Vas A Ser Mio - Anny Peterson
Vas A Ser Mio - Anny Peterson
ISBN: 9798666344620
Q
«¿ uién me mandará a mí…?», pienso nerviosa.
¡Si es que soy imbécil! La típica que se enamora siempre de quien no
debe. Pensaba que lo tenía superado, pero no…
Hace un mes que no veo a Mak. Desde que nos separamos el once de
mayo, no he vuelto a saber de él, y no porque no me haya llamado mil
veces…
Chasqueo la lengua e inspiro hondo para que me llegue todo el oxígeno
que necesito para recomponerme. Es algo que hago desde que asesinaron a
Julia delante de mis narices. También pensaba que lo tenía superado, pero
no. ¿Se supera alguna vez algo así? ¿Vuelves a sonreír como si jamás lo
hubieses presenciado?
Un buen motivo para ignorar esa sensación de terror es Marco, su hijo,
que ya es parte de mi vida y mi único anclaje con la realidad, pero también
se ha convertido en mi mayor torturador con sus «¿Cuándo veré a Mak?».
Cosa que me pregunta todos los santos días desde que nos fuimos de su
casa. ¡Para él ese hombre es como la Navidad y su cumpleaños juntos!
«¿Y para mí?».
Muevo la cabeza para deshacerme de esa pregunta impertinente y
observo el panel de Llegadas en el aeropuerto.
«En tierra», leo con respecto al vuelo en el que llegan Kai y Mía desde
Ibiza. Por fin, ¡gente nueva!, o más bien, mi mejor escudo frente a… ese
hombre con cuerpo de dios y sonrisa de diablo.
Con razón Cupido lleva pañales, siempre la está cagando…
Un centenar de personas cruzan la puerta de enlace con el exterior y
protagonizan abrazos prometidos desde que empezó la pesadilla del
COVID19. Mencionan Ibiza. Están morenos, pero ni rastro de mi hermano
y su novia.
Cuando estoy a punto de sacar el teléfono para llamarles, veo salir a un
hombre vestido de negro con un walki en la mano.
«Despejado», murmura hacia el aparato.
Kai y Mía aparecen de pronto con otro Men in black detrás de ellos.
—¡Mei! —me grita mi hermano, sonriente.
Alucino con su bronceado. Parecen Ken y Barbie Malibú. Me invade
ese tipo de envidia que no puede disimularse sin que te provoque una
úlcera, así que no lo hago.
—No pienso preguntaros qué tal os ha ido —digo verde de envidia,
cruzándome de brazos. Y no solo por su precioso tono de piel, sino por sus
sonrisas de felicidad. Ese brillo de enamoramiento inigualable y recíproco
que las solteronas aspiramos a encontrar.
—¡Estábamos deseando volver! —dice Mía, amable.
Kai la mira con una mueca divertida.
—Cariño, ¿por qué mientes?
Su cara de apuro lo hace sonreír como antaño y ella le empuja volteando
los ojos y enamorada perdida. Madre mía…
Kai me abraza con fuerza, aunque (en teoría) no deberíamos.
—Te echaba de menos. Llevo echándote de menos mucho más tiempo
que esta cuarentena… —musita en el pelo que tapa mi oído.
Me aprieto contra su cuerpo y respondo que yo también, pero omito:
«sobre todo, esta cuarentena…». Eso me lo callo.
Se separa de mí y me sonríe, pero pronto gira la cabeza buscando algo o
a alguien y lo veo levantar la mano. Sigo su mirada y…
«Por Dios…».
Las primeras estrofas de la canción I’m sexy and I Know it resuenan en
mi cabeza.
Mak está situado en un punto estratégico con una camisa blanca,
pantalón corto negro y las gafas de sol del tío del anuncio de Martini. Que
alguien me pellizque hasta hacerme sangre… ¿Cuánto tiempo lleva ahí?
Él parece responder a esa pregunta bajando la cabeza y no dejando
sonreír a su boca, que lo intenta desesperada. Igual que yo por no recordar
lo bien que huele… o cómo le preparaba el desayuno a Marco recién
levantado con el torso desnudo… o aquella noche en la que hubo un
apagón…
—Ahí está Mak —escucho decir a Kai sacándome del trance. Mi cuerpo
babea por donde puede y me veo incapaz de privarme de su imagen. I’m
sexy and I Know it!
Viene hacia nosotros y mi hermano avanza hacia él para fundirse en un
abrazo que dura algunos segundos más de la cuenta, precedido por un
empujón granuja de Kai.
—Eh, guarda la distancia de seguridad, ¿no tendrás el jodido bicho?
—No, pero tengo otro enorme aquí mismo, ¿quieres verlo? —suelta
Mak tocándose el paquete.
Mis ojos huyen de ese lugar. Más recuerdos… Sobre todo de sus
habilidades sobrenaturales en la cama.
Vuelvo a subirlos y lo descubro mirándome sin gafas.
—Hola, Mei, ¿cómo está Marco?
Sus ojos me acorralan implacables. Son tan audaces y morbosos que me
hacen sacar pecho y pensar en ofrecerle el culo…
Cuando me doy cuenta, bajo la cabeza, cohibida, y lo miro de reojo.
—Eh, hola… Bien, está bien. —Se me corta la respiración cuando lo
veo dudar entre si acercarse a por un beso o no. ¡Me refiero en la mejilla!,
no flipéis, pero el latido se pierde y mira a Mía para soltarle un «¿qué tal,
guapa?» y dárselo a ella. Maldito idiota… ¿Qué hace? ¡Kai no tiene un pelo
de tonto! Lo lógico, después de estar dos meses conviviendo juntos, es que
tengamos confianza para acercarnos y besarnos (sin leeengua). Si no lo
hacemos, sospechará.
—¿Cómo te va a ti, Mak? —me acerco a él con valentía y le planto un
casto beso de lo más normal. De lo más fraternal. De lo más colegas… en la
mandíbula. ¡Es que es alto!, y como no se lo esperaba, es a donde he
llegado…
Mak aguanta el envite, apretando los dientes. Eso sí, su mano vuela
hasta mi cintura y me achucha con una naturalidad dolorosa.
—Todo bien, lo de siempre, ya sabes…
Kai nos observa con atención y Mak me suelta, nervioso, dando una
palmada en el aire para cortar sus posibles hipótesis, seguida de un «¿Quién
tiene hambre?».
Cierro los ojos. ¿Tenía que decir justo eso?…
Comenzamos a andar hacia mi coche mientras ellos conversan y me
pierdo en mis pensamientos.
—Os seguiré con la moto hasta tu casa —oigo que le dice a Kai.
Mi hermano me pide permiso para conducir mi coche y me subo a la
parte trasera para no volver a cruzarme con esos ojos pardos. Mía hace lo
propio en el asiento del copiloto y, en cuanto cierra la puerta, se gira y me
pregunta cotilla:
—¿Qué te ocurre con Mak?
La miro estupefacta como si estuviese loca.
—¡Lo siento, lo siento! Es verdad, no es asunto mío. Pero te aviso que
Kai querrá saberlo. Entre vosotros se respira mucha tensión sexual no
resuelta… ¿o está resuelta?
Abro los ojos espantada. «Dios mío…».
—¡Perdón, perdón! —continúa Mía—. No me lo digas. Ya sé que tres
videollamadas no nos convierten en amigas, pero… ten una historia
preparada para tu hermano en tres, dos, uno…
Kai se sube al coche y con él mis gónadas a la garganta.
—¡Qué placer conducir otra vez!… —dice arrancando, feliz—. Bueno,
¿qué ha pasado en nuestra ausencia? ¡Cuéntanoslo todo, Mei!
¿Todo?…
Si lo hago, no sé a cuál de nosotros matará primero.
-2-
PADRES FORZOSOS
(Mei)
Llevo todo el día sin mirar el móvil; algo me dice que no lo haga.
Después de dejar a Kai y a Mía en su casa, he ido a por Marco. Estaba
deseando verlo después de estar toda la mañana en la agencia devolviendo
reservas de viajes y, hasta que no lo he metido en la cama y se ha dormido,
no me he visto capaz de enfrentarme a los posibles WhatsApps.
«Mierda, lo sabía…». Sabía que me escribiría algo…
Kai: He vuelto.
Lo leo y cierro los ojos con agonía.
Llevo meses temiendo que aparezcan esas palabras en mi móvil, pero ya
están aquí. Cuando se entere de lo que ha pasado con sus hermanas, somos
hombres muertos. Sobre todo yo…
«Maldita Ani…».
Ni siquiera haría falta que cumpliera su amenaza y lo contara todo.
Estoy seguro de que a Mak y a mí se nos notará en la cara en cuanto
estemos a solas con él. ¿O vamos a fingir que seguimos siendo los mejores
amigos? A Kai no se le escapa una. No se le engaña ni fácil ni difícilmente.
Él único capaz de engañarlo es él mismo.
La pequeña Morgan había hecho saltar por los aires mi mundo, como se
había propuesto en el hospital, pero todavía podía prenderle fuego a los
restos…
¿Quién le dio ese poder?
No sé de qué me extraño. La primera vez que la vi en su tienda, mi polla
protestó en los pantalones. ¡Era mi jodido tipo al pie de la letra!Una hard
woman camuflada detrás de un moño de pelo color rosa bebé. Tenía la
astucia y la belleza de sus hermanos mayores elevado a la enésima potencia.
También una mayor pedrada, qué le vamos a hacer, pero era totalmente
impredecible, incontrolable… ¡irresistible, joder!
Saltaba a la vista que era rarita. Que vivía en su propio mundo sociópata
y que odiaba a Kai más que el resto de sus hermanos, todo un misterio; la
única pista era que Kai no la odiaba a ella en absoluto. Recuerdo que,
cuando estábamos en la universidad, era su ojito derecho. Su criatura
extraña concebida bajo sus dogmas. Y un día apareció en su habitación,
mientras yo esperaba a que Kai saliera de la ducha para irnos.
Me pareció una adolescente con mucha personalidad. Llevaba dos
trenzas gruesas llenas de mechas de colores, los ojos con dos estrellas
pintadas a los lados y una camiseta de arcoíris con un agujero enorme en el
centro.
Entró muy decidida y fue directa a tocar algo de encima de la mesa.
—Hola… —comencé—. Siento mucho lo de tus padres…
No contestó. Solo se dedicó a mirarme con detenimiento, estudiando
mis piernas, mis brazos, la ropa que llevaba y hasta se fijó en mis zapatillas,
pero ignoró que le estuviera hablando.
Por aquel entonces, yo llevaba el pelo por la barbilla y estaba sentado en
el escritorio de Kai ojeando un cómic con los pies apoyados sobre un baúl
que había delante de su cama.
—¿Qué tal el instituto? —probé otra vez, sin soltar el tebeo.
Ani me miró a los ojos, curiosa, y terminó acercándose sigilosa. Al estar
de pie, quedaba por encima de mí, y de repente, me cogió la cara con las
dos manos y se agachó. Sus pulgares me acariciaron durante un segundo
antes de juntar sus labios con los míos.
«Estooo…».
No me moví, pero ella abrió la boca y me metió la lengua hasta la
campanilla. No era como ese beso apretado que te das a los ocho años
debajo de una cama con tu vecina. Ella me obligó a cerrar los ojos como
acto reflejo al sentir la calidez de su saliva, pero pronto volví a abrirlos al
máximo, impactado.
Cuando se separó de mí ni siquiera me miró. Se fue sin decir nada, y
durante días llegué a pensar que me lo había imaginado.
Poco después, me salió preguntarle a Kai:
—¿Cómo está tu hermana Ani? ¿Qué tal lleva lo de tus padres?…
—Está algo más huraña de lo normal, pero bien, no parece haberle
traumatizado ni nada parecido… Está como si nada.
—¿Y eso no te parece raro?
—Bueno, siempre ha ido muy a su bola, desde pequeña. Suele ir
contracorriente y es bastante anárquica.
«Ni que lo digas…», pensé recordando el beso.
—Al menos no tiene un alma provocadora como Mei —apuntó Kai,
aliviado—. No tengo que preocuparme de que atraiga a tíos peligrosos con
vestidos imposibles. Entre su look alternativo y que es bastante borde, no
hay problema —sonrió con orgullo.
Por supuesto no corregí sus palabras contándole que me había asediado
en su habitación. Puede que Mei estuviera disfrutando de haber sido
aceptada en el grupito de las populares y llevara un cartel gigante de que
buscaba tema, pero los impulsos de Ani frente a los desconocidos, me
parecían mucho más preocupantes…
No quise meterme mucho, y luego, Kai y yo nos distanciamos cuando
empezó a ir por el mal camino…
Volver a ver a Ani doce años después me dejó en shock. En sus ojos
vivía la misma chica, no otra más madura y desmotivada, ¡la misma! El
problema era que estaba el triple de buena. «Muy bonito, Kai…».
Al cruzar las primeras palabras deduje que me volvería loco en menos
de 24 horas. Einstein decía que los intelectuales resuelven problemas y los
genios los previene, y eso hice. Porque yo era un tío serio y ella un duende
del bosque, así que me hice el despistado todo lo que pude. Dormité hasta la
una en una silla y luego me levanté para estirar las piernas. Estudié la tienda
y me acerqué a las golosinas.
—¿Puedo coger una?
—¿Tienes dinero para pagarla? —replicó rápida.
—Claro, simpática…
Cogí una bolsa y metí tres o cuatro.
—Ochenta centimos.
—Toma —le ofrecí un billete de cien euros.
—¿Estás de coña?
—Nop. Cóbrame, por favor, encanto…
—Invita la casa… —masculló molesta.
—¡Qué amable! —sonreí sarcástico.
—No sabía que a los matones les gustaran los caramelos…
—No soy un matón.
—Sí que lo eres.
—Te equivocas.
—Ya verás —Ella cogió su móvil y buscó en google la palabra—.
«Persona pendenciera que emplea la fuerza para obligar a los demás a hacer
algo».
—No se ajusta a mí —protesté—, he sido muy pacífico contigo.
—Pues esta otra: «Hombre, generalmente de aspecto fuerte y robusto,
que no pertenece a un cuerpo de seguridad y se contrata para proteger la
integridad física de una persona o de una cosa» —sonrió Ani—. Eres un
matón.
—No por eso voy a dejar de comer golosinas —dije metiéndome una en
la boca y masticando con exageración.
Volví a sentarme en mi sitio y navegué por las redes un rato. Luego salí
a fumar y a hablar por teléfono… Todo por no verla. Y sobre las tres, ella
salió de su puesto.
—Voy a cerrar.
—Genial —Estaba hasta los cojones de estar allí—. ¿A dónde vas?
—A comer.
—¿A casa?
—Sí. ¡No…! Eh, creo que hoy comeré en un bar de por aquí…
—Está bien, te sigo.
—¿Qué? —dijo ella frenando en seco.
—Tengo que escoltarte. Si vas a comer, yo estaré en la barra. Si vas al
baño, esperaré en la puerta, y así, hasta el lunes —sonreí falso.
—¡Será una broma!
—¿Tengo pinta de malgastar saliva?
—Mejor me callo de lo que tienes pinta… —Pasó de largo hacia la
puerta y salí detrás de ella con una sonrisa en los labios. Enfadarla era un
vicio.
Fue entonces cuando me fijé en el tatuaje de su cuello. Eran unas
pequeñas alas de ángel abiertas. Y recuerdo pensar que de santa tenía poco,
pero divina era un rato.
Cerró la persiana metálica y mis ojos aprovecharon para escanearla a
full. Llevaba un peto, amigos… un jodido peto de pantalón corto azul claro
y una camiseta de tirantes verde neón. Pude ver mejor el tatuaje de su
brazo, un magnífico tribal, y cómo se ponía unas Ray-ban fucsias y se
encendía un cigarrillo. La tenía dura no, lo siguiente…
—Vamos —rezongó comenzando a andar.
Doblamos la esquina y entramos en un bar que tenía una pizarra fuera
con un menú. Ella lo ojeó hasta que se terminó el pitillo. Yo no me molesté;
me tomaría una cerveza y un pincho en la barra. Pero cuando se sentó y me
alejé un poco dijo:
—¿Quién crees que soy? ¿Lady Di? ¡Siéntate conmigo!
Y lo hice. Solo un gilipollas caería en la trampa.
—Pensaba que Kai y tú dejasteis de ser amigos cuando lo metieron en la
cárcel —dijo después de que nos tomaran nota de la comanda.
—En realidad, dejamos de ser amigos bastante antes.
—¿Por qué?
—Diferencias irreconciliables.
—No lo serían tanto si ahora trabajas para él…
—No trabajo para él, trabajo con él.
—Pero le perdonaste.
—La gente cambia.
—¡Ja!, no sabía que eras el último romántico.
Sonreí a regañadientes. Arpía 1 - Matón 0.
—¿Te han dicho alguna vez que eres encantadora? —dije con retintín
—. Seguro que tienes muchos amigos…
—Solo con derecho a roce —sonrió lasciva.
Fantástico… Cuando estaba cachondo se me quitaba el hambre.
—¿Derecho, dices? Yo lo llamaría más bien privilegio…
Me sonrió de una forma que noté cómo manchaba los calzoncillos.
—No te esfuerces, Luki, no soy de esas chicas que se derriten con
comentarios rebuscados. A mí todo me resbala. Tengo una extraña
disfunción: no siento nada. Mis emociones están apagadas desde antes del
2000. Por eso te besé aquel día, solo quería comprobar una cosa. ¿Y sabes
qué? Quedó corroborado. ¡Eras muy mono!, pero nada. Fue como besar el
mando de la tele.
—¡Eh, yo suelo besar a mi mando!, con toda mi alma, además…
Ella sonrió un poco.
¿Una chica sin sentimientos? A simple vista, parecía una lotería, pero su
cartel de «podrás invadir mi cuerpo, pero jamás mi corazón», me irritaba de
un modo curioso. Y mi curiosidad siempre ha sido suicida. Ani era delgada
y bajita, una maldita muñequita aparentemente manejable, pero en el fondo,
ella movía los hilos hacia donde quería.
—Y esta noche… ¿qué harás? —me preguntó, inocente, levantando una
comisura traviesa—. ¿Te vas a quedar en la puerta de mi habitación como
un perro guardián?
—Sí, a no ser que me hagas un hueco en tu cama —repliqué audaz.
—Puede que lo haga —respondió antes de beber un trago de su cerveza
con limón sin dejar de mirarme.
«Cuando las cosas empiezan así, ¿cómo acaban, Luki?», me avisé, pero
no sirvió de mucho. Toda la comida fue un puto orgasmo oral. Quizá algún
día, dentro de muchos años, volviera a buscarla a su estúpida tienda de
caramelos y me la follara contra la ventanilla de apuestas. Ella seguiría
soltera, porque no soportaría a ningún imbécil que tuviera la suerte de
ligársela. Alguien tan borde encajaría genial conmigo… y puede que con
algún otro capullo de Finlandia, pero juraría que no había nadie más afín a
mí en esta puta ciudad. Esas cosas se saben, se sienten, la química no
miente. Es ciencia. Y eso me asustó, porque tuve tan claro que algún día me
correría dentro de ella, que empecé a temer por mi vida.
Pensaba que esa certeza me volvería loco, y prometo que, a las dos
horas, ya estaba deseando perderla de vista por el bien de mi integridad.
Pero cuando llegamos a su casa y metió la llave en la puerta, ocurrió algo
inesperado. Había alguien dentro.
Me moví con rapidez y pegué mi espalda a la pared, arrastrándola
conmigo. La retuve apretándola contra mí, con una mano tapándole la boca
y en la otra mi pipa. Me la llevé a los labios junto con el dedo índice para
indicarle que se callara, y entonces lo vi… Sus ojos verdes, idénticos a los
de Kai, me miraron desorbitados evocando algo que hacía siglos que no
sentía: miedo. Había una chica distinta al otro lado de esa emoción. Una
emoción tan primaria y transitoria, que lograría sacarte del ostracismo más
oscuro. Y pensé: «Ahí estás, pequeña Morgan». Esa fue la primera vez que
vi a la verdadera Ani, cuando hundió la cabeza en mi pecho, presa del
pánico.
Pero de pronto, se escuchó la voz de un niño y bajé el arma. Ani quitó
mi mano de su boca, enfadada, y exclamó: ¡Es Mei, idiota!
«Hola de nuevo, Cruella de Vil».
Avanzamos por el pasillo y me encontré a Mak a un lado de la puerta
del salón, listo para asaltar a quien entrara en la estancia.
—¡Joder, qué puto susto! —me increpó al verme.
Al margen de eso, el ambiente ofrecía una estampa muy familiar. Había
un niño jugando en el suelo, una chica tumbada en el sofá y un periódico
abandonado sobre una mesa. Pero…
—¡Ani! —saludó Mei desde el sofá. La reconocí a pesar de que había
cambiado bastante. Ya no era una muñeca de «mírame y no me toques»
llena de laca y maquillaje; parecía normal.
—Hola —respondió mi chica sin mucha ilusión—. ¿Qué haces aún
aquí?…
—Kai ha dicho que no vaya a mi casa hasta el lunes… por si acaso.
—Fabuloso… —resopló Ani sin fingir su fastidio.
En ese momento, fui consciente de cómo Mak se fijaba en mi ninfa. El
puto fin…
—¡Hola!, yo soy Mak —se adelantó mi mejor amigo, nervioso y
totalmente encandilado. ¡Vaya cara de gilipollas!… Pff.
—Ani —Alzó la mano con una mirada coqueta, y Mak hizo su habitual
gesto de llevársela a la boca con rapidez con un «encantado» meloso.
¡Estábamos perdidos!
A la otra hermana esa interacción también le pareció bobalicona, por no
hablar de la molesta baba imaginaria que inundaba el salón.
—¿Habéis comido aquí? —preguntó Ani.
—No, en el Centro Comercial. Necesitábamos ropa y juguetes para
Marco.
A raíz de esa explicación, Ani reparó en el niño. Anduvo hasta él y se
agachó.
—Hola, campeón, ¿a qué estás jugando?
«Genial… le molan los niños». Bueno, algo malo tenía que tener…
No es que no me gustasen los humanos dependientes, pero… lejos.
Mak me miró y puso la misma cara que una vez cuando se la pilló con
la cremallera. Y lo entendí. Porque esto era algo parecido. Resumiendo:
nuestras pollas iban a sufrir y mucho. Vaya dos…
Observé a Mei por un momento, seguía siendo guapísima, pero parecía
más madura, lo que le restaba morbo. Mejor, con una Morgan diabólica ya
teníamos problemas suficientes. Además, aquella era la hermana a la que
habían secuestrado; debía estar hecha una mierda…
—Hola, soy Lucas —la saludé. Apenas habíamos hablado nunca.
—Ya… Tú también eras policía, ¿no? —preguntó confusa.
—Sí, Mak y yo nos conocimos en la academia del Grupo Especial de
Operaciones.
—¿Sois geos? —adivinó Ani desde el suelo, muy interesada.
—Lo éramos. Nadie aguanta mucho tiempo en ese tipo de trabajo.
—Dicen que es muy difícil entrar, que las pruebas son muy duras.
—Sí, solo dejan entrar a los locos —intenté hacerme el gracioso.
—¿Y por qué lo dejasteis? —preguntó Mei curiosa.
Mak y yo nos miramos. No podíamos decirles la verdad. En la vida de
un geo casi todo es alto secreto y aprendes a mentir rápido.
—Kai nos ofreció una vida mejor.
Con eso debería bastar.
—Pero… ¿tú de qué conocías a mi hermano? —cuestionó Mei,
suspicaz, mirando a Mak—. ¿Abandonaste una oposición en la policía por
él? ¿Por qué?
—No. Yo lo dejé antes. Era muy duro… —mintió Mak, acorralado.
—Vaya…
Todos nos giramos hacia Ani por su tono de decepción. Nos miró y
aclaró: «es que parecías… ya sabes, un «tío duro»…», sonrió.
—Solo algunas partes, cariño.
Ese era Mak… Si alguien esperaba que se callara una réplica así, es que
no lo conocía. ¡No callaba ni con un arma atravesada en el gaznate! No
entiendo cómo duró seis meses de geo, si era incapaz de guardar un puto
secreto o pensamiento o chiste. Todo fuera. Tomad y comed.
Mi musa sonrió con guasa ante la provocación. ¡Se avecinaba un
problema de los que solo se solucionan con bolas chinas!
Nos fuimos de esa casa magnética cerca de las seis de la tarde,
confirmando que un coche patrulla vigilaba el edificio por miedo a un
nuevo intento de secuestro, y Mak y yo llegamos a nuestro hogar por
separado, cada uno en su medio de transporte. Paradojas de la vida, eso sí
nos costaba compartirlo.
Bueno, en realidad, el adosado era de Mak. Yo prefería no tener
propiedades inmobiliarias a mi nombre; nadie las reclamaría en caso de
defunción. Fui hijo único, y para mis padres era como si estuviese muerto
desde que creyeron que dejé la policía para pasarme al lado oscuro. Gajes
del oficio. Pero lo irónico es que, en realidad, me hicieron la cruz mucho
antes; cuando dejé Empresariales para convertirme en policía. La mía era
una de esas familias en las que, o haces lo que ellos quieren, o debes
abandonar el reino y te desheredan de todo. Pero yo no quería una jaula de
oro. Y menos, si con Kai podía tenerla de diamante. ¡Es broma! Le dije, por
activa y por pasiva, que no quería su puto dinero manchado de droga, pero
el cabrón, como siempre, se las ingenió para hinchar las facturas de mi
puesto por todas partes. Y un año después, tenía dos millones en el banco,
completamente blanqueados, escupiendo dividendos sin parar. Hasta que un
día, no pude más y le dije:
—Ya basta… Deja de hacer eso…
Él me mantuvo la mirada y sonrió arrogante para decirme algo que me
cambió la vida.
—Me alegra saber tu precio, por fin.
—¿Qué? ¿Qué precio? —dije enfurruñado. Odiaba que pensase que mi
lealtad era pagada. ¡Si me quejaba precisamente de eso! No estaba a su lado
por ese motivo, y a menudo hacía que me sintiera comprado.
—Me refiero al precio de mi confianza.
—¿Y qué precio es ese?
—El mismo que el de tu libertad.
Con Kai era así. Necesité un café para asimilar el impacto, pero venía a
decir que: solo confiaría en mí cuando fuera un hombre libre. No quería
esclavos.
—Ahora mismo, ya tienes dinero suficiente para hacer lo que te plazca
en la vida sin depender de nadie —comenzó paternalista—, acaríciala,
porque es una sensación al alcance de muy pocos, y te hace conocerte a ti
mismo como ninguna otra.
—Mis objetivos no han cambiado.
—Siempre fuiste un Luke Skywalker —Sonrió de una forma que me
recordó al chico que una vez fue mi amigo—. ¿Estás seguro? Podrías
largarte de aquí, huir a Tahití y casarte con una mujer maravillosa que te
diera unos masajes de puta madre todos los días en vuestra cabañita a pie de
playa.
—No se me ha perdido nada en Tahití —respondí terco.
—Es evidente, si no, ya lo habrías hecho… —concluyó mirándome con
orgullo—. Ahora sé que estás justo donde quieres estar. Ahora confío en ti
—se acercó y me abrazó como si me hubiese echado mucho de menos.
¡Puto Kai!, te contagiaba su pasión solo con su forma de ser. Te hacía
sentir un tío importante, como ese que mantiene la mirada en una película al
son de una banda sonora épica. Por eso no entendía cómo habíamos podido
fallarle así…
Además lo hablamos. No fue algo que surgió de pronto en una noche de
borrachera.
Después de ese primer día con las chicas, cuando llegamos a casa,
abordé el tema durante la cena con Mak. Solíamos comer en el sofá
mientras veíamos la tele, pero aquel día teníamos tanto de qué hablar que
nos quedamos en la mesa alta de la cocina americana.
—¿Te lo puedes creer? ¡Kit mató a Lara! Joder, tío… ¡Me la he follado
unas cuantas veces! —empezó Mak, alucinado.
—Yo no —razoné sorprendido—. Siempre me dio mal rollo esa tía, te
lo dije. Cualquiera es capaz de matar a alguien en un acto impulsivo, pero
esa alevosía yo se la vi en la mirada desde el principio.
—¡Tú siempre ves cosas donde no las hay! —me acusó divertido.
—Ya, ¡pero esta vez, tenía razón! Cuando alguien no me entra, no me
entra…
—Vale, pero admite que cada día te entra menos gente, últimamente
estás muy quisquilloso con las tías.
—Eso no es cierto y Ani Morgan es un buen ejemplo… —mascullé.
No me hizo falta decir más… Mak me miró pícaro y silbó.
—Joder… ¡es que eso es un Ferrari!
—Sí, uno en el que no podemos dar una vuelta ni locos…
—Ya lo sé, hombre… pero… ¿qué tal te ha ido hoy con ella?
—Mal.
—¿Por qué?
—¡Porque tiene las llaves puestas! —exclamé tapándome la cara.
Mak soltó una risotada y negó con la cabeza.
—¿Qué ha pasado exactamente?
—Nada, pero… ¿sabes eso de que el primer beso no se da con la boca,
sino con los ojos? Pues me ha estado morreando toda la comida.
—Buf… ¡sería perfecta para nosotros!…
—Sí, pero Mak… es su hermana, ¿vale?… Kai nos mataría.
—¿Has visto su piercing en la lengua?
—¡Para, joder, esto no tiene gracia! —me reí recordando el gusto que
dan esos cacharros—. Hay que encontrar pronto al tío que secuestró a
Mei… ¡y alejarnos de ellas para siempre!
—¡Yo no quiero, a mí me gustan las Morgan! —proclamó como un niño
—. Y a Kai se le cae la baba, si lo hubieses visto esta mañana, ¡parecía otro!
—dijo soñador—. Sus hermanas le importan más de lo que dice.
—Pues entonces será mejor que no la caguemos con ellas, ¿no?
—Cierto.
Y en ese momento lo tuvimos claro, pero nadie podía prever que, solo
una semana después, las tendríamos confinadas en nuestros dominios las 24
horas, con bikinis y alcohol de por medio…
Ha llegado el momento.
Me preocupo porque no sé cómo voy a disimular mi estado depresivo
cuando Kai me pregunte qué tal me va la vida…
-4-
THE AFFAIRE
(Mak)
«Buena chica».
Porque estar enamorado de ella no es reseñable. ¡En absoluto!
-5-
LA REINA DEL SUR
(Mía)
Ding Dong.
Suena el timbre de mi casa. Bueno, es la de Kai, pero según él lo suyo
es mío, así que ahora soy como La Reina del Sur, modo preñado.
Esta reunión me hace especial ilusión. Tengo muchas ganas de verlos a
todos otra vez y… ¡de comunicarle a alguien que vamos a ser padres!,
porque, hace un par de días, cuando llegamos de Ibiza, fuimos a cenar a
casa de Luz para soltar la bomba, pero fue… horrible.
Mi madre nos abrió la puerta y se puso muy contenta de vernos. Todo
pintaba bien. Me abrazó efusiva con un «¡qué guapa estás!». Y quise
soltarle:
«Elemental, querida mami, estoy en estado de buena esperanza», pero
me callé e hice caso a Kai. «Mejor esperar al postre».
—¡Mía! —chilló mi hermana al verme y vino corriendo hacia mí.
Me agaché para recibir el impacto en un lugar seguro. Estaba de cuatro
meses y, aunque con cualquier prenda ancha no se me notaba nada, ya había
un diminuto bulto en mi abdomen que pronto sería ineludible.
—¡Ratona! ¡Madre mía, qué mayor estás! ¡Pareces de diez años!
Maya sonrió orgullosa.
—¡Pues sigo teniendo ocho!
—Has crecido un montón —exclamé con cariño. Desde que estaba
embarazada, todos los niños que veía me producían una ternura infinita.
Estaba fabricando amor a pleno rendimiento.
—¡Ven a ver a los gatos! —exclamó ilusionada, arrastrándome dentro.
—Mía… —me avisó Kai.
—¿Qué?
Subió las cejas. Se suponía que debía pillar lo que trataba de decirme,
pero a menudo me perdía en esos ojazos verdes, o en su pelo, o en esa boca
que había pronunciado mi nombre de la misma forma tantas veces mientras
empujaba entre mis piernas empecinado en partirme por la mitad que…
—¿No querías ir al baño primero?
Arrugué el ceño y él abrió más los ojos, insistiendo.
—¡Ah!, sí, sí…
Poco después me enteré de que estaba preocupado por el mito de la
toxoplasmosis y el embarazo, y no quería que me acercara a los gatos.
—¿Sabes las posibilidades que hay de que un felino doméstico,
vacunado y controlado, contagie la toxoplasmosis a una persona?
—Por si acaso…
—¡Son prácticamente nulas! Si el gato no tiene la enfermedad, no puede
contagiarla. No es algo que vaya implícito en ellos.
—¿Estás segura? —me dijo con ojitos preocupados.
Y sonreí. Aún no había nacido y la vena protectora de los Morgan ya
arreciaba con fuerza.
—Síiii. No te preocupes, ¿vale?
En la cena hablamos del COVID en general. Les contamos lo cómodos
que habíamos estado en la casita de la playa y tranquilicé a mi madre
informándola de que había podido hacer los últimos exámenes de la
universidad de forma on line.
—¡Eso es fantástico, cariño! Ya pensaba que no podrías graduarte.
—Pues sí, ¡ya está todo hecho! —dije sintiéndome responsable.
—¡Felicidades! Y ¿qué vas a hacer ahora? No le digas que te lo he
dicho pero… ¡Alberto te ha estado buscando algo para este verano! Tiene
un amigo en Londres que tiene un hotel y podría ser una experiencia
buenísima. ¿No crees, Kai?
El pobre se quedó de una pieza. Podía enfrentar a mafiosos cabreados,
pero ¿a su suegra? Niente. Dar por hecho que él iba a estar de acuerdo en
permanecer separados, no invitó a comunicarle que el próximo otoño la
haríamos abuela con cuarenta y cinco años, los nuevos 35…
—Eh… sí, claro, podemos estudiarlo…
Lo miré alucinada ante esa respuesta. «¿Qué coño hace?»
—¿Y tú, qué tienes pensando hacer con el Club, Kai? —comenzó su
abuela—. ¿Cuándo lo abrirás? ¿Podrás con el aforo completo?
—Creo que no, pero al tener terraza…
—Entonces, te sobrará plantilla, ¿verdad? —inquirió mi madre—. Por
Mía no te preocupes, ¡ya lo tiene!, pero yo no te he dicho nada, ¿eh? —me
sonrió pizpireta.
«Esto… que alguien me haga una corbata colombiana, por favor».
No se me ocurrió otra cosa que desviar el foco de atención hacia
nuestros largos paseos para sanar mi pierna en la fase 1 del estado de alarma
por la pandemia. La verdad es que era sorprendente que me hubiera
recuperado tan rápido, aunque todavía se me resentía un poco la
articulación si le metía mucho tute.
Decidimos esperar para anunciarlo y que la ecografía para la que
teníamos cita esa misma semana hablara por sí sola la próxima vez. Por eso
yo estaba ansiosa por contárselo a alguien. ¡A quien fuera!
Abro la puerta para recibir a nuestro primer invitado de la noche y es…
¡Mei! Con un niño a su lado. «Ains, qué monada…».
—¡Hola! —los saludo con alegría—. Bienvenidos.
Mei me sonríe, pero enseguida el niño absorbe toda mi atención.
—¿Cómo te llamas? —pregunto a sabiendas de quién es y lo que le
ocurrió a su madre.
—Marco —contesta, cohibido, agarrándose a la pierna de Mei.
—Ala… ¡eso es muy seda-China-helado-MarcoPolo! ¿Conoces a Marco
Polo?
—¿Tenéis helados? —se interesa el niño.
—Pues claro que tenemos, ¿cuál quieres? —contesta Kai apareciendo
de la nada, con ese tono de voz que promete bajarte la luna si es eso lo que
necesitas.
Saluda a Mei con un beso y se agacha junto al niño.
—¿De qué lo quieres, campeón?
—De chocolate.
—¿De chocolate? —Kai se lo sube al pecho—. Ven conmigo, vamos a
investigar si hay en el congelador…
Me derrito enterita. Mi chico necesita un corte de pelo antes de que se
transforme en Brad Pitt en Leyendas de Pasión y me muera de gusto.
—¿Ha llegado alguien ya? —me pregunta Mei con algo de ¿pavor?
—No, aún, no. Ven, pasa.
—Vaya casa… —murmura embobada.
—Yo tampoco termino de acostumbrarme —digo cerrando la puerta.
—¿No crees que será violento para Roi volver aquí? —dice de pronto
—. Yo cada vez que paso por el polígono de la A7 con el coche, se me pone
la piel de gallina…
La miro con pena porque la entiendo. Ya habíamos pensado en ello.
—Kai remodeló toda la planta a raíz de lo que ocurrió… Y aún así, creo
que nos terminaremos mudando… —digo acariciándome la tripa.
Mei registra el gesto y sus ojos se agrandan. Nos entendemos sin decir
nada. Es tarde para negar la respuesta a la pregunta que aparece en el aire;
soy pésima mintiendo. Así que sonrío y ella se contagia, todavía alucinada.
Me llevo un dedo a la boca y Mei se la tapa para detener su grito. Los tres
reyes magos usan una palabra para comunicarse… nosotras ni eso. ¡Son
unos aficionados!
En ese momento, llaman al timbre y tardo en abrirla dos segundos.
—¡Hola!
Es Luk. Busco a su sombra detrás de él y… viene solo.
—Hola, guapa —me dice dándome un pequeño abrazo—. ¿Cómo estás?
—Y me suena muy clínico. Me mira el estómago. ¡Lo sabe!
—Bien… —digo extrañada.
—Me alegro… —En cuanto ve a Mei, yo dejo de existir. ¿Qué le
ocurre? Capto que ella no quiere saludarle. ¿Por qué? Luk se acerca a Mei
con cautela y ella reprime un impulso de huir. ¡Me muero por empujarles
hacia un diván y comenzar la terapia!
—Hola… ¿qué tal te va? —le pregunta con cuidado.
—Bien… —responde Mei mirando al suelo y aceptando su beso en la
mejilla a regañadientes, sin devolvérselo.
—Pasad, ¡Kai está en la cocina! —digo rompiendo la intensidad. Me he
visto en la obligación de salvar a Mei. Y era eso o patada voladora hacia la
nariz de Luk…
Cuando Kai ve a su amigo sonríe con sus preciosos labios y la mirada le
brilla, pero de repente se le apaga y pregunta:
—¿Vienes solo?
—Sí, tenía un recado que hacer antes de venir…
—¿Algo o alguien? —sonríe Kai, juguetón.
Luk no contesta y llaman al timbre. Mei ya está amenazando al pobre
niño de que si no cena por comerse ese helado, se enfadará.
—Voy yo —me dice Kai.
Acomodo a los primeros visitantes en la zona de estar, cerca de una gran
mesa decorada con mucho estilo por alguien que no soy yo.
Kai y Roi aparecen. Y es chocante que no pueda apartar las manos de
él. Se le permite. Algunas noches, en Ibiza, se despertaba gritando su
nombre…
Roi saluda a Mei como alguien que hace tiempo que no ve, pero a Luk
no… su saludo es el que se darían dos personas que se han visto esta tarde.
Achico los ojos. O estar embarazada me hace flipar o…
Ding Dong.
Kai pone los ojos en blanco.
—El próximo día esperáis abajo y hasta que no estéis todos, no llaméis
—farfulla desapareciendo de nuevo.
—¿Cómo estás, Roi? —pregunto afable—. ¿Has vuelto al trabajo?
—Sí —contesta contento, dándome un abrazo muy esponjoso—. Ya
estoy como un roble, ¿qué tal tú? —pregunta enigmático con un secreto en
la mirada.
—Todo en orden.
Kai aparece con Mak y Ani en el salón y de repente ocurre algo
inesperado. El ambiente cambia. Se palpa la tensión. Hay un cruce de
miradas que solo yo parezco captar.
Mei mira a los recién llegados, dolida.
Ani mira a Mei, arrepentida.
Luk observa a Ani, que rehuye su mirada.
Mak mira Luk, bastante atravesado…
Y de pronto, todos miran a Kai con cara de… «¡CULPABLES!».
«Sexo-chocolate-esposas-Cuba».
…
Oy, oy, oy… ¿Qué ha pasado aquí? ¿Se han liado? ¡Que me da!
Gritaría, pero tengo que intentar disimular, porque Kai está a medio
segundo de bajarse de su arcoíris de todos juntos bajo mi techo y darse
cuenta de que aquí se están rememorando orgasmos.
—¡¡Estoy embarazada!! —grito de repente.
Todo el mundo me mira, hasta el niño se ha quedado con la lengua
fuera, a medio camino de degustar su helado. Y me extraña ver que es el
único que parece realmente sorprendido.
—¿Por qué no tenéis cara de sorpresa? —pregunto mosqueada.
—Porque ya lo saben… —admite Roi con una sonrisa convicta.
—¡Me prometiste que no lo dirías!
—Mis días de ocultar secretos han terminado. Pero que conste que yo
solo se lo dije a Mak.
Lo miro.
—Yo solo se lo dije a Mei.
La miro.
—Yo a Ani.
¡Alucino!
—Yo a Luk… —contesta la aludida, encogiéndose de hombros.
Miro a Kai y me sonríe como el niño que hay en su interior. Esa réplica
perfecta que espero que salga de dentro d mí.
—Vale… Sorpreeesa… —murmuro alicaída. Y todos responden
exclamando felicitaciones y dándome la enhorabuena, mientras leo en sus
caras que es lo último que podrían desear en este momento, y yo pensaba
como ellos… hasta que me enamoré como una loca. Pero se equivocan si
piensan que no me he llevado mi ración de secretos. En la última frase que
ha dicho cada uno está la información precisa que necesito para empezar a
resolver este rompecabezas. La cadenita del cotilleo ha sido Roi-Mak-Mei-
Ani-Luk. Ya casi lo tengo…
—Hola, ¿llego tarde? —dice alguien detrás de mí.
Me giro y veo a Vicky. Casi no la reconozco vestida normal, con las
raíces más oscuras, el pelo más granate y menos maquillaje.
—¿Quién está embarazada? —pregunta asustada.
—Yo.
—¡¿No jodas?! ¡Kai, ¿qué coño le has hecho?! —dice enfadada.
Sonrío y la abrazo con fuerza. Esa es la emoción que me hacía falta ver.
Compartir con alguien lo flipante, aterrador y jodido que puede ser llevar
una vida dentro. Voy a necesitar a una amiga como Vicky a mi lado en todo
esto. Además, prefiero que no sea una Morgan, porque parecen estar hasta
el cuello de problemas.
De pronto, Vicky mira a Roi y lo saluda con un respeto poco común en
ella. ¡Eso es! ¡Ahí esta la clave!
Sé de buena tinta que esos dos se han acostado, ella misma me lo dijo, y
es la misma maldita mirada que tienen todos. ¿Qué clase de salseo ha
habido en casa de Chip y Chop esta cuarentena? Me lo imagino y me da un
mareo. Recuerdo cómo bailan las sombras. Recuerdo cómo son cuando se
ponen juguetones y también que Ani es de armas tomar… pero cuando la he
visto, no he notado a esa chica, ¡había otra en su lugar! Ani, con la que
apenas he cruzado un par de frases en mi vida, parece que ha dejado de ser
una capulla para convertirse en mariposa… ¿Cómo demonios…?
—Mía… —me interrumpe Kai—, ¿nos sentamos a cenar?
—¡Sí!… —respondo exaltada al ver que me he quedado sola. Mi chico
me da un beso en la cabeza, comprensivo, y me arrastra hacia donde están
todos. Sabe que a veces me concentro demasiado pensando en mis cosas y
que el resto del mundo desaparece para mí. Menos mal que me rescata o me
veo toda la noche plantada como una estatua, al lado del televisor,
haciéndome pis encima, mientras pienso en salsas de todo tipo, color y
textura… ¡y puedo seguir haciéndolo perfectamente sentada en la mesa!
No dejo de pensar que no siento la clásica complicidad entre Luk y
Mak, ¡también ha desaparecido! Y me da escalofríos que Kai se percate.
Pero, de momento, está demasiado ocupado embelesado con las sonrisas
tímidas que le manda Ani ante sus intentos por hablar con ella. No lo
entiendo… ¡se ha pasado la cuarentena rechazando estar presente en las
videollamadas! ¿Qué ha cambiado? La hemos visto muy poco, solo algunas
veces que Luk la perseguía por la casa con el ordenador a cuestas, hasta que
se encerraba en un cuarto.
De repente, el niño se levanta de la mesa y todo el mundo observa su
trayectoria. Se ha pasado la cena colgando como un mono de Mak.
Intentando llamar su atención. Enseñándole cómo come, cómo bebe, se nota
un feeling especial entre ellos, pero en estos momentos llega a las piernas
de Kai y resultan cómicos sus intentos por subirse sin pedir permiso. Al
final, Kai le empuja del culo, ayudándolo a subir, y el niño va directo a su
oreja para contarle un secreto.
«¡No se lo digas, niño! ¡No sueltes todo lo que has presenciado
confinado en la misma casa que ellos!».
—¿Hay más helado? —se escucha perfectamente.
Kai sonríe travieso y asiente.
—Vale, pero no se lo digas a mi madre —suelta el niño sin pensar.
La estupefacción nos atraviesa a todos. Duele pensar que Mei no es su
verdadera madre, pero… Lo ha dicho tan sin pensar, que….
Noto que mis ojos se encharcan y respiro hondo para evitar que se me
escape una lagrimita sensiblera. Miro a Mei, y casi puedo sentir su corazón
yendo a mil por hora.
Ella se levanta sigilosamente, con indicios de estar aguantando el llanto,
y se ausenta de la mesa para no explotar con tanto público.
Kai, que se ha dado cuenta y no quiere que el niño lo descubra, le sigue
la corriente.
—No te preocupes, será nuestro secreto, ¿de acuerdo? Tuyo y mío. Solo
nuestro. Y le acaricia la cara con la mano para obligarle a cerrar los ojos a
su paso.
Entonces se escucha retroceder una silla y nuestros cuellos buscan el
sonido. Ani está de pie, con la vista clavada en Kai y el niño. ¡Otra pirada!
