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Nota al Lector
Hola a tod@s, espero no molestar antes de su lectura.
Como saben, esta serie quedó en espera de que alguien la tradujera. Pasaron muchos
años hasta que llegó la pandemia y me acorde de ella y me pregunté: ¿por qué no lo hago
yo? Si que tuve tiempo ahí. Al principio me costo mucho… (bueno aun me falta aprender
arto, porque paso viendo el traductor y preguntando a personas si está bien.). Se que fueron
muchos intentos hasta que saqué todo lo que faltaba por traducir, e intentar hacer unos
bonitos fondos aprendiendo (otra vez) a usar Photoshop, sobre todo para el libro 9,5 que ahí
fue donde me hice experta en ello.
Pero la cosa es que gracias por esperar a que tradujera este ultimo libro (no se asusten la
autora sacara más) y perdón si encuentran algún error o alguna palabrita por ahí entre
medio que no va. Además cambié algunas palabras y dejé la traducción como tal, no creo
que se note mucho.
ESTO ES SIN FINES DE LUCRO Y UNA TRADUCCIÓN DE FANS PARA FANS.
Muchas gracias por seguir esta serie, de verdad me alegra mucho hacerla para personas
como yo que querían saber como continuaba la pelirroja Rachel Morgan.
Nos vemos en el próximo libro.
Me despido, saludos y muchos cariños a ti.

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Para Tim

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CONTENIDO

Sinopsis Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32
Capítulo 15 Sobre la Autora
Capítulo 16 Próximo Libro
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Capítulo 17
SINOPSIS

Rachel Morgan debe mantener a sus amigos cerca -y a sus enemigos aún más cerca- en la
próxima novela de Hollows de la autora #1 del bestseller del New York Times Kim Harrison.
Rachel Morgan, demonio nacido de brujas, tiene una regla tácita: arriesgarse, pero
pagar por ello. Gracias a ella, ha convertido a sus enemigos en aliados, ha encontrado
su lugar entre sus parientes demonios y se ha convertido en la subrosa de Cincinnati -
responsable de mantener a la comunidad paranormal en paz y en línea.
La vida es… ¿buena? Aún más, su mejor amiga, Ivy Tamwood, vuelve a casa. Sin
embargo, nada es sencillo, e Ivy no viene sola. El consejo de vampiros insiste en que la
acompañe uno de los no muertos, empeñado en demostrar que Rachel mató al
vampiro maestro de Cincy para apoderarse de la ciudad. Lo cual, por supuesto, Rachel
no hizo en absoluto. Sólo la transformó un poco.
Con los amigos de Rachel distraídos por sus propias vidas y problemas, ella pide
ayuda a un nuevo aliado -el demonio Hodin. Pero este embaucador tiene sus propios
planes. Al final, la única manera de que Rachel se salve a sí misma y a la ciudad puede
ser forjar un nuevo entendimiento con su distanciado maestro demonio, Al. Sólo hay
un problema: Al vendería su propia alma para librarse de ella…

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CAPÍTULO 1

TODAVÍA NO ERAN NI LAS DIEZ Y LAS CIGARRAS YA CHILLABAN EN EL


aire caliente y bochornoso. Incómoda, me moví nerviosamente, mis sandalias rasparon las
tablas del porche deformadas por el tiempo mientras esperaba con impaciencia que Pike
forzara la cerradura de la casa victoriana en ruinas que él había etiquetado como una casa
de sangre no registrada. Hacía mucho calor bajo el saliente y los árboles desiguales de la
calle. Mi camiseta y mis pantalones cortos parecían lamentablemente inapropiados para
patear traseros de vampiros, pero Pike había prometido que era algo de cinco minutos.
Entrar, salir, café helado y banditas antes del mediodía.
El tráfico era un murmullo distante, los bares y restaurantes a dos cuadras de distancia.
Era un lugar perfecto para una casa de sangre donde los vampiros que lo consintieran
podían terminar su noche o, más a menudo, donde otros podían esconderse de la atención
no deseada. Trabajando en todos los niveles, las casas de sangre daban a los vampiros
altamente cargados y peligrosos un lugar seguro para disfrutar y encontrar refugio, a
menudo al mismo tiempo.
La antigua dicotomía no tenía sentido hasta que la veías en acción, pero los vampiros,
tanto vivos como muertos, tenían una necesidad constante de proteger a los afligidos
incluso cuando ponían en peligro a aquellos a quienes profesaban amar. Cuando la cosa se
ponía fea, el maltrato llegaba hasta los huesos, alimentado por la confianza que
engendraban estas casas. Por qué dependía de mí, un demonio nacido de brujas, descubrir y
corregir "suavemente" el problema, era una larga historia con un motivo corto. No me
gustaban los matones.
Cansada, metí un mechón de cabello detrás de mi oreja. La humedad estaba atravesando
mi encanto anti-rizos y la masa roja se estaba saliendo de mi trenza. —Pensé que tenías una
llave—, murmuré, y Pike, agachado en la cerradura, maldijo suavemente.
—Sí. Yo también.— La voz baja e intensa de Pike sacó un pulso inesperado de libido de
mí, y me moví para poner más espacio entre nosotros con la esperanza de que no se diera
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cuenta. Eran las feromonas las que inconscientemente estaba expulsando, no una verdadera
atracción. No ayudaba el hecho de que Pike no fuera el típico vampiro vivo, su belleza
clásica e infalible aún se mostraba bajo una inquietante cantidad de cicatrices. Había un
toque de canas en su cabello corto, evidencia de su madurez de treinta y tantos años. Su
camisa ligera y sus pantalones estaban cortados para facilitar el movimiento, su gracia
lánguida tenía un empuje definido, ¿y cuando sus ojos se volvían negros? Mal-di-ción.
Pero era la confianza de Pike lo que lo elevaba más allá del vampiro vivo habitual, y yo
estaba lo suficientemente segura de mi relación con Trent para admitir que él era…
bueno… mmmm. La mayoría de los vampiros eran seguros de sí mismos por fuera, pero
Pike estaba realmente cómodo en su piel. Eso lo diferenciaba, al igual que sus numerosas
cicatrices, la mayoría de las cuales se habían obtenido de sus hermanos tratando de matarlo
en lugar de divertirse en el dormitorio. Trabajar bajo mi protección era más seguro que
estar solo, pero no es por eso que había accedido a hacerlo.
En cambio, mis pocas cicatrices eran recientes, casi escondidas detrás de lo que para mí
pasaba por un bronceado. Echaba de menos mis viejas cicatrices, es decir, las que tenían un
significado real. Mi mordedura de vampiro casi latente escondida bajo la maldición de piel
virgen tendía a enloquecer a los no muertos, algo que en realidad no era ventajoso en mi
línea de trabajo.
—Me levanté temprano para esto—, me quejé, metiendo mis lentes de sol en mi bolso
antes de sentarme con cautela en el borde de la polvorienta silla del porche. La calle
residencial no estaba ocupada, y mis ojos se entrecerraron mientras seguía el coche que
pasaba, frunciendo el ceño cuando el Crown Victoria negro se estacionó en la acera.
Doyle.
Pike levantó la vista, sus increíbles sentidos en sintonía con mi repentina inquietud.
Doyle trabajaba para Inderland Security, un detective del I.S. ahora si recuerdo bien. Que el
vampiro vivo nos estuviera viendo irrumpir en una casa de sangre no registrada, y por lo
tanto ilegal, no presagiaba nada bueno.
—Entonces… ¿me pediste ayuda esta mañana porque Doyle te está siguiendo?— dije.
Frunciendo el ceño, Pike volvió a forzar la cerradura. —Él no me está siguiendo. Está
vigilando la casa. Igual que yo—. El peso de Pike cambió mientras intentaba un nuevo
ángulo. —Probablemente está esperando a que nosotros hagamos la parte difícil, y luego
entrar y tomar el crédito por ello. El I.S. quiere cerrar este lugar tanto como nosotros.
Verdad. Me puse de pie, con las manos en las caderas mientras miraba provocativamente
a Doyle. Los vampiros eran un extraño contraste. Los no muertos hacían cosas feas
pensando que era amor, los vivos soportaban cosas feas pensando que era amor, pero
ambos tenían una vena protectora de una milla de ancho. Cierto, estaba un poco
distorsionado en los no muertos, pero a nadie le gustaba la depredación de menores, y es
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por eso que estábamos aquí.


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A diferencia del I.S., no necesitaba tres días en el informe de una persona desaparecida
antes de abrir una lata de patadas en el culo. Entonces, cuando Kip, la número uno de Pike,
no se reportó después de rastrear a tres adolescentes desaparecidos aquí, Pike me llamó. No
conocía bien a la pequeña mujer, pero Pike confiaba en ella y confiaba en ella.
—¿Crees que Doyle nos dará problemas?— dije mientras Doyle sonreía, mostrándome
sus caninos cortos pero afilados mientras tomaba una imagen de nosotros. —Tenemos
causa probable.
—No—. Pike frunció el ceño. Sus ojos perdieron el borde marrón cuando sus pupilas se
dilataron, y el delicioso aroma del incienso de vampiro se elevó en el aire sofocante,
recordándome cuando había sido joven y estúpida. Aunque todavía huele bien, pensé, un
escalofrío de angustia y deseo inducido por feromonas se elevó antes de sofocarlo. Al
sentirlo, Pike sonrió. Me gustaba trabajar con Pike, incluso si resistir sus encantos
vampíricos era a menudo un desafío. Amaba a Trent, pero encontrar a alguien con quien
patear traseros era difícil, e Ivy había estado atrapada en DC durante meses.
—Tal vez debería haber traído a Jenks—, murmuré, y su sonrisa se desvaneció. Pero la
verdad sea dicha, no necesitaba a mi respaldo habitual para esto. Era en parte un rescate, en
parte un recordatorio para unos cuantos vampiros engreídos de que la ley estaba ahí para
los vivos y los muertos. Aun así, estaba empezando a arrepentirme de haberle dicho a Jenks
que se quedara en casa. Estar de pie frente a una puerta durante tanto tiempo parecía poco
profesional.
—¿Necesitas un poco de grasa?— dije mientras revisaba mi teléfono para ver la hora.
—Tengo esto—. Frustrado, Pike inclinó el gancho de otra manera.
—Puedo comprobar si hay una puerta trasera—, ofrecí, queriendo un café.
—No hay puerta trasera—, dijo rotundamente. —¿Quieres callarte para que pueda
concentrarme?
Bueno, perdo-o-o-name. Me puse de pie, yendo a la ventana sucia para llevarme una
mano a la cara y mirar hacia la habitación del frente. Jenks podría haber estado entrando y
saliendo a estas alturas, verificando el plano de planta que Ivy habría desenterrado en línea
de alguna parte. Pero esta era la carrera de Pike, no la mía. Yo estaba aquí para ayudar. Si
alguna vez entrabamos. Frustrada, revisé mi teléfono de nuevo, mi atención volvió a Doyle
mientras lo guardaba en mi bolsillo. Maldita sea, se estaba riendo. —Tal vez Doyle tenga
una llave—, dije con amargura.
Pike exhaló con fuerza. —Sí. ¿Por qué no vas y le preguntas a Doyle si tiene una llave?
¡Ooh, sarcasmo! Ya había tenido suficiente, y mientras las cigarras cantaban con un
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gemido irritante, fortalecí mi agarre en la línea ley más cercana y reflexioné sobre qué
hechizo de "búsqueda" funcionaría mejor. Casi todos trabajaban con auras, y los no
muertos no tenían mucha de una a menos que acabaran de alimentarse, y entonces ni
siquiera era suya. La mayoría de los encantos de búsqueda no funcionaban bien bajo tierra,
que era donde terminaría esto. Lo sabía. Muchas de las casas originales de Cincinnati tenían
subsótanos, y esta era una de las "damas" mayores de Cincinnati.
La línea ley se deslizó dentro de mí como la luz del sol, cálida y hormigueante hasta los
dedos de mis pies. Dejé que la energía desenfocada se acumulara en mi chi, luego inyecté
un puñado de ella en mis pensamientos antes de dejar que la energía encontrara un camino
de regreso al suelo y me hiciera parte de un circuito. —Invenio—, susurré, sintiendo que la
energía tomaba dirección y el encanto invocaba. Con la fuerza de la creación
atravesándome, abrí mi segunda vista.
Distorsionada como por una llama, la imagen de un campo abierto del siempre-jamás
cobró existencia, cubriendo la realidad en una doble visión inconexa. La sala delantera se
volvió borrosa, casi como líneas de tiza de colores. No estaba viendo exactamente a través
de las paredes, pero no existían en el siempre-jamás, y el efecto era el mismo. El aura de
Pike era evidente a mi lado, pero nada más. El piso de arriba también estaba despejado. Si
Kip o los chicos que estaba tratando de encontrar estaban aquí, estaban abajo.
—Estamos despejados en la superficie—, dije mientras dejaba caer mi segunda vista, y
la imagen de un campo abierto se desvaneció y la realidad volvió. Sin embargo, me aferré a
la línea, dejando que continuara corriendo a través de mí como un segundo sol. —
Disculpa—, dije mientras recogía la silla del porche. Con las tripas apretadas, la estrellé
contra la gran ventana delantera. El vidrio se hizo añicos hacia adentro en una satisfactoria
sensación de ceder, y luego la silla rodó sobre la alfombra descolorida y aplastada para
estrellarse contra la pared. Sonriendo, estiré la mano para abrir la puerta desde adentro.
Pike se puso de pie lentamente, sus ojos oscuros fueron de la ventana rota a mí. —No
eres divertida cuando tienes prisa, ¿lo sabías?
—Tengo cosas que hacer hoy.— Mi mirada se dirigió al Crown Victoria negro, mi ceño
arqueado en desafío. —Tal vez Doyle mueva su trasero gordo como garra-de-oso1 y nos
ayude o nos arreste ahora.
Pero el vampiro no se movió, observándonos mientras hablaba con alguien por teléfono.
Un leve pero insistente hormigueo en mis dedos se hizo más fuerte. Había estado creciendo
desde que la silla rompió la ventana. ¿Encantada? Me pregunté mientras hacía un puño
para alejar la sensación incómoda. Eso explicaría por qué Pike había estado tratando de
forzar la cerradura.
—Alarmas duales electrónicas y mágicas—, dijo Pike mientras se secaba el sudor de la
frente con un pañuelo de seda estampado. —Saben que estamos aquí.
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1Bear-Claw: Bollo Estadounidense popular.


Mi atención se centró en la cámara escondida debajo del alero del porche. Lo supieron
en el instante en que nuestros pies tocaron las desgastadas tablas del suelo. Su "apertura de
cerradura" había sido una estratagema psicológica. Como lo había sido yo rompiendo la
ventana delantera.
—Al menos sabemos que no sonará en el I.S.— me volví hacia Doyle. —¡Oye!— Grité,
y su conversación telefónica vaciló. —¿Vienes?
Sonriendo, Doyle terminó su llamada y se recostó, fingiendo dormir.
—Mis dólares de impuestos en el trabajo—. Pike se pasó una mano por el pelo corto y
peinado, alisándolo.
—Con tal de que no me citen por destrucción de propiedad privada y entrada ilegal y me
revoquen la licencia de corredor2—. Era lo único que pagaba a tiempo todos los años,
asegurándome de seguir siendo una corredora certificada e independiente. Había sido una
durante más de cuatro años, una de los pocos en Cincinnati, y sin duda la más conocida.
Con eso, causa probable y una denuncia presentada, tenía una razón para estar aquí, aunque
la ventana rota podría ser cuestionable.
—Normalmente hay una puerta abajo en la cocina—. Su humor se cerró de repente, Pike
pasó como un fantasma por delante de mí y entró en la casa.
Lo seguí, mis pasos cortos para evitar el vidrio. Inmediatamente me hice a un lado,
deteniéndome para tener una idea del lugar. No me gustó que hubiera habido una alarma
mágica, y menos que yo la hubiera disparado. Jenks me habría advertido.
Los zapatos de Pike quedaron en silencio mientras desaparecía en lo que obviamente era
la cocina con su suelo de linóleo descolorido y alacenas amarillas. Hacía frío con el aire
acondicionado aquí, pero dejé la puerta abierta para Doyle, examinando el papel pintado
descolorido y las tablas del suelo rayadas. Los pocos muebles que habían eran viejos y no
combinaban, lo que le daba el aspecto de piso primerizo de estudiantes universitarios
estadounidenses. No había cámaras obvias, pero sabía que estábamos siendo observados.
Sintiéndome atrevida, saqué mi pistola splat y revisé la tolva en una muestra de desafío. La
pistola de paintball de aire rojo cereza, del tamaño de una Glock, era mi elección, pero en
lugar de pintura, la mía disparaba pociones para dormir.
Oh, tenía un montón de hechizos al alcance de mi mano, pero algún bebé llorón siempre
afirmaba que eran magia oscura, lo que significaba papeleo para demostrar que no lo eran y
posiblemente una visita ante un juez para mostrar-y-contar. Además, los hechizos basados
en pociones en mi arma eran fáciles de romper con agua salada. Incluso el Federal
Inderland Bureau, o FIB, dirigido por humanos, sabía cómo hacerlo. Mis encantos hablados
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2 En el libro es Runner. Se refiere como a un tipo de caza recompensas. Así que decidí dejarlo igual como en libros
anteriores. Ellos son corredores o hacen carreras para ganarse la vida.
basados en líneas ley eran más difíciles de deshacer, y yo era cualquier cosa menos
complaciente. Sí. Genial.
Levanté la cabeza al oír el golpe seco de la cocina. —¿Estás bien, Pike?
—Sí…— dijo, con voz tensa, y avancé de nuevo, mis sandalias tintineando contra el
vidrio roto.
Con la nariz arrugada contra el leve olor a vampiro, me detuve en el arco abierto. Todo
en la cocina, excepto Pike, era viejo y pequeño, aunque limpio, como si acabaran de pasar
un trapo. La única ventana estaba cerrada y era demasiado pequeña para salir fácilmente. —
¿Crees que se fueron?— pregunté mientras Pike golpeaba el suelo y las paredes del armario
de escobas.
—Quizás.— Pike hizo una pausa, escuchando un eco. —Kip rastreó al vampiro que
había sido visto hablando con los adolescentes aquí. O la atraparon y está retenida, o
simplemente necesita ayuda para sacarlos. De cualquier manera, Kip no los dejaría. Ni
siquiera para hacer una llamada—. Frunciendo el ceño al armario, Pike exhaló. —De ahí a
que pida ayuda.
Con la cabeza gacha, apoyó el hombro contra el frigorífico y lo apartó de la pared para
estudiar la tira de linóleo mugriento que descubrió. Sin puerta. No iba a sentirme culpable
por mirar sus musculosos hombros mientras se agrupaban y movían en el esfuerzo. —
Además, Doyle está ahí afuera—, dijo, mientras movía fácilmente la nevera de gran tamaño
hacia atrás con un hipido de plástico y linóleo.
—¿Armario del dormitorio?— Ofrecí. —Saben que estamos aquí, pero nos ignorarán a
menos que encontremos el camino hacia abajo.
—Armario del dormitorio—, estuvo de acuerdo. Pike se dirigió a los dormitorios, con un
ritmo inquietante y excesivamente rápido. Nuevamente lo seguí, mis pasos crujiendo sobre
los vidrios rotos.
Doyle todavía estaba en la acera cuando miré por la ventana rota, lo que me hizo
preguntarme si nos habíamos topado con uno de los sobornos de Constance que el I.S.
ignoraría antes. Pero incluso el I.S. tenía que admitir que tomar Cincinnati en lugar de
Constance ya estaba mostrando beneficios. Las calles habían estado agradablemente
tranquilas durante los últimos meses, como un suspiro contenido mientras miras al otro
lado de la habitación a alguien a quien amas u odias. Los vampiros de Cincinnati estaban
esperando, no para ver si tenía las habilidades para mantenerlos a raya, sino si cumpliría mi
promesa de un hechizo que les permitiría conservar sus almas cuando murieran por primera
vez.
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Desafortunadamente, la compleja maldición estaba actualmente atrapada en el infierno


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de AFHE. Aparentemente, la Administración Federal de Hechizos y Encantos aún no


estaba convencida de que los vampiros no muertos tuvieran acceso a su alma original fuera
una buena idea. Tampoco lo estaban los no muertos en DC. Y así esperábamos.
—Buen Dios —dijo Pike, dudando ante la puerta recargada del dormitorio negro y rosa,
con corazones sangrantes, rayos y pósteres de rompecorazones, pero yo entré a grandes
zancadas, segura de que era allí donde tenía que estar la escalera, en el corazón de las
chicas malas. Sólo había que encontrarla.
Ante su asentimiento, arrojé mi bolso a la cama y me puse a ocho pies de distancia de la
puerta cerrada del armario, con los pies abiertos para mantener el equilibrio y la pistola
splat apuntando. Sus ojos cambiaron a una negrura que abarcaba toda la pupila, Pike abrió
la puerta del armario con una rapidez vampírica. Me tensé, pero sólo era un cuarto estándar,
vacío, de cuatro-por-seis. Poco a poco, mi brazo sujetado cayó.
—Golpéala— dije, y él cerró el puño, golpeándolo contra la pared y pisoteando el suelo
hasta que se elevó un estallido resonante. Su rostro bronceado, con la nariz rota y con
cicatrices se volvió hacia mí con una sonrisa, y sofoqué un escalofrío nacido del deseo ante
sus pequeños pero muy afilados caninos.
—Fuego en el agujero—, articulé, y él se apartó del camino.
—¡Corrumpo!—exclamé, canalizando la energía de la línea ley que me atravesaba hacia
las yemas de mis dedos. El poder controlado por la maldición me dejó con una deliciosa
sensación de adentro hacia afuera, la bola mágica dorada y roja se estrelló contra la pared
con un ¡boom! que llamó la atención.
Me agaché, invocando un círculo de protección cuando la pared explotó y envió polvo y
pedazos de pared por todas partes. La bruma fluyó hacia arriba y sobre mí con solo un
ligero olor a yeso, y Pike agitó la mano, entrecerrando los ojos mientras trataba de ver lo
que habíamos encontrado.
Pero todo lo que hicimos fue exponer la puerta de incendios metálica detrás de él.
—Esa no es la puerta principal, es una escotilla de escape— dije, y él asintió,
entrecerrando los ojos mientras pasaba un dedo lleno de bultos por roturas pasadas sobre el
panel de control incrustado que parpadeaba en un verde tenue. Volví a desear a Jenks, lo
que me hizo preguntarme si me había vuelto blanda o si alguna vez había sido capaz por mi
cuenta. Confiaba demasiado en las habilidades de los demás… quizás.
—Deberíamos haber traído a Jenks— dijo Pike, y yo giré, la intuición y un suave roce
de zapatos me hicieron ver a los cinco hombres realmente grandes que nos miraban de
repente desde la puerta. Eran claramente vampiros vivos, vestidos con vaqueros y camisetas
con logotipo. Sus colmillos eran pequeños pero afilados, y sus ojos tenían la pupila negra.
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Cada uno era una maravilla de músculo, cada uno construido para hacer daño.
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—Los encontré—, dijo Pike mientras se echaba hacia atrás y se desabrochaba el
cinturón. Se lo sacó de las trabillas con un ominoso siseo, que me recorrió como el hielo.
—¿Caballeros?— Ofrecí mientras entraban, cada uno apenas logrando atravesar la
puerta sin tener que dar un paso hacia un lado.
—Hemos tenido algunas quejas—, dijo Pike, con la mitad del cinturón ahora envuelto
alrededor de sus nudillos, la cola colgando como un látigo improvisado. —Deberían haber
devuelto mis llamadas.
Pero no dijeron nada, colocándose entre nosotros y la puerta. La ventana tenía rejas. No
es de extrañar que Doyle no entrara…
—Okey. Podemos hacer esto de dos maneras— dije mientras apuntaba con mi pistola
splat. —Una-
Se movieron, con una rapidez líquida.
Jadeé, levantando el brazo instintivamente para protegerme de un impacto. Golpeó con
un dolor espeluznante, sorprendiéndome viva. Tres fueron por Pike, y luego no vi más
mientras retrocedía, con el brazo entumecido mientras luchaba por evadir otro golpe. —
¡Hijo de un cachorro!— exclamé mientras apuntaba con mi pistola splat, pero los dos que
venían por mí estaban demasiado cerca. Simplemente lo habían esquivado.
Mierda en tostadas, extraño a Jenks. Él nunca hubiera dejado que me acorralaran. Mis
bolas splat se rompieron contra la pared, inútiles. La poción solo actuaba sobre la piel
desnuda, y disparé seis más, formando un bonito grupo de racimo pero sin golpear a nadie.
Hice una mueca ante el sordo chasquido de un hueso y un bajo bramido, y me
envalentoné cuando dos de los chicos de Pike rodaron por el suelo y chocaron contra la
pared, donde negaron con la cabeza e intentaron levantarse.
Unos ojos negros encontraron los míos, y luego volvieron a mirarme. —¡Fuera!— Grité
cuando unos gruesos brazos me rodearon, y luego jadeé cuando el aire de repente fue
aplastado de mis pulmones.
Sus dientes estaban demasiado cerca. Luché contra él, mi pistola splat golpeando el
suelo mientras pateaba al segundo hombre, usando al que me sostenía como palanca. El
primero no me soltó, pero aflojó su agarre cuando mis pies golpearon al segundo, y tomé
una bocanada de aire cuando se apartó de mí a trompicones.
—¿Esta es Rachel Morgan?— dijo el vampiro que me sostenía mientras su amigo se
levantaba y tocaba su labio para encontrarlo sangrando. —¿El demonio subrosa? Es más
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pequeña de lo que pensé que sería.


—Y tú—, jadeé mientras preparaba una cantidad masiva de energía de línea ley, —eres
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más tonto de lo que permite la evolución. ¡Déjame ir!


Girándome, golpeé mi codo y pisoteé su pie, solo por diversión, y cuando su peso
cambió, mis pies se plantaron sólidamente y torcí su brazo, enviándolo sobre mi espalda
agachada para estrellarse contra la pared y mi mancha aún goteante de poción.
El hombre dejó escapar un grito de sorpresa y luego el hechizo empapó su camisa.
Mientras Pike aullaba exuberantemente y rompía más huesos, mi atacante se derrumbó,
inconsciente. Me dolía el pecho y cojeé para conseguir mi pistola splat.
No llegué a hacerlo, gritando mientras el otro tipo me arrastraba. Fui atrapada por detrás
en un abrazo de oso otra vez. Mierda en tostadas, ¿cuántas veces una chica tiene que decir
que no?
—¿Quieres ayuda?— dijo Pike, e hice una mueca, apartándome el cabello de la cara
mientras el tipo me levantaba, sacándome el aliento de nuevo. Pike tenía a sus tres hombres
acorralados y sangrando, cautelosos ahora que tenían huesos rompiendo la piel, su sangre
por el suelo resbaladizo. Tenían que estar drogados con algo, ya que se agruparon y se
abalanzaron sobre él. Pike se movió como un borrón, el cinturón golpeó la piel desnuda
para hacerlos saltar y sus nudillos hicieron daño. Giró como un bailarín, enviándolos a
estrellarse contra las paredes antes de volverse hacia mí.
—Tengo esto—, jadeé, luego canalicé la línea ley hacia el hombre que me sostenía.
El vampiro gritó en estado de shock. Mis costillas aplastadas volvieron. Jadeando, agité
mis brazos cuando me encontré siendo lanzada por el aire hasta que golpeé el suelo con un
gruñido de dolor.
—Ow…— susurré, mi brazo palpitante. El hombre al que acababa de sacudir estaba
encorvado, mirándome como si hubiera roto una regla. No había regla aquí, y me puse de
pie, atrayendo más energía de la línea ley hacia mí hasta que mis manos brillaron y las
puntas de mi cabello comenzaron a flotar.
—Tú. ¡Cálmate!— grité. —¿Cuál es el código para bajar?
Sus ojos negros de repente se abrieron con miedo, se lanzó hacia mí de nuevo. Le tenía
más miedo a su amo que a nosotros. Yo puedo arreglar eso…
Me lancé por mi pistola splat, mi brazo calentándose por una quemadura del roce del
piso cuando la agarré, girando para dispararle en la cara.
Aulló y se tocó los ojos… y luego cayó sobre mí, inconsciente.
Su peso me golpeó fuerte, inmovilizándome. ¡Maldita sea toda la Revelación y
viceversa! Pensé, luchando por empujarlo. Uno de los muchachos de Pike tropezó con él y
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se cayó, y yo también lo derribé, antes de salir y ponerme de pie.


—¡Déjalos!— Grité, mi buen humor estropeado. —¡No estoy aquí para que puedas
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jugar!
Pike me sonrió desde el otro lado de la habitación rota. Estaba encorvado y dolorido,
pero claramente sacando lo mejor de los últimos dos frente a él. Una vez lo había visto
matar a cinco asesinos en la misma cantidad de minutos, pero hacía calor y tenía cosas que
hacer. —Perdí mi membresía del gimnasio la semana pasada—, dijo, atacando con su
cinturón antes de agarrar la silla del tocador y blandirla como un domador de leones.
Teníamos a tres de los cinco caídos, y si no hubieran enviado a nadie más, probablemente
no tenían a nadie.
Mi teléfono, me di cuenta, estaba zumbando, y cuando Pike rompió alegremente el
cinturón y partió la silla con adornos sobre el brazo de uno de sus atacantes, me volví para
mirarlo.
¡Ivy! pensé en el placer, queriendo tomar la llamada. —Haz tu cardio en tu propio
tiempo,— dije, preparándome para terminar esto rápido. Mi teléfono zumbó de nuevo
cuando tiré de la línea y me enfoqué primero en uno, luego en el otro. —¡Stabils!
¡Stabils!— exclamé , estremeciéndome ante las ráfagas gemelas de energía de línea que
fluían a través de mí cuando golpeó primero a uno, luego al otro. Hodin afirmó que había
una manera de que la maldición actuara sobre ellos al mismo tiempo, pero no había
encontrado la forma.
—¡Hey!— Pike exclamó mientras caían a su vez, el que aún estaba en el agarre de Pike
casi arrastrándolo hacia abajo. —¿Cómo se supone que voy a sacarles el código de la puerta
si están fuera de combate?
—Todavía pueden hablar. Adelante—, dije mientras los dos vampiros comenzaban a
maldecir. Uno estaba boca abajo en el suelo, el otro ahora miraba al techo con la pierna
incómodamente atrapada debajo de él.
Frotándome las costillas magulladas, presioné aceptar y la voz baja de Ivy se elevó a
modo de saludo.
Inmediatamente sentí que mi cuerpo se relajaba. —Hey, Ivy. ¿Cómo estás?— dije
mientras Pike se paraba dominantemente sobre los dos hombres caídos. Mi respiración era
rápida y flexioné mi brazo dolorido, feliz de que no estuviera roto.
—Bien—, dijo ella, su voz como polvo vivo, sedoso y gris. —Suenas ocupada. ¿Es éste
un mal momento?
Miré a Pike que maltrataba a los matones en posición vertical, no demasiado gentil
mientras golpeaba sus cabezas contra la pared para que prestaran atención. —No, estás
bien. Estoy ayudando a Pike con algo de depredación de menores. Ha terminado de jugar.
—Mi voz se elevó. —¿Verdad?— dije en voz alta, y Pike hizo un gesto de "tal vez."
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—¡Código de la puerta!— gritó, y los dos escupieron amenazas vacías.


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—Puedo volver a llamar— dijo Ivy. —Pero no tomará mucho tiempo si tienes un
segundo.
Dolorida, apoyé mi trasero en el alféizar de la ventana y me recliné contra los barrotes,
con cuidado de mantenerme fuera de la poción para dormir. La habitación estaba en ruinas,
y empujé el dosel roto del conducto de aire con la esperanza de que entrara algo de aire
fresco. Había plumas de almohada por todas partes, que parecían nieve cayendo mientras se
asentaban. —¿Qué pasa? ¿Todo bien entre tú y Nina?
Pike golpeó a uno de los vampiros lo suficientemente fuerte como para partirle el labio.
—¿Dónde está Kip?— demandó, ojos negros. —Pequeña cosita. Pelo rubio corto. Le gusta
el color rojo.
—Nunca la he visto—. El vampiro se burló. —Ve a sangrar tú mismo.
—Estamos bien—, dijo Ivy. —Está causando estragos entre los viejos no muertos, pero
es algo bueno. Voy a estar en Cincy mañana por la noche. Espero más que una visita, pero
eso depende de lo que piense el maestro vampiro al que acompaño.
¿Iba a volver a casa? Pero mi euforia vaciló. —¿Maestro vampiro?— pregunté.
Casi pude ver su mueca de dolor, su pálido rostro ovalado arrugándose. —Los no
muertos de DC saben que Constance no está dirigiendo Cincy,— dijo, y me desplomé. La
mirada de Pike se elevó, encontrando la mía mientras dudaba en sus interrogatorios. —
Creen que ha muerto dos veces y que tú eres la responsable.
—Imagínate eso,— murmuré. La vampiro repugnante, psicótica y narcisista estaba viva.
Era un ratón, pero estaba viva, encerrada en una bonita jaula en los barrios antiguos de
Piscary, donde la luz no podía alcanzarla. —¿Ayudaría si Hodin apareciera como ella otra
vez?
No estaba exactamente emocionada por preguntarle. La primera vez tuve que darle seis
meses de alquiler gratis en la iglesia a cambio de diez minutos de su tiempo. Había sido un
buen compañero de cuarto, pero no me gustaba la vibra que estaba teniendo entre él y mi
otra compañera de cuarto, Stef. Ya estaba contando los días para que nuestro trato
terminara y él se fuera. Al podría volver a hablarme también…
—Probablemente no— dijo Ivy. —Este tipo la conoce. Un viejo no muerto llamado
Finnis. Él es la razón de la mitad de sus problemas, y sabrá si no es ella. Rachel, si no
puedes presentar a Constance, asumirán que ha muerto dos veces y presentarán cargos.
Cuerpo o no.
Pasé una mano por mi cabello enmarañado y suspiré, sorprendida cuando encontré una
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pluma de almohada. —No sé cuál es su problema,— dije, contemplando los hombros de


Pike mientras continuaba atormentando a los vampiros. —Pike y yo mantenemos el orden
Página

muy bien.
—Tal vez sea eso—, dijo Ivy, y Pike comenzó a golpear rítmicamente, su puño golpeó a
uno, luego al otro en un ataque deleznable con su melodía tarareada de "Frog Went A-
Courting". Extraño. —No están felices de que puedas hacer el trabajo. Los hace quedar mal
y abre la puerta para que otros poderes supervisen a su propia gente.
Mi cabeza se movió en comprensión. Pike probablemente estaba progresando, pero era
difícil saberlo. Hasta que lograra vencer las feromonas convirtiendo su dolor en placer, no
les importaría cuánto los golpeara.
—Oye, dile a Pike que amenace con romperles un colmillo—, dijo Ivy de repente,
claramente al escuchar a Pike. —Eso suele dar buenos resultados cuando se les añade
Azufre y feromonas.
Miré a Pike, y mientras se enderezaba con un encogimiento de hombros, me estiré hacia
la pata rota de la silla, lanzándola para que aterrizara en su agarre con un fuerte impacto.
Sin dudarlo, Pike la clavó en la cara del hombre más grande. El vampiro aulló, la sangre
brotó mientras el otro lo miraba con horror. Pike había hecho lo impensable al dañar lo
único que su maestro no muerto valoraba por encima de todo.
—Ooh, Pike,— dije, encogiéndome mientras la sangre fluía.
—Dije, amenazar, no hacer —dijo Ivy, adivinando claramente lo que había sucedido por
el súbito balbuceo de ambos vampiros.
—Tres chicos. Abajo —dijo el vampiro intacto, su voz fuerte y presa del pánico. —Un
acompañante y dos clientes. El código es 55512.
Con las cejas enarcadas, Pike arrancó el dosel desgarrado de la cama de cuatro postes
con un sonido de tela rasgada. Con movimientos bruscos, limpió la cara del vampiro y dejó
caer el trapo ensangrentado en su regazo. Mis hombros se relajaron. El colmillo del matón
aún estaba intacto. Era el diente frontal derecho que Pike había roto. Podría haber sentido
pena por él, pero había tres chicos abajo, tres chicos que eran la punta de un feo iceberg. Se
merecía algo mucho peor, y una vez que llegara a prisión, lo conseguiría.
—Gracias, Ivy, —dije. —Te llamaré esta noche después de hablar con todos.
—Suena bien —dijo, y levanté la cabeza al oír un tintineo de vidrios rotos en la sala de
estar. —Te dejaré ir. Quería que lo escucharas de mí, no de Edden o el I.S. Te amo.
Las palabras nunca antes pronunciadas me impactaron, seguidas de una cálida
comprensión. Ivy estaba profundamente comprometida con Nina, pero había todo tipo de
amor y habíamos pasado por muchas cosas. —También te amo —dije, contenta de poder
17

decir las palabras también, y el teléfono se desconectó. Amaba a Ivy, no de la manera que
ella quería, pero ambas nos entendíamos y ahora éramos felices con nuestra relación.
Página
Sabía que Pike nos había oído por encima de su continuo parloteo, pero estaba bien.
Nunca había conocido a Ivy, pero estaba segura de que conocía nuestra historia. Infiernos,
todos en Cincy conocían nuestra historia.
—Gracias, caballeros—, dije mientras le lanzaba a Pike mi pistola splat para hacer los
honores. —Deberías haber optado por la opción número uno.
Sus labios se curvaron en una fea sonrisa, Pike les disparó a ambos y me arrojó mi
pistola. Con movimientos rápidos, casi bailó a través de la habitación rota, con los ojos
negros mientras ingresaba el código. La cerradura de la puerta golpeó cuando se abrió, y
una ola de aire cálido y cargado de incienso fluyó hacia arriba y hacia afuera.
De repente, mi estado de ánimo se derrumbó. El olor era engaño y violencia hecha
realidad, y me golpeó hasta la médula, trayendo recuerdos incómodos de estar atrapada
bajo tierra con un no muerto. No tenían alma, su poder nacía de nuestra necesidad de verlos
como eran, no como son. Muertos.
Pike respiró hondo, casi temblando cuando las feromonas no muertas lo golpearon. Los
jóvenes no tendrían la capacidad de decir que no. Infiernos, no estaba segura de que Pike
pudiera, o incluso quisiera, porque a pesar de que no había nada más que mentiras allí, el
placer seguía siendo real.
—Hey, eh, ¿te importa si me quedo aquí para mantener tu camino abierto?— dije, y Pike
asintió, su expresión sombría.
—Quédate —dijo Pike, con la voz ronca, y en un oscuro destello de movimiento, se fue.
El silencio resonó, y luego un grito y un golpe. —¡Pike! ¿Estás bien?— Grité por la
escalera negra. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté bien. No me hagas bajar por
ese agujero…
—¡Solo un segundo!— su voz resonó débilmente, luego, —¡Kip! ¡Enfócate! ¿Dónde
están los chicos?
Aliviada, me alejé poco a poco mientras más maldiciones, más gritos se elevaban. Nada
de eso era de Pike, y apreté mi agarre tanto en mi pistola como en la línea ley ante el
repentino golpeteo en las escaleras. Los pasos eran rápidos y ligeros, y levanté las manos en
seguridad cuando tres chicos salieron de la oscuridad, con los ojos muy abiertos y vacíos
mientras se deslizaban hasta detenerse asustados y respiraban por primera vez en lo que
podrían haber sido días. Todavía estaban con sus uniformes escolares, y tenía la esperanza
de que estuvieran en las mismas condiciones que cuando sus padres los habían visto por
última vez.
18

—Están a salvo,— dije, tratando de sonreír mientras bajaba mi pistola y me movía para
pararme entre ellos y la puerta. Caballos salvajes, nerviosos y asustadizos. —Aguanten
Página

hasta que aparezcan Pike y Kip. Tenemos un coche y los llevaremos a casa.
Eran jóvenes, bien entrados en la adolescencia, de extremidades proporcionadas y
blandas. Quince, tal vez. No me atrevía a tocarlos para no asustarlos y hacerlos correr, y
cuando se agruparon asustados junto a la cama, mi ira creció con quienquiera que hubiera
intentado robarles la juventud. Eran vampiros vivos y, por lo tanto, estaban condenados a
una vida que no habían elegido. Pero para aprovecharse de la pequeña oportunidad que
tenían para luchar contra ello… eso era imperdonable.
—Por favor. No. ¡Él me matará!— se oyó una voz aguda y aterrorizada desde el hueco
de la escalera, y luego Pike empujó a una mujer alta hacia la luz que tenía delante,
impulsando a la morena bien vestida por el suelo manchado de sangre y hacia el marco de
la cama rota. —Quiero la custodia del I.S. ¡Necesito una casa segura!— balbuceó,
aferrándose a la cama como si pudiera salvarla.
—Te conseguiré una casa segura —gruñó Pike, y la mujer se encogió cuando él se paró
sobre ella. Ella sostuvo su brazo cerca. Le faltaba uno de sus tacones y su pie descalzo
empezaba a hincharse.
—¡No sé quiénes son esos chicos!— ella chilló, luego se disolvió en un balbuceo
sollozante.
—¿Dónde está Kip?— dije, y su ceño enojado se transformó en una sonrisa para
decirme que la pequeña mujer estaba bien.
—Siguiendo a dos no muertos—. Inclinándose, miró hacia la escalera. —Hay un túnel
secundario. Si puede identificarlos-
—¡No puede vencer a los no muertos!— interrumpí. —¡Infiernos, difícilmente puedo
vencer a los no-muertos!
—Es bueno que conozcas tus límites—, dijo una voz baja desde la puerta, y me giré, mi
pistola splat ascendente cayó. Era Doyle. Su enfoque estaba en los chicos, y me di cuenta
de que estaba tan enojado como nosotros.
Al verlo, la mujer en la cama se lanzó repentinamente hacia la libertad, gritando cuando
Doyle la agarró con una mano increíblemente rápida. Golpeándola de cara contra la pared,
la sostuvo allí mientras vociferaba el Miranda3 y Pike le amarraba las manos detrás de la
espalda. La soltaron juntos, y ella cayó sobre un montón de lino y seda, abatida y
sollozante.
Molesta, saqué mi bolso de la cama y me lo colgué del hombro antes de que Doyle
afirmara que era una prueba y se lo llevara. —Muy amable de tu parte aparecer—,
murmuré, y su cuello se puso rojo.
19
Página

3 Es un aviso que los agentes de policía en Estados Unidos deben hacer a toda persona que haya sido arrestada.
Sí, teníamos nuestras diferencias, pero parecieron desvanecerse cuando se volvió hacia
los chicos, su placa y voz baja y tranquilizadora hicieron una presencia reconfortante
mientras trataba de verificar sus nombres.
—Han sido hechizados—, dijo Pike en voz baja mientras una de las chicas tomaba aire,
la confusión la nubló cuando se dio cuenta de que no podía recordar quién era.
—Está bien. —Doyle alcanzó su teléfono. —Sabemos quién eres. Tus padres te han
estado buscando —añadió, y los tres colectivamente parecieron relajarse cuando el sonido
de una sirena llegó desde el frente. El I.S. finalmente había llegado con fuerza, ahora que
había terminado.
Doyle tenía razón. Estarían bien, pero las próximas veinticuatro horas serían un infierno
mientras los hurgaban y pinchaban. Podría tratar de quitar el hechizo de aturdimiento, pero
ellos estaban relativamente tranquilos en este momento, y yo no estaba preparada para
tratar con tres adolescentes histéricos.
Nada de esto saldría en las noticias de la noche, no porque fueran menores de edad, sino
porque podría asustar a los humanos. A veces, pensaba que la única razón por la que nos
llevábamos bien era porque los mundanos no sabían la verdad: lo peligrosos que éramos y
que solo la tradición impuesta por la ley los mantenía a salvo. Y los manteníamos a salvo.
La conversación por radio se filtró desde la sala de estar delantera y, sintiendo la
punzada de malentendidos pasados entre el I.S. y yo, me apoyé contra una pared abollada y
salpicada de sangre, luchando para evitar que mis brazos se levantaran sobre mi cintura.
Una mujer uniformada entró a buscar a los chicos y Doyle comenzó a esposar a los
hombres abatidos con un fajo de tiras, teniendo cuidado de no meterse en la poción que
seguía goteando. —Esta fue nuestra carrera—, dije, viendo que incluso la credibilidad de la
calle desaparecía, y Pike suspiró.
—Me lo debes, Morgan—. Doyle volvió su aguda sonrisa canina hacia mí. —Perdí mi
trabajo por tu culpa.
—Detective es una asenso—, le dije, pero claramente odiaba no tener a nadie a quien
mandar.
—Yo los llevo—, dijo, tratando de ponerse oscuro y ansioso, pero era difícil a las diez
de la mañana con el calor sofocante. —O te detengo a ti y a Pike por allanamiento de
morada, asalto y tal vez depredación de menores. Vete, Morgan. Es más fácil de esa
manera.
—Tienes todo esto resuelto, ¿eh?— dije, mi mirada yendo al oficial listo para
respaldarlo parado en la entrada. Un destello de ira subió y cayó. Que Doyle se atribuyera
20

el mérito de mi trabajo no era el mensaje que quería transmitir. Pike y yo estábamos


Página

manteniendo a raya a los vampiros. No el I.S.


Pike se acercó. —Déjalo ir, bruja—, murmuró. —Esto no es necesariamente algo malo.
Hosca, asentí, todavía no me gustaba. La subrosa era una posición oculta. Anónima.
Como la Mafia o Batman. A Pike no parecía importarle, pero no estaba dispuesta a que esto
se convirtiera en un patrón.
Ahora había gente en la sala de estar, y los chicos se juntaron ante las caras nuevas que
se asomaban. Podía ver los titulares mañana, y mi nombre no aparecía en ellos. No recibir
crédito por ello era una cosa, Doyle quitándomelo era otra. —¿Hay algo más que podamos
hacer por usted, detective? ¿Quizás limpiarte el culo?— dije con amargura, y Doyle se rió.
—No. Estamos bien.— Sonrió a los chicos y le hizo un gesto al oficial para que los
escoltara. Era una bruja o un hechicero, a juzgar por los amuletos alrededor de su cuello,
mucho más fáciles de manejar para los chicos después de su terrible experiencia. Su antigua
carabina sollozaba mientras la arrastraban detrás de ellos. Puede que no los haya tocado,
pero fue cómplice de engaño y sería acusada de lo mismo.
—Ni siquiera un gracias—, murmuré mientras entraban tres uniformados más, los
vampiros vivos discutían sobre los matones inconscientes antes de llamar a un agente con
habilidades de línea ley para deshechizarlos.
Pike se deslizó a mi lado, sus ojos en el hombre egocéntrico. —No tardes demasiado—
dijo, levantando la barbilla para señalar a Doyle—. Estaré en el coche. Quiero mostrarte un
par de logotipos que elaboré con ese café helado que prometí.
—Logos, correcto—, dije, y Pike salió, cojeando y cubierto de sangre, claramente
complacido de poder someter a la gente a golpes y luego caminar impunemente entre los
policías. Mi coche estaba a una cuadra de distancia, y un impulso repentino de hablar con
Trent me dio picor. Ivy venía, arrastrando problemas con ella. Pero tenía una cosa que
hacer, primero.
—¿Doyle?— dije dulcemente, y él levantó un dedo para que esperara mientras le daba
instrucciones a alguien. Con la mandíbula apretada, me elevé, peso sobre un pie, brazos
sobre mi cintura. Ardiendo.
Finalmente sacaron a rastras al último de los hombres, las brujas en uniforme me
miraron nerviosamente mientras discutían cómo romper la magia que los mantenía
inmóviles. Las pociones para dormir podían manejarlas, pero las maldiciones habladas
estaban fuera de su liga. Sabían que yo las había lanzado, pero dado que Doyle se llevaría
el crédito, no podían preguntar. —No tengo idea—, escuché débilmente, y en un momento
de simpatía, retoqué las maldiciones habladas y se rompieron.
—Doyle—, llamé de nuevo, viendo que él me había olvidado convenientemente y estaba
21

siguiendo al último de los oficiales.


Página

—¿Qué quieres?— dijo cáusticamente, y me giré, golpeando mi pie en su barbilla.


Se golpeó contra la pared, su grito repentino atrajo a un oficial a la puerta. El hombre
miró a Doyle en el suelo y luego huyó.
—¡Morgan, qué diablos!— Doyle farfulló, y me acerqué, arrojándole la colcha rasgada
para que se limpiara la cara antes de extender una mano para ayudarlo a levantarse.
—De nada—, dije secamente, dando un tirón, y el hombre se puso de pie.
—Te vas a pudrir por eso —dijo, con la cara roja mientras se encorvaba con una
frustración de pupila-negra, pero no se atrevía a hacer un movimiento contra mí. No cuando
estaba enojado. No cuando tenía una línea ley quemando a través de mí, ansiando
dirección. Éramos solo él y yo, y susurros desde la sala de estar. Podía oler la sangre vieja
en él, el peligro, pero después de vivir con Ivy, me di cuenta de que era una patata pequeña.
Y ahora, él sabía que yo sabía.
—¿Pudrir? Tal vez algún día, pero no por ti —dije en voz baja, y apartó mi mano de un
golpe antes de que pudiera alisar su camisa. —Si no tienes un poco de sangre encima, tus
jefes sabrán que todo lo que hiciste fue sentarte en el coche. Soy el demonio subrosa, y no
tendré a mi topo del I.S. bajo sospecha de mala conducta porque tomó el crédito cuando
claramente no se lo merece. Ahora parece que hiciste algo. De nada.
Doyle farfulló, sus ojos negros como pupilas mostraban un creciente borde marrón
mientras miraba hacia la sala de estar. — ¿Tu contacto del I.S.?
Sonriendo, retrocedí un paso. —¿No es eso lo que estás haciendo? ¿Cubriéndome el
culo? ¿Mantener mis acciones en secreto?— Suspirando, revisé mi teléfono. —Es bueno de
tu parte anticiparte a mis necesidades, pero llama primero la próxima vez. Ahora, si me
disculpas, Ivy vendrá mañana con un representante de DC. Si quieres participar en esto,
estaré en la iglesia dentro de una hora para una reunión con mi equipo para discutir cómo
manejarlo. Espero verte allí.
—Qué carajos—, susurró, mientras salía, sin estar segura de sí aparecería o no.
Mantener a raya a los paranormales de Cincinnati no era una tarea fácil. A pesar de las
enormes oficinas de la FIB y el I.S. que se encargaban del día-a-día, yo estaba donde se
detenía la pelota y ningún lacayo del I.S. iba a poner eso en peligro. Tomar el control de
Constance había costado demasiado como para dejarlo pasar. Lo necesitaba a él, o a alguien
como él, en el I.S. desesperadamente.
Sólo espero que nunca se dé cuenta.
22
Página
CAPÍTULO 2

—GRACIAS—, LE DIJE AL HOMBRE QUE SOSTENÍA LA PUERTA DE


Junior’s para mí, y se fue cuando estaba entrando. La puerta encantada sonó sordamente y
dudé en el umbral, apreciando el frío seco en el que Mark mantenía el lugar mientras
esperaba a Pike. La cafetería de población mixta estaba a pocas calles del paseo marítimo,
lo suficientemente cerca de los estadios para que no se pudiera utilizar los días de partido, y
lo suficientemente lejos de Fountain Square para que no se llenara de turistas. Aun así,
siempre estaba ocupado. El aire acondicionado era un fuerte rugido, y todavía olía
levemente a Were sudoroso y vampiro. No, ese es Pike…
—Ah, yo me encargo—, dije mientras Pike se arrastraba detrás de mí, el hombre todavía
sostenía un pañuelo de seda en su nariz. —¿Por qué no nos consigues una mesa?
—Está bien,— murmuró. Entre su camisa desgarrada, los nudillos raspados y la cara
hinchada, se estaba haciendo notar. Ver las expresiones cambiar mientras se movía a través
de las mesas casi valía el precio de admisión a mi extraña vida. Sonriendo, me dirigí a la
larga fila.
La decoración en Junior's era… única. Círculos pintados adornaban el piso, la pared, el
mostrador, en lo que podría ser art deco pero sabía que era en caso de que hubiera
problemas y fuera necesario establecer una burbuja de protección segura. El círculo
ornamentado en la parte de atrás era un lugar designado para que los demonios entraran y
salieran sin temor a aterrizar demasiado cerca de alguien, pero las cuerdas se habían vuelto
polvorientas. Donde una vez hubo docenas de fotos de bebés vestidos como frutas, ahora
solo había una, y alguien había pintado las enormes ventanas delanteras con montañas rusas
y la aguja de Kings Island.
Necesitaba café. Me dolía el brazo por haber golpeado algo estúpido y me dolía el pecho
23

cuando intentaba respirar hondo. Cansada, me acomodé al final de la fila junto a los
estantes fríos. Podría tardar un rato. El hombre que estaba delante de la caja registradora
Página

estaba haciendo un pedido de lo que podría haber sido un piso completo de oficinas. Peor
aún, las tres jóvenes Weres frente a mí se reían, tratando de coquetear con la última
contratación de Mark: un Were con tatuajes de tres manadas diferentes. Su largo cabello
estaba recogido en un moño y, sin embargo, de alguna manera logró un atractivo desaliñado
detrás de su delantal verde y pantalones ordenados. No pude evitar un suspiro cuando el
tipo preguntó si podía pedir el moka de leche de caramelo de avena con crema batida sin
grasa y espolvoreado de menta.
Desplomándome, miré a Pike escribiendo en una servilleta tan rígida que no servía para
nada más. —Logos, cierto,— susurré. Me dolía mucho el brazo, y cuando el tipo se movió
hacia el mostrador de recogida y las tres Were cachorros comenzaron a hacer sus pedidos,
giré mi gran bolso de lona para encontrar un amuleto para el dolor. El pincho para extraer
sangre para invocarlo estaba en un bolsillo lateral, y apenas sentí el pinchazo cuando lo abrí
y me pinché el dedo meñique.
Inmediatamente, los vampiros vivos que disfrutaban del sol en la parte delantera de la
tienda se volvieron, sus cabezas giraron para encontrarme. El grupo mixto que entraba
también se dio cuenta, y Pike, que levantó la vista de sus logotipos para darme una leve
sonrisa.
Y Dali, pensé mientras untaba rápidamente una gota de sangre en el amuleto de madera
y lo dejaba caer alrededor de mi cuello. El malhumorado demonio a menudo acechaba en la
parte de atrás hasta que se llenaba, luego salía durante veinte minutos, usaba su magia para
quemar a través de la línea y luego se escondía de nuevo. Hoy, sin embargo, estaba
trabajando en el autoservicio con la ayuda de un pixy. Mark se tomó muy en serio ser un
empleador que ofrece igualdad de oportunidades. O tal vez fue porque conseguir que
alguien trabajara con el demonio era difícil. Su letrero de SE BUSCA AYUDA estaba en neón.
—Mis disculpas,— articulé a los vampiros bajo el sol mientras el dolor en mi brazo
desaparecía y mis hombros caían en alivio. Con el ceño fruncido, volvieron a sus
conversaciones. El olor de mi sangre era un irritante menor, especialmente comparada con
Pike. Después de trabajar con él durante varios meses, comenzaba a sospechar que le
gustaba llevar la sangre de otra persona como insignia de honor. Pensé que era totalmente
injusto que lo hiciera más atractivo. Yo sólo parecía un desastre cubierto de sangre.
La línea apenas se movía, y aproveché la oportunidad, giré para encontrar mi teléfono
para llamar a Jenks. Cogió el teléfono de inmediato y su grito superó la voz de
Attenborough4 que narraba un documental sobre naturaleza de fondo. —Hola —dije,
bajando el volumen de mi teléfono cuando una de las chicas se volvió hacia mí, con los
ojos muy abiertos por las salpicaduras de sangre en mis pantalones cortos. —¿Te llamó
Ivy?
24

—Sip.— La voz de Jenks era clara; el hombre de cuatro pulgadas probablemente estaba
parado encima de su teléfono. —Tengo la información de su vuelo. Sabía que estabas
Página

4David Attenborough, es un científico británico, uno de los divulgadores naturalistas más conocidos de la televisión.
ocupada. Le dije que había un demonio en su habitación, pero que de todos modos planeaba
quedarse en el Cincinnatian. El maestro vampiro que trae la tiene atada en corto.
—Vaya.— La decepción desplomó mis hombros, pero el trabajo era el trabajo. —Hey,
¿podrías hacerme un favor?— Pregunté, reconsiderando mi idea inicial de involucrar a
todos en esto. —¿Podrías asegurarte de que David sepa qué pasa y que lo llamaré si lo
necesito? Que esté atento a los problemas. No espero nada, pero aún no sé qué quiere este
tipo.
—Claro—, dijo, y luego más fuerte, gritando: —¡Oh, por los pequeños capullos rosados
de Campanilla, Brandy, fuera! ¡Haz un perímetro como te pedí! Lo estoy grabando.
—No importa. Lo llamaré—. Avancé poco a poco en la fila. —Estás ocupado.
—No, lo tengo—, dijo Jenks, con la voz cargada de ira hacia sus inquilinos pixy. —
¿Estás en Junior's?
—Sí.— Di un paso adelante cuando una de las chicas finalmente se movió hacia el
mostrador de recogida. —¿Quieres algo?
—Un café con leche con miel. Y uno de esos bollos de limón. Tal vez pueda sobornar a
Baribas para que se tome en serio la seguridad de la iglesia. Todo lo que le importa es el
jardín.
—Puedo hacerlo.— Sabía que estaba empezando a arrepentirse de haber dejado que una
manada de pixies desplazados alquilara el cementerio a cambio de vigilarlo, pero cualquier
presencia de pixy era mejor que nada, y no podía patrullar solo toda la cuadra a lo ancho de
la manzana. —Un latte pequeño y un bollo. Leche entera, sin espuma, miel —dije, y el
altavoz crujió cuando su polvo lo golpeó. —Estaré allí en veinte.
—¡Espera!— llamó, y mi dedo vaciló. —¿Cómo fue la carrera?
—Pike se divirtió —dije, mirando al vampiro todavía ocupado escribiendo. —Hubiera
sido más fácil si hubieras estado allí.
Jenks resopló, sus alas de libélula chirriando. —Nunca envíes a un vampiro a hacer el
trabajo de un pixy. Oye, antes de que me olvide, llamaron de la biblioteca. Un tipo llamado
Lenny quiere hablar contigo. Alguien ha estado sacando libros de forma permanente del
armario de libros antiguos.
Nick… Pensé, frunciendo el ceño, pero Nick estaba muerto, muerto por hambre en la
mazmorra de Newt. Y luego el original siempre-jamás se derrumbó y tomó incluso sus
huesos. Lentamente mi expresión se animó. ¿Libros perdidos? Era un trabajo real, tal vez
25

uno en el que pudiera mostrar mis habilidades en hechizos en lugar de mis habilidades para
romper la cabeza. —¿En serio?— Dije mientras flexionaba mi dolorido codo. —¿Puedes
Página

enviarme un mensaje de texto con su número?


—Oh, por el infierno contractual de Campanilla—, se quejó. —Sí, déjame ir directo a
eso. Te lo golpearé con mis pies. Por la toallita siempre-amorosa de musgo, el teléfono es
más grande que yo.
—Excelente. Gracias, Jenks. Lo aprecio. Nos vemos en unos minutos —dije, justo
cuando Jenks terminó la llamada. Sostuve el teléfono por un momento, luego busqué el
número de Trent. Ivy viniendo con un maestro vampiro iba a estropear nuestro fin de
semana. Agradecería un aviso.
Presioné conectar, y la foto que le había tomado durmiendo debajo de un manzano con
su caballo olfateando su ralo cabello rubio desapareció cuando contestó.
—Rachel—, dijo con evidente sorpresa, y luego con preocupación, —¿Estás bien? Pike-
Había una conversación suave de fondo, rápidamente amortiguada cuando se movió a un
lugar más privado. —Todo bien,— dije, mirando al vampiro. —Kip está haciendo algunos
arreglos, pero los chicos están bien. No lo busques en las noticias.
—Siempre es una buena señal—, dijo, pero pude escuchar su preocupación, y un
destello de culpa subió y bajó, culpa de que estaba trabajando con Pike y no con él.
Rápidamente le siguió la molestia de que Doyle se atribuyera el mérito de nuestro trabajo.
¿Soy realmente tan vanidosa?
—Ah, Ivy llamó—, dije mientras dos de las chicas frente a mí enviaban sus números de
teléfono al barista, riendo como locas. —Viene mañana con un representante de DC—. Mi
voz se suavizó. —Está investigando a Constance. Me vendría bien tu opinión sobre esto. Sé
que estás ocupado…
—Puedo estar en la iglesia en quince—, dijo, y parpadeé sorprendida.
—¿Estás en la ciudad?— Era mi turno en la caja registradora, pero le hice un gesto al
tipo que estaba detrás de mí para que pasara adelante. Sería una media hora en coche desde
su propiedad.
Trent guardó silencio durante tres segundos. Fue una eternidad para el hombre de
pensamiento rápido, y mi sospecha se profundizó. —Ah, sí—, dijo débilmente. —Estoy
ocupándome de algunos asuntos, pero puedo salir por un momento.
Esperé por más, pero solo hubo silencio. Por lo general, trataba de organizar el almuerzo
o la cena juntos cuando estaba en la ciudad. Pero, de nuevo, él sabía que yo estaba en una
carrera. —Oh. Bien. Estoy en Junior's, en realidad… —dije.
—Puedo estar allí en cinco—, dijo, casi interrumpiéndome en su prisa por
26

tranquilizarme.
¿Está en el centro? Mi atención se centró en las grandes ventanas de vidrio plano. —
Página

Genial. Soy la siguiente en la fila. ¿Quieres lo de siempre?— Mark me sonreía desde detrás
de la caja registradora y me paré frente a él. —Había enviado a Sexy Were Cachorro para
llenar el pedido de bebidas de las chicas, y eso estaba bien para mí.
—Suena bien. Nos vemos en unos minutos—, dijo Trent.
—De acuerdo.— Ojos en Mark, terminé la llamada. La primera vez que conocí a Mark
fue hace unos cuatro años cuando Ivy y yo entramos en este lugar después de haber
decidido dejar el I.S. y hacer nuestra propia firma de corredores. Él había sido valiente pero
un poco estúpido en ese entonces con malentendidos y mala información. Pero yo también.
Ahora él era el dueño, lo había conseguido barato después de que yo destrozara el lugar
mientras intentaba atrapar a una Banshee. Ambos habíamos crecido, y se sentía bien saber
que el cambio, el cambio real, ocurría cuando la gente prestaba atención y trataba de
aprender.
—Hey, Rachel. ¿Tu habitual? Latte grande, sin grasa, sin espuma, bomba de frambuesa.
Y canela por encima. ¿Quieres eso en hielo hoy?
Dejé mi bolso en el mostrador, sintiéndome como si estuviera en casa. —Dios nos libre.
Caliente, por favor —dije, ansiosa por la bebida dulce.
—Un grande y caliente, demonio descremado—, dijo Mark mientras lo marcaba.
—Necesito un gran helado negro para Pike. Y un latte pequeño, de leche entera, sin
espuma, con un chorrito de miel —añadí. —Uno de esos bollos de limón, tres galletas de
béisbol y un café con leche grande con caramelo, descremado, sin espuma. Caliente.
—¿Vienen Jenks y el Sr. Kalamack?— preguntó Mark mientras tomaba las pinzas y
ponía cuatro galletas heladas en una bolsa. —¿Debería encender el cartel de cerrado?
Sonreí ante su sarcasmo medio serio. —No hay pelea esta vez. Lo prometo —dije,
tocando mi tarjeta cuando el total brilló. Mis labios se curvaron hacia los nombres en él.
Tamwood, Jenks y Morgan, LLC. Pero lentamente mi sonrisa se desvaneció. Ivy no había
trabajado con nosotros desde que Nina murió y se convirtió en la descendiente de Nina,
pero no quitaría a Ivy de la tarjeta o del cartel frente a la iglesia por nada.
—Oye, ¿conoces a alguien que esté buscando trabajo?— Mark preguntó mientras
guardaba mi tarjeta. —Dali me ha dado su aviso—. Se inclinó hacia adelante, susurrando,
—Menos mal, creo que se está robando las servilletas. Las estamos gastando demasiado
rápido.
¿Dali se va? Pensé, sorprendida mientras miraba por encima del mostrador al demonio
algo corpulento que le entregaba a alguien su pedido de bebidas a través de la ventanilla del
autoservicio. —No, pero estaré atenta—, dije mientras metía un par de billetes en el bote de
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propinas.
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Mark sonrió al ver el extra. —Gracias. Siéntate. Dali o yo lo llevaremos.


—Lo tienes —dije, radiante cuando me dio una segunda bolsa con el bollo de Jenks.
—¿Dali? ¡Un grande y caliente, demonio descremado!— Gritó Mark, y sonreí cuando el
demonio realmente se estremeció. No entendía por qué quería parecer como un funcionario
sin trabajo con pantalones y una camisa blanca almidonada cuando podía ser cualquier
cosa. Pero supongo que arrojar café en su túnica de hechizos con cascabeles y estrellas
bordadas se sentiría aún peor. No es de extrañar que renunciara. Siempre pensé que había
tomado el trabajo como una forma de vender maldiciones ilegales por debajo de la mesa.
Tal vez eso no había funcionado.
Me invadió un destello de culpa, no porque él tuviera un trabajo de salario mínimo, sino
porque todavía tenía que devolver los libros que Al, mi maestro demonio, le había robado.
Sabía que los quería, pero honestamente, el alumno de Dali ni siquiera podía hablar
todavía.
—Oye, ¿ah, Rachel?— Mark dijo antes de que pudiera alejarme, y me giré para verlo
sosteniendo un amuleto invocado. —Para Pike. Si él lo quiere. Me lastimé el dedo la
semana pasada, pero el amuleto sigue en buen estado y parece que podría usarlo.
—Gracias—, dije mientras lo tomaba, sintiendo un fluido momento de sobremedicación
vertiginosa hasta que lo dejé colgando del cordón. A diferencia de los amuletos de líneas
ley que simplemente necesitaban estar en tu esfera aurática, los amuletos de pociones de
madera tenían que tocar tu piel para funcionar. —Estoy segura de que lo apreciará.
Mark agachó la cabeza, claramente complacido. La satisfacción le dio a mis caderas un
balanceo adicional mientras me abría paso a través de la cafetería, ansiosa por darle a Pike
algo para hacerle la vida más fácil.
El lugar estaba ocupado, pero había un anillo obvio de mesas vacías alrededor de Pike,
su atención baja mientras garabateaba. Capaz de reventar cabezas y seguir pareciendo
estudioso, reflexioné mientras sonreía, el placer honesto de haber vencido a los malos con
él corrió a través de mí-y luego me detuve de golpe, casi sin aliento ante un inesperado
pulso de calor nacido del deseo. Tragando, me detuve en un estante de tazas, negándome a
acercarme hasta que me contuve. No era tan ingenua como para pensar que era real. No, fue
por nuestra lucha, los chicos asustados, el alivio de salvarlos.
Y, sin embargo, el recuerdo de él tratando de seducirme hace varios meses me aceleró el
pulso mientras pretendía considerar una taza adornada con el Carew Tower. Desde
entonces todo había sido negocios, por lo que no había ninguna incomodidad persistente.
Mucha. Pero la adrenalina residual combinada con verlo con confianza magullado y
físicamente satisfecho lo trajo todo de vuelta.
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Malditas feromonas vampíricas, pensé mientras dejaba la taza. El anillo de perla que
Trent me había dado capturó la luz, y exhalé, forzando a que el ardor nacido de la química
Página

se alejara. Amaba a Trent. Esto con Pike no era real. Infiernos, ni siquiera era una cosa.
Aun así, se veía más que bien sentado allí mientras cruzaba la cafetería, mi calma había
sido restaurada. Había estado bebiendo de la madre no muerta de Ivy para mantener sus
habilidades de descendiente de mayor audición y fuerza y mantener la ilusión de que
Constance seguía siendo su maestra. Pero se estaba volviendo obvio que no estaba
satisfecho. No era sólo sangre lo que anhelaba un vampiro vivo, sino el sexo altamente
cargado que a menudo lo acompañaba. Sabía que se estaba encontrando cada vez más
frustrado y excitado. No es por eso que pidió tu ayuda.
—Para ti —dije mientras me paraba frente a él, y él parpadeó con asombro ante el
amuleto para el dolor que colgaba en mi mano. —Cortesía de la gerencia.
La mirada de Pike se dirigió a Mark detrás del mostrador. —Sabes que no necesito eso.
—Tómalo de todos modos—. Sonreí, negándome a dejar que mis pensamientos se
detuvieran en lo atractiva que era su ligera molestia con su tenue barba incipiente. —
Gracias al hombre.
Suspirando, Pike colgó el amuleto alrededor de su cuello y le dio a Mark una sonrisa
algo sarcástica y llena de dientes. La expresión complacida de Mark palideció y luego se
giró para atender a la siguiente persona en la fila.
—Las cosas que hago por ti —gruñó Pike, y me acomodé en el largo banco al lado de
Pike donde podía ver la puerta. Un largo dedo salió para mover la bolsa. —¿Galletas?
Mi teléfono sonó y miré para ver el texto de Jenks con el número de teléfono de la
biblioteca. Gracias, Jenks. —Viene Trent.
—Por supuesto que sí.— Pike retrocedió, claramente molesto. —Esto no concierne a los
elfos.
—Nunca está de más tener una opinión externa—. Mira, puedo sentarme aquí y no
pensar en cuán oscuro es su cabello, o en cuán alto es, o su rapidez magra y hambrienta.
—Oh, mi jodido Dios—, maldijo Pike en voz baja, y mi atención se desplazó hacia
arriba, conteniendo el aliento ante la confianza sensual que había florecido en sus ojos
repentinamente negros como pupilas. —Jenks tenía razón. Realmente disfrutas pateando
traseros.
Mis labios se abrieron, y me deslicé dos pies por el banco lejos de él. —¡No lo hago!
—¡Lo haces!— insistió, sus labios arqueándose como si fuera divertido. —Estas tan
cachonda como una cabra.
—¡Cállate!— Casi siseé, presionando los labios mientras lanzaba una mirada a las mesas
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más cercanas, rezando para que nadie estuviera escuchando. —No…— Con las palabras
atrapadas, bajé la voz. —No me gusta patear traseros.
Página
Una sonrisa jugueteó en sus labios. —Creo que es dulce—, dijo. —Un ejecutor fuerte y
capaz que se excita con una pequeña pelea.
—Detente —dije, con voz fría, y él suspiró, casi con pesar.
—Lo siento.— Mi mal humor vaciló ante la sinceridad de esa palabra, pero él la arruinó,
sus labios se curvaron en una media sonrisa mientras se apoyaba en el duro cojín. —Creo
que es genial que disfrutes tu trabajo—, dijo, inexpresivo. —No todos lo hacen. Encuentra
algo que te guste hacer y nunca trabajarás otro día en tu vida.
—Realmente tienes que parar—, le advertí y, riéndose entre dientes, acercó sus
garabatos.
Guardé un silencio hosco mientras miraba alrededor de la tienda para ver si alguien se
había dado cuenta de eso, pero mi buen humor comenzó a recuperarse cuando me di cuenta
de que toda la atracción inducida por las feromonas y la angustia se había ido. Pike lo había
anulado intencionalmente al sacarlo a la luz, mostrándome lo tonto que hubiera sido actuar
en consecuencia. Es un buen hombre, pensé mientras arrojaba otro dibujo a la pila
creciente.
—¿Colmillos?— supuse mientras lo tiraba hacia mí. —¿Te estás haciendo un tatuaje?—
pregunté, segura de que no lo estaba. Los vampiros no los conseguían. Los Weres lo hacían
como una forma de mostrar su afiliación a la manada y establecer quién era el alfa superior
sin gruñir o mirar mal. Pero dado que el dolor era parte de la experiencia y los vampiros
podían convertir el dolor en placer, ningún tatuador que se precie tatuaría a alguien con
colmillos.
—No exactamente.— Su sonrisa volvió, el orgullo había reemplazado por completo
cualquier carga sexual. —Necesitamos algo con lo que podamos etiquetar un edificio
cuando hacemos algo para mantener segura la ciudad.
Mis cejas se elevaron. —¿Entonces el I.S. puede atribuirse el mérito, pero la gente en las
calles sabrá que fuimos nosotros?—. Acerqué los cinco bocetos. —Bonito.— Hojeándolos,
me detuve en cuatro Xs. —¿Cuatro strikes y estás fuera?— Supuse, y su expresión adquirió
un dejo de vergüenza.
—En realidad es una W y una M entrelazadas. Morgan y Welroe.
—¡Vaya!— Entrecerré los ojos, viéndolo ahora. —Me gusta.— A Jenks no, pero Jenks
no había estado vigilando a los vampiros de Cincy durante los últimos cuatro meses. Pike y
Kip habían estado haciendo la mayor parte del trabajo, conmigo proporcionando músculo
extra cuando era necesario. Estaba funcionando, y todos parecían contentos. Por ahora.
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Pike tomó el boceto y lo dejó caer sobre la pila. —¿Por qué metes a Trent en esto?
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Trabajamos mejor sin él.


Mi mirada se disparó a mi anillo en el dedo meñique, no del todo cómoda de que Pike
también lo hubiera notado. ¿Dónde está mi café? —Porque Finnis quiere ver a
Constance,— dije. —Y si necesito ayuda de los Weres o los elfos o incluso las brujas, los
quiero preparados—. Vivian, pensé, frunciendo el ceño. No era coincidencia que la líder del
aquelarre de brujas de normas morales y éticas se hubiera mudado temporalmente de San
Francisco a Cincinnati para dar un par de clases en la universidad. Vivian estaba aquí
evaluando la amenaza que era yo, ojo amistoso o no.
—¿Hodin?— Pike ofreció, y negué con la cabeza, mirando la puerta.
—Finnis la conoce. Eso no funcionará—. Sin mencionar que no confío en él. Hodin
empezaba a sentirse tan fácil como un deseo, y los deseos siempre regresaban para
morderte el trasero.
—Estás pensando demasiado en esto—. Pike dibujó otra M y W entrelazadas para que
pareciera un diamante colgando entre dos líneas paralelas. —Todo lo que tenemos que
hacer es pagar al coágulo muerto. Él va a casa. La vida continúa.
—¿Comprar su silencio?— Dije, todos los pensamientos de lo bien que olía Pike se
desvanecieron cuando una verdadera preocupación me tomó. —No tengo esa cantidad de
dinero, y no vamos a extorsionarlo de las personas que protegemos. Entonces, a menos que
esté sentado en un árbol de dinero o en una mina de plata…
Se inclinó, el borde marrón alrededor de sus pupilas se encogió. —Está Piscary's. Casi
tengo la LPM aprobada, y con eso, podemos abrir.
Mis cejas se elevaron. Una licencia de población mixta era más difícil de obtener que
una licencia de licor.
—Nueva corriente de dinero- —, agregó, sus palabras se cortaron cuando su atención se
disparó.
Seguí su mirada, parpadeando ante la amplia cintura de Dali frente a nosotros, el
demonio luciendo bastante surrealista en su delantal rojo y blanco. Tenía nuestra orden de
bebidas en una de esas bandejas de cartón, y la dejó, su expresión vacía. —Ah, gracias,
Dali—, casi tartamudeé. —Podría haberlo conseguido. No deberías traerme cosas—. El
café helado estaba frío en mis manos cuando lo liberé y se lo entregué a Pike.
—En absoluto—, dijo sarcásticamente arrastrando las palabras. —Es para lo que vivo—.
Con los labios apretados, vio a Pike dar un sorbo.
—Está bueno. Gracias—, dijo el vampiro, pero Dali no se movió, con los brazos sobre
su cintura en un evidente fastidio. Sus libros… pensé de repente.
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—Hey, uh, te prometo que traeré tus libros la próxima vez que salga —dije,
obligándome a no encogerme cuando me miró malévolamente. —O puedes recogerlos—,
agregué, elevando la voz. —Jenks sabe dónde están si yo no estoy allí.
Sus labios se apretaron. —¿Sigues albergando a Hodin?
Escondiéndose detrás de un sorbo de café caliente, asentí.
—Entonces no iré. No sea que me olvide de mí mismo y le retuerza el pescuezo traidor
por su espantosa falta de consideración al aferrarse a la vida cuando los que confiaban en él
perdían la suya. Perdónenme.— Giró sobre sus talones, la gente se inclinó para apartarse de
su camino mientras caminaba detrás del mostrador.
—Basta—, siseé cuando Pike se rió por lo bajo. —No lo descartes porque está en un
delantal y trabajando como barista. Podría derribar Carew Tower con una palabra si
quisiera.
—No lo descarto—, dijo Pike mientras ordenaba sus garabatos para dejar el diamante
entre corchetes en la parte superior. —Pero creo que es divertido que nos esté escuchando a
escondidas.
Mis hombros se hundieron. —Sí. También me di cuenta de eso—. Pero mi café era
perfecto, y dejé que la delicia caliente, cremosa y con sabor a frambuesa se deslizara en mí
mientras miraba la puerta en busca de Trent. —Pike, no me gusta la idea de abrir Piscary's,
especialmente si es para pagar a los vampiros.
Pike se dejó caer en el banco, sus largas piernas estiradas debajo de la mesa mientras se
secaba un nudillo ensangrentado con una servilleta rígida. —Rachel, sabes mucho sobre
vampiros, pero no eres uno. Los no muertos se cuidarán solos, pero los vivos necesitan un
lugar donde relajarse. Un lugar sin no muertos estropeándolo. Un lugar donde puedan
olvidarse del infierno en el que están.
Mis pensamientos fueron a Kisten. Dirigía Piscary's cuando su maestro vampiro había
estado en la cárcel, convirtiéndolo de un antro de camionetas de vampiros en exactamente
de lo que hablaba Pike, y cuando pensé en él, mi enfoque se volvió borroso. Incluso ahora,
echaba de menos a Kisten, la forma en que me había hecho sentir, tanto viva como al
límite.
—Ha sido una perra trabajar más allá de tu reputación—, agregó Pike. —Se necesita el
doble del dinero del soborno para avanzar, pero debería tener la LPM para fin de mes.
—Pensé que iba a ser un establecimiento solo para vampiros.
—Si sirves alcohol, necesitas una LPM—, dijo. —Pero sí, sería adecuado para vampiros.
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—¿Qué pasaría si un humano entrara por un desafío?— Ahogué un escalofrío cuando


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recordé haberme puesto azucarada en sangre, básicamente ebria de feromonas vampíricas.


Yo había estado a su merced. Que lo tomaran como un cumplido y que su compasión lo
abarcara todo no era el punto.
Pike sonrió para mostrar su colmillo astillado. —Así que hago de los tomates el motivo.
En las paredes, en el menú. Todo. Ningún ser humano se atreverá a mostrar su rostro—.
Hizo una bola con la servilleta y la tiró a la mesa. — Tú y yo hemos estado en el punto de
mira desde marzo. La luna de miel ha terminado. Necesitan un lugar al que ir y
desahogarse. Piensa en ello como un lugar seguro para atraer sus preocupaciones sin que su
maestro vampiro lo sepa.
Oh. Apreté los labios, no me gustaba que tuviera razón. —Está bien, pero Piscary's no es
neutral. Soy yo. Eres tú.— Es Kisten. —¿No hay otro lugar donde podamos hacer esto?
¿Algún lugar con mejor reemplazo de aire?
—¿Te gusta tu iglesia?— dijo dubitativo, y yo sacudí la cabeza, horrorizada. Las
conversaciones de los alrededores de repente se volvieron susurrantes y miré hacia arriba,
sin sorprenderme de que Trent estuviera entrando, las campanillas de la puerta brillaban de
un rojo tenue debido a los hechizos de seguridad que tenían en el interior. De alguna
manera se las arregló para parecer genial incluso con su traje gris pálido. Sus zapatos eran
nuevos, su cabello rubio ralo y su barbilla bien afeitada. Una sonrisa iluminó todo su rostro,
llegando hasta sus ojos cuando me vio, y maldita sea si no sentí un trino de emoción.
Esto, pensé mientras Pike ahogaba un gemido. Esto es real.
—Oh, buen Dios. Pide una habitación —murmuró Pike.
—¿Celoso?— Dije, ignorando que había estado soñando con él hace menos de cinco
minutos.
—Rachel —dijo Trent mientras asentía a Pike y se deslizaba a mi lado, los tres de
espaldas a la puerta. —Te ves bien.
Me sonrojé cuando deslizó un brazo alrededor de mi cintura y tiró de mí hacia él. Había
demasiada gente con cámaras para un beso, pero estaba en su toque. Un hilo de energía de
la línea ley me calentó cuando nuestros equilibrios internos se equilibraron y sentí que me
relajaba. Sí. Real…
—Trent—, dijo Pike rotundamente, y Trent le dedicó una sonrisa profesional digna de
los medios. Claramente, todavía había algunas fricciones sin resolver entre ellos. Ya no me
iba a sentir culpable de que fuera más fácil trabajar con Pike que con Trent. Haría cosas
feas si alguien lastimara seriamente a Pike, pero si lo mismo le pasara a Trent, tomaría una
acción imperdonable.
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—Sr. Welroe—, dijo Trent amigablemente. —¿La carrera salió bien?— preguntó,
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notando el amuleto para el dolor.


Pike hizo una mueca y se lo quitó. —Ella me obligó a usarlo —murmuró, y Trent se rió
entre dientes, tirando de mí más cerca antes de quitarme otra pluma de almohada de mi
cabello.
—No sabía que estabas en la ciudad,— dije. —¿Qué te trae?
Trent acercó su café y miró la bolsa como si supiera que contenía galletas. —Solo
algunos negocios—, dijo a la ligera. —Nada seguro todavía.
Pike se guardó los garabatos en el bolsillo. —¿No se acerca tu cumpleaños, Rachel?
Sip, pero Trent pareció congelarse como si recién ahora se diera cuenta, lo que me dio
aún más curiosidad por saber qué estaba haciendo en el centro.
—¿Galleta?— Dije dulcemente mientras le tendía la bolsa, y Trent vaciló un instante
revelador antes de tomar una. —¿Pike?— Dije a continuación, y Pike negó con la cabeza
como si sintiera peligro.
—Pike quiere comprar a Finnis —dije, partiendo una galleta en dos y mordisqueando la
mitad más pequeña. —Con lo cual estoy en contra. Él conoce a Constance, así que Hodin
haciéndose pasar por ella está descartado. Incluso si él es el mejor lanzador de hechizos
doppelganger de demonios según Al.
—Pagarle es fácil. Seguro.— Pike se alejó de mí, con el café en la mano. —La vida
continúa. Tendremos un flujo constante una vez que abra Piscary's.
—¿Vas a reabrir Piscary's?— Trent dijo, y levanté un hombro y lo dejé caer.
—Estamos hablando de eso,— dije, y una sonrisa asomó a los labios de Pike.
Trent tomó una segunda galleta, pensativo en silencio mientras quitaba la tapa de su café
y la mojaba. —Estoy con Rachel. Sobornar a un maestro vampiro podría funcionar en un
sistema cerrado de vampiros, pero ¿en Cincinnati?— Trent miró por las ventanas, su
enfoque distante. —Se correrá la voz, y todos los aspirantes a alfa y los no muertos
advenedizos querrán el mismo trato. Controlar una ciudad pagando a los ciudadanos para
que sigan la ley solo les da dinero para comprar el músculo para derribarte. Es mejor
resolverlo y que las consecuencias sean una advertencia para los demás.
Sin embargo, no podía seguir haciendo magia a todos los vampiros que enviaban a
dirigir Cincinnati en un ratón. Matarlos dos veces me llevaría a la cárcel.
Trent apoyó un codo en la mesa. —¿Crees que Constance se portará bien si le das la
espalda?
—No.— Pike se quedó distante en la memoria. —Ella… No —terminó, con tono
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decidido.
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—Entonces te sugiero que averigües qué quiere Finnis—. Trent señaló a Pike con una
galleta empapada en café a medio comer. —Saben que Constance no ha estado al mando o
no la estarían controlando. Es evidente que la ciudad está funcionando sin problemas.
Probablemente no les guste que no tengan ningún control sobre ti. Los pone nerviosos. Tal
vez simplemente quiere hablar. Encuentra la cuerda con la que colgarte si haces algo que no
les gusta.
¿Aparte de lastimar a Ivy? pensé, preocupada.
—Sí, está bien—, se burló Pike. —Él quiere un soborno. Puedo tener eso en veinticuatro
horas con la apuesta correcta.
—No —dije en voz baja. —Trent tiene razón. Si empiezas a pagar los poderes, muy
pronto, no controlas la ciudad, la ciudad te controla a ti—. Hice una mueca cuando mi
cumpleaños fue dejado de lado. —Estoy avisando a David y Vivian. Si va a haber
problemas, necesitan saberlo.
Pike hizo un gesto de exasperación. —Esto es una gran pérdida de tiempo.
—Hablar nunca es una pérdida de tiempo—. Trent suspiró, girándose para alcanzar su
teléfono cuando sonó. —Ah, Rachel… — dijo mientras leía el texto entrante. —Si tienes
esto…
—Ve.— Sonriendo, bajé la bolsa de galletas y se la di con un pequeño beso. —
¿Terminarás para esta noche?
—Absolutamente.— De pie, Trent envió un mensaje de texto a alguien. —Tú. Yo.
Noche de cita.
—Oh, bueno… — Pike refunfuñó y "accidentalmente" pateé su pie debajo de la mesa.
La noche de cita se convertiría en el fin de semana de cita si Finnis no arrastrara su culo
muerto a la fiesta.
Trent guardó su teléfono, su sonrisa se ensanchó mientras miraba dentro de la bolsa. —
¿Cómo es tu tarde en caso de que termine esto temprano?
—Hechizos.— Me relajé cómodamente donde estaba sentada, contenta de que entre
Pike, Trent, Jenks e Ivy, pudiéramos resolver esto sin que nadie muriera o se convirtiera en
un ratón, o ambas cosas. Detrás de él, Mark convenció a alguien para que borrara el video
que nos estaban tomando por un mes de café gratis. Gracias, Mark. —Necesito hacer un
par de lotes de bolas splat—, agregué. —Tal vez ir de compras por algo que diga
gobernante de la ciudad—. Ivy estaba llegando. Quería verme bien.
—¿Compras?— Trent vaciló. —Estás, ah, llevando a Jenks, ¿verdad?
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Hice una mueca ante la confusión de Pike. Jenks no sería un respaldo, sino un asesor de
compras, asegurándose de que no volviera a casa con algo totalmente inapropiado. Podría
elegir algo bonito por mi cuenta… incluso si era una fanática de las lentejuelas y el brillo
que no combinaba. —Jenks, cierto —dije con amargura, y los ojos de Trent se arrugaron
divertidos—. Ah, y tengo que llamar a la biblioteca de la universidad. Alguien irrumpió en
su antiguo armario de libros, pero no haré nada allí hasta el lunes, como muy pronto.
El ceño de Trent se arrugó. —¿De verdad? Creí que habían mejorado su juego después
de que tú y Nick…
—Lo hicieron—, dije, interrumpiendo antes de que Pike se interesara y preguntara. —Se
necesitaría un demonio para entrar allí ahora —dije con ligereza, pero luego lo pensé. Si era
un demonio, tenía un gran problema, y mi mirada se dirigió a Dali detrás del mostrador, su
actitud arrogante firmemente en su lugar mientras se dedicaba a entregar bebidas con su
delantal de uniforme. Habían prometido portarse bien, pero eso fue hace casi un año, y los
demonios eran extremadamente peligrosos cuando se aburrían.
—Trabajo universitario. Agradable. Te veré más tarde, entonces—. La actitud cariñosa
de Trent se desvaneció cuando se volvió hacia Pike. —Pike —añadió rotundamente.
—Trent —dijo Pike, con la misma rotundidad, y luego Trent se dirigió hacia la puerta,
con la cabeza inclinada sobre la bolsa.
—Yo también debería irme—. Pike apuró lo que le quedaba de café y se deslizó hasta el
borde de la mesa. —Kip probablemente ya haya salido de los túneles.
—¿Necesitas un aventón?— pregunté, y él se puso de pie, el movimiento lento y
lánguido, como un gato grande mientras probaba su alcance a través de los moretones.
—No. Gracias, sin embargo—. Su atención se dirigió a la ventana a una camioneta negra
de cuatro puertas. Las ventanas estaban polarizadas ilegalmente y Trent las miraba de
pasada. —Mi viaje está aquí. Hey, ¿quieres tomar estos?— añadió, extendiendo las
servilletas en las que había estado escribiendo. —Échales un vistazo. Dime cuál te gusta
más.
—Por supuesto.— Los tomé con una leve sonrisa, metiéndolos en mi bolso. —Pike, sé
que quieres pagarle a Finnis y estoy de acuerdo, suena fácil, pero lo fácil siempre vuelve
para morderme el trasero. Veamos qué quiere antes de empezar a escribir cheques—.
Finalmente había pagado la cuenta por reparar la iglesia, y lo último que quería era volver a
sumergirme en el rojo, y no por un vampiro.
—Te escucho —dijo Pike, pero se alejaba, su humor era distante.
Suspirando, tomé un sorbo de mi café con frambuesa y canela y revisé mi teléfono para
ver cuánto tiempo había pasado desde que hablé con Vivian. Dar clases nocturnas
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significaba que su horario era tan irregular como el mío, y había muchas posibilidades de
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que pudiera conseguir algunos consejos, no solo por Finnis, sino también para un vestido.
Sería bueno para mi punzante orgullo demostrarle a Jenks que podía elegir algo bonito para
ponerme sin su ayuda.
Pero mi movimiento para llamar y averiguar si ella estaba disponible vaciló cuando noté
que Dali me miraba fijamente mientras preparaba la costosa monstruosidad de cafeína alta
en calorías de alguien con crema y chispas. Aunque al otro lado de la habitación, sabía que
había oído todo, y mi vaga sensación de nerviosismo creció cuando se dio la vuelta, con los
ojos entrecerrados y sosteniendo un conocimiento que no iba a compartir.
Si los demonios habían decidido que sería más divertido verme tratar de hacerlos jugar
según nuestras reglas que explotar cada laguna dentro de ellas, estaba en lo profundo de un
lío de trolls.

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CAPÍTULO 3

EL VIAJE DESDE JUNIOR'S AL OTRO LADO DEL RÍO HASTA MI IGLESIA FUE
corto en términos de distancia, pero largo en actitud, y el cambio de una metrópolis
ocupada a calles sombreadas y bicicletas abandonadas en céspedes verdes fue bienvenido.
Aun así, no fue hasta que entré en mi cochera que la preocupación que Dali me había
inculcado comenzó a disminuir. La iglesia estaba en un vecindario agradable formado por
familias de ingresos medios a bajos, en su mayoría habitantes Inderland. Sin embargo, se
quedaron callados al respecto. La Revelación, donde todos nosotros, excepto los elfos,
habíamos salido del armario para salvar a la humanidad, había sido hace cuarenta años. De
todos modos, nadie estaba ansioso por sobresalir, incluso si algunos de los aros de
baloncesto tenían el doble de la altura reglamentaria y la mayoría de las ventanas del sótano
estaban tapiadas. Las flores estaban plantadas en hexágonos amistosos, y la tiza en la acera
era tan probable que fueran runas como ABCs.
El café de Jenks estaba asquerosamente frío cuando lo saqué del portavasos de mi coche,
y lo calenté con un pensamiento rápido y un estallido de energía de línea ley cuando salí. El
golpe de mi puerta fue fuerte, y un destello de polvo pixy en lo alto del cementerio mostró
que el centinela me había visto.
La iglesia en sí era pequeña, con vidrieras en dos lados y un campanario respetable.
Unos escalones de cemento desgastados conducían a dos puertas gemelas de madera que se
abrían a un vestíbulo que todavía no tenía electricidad. El santuario vacío era una mezcla de
sala de estar y dojo en ese momento, con el baby grand de Ivy en el escenario elevado y la
mesa de billar de Kisten junto a la entrada. El pasillo conducía a los dos baños originales y
las pequeñas oficinas del clero convertidas en dormitorios, pero la gran cocina/área de
hechizos y el porche cubierto eran nuevos, recién reconstruidos después de un
malentendido con los vampiros de Cincy.
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Con el café en la mano y el bolso al hombro, subí los desgastados escalones. Me dolía la
Página

pierna incluso con el amuleto para el dolor, y me pregunté cuánta queja recibiría de Jenks si
añadía un segundo. —¿Jenks?— Grité cuando entré, luego me detuve, parpadeando ante el
caos más allá del vestíbulo.
Los pixies y las hadas se lanzaban en bandas de luz brumosa, el polvo se filtraba como
rayos de sol vivientes mientras se chillaban unos a otros para hacer que me dolieran los
oídos. En un calíope de color y ruido, fluían de un lado al otro del santuario, el raspar de las
alas de pixy se perdía bajo las penetrantes llamadas y los casi subliminales chillidos de las
hadas.
—¿Qué en La Revelación?— susurré, conteniendo el aliento cuando noté que el
desafortunado abejorro estaba atrapado en la mezcla. Los pixies estaban tratando de
ahuyentarlo mientras las hadas luchaban para empujarlo más profundamente dentro de
ellas. Al menos, eso es lo que yo pensaba que estaba pasando hasta que todos vitorearon y
la abeja se elevó, huyendo para chocar contra una ventana.
—¡Punto para los pixies!— Jenks gritó, sus alas chirriando mientras se elevaba.
¿Es un juego? Perpleja y con los oídos doliendo, entré, agitando el polvo pixy
derrochado. —¿Jenks?— Lo llamé vacilante e inmediatamente se lanzó hacia abajo, su
mirada nunca dejó el juego. Todos parecían estar involucrados y no parecía haber reglas.
—¡No es justo!— uno gritó desde las vigas abiertas cuando tres hadas se levantaron con
una caja de pañuelos y la arrojaron sobre la fila de pixies para dispersarlos.
—¡Ninguna penalización!— exclamó Jenks. —¡No te gusta, mantén tus condenados
ojos de Campanilla abiertos!
Haciendo una mueca, me apoyé contra la mesa de billar, observando el caos. —No
vengas a llorarme si alguien es picado y muere—. Miré al pixy fuera de juego. —¿Dónde
están Rex y Boots?
—Escondidos.— Jenks revoloteaba a mi lado, con las manos en las caderas. —
Demasiada estimulación.
No hay duda. El ruido era atroz. —¿Pero una abeja?— dije, recordando a Jenks
diciéndome que una vez estuvo a punto de morir por una picadura.
—Relájate.— Con los labios torcidos en una sonrisa, me mostró una aguja de aspecto
desagradable del largo de su mano antes de esconderla. —Es seguro.
—Maldición, Jenks—, susurré, haciendo una mueca cuando el flujo emocionado de
pixies y hadas tiró una lámpara al suelo. —Cómo hiciste… eso es como quitarle los
colmillos a una serpiente.
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Se encogió de hombros, su enfoque cambiando del juego. Su sonrisa diabólica me hizo


sentir bien. No la había visto lo suficiente desde que murió su esposa. —Es la primera vez
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que he podido hacer que cooperen—, dijo, y luego su atención se centró en el vaso que
tenía en la mano. —¿Ese es mi café?
—Y un bollo—, dije mientras lo sacaba de mi bolso.
—Excelente. Gracias—, dijo, y luego se lanzó directamente hacia las vigas abiertas, su
polvo de un gris inusual. —¡Tiempo!— él gritó. —¡Lo estoy pidiendo! ¡Juego terminado!
Una protesta ensordecedora se elevó cuando los pixies que miraban cayeron del techo.
Las hadas estaban en un grupo apretado felicitándose a sí mismas, luciendo como pequeñas
parcas con alas de mariposa, sus ropas de telaraña les daban un semblante gótico. Sus
malvados colmillos largos utilizados para matar arañas eran suficientes para dejarme con
pesadillas, incluso si solo tenían seis pulgadas de alto.
—Los ganadores dividen el bollo—, dijo Jenks mientras le entregaba al hada mayor una
espada de jardín de madera. —Y el perdedor elige quién obtiene qué mitad.
Sonreí cuando un gemido ceceante y siseante se elevó de las hadas reunidas. Jenks había
sido un gran padre. Nunca hubiera creído que las hadas y los pixies pudieran hacer algo
juntos más que pelear, y observé, sonriendo, mientras el hada cortaba el bollo en dos,
compartiéndolo con apenas una mueca mientras los pixies se lanzaban hacia abajo y se
escapaban con su mitad.
—¿Te he dicho recientemente que eres increíble?— Dije mientras me dirigía a la cocina,
Jenks volaba hacia atrás para mantenerlos a la vista mientras él me seguía.
—Sip. Todos los días y dos veces los domingos—, dijo mientras pasábamos por los
baños para él y para ella, convertidos hace mucho tiempo en algo un poco menos industrial
y más funcional. Las antiguas oficinas de la iglesia estaban a ambos lados, ahora la
habitación de Hodin a la izquierda, la de Stef a la derecha, aunque tenía la sospecha de que
podían estar compartiendo una cama.
Yo estaba durmiendo en el campanario. Hacía calor allá arriba a pesar de las ventanas y
el aislamiento, y sospeché que haría frío en invierno, pero mi acuerdo con Hodin terminaría
en Octubre y él se vería obligado a encontrar un nuevo alojamiento. Ya lo estaba
esperando.
Revisé mi teléfono cuando entré a la cocina, decepcionada de ver que Vivian aún no me
había devuelto el mensaje. —Ninguna noticia es una buena noticia —susurré, y las alas de
Jenks resonaron mientras volaba hacia la parte superior de la nevera, donde guardaba su
comida.
—Hola, Stef—, dije cuando noté a la joven en el mostrador central en medio de la gran
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sala, sus fuertes hombros se movían uniformemente mientras rallaba algo.


Página
—Oh, hey. ¡Hola!— dijo la mujer de estatura promedio y a principios de los treinta
mientras levantaba la vista de lo que parecía ser una preparación para un hechizo. Estaba
ligeramente sonrojada, ya sea por el trabajo o por la sorpresa, y sus ojos color avellana se
apartaron como si estuviera avergonzada. Su cabello castaño rojizo era más oscuro que el
mío, pero envidiablemente más liso, el corte corto diseñado profesionalmente para
enmarcar su cara alargada. Había perdido algo del peso de silla en los últimos meses, y
aunque no diría que era atlética, sus curvas mostraban más. Ella siempre había sido fuerte.
La mayoría de las enfermeras lo eran. Una buena media docena de piercings en las orejas se
movieron con su movimiento, los anillos de plata todos en fila a lo largo del arco de su
oreja. Había estado pagando el alquiler de Jenks durante cinco meses después de que la
echaran de su apartamento en la campaña de dolor y molestia de Constance. Que Stef se
hubiera quedado cuando su apartamento volvió a estar disponible me dio la esperanza de
que estaba empezando a relajarse. Sentí como si no la conociera; siempre estaba ocupada, y
ella se mantenía sola cuando no estaba en el hospital.
—Pensé que estabas trabajando hoy—, agregué mientras dejaba mi bolso en el
mostrador y me apoyaba en la larga barra para comer entre la cocina y el porche al aire
libre. La mampara de mitad de pared, mitad de vidrio daba al jardín, y me encantó. El
porche en sí era aún mejor con un techo completo, chimenea en una pared y abierto al
jardín y al cementerio en otra. Ya estaba estudiando cómo hacer una protección para cerrar
la gran apertura en invierno. Sentarse frente al fuego con un libro y chocolate caliente para
ver cómo nevaba sonaba divino. Lee había hecho el pabellón en la propiedad de Trent y, en
el peor de los casos, le preguntaría.
Mi contratista, Finley, reconstruyó la parte trasera para crear un espacio que tuviera
múltiples usos en caso de que la iglesia volviera a convertirse en un refugio paranormal, lo
que significaba que la cocina podía funcionar como un comedor de beneficencia y mi área
de lectura de invierno podía funcionar como comedor. Con Stef, Hodin, Jenks, y yo solos
en la iglesia, gran parte del espacio se desperdiciaba, pero aprecié que Hodin y yo
tuviéramos múltiples áreas para hechizos sin pisar la túnica del otro.
El terreno de tamaño doble con un jardín formal y el prado silvestre entre las lápidas fue
un alivio bienvenido de la ciudad. Los pixies volaban como colibríes y las hadas volaban
como mariposas gigantes para crear una vista singularmente agradable, y sentí que mis
hombros se relajaban. Incluso los suaves sonidos de Stephanie trabajando en el mostrador
de la isla eran relajantes. Boots, el gato de Stef, observaba a Jenks desde su torre para gatos,
desde donde podía ver el jardín, solo moviendo la punta de su cola. Le faltaban tres bigotes
y un trozo de la oreja derecha, que estaban intactos cuando se mudó. Los pixies no hacían
prisioneros.
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—Así que… ¿ningún trabajo?— pregunté de nuevo. Últimamente la encontraba en casa


de forma inesperada, haciéndome preguntarme si había perdido su trabajo, por improbable
Página

que pareciera. Stef no era más que concienzuda.


—Ah, quería trabajar en algo hoy, así que cambié los horarios con Hank—, dijo, pero
miró hacia arriba y me pregunté si estaba exagerando la verdad.
—Oh.— Miré a Jenks encima de la enorme nevera de dos puertas para saber su opinión
y él negó con la cabeza. El pixy a menudo podía ver cuando la gente mentía.
Aparentemente, nuestras auras estallaban. —¿Estás… haciendo el almuerzo?— dije, viendo
los montones de huerta cuidadosamente despulpada y triturada.
—Es un hechizo, en realidad—, admitió, con la voz entrecortada.
Mis labios se apretaron. No había ninguna receta en el mostrador. —¿De memoria?—
Pregunté, y Jenks voló hacia abajo para aterrizar en mi hombro.
Su rubor se profundizó, y finalmente sus ojos color avellana se encontraron con los
míos. —Hodin me está ayudando a obtener mi título de bruja. Lo necesito para pasar a un
puesto directivo— soltó, y mis labios se abrieron.
—¡Oh!— dije entendiendo. —¡Eso es genial!— Bruja era una designación de habilidad,
no de sexo, y una vez que probabas que eras capaz de hacer un hechizo de memoria,
pasabas de ser hechicero. Mi sonrisa vaciló. —No sabía que ibas a obtener la
certificación—, agregué, sintiéndome mal porque había estado tan ocupada que ella no
había venido a mí primero. Pero, de nuevo, yo no era tan alto, oscuro y melancólico. —
Entonces, ¿qué estás haciendo? —pregunté mientras Jenks salía volando de la habitación,
atraído por una repentina queja ensordecedora y un alboroto casi ultrasónico.
Stef observó a Jenks irse, sus hombros relajados mientras comenzaba a rallar una raíz
blanca. —¿Un encanto para quitar el acné?— dijo, casi cuestionándose a sí misma, y asentí
mientras me reprendía a mí misma por pensar que ella debería haber acudido a mí primero.
Yo era la última persona que debería asumir que Hodin no tramaba nada bueno
simplemente porque era un demonio.
Y, sin embargo, no era porque fuera un demonio lo que me preocupaba. En los últimos
meses, Stef había perdido todo el miedo que le tenía, lo cual era a la vez gratificante y
preocupante. Cierto, Hodin no había sido más que una ayuda a regañadientes, pero Al
nunca expresaba su odio a la ligera, y parecía más que la rivalidad entre hermanos o el
hecho de que Hodin mezclara magia élfica y demoníaca lo que había hecho enojar a mi
maestro distanciado. La continua desaprobación de Dali también era reveladora.
Pero lo que más me desagradaba era que su relación no era igualitaria, y no estaba
segura de que Hodin tuviera algún respeto por eso.
—Buen punto de partida—, dije, en lugar de lo que quería, mientras mi mirada viajaba
sobre los ingredientes preparados.
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Stef recogió con cuidado la raíz rallada y pesó una onza en una báscula desconocida. —
Página

Hodin ha sido de gran ayuda—, dijo como si tratara de convencerse a sí misma.


Sospechando, apreté con más fuerza la línea ley más cercana y abrí mi segunda vista.
Nuevamente, el mundo se cubrió con una segunda imagen de campo y sol, pero lo que me
preocupaba era el aura de Stef. Cuando nos conocimos, su aura era de un verde impecable
además de un saludable amarillo alrededor de sus manos y corazón para mostrar su
naturaleza generosa. Ahora, un ligero toque de obscenidad la oscureció. Solo había un lugar
donde podría haberla conseguido. Preocupada, dejé caer mi segunda vista y me mordí el
labio. ¿Va por su título de bruja? —Sabes… si alguna vez necesitas algo o quieres
hablar…
Mis palabras se cortaron cuando la gran campana en el campanario sonó débilmente, y
me puse rígida cuando una tenue niebla gris pareció elevarse desde el suelo de baldosas
entre Stef y yo. Retrocedí cuando Boots saltó al suelo, escabulléndose cuando la niebla
comenzó a condensarse. Tenía que ser Hodin, aunque era difícil decirlo solo por los ojos
rojos y rasgados de cabra de demonio que miraban desde una neblina cada vez más espesa.
Frenética, Stef comenzó a ordenar su área de trabajo cuando la niebla se solidificó en un
hombre alto y musculoso de tez oscura y cabello espeso y ondulado sujeto en su nuca con
un adorno de metal. Su barbilla tendía a estrecharse, pero su mandíbula era fuerte y su
cuerpo era esbelto, luciendo bien tanto con una túnica de hechizos como con sus jeans
negros y camisa de algodón más típicos de chico malo.
Esta vez, optó por venir de manera casual, y miré sus botas de motorista con envidia,
incluso si estaban rondando los más de veintiséis aquí. Al demonio le gustaban sus joyas, y
sus manos brillaban con viejos anillos. Tuve la sensación de que la hebilla de su cinturón
era un amuleto, y tal vez el arete también.
—Stephanie ha sido más que una alumna apta—, dijo el demonio, claramente habiendo
estado escuchando a escondidas.
Me sonrojé, escuchando en sus palabras suavemente acentuadas un indicio de celos de
que podría estar tratando de arrebatársela. Lejos de ahí. Lo último que quería era un
aprendiz. Y tampoco me gustaba la propensión del demonio a acechar. Por eso la campana,
aunque le hacía falta algo cuando Hodin rara vez salía de los terrenos.
—Hola, Hodin —dije, mirando hacia arriba cuando Boots volvió a entrar, un coro de
vítores de pixy detrás de él. Jenks lo siguió, sacudiéndose el polvo pesadamente cuando el
gato se detuvo, miró a Hodin con ojos negros y luego se escabulló detrás de los taburetes en
el mostrador para comer.
—No pasa nada, Boots—, susurró Stef, y Jenks se rió entre dientes cuando aterrizó en
mi hombro.
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—Awww, es solo Hodin—. Jenks metió su espada con empuñadura de madera en su


vaina con un chasquido. —Ya sabes—, agregó mientras se levantaba para enfrentar al
Página
hombre estoico, con las manos en las caderas. —La campana no sonaría si no te trasladaras
a la casa.
Hodin frunció el ceño para arruinar su expresión juvenil y ligeramente barbuda con una
arruga profunda. Sabía que le molestaba que no hubiera quitado el encanto que hacía sonar
la campana del campanario cuando aparecía un demonio. Lo había amortiguado, pero
estaba claro que eso no era suficiente, y seguí adelante, queriendo cambiar de tema antes de
que Hodin convirtiera a Jenks en un soldadito de plomo con alas. —Hodin, me alegro de
que estés aquí. ¿Te dijo Jenks que Ivy-?
—Sí.— Hodin estudió los preparativos de Stef. —¿Deseas que pretenda ser Constance
otra vez?
—Ah, no—, dije, y agregué: —Sin embargo, gracias—, cuando Stef me miró como si
estuviera siendo grosera. —Agradezco la oferta, pero Finnis conoce a Constance, y prefiero
llegar a un acuerdo sin parecer estúpida tratando de engañarlo.
—Mmmm—. Hodin tomó una baya de enebro descolorida de la pila que Stef había
pesado, la arrojó e hizo que Stef se estremeciera. Las orejas de Boots se agudizaron, su
atención atraída por el suave sonido. Jenks también siguió su camino hasta que se detuvo.
—Pike quiere comprar su silencio —dije, concentrándome en la distancia de mis
pensamientos. —Pero esa es una solución a corto plazo que tiene un alto riesgo de
convertirse en un problema a largo plazo. Sin mencionar que no tenemos el dinero.
Probablemente debería averiguar qué quiere antes de empezar a hipotecar la iglesia—. Está
bien, mis palabras sonaron amargas incluso para mí, pero tenía la sensación de que el
dinero, incluso mucho, no cambiaría las cosas. Querían a un vampiro a cargo, y si
Constance no aparecía, estaría en la cárcel por homicidio culposo.
Con las alas raspando, Jenks se abalanzó para conseguir la baya antes de que Boots
pudiera hacerlo. —No sé por qué tanto examen de conciencia, Rache—, dijo cuando la
llevó a la parte superior de la nevera. —Está entrando en tu jardín. Mata al chupasangre y
envía sus colmillos a DC como advertencia.
Le sonreí a mi poeta-guerrero, deseando que fuera tan fácil. Pero nunca había matado a
nadie. Al menos, a nadie que no hubiera querido estar muerto, y yo no iba a empezar ahora.
—¿Y terminar en Alcatraz?— Sacando un taburete, me senté, con los codos en el
mostrador para comer. —No, gracias.
Stef había comenzado a trabajar de nuevo, Hodin murmuró una sugerencia antes de
volverse hacia mí. —¿Has considerado una maldición de cumplimiento? ¿Una que enviaría
a Finnis a casa con la sensación de que todo está arreglado pero sin una idea concreta de
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cómo?
Página
Levanté la cabeza y me encontré con los ojos de Jenks mientras volaba hacia mí. —¿Es
blanca?— Pregunté.
Hodin se encogió de hombros. —No hay muerte involucrada. Yo podría enseñarte… por
un precio.
Stef se aclaró la garganta en un suave reproche.
—O gratis,— corrigió, claramente dolido. —Como un gesto para el bien común, ya que
compartimos arreglos de vivienda.
Jenks soltó una risita desde mi hombro y Stef volvió a su trabajo, contenta. ¿Cuántos
practicantes se necesitan para hacer un hechizo? Tres. Uno para hacer el trabajo, y dos
para hablar de ello.
—Gratis, ¿eh?— Dije, y su expresión se puso rígida. —No quiero que sientas que se
están aprovechando de ti.
—No—, dijo Hodin, algo sin aliento. —Stephanie tiene razón. He sido testigo de
muchos toma y daca desiguales entre tú y tu respaldo pixy. Si voy a vivir en un entorno
comunal, necesito contribuir a tu bienestar.
Jenks espolvoreó con un rojo furioso. —¿Un toma y daca desigual?— murmuró, pero
siempre había sentido que estaba obteniendo el mejor final de nuestra amistad.
—La ayuda sin pensar en una compensación futura crea una función continua y fluida—
, terminó Hodin con amargura, y Stef asintió con la cabeza.
—Lo cual es una manera larga de decir que ayudas a tus amigos cuando puedes,— dije,
preguntándome por el repentino interés de Hodin por encajar. Tal vez estaba trabajando por
una extensión. Tal vez esté aprendiendo a funcionar en nuestra sociedad, ya que los
demonios no lo quieren. —¿Qué hay ahí dentro?
Una rara sonrisa curvó sus labios y chasqueó los dedos. —Stephanie. Asiste—, dijo
mientras le entregaba el papel y el bolígrafo que había aparecido en su mano.
Inmediatamente, Stef se limpió los dedos con un paño libre de iones metido en la
cintura, dejó su preparación de hechizos y se preparó. Su rostro estaba cuidadosamente
inexpresivo, haciéndome pensar que no era la primera vez que hacía la lista de Hodin.
Jenks también se dio cuenta e intercambiamos una mirada de preocupación.
—Para promover el descuido, necesitamos bayas de saúco, escutelaria, flores de
pamplina, semillas de regaliz y hojas de nardo—, dijo Hodin, frunciendo el ceño.
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Todos los cuales están orientados a la mujer y se prestan a la invocación del agua,
pensé mientras Stef escribía eso, pero el saúco, el regaliz y el nardo generalmente
Página
promovían la fidelidad, no el pensamiento descuidado, y me preguntaba cómo iba a hacer
que esto funcionara.
—Para estimular la niebla mental, necesitamos ruda, apio, semillas de mostaza, romero,
hojas verdes de nogal y un cuenco hecho de nogal, preferiblemente cáscara hueca—,
agregó.
Masculino, pensé. Todo tiende a la liberación de fuego y la claridad mental, no a la
niebla. —¿Es magia de tierra?— Pregunté, pensando que si juntaba todo eso iba a resultar
en lo contrario de lo que queríamos.
—Es demoníaca—, dijo Hodin, y la frente de Stef se arrugó con una pizca de
preocupación. —Y por lo tanto requerirá una invocación así como tú sangre para invocarla.
El reflejo retorcerá las propiedades de la fidelidad y la presteza superior en sus espejos de
distracción e ingenio aburrido. Lo cual me recuerda. También necesitamos una barra de tiza
de mercurio y un espejo sin manchas.
Asentí, entendiéndolo. Era como las cartas del tarot, donde algo que se consideraba malo
en realidad era bueno cuando la carta aparecía de forma contraria. Y lo de la sangre no era
gran cosa. Toda la magia de tierra requería una o dos gotas de sangre. La magia estaba en
las enzimas de las brujas.
—Tengo un espejo, pero las bayas de saúco no estarán en temporada hasta mediados de
agosto, como muy pronto—, dije. —Jenks, ¿tienes alguna en tus almacenes a largo
plazo?— Pregunté, y él negó con la cabeza. —Tampoco tengo nardos en el jardín,—
reflexioné suavemente. —La tiza de mercurio será difícil.
—Findlay Market lo tendrá. Y también las bayas de saúco y el nardo —dijo Stef
alegremente, y Jenks y yo nos volvimos hacia ella.
¿Cómo sabe ella? Pensé preocupada.
—¿Findlay Market?— Jenks dijo, con voz alta en preocupación. —Rache, ¿no pasaste
seis meses allí cazando practicantes de magia oscura cuando trabajabas para el I.S.?
La molestia pellizcó la expresión de Hodin, desapareciendo bajo una sonrisa practicada.
—Para lo que sirvió—, dije, recordando los dolores de cabeza con los que había llegado
a casa al tratar de ver más allá de los encantos de no darse cuenta que se cernían sobre los
productos más ilícitos. Findlay Market vendía más que tomates, especialmente después del
atardecer. —Haré algunas llamadas. Tal vez podamos encontrar una fuente local. De todos
modos, vamos a tener que ir a la librería de la universidad por la tiza de mercurio—. Cogí
mi teléfono, preocupada. Quería evitar buscar suministros online. Nunca sabías lo que te
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ibas a encontrar.
Página
—Findlay Market tendrá todo lo que necesitas—, dijo Hodin con un resoplido. —Qué
suerte que estén abiertos hoy. De lo contrario, es posible que tengas que esperar una
semana entera o salir del estado—. Extendió su mano y Stef puso la lista en ella. —Stef
comprará por ti si tienes miedo.
—No tengo miedo.— Mi mirada se levantó de mi teléfono, ahora mostrando las tiendas
de hechizos locales. —¿En serio, Hodin? Soy un poco mayor para la psicología inversa.
Sin inmutarse, Stef se inclinó para ver qué estaba agregando Hodin a la lista. —No es un
problema. Iba a ir de todos modos.
Jenks también fue a ver, y Hodin lo hizo volar hasta la mitad de la cocina con un
pequeño destello de magia teñida de amarillo y verde. —Necesito tres anillos de metal
virgen, y ese es el único lugar donde he podido encontrarlos—, dijo. —Aparte de una feria
renacentista.
—¿Sí?— Jenks, beligerante, se mantuvo fuera del alcance de Hodin mientras Stef leía la
lista y se la guardaba en el bolsillo. —¿Por qué Stef está haciendo tus compras en Findlay
Market?
En silencio, me volví hacia Stef, curiosa también.
—Voy por mi licencia de bruja,— dijo ella, la mentira viniendo de ella con demasiada
facilidad para mi gusto. —Es buena práctica.
No podía hablarle muy bien con Hodin cerniéndose sobre nosotros, y moví mis dedos,
diciéndole a Jenks que se retirara. —Yo voy,— dije, y Hodin pareció sobresaltarse.
—No hay necesidad,— dijo, su tono agudo cortando las palabras de Stef.
—También necesito algunos anillos vírgenes—. Me deslicé del taburete. —¿Estas bien
con eso, Stef?
Mi sarcasmo no logró llegar a ella, y Stef sonrió. —¡Por supuesto! Me encantaría la
compañía.
Sonriendo de la manera más bonita, me volví hacia Hodin. —Excelente. Es una cita.
—Voy a buscar mi bolso—, dijo Stef alegremente, pero su paso rápido hacia la puerta
vaciló cuando recordó su preparación de hechizo, la decepción se asentó en las líneas
suaves de su frente.
—Ve—, dijo Hodin inmediatamente. —Terminaré aquí. Una maldición de
cumplimiento tarda un tiempo en torcerse, y Rachel querrá que esté lista antes de que llegue
47

Finnis.
—Pensé que estabas practicando para tu examen de bruja—, dije, y Stef se detuvo
Página

cuando Hodin se adelantó suavemente.


—Quise decir que yo lo limpiaría, eso es todo—, dijo Hodin, agitando una mano
extravagante. Una niebla brillante de color amarillo y verde se deslizó sobre el mostrador y
todo desapareció. —Fácil de hacer.
—Vuelvo enseguida—, dijo Stef en voz baja, sus ojos volviendo al mostrador mientras
salía apresuradamente. Podía entender su reticencia. Había habido mucho trabajo de
preparación allí, ahora desaparecido. ¿O no?
Las alas ásperas de Jenks eran obvias cuando se levantó y bajó con indecisión antes de
seguirla. Estaba a solas con Hodin y, por primera vez en meses, me sentí insegura.
Algo estaba mal, haciendo ping a mi sentido de bruja. Si no lo supiera mejor, diría que
Stef estaba haciendo encantos para Hodin, no practicando para un examen, como si fuera su
familiar. Lo suficientemente inofensivo en la superficie, pero si ella realmente se convertía
en su familiar, él la controlaría, en cuerpo y alma.
La mayoría de las brujas tenían familiares. Permitían al practicante alcanzar líneas ley
sobre el agua y cuando estaban demasiado bajo tierra. También ayudaban a equilibrar el
flujo de energía de la línea ley, como una especie de supresor de oleadas. Cuando las cosas
iban mal, era el familiar el que sufría, no la bruja, pero hubo innumerables casos de
familiares que sobrevivieron a un hechizo desalineado cuando la bruja se llevó la peor parte
por amor. Era una simbiosis milenaria que servía tanto a la bruja como al familiar.
Cuanto más fuerte era el practicante, más inteligente tenía que ser el familiar, razón por
la cual los demonios preferían tener brujas o elfos en lugar de gatos, murciélagos y, en el
caso de los elfos, caballos. Tal vez fue porque se vieron a sí mismos en aquellos a quienes
subyugaron, pero los demonios eran crueles, obligando a sus familiares a convertirse en
extensiones de sí mismos sin voluntad propia, intercambiándolos entre ellos a medida que
cambiaba su estado de ánimo. Al había sido uno de los mejores en atraer a elfos y brujas
habilidosos a la servidumbre, dividiéndolos en recipientes obedientes que hacían todas las
maldiciones, excepto las más peligrosas, que los demonios utilizaban para parecer
todopoderosos.
Los demonios habían liberado a sus familiares humanos en un esfuerzo para reunirse con
el resto de la sociedad, pero siempre sentí que su disfrute al dominar a otro era demasiado
para dejarlo ir. Tal vez necesitaba hablar con Hodin. Asegurarme de que haya una cantidad
igual de toma y daca en su relación y que su objetivo sea enseñar, no esclavizar.
—Esta es una maldición blanca, ¿verdad?— Pregunté de nuevo, viendo que Hodin no se
había movido, lo que me hizo sentir doblemente curiosa sobre si esa preparación de
hechizos todavía estaba allí, solo escondida.
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—La obscenidad es mínima—, dijo, como si eso fuera todo lo que se necesitaba para ser
etiquetada como blanca.
Página
Con mis sandalias rozándose, revisé mi teléfono para ver si Vivian había llamado antes
de guardarlo en un bolsillo. Si no fuera por los anillos de Hodin, podríamos evitar Findlay
Market y tratar de encontrar todo en el centro de Cincinnati. Éramos una metrópolis. Había
opciones. Caras, pero opciones.
—Bueno, agradezco la ayuda. Gracias —dije, y él sonrió, convirtiéndose de un demonio
en un tipo motociclista. —Finnis va a sufragar.
—Por supuesto. Stephanie está tratando de enseñarme habilidades sociales modernas.
—Genial—, dije cuando Stef entró con un pañuelo negro alrededor del cuello y una
enorme bolsa de mercado. Jenks estaba con ella, pero voló hacia Hodin, batiendo las alas
con agresividad.
—Hodin, ya que vamos a Findlay Market, ¿tienes más ideas sobre cómo separar el aura
de Bis del baku?— preguntó, y mi mirada se dirigió a Hodin con culpa. Jenks y Bis habían
sido los mejores amigos, y no había encontrado más que callejones sin salida en mi limitada
investigación.
Sonriendo, Hodin cruzó los brazos sobre el pecho. —Nada que Rachel Morgan, el
demonio de magia blanca, considere—, se burló.
Tanto por sus nuevas habilidades sociales. —No voy a robar el alma de alguien y
dársela a Bis con la esperanza de que lo despierte—, dije, sintiéndome desgarrada. —Ni
siquiera sabes si funcionará. Al dice-
—Al dice—, se burló Hodin.
—Al dice—, continué, —que no será él mismo ni recordará por qué está viviendo en una
iglesia con un pixy y un demonio nacido de brujas —. Deprimida, me desplomé. —No será
Bis.
—¿Qué hay de esa maldición que solidifica el aura?— Jenks se balanceaba de arriba
abajo, claramente no dispuesto a renunciar a esto. —No es oscura. Rache tiene los
materiales arriba. Solidifica su aura, sepárala del baku. ¿O solo vas a ayudar en las cosas
más fáciles?
—Jenks…— Dije suavemente cuando la confianza de Hodin se desvaneció. —
Solidificar el aura de Bis hará que sea más difícil separarlo del baku, no más fácil—. Era un
callejón sin salida, y dolía. —Stef, ¿estás lista?— Agregué, queriendo salir de aquí.
—Como siempre—, dijo con una alegría exagerada, y me puse en marcha, deprimida.
Bueno. Hodin estaba siendo útil, pero tal vez era esa misma ayuda lo que me puso nerviosa.
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Nadie nunca obtuvo nada gratis de un demonio, incluso cuando parecía que lo hacían.
Incluida yo. Siempre había un precio que pagar.
Página
CAPÍTULO 4

EN LA SUPERFICIE, FINDLAY MARKET SE PARECÍA A CUALQUIER


mercado al aire libre, con vendedores de toda la vida con quioscos abiertos
semipermanentes, así como un tiro de gracia en una mesa de juegos familiar con
expresiones desconcertadas, a veces desesperadas. Hasta el otoño pasado había sido un
cuadrado de tiendas modernas y transitables, pero el área se había incendiado cuando
Landon rompió las líneas ley. Algunos dijeron que los alborotadores provocaron el
incendio para cubrir su robo, pero yo sospeché una razón más siniestra; Findlay Market era
el lugar donde ibas a buscar tus suministros de magia oscura, y probablemente algo feo se
soltó cuando la magia de repente ya no estuvo aquí.
Sabía que mucha gente todavía me culpaba por eso, lo que podría explicar la mirada
malévola ocasional de los vendedores más habituales cuando Stef, Jenks y yo deambulamos
por los puestos.
Sí, somos malos, pensé mientras recogía mi cabello salvajemente rizado en una cola de
caballo y lo soltaba. El sol había pasado su cenit, pero todavía hacía calor, especialmente
aquí, entre las curvas sinuosas y los caminos en constante cambio que atravesaban el
ruidoso caos de Findlay Market.
—No he estado aquí desde que se quemó,— dije, y Stef, quien claramente estaba siendo
reconocida por una razón completamente diferente, asintió.
—Es algo, ¿no?— ella dijo. —Me encanta saber quién hace o cultiva los alimentos que
como y que soy parte de su éxito no corporativo. Mmmm, Rose está aquí. ¿Te gusta el
centeno? Voy a conseguir algunos. Rose hace un gran pan de centeno.
Sin esperar una respuesta, giró bruscamente a la derecha, su envidiable cabello lacio se
balanceó mientras saludaba alegre y familiarmente a la mujer corpulenta detrás de la mesa.
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Las alas de Jenks rozaron mi cuello, arrancándome un escalofrío a pesar del calor. —
Página

¿Ella la conoce por su nombre?— dijo, y yo hice una mueca.


—Hablaré con ella—. No estaba segura de que me gustara el nivel de familiaridad de
Stef con los vendedores de Findlay Market, aparte de que ella era parte de su éxito no
corporativo. El viento refrescante fue un escaso alivio cuando me acomodé al lado de Stef.
El pan olía fantástico, pero no pude interrumpir muy bien cuando Stef y Rose hablaron
sobre cómo el ajo acentuaba los sabores adicionales del centeno.
—¿Se congela?— dijo Stef, claramente complacida. —Oh, compraré dos, entonces.
Respiré hondo mientras Stef buscaba su billetera, mis palabras vacilaron cuando mi
teléfono comenzó a sonar. ¿Trent? Pensé, ahogando un pequeño estremecimiento cuando vi
la foto de él durmiendo a la sombra.
—Oh, por el pequeño consolador rosa de Campanilla —murmuró Jenks.
—Solo quédate con ella, ¿de acuerdo? Y mira lo que pone en esa bolsa —susurré.
Dejándome caer en la dudosa sombra de un árbol joven, pulsé conectar. —Hola, Trent.
—Rachel—. Su voz salió suavemente, pero pude detectar un toque de irritación. Había
una gran conmoción en el fondo. O era una fiesta, o patos. Era difícil notar la diferencia. —
¿Es éste un mal momento?
Mi atención se centró en el anillo que me dio Trent. La magia élfica hizo que casi
brillara en la humedad. —No, estoy de compras con Stef. Sin embargo, tengo un minuto.
¿Qué pasa?
—Ah, odio hacer esto, pero ¿te importaría posponer nuestros planes para la cena? Me
encontré con un obstáculo y no puedo irme sin comprometer la situación.
Fue inusualmente vago, pero no pensé que lo que sea que estaba haciendo en el centro
de Cincinnati fuera por mi cumpleaños, no con la pizca de preocupación en su voz. Aun así,
Kisten me había enseñado que, aunque la familia y los amigos son lo primero, a veces los
negocios se entrometen y no hay que enfadarse por ello. —En realidad, eso funcionaría
mejor con mi día—, dije, solo ahora dándome cuenta. —Hodin se ofreció a mostrarme
cómo hacer una maldición de cumplimiento para Finnis.
—¿Cumplimiento?— cuestionó. —¿Cómo lo convence eso de que Constance está viva y
dirige Cincinnati?
—No estoy segura—, reflexioné mientras Stef y Jenks miraban el jabón casero. Claro,
las barras de la mesa eran de lavanda y pino, pero el jabón estaba hecho de grasa. También
lo eran muchos encantos oscuros. Por lo general, la grasa de los encantos oscuros provenía
de cerdos no nacidos que nunca llegaron a una clase de disección de la escuela secundaria,
pero podría ser peor. —Los ingredientes se ven bien. Dijo que funciona al inculcar un
51

sentido de que todo es como debe ser. Cumplimiento.— Dudé. —Me lo está enseñando
Página

gratis.
—¿Gratis?— Su evidente sorpresa reforzó mis propias sospechas.
—Stef lo está entrenando en las sutilezas de dar y recibir cuando se está compartiendo el
espacio—, le dije, sin creerlo incluso mientras lo decía. —Él no lo dijo, pero probablemente
tenga que hacerse después de la puesta de sol. Añade el tiempo para limpiar… ¿Podría
haber terminado para la medianoche?— Hice una mueca. La medianoche era un momento
incómodo para él, ya que los elfos preferían dormir en bloques de cuatro horas, una vez
alrededor del mediodía y otra vez alrededor de la medianoche. —¿Quieres que sea el
desayuno en su lugar?— Ofrecí, con voz pequeña.
—No—, dijo de inmediato, pero me di cuenta de que estaba distraído. —Puedo pasar a
la medianoche. ¿Me disculpas un segundo? Vuelvo enseguida.
El viento había refrescado bajo la sombra de la nube y, aunque ahogado por el altavoz,
la voz de Trent fue un grito repentino y sorprendentemente firme. Mis labios se abrieron
cuando me di cuenta de que estaba hablando de dinero, y esperaba que estuviera entrando,
no saliendo. Jenks y Stef se habían movido, y los seguí hasta un quiosco de bufandas
tejidas y teñidas a mano, me instalé junto a un vendedor de productos agrícolas y me aparté.
Jenks estaba en el hombro de Stef, y sonreí cuando le contó acerca de la destreza de su
difunta esposa en el telar.
Los tomates se veían fantásticos y elegí un par mientras esperaba a Trent. Me
encantaban mis BLT5, y tener tomates en mi bolsa sería una gran excusa si alguien que
conociera me viera aquí. La mayoría de los lugares no los venderían excepto en Halloween.
Oh, no eran ilegales, pero cuando la mitad de la humanidad muere por comer un tomate
genéticamente modificado, consumirlo o comprarlo públicamente te genera miradas feas y
tal vez que te rayen el coche. Que el tomate T-4 Angel hubiera sido erradicado hacía mucho
tiempo no parecía importar.
Mi atención se centró en las nuevas nubes cuando se levantó el viento, pero mi mirada
volvió a mi teléfono ante un estallido ahogado de indignación y la respuesta tranquila de
Trent. —Lo siento—, dijo, y en el fondo, la lucha se reanudó sin él.
—No es un problema.— Miré a Jenks, ahora dándome una versión pixie de "pulgares
arriba", y me puse rígida, preguntándome si olía Azufre. Dios, odio este lugar. —
¿Necesitas colgar?
—Ah, todavía no—, dijo, con voz vacilante. —A menos que sea necesario. Creen que
estoy hablando por teléfono con un asesor.
—Lo estás—, le dije, y él se rió entre dientes.
—Asesor financiero—, corrigió, y pude escuchar la sonrisa en su voz. —La batalla se
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gana en la mente, no en el campo de batalla.


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5 Tipo de sándwich de bacón, lechuga y tómate.


—Y los elfos saben de la batalla de la mente—, dije, sintiéndome bien. Nuestras vidas
parecían haberse desviado últimamente, y poder ayudarlo, incluso si solo pretendía ser su
asesor financiero, era tranquilizador.
—Avísame si te decides en contra de la maldición de Hodin—, dijo, recordándome que
tenía una biblioteca completa de libros de hechizos, algunos de ellos demoníacos. —Le
pedí a Quen que repasara el léxico de hechizos de mi madre. Él lo sabe mejor que yo, y la
magia de los elfos es más difícil de rastrear que la de los demonios. También me gustaría
saber cuándo Pike y tú se reúnan con él. Si no te importa. Así puedo ir contigo. Para
observar.
—Te haré saber a qué hora quedamos Pike y yo —dije con cautela. Observar, dijo, pero
si se ponía feo estaría lanzando alguno que otro hechizo. No era una mala idea, pero
siempre estaba nerviosa cuando trabajábamos juntos. No como cuando trabajaba con Pike.
Trabajar con Pike era… divertido.
—Ah, debería volver a eso—, dijo Trent cuando la discusión en el fondo se hizo obvia.
—Gracias. Necesitaba el descanso.
—Cuando quieras— dije, sacudiéndome el polvo de Jenks cuando voló demasiado
cerca. Parecía agitado, preocupándome.
—Medianoche —continuó Trent. —¿Tu iglesia? Llama si necesitas más tiempo.
—De acuerdo.— Fruncí el ceño a Jenks, las manos en sus caderas ahora mientras
escuchaba. —Te amo.
—Yo también te amo. Desesperadamente.
—Oh, por el infierno contractual de Campanilla. Encuentra un agujero en el suelo, —
murmuró Jenks cuando Trent terminó la llamada, pero me di cuenta de que estaba contento
por los dos. —Tenías razón,— añadió mientras metía mi teléfono en un bolsillo. —Está
comprando cosas que no están en la lista. Una especie de polvo y un hueso roto. ¿Dedo, tal
vez?
—Gracias, Jenks—. Me puse rígida cuando una ráfaga sopló a través del mercado,
dejando un grito de consternación a su paso cuando los toldos amenazaron con levantarse y
los vendedores intentaron sujetar todo. —Hablaré con ella.
—Bien, porque me gusta—, dijo Jenks, y yo asentí. A mí también me gustaba, lo que
hacía que la idea de tener que forzarla a que entrara en razón fuera aún más difícil. No
éramos lo suficientemente buenas amigas como para que mi palabra tuviera mucho peso, y
si me ponía agresiva, probablemente se iría y empeoraría las cosas.
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—Ah, y Vivian te ha estado observando desde que salimos del estacionamiento—,


Página

agregó Jenks.
—¿Qué?— Con la cara caliente, seguí su mirada hasta un puesto de productos agrícolas
cercano. Efectivamente, la líder del aquelarre de estándares morales y éticos estaba
comiendo tranquilamente un dulce casero, mirándome a través de una caja de tomates.
Pequeña, menuda en realidad, la delgada rubia de la Costa Oeste no sería mi primera
elección para ser una de las principales lanzadoras de hechizos en América del Norte.
Con su cabello corto y estilizado y un vestido de verano verde y tostado fino y
elegantemente cortado que le golpeaba las pantorrillas, Vivian emitía todas las vibraciones
poderosas sin sacrificar su feminidad. Ella había sido la miembro más joven del aquelarre
hasta que Brooke, la líder anterior, trató de convertirme en la yegua de cría de su ejército
privado. Vivian no solo sobrevivió siendo mi amiga, sino que prosperó. Hasta el momento.
—No le dije que íbamos a estar aquí—, le dije mientras saludaba a la mujer inteligente.
Sonriendo, Vivian se apartó del puesto y se acercó, la multitud simplemente…
apartándose a su alrededor a pesar de su diminuta altura. —Hola, Rachel—, dijo la mujer
cuando llegó junto a mí, y le di un abrazo, sintiendo que nuestras energías internas
intentaban equilibrarse antes de que me alejara. Sus ojos azules tenían la pregunta de por
qué estaba aquí fuera, y sonreí, envidiando su bronceado. Era intenso para Cincinnati, pero
ella solo había estado aquí unos meses. —Recibí tu mensaje. Estaba tratando de obtener un
bloque de tiempo libre antes de responder.
—Hola, Tarta de Fresa—, dijo Jenks con su boca inteligente, y sonreí, habiendo
olvidado el apodo.
—Jenks—, dijo la mujer, asintiendo. Las gemas en sus aretes colgantes captaron la luz,
brillando tenuemente para hacerme pensar que había un encanto en alguna parte. Su broche
de Mobius se mostraba con orgullo en su solapa, sutil pero revelador. Era el único signo de
su cargo además de su confianza inquebrantable. Había sido una simple banda de plata
retorcida la primera vez que nos conocimos. Ahora estaba incrustada con diamantes, más
evidencia de su ascenso.
—Ah, no he hecho nada, ¿verdad?— Dije, preguntándome si me había seguido desde la
iglesia. Había aparecido justo en Cincinnati cuando salí de la cárcel por esa insignificante
condena por distribución de Azufre.
Ella se rió, el sonido se elevó en la nueva ráfaga de viento como si lo hubiera causado.
—No. No que yo sepa. ¿Qué te trae a Findlay Market?— preguntó, sabiendo mi historia
más que la mayoría. —Aquí no hay tiendas de ropa ridículamente maravillosas.
Jenks soltó una risita y yo sacudí mi bolso. —Tomates. Es la temporada de BLT.
—Wow.— Vivian sonrió, nuestros equilibrios internos rozaron el uno contra el otro
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mientras enlazaba su brazo con el mío y nos empujaba a dar un paseo agradable. —Eso es
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exactamente lo que estoy haciendo.


Pero luego levantó la barbilla, indicando a un cliente tres puestos más abajo. —Echa un
vistazo a ese tipo. No me gusta su aura —susurró. —¿Qué opinas?
Mi ceja se levantó. ¿Ella está trabajando? El hombre tenía uno de esos perros callejeros
de quince libras, peludos y de cola meneante, y saqué a relucir brevemente mi segunda
vista, emitiendo un sonido suave y cómplice ante la capa gris que empañaba su aura. Nunca
lo adivinarías por la forma en que hablaba con su perro sobre qué golosina para perros
orgánica y sin gluten comprar. —Caramba —dije, luego continúe, mi segunda vista se
desvaneció y mi brazo se deslizó de Vivian cuando Stef se acercó, de repente entre ella y
nosotros.
—Hola—, dijo alegremente, cargando su pesada bolsa de mercado más arriba de su
hombro y sacando la mano. —Soy Stef. Debes ser uno de los amigos de Rachel.
—Cuando no la estoy poniendo en Alcatraz—, dijo Vivian alegremente mientras se
estrechaban las manos, y la sonrisa de Stef se congeló.
Aclaré mi garganta nerviosamente. —Ah, Vivian, esta es Stephanie. Se vio envuelta en
uno de los desalojos de Constance y decidió quedarse en la iglesia. Stef, esta es Vivian—.
Dudé. —Ella encabeza el aquelarre de normas morales y éticas.
Los labios de Stef se separaron. —¿E-Eres Vivian Smith?— tartamudeó, y Vivian
prácticamente sonrió.
—Culpable—, dijo, levantando una mano. —¿Te gusta vivir en la iglesia?
Stef retrocedió un paso, con una mano posesivamente en su bolsa de mercado. —Es
genial.
Jenks soltó una risita. —Cuando puede mantener a los pixies fuera de su cajón de ropa
interior.
Una pequeña bandera de advertencia se elevó mientras Stef continuaba balanceándose
hacia atrás en diminutos y minúsculos pasos. —Encantada de conocerte, pero ¿te
importa?— Ella dio otro paso alejándose. —Necesito comprar nardos, y Harry suele cerrar
su puesto a las tres.
¿Y cómo sabes? Reflexioné sombríamente, pero Vivian solo sonrió más ampliamente.
—Ve—, dijo ella amablemente. —Rachel me hará compañía.
—Gracias.— Claramente nerviosa, Stef giró, su ritmo rápido mientras se lanzaba hacia
la multitud.
—¿Nardo?— dijo Vivian, su tono cauteloso. —Eso es para la memoria. ¿Qué está
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haciendo ella que necesita nardos?


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—Jenks, síguela —dije en lugar de responder, y el pixy se alejó zumbando, con su polvo
destrozado por las ráfagas crecientes. Va a llover, pensé, sintiendo el cambio de presión.
—Así que.— Vivian tomó una margarita de un puesto cercano y le dio un dólar al
hombre. —¿Qué estás haciendo realmente aquí abajo, Rachel Morgan?— dijo, mirándome
mientras tomaba una profunda inhalación.
—Haciendo una maldición blanca. Espero —dije, preguntándome si me daría su opinión
si le mostraba la lista de ingredientes. —Hodin, ¿te acuerdas de él?
Las puntas del cabello de Vivian comenzaron a flotar cuando tocó la línea ley más
cercana. Podía sentir su aura cosquilleando, y puse unos centímetros más entre nosotras
mientras seguíamos lentamente a Stef. —Ojos rojos—, dijo, arrancando los pétalos, uno
por uno. —Poderes cósmicos. Viviendo en tu iglesia. Parece un poeta delgado y
motociclista.
—Ese es él.— Tomé aire, exhalando lentamente. —Me está ayudando a retorcer una
maldición para convencer a un viejo no muerto que viene de Washington DC mañana por la
noche de que Constance sigue mandando. Usa bayas de saúco, y las de mi jardín no están
maduras—. Entrecerré los ojos ante las nubes que se oscurecían. La gente se estaba yendo,
y el pellizco de tiempo comenzó a pincharme. —Vivian, ¿quieres mirar esto?— Con la
cabeza gacha, rebusqué en mi bolso una copia de la lista que había hecho mientras Stef
charlaba con un vendedor de flores. —Me gustaría tu opinión.
—Por supuesto.— El ceño de Vivian se arrugó mientras lo leía rápidamente. —¿Tiza de
mercurio? Eso es de la vieja escuela. Los ingredientes están bien, pero estás lidiando con la
memoria, lo que la convierte en una maldición gris, que se desliza de un lado a otro
dependiendo de lo que hagas con ella—. Ella me tendió el papel. —¿Qué estás haciendo
con eso?— preguntó deliberadamente.
Metí la lista en el fondo de mi bolsillo, mirando a Stef mientras le pagaba a una mujer
por un conjunto de anillos de metal. —Es para convencer al representante de DC de que
Constance está bien y a cargo.
Las cejas de Vivian se elevaron. —¿Lo está ella?
Me encogí de hombros. —Ella está bien. Y a cargo de todo lo que ve.
Inmediatamente, la pequeña mujer se relajó, una sonrisa maliciosa de travesura
compartida se elevó para borrar la preocupación que le oprimía la frente. —Estoy tan
contenta de que hayamos tenido esta charla—, dijo, golpeando su hombro contra el mío
mientras seguíamos a Stef. —Todos aprecian la estabilidad excepto aquellos que prosperan
en el caos. ¿Un encanto gris específico para una persona para evitar mucha miseria? Puedo
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mirar hacia otro lado.


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—Gracias—, dije, y ella asintió, girando lo que quedaba de su margarita entre el pulgar
y los dedos hasta que se convirtió en un borrón.
—Summum malum—, susurró, pero era un hechizo, no en respuesta a nada de lo que yo
había dicho, y la flor en su mano de repente se desmoronó, los pétalos se alzaron en un
suave resplandor.
—Un representante de DC, ¿eh?— dijo mientras observaba los remolinos de pétalos de
flor alejarse. —Yo no sabía eso. Gracias por el aviso previo—. Su atención se centró en mí.
—Por lo tanto, necesitas algo agradable para usar.
Me encogí de hombros. —Ivy lo está escoltando.
Vivian se rió entre dientes, pero estaba concentrada en los pétalos, no en mí, los
diminutos fragmentos de un blanco brillante ahora giraban alrededor del hombre con el
perro, pegándose a su espalda. —Apuesto a que Nina está feliz por eso.
Es un encanto, me di cuenta. Respondiendo a la obscenidad en su aura. —Pike y Trent
están trabajando conmigo. David está en espera—. Salté cuando una ráfaga de viento
derribó un letrero provisional. —No creo que las brujas estén involucradas, pero ahora ya lo
sabes. Su nombre es Finnis.
Vivian levantó la vista de hurgar en su bolso. —¿Cuánto te está costando esta
maldición?— dijo mientras se ponía un par de anteojos con armazón de alambre, haciendo
una mueca ante lo que sea que vio en el hombre cubierto de pétalos.
—Nada.
Le dio la espalda al chico con incredulidad, y me encogí de hombros. —Él tiene un gran
interés en que me quede de este lado de las líneas ley—, dije, y ella frunció el ceño,
claramente sin gustarle más. Pero con toda honestidad, Hodin tenía una razón para
ayudarme, dado que le prometí ayudarlo si sus parientes intentaban ponerlo en una botella
por practicar magia élfica. Sin embargo, estaba empezando a pensar que la magia élfica no
era la verdadera razón por la que lo querían encerrar. Hice magia élfica de vez en cuando, y
no estaban tratando de encerrarme.
—Gracias—, dijo Vivian, ahora mirando a Stef. —Tu nuevo compañero de cuarto. Ella
es…
Hice una mueca ante los tres pétalos en el hombro de Stef, luego sacudí uno de mi brazo.
—Ella es preocupante,— dije con un suspiro cuando las primeras gotas de lluvia
comenzaron a caer y los vendedores se apresuraron a cubrir sus mesas. —Me alegro de que
ella y Hodin se lleven bien, pero… — Me encontré con la mirada de Vivian, preocupada.
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—Creo que ella está hechizando para él.


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—Eso no es un crimen.
—No—, estuve de acuerdo. —Pero creo que ella se está saltando el trabajo para hacerlo.
No obtuvo esa capa de obscenidad del trabajo en el hospital.
Vivian me miró de soslayo a través de esos anteojos. No tenían cristal y probablemente
mostraban daños en el aura a largo plazo. —La tuya solía ser más pesada—, dijo.
—Sí, pero sé cómo obtuve la mía.
—Y también te llevas bien con los demonios—, dijo mientras nos deteníamos debajo de
uno de los puestos más importantes. Stef había encontrado el nardo y algunas bayas de
saúco tempranas traídas en camión desde el sur del estado, y yo quería irme.
—Hey.— Vivian se volvió hacia mí, con los ojos encendidos. —Conoces a los
demonios.
No estaba segura de que me gustara su emoción. —Soy uno—, le recordé, y el dueño del
puesto en el que estábamos se rió entre dientes, escuchando a escondidas y pensando que
estaba bromeando.
—Aún mejor.— Vivian miró al hombre con el perro. Estaba desapareciendo por una
esquina, con pétalos y todo, pero ella claramente no estaba preocupada. —¿Te gustaría dar
un par de clases de demonología?
—¿Qué?— Casi grité, y la cabeza del dueño del puesto se levantó de golpe, con el rostro
ceniciento.
—Solo hasta que encontremos al instructor—, dijo, ajena al hombre que se retiraba
lentamente al otro lado de su puesto. —Sería bueno para tus relaciones públicas y me
ayudaría.
—Ah… — Busqué a Jenks a través de la lluvia creciente, pero estaba escondido en el
cabello de Stef si el polvo verde que le caía por el hombro significaba algo.
—Temporal—, engatusó Vivian—. Estoy segura de que el Profesor Sikes solo se está
tomando unos pocos días de enfermedad y se olvidó de llamar.
El olor a cemento húmedo y caliente se hizo espeso, casi agradable, mientras el mundo
se oscurecía y la gente corría hacia sus coches. —Vivian, no lo sé—, dije, atrapada por la
lluvia torrencial. —No soy buena para enseñar.— ¿Enseñar? No era buena estudiante. La
última vez que tomé una clase, accidentalmente convertí a mi novio en mi familiar, luego lo
llevé a recorrer medio mundo mientras intentaba alejarse de mí.
—Claro que lo eres—, insistió Vivian. —A los chicos les encantaría, y me estarías
haciendo un gran favor. Las clases son Lunes, Miércoles, Viernes, de una a tres.
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Stef metió una gran cantidad de bayas de saúco en su bolsa de mercado. La lluvia caía a
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cántaros entre nosotros, y ella miró hacia el cielo con los ojos entrecerrados, claramente sin
querer aventurarse. —¿Tres veces a la semana?— Dije, sintiéndome debilitar. —Tengo un
trabajo. Y a un no muerto agresivo que viene mañana.
—¿Por favor?— rogó Vivian. —Un par de horas por la tarde. Eso es todo. Incluso si
pudieras hacer una clase, ayudaría.
No tenía tiempo para eso. Pero la idea de dar una clase en la misma universidad de la
que una vez me echaron tenía un atractivo definitivo. —Déjame revisar mi horario—, dije,
sabiendo que era un error en el instante en que salió de mi boca.
—¡Oh, gracias!— Vivian casi aplaudió, sin sonar como la ruda practicante de magia que
era. —Realmente aprecio esto. Te enviaré un mensaje de texto con el número del edificio y
del aula.
Al otro lado de los puestos, Stef había notado los pétalos encantados en su camisa. Con
el ceño fruncido, comenzó a arrancarlos. —Aún no he dicho que sí —le advertí a Vivian.
—Pero lo harás—, dijo Vivian con confianza. —Muchas gracias. Esto es genial.—
Claramente complacida, Vivian entrecerró los ojos cuando la lluvia comenzó a amainar. —
Voy a dejar para otro momento la compra de vestidos—, dijo mientras los pétalos que Stef
estaba sacudiendo de sus dedos flotaban a propósito en el aire, siguiendo claramente al
hombre con el perro. —Ese es un bonito anillo que te dio Trent —dijo, sonriendo mientras
se giraba a medias, con los ojos en mi anillo del meñique. —Sin embargo, está en el dedo
equivocado.
Sonreí, agitándolo hacia ella, y luego echó a andar, a paso rápido, concentrada. —Me
alegro de que no me esté siguiendo —susurré, sobresaltándome cuando Jenks aterrizó en mi
hombro y se sacudió la humedad de las alas. —¿Crees que debería haberme ofrecido a
ayudar?
Jenks estornudó y de él salió una verdadera explosión de polvo plateado. —Nah, ella lo
tiene,— dijo, mirando a Stef cruzando los puestos para unirse a nosotros. —Ella es tan ruda
como tú.
Sonreí al recordar que las dos destruimos una sección de frutas y verduras la primera vez
que nos conocimos, de ahí el apodo de Tarta de Fresa. La habían enviado para que me
siguiera, y pensé que era una bruja oscura que intentaba comprarme una maldición, sin
aceptar un no por respuesta. Aparentemente todavía tenían mi foto detrás del mostrador de
ayuda. Prohibida. La historia de mi vida.
—¿Lo tienes todo?— Dije mientras Stef se detenía. —No fui de mucha ayuda para ir de
compras, ¿verdad?—, agregué, quitando subrepticiamente el último pétalo de ella. Cayó al
suelo, su magia agotada.
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—No te preocupes.— Stef escudriñó el mercado, la lluvia la localizó. —¿En qué


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dirección está el coche? Me confundí.


—Lote Oeste —dije, sintiendo que una nueva humedad surgía del cemento cuando la
lluvia terminó y el sol que bajaba se asomó por debajo de las nubes. El mercado se había
vaciado aparte de los vendedores, y nuestro camino estaba despejado. —¿Conseguimos
todo?— Pregunté, tratando de mirar dentro de su bolsa.
—Sip.
Fue bastante breve, y Jenks y yo intercambiamos miradas de preocupación. —Ah,
Vivian quiere que dé una clase sobre demonios—, dije mientras el pixy me hacía un gesto
para que continuara. —Hey, si hay algo que quieras saber sobre los demonios pero no
quieras preguntarle a Hodin, cosas que no estarán en ningún libro de texto-
—No. No que se me ocurra.
Había sido demasiado rápido, y las cejas de Jenks se levantaron. Habíamos dejado atrás
los puestos, y el lote normalmente repleto estaba solo medio lleno. —Stef —dije en voz
baja. —No los he estado espiando ni a ti ni a Hodin, pero no puedo evitar preocuparme.
Sus ojos estaban fijos en mi pequeño MINI rojo. —Estamos bien. Estoy bien.
—Sé que eres inteligente —dije mientras las alas de Jenks raspaban. —Y sé que puedes
cuidarte sola, pero también conozco la atracción por lo peligroso. Qué fácil es dar un poco
por algo que crees que no puedes conseguir por ti misma. Sólo quiero saber que estás bien.
Que te sientas cómoda.
Sus pasos se hicieron más lentos a medida que nos acercábamos al coche. —Estoy
bien.— Era casi un susurro, y no levantó la vista del pavimento humeante.
—¿Me dirías si no lo estuvieras?— Dije, sin querer subirme al coche hasta que
encontráramos algún tipo de cierre para esta conversación. —Porque puedo ayudar. Te traje
a la iglesia. Lo traje a la iglesia. Soy algo responsable de lo que sea que te suceda.
Levantó la cabeza, parpadeando rápido para evitar las lágrimas. —Aprecio eso.
Jenks zumbó desde mi hombro, su polvo de una plata brillante. —¿Están ustedes dos
chocando feo o no?
—¡Jenks!— exclamé. —No respondas a eso, Stef,— dije, luego lo miré. —Dios, Jenks.
—¿Qué?— El pixy dio un respingo en el aire húmedo. —Es una pregunta justa. Si ella
va a dejar su habitación y mudarse con él, quiero un aviso de dos semanas para poder
alquilarla—. Sus alas brillaban en la penumbra, y detrás de él, un arco iris floreció en el
cielo oscuro.
Stef me evadió, sosteniendo cerca su bufanda. —No voy a renunciar a mi habitación.
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Dios mío, están durmiendo juntos. O lo habían hecho, y mi enfoque se volvió borroso
mientras me preguntaba cómo había sido eso: el poder confiado de Hodin, la posibilidad de
que se pasara, el riesgo que ella había tomado y las formas probables en que el exesclavo
sexual sabía cómo usar la energía de la línea ley. Que no renunciara a su habitación
insinuaba que no se sentía del todo cómoda, y la tomé del brazo.
Ella saltó, sobresaltada. —Estoy bien—, dijo ella. —Yo…— Su voz se apagó. —No
estoy segura,— dijo débilmente. —A veces siento como si lo conociera hasta la médula, y
luego dice algo y no lo conozco en absoluto. Estoy tratando de ser de mente abierta—. Ella
me miró, suplicante. —No sé nada de su pasado aparte de lo que me cuenta. Rachel, ¿estoy
cometiendo un error?
Sentí frío, y mientras Jenks zumbaba protectoramente más cerca, la obligué a mirarme a
los ojos. —No sé. ¿Te ha hecho daño? ¿Accidentalmente, quiero decir?
—No.— Se volvió hacia el coche como si quisiera terminar la conversación, y lo abrí
desde el llavero. —Pero a veces no puedo saber lo que está pensando, o puedo y no es
bueno.
La bolsa de mercado se fue al diminuto asiento trasero y luego la puerta trasera se cerró
de golpe. Aún tenía la bufanda sostenida con su mano, y mis sospechas aumentaron. —
¿Qué dice tu instinto?— Pregunté mientras me movía al lado del conductor.
—Que podría cometer un error y ni siquiera saberlo—. Stef me miró por encima del
capó bajo de mi coche. —No puedo decir si es mi instinto o mis impresiones
preconcebidas. Es un infierno vivir con ellos, ¿sabes?
Lo sabía, y asentí mientras me quedaba fuera del coche. Parecía como si estuviera
demasiado tensa, e hice una mueca, recordando sentirme así cuando bailaba con los huesos
de mi pasado enterrado. —Dime si alguna vez tienes miedo, ¿de acuerdo?— Dije. —Y si
no puedes decírmelo, pon una flor en el alféizar de la cocina.
Con los labios apretados, ella asintió y entró.
Jenks estaba justo allí e intercambiamos una mirada cansada y preocupada. —La vigilaré
—dijo, y negué con la cabeza.
—Ella no necesita que la vigilemos,— susurré. —Hodin sí.
Jenks asintió y su altitud descendió cuando un sombrío polvo gris se deslizó de él.
Conteniendo la respiración, me metí dentro, maravillándome en voz alta por el arco iris
gemelo que se arqueaba sobre los Hollows, el más pequeño parecía terminar justo en mi
iglesia.
¿Presagio? Me pregunté mientras arrancaba el coche. O promesa.
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CAPÍTULO 5

LA LLUVIA EN EL TECHO DEL CAMPANARIO ERA MÁS QUE AGRADABLE


mientras me arrodillaba en el suelo, rebuscando en una caja que mi mamá me había enviado
hace meses. Las tres ventanas de sotavento estaban abiertas y el susurro de las hojas se
mezclaba agradablemente con los suaves sonidos de mi túnica de hechizos y el ir y venir de
las alas de Jenks. No trabajábamos con auras, así que no necesitaba la túnica de hechizos de
manga ancha y faja acampanada que eliminaba la contaminación aurática, pero Hodin
llevaba la suya, y me habría sentido como un patán con mis pantalones cortos y mi
camiseta ligera. Además, la belleza sedosa que se degradaba de un dorado brillante en mi
cuello a un rojo intenso en el dobladillo me hizo sentir como si supiera lo que estaba
haciendo.
—Nunca he oído hablar de la tiza de mercurio—, dijo Jenks, su voz casi demasiado
débil para ser escuchada mientras cubría a Bis con una manta ligera. La joven gárgola
estaba en lo alto del techo cónico en su repisa junto a la campana. A su lado estaba la
botella que contenía su alma y el baku, luciendo inocuo junto a mi joyero y la jaula de
grillos vacía que Hodin me había prestado para practicar la división de una maldición
hablada entre dos personas. No había encontrado el truco antes de que los grillos murieran,
y la había metido ahí arriba para quitarla de en medio. Probablemente debería haberla
devuelto, pero estaba demasiado alto para alcanzarlo sin pararse sobre una caja, y él no me
la había pedido.
—La tiza magnética es más barata y no tóxica, así que nadie la usa mucho—, dije,
deprimida por no haber encontrado la forma de liberar el alma de Bis del baku. —Creo que
tengo una barra en mi estuche. Dios sabe cómo llegó allí—. Me senté sobre mis talones, me
aparté un mechón de cabello de los ojos y sonreí al pensar en mi madre comenzando su
vida en la Costa Oeste con un hombre que la amaba desesperadamente. Estaba más segura
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allí con Takata que conmigo.


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Pero me congelé, sorprendida cuando mis dedos se entumecieron y cada gramo de


energía de línea ley se escurrió de mí con la rapidez de un látigo restallado. Saqué mi mano
de la caja, con el pulso acelerado mientras miraba la bolsa forrada de plomo que mis dedos
habían rozado, pero era solo el amuleto de zona sin magia que le había quitado a Constance
la primavera pasada. Se suponía que la bolsa bloquearía sus efectos ya que había perdido el
pin de invocación y no podía apagarlo, pero claramente la influencia del encanto solo había
sido silenciada, y me apreté los dedos, aun sintiendo el escozor de la desconexión.
—Jenks, ¿enterrarías esto en algún lugar del jardín?— Dije mientras tomaba el amuleto
de línea ley de la bolsa flexible pero pesada, sosteniendo el amuleto metálico de una gruesa
hebra de oro negro como si fuera una rata muerta.
—No hay problema.— El impulso de las alas de Jenks se elevó cuando se colgó el
cordón del hombro y voló laboriosamente por la ventana sin mosquitero, su camino
descendiendo rápidamente por el peso.
Inmediatamente renové mi control sobre la línea ley, cerrando los ojos mientras se
precipitaba con una facilidad satisfactoria. Sentada en el suelo, envié mis sentidos para
encontrar a Hodin y Stef en el porche. Los pixies haciendo brillantes puntos de
pensamiento revoloteando en el jardín bajo la lluvia. Mucho más sombrías eran las hadas,
acurrucadas en las zonas secas. Que pudieran compartir el mismo jardín fue inesperado y
un milagro.
¿Qué es eso? Pensé, sintiendo un extraño y débil zumbido de poder en las tablas del
suelo. No lo había notado antes, pero no hacía una búsqueda mental en los terrenos muy a
menudo.
Con los ojos aún cerrados, reduje mi búsqueda, y fruncí el ceño al hallar una red
plateada de cintas de energía que atravesaban el piso y las paredes y subían sobre mi cabeza
como una red, culminando en la campana de hierro que colgaba de mi techo puntiagudo.
Envolvía el campanario en una red protectora ceñida, invisible hasta ahora. Tal vez el
amuleto de zona sin magia había estado interfiriendo. ¿QDM6?
—Me gusta este—, dijo Jenks, y mis ojos se abrieron de golpe para encontrar que había
regresado, parado en el tocador para parecer muy Peter Pan mientras miraba los bocetos de
Pike. —Cuatro strikes y estás fuera,— añadió, clavando su espada en la servilleta con las
cuatro Xs en ella.
—Es una M y una W entrelazadas—, dije, decidiendo que la red protectora debe ser algo
que las gárgolas pusieron para proteger a Bis y su alma despojada. Eran guardianes,
después de todo. —Morgan y Welroe. ¿Dónde está el amuleto?
—En mi almacén debajo de la lápida de Pierce—, dijo, estudiando los garabatos.
Todavía no había elegido mi favorito, y ni siquiera estaba segura de que me gustara la idea.
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6 What that fuck: Que demonios.


—Pensé que eran cuatro Xs. Una por ti, Pike, yo y… ¿Trent?— El rostro anguloso de Jenks
se contrajo. —No creo que Ivy regrese a la firma incluso si regresa a Cincy.
—Yo tampoco—, dije alrededor de un suspiro. Ivy era buena para reventar cabezas, pero
era aún mejor en las feas sutilezas de la política, que eran igual de sangrientas.
—Cuatro strikes y estás fuera—, dijo Jenks. —Me gusta.
—Sí, pero se supone que la subrosa está oculta. ¿Dejar una etiqueta cada vez que
hagamos algo lo delatará?— Me deslicé en el largo sofá cuando encontré la caja de lápices
abollada con calcomanías de She-Ra gastadas por el cariño. El sofá largo había sido mi
cama durante meses.
—Puedes estar escondida y aún tener un logo—. Jenks levantó otro boceto para
considerarlo, la tosca servilleta era tan alta como él. —Hacer una declaración sin
identificarte. Como Batman—. Se volvió, sonriendo. —Esto sería estupendo como grafiti—
dijo, mirando el boceto de un diamante entre dos líneas paralelas.
La parte superior del estuche se atascó, como de costumbre, pero finalmente se abrió y
me dejó parpadeando ante los desgastados extremos protuberantes de un par de docenas de
lápices de colores. Y una tiza de mercurio, pensé con satisfacción. Todavía en su
envoltorio. —La encontré.— Levanté el paquete brillante y agrietado. —Mi papá debe
haberla puesto aquí antes de morir. No recuerdo haberla comprado.
Jenks soltó los logotipos y voló más cerca. —No está abierta.
Fruncí el ceño mientras leía las advertencias tóxicas en el empaque. —Probablemente
lleva aquí casi quince años. Sin embargo, no tiene fecha de caducidad.
Una punzada de angustia me atravesó y me puse de pie. Mi papá. No mi padre biológico,
con quien mi madre estaba actualmente liada, sino mi padre, el humano perversamente
inteligente que me había enseñado mis pentagramas y fingió con éxito ser una bruja hasta
que murió por las complicaciones de la mordedura de un vampiro, ganada mientras buscaba
una muestra de ADN élfico no contaminada para que el padre de Trent pudiera romper la
maldición que los enviaba a la extinción. Estaba segura de que mi padre sabía que era un
demonio nacido de brujas, y todavía estaba encontrando cosas que había guardado para mí:
tomos demoníacos, equipo raro de líneas ley y ahora, una tiza de mercurio.
—¿Cómo es que Hodin no tiene uno de esos?— preguntó Jenks, y yo fruncí el ceño.
—Hodin no tiene trabajo y son caros—, dije con amargura. La cubierta protectora crujió
cuando la dejé caer en un bolsillo. —¿Vienes?— pregunté, y Jenks zumbó en el aire,
comprobando a Bis por última vez antes de seguirme.
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Con pasos lentos, bajé a tientas la estrecha y oscura escalera hacia el vestíbulo,
Página

preguntándome si había imaginado un suave chasquido de protección al abandonar mi alto


refugio. Mis hombros se desplomaron ante el recuerdo de Bis, comatoso y pálido, pero de
alguna manera vivo sin su alma. Hodin había prometido ayudarme a encontrar una manera
de traerlo de vuelta. Era parte de la razón por la que prometí ayudarlo a mantenerlo alejado
de una botella si los otros demonios intentaban algo. El hecho de que mezclara magia de
elfos y demonios nunca pareció molestarlos tanto como a Hodin haciéndolo, y en serio
quería saber qué se negaban a decirme. Estaba segura de que involucraba a Celfnnah, la
difunta esposa de Al.
Jenks aterrizó en mi hombro, el brillo de su polvo iluminó mis dedos arrastrándose a lo
largo de la vieja madera. —¿Podríamos al menos probar la maldición de solidificación del
aura en el baku?— preguntó, y negué con la cabeza, los cascabeles en mi faja tintinearon
cuando encontré el vestíbulo y cerré la puerta de la escalera detrás de mí.
—Hasta que sepamos cómo sostener a el baku de manera confiable, no podemos dejarlo
salir de la botella—, dije, tan decepcionada como él. El santuario estaba benditamente
tranquilo con los pixies afuera, una sola luz junto al baby grand de Ivy iluminaba
tenuemente el gran espacio. Jenks se adelantó y yo lo seguí hasta la cocina y salimos al
porche de tres estaciones.
Si puedo conseguir que Lee me ayude con un pabellón, podría ser una de cuatro
estaciones, pensé, sonriendo a Stef y Hodin apiñados junto a la mesa baja de café de pizarra
ante el vacío negro de la chimenea apagada. Incluso con la humedad, era un lugar agradable
para hechizar con las tres paredes y el techo que lo cerraban, la última pared completamente
abierta al jardín húmedo. Los destellos de polvo pixy en la lluvia lo hacían bastante
surrealista, y honestamente pensé que el porche era la mejor parte de la iglesia, fresco ahora
bajo la lluvia que golpeaba suavemente.
Una suave anticipación nacida del aprendizaje de una magia compleja se elevó a través
de mí. La túnica negra elegantemente bordada de Hodin lo convertía en la imagen de un
demonio estudioso, y salté cuando él cerró el libro en su mano contra el polvo de Jenks, una
telaraña de energía se deslizó sobre el cuero encuadernado antes de desaparecer. Stef miró
hacia arriba, su tenue túnica verde y amarilla reflejando su aura. Como la mía, pensé
mientras tocaba la seda dorada y roja.
Era obvio que trabajaban bien juntos, lo que me hizo preguntarme cuántas clases de
hechizos me había perdido, ocupada con mi propia vida. Al verlos en la mesa con los
ingredientes de la maldición dispuestos ante ellos, sentí como si estuviera presenciando un
pasado lejano, o tal vez el futuro: estudio silencioso, progreso constante, encanto tras
hechizo tras maldición a través de las edades.
—¿La encontraste?— Stef preguntó mientras continuaba triturando las bayas de saúco
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hasta convertirlas en un jugo negro y feo. Sus dedos estaban morados y sentí un destello de
culpa. Estaba preparando el hechizo para mí, como un familiar.
Página
—Aún en el paquete—. Saqué la barra de mi bolsillo, agitándola antes de dejarla sobre
la mesa. —Debería estar haciendo eso—, dije mientras colaba el jugo a través de un tamiz
de cobre y tiraba los desechos a la basura. Mierda en tostadas, incluso las hierbas fueron
preparadas y medidas.
—No tenía trabajo esta noche—. Stef se limpió las manos con un paño que Hodin le
entregó y las manchas púrpuras desaparecieron. —Me vendría bien la práctica.
Hodin tiró de su túnica para hacer sonar los cascabeles de su faja. —Stephanie es una
estudiante apta—, dijo, y ella sonrió. —Además, si te instruyo, podrías acusarme de
enseñarte algo.
Había dicho lo último con bastante sequedad. Pasé mi mirada a Jenks, el pixy flotando
casi de lado mientras buscaba un título en el libro escondido bajo el brazo de Hodin. No
habría uno. Los libros de demonios nunca tenían títulos.
Me hundí en el sofá interior-exterior frente a ellos, la mesa baja entre nosotros, la
chimenea vacía detrás de ellos. —Entonces, ¿hay una receta, o la estamos inventando sobre
la marcha?
Con expresión amarga, Hodin dejó caer el libro sobre la mesa. Con el tintineo de los
cascabeles, se quitó la túnica y ceremoniosamente se acercó a mí a la esquina de la silla,
con su rostro alargado lleno de especulación. —Stephanie, prepara el palo de mancha
mientras Rachel y yo revisamos esto, ¿quieres?
—Puedo hacer el palo de mancha—, dije, pero Stef solo me dio una sonrisa y acercó
más la ruda, la semilla de mostaza, el romero y las hojas de nuez.
Jenks revoloteaba irritantemente cerca mientras Hodin hojeaba la página adecuada. —
Esto es legal, ¿verdad?— preguntó el pixy, y mis ojos se clavaron en los de Hodin. —
Quiero decir, Rachel, te asustaste cuando Trent eliminó los recuerdos de esos dos asesinos
en tu cocina.
¿Asesinos en mi cocina? Pensé, luego recordé. Fue entonces cuando escolté a Trent a la
costa para robar a su hija en una tradición élfica arreglada. En ese momento, él había sido
un poco permisivo en su cumplimiento con la ley. Todavía lo era. Un tanto.
—Esa fue una maldición de memoria élfica—, dije. No oscura, pero sí, ilegal. —El
cumplimiento es diferente. ¿Verdad? Vivian dice que la intención es el punto de inflexión,
ya que los ingredientes se equilibran hacia lo neutral.
—¿Vivian Smith?— Los largos dedos de Hodin moviendo las páginas se ralentizaron.
—¿Le preguntaste a la líder del aquelarre de estándares morales y éticos si una maldición
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era legal?
Página
Parecía horrorizado, y me empujé más profundamente en los cojines para cruzar una
rodilla sobre la otra. —Sí—, dije, con la barbilla en alto. —Aclaré esto con mi amiga
Vivian.
Hodin me miró fijamente. —¿Por qué?
Jenks soltó una risita, su polvo de un amarillo alegre cuando fue a sentarse en el hombro
de Stef mientras ella enrollaba la ruda, las semillas de mostaza y el romero en un cigarro,
envolviéndolos en las hojas verdes de nuez. —Me la encontré en el mercado —dije—. No
voy a torcer magia oscura, Hodin. Dijiste que no era ilegal. Si no es oscura y no es ilegal,
¿cuál es el daño en mostrar lo que contiene?
Con las cejas arqueadas, Hodin se volvió hacia Stef, quien se encogió de hombros y
frunció el entrecejo mientras hacía un nudo gordiano con el hilo de apio. —No quiero ir a la
cárcel cuando esto termine,— dije suavemente.
Hodin todavía parecía perdido. —El punto es que nadie sabe qué hiciste esto. Por eso
llaman a la posición subrosa.
—Confía en mí, Hodin. Todo el mundo sabrá que fui yo —dije con amargura. —
Además, todo lo que hice fue preguntarle sobre los ingredientes. Pensar que le di el
conocimiento para retorcer una maldición diciéndole los ingredientes es como decir que
alguien puede escribir Shakespeare porque se sabe todas las palabras.
Los dedos de Hodin ocuparon un lugar en el libro cerrado. —Conseguir este hechizo
para tu biblioteca no es mi intención.
Chupé mis dientes, moviendo el pie. ¿Realmente pensó que no sabría cómo retorcer esto
después de hacerlo una vez? Además, aclarar los ingredientes y obtener el consejo de
Vivian con anticipación sería mi as en la manga si esto saliera mal.
Stef terminó con el palo de mancha y lo dejó a un lado, en silencio mientras Hodin
intentaba decidir si iba a continuar o no. Arqueé las cejas en desafío y él frunció el ceño,
dejó el libro sobre la mesa y lo abrió en la página correcta.
Miré hacia abajo y me quedé sin aliento cuando vi los ingredientes enumerados a la
izquierda, las instrucciones correspondientes a la derecha y la ilustración ocasional
intercalada entre los lugares donde había espacio. Era una forma desordenada pero eficiente
de poner una maldición, y nadie más que Newt las escribió de esta manera.
—Este libro es de Newt,— dije mientras estudiaba la estrella de seis puntas en un
círculo con runas en las puntas.
—Ya no—, dijo Hodin.
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—¿De dónde has sacado esto?— Dije, alcanzándolo. —Quiero decir, ¿cuándo?— Me
Página

corregí cuando sacó el libro fuera de mi alcance, sus delgados labios apretados.
—Como puedes ver—, dijo, ignorando mi pregunta, —el palo de mancha está hecho de
ruda, robada; semilla de mostaza, recolectada antes del amanecer y después del equinoccio;
romero de tu propio jardín, todo atado con hojas de nogal y cordel de apio.
—Hierbas de fuego—, dijo Stef mientras comenzaba a triturar el nardo, la escutelaria,
las flores de pamplina y las semillas de regaliz en un mortero con manchas. Su misma
indiferencia me hizo pensar que había estado moliendo hierbas para Hodin por un tiempo.
—Son cinco—, dije, mirando la estrella de seis lados. —¿Cuál es el sexto ingrediente?
Hodin se puso rígido. —El sexto es el fuego mismo, nacido de tus pensamientos, no de
tu chimenea—. Sus ojos se entrecerraron. —¿Puedes hacer una llama con tus
pensamientos?
Sabía que podía, y asentí. La maldición era una mezcla de tierra y magia de línea ley,
pero la mayoría de la magia demoníaca lo era.
—Usarás la decocción de pamplina, nardo, escutelaria, semillas de regaliz y jugo de
saúco para convertir la ceniza en una mezcla que luego será atraída por las runas y creará la
maldición—, dijo, y estudié la estrella de seis puntas. Era de la vieja escuela, pero descubrí
que Hodin generalmente usaba métodos obsoletos, probablemente porque no tenía acceso al
colectivo de demonios donde estaban todos los hechizos abreviados.
—Dos invocaciones…— Reflexioné, con un hormigueo en los dedos mientras lo
rastreaba por la página hasta el Latín en la parte inferior. Damnatio memoriae era la
condenación de la memoria, e in statu nascendi se traducía aproximadamente al estado de
nacimiento. No había "ta na shay" para atraer la atención de la Diosa, pero se sentía élfico
incluso si era la maldición de Newt.
—Las hierbas mitigadoras son todas femeninas—, dije, levantando la mirada hacia los
ingredientes. —Eso equilibra lo masculino. Pero solo veo cinco de nuevo.
Los dedos de Hodin se apretaron, casi arrancando el libro, y Stef, que estaba agregando
las hierbas trituradas al jugo, pareció ponerse rígida. —La sangre que se usa para encender
la reacción es la sexta—, dijo Hodin con frialdad, y Jenks se rió desde la repisa de la
chimenea.
—Mira, no me estoy burlando de tu maldición—, le dije, recordando que antes tenía un
problema con sus métodos que eran demasiado sueltos para mí. —Pero si tienes una estrella
de seis puntas, seis runas y seis hierbas en la ceniza, probablemente también tengas seis
hierbas en el mitigador. Solo estoy haciendo preguntas.
Me miró, su idea de irse era obvia.
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—Pero si dices que la sexta es la sangre para encenderlo, por mí está bien—, agregué, y
Página

él olfateó, colocando el libro protectoramente en su regazo. —¿Cuántas gotas?


Se quedó en silencio, y el retumbar de un trueno resonó suavemente entre las colinas que
rodeaban Cincinnati. —Seis—, dijo finalmente, y reprimí una sonrisa. —Una gota por cada
vez que quieras invocarla.
—¿Es repetible?— dije, complacida. —¡Fantástico!
Las cejas de Hodin se levantaron burlonamente. —Las varitas suelen serlo.
—Espera. ¿Qué?— Me senté, sorprendida. —¿Esto hace una varita? Las varitas tienen
que ser de secoya.
Hodin se levantó y yo seguí el libro que tenía en la mano con la mirada. —Esto no es
magia de brujas. Es demoníaca. De ahí las bayas de saúco— dijo como si eso significara
algo.
—Vaya.— Me lamí los labios y luego me acomodé en los cojines para ocultar que
estaba tan emocionada que podía sudar ositos de goma. Siempre quise hacer una varita.
Eran tan llamativas. —¿Usas la tiza de mercurio para dibujar la estrella? La receta no lo
dice—. En realidad, la receta parecía carecer de mucha información. Pero eso era estándar
para Newt.
—Obviamente—, dijo arrastrando las palabras, y tomé la tiza de mercurio, abriéndola
con cuidado para encontrar que el plomo tóxico estaba encerrado en una cera dura y neutra.
Genial…
—Entonces.— Hodin usó un paño de seda negra para limpiar los iones dispersos del
espejo. —El palo de mancha está preparado. Gracias, Stephanie. Déjalo y la estrella se
dibuja a su alrededor. Runas primero.
Stephanie colocó el palo de mancha justo en el centro del espejo y yo me corrí hasta el
borde del sofá. Arrastrando el espejo más cerca, estudié el libro aún en la mano celosa de
Hodin, mi pulso acelerado mientras leía la letra alargada de Newt y las pocas instrucciones
que había. La estrella no estaba dibujada de forma habitual, sino que eran tres conjuntos de
líneas paralelas dibujadas de runa a runa.
—Las runas primero—, dije en voz baja, decidiendo comenzar en la parte superior y
moverme lentamente.
—Widdershins7—, dirigió Hodin, y reprimí una mueca.
Cambio, pensé mientras escribía el primero en el espejo, luego voluntad y muerte,
seguido por encender en el fondo, crecimiento y finalmente cosecha. Eran símbolos
poderosos y antiguos, muy antiguos.
69
Página

7 En dirección contraria.
Con las runas como guía, comencé a dibujar las líneas de la estrella. Cosecha a voluntad,
crecimiento a muerte, cambio a crecimiento, voluntad a encender, cosecha a encender y,
finalmente, cambio a muerte. La tiza de mercurio trazó una línea gruesa y pesada, y aunque
por lo general mantenía una ligera conexión con las líneas ley, sentía que se fortalecía,
volviéndose casi vertiginosamente surrealista.
Los hombros de Hodin se hundieron, frunciendo el ceño como si algo debiese haber
pasado, y estudié el boceto. Newt era conocida por dejar cosas fuera del texto escrito si
había una ilustración. —Necesita un círculo—, dije, y comenzando en la runa para el
cambio, dibujé un círculo de un punto a otro, nombrando nuevamente las runas a medida
que avanzaba, sintiendo que mi conexión con las líneas se fortalecía a medida que llegaba
al final.
—Cambio—, susurré cuando el círculo se completó, y con un sorprendente silbido, el
palo de mancha se encendió.
—Wow.— Stef levantó la vista del mitigador preparado. Hodin también pareció
impresionado y se deslizó más cerca, haciendo una anotación debajo de la escritura de
Newt para agregar el círculo. Una palabra murmurada en Latín cimentó el escrito en su
lugar.
—Bueno.— Hodin se alejó satisfecho cuando el honesto olor a romero se volvió amargo
al quemarse. El olor ácido de la nuez se unió a él y el olor electrizante de algo que no pude
identificar. —Mitígalo—, dijo, con los ojos iluminados. —Seis gotas, y apágalo.
¿Ahora? Pensé, comenzando a preguntarme si Hodin alguna vez había hecho este
encanto en su vida. Stef empujó en silencio la solución de mitigación y la tomé en la mano,
vacilando. El palo de mancha todavía ardía como un árbol de Navidad en Julio. Hodin se
inquietó, claramente queriendo que lo apagara, pero esperé, haciendo rodar el palito entre el
pulgar y el índice hasta que el dedo no se convirtió en nada más que cenizas, el humo que
subía parecía zumbar a través de mí como electricidad.
—Seis—, dije en voz baja, el pinchazo de la diminuta hoja en mi dedo de Júpiter casi
pasó desapercibido. Seis gotas de carmesí entraron y el aroma de la secuoya se elevó. El
mitigador fue activado. Estaba haciendo esto bien, y una sonrisa curvó mis labios.
Hodin se acercó poco a poco, los cascabeles en su dobladillo repicaron. —Recita la
invocación.
El más leve indicio a ámbar quemado me hizo detenerme y paré. Estaba un poco
demasiado ansioso, y no me gustó. —Hodin, ¿cuál es el pago de obscenidad por esto?
La expresión de Hodin se quedó en blanco. —Es un poco tarde para preguntar eso.
70
Página

Miré a Jenks y sus alas se volvieron borrosas hasta volverse invisibles, aunque no se
movió de la repisa de la chimenea. —No, no lo es. ¿Cuánto es?
Hodin hizo una mueca, observando las líneas brillantes y las brasas que se desvanecían.
—Será lo que hagas con él, obviamente. Costará más nublar una voluntad fuerte que una
débil. Un pequeño cambio en la realidad es menos que una gran mentira.
Era lo que esperaba y, tranquilizada, apagué cuidadosamente las cenizas.
—Invócalo—, dijo Hodin. —Ahora.
No me gustaba que ladrara órdenes y, como no estaba segura de confiar en su ansiosa
corazonada, respiré para tranquilizarme. —Damnatio memoriae— dije, sobresaltándome
cuando una punzada de sensación me recorrió, estremeciéndome mientras hormigueaba en
mis extremidades y se reflejaba en mi chi, cálido y centelleante. Mis labios se abrieron
cuando la ceniza fangosa se arrastró hasta las líneas dibujadas de la estrella como un moho
mucilaginoso.
—¡Santos gatos!— Stef dijo. —Eso es espeluznante como el infierno—, agregó, y
Hodin la miró molesto.
Claramente había intentado esta maldición antes y había fallado, y no pude evitar
sentirme un poco engreída cuando las líneas de mercurio formaron un hexágono brillante a
través de la capa de ceniza y jugo de saúco.
—Séllalo —dijo, pero yo ya estaba alcanzando la arena limpia y la derramé sobre la
estrella de seis lados hasta que los suaves bultos de las líneas del glifo quedaron ocultos
bajo una capa suave. A fin de cuentas, la magia es una variación de temas similares.
—In statu nascendi,— dije, saltando ante el abrupto chasquido de desconexión. De
repente, el mundo parecía un lugar más oscuro, las luces de los pixy en el jardín tenues y el
brillo de las hojas más apagado. Había perdido mi conexión con el universo, y me
estremecí por la falta.
—¿Eso es todo?— dijo Stef, y Hodin asintió, su tensión era casi palpable mientras
apartaba la arena con cuidado. Pero su mano se apartó cuando el tubo de arena negra que
había expuesto se desmoronó hasta quedar en nada.
—¡Madre cubo de pus!— Maldijo, y en una demostración inusual de temperamento,
empujó el libro que se deslizaba por la mesa para estrellarse contra el tamiz manchado. Stef
luchó para evitar que se volcara, y Jenks se dejó caer, sus alas chirriando en señal de
advertencia cuando aterrizó en mi hombro.
—Funcionó—, insistí, mis propias manos fueron a cepillar la arena y colapsaron tres
tubos más. —Sé que lo hizo. ¡Lo sentí!— Pero allí no había nada más que arena marrón
desintegrándose, y me senté, desconcertada. —¿Alguna vez has hecho este encanto?— Lo
71

acusé, y él frunció el ceño, desplomándose hoscamente en la silla. —Oh, ¿así que pensaste
Página

en dármelo para que lo descubriera? ¿Quizás volarme hasta el siempre-jamás en el proceso?


—Tú y Newt piensan igual—, murmuró, melancólico.
Miré a Stef, molesta porque no me había dicho que esto era un hechizo en curso. Tal vez
ella no lo sabía. —¿Tienes idea de lo peligroso que es intentar duplicar uno de los encantos
de Newt?— Dije. —Ya nadie los saca del colectivo.
Hodin me dio un encogimiento de hombros. —Pensé que podrías hacerlo.
Lo cual era a la vez gratificante y exasperante; gratificante porque pensó que yo era
hábil, y exasperante porque ahora no tenía ninguna maldición de cumplimiento.
—Es por eso que no hay lápices de mercurio en Cincinnati—, dijo Stef mientras
comenzaba a ordenar. Todo lo que puso en la canasta tejida desapareció, probablemente
reapareciendo en el fregadero de la cocina. —Él usó todo su alijo. Desaparecido.
Hodin la fulminó con la mirada y ella le sonrió.
—Pero sentí que funcionó—, dije mientras cepillaba la arena manchada del espejo para
ver que las líneas de mercurio habían desaparecido. Solo quedaron las runas. Incluso el
círculo se había ido.
—Yo también—, Hodin casi gruñó. —Aunque no veo varitas.
Mis ojos se movieron del libro a las runas. Las líneas se habían desvanecido. ¿Dónde se
había ido el poder?
Me puse rígida con una idea repentina, buscando en la mesa la tiza de mercurio. —
¿Dónde está?— Dije, sin verlo.
—¿Dónde está qué?— Hodin miró al techo, claramente desconcertado.
—¡La barra de mercurio!— Dije, y Jenks salió disparado de mi hombro, las alas del pixy
hicieron un áspero chirrido cuando cayó sobre la mesa.
—¡Cuidado!— gritó Hodin, levantándose mientras yo seguía a Jenks hasta donde estaba
escondido bajo un montón de hojas de nogal sin usar. Las yemas de mis dedos
hormiguearon cuando agarré el suave acabado de la varita, porque eso era ahora. El poder
de la ceniza había penetrado en las líneas con el mitigador, y luego la invocación lo había
centrado en la barra. Los seis encantos, pensé con satisfacción. Podía sentirlo, hirviendo a
fuego lento dentro de la capa protectora de cera.
—Está aquí—, dije mientras la blandía, y Hodin se lanzó hacia adelante, agarrando mi
muñeca y levantando mi mano para que no lo invocara accidentalmente.
—¡Suéltala!— Jenks vociferó, y tiré de mi muñeca para liberarla.
72
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—¡Relájense!— Les grité a los dos. —Dios, Hodin. No voy a hechizar —dije, pero él no
quitaba los ojos de encima, y sacudí mi manga para abarcarlo. —Mira. Se necesita un gesto
y una palabra de invocación a la vez.
Señalé con mi mano libre el libro que Stef había abierto, y los labios de Hodin se
apretaron, su expresión cambió de preocupación a… ¿alivio? —Increíble—, dijo en voz
baja, y sonreí ante la desvanecida alarma de Stef. —Tienes el potencial de convertirte en
una de las practicantes más poderosas del siempre-jamás si dejas a ese poco imaginativo
lanzador de hechizos.
Inmediatamente mi buen humor se agrió. —¿Quieres decir que deje a Al para que
trabaje contigo?— Negué con la cabeza, la mirada recorriendo mi nueva varita. —No. Esto
fue suerte. Presionas demasiadas veces y terminas como una mancha oscura en el techo—.
Con la varita sostenida detrás de mi espalda, me metí en su cara. —Y si alguna vez vuelves
a traerme uno de tus experimentos bajo la apariencia de una maldición bien escrita, patearé
tu trasero hasta el siempre-jamás y estarás solo. ¿Entendido?
Stef estaba limpiando en silencio, recordándome a Ceri. Ya me habían utilizado los
demonios antes, así que esto no era del todo inesperado, pero me decepcionó que Stef no
hubiera dicho nada. Ella sabía que Hodin estaba teniendo problemas con esto.
—Esto es mío—, dije mientras usaba mi teléfono para tomar una foto del hechizo. —
Todo—, agregué mientras pasaba la página para encontrar la contra maldición, frunciendo
el ceño cuando me di cuenta de que no había ninguna. Genial.
Hodin tiró de su faja con más fuerza, sonando los cascabeles. —No tenía la intención de
darte el cómo de esto.
—No, tenías la intención de que yo lo descubriera y te dejara con una maldición
funcional mientras que todo lo que obtenía era una mísera varita—. Cerré el libro y lo
empujé sobre la mesa. —Tienes mucho que aprender sobre la amistad, Hodin.
Stef pareció encogerse sobre sí misma, sintiendo claramente el aguijón también.
—Y tienes mucho que aprender sobre los orígenes del poder—. Los ojos de Hodin se
entrecerraron. —¿Enseñar a toda una clase de brujas porque un amigo te lo pidió?
Mis labios se separaron cuando me giré hacia Stef. La mujer no me miró, pero era obvio
que le había contado a Hodin sobre mi trabajo como profesora.
—Se llama retribuir, Hodin,— dije, levantándome para irme. —Una vez que alcanzas
cierto nivel, comienzas a retribuir. Dali está enseñando a un estudiante de forma gratuita.
Al me enseñó gratis—. Pero no fue gratis. Él había requerido mi confianza. Y aquí estaba
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yo, trabajando con el demonio que él advirtió que me usaría, un demonio que
Página

aparentemente los había traicionado a todos cuando estaban en su punto más vulnerable.
Mierda en tostadas, ¿cuán mal arruiné esto? —Hodin, ¿qué le hiciste a Celfnnah?
Un destello de ira pasó por Hodin. —¿Podrías disculparnos, Stephanie?— dijo en voz
baja, pero pude escuchar su frustración, y mis pensamientos fueron a la varita. Una subida
y un movimiento, y no recordará que se lo haya pedido.
—Um, seguro.— Con la cabeza gacha, Stef recogió lo último de lo que había en la mesa
y se fue, cerrando las puertas francesas entre nosotros y la cocina mientras se iba.
Me quedé esperando. La mirada de Hodin pasó de Jenks a mí. Tirando de su túnica, se
sentó. —Celfnnah murió tratando de escapar de los elfos,— dijo brevemente. —Gally me
echa la culpa.
—¿Fue tu culpa?— Él estaba en silencio. Apreté la mandíbula y la obligué a relajarse.
—¿Te gusta vivir aquí?— Añadí.
—Iba a ser el topo de los demonios—, dijo, su voz ligera y amarga. —Mi propio
hermano me envió a que me atraparan para que pudiera ayudarlo a sacar al resto.
Trescientos años trabajé con un collar de esclavo en mi tobillo, aprendiendo que no había
escapatoria. Ni siquiera la muerte estaba permitida. Aprendí a complacerlos. Cómo
conseguir ropa abrigada y un lugar suave para dormir. Cómo divertirlos hasta que me
vendieran al mismo elfo que tenía las llaves de nuestra libertad.
—¿Y?— Pregunté, y sus ojos se dirigieron a mí. —Al parece pensar que tuviste más que
ver con su muerte que eso—, dije, y Hodin hizo un sonido feo. —Que tuviste la
oportunidad de liberarlos y los entregaste. Para tu beneficio.
—Los entregué para cenar frambuesas y dormir en seda—, dijo con amargura. —Eso es
lo que te dijo, ¿no? Yo fui el torturado mientras desarrollaban a el baku, reducido a casi
nada una y otra vez mientras devoraba mi alma. Yo era al que practicaban sus hechizos
asquerosos y maldiciones, perfeccionándolas. Me mantuvieron con vida porque los
entretenía, volviéndome hábil en imitar a las bestias tan bien que incluso ellos no podían
notar la diferencia. Mi propio hermano me envió—, prácticamente escupió Hodin. —Me
rogó que fuera, y nunca levantó un dedo, ni dijo un hechizo para sacarme cuando era obvio
que estaba tan atrapado como aquellos a los que creía que podía liberar. ¿Me culpa por su
muerte? Bueno, lo culpo por lo que me hicieron, más de mil años de tortura. Mil años,
Morgan, y me dejó allí para que me pudriera cuando podría haberme traído de vuelta con
una sola palabra.
Sentí frío, me quede helada donde estaba.
Hodin se puso de pie y yo me sobresalté. —Apreciaría saber si la varita funciona—. Con
expresión sombría, recogió el libro, desapareciendo incluso cuando la encuadernación
abandonó la mesa de pizarra.
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Las alas de Jenks estaban frías contra mi cuello y me estremecí. —Tengo que revisar
Página

algo en el jardín—, dijo, luego zumbó y se alejó.


Estaba sola, sin saber si Hodin me había contado todo, o solo lo que lo dejó luciendo
bien. Fatigada, me hundí ante la chimenea vacía, los cascabeles de mi faja tintineando.
Realmente necesitaba hablar con Al y escuchar el otro lado de esta historia. Lástima que no
quisiera hablar conmigo.

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Página
CAPÍTULO 6

—¿QUÉ HORA ES?— SUSURRÉ, EL SUAVE GRIS DE LAS CORTINAS


corridas no me dio ninguna pista.
El aire cálido con olor a canela sopló cuando Trent se dio la vuelta, su brazo curvándose
a mi alrededor en una deliciosa sensación de pertenencia. —Vuelve a dormir—, susurró, y
un escalofrío me recorrió.
Lo agarré con más fuerza cuando comenzó a alejarse, y una sonrisa somnolienta se
dibujó en mi rostro. —Es domingo. Ni hablar, —susurré. Sus ojos verdes trazaron mis
curvas y tiré de él hacia abajo, encontrando sus labios con los míos.
El deseo despertó de mi interior, impactante en su repentino, pero oh, tan bienvenido. Su
brazo alrededor de mí se hizo más seguro y su peso era un calor agradable. La barba
incipiente era una sensación áspera en las yemas de mis dedos, y envié mi mano sobre sus
hombros, acercándolo más. Las sábanas estaban enredadas, y las pateé… todo se detuvo
con un chirrido cuando su teléfono vibró.
Los labios de Trent se separaron de los míos. Alzando la cabeza, lo miró en la mesita de
noche, luego suspiró. —Esas son las chicas. Pensé que estabas dormida y les envié un
mensaje de texto —dijo, y lo solté, sabiendo que lo tomaría. No era que las dos niñas
pequeñas que estaban siendo criadas como hermanas fueran malcriadas, y lo eran, sino
porque eran, por nacimiento, peones en un juego muy peligroso. Pasarían años antes de que
cruzaran teóricamente el tablero de ajedrez y volvieran a ser reinas. Hasta que encontraran
su fuerza, él era su caballero.
Mierda en tostadas. Es demasiado pronto para las metáforas, pensé mientras me daba la
vuelta y ponía los pies en el suelo. Con los dedos de los pies hundidos en la suave
alfombra, alcancé mi propio teléfono. ¿Ocho y media? Pensé con disgusto mientras lo
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dejaba caer. Pero si era temprano para mí, era tarde para Trent, y agradecí que se quedara
Página

en la cama todo el tiempo que lo había hecho. Los elfos eran crepusculares, lo que
significaba que dormían la siesta al mediodía y a la medianoche. Su ritmo natural de sueño
no encajaba tan mal como uno podría pensar con la costumbre de una bruja de dormir hasta
casi el mediodía e irse a dormir bien pasada la medianoche. Parecía molestamente brillante
y despierto en este momento, pero estaría cabeceando al mediodía, listo para su siesta de
cuatro horas.
Me sentí bien cuando Trent dijo hola, su voz musical tomó ese tono firme y cariñoso que
probablemente no sabía que usaba con las chicas y solo con las chicas. Su esbelta silueta se
mostraba en la penumbra, haciéndome desear que cualquier calamidad que les hubiera
ocurrido a Ray o Lucy hubiera esperado solo treinta minutos más.
—¿Lucy? Lucy —dijo pacientemente, tratando de pronunciar una palabra mientras la
niña parloteaba sobre cereales y mermelada—. Déjame hablar con tu madre. Lucy, te
escucho y sé lo que quieres. Pero tu madre es el factor decisivo cuando estás en su casa. Si
me dejas hablar con ella, podría intervenir en tu nombre.
Sonreí. Lucy solo tenía dos años, pero el hábito de Trent de hablar con ellas
normalmente en lugar de hacerlo como si fueran pequeñas parecía funcionar, la mayoría de
las veces.
—Lucy, dale el teléfono a tu madre—, agregó mientras se dirigía a la sala común
principal, y yo me levanté y me arrastré al baño, sonriendo. Me encantaban las dos chicas,
pero hombre, me alegré de no haber estado involucrada en decidir si la jalea era un
condimento de cereal aceptable.
Nada menos que el aroma del café podría haberme sacado de la ducha excesivamente
indulgente de Trent, y veinte minutos más tarde, entré en la sala común en bata y pantuflas
en mi traslado permanente a la propiedad de Trent. Todavía no estaba despierta, pero al
menos mi cabello había sido domado por el producto y un encanto. Trent estaba haciendo
cosas en la pequeña y eficiente cocina, y me dejé caer en el sofá, contenta de verlo mientras
trataba de despertarme.
Cuatro pisos más abajo, la propiedad de Trent se extendía en innumerables habitaciones
para entretener y trabajar, a menudo al mismo tiempo. La planta baja con su garaje
subterráneo contiguo era principalmente para fiestas, con una cocina para ocho personas, un
bar enorme y la gran sala que se abría a la piscina extravagante. El laboratorio de hechicería
recién descubierto de su madre estaba a la derecha, y el pasillo a las oficinas públicas de su
padre, ahora casi sin usar, a la izquierda. Encima y con vistas a la gran sala estaban los
apartamentos para el personal que alguna vez se necesitó para administrar el lugar. La
mayoría de ellos estaban vacíos, especialmente los fines de semana. El piso médico y
administrativo estaba encima, de nuevo, abierto a la gran sala. También estaba en su mayor
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parte vacío, abandonado cuando Trent fue acusado de fabricar y vender medicamentos
ilegales, lo cual hizo. Lo hace. Lo que sea.
Página
Trent todavía seguía extendiendo su vida de un extremo a otro en su propiedad, pero era
aquí, muy por encima de la gran sala, donde comenzaba y terminaba su día en cuatro
grandes suites que se abrían a una sala de estar común y una pequeña cocina comedor. Aquí
era donde Trent trataba concienzudamente de ser un padre soltero normal, y sonreí con
cariño mientras él tomaba una bandeja con galletas matutinas del horno tostador.
Amaba a Trent cuando estaba hechizando, su cabello rubio estático y sus ojos verdes
brillantes al descubrir cuánto poder podía ejercer. Amaba a Trent cuando ponía tiritas de
unicornio en los rasguños y besaba las lágrimas de las niñas en risitas. Amaba a Trent en la
sala de juntas, su gélido control generaba dudas en quienes lo enfrentaban mientras los
burlaba con relaciones para toda la vida y una astuta previsión. Pero creo que lo amaba más
cuando estaba en la cocina, contento y feliz porque era libre de ser… lo que quería ser.
Sus ojos se encontraron con los míos y sentí una deliciosa punzada de amor.
—Que la Diosa me ayude, estás hermosa por la mañana—, dijo mientras el horno
tostador se cerraba.
—Tú también—, respondí. —¿Lucy puso jarabe en sus Cheerios?
Trent se rió, el cálido sonido fue directo a mi centro. —Una cuchara medida, sí, pero
acordamos que no era apropiado para Buddy.
Asentí, contenta de que el perrito se hubiera unido a la migración de fin de semana al
ático de Ellasbeth al lado del río Hollows.
—Te extrañan—, dijo mientras salía balanceando dos tazas de gran tamaño de café solo
y una bandeja de pequeños pasteles. —¿Tienes tiempo la próxima semana para ir al
zoológico con nosotros?
Se sentó y yo me acurruqué con cuidado mientras la bandeja y el café iban a parar a la
mesa baja. Habría dicho que los pasteles helados se compraban en la tienda, pero Trent
tenía a alguien que venía una vez a la semana de una de las escuelas culinarias y hacía la
mayoría de sus comidas. —¿Nosotros siendo tú y las niñas, Ellasbeth, Quen y Jon?— dije
sombríamente. Ser el ciudadano elfo más prominente de Cincinnati significaba seguridad
por encima de la seguridad, y aunque ese era mi trabajo la mayoría de las veces, a Trent le
gustaba tener algunos pares de ojos más cuando las chicas estaban involucradas. Sin
mencionar que Quen apreciaría un día en el zoológico con su hija, Ray. Era un tipo de
familia extraña, pero amaban a las niñas, y eso era todo lo que importaba.
Trent se acomodó más profundamente en el sofá con una taza y suspiró alrededor de un
sorbo. —Tú, yo y las chicas—, dijo. —Quen ha estado llevando a Ray a sus paseos. Es su
tiempo a solas y él piensa que ella necesita más tiempo contigo.
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—¿Yo?— Lo miré por encima de mi taza. —¿Por qué yo?


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Su sonrisa se volvió amorosa, y una punzada de miedo me golpeó por lo que podría salir
de su boca a continuación. —Ella te ve como una figura materna más que a Ellasbeth—,
susurró. —Hey-y-y, no te asustes—, dijo, dejando su café cuando comencé a hacer
precisamente eso. —No estoy diciendo que debas mudarte conmigo y empieces a hacerle
los almuerzos. A Ray simplemente le gusta más lo que haces que lo que hace Ellasbeth.
Quen cree que se beneficiaría de pasar más tiempo contigo. Eso es todo.— Tomó una
respiración lenta. —Y estoy de acuerdo.
Santa mierda en tostadas, ¿cómo sucedió esto? Pensé, pero luego fruncí el ceño. Quen.
Había sido el jefe de seguridad de los Kalamack desde antes de que Trent naciera. Ellasbeth
era simpática, de una manera espinosa, pero la hija de Quen, Ray, estaba mostrando todos
los signos de ser un elfo astuto y poderoso que funcionaba mejor en las sombras. Ellasbeth
hizo que las dos niñas se vistieran con rosas y vestidos veraniegos, comieran sus
sándwiches de mantequilla de maní en restaurantes de cinco estrellas, y mientras Lucy se
adaptaba a ello como un pato en el agua, un día en el zoológico en suéteres y zapatillas de
deporte era mucho más propio para Ray. Ellasbeth lo arruinaría si intentara que las chicas
aparecieran en la portada de las páginas de sociedad de Cincinnati.
—Déjame arreglar este asunto con Finnis primero —dije, y Trent tiró de mí más cerca,
un suspiro de felicidad escapándose de él.
—Nunca deja de sorprenderme cómo alguien puede poseer el mundo o nada en absoluto,
y aun así hacer que su felicidad dependa de los pequeños momentos entre ellos y sus seres
queridos—. Trent acarició el cabello húmedo de mi cuello, haciéndome temblar mientras
respiraba mi olor, contento.
Dejé mi café, una nueva agitación me despertó por completo. —¿Dónde está Jenks?—
Dije mientras miraba los pasteles y me preguntaba si realmente teníamos toda la
monstruosidad de cuatro pisos de la propiedad de Trent para nosotros solos. Más o menos.
Los labios de Trent rozaron mi cuello, pequeños besos enviando sacudidas a través de
mí. —Con su hijo y sus nietos en el solárium—, susurró, y me estremecí, girándome para
mirarlo más de cerca. —Él les está enseñando una nueva medida de seguridad. Debería
estar ocupado durante horas—. Él sonrió, mostrando su amor. —Tengo que agradecerte por
convencer a Quen de permitirles a ellos y a las hadas de entrar en su plan de seguridad.
Juntos han capturado tres incursiones en los terrenos ante los sistemas de Quen solo este
año. Ah, e Izzy está embarazada de nuevo, por lo que deberíamos tener una cobertura aún
mejor para el otoño.
Eso pasa con los pixies. Pero mi buen humor se empañó cuando pensé en Jenks, y al
verlo, Trent usó un dedo para mover mi barbilla para poder buscar mi expresión.
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—¿El hecho de que Izzy esté embarazada te entristece?— adivinó, malinterpretando mi


Página

estado de ánimo. Elfos y brujas, incluso aunque fuera un demonio, no podían tener hijos
juntos. Pero era Jenks quien me preocupaba.
—Es Jenks—, admití, y Trent asintió, claramente no muy convencido. —Él está bien,
pero los recuerdos de Matalina lo están deprimiendo, y no se permitirá hacer nuevos
recuerdos con nadie más. Él también extraña a Bis.
—¿Hodin no ha tenido ninguna idea nueva para separar su alma del baku?— preguntó
Trent, y negué con la cabeza.
—Ninguna me gusta. Y Al no me hablará mientras Hodin esté en la iglesia —dije. —
Jenks está frustrado con los pixies a los que les está alquilando el jardín a cambio de
seguridad. Lo vigilan en busca de amenazas pixy, está bien, pero no por mi seguridad y no
sabe que hacer—. Mis cejas se levantaron con diversión. —Aunque los ha hecho trabajar
con las hadas, de alguna manera. Los hizo jugar un juego, ayer.
El brazo de Trent se deslizó de mi alrededor. —Nunca me dijiste cómo torció esa
maldición.
Alcancé mi café y tomé un sorbo, mis pensamientos sobre dónde podríamos ir a comprar
vestidos. A diferencia de mis novios anteriores, a Trent le gustaba ir de compras, siempre y
cuando incluyéramos una tienda de zapatos en el camino. —Bueno y malo —dije, con el
enfoqué distante en la memoria cuando mis pies encontraron el borde de la mesa de café.
—Hice una varita—, dije, pensando en ella metida en mi estuche de lápices, donde
permanecería hasta que la necesitara. —Tiene seis maldiciones de cumplimiento.
—¿Y lo malo?— Trent dijo con cautela.
—La mala noticia es que pensé que me estaba dando algo que sabía hacer, no una de las
maldiciones olvidadas de Newt que desenterró y nunca había hecho antes. Pueden ser
peligrosas. Ella tiende a dejar cosas fuera—. Me senté, metiendo la mano en el bolsillo de
mi bata para sacar mi teléfono. —¿Quieres verla?
—¿La trajiste contigo?— dijo, relajándose cuando comencé a desplazarme.
—Le tomé una foto—, dije cuando lo encontré, moviendo el teléfono para que ambos
pudiéramos verlo. —Lo aclaré con Vivian. Estoy bien.
—Pero no quieres que te atrapen usándolo, de todos modos—, dijo mientras lo leía,
frunciendo el ceño ante las dos letras distintivas. —Tiza de mercurio, ¿eh? Eso es viejo. ¿Y
es una maldición blanca?
—Ah, no exactamente. Vivian dice que dado que los ingredientes básicos son benignos,
depende de lo que esté haciendo con ellos. Dado que estoy convenciendo a alguien de que
Constance está viva y segura, lo cual es cierto, la maldición es técnicamente blanca. Si lo
uso para convencer a alguien de que Constance está viva y segura y no lo está…— Miré a
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Trent, viendo su comprensión. —Entonces no tanto. Lo que me molesta es que no tiene una
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contra maldición.
—Las situaciones drásticas requieren medidas drásticas—, dijo Trent sombríamente, y
golpeamos nuestros cafés antes de tomarlos. Medidas drásticas. Eso podría estar bien si él
fuera un Joe promedio, pero Trent había hecho algunas cosas realmente desagradables en
nombre de salvar a su especie de la extinción. Y yo también.
—Ya estoy harta de Hodin—dije, tomando un pequeño pastel cuando Trent levantó su
teléfono para revisar su correo electrónico. Estaría molesta, pero el hombre suministraba
todo el Azufre del este de los EE.UU. y dirigía una buena parte del sistema de trenes. —
Estoy contando los días que faltan para que salga de la iglesia,— dije alrededor de un
bocado. —En realidad, me sorprende que no haya pedido una extensión a cambio de la
maldición. Pero, de nuevo, él no estaba seguro de que pudiera hacerla. Quiero darle el
beneficio de la duda, pero cuando no está pidiendo cosas, se siente fácil como un deseo, y
los deseos siempre vuelven para morderte.
Trent se rió entre dientes mientras dejaba su teléfono y tomaba un pastel.
—Así que.— Pasé un dedo por su cuello y se congeló cuando se le puso la piel de
gallina. —¿Tienes todo el día libre o incorporarás una o dos horas de negocios en el centro?
Trent miró el pastel que sostenía, luego a mí. —Todo listo. Soy todo tuyo hoy.
—Bueno.— Me acurruqué más profundamente, respirándolo. —¿Quieres… ir de
compras?
Se rió entre dientes mientras comía el dulce pastel, el sonido me atravesó más como un
sentimiento que como un sonido. —Así es. Ivy vuelve a casa.
—No me vestiré para Ivy —dije, pero ambos sabíamos que eso no era cierto. —Necesito
algo que diga inteligente y demoníaco para una clase que voy a dar el lunes para Vivian—.
Fruncí el ceño. —Tal vez el miércoles si no pueden encontrar al profesor habitual.
Simplemente se marchó. Sin aviso. Nada.
—¿En la Universidad?— Los ojos de Trent se abrieron cuando alcanzó otro pastel. —
¡Eso es fantástico! Echa un vistazo al viejo armario de Ellasbeth. Dejó muchos atuendos de
poder demoníaco allí—. Lentamente su sonrisa se desvaneció en molestia.
—No, gracias.— Entrelacé mis dedos con los suyos y les di un apretón. —Encontraré mi
propio vestido de poder.
—Probablemente una idea mejor—. Trent tomó un sorbo de su café y mi tensión
aumentó. Él estaba pensando. —Estoy, ah, contento de que hayas encontrado una maldición
para Finnis —dijo, mientras un leve rubor subía por sus orejas puntiagudas. —Al parecer,
he perdido algunos de los libros que iba a mostrarte.
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Dudé, sofocando una repentina preocupación. —Er, ¿eran demoníacos?


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El ceño de Trent se arrugó al leer mi preocupación. —Lo eran. ¿Por qué?


—A la biblioteca también le faltan algunos—, dije. —Iba a esperar hasta que se resuelva
este asunto con Finnis, pero tal vez debería comprobarlo.
Un sonido de preocupación se escapó de él. —Crees que los demonios…
Me encogí de hombros. —Libros perdidos, profesores de líneas ley perdidos—. Hijo de
un bastardo. Los demonios probando lo que haría si violaban la ley no era lo que necesitaba
en este momento.
—Estoy seguro de que no son ellos—. Trent se acomodó en el sofá y tiró de mí más
cerca. —Lo más probable es que el profesor desaparecido los robó y se fue de la ciudad.
Lo que no explicaría los libros perdidos de Trent, pero no era difícil equivocarse en la
estantería con un libro sin título. —Eso espero.
—Ah, sé que no me quieres ahí cuando hables con Finnis, pero…
—Detente.— Apreté su mano entre las mías. —Sí quiero, pero si estás conmigo, estaré
más preocupada por ti que por lo que está pasando.
—Pero puedes trabajar con Pike—, dijo. Los celos tiñeron su voz, y sonreí.
—¡No amo a Pike, ganso!— Dije y agregué: —Estás celoso—, cuando Trent hizo un
sonido de frustración.
—Maldita sea, lo estoy—, murmuró, tirando de mí más cerca. Me relajé contra él,
sintiendo el sabor masculino de la energía de la línea ley en él mezclándose con la mía.
Hasta que el teléfono de alguien zumbó.
—Oh, por el amor de Dios, ¿ahora qué?— Trent frunció el ceño mientras levantaba su
teléfono. —No soy yo.
—Es David—, dije mientras miraba mi pantalla y me estiraba para tomar mi teléfono.
Frunciendo el ceño, Trent puso una o dos pulgadas de espacio entre nosotros y acercó la
bandeja de pasteles. —Tú y tus hombres—, se quejó cuando sonreí y pulsé la tecla de
aceptar.
—Hola, David—, dije alegremente mientras Trent se inclinaba sobre la bandeja,
claramente frustrado. —Será mejor que esto sea importante. Todavía estoy en mi bata.
—Son casi las nueve, oh. Lo siento —dijo, recordando mi horario de sueño. —Ah, estoy
en el muelle. Lado de Hollows. Es posible que desees venir aquí. Pike se ha metido en un
lío.
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Podía oír el viento contra el altavoz y me desplomé, sobresaltada cuando Trent me


tendió un pastel y me lo metió en la boca cuando la abrí para hablar. —'ierda en 'ostadas,—
Página

murmuré alrededor de mi boca llena. —'ike es un niño grande. ¿Puede esperar?


—No —dijo David con amargura. —Tuvimos suerte de que me enviaran para ajustar el
reclamo, o es posible que no te hayas enterado hasta que fuera demasiado tarde.
Tragué, casi ahogándome. —¿Reclamo?— repetí. —¿Qué hizo él?
—Ah, hundió un barco casino—, dijo David, su voz distante, haciéndome preguntarme
si estaba en los muelles, mirándolo. —Parece que hizo una gran apuesta anoche, y cuando
no pudo cubrirla, gritó falta, trató de irse y lo hundió antes de que lo inmovilizaran.
—¿Él está bien?— Dije, repentinamente preocupada. ¿Mala apuesta? Mis ojos se
entrecerraron cuando lo descubrí. Pike había estado tratando de ganar los fondos para
pagarle a Finnis. —Maldita sea, le dije que íbamos a hablar con Finnis y averiguar qué
quería, primero.
—Sí, bueno, se dice que el dueño del casino tiene a Pike. Probablemente todavía esté
vivo —dijo David, dándome escalofríos. —Solo han pasado un par de horas y saben que te
pertenece. ¿Quieres el número del Sr. Castle?— Hubo una vacilación. —Probablemente
tengo su línea directa.
—Sí —dije, agradecida cuando Trent empujó un papel y un bolígrafo frente a mí. —
Estoy lista. ¿Cuál es?— No era dueña de Pike, pero todos sabían que era importante para
mí.
David recitó un número de fuera del estado y lo anoté. No conocía personalmente a
Castle, pero todos habían oído hablar del hombre zorro al que Lee le había vendido su
licencia del casino. —Necesito vestirme—, dije débilmente, con la mente dando vueltas.
¿Qué diablos estaba pensando Pike? Pero no lo había hecho, y ahora estaba en problemas.
—Gracias, David,— dije, luego vacilé. —¿Crees que Castle podría estar dispuesto a
resolver esto sin presentar cargos?
—Viendo que aún no ha presentado un informe policial, creo que lo haría, sí—, dijo con
una leve risa, pero rápidamente se puso serio. —Lo siento, Rachel. Si Castle fuera un
hombre Were normal, podría tener algo de atracción, pero los hombres zorro no miran a
nadie.
—Mientras no esté muerto. No puedo trabajar con él si es un no muerto. Gracias, David.
Terminé la llamada, sorprendida de ver a Trent vestido y de pie ante el reflejo opaco de
su enorme televisor, con la camisa metida y sus largas manos atándose la corbata con
gracia. —Hijo de un bastardo —murmuré mientras marcaba el número de Castle, luego me
enderecé, tratando de encontrar la calma. —¡Jenks!— Grité mientras sonaba, deseándolo
conmigo cuando fuera a hablar con el hombre zorro. Puede que no me oyera, pero alguien
lo haría y transmitiría mi llamada.
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El plato de pasteles se deslizó silenciosamente frente a mí. —¿Qué sucedió?— Trent


Página

dijo mientras lo llevaba a la cocina, sus calcetines se acolchaban suavemente.


—Pike hizo una apuesta para obtener el dinero para sobornar a Finnis. Él perdió.
Destruyó un barco. Castle lo tiene. Hasta ahora, no ha llamado al I.S.
El teléfono estaba sonando, pero nadie respondía, y me puse de pie, frustrada.
—Mmmm—. Trent metió los pasteles en una bolsa de papel de colores. Había visto a las
chicas llevar bocadillos a los establos en ellas antes. —Iré contigo—, dijo.
Me desplomé, mi brazo alrededor de mi cintura mientras el teléfono seguía sonando. —
Sí a que vengas, no a que tu talonario de cheques se una a nosotros. No puedes seguir
comprando mis rasguños.
Trent bajó la bolsa y la colocó junto a dos pequeños termos. ¿Nuestro café? ¿Para
llevar? —No voy a sacarte de un apuro —dijo, con una leve sonrisa tortuosa. —Voy a
sacar a Pike de la cárcel. Me va a deber. Me gusta eso.
Tomé aire para protestar, las palabras atrapadas cuando alguien finalmente respondió.
—Rachel Morgan —dijo una voz ligera y satisfecha. —Como se esperaba.
Tenía a la persona adecuada, y exhalé, esperando que no escuchara el estrés en él. —¿Sr.
Castle? ¿Cuánto?— Dije rotundamente.
Castle soltó una risita, baja y profunda en su garganta. No había tenido mucho que ver
con el hombre zorro que se había hecho cargo del cártel de juegos cuando Lee se retiró y
dejó Cincinnati. Sus establecimientos eran organizados y honestos. Era un ciudadano
modelo. Sí. Bien.
—Déjame ver —dijo Castle, y puse el altavoz en el teléfono para que Trent pudiera
escuchar. —Me debe quinientos mil para cubrir la apuesta, doscientos mil por el barco, y
tal vez otros quinientos mil por el tiempo de inactividad mientras reparo el barco.
—¡¿Un millón dos?!— exclamé, calentándome cuando me di cuenta de que lo había
gritado. —Espera, Castle. No me jodas porque crees que me tienes en un apuro. Sé con
certeza que tu seguro se hará cargo del barco y que el hecho de pagar dos veces te convierte
en un avaro y hace estragos en tus impuestos. Tienes otros tres barcos en dique seco que
puedes sacar, así que no me vengas con el tiempo de inactividad.
—¿No tienes un millón dos?— se burló, y yo aflojé la mandíbula. —¿No? Apuesto a
que ni siquiera tu novio rico tiene tantos activos líquidos —añadió, y sentí que me helaba.
—Está bien. Tengo a un caballero parado en mi oficina que ha accedido a pagar mi precio
por Pike, y dado que no le importa si está vivo, dos veces muerto o en algún punto
intermedio, voy a tener una tarde muy agradable antes de darle a Pike.
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—Castle, espera—. Uno de los hermanos de Pike, pensé, presa del pánico. Lo querían
Página

dos veces muerto para poder heredar la fortuna familiar. Probablemente habían gastado
colectivamente el doble de su deuda en asesinos a lo largo de los años. —Tengo el dinero
—dije, sintiéndome como un fracaso cuando miré a Trent y él asintió, mostrándome dos
dedos seguidos de cuatro. —Todo ello.— Tomé un respiro. Necesito veinticuatro horas.
—Tienes seis—. Castle rió con condescendencia. —Tendrías menos que eso si no
quisiera jugar con él un poco antes de rasparlo de mi piso y venderlo.
—Quiero hablar con Pike—, dije, pero Castle ya se había desconectado.
¿Seis horas? El miedo y el fracaso me retorcieron las entrañas mientras guardaba el
teléfono en el bolsillo. —Lo siento mucho, Trent —dije en voz baja, y él me abrazó.
—Vístete. Tendré el coche esperando en el garaje en diez minutos —dijo, y me giré
hacia el repiqueteo de las alas de pixy. Era Jenks, sus brillantes destellos se elevaban desde
los niveles inferiores de la finca de Trent. —Parada rápida en el centro por el dinero y
podemos estar allí antes de que Castle haga algo permanente.
—Los tampones de Campanilla, estaba justo en medio de una fiesta de té—, se quejó
Jenks mientras se quitaba las semillas de diente de león de las mangas. —¿Qué pasa?
Me dolió el estómago cuando sentí que mis elecciones se reducían a la nada. —Tenemos
un problema.

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CAPÍTULO 7

EL COCHE FAVORITO DE TRENT ERA DE DOS PUERTAS, BAJO HASTA EL


suelo, de color gris, rápido y tenía más artilugios que toda una película de 007. El asiento
trasero ficticio no servía para nada más que mantener el seguro asequible o tal vez sentar a
un pixy. Pero no importaba lo lujoso que fuera el cuero o lo mucho que me hundiera en él,
estaba molesta y no pude evitar que mi pie golpeara la puerta con un ritmo irritante que
hizo que Jenks pusiera los ojos en blanco y Trent hiciera una mueca de dolor.
Agarré mi bolso cuando llegamos a mi calle, ansiosa por salir. Había algunas cosas que
quería antes de hablar con el Sr. Castle. Una maldición despojadora, tal vez. Acoso sin
ningún daño duradero: mi especialidad. El encanto de búsqueda sensibilizado a Pike que
había hecho hace tres semanas sería útil. Un cambio de ropa, ciertamente, porque no iba a
enfrentarme al cartel de juegos de Cincy en jeans y una camiseta verde.
—Oye, quiero hablar con Baribas sobre cómo aumentar la seguridad de la iglesia—, dijo
Jenks, sus alas raspando cuando Trent detuvo el coche frente a la iglesia. —¿Cuánto tiempo
tenemos?
—¿Diez minutos?— Dije, y salió disparado por la ventana, elevándose alto con un
agudo silbido cuando entró al cementerio.
Mi cinturón de seguridad retrocedió con un sonido agresivo de tela deslizándose y
alcancé la puerta, solo para vacilar cuando todo pareció derrumbarse sobre mí. Con los
labios entre los dientes, me senté allí con mi bolso en mi regazo, los dedos presionando mi
sien. Me empezó a doler la cabeza.
Trent aparcó el coche en silencio. —Pike va a estar bien.
—Eso no es… Quiero decir, estoy muy preocupada por él, pero…— Dejando caer la
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mano, miré a través del pequeño coche. —No me gusta aprovecharme de ti. Quiero decir,
Página

más de un millón de dólares. Nunca tendré tanto dinero-


—Shhh.— No había ni una pizca de sonrisa en él cuando se inclinó sobre el auto,
tomando mi mano y dándome primero un apretón y luego un beso. —No te estás
aprovechando de mí—, dijo, y me encogí. —En todo caso, me estoy aprovechando de la
situación. Pike me va a deber un gran favor a mí, no a ti—. Ahora sonrió, mostrando un
indicio del malvado señor élfico. —Tal vez sea suficiente para convencerlo de que deje de
intentar seducirte.
—Pike no está tratando de seducirme —dije, sonrojándome.
Le dio otro apretón a mi mano y la soltó. Su coche era un bastión de seguridad, un lugar
donde sabía lo que era real y podía tomar buenas decisiones. Más allá estaba la iglesia, y
últimamente…
No me gustaba pensar que no podía hacerlo por mi cuenta.
—Rachel, lo entiendo —dijo Trent. —¿Recuerdas cómo me salvaste la vida?
Encontré una pequeña sonrisa. —¿En el barco?— Kisten lo había hecho explotar sin
saber que yo estaba en él en ese momento. Había salvado a Trent de ahogarse. Y él había
hecho lo mismo por mí.
—No.— Levantó mi mano y la besó de nuevo, sus ojos fijos en los míos. —No esa vez.
Lo pensé por un momento. —¿Cuándo eras un esclavo en el siempre-jamás a punto de
ser subastado?
Su sonrisa se ensanchó y agachó la cabeza, avergonzado. —No. Fue cuando accediste a
tener una cita conmigo. Una real, no todas esas veces en las que te pedí que fueras mi
seguridad en una función a la que no quería ir excepto que estarías conmigo.
La banda alrededor de mi pecho pareció aflojarse y respiré limpiamente. —Está bien, ya
veo a dónde vas con esto—. Mi mano se deslizó de la suya cuando abrí la puerta y salí. No
haría la promesa de que le pagaría, porque no podría.
Inclinándome por la ventana, me estiré torpemente sobre los asientos y le di un beso. —
Gracias—, susurré, con un pie en el suelo y el otro en el aire mientras colgaba a medias en
su coche. —¿Quieres entrar mientras me cambio?
Trent negó con la cabeza. —No. Haz lo que tengas que hacer mientras yo voy al banco.
Tengo una cita caliente esta noche y necesito algo de dinero extra.
—No puedo creer que puedas liquidar tanto en una hora,— murmuré, medio envidiosa,
medio consternada mientras comenzaba a contonearme del coche.
—No lo hago.— Trent se arregló el cabello en el espejo retrovisor para cubrir sus orejas
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puntiagudas. —Por suerte para nosotros, ya lo había sacado por otra cosa, pero esto es más
Página

importante.
Su negocio en el centro, pensé, y un destello de culpa me golpeó. —Te amo —dije en su
lugar, y él se inclinó a través del coche hacia mí.
—Yo también te amo. Desesperadamente —susurró, su mano dejando un hormigueo
cuando se deslizó de mi mandíbula.
Voy a hechizar a Pike la semana que viene por esto, pensé mientras me desenredaba del
coche de Trent y le hacía un pequeño y estúpido saludo con la mano antes de subir los
escalones de piedra y llegar a las pesadas puertas de roble. El sol que se asomaba a través
de la cubierta de hojas pesadas estaba extraordinariamente caliente, y vacilé justo dentro,
disfrutando de la ráfaga de aire más fresco que entraba por las nuevas rejillas de ventilación
del piso. Detrás de mí, el coche de Trent se alejaba suavemente.
Solemne, cerré la puerta. —Gracias, Finley—, susurré en el frío oscuro del vestíbulo. La
contratista que había renovado la iglesia había puesto el aire acondicionado para ayudar a
aliviar las feromonas vampíricas si alguna vez volvíamos a ser un refugio paranormal, pero
eso no iba a impedir que lo apreciara cuando solo estábamos Stef, Jenks, Hodin y yo.
Mi dolor de cabeza prometía evolucionar a algo peor, y dejé mi bolso junto a la puerta
para subir a mi habitación a cambiarme y por unos amuletos. Le habría echado la culpa a
los pasteles de Trent, ya que cualquier cosa con jugo de limón preparado me provocaba una
migraña furiosa por el conservante de sulfato, pero sabía que era estrés.
Seis horas, mi culo, reflexioné mientras me ponía mis pantalones de cuero más livianos,
una camiseta negra forrada y una chaqueta de cuero liviana. Hacía demasiado calor para el
cuero, pero la piel de animal era una capa de protección contra hechizos y, er, dientes.
—Encantos —murmuré mientras revisaba mi pistola splat y la guardaba en un bolsillo.
El amuleto de búsqueda sensibilizado a Pike fue el siguiente. Mi llavero tenía un cortador
para tiras, pero rápidamente me hice un moño y escondí un segundo cortador en el centro.
Vive y aprende.
—Botas… — Reflexioné, sin verlas.
Mi mirada se posó en el estuche de lápices. Claro, podría usar la maldición de
cumplimiento en Castle, pero haría mucho más fácil relacionar la repentina satisfacción de
Finnis conmigo.
Frunciendo el ceño, saqué uno de mis tomos demoníacos para comprobar una maldición
que había encontrado mientras buscaba un hechizo para capturar a el baku. Si lo hiciera
bien, tendría el mismo efecto que un encanto despojador. Todo lo que tenía que hacer era
tocar una línea ley y decir las palabras para sacarla del colectivo de demonios. Algún otro
demonio, probablemente muerto hace mucho tiempo, había hecho y almacenado la
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maldición, pero podía adquirirla a cambio de asumir la obscenidad que creó. El


Página

desequilibrio sería mínimo. Bien vale la pena el resultado.


El truco para salirme con la mía y no ir a la cárcel era ser poderosa sin ser amenazadora,
manteniendo mi magia molesta pero sin que nadie se quejara. Y mientras que quitarle el
cabello a Castle bien podría considerarse agresión, la vergüenza probablemente le impediría
presentar un informe.
Quod periit, periit, pensé con satisfacción mientras leía la breve maldición, luego la
archivé entre las 56 Recetas Definitivas De Galletas y el Libro De Cocina Para Uno De
Betty Bob. Me sentía bien en mi cuero de trabajo, y mi mirada se deslizó de nuevo al
estuche de lápices.
—No, Rachel —dije. ¿Y si me lo quitan? ¿Y si los hermanos de Pike lo matan?
Frustrada, abrí el estuche, miré la varita y la recogí. Último recurso, pensé mientras
metía el palo de mancha del largo de un lápiz entre mi calcetín y yo. Me sentiría realmente
estúpida si la necesitara y estuviera en el campanario. A diferencia de mi pistola splat, la
maldición no podía usarse en mi contra ya que necesitaba tanto una palabra como un gesto.
Por lo que todos los hombres de Castle sabrían, solo sería un trozo de tiza para dibujar un
círculo.
Lo cual no es una mala idea, pensé, mis pies golpeando ligeramente los escalones
mientras bajaba las escaleras para buscar mis botas. El mínimo indicio a ámbar quemado
fue el medio segundo de advertencia, y jadeé, deteniéndome antes de toparme con la
sombra alta y oscura en el fondo. —¡Hodin!— exclamé, y él sonrió, retrocediendo hacia la
luz que se derramaba desde el santuario.
—Mis disculpas. Estaba comprobando si eras tú —dijo, decididamente atractivo con sus
pantalones ligeros, camisa blanca y chaleco colorido. Era un nuevo look y me pregunté si
era para Stef. —¿No estabas pasando el día con Trenton Aloysius Kalamack?
Pasé junto a él, respirando el aroma del Azufre, el golpe de la varita se sentía obvio en
mi calcetín. —Elige un nombre—, le dije, sin darme la vuelta. —Decir los tres juntos así te
hace sonar como un demonio.
—Soy un demonio.
Me puse sobre mis manos y rodillas para mirar debajo del sofá en busca de mis botas. Te
tengo…
—Kalamack—, dijo ante mi continuo silencio, el demonio aún permanecía en el arco del
vestíbulo. —Pensé que estabas pasando el día con Kalamack.
—Surgió algo.— Estirándome, saqué una bota y luego la otra de debajo del sofá. Me
senté sobre los cojines y metí un pie, golpeando con el talón. —Me estoy cambiando de
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ropa y cogiendo algunos amuletos—, agregué, preguntándome por qué estaba parado allí
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como un compañero de cuarto nervioso que tenía una cita caliente en su habitación.
—Oh.— Se movió, sus zapatos puntiagudos haciendo un suave roce. —¿Hay algún
problema? Pareces estresada.
—Pike hizo algo estúpido anoche —dije, inclinándome mientras me ataba la bota. —
Trent y yo vamos a rescatarlo antes de que lo vendan a uno de sus hermanos por la
recompensa por su cabeza.
—Mmmm.
Miré hacia arriba, mi otro pie golpeando en su sitio. —Lo van a matar. Dos veces.
Un parpadeo de algo pasó sobre el demonio, y luego Hodin asintió con preocupación. —
¿Hay algo que pueda hacer?— preguntó como si recordara que era lo más educado que
decir. Stef estaba empezando a tener efecto, pero estaba segura de que Hodin pondría
precio a su ayuda.
—No.— Até mi otra bota. —Jenks y yo lo tenemos—. Dudé. —A no ser que…— La
culpa nadó, y la sofoqué. Al, si quieres ser mi maestro, tienes que estar presente, no
deprimido en medio de un bosque en el siempre-jamás dentro de una caravana. —Um,
hey. Sé que dije que no aceptaría instrucciones tuyas, pero pasé seis semanas en la cárcel
intentando que un encantamiento de inmovilización funcionara con esos grillos que me
diste. Me rindo. ¿Cómo lo haces?
Hodin vaciló, una pizca de sospecha lo encontró. —¿Grillos?
—Ya sabes. Los grillos —dije, demasiado avergonzada para decirle que se habían
muerto de hambre. —En la jaula. Intenté concentrarme en sus auras, su estado físico,
incluso intenté usar dos líneas ley. Me rindo. ¿Cómo haces que una maldición actúe sobre
muchos al mismo tiempo?
—Nunca te di una jaula de grillos—, dijo Hodin, y sentí que mi expresión estaba en
blanco. —Y ciertamente no te ordené que intentaras hacer algo que era imposible.
—Entonces, ¿quién lo hizo?— Dije, separando los labios cuando me di cuenta. Al.
—¡Gally!— Hodin ladró, su rostro era una mezcla de ira y de lo que podría ser miedo
mientras miraba al techo. —¿Hablaste con Gally pensando que era yo? ¿Hace cuánto?
—Marzo —dije, con el ceño fruncido mientras me desplomaba en el sofá sobre mis
rodillas. —Justo después de que puse ese encanto élfico en la campana—. Levanté la vista,
palideciendo ante la ira palidecida de Hodin. —Se parecía a ti—, dije, recordando al
cuervo. Un cuervo con plumas brillantes y elegantes, pensé. Hodin siempre hacía un pájaro
desaliñado. Su túnica en ese momento también había sido de un negro sin rasgos
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distintivos, muy inusual para el vestidor típicamente extravagante. ¿Y el sombrero de copa


plana? Hijo de un bastardo, era Al. —Pero ahora que lo pienso, su elección de palabras se
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parecía más a la de Al que a la tuya—, susurré.


Empujé más profundamente en el sofá mientras Hodin echaba humo, claramente
enojado, pero sin tener salida para ello. Yo tampoco estaba feliz. —Probablemente estaba
tratando de averiguar si estaba siguiendo tus instrucciones—, dije, y la mirada malévola de
Hodin se posó en mí.
—¿Y lo hiciste?— Hodin preguntó sarcásticamente.
—No.— Mi enfoque distante se agudizó cuando pensé en Stef, quien estaba recibiendo
instrucciones de él. —¿Está Stef aquí?
Distraído, Hodin agitó una gran mano cubierta de anillos. —Trabajo—, dijo brevemente.
—Bueno.— Me puse de pie, sintiéndome capaz con mi cuero y mis botas. Si Al había
estado comprobando si estaba siguiendo las instrucciones de Hodin, entonces había pasado
su pequeña prueba. —Quiero hablar contigo sobre ella. Me alegra el que estés haciendo
amigos, pero los amigos no les piden a sus amigos que se salten el trabajo para hechizar.
Se detuvo en seco, sus pensamientos casi visiblemente cambiando. —Debes mantener
tus pensamientos fuera de la vida de Stephanie. Somos más que amigos y, por lo tanto, él
toma y daca es mayor.
Oh, verdad… Entrecerré los ojos y me pregunté si realmente le gustaba o si estaba
usando el sexo para expandir la cantidad de energía que Stef podía manejar para hacerla
más útil. —Hay leyes que se extienden a ambos lados de las líneas ley—. Di un paso más
cerca, con los brazos sueltos. Era mucho mayor y tenía un léxico mágico más extenso, pero
yo estaba acostumbrada a luchar por mi vida. —Una de ellas es que es ilegal usar a un ser
consciente como familiar. Vamos, Hodin. Déjame oírte decirlo.
La sonrisa de Hodin se expandió, su necesidad de dominar me estremeció. —Nada es
ilegal cuando hay consentimiento. Me parece que la estás usando como tu familiar más que
yo.
—¿Te refieres a la maldición de cumplimiento?— Dije, feliz de que la varita estuviera
escondida en mi bota. —Ella no va por su título de bruja, ¿verdad?—, lo acusé. —La tienes
preparando tus maldiciones. Hodin, no dejaré que la conviertas en tu familiar. ¿Entendido?
Tomó aire, con el ceño fruncido y expresión contrariada. —¿Por qué te importa? No es
como si fueras su amiga. No haces nada con ella aparte de arreglar quién limpiará los baños
y hará funcionar el lavaplatos.
—¡Hey!— Grité, sonrojándome por un dejo de culpa, luego salté cuando la mujer en
cuestión entró, arrastrando una neblina de polvo pixy y una multitud de voces estridentes.
Jenks venía detrás de ella, con su polvo de un feo color rojo mientras Baribas lo seguía, su
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espada blandida cuando Stef se acercó corriendo, claramente molesta.


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—¿Hodin?— exclamó, un casi sollozo de alivio salió de ella cuando nos vio en el
santuario. —Oh, Dios. Rachel. Estoy tan contenta de que estés aquí—. Entonces su estado
de ánimo cambió. —¡Apártense!— exclamó a los pixies que la rodeaban, todos ellos
chillando para hacer que me dolieran los oídos. —¡Dije, retrocedan! Ella necesita ayuda.
¿Ella? Me pregunté, al ver las manos de Stef ahuecadas protectoramente mientras
miraba a los pixies enojados que la rodeaban, todos arrojando un polvo rojo brillante.
—¡Váyanse!— Stef gritó, y Jenks emitió un agudo silbido.
Como peces que huyen, los pixies se precipitaron hacia las vigas. Todos excepto Baribas
que permanecía frente a ella en una clara amenaza. —Déjala morir—, dijo el pequeño pixy,
palabras tan rápidas que eran difíciles de entender. —¡Estaba cazando furtivamente!
¿Cazando furtivamente?¿Es un pixy?
Stef se acercó, encorvada sobre sus manos ahuecadas. —No fue mi intención
golpearla—, dijo la mujer, con lágrimas en el rostro y el miedo. —Ella voló justo en frente
del coche. No tuve tiempo de parar. ¡Ella estuvo allí de repente!
Las alas de Jenks alcanzaron una intensidad alta cuando Stef abrió las manos y un
pequeño charco de tela gris y negra tembló en sus palmas. Era una pixy, sus ropas no
combinaban pero estaban bien cosidas, una brillante ala como de libélula gris se había roto
y estaba goteando polvo.
—Ella necesita ayuda,— dijo Stef, casi susurrando. —La golpeé con el coche. ¿Puedes
curarla, Hodin?— dijo ella, ojos húmedos de lágrimas fijos en él con esperanza.
Mi mirada se movió hacia arriba. Él parecía triste, pero no estaba segura de creerle.
—¡Estaba cazando furtivamente!— Baribas volvió a decir, y de las vigas salió un sonoro
acuerdo. —Ella muere. ¡Dánosla, lunker!
La pixie en cuestión tembló violentamente, y Stef la acercó a su centro.
—Ella todavía está respirando—, le dije.
Baribas se dejó caer, expresión fea y espada desnuda. —Déjala. Lo haré rápido.
Dios mío, pensé horrorizada, pero cuando miré a Jenks en busca de apoyo, se encogió de
hombros. —Jenks—, proteste. —Diles que la dejen en paz. Ellos te escucharán. Es tu
iglesia.
Jenks hizo una mueca. —Bueno, si ella estaba cazando furtivamente…
—¡Jenks!— exclamé, y él suspiró. Vale, sabía que era la ley de los pixy y que cumplirla
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a menudo marcaba la diferencia entre sobrevivir al invierno y ver morir a tus hijos, pero
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Jenks era el dueño de la iglesia. Estaba alquilando la propiedad. Tenía recursos que ningún
pixy había tenido antes, y con esa estabilidad debería venir una nueva benevolencia.
—Interesante—, dijo Hodin, y me di la vuelta, pensando que estaba comentando sobre la
naturaleza sanguinaria de los pixies, pero estaba inclinado sobre la mano de Stef, con un
dedo obligando a la mujer pixy a desenroscarse.
—No estaba cazando furtivamente—, respiró la pixy, apenas consciente mientras
empujaba el dedo de Hodin, apuñalándolo con una daga de madera.
Jenks se volvió. Parpadeó. Cayó seis pulgadas. Tomé aire, mis palabras permanecieron
sin decir. Era como Jumoke, toda cabello oscuro y ojos negruzcos. Me dejaron sin habla
mientras ella parpadeaba distraídamente hacia nosotros, claramente sufriendo. Su ropa
mostraba desgaste pero estaba limpia aparte del polvo de un ala rota. Y ella estaba asustada,
goteando polvo y sangre rápidamente. Demasiado rápido.
—¿Cómo es que nadie te ha matado todavía?— Dijo Baribas, y ella se concentró en él,
su mano temblaba mientras lo amenazaba con su daga de madera perversamente afilada.
—No estoy diciendo que no lo intentaron—, dijo, su voz aguda musical incluso cuando
sonaba enferma. —No estaba cazando furtivamente. Tenía mi sombrero rojo. Se fue.
¿Dónde está mi sombrero?
Jenks reprimió una tos cuando la pixy se sentó en la palma de la mano de Stef y se estiró
la falda mientras buscaba el sombrero perdido. Parecía tener dieciocho años, de figura
curva y con lo que podría ser un tatuaje de henna asomando por detrás de un nuevo
desgarrón en la manga. Sin zapatos. Pies sucios, pero manos limpias. Claramente ella era
una solitaria, rara a su edad. Pero todo en ella era raro.
—Deberías haberte dejado morir por exposición cuando eras una recién nacida.
Aplástala, demonio Hodin, o la atravesaré—, dijo Baribas, y me tensé.
—¡Whoa, whoa, whoa!— exclamé cuando Jenks se elevó, claramente consternado.
—¡Estaba cazando furtivamente!— Baribas dijo, desconcertado.
—Dijo que perdió su sombrero, y yo le creo —dijo Jenks, y la harapienta pixy se puso
rígida, sus hombros se alzaron más por el miedo, no por la esperanza. —Esta—, dijo
mientras se cernía sobre Baribas, batiendo las alas, —es mi tierra. ¿O quieres pelear
conmigo por eso, Baribas?
Baribas se alejó, bajando la intensidad de las alas por miedo. —Los pixies no se pelean
por la tierra.
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—Entonces no hay problema. Se queda.— El polvo de Jenks brilló con una plata casi
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irreal. Sus pensamientos eran los mismos que los míos. ¿Baribas le había quitado el
sombrero para poder matarla impunemente? A los pixies oscuros no se les permitía
sobrevivir al nacimiento.
Por lo general, pensé. Jumoke era uno de los hijos de Jenks, un raro hijo, de cabello
oscuro y ojos negros que normalmente habría sido dejado morir por la exposición. En
cambio, lo habían criado amorosamente y le habían dado la oportunidad de defender un
jardín. La pixy en la mano de Stef también había sobrevivido de alguna manera, pero
ningún pixy podía poseer tierra solo, y nadie se casaría con ella. No tenía más remedio que
encontrar comida donde pudiera. ¿Y haber sobrevivido tanto tiempo? Ella tenía que ser un
infierno de pixy.
—Nadie la va a matar—, dijo Stef. —Yo también le creo—. Su cara mojada por las
lágrimas se alzó hacia Hodin. —Por favor. Ayúdala.
Mis hombros se hundieron y miré a Jenks. Hodin era un demonio, pero había estado
atrapado en una botella durante al menos dos mil años. Él podría conocer la tradición de los
elfos, pero las maldiciones más nuevas y complejas que podrían salvar una vida estaban
más allá de él, más allá de nosotros dos.
—No conozco una maldición curativa—, admitió, y las lágrimas comenzaron a brotar de
los ojos de Stef.
Las alas de Jenks rasparon cuando se elevó. —Voy a buscar el kit.
Mi mirada se dirigió al campanario como si pudiera ver a través del techo. —Tengo un
amuleto para el dolor del tamaño de un pixy —dije, poniéndome en movimiento. —Stef,
mantenla en tus manos—, añadí por encima del hombro mientras corría hacia la escalera
del campanario.
Jenks voló hacia la puerta, su camino hizo un rápido giro en U cuando una queja aguda
se elevó desde las vigas. —Si incluso uno de ustedes le dice una mala palabra, todos estarán
en la acera. ¿Entendido?— les gritó a los pixies que alquilaban, y se elevó un pequeño grito
ahogado.
—¡Ella no está bien! ¡Esto no ha acabado!— Baribas protestó, y me detuve en el interior
del oscuro vestíbulo. Jenks estaba frente al pixy más pequeño, con la mano en la
empuñadura de su espada de jardín.
—Tampoco permitir que otro clan entre libremente en un jardín cultivado—, dijo Jenks,
su polvo de un plateado brillante y claro en comparación con el naranja opaco y enfermizo
de Baribas. —¿Deberíamos adherirnos a todas las tradiciones ahora? ¿O podemos seguir
doblándolas para que tus hijos tengan un lugar para estacionar sus traseros y néctar para
poner en sus barrigas?
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Página

El pixy miró a sus hijos en las vigas, hizo chirriar sus alas y salió disparado, todos
volando de cerca.
Stef se estremeció cuando el polvo cayó sobre ella. Claramente aliviada, abrió las manos
ahuecadas y tanto ella como Hodin miraron a la pequeña mujer acurrucada como bola, con
la daga aún en la mano. —¿Está respirando?— Stef susurró en agonía. —No puedo decirlo.
—Todavía no se ha ido—, dijo Jenks. —Vuelvo enseguida.
—Ponla bajo una luz cálida —dije mientras corría hacia el campanario. —¡Cuidado con
los gatos!— Grité por encima de mi hombro, y luego subí corriendo las oscuras y estrechas
escaleras.
Entré en mi habitación, entrecerrando los ojos ante la luz más brillante mientras sacaba
uno de los diminutos amuletos que había hecho para Jenks. —¿Por qué no llevo esto en mi
bolso?— Murmuré mientras me pinchaba el dedo y lo invocaba incluso mientras bajaba las
escaleras.
El honesto aroma de la secoya floreció en los estrechos confines de la escalera. Sostenía
el amuleto del tamaño de un dedo meñique en una mano, la otra recorría la pared para
mantener el equilibrio. Y luego me detuve de golpe cuando una ola de energía de línea ley
pareció elevarse desde el santuario para palpitar sobre mí. Con una mano en mi pecho y la
otra apoyada en la pared, vacilé y sentí que la red de líneas brillantes que las gárgolas
habían colocado alrededor del campanario se convertían en un brillante resplandor dorado y
rojo, tan visible como si utilizara mi segunda vista mientras la oleada de energía corría por
encima y alrededor de la red… y era repelida.
Si tenía alguna duda de que las líneas brillantes estaban allí para proteger, ahora se
habían ido. Alguien había puesto una rejilla de protección sustancial sobre el campanario,
pero ¿por qué? Y quizás más importante, ¿quién? Mi pensamiento inicial de que había sido
el padre de Bis, Etude, parecía poco probable después de verlo en acción. La magia de las
gárgolas era mucho más sutil, y se me hizo un nudo en el estómago mientras caminaba
hacia el santuario para ver a Hodin, Stef y Jenks en el baby grand de Ivy, con la intensa luz
de lámpara que giraba para crear un punto de calor en la madera oscura. Al ver la
preocupación fingida de Hodin, me detuve en seco. Hodin no lo habría hecho.
Se me aceleró el pulso y puse una mano en el marco. Tenía que haber sido Al.
Probablemente cuando dejó esa jaula de grillos. Me había estado protegiendo incluso
cuando me había negado a escuchar. Y aquí estaba yo, lista para alejarme y renunciar a
encontrar lo que una vez tuvimos. Después de todo lo que habíamos hecho y pasado. ¿Soy
realmente tan terca? Pensé, y la culpa salió de los lugares oscuros de donde se escondía la
verdad.
—Vas a estar bien—, escuché decir a Stef con lágrimas en los ojos, y caminé hacia
adelante. La mujer pixy estaba levantada y despierta, agarrando una almohada del tamaño
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pixy contra su cintura mientras el polvo se escapaba peligrosamente de su ala rota. Jenks se
Página

paró frente a ella, con su kit de reparación de alas en la mano, frustrado cuando ella
amenazó con apuñalarlo con su daga.
—¡Mantente alejado! —exigió, y Jenks se volvió hacia mí, su deseo de ayudar le
pellizcó la cara.
—Sentí un hechizo—, dije, decidiendo guardar silencio sobre cómo había sido repelido
por la red protectora alrededor de la habitación donde dormía. —¿Qué hiciste?— Aunque
no se curó, la pixy claramente no estaba en las puertas de la muerte. —¿Stef?— Pregunté
con cautela.
—Vas a estar bien ahora—, dijo Stef a la mujer pequeña, prácticamente sollozando las
palabras. —Siento mucho haberte golpeado. Vas a estar bien.
Mis ojos fueron a su muñeca, y me desplomé. —Oh, Stef,— susurré cuando vi la marca
demoníaca. Había dos cortes a lo largo, uno de ellos con borde rojo y nuevo. Dos. Ni
siquiera sabía que ella había tenido uno. Solía ser una verdadera sentencia de muerte. Lo
que significaba ahora… No tenía ni idea. ¿Por qué? Pensé mientras miraba a Hodin. Era
obvio que el hechizo que había sentido procedía de él y que Stef lo había comprado por un
tercio de su alma. Uno más, y él sería su dueño. Quizás.
—¿Ah, Rache?— Las alas de Jenks chasquearon cuando salió disparado fuera del
alcance de la diminuta mujer, con su daga balanceándose. —Todavía está goteando
bastante polvo. Dile que no estoy tratando de matarla.
—¿Crees que ella me escuchará?— Dije mientras dejaba el amuleto invocado.
Jenks se balanceaba de arriba abajo, mortificado. —Tú eres el demonio.
Sí, yo era el demonio y miré a Hodin. Esto no había terminado, hablaríamos. —Vas a
estar bien,— dije, y la pequeña mujer se puso de pie, tambaleándose. —Jenks crio a un hijo
con el pelo tan oscuro como el tuyo.
La diminuta mujer miró a Jenks… luego corrió hacia el borde del piano, arrastrando un
polvo verde enfermizo.
—¡No!— Jenks gritó mientras se lanzaba al aire tras ella.
—¡Todavía estás herida!— Stef gritó mientras extendía la mano, pero la mujer pixy fue
más rápida, y con el ala rota que goteaba polvo, se arrojó por los aires.
Gritando, se dejó caer.
Jenks estaba allí, agarrándole la muñeca y haciéndola girar en un arco que agitó su falda
antes de tomarla en sus brazos. Hubo un pequeño ruido cuando su daga golpeó el suelo, y
luego él estaba luchando, tratando de evitar que ella cayera mientras luchaba contra él. —
¡Déjalo ya, mujer!— gritó cuando ella lo alcanzó por detrás, desalineando sus alas y
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haciéndolos caer.
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Cayeron al suelo con un golpe y rodaron separados. Luchando, la mujer fue por su daga.
—¡Jenks! ¡Gato en el suelo!— Grité, y Stef jadeó, cayendo de rodillas, con los brazos
abiertos para evitar que la pixy corriera. Era Rex, el gato atigrado naranja había sido atraído
por el sonido de las alas bajo tensión.
—¡No estoy tratando de matarte!— exclamó Jenks, claramente molesto mientras
permanecía de espaldas al gato que se acercaba. —¡Qué maldito infierno de Campanilla te
pasa! Podría haber roto un ala si me hubieras derribado así.
Pero la mujer no estaba escuchando, obsesionada con el gran gato que caminaba hacia
adelante.
—No, espera—, le dije, agarrando el codo de Stef mientras iba a interceptar a Rex.
La cabeza de Jenks estaba baja, girando lentamente en círculos mientras intentaba
alcanzar la base de sus alas. Ella le había pellizcado un nervio y colgaba mal. La mujer pixy
observó al gato, con una sonrisa maliciosa en su diminuto rostro. —Tonto pixy —dijo ella,
claramente esperando que Jenks fuera comida para gatos.
Jenks levantó la vista cuando Rex le lanzó su pata aterciopelada, haciendo que su
diminuto amo se deslizara unos centímetros antes de que Jenks recuperara el equilibrio.
—Déjalo, Rex—, murmuró, levantándose cuando finalmente puso su ala en línea.
Engreído, voló apenas una pulgada del suelo hacia donde estaba la mujer pixy, atónita, con
la boca y los ojos muy abiertos. —¿Estás bien?— dijo mientras Rex se dejaba caer en el
suelo detrás de él, mostrando su vientre blanco. —¿Puedo volar contigo? Rex es un buen
gato, pero es un gato y no puedes volar.
Me sentí bien cuando él le tendió la mano, aunque ella lo miraba casi aterrorizada
mientras su gato le limpiaba la oreja con una pata blanca.
—Soy Jenks—, dijo Jenks, con la mano aún extendida. —Ah, Rex probablemente no te
hará daño, pero Boots todavía está cerca y podría golpearte.
La pequeña mujer pareció sobresaltarse. —¿Vives con dos gatos? Quiero decir, escuché
historias, pero pensé…— Su voz aguda vaciló. — La Escarcha Primaveral toma esto, yo…
Jenks sonrió, su polvo de un alegre oro. —Rex era el gato de mi hijo, pero no pudo
llevárselo cuando se mudó. Boots es el familiar de Stef. Tendría cuidado con él. Solo ha
estado aquí unos meses y todavía cree que los pixies son comida.
Asustada, retrocedió tres pasos y casi se cae cuando se le doblaron las rodillas.
Extendí la mano, pero Jenks estaba allí, levantándola y llevándola al piano. La bajó con
un golpe repentino cuando ella le golpeó la cara, y allí se sentó, con la ala goteando, el
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vestido subido hasta las rodillas para mostrar sus medias de retazos, mirándonos fijamente.
Página
Stef se acercó más a Hodin. —Siento mucho haberte golpeado. Puedes quedarte
conmigo hasta que puedas volar.
Las alas de la pequeña mujer cayeron, y su polvo se volvió gris cuando bajó la cabeza.
—Creo que va a entrar en estado de shock—, le dije, no me gustó el leve aumento de los
labios de Hodin. —Probablemente le vendría bien un poco de polen. Jenks, ¿no había una
vara de oro en el rincón más alejado del cementerio que está floreciendo tempranamente?
La mirada asustada de Stef pasó de mí a Hodin. —Tú te quedas. Iré a ver —dijo, y
fruncí el ceño por lo mucho que había sonado como una petición para dejar su presencia.
Hodin no se movió cuando ella se alejó poco a poco, luego se volvió y salió
rápidamente.
Jenks estaba en su equipo de reparación de alas, desempacándolo con cuidado donde la
mujer pudiera verlo. La huella de su mano era de un rojo brillante en su mejilla, y ella miró
con envidia la espada de jardín de metal con mango de madera.
Estará bien si podemos detener la fuga de la ala y hacer que coma, decidí, luego me
enfrenté a Hodin. —¿Qué hiciste?— Pregunté beligerante, y la atención del demonio se
centró en mí.
—Un encanto élfico que niega la capacidad del cuerpo a sentir dolor—, dijo Hodin, con
aire de suficiencia, pensé. —Está llena de adrenalina y necesitará cuidados continuos—.
Frunció el ceño en lo que pensé que era una preocupación burlona, y me enfrenté a él.
—Quiero decir, ¿qué le hiciste a Stef?— Casi siseé. —Le vendiste una maldición que no
necesitaba, ¿no?
Un escalofrío me recorrió la espalda cuando tomó mi mano derecha, moviéndola hacia
donde una vez estuvo la marca de Al.
—Le di lo que quería—, dijo, y tiré de mi muñeca de su agarre. —Tengo cosas que
atender.
—Espera, Hodin —dije, y él se detuvo bruscamente, sus ojos de cabras entrecerrados. —
No sé a qué estás jugando, pero no te conviertas en enemigo mío—, agregué, las puntas de
mi cabello comenzaron a flotar mientras tiraba de la línea ley.
—¿Enemigo?— se burló, y Jenks dejó de intentar convencer a la pixy para que le dejara
cauterizar la fuga de polvo. —Prometiste estar a mi lado.
Hijo de un cachorro… —Prometí no dejar que los demonios te pusieran en una botella
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por practicar magia élfica. Pero si violas la ley, estoy sobre ti. Stef no es tu familiar. No me
importa cuántos favores te deba. ¿Entendido? Tiras de una línea ley a través de ella sin su
Página

permiso, y estaré sobre ti como la guinda de un pastel.


Frunció el ceño, pero cuando tomé aire para soltarlo de verdad, desapareció.
Mi exhalación fue larga y preocupada. Stef, ¿qué estás haciendo? Pensé mientras miraba
a través de las paredes hacia el jardín oculto. Tenía dos marcas demoníacas. Solía significar
que estabas a punto de cometer un error y ser arrastrado al siempre-jamás por una vida de
servidumbre, pero las cosas habían cambiado. ¿No?
Tal vez estaba exagerando. Era solo una promesa para devolver un favor. Hasta que
tenías tres.
—¿Cómo está ella, Jenks?— Dije, preocupada mientras me enfocaba en el foco caliente.
Ese amuleto del tamaño pixy yacía olvidado e innecesario sobre el piano, y mis hombros se
desplomaron.
Jenks se elevó sobre una columna de destellos dorados. Detrás de él, la mujer pixy
olfateó el capuchón de bellota lleno de un ungüento amarillo antes de aplicárselo con
cautela a sus magulladuras.
—Ella dice que su nombre es Get—, dijo en voz baja mientras se cernía sobre mi oído,
ambos observándola. —No la voy a llamar así.
Asentí. Un Get era un animal no deseado. —¿Getty?— Sugerí, y él asintió, el zumbido
de sus alas descendiendo.
—Le dije que puede quedarse hasta que su ala sane, pero con razón está aterrorizada de
que Baribas intente matarla. Rache, Stef no puede mantenerla a salvo si Baribas decide
acabar con ella mientras estoy en una carrera. No tiene nada que ver con su tal vez caza
furtiva—, finalizó con amargura.
Mi frente se arrugó. Había contado con que estaría conmigo esta tarde para recuperar a
Pike, pero podía hacerlo solo con Trent. —Entonces deberías quedarte aquí—, le dije, y sus
alas se elevaron en señal de protesta. —La habitación de Stef no es segura. ¿Crees que
Getty me dejaría llevarla al campanario? Baribas ya sabe que debe quedarse fuera.
—Podría defenderla solo allí—, dijo, con los ojos verdes apretados. —Pero voy contigo.
—No, deberías quedarte con ella—. Le sonreí a Getty, deseando que dejara de mirarme
con desconfianza. —Mantenla a salvo. Stef no puede hacerlo. Ella es demasiado lenta.
—Me necesitas para rescatar a Pike,— dijo, y negué con la cabeza, extrañando ya su
presencia.
—Viene Trent. Él puede cuidar mi espalda. Jenks, no es gran cosa. Le pagamos al
hombre y salimos con Pike. Dicho y hecho.
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Página
Jenks miró a Getty con el ceño fruncido. Su cabello negro alborotado le llegaba hasta la
cintura, y suspiró ante un nuevo agujero en su media antes de tirar de su vestido para
cubrirlo. —Ella no confía en mí—, dijo, su polvo tomando un tinte azul.
—Ella tampoco confía en mí. ¿Por qué no ves lo que retiene a Stef? La llevaré arriba.
Hablar un poco.
Jenks asintió, su polvo todavía de ese azul deprimido cuando se acercó a Getty. —
Getty—, dijo, con voz insegura mientras miraba entre nosotros. —Esta de aquí es mi
compañera Rachel. Me salvó la vida más veces que dientes de león en mi jardín y es
perversamente buena con sus círculos y hechizos. Baribas no se atreverá a dispararte
mientras yo busco dónde está ese polen que Stef fue a buscar. Ella te llevará arriba, donde
estarás a salvo, pero si la lastimas, tiraré tu trasero blanco como lirio a la acera, con el ala
rota o no. ¿Entendiste?
La estrecha barbilla de Getty se alzó. —¿Cómo sabes si mi trasero es blanco como lirio
o no, chico de ciudad?
Jenks parpadeó, su altitud descendió cuando sus alas chasquearon por un breve instante.
—Vuelvo enseguida—, murmuró, y luego salió disparado al pasillo y presumiblemente al
jardín.
Exhalé, usando un dedo meñique para sacar ese amuleto del tamaño de un pixy del piano
y ponerlo en mi mano. Afuera, hubo un estallido repentino de ruido de pixies, y tanto Getty
como yo nos volvimos hacia las vidrieras.
—¿Getty?— Dije, y la mujer palideció, esa daga de madera otra vez en su agarre. —
Jenks está tratando de ayudarte. Ah, normalmente te tomaría en mi mano, pero podría
encontrar una taza… — Escaneé la sala de estar, pero no estaba segura de que ella no
trataría de irse en el instante en que me distrajera.
Getty me miró entrecerrando los ojos. —No soy un cazador furtivo.
—Incluso si lo fueras, creo que Jenks querría ayudar —dije, y una sensación de
satisfacción creció cuando se puso en pie tambaleándose, su vestido gris descolorido de
retazos se movía a su alrededor como la seda. —Jenks y yo somos conocidos por ayudar a
causas perdidas—, dije, incluso más complacida cuando ella, con cautela y dolor, se subió a
mi mano. Su agarre en mi pulgar levantado fue fuerte mientras miraba el pequeño amuleto
con desconfianza, y de nuevo me pregunté cómo se las había arreglado para sobrevivir sola
durante tanto tiempo.
—¿Por qué me ayudaría?— dijo, y lentamente me dirigí a la escalera.
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—Uno de sus hijos tiene el pelo oscuro. Su nombre es Jumoke y vive aproximadamente
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a una hora de la ciudad en un jardín privado con su esposa, cuatro hijos nacidos en otoño y
los recién nacidos en camino. Conozco a Jenks desde hace más de cuatro años y no estaría
viva si no fuera por él.
Getty guardó silencio. Era hermosa, oscura y peligrosa. Y si ella era una pixy, sería
valiente, veraz y honesta hasta el extremo. No podía decir dónde estaban sus pensamientos
mientras subía las escaleras del campanario.
—Si tiene hijos, ¿dónde está su esposa?—, dijo mientras abría la puerta de mi habitación
con el pie y la luz del sol se derramó sobre nosotras.
Podía entender su pregunta. Los pixies morían de pena cuando fallecía su cónyuge. —
Bajo las campanas— dije en voz baja por si Jenks estaba al acecho. —Ella murió
protegiendo el jardín y a sus hijos. No tenían recién nacidos y sus hijos se dispersaron a
excepción de Jumoke. Jenks se habría unido a ella, pero me encogí a su tamaño y le
supliqué que no lo hiciera. Lo necesitaba para sobrevivir. Así vivió. No ha sido fácil para
él.
Me paré en el centro de la habitación, preguntándome si había sido egoísta al pedirle que
dejara ir a su esposa de esa manera. La mirada de Getty recorrió la habitación, salió por las
ventanas hacia el jardín lleno de hadas y pixies, y finalmente subió a la campana, donde se
detuvo en la sombra gris de Bis.
—Él me mantuvo con vida—, dije mientras apoyaba mi mano en el tocador de mármol y
ella se deslizó, llevándose ese amuleto con ella. —Él es el dueño de la iglesia. Baribas
simplemente está alquilando el cementerio a cambio de seguridad. Con lo flojo que ha
sido—, terminé con amargura.
Getty se puso el amuleto y miró los logotipos de Pike mientras se sentaba en el borde de
uno de mis libros. Sus alas eran de un gris peligroso, pero al menos no estaba goteando
polvo. —He oído hablar de ti—. Tocó el amuleto. —Eres una bruja demonio.
Asentí y fui a cerrar la ventana sin mosquitera. —En mis días buenos—. Suspiré por mis
suministros de hechizos que aún estaban en el tocador y pensé en Pike. —Hey, ah, tengo
que irme, así que tan pronto como llegue Jenks te dejaré con él—. Dudé, pensando que la
superficie de mármol era un lugar frío para estar. —Um, esa herida en la ala tuya es mala.
¿Dónde te gustaría estar?
Su atención se dirigió de inmediato al pequeño y muy defendible estante encima de la
campana.
—¿Con Bis?— Dije, sin sorprenderme mientras buscaba algo sobre lo que pararme. —
Por supuesto. Está dormido, pero siempre puedes poner tu espalda contra él. O meterte en
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esa jaula de grillos y apuñalar a todo el mundo a través de los barrotes.


—¿La gárgola está viva?— Los ojos de Getty estaban muy abiertos. —Pensé que era
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una decoración.
—Sí, no eres la primera —dije, con el ánimo agriado. —Está durmiendo mientras
encontramos una manera de separar su alma del baku. Ambos están en esa botella allí, así
que no la abras—. Todas mis cajas de embalaje se habían ido, y ni siquiera tenía una silla
para pararme. —Mmmm—, murmuré, sin saber qué hacer hasta que Jenks golpeó la
ventana.
Getty se sobresaltó, esa malvada daga repentinamente en su mano mientras lo miraba
fijamente. Pero maravilla de las maravillas, ella la guardó, dándome un asentimiento
mientras iba a abrir la ventana. Su polvo era de un extraño azul dorado, y sonreí ante las
manchas de polen en su frente. Había pasado un tiempo desde que lo había visto así.
Llevaba muy bien lo de jardinero, y cerré la ventana tras él.
—Te traje un poco de polen—, dijo mientras dejaba el fajo tan grande como sus dos
puños. —Si te sientas en ese vial de lavanda, puedo vendar tu ala para que sane bien.
—Lo harás, ¿eh? ¿Cómo es eso, pixy?
—Porque no puedes trabajar por la comida que vas a comer si tus alas no funcionan—,
dijo, y sus rasgos tensos se relajaron. —Esta iglesia de aquí es un refugio paranormal. No
puedes entrar y tomar lo que quieras. Pero puedes trabajar por ello—. Dio un paso más
cerca. —¿Por favor, Getty? Baribas es completamente inútil para mantener los terrenos
despejados—. Jenks hizo una mueca de amargura. —Me harías un favor si te quedaras
mientras tu ala sana.
—Te estaría haciendo un favor, ¿eh?— Getty dijo, y él asintió, sus alas golpeando un
ritmo más rápido a pesar de que sus pies nunca dejaron el tocador. Los pixies eran
orgullosos hasta el punto de morir, y podría ser la diferencia entre aceptar ayuda y morir de
hambre.
Me puse rígida ante el ruido sordo del coche de Trent en la acera, audible incluso a
través de las ventanillas cerradas. Mierda en tostadas, tengo que irme. —Hey, Jenks,
¿tienes esto?
Jenks se paró frente a Getty, con las manos en las caderas. —No sé. ¿Y tú, Srta. Getty?
Ella se sonrojó, asintió y los hombros de Jenks se hundieron mientras le tendía el polen.
Getty lo tomó, acomodándose con cautela en el vial, de espaldas a él. —Gracias—, dijo en
voz baja mientras comenzaba a comer.
Finalmente, pensé, pero mi sonrisa se desvaneció cuando Jenks comenzó a vendar sus
alas, lágrimas brillantes resbalaban de él, lágrimas que él no le permitía ver. Su polvo era
de ese incómodo azul que significaba que extrañaba a Matalina.
102

—¿Estás bien, Jenks?— Dije suavemente, con una mano en la puerta. Trent podía
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esperar unos momentos.


—Bien—, dijo, con voz breve y forzada.
Desgarrada, cerré la puerta detrás de mí y me dirigí hacia abajo, mis pasos lentos. Jenks
no estaba bien, a no ser que utilicemos la definición de Ivy de la palabra. Aun así, aquí era
donde tenía que estar. Me alegraba que se quedara con Getty, pero sentí profundamente su
ausencia en mi hombro. No me gustaba que Stef se estuviera involucrando tan
profundamente con Hodin, y si Pike no estuviera en peligro de ser entregado a sus
hermanos por la recompensa, habría insistido en que el silencioso demonio y yo tuviéramos
una charla aquí y ahora.
—Gracias a Dios, Trent está aquí —susurré cuando encontré el vestíbulo oscuro y fui a
buscar mi bolso, aún junto al sofá donde lo dejé. No estaba feliz de que fuera su dinero el
que mantuviera el trasero de Pike sobre la hierba, pero cuando miré en mi bolso para
asegurarme de que todo seguía allí, decidí que usar el dinero para equilibrar la balanza era
mejor que la magia cualquier día.
¿No es así?

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Página
CAPÍTULO 8

—EL ENCANTO FUNCIONARÍA DURANTE AL MENOS UN DÍA, INCLUSO SI


no estuviera muerto —dije, levantando la vista del amuleto de búsqueda mientras Trent
detenía su pequeño coche deportivo. —Su aura durará un tanto de tiempo. No creo que esté
aquí.
Aquí estaba el paseo marítimo. Un barco casino medio hundido y de colores brillantes
estaba amarrado al muelle, el agua lamía tristemente las ventanas superiores y el techo. Un
barco casino más pequeño que necesitaba una capa de pintura estaba amarrado a su lado.
Dos mecánicos estaban trabajando en la rueda de paletas decorativa, pero fueron los tres
hombres vestidos de negro de seguridad al pie de la pasarela quienes captaron y
mantuvieron mi atención.
—Castle probablemente lo tiene fuera del lugar—. La voz baja y musical de Trent iba
bien con el suave jazz de la radio, y respiré lentamente cuando él la apagó y el silencio
llenó el coche. —Si me fuera a encontrar con un demonio nacido de brujas con el infierno
en su bolsillo, tendría a mi As atrapado en un agujero en algún lugar para que no destrozara
mi otro barco para atraparlo.
Miré el amuleto con los ojos entrecerrados, no me gustaba su lectura ambigua. —O está
a medio camino de los Hollows en la superficie, o al otro lado de la calle por debajo—.
Preocupada, metí el amuleto en mi bolso con mi pistola splat. —Es un amuleto de
búsqueda, no un GPS.
—Pero está vivo—. Trent estaba mirando a la seguridad de Castle que esperaba y me
mordí el labio.
—Probablemente.— Solo había pasado una hora desde que hablé con Castle. Al ver su
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seguridad allí y esperando, decidí que no había manera de entrar para hablar con él sin un
registro. A regañadientes saqué la varita de entre mi calcetín y mi bota, metiéndola en un
Página
bolsillo dentro de mi bolso que estaba diseñado para bolígrafos y una libreta de papel pero
que solo había contenido barras de bocadillos.
—Me sentiría mejor si Jenks estuviera aquí para hacer un reconocimiento rápido—, dije
mientras cerraba con fuerza mi bolso y lo sostenía en mi regazo. El pixy podría haber
entrado, conseguido un conteo de la seguridad y salido antes de que dijéramos nuestro
primer saludo. —Está ocupado con un pixy herido—, agregué, todavía sin creerlo. Tal vez
Getty era tan diferente de Matalina que no dolía tanto, pero al recordar sus lágrimas
mientras atendía a Getty, lo dudaba.
—Mmmm—. Con movimientos lentos, Trent tomó una pesada cartera8 del asiento
trasero. Exhalando, se inclinó sobre el auto, abrió la guantera frente a mí y la metió dentro.
Lo respiré mientras se acercaba y se alejaba, el aroma a elfo tenso era casi electrizante. —
Tiene debilidad por los abatidos—, agregó Trent, sus pensamientos claramente en otras
cosas.
Asentí, mordiendo mi nudillo con preocupación. La seguridad de Castle se había fijado
en nosotros, y uno de ellos estaba ahora subiendo por la pasarela. —Es asombroso que haya
sobrevivido tanto tiempo sin un jardín o un cónyuge—, dije mientras Trent revisaba su
teléfono y lo dejaba caer en el bolsillo de la chaqueta. —Tiene al menos dieciséis años.
¿Quizás dieciocho?— Dudé, preguntándome si debería poner mi teléfono en modo avión.
—¿Sabías que Jenks utilizó un deseo para hacerse estéril para prolongar la vida de
Matalina? Si es soltera, es posible que Getty no sea tan vieja, biológicamente.
—Ella debe ser muy astuta—. Trent frunció levemente el entrecejo mientras miraba a las
dos personas vestidas de negro de seguridad que ahora bajaban por la rampa. Uno era una
mujer. Y con la nena hacen cuatro… Pensé, decidiendo que era muy pequeña. Si Castle
fuera un hombre zorro, no me sorprendería que su jefe de seguridad también lo fuera. —
¿Lista?— dijo, y yo asentí con el bolso en la mano mientras salía.
La puerta de Trent se cerró de golpe, luego la mía, y me puse de pie, sintiendo el calor y
la humedad rizar mi cabello a través del hechizo alisador mientras el coche de Trent emitía
un pitido y se cerraba. Le dediqué a la seguridad de Castle una sonrisa suave, mi bolso de
hombro bien sujeto cuando Trent se unió a mí y caminamos de nuevo. Las cigarras
chirriaron y me saqué un mechón de pelo que se me había escapado de la boca. Ya echaba
de menos el coche con aire acondicionado de Trent.
El ritmo de Trent coincidía con el mío a la perfección, sus pasos eran silenciosos y sus
pies apenas parecían tocar el suelo. Se veía bien con su chaqueta y corbata, no tenía nada de
calor, lo cual me pareció injusto. Tenía los ojos fijos en el barco hundido e hizo un silbido
bajo y musical. —¿Pike hizo eso? ¿Sin magia?
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Página

8Satchel: Son bolsos inspirados en las carteras colegiales y que se caracteriza por su forma rectangular, el cierre de hebilla
y el asa para colgar en el hombro.
—Aparentemente.— Al ver el barco de vapor de paletas descansando en el fondo del
río, mis pensamientos se dirigieron a Kisten. Incluso ahora, lo extrañaba, y me estremecí
cuando un pensamiento inesperado sobre los dientes de Pike me atravesó y desapareció.
—¿Estás bien?— preguntó Trent, claramente notándolo, y sentí que me sonrojaba.
—Genial.— Mi mirada se dirigió a la mujer parada al frente y al centro. Grande y al
mando, reflexioné, sabiendo que sería formidable a pesar de su pequeño tamaño. Su cabello
negro rojizo era corto y rizado, cerca de su cráneo para darle una apariencia moderna. Tenía
una constitución esbelta diseñada para correr, no para pelear a puñetazos, y los tres
hombres que la acompañaban parecían voluminosos en comparación. Incluso desde aquí,
podía decir que su piel oscura era absolutamente perfecta sin arrugas ni manchas.
Un hombre de traje esperaba junto a la barandilla del barco, flanqueado por otros tres
hombres de seguridad vestidos de negro. Él también tenía el cabello negro rojizo, un vaso
de algo en su mano mientras nos hacía gestos, hablando con su seguridad.
—¿Castle?— Dije mientras nuestro ritmo disminuía.
—Coincide con la foto que me envió Quen—. Trent frunció el ceño. —Es de Australia.
La mitad de su ascendencia es Irlandesa, traída cuando era una colonia penal, la otra mitad
es Aborigen.
Asentí, deteniéndome cuando la confiada mujer levantó una mano. Su nariz era ancha y
su mandíbula muy angulosa. Los fuertes rasgos de la mujer la harían destacar en cualquier
lugar, pero sus ojos gris plateado eran totalmente cautivadores. Había conocido a algunos
hombres zorro antes, y aunque todos tenían una belleza feroz y peligrosa, ella era única
entre ellos, hermosa con herencia proveniente de todos los lados del planeta.
—Esto es lo suficientemente cerca. ¿Srta. Morgan?— dijo ella, su voz aguda cortando el
viento con un acento desconocido. ¿Debe ser Aborigen? Me pregunté, nunca había oído
nada parecido.
—Sí—, dije, queriendo ser amable incluso si se habían aprovechado de un vampiro
desesperado. —Y este es Trent Kalamack. Castle me está esperando.
—Llegas temprano. Soy Cassie —dijo, pero no extendí mi mano, viendo que había tres
pies entre nosotras. —¿Podrías dejar tu bolso en el suelo y alejarte, por favor? ¿Los dos?
Era de esperar cierta desconfianza, pero estaba realmente tensa. La risa burlona de Trent
se desvaneció cuando dos de los hombres a su lado sacaron pistolas mundanas que
disparaban balas de sus cinturones y nos apuntaron.
106

—Un poco nerviosos, ¿no? —dije mientras dejaba caer mi bolso y me acercaba a Trent.
Su pérdida era de esperar. De todos modos, podría hacer mucho más daño con un hechizo
Página

hablado o un encanto. Ya estaba aprovechando una línea ley, pero fortalecí mi agarre,
sintiendo un cosquilleo hasta los dedos de mis pies. Un hombre fue a mi bolso, los dos
restantes se dirigieron directamente hacia Trent y hacia mí.
Trent hizo una mueca cuando uno de ellos sacó un detector de hechizos de su bolsillo
trasero, y ambos levantamos los brazos para que pudiera usar la barra. —¿Hay algún
problema?— Dije mientras su seguridad hacía un escaneo.
—No, y quiero que siga siendo así—. Todavía de pie en la pasarela, Cassie nos miró con
sus ojos plateados mientras tomaban mi teléfono. —El sistema de seguridad del nuevo
barco aún no está listo—, dijo. —No puedes culpar al Sr. Castle por tomar un mínimo de
precaución. Tiene fama de volar casinos, Srta. Morgan.
No pude evitar el destello de una sonrisa, pero se desvaneció cuando su hombre le llevó
mi bolso. Se pensaba que los hombres zorro alguna vez fueron brujas, malditos como lo
habían sido los Weres. Su sangre había perdido las enzimas para encender la magia, pero
aún podían tocar una línea lo suficientemente bien como para descargar y adquirir masa, lo
que les permitía cambiar tanto de tamaño como de forma. Su población nunca había sido
numerosa en los EE.UU. La mayoría vivía en lo que quedaba de Rusia. Y el interior de
Australia, al parecer.
—¿Una varita?— La expresión de Cassie era tensa en duda mientras miraba dentro de
mi bolso pero sabiamente no la alcanzó. —Eso es nuevo para ti, ¿no?
Mierda, ella hizo su tarea. —No es letal—, le dije, sin saber por qué le estaba diciendo
aparte de que no quería que tirara mi bolso al agua. —Se necesita una palabra y un gesto
para invocarla, y no te voy a decir cuál es. No puedes usarla.
—Y ahora tú tampoco puedes—, dijo, devolviéndole el bolso con todos mis amuletos y
la pistola splat al hombre, que se había movido para pararse detrás de ella.
Lo que sea, pensé, sabiendo que habrían sido realmente estúpidos al dejarme participar.
—¿Dónde está Pike?— Dije, y el hombre que buscaba en Trent le devolvió su billetera. —
Sé que no está aquí, y tengo una clase para la que prepararme y otra reunión esta noche.
Cassie se enfrentó al hombre que nos había registrado. —¿Bien?
Se encogió de hombros. —Justo lo que ve, ma'am.
La sonrisa de la mujer se amplió para mostrar sus dientes algo grandes. —¿Sin dinero?
Sin Pike.
El rostro de Trent quedó casi sin sangre. —No lo tendrás hasta que veamos a Pike.
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—Entonces tenemos un problema—, dijo Cassie, haciendo un puchero dramáticamente.


Mis hombros se movieron en un suspiro cansado. —Dáselo—, le dije a Trent, mi voz se
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elevó mientras miraba a Cassie y a su tripulación con los ojos entrecerrados. —Si nos
joden, hundiré todos los botes que pongan en el río, porque quitarme una varita no me quita
lo que puedo hacer… Cassie.
El labio de Trent se crispó. Sabía que esto era difícil para él, pero estaba dispuesta a
mostrarles lo mío primero. —El dinero está en el coche. Guantera—, dijo mientras le
arrojaba la llave al hombre.
El rostro de Cassie se relajó. Con los ojos muy abiertos, miró a Castle parado en la
barandilla, luego le indicó a su seguridad que lo comprobara. Detrás de ella, Castle se
dirigió a la pasarela, sus tres hombres de seguridad con él.
Algo había cambiado, y la adrenalina trinó a través de mí, intoxicante. ¿Ocho contra
dos? Pensé, me gustaban las probabilidades cuando la magia las ponía a mi favor. Forzando
una expresión agradable, planté mis pies y tiré de la línea hasta que mi cabello comenzó a
agitarse. Adelante. Haz que mi pésima semana sea mejor.
Detrás de nosotros, escuché el coche de Trent abrirse y comenzar a sonar. —Ma'am, está
todo aquí—, dijo el hombre de seguridad, y aparté la mirada de Cassie cuando él se acercó
con la cartera de Trent.
Cassie miró dentro. —¿Está de verdad?
—Sí, ma'am—, dijo su hombre de seguridad, y juro que vi a la mujer comenzar a sudar.
—No tuve tiempo de conseguir un cheque—, dijo Trent secamente. —Pike, por favor.
—Mierda,— susurró la mujer, y me tensé, ese mal sentimiento crecía. Las emociones se
cernieron sobre ella: ira, molestia. ¿Miedo? —Te dije que Kalamack podría juntar mucho
dinero—, murmuró, luego se volvió hacia el barco, su ira crecía. —¿Castle?— ella casi
ladró.
Fue más exigente de lo que hubiera esperado de su jefe de seguridad, y entrecerré los
ojos, viendo al hombre bajar por la pasarela, sus zapatos de vestir resonando. El amuleto
decía que Pike estaba vivo, pero ¿dónde? —¿Dónde está Pike?— Dije de nuevo, no me
gustaba su destello de miedo, y Castle se detuvo con un resoplido, su seguridad a cuestas.
—Srta. Morgan.— La sonrisa de dientes de Castle era amplia y, pensé, un poco…
aceitosa. — Un placer conocerla. ¿Sr. Kalamack? Encantado.
Ignoré su mano extendida. ¿Hermanos? Me pregunté al ver el mismo rostro anguloso,
los mismos ojos plateados, el mismo acento. Sin embargo, su tez era más áspera, mostrando
el kilometraje de una vida nocturna vigorosa. Y lo que era más revelador, Cassie estaba
actuando como si fuera una sufrida hermana, no una empleada. No solo hermanos.
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Gemelos, decidí.
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Con cara sombría, Trent tampoco tomó la mano de Castle, y el hombre se echó hacia
atrás, con la frente arrugada por la ira. La seguridad se había dispuesto a nuestro alrededor.
Todas sus armas estaban fuera ahora, y no me gustó la expresión de Trent, dura e
implacable, mientras Castle comenzaba a sudar, el olor extraño y almizclado del hombre
zorro ascendía.
—Sr. Castle —dijo Trent, su tono engañosamente suave—. He pagado la marca de Pike.
Lo quiero.
Mis ojos se entrecerraron en el hombre sudoroso mientras tomaba aliento para hablar. —
Ese no es Castle,— lo interrumpí, y él se sobresaltó. —Ella lo es—, agregué, mi barbilla
moviéndose hacia Cassie.
—Ahora espera un momento… —el Sr. Castle comenzó, pero sus palabras se cortaron
con un gruñido de sorpresa cuando Cassie le dio un ligero golpe en el estómago.
—Perceptiva—dijo, sorprendiendo no solo a Trent sino también a la propia seguridad de
la mujer. No lo sabían, reflexioné, pensando que sería gracioso si no estuviera tan
preocupada por Pike.
—Ah…— El hombre que todos pensaban que era Castle comenzó a protestar.
—Este es Ken. Mi hermano —dijo Cassie con amargura. —Descubrí rápidamente que
una mujer que dirige un casino tiene que romper cabezas dos veces más que un hombre,
pero el casino es mío. Confío en que ambos se lo guardarán para sí mismos—. Miró a su
seguridad, uno de los cuales ahora estaba rojo brillante de vergüenza. —Todos ustedes.
—Eso depende.— Puse una mano en mi cadera. —¿Dónde está Pike? Acordamos que
pagábamos su deuda y todos nos íbamos a casa. La tienes. Justo ahí.— Dudé, haciendo una
mueca a mi bolso y la cartera de Trent en posesión de su seguridad. —¿Dónde está él?—
Mierda en tostadas. ¿Se lo dieron a su hermano?
—Sí. Sobre eso…— Murmuró Ken, y todo mi costado se estremeció cuando Trent tocó
una línea, energía dorada y roja empañando sus dedos.
—Te dije que lo conseguiría —murmuró Cassie. —No sé por qué te escucho.
—¡Cállate, Cassie!— gritó Ken, claramente molesto cuando su seguridad comenzó a
inquietarse. —¡Tengo esto bajo control!— Con el rostro oscuro manchado de sudor, Ken
nos sonrió. —Se escabulló de nuestra seguridad— dijo, pero no necesitaba que Jenks me
dijera que estaba mintiendo. Sólo mi amuleto que decía que Pike estaba vivo me impidió
volar su segundo barco.
—Ya se lo vendió a su hermano —dijo Trent con voz dura.
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—No—, dijo Cassie, su desconcierto obvio. —Cuando Ken le dijo que ya habíamos
hecho un trato contigo, nos atacaron. Maldijeron a mi seguridad y… tomaron a Pike…—
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Terminó rotundamente, su expresión cambió cuando la comprensión se apoderó de ella y se


volvió hacia Ken. —¡Pequeño canalla! ¿Se lo vendiste a su hermano y luego organizaste el
asalto para poder embolsarte el dinero y dejarme colgada?
Con una amplia sonrisa nerviosa, Ken retrocedió. Trent se puso rígido cuando el hombre
pequeño tomó la cartera de su seguridad, y se me hizo un nudo en el estómago. No lo
hagas, Castle…
Trent extendió su mano, con los labios apretados hasta quedar casi blancos. —Si lo
vendiste, la marca de Pike ha sido pagada. Mi dinero, por favor.
—¡Hijo de puta!— Cassie gritó, tambaleándose hacia adelante para empujar a su
hermano a detenerse. Su seguridad parecía perdida, pero pensé que era interesante que
estuvieran vigilando a Cassie y a Ken, no a nosotros. El ceño de la mujer se arrugó mientras
miraba a Castle con creciente furia. —¿Dónde está el dinero, Ken?
—¡Nos diste seis horas!— exclamé. —Pike perdió una apuesta y estoy aquí para
cubrirla.
—Ya está cubierta—. La voz de Trent tenía una dureza helada que rara vez escuchaba.
—Su hermano le pagó. Esa cartera es mía, Srta. Castle. Démela y nos marcharemos.
—¡Me mentiste otra vez!— Cassie dijo, ajena a la magia brillante que goteaba de la
mano apretada de Trent que siseaba contra el pavimento. —Maldito sea todo el infierno,
esos asesinos derribaron a mi gente. Hiciste un trato con ese vampiro chupasangre, ¿no?—
gritó ella, su pequeña forma temblando. —¡Mi gente es golpeada, tú tomas el dinero y yo
me trago tus mentiras de que no sabías nada al respecto!
¿Los asesinos se lo llevaron? Miré a Trent, deseando que se hubiera equivocado. Di un
paso adelante y me detuve cuando Cassie se abalanzó sobre su hermano, aullando de ira.
Ken se retiró con un grito cómico cuando su propia seguridad se llevó a Cassie.
—¡Déjalo ya, Cassie!— gritó Ken, la cartera de Trent escondida detrás de su espalda. —
¿Cómo iba a saber que serían capaces de desenterrar tanto dinero?
—Quítenme sus manos de encima. ¡Aléjense de mí!— Cassie gritó mientras se liberaba,
furiosa mientras se paraba frente a Ken. —¿Cuánto te dieron esos asesinos por abrir la
puerta y dejarlos entrar? ¿Todo?— ella dijo, luego más suave, a sabiendas. —Todo eso. Un
millón dos. Eres un completo idiota, Ken. Este es mi casino, no el tuyo.
—Iba a decírtelo—, dijo Ken, pero casi estaba gimiendo.
—Al infierno que lo harás. ¡Esa es mi gente en el hospital!— exclamó, diciéndome que
estaba más preocupada por su gente que por el dinero. —No es un hechizo de bruja, Ken.
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Es una maldición demoníaca. No saben cómo romperlo.


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Mi interés dio un repentino giro de dirección. ¿Maldición demoníaca? ¿De dónde había
sacado el hermano de Pike una maldición demoníaca?
Trent emitió un sonido suave y cómplice. —No me di cuenta de que Al estaba tan
enojado contigo.
—No fue Al,— dije, recordando la red de seguridad que había puesto en mi dormitorio.
—¿Dali, tal vez?— ¿Pero por qué? Los demonios no hacían nada a menos que hubiera
algún beneficio en ello.
—¿Y todavía crees que estoy jugando contigo?— dijo Ken. —Tú misma lo dijiste. Fue
una maldición, Cassie. Morgan derribó a tu gente —añadió, y mis labios se abrieron con
indignación. —Ella fue quien robó a Pike, por eso está aquí diciendo que está muerto para
no tener que pagar su marca. Espabila. Este dinero probablemente ni siquiera sea real.
—Es real—, dijo Trent.
—Ah… Pike no está muerto —dije.
Cassie, sin embargo, no lo escuchó, la mujer se había despojado de su seguridad
nuevamente. —No —dijo ella, y el hombre que la había retenido maldijo por lo bajo ante la
furia en la tensa palabra—. Ya he terminado de creerte. Eres un mentiroso, Ken, y no lo
pasaré por alto porque eres familia. Papá me dejó el negocio a mí, y tú has mentido para
escaparte incluso con una parte. Ten una buena vida. No me llames—. Dudó mientras Ken
la miraba. —¡Eso significa que te vas!
—Ah, ¿mi dinero?— Trent dijo, claramente dividido cuando Ken se alejó, pero todavía
había tres hombres con armas, y no seguimos a Ken con nada más que nuestros ojos.
Maldita sea, Dali, pensé con frustración, preguntándome qué estaba sacando el demonio
de esto además de hacer de mi vida un infierno. Pike fue quien hizo que esta cosa de la
subrosa funcionara, y sin él, me costaría muchísimo convencer a Finnis de que Constance
todavía estaba a cargo. Tal vez debería devolverle sus libros de hechizos.
—¡No tienes nada más que un barco y algunos dados, Cassie!— Castle gritó por encima
del hombro, su ritmo forzado y rápido nunca cambió. Detrás de él, su personal de seguridad
se miró, claramente sopesando una decisión. —No lo lograrás sin mí. ¡Una semana y me
rogarás que vuelva! ¡Estúpida puta-perra!
Enojada, Cassie lo saludó con un dedo. Su seguridad se tambaleó por un momento,
luego la mitad de ellos corrieron tras él.
—Apreciaría mi dinero, por favor —dijo Trent, con una voz tan fría que daba miedo—.
—Claramente, la marca de Pike ha sido pagada por sus hermanos, aparte de que Ken te
mintió.
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Dinero. Sí. Ese era el trato. Pero yo quería a Pike, no un millón dos. —Ve a buscar tu
dinero,— dije, señalando a la figura de Ken que se alejaba. —Si ella no me da un nombre o
Página

un número para encontrar a Pike, va a volar otro barco.


Frustrado, Trent cambió de un pie a otro, su expresión se volvió mortalmente
desagradable mientras sacudía la cabeza y se volvía hacia Cassie. —Puede esperar—, casi
gruñó, pero su mirada estaba fija en Ken mientras se subía a la parte trasera de un enorme
SUV y gritaba a su seguridad que se diera prisa.
Mi bolso estaba olvidado en el pavimento, y dándole una mirada a los tres hombres
restantes, me acerqué y lo recogí. —¿Quién y dónde?— dije. No tenía sentido, pero todo
estaba confuso.
—No lo sé—, dijo Cassie, nerviosa y distraída. —Solo vi las imágenes de seguridad—.
Ella hizo una mueca. —Había tres. Brujas, creo. Entraron, dijeron algo de Latín, giraron un
anillo y todos en la habitación, excepto ellos, cayeron. Si no lo supiera mejor, pensaría que
querían que las viéramos—. Sus ojos plateados se entrecerraron. —Salieron por la puerta
con él—, dijo con amargura. —Mi gente aún no está consciente.
¿Un anillo los noqueó? Pensé. ¿De repente? Sonaba como un encantamiento élfico, y
mis pensamientos fueron a Landon. Pero Landon estaba aislado en el monasterio. La magia
de anillos no era desconocida, pero un amuleto de línea ley con un alfiler era el método
habitual.
—Discúlpame un momento —dijo Trent de repente, y con un grito feroz, lanzó un fajo
de energía desenfocada hacia el coche. Haciendo una mueca, contuve la respiración
mientras se arqueaba sobre el estacionamiento vacío. La seguridad de Ken lo vio venir y se
dispersó, pero Ken era demasiado lento y golpeó el coche justo cuando abría la puerta para
huir.
Con un atronador soplo de aire, el SUV se elevó unos buenos cinco pies, la ola de fuerza
saliente empujó a los hombres que huían hacia abajo y los hizo rodar por el pavimento
como hojas caídas. Gimiendo, el vehículo golpeó el suelo con un crujido de plástico roto y
metal retorcido. Salió vapor del radiador y la alarma del coche empezó a sonar. Ken había
salido despedido y levantó la vista del pavimento, claramente aturdido.
—Yo, ah, lo siento por esto—, dijo Cassie cuando uno de los hombres a su lado apuntó
con un llavero y la alarma se cortó. —Consíguele al Sr. Kalamack su dinero—, susurró, y el
hombre sonrió antes de irse corriendo. —Debería haber sabido que Ken estaba jugando con
nosotros. Él es un asno. No sé por qué le creí. Lo siento de verdad.
—Eso no soluciona esto—. Me sentía mejor ahora que Trent no había perdido un millón
dos, pero aún faltaba Pike. Sus hermanos habían estado tratando de matarlo desde que tenía
ocho años, y ahora lo tenían.
—Dame el amuleto —dijo Trent, y mi cabeza se agachó sobre mi bolso, el amuleto se
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encendió cuando mis dedos lo encontraron. —Voy a triangular—, agregó, y después de una
mirada furiosa al hombre de Cassie que caminaba hacia el SUV derribado, corrió hasta el
Página

otro extremo del estacionamiento, con la chaqueta ondeando.


Cassie siguió a Trent con la mirada, claramente preocupada. —Lo más probable es que
aún esté respirando—, dijo. —Les escuché decir en la cinta de seguridad que él vale el
doble vivo.
Detrás de ella, el hombre de Cassie sacó la cartera de Trent del coche. Ignorando los
gemidos de sus compañeros caídos, le hizo un comentario a Ken antes de regresar, su paso
lento y confiado. En el otro extremo del estacionamiento, Trent vaciló un momento y luego
corrió hacia otra esquina. Frustrada, me froté la frente. —¿Por qué no me lo dijiste cuándo
sucedió?
—Yo, ah, Ken me convenció de que no tendrías tanto dinero en efectivo—, dijo,
presionando los labios en un pensamiento que no compartió. —¿Es decir, quién hace eso?
Si no pudieras encontrarlo, no tendría que admitir que mi propia seguridad ha sido
derribada. Mi gente habría podido mantenerlo a salvo si Ken no los hubiera vendido. Srta.
Morgan, estoy dispuesta a aceptar parte de la culpa por esto, ya que mi hermano es un total
idiota, pero no sé cómo ayudar.
Con la cabeza gacha, Trent corrió hasta una tercera esquina. La seguridad de Cassie se
detuvo, sonriendo mientras él le entregaba la cartera, y con un pequeño suspiro, Cassie me
la entregó a mí a su vez. —¿Cuánto tiempo ha pasado?— Pregunté, aliviada.
—¿Veinte minutos?— Cassie dijo, y mis hombros se desplomaron. Podrían estar en
cualquier lugar en veinte minutos. —Srta. Morgan. Así no es como hago negocios —dijo
mientras giraba sobre un talón y caminaba hacia el coche de Trent. —No soy una persona
valiente—, añadió Cassie mientras la seguía. —Probablemente por eso miré hacia otro lado
durante tanto tiempo con respecto a Ken. Conozco los dados, las cartas y los porcentajes, y
las posibilidades eran noventa a uno de que pudieras conseguir tanto dinero en efectivo en
seis horas. Por eso no te lo dije. Pensé que el problema desaparecería, nadie sabría.
Había llegado al coche de Trent, y dudé cuando abrí la puerta. Trent ya estaba dentro, y
el coche se puso en marcha con un satisfactorio estruendo de fuerza de la antigua Detroit.
Extendí la cartera, arrojándola en el asiento trasero cuando Trent no la tomó.
—Creo que está en el aeropuerto —dijo Trent por encima del rugido del aire
acondicionado del coche, y me toqué el teléfono en el bolsillo. Edén. Él podía cerrar las
terminales durante unas horas.
—¿Morgan?— Cassie incitó, y dudé antes de entrar. —Realmente traté de detenerlos—,
dijo, sus ojos grises plateados impactando contra su piel oscura. —Si hubiera podido, lo
habría hecho. No sabía… bien… Supongo que no quería saber que mi hermano estaba
tratando de engañarnos a las dos.
113

Habría sido agradable que Jenks me dijera si mentía o no, pero asentí con la cabeza y
apreté los labios. —Si Pike no está vivo cuando lo encuentre, regresaré—, dije, luego entré
Página

y cerré la puerta de golpe.


Trent apretaba el volante con los nudillos blancos y tenía la mandíbula tensa. Exhalando,
traté de relajarme aunque solo fuera para que Trent se calmara. Hacer enojar a un demonio
nacido de brujas era una cosa. Tratar de estafar dinero a un elfo era una verdadera sentencia
de muerte.
—Tenemos que cerrar el aeropuerto—, dijo Trent mientras pisaba el acelerador y yo
arremetí, una mano iba hacia el tablero mientras la aceleración me empujaba hacia el
asiento. —¿Edden?— sugirió, y asintiendo, dejé caer mi bolso en mi regazo y lo abrí para
encontrar mi teléfono.
Si alguien podía hacerlo, sería Edden.

114
Página
CAPÍTULO 9

EL OLOR PENETRANTE DE LOS GASES DE ESCAPE Y EL ECO DE LOS


motores al ralentí fueron un asalto incómodo cuando Trent y yo nos apresuramos a llegar a
Hollows International, o Big HI, como la mayoría lo llamaba. Su agarre estaba en mi codo,
guiándome subrepticiamente ya que estaba con la cabeza hacia abajo enfocada en el
amuleto de búsqueda. Pike no se había movido durante mucho tiempo, pero estaba aquí.
Tensa, miré hacia arriba cuando las puertas corredizas de vidrio se cerraron detrás de
nosotros y los pequeños anuncios en el sistema de sonido del aeropuerto se hicieron
evidentes.
—Guau. Qué desastre —dije mientras Trent me llevaba a un lado y nos detuvimos.
Largas colas salían de los mostradores. Equipaje y gente desanimada estaban contra los
grandes ventanales. Otra línea se extendía desde el quiosco de café hasta la escalera que
conducía a la recogida de equipaje y alquiler de coches.
—¡Cuidado!— exclamó Trent, sacándome del camino de un hombre enojado seguido
por una mujer frustrada y sus tres hijos aburridos, ajenos en sus teléfonos y arrastrando el
equipaje. Me puse de puntillas, viendo un desastre más grande más allá de los carriles de
revisión de hechizos casi vacíos.
—Le debes mucho a Edden—, dijo Trent, con una inclinación de preocupación en su
frente mientras estudiaba el tablero.
Retrasado. Retrasado. Retrasado, reflexioné, haciendo una mueca cuando un vuelo
cambió a cancelado. —Espero que solucionen esto antes del vuelo de Ivy de esta noche.
—Si viaja con alguien con leves restricciones, podrá pasar—. Trent estaba a mi lado,
recordándome a Jenks con traje mientras estudiaba el tablero. —Los transportistas más
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pequeños todavía están funcionando.


Preocupada, miré el amuleto de búsqueda. —La TSA suele dejar pasar si estás
Página

esperando a un pasajero entrante, pero probablemente no con este lío.


La sonrisa de Trent se volvió confiada, casi complacida, mientras miraba las largas filas
en los mostradores. —Escuché que Alaska es agradable en esta época del año.
—¿Alaska?
Su mano tocó la parte baja de mi espalda, girándome. —La línea más pequeña—,
susurró, su aliento contra mi oído haciéndome temblar. —El boleto nos permitirá pasar la
TSA.
—¡Oh! Por supuesto.— Le sonreí, pero lentamente se desvaneció. Los encantos de
vanidad y medicinales estaban permitidos más allá de la puerta, pero mi pistola splat sería
un problema. La varita, aún más. Las varitas nunca hacían nada bueno. Podríamos ponerla
en un casillero, pero podría necesitarla. Ese era el punto.
—Relájate—, dijo Trent, después de haberme sentido tensarme. —Estás frente a la
cámara.
Mi mirada se dirigió a las cámaras de seguridad. Dios, echo de menos a Jenks. —Lo
siento—, dije mientras nos acomodamos detrás de las dos personas que hablaban sobre su
vuelo de salida con el asistente del mostrador.
—¿Sobre qué?— Cabeza gacha, Trent envió un mensaje a Quen.
Todos los demás tenían equipaje. Todo lo que teníamos era mi bolso de hombro. No
sería mi falta de sonrisa lo que me marcara con la seguridad. —Esta no es tu pelea.
Con los pulgares moviéndose rápido, Trent se concentró en el clic de su teléfono. —
¿Cómo lo sabes?
—Pike es importante para mí, no para ti.
Los ojos verdes de Trent tenían una intensidad impresionante cuando dejó su teléfono.
—No es una cuestión de importancia. Es cuestión de lo que está bien y lo que está mal.
Esto es lo que estás haciendo. No me voy a marchar.
Deslicé un brazo alrededor de él, dando un pequeño tirón. —¿Entonces no se trata de
que Ken intentó estafarte?
Haciendo una mueca, estudió el tablero de salida. —Oh, también se trata de eso—, dijo,
una dura promesa recordándome quién era él. —Pero el dinero se puede ganar y perder. Es
una variable que puede ser reemplazada. ¿Pike? No tanto. Lo necesitas para mantener tu
posición de subrosa.
—Él es único, eh—, dije, preguntándome cuándo se moverían las dos personas de
116

delante de nosotros para que pudiéramos comprar un maldito boleto y seguir con nuestra
vida. —Y aquí pensé que no te gustaba—. Mi brazo alrededor de él se deslizó mientras el
Página
alivio llegaba lentamente. Al menos, hasta que mi atención se centró en el amuleto de
rastreo. Ya voy, Pike. Espera.
Salté cuando mi teléfono zumbó, preocupada cuando vi que era Jenks. —Hey, ¿podrías
sostener esto por mí?— Dije, entregándole el amuleto a Trent antes de presionar el ícono de
aceptar.
—Hey, Rache—. La voz aguda de Jenks sonó inusualmente alta a través del altavoz del
teléfono. —¿Ya tienes a Pike?
—Trabajando en ello—, le dije, dándole a Trent una sonrisa sin alegría. —Estamos en el
aeropuerto.
—¿Ella te llamó?— espetó Jenks. —Le dije que estabas ocupada.
—¿Ella, quién?— Pregunté, luego mis labios se separaron. —¿Ivy? ¿Viene temprano?
Las cejas de Trent se levantaron.
—Mi culpa—, dijo Jenks alegremente. —Le dije que estabas teniendo problemas y que
me tomaría un día por enfermedad. Déjame adivinar. Tú eres la razón por la que el
aeropuerto es más pegajoso que Campanilla-uh… No importa. ¿Qué hiciste?
Volví a ponerme de puntillas para mirar por encima de la multitud como si pudiera
localizarla, lo cual era una tontería. Vendría por la parte del equipaje incluso si no tuviera
equipaje. —No hemos hecho nada todavía—, dije mientras me dejaba caer sobre mis
talones. —Castle hizo un truco al darle a Pike a su hermano. El amuleto dice que está aquí,
y Edden canceló todos los vuelos salientes para que se quede. Sin embargo, creo que
todavía llegan vuelos.
—Suena bastante bien —dijo Jenks con voz sombría—. Haré que Ivy te envíe un
mensaje de texto cuando aterrice. Ella va a necesitar que la lleven. Su alquiler no estará
listo hasta la medianoche.
Miré el tablero cuando apareció otro vuelo saliente como cancelado. —Está bien,
gracias—, le dije. —Hey, Pike probablemente va a ser un desastre. ¿Tratarías de
comunicarte con Stef y preguntarle si podría traer a casa un paquete de cuidados para
coserlo?
—Claro, pero ella no ha ido hoy—. Él dudó. —Rache, ten cuidado. Se me hace raro no
estar ahí contigo.
Miré a Trent frunciendo el ceño ante el amuleto de Pike. —A mí también. ¿Cómo está
117

Getty?
Hubo una larga vacilación. —Está bien, supongo. Me tengo que ir.
Página

La llamada terminó con una brusquedad inusual y guardé mi teléfono, desconcertada.


—Mmmm, no soy un experto en esto—, dijo Trent, entrecerrando los ojos ante el
amuleto. —¿Pero no estamos casi encima de él?
—¿Él se movió?— Alarmada, ahuequé mis manos alrededor de las de Trent para acercar
el amuleto. —Se movió—, susurré, mi mirada se elevó para encontrar las puertas. La gente
frustrada entraba y salía, la masa de coches bajaba y se movía en un movimiento constante,
pero ningún Pike. —Está como aquí.
—Tal vez lo pusieron bajo un encanto de no darse cuenta y que pase seguridad—.
Preocupado, Trent se estiró para mirar por encima de la gente que se arremolinaba.
—Quizás.— Haciendo una mueca, saqué a Trent de la fila cuando las personas que iban
delante de nosotros finalmente fueron a la TSA, con su equipaje rodando detrás de ellos.
Mordí mi labio, extrañando a Jenks otra vez. —¿Crees que saben que estamos aquí?
—No veo a nadie que se vea como si no perteneciera. ¿Quizás abajo?— Trent miró los
letreros que colgaban del techo. —Alquiler de coches… recogida de equipaje…
Me puse rígida. —Su vuelo fue cancelado. Están tratando de conseguir un coche de
alquiler.
—Escalera.— La mano de Trent fue a la parte baja de mi espalda otra vez, esta vez para
no perderme mientras nos abríamos paso entre los grupos de personas que nos bloqueaban.
Una chispa de energía se extendió entre nosotros, sintiéndose como una banda elástica y
tentadora mientras hacía flotar un mechón suelto de mi cabello.
Distraída, puse el amuleto en mi bolso, tocando mi pistola splat un momento antes de
guardarla rápidamente en mi bolsillo. El equilibrio de energía interna de Trent comenzó a
cambiar a medida que lentamente absorbía energía en su chi. Podías hacer magia de líneas
ley en el Big HI, pero una gran atracción siempre atraía a la policía del aeropuerto. Este
goteo lento pasaría desapercibido y aun así le daría un gran estallido.
Con la respiración acelerada, también tiré de la línea, sintiendo que mi cabello se volvía
estático incluso en su moño que ocultaba la cortadora de tiras. Llené mi chi y luego me
puse a hilar aún más en mi cabeza. Mis tacones resonaron rápidamente por las escaleras,
disminuyendo la velocidad cuando golpeé una verdadera pared de ruido.
—Que la Diosa nos ayude —susurró Trent cuando llegamos al piso y nos hicimos a un
lado.
—Nunca lo encontraremos en esto,— dije, sintiéndome claustrofóbica a pesar del gran
espacio. Desorientada, comencé a guiarnos a través de la multitud hacia las cintas de
118

equipajes. Las bandas móviles con su equipaje esporádico estaban relativamente


despejadas, pero la gente se alineaba en los bordes de las estáticas, sentándose en las cintas
Página

elevadas. Los diminutos puestos de alquiler de coches eran un desastre con empresarios
pacientes y hastiados y elitistas enojados y con la cara roja, todos hablando con los
recepcionistas agotados tratando de explicarles que tenían tanta cantidad de coches y que si
les gustaría que los pusieran en una lista para no esperar presentes.
Trent sonrió cuando una mujer de blanco comenzó a gritar, exigiendo un coche. —Así
no es como obtienes un vehículo cuando solo quedan tres—, dijo. —¿Quieres dividirte?
Me dolía la cabeza. No quería separarme; tenía miedo de no volver a encontrarlo. —
No—, dije mientras escaneaba los alrededores en busca de rostros golpeados y magullados.
—Los asesinos siempre trabajan de a tres. No llamarían la atención sobre Pike cuando
podrían ponerlo en una esquina bajo vigilancia mientras el tercero consigue un coche.
Caminemos por el perímetro.
La cámara de un teléfono hizo clic y Trent le dedicó a la mujer que lo había reconocido
una sonrisa neutra. —Este lugar no es tan grande. Debe estar encubierto.
Nuevamente mi cabeza palpitó cuando mis ojos encontraron un parche de sol que había
llegado hasta aquí, sintiéndome mejor al mirar hacia otro lado. Mirar hacia otro lado…
Pensé, forzando mi mirada al resplandor de luz solo para que mi cabeza comenzara a latir
de nuevo. La sensación me recordó a las guardas de la cabaña de hechizos de Trent, y le di
un apretón en la mano.
—¿Puedes ver lo que hay en esa esquina?— Dije. —¿Sillas azules?— Supuse, incapaz
de concentrarme.
Se quedó en silencio, con el ceño fruncido mientras una mujer con tres perros pasaba
rápidamente, engreída y absorta en las preocupaciones de su propio mundo. —Eh—, dijo
finalmente, frotándose la frente para dejar líneas de preocupación. —No. Está encantado.
—Entonces ahí es donde está. No, espera —agregué, deteniendo a Trent antes de sacar
mi teléfono y tomar una foto, mi cabeza casi explotando. Sin embargo, la agonía valió la
pena, incluso si mi sentimiento de victoria vaciló cuando vimos la imagen de Pike sentado
en una silla de ruedas, envuelto en una manta con la barbilla caída sobre el pecho. Su
cabello oscuro estaba enmarañado con lo que probablemente era sangre, y le faltaba un
zapato. Dos hombres vestidos de negro de seguridad estaban sentados a varias sillas de
distancia, de espaldas a la ventana, mirándolo. Eran las únicas dos personas en el área
además de Pike, un círculo de sillas vacías entre ellos y el caos circundante.
—Podríamos llevarlo directamente al auto—, dijo Trent, y miré hacia la esquina soleada,
mi cabeza palpitaba mientras trataba de ver lo que mi teléfono había capturado.
—Claro, si podemos distraer a sus niñeras el tiempo suficiente —dije, y los labios de
Trent se curvaron en una sonrisa maliciosa.
119

—Se acerca una gran distracción —dijo Trent. —¿Cuánto tiempo necesitas?
Página
—Todo lo que puedas darme. Ese encanto tiene que estar sobre él, no sobre las sillas.
Tengo que romperlo o estaré trabajando a ciegas y con migraña.
—Entendido—, dijo, inclinándose para darme un beso. —Quieres un sedán de lujo de
tamaño completo, ¿verdad?
Sonreí, sintiéndome perdida cuando se alejó y su mano se deslizó de la mía. Necesito un
disfraz, pensé, envidiando la habilidad de Al para convertirse en alguien. No tenía mucho,
pero cuando Trent agarró una gorra de béisbol de una exhibición al pasar, y luego dejó caer
su chaqueta deportiva sobre una pila de equipaje, me bajé el moño y ahuequé mi cabello.
Como era de esperar, formaba un halo bajo la combinación de calor, humedad y magia, e
hice una mueca mientras tomaba un sombrero para el sol de otra pila de equipaje y me
ponía las gafas de sol con las que esté venía encima de la nariz. Se veía ridículo con mi
cuero, así que me quité la chaqueta y me quedé con la camiseta negra y los pantalones
largos.
Con la chaqueta sobre el brazo, me abrí paso entre la multitud hasta la esquina, con los
ojos en el suelo, no en las sillas vertiginosas. Trent se había ido directamente al mostrador
más concurrido, ignorando la fila y abriéndose paso hasta el frente. Pero cuanto más me
acercaba a Pike, peor me sentía hasta que finalmente me detuve antes de vomitar.
Con los ojos cerrados, busqué una silla y me senté, deseando que la náusea se fuera.
Puedo olerlo… Me di cuenta, y mi corazón dio un vuelco.
—¿Qué quieres decir con que no tienes registro de mi reserva?— La voz de Trent
resonó, y sonreí a través de mi migraña inducida por el hechizo. No lo veía a menudo, pero
nadie podía hacer privilegios desagradables como Trent. —Perdí mi reserva porque dimos
vueltas durante una hora. Sabías que mi vuelo se había retrasado. Y no me digas que podría
haberte enviado un mensaje de texto. ¡No podía usar mi teléfono!
—¿Pike?— susurré, ahogando un grito creciente cuando la alfombra apelmazada a mis
pies pareció moverse. Mierda en tostadas, ¡creo que está justo a mi lado! —Pike, no puedo
verte, pero sé que estás aquí. Estás bajo un hechizo de evasión y necesito que me toques
para romperlo.
Esperé, conteniendo la respiración mientras la arenga de Trent se elevaba.
—¡Mi asistente hizo las reservas hace un mes! ¿Dónde está mi coche? Tú. Retrocede.
Retrocede y hazme un sitio. Tengo una reservación. Coche negro. Modelo de lujo de cuatro
puertas.
Las cabezas se movieron, y logré sonreír a pesar de que me sentía como si hubiera
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bebido una copa de vino tinto con una galleta de limón con sulfato. —Pike —susurré,
esforzándome por escuchar cualquier sonido de él. —Tienes que despertar. Trent y yo
Página

podemos sacarte, pero tienes que tocarme para romper la maldición.


—¡Si hubiera querido uno de dos puertas, habría reservado uno de dos puertas!— Trent
gritó. —Quiero hablar con su gerente. Estás bromeando. No estoy esperando. Todo lo que
he hecho hoy es esperar. Ahora se ocupará de mí. Hay una llave detrás de ese escritorio.
Encuéntrala.
Buen Dios, pensé, preguntándome si Trent estaba canalizando a Ellasbeth o a su padre.
Trent siempre estuvo más inclinado a comprar su camino al frente de la fila que a gritar por
él. Sabía que un mal genio no funcionaba tan bien como una conducta agradable y un voto
de confianza. Sin embargo, sonreír no sería una gran distracción.
—¡Pike!— susurré, doblándome mientras mi cabeza palpitaba. —Se que estás aquí.
Toca mi pie o algo.— Parpadeé, con náuseas mientras trataba de romper el encanto. Había
sido lanzado por una bruja en el lugar, no hecho en otro lugar e invocado. Cassie dijo que
sus asesinos eran brujas. Genial. —Pike —supliqué. —No creo que pueda moverme sin
vomitar.
Y luego me sacudí cuando un escalofrío de energía de línea me atravesó, alejando la
agonía con la agudeza de una bandera que se rompe en el viento. Levanté la cabeza y
respiré limpiamente, casi sorprendida por la falta de dolor.
Pike estaba a mi lado, su pie había tocado el mío cuando resbaló del soporte. —Oh,
Pike,— susurré, con un nudo en el estómago. Un ojo estaba cerrado por la hinchazón. Su
labio estaba roto y magullado, y su nariz llena de bultos estaba rota nuevamente. Sus manos
yacían en su regazo como cosas muertas, hinchadas y raspadas, y un lado de su rostro
comenzaba a ponerse negro y azul. Maldita sea, Ken, esto es culpa tuya. No es de extrañar
que lo pusieran bajo un hechizo de evasión. Incluso la TSA cuestionaría esto.
—¿Qué estás haciendo aquí?— dijo con voz áspera.
De pie, miré nerviosamente a sus dos niñeras. Como era de esperar, estaban viendo la
rabieta de Trent, seguros de que nada podría romper su encanto.
Es decir, hasta que uno de ellos me sintió mirando. Su expresión de sorpresa se
desvaneció rápidamente y, levantándose, golpeó el brazo del otro. Mi pulso se aceleró.
Alcancé mi pistola splat por costumbre, pero estaban lo suficientemente lejos como para
esquivarla.
—Stabils—, susurré, sintiéndome como un demonio cuando la maldición golpeó al que
estaba de pie, y cayó en la silla. —Stabils—dije de nuevo, con la cara fría mientras
retrocedía un paso, bajando al segundo incluso cuando un fajo de energía desenfocada
parpadeó en su mano y se apagó. Mierda en tostadas, esto podría haber sido malo, pensé
121

mientras las demandas de Trent se hacían más fuertes.


Sin embargo, la maldición de evasión se había roto y la gente ya se apresuraba hacia el
Página

ahora visible grupo de sillas. Desafortunadamente, los dos asesinos caídos todavía podían
hablar, y cuando uno de ellos comenzó a gritar en la alfombra plana para que me detuviera,
puse el pie de Pike en el reposapiés, desbloqueé el freno y lo empujé hacia la puerta más
cercana. Por favor, no me dejes encontrarme con el tercer hombre… rogué en silencio. Los
asesinos siempre trabajaban de a tres, especialmente si eran brujas.
—Pareces una mierda de troll frío, Pike —dije mientras arrojaba mi sombrero prestado a
una pila de equipaje. —¿Dónde está el tercer hombre?
—Quedan dos—, se atragantó, con la voz áspera. —Una mujer asesina, y mi hermano
Brad. Están tratando de conseguir un coche—. Jadeó cuando lo empujé sobre el arco de la
puerta y salí a la cinta de recogida, en dirección al estacionamiento. —Dios mío, tu cabello
es… Wow—, dijo cuando el viento lo atrapó. —Castle dijo que me dejabas solo porque
hice esa apuesta —graznó.
—¿Quién? ¿Ken o Cassie?— Pregunté, y él parpadeó hacia mí.
—¿Son familia?— dijo con voz áspera. —Ken. Es el bastardo sádico que me golpeó.
Rachel, no puedo creer que hayas venido por mí.
Mi mandíbula se apretó. Me alegré de que Cassie no nos estuviera mintiendo. Mejor,
ahora tenía pruebas de que su hermano lo hizo.
—Ken nos jugó a nosotros y a su hermana—, dije, con una cara sombría mientras lo
empujaba hacia el cruce de peatones y salía al tráfico. Si los conductores no se detuvieran,
los demandaría tan duramente que estarían pagando mi educación para adultos hasta el día
de mi muerte. —Intentó estafar a Trent por un millón dos.
—¿Trent pagó mi marca?— dijo cuando llegué al otro lado, luego disminuí la velocidad,
haciéndonos retroceder a ambos en una sombra para esperar. —A la mierda con eso—,
dijo, la costra en su labio se abrió cuando trató de sonreír. —Pensé que no le gustaba.
—Parece que sí —dije, distraída. Date prisa, Trent, pensé, luego me puse rígida cuando
lo vi salir del edificio a grandes zancadas. De alguna manera me contuve de saludar como
una idiota, en su lugar hice un silbido agudo. Era el que usamos Jenks y yo, y al
reconocerlo, cambió su ángulo y trotó por la calle, nada más que su confianza y una mano
extendida para detener el tráfico.
—Hey, gracias, Trent. Te debo una —dijo Pike, sus manos hinchadas revoloteando
cuando Trent se acercó a nosotros.
—¿Yo? No. Tu hermano pagó tu marca—, dijo Trent rotundamente, dando pasos
rápidos mientras empujaba a Pike al estacionamiento. —¿Cuántos hay? Tiene que haber
122

más de los dos que Rachel derribó.


Trent miraba mi cabello y yo hice una mueca, incapaz de alisarlo mientras empujaba a
Página

Pike.
—Un total de tres brujas—, dijo Pike, la fresca oscuridad del estacionamiento parecía
revivirlo. —Un hermano—, agregó, escupiendo un puñado de sangre a un poste.
El pavimento pareció retumbar entre mis manos y me quité las gafas prestadas para
poder ver mejor. Estábamos en la planta baja y teníamos que subir dos niveles. —Nos
queda una bruja y tu hermano,— dije. —Tal vez tengamos suerte.
—Sigue adelante—, dijo Trent cuando llegamos al quiosco de boletos de
estacionamiento. —Te alcanzaré.
Pero negué con la cabeza, haciendo girar a Pike para que pudiéramos ver la terminal
mientras Trent estaba de espaldas pagando su boleto. Nuestra salida sería otra larga fila, de
lo contrario. —¿Trent?— Llamé cuando tres personas salieron corriendo por la entrada, su
repentina vacilación en la acera atrajo mi atención. —Pike, ¿son ellos?— Pregunté incluso
cuando reconocí a dos. Mierda en mis margaritas… Pero al menos estábamos lejos de la
multitud, y miré las cámaras de seguridad, extrañando a Jenks.
—Sí—, dijo Pike con un suspiro. —¿Alguno de ustedes, usuarios de magia, tiene un
arma?
Observé sus manos hinchadas y sangrantes y decidí que me quedaría con el arma.
—¿No usaste un encanto para dormir?— preguntó Trent, e hice una mueca por su tono.
—Todo el mundo sabe cómo romper una poción—, dije mientras empujaba a Pike entre
dos coches para esconderlo. —Pensé que una maldición nos daría más tiempo.
Pero me había equivocado, y aunque teníamos a Pike, ahora íbamos a tener que luchar
por él. Con la mandíbula apretada, me escurrí entre Pike y un coche para pararme al lado de
Trent.
—¿Tienes el boleto?— Dije, y Trent me miró como si le hubiera preguntado si quería
volar a la luna. —Lo guardaré—, agregué, tomándolo y guardándolo en mi bolsillo.
—Por supuesto.
Sentí un hormigueo en el costado cuando Trent tiró de la línea ley, y me acomodé en una
postura de pies abiertos entre Pike y las tres siluetas que se detuvieron con cautela bajo el
techo bajo. —Siéntate bien, Pike —dije en voz baja, sabiendo que podía oírme. Brujas,
pensé mientras tiraba de la línea para equilibrar mi energía con la de Trent. ¿Por qué tenían
que ser brujas?
—¿No puedes simplemente liquidarlos y terminar con eso?— dijo Pike, y lancé una
123

ráfaga de energía pura a la cámara más cercana.


—No—, dije, descartando los pocos hechizos letales que conocía. —Tenemos que
Página

mantenerlo legal—. Desafortunadamente, ellos no lo hicieron. Oh, si los atrapaban, serían


juzgados, pero de alguna manera, los asesinos nunca lo hacían. Miré de soslayo a Trent, sus
manos brillando con un ansioso oro veteado de rojo. —¿Verdad, Trent? ¿Mantenerlo legal?
Sus suaves rasgos se contrajeron con molestia mientras observaba al trío que avanzaba
lentamente. —Bien. Legal —murmuró, y lo miré fijamente, un poco inquieta. Había
cambiado, se había vuelto diferente. El empresario se había ido. El padre amoroso estaba
fuera. Estaba de pie a mi lado, como si fuera ajeno a todo lo que podía ser o había sido
entre nosotros, con su poder aún no encadenado por el encanto o el hechizo goteando de sus
dedos en pequeños siseos. Su sombra era alargada detrás de él, su rostro duro de una
manera que prometía dolor. Se había convertido en el señor de la guerra élfico, y reprimí un
escalofrío, sintiendo que me llegaba hasta la ingle.
—Oh, por el amor de Dios —murmuró Pike detrás de nosotros, el vampiro claramente lo
había sentido, y aparté los ojos de Trent y mi libido.
La asesina líder se detuvo, sus curvas femeninas eran obvias a la luz brillante detrás de
ella. Ella debe haber estado en el mostrador de alquiler. —Circulo. Cíñanse—, dijo
simplemente, y los otros dos se volvieron, uno a la derecha, el otro a la izquierda. Si se
ponían detrás de nosotros, estábamos acabados.
Respiré, tirando de la línea hasta que mi sangre casi cantó con ella.
—Lo tengo —dijo Trent, moviendo la mano en un gesto complicado. —Entrono
voulden—, gritó, y mi respiración siseó por la sorpresa cuando un hilo visible de energía de
línea salió disparada de sus manos impulsadas por la palma, rodeando al trío. Había visto
esto antes en el interior del monasterio, pero en lugar de unirlos en un grupo y noquearlos
con un hechizo, se rompió, pequeños trinos de energía serpentearon hasta que tocó a uno de
los asesinos.
Como un chasquido de látigo, todo el hechizo cayó sobre el desafortunado hombre,
derribándolo solo hasta que la mujer le disparó una pequeña bola azul de fuerza y el
hechizo de Trent se desintegró.
Di un paso, alarmada cuando el hombre caído se puso de pie de un salto, con una
expresión fea en su rostro.
—Ella es buena—, dijo Trent sombríamente.
—No es suficiente.— Miré a la mujer, señalándola, luego a mí en invitación. Eres mía,
brujita. —Algún día, vas a tener que enseñarme ese hechizo—. Mi sonrisa se amplió
cuando la mujer asintió con la cabeza, un azul feo goteando de sus manos mientras se
dirigía directamente hacia mí. —¡Allá vamos!
124

Me lancé por un lado, Trent se zambulló por el otro. El dolor palpitó cuando mi hombro
Página

golpeó el pavimento y rodé. Los asesinos se dispersaron, su intención obvia.


—¡No dejes que nos rodeen!— Grité, luego volví a rodar para evadir las bolas azules
brillantes que la mujer me estaba arrojando, pura energía al alcance de la mano. Incluso sin
ser modificada por un hechizo, freiría mis sinapsis como tostadas al sol.
—¡Rhombus!— Grité, sacudiéndome cuando tres hechizos individuales golpearon mi
círculo invocado. Un silbido de energía flameó a través de mí, y me quedé mirando. Ella
había modificado su energía pura y arrojada para que coincidiera con mi aura y me friera
desde adentro. Pero yo era un demonio, y todo lo que hizo fue hacerme más fuerte.
Enojada, me puse de pie, estática disparando desde mi cabello suelto. —Buen intento—,
dije, mis manos se unieron en un fuerte aplauso para reunir su energía… luego la empujé
hacia ella.
Gritando, se zambulló a la derecha. Mi bola de poder teñida de oro golpeó un automóvil
estacionado, levantándolo siete centímetros. Cayó al suelo y saltó la alarma.
—¿Estás bien, Trent?— Grité, girando hacia el hombre detrás de mí. —¡Rhombus!—
exclamé de nuevo, viendo como había golpeado mi círculo y había caído. Mi círculo se
elevó de nuevo, y entonces la sustancia viscosa negra del hombre lo cubrió, volviéndose
dura, atrapándome.
Adaperire, pensé con aire de suficiencia, y su hechizo vinculante se desprendió en
brillantes destellos dorados. Inhalé, atrayendo energía hacia mí como el agua. Un hilo de mi
pensamiento se extendió para encontrar al colectivo de demonios. Maldiciones
almacenadas pasando por mi conciencia como la nieve, hasta que una cayó amorosamente
en mi mano. —¡Implicare!— Grité, empujándola a través de mis manos y golpeando al
hombre asustado de lleno en el pecho. Cayó, enredado en una red brillante de oro y rojo.
Ese es legal, ¿verdad?
Y luego estaba cayendo, mi equilibrio se fue cuando el suelo tembló.
Jadeando, rodé. Había sido Trent. Levanté la vista del pavimento frío para ver que estaba
bien, medio arrodillado bajo la fuerza que acababa de desatar. La asesina líder se estaba
levantando, pero otra vez se encogió bajo una burbuja naranja.
—¿Estás bien?— Grité, y Trent sonrió, un nuevo hechizo ya se estaba formando en sus
manos. Mi hombre se había levantado. Éramos nosotros dos en sus tres, y les devolví la
sonrisa.
—¡Que alguien me dé una puta pistola!— Pike exigió, y me di la vuelta, mis labios
entreabiertos cuando vi que él se había avanzado así mismo, un ojo cerrado por la
hinchazón, el otro completamente negro de rabia.
125

Así es. Tengo un arma, pensé. Con los labios levantados en una sonrisa maliciosa, la
Página

saqué, corriendo hacia la mujer mientras disparaba al hombre que daba vueltas detrás de
mí.
El hombre la desvió y la pequeña bola azul se rompió para formar una mancha húmeda.
Pero eso estaba bien. Estaba realmente detrás de la mujer.
—¡Arrrrrgh!— Grité, lanzándome con los pies por delante hacia ella. El sólido impacto
de golpear su estómago cantó a través de mí, y luego golpeé el suelo en una caída
controlada. —Toma una siesta, sunshine—, dije mientras la mujer jadeaba, mi inesperado
ataque físico la alcanzó mientras todo lo mágico había sido desviado. Satisfecha, le disparé
con mi pistola splat y ella quedó fuera.
—¡Uno abajo!— Grité, luego me encogí ante el estallido de electricidad que sacudió el
techo. Llovieron pequeños golpes de concreto, y entrecerré los ojos, levantándome mientras
más alarmas de coches comenzaban a sonar. Las luces, tal como eran, parpadearon y se
apagaron. Jeez, Trent. Pensaba que se suponía que los elfos son sigilosos y silenciosos.
—Pike, no te metas en esto,— exigí cuando el hombre se detuvo a mi lado.
Trent había volado la red eléctrica y estaba el doble de oscuro. Su oponente todavía
estaba levantado, y grité una advertencia, encogiéndome cuando Trent desvió una masa
brillante para golpear un pilar, rompiéndolo.
Pero con uno de ellos derribado, no podían rodearnos, y disparé pequeños rayos de
energía al hombre que estaba frente a mí, obligándolo a retroceder y evitando que tomara
represalias hasta que estuve de nuevo entre él y Pike.
—Pistola —dije mientras se la lanzaba al vampiro golpeado, y Pike la atrapó, tanteando
con las manos hinchadas. —Si te golpean con magia, tírala antes de que las bolas exploten
y te noqueen.
—¡Fuego en el agujero!— Trent gritó, y me tambaleé hacia Pike, rompiendo un círculo
de protección a nuestro alrededor mientras las llamas subían y bajaban. Por un instante,
pensé que había cometido un error cuando el aire se calentó y mi cabello se levantó en una
ola de calor, y luego desapareció y Trent se elevó en medio del hedor a pintura carbonizada
y caucho derretido. Su hombre estaba caído. Esto va a ser caro…
—No voy a pagar por eso—, dije, saltando cuando explotó un neumático, un verdadero
cañón bajo el techo bajo.
—¡Ahí!— Pike llamó, y me volví hacia el asesino restante, mis caderas se balancearon y
la energía de la línea crujió de mi cabello salvaje mientras dejaba caer mi burbuja de
protección.
—Demasiado tarde para alejarse—, dije mientras el hombre caía de rodillas, sus manos
126

dibujaban un glifo delante de él. Fruncí el ceño, no había visto esto antes, deteniéndome
cuando se levantó para pararse sobre él, la energía en sus manos destellando en un naranja
Página

brillante.
—¡Rachel, abajo!— Trent gritó, e hice un círculo. —¡No!— exclamó, y luego la energía
del asesino me golpeó, atravesando mi círculo como si no existiera.
Y mientras el hombre frente a mí sonreía, descubrí que no podía respirar.
Hijo de un bastardo, pensé, mirando el glifo. Está bien, mis pulmones no estaban
funcionando, pero aún podía golpearlo, y corrí hacia adelante, una oleada de energía brilló
en mi piel cuando rompí mi círculo.
Los ojos del hombre se abrieron. Su mano se movió para hacer una nueva maldición, y
luego yo estaba allí, una patada giratoria lo envió volando fuera del glifo.
Mi pecho estaba en llamas. Me dejé caer, con los dedos tratando de borrar el glifo, pero
mi respiración no entraba.
—¡Rachel!— Trent gritó, y luego se estrelló contra el hombre para enviarlos a ambos
raspando el pavimento. Yo. No. Podía. Respirar. Me arrodillé, mi visión se volvió gris. —
¡Circúlalo! ¡Haz lo tuyo!— Trent exclamó, lanzándome la barra de tiza que le había
quitado al asesino.
Golpeó mi palma con un golpe firme y seguro.
Rodearlo, pensé, pequeñas protuberancias de sensación surgiendo a través de mí
mientras hacía una línea alrededor del glifo resplandeciente. Eres mío.
Y cuando el principio y el final de la línea se encontraron, el encanto de asfixia se
rompió con un ping.
Tomé aire con un grito ahogado, la mano me temblaba mientras miraba entre medio de
mi cabello. El asesino había obligado a Trent a retirarse, la magia cercana siseaba y saltaba
entre ellos. La mano de Pike estaba firme, pero no disparó, temeroso de darle a Trent.
Maldecirme con un encanto de asfixia, ¿eh? Pensé, todavía jadeando mientras luchaba
para ponerme de pie. Todavía estaba en el glifo. —Pacta sunt servanda—, entoné para
devolverle la maldición, y el asesino se sacudió, girando de Trent hacia mí con horror.
Inmediatamente, Trent lo derribó con un hechizo, y el hombre quedó tendido sobre el
cemento, arañándose el cuello.
Me paré más alta, sintiéndome sucia y dolorida. —Si vas a usar un glifo para matar a
alguien, asegúrate de que siga siendo tuyo—, dije con voz áspera.
—Siempre saliendo a la luz—, dijo Pike, y luego le disparó con una bolita para dormir.
Todavía agarrándose el cuello en busca de aire, el hombre se desplomó, inconsciente.
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Página
CAPÍTULO 10

LA IDEA DE DEJAR QUE EL ÚLTIMO ASESINO SE ASFIXIARA BAJO MI


amuleto para dormir era difícil de superar, pero con tristeza dibujé una cola en el glifo,
rompiendo la maldición por completo. El asesino aún estaba inconsciente, pero su pecho
subía y bajaba, y el color volvió a su rostro.
—Hijo de puta —murmuró Pike. Todavía estaba en la silla, pero su patada hizo que el
hombre se deslizara completamente hacia la mujer inconsciente en el pilar agrietado.
Con la espalda encorvada, Trent arrastró al último hombre hacia ambos. Se veía
maravilloso, incluso si cojeaba y tenía una mancha de suciedad a lo largo de todo su
costado. Afortunadamente, las alarmas de los coches se habían detenido, pero el olor
penetrante de la goma quemada era asfixiante y la gente que venía de la terminal lo había
notado, reunida en pequeños grupos para mirar desde la distancia.
—¿Todos vivos?— Dije, deseando tener un moño en mi bolso.
—Por el momento.— La voz de Trent era baja mientras intentaba quitarse la suciedad de
encima.
—No tengo suficiente agua salada para romper una poción para dormir —dije, y Trent
asintió, un breve resplandor de magia envolvió su mano antes de que una neblina visible
cubriera al asesino que había derribado.
El hombre volvió en sí con una sacudida cuando el contrahechizo de Trent hizo efecto.
Pike le sonrió con los labios rotos mientras forcejeaba… luego se quedó inmóvil, con una
expresión de resignación en el rostro.
Sucia y adolorida, me acerqué, recogiendo mi bolso y mi chaqueta a medida que
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avanzaba. Las cámaras estaban rotas, pero había gente mirando. Lo que sea que hiciera
estaría en línea en treinta segundos.
Página
Qué daría yo por algo de privacidad. Le entregué a Pike mi chaqueta y mi bolso para
que los sostuviera, luego me incliné sobre el asesino que me miraba, indefenso con sus
compañeros desparramados a su alrededor. —Todos aquí están vivos—, dije. — Piensa en
eso. Si vienes a por Pike, vendrás a por mí. Creía que eso era obvio. Corre la voz.
Miró a sus compañeros, luego a mí. —Claro—, gruñó.
—Está bien, vuelve a anestesiarlo —dije, y Trent hizo un sonido de satisfacción.
Pike, sin embargo, se acercó más, el olor agrio y especiado de vampiro enojado se elevó
incluso a través del olor de los neumáticos derretidos y la pintura chamuscada. —Mátalos
—exigió, y Trent negó con la cabeza, consciente de las cámaras de los teléfonos sobre
nosotros.
—No —dije mientras la magia envolvía las manos de Trent. —Hicieron esto por dinero,
y el dinero no merece una muerte atroz. ¿Verdad?
—Correcto—, dijo el asesino con voz áspera, y luego quedó fuera, derribado por una
palabra élfica susurrada.
—¡Hijo de puta, no te creo!— Pike se enfureció, temblando mientras se erguía en su
silla. —Me iban a matar dos veces, ¿y los estás dejando vivir para que puedan intentarlo de
nuevo?
—No volverán a intentarlo. Puedes golpearlos si quieres— sugerí mientras tocaba mi
rodilla adolorida y su labio se curvó. Maldita sea, había hecho un agujero en mi mejor par
de pantalones de cuero ligero.
Oliendo a árboles verdes y hierba, Trent se deslizó a mi lado. —¿Estás bien?
Fruncí el ceño, no me gustaba cómo estaba mirando mi cabello salvaje. —Tenemos que
salir de aquí.
Todavía en su silla, Pike pateó a la mujer, el feo golpe me hizo estremecer mientras ella
gemía bajo el encanto de sueño. —Eso es por el chiste de mi madre —dijo Pike, con la voz
entrecortada por el dolor.
—De acuerdo. Vengaste a tu madre. Tenemos que irnos —dije mientras giraba su silla.
Una risa baja resonó en el garaje subterráneo, y me detuve bruscamente,
concentrándome en ella.
—Hermanito, debes ser un gato. ¿Cuántas veces tengo que intentar matarte?— dijo un
hombre alto con pantalones y camisa ligera, con el teléfono en la mano mientras estaba de
129

pie junto a un pilar.


Página

Mierda en tostadas, era el hermano de Pike.


—Te tomo bastante tiempo.— Pike escupió un puñado de sangre que golpeó el cemento
frío con un sonido feo. —Brad.— Me entregó mi bolso y mi chaqueta, pero no lo dejé
levantarse y se dejó caer pesadamente en su silla de ruedas cuando lo empujé hacia abajo.
—Pareces chupado.
—¿Estás seguro de que no estás muerto? Pareces muerto—. El hombre se empujó desde
el pilar pero no se acercó más. —¿Por qué debería ensuciarme las manos cuando puedo
pagarle a alguien para que lo haga?— Una amplia sonrisa de dientes largos cruzó su rostro.
—Bueno, eso no funcionó. Pensé que las brujas podrían conseguirlo. Probaré algo más la
próxima vez.
—Hablas demasiado—, le dije, con la pistola splat levantada. Solo lo esquivaría, pero
lograría que se callara.
—¡Espera!— Trent gritó, y me sobresalté, mi bola splat estalló contra el techo bajo
cuando una sombra gris y delgada salió disparada, apuntando directamente a Brad.
—¡Ivy!— grité, reconociéndola cuando se estrelló contra el hermano de Pike,
derribándolo contra el pilar antes de balancearlo para golpearlo contra un coche. La alarma
del coche se disparó y ella volvió a golpearle la cabeza para que la alarma sonara y se
apagara. Tres golpes en dos segundos y listo.
—¡Mi Dios, te ves genial!— dije, caminando hacia adelante mientras el hermano de
Pike se deslizaba hasta el pavimento a sus pies. —Jenks dijo que llegarías temprano. ¡Esto
es suerte!
Ivy respiró hondo, mostrando una de sus raras y hermosas sonrisas. —Veo que nada ha
cambiado mientras estuve fuera—, dijo, y le di un abrazo, con los ojos cerrados cuando
sentí que sus brazos me rodearon. Su rápido apretón y su liberación aún más rápida fueron
un recordatorio de lo raro y fugaz que era cualquier toque para ella, y sonreí, sintiendo que
las lágrimas amenazaban. Habían pasado meses, y yo había estado preocupada.
—Maldición—, maldijo Pike cuando le sonreí. Sabía que estaba sonrojada. No me
importaba. El olor a vampiro feliz que provenía de ella me golpeaba como si hubiera estado
bebiendo tequila todo el día.
Trent se adelantó cojeando, el alivio y la bienvenida en su rostro. —Impecable
sincronización, Tamwood—, dijo, y los dos asintieron con cautela el uno al otro. Era lo
mejor que conseguiría. Ivy no era libre con su confianza, pero cuando la daba, era absoluta.
—¿Eres Ivy Tamwood?— dijo Pike mientras se empujaba hacia adelante, e Ivy asintió
antes de estirar la mano para golpear la cabeza de Brad contra el coche nuevamente para
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mantenerlo fuera. —Maldición, chica, eres…


—¿Soy qué?— dijo, su voz baja como polvo vivo, arremolinándose a través y alrededor
Página

de nosotros, silbando en las esquinas del oscuro estacionamiento.


La mirada de Pike recorrió su ceñido traje de viaje de punto negro. —Por lo que merece
la pena morir dos veces—, dijo, y yo sonreí aún más.
Obviamente había terminado, y la gente de las afueras se acercaba, algunos se atrevieron
a pasar rápidamente junto a nosotros un pasillo más allá. Su vuelo, tal vez. Necesitábamos
irnos antes de que apareciera la policía del aeropuerto. —Ivy, este es Pike Welroe. Ha
estado manteniendo a raya a los vampiros de Cincy. Apenas he tenido que hacer nada.
—Así lo veo.— Pero Ivy sonreía mientras se acercaba, sus botas hechas por vampiros en
silencio sobre el frío cemento. —Un placer—, dijo ella, mostrando los dientes mientras
estrechaba con cuidado su mano hinchada. — Cualquier amigo de Rachel se queda fuera de
mi lista de mierda hasta que me demuestre lo contrario.
—Encantado de conocerte.— Él sostuvo su mano por un instante demasiado largo, un
ojo entrecerrado en pensamiento mientras ella le sonreía. —¿De quién has estado bebiendo,
alta, oscura y mortífera? ¿Y puedo unirme a ti?
Ella se rió de eso, mis labios se abrieron con sorpresa cuando descubrió su larga y pálida
garganta en lo que podría ser una invitación. —Eres dulce—, dijo, y luego me empujó fuera
del camino para ponerse detrás de su silla y empujarlo a moverse. —¿Dónde está tu coche?
—Trent está aparcado dos pisos más arriba —dije, saltando cuando el hermano de Pike
emitió un suave gemido y Trent golpeó la cabeza de Brad contra el coche de nuevo.
—¿Apenas puede ponerse de pie, y está coqueteando?— Trent susurró, pero pensé que
era más que eso. Ivy tenía dos almas en ella: la suya propia y la de Nina. La incongruencia
creaba una atracción casi visceral, ya sea que el vampiro estuviera vivo o muerto,
aparentemente. Y donde se asentaba el atractivo, también lo hacía el poder de persuasión.
No es que Ivy hubiera tenido nunca ningún problema en esa zona.
—En serio—, dijo Pike mientras ella lo empujaba más cerca. —¿Cuánto tiempo estarás
en Cincinnati?
—Tal vez dependiendo de si estas a la altura—, dijo. A Ivy le gustaban las cicatrices, y
me sonrojé, una mano acariciando mi piel perfecta. No siempre había estado así.
—Señoritas, ¿qué quieren hacer con, ah, Brad?— preguntó Trent, con voz cansada. —
No puedo seguir estrellándolo contra los coches.
Pike se rió. —¿Por qué no?
—Me confiscaron los cuchillos—, dijo Ivy. —No esperaba tener que pasar por la TSA.
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—Tengo uno —dijo Pike, e Ivy casi ronroneó, y se lo quitó de la mano cuando brilló
bajo la tenue luz. —¡Hey!
Página
—No lo jales si no lo vas a usar—, dijo, lo cual no tenía sentido para mí, pero creo que
estaba coqueteando.
—¡Whoa, whoa, whoa!— Dije cuando Trent levantó la cabeza de Brad por el cabello e
Ivy dio un paso más cerca. —Vamos chicos. Probablemente todavía estemos en una
cámara.
—Conozco un sótano con piso de tierra—, dijo Pike, y Trent me miró esperanzado.
—Buen Señor, no—, dije con firmeza mientras giraba mi bolso. —Tengo una idea. Una
que podría servirnos dos veces.
—Sigue siendo la esponja divertida —dijo Ivy con un suspiro, y Trent aflojó el agarre
del cabello de Brad. Sí, todos mis amigos eran salvajes. A veces me preguntaba en qué me
convertía eso.
—Él es mi hermano—, dijo Pike mientras buscaba en mi bolso para encontrar la varita
justo donde la dejé. —Yo digo que muera. Un idiota menos disparándome.
Aquí está… —La cagaste, así que yo decido quién vive y muere hoy—. Con la varita en
la mano, dejé caer mi bolso a mis pies y adopté una postura de piernas abiertas sobre el
pavimento húmedo. —Pike, ¿cuántos hermanos tienes?
—Uno menos para el atardecer de esta noche —murmuró, e Ivy hizo una mueca de
sospecha ante la varita. A ella nunca le gustaron mis aspectos más brujos, probablemente
porque los había usado en más de una ocasión para recordarle que no significaba no. Todos
tenemos nuestro pasado que superar.
—De acuerdo.— Me paré frente a Brad, con la varita golpeando mi palma para enviar
pequeñas sacudidas a través de mi aura. —Lo matas y vienen más. Tengo una idea para tal
vez detenerlo todo.
—¿Sí? ¿Cuál es esa?— Pike preguntó mientras Trent emitía un mmmm de preocupación.
—¿Comprarte algo de libertad?— Sugerí.
—Necesitas eso para Finnis —dijo Trent, y un atisbo de preocupación me pellizcó la
frente.
—Tiene seis maldiciones—. Hice una pausa, empujando al hermano de Pike con la
punta del pie. Apostaba a que estaba despierto y fingiendo para que no le golpearan la
cabeza otra vez. Jenks me lo podría haber dicho con solo mirar. —Ivy, golpéalo para
despertarlo, ¿quieres?
132

Ivy retiró la mano y Brad abrió los ojos. —Golpéame de nuevo. Emocióname—, gruñó
mientras ponía sus pies debajo de él y se sentaba contra el pilar. Con su perfecto rostro
Página

plácido, Ivy hizo crujir sus nudillos, considerándolo.


—No te muevas—, amenacé, sintiendo el equilibrio de algo cambiar. —Soy la única
aquí que no te quiere muerto. ¿Entiendes?
Brad frunció el ceño y yo reforcé mi control en la línea. La varita se sentía resbaladiza
en mi agarre, y tomé una postura firme, el hedor de los neumáticos derretidos se pegaba a
mi nariz. ¿Cuáles son las palabras? Oh sí. Hora de dormir. —Hora somni—, entoné,
agitando la varita para hacer el glifo "tal cual".
Gritando, dejé caer la varita cuando brilló cálidamente y una neblina negra y dorada se
posó sobre el hermano de Pike. Se puso rígido, separando los labios.
Y luego me doblé, sorprendida cuando la obscenidad se estrelló contra mí.
Gruñendo, les hice señas a todos mientras Trent gritaba mi nombre alarmado. Oh, Dios,
era malo, y la sensación de estar mal se deslizó sobre mi aura, negándose a asentarse
incluso mientras ardía como el hielo. Acepto esto, pensé, pero era pesado, y no importaba
cómo tratara de tomarlo, parecía deslizarse por sí solo dentro de mi aura exterior, donde
colgaba como si esperara una dirección.
—¿Rachel?— La mano de Trent aterrizó en mi hombro, y jadeé, tirando de la fealdad
oscura dentro de mí mientras trataba de pasar de mí hacía él.
Acepto esto. Esto es mío, pensé de nuevo, y la obscenidad se instaló a regañadientes en
mi chi. ¡Esto es mío!
—¿Se encuentra bien ella?— La voz de Pike sonaba como si estuviera en el fondo de un
pozo.
—Estoy bien—, dije mientras abría los ojos, jadeando.
—Parece sobremedicado—, dijo Ivy, y mi atención se centró en el hermano de Pike. Mis
labios se apretaron y miré a Trent, dando un paso atrás para que la obscenidad no intentara
saltar de nuevo hacia él. La varita todavía estaba en el pavimento, y la tomé con cautela,
metiéndola en un bolsillo, donde yacía como un bulto pesado. Hodin, tenemos que hablar.
—Estoy bien—, dije de nuevo mientras fruncía el ceño ante la expresión floja de Brad.
—No esperaba tanta obscenidad—. Me temblaban las manos y las apreté para tratar de
ocultarlo. ¿Qué maldición demoníaca me enseñó Hodin? Se sentía oscura, pero los
ingredientes estaban bien. Ni siquiera había establecido los parámetros de lo que quería que
hiciera todavía.
—¿Rachel?— Trent movió mi cara hacia la suya, su dedo cálido en mi barbilla fría. —
Eso es un montón de obscenidad.
133

Tragué saliva, estremeciéndome cuando sentí que intentaba dejarme de nuevo y tiré de
mi hacia atrás. —La cantidad de obscenidad no significa que sea una maldición oscura—,
Página

dije, sintiéndome enferma. —Solo significa que cambié la realidad más de lo habitual. Dale
un segundo para que se absorba. Mejorará—. Maldita sea la Revelación, si Hodin me hubo
mentido, me iba a cabrear.
Pike señaló con el pie a su hermano, y el hombre de ojos flojos no se movió. —¿Cómo
es esto mejor que muerto?— dijo, y cerré mis manos en puños, no me gustaba que todavía
estuvieran temblando. Podía sentir que la maldición aún nos unía a Brad y a mí, y se sentía
mal.
Pero mal o no, tenía que continuar, y me encogí para poner mi cara junto a la de Brad y
terminar la cosa. —¿Recuerdas a Ken Castle?— Dije, y él parpadeó hacia mí. —Ken —dije
con firmeza. —En el casino. Un hombre zorro. Le diste dinero y él te dio a Pike.
Brad asintió, mirando a Trent e Ivy como si nunca los hubiera visto antes, pero su
mirada se endureció cuando vio a Pike, ensangrentado y golpeado en la silla de ruedas.
—Bueno, Ken te engañó—, le dije. —Tomó tu dinero y te dio a un Pike falso pensando
que lo matarías de inmediato y nunca lo descubrirías.
La mandíbula del hermano de Pike se apretó con ira. —Hijo de puta—, susurró.
—Así es,— dije. —Este es el hombre equivocado—. Me volví hacia Pike, que había
empezado a sonreír. No era una mirada agradable en él en este momento, ya que su ojo
estaba cerrado por la hinchazón, su labio estaba abierto y su nariz estaba rota. —Él no es
Pike—, agregué, y la confusión de Brad volvió. —Pike está en las Bahamas. Es por eso que
estás en el aeropuerto, pero primero deberías recuperar tu dinero de Ken.
Trent escondió una sonrisa detrás de una mano, e incluso Ivy se rió entre dientes.
—Bien.— Me levanté y Brad me siguió con la mirada. —Ivy, creo que ya puede ponerse
de pie.
Ivy extendió una mano. —Arriba, cielo —dijo, tirando de él para que se pusiera de pie.
Gruñendo, Brad se llevó una mano a la cabeza. —¿Por qué estoy en el aeropuerto?
—Ibas a llevar a Pike con tu abuelo —dije, confundida, y la fea sonrisa de Pike
desapareció. —Pero Ken te engañó. En cuanto recibas el dinero de Ken, vas a localizar a
Pike en las Bahamas.
—Oh sí. Bien.— Brad entrecerró los ojos ante el brillante baño de sol fuera del pilar del
estacionamiento. —Debe haber sido una gran fiesta. Mi cabeza está explotando—.
Parpadeó hacia nosotros sin comprender. —¿Alguien me asaltó? ¿Dónde estoy?
Miré a Trent, una sensación de malestar se abrió paso alrededor de mi corazón. —Ah, el
134

aeropuerto.
—Hijo de puta—, murmuró, sintiendo sus costillas. —¿Qué carajo estoy haciendo aquí?
Página
El ceño de Pike se profundizó. —Necesitas que Ken Castle te devuelva el dinero.
—Pike.— Brad se levantó, la confusión se apoderó de él mientras disminuía la
velocidad, justo ahora notando sus nuevos moretones. —¡Malditas brujas!— juró al notar a
los tres asesinos caídos.
—Ese no es Pike,— dije rápidamente, pero esa sensación de frío se estaba volviendo
más pesada. —Ese es el hombre que Ken Castle hechizó para que se pareciera a Pike para
conseguir tu dinero. Ibas de camino a recuperarlo, ¿recuerdas?
Todavía mirando a Pike, Brad tomó su teléfono. —No recuerdo a Castle. ¿Es él quien
me asaltó? ¿De cualquier manera, quien eres tú?
Trent me tocó el codo. —¿Podrías disculparnos un momento? Ivy, tal vez tu novio
pueda llamar a alguien para que lo lleve a casa en autobús o algo así.
—¿Novio?— dijo Ivy, y Pike se aclaró la garganta, atrayendo su atención.
—Ese soy yo—, dijo Pike mientras Brad miraba su teléfono con el ceño fruncido.
—¿Qué estoy haciendo en Cincinnati?— susurró, su confusión crecía, y Trent me apartó
unos pasos.
—Esto no parece un cumplimiento,— dije, nada feliz. —Esto se siente como una
maldición de memoria—. Recordaba a Pike, pero no a mí ni a lo que le había dicho hacía
treinta segundos.
—Saquemos a Pike de aquí antes de que desaparezca el efecto—, dijo Trent, y yo asentí.
Si se le pasa…
—Hey—, dijo Brad en voz alta mientras miraba los coches con pintura descascarada y
llantas pinchadas. —¿Alguno de ustedes sabe dónde está mi auto?
—El lote este —dije mientras le hacía señas a Ivy para que sacara a Pike. Había luces
ámbar brillando afuera bajo el sol, y teníamos que irnos. —Gracias por todo. Nos vemos.
—Bien.— Brad se frotó la cabeza, mirando a los tres asesinos antes de cojear hacia las
luces azules y ámbar como una polilla hacia una llama. —Nos vemos.
Trent enlazó un brazo con el mío y nos dirigimos al ascensor. Todavía estaba mareada
por la obscenidad. Algo estaba seriamente mal. Tenía que hablar con Hodin. Ahora.
—Hubiera preferido matarlo —murmuró Pike hoscamente, e Ivy, empujándolo como
una enfermera de día especialmente esbelta y excepcional, resopló su acuerdo.
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—No, esto es bueno—. Exhalé, sintiéndome un poco mejor. Nadie murió. Eso tenía que
dar cuenta de algo. Los asesinos serían despertados y, con el tiempo, se correría la voz. Mi
Página

reputación estaba intacta. Y al final del día, eso era todo lo que realmente tenía.
Una llamada se escuchó detrás de nosotros, y no nos giramos, nos enfocamos en el
ascensor mientras disminuíamos la velocidad antes de que Trent presionara el botón de
subir. Lentamente, la ira de Pike cambió y flexionó las manos, mirándolas. —Gracias—,
dijo en voz baja. —Nadie ha arriesgado su vida por mí antes.
Me sentí rara y deseé que llegara el ascensor. —Vale la pena salvarte —dije, y los
hombros de Trent se desplomaron. —Incluso si la cagaste al hacer esa apuesta—, agregué,
mirando a Ivy. —Tenemos que averiguar qué quiere Finnis.
Ivy pasó junto a Trent y pulsó la tecla de arriba tan rápido que pareció tararear. —Ver a
Constance.
Pero tenía que ser más que eso, y suspiré, aliviada cuando las puertas se abrieron y no
hubo nadie dentro. Trent sostuvo la puerta e Ivy hizo entrar a un Pike en silencio y
pensante. Yo fui la última y le di a la pequeña multitud que rodeaba a Brad y a los asesinos
caídos una última mirada mientras las puertas se cerraban. A mitad de camino a casa.
—Hodin dijo que era una apuesta segura—, murmuró Pike, y mi mirada se disparó hacia
él.
—¿Hodin?— Pregunté, y Pike se encogió de hombros, luego hizo una mueca, una mano
yendo a sus costillas.
—No vamos a caber todos en tu coche—, dije cuando las puertas se abrieron y un aire
más fresco del estacionamiento fluyó entre nosotros. —Pike, es posible que tengamos que
dejar tu silla atrás.
Trent sonrió. —No hay problema. Tengo una furgoneta accesible esperándonos. Solo
tenemos que llegar al alquiler de coches.
—¿En serio?— Dije, recordando su distracción. —Eres increíble.
—Y no lo olvides—, dijo, tirando de mí hacia él para un abrazo lateral.
Delante de nosotros, tanto Ivy como Pike suspiraron, probablemente por la misma razón.
Mi cabeza golpeó el hombro de Trent, y sentí que el feo nudo de inquietud comenzaba a
desatarse. Pike iba a estar bien. Incluso podría curarlo lo suficiente para que pudiera venir
conmigo a hablar con Finnis.
Pero cuando la charla ligera y áspera de Pike se mezcló con las respuestas rápidas y
precisas de Ivy, comencé a plantearme.
Cassie había dicho que los asesinos habían usado una maldición basada en un anillo para
136

derribar a su gente. Mi suposición de que solo un practicante hábil como Landon o Dali
podría haberlo hecho podía ampliarse para incluir a Hodin. Él usaba mucho la magia de
Página

anillos. Pero no pudo haber sido Hodin quien ayudó a los asesinos a salir con Pike. Hodin
me necesitaba.
¿Verdad?

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CAPÍTULO 11

LA REVELACIÓN TOMA ESTO, TENGO QUE HACER ALGUNOS CAMBIOS, PENSÉ


mientras arrastraba los pies hacia la iglesia. La fatiga y el dolor de los próximos moretones
me hicieron lenta, pero mis hombros cayeron aliviados cuando el bendito aire seco y fresco
bañó mi rostro. El sol se pondría en unas pocas horas, pero iba a ser una noche calurosa y
bochornosa, y las ventanas probablemente permanecerían cerradas. —¿Jenks?— grité
cuando Ivy pasó por mi lado, su hombro debajo del de Pike mientras lo ayudaba a entrar.
—¡Estamos en casa!
Me hice a un lado, esperando a Trent antes de cerrar la puerta y recostarme contra ella.
—¿Hodin?— Dije, con tono cauteloso, pero no hubo respuesta. Trent estaba hablando por
teléfono con su banquero, y dejé mi bolso y mi chaqueta junto a las escaleras y me dirigí al
sofá.
—No. Lo tengo —dijo Trent cuando pasé junto a él. —En la mano, en realidad—,
agregó, con un toque de diablura en él. —¿Efectivo?— Él dudó. —Me conoces mejor que
eso. Está bien, me has pillado. ¿Ayudaría si mis abogados hablaran con los tuyos para
mantener todo a la vista?
La línea recta de Ivy hacia los baños se hizo más lenta mientras asimilaba los cambios,
su mirada iba de su baby grand en el escenario elevado al agujero elegantemente reparado
en el piso a los muebles alrededor de la mesa de café. —¿Son nuevas?— preguntó, mirando
las vidrieras.
—Sí, y a diferencia de las viejas, se abren cuando no hay treinta grados y un cien por
ciento de humedad afuera—. Me dejé caer en el sofá, sintiendo como si nunca pudiera
levantarme. —Finley las encontró en los tramos abandonados de Tennessee. ¿No te encanta
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lo que le hizo al suelo?


Ivy asintió, soportando fácilmente el peso de Pike mientras el hombre reprimía un
Página

gemido.
¿Por qué esto parece tan familiar? Reflexioné con amargura cuando Ivy le dijo a Pike
que aguantara y que lo metería en una tina de agua tibia antes de que pudiera desatar el
zapato que le quedaba.
—No necesito ayuda —protestó Pike, con expresión tensa mientras intentaba apartarse
de ella.
El agarre de Ivy en su codo se hizo más fuerte. —No todo se trata de ti, Welroe.
Tanto Trent como Pike miraron hacia arriba, y Pike parpadeó, repentinamente sin
resistirse a su agarre. —¡Oh!
Oh, de hecho. —Al menos los pixies están afuera—, dije, escaneando las vigas para
encontrarlos completamente ausentes. La presencia de Getty ya estaba mostrando
beneficios. —¿Jenks?— Llamé de nuevo cuando la puerta del baño se cerró con un clic, y
casi de inmediato sus alas sonaron en el pasillo. El pixy estaba decididamente agotado, un
extraño polvo azul dorado iluminaba su camino.
—¡Maldición, chica!— Jenks dijo mientras me rodeaba una vez antes de posarse en el
brazo del sofá. —¿Qué le hiciste a tu cabello? ¿Metiste la lengua en un enchufe?
Extendí la mano para tocarlo y me horroricé al descubrir que se había convertido en una
estera. Trent, que se había sentado frente a mí, reprimió una risita mientras esperaba en
espera. —Está húmedo —dije, y Jenks se echó a reír, su voz como campanas de viento.
—Podrías perder una feria de hadas en esa cosa—, dijo. —¿Dónde está Ivy? ¿Ella con
Pike en la ducha?
No había aterrizado en mi hombro. Podría haber sido por mi cabello, pero tenía la
sensación de que era mi nueva capa de obscenidad lo que estaba estudiando. —¿Cómo
supiste que era ella… — Empecé, luego asentí. El pixy tenía mejor oído que una manada de
chihuahuas. —Ah sí. Ella lo está ayudando a limpiarse.
—Bueno.— Finalmente apartó los ojos de mi aura y exhalé lentamente, contenta de que
no hubiera dicho nada. —Si alguien puede poner a Pike en pie a tiempo para esta noche, es
ella. Ella es buena para poner a los hombres en posición vertical.
Trent se aclaró la garganta deliberadamente, sin apartar la vista de su teléfono mientras
el pixy se reía como un niño de sexto grado. Pero la alegría de Jenks se desvaneció ante el
grito de sorpresa de Pike desde el baño. —Sabía que debería haber ido contigo—, dijo
Jenks. —¿Qué diablos le hiciste a tu aura?
—Yo también me lo pregunto —dije, aliviada cuando la ducha inició y amortiguó la
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conversación ahogada de Pike e Ivy. —¿Está Hodin por aquí?— Me dolían los pies y
levanté una pierna para quitarme la bota. —Necesito hablar con él. Incitó a Pike a hacer esa
Página
apuesta—. Y tal vez vendió la maldición a los asesinos que derribaron la seguridad de
Castle.
—¿Sí? Quería ayudar a vigilar a Getty, así que la llevé a la cocina—, dijo Jenks. —
Baribas ha estado de mal humor en el jardín desde que te fuiste.
—¿Crees que la va a dejar en paz? —pregunté, y el pixy se encogió de hombros.
Trent se levantó del sofá, su teléfono en la mano. —Rachel, ¿te importa si uso tu porche
por un momento? Necesito atender esto.
—Por supuesto. ¿Me traes algo frío cuando vuelvas?
—Lo tienes.— Su voz adquirió un tono profesional, se dirigió al pasillo de la parte
trasera de la iglesia, con su mano recorriendo mi hombro para dejar un hormigueo.
Jenks se puso de pie, claramente impaciente por ver a Ivy pero sabiendo que no debía
interrumpir lo que estaba pasando en el baño. —¿Qué piensa Ivy sobre la nueva
incorporación?— preguntó.
—Aún no lo sé—. Resoplé de alivio cuando una bota salió. Sangre y Azufre, Azufre y
sangre.
—Genial. Me apunto a darle el tour—. Se rió disimuladamente del pasillo vacío,
probablemente escuchando cosas que me alegré de perderme. —Así que… ¿Cómo te fue
además de que rodeaste tu aura de suciedad?
Mi segunda bota salió y dudé, tratando de decidir qué decir mientras las acomodaba. —
Entre tú y yo, creo que podríamos haberlo hecho el doble de rápido y con la mitad del dolor
si hubieras estado allí—, dije en voz baja, lo cual, aunque no del todo cierto, no heriría su
orgullo pixy. —¿Cómo está Getty?— Pregunté mientras tocaba el nuevo agujero en mi
rodilla.
—De acuerdo.— Frunció el ceño en marcado contraste con un brillo repentino de su
polvo. —Ella no confía en mí, lo cual entiendo. Baribas insiste en que estaba cazando
furtivamente. Nadie es feliz. Ella sigue intentando… Ella está bien.
—Entonces, negocios como siempre—. Puse los arcos de mis pies en el borde de la
mesa, escuché el sonido del agua corriendo y me alegré de que Finley hubiera instalado un
calentador de agua a pedido. Quería darme una ducha y domar mi cabello, pero no hasta
que supiera qué estaría haciendo Trent durante las próximas horas. —¿Se reparará su ala?
—Oh, por supuesto.— Se sentó, sus alas se volvieron borrosas hasta volverse invisibles
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hasta que se acomodó. —Pero no volará durante unos días. Tuvo suerte de que no fuera una
vena principal la que se rompió. No sé quién la va a matar primero, si Baribas o yo. Él dice
Página

que un pixy que pasaba le dijo que estaba cazando furtivamente, pero ella insiste en que
quedó atrapada en una corriente descendente y solo estaba haciendo un sobrevuelo en el
jardín.
No me atreví a sonreír. —Jenks, ¿qué dirías si te pidiera que te quedaras con Getty
cuando vaya a hablar con Finnis esta noche?
—Diría que tu queso está a punto de resbalarse de tu galleta—. Con el ceño fruncido,
Jenks levantó la vista después de alisarse un dobles de un ala. —Me pediste que me sentara
cuando fueron a pagar la marca de Pike, y regresas con tu aura que parece mierda de troll y
una rodilla raspada. Ni siquiera quiero hablar de tu pelo. Hodin puede ver a Getty.
—Hodin comete errores,— dije, sin estar segura de seguir confiando en él. En realidad,
nunca lo hice. —No lo haces.
—Eso es lo que quiero decir—, se quejó. —Pike-
—Estará bien—, terminé, mis pies golpeando el suelo. —Ivy estará allí, y Trent —dije.
—Solo veo lo que Finnis quiere. Lo amenazo… Él me amenaza… Llego a casa y hago
algunos amuletos. Todos salimos juntos más tarde y convencemos a Finnis de que vivirá
más si me ignora. Getty te necesita más que yo en este momento.
—Getty no me necesita—, dijo Jenks. —Ella lo ha dejado perfectamente claro. Con
muchas palabras importantes. Lo juro, debe haber pasado los dieciocho años de su vida en
una biblioteca. Sé lo que quiere Finnis. Él quiere acabar contigo. Quiere deshacerse de ti y
tomar tu lugar.
Mi mano rodeó a Jenks y deseé, no por primera vez, que fuéramos del mismo tamaño.
—Ivy no estaría aquí si ese fuera su objetivo —dije, y Jenks siguió frunciendo el ceño con
incredulidad. —Hay formas más fáciles de dispararme que viajar quinientas millas y
hacerlo en persona. Está aquí confirmando que Constance no dirige Cincinnati para que
puedan enviar a los peces gordos. Todo lo que tenemos que hacer es convencerlo de que lo
está.
Pero no con esa varita de "cumplimiento", reflexioné mientras retiraba mi mano de
Jenks. Mi aura obscena hormigueaba como si el daño estuviera tratando de saltar hacia él, y
no me gustaba.
Las alas de Jenks cayeron. Maldita sea, devuelta a la Revelación, sabía que algo así iba a
pasar cuando acepté tomar la posición de subrosa. No quería dirigir Cincinnati como su
gran pooh-bah, pavoneándome con una varita en la mano, un pixy en el hombro y un
multimillonario en el bolsillo. Todo aspirante a gobernante me desafiaría.
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Los rasgos angulosos de Jenks se relajaron con simpatía. Sabía que esto no era lo que yo
quería, pero también sabía que convertirme en la subrosa había sido mi única opción: fácil,
difícil o de otra manera. —¿Quiere ver a Constance? Muéstrale al ratón— murmuró.
Página
—Dudo que eso ayude—. Con un enfoque distante, coloqué mis pies, hacia el frío del
aire acondicionado. —Ella no dirige Cincinnati, y eso es lo único que les importa a los no
muertos de DC. Que ella sea un ratón y que no puedan encarcelarme por matarla dos veces
los enfadará aún más.
Mi mano se sentía resbaladiza, casi grasosa por esa varita, y cerré mis dedos en un puño,
sin gustarme que la mitad de la población mundial pudiera ver mi nueva obscenidad. La
maldición de Vivian ni siquiera habría notado a ese hombre en Findlay Market. —No creo
que la maldición que me dio Hodin fuera blanca —susurré, genuinamente asustada de
usarla de nuevo.
—¿Tú crees?
Pero entonces Jenks se levantó, girando cuando la campana hizo un suave sonido y
apareció Hodin, materializándose en el centro del nuevo piso con incrustaciones como si
fuera un lugar designado para entrar y salir. —¿Lo usaste?— exclamó el demonio, sus
rasgos contraídos tanto por la alarma como por la incredulidad mientras se ponía de pie en
su mejor tenida de motociclista. —¿Usaste la varita para rescatar a Pike? ¿Qué vas a usar
en Finnis? ¡Ese era el punto!
—¿Dejaste sola a Getty?— Jenks gritó, sus alas resonaron agresivamente, y Hodin abrió
su palma para mostrar a una pixy descontenta, desaliñada y muy molesta.
—¡Tú, monstruo degenerado y baba verde de una puta hada emplumada y estúpida!—
Getty maldijo, y el zumbido de las alas de Jenks se silenció en lo que pensé que era
admiración. —¡Qué maldito infierno de Campanilla te pasa! ¡Soy una persona, no un osito
de goma que puedes meter en tu bolsillo!
Me puse de pie, alcanzándola. —Getty, lo siento mucho —dije, pero Jenks fue más
rápido y se abalanzó, agarró a la mujer y se elevó, sus destellos plateados brillantes. Getty
se agitó, y jadeé cuando él la soltó solo para lanzarse hacia abajo y atrapar a la mujer por el
pie a unos estrechos centímetros del suelo.
—¡Bájame!— gritó ella, su falda sobre su cabeza para mostrar su ropa interior
elaboradamente bordada, y él la hizo girar en el aire, cogiéndola por la cintura y
levantándola para colocarla en una viga. Hubo un fuerte golpe y él retrocedió, pero no antes
de que ella dejara una huella roja brillante en su mejilla.
—Te lo juro —dijo Jenks mientras flotaba, temblando ante ella y arrojando un polvo
rojo brillante. —¡Si vuelves a doblar mi ala, te romperé la otra ala, mujer! No estoy
tratando de matarte. ¿Por qué, por el infierno contractual de Campanilla, crees que quiero
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hacerte daño?
—¡Todos los demás lo hacen!— ella gritó. —¡La única vez que alguien me toca es para
Página

lastimarme!
El zumbido de las alas de Jenks se desvaneció cuando su vuelo se estabilizó. —No soy
todos los demás—, dijo, y ella se sonrojó.
Las botas de suela dura de Hodin resonaron cuando se paró frente a mí. —¿Usaste la
varita en Castle?— me incitó, y mi atención cayó de las vigas, mi frente se frunció ante la
expresión de asombro de Hodin. —El cumplimiento no equilibrará los libros. La deuda de
Pike no se pagará y volverán por él. Fue un mal uso de los recursos.
—La deuda está pagada—, dije con amargura. —Usé la varita en el hermano de Pike
para convencerlo de que Pike está en las Bahamas—, dije, preguntándome por qué estaba
molesto. —El hermano de Pike pagó la marca cuando se lo compró a Castle.
Con una mano de largos dedos pasando por su cabello, Hodin miró hacia el baño. —
¿Kalamack no pagó su deuda? Entonces todo vuelve a ser como antes—, dijo, sonando
dubitativo.
—Más o menos.— Mi mirada pasó más allá de Jenks, flotando frente a mí con las
manos en las caderas. —Incluso mejor ahora que Ivy está aquí—. Arreglé cuidadosamente
mis botas al lado del sofá para que Ivy no me levantara las cejas por dejarlas en medio del
piso. —Todo lo que queda es convencer a Finnis de que Constance tiene el control para que
se vaya—. Lo cual podría ser difícil ahora.
—Bueno.— La sonrisa de Hodin era rígida y sus manos estaban escondidas en sus
mangas. —Muy ingenioso. Parece que tienes esta posición de subrosa bajo control.
Me senté en el brazo del sofá, con los ojos entrecerrados. ¿Había oído molestia en sus
felicitaciones? —Pike dice que lo incitaste a hacer esa apuesta. Que era una cosa segura.
El largo rostro de Hodin quedó vacío de emoción. —Era una cosa segura—, dijo, su voz
baja con un toque de ira porque lo cuestionaba. —Algo salió mal. Lo solucionaste. Ningún
daño hecho.
—¡Ningún daño hecho!— Exclamé, luego me tragué mi ira. Claro, la ducha estaba dada,
pero los vampiros tenían muy buen oído. —Pike está golpeado y yo estoy cubierta de
obscenidad.
Hodin soltó una risita mientras prácticamente se dejaba caer en la silla frente a mí, sus
largos brazos y piernas balanceándose por todas partes. —¿No crees que es extraño que
Trent no te diga lo que está haciendo con tanto dinero?
Lo miré fijamente, preguntándome cuál era su juego. No había preguntado por Pike. No
se había ofrecido a ayudar. No había explicado sobre la obscenidad. Y ahora estaba
tratando de cambiar de tema. —No. Dijiste que no habría tanta obscenidad. ¿Cómo le
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llamas a esto?— Dije, señalándome a mí misma.


Página
Hodin frunció el ceño, una rodilla cruzando la otra. —Se suponía que debías ponérsela
al que maldijiste. ¿Por qué, por el halo de la Diosa, la conservaste?
—Porque soy yo quien la hizo —dije, sintiéndome tonta, aunque haría lo mismo si me
dieran a elegir otra vez. —Es mucha obscenidad para una maldición blanca. ¿Qué pasa,
Hodin?
Mi pregunta quedó suspendida en el incómodo silencio mientras Trent se detenía al final
del pasillo, con el teléfono en una mano y un vaso de té helado en la otra. Las alas de Jenks
zumbaron desde las vigas y la mirada de Hodin se desplazó entre nosotros tres. —Viste lo
que había dentro. Tú misma dijiste que Vivian Smith estuvo de acuerdo en que su rango
dependía de lo que estabas haciendo con ella. Debes haber tratado de convencer a alguien
de una mentira horrenda.
Eso fue exactamente lo que había hecho, bueno, no horrible, pero una mentira de todos
modos. Aun así, todavía pensaba que el error estaba en la maldición en sí, no en cómo la
usé. La obscenidad me había golpeado mucho antes de que le dijera a Brad que creyera una
mentira. Además, Brad parecía más confundido que contento, incapaz de recordar siquiera
lo que le había dicho. Si Hodin no sabía cómo hacer funcionar la maldición, entonces tal
vez no entendió lo que se suponía que debía hacer. Newt estaba loca. ¿Quién sabía cuál era
su versión de la realización? Debería haberme detenido en el momento en que me di cuenta
de que la maldición era una de ella.
Pero no lo había hecho, dispuesta a arriesgarme con la esperanza de que me hiciera la
vida más fácil. Fácil como un deseo.
Me deslicé del brazo del sofá, enojada con él, conmigo misma y con todo. —No tienes
idea de lo que hace la maldición de Newt o cómo funciona. ¿A qué hora sale Stef del
trabajo?
El enfoque de Hodin se agudizó mientras seguía a Trent que entraba y ponía el vaso de
té que goteaba en un posavasos. —¿Por qué?
—Quiero saber qué entró en esa varita que no estaba en esa lista —dije, y las alas de
Jenks rasparon una advertencia. La obscenidad había sido horrenda, y no era como si
pudiera deshacerme de ella, haciendo un nuevo siempre-jamás como lo había hecho antes.
—Tú la creaste —dijo Hodin con rigidez, y la mano de Trent me tocó el hombro a modo
de apoyo.
—Vi a Stef hacer un palo de mancha y el mitigador —dije, todavía sin gustarme que
prácticamente le diera órdenes. —¿Qué puso ella que no estaba en la lista?— La sangre y
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las llamas no eran ingredientes. Eran catalizadores y aceleradores.


Página
La mirada de Hodin se agudizó en mí, un destello de ira iluminó sus ojos rojos y
rasgados de cabra. —Esto es lo que obtengo por tratar de ser útil—, dijo, su contorno se
volvió borroso.
—¡Hey!— Ladré, pero se había ido con un sonido incipiente y el olor a ámbar quemado.
—La Revelación toma esto,— murmuré, frunciendo el ceño mientras mi mal humor
empeoraba. Con los labios apretados, sofoqué un tirón cuando el aullido ahogado de Pike
desde el baño cortó el sonido de la ducha. —Al menos recuperamos a Pike.
—¿Crees que estará bien para esta noche?— preguntó Trent, y me encogí de hombros.
—Si Ivy puede meterle suficientes galletas de Azufre.
—Entonces fue una buena decisión. Él es clave para tu estructura de poder —dijo Trent,
pero todavía sentía como si hubiera cometido un error.
—Todos aquí son clave—, dije mientras me sentaba, sintiéndome fuerte con Trent a mi
lado y Jenks cerniéndose sobre mi hombro. Todos aquí excepto Hodin.
No podía decir lo que estaba pasando en los pensamientos de Hodin, y sofoqué un
escalofrío cuando la mano de Trent se apartó de mí. Hodin y yo aún no habíamos
terminado, pero seguirlo estaba fuera de discusión, peor que seguir a un vampiro.
—¿Estás bien?— Trent susurró mientras se inclinaba sobre mí, y cuando asentí, su
atención se volvió distante. —Ah, ¿te importaría si me voy por una hora? Si llevo los
fondos del banco antes de que cierre operaciones, han acordado que el dinero nunca se fue.
Volveré a tiempo para reunirme con Finnis.
Mi estado de ánimo distraído se agudizó en él. —¡Absolutamente! Llévate a Jenks
contigo. Le vendría bien un tiempo fuera de la iglesia.
—Rache…— se quejó el pixy, levantándose con una expresión molesta. —Trent me
necesita como un agujero en su cabeza.
—¿Getty?— Miré hacia las vigas. —¿Quieres tomar un baño de vapor y calentarte?
—Rache—. Jenks se balanceaba de arriba abajo, demasiado cerca para ver con claridad.
—Trent no necesita que vaya al banco.
Un feo polvo gris se derramaba de las vigas. ¿Qué acaba de decir Ivy? Oh sí. —No
siempre se trata de ti, Jenks —susurré, y sus alas zumbaron mientras seguía mi mirada
hacia las vigas. —No, deberías irte—, insistí, más fuerte ahora mientras me paraba y me
estiraba, sintiendo cada dolor que me había causado golpear el cemento duro. —Voy a
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vigilar a Getty. El calor y la humedad le harán bien a su ala—. Jenks tomó aliento para
protestar y agregué: —Es un millón dos, Jenks. Dinero. Necesita un compañero de alas.
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Además, tengo que arreglarme el pelo antes de poner un pie fuera de esta iglesia.
Silenciosa, rogué con los ojos y, desgarrado, Jenks derramó un polvo verde enfermizo.
—A Campanilla le encantan los patos. Bien —dijo finalmente, sus alas emitiendo un áspero
chirrido mientras se elevaba, con las manos en las caderas. —¿Vas a ser amable cuando te
ayude a bajar, o quieres abofetear mi cara otra vez?— dijo en voz alta.
Un rostro diminuto y pálido se asomó por el borde. —¿Por qué no vas a hacerle
cosquillas a los capullos rosados de Campanilla?
Los labios de Jenks se entreabrieron por la sorpresa y luego sus alas se elevaron. —Bien.
Cáete, por todo lo que me importa. Tal vez podrías aterrizar en el cabello de Rachel. Es lo
suficientemente grande como para atrapar a un halcón.
Trent se movió de un pie a otro, claramente ansioso por irse. —Excelente. Gracias,
Jenks—. Se inclinó y me dio un beso rápido y abrazo. —Adiós, Rachel. Nos vemos en
aproximadamente una hora. Mucho tiempo antes de ver a Finnis.
—Mi cabello no es tan grande,— murmuré, y su sonrisa se amplió. Pero se alejó, como
sabía que haría, luciendo tan bien como la lluvia en el desierto mientras se dirigía a la
puerta, con Jenks a su lado. El pixy se giró cuando Trent abrió, haciendo el gesto de "Te
estoy mirando" a Getty antes de que saliera volando y la puerta se cerrara de golpe.
¿Qué está haciendo con todo ese dinero? Me pregunté, frunciendo el ceño ante las vigas
vacías. —¿Getty? No puedo ducharme a menos que vengas conmigo. Soy un buen partido.
De verdad.
Una vez más apareció su diminuto rostro, con destellos en sus mejillas debido a la fuga
de su ala. —Estoy bien.
Se me estaba poniendo un calambre en el cuello y suspiré. —Hasta que aparezca
Baribas—, dije. —¿Por favor? Jenks me apuñalará la oreja si regresa y estás muerta. El
vapor te hará mucho bien, ¿y no es eso lo que quieres? ¿Para salir de aquí?
—Supongo—, dijo, y luego se movió, colgando los pies sobre el borde hasta que se
empujó.
Se me cortó la respiración cuando ella cayó… y luego la tuve en mis manos ahuecadas.
Me sacudí cuando esa obscenidad pareció levantarse, queriendo inundarla, pero la atrapé
antes de que alcanzara mi aura, y la empujé de nuevo en mi chi, dejándome preguntándome
si Getty la había sentido cuando nerviosamente tiró de su falda para cubre sus pies sucios.
Los pixies veían auras todo el tiempo, no necesitaban una segunda vista como todos los
demás. —¿Quieres estar en mi hombro? A Jenks le gusta sentarse en mis pendientes.
—Esto está bien—, dijo, y asentí, tomando mi té helado en la mano y saliendo al pasillo.
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Siempre habíamos tenido baños gemelos desde que la iglesia había sido una iglesia. Era
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una cosa que Finley no había cambiado. El de Ivy era el más agradable de los dos, pero el
mío tenía lavadora y secadora, lo que podría parecer perjudicial, pero siempre me resultó
útil.
—No entiendo por qué me estás ayudando—, dijo Getty mientras encendía la luz con el
codo y cerraba la puerta de una patada. —La mayoría de los lunkers quieren ponerte en una
jaula o aplastarte. Jenks dijo…— Su voz se cortó y se sonrojó.
—¿Toalla?— Pregunté, levantando mi mano para que pudiera subirse al estante cuando
asintió. —Jenks es un tipo muy agradable—, le dije mientras se acomodaba. Tomé un sorbo
de té helado y luego me bebí la mitad de una sola vez. —Vas a estar bien—, agregué
cuando tome aire.
—No debería haber golpeado ese coche—. Getty estudió el baño en busca de posibles
amenazas mientras abría el agua. —En un momento estoy volando por encima de los
árboles, y luego estoy en el camino, mi sombrero se ha ido y golpeado contra una ventana.
Algo me impulsó.
Una historia que dudaría si los pixies no fueran honestos en extremo. Todavía con el
vaso en la mano, me miré en el espejo, casi horror burbujeando en mi cabello. No hay
suficientes encantos en el mundo… —Ah, Stef se siente muy mal por eso. No te preocupes
por devolverle el dinero a Jenks. Stef se encargará de eso con algunos trabajos pesados en
el jardín. Jenks se asegurará de que te mantengas alimentada.
—No sé cómo—, murmuró, la atención en la pequeña vidriera. —Todavía no lo he visto
en el jardín.
Dejé el vaso con un golpe seco, con el ceño fruncido. Podría dar una clase de nivel 400
sobre cómo convertir la inseguridad en maldad, pero ella estaba hablando mal del hombre
que me había salvado la vida más veces que zapatos. —El valor de un hombre se encuentra
en a quién ama y quién lo ama —dije con frialdad.
—No lo sabría —dijo amargamente, con las alas colgando mientras una calidez
humeante salía de la ducha.
Mis hombros se hundieron. Quería decir más, pero no tenía idea de qué ayudaría. —Él
no te va a matar. A menos que intentes matarme —bromeé. —¿Necesitas algo antes de que
entre? ¿Hambrienta? Jenks tiene escondites en casi todas las habitaciones.
Ella negó con la cabeza, ocupándose de sus medias cuando comencé a desnudarme. —
Ah, sobre ese demonio. ¿Hodin?— dijo ella mientras suspiré por mi rodilla despellejada. —
Te estaba mintiendo. Podía verlo en su aura.
Mi corazón dio un vuelco, y me obligué a seguir moviéndome. —¿Acerca de?— Saqué
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una toalla de la secadora para cubrirme.


Página
—Que algo salió mal—, dijo. —No estaba mintiendo acerca de que la apuesta era
segura, pero su aura estalló cuando dijo que algo salió mal—. Ella hizo una pausa. —Tal
vez no debí haber dicho nada.
—Me alegro de que lo hayas hecho—, le dije, pensando que si Hodin me estaba
mintiendo, realmente estaba en un lío de mierda. Necesitaba hablar con Stef. A solas. Lo
antes posible. Tenía que saber lo que había entrado en ese palo de mancha y mitigador.
Lo que de algún modo planteaba la pregunta de por qué no me lo había dicho ya.

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CAPÍTULO 12

ME ESTIRO Y DEJO EL LIBRO DE TEXTO OBSOLETO EN LA PILA QUE


tengo delante. Mi atención va del vaso lleno de hielo y mojado por la condensación al
jardín oscuro y la llamativa acumulación de polvo pixy que brilla en las sombras. Ivy había
puesto el aire tan bajo que un pixy podría patinar sobre la encimera de la cocina, lo que me
llevó al porche al aire libre para hacer mi investigación. El aire de la tarde era agradable y
el sofá interior/exterior en el que estaba acurrucada era cómodo, incluso si mis
pensamientos no lo eran. Acercando el tazón de papas fritas, me pregunté si alguna vez
obtendría una respuesta directa de Hodin.
Pero mañana tenía una clase -si sobrevivía a la noche- y aún no sabía de qué iba a hablar
y mucho menos qué me iba a poner. Algo negro, reflexioné mientras enrollaba mi cabello
benditamente limpio y lacio alrededor de un dedo, pero incluso la camisa y los pantalones
más oscuros no ocultarían mi nueva obscenidad, y la preocupación me hacía doler el
estómago. Ellos lo verían.
—¿Qué están haciendo todos ustedes ahí fuera?— susurré mientras miraba a los pixies
reunidos en un nudo que flotaba sobre una lápida distante. No era inusual ver a pixies en la
noche. Estaban activos durante las horas de oscuridad excepto unas pocas horas alrededor
de la medianoche cuando todos menos los centinelas dormían. Pero Baribas y sus hijos no
bailaban, ni reían, ni preparaban comida. No se movían en absoluto. Debe estar hablando,
pensé. ¿Sobre Getty?
Preocupada, comí otra papa frita, limpiándome la sal de los dedos antes de alcanzar otro
libro en la mesa baja entre el jardín y yo. Finley había puesto luces de cuerda alrededor del
perímetro del techo, y eso con la vela de citronela era suficiente para leer si entrecerraba los
ojos, pero no importaba, mis textos escolares descartados eran demasiado simples y los
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libros demoníacos demasiado, ah , gráficos.


—¿Por qué le dije a Vivian que haría esto?— Gemí cuando cerré el libro y lo dejé caer
Página

con el resto. Los logos de Pike se desplazaron de su montón, y también hice una pila
desordenada de ellos. Yo era una corredora, no una maestra. No tenía idea de qué hablar.
Demonio o no, me sentía totalmente inadecuada. Especialmente ahora que estaba cubierta
de suficiente obscenidad como para haber sido enviada a Alcatraz a fines del siglo XIX sin
juicio. La sombra en mi aura generaría desconfianza. Montones.
—Jodidamente fabuloso —murmuré, volviéndome hacia las puertas francesas de la
cocina mientras se abrían con un chirrido.
—¿Qué es fabuloso?— dijo Ivy, su voz baja recorriendo por mi espina dorsal
haciéndome temblar a pesar del calor.
Sofocándome, le sonreí a su silueta de cintura estrecha acercándose. Como por arte de
magia, mi inquietud se disolvió y me relajé cuando la última pieza del rompecabezas que
era nuestra iglesia pareció encajar. —No tengo nada de qué hablar mañana—, dije mientras
quitaba dos libros de la silla adyacente y los dejaba caer sobre la mesa con un golpe.
—No dejes que te asusten—. Ivy se sentó con una gracia lánguida, de espaldas a la
cocina y con los ojos fijos en los logotipos de Pike. Me había estado molestando para que
eligiera uno, y todavía no podía decidirme. —El vuelo de Finnis llega en unas pocas horas.
Me dirijo al Cincinnatian para asegurarme de que sus habitaciones sean adecuadas antes de
recogerlo—. Sus largos dedos empujaron las servilletas, los recibos y el papel rasgado,
arreglándolos. —Hacer que se instale antes de la cena. Pike está dormido en el sofá. Estará
bien una vez que el Azufre se abra camino, pero llevarlo esta noche para reunirse con
Finnis probablemente no le dará la impresión que desea.
Hice una mueca al recordar los vendajes blancos de Pike, la piel raspada y la forma
desplomada y golpeada. Parecía como si hubiera perdido la pelea, no ganado, pero yo
apareciendo solo le daría a Finnis una impresión aún peor. —Tiene que ir—, le dije. —Es
el vástago de Constance. Afortunadamente tendré a Trent y Jenks conmigo en caso de que
haya problemas. Lo mantendremos a salvo.
—Sé que lo harás.— El ceño de Ivy se arrugó con preocupación. —Cena para cinco—,
susurró, con su foco distante mientras se inclinaba sobre los logotipos.
Estaba notablemente tranquila y relajada por el problema en el que me encontraba. Me
gustaría decir que fue porque Nina le había dado sentido y estabilidad a su vida, pero su
estado de ánimo tranquilo probablemente se debió a ella y Pike, ah, pasando tiempo de
calidad extendido.
—Pike tiene un conjunto de habilidades increíble—, dijo, confirmando mis sospechas
mientras empezaba a apilar los libros en dos pilas, uno de hechizos y otro de demonios.
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Pensé que era genial que ella supiera la diferencia.


—¿Sí?— Mi mirada se dirigió al jardín y a los pixies. No pensé que se refería al carisma
Página

y la capacidad de Pike para hacer las cosas. —Es bueno saber.


Ella se rió entre dientes y yo reprimí un escalofrío. —Nina me ha estado animando a
compartir sangre con alguien que no sea ella—. Ivy se empujó hacia atrás, los logotipos se
apilaron ordenadamente una vez más. —Especialmente si ese alguien sabe para qué sirven
las cicatrices. Creo que quiere traer algunas técnicas nuevas a nuestra propia habitación.
—No necesito escuchar eso, ¿de acuerdo?— Dije, tomando el libro superior de la pila y
abriéndolo, escondiéndome detrás de él, en serio. Quería una papa, pero no cuando ella
estaba hablando de sangre y sexo. Ivy sabía que comer cosas crujientes frente a ella no era
la invitación habitual para morderme, pero ¿por qué pisar esos instintos?
—Él necesitaba la sangre—. Ivy sonrió, sus afilados colmillos captaron la luz de las
velas y brillaron. —Y tenía curiosidad por saber si podía seguirnos el ritmo—. Ella respiró
lenta y lánguidamente mientras se acomodaba más profundamente en los cojines, con
expresión vacía. —Si que puede.
—Ivy —protesté. —Tengo que trabajar con el hombre. No quiero saberlo.
—La necesidad y el deseo son dos caras de la misma moneda, y estás desperdiciando
una buena oportunidad para divertirte. A Trent no le importará si te limitas solo a la sangre.
A Trent le importaría, y la miré con amargura. —Sigues cuidándome, ¿eh?— Dije, y su
sonrisa se tornó cariñosa.
—La vida es corta. Nunca entenderé por qué no te alegras cuando llega a tu puerta—. Su
mirada se dirigió a los libros de hechizos recién apilados. —¿Buscando un hechizo para
Finnis?
Dejé caer el libro sobre la pila con un golpe. —Eso es lo que debería estar haciendo. No,
estoy tratando de encontrar algo de lo qué hablar en esa clase que le prometí a Vivian que
enseñaría. Creo que voy a llamar y cancelar con ella—. Pero incluso cuando las palabras
salieron de mis labios, sentí una sorprendente punzada de pérdida.
—¿Por qué?— Ivy empujó el libro que acababa de dejar caer, haciéndolo perfecto con el
resto. —Tienes mucho que compartir.
—Sí, sobre lo que no se debe hacer—. Consternada, me miré a mí misma. No podías ver
tu propia aura aparte de su reflejo en un círculo de protección o un hechizo de línea ley,
pero todos los que pasaron un curso de nivel 100 sabrían cómo usar su segunda vista para
ver la de otra persona. —No importa lo que diga después de que noten la obscenidad que
llevo. La administración va a recibir llamadas. Tendré suerte si no me escoltan fuera del
campus.
En silencio, Ivy revisó los logotipos de Pike y apartó uno. —Estás enseñando
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demonología, ¿verdad? Si no tuvieras algo de obscenidad, no te tomarían en serio. Relájate,


Página

Rachel—, dijo mientras giraba su largo cabello y comenzaba a peinarlo en un moño


apretado. —Aduéñate de la obscenidad. Diviértete con ella. Te da credibilidad de la calle.
Podrías explicar por qué ya nadie puede invocar demonios, o por qué el nuevo 'siempre-
jamás' no es un infierno manchado de rojo, o el origen de las líneas ley. Apuesto a que
ninguno de ellos sabe que las líneas que están usando apenas tienen más de un año.
Mi enfoque se volvió borroso mientras pensaba en eso.
—Tienes una enorme cantidad de información que das por sentado—, dijo Ivy mientras
comenzaba a jugar con la vela de citronela, pellizcando la llama y soltándola antes de que
se apagara. —Es posible que tengan aprendizaje de libros y horas de laboratorio, pero tú
tienes conocimientos prácticos que nadie más tiene.
La miré a través de la mesa ordenada, agradecida de que estuviera aquí. —Supongo.
Pero no importa si no puedo pasar esta noche.
—Esta noche no es nada—. Ivy se asomó al jardín oscuro cuando la discusión de los
pixies se hizo ruidosa. —Anda. Organiza una reunión con Constance. Te vas. No esperaría
ver a Constance esta noche incluso si ella todavía está al frente de Cincinnati. Esa fría
chupasangre haría que Finnis esperara al menos dos días antes de concederle una audiencia.
Espera llegar a Cincinnati esta noche, tener una buena cena, hablar con el vástago de
Constance para concertar una reunión y listo. ¿Si él no la ve al final de la semana?— Ivy se
encogió de hombros. —Esa es tu ventana.
—¿Una semana? Excelente…— Exhalé, el alivio aflojando la banda alrededor de mi
pecho. Si no podía hacer esto en una semana, entonces no merecía sostener Cincinnati. Pike
estaría listo y funcional en unos pocos días. Hasta entonces, tendría a Trent, Jenks e incluso
a Ivy en caso de necesidad.
—Este porche es realmente agradable—, dijo Ivy mientras estudiaba las vigas abiertas,
aún brillantes y nuevas. —Y la cocina—, agregó. —Cuando Jenks me dijo que estabas
reconstruyendo la parte trasera, me preocupaba que no se sintiera igual. Lo hace. Verte aquí
con tus libros-
Su voz se quebró, y puse mis pies en el suelo, mis labios entreabiertos. ¿Está ella
llorando?
—Olvidé lo mucho que me gustaba estar aquí—, dijo, sus ojos húmedos se encontraron
con los míos antes de alejarse rápidamente avergonzada. —De ser parte de algo que ayudé
a hacer. Pero sobre todo porque fue aquí, en nuestra iglesia, donde aprendí que valía la pena
amar. Aquí fue donde aprendí a amarme a mí misma y dejé de intentar ser lo que todos
querían para que me amaran—. No se secó el ojo, pero dejó que la lágrima se deslizara. —
Gracias por nunca rendirte conmigo.
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Esta era más emoción de la que había visto en ella durante todo un año, y sonreí,
cruzando el pequeño espacio entre nosotras y dándole un fuerte apretón a su mano. —Eres
Página
mi amiga—, le dije en voz baja. —No habría sobrevivido para convertirme en quien soy si
no fuera por ti y Jenks.
Ella asintió, casi riéndose ante el oscuro recuerdo de lo arriesgada que había sido mi
vida, lo tenue a medida que descubría las cosas y mis habilidades se volvían acordes con las
tareas que necesitaba hacer para sobrevivir. —Amo a Nina—, dijo, su mano girando debajo
de la mía hasta que nuestros dedos se entrelazaron. —Y me encanta todo lo que ella y yo
estamos haciendo juntas. Pero echo de menos oírte a ti y a Jenks hablando de nada. Tus
quejas pasivo-agresivas cuando usaba toda el agua caliente. Que nunca me molestaste por
necesitar un plan para todo y me dejaste exagerar nuestras carreras—. Su atención se
dirigió al jardín. —Ver crecer a los hijos de Jenks.
Le di un fuerte apretón a su mano. —Ivy…
—DC está empezando a sentirse como una trampa—, continuó, con la cabeza gacha. —
Aunque Nina ha encontrado una asombrosa cantidad de control entre los no muertos—.
Ella se rió entre dientes y se secó la humedad de la mejilla, su amor y orgullo por Nina era
fácil de ver. La mujer había muerto después de canalizar a uno de los viejos no muertos,
dejándola con toda el hambre y nada de control. —No me malinterpretes—, agregó. —No
quiero vivir en la iglesia. Mi vida ha cambiado demasiado. Pero echo de menos… esto.
No sabía qué decir, excepto que yo también lo extrañaba, incluso con las partes feas y
duras. Su mano se deslizó de la mía, y respiró lentamente, su expresión igualándose. —Este
es el mejor de todos, en mi opinión—, dijo, tocando el logo de diamante que había dejado
en la parte superior.
Dudé, queriendo decirle que podíamos encontrar una manera de recuperar todo lo que
teníamos, pero lo habíamos dejado por una razón, y realmente no había vuelta atrás. Así que
seguimos adelante usando nuestro pasado compartido para definir nuestro presente, pensé.
—¿Pike te habló de sus logotipos?— Dije mientras colocaba mi mano en mi regazo, e Ivy
se relajó visiblemente, contenta de no haber dicho nada y haberla dejado descargar.
Ella asintió, con la mirada fija en su dedo húmedo por las lágrimas. —Tuvimos una
larga charla—. Su sonrisa se suavizó. —De todos modos, creo que tiene razón. Necesitas
algo que confirme las acciones que ambos están tomando para proteger la ciudad. Se
correrá la voz y tu posición será más estable.
—Nunca lo pensé así.— Acerqué la M y la W entrelazadas, preguntándome si todo lo
que alguien vería sería un diamante rodeado por dos líneas paralelas.
—¿Sabías que está en línea para heredar todo el patrimonio de su abuelo?— preguntó
153

Ivy.
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Giré el logo de lado, entrecerrando los ojos. Parece un caza imperial estilizado9. —Dijo
algo así, sí.
—Es una especie de príncipe en espera.
Mi cabeza se levantó ante el tono nostálgico de su voz. —Tú también.
Su expresión se había vuelto sensual. —Tiene una inteligencia callejera superior a la
media. Apuesto a que conoce al menos tres disciplinas de artes marciales.
—Ivy Tamwood— dije con voz ligera. —Creo que te gusta el hombre—. Pero mi
sonrisa vaciló ante su mirada de pupila negra. —Ah, sí—, agregué. —Él es la mitad de la
razón por la que puedo mantener a Cincinnati intacto. A los niños perdidos de Piscary les
gusta. Son sus ojos y sus músculos. Él sabe lo que es quedarse huérfano y tiene su lealtad,
incluso si está vivo. Estoy allí como pegamento, supongo.
Ivy también era una de las perdidas de Piscary, y el borde marrón alrededor de sus
pupilas creció en el recuerdo de odiar y amar a su abusador dos veces muerto. —Ese
pegamento es la maldición del alma tuya que actualmente espera la aprobación de la
AFHE—, dijo. —Si los viejos son derribados, Cincy se volverá contra ti, Pike o no. Rachel,
tengo el mal presentimiento de que a Nina y a mí no se nos permitirá volver a Cincinnati si
Finnis confirma que tú y Pike están manejando la ciudad, no Constance.
Puse mis pies debajo de mí, preocupada. —¿Pueden hacer eso? Tu mamá no puede…
El hielo en mi vaso se movió y ella se estremeció, la luz de las velas nítida en sus
pómulos definidos. —Mi madre no tiene suficiente atracción. Piscary podría haberlo hecho,
pero se ha ido. A los viejos no muertos no les gusta que Nina y yo estemos en pie de
igualdad porque tengo su alma. Los vampiros de DC creen que es la promesa de la
maldición de tu alma lo que mantiene a raya a los vampiros de Cincy, tanto a los vivos
como a los no muertos. Si retiras tu solicitud, los maestros vampiros podrían mirar hacia
otro lado y Nina y yo podemos volver a casa, pero enviarán a alguien cuando pierdas el
control de la ciudad. Y perderás el control.
Me hundí en los cojines, los pensamientos dando vueltas. Dios. ¡Qué elección! —Ivy…
—O—, dijo Ivy en voz baja, —sigues presionando para que la maldición atraviese la
AFHE y te aferres a la ciudad, dejándonos a Nina y a mí como rehenes para asegurarte de
hacer lo que te dicen que hagas. Estoy tratando de decidir cuán egoísta soy. Mi felicidad, o
la de todos los demás.
—No es así—, protesté, pero mi instinto me decía que tenía razón. —La maldición solo
154

funciona en los nuevos no muertos. Sería una pequeña fracción-


Página

9 Nave de Star Wars.


—Una fracción que crecería todos los días—, interrumpió Ivy, su mirada en el jardín
oscuro y las luces de Cincinnati al otro lado del río. —Todos los días, todas las semanas,
todos los años hasta que los viejos no muertos desaparezcan por completo, o peor aún,
simplemente ya no tengan el control.
Me desplomé, preocupada. Sentí como si me hubieran arrinconado, y mientras veía a Ivy
comenzar a renunciar a otra esperanza, prometí que encontraría otra manera. —O está el
telón número tres—, dije, —donde convencemos a Finnis de que Constance todavía está a
cargo y yo presiono a la AFHE para que registre la maldición del alma.
—Rachel…
—No, esto funcionará—, dije, desenroscándome del sofá y poniendo mis pies descalzos
en el suelo. —La maldición de cumplimiento de Hodin es una mierda, pero encontraré un
hechizo mejor—. Me moví más cerca al extremo del sofá, más cerca de ella. Trent tenía
toneladas de libros en la biblioteca de su madre. Habría algo allí. —Me aseguraré de que
Finnis se vaya de Cincinnati pensando que Constance está viva y tomando las decisiones.
Si envían a alguien más para verificarlo, lo haré de nuevo. Eventualmente lograré que la
maldición del alma se lleve a cabo, y hasta entonces, no veo por qué Constance no te
pediría a ti y a Nina que vinieran y ayudaran a Pike a reventar algunas cabezas. Si
Constance dice que te necesita a ti y a Nina, ¿quiénes son ellos para negarse?
Con la mandíbula apretada, Ivy respiró entrecortadamente. —Maldita sea, Rachel. La
esperanza duele.
Asentí, un escalofrío me recorrió cuando sus ojos se encontraron con los míos. —Tengo
esto. Con Pike, Trent, Jenks y tú, es posible. Es solo un vampiro no muerto, ¿verdad?
Ivy asintió. —No me importaría ver a Pike reabrir el antiguo restaurante de Piscary.
Kisten- —Su voz se cortó. —Kisten merece que alguien le dé vida a su legado. Pero,
Rachel, tienes que terminar con esto. Convence a Finnis de que todo está como debe ser
para que pueda traer a Nina a casa.
Mi ceño se arrugó ante el destello de miedo en Ivy, el olor agrio de vampiro asustado se
elevó de su piel.
—Nina se pone inquieta si su alma está demasiado lejos por mucho tiempo—, susurró
Ivy. —Se vuelve descuidada, menos ella misma. Es la única razón por la que se me
permitió venir. Querían ver qué pasaba.
Dios, estaba haciendo que Ivy eligiera entre quién amaba y de quién estaba enamorada,
y me dolía el estómago.
155

—Dos días —dijo Ivy en voz baja. —Si se encuentran antes de eso, nadie en DC lo
Página

creerá.
—Dos días—, repetí, pero Ivy estaba asustada. Por Nina, no por mí, y me incliné hacia
delante y le di un abrazo. Mi aura pareció elevarse contra la de ella, y retiré la obscenidad,
empujándola hacia abajo antes de que intentara cambiar hacia ella. Dios mío, ¿está cosa se
va a absorber alguna vez? —Va a estar bien—, susurré, respirando el aroma de su champú
mientras sus manos me rodeaban, casi con espasmos cuando hizo una exhalación
temblorosa, completamente desprovista de sed de sangre.
Al menos, así es como empezaba, y me aparté cuando un zarcillo de calor se desenrolló
en mi vientre. —Lo siento.
Ivy se quedó inmóvil, respirando con un suave sonido. —No lo siento.
Y luego su cabeza se levantó de golpe, sus ojos negros se volvieron hacia la puerta
abierta de la cocina. Seguí su línea de visión, poniéndome rígida ante Stef en la puerta, con
una bolsa de comestibles en sus brazos.
—Lamento molestarte—, dijo nerviosa. —Estaba buscando a Getty. Le compré un poco
de polen.
Me alejé de Ivy, y el vampiro vivo sonrió. —Ah, está con Jenks en el campanario —dije.
—Él puede ver todo mejor desde allí arriba.
La bolsa crujió cuando Stef se retiró. —Lo siento.
Ivy se puso de pie, estirándose lánguidamente para mostrar su ombligo perforado. —
Buen Dios. Ustedes, las brujas, realmente necesitan superar sus complejos.
Pero su estado de ánimo y confianza habían sido restaurados, y me sentí mejor. —Stef,
¿puedo hablar contigo un segundo?— Dije, y la mujer se sonrojó, claramente nerviosa.
—Me tengo que ir—, dijo Ivy mientras se inclinaba para darme un beso en la mejilla. —
Te veo esta noche. A las tres de la mañana tendré una mesa en el restaurante.
—Por supuesto.— Casi rodé los ojos. El beso de despedida fue inusual. Podría ser
porque no dije nada cuando ella me había dicho sus miedos y eso era lo que Ivy necesitaba.
Pero supuse que era para decirle a Stef que todavía era suya y que retrocediera. La lógica
vampírica era así. Encontrando un cumplido allí, sonreí.
Stef retrocedió un paso mientras Ivy avanzaba, tan suave y segura como una leona
después de una presa. Ivy vaciló en la puerta, respirando hondo antes de lanzar su mano con
la rapidez de un vampiro vivo para agarrar la muñeca de Stef y levantarla para mostrar las
dos marcas demoníacas. —Deberías hacer que Rachel lo mire— dijo Ivy mientras Stef se
congelaba, con el brazo extendido. —Antes de que te mate.
156

Dando un tirón, Stef se alejó, su miedo provocó la sed de sangre de Ivy. Si Ivy no la
Página

hubiera satisfecho ahora con Pike, Stef podría estar en problemas, pero tal como estaban las
cosas, Ivy simplemente sonrió, con los labios cerrados.
—Traerás a Jenks, ¿verdad?— preguntó Ivy, esperando.
—Eso depende.— Mi atención se dirigió a Stef. —¿Estarás en casa o tienes que ir a
trabajar?
—E-estaré en casa.— Stef miró a Ivy de pie en el umbral de la cocina. —Puedo ver a
Getty. ¿Está bien? Compré un poco de polen en una tienda naturista de camino a casa.
Mis labios se presionaron. —¿Estás segura de que Hodin no te va a hacer hechizar para
él?
Ella se sonrojó. —Vigilaré a Getty. Fui la que la golpeó.
—Bueno.— Ivy sacó su teléfono y comenzó a desplazarse. —Te veo luego.— Con la
cabeza gacha, ella salió, pero la sensación de ella todavía estaba dentro de las paredes, y me
acomodé más profundamente en el sofá, mis ojos en Stef.
—Necesitamos hablar. ¿Tienes un minuto?— Dije, y Stef se sonrojó aún más.
—En realidad, ¿te importa si reviso a Getty primero?
Me puse de pie cuando ella se dio la vuelta para irse, sintiéndome como el demonio que
era aunque tuviera que quitarme las migas de la camiseta. Gracias, Ivy, por recordarme
quién soy. Molesta, traté de decidir con qué comenzar: acusándola de deslizar algo en esa
maldición que Hodin me había "enseñado", o cuán peligroso era dejar que Hodin la
mangoneara en nombre de una "relación". Si me equivocaba, la primera podría alienarla.
Lo segundo la enojaría. Fui con enojarla.
—¿Hodin te prometió algo a cambio de convertirte en su esclava en todo menos en
nombre?— Dije sin rodeos, y Stef se detuvo bruscamente, de espaldas a mí mientras sus
hombros se encorvaban. —Porque si lo hizo, quiero saberlo.
Stef se dio la vuelta, su bolsa de comestibles se aferró a sí misma. —Eso es asunto mío,
no tuyo—, dijo, tratando de ocultar su miedo con ira.
Era algo que había hecho mil veces antes, y mi propia ira se desvaneció. —Stef, puedo
ayudar—, le dije mientras me adelantaba. —He estado exactamente donde tú estás. Sé lo
aterrador que es, pero puedes salir. Puedo ayudar.
—¿Salir?— dijo ella, manchas rojas en sus mejillas. —¿Salir de qué? Tengo esto bajo
control.
—Yo también lo pensé—, dije, levantando mi propia muñeca ahora impoluta donde
había llevado mi promesa a Al. —Por favor. Dime qué está pasando. Sé que te estás
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saltando el trabajo. Estoy bastante segura de que estás hechizando para él—. Dudé cuando
el miedo se apoderó de ella. —Tuve ayuda. Deja que te ayude.
Página
Pero apretó la mandíbula y levantó la barbilla. —No eres la única que puede tener una
relación con un demonio—, dijo con una ira fuera de lugar. —¿Celosa?
Una risa se me atragantó. —¿En serio? No sé lo que has oído, pero nunca tuve sexo con
un demonio.
Ella se sonrojó, diciéndome que sí. —Dios mío, Stef. ¿Estás bien?— Dije mientras me
adelantaba, con las manos extendidas. —He visto esto antes. ¿Está Hodin-?
—¿Lastimándome?— ella interrumpió, entrecerrando los ojos. —Ya preguntaste eso.
—No —solté, aunque eso era lo que iba a decir. —Quería saber si Hodin está usando el
sexo para estirar tu capacidad de mantener la energía de la línea. Así es como solían hacer
que los familiares conscientes fueran más útiles. No digo que esté tratando de convertirte en
su familiar, porque es ilegal, pero si está exigiendo tu habilidad, deberías preguntarle por
qué.
Me miró fijamente y luego balbuceó: —Eso no es asunto tuyo.
—Lo es cuando tienes dos marcas demoníacas.
Stef dio un paso atrás, asustado, y yo me incliné hacia delante. —¿Sabes lo que significa
ser el familiar de un demonio?
—Por supuesto. Tú preparas las maldiciones.
Negué con la cabeza. —Tres marcas significa que es dueño de tu alma, y con eso, no
tienes voluntad a menos que él te lo permita. Podrías estar preparando maldiciones las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, porque podría hacerte olvidar cómo
dormir. En el mejor de los casos, usará el sexo para expandir la cantidad de energía de línea
que puedes tener para hacerte más útil. Como mínimo, arrojará sobre ti toda la obscenidad
que genera y, Stef, puede ser mucha. Cuanto más cambie la realidad una maldición, más
obscenidad se creará, y retendrás su obscenidad hasta que mueras, pagando por su magia
después de tu muerte.
Lo cual no se pudo probar, por supuesto, pero los demonios se esforzaban mucho para
deshacerse de su obscenidad. Había una razón, incluso si no podía probarse.
—Dime, Rachel Morgan—, agregó, con voz temblorosa. —¿Estás diciendo que no
debería confiar en Hodin por quién es? ¿Porque es un demonio? Pensé que eras inocente
hasta que se probara tu culpabilidad. Que no puedes juzgar mal a un demonio simplemente
porque es un demonio. O tal vez estás tratando de arruinar mi relación para que todos
piensen que solo Rachel Morgan es lo suficientemente inteligente o poderosa para
158

sobrevivir a un novio demonio.


Página

Mis labios se separaron. ¿Fueron sus palabras o alguien más le dio una forma de
justificar una decisión realmente mala? —Stef, si tengo razón sobre lo que está pasando, no
estás a salvo, y no es porque Hodin sea un demonio, sino porque tú no lo eres. Hay una
gran brecha de conocimiento y habilidad que no estás considerando.
Se puso rígida con un destello de miedo, y luego volvió la ira. —A Hodin le gusto por lo
que soy. No le importa que no sepa mucha magia. Perdóname. Tengo que ver cómo está
Getty para que Jenks y tú podáis ir a la gran reunión con ese vampiro—. Con los hombros
rígidos, se alejó.
Mierda en tostadas, había empeorado las cosas. No había forma ahora de que ella me
dijera qué había, si es que había algo, en ese mitigador y palo de mancha que yo no sabía.
—¿Stef?
Escuché un grito en el pasillo, pero solo era Stef chocando contra Pike, y los dos
hicieron un baile incómodo uno alrededor del otro con la bolsa de la compra entre ellos
hasta que Stef pasó a su lado.
—Lo siento —le gritó Pike, con un plato de pollo frito en la mano que olía de maravilla
y me recordó que no había comido nada más que papas fritas. —No fue mi intención
asustarte.
—¡No me asustaste!— gritó, y luego se fue.
Pike sonrió, sus ojos oscuros muy abiertos, inclinándose ligeramente para mantener el
peso sobre un pie. —¿Se ha ido Ivy? Maldición, no puedo creer que me haya dejado así. Ni
siquiera una nota.
Un parpadeo de diversión subió y cayó. Quería perseguir a Stef, pero si ella estaba
buscando a Getty, también encontraría a Jenks. No podía contar el número de veces que el
pixy me había hecho entrar en razón. O lo había intentado.
—Es su manera,— dije suavemente. —Ella tiene problemas de compromiso de grado de
prescripción.
Pike suspiró mientras se sentaba en el alto mostrador para comer y miraba hacia el
jardín. —Eso no es todo lo que tiene—, dijo mientras comenzaba a separar un muslo.
Empujé la puerta del porche para cerrarla, disfrutando del aire fresco y seco de la cocina
en mi cabello. —Ah, ¿hay más de eso?— Pregunté vacilante, y él extendió el plato. —
Estoy comiendo porque tengo hambre—, agregué mientras alcanzaba la pequeña pieza del
muslo, y él se rió entre dientes.
—No porque quieras compartir sangre. Lo tengo, reina de hielo —dijo, y mi mordida
vaciló.
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—Pareces mejor—, le dije, luego me rendí, ahogando un gemido mientras hundía mis
Página

dientes en la grasa y la proteína. Estaba frío, pero así me gustaba.


—Sí. Mejor.— Se lamió los dedos y apoyé la cadera hacía el taburete a su lado, con los
codos sobre el largo mostrador. —Pero me muero de hambre. ¿Cuánto tiempo hasta que
tengamos que irnos?
—¿Para la reunión?— Mastiqué y tragué. —Cena tarde a las tres. Yo diría que salimos
de aquí alrededor de las dos. Prefiero llegar temprano que tarde. ¿Estarás bien? Estarás ahí
para el show. Trent y Jenks me apoyarán si las cosas se ponen feas.
—Estaré bien.— Dejó el plato sobre la mesa y, aun lamiéndose los dedos, fue al
frigorífico. —¿Cuánto tiempo vivieron juntas Ivy y tú?— preguntó, y luego su sonrisa
cayó, su mirada se dirigió al techo.
—Qué… — Empecé, luego me callé, escuchándolo también. Stef estaba gritando.
—Mierda—, murmuré, girando hacia el jardín. Los pixies se habían ido. —¡Jenks!—
Grité mientras salía disparada hacia el pasillo. —¡Getty está bajo fuego!
Pike debería haber sido más rápido, pero yo estaba más cerca y él todavía estaba herido.
Corrí por el pasillo, apenas notando las mantas arrugadas en el sofá del santuario mientras
me lanzaba hacia el vestíbulo, abriendo la puerta de la estrecha escalera. Respirando rápido,
subí corriendo las escaleras, atrayendo la energía de la línea para hacer flotar las puntas de
mi cabello aún húmedo.
Jenks, pensé con alivio y miedo cuando lo escuché gritar de ira. Él ya estaba allí. La voz
de Stef se elevó, Latín derramándose de ella cuando abrí la puerta.
—¡Stef! ¡No!— Jenks gritó, y luego fui lanzada hacia atrás y hacia abajo en la oscura
escalera cuando su explosión de energía de línea ley me golpeó.
Sonó la campana del campanario. Mis brazos se agitaron y traté de agarrarme a la
barandilla, fallando. Mis pies se deslizaron debajo de mí… y luego Pike me atrapó,
empujándome hacia el interior de la habitación.
Parpadeé, reorientándome. No estaba deslizándome hacia atrás por las escaleras. Estaba
de pie en mi habitación, empañada con polvo pixy. Stef tenía una mano en la frente,
jadeando, sobre una rodilla. El olor a ozono era intenso y busqué a Jenks. Un resplandor
brillante bajo el sofá largo me puso de rodillas y miré debajo, suspirando en alivio.
Eran Jenks y Getty. Ambos pixies estaban erguidos, Jenks claramente enojado, con su
espada brillando con sangre. Getty estaba asustada, un largo desgarro en su vestido
mientras blandía su daga.
—¿Getty?— Stef dijo, el dolor grabando su rostro mientras se levantaba, escaneando
160

frenéticamente la habitación. —Oh, Dios. ¡Getty! ¿Dónde estás?


—¡El diafragma de Campanilla, mujer!— Jenks dijo enojado mientras salía de debajo
Página

del sofá, y Stef se dio la vuelta. —¡Podrías habernos estrellado contra la pared!
—Lo siento. ¡Lo siento mucho!— Stef se dejó caer, ajena a que su propia aura todavía
era visible por la energía que había empujado a través de ella, que se desvanecía
lentamente. —Estaban tratando de matarla. No debería haber salido así. No usé tanta
energía.
Gracias, Hodin, pensé, ya que no le había enseñado a explotar el aire de esa manera. —
Los errores suceden cuando tienes miedo,— dije. Mi nariz se arrugó cuando el aire de la
noche entró y el polvo de los pixy se evaporó. Una de las ventanas estaba rota, pero el resto
habían estado abiertas, y los papeles caían lentamente de las rejillas y donde los había
pegado la explosión. ¿Cuántas veces había reaccionado de forma exagerada? Dios
ayúdanos. Ella va a cometer todos mis errores en una noche.
—Getty, ¿estás bien?— Pregunté mientras Stef ahuecaba sus manos protectoramente
sobre la pixy.
—Estoy bien—, protestó la pequeña mujer. —Me caí, eso es todo. ¡Stef, estoy bien!
—Ella está ilesa—. Jenks revoloteaba a mi lado, un reluciente chorro de chispas caía de
él. Su mandíbula estaba tensa y había un desgarro en su camisa. Un pequeño rasguño se
veía más allá de él, y la sangre manchaba su rostro. —¿Tienes esto? Tengo que ocuparme
de algo.
—Jenks, espera—, le dije mientras miraba la noche más allá de las ventanas, pero ya
había salido volando, cortando la mosquitera de un solo golpe. No estaba quitando el polvo
en absoluto, y me dio un escalofrío.
Pike avanzó poco a poco y se hizo a un lado para no bloquear la escalera. Hizo que la
habitación fuera un poco menos claustrofóbica, lo cual agradecí.
—Baribas—. Stef se levantó, Getty en la palma de su mano. —Jenks estaba bajando
para hablar contigo, y Baribas… — Miró las ventanas, con expresión dividida. —Estaba
esperando, con todos ellos. Quería matarla—, exclamó. —¿Qué les pasa?
¿Qué les pasa, de hecho?, pensé mientras me acercaba a la ventana, una mano
llevándola a mi boca mientras veía apagarse una luz brillante. Otra la siguió, esta vez con
un grito de advertencia. Jenks estaba arreglando su jardín. Era horrible, pero había vivido
con pixies el tiempo suficiente para entender la fría lógica. Era el jardín de Jenks. Él había
acogido a Getty y, al atacarla, Baribas había tratado de reclamarlo. Una tercera luz se
desvaneció, y el resto se levantó, un verdadero flujo de ellos volando sobre el alto muro,
huyendo de una espada empuñada por un pixy muy enojado que estaba completamente
cómodo con quien era.
161

—Intentaron matarla—, dijo Stef de nuevo, suave esta vez como si tratara de entender, y
las alas de Getty se movieron, tamizando una mínima cantidad de polvo plateado. Sus
Página

pequeños rasgos se relajaron y me pregunté si finalmente se sentiría segura.


El raspar de las alas de Jenks fue fuerte cuando aterrizó en la ventana abierta, y Getty se
sonrojó, tirando de su falda para cubrir un corte.
—Se han ido—, dijo, con la espada envainada pero con la mano sobre ella. —Podrían
estar de vuelta. Dejé vivir a Baribas para que sus hijos tuvieran la oportunidad de
sobrevivir. Podría estar lo suficientemente desesperado como para volver a intentarlo a
pesar de mi amabilidad.
Y fue un acto de bondad, porque cuando uno de los padres moría, el otro moría de
angustia, y los niños se dispersaban en la pena si podían sobrevivir solos o no.
—Este es mi jardín—, dijo Jenks con voz dura, y juro que escuché a Getty suspirar.
—Te rasgaste la camisa —dijo la pixy oscura, y Jenks se sobresaltó, girando
cómicamente en el aire para encontrar la rasgadura.
Sus alas brillaron cuando se detuvo, una mano sujeta firmemente para ocultarlo. —
Tengo otra camisa—, dijo, con la barbilla en alto.
Las alas de Getty comenzaron a brillar, un gris oscuro y misterioso con destellos negros.
—Puedo arreglarlo—, dijo, con voz vacilante. —Si me dejas. Sin embargo, podría necesitar
un poco de hilo y una aguja. Los míos están al otro lado de la ciudad.
Jenks se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos, tanto horrorizados como afligidos. —
Yo… tengo algunos —graznó, y mis hombros se hundieron en comprensión. En la sociedad
altamente estructurada de los pixies, era la esposa quien remendaba la ropa de su marido.
Jenks se había saltado las reglas lo suficiente como para aceptar ropa hecha por Belle, pero
el hada había estado tan distante de su amada Matalina que probablemente lo vio como un
pago de renta ligeramente cuestionable, nada más.
Getty, sin embargo, no era un hada. Él había jurado protegerla. Se había encargado de
que tuviera comida. Había reparado su ala. Y mientras observaba cómo el polvo de Jenks
cambiaba de plateado a azul, a rojo y luego a plateado nuevamente, sentí que mi corazón se
compadecía de él. El recuerdo de su esposa lo desgarró, manchando la posibilidad de
encontrar algo con Getty que los dejara a ambos… ¿felices? Estaba a medio paso de llorar,
y Pike y Stef me miraron, claramente ajenos a que algo más que una camisa estaba siendo
remendada.
—Tengo algo de hilo abajo —dijo de nuevo, luego se levantó para flotar frente a Stef.
—Mantenla a salvo, ¿de acuerdo?— dijo, y Stef asintió. —Vuelvo enseguida—, terminó en
voz baja, esta vez a Getty.
—Jenks, espérame. —Me puse en movimiento para seguirlo, pero se había ido y casi me
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caigo en las escaleras tratando de atraparlo, mis pies se movían tan rápido. No había forma
Página

de que Jenks viniera conmigo esta noche. Necesitaba estar aquí hasta que estuviera seguro
de que Baribas no volvería a intentarlo. Podría arreglármelas con Trent y Pike. Ivy también
estaría allí. Solo estábamos saludando y haciendo arreglos para otra reunión. ¿Qué puede
salir mal?
—¡Jenks, espera! —Llamé cuando llegué al santuario, y él se detuvo, flotando sobre el
piso recién incrustado, su polvo de un gris pálido. Mi pulso estaba acelerado cuando
avancé, y mi corazón dolía por la culpa atormentada y el dolor en su rostro: recuerdos de
Matalina, su enojo con Baribas, su necesidad de cuidar a alguien. Getty.
—No vas a venir conmigo esta noche—, le dije. —Ella te necesita más que yo. Sí dices
que estoy equivocada, me encogeré y te daré una bofetada. Stef no puede mantenerla a
salvo. Tú puedes.
Tomó aire para protestar, luego miró sus manos, temblando y cubiertas con la sangre de
otra persona. —Gracias—, susurró aliviado, el zumbido de sus alas bajó de intensidad.
Le di una sonrisa llorosa, deseando que yo fuera pequeña o que él fuera grande para que
uno de nosotros pudiera abrazar al otro. Necesitaba oírme decir que estaba bien.
Y por Dios, así era.

163
Página
CAPÍTULO 13

—GRACIAS —DIJE MIENTRAS LE ENTREGABA LAS LLAVES DE TRENT AL


asistente de fuera del Cincinnatian, dándole al Were una sonrisa antes de mirar hacia la
fachada del viejo edificio. Había conducido, ya que Trent había estado hablando por
teléfono tratando de apagar otro incendio con su movimiento de dinero rápido. Las luces
cercanas de Fountain Square iluminaban la parte inferior de las nubes, haciendo que
pareciera un día nublado en lugar de las dos y media de la mañana. Tiré de la correa de mi
vestido mientras sofocaba un bostezo. Las dos de la mañana no era inusual para una bruja,
pero Trent y yo habíamos estado tratando de mantener un horario que ambos pudiéramos
manejar, y estaba cansada.
—Llegamos muy temprano—, gruñó Pike mientras nos parábamos y esperábamos a que
Trent terminara de hablar con el asistente. —¿Por qué llegamos temprano?
—Las cosas pasan.— Me sentí bien con mi elegante vestido negro, y me balanceé para
sentirlo rozar mis pantorrillas. El tráfico de automóviles era escaso, pero los peatones lo
compensaban cuando los habitantes Inderland se apoderaron de la ciudad, disfrutando de
las pocas horas antes de que saliera el sol y volviera a hacer un calor sofocante. —Podemos
esperar en el bar si quieres.
Sacudió la cabeza, sus manos maltratadas escondidas en guantes negros de conducir.
Nos detuvimos en Piscary's en el camino para que pudiera cambiarse, y se veía mejor con
un traje limpio, incluso si todavía cojeaba y olía a Azufre lo suficientemente fuerte como
para provocar un frenesí amoroso en los perros antidrogas del I.S. —¿Llegar temprano es
una especie de cosa de brujas para obtener el gran terreno?— dijo, moviendo los hombros
incómodamente. —No hay gran terreno cuando se trata de los no muertos longevos. Solo
hay supervivencia.
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—No estoy de acuerdo.— El ruido de la ciudad era tranquilizador y me relajé mientras


miraba a Trent con amor. También se había puesto un traje y una corbata, su cabello rubio
Página

blanquecino peinado hacia atrás y una ramita de lila que probablemente era un amuleto
metido en su solapa. Parecía que estaba terminando, entregándole al joven un billete
doblado mientras hablaban.
—Mmmm. Propina exagerada—, dijo Pike, luego hizo una mueca, claramente queriendo
sentarse.
—Tal vez, pero apuesto a que nuestro coche aparecerá noventa segundos después de que
lleguemos a la acera—. Me volví hacia Pike, reconociendo su fatiga a través del impulso de
Azufre. —¿Celoso?
El vampiro vivo con cicatrices comenzó. —No. Al menos, no lo creo.— Sonrió,
mostrándome sus pequeños pero afilados colmillos. —Te lo haré saber, Rachel Morgan.
Sus pupilas cada vez más amplias atraparon y mantuvieron mi atención, enviando un
suave temblor de promesa a través de mí. —No deberías tener hambre—, le dije. —Deja de
coquetear.
Su sonrisa se amplió, una mano frotándose la barba cuando encontró un cumplido en mis
palabras. —Nunca me dijiste cuánto tiempo vivieron juntas Ivy y tú—, agregó.
—¿Te refieres a mí en un lado del pasillo, ella en el otro?— Le sonreí a Trent mientras
palmeaba al asistente en el hombro y se dirigía hacia nosotros. —Lo suficientemente largo
para extrañarla, y lo suficientemente corto para poder hacer lo mismo.
—Mmmm.
Sí, había sido críptica, pero sabía exactamente lo que estaba diciendo. Cuanto más
tiempo te relacionaras con un vampiro vivo, menos probable era que abandonaras su
presencia. Solían convertirse en tu mundo a través de sus feromonas, atrapando incluso a
los curiosos que se demoraban demasiado. Era la forma en que la evolución les encontró
fuentes de sangre dispuestas después de su primera muerte, y era muy eficaz.
Trent se detuvo en seco, señalando la puerta giratoria. —¿Vamos?
Asentí con la cabeza, mientras entré con mi bolso de hombro que no hacía juego. Los
pequeños ascensores estaban a la izquierda, el modesto mostrador de recepción a la derecha
y el amplio bar al frente. Un restaurante de cuatro estrellas estaba escondido detrás del
mostrador de recepción, sus pocas ventanas daban a la calle adyacente. Estaba algo abierto
al bar, pero no lo suficientemente cerca como para que los televisores sintonizados con los
canales deportivos se entrometieran.
—¿Pike?— Dije, dudando al leer el teletipo de las noticias mientras Trent y Pike se
arremolinaban frente al puesto de anfitriones, esperando a que alguien los notara. —Es ese
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tu…
—Hermano—, Pike terminó con firmeza mientras se giraba para mirar. —¿Por qué Brad
Página

todavía está en el aeropuerto?


El brazo de Trent se enroscó posesivamente en el mío mientras leía el teletipo que se
desplazaba. —Están preguntando si alguien sabe quién es—. Frunció el ceño. —Eso no
suena como cumplimiento.
Fruncí el ceño ante la actitud confundida y enojada de Brad cuando la policía del
aeropuerto lo detuvo. —No, no lo parece—, murmuré, un sentimiento inquieto que
comenzaba a crecer. —Debería haber escuchado mi instinto. Estoy más del ochenta por
ciento segura de que había algo en esa maldición que Hodin borró de la receta. O Stef no lo
sabe o Hodin le impide hablar—. Haciendo una mueca, vi al locutor pedir ayuda para
identificar a Brad. —¿Vas a reclamarlo?— Le pregunté a Pike, y se rió amargamente.
—Infiernos no—, dijo Pike, pasando de la televisión al restaurante.
Trent se inclinó más cerca, haciendo que todo mi costado hormigueara mientras nuestras
auras se frotaban. —Jenks me dijo que la biblioteca de la universidad quiere que vayas a
inspeccionar su seguridad en su armario de libros antiguos—. Sus labios se arquearon con
picardía. —Todavía estoy tratando de encontrar mis libros demoníacos, pero es posible que
tengan una copia de la maldición. Nada que te impida mirar mientras estés allí.
—¡Oh, Dios mío! Eres un genio.— Complacida, golpeé su hombro, queriendo llamar a
Lenny en este mismo momento. —Eso haría esto mucho más fácil. Tratar de inmovilizar a
Hodin es como tratar de atrapar a un pixy engrasado.
Sonriendo, Trent tiró de mí hacia él. Pero entonces la vibración de su teléfono se
entrometió. Gimiendo, se estiró para contestar, mi brazo se deslizó del suyo, dejándome
sintiéndome sola.
Pike emitió un sonido grosero, con una sonrisa de complicidad en su rostro. —¿Tiene su
teléfono encendido cada vez que salen?
Encogiéndome de hombros, enlacé mi brazo con el de Pike. —Absolutamente. Y yo
también—. Pero mi sonrisa se desvaneció ante la repentina preocupación de Trent, y me
aparté de Pike, sin importarme que el anfitrión finalmente hubiera aparecido y ahora estaba
esperando con rigidez.
—¿Son las chicas? ¿Están bien?— Solté cuando Trent cerró su teléfono.
—Sí—, dijo, con el ceño fruncido. —Quiero decir, no lo sé. Esa no era Ellasbeth—.
Sonrió al anfitrión. —¿Tres para la mesa de Finnis?
Pero clavé los talones en la alfombra rebajada, negándome a moverme cuando el
anfitrión se alejó. Trent dio tres pasos y se detuvo. Pike suspiró y también se detuvo.
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—¿Qué es?— Le pregunté a Trent. —¿Es ese negocio en el que has estado trabajando?
Página
Trent tomó aire como para negarlo, luego cedió. —Aparentemente necesitan que
confirme visualmente algo. Lo haré por la mañana—. Sonrió levemente a Pike. —
Abogados. No puedo vivir con ellos, no puedo matarlos. Ni siquiera durante la Revelación.
Miré al anfitrión que nos esperaba, luego de nuevo a Trent. —¿Necesitas ocuparte de
ello?
—No—, dijo de inmediato, y mis ojos se entrecerraron.
—No necesito a un pixy para saber cuándo estás mintiendo —dije, y por el rabillo del
ojo, vi a Pike frotarse las sienes con frustración.
—¿Quieres que siga adelante?— preguntó Pike, ignorado tanto por Trent como por mí.
—Puede esperar.— Trent me empujó hacia adelante con un fuerte tirón cuando me
negué a moverme. —Nos reuniremos con Finnis.
Negué con la cabeza, sabiendo que si él no se ocupaba de eso ahora, todo el trato podría
fracasar. Sin mencionar que estaría pensando en eso y no en la situación actual. Que él
estuviera dispuesto a arriesgar su negocio significaba mucho para mí, pero no quería que yo
fuera la razón por la que algo fallara. Podría haber perdido a Jenks, y ahora a Trent, pero
todavía tenía a Pike. —Ve a hacer lo que tengas que hacer—. Arreglé sus solapas y sonreí,
sintiéndolo en serio. —Pike y yo estaremos bien.
Hizo una mueca. —Siempre puedo encontrar otra propiedad.
—¿Por uno punto dos millones de dólares?— Supuse, y él hizo una mueca. —Vamos.
Ordenaré por ti. Estarás en el centro, ¿verdad? Si no te ocupas, estarás pensando en ello
desde los aperitivos hasta el postre.
El agarre de Trent sobre mí se aflojó, pero su ceño estaba fruncido. —¿Estás tratando de
deshacerte de mí porque Finnis es un vampiro?
Pike gimió cuando el anfitrión se cansó de esperar y se fue, y me puse de puntillas para
darle un beso a Trent. —No. Ve a hacer lo que tienes que hacer. Pike y yo tenemos esto.
Pike suspiró y miró su reloj. —Ahora veo lo que quieres decir con llegar temprano. Él te
frena. Primero con sus zapatos. Luego la hoja debajo del limpiaparabrisas del coche. Ahora
esto…
La atención de Trent se centró en Pike. Él podría estar justo delante de mí sosteniendo
mis codos, pero su mente ya estaba en otra parte. —Gracias—, dijo en voz baja. —
Realmente quiero que esto suceda. No sé por qué están siendo tan rigurosos. Vuelvo
167

enseguida.
Página
Me dio otro beso, luego caminó rápidamente hacia la puerta. Pike se acomodó a mi lado,
hombro con hombro, ambos observándonos. El aroma especiado de un vampiro molesto me
hizo cosquillas en la nariz y lo respiré, disfrutándolo. —Nunca te hubiera dejado—, dijo.
—Por eso nunca saldremos, Pike—. Preocupada, escaneé el restaurante, pero el anfitrión
había desaparecido. Pike suspiró, con las manos en los bolsillos de sus pantalones mientras
volvíamos al puesto del anfitrión.
Me sentí extrañamente desnuda mientras estaba de pie junto a Pike. Sin Jenks. Sin Trent.
Ivy tampoco estaba aquí. El lugar era de primera categoría, pero un poco demasiado
desordenado para mi gusto, cargado de brocados dorados y terciopelo. Demasiados vasos y
tenedores.
Una pareja joven acurrucada en un rincón, sus cabezas tan cerca que casi podía ver una
propuesta en proceso. Un par de hombres de negocios cenando por separado, suficiente
espacio entre ellos para evitar cualquier conversación fácil, pero no tanto como para que se
sintieran solos. Dos mujeres elegantes con trajes de alta potencia charlaban mientras
tomaban café y tabletas resplandecientes. Todo el mundo aquí era un Inderland: vampiros,
Weres, brujas. ¿Elfo? Me pregunté, estudiando al hombre rubio solo, leyendo su tableta y
disfrutando de una taza de café.
No, es un vampiro, decidí, pensando que el pelo no estaba del todo bien incluso si el
traje parecía tan caro como uno de los mejores de Trent. Sus zapatos, también, eran un
poco… sosos. Era difícil saberlo sin ver sus ojos. Los elfos generalmente tenían ojos
verdes, pero no siempre.
—¿Son dos ahora?— dijo el anfitrión amablemente, y me sobresalté.
—Nos unimos al Sr. Finnis— dije, y el anfitrión asintió, viendo que Trent ya lo había
dicho.
—Sí, ma'am. Por aquí, por favor.
Fui primero cuando Pike me hizo un gesto galante para que fuera, pero mi estado de
ánimo se agrió cuando se hizo evidente que no habría pared contra la que apoyar mi
espalda. Estábamos en la ventana delantera. Suspiré, sin apreciar el "mejor asiento de la
casa" y sintiéndome como si estuviera en exhibición. Incluso con todos los retrasos, Finnis
aún no había llegado y yo podía elegir los asientos. Pike tomó el que estaba frente a mí, y el
anfitrión recogió el puesto adicional frente a la ventana.
—Ah, tomaré una malteada de chocolate—, dijo Pike cuando se hizo evidente que el
anfitrión estaba esperando nuestro pedido de bebidas.
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—Café, negro. Espera, no. Té y uno de esos palitos de miel —dije, cambiando de
Página

opinión. No me gustaba especialmente el té, pero a Jenks le encantaba la miel y podía


llevársela a casa. Una especie de cosa de te-extrañé. El anfitrión asintió y se alejó.
—¿Malteada de chocolate?— Pregunté, y Pike sonrió para mostrar sus dientes.
—Tengo hambre…
Y luciendo lo suficientemente bien como para comer, incluso con los vendajes,
reflexioné mientras me sentaba, luego me encorvé, tratando de no ponerme nerviosa. Había
una fiesta del día de la muerte en el bar, y seguí a una fulana con tacones altos, poca ropa y
cuello de encaje que pasaba junto a ellos en busca de una cita.
Y entonces, como de la nada, un vampiro alto y rubio con un traje exagerado, chaleco y
corbata se detuvo fantasmagóricamente frente al puesto del anfitrión. Era viejo, no estaba
muerto, y sonreía con largos y afilados colmillos, su expresiva voz como mantequilla y
crema. —Pike, ¿Finnis es rubio?— Pregunté, sintiéndome un poco sin aliento ante la
presencia dominante del vampiro.
—No sé.— Su atención siguió la mía, e hizo un suave gruñido. —Constance nunca
hablaba de él.
Me senté, mis tobillos se cruzaron. —Sip, es él—, dije mientras el anfitrión se giraba y
ambos nos estudiaban. —¿Dónde está Ivy?
Pike se puso de pie mientras los dos se abrían paso entre las mesas casi vacías, el olor
casi agrio de vampiros nerviosos se elevaba. —Estoy seguro de que ella vendrá. No puedo
imaginarlo saliendo sin un séquito que lo haga sentir importante.
Encontré mis pies cuando el vampiro con su traje gris y corbata hizo señas al anfitrión,
con una mano extendida mientras se acercaba. —Buenas noches—, dijo, y ahogué un
escalofrío por el tirón de eso. —¿Sr. Welroe?— Los labios del no muerto estaban cerrados
en una sonrisa cuidadosa cuando él y Pike se dieron la mano. Entrecerré los ojos, no me
gustaba que Ivy no estuviera aquí.
—Sr. Finnis. Es un placer tenerlo en Cincinnati—. Pike me sonrió. —Esta es la Srta.
Rachel Morgan. Ella es la ejecutora de Constance en asuntos no vampíricos. Constance
pensó que tú también apreciarías conocerla.
—Srta. Morgan—. Los ojos negros de Finnis encontraron los míos, haciendo que mi
pulso se acelerara. —Ivy me ha hablado mucho de ti.
Me resistí a su mano pálida y algo desnutrida, decidiendo que no quería tocarla. Se me
erizó el vello de la nuca y miré hacia atrás. No había nadie excepto ese tipo con su café y
tableta. Su atención no estaba en mí, pero estaba mirando, sin embargo. Sospechando, me
incliné para ver los zapatos del Sr. Finnis.
169

—Disculpe—, le dije mientras pasaba junto a él y me alejaba.


—¡Rachel!— Pike casi siseó, pero Ivy no estaba aquí y no tenía tiempo de explicarlo.
Página
Con el pulso acelerado, zigzagueé entre las mesas, deteniéndome ante ese vampiro
solitario con los zapatos de mil dólares, sosos. El "Sr. Finnis" vestía los especiales de la
tienda para hombres. Respiré hondo mientras el vampiro levantaba la vista de su tableta,
arrastrando el olor de su fuerza dominante a través de mí, haciéndome sentir viva. A través
de todo esto había un indicio de lo que el otro tipo se estaba perdiendo. Ivy.
—¿Puedo ayudarte?— dijo el vampiro, y cerré mis rodillas ante el tirón en su voz.
Sip. Lo encontré, pensé mientras extendía mi mano. —Sr. Finnis. Es un placer. Soy
Rachel Morgan.
Desde el otro lado del restaurante, Pike maldijo en voz baja.
El verdadero Sr. Finnis dejó su tableta y se movió para mirarme de frente. Una sonrisa
encantadora y demente estaba en su rostro, sus caninos largos y puntiagudos brillaban y sus
pupilas se dilataban suavemente. Me congelé, luchando por retraer esa obscenidad mientras
él tomaba mi mano, la giraba y respiraba por encima, oliéndome. —¿Como supiste?
Me alegré de que me soltara, porque no estaba segura de poder alejarme de él. ¡Maldita
sea, este es uno viejo! —El otro tipo no huele como Ivy. Lo haces —dije, mirando al falso
Sr. Finnis. —Y sus zapatos. Sus zapatos no están bien. Pero sobre todo Ivy.
Finnis se inclinó para mirar sus zapatos, luego asintió hacia su doble. Claramente
molesto, el vampiro no muerto se fue, tomando una botella de champán de un cubo de hielo
al pasar. Nadie dijo nada, y sonreí cuando esa vagabunda vampiro entrelazó su brazo con el
de él y desaparecieron en el bar.
—Mi primer vástago—, dijo Finnis. —Es un buen hombre. Nunca pensé en los
zapatos…— Los ojos de Finnis se posaron en los míos y trabé las rodillas. —Por favor.
Únete a mí.
Con los dedos buscando a tientas una silla, me senté. Estaba de espaldas al restaurante,
pero podía moverme rápido si era necesario. Pike también se sentó, y nadie dijo nada
cuando llegaron nuestras bebidas.
—Creo que un plato cosmopolita para la mesa sería agradable—, dijo Finnis al mesero,
y luego a nosotros, —¿Estás seguro de que no disfrutarías de una botella de vino? ¿Spirits?
—No estaremos aquí mucho tiempo —dije cuando Pike permaneció en silencio—.
Parecía tener alguna dificultad. Ni asombro, o miedo, simplemente… apagado. —¿Pike?
—Ninguna para mí, gracias—, dijo, con la voz tensa. —Gracias.
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Sin dejar de sonreír, Finnis entrelazó sus largos y pálidos dedos sobre su corbata. Había
pequeñas calaveras y tibias cruzadas en él. Nunca antes había visto un no muerto con
sentido del humor. —Tiene buen aspecto, Joven Pike—, dijo como si Pike tuviera ocho
Página

años y finalmente le permitieran sentarse en la mesa de los adultos. —Veo que tu hermano
está en el aeropuerto. ¿Constance te ha tenido tan ocupado que te has olvidado de
recogerlo?
El ojo de Pike se contrajo y pareció encontrarse a sí mismo. —No—, dijo brevemente,
un rubor coloreando su cuello. —Es un placer conocerle. Dígame si necesita algo que el
hotel no pueda proporcionar. Constance estará encantada de complacerte.
Tomé un sorbo de mi té, sosteniendo la frágil taza en caso de que tuviera que arrojársela
por un instante de distracción. —Pensé que Ivy se uniría a nosotros.
—Ella vendrá pronto—, dijo Finnis con un gesto despreocupado de una mano.
Mi pulso se aceleró y mantuve mi respiración superficial. Tenía que saber cómo me
estaba golpeando, pero no reaccionaría si yo no lo sabía. —¿Se encuentra ella bien?
La atención de Finnis se centró en mí y se demoró. —No veo por qué no.
Mis ojos se entrecerraron en los suyos. —¿Eres responsable de que Trent haya sido
llamado?
Parpadeó, genuinamente sorprendido. —No.
Con la cabeza inclinada, dejé con cuidado mi taza de té. —No hablas mucho para ser un
no muerto longevo.
Pike empujó mi pie debajo de la mesa y le lancé una mirada sombría. Finnis lo notó,
haciendo un suave suspiro de arrepentimiento. —Creo que hemos terminado aquí—, dijo,
indicándole al anfitrión que nos acompañara hasta la salida.
—Whoa, whoa, whoa. Discúlpame, Finnis, pero como ejecutor de Constance, necesito
saber-
—¿Necesitas saber qué?— dijo Finnis, y entonces yo estaba de pie, con la espalda
apoyada en el pilar mientras él no muerto se levantaba, con las pupilas dilatadas y los
dientes al descubierto. —No necesitas nada—, entonó, sus palabras parecían fluir a mi
alrededor y empujarme desde atrás, una presencia pesada y oscura de partes iguales de
hambre y amenaza.
—¿Señor?— Pike se levantó lentamente, muy lentamente, con el rostro pálido.
—Quédate quieto, Welroe—, casi gruñó Finnis. Podía escuchar a la gente irse mientras
estaba parado allí, con el pulso martilleando. Contuve la respiración, negándome a inhalarlo
mientras Finnis me estudiaba, demorándose en mi piel perfecta escondiendo un mordisco
profundo y duradero. Sabía que estaba allí, y cerré los ojos, sabiendo cómo se sentiría si
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jugara con él. Oh, Dios. Por favor, no. Por favor, no…
—Ivy me dijo que eras un demonio. Haz algo.
Página
Estaba justo frente a mí, seguro de que estaba indefensa. Mis ojos se abrieron, y me
apresuré a alejar mi miedo. Sí, yo era un demonio. No estaba indefensa, si pudiera recordar
reaccionar. Él estaba tan malditamente cerca.
Tomé un respiro, luego otro. Pike no se había ido, pero esta era mi pelea, no la suya. —
Mmmm, no— dije, y un destello de placer hizo que los labios de Finnis se dibujaran en una
sonrisa.
—¿No?— repitió.
Encontré una fuerza más profunda en su sorpresa, y me atreví a mirarlo a los ojos. —No
—dije de nuevo, más fuerte mientras me abría paso a través de las feromonas de deseo,
miedo y sumisión que estaba expulsando. —No soy un juguete de cuerda. Estoy aquí para
mantener a Pike a salvo mientras ustedes dos arreglan una cita para encontrarse con
Constance. ¿Podemos hacer eso? ¿O deberíamos volver cuando no estés tan aburrido?
Finnis se rió entre dientes, el borde marrón alrededor de sus pupilas creció. Mis hombros
se aflojaron y me empujé del pilar cuando Finnis me miró, interesado en mí otra vez.
Hablar con los viejos no muertos era cuestión de equilibrio. Si eras aburrido, te sangraban.
Si eras interesante… bueno, también te sangraban por eso, pero por una razón diferente.
Pero encuentras ese punto dulce, y podrías hablar con ellos y alejarte. Por lo general.
Intercambié una mirada rápida a Pike y tanteé detrás de mí en busca de mi silla. No me
sorprendió ver que el restaurante se había vaciado. Nadie miraba desde detrás de la puerta
de la cocina mientras los Beach Boys tocaban instrumentos en los parlantes ocultos.
—¿Mantener a Pike a salvo?— Finnis se burló mientras se sentaba y reemplazaba su
servilleta. —No lo estás haciendo muy bien. Es un desastre.
—Estoy vivo—, dijo Pike, y Finnis asintió.
—Al igual que su hermano y los tres asesinos que envió—, dije mientras me sentaba con
cautela. —¿Sabes lo difícil que es acabar con tres asesinos y un caso grave de rivalidad
entre hermanos sin matar a alguien?
Finnis se rió larga y duramente, sorprendiéndome. Le di una leve sonrisa, pero la tensión
se había roto y Pike tomó asiento cuando Finnis le hizo un gesto para que lo hiciera. —
¿Dónde está mi plato cosmopolita?— gritó el vampiro no muerto, y luego se inclinó sobre
la mesa para llenar mi taza de té de la tetera cercana. —Dioses, me alegro de que haya algo
que hacer en esta axila de ciudad. Pensé que esta noche sería una completa pérdida de
tiempo.
—Señor —empezó a decir Pike, con la voz cortada por el movimiento brusco de Finnis.
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—No tienes el control. Estarás en silencio—, dijo Finnis.


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—Pike- — comencé.
—No tiene el control—, insistió Finnis. —Oh, él podría desear estarlo, pero no lo está.
Y si es honesto consigo mismo, admitirá que le gusta que sea así. La mayoría de los
vampiros vivos lo hacen—. Puso un brazo sobre la mesa y se inclinó sobre él, con el
aspecto de un hombre inofensivo, muy rico y un tanto extraño cuyas cejas necesitaban un
corte. Solo los realmente viejos podían parecer realmente vivos e interesados en quiénes los
rodeaban. Así es como llegaban a tan viejos. Piscary había sido así. Constance… no tanto.
—Ah, aquí está nuestro plato—, dijo Finnis mientras acomodaba sus cubiertos. —Pike,
¿otra malteada? Rachel, ¿un plato?
—Estoy bien,— dije, y Pike apenas había tocado el suyo. Maldita sea, este tipo podría
ser más de lo que puedo manejar, pensé, con los dedos temblando mientras bebía mi té y
miraba el plato de queso y frutas. Si no pueden asustarte, te adormecen haciéndote sentir
especial.
—Estoy seguro de que Constance podrá incluirte en su horario—, dijo Pike, y Finnis se
burló.
—Detente. Constance ni siquiera está viva.
—Lo está —dije, conteniendo el aliento cuando Finnis se volvió hacia mí. —Pike la
mantiene sana y bien—, agregué. —Disfrutando todo lo que Cincinnati tiene para ofrecer.
Estoy dispuesta a someterme a cualquier amuleto de la verdad que desees. Él también.
—Lo que significa que hacerlo sería inútil—. Finnis llenó un plato pequeño que estaba
en el centro de la mesa. No tenía hambre, al menos, no por el queso de cabra caro y la fruta
fuera de temporada. Era un acto. Un acto muy convincente, pero había visto al monstruo.
Todos lo hicimos.
—Jugaremos tu juego—, agregó mientras le indicaba al encargado del agua que
rellenara su café. —Porque la alternativa es arrancarte la garganta aquí y ahora, y no quiero
perder mi depósito por daños. Sin mencionar que eres más divertida que una canasta de
gatitos, Srta. Morgan —añadió como un golpe en el estómago con un guiño. —Si hay algo
que los no muertos anhelan más que sangre, es distracción. No, Constance está muerta, y si
no la traes para… —su mirada se dirigió a Pike—, digamos, ¿el martes por la noche, el
miércoles por la mañana? Comenzaré las investigaciones.
Las investigaciones no sonaban mal, excepto que serían en persona y probablemente
implicarían grandes transferencias de sangre no deseadas. Suspirando, puse tres trozos de
queso y una rodaja de kiwi en mi plato.
—Constance era mi amiga—, dijo Finnis en una demostración exagerada de tristeza. —
173

No estoy feliz de que haya muerto dos veces.


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¿Amiga? Pensé. Más como un juguete, con la cantidad de equipaje mental que tenía la
mujer no muerta.
—Finnis—, dijo Pike, palideciendo cuando el maestro no muerto lo miró con los ojos
entrecerrados. —Señor, ¿qué quiere para simplemente marcharse?
La mano de Finnis golpeó la mesa y salté, mi repentina ingesta de energía de línea hizo
que mi cabello se convirtiera en un estallido estático. —¡Ahí está!— dijo triunfalmente el
vampiro no muerto mientras empujaba frenéticamente la energía de regreso a la línea. —
Admite que ella murió dos veces para que pueda irme a casa, y pediré que tu juicio sea
rápido y tu celda agradable.
—Maldita sea, Pike—. Con los labios apretados, pasé una mano por mi cabello para
tratar de alisarlo. —Finnis, ella no ha muerto dos veces. Está ocupada en un nuevo
pasatiempo y no quiere que la molesten.
Pero Finnis me estaba ignorando, concentrado en Pike. —Me iré—, dijo, y los labios de
Pike se curvaron con éxito. —Sí, me iré, pero solo cuando Rachel Morgan retire su encanto
del alma de la consideración de la AFHE.
Haciendo una mueca, reprimí el impulso de golpear a Pike en ese mismo momento. Si
sacaba mi encanto del alma, perdería el control de la ciudad, pero no es por eso que no iba a
hacerlo. Se lo debía a los vampiros vivos que me habían apoyado en el pasado. Lo que
tenían Ivy y Nina no estaba mal, y lucharía por ello.
—Esa no es una opción,— dije. —¡No es una opción!— dije de nuevo, más fuerte y
mirando a Pike hasta que tomó malhumoradamente su malteada, chupando un tercio de ella
de una sola vez.
—Mmmm—. Finnis me consideró, su espectáculo amistoso terminado, sus amenazas
ocultas. —Entonces necesito ver a Constance. Si ella está muerta y sobrevives a mi dolor,
serás encarcelada por eliminación injustificada de un no muerto y se enviará un nuevo
vampiro para sostener a tu… ciudad.
—¿Tú?— Dije sarcásticamente, y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.
—Quizás. Mi abrumadora pena necesitará muchos calmantes.
Pike dejó su malteada sobre la mesa de un golpe. —Organizaré una reunión. Podría
tomar tiempo. Es difícil de precisar.
—Los no muertos por lo general lo son—. La atención de Finnis volvió a su tableta
cuando sonó. —Martes por la noche, miércoles por la mañana. Antes del amanecer.
Sus duros ojos negros encontraron los míos, pero no me moví a pesar de la obvia
desestimación. ¿Por qué mis elecciones son siempre las que no me gustan?
174

—¿Rachel?— Pike se quedó de pie, esperando, y yo seguía sentada, frunciendo el ceño a


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Finnis, que nos había sacado de sus pensamientos como un niño de dos años que olvida los
zapatos. Al menos, hasta que estiré el brazo por encima de la mesa y cogí un trozo de queso
de su plato pequeño.
—Ella está viva—, dije mientras me ponía de pie, y Finnis siguió mi movimiento. Creo
que había dejado de fingir que respiraba y eso me dio escalofríos. —Y te irás de aquí con
nada más que una agradable semana de distracción.
Mi corazón martilleaba mientras giraba y me alejaba. Los dedos de Pike encontraron mi
codo y salté, sobresaltada por un destello de calor.
—Dios, mujer. ¿Por qué no meas en su bebida?— murmuró, y un movimiento sensual se
deslizó en mis caderas cuando pasamos a la gente asustada que comenzaba a regresar. Yo
estaba caliente de feromonas. Mi aura obscena me hacía sentir ruda. El toque de Pike
enviaba deliciosos zarcillos de promesa a través de mí, aunque me sentía vulnerable sin
Jenks. Expuesta.
—Te gusta mucho coquetear con la muerte, ¿verdad? —añadió Pike, y respiré profunda
y limpiamente, rompiendo el último zarcillo de necesidad que Finnis me había inculcado.
—Nos alejamos, ¿no?— dije, avergonzada. —Sabemos cómo se ve ahora. Ninguno de
nosotros se rompió la piel.
—Sí.— Parecía decepcionado, y giré bruscamente a la izquierda antes de la puerta,
dirigiéndome al mostrador de recepción. —Ah, ¿qué estás haciendo? Tenemos que irnos
antes de que cambie de opinión.
Presione el mostrador con impaciencia, y el Were que estaba trabajando en el escritorio
miró hacia arriba, con una sonrisa suave y profesional en su rostro. —Ivy Tamwood. ¿En
qué habitación está?— Maldita sea, si Jenks hubiera estado aquí, podría haberlo
descubierto.
La mujer tocó algunos botones en su teclado y luego frunció el ceño. —Lo siento. Pide
que no la molesten.
Mis labios se presionaron. —No te pedí que la llamaras. Pregunté en qué habitación está.
Dígame. Ahora. O volaré todo tu sistema informático—. Finnis la estaba convirtiendo en
una rehén. Lo sabía. Mierda en tostadas, odiaba tratar con los no muertos.
Pike se inclinó casualmente sobre el alto mostrador, de costado hacia mí. —¿Ah,
Rachel?
—No puedo, no permitiré que mis amigos sean rehenes—, dije en voz alta… y luego me
sacudí cuando un olor familiar a incienso de vampiro me atravesó. ¿Ivy?
175

Me giré, mi expresión se quedó en blanco cuando ella salió del ascensor, pareciendo
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relajada y elegante con una chaqueta y una falda corta, tacones altos haciendo clic en el
piso con incrustaciones.
—Vaya, Ivy no estaba bromeando—, dijo Pike mientras se apartaba del mostrador y
asentía con la cabeza al recepcionista para indicar que habíamos terminado.
—¿Bromeando sobre qué?— Estaba casi sin aliento por el alivio, saludando como una
tonta para llamar su atención. Sólo había seis pies entre nosotros. Ivy vio y cambió de
dirección.
Pike se puso en movimiento cuando me dirigí hacia adelante. —¿Cómo supiste que ella
estaba allí?
—Lo acabo de hacer—, dije, sin importarme que no hubiera respondido a mi pregunta.
Radiante, Pike se inclinó hacia Ivy y le dio un beso serio en la mejilla que le ofrecía. —
Maldición, chica—, dijo apreciablemente. —Haces que lo de ser lacayo de los no muertos
se vea bien.
Sus cejas perfectas se levantaron, y luego se volvió hacia mí, su sonrisa se desvaneció
ante mi persistente preocupación. —¿Estás lista? Creí que venía Trent.
—Su negocio se entrometió—. La detuve antes de que pudiera moverse. —Y ya
hablamos con Finnis. ¿Estás bien? Pensé que te había convertido en rehén—. Retiré mi
mano antes de que pudiera sentir que temblaba, pero supuse que sabía lo molesta que
estaba. La reunión no había ido mal, pero podría haber sido mejor. Había olvidado lo
seductores que eran los viejos. Ivy tenía experiencia en decir que no, pero a veces no quería
hacerlo, incluso cuando sabía que se arrepentiría más tarde.
Frunciendo el ceño, miró hacia el restaurante. —Sí. Quiero decir que no, no soy un
rehén. Sí, estoy bien.— Su mirada vino a mí. — Me dijo la hora equivocada, es todo.
Debería haber esperado eso. Está excepcionalmente aburrido, lo que lo hace
excepcionalmente peligroso—. Nos llevó a un lado a un grupo de sillas del vestíbulo. —
¿Trent se fue? ¿Te reuniste con él a solas? ¿Dónde está Jenks? ¿En reconocimiento?
—Jenks se quedó en casa con Getty. Llamaron a Trent —dije, preguntándome de nuevo
si dependía demasiado de mis amigos.
Pike resopló suavemente. —Ella no estaba sola. Yo estaba allí.
Ivy le lanzó una mirada. —¿Te reuniste con él a solas?— preguntó de nuevo.
—Pike estaba conmigo —dije, y el hombre a mi lado se frotó la barba sintiendo el golpe.
—Ivy, no te vas a quedar aquí. No me importa si Finnis tiene una vaca, vas a pasar la noche
en la iglesia. Tenemos espacio.
176

Ivy se soltó de mi agarre, con una extraña sonrisa en su rostro. —Gracias, pero prefiero
quedarme en Piscary's. Quiero repasar los planes de reapertura de Pike—. Se movió para
mirar a Pike, su lengua deslizándose provocativamente entre sus dientes. —Vas a volver a
Página

Piscary's, verdad?— Ella lo miró de arriba abajo. —No vas a dormir en el sofá de Rachel.
El aliento de Pike entró lento y salió aún más lento. —Estaba planeando irme a casa.
Ladeé la cadera, agitando la mano como si pudiera dispersar las feromonas de vampiros
felices que estaban expulsando. —Chicos…
—Bueno.— Ivy apretó la corbata de Pike, haciéndolo parpadear sorprendido. —Quiero
ver a Constance. Erica dice que ella es divertida. Tal vez pueda hacerle entrar en razón.
Me alejé un paso, tratando de mantener mi respiración superficial. —Lo dudo —
murmuré, encogiéndome de hombros cuando los dos vampiros que entraron notaron el flujo
de incienso y sonrieron. Pero una noche entera bajo el tierno cuidado de Ivy le vendría bien
a Pike. O matarlo. —¿Necesitas que te lleven?— Dije, luego vacilé. Trent necesitaría su
coche.
—Podemos tomar un taxi— dijo Pike. —Ah, no te voy a dejar aquí para que esperes a
Trent. Te dejaremos en la iglesia.
Suspiré, no disfrutando tener que escuchar sus juegos previos durante el viaje de diez
minutos a través del río y a casa. —Está bien, pero quiero uno de esos taxis grandes. Los
dos siéntense en la parte de atrás —dije, e Ivy se echó a reír, el sonido me atravesó como
fuego helado.
—Esperen aquí, señoritas—, dijo Pike galantemente, luego pasó por la puerta giratoria
para hablar con el portero.
—Por favor, no lo mates por accidente—, dije, con la cabeza hacia abajo sobre mi bolso
mientras buscaba mi teléfono para enviarle un mensaje de texto a Trent. No iba a volver a
usar la varita de Hodin, pero dado que era una de las maldiciones de Newt, Dali podría
decirme lo que le había hecho a Brad, especialmente si le devolvía sus libros. Al menos, le
encantaría frotarme en la cara con alguna mierda de Hodin.
Reunión terminada. Todo bien. Tomando un taxi a casa. ¿Café mañana antes de mi
clase a las una? Le envié un mensaje de texto a Trent, la luz de mi teléfono me bañaba la
cara.
—¿Rachel?
Levanté la vista, con el teléfono en la mano, mientras Ivy se acercaba sigilosamente, sus
ojos en Pike a través de las paredes de vidrio pero su mano curvándose posesivamente
alrededor de mi cintura.
—Siempre serás mi favorita "vana ilusión"—, susurró, y luego le sonrió a Pike mientras
nos saludaba con la mano, una van esperando en la acera. Su mano se deslizó de mí,
177

dejando un hormigueo a su paso. Haciendo una mueca, la seguí lentamente, empujando mi


libido profundamente. Malditas feromonas vampíricas.
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CAPÍTULO 14

—TRENT, ESTÁ BIEN—, DIJE MIENTRAS CONDUCÍA LENTAMENTE MI


pequeño MINI por el estacionamiento de la biblioteca buscando un lugar. Como era de
esperar, Lenny estaba encantado de recibir mi llamada, reorganizando su día para reunirse
conmigo esta mañana en la entrada lateral para una evaluación rápida en el lugar mucho
antes de mi clase. No tenía idea de si podía averiguar quién tomó sus libros, pero sería una
tonta si rechazara la oportunidad de encontrar una copia de la maldición de Newt y tal vez
algo que pudiera usar en su lugar. Necesitabas un permiso especial incluso para mirar el
armario de libros antiguos de la universidad, y yo iba a usar de esto al máximo. —Recibí un
viaje de Pike e Ivy.
—No esperaba que tomara tanto tiempo—. La voz de Trent estaba tensa por la
frustración. —Deberían haber sido quince minutos.
—No te preocupes por eso—. Eran sólo las diez y el calor que subía del pavimento ya
era agobiante. —Estaré en la biblioteca alrededor de una hora, tal vez una hora y media.
¿Quieres encontrarnos en Junior's? Voy a necesitar café antes de entrar a ese salón de
clases.
Por no hablar de devolver los libros de Dali, actualmente metidos en mi bolso.
—Ahh…
Me desplomé, respirando el aire húmedo y esperando llegar a casa y ponerme los
pantalones cortos antes de derretirme. Después de saquear mi armario, finalmente me
decidí por mi viejo traje de entrevista. Se veía bien, pero no era propicio para mantenerse
fresco. —No te preocupes por eso,— dije, sabiendo que estaría tomando mi café sola. Con
las manos en el volante, avancé lentamente, siguiendo a una mujer que salía de la biblioteca
178

con una cartera de libros. Lavanda, pensé, tirando del puño de mi traje. ¿Qué había estado
pensando?
Página
—Lo juro, estoy listo para alejarme de esto—, dijo Trent. —Sus abogados me piden que
rehaga todo lo que hice anoche para reconocer una cláusula del abuelo que acaba de surgir.
Ni siquiera debería ser un problema. Si no lo supiera mejor, juraría que se están demorando
con la esperanza de que alguien más ofrezca más y puedan sacarlo de debajo de mí. No
firmo hasta que todo esté por escrito, porque si no puedo utilizar el espacio como quiero, no
me sirve.
La mujer apuntó su llavero para hacer sonar un SUV azul, y me detuve bien atrás para
darle espacio para irse, encendiendo mi señal de giro para reclamar el lugar. —Trent, está
bien—. ¿Está comprando espacio? ¿Como un espacio de construcción?
—No está bien—, dijo, y mis cejas se elevaron ante la insinuación de su considerable
temperamento. No lo veía a menudo, pero cuando se mostraba, tendía a ser frío y
exagerado. —Esto debería haber sido firmado, sellado y presentado ayer. Y ahora estoy
atrapado en una pequeña oficina mirando a la pared por la ventana en lugar de sentarme
frente a ti tomando un café en tu gran día.
—Es sólo un día—, le dije, girando mi anillo de perla en mi dedo mientras la mujer
entraba en su coche.
—Estás dando una clase. Es importante. Quería estar allí—, dijo, y supe que estaba
enojado porque estaba perdiendo tiempo conmigo, no porque un abogado lo estuviera
molestando.
—Estarás.— El anillo de mi dedo meñique brillaba y sonreí. —En espíritu.
—Si no tienen el papeleo terminado para cuando tú clase termine, me iré. Tendremos un
almuerzo tardío en Carew Tower, donde escucharé todo y hablaremos sobre cualquier
maldición que encuentres en la biblioteca para reemplazar la que te dio Hodin.
Un cálido amor me inundó. —Eso suena bien, excepto por la parte de marcharse. Está
bien, Trent. Haz lo que necesitas hacer.
—Lo estoy—, dijo, con voz dura. —Y te veré después de clase. Te amo.
—Yo también te amo. Desesperadamente —susurré, y luego la llamada terminó.
La mujer que se iba me saludó con la mano mientras se alejaba y yo se lo devolví antes
de ocupar su lugar. Poniendo mi MINI en el estacionamiento, me desplomé, tirando de mi
bolso hacia mí y dejando caer mi teléfono. —Figúrate—, murmuré, decepcionada por
Trent.
Los libros de Dali eran incómodos y me pregunté si debería dejarlos debajo del asiento.
179

Pero el demonio me mataría si los perdía, así que me colgué mi bolso pesado de libros
sobre mi hombro y salí. Un hombre con pantalones y corbata revoloteaba nervioso frente a
Página

la pequeña entrada lateral. Pondría mis bragas en eBay si no fuera Lenny.


Mis tacones inusualmente altos me hacían sentir vulnerable, pellizcando mientras hacía
clic con ellos. Lenny tenía más o menos mi estatura, pelo corto y oscuro, cuarenta y tantos
años, probablemente una bruja si tuviera la llave del armario de libros antiguos. Tenía algo
de peso de silla sobre él, pero lo llevaba bien, mirándome con los ojos entrecerrados por el
sol brillante cuando me acerqué. —¿Srta. Morgan?— llamó, y traté de encontrar un
semblante profesional.
—Esa soy yo. Debes ser Lenny —dije, sintiendo un cosquilleo de energía de línea ley
almacenada mientras le estrechaba la mano. —Por favor, llámame Rachel.
—Rachel—, repitió, y aparté mi mano cuando esa maldita obscenidad salió de mi chi,
queriendo saltar hacia él. —Gracias por venir—, agregó mientras abría la puerta.
Claramente era una salida de un solo sentido a menos que tuvieras el código. —Te llevaré
abajo— dijo, su expresión era de preocupación mientras sostenía la puerta para mí. —Te
agradezco que uses la entrada trasera. Estamos tratando de mantener esto en secreto—.
Estaba señalando un corredor vacío, y me detuve mientras esperaba el clic de la cerradura
antes de comenzar a avanzar, su ritmo acelerado.
—Ni siquiera hemos presentado un informe con el I.S.—, dijo, claramente nervioso. —
No estamos realmente seguros de cuánto tiempo han estado desaparecidos.
—Ojalá pueda responder a eso—, dije, palmeando mi bolso lleno de libros, y sus ojos se
dirigieron a él, su interés aumentó cuando vio los libros de Dali.
—Esos son viejos—, dijo, su curiosidad era obvia, y giré mi bolso para mostrárselo.
Tuve un horrible instante de miedo en que él dijera que ellos eran los que faltaban, pero su
sonrisa se ensanchó, su aprecio por lo raro y arcano era obvio.
—Espero usarlos para rastrear a quién se llevó los libros —mentí, y él asintió, sus pasos
se hicieron más lentos cuando entramos en un pasillo y el parloteo de las conversaciones
telefónicas se hizo evidente. —¿Alguien ha mirado las imágenes de seguridad?
—Fue lo primero que hice—, dijo mientras lo seguía. —Regresé dos semanas. Melody
todavía estaba aquí entonces, y estoy seguro de que se habría dado cuenta de que no
estaban.
—¿Melody?— Reduje la velocidad en una puerta de código de acceso mientras
escaneaba su identificación.
—Ella estaba a cargo de la restauración—, dijo mientras la puerta zumbaba y la
empujaba para abrirla.
180

Lo estaba, pensé mientras lo seguía al piso abierto de la oficina. La gente en los


escritorios se fijaba en nosotros. Un susurro comenzó a elevarse, y dudé que fuera porque
estaba en lavanda de pies a cabeza. Pero entonces de nuevo… —¿La despidió porque le
Página

robaron tres libros?— Pregunté, horrorizada.


—¡No!— el exclamó. —Se retiró para ayudar a su hija con sus hijos—. Lenny frunció el
ceño. —Ella me dejó en una especie de aprieto, la verdad. Pero parecía feliz cuando regresó
el viernes pasado para limpiar su escritorio.
—Viernes, ¿eh?— Me preguntaba si este iba a ser uno de mis trabajos fáciles. —¿No fue
entonces cuando notaste que faltaban los libros?
Lenny hizo una mueca. —Sé lo que estás pensando, pero Melody es una dama muy
agradable. Ella ha estado aquí más tiempo que yo. Sé con certeza que ella no había estado
en el armario de libros antiguos desde aproximadamente hacía un mes. Lo recuerdo porque
allá abajo teníamos un profesor de la universidad. Nadie baja las escaleras sin mi
conocimiento. Ella incluida.
Como que lo dudaba. Si Nick sabía acerca de la llave escondida en los soportes del
techo, entonces otros también lo sabían, incluida Melody. —¿Por casualidad el nombre del
profesor era Sikes?— pregunté, y Lenny se sobresaltó.
—Creo que ese era su nombre—. Su expresión se volvió alarmada. —¿Por qué?
—Porque estoy enseñando a su clase esta tarde,— dije suavemente. —Ha
desaparecido—. Claro, existía la posibilidad de que Sikes hubiera robado los libros y se
hubiera ido de la ciudad, pero apostaba a que un demonio estaba involucrado,
probablemente uno llamado Dali, y acerqué mi bolso con sus libros. Estaba empezando a
tener sentido, y me estaba cabreando.
—Voy a tener dificultades para reemplazarla—, dijo Lenny, ajeno a mi estado de ánimo.
—No conoces a nadie experto en restauración de líneas ley con un título en bibliotecario,
¿verdad?
—Lo siento, no.— Mierda en tostadas. Si Dali estaba ignorando las reglas de la
sociedad, todos lo harían.
—Valía la pena intentarlo.— Lenny señaló la anodina puerta de incendios situada a un
lado, pero yo ya sabía que era adonde íbamos. —Melody podría restaurar un libro con un
hechizo. Nunca podré reemplazarla.
—Ella suena hábil. ¿Cuál es la posibilidad de que ella se los haya llevado?
La frente de Lenny se arrugó. —Realmente espero que ninguna. Melody había estado
con nosotros durante cuarenta años. Sabía dónde estaban los libros realmente caros, y están
intactos. Los que faltaban estaban en mal estado. Los tomos demoníacos no se pueden
restaurar como casi todos los demás.
181

—No, no se pueden— dije, pensando.


Página

Lenny tocó nerviosamente un bolsillo antes de marcar el código de la puerta. La


cerradura de la puerta de incendios había sido simple cuando Nick y yo nos colamos en la
sección de libros antiguos, pero tiendes a aumentar tu seguridad cuando encuentras un
cuarto de galón de sangre en el piso y un gabinete de libros destrozado.
—Perdón por la escalera estrecha—, dijo mientras abría la puerta y encendía la luz. —
Aparte del montacargas, este es el único otro camino hasta aquí.
Me resistí, reacia a bajar. —¿Qué pasa con la entrada en la sala de descanso de los
empleados?
Los ojos de Lenny se agrandaron. —¿Cómo sabes eso?
Traté de evitar sonrojarme, con una mano en el marco de la puerta. —Salí con alguien
que trabajaba aquí —dije, recordando que Nick había trabajado un tiempo como conserje, a
menos que también me hubiera mentido sobre eso.
—No, tapiamos eso cuando… ah, tapiamos eso—, finalizó. —Después de ti.
—Gracias.— El olor seco a libros viejos subía por la estrecha escalera, y aunque
normalmente lo inhalaría como ambrosía, este tenía olor a ámbar quemado. Haciendo una
mueca, bajé, mis tacones color lavanda haciendo un clic suave y seguro. La barandilla
estaba tan sucia como recordaba, las luces tan tenues. Las paredes de cemento y las
escaleras desnudas formaban un pasaje feo. No era claustrofóbica, pero los recuerdos de
terror y traición estaban en mi mente, y casi me resistí.
—No puedo decirte cuánto aprecio esto —dijo Lenny detrás de mí, y reprimí un
escalofrío cuando escuché que la puerta se cerraba y la luz se atenuaba. —Los libros
perdidos han estado en nuestra posesión por más de doscientos años. Traté de comunicarme
con Melody, pero ella no me devolvió la llamada— añadió, sus palabras nerviosamente
rápidas. Aparentemente, a Lenny tampoco le gustaba la escalera estrecha.
—Voy a necesitar su número —dije, pero comenzaba a sospechar que Melody no era
una dama tan agradable o que la habían secuestrado junto con los libros. Dali no solo
robaría libros cuando también podría conseguir al bibliotecario. Mierda en tostadas, si los
demonios estaban secuestrando lo que sea y a quien quisieran, yo estaba realmente en un
aprieto.
La escalera terminaba en el esperado pasillo ancho. Bloques de cemento por un lado,
malla de alambre por el otro, me recordó a la biblioteca de Alcatraz sin el olor a agua
salada. Pero cuando di un paso adelante, mi pie golpeó una barrera oculta y me aparté, con
un calambre en el tobillo.
—Oh, lo siento.— Lenny me rodeó y murmuró una palabra en Latín. Inmediatamente, el
182

hormigueo de advertencia se desvaneció cuando la protección cayó con un estallido


distintivo y una brillante capa de color. —Hicimos poner seguridad adicional hace unos
Página

cuatro años junto con las cámaras. Nuestro video de seguridad actual se remonta a dos
semanas, pero no muestra nada.
Asentí, esperando a que él me guiara como si nunca hubiera estado aquí antes. Los
pixies podían arreglar la mayoría de las cámaras para que pareciera que no había nadie allí.
Habría una pizca de polvo pixy antes de que se volviera bucle, pero la mayoría de la gente
no sabía cómo buscarlo. —Me gustaría ver las imágenes, si te parece bien,— dije, aún no
lista para dejar ir la esperanza de que fuera una bruja o un elfo quien había robado los
libros. Por favor, cualquiera menos un demonio…
—Por supuesto.— La expresión de Lenny era tensa cuando miró los estantes de libros
cuando pasamos junto a ellos, a salvo detrás de su alambrada. —Polvo pixy y galletas, es
espeluznante aquí abajo.
Sabía lo que quería decir, y seguí a Lenny por el pasillo, el olor a magia antigua se
filtraba más allá del eslabón de la cadena sintiéndose como una caricia seductora. El
hormigueo subía y bajaba, acentuado por la línea ley cercana. Me había colado aquí con
Nick para encontrar un hechizo que me ayudara a traer a Trent como ingeniero genético.
Me fui con el cuello desgarrado por un demonio. No estaba segura de lo que decía que tanto
Al como Trent ahora se contaban como mi maestro y mi amante, respectivamente. ¿Más
inteligente, tal vez? ¿Menos inocente?
Fue aquí donde conocí a Al, enviado por el maestro vampiro de Ivy a matarme. Él
también lo habría hecho si no hubiera probado mi sangre y encontrado algo familiar.
Todavía me preguntaba si Al había permitido que Nick lo rodeara para arruinar el trato que
el demonio había hecho para acabar con mi vida. Al me había salvado con la esperanza de
poseerme, y yo había llevado su marca hasta que obtuve mi libertad. Todo lo cual me hizo
preguntarme si yo era el Nick de Stef, llevándola a un lugar del que no podía librarse. Yo,
sin embargo, no la abandonaría como Nick me había abandonado a mí.
—Aquí está —dijo Lenny nerviosamente, y me detuve mientras jugueteaba con la
cerradura mundana y la llave maestra que sacó de su bolsillo. —Podría tomar un segundo.
Estas viejas llaves son delicadas.
—Tómate tu tiempo—, susurré, mirando los estantes de libros detrás de la cerca de tela
metálica. Sabía que escondían una habitación pequeña, a menos que también la hubieran
cambiado, y reprimí un escalofrío cuando la puerta se abrió con un crujido.
—Ah, los libros que faltaban eran del interior—, dijo Lenny mientras entraba.
Frunciendo el ceño, tomé un libro de un estante y lo puse en el marco de la puerta. Lenny
vaciló ante el sonido de deslizamiento, luego sonrió y asintió. No me encerraría aquí. No
con mis recuerdos. ¿Por qué estoy haciendo esto de nuevo? me pregunté, esperando no
estar siendo tan estúpida como la primera vez.
183

—No te culpo—, dijo Lenny. —Hace unos cuatro años, encontramos un galón de sangre
en el piso y faltaban dos libros. Todavía no sabemos qué pasó.
Página
—Imagínese eso—, reflexioné, ahogando un escalofrío cuando salimos del pasillo
informal y entramos en una pequeña habitación, con paredes hechas completamente de
libros. Mi atención se dirigió al piso de cemento prístino, luego a donde una vez estuvo el
gabinete de madera. Había sido reemplazado por uno de metal con frente de vidrio, pero la
mesa desgastada y las tres sillas horribles todavía estaban allí.
Dios, había sido una estúpida, pensé, con una mano cubriendo mi muñeca donde una
vez estuvo la marca de un demonio. Había sido una promesa para pagarle a Al por salvarme
la vida después de que casi la había terminado. Jenks dijo que era culpa de Nick, pero Nick
había sido el que rodeó a Al y terminó el ataque también.
El bote de basura abollado estaba repleto de vasos para llevar de Junior's, con un floral
Melody escrito en ellos. Una vela perfumada a medio derretir estaba sobre la mesa junto a
una copia impresa, y entrecerré los ojos ante el picor ácido en mi nariz.
¿Ámbar quemado? Pensé, los sentidos alcanzando mientras respiraba profundamente
para traer la sensación de hormigueo de la tarjeta de visita de los demonios dentro de mí.
Podía oler a ámbar quemado, más de lo que podía provenir de los propios libros, y mi
mirada volvió a la vela que intentaba taparlo. Un suave cosquilleo comenzó en las yemas de
mis dedos, picazón a medida que aumentaba para acalambrarme los brazos. El ámbar
quemado significaba demonios. Demonios ocupados. Era el aroma del poder, y cuanto más
practicaban, más apestaban a él.
—Estaban archivados en el gabinete—, dijo Lenny, sacándome de mi alarma enfocada
en la holgura. —Le pedí a Melody que hiciera una lista de lo que faltaba.
Estaba manoseando la copia impresa, nada más que una lista de tres números de
identificación de la biblioteca, en realidad.
—¿Melody?— Pregunté mientras lo alcanzaba. —Pensé que habías dicho que se los
llevaron después de que ella se fue.
—Le pedí que bajara y mirara—, admitió algo tímidamente. —Nadie los conoce mejor
que ella. Tuvimos una fiesta de jubilación para ella.
—¿Aquí abajo?— Le pregunté, y él negó con la cabeza, justamente horrorizado.
—Dios, no. Pero la sacó de la oficina el tiempo suficiente para preparar el pastel y que
todos entraran desde el piso. En retrospectiva, debería haber pensado en otra cosa. Estaba
muy molesta por los libros perdidos.
—No hay duda.— Con los labios entre los dientes, leí la lista. Lentamente mi sonrisa se
184

desvaneció. Sí. Él estaba en lo correcto. Todos eran demoníacos, cada identificación


comenzaba con ARC para arcano. —Ah gracias. Esto es útil —dije, sonrojada, mientras
dejaba mi bolso con un golpe en la mesa. —Va a llevar algún tiempo establecer el encanto
Página
de rastreo—, mentí, con los ojos bajos por la vergüenza mientras sacaba los libros de Dali
de mi bolso como si fuera a usarlos. —¿Dijiste que podía ver las cintas de seguridad?
—Sí. Lo arreglaré cuando salgas—. Lenny acercó una de las sillas destartaladas,
claramente con la intención de quedarse.
—Mmmm, el hechizo que quiero usar funciona por auras. Si estás aquí abajo,
estropearás la lectura aurática.
—¡Vaya!— Lenny soltó la silla como si estuviera caliente. —Por supuesto. La
habitación es tuya.
—Gracias. Hey, si tienes fotos recientes de Melody, podría ser útil. También podría usar
su información de contacto.
—Por supuesto.— Lenny se balanceó hacia adelante, luego hacia atrás, su mano fue a su
teléfono. —Tomé una en la fiesta. ¿La quieres ahora?
Lo que quería era que saliera de la habitación, pero asentí, tomé mi propio teléfono y
esperé a que me llegara.
—Iba a ponerla en el boletín—, dijo Lenny mientras mi teléfono sonaba. —No creerás
que Melody los robó, ¿verdad? ¿Los libros, quiero decir?
—Lo sabré mejor en aproximadamente una hora, pero espero que no—, dije mientras
aceptaba la foto. Inmediatamente mi ceño se frunció. Era obvio quién era Melody, la mujer
mayor y delgada que estaba parada detrás de un pastel de jubilación y rodeada de sonrientes
compañeros de trabajo. Tendría quizás setenta y tantos años y sería una bruja, a juzgar por
los amuletos protectores que llevaba en el cuello. Pero nada podía protegerla de la marca
demoníaca que se asomaba detrás de su puño. Dos barras, como Stef.
Mierda en tostadas, están robando lo que quieren, otra vez. Esto no era lo que
necesitaba. No cuando tenía a un vampiro no muerto para entretener y confundir. —
Gracias. Esto es muy útil—, dije, escuchando mi voz como si estuviera fuera de mi cabeza.
—¿Puedes darme alrededor de una hora?
—Por supuesto.— Se dio la vuelta para irse, claramente vacilante. —Hay cientos de
libros más caros que Melody podría haber robado. No pudo haber sido ella.
—Espero que no,— dije, y su expresión se suavizó. —Ella suena como una buena dama.
Pero la verdad era que Melody tenía una marca demoníaca. Había muchas posibilidades
de que Melody hubiera sido secuestrada junto con los libros y Sikes. Hijo de la madre de
185

un cubo de pus. ¿Por qué los demonios siempre eligen el peor momento para estirar sus
poderes cósmicos?
Página
—¡Ven y haz que alguien me llame cuando hayas terminado!— gritó, perdido en algún
lugar entre las pilas, y me estremecí ante el sonido de sus pasos desvaneciéndose.
Inmediatamente mis ojos se dirigieron al piso limpio, mi memoria lo cubrió con mi
propia sangre. La sensación de estar sola se robó alrededor de mi corazón y apretó. —
Anímate, Rachel —susurré mientras guardaba los libros de Dali en mi bolso. —Nadie te ha
abandonado. Todo el mundo está ocupado. Tienes cosas que hacer. Tienen cosas que hacer.
No seas tan cobarde.
Aun así, no me atreví a sentarme en una de las sillas. Inquieta, fui a los libros viejos,
pasando un dedo por los lomos para sentir cuáles eran simplemente malos y cuáles eran
realmente feos. Descubrí que los libros de Newt siempre tenían la misma sensación: una
desconexión desorientadora mezclada con un toque de poder monstruoso que hizo que se
me retorcieran las tripas. La necesidad de encontrar una nueva maldición para confundir a
Finnis ocupaba un lugar destacado en mi lista, pero necesitaba averiguar aún más lo que
Hodin había dejado fuera de la receta. Si tuviera suerte, podría resolver ambos problemas
con un tomo.
La idea de sacársela a golpes al alto demonio de rostro cetrino si me ponía en peligro
aquí empezaba a tener cierto mérito. No había visto a Hodin ni a Stef en toda la noche
después de que Ivy y Pike me dejaran. Yo tampoco había visto a ninguno esta mañana. Me
estaban evitando. Tal vez no debí haber abierto mi bocotá.
—Ta na shay, bluequel—, susurré, dejando que un trozo de energía almacenada
alimentara el hechizo élfico para facilitar una búsqueda rápida. A diferencia de la mayoría
de la magia élfica, la súplica hablada funcionaba únicamente a discreción de la Diosa.
Viendo que estaba buscando uno de los encantos de Newt, y probablemente habría más
travesuras si lo encontraba que si no lo hacía, los místicos probablemente me ayudarían.
Trent me había enseñado el encanto después de que no pude encontrar las llaves de mi
coche. Que hubieran estado justo donde las había dejado junto a la piscina parecía respaldar
su afirmación de que funcionaba mejor cuando los místicos se divertían con el resultado.
Las diminutas motas de magia viviente alimentaban gran parte de la magia élfica, y
también la de los demonios, si se lo permitían.
El cosquilleo tenue y estático a través de mi cabello me dijo que los místicos habían
escuchado, reuniéndose no solo para modificar la realidad para mí, sino para relacionarlo
todo con la Diosa. Y aunque antes hubiera estado aterrorizada, sabía que ya no me
reconocían. —Por favor, por favor, por favor, que haya una copia—, murmuré mientras
comenzaba a buscar, mis dedos trazaron ligeramente los tomos demoníacos, demorándome
aquí, más rápido allá, buscando el poder hormigueante imbuido en ellos para probar la
186

verdadera locura. Hasta que mi mano se apartó con un repentino pinchazo de medianoche y
estrellas. Era uno de Newt.
Página
—Ta na shay, gracias…— susurré, verdaderamente agradecida mientras sacaba el libro
del estante, sintiendo un tirón persistente y un chasquido cuando dejó su lugar. La
sensación incómoda se alivió cuando lo llevé a la mesa incluso cuando mi cabello se volvió
más salvaje. Los místicos no se iban. Genial.
Molesta, metí un mechón de cabello detrás de una oreja y dejé el libro con cuidado.
Prácticamente se estaba cayendo a pedazos, y contuve la respiración, moví con cuidado la
cubierta. No habría índice. Nunca había. Tendría que buscarlo maldición por maldición.
¿Quizás Newt tomó los libros? pensé, tratando de no leer las maldiciones mientras
hojeaba las páginas. Pero, ¿qué querría la Diosa con hechizos y maldiciones? Solo le
quedaba pedir a sus místicos que cambiaran la realidad.
—'Revertir El Crecimiento Para Disminuir La Amenaza'—, leí en voz alta, frunciendo el
ceño. La maldición no era para restaurar la juventud sino para hacer retroceder la mente de
una persona, destruyendo su memoria en el proceso. Sonaba bien, pero los glifos y los
ingredientes estaban mal, así que seguí buscando.
Las siguientes tres maldiciones fueron para eliminar la vista, la sensación y el oído para
encerrar a una persona en un estado de privación sensorial. Todavía no estaba bien, pero
hasta ahora todo se trataba de manipular la mente, y Newt tendía a agrupar maldiciones que
actuaban de manera similar.
—¡Este es!— susurré cuando volteé la página, las yemas de mis dedos hormiguearon
cuando un pentagrama familiar me llamó la atención. Era el hechizo que Hodin me había
dado, pero se llamaba Damnatio Memoriae, o condenación de la memoria, no la
realización.
Emocionada, escaneé la maldición, con el ceño fruncido. Hodin lo había copiado mal,
dejándome sin posibilidad de poder duplicarlo yo misma. El hueso que Jenks había visto
comprar a Stef estaba en el centro del palo de mancha, y ese frasco de polvo negro y
plateado probablemente era polvo de cremación, fácil de deslizar en el mitigador sin que yo
lo supiera.
—Madre cubo de pus—, murmuré, agitando una neblina brillante de místicos mientras
estudiaba la maldición. El hueso debía proceder de una mujer o un hombre asesinado, roto
en el acto de su muerte, y el polvo era cenizas de una pira de brujas, como una bruja
quemada en la hoguera, casi imposible de encontrar ahora. Con cualquiera de las dos cosas
obtendría la maldición etiquetada como oscura, y me sentí mal.
—Hodin, nuestro trato para mantener tu trasero a salvo está tan mal— susurré,
187

horrorizada mientras leía la aplicación de la maldición. No era solo una maldición de


memoria. Era una maldición de memoria con esteroides, que no solo nublaba los nuevos
recuerdos, sino que también funcionaba hacia atrás desde la hora en que se invocó hasta el
Página

día del nacimiento, borrando todo día a día hasta que no quedaba nada. Peor aún, se
transmitía de padres a hijos, como la maldición que hacía a los vampiros o Weres,
activándose solo más tarde en la vida, que mataría la identidad de una persona tan
lentamente que tomaría décadas.
—¿Quién le haría esto a una persona?— susurré, pero se llamaban maldiciones por una
razón. Con el corazón enfermo, busqué a tientas mi teléfono para tomar una foto. Tenía que
inventar una cura antes de que el hermano de Pike engendrara un hijo.
Por favor, por favor, por favor, pensé mientras pasaba la página, mi respiración se me
escapó en un suspiro cuando vi la contra maldición. —Oh, gracias a Dios—, dije mientras
tomaba una foto de eso también, pero mi alivio se agrió cuando lo leí. —¿Atlántida? ¿Estás
bromeando?— exclamé. —¿Dónde voy a conseguir un telescopio reflector de la ciudad de
Atlántida?
—De Atlantis, obviamente, Rachel Mariana Morgan—, entonó una voz profunda y
familiar, y me di la vuelta, sorprendida.

188
Página
CAPÍTULO 15

—¡AL!— EXCLAMÉ CUANDO VI AL DEMONIO PARADO FRENTE A LOS


libros en su familiar terciopelo verde y encaje, sus ojos rojos y rasgados de cabra se
entrecerraron mientras me miraba por encima de sus anteojos azules. Durante el curso de
nuestra asociación, había visto a Al aparecer como un dios egipcio con cabeza de chacal
con sandalias y collares, un perro babeante del tamaño de un oso listo para desgarrarme la
garganta, e incluso Ivy, aquí mismo en esta misma habitación, lista para matarme con lo
que más temía. Lo había visto como un hábil hombre de negocios, e incluso a mí con cuero
ceñido y cabello salvaje. Sin embargo, siempre supe que era él. Ahora, seguía siendo él,
pero nunca lo había visto tan enojado.
Sus hombros llenaban el espacio, su postura rígida y sus manos en puños a los costados.
Apenas estaba conteniendo su rabia. El pánico me recorrió y di un paso atrás con el libro de
Newt pegado a mi pecho. Su sorpresa de que yo estuviera aquí había sido un destello
rápido, de corta duración mientras apretaba las manos para hacer crujir los nudillos. Por
otra parte, la última vez que habíamos hablado, me había arrojado a Alcatraz por no echar a
Hodin a la calle.
—¿Qué—, dijo mientras daba un paso y yo retrocedía dos más, —estás haciendo aquí?
Su mirada pasó de mi traje de entrevista a mi cabello, todavía estático por los místicos
persistentes. —Trabajando—, dije, un centenar de pensamientos peleando en mí para ser
expresados. Lo siento. Necesito ayuda. Tenías razón. Hodin es un asno. Pero todo lo que
hice fue sostener el libro de Newt más cerca y agregar: —¿Tú?
Al se quitó el sombrero de copa y lo dejó caer sobre la mesa estropeada con un
movimiento acusador de la muñeca. Sus guantes fueron los siguientes, el fino lino tirando
de él con un suave susurro, primero uno, luego el otro. —Melody le dijo a Dali cómo burlar
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la alarma para que pudiera recuperar sus libros—, dijo mientras los dejaba caer en su
sombrero. Con las manos desnudas, fue hasta un estante, con los dedos revoloteando hasta
Página

que escogió dos libros con el lomo irregular y los colocó sobre la mesa. —Estoy aquí
haciendo lo mismo—. Sus ojos se elevaron para encontrar los míos. —¿O tienes algún
problema con que tome lo que me robaron, Rachel Mariana Morgan?
Estaba usando mis tres nombres. Significaba que pensaba que yo era menos que basura,
algo para comprar y vender. Pero él estaba hablando, y di un paso adelante para arrastrar mi
pesado bolso de la mesa antes de que pudiera ver los libros de Dali adentro. —No,— dije,
mi brazo se sacudió por el repentino peso. —Pero estoy segura de que si fueras a la
universidad y preguntaras-
—Ese es de Newt —me interrumpió, su mirada burlona se dirigió al libro que tenía en
mis manos. Lentamente sus labios se curvaron en una fea mirada lasciva. —¿Estás robando
los libros de Newt para Hodin?
—No—, le dije brevemente. El libro me enviaba incómodas punzadas de demanda, pero
lo sostuve más cerca, temerosa de que lo tomara.
La sonrisa de Al se amplió para mostrar sus dientes planos y su mal humor. —Todos
vamos a recuperar nuestros libros—, dijo, sacando otro de los estantes y hojeándolo antes
de dejarlo caer con el resto en una asquerosa bocanada de polvo y poder ligado. —
Probablemente te culpen por ello, ya que eres tú la que está aquí abajo.
—Tómalos—, le dije, levantando la barbilla para indicar su creciente montón, y
parpadeó, sorprendido. —Si son tus libros, deberías tenerlos. Nunca estuve de acuerdo con
que los museos y las bibliotecas conservaran los artefactos que robaron para mejorar su
último dólar en nombre de la comprensión cultural. Robar es robar, especialmente si le
estás quitando a aquellos que no se ajustan a tu estrecha idea de civilizado.
Nuevamente me miró de arriba abajo, su mirada se demoró en mi traje de entrevista
como si tratara de decidir por qué lo estaba usando. —Aún hay esperanza para ti,— dijo
distante, luego me dio la espalda para pasar su mano por los lomos de los libros de nuevo.
—Al, necesito hablar contigo—. Apresuré mis palabras, saltando cuando otro libro
golpeó la pila, el antiguo tomo envió una bocanada de polvo brillante, asfixiándose en la
habitación de techo bajo. —Por favor—, agregué ante su gruñido bajo. —Estoy en tantos
problemas—, susurré. —Hodin-
Al se giró hacia mí. Su enfoque se volvió borroso y me calenté, sabiendo que estaba
viendo mi aura obscena. Su visión se agudizó, su labio se curvó ante mi traje de entrevista.
—Es una excusa falsa y mentirosa de carne que vendería a su propio hijo por un mendrugo
de pan y un par de pantuflas. De hecho, corre el rumor de que lo hizo. ¿Te está haciendo
usar eso? Es apropiadamente horrible.
190

—Es para una clase,— dije rápidamente. —Estoy enseñando hoy.


—¿En eso?— espetó. Y luego parpadeó. —¿Estás… enseñando?
Página
—En la universidad —dije, y su conmoción horrorizada me hizo sentir terriblemente
inadecuada. —Hasta que regrese el Profesor Sikes—. Dudé. —Ah, ¿lo has visto, por
casualidad?
Al me miró, el libro en su mano olvidado. —¿Estás reemplazando a un profesor?
¿Enseñando qué?
—¿Demonología?— Ofrecí disculpándome, y el ojo de Al se contrajo. —Es, ah, no es
un trabajo de tiempo completo. Un día, tal vez dos hasta que encuentren a Sikes. Um, Dali
no lo tiene, ¿verdad?
Mi voz se había elevado a casi un chillido. Suspirando, Al colocó el libro encima del
resto. —De ahí que Dali abandone su búsqueda del salario mínimo—, murmuró. —O tal
vez fue despedido. Nunca he visto a nadie tan obsesionado con las servilletas.
—¿Dali tiene al Profesor Sikes?— Dije, ese mismo sentimiento de enfermedad
creciendo alrededor de mi corazón. ¿Cuánto tiempo se había estado quejando Dali de que
necesitaba un par de usuarios de magia de alto nivel para poner en marcha su restaurante?
Y ahora tenía a uno. Dos si contabas a Melody, aunque parecía menos camarera y más
personal. —La Revelación toma esto, casi me mato haciendo un lugar para ti en la realidad
para que todos puedan volarlo al infierno porque Dali necesita camareros—, exclamé.
Agitando la mano de forma expresiva, Al giró hacia las estanterías, con los faldones
enrollándose.
—Todos acordaron que no más familiares conscientes. Teníamos un trato —me quejé.
—¿Dónde está Melody? ¿Se la llevó Dali también?
De espaldas a mí, Al resopló groseramente. —Si no puedes imponer tu voluntad a
alguien, no debes hacer promesas por su comportamiento. Dali requería un anfitrión con la
habilidad suficiente para manejar los múltiples turnos y vestuarios requeridos en su
restaurante. Con la devolución de sus libros, necesitaba un bibliotecario. No esperas que
ponga un anuncio en el periódico, ¿verdad? Ya no estoy en el oficio de proporcionar a
familiares habilidosos con suficiente capacidad de carga de líneas ley para sobrevivir
canalizando lo que requiere un demonio. Estoy seguro de que los contratos fueron
debidamente notariados y atestiguados—. Al me sonrió por encima del hombro. —Tan
legal como la muerte.
Hijo de una hada-pedorra prostituta. ¡No tenía tiempo para esto!
—Teníamos un trato—, dije de nuevo, poniéndome rígida cuando dejó caer otro libro en
su pila. —Sigues las reglas y puedes pasar el rato en la realidad. Robar a una bibliotecaria y
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a un profesor no es seguir las reglas.


—Adiós, Rachel Mariana Morgan—. Al recogió sus libros, claramente listo para irse.
Página
—¡Espera!— exclamé, mi alcance a su manga vacilando cuando esa maldita obscenidad
trató de saltar hacia él. Mi cabello crepitaba con místicos, probablemente persistiendo
porque era tan condenadamente entretenida. Nunca más voy a invocar la ayuda de la
Diosa.
—Al, sé que tú me diste los grillos, no Hodin—, me apresuré y él se detuvo. —Por
favor.— Avergonzada, dejé el libro de Newt para pasar una mano por mi cabello
enmarañado. Las luces de los místicos se atenuaban y aumentaban, lo que me ponía
nerviosa. —Hodin me engañó. Necesito que mires esto y me digas qué tan metida en el lío
estoy.
—¿Te engañó?— dijo, su voz goteando con sarcasmo. Pero la curiosidad le impidió irse
y, envalentonada, le di la vuelta al libro para que pudiera verlo al derecho. Al lo acercó
más. Lo estudió. —¿Has conseguido que esto funcione? Está escrito por un pollo.
La preocupación estaba subiendo en espiral alrededor de mi pecho, pero él estaba
escuchando y me dio esperanza. —Hace una varita—, dije en voz baja. —Seis
maldiciones—. Me froté los dedos, recordando la sensación aceitosa, recordando cómo tuve
que obligar a la obscenidad a quedarse conmigo. Obscenidad que no se empapó… —Creo
que es una de las maldiciones de memoria de Newt. La persona con la que lo usé comenzó
a olvidar cosas, trabajando desde el presente hacia atrás.
Hizo un pequeño sonido de comprensión. —¿El vampiro en el aeropuerto? Maldición de
memoria, de hecho—. Sus ojos rojos, rasgados como cabras, se fijaron en mí, un destello de
diversión curvó sus labios. —Felicitaciones, Rachel. Eres verdaderamente uno de nosotros.
Mi cara se enfrío. —Dijo que era blanca.
—Y tú le creíste. Tal vez no eres uno de nosotros. Tal vez solo eres estúpida.
Mis rodillas se sentían como fideos, y mi estómago se sentía ligero. —Iba a usarlo con
Finnis… — Si lo hubiera hecho, habría habido investigaciones. Habría sido rastreado hasta
mí. Podría tener algo de margen con Brad porque fue en defensa propia y en conjunción
con un intento de asesinato, pero maldita sea. Tenía que arreglar esto.
—Es una idea digna—. Al empujó el libro y lo cerró de golpe, enviando el más leve olor
a ámbar quemado a hacerme cosquillas en la nariz. —Si estás dispuesta a pagar el costo. Lo
estás borrando, un recuerdo a la vez—. Sonriendo, inclinó la cabeza. —Disfruta de tu clase.
Estoy seguro de que entenderán lo de la obscenidad.
—Él me mintió—, susurré, avergonzada no de haberle creído a Hodin, sino de no haber
confiado en Al. Había una diferencia.
192

Al olisqueó mientras pasaba un dedo sobre el libro cerrado, burlándose cuando los
místicos persistentes hicieron brillar la pesada tapa. —Oh, ¿la tonta e ingenua Rachel
Página

Morgan retorció magia oscura? Estás en el cagadero. No hay ayuda para ti mientras mi
hermano pequeño esté bajo tu protección.— Tocó su pila de libros y desaparecieron. —
Adiós— añadió mientras giraba elegantemente su sombrero y se lo colocaba sobre la
cabeza.
—¡Espera!— Me lamí los labios, mi pulso se aceleró mientras él vacilaba, de pie tan
inmóvil como los libros que nos rodeaban, e igual de peligroso. —Hodin- —dije,
palideciendo ante su mandíbula apretada. —Él no me está enseñando—, protesté, y lo juro,
un zumbido creciente salió de los estantes, el poder latente de los místicos resonando en
ellos. —Pensé que era un regalo.
Me congelé cuando las palabras salieron de mi boca. Cuando un demonio te da algo
gratis, te perdiste de algo.
La ira pellizcó sus rasgos rubicundos. —No hay regalos de Hodin—, dijo Al con
amargura. —Solo maldiciones. Si te lo dio, fue para su propio beneficio, no para el tuyo.
Mis ojos se abrieron cuando él avanzó, obligándome a retroceder hasta que mi espalda
golpeó el gabinete. —Si quieres mi ayuda, escúchame—, entonó, un ligero olor a ámbar
quemado se elevó de él. —Has permitido que Hodin se infiltre en tu iglesia. Es suya ahora.
Acéptalo y abandónalo antes de que te derribe sin que veas el cuchillo.
No le había dado a Hodin nada más que una habitación durante seis meses, y enojada,
empujé a Al lejos. —Sé que me diste los grillos para practicar—. Sé que todavía te importo,
pensé, pero no podía decirlo para que no dijera en voz alta que no. —Necesito tu ayuda,—
dije, parpadeando rápido.
—¡Te estoy ayudando, pero no estás escuchando!— gritó, y un pequeño estallido de
energía brotó de uno de los libros, brillando mientras flotaba como un rayo hasta que se
apagó. —¡Hodin es un tramposo que traiciona! Si te dio una maldición sin ningún pago,
entonces has pagado demasiado. ¿Qué le diste a cambio?
Me quedé con la mirada perdida, mi pulso martilleaba.
—¿Una promesa?— Al ladró, y jadeé cuando la obscenidad trató de saltar hacia él
cuando agarró mi mano y la giró para mostrar mi muñeca inmaculada.
—No.— Mi voz sonaba pequeña incluso para mí. —Nada.— Reclamé mi mano,
asustada. —Pensé que estaba tratando de ayudar. Para encajar. Hacer amigos. Los amigos
se ayudan mutuamente de forma gratuita—. Pero mis pensamientos repasaron los últimos
días y la vergüenza me llenó. Dios me ayude, realmente fui una tonta.
Las cejas de Al se levantaron cuando me vio finalmente resolverlo. Sí, fui una tonta,
193

pero fue esa misma temeridad confiada lo que evitó que Al me matara el día que nos
conocimos, aquí, en el sótano de la biblioteca de la universidad.
Página
—Pensé que estaba tratando de ser un amigo—, le dije, pero sonaba débil incluso para
mí. —Stef…— Mis palabras vacilaron.
—¿Le diste a tu amiga?— Al dijo, y mis labios se abrieron con horror.
—¡No!— exclamé, pero ahora no estaba tan segura. —No quería pensar que no era
digno de confianza simplemente porque era un demonio—, agregué, comenzando a
enojarme. —¡No pensé que lo fueras!
—Entonces realmente eres una tonta y no sobrevivirás—, dijo, y me congelé cuando
pasó su dedo una pulgada sobre mi hombro como si sintiera mi aura. Un escalofrío me
recorrió cuando sentí que la obscenidad se levantaba, anhelando ir hacia él antes de que
volviera a hundirse en mí. —Dime, Rachel. ¿Cómo está Jenks?
Miré hacia arriba, sorprendida por el cambio. —Bien,— dije, resignada a que no me
ayudaría, pero al menos no me había arrojado a Alcatraz. —Está en casa atendiendo a una
pixy. Stef la golpeó con su coche.
Al hizo un sonido burlón y confuso. —¿Stef no la está atendiendo?
Negué con la cabeza. —Otro pixy, Baribas, está tratando de matarla, y Jenks es el único
que puede mantenerla con vida hasta que su ala sane.
—¡Qué curioso!— Dijo Al, su sarcasmo reuniendo mis pensamientos dispersos en una
punta afilada. —¿Por qué Baribas, otro pixy, está tratando de matarla?— Se quitó las gafas
de la nariz, chasqueando los dedos para que apareciera una tela en ellos. —¿Ella hizo algo
malo?— dijo mientras pulía innecesariamente los lentes.
Mis labios se presionaron y fruncí el ceño ante su burla. —No. Tiene el pelo negro —
dije, todavía enojada por eso. Dejar que los recién nacidos oscuros murieran expuestos era
una tradición pixy que Jenks había abandonado mucho antes de conocerme, el comienzo de
todo, creo. —A Jenks le gusta ella —dije en voz baja.
—Mmmm. Una pixy de pelo oscuro—. La voz de Al casi destilaba desdén, pero estaba
claramente dirigida a mí, no a Jenks. —Que inusual. Perdiste a tu respaldo por lo único por
lo que Jenks te abandonaría. Un alma gemela de su propio tamaño.
—Él no me abandonó —dije ofendida. Pero había extrañado su presencia constante.
—¿Y tú compañera de cuarto, Stephanie?— prácticamente arrulló, sus lentes de nuevo
en su nariz. —Dices que ella y Hodin disfrutan de una amistad. ¿Está bien?
Lo miré fijamente, no me gustaba lo que estaba insinuando. —¿Qué tiene que ver eso-?
194

—¿Está ella bien, Rachel?— tronó, haciéndome saltar. —Es una pregunta simple.
—Ella es… está bien —dije sin entender. No le importaba Stef. Me faltaba algo. —Ella
Página

está enojada conmigo en este momento.


—Oh, eso es una vergüenza. ¿Y Pike?— La ira definió su voz, su movimiento brusco
mientras cerraba el libro de Newt. —Qué extraño que su hermano aparezca en el mismo
momento en que se encuentra debiendo la cantidad exacta que tu elfo Kalamack había
liquidado para comprar una propiedad en Cincinnati.
—Cómo es que… — dije, con la voz entrecortada. Estaba bastante segura de que Hodin
les había dado una maldición a los asesinos para facilitar el secuestro de Pike. Le obligaría
a responder si alguna vez volvía a mostrar su rostro.
Al se empujó de la mesa, mirándome con los ojos entrecerrados. —Cuatro piedras de un
cuervo. Todos eliminados de tu lado: Jenks, Stephanie, Pike y Trent.
—¿Cuervo?— repetí, captando el significado de su metáfora retorcida. —¿Te refieres a
Hodin?— Hijo de un bastardo. Getty dijo que Hodin había mentido sobre Pike. El demonio
también había oído a Trent trabajando en su negocio, antes de que de repente saliera mal.
Getty afirmó que algo la había arrojado al coche de Stef, y sabía que Hodin le había dado a
Stef una maldición para el dolor para Getty cuando salí de la habitación, lo que le valió otra
marca demoníaca. Sentí su magia en la escalera, y Stef estuvo a punto de llorar de pesar,
no, debido a la rápida recuperación de Getty. Oh, no…
—Qué amable de parte de Hodin darte una maldición para ayudarte a convencer a un
maestro vampiro de que se vaya—, dijo Al amargamente mientras mi rostro se helaba. —
Sí, tienes razón. Te debo una disculpa. No eres estúpida en absoluto.
Lo miré mientras la comprensión caía sobre mí. Hijo de un troll tira pedos. Hodin se
había llevado sistemáticamente a todos en los que confiaba. Y yo le había dejado hacerlo.
—¿Por qué?— Dije mientras miraba hacia arriba para encontrar la expresión burlona de Al.
—¿Por qué se llevaría a mis amigos? Él me necesita. Lo estoy protegiendo de todos
ustedes, y él lo sabe—. Pero Al tenía razón, y mi confusión apenas superó mi ira.
—Lo estás protegiendo—. Al tiró del encaje de sus puños. Solo lo hacía cuando estaba
siendo especialmente estúpida, y mi rostro se calentó. —Dime, Rachel. ¿Qué tienes que él
no pueda conseguir por sí mismo? ¿Qué codicia? ¿Qué ve él todos los días que tú tienes y
él no puede conseguir?
—Nada.— Traté de encontrar la falla en su lógica, algo que pudiera usar para demostrar
que estaba viendo todo a través de lentes que distorsionaban los eventos para respaldar su
odio hacia Hodin. —Todo lo que tengo es mi iglesia, mis amigos. Si no fuera por ellos,
nunca sería capaz de aferrarme a la posición subrosa.
Mis ojos se posaron en los suyos. Madre cubo de pus atrapado en granizo. —Está
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tratando de tomar mi posición de subrosa.


Al sonrió y, por primera vez en mucho tiempo, me asustó. —Y aquí estás, mancillada y
Página

apestando a la magia oscura que retorciste—. Pasó un dedo a por una pulgada de mi piel, su
nariz se arrugó con disgusto mientras se frotaba el índice y el pulgar como si estuviera
calibrando. —Te ganaste esto.
Casi podía oírlo pensar, puta de hechizos, y me desplomé donde estaba, preguntándome
cómo iba a arreglar esto. Al menos me está hablando de nuevo. —Lo siento mucho —dije,
y él soltó una carcajada amarga. —Debería haberte escuchado sobre Hodin, pero no quería
vivir en un mundo donde los demonios fueran malos simplemente porque eran demonios.
—¿Y?— dijo, la sola sílaba sosteniendo espinas ensangrentadas.
Tomé aire, sintiéndome en carne viva y vulnerable. La esperanza de que me perdonara
era dolorosa. —Nuestros parientes no son malos porque son demonios,— dije, eligiendo
mis próximas palabras con cuidado porque si intentaba quitarles los dientes, no tenía
ninguna duda de que pasarían los próximos mil años demostrando su poder divino. —Son
malos porque eso era lo que necesitaban ser para sobrevivir. Pero ya no. Lo demostraste.
—Un argumento sin fundamento que no se mantendrá—. Los labios de Al se torcieron.
—Y no soy… agradable.
La palabra se congeló en mí, llevada por una malicia nacida del odio por las cosas
pasadas, y me apresuré a traer sus pensamientos de vuelta al ahora.
—No, no eres agradable—, le dije mientras me acercaba. Estaba enojado consigo
mismo, no conmigo. —Pero tienes compasión,— agregué, y él gruñó, su mirada frustrada
pesada sobre mí. —Cometí un error que podría haberme matado—, dije, de pie frente a la
mesa. —Sé que pusiste ese hechizo de protección sobre el campanario. Me mantuviste con
vida hasta que lo descubrí. Cometí un error. Estoy tratando de arreglarlo.
—Eres increíble en tu ignorancia—, dijo, y respiré con cuidado, sofocando mi
esperanza, no sea que la viera y encontrara una ofensa en alguna parte. —Puede que no
acabes en una botella, pero Alcatraz parece prometedor.
—Yo…— Tragué saliva, mordiéndome el labio inferior. —Prometí protegerlo si
intentabas ponerlo en una botella por mezclar magia élfica y demoníaca. Nunca le dije que
no lo metería en una botella por mentirme. Y me mintió. Me dio una maldición oscura. Me
dijo que era blanca. He terminado.
Al se congeló, sus ojos rojos se encontraron con los míos y se agrandaron con un
pensamiento repentino. —¿Te dejaste una escapatoria? ¿Una cláusula de buen
comportamiento? Puede que sobrevivas todavía.
Se lanzó hacia adelante y salté, arrebatando esa maldita obscenidad cuando su gruesa
mano golpeó mi hombro. —No puedes enseñar esa astucia. Naces con ella, o mueres sin
196

ella. ¿Dónde están tus túnicas de hechizos, Rachel Mariana Morgan?


Página
Todavía estaba usando mis tres nombres, pero ahora… fue en orgullo, y sentí que mi
corazón se elevaba. —Tengo cosas más importantes que hacer que preocuparme por lo que
estoy usando para hablar con una sala de aspirantes a demonólogos—, dije, preguntándome
por el repentino cambio.
—¿Quieres usar lavanda?— cuestionó, su voz más alta, más exigente. Más él mismo. —
Eres un demonio. Interpretarás el papel—. Entrecerró los ojos con maldad hacia mí. —¿A
menos que creas que las túnicas te hacen parecer tonta? ¿Por debajo de ti, tal vez? Dime
dónde guardas tus túnicas y te traeré una.
No estaba más allá de la redención, y casi lloré de alivio. —Eso no es todo. Prefiero que
mires esto. Encontré una contramaldición, pero algunos de los ingredientes-
—¿Dónde están tus túnicas?— tronó.
—¡Colgando en el campanario!— Grité, aullando cuando la energía mística acumulada
en la habitación se descargó en un estallido repentino. Los místicos todavía estaban aquí, e
hice una mueca, sabiendo que Al pensaba en ellos como excrementos élficos.
Pero Al estaba sonriendo, con las cejas arqueadas por el sonido inesperado. —¡Vaya!—
Dije, entendiéndolo, y la sonrisa de Al se volvió francamente malvada.
—¿Quieres que te traiga una?— prácticamente rezumaba.
Iba tras Hodin. —Sí, pero no…— comencé, pero él se había ido en un remolino de
brillante negro y rojo. —Dañes la iglesia —terminé, susurrando mientras el silencio del
sótano me empapaba, más pesado ahora por haber estado Al aquí.
Con mal humor, recogí del suelo mi bolso lleno de libros y lo dejé caer sobre la mesa.
Hodin había jugado conmigo. Hijo de un bastardo, me había engañado y yo no había
escuchado a Al, tan preocupada de no seguir los prejuicios culturales populares que me
cegué a mí misma: ignoré mi instinto y me dejé aprovechar. Podría perder Cincinnati por
eso.
—Genial—, murmuré, preguntándome si debería llamar a Jenks y advertirle. Con la
cabeza gacha, pasé los libros de Dali arrastrando los pies para encontrar mi teléfono,
buscando su número cuando se unió al Wi-Fi de la biblioteca. Pero incluso mientras
buscaba, mi teléfono zumbó. Era Jenks, y mi pulso latía con fuerza cuando pulsé conectar.
—Jenks, ¿estás bien?
—Sí, estamos bien—, dijo, su voz inusualmente alta a través del pequeño altavoz. —
Pero algo con ocho brazos y una boca acaba de intentar comerse a Hodin. Naturalmente,
197

pensé en ti. ¿Qué pasó?


Exhalé, desplomándome en una de esas desagradables sillas. Él estaba bien. —Ese fue
Página

Al. Estamos hablando de nuevo. ¿Cómo está la iglesia?


—La campana podría estar rota. Hodin se ha ido—. Él dudó. —Tiene a Stef—, dijo en
voz baja.
Maldita sea la Revelación… —La recuperaremos—. Toqué el libro de Newt, deseando
poder llevármelo a casa. —Jugó conmigo, Jenks —dije, sintiéndome estúpida. —La mala
apuesta de Pike, Getty siendo golpeada y necesitando tu ayuda, los problemas comerciales
de Trent. Yo cubriéndome de obscenidad. Está tratando de despojarme de todo el mundo
para que pierda el control de Cincy y él pueda intervenir.
La risa de Jenks sonó como campanas de viento. —Eso va a ser difícil con Al
persiguiéndolo. ¿Quieres que te acompañe a la clase? Tienes tiempo para parar en la iglesia.
Podemos llevar a Getty. Ella necesita salir. Me está volviendo loco. A esa mujer no le gusta
quedarse quieta.
Mi primer impulso fue decir que no, pero dudé y realmente lo pensé. No creía que mi
vida estuviera en peligro a menos que apareciera Hodin, y en ese caso, Jenks no sería de
mucha ayuda, especialmente si Getty estaba allí. —No —dije mientras me ponía de pie y
de mala gana volvía a archivar el libro de Newt. —Trent se reunirá conmigo después de la
clase para un almuerzo tardío, y probablemente terminemos en la iglesia.
—Ten pixy-cuidado—, dijo, sonando como mi papá diciéndome que llegara temprano a
casa. —Ah, lo siento por Stef, pero ella tomó su propia decisión.
—Basada en mi consejo,— dije suavemente. Sentí un hormigueo en los dedos cuando
dejaron el lomo del libro y me pregunté si podría sacarlo a escondidas de aquí. No era como
si alguien más pudiera usarlo. O incluso notarlo, probablemente. Volveré por ti. Promesa.
—Oye, descubrí dónde está Sikes—, agregué con amargura. —Voy a tener que asustar a
los vivos de su clase antes de que Dali los atraiga a las mesas de espera también. Debería
haber adivinado que Dali estaba secuestrando gente de nuevo cuando dejó Junior's—.
Mierda en tostadas. Esto no es lo que necesito ahora.
—Dali, ¿eh?— dijo Jenks. —Figúrate. Finalmente consigues que un barista prepare el
café como a ti te gusta, y renuncian para abrir su propio lugar en otra realidad.
Un leve toque de magia onduló sobre mi aura, y miré hacia arriba, justo cuando Al
apareció de nuevo.
—¡Al!— Grité, y él giró, la túnica andrajosa que ahora llevaba enrollándose alrededor
de sus tobillos. Nunca lo había visto antes, un rojo sucio en los hombros cambiando a casi
negro por la suciedad en el dobladillo rasgado. Se aferraba con fuerza a su cintura y
muñecas, estrechándose hacia sus talones para darle a sus piernas la libertad de moverse.
198

Sus pantuflas eran más como botas y polainas, todo en uno, la seda se elevaba en un preciso
patrón tejido en zigzag hasta sus rodillas. El olor a ámbar quemado brotó de él, puro y
fuerte, casi repelente. Vio mi sorpresa y luego se desvaneció, volviendo con su habitual
Página
terciopelo verde. Un fajo de seda verde oscuro colgaba de sus manos y lo dejó caer sobre la
mesa.
—Jenks. Tengo que irme —dije, y el teléfono se apagó.
—Ponte esto —dijo Al, sin aliento pero tenso por la emoción, y parpadeé, con los ojos
llorosos.
—Esa no es mi túnica,— dije mientras la sostenía, y un par de pantuflas/botas verdes a
juego con las suyas cayeron de la faja negra adornada con cascabeles. —¿Lo encontraste?
—¿Encontrarlo? Sí. Conseguirlo, no—. Con los labios torcidos, Al flexionó su mano,
ahora roja con una suave quemadura. —Lo habría tenido si no fuera por esa maldita
campana élfica que delata mi presencia.
Había fallado, y una punzada de miedo me atravesó para dejar solo ira. —Yo, ah, la
configuré para saber si me estaba espiando—. Dios, me sentí estúpida. Avergonzada.
Enfadada. Pero sobre todo estaba enojada. Con la mandíbula apretada, dejé la túnica sobre
la mesa, la seda verde y negra se encharcó como agua.
—Te complacerá saber que me contuve. Tus pixies están bien y tu iglesia está intacta— .
Al me estudió con disgusto. —Hodin ha huido, pero volverá—. Con los faldones
enrollándose, Al giró, sin vacilar mientras tomaba cuatro libros muy espaciados de los
estantes y me los arrojaba. —Estos son tuyos. Tómalos. Newt te los dejó en herencia.
—¿Tenía un testamento?— Dije, sorprendida cuando cayeron a mis brazos. Uno era el
libro con la contra maldición, y un escalofrío me atravesó.
Pero antes de que pudiera responder, Al se puso rígido, y ambos nos giramos hacia un
suave roce en el pasillo.
—¡Deténganse!— exclamó Lenny, pálido mientras salía dando tumbos de donde se
había estado escondiendo entre las pilas. —Esos pertenecen a la biblioteca.
Me congelé, cuatro libros hormigueantes en mis brazos. Los quería. Los quería todos.
Decirle a Al que debería llevarse sus libros era una cosa. Esto era otra cosa, y mis palabras
se ahogaron hasta la nada.
Sonriendo, Al miró a Lenny por encima de sus lentes. —Se los robaron a Newt y yo
digo que ahora pertenecen a Rachel. Ta.
—¿Al?— Llamé cuando un remolino de gris y negro se elevó en la pequeña habitación,
y luego se fue, nada que diga que había estado allí, excepto ocho espacios vacíos en el
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estante y un toque de ámbar quemado colgando en el aire estancado.


—Pertenecen a la biblioteca—, trinó Lenny, pero Al lo había conmocionado y sus
Página

palabras carecían de convicción.


Los libros en mi agarre estaban tibios, queriendo estar en mi estantería. Débil en el
fondo de mi mente, un alboroto casi subliminal estaba rugiendo. Al se había dejado caer en
el colectivo y se estaba llevando a cabo una reunión ruidosa e improvisada. Era evidente
que se le había declarado la guerra a Hodin, y yo no iba a hacer nada para detenerla.
—Um, descubrí quién se llevó tus libros —dije, y Lenny me miró fijamente, con los ojos
muy abiertos y los brazos a los costados, impotente y sabiendo que le quedaban ocho
menos. —Son los demonios—, agregué. —La buena noticia es que solo se están llevando
los que les pertenecen.
No podía mirarlo mientras metía los libros en mi bolso con los de Dali y dejaba caer la
túnica de seda encima. No reconocí la tela encharcada, pero mi pensamiento inicial de que
había sido de Ceri parecía poco probable. Las pantuflas habrían sido demasiado grandes
para la pequeña elfo difunta. Además, Al rara vez la había vestido de verde. El corte
también era extraño, siendo apretado en la cintura y las muñecas. ¿Y los zapatos?
Realmente no podía llamarlos pantuflas. Las ataduras me llegaban hasta las rodillas. No era
la túnica habitual de hechizos, y me pregunté qué me había dado Al.
Con el ceño fruncido, Lenny hizo un suave sonido de protesta cuando levanté el pesado
bolso sobre mi hombro. —Esos libros han estado en nuestra colección durante cientos de
años—, dijo, pero el gemido agudo en su voz me dijo que todo había terminado excepto por
la conferencia telefónica con los administradores de la biblioteca. —Y antes de eso,
colecciones privadas.
—Verdad.— Me paré frente a él, queriendo irme, pero estaba bloqueando mi camino. —
Pero fueron escritos por demonios que aún están vivos, no difuntos. La propiedad robada
vuelve a los dueños originales.
Lenny hizo un gesto de impotencia. —No puedo decirle a mi jefe que los demonios se
están llevando sus libros.
—¿Por qué no?— Levanté mi bolso de hombro más alto, ansiosa por irme. —Mira, ¿la
universidad no tiene un protocolo para devolver artefactos obtenidos ilegalmente? Es lo
mismo. No estoy diciendo que tengas que contactar a cada demonio para indemnizarlos. No
muchos de ellos realmente escribieron algo. Y algunos de los libros son tan viejos y
obsoletos que probablemente no los quieran de todos modos.
—No tengo la autoridad para publicar libros. No tan viejos— dijo, su voz se hizo más
suave mientras se desplomaba contra una de las estanterías, sus dedos presionando sus
sienes.
La lástima aumentó, y toqué su hombro, sorprendiéndolo. —Lenny, los libros perdidos
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les pertenecen,— dije en voz baja, preguntándome si debería contarle mis sospechas sobre
Melody. —Si comienzan a tomar cosas que no les pertenecen, puedo intervenir, pero no
Página
hasta—. Dudé, pensando. —Tal vez los traigan de vuelta si les ofreces un estipendio anual
para almacenarlos aquí.
A Lenny se le cortó la respiración. —¿Lo harías?
Haciendo una mueca ante su esperanza, negué con la cabeza. No, yo no lo haría. En el
momento en que Al dejó caer los cuatro libros en mis brazos, eran míos, como un cachorro.
Era más que buscar otro hechizo para usar con Finnis. Me necesitaban, y estaban yendo a
mi estante donde podría cuidarlos. —Tal vez podrías llamarlo un préstamo permanente.
El gemido de Lenny envió un destello de culpa a través de mí, rápidamente sofocado. Se
sentía bien estar en movimiento, mi cabello se apartaba de mi rostro mientras los últimos
místicos eran despojados. Mi respiración se aceleró cuando encontré el largo pasillo hacia
la escalera, y mi ritmo aumentó. —Lo siento, Lenny,— dije cuando lo escuché seguirme.
—Esta no era mi intención cuando vine hoy. Intentaré conseguir algo en papel que
demuestre que son míos, y tal vez algo de Dali y Al que demuestre la propiedad de los que
tienen. Hasta entonces, me los llevo a casa.
Casa, donde estarían en mi estante entre mi Libro De Cocina Para Uno De Betty Bob y
Veinticinco Pentagramas Fáciles Para El Practicante Principiante.
—Um, sobre esos libros…— lo intentó de nuevo mientras daba un paso tambaleante
para alcanzarme, y yo seguí caminando, sin envidiar su tarde. Hey, lo siento, pero la mujer
que traje para averiguar quién robó nuestros libros antiguos afirma que fueron robados y
tomó algunos para ella.
Los libros de Newt hormiguearon contra mí a través del bolso, y los toqué como si
fueran un nido de conejitos suaves e indefensos esperando para estallar en llamas y prender
fuego al mundo. Sintiendo por primera vez que podía hacer esto, comencé a subir las
escaleras, segura ahora de que encontraría un sustituto para un telescopio reflector atlante.
Conseguiría que el hermano de Pike no fuera maldecido, y cualquier obscenidad que
obtuviera al hacerlo terminaría en Hodin. Había descubierto sus intenciones antes de que
fuera demasiado tarde, y mis amigos iban a volver, uno por uno.
Pero primero, tenía una clase que enseñar.
201
Página
CAPÍTULO 16

CON UN CAFÉ EN LA MANO, UNOS TACONES COLOR LAVANDA


colgando de la otra, caminé a través del túnel subterráneo desde el edificio administrativo
de la universidad hasta el Pabellón Kalamack, donde se realizaban todos los laboratorios de
magia de alto nivel. Había tomado el enlace al edificio en lugar de la acera porque pensé
que tendría aire acondicionado, pero ninguna cantidad de aire fresco forzado podría tocar el
calor del sol que entraba. Mis zapatos demoníacos hicieron un suave ruido en la baldosa
calentada por el sol. No llegaba tarde, pero mi parada rápida en Junior's para tomar un café
para llevar y confirmar que Dali había renunciado me había robado la oportunidad de llegar
temprano. Detenerme en el baño para cambiarme y ponerme la túnica me había atrasado
aún más. Los zapatos me habían dado problemas. Oh, eran del tamaño correcto, pero me
tomó tres buenos intentos descubrir cómo atar las mallas para que no se resbalaran cuando
caminara.
Las cabezas se levantaron ante el suave tintineo de los cascabeles en mi faja negra
cuando llegué al final y entre al edificio principal. Con la mandíbula apretada, tiré de mi
bolso seriamente cargado de libros y chaqueta voluminosa más arriba por mi hombro. —
Ponte esto—, me burlé en una mala imitación de Al, pero con toda honestidad, el traje de
entrevista me habría hecho ver como una estudiante que se esforzaba por una A, y apreté
mi faja tintineante mientras subía las escaleras, una visión de ondulante seda verde y negra,
cascabeles plateados y pelo rojo. Todo lo que necesitaba era el sombrero redondo de copa
plana.
Los ojos estaban sobre mí, e hice una mueca ante el clic de la cámara de un teléfono. Soy
poderosa, pensé, canalizando mi Newt interior mientras subía al segundo piso y me dirigía
a la habitación 273. Soy única. Soy olvidadiza y desequilibrada.
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No quería estar aquí, necesitaba estar en casa torciendo maldiciones para cuando Hodin
viniera a buscar sus cosas. Pero se lo había prometido a Vivian, y dado que Dali había
Página

enganchado a su instructor, tal vez podría convencer a un puñado de estudiantes


universitarios para que eligieran una carrera más segura. Como veterinario de dragones, tal
vez.
Mi pulso martilleó cuando me detuve en seco en la puerta. Una conversación ligera
sonaba detrás de ella. Respirando lentamente, abrí la puerta, entré y la cerré firmemente
detrás de mí.
No los reconocí, mi mirada se fijó en el podio rico en tecnología y la larga mesa de al
lado. El sol brillaba y había una pantalla de vídeo en lugar de una pizarra.
—Oh, Dios mío…— alguien susurró mientras la multitud de conversaciones disminuía,
y me detuve en la mesa para dejar mi café, mis tacones y mi bolso rebosante encima. De
alguna manera, los libros de Newt se habían abierto camino hasta la parte superior, y tiré de
mi chaqueta lavanda para cubrirlos. No son mi primera opción para mostrar y hablar,
incluso si son estudiantes de demonología.
Solo entonces miré hacia arriba, escondiendo mis manos detrás de mí mientras me
tomaba un momento para entrar en pánico en silencio. Era una clase pequeña. Veinte
chicos, tal vez, y eran chicos, algunos con pantalones cortos y camisetas, otros con vestidos
de verano, sus computadoras portátiles abiertas y navegando por la web, auriculares
transmitiendo música a sus cerebros. La mitad me miró con asombro, la otra mitad estaba
tratando de decidir si deberían reírse.
Muertas, pensé mientras mi propia sensación de fracaso se elevaba en mí. Todos ustedes
son brujas muertas caminando si mantienen este rumbo. Aclaré mi garganta, y los dos
estudiantes en la parte de atrás interrumpieron su video compartido, parpadeando
sorprendidos. —Buenas tardes. Soy Rachel Morgan. Estoy enseñando en su clase hoy. Hay
una razón por la que su instructor se ha ido —comencé, y el chico de la primera fila con la
gorra desgastada de los Howlers se rió.
—¿Has venido a clase en pijama?
Mis cejas se levantaron cuando noté quién se reía y si era nerviosa o malvada. —Esta es
una túnica de hechizos—, dije mientras sacaba mis manos de detrás de mi espalda y posaba
para ellos, dejándoles ver las estrellas y las lunas y cómo me daba libertad de movimiento
sin sacrificar la cobertura. —Es una seda particularmente rara tejida en un tejido basado en
glifos que incorpora amuletos para ayudar a aislar mi aura y evitar que contamine una
maldición o encanto de alto nivel. La frecuencia que emiten los cascabeles confunde a los
místicos, que se sienten atraídos por los fuertes trazos en las líneas, lo que ayuda a prevenir
las travesuras basadas en la Diosa. Lo uso con la esperanza de que algunos de ustedes se
den cuenta de lo profunda que es el agua y de que han estado nadando en ella sin equipo de
203

protección—. Hice una pausa para dejar que eso asimilara, aprovechando la oportunidad
para tomar un sorbo de mi café que se estaba enfriando antes de dejarlo en el borde del
Página

podio.
—¿Alguien más quiere burlarse de mi equipo de seguridad? ¿No? Bien, porque no tuve
tiempo de preparar una clase y voy a tener que improvisar—. Como no quería esconderme
detrás de un podio, me moví para pararme frente a la mesa, apoyándome en lo que esperaba
que pareciera confianza. Alguien me había buscado en la web y susurraban sobre mi
antigua foto de identificación del I.S., en la que parecía que me había topado con un
soplete.
—Recientemente descubrí que un demonio al que he permitido vivir en mi iglesia está
tratando de joderme. ¿Quieren hablar de eso?— dije amargamente. —O podríamos hablar
sobre el Profesor Sikes, quien ha sido engañado para que firme un contrato con el líder
autodidacta de los demonios. Cualquiera de las dos situaciones tiene una buena posibilidad
de llevarme al siempre-jamás con los mismos usuarios de magia malcriados, egocéntricos y
aburridos si no hago algo al respecto, así que usemos esta tarde productivamente, ¿mmmm?
Se quedaron mirando, pero al menos no me estaban ignorando. Incluso los chicos de la
última fila.
—¿Alguien tiene un plan de estudios?— Dije después de unos tres latidos de silencio,
una mujer joven en la segunda fila comenzó a barajar sus papeles. —Gracias—, dije
mientras me lo pasaba, y lo miré mientras me deslizaba hacia arriba y hacia atrás para
sentarme en la mesa, con los cascabeles tintineando. Mis pies colgaban y los moví para
mostrar el patrón de cordones en mis mallas.
—Cómo convocar a un demonio—, dije, con la cabeza gacha. —Guau. Justo en el
primer día. Protección contra un demonio fugitivo. Esto debería haber sido primero. Oscuro
versus ilegal: Cómo diferenciar una maldición de un hechizo blanco. Prevención de la
abducción en las líneas ley. Cómo elegir, desarrollar y utilizar a un familiar para protegerte.
Nuevas leyes que protegen a los practicantes—. Suspiré cuando dejé caer el plan. Adsimulo
calefacio, pensé, golpeando brevemente en el colectivo de demonios para la maldición
almacenada, y el papel ardió, quemándose hasta convertirse en cenizas antes de tocar el
suelo de baldosas. —Esto es inútil,— dije, haciendo una mueca por su falta de respuesta.
—Semana uno.— Me deslicé de la mesa y comencé a caminar para hacer sonar mis
cascabeles. —Su instructor debería haberles dicho que los demonios no pueden ser
convocados ahora que la maldición que los unía al siempre-jamás se ha roto, así que no lo
intenten. Dejen las cenizas de la abuela sobre la repisa de la chimenea—. Giré hacia las
ventanas y comencé mi viaje de regreso. —Y realmente, ¿por qué cabrearías a uno
llamándolo lejos de su cena cuando puedes ir al paseo marítimo y hablar con uno por el
precio de un café? Oh, espera un momento —añadí con amargura. —Dali acaba de
renunciar, dado que renunció a su trabajo de nueve a cinco y secuestró a su instructor para
204

convertirlo en una esclavitud abyecta.


—Ella dijo su nombre—, dijo la mujer mientras levantaba la vista de sus notas.
Página
Buen Dios. Están tomando notas. —Dije su nombre común,— la corregí. —No es su
nombre de invocación.
—¿Porque él aparecería?— dijo el chico de la gorra de los Howlers, con voz burlona.
—¿Cuál es tu nombre?— Dije, y su pie tembló. Sí, es un poco más difícil cuando es tu
anonimato lo que pido.
—Tony.
—Bueno, Tony. No te voy a decir el nombre de invocación de Dali porque si lo hiciera,
él podría decirte el mío, y aunque ya no puedes convocarme con eso, es mi contraseña en el
colectivo de demonios. Si tienes eso, no solo tienes acceso a sus maldiciones acumuladas,
sino que soy yo quien paga por todo lo que saques. No está pasando.
Un tipo en la parte de atrás levantó la mano. —¿Entonces eso es realmente un demonio?
¿En la cafetería?
Encontré mi café, con cuidado de mantener mi atención fuera de mi bolso cargado de
libros demoníacos. —¿Con los ojos rojos y rasgados de cabra?— Asentí, tomé un sorbo y
lo calenté con un pensamiento. Ni siquiera hubo un atisbo de reacción en ellos. Mierda en
tostadas. ¿Qué se necesita para impresionarlos?
—Lo era, pero renunció—, agregué. —Ahora que los demonios no huelen a ámbar
quemado de manera confiable, la única forma de saber si estás tratando con un demonio son
los ojos. Pueden cambiarlos, pero por lo general no se molestan. Los demonios pueden ser
cualquier cosa o cualquier persona, pero les encanta ser reconocidos incluso cuando
intentan ser otra persona. Es una cuestión de ego.
Esperé mientras la mitad de la clase escribía eso. Gawwwd… —Continuando. Semanas
dos y tres. Protección contra un demonio fugitivo—. Suspiré, esperando que Sikes no
hubiera llegado tan lejos todavía, llenándoles la cabeza de agacharse y cubrirse. —No hay
más protección contra un demonio que tratarlo con respeto, pero mi consejo es que te
mantengas alejado y encuentres lo que necesitas saber de alguna otra manera. Si no lo
encuentras en la biblioteca, no lo necesitas. Si un demonio quiere enseñarte…— Mis
palabras se apagaron. Al quería enseñarme. Dali estaba enseñando a Keric por el puro
placer de hacerlo. Pero nueve de cada diez veces, solo te enseñaban si querían utilizarte.
—Si un demonio quiere enseñarte, averigua por qué—, dije suavemente, en conflicto. —
Asegúrate bien.
El mismo tipo volvió a levantar la mano y yo asentí. —Escuché que hay un demonio
205

enseñándole a un bebé—, dijo.


—Dali está enseñando a un bebé Rosewood—, dije, sin querer divulgar el nombre de
Página

Keric. —Sí. Es por eso que no se molestará en enseñarles a ninguno de ustedes por otra
cosa que no sea el servicio, sin importar cómo exprese sus lugares comunes y mentiras—.
Está bien, estaba empezando a sonar amarga incluso para mí, pero aún dolía. Dali
prácticamente había secuestrado a Sikes y Melody, obligándome a reaccionar. —Puede que
sepas más—, dije mientras apuraba mi café. —¿Pero ese bebé? Es un demonio y va a vivir
para siempre—. Tiré mi taza, sorprendida de descubrir que había otras tres allí, todas con el
logo de Mark. La basura de la semana pasada.
Tony se rió. —Sikes dijo que un círculo protegería-
Mis ojos se entrecerraron. —Haz uno,— dije mientras me deslizaba de la mesa, los
cascabeles tintineando. —¡Haz un círculo!— Grité cuando me acerqué a él, rompiendo la
línea ley a través de mí tan rápido que me dolió.
Sus labios se abrieron y alguien jadeó. —¡Septiens!— gritó cuando hice un gesto con la
mano y una bola pulcra de oro y rojo se formó en mi mano. Se encogió en su silla cuando
un círculo sólido surgió a su alrededor, púrpura y verde brillando a través del brillo
predominantemente rojo.
Estaba de pie justo sobre él, sintiéndome mal mientras ponía una mano en su círculo.
Gritó cuando su burbuja se inundó repentinamente de obscenidad negra. Presa del pánico,
retiré la obscenidad, sorprendida de que hubiera intentado saltar hacia él. Empujando
profundamente, presioné mi mano más fuerte contra la barrera, sintiendo su fuerza
encontrarse con la mía mientras su aura azul y verde luchaba contra mi oro y rojo.
—Descuidado—, dije mientras su cabello comenzaba a erizarse como si fuera por la
estática. —Tu círculo no está dibujado. Lo superaré en medio tic y te cubriré con mi
obscenidad como una manta mojada. ¿Qué vas a hacer?
—No puedes romper mi círculo—, dijo Tony, pero estaba asustado. —Es uno bueno.
Presioné más fuerte, mi oro y rojo lo inundaron. —¡Soy un demonio!— Dije, los
cascabeles tintineando mientras me paraba sobre él. —¡Y estoy enojado porque me trajiste
tus mezquinos deseos como si fuera mi responsabilidad agitar mi varita mágica y hacer de
tu vida rosas y corazones! Tu círculo no está dibujado, Tony—. Me incliné sobre él, la
energía chisporroteando. —Puedo contener cien veces la energía de la línea que tú puedes.
Caerá. Es vulnerable. ¡Haz algo!
—¡Tony!— gritó alguien, y Tony rebuscó en su bolsillo, su silla presionando el interior
de su burbuja mientras se agachaba y dibujaba una línea justo dentro de su círculo brillante.
Medio latido después, una segunda ola de energía surgió entre nosotros, esta vez dentro de
la primera.
206

Miró hacia arriba, finalmente asustado. Ahora podrías sobrevivir, pensé, luego conduje
un pulso de energía hacia el círculo exterior, rompiéndolo fácilmente. Mi mano golpeó su
Página
barrera secundaria y me sacudí ante el destello de calor y el estallido de chispas con olor a
ozono.
—Eso es bueno—, dije mientras me paraba en el pasillo, viendo quién seguía sentado y
quién se había puesto de pie. —Estás en un círculo dibujado. No puedo romper eso
fácilmente—. Sonreí y Tony palideció. —¿Alguien tiene el número de Tony?
Me recibieron con silencio. —¿Su número de teléfono?— invité.
—Sí—, dijo alguien, y miré al joven, complacido de ver que estaba sentado con una
rigidez cautelosa, con una barra de tiza magnética en la mano. Había dibujado un círculo no
invocado a su alrededor. Tal vez había ido demasiado lejos.
—Llámalo—, le dije, y el tipo me miró fijamente. —Está bien, la primera persona que lo
llame obtiene una A en la siguiente prueba.
—¿No vas a lastimarlo?— preguntó, y yo sonreí aún más.
—Hoy soy tu profesora—, dije. —Esto es una demostración.
—¡Maldita sea, Paul, no lo hagas!— Tony casi siseó, pero Paul, aparentemente,
comenzó a desplazarse.
La magia dorada y desenfrenada goteaba de las yemas de mis dedos y silbaba en el suelo
mientras tarareaba la melodía de Jeopardy! El resto de la clase miraba. Todos sabían lo que
iba a pasar. Salté, sintiéndome mal cuando sonó el teléfono de Tony, luego atravesé el
círculo de Tony como un pañuelo de papel cuando se formó el agujero más pequeño,
creado por una onda enfocada y precisa del Wi-Fi.
Tony jadeó cuando su círculo cayó. Me puse rígida ante la esperada oleada de energía, y
me detuve, a una pulgada de tocarlo. —Marcado. Estás muerto —dije mientras contenía la
respiración, mirándome. —A menos que seas extremadamente desafortunado y ahora estés
viviendo en el siempre-jamás como el mayordomo y calentador de camas de un demonio.
Los gatos y los perros no pueden retener suficiente energía de líneas ley para ser útiles
como familiar de un demonio, pero tú sí puedes. Es decir, después de algunas décadas de
infierno en las que expanden dolorosamente tus habilidades.
Di media vuelta y caminé hacia el frente de la clase. —Es así de rápido, gente—, dije
mientras me acomodaba encima de la mesa. —Hay muy pocos círculos que no se puedan
romper. Y si van por el otro lado y tratan de rodear a un demonio para protegerse,
simplemente aparecerá ahora que la maldición para convocarlos se ha roto. Así que no
crean que puedan enjaular a uno y exigir algo a cambio de concederle la libertad.
207

Tony volvió a acomodarse en su silla, sacudido, agitado y tal vez un poco más
inteligente. —Convertir a la gente en familiares es ilegal—, dijo entrecortadamente.
Página
No más inteligente. —La extradición desde el siempre-jamás es imposible. ¿Quién
puede decir que no se cayó de un puente? Pero, sinceramente, es más probable que un
demonio te atrape con un contrato, no con músculos. Los contratos tienen la ley detrás de
ellos, y a los demonios les encanta usarla para derribar a la gente.
Las cabezas asentían y pensé que finalmente podría haberlo logrado. Todos habían
regresado a sus asientos. Todos los ojos estaban puestos en mí. —Dónde estábamos.
¿Semana cuatro? Cómo diferenciar una maldición de un hechizo blanco—. Respiré
lentamente. —Puedo decirles ahora mismo, cualquier cosa que obtengan de un demonio es
una maldición. Todas son maldiciones.
Me apreté más la túnica, sintiéndome fea con mi capa de obscenidad. Todos la habían
visto cubriendo el círculo de Tony. —Y si se están preguntando acerca de mi fabulosa
obscenidad, cometí un error al confiar en el demonio equivocado esta semana. ¿Por qué
creen que los demonios están tan enojados todo el tiempo?— dije amargamente. —Se
siguen jodiendo unos a otros. Incluso entre amigos.
Ellos estaban en silencio. Tal vez estaba compartiendo demasiado.
—Semana cinco. Prevención de la abducción de líneas ley—. Mi ojo se crispó. Había un
video en el que Al me arrastraba por una calle nevada mientras intentaba secuestrarme. La
estación PBS de Cincy lo había incorporado en uno de sus anuncios de servicio público.
—¿Podemos saltarnos eso?— murmuré. —Ninguno de ustedes verá nunca el siempre-
jamás.
—¿Has estado allí?— preguntó Paul. —Escuché que fue destruido. Es por eso que los
demonios están en nuestra realidad.
—Lo estuvo, pero tienen uno nuevo—. Crucé los tobillos, preguntándome si debería
mencionar que fuimos Bis y yo quienes lo hicimos. Nah. Nunca me creerían. —Es más
pequeño, pero era la única forma de restablecer las líneas ley. En realidad, son bandas de
fuerza que conectan la realidad de los demonios con la nuestra, así que la próxima vez que
usen una línea para hacer un encanto, pueden agradecerle a un demonio.
No es que los demonios lo hicieran por un bien mayor.
Sus rostros se torcieron con incredulidad, y sintiendo el escozor, agregué: —Las líneas
ley no son solo cintas de energía, son puertas, y si saben cómo cambiar su aura, pueden
pasar de la realidad al siempre-jamás. Como pasar de una habitación a otra—. Claro,
sonaba increíble, pero a diferencia de la habilidad altamente sofisticada de los demonios
para aparecer de un lugar a otro, cambiar realidades entrando en una línea ley se
208

consideraba vulgar y poco hábil. Pero ahí es donde estaba yo sin Bis.
Página

Incluso eso no los impresionó. Todos mis esfuerzos iban a ser en vano. Creían que lo
sabían todo. Ningún cambio.
—¿Cualquiera puede ir al siempre-jamás?— preguntó la mujer que me había dado su
plan de estudios.
Estábamos en territorio peligroso, pero no sabía cómo retroceder. —Necesitas modificar
tu aura para que coincida con la resonancia de la línea para deslizarte dentro y fuera de ella,
pero sí. ¿Para moverse de un lugar a otro?— Negué con la cabeza. —Solo un demonio tiene
la habilidad para hacer eso.
—Así que…— Tony se sentó, su actitud de sabelotodo una vez más en su lugar. —Si te
secuestraran y te llevaran al siempre jamás, podrías escapar encontrando una línea ley y
teniendo pensamientos felices.
Me desplomé, viendo los últimos veinte minutos como una completa pérdida de tiempo.
—Si sabes cómo hacer coincidir tu aura con la resonancia de la línea ley. Pero eso solo
funciona si el demonio en cuestión no puede viajar a la realidad y tomarte de nuevo, y ya
hemos hablado de eso. Sin mencionar que lo primero que haría un demonio sería solidificar
tu aura para que no pudieras modificarla. O aún más simple, colocarte un brazalete de plata
encantada alrededor de tu muñeca. No es difícil volverse vulnerable—. Me pasa todo el
tiempo.
Los estaba perdiendo, y sentí una oleada de ira. —Semana seis. Cómo elegir, desarrollar
y utilizar a un familiar para protegerte—. Golpeé mis dedos en un rápido staccato contra la
parte superior de la mesa. —Si quieres que tu gatito se lleve la peor parte de tu estupidez,
debes salir de la habitación. Ahora.
—Semanas siete y ocho. Nuevas leyes para protegernos de los demonios que caminan de
día. Eh.— Los miré, viendo quién seguía tomando notas. —Dos semanas enteras sobre
leyes, y solo una sobre cómo convocarlas. Gente, si pueden salir de aquí con una sola cosa
encajada entre los pliegues de su cerebro, que sea esto. Sí, hay leyes: no familiares
humanos, no tratar con magia oscura, no arrojar obscenidad a nadie que no lo solicite
específicamente. Pero los demonios pueden y te engañarán para llegar a un acuerdo que
tendrá el mismo resultado.
Puse una mano en mi pecho y en un falsete alto dije: —Ooh, ven a trabajar conmigo. ¡Te
enseñaré cosas que no te pueden enseñar en la universidad!— Bajé la mano. —A diferencia
de lo que dice el Sr. Sting, no podrás envolverlo alrededor de tu dedo.
Me pregunté si Stef había pensado que podía, y luego lo descarté. Stef era demasiado
directa y honesta. Sí, Hodin le estaba enseñando, pero nuestra conversación en Findlay
Market me convenció de que ella buscaba una relación real, no tratando de seducirlo para
que le enseñara lo arcano. Me retracté de decirle lo peligroso que era porque quería vivir en
209

un mundo donde Hodin no era un traidor, un intrigante… demonio. Mierda en tostadas.


Estoy justo donde comencé.
Página

Pero todos me miraron como si les estuviera dando sabiduría que los pondría a salvo.
Tal vez debería haber usado mis cueros de trabajo… —Miren—, dije. —Sé que no
escucharán nada de lo que digo porque creen que son especiales y que con ustedes será
diferente, pero los demonios no se han vuelto indefensos. En todo caso, ahora son más
peligrosos. No son los amigables usuarios de magia del vecindario que reparten café y
amuletos de belleza—. Maldito seas, Dali… —Los demonios, como todos los demás,
toman una decisión consciente de seguir o romper las leyes. No les den una razón para
querer romperlas. No hay nadie vigilándolos, excepto quizás yo, y estoy demasiado
ocupada como para salvarles el trasero.
Empecé a caminar de nuevo. —Cada uno de ellos ha existido durante al menos cinco mil
años. Cada uno ha sido un esclavo. Todos menos uno han sido guerreros, con hechizos y
maldiciones al alcance de la mano que pueden volverte del revés o dispararte a la luna sin
un paquete de aire. Eres una distracción o un medio para un fin. No te engañes pensando
que les importas—. Dudé, pensando en Al. —Tienen miles de años de experiencia en
atraer, engañar, esclavizar—, dije, distraída por mis pensamientos. —Que ahora haya leyes
solo hace que sea más fácil engañarte—, terminé, amargada y hastiada.
No dijeron nada, esperando algo que pudieran usar para cometer un gran error. —De
acuerdo.— Suspiré profundamente y miré mi teléfono. —Tal vez es hora de algunas
preguntas.
Se movieron como si fueran reacios a decir algo. Deseé no haber terminado mi café para
poder esconderme detrás de él, pero mientras miraba mi taza en la basura junto a las demás,
fruncí el ceño. Si Sikes había estado tomando su café en Junior's, podría haber suficientes
residuos de ADN en la taza para hacer un encanto de búsqueda. Podría probar que Dali lo
tenía, ¿y luego qué?
Me deslicé de la mesa, una idea arriesgada me invadió. Iba a tener que encargarme de
Hodin. El encarcelamiento de Hodin sería una gran palanca. Tal vez lo suficientemente
grande como para sobornarlos para que se comporten, o al menos dejar ir a Melody y a
Sikes. Calentándome, saqué la bolsa de basura con los vasos acumulados de la lata. —
Bien—, dije mientras me miraban como si estuviera loca. —Si no tienes ninguna pregunta
para mí, tengo una para ustedes. ¿Saben si el profesor Sikes toma su café en el paseo
marítimo?— Nadie dijo nada, y puse la bolsa de lona con su basura acumulada sobre la
mesa, los cascabeles en mi faja tintineando. —¿Estos son de Sikes?— Pregunté, dándole
una pequeña sacudida.
—Mmmm,— dije cuando permanecieron en silencio. —No puedo enseñarles a
sobrevivir a un demonio cuando están empeñados a ignorar mi consejo—. Me congelé
cuando las palabras me abandonaron, pensando que eso era exactamente lo que había hecho
210

con Al. —Pero tal vez sí puedo recuperar a Sikes, él pueda—, continué, una fea realidad
abrumando mi molestia. —Estoy bastante segura de saber dónde está su profesor, pero
Página

tengo que probarlo si voy a tener alguna oportunidad de llegar a un acuerdo para su
liberación. Y para eso, necesito saber si estos son los vasos de Sikes o no.
—Esos son suyos—, dijo Tony, aparentemente su curiosidad lo superó. —Pero acabas
de decir que no hagamos un trato con un demonio.
La basura resonó cuando acerqué la bolsa, la preocupación me atravesó. —Tú, no. ¿Yo?
soy un demonio. Aun así, voy a necesitar todos los trucos del libro, y algunos que invente.
Hacer que los demonios se adhieran a reglas arbitrarias es como entrenar a un dragón. No
puedes obligarlos a hacer nada que no quieran hacer. Pero puedes mover una montaña si
encuentras la palanca adecuada—. Y Hodin va a ser mi palanca, pensé, porque no podía
permitir que Dali pensara que podía engañar al personal de la universidad para que sirviera
como su personal con impunidad. Y justo después de presentarle a Keric, también.
—¿Vas a rescatarlo?— dijo uno de los chicos, y suspiré.
—Quizás. Si puedo encajarlo en mi horario. Se acabó la clase.— Cogí mi bolso y luego
la bolsa de basura con los vasos de café dentro. Al sonar las campanas, salí con el bolso al
hombro y la basura en la mano.
Dios, echo de menos a Jenks.

211
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CAPÍTULO 17

ESTABA ENOJADA, ENOJADA DE UNA MANERA QUE NO HABÍA ESTADO


desde que estaba en el campamento y Trent me robó a mi mejor amiga, atrayéndola para
que le gustaran los chicos y dejándome atrás. Los cascabeles de mi faja tintinearon mientras
subía las escaleras de la iglesia, con el bolso lleno de libros y el traje voluminoso sobre el
hombro y los tacones color lavanda en la mano. Mis pisadas perdieron mucho impacto ya
que todavía estaba usando esos deliciosos y silenciosos zapatos demoníacos, pero los
cascabeles lo compensaron.
—¿Rachel?— Trent llamó detrás de mí, el sonido de la puerta de su coche se cerró con
fuerza cuando tiré con brusquedad de la línea más cercana para traer suficiente energía
bruta para freír el sol en caso de que Hodin fuera lo suficientemente estúpido como para
estar aquí. Tal como prometí, Trent se reunió conmigo después de clase, pero yo no estaba
de humor para un almuerzo tardío y nos dirigimos a la iglesia en nuestros coches por
separados. Después de hacer algunos amuletos, me iba a enfrentar a Dali. A menos que
Hodin estuviera aquí. Eso podría cambiar mi horario de patadas en el culo.
—¡Hey! ¡Hodin!— Grité cuando abrí la puerta y entré. Me dolían las manos por el poder
cuando arrojé los tacones a un rincón junto a las escaleras y examiné el oscuro vestíbulo.
Frustrada, saqué mi traje arrugado y lo dejé en una pila. Había sido una mala idea y lo iba a
donar. Ya no era esa persona, y nunca lo volvería a ser. —¡Hodin! ¡Quiero hablar contigo!
La luz se apagó cuando Trent cerró la puerta detrás de mí. Me alcanzó y me solté de su
agarre, caminando hacia el santuario brillante con el sol de la tarde. —¿Ah, Rachel?— dijo
mientras se apresuraba a seguirme. —¿Gritar es el mejor curso aquí?
—Soy del Medio Oeste. Así es como empezamos—. Mis manos comenzaron a
212

hormiguear, todo el camino hasta los dedos de mis pies. Con las manos en las caderas,
escaneé las vigas en busca de un cuervo. —¡Ho-o-odin!
Página

Giré la cabeza al escuchar el sonido áspero de alas de libélula, pero solo era Jenks.
—Las tetas de Campanilla, Rache—, dijo mientras se cernía frente a mí. —Él no está
aquí. Stef tampoco.
Con los labios apretados, dejé caer la bolsa de basura en el sofá. —¿Está seguro?
Se encogió de hombros, y relajé la línea. A mi lado, Trent suspiró, apreciando
claramente la disminución del poder crepitando entre las paredes.
—Si estoy haciendo un amuleto de búsqueda para Sikes, también puedo hacer uno para
Hodin—, murmuré. El hijo de puta me había jugado. Jugó conmigo desde el principio. No
sabía qué me molestaba más, sí que se lo permitiera o que todos me decían que lo haría y
yo no escuchaba. Inocente hasta que se demuestre lo contrario hará que me maten.
Molesta, caminé hacia el pasillo. Probablemente había algo en su habitación para hacer
un amuleto. Con ello, al menos sabría si estaba merodeando por la iglesia, espiándome.
—¡Rachel, no!— Jenks y Trent gritaron cuando llegué a la puerta de Hodin.
Hubo un leve atisbo de advertencia, y luego jadeé cuando un estallido estático de energía
almacenada saltó la brecha, arrojándome a través del estrecho pasillo para estrellarme
contra la puerta cerrada de Stef. El poder se arrastró sobre mí, pellizcando mis codos y
rodillas. Me dolía respirar, mi pecho con espasmos. Desorientada, empujé la energía hacia
la tierra, pero mi cabello todavía estaba de punta y parpadeé, tratando de ver. Huh. Estoy en
el suelo.
—Ow…— susurré cuando la mano fría de Trent me tocó, sacando el exceso de energía
de mis células en un lavado suave. Una vez más, la obscenidad que me cubría trató de saltar
hacia él, y me apresuré a contenerla, empujándola hacia abajo y sentándome mentalmente
sobre ella.
—¿Estás bien?
Sostuvo mi rostro entre sus manos y parpadeé para enfocarlo. —¿Sí?— Dije, viendo
realmente el exceso de poder en mi exhalación como si fuera un cálido aliento en un día
frío. Era difícil ver más allá de los destellos de Jenks. Al menos, creo que eran sus
destellos.
—¿No viste la protección en el?— chilló el pixy, furioso por la preocupación. —¿Crees
que se va y deja su puerta abierta?
Los miré mientras la habitación giraba y se asentaba. —Menos mal que no la toqué—.
Respirando superficialmente, me miré las manos, preguntándome por qué no estaban rojas.
—Wow.
213

—¿Wow?— Trent tomó mi codo y me levantó. —Eso podría haberte matado.


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Si la hubiera tocado, tal vez, pero no lo hice. Mareada, me apoyé contra la pared, con la
mano en el pecho. Los ojos de Trent estaban contraídos por la preocupación, la expresión
reflejada en el rostro de Jenks mientras el pixy se cernía a su lado. Sentí como si mis
músculos estuvieran zumbando, y exprimí otro fajo de energía del huso en mi cabeza,
empujándolo de vuelta a la línea. Un escalofrío me sacudió cuando el exceso de energía que
persistía en mis células se trasladó a mi red neuronal como por ósmosis, llenando mi huso
nuevamente. Si no hubiera sido mi propio familiar y no hubiera estado acostumbrada a
contener grandes cantidades de energía, probablemente me habría frito. —Hijo de una
hada-pedorra prostituta—, balbuceé mientras descargaba esa energía también. —Creo que
estoy bien. Necesito un poco de agua.
Miré hacia abajo, me tambaleé hacia la cocina, con una mano en la pared y la otra aun e
mi pecho. Estaba mejorando, lo suficientemente mejor como para empezar a sentirme
estúpida.
—Hey, ¿ah, Rache?
Ondeé con desgana a Jenks que se cernía sobre mi oído. Trent estaba detrás de mí, listo
para atraparme si me caía. —Agua—, murmuré. Mi boca se sentía como aserrín, y me
arrastré hasta el fregadero, abrí el grifo y bebí directamente del flujo constante de agua fría.
El agua salpicó y disminuí la velocidad, comenzando a usar mis manos como taza.
Estaba viendo mi túnica y me pregunté si ella y los zapatos aislantes me habían ayudado a
salvarme.
—Así está mejor —dije cuando finalmente me acerqué para encontrar a Trent y Jenks
mirándome. Getty también estaba allí, sentada en un carrete de hilo rojo mientras trabajaba
en un carcaj de flechas diminutas. —Soy tan idiota—, murmuré, y las alas de Jenks
resonaron, una sonrisa de alivio lo encontró.
—Ella está bien ahora—, dijo, y luego se lanzó hacia Getty.
Saqué un paño de cocina de la barra y me sequé las manos y la barbilla. —No puedo
creer- — comencé, luego fruncí el ceño a Trent. —Sí, puedo. Al tenía razón al ponerme en
Alcatraz por estupidez poco común. Hodin jugó conmigo y lo dejé.
Con expresión irónica, Jenks miró al techo. —Lo cual él sabe que tú sabes desde que Al
trató de comérselo— dijo, y Trent hizo una mueca.
—Siempre me ha resultado más fácil dominar un problema cuando él o ella no sabe que
es un problema—, dijo Trent. —Tengo un encanto para empujarlo a la vista si está al
acecho. Y si aún no está aquí, la campana sonará si regresa.
214

Asentí con la cabeza, pero con toda honestidad, si Hodin estuviera al acecho en la
Página

iglesia, se estaría riendo de mí por estrellarme contra la pared. Indiferente, enrollé el paño
de cocina en la barra y fui a sentarme en el mostrador para comer, moviendo el taburete
para mirar a Trent antes de subirme.
Claramente ansioso, Trent se mecía de un pie a otro, mirando alrededor de la habitación
para asegurarse de que no había nada demasiado cerca. Con una postura firme, tiró de la
línea, mechones de cabello flotando mientras agrupaba una bola de energía en su mano, el
poder rojo crudo se transformó en oro cuando le dio un propósito. —Ta na shay…— cantó,
bajo y con fuerza. —Dondola persoma—, entonó, su voz subiendo y bajando como si fuera
un monje cantando a Dios, y la bola en sus manos se expandió. —Dondola…— cantó,
gesticulando los brazos hacia afuera hasta que la esfera resplandeciente se ensanchó,
fluyendo sobre Jenks y empujando su polvo en pequeños remolinos al pasar junto a él.
—Perso-o-oma —canturreó, y estiré la mano para tocarla cuando se acercó a mí.
—Ta na sha-a-ay… Dondola—, continuó, y fruncí el ceño cuando mi mano no atravesó,
sino que golpeó una pared invisible.
—¿Ah, Trent?
Pero él no me escuchó, el ceño fruncido por la concentración. —Perso-o-oma, ta na
shay…
La burbuja en sus manos se expandió en una suave ola, empujándome del taburete.
—¡Hey!— Grité, moviendo los brazos como un molinete mientras me giraba para
encontrar el suelo en una caída controlada. —¡Caramba, Trent!— Grité desde el azulejo, mi
túnica se levantó para mostrar mis rodillas.
Jenks revoloteó, riendo con destellos plateados mientras Getty lo miraba con el ceño
fruncido desde el borde del mostrador. —Bien hecho, Hombre Galleta—, dijo Jenks, y me
levanté, sintiéndome aún más estúpida.
—Rachel, lo siento mucho—. Trent se precipitó para ayudar y le hice un gesto antes de
que me tocara y esa obscenidad tratara de cubrirlo. —Debería haber pensado en eso. Ven
aquí.
—¿Por qué? ¿Quieres empujarme hacia abajo dos veces?— Murmuré mientras
levantaba el taburete.
La sonrisa de Trent se suavizó, y me atrajo en un resistente abrazo. Esta vez, la
obscenidad se quedó dónde estaba, y sentí que me relajaba mientras me acariciaba. —A
veces me olvido de que eres un demonio—, dijo. —Date la vuelta. De espaldas frente a mí.
215

Jenks se rió por lo bajo, mirándonos. —¿Ustedes dos quieren estar solos?
—Cállate, Jenks—, murmuré, y él se rió aún más fuerte, hasta que Getty lo miró y se
Página

detuvo.
—Intentémoslo juntos— dijo Trent, con la barbilla casi apoyada en mi hombro. Me
atravesó un escalofrío cuando sus brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y un hilo
de energía se derramó en mí. Era de Trent, y mi estado de ánimo se suavizó aún más. —Yo
canto,— susurró, su cálido aliento en mi oído, —y tú haces la burbuja. Si ambos tenemos
una parte de su construcción, no te excluirá.
Mis cejas se elevaron y me acomodé en él con más firmeza. —¡Oh! De acuerdo.
—Ta na-a-a shay…— cantó suavemente, y dejé que la energía de él fluyera a través de
mí, ahuecando mis manos y dejándola crecer. —Do-o-ondola. Persoma-a-a-a.
Mi pulso se aceleró cuando una especie de sensación extraña creció entre mis palmas.
No estaba haciendo nada y, sin embargo, estaba el hechizo en mis manos, cubierta con su
aura.
—Dondo-o-ola —susurró. —Ta na shay.
Lentamente, la burbuja se ensanchó hasta que ambos estuvimos dentro. Sonriendo, abrí
mis brazos y envié la burbuja, fluyendo sobre Jenks y Getty, abarcando la cocina, el porche,
el vestíbulo e incluso el campanario en un solo golpe glorioso.
El agarre de Trent sobre mí era apretado y firme, puro y real. Ambos saltamos cuando la
burbuja encontró el alcance del círculo de alerta demoníaca de la iglesia y la energía
aterrizó allí con una sensación de golpe como si dijera aquí, y no más allá. El canto de
Trent se calmó lentamente, y me giré en su agarre, mis brazos se entrelazaron alrededor de
su cuello. Dios, me encantaba cuando hechizaba. Todo su ser cambiaba, se volvía
peligroso, salvaje e impredecible.
—Gracias—, le dije, su mirada hambrienta me calentaba completamente.
—Ejem— dijo Jenks, aclarándose la garganta. —Repito, ¿debemos irnos Getty y yo?
Di un paso atrás a regañadientes, los dedos de Trent hacían hormigueo mientras se
deslizaban.
—Me voy de todos modos—, dijo Getty, su voz alta sonaba nueva y correcta en la
iglesia mientras se levantaba, con su carcaj y su arco recién equipados en la mano.
—¿Te vas?— Jenks giró en el aire, sus destellos de un naranja incrédulo. —¿Cómo va a
hacer eso, Señorita Ala Rota?
Con expresión engreída, Getty disparó una flecha atada con hilo a la puerta, sujetó el
extremo libre con cuidado en el accesorio de la espita y se deslizó hasta la manija.
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—¡No salgas por ahí!— Jenks se levantó, el polvo de un plateado vivo. —¡No puedo
protegerte ahí fuera!
Página
Getty lo miró desde lo alto de la manija de la puerta. —Entonces trae tu culo blanco
como un lirio aquí—, dijo. —Alguien tiene que hacer que esas hadas coloquen líneas de
centinela. No lo estás haciendo.
Las alas de Jenks chasquearon y cayó ocho centímetros antes de recuperarse. —¿Quieres
trabajar con las hadas? Maldición, chica —juró, claramente complacido. —Alley-oop10—,
agregó, abalanzándose sobre ella, levantándola y haciéndola volar con asistencia. Con un
pequeño susurro, el nudo en el fregadero se desató y el hilo corrió tras ellos. Al ponerse en
movimiento, el carrete de hilo giró y se tambaleó, cayendo al suelo hasta que el hilo se
acabó y desapareció.
Mi sonrisa afectuosa se desvaneció cuando fui a recoger el carrete vacío y lo dejé a un
lado. Deprimida, me senté con los codos en el mostrador, mi respiración lenta. Me sentí
más segura con el hechizo de Trent, pero eso no cambió el hecho de que había sido lo
suficientemente tonta como para confiar en Hodin.
—¿Sabes por qué los pixies no permiten que vivan los recién nacidos oscuros?— Dije.
—Al me dijo una vez que la tradición comenzó porque nunca estaban seguros de si podría
ser Hodin. Todos los demonios pueden ser lo que quieran, pero Hodin es el único que lo
lleva a tal extremo que no puedes distinguir lo real de lo falso. Creo que él quiere ser otra
persona, lo disfruta, mientras que el resto preferiría morir antes que ser alguien que no es ni
siquiera por una hora, incluso cuando sería para su beneficio—. Tomé una respiración
temblorosa. —Me duele la cabeza —susurré, llevándome los dedos a mi frente cuando la
mano de Trent trazó un camino plateado a través de mis hombros mientras se dirigía a los
armarios. —Y soy tres veces tonta.
—¿Por creer lo mejor en una persona?— dijo, su voz ahogada mientras rebuscaba
debajo del mostrador. —¿Que son inocentes hasta que se demuestre su culpabilidad? Eso
no es ser un tonto.
Miré hacia el suave sonido metálico de un tazón de metal golpeando el mostrador. —Lo
es cuando todo el mundo te dice lo contrario. Al tenía razón. No escuché—. Deprimida, me
volví hacia los amplios ventanales y el jardín luminoso. Había dos destellos de polvo allí
afuera entrelazados como uno. Dale un beso, Jenks, pensé. Amala. Ella te amará. Matalina
querría que fueras feliz.
Haciendo una mueca, puse mi cabeza en el mostrador. —No tengo ni idea de lo que voy
a hacer —dije, sintiendo que mis palabras volvían a mí en un aliento cálido incluso cuando
el aire acondicionado movía el dobladillo de mi túnica y refrescaba mis tobillos. —Stef está
en peligro porque mantuve la boca cerrada. Hodin está tratando de tomar mi posición de
217

subrosa. No tengo idea de cómo convencer a Finnis de que Constance todavía está a cargo.
Página

10Un alley oop en baloncesto es una jugada de ataque en la que un jugador lanza la pelota cerca de la canasta para que un
compañero salte, capture el balón en el aire y anote generalmente machacando. El alley oop combina el trabajo en equipo,
con el pase, la temporización y el mate.
No puedo usar esa varita. Ya es bastante malo que la haya usado con el hermano de Pike.
Va a hacer falta un telescopio reflector de Atlantis para siquiera esperar revertirlo.
—¿En serio?
—Sí, hablo en serio—, murmuré, todavía con la cabeza baja. —Mientras tanto, estoy
cubierta de obscenidad y no tengo nada más que vasos para llevar para hacer un amuleto de
búsqueda para demostrar que Dali engañó a Sikes y a una pobre bibliotecaria para que
firmaran contratos—. Y mi cumpleaños es mañana. ¡Yayyyyyy!
—¿Tienes coco?
Levanté la cabeza para ver que Trent tenía la harina, el azúcar y un cartón de huevos en
el mostrador. Sin embargo, sin libro de cocina. —¿Me estás siquiera escuchando?
Radiante, Trent se inclinó para darme un beso rápido. —¿Sin coco? Haré de chispas de
chocolate.
Me desplomé. —¿Mi vida se está desmoronando y tú estás haciendo galletas?
—Tu vida no se está desmoronando—. Trent abrió un cajón y sacó las tazas medidoras.
—Stef no está perdida. Está sobreviviendo a una dura lección de vida. La encontraremos y
la ayudaremos. Sí, Hodin está intentando tomar la posición de subrosa, pero conocemos su
objetivo y podemos actuar en consecuencia. Pike ya no está en peligro y se está
recuperando—. Desenvolvió una barra de mantequilla y la dejó caer en el tazón,
calentándola con un pensamiento hasta que se hundió en la suavidad adecuada. —Mis
abogados han desencadenado la cláusula de intento malicioso de demora. No perderé la
propiedad ahora, aunque me tome dos años. Jenks…— Taza de medir en mano, miró hacia
el jardín.
Mi sonrisa era cariñosa y llena de angustia. —Jenks se está tomando un par de días por
enfermedad.
—Volverá —dijo Trent mientras añadía una taza de azúcar y luego echaba un poco más.
—Si lo necesitas, Getty puede quedarse con Jumoke. Ella estará a salvo y a Jumoke le
vendría bien la ayuda.
Pero su confianza no se contagiaba y yo estaba deprimida. —Parezco una practicante
oscura,— susurré.
—¿Tu nueva obscenidad?— Concentrado, Trent revolvió la mantequilla calentada y el
azúcar hasta formar una pasta uniforme. —En realidad, me sorprende que los demonios
hayan tardado tanto en renovar su práctica de engañar a las personas para que sean
218

servidumbre. Simplemente necesitan un recordatorio de que es más divertido jugar en


nuestra caja de arena que dominarla. Los bravucones no tienen amigos y tienen una
Página
encantadora, desesperada y oculta necesidad de ser aceptados. Conoces la intención de
Hodin. Estamos aquí para ayudar. ¿Cuál es el primer paso?
El olor a mantequilla azucarada hizo que mi estómago rugiera. —Encontrar a Hodin y
gritarle,— dije, pero eso no lograría nada. Todo en la lista de Trent parecía insuperable, y
arrastré mi bolso más cerca, sacando los libros de Newt y Dali para encontrar mi teléfono.
Llamar al I.S. sobre el Profesor Sikes y Melody estaba lejos de ser una prioridad en mi lista
de tareas pendientes, pero era algo que podía tachar fácilmente. —Estoy llamando al I.S.
—Esa es mi ruda corredora—. Trent miró con admiración los siete tomos demoníacos
apilados a mi lado. Le conté que Dali y Al recuperaron sus libros de la biblioteca y que
Newt me había legado los suyos, pero aún tenía que hacer la conexión entre eso y sus
propios tomos perdidos. No iba a mencionarlo.
—Al me está hablando de nuevo—, dije mientras buscaba el número de Doyle. No lo
había puesto como contacto, y encontrarlo iba a ser un gran rollo. —Encontré la versión
original de la maldición que puse sobre el hermano de Pike, completa con la
contramaldición—. Me di cuenta de que aún podía sonreír. —Salí de la biblioteca con
ella—, agregué, mirando con amor mis cuatro libros nuevos. —Si puedo encontrar un
telescopio reflector de Atlantis y romper la magia, es posible que Brad no presente cargos,
ya que estaba tratando de matar a Pike en ese momento—. Tú no me delatas, y yo no te
delato. La forma de moneda más antigua del planeta. O tal vez la segunda.
—Nuevos libros de maldiciones. Bueno.— Trent tosió ante una bocanada de harina, sin
darse cuenta de que estaba mirando su físico con los ojos entre golpes de pulgar hacia
arriba. —Todavía no puedo encontrar los míos—. Y luego vaciló, sus ojos entrecerrándose
en mi pila.
—Lo siento—, le dije cuando se dio cuenta. —Ahora que Hodin y yo estamos
separados, no tengo ningún problema en cambiarlo por Sikes y Melody,— agregué,
finalmente encontrando a Doyle.
—¿Y tú obscenidad?— inquirió Trent con amargura, pero no estaba segura de sí su
estado de ánimo era porque sus libros se habían ido para siempre, o si Al y Dali habían
eludido sus procedimientos de seguridad sin su conocimiento. Bienvenido a mi mundo, mi
amor…
—Voy a obligar a Hodin que la tome, junto con todo lo que obtenga de la
contramaldición. Sabía que era magia oscura y me la ocultó.
Trent sonrió. —Ahí tienes.
219

Nunca pensé que alguna vez llamaría a Doyle, y escuché el timbre del teléfono con una
sensación de nerviosismo. Respondió una mujer, lo que no me sorprendió. —Hola, soy
Página
Rachel Morgan. ¿Está disponible el Detective Doyle? Tengo información sobre el profesor
universitario desaparecido.
—Un momento—, dijo la mujer, y luego escuché en la distancia: —¿Señor? Es una
Rashel Morgana. Algo sobre una persona desaparecida.
—No conozco a una Rashel Morgana—. La voz de Doyle se hizo aún más suave. —¿Por
qué me llama por una persona desaparecida? Trasládala arriba.
Con el ceño fruncido, acerqué el teléfono. —¡Rachel Morgan!— Grité, esperando que el
oído vampírico de Doyle captara mi voz. —Soy Rachel. Llamo por Sikes. ¡El profesor
universitario desaparecido!
—¿Morgan?— dijo Doyle, su voz más alta, y luego un suave crujido del teléfono
moviéndose hacia su mano. —Sí, me quedo con esto—. Hubo una vacilación, y luego, —
Mor-r-r-r-gan—, salió del altavoz del teléfono como una mancha de aceite. —Estoy
sorprendido y de alguna manera no.
—Hola, Doyle. Hey, tengo información sobre ese profesor de líneas ley desaparecido.
El hombre resopló. —No soy tu contacto del I.S. No trabajo para ti. No me pagas.
—¡Claro que sí!— Dije, recordando que me entregó una orden hace unos meses. Dos
veces. —¿Y de qué te quejas? A ninguno de mis lacayos se les paga.
Doyle se rió entre dientes, y el sonido arenoso de la cuchara contra el tazón vaciló
cuando Trent murmuró: —¿Lacayo?
—Creo que Sikes firmó un mal contrato y está atrapado en el siempre-jamás—, dije. —
¿Se ha presentado un informe?
Doyle suspiró, y luego escuché el golpeteo de las teclas. —Sí. Está desaparecido desde
el viernes. Mmmm. ¿Como lo supiste? No se ha dado a conocer.
La voz baja de Doyle me recorrió la columna y me dejó escalofríos. —Estoy enseñando
en su clase. Temporalmente —añadí, decidiendo no preguntar por Melody. —Tengo que
verificarlo, pero estoy bastante segura de que Dali se lo llevó, quien casualmente renunció a
su trabajo de barista casi al mismo tiempo.
—Rachel, no estoy en posición de-
—Voy a ir al siempre-jamás para ver si él está allí después de que haga un encanto de
búsqueda—, solté. —¿A menos que el I.S. ya tenga a un corredor saliendo?— agregué
dulcemente. —Si lo encuentro, ¿puedes conseguirme una orden judicial?
220

—¿Para un demonio?— dijo Doyle, horrorizado, y le sonreí a Trent.


Página
—No, para el profesor Sikes. ¿Una multa de estacionamiento? ¿No renovar su licencia
de brujería? Cualquier cosa que pueda usar para empujar legalmente su trasero al otro lado
de las líneas.
—Mmmm—. Doyle se quedó en silencio mientras hacía un poco más de clics en el
teclado. —¿Sabes que es sospechoso de practicar magia oscura?
Me desplomé, no sorprendida. —No. ¿Puedo traerlo por eso?
Doyle se rió entre dientes, y no de una manera agradable. —No. Si es un practicante de
magia oscura, se le da por perdido.
—Si,— dije rápidamente. —No sabes si lo es. Vamos, Doyle. ¿No sería bueno si te debo
un favor? Te tomaría diez minutos inventar una razón para una orden judicial.
—Y tres días para que un juez lo firme—, murmuró Doyle. —¿Qué parte de 'él es
sospechoso de magia oscura' no entiendes? Nadie va a hacer nada.
Las cejas de Trent se levantaron y me encogí de hombros. En eso estaba, y si me
conseguía lo que quería, que así sea.
—Además—, continuó Doyle, con voz astuta. —Los amuletos de búsqueda son ilegales
sin permiso o una orden judicial. No tienes ninguna.
Sí, técnicamente eran ilegales sin permiso, pero a nadie le había importado eso antes.
Resuelta, no dije nada mientras Trent revolvía las chispas de chocolate hasta que finalmente
Doyle suspiró. —Veré qué puedo hacer—, dijo, y sonreí.
—Gracias, Doyle. Eres un príncipe.
—Buen Dios —murmuró Doyle. —Estoy trabajando para la bruja.
La conexión terminó y dejé mi teléfono.
—El profesor primero. Interesante —dijo Trent mientras buscaba las bandejas de
galletas. No estaba cerca, y me deslicé de la silla para alcanzarlas. Este no era el almuerzo
que habíamos planeado, pero yo no era nada si no espontánea cuando se trataba de galletas.
—¿Qué hubieras hecho primero?— Pregunté, un destello de culpa por Stef envolvió mi
corazón. Pero Stef estaba en el trabajo y volvería a casa más tarde o, más probablemente,
estaba con Hodin. En cualquier caso, ella estaba bien por el momento. Mi vida estaba en el
triage, y el profesor era lo más fácil para empezar hasta que llegara la verdadera ayuda.
—¿Yo? Habría comenzado a buscar en mis nuevos libros de maldiciones algo con lo que
221

confundir a Finnis. Pero no tengo potencial en ello con un demonio llamado Al.
No estaba exactamente segura de cuánta influencia tenía, tampoco, y puse las bandejas
Página

para hornear al lado del tazón de masa antes de pasar un dedo por el borde para recoger un
poco. Trent hizo un amago con la cuchara para alejarme y me aparté, sintiéndome atrevida
con mi masa de galletas robada. Balanceando mis caderas, fui al horno.
—Doyle necesita tiempo para trabajar—, dije mientras lo configuraba en 350. —Esos
vasos que traje a casa deberían ser un buen amuleto para encontrar a Sikes. Si está en
Dalliance, avisarán. Si tengo suerte, Melody también estará sirviendo mesas—. Me apoyé
contra el mostrador, el dulce sabor de la masa para galletas en mi boca. —Tal vez si le
devuelvo los libros a Dali, él me dirá por qué esta obscenidad no se absorbe. Estoy cansada
de tener que sacarla cada vez que alguien me toca.
—Oh —dijo Trent, como si recién ahora se diera cuenta.
—Honestamente, Trent, casi saltó a uno de mis estudiantes cuando tomé su círculo. Me
quiere dejar. ¿Alguna vez has oído hablar de eso?
—No.— De espaldas a mí, Trent empujó bolas de masa del mismo tamaño de una
cuchara. —Suena como una mala maldición. Lamento que tu clase no haya ido bien.
Toqué mi túnica de hechizos sedosa, sintiéndome caliente. —Yo nunca dije eso.
—Nunca dijiste nada, lo que significa que no salió bien.
Encogiéndome de hombros, fui al cajón de los cubiertos por una cuchara. —Apestoso y
bueno, todo al mismo tiempo—. Al, tenías razón sobre la túnica. —Son tan ingenuos—,
me quejé, y Trent se rió entre dientes. —No tienen ni idea de cuán profunda es el agua.
Traté de asustarlos para que se especializaran en arte, pero creo que resultó
contraproducente.
Por un momento, hubo un roce de metal contra metal, y luego Trent dijo en voz baja: —
Solo porque Hodin-
—No es sólo Hodin. Todos apestan —interrumpí hoscamente. —Excepto tal vez Al, y
tampoco estoy tan segura acerca de él—. Molesta, saqué otra bola de masa y me la comí. —
Todos ellos tratando de ser tan inteligentes que no puedes confiar en que te darán un
paraguas bajo la lluvia.
Él se rió entre dientes y mis labios se apretaron. —No es gracioso.
—No me estoy riendo de ti—, dijo, pero segura que se sentía así. —Estoy encantado. No
tienes miedo. Estás exasperada de ellos. Es un lugar saludable para estar. Me alegro de que
Al esté hablando contigo.
Cediendo, saqué una tercera bola de masa, y Trent movió el tazón fuera de mi alcance.
222

—Yo también.— Hice una pausa, con mis pensamientos en una sesión de hechicería
alocada seguida de un juego de palabras con Dali para el regreso de Sikes y Melody. —Esa
Página

maldición que Hodin me engañó para que la usara es horrible—, dije mientras revolvía la
pila, tomando y abriendo el libro en cuestión. —No puedo usarla de nuevo. Está
despojando toda la memoria del hermano de Pike, trabajando desde hoy hacia atrás.
También puede pasárselo a sus hijos —añadí, y los labios de Trent se abrieron con horror.
De pie frente al mostrador con mi túnica de hechizos, pasé a la página correcta,
sintiéndome fea. —Tengo que arreglar esto—, dije mientras miraba el odio y la ira de Newt
en una dirección devastadora. —El ímpetu para que la obscenidad deje a su creador debe
estar escrito en la maldición, porque nunca antes la había visto actuar así.
Trent llevó dos bandejas al horno. —Tal vez no sea demoníaca—, dijo mientras las
deslizaba y configuraba el temporizador. —Suena élfico.
Hice una mueca, reconociendo la letra de Newt, reconociendo la sensación de poder que
había usado para escribir las palabras. —No, es de Newt,— dije a regañadientes. La ira que
Newt debía haber sentido cuando ella elaboró esto tuvo que haber sido irreal. No es de
extrañar que se hubiera encerrado en una existencia medio loca y olvidadiza.
Pero conseguí sonreír cuando Trent se adelantó y me entregó la última cuchara llena de
masa. Las páginas brillaron bajo su toque cuando giró el libro hacia sí mismo, y vi cómo
fruncía el ceño. —Me parece—, dijo, —como si estuviera usando el espejo del telescopio
como un espejo de invocación. Apuesto a que cualquier espejo de alta calidad serviría, y en
el momento en que se escribió esto, Atlántida podría haber sido el mejor lugar para
conseguirlos.
—¿Crees que puedo romper la maldición?— Dije mientras limpiaba la masa dulce de la
cuchara.
—Si encontramos a Brad antes de que engendre un hijo con alguien y lo transmita, sí.
Aliviada, tiré de él más cerca, mi cuchara llena de masa apartada con cuidado mientras
nuestros brazos se envolvían uno alrededor del otro. Por un momento, nos quedamos allí,
cobrando fuerzas con la certeza de que lo amaba y él me amaba cuando el aroma de las
galletas con chispas de chocolate se hizo evidente.
—Eso deja los amuletos para encontrar a Sikes—, dije mientras me empujaba hacia atrás
de mala gana, mi satisfacción se desvanecía lentamente. —Y Melody, tal vez. Dali podría
darme a ambos si le doy Hodin en una botella.
Trent movió la cabeza mientras llevaba el cuenco al fregadero y lo llenaba. —¿Has
pensado en solicitar acceso a la bóveda de maldiciones de guerra? Hodin no sabría nada de
lo que hay ahí. Tendrías la ventaja.
—¿La bóveda de maldiciones de guerra de los demonios?— repetí, incómoda mientras
me sentaba en un taburete y sacaba la masa de galletas de entre mis dientes. —Así es.
223

Estaba cautivo y no conocería esas maldiciones.


Página
La guerra con los elfos en la que no solo se sentó, sino que trabajó contra su propia
familia, si había que creer a Al y al resto. En silencio, lo pensé mientras Trent lavaba el
cuenco. Si el colectivo de demonios era como una biblioteca, entonces la bóveda era la
sección de libros restringidos que necesitaba una contraseña y un código de acceso para
ingresar. A diferencia del colectivo de demonios con sus maldiciones, hechizos y encantos
almacenados, no tenía acceso a la bóveda. Menos mal, ya que, como todo lo demás que
hacían los demonios, las antiguas maldiciones preparadas y almacenadas no eran gratuitas,
y reprimí un escalofrío ante la obscenidad imaginada que incluso una sola maldición de la
bóveda arrojaría sobre mí.
—No lo sé—, dije mientras me deslizaba del taburete para dejar caer la cuchara en el
fregadero. —Las maldiciones en la bóveda son como magia con esteroides. Las almacenan
allí por una razón. Al dice que la obscenidad que crearon es lo que convirtió al original
siempre-jamás en ese infierno manchado de rojo que Landon destruyó. Son realmente
desagradables.
Trent lavó la cuchara y la enjuagó. —También lo es Hodin.
—Verdad.— Saqué el paño de secado del estante y cogí el cuenco. —Al sabrá qué
podría funcionar y qué no podría causarme problemas. Tiene acceso.
Trent me quitó el cuenco seco y lo metió debajo del armario donde pertenecía. —Pero
no hoy—, dijo mientras me quitaba la toalla y me tiraba sin resistencia a sus brazos. —
Después de que hagas el amuleto de búsqueda de Sikes, regresaremos a mi casa para dar un
paseo por el prado seguido de un baño nocturno. Hace años que no cabalgamos. Red se ha
calmado. Mañana es tu cumpleaños.
Me apoyé contra él y me empapé. —¿Dejar a Al y Dali para la mañana?— Dije,
decidiendo que todo podía esperar de manera realista. Doyle podría incluso tener una orden
judicial para Sikes para entonces. Suspirando, dejé que mi cabeza golpeara su pecho y nos
mecimos, los cascabeles en mi faja tintinearon mientras sacábamos fuerza el uno del otro y
en la seguridad de que encontraríamos una manera de superar esto. —Apuesto a que podría
encontrar algo en la habitación de Stef para hacer un amuleto de búsqueda enfocado en
ella,— dije suavemente. —Si encuentro a Stef, Hodin probablemente también estará allí.
—Sí, un paseo precumpleaños a medianoche—. La voz de Trent retumbó como un
trueno lejano. —Tú y yo y una alforja de vino, queso, galletas saladas. Tanto Red como
Tulpa necesitan una buena carrera.
Suspiré, ambos sabíamos que era solo un deseo. Tenía demasiado que hacer.
—Quería que tu cumpleaños fuera tan especial —susurró Trent, tirando de mí hacia él
224

hasta que no pude distinguir dónde terminaba su aura y empezaba la mía. Mis ojos se
cerraron y deseé que mi vida fuera diferente, pero este era el camino que lo había traído a
Página

mí.
—Gracias por estar aquí conmigo,— susurré, y mientras él suspiraba, sentí su fuerza
recorrerme, calentándonos a ambos.
Podría hacer esto sin la fea varita de maldición de Hodin. Pike estaba recuperándose, Ivy
estaba a la espera. Jenks empezaba a ser útil de nuevo y, mejor aún, Getty podría quedarse
siendo nuestra nueva especialista en seguridad. Todo lo que tenía que hacer era convencer a
Finnis de que Constance dirigía Cincinnati, romper la maldición sobre el hermano de Pike,
arrojar mi obscenidad sobre Hodin y meter a dicho demonio en una botella para poder
ofrecérselo a Dali a cambio de Sikes y Melody.
Todo antes de mi cumpleaños. Genial.

225
Página
CAPÍTULO 18

EL PINCHAZO DEL PINCHO DE DEDO ERA UN DOLOR ANTIGUO, Y EXPRIMÍ


tres gotas de sangre en la poción preparada. Siete amuletos, uno de ellos del tamaño de un
pixy, estaban esperando para ser inoculados, y sonreí cuando el aroma fresco de la secoya
brotó del caldero del tamaño de una taza que hervía a fuego lento sobre el mechero de
Bunsen. Me había tomado el tiempo de cambiarme la ropa de enseñanza por unos
pantalones cortos y una camiseta negra, pero aún estaba descalza y el aire fresco de la
cocina me helaba los dedos de los pies.
—Gracias a Dios que la universidad redujo el equipo de limpieza durante el verano,—
dije, mi mirada deslizándose hacia los vasos con las iniciales de Sikes garabateadas en
ellas.
—Y que Mark insiste en los nombres—, agregó Trent. —Tirita adhesiva.
Ya me había limpiado disimuladamente la yema del dedo con el pulgar y lo miré
mientras desenvolvía una tirita autoadhesiva que ni siquiera sabía que tenía en el bolsillo.
—No he estado enferma desde que tu papá terminó de ajustar mis mitocondrias.
El envoltorio estéril crujió cuando él sonrió. —Hazlo por mí, entonces.
Sintiéndome amada, le tendí la mano y él me puso el vendaje adornado con un
unicornio, envolviéndolo con cuidado ni demasiado apretado ni demasiado flojo.
Claramente las tenía para las chicas. —Sabes que tendré que pincharme el dedo de nuevo
cuando lo invoque,— dije.
Me dio un beso en la punta de los dedos. —Y luego tendré otra tirita para ti.
Las alas de Jenks rasparon, atrayendo mi atención hacia donde él y Getty habían estado
226

revisando los restos de mi preparación del hechizo. La pequeña mujer había insistido en
que podría haber algo que pudiera comer entre los desechos del jardín, pero incluso ella
Página
finalmente admitió su derrota, su tacañería se convirtió en inquietud por la cera de vela, la
tiza magnética y el mortero y el mazo manchados de sal.
—Jumoke tiene sus cuarteles de invierno en el invernadero, pero ahora están afuera —
estaba diciendo Jenks mientras yo aplicaba con cuidado medio cc de la poción completa a
los amuletos que esperaban—. El jardín de rosas, ¿verdad, Trent?— añadió el pixy, su voz
decididamente tensa. Getty claramente no estaba comprando que tuviera un hijo de cabello
oscuro prosperando fuera de la ciudad.
—Lo estaban.— Trent estaba enjuagando mi equipo de hechizos, apilando todo en el
fregadero para más tarde. —Pero después de eliminar a los pulgones, cruzaron el jardín
para establecer una residencia de verano en el saliente de mi cabaña de hechizos. Parece
que tengo un pequeño problema con los roedores, y quieren estar en la superficie hasta que
sus crías puedan volar—. Luciendo bien en su camisa casual ligera y pantalones, sumergió
sus manos en mi cubo de agua salada. —Rachel, ¿quieres algo para comer antes de que nos
vayamos? ¿Para darles la oportunidad de secarse?
—Suena bien.— Escondí una sonrisa ante el polvo naranja de Getty, una mezcla de
incredulidad y desconfianza. —Voy a guardar el libro de Newt. Coger algunos de mis
libros más mundanos para encontrar algo menos feo para golpear a Finnis mientras como
perros calientes y papas fritas.
—¿Por favor, Getty?— Jenks suplicó, y la mujer giró, de pie sobre el mostrador con el
dobladillo de su vestido gris agitándose. —No voy a dejarte aquí sola, pero necesito estar
con Rachel para sus reuniones mañana con Dali y Finnis. Iré allí contigo. Te presentaré. Es
solo por un día. No te estoy abandonando. El jardín seguirá aquí cuando volvamos.
Getty se giró, su expresión dividida. —¿Puedes disculparme un momento?— dijo, y
antes de que Jenks pudiera responder, pasó parte de su faja por una tirolesa y la montó hasta
el mostrador más alejado, donde se paró junto a la ventana y contempló el crepúsculo
vespertino.
Frustrado, Jenks detuvo sus alas. —¡Es solo por un día!— exclamó, y ella encogió los
hombros.
Trent se aclaró la garganta, incómodo. —Los perritos calientes y las papas fritas suenan
muy bien.
—Gracias.— Colgué los amuletos de las perillas del armario para que se secaran y luego
metí las manos en la cubeta de agua salada. A Trent le encantaba asar a la parrilla, pero yo
sabía que no serían simplemente perritos calientes y papas fritas. Habría chili para los
227

perros y mostaza picante, seguido de una ensalada gourmet de macarrones y una pequeña
cantidad de cerveza importada que se pediría en un restaurante cercano. —Jenks, ¿puedo
hablarte un momento sobre la seguridad de mañana?— Dije mientras tomaba el libro de
Página

Newt, y el pequeño pixy hizo una mueca.


—Por supuesto.— Batiendo las alas, se elevó, su mirada en Getty por un largo y
revelador momento antes de acercarse volando. —No lo entiendo—, dijo en voz baja,
aterrizando en mis grandes pendientes de aro. —No le estoy pidiendo que se vaya. Me
necesitas, Rachel. Y si esta es una maldita excusa de Campanilla para tratar de
convencerme de que no lo haces, te voy a pixelar donde el sol nunca brilla.
Miré por encima del hombro a Trent cuando llegué al pasillo hacia el santuario, y él me
dirigió una mirada de complicidad. —Te necesito. Te necesito como el desierto necesita la
lluvia— susurré, y las alas de Jenks perdieron su sonido enojado. —Quiero hablar contigo
sobre Getty.
Jenks emitió un sonido grosero. —¿Sí? Me está volviendo loco, pero al menos ya no está
tratando de apuñalarme.
Mi leve sonrisa se desvaneció cuando pasé por la puerta de Hodin y el libro en mi brazo
se encendió con una advertencia de pinchazos. —Creo que está abrumada, eso es todo.
—¿Sobre la iglesia?— La voz de Jenks se animó. —Se acostumbrará. No siempre es tan
caótica.
—No.— Mi estado de ánimo se suavizó mientras paseaba por el brillante santuario. El
plato de comida de Boots no había sido tocado, y dediqué un pensamiento de preocupación
a Stef. Tal vez también se había llevado a su gato. —No es la iglesia. Eres tú.
—¡Yo!
Asentí, la corriente de aire de sus alas movió mi cabello. —No creo que nadie le haya
pedido nunca que se quede, y te estás esforzando por asegurarte de que esté a salvo.
Probablemente sea difícil de aceptar, y mucho menos confiar en que es real.
—Por supuesto que es real—, dijo, sonando ofendido. —No estoy a punto de…— Sus
palabras se cortaron. —A Campanilla le encantan los patos—, susurró.
—Si yo fuera ella, tendría miedo de que estés tratando de deshacerte de mí de una
manera que no hiera mis sentimientos. O tiene miedo de que lo digas en serio y pueda ser
valorada por primera vez en su vida. Le gustas. Creo.
—A ella no le puedo gustar—. Jenks se levantó de mi hombro cuando me agaché para
recoger mi traje de entrevista arrugado, dejando los tacones junto a la puerta. —Estoy
casado.
—Jenks. Lo siento mucho— susurré, contenta de que la oscuridad ocultara mi rostro. —
Pero no lo estas.
228

Se quedó en silencio, la corriente de aire de sus alas movía mi cabello. —Me tengo que
Página

ir—, dijo, y luego se fue, zumbando por las escaleras delante de mí, su polvo casi
inexistente mientras se deslizaba por la rendija de la puerta y probablemente hacia el jardín
a través de una ventana abierta.
—Lo siento mucho—, susurré mientras me desplomaba contra las paredes estrechas. No,
no estaba casado, pero lo había estado. Los pixies morían de pena cuando su cónyuge los
dejaba. No había precedentes, ningún mapa, nada más que su corazón para decirles qué
hacer, y su corazón había estado tan lleno de Matalina que no estaba segura de que Getty
pudiera llenar las grietas.
Puse una mano en la pared para guiarme ahora que el brillo de Jenks se había ido, pero
mis pasos vacilaron ante los fuertes golpes en la puerta principal.
—¿Stef?— Llamé, mi pulso acelerado mientras me giraba. Normalmente no llamaría,
pero habíamos cerrado la puerta principal y solo se abría desde adentro. —¡Lo tengo!—
Grité cuando encontré el vestíbulo y luego abrí la puerta.
—¡Vivian!— exclamé, vacilando ante su severo ceño fruncido. Mi nueva obscenidad,
pensé, pero ella no la notaría a menos que estuviera usando su segunda vista, ¿y por qué se
molestaría? Independientemente, algo la había provocado, y estaba más enojada que un
pixy mojado mientras estaba de pie frente a mí bajo el sol, luciendo incómoda con un par
de pantalones casuales y una blusa liviana. Su prendedor de Mobius del aquelarre con
incrustaciones de diamantes brillaba, y se echó el pelo rubio hacia atrás, con la mandíbula
apretada y los ojos escondidos detrás de un par de gafas de sol de moda. —Uh, hola.
¿Quieres entrar?
—¿Tuviste una mala mañana? ¿Olvidaste tu café, tal vez?— dijo, su voz aguda
resonando por la calle hasta donde algunos niños estaban holgazaneando en la sombra con
paletas heladas.
—Uhhhh…— Tartamudeé, escondiendo subrepticiamente el libro de Newt detrás de mí.
—Estoy tratando de averiguar por qué descargarías tu fiesta de mierda de vida en una
sala entera de estudiantes.
Me sentí caliente, la corriente fría del respiradero cercano me enfrió las pantorrillas. —
Oh.
—¿Oh?— ella preguntó. —¿Oh? ¿De verdad les dijiste que Dali secuestró al Profesor
Sikes y lo sometió a una esclavitud abyecta?
—Ah, ¿podría haberlo hecho?— Dije, con la voz chillona. —¿Quieres entrar…?
Dio un paso adelante, pero solo fue para apuntar con un dedo a mi dirección general. —
229

Pensé que tú, entre todas las personas, serías capaz de manejar esta clase en un ambiente
libre de prejuicios—, dijo, y me encogí, sintiéndome como un hipócrita. —¡Por eso te pedí
Página

que enseñaras!
—Bueno, tal vez la semana pasada, pero Dali-
Vivian dio otro paso adelante, empujándome fuera del umbral y dentro de la iglesia. —
¡Estoy recibiendo quejas!— exclamó desde el pórtico, y los niños comenzaron a prestar
atención. —¿Estabas tratando de asustarlos?
Tenía razón, pero no me gustaba que me gritaran y apreté la mandíbula. —De hecho, lo
estaba. ¿Te diste cuenta de lo inexpertos que son?— Dije, y su ceño se profundizó. —
Necesitan tener miedo. Y no lo tienen. Estoy tratando de salvar sus vidas.
—Nosotros no enseñamos filosofía. Enseñamos a cómo reconocer y evitar la magia
oscura e ilegal—. Con los labios fruncidos, se inclinó, tratando de ver lo que estaba
escondiendo detrás de mi espalda. —Tienes que arreglar esto.
—¿Quieres que les mienta?
Dudó en su bravuconería y miró hacia el bordillo donde estaba su coche. —El Detective
Dalyn Doyle me llamó esta tarde para obtener información sobre el Profesor Sikes. Dice
que irás al siempre-jamás para ver si lo han detenido ilegalmente. ¿Lo estás?
Gee, gracias, Doyle. —Sí—, dije mientras ponía una mano en el marco de la puerta para
impedir que entrara. —Mañana por la mañana. Si tengo suerte, Doyle tendrá una orden de
arresto contra Sikes y puedo traerlo de regreso del otro lado de las líneas. Si Dali lo engañó
para que firmara un contrato, puedo impugnarlo.
—¿Mañana?— Vivian se tocó la tira de Mobius en su solapa como si fuera un imán. —
Voy contigo. Yo y cualquier otra persona de tu clase a la que pueda convencer de aquí a
entonces.
—¿Estás loca? No voy a llevar a veinte estudiantes a Dalliance— dije acaloradamente.
—Tú lo harás.— La barbilla de Vivian se levantó. —Vas a mostrarles que los demonios
no son monstruos.
—Nunca los llamé monstruos—, dije. —Los llamé peligrosos. Y no los llevaré al
siempre-jamás. Voy a verificar que Dali engañó a Sikes y a una pobre bibliotecaria para
que firmaran algo que no deberían haber firmado. Eso es todo.
Pero Vivian empujó más cerca, obligándome a retroceder. Ella había sido entrenada
desde su nacimiento para liderar, llegando a serlo cuando tomó la posición más alta del
aquelarre de normas morales y éticas. —Si Sikes está allí y ven a su profesor obligado a
usar una tanga y servir tragos, entonces está bien, tratar con demonios es una mala idea.
Está justificado en tu método de enseñanza. Si Sikes no está allí, entonces estás equivocada
230

y estás de acuerdo en que los demonios no son la fuerza por encima de la ley que todos
creen que son.
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Genial, o parezco justificada y los demonios son una amenaza, o parezco una tonta por
reaccionar de forma exagerada.
—No puedo creer que hayas tomado por la fuerza el círculo de un estudiante—, acusó.
—¡Probablemente le salvé la vida!— exclamé. Sin mencionar que dijo que estaba en
pijama y que me había molestado. —De acuerdo.— Levanté una mano cuando su rostro
enrojeció. —Vivian, veo tu intención, pero dejando todo a un lado, llevar a usuarios de
magia despistados y de alto nivel curiosos sobre los demonios al siempre-jamás es una mala
idea. Es como llevar cerditos al mercado. No vuelven.
Vivian se pasó una mano por la cabeza para alisarse el pelo. —Esto sucederá—, dijo,
con voz suave pero no menos exigente. —Si tienes miedo de las repercusiones, escribiré
una carta de intención asumiendo toda la responsabilidad.
De alguna manera me las arreglé para tragarme mi aguda réplica. Me gustaba Vivian,
pero probablemente era la única bruja que podría superarme por su cuenta, y su intento de
imponerme su voluntad me estaba… irritando —No tengo miedo, Vivian. Esta es una mala
idea —dije, y ella respiró hondo. —¡No los voy a llevar!— exclamé. —No me importa si
me das una tarjeta para salir de la cárcel o no.
—Hay leyes—, dijo, con los ojos escondidos aun detrás de sus lentes oscuros.
—Leyes que eligen seguir porque es divertido. Vivian- —comencé.
—¡Hay leyes!— ella interrumpió.
—Que la historia muestra que siguen solo cuando es conveniente o están obligados a
hacerlo—, respondí, y ella pareció retroceder, exhalando mientras se reagrupaba.
—Francamente, me sorprende que no seas más receptiva a esto—, dijo, tomando otro
rumbo. —Fomentar un mejor entendimiento entre dos culturas diversas es lo tuyo.
Mi mandíbula se había apretado y la obligué a relajarse. Odiaba cuando la gente usaba
mis propias palabras en mi contra. —Esto es completamente diferente—, dije mientras
Trent se acomodaba a mi lado y Vivian asentía bruscamente. —No hice el siempre-jamás
como un destino de viaje de estudios. Lo hice para que los demonios tuvieran un lugar
donde estar sin ser bombardeados con toda la basura en nuestras vidas. Algún lugar sin
tanta tentación mientras nos arrastramos en nuestras patéticas vidas buscando la salida fácil
a nuestros problemas. ¿Y quieres descender sobre ellos? ¿Sin avisar?— Si los estudiantes
alguna vez veían a Dali con su túnica manchada de grasa haciendo cordero asado, nunca le
darían el respeto que se merece.
231

—No creo que veas el equilibrio en el que todo está—, continué cuando su ceño se
profundizó. —Escuché lo que estás diciendo sobre fomentar un nuevo entendimiento, pero
Página

la única razón por la que los demonios acordaron seguir la ley es porque agregó una nueva
dimensión de dificultad a los juegos que juegan. Pon demasiada tentación delante de ellos,
y comenzarán a probar las aguas. No te atrevas a hacerme el ejecutor de las leyes que
siguen por conveniencia.
Mi pulso estaba acelerado, pero había dicho lo que quería, lo que necesitaba ser dicho.
Si los demonios volvieran a sus viejas formas de engañar a la gente para que sirvieran, mi
vida no sería más que una larga batalla. Eso no era lo que quería para mí. Más importante
aún, eso no era lo que quería para ellos.
Vivian asintió, pero mi júbilo de que ella entendiera se desvaneció cuando dijo: —
Mañana por la mañana. Eden Park. Ocho y media.
—¿Ocho y media?— repetí. La Revelación toma esto, yo ni siquiera estaría levantada
entonces. —Por las manzanitas verdes, Vivian. Realmente no entiendes esto, ¿verdad? —
dije mientras ella giraba sobre un talón y bajaba los escalones. —No voy a estar allí, pero te
diré algo. Si quieres venir conmigo para verlo por ti misma, te llevaré a Dalliance ahora
mismo.
—¿Ahora?— Ella se detuvo bruscamente, sus modernas sandalias chirriando sobre la
acera agrietada.
—Ahora.— Sentí una oleada de satisfacción por su repentina alarma. —¿O tienes miedo
de salir sin veinte frutas maduras para distraerlos?— Agregué con aspereza, y sus labios se
presionaron.
—¿Estás lista para ir ahora?— Ella frunció el ceño mientras miraba mis pantalones
cortos y mi blusa con incredulidad, y asentí, retrocediendo hacia Trent. Había recogido mis
tacones, olvidados junto a la puerta, y los sostenía como si fueran preciosos, no pasados de
moda ni demasiado apretados para mis pies.
—Los encantos de búsqueda de Sikes están casi secos —dije. —¿Quieres entrar y
esperar?
Ella entrecerró los ojos. —Deberías ponerte una túnica de hechizos si quieres que te
tomen en serio. Te veré en Eden Park.
Haz eso, pensé mientras cerraba la puerta, mi bravuconería se desvaneció cuando me
encontré con la mirada preocupada de Trent. —Por favor, dime que no acabo de invitar al
miembro principal del aquelarre de normas morales y éticas a una fiesta de pijamas
demoníacas—, susurré, y él suspiró, dándome un rápido y serio abrazo.
232
Página
CAPÍTULO 19

MI HOMBRO GOLPEÓ LA PUERTA DEL COCHE CUANDO TRENT TOMÓ UNA


esquina rápido y miré hacia arriba para ver que estábamos casi en el parque. —Gracias por
conducir—, dije mientras levantaba mi bolso, todavía pesado con los libros de Dali, de
vuelta a mi regazo. Tenía la esperanza de que devolverlos pudiera ayudarnos a sortear la
regla de que tenías que vestirte apropiadamente para Dalliance o irte, no había problema si
alguien hubiera puesto, digamos… ese exclusivo bar de Nueva York en la máquina de
discos. Últimamente, sin embargo, había sido todo Mesopotamia y Grecia; no tenía túnicas
tejidas en casa ni sandalias de cáñamo. La estricta política de vestimenta fue la razón por la
que Dali necesitaba que su personal fuera practicante de líneas ley de alto nivel capaz de
aprender a crear de la nada los cientos de vestimenta necesarios, hasta perfumes y peinados
auténticos. Eso, y que a los demonios les encantaba dar órdenes a los elitistas mágicos.
Trent sonrió, su mano libre apretando la mía mientras nos dirigíamos a Eden Park. Se
había dejado la chaqueta del traje atrás, el bochornoso calor finalmente lo había afectado, y
se veía bien con pantalones casuales y camisa abotonada. Sin corbata, y solo la suficiente
barba como para despertar mi interés. El aire del coche estaba en plena fuerza, y movió su
cabello rubio y ralo como si la capota estuviera bajada.
—Tienes muchas cosas en la cabeza —dijo Trent, y yo hice una mueca. Sikes estaba
absorbiendo mi tiempo, tiempo que necesitaba para quitarle la maldición a Brad y encontrar
algo nuevo con lo que manejar a Finnis. Aunque entráramos y saliéramos rápido de
Dalliance, iba a ser una noche muy larga de hechicería. Pero sabía que no habría paseo de
medianoche ni un picnic, pensé mientras disminuíamos la velocidad, buscando un lugar
para estacionar cerca del descapotable blanco de Vivian. Había encontrado el único trozo
de sombra y, al ver su coche caro, me invadió un sentimiento de insuficiencia.
233

—No debí haberla incitado a venir —dije mientras Trent se deslizaba entre un VW
Beetle y un monster truck cubierto con grafitis Were.
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—No la incitaste —dijo Trent mientras Jenks revisaba su espada de jardín y volvía a
acomodar su pañuelo rojo. —La engañaste para que viniera aquí a verificar una situación
peligrosa sola en lugar de con veinte estudiantes vulnerables. ¿Quieres que la acompañe?
Lo que quería era que ambos se quedaran de este lado de las líneas, pero asentí, con la
cabeza gacha mientras invocaba uno de los amuletos de búsqueda de Sikes, luego el más
pequeño para Jenks. Nos detuvimos en una tienda de amuletos de camino para comprar
media docena de amuletos para circular impulsados por líneas ley. Simplemente tirar del
alfiler y establecerán un círculo incluso si no puedes tocar una línea. No tiene precio si las
cosas se ponen difíciles.
—Jenks, ¿podrías hacer un perímetro?— pregunté mientras le tendía el diminuto
amuleto, y Jenks lo tomó, ajustando su pañuelo rojo antes de zumbar con mal humor. Él y
Getty habían discutido sobre él dejándola sola en la iglesia, después de lo cual la pixy se
había escondido en un descarado desafío. Después de cinco minutos de búsqueda
infructuosa, Jenks se había dado por vencido, declarando con amargura que si él no podía
encontrarla, Baribas tampoco podría hacerlo.
Vivian se había fijado en nosotros, la pequeña mujer ya esperaba junto a la línea ley. Le
hice un gesto con la mano que probablemente no vio antes de colocar mi bolso sobre mi
hombro y salir.
—Dali no los entregará por nada —dije cuando Trent se unió a mí y su brazo se curvó
alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia él mientras avanzábamos juntos.
—Pero eso ya lo sabías—, dijo Trent con un suspiro. —Solo estamos verificando la
ubicación y las condiciones de empleo de Sikes y Melody.
—Empleo. Bien.— Con un paso de confianza que no sentía, crucé el césped con Trent,
en dirección a la pasarela. El viento caliente venía de la ciudad cercana, y el cielo era de un
azul desteñido. Las cigarras eran un grito molesto, llenándome de una sensación de
inquietud, a una sensación que empeoró cuando Vivian se volvió hacia nosotros y sonrió.
La mujer se veía tan perfecta como un pastel de bodas sin cortar con su traje profesional,
cabello perfectamente peinado y anteojos de sol de quinientos dólares colocados en su
nariz. Suspirando, sentí una punzada del síndrome del impostor.
Ya basta, Rachel, pensé mientras subía más mi bolso pesado de libros y resistía el
impulso de tomar la mano de Trent. Todavía estaba en mis pantalones cortos y camiseta,
pero ahora tenía un par de zapatillas con las que podía correr. Las botas pateadoras y el
cuero habrían sido demasiado calientes, y además, estaba lidiando con demonios, y ninguna
cantidad de cuero que hubiera me protegería.
234

Pero la sonrisa de Vivian se volvió rígida cuando vio a Trent a mi lado. —No sabía que
Kalamack vendría—, dijo mientras él y yo cerrábamos la brecha. —¿Tu negocio está
Página

resuelto, entonces?
—Lo está. Gracias.
—Mmmm. Qué suerte para Rachel.
Algo no se sentía bien mientras escaneaba el parque. Pero solo eran parejas que
paseaban perros jadeantes y corredores sudorosos que los esquivaban. —Vivian, cambié de
opinión —dije, y Trent casi ahogó un suspiro. —Quiero que te quedes aquí. Si Dali tiene a
Sikes, haré lo que pueda y te lo haré saber. Te incité a venir y lo siento.
La pequeña mujer frunció el ceño, claramente no estaba acostumbrada a que nadie le
dijera que no. Trent había sido así. Todavía lo era, en realidad. —Los demonios son parte
de este mundo—, dijo, con los ojos ocultos detrás de sus anteojos de sol negros mientras el
viento cálido movía su cabello rubio y lacio sobre sus orejas. —No me voy a encoger a un
lado de las líneas porque son matones. Esos hombres y mujeres jóvenes en tu clase son el
comienzo de un nuevo entendimiento. Necesitan que les devuelvan el coraje.
—¿Coraje?— Sentí mi rostro calentarse. —Vivian, el hecho de que tengas derecho a ir a
pescar a un lago congelado a medianoche no significa que debas o que seas especialmente
valiente al confiar en tu magia para mantenerte a salvo. Significa que eres un mocoso con
derecho que tiene la ilusión de que puedes vencer a la naturaleza, alguien que egoístamente
no piensa en la vida de las personas que serán llamadas a rescatarte cuando caigas.
Trent se aclaró la garganta, con un puño en los labios para ocultar una sonrisa. El ceño
fruncido de Vivian se profundizó, pero yo estaba demasiado enojada para que me
importara, y me incliné hacia el espacio de la pequeña mujer.
—Quiero dejar en claro—, continué, —que voy a ir al siempre-jamás contigo ahora para
que no hagas algo realmente estúpido al tratar de traer a mi clase aquí por tu cuenta.
—¿Tu clase?— dijo, y Jenks se alzó como una flecha con un batir de alas. No eran mi
clase, pero en algún momento entre quemar el plan de estudios y tomar el círculo de Tony,
comencé a sentirme responsable por ellos.
—Hasta que regrese Sikes, es mi clase—, dije, encogiéndome por dentro. —Y me
ofende que pienses en arriesgar sus vidas para promover tu idea de igualdad. La igualdad no
existe entre las especies paranormales. Hay equilibrio, y al forzarlos a ellos y a ti misma al
escrutinio de los demonios, lo estás echando a perder. No soy tu equipo de rescate personal,
y no puedo creer que me estés usando como tal. Ve a pescar por la igualdad en tu propio
tiempo, Vivian.
—Eso no es lo que está pasando aquí, Morgan —dijo con frialdad, y Jenks aterrizó en
mi gran pendiente de aro en una muestra de solidaridad, sus alas formaron una corriente fría
235

en mi cuello.
—¿No? Entonces retrocede y déjame hacer esto solo con mi equipo. Bien —añadí
Página

cuando sus labios se apretaron en señal de negativa, y giré mi bolso alrededor, buscando
esos amuletos para circular de líneas ley. —Un consejo de alguien que ha sobrevivido al
nivel de estupidez de lo que estás a punto de hacer. Si un demonio es amable contigo sin
razón, hay una razón. Si parece inofensivo, hay una razón. Si hace magia o se niega a
hacerla, hay una razón. Entraremos sin invitación a su casa —añadí, martillando la palabra.
—No harías esto si fuera un vampiro no muerto; no sé por qué lo haces aquí. Toma esto.—
Saqué un amuleto para circular. —Sugeriría no hacer un círculo aparte de como último
recurso. La mayoría de los demonios se entregan por una confianza tonta. Funcionará
incluso si alguien te golpea con un hechizo de broma y pierdes contacto con las líneas ley.
—No aceptaré esto—, dijo Vivian, claramente insultada, y por un breve momento, pensé
que me había abierto paso y ella se quedaría. Hasta que se enderezó y exhaló. —Vamos.
Empecé a protestar, y luego ella desapareció en la línea ley. Mis hombros se hundieron y
en su lugar le entregué el amuleto a Trent. Lo guardó sabiamente en el bolsillo. Sabía que él
tampoco lo usaría, a menos que no tuviera otra opción.
—Poniéndote un poco intensa, ¿no?— Trent dijo cuando entramos en la línea ley y me
estremecí ante el calor hormigueante que me envolvió. Mi nueva capa de obscenidad
pareció sumergirse más profundamente en mi chi y me sentí mal.
—No.— La sacudida de poder puro que fluía a través de mí me hizo estremecer, y pasé
una mano por mi cabeza para intentar que mi cabello quedara plano. —¿Listo, Jenks?
—Sí—, dijo el pixy desde mi arete. —Es agradable estar en el lado inteligente de las
cosas por una vez. Sin embargo, dime otra vez por qué estamos haciendo esto.
—Porque quiero vivir en un mundo en el que no tengamos que temer a los demonios —
susurré y, ante el asentimiento de Trent, cambié mi aura y la de Jenks para que coincidieran
con la resonancia de la línea. Sabía que Trent me seguiría. Esta era la parte fácil. Volver era
lo difícil.
En el tiempo que tarda una molécula en girar, estuvimos allí.
—Whoa—, dijo Jenks, mi arete balanceándose cuando me detuve bruscamente. El
esperado campo de hierba que se extendía hasta distantes montañas coronadas de blanco
había desaparecido. Era roca y arena dura hasta el lejano horizonte. Púrpuras y naranjas se
fundían juntos como antiguos ríos que fluían a través de la pared rocosa, interrumpidos solo
por la salvia ocasional y los cactus bajos. El sol de la tarde caía sobre nosotros y nuestros
pies levantaban una nube de polvo.
—¿Por qué el siempre-jamás se parece a Arizona?— Trent dijo desde mi lado, y Vivian
se giró desde la baja altura que ocultaba a Dalliance. "Moneda Negra" de Takata se
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desvanecía con el viento que se levantaba, y me di cuenta de que alguien había puesto mi
tulpa del desierto de Arizona en la máquina de discos de Dali. No solo eso, sino que
Página

permitió que el restaurante abarcara una cantidad de espacio mayor de lo habitual.


Los labios de Vivian se apretaron en su confusión. —¿Qué pasó con los pastizales?
—Todavía están aquí—. Entrecerré los ojos por la luz brillante, deseando haberme
puesto mis gafas de sol. —Este es el tulpa que hice para probar que era un demonio,— dije,
y sus labios se abrieron por la sorpresa. —El coche de mi mamá probablemente esté donde
suele estar Dalliance—. Le señalé la elevación de dónde venía la música fuerte y ella
recordó cómo cerrar la boca.
—No me gusta Arizona—, dijo Jenks, y mi pendiente se balanceó mientras se alejaba.
—Los pixies están más locos que los insectos de Junio aquí.
—¿Tú hiciste esto?— Vivian dijo con asombro, y Trent asintió, claramente orgulloso de
mí. —Es enorme.
—Podría haberme excedido—. Tiré de mi bolso, ansiosa por darle a Dali sus libros. —
Estaban atrapados bajo tierra en ese momento, el siempre-jamás contaminado hasta
convertirse en un infierno manchado de rojo. Quería que recordaran el sol.
—¿Quién lo sacó de tus pensamientos?— Preguntó Vivian, sorprendiéndome de que ella
supiera un poco de la tradición del tulpa, pero ella era la cabeza del aquelarre de normas
morales y éticas.
—Al —dije brevemente, contenta de que hubiera perdido su actitud elitista, aunque
probablemente solo fuera temporal. Solo un demonio femenino tenía la flexibilidad mental
para crear un recuerdo lo suficientemente detallado para hacer un tulpa, y solo un demonio
masculino tenía la resistencia mental para sacarlo de su mente, sacar el tulpa de su psique y
luego aprovechar el recuerdo en una construcción sólida. La oportunidad de manipular
maliciosamente los pensamientos de alguien cuando compartían un espacio mental tan
cercano era fácil, lo que podría explicar por qué Newt no había hecho muchas tulpas. La
máquina de discos de Dali estaba llena de recuerdos creados por demonios muertos hace
mucho tiempo, y algunos míos.
—Me noqueó durante tres días enteros—. Mis cejas se elevaron. —Y luego casi muero
deshaciéndome de Ku'Sox—. ¿Recuerdas? Pensé burlonamente, pero ella no dijo nada, ni
siquiera una pizca de culpa o gratitud mientras escudriñaba el lejano horizonte, sus gafas de
sol tan oscuras como el pecado.
Los pensamientos de Trent estaban claramente en algo más que demonios psicóticos
mientras su brazo se curvaba alrededor de mi cintura. —Las. Mejores. Vacaciones.—dijo
en voz baja, y apoyé mi mano sobre la suya. Inclinándose más cerca, susurró: —Algo se
siente mal. ¿Podría saber Dali que vienes?
237

—Posiblemente—, dije, mi mirada siguiendo a Jenks mientras se disparaba hacia arriba


para hacer un escaneo amplio. Tenía ese pequeño amuleto de búsqueda con él, y le di a
Página

Trent el mío, queriendo tener ambas manos libres.


Trent frunció el ceño cuando el amuleto brilló y parpadeó en su agarre, entrecerrando los
ojos bajo el brillante sol de Arizona mientras miraba a su alrededor. Sikes estuvo aquí, pero
el amuleto no funcionaba bien.
Resignada a discutir con Dali, subí mi bolso más alto y seguí a Vivian hasta la cima de
la elevación. Mis pies se detuvieron y allí estaba, un gran Buick azul de cuatro puertas
donde estaría Dalliance. Un mantel a cuadros rojos y blancos estaba extendido sobre la
tierra junto a él con dos copas de vino tinto y un cubo de pollo frito con la palabra
Dalliance garabateada en él.
Dali estaba de pie junto al maletero abierto, con el aspecto de un vendedor ambulante de
los años cincuenta con ligero sobrepeso, con pantalones polvorientos, camisa a cuadros y
corbata fina. El golpe del maletero cerrándose de lleno nos llegó un instante después de que
se cerrara, el sonido resonó en el ancho y poco profundo barranco. Con los puños yendo a
su cintura, nos miró fijamente, nuestras tres siluetas y el brillo del polvo pixy era obvio
mientras estábamos en la cima de la cresta.
—No deberías estar aquí—, le dije a Vivian, y ella resopló.
—No veo a Sikes ni a esa bibliotecaria—, dijo sin rodeos. —A menos a que estén en el
maletero—. Con la cabeza en alto, comenzó a descender por la baja pendiente con pasos
firmes y confiados.
Trent miró el amuleto en mi mano con interés. —Que estén en el maletero en realidad
tiene algo de mérito. Ni siquiera obtuviste un parpadeo de los amuletos al otro lado de las
líneas.
Frunciendo el ceño, vi a Vivian tomar su camino hacia abajo. Mis brazos estaban a la
altura de mi cintura y mi pie se movía.
—¿Bien?— Jenks dijo mientras flotaba al lado de Trent.
—La maldita ética de trabajo me va a matar—, murmuré, luego me empujé en un trote
incómodo por la pendiente detrás de Vivian, agitando los brazos para distraer a Dali del
miembro del aquelarre.
—¡Dali!— Grité mientras pasaba junto a Vivian. —Tengo tus libros.
El viejo demonio me frunció el ceño y le hice un gesto estúpido para que esperara antes
de tomar el codo de Vivian y detenerla al pie de la pendiente. La mujer orgullosa se soltó
de mi agarre con un cosquilleo de energía lineal, pero estaba mirando el recuerdo del coche
de mi madre hecho realidad, hasta la abolladura en el guardabarros donde choqué contra un
poste cuando tenía dieciocho años. —¿Morgan hizo esto?— susurró, todavía con asombro.
238
Página
—Bien, estás aquí—, le dije, y la atención de Vivian se centró en mí. —Aléjate de Dali.
O tiene a Sikes y a Melody o no, pero de cualquier manera, también le encantaría tenerte.
¿Está bien?
Sin esperar una respuesta, golpeé su hombro mientras avanzaba. Si alguien pudiera
hacerle frente a Dali, sería Vivian, pero ella lo sabía y por eso me preocupaba.
—Hola, Dali. Debería haberte devuelto esto antes, pero se me olvidaba —dije mientras
giraba mi bolso y lo dejaba golpear sobre el baúl cerrado. —¿Haz colocado Arizona?—
añadí, casi balbuceando, mientras retiraba sus libros y los tendía. —Siempre me he
preguntado, ¿funciona incluso de noche o es solo un tulpa de día?
Dali tomó los libros sin responder, sin siquiera mirarlos mientras desaparecían. —
Gracias—, dijo mientras volvía su atención a Trent y Vivian.
—Siento haberme tardado tanto—. Sonreí nerviosamente. —Hey, ah, no te llevaste
accidentalmente a una bibliotecaria cuando recuperaste tus libros de la biblioteca, ¿verdad?
¿Se llama Melody?
—Sé por qué estás aquí.— Los ojos rojos y rasgados de cabra de Dali se clavaron en
Vivian mientras Trent la desviaba hacia el coche. —Pero, ¿por qué está ella aquí?
Una sonrisa desagradable floreció en su rostro, y raspé mis zapatillas en la tierra
polvorienta. —Me he estado haciendo la misma pregunta. Tengo mucho que hacer hoy,
Dali. Sé que tienes a Melody y Sikes. Quiero ver los contratos.
Dali entrecerró los ojos ante el impecable azul del cielo, una mano carnosa
dramáticamente en su barbilla. —Sikes y Melody—, dijo, con voz distante como si
estuviera pensando. —¿Una bibliotecaria, dices? El otro alto, cabello oscuro, ¿bueno con
las líneas ley? No vi a ninguno de los dos. Lo siento.
—Dali—, protesté, y el demonio resopló con confianza.
—Es difícil encontrar a alguien a quien le guste el café negro con una guarnición de
sabiduría demoníaca —, dijo Dali, y yo hice una mueca. Maldita sea la Revelación y
viceversa. No solo los tenía, sino que confiaba lo suficiente en su "contrato" para hacer
alarde de él.
—¿Todavía los tienes? ¿Los vendiste?— Miré a Trent, quien se encogió de hombros y
guardó el amuleto de búsqueda en su bolsillo. —Maldita sea, Dali, sabes que vender
personas es ilegal—. Pero me alejé, una gota helada de autoconservación me enfrió cuando
Dali hizo un ruido sordo.
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—Nada es ilegal con consentimiento, Morgan—, dijo Dali, y luego se sacudió,


frunciendo el ceño cuando Trent abrió la puerta del automóvil y se inclinó para abrir el
Página

maletero desde adentro.


—¡Hey!— gritó Dali, y tanto Trent como Vivian se apartaron del coche. —¡Sal de ahí!
Si no tienes una moneda, no puedes cambiar la radio—. Pero entonces Dali vaciló, su
sonrisa beatífica me hizo estremecer. —¿A menos que la Madam Miembro del Aquelarre
quiera comprar una moneda con la que cambiar la estación?— Chasqueó los dedos y sentí
un chasquido en la línea cuando apareció en ellos una moneda abollada y sin brillo. —La
primera es gratis.
—¿En serio?— Dije, pero Vivian ya se había alejado. Aún no había visto una máquina
de discos escondida detrás de los cactus, lo que me hizo pensar que Dali había puesto los
tulpas almacenadas en la radio.
—¿No?— Entonces permíteme—, dijo Dali, su voz bajando un registro más bajo.
Trent se sobresaltó cuando la visión del desierto de Arizona se apagó. La música de
Takata se interrumpió en medio de un movimiento, y el aire se enfrió y se oscureció.
Arrastré los pies, sin sorprenderme al encontrar que ahora estaba de pie sobre tablas viejas
y rayadas. Un techo cubierto de telarañas bloqueaba el sol, y mi nariz se arrugó ante el olor
agrio de la cerveza vieja y el encaje barato y áspero. Apostaba a que Sikes y/o Melody
habían estado en el maletero y que Dali había movido todo para mantenerlos ocultos.
—¿El Señor ama a un pato, el bar de striptease?— murmuré, desplomándome cuando
Jenks se lanzó hacia la parte de atrás para registrar. No había ventanas, lo que podría ser el
motivo por el que Dali lo había elegido. Eso, y probablemente era el único tulpa que tenía
en ese momento además del coche de mi mamá que no olía a cordero.
—A nadie le gusta, lo que ayudará a mantener nuestra conversación en privado—, dijo
Dali. Con una amplia sonrisa, movió su corpulencia confianza detrás de la barra, ahora
luciendo apropiado en su nuevo traje de proxeneta morado, dorado y rojo. Me sentí tan
fuera de control.
—Bueno, encajamos —dijo Trent desde mi lado, pero la elección de Dali me estaba
poniendo nerviosa. No lo había hecho para facilitarme la vida.
—Las bebidas corren por cuenta de la casa—, dijo Dali alegremente cuando Vivian
abrió brevemente la puerta para ver un estacionamiento agrietado en medio de un campo de
hierba.
Con el ceño fruncido por la preocupación, Trent fue a reunirse con Vivian. Su mano
arrastrándose desde mi espalda me dejó con una sensación de soledad. No hay tal cosa
como una bebida gratis, reflexioné mientras Dali decantaba una copa de vino tinto y la
dejaba en la barra, su actitud solícita me decía que de ninguna manera saldría de aquí con
240

Sikes o Melody. Sería difícil irme con Vivian.


—¿Rachel también hizo esto?— Vivian preguntó mientras estudiaba el escenario, y
Página

Trent negó con la cabeza.


—¿Dónde están? ¿La cocina?— Si tenía suerte, Trent mantendría a Vivian fuera de mi
camino.
—Solo un tonto responde por el comportamiento de otro sin la habilidad para hacerlo
cumplir—, dijo Dali, y me detuve en seco. Tenía razón, pero si yo no lo hacía, ¿quién lo
haría?
—¡Rache!
Levanté la vista, aliviado cuando Jenks se dejó caer. —El amuleto hizo ping—, dijo,
mirando a Dali con cautela. —Encontré a Sikes con Melody en la cocina, catalogando sus
libros de cocina.
Sonreí a Dali. —Permiso.— Con el bolso al hombro, me dirigí a las puertas dobles de la
cocina. Hasta que choqué de nariz contra el pecho de Dali.
—No.
Las alas de Jenks zumbaron una advertencia cuando me balanceé hacia atrás, con el
pulso acelerado. Ni siquiera lo había visto moverse. —Quiero hablar con ellos—, dije, y
Dali torció sus labios en una sonrisa fea.
—Son míos.— Con los ojos entrecerrados como una cabra, pasando de mí a Vivian y
Trent, Dali chasqueó los dedos y apareció un sobre negro en ellos. —Una copia de sus
contratos de trabajo según lo solicitado. Sé una paloma y preséntalos por mí en la oficina de
visas de trabajo de Cincinnati, ¿mmmm?
Frustrada, lo tomé y lo metí en mi bolso para dárselo a Trent. Si hubiera una escapatoria,
sus abogados la encontrarían.
—Vete—, dijo Dali de nuevo. —Tú y tu pixy entrometido. El miembro del aquelarre
puede quedarse. Estoy organizando un evento esta noche y no tengo regalos para la fiesta.
Hijo de un bastardo… —No hagas esto, Dali—, le dije. —Trabajé demasiado para que
todos ustedes regresaran al sol.
—¿Qué es lo que realmente te importa? ¿Nosotros o tu reputación?— preguntó Dali.
—Tú —dije, pero las siguientes palabras de Dali no fueron pronunciadas cuando
aparecieron dos demonios, cuyas muecas de disgusto se convirtieron en deleite cuando
vieron a Vivian. Inmediatamente, Trent se movió para interponerse entre ellos, tenso en
advertencia mientras Vivian se retiraba al escenario. Mi pulso se aceleró, pero Trent me
miró a los ojos y me dijo sin palabras que tenía esto. Dios nos ayude a todos si no.
241

—Perdón. Mi empleado más nuevo necesita orientación sobre la etiqueta de saludo


adecuada—. Llamando a los demonios, Dali se alejó, con una mano levantada en
Página

reconocimiento.
—Vivian no es tu empleada—, protesté. —¡Dali!— Grité, y él se detuvo bruscamente,
manteniéndose inmóvil durante tres "largos" latidos hasta que se giró, sus ojos fijos en mí
con el odio nacido de un milenio de esclavitud. Mierda en tostadas… —Por favor—,
susurré, sintiéndome completamente sola. —Acordaste seguir las costumbres de la
sociedad. Engañar a la gente para que te sirva como mesero, ¿no es así?
—Quizás no conoces las costumbres de tu sociedad tan bien como crees.
Tomé aire para protestar, pero él ya se había alejado, ansioso mientras les daba a los
demonios ahora vestidos con pantalones acampanados y poliéster un cordial saludo.
Maldita sea toda la Revelación y viceversa. —Jenks, buscaré a Sikes y Melody. Mira lo
que puedes hacer— dije, y Jenks se balanceó de arriba abajo.
—Lo tienes, Rache, pero no tardes mucho—. Con el polvo de un tenue plata, Jenks salió
volando.
—¡Vivian!— Llamé. —Ya has visto suficiente. Nos vamos.
Pero solo logró dar un paso antes de que Dali empujara su cuerpo entre ella y Trent. Tres
demonios más aparecieron y alejaron a Trent de Vivian. Ella era claramente su enfoque, de
pie con los labios apretados y enojados mientras surgían preguntas sobre todo, desde su
vestido hasta cuánta energía de línea podía contener. Podía sentir crecer el poder en la
habitación, y solo sería cuestión de tiempo hasta que alguien la tocara y la hiciera estallar.
—Maldito seas, Dali. ¿Por qué no puedes jugar limpio? —susurré, mi impulso por
encontrar a Sikes y Melody vaciló cuando una ola de niebla gris se elevó sobre el taburete
cercano, condensándose en Al vistiendo un traje de negocios de solapa ancha. El alivio se
derramó en mí, de corta duración cuando miró por encima del hombro a Dali que
jovialmente se liberaba de los demonios ante Vivian.
Deslizándose del taburete, Al se inclinó sobre la barra para tomar una botella de algo
ámbar y dorado. —Tengo entendido que devolviste los libros que le robé a Dali—, dijo
mientras tomaba un vaso y se servía de la bebida. —¿No los encontraste útiles?
Insegura de repente, me moví para poder ver a Al y al escenario. —Lo hice. Pero si
estaba coleccionando sus libros de Trent y la biblioteca, era solo cuestión de tiempo antes
de que apareciera en mi campanario. Al-
—¿Traer a un Kalamack y a un miembro del aquelarre a Dalliance?— dijo,
interrumpiendo. El oro y el ámbar de su vaso se arremolinaron sin mezclarse mientras
tomaba un sorbo, mirándome por encima de sus gafas de montura metálica de color azul.
—¿En qué estabas pensando?
242

—Ella cree que las leyes de la sociedad la han puesto a salvo—. Hice un gesto hacia el
Página

escenario con frustración, tensándome cuando Vivian rechazó la bebida ofrecida por Dali.
Ni un destello de magia la envolvía, y pensé que era lo más inteligente que había hecho en
toda la semana. —Estaba a punto de causarme más problemas de los que traerla aquí—,
agregué, presionando la barra mientras la cantidad de demonios continuaba creciendo,
todos obsesionados con Vivian.
—Mmmm, bueno, su error. O tal vez el tuyo—. La nariz de Al se arrugó cuando la mala
música de los setenta comenzó a sonar desde altavoces ocultos. —Este es un tulpa
asqueroso. No sé por qué Dali la conserva, excepto que Newt nos dio tan pocos tulpas
nuevos que todos tienen algún tipo de valor.
¿Dónde estás, Jenks? Pensé mientras escaneaba las vigas. Vivian estaba prácticamente
inmovilizada en el escenario, y mientras observaba, se trepó encima de él, sin mostrar ni
una pizca de energía de línea ley mientras extendía una mano para mantener a raya a los
demonios. Nadie dio el salto para unirse a ella allí. No fue porque tuvieran miedo. Ella
estaba en exhibición, y me sentí enferma. —¿Me disculpas? Necesito sacar a Vivian y a
Trent de aquí antes de que Dali también se los robe.
Al extendió la mano, una oleada de energía de línea ley pasó de mí a él mientras sus
dedos sujetaban mi codo y nuestros equilibrios se igualaban. Me soltó y comencé a respirar
de nuevo. —No hablamos lo suficiente, bruja piruja.
Me congelé, tripas en nudos. ¿Él no quería que yo interviniera? ¿Por qué? ¿Estaba en
esto?
—¿Te llevo a casa, amor?— añadió Al, y lo miré con horror. Dali robando a gente,
podría entenderlo, pero ¿Al? Está bien, una vez había sido su medio de vida, pero había
cambiado, ¿no? —Querrás preservar tu negación plausible—, agregó, sonriendo.
—¡Rache!— gritó Jenks mientras se lanzaba hacia mí, trayendo consigo el olor a
tostadas quemadas. Tenía las alas chamuscadas, pero parecía estar bien aunque un poco
agotado mientras se quitaba las cenizas de los brazos. —Tenemos que salir de aquí—, dijo,
su polvo de un verde preocupado, y asentí.
Al se rió entre dientes, el sonido llegó al fondo de mi alma, enfriándome. —Rachel, sí.
Kalamack, tal vez. ¿Vivian Smith? No. A Dali le gusta ella. Aparentemente, el Profesor
Sikes no puede cumplir con algunos de los requisitos y Madam Melody solo está interesada
en catalogar su considerable biblioteca.
—Vivian sabe que no debe firmar ningún tonto contrato—, dijo Jenks, pero yo estaba
más que preocupada. Maldita sea todo el infierno. Podía luchar por ella y probar que los
demonios eran un peligro cierto y presente, o abandonarla y conservar la frágil y errónea
creencia de que los demonios se estaban comportando bien y que el mundo era justo.
243

Vivian, no puedo creer que me hayas hecho esto, pensé, frustrada. Ella sabía que los
demonios eran peligrosos, y claro, ambos queríamos que la sociedad los aceptara, pero
Página

ambas sabíamos que no se burlaba del tigre en el zoológico con carne cruda para que no
siga sus instintos y se ayude a sí mismo. Y debido a que yo estaba aquí, y yo misma era un
demonio, me culparían por ello, en el peor momento posible.
El peor momento…
Mi cabeza se levantó de golpe y me tensé mientras los demonios continuaban gritando
sugerencias musicales para que Vivian bailara. Una débil sonrisa burlona estaba en los
labios de la pequeña mujer, ni siquiera un indicio de magia defensiva revoloteando entre
sus dedos. Ella no tenía miedo, y mi pulso martilleó cuando un puñado de pensamientos se
fusionaron en una idea nueva y realmente aterradora.
No había cruzado el umbral de la iglesia cuando me lanzó el ultimátum de llevarla a ella
y a los estudiantes al siempre-jamás a las malditas ocho y media de la mañana. ¿Qué bruja
se levanta voluntariamente tan temprano, sea miembro del aquelarre o no? Su plan
colosalmente estúpido de llevar a veinte estudiantes al siempre-jamás me haría culpar si los
secuestraban, con su tarjeta para salir de la cárcel o no. Sin mencionar su sorpresa de que
Trent hubiera estado libre para acompañarnos, ¿cómo sabía ella que él estaba teniendo
problemas de negocios para empezar? Pero su gran revelación fue su actitud, parada allí en
el escenario, sin mostrar ni una pizca de magia. Estaba demasiado confiada. Incluso yo
tenía un ligero pensamiento descansando en las líneas en caso de que tuviera que hacer algo
rápido.
Pulso rápido, me volví hacia Al. Me miraba fijamente, con los ojos entrecerrados
mientras me observaba descubrir algo. Él no lo sabía. Pero era obvio cuando lo juntabas
todo.
Esa no era Vivian. Era Hodin.

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CAPÍTULO 20

MIERDA EN TOSTADAS. ¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE COMETER EL MISMO


error?
—¿Qué pasa, bruja piruja?
Al se acercó a mí y parpadeé, dándome la vuelta para que no se diera cuenta y perdiera
el elemento sorpresa. Tenía que ser Hodin. Pero tenía que estar segura, y mientras los
demonios golpeaban las mesas y exigían que Vivian se desnudara, caminé en silencio hacia
el otro extremo de la barra.
Como era de esperar, Jenks se quedó un momento y luego me siguió. —Necesito que le
envíes un mensaje a Trent,— susurré, sintiendo la atención de Al sobre mí. —No le va a
gustar, pero necesito que vaya a la realidad y llame a Vivian.
La expresión tensa de Jenks se elevó al escenario, su polvo se volvió azul por la
confusión. —Su teléfono no funcionará aquí. Yo puedo enviarle un mensaje.
Un cristal se rompió. Me giré para ver a Vivian, con los labios apretados mientras
esquivaba un vaso lanzado. Los demonios rugieron de placer ante su ceño fruncido. Tenía
que haber al menos treinta de ellos aquí ahora, y me encontré con el ceño fruncido de
preocupación de Trent desde el otro lado de la habitación. —No necesito enviarle un
mensaje a Vivian—, dije cuando Jenks aterrizó en mi mano, moviendo las alas. —Necesito
saber si Vivian está aquí o si todavía está en la realidad.
Jenks giró hacia el escenario, luego a mí, sus alas se volvieron invisibles mientras
florecía la comprensión y su polvo dorado se movió para parecer un rayo de sol viviente. —
¡Santa madre cubo de pus!— Gritó, y luego empapó de su polvo, una inclinación traviesa
arqueando sus labios. —No puede ser Hodin. Sus ojos no son rojos. Puedo ver más allá de
245

sus anteojos, y no son ojos de cabra.


Página
—Él puede cambiarlos si quiere. Todos pueden. No lo hacen porque en el fondo quieren
ser reconocidos, especialmente cuando están causando problemas. Ve —dije cuando un
vaso de cerveza golpeó el escenario y los labios de Vivian se curvaron. —Y mantén tu
polvo neutral. Una vez que Trent esté en la realidad, quiero que se quede allí. ¿Entendido?
Te manda de vuelta para que me digas si contestó el teléfono. Eso es todo.— Dudé,
encontrándome con la mirada preocupada de Trent desde el otro lado de la habitación.
Sabía que algo estaba pasando. Infiernos, Al sabía que algo estaba pasando, mirándome con
sus ojos como carbón. —Estaré bien. Date prisa.
Las alas de Jenks tamizaron un azul y un oro en conflicto. —No le gustará. Sé que a mí
no.
—No me persiguen. Además, Al está aquí. Vete antes de que alguien la toque. A él. Lo
que sea.
Si no hubiera estado a centímetros de distancia, Jenks nunca me habría oído. Se había
vuelto ruidoso. Los demonios estaban tratando de hacer que Vivian hiciera algo de magia,
gritando para ser escuchados por encima de la obscena música de striptease. Finalmente,
Jenks asintió, su rostro anguloso se arrugó mientras volaba por un camino alto hasta arriba
de Trent. Conteniendo la respiración, esperé, observando a Trent.
Lo supe en el instante en el que Jenks se lo dijo. El hombre se agitó, su rostro pálido y
tenso en negativa mientras me miraba. Mi expresión se contrajo, suplicándole. A media
barra de distancia, Al se puso de pie y se dirigió hacia mí. —Ve —susurré, y finalmente
Trent comenzó a acercarse a la puerta.
—¿Qué estás haciendo?— Al murmuró a mi lado, y salté.
—Tal vez quieras ponerte en un círculo,— dije mientras trepaba a la barra. Nadie
excepto Al se dio cuenta, y reuní mis fuerzas, sintiéndome mal mientras tiraba de la línea
hasta que todos los demonios en el lugar pudieran sentirlo. Una cabeza se giró para
encontrarme, luego otra.
—Madre cubo de pus —susurró Al, y luego giró, enrollando su chaqueta del traje
mientras dibujaba un círculo en el suelo con la punta del pie.
—¡Dilatare!— Grité, invocando un simple encanto blanco.
El hechizo explotó hacia afuera, provocando gritos de molestia y atrayendo todas las
miradas hacia mí mientras se balanceaban hacia atrás. Mi cabello era un halo estático. La
energía de la línea goteaba de mis dedos mientras los miraba en el nuevo silencio. Incluso
la música se había cortado. Jenks y Trent se habían ido, pero nadie se dio cuenta. —Será
246

mejor que sepas lo que estás haciendo—, dijo Al mientras dejaba caer su círculo y se
alejaba unos pies de mí.
Página
Haciendo una mueca, lancé un fajo de energía desenfocada a una maldición entrante,
estallándola antes de que llegara a un metro de su creador. La segunda me encontró, y el
negro se arrastró sobre mi círculo de protección invocado apresuradamente hasta que Dali
les gritó que lo quitaran antes de que dañaran la barra. Me temblaban las rodillas y no me
atrevía a mirar a Vivian inmovilizada en el escenario. Podrían lanzarme hechizos si
quisieran, pero sabían que era mejor no molestarme realmente. Dios, por favor. Tiene que
ser Hodin.
—Vivian Smith es mía—, dijo Dali cuando el último hechizo se desvaneció. Claramente
complacido, saltó al escenario para dejar cautelosamente dos pies y medio entre él y
Vivian. Sus labios estaban apretados con odio, pero sus ojos aún estaban ocultos detrás de
sus anteojos. —Has perdido, Rachel Morgan. Incluso tu elfo te ha dejado. Sal de mi bar.
Vete a casa. Adviérteles que hemos vuelto y que tengan miedo tanto del sol como la noche.
Estaba sola. Mi cara estaba fría, y trabé mis rodillas. Confía en mí, Al, pensé mientras lo
miraba, tratando de decirle que tenía un plan. Todos me miraban, esperando a ver qué haría.
Al me hizo un gesto para que siguiera adelante y respiré lentamente.
—No estoy tratando de domesticarte—, le dije en voz baja, mi mirada lejos de Vivian.
Tenía que esperar hasta que Jenks regresara. Si estaba equivocada y esa era realmente
Vivian, la matarían pensando que era Hodin. —Estoy tratando de mantenerte en el juego,—
dije, y varios demonios se rieron. —Cada juego tiene reglas. Tu estuviste de acuerdo con
ellas. No arruines esto.
Dali se rió, el amargo sonido me hizo estremecer. —Las reglas no existen si no puedes
hacerlas cumplir—. Me miró por encima de la barra. —Y te superan en número.
Me moví nerviosamente cuando unos cuantos gruñidos bajos se unieron a un zumbido
de fondo. No eran los demonios asustados e impotentes que había convencido la última vez.
Tenía que darles una excusa para comportarse, una que salvara su orgullo.
Afortunadamente, un poco de lógica retorcida podría darme justo eso.
—¿De verdad quieres poner al mundo en tu contra por ella?— Dije, señalando
vagamente al escenario. —¿Un solo miembro del aquelarre?— Dije, sacudiendo la cabeza
como si no lo creyera. —Sin ofender, muchachos, pero wow. En este momento puedes
caminar a cualquier lugar, en cualquier momento, sol o luna. Puedes ir de compras y volver
locos a los empleados con tus interminables preguntas que tienen que responder. Puedes
obtener una licencia de conducir y acumular puntos por mal comportamiento, y mientras
pagues las multas no pueden hacer nada porque perteneces a la sociedad y estás siguiendo
las reglas.
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—¡No, escuchen!— Dije cuando varios empezaron a perder interés. —Si comienzan una
guerra con la realidad, ganarán, y estoy segura de que todos se divertirán demostrando su
Página

fuerza y castigando a las personas que se atrevan a enfrentárseles, pero terminarán justo
donde estaban antes, atrapados en un infierno contaminado con magia, desde afuera
mirando hacia adentro. Pero, ¿pueden imaginar la cobertura de noticias que obtendrán
cuando se porten mal y luego paguen voluntariamente sus cuotas? ¿O la frustración que
causará al encontrar lagunas legales para evadir el castigo? ¿No les parece divertido en
absoluto? Eso es a lo que están renunciando si empiezan a secuestrar gente.
La mayoría estaba negando con la cabeza, y Al suspiró, pensando que había perdido la
cabeza, pero necesitaba darles algo para justificar estar de acuerdo conmigo cuando les
dejara caer el verdadero truco.
—Las leyes y las reglas están ahí para entorpecer el verdadero poder—, dijo Dali. —
¿Por qué deberíamos aferrarnos a sus ideas de lo que es moralmente correcto e incorrecto?
Porque les había dado un sol propio y ya habían olvidado la noche sin amanecer. Un
murmullo bajo de descontento comenzó a elevarse, y levanté una mano, reconociéndolo. —
Entiendo tu punto—, dije, contenta de tener una pared detrás de mí, incluso si era en su
mayoría espejo y botellas. —Acompañé a un usuario de magia muy valioso y muy
experimentado al siempre-jamás. Fue estúpido —dije, arriesgándome a mirar a Vivian. —
Pero si me dejan salir con ella, puedo darles algo que realmente, realmente quieren.
Al hizo un sonido suave. Era el comienzo de la comprensión, no más, pero era
suficiente. Su peso cambió y comenzó a mirar a su alrededor, buscando una pista de lo que
estaba haciendo, a dónde iba con esto. Todo lo que sabía con certeza era que estaban
escuchando.
—¿Qué es lo que realmente, realmente queremos?— Dali se burló mientras estaba de
pie junto a Vivian, y me permití una pequeña sonrisa.
—Hodin.
Una sonrisa se curvó en el rostro de Al, y se apoyó contra la barra, empujando a uno de
los demonios invasores lejos de nosotros. Fue un movimiento pequeño, pero se notó.
Dali frunció el ceño, con los brazos sobre su pecho. —Hodin. A quien has jurado
proteger incluso a costa de perder a tu maestro—. Su mirada se dirigió a la nueva postura
protectora de Al. —Tal vez deberíamos abordar este acuerdo que tienes con Hodin. Ya que
es más que tú y yo aquí. Sin ti, podríamos intentarlo. Tomar a quién y qué queremos. Es un
gran ganar-ganar para nosotros.
—Juego corto, tal vez—. Caminé por la parte superior de la barra hasta que me paré
sobre Al, sintiéndome como Newt de repente. No estoy sola, Jenks. Voy a estar bien, pero
date prisa. —¿Al te dijo que expulsó a Hodin de mi iglesia?
Los ojos de Dali se deslizaron hacia Al, luego hacia mí. —¿Estás faltando a tu palabra,
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Rachel Morgan?— preguntó, las palabras aceitosas prácticamente goteando amenaza. —


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¿Para rescatar a un alma que ni siquiera es la tuya? La palabra de un demonio es


verdaderamente todo lo que tiene. Ignorarla conlleva a una serie de castigos contra ti. Penas
que no tienes suficiente para pagar —. Me sonrió maliciosamente, pero yo no tenía miedo.
Romper su palabra era exactamente lo que estaban haciendo, pero en sus mentes, si no
había nadie que les dijera lo contrario, estaba permitido. Así es como funcionaba la lógica
demoníaca.
—Dios mío—, dije a la ligera, y la sonrisa de Dali se congeló cuando Al se rió entre
dientes. —Estoy en una situación difícil, ¿no? ¿Todos mis aliados están fuera de servicio o
han sido alejados de mí?— Me abaniqué mientras los demonios comenzaban a susurrar. —
¿Mi posición de subrosa es incierta? Si Vivian y yo no salimos de la línea ley y volvemos
juntas a Eden Park, estoy segura de que el I.S. llamará a mi puerta con una orden de arresto.
Y todos sabemos lo honesta que es Rachel Morgan. Iré a la cárcel. Oh, boo-hoo.
Dali miró a Al con los ojos entrecerrados. No estoy sola, pensé de nuevo, la esperanza
brotaba, no porque Al estuviera a mi lado, sino porque Al estaba a mi lado sin tener idea de
a dónde iba. Él confiaba en mí. Y cuando me paré frente a todos ellos, realmente, realmente
necesitaba eso.
—Ella se dejó una salida—, dijo Al, y los demonios zumbaron y susurraron, vestigios de
un odio pasado floreciendo de nuevo en ellos. —Ella accedió a interponerse entre nosotros
y Hodin con respecto a su decisión de hacer magia élfica. Ella nunca dijo que ella misma no
lo pondría en una botella.
Dali movió su cuerpo, ladeó la cabeza. —¿Y por qué Morgan haría eso?— incitó.
Al se encogió de hombros, pero no se había unido a mí en la barra, y sabía que su ayuda
estaba condicionada a que yo tuviera un plan. —Él le mintió—, dijo simplemente. —Como
le miente a todo el mundo. Ella descubrió su complot para robarle su posición de subrosa.
—¿Antes o después de perderla?— preguntó Dali mientras escaneaba la habitación llena
de gente. —De todos modos, no deduce que se vaya con Vivian Smith, y mucho menos con
Sikes o con mi nueva bibliotecaria. Tenemos un contrato.
—Quizás.— Me encogí de hombros con falsa indiferencia. —Propongo un intercambio
—dije, sintiéndome aliviada cuando Jenks entró como un rayo, mostrándome un verde
brillante a través de la habitación en una versión pixy de un pulgar hacia arriba. Los ojos de
Al se entrecerraron cuando lo vio, pero el demonio probablemente pensó que simplemente
estaba sacando a Trent de la línea de fuego. Un escalofrío recorrió mi aura cuando Al
comenzó a introducirse energía en sí mismo, tan lentamente que probablemente nadie más
lo sentiría.
—Rompes los contratos de Sikes y Melody—, continué, obligándome a no mirar a
Hodin en el escenario disfrazado de Vivian. —Y te digo dónde está Hodin.
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La atención de Dali pasó de mí a Al. —Nos ha costado una eternidad localizarlo. No hay
Página

trato. Lo pones en una botella y podemos hablar.


Mis piernas se sentían como agua, y trabé mis rodillas. Sabía que debería haber comido
primero. —Bien—, dije, y alguien soltó una carcajada. —Si voy a tener la oportunidad de
ponerlo en una botella, necesito acceso a la bóveda. Tengo que tener algo que él no tiene, o
nunca lo atraparé.
Dali soltó una risa baja y malvada. —¿Quieres acceder a un milenio de maldiciones de
guerra, la mayoría elaboradas por nuestros muertos hace mucho tiempo, cada una con
suficiente odio y bilis para destruir dos realidades? Se necesitaría toda una clase de carne
desechable para comprar el acceso a nuestras maldiciones rompe-mundos.
Mis labios se separaron. ¿Carne desechable? Estaba hablando de usuarios de alta magia.
Mis estudiantes. ¿Pensó que le daría a mis estudiantes para obtener acceso a maldiciones
para atrapar a Hodin y poder venderlo a Dali para comprar su promesa de cumplir con
nuestras leyes y no secuestrar personas? ¿Qué clase de trato retrógrado era ese? Además, ya
había obtenido de ellos su promesa de no robar personas. Necesitaba una forma de hacerla
cumplir. Como… digamos… ¿la capacidad de ponerlo en una botella?
—¿Qué pasa si lo traigo ante ti?— Dije, pensamientos revueltos. Si pongo a Hodin en
una botella, tendría la influencia para hacerlos seguir la línea. Ganar-ganar —Si hago eso,
¿puedo quedarme con Sikes, Melody y tu promesa de terminar con esta mierda? No más
engañar a la gente a la servidumbre.
Los demonios estaban intercambiando miradas feas. Al frunció el ceño cuando la
llamada para aceptar el trato se elevó y fue secundada, y en una ola de acuerdo, Dali
levantó una mano, silenciándolos. —Son míos, por lo tanto es mi decisión—, dijo Dali,
claramente pensando que nunca sería capaz de traer a Hodin ante ellos. —No, Rachel. Solo
te daré a Sikes y a Melody por Hodin en una botella. Hasta que hagas eso, se quedan aquí—
. Su sonrisa se volvió fea, recordándome quién era él. El amigable barista del vecindario
había sido más que un acto. Un medio para este fin, tal vez. Un extremo que iba a cortar
limpiamente y no dejar ningún hilo del que pudieran tirar.
—Genial. Déjame oírlo —dije mientras alguien pedía cuotas en una apuesta paralela y
Al carraspeaba, interesado. —Necesito escuchar que todos están de acuerdo. Si embotello a
Hodin, liberarás a Melody y Sikes, y no atraerás más a la gente a la servidumbre—. No me
atrevía a mirar a Vivian, pero Jenks estaba mirando, y sabía que el demonio no tenía ni idea
de que yo estaba detrás de él. ¿Dónde está Stef, tu bola de baba?
Sin embargo, Dali me miró con desconfianza. Sabía cómo se sentía. Si él cree que está
obteniendo la mejor parte del trato, no es así. —No puedo, pero embotéllalo, Morgan, y sí,
tienes tu trato—, dijo finalmente, y se me escapó el aliento contenido. —Pero solo obtienes
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a Sikes y a Melody. Olvidaste agregar a Madam Miembro del Aquelarre al trato. Ella es
mía.
Página

—No lo olvidé —dije, engreída mientras me giraba hacia Hodin. —Esa no es Vivian.
Ese es Hodin.
—¡Qué!— Dali explotó y, con un sonido atronador, la forma diminuta de Vivian se
desvaneció en un remolino de amarillo y verde.
Un aullido enojado de un rugido se elevó cuando los demonios encontraron sus pies. En
un lavado de magia que me puso los pelos de punta, la habitación se quedó repentinamente
en silencio cuando desaparecieron, persiguiéndolo.
—¡Maldición mi dama!— exclamó Dali, y Jenks se rió, sonando como una lluvia
relajante.
—¿Dónde están Melody y Sikes?— Dije mientras me sentaba en la barra y tomaba la
mano de Al, permitiéndole ayudarme a bajar al piso.
—¡No!— Dali se dio la vuelta, con la cara roja. —Esto no te da a nadie. ¿Cuánto tiempo
supiste que era Hodin?— dijo, luego más suave, más enojado, —Deberías haberme dicho.
Podría haber…
—¿Lo atraparon?— Jenks aterrizó en mi hombro, una ráfaga de polvo se derramó por mi
pecho.
Sonreí, sintiéndome fuerte y vulnerable mientras Al se deslizaba detrás de mí. —Su idea
de traer a mi clase aquí para demostrar que estaban a salvo fue realmente tonta. Vivian sabe
que no eres manso y nunca lo serás.
Dali se pellizcó el puente de la nariz. —Nunca lo atraparemos si vuelve a ser un
doppelganger.
—¿Por qué no?— preguntó Jenks, y Dali entrecerró los ojos ante su beligerancia de
cuatro pulgadas de alto. —Los he visto transformarse en todo, desde un perro a un vampiro
a una bruja pelirroja y dolor-en-el-culo. Al fingió ser Hodin la última primavera. ¿Cuál es
la diferencia?
Dali se sacudió como si lo hubieran picado. Al se estremeció, luego se irguió bajo el
evidente disgusto de Dali. —Estaba averiguando si Morgan estaba recibiendo instrucciones
de él. Eso es todo.
Con el ceño fruncido, Dali me miró de arriba abajo como si fuera estúpida y, haciendo
una mueca, decidí que probablemente lo había sido. Hubo diferencias que debería haber
reconocido: las plumas ordenadas de "Hodin", la forma en la que hablaba, la sensación
casual de él. —Ah, creo que un encanto de búsqueda sería suficiente para descubrirlo de la
persona real —ofrecí, y Dali asintió, acomodándose detrás de la barra como si necesitara
algo que hacer.
251

—Normalmente lo sería—, dijo, y cada vaso que tocó brillaba mientras los encantaba a
una pureza brillante. —Pero cuando Hodin cambia, desciende al ADN. Se puede hacer,
Página

obviamente, pero ¿por qué cuando la apariencia de la superficie es suficiente?


Al separó los labios de los dientes en una amplia sonrisa de recuerdo, y reprimí un
escalofrío. La noche en que nos conocimos, cuando se convirtió en lo que me asustaba, Al
se había convertido en un vampiro. No solo un vampiro, sino en Ivy, llenándome de
enzimas vampíricas y dejándome paralizada. Que los demonios no se convirtieran en otros
tan completamente todo el tiempo era una cuestión de conveniencia, aparentemente.
Uno por uno, Dali alineó los vasos en fila debajo del mostrador. —Los elfos exigieron
pureza en su entretenimiento—, dijo, sus pensamientos claramente en el pasado. —Hodin
aprendió a cambiar de forma más allá de lo normal para sobrevivir. Cuando es un cuervo,
es un cuervo. Cuando es un pixy, es un pixy. Cuando es el líder del aquelarre de normas
morales y éticas, es Vivian Smith en todo menos en sus pensamientos. Es un verdadero
camaleón, y si ha elegido esconderse como otro, nunca lo atraparemos.
—No tenemos que atraparlo—, dijo Al. —Rachel sí—. Su labio se crispó y vi una
extraña tensión en sus hombros. —Tu pensamiento es a corto plazo, bruja piruja. Lo que
pretendes solo durará mientras los ojos del demonio permanezcan cerrados. Lo que vemos,
lo codiciamos, y no estaremos obligados sí, digamos… ¿la gente entra? Encontrar no es
atraer.
—No es así como vi que se desarrollaría esto —dije, y él se encogió de hombros, su
brillo depredador creciendo. Peor aún, si había algo que sabía sobre los habitantes de
Cincinnati, si les dices que algo es ilegal por su propio bien, lo intentarán para averiguar
por qué. Si pudiera recuperar a Melody y Sikes, su historia podría ser suficiente para
mantener a raya a los curiosos hasta que Trent pudiera obtener algo en los libros y cerrar las
fronteras del siempre-jamás, aunque solo sea en papel.
Dali seguía frunciendo el ceño, guardando sus cristales de a uno por uno. —Deberías
haberme dicho que era Hodin. Si lo hubiera tomado pensando que era un miembro del
aquelarre, podría haberme matado.
—Entonces tal vez necesites repensar tu práctica de obligar a las personas a firmar
contratos—, dije, cansada de todo. —Dulces hotcakes con almíbar, ¿por qué se odian
tanto?— Dije, sin esperar una respuesta, pero la cabeza de Al se había levantado de golpe,
su mirada casi asustada mientras miraba a Dali. El viejo demonio se había quedado
mortalmente inmóvil.
—¿Crees que mereces saber?— Dijo Dali, y Al se movió, inquietantemente rápido, para
tomar mi codo y alejarme tropezando.
—No, no lo hace—, dijo Al, y yo fruncí el ceño, sacudiéndome de su fuerte agarre.
252

Pero Dali estaba enojado, Al estaba muerto de miedo, lo que me despertó un poco de
curiosidad. —Hey, si voy a ponerlo en una botella, necesito una razón además de que no te
gusta—, dije, retrocediendo cuando Al me tomó del brazo de nuevo. —Es un ciudadano,
Página

igual que tú. El I.S. estará en mi caso por encarcelamiento injusto si lo meto en una botella
sin motivo. Ustedes siempre están escribiendo cosas. Lo encerraste antes de que cayeran las
líneas, ¿verdad? Debes tener su orden de arresto original en alguna parte.
—Sí—, dijo Jenks, sus alas raspando mientras se cernía sobre mi oído. —¿Tienes algo
para mantener al I.S. fuera del caso de Rache?
Dudaba que al I.S. le importara de una forma u otra, pero quería saber qué había hecho
Hodin que era tan malo que merecía ser encarcelado por el resto de su vida.
—No llevamos registros de las indiscreciones de Hodin. ¡Vivimos en sus
consecuencias!—. Tronó Dali. —¡Fuera de mi restaurante!
Jadeé cuando de repente fui empujada hacia una línea ley. Hubo un momento de
desconexión cuando lancé una burbuja alrededor de Jenks y de mí, y luego el aura de Al se
deslizó sobre la mía, cambiando su aura a la realidad y llevándome con él. El parque. ¡Mi
coche está en el parque! Pensé frenéticamente antes de que Al me dejara en mi iglesia, y
luego volví a estar en la realidad, mis zapatillas de deporte presionando la hierba golpeada
y el sol bajo brillando en mi cara. Eden Park. —¿Trent?— Llamé, escaneando los bancos
del parque.
—Voy por él—dijo Jenks mientras volaba y se alejaba de mi arete.
—La Diosa te salve, Rachel. No le recordamos a Dali a su hijo. Nunca.— La cara de Al
se arrugó con disgusto cuando un elaborado abanico apareció. —Hace un infierno de calor
aquí arriba.
—Tal vez deberías ponerte un par de pantalones cortos—, le dije, mirando su exagerada
gala victoriana. —No sabía que Dali tuviera un hijo—. Mis pensamientos fueron a Keric, al
bebé Rosewood al que estaba enseñando, gratis. —¿Qué le hizo Hodin?
Al estudió los edificios cercanos, nublados por la humedad. —No deseo pronunciar las
palabras.
—En serio, debería saber lo que ha hecho si quieres que ponga a Hodin en una botella.
Un amargo ladrido de risa, frío y duro, salió de él. Su atención se centró en mí, el odio
en él me dejó helado. —Tú quieres poner a Hodin en una botella. Lo queremos muerto. Sin
embargo, la agonía del encarcelamiento ineludible tiene una satisfacción a largo plazo. La
muerte es una venganza vacía.
—¿Qué hizo él?— Pregunté de nuevo, luego me giré hacia el saludo distante de Trent.
—Trent— susurré, el alivio me hizo bajar los hombros.
253

Radiante, Trent trotó para cerrar la brecha mientras yo caminaba rápidamente hacia él.
—Te estaba dando cinco minutos más—, dijo cuando nos encontramos y me dio un abrazo
Página

aliviado. El aroma de galletas calientes y el chasquido de magia se sintieron como en casa,


y todo mi cuerpo se relajó. —¿Atraparon a Hodin? ¿Dónde están Sikes y Melody?
Miré a Al, el demonio se había puesto en una túnica de seda ondulante que no estaría
fuera de lugar en el Sahara. Aún no habíamos terminado. —Sin Hodin. Hasta que pueda
atraparlo, Sikes y Melody se quedan con Dali—. Mencioné la idea de la orden simplemente
para que Dali hablara, pero cuanto más lo pensaba, más quería una. No me importaba si
tenía horas o eones.
Al olisqueó, una expresión decididamente desdeñosa en su rostro rubicundo. —Lástima
que lo comprometiste con Dali—, dijo mientras hacía una exagerada y sarcástica floritura a
los corredores que se fijaban en él. —Hubiera dado mucho por tenerlo en mi estante para
atormentarlo.
El alivio de Trent palideció cuando miró a Al. —No me pidas que vuelva a hacer eso—.
Trent me dio otro abrazo de costado, claramente reacio a dejarme ir. Mi mano encontró la
suya y la estreché. Si ese no hubiera sido Hodin… Pero ninguno de nosotros habría estado
allí si no fuera por él.
—Gracias por hacer esa llamada—, dije mientras nos dirigíamos al estacionamiento, y
Jenks sonrió.
—Deberías haber oído a Vivian—. Jenks hizo molestos círculos alrededor de Al hasta
que el demonio lo golpeó. —Está furiosa. Su convertible ha estado desaparecido desde esta
mañana. Está de camino aquí ahora mismo para recogerlo y quiere hablar contigo—. Con
las alas raspando, Jenks miró a Trent y Al. —Todos ustedes.
—Genial.— Me detuve a la sombra, preguntándome por el estado de ánimo distante de
Al. Tenía los puños apretados y los ojos entrecerrados en el pasado.
Trent me dio otro abrazo de alivio, sus labios rozando los míos. —En serio. No me pidas
que te deje así otra vez.
Me desplomé, incapaz de hacer esa promesa. —Hey, ah, quiero hablar contigo y con
Vivian sobre cerrar legalmente el siempre-jamás solo para demonios e invitaciones—, dije,
mirando su coche. Nos hacían notar y yo no estaba del todo cómoda. —Hacer que la multa
sea lo suficientemente alta como para que ni siquiera tú te arriesgues. Suficiente gente sabe
que las líneas son puertas de entrada, y no quiero tener que rescatar a todos los idiotas que
piensan que es genial hacer un picnic en otra dimensión—. Miré a Al, pero todavía estaba
perdido en sus pensamientos sobre Hodin. —Lo cual me recuerda.
Con la cabeza gacha, giré mi bolso y saqué ese sobre negro. —¿Le pedirías a tus
abogados que revisen esto y vean si hay alguna manera de que Sikes y Melody vuelvan a
través de los tribunales?— El resoplido burlón de Al llamó mi atención, y fruncí el ceño
cuando Trent tomó el sobre. —¿Tienes algún problema con eso?— Agregué, y Al miró con
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lascivia a las personas que pasaban, todos ellos sabiamente dándonos un gran rodeo. —
Hablo en serio sobre la orden de arresto contra Hodin. Sería propio del I.S. acosarme por la
Página
falta de papeleo. Si quieres que lo encarcelen, necesito la documentación que dice que
pertenece allí.
—Cometimos dos veces el error de dejarlo vivir—, dijo Al con amargura. —Sí.
Hagámoslo por tercera vez.
Tomé aire para protestar, pero Al desapareció, dejándome con una sensación de
inquietud.
—Supongo que no quiere hablar con Vivian —dijo Jenks burlonamente, y Trent se
golpeó la mano con el sobre antes de guardárselo en un bolsillo.
—Eso fue un poco dramático, incluso para Al—, dijo Trent cuando Jenks aterrizó en su
hombro y los dos me miraron expectantes.
—Um, Dali tuvo un hijo, y Hodin…— Me encogí de hombros. —¿Tal vez lo mató?—
Supuse, mi preocupación creciendo. —No sé. Ninguno de ellos está hablando—. Tomé un
respiro purificador y tiré de Trent más cerca. —Voy a averiguarlo. Mientras tanto, tú, yo, la
cena y un par de libros de hechizos. Todavía necesitamos una forma de hacer que Finnis
retroceda.
—Trato hecho —dijo Trent, y sonreí, contenta de no tener que hacer esto sola.

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CAPÍTULO 21

HABÍA LLOVIDO DURANTE LA CENA, UN AGUACERO ENORME QUE DEJÓ


inundadas las calles habituales hasta que se puso el sol. El aire era fresco y el jardín aún
estaba húmedo mientras me abría paso entre las lápidas, en dirección a la campana que
Hodin había hecho la primavera pasada. El demonio lo había creado para Jenks a cambio de
una renta, la cúpula roja y dorada cortaba el hedor de un lirio mejorado mágicamente que
había usado para sacar a Constance de Piscary's.
—¡Todavía está aquí!— Jenks llamó, y me incliné hacia él, aliviada. Las hadas
residentes se refugiaban y no había niños pixy para iluminar la noche. Solo éramos Jenks y
yo, y mi luz procedente de la línea ley colgaba de una linterna mundana que creaba
sombras cambiantes en el jardín húmedo.
Tenía la esperanza de que Hodin se hubiera olvidado de la campana, dado que yo no
podía entrar a su habitación y la de Stef no contenía nada suyo. Necesitaba un objeto de
enfoque no específico del ADN para hacer esa maldición de solidificación del aura, y la
campana era perfecta. Si funcionaba, Hodin no podría viajar a través de las líneas ley hasta
que descubriera cómo romperla.
—Él no la tomó —dije, sorprendida cuando encontré la pesada campana de vidrio medio
oculta por una franja de hierba sin cortar. El lirio que alguna vez cubrió ya no estaba, pero
podía olerlo en mi imaginación. —Afortunadamente, solo necesitamos una parte—,
agregué.
El polvo de Jenks era de un oro mate en la oscuridad mientras se cernía sobre ella. —
¿Quieres que la rompa?
—Lo haré.— Con los labios apretados, miré alrededor, decidiendo finalmente usar la
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culata de mi cuchillo ceremonial. Lo tenía en caso de que encontrara algo que quisiera
recolectar, pero funcionaría como un cuidadoso martillo, y dejé mi linterna y acomodé la
Página

campana sobre un costado.


La luz brilló en el vidrio roto que Hodin había fusionado, y después de considerarlo un
momento, extendí mi paño de recolección bajo el borde levantado e hice un golpe seco en
una pieza de color verde amarillento. Era del mismo color que el aura de Hodin; ayudaría a
hacer una conexión.
Hice una mueca ante el chasquido obvio, preguntándome si había sentido una onda de
energía cuando tres fragmentos de vidrio cayeron en el paño de recolección, como si la
magia que había sido imbuida en la construcción del vidrio se hubiera roto. Inmediatamente
hice una bola con el paño y la metí en un bolsillo mientras levantaba la campana. Solo
necesitaba una pieza, pero podría usar las otras para tratar de hacer algunos amuletos con
los que identificar positivamente a Hodin para no encarcelar accidentalmente, digamos, a
Trent.
—Puedes usarlo como refugio contra la lluvia—, dije, y Jenks se dejó caer, con las alas
cuidadosamente plegadas mientras se paraba en la nueva abertura y miraba dentro.
—Sí.
La palabra fue plana, y mi frente se arrugó. Había estado de mal humor desde la cena, la
miel que había sacado de mi té para dársela a Getty todavía estaba en la mesa del porche.
—Así que…— Me volví hacia la iglesia y comencé a retroceder lentamente. —¿Ya salió
Getty de su escondite?
—No.— Jenks se levantó y aterrizó en mi hombro. —Pero ella está cerca. Riéndose de
mí.
Asentí, con cuidado de no sonreír. Me preocuparía que Getty pudiera ser Hodin
disfrazado, excepto que los había visto juntos varias veces. —Jenks, le gustas, o se habría
ido. Ala rota o no.
—¿Sí?— Sus alas hicieron una corriente fresca en mi cuello. —Ella tiene una forma
divertida de demostrarlo. Me está volviendo loco. Tiene tirolesas por todos lados, así que sé
que está bien. Las hadas saben dónde está ella, ¿por qué yo no? Matalina nunca…
Sus palabras se cortaron y pasé con cuidado por encima del muro bajo que separaba el
cementerio del jardín. Getty no era Matalina. —Tengo una idea—, dije mientras me
detenía fuera de la luz del porche. —Aquí.— Me agaché, buscando con los dedos hasta que
encontré una pequeña bellota atrofiada del año pasado. —Prueba esto.
Jenks salió disparado de mi hombro, con el rostro estrecho contraído por la frustración.
—¿Qué en el infierno de Campanilla quieres que haga con eso? ¿Golpearla en la cabeza?
No necesitamos otro árbol, y además, no germinará. Incluso las ardillas no la quieren.
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—Es verdad.— Asentí. —¿Quieres que salga de su escondite? Plántalo—. El ceño


fruncido de Jenks se profundizó y agregué: —Haz un gran espectáculo. Mide la
Página

profundidad dos veces. Riégalo con agua de lluvia recolectada. Marca su ubicación con una
piedra brillante. Limpia las hojas invasoras para que reciba la cantidad adecuada de sol.
Luego duérmete cuidándolo.
El polvo de Jenks se iluminó, sus alas zumbaron cuando se lanzó hacia mi palma para
tomarlo. —Ella va a querer saber qué es. No saber la va a matar.
—O al menos la sacará de su escondite—, dije, sintiéndome bien.
El zumbido de las alas de Jenks aumentó de intensidad. —Tengo algo mejor que una
bellota—, dijo, entintando polvo mientras se precipitaba en la noche.
—¡Jenks!— Grité, y él se volvió hacia mí, claramente impaciente. —Ah, ¿todavía tienes
ese amuleto de zona sin magia que te pedí que guardaras para mí?
—Sip. Estaré encantado de deshacerme de él. La cosa me da dolor de cabeza—, dijo,
despegando en una dirección diferente. Seguí hacia el porche, sin sorprenderme cuando su
polvo se amortiguó y pareció desaparecer. Esperé en los escalones, respirando la noche.
Podía oír a los niños jugando en la oscuridad: el ladrido de un cachorro Were, el siseo de
las ruedas de una bicicleta. Hubiera sido una noche fabulosa para un paseo de medianoche a
través del bosque y el campo de Trent, y mis hombros se desplomaron ante la enorme
cantidad de hechizos que tenía que hacer entre ahora y mañana por la noche para contener a
Hodin y enviar a Finnis lejos.
Habría sido más fácil si hubiera tenido acceso a la bóveda, y el comentario de Dali de
"no hay suficiente carne desechable" me quedó amargo. No iba a darle a mis estudiantes a
cambio de acceso con la esperanza de que la bóveda contuviera algo con lo que pudiera
atrapar a Hodin. Además, si hubiera habido algo allí que pudiera funcionar, ya lo habrían
usado. La bóveda era el típico deseo de un demonio: algo que parecía un regalo del cielo
pero que solo empeoraba las cosas. Yo estaba sola. La advertencia de Al de que eran
demasiado feas tampoco me cayó bien. Eran maldiciones de guerra, y los demonios estaban
realmente enojados, dispuestos a tomar decisiones moralmente ruinosas en nombre de la
venganza.
No tenía tiempo de inventar muchos hechizos nuevos, pero modificar los existentes era
un atajo aceptable. El viejo amuleto de la zona sin magia de Constance estaba atascado en
la posición de encendido, haciéndolo decididamente… carente de versatilidad. Si pudiera
diseñar un nuevo alfiler para el amuleto de ZSM para poder apagarlo y encenderlo a
voluntad, y tal vez inventar un amuleto para solidificar el aura de Hodin para evitar que
entrara y saliera, podría sostener a Hodin el tiempo suficiente para enjaularlo en algo más
permanente.
—Tómalo. ¡Tómalo!— Jenks exclamó mientras salía tambaleándose de la oscuridad,
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una gruesa capa de polvo se derramaba debajo de él. La luz de mi linterna se apagó cuando
se acercó, y extendí mi mano, sintiendo que mi conexión con la línea ley desaparecía por
Página

completo cuando el círculo trenzado de plata encantada golpeó mi palma.


—Gracias, Jenks —dije, pero él ya se había ido, su camino alto y su polvo alegre. El
amuleto de línea ley se sentía extraño contra mí, el calambre punzante habitual de la
energía de la línea estaba completamente silenciado. Pero eso es lo que hacía el amuleto, y
le di la vuelta para hacer volar las hojuelas de hierbas del círculo de metal. El alfiler de
invocación no estaba, se perdió cuando Constance lo arrojó por la ventana de la rueda de la
fortuna de Cincy, pero pude ver los agujeros en el anillo trenzado donde habría estado.
Hasta que encontráramos una manera de reemplazarlo, el amuleto estaba atascado en la
posición de encendido, molesto en el mejor de los casos.
Dejé la linterna apagada en los escalones del porche, mi sonrisa suave mientras miraba
la cocina brillantemente iluminada y vi a Trent detrás del mostrador acomodando alfileres
de líneas ley entre bocados de galleta. Se sonrojó cuando abrí las puertas francesas,
apartando la mano de la bolsa abierta de Oreos.
—¿Lo has encontrado?— preguntó, poniéndose en marcha cuando me acerqué y su
conexión con la línea ley se desvaneció.
—¿La campana? Sí. Creo que Jenks la convertirá en una casa de verano—. Dejé el
amuleto ZSM en el mostrador, seguido del pañuelo, abriéndolo con cuidado para mostrar
las astillas de vidrio. —No me importa hacer esto sola. ¿Quieres tomar una siesta mientras
pruebo los alfileres? Sería un milagro que uno de ellos funcionara, pero no intentarlo sería
una estupidez.
—No—, dijo mientras empujaba los fragmentos con la punta de un bolígrafo. —Estoy
bien. Creo que podríamos tener un problema al tratar de adaptar un pin para esto—.
Encorvado sobre el mostrador, Trent apoyó un codo en el acero inoxidable, recogió el
círculo trenzado y probó un alfiler al azar. —Los pines se pueden reemplazar cuando los
pierdes, pero se necesita magia para volver a emparejarlos. Y dado que el amuleto niega
toda magia…
—Catch-2211.— Inclinada a su lado con nuestros hombros tocándose, le entregué otro
alfiler. Más allá de las ventanas y el porche, la luz de Jenks revoloteaba sobre su oscuro y
goteante jardín. Trent encajó el alfiler, y alcancé una línea ley, fallando. Nope. Ése no. —
No puedes volver a emparejar un alfiler sin magia, y sin el alfiler en su lugar, no puedes
tocar una línea.
Trent exhaló, levantándose en toda su altura mientras intentaba con otro alfiler. Nope. —
Esa bolsa forrada de plomo sigue siendo una opción—, dijo, y me estiré sobre el mostrador
para acercar un libro de temas con manchas de sal.
—Cierto, pero no sería capaz de llevar el amuleto y hacer magia confiablemente a la
259

vez. Todo lo que hace la bolsa es cambiar el radio de acción de veinte pies a tres. Debería
Página

11Quiere decir que es una situación imposible porque no puedes hacer una cosa hasta que hagas otra, y no puedes hacer la
segunda cosa hasta que hagas la primera.
haber pasado cinco minutos en el piso de esa góndola y encontrar el alfiler antes de
entregarme al I.S.
La sonrisa de Trent se ensanchó cuando colocó otro alfiler sin ningún efecto. —No
puedo expresar lo complacido que estoy de no ser el único en esta relación que ha cumplido
una condena.
Mis cejas se levantaron mientras me apoyaba contra el mostrador y hojeaba el libro de
temas. Era mío, una desordenada colección de encantos y hechizos que había modificado o
inventado en los últimos dos años. Quizás algún día me tomaría unas semanas y los
organizaría, pero lo dudaba. —Nunca has cumplido condena —dije cuando encontré la
página que quería y abrí el libro de temas sobre el mostrador con un chasquido de lomo. —
Te sacaron una foto y te sentaste en una celda durante veinte minutos hasta que Quen pagó
tu fianza. La cabaña de tiempo-fuera en el campamento no cuenta.
Se rió, su expresión decididamente afectuosa cuando chocó conmigo y dejé que mi
cabeza tocara la suya. Juntos miramos en silencio mi letra apretada. —Creo que sé cómo
podemos recuperar ese alfiler—, dije.
—Han pasado cuatro meses—. Trent acercó las galletas y me dio dos por su una. —Ese
alfiler se fue hace mucho tiempo.
—No hay argumento allí—. Rompí la galleta, el chocolate amargo despertó mi apetito
mientras señalaba la página. —No esh mi 'aldición la que usé para mover ese lirio hacia
adelante en el tiempo dos temporadas—. Tragué. —Es de Newt. Probablemente la misma
maldición que usó para cambiar a un demonio de la superficie a través de un siglo en treinta
segundos. Pero la maldición puede ir tanto hacia atrás como hacia adelante. Si envío el
amuleto atrás en el tiempo más allá del punto donde Constance lo usó conmigo, tendrá un
alfiler. Quizás.
Los labios de Trent se abrieron, la galleta a medio comer en su mano olvidada. —
¿Puedes hacer eso?
Su asombro me atravesó, dejando dudas. —Creo que sí—, dije mientras apartaba el libro
y usaba un paño de seda para quitar los iones y las migas de una sección del mostrador. —
La maldición está en el colectivo. No les gusta que use la magia de Newt, pero puedo
hacerla.
—¿Es peligrosa?
—Obviamente.— Aun así, sonreí cuando dejé caer el amuleto ZSM en su bolsa forrada
de plomo y la cerré. Seguía interfiriendo conmigo tocando una línea, así que después de
260

que derramé un círculo de sal de un metro a su alrededor, retrocedí hasta que pude alcanzar
una línea ley y la energía me llenó con una presencia hormigueante, borrando mi dolor de
Página

cabeza.
Mientras observaba, Trent se apoyó contra el mostrador, ocultando otra galleta. Miré mi
libro de temas en busca de la frase de invocación. Rhombus, pensé en establecer un círculo
alrededor del amuleto y darle a la maldición un lugar para actuar. La barrera se levantó
cubierta de obscenidad y me estremecí. La había olvidado, pero al menos ya no estaba
tratando de saltar de mí, y me aclaré la garganta. —Ab aeterno—, entoné, saltando por el
hipo de la energía entrante. Más negro se deslizó por la superficie de mi círculo cuando el
hechizo comenzó a enviar al amuleto atrás en el tiempo, y me permití un poco más de
energía.
—Tu aura está realmente oscura—, dijo Trent, con el ceño fruncido.
—Es temporal—. Eso espero, pensé, jadeando cuando la sección de tres pies del
mostrador delineada por mi círculo de repente… se desvaneció, y un áspero tintineo de
metal contra metal salió del gabinete debajo.
—¡Stet!— Grité para poner fin a la maldición, inclinándome hacia adelante para mirar
por el agujero en mi nuevo mostrador de cuatro meses.
Trent miró de mí al mostrador dañado en el repentino silencio. —Ah, ¿sabías que eso iba
a pasar?
Negué con la cabeza, luego me reí, mis hombros cayeron mientras lo descubría. —
Funcionó—, dije mientras avanzaba, complacida de no haber perdido nunca la línea ley. El
mostrador no estaba aquí hace cuatro meses, y ahora no estaba. Caramba, incluso sacó una
sección del cajón. —Debería haber torcido la maldición sobre algo que no se hubiera
movido en los últimos cuatro meses, como la mesa de billar—. Suspirando, me acerqué
para tomar la pequeña bolsa forrada de plomo que se había caído en un juego de tazones
anidados. Trent se acercó y nuestras frentes se tocaron cuando tomé el amuleto en mi mano,
sonriendo al ver el alfiler perdido una vez más en su lugar, devuelto al empujar el amuleto a
un tiempo en el que lo había tenido.
—Lágrimas de la Diosa —susurró Trent. —Esto tiene toneladas de aplicaciones. Sin
embargo, un poco de obscenidad.
—Lo empujé cuatro meses hacia el pasado—, dije, sintiendo como si finalmente
estuviera progresando. —Mover algo vivo dos años hacia adelante es mucho más difícil.
Esto ayudará a cortar la magia de Hodin. Mitad de camino.
Trent tomó el amuleto y lo volvió a dejar en la bolsa. —Eres terriblemente buena en
esto, ¿sabes?
Suspirando, miré el mostrador. Jenks se iba a poner histérico. —Si fuera tan buena, no
261

tendría un agujero en mi mostrador—, dije mientras movía la tabla de cortar para ocultarlo.
—Hodin todavía puede saltar a una línea con el amuleto ZSM invocado. Para mantenerlo
Página

inmovilizado, tenemos que esposarlo con plata encantada-


—Lo que requeriría contacto físico—, interrumpió Trent, con el ceño fruncido.
—O solidificar su aura,— terminé. —Me tomó seis horas descubrir cómo romper la
maldición de broma cuando Al me la echó encima. No es insuperable, pero nos dará tiempo
para esposarlo de manera segura. Cinco segundos, tal vez—. Tomé mi pañuelo de
recolección con los fragmentos de vidrio, mirando el enorme reloj que Finley había puesto
sobre el fregadero. Tengo todo para subir. ¿Quieres ayudarme a revisar los libros de Newt
para encontrar algo para Finnis y Hodin?— Un hechizo para atrapar, el otro para intimidar
hasta la sumisión. Si tuviera suerte, sería el mismo encanto. Maldición. Lo que sea.
Trent metió la bolsa con el amuleto ZSM en un bolsillo y señaló el pasillo. —
Absolutamente. Arriba será.
Asintiendo, nos dirigimos al santuario, mis dedos encontraron los de Trent mientras
caminábamos por la tranquila iglesia. —¿Cómo está Jenks?— preguntó, su mirada en las
vigas vacías. —Parecía decaído cuando regresamos de la cena.
—¿Bien?— Dije, haciéndolo en pregunta. —Creo que se está enamorando de Getty y
eso lo está matando. Juraría que a ella también le gusta, pero lo ha estado evitando desde
que fuimos al siempre-jamás. No sé por qué.
Una débil y triste sonrisa curvó los labios de Trent. —¿Sabe ella que Jenks no puede
engendrar hijos?
Me sobresalté, habiendo olvidado eso. Jenks era simplemente… Jenks. —Probablemente
no—, dije cuando entramos al vestíbulo y busqué a tientas en la oscuridad la puerta de las
escaleras. —¿Por qué?
—Deberías decírselo.
—¿Por qué?— Pregunté de nuevo, sofocando un escalofrío cuando su mano se curvó
sugestivamente alrededor de mi cintura y me atrajo hacia sí.
—Díselo— susurró.
—La próxima vez que la vea—, dije, pensando que sería una conversación realmente
incómoda. ¿Cómo puedo mencionar ese tipo de cosas? —Entonces, he estado pensando en
Finnis—, dije mientras subía las escaleras, sintiendo que el aire se volvía más húmedo y
sofocante con cada paso. —Encontré una maldición de hipo de memoria basada en
demonios que es técnicamente blanca ya que no modifica permanentemente la percepción.
Si combinamos eso con un glamour élfico o un hechizo de distracción, tal vez podríamos
obtener el mismo resultado que se suponía que debía hacer la maldición de cumplimiento de
262

Hodin. Como que pone los pensamientos de Finnis en un bucle cada vez que piense en
Constance.
Página

—Eso tiene posibilidades.


Su voz melodiosa era baja mientras me seguía, y un zarcillo de calor se enroscó
alrededor de mi chi, invitando a su toque.
La puerta del campanario se abrió con un chirrido y se derramó una suave luz sobre la
escalera. Tres de las persianas estaban cerradas contra el calor del sol poniente, y mientras
Trent observaba el pequeño espacio, encendí la luz y tiré del resto. La pequeña habitación
estaba decididamente mal ventilada, y abrí un par de ventanas, viendo que aún estaba más
fresco afuera incluso con el aire fresco que se bombeaba aquí. Rex salió de detrás de una
caja con un pequeño maullido, saltando al alféizar de una ventana abierta y estirándose para
acariciar las persianas.
—No he estado aquí desde que se mudó Hodin —dijo Trent mientras dejaba el amuleto
ZSM en el tocador.
—Es bastante estrecho, pero me gusta la vista.— Puse mi pañuelo arrugado con los
fragmentos de vidrio al lado del amuleto, el aire de la noche se derramó sobre mis tobillos
cuando me volví hacia mi pequeña estantería. Los huecos donde habían estado los libros de
Dali ahora contenían los cuatro que había conseguido en la biblioteca, y me pregunté si
debería quitarles las etiquetas de las estanterías mientras buscaba los dos libros que quería.
¿Dónde estás? Pensé, mis dedos derramándose ligeramente sobre ellos hasta que mi mano
se estremeció. Aquí hay uno.
Los pies movedizos de Trent se detuvieron. —Yo no te di esas —dijo, y miré hacia
arriba para verlo concentrado en el collar de perlas que había colocado en una esquina del
espejo del tocador.
—Constance las tenía alrededor del cuello de Nash. No sé por qué las guardé, excepto
que me recuerdan a él—. Y aquí está el otro, pensé cuando encontré el delgado volumen
encuadernado de cuero negro. Libro de hechizos élficos y tomo de maldiciones en mano,
fui a sentarme en el sofá largo. —¿Quieres ver?— Dije mientras le entregaba el texto
élfico. —Las dos magias podrían no ser simpáticas.
—Por supuesto.
El peso de Trent cuando se sentó me acercó, y suspiró de satisfacción mientras
comenzaba a hojear las páginas. —Mmmm—, murmuró, con las piernas estiradas de forma
incómoda debido al sofá largo. Rex saltó del alféizar, con la cola torcida mientras venía
para que le frotaran la cabeza. —La energía aquí arriba se siente rara. Afilada, casi—, dijo
Trent mientras complacía al gato naranja.
—Probablemente sea el encanto de protección que puso Al—. Cambié las páginas viejas
263

de mi nuevo libro rápidamente, no del todo cómoda. Si Vivian supiera lo que había en mi
biblioteca, podría encontrar razones para confiscar gran parte de ella.
Página
Satisfecho, Rex se dejó caer fuera del alcance de Trent. —No recuerdo haberte dejado
tomar prestado esto…— Trent dijo mientras hojeaba el frente de su libro para ver la fecha
de publicación.
—Yo sí. Echa un vistazo a esto —dije, y su atención cambió. Circulus vitiosus, pensé,
mi dedo recorriendo las premisas detrás de la maldición demoníaca. Círculo vicioso. Sí, eso
era correcto. —Si lo entiendo, la maldición funciona vinculando la memoria objetivo a un
objeto, después lo cual olvidas hasta que vuelves a ver el objeto.
—¿Como no recordar por qué fuiste a la cocina hasta que regresas a la sala de estar?—
Trent frunció el ceño. —Hipo de memoria. Supuse que toda la magia que afectaba la
memoria era ilegal.
Claramente preocupado, tocó las páginas del libro que descansaba en mi regazo, y un
cosquilleo de energía de línea compartida me atravesó. —Lo sería si la estuviéramos
borrando—, dije. —Esto es más una maldición de broma.
—Mmmm—. Su voz baja era neutral, y metí un mechón de cabello suelto detrás de una
oreja y me acerqué, gustándome la forma en que olía, tanto a prados verdes como a bosques
frescos.
—Si vinculo el recuerdo de por qué está aquí con algo que podamos ocultar, no
recordará por qué está aquí y se irá a casa, tal vez.
Los ojos de Trent se movieron hacia el libro en su regazo. —¿Y el encanto élfico de
distracción?
—Es para que no se detenga en el hecho de que no sabe por qué está aquí—, dije, sin
estar segura de que pudiéramos combinar los dos encantos, o si pudiéramos, tendría el
efecto deseado. —Al menos, será una declaración de que no voy a aceptar su autoridad.
Trent también parecía menos que confiado mientras arrastraba a Rex más cerca,
colocando al gato en su regazo y mirándome por entre sus orejas. —Suena un poco gris
para mí—, dijo, haciendo una mueca cuando Rex saltó de él, moviendo la cola mientras se
alejaba.
—Pero no es ilegal—, dije. —La gente olvida cosas todo el tiempo. Si no es así, me dará
un poco de espacio para respirar. La maldición del hipo de memoria no es difícil. Está en el
colectivo—. Simplemente realizar el gesto para invocarla, pagar el costo y bam, magia
instantánea.
Todavía claramente no convencido, Trent asintió, con la cabeza gacha sobre el libro de
hechizos élficos. —Una especie de golpe doble. No puedo sacar maldiciones del colectivo
264

de demonios. Tendrás que hacer la maldición del hipo de memoria.


Página
—Sí, pero quiero intentar hacerlas juntas, combinarlas en un hechizo almacenado con
una sola invocación—. Me hormigueaban los dedos sobre el texto y estudié el gesto de
invocación de la maldición. Es una runa de Isa. Curioso. Purificación y olvido encontrados
en hