Manual de Adicciones
Manual de Adicciones
Manual de
Adicciones
Capítulo 1
Las adicciones
1. INTRODUCCIÓN
La historia de las adicciones va unida a la historia del hombre. Fumar cigarrillos, beber alcohol,
mascar hojas de coca, esnifar preparados psicoactivos, beber pócimas, fumar marihuana,
utilizar el opio para el dolor, etc., son ejemplos bien conocidos de algunas de las sustancias
que el hombre ha utilizado a lo largo de la historia o sigue utilizando. Más actualmente, junto
a las anteriores y sus derivados industriales o químicos, destacan las nuevas adicciones. Unas
están derivadas de sustancias, como es el caso de la heroína, la cocaína, las drogas de diseño,
el LSD, entre las más importantes, y otras son adicciones comportamentales, sin sustancia,
como resultado de nuestra sociedad tecnológica, como la adicción a Internet, al juego de azar,
al teléfono móvil, a los teléfonos eróticos, al sexo, a las compras, y a un amplio etcétera de
conductas que pueden llegar a ser adictivas.
Por ello, en los últimos años se incluyen distintas conductas bajo la denominación gené-
rica de adicciones o conductas adictivas. Basadas inicialmente en el concepto de dependencia
(física y psíquica), y evolucionando a partir del mismo, se aplicaban inicialmente a sustancias
psicoactivas que, ingeridas por un individuo, tenían la potencialidad de producir dependencia.
Con el transcurrir de los años se observó que también existían conductas, que sin haber sustan-
cia de por medio, tenían la capacidad de producir dependencia y el resto de las características
que tenían las dependencias a las sustancias psicoactivas.
Una característica común y central a las conductas adictivas, es la pérdida de control.
La persona con una conducta adictiva no tiene control sobre esa conducta, además de que la
misma le produce dependencia, tolerancia, síndrome de abstinencia y una incidencia negativa
muy importante en su vida, que va a ser en muchos casos la causa de que acuda en busca de
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1. Las ADICCIONES
El mayor problema que tienen las adicciones no son sólo los efectos que producen a corto
plazo. El problema está en los efectos que producen a medio y a largo plazo. Así, muchos fuma-
dores de cigarrillos morirán años después de fumar ininterrumpidamente de cáncer de pulmón
o de enfermedades cardiovasculares; muchos bebedores excesivos de alcohol o personas con
dependencia del alcohol morirán de enfermedades hepáticas o de accidentes; muchas perso-
nas dependientes de la heroína o de la cocaína morirán de enfermedades causadas por ellas,
como ha ocurrido y está ocurriendo con el SIDA, la hepatitis, infecciones, etc., aparte de los
problemas sociales que causan en forma de robo, extorsión, problemas legales, familiares, etc.
Lo mismo podemos decir de las otras adicciones, donde en muchos casos la ruina económica es
un paso previo al resto de los problemas legales, familiares, físicos, etc.
A pesar de que hay criterios específicos para distintos trastornos, como la dependencia de
sustancias psicoactivas o el juego patológico, cuando hablamos de adicción partimos siempre
de los criterios de dependencia de sustancias psicoactivas, dado que además en las adicciones,
sean con o sin sustancia, se dan los fenómenos de tolerancia, síndrome de abstinencia, etc.
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En función de estos criterios podemos ver si las distintas conductas adictivas los cumplen,
tanto las que están producidas por una sustancia química como las que no están producidas
por ella.
b. el efecto de las mismas cantidades de sustancia disminuye claramente con su consumo continuado
b. se toma la misma sustancia (o una muy parecida) para aliviar o evitar los síntomas de abstinencia
3. la sustancia se toma con frecuencia en cantidades mayores o durante un período más largo de lo que
inicialmente se pretendía
5. se emplea mucho tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia (por ejemplo, visitar
a varios médicos o desplazarse largas distancias), en el consumo de la sustancia (por ejemplo, una dosis tras
otra) o en la recuperación de los efectos de la sustancia
Codificación del curso de la dependencia: 0 Remisión total temprana; 0 Remisión parcial temprana; 0 Remisión
total sostenida; 0 Remisión parcial sostenida; 2 En terapéutica con agonistas; 1 En entorno controlado; 4 Leve/
moderado/grave o especificar si:
• Con dependencia fisiológica: signos de tolerancia o abstinencia (por ejemplo, si se cumplen cualquiera de los
puntos 1 ó 2)
• Sin dependencia fisiológica: no hay signos de tolerancia o abstinencia (por ejemplo, si no se cumplen los puntos
1 y 2).
El primer aspecto que está presente en todas las conductas adictivas es la compulsión o
pérdida de control. Por todo lo que hemos visto hasta aquí probablemente es la característica
principal de este problema.
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1. Las ADICCIONES
2. consumo recurrente de la sustancia en situaciones en las que hacerlo es físicamente peligroso (por
ejemplo, conducir el automóvil o accionar una máquina bajo los efectos de la sustancia);
3. problemas legales repetidos relacionados con la sustancia (por ejemplo, arrestos por comportamiento
escandaloso debido a la sustancia);
B. Los síntomas no han cumplido nunca los criterios para la dependencia de sustancias de esta clase de sustancia.
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psicoactiva como consecuencia del consumo continuado de otra sustancia (ej., alcohol y
barbitúricos).
Junto al concepto de tolerancia suele hablarse de neuroadaptación, entendiendo por tal el
proceso por el que la acción repetida de una sustancia psicoactiva sobre las células neuronales
provoca en éstas una serie de cambios destinados a recuperar el nivel de funcionamiento
previo cuando no había la sustancia. Funcionaría como un mecanismo homeostático; de ahí que
cuando se deja de consumir la sustancia se produce el síndrome de abstinencia (Pereiro, 2005).
El cuarto aspecto es el de intoxicación, que se produce en todas las sustancias químicas, o
la cuasi-disociación, estado este último que se encuentra tanto en las sustancias químicas como
en las conductas que producen adicción. En este estado la persona parece que se encuentra
fuera de si, como si fuese otra (Jacobs, 1989).
El quinto aspecto que consideramos significativo, se refiere a que el individuo con
una adicción padece graves problemas en la esfera física y/o sanitaria, en la esfera personal,
familiar, laboral y social. Estos problemas, en mayor o menor grado, están presentes en todas
las conductas adictivas.
Junto a lo anterior no debemos dejar de apuntar otros dos hechos. El primero, que
habitualmente no va sola una conducta adictiva, sino que suelen estar presentes varias al
mismo tiempo en un mismo individuo. El fenómeno de la politoxicomanía, tan frecuente en
drogodependencias (también conocido como polidependencia o poliadicción), indica que no se
da una sola conducta adictiva sino varias al mismo tiempo.
También, fruto de lo anterior, o en interacción con las conductas adictivas, suele en-
contrarse frecuentemente, al menos en las personas dependientes, la presencia de patología
orgánica, psicológica y psiquiátrica. Conocerlo es importante tanto para saber la causa del
problema, como su evolución y su posible tratamiento o recuperación.
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1. Las ADICCIONES
el vino y, para las ocasiones especiales, bebidas destiladas autóctonas (ej., el aguardiente,
brandy, anís, etc.). En las últimas décadas se han introducido otros productos alcohólicos,
o se han generalizado otros que eran minoritarios. Nos referimos a la cerveza y a los licores,
especialmente las bebidas de alta graduación y en formas de destilados importados, como el
whisky, el vodka, etc. Al mismo tiempo, en los últimos años, ha surgido un nuevo fenómeno que
para nosotros era desconocido: el cambio en los patrones de consumo. Mientras que el llamado
consumo mediterráneo de alcohol se centraba fundamentalmente en el vino, en dosis bajas pero
diarias, los nuevos patrones de consumo que han surgido en estos últimos años en jóvenes son
radicalmente distintos, y casi idénticos al patrón de consumo anglosajón: consumo de bebidas
de alta graduación (y foráneas a nuestra cultura de consumo tradicional de alcohol), sólo en fin
de semana, en cantidades altas y abusivas, en muchos casos con el único objetivo de conseguir
en poco tiempo la embriaguez (Becoña y Calafat, 2006; Lorenzo, 2005). A ello se añade en los
últimos años el fenómeno del “botellón”, que se ha ido extendiendo a lo largo de la década de
los años 90 del siglo XX por ciudades y pueblos sin parar hasta llegar a la situación actual, donde
se ha generalizado por toda la geografía nacional (Calafat et al., 2005). El botellón se caracteriza
por el consumo de bebidas en la calle, plazas, zonas porticadas, etc., por parte de jóvenes, muchas
veces menores de edad, conseguidas a bajo coste en supermercados o en su propia casa y que,
mezcladas con bebidas sin alcohol, permite conseguir muchas dosis a partir de un litro de una
bebida alcohólica de alta graduación. Este nuevo patrón de consumo acarrea nuevos problemas
y exige abordajes innovadores para afrontar los mismos, así como tomar medidas para preservar
la salud de las personas que se pueden ver afectadas por este nuevo tipo de consumo. Pero esto
no ocurre únicamente con el alcohol. Pasa lo mismo con el tabaco (Becoña, 2006b), el cannabis
(Grupo de Estudios sobre el Cannabis, 2004), las drogas de síntesis, etc.
En relación al consumo de tabaco, desde hace años sabemos que fumar se considera una
epidemia, la epidemia tabáquica, especialmente a partir del estudio de Doll y Hill (1954) y los
que le siguieron. Fumar cigarrillos es la principal causa evitable de mortalidad y morbilidad de
los países desarrollados, produciendo un gran número de muertes prematuras cada año, unos 3
millones en el mundo, de los que corresponden a España unos 50.000 (Montes, Pérez y Gestal,
2004). A pesar de que en los últimos años venimos asistiendo en los países desarrollados, como
en España, a un descenso en el consumo de tabaco (Becoña, 2006b), fundamentalmente en los
varones, todavía actualmente fuma en España, siguiendo la Encuesta Nacional de Salud del año
2006, de modo diario u ocasional el 29.9% de las personas de 16 o más años (35.8% de varones
y 24.3% de mujeres) (Ministerio de Sanidad y Consumo, 2008).
El consumo de cannabis, en sus distintas formas, tiene efectos psicoactivos en el individuo.
Es una droga por sus propiedades de producir intoxicación, tolerancia, dependencia, etc.
(American Psychiatric Association, 2000). Su presentación puede ser: 1) en forma de hachís, que
es un compuesto obtenido a partir de la resina de la planta, 2) como triturado seco de flores
y hojas y 3) como aceite. Habitualmente se consume fumándolo, y tiene un efecto bifásico,
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comenzando por una fase de estimulación, con euforia, bienestar, aumento de la percepción y
ansiedad; y seguida por una fase de sedación, en la que predominan la relajación y la somnolencia,
pudiendo llegarse a conciliar el sueño. Otros fenómenos habituales en el consumo de cannabis
son la agudización de las percepciones visuales, auditivas y táctiles, la distorsión del espacio y
del tiempo, la risa fácil, locuacidad y aumento del apetito. Existe paralelamente una alteración
de las funciones cognitivas, con afectación de la atención, alteración de la memoria reciente y
dificultades para la resolución de problemas.
La heroína es un opiáceo descubierto hace ya un siglo. Hasta hace unos años se adminis-
traba fundamentalmente por vía intravenosa; hoy ésto sólo lo hace un porcentaje reducido
de sus consumidores. También es posible fumarla (“chinos”) o esnifarla. El primer consumo
de heroína produce náuseas, vómitos y disforia; tras estas molestias propias de las primeras
ocasiones aparecen los síntomas buscados, como placer, euforia y reducción de la ansiedad;
si el consumo continúa, estos efectos placenteros se siguen produciendo durante un tiempo,
conocido como la “fase de luna de miel”. En la siguiente fase se consume sólo con el objetivo de
encontrarse bien y evitar el síndrome de abstinencia.
La intoxicación por heroína tiene síntomas muy característicos, como una miosis muy
intensa (pupilas en punta de alfiler), euforia, apatía, irritabilidad o disforia, retardo psicomotor,
somnolencia, lenguaje farfullante, reducción de la atención y deterioro de la capacidad de
juicio. Otros síntomas asociados son bradicardia, hipotensión, hipotermia, analgesia y, en
muchas ocasiones, un estreñimiento pertinaz. Cuando la intoxicación es muy intensa puede
desembocar en una sobredosis, que en muchos casos produce la muerte.
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1. Las ADICCIONES
Los estudios realizados con morfinómanos indican una elevación del estado de ánimo y
una sensación placentera de bienestar asociada a su consumo. Al tiempo que es un analgésico
eficaz también es un potente depresor de los centros respiratorios y de la tos. Produce un
intenso estreñimiento y la característica miosis o constricción pupilar. La heroína tiene efectos
similares a la morfina, salvo que con una dosis diez veces menor de heroína se obtienen efectos
comparables. Ambas sustancias son muy adictivas; desarrollan rápidamente tolerancia y
dependencia. Algunos autores llegan a afirmar que una simple dosis de morfina puede producir
dependencia física y, en ciertas circunstancias, también psicológica, aunque en este último caso
resulta fundamental la posibilidad de la autoadministración.
En relación a la cocaína, ésta se puede tomar en forma de hojas masticadas (hojas de coca),
polvos de clorhidrato de cocaína para esnifar o inyectarse, y el crack para fumar o mezclada
con heroína (speedball). En nuestro medio está comercializado el clorhidrato de cocaína, que es
el que recibe realmente el nombre de cocaína y que se consume fundamentalmente esnifada.
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El modo más rápido de absorción es la vía fumada, llegando en este caso por vía pulmonar al
cerebro en pocos segundos.
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1. Las ADICCIONES
Las drogas de síntesis son sustancias que, al igual que la cocaína, ejercen una acción
estimulante sobre el SNC. Sus principales efectos son la elevación del estado de ánimo,
disminución de la sensación de fatiga y del apetito. Al finalizar los efectos estimulantes iniciales
surge la depresión y la fatiga. La supresión súbita del consumo provoca la aparición de signos
contrarios a la intoxicación: agotamiento, sueño excesivo, apetito voraz y depresión.
Algunos de los efectos conductuales más importantes que produce la abstinencia de las
anfetaminas son depresión, irritabilidad, anhedonia, falta de energía, aislamiento social y, en
algunos casos, ideación paranoide, alteraciones de la atención y problemas de memoria. En
ocasiones, se pueden producir comportamientos agresivos durante los períodos de intoxicación.
Otras drogas, como los enteógenos, yahé, etc., pueden verse en Becoña (2005) e infor-
mación más amplia sobre las distintas drogas en Bobes, Casas y Gutiérrez (2011), Galanter y
Kleber (2008) y Schuckit (2006), entre otros.
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1. Las ADICCIONES
Los criterios del DSM-IV-TR para la dependencia y el abuso de sustancias los hemos
indicado en las Tablas 1.1 y 1.2. En la Tabla 1.3 se indican los trastornos inducidos por las distintas
drogas, problemas que se presentan con frecuencia en los consumidores de las mismas.
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1. preocupación por el juego (por ej., preocupación por revivir experiencias pasadas de juego, compensar
ventajas entre competidores o planificar la próxima aventura, o pensar formas de conseguir dinero con
el que jugar);
2. necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado e excitación deseado;
5. el juego se utiliza como estrategia para escapar de los problemas o para aliviar la disforia (p. ej.,
sentimientos de desesperanza, culpa, ansiedad, depresión);
6. después de perder dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo (tratando de “cazar” las
propias pérdidas);
7. se engaña a los miembros de la familia, terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación
con el juego;
8. se cometen actos ilegales, como falsificación, fraude, robo, o abuso de confianza, para financiar el juego;
10. se confía en que los demás proporcionen dinero que alivie la desesperada situación financiera causada
por el juego.
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1. Las ADICCIONES
una situación de deudas insostenible, que mantiene la conducta de juego, con la ilusión de la
posibilidad de recuperar las pérdidas y volver a la normalidad, hasta que su familia o pareja
se percata de lo que está aconteciendo, lo que puede tener dramáticas consecuencias para el
jugador y las personas allegadas.
En los jugadores patológicos son característicos ciertos sesgos cognitivos, como la ilusión
de control sobre el propio azar, atribución interna de las ganancias y externa de las pérdidas,
y una focalización de la atención sobre las ganancias, minimizando las pérdidas. Es habitual
también que estas personas consuman alcohol u otras drogas mientras juegan, pudiendo
llevar al desarrollo de otras adicciones; que desarrollen patología depresiva y trastornos
psicosomáticos; y que su conducta les acarree diversos problemas familiares, sociales, laborales
y legales (Echeburúa et al., 2010).
Un tipo de adicción que en algún país, como Estados Unidos, está adquiriendo gran
importancia es la adicción al sexo. La intervención con las personas denominadas adictas al sexo
es un tema de controversia, dado que mientras que para algunos es un problema de adicción, para
otros es un problema de conducta. El adicto al sexo, para Griffin-Shelley (1993), habría perdido su
capacidad de elección o libertad. Su experiencia se convierte para muchos de ellos en obsesiva.
Este autor considera que dentro del sexo y el amor habría unas personas que tienen un gran
miedo y evitación a los encuentros románticos y/o sexuales, mientras que otros, por el contrario,
estarían muy preocupados por la sexualidad y/o el amor. Esto implicaría que para cualquier
conducta habría un estado normal o social, un estado inexistente o de evitación y un estado de
alta implicación que acarrearía problemas, en cuyo nivel extremo puede llegar a arruinar la vida
del sujeto. Por ello, para Griffin-Shelley (1991, 1993) la definición de adicción al amor y al sexo
incluye nueve elementos: “colocarse” (the high), la tolerancia, la dependencia, el deseo (craving),
los síntomas de abstinencia, la obsesión, las conductas compulsivas, el secreto, y los cambios de
personalidad. Un adicto al sexo tendría que tener al menos tres de los anteriores criterios.
La adicción al trabajo es una característica de nuestra sociedad industrializada, en donde
el trabajo y, consiguientemente, el dinero y el poder, están muy asociados. Denominado “trabajo
compulsivo” o “borrachera de trabajo”, este problema se detecta fácilmente cuando la persona
antepone el trabajo a su familia, a sus amigos, a sus diversiones y, al final, ante sí mismo como
persona. La persona con esta adicción puede trabajar diariamente 12 ó 14 horas durante 6 ó 7
días a la semana. Es raro que tome vacaciones, y si las toma padece síndrome de abstinencia:
está irritado, inquieto, tiene sentimientos de inutilidad y culpabilidad, llama continuamente al
trabajo como si fuese imprescindible, se siente angustiado, etc. Otra característica es que no
hay pruebas objetivas de que tenga que hacer esas conductas para que todo siga funcionando
igual en su ausencia.
Curiosamente, no siempre obtienen la productividad prevista con el gran número de
horas que dedican al trabajo. Esto les lleva a trabajar aún más, cayendo de este modo en un
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círculo vicioso en donde nunca hay límite. Esto les lleva a ir poco a poco padeciendo situaciones
de estrés, que se puede llegar a convertir en crónico. Por ello muchas personas que cumplen los
criterios para el patrón de conducta tipo A son igualmente trabajadores compulsivos. Su modo
de comportarse como trabajadores excesivos les lleva en muchos casos a padecer este patrón
de conducta, que lleva a que tengan un alto riesgo de padecer enfermedades coronarias y, por
tanto, de producirles la muerte.
Quién más sufre las consecuencias del trabajador compulsivo es su familia. No atiende
a su esposa ni a sus hijos. En ocasiones el trabajador compulsivo puede quedar agotado, tanto a
nivel físico como psicológico. En tales casos su organismo le recuerda que está sobrepasando
los límites. Otros, aguantan así muchos años hasta que se derrumban. También es frecuente
que si dejan de ser adictos al trabajo cambien por otra adicción (ej., al juego); o bien que otros
adictos (ej., al juego), cuando dejan su adicción trabajen más horas o incansablemente y lleguen
incluso a ser adictos al trabajo. La crisis suele permitirle darse cuenta del problema. Si se lleva a
cabo una adecuada intervención con estas personas se puede reorganizar su vida.
La adicción a las compras compulsivas es un nuevo problema en nuestras sociedades
industrializadas (Rodríguez-Villarino, 2005). Una de sus características es que la persona que
padece este problema compra cualquier cosa que vea no por su utilidad, sino por el hecho
de comprarlo o por “si algún día” puede llegar a precisarlo, haciendo compras de lo más
disparatadas, de poco dinero la mayor parte de ellas, pero en gran número y variedad. Ello
acarrea quedarse sin dinero, tener que pedir créditos, impagos de los mismos, etc. Suele
detectarse este tipo de patrón en personas que compran en grandes almacenes, ya que en ellos
encuentran los más variados artículos y pueden realizar las compras con tarjetas de crédito.