Se muerde los labios y desaparece con rapidez por la puerta entreabierta
que da al jardín, con un sofoco monumental. Miro a las sombras… «¡Esto
huele a culpa vuestra!», parezco decirles con la mirada, porque se levantan,
asustados, y cada uno se va en busca de una hermana. Mak a por Mei y Luk
a por Ani.
Parpadeo perpleja. ¡Bingo!
Kai se levanta, rumiando lo que acaba de ver, y acompaña al niño de
nuevo a la nevera.
—¿A dónde han ido todos? —pregunto anonadada.
Roi mira al techo y se estira, parece cansado.
—Yo hace mucho que dejé de intentar entender a mis hermanas…
—¿A tus hermanas o a las mujeres en general?, porque… —murmura
Vicky sin mirarlo.
Pero los ojos de Roi la buscan y se observan. Se juzgan. ¿Por qué?
¡Estos han vuelto a verse desde aquella vez en la discoteca!…
—Es verdad, a ti tampoco te entiendo —admite Roi, pasota—. Será
algo generalizado del sexo femenino.
—Será que solo entiendes a quien quieres o a quien te conviene…
—Eso no es asunto tuyo.
Estoy como en un partido de tenis, mirando de uno a otro. ¿De qué coño
va esto? Vicky me mira y le transmito que tenemos que hablar. Ella resopla.
¡Me estoy convirtiendo en mi madre!
Cuando Kai vuelve, deja al niño en el sofá con el helado para que vea la
tele. «Pero…¡si lo va a manchar todo!». Dios santo, ¡estoy poseída!
—¿Por qué se han ido Mei y Ani? —pregunta mi chico preocupado.
Me encojo de hombros con inocencia. ¡VAMOS A MORIR TODOS!
—¿Y por qué ellos han ido detrás?…
Se me para el corazón. ¡Es como sumar 1 + 1! Está a punto de…
—No tengo ni idea, pero creo que saben lo que hacen —concluye Roi
—. Piensa que ahora mismo son los que mejor las conocen. ¿O acaso tú
sabes algo de cómo se siente Mei desde que tiene al crío? ¿O entiendes por
qué Ani ahora te sonríe?
—No, ni puta idea —admite Kai, confundido—. Tienes razón, supongo
que ellos las entienden.
Abro los ojos anonadada.
Espera… ¡¿no se están dando cuenta de que aquí hay «algo más»?!
Miro a Vicky, incrédula, pero ella pone los ojos en blanco en plan: «Son
tíos. El Amor no entra en lo razonable. Para ellos no es un motivo ¡es una
enfermedad!».
Se me escapa una curva de sonrisa.
—¿Y vosotros, os habéis visto esta cuarentena? —les pregunto a Vicky
y a Roi, a sabiendas de que va a cundir el pánico.
Al pequeño de los Morgan le cambia la cara y le aparece la clásica gota
de vergüenza en la cabeza como en los dibujos manga.
—Sí.
—No.
Se contradicen y sonrío con suficiencia. Me encantan estas cosas.
—¿Cuándo os habéis visto? —pregunta Kai, sorprendido.
—No fue nada —se corrige Vicky—. Fui a verle para saber qué tal
estaba del disparo…
—La pobre se creía que estaba solo en el mundo —responde Roi con
displicencia—. Soy su buena acción del año.
—¿Fuiste a verle? —repite Kai con aire de sospecha.
—¡Te salvó la vida! —se justifica ella—. Que menos, ¿no?… Lo que no
me esperaba es encontrármelo tan mal acompañado…
—¡Si Marzia es un sol! —exclama Roi con guasa.
Ella lo mira achicando los ojos. La tiene contra las cuerdas, pero es
evidente que no sabe contra quién está luchando.
—No lo digo por Marzia, si no por Lola. Apareció de pronto allí, para
cogerle de la manita, al parecer… —le suelta Vicky a Kai.
Mi chico y yo alzamos las cejas.
—Se sentía culpable —se defiende Roi—. ¡Su marido casi me mata!
—¡¿Has visto a Lola?! —exclama Kai alucinado—. ¿Por qué no me lo
has dicho antes?
—No quería que pensaras mal. Y quería tantearla por mí mismo…
Empiezo a tensarme. La palabra celoso me molesta como un plumero
bajo la nariz.
—No me fío de ella… —aclara Kai. Y esa frase me tranquiliza.
—Lo sé, pero tenemos una historia, y no es la que tú crees. Ni la que
Vicky cree —remarca mirándola aburrido—. Le salvé la vida una vez y sé
que nunca me haría daño.
Kai se queda pensativo.
—Yo me piro… —dice Vicky levantándose de la silla enfadada—.
Despedíos de esos cuatro por mí, por favor.
—Te acompaño a la puerta, y de paso voy al baño… —Me levanto
también. Así dejo a los dos Morgan hablando de sus cositas de Lolailo.
Llegamos a la entrada y Vicky y yo nos abrazamos.
—Cuídate mucho, guapa. Me alegro un montón por vosotros, de verdad.
Lo del crío es genial… —me dice sentida.
—Oye, ¿qué te pasa con Roi? —la interrumpo cotilla—. ¿Fuiste a
verle?
—Pues sí, ¡me dio pena y…!
—¿Pena? —sonrío tunanta—, ¿o te morías por sacarle el polvo a tu…?
—¡Me ponen los héroes, ¿vale?! Desde siempre… —admitió con
humor—, pero en serio, cuando apareció Lola, me volví loca…
—Se llaman celos.
—No es eso, joder. Esa tía no es trigo limpio…
—A mí no tienes que convencerme, no es mi persona favorita.
—No, pero la de Roi, al parecer, sí —dice algo dolida.
—Roi acaba de decir que no es lo que creemos…
—¡Pues claro! Ya sabes como son los tíos… No se dan cuenta de una
seducción encubierta ¡hasta que tiene una teta metida en la boca!
Me descojono. Está celosa. Qué maja.
—¿Quieres un consejo? —corto sus locuras—. Lucha por él. Me parece
un tío diez y… ¡seríamos cuñadas!
—¡Cállate! —dice tratándome de loca con una sonrisa.
—No dejes que se lo quede —murmuro fingiendo ser la voz de su
conciencia—. La semana que viene es la fiesta de reapertura, y el Club es
vuestro terreno.
—No me líes, joder… ¡No he visto a Luk y Mak en toda la cuarentena!
Es como si hubieran hecho un voto de castidad y con Roi… pff… es
acostarme con él y, en vez de aliviarme, ¡me va a más!… Paso de él.
Sonrío ante esa falacia y abro la puerta.
—No dejes que se lo quede —repito con firmeza—. Esa tía no se
merece a ninguno de los Morgan. Los ha separado durante años y eso no se
lo perdonaré nunca.
Vicky asiente.
—Haré lo que pueda… Buenas noches, guapa.
Cierro la puerta sonriente y me apoyo en ella.
¿Chip y Chop célibes? ¡Los cojones!
En esa casa ha habido sexo. Se huele a distancia…
-6-
VIKINGS
(Luk)
Mi corazón, mi corazón
Es un músculo sano
Pero necesita acción
Dame paz y dame guerra
Y un dulce colocón
Y yo te entregaré lo mejor
—¡Ven ya! ¡No puedo con las dos! —le suplicó Mak cogiéndolo del
brazo, y lo empujó hacia el espacio que habíamos destinado a pista de baile.
Fue divertido vernos a los cuatro haciendo payasadas, pero enseguida Mei y
Mak se juntaron sin pudor y Luk se acercó a mí con un movimiento osado,
dejándome a cuadros.
Ese baile fue como un click entre nosotros. Se le fueron las manos un
poco y luego se le fue el cuerpo entero… Nuestro roce provocó una
reacción química exotérmica, no podía soportar la magnitud física de esas
caricias y mi autocontrol explotó. Era una atracción tan bestial que no podía
dejar de pensar en sexo.
Ui ui ui… Ui ui ui…
“Nada sucede
hasta que algo se mueve”
Albert Einstein
M
—¿ ei? —escucho la voz de Mak en la oscuridad del jardín.
He salido porque la maldita cena en casa de Kai me está superando por
momentos.
Giro la cabeza y me quedo mirándole sin cambiar de postura. Con
cualquier otra persona me enderezaría y sonreiría, pero con él ya no puedo.
Me siento hecha polvo…
—¿Estás bien?… —pregunta con cautela.
—Sí, no te preocupes por mí…
—Lo siento, pero no me sale no preocuparme por ti…
Miro al frente. Creo que le dejé bien claro que no necesitaba un príncipe
que me rescatara.
—¿Qué te ha pasado ahí dentro? ¿Por qué te has ido?
—¿Has oído lo que ha dicho Marco? —digo mirando al suelo.
—Sí, se ha referido a ti como su madre. Lo ha dicho sin pensar, no es la
primera vez que lo hace…
Mis ojos se humedecen al escucharlo de nuevo. Porque estoy ante la
prueba de que cuando Marco crezca no recordará a Julia. Y me mata. Me
mata haber suplantado su puesto, sus recuerdos, y por último, un título que
no me merezco ni de lejos. Porque llevó un mes diciéndole que «Sí» a todo,
para que no esté triste, se enfade conmigo o me odie.
Ya era suficiente sentir que estaba traicionando su recuerdo, como para
hacerle lo mismo a Marco, porque, después de dos meses con Mak, me
había dado cuenta de que no estaba enamorada de ella y de que me gustan
un poco bastante los hombres. Fantástico, ¿verdad?…
A ella la quería, eso está claro. No sé si como amiga o como qué, pero
cuando lo miro a él… joder… me hace entender que mi vida hasta ahora ha
sido una farsa. Y me cabrea. No porque sea un hombre.
Porque Mak no es un hombre… es… más bien… un milagro.
Desvío la vista, irritada. No quiero verlo más. No quiero captar lo genial
que es la camiseta que ha elegido, sin mangas y con ilustraciones de dibujos
animados. Y no por lo bien que le queda… sino porque quien elige esa ropa
de coña, seguramente, sea alguien con el que no me importaría pasar el
resto de mi vida…
Mucha gente no le da importancia a la forma de vestir, pero yo creo que
revela bastante de cómo pensamos y cómo sentimos. Y yo adoro esa jodida
forma de ser. La de hacer lo que te gusta con un «¿quién dijo miedo?»,
siempre en la mirada. Siento cómo me llena de energía positiva, no puedo
evitarlo.
Y me jode admitirlo, pero… aunque la presencia de Marco en mi vida
me tiene aterrorizada (porque no me perdonaría cagarla con algo tan
importante), volver a ver a Mak ha sido lo que me ha dado ansiedad. Más
bien, el vernos a todos juntos otra vez…
Mak y yo nos conocimos en una situación anómala. No fue en un
maldito bar, mientras me miraba el escote y sonreía al imaginar tenerme
encima gimiendo. Mak me sonreía cuando veía que iba haciendo progresos
con Marco, cuando conseguía hacerme olvidar el infierno que había vivido,
cuando me veía feliz; y captar ese detalle fue lo que me enamoró de él.
Luego estaba todo lo demás… Acogernos en su casa sin vacilar, cantar
mientras cocina, que fuera el alma de la fiesta, que acostara a Marco
algunas noches llevándoselo boca abajo casi ahogado de risa, jugar en la
piscina con él… sus abdominales, su mirada, su espalda… No quiero
agobiaros… ¡pero es que era sofocante convivir con tanta perfección! Y
más cuando, en realidad, era un desastre para muchas cosas. ¡Parecía un
niño pequeño!, pero me putoencantaba, joder… Suerte que su madre (Luk)
vivía con él… Y digo esto porque, ¿sabéis la típica mirada traviesa cuando
a un crío se le ocurre hacer una burrada y comprueba si su madre lo vigila?
Esa mirada la tenía Mak. Y la mayoría de las veces, con solo un
levantamiento de cejas, Luk le hacía recapacitar. No creáis que no se me
pasó dos o tres veces por la cabeza qué coño harían el día que alguno de los
dos se echara novia y no pudieran estar juntos.
Y entonces recuerdo que ya no lo están… Y así les va.
Parecen dos tullidos emocionales. Y unos despistados, porque… ¡¿a
quién se le ocurre seguirnos?! Habíamos quedado en actuar como meros
compañeros de piso, no como la persona elegida que va a consolarte cuando
estás mal. Pero esa era otra de las mejores cosas de Mak, que no sabía
fingir. Su sinceridad era cruda y espontánea, es decir, de las que más duelen.
El tío hacía lo que sentía, lo que le nacía, y la verdad es que si se hubiera
cortado un poco más conmigo, no habríamos llegado a esto…
Desde el minuto uno Mak y yo conectamos como el tío de Avatar con su
dragón volador. (Yo era el bicho). Parecíamos tener un vínculo irrompible.
Había un acuerdo tácito entre nosotros de olvidar que éramos un hombre y
una mujer solteros y disponibles para un mutuo acoplamiento. No podíamos
llamarnos amigos, porque todavía no nos conocíamos muy bien, pero
teníamos a Kai en común, y nos pareció suficiente para considerarnos
familia. Pero seamos sinceros… ¿quién no ha fantaseado con su primo
cuando se parece al de Zumosol? ¡No era culpa mía que el muchacho fuera
un Adonis! Además, era muy cómico y nunca perdía oportunidad de hacer
una broma.
Las primeras noches me di cuenta de que Marco hablaba mucho en
sueños, y Mak lo comento.
—Menudo parlamento esta noche…
—¡Sí…! —sonreí culpable.
—A mí me acojona un poco, parece un idioma demoníaco, como el de
los hijos de Lillith…
Me doblé de risa. Y él sonrió fugazmente.
O cuando Ani y yo vimos por primera vez el tamaño de su tele. Tenía 85
pulgadas… Era gigantesca.
—¿Qué tipo de trauma sexual lleva a alguien a comprarse una tele tan
obscena? —preguntó Ani con guasa.
—Consideradla como a una hija nuestra, por favor —contestó Luk.
—Es grotesca —opiné divertida—. La tía del telediario tendrá un
tamaño monstruoso…
—Aprenderás a amarla cuando veas a Thor a ese mismo tamaño… —
respondió Mak irónico.
La confianza entre nosotros subió de nivel con rapidez, traspasando
barreras como compartir sofá, bol de palomitas y niño apoyado en mi
regazo con los pies en el suyo. Lo único que me faltaba para morir de
felicidad era echar un polvo brutal en ese mismo sofá cuando el niño se
fuera a dormir, pero jamás hubo indicios en esa dirección por parte de Mak,
sin embargo, con mi hermana… era otro cantar.
En cuanto la vio, su cara se transformó. Se puso en modo copulator, y se
convirtió en otra persona. Pero, al principio, tampoco me importó mucho,
yo lo prefería como amigo. No necesitaba a otro tío ansioso por colonizar
mi entrepierna. Solo con mirarme a los ojos, Mak ya me llenaba como nadie
lo había hecho hasta ahora. Y eso me bastaba.
Todo fue bien hasta que llegó esa mirada. Un instante que lo cambia
todo por completo y te hace despertar de la amistad platónica.
Fue en el sofá (como no). Un día en el que Luk se había encerrado en su
rincón tecno-friki para trabajar y Ani había hecho lo propio en su cuarto.
Así que Marco, Mak y yo pedimos unas pizzas y vimos una película, pero
al finalizar, Mak empezó a hacerle cosquillas a Marco, que se retorcía
encantado. Jugaban a un juego que consistía en decir «verde» cuando el
niño quería recibir una descarga de cosquillas y «rojo» cuando quería que
parara. La mayoría de las veces, Marco intentaba pronunciar «rojo» y no
podía, a lo que Mak le respondía: «¿qué has dicho? ¡No te oigo!». Y en una
de esas, se me ocurrió meterme para ayudarlo antes de que lo ahogara. Sin
pensar, Mak me atacó e intentó acabar conmigo. Tenía una fuerza
descomunal y pronto me tuvo aplastada en el sofá con él encima. Marco se
lanzó contra él para defenderme y no sé cómo, su cara acabó en mi teta.
Ejem… Cuando nos vimos en esas, Mak se separó de mí con rapidez, y el
niño salió volando, mientras se escuchaba un «lo siento» ruborizado. Y con
los nervios, al incorporarme, subí la rodilla y…
—¡Ah…! —exclamó Mak con las manos en sus partes, cayendo encima
del sofá como un peso muerto.
—¡Lo siento! —chillé preocupada, pero no pude evitar que me entrara
la risa. Me tapé la boca para que no lo viera, pero me pilló al abrir un ojo
muerto de dolor.
—¿Qué te pasa? —preguntó Marco, extrañado, mirando a Mak.
—Que una zona que se creó únicamente para sentir placer ha sido
atacada… —contestó Mak mordaz.
Nos miramos como si acabáramos de darnos cuenta de que teníamos
órganos sexuales que a veces estaban demasiado juntos. No sé qué cambio
exactamente, pero no volvió a mirarme igual. Por fin me miraba como a una
mujer.
—¿Estás bien? —le pregunté más tarde, cuando conseguí dormir a
Marco y aparecí en la terraza. Él estaba sentado, fumando.
—Sí, pero no sé si podré tener hijos. ¿Está bien tu teta?
Sonreí aplastando los labios para no soltar una carcajada.
—No sé, pero siempre puedo darle biberón a mi futuro hijo —sonreí—.
Lo tuyo sería una pena, porque serías un padre genial…
Él me miró como si acabase de hablarle en chino.
—¿Qué…? Se te dan bien los críos —aclaré sentándome a su lado.
—Antes los odiaba —admitió sorprendido—. Me molestaban. Hacían
ruido. No sé…
—¿Y qué ha cambiado?
—Supongo que nunca había conocido a ninguno al que hubiesen
asesinado a su madre… —Y al momento lamentó su poco tacto—. Mierda,
perdona…
Me quedé callada. Escuchando retumbar el nombre de «Julia…» en mi
cabeza. Pensaba en ella a menudo, a veces, hasta me sorprendía mirando el
móvil esperando su llamada. Era muy doloroso darse cuenta de que ya no
estaba. De que, la única persona a la que le venía bien quererme, ya no
estaba…
Cogí unos cascos de una ventana en la que siempre había un millón de
cosas tiradas, y enchufé una canción en mi móvil. El modo en el que estaba
cantada me calmaba y recurría a ella cuando el recuerdo de lo que sucedió
me torturaba.
Empezó a sonar el piano del inicio de Found, de Christel Alsos, y cerré
los ojos.
Mei subió las manos alrededor de mi cuello, juntamos las frentes, luego
la nariz, y cuando estaba a punto de rendirme a su boca, se giró de espaldas
para frotarse contra mi… tripa.
Eso no se hace, gatita…
Quizá esta cena en casa de Kai no haya sido la mejor idea, porque
volver a juntarnos todos ha hecho que despierten recuerdos tristes, y verla
llorar otra vez me está hundiendo de nuevo por no tener agallas para
demostrarle que se equivoca.
—Mei, tu vida no es una mierda… —digo con culpabilidad—. Y Marco
va a estar encantado de pasarla contigo. Cualquiera lo estaría…
¿Cómo es posible que pueda cagarla más todavía diciendo esto?
—Ya, pero es que no quiero a cualquiera, te quería a ti… —dice
poniéndose de pie, dispuesta a alejarse.
Al momento, se queda anclada mirando hacia la ventana y sigo su vista.
Kai y Ani se están abrazando en su despacho, al otro lado del cristal, y una
cálida sensación atraviesa mi pecho. Ani siempre ha sido el talón de
Aquiles de mi amigo, y me alegro de que al menos esta hecatombe haya
servido para que se arreglen…
—Ella, sin embargo, siempre consigue todo lo que quiere, aunque no lo
busque o lo merezca… —sentencia Mei, y se marcha dejándome hecho
polvo.
- 10 -
LADRÓN DE GUANTE BLANCO
(Kai)
Decídete ya
¿Cuándo será?
Que tu boca tocará mi boca
(Kai)
«¡Por el amor de Dios!».
El cura con el que me encaré en la cárcel es, a todos los efectos, el
padre de Mía. ¿Cómo iba a imaginarlo? Trago saliva. «¿Por qué?», os
estaréis preguntando… ¡Pues porque aunque se está desarrollando ante mí
una escena bonita, me mira como si fuera un insecto al que hay que
aplastar! «Socorro…».
Cuando Mía lo mira finge que todo va bien, pero el resto del tiempo me
echa unas miradas que ni el Profesor Snape… ¡Me odia, joder! Pero no voy
a permitir que me joda el día, porque ayer por fin encontramos algo
importante.
A primera hora de la mañana, me reuní con los chicos en la comisaría.
Estaba muy preocupado por ellos, llevaba tres días sin pegar ojo por la
discusión que habían tenido en mi despacho… ¡No pueden estar así,
necesitamos centrarnos en la misión.
Me retrasé a propósito para que se encontrasen ellos antes, pero cuando
llegué, Mak todavía no había aparecido. Asistió más tarde, con cara de
sospechar hasta de su sombra.
—Hola, Mak —lo saludé—. Luk me estaba contando que tiene
información nueva sobre la bomba en el avión.
Mak se acercó a nosotros a regañadientes.
—¿Quién fue? —preguntó directo.
—Un poli —Luk.
—¿Cómo?…
Mak se quedó perplejo, pero enseguida puso cara de: «¡Lo sabía!».
—¡¿Quién?!
—No lo sabemos, pero algunos materiales salieron de esta comisaría.
Los he cotejado.
—¿Y los demás? ¿Los has rastreado?
—Sí, vinieron de Europa del Este y los enviaron a un bar. Los recogió
un niño para entregárselo a un tercero.
—Mierda, puede ser cualquiera —sentenció Mak—. Trabajando como
un topo para alguno de los clanes que te quieren muerto.
—Pero ahora viene lo interesante… —dije misterioso.
Mak miró a Luk y respiré aliviado al ver que se hablaban sin hablarse,
como siempre. A lo que Luk respondió:
—¿A qué poli intentarías comprar tú si quisieses acabar con Kai?
Mak se quedó callado, no sabía qué pensar, y a mí tampoco me
cuadraba nada, pero Luk había sido muy inteligente al deducirlo.
—¿Por qué quieren matarme? —le di una pista a Mak.
—Por ese maldito pendrive que hay en una caja de seguridad de un
banco suizo impenetrable. Si mueres, desvelaría los nombres de los
números #1 de todas las organizaciones mafiosas de la zona. Personas bien
relacionadas, famosas y con negocios multinacionales capaces de mover la
droga escondida en su logística legal.
—Exacto. El pendrive —aplaudí—. Lo han intentado robar mil veces y
se han dado por vencidos. ¿Solución? Matarme para que lo saquen.
—Y, ¿por qué intentan matarte, si saben que saldrá a la luz cuando lo
hagan? ¿Qué ha cambiado? —formuló Luk enigmático.
Después de unos segundos sin contestar, resolví:
—Porque deben de haber comprado a quien va a recoger ese pendrive
del banco…
—¿Y quién es? —preguntó Mak con avidez.
—No puede ser otro que el responsable de UDYCO Costa del Sol,
David Aragón.
—¡Eso es impensable! ¿Cómo van a corromper al tío al mando de la
Unidad de Drogas y Crimen Organizado? —dijo Mak pasmado.
—¿Soborno? ¿Amenazas a su familia? Cualquier cosa… —Luk.
Esos eran mis chicos policías trabajando en equipo. Y los dejé hacer sus
cavilaciones.
—Es imposible…
—He encontrado al niño —siguió Luk—, y a cambio de una Play
Station, ha reconocido una foto. Entregó el paquete a David Aragón.
—¡Esos críos dirían cualquier cosa…!
—Le enseñé a varias fotos, y lo señaló a él —sonrió Luk astuto.
A Mak se le escapó otra de asombro.
—¡Ya es nuestro! —exclamó olvidando por un momento el enfado.
—Un segundo —frené a Mako y su hambre voraz—. Hay que usar esta
información en nuestro favor. No es tan sencillo como acabar con él. Quiero
saber para quién está trabajando exactamente. Porque se unirá a mi lista
negra… junto a los tíos que le prometí a Tommy que eliminaría.
—¿La DEA* sabe esto? *(Drug Enforcement Administration)
—La DEA sabrá lo que queramos que sepan. Tengo un plan.
Puestos a trabajar en un ámbito en el que el límite era, muchas veces,
difuso, contaba con que las organizaciones (tanto legales como ilegales)
tuvieran alianzas estratégicas entre sí. Para ganar guerras, se necesitan
aliados en todas partes.
—Convertiremos al topo en un agente triple y le haremos jugar a
nuestro favor —sonrío convencido.
—¿Cómo? —pregunta Luk ahora.
—Fingiendo mi muerte.
Mis amigos se quedan alucinados y eso me gusta. Es algo que nadie se
espera. Algo que puede desatar el principio del caos entre bandas. Y
siempre se ha dicho que la unión hace la fuerza.
—¿No quieren matarme? Pues les haremos pensar que he muerto y que
la poli recogerá el pendrive en el Deutsche Bank. Los que tengan al topo
comprado estarán tranquilos y no harán ruido, pero el resto…
—Es brillante —sonríe Luk.
—Pero antes de eso, será necesario que les confirme que estoy
trabajando con la policía y corra la voz, para que antes algunos se planteen
matarme, por miedo a que los venda a todos.
—¿Cuándo lo haremos?
—Después de la reapertura. Muchos no saben que he vuelto. Tengo que
anunciarlo a lo grande. Esta semana os necesito en el Club. Aún queda
mucho por hacer.
—Es perfecto…
Y lo era. Pero David Aragón era uno de esos tíos mortífero que rezas
para no encontrarte nunca. Tenía hombres leales a sus órdenes, dentro y
fuera de la policía, y no sería sencillo manipularlo. Por no hablar de la
venganza que tramaría contra nosotros… Luk y yo sabíamos que, aunque le
prometiésemos el oro y el moro, ese tío tenía que acabar muerto si
queríamos vivir en paz… El problema es que David también lo supondría.
M
« e encanta este lugar», pienso asomado a la terraza de mi ático. Y
recuerdo que estaba justo aquí, en este punto, cuando recibí la primera
llamada de Vicky durante la cuarentena.
—¿Sí? —contesté ante un número que no tenía memorizado.
—Hola, soy Vicky… ¿cómo estás?
—¡Ah, hola!… Bien… Voy a mejor —contesté tocando mi vendaje.
—Me alegro…
—¿Quién te ha dado mi número? —pregunté curioso, fuera quien fuera,
se olería nuestro polvo a kilómetros.
—Se lo he pedido a Luk. Yo…
Chica lista. Y guapa… Y confundida… Y…
—Era por si necesitabas algo —aclaró deprisa—. Puedo llevártelo…
—¡Ah, gracias!, pero tengo a Marzia, es una cielo de mujer… Como
normalmente vive en casa de Kai y la tienen en obras, a mi hermano le
cuadró perfectamente endosármela a mí.
—No te quejes, ¡seguro que te tiene a cuerpo de rey! Como a él.
—La verdad es que sí… y la casa nunca ha estado tan limpia.
Pero Marzia estaba encantada también, mi piso en Villa Romano le
encantaba, tenía unas estupendas vistas al mar y una amplia terraza.
—¿Seguro que no necesitas nada? ¿Ni siquiera un poco de compañía?…
Que fuera tan directa me hizo sonreír. Esa desesperación en la voz… O
me equivocaba o quería algo más que una buena charla… El encierro fue
muy duro para todos. Doy fe…
—Tranquila, no quiero que te multen —Le di largas.
Vicky me tenía catalogado en el grupo de los «aquí te pillo, aquí te
mato», y no la culpaba, pero tenía pensado salirme de esa liga y meterme en
otra mucho más interesante.
—De acuerdo… pues, cuídate mucho… —dijo cortada.
—Tú, también. Gracias por llamar, Vick. Un beso.
Y colgué. Seguro que en ese instante estaba mirando el teléfono por esa
última caricia en forma de diminutivo. Otra sonrisa.
Miré el reloj. «Vamos a darle doce horas para que se raye un poco, y
luego le escribo un mensaje», pensé maquiavélico.
Pero esa misma tarde, tuve una visita inesperada. LOLA. Cuando vi su
imagen en la cámara del portal, mirándome con esa cara de inocente, no
puede evitar abrir. Además, hacía tiempo que quería hablar con ella, desde
el disparo no la había visto…
—¡Roi! —exclamó al verme—. ¡Dios mío! Me alegro de que estés bien.
No podía localizarte por móvil… y al final, investigando y hablando con la
gente, me han dicho dónde vivías. ¿Cómo estás? —preguntó preocupada
evaluando mi herida.
—Mucho mejor, pasa.
—No me estoy quejando en comparación contigo, pero te juro que he
sufrido un infierno. He tenido que contestar miles de preguntas, descubrir
todos los negocios que tenía mi marido, en fin… un horror.
Y por un momento, me puse en su lugar si todo eso fuese cierto. ¿Y si
fuera inocente? Enseguida lo sabría. Se pilla antes a un mentiroso que a un
cojo. Otra cosa es que las señales se te pasen porque la niña lleva un vestido
muy corto… pero no era inmune a eso.
—Pasa y hablamos.
Estuvo largo rato contándome muchas cosas sobre su vida, y sobre todo,
subrayando lo mal que se sentía por mí y por Kai, respecto al
comportamiento inexcusable de Jeff.
—Si dices que no sabías nada…
—Sabía que quería hacer negocios con Kai, que se había convertido en
un hombre poderoso y que tenía información acerca de su padre.
—¿Sabías que conocía a su padre?
—Sí. Jeff y él nunca se llevaron bien, pero sabía que tenía planeado dar
muerte a sus enemigos, las personas que mataron a su madre, y estaba
convencido de que Kai tenía información para hacerlos caer.
—Pero Jeff quiso matar a Kai desde el principio… —dije pensativo.
—Eso es lo que a mí no me cuadra —respondió ella—. Te juro que no
sé nada más. ¡Nunca pensé que quisiera hacer daño a Kai!, si cuando vio el
logo del Club idéntico a su tatuaje, hasta se emocionó. Yo no sabía que…
—y comenzó a llorar de forma un pelín forzada.
—Tranquila… —la consolé. Y ella se abrazó a mi cuello sollozando.
—Tú me salvaste y casi te matan por mi culpa… —lloriqueó
mirándome a la cara.
De repente, sentí que estaba demasiado cerca de mí, creando un
momento íntimo que yo no había buscado y me alejé un poco de ella sin
querer creer que acababa de mirarme los labios.
—No es culpa tuya, no te preocupes.
Hablamos del futuro y de sus planes de quedarse en la ciudad y
continuar con algunos negocios legales de Jeff. En realidad no necesitaba
trabajar, pero me daba la sensación de que quería más. Y si algo me molesta
es la maldita avaricia…
—Pero a mí no se me dan muy bien los negocios —dijo encogiéndose
de hombros—. Solo tengo que acudir a reuniones y decir que sí a todo lo
que me propongan los asesores. Y la verdad es que… Me vendría muy
bien… un amigo —imploró, detrás de un vestido blanco virginal, sus
pendientes de oro y sus gafas de Dior.
Debajo de todo eso, era una mujer muy atractiva, no cabe duda, pero
nunca podría pensar en ella como en una posibilidad para mí. Desde que la
conocí fue la chica de Kai, pero lo cierto es que Lola nunca me gustó como
mujer. Demasiado perfecta, bienqueda, falsa…
Sin embargo, Mía, en su belleza, era mucho más serena y natural. ¡Y era
la mar de graciosa!
Pero Lola… de la florecilla delicada que aparentaba ser, tenía poco. Era
más rebelde y manipuladora de lo que confesaba. Mucho habría tenido que
cambiar… Por otro lado, podría tener información sobre otros socios
fantasma que abogaban por la muerte de mi hermano Kai. Así que disimulé
y le sonreí. Marzia, al contrario, le puso mala cara al verla y prácticamente
la echó alegando que «el señorito Morgan tenía que descansar». Casi me
meo encima de la risa.
Pensé en llamar a Luk para contárselo todo, pero poco después me lo
encontré en el supermercado y pudimos hablarlo en persona.
Al día siguiente, me costó esperar el tiempo exacto para poder escribir a
Vicky. Cada jodido minuto fue eterno, pero llegó el momento.
Roi:
Tenemos que hablar…
No sabía cómo decírtelo, pero…
Creo que estoy embarazado. De aquella noche…
Vicky:
jajaja
Imposible, ¡usé condón!
Roi:
Pues lo siento, voy a necesitar
que alguien cubra mis antojos…
Vicky:
Y ¿de qué tienes antojo?…
Roi:
De un pepinillo enorme relleno de atún.
Vicky:
¡Qué cerdo eres!
Roi:
¡¿Por qué?! jajaja Lo digo en serio.
Vicky:
Y ¿dónde pretendes que encuentre
esa guarrada en tiempos de Coronavirus?
Roi:
Me está costando callarme mi primera opción…
Pero también puedes probar en el HiperCor.
Vicky:
Si encuentro, te lo llevo.
Roi:
Y si no, ¿qué harás para compensarme?
Vicky:
Algo se me ocurrirá…
Roi:
Entonces espero que no los encuentres…
Vicky:
Mañana me paso y lo discutimos.
Roi:
¿Tienes mi dirección?
Vicky:
Sí, me la dio Luk.
Roi:
Sois unos mafiosos.
Vicky:
jajaja
¡No lo sabes tú bien!
Roi:
Te espero…
N
« o hay dolor», pienso pulsando el timbre.
Estoy en el portal de Mei. Lo peor que puede pasar es que no me abra la
puerta… como siempre. Pero hace unos días, en la cena en casa de Kai,
comprobé con mis propios ojos que no estaba bien y… aquí estoy. Se echó
a llorar por Marco, pero algo me dice que yo tuve algo que ver. Y cuando
me siento culpable, soy peor que un grano en el culo…
Descuelga y, segundos después, la puerta zumba dándome paso. ¡Hurra!
Pero queda lo más duro… que no me eche a patadas a los treinta segundos
con una frase lapidaria. Siento que no tengo poder sobre ella. Ya no. Y
tampoco sobre Luk… Puede que antes todos me quisieran, pero me he
ganado a pulso que ahora me odien.
Cuando llego al rellano, ese que pisé por primera vez cuando la
acompañé a cambiarse de ropa antes de ir a recoger a Marco, encuentro la
puerta abierta y me adentro, cerrándola tras de mí.
—¿Hola?
Los busco por la casa y escucho ruido en la cocina.
—¡Mak! —grita Marco al verme con una sonrisa que le ocupa toda la
cara.
—Eh, ¿qué pasa, peque? —Levanto la mano para que me la choque.
—¡Estoy cenando todo muy bien! —exclama señalando su carne
empanada con patatas fritas.
Solo entonces me permito fijar la vista en el otro bulto de la estancia y
dejo que mis pupilas se expandan al contemplarla, como siempre me ocurre.
—Hola…
—Hola —responde comedida.
Está preciosa. Pelo suelto, vaqueros, camiseta blanca de algodón. A
veces creo que quiere matarme.
Me corto de acorralarla. Es la primera vez que me deja entrar en su
casa, nunca me había abierto, y no quiero que se arrepienta.
—¡Mañana vamos a ir a la playa! —dice de pronto Marco—. Mei me ha
comprado un cubo nuevo de Cars.
Vuelvo a mirarla, aprovechando que tengo excusa, pero ella se ruboriza
al descubrir en mi mirada cuanto la echo de menos.
—¿A cuál iréis? —No es que vaya a seguirlos ni nada…
—A la zona sin humo de La Rada.
Es la primera playa de la Costa del Sol con esas características, por el
elevado número de menores y deportistas que hay en ella; no es que
sancionen si fumas, pero se considera un espacio protegido.
—¡Podrías venir! —sugiere el niño ilusionado.
—Ya sabes que Mak fuma, cariño. Así que no puede… —responde Mei
con rapidez—. Termina, anda. Pincha las dos cosas, carne y patata.
Marco obedece y yo recuerdo que lo que le molesta de mí no es que
fume… sino lo que fumo.
No me considero un adicto a ninguna sustancia, lo tengo controlado, es
un consumo esporádico… Para relajarme el fin de semana o estar más
atento en situaciones que lo requieran.
¡Son cantidades ridículas! Pero en la cuarentena me di cuenta de que lo
necesito más de lo que creía. No estaba de fiesta, ni trabajando, mi único
trabajo era intentar no follarme nada que se apellidara Morgan y se me dio
mal, no, fatal…
Después de ese beso ansioso en la oscuridad del apagón, caminábamos
más que nunca en la cuerda floja. Suerte que Mei se quedó dormida
abrazada a Marco esa noche, que si no…
Pero al día siguiente, las sonrisas vergonzosas, los roces esporádicos y
el recuerdo de la cadencia de su lengua me dejaron claro que pronto
perdería la partida contra mi fuerza de voluntad. Lo que no sabía es que se
complicaría mucho más antes de llegar la noche.
A la hora de la merienda, salí a fumarme un pitillo, como siempre, y
Marco me acompañó con un bocadillo de nocilla más grande que su cabeza.
Luk y Ani estaban en los sofás del jardín. Ella leía un libro y él tenía la
cabeza apoyada en sus piernas y permanecía con los ojos cerrados. ¡Ya lo
tenía totalmente domesticado!
—¿Quieres? —me dijo de pronto Marco. Era sorprendentemente
generoso.
—No, gracias. Esta es mi merienda —dije mostrando el cigarrillo.
—¿Me das un poco? —respondió pillo. Era generoso y curioso.
Ani se rió al escucharlo.
—No, chaval, esto no es para enanos.
—Mi padre nos metió un cigarrillo en la boca a la mínima oportunidad
que tuvo —comentó la pelirrosa.
—¿Cómo es eso? —cuestionó Luk sin abrir los ojos.
—Decía que era la mejor manera de que un niño no fumase cuando
fuera mayor, que recordara el asco que le dio al probarlo. Y con el resto de
mis hermanos funcionó de maravilla.
—No me jodas, ¡solo tiene cinco años! —Flipé. No es que me
considerara el padre del año, pero…
—Y también nos dejó probar el alcohol.
—Tu padre es mi héroe —señaló Luk.
—Ani tiene razón —apareció Mei—. Una calada no va a matarlo, como
mucho le hará toser un poco y a cambio odiará el tabaco para siempre, de lo
contrario, esa curiosidad irá creciendo hasta los doce o trece años, y un día,
se encerrará a fumar en el baño porque le parecerá superguay hacerlo
simplemente porque está prohibido.
Mei fue a quitarme el cigarrillo de la mano y la aparté con rapidez.
—No… —dije simplemente.
Luk se incorporó al escuchar mi tono esquivo.
—¿Por qué? ¿Qué pasa?
Hubo un cruce de miradas. «Mierda…».
—Estáis locos, ¡solo es un niño! —dije entrando en la casa, apagando el
cigarrillo que me quedaba y tirándolo a la basura. Lo hundí con ansiedad,
para que quedara muy al fondo, y cuando me giré, Luk estaba ahí, como si
fuera el maldito pepito grillo.
—¿Qué pasa?
—Era un chino, joder… y tú, animando la idea.
—¿Cómo coño iba a saberlo? ¿Qué haces fumando un puto cigarrillo
con coca a las cinco de la tarde? —En su extrañeza también noté un poco de
decepción.
—Nada, joder… me apetecía. Apenas lo noto.
—¡Razón de más! Una cosa es que te metas un sábado para no dejar de
bailar hasta las nueve de la mañana, cosa que también me parece penosa,
pero ¡¿ahora?! ¡¿Con qué fin, Mak?! —me juzgó enfadado.
Estaba a punto de decirle que ya era mayorcito, cuando un ruido nos
interrumpió. Era Mei y, por la cara que puso, supe que nos había escuchado.
Sin decir nada, se dio la vuelta y se fue.
—Genial… seguro que ha ido corriendo a hacer las maletas…
Entonces no me di cuenta de que cupido acababa de echarme un cable
enorme… pero para electrocutarme, el hijoputa…
Fui en su búsqueda y la encontré en la habitación envuelta en una
frialdad que me dejó helado.
—Mei… ¿estás bien?
—No… —dijo sin mirarme, ordenando un cajón.
—Siento que lo hayas escuchado.
—Da igual —respondió severa—. ¿Puedes irte? No es buen momento
para hablar…
—¿Por qué? —insistí preocupado. Por un lado no quería perderla…
perder su amistad. Quería que me siguiera mirando como solía hacer:
divertida, confiada, sintiéndose a salvo. Solo me interesaba erradicar esa
señal palpable de que necesitaba darme un bocado por el bien de su
cordura…
—Déjame sola, por favor…
—No quiero que te enfades ni que te preocupes, consumo muy de vez
en cuando, yo solo… No estoy enganchado ni nada parecido… Solo me
ayuda…
—¿Te ayuda a qué? —replicó displicente—. ¿A ser más gracioso? ¿A
estar más despierto? ¿A tener más energía? ¡Pues toma vitaminas!
—No pretendo que alguien que no las ha probado entienda la sensación
que provocan… es algo inigualable…
—Sí que lo entiendo, pero sé que no vale la pena. ¡Son peligrosas! Te
matan poco a poco, y no me vengas con que «de algo hay que morir». Las
drogas no traen nada bueno, punto.
Fruncí el ceño, porque detrás de ese punto, había muchos apartes.
—Perdí a mi hermano por las drogas —solté agresivo y su cara se tiñó
de sorpresa—. Así que sé muy bien lo que son y lo que hacen.
—Entonces… ¿por qué…? —preguntó asombrada.
—¡Porque soy mejor con ellas! Me sientan bien, es como vivir en una
realidad mejorada. Y las cantidades que uso son inofensivas.
Una expresión de pena cruzó su rostro y negó con la cabeza.
—Creía que eras diferente, Mak…
—Siento decepcionarte, pero sigo siendo yo. Esto no cambia nada.
—No, tú eres mucho mejor que todo esto, pero no te das cuenta…
—No, Mei… —dije acercándome mucho a ella, angustiado, invadiendo
su espacio—. No sabes la clase de vida que llevo… Lo de esta cuarentena
es solo un espejismo. Llevo tiempo tratando de decírtelo… de alejarme de
ti, pero…
—¿Qué clase de vida? ¡Eres tú el que decide cómo vivirla!
—¡Te equivocas, he visto demasiado! No puedo hacer como si nada. Es
muy fácil juzgar desde la ignorancia. Posicionarte en contra de cualquier
tema controvertido sea drogas, prostitución, u orientación sexual… sin ver
que detrás de cada caso particular puede haber una persona maravillosa.
Cuando se habla de derechos y libertades, la línea es muy fina. Y esta
intransigencia se traslada también a las relaciones amorosas, por eso no
tengo novia. La mitad de las parejas de hoy en día me parecen tóxicas. Y no
hablo solo de la jodida violencia de género de hombres a mujeres, me
refiero al maltrato psicológico por parte de algunas mujeres que someten a
hombres que viven dominados por temor a que se enfaden por no se hacer
su voluntad… Eso también es maltrato, aunque no haya violencia. Su
mayor arma es castigarlos sin sexo. No se habla mucho de esto, pero es una
realidad. Tengo muchos amigos que callan, mienten y ceden el control para
conservar a su familia… y sinceramente, para eso, yo prefiero tener amigas,
con las que puedo ser yo mismo.
—Entiendo lo que dices, pero podrías formar parte de esa otra mitad,
¿no te lo has planteado? Estar casado con una buena amiga y…
—Ya estoy casado con un buen amigo y follo lo que quiero…
Eso lo dije con sarcasmo, pero me dio vértigo pensar que había mucho
de verdad en ello.
Su cara de estupefacción me escoció un poco. No quería perderla.
—¡Estoy intentando ser sincero contigo, Mei! Te estoy diciendo que mi
vida es el Club, llevar pistola y proteger a Kai… ¡eso es lo mío!, nunca seré
el padre perfecto ni haré barbacoas los domingos ni me dormiré agarrado a
una chica decente en un sofá después de ver una película apta. Esto… lo
que hay entre nosotros… no es real, por mucho que me guste sentirlo.
Sujetó muy bien el dolor que le produjo escuchar eso y me impresionó
que lo canalizara con sabiduría.
—¿Ves el daño que te hacen las drogas? —contestó firme. Yo la miré
confuso—. Te hacen pensar que las cosas buenas que vives son solo un
espejismo. ¿Crees que sin un estimulante hubiese sido diferente? ¿Peor?
Pues no, hubiese sido lo mismo o mejor. Sin esa sensación por las mañanas,
de irritabilidad y depresión, que te hace pensar que necesitas más para
volver a estar bien. Dices que no estás enganchado, pero si tienes que
tomarla un sábado a la hora de merendar es que te has perdido a ti mismo
en el límite de sus efectos y ya no sabes diferenciarlos. Para ti, la realidad
sin drogarte es un mundo más apagado y oscuro, cuando es el drogado el
que está saturado de un color que lo quema todo y que no te deja apreciar
los maravillosos contrastes…
La besé porque sus palabras me sobrecogieron y no quería discutir más.
Solo quería besarla, joder… en todos mis mundos. Sobre todo en el oscuro.
Sin tener que hacer nada especial para conquistarla. Pero cuando la
sustancia entraba en mi organismo, estaba listo para ser «el gran Mak», ese
que la hacía reír a carcajadas, el más payaso, desvergonzado, atrevido y
lanzado… como ahora.
Mei continuó el beso inicialmente, pero me apartó a regañadientes.
—Vete, Mak. Ahora mismo me odio por tu culpa.
Esas palabras me sorprendieron.
—¿Por qué?… —susurré casi en su boca.
—Porque me haces sentir que lo perdono todo porque el amor me ciega
y no puede ser… ¡Es el colmo…! Estoy viendo el cartel de «curva
peligrosa», y aún así solo pienso en acelerar…
Esa frase me dejó K.O. «¿Que el amor que…?». Amor. Acelerar.
No esperó a que le contestase, se fue de la habitación y un miedo
inhumano me dejó inmovilizado por un momento. ¿Acababa de dejarme
toda la responsabilidad de lo que teníamos planeado hacer aquella noche A
MÍ?, y lo que era peor… ¿estaba cabreada porque seguía dispuesta a
hacerlo? ¡JODER!
