Nulidad de Acto Jurídico
Nulidad de Acto Jurídico
Cuando dichos actos no surten los efectos queridos y esperados por las partes
nos encontramos ante la figura de la ineficacia, la misma que consiste, según lo
dicho, en la ausencia total o parcial de los efectos buscados por las partes al
manifestar su voluntad.
Tal ineficacia puede deberse, entre sus tantos supuestos, a un defecto severo en
la conformación o celebración del acto jurídico. Por ello, a este tipo de ineficacia
se la suele denominar estructural, la misma que coincide con la institución de la
invalidez de los negocios jurídicos, según nuestro derecho.
Ahora bien, la invalidez presenta hasta dos supuestos muy conocidos: la nulidad
y la anulabilidad, llamadas también nulidad absoluta y relativa, respectivamente.
1. ASPECTOS PRELIMINARES
1.1. ORIGEN ETIMOLÓGICO Y SIGNIFICADO DEL VOCABLO
NULIDAD
En palabras de Jorge Camusso[1] la voz nulidad deriva de la palabra nulo
cuyo origen etimológico proviene de nullus: de ne que significa no
y ullus que significa alguno, haciendo que por nulo deba entenderse aquello
que es falto de valor y fuerza para obligar o tener, por ser contrario a las
leyes, o por carecer de las solemnidades que se requieren en la sustancia o
en el modo.
1.2. BREVES ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Por historia conocemos que en el derecho romano la nulidad tuvo una gran
simplicidad. El acto nulo se consideraba inexistente y no producía efecto
alguno.[2]
Los romanos no conocieron una acción declarativa de nulidad,
efectivamente el acto era inexistente o válido.[3]
Sin embargo, posteriormente sobrevino la nulidad pretoriana con la cual se
concedía una reparación tan amplia como la restitutio in integrum. Al
producirse la disolución de un acto por nulidad pretoriana, se ordenaba la
restitución de lo recibido por dicho acto. Por ello se podría afirmar que entre
los romanos sí existió, aunque incipientemente, una teoría de la nulidad.[4]
No obstante lo dicho, debe quedar claro que el derecho civil de entonces no
admitía la existencia de actos anulables o afectados de nulidad relativa, no
era posible concebir que los mismos pudieran ser susceptibles de
saneamiento por la confirmación o ratihabitio como la denominan las
fuentes originales.
Si el acto legítimo adolecía de un defecto o de la ausencia de un requisito, el
mismo sencillamente era inexistente. Si faltaban los requisitos del acto, el
mismo era insusceptible de ser confirmado, justamente porque era
inexistente.[5]
Empero, la circunstancia de que se construyera la doctrina de la nulidad en
torno a las excepciones y defensas que brindaba el proceso, posibilitó la idea
de la confirmación del negocio viciado renunciado primeramente.[6]
De ese modo fluyen en el derecho romano dos formas de anular un acto
jurídico: la nulidad civil que operaba de pleno derecho y la nulidad
pretoriana que exigía el ejercicio de una acción y que tenía efecto sólo
después de la sentencia.
Al respecto se ha afirmado que estas categorías de actos nulos y anulables
quizás no fueron conocidas por los jurisconsultos romanos, pero sí por los
comentaristas posteriores del Corpus Iuris Civiles.[7]
Por razones derivadas de la práctica procedimental se distinguió, entonces,
entre la sanción del derecho civil, en que se incurría por falta de uno de los
requisitos de validez del contrato, lo que vino a ser la nulidad absoluta o el
acto nulo, y, la protección que el Pretor concedía en virtud de su imperium,
a los menores, así como a los contratantes cuyo consentimiento hubiera sido
viciado, lo que ha venido a ser la nulidad relativa.[8]
Dicho de otro modo, para el derecho quiritario el acto existía o no existía; en
cambio el derecho honorario admitió la existencia de los actos anulables,
eficaces al principio y que podían quedar sin efecto mediante el rechazo de
la acción pertinente o la restitución el estado anterior obtenida por
la restitutio in integrum.[9]
1.3. LA NULIDAD Y LA INEXISTENCIA DEL NEGOCIO JURÍDICO
En el derecho contemporáneo, el derecho francés amplió el campo de las
nulidades y, por inspiración de Zacharie,[10] se introdujo la doctrina de los
actos jurídicos llamados inexistentes, con lo que se pretendió que la
inexistencia operase de pleno derecho, sin que el acto jurídico haya tenido
real existencia jurídica.[11]
Pero, como se sabe, la inexistencia y la nulidad son conceptos diferenciados.
Lo nulo sí implica inexistencia, pero dicha implicancia solamente se refiere
a una inexistencia jurídica.[12]
Así, es nulo el negocio que es inapto para dar vida a aquella situación
jurídica que el derecho apareja al tipo legal respectivo. Es nulo aunque
pueda producir alguno de los efectos correspondientes, u otros distintos, de
carácter negativo o contradictorio, ya que de otro modo más bien sería
inexistente.[13]
Aubry y Rau[14] sostienen que es inexistente el acto que no reúne los
elementos exigidos para su existencia y sin los cuales es imposible
concebirlo. Por su parte, Baudry-Lacantiniere[15] dice que acto inexistente es
el que no ha podido formarse en razón de carecer de un elemento esencial de
su existencia. Acto nulo, en cambio, es el que es considerado ineficaz por
contradecir un mandato legal.
Como ya adelantamos, la nulidad y la inexistencia son situaciones
diferentes, pero jurídicamente son figuras que han sido asimiladas, al menos
en la legislación nacional.[16]
“La nulidad del acto jurídico acarrea inevitablemente la
nulidad de su escritura pública, porque un acto nulo es
jurídicamente inexistente, y por ello no puede existir una
escritura pública sin contenido.” (Exp. Nº 4530-98 – Lima,
Sala de Procesos Abreviados y de Conocimiento, 27-01-99)
[17]
Pero el hecho de que dos figuras produzcan efectos inmediatos similares no
es suficiente sustento para afirmar su equiparación conceptual, ya que en el
supuesto de la nulidad la pérdida de efectos se ha producido por un defecto
del supuesto de hecho, mientras que en la inexistencia ella se produce como
respuesta inmediata a una verificación negativa del supuesto de hecho.[18]
Un fallo argentino[19] intenta aclararnos el panorama:
“La inexistencia de los actos jurídicos es una categoría conceptual
puramente racional –ajena al sistema estrictamente legal de las
nulidades- que nuestro entendimiento aplica a ciertos hechos que,
pese a tener apariencias de acto jurídico, no son tales por carecer
de algún elemento constitutivo. En cambio las nulidades son
acciones legales a actos jurídicos existentes pero imperfectos.” (JA,
T. 19, p. 172) Argentina.
Por otro lado, se ha expresado que los sistemas jurídicos que hacen uso de la
inexistencia ya no requieren de la nulidad virtual, por cuanto, en dichos
sistemas, la nulidad se sanciona solamente por causa preestablecida en la
ley. Esto querría decir que la nulidad operaría expresamente, como ya lo
veremos más adelante.
Por el contrario, los sistemas jurídicos que no cuentan con la figura de la
inexistencia, habrían creado la nulidad virtual, para subsanar los supuestos
vacíos que pudiese dejar la nulidad expresa.
En ese sentido, podemos concluir en que un sistema jurídico no puede
contar, a la vez, con la figura de la nulidad virtual y con la de la
inexistencia.
2.2. INEFICACIA FUNCIONAL
La ineficacia funcional, denominada también sobreviniente o por
causa extrínseca, conocida como la ineficacia en sentido
estricto[32] supone un acto jurídico perfectamente estructurado en el
cual han concurrido todos sus elementos, presupuestos y requisitos,
sólo que, por un evento ajeno a su estructura, deja de producir
efectos jurídicos.
Los supuestos típicos de ineficacia funcional son la Resolución y la
Rescisión.
La nulidad se diferenciaría de la rescisión en que ésta ultima
respecta a causales especificadas en relación con determina[33]do
acto, mientras que la nulidad concierne a causales generales para
cualquier acto jurídico.
Sin embargo, se pueden sumar otros tales como: la condición y el
plazo, la resciliación o mutuo consenso, la revocación, la reversión,
la retractación, el retracto mismo, la inoponibilidad, la excepción de
cumplimiento del con trato, la excepción de caducidad del plazo,
incluso la separación de cuerpos y el divorcio.[34]
En la ineficacia funcional, por regla general, el defecto se presenta
con posterioridad a la formación del acto jurídico. Sin embargo,
esto no es absoluto, pues en los casos de rescisión, la causa de
ineficacia es coetánea también a la formación del negocio.
La ineficacia funcional puede ser consecuencia del pacto entre las
partes que han celebrado un acto jurídico, en aplicación del
principio de autonomía privada, que es el principio directriz en
materia de actos jurídicos y contratos.
3.2.2. POR LAS CAUSALES
Las causales de nulidad tutelan el interés público. Las
causales de anulabilidad tutelan el interés privado de las
partes celebrantes del acto, a fin de proteger a la parte
afectada por la causal de anulabilidad.
“El acto jurídico será anulable (…) pueda acarrear
su invalidez a petición de parte; por ello quien es
parte en la formación y efectos del acto jurídicos
puede denunciar su anulabilidad, en tanto que el acto
jurídico nulo puede ser denunciado por el afectado,
por quien tiene interés o ser declarado de oficio.”
(Exp. Nº 973-90-Lima, Normas Legales Nº 213, p. J-8)
[41]
3.2.8. POR SU ORIGEN
Finalmente, la anulabilidad es expresa y viene siempre
declarada directamente por la norma jurídica formal. La
nulidad, en cambio, puede ser expresa o tácita.
5.1.1. INCAPACIDAD NATURAL
Son todos aquellos supuestos en que por una causa pasajera
el sujeto se encuentra privado de discernimiento, de tal forma
que la declaración de voluntad que haya podido emitir, aun
cuando tenga un contenido declaratorio, no será una
verdadera declaración de voluntad, por no existir la voluntad
de declarar, la voluntad del acto externo y el conocimiento
del valor declaratorio de la conducta.[87]
La incapacidad natural expresa el defecto de la aptitud para
entender y querer, y, en particular, aquel efecto que se basa
en causa transitoria.[88] La incapacidad natural es un supuesto
de falta de declaración de voluntad por ausencia de la
voluntad de declarar, supuesto que, no tiene relación alguna
con el supuesto de la incapacidad legal, que es la ausencia de
un requisito aplicable al sujeto.
Aquí se puede hablar de los casos practicados en estado de
inconsciencia o perturbación mental pasajera como la
hipnosis, el sonambulismo o la embriaguez o enfermedad
excluyentes de discernimiento.[89]
5.1.2. ERROR EN LA DECLARACIÓN
Llamado también error obstativo, es aquél que consiste en
un lapsus linguae. Es una discrepancia inconsciente entre la
voluntad declarada y la voluntad interna del sujeto. Aquí, aun
cuando hay una voluntad de declarar, falta una verdadera
voluntad declarada.
También en este caso, el negocio debería ser nulo,[90] y
debería imponerse como sanción la nulidad del acto jurídico.
Sin embargo, como nuestro código civil ha asimilado el error
en la declaración al error dirimente o error vicio, o sea, aquél
ha sido incluido en la regulación del error vicio, el cual es
inherente a la formación de la voluntad,[91] estableciendo
como sanción la anulabilidad, no podemos incluir dentro de
esta primera causal de nulidad al error en la declaración, aun
cuando es la sanción que le correspondería en sentido
estricto.
5.1.4. VIOLENCIA
En los supuestos de violencia falta también una verdadera
manifestación de voluntad, por cuanto, no concurre la
voluntad del acto externo.
Sin embargo, nuestro Código pareciera asimilar la violencia
física a la intimidación o violencia moral, estableciendo
como sanción la anulabilidad, aun cuando, en sentido
estricto, debería estar considerada dentro de este primer
supuesto.
5.2. INCAPACIDAD ABSOLUTA
Se trata de un supuesto de nulidad por ausencia de un requisito del
acto jurídico, como es la capacidad de ejercicio, que debe concurrir
con los elementos para que el acto jurídico sea válido.
El artículo 140º del código civil alude solamente a la capacidad
legal de ejercicio y no, a la capacidad natural la cual se encuentra
inmersa en los supuestos de manifestación de voluntad.
La redacción del articulado sería equivocada cuando sólo admite
como única excepción lo dispuesto en el artículo 1358º del código
civil, cuando realmente existen muchas más excepciones para los
incapaces absolutos menores de 16 años, tales como los supuestos
regulados en los artículos 46º, 229º, 455º, 457º, 530º, 557º y 646º,
entre otros.[93]
5.5. SIMULACIÓN ABSOLUTA
La simulación consiste en una discrepancia entre la voluntad
declarada y la voluntad interna, realizada de común acuerdo entre
las partes contratantes, a través del acuerdo simulatorio, con el fin
de engañar a los terceros.
“(…) la simulación (…) consistente (…) en la celebración
aparente de un acto jurídico sin que exista voluntad para
ello, (…) la simulación requiere de la concertación de las
dos partes para celebrar un acto jurídico aparente en
perjuicio de terceros, en cambio el dolo permite la acción de
solo una de las partes en perjuicio de la otra.” (Cas. Nº 276-
99-Lambayeque, Sala de Derecho Constitucional y Social, El
Peruano 17-09-2000)[108]
La simulación es absoluta cuando existe un solo acto jurídico
denominado simulado. La simulación es relativa cuando detrás del
acto simulado permanece oculto uno verdadero, denominado
disimulado.
Tanto en la simulación absoluta como en la relativa, el acto jurídico
simulado es nulo por cuanto no contiene la verdadera voluntad de
las partes contratantes.
Pero en la simulación relativa el acto disimulado -en la medida en
que contenga todos sus requisitos de sustancia y forma- será válido
por ser un acto jurídico real, que contiene la auténtica voluntad de
las partes.[109]
Por lo expresado, no resulta congruente que el inciso 5 del artículo
219º sancione con nulidad únicamente al acto jurídico simulado en
la simulación absoluta.
5.6. AUSENCIA DE FORMALIDAD PRESCRITA BAJO
SANCIÓN DE NULIDAD
Los actos jurídicos formales, solemnes o con formalidad ad
solemnitatem serían, entre otros: el matrimonio, la adopción, el
reconocimiento de los hijos extramatrimoniales, el testamento, la
donación de bienes muebles en algunos casos, la donación de
bienes inmuebles, el mutuo entre cónyuges, el suministro a título
gratuito, el secuestro, la fianza y la renta vitalicia.
Esta causal trata de un típico caso de nulidad por ausencia de un
elemento, en este caso, la forma impuesta por la ley bajo sanción de
nulidad.
El acto jurídico es solemne cuando la ley así lo determina.[110]
Aunque hay que tener presente que la formalidad no sólo la impone
la ley, sino también la voluntad de los celebrantes, siempre que se
respete el interés público.[111] Es a esto a lo que se llama formalidad
convencional.[112]
Ante esto Palacios arguye que los artículos 1411º y 1412º del
código civil hacen mención expresa a una formalidad solemne
convenida por las partes lo cual contradice al principio de legalidad
de la invalidez, que consiste en que la ley es la única capaz de
establecer alguna causal de nulidad.[113]
La forma es requisito de validez sólo cuando la ley la prescribe
bajo sanción de nulidad.[114] Por ello, el acto solamente se
perfecciona con el total cumplimiento de las formalidades
prescritas.
“No puede ampararse la nulidad del acto jurídico de mutuo
con garantía hipotecaria bajo argumento que en la minuta
que se presentó en la notaría para su elevación a documento
público se falsificó la firma del letrado. El resultado del
proceso penal no puede afectar la validez del acto jurídico
que se cuestiona, pues, la suscripción de la minuta por el
abogado constituye una formalidad de la naturaleza y
efectos administrativos que no contamina la libre voluntad
de las partes. (Exp. Nº 3060-98-Lima, Sala de Procesos
Abreviados y de Conocimiento, 13-10-98)[115]
Un caso curioso hace referencia a la hipoteca, que si bien dentro de
nuestro código civil su ausencia de formalidad no es sancionada
con nulidad, se entiende que, conforme al artículo 1099º del código
sustantivo, para su validez se requiere estar inscrita en el registro de
la propiedad inmueble; con lo cual es claro que la forma en el
presente caso es solemne.
Un fallo Casatorio así lo confirma:
“La hipoteca requiere una expresión de forma para que
ingrese en la llamada “vida de relación”, es decir, que sea
otorgado por escritura pública, siendo ésta la forma de la
hipoteca, resulta que la escritura pública (forma) es
consustancial al acto jurídico (hipoteca), pues el único modo
de probar su existencia y contenido es el documento mismo,
pues no sólo cumple una función probatoria (ad
probationem), sino que es la única prueba de su existencia
(ad solemnitatem), ya que no admite prueba supletoria.”
(Cas. 1117-2000-Arequipa, Normas Legales, T. 296, Enero
2001)[116]