.
Los menores, por estar impedidos por sí mismos de hacerlo (por su edad, incapacidad,
desconocimiento, miedo a las consecuencias, naturalización, etc.) y las personas adultas
por múltiples causas (miedo, ser víctimas de violencia, considerar el maltrato como
forma adecuada de crianza, enfermedad mental, consumo problemático, etc.). Muchas
veces otras personas, que toman conocimiento de la situación, son quienes reconocen
la problemática y la denuncian o solicitan la ayuda pertinente (Arruabarrena Madariaga,
2009).
En las familias cuyos padres y/o madres están atravesando un divorcio o
separación conflictiva y litigante, donde se han realizado denuncias de violencia y/o
abuso, los niños, niñas y adolescentes quedan desamparados ya que no existe aun un
lugar que se ocupe especialmente de darles contención, apoyo, escucha, Al estar
conviviendo con el progenitor que ha realizado la denuncia quien, en muchas ocasiones
por el propio proceso vivido, padece gran estrés, ansiedad, angustia, sin poder continuar
desempeñándose como cuidador eficaz. Los hijos e hijas pueden quedar desamparados,
confundidos, angustiados, ansiosos, vivenciando grandes cambios, muchas veces
difíciles de entender por su etapa evolutiva y por la falta de palabras para dar
explicación a los hechos acaecidos. Es usual que no se les explique con claridad lo
sucedido generándole gran incertidumbre y temor. Sumado al hecho de que,
dependiendo la edad, tiene una especial forma de comprender la realidad, por su
inmadurez en el desarrollo cerebral, que les imposibilita el pensamiento abstracto,

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siendo éste autorreferencial y concreto a corta edad y cambiando lentamente hacia una
mayor integración de las funciones de percepción, cognición, emoción.
Linares (2015) expresa que un tipo de modalidad de maltrato infantil está
relacionada con el vínculo agresivo y de maltrato que los progenitores mantienen entre
sí, debido a la gran conflictividad entre ellos donde se manifiesta el deseo de venganza,
el despecho, el odio. El hijo queda como un observador pasivo de dicha conflictiva,
pudiendo sufrir un trauma vicario generándole estrés, miedo, ansiedad, angustia, como
así también dificultades en la atención, concentración (por su necesidad de estar alerta
ante lo reiterado de las manifestaciones de violencia percibidas y/o padecidas y distintos
tipos de sufrimientos tanto psicológicos como físicos pudiendo afectar el sano
desarrollo en general. El hijo, aún de corta edad, y sin poder entender la totalidad del
significado de las palabras, capta el estado emocional de las personas adultas,
afectándole negativamente. Este vínculo disfuncional a la vez influye en la capacidad
de estos adultos para ejercer una paternidad y maternidad eficiente y atenta a las
necesidades de sus hijos, dejándolos desprotegidos.

El impacto de la conflictiva parental en el desarrollo moral


Otro aspecto importante, que en general no es tenido en cuenta, es el desarrollo
moral en la niñez y cómo, la situación de conflicto y litigio entre las personas adultas,
y la consecuente desvinculación y posterior revinculación, paterno o materno filial,
puede afectar negativamente. La Psicología del Desarrollo ha indagado y teorizado
sobre este tema, con Piaget como un representante inicial y referente innegable. La
teorización acerca de cómo se desarrolla ontológicamente la construcción de la moral
ha variado a través del tiempo y con las diferentes concepciones. Piaget (1971) define
a la moral como un sistema de reglas cuya esencia es el respeto del individuo por las
mismas. Teorizó cómo se desarrolla esta capacidad donde, la mayoría de las reglas, son
adquiridas por el niño a partir de su relación con los adultos referentes. Para poder
investigar este tema observó cómo, niños y niñas de diferentes edades, se
desempeñaban en relación a las reglas de un juego. Una de las conclusiones a la que
arribó es que por un lado son incentivados por los mayores en el respeto de la ley y, por
otro, ellos mismos tienden a ese respeto, considerando esto como una característica de
la dignidad humana.

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Barreiro (2012) menciona que, según Kohkber, el desarrollo moral se genera a
partir de la reiteración de actitudes de reciprocidad en los vínculos con otros, y también
al comprender que pueden existir puntos de vista disímiles a los propios. En este mismo
sentido Piaget menciona el punto de vista de Bovet sobre la psicología de las reglas
quien teoriza que, el reconocimiento de las reglas, el respeto y la conciencia de la
obligación, sólo se dan en la interacción de dos o más individuos, o sea que es
imprescindible la interindividualidad, a diferencia de Durkheim quien considera que la
conciencia moral se debe a procesos puramente individuales (costumbre, adaptación
biológica, etc.). Para Bovet (2007) la aparición de la conciencia del deber responde a la
consecuencia de la imprescindible actuación de una persona que imparta consignas a
otra, que está las acepte y que respete al que se la impartió. El respeto es la base de la
obligación moral y del sentimiento del deber.
Cuando la madre y/o el padre deciden separarse y ésta se lleva a cabo en forma
controversial, surgen conflictos (muchas veces ya desde hace años presentes en la
pareja conviviente), los cuales pueden ser de distinto tipo: violencia de género,
violencia simétrica, complementaria, física, psicológica, emocional, económica, sexual,
etc. Éstas manifestaciones también impactan negativamente en los hijos e hijas (aunque
no sean víctimas directas, y ni siquiera las presencien) ya que perciben, al captar el
estado emocional y empatizar con los sentimientos de los adultos (función de las
neuronas espejo). Al ser los progenitores ejemplo, modelan con su conducta al mostrar
cómo se comportan, qué capacidad tiene de regular sus expresiones emocionales, llegar
a acuerdos, conversar y vincularse, respetar las opiniones y formas de ser diferentes.
Según Bovet (2007) la autonomía adquirida por la moral se da gracias a la
mediatización de la razón que interviene en las decisiones que toman los individuos
sobre las presiones que ejercen unos sobre otros, donde se va adquiriendo una
cooperación progresiva. Piaget (1971), en sus investigaciones observó que las normas
racionales, principalmente la de reciprocidad, son la base de la lógica de las relaciones
cooperativas. Para él el ser relacional consiste en “situarse” para someter lo individual
a lo universal. El respeto mutuo es condición imprescindible de autonomía tanto
intelectual (independizando al niño de las opiniones impuestas en beneficio de la
coherencia interna y control recíproco), como moral (sustituyendo la heteronimia por
la autonomía para que la norma sea inmanente a la acción y a la conciencia). Aparecen
dos grupos de realidades sociales y morales: presión y respeto unilateral y cooperación

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y respeto mutuo. El niño podrá tener en cuenta las intenciones si el medio lo estimula a
la cooperación y el respeto mutuo. El paso de la obediencia a la cooperación es la
adquisición de la moral de la intención sobre la responsabilidad objetiva (Barreiro,
2012)).
Vigostky (1978) ha planteado una gran diferencia con Piaget ya que teorizó que
el desarrollo psicológico se da primero a nivel interpersonal y posteriormente a nivel
intrapersonal. La moral se desarrollará en la medida en que van adquiriendo mayores
instrumentos semióticos de mediación. En lo intrapersonal también aparecen diálogos
internos sopesando las distintas opciones, consecuencias, con las diferentes voces que
en un principio fueron fruto de las interacciones y ahora están introyectadas
convirtiéndose en procesos dialógicos (Barreriro, 2012).
Martínez (2011) explicita diferentes niveles de intersubjetividad y formas de
vincularse con el mundo que se irán desarrollando evolutivamente gracias a la
interacción, y son la intersubjetividad primaria, donde el vínculo establecido es diádico
o sea se da “cara a cara”, la secundaria, se da en forma de tríada, (sujeto-sujeto-objeto)
y la terciaria o Teoría de la Mente donde el vínculo parte del conocimiento “objetivado
y distanciado” de los estados mentales de los otros. Es indispensable, para el desarrollo
de la intersubjetividad, en primer lugar, la existencia de interacción del bebé primero
con su cuidador para luego ir vinculándose con otras personas, y en segundo lugar la
calidad de interacción va a ser crucial para el sano desarrollo de sus capacidades
diversas y superiores tal como lo señaló Vigotsky (1978).
Cuando una persona se enfrenta a un dilema moral responde por medio de un
diálogo interno, es decir, hablándose a sí misma sobre la solución. Lo que en un primer
momento es un diálogo con los otros sobre las reglas, los principios y las consecuencias
de su trasgresión gradualmente, como resultado de la participación en interacciones
comunicativas a lo largo de los años, se transforma en comunicació n con uno mismo
sobre lo que debe o no debe hacerse. Asi,́ los procesos por los cuales las personas
interpretan una situación no son únicamente psicológicos, en el sentido de ocurrir só lo
en la mente de las personas, sino que son esencialmente dialógicos. Se va logrando el
desarrollo moral gracias al proceso dialógico con otros siendo crucial el ir
comprendiendo las intenciones, sentimientos, pensamientos, intereses, para poder ir
coordinando las diferentes perspectivas (Barreiro, 2012).

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Damasio (1994) hace hincapié en otro aspecto que es la emocionalidad, sin la
cual es imposible poder entender una situación en forma cabal y también, bajo la cual,
si la intensidad excede ciertos limites, influye en la capacidad de respuesta ideaciónal
y/o conductual. Tanto en la ciencia en general como en psicología en particular la
teorización e investigación sobre las emociones ha tenido un lugar secundario o
inexistente ya que se ha hecho hincapié en los pensamientos. Los avances en los
descubrimientos del funcionamiento del cerebro le han dado un nuevo lugar, aunque
aún desde la sociedad occidental se continúa enalteciendo la capacidad de razonar por
encima de los sentimientos y emociones suponiendo, erróneamente, que pueden ser
separados ya que es imposible razonar y actuar asertivamente sin la capacidad de sentir
(Ceberio, 2019).
En procesos de revinculación la emocionalidad en muchos momentos es muy
intensa lo cual impide la continuidad de la comunicación asertiva, donde haya escucha
y comprensión de las distintas formas de conceptualizar y percibir una situación. Las
emociones también generan otro efecto muy importante ya que suponen la existencia
de la realidad externa que las confirma. Por ejemplo, si una persona siente miedo supone
que esta emoción es adecuada al riego real (que el otro progenitor le va a causar daño
al hijo y/o hija y por lo tanto está en peligro), o si siente enojo, es debido a la maldad
de la otra persona, pudiendo conllevar a un error en la apreciación de la situación y/o
intención.
En reiteradas ocasiones surgen dificultades en la pareja parental por falta de acuerdos
explícitos (muchas veces se da por sentado cómo son y deben ser las cosas, y que la
otra persona también las concibe y entiende así), y pueden existir grandes diferencias
sobre un mismo hecho o situación, o sobre cómo educar, poner límites, qué actividades
deben ser realizadas, cuánto tiempo dedicar a juegos electrónicos, a qué profesional
consultar, qué alimentos son saludables, etc.

Conclusión
La revinculación paterno o materno filial implica un desafío para todos los
profesionales y personas involucradas, por la gran conflictiva que atraviesa la familia,
lo que paralelamente se va desarrollando en el juzgado, la defensoría de menores y otras
instituciones. A la complejidad de esta situación se le suma la particular forma de
entender, percibir y sufrir el distanciamiento y posterior revinculación de los hijos y/o

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hijas con el padre o madre, generándoles, en la mayoría de los casos un alto nivel de
incertidumbre, miedo, angustia. La enemistad entre sus progenitores posiciona a los
niños, niñas y/o adolescentes en un lugar muy difícil ya que deben poder relacionarse
con ambos de forma positiva y amorosa cuando quienes los deben criar, no lo hacen
entre sí. Este lugar intermedio también está silenciado e invisibilizado por las
instituciones que, durante el tiempo del proceso judicial, no se “ocupan”, ya que no
brindan asistencia a los niños y niñas que deben sufrir, muchas veces en silencio, el
padecimiento de la pelea encarnizada entre sus progenitores y también, en la mayoría
de los casos, entre la familia de origen de cada uno, que se alía y abroquela atrás de
cada posición y postura, haciendo causa común con su familiar en litigio sin tener en
cuenta cómo esto puede estar afectándolos en su desarrollo en general, en su salud
psicofísica, su estabilidad emocional y en la capacidad de aprender a regular las
mismas. Se considera importante la creación de instituciones y la formación de
profesionales especializados y con capacidad de brindar apoyo en estos momentos de
extrema vulnerabilidad.
También cabe destacar la importancia del apoyo y la ayuda que sea necesaria
para los padres y/o madres que están atravesando este proceso que, por sus
características, conlleva gran monto de ansiedad, estrés, angustia, miedo, enojo. Se han
separado como pareja conyugal o conviviente, pero siguen siendo pareja parental y, en
este rol, pueden surgir conflictos, no solamente a causa de la carga emocional, sino
también por la inexistencia de una fórmula acerca de cómo llevar a cabo la tarea de ser
padres y madres educando y criando. Tampoco hay reglas para las familias ya sean
binucleares, monoparentales o ensambladas, existiendo diferentes formas de llevar a
cabo la tarea de coordinar acciones. Los conflictos surgen cuando cada uno tiene formas
diferentes y quiere imponerlas en el otro como “la verdad de lo que hay que hacer”,
generando inevitablemente mayor malestar, pudiendo llegar a escaleras de violencia y
maltrato. En estas situaciones, nadie gana, ambos pierden y los más perjudicados son
sus hijos e hijas.
Para prevenir estas consecuencias negativas se sugiere la creación de lugares
donde profesionales capacitados lleven a cabo entrevistas de coparentalidad con el fin
de brindarles herramientas para enfrentar, de la mejor manera posible, esta situación.
Pueden ser de utilidad conocimientos sobre desarrollo evolutivo, puesta en práctica de
la comunicación asertiva y respetuosa, técnicas de regulación emocional, y control de

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la conducta, etc. Esto tenderá a favorecer la continuidad del diálogo respetuoso, para
poder ir creando un vínculo sano, que apunte principalmente al futuro cercano (y no en
el pasado conflictivo y con múltiples desacuerdos), donde puedan encontrar soluciones
ante lo que se va presentando, enfocándose principalmente en todo lo referente a las
necesidades de sus hijos e hijas

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EL PROCESO DE REVINCULACIÓN FAMILIAR, LUEGO DE HECHOS DE


VIOLENCIA PARENTO FILIAL

Carla Jimena Ulloa13

Resumen
El siguiente trabajo está orientado a describir, desde diversas áreas, todo lo
referido a los Procesos de Revinculación entre padres y/o madres y sus hijos y/o hijas,
luego de haber transitado un periodo de desvinculación y los efectos devastadores de la
violencia y la intervención judicial, siendo la revinculación, en un primer momento,
parte de la restitución de Derechos del niño, niña y/o adolescente. Sumado a esto se
concibe al proceso también como oportunidad de aprendizaje para quien ejerza el rol
de madre y/o padre, por medio del entrenamiento de habilidades y responsabilidades
parentales y así lograr que la familia adquiera recupere su funcionalidad. Y, por último,
como una instancia de reflexión y deconstrucción que dé lugar a cuestionar modelos
establecidos en cuanto al rol y la función parental de un determinado género, modos de
establecer límites que permitan salvaguardar la integridad física, emocional y
psicológica en el desarrollo de cada niño, niña y adolescente. Cada una de las etapas de
este proceso es preciso que sean acompañadas por personas capacitadas, ya sean
profesionales o no, que hayan realizado la debida formación para guiar, contener y
apoyar a cada uno de los miembros de la familia, garantizando en todo momento su
bienestar y sus derechos.

Palabras claves: Revinculación, familia, Derechos, niños, niñas y adolescentes,


violencia

Abstract
This research is oriented to describe everything related to the Process of Family
Reintegration from different areas between fathers and/or mothers and children, after
going through a period of separation and the devastating effects of violence and judicial

13
Facultad de Psicología. Universidad de Mendoza. Abreviación de Tesis de Grado de la
Licenciatura en Psicología.

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intervention. Reintegration is mainly a part of the restitution of the Rights of the Child
and Adolescent. Additionally, the process is also conceived as a learning opportunity
for those who practice the role of mother or father, through the training of parental skills
and responsibilities, so that the family acquires and/or recovers its functionality. And
lastly, the process is also conceived as an instance of reflection and deconstruction that
leads to questioning established models regarding the role and parental function of a
certain gender, ways of establishing limits that allow the safeguard of the physical,
emotional, and psychological integrity in the development of each child and adolescent.
It is necessary that each of the stages of this process must be accompanied by qualified
people, whether professionals or not, who have been trained to guide, contain, and
support each of the family members, guaranteeing their well-being and rights at all
times.

Keywords: Reintegration, family, Rights, boys, girls and adolescents, violence

Introducción
Existen casos de familias en los cuales el Juez determina la prohibición de
acercamiento del padre y/o la madre, por considerar riesgoso el vínculo. Debido a esto,
se produce una desvinculación paterno y/o materno filial, hasta que se lleve a cabo el
proceso que dilucide la situación y permita (o no) la revinculación. Ramón (2017)
menciona que los niños, niñas y adolescentes que viven situaciones de desvinculación
paterno y/o materno filial, deben realizar un proceso de revinculación, ya que se
encuentran en situación de vulnerabilidad por la gran conflictividad existente, pudiendo
ser víctimas de todo tipo de maltrato y/o negligencia.
Continuando este camino, surgen los siguientes interrogantes:
¿Cómo son las características más comunes y la organización de las familias que
llegan a un Proceso de Revinculación por violencia parento-filial?
¿Cuáles son las consecuencias a corto y largo plazo en el desarrollo cognitivo, afectivo
y comportamental de niños y niñas?
¿Cómo impacta este tipo de violencia en las interacciones entre los integrantes de la
familia?
¿Cuáles son los aportes que el Modelo Sistémico puede realizar para enriquecer el
abordaje de las familias en el Proceso de Revinculación en la Provincia de Mendoza?

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¿Cuáles son las competencias, capacidades y el entrenamiento con el que debe contar
el Psicólogo, al formar parte del equipo interdisciplinario que guiarán el Proceso de
Revinculación Familiar y su relación con el funcionamiento del mismo?

Frente a dichos interrogantes, los siguientes objetivos delinearán y delimitarán


el recorrido:
* Describir las características de las familias que llegan a un Proceso de Revinculación
por violencia parento-filial.
* Reconocer las consecuencias a corto y largo plazo en el desarrollo cognitivo, afectivo
y comportamental de niños y niñas.
* Especificar el impacto de este tipo de violencia en las interacciones entre los
integrantes de la familia.
* Profundizar los aportes que el modelo sistémico puede realizar, para enriquecer el
abordaje de las familias en el Proceso de Revinculación en la Provincia de Mendoza.
* Reflexionar sobre las competencias, capacidades y el entrenamiento con el que debe
contar el Psicólogo al formar parte del equipo interdisciplinario que guiarán el Proceso
de Revinculación y su relación con el funcionamiento del mismo.

Este trabajo también será de utilidad para conocer información relevante acerca
de lo complejo de esta problemática social y que, en los últimos años, ha ido en
aumento, según el Informe del Programa País 2016-2020 de UNICEF (2020).

La complejidad de la violencia
La violencia, como problemática multicausal, es una manifestación hostil y
cruel que se apodera de los diferentes ámbitos donde las personas se desarrollan, y los
convierte en lugares oscuros envueltos de gran silencio y complicidad. En ese sentido,
cabe destacar que el autor Lizana Zamudio (2010), afirma que esta problemática grave
carga con una larga historia de negación y minimización en nuestra sociedad, ya que
sus bases estaban enraizadas en un modelo de sociedad patriarcal. Sin embargo, gracias
al esfuerzo de grupos feminista, investigadores, entre otros, lograron que tanto la
violencia de género, como así también la violencia infantil dejara de ser consideradas
como “hechos normales o hechos aislados” de la esfera privada y pasaran a ser parte de
la agenda pública.

