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LOS ECKELL

Esta rama de nuestra familia cuenta con el invalorable aporte documental realizado en
la década de 1970 por el profesor Peter Eckell Jessen, quien encontró los antecedentes del
apellido, las locaciones de las familias y la posterior deriva de sus distintas ramas llegando en el
tiempo hasta el Siglo XVI o un poco antes, rozando la época de la Reforma protestante
protagonizada en Alemania por Martín Lutero y la Guerra de los Treinta Años, que fuera una
de sus consecuencias.
A grandes rasgos se puede reconstruir una línea de parentescos que parte de familias
campesinas radicadas en la zona de Estiria (Austria), dedicadas a la actividad vitivinícola. Al
producirse el cisma de la iglesia (Reforma) estos antiguos Eckel, junto a otros campesinos y
agricultores, comenzaron a sufrir persecuciones. La región de Estiria quedó bajo la autoridad
del emperador de Austria, de la casa de Habsburgo, en alianza con el Vaticano. Así que parece
que estos pobladores emprendieron una difícil migración, por tierras aun sin caminos,
cubiertas de bosques, hacia el norte. Una de esas embajadas, portadora de cepas de vid e
incluyendo a nuestros lejanos antepasados, fue a dar a la región del Palatinado, donde
encontraron tierras y climas favorables para seguir dedicándose a la producción de vinos.
Es en la localidad de Königsbach donde se localiza aproximadamente en 1612 a un tal
Mathaus Eckel, sobreviviente, seguramente, de la Guerra de los Treinta Años.
Uno de sus hijos habría sido Balthazar Eckel, nacido en 1632 en Königsbach, donde
habría vivido como agricultor hasta 1679. Uno de sus hijos, llamado Mathías (1653-1723 –
Königsbach), marca el siguiente eslabón en la descendencia familiar. Esta empezará a
iluminarse con mayores y más precisos datos a partir de uno de los hijos de Mathias, Johann
Philipp Eckel, nacido en 1687 en Königsbach y que se traslada, con otros inmigrantes
alemanes, a la localidad sueca de Karlstad, Suecia. Aparentemente, Johann Philipp era hábil en
el trabajo de la madera, ya que los productores de vino solían producir también los toneles
donde se fermentaba la vid y posteriormente se estacionaban los vinos. Habría sido esa
competencia la que lo llevó a trabajar en Karlstad como constructor.
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En ese oficio habría intervenido en la terminación de los interiores de la
catedral de esa ciudad y, posteriormente, de varios puentes que iban formando una
red de conexiones terrestres sobre los numerosos fiordos, ríos y canales de la región
aledaña. Johann Philipp se casó con una mujer aparentemente nacida en Suecia:
Helena Smit o Schmitt, oriunda de la ciudad de Kristinehamn. Tuvieron seis hijos. Pero
cuando el mayor tenía 14 años y el más pequeño apenas seis, ambos fallecieron con
diferencia de dos meses. Primero Helena y luego Johann. Los huérfanos fueron
separados en dos grupos: Lars, Stina Greta y Johannes habrían sido criados por un
primo de su madre que era comisario de Kristinehamn. No se sabe cuál fue la deriva
posterior de estos tres hermanos, ni si acaso volvieron a tener contacto con los otros
tres, que fueron criados por un constructor de barcos de Gotenburgo de nombre (por
todo dato) Herr Jensen. Estos tres niños fueron Philipp, Christian y Jakob Jensen. Los
dos primeros se casaron, respectivamente, con las hermanas Margaretha y Lucía
Bendixen y se dedicaron a la orfebrería y la metalurgia en su ciudad natal de Karlstad.
Jakob Jensen, nacido en 1734, que tenía solo seis años al morir sus padres, se radicó en
Husum –Dinamarca—muy joven, dedicado al oficio de encuadernador. Se trataba de
una actividad muy bien pagada, ya que en esa ápoca, ya que las imprentas entregaban
los libros como hojas “sueltas” que luego eran cosidas, encoladas y resguardadas por
tapas de madera y cuero a pedido y según el gusto del cliente. Un libro era, por cierto,
un objeto caro y lujoso. Jakob Jansen se casó con Margaretha Tiessen, que falleció
dejándole un solo descendiente (otros tres fallecieron). En segundas nupcias se casó
con Christine Schultz, que parece haber sido alemana. De esa unión nació un nuevo
Johann Philipp Eckell. Es el primero que aparece inscripto en la iglesia donde se lo
bautiza con la doble L final en el apellido.
Schleswig, junto con Holstein y Lauenburg, son tres antiguos feudos situados al
sur de la península de Jutlandia, lindante con los territorios que conforman Alemania.
Desde el siglo XII hasta 1814, Dinamarca formó un extenso reino ultramarino que
comprendía el actual territorio de Dinamarca, Noruega, Islandia y otras islas del
Atlántico Norte y Groenlandia. En todas esas regiones, se registra una presencia muy
antigua de visitantes y colonos escandinavos.
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Un complejo entramado de reinos y reyes hizo que, en tanto parte del reino de
Dinamarca, los territorios de Schleswig, Holstein y Lauenburg, fueran a la vez Ducados
alemanes. Esto hizo que, desde la Edad Media, en ambos territorios comenzaran a
radicarse pobladores alemanes cuya actividad agrícola los convirtió en burgueses
durante los siglos XVII y XVIII. Las pujas entre la población danesa y la germánica, los
pasos de un bando a otro y las alianzas familiares a través de matrimonios fueron la
regla.
En la disputa por la posesión de estos ducados interviene también la Ley Sálica
vigente en los estados germánicos, pero no en el Reino de Dinamarca. Como se trata
de una historia larga y compleja, aquí dejamos un enlace para quienes quieran
profundizar: https://es.wikipedia.org/wiki/Asunto_de_Schleswig-Holstein
Desde el punto de vista de la reconstrucción del contexto de nuestros
antepasados, apuntemos que ellos pertenecían al sector que reconocía origen alemán.
Los asistiría, seguramente, el rasgo común a los miembros de las clases subalternas en
el mundo germánico: el de ser marginados por completo de cualquier ejercicio de
poder, el cual solo se dirimía entre los miembros de unas aristocracias nobles que se
desentendían de la vida de la sociedad, exceptuando la imposición y cobro de tributos
y la leva de varones para nutrir los ejércitos.
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Si Jakob y
Margaretha (y
luego Christine)
vivieron entre
1740 y el fin del
Siglo XVIII, fueron
contemporáneos
de
acontecimientos
políticos,
científicos y
artísticos de porte.
Sus vidas transcu- rrieron en gran parte durante el reinado de Federico el Grande, Rey
de Prusia. Años nutridos en materia de guerras y otros acontecimientos, a saber:
*La Guerra de los Siete Años (1756-1763), las Guerras de Silesia, donde Prusia
se apodera de este territorio disputado con Austria; la anexión de parte de Polonia y la
introducción de la papa –ya popular en Francia—mediante un decreto del Rey, el
reparto de semillas y la orden de comerlas. Para variar, había por ese tiempo una
hambruna y los pobres de Berlín habían ido a peticionar a las puertas del Palacio.
*En 1759, en España se coronaba Carlos III de Borbon. Iba a inaugurar el
absolutismo monárquico en ese país.
*En 1762 se coronaba Emperatriz de Rusia una princesa alemana: Catalina.
Había nacido como Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst, una princesa “pobre”
de las muchas que habitaban por entonces en algún remoto castilluelo del actual
territorio de Alemania. Sería llamada “Grande” y llevaría a Rusia, por primera vez, a
gravitar entre las potencias modernas de Europa.
*En 1756 había nacido en Salzburg un tal Wolfgang Amadeo Mozart. En las
iglesias luteranas se ejecutaba la música de Johann Sebastian Bach y algunos discípulos
suyos. En Italia, en cambio, sonaban las melodías del católico Antonio Vivaldi, y de
Gianbattista Pergolesi. No sabemos si esa música llegó a oídos de los Eckell, si acaso
iban a la iglesia y alguien cercano tocaba el clave o el violín.
*En 1762, Jean Jaques Rousseau publica el Contrato Social en Francia. Las
primeras manifestaciones de la república moderna empezaban a hacerse sentir.
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En 1766 Christian VII es coronado Rey de Dinamarca, aun con Schleswig, Holstein y
Lauenburgo dentro de la jurisdicción danesa.
Ese mismo 1766 nace en Husum, Schleswig uno de los hijos de Jakob y Margaretha:
Johann Philip Eckell. Su niñez se cruza con el inicio de la Primera Revolución Industrial en la
vecina Gran Bretaña, rival eterna de Dinamarca y Noruega por el dominio de los mares. Poco
antes, James Watt ha perfeccionado su máquina de vapor y se la ha aplicado a los telares y a
otros artefactos, mecanizando acciones que multiplican la producción de bienes. En 1770
James Cook conquista Australia y Nueva Zelanda para la corona británica. Goethe publica
“Werther”, dando inicio al Romanticismo Alemán. Cuando Johann cumple los 10 años, en
1776, trece colonias británicas de América del Norte declaran su independencia de la corona.
La nueva entidad se llama Estados Unidos de América.
El mismo año de 1776, la corona española a cargo de Carlos III, crea el Virreinato del
Río de la Plata con cabecera en la ciudad de la Santísima Trinidad y puerto de Santa María de
los Buenos Aires. El monarca se ha percatado de que la corona británica, privada de sus
colonias americanas, acomete una agresiva política de expansión que la lleva a la India, a
China, a África y a América del Sur.
Nuestro antepasado Johann fue médico y se puso al servicio del ejército. No queda
claro si es el ejército danés o el ejército alemán, o
Retrato de Johanne Mariane
ambos en distintos momentos de su vida. Lo cual
Emilie.
no deja de ser…curioso. Uno pensaría que servir a
un ejército equivale a ser leal a una Nación. Debe
haber sido en algún momento entre sus 30 y sus
40 años que se casó con Catharina Paulsen,
nacida en 1771.
Catharina le dará dos hijos. Fueron Carl
Edvard (1809 – 1850)) y Ferdinand, que nace en
1812 y vive solo tres días, falleciendo en ese
mismo año, lo mismo que su madre, Catharina.
Podemos presumir alguna complicación en el
parto, como era común en esa época.
Johann Philipp no parece haber soportado mucho tiempo la viudez, pues en 1913
aparece casado con Anne Marie Kragh, nacida
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en Lavkik, una localidad portuaria de Noruega, cercana a Oslo en 1789 e hija de un Capitán del
Ejército donde servía Johann Philip. El mismo año fue padre de una niña: Johanne Mariane
Emilie, nacida en Holstein.
Johann Philip y Anne Marie tuvieron una nutrida descendencia: de sus cinco hijos e
hijas vivos y que llegaron a adultos, nos vamos a centrar en Jacob Julius Harald, nacido en
1819 en Holstein.

(Johann Philipp escribió un compendio de memorias rescatado por Peter Eckell Jessen en su
crónica, que agregaré más adelante a estos documentos, cuando termine de traducirlos con
ayuda de “Google Lens”, ya que saben ustedes que no hablo ni leo el idioma alemán.)

Mientras la familia Eckell transcurre ese tiempo de nacimientos y crianza de tantos


niños y niñas, ha transcurrido toda la obra de Mozart y su muerte, pero lejos: en Viena. En una
aldea de Prusia lindante con Polonia, Emmanuel Kant ha publicado su Crítica de la Razón Pura.
Pero lo que más iba a conmover y marcar la vida de Europa había sido la Revolución Francesa
de 1789 y el posterior advenimiento de Napoleón Bonaparte. Es que, tanto como España –que
cayó en 1808--, Italia –1797—y Austria –1799—también Dinamarca recibió en 1808 la visita –
invasión—de tropas españolas a las órdenes de Napoleón, que ya había entrado también en
Alemania, desmembrando la frágil unidad lograda en el reinado de Federico el Grande,
fallecido en 1786. Johann Philip, como médico militar, pasa periodos de su vida en distintos
avatares de la resistencia a Bonaparte. Por suerte para ellos y todos los daneses, la incursión
española-bonapartista no fue violenta, sino que entre los rubios y rubias peninsulares y los
españoles surgió una fuerte corriente de simpatía. Diz que a la retirada de las tropas,
empezaron a nacer niños y niñas de ojos negros y mirada dulcísima en Dinamarca. El idioma no
fue un obstáculo, a saber. Si quisieran saber más sobre este periodo complejo, les dejo este
enlace: https://es.wikipedia.org/wiki/Confederaci%C3%B3n_Germ
%C3%A1nica#Impacto_de_la_Revoluci%C3%B3n_Francesa_y_las_invasiones_napole
%C3%B3nicas
Para el año en que nace Jacob Julius Harald, 1819, ya han transcurrido gran parte de
los procesos de emancipación en las colonias españolas de América, desde México hasta
Buenos Aires, que se consolida en 1824 en la batalla de Ayacucho. Esto no es un detalle
menor, pues muy poco tiempo después, la Confederación Argentina será su destino y el de su
descendencia.
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Desde joven, Jacob Julius Harald --de ahora en más lo llamaremos Harald-- se dedicó a
la navegación. Parece haberse iniciado junto a su hermano mayor, Carl Edvard, que era capitán
de ultramar. Con el tiempo pudo comprar su propia embarcación: un bergantín llamado “Cito”.
Con él realizó varias travesías como transporte mercante, al servicio de distintos empresarios
armadores.

Se lo ha documentado en Nueva York, en puertos del Perú y cruzando entre el


Atlántico y el Pacífico por el Cabo de Hornos y la costa de Chile.
Harald se casó con Marie Catharina Dorothea Joergensen, nacida en 1822 en Anhalt,
Alemania, probablemente descendiente de daneses. De esa unión nacieron en Haldensleben,
Alemania, tres de sus hijos:

Marie Margaretha (1844-1920), Ingvartine Christine (1846-1847) y Harald (1847 – 1922).


Como el arribo de Harald (el viejo) al río de la Plata se registra en 1849), significa que ha
cruzado el Atlántico en el “Cito” con su esposa y dos hijos pequeños, ya que Ingvartine había
fallecido a la temprana edad de un año en Río de Janeiro, Brasil.

Poco después, aparece operando en el puerto de Quequén, en la localidad de


Necochea, donde desde fines del Siglo XIX se ha establecido una importante comunidad de
inmigrantes daneses. Se ocupa, con el “Cito”, de transportar tasajo de los saladeros de Juan
Manuel de Rosas con destino a Brasil, donde se lo emplea como alimento de los esclavos en las
plantaciones de algodón, caña de azúcar, etc.
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Un bergantín operando en el puerto de Quequén circa 1880. Archivo Museo Marítimo.

En Argentina, nacen otros descendientes de Harald y Marie: Emilie Dorothea (1851-


1886), Caspar Johann (1851 – 1886) Berthe Adele (1852 – 1938), Carl Edward August (1854 -
1900), Ernst Christian Adolph (1856 – 1911).Alfred (1858 – 1906), Oscar Emil Joseph (1859 –
1945) y Max Georg (1861 -1940).

ARGENTINA EN 1849
El territorio de lo que hoy constituye nuestro país todavía tenía fronteras borrosas. En
la provincia de Buenos Aires y ejerciendo la representación exterior de las Provincias Unidas,
gobernaba Juan Manuel de Rosas. En 1845, una heroica acción de tropas y gauchos había
intentado frenar a la flota anglo francesa que trepaba el Paraná para imponer la “libre
navegación de los ríos”. Eufemismo que escondía el propósito irredento de colonizar estas
tierras y hacerlas propicias a los negocios de Europa a como diera. (Todavía hoy seguimos
dirimiendo el dominio de la “Hidrovía”) Gran Bretaña asaltaba y bombardeaba por entonces
Cartagena de Indias y otros puntos del Caribe.
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En 1833 había asaltado y usurpado las Islas Malvinas. Había inundado China con opio
para dominarla y sojuzgarla y ya había librado una primera masacre contra el Imperio Celeste.
En poco tiempo reiniciaría las agresiones hasta quedarse con Hong Kong en 1860. En ese
tiempo de expansión colonial de Gran Bretaña –y de su poderío naval tanto militar como
mercante—no era sencillo hacerse un lugar como operador independiente de transportes
navales. Tal vez por ese motivo Harald puso proa hacia América del Sur. No sabemos qué
noticias tendría por entonces sobre el estado de situación de estas tierras. La información
circulaba lentamente y no era masivamente accesible. Más bien, debe haberlo decidido a
partir de los decires y pareceres de sus colegas, quién sabe en qué cónclave de taberna.
Uno de los acontecimientos que pudo gravitar en la decisión de Harald de abandonar
para siempre Schleswig y sus alrededores, pudo ser la Revolución Alemana de 1848, donde
ese territorio, junto a Holstein y Lauenburgo –como siempre—fueron parte de las
controversias, las invasiones y la respuesta belicosa de la corona danesa. La Revolución de
1848 fue el tardío equivalente alemán a la Revolución Francesa, pero no tuvo consecuencias
tajantes y definidas como aquélla y se diluyó en disputas de poder entre el reino de Prusia,
Austria y otros principados y ducados alemanes que no lograron acordar la constitución de un
estado liberal moderno. https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_alemana_de_1848-
1849.
Por lo demás, Buenos Aires en 1850 seguía siendo una aldea bastante precaria y
maloliente. Casi ninguna calle estaba adoquinada. El alumbrado público era igual al de hacia
medio siglo y la Mazorca tenía el monopolio de la seguridad, mientras Manuelita Rosas y
Ezcurra, hija del Restaurador, atendía la mayor parte de las relaciones públicas en el palacio de
Palermo.
La oposición a Rosas, cuyo credo había plasmado Domingo Faustino Sarmiento en 1845
en su “Civilización o Barbarie”, gestionaba lo que en 1852 sería la batalla de Caseros. Después,
no todo iban a ser flores. Buenos Aires terminaría separada de la Confederación hasta 1860 y
el interior convulsionado por los conflictos entre las provincias y el puerto.
Si Harald había imaginado una vida bucólica, en un país próspero y joven, la verdad es
que debe haberse sentido decepcionado.
Tras la caída de Rosas y su exilio, el negocio de los saladeros quedó en manos de su
socio, Tomás de Anchorena. Pero ya no prosperó como antes y en parte las instalaciones
fueron vandalizadas por los vencedores de Caseros. Por otra parte, Harald ya no tenía el “Cito”
en 1852.
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Matadero y plaza de carretas de Miserere. Hoy Plaza Once. Archivo Museo Bicentenario.

LA MISTERIOSA DESAPARICION DEL “CITO”.


En 1851, el bergantín que había traído a los Eckell al río de la Plata desapareció de
forma misteriosa. De ello da cuenta la Fundación HISTARMAR: ”El 3 de mayo de 1851, el 
bergantín CITO , bandera danesa, Capitán Haraldo Eckell, zarpa de Buenos Aires para Rió
Grande Do Sur (Brazil) a donde no llegó, haciéndolo de arribada forzosa a Quequén, en lastre,
detalle sin fundamento lógico por cuanto el armador C:R: Horne, hombre de la amistad del
gobernador Rosas , establecido con almacén naval  a pasos de la casa de gobierno, activo
comerciante, no hubiera fletado un barco en lastre. ¿qué vino a traer a Quequén? Solo se sabe
que de los 9 tripulantes, todos dinamarqueses, uno llamado Christiansen quedó por estos
parajes o Tandil.
Del resto nada se sabe y el capitán Eckell… "apoyado por la influencia que Rosas tenía con los
indios, estuvo pronto y bien en Buenos Aires" ¿y el barco? Tampoco se sabe su destino, aún
cuando "no registró entrada en los puertos habituales donde hubiera regresado.”

Según mi madre, Inés Angélica Eckell, Rosas premió a Harald con la entrega de cierta
cantidad de tierras “de labranza” en la zona de Pergamino. En efecto, Rosas realizó numerosas
donaciones de tierras a allegados suyos a lo largo de toda su gestión como Gobernador de
Buenos Aires, desde 1833 hasta poco antes de su caída en 1852. Existe documentación de
dichas
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donaciones, reunida en el archivo del BORA, pero de la lectura que he realizado no pude
recabar datos referidos a Haraldo Eckell ni a ninguna otra persona que llevara su apellido.
También ha referido mi madre que ya establecido en Buenos Aires, Harald tuvo un
“almacén naval”. Tampoco se ha podido comprobar esta información. Como especulación cabe
preguntarse si acaso fue socio o empleado del Sr. Horn, mencionado en el informe sobre el
“Cito” como poseedor de un negocio de ese ramo. La Crónica Familiar del Profesor Peter
Eckell Jessen sostiene que, efectivamente, Harald tuvo un almacén naval ubicado en el Paseo
de Julio, en tanto vivía en un amplio caserón ubicado sobre la calle Corrientes, que por
entonces no era una avenida. La numerosa prole que tuvieron con Marie los llevó a alquilar
también una casa contigua para ampliar los dormitorios y tener mayor comodidad, lo que
habla de una familia que logra prosperar económicamente, aunque se menciona –muy al pasar
—que Harald solía hacer algunos negocios “temerarios” poniendo en zozobra a la familia. No
sabemos de qué se trataba: si era jugador, si intentaba negocios poco claros (algo común en
esa época…), si tomaba dinero prestado con demasiado riesgo. Pero no es un dato menor,
como veremos más adelante.
Más allá de las referencias de esta descendiente suya, es interesante anotar que una
serie de situaciones “misteriosas” empiezan a rodear la vida de los Eckell . El misterio del
“Cito” y el de las tierras de Pergamino gravitarán desde el fondo del tiempo sobre la
descendencia del Capitán Harald.
Por nuestro lado, nos quedaremos con uno de los hijos de los Eckell: Ernst Christian
Adolph, nacido en 1856 en Buenos Aires. Nada sabemos de su infancia, excepto que su lengua
materna no fue el español sino el alemán, a instancias de sus padres. Aunque, por sus
contactos sociales y escolares, pronto aprendió la lengua local.

EL SEÑOR TORNQUIST Y LA JOVEN ARGENTINA EXPORTADORA


Cierto cónsul de la ciudad independiente de Bremen en Montevideo tuvo un hijo
criollo que nació en 1842: Ernesto Tornquist. Esmeradamente formado tanto en Argentina
como en Alemania, cuando regresa al país, se casa con la señorita Rosa Altgelt y, asociado a su
suegro y luego por cuenta suya, se desarrolla como un empresario, banquero y emprendedor
avasallante. Desde la refinería de azúcar más importante de la época en Rosario hasta la
creación de la metalúrgica TAMET (Talleres Metalúrgicos San Martín). Entre otras cosas,
compra tierras en el sur de la provincia de Buenos Aires y funda la ciudad que lleva su nombre.
Eran tierras que se vendían a bajo precio después de la Campaña al Desierto.
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Fue, además, importador y exportador de cuanto a pudiera ser objeto de comercio
internacional, iniciador de la explotación del quebracho en Santiago del Estero, del petróleo en
Mendoza y, finalmente, fundador de uno se los primeros bancos privados de nuestro país, que
llevó su propio nombre: Banco Tornquist.
Por qué lo convocamos al señor Tornquist? Pues porque entre él y los Eckell parece
haber existido un vínculo temprano y significativo, en especial para algunos de los
descendientes de Harald que nos atañen particularmente, como veremos enseguida.
Se me ha relatado que Ernst Christian Eckell –Ernesto, en lo sucesivo—había heredado
aquellas famosas tierras de Pergamino que Rosas le habría donado a su padre. No se sabe si
heredó todo o una parte, pues no era el único derechohabiente. Sin ninguna precisión, el
relato dice que no tuvo interés en trabajar esas tierras y las hipotecó para “especular en la
Bolsa de Comercio”. Mi madre –la relatora—no tenía la menor idea de qué clase de negocios
se realizan en esa institución llamada Bolsa de Comercio, pero empleaba con cierta ironía el
verbo “especular”. No decía “operar”, o “participar” o “invertir”. Si bien desconocía los detalles
de la actividad del abuelo en la Bolsa de Comercio, la idea de “especular” encierra un juicio de
valor negativo.
i

Fachada del Banco Tornquist, en Bartolomé Mitre, entre Florida y San Martín, en la city
financiera del barrio de San Nicolás.1928.
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En un momento anterior a este en que me dediqué a indagar sobre las andanzas de los
Eckell, había localizado un antiguo Boletín Oficial de la República Argentina donde constaba
que, en cumplimiento de resoluciones de la Justicia Comercial, se firmaban escrituras de
“cesión” de ciertas tierras (tenían identificación catastral) por parte de Eckell a Tornquist. Solo
era posible leer la carátula, no el texto completo. Cuando en 2017 me fue sustraída una
notebook, perdí ese dato y, hasta la fecha, no pude recuperarlo.
Lo cierto es que a Ernesto Eckell, hacia fines del Siglo XIX, lo estaríamos encontrando
ligado por algún vínculo a los Tornquist. ¿Fue un deudor que terminó siendo empleado de la
firma? ¿Fue contador o administrador de alguna de sus empresas? ¿Era uno de sus contratistas
para prestarles algún servicio?
En la Guía General de Estancieros de la Sociedad Rural . de 1812, pág.425, aparecen
tres personas con apellido Eckell con negocios vinculados al agro: Eckell Amadeo, en
Bartolomé Mitre 366; Eckell Ernesto (cereales y semillas) en 25 de Mayo 140 y Eckell Máximo
en Reconquista 268. Según los datos de Ancestry y Geni, el Ernesto Eckell de quien venimos
ocupándonos falleció en 1911. Puede ser que subsistiera su oficina de negocios de la calle 25
de Mayo, o que se tratara de un homónimo, hijo o nieto de otro de los descendientes de
Harald. El caso es que varios miembros de la familia aparecen vinculados a la actividad
agropecuaria, si no como propietarios, sí como profesionales relacionados a empresas de
agronegocios. Es el caso del Dr. Osvaldo Eckell, citado por la Facultad de Ciencias Veterinarias
como uno de sus fundadores y promotor de investigaciones.
En los Anales de Jurisprudencia Argentina Vol. 39, fs 946, se cita (en relación a otro
juicio) que el 13 de setiembre de 1925 fueron vendidas, en remate judicial a cargo del
Martillero Jaime Hemmingsen, consecuencia del embargo trabado por el Banco de la Nación
Argentina contra Máximo Eckell y Otto Voges, a favor de Manuel García Mendiondo y
hermano, un lote de 1.255.273 m2 situados entre las estaciones Grunbein y Punta Alta de la
provincia de Buenos Aires.
A todo esto, Ernesto se había casado con Práscedes Policarpa Goldar. Una señorita
aparentemente nacida en Pontevedra, pleno corazón de Galicia. Con un apellido que podría
ser “marrano”; es decir, de una familia de judíos sefaradíes conversos. No tenemos ningún
dato sobre nuestra bisabuela, salvo que era “muy cariñosa”, aportado por mi madre, que la
conoció apenas en sus primeros años. No hay fotografías de ella.
Ernesto y Práscedes tuvieron varios hijos e hijas, todos nacidos en Buenos Aires: Cora
Tomasa; Josefina Bertha; Elina Hilda; Ernesto Haraldo; Raúl Máximo, Juan Carlos y Armando
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Emilio Guillermo. Este último fue nuestro abuelo y nació en 1888. El mismo año en que falleció
Domingo Faustino Sarmiento y comenzó la construcción del Teatro Colón en el predio que
había ocupado la Estación del Parque, partida del Ferrocarril Oeste, que desde 1957,
impulsado por La Porteña y La Argentina, llevaba una colección de vagoncitos desde esa Plaza
Lavalle hasta Floresta.
Tal vez debido a esa conexión ferroviaria, se dice que los Eckell vivieron bastante
tiempo en el barrio de Flores.
Nos faltan datos concretos sobre los años de nacimiento y muerte de todos los hijos e hijas de
Ernesto Eckell. Es posible rescatarlos en dos fuentes que son de acceso fácil: el Registro Civil de
las Personas, la Iglesia Evangélica Luterana del Río de la Plata, de la que eran feligreses y
recibieron bautismo y las actas del cementerio alemán de La Chacarita.
Las vidas de Ernesto Eckell y de sus hijos también atravesaron una etapa histórica llena
de acontecimientos políticos, científicos y culturales que le dieron color y significación a la
época. No vamos a detenernos en todos, pero buscaremos un marco general.
En 1848, además de la Revolución Alemana, en Londres se había publicado el
Manifiesto Comunista, obra conjunta de Karl Marx y Friedrich Engels, un dúo de intelectuales
radicados en la capital de la Revolución Industrial. Era, por supuesto, un emergente de las
condiciones de aquella sociedad, brillantemente descriptas por Charles Dickens en su “Oliverio
Twist”. Once años antes, en 1837, había sido coronada la reina Victoria, cuya vida y decisiones
políticas signaron el nacimiento del imperialismo, extendiendo el dominio colonial de Su
Graciosa Majestad por todo el orbe. En su reinado, que se extendió hasta 1901, se
desarrollaron las dos “guerras del opio” contra China. La India era una sola colonia y un solo
campo de amapolas (para producir opio). En 1856, cuando nació Ernesto Eckell, terminó la
Guerra de Crimea, donde también se
involucró Gran Bretaña, junto a Francia
y el Imperio Otomano, contra Rusia.
Este rediseño del mundo, aunque
parezca armado muy lejos de la
Argentina, de la casa de los Eckell y de
las preocupaciones diarias que tendría,
sin duda, doña Práscedes, no lo eran
tanto. Primero, porque la Argentina se
consolidaba por entonces como potencia agroexportadora. Es para eso que se masacra al
Paraguay entre 1865 y 1870 en la guerra de la
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Triple Alianza, como se masacra un poco después a los pueblos ranquel, pampa, querandí y
mapuche-tehuelche en la Campaña del Desierto que lidera Roca. Entonces, la economía
argentina, las posibilidades de vida y progreso de sus habitantes, están sujetas a los avatares
del comercio internacional. Junto con eso, tiene absoluta importancia la construcción de
pensamiento a la luz del discurso hegemónico de la época. El colonialismo se naturaliza. Las
masacres se ignoran o se consideran males menores, inevitables, donde la culpa es de los
“pueblos salvajes” que son “atrasados” y no aceptan las bondades que el colonizador trata de
llevarles. Victoria, aunque sea una redundancia, impone a las clases medias un “modelo moral”
identificado, precisamente, con su nombre: “victoriano”. La reina, en efecto, provenía de la
casa de Hannover, y pese a ser anglicana por bautismo, había sido educada en los rigurosos
principios del luteranismo más estricto. Todo lujo, todo boato, todo exceso, toda euforia, toda
licencia era repudiable. Tanto, que siendo una de las mujeres más poderosas de su tiempo,
Victoria se opuso al sufragio femenino, por considerarlo “excesivo e indecente”.
Las vidas de los Eckell de este tiempo coinciden también en un largo tramo ---desde
1862 hasta 1890—con la gestión del Canciller Otto Bismark en la siempre conflictuada
Alemania. Entre sus campañas se contó la definitiva anexión de los antiguos ducados de
Holstein, Schleswig y Lauenburgo al Imperio Alemán, a cargo por entonces de Guillermo I.
También, entre 1870 y 1871, fue el gestor de la Guerra Franco Prusiana, donde le arrebató a
Francia los ducados de Alsacia y Lorena. Nunca sabremos si se trata de los territorios franceses
más germanófilos o de los territorios alemanes más francófilos.
En el ámbito local, probablemente asistieron al período en que Buenos Aires empezó a
dejar atrás la pequeña aldea lodosa y maloliente que había sido y empezó a transformarse.
Viaducto del ferrocarril a Ensenada.Paseo de Para fin de siglo ya tenía luz eléctrica,
Julio. Actual Avenida Leandro Alem. tranvías que conectaban sus barrios de
punta a punta, algunos automóviles a
gasolina. 1871 fue el año signado por la
fiebre amarilla, bajo la presidencia de
Domingo Faustino Sarmiento.
En 1894 se inaugura la Avenida de
Mayo, de la mano del intendente
Torcuato de Alvear. El mismo que contrata al parquista Carlos Thays, que diseña los parques
de Palermo (demolido ya el palacio de Rosas), el Jardín Botánico, , la Plaza de los dos
Congresos y otros
23
desarrollos paisajísticos que perduran hasta nuestros días. Fue Thays el responsable de
implantar el jacarandá y el palo borracho como árboles ornamentales en la ciudad. También, el
que diseñó el parque del Palacio Tornquist, en la sureña localidad fundada por el otro señor
Ernesto. Ya suena el tango –flauta, guitarra y violín—en los burdeles y bodegones del bajo,
despreciado aun por las clases que se auto perciben como “decentes” … también se juega al
“foot-ball” en algunos potreros, a partir del impulso que le han dado a este juego los jóvenes
ingleses que llegan para ocuparse de la construcción de los ferrocarriles. Muchos otros hechos
de esta ápoca son comunes también a los Lenz, los Carbone y los Metzig, –las otras ramas
ancestrales de nuestra familia—vamos a dejar otros hechos para cruzarlos con ellos

DON ARMANDO Y DON RAUL.


Don Armando Emilio Eckell, nuestro abuelo materno, nació en 1888, como ya dijimos.
En 1915 se casó con Elsa Mathilde Carolina Lenz. Aquí estamos para decir que, por entonces,
Don Armando reunía las condiciones necesarias como para ser aprobado por su futuro suegro:
era un “buen partido” para la nena (Elsita, la más pequeña de sus hijas). Ser calificado de
“buen partido” significaba tener (o parecer) condiciones tales como ser “alemán” (podrían
admitirse austríacos, suizos e incluso belgas…pero jamás rusos, judíos, polaquitos o esos
ruidosos italianos…y nada demasiado amarronado, por supuesto), tener (o parecer) un “buen
pasar” y ser “serio”. Porque la nena había sido educada con el mandato de ser esposa y madre;
no fuera cosa que tuviera que rebajarse a trabajar “como una negra”. Entiéndese entonces,
que Don Armando tendría un
buen trabajo, pues incluso tenía
un auto propio. O Elsita creía
que lo tenía porque lo
manejaba,…no sabemos.
Trabajaba entonces con los
Tornquist? Es muy probable,
pero no sabemos exactamente
en qué empresa ni qué clase de
empleo o relación tenía con
ellos.
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El caso es que, en los primeros años de matrimonio, Armando y Elsita gastan amplio
caserón propio en lo mejor del pueblo de Belgrano.
Tienen servidumbre y jardinero. Compran todos los artefactos modernos que salen a la venta
en Gath & Chaves y muebles importados de roble de Eslovenia.
Las dos primeras hijas del matrimonio fallecen a poco de nacidas. En 1918 nace Elsa Beatriz. En
1924, Inés Angélica. En 1926, Dora Alicia.
No hace casi nada que la Argentina se ha vuelto centenaria, contando desde 1810.
Hace un suspiro ha terminado la Primera Guerra Mundial . En el nuevo reparto del mundo no
está claro el lugar de la “patria exportadora” que
fue exitoso hasta antes de la contienda. Después
de la Revolución del Parque, en 1890, y de la Ley
Sáenz Peña, en 1916 había asumido la Presidencia
de la República Don Hipólito Yrigoyen,
representando a la Unión Cívica Radical. Era la
primera vez que todos los varones argentinos,
ungidos ciudadanos, habían ejercido el sufragio
sin fraudes ni proscripciones. Las mujeres todavía
estaban afuera, aunque Julieta Lanteri peleaba
junto a otras por el voto femenino, soportando la
burla de los señores y la condena de las mujeres.
Según mi madre, entre sus críticos estaban…
Armando y Elsita. El, festejando los brulotes
machistas que le dedicaba “Caras y Caretas”. Ella,
porque consideraba que la política no era asunto
de mujeres.
Vendrán años agitados e interesantes en ese último tramo de la Belle Epoque que vive
el joven matrimonio . Se ha descubierto petróleo en la Patagonia, en Comodoro Rivadavia.
1918 será el año de la Reforma Universitaria, que a partir de Córdoba establecerá la
autonomía y la libertad de cátedra. Todo un adelanto para la época y para los hijos de los
inmigrantes que aspiraban a convertirse en doctores. En 1919, apenas después el nacimiento
de Elsa Beatriz, se desata la Semana Trágica, con epicentro en los Talleres Vasena , o TAMET.
La fábrica metalúrgica que había fundado el Sr. Tornquist. Hay una masacre. Crecen las
organizaciones obreras, impulsadas por obreros anarquistas extranjeros: los inmigrantes
pobres, feos y malos. Españoles, italianos, polacos y judíos devotos de las ideas libertarias de
25

Bakunin o inspirados en la Revolución Rusa, cuyo ruido resuena en la política internacional


desde octubre de 1917. De 1920 a 1922 se desarrollan las grandes huelgas de los obreros
rurales de Santa Cruz , reprimidas con ferocidad por el Ejército.

Según mi madre, don Armando se oponía a la violencia política, aunque reconocía las
razones de los trabajadores para reclamar por sus derechos. Dice que simpatizaba con Don
Alfredo Palacios, fundador del Partido Socialista. No conocemos sus inclinaciones literarias. No
sabemos si gustaba de alguna de las artes, a excepción de la ópera.
En 1928, cuando se crea el Banco Tornquist, Don Armando es convocado para un alto
cargo en el mismo. La familia se encuentra en la gloria. Parece que Armando tenía un corazón
generoso, porque se sabe que en ese tiempo ayudó a sus hermanas Cora y Josefina, ambas en
dificultades económicas. Y también, a su hermano Raúl Máximo. Este Raúl, casado con una
mujer italiana que era despreciada por mi abuela, con seis hijos a cargo, parece que era un
eterno “fracasado”, sin que sepamos exactamente en qué empresas fracasaba. “Tenía mala
suerte”, decía mi madre. Pero lo describía como una especie de compadrito de ojos azules,
muy buenmozo, vestido de lo mejor y que era “un poco pícaro” y a escondidas de Dina, su
esposa, se iba a las milongas del Trianón o a jugar al billar y también al Hipódromo. Por menos
detalles que Inés –nuestra informante—pudiera aportar, el perfil del Tío Raúl es bastante claro
y no amerita comentarios. Claro que la devoción de un hermano puede llevarlo a pensar que si
le consigue un buen empleo tal vez deje “los vicios”. O, al menos, que no se atrevería a mezclar
de modo peligroso “los vicios” con el trabajo. Pero no fue así. Don Armando lo hizo ingresar
como empleado al Banco Tornquist y al tiempo…”Raúl metió la mano en la lata”, relataba mi
madre con pesar. ¿Era la fábula del escorpión y la
rana? ¿Quién era quién? Los dos perdieron el
trabajo. No sabemos qué malabares hizo Raúl, cuya
esposa estaba siempre enferma mientras sus hijos
crecían en las veredas y los baldíos, sucios, bellos y
camorreros. Armando perdió el trabajo, sospechado
de complicidad. La familia se vio sumida en la
miseria y en la vergüenza, disimulando con un
miriñaque de dignidad y decencia aquel episodio
sombrío. No obstante, y de modo llamativo,
Armando nunca se distanció de Raúl.
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TIEMPO DE MUDANZAS Y PAN DE AYER


La década del 30 era una mala época para perder el trabajo, porque resultaba muy
difícil conseguir otro. Armando pasó los años siguientes oficiando de rematador y llevando las
cuentas de diversos negocios pequeños, cobrando sumas exiguas que nunca alcanzaban. Ya
despojados de casa y servidumbre, mi abuela asumió todas las tareas de ama de casa con
estoica resignación, como
buena luterana.
Cambiaban de casa con
frecuencia, cada vez que
se acumulaban los
alquileres impagos de
varios meses y entonces
Armando conseguía otra
oportunidad y se
mudaban de noche,
huyendo del dueño que
quería su renta. Entre las calles de Belgrano mencionadas por mi madre como domicilios
figuran Vidal, Monroe, Cramer, Bebedero, Amenábar, Moldes y Blanco Encalada.
Dos hermanos mayores de nuestra abuela –Carlos y Hanne Lenz—que gozan de buena
posición económica, ayudan económicamente a la familia. A veces, aportan dinero. Otras
veces, las mujeres de la casa heredan la ropa y el calzado que tías y primas van descartando y
las adaptan con laboriosos artificios de crochet y el auxilio de la Singer. Se sabe que el tío
Carlos desaprueba a su cuñado Armando, de quien se siente decepcionado. Pero…de eso no
se habla. La comida se compra mayormente en las ferias municipales, adonde Elsita concurre a
última hora, cuando los feriantes están liquidando lo que queda –un poco machucado—a cinco
centavos el kilo de todo y con yapa. Eso sí: tiene un equipo de ropa para ir a la feria: pollera,
blusa y sombrero. Sin sombrero, nada. En la cocina diaria abundan las sopas de hueso con
klötzien, el chuño de leche con maicena o sémola, la polenta y las salsitas con medio kilo de
carne para toda la familia. Los mejores trocitos, son para el padre. No hay vacaciones en Mar
del Plata ni en Córdoba, aunque a veces Hanne lleva con ella a Elsa Beatriz, que es más
grandecita. A Piriápolis o a Córdoba. Mi madre, que era ahijada de la tía, se preguntaba cuándo
la llevaría a ella… El paseo de verano era al río, en las playas de Punta Chica, adonde se llegaba
con el Ferrocarril Mitre del bajo.
27