Salí de nuevo al jardín y la vi pegada al niño sin intención de separarse
más de él en todo lo que quedaba de día. Era su nuevo escudo.
Me pasé la mano por la frente, nervioso. Necesitaba salir de allí. Era día
2 de mayo y, desde ese día, se podía salir a hacer deporte en horarios
concretos.
Tardé un minuto en cambiarme de ropa y salir por la puerta de esa
asfixiante casa.
Corrí.
Corrí como nunca.
Mis piernas chillaban por la falta de costumbre, pero necesitaba dejar
atrás el personaje que me había inventado con Mei. Ese otro Mak… porque
era inventado, ¿no?
«No, ¡eres el padre guay que se chuta!», escuché una voz irónica dentro
de mi cabeza. Y sonó sospechosamente como Luk.
Seguí corriendo.
Y diez minutos después, me crucé con Luz y la madre de Mía. Las
acompañaba una niña algo más mayor que mi renacuajo. «¿Mi qué…?»
—¡Mak! —exclamó Luz, contenta de verme—. ¿Qué tal? ¿Cómo están
mis nietas?
—¡Hola…! Eh… bien, bien… todo va genial.
—¿Sabes que estás haciendo deporte fuera de tu horario? —me avisó la
madre de Mía—, no es que me moleste verte… —sonrió echándole un
vistazo a mi cuerpo—, pero se supone que los chicos jóvenes y cachas no
pueden salir hasta las ocho…
—Ah, vaya… ni he mirado la hora, necesitaba salir de casa…
En cuanto lo dije, cerré los ojos, torturado, porque sabía que la había
cagado. Al abrirlos los de Luz me observaban con una sonrisa preguntona y
celestina.
—Vaya, vaya… —soltó simplemente. ¿Para qué más? Era suficiente.
No quería que su mente volara tan alto que escuchara campanas de
boda, así que quise aclararle que los tiros no iban por ahí.
—Es que tus nietas son insufribles —solté vacilón.
Las mujeres se rieron y me fijé en que la niña me miraba seria.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó de repente.
—Álvaro, ¿y tú?
—Maya. Eres muy guapo.
Las risas continuaron.
—¿Qué te dije? No se salvan ni las niñas, se van a salvar mis nietas…
—cuchicheó Luz con su amiga.
Negué con la cabeza, avergonzado.
—Todo está bien. Están a salvo… —le juré. ¡Necesitaba agarrarme a
ese juramento unas horas más!
—Pobrecillas… yo necesitaría drogas para soportar vivir contigo y
llevarlo medio bien… —me guiñó un ojo Luz.
Mi corazón se bloqueó ante esa elección de palabras.
—Bueno… Ya nos veremos, me voy antes de que me multen…
Desaparecí porque esa mujer ¡sabía más por diablo que por vieja!, y no
quería darle más carbón para avivar las llamas de mi infierno.
—¡Adiós, Mak! ¡Y recuerda, paz y amor!
Grité mentalmente. ¡Esa vieja era peor que un anuncio de CocaCola! Se
te metía dentro y retorcía tu alma. «¿Que necesitaría drogarse?» ¡Algo
sabía! Algo le había contado Kai… ¡maldito bocazas!
No me había dicho «deja las drogas y fóllate a mi nieta», pero casi.
Era un puto genio…
Cuando llegué a casa, me metí en la ducha sin saludar a nadie. Era
sábado y siempre montábamos un pequeño guateque en el jardín. No hay
que perder las buenas costumbres, pero aquel día… tenía miedo. De mí. De
nosotros. De conocerla demasiado… de saber cuál era su comida favorita,
su escena preferida de cada película que veíamos, sus canciones estrella, sus
tres tipos de risas, conocer sus lágrimas… Su enfado, sus besos, su sonrisa,
su mirada, su cuerpo… y que todo me gustase demasiado.
Así que me puse mi camiseta de la suerte, que esperaba que me
protegiera de lo bueno y de lo malo. Era una prenda que mi amigo Guille,
un famoso estilista, había rescatado para mí de una tienda perdida del Soho
de Nueva York. Era una réplica de una de las camisetas más caras del
mundo, una de Hermès, hecha a base de piel de cocodrilo. Ni siquiera
notabas que la llevaras puesta. Era como una segunda piel, suave y
mortífera, que hacía que te sintieras invencible.
Después me metí en la cocina, enchufé la música, y me perdí en los
acordes y los sabores de lo que quería prepararles aquella noche.
—Me voy a duchar, ¿todo bien? —dijo Luk acercándose por detrás.
—Sí —murmuré sin girarme.
—¿Y esta camiseta? —preguntó con guasa—. Sabes que ponértela es
lanzarse al ruedo, ¿no?
—Será porque esta noche va a haber corrida…
Apoyó la frente en mi hombro para ahogar una risa.
—Entonces, voy a lavarme a fondo, porque soy lo único que puedes
empitonar…
Esa vez fui yo el que soltó una carcajada.
Pero la respuesta a lo que estáis pensando es «No». Entre Luk y yo
nunca ha habido nada más que el roce colateral producido a través de la
pared vaginal de la chica con la que estábamos teniendo sexo. Pero eso, al
final, te rompe una capa de intimidad sin la que luego no sabes vivir. Tener
a alguien tan cerca, tan metido dentro y que no sea familia, da miedo,
porque puedes perderlo en cualquier momento. Igual que con Kai…
Pensar en él y en lo feliz que estaría siendo con Mía me hizo sonreír y
mirar el teléfono. Deseaba llamarlo y contarle lo mucho que estábamos
sufriendo con sus hermanas. Rogarle que empatizara, explicarle que Mei
era tan apetecible que me estaba muriendo… y que me diera su permiso
para echar el polvo del siglo. Uno que sabía que no olvidaría en mi puta
vida… pero no me atreví.
En lugar de eso, preparé unas pizzas artesanales para chuparse los
dedos, con albahaca, tomates cherry, olivas negras y queso parmesano que
resucitarían a un muerto. Y muerto me quedé yo cuando vi aparecer a Mei
en el salón con Marco para cenar.
Tragué saliva. Llevaba sus clásicos vaqueros, pero la camiseta era más
pegada y escotada de lo habitual… Y se había maquillado. Destacaba tanto
que tuve que apartar la vista… Sus ojos verdes brillaban más que nunca
rodeados de abundante rímel negro y sus labios eran más rosas de lo
normal… ¡a este paso iba a desarrollar una enfermedad coronaria! Pero lo
peor fue la mirada que me echó…
Hizo que algo dentro de mí comenzará a arder. Tuve que coger una
cerveza de la nevera y bebérmela de un trago para sofocarlo.
Luk también se cinceló para aquella velada, eligió una camisa rojo
diablo y un pantalón corto blanco, pero sucumbió ante la pequeña Morgan
que, cuando se lo proponía, se arreglaba para ser la perdición de cualquier
hombre… con sus conjuntos de tops y falda larga con una raja que le
llegaba a la ingle.
Las hermanas no podían ser más diferentes, pero llevaban el distintivo
Morgan bien visible. Ese poderío… como la subida de una buena canción
que te deja extasiado.
El niño se fue tan pronto a la cama aquella noche, que pensaba que lo
habían drogado…
Ani mostró especialmente buena actitud durante la cena. Estaba más
contenta, más sonriente, más… ¿desahogada? Miré a Luk, que la observaba
con una sonrisa satisfecha por su nuevo estado. Nos contaron un poco
acerca de la técnica que habían estado utilizando. Se la veía ilusionada, y
Mei estaba complacida por ello. Era tan buena persona que, por momentos,
hacía que me sintiera indigno de ella. Nunca me había pasado con nadie.
Bueno, miento… me pasó una vez con alguien… con Kai… Kai… Morgan.
¡Putos Morgan!
Hubo risas, música y alcohol. Mucho alcohol…
Pero… ¿cómo pasamos de una velada tranquila y responsable a…
…terminar todos desnudos?
La culpa fue de Paulina Rubio. Siempre es de ella.
- 15 -
Embrujadas
(Mei)
Oe oe eeeoo
Me gustas tanto, mi amor
Oe oe eeeoo
Me gustas tantooo
Es lo que siento yo
cuando estás cerca de mí
es algo químico
que se apodera de mí
será tu físico… que me hipnotizó,
es irónico
que no pueda decirte que
¡me gustas tanto!
Luk y Mak se partían de risa con nuestra caracterización sexi. Sobre todo
porque iba muy en serio. ¡Era lo que sentíamos! Y en el estribillo
intentamos arrastrarlos a bailar porque no se aguantaban las ganas ni ellos;
no estaba bien que se estuvieran ahogando en su propia baba. Pero se
negaron, ya habían caído en esa trampa antes y sabían que, si accedían,
terminaríamos como siempre… compartiendo saliva. Hoy más que nunca.
(Luk)
«¿El peor?».
Ese lo provoqué yo mismo y vino prácticamente seguido del mejor.
Pongámonos en el supuesto de que has paladeado por fin a la chica de
tus sueños. Sí, joder, esa que lleva un mes rondando en pantalón corto por
tu subconsciente, mientras intentas descansar.
Pongamos que justo cuando ibas a poseerla te dice que, además de
preciosa, es una mentirosa patológica y una buenísima actriz.
Pongamos que todo encaja con su cuadro psicológico, lleno de
abandonos, inseguridades y sequía social y te das cuenta de que estás
loquito por ella porque es más inocente de lo que creías…
¿Qué tenemos?
A un tío deseando ahogarse en una piscina.
A un tío que ya le da igual todo y que, si no cede ante sus deseos,
acabará muerto de todas formas.
Un tío que no sabe que se está enamorando…
Un tío peligroso…
No me hizo falta ver que las chicas iban colocadas para saber que iba a
pasar algo gordo aquella noche, lo supe en cuanto Mak se puso esa
camiseta… Es como cuando una chica se depila a propósito para ir a una
cita, por lo que pueda pasar… «¿Perdona?». «Sí, sigue diciéndote eso».
La conversación con Mak y su «no sé si podré controlarme», también
fue indicativo de la bacanal que se avecinaba. Había llegado el día y,
cuando se lanzaron a la piscina desnudas… lo vi claro:
«Kai, disculpa, pero… ¡tu hermana está desnuda en mi piscina!».
«¿Es culpa mía? ¿De verdad crees que la he engatusado para seducirla o
más bien ha sido al contrario? Además… no va a ser follármela una vez y
olvidarla… ¡Qué va!… Va a ser un puto atracón. Y los dos vamos a
disfrutarlo mucho, te lo aseguro».
El discurso me lo sabía… solo faltaba convencer a Mak.
Pero fue escuchar su «A la mierda», y ser la persona más feliz del
universo. Me había dicho que me quedase con Ani en la piscina hasta que
no viéramos luz y eso hice. Tan pronto como nos quedamos solos, me quité
la ropa y me lancé a la piscina. Tenía intención de correrme con ella hasta
quedarme seco.
Ani sonrió perversa al verme dentro y se acercó a mí.
—Llevas todo el día ignorándome —me acusó, flotando a mi lado.
—Es que te tengo respeto.
Ella se rio.
—En serio, ¿por qué lo has hecho? Dímelo…
—Porque me mentiste. No eres la tía dura, sexi y fuerte que aparentabas
ser… No eres una guerrera Valkiria, eres un ángel…
—¿Y qué?
—Que yo soy más de que me arrastren a los infiernos…
—Bueno, quizá yo podría hacerte tocar el cielo… —replicó audaz—,
porque te equivocas en una cosa, sigo siendo MUY sexi…
Nunca me habían callado de una forma tan aplastante. Mi primer
orgasmo con ella fue mental.
—¿Cuál es tu poca experiencia exactamente? —quise saber.
—Dos tíos. Diez minutos cada uno. Bastante triste. Ni siquiera me corrí,
pero la verdad es que tampoco me importó mucho. No me sentí mal, ni
nada parecido. No siento nada con nadie, y contigo, será lo mismo…
Me conocía un poco. Sabía que los retos me ponían, pero…
—Pues el otro día te asustaste…
—Tú no te has visto practicando sexo…
—Aún no lo hemos hecho…
—Si con la lengua haces eso, no me quiero imaginar lo que harás con la
polla…
Me entró la risa. Era tan… genial. Fresca. Diferente… que me hubiese
dado igual que no estuviera tan maciza. Me habría fijado en su aura
igualmente, estoy seguro, ¡pero es que encima, lo estaba! Parecía una puta
broma.
—Puedo ser suave… si es lo que quieres —la tranquilicé.
—No quiero que lo seas…
Esa frase consiguió tensar el 90% de mi cuerpo.
—Estás drogada… —advertí, avanzando hacia ella.
—Es posible, pero tengo muy claro lo que quiero esta noche…
—Yo también —dije sumergiéndome hasta el cuello, inalcanzable.
Ella se acercó a mí, quedando a un centímetro de mi boca.
—Te dije que suplicarías… —dijo deslizando sus labios sobre los míos
con lentitud.
Volver a saborear su saliva fue como un bálsamo. Y me asusté un poco
al entender lo dentro que la tenía ya… Me abrazó la cintura con sus piernas
y comenzó a besarme con más impaciencia, pero no la dejé. Continué
besándola con languidez, dejando que las lenguas se acariciasen con
suavidad, como se merecía un ángel. Como me pidió el otro día. «Con
cuidado», porque, que ahora estuviera dispuesta a todo por estar bajo los
efectos de una droga, no me valía.
—Luk… bésame fuerte, vamos… —se quejó, excitada.
No sé cómo me controlé, Estaba a punto de reventarme las pelotas por
el tono de la petición, pero se me ocurrió algo para ganar los dos.
—Antes tendrás que hacer algo por mí.
—Lo que sea… —jadeó en mi boca. «Ese es el espíritu, nena».
—Antes de ponernos a joder como dos auténticos animales, me dejarás
llevar a cabo otro experimento contigo, igual que el otro día. Porque creo
que funcionó un poco. Sentiste miedo… miedo de mí. De la situación…
—No tenía miedo de ti —musitó más seria—. Es que no quería que me
follaras como a la típica chica que le gusta duro y rápido… como
amenazaste aquel día. Quería… otra cosa. Algo que me hiciera sentir.
Tuve que besarla por decir eso. «¿Quería sentir… conmigo?». Nunca
me había sentido más halagado y especial. Pero a los Morgan se les daba
muy bien hacerme eso.
Y lo estaba consiguiendo, iba a curarla. Porque la primera fase para
«volver a sentir» es «querer sentir».
Vi que las luces de la casa estaban apagadas y me costó la vida misma
salir de esa piscina y no follármela en el agua, solo tenía que hacer un
simple movimiento… pero logré controlarme. La llevé a mi habitación,
envuelta en un albornoz y la tumbé sobre la cama. Yo solo llevaba una
toalla en la cintura, y nunca me había dolido tanto una erección como
cuando se quedó desnuda en mi cama para aplicarle una sesión de Técnica
de Liberación Emocional.
Voy a escribir a la OMS y recomendar hacer esto colocado, prometiendo
que resulta diez veces mejor. Mientras Ani repetía las frases, lloraba, joder.
Os juro que lloraba y yo solo quería terminar y consolarla con el calor de mi
cuerpo. Y eso hice. Se quedó allí tendida y empecé a besar despacio cada
centímetro cuadrado de su piel. Volví a probar la ambrosía entre sus piernas,
ya era un puto adicto a ella, pero cogió mi cara y me pidió sin palabras que
me tumbara sobre ella. Lo hice un poco sobrepasado, pensando en si era
mejor dejarlo, pero no podía… ya no.
Me puse un condón y me situé entre sus piernas para penetrarla con
cuidado, como si fuese virgen, pero su humedad me recibió gustosa y se
arqueó cuando me clavé en su interior.
«Dios mío de mi vida…», embestí de nuevo para llegar más hondo.
¡Estaba flipando! Hacía que no follaba así desde… nunca. Nunca había
alcanzado este grado de sentimientos en una primera vez… Nos miramos a
los ojos con las bocas entreabiertas, impresionados de que estuviese siendo
tan intenso. Me escuché soltar un taco, o varios, e imprimí un ritmo
perfecto escuchándola jadear en mi oído.
—Dios… —susurré pensando que me moría de gusto. ¡Era Ani!
La besé como un loco, agarrándole la cara, aspirando sus gemidos e
intentando decirle algo que no sabía ni lo que era. Entonces farfulló:
—Pensaba que nunca iba a sentirme así… que iba a perdérmelo…
Joder, si os digo que estuve a punto de soltarle un «te quiero», no
miento. Seguí llenándola, muerto de placer, hasta que sentí que una
corriente la atravesó entera y en respuesta mi cuerpo se tensó por
completo… Acabábamos de hacer el amor. Y lo supe aunque nunca lo
hubiese hecho antes. Porque lo que yo practicaba era sexo. Solo sexo.
Me dije que era una excepción, una situación especial. Que se me
pasaría…
Nunca he estado más equivocado.
(Mak)
«Me toca».
¿El peor momento de mi vida?
También fue poco después del mejor…
Un día cualquiera de mayo, en el que estaba haciendo ejercicio con mi,
por entonces, mejor amigo.
La chica que se estaba trajinando (dicho mal y pronto), hermana de la
que me trajinaba yo, nos trajo toallas limpias. Se dieron un beso corto pero
rebelde, y su forma de mirarla al irse fue lo que me alarmó.
—Joder, tío… ¿te traigo un babero? ¡Te tiene babeando…!
—¡Qué va…! —se defendió Luk mientras seguía haciendo ejercicio.
—Nunca te había visto así… —comenté más en serio.
—¿Así cómo? ¿Insinúas que no suelo ser cariñoso con las tías?
—No tanto…
—Esta situación es especial, llevamos viviendo juntos un tiempo, se
alcanza otra clase de intimidad…
—Aún así, nunca te había visto tan empalagoso con nadie. ¿No te
estarás enamorando de ese ser satánico, verdad? —me mofé.
—Qué gilipollas eres cuando quieres… —puso los ojos en blanco—.
Uno, no es satánica. Y dos; ni de coña, ¿vale? Es el mejor sexo que he
tenido nunca, pero no es una sorpresa; desde el primer día tuvimos mucha
química. Y ahora, además, me cae bien.
—Te cae bien —repetí con sorna—. ¡Te cae bien a niveles que te puto
enamoran! —me reí de él—. ¡Si se te ve en la cara! Te lo noto.
—Pues te equivocas —dijo molesto—. Cosa que no es novedad…
Dejó la pesa en su sitio y se largó, dando por finalizada la sesión.
Esa misma tarde, Mei salió a dar una vuelta con el niño, y Luk se fue,
presumiblemente, a la compra.
Cuando me desperté de la siesta, salí a fumarme un cigarro; no me
gustaba hacerlo dentro de casa, y menos, desde que el niño vivía allí. Y
encontré a Ani tumbada en una hamaca del jardín.
—Hola, pequeña Morgan.
Ella me miró pensativa.
—Mak, ¿qué pasará con Mei y contigo cuando termine la cuarentena?
¿Vais a ser novios?
Sonreí ante la pregunta. Ani era tal y como Kai me la había descrito una
noche en medio de una borrachera decadente. Cuando bebía vino le daba
por hablarnos de su familia: «Ani es espontánea y descarada, siempre me
hacía sonreír», balbuceó. «Era tan franca que solía pinchar sin querer».
Y ahora, acababa de pincharme a mí. ¡Au!
Quizá lo preguntase por mera curiosidad, pero de paso, se encargó de
revolver mis entrañas, porque esa era la pregunta por la que, cada mañana,
me quedaba un rato en la cama con los ojos abiertos, antes de evidenciarle
al mundo que ya estaba despierto. Era un miedo siniestro que me dejaba
paralizado.
—No creo… ¿Por? ¿Crees que haríamos buena pareja? —vacilé.
Mi otra gran duda disfrazada de humor.
—La verdad es que no —contestó abstraída, dándole una calada a su
cigarrillo—, pero quizá ella se esté haciendo ilusiones y me preocupa —
dijo después de soltar el humo.
«Tocado y hundido». A mí también me preocupaba.
Aunque pensé que quizá Ani estuviera reflejando su propio miedo.
Peque-Morgan y yo nos parecíamos más de lo que creíamos.
—No sé, todavía no hemos tenido «esa conversación» —me sinceré—.
¿Y Luk y tú, ya os habéis dicho «te quiero»? ¿Habláis de futuro? —la
piqué, travieso.
Ella se rio. Una risa despreocupada y limpia. Kai siempre decía que «se
reía disfrutándolo como nadie, que daba gusto oírla». Y era cierto.
—¡Lo nuestro no es lo mismo! —exclamó muy segura—. Luk y yo lo
hemos hablado. No nos estamos enamorando, solo estamos aprovechando el
tiempo, ¡por si se acaba el mundo!
—Ajá… —respondí incrédulo—. La gente que polvea no tiende a
hacerse tantos cariñitos como vosotros. Admite que te gusta…
—¡Claro que me gusta, es estupendo! Pero lo tenemos claro —Y
realmente casi consiguió engañarme, pero… hablábamos de una persona
que carecía de sentimientos… (que no de sentido del humor, porque yo con
ella me reía lo más grande. Teníamos un alma gamberra en común y le
había cogido mucho cariño gracias a eso), pero había cierta
despreocupación en su tono que me hacía pensar que intentaba convencerse
a sí misma, cuando en realidad, sentía algo más…
—No creas, Luk me preocupa… —dije entonces, para tantearla—. Tú
estás protegida con lo de que no sientes, pero él está que no caga contigo, y
cuando todo esto termine, será dificil despegarlo de ti…
«¿Sufro por él o por perderle?», me pregunté culpable.
—Lo mismo te digo con Mei. No quiero que sufra por más tíos…
Nos miramos algo más serios. Ya no estábamos bromeando.
—Cuando vuelva la normalidad, Luk se follará a otras… —me explicó
ella convencida—. Mei, sin embargo, no pensará en otros… pensará en TI.
¿Quieres que sea una de esas mujeres que se quedan ancladas con un
hombre y no vuelven a pasar página?
—No… —respondí acojonado—. Yo no quiero herir a nadie, por eso
Luk y yo siempre nos liamos con la misma tía. Es todo más fácil…
—¿Con la misma? —preguntó alucinada.
—Sí, pero a la vez —sonreí canalla.
—¡Guala…! —exclamó alucinada—. ¿Cómo se hace eso?
—Es lo que es… Los límites entre solteros están cada vez menos
definidos… El poliamor está de moda y los tríos nunca han dejado de
estarlo, así que… pero ahora dudo mucho que Luk quisiera hacer nada con
nadie porque está hechizado contigo, ¡bruja! —la vacilé.
Ella se partió de risa.
—¡Claro que querrá! ¿Qué tío iba a negarse esa oportunidad?
—¿Uno enamorado?
—¡No digas tonterías! —volvió a reírse dulcemente. «PERO…»
—Como quieras, pero lo conozco mejor que nadie y te digo que tengas
cuidado, déjale clara tu postura antes de que sea tarde…
—Y tú a Mei, por favor —replicó con rapidez—. Que pasara esto era
inevitable, pero creo que se os está yendo de las manos…
—No sé cómo hacerlo… —admití apesadumbrado—. No me gustaría
llegar al «ya te llamaré», y luego pasar de ella… Sería feo.
—Lo mejor sería que te viera con otra. Solo así pasará página. Solo
entonces creerá que lo vuestro no ha significado tanto como ella cree,
porque ¡oye, finges de puta madre, ¿lo sabías?!
Esa frase me hizo sentir mal.
—Yo no estoy fingiendo nada. Estoy muy a gusto con ella, pero creo
que es evidente que lo nuestro no tiene sentido en la vida real… Tenemos
vidas muy distintas. Ella quiere estabilidad y yo no puedo dársela…
—Pues demuéstraselo, antes de que se sienta rechazada otra vez…
Era buena idea. ¡Tenía que demostrárselo! Y de paso, a mí mismo…
Mi cabeza empezó a maquinar algo con la información que poseía.
—Tengo una idea —dijo Ani de repente. Y os juro que recé para que no
fuera la misma que se me había pasado a mí por la cabeza.
—¿Y si Luk y tú hicierais un trío conmigo?
Se me paró el corazón.
Porque sabía desde el principio que aquello lo jodería todo.
—Piénsalo bien, Mak. Todos ganamos. Luk demostraría que no está
enamorado de mí. Si era lo habitual entre vosotros, no le importará. Y si
quieres que Mei sepa cómo eres de verdad y que no se haga ideas
románticas sobre ti, ¿qué mejor que liarte con otra? ¿Eres libre, no?
Era lo más retorcido que había escuchado nunca.
—¿Estás loca? ¡Te odiará para siempre! —chillé impactado.
—Es por su bien. En el fondo ella sabe que tú y yo no nos deseamos,
pero le quedará claro de qué palo vas. La norma fundamental de este juego
es que, cuando alguien está enamorado, no se presta a participar en algo así,
¿no?… Pues que empiecen las demostraciones… Y mejor hacerlo antes de
que surja «esa conversación» y tengas que mentirle.
—No soy de faltar a mi palabra, por eso no la doy fácilmente…
—Pues ahí lo tienes, díselo sin palabras…
Lo que decía tenía algo de sentido, pero…
—Luk no aceptará… —intenté agarrarme a esa idea.
—Pues tendrá que dar un buen motivo para no hacerlo —dijo ella
levantando las cejas.
¡Era Sa-tá-ni-ca! Y muy lista.
Esa misma noche, cuando Marco se durmió, me encerré en mi cuarto
con Mei. Yo no lo sabía, pero quería despedirme de ella.
Me tumbé en la cama sin camiseta y con un pantalón negro de deporte,
y nos quedamos abrazados, juntos, mientras la lluvia caía fuera. Sin pensar,
me acerqué a ella y le di un beso en la frente. Mei subió la cara y se quedó
muy cerca de mí, pero en vez de besarla como me estaba pidiendo y yo
deseando, musité en sus labios:
—¿Sabes que nunca me he llevado mal con una ex? Todas me adoran.
—¿A qué viene eso ahora? —sonrió ante mi ocurrencia.
—A que… no me gusta estar enfadado con nadie. Creo que es una
pérdida de tiempo, y más, si has amado a esa persona en algún momento de
tu vida…
—Tiene gracia que digas eso, porque yo odio a todos mis ex.
—Eso es triste…
—Ya, pero me hicieron daño.
—Eso es inevitable entre los seres humanos. A veces, hacemos daño sin
querer —dije pensando en Kai, y en extensión, en toda su familia.
—Engañar a alguien es algo intencionado. Antes de poner los cuernos,
se debería de cortar la relación. Ser sincero. ¿No crees?…
—Exacto. Por eso yo nunca prometo nada —dije suavemente—. No soy
de faltar a mi palabra…
Ella se quedó pensativa.
—El día que aparezca la chica adecuada, harás promesas, ya verás…
Tenía que haber aprovechado para aclararle que no era muy de
relaciones serias, pero en vez de eso, la besé. Sí, soy así de imbécil… Pero
no lo hice por escaquearme, lo hice porque cada vez que decía algo tierno
me apetecía mucho besarla. Y ahora, mirando atrás, creo que no pude
decirle que lo nuestro no era algo serio porque… habría sido mentir. Solo
que no quería admitirlo.
Nos besamos con una calidez, profundidad y lentitud que buscaré de por
vida y sé que no encontraré con nadie; ahora lo sé. Poco a poco, fuimos
perdiendo la ropa y al final la giré para tomarla de espaldas y agarrarla con
una extraña sensación de propiedad. Ella se sorprendió por la intensidad
con la que entraba en su cuerpo y me miró a los ojos para descubrir algo en
ellos. Pero la besé con fuerza y pegué mi boca a su oído sin bajar el ritmo:
—Me vuelves loco. Eres un puto vicio… —Y eso no era mentira.
Estaba tan hecho a su olor, a su sabor y a su textura, que me veía
incapaz de recrear aquello con otra mujer, y menos, con su hermana.
¡Imposible! No podría…
Para mi sorpresa, Luk me cogió por banda días después y me dijo que le
parecía genial hacer el trío con Ani.
—¿En serio?… —pregunté atónito.
—Sí, lo hemos hecho cientos de veces… ¿qué más da?
—Ya, pero ahora…
—En realidad, quiero hacerlo para demostrarle algo a Ani… —dijo
enigmático—, y a ti te apetece, ¿no? O eso me ha dicho ella, que lo habíais
hablado y que querías…
No sabía si decirle la verdad o seguirle el juego, porque escuchar eso de
sus labios me parecía tan improbable. Si Luk lo permitía, es que no estaba
enamorado de ella… y joder, me la jugué porque ¡pondría la mano en el
fuego con que así era!
Pero íbamos a quemarnos… y mucho.
Yo tenía mi propia estrategia. Llevar a Luk al límite hasta que me
echara de la habitación y pudiera jurarle amor eterno a Ani. Y a mí me valía
con que Mei supiera que tenía la intención de hacerlo.
Elegimos un momento en el que ella y Marco salían a la calle por la
tarde, sobre las cinco; Ani siempre se echaba la siesta y Luk me avisó.
Fuimos a buscarla y nos tumbamos uno a cada lado en el colchón.
Él la despertó con besos, hasta que ella lo agarró y le dio los buenos
días a su manera. Estaba en ropa interior y camiseta de tirantes.
No importa, la había visto en bañador muchas veces, y sin él, varias…
Tenía un cuerpo muy bonito y estético.
No cerramos la puerta, aquello podía convertirse en una sauna si lo
hacíamos, pero la entornamos un poco.
Como quería que me echaran rápido, fui más sinvergüenza de lo
normal. Me giré hacia Ani cuando ella estaba girada hacia Luk y empecé a
besarle el cuello. Los dos se quedaron inmóviles aceptando mi intrusión. Mi
mano subió por su femenina cintura y se detuvo a punto de llegar a un
pecho. Entonces abrí los ojos para observar la reacción de Luk. Pero él
parecía más preocupado por la reacción de Ani que, en ese momento, se
arqueó pidiendo mi caricia en silencio. Y sobé su pecho por encima de la
camiseta, pero Luk no pareció reaccionar y comenzó a besarle el otro lado
del cuello. «¿What!».
«¿Con qué esas tenemos?», pensé.
Mi mano cogió la barbilla de Ani y la giré hacia mí para encajar
nuestros labios. Era una belleza de niña. Estaba buena hasta decir basta,
pero lo más chocante fue que besarla no significó nada para mí. Y
comprobarlo me tranquilizó mucho. Ella me continuó el beso acariciando
mi nuca y solo pensaba en que pagaría mucha pasta por ver la cara que
estaría poniendo Luk.
Pero Ani interrumpió el beso cuando sintió que su chico le estaba
quitando las bragas. Los dos lo miramos alucinados, y la contestación de
Luk fue quitarse la camiseta con insolencia.
Intenté mantener una conversación con él, con sus ojos, y preguntarle
qué coño estaba haciendo, pero solo vi un: «confío en ti, dale caña». Y no
supe qué pensar.
No sabía si la lección se la estaba dando él a ella, ella a mí o yo a él. El
caso es que continuamos. Ani palpó por encima el pantalón de Luk
reclamando su miembro y… cuando hizo lo mismo conmigo, me sorprendió
que mi polla quisiera cooperar contra mi voluntad.
Luk comenzó a besar a su chica mientras ella le acariciaba donde más le
gustaba y me posicioné. Un trío es como una ruleta rusa, nunca sabes si te
va a tocar dar, que te den o chupar algo, por eso es mejor elegir el primero
si quieres evitar cualquier otra cosa. Así que obedecí a Luk. Bajé por las
piernas de Ani y pensé aquello de que «en tiempos de guerra, cualquier
agujero es trinchera», y comencé el sexo oral…
Su cuerpo reaccionó a mi lengua con un espasmo y no quise ni verle la
cara. Solo esperaba que uno de los dos me detuviera pronto. Treinta
segundos después, los miré y vi que Luk la besaba de una forma tan
posesiva que me puso cachondo hasta a mí. La tenía distraída mentalmente
de mis atenciones y ella se vengaba de él con mano ruda. Es decir, la polla
de Luk parecía el martillo de Thor…
Poco después, decidieron cambiar de postura y… en un caso normal, me
tocaría penetrar a la chica que acababa de preparar, pero entonces Ani se
acercó a mí y me bajó el pantalón para hacerme el mismo favor,
ofreciéndole el trasero a Luk.
Mi mejor amigo la cogió de la cadera y embistió con fiereza. Eso
sucedió a la vez que Ani se metía mi sable en la boca y solté una maldición.
«¡Pero ¿qué hooostias les pasaba a esos dos?!…».
Las ganas de ser yo quien frenara aquello aumentaron
considerablemente. Ani debía estar pensando que mi miembro era de goma
porque no estaba cooperando mucho de lo impactado que estaba, pero
cuando quiso innovar, me cagué vivo.
—Nunca he hecho una doble penetración, tengo curiosidad —se atrevió
a decir Ani, que me empujó para que quedara tumbado en la cama y se puso
a horcajadas encima de mí. Mis ojos se abrieron como platos, asustado, y
miré a Luk. ¿De verdad iba a dejar que me la follara? Un segundo… Quise
gritar, pero la cara de mi amigo se descompuso un poco y esperé su
reacción inminente.
Sin embargo, en vez de quejarse, Luk fue a por lubricante y se pegó a la
espalda de Ani.
—Será mejor que entre yo primero, por detrás… Intenta relajarte… —le
susurró al oído—. ¿Estás lista?
¡El tío pensaba hacerlo! Estaba tan patidifuso que no me daba la cabeza
para detenerlo. Ani asintió y Luk procedió. ¡No podía creerlo! Estaba tan
convencido de que Luk la quería…
Empezó a prepararla con los dedos, dilatando la zona con el gel y ella se
agachó hasta mí para facilitarle el acceso.
Quise decirle algo, pero creo que mis ojos saliéndose de mis órbitas lo
dijeron todo. En su mirada solo había un «Te lo dije», que arrastraba cierta
amargura. Y cuando la vi apretar los ojos con miedo por el próximo
movimiento de Luk, quise reconfortarla de alguna manera, así que junté mi
cara con la suya y susurré: «tranqui…».
Sentí la tensión de su cuerpo al soportar la primera intrusión de Luk y vi
que dejaba de respirar.
—Shhh… —la tranquilicé—. Espera un poco, dale tiempo…y verás.
Mi polla seguía doblada contra su vientre, esperando su turno, pero…
en realidad no quería hacerlo. No iba a hacerlo, por mucho que ellos no
dieran su brazo a torcer.
—No puedo… —musité, solo para ella.
—Hazlo…
—No.
—Hazlo, por favor… —gimoteó como si fuera importante.
Cerré los ojos con fuerza y sentí que me fallaba a mí mismo, pero…
hice lo posible por quedarme en su entrada sin avanzar. Estuve como quince
segundos esperando a que Lucas reaccionara de una puta vez, pero fue Ani
quien, con un último movimiento encajó en mí con un gemido, provocando
un escalofrío agridulce de placer por todo mi cuerpo. Era tan estrecha con
Luk ocupando parte del espacio que era difícil no cerrar los ojos y dejarse
llevar. HASTA QUE LO OÍ…
Era un murmullo lejano.
Un lamento. Un sufrimiento.
Y de pronto, me di cuenta de que era Luk.
Me eché a un lado para verle la cara y me lo encontré con dos lágrimas
surcando su cara. Sus problemas respiratorios empezaron a empeorar, era
como si estuviera a punto de ahogarse, pero la expresión de su cara era lo
más devastador.
Nos detuvimos y Ani se giró de golpe, impresionada.
Luk bajó la cabeza para que no le viera, intentando controlarse.
—¿Qué te pasa?… —preguntó Ani asustada—. ¿Luk?…
Él salió de su interior y se giró, sentándose en la cama y cogiéndose la
cabeza con las manos.
Ani se levantó de mí sin mirarme siquiera.
—Luk… ¡Luk! Intenta respirar hondo. ¡Me estás asustando…!
—No me toques… —consiguió musitar él con un hilo de voz.
Esa frase estaba cargada de significado para mí. Tarde y mal, pero ahí
estaba… LA VERDAD.
Pero poco importaba ya… La puerta se abrió y apareció Mei.
La cara que puso no la olvidaré jamás. Fue tan doloroso, que toda mi
vida pasó ante mis ojos.
Sentí que me moría.
- 17 -
CHERNOBYL
(Ani)
T
« enía que ser hoy…».
Luk acaba de llamarme. ¡Y tiene que ser precisamente AHORA!
Dentro de dos horas inauguramos el Club y no tengo tiempo para
mierdas. Bastante hago con soportar que Mía lleve todo el día sin hablarme.
Con lo bien que iba todo… y lo feliz que estaba después de la pedida.
—¿Te encuentras bien?… —Fue lo que contestó a la propuesta.
—Sí…
—Kai, ya habíamos hablado de que el bebé no nos condicionaba a nada
de eso… que había tiempo de sobra para pensar en ello más adelante, y…
yo… bueno… —empezó a ponerse nerviosa.
—Mi vida… ya sé que dijimos todo eso. No quería que pensaras que te
lo decía por lo del embarazo. Te lo pido porque quiero hacerlo. Quiero estar
casado contigo, no me veo de otra manera. El concepto novia se me está
quedando pequeño. Cuando pienso en ti, pienso en mi mujer, en la madre de
mi hijo, y quiero que lo seas cuanto antes…
Su sonrisa me acarició por todas partes.
—¡Eres lo más caprichoso que he visto en mi vida! —Sonrió de medio
lado.
—Luk te lo dijo una vez, cuando me enamoro es con todas las
consecuencias, y yo me enamoro de ti cada día un poco más. Es casi
doloroso…
—Y ¿casarnos aliviaría ese dolor? —preguntó melosa.
—Bastante —sonreí sincero.
—Maldito loco obsesivo… —me acusó mientras la cogía y empezaba a
torturarla a cosquillas para inmovilizarla.
—¡Dime que te casarás conmigo…!
—¡De eso nada! ¡Que esté incubando a tu hijo no te da derecho a
hacerme de tu propiedad!
Me entró la risa por su tono diplomático.
—¡Eso podrás decírmelo cuando te obligue a tatuarte mi nombre en el
culo! —la ataqué sin piedad y ella rio moviéndose de lado a lado.
—Sé de sobra que no eres así —dijo casi sin respiración—, pero no
tenías prisa por casarte y ahora sí, y quiero saber por qué…
Me miró con todo ese genio locuaz que me hacía admirarla y me
sinceré.
—¿Sabes por qué te quiero tanto? —le contesté—. Porque me conoces
mis peores facetas y aún así siento que te encanto; porque eres
extremadamente lista y siempre ves más allá; porque a menudo me
sorprendes en todos los aspectos, y por todo ello estoy ansioso por casarme
contigo sin que se me note que te quiero a niveles preocupantes… Pero
tienes razón, me ha entrado la prisa por la misión.
Su cara cambió al escuchar la última frase, cuando ya estaba convencida
y preparada para darme el «Sí, quiero».
—¿Quieres casarte deprisa y corriendo por «la misión», no porque me
ames con locura?
—Yo no he dicho eso. He dicho que te amo con locura y que además,
nos conviene hacerlo pronto por «la misión».
La vi taparse con la sábana y achicar los ojos. Tuve un escalofrío.
—A ver si lo he entendido… ¿Te conocí porque mataron a mi amiga
Lara, me quedé embarazada porque una lunática me engañó antes de decidir
matarme y ahora nos vamos a casar porque es conveniente para la
misión…?
No supe qué decir.
—¡Esto es el colmo! —gritó—. Vale que soy extravagante, ¡pero esto es
pasarse de la raya! —dijo levantándose de la cama enfadada.
—Mía… ¡yo te quiero! ¿Acaso lo dudas?
—¡No, pero hace dos días no tenías ninguna prisa por casarte!
—¡Maldita sea! ¡Yo quise casarme contigo desde que casi te atropello
con la moto! —chillé como un energúmeno, persiguiéndola mientras me
ponía el pantalón.
—¡Así que ibas a casarte con una No Apta!
—¡Mía! —la perseguí por la casa con una sonrisa inevitable en la boca,
intentando cazarla antes de que se encerrara en el baño.
Cuando le daban esos berrinches era cuando más la amaba. Mi pequeña
Tramontana. Empezaba fuerte, pero se le pasaba enseguida.
—Mía, sal del baño, te lo contaré todo.
—Empieza. Te oigo perfectamente. Prefiero estar aquí, por tu bien.
Le expliqué el plan en líneas generales, saltándome las partes de las
amenazas de muerte y llegando al motivo de la proposición de boda.
—Si voy a fingir que estoy muerto, quiero que estemos casados para
que heredes todos mis bienes.
—Todo el plan es una locura —dijo abriendo la puerta—. Sobre todo
esta parte —continúa emocionada—. ¿Tanto confías en mí?
Tuerzo la cabeza, enternecido.
—Pues claro, pequeña…
Nos abrazamos.
—Suena todo muy a cuento de hadas, sé que no me has contado las
partes chungas…
—Te dije que no podíamos quedarnos en España. Si quiero dejar la
mafia, que no me busquen y que dejen en paz a mi familia, tengo que morir.
O fingir que he muerto. Lo que prefieras —bromeé.
—Déjame pensarlo… —bromeó.
—Cuando todo esto termine haremos una boda por todo lo alto, te lo
prometo.
—No necesito que sea por todo lo alto —me dijo—, solo que estés tú,
mi familia y la tuya.
—No te preocupes por eso. Confía en mí. Por otro lado, nadie sabe que
estás embarazada y eso tiene que seguir en secreto. Cuando empecemos el
plan, te irás a casa de mi abuela, con tu madre, y la misma noche de la
misión estarás volando fuera de Europa, ¿de acuerdo?
—Está bien.
Cerré los ojos, dando gracias a Dios de que aceptara de buen grado.
—¿Sabes que no es nada fácil conseguir fecha para casarse?
—Ya la tengo —admití sonriente y un poco culpable.
—Joder, tú siempre un paso por delante…
—Me han hecho un favor.
—¿Puedo saber cuándo será, o me avisarás media hora antes para que
vaya con un vestido horrendo y una coleta mal hecha?
Me río y la acerco a mí.
—Estarías perfecta hasta con una bolsa de basura.
—Vale, pero de esas lilas que tienen olor…
Nos besamos un poco y juntamos las frentes.
—¿Cuándo será? —preguntó en serio.
—Dos días después de la reapertura.
—¡Bien! ¡Al menos tengo esa fiesta como despedida de soltera!
Mi cara no acompañó su sonrisa.
—La verdad es que preferiría que no vinieras… —supliqué.
—¿Cómo? —Sus ojos se agrandaron prometiendo guerra.
—Mia, cuanto menos te vean, cuanto menos sepan que eres mi punto
débil y cuanto menos se queden con tu cara, mejor…
—¡Pero…!
—Además, estás embarazada…
En cuanto lo dije, supe que había metido la pata. El ojo le parpadeó sin
querer y respiró hondo muy lentamente. Luego giró la cara y se fue a
dormir sin decir nada. Fue de lo más inquietante…
Cuando un hombre calla, es listo. Si una mujer calla, es que está
cabreadísima.
Me metí en la cama, temeroso, y la abracé por detrás. Me dejó hacerlo.
—Tengo miedo de que te pase algo, eso es todo… No quiero que nadie
vaya contra ti, y no hablo solo de la mafia, hablo de las chicas del Club y de
cualquiera que vea en mi mirada que eres lo más importante de mi vida…
Ella no dijo nada y nos dormimos. Pero supe que no se le había pasado
cuando por la mañana se fue casi sin despedirse y le dije:
—¿A dónde vas?
—A clase de Pilates —dijo displicente—. Pero es para embarazadas,
¿eh?, no te vayas a pensar… Luego comeré con Vicky, te pondremos verde
y nos iremos a comprar ropita de bebé y peluches. ¿Te parece bien? ¿Puedo
irme?
Ni se me ocurrió decirle que me moría por comer con ella e ir a comprar
todas esas cosas también. Solo asentí y no volví a verla hasta las nueve de
la noche, que volvió a casa, se duchó y se sentó a mi lado en el sofá con un
chandal. Yo había estado todo el día en el Club, ultimando detalles de la
reapertura y de la misión con los chicos.
Teníamos la estrategia perfecta para poner al topo de nuestro lado.
Estudiamos sus rutinas y nos preparamos para pillarlo en su momento más
vulnerable.
Es decir, ahora mismo, y acaba de pillarme… ¡vestido de gala!
—Joder… —maldigo, pero respondo al mensaje.
Kai:
Preparaos. 19.30h. Parking.
Luk:
Ok.
Mak:
Ok.
Cuando llegamos hacemos tiempo hasta que el tío salga del gimnasio al
que acude. ¿Qué clase de pringado hace deporte un viernes a las siete de la
tarde? Odio esperar. Y tampoco me gusta notar la horrible tirantez que hay
entre Luk y Mak. Tengo pensado emborracharlos esta noche y encerrarlos
hasta que lo solucionen.
—¿Todo listo?
Ambos asienten en silencio.
Me pone nervioso no escuchar sus idioteces de Chip y Chop. Ouch!
Maldita sea, ¿cómo pudo dar tanto en el clavo con ese mote?
—Mía está enfadada conmigo —digo de pronto para romper el silencio.
Los dos me miran serios—. Le dije que no quería que viniera a la
reapertura.
Mak sube las cejas, mostrando su desacuerdo. Luk tuerce la boca, más
comprensivo. Responsabilidad frente a Diversión. Antes juntas y ahora
enfrentadas.
—Dale tiempo —empieza Luk—, terminará entendiendo que es por su
bien. Después de todo lo que le ha pasado, no sé cómo le quedan ganas de
meterse otra vez ahí…
—Exacto. Gracias. —Me siento mejor al tener su apoyo.
—¿Le pides que abandone el país para siempre y no puede correrse una
última fiesta de despedida? Ya veo…
—No todo en la vida es una fiesta… —le contesta Luk—. A veces
tienes que hacer lo que debes, en vez de lo que te apetece.
—Vale, pero le habrás dejado comida y Netflix en la mazmorra,
¿verdad?, porque eso sí que sería cruel…
—Qué mamón eres… —le digo a Mak sonriente—. Me gustará verte a
ti enamorado, seguro que eres peor que yo…
—No flipes, yo no…
—Ya viene —avisa Luk, concentrado.
Los tres nos ponemos alerta. Solo espero no tener que cambiarme de
traje, me apetecía ponerme este.
El asalto es limpio y sigiloso. Le quito la bolsa de deporte, en la que
seguramente llevará un arma, y mis sombras lo sujetan encajándole dos
pistolas con silenciador en el cuello, retorciendo sus brazos hacia atrás y
separándole las piernas para que no pueda flexionar las rodillas. De ahí sale
toda la fuerza de un hombre. Probad a dar un puñetazo con las piernas
rectas…
—Si gritas, te reviento —lo avisa Mak, afilado.
Yo me acerco despacio hasta nuestro nuevo amigo.
—Sobran las presentaciones —empiezo con mi habitual tono pasivo
agresivo de cuando me meto en el papel de «Ka, el lobo malo».
—Yo que vosotros, tendría cuidado… —amenaza el tipo enseguida.
Se me escapa una sonrisa psicópata.
—No te preocupes por nosotros, David, preocúpate por ti. ¿Ves esto? —
digo sacándome una inyección del bolsillo interno de la chaqueta que
contiene un líquido azul bastante espeluznante.
El tío se revuelve, desesperado.
Me acerco más y Luk le tapa la boca un segundo antes de clavárselo en
el cuello. El hombre berrea y lo sueltan.
—¡¿Qué era eso?! —exclama aterrorizado.
—Esa es la cuestión, que no tienes ni puta idea de lo que es —digo
tranquilamente—, pero te puedo asegurar que, si no haces exactamente lo
que te diga, no te dará tiempo a que lo analicen, pidan el antídoto y te
salven. Sin embargo, yo lo tengo aquí mismo… —le muestro otra inyección
de color naranja—. Y de ti depende que lo consigas a tiempo.
—¡Vete a la mierda! —escupe.
Clásica respuesta de poli que ha visto demasiadas películas.
—Mak, dale fuerte, que pierda el conocimiento. Y quitadle las llaves
del coche y el móvil, así no creo que le de tiempo ni de que envíen a
analizar el veneno.
Mak retrocede el brazo para obedecer mi orden y el tío reacciona:
—¡En cuanto haga lo que queráis, me mataréis! —grita colérico—. Yo
pierdo y vosotros os salís con la vuestra.
—Te puedo asegurar que, si cumples, vivirás otro día.
—¡No tengo ninguna garantía de eso!
—¡Mi palabra es la puta garantía! —sentencio—. Vale más que toda mi
fortuna. Nunca falto a mi palabra. Un hombre no es nada sin ella…
—Tu palabra vale una mierda.
—Dale, Mak.
Echa el puño hacia atrás…
—¡¿Qué coño queréis que haga, cabrones?! —grita desesperado.
Ese numerito del toma y daca nos sale genial a Mak y a mí.
—Nosotros somos los buenos, gilipollas —respondo con altivez—. Tú,
sin embargo, estás traicionando al Cuerpo de Policía haciendo tratos con
mafiosos. No te molestes en negarlo… Sabemos que fuiste tú el que colocó
la bomba en mi avión. Tenemos pruebas.
—¿Qué queréis? —pregunta amedrentado y muerto de miedo.
—¿Para quién trabajas? —pregunto directo.
—Si os lo digo, me matarán igualmente… —gime asustado.
Porque tiene razón.
—Vale, no nos lo digas. Pero si lo adivino, mueve la cabeza hacia
delante, como si te doliera el cuello. Solo una oportunidad, ¿aceptas?
Veo que Luk pone los ojos en blanco. No le gusta que maree a los
ratones cuando estoy a punto de comérmelos.
—¿Es al que llaman Otto? —pruebo.
Su cara cambia como si se hubiese cagado encima.
—Ya has contestado —Me giro y le doy la espalda. Hacer eso los
acojona que te cagas.
—¿Qué tengo que hacer…? ¡Por favor…!
No falla.
—Que se corra la voz —digo acercándome a él—. Queremos que le
digas a tu jefe y a todo el mundo que me has visto en comisaría haciendo un
pacto para entregarlos a todos porque quiero dejarlo y retirarme. Diles que
me han prometido inmunidad. Anímales a matarme antes de que lo lleve a
cabo y diles que tú te encargarás de darle el cambiazo al pendrive de
marras, destruyendo el original.
—¿Solo eso? —pregunta extrañado.
—Solo eso.
—¡Lo habría hecho sin que me inyectaseis ninguna mierda!
—Sí, ya, de mil amores lo habrías hecho… Esto es para que veas que, si
nos traicionas, podemos hacer lo mismo en cualquier momento e inyectarte
algo que no tenga puta cura… Y si no quieres vivir para siempre con una
psicosis que flipas, mantén la boca cerrada, ¿capisci?
Las sombras lo sueltan y Mak sigue apuntándolo mientras Luk y yo
subimos al coche y pasamos por su lado para que se suba.
—¡Eh!, ¿y el puto antídoto de lo que me has metido? —protesta.
—Si corres bien la voz, nos enteraremos enseguida y en tres horas
tendrás el antídoto en el buzón; solo bébetelo. Si no cumples o si nos
delatas, morirás en cuestión de horas, tan retorcido que terminarás con los
pies en la nuca. Te sugiero que no me pongas a prueba…
Esa frase también mola un montón. Te hace dudar hasta de tu madre.
Y con los deberes hechos, nos vamos a la fiesta.
—Era un placebo, ¿no? —pregunta Luk.
—Sí —sonrío canalla—. Espero que le guste el antídoto de Tang.
Los tres nos partimos de risa.
Cuando llegamos al Club, da gusto verlo como siempre, lleno de vida.
Con Carlos en la puerta, al que abrazo, y con cada uno de mis hombres en
su lugar recibiendo a la gente. Decido aprovechar el momento para vapulear
los corazones de mis amigos.
—¡Joder, ¿no lo echabais de menos?! —digo acercándome a la barra y
palmeándola. Levanto un dedo y Vicky nos ve. Esta noche es mi aliada y
pronto aparece con una botella de champán del que le gusta a Mak.
—Brindemos.
Algo reticentes, mis sombras se acercan a mí.
—Por un nuevo comienzo —digo chocando sus copas.
—Por un nuevo mundo —dice Luk señalando el móvil de la misión.
Vicky sale de la barra y nos abraza a todos. Mak se queda un poco más
de tiempo entre sus brazos, y ella le acaricia la cara al notar que está algo
melancólico.
Luk le ofrece su copa y Vicky obliga a Mak a chocársela a
regañadientes.
—Me parece una chorrada que os hayáis enfadado por algo tan tonto —
dice ella.
—¿Te parece tonto tener a un poli entre nosotros? —Mak.
—No es un poli. Es Luk. Puede que trabaje para ellos, pero está de
nuestra parte.
—Si confiáis en él, vale, allá vosotros. Yo lo hice y descubrí que me
había estado mintiendo durante años…
—¿Habrías querido ser mi amigo, vivir conmigo, ser parte de mí, si
hubieras sabido que seguía en el Cuerpo de Policía? —cuestiona Luk.
Mak no contesta. Se acerca a la barra y pide una copa.
—Ya decía yo… —murmura Luk.
—¡Mirad quién viene por ahí! —digo avistando a mi hermano Roi. ¡Por
fin, alguien que no está enfadado con nadie!
—¡Hola! —nos saluda.
Luk resucita un poco, pero Mak apenas lo mira. Y Vicky… Uy, Vicky
se ha ido a la barra… qué raro…
—¿Va a venir? —le pregunta Luk.
—Sí.
—¿Quién? —indago al ver su sonrisa—. ¿Una nueva novia?
—No, se refiere a Lola, la he invitado.
Mi cara se desmonta poco a poco.
—¿La has invitado?… —digo poniéndome medio morado.
—Sí, quería verte, y le vendrá bien.
—¿Te la estás follando? —pregunto sin miramientos. Solo quiero
saberlo. Necesito saberlo. Nada más. ¿Lo hace? ¡Contesta!
—No —responde categórico—, pero… Vicky cree que sí…
Levanta las cejas y entonces caigo.
—¡Hostia, Vicky…! —digo aliviado—. Captado. Pero si no la tratas
bien, te arrancaré las tripas, ¿estamos? —añado como si nada, dándole un
trago a mi bebida.
—¿Te apetece ver a Lola? —me pregunta Roi, de improvisto, de
hermano a hermano.
Respiro hondo. Ni siquiera lo sé.
—En realidad, no —me sale—. Lo siento por ella, pero ahora mismo la
relaciono con perderte durante años y casi morirte en mis manos, así que
creo que la quiero, cuanto más lejos, mejor.
—¡Bien! —sonríe mi hermano—. Porque la estoy investigando con
ayuda de Luk.
Subo las cejas sorprendido.
—Se ha estado presentando en mi casa, haciéndome creer que le
intereso, pero es mentira. Algo quiere… y voy a averiguar qué es.
—Ten cuidado —le digo sinceramente—. No me gusta verla cerca de ti.
Prefiero a Vicky.
—Yo también —responde con una sonrisa curiosa—. Mil veces.
De repente, escucho un sonido de asombro. Alguien acaba de vaciar de
aire sus pulmones. Miro a mis amigos y veo a Mak con la misma cara que
una vez cuando se la pilló con la cremallera… y a Luk con la boca abierta y
una mano en el hombro de Mak, como en la peli de Grease cuando el
colega avisa a Danny Zuko de que Sandy acaba de llegar vestida para
matar…
Sigo sus miradas y LAS VEO…
¿Esas son mis her…? «¡Me cagüen mi puta vida!».
- 19 -
YOU
(Mei)
E
« sta mierda me supera…».
¡Esto parece el patio del colegio! Cogería a más de uno de la oreja y lo
arrastraría al rincón de pensar.
Aunque, ahora que caigo, ¡no me llegarían las manos! Porque tela.
Entre los idiotas de Luk y Mak, el alelao de Kai y el subnormal de Roi,
me van a fabricar una arruga en el entrecejo. ¡Qué personajes!
¿No va el tío y se pone a tomar algo en la barra con Lola todo sonrisas?
Y cuando me acerco a él, para que me trate como lo que soy, su amiga con
derecho a roce predilecta, en vez de saludarme y darme un beso sugerente y
esperanzador… ¡me pide un cubata!
A este paso, voy a necesitar antical, porque la arena que me da es
mínima… ¡y encima tiene mierda de gato!
Aunque lo primero es lo primero…
Les pido a Luk y a Mak que me ayuden a llevar unas cajas a vestuarios,
pero, por la mirada que les echo, saben de sobra que lo que quiero es hablar.
O discutir. Hablemos con propiedad.
—¡¿Se puede saber qué cojones les habéis hecho a las Morgan?!
Los dos miran al suelo, culpables, en cuanto les interrogo.
—¿Quieres saber “TODO” lo que les hemos hecho? —contesta Luk con
una sonrisa canalla—. Porque el martes tengo cita en el médico…
—Muy gracioso —gruño cabreada.
—¿Por qué te molesta? —pregunta Mak, curioso.
—¡Porque dais pena! ¿Os habéis visto la cara? Podéis contarle milongas
a Kai, ¡pero dos tíos no se enfadan tanto tiempo si no hay faldas de por
medio!
—Ese no es el problema —me corta Mak—. ¡Es un puto policía!
—¡¿Y a mí qué cojones me importa?! —grito—. ¡Yo confío en él!
—No digas que ese no es el problema —lo acusa Luk—. ¡Se tiró a la
mujer que amo! No podía frenar y guardársela… —dice cabreado.
—¡Porque tú me lo pediste!
—Yo no te…
—¡Chicos, basta! Tenéis que solucionar esto. No podéis seguir así. ¡Las
estáis perdiendo!
Los dos me miran atentos.
—¿Te han dicho algo? —Mak.
—No hace falta. La estáis cagando, y además, Kai os necesita.
—¿A qué te refieres? —Luk.
—Lola —digo simplemente—. Trama algo, y está utilizando a Roi para
conseguirlo.
—¿Por qué piensas eso? —pregunta Luk interesado.
—Porque últimamente pasan mucho tiempo juntos…
—¿Cómo lo sabes? —Mak.
—Las dos veces que he ido a visitarlo, coincidimos. ¿Casualidad?
Luk sonríe.
—¿Sabes quién más estaba allí la segunda vez? Yo. He estado viviendo
en su casa y me enteré muy bien de tu última visita…
—¡¿Qué?!
—No pongas esa cara, no escuché nada que no hubiese oído ya de tus
labios… Y creo que Lola solo quiere follárselo, igual que tú…
Lo miro fatal por esa doble traición.
—¡Al revés! Ella no quiere nada, ¡solo lo está fingiendo!
—Y tú también finges, diciendo que solo es sexo, ¿quién es peor?
—No lo sé —Mak.
—Creo que ella tampoco —Luk.
—¡Argh! ¡Callaos!
—Sabemos que Lola no trama nada bueno —me dice Luk—. Roi solo
le está dando coba para que suelte algo y de paso, te da celos a ti, plantéate
admitir que estás loquita por él, cariño… —argumenta Luk.
—¡Joder! ¿Y no podías llamarme para decírmelo? ¿Qué mierda de
amigo eres?
—Lo que yo te diga… —provoca Mak.
—¡Con vosotros dos no se puede ser sincero! —grita Luk cabreado al
escucharle—. Porque os da igual que os digan la verdad, solo escucháis lo
que queréis oír, por eso ya ni me molesto… —se dirige hacia la puerta para
marcharse.
—¡Pues dínoslo ahora! —le grito, porque sé que Lucas nunca falla. Es
como un héroe que siempre hace lo correcto, capaz de cumplir con lo que
los demás no podemos. Y ahora necesito que me digan qué coño hacer…
Se gira y el silencio le otorga la palabra.
—Tú —se dirige a Mak—, abre los ojos de una puta vez. La vida que
llevabas, se acabó. Y no es porque Kai se marche lejos, sino porque nunca
volverás a ser tan feliz como con ELLA… ¿Nuestro problema? Es que la
has perdido por mi culpa. Y no me lo perdonas…
Mak traga saliva ante sus palabras y alucina. Como yo.
—Y a ti —me dice cansado—. Te digo lo mismo. Los días de jugar han
terminado, gatita. Es hora de decidir lo que vas a hacer con el resto de tu
vida, aunque te aterre dar ese paso sola, pero ahora tienes suficiente cabeza
y dinero para hacerlo. Roi es otro tema, pero deberías confiar en él, todavía
no he visto a un Morgan que no merezca la pena…
Desaparece sin poder detenerle y Mak y yo nos miramos.
—¿Y quién le dice a él lo que tiene que oír y no quiere? —susurra Mak
dolido.
«Joder…».
Salgo por la puerta preocupada. ¿Luk estaba allí la segunda vez que fui
a casa de Roi? Pff… ¿Oiría todo lo que le conté? No quería que nadie lo
supiera.
Roi me había llamado unas siete mil veces después de marcharme de su
casa enfadada la primera vez. Al final se lo cogí diciéndole que dejara de
insistir porque no me debía ni media explicación. Él insistió en que
necesitaba hablar conmigo de algo muy importante.
—Dímelo por teléfono…
—No puedo. Pueden estar escuchando la conversación. Por favor…
Y al final, piqué. Es lo malo de que te gusten los gatos, que nunca te
cansas de acariciarlos…
Fui a su casa con la mente cerrada y un cinturón de castidad bajo la
falda. «Sííí, me puse falda. Y sí, iba depilada, pero sin ninguna perversa
intención… palabrita de Loba-Shakira». Me abrió la puerta con un aspecto
irresistible y a los cinco minutos ya estábamos jadeando, esta vez, en su
cama. «¡¿Por qué no puedo resistirme a él?!», me pregunté alucinada… Y
enseguida obtuve mi respuesta.
Roi no era como todos. Era muy especial y lo supe al preguntarme:
«¿Me vas a contar por qué dejaste la carrera… por qué trabajas para Kai…
por qué te escondes bajo un pelo morado, estos piercings y maquillaje de
Drag Queen? Tú no eres así, Vick…».
Os juro que me levanté de la cama con un cabreo astronómico, pero me
retuvo del brazo, y empecé a llorar.
—¡Tú no sabes nada de mí, no dejé la carrera, solo me cambié de una
universidad privada a una pública y he seguido estudiando poco a poco
porque tenía que trabajar para pagarla!
—Pero… ¡¿Por qué?! —quiso saber sin dejarme marchar.
—¡Suéltame! —grité descontrolada. Y Roi se asustó. Me soltó, pero
intentó cortarme el paso, preocupado.
—Vick… pero ¿qué te pasa? Soy yo… —dijo extrañado.
Cerré los ojos, acongojada, y me abracé a su pecho.
¿Iba a contárselo? «Joder…»
—Tenías razón… Yo era una niña bien… Tenía todo el futuro por
delante, como dijiste. Mis padres tenían dinero. Había empezado a estudiar
medicina, pero… algo pasó.
—¿El qué? Cuéntamelo, por favor… ¿Por qué acabaste así?
Mi cara se transformó en ira.
—Me forzaron en una fiesta de la universidad. Y era virgen, Roi… El
hijo de puta me hizo muchísimo daño, pero al día siguiente, cuando se lo
conté a mis padres…
—¿Qué pasó?
—Nada. Eso pasó. Hicieron como si nada… —dije dolida—. «Son
cosas que pasan, seguro que ibas muy borracha, lo mejor es que lo olvides,
que lo olvidemos todos. Nadie tiene que saberlo. Esto nunca ha pasado»…
Roi se quedó petrificado.
—Ahí me di cuenta de que mis padres eran pura fachada, poco les
importaba lo que me ocurriera de puertas para dentro. Solo importaba que
sus amiguitos del Club de Campo no se enteraran…
—¿Y qué pasó después?
—Me volví intratable. Estaba llena de ira, de decepción, y amenacé con
denunciarlo al periódico y a la policía. Era mayor de edad. Pero me
amenazaron con decir que me lo había inventado y que tenía una
enfermedad mental. «Si lo cuentas, esto te marcará de por vida», me
advirtieron. Solo estaban pensando en ellos… y sentirlo me resultó tan
insoportable que me fui por mi cuenta y me puse a trabajar y a compartir
piso. Un año después, Kai me buscó cuando salió de la cárcel. Me ofreció
trabajo y protección. Me metí en el Club, conocí a algunas chicas y creé una
nueva vida.
—Entonces, ¿sigues estudiando?
—Estoy apuntada a algunas asignaturas… —dijo renqueante—. Pero el
pasado febrero no hice ningún examen… No puedo… He cambiado, Roi.
Ya no soy la que era… ese tío truncó mi vida…
—¿Dónde está ahora? ¿Cómo se llama?
—Olvídalo. Creo que Kai se encargó de él hace mucho tiempo…
—Lo siento mucho —musitó dándome un beso en la sien y cogiéndome
la cara—. Túmbate conmigo, por favor, quédate…
Estaba tan feliz con sus mimos, con su preocupación exagerada por mí,
por su forma de hacerme el amor… que no me di cuenta de lo que era para
él hasta que un día, Lola volvió por su casa con aires de «cucu, tas tas» y
me sentí traicionada de nuevo.
¿A qué estaba jugando con Lola? ¿Y él, viviendo algo muy especial
conmigo en paralelo? Ella me miraba fatal. Sus papaítos también eran
miembros del Club de Campo y yo allí era una proscrita… «Pobres padres,
¡les salió rana!», seguro que es lo que comentaban todos.
Lola iba claramente a por Roi y no se cortaba ni habiéndome visto allí
dos veces. Yo no era rival para ella… Yo no SOY rival…
(Roi)
«Esta mierda me supera…».
¡Esto parece el patio del colegio!
Me ha costado horrores irme y dejar a Vicky con esa expresión en la
cara, pero era necesario. Me llevo a Lola al despacho de Kai, tal y como él
me ha sugerido, y sigo con el plan. Al entrar en la zona más personal del
Club sus ojos hacen chiribitas, lo que me aclara por completo que no está
interesada en mí, sino en algo más grande.
Cuando intenta disimularlo y volcar su atención en mí, ya es tarde, pero
le sigo el juego.
—No sé por qué Vicky tiene tantos celos, solo somos amigos… —
sonríe coqueta—. Debe pensarse que es tu novia… pero la verdad es que no
te pega nada, tú tienes muchísima más clase…
Me muerdo la lengua y le digo lo que quiere escuchar.
—Antes de que tú llegaras, tuvimos algo, pero fue una noche en la que
bebí demasiado y… bueno, ella estaba allí…
—Suele pasar con ese tipo de chicas… se venden barato a la primera de
cambio y luego piden el oro y el moro…
«El oro y el moro pides tú…», pensé furioso.
—Ya se dará cuenta de que no es ella la que me interesa…
Lola sonríe triunfal cuando me acerco a ella lentamente.
«Tengo que hacerlo». «Voy a hacerlo». Y la beso despacio durante unos
segundos, pero me aparto enseguida.
—¿Qué te pasa? —pregunta muerta por profundizar más.
—Que no me gusta tener la sensación de que deseo todo lo que ha sido
de Kai… Tú… este lugar, hay muchas cosas que no sabes…
—¿Como cuál? —pregunta ávida, sin pensar que pueda estar
engañándola. Es de esas personas que piensa que ser bueno significa ser
tonto.
—Nadie lo sabe, pero Kai quiere irse lejos. Creo que les va a dejar el
Club a sus amigos para que lo lleven. A mis hermanas les dio en su día
dinero como compensación, pero yo no lo acepté, así que una parte de este
lugar sigue siendo mía. ¡Era el restaurante de mis padres!, de la familia, y si
él se va… yo lo quiero. Sé que podría llevarlo bien y… no sé, es como si no
confiase en mí.
—Yo confío en ti —respondió veloz—. Y podría ayudarte…
No muevo ni una ceja ante ese comentario. Solo apoyo mi frente en la
suya y afianzo mis manos en su culo.
—Me vendría bien, a mí me falta experiencia, pero aun así, no sé si será
suficiente…
—Yo tengo contactos que pueden ayudarnos —replica convencida.
—Pero ¿son de fiar? Tampoco quiero ponernos en peligro.
—Son antiguos socios de mi marido. Los conozco bien. Jeff, Otto y
Carolo querían una alianza con Kai, y si él se va, seguro que querrán
hacerla contigo.
—Está bien.
Ella se lanza a mi boca para nublar mi mente y cerrar el trato, pero,
después de dos o tres besos fogosos, finjo que mi móvil vibra y lo cojo.
—Mierda… Kai me está buscando. Puede que sea buen momento para
hablar con él y convencerlo por las buenas. Si no, le diré que nos veremos
en los tribunales, y no creo que le interese eso…
—De acuerdo. Escríbeme luego —me da un beso final.
Nos vamos del despacho y encuentro a Kai con rapidez en la barra. Lola
se va a hablar con unas amigas. Mi hermano no me ha llamado, pero me
está esperando. Hay una copa recién puesta junto a la suya y la señala al
verme.
—¿Cómo ha ido?
—Ha picado —contesto escueto bebiendo un poco.
—Así que, al final, te has enrollado con mi ex —dice sin mirarme, con
una sonrisa canalla.
—No sé qué viste en ella, de verdad… —protesto—. ¡Es como una
mala de manual!…
—El amor es ciego, por eso me da tanto miedo… ¿has averiguado algo?
—Me ha dado nombres: Otto y Carolo.
—Lo que ya sabíamos… Otto estuvo detrás de la bomba en el avión,
nos hemos enterado esta tarde, y Carolo acaba de ganarse un hoyo a su lado
en el cementerio…
—¿Qué vas a hacer? —pregunto cabreado—. Porque yo tengo ganas de
patear unos cuantos culos…
—No te envenenes, Roi, está todo pensado. Después de mi boda,
seguiremos el plan. Los clanes se reorganizarán y te necesitaré para el truco
final, aunque no me haga ni gota de gracia que te metas ahí…
—Gracias por confiar en mí, después de todo.
—Confío en ti, pero no en ellos. Si te pasara algo, no me lo perdonaría
nunca. Así que júrame que no harás nada por tu cuenta, es la única forma de
mantenerte a salvo.
—Seguiré tus órdenes a raja tabla, te lo prometo.
—Pues te ordeno que vayas ahora mismo a hablar con Vicky, antes de
que te de una paliza… —dice intentando no sonreír. Yo lo hago.
—¿Dónde está?…
—Estoy seguro de que llorando en el baño.
Doy un trago y me voy de su lado sin decir nada más, pero sé que está
sonriendo.
Entro en el aseo de las chicas y hay cuatro mirándose al espejo.
—¿Vick?…
No obtengo respuesta.
—Perdonad, ¿habéis visto a una chica llorando, pelo morado…?
Todas niegan con la cabeza. La camaradería femenina existe, pero una
se me queda mirando torciendo la cabeza y pongo mi cara de: «soy muy
mono, ayúdame».
—Está en ese de ahí —termina diciendo.
—Vicky… abre… —digo llamando a la puerta.
—Lárgate. ¡Déjame sola!
—No pienso irme hasta que me escuches.
—Y yo no pienso salir. ¡Eres un imbécil!
—Vicky, por favor… No es lo que crees…
Se escucha como se reaviva un llanto.
—Ya la has oído —interviene la chica que me ha ayudado antes,
llevándose el dedo índice a los labios y guiñándome un ojo—. Vete, no
puedes estar aquí —dice sin mirarme, esperando que Vicky lo haya oído.
—Está bien… —reacciono—. Te esperaré fuera.
Movemos la puerta del baño haciendo ver que me he ido.
—Ya puedes salir —la avisa—. Lávate la cara, no dejes que te vea así…
La mayoría de las chicas se van. Y esta última vocaliza un «suerte».
Diez segundos después de que reine el silencio, el cerrojo de la puerta se
abre. Y la abordo en cuanto sale.
Se queda tan sorprendida que no reacciona, pero mi lengua se trenza
con la suya pegando su espalda a la pared.
Ella aparta su cara, dolida.
—Roi, no… —solloza avergonzada—. Estoy harta. Harta de no
sentirme suficiente para nadie…
—Shhh… escúchame —le digo cogiéndola de la barbilla y haciendo
que me mire—. Todo era una farsa. No nos fiábamos de Lola y le hemos
seguido el juego, pregúntale a Luk, él lo sabe. Necesitábamos confirmarlo y
sacarle nombres.
—¿Y por qué no me lo dijiste…? —pregunta dolida.
Me siento fatal, pero…
—Porque necesitábamos tu reacción real. ¡Lo hubiera notado…!
—¡Pues me alegro de que os haya servido hacerme sentir una mierda y
dejar que me insulte…! —dice luchando por soltarse de mí.
—¿Quieres algo real? —dije algo más serio—. Me vuelves loco,
joder… y creo que lo intuyes, por eso estabas tan desquiciada… Puedo
decirte que no me he divertido con nadie tanto en mi vida como contigo…
ni ha habido coño que me haya sabido mejor que el tuyo…
Abre los ojos de par en par. ¡Al fin un poco de atención! No soy mucho
de soltar barbaridades así, pero Vicky me hace decirlas. Me hace bajar a los
infiernos para recuperarla. Pero soy un Morgan, nos gustan los imposibles.
La beso con fuerza durante unos segundos.
—Por favor, dime que lo ves… que notas lo que siento por ti, que sabes
que Lola no es mi tipo, joder, dime que confías en mí…
Ella parece recordar algo… y rueda hasta el baño conmigo. Son lo
nuestro. Lleva un vestido negro elástico y discreto. Lo que se lleva todo el
protagonismo es su cara, maquillada de forma espectacular, pero yo sé que
esa chica frágil que me hizo el amor en mi casa, esta ahí debajo. Y quiero
demostrárselo tratándola como se merece.
Ralentizo el beso y me pongo más romántico. Voy subiéndole el
vestido, no a zarpazos, sino con caricias profundas, mientras me deshago en
halagos silenciosos en su boca.
Ella la abre encantada haciendo que nuestros labios se chupen, se
esperen, se provoquen…
No me hace falta comprobar lo húmeda que está, sus jadeos me lo
cuentan. Me desabrocho el pantalón y libero lo que hoy es mi alma hecha
carne. Dura y suave a la vez. Me recuesto contra ella, abre las piernas y me
deja entrar como ha prometido silenciosamente desde que me ha visto
llegar… Si las miradas hablasen, la suya me hubiera dicho: «Esta noche Vas
a ser mío».
Vuelvo a besarla mientras disfruto de zambullirme en dos zonas
húmedas de su cuerpo a la vez.
Me pierdo en movimientos rítmicos y lentos, sin prisa.
—No dejaría nunca de follarte, nena… Solo a ti…
De repente me doy cuenta de que está llorando, emocionada,
sobrepasada, pero sigue besándome sin importarle y en mi pecho arde algo.
Me arde la boca también por decir dos palabras muy concretas, pero me
callo. No quiero asustarla.
Al terminar, los servicios están aún más llenos, pero hemos sido
silenciosos.
—Te veo ahora en la barra… —musitó.
—De acuerdo. Y… no dejes que Lola te sobe, por favor. No lo
soporto…
—Solo hay que aguantar unos días más, pero la esquivaré. Le diré que
me quedo con Kai, pero hoy me gustaría que durmieras en mi casa. Y que
pases el domingo conmigo…
—Seguro que Lola aparece por tu piso… —murmura reacia.
—No, le diré que como en casa de mi abuela, ¿de acuerdo?
Ella sonríe un poco y asiente.
La acerco a mí, agarrándola de la nuca, y le planto un beso suave. Estoy
a punto de soltarlo… «te…». Lo retengo a duras penas. Y en el último
segundo, cambio esas dos palabras por «Hasta luego».
(Vicky)
Me miro al espejo.
«¡Por el amor de Dios…!», pienso viéndome la cara. Parezco un payaso
diabólico con todo el maquillaje corrido. No es waterproof.
Me la lavo pensando en sus besos. ¡Es tan… putointenso todo!
«Joder…».
No puedo estar así, con los sentimientos tan desbordados por un tío.
¡Esto no me pega!… Luk y Mak me volvieron loca en su momento, pero
aquello era más lascivia que otra cosa, y risas, y amistad… esto es
diferente. A Luk y a Mak te haces adicta, adicta a su forma de camelar. Pero
Roi se te mete más allá… hasta un abismo lleno de ojalás…
La canción «Accidentally in love» me viene a la cabeza. Me aseo un
poco y me repaso el pelo. Nada como un orgasmo para tener buena cara.
Esto no lo iguala ni una crema de mil euros.
Salgo del baño y me encuentro a Roi apoyado en la pared. Me sonríe y
se me rompe una arteria principal de lo mono que es. Me muero… Se
acerca renqueante y lo miro extrañada.
Me coge de las manos y las besa, recordándome mucho a Kai.
—¿Qué pasa?…
—Nada, que me he confundido. No quería decirte «hasta luego», quería
decir… «te quiero». Me da un beso corto y susurra: «te quiero».
Mis piernas se vuelven de gelatina, mientras lo veo alejarse de mí.
Y solo puedo pensar… «Ojalá».
- 21 -
THE GOOD WIFE
(Kai)
Mak:
Sala 8. De nada.
(Mía)
—Hola, mi amor —me saluda como si tal cosa.
—¡Voy a matar a Mak! —amenazo intentando escapar de mi amarre—.
Atar a una embarazada tiene que ser un delito.
—¿Te crees un unicornio? —me contesta, y me entra la risa, pero…
—No tiene gracia, desátame ahora mismo…
—¿Sabes lo que no tiene gracia? Que vengas de sorpresa al Club así
vestida…
—¿Qué le pasa a mi ropa? —finjo inocencia, sabiendo muy bien lo que
he provocado en él. Y eso me excita. Se me nota en la voz.
—Nada, cielo, es perfecta… si buscas que te aten —sonríe ladino.
Mak me ha traído a una habitación nueva. Tiene un columpio sexual,
una cruz de San Andrés, a la que estoy esposada de pie, y una cama con
esposas. Todo muy cuqui.
—Estoy aquí porque Mak me ha engañado —aclaro.
—A otro perro con ese hueso… Le hubieras pateado el culo si no
quisieras ser castigada por lo que has hecho… pero quieres.
Su sonrisa me da miedo, es más, si no lo conociera, juraría que está
siendo víctima de una posesión demoníaca.
—¿Qué vas a hacerme? —pregunto excitada.
—Lo mismo que tú a mí. Desesperarte, enloquecerte, y cuando ya no
sepas si me odias o me quieres… morirás de placer.
—¿Tú has muerto de placer?
—Lo haré cuando te rompa el arma de destrucción masiva que llevas
puesto y tengas que irte a casa en chándal.
—No lo rompas, por favor —suplico—. Es una pieza única.
—Tú sí que eres una pieza… —replica jocoso. Y excitado—. ¿Te lo vas
a quitar por las buenas?
—Sí —respondo rápido.
Un reto se forma en el aire. Y sé que me cree, porque sabe que estoy
muerta de deseo, pero, por si acaso, se quita la camisa, el muy hijo de
perra…
—Eres cruel —gimo. Él sonríe.
Sabe que las hormonas del segundo trimestre me están haciendo polvo.
Nunca pensé que podría estar tan cachonda, y menos estando embarazada…
pero por lo visto les pasa a algunas mujeres y el cabrón no podría estar más
encantado. Últimamente, estoy desatada. Quizá por eso haya hecho esto…
El otro día le tiré del pelo y le hice daño, pero se vengó llevándome al
cielo. Desde entonces, solo pienso en provocarle. Y cuando me dijo que no
quería que viniese a la fiesta, por mi seguridad, lo tuve claro. Y esperaba un
gran castigo por ello… Yo encantada, si es con su vara.
Se acerca a mí y desata mi mano derecha, por la que se desliza uno de
mis tirantes, luego vuelve a atarme. Lo mismo con las cuatro extremidades.
Pero, a mitad de camino, cuando la parte de arriba del conjunto cae hasta mi
cintura y mis quechua quedan al descubierto, las ataca voraz. El grito que
pego lo escuchan hasta en mi casa. Tenía los pezones superduros desde que
le he visto entrar con esa calma relativa, como lo haría un jodido vampiro
que viene a por su cena.
En poco tiempo, me tiene desnuda y se pega a mí, para que lo huela y
mi cuerpo reaccione a él con virulencia. También me acaricia. Me acaricia
despacio, merodeando zonas deseosas de que hunda la mano… empiezo a
desesperarme. Mi respiración cambia. Esta tortura me recuerda mucho a
aquel día en el piano. Justo en ese momento, un dedo desobediente se cuela
en mi interior, a la vez que su lengua lo hace entre mis labios.
—Vaya, vaya, vaya… ¿qué tenemos aquí? —susurra en mi boca.
Juega con mi sexo, bañándose en mi excitación. La zona está más
empapada de lo normal. Será la situación, estar atada y ver en sus ojos
sobre esa plataforma que pensaba vengarse de la forma más perversa y sexi
que hubiera…
Profundiza el beso y mete un segundo dedo que avanza y retrocede con
maestría dentro de mí. Podría correrme así… en 3, 2, 1…
Se aparta de mí y maldigo. Esto pinta mal… o a que voy a terminar
como un aspersor.
No pierde el tiempo y se quita toda la ropa. Hola, octava maravilla.
Podría freír un huevo en sus cuádriceps. Mi boca se llena de yema líquida
más rápido que mi entrepierna y tengo que tragar.
Vuelve a mí y se acaricia el miembro, perezoso. El sonido de las
cadenas provocado por mis manos, le chiva la intención de mi
subconsciente y sonríe.
—¿Te gustaría tocarla? —pregunta con una voz decadente—. Pues no
vas a hacerlo.
No obstante, apoya su punta roma sobre mi monte de Venus y empieza a
rozarme el clítoris con ella… A los diez segundos, mi entrepierna suda
tanto que creo que voy a morir deshidratada. Haría cualquier cosa por que
entrara en mí resbalando como en una pista de hielo a mediodía…
—Vamos… —suplico.
Él encaja su polla en mi abertura, y noto que también sufre. Hunde un
poco el principio, pero vuelve a salir. Respiro como si acabara de llegar
corriendo desde mi casa.
—Por favor —jadeo—. Hazlo ya…
Kai pasea su verga de arriba a abajo por mi hendidura, haciéndome
rabiar.
—Me gustaría, nena, no sabes cómo me gustaría entrar como un
elefante en una cacharrería, pero si quieres que te folle, tendrá que ser en el
columpio —lo señala detrás de él.
«¡Lo que sea! ¡Ahora mismo vendería a mi madre por un misionero de
treinta segundos!».
—¡Vale, joder!, pero… ¿ese trasto es seguro?
Levanta una ceja, recordándome que su misión en la vida es que yo esté
a salvo de todo.
—Vas a ponerte como yo te diga. Sin rechistar.
El coño se me contrae formando una «o». Lo juro. Creo que si no lo
calla pronto, en un par de minutos, aprenderá a hablar. O a pedir…
Al final la posturita se las trae. Me deja volando boca abajo,
apoyándome en dos bandas que cruzan mi estómago y mi clavícula, por
debajo de mis brazos. No veo el punto erótico… hasta que me abre de
piernas de par en par haciéndome apoyar las espinillas en otras dos bandas
más pequeñas. ¡Por el amor de Dios!
Luego me sube en polea hasta la altura de su cara, y hunde la lengua en
mi centro como si fuera agua en el desierto.
Grito desesperada. Y juro en arameo cuando siento que me empuja
hasta el orgasmo con su boca. Estoy tan expuesta y abierta para él sin poder
detenerlo, que la sensación de estar siendo forzada me pone a mil. Me corro
como una loca, mientras pienso en insultos mentales. Esto no es lo que me
ha prometido, y mi cuerpo lo sabe. Mis entrañas arden recordándome que lo
que necesito es que me ensarte y me destroce entera. Rápido, duro, hasta
que no pueda más. Y luego siga.
Me baja a la altura de sus caderas con un golpe seco y obedece mis
deseos. Se hunde en mí con tantas ganas que me quedo sin habla. El placer
me enmudece en un ejercicio de apnea hasta que mis pulmones me dan
tregua y consigo volver a respirar. La forma en la que encajamos, una y otra
vez, la presión que ejerce en mis caderas, y en ese punto exacto que me
vuelve loca… me someten.
Es algo que no puedo pasar por alto. Su dominio, su maestría… su
pasión.
—No vuelvas a hacerlo… —gorgotea de pronto. Yo solo puedo gemir
en respuesta, devastada—. No vuelvas a matarme de amor…
Eleva el ritmo y la dureza y me da un cachete que me hace loquear.
—Más… —le pido—. Más, joder… ¡más!
Me taladra tanto que se escucha perfectamente el sonido licuado de mi
excitación, y nunca es suficiente.
—¿Quieres más?
—Sí…
—¿Confías en mí? —dice sacándola. Y de pronto me quedo huérfana.
Su mano comprueba el estado de mi entrepierna, que está más hinchada que
nunca. Tanto que hasta me duele.
Siento que estimula una zona que nunca hemos utilizado y doy un ligero
respingo. Kai traslada humedad de un lugar a otro y antes de que pueda
decir nada vuelve a meterse en mí un par de veces, por delante, pero de
pronto la saca completamente lubricada y se introduce en otra parte.
Inspiro una gran bocanada de aire, alucinada.
Pero él me ignora y sigue entrando. Hasta la cocina…
Siento un montón de cosas. ¡No sé ni lo que siento! Miedo, sorpresa,
reparo, pero sobre todo, esa sensación superior que estaba necesitando.
Algo distinto, que cada vez me provoca más placer.
—Dios mío… no pares…
Noto que sonríe sin verlo y aumenta el ritmo y la fuerza, lo que hace
que aumente mi locura. Lo estoy sintiendo y no me lo creo. Solo quiero más
con una desesperación desconocida. La emoción que vivo traspasa la
vergüenza, a nosotros, a mí, solo soy sensaciones apabullantes y de repente,
me sumerjo en un orgasmo único. Es… EL ORGASMO. Largo, profundo,
ese que te desconecta por un momento de tu mente y solo eres luz blanca
celestial…
Escucho que Kai se corre con un sonido demencial y lo veo todo
naranja-miel-sol-Hawai, siento que voy a desmayarme, pero no. Noto que
Kai se apoya en mí y besa mi espalda. Ahora que ha parado, cualquier
movimiento me pone en tensión al notarle ahí dentro.
—Deja que se relaje para poder sacarla —murmura tranquilizador—.
¿Te ha gustado?
—Casi me muero…
—¿De amor? —sonríe mi chico.
—De todo… —digo muerta de vergüenza—. Ha sido bestial…
Apenas siento como retrocede y me lleva hasta una ducha que hay en
uno de los lados. Nos mojamos solo de cintura para abajo, pero la sesión de
besos no la perdonamos, esa reconciliación es casi tan buena como el
castigo…
—Te amo con locura —musita en mis labios. Y sonrío.
Me siento una auténtica privilegiada.
Y de pronto recuerdo la mejor frase de la película Moulin Rouge:
«Lo más grande que te puede pasar es que ames y seas correspondido».
Qué gran verdad. Qué grande es eso…
- 22 -
MAD MEN
(Mak)
H
¡ ay que ser cabrona!…
No le basta con dejarme lobotomizado viniendo a la reapertura con el
vestido más sexy que hay sobre la faz de la tierra, que, en cuanto me
descuido, la veo besando a un tío. ¡Besando a un tío!
Se me han cruzado los cables. No razonaba. Menos mal que Luk me ha
parado a tiempo antes de romperle la nariz contra la barra al pobre chaval.
—No lo hagas —me ha dicho adusto, cruzándose en mi camino.
Pensaba arramblar con él también, pero las pesas que hace sirven para
algo y me ha cogido del cuello para decirme: «Si lo tocas, la vas a joder
bien. Vamos a por unos chupitos». Y no sé cómo, he retrocedido.
Es una putada comprar terciopelo y que al final resulte ser cuero.
¡Sí, coño, estoy hablando de Mei!, alias, la rompe huevos. Ani tenía
razón, ¡es una come-hombres! Es una puta Mantis religiosa… Te folla hasta
casi matarte y luego te corta la cabeza.
«La he perdido…», pienso quedándome sin respiración.
Llevo un puto mes sin dormir, tomando pastillas para conciliar el sueño,
y metiéndome más que nunca… quizá sea ese el problema.
Todo lo que me ha dicho esta noche no me ha podido hacer más daño.
Empecemos por «Quiero que me follen duro y no va a ser contigo».
Espera… Ah, ya he terminado. ¡Quiero gritaaar!
¿Dónde cojones está mi Mei? Extraviada por ahí dentro de ese cuerpo
de malhechora.
Le he asegurado que ella no es así y ahora… ¡está besando a un tío!
—Cálmate —me dice Luk al ver mi estado de nervios—. Lo hace a
propósito.
—Pero ¡¿de qué cojones va?! ¡¿Por qué no me arranca el corazón,
directamente?!
—Tú estuviste con otra y ahora ella también…
—¡No es lo mismo!
—Claro que lo es, ¿crees que ese tío significa una mierda para ella?
—Es mía… —mascullo. Y siento una opresión en el pecho. Sé que está
mal decirlo, que es machista, egoísta y psicópata, pero es lo que siento. ¡Es
mi chica…! La que me regalaba su sonrisa, su calor, su saliva en un sofá sin
hacer nada más… solo eso. Y me bastaba… No puedo creer lo que voy a
decir, pero…
—Ojalá volviese el confinamiento.
—Estás fuera de control —responde Luk permisivo.
—Solo quiero curarme de esto. De lo que me provoca…
—Es amor. Así me sentí yo cuando te vi dentro de Ani. Pero además, tú
eras mi mejor amigo y no podía asesinarte…
—Lo siento… de verdad… Nunca lo había visto así, solo quería que
comprendieras cómo lo sentí yo, que es como una mierda.
—Igual que ellos ahora, se conocen desde hace tres segundos, pero
Mak… tienes que hacer algo. Y hacerlo ya…
—¡Lo he intentado! Sabe que estoy enamorado de ella, ¡y mira!
—¿Se lo has dicho? —me pregunta directo.
Y no sé qué contestar.
—¡Con esas palabras, no! Pero con otras. Lo sabe, joder…
—Entiendo…
—Tampoco cambiaría nada que lo pronunciase tal cual…
—Entonces, ¿por qué no lo has hecho?
Tuerzo el morro. «¡Maldito cabrón sabelotodo!».
—Porque no quiero ser esclavo de mis palabras…
—Ya… ya sé que tu norma sagrada es no mentir, pero, tío… ¡te estás
mintiendo a ti mismo desde hace demasiado tiempo!
—¡Anda, como tú! —replico sarcástico.
—Yo me di cuenta al segundo, joder… ¡en cuanto se la metiste!
—Deja de decirlo, por favor —digo masajeándome las sienes—. Quise
morirme… Le dije a Ani que no lo hiciera, estaba seguro de que nos
frenarías antes…
—Déjalo… ahora ya está, Ani y yo estamos juntos.
—¡¿Qué…?!
—Llevo una semana durmiendo en su casa… Desde que la vi en la cena
en casa de Kai, fui a verla y… lo solucionamos.
—Dios mío… —Siento que me ahogo. No solo la mujer de mis sueños
no quiere estar conmigo y yo no puedo estar con ella (al menos como ella
quiere), sino que mi compañero de vida… ya ha encontrado su lugar. Estoy
solo. Definitivamente solo.
—Me alegro por vosotros, espero que seáis muy felices —Y no sé por
qué suena a mentira, cuando es completamente verdad.
—No puedo ser feliz hasta que arreglemos lo nuestro… —dice Luk.
Lo nuestro… Lo nuestro está muerto. Llevo días de luto y no he querido
darme cuenta. Me lo dijo Mei en su casa. «No estás así por mí, es por él», y
ahora que lo pienso, puede que tenga razón, pero…
—¿Necesitas que te perdone que sigas en nómina en la policía? Te
perdono. Ya está… —digo en la peor interpretación de todos los tiempos, y
me centro en los chupitos que nos acaban de servir.
Permito que me quemen la garganta para apagar otros fuegos.