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La familia debería ser el lugar más seguro, en la medida en que ella proporciona
un clima protector, basado en el afecto incondicional entre sus miembros. Por lo
contrario, cuando la familia no logra mantener ese clima debido a la presencia de
violencia, fracasa en su función de satisfacer las necesidades emocionales de sus
integrantes.
Por violencia se entiende cualquier acción u omisión que daña o puede dañar a
un individuo y que, en último extremo, perturba o restringe su capacidad para diseñar
la vida en libertad (Sanmartín Esplugues, 2008). En concordancia con tal autor, Losada
y Caruso (2021) agregan que, en determinados momentos, la agresividad natural de las
personas puede descontrolarse, provocando una descarga llamada agresión. Cuando la
misma está dirigida contra otras personas, se la denomina “Violencia”. En otros casos,
cuando el daño está dirigido a una “cosa” recibe el nombre de “vandalismo”. Y, por
último, si se dirige a un “animal” se lo reconoce como “crueldad” (Sanmartín
Esplugues, 2008).
En la problemática de la violencia influyen factores históricos, culturales,
económicos, sociales e ideológicos. Por tal motivo, es que no se puede reducir su origen
a una causalidad lineal siguiendo una única dirección de causa y efecto.
Los autores Sanmartín Esplugues (2007) y Caruso (2017b), sostienen que
existen distintos tipos de violencias, los mismos pueden resumirse en: activa o pasiva.
Debido a que existe violencia por acción, es decir, infringir daño directamente; o
también por omisión, dejando intencionalmente de hacer algo que es necesario para
preservar la integridad de otra persona. Además, aseveran que según el daño causado
puede clasificarse en: física, emocional, sexual, psicológica y maltrato económico.
Gutiérrez, et al., (2018) sostienen que la violencia familiar se hace presente
cuando los integrantes comienzan con conductas disfuncionales, las cuales originan
problemas para la salud y el desarrollo de sus miembros en el seno del hogar familiar.
En la actualidad, dentro de los hogares, se llevan a cabo distintos tipos de violencia,
según sea la víctima. Los mismos pueden ser: violencia de género, violencia conyugal,
violencia infantil, violencia contra adultos mayores y violencia filio parental.
Sin lugar a dudas, la emergencia de nuevos conceptos y clasificaciones de
violencia permiten visibilizarla y delimitarla. Sin embargo, también está provista de
dificultades debido a los criterios clasificatorios, lo que genera un impedimento para
alcanzar un enfoque integral en el estudio de la violencia familiar (Peligero Molina,

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2016). De forma análoga Agustina (2010), asevera que son escasos los estudios que
abordan a la violencia familiar como un fenómeno global, contemplando las diversas
modalidades de manera conjunta.
La Organización Mundial de la Salud (2002) advierte que la falta de precisión
científica en la definición de violencia se debe a que la misma está influida por la cultura
y, en la medida de que las normas sociales y valores se desarrollan, la definición se
encuentra siendo revisada constantemente.
Caruso (2016), afirma que la violencia siempre es experta al cumplir sus
objetivos devastadores, desplegándose junto a la persona desde su individualidad y
exponiéndola, junto a su entorno más íntimo, a la inevitable interrelación con los otros,
lo que genera que hechos producidos en la intimidad de los hogares impacten en las
esferas psicosociales. Tal es el caso, por ejemplo, cuando comienza a visibilizarse el
maltrato infantil seguido por el maltrato de las mujeres ejercida por sus maridos en las
décadas de 1960 y 1970 respectivamente, ya que la cultura patriarcal naturalizaba,
aceptaba y fomentaba la violencia ejercida por el hombre como método correctivo en
el hogar. Lo que la convirtió en un problema político, social, histórico e ideológico.
Gracias a la defensa y reconocimiento internacional de los Derechos Humanos
hacia estos tipos de violencia, es que se realizaron cambios de relevancia en su
tratamiento jurídico.

Una problemática que crece


Según indica UNICEF (2020), en relación a la protección y el acceso a la
justicia, el 46,4% de los padres y/o las madres, recurren a la violencia física como forma
de castigo y corrección hacia sus hijos e hijas. Siendo 9.219 los niños, niñas y
adolescentes que viven en instituciones o dispositivos de cuidado familiar, que fueron
alcanzados por Medidas de Protección Integral o Excepcional de Derechos, siguiendo
el protocolo de procedimientos del Ministerio de Salud y Desarrollo Social (2018).
En el territorio nacional, se encuentra activa la línea 102, en 18 jurisdicciones
de 24, la cual es una herramienta de escucha para niños, niñas y adolescentes donde se
les brinda contención, asesoramiento y coordinación con efectores del Sistema de
Protección de Derechos en función de dar aviso de situaciones de vulneración de
derechos. Además, también recibe llamadas de la comunidad en general, familiares,
vecinos, profesionales, entre otros.

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De acuerdo al informe elaborado por la Secretaría Nacional de Niñez,
Adolescencia y Familia (SENAF) del Ministerio de Desarrollo Social (2021) de la
Nación, entre los meses de enero y septiembre del año 2020, se registraron 38.619
llamadas, las cuales fueron catalogadas por el sistema como pertinentes, al tratarse de
casos de vulneración de derechos. Particularmente en Mendoza, se registraron 2.986
comunicaciones. Tales llamadas se realizaron por diferentes motivos, siendo los más
notables: negligencia 25,5%, maltrato físico 25%, testigos de violencia 14,7%.
En el mencionado informe, destacan que se produjo un alza de llamados en los
meses de abril y mayo, coincidiendo con el inicio del periodo más restrictivo del
Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) por la Pandemia COVID-19. Al
igual que en el mes de agosto y septiembre, cuando extendieron en algunas provincias
las medidas sanitarias.
Sin embargo, es bajo el porcentaje de llamadas realizadas por niños, niñas y
adolescentes. Sólo el 2% logra hacerlo, dado que es mayormente utilizada por personas
adultas que consultan o denuncian situaciones que los involucran. Lo cual indica que
es preciso que conozcan esta línea y puedan considerarla como medio seguro y directo
para solicitar ayuda, información, protección de derechos, orientación, etc.
Sumado a lo anterior, la gravedad y la urgencia que reviste esta problemática se
ve reflejada en los alarmantes Datos Públicos del 144 en el periodo de enero del 2020
a diciembre del mismo año, ya que se recibieron 108.403 comunicaciones en las tres
sedes de la Línea 144. De las cuales el 90% corresponde a la modalidad violencia
doméstica.
En relación a los tipos de violencias registrados, el 95% de las personas
refirieron haber sufrido violencia psicológica por parte de su agresor. En segundo lugar,
un 67% refirió haber atravesado una situación de violencia física y, en tercer lugar, un
37% afirmó haber estado en situación de violencia económica y patrimonial. El 34%
indicó violencia simbólica. El 13% manifestó hechos de violencia sexual. En el 14% de
los casos se utilizó un arma de fuego o punzocortante.
Respecto a los datos de la persona en situación de violencia: el 98% de las
personas que se comunicaron son mujeres. El 63% tiene entre 15 y 44 años. El 2% (677)
se encontraban embarazadas y el 3% (767) presentaban algún tipo de discapacidad.
En referencia a los datos de la persona agresora: el 90% son varones. En el 44%
de los casos involucra a una ex pareja y en el 39% quien agrede es la pareja actual.

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Datos sobre denuncias o comunicaciones previas: 2.995 personas en situación de
violencias tenían medidas de protección vigentes (Ministerio de las Mujeres, Género y
Diversidad, 2021).

La familia y la violencia
Bronfenbrenner (1987), menciona que el ambiente primario fundamental de una
persona es la familia, debido a que es el primer ambiente donde se desarrolla cada
individuo y donde acontecen experiencias importantes para su vida. Dicho escenario
primario del sujeto se encuentra en constante interacción con su contexto, influyendo y
siendo influido permanentemente.
Por su parte, Gutiérrez et al. (2018), sostienen que la familia es el espacio
principal de socialización y, los objetivos que logra como institución social, se deben a
que tiene funciones muy específicas, que en ella se reflejan los vínculos sociales en su
conjunto pero que al mismo tiempo se considera un universo privado.
De acuerdo a Linares y Soriano (2017), las relaciones de pareja se desarrollan
en dos espacios distintos que las hacen imprescindibles para su desarrollo: la relación
conyugal y la relación parental. Ambas están entrelazadas e influenciadas por el paso
del tiempo en el curso natural del ciclo de la vida y pueden darse ciertos patrones
generales de disfunción familiar que favorece la existencia de episodios de violencias.
Algunos factores de riesgo que pueden perpetuar el ciclo de la violencia en el
hogar son: el aislamiento de los hijos e hijas por el uso de redes sociales, el silencio o
la negación de estar padeciendo violencia, la naturalización de ciertos comportamientos
agresivos que viven en su cotidianeidad, el sentimiento de culpa que sienten los niños,
niñas y adolescentes por creerse merecedores de tal castigo, entre otros. Sumado a ello,
los obstáculos que se añaden al momento de la intervención institucional, tales como:
la desinformación respecto a las señales que indican la existencia del problema, las
amenazas existentes por parte de la persona que agrede hacia la víctima para que guarde
silencio, la incredulidad por parte de personas cercanas a la familia, etc. (Ministerio de
Educación, 2010).
Atravesar situaciones de violencia no es inocuo, debido a que las mismas dejan
huellas tanto en la vida de quienes la padecieron, como así también en quienes la
ejercieron, aunque no en igual medida.

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El maltrato infantil puede llevarse a cabo, tanto en contextos públicos como en
privados. En estos últimos, existen ciertas particularidades que acompañan al
fenómeno, tales como: el ocultamiento de los hechos, la justificación de las conductas
violentas bajo el supuesto de “medidas correctivas” por el bien del hijo y/o hija, la
creencia de posesión de los mismos por el hecho de ser su padre o madre, que es un
tema privado e íntimo de la familia. Sin embargo, el último mencionado es la lógica
que permite que la violencia parento filial siga existiendo en los hogares, debido a que
los familiares y vecinos no intervienen por el hecho de no entrometerse. No obstante,
la ley es clara al respecto, cualquier tipo de vulneración de derechos que implique a
niños, niñas y adolescentes, es de interés público (Ministerio de Educación, 2010).
Este flagelo socava hasta las fibras más profundas de cualquier relación, genera
daños inigualables, cuyas consecuencias pueden permanecer durante toda la vida en
una persona, donde las marcas físicas pueden desaparecer al cabo de un tiempo, pero
las secuelas emocionales y psicológicas pueden perdurar bastante tiempo después.
Es un verdadero desafío romper con el ciclo de la violencia que se perpetúa en
las familias de manera crónica y agobiante. Para ello, es preciso identificar las señales
de alarma a tiempo, poder prevenir el maltrato e iniciar su abordaje terapéutico rápido
con estos niños, niñas y adolescentes; y sus familias, para minimizar los efectos a largo
plazo por el maltrato físico, el abuso, psicoemocional.
Tanto las infancias como las adolescencias, han sido el blanco de numerosas
violencias dentro y fuera del hogar. Es por ello que la Organización Mundial de la Salud
(2002), afirma que el maltrato hacia ellas, comprende toda forma de violencia física y/o
emocional, abuso sexual o trato negligente, la explotación laboral o de otro tipo, de la
cual resulte un daño real o potencial para la salud, el desarrollo o la dignidad del niño,
niña y adolescente en una relación de poder, confianza y responsabilidad.
Fernández (2002), hace referencia a la historia del maltrato en la infancia,
citando uno de los ejemplos más antiguos de la humanidad: el de Herodes y la orden
que dio de matar a todos los hijos primogénitos de la ciudad. Además, relata cómo en
la Antigua Roma, el padre de familia revestía una autoridad absoluta, en cuanto a los
miembros de su familia, y sobre todo de sus hijos e hijas y ejercía su potestad sobre
ellos a modo de un derecho de propiedad.
En definitiva, se puede visualizar claramente cómo, en épocas pasadas, existió
muy poca o casi nula preocupación por el bienestar de las infancias y juventudes, no

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reconociéndoles ningún tipo de derechos y ni siquiera su identificación como personas.
Es por ello que el hecho de ser considerados como sujetos de derechos marcó un hito
en la historia. Comenzando en la Declaración de Ginebra en 1924, en la cual se
enunciaba la necesidad de proporcionarle una protección integral a las infancias.
Seguidamente, la Asamblea General de las Naciones Unidas, aprobó en 1959 la
Declaración de los Derechos del Niño y en 1989 la Convención de los Derechos del
Niño. En esta última, se enuncia claramente que los niños, niñas y adolescentes por su
inmadurez física y mental, precisan cuidados especiales y protección.
También se los reconoce como sujetos de derechos y no como objetos,
destacando la consideración de su interés superior. Dicha Convención fue ratificada por
la Argentina en 1990 e incorporada en la Ley 23849 y la Ley 26061 (2005)
consecuentemente.
La provincia de Mendoza, mediante la Ley 6354 y luego por la Ley 6551,
adhiere a estas políticas de las infancias y crea un programa de atención y prevención
al maltrato infantil (Morelato, 2009). Sumado a estas últimas, en el año 2018 se aprueba
la Ley provincial 9139, la cual establece el Sistema Integral de Protección de Derechos
de Niños, Niñas y Adolescentes. Sin embargo, Fiochetta (2019) advierte que la misma
todavía carece de la reglamentación correspondiente, es decir, de la resolución que
indica cómo, cuándo y de qué modo se va a llevar a cabo tal Ley.

Consecuencias a corto y largo plazo en el desarrollo


En lo que refiere a las consecuencias físicas, los autores Mesa-Gresa y Moya-
Albiol (2011) aseguran que el maltrato infantil produce, entre sus tantas consecuencias,
una alta tasa de mortalidad y morbilidad, debido a que se estima que más de un 10% de
niños y niñas, que padecen parálisis cerebral o retraso mental, se debe a los malos tratos
que han recibido. Pueden además presentar déficit cognitivo o del lenguaje, dificultades
en el aprendizaje, problemas emocionales, comportamientos autodestructivos, entre
otros. Desde el punto de vista neurobiológico, el maltrato infantil se asocia con
importantes alteraciones del sistema nervioso central (SNC), del sistema nervioso
autónomo (SNA), del sistema endocrino y del sistema inmune.
En cualquier etapa del desarrollo humano se puede sufrir violencia, sin
embargo, cuando sucede en la infancia y/o en la adolescencia y el agresor es su propio
padre y/o madre, figura central y de referencia, la toma de conciencia por parte de los

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hijos e hijas de tales circunstancias, frecuentemente produce la destrucción de todas las
bases de su seguridad. Lo cual favorece la manifestación de sentimientos como el miedo
o la preocupación, sobre la posibilidad de que la experiencia traumática pueda repetirse,
lo que se asocia a una ansiedad anticipatoria que puede llegar a ser paralizante.
Lecannelier (2018) sostiene que, para los adultos (familiares, profesionales dedicados
a las infancias y personas no profesionales) les es tan difícil ver, reconocer y ser
conscientes del dolor que se vive en la infancia que podría hipotetizarse que buscan
silenciar el fenómeno para no involucrarse. Por lo tanto, resulta imperioso sacar a la luz
a través de un “proceso de sensibilización” toda la evidencia e información oculta que
se continúa minimizando, negando y callando sobre el dolor en las infancias y
adolescencias.
White (2000) y White y Morgan (2004) como se citaron en Chimpén (2017),
argumentaron que los niños y niñas, incluso los más pequeños, son capaces de hablar
de sus problemas desde una posición de expertos. Por ende, cuando deciden contar la
violencia a la que son sometidos y no se les cree, automáticamente se los hace pasar por
una segunda victimización y aumentar en ellos sentimientos de soledad e indefensión,
que los lleva a descreer de una posible protección. Por consiguiente, es preciso saber
escucharlos, inclusive a aquellos que presentan alguna discapacidad, y agudizar los
sentidos para percibir las estrategias empleadas ante situaciones conflictivas.
En cuanto a las consecuencias psicológicas y/o emocionales del maltrato en las
infancias, la autora Gómez de Terreros Guardiola (2006), afirma que cuando un niño o
niña padece maltrato psicológico, como única modalidad, el impacto de tal violencia
genera efectos que repercuten en el funcionamiento psicológico actual y posteriormente
en su edad adulta. Esto conlleva a las siguientes secuelas:
1) A nivel del pensamiento, se pueden presentar sentimientos de baja
autoestima, falta de seguridad en sí mismo, temor, una visión negativa de la vida,
síntomas de ansiedad y depresión e ideas de autodestrucción. Lo cual es ratificado y
confirmado por los autores, Liu, et al. (2021), quienes explicitan sus hallazgos en
términos de aumento de síntomas de depresión, mayores riesgos de suicidio y una
menor satisfacción con la vida después de sus experiencias de violencia parento filial.
2) En relación a la salud emocional, pueden manifestar gran inestabilidad
emocional, Trastorno Límite de la Personalidad, dificultad en el control de impulsos,
trastornos de la alimentación, problemas de consumo problemático, entre otros. La OPS

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(2015) agrega que la violencia puede contribuir además al desarrollo de otros trastornos
como síndromes de dolor crónico, síndrome de colon irritable, trastornos del aparato
digestivo, síntomas somáticos.
3) En cuanto a las habilidades sociales, se pueden detectar conductas
antisociales, problemas de vinculación afectiva, falta de empatía, dificultades en el
desarrollo moral, aislamiento social, dificultad para ajustarse a las normas, problemas
en la relación y adaptación con sus pares, mala adaptación sexual, dependencia,
agresividad, pudiendo llegar inclusive en algunos casos a la delincuencia o
criminalidad.
De igual manera, Quiroga, et al. (2013), aseguran que la mayoría de los casos
tratados poseen abultados expedientes saturados de injurias, acusaciones, denuncias,
peticiones extraordinarias de medidas de protección tales como impedimento de
contacto y/o área de exclusión del progenitor no conviviente, entre otros. Este camino
judicial de larga data transcurre sin contacto paterno/materno filial, el cual suele ser
mayor de dos años. Ese tiempo es difícilmente recuperable y genera daños en la
organización psíquica saludable de los hijos e hijas, siendo mayor el daño cuanto más
tiempo pase.
Por otro lado, a la violencia parento filial, se le puede sumar la violencia de
género, del padre hacia la madre. En estas situaciones los niños, niñas y adolescentes
también sufren por la violencia que presencian hacia su madre al verla dañada y
humillada. Sumado a esto, lidian permanentemente con el miedo, la inseguridad,
confusión, ansiedad y demás efectos devastadores que acarrea el maltrato. En este clima
hostil familiar hay ciertos niños, niñas y adolescentes que intentan intervenir de alguna
manera para que la violencia cese, ya sea tratando de calmar al padre, resguardando a
la madre o pidiendo ayuda. Sin embargo, pese a todo su esfuerzo son alejados y
castigados por su intención de ayudarla. Como consecuencia de ello, quedan atrapados
entre intervenir y exponerse a ser maltratados o sucumbir al miedo y sentirse culpables
por no ayudar a su madre. Otros, en cambio, optan por huir de la casa, esconderse, no
escuchar los gritos, pero sin lograr escapar de la culpa de no haber hecho nada para
detener el maltrato (Lizana Zamudio, 2010).
Vale la pena preguntarse por un aspecto de esta problemática cuya relevancia la
desarrolla Lecannelier (2018), “el apego”. Desde la perspectiva del autor afirma que es
un sistema que le permite a la persona sobrevivir, vivir y adaptarse al mundo. Dicho

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sistema es cerebral, corporal, emocional y representacional que le permite al bebé ser
cuidado, protegido y regulado. Es por ello, que el apego se encuentra en el infante, y no
en la persona adulta. Cuando el bebé activa su apego, para buscar ser cuidado física y
emocionalmente, y la persona adulta lo corresponde, se forma un vínculo emocional
esencial. Tal relación emocional, organiza todo el desarrollo del niño y la niña a lo largo
de su vida, dotándoles de seguridad psíquica, física y emocional. Lo cual favorece a
que hayan aprendido de una manera estable, continua y predecible a apegarse a sus
cuidadores.
La presencia de la violencia parento filial, puede complejizar y producir estrés
en sus vínculos por condiciones de riesgos, tales como: consumo problemático,
desempleo, enfermedades, pérdida de niveles de consumo, la pobreza. En cuanto a esta
última, cabe aclarar que el bajo nivel socioeconómico por sí mismo no es una variable
determinante, pero sí en conjunción a otras circunstancias podrían contribuir a que los
padres y/o madres sientan menos disposición para resolver los conflictos con sus hijos
e hijas sin apelar a la violencia.
En las situaciones de maltrato parento filial, se presenta la “paradoja vincular”,
de acuerdo a Lecannelier (2018). La misma hace referencia al “miedo sin solución” que
el niño, niña o adolescente no puede resolver, es decir, donde no puede acercarse ni
alejarse de sus cuidadores. Esto se debe a que, de quienes deberían recibir contención
y proteger del miedo, son justamente quienes provocan esa emoción en el pequeño y/o
pequeña. Ahí reside la esencia de la desorganización y la razón de por qué es tan caótica,
descontrolada y aterradora.
Asimismo, lo que propuso el Lecannelier (2018) es que, el niño y/o niña va
desplegando un sentido crónico de peligro desorganizado. Donde la desconfianza se
adueña del vínculo con las otras personas y con el mundo, generándole una sensación
física y emocional de que otras personas siempre los abandonarán, dañarán y no están
disponibles en sus momentos de estrés y peligro. En ese momento, el cerebro funciona
como un órgano de predictibilidad, es decir, si el abandono, la soledad y la falta de
protección se vuelven lo repetible, el cerebro se programa y se prepara para esperar esa
expectativa, funcionando como si pudiese acontecer en cualquier momento. Entonces,
muchas conductas que el niño y/o la niña llevan adelante son para defenderse de esa
regla, casi esperando y provocando el abandono, el daño y el rechazo.

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Losada y Caruso (2021) aseveraron que, el 80% de las relaciones entre la
persona agresora y el niño y/o niña, se interrumpen al no trabajarse con ambas partes.
Además, que el contacto se obstaculiza por la no vinculación con terceros para el
mantenimiento de la relación parento filial. Por otra parte, sostienen que, por lo general
la persona violenta se aísla de sus hijos y/o hijas al tener dificultades de diferenciar
entre el conflicto de la pareja y la relación filial. En otros casos, pueden producirse la
división de holones fraternos, gracias a la manipulación de los progenitores de separar
a los hermanos y/o hermanas por la existencia de alianzas y coaliciones entre los
miembros. Esto incide negativamente en el sistema familiar ya que representa un
quiebre muy importante en los lazos afectivos.
Por ende, cuando se produce la desvinculación y luego es ordenado un proceso
de Revinculación familiar implica, entre otras cosas, trabajar sobre la experiencia
traumática del niño, niña o adolescente, ya que es allí donde reside lo esencial del rol
del apego en este tipo de experiencias. Es necesario trabajar en la reconstrucción y el
fortalecimiento del vínculo entre padre y/o madre y sus hijos e hijas a través del
reforzamiento de las capacidades de cuidado en las personas adultas, tales como:
atención, mentalización, automentalización y regulación. Las mismas son
imprescindibles para lograr una seguridad emocional en los niños, niñas y adolescentes
y el desarrollo socioemocional de ellos junto a sus cuidadores en los contextos en donde
se desenvuelvan (Lecannelier, 2018).
Tales habilidades, propuestas por Lecannelier, son para quienes se vinculen con
niños y/o niñas. En primera instancia la “atención”, la cual hace referencia a la
capacidad de observar minuciosamente señales verbales y no verbales; en un segundo
momento la “mentalización”, que es la capacidad de comprender, anticipar y
relacionarse con lo que la otra persona puede estar sintiendo, deseando, pensando, etc.,
es fundamental para la vida en sociedad y está orientada para que las personas adultas
pueda preguntarse e identificar los estados emocionales de los hijos e hijas La tercera
es la “automentalización”, la misma es la capacidad de mentalización en los procesos
emocionales y mentales de la persona adulta, en relación al niño y/o niña. Esta habilidad
contribuye a la autorregulación en el padre, madre y/o cuidador primario y la
inteligencia emocional, en cuanto a la identificación de su estado emocional y mental
básico en las situaciones de estrés del niño y/o niña. Y, por último, la “regulación”, la

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cual se refiere a la capacidad de la persona adulta de modificar los estados estresantes
del niño y/o niña, de modo de generar un cuidado protector, sensible y disponible.
Por otra parte, hay que considerar que las familias, que han atravesado largos
procesos judiciales, permanentemente se encuentran cara a cara con el pasado, al relatar
una y otra vez los mismos hechos y revivenciar tales momentos. Lo cual les impide
seguir adelante, porque se hallan estancados en el conflicto a pesar de que cada uno
continuó con su vida (Castello Olocco et al., 2012).
Por lo tanto, una de las tareas del proceso de revinculación familiar es iniciar un
trabajo con todos los miembros de la familia sobre los afectos, las emociones, modos
preferidos de comunicación, conversaciones externalizantes que den lugar a la creación
de otra historia familiar, una alternativa, que les permita percibir los logros que les
fueron de ayuda para superar la crisis.

La intervención de la Justicia
La intervención judicial en casos de Violencia Doméstica tiene como objetivo
la protección de las personas afectadas directamente por los actos violentos, lo cual se
lleva a cabo a través del dictado de medidas de protección, y además de posicionarse
en defensa del bienestar común y el orden público (Caruso, 2017b).
Losada y Caruso (2021) mencionan que dichos procesos judiciales dictan una
resolución perentoria, orientada a cesar con las situaciones de maltrato. Las cuales serán
adoptadas por el criterio del juez interviniente, según la legislación vigente, donde se
enumeran diversas medidas de protección para proteger a quienes fueron víctimas.
Entre las cuales se contemplan: exclusiones del hogar familiar y restricciones para el
acercamiento, medidas anexas en relación al dinero para el sostenimiento familiar, y la
detención de acuerdos vigentes concernientes al contacto paterno y/o materno filial o
de quienes estén a cargo de las tareas de cuidado. De igual manera, habilita
expresamente a los jueces a tomar cualquier tipo de medidas que considere pertinentes
(Caruso, 2017a, 2017b).
La responsabilidad de los magistrados comprende tres aspectos importantes al
momento de adoptar medidas urgentes. En primer lugar, es finalizar inmediatamente
con los escenarios de violencia que se estén llevando a cabo, identificando y alejando a
las personas agresoras de quienes estén siendo víctimas, de tal manera que se evite la
reiteración de los hechos. En un segundo lugar, es proporcionar una íntegra atención a

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quienes sufrieron tales violencias, poniendo a su disposición los recursos pertinentes
para el tratamiento especializado en la problemática. Y, por último, es el tratamiento de
las personas agresoras, ya sean en grupos de apoyo y/o terapias individuales. Dicho
tratamiento no solo contribuirá como factor protector para la sociedad por la
canalización de la agresividad, sino también para el fortalecimiento de habilidades
sociales (Caruso, 2017b).
La Convención Internacional de los Derechos del Niño, aprobada en Argentina
mediante la Ley 23.849 en 1990, elevada a la categoría de Norma en la Constitución
Nacional en la reforma del año 1994 (Art.75) y la Ley de Protección Integral de los
Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, Ley 26.061 (2005), protegen el contacto de
los hijos e hijas con sus padres, madres o familiares, siendo el Estado quien debe
garantizar dicho encuentro siempre que no obstruya el interés superior del niño, niña o
adolescente.
Tal principio hace referencia al reconocimiento del niño, niña y adolescente
como persona, a la máxima satisfacción integral y simultánea de sus derechos y
garantías reconocidos en el Marco de las Leyes Nacionales 23.849 (1990), 26.061
(2005) y la Ley Provincial 9.139 (2019). El mismo, será garantizado tanto por el Estado
como así también por la ciudadanía adulta, en el ámbito de la familia y de la sociedad
como corresponsables de participar activamente en acciones que secunden en la
protección de los derechos de las infancias y adolescencias y brinden las oportunidades
para el desarrollo físico, psíquico y social.
En las leyes anteriormente mencionadas, los niños, niñas y adolescentes son
considerados como sujetos titulares de derechos. Este principio, permite entender a la
protección con carácter amplio o abarcativo de todas las dimensiones de la vida y
desarrollo de las infancias y adolescencias, garantizando todos sus derechos e
incluyendo la promoción de una cultura de respeto de la diversidad de voces (Ministerio
de Desarrollo Social, 2021).
Todo niño y niña al nacer es un ser vulnerable, un ser dependiente de las
personas adultas, quienes son responsables de su integridad. Ellas conforman su
familia, sin la cual no podrían sobrevivir, ni adquirir hábitos, costumbres, valores,
sentirse amado y respetado como tal, entre otras.
En ese sentido, cabe destacar que desde el paradigma de la teoría de apego de
Bowlby (1973), se afirma que el niño y la niña necesitan de figuras significativas, de

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cuidadores, que los ayuden a organizar sus reacciones emocionales. Es decir que la
participación de la familia en la vida de cada hijo e hija es vital, ya que no sólo implica
cubrir adecuadamente sus necesidades e implementar una serie de elementos que
permitan su integración a la sociedad, sino que quienes cumplan con el rol parental
deben propiciar el correcto crecimiento físico, psíquico y emocional de cada miembro
para que, cuando crezcan, puedan insertarse al medio como personas autónomas e
independientes.
Castello Olocco, et al., (2012) aseguran que las familias que demandan un
Proceso de Revinculación, son aquellas que no han podido resolver alguna crisis y se
hallan estancadas. Por su parte, Ramón (2017) menciona que los niños, niñas y
adolescentes que viven situaciones de desvinculación paterno y/o materno filial, deben
realizar un proceso de revinculación, ya que se encuentran en situación de
vulnerabilidad por la gran conflictividad existente, pudiendo ser víctimas de todo tipo
de maltrato y/o negligencia.
Dicha coyuntura se vio reforzada por los autores Lozada y Caruso (2021),
quienes concluyeron en su investigación que la aplicación de la ley limita y afecta la
continuidad de las relaciones familiares dañinas, siendo los niños, niñas y adolescentes
los mayores perjudicados por su participación involuntaria. Por su parte, Quiroga, et
al., (2013) aseveran que cuanto mayor sea el tiempo que transcurre sin contacto entre
ambas partes, mayor será el daño causado.
Por consiguiente, el Proceso de Revinculación se torna relevante al ser una
oportunidad para restablecer el contacto parento filial, llegando a ser necesario en
ocasiones incluir a miembros de la familia extensa para luego reconstruir vínculos
familiares dañados (Quiroga et al., 2013). Dichas autoras, desarrollaron el dispositivo
terapéutico específico y focalizado, llamado Terapia de Revinculación, el cual permitió
que el 42,85% de las familias derivadas por una institución judicial pudiera completar
su tratamiento y reestablecer el vínculo dañado. Para tales resultados fue preciso
establecer objetivos claros y específicos tanto para padres, madres o familiares
responsables, como así también para sus hijos e hijas. Sumado a esto, resultó
imprescindible la conformación de equipos multidisciplinarios para el abordaje integral
del sistema familiar.
Pensar y repensar la idea de Wainstein (2012) que, si la familia podía construir
la insania o los problemas, también podría participar en la construcción de la cordura o

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las soluciones, permite adoptar la revinculación como un proceso de construcción, de
trabajo conjunto como herramienta esencial para recuperar la funcionalidad y buen
desarrollo de cada miembro y por ende de la familia.

Los aportes del Modelo Sistémico y el quehacer profesional en el proceso de


revinculación familiar
El Modelo Sistémico, es el marco con mayor extensión en cuanto al abordaje de
las familias. Sin embargo, eso no es al azar, sino que se debe a que la familia es su
unidad de estudio y análisis, la cual se aborda como un sistema, un organismo
estructurado e interdependiente con pautas de interacciones propias, y en las que el
sujeto es parte de ese todo y su valor tiene que ver con la función y posición que éste
desempeñe en el sistema (Compañ Felipe, et al., 2016).
Por lo tanto, las intervenciones que realiza el profesional de la salud, como parte
del equipo de trabajo, no se reduce al individuo, a su personalidad y sus rasgos, a la
conducta individual de sus miembros, sino que se tiende a trabajar con toda la familia,
su estructura, sus funciones, las relaciones de interdependencia, los circuitos de
retroalimentación, los modos de comunicación y con aquellos patrones preferidos por
ella que contribuyen a la formación y permanencia del conflicto, entre otros.
Además, el abordaje de las distintas situaciones de violencia no puede hacerse
desde lugares “neutros”, sino que debe realizarse desde la perspectiva de género
(Gobierno de Mendoza, 2021). Tal perspectiva cuenta con una metodología
deconstructiva y creativa logrando que biografías y etnografías no vuelvan a ser las
mismas (Lagarde, 1994). Por ende, no sólo se estaría respetando los derechos de quienes
consultan, sino que además las intervenciones socio-sanitarias se orientarían también a
tratar un problema de salud pública, en lugar de una simple costumbre social o una
cuestión privada (González, et al., 2013).
Por otro lado, es necesario detenerse en la participación del Estado. Es crucial
su contención a quienes conforman los equipos de trabajo del Sistema de Promoción y
Protección Integral de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (SPIDNNA), ya que
se registran tensiones por la precarización de las condiciones de trabajo, excesiva carga
laboral, bajos salarios, flexibilización, carencia de estrategias de cuidado, etc., lo que
genera en los trabajadores una gran frustración y malestar (Pawlowicz, et al., 2018).

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Otro basamento del modelo sistémico es la Teoría de Segundo Orden de la
Cibernética, la cual estudia la relación del observador con el sistema observado
(Compañ Felipe, et al., 2016). Por tal motivo, es preciso que todo profesional sea cauto
al momento de intervenir, ya que sus intereses, creencias, cultura y valores influyen en
el proceso de vinculación con la familia. Ramón (2017) afirma que toda experiencia
humana es un circuito cibernético y un proceso de aprendizaje, entendiendo a este
último como una instancia de prueba y error continua. Dicho aprendizaje se da en lo
cognitivo, en lo emocional y en lo experiencial.
Asimismo, es pertinente el manejo del lenguaje de la familia consultante, debido
a que tal utilización implica además conocer la posición, los modos de hacer planteos,
la mirada del mundo de quienes consultan contribuye a disminuir la resistencia y a que
se mantenga la capacidad de maniobra. En la perspectiva de Jay Haley, figura pionera
de la Terapia Centrada en Soluciones y seguidor de Milton Erickson, el sistema es
siempre un sistema lingüístico y las palabras son el elemento más importante de la
transacción terapéutica (Fernández Moya, et al., 2021).
Compañ Felipe, et al. (2016) agregan que otra característica del enfoque
sistémico es el giro narrativo. El cual considera que la realidad se construye en el
lenguaje, y forma parte de un relato textual. Los autores, McNamme y Gergen (1992,
p.21), afirmaron que “Los textos son subproductos de las relaciones humanas y se
cargan de significación a partir de la manera en que se los usa dentro de las relaciones
interpersonales”.
De esta manera, la concepción de la visión de la realidad y del mundo, incide
en el accionar de cada sujeto. Dado que las normas del contexto en el cual se encuentra,
impactan en la construcción de “verdades” para las personas y las comunidades, las
cuales reconstruyen de forma constante la manera en que se percibe el mundo.
Consecuentemente, se enfatiza que, en la visión cambiante, múltiple y compleja de la
vida y la interacción humana, la “verdad” única y absoluta es concebida como un
“obstinado mito” (Ossario, 1985, en Payne, 2002).
Asimismo, la concepción del mundo de los miembros de la familia, depende en
gran medida de las posiciones que ellos ocupan dentro de los diferentes holones
familiares. El término holón (del griego holos, que significa todo y el sufijo on, que
evoca a una partícula) fue acuñado por Arthur Koestler y tomado por los autores
Minuchin y Fishman, para referirse así a su unidad de intervención (individuo, familia

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nuclear, familia extensa y la comunidad), donde un holón es un todo y una parte al
mismo tiempo (Fernández Moya, et al., 2021). Si existe apego excesivo, la libertad de
los individuos estará limitada por las reglas del holón. Si en cambio existe desapego, es
posible que aquéllos estén aislados y faltos de apoyo. Aumentar o reducir la proximidad
entre los integrantes de holones significativos puede dar lugar a diferentes modos de
pensar, sentir y actuar, hasta entonces inhibidos por la participación en el subsistema
(Minuchin y Fishman, 2004).
Teniendo en cuenta a Michael White, y su lema fundamental: “el problema es
el problema”, se busca a través de la problematización pasar de la persona
problematizada a la problematización del problema, de modo que libere a la persona de
los efectos alienantes de una narrativa personal saturada por el problema (Payne, 2015).
Las conversaciones que trazan la historia del conflicto, permiten al profesional
tener un sentido sobre el significado que la persona ha alcanzado durante la existencia
del mismo. Además, posibilita el descubrir cómo las personas han influido sobre el
problema, qué habilidades, competencias, deseos y esperanzas del individuo se
conectaron para reducir la influencia del conflicto. Esto puede dar lugar a diferentes
conversaciones que no estén saturadas del problema (Morgan, 2000).
En el proceso con las familias, se debería constar de 3 instancias necesarias. En
primer lugar, el acoplamiento del profesional al sistema familiar para detectar la
narrativa dominante saturada del problema. En un segundo lugar, se debería trabajar en
deconstruir dicha narrativa relacionada con lo que le genera malestar a cada uno de los
miembros. Es el momento que el proceso de externalización adquiriría mayor
intensidad. Mientras que las narrativas se transforman, la historia original que contiene
el problema pierde su predominio, y el mismo se redefine, se convierte en un no-
problema. El problema en una nueva presentación se vuelve accesible a soluciones, o
deja de ser el foco; se disuelve. Es entonces cuando la consulta habría conseguido sus
objetivos, dando lugar a la deconstrucción de viejas historias y la reconstrucción de
nuevas. Para ello, se debería tomar conciencia cuánto hay en las propias historias
construidas, de los discursos dominantes de las propias familias y sociedades. Por
último, el proceso se centraría en construir narrativas alternativas que contradigan al
relato opresivo dominante y que recuperen dimensiones de competencia y satisfacción
personal (Mardones y Albornoz, 2014). Estas historias no encerrarían ni limitarían las
alternativas, más bien, propiciarían la autoría, la resiliencia y la conexión, favoreciendo

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la evolución y el cambio de todas aquellas personas que las habiten. En el espacio
terapéutico se apuntaría a guiar y favorecer, de forma empática, historias diferentes y
alternativas, es decir “con mejor forma” según Sluzki. (2006).
Por ende, trabajar desde la Psicoterapia Sistémica conlleva buscar la solución o
la disolución de las dificultades o el problema por el que se consulta. Wainstein (2012)
al afirmar que, si la familia podía construir la insania o los problemas, también podría
participar en la construcción de las soluciones, genera grandes retos, ya que “socava el
estatus incuestionado del terapeuta como autoridad científica que posee un
conocimiento privilegiado de la causa y la cura” (Gergen, 2007, p. 198). De esta
manera, la narración que aporta el terapeuta, es un discurso más dentro de los posibles,
no trascendentalmente mejor, pero sí tal vez diferente; por lo que no debe ser impuesto
de una forma rígida.
Es importante considerar los aportes de una de las terapeutas pioneras de la
terapia familiar, Virginia Satir (1989), quien comparó la vida de la familia con un
iceberg. Con tal analogía pretendió ilustrar que la parte visible del iceberg no representa
la totalidad de él, es decir de la familia, y que el lado oculto está compuesto por tres
aspectos fundamentales a considerar: la autoestima de cada uno de sus miembros, la
comunicación y el enlace con la sociedad. Además, la autora propone las reglas de
comunicación en todo sistema familiar, entre las cuales se pueden mencionar que: las
transacciones que son iniciadas deben ser terminadas, las preguntas se formulan con
claridad y se responden con claridad, la hostilidad y los conflictos son reconocidos e
interpretados, los miembros de la familia tienen conciencia de sí mismos y de cómo son
percibidos por los demás, cada miembro es capaz de expresar opiniones diferentes de
los demás y comunica esperanzas, temores y expectativas con respecto a los mismos,
se admite la diferencia de opiniones, los miembros son capaces de elegir entre varias
alternativas de conducta y rechazar modelos obsoletos, los mensajes encubiertos son
mínimos, los mensajes se envían con claridad y la conducta es coherente. La
comunicación implica dirimir y negociar, resolver y encontrar puntos comunes, como
construcción del proceso.
Podrían presentarse, en los procesos de revinculación familiar, las vivencias de
culpabilidad por parte de la persona que agredió, las cuales, en algunos casos, podrían
ser graves y persistentes. Por ende, el trabajo del profesional consistiría en un primer
momento, en la rehabilitación de esa persona adulta ante sus propios ojos para luego ir

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reconstruyendo la relación de confianza con sus hijos y/o hijas. Para ello, será necesario
abordar al padre o madre con sus sentimientos, introduciendo comprensión sobre cómo
se hicieron presentes las numerosas situaciones de violencia, de las cuales niños, niñas
y adolescentes resultaron heridos. Y que, consecuentemente dañó los hilos de
comunicación entre los miembros de la familia, los sentimientos de cada uno de ellos y
que dio paso a la permanencia de un fantasma amenazante que generó cada vez más
distancia entre los mismos (Malacrea, 2017).
No obstante, hay que estar en alerta respecto del riesgo de inducir ya que, en
este camino de reconstrucción, cuanto más frágil y en situación más precaria aparezca
el progenitor ante sus hijos e hijas, tanto más fácilmente se activarán procesos de
adaptación, que pueden dejar inexploradas amplias áreas de cosas no dichas, tanto de
los hechos como de los sentimientos. Por lo tanto, es relevante que los profesionales de
la salud puedan detectar las señales de alarma a tiempo, llevando a cabo preguntas que
de manera directa o indirecta les permita obtener esa información, contemplando que,
quien relata lo sucedido, puede sentir que está “delatando a alguien” o revelando un
“secreto”. Por ende, sería importante trabajar en torno a la idea de que en realidad está
ejerciendo su derecho a vivir sin violencia. Por otra parte, el pedido de ayuda facilita la
intervención externa y de ese modo, contribuye a evitar que el problema se agrave.
(Ministerio de Educación, 2010). Para ello, es preciso que el psicólogo piense en cómo
abordar el tema y luego desarrollar la forma para indagar (Blanco Prieto y Mendi Zauzo,
2004).
Lecannelier (2018) afirma que el trauma infantil es una “epidemia oculta”,
debido a dos razones: la primera es la alta frecuencia de niños, niñas y adolescentes que
han sufrido diversas experiencias violentas a lo largo de sus vidas, alcanzando a otras
epidemias como la obesidad, el cáncer, entre otras enfermedades. Y la segunda es de
corte económico, debido al gran costo que significa para los Estados y las familias el
abordaje integral de quienes padecen estas violencias, tanto en lo referido a la salud
mental, como así también en cuanto a lo físico.
Por último, el Modelo Ecológico de Bronfenbrenner postula que pensar en
ecología, significa pensar en la interdependencia entre los sistemas que nos rodean, en
el buen aprovechamiento y adecuada distribución de los recursos. Significa también
pensar en red, pensar acerca de la complejidad y de la producción de la subjetividad
social en los más diversos contextos y eventos (Castellá Sarriera, 2008).

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Dicho modelo tiene suficiente poder explicativo para destacar los múltiples
factores que influyen en las situaciones de maltrato, tanto de niños, niñas y
adolescentes, como así también en contextos de violencia de género, entre otros. El
mismo, está compuesto por cuatro núcleos que están interrelacionados y se denominan:
persona, proceso, contexto y tiempo. Tales núcleos hacen referencia a la persona junto
a sus características innatas, biológicas, emocionales y con aquellas constituidas por el
contacto con el ambiente. Además, en la manera en el sujeto interactúa con el contexto,
la forma como vive sus experiencias, el rol que desempeña en su vida, entre otras
(Bronfenbrenner, 1987).
En relación a ello, se podrían trabajar algunas propuestas, además de las
mencionadas anteriormente, tales como:
1. Crear y brindar pautas para promover la comunicación entre los
integrantes de la familia, de tal manera que se fomenten charlas sobre educación
y valores orientados para la formación de los hijos e hijas.
2. Orientar a los padres, madres y personas que ejercen las tareas de
cuidado sobre cómo establecer límites, reglas y normas, dentro del hogar, para
que se dé un clima de respeto, entre sus miembros.
3. Educar a los progenitores sobre las características de las etapas del
desarrollo de sus hijos e hijas para su acompañamiento y contención.
4. Trabajar por medio del reconocimiento de las emociones, para que los
niños, niñas y adolescentes puedan expresar de manera espontánea, lo que van
sintiendo.
5. Desarrollar Talleres sobre Buen Trato, dirigidos a padres y/o madres,
cuidadores, familia extensa, educadores, etc.

La perspectiva de género como herramienta de intervención profesional


Este trabajo propone y destaca la pertinencia de integrar la Perspectiva de
Género al Modelo Sistémico, de manera transversal al quehacer profesional, ya que
ambos paradigmas contemplan no sólo las particularidades de las situaciones
individuales, sino también el estudio y la observación de la complejidad de las
relaciones dinámicas que se presentan entre los sistemas que influyen y son influidos
entre sí de manera circular. Por lo tanto, las intervenciones deberían estar acompañadas

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y orientadas desde una perspectiva de Igualdad y Derechos. Esto implica, promover,
restituir y garantizar los mismos ante quien consulta.
En los últimos años, en Argentina, por medio de la Ley Nº 27.499 (2019) se
sostiene la importancia y obligatoriedad de la incorporación de la Perspectiva de Género
de manera transversal a todas las disciplinas y ámbitos. Las bases legales de la misma
se hallan contempladas en la Ley Nº 26485: Ley de Protección Integral para prevenir,
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen
sus relaciones interpersonales (2009), Tratados Internacionales: Convención sobre
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer CEDAW, y la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
Mujer Belém Do Pará, Nº 26061: Ley de Protección Integral de niñas, niños y
adolescentes (2005), Ley Nº 26743: Ley de Identidad de Género (2012), Nº 27499: Ley
Micaela Capacitación Obligatoria en Género para todas las personas que integran los 3
poderes del estado (2019), entre otras.
La Perspectiva de Género permite ampliar la mirada, obtener mayor
información sobre la realidad de quien consulta, realizar intervenciones orientadas a un
trato humanizado que garanticen los Derechos de los/as consultantes respetando su
individualidad, creencias éticas, morales y políticas, el resguardo de su intimidad
mediante el secreto profesional, el trato empático, comprensivo y paciente,
considerando sus aportes y brindando un espacio donde pueda expresarse libremente
para la recuperación de su salud. Considerando a la persona o familia que consulta
como sujetos de Derechos y, por tanto, sujetos de decisión en la situación que la
involucra. Por ende, es preciso tener presente que es un proceso que debe acompañarse
y estimularse (Gobierno de Mendoza, 2016).
Ravazzola (2007) manifiesta que, los profesionales modifican situaciones como
la violencia y abusos en la familia, instancias que cuestionan las creencias acerca de la
garantía de bienestar que proveen los ideales familiares. Por lo cual, es preciso revisar
los supuestos ideales y tomar aportes de estudios de género que deconstruyen creencias
esencialistas. Es evidente que los rasgos del modelo masculino tradicional hegemónico,
ha quedado desfasado frente a los avances de las mujeres en diferentes campos. En
razón de lo expuesto, el género como categoría transversal, de relación social y política,
opera en múltiples niveles y afecta cotidianamente las interacciones y comportamientos
sociales.

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Simultáneamente, para garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos,
se deben brindar atenciones integrales, actuar con mayor rapidez y eficacia ante
situaciones de riesgo, evitar la revictimización, realizar derivaciones responsables,
propiciar la participación y cooperación de la sociedad civil a través de entidades
públicas para sensibilizar y prevenir la violencia en cualquiera de sus formas,
reflexionando sobre los patrones socioculturales propios de la sociedad patriarcal
debido a que estos promueven y sostienen la desigualdad de género y por lo tanto
legitiman la violencia (Gobierno de Mendoza, 2021).

Desafíos del quehacer profesional


Trabajar con la problemática de la violencia no es inocuo para los psicólogos,
ya que son depositarios de historias dolorosas, crueles y desgarrantes. Cuando esto
ocurre de manera habitual y sostenida en el tiempo, y cuando se carecen de estrategias
de autocuidado y un adecuado acompañamiento institucional, los profesionales de la
salud pueden sufrir el Síndrome de Burn-Out, la traumatización vicaria y/o la
movilización de experiencias propias de violencia.
El término “Burn-Out”, es también conocido como síndrome del desgaste
profesional, síndrome de sobrecarga emocional, síndrome del quemado o síndrome de
fatiga en el trabajo (OMS, 2000). El mismo afecta la calidad de vida de quien lo padece,
su salud mental e incluso pone en riesgo la vida de la persona. Quintana (2005) refiere
que, quienes abordan las problemáticas psicosociales y trabajan con violencia, son
vulnerables a padecer tal síndrome, debido a la exposición a constantes conflictos y
dificultades que elevan su desesperanza y frustración. Estas situaciones, además,
contribuyen al aumento del estrés, al agotamiento emocional, la despersonalización y
la disminución del desempeño laboral (Morales Lachiner e Hidalgo Murillo, 2015). Con
el término de “quemado” se pretende reflejar el hecho de que una situación laboral,
familiar y/o social ha sobrepasado a la persona y agotado su capacidad de reacción
(Losada y Marmo, 2020).
Sin embargo, el Síndrome de Burn-Out no se limita a síntomas y dificultades a
nivel personal en quien lo padece, sino que tiene influencia además a nivel familiar, en
el equipo de trabajo afectando el clima laboral y contribuyendo a la fragmentación del
grupo y especialmente hacia los beneficiarios/as del propio trabajo, debido al desarrollo

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de sentimientos, actitudes y respuestas negativas, frías y distantes para y con ellos
(Arredondo et al., 2017).
Tanto las autoras Losada y Marmo (2020) como así también Arredondo et al.
(2017), sugieren que el agotamiento en los equipos de trabajos, pueden verse reflejado
en la desmotivación de la tarea, irritabilidad, visión negativa de sí mismo, rigidización,
aburrimiento, dificultad para tomar decisiones, aumento de las licencias médicas, alta
rotación del personal, sintomatología ansiosa, depresiva, aumento de consumo
problemático de alcohol o drogas, entre otras.
En cuanto a la traumatización vicaria, se refiere a la activación de experiencias
propias de violencia en el profesional generando temores, culpas, tristezas,
frustraciones, impotencia, etc., convirtiéndose en cierto modo en una víctima indirecta,
lo que genera confusión al identificarse con los sentimientos de las personas que asiste
y que fueron víctimas. Por último, puede presentarse la identificación, donde el
profesional puede actuar violentamente, de forma directa o indirecta, en los ámbitos
laborales y/o personales (Losada y Marmo, 2020).
Quintana (2005), y Pawlowicz et al., (2018), destacan la relevancia en la
contención de los equipos de trabajo del Sistema de Promoción y Protección Integral
de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (SPIDNNA), debido a la influencia de
factores de gran impacto como; la precarización laboral, la escasez de recursos, las
paradojas a las que se enfrentan y las altas exigencias de las instituciones. Para Moreno
Jiménez (2011), esto debiera analizarse desde la perspectiva de los factores
psicosociales de riesgo en el trabajo.
Velázquez (2012) enfatiza en la necesidad de concreción de políticas públicas
eficaces, que resguarden a quienes protegen y eviten el dilema que presentan los/as
profesionales entre: cuidar, cuidarse y ser cuidados. Arredondo, et al., (2017),
comparten esta necesidad y agregan que es el Estado quien debe tomar las medidas para
prevenir, en una primera instancia, o tratar el desgaste de sus trabajadores, siendo que,
cuanto más cuidados y monitoreados estén los cuidadores, mejor podrán realizar sus
actividades profesionales, mejorando circularmente su calidad de vida, la de quienes
acuden a ellos/as en busca de ayuda y la de la institución de la que formen parte.
Por otro lado, en cuanto a los recursos y las condiciones para llevar a cabo el
proceso de revinculación familiar, en Mendoza, tan sólo dos departamentos (Godoy
Cruz y Capital) de un total de 18, han dispuestos de lugares para trabajar con las

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familias, a pesar de que se encuentra en vigencia la Ley Nº 8647 desde el año 2014, la
cual tiene por objeto crear y regular los Puntos de Encuentro Familiar para llevar a cabo
las revinculaciones entre las partes. Godoy Cruz, está llevando adelante una prueba
piloto desde el año 2019 y Capital, desde diciembre de 2020, la comuna en acuerdo con
la Suprema Corte de Justicia, puso a disposición el Gimnasio Nº 1 y el CIC Nº 1 (Centro
Integrador Comunitario), con días y horarios específicos, para el encuentro entre niños,
niñas y adolescentes con sus progenitores.
Lo anteriormente mencionado, evidencia lo reciente de esta Ley, la escasa
información disponible en relación a las familias que se encuentran atravesando esa
situación, la falta de capacitación y entrenamiento de los equipos dedicados a
desarrollar este proceso, la carencia de recursos y espacios adecuados para llevar a cabo
los procesos de revinculaciones familiares.
Aun así, pese a tanta incertidumbre y puntos ciegos ante situaciones
psicosociales complejas, es preciso que los profesionales actúen con asertividad y
empatía para contener y asistir a quienes recurren a los servicios de salud, debido a que
los mismos generalmente se convierten en la única puerta de entrada de quienes
padecen los efectos devastadores de la violencia sobre sus vidas. Consecuentemente,
para ser eficaces en la tarea del proceso de revinculación, se debe evitar la participación
de múltiples organismos interviniendo de manera fragmentada, ya que eso da cuenta de
las dificultades existentes para aunar criterios y definir estrategias de intervención
intersectoriales de forma articulada. Dando lugar en muchos casos a lo que Barcala
(2015) define como “deriva institucional”, es decir aquellos casos que, a pesar de
encontrarse bajo el Sistema de Protección Integral de niños/as y adolescentes, no son
abordados por ningún dispositivo, o bien, la intervención fue tan pobre y escasa que se
la considera nula. Así se producen prácticas que, lejos de estar integradas y fortalecidas
en un trabajo intersectorial, se producen derivaciones de unos a otros, lo que produce
nuevas vulneraciones de derechos (Lenta, et al., 2019).

Conclusiones
Lo expuesto a lo largo de este trabajo permite arribar a las siguientes
conclusiones:
En primera instancia, la factibilidad y pertinencia de integrar el modelo
sistémico y la perspectiva de género en el proceso de revinculación familiar luego de

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hechos de violencia parento filial, ya que el mismo responde a una problemática
multicausal de origen social, económico, político, histórico, cultural e ideológico.
Ambos paradigmas contemplan no sólo las particularidades de las situaciones
individuales, sino también el estudio y la observación de la complejidad de las
relaciones dinámicas que se presentan entre los sistemas que influyen y son influidos
entre sí.
Este trabajo busca reflexionar sobre el compromiso ético y necesario que
conlleva un enfoque de igualdad y de derechos, que implica reconocer la identidad de
todas las personas involucradas y se traduce en prácticas e intervenciones respetuosas,
cuidadas y empáticas. Para ello, es preciso que el abordaje de las violencias se realice
de manera articulada y coordinada entre las distintas disciplinas e instituciones,
orientadas a la preservación y restitución de derechos de quienes sufrieron los efectos
devastadores de la violencia y así evitar caer en la apatía, que busca silenciar a quienes
padecen estas mismas y desviar la responsabilidad de los/as agresores/as.
La violencia parento filial, es uno de los problemas más graves que padece
nuestra sociedad, lo cual se ve reflejado en las estadísticas provistas por UNICEF,
donde indica que el 46.4% de los padres y madres recurren a la violencia física como
método correctivo hacia sus hijos e hijas. En los padres y las madres se puede distinguir
claramente las fallas en el ejercicio de las funciones o competencias parentales,
sometiendo a sus hijos e hijas a ser víctimas de distintos comportamientos por abuso de
poder, agresiones físicas, sexuales y psicológicas.
Sin embargo, las competencias parentales se relacionan con la “función
materna”, la cual está asociada a la posibilidad de contener, proteger y acompañar a sus
hijos e hijas en situaciones de crisis, ya sea por su desarrollo o por accidentes y permite
activar mecanismos en cuanto a lo físico, a lo psicológico y lo social del niño, niña o
adolescente. Independientemente de la persona adulta que ejerza el rol. La falta de
capacitación al personal, permitió en numerosas oportunidades, que se ignorara tal
información y que solamente se pusiera la mirada en el proceder de la madre y se la
juzgara como tal, desligando o no contemplando las responsabilidades y obligaciones
paternales. Vislumbrándose de esta manera que la función parental se encuentra ligada
al rol de la mujer.
Además, las familias que llegan al proceso de revinculación son aquellas que
han tenido dificultades en resolver una crisis y se hallan estancadas, esto los enfrenta a

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una crisis del ciclo vital tanto personal como familiar, no obstante, aparecen
oportunidades de cambio y mejora. Cuando las familias deben realizar un proceso de
revinculación paterno o materno filial ordenado por un oficio judicial, debería llevarse
a cabo mediante un trabajo integrado de distintos saberes, centrado en los equipos de
salud, las redes institucionales y la presencia comprometida del Estado, con el fin de
aunar criterios y definir estrategias de intervención intersectoriales de forma articulada.
Esta forma de trabajar sistémicamente, rompe con los paradigmas de abordaje de
extrema fragmentación y separación, lo que resulta esencial para la prevención y el
éxito de la intervención del equipo de trabajo que aborda la problemática de la violencia
en las infancias y adolescencias, ya que implica además la incorporación de espacios
de intercambio, reflexión y formación que contribuyen al conocimiento, a la creación
de estrategias de trabajo y a las habilidades de autocuidado y cuidado de equipos que
trabajan cotidianamente con la violencia. Lo que podría ser de utilidad para la creación
de políticas públicas integrales, donde se considere a la persona y su calidad de vida,
más allá de su desempeño laboral.
Lo anteriormente mencionado, permitiría llevar adelante el proceso de
revinculación familiar en pos y pro de los derechos y bienestar de los niños, niñas y/o
adolescentes en un espacio cuidado y de contención. No sólo para ellos sino para cada
uno de los miembros, orientados a que la familia adquiera y/o recupere una
funcionalidad saludable, previniendo que se transformen en crónicos y recurrentes.
Diversos autores desarrollados en el recorrido realizado en este trabajo
manifiestan que, para lograr el éxito en esta instancia, es preciso el compromiso y el
trabajo de todos los participantes: padres, madres, familia extensa, la escuela,
profesionales intervinientes, tribunal, vecinos, etc., teniendo como objetivo el
fortalecimiento de niños, niñas o adolescente que estén atravesando tal proceso, ya que
podrían ser sometidos a nuevas experiencias de revictimización y vulneración de
derechos, producto de aquellos procesos, prácticas sanitarias, judiciales, etc., que los
llevan a revivir o reeditar las situaciones de violencia que sufrieron, o bien, cuando las
intervenciones del equipo tratante fueron pobres, escasas, abruptas o nulas, aun
encontrándose bajo el Sistema de Protección Integral de niños, niñas y adolescentes.
Esto destaca la relevancia en la capacitación y entrenamiento del equipo, ya que es un
aspecto protector favorecedor en la medida de aumente las capacidades para efectuar
intervenciones efectivas, sistematizadas y planificadas y, en contrapartida, como un

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factor de riesgo cuando existen falencias, ya que se puede dañar mucho más de lo que
se encuentra dañado el sistema familiar.

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