Armando también llevaba a las niñas a ver los


desfiles del 9 de Julio. Y ese día les compraba
pochoclo.
Según mi informante, el equilibrio entre las
tres hijas del matrimonio no era fácil. Elsa
Beatriz, la mayor, sufría ataques “de nervios”.
Inés lo cuanta con un aire de descrédito. No le
daban ninguna tisana para calmarla, pese a que
nuestra abuela conocía muy bien el poder del
tilo y la valeriana. Pero –dice Inés—“así
siempre se salía con la suya”. La mayor parte de
las veces, los “ataques” terminaban con Elsa arrastrada a alguna canilla o al baño y baldeada
con agua fría alternada con un par de reveses. Estas escenas les daban mucho miedo a las
niñas menores. Y, aunque Elsa Beatriz las hacía enojar para burlarse de ellas, cuando la
castigaban a Inés le daba pena. Dora, por su parte, siempre según Inés, era “complicada”.
Resistía las comidas que le servían, negándose a comer. Lloraba mucho, quejándose de todo.
“Todo” comprende variedad de asuntos: dolor de algo, frío o calor, que le hacían trampa en
los juegos, a la ropa o los zapatos, y la negativa a salir a cualquier parte que se decidiera ir: tías,
plaza, río… Armando se burlaba mucho de su hija menor y le divertía provocar sus enojos.
Cuando lograba hacerla llorar se reía de ella. Luego le ordenaba dejar de llorar y la mandaban a
su cuarto. Nadie podía ir a consolarla, porque era “una estúpida”. La niña lloraba, en la
soledad de su camita, sin caricias de nadie, señalada como una apestada. La familia de Homero
y Morticia Addams es una ficción. Esta familia, no. Era real. Mientras tanto, a pesar de las
mudanzas, en todos los patios hubo siempre muchos pájaros en jaulas. A Armando le
gustaban los pájaros en jaulas. No así los perros. Mucho menos, los gatos. Nunca dejó que sus
hijas tuvieran ninguna mascota. A Inés le gustaba un gato que había en la casa de su amiga
Ada. Pero nunca se atrevió a pedir permiso para tener uno.
En 1930 el primer golpe de Estado dado por las Fuerzas Armadas derrocó a Yrigoyen
iniciando la plaga de golpes militares cada vez más sangrientos que signaría los próximos años.
Se iniciaba la Década Infame. La Argentina se arrastraba, humillada por la entrega y la
corrupción. Pero en la familia de los Eckell los problemas se atribuían a la “mala suerte”. Y se
sufría en silencio, sin abandonar un par de bastiones: las hijas iban a colegio alemán de pago,
para que aprendieran “el idioma”. Y estudiaban piano, con la Tía Cora Eckell, que así se ganaba
la vida.
28

La férrea conducción hogareña de Elsita garantizó que las tres niñas se recibieran de
maestras. Todas en el Normal 10 de Belgrano. Por suerte, en 1884, el Presidente Julio
Argentino Roca había convertido las ideas de Sarmiento sobre la educación universal, laica y
gratuita, en la Ley 1420. Y se habían creado, de manera concomitante, las suficientes escuelas
normales públicas y gratuitas para formar a los maestros y maestras necesarios para darle
cumplimiento.
Nutridos acontecimientos pudieron entrecruzarse con la vida de la familia Eckell-Lenz,
y en particular con las tres niñas. En 1926, otro hijo de inmigrantes alemanes, Roberto Arlt
(nacido y criado en el barrio de Flores…) publicaba su primera novela: “El Juguete Rabioso”.
Sus personajes –Silvio Astier, Erdosain, El Rufián Melancólico—reflejan y representan
arquetipos de una clase media aspiracional que sobrevive dolorosamente en la Buenos Aires
del nuevo siglo. Tal vez, también a los Eckell…aunque no tenemos noticias de que lo hayan
tenido entre sus lecturas. Tampoco a Scalabrini Ortiz, que lanzaba por ese mismo tiempo su “…
hombre que está solo y espera”. Fue también el tiempo en que se ensanchó la avenida
Corrientes, se construyó el Obelisco, se entubó el Maldonado y se hicieron los primeros
trazados en papel de la futura avenida General Paz. Gardel cantaba como un zorzal y filmaba
películas, hasta ese fatídico despegue desde Medellín, en 1935, que se lo llevó para siempre.

El arroyo Maldonado antes de su entubamiento, iniciado en 1924 y finalizado en 1939. Entre


2012 y 2013, bajo la administración de Mauricio Macri, el gobierno porteño culminó las obras
en su desembocadura al río de la Plata.

En 1933, en Alemania, caía el último bastión de la República de Weimar. Hitler era


elegido canciller después de haber ganado las elecciones en todas y cada una de las
prefecturas de la débil y maltratada nación. Su partido Nacional Socialista había crecido desde
1919, capitalizando la bronca, la frustración y los sueños de las clases medias y populares del
país que había perdido la Primera Guerra del siglo XX.
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En 1937, la recién creada Luftwaffe bombardeaba la indefensa ciudad de Guernica, en
España, dando un apoyo decisivo a Franco. En 1939, justo cuando Inés Angélica tomó la
Confirmación en la Iglesia Evangélica Luterana del Río de la Plata, Alemania invadió Polonia y
se desató la Segunda Guerra Mundial. Una vez más, los acontecimientos que ocurrían a miles
de kilómetros, impactarían en la realidad cotidiana de cada uno de los habitantes del resto del
mundo. También de los miembros de la familia Eckell, tan ligados como estaban aun a la
colectividad alemana en estas tierras, donde no tardó en aparecer una “grieta” entre los
partidarios y los opositores a Hitler.
Para 1940, Armando y Elsita fueron abuelos. Nació Elsa Inés, hija de Elsa Beatriz y su
esposo, Adolfo Aretz. Es el año en que Hitler invade París. La guerra está en su momento más
terrible. Pero en la familia –relataba Inés—se hablaba poco. La actitud de Armando era más
decidida en contra de Hitler y los nazis. Había retirado a sus hijas menores –Inés y Dora—de la
Humboldt Schule a partir de que empezaron a obligar a los niños a cantar el Himno Nacional
Argentino con el brazo derecho replicando el saludo nazi. Ambas terminaron sus cursos
primarios en el Normal N. 10. Inés recordaba aquella experiencia con gratitud. Se había sentido
aliviada y había conocido “otro mundo menos alemán” que parece haberla movilizado
positivamente. En cambio, nuestra abuela tuvo una actitud ambigua. Con el argumento de que
la política no le interesaba, o no la entendía, siguió manteniendo estrechos vínculos con sus
viejas amigas, muchas de ellas fervientes partidarias del Führer.
Argentina, en toda la década del 30 había cursado importantes transformaciones
sociales y económicas. La vigencia del Pacto Roca-Runciman desde 1933, mantenía al país
sujeto a los estrechos márgenes que le permitía Gran Bretaña. El nuevo esquema llevó al
surgimiento de lo que se llama economía de la “sustitución de importaciones”, que intentaba
suplir las falencias de abastecimiento provocadas por un sistema de importaciones
desordenado, escaso, caro, desconectado de las necesidades del mercado local. Surgen miles
de talleres y fábricas, especialmente en la zona sur de Buenos Aires: Avellaneda, Lanús,
Quilmes y en los barrios suburbanos de la capital: Barracas, Parque Patricios, Pompeya, La
Boca.
Este proceso, básicamente virtuoso, empezó a generar numerosos puestos de trabajo
que atrajeron a la capital a pobladores del interior: empezaba el “aluvión” de “cabecitas
negras”. Pero al mismo tiempo, desde la política, estuvo atravesado por la corrupción, la
evasión impositiva por parte de las empresas frigoríficas y algunas entidades financieras, todo
en el contexto de un estado bobo, donde todos los controles caían en los cajones sin fondo de
la burocracia pública merced al “fraude patriótico”, que venía sosteniendo en el poder al
Partido Conservador.
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En 1943 se produce un nuevo golpe de Estado liderado por un grupo de militares de


corte nacionalista cuyos avatares se estabilizan con la presidencia de facto del General
Edelmiro Farrell. Tendría un Secretario de Trabajo que dará qué hablar: el Coronel de
Caballería Juan Domingo Perón.,
En medio de estos acontecimientos las menores de las niñas Eckell se reciben de
maestras e inmediatamente, comienzan a trabajar. La situación económica de la familia
mejora pero…Armando empieza a manifestar problemas de salud. Inés está de novia con
Rodolfo Julio Carbone, quien por el momento, trabaja como maestro en la misma Humboldt
Schule de la que ambos fueran alumnos. Es sostén de familia y vive con su madre, ya viuda, su
abuela anciana y un hermano menor. Dora, por su parte, está de novia con José Cox y se
muestra muy apegada a la familia del muchacho que vive lejísimos: en un lugar llamado
“Florida”.
En 1946 a Armando se le diagnostica cáncer de intestinos y vejiga. Termina internado en el
Hospital Piñero. Durante más de un año es atendido por su esposa y las hijas menores. Con
dolor recordaba mi madre las largas travesías en tranvía, después de la jornada laboral en la
escuela o con alumnos particulares, y el contacto con el padre que se deteriora día a día hasta
su muerte en 1947. El hombre no ha dejado heredades materiales a la viuda ni a sus hijas, a no
ser los estudios que ha podido darles. Quedan ambas a cargo de las estrecheces del hogar, de
riguroso luto y discretos noviazgos con Rodolfo “Rudi” Carbone, y José “Toto” Cox.
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LAS TIAS DE FLORES

Las tías de Flores eran las hermanas de nuestro abuelo Armando. Cora, Fina y Esther.
Las noticias que tenemos de ellas, por referencias de mi madre, las pintan como unas mujeres
abatidas por la “mala suerte” que parecía derramarse sobre este sector de la descendencia de
Harald y Marie.
Cora Tomasa había estudiado piano y diz que era muy talentosa y podría haberse
desarrollado como concertista. Pero …Ay!! …según mi madre, estas chicas de Flores eran como
“Las de Barranco”, la pieza teatral de Gregorio de Laferrere: soñaban con ese “gran partido”
(un señor) que las sacara de las estrecheces en que vivían, producto de las andanzas de
nuestro bisabuelo, Ernst Christian Eckell y sus misteriosos “negocios” de tierras, semillas, etc.
Para ellas, como para los personajes de Gregorio, la “riqueza” pasaba por asuntos tales como…
el barrio en el que podías vivir, si tenías cortinas de voil importado, colchas de raso y te vestías
en Gath & Chaves o en Marilú Bragance, que era topísimo. Un poco más serio, fuera del tono
del sainete, don Arturo Jauretche nos estaba presentando –justo en ese tiempo!!—al ilustre
tilingo: un actor social que confunde el fondo con la forma y nutre su imaginario de un
armazón de creencias simplificadas de la realidad. Por ejemplo, para el tilingo “tener campos”
es sinónimo de riqueza. Pero a la vez, quiere aparentar que lo es, tenga o no tenga campos de
verdad, con vacas y todo eso. Entonces, se viste, se adorna y hasta piensa y vota como si
fuera socio del Jockey Club.
Eso fue lo que le pasó a la Tía Cora Tomasa cuando conoció a Aristóbulo Drake
Durañona. Con semejante apellido y una familia materna de larga prosapia, la tía Cora dejó
todo y se casó con él. A pesar de su fama de mujeriego (parece que el Tío Raúl, alto
milonguero, lo tenía re fichado) y de que era bastante mayor que ella, fue de blanco al altar y
él le puso una casa con las soñadas colchas de raso, borlas de seda en las cortinas de voil y
pisos de parquet con guardas. Uno puede imaginar por qué la tía Cora se casó con Aristóbulo.
Lo que no está claro es por qué Aristóbulo se casaría con la tía Cora. El caso es que al cabo de
un corto tiempo, el marido se fue, dejándola abandonada con las cuentas a pagar. La tía Cora
fue a parar a una pensión de Flores, adonde vivía con su gato “Mush”. Daba clases particulares
de piano, casa por casa, de aquí para allá en tranvía y a pie y era tan pobre que tenía agujeros
en los zapatos y, en invierno, se ponía el tapadito negro sobre la combinación de raso pelada,
con una pechera primorosa que simulaba ser una blusa y daba clases así, sin quitarse nunca el
tapado.
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A la vuelta de las duras jornadas, que a veces incluían como alumnas a Inés y Dora
Eckell, preparaba dos huevos fritos: uno para ella y uno para el Mush. Ella lo comía con pan.
La tía Fina – Josefina Mariaberta-- por su parte, se había casado con un Coronel de la
Armada: Luis María Etchichury y había enviudado joven, quedándose con un hijo que también
fue militar y también murió joven, dejando viuda a su esposa Elda Iribarne y dos hijos menores
de edad. Recuerdo haber ido a saludar a esa mujer, que vivía en Lomas de Zamora, en una casa
que aun no estaba terminada y que, llorosa, le dijo a mi madre que se iría a Azul, de donde era
oriunda, para vivir con su familia. Nunca más supimos nada de aquellos primos –Luis María
Enrique y Mónica Elda-
La tía Esther, por su parte, también se había casado con un militar, el capitán Mario
Eduardo Sisterna. Los militares, para la familia, parecían ser unos partidos muy apetecibles
para ascender en la escala social, aunque ninguna de las pobres muchachas Eckell parece
haber logrado su cometido. Sisterna falleció a la temprana edad de 46 años. La tía Esther fue
asimilada como empleada en dependencias de las Fuerzas Armadas, como personal civil. Con
sus magros ingresos crió tres hijas: María Esther, Nelly Beatriz y Raquel Susana. Las tres de
edades similares a mi madre y sus hermanas, y a las que solo conocí por sus apodos: Chucha,
Monona y Sandy. No sé cuál era la correspondencia entre nombres y apodos.
Del mismo modo que con otras ramas de la familia, el contacto entre mi madre y sus
primas se fue diluyendo en el tiempo, espaciadas las visitas a causa de las largas distancias
entre Tigre, adonde vivíamos nosotros, y los diversos barrios y pueblos adonde fueron
migrando los descendientes y sus nuevas familias.

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