—Gracias —dice Luk—, espero que veas que lo hice porque eras lo
más importante de mi vida…
Era. Era. Era… Lo era, ya no.
El mundo se me viene encima y vuelvo a mirar hacia Mei, que sonríe
cuando el tío le dice algo al oído.
—Me voy a ir… —digo tomando un segundo chupito—. No aguanto
más y no quiero montarla.
—Ni de coña —replica Luk—, no pienso seguir la fiesta sin ti. Y ella
tampoco. Si te crees que sobras es que no has abierto bien los ojos, joder…
¿No te das cuenta de lo que haces? ¡Nos cuidas para que te necesitemos y a
la vez creas la duda de que puedas abandonarnos para dejarte puertas
abiertas y no faltar a tu palabra! Pero esto no va así, tienes que asumir la
responsabilidad de tu personalidad… A Mei lo que le pasa es que no confía
en ti. ¡Pero te quiere! Lo he visto con mis putos ojos y sé que no me
equivoco.
Me entran ganas de llorar. Claro que no confía en mí…
—Y hace bien —asisto sus palabras y mis pensamientos—. Yo tampoco
me fío de mí, solo sé que la necesito como el jodido adicto que soy a todo…
y ella… ella está besando a otro. ¿Sabes las ganas que tengo ahora mismo
de meterme por la nariz toda la coca que llevo en el bolsillo? ¡Con la bolsita
incluida!
—Me he dado cuenta de que solo te drogas cuando sientes dolor…
—No sé de dónde sacas eso…
—En la cuarentena no empezaste a hacerlo hasta que no empezaste a
sufrir. Al principio, apenas fumabas…
—Yo qué se… Puede.
—¡Deja de esconderte, Mak! Ve y dile a Mei que quieres hablar.
—¡¿Y qué coño le digo que no le haya dicho ya?!
—¿Que tal si le dices la verdad? —responde el cabronazo—. Ve a la
habitación dorada. Está vacía. Hazme caso… —dice con intensidad.
Y pensando que así podré irme con la conciencia tranquila de haberlo
intentado todo, lo hago.
Me acerco a Mei.
Está tan espectacular que me deslumbra un poco. Yo estoy
acostumbrado a adorarla en pijama, con coleta despeinada, con sus
camisetas tan anchas como su sonrisa… «Dios… ¡qué hostión tengo!».
—Perdón —intervengo calmado—. ¿Podemos hablar un momento, por
favor?
Ella evalúa mi estado de ánimo y la miro dándolo todo por perdido.
—Vale. Ahora vuelvo, Miguel.
Empieza a andar por delante de mí y no doy crédito a que acepte.
—Vamos a un sitio un poco más tranquilo —le digo cogiéndola de la
mano, porque empieza a haber gente. Entro en la zona Swing y encuentro la
puerta dorada.
—¿De qué quieres hablar? —me dice Mei cruzándose de brazos al
cerrar.
«¡No hagas eso, joder!». Con ese gesto sus pechos quedan más arriba de
lo normal y los ojos se me pierden en ellos. Parpadeo para soltarme.
—Eh… a ver… —digo tapándome la cara, boca y nariz un segundo—.
Sé que quieres seguir con tu vida y olvidar todo lo que hubo entre
nosotros…
Espero a que lo confirme, pero no lo hace. «Dios… ¡qué peligro!».
—Pero hemos tenido muy buena vibra y no quiero sentir que estamos
enfadados, necesito que me perdones… y que entiendas que lo hice
porque…
—Yo lo entiendo todo —dice ella—. Me tragué la decepción y estoy
intentando superarlo. Solo te pido que me dejes hacerlo… y no sé si
encerrándome aquí voy a conseguirlo… —admite mirando alrededor.
Eso hace que me acerque a ella, sin pensar.
—Mei… después de lo que hemos compartido… ¿no quieres que
seamos amigos?
—¡Yo no puedo ser tu amiga! —confiesa con agonía—. Todo lo que
haces y dices hace que me enamore más de ti, ¡no puedo evitarlo!, soy así
de idiota. Y en el fondo, sé que no tuviste la culpa de lo del trío… sé que
harías cualquier cosa por Luk y que tenías miedo de decirme que me veías
encoñadísima cuando para ti solo era… una amiga. Como Vicky.
Quiero contradecirla cuando dice eso, porque no son lo mismo para
nada, pero hace un gesto y no me deja.
—¡De verdad!, en cuanto he sabido que también te acostabas con ella,
por fin he entendido lo que fue lo nuestro. Esta es la única forma que
conoces de querer, ahora lo sé, pero… ¿superamigos con derecho a roce?
Ten piedad de mí, por favor…
Mi cara de asombro me asombra hasta a mí.
Su sinceridad me aplasta. Como me aplastó en el primer beso que nos
dimos. Que desnude así sus sentimientos más profundos me deja de piedra.
—¿Sabes lo valiente que eres?… —digo incrédulo.
Ella niega con la cabeza.
—Lo que soy es medio tonta… y si no te importa, voy a intentar
borrarte de mi mente con una buena polla —dice emprendiendo la marcha.
Esa puerta no se abre como que me llamo Álvaro Roca.
Pongo una mano en la superficie dorada y ella lo entiende. Como
siempre.
Se gira lentamente esperando una explicación y yo no tengo otra que
besarla. Acoplo mi boca a la suya y la insto a aceptar el beso con una dulce
insistencia. Ella lo continúa un poco, pero cuando deja de cooperar, me
quedo vacío.
—Mak… —lamenta—. No quiero estar enfadados, pero me obligas. Si
bajo la guardia, no tardas ni un segundo en abalanzarte sobre mí. Nos lo
montaríamos a lo grande en esa cama de ahí, como siempre, pero luego
¿qué?
El silencio que mantengo la hiere profundamente, pero sigue, como la
valiente que es, explicándose:
—Yo busco pareja formal, no alguien que no está listo para
comprometerse en una relación seria. Y creo que me han tomado el pelo
demasiadas veces ya, me han hecho perder mucho el tiempo, así que, por
favor, si me quieres algo, no seas egoísta y déjame intentar ser feliz a mi
manera, con otro…
Me mira con los ojos encharcados. Y los míos empiezan a pesar
reconociendo la verdad en sus palabras. ¡Soy el chucho del hortelano! Un
puto egoísta. Pero esta sensación de pérdida es insufrible…
—Miguel es un buen tío, no es un Vince… —alega ella.
—Mei… no puedo… —«dejarte ir. Estoy enamorado de ti», tendría que
haberle dicho, pero no me salen las palabras. El abismo al que me condena
me deja mudo porque es demasiado negro y profundo. Por otra parte, no
quiero hacerle más daño…
—Lo siento…por todo. Solo espero que puedas perdonarme…
—Te perdono —dice poniendo una mano en mi cara al percibir mi
tristeza—. Algún día harás muy feliz a alguien, Álvaro, no te preocupes por
mí.
Se va y creo que nunca he sentido un dolor tan grande. Ni siquiera lo
sentí el día del trío, porque estaba demasiado seguro de que la tenía, pero
esto… este dolor, es demasiado. Es definitivo. Irreparable.
Saber que nunca podré darle lo que quiere y que no se merece sufrir mis
medias tintas es demoledor.
Mi mano va sola hasta mi bolsillo. Nunca he necesitado tanta medicina
para las almas rotas.
(Mei)
Me merezco una medalla.
Salir de ese beso ilesa ¡ha sido un acto de contención digno de un monje
budista!
Luk tiene razón, es como un niño que necesita madurar. Quizá por eso
no le gustaban, eran posibles rivales para él, El niño bonito de todos.
Aunque me quiera, su naturaleza infantil no le deja aceptar la
responsabilidad de lo que supone estar con una mujer como yo. Y no me
equivoco cuando digo que el día que lo esté, hará muy feliz a alguien,
porque Mak es de esas personas que están hechas para hacer felices a los
demás.
Y tampoco miento. Miguel es un tío muy majo. Si os cuento la
conversación que he tenido con él antes de besarnos, os caéis redondos. Kai
acababa de salir pitando con los humos de toro bravo por la última
provocación de Mía para torturarlo.
—Mi hermano y Mía son como el perro y el gato —he resoplado.
—Sí, Mía es como el perro de los autos locos que siempre la está liando
—responde jocoso—. ¡Se ríe de nosotros todo lo que quiere!
—Ojalá yo fuera como ella, esta noche he intentado ir de mala y me ha
salido fatal.
—¿Quién es el afortunado? —pregunta Miguel perspicaz.
—Es la mano derecha de mi hermano. Un gilipollas de tomo y lomo que
no quiere nada serio conmigo, pero…
—Pero le gusta follar contigo.
—¡Exacto! —aplaudo.
—Y hablando del gilipollas… —aparece Vicky frente a nosotros en el
lado de la barra—. Ahí está.
Yo no quería ni girarme, prefería no verlo. Estaba tan guapo que me
daban ganas de decir: «ya si eso, dejamos para mañana lo de que no soporto
quererte, ¡disfrutemos de la noche y de nuestros cuerpos!», pero me he
frenado.
—¿Quieres ser mala, Mei? —pregunta Vicky, guerrera—. Si ahora
mismo besaras a Miguel, a Mak le daría una apoplejía.
—¡¿Qué dices, loca…?! —digo vergonzosa.
Vicky mira a Miguel convencida.
—Te lo digo, solo necesita un empujón. Un buen empujón. —Y se va de
nuestro lado dejándonos con una duda en el aire.
—Para mí sería un placer ayudarte, no sé que habré hecho en otra vida
para merecerme esto, pero…
Lo cojo del cuello y meto mi lengua en su boca, recordando el último
beso que le di a Mak. Fue tan bonito. Tan tierno. Tan nuestro… que sé que
me va a costar horrores sacarlo de mi cabeza, de mi boca, de mi estómago
cada vez que lo haga con otro…
Poco después, Miguel observa el panorama.
—Creo que ha funcionado.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque está con su amigo, dándose de cabezazos contra la barra, el
otro intenta calmarle.
Lo observo sonriente muy consciente de que acaba de hacerme un gran
favor, porque como femme fatal no tengo carrera.
—Muchas gracias…
—No me las des, en cuanto llegue a casa, podré decirle a mi Troll que
me he dado el lote con la tía más buena de la fiesta.
Me parto contra él por la denominación troll.
—Ya sé que no deben alimentarse, pero…
—¿Por qué no te largas de esa casa, si sufres estando a su lado?
Miguel se arrima a mí como si fuera a decirme algo obsceno.
—Porque me flipa como canta en la ducha.
Vuelvo a partirme de risa y Mak nos interrumpe. «¡Joder!».
—Perdón… —dice tranquilo—. ¿Podemos hablar un momento, por
favor?
Y por un momento, he tenido la esperanza. La esperanza de que me
dijera: «No lo soporto. Te quiero. Sé que te quiero y que quiero estar
contigo para siempre. Fin». Porque yo no empezaría nada con Mak si no
supiera que va a ser para siempre, lo contrario, me mataría. Es el típico
chico que te deja inservible para nadie más. Un «después de ti, no hay
nada».
Y aquí estoy, después de nuestra supercharla y aclarar las cosas para
siempre, me los encuentro a todos bailando.
«Justo lo que más me apetece…», pero Miguel me coge de la mano y
me da una vuelta que me obliga a sonreír.
Y de repente… los veo. Y eso sí que me hace sonreír de verdad.
Roi y Kai empiezan a marcarse un baile juntos. Hacía quince años que
no lo veía y una emoción desconocida sube por mi garganta en forma de
risa y me hace empezar a moverme y olvidarlo todo por un instante.
¡Son un auténtico espectáculo! Moviéndose al son de Raise your glass,
superando al mismísimo Zac Efron (que ya es difícil) al final de la película
Noche de fin de año.
Mía pone una cara que nunca le había visto y sé que ama a mi hermano
«hasta el infinito y más allá».
Disfruto un par de canciones más y recupero un poco el ánimo, hasta
que veo aparecer a Mak… que se une a la fiesta como si nada.
Intento no mirarlo mucho, pero veo que baila con unas y otras,
(conmigo, no). Tiene una copa en la mano. Habla con Kai y se ríe. Parece
estar bien. Parece estar mejor que bien. Demasiado bien… y me rayo.
Porque sé que esa felicidad es comprada. Y espolvoreada…
—¿Estás bien? —me pregunta Miguel.
Asiento y le sonrío. Es un tío encantador donde los haya. No me mira
esperando algo más ni pretendiendo nada. Me da confianza. Pero sigo su
mirada y… «No puede ser…».
Está mirando a Ani con una cara que me es muuuy familiar. «Bueno,
¡no podía ser perfecto!», pero en él es gracioso porque se nota que, aunque
se muera de ganas por hablar con ella, no va a hacerlo ni por casualidad. Y
Ani es la clásica chica, tan literal, que jamás se daría cuenta de que a un tío
así le gusta.
De repente, veo que Mak se coge el pecho un segundo, pero poco
después, sigue bailando. Vale que no debería estar mirándolo, pero estoy
preocupada por él. Tiene los ojos completamente negros, es decir, las
pupilas dilatadas al máximo, sus movimientos son más descuidados de lo
normal y parece estar a punto de tropezar. Se coge el pecho de nuevo y me
acerco a él sin dudarlo.
—¿Estás bien? —le pregunto preocupada.
—¡Sí!, lo estamos pasando genial, ¿qué estás bebiendo? ¿Te traigo
algo? —lo dice tan rápido que me quedo asustada. Esa agitación no es
normal en él. Vuelve a tocarse el pecho y registro el gesto.
—¿Te duele?
—Un poco, pero se me pasará enseguida.
—Ven a sentarte, por favor —le suplico y veo que su cuerpo va un poco
desacompasado. Genial, además de drogado está borracho. Mala
combinación.
—Me duele la cabeza —comenta desorientado.
Lo llevo hasta una de las camas balinesas.
—¿Nos dejáis sentarnos, por favor? Se encuentra mal…
La gente se va y lo hago tumbarse en un cojín.
—Descansa un poco —le ordeno cerrando la mayoría de las cortinas
para evitar a los curiosos.
—Eres buena conmigo… ¿por qué eres buena conmigo? —parlotea.
—Será que soy una maldita santa…
—Vestida así, nadie lo diría, pareces una diablesa… con ese vestido rojo
pecado…
Su mano se escapa y me acaricia el costado.
—Quieeeto…
—Necesito tocarte —farfulla más allá que acá. Por momentos, parece
somnoliento—. ¿Puedo abrazarte? —pide con seriedad. Tiene los ojos
cerrados y me da un poco de pena. Parece tan inofensivo…
Me siento a su lado y le acaricio el pelo, está a punto de quedarse
dormido.
—Mei… —me busca con la mano en el aire y se la cojo para que se
tranquilice.
—Vas hasta arriba, campeón. ¿Por qué lo has hecho? —Me enfado.
—Porque te quiero… te quiero tanto…
—Eso no tiene sentido —le contesto. Pero él ya no está. Se queda
inusualmente quieto. Como si no estuviera durmiendo, sino desmayado…
Le tomo el pulso; es muy rápido. Me levanto asustada y corro hacia mis
hermanos.
—¡Roi! —grito—. ¡Es Mak! ¡No sé qué le pasa! ¡Ven, por favor!
El primero que se mueve es Luk, que sale corriendo a la carrera, Roi le
sigue de cerca.
Yo no puedo…
Me quedo allí, sin fuerza, viendo cómo se agachan a su lado, le rompen
la camisa y Roi empieza un masaje RCP. Alguien me sostiene, no me estoy
desmayando, esto es otra cosa…
Esto es morirse.
- 23 -
HOUSE
(Luk)
S
« i se salva, haré todo lo que me pidas», rezo viéndole inconsciente.
Los paramédicos le inyectan mil cosas y logran reanimarlo. La
actuación de Roi ha sido impresionante. Rápida, profesional… aunque Kai
ha sido el primero en llamar a Raúl, nuestra ambulancia afiliada. Han
llegado en cinco minutos de reloj, una marca que solo se consigue
saltándote todos los semáforos. Bendito sea.
Odio las salas de espera, hay pocas cosas peores que esperar. Tras
cincuenta y dos minutos asfixiantes, nos comunican que Mak está estable,
descansando, y que podemos pasar a verle.
Me lanzo en barrena.
—Solo familiares —advierte la enfermera frenándome.
—Soy su hermano… —digo sin pensar.
—¿Es eso cierto? —desconfía.
—¡Sí, joder!, ¿no ves el puto parecido familiar? —bramo crispado.
Hay gente que no entiende que la familia no es quien te ha criado, sino
quien te soporta cuando no tiene por qué hacerlo.
—Está bien, pase…
Miro a Mei. Sé que quiere venir conmigo, pero Kai se interpone.
—¿Por qué no os vais todos a casa? —les pide cansado.
—Kai… —le ruego—, vete tú también. Mak solo va a dormir la mona.
Mañana tienes muchas cosas que hacer con los preparativos de la boda, y
tienes que descansar y estar con tu mujer. No hace falta que te quedes, yo
me encargo.
Él asiente, dándose cuenta de que las cosas cambian.
—Lo llevaré a casa y mañana no saldrá de la cama. Estará bien.
—De acuerdo —Nos damos un abrazo. Los dos hemos pasado mucho
miedo esta noche. Aún lo tenemos dentro, lo siento en él. Y sé que se siente
culpable, es inevitable, él forma parte activa de que cosas así ocurran en
toda Europa cada fin de semana, pero me alucina el poco control que la
gente tiene sobre sí mismo, joder. Nuestro cuerpo será una máquina, pero
está gobernado por sentimientos muy poderosos que nos hacen hacer un
montón de gilipolleces.
Puedes culpar a McDonals de la obesidad en el mundo, pero… la
industria no controla la frecuencia o la cantidad con la que ingieres
habitualmente su producto hasta obstruirte las arterias.
Llego a la habitación de Mak y me lo encuentro hecho una mierda.
—Me cagüen tu puta madre… —lo saludo, serio.
—Lo siento… —farfulla en respuesta.
—¡¿Lo sientes?! —repito furioso. No puedo ponerme como un loco con
alguien hospitalizado, pero…— ¡No te latía el puto corazón! Roi te ha
salvado de quedarte tonto. Más de lo que ya eres, me refiero.
Él sonríe con esfuerzo.
—Lo siento, de verdad…
—¡No te perdono! No… ¡No digas lo siento y ya está! ¡No te perdono,
joder! ¡Dime que no vas a volver a hacerlo! —Dentro de mí estalla la crisis
que he estado reteniendo en la ambulancia y me abrazo a él con fuerza,
enterrando la cabeza en su hombro, como un niño. No quiero llorar, pero lo
hago de rabia. Estoy tan cabreado que si no puedo romper nada, solo me
queda llorar de impotencia. Él pone su mano en mi nuca.
—Tranquilo… —susurra.
«Tranquilo, ¡y una mierda!»
—Prométemelo… —le exijo serio—. Si te mueres, me matas, Mak.
—No volverá a pasar. Te lo prometo… Estoy bien…
Me separo de él y quiero creerle.
—¿Dónde está Mei? —pregunta ansioso.
—Se han ido todos a casa cuando nos han dicho que solo necesitabas
descansar. Estaba muy asustada, deberías escribirle o algo.
—Le he dicho que la quiero —confiesa—. Porque la quiero, pero
después de esto, creo que se merece que la deje en paz más que nunca.
—¡No, joder! ¡Qué torpe eres! ¡Ahora toca luchar por ella más!
Demostrarle que eres capaz de resurgir de tus cenizas, como el Ave Fenix.
—No sé si podré… No tengo fuerzas… no tengo nada…
—Me tienes a mí —digo cogiendo su mano—. Siempre me tendrás.
Me la aprieta y su barbilla tiembla un poco.
—Gracias, yo… lo siento… de verdad. Haberme enfadado tanto
contigo, apuntarte con un arma y permitir que Ani lo hiciera…
Niego con la cabeza.
—Nada de eso importa ahora… solo tú y que estés bien.
—No tenía que haberme puesto así… debería haber confiado en ti… Lo
siento, pero es que… me daba mucho miedo necesitarte tanto.
Sus palabras me llegan al alma.
Ya no sé ni lo que somos, pero tiene que terminarse. Tenemos que
querernos de una forma más sana.
Una vez escuché «quédate con quien te besa el alma, que la piel puede
besártela cualquiera», y creo que eso es lo que hicimos. Juntar nuestras
almas, besarlas y subsistir bajo el hechizo, pero ahora que dos personas
estaban tirando de ellas, desengancharnos estaba resultando más doloroso
de lo que pensábamos.
Toc toc.
—¿Se puede? —Se escucha a Mei desde la puerta.
—Mei… —gimotea Mak, ansioso—, pensaba que te habías ido…
—En cuanto les he despistado, he vuelto.
Suelto las manos de mi mejor amigo y me aparto un poco. Sé que
requieren otras.
Los observo y no soporto esa distancia entre ellos. Quiero que estén
pegados como dos babosas, riendo o tocándose como siempre... como
necesitan.
Ella se acerca a la cama con cautela.
—¿Estás bien?…
—Sí… siento mucho haberos asustado, yo… he perdido el control, pero
voy a dejarlas para siempre, Mei… te lo juro —Él le tiende la mano y Mei
se la coge.
—Eso espero, por tu bien… Ha sido horrible.
—Lo siento, preciosa… —le besa el dorso.
—Chicos, eh… voy a por un café, hasta luego.
Los dejo solos. Quiero dejarlos solos y rezar para que esto les ayude a
recapacitar sobre su relación.
Dicen que el amor lo puede todo… bueno, lo dijo Einstein, hace mucho
tiempo. Cuando estaba a punto de morir, le escribió una carta a su hija. Una
que debía custodiar hasta que la sociedad estuviera preparada para asumir
su último descubrimiento… «que hay una fuerza extremadamente poderosa
para la que la ciencia aún no ha encontrado una explicación formal, una
fuerza que gobierna a todas las demás y que está detrás de cualquier
fenómeno que opera en el universo… EL AMOR».
«El amor es luz, porque ilumina a quien lo da y lo recibe; es gravedad,
porque hace que las personas se sientan atraídas; es potencia, porque
multiplica lo mejor que tenemos y permite que la humanidad no se extinga
en su ciego egoísmo. Por amor se vive y se muere. El amor es Dios y Dios
es amor. Es la fuerza que da sentido a la vida. Una variable que
lamentablemente hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque
nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no
ha aprendido a manejar».
«Todos tenemos un generador de amor en nuestro interior cuya energía
espera ser liberada, y cuando aprendamos a darla y recibirla,
comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo
puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.»
¡Es el puto amo!
Ya lo he dicho muchas veces y lo repetiré las que haga falta.
Y como ahora soy un fiel defensor del amor, no quería mantener más en
secreto que Ani y yo estamos juntos. No he disimulado ni media en la
reapertura, y ella es la primera que está a favor, se ha reprimido tanto
tiempo que ahora es todo lo contrario, ¡me trae loco! Loco, de verdad…
Cuando la vi en casa de Kai, la vi tan mal, tan descontrolada, tan
vulnerable, que aparecí en su casa una hora después de marcharnos.
—¿Luk, qué haces aquí? —preguntó cuando abrió la puerta con un
pijama de verano de La Pantera Rosa la mar de gracioso. Y sexi.
—Quería verte… —dije con la voz estrangulada. Estaba preciosa con el
pelo suelto—, ¿puedo pasar?
—Mh, vale… pero son las dos de la mañana…
—No podía esperar… —digo cerrando la puerta.
—¿Por qué? ¿Qué te pasa?
—Ani… —Me rendí al segundo—. He sido un gilipollas…
Ella se quedó callada y me observó con dudas, así que seguí.
—Sé que me enfadé contigo cuando le dijiste a Mak que seguía siendo
policía, pero no era culpa tuya…
—Quería pedirte perdón por eso…
—Da igual, se iba a destapar igualmente, tarde o temprano. Con la
misión lo hubiera averiguado, tenía que decírselo ya. Sé que la jodí pero lo
que más lamento es haber perdido tu amistad…
—¿Amistad? —repitió ella, confusa—. ¿Eso es lo que quieres de mí?
—No… No sé lo que somos o lo que podemos llegar a ser… pero sé
que te he visto hoy y no me ha gustado verte triste, quiero ayudarte…
—Luk... Estoy asustada —respondió cogiéndose los brazos—. Ahora
mismo me da miedo todo… También empezar una relación intensa contigo,
que no salga bien y me destroce otra vez… no quiero volver a ser una mala
persona… ni perder a mi familia de nuevo. Me siento… frágil.
—Sé cómo te sientes y no lo soporto —dije abrazándola—. Solo quiero
que sepas que me tienes, que te quiero, a ti, con tus luces y tus sombras, y
que me preocupas…
Ella se separó de mí, pero se quedó anclada a mis labios sintiendo
nuestra conocida atracción, que en ese momento nos azotaba furiosa.
—Y… también me gustas mucho —dije ruborizado—, no te puedo
engañar en eso, nunca he podido, pero no estoy aquí por eso, estoy aquí
por…
Ella se metió entre mis labios sin dejarme opción a decir nada más. Nos
besamos lentamente y juro que noté cómo se me calentaban los ojos por
estar empañándose aunque los tuviera cerrados. Un beso tan tierno que me
parecía casi imposible fabricarlo… Puse mis manos en su cara y seguí
disfrutando de mi suerte. Fue como encontrar una luz en medio de la
absoluta oscuridad en la que llevaba sumido un mes sin saber muy bien por
qué. Porque darme cuenta de que quería a Ani también fue muy chocante
para mí. Yo, Icer, el que nunca tuvo planes de nada, el que jamás deseó
nada para él, sino por y para los demás. El que estaba aquí para repartir
justicia y luchar contra el mal, no para enfrentarse a lo duro que puede ser
cuando alguien te falta…
La cogí en brazos y la llevé a su habitación.
No necesitaba hablar nada más. Nos desnudamos despacio y me enterré
en ella durante horas, con intervalos de charlas mientras nos acariciábamos,
mientras confesábamos lo mucho que nos habíamos echado de menos, lo
que nos asustaba el futuro incierto con el COVID en el mundo, los planes
de Kai y las órdenes que recibiría de la base… Solo quería desaparecer con
ella. Coger mis dos millones y dedicarme a vivir la vida tranquilos y solos,
y eso me descolocó. Claro que el amor lo puede todo, pero si permites que
te ciegue, puedes perderte a ti mismo y descuidar las cosas que antes te
importaban.
Solo ahora, viendo lo que le podía haber pasado a Mak sin estar a su
lado, me hizo ver que además del amor romántico necesitamos otras clases
de amor. Amistad, Familia… y Kai es lo más parecido que yo tenía a una
familia…
Por eso esta noche me he alegrado tanto de que Kai no perdiera detalle
de cómo trataba a Ani. Y cuando no ha podido más, me ha interrogado del
modo más amenazador posible.
—¿Qué te traes con mi hermana? Tienes diez segundos para explicarte o
te la corto.
—¡¿Yo?! ¡Díselo a ella! Dile que me deje en paz, ¡por favor te lo pido!
Que se apiade de mí, que no me mire así… ¡Me tiene seducido!
Me esperaba un puñetazo… pero de repente, ha sonreído.
—Eres imbécil. ¿A qué esperabas para decirme que estás pilladísimo
por ella?
—¿A un buen momento?
—¿Hay un buen momento para informarme de que te estás follando a
mi hermana? —ha dicho displicente.
—No, y menos para decirte que estamos viviendo juntos.
—¿Cómo dices…? —Ha avanzado hacia mí, inconscientemente.
—¡La quiero! —he chillado, antes de que me descuartizara—.
Imagínate que te hubiesen encerrado con Mía durante dos meses, las 24
horas, cuando la conociste…
Kai se queda pensativo.
—Me habría vuelto completamente loco…
—Gracias. Pues yo lo estoy. Loco por ella. Es en serio…
Creo que está a punto de abrazarme, pero en vez de eso, el cabrón me
dice:
—¡Voy a cantarle las cuarenta! ¡Como te haga daño, me va a oír,
joder!… Tú, tranquilo, tío… Estoy contigo.
Y nos descojonamos juntos. Entonces llega el abrazo. Uno sentido que
me da una tranquilidad que pensé que nunca llegaría con su beneplácito.
—Debió de ser duro —murmura empático.
—No sabes cuánto… —he dicho pillo, y me he ganado una colleja.
DeBlack:
No cualquiera te hace ser mejor persona.
U
¿ na boda de 13 personas un día 13?… Tiene que estar maldita.
Presiento que algo va a salir mal, ¡tiene todas las papeletas!
Lo mejor de todo es ver a mis nietos reunidos, pensaba que nunca
llegaría el día, pero ya me puedo morir tranquila. Verlos así, tan guapos,
sonrientes y felices es lo único que me hacía falta para descansar en paz.
Sea el día que sea.
Además de los Morgan, está la familia de Mía y Luk y Mak. ¡Qué
chicos más maravillosos para mis nietas! Quisieron esconderme lo del
secuestro de Mei, pero tuvieron que explicarme la llegada de Marco a la
familia, y me hizo tan feliz, que se me pasó el disgusto (a pesar de las
circunstancias). También saber que la sabandija que lo organizó todo está
muerta. Para mí, Marco siempre será mi primer biznieto.
Lo conocí por videollamada y cuando lo he visto hoy en persona se me
ha derretido el corazón.
—¡Abuela Luz! —ha gritado. Órgano aórtico fundiéndose.
Todo el mundo ha puesto una cara rara, pero yo le he seguido el juego
como si nada y lo he abrazado.
—¡Marco! ¡Eres más alto de lo que creía al verte en pantalla!
—Es que soy casi de cinco años… —se ha chuleado, y me he
enamorado de su carisma—. ¡Tú estás igual de vieja!
¡Me parto! Los niños son lo mejor de este mundo.
—Nunca he tenido una abuela… —ha dicho ilusionado.
—En teoría, es tu bisabuela, pero bueno… —lo corrige Mei.
—Mejor abuela… —decide el niño—. Abuela, ¿me das agua?
Bua… ¡había olvidado lo maravilloso que es sentir que alguien te
necesita para algo!
—Yo te la traigo —responde Mei deprisa. Y que horrible es sentir que
no te dejan hacer nada… y peor, darte cuenta de que es porque ya no sirves
para nada.
Volviendo a Luk y Mak, si yo hubiese tenido un novio con ese culo, por
fuerza mayor, hubiera tenido más de una hija. Pero mi Genaro, que en paz
descanse, era adicto a los pasteles y alérgico a las pesas… Ahí lo dejo.
—Tan fuerte como siempre, Luk… —digo palpando su bíceps. «¡Ave
María purísima!», ¡este chico no puede haber sido concebido sin pecado!
¡Imposible!
Él sonríe vergonzoso. Me chiflan los matones vergonzosos. Porque es
un matón, diga lo que diga su placa.
Kai, que en el fondo es una cotorra, al menos conmigo, me contó que
Luk y Mak se habían enfadado durante la cuarentena y que ya no vivían
juntos, y la verdad, sin saber por qué, no me extrañó en absoluto después de
encontrarme a Mak con un ataque de ansiedad en plena calle, haciendo
como que corría.
Pero sea lo que sea lo que sucedió en esa casa, me alegro. ¡Ani es otra!
Una persona que no conozco, porque desde que fue una adulta ha sido
igual, una pasota y ahora es… todo lo contrario. ¡Está en todo! ¡Lo disfruta
todo! Es detallista, sonríe mucho y la veo feliz. Ha entrado con Luk de la
mano y ha sido muy distinto a cómo se la dieron cuando se fueron de aquí
el último día… Me alegro mucho por ellos.
De Mía qué decir… ¡es mi heroína! Sabía que si alguien era capaz de
hacer entrar en razón (¿o era volver loco?) a Kai, era ella. Nunca vi una
niña tan singular… bueno, miento, vi a Kai. Por eso sabía que congeniarían
tan bien.
—Mía —la llamo. Y viene pizpireta y sonriente porque sabe lo que
quiero—. Déjame tocar a mi biznieto.
Froto su tripa; dicen que trae buena suerte. Aunque no creo que la suerte
pueda hacer nada por mí, el médico fue muy claro en la consulta el otro día:
estoy empeorando y me queda poco tiempo. Solo es cuestión de meses que
mi corazón vuelva a fallar por un problema inoperable y le exigí a Ágatha
que no dijera nada. Y, curiosamente, no pareció muy sorprendida. Me cogió
de la mano y me dijo que estaría conmigo hasta el final, y en ese momento,
la vi tan joven… y tan guapa, que entendí que mi final sería su principio.
¡Ese maldito cura tenía que espabilar de una vez y darse cuenta de la
verdad! Que está perdidamente enamorado de ella, ¡y eso no es pecado,
joder!, ni es fallarle a Dios, ni leches en vinagre…
Otro que necesita un collejón es Mak… no tengo más que ver cómo
mira a Mei para saber que la quiere, pero este chico tiene un conflicto
interno mucho más grave. Kai me contó todo acerca de él, de lo que hizo
antes y después de su paso por prisión y, sinceramente, me pareció una
pieza fundamental para que Kai no perdiese la poca humanidad que le
quedaba en aquellos duros momentos. Y luego me conquistó por completo
con su salero y su buen humor. Además, ¡no hay más que verle, por favor!
Vaya pieza…
—¡Mak! ¡Qué carita traes! —le digo cuando se acerca a saludarme.
—Resaca —responde encogiéndose de hombros.
—Sííí, es lo que suele dar el mal de amores —digo, y el muy tonto, mira
a Mei. ¡Ja, ja, ja! Si los viera todos los días no tendría tantas ganas de
morirme. No os alarméis, hoy tengo un buen día, pero normalmente son
malos… cuando apenas puedo moverme ni reírme de nadie… No mola.
Entramos al ayuntamiento, yo rodando, que voy en silla de ruedas, y, en
menos de veinte minutos, estoy saliendo de allí (rodando también) con un
nieto casado. Uno menos. ¡Siguiente!
El restaurante que han elegido es una maravilla, de los mejores de la
zona, y Kai lo ha cerrado solo para nosotros.
Pero durante la comida, empiezan a hablar en clave sobre algo que no
entiendo y de mí en tercera persona, algo que me cabrea mogollón.
—Entonces, ¿qué pasará después del plan A y el plan B? —pregunta
Mak, algo perdido en sus miserias.
—Supongo que vendrá el plan C, querido Álvaro —digo con retintín. Y
él me sonríe rodando los ojos hacia atrás y sacándome la lengua. Quién la
pillara… Ser tan guapo debe de ser muy estresante.
—Después Mía y yo nos iremos —responde Kai cauteloso—, aunque…
abue, quiero pedirte mi regalo de bodas…
—Me dijiste que me lo dirías hoy —digo con miedo—. ¿Es caro?
Kai sonríe sabiendo que le tomo el pelo.
—Es… que… te vengas con nosotros —dice con miedo.
—¡¿Qué?! ¡¿Estás loco?!
—Ese será mi regalo. Mi petición.
—Pero… ¡¿por qué?! —pregunto boquiabierta.
—Porque me voy para mucho tiempo y no podré volver. Sé que a mis
hermanos volveré a verlos, pero a ti me es imposible decirte adiós.
—¡Kai! —protesto al ver como sus ojos brillan con fuerza y me coge de
la mano, emocionado.
—Por favor, di que sí. Mía está de acuerdo y te cuidaremos muy bien.
—No es eso, es que…
—Tengo que irme, abue… y no puedo dejarte aquí. ¡No puedo…!
Se hace un silencio en la mesa y todos me miran. La mayoría sabe que
lo lógico en una persona es despegarse del nido y hacer su vida, pero Kai es
el único que nunca se soltó del todo de mí. Me llamaba y visitaba todas las
semanas, porque según él, era lo único auténtico que tenía. Lo único fiable.
Nuestra confianza es ciega, pero ahora que tiene a Mía ya no me
preocupaba ese tema, pero esto… ha sido una sorpresa.
—Pero… no está en condiciones de soportar un viaje así —interviene
Ágatha—. Necesita a su médico, sus medicinas…
—Contrataré a los mejores —replica Kai rogándome un sí.
«¡Madre mía!».
Ágatha me mira recordándome la verdad y sin poder hacerse a la idea
tampoco de no verme más. Nosotras también llevamos juntas muchos años
y… sabe que si me voy, no volverá a verme. Me hace un gesto con los ojos
para que les cuente la realidad de mi estado, pero no quiero. La muerte ha
de llegar inesperadamente. Es una lección de vida. Es ley. Y siempre he
odiado que la gente se preocupe por algo que aún no ha sucedido. Además,
si lo digo, Kai no querrá irse, no se perdonaría perderse mi entierro. Y tiene
que irse, lo ha dicho muy claro.
—¿No te apetecería estar en la playita, viendo atardeceres y que un
camarero guapo te trajera tus marianitos? —me tienta Kai.
Me pierdo un segundo pensando en el culo que tendría el cubano… pero
enseguida me doy cuenta de que no puedo decirle la verdad, y es que, si
caminara por la arena, me caería redonda y me engulliría como si fueran
movedizas.
—Eso suena bien… —respondo sin embargo—. Me lo pensaré…
—Hazlo —dice contento, recuperando su compostura.
Ágatha me mira con el ceño arrugado, pista inequívoca de que está
enfadada, y niego con la cabeza desmintiendo mis palabras. Ya se
tranquiliza. ¡Estoy en un aprieto!… ¡Mi vida vuelve a ser emocionante!
Solo por un segundo… hasta que veo la solución. La solución perfecta.
—Déjame un boli y un papel.
—¿Qué? —dice Roi distraído. ¡A saber en qué estaba pensando! Os lo
digo yo. Estaba pensando en sexo. Siempre sé cuando alguien está
pensando en sexo.
—Boli y papel —repito.
Él se esfuerza en conseguirlo. Siempre ha sido un chico muy apañado.
Él no me preocupa. Es más,…
—Roi, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro, abue.
—¿Este fin de semana has tenido sexo?
A Roi le da la risa.
—¡Pues claro! ¿Tú crees que alguien puede resistirse a esta fachada? —
sonríe pícaro señalándose.
—¿Y dos días después sigues pensando en ella? Debe de ser alguien
especial…
Por la sonrisa que pone, ya me quedo tranquila. Es un buen chico, le irá
bien. Es responsable y siempre hace lo que debe.
—Bastante especial, la verdad…
—Me alegro.
Y me pongo a escribir una nota. Al terminar, se la doy y le digo:
«Cariño, necesito pedirte un favor. Guarda esta nota hasta el día de mi
muerte, y solo entonces, léela. ¿Lo harás?». Roi me mira perplejo.
—Claro…
—¿Puedo confiar en ti?
—Sí, claro, no te preocupes —dijo guardándosela en el bolsillo interior.
Lo cojo del cuello y le doy un beso y un cariño.
—Eres un buen chico, ¡esa chica tiene mucha suerte!
Y solo con eso, vuelve a sonreír. Bendito amor. ¡Siguiente!
Miro a Ani, babeando por Luk, creo que no es ningún secreto para nadie
que tienen la mano cogida por debajo de la mesa, así que debe ser algo
oficial. ¡Siguiente!
Mei… Solo me queda ella y no parece muy feliz. Miro a Mak. ¡Maldito
idiota, tengo prisa! ¡Llego tarde a morirme!
Que nadie se me asuste. No es la primera vez que pasa por mi cabeza
tomarme tres pastillas más de las que me recetan y quedarme tiesa. ¡Es que
no me interesa vivir así!, sin poder sobar esos culos… Ahora en serio:
Ojalá pudiera decirles a todos: «¡Tengo una idea! ¿Y si me muero?», y
que pudieran entender que es la idea más brillante que he tenido en mi vida
pero de lejos, sin embargo, probablemente me llevarían a la fuerza a un
tratamiento psicológico para hacerme cambiar de opinión bajo premisas
religiosas o psicológicas que dicen que atentar contra tu vida está mal. Y eh,
está mal, pero yo soy vieja y hago lo que quiero.
Nunca he entendido ese empeño por preservar una vida cuando un
individuo quiere renunciar a ella. Y no hablo de eutanasia, pues legalizar
una cosa así sería una solución demasiado peligrosa; cualquier
incompetente la tendría al alcance de la mano con total impunidad, y creo
que hay cosas en las que, por arreglar una injusticia, se pueden crear
problemas mayores, por eso no creo que todo tenga que estar regulado,
porque es cuando se pierde realmente la libertad individual por votación
popular.
Yo podría haber rechazado cualquier tratamiento que alargara mi vida
de forma artificial, como por ejemplo, la insulina, en mi caso, porque no es
lo mismo matarse que dejarse morir, pero… ¡no tengo tiempo! Mi tiempo
ya pasó, como dije al principio de esta historia, llevo tiempo viviendo de
gratis.
¿Que si me gustaría conocer a mi segundo biznieto? Pues claro, pero
algo me dice que no llegaré a verlo. Algo no, perdón, alguien. Mi médico.
Espero que no estéis haciendo un juicio de valor sobre esto, porque creo
que el derecho a morir cómo y dónde se quiera es la primera y más grande
de las libertades humanas. ¿Os imagináis la angustia que sería vivir para
siempre? ¿Lo aburrido? Buff… Creo que al ser humano le tranquiliza saber
que, de alguna forma, puede morir en cualquier momento por su propia
mano. Y si teniendo un infarto he conseguido juntarlos a todos de nuevo, sé
que mi muerte, aquí y ahora, sellara a todas estas personas a fuego por y
para siempre.
Bueno, aquí y ahora, no, porque no pienso atragantarme con una gamba
ni nada parecido. Ah, y quiero un último carajillo. Doble. ¡Un día es un día!
Por suerte, me lo conceden durante una distendida barra libre en la que
tengo la oportunidad de hablar con Mak a solas. ¡Al fin!
—Nunca te he dado las gracias, Mak, por cuidar de mi nieto siempre, y
ahora también de mis nietas durante la cuarentena —la culpabilidad se lo
traga vivo y veo que está tentado a responderme una burrada, pero se calla.
—Ha sido un placer… —dice simplemente.
—¿En serio? ¿Mei es tan buena en la cama?
Casi se le cae la copa al suelo, pero la frena y se moja el pantalón. ¡Qué
risa! Sonrío con mi típica cara de vieja verde y levanto las cejas.
—¿De dónde sacas eso?…
—Por favor, Mak… ¡se os nota a kilómetros! En las videollamadas
estabais muy juntitos y felices, y ahora ni os habláis… blanco y en botella.
Se queda mirando un punto fijo y se rinde ante la evidencia cerrando los
ojos.
—Vale. La cagué y ahora no quiere verme ni en pintura…
—No me importa nada de eso, solo quiero saber cuándo fue la última
vez que la besaste… —indago curiosa—. Porque si fue hace más de dos
semanas, me callo, pero si…
—Antes de ayer —sentencia.
Sonrío orgullosa de él y doy una palmada, feliz.
—Pues nada, es oficial, eres idiota. —Me carcajeo.
La cara que pone hace que esté a punto de morir atragantada. ¡Echa el
freno!
—Vayamos al grano, ¿qué tengo que hacer? —pregunta resignado.
—Si la has cagado, lo único que tienes al alcance de tu mano es tu
disponibilidad para humillarte.
—¿Más? No sabes las gilipolleces que he hecho y le he dicho ya…
—A ella no. A Kai.
Veo que los pelos de la nuca se le ponen de punta. Pobre cervatillo.
—¿A Kai? Ni de coña… Es más seguro que se entere el día de nuestra
boda, en el momento del «sí, quiero». Hasta esa parte, llevaré una bolsa en
la cabeza —bromea y yo me parto.
Él sonríe un poco al ver que ha conseguido divertirme. ¿No se da cuenta
de que es irresistible?
—Si se lo dices a Kai, Mei verá que vas en serio…
—No puedo… —admite apesadumbrado—. ¿Primero lo meto en la
cárcel y luego le rompo el corazón a su hermana? ¡Un hurra por Mak!
—¡Deja de subestimarte! Lo metiste en la cárcel porque eres bueno en
lo tuyo y te admira por ello, ¿no te das cuenta de que hay que ser muy listo
para cazar a Kai?, ¡y tú lo hiciste! Estoy segura de que se dará cuenta de
que no hay nadie mejor para Mei que tú.
—¿Mejor? Sí que lo hay, cualquiera que no se drogue, por ejemplo —
murmura casi para sí, avergonzado.
Hacemos un silencio y me mira como si creyera que me ha perdido.
—Todo en la vida es una cuestión de prioridades —sentencio con
firmeza—. Todo el mundo está enganchado a algo… Ser inteligente radica
en saber diferenciar lo que te convierte en esclavo y deshacerte de ello. Solo
tienes que buscarte un vicio más sano, Mak…
—Contárselo a Kai y dejar las drogas. ¿Algo más? —dice irónico.
—En realidad, es muy sencillo. Si crees que no te la mereces, haz algo
para merecerla. Yo confío en ti. En que estés ahí para ella…
Pone una cara rara porque no he terminado la frase. Continuaría con
un… «cuando yo me haya ido».
—Ahora, se un buen chico y dile a Kai que venga.
Le doy un beso y obedece sin rechistar. Poco después mi nieto se sienta
en el confesionario.
—Estoy cansada, voy a irme con Ágatha, Alberto y los niños.
—De acuerdo —dice acariciándome los hombros—. ¿Vendrás conmigo,
abue? Por favor… No me pidas que te abandone, creo que no me lo
perdonaría nunca. Además… te necesito. Siempre te he necesitado más que
los demás, ¡lo sabes! Ellos estarán bien sin ti. Yo, sin embargo… ¡y Ágatha
puede venir a visitarte!, podemos… —empieza nervioso.
—Cariño… —lo interrumpo—. No te preocupes, iré contigo.
—¡¿De verdad?! —sonríe sorprendido.
—Sí. No voy a despegarme de ti ni con agua caliente.
Kai se ríe y me abraza con fuerza.
—¡Es el mejor regalo que podías hacerme! ¡De verdad!
Y sonrío, porque también lo creo. Es el mejor regalo que le haré, su
libertad. Dejar atrás sus demonios y mi yugo. Comprobar que alguien más,
aparte de mí, lo quiere. La prueba definitiva.
—Te quiero, mi niño.
—Y yo… Gracias, gracias, gracias… —musita abrazándome.
Todos se despiden de mí con mucho cariño. Y cuando llega el turno de
Mei, la abrazo fuerte.
—Mi valiente y dulce, Mei… —la mezo contra mí—. Permítete ser
muy feliz, por favor. Por mí…
—No te preocupes, pienso emborracharme —dice jocosa.
—Perdónate y perdónale… —digo en clave.
Se queda extrañada y empujan mi silla hacia la salida, pero, en el último
momento, me giro hacia ellos y les digo: «¡Pasadlo muy bien!», como
últimas palabras no están mal. Y Ani contesta un: «¡Eso siempre!»,
levantando la copa, que ya me deja contenta.
No siento nada al pensar que mañana no despertaré. Solo siento paz; de
saber que cambiaré sus vidas a mejor, aunque me echen de menos. Al
menos mi muerte habrá servido para algo al ser ahora y no dentro de tres
meses, en los que la mitad de los días estaré mal y la otra mitad solo
retrasaré lo inevitable esperando a que mis deseos se cumplan por arte de
magia. Sin embargo, sé que haciendo esto, lo conseguiré seguro y eso me da
una profunda satisfacción.
«Si lo llego a saber… me muero antes».
E
—¿ stá todo listo? —me pregunta Kai.
Asiento, pero ¿lo está él? Porque solo hace cuatro días que ocurrió lo de
su abuela…
A Mei y a mí la noticia nos pilló durmiendo en la misma cama…
«¿No podías haber esperado un poco, vieja kamikaze?», sonrío al
recordarla. Esa mujer era la leche… ¡Claro que lo tenía planeado!, alguien
así no podía abandonar esta vida de otra manera que no fuera urdiendo un
plan maestro para salirse con la suya. Se fue despidiendo de todos en la
boda, dejando indicaciones, y yo pensaba cumplirlas para que su pronóstico
se cumpliera a rajatabla y estuviera, por fin, satisfecha…
Y es que, a veces, hay que morirse para arreglar las cosas. ¡Que me lo
digan a mí!
Yo, en ese túnel blanco, vi a mi hermano. Le hablé de Mei y de
Marco… y cuando me desperté, tenía un único deseo: recuperarlos a
cualquier precio. Y todo me parecía barato. Porque lo demás había dejado
de tener puto sentido.
Me di cuenta de lo enganchado que estaba y del gran problema que
tenía al día siguiente. Estuve hecho polvo, porque con lo que me habían
metido en el hospital, mi cuerpo se quedó vacío y entré de lleno en el día
tres de la fase 1 del Síndrome de Abstinencia. Tenía un intenso deseo de
consumir coca e intenté ignorarlo haciendo otras cosas. Luk estuvo
conmigo y procuró entretenerme, pero no fue fácil. Sabía que lo necesitaba
sin tener que decírselo. El grado de craving, (obsesión por consumir) solía
depender de la cantidad y el patrón de ingesta de cada uno, que en mi caso
era poco pero constante… y nadie me libró del nerviosismo, desánimo,
cansancio y trastornos del sueño.
Superar una adicción no es fácil, pero también me sentía el hombre más
afortunado del mundo y me prometí que aprovecharía esta segunda
oportunidad. Por mi hermano. Había tocado fondo a nivel psicológico,
aunque mi cuerpo luchara contra mí, pero no me ganaría. Nada cambia en
tu vida hasta que TÚ decides hacerlo. Y yo era Tauro. A cabezota no me
ganaba nadie.
Aparecí en la boda con una actitud totalmente nueva. Ya no era el
chistoso de siempre, sino alguien más serio y responsable.
Esa noche, solo bebí tónicas, no quería forzar la máquina ni hacer
ninguna estupidez, al menos, sin ser consciente. Ya la había liado suficiente
la noche de la reapertura cuando casi la palmo… pero el resto bebieron
como cosacos hasta altas horas de la noche, haciendo chorradas que
normalmente no harían y me lo pasé muy bien.
Estaba feliz. Feliz de estar vivo, de haber recuperado a Luk y de que
Kai estuviera conforme con que Ani saliera con él.
Estaba tan feliz que me relajé. Decidí que tenía todo el tiempo del
mundo para conquistar de nuevo a Mei, pero… en cuanto dejé de intentarlo,
ella se lanzó a mis brazos.
Estuvo toda la noche de lo más cariñosa. A altas horas, tuve que apartar
la cara un par de veces y me costó un riñón, pero lo último que quería es
que hiciese algo de lo que se arrepintiera al día siguiente.
En una de esas, me agarró y me dijo: «Mak, ¿seguro que eres tú?». Pero
no lo era, había cambiado, porque, si algo así no te cambia, es que eres
tonto del culo.
Mía y Ani también se pusieron cariñosas con mis colegas y ellos se
pusieron muy tontorrones, así que nos fuimos a casa.
—¿La acompañas? —me pidió Kai refiriéndose a Mei. Habría sido un
momento glorioso para decirle «para el resto de mi vida», pero no venía a
cuento…
Llegamos a casa de Mei y pensé en dejarla en el portal, pero igual se
quedaba dormida en el ascensor y la acompañé hasta arriba.
—¡Trae esa llave! —grazné, cuando intentó meter la llave y no lo
consiguió.
En cuanto abrí la puerta, pasó y se cayó de bruces. No pude aguantar la
risa. Incluso así, borracha perdida, con el orgullo y la dignidad por los
suelos, la deseaba.
Se había puesto un vestido mucho más recatado que el de la reapertura,
pero a mí me había gustado mucho más, si cabía. Era amarillo, de tirantes
finos y gasa. Pelo negro suelto, ojos azules. Zapatos…no sé, porque hacía
rato que se los había quitado y llevaba los pies más sucios que los
Picapiedra.
—Levaaaanta —dije recogiéndola del suelo.
Su sonrisa y ella subieron a mi altura apoyándose en mi hombro y se
quedó mirándome como esperando un beso.
—¿Por qué eres tan guapo? —me regañó.
—Eso pregúntaselo a mis padres —dije arrastrándola hacia su cuarto.
No sabía cuál era, así que fui haciendo un tour con ella colgada del cuello.
—Está al final, pero puedes seguir abriendo puertas, si quieres…
—Estoy buscando un baño, ¿no pretenderás meterte con esos pies en la
cama?
Al intentar mirárselos volvió a resbalar de mi amarre. No es que me
quejara, sus tetas se rozaban sin parar contra mi cuerpo, y mi colega, que la
recordaba con ilusión, ostentaba una erección de caballo.
La senté en el retrete y deposité sus pies en el bidé. Cogí una esponja y
ella se quedó mirando.
—¿Sueles lavarles los pies a las chicas? —dijo perpleja.
—Siempre. Es como un ritual de apareamiento —ironicé.
—Y yo pensando que era una afortunada…
Al terminar la llevé hasta la cama en brazos.
—¿Me bajas el vestido? No es seducción, es que sola no puedo…
—¿Y cómo te lo habrías bajado si yo no llego a estar aquí?
—Se lo hubiese pedido al taxista…
—¡Eres una ingenua, Mei Morgan! —me reí entre dientes.
Se la bajé y no me esperaba que se lo quitase sin esperar a que me fuera
de la habitación, pero lo hizo…
—Me has visto millones de veces —dijo metiéndose en la cama.
—¿Vas a dormir desnuda?
—Sí.
—Ah… Vale, voy a traerte agua para que te tomes un analgésico.
Mañana lo agradecerás.
Su vale sonó amortiguado por tener la cabeza contra la almohada.
Al regresar, me senté a su lado y ella se incorporó con la sábana en el
pecho.
Tragué saliva. Estaba de un sexy que daba terror.
—Gracias… —farfulló.
—De nada. —Fui a levantarme, pero ella me retuvo.
—No solo por esto, por no morirte… No habría podido soportarlo.
No supe reaccionar. Una bofetada no me habría sorprendido tanto.
—Bueno, lo hubieses superado, Miguel es muy simpático…
Ella sonrió fiel a su borrachera.
—Sí que lo es, pero tú… eres tú.
Hubo un impass. Ojalá pudiera besarla, apartar la sábana y ser suyo,
pero no estaba en condiciones.
—Al… —pronunció mi nombre real. Ese que solo usaba para los
momentos importantes—. ¿te parecería muy mal si te pido que duermas
conmigo? Solo dormir…
—¿Para qué…? —Y lo pregunté en serio. Si no íbamos a…
—Porque no te siento… desde que has vuelto, no te siento —dijo
llorosa—. Me pondré un pijama, te lo prometo. Solo quiero que me abraces,
por favor… Pasé tanto miedo… ¡Creí que te perdía!, y hoy… no sé… no
has sido tú. Es como si te hubieras ido…
La vi tan desvalida que no tuve más remedio que acceder. Tendría suerte
si seguía vivo por la mañana.
Ella se vistió y yo me desvestí. Me quité el traje y me quedé solo en
calzoncillos, era lo que había y hacía bastante calor ese trece de julio.
Me metí en la cama, me tumbé boca arriba, y ella se abrazó a mí como
una lapa deshinibida. Y no os mentiré, aunque intenté impedirlo, se me
puso más dura que la clavícula de un Transformer.
Me nació darle un beso en la frente, sin saber que ella me devolvería
otro cerca de la comisura de la boca… y sin prever que la reacción natural
de un jodido depredador como yo sería volver a besarla… ella me enganchó
del cuello y terminó enroscándose en mi lengua.
«¡Dios… era más tonto que un bocao en la polla!».
Sus besos me supieron a gloria bendita, y no quería parar. Lentos,
tiernos, me recreé un poco implorando que fueran solo de buenas noches…
Lo cierto es que no sé no cómo me aparté de ella.
—Mei… para. Estás borracha. Vamos a dormir, por favor…
Pero lejos de despegarse de mí, se pegó más y susurró en mi boca:
—Déjame sentirte… Lo necesito.
¡Estaba en el paraíso y era incapaz de resistirme a la tentación!
—Mei… —me quejé, pero su mano viajó hacia mis atributos.
Tomé aire porque sabía que iba a quedarme sin respiración en cuanto
me tocara. Sus dedos bucearon todo lo que quisieron y bombearon mi
cerebro unas cuantas veces. Porque en ese momento lo tenía en ese punto,
evidentemente…
Después me bajó los calzoncillos y respiró en mi oreja.
—Házmelo, te necesito tanto… —Nada más decirlo arrasó mis labios y
con ellos mi cordura. «Nos necesitamos…», corregí.
Mi lengua empezó a responder como una anguila. Ella se preocupó de
quitarse el ridículo pantalón de pijama que se había puesto y mi mano subió
totalmente abierta por su torso hasta llegar a sus adictivos pechos…
Joder…
Rodé sobre ella y me coloqué entre sus piernas.
—Mei…
—Hazlo ya…
—No he traído nada, ¿tienes condones?
—No…
«¡Joder!», de esta me moría de verdad… ¡Era como si acabaran de
arrancarme los brazos al coger un vaso de agua muerto de sed!
—Hagamos la marcha atrás —sugirió ella.
—¿Qué dices? Eso es peligroso…
—No pasará nada, todas mis amigas lo han hecho así entre embarazos y
ninguna se quedó, ¡es más dificil de lo que parece!…
Me avergüenza decir que nunca he sido más fácil de convencer.
Toda mi vida había usado protección, así que… entré en ella y el frenesí
que me provocó casi me parte la espalda. ¡No podía ser…! Aquello era
demasiado bueno… Escucharla gemir enloquecida me puso como un
maldito coche de fórmula 1. Hundí las manos en su culo y profundicé tanto
en ella que pensaba que iba a desmayarme de placer. Le estaba haciendo el
amor, muerto de deseo y con un salvajismo alucinante. «¡Un hurra por
Mak!».
Y de repente, la hipérbole comenzó a ir muy en serio, ¡me voy…!
Volví a rodar con ella y terminó encima de mí, pero no perdió el tiempo.
Empezó a moverse con un ritmo frenético y sensual, disfrutando de toda mi
largura con avaricia, y en ese momento, me di cuenta de que no quería ser
uno más para ella. Aquello no me gustaba, ¡era como si me estuviera
violando!, y yo quería amor. Lo quería intenso pero lento, disfrutar de cada
segundo que estuviera dentro de ella, no quería ninguna otra cosa. Quería...
lo que teníamos antes…
De pronto, empezó a ir más y más rápido. Sus pechos bamboleaban de
un lado a otro y se los apreté sistemáticamente para darle placer. Ella gritó y
advirtió que se corría. Y fue cuando sentí una presión atroz alrededor de mi
miembro que me llevó a la luna, ¡iba a correrme vivo!, joder… espera…
¡me estaba corriendo!
Intenté apartarme, pero su peso bloqueaba mi huida y tardé un segundo
más de lo normal en sacarla. Se manchó todo sintiendo un placer
desconocido. Dios… ¡por qué poco!…
Tuve que quitar la sábana encimera porque había quedado inservible.
Nos quedamos dormidos, abrazados, con un te quiero en la punta de la
lengua, que le insinué entre besos, porque supuse que al día siguiente se
acordaría de poco…
Sentirla otra vez cuando pensé que nunca más lo haría había sido…
mágico. Había sido… diferente, y me impresionó sentir cuánto me había
gustado salir de mi zona de confort. Y también, ¡salir de la casa de los
condones!… Madre mía, qué placer…
Ojalá fuera la primera vez de muchas. La primera vez de siempre.
Porque ahora mismo no me imaginaba estando con ninguna otra mujer;
cualquiera palidecería a su lado.
Por la mañana, llamaron para avisarla del deceso y empezó a llorar con
una profunda tristeza. Aluciné en colores, sobre todo, de no pensar en Kai
hasta mucho más tarde, ¡solo pensaba en ella y en su sufrimiento!, y en las
últimas palabras que me dijo la vieja: «tendrás que estar ahí para ella…». E
intenté cumplirlo.
Estuve todo el día sin separarme ni un metro de su lado, y cuando
descubrimos que había sido a propósito, me la llevé a un aparte.
—¿Estás bien?
Asintió sin decir nada, con la mirada empañada. Llevaba muchas horas
con los ojos rojos. Le cogí la cara tentado de besarla, pero en vez de eso, la
abracé y ella se agarró a mí con fuerza. De pronto vi a Kai, ojo avizor,
observándonos. Tenía que hablar con él de una buena vez, pero aquel no era
el momento. Luz merecía ser la protagonista del día.
Han pasado cuatro noches desde entonces y no he vuelto a ver a Mei.
Me dijo que necesitaba pensar y que quería estar sola, y lo respeté. Hemos
estado hablando un poco por WhatsApp, pero me muero por verla hoy.
Todos los Morgan vendrán a casa de Kai, ¿o debería decir de Ágatha?, para
ponerlos al corriente de la misión ya que formarán parte activa de ella.
Todavía no me hago a la idea de que Kai vaya a marcharse lejos
indefinidamente, pero, por algún motivo, estoy bien con eso. Sé que volveré
a verlo y que Mía cuidará bien de él, pero el verdadero motivo de mi
tranquilidad tiene nombre de mujer y se apellida igual…
Dios… debería decírselo a Kai ya…(y a ella, de paso). Pero he sido el
primero en llegar con la esperanza de hacerlo y ahora… ¡no puedo!, es el
momento oportuno y solo soy capaz de decir:
—Todo listo, entonces… ¿Tú estás bien?
—Sí —responde rápido—. Todo saldrá perfecto. Cumpliré con mi
promesa a Tommy y limpiaremos la ciudad de posibles traidores que
atenten contra vosotros y mis hermanas cuando me haya ido…
—No te preocupes, funcionará —Unimos las manos y las bajamos.
No. ¡No puedo decírselo…!
Necesito disfrutar de él un poco más de tiempo antes de confesarle que
«el tío que le jodió la vida metiéndolo en la cárcel, ahora pretende jodérsela
también a su hermana rompiéndole el corazón por no estar a la altura de»…
Uy, la gente empieza a llegar. «¡Qué pena… Otra vez será!».
Diviso a Mei y se me disloca el corazón. Está preciosa con un vestido
blanco ibicenco y los labios rojo pasión. Nueva nota mental: «Necesito
devorarlos cuanto antes». Cuando viene a saludarme, me da un beso tímido
en la mejilla y sin poder remediarlo la atraigo hacia mi costado para
meterme en su cuello y darle un beso detrás de la oreja. Ella se sonroja y
pienso que es muy tierna.
Vale… Kai nos ha visto… Esto es insostenible. A estas alturas creo que
ya debe saber que apostaría todo lo que tengo al rojo de sus labios.
Ya estamos casi todos, pero la pieza clave del plan llega tarde. Suena el
timbre. Debe de ser ÉL.
Voy a abrir y sonrío al ver a Guille acompañado de su mujer.
—¡Compadre, cuánto tiempo! —grito entusiasmado.
—¡Álvaro, ¿qué tal estás?! —dice abrazándome emocionado—. Desde
la boda que no sé nada de vosotros, mamones.
—Joder, fue un fiestón. ¡Tus amigos son muy jodidos! Sobre todo,
Uribe. Desde que dejó el futbol es un fiestas… ¡Hola, Laura!
—¡Hola, guapo! —me saluda ella cariñosa.
—¡Pasad, por favor!
Los guío hasta el salón. Luk y Guille pasan de las manos y se dan un
fuerte abrazo que me emociona. En realidad, Guille es amigo mío desde la
infancia, pero cuando le presenté a Luk, entendió que éramos tan uno, que
lo acogió como a mi igual. Era único leyendo a la gente.
Las chicas loquean un poco cuando reconocen a la famosa escritora
Laura Hernández. Yo ni siquiera he visto la película… solo sé que es una
chica muy agradable y sencilla.
Guille nos vino a la mente de forma inesperada. Buscábamos una
manera de eliminar a los #1 en un evento público; en sus casas hay
demasiada seguridad. Son la pieza más valiosa en una jerarquía mafiosa y
están muy bien integrados en la alta sociedad. Suelen ser íntimos amigos de
jefes de departamento, políticos y famosos, y viven completamente al
margen de su negocio multimillonario, camuflado entre otros más lícitos.
—¿En qué consiste esa misión? —pregunta Guille directo cuando
empieza la cena.
—Antes de nada, ¿tenéis las entradas para la Gala Benéfica AECC?
—Sí —afirma con rotundidad—. No hubo problema.
—Cojonudo… —contesta Kai por mí, maquiavélico.
—¿La gala de la Asociación Española Contra el Cáncer? —pregunta
Ani alucinada—. ¡Van un montón de famosos!
—Cariño, ella es famosa —señala Luk con ternura.
—¡Ah, claro!…
—Ahora casi les interesa más Deblack, que yo —bromea Laura.
Mía se pone de pie.
—¿Tú eres Deblack? ¡Ya decía yo que me sonabas! ¡Soy muy fan!
—Mía… cielo… —Ese es Kai abochornado.
—¡Perdón!, perdón… —se sienta avergonzada. Está loca de remate.
Fijo que cientos de palabras raras están apedreando su córtex cerebral.
—Siempre me invitan, pero es la primera vez que acudo, ¿la vais a liar
muy parda? —pregunta Laura, poniendo las manos en su mejillas.
—Nadie lo relacionará contigo —la tranquilizo—. Luk y yo entraremos
como vuestros guardaespaldas y os sacaremos de allí antes de que explote
nada —sonrío divertido.
—¿Qué va a pasar exactamente? —pregunta Guille alarmado.
—Que vamos a hacer justicia —declara Kai. Siempre tan Braveheart.
—Cariño… cuando me dijiste «vamos a ayudar a mis amigos», ¡no
pensaba que te referías a perpetrar un atentado terrorista! —comenta Laura
entre dientes.
Guille se ríe despreocupado.
—No van a matar a ningún inocente, eso lo tengo claro.
—Esto es una operación conjunta con la policía, Laura —asiste Kai—,
hace tiempo que quieren detener a ciertas personas. Yo quiero empezar una
nueva vida lejos de todo esto, y para eso, tengo que fingir mi propia muerte
y conseguir que la operación policial del próximo martes sea todo un éxito.
Si no, será imposible.
—¡¿Vas a fingir tu propia muerte?! —pregunta Ani, alucinada—.
¡¿Cómo?!
—No os preocupéis por esos detalles. La cuestión es que al día siguiente
habrá un entierro falso, oficiado por el Padre de Mía, y todos deberéis
vestir de negro y estar muy tristes, ¿vale? Fingid estarlo, al menos.
Todos sonríen ante la broma.
—Mía se irá con su madre unos días y yo me esconderé bien.
—¿Dónde? —Quiere saber Mei.
—Es mejor que sepáis lo justo. Intentad salir lo menos posible los días
posteriores a mi muerte. Los clanes estarán desconcertados. La noche de la
Gala, Roi convocará una reunión con las bandas, en la que habrá una redada
de la policía.
—Eso suena peligroso… —dice Vicky preocupada. Qué mona, se ha
enamorado de un Morgan, pobre diabla… Entiendo cómo se siente, es muy
jodido, ¡siempre andan metidos en líos!
Kai se pone nervioso.
—No voy a mentirte, es peligroso, pero técnicamente, si la policía
sorprende una reunión así, el fuego cruzado va de polis a cacos… Los polis
no van a ir a por Roi… y esperemos que los cacos tampoco, por lo que les
habrá dicho previamente, antes de que lleguen.
—¿Qué les habrá dicho? —pregunta Ani totalmente descolocada.
—Eso ahora no importa, lo único importante es que se cubra bien y
lleve un chaleco antibalas, por si acaso…
Roi asiente convencido.
—¡Hemos venido aquí para enterarnos de la misión y no nos estáis
contando nada! —protesta Ani.
—¿Es necesario que Roi corra ese riesgo? —alega Mei preocupada.
—Lamentablemente, lo es… —dice Kai abatido. Si le ocurre algo a su
hermano querido, no se lo perdonará, pero confía en su plan.
—Ani, esto es una despedida —comenta Kai con cariño—. La próxima
vez que nos veamos será en Navidad, todavía quedan seis meses. Mía y yo
cogeremos un vuelo la misma noche de la Gala. Y vosotras tres, chicas,
tenéis una reserva a esa hora en el restaurante favorito de Mei; necesitamos
que tengáis una coartada que no sea estar en casa.
—Todo saldrá bien —interviene Luk convencido—. La policía tomará
el control y se habrá acabado.
—¿Y a quién atribuirán el ataque de la Gala? —cuestiona Laura.
—A David Aragón —contesta Kai enigmático—. Ese tío tiene un rastro
muy interesante de explosivos en su casa. Los usó para poner una bomba en
nuestro avión justo antes de irnos a Ibiza.
—¡¿QUÉ?! —exclama Mía sorprendida—. ¿Por eso tuvimos que
esperar tanto aquel día?
—Sí, no te lo dije porque no quería que te asustaras, pero…
—¿Quién es ese tío, David Aragón? —pregunta Mei alarmada.
—Es el jefe de la Unidad policial de Drogas y Crimen Organizado.
—Joder… —maldice Guille llevándose una mano a la frente—. ¿Cómo
os metéis en estos líos, chavales?
—La Costa del Sol está de mierda hasta el cuello —responde Kai—. No
va a ser fácil acabar con esto, de hecho, es el cuento de nunca acabar, pero
al menos, será una buena limpieza…
—¿Qué quieres decir? —pregunta Laura confusa.
Kai hace un silencio y se prepara para soltar una de esas frases brutales
que ponen tu mundo del revés.
—Me refiero al negocio de las drogas y todo el flujo de dinero que
existe alrededor de ellas. Banqueros, peces gordos, altos mandos de la
Policía al frente de la Unidad Antidrogas… Ellos son los que tendrían que
hacer fuerza para que el tráfico incontrolado de dinero por el mercado negro
frenase, pero no lo hacen porque ellos mismos están detrás, absorbiendo
beneficios. Unos pocos luchan por limpiar las calles de trapicheos, pero lo
que hay que limpiar es el sistema. Eliminar a los que no siguen las normas
del juego. Sin honor, no somos nada, seas del bando que seas.
Como era de esperar, Laura se queda muda. Pero nosotros sonreímos,
porque el día que lo entendimos, nos hicimos del bando Kai y de ningún
otro. Los pocos buenos están minados y resignados, es más fácil luchar
contra el mal desde el bando de los malos.
Miro a Luk y admito que se me fue la pinza al enterarme de que era
poli. Porque es un poli, pero de los buenos, como lo era yo, solo que su fe y
su sentido del deber son más fuertes que los míos, y entiendo que a Kai le
pareciera bien que estuviera dentro, porque en el fondo, él nunca ha perdido
la fe en el sistema. Solo hay que limpiarlo de ratas.
- 27 -
EL EQUIPO A
(Luk)
M
« e encanta que los planes salgan bien», sonrío entrando en la que
ahora es mi casa como si fuera el jefe del Equipo A.
¡Todo está saliendo a pedir de boca!
Voy directo a la habitación y me encuentro a una diosa en la cama. Su
cuerpo de gato es capaz de estar cómodo adquiriendo posturas
sobrehumanas, mientras escucha música, lee o navega por internet.
Me lanzo a su lado y la abrazo.
—¿Ya está? —pregunta aprensiva.
—Sí, ya está. Kai está muerto para el mundo.
Ella suspira y se resguarda en mi pecho.
Tengo suerte de tener a mi Valkiria. Porque es un ángel, pero ha
demostrado ser una guerrera en todos los aspectos. Parece que está
recuperada del todo, y dice que es por los golpecitos que le doy en un punto
muy concreto de su anatomía… Uf…
Es la hostia.
Cualquier día descubre cuánto la quiero y la liamos, porque
empezaremos a hacernos preguntas que no necesitamos responder para ser
felices, pero a lo que iba…
Esta mañana, he ido a la comisaría porque había concertado una reunión
con el equipo que se encarga de respaldar la misión. Ellos no saben que Kai
tiene sus propios planes aparte para cazar a los #1, pero he venido a
explicarles (para tontos) cómo vamos a cazar al máximo de números #2 y
#3 de las mafias actuales, que son los intermediarios con los mayores
exportadores europeos. Y en ese plan, Kai era una pieza básica, y estaba de
acuerdo en caer con ellos.
Pero ahora necesitaba una coartada y una reacción real por mi parte
cuando se supiera que Kai había muerto. Y lo más importante, quería seguir
al topo y confirmar que cumpliera su parte del trato. Le había dejado
indicaciones en el buzón de su casa junto con una grabación de la
conversación que mantuvimos con él (como amenaza) y un pendrive
idéntico al que habría en la caja fuerte del banco. El auténtico, debía
dármelo a mí, una vez estuviera en su poder.
—Jefe, ¡tiroteo en el centro! —ha interrumpido un agente entrando en la
sala de reuniones—. Otro ajuste de cuentas…
—Joder… ¿Lo habéis identificado? ¿De quién se trata?
—El objetivo abatido es Kai Morgan.
—¡¿QUÉ?! —he exclamado enfadado—. ¡Me cagüen todo!
—¿Estás seguro? —ha preguntado mi jefe, atónito.
—Sí, señor, han certificado su muerte en la ambulancia.
Al ponerme las manos en la cara, he llamado la atención de todos.
—¡Todo el plan se ha ido a la puta mierda! —he gritado furioso—.
¡Tantos años de infiltrado para nada! ¡Ha tenido que haber algún chivatazo
de que nos estaba ayudando! —he discurrido para encaminarlos hacia
donde quería.
—Da igual, ¡alguien nos ha hecho un favor! —ha dicho Ramirez—.
Porque si Kai ha muerto, el banco nos hará llegar el USB con las pruebas
necesarias para detenerlos a todos.
—Cualquiera diría que te lo has cargado tú mismo —lo he acusado.
—Yo no he sido, pero puede haber mucha información en ese pen…
—O no —he advertido—. Si algo he aprendido siendo la sombra de Kai
es que es imprevisible. A saber lo que contiene ese cacharro, quizá solo sea
un golpe de efecto para crear una falsa seguridad entre las mafias.
—Solo hay una forma de averiguarlo —dice mi jefe—. Id a buscarlo.
Llamad a David, que confirme lo ocurrido y vaya a por él.
Podía imaginarlo. El centro, hora punta de vermut antes de comer, Kai
saliendo de un bar con Mak y un motorista cabreado vestido de negro
(Gómez, para los amigos) apareciendo de la nada para pegarle un par de
tiros a Kai, que se habrá agarrado el pecho y explotado un par de bolsas de
sangre de atrezo. Mak intentando ganarse un Óscar, gritando que alguien
llame a una ambulancia. La susodicha apareciendo con sus sirenas a todo
volumen y Raúl, el chófer, desplegando a sus paramédicos para que se lo
lleven rápido.
Lo estoy oyendo… «¿Hora de la muerte?», y Kai contestando «la una y
cinco», con cachondeo. Es superpoético porque nació exactamente a esa
hora; maldito cabrón retorcido.
Elena, una amiga de Roi, habrá hecho un buen trabajo de maquillaje en
la Morgue del hospital, para mostrarle el cuerpo al inspector de turno y a
Roi, bajando la cremallera hasta su mortecino cuello para identificarle y
volver a meterlo en la cápsula.
Me lo imagino diez minutos después, en pelotas y tiritando, en fin,
resucitando, y escapando por el ascensor de carga para subirse a un coche
con los cristales tintados, donde el conductor no es otro que su verdugo.
Gómez se habrá bajado en cualquier semáforo y Kai habrá desaparecido de
la faz de la tierra con cinco teléfonos de tarjeta prepago, aplastables
después de usarse una sola vez.
La noticia de su muerte ha puesto nervioso a todo el mundo en
comisaría. Los he seguido para conseguir la orden judicial que nos deje
recoger el dichoso pendrive (que sí contenía muchísima información jugosa
como buen hombre de palabra que es Kai) y, con la venia de la autoridad,
David ha accedido al Deutshe Bank para recuperarlo.
Tengo que decir que el cabrón lo ha hecho de puta madre y no me ha
mirado ni una sola vez. Yo sí, yo lo he taladrado con los ojos prometiéndole
una muerte lenta y dolorosa si fallaba. Al llegar de nuevo a comisaría, me lo
ha dado al pasar por su lado. Le había explicado el procedimiento (también
para tontos), y ha funcionado a la perfección. En cuanto lo he tenido en la
mano, he cogido una lata de Coca Cola que había traído en mi bolsa
personal y lo he sumergido.
Han comprobado que el dispositivo falso no contenía nada de interés.
Cero pruebas. Y les he dejado claro cuál es el nuevo objetivo.
—¡Menuda mierda! —ha rechistado mi jefe, que ya casi podía oler los
titulares en los periódicos. «Gran golpe contra la mafia malagueña por parte
del Comisario…».
—¿Qué esperabas? No te puedes fiar de un criminal —ha soltado David
—. Son escoria…
Solo entonces me ha mirado vengativo para dejarme claro lo que
pensaba de mí.
—Tengo una idea —he dicho deprisa. Era lo que todo el mundo
esperaba escuchar—. Todavía podemos atraparlos a todos.
—¿Cómo? —ha querido saber mi jefe
—Las propiedades de Kai, las rutas, las naves, ¡todo sigue ahí! Y ¿quién
creéis que se lo va a quedar todo?
—¿Su mujer? —dice alguien—. Sabemos que se ha casado hace poco,
lo más probable es que haya sido ella quien se lo haya cargado…
—No —aclaro—. La propiedad del Club y todo lo perteneciente a sus
negocios sigue estando a nombre de sus padres. Es patrimonio de la familia
Morgan y, excepto sus hermanas, que ya fueron compensadas
económicamente, el heredero universal de todo es su hermano Roi. Hay que
convencerlo para seguir adelante con esto… Es un buen chico, puede que
nos ayude a engañarlos a todos.
—¡No podemos usar a un civil en una situación así! —replica alguien.
—Llevamos mucho tiempo detrás de esos tipos, ¡no podemos dejarlos
escapar! Dejadme hablar con él, lo único que les tiene que decir a todos es
que ya tienen vía libre en cuanto a los negocios de Kai. Él no los querrá. No
corre peligro porque vale más vivo que muerto.
—Eso es una locura —intenta joderme David.
—Es perfecto. —Le planto cara—. Las mafias estarán muy intranquilas
ahora mismo sin saber lo que sabemos gracias al pendrive. Pueden hacer
cualquier locura. Y si Roi los convoca, acudirán.
Todo el mundo se queda pensativo y me reafirmo.
—La mayoría acudirá.
—Puede funcionar —medita mi Jefe—. Traed a Roi Morgan, cuanto
antes…
—¿Hoy?… Su hermano acaba de morir —discrepa alguien.
—Tampoco es que se llevaran muy bien —he añadido yo, pertinente.
Quería que les quedara claro.
—Voy a llamarle —dice mi jefe—. Antes me ha parecido un chaval
muy legal…
He sonreído por dentro.
Lo ha llamado delante de todos y ha accedido a venir. A continuación,
me ha escrito: «¡¡Me han citado en comisaría!! ¿Qué coño tengo que decir?
¡Joder, Luk! ¡No soy actor…! ¡Escríbeme ahora mismo lo que tengo que
decirles o la cago!
—Tomaos un descanso hasta que aparezca —han acordado.
Y yo me he dedicado a responderle por WhatsApp todo lo que tenía que
decir, porque, entre otras cosas, yo no iba a estar presente. Para la mayoría
de la gente no soy policía. Soy un simple civil.
Pero no me fío de David Aragón, en esa reunión iba a poner a prueba al
pequeño Morgan. Y no me faltaba razón. Por eso coloqué un micro y me
escondí para escucharlos.
—Tenemos razones para creer que es sospechoso de la muerte de su
hermano —comienza David serio—. No solo por su conocida enemistad,
sino por su relación con una tal Lola García, examante del difunto y
exesposa de quien intentó matarlo ya una vez.
El muy hijo puta ha empezado fuerte. He tenido que apretar los dientes.
—Yo no…
—Intentar negarlo sería empezar muy mal, señor Morgan…
Roi guarda silencio sin saber qué decir. David es listo.
—No iba a negarlo, conozco a Lola de toda la vida —ha empezado Roi;
parece centrarse—. ¡Todo el mundo sabe que su marido intentó matarme en
casa de mi hermano! Al cabo del tiempo, vino a verme y hemos sido
amigos desde entonces…
—¿Solo amigos?
—Sí, solo amigos. Y yo no he matado a mi hermano —ha repetido.
—¿No es cierto que querías suplantarlo? —ha insistido David.
—¿A qué viene esto? —pregunta desconcertado mi jefe, que pensaba
que estaba allí para ayudarnos, no para ser interrogado.
—Llevo tiempo investigando a Lola —ha explicado David—, y tengo
indicios para creer que habían acordado sacar adelante juntos el negocio de
su hermano cuando él faltara… ese podría ser el móvil.
—¡Yo no he matado a Kai! —ha repetido Roi furioso—. Pensaba
marcharse del país y delatar a todo el mundo. Y yo y mis hermanas
habríamos pagado el pato, comiéndonos la venganza, como siempre… No
sé qué ideas se habrá hecho Lola en la cabeza, pero yo no quiero seguir con
el imperio, y se lo dije bien claro cuando me lo propuso.
La cara de David ha cambiado. Es evidente que tiene información de
Lola por su jefe mafioso, y debe haberle prometido hacer negocios con él.
Es el problema de los perros rabiosos, que les lanzas un filete y se lo
meriendan antes de que toque el suelo y vean que es de plástico…
—Hijo, tenemos entre manos una operación muy seria… —interviene
mi jefe—. Si de verdad quieres acabar con esto, puedes ayudarnos.
—¿Qué operación? Yo no quiero meterme en ningún lío peligroso —
aclara Roi nervioso. Lo está haciendo genial.
—Tu hermano iba a ayudarnos… y ahora que no está, tu colaboración
es de vital importancia…
—Pero… ¿de qué se trata?
—De una redada en una reunión. Kai pensaba repartir sus contactos
antes de irse.
—¿Una redada? Eso suena a terminar muerto. Paso.
—Estarás protegido. Y es la oportunidad perfecta para aclarar tu papel
en la sucesión, si no lo haces, puede que vayan a por ti…
—Joder… —Hace que se lo piensa Roi.
—Si nos ayudas, podremos detener a muchos…
Me ha hecho gracia que se hiciera de rogar guardando silencio.
—Está bien… —ha accedido.
¡Bingo!
Que todo vaya bien me pone muy pero que muy contento. Y abrazado a
mi chica más todavía.
Empiezo a besar a Ani. Huele tan bien que me animo enseguida, pero
ella se aparta mimosa.
—No me apetece —asegura, y abro los ojos sorprendido. ¡¿Desde
cuándo?!—. ¿Por qué?… —susurro en su cuello.
—Mi hermano acaba de morir.
Suelto una risita en respuesta y no me detengo.
—Anda, uno rapidito…
—Nooo —gime divertida—. Estoy de luto.
Me carcajeo.
—Luto el que tendré yo si no entro en ti ahora mismo… —digo
girándola boca arriba y metiéndome entre sus piernas.
Me besa con una sonrisa en los labios llena de complicidad, pero luego
se pone seria.
—Me da pena que Kai y Mía se marchen… —musita.
—A mí también… pero prefiero eso a que acaben muertos. Y me
encantará ir a visitarles de vez en cuando.
—Eso sí… —dice tristona.
—Eh —hago que me mire—. Yo estaré contigo, pequeña Valkiria.
Ella se ríe por el apodo y beso su cuello con ganas de guerra.
—¿Sabes qué? —murmura mientras se deja explorar—. He estado
mirando el símbolo de las Valkirias y es muy chulo… igual me lo hago aquí
—dice señalando el interior de su muñeca—. ¿Qué te parece?
—Que me encantará… —respondo besando sus hombros, sus
clavículas, el montículo de sus turgentes pechos.
—Podrías hacértelo tú también…
Freno en seco mi ataque y la miro confuso.
—¿Quieres llevar un tatuaje idéntico? Eso es… algo muy íntimo y
personal… Eso es para siempre…
—Yo quiero que lo nuestro sea para siempre… —musita sincera.
Y lo dice de una manera tan cándida que me derrito.
—Yo también… —firmo mi destino en esas dos palabras que significan
tantas cosas que me asusto. Hablan de instantes compartidos antes y
después de ser pareja, de la ternura, de nuestras conversaciones, de
experimentos, del sexo, de la atracción de nuestros cuerpos y almas, de algo
tan intenso y eléctrico que es imposible obviar. Y la beso, la beso con todo
mi corazón. Entregándome como nunca antes he hecho con nadie. Es lo
más mágico que he sentido en la vida.
Ella me devuelve el beso invitándome a entrar en su cuerpo.
Apartamos la ropa y resbalo hacia su interior. Es mi puto paraíso. Está
tan húmeda que me engulle hasta el fondo y siento un latigazo de placer que
me deja fuera de juego. Mis caderas se mueven rítmicamente haciéndola
cada vez más mía. Haciéndolo cada vez más nuestro.
—Dios, pequeña… —gimo—. Te quiero.
- 28 -
COMO CONOCÍ A VUESTRA MADRE
(Mía)
(Kai)
—Estoy bien, te lo prometo.
«Se lo he dicho diecisiete veces ya».
—Yo también te quiero. Y recuerda, mañana a las ocho tienes que estar
en el aeropuerto. Nos vemos en el avión. Estaremos en ventanilla, con una
fila de diferencia. Un beso, mi vida…
Cuelgo con Mía, quito la tarjeta y rompo el teléfono contra el suelo de
la terraza.
He alquilado una casa rural con un DNI falso y la verdad es que el sitio
es tranquilo y cómodo. En las opiniones de TripAdvisor no decía nada de
que tenía un cielo espectacular lleno de estrellas, pero es lógico, estoy
perdido en medio del monte.
Solo hace tres horas que estoy aquí solo y ya les echo de menos a todos.
Los imagino mañana haciendo el paripé, quemando un ataúd vacío. Pero
estoy feliz. La cena de despedida me encantó, sobre todo cuando constaté
que entre Mak y Mei se estaba cociendo algo muy gordo.
Me di cuenta de que ella se había levantado al baño y, treinta segundos
después, él se ausentó también. En cinco minutos, Mei volvió a la mesa, y
cuando apareció él, casi escupo la pizza de la súbita carcajada que solté.
Todo el mundo se giró hacia mí.
—A mí no me miréis —sonreí—. Miradle a él.
Siguieron mi dedo hasta ver a Mak y rompieron a reír.
—¿Qué pasa? —preguntó él, extrañado.
Hasta Mei no aguantó la risa y se partió el culo, avergonzada.
—Mírate al espejo, ahí tienes uno… —Señalé la pared.
Cuando comprobó su imagen, el rojo que había rebozado contra sus
labios subió hasta sus mejillas. Se quedó clavado.
—¿Qué has hecho para acabar así? —lo presioné con guasa.
Mak corroboró que Mei llevaba el pintalabios corrido.
—Dame las gracias —comenzó tunante—. Tu hermana casi se ahoga y
he tenido que hacerle el boca a boca. ¡Le he salvado la vida!
Estallamos en carcajadas y Mak sonrío, mordiéndose los labios.
—A ver, Mak, ¿por qué te cuesta tanto decirme que estás liado con mi
hermana?
—¿Por qué no quiero morir…? —respondió sarcástico.
—Mei ya no es una niña tonta con mal gusto —dije benévolo—. Por
una vez, ha demostrado que a veces… acierta.
Los ojos de Mak se volvieron vidriosos. Ni siquiera pudo sentarse.
—¿Estás diciendo que te parece bien?… —preguntó incrédulo.
—Estoy diciendo que sois una casualidad llena de intención… —sonreí
maquivélico—. Recé para que esto pasase desde el principio… ¡Mis dos
mejores amigos con mis hermanas! No sabéis lo feliz que me hace esto y lo
tranquilo que me voy…
—Oh… —acuñó Mía, blandita. Le juré con la mirada que la amaba.
Sin embargo, Mak no era feliz, parecía preocupado y confuso.
—Ya sé que no me la merezco, pero te juro que…
Mi cara cambió de golpe.
—¿Por qué dices eso?… —pregunté sorprendido.
Hubo un cruce de miradas y Mak suspiró ofuscado.
—Yo no soy… no soy Luk… ni Roi —comenzó despacio—. Solo soy
el tío que te metió en la cárcel…
Las exclamaciones ahogadas de mis hermanos me perforaron los
tímpanos.
—¿Qué has dicho?… —preguntó Ani alucinada.
—¿Cómo que…? —Roi.
A Mei no le salieron las palabras, directamente. Era todo ojos.
—Fui yo el que le colocó las esposas a Kai —repitió y cerré los ojos.
—Pero… —empezó Ani. No daba crédito y buscó refugio en Luk.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que te perdono? —mascullé
irritado.
—Puede que tú me perdones, pero no creo que ellos lo hagan…
Mis hermanos miraron a Mak y no supieron qué decir, así que lo dije
yo:
—Lo harán. Ya lo creo que lo harán. Porque tú fuiste el único que no me
dio la espalda cuando todos lo hicieron. El único que se atrevió a dar la
cara. Me detuviste porque eres un jodido tiburón en una piscina llena de
peces payaso, tienes un gran instinto, Mak… tanto, que tuviste los cojones
de venir a verme porque te sentías culpable…
Vi sus ojos completamente llenos de lágrimas y seguí.
—Gracias a ti no me fui a la mierda ahí dentro… Lograste conservar
viva la llama que quedaba de mí. Y no estaba encerrado por ti, sino por mis
acciones. Te perdonarán porque eres la persona en quien más confío en el
mundo, ¿de acuerdo?
Metió dos dedos en sus ojos a modo de parabrisas y sorbió por la nariz.
No quiso mirar hacia Mei. Todavía tenía pánico de su reacción al saber la
verdad, y sorprendiéndome más todavía dijo sin mirarme:
—Pues que sepas que te has salido con la tuya, cabrón, estoy
jodidamente enamorado de tu hermana.
Sonreí como un idiota porque sabía lo que significaba eso. Había
pasado por lo mismo, pero no me preocupé porque pude ver cómo Mei
miraba a Mak… como se mira a esa persona a la que quieres tanto que le
perdonarías cualquier cosa.
- 29 -
JUEGO DE TRONOS
(Roi)
(Luk)
«Es increíble…».
¡El puto Mak es como un jodido ninja!
Con razón lo tienen vetado en todos los Laser Tag de la comunidad
autónoma. No lo ves venir. Tiene una puntería portentosa y una frialdad
ejecutiva alucinante. Pero, que yo sepa, todavía no tiene ojos en la espalda y
no ve venir el problema. Uno con nombre y apellido.
David Aragón.
Kai me lo advirtió: «Es un hombre poderoso que no va a dejar cabos
sueltos. Su reputación está en juego mientras alguien sepa que es un poli
corrupto, por no hablar de su libertad».
Y tenía razón.
A día de hoy, los dos no cabíamos en el Cuerpo de Policía y lo
sabíamos. Pero creo que ambos esperábamos que el otro cayera en la
operación (preferiblemente él). Desde luego, yo no contaba con que se
presentara aquí.
«¿Cómo coño habrá deducido nuestra ubicación?».
Es un tío listo. No ha llegado al puesto que tiene por azar, quería darnos
caza y le habrá preguntado a mi jefe dónde encontrarme. Era el único que
sabía que la redada coincidía con una gala benéfica a la que acompañaba a
un amigo, pero no importaba, porque no me necesitaban, el Greco (Grupo
de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado) lo tenía todo
controlado.
No he perdido de vista los movimientos de Mak en los últimos cinco
minutos, y cuando ha terminado, me he acercado a él para que marcharnos,
pero justo en ese momento, aparece David Aragón por una esquina
empuñando un arma.
Todo ocurre a cámara lenta.
Mak me está mirando y está de espaldas a él. No me da tiempo de
avisarlo ni a dispararle ni a detenerlo… pero no puedo permitirlo, lo único
que puedo hacer es ponerme en medio.
Entonces escucho un disparo. El impacto ni siquiera me duele. Es mil
veces peor escuchar el grito de Mak al darse cuenta de que me ha dado en el
cuello. Caigo al suelo como un fardo y escucho golpes y berridos salvajes.
Una niebla se apodera de mis ojos y de mi cabeza.
No quiero irme… No quiero despedirme de ella. De su roce, de todo lo
que nos queda por reír, por vivir, por envejecer juntos…
Ella… la que me hizo ver que la vida está para quererse como nos
queremos nosotros, de lo contrario todos los besos saben a lo mismo.
—¡Luk! ¡Luk…! ¡Aguanta, joder! ¡Luk! ¡Oh, Diosss…!
Mak me está tocando, pero me asusto al darme cuenta de que no lo
noto. Veo su mano ensangrentada sujetando un móvil mientras la otra
presiona mi cuello. No puedo tragar. Siento que me ahogo con mi propia
sangre.
Él me habla, pero no lo oigo. Me mira, pero ya no es él. Solo es un
chiquillo asustado, con lágrimas enredadas en las pestañas, reviviendo la
muerte de un hermano.
Intenta que centre mi vista en él, me grita, pero mis ojos ya no me
obedecen. Estoy en shock por la cantidad de sangre que estoy perdiendo.
Agacha la cabeza y llora desolado. Se limpia la cara con el arma en la mano
dejando un reguero de sangre a su paso. Esa imagen es dolor. Puro dolor. Y
pena. Luego la nada…
(Kai)
«¿Por qué cojones no me cogen el teléfono?», pienso nervioso haciendo
fila en la puerta de embarque. Tengo a Mía localizada. Está seis personas
por delante de mí, ella aún no me ha visto, señal de que ir de incógnito se
me da bien.
Me he cortado el pelo y me lo he teñido de negro. Gafas de sol, gorra.
De manga larga a pesar de ser Julio para tapar mis tatuajes… y un puto mal
presentimiento que apenas me deja respirar.
De pronto me llega un WhatsApp.
Gómez:
Roi está a salvo. Muchos detenidos.
H
— ola, Luk, ¿cómo te encuentras hoy? —digo entrando en su
habitación.
No me importa que no conteste, estoy tan contento de que esté vivo que
me da igual que parezca un muñeco de trapo.
Luk forma parte de ese diez por cierto de personas que sobreviven a una
herida de bala en el cuello. No me atrevo a llamarlo suerte, prefiero
llamarlo milagro, porque el motivo de que siga aquí, (a pesar de tener
múltiples fracturas en la columna vertebral a nivel de C6,C7 Y D1 y déficit
motor a nivel C5), es que la bala había salido limpiamente. Eso fue lo que le
salvó la vida.
Bueno, ¡qué coño!, fui yo que, cuando el médico dijo «Hora de la
muerte», pensé «¡no te lo crees ni tú!». Empecé con masaje cardíaco de
nuevo, bombeé tanto su corazón que juraría que le partí una costilla y volví
a darle una descarga eléctrica.
La segunda vez que lo intenté, se me quedaron mirando perplejos y
escuché que murmuraban: «¿lo conoce?», pero volví a electrocutar a Luk, y
de repente, el pitido revivió.
«¡Malditos incrédulos! ¿No veían Anatomía de Grey o qué?».
«Hay muertos y muertos», decía mi abuela Luz. Y Luk no podía estarlo.
¡Así que a trabajar!
Comenzaron la cirugía y corrí hacia la sala de espera, pero, a mitad de
camino, un grupo de hombres uniformados me interceptaron.
—¡Chico, ¿dónde está mi hombre, el policía, Lucas Ayala?!
—¡Recién resucitado, señor! —dije con una sonrisa espléndida—. Iba
ahora a informar a su familia.
—Espere un momento… —contestó reacio—. No lo haga…
«¿Qué? ¿Cómo? ¡¿Cuándo?!…».
—Lucas está en peligro y se va a acoger al programa de protección de
testigos. Hasta que erradiquemos la amenaza, es mejor que sigan pensando
que está muerto.
—¿Perdón…? —dije alucinando en colores.
—Será solo temporal. Hasta que no estemos seguros, no podemos
arriesgarnos. Había un agente corrupto en el cuerpo que ordenó su
ejecución. Y si no hacemos esto, lo eliminarán enseguida.
—Pero, sus familiares… ¡tienen que saberlo!
—Sus familiares menos que nadie. Solo así estarán a salvo. Enséñanos
dónde está, chico.
Ese era yo, me caían muertos encima, los revivía, y plof. Un piano.
«Esto sí que no me lo perdonan…», pensé con miedo.
Solo con ver lo deprimida que estaba Vicky, ya me costó una úlcera
callarme que Luk seguía con vida, aunque con la espalda rota. Tardaría
tiempo en recuperarse, meses, años… Tenía una parálisis temporal
incompleta de las cuatro extremidades, excepto para la flexión bilateral de
los antebrazos y, aunque recuperaría la sensibilidad, no sería rápido.
Lo pusieron en una habitación aislada del hospital, con asistencia las 24
horas, pero yo cada día me colaba para verlo.
Hoy, cinco días después, es un momento importante porque van a
despertarlo y quiero estar aquí cuando lo haga. Seguro que está muy
asustado. He esperado a que vengan sus médicos, que lo conocen
oficialmente como un tal Bruno Gandía.
Lo han tenido sedado y el proceso de despertar puede llevar horas, pero
no quiero perdérmelo, así que estoy haciendo guardia.
Cuando lo veo mover un dedo, aviso a sus enfermeras, que a la vez
avisan a sus médicos.
—¿Puedes oírnos? —le pregunta uno de ellos enfocándole con una
linterna a los ojos.
Es normal que le cueste hablar, lleva días sin hacerlo, así que su primera
palabra suena monstruosa, pero yo la entiendo: «Mak…».
—No intentes moverte, chaval, te has roto el cuello.
Yo no lo habría dicho así, habría dicho que la bala rebotó contra su
columna de acero. Por animar y eso…
—Tengo sed… —masculla moribundo.
No parece ni él. Debe de haber perdido cinco kilos esta semana,
alimentándose a base de suero. Me adelanto para que me vea.
—¡Roi!… —se altera—. No puedo moverme… —dice como si yo
pudiera ayudarlo. Y me da una pena terrible.
—Tranquilo, te pondrás bien… —digo emocionado.
—¿Volveré a andar? —pregunta con miedo. Es lo primero que pensaría
cualquiera, que está tetrapléjico. Porque lo parece…
—Es pronto para saberlo —le dice un médico—. Cuando cure la
fractura ósea vertebral comenzarás a progresar y veremos…
Me mira asustado y yo asiento convencido. Cosa que no haría si no
estuviera al 100% seguro de que su pérdida de control muscular y
sensibilidad es temporal. Va a conseguirlo. Él sí. Su médula espinal ha sido
sacudida por el traumatismo de la bala, pero no está seccionada. Sus nervios
funcionan, volverán poco a poco a hacerse fuertes, aunque hay un duro
camino hasta que pueda volver a caminar.
Después de varias explicaciones médicas sobre su estado y de las
instrucciones que deberá seguir, por fin nos dejan solos.
—¿Dónde están Mak y Ani? —pregunta ansioso.
—Creen que estás muerto…
—¿Qué?… ¡Pero… ¿por qué piensan eso?!
—Tu jefe vendrá ahora y te lo explicará todo, pero estás en Protección
de Testigos. David Aragón quería liquidarte y ordenó tu muerte a ni se sabe
cuánta gente…
—¿Sigue vivo?
—No —respondo categórico.
Duró dos días y me alegré de que la diñara, porque sabía que Mak no
descansaría hasta verlo bajo tierra.
—¡Mak y Ani tienen que saber que estoy vivo!, ¿cómo has podido
ocultárselo? —dice incrédulo e indignado.
—¡Soy Roi Morgan, especialista en guardar secretos, ¿recuerdas?! —
digo guiñándole un ojo, pero creo que no lo pilla—. Me dijeron que era
muy importante que no se lo dijera a nadie, ¡por su seguridad!
—¿Por su seguridad? ¡Por su seguridad tendrías que habérselo dicho,
joder! Un solo día pensando que Mak ha muerto sería suficiente para
matarme… ¡y él es un jodido adicto que está en una fase golosa de recaída!
—aduce enfadado.
—Estuviste muerto, Luk. Mak te vio morir con sus propios ojos. Si se lo
dijera, querría venir a verte, y no podría. ¡Se volvería loco!
—¡Claro, es mejor matarlo de tristeza! —dice sarcástico.
—Está hecho una auténtica mierda, es verdad, pero Ani sí que me
preocupa… Ayer dijo que no quería seguir viviendo sin ti…
—¡¿QUÉ?! ¡Dile a mi jefe que venga aquí inmediatamente!
—Estará de camino.
—¿Kai sabe que he muerto? —pregunta musitando su nombre.
Pongo una cara rara.
—Dicen que ya se ha cargado a unos cuantos canguros… No le dijeron
nada hasta que llegó a destino, imagínate cómo está…
—Conociéndole se sentirá superculpable —lamenta Luk.
—Has tenido una suerte que ni lo sabes, tío… Fue un milagro.
Anunciaron hasta la hora de tu muerte…
—¡Joder!, y ¿cómo me salvé?
—Les dije que ni de coña te morías y te electrocuté un par de veces
más… entonces reviviste.
—¿Me has salvado la vida?
Muestro la V de la victoria con mis dedos y él sonríe.
—¡Acabas de cagarla!, puedo ser muuuy pesado si te debo la vida…
Nos sonreímos y me da las gracias de forma sentida.
Cuando llega su jefe y se lo explica todo puedo decir que nunca he visto
a Luk ponerse así. Da miedo. Y eso que apenas puede moverse…
—No es posible —repite el jefe de la policía.
—¡Mak es expoli y exgeo, conoce el protocolo! Tengo que decírselo
aunque sea a él, ¡es de vital importancia!
—¿Te das cuenta de lo arriesgado que es, Lucas?
—¡Confío más en él que en mí mismo, joder! Ponédmelo al teléfono:
YA.
—Lucas…
—He dicho ¡YA!
El hombre saca su móvil del bolsillo y se lo tiende.
—¿Te sabes su número?
—¡Pues claro que me sé su número!, pero no puedo marcarlo —dice
nervioso.
Me acerco a él con rapidez y se pongo en la oreja, ya está marcando el
número de Mak.
Solo espero que esté sentado cuando lo coja.
(Mak)
Han pasado cinco días.
Y me da miedo pensar que me queda toda una vida sin él…
No me reconozco a mí mismo, pero es muy pronto para recuperar la
normalidad. El caso es que no estoy seguro de si algún día lo haré, porque
mi normalidad era él…
Estábamos en proceso de cambio, pero todavía no habíamos cortado del
todo el cordón umbilical. Y ahora es como si estuviera viviendo una y otra
vez el mismo día, perdido en ese limbo, en el que lo único que quiero es
chutarme a lo grande para reunirme con él…
Nunca me había sentido un adicto… hasta ahora.
Lo estoy pasando fatal con el síndrome de abstinencia, pero esto es
como lo del corte y el meñique colgando que me explicó una vez Ani. No
sabes a lo que eres de verdad adicto hasta que te falta… Y yo era mil veces
más adicto a ÉL que a la coca.
Mucha gente ha perdido a seres queridos antes y pensaba que día a día
se iba superando… pero ahora sé que no. Que nunca se supera. Que no
vuelves a ser tú. Que tu corazón apaga una luz y no vuelves a ver los
colores con la misma intensidad.
En mi caso, es un jodido apagón. Y me preocupa… por Mei. Siento que
puedo perderla, porque ya no soy el mismo, soy mi sombra, valga la ironía.
Mis ganas de todo han desaparecido (de TODO…) y no sé cómo recuperar
mi antigua alegría de vivir ni esa personalidad de la que ella se enamoró.
Sé que lo entiende. Sabe que para mí perder a Luk ha sido como perder
la mano derecha. Piensas en ello constantemente porque lo necesitas para
todo. Pero ya no está.
Y yo tampoco estoy… ya no. No soy un hombre, soy… ¡un eunuco!
Mi bicho está muerto. Ya no palpita. Ni siquiera se me empalma por las
mañanas con la vejiga llena… Solo sueño con disparos, con sangre y a
menudo me despierto asustado y sudando.
Seguimos durmiendo los tres en la misma cama, así que Mei tampoco
ha podido ponerse muy cariñosa conmigo. Pero llegará el día y… no podré
responder. Me siento fatal.
Pero dejemos eso aparte.
Hoy ha sido un buen día en comparación con los anteriores…
Lectura de testamentos, últimas voluntades de Luk sabiendo que pensó
en mí… pero no me siento realmente mejor. Lo único bueno ha sido que
Ani ha accedido a cooperar en el restaurante… y yo… por lo visto…
también.
Pero sigo sintiéndome vacío… He perdido a Luk y a Kai en la misma
semana. Me da la sensación de que me he quedado solo.
Podría volcarme en Mei, pero tengo su compartimento en mi corazón a
rebosar de amor, y hay otro que no puede llenar haga lo que haga. No es
culpa suya. Pero tengo miedo de no poder demostrarle físicamente lo que
siento por ella, porque nunca he sido bueno con las palabras de amor… y
estos sentimiento son demasiado complejos para mí; sin Luk y Kai
murmurándome al oído, me siento un inútil. Necesito apoyo masculino… y
creo que ver a Roi me animaría un poco. Tengo que llamarle…
En ese momento, suena mi teléfono y sonrío al ver que es él.
«Antes me chiflaban estas casualidades…».
Me incorporo en el banco de pesas; estoy haciendo un poco de ejercicio,
mientras Mei cruza números y busca información para empezar a organizar
el restaurante. Marco está jugando con sus juguetes en su habitación y Ani
ha salido. Y el perro… ah no, que no tenemos perro. De momento. Pero
todo llega…
—Hombre, Roi, justo pensaba en ti. Nada sexual, lo prometo.
—Mak… —escucho al otro lado de la línea.
Se me oprime la garganta y mi cabeza me juega una mala pasada.
Parece la voz de Luk y me quedo en blanco por un momento.
—Eh… hola… ¿qué tal? ¿Qué te cuentas? —intento ignorarlo.
—Mak, soy yo… estoy vivo.
Me pongo de pie alucinado y agarro el teléfono como si me fuera la
vida en ello.
—¿Luk?…
—Soy yo. Acabo de despertarme. Al parecer, estoy en protección de
testigos. Roi te lo explicará todo. No intentes buscarme, y no se lo digas a
nadie ajeno a nuestro círculo, esto es solo temporal.
—Luk… —gorgoteo impresionado—. Pero… por Dios… ¿dónde estás?
—No te preocupes por eso, volveremos a vernos. Cuida de Ani, por
favor. No dejes que le pase nada. Haz lo que sea necesario. Un trío, o lo que
veas…
Suelto una risita y el gesto me estira la piel de la cara de una forma que
me resulta hasta rara.
—Tienes que cubrirme, colega, no puedo moverme de cuello para
abajo, tengo dos vértebras rotas, pero dicen que me pondré bien…
—Joder… —empiezo a hiperventilar—. Dios… Te quiero tanto…
—Yo también… Díselo a Ani y cuídalos a todos, Mak. Tengo que
dejarte ya. Hasta pronto.
Cuelga el teléfono y grito de emoción. Me tiro al suelo y ruedo. Nunca
me he sentido así de bien. ¡JAMÁS!
Mei viene corriendo, alarmada.
—¡¿Qué te pasa?!
Me levanto de un salto y la cojo en el aire. Vuelve a gritar cuando doy
vueltas con ella. La abrazo tan fuerte que sé que le hago daño y la beso
apretando nuestros labios a tope. Luego la beso de verdad. Con ansia, con
pasión, fuerte, feliz…
—¿Qué te ocurre? —pregunta extrañada viendo mis ojos llenos de
lágrimas.
A la mierda la PT. ¡No puedo mantener esto en secreto!
—Luk está vivo… ¡Acaba de llamarme desde el móvil de Roi!
—¿Cómo?… —farfulla conmocionada.
La beso, la beso con fuerza una y mil veces. Y adivinad quien revive de
repente, otra vez…
Me transformo en el hombre lobo sin haber luna. La agarro de la cintura
y me la llevo al despacho de Luk. Un lugar que para mí era terrorífico hasta
hace cinco minutos, pero ahora es solo una habitación vacía con una mesa
despejada… ¡perfecto para celebrar la vida!
La apoyo y me meto entre sus piernas como un bestia. La beso con
frenesí. La muerdo en el cuello y logro quitarle el vestido que lleva puesto
sin romperlo. Ella gime cuando aprieto sus pechos con fuerza.
«Sí, nena…¡He vuelto!».
La tumbo sobre la mesa y me deshago del resto de su ropa interior. La
observo gloriosamente desnuda y me abrazo a sus muslos. Los acaricio y
los beso hasta abrírselos y empezar a comérmela entera. ¡Uf…!
Su olor y su sabor me embrutecen al momento. Ella alucina. Me
desabrocho el pantalón, me la saco y…
—El condón —avisa Mei incorporándose. Pero no puedo detenerme
ahora. Estoy celebrando que Luk está vivo y no me importa una mierda
nada más.
—Marcha atrás… —pronuncio como ella hizo una vez, con la voz
teñida de deseo, con súplica y desesperación, y vuelve a apoyarse
rindiéndose a las ganas. Cuando me hundo en ella subo al cielo en línea
recta. ¡Joder! Un arrebato desconcertante se apodera de mí y empiezo a
embestirla en plan salvaje.
—Buff, nena —Y lo digo en serio. Todo vuelve a tener puto sentido.
Ella, Luk, el mundo, yo…
Me muevo entre sus piernas, sintiendo como mi carne la abre y resbala
entre su humedad con estocadas profundas, como si estuviera volviendo a
nacer…
Ella se retuerce de placer y yo aumento el ritmo. Estoy tan exacerbado
que voy a correrme en breve, pero necesito que lleguemos juntos.
—Vamos, cariño… ven conmigo…
El vaivén entre sus caderas y las mías empieza a ser demencial. Ella
grita y yo aprieto los dientes al sentir cómo me constriñe su orgasmo. La
saco al límite, corriéndome sobre ella sintiendo un placer absoluto. «Luk
está vivo. Yo estoy bien. Mei está bien. Un triple precioso».
—¿Mei? ¿Mak? —se escucha una voz de niño en el gimnasio.
«¡Y esto es lo que pasa cuando se te olvida que eres padre!».
Me subo el pantalón a toda prisa con ese pensamiento en la cabeza y
salgo del cuartucho antes de que nos pille, dejando a Mei desnuda y
manchada sobre la mesa.
—¿Qué pasa, campeón? —digo apenas sin aliento. Lo cojo de camino y
me lo subo al hombro.
He recuperado mi fuerza, mi sonrisa, mi potencia… ¡Buf!… ¡He
recuperado mi vida en un momento! Y no se puede comparar a ninguna
puta droga. ¡Qué equivocado estaba, joder! Al fin soy una de esas personas
de las que Kai me habló el primer día que fui a verle a la cárcel… Los que
no necesitan drogas porque la vida ya les coloca. Porque se sienten unos
afortunado. Como yo ahora mismo, nunca lo había visto más claro.
Lanzo a Marco en el aire y se ríe, alegre. Lo abrazo con fuerza al
escuchar el mejor sonido del mundo fluyendo desde su interior. Es como
una jodida máquina de alegría. ¿Cómo puedo quererle así ya? Lo beso y él
me abraza de vuelta. Me lo llevo al salón a ver la tele.
Cuando Mei aparece, viene por detrás del sofá y miro hacia arriba para
que me dé un beso. Agarro su cabeza, reteniéndola, y profundizo en su
boca. Quiero morirme de felicidad.
—Te amo… —le digo con la cara del revés, como si fuésemos
Spiderman y su novia.
—Yo también te amo… —me acaricia la cara, feliz.
Cuando Ani llega a casa, va directa a su habitación, taciturna, sin saber
la sorpresa que le tenemos preparada. Mei y yo nos miramos con picardía y
vamos hacia su habitación a la vez. Llamamos.
—¿Se puede?
La encontramos tumbada encima de la cama. Descansando de su
tristeza, porque es una carga agotadora. Lo digo por experiencia.
Me siento en la cama y Mei lo hace en mi pierna.
—Pelos, tenemos algo muy importante que decirte —empiezo.
—¿Que os casáis? Ya era hora… No desperdiciéis el tiempo que tenéis,
luego uno muere y se acaba lo bueno…
Una frase así me habría destrozado hace una hora, pero ya no.
«Espera, ¿ha dicho casarnos?».
Miro a Mei, y la encuentro muerta de vergüenza. «Guau…», mi cuerpo
se llena de electricidad al pensarlo, pero meneo la cabeza y procuro
centrarme.
—No, es otra cosa…
—Entonces es que eres más tonto de lo que pensaba, hijo…
—Ani… —digo solemne—. Luk sigue vivo.
—¿En plan Mufasa? ¿Sigue vivo en ti? Espera… ¿esto es una propuesta
de trío? Porque es retorcida de cojones, incluso para ti…
Mei suelta una carcajada y yo termino uniéndome alucinado.
—¡No, idiota! Me ha llamado. ¡Luk está VIVO! —digo emocionado.
Ani levanta las cejas intentando analizar si esto es una broma cruel, pero
reconoce la emoción en mi mirada y…
—¡¿Qué coño dices…?!
—La policía lo escondió porque creen que está en peligro…
—¡¿Cómo…?! Pero ¡¿dónde está…?! —dice poniéndose de rodillas en
un microsegundo.
—Roi vendrá ahora y nos lo contará todo. Pero está vivo, Ani, ¡vivo!
Esto solo es temporal.
La pequeña Morgan suelta un grito inhumano y nos abraza a los dos con
fuerza. Todos gritamos, saltamos y lo celebramos a la vez.
Y no puedo evitar pensar «qué poco valoramos la felicidad cuando la
tenemos como normalidad».
- 33 -
VIS A VIS
(Luk)
H
« oy lo veo». Sabía que este día llegaría…
Lo único que quiero es agarrarme al cabreo que me ha hecho
mantenerme a flote durante tres meses y no echarme a llorar nada más
verlo. Porque eso afianzaría su idea de que estoy «mejor sin él».
Observo mi mayor distracción: el restaurante. Si no fuera porque me he
volcado de lleno en este proyecto, estaría por algún rincón balanceándome
con una camisa de fuerza. Y es que mi novio, el tío más perfecto del
mundo, se murió y luego resucitó reencarnado en un ser que «no me quería
a su lado». ¿Qué os parece? Una peli gore, sí.
Que yo, por una parte, lo entiendo, ¿eh?, pero tampoco es que pueda
quitármelo de la cabeza tan fácilmente. Lo que vivimos fue muy intenso.
Tanto, que a veces preferiría que siguiera muerto…
«Y el premio a la artista dramática del año es para… ¡Ani Morgan!».
Vale, pero es que, de verdad… ¡al menos tendría un buen motivo al que
agarrarme para no estar juntos, para no vivirle, no disfrutarle, para no verle
cada día!, pero esto… esto es INHUMANO.
Mak entra en el restaurante empujando una silla de ruedas y se me
desencadena un ictus. No puedo… Aparto la vista. Miro. No puedo…
—Ani —me llama Mak. Siempre ha sido un sádico.
Lo miro. Le miro. Me muero.
—Hola… —digo agilipollada. No me atrevo ni a moverme. Que me
perdonen, pero… ¡sigue siendo muy guapo! Me importa un cuerno la jodida
silla de ruedas. Sé que a mucha gente le ponen nerviosa, pero yo soy la mar
de creativa, joder. Para mí es como hacerse rastas en el pelo, un engorro,
pero se puede vivir con ello… Basta de bromas. Ya sabéis lo políticamente
incorrecta que puedo ser, pero joder, ¡que está igual de guapo o más…!
Mucho menos cachas, lo admito, pero con sus ojos azules intactos,
inteligentes, duros, brutales… capaces de hacerme sentir tan querida como
innecesaria…
—¿Qué tal andas? —le pregunto.
«¡Mierda de pregunta! ¡Puta torpe! Porque andar, poco». Quiero
esconderme debajo de una mesa. Y más, cuando lo veo sonreír ante mi
turbación. «¡Es ÉL…!».
—Voy bien… Mucho mejor, ¿y tú?
—Bien… Aquí… disfrutando de una vida de libertades…
«¡Pero qué coño me pasa!».
Mak resopla una risita. Le divierte mucho verme así. Seguro que ni ha
dormido pensando en este momento.
De repente, veo que Luk se fija en mi muñeca. ¿Geo? ¡Tenía que
haberse apuntado al puto CNI! Acaba de detectar mi tatuaje y sus ojos se
agrandan.
—Bueno… tengo que ir a ayudar, luego nos vemos —me escabullo.
Y bato la marca de los cien metros lisos hasta meterme en la cocina.
Lugar en el que no tengo nada que hacer, por cierto.
Reviso mi tatuaje de Valkiria. Cada día me gusta más, y sí, es una de las
cosas que no me permiten dejar de pensar en él. Pero es que no quiero dejar
de pensar en él. Son dos alas abiertas de las que salen dos agujas largas
hacia abajo. Es negro sólido, y es precioso. Me hice las alas del cuello por
mis padres, y me he hecho este tatuaje por Luk.
Habrá pensado que soy una psicópata, pero lo quería. Lo quería y lo
tengo. ¿No es cojonudo?
—¿Qué te pasa, muchacha? —me pregunta una de las cocineras. Una
mujer mayor y mística, que hemos contratado para ayudar a Mak.
—He visto un fantasma —murmuro asomándome por el óvalo de cristal
de la puerta.
—¡Ah, qué susto! Pensaba que habías visto un ratón y les tengo pánico.
Prefiero mil veces los espíritus.
Me la quedo mirando… «Eh…Valeee…».
—Me voy a buscar a Mei —disimulo.
Pero me voy directa a la ludoteca del local. Mi espacio sagrado.
Tiene un parque de bolas de dos pisos pegado a la pared (cerrado por el
momento) y unas mesitas con sillas de colores frente a un mueble con libros
y juegos. Esos pequeños diablillos dejarán comer a sus padres y se lo
pasarán bomba conmigo. O más bien, yo con ellos.
—Ani —me llama Miguel—, Mei te está buscando, necesita unos rollos
de papel para la máquina de cobros.
Miguel es un encanto. Como la mayoría de los universitarios recién
titulados no tiene trabajo y ha decidido ganar algo de dinero de camarero.
Guapo, buena presencia, amigo de Mía…. Entró por enchufe, porque su
experiencia en hostelería es cero.
—Y esta es la ludoteca… —oigo decir a Mak. «¡Tierra trágame!».
Esa camiseta de manga larga en dos tonos azules de Holister vuelve a
aparecer enfundada en Luk. No quiero recordar lo suave que es esa marca
cuando pasas la mano por el pectoral… Miro hacia sus piernas, cosa que
antes no me he permitido, y las encuentro más pequeñas debajo de unos
vaqueros demasiado anchos, ¿o son normales?
Joder, la estoy cagando por apartar la vista como si fuese un soplete que
no pudiera mirar directamente.
—¿Te acuerdas de Miguel? —le dice Mak—. Estudió con Mía.
—¡Hola! —saluda Miguel, amable, dándole la mano a Luk.
—Le gusta mucho la ludoteca… o eso, o tiene un punto pederasta
preocupante —vacila Mak. Si me pilla bebiendo algo, lo escupo fijo.
—No… yo… solo soy camarero —sonríe, el pobre, avergonzado.
—Entonces vuelve a la zona de mesas… —le recomienda Mak.
Vale, nos costó un poco convencerlo para contratarlo. No olvida que la
lengua de su novia ha estado en la boca de Miguel. Ni aún diciéndole que lo
hicieron a propósito para picarle.
Luk me atraviesa con la mirada preguntándome tantas cosas que no sé
reaccionar.
«¿Te estás liando con él?», quiere saber, y encima sin acritud. Estoy a
punto de negar con la cabeza, pero en ese preciso momento, recuerdo que él
me dio el pasaporte y prefirió que disfrutase de la vida… «Grrr».
Mi cara se recompone. Mi ceño se frunce. «Oh, sí, amigo fiel…».
—No seas tan borde con Miguel —riño a Mak—. Es un encanto…
Y me voy moviendo las caderas sabiendo que el uniforme que elegí me
queda divino.
—Ani… —me llama Luk, de repente.
Freno en seco y me giro para atenderlo.
—No me has dado ni un beso…
La vergüenza me da una bofetada y me siento fatal. Me acerco a él,
temblorosa, porque si no lo he hecho, es por algo: no quiero olerle… Eso
podría enloquecerme como a un Troll la purpurina. Podría cogerlo, subirme
a la barra y custodiarlo como lo haría King Kong con Ann Darrow. Así que
me acerco a él sin respirar.
—Perdona… —Me agacho y lo beso lentamente en la mejilla sin dejar
de mirarlo a los ojos—, como sé que no me quieres cerca…
Él me mantiene la mirada, gallardo.
—Me encanta la ludoteca… está preciosa… —dice simplemente.
Trago saliva ante el cumplido encubierto y ver cómo me repasa…
Yo no visto como el resto de los empleados, llevo una camiseta de color
blanco con un hombro al descubierto, con una ola dorada subiendo hasta el
único tirante que va hacia mi hombro, con una falda blanca. Mi abundante
pelo está atado en una coleta alta y rizada… pero cuando llega a mis pies
descubre unas botas LonsDale de mujer, tipo boxeador, negras y blancas,
que consiguen derribar su templanza y que se humedezca los labios.
«Mi cuerpo se autodestruirá en tres, dos, uno…». Qué calor… estoy a
punto de lanzarme sobre la maldita silla de ruedas. ¡Fue un gilipollas al
echarme de su vida! Yo lo hubiese querido igual. ¡Aún le quiero…! Todavía
recuerdo lo que hice al llegar a casa después de verle aquel día en el
hospital. Me encerré en mi cuarto (en casa de Mak) y ni siquiera llegué a la
cama. Caí antes al suelo, de rodillas, y lloré con una agonía desconocida.
Estaba enfadada, estaba enfadada porque le quería… y no podía creer que
me apartara así de él.
Me voy sin decir nada. Este nivel de intensidad es una maldita locura,
sigo aprendiendo a no ceder ante mis deseos primarios sin importarme la
vergüenza, la humillación y las consecuencias que luego me pasan una
grave factura. Pero es difícil y más con Luk…
Tengo que centrarme. «¿Cuál es el plan?».
Pues… a grandes rasgos… intentar hacer que cambie de opinión. Es
decir, lo más dificil que hay en el planeta. Y ¿cómo? Pues… muy a mi
pesar… ¿poniéndole celoso? ¡Estoy abierta a sugerencias!, pero cogerlo del
cuello y decirle: «¡Pero, ¿a ti qué te pasa, tío? ¿Por qué no me dejas
cuidarte? ¿Por qué no me consideras lo suficientemente importante como
para contar conmigo en los malos momentos? ¡¿Por qué nos haces esto?!»,
no es la mejor idea… Sobre todo por las posibles respuestas; podrían
hacerme demasiado daño.
¿Es una cuestión de orgullo?
Por que por mí puede metérselo por el culo.
¿Es porque no me quiere lo suficiente…?
O ¿porque me quiere demasiado…?
Sea como sea, ¿qué hago yo ahora con todo el amor que tengo para
darle… solo a él?
Cuando voy a tomar asiento en la mesa que hemos preparado, veo que
Vicky y Roi ya están aquí. Son megacuquis. Ella lleva el pelo bastante largo
y oscuro y se ha quitado el aro que llevaba debajo de la nariz. Su maquillaje
es muy discreto. Me cuesta creer que antes fuera tan agresivamente bella,
porque ahora es superdulce y entrañable. Ahora pega con Roi, lo que me
preguntó es cómo pudo detectar él a esa chica debajo de tanto atrezo…
Busco a Luk como si quisiera comentarlo con él, (es algo que me
sorprendo a menudo haciendo aunque no esté) y lo veo con Marco en sus
rodillas. Lo que faltaba…
Me cago en la ecuación Hombre+niño=rompe-bragas.
—¿Y cuándo vas a poder andar? —le pregunta Marco preocupado.
Intento ignorarlo, porque esa respuesta me la sopla. Ya lo hará cuanto le
toque, ¡como si no anda nunca!, yo tengo dos brazos para empujarlo…
«¡Mierda!». Pensar así también es egoísta. Lo sé, pero…
Las ganas de gritarle aumentan. Por estar tan tranquilo, tan guapo y tan
impasible, aunque, si lo conozco un poco, sé que también está sufriendo por
mi presencia.
Sus ojos me localizan en ese momento y veo tantas cosas que no se
pueden materializar en palabras que me mareo. ¡Puta vida!
De «vivir juntos» a «no te quiero cerca»… No es justo.
Me veía casándome con él en las Bahamas. Escapándonos juntos.
Comprándonos un perro y llamándolo Goku, hasta que estuviésemos
preparados para tener un crío… en fin… una mierda.
Cuando quieres estar con alguien ¿es mejor que no esté o que esté y no
quiera estar contigo…? Bienvenidos a mi vida.
Aparto la mirada y veo que Miguel trae los entrantes. Le sonrío. Miro a
Luk. Sigue mirándome. ¿Por qué me mira?
Empezamos a repartir la comida. Roi va a servir a Mei, pero ella le
indica que no quiere.
—¿Qué te pasa, Mei? —pregunta mi hermano, preocupado.
—No me apetece, últimamente no ando muy bien del estómago… todo
me da asco.
Roi se queda sujetando el plato en el aire con cara de alucinado.
—¿Igual que cuando estás embarazada…?
El ritmo de la mesa se detiene y se hace un silencio crítico.
—¡No…! —contesta ella, ruborizada. Mak comprueba su tripa, por si
de repente le sale un alien.
—¡Estoy bien!, es solo que, últimamente, no me apetece comer…
—Pero… ¿cuándo fue tu última regla? —dice Roi con naturalidad.
—Oye, chaval… —empieza Mak, alucinado—. ¿Te preguntamos a ti
cuántas veces te calzas a Vicky a la semana?
—Todos los días —responde impasible.
—¡Joder, Vicky! —dice Mak bajando la cabeza—. ¡Eso es vicio…!
—¡No soy yo la que ha dejado embarazada a nadie!
La cara de Mak se envasa al vacío.
—¡Que nooo!… —exclama Mei, nerviosa.
—¿Última regla?
Todos la miramos expectantes para que conteste…
—A ver… no suelo ser muy regular, yo…
—¿El mes pasado la tuviste? —insiste Roi.
—¡El mes pasado tuve mucho estrés ultimando detalles del restaurante
y…! Me afecta…
—Estoy casi seguro de que estás embarazada —sentencia Roi,
metiéndose un trozo de comida en la boca, sin darle importancia.
—¿Qué? ¡¿Cómo lo sabes?! —pregunta Mak alucinado.
—Pechos más grandes, náuseas, no tuvo la regla el mes pasado… y…
bueno, vosotros sabréis si hay posibilidades… Si habéis sido descuidados o
no…
Mei y Mak se miran aterrorizados.
—Han hecho la marcha atrás —me chivo yo.
—¡Ani!… —me riñe Mei, apurada.
¡Pero no me digáis que no mola hacer comentarios así! ¡Juas! ¡Me lo
paso pipa! Son la sal de la vida, joe, pasa en las mejores familias.
—Felicidades, hermanita —concluye Roi con seguridad.
Mak y Mei vuelven a mirarse…
—Yo no… —empieza ella cohibida.
—Es culpa mía —contesta Mak, pensativo—. Cuando te llevé a casa
después de la boda de Kai, no pude apartarme a tiempo… es que… estabas
encima y…
—¡Eh, tíos! —dice Luk sonriente—. No necesitamos tantos detalles…
Solo queda brindar y daros la enhorabuena.
De repente, se pone de pie, no sin esfuerzo, y todo el mundo flipa en
colores. Mi boca se abre sola y se me despliega la lengua. Verle así… me
impresiona mucho, ¡si casi parece el de siempre!
—Felicidades, Mak —dice sujetándose con una mano a la mesa y
alzando su copa con la otra—. Vas a ser un padre cojonudo… No sé qué le
habías comprado, Mei, pero no se me ocurre un regalo mejor…
Todos gritamos celebrándolo, y los protas, que casi ni se lo creen,
sonríen abrazándose. Mei se tapa la boca, alucinada. Luego se tapa los ojos,
emocionada. Mak le susurra algo al oído. Conociéndole, algo tipo que
acaba de encender una luz en su corazón o algo así, se lo ve tan contento…
Ais… ¡la envidia me corroe!
«¡Unos tanto y otros tan poco!», refunfuño por dentro.
En ese momento, miro a Luk, que ha vuelto a sentarse, y su cara me
transmite un sentimiento de anhelo y de imposibilidad que no me gusta
nada captar. Aquí vienen, las ganas de llorar, espoleadas por la emoción de
que voy a ser tía, y las contagiosas ganas de estar embarazadas a la vez, de
ir de compras juntas, de que se críen como hermanos… «¡Para!».
Parpadeo para dejar de fantasear con sueños estúpidos. ¡Ni siquiera
tengo novio! Y solo tengo 27 años, pero creo que es una sensación que te
invade cuando amas a alguien y tienes claro que quieres construir una
familia con esa persona a toda costa.
Miro a Mei y a Mak. Ella me comentó que habían estado haciendo la
marcha atrás prácticamente desde que volvieron. Y el motivo no es el
gustirrinín, el motivo es que no les importaba si ocurría esto, lo sé, aunque
ellos no lo hayan hablado, y me alegro un montón por los dos.
Eso me hace pensar en la polla de Luk. Sí, soy Ani, ¡la animal!, pero es
inevitable recordar lo que me dijo aquel día en el hospital, y no dejo de
pensar que ese es uno de los motivos principales para alejarme… Pero si se
supone que todo su cuerpo está ganando fuerza por días, me gustaría saber
si otras cosas también. Quizá sería otro flanco desde el que atacarle…
¿Se masturbará? Y si lo hace ¿pensará en mí?
Intento disimular mis locuras hablando de nombres y de médicos.
—Es verdad que te noto las tetas más grandes —admite Mak.
—¡Y yo pensando que tenía hepatitis! —exclama Mei. «Me meo…».
Entonces veo mi oportunidad, Luk mueve la silla y anuncia que va al
baño. Tengo que seguirle. Tengo que hablar con él a solas y comprobar una
cosa…
Hago tiempo, supongo que le llevará lo suyo, y me levanto mucho más
tarde, aún así tengo que esperar a que salga.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta Miguel cuando me ve.
—Quiero hablar con Luk un momento a solas…
—Ya… —dice un poco dolido. Conoce nuestra historia porque salió en
las noticias, me refiero a la muerte y resurrección del gran policía Lucas
Ayala, y porque yo le he contado mi versión de los hechos.
—Hay que estar loco para renunciar a ti… —murmura Miguel,
mirándome con ternura.
Le sonrío de vuelta. Y no puedo evitar que me dé pena.
Es verdad que es un encanto, ¡y guapo!, y seguramente sería un buen
candidato si nunca hubiese conocido a Luk, pero cuando un Luk irrumpe en
tu vida ya no puedes encajar con otra persona. Te rompe el molde…
La puerta se abre (es corredera) y nos ve.
Mira al suelo y sale despacio.
—Luk… —empiezo nerviosa.
Miguel se va, tristón, y Luk lo capta.
—¿Qué le has hecho al pobre chico? —me vacila con media sonrisa.
Se rifa una hostia y alguien tiene todas las papeletas…
—Te has puesto de pie… Parecía que…
—Es solo física. Un castillo de naipes también se mantiene en pie.
—Pero te recuperarás… —insisto—, con el tiempo.
—Todavía no sé hasta dónde, pero… espero que sí.
—Pensé que me llamarías cuando te dieron el alta… Supongo que, si
hubieses cambiado de opinión, lo habrías hecho… —digo cortada. Pero
necesito que me lo confirme, no vaya a ser que no duerma en toda la
semana por quedarme con la maldita duda.
—Sigo pensando igual —responde tranquilo. Y esas palabras trituran
mi corazón. ¡Si se ha puesto hasta de pie!…
«Ni se te ocurra llorar…», me advierto.
Me recompongo. Hago click y me lo juego todo a una carta.
Empiezo acercándome a él, llamando la atención sobre mis andares
gatunos, y no puede evitar que su mirada se pierda por mi cuerpo.
—Solo quería decirte que… podría ayudarte. Tú lo hiciste una vez
conmigo, y… bueno… si me dejaras cuidar de ti…
Noto que mi cercanía le pone nervioso. Y mi sonrisa, y mi piel. Así que
lo toco y sigo con mi voz de hembra segura de sí misma y de su sexualidad.
Le acaricio la cara con el dorso de mi dedo y él se deja.
—Estás muy guapo… —Me siento en el apoyabrazos de la silla.
Ventajas de ser pequeña y pesar poco—. Estás como siempre… —digo
abrazándolo, pero no llego a apoyarme en su hombro, me limito a rozar su
mejilla con la mía y me parece increíble lo que me está afectando este
teatrillo. Eso me pasa por respirar…
—Te echo de menos… —continúo—. ¿Tú a mí no? Me gustaría tenerte
en una cama, me daría igual que no pudieras moverte, ya lo haría yo… y
mucho…
Mi mano baja por su estómago (¡qué camiseta más suave!) con una
sonrisa coqueta, y justo cuando estoy a punto de comprobar una cosa,
detiene mi mano.
—Ani… —toma aire.
—¿Qué?… —susurro juguetona. Y me sitúo cerca de su boca…
No pensaba hacerlo… ¡pero no puedo no hacerlo! Lo beso…
Diosss…
Me aplasta el recuerdo de lo mucho que lo echaba de menos… Muevo
mis labios con languidez, recreándome con algo que jamás pensé que
volvería a tener. Pero de repente, se aparta.
Siempre he pensado que un tío capaz de apartarse de un beso está hecho
de otra pasta…
—Ani, por favor, para… —me pide acongojado.
No puedo reprimir más mis sentimientos y me invade la tristeza.
—¿Ya no me quieres…? —pregunto kamikaze, con la voz ahogada—.
¿Me dejaste de querer de un día para otro? ¿Cómo lo hiciste? ¡Dímelo!
¡Dime cómo se hace eso…! —exijo alejándome de él. Mis ojos
traicionándome por momentos. ¡Mierda!
—Ani, nunca dejaré de quererte… —farfulla mortificado—. Y como te
quiero, no puedo ser egoísta contigo…
—¡Estás siendo un puto egoísta! —grito desesperada.
—Lo siento, suelo alejarme de la gente que me hace sentir
vulnerable… Le echaba la culpa a mis padres, pero me he dado cuenta de
que yo me alejé de ellos, en realidad, porque me hacían daño. Luego lo hice
con Kai, cuando no me eligió y ahora contigo… Por la sencilla razón de que
soy más vulnerable que nunca…. Tengo que aprender a quererme así a mí
mismo, antes de confiar en que nadie pueda hacerlo. Es muy duro…
—¿Crees que para mí no está siendo duro?… —replico herida.
—Dicen que el tiempo lo cura todo y, por suerte, te queda mucho.
—Tengo la sensación de que no me conoces en absoluto… —digo
decepcionada—. ¿Sabes cómo somos los Morgan? ¡Nunca estaré bien!… y
será por tu culpa.
Me voy. No quiero que me vea llorar. Y estoy a punto.
Suficiente humillación llevo ya encima. Y pena. Y asco de mí misma
por lo que tengo pensado hacer… ¡Joder!
Volvemos a la mesa y nos ignoramos.
Después de los cafés, antes de que Mei y Mak se vayan volando a una
farmacia a por algo que les diga por escrito que la cigüeña va a visitarles,
me levanto y voy en busca de Miguel.
—Me das miedo cuando me miras así… —dice él al verme.
—Necesito un favor…
—Uf… ya me conozco los favores de las Morgan…
—Por favor… —le corto el paso antes de que huya.
—¿A que lo adivino? Quieres que te bese… —dije con ironía.
—Un beso pequeño… ¡o un pico! ¡Con un pico me conformo!
—¿Tienes siete años? Te vas a arrepentir… —me advierte.
—Lo siento, pero necesito que entienda de una puta vez que no puede
dejarme libre por ahí para que me cace cualquiera…
—¿Qué crees que eres, un Pokemon?
—¡Es que me parece increíble!… —Y empiezo a llorar—. ¿Por qué
todo el mundo se arriesga a perderme? ¿Es que no valgo nada?…
Miguel se preocupa al verme.
—¡Respira, joder! Respira hondo y cálmate ahora mismo —dice
disimulando que me está diciendo eso—. Escúchame, no es eso… No
pienses así, no te hagas eso a ti misma… Si me lo preguntas, se ve a leguas
que no estás disponible para nada… Solo te falta llevar un collar en el
cuello con su nombre y su teléfono, como si fueras un perro.
Le pego, pero me río. Respirar funciona. Probadlo siempre. Respiramos
poco.
Miro hacia la mesa. Luk nos está observando, es mi oportunidad.
—Te lo suplico… —le imploro disimuladamente.
Miguel suspira.
—Me van a caer hostias como panes… y Mak me va a echar.
—El restaurante es mío y de Mei. Él no manda.
—Está bieeen…
Hago que me río de algo gracioso y él me atrae hacia su cuerpo y me
planta un beso corto… Luego me acaricia la barbilla y se va.
Acto seguido, miro hacia Luk como una auténtica pringada. Pero no me
mira, está pendiente de su móvil, ¿lo habrá visto?
Vuelvo a mi sitio con la duda y pensando que ha sido una estupidez,
pero tan pronto me siento, él se despide.
—Bueno, voy a irme ya… Tengo que descansar —dice serio, sin
mirarme. Intenta sonreír al resto, pero le sale una mueca escalofriante—.
Me ha encantado veros… de verdad…
—Espera —dice Mak, extrañado—, deja que te acompañe…
—Tranquilo, mi asistente llegará en diez minutos, ya lo he avisado.
Vendrá con mi Batmóvil y ya está… Él se encargará de mí.
La cara de Mak es de circunstancia, pero Luk mira a Mei, y yo, que lo
conozco muy bien, sé que intenta transmitirle a Mak que ahora tiene que
cuidar de otras personas, no de él. El aludido se levanta igualmente para
ayudarlo. Nadie gana a cabezón a Mak.
—Hasta luego —dice Luk en general, levantando la mano para que
nadie se vea obligado a acercarse a él. A mí ni me mira… Glups.
Mei y Vicky me taladran con los ojos buscando una explicación.
—Cuídate, hermano —le dice Mak en la puerta, y se agacha para
abrazarlo—. Me paso por tu casa esta semana, si necesitas algo, te lo llevo.
—Gracias… —carraspea Luk acariciando su espalda. Hacen un saludo
con la mano.
Mak nota que le pasa algo. También es experto en él y sabe que no se
iría así por nada.
Cuando vuelve, me pellizca con la mirada, pero no lo menciona.
Tampoco hace falta mucho más para que me sienta como una mierda.
Paso una noche fatídica. Llena de remordimientos. Luk ha dicho que
siempre me querrá, solo tengo que tener paciencia y esperar… pero no sabía
que se pondría así al ver uno de mis numeritos de chalada. Más bien
esperaba que se rompiera la camisa y dijera: «¡Nena, ven a mi planeta, a
donde perteneces!», con voz de superhéroe. Pero no me esperaba esto…
Verlo así… sobrepasado, huyendo… de mí.
Y por un segundo, entiendo que, en su estado, no puede darme tanto
poder… ¡soy una irresponsable! Cualquier gesto infantil (como este) por mi
parte podría acabar con el arduo trabajo de autoestima que está llevando a
cabo con tanto esfuerzo.
Me siento tan mal que, al día siguiente, me planto en su casa.
Me cuesta lo mío sonsacarle la dirección a Mak, pero termina cediendo,
previa sarta de insultos hacia mi persona. Luego me abraza, porque sabe
mejor que nadie todo lo que he sufrido y estoy sufriendo.
Llamo al timbre de la casa de Luk con insistencia.
¿Dónde leches está?
De repente me llega un mensaje al móvil.
Mak:
Le he escrito para avisarlo…
Y me ha contestado que está a punto de subirse a un avión.
Se va un tiempo.
Lo siento mucho…
Yo:
¡¿A dónde?!
Mak:
A Australia. Con Kai.
Le ofreció ir hace tiempo y…
Lo decidió ayer a última hora.
No te preocupes, Ani.
Hasta pronto.
Solo eso. No hacía falta más. La tenía. Tenía su apoyo y por fin había
entendido que las cosas preciosas que sentía por ella se las diría cuando
llegara el momento, cuando volviera a ser ese chico enamorado que puede
pensar más allá de realizar correctamente sus funciones vitales. Mientras, la
prefería lejos. Porque estar cerca de alguien que te provoca lo que Ani a mí
y no poder hacer nada al respecto, es demasiado cruel.
Llegar hasta casa de Kai fue un jodida odisea. Tanto cuidado ¿para qué?
¡No le encontrarían aunque se rociara con sangre de cabra y lo buscasen por
el mismo Byron Bay con un TRex!
El taxi para frente a la mansión y él mismo me abre la puerta. Cojo las
muletas en una mano, pongo los pies en el suelo y me levanto con esfuerzo
apoyándome en la puerta del coche. Kai no tarda ni un segundo en cogerme
y abrazarme con fuerza, meciéndome entre sus brazos. Sé que tiene los ojos
cerrados. Como yo. Y siento que es uno de los mejores momentos de mi
vida. Todo lo que hemos vivido juntos nos alcanza. Nos ata de nuevo y nos
libera.
Al separarnos, descubrimos que las lágrimas fantasean con hacer
puenting por nuestros ojos y nos da igual, es algo que solo entiendes cuando
tienes una amistad que ha durado más de la mitad de tu vida. Su sonrisa me
ciega, nunca se la había visto tan grande y sé que este famoso lugar ha
hecho su magia con él.
Mía nos sorprende como dos Magdalenas. Me encanta que nos haya
regalado este momento a solas, pero cuando la veo, suelto un taco.
Su tripa es… ENORME.
—Cuidadito con lo que dices… —me advierte con una sonrisa—. Que
el bebé va a llevar tu nombre….
Me quedo sin habla. Miro a Kai, que me sonríe feliz.
—Lo decidimos cuando creímos que habías muerto… Se le ocurrió a
Mía para consolarme un poco, y funcionó. Ahora no hay vuelta atrás.
Me muerdo el labio, emocionado. «Mak tenía razón…¡me quiere!».
Sacamos la silla y Kai me empuja hasta la casa. Es una maravilla…
—Vaya lujo, ¡qué pasada…!
—Es una urbanización bastante exclusiva de casas en hilera.
—¡Lo mejor son las vistas!… Y los vecinos —añade Mía.
Lo compro. Las vistas son alucinantes, pero a los vecinos les tengo
pánico. Los conocí de pasada en la boda de Guille y Laura, porque admito
que me centré más en las invitadas femeninas solteras, pero pude apreciar
que Dani era un tío muy rarito. Hay mucha información sobre él en las
redes sociales, en el mundo del corazón y en el mundo de la moda, pero
sobre todo, tengo información de primera mano de su hermana y su cuñado.
—Es un torturador —me aseguró Laura, sin tacto.
—Es un genio —aclaró Guille—, pero es bastante especial. Lo que más
le gusta es desconcertar al personal, así que finge que todo lo que dice te
parece la mar normal, ¡se volverá loco! —se burló.
—La D de Dani es de Dolor —insistió Laura refiriéndose a su faceta de
fisio.
Así que estoy bastante acojonado, pero dicen que es el mejor y yo tengo
un poco de prisa…
—¿Cuándo veré a Dani? —pregunto valiente en cuanto Kai deja la
maleta en mi habitación y salimos al jardín.
—Esta noche —me sonríe—, ya les he avisado de que venías.
Y en buena hora…
Si Guille es un tío normal. Guay. Molón. Razonable… Dani, no.
Molón es un rato, no lo voy a negar, pero sus patrones sociales dejan
bastante que desear… Menos mal que su marido es el antídoto perfecto para
su veneno.
—Dani, ¿te acuerdas de Lucas?
—¿Debería? —Fue lo primero que le escuché decir.
—No importa —dijo Kai—. Atento, que te voy a presentar al puto Luke
Skywalker en persona.
Solo entonces me miró y me prestó atención.
—No me digas… —dijo girando la cabeza como un pirado. Reconozco
su parte friki en un fragmento de tiempo fotoeléctrico. Eso es la trillonésima
parte de un segundo.
—¿Te gusta StarWars? —le pregunto.
No contesta. Qué majo. Pero produce un efecto Baby Yoda en mí.
—Se lo he llamado siempre —explica Kai—, y hay un buen motivo.
Luk es el último caballero que queda en el lado de la fuerza. Mi máximo
redentor, un héroe de guerra… ¡Hasta ha estado muerto!
Dani me observa curioso y mantengo el tipo sin decir nada.
—Interesante… —dice fijándose en mis piernas.
Trago saliva. Tiene como un millón de tatuajes y piercings por todas
partes. Tiene más pinta de torturador que de curandero…
—Cuéntame todo lo que has hecho desde que te despertaste en el
hospital —se interesa de pronto.
Es obvio que ya le han contado un poco, pero me gusta que quiera
saberlo de primera mano por mí. Kai y el famoso futbolista Iker Uribe se
sonríen cuando empezamos a hablar por nuestra cuenta.
—Mañana haremos exámenes de fuerza y veremos cómo vas, pero a
estas alturas, ya deberías ir sin silla… —la señala Dani, inquisidor.
¡Mal empezamos si ya me quiere quitar a mi mejor amiga!
Me sorprende el despliegue de equipamiento que ha preparado Kai para
mí en su jardín. Hay arneses, cintas, barras… Dani revisa la instalación con
él y entiendo que lo han estado organizando juntos desde antes de que yo
decidiera visitar Byron Bay, porque fue de un día para otro.
Lo poco que he visto del pueblo me parece el paraíso, pero la verdad es
que Dani ha hecho un parón importante en su vida para dedicarme tiempo y
quiero concentrarme en ello.
—Si haces todo lo que yo te diga, la semana que viene tendrás el doble
de fuerza en las piernas. ¿Estás dispuesto?
—¡Claro!
Pero muy rápido había hablado…
Desde que lo conozco, lo que hago no es dormir, es caer en coma. El tío
me somete a esfuerzos sobrehumanos, es tan fácil odiarle… Pero cuando
cumplo sus desorbitados objetivos consigo arrancarle una sonrisa genuina y,
por algún motivo, me hace pensar que eso es algo importante. ¿Estoy loco?
Quince días después, la mejoría es superlativa. Guardamos la silla y me
obliga a ir con muletas a todas partes. Doy muchísima pena… pero dice que
voy tan bien que hasta empieza a chocarme la mano cada vez que supero
sus expectativas. Que es muy a menudo.
—Eres el mejor paciente que he tenido… —me admitió un día.
—Era geo —le advertí—. Estoy acostumbrado a entrenar duro.
—Me lo dijo Kai, pero no es lo mismo entrenar sano, que estando
enfermo… En los últimos, la fuerza está aquí —dijo señalando su corazón
—. Tu espíritu es muy fuerte. Quizá sí seas Luke Skywalker…
Creo que fue la primera vez que lo vi sonreír. Y me impactó mucho.
Poco después, estábamos tomándonos un descanso (la mejor frase de
Friends), y Mía sacó unas limonadas naturales para nosotros, que había
hecho de su propio limonero. Era el PA-RA-Í-SO.
—Te felicito por lo que estás haciendo… —empezó Dani—, pero lo que
de verdad me gustaría saber es qué o quién es el motor de tu fuerza. Debe
de ser muy importante…
Lo miré pensativo. Era un tío muy listo, ya me lo habían advertido.
—Antes de que me dispararan, había una chica…
—¿Y qué pasó?
—No quería a nadie cerca… y le dije que viviera su vida.
Casi puedo ver cómo su mente da vueltas y vuelve a preguntar.
—¿Es que no era lo suficientemente especial para ti?
—¡Al contrario! —exclamé sorprendido—. Esa chica es una especie en
extinción. Un animal extravagante y especial que te hace entender que estás
en presencia de algo único.
—Una vez Iker me llamó algo parecido… —sonríe con suficiencia.
—Tiene sentido. Está como una chota y socialmente es un horror.
—Suena muy bien. ¿Tienes una foto?
Saqué el móvil y rescaté mi carpeta secreta… una que nunca me
permitía mirar, pero que me gustaba tener a buen recaudo…
—Caramba… —dijo al verla. Y en él eso era mucho—. Parece especial.
Me encanta su pelo.
—Sí… lo es. Muy especial… Es la hermana de Kai.
De pronto suelta una carcajada sorprendente. Como si le hubiese
contado un chiste, pero enseguida se pone serio. ¡Está loquísimo…! ¡Se
cuenta sus propios chistes!
—Yo corté con Iker una vez, durante una temporada, y nunca he pasado
más miedo de perderlo… Eres muy valiente…
Entiendo lo que quiere decir, pero…
—Nunca he tenido dudas sobre nosotros, está escrito en nuestro ADN,
¿entiendes?
—Sí —dice rotundo sin pensar. Y vuelve a sorprenderme.
—Hablando de tatuajes, cuando me ponga bien, me gustaría hacerme
uno… ¿Sabes algún sitio por aquí cerca que sea de fiar?
—Claro, pero… ¿cuándo estés bien, dices? Pues será mejor que
pidamos cita ya, porque suele tener gente y en un mes estarás listo…
—¡¿Qué…?! ¿Cómo que un mes?
Dani solo sonríe.
«Madre mía… ¡cómo me gusta que sea de pocas palabras!».
El 1 de diciembre, el cabrón me quitó las muletas.
—¿Estás loco? —me quejé.
—En tres días notarás una mejoría de la leche —me prometió.
Me costó mucho renunciar a ellas. Ya andaba, ¡pero era muy lento! Me
mantenía de pie sin sujeción y me movía por la casa con pesos en los
tobillos, cada vez más deprisa. Kai estaba feliz por mi gran mejoría, le
estaba tan agradecido…
Un día, el loco de la colina, me convenció para hacer submarinismo.
—¡¿Pretendes matarme?! —aluciné con la propuesta.
—¿Confías en mí o no? —contestó tajante—. En el agua, pesarás tres
veces menos y podrás mover mejor las piernas, yo te llevaré.
—Pero… ¡nunca he hecho submarinismo!
—Solo tienes que respirar, tío…
—Me da que no es tan sencillo…
—Para alguien como tú, sí. Y bajando conmigo, más —remató.
Y debo admitir que fue una experiencia increíble. Dani me lanzó al agua
con unos plomos en la cintura agarrado a un flotador. Pensaba que me daba
un ataque, no sabía cómo cojones iba a subir de nuevo al barco. Si me
dejaban allí, Bye bye, cruel world…
Lanzó el resto del equipo al mar y me vistió él mismo entre las olas.
Luego me enseñó a descomprimir los oídos y bajamos. Solo eran cinco
metros, pero me agarró del chaleco para dirigirme todo el tiempo. Os juro
que fue más expresivo en veinte minutos bajo el agua que en todo el tiempo
compartido con él en tierra.
Y cuando me vi en esa tesitura, cinco meses después de despertarme
prácticamente tetrapléjico, no pude evitar emocionarme. Fue una actividad
extraordinaria que me sanó por dentro.
Lo sé porque esa noche pensé mucho en Ani. Hasta pensé en llamarla y
en escribirle un WhatsApp… pero no quería estropearlo. Nuestro amor
nunca fue de mensajes cifrados, fotos y audios, nuestro amor fue a la
antigua, de cara a cara, con toda la brutalidad de la naturaleza haciendo
estragos sin dejarte pensar qué decir en un texto meditado. Lo nuestro era
tangible, se respiraba, ¡era muy real! Pero… ¿y si la ciencia fallaba y me
había olvidado con una aplicación de citas?
El día que Kai me dijo que sus hermanas ya tenían los billetes
comprados para venir, no pegué ojo. ¡Iba a verla!, y por fin me sentía más
yo mismo. ¿Traducción? Estaba cagado. ¡Necesitaba un buen plan!
—Oye, ¿le preparo una habitación a Ani o dormirá contigo? —me
preguntó Mía con picardía. Kai se rio.
—No te pases… —contesté tenso—. No estamos juntos…
—Todavía… —sonrió pilla.
Esa frase me dejó más ansioso que a un crío el día de Navidad.
Y ese día ha llegado, y con él, mi regalo…
Hasta Kai nota que estoy de los nervios. Mis dotes de disimulo se han
ido al carajo.
—Tranquilo, tío… —me acaricia la espalda—. Saldrá bien.
Palpo la venda de mi tatuaje y decido quitármela… ¡que sea lo que Dios
quiera! Estoy aterrado.
Mía ha encargado una suculenta cena para los nueve. Marco ha venido
también y el plan es quedarnos en casa. Estarán cansados y es un terreno en
el que yo me manejo mejor…
Cuando llegan, me quedo de pie, en la puerta, pasando el peso de un pie
a otro, sin saber qué hacer.
—¡Hola! —Escucho gritos fuera. Kai ha salido a recibirlos.
«Tranquilo…», me digo, «No te lances sobre ella». «Ten paciencia».
¡Dios…!
Los veo entrar a todos por la verja de la casa, cargados con cientos de
maletas y regalos, y mis ojos la localizan enseguida. «Joder…».
Me quedo sin respiración. Lleva una trenza ladeada que le cae por
encima de un hombro y su precioso pelo degradado en rosa pálido. He
pasado horas imaginando con qué peinado aparecería, y de pronto,
encuentra mis ojos y el resto del mundo me sobra.
Sus labios se curvan en una tímida sonrisa y mi corazón empieza a
palpitar a toda pastilla.
A pesar de que he echado mucho de menos a Mak, a Mei, a Roi y a
Vicky… no tengo ojos para nadie más. ¡Está más guapa que nunca!
Ani se queda clavada, mientras los demás la adelantan impacientes.
—¡Luk! —grita Mak al verme. Desvío la vista y la emoción me puede.
Si no llego a interponerme en el camino de esa bala, igual no estaría aquí, y
saber que volvería a hacerlo una y mil veces, me llena de orgullo.
Caminamos hasta encontrarnos y lo abrazo con fuerza. Huele a hogar, a
felicidad y a todo lo bueno que he hecho en la vida.
—¡Madre mía, qué bien te veo, tío! —exclama alucinado, como si no
diera crédito—. ¡Cabrón, estás más cachas que yo!
Me río vergonzoso.
—A la fuerza… No sabes cómo se las gasta el puto Dani…
Voy saludando a todo el mundo, uno a uno, en medio de un ambiente
que se exacerba cuando Mía aparece con un barrigón y grita que está a diez
días de explotar.
—¡Wow! —se escucha en general, pero yo ya estoy centrado en saludar
a la última persona que cruza el umbral de la casa.
Se acerca a mí con una sonrisa tímida y no frena al entrar en mi espacio
vital. Nos fundimos en un abrazo alucinante y sé que nunca más voy a
soltarla. No recordaba lo natural que nos sale todo…
Cierro los ojos y aspiro su aroma. Es el puto mejor olor del mundo.
Tenerla en mis brazos así, me hace tan feliz que la levanto del suelo un poco
para pegarla todo lo posible a mi cuerpo. No quiero que quepa ni un alfiler
entre nosotros. Y ella piensa igual porque apoya su frente en mi cuello. En
estos momentos me sobra todo, la casa, la ropa, me sobra hasta la vida.
Quiero convertirme en este abrazo y ser un recuerdo inmortal.
De repente, se escucha demasiado silencio y vuelvo a conectarme con el
mundo de los vivos. Todos nos están mirando. «No mola».
Nos soltamos y alguien dice una chorrada sobre que se pide la
habitación más grande. La cosa es que no nos dejan ni preguntarnos qué tal
el viaje o su vida sin mí… nada. Mía empieza a distribuir las habitaciones y
Ani se aleja de mí.
Arriba hay cuatro dormitorios y tres baños. La única habitación en
planta baja es la mía. Y lo tengo jodido para subir, ¡llegaría sudando!
No dejo de observarla hasta que desaparece escaleras arriba.
—Deja de mirarla así, parece que estás tarado… —me susurra Mía.
—Necesito estar con ella a solas… —maldigo.
—Pues está complicado, no sé si te has fijado, pero parecemos la
familia de la peli de Solo en casa.
—Lo pillo. Por eso tienes que hacerme un favor, Mía…
—¿Cuál?
—Fingir que te pones de parto.
—¡¿Qué?!… —pregunta sorprendida, pero al instante dice: «¡Vale!».
Sabía que podía contar con ella. Siempre hace lo contrario a lo que se
espera de ella. Es tremenda.
—Pero después del postre… ¡tengo hambre! —exclama.
Me callo. No seré yo quien le señale que su estructura ósea no aguantará
mucho más tiempo esa gigante tripa.
Hablar con Ani antes de sentarnos a cenar resulta misión imposible,
todos quieren saber cosas de mi rehabilitación, y a su vez, yo les pregunto
por el restaurante.
Empieza la cena y nos dejan dos estudiados huecos para que nos
sentemos juntos. Por mí mejor, pero no voy a probar bocado. Mi boca solo
está interesada en un manjar concreto esta noche…
Es deliciosa… lleva un vestido palabra de honor blanco y una rebeca a
juego. Yo un pantalón corto beige y un polo azul marino de sport, y como
siga mirándome así, esta noche no sube esas escaleras…
Miro a Mía con insistencia para que empiece el show, pero me señala su
boca indicando que todavía está masticando el postre.
De repente, noto que una mano coge mi muñeca con firmeza. Es Ani…
que ha descubierto con sorpresa mi tatuaje, idéntico al suyo, en el mismo
sitio.
Nos miramos durante unos segundos eternos y noto que deja de respirar.
Solo queda esperar… Esperar a que el mejor experimento de mi vida
funcione.
He intentado romper el récord de la neurolingüistica, diciendo mucho
con muy poco. Más bien nada, para ser exactos. Porque por mucho que diga
Kai, a veces, una imagen vale más que mil palabras. Hay imágenes que lo
dicen todo, sin decir nada.
De pronto, un estallido entre el llanto y la asfixia escapa de su boca,
desembocando en sollozos intermitentes fruto del derrumbe de una presa de
emociones que llevaba reprimiendo demasiado tiempo.
Todos la miramos alucinados. Su forma de llorar es desgarradora, una
combinación de lamentos, sollozos y un alivio tan conmovedor que
emocionaría a cualquiera. Se pone de pie con la mano en la boca y se va
corriendo en dirección a la cocina.
La gente me mira con un interrogante enorme en los ojos y me muerdo
los labios. Es difícil intentar no sonreír celebrando una victoria tan grande.
Me levanto y la sigo. Todavía se la escucha intentado controlar su
respiración entrecortada.
Joder… No puedo estar más feliz. ¡Esta es justo la reacción que
buscaba!
Cuando era pequeño vi una película con mi madre que me marcó para
siempre, Sentido y sensibilidad, porque creo que, de alguna manera, me
sentí identificado con la forma de ser de Eleanor, alguien que reprimía
constantemente sus sentimientos, que siempre hacía lo correcto, en aras de
seguir las normas y la rectitud moral, pero el final de la película… me
partió por la mitad. Me demostró que no somos máquinas y que hay cosas
que no se pueden medir.
La forma en que a Eleanor se le rompen sus inexorables barreras
emocionales de golpe al descubrir que todavía puede hacer realidad sus
sueños, después de todo lo que ha sufrido, es lo más emotivo y perturbador
que había visto en mi vida. Cuando tramé una estrategia para hacer que mi
Valkiria (alguien que reprimió tanto sus emociones que se bloqueó) se
rompiera durante la cuarentena, me vino a la mente la grandiosa Emma
Thompson en esa escena.
Pero en esa ocasión fui yo el que me rompí, y para que lo hiciera ella
debía mandarle un mensaje tan directo y devastador que le hiciera perder
los papeles. Y lo he conseguido. Mi pequeña ha clavado su parte. Ahora me
toca a mí.
Entro en la cocina y la veo con un soponcio importante, de los que solo
se te pasan sonriendo de nuevo.
—Ani… —comienzo con cautela—. Quiero pedirte perdón.
Ella niega con la cabeza y hace un gesto con la mano, como diciendo
«no hace falta que digas nada más, ya lo has dicho todo con ese tatuaje…».
Un tatuaje que significa que quiero estar con ella para siempre. Pero yo
continúo, porque quiero hacerla sonreír.
—Te alejé de mí porque no quería arriesgar nuestro amor. Eres lo más
bonito, liberador y auténtico que me ha pasado en la vida y eras mi mayor
motivación para recuperarme. Piénsalo, una situación así lo desluce todo…
y, aunque sé que has sufrido, que nos he hecho sufrir, necesito que
entiendas que me arriesgué a perderte solo por un motivo: porque confiaba
en ti. En nosotros… Somos la mayor certeza científica que tendré jamás…
y ¿ves esto? —digo señalando mi tatuaje—. Me lo he hecho para
confirmarte, ahora que estoy en condiciones de hacerlo, que mi corazón
es… y siempre será… Tuyo.
Al escucharme ella sonríe con los ojos llenos de lágrimas y siento que
tanto sufrimiento ha tenido su recompensa.
Le cojo la cara y la beso con cuidado. Dios…
Sus labios son suaves y están salados. La felicidad amenazando con
reventarme el pecho.
No puedo parar de besarla. Ahora no… Necesito estar horas pegado a
sus labios. ¿Qué digo, horas? ¡Días, meses, años!… Siempre.
La hubiese subido a la encimera y le hubiese hecho virguerías…pero
nos obligamos a parar porque estamos en una casa ajena con otras siete
personas que sin duda están expectantes.
Junto su frente con la mía abrazado a su cintura.
—¿Estás mejor?
Ella asiente, con los ojos aún rojos fundidos en deseo y anhelo.
Volvemos al salón y siento que lo último que me apetece es sentarme y
seguir como si nada. Y en ese momento, Mía se pone a gritar
exageradamente. Todos la miran alucinados y yo intento contener la risa.
¡La que está liando!
Hasta yo sé que una mujer con contracciones no suena así, ¡parece un
cerdo en una matanza!, pero… está colando. Kai está fuera de juego; hay
pocas cosas que le acojonen en este mundo y perder a Mía es una de ellas.
Lleva toda la semana rayado, diciendo que un parto no es ninguna tontería.
Se pone de pie, nervioso, sin saber qué hacer.
—Que conduzca otro —le digo casi sonriente—, mejor no correr
riesgos.
Él asiente y mira a Mak en busca de ayuda. Hay cosas que nunca
cambian. Mi alma gemela se despide de Mei, su mujer (aunque todavía no
lo es, ni parecen tener planes de ello) y se levanta también.
—Roi, tú eres enfermero —lo animo—. Si vas, les darás seguridad, no
vaya a ser que se les pinche una rueda y no tengan a nadie…
El aludido levanta una ceja y, como es listo, me capta enseguida. Uno
menos. «¡Vicky, te necesito cerca!», grita Mía suplicante. Estoy a punto de
soltar una carcajada, pero me controlo. Desaparecen por la puerta y solo
quedan en la casa Mei y Marco.
Mei me mira con una sonrisita pícara y suelta: «Uy, qué tarde es» y
desaparece en el piso de arriba con Marco, con un «buenas noches».
«Gracias a todos…», pienso conmovido al ver que estamos solos.
Miro a Ani y la arrastro todo lo rápido que puedo hasta mi habitación.
Si la beso fuera de ella, ya no podré parar y terminaremos montándonoslo
contra una mesa o en un sofá.
Al entrar en mi cuarto, cierro la puerta con pestillo y me estrello contra
sus labios con una ansiedad enfermiza.
—Joder, pequeña —jadeo con obsesión tocándola por todas partes.
—Era fingido, ¿no? Lo de Mía… —sonríe en mi boca, excitada.
—¿Se ha notado mucho? —digo lanzándonos hacia la cama.
Gime cuando siente mi cuerpo intentando abrirse paso en el suyo.
—Sí, se habrán ido a tomar algo…
—Bien, porque… ¡no aguantaba ni un segundo más! —grita.
Enloquezco. Le bajo el vestido más allá de las caderas y le arranco la
ropa interior, espero que no fuese cara, porque los ganchos del sujetador
han cedido ante mi tirón y su tanga se ha roto fácilmente.
Aún no se la he metido y ya siento que podría correrme.
En menos de treinta segundos estamos conectados. Cierro los ojos y
suelto un gemido que hacía mucho que no escuchaba, mi respiración se
agita con cada embestida. Intento ser comedido porque si no, voy a terminar
muy rápido. Pero ella quiere más, me agarra del culo y acelera el ritmo
provocando un roce celestial que me lleva a la locura. La miro intensamente
intentando decirle que no he echado un polvo en seis meses. Pero sigue
acelerando, me clava las uñas en la espalda y sé lo que significa. Nos
teníamos cogida la medida y no lo hemos olvidado, redoblo la potencia y en
cuatro estocadas más, nos dejamos llevar juntos tensándonos y jadeando.
«Si esto es el amor, a mí dos tazas, por favor».
Me quedo sobre ella, escuchando su corazón. No quiero moverme.
—Te amo… —musita enardecida—. No me dejes nunca más, Luk…
No quiero que le quepa ni la más mínima duda sobre eso.
—Es lo que intentaba decirte antes… yo nunca te dejé, Ani, porque
jamás tuve dudas de que lo nuestro era para siempre.
—¿Estás seguro?
Cojo su brazo y beso su tatuaje entrelazando nuestras manos.
—Sí, estoy seguro, y cuando te vi con esto en el restaurante, supe que tú
pensabas igual. Aunque lo mío va mucho más allá… La primera vez que
volví a verte me sorprendí pensando que un día, cuando fuera, volvería a
por ti… Lo sentí en mis entrañas, pequeña Valkiria. Sentí que yo era tu
guerrero y tú la que me llevarías hasta el cielo.
FIN
- EPÍLOGO -
THIS IS US
(Kai)
10 años después
Adoro Byron Bay.
Es un lugar donde la felicidad huele a tierra mojada y sabe a mar. Un
lugar en el que la siesta se duerme a la sombra de los árboles y el atardecer
se despide con cócteles y charlas entre amigos. Un pueblo que te recuerda
que el mayor lujo está en la naturaleza y que es gratis. Y lo dejo ya, porque
no soy una jodida guía turística.
«Hola, abue», pienso observando el ancho mar.
He venido solo con la moto hasta el faro. Si surge la oportunidad, la
cojo; siempre me ha gustado la velocidad, me despeja la mente y me da una
sensación de libertad única. Y como no cabíamos en los coches, lo he visto
claro.
Enseguida llegará la familia al completo, ya somos quince… Van cinco
en cada coche y uno en moto. ¡Premio!
No os volváis locos haciendo cuentas de cuántos embarazos ha habido,
mejor os lo cuento poco a poco.
«Tú ya lo sabes, abue».
Una serie de acontecimientos me han cambiado la vida varias veces
desde que nací, pero el día que mi hijo Luk vino al mundo fue una de las
alteraciones más bonitas.
El pequeño Luk llegó de improvisto el mismo día que el corazón de su
tía Ani explotó como la bomba del Zar (tres mil veces mayor que la de
Hiroshima) al ver el nuevo tatuaje que su tío Luk lucía en el brazo. Y lo que
comenzó siendo una broma de Mía para dejar a la parejita sola en casa
antes de que murieran de tensión sexual, terminó en Urgencias con un parto
de verdad.
Nos fuimos a tomar algo y la animada de mi mujer se puso a bailar una
canción de Daddy Yankee de 38+4 semanas…
Rompió aguas en medio de la pista como si su tripa fuera un maldito
globo de agua del tamaño de una sandía. Fue un espectáculo. El que monté
yo, digo… ¡Me puse de los nervios!
Avisamos a los fornicadores con tiempo suficiente para hacer las paces
tres o cuatro veces y luego se acercaron al hospital en un taxi.
Eran las doce de la noche, pero para los recién llegados eran las cuatro
de la tarde hora española, y todos quisieron acompañarnos en vivo y en
directo.
«Entonces pensé en ti, abuela…, y en el mensaje que querías enviarme
al irte». Por fin me di cuenta de que no estaba solo y que tenía una gran
familia que empezaba ese día, en ese momento. Cuando los vi a todos allí, a
las cinco de la mañana, ansiosos por conocer al heredero del imperio, como
lo llamaba Mía, al fin lo entendí.
Ella estaba muy cansada por el esfuerzo del parto, pero yo pude salir a
la sala de espera con el bebé en brazos, envuelto en una mantita azul y una
cara de orgullo impagable.
—Os presento a Lucas…
—¡Felicidades, tío! —exclamó Mak emocionado por su cercana
paternidad—. ¿Qué se siente?…
Me tomé en serio la respuesta y dije:
—Es horrible… No sabía que se pudiera querer tanto a alguien, es…
como si pudiera matarte.
Sus caras de estupefacción se transformaron en reflexión y por último,
en una mueca conmovedora que siempre recordaré.
Se me llenaron los ojos de lágrimas y pensé que no quería volver a
perderlos de vista jamás, a ninguno. Y no lo haría.
Para empezar Ani y Luk se quedaron en mi casa unos meses, porque
Luk quería seguir entrenando con Dani; yo estaba encantado con la idea.
Además, nos ayudaron muchísimo con el niño.
Mía no dejaba de decir que era el bebé más feo de todo Byron Bay. Esa
es mi mujer… doña sinceridad. Decía que la gente aquí le parecía de un
atractivo preocupante y que nuestro hijo parecía un anciano morado con
enanismo congénito.
—No me gusta decir «¡qué mono!» cuando veo un bebé horripilante,
aunque sea el mío —dijo encogiéndose de hombros.
—Mía… —protesté.
—¡Que yo quiero a mi Guasi, pero las cosas como son!
—¡No te pases! —Me descojoné. Sigue siendo única.
—Solo espero que cuando sea mayor se parezca un poco a su tío Luk.
—No a su padre… —dije con sarcasmo. Ella me sacó la lengua.
Un mes después, cuando su madre y su hermana lo conocieron y dijeron
que era el bebé más bonito que habían visto, me quedé tranquilo. Alberto
apretó mi mano y me dio una colleja en el cuello.
«Al final has dejado de hacer tonterías…», me dijo recordando que una
vez me llamó tonto, y tenía razón, lo fui, pero todos cometemos errores en
algún momento, solo hay que saber rectificar. ¡Y qué me iba a decir él, que
había colgado los hábitos y ahora era mi suegro…!
Las visitas estaban genial, pero nuestro verdadero apoyo familiar
durante los primeros meses, fueron Luk y Ani. Y quisimos darles las
gracias con una cena sorpresa en la playa para dos, con champán,
bogavante, antorchas y farolillos de los que se elevan hacia el cielo en plan
romántico… Les encantó. Pero no hubo pedida. ¡Lástima! Y no porque yo
no se lo sugiriera a Luk, pero Ani era mucho más tradicional que yo en eso
y tenía sus propios tiempos.
«Ella quería su bodaca», como solía decir, y una larga temporada
diciendo mil veces «mi marido» esto, «mi marido» lo otro, antes de ponerse
a procrear. Luk confirmó que no tenían ninguna prisa.
Pero como decía, a partir del nacimiento del pequeño Lucas, las cosas
se precipitaron para todos. Estábamos tan felices juntos por fin después de
tanta angustia que, en la comida de Navidad, Mak se levantó de la mesa e
hizo un brindis por el recién nacido. Lo que nadie se esperaba es que se
pusiera de rodillas y abriera una cajita para formular una pregunta. Fue un
momento mágico. Mei casi se atraganta.
Cuando ella contestó que sí, flipadísima, Marco gritó y no tardó nada en
ir corriendo para subirse de un salto encima de su compinche y chocar los
cinco. Era tan reconfortante ver a Mak así… exultante.
Mei estuvo a punto de deshidratarse, como yo, porque certificar que mi
hermana por fin había encontrado la felicidad que se merecía, después de
tantos malos tragos, sanó una herida en mi interior que llevaba supurando
desde que la secuestraron por mi culpa. Y el afortunado había sido nada
menos que Mak, mi mano derecha. Un tío al que tenía en un pedestal. Y no
miento si digo que, desde que le dije que cuidara de ella, deseé que se
enamoraran con todas mis fuerzas, pero no sabía si tendría esa suerte. ¡Y
menos, por partida doble! ¡Luk y Ani se habían hecho un tatuaje idéntico!
No hay más preguntas.
Me sorprende y no me sorprende.
En principio, puede parecer todo muy bonito y conveniente, «pero,
abue, tú me enseñaste que en la vida siempre hay que aspirar al 10; que si
partes de la imperfección de 8, solo conseguirás un 6. Que creer que algo es
imposible, es el primer paso para que nunca ocurra. Y a mis ambiciosos
deseos había que sumarle el encanto de los Morgan», sonrío chulesco.
¡Causamos imprimación, qué le vamos a hacer!
Os decía que me quedé un poco depre cuando volvieron todos a España.
Estuve bien mientras estuvieron Ani y luk, pero tres meses después,
también volvieron porque no querían perderse el parto de Mei. Fue una niña
y la llamaron Luz. A todos nos hizo mucha ilusión, «y espero que a ti
también te la hiciera, abue…».
Por nuestro lado, Mía recuperó tan pronto la figura que no me costó
nada convencerla para aplicar el método de crianza Morgan: tener hijos
apelotonados en el tiempo. Los dos teníamos claro que Luk no sería hijo
único y… ¿por qué alargar la época en la que no son lo suficientemente
mayores como para hacer nada demasiado especial ni para que lo
recuerden? Esos tres años, rodeados de chupetes, pañales sucios, toallitas
húmedas y Peppa PIG podían condensarse y durar lo menos posible para
disfrutar luego juntos los cuatro por más tiempo.
Metí ese penalti a la primera. Luk tenía seis meses y Mía volvía a estar
embarazada. Pero entonces, recibimos la mejor noticia:
«Después de meses de andar de aquí para allá, Luk y Ani decidieron
venir a vivir a Byron Bay indefinidamente», grité al oírlo. Creo que fue uno
de los mejores momentos de mi vida. Y no os quiero ni contar lo que nos
ayudaron con los bebés aquella vez…
Tanto, que les compré una casa.
¿No jodáis que os pilla por sorpresa?, ¡si ya sabéis lo exagerado que soy
cuando quiero a alguien!
Me parto al recordar a Luk negando con la cabeza agarrándose la nariz
con dos dedos y a Ani saltando para caer de rodillas y soltar un alarido. No
es que ellos no tuvieran suficiente dinero para comprarse una decente, pero
nunca habrían pensado en gastarse tanto en una de tales dimensiones…
También lo hice porque supe por Mak que Ani le había vendido su parte del
restaurante por un precio irrisorio, aunque él quiso pagarle más, y quería
compensarle ese buen gesto de algún modo. Mei se alegró mucho al
enterarse y saber que, cuando vinieran de visita, tendrían sitio de sobra en
su casa para instalarse. Era un chalet de seis habitaciones con casi 400m2
útiles.
—¡¿Pero cómo pretendes que la limpiemos?! —rio Ani, feliz.
—No sé, contratad a alguien…
—¿A quién? ¿A la plantilla de los All Blacks?
Después de meses de estudiar el terreno y decidir lo que iban a hacer
con sus vidas, pensaron en montar un chiringuito cerca de la playa y gozar
de la happy hour todos los días, pero lo que empezó siendo una idea simple,
se convirtió en un complejo con actividades para todas las edades que se
hizo muy popular en el pueblo. Estaban entusiasmados con el proyecto y
demasiado liados para pensar en niños.
—Para niños, ya tenemos a los vuestros —nos decían—, nosotros
estamos creando una criatura nueva, por algo Mak me llamaba doctor
Frankenstein —se reía Luk.
Cuando se mudaron a Byron, tuve serias dudas de si Luk estaría
convencido de separarse de Mak… me costaba un poco creerlo. ¿Qué
habría cambiado entre ellos durante la cuarentena? Me moría por saberlo y
un día, echando unas cervezas, se lo pregunté.
—¿Cómo llevas vivir tan lejos de Mak?…
Él me miró como si supiera exactamente a qué me refería y le hiciera
gracia que preguntara por temas que él tenía tan enterrados en el fondo de
su alma.
—Putos Morgan… —masculló divertido—. ¡Ani y tú sois muy
parecidos, ¿lo sabías?! Decís lo primero que se os viene a la cabeza…
—Es que… supongo que lo echarás mucho de menos, ¿no?…
—Lo llevo mejor de lo que pensaba —respondió tranquilo—. Siempre
creí que no podría vivir sin él… y los dos pensábamos que «lo que un
Morgan ha unido», no podría separarlo el hombre, pero nadie habló de qué
pasaría si lo intentaban otras Morgan… —sonrió.
Yo me partí de risa por la parábola.
—Mak y yo teníamos una codependencía exagerada —admitió—, y
creo que eras muy consciente de ello.
—Claro que lo era, ¡estabais casados, tío! —me mofé.
—Ya lo sé, yo hasta tenía celos de su familia y de sus amigos… él no
tanto, porque yo no tenía de dónde tirar, pero contaba conmigo para todo,
¡para todo, en serio!, hasta para follar…
—Ya lo sé. Yo no quise meterme en medio de vuestra… conexión, entre
otras cosas, porque creo que el amor no puede frenarse, sea del tipo que sea,
ya lo sabes, pero cuando os vi discutir, no sentí que discutierais como
amigos… ni siquiera como pareja… discutíais como familia —sonreí—.
Esas son las broncas más dolorosas, amigo…
—Cuando nos enamoramos de tus hermanas cayó una jodida bomba
atómica entre nosotros, en nuestra intimidad, en nuestras promesas, de
verdad… Empezamos a sentir las diferencias entre lo que había entre
nosotros y lo que teníamos con ellas, y nos costó mucho aclarar dónde
estaba el límite… Solo reinaba el miedo y la confusión. Y entre medias,
Mak casi se muere, yo casi me muero… —sonrió melancólico—. Digamos
que tuvimos mucho tiempo para reflexionar y analizar necesidades muy
primarias, y nos dimos cuenta de que no lo éramos todo el uno para el otro.
—Joder…
—Pero voy a decirte una cosa: quiero a ese hijo de puta más que a mi
vida, por eso me puse en medio de esa bala… y habría hecho lo mismo por
ti.
Le toqué el brazo y supe que hablaba en serio. Pero yo también quise
que supiera que nosotros lo habríamos hecho por él.
—Roi me dijo una vez, que Mei le había contado, que Mak estuvo
desconectado de la vida el tiempo que pensó que estabas muerto… y que al
saber que seguías vivo, se sintió tan aliviado, que cree que se conformó con
disfrutar de ti a una distancia mayor, mientras pudiera volver a verte de vez
en cuando…
—Qué fuerte…
—Pues sí… Si no llegáis a ser heteros ¡la vuestra habría sido la historia
de amor más épica del jodido mundo!
Luk soltó una carcajada.
—Bueno, hablamos todas las semanas por WhatsApp. Me lo tomo
como que tengo a Mak en el bolsillo siempre que quiera. Estoy todo el día
mandándole fotos y transcribiéndole gracietas y cosas que nos pasan en
nuestro día a día, ¡es como si estuviera aquí! Y cada vez que nos vemos en
persona son días de una felicidad inmensa todos juntos…
—Siento lo mismo —quise confirmar—. No sabes lo que me alegré de
que Ani y tú decidierais venir a vivir aquí… No me lo esperaba.
—¿No? ¡Para mí era muy evidente…! —se rio.
Lo miré extrañado. Yo siempre iba un paso por delante, pero Luk me
llevaba ventaja y siempre lo supe. Yo era de echarle arrojo y de poner el
corazón, ¡de no aceptar un no por respuesta!, pero él era más visceral y se
daba cuenta de cosas racionales que a mí se me pasaban.
—¿Cómo que evidente…?
—Sí, tengo hasta una teoría al respecto —sonrió pillo—, ¿quieres oírla?
—¡Claro!
Luk cambió de postura y me miró a los ojos enigmático.
—Hay dos clases de Morgan, ¿vale? Los rubios y los morenos. Es decir,
Ani y tú, y Mei y Roi. Los ZipiMorgan sois más felices juntos, y los
ZapeMorgan necesitan estar conectados entre ellos. Los rubios sois locos,
joviales, soñadores y emotivos, y los morenos son más serenos, realistas,
comedidos y responsables…
—¡Es verdad!… —sonreí alucinado de su epifanía.
—Ani quería estar contigo… necesitaba estar cerca de ti. Y yo también.
—Nooo, ¡tú necesitabas estar cerca de Dani! —Me burlé—. ¿Es tu
nueva fijación?
—¡Es que es un Dios! —bromeó Luk. Y casi me ahogo de risa.
Pero lo miré transmitiéndole lo importante que era para mí tenerlo aquí,
y creo que lo captó. Creo que el cabrón supo cuánto lo quería desde que
llegó a Byron por primera vez y nos emocionamos en un abrazo. Esos
Kai Morga
NO TE PIERDAS…
Loli Zamora
Me ha encantado, fascinado, cautivado, de nuevo Anny me ha vuelto a
envolver con su mágica pluma.
Silvia Gallardo
Le pongo 5 estrellas porque no hay mas... Ha sido brutal... sexo, amor,
lealtad, intriga, acción... ¿qué mas se puede pedir? ¡Impresionante!
Cliente de Kindle
Es alucinante la manera de escribir de esta mujer, como crea unas
escenas tan increíbles y como construye unos personajes perfectos
Cliente de Kindle
Totalmente fascinada por encontrar una autora con garra, historia,
diálogos y personajes super bien construidos.
@leeres_increíble
Anny es una autora atrevida y arriesgada que lo borda en todas sus
historias.
Vero_malaga
Cuando pienso que ya no puede gustarme más su forma de escribir, saca
otro libro y me vuelve a enamorar.
AGRADECIMIENTOS
Tengo mucho que agradeceros a todos. Porque cualquier persona que se
haya pronunciado por querer aparecer en estos créditos ya tiene un pedacito
de mi corazón.
Por que sin vosotros, no soy nada. Una loca aporreando un ordenador,
como mucho. Pero con vuestras risas, vuestras emociones, y vuestro cariño
me hacéis sentir que soy alguien más importante de lo que merezco, alguien
que os hace felices. Y eso para mí es lo más grande que hay.
Voy a empezar por la persona más importante para mí con respecto a
este libro y es que, Irene Bueno (@ladyRomanticbook) sin tus horas de
dedicación hasta las cuatro de la mañana, tus audios, tu ayuda, tus ideas, tus
opiniones, nuestras peleas y nuestras risas, ESTE LIBRO no hubiese sido
posible. Quién quiera mandarle flores, puede hacerlo.
Tienes un corazón muy grande, preciosa. Eres de esas personas
apasionadas que solo das, das, das, sin pedir nada a cambio. No sabes todo
lo que te debo por ayudarme a soportar el estrés, la inseguridad y la tensión
que me ha generado intentar cumplir con mis expectativas. Millones de
gracias no llegan, así que solo voy a decirte que te quiero y a rogarte que no
dejes nunca de ser como eres.
También quiero dar las gracias a Yadira, @elbauldemislibros y Tati,
@Lecturitatis, por darme vuestras opiniones y vuestro consejos para
mejorar el libro en la medida que habéis podido. Son tiempos difíciles para
todos.
Y a Ana Galarraga, mi prima del alma, mil gracias por dejarte
maltratar así por mí y corregir el libro, como siempre, con prisas y a lo loco,
y sin rechistar. Eres mis ojos de lince y sabes que sin ti, cualquier cosa,
sería infinitamente peor.
Y por último mi Bego, mi Hannibal de este Equipo A. La única que ha
estado conmigo desde el inicio de los tiempos, ya como lectoras, me ayudas
tanto que ni lo sabes, pequeña. Cada palabra que sale de tu boca es solo
para darle más valor y empaque a cada uno de los personajes y situaciones
de la novela. Eres mi cueva del oro. Uso mi teléfono de pala y me dejas
extraer de ti todo lo que hace que mis libros brillen. Te adoro, te quiero con
locura y no quiero perderte nunca, porque además de ser una magnífica
colaboradora, eres mi ejemplo a seguir para emular la actitud con la que te
enfrentas a la vida. No me faltes nunca, sister.