Igualmente, la utilización de tarjetas de crédito favorece la compra compulsiva, ya que sólo
se ve el refuerzo, “la compra del objeto”, pero no las consecuencias (“quedarse sin dinero”), ya
que el dinero de plástico en ese momento es sólo eso, plástico, y no aprecian que luego hay que
hacerle frente con dinero real.
Este problema se da más frecuentemente en mujeres, por ser ellas las que suelen hacer la
mayor cantidad de compras en la vida diaria, alimentación, hogar, para la familia, etc. (Becoña,
2009a). En hombres, cuando se da, puede llevarles a la ruina económica, especialmente si tienen
una empresa y compran grandes cantidades de modo irracional respecto a la posibilidad de
venta, o compras superfluas que no son útiles.
Otras nuevas adicciones las tenemos con la televisión, ordenador, teléfono móvil, etc.
(Echeburúa, Labrador y Becoña, 2009), en donde la persona orienta toda su vida a estar pendiente
de la misma, llegando a abandonar otras actividades, especialmente en adolescentes, quienes
con la excusa de su adicción abandonan sus estudios, o para superar otro problema se refugian
en la misma; las amas de casa que dejan de cumplir sus obligaciones familiares; etc. En muchas
ocasiones es importante el estado emocional de esa persona. Así, una persona con depresión
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1. Las ADICCIONES
6. REFERENCIAS
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Capítulo 2
Neurobiología de las adicciones
33
2. Neurobiología de las adicciones
2. NEUROBIOLOGÍA DE LA ADICCIÓN
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De una manera más sencilla, el circuito de recompensa se compone de dos grandes vías
denominadas mesolímbica y mesocortical (en su conjunto denominadas mesocorticolímbica),
los núcleos del rafe y la amígdala (Goldstein y Volkow, 2002).
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2. Neurobiología de las adicciones
la comunicación entre el ATV y el NAc (o núcleo del placer) a través del haz prosencefálico
medial de la vía mesolímbica. La estimulación del ATV supone la liberación de dopamina en el
NAc, provocando euforia y placer, que es lo que hace que el sujeto quiera volver a consumir.
La vía mesocortical conecta el ATV con la corteza cerebral, sobre todo con el lóbulo frontal
(Bechara, 2005; Li y Sinha, 2008).
En los últimos años se está contrastando que áreas cerebrales, como la ínsula, desempeñan
un papel más importante del que inicialmente se consideraba en la adicción a sustancias.
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2. Neurobiología de las adicciones
Otra vía de perpetuación de la condición adictiva podría establecerse a través del efecto
de las sustancias sobre los sistemas hormonales, en especial sobre el eje hipotálamo-hipófisis-
adrenal (HHA). La hiperactivación de dicho sistema en sujetos adictos facilitaría a su vez el
mantenimiento de la adicción al deteriorar su estado físico e inmunológico (Sinhá, Garcia,
Paliwal, Kreek y Rounsaville, 2006).
Es decir, en los últimos años se está prestando especial atención a otros mecanismos
de refuerzo independientes de la transmisión directa de dopamina. Determinadas sustancias
parecen actuar sobre otras regiones del Sistema Nervioso Central a través de otros neuro-
transmisores. Estos otros sistemas a su vez ejercen un efecto modulatorio sobre la dopamina
y el circuito de recompensa. Entre los diversos sistemas estudiados conviene señalar la impor-
tancia que tienen, en función del tipo de sustancia, los relacionados con neurotransmisores
GABAérgicos, opioides, noradrenérgicos, serotoninérgicos o glutamatérgicos. Estos neuro-
transmisores podrían modular los efectos de la dopamina a través de su acción en el mismo
sistema mesoestriatal o a través de su actividad en otras áreas cerebrales, que a su vez influi-
rían sobre el sistema de recompensa (Fernández, 2002; Kalivas, 2009).
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2.4. Opiáceos
Existe una íntima relación entre el sistema opioide y otros sistemas (GABA, dopaminérgico,
serotoninérgico, noradrenérgico...), lo que explica las repercusiones que, a muy diversos niveles
de funcionamiento, condicionan su dependencia. Los opiáceos actúan en el sistema de recom-
pensa a través de su acción sobre las neuronas GABAérgicas del ATV. La acción sobre recep-
tores mu inhibe dichas neuronas, lo que a su vez supone un incremento de la liberación de
dopamina en el NAc. La deprivación de las sustancias opiáceas exógenas produce un proceso
de hiperactividad del locus coeruleus provocándose la clínica de abstinencia a opiáceos.
Los procesos íntimos que explican la dependencia están basados en la regulación homeos-
tática de las endorfinas y sus receptores. Parece demostrado que los cambios postsinápticos
(número y sensibilidad de receptores, modificaciones de segundo mensajero, alteración en los
canales...) son más marcados que los que tienen lugar en las porciones presinápticas.
En general se acepta que la dependencia y abstinencia a opiáceos quedan más directa-
mente relacionadas con sistemas de segundos mensajeros, proteína G y fosfoproteínas postsi-
nápticas; en tanto que la tolerancia parece más marcada por cambios en el contenido de Ca++
(aumentando en el caso de administraciones crónicas de opiáceos) y alteraciones del sistema
AMPc-adenilciclasa. Estos cambios neurofisiológicos que provocan tolerancia transcurren pa-
rejos a las modificaciones que determinan la dependencia.
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2. Neurobiología de las adicciones
2.5. Alcohol
El alcohol actúa a través de su acción sobre sistemas GABA, glutamato, dopaminérgico y opioide
endógeno, sin que se conozcan receptores específicos para esta sustancia. Estas interacciones
acabarían activando el sistema de recompensa, por lo que el consumo de alcohol, al menos
inicialmente, supondría una conducta placentera (Ayesta, 2002; Faingold, N´Gouemo y Riaz, 1998).
2.7. Cannabis
El cannabis y sus derivados ejercen su efecto principal sobre los receptores del sistema
endocannabinoide, en especial receptores CB1 del ATV, que a su vez favorecería, a través
de sus proyecciones, la liberación de dopamina en el NAc. Receptores CB1 también se han
encontrado en los ganglios basales, hipocampo, cerebelo y corteza cerebral. El cannabis
también interaccionaría con el sistema opioide, modulándolo.
40
Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Un aspecto esencial es que existe una vulnerabilidad personal hacia la adicción. Este
dato parece hoy día poco cuestionable; el problema estriba en que de momento no se puede
predecir qué persona concreta tiene ese mayor riesgo de desarrollo de la enfermedad adictiva.
Se puede afirmar, por tanto, que la dependencia a una sustancia es fruto de la interacción
de factores biológicos (la vulnerabilidad personal y susceptibilidad del sistema nervioso) y
ambientales. Una exposición mantenida a una determinada sustancia supone una adaptación
o neurorregulación cerebral de los diversos sistemas afectados por dicha sustancia, que
contribuirá al mantenimiento de la conducta adictiva. Estos cambios afectan a regiones
cerebrales de las que dependen funciones tan básicas como la percepción de recompensa, la
motivación y voluntad, la memoria, el aprendizaje, la toma de decisiones, la impulsividad, el
aprendizaje de errores… La vulnerabilidad personal quedaría expuesta en las fases de inicio
del consumo. Aquellos sujetos especialmente vulnerables presentarían más tempranamente,
y con mayor intensidad, alteraciones en dichas áreas y, por tanto, en dichas funciones, lo que
facilitaría el paso del consumo puntual a la dependencia y el mantenimiento de la misma
(Ambrosio, 2003).
Junto a los factores neurobiológicos, cabe destacar que existen otra serie de factores,
algunos protectores, otros de riesgo; algunos biológicos, otros psicológicos y sociales
(ambientales), que condicionan la dependencia interaccionando con los factores puramente
genéticos. La adicción, por tanto, no se explica sólo por factores de vulnerabilidad genética.
En el paso del consumo puntual a la dependencia intervienen factores biológicos, sociales y
psicológicos. La personalidad, el ambiente educativo, la disponibilidad y accesibilidad de la
sustancia, la integración en actividades y grupos saludables, los reforzadores negativos, etc.,
son algunos de los factores ambientales que condicionarán la dependencia. Igualmente, se
conoce desde hace unos años la importancia que tienen los procesos de aprendizaje en el inicio
y el mantenimiento de una adicción, así como en la recaída.
41
2. Neurobiología de las adicciones
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43
Capítulo 3
Factores psicológicos en las adicciones
1. INTRODUCCIÓN
El empleo de sustancias psicoactivas constituye una práctica cultural que existe prácticamente
desde el inicio de los tiempos y que está profunda, y muchas veces, indisolublemente ligada a
la comprensión del hombre y de la vida. La forma en que las sociedades emplean las distintas
drogas, las finalidades con las que lo hacen (por ejemplo, lúdica, médico-curativa o mágico-
religiosa) y las actitudes de sus miembros hacia ellas, constituyen indicadores de su evolución,
ayudándonos a comprender su dinámica interna, tanto diacrónica como sincrónicamente. Por
tanto, posiblemente no se pueda comprender adecuadamente la historia y la cosmovisión de
una civilización si no se realiza también un abordaje a sus sustancias y a la idiosincrasia de su
uso y abuso.
Por otra parte, en el caso de nuestra civilización, a la que Huntington (1997) denomina
Occidental, y que comprende a Europa y Norteamérica, basta ojear cualquier medio de
comunicación o publicación de organismos oficiales o científicos para comprobar que el
empleo de sustancias ilegales se considera un problema de orden mundial, causante de
graves daños a nivel individual, familiar, comunitario e incluso internacional. Así, los recursos
políticos, sociales y, por tanto, monetarios destinados en la actualidad por los gobiernos y
por entidades privadas al intento de reducción de los efectos perjudiciales del consumo de
sustancias, y de toda la dinámica económica y política que lleva aparejada, ascienden a cifras
astronómicas. En el caso concreto de España las estimaciones hechas por García-Altés, Ollé,
Antoñanzas y Colom (2002) para ese mismo año, ascendían a una cantidad mínima de 88.000
millones de pesetas (529 millones de euros), en las que se incluían tanto los gastos directos
(costes sanitarios, prevención, educación, investigación, costes administrativos, costes de las
45
3. Factores psicológicos en las adicciones
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causas externas, como la presión del entorno (familiar, pareja, legal, sanitario), o internas. Es en
esta fase donde los distintos tratamientos para el abandono del consumo cobran una especial
importancia en la consecución y mantenimiento de la abstinencia a largo plazo. Por último,
existe una fase de recaída, muy habitual en el proceso de abandono de las sustancias, y que
puede producirse incluso años después del último consumo.
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3. Factores psicológicos en las adicciones
conocer las variables que aumentan y disminuyen la probabilidad de consumo de sustancias, así
como aquellas que facilitan o dificultan que el mismo se mantenga a lo largo del tiempo, con
el objeto de desarrollar programas dirigidos a la prevención y tratamiento de las adicciones.
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• Apego familiar.
• Oportunidades para la implicación en la familia.
• Creencias saludables y claros estándares de conducta.
• Altas expectativas parentales.
• Un sentido de confianza positivo.
• Dinámica familiar positiva.
2. Factores comunitarios
49
3. Factores psicológicos en las adicciones
4. Factores escolares
• Escuela de calidad.
• Oportunidades para la implicación prosocial.
• Refuerzos/reconocimiento para la implicación prosocial.
• Creencias saludables y claros estándares de conducta.
• Cuidado y apoyo de los profesores y del personal del centro.
• Clima institucional positivo.
5. Factores individuales
• Biológicos.
• Psicológicos y conductuales.
• Rasgos de personalidad.
• Religiosidad.
• Creencia en el orden social.
• Desarrollo de las habilidades sociales.
• Creencia en la propia autoeficacia.
• Habilidades para adaptarse a las circunstancias cambiantes.
• Orientación social positiva.
• Poseer aspiraciones de futuro.
• Buen rendimiento académico e inteligencia.
• Resiliencia.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
51
3. Factores psicológicos en las adicciones
que los hijos sean autoindulgentes, impulsivos y socialmente ineptos, o bien activos, sociables y
creativos, o también rebeldes y agresivos. Los hijos de padres con un estilo democrático tienden
a tener confianza en sí mismos, un mayor control personal y son más competentes socialmente.
Por último, la existencia de padres indiferentes será el predictor de peor pronóstico para los
hijos. Por tanto, el predominio de un estilo parental u otro, y la percepción que el adolescente
tenga del mismo, aumentarán o disminuirán las probabilidades de uso, abuso y dependencia de
sustancias en la adolescencia, así como su mantenimiento posterior (Latendresse, Rose, Viken,
Pulkkinen, Kaprio y Dick, 2008).
El clima familiar es otro factor importante a tener en cuenta, especialmente en lo que
a emocionalidad negativa se refiere. Sabemos, por ejemplo, que las dificultades de control
emocional de las madres, que suelen ser las que pasan más tiempo con sus hijos, se relacionan de
forma directa con un mayor consumo de sustancias por parte de éstos (Brook, Whiteman, Finch
y Cohen, 2001). Por otra parte, la presencia de conflictos interparentales de carácter destructivo
influye también de forma importante en la relación con los iguales, aumentado el riesgo de
presentar problemas conductuales y emocionales, así como psicopatología, en un futuro (David
y Murphy, 2007). Además, la investigación muestra que a medida que aumenta la importancia
que se otorga a la familia y a los valores que la rodean, especialmente a la proximidad y a la
intimidad con los padres, incrementa la supervisión paterna sobre las actividades y amistades
de los hijos y disminuyen en general las conductas de riesgo de los mismos, y particularmente
el consumo de sustancias (Coley, Votruba-Drzal y Schlinder, 2008; Romero y Ruiz, 2007).
Una variable íntimamente ligada a las presentadas previamente es la disciplina familiar.
En este sentido, la inconsistencia en su aplicación, la ausencia de implicación maternal y las
bajas expectativas de los padres facilitan el consumo de sustancias. En familias con una elevada
emocionalidad negativa es más probable que aparezcan problemas conductuales y emocionales
en los hijos, que pueden desbordar a las madres con baja competencia en su manejo, facilitando
un elevado empleo de la agresión como estrategia disciplinaria (Ramsden y Hubbard, 2002).
En cuanto a la estructura familiar, la ausencia de uno de los progenitores, especialmente
cuando no es localizable, se relaciona con un mayor grado de características antisociales en
los distintos miembros de la familia, incluidos los hijos (Pfiffner, McBurnett y Rathouz, 2001).
Además, los adolescentes que conviven con un único progenitor tienen una mayor probabilidad
de consumir sustancias, tanto legales como ilegales (Longest y Shanahan, 2007; Oman et al.,
2007).
El consumo de sustancias por parte de los padres y sus actitudes hacia el mismo constituyen
otro factor fundamental en el uso y abuso de sustancias. Así, una actitud más favorable y una
conducta de mayor consumo por parte de los padres se asociará a un mayor consumo de drogas
por parte de los hijos. En este sentido, la existencia de normas explícitas respecto al consumo
de sustancias ilegales constituye un factor de protección hacia ellas, aunque podría llegar a
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
constituirse como un factor de riesgo para el consumo de tabaco y alcohol si no son rechazadas
también de forma explícita por los padres (Muñoz-Rivas y Graña, 2001).
Tal y como se señalaba en la introducción, existe una relación importante entre la comprensión
del hombre y del mundo que una sociedad tiene, y el empleo que la misma hace de las distintas
sustancias psicoactivas. Los valores predominantes, los estilos de vida y las creencias que el
conjunto de la comunidad tenga acerca de las drogas influirán, por tanto, en la elección de las
sustancias y en los patrones de consumo de las mismas, constituyéndose como factores de
riesgo y protección para el uso, abuso y dependencia por parte de sus individuos.
Las creencias que la propia sociedad tenga acerca del uso de sustancias y la percepción de
riesgo acerca de las mismas también es un factor importante en el riesgo asociado al uso, abuso
y dependencia (Martínez-González, Trujillo y Robles, 2006). En este sentido está ampliamente
demostrada la existencia de una relación inversa entre el riesgo percibido de una droga en
particular y el consumo de la misma. Así, a mayor riesgo percibido, menor consumo, y viceversa.
Por otra parte, la percepción social de una sustancia y el riesgo asociado, tendrá una plasmación
en las normas legales, que contribuirán a reforzar dicha imagen o a promover la transformación
social. La despenalización del consumo privado o el hecho de que las leyes sean más duras con
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3. Factores psicológicos en las adicciones
los delitos asociados a la heroína o a la cocaína respecto al cannabis, son sólo dos ejemplos de
esta relación (Becoña, 2002).
De hecho, las investigaciones señalan que el 12% de los consumidores refieren que el grupo
de iguales ha ejercido sobre ellos una presión directa hacia el consumo de sustancias (Swadi,
1989). Pero además de este posible efecto directo, existe también una influencia indirecta,
relacionada con los procesos de socialización y selección a la hora de integrarse en un grupo
(Simons-Morton y Chen, 2006). Swadi (1989) encuentra que en el 24% de los casos el mejor amigo
de los adolescentes consumidores también realiza un uso de sustancias, frente a tan sólo el 3% de
los de los sujetos no consumidores. Como era de esperar, las actitudes de los compañeros hacia
el consumo de sustancias, y la percepción que el adolescente tenga sobre aquéllas, también es un
factor de riesgo para el mismo, al incidir en las propias actitudes y conductas. Así, el uso percibido
de alcohol por parte de los iguales predice el uso de alcohol y cannabis en el propio sujeto, y el
uso percibido de cannabis en los iguales predice el de alcohol (D’Amico y McCarthy, 2006).
Por último, señalar que el grupo y el apego a los iguales también pueden ser un potente
factor de protección cuando estos no consumen drogas, fomentando el desarrollo de un estilo
de vida saludable y de unos valores y actitudes prosociales.
Junto con la familia, la escuela es uno de los primeros agentes socializadores desde la infancia
temprana, y en ella los niños y adolescentes pasan gran parte del día. Es por esto que su
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
55
3. Factores psicológicos en las adicciones
alcohol como del resto de sustancias. Además parece haber una mayor heredabilidad en la
dependencia que en el abuso (Pickens, Svikis, McGue, Lykken, Heston y Clayton, 1991). Los
clásicos estudios de Cadoret (1992) y Cadoret, Yates, Troughton, Woodworth y Stewart
(1996) señalan que los factores genéticos juegan un papel más importante en la transición del
uso de drogas al abuso, que en su propio uso. Identifican dos patrones biológico-genéticos
diferenciados en el desarrollo del abuso de sustancias de los sujetos adoptados: el primero,
relacionado con el abuso de sustancias por parte del padre biológico y que se limita al abuso y
dependencia en el sujeto adoptado; y el segundo, que parece ser expresión de una agresividad
subyacente y que se relaciona con la criminalidad en el padre biológico. El Yale Family Study
encuentra que: “existe una gran relación familiar entre el abuso de sustancias entre padres
e hijos; que hay alguna especificidad de agrupación familiar con respecto a drogas de abuso
específicas, e independencia entre alcoholismo y los trastornos por uso de sustancias; que
los factores familiares se asocian en mayor medida con la dependencia que con el abuso de
sustancias; y que los trastornos psiquiátricos están asociados de forma importante con el
desarrollo de trastornos por uso de sustancias, tanto como factores de riesgo premórbidos,
como en cuanto a secuela” (Merikangas y Avenevoli, 2000, p. 814).
Dentro de los factores biológicos, el sexo y la edad son dos variables especialmente
relevantes en el uso de sustancias, ya que como se puede observar en los datos recogidos en
la Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España 2007-2008 (Plan Nacional sobre
Drogas, 2008), en todas las sustancias ilegales existe una mayor prevalencia de consumo en los
varones y en el grupo de menor edad, especialmente en los de 15 a 34 años. De hecho, como
se señaló previamente, la adolescencia es un momento de especial riesgo en lo que a uso de
drogas se refiere, disminuyendo su consumo con la entrada en la adultez.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
57
3. Factores psicológicos en las adicciones
resultados que apuntan a que una actitud más favorable hacia el consumo se relaciona con
una mayor experimentación, con una distorsión en la percepción de riesgo y en las creencias
erróneas acerca de los efectos de las drogas, una menor resistencia a la presión grupal y una
mayor disposición conductual al consumo y, por tanto, con una mayor probabilidad del mismo
(Villa, Rodríguez y Sirvent, 2006).
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
menor percepción de riesgo (Clark, Robbins, Ersche y Sahakian, 2006; Hayaki et al., 2005; Ryb,
Dischinger, Kufera y Read, 2006).
Marvin Zuckerman define la Búsqueda de Sensaciones como la necesidad que tiene el
individuo de tener experiencias y sensaciones nuevas, complejas y variadas, junto al deseo
de asumir riesgos físicos y sociales para satisfacerlas (Zuckerman, 1979). Este constructo está
compuesto por cuatro dimensiones: a) Búsqueda de Emociones, que supone una tendencia a
implicarse en deportes y pasatiempos físicamente peligrosos; b) Búsqueda de Excitación, que
hace referencia a cambios en el estilo de vida y estimulación de la mente; c) Desinhibición,
relacionada con conductas de extraversión social; y d) Susceptibilidad hacia el aburrimiento, que
es la incapacidad para tolerar experiencias repetitivas y la monotonía. Existe clara evidencia de
la relación existente entre la búsqueda de sensaciones y el consumo de sustancias, pudiendo
incluso predecir su presencia o ausencia, siendo un factor de riesgo para el uso y el abuso
(Fergusson et al., 2008). Algunos estudios sugieren incluso una relación diferencial según el
tipo de sustancia (Adams, Heath, Young, Hewit, Corrley y Stallings, 2003). Así, los individuos
con baja puntuación en búsqueda de sensaciones tenderían a consumir más alcohol y cannabis,
mientras que los que puntúan alto buscarían sustancias con efectos estimulantes. También las
motivaciones para el consumo serían diferentes, ya que mientras los primeros tratan de evitar el
malestar, los segundos procuran la obtención de placer a través de la estimulación.
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3. Factores psicológicos en las adicciones
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Capítulo 4
Los procesos de cambio en conductas adictivas
65
4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
el estadio más representativo de los cinco que se proponen, permite evaluar cuándo es posible
que ocurran determinados cambios de intenciones, actitudes y conductas (Tejero y Trujols, 1994).
Los procesos permiten comprender cómo suceden esos cambios, cómo va incrementándose
el nivel de predisposición al cambio. Estos procesos incluyen el conjunto de actividades
encubiertas o manifiestas que una persona suele realizar para modificar o consolidar su nivel
motivacional.
Finalmente, los niveles de cambio ponen de manifiesto hasta qué profundidad es
necesario trabajar con una persona para que pueda iniciarse y consolidarse el cambio, o lo que
es lo mismo qué cambios se necesitan para abandonar o reducir la conducta adictiva.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
e. Dado que no consideran tener ningún problema, cuando acuden a tratamiento lo hacen
presionados, de modo que si lo inician lo hacen con el único objetivo de reducir la presión
bajo la que se encuentran. Si no se trabaja su nivel motivacional, cuando disminuye la
presión externa suelen reinstaurar su estilo de vida previo.
f. Es probable que, en esta fase, la persona se muestre a la defensiva ante cualquier presión
externa hacia el cambio. En esta etapa es importante que el terapeuta sepa manejar la
resistencia del paciente, siendo una buena técnica para ello la entrevista motivacional.
a. En esta etapa los drogodependientes son más conscientes de los problemas derivados de
su conducta adictiva, lo que le ayuda a reevaluarse a nivel cognitivo y afectivo, estando
más abiertos a recibir feedback sobre su consumo de drogas. Incluso pueden valorar
la posibilidad de dejar de consumir, aunque no han elaborado un compromiso firme de
cambio. El cambio se plantea a nivel intencional, pero no se observa ninguna conducta que
manifieste de manera objetiva esa intención cognitiva.
b. El progreso hacia la siguiente etapa requiere cambios respecto a cómo se siente y cómo
valora el estilo de vida vinculado al consumo de drogas.
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
c. Representa los cambios más manifiestos y requiere por parte de la persona un compromiso
importante que le exigirá un gran esfuerzo y tiempo.
a. En esta etapa la persona intenta consolidar los logros de la etapa anterior y prevenir una
recaída. El estadio de mantenimiento se inicia a los 6 meses de iniciado el cambio.
b. Puede tener miedo no solo a la recaída, sino también al cambio en sí mismo, porque puede
creer que cualquier cambio puede llevarle a una recaída. La consecuencia inmediata en
estas circunstancias es el retraimiento y búsqueda de la máxima estructuración en su nuevo
estilo de vida.
Una de las aportaciones más significativas del modelo guarda relación con el modo en que se
conceptualiza el avance dentro del proceso de cambio. Es sabido que los drogodependientes no
avanzan a través de las distintas fases de forma lineal, sino que suelen pasar varias veces por la
misma fase hasta que consiguen mantenerse abstinentes. Esto viene a reflejar que los pacientes
recaen, en la mayoría de ocasiones, varias veces hasta que consiguen dejar de consumir drogas
definitivamente. Hay distintos modos de representar gráficamente el modelo para explicar
precisamente esta cuestión, pero probablemente la figura que mejor representa lo que sucede
es una espiral, porque aunque los pacientes pasan varias veces por las fases, ninguna de esas
experiencias es exactamente igual a la anterior (Figura 4.1). Esto es, los periodos de consumo y
abstinencia son diferentes entre sí, de modo que es precisamente el análisis de estas diferencias
lo que le permite al paciente identificar su posición y avance respecto a periodos anteriores por
los que ya ha pasado.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Figura 4.1. Estadios del Modelo transteórico del cambio de Prochaska y DiClemente (1982).
La recaída ocurre cuando las estrategias que emplea la persona para mantener su
estado de abstinencia del consumo de drogas fallan. Generalmente, en esta fase presenta
sentimientos de culpa, de fracaso y posible desesperanza, lo que suele afectar negativamente
a su autoeficacia.
Se sabe que las recaídas en el consumo de drogas son una parte del proceso de cambio
antes de lograr el abandono definitivo del consumo de drogas. Afortunadamente, la recaída no
siempre lleva a los pacientes a abandonar el tratamiento, sino que los sitúa en una fase que les
permite continuar reciclándose y preparándose para continuar nuevamente el cambio iniciado.
Son muy pocos los pacientes que regresan al estadio de precontemplación. No cabe duda que
para que esto suceda deben proporcionarse las mejores condiciones en la relación terapéutica,
de modo que paciente y terapeuta desarrollen su trabajo coordinadamente y de acuerdo con
objetivos ajustados a la fase en que se encuentra el paciente.
Para el enfoque de Prochaska y DiClemente (1992, 1993), es poco probable que una
persona pueda desvincularse completamente de todo lo que implica su conducta adictiva, ya
que para ellos la finalización se alcanza cuando se cumplen dos criterios:
1. Cuando ya no existe deseo de consumir drogas en cualquier situación problema.
2. La autoeficacia (entendida como la confianza y seguridad de no consumir drogas en
cualquier situación) es del 100%.
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
Prochaska y Prochaska (1993) definen los procesos de cambio como “una actividad iniciada
o experimentada por un individuo que modifica el afecto, la conducta, las cogniciones o las
relaciones interpersonales”. Estos procesos, que incluyen tanto actividades cognitivas como
conductuales, ayudan a los sujetos a avanzar en el proceso de modificación de su hábito adictivo.
3. Reevaluación ambiental. Consiste en una valoración del impacto que está teniendo el
consumo de drogas en la gente que le rodea y en las relaciones interpersonales y cómo
cambiarían si dejara de consumir drogas.
6. Liberación social. La capacidad de toma decisiones aumenta también por la toma de conciencia
de la representación social de la conducta adictiva y de la voluntad social de combatirla.
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Manual de adicciones para psicólogos especialistas en psicología clínica en formación
Alivio dramático
Reevaluación ambiental
Auto-reevaluación
Auto-liberación
Manejo contingencias
Relaciones de ayuda
Contracondicionamiento
Control de estímulos
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
Aumento de la
concienciación
Alivio dramático
Auto - Auto -
reevaluación reevaluación
Reevaluación Reevaluación
ambiental ambiental
Balance Balance
decisional decisional
Procesos
de cambio Autoeficacia Autoeficacia Autoeficacia Autoeficacia
más Autoliberación Autoliberación Autoliberación
relevantes
Control de Control de Control de
estímulos estímulos estímulos
Manejo de Manejo de
contingencias contingencias
El modelo de Prochaska y Diclemente (1992, 1993) propone cinco niveles de intervención que se
encuentran interrelacionados de modo que los cambios en uno de ellos repercuten en el resto. Los
niveles son: síntoma/situación, cogniciones desadaptativas, conflictos interpersonales actuales,
conflictos sistémicos/familiares y conflictos intrapersonales. Los distintos niveles de cambio de
los problemas psicológicos susceptibles de ser tratados siguen una organización jerárquica.
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Se recomienda desde este modelo comenzar a intervenir por el primer nivel, síntoma/
situación por varias razones: el cambio en este nivel es más fácil de conseguir, habitualmente
corresponde con la demanda principal de los pacientes convirtiéndolo en el objetivo principal
por el que acuden a tratamiento, es un nivel de intervención que le exige al paciente menos
inferencias y por tanto es un nivel de cambio con más conciencia por parte del paciente.
No obstante, aunque se comience por intervenir en el primer nivel por las razones
expuestas, las intervenciones terapéuticas deben dirigirse a todos los niveles de cambio para
incrementar el éxito de las mismas.
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
9. Técnicas cognitivas. Son útiles tanto para los procesos de cambio experienciales
como conductuales. Incrementa los procesos de aumento de la concienciación,
autorreevaluación, reevaluación ambiental, autoliberación, contracondicionamiento y
manejo de contingencias.
11. Clarificación del rol. Es una técnica utilizada para abordar los conflictos entre
compañeros de trabajo cuando alguno de ellos es también consumidor de drogas. El
paciente aprende a identificar el rol que ocupa y cómo el consumo de drogas puede
afectarle en este aspecto. La técnica incrementa el proceso de cambio de reevaluación
ambiental.
15. Evaluación y feedback. La evaluación en sí misma no es una técnica terapéutica pero sumada
al hecho de proporcionar feedback le ofrece a los pacientes la oportunidad de observar de
forma más realista la verdadera extensión de su consumo de drogas. Mejora los procesos
de cambio de aumento de concienciación de la verdadera extensión de su problema.
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Los estadios de cambio pueden evaluarse de diferentes maneras: una medida categorial
o discreta del estadio en el que se encuentra el sujeto a partir de preguntas excluyentes
entre sí, o una medida continua obtenida a partir de escalas o instrumentos como el URICA
(McConnaughy, Prochaska y Velicer, 1983; Trujols, Tejero y Bañuls, 2003) o el SOCRATES-7D
(Miller et al., 1990; Miller y Tonigan, 1996). Se presta especial atención a la evaluación continua
o evaluación de la motivación como un proceso, al ser acorde con el planteamiento motivacional
actual. Además, tal como la evidencia científica permite referenciar “los niveles motivacionales
no son categorías independientes: Nivel de evidencia 2” (Becoña et al., 2008), lo que viene a
confirmar la necesidad y adecuación de no limitar esta información a un nivel dicotómico por
ser demasiado restrictivo o simple. A todo ello hay que añadir el que la perspectiva procesual
proporciona al profesional más información para poder planificar el trabajo clínico a realizar.
La principal diferencia entre los dos instrumentos enunciados radica en que el SOCRATES-
7D incluye cuestiones específicas sobre uso de alcohol u otras drogas, mientras que el URICA
pregunta de una manera más general sobre el “problema” del cliente y su posible cambio.
Existen otros cuestionarios más breves que los anteriores también diseñados para
identificar estadios de cambio, pero que se cuestionan por diferentes razones. Uno de estos
instrumentos es el RCQ (Readiness to Change Questionnaire) de 12 ítems, en el que se clasifica
el nivel motivacional de los pacientes en tres niveles: precontemplación, contemplación y
acción. Pero en este caso destaca especialmente la dificultad que manifiestan los pacientes en
la comprensión de enunciados así como las dificultades que presenta su sistema de corrección,
lo que hace desaconsejable su utilización (Rodríguez-Martos et al., 2000).
En estos momentos tan sólo se dispone de un instrumento que permite evaluar los
procesos de cambio, el cual se ha realizado para dependientes de opiáceos (IPC-AH, Trujols,
Tejero y Casas, 1997). A pesar de ello, varios profesionales lo utilizan con carácter general, con
las limitaciones metodológicas que esto puede suponer. Consta de 40 ítems en los que cada
proceso queda representado por 4 ítems. En Tejero y Trujols (2003) pueden encontrarse algunos
de estos instrumentos adaptados a cocainómanos.
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
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4. Los procesos de cambio en conductas adictivas
Nivel de Los procesos de cambio de carácter cognitivo son más utilizados por sujetos que progresan de
evidencia 2 precontemplación a contemplación.
No se observan diferencias en los procesos de cambio entre las personas que avanzan y las
que no lo hacen desde el estadio de contemplación al de preparación.
Nivel de El éxito en la progresión entre estadios se relaciona con la correcta utilización de los procesos
evidencia 3 de cambio en cada momento. Se ha constatado que es más útil utilizar los procesos de cambio
de componente cognitivo en las etapas de precontemplación a preparación, mientras que los
conductuales a partir del estadio de acción.
Existe una heterogeneidad de sujetos dentro de cada uno de los estadios. Existe disparidad
entre la clasificación de estadios y su definición operativa.
En la predicción del abandono del tratamiento entre adolescentes consumidores, sólo destaca
el estadio de precontemplación.
Nivel de evidencia 1. Ensayos clínicos controlados, aleatorizados y bien diseñados, o bien, metaanálisis.
Nivel de evidencia 2. Ensayos clínicos que tienen pequeñas limitaciones metodológicas.
Nivel de evidencia 3. Estudios descriptivos, comparativos y de casos controles.
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Uso con fines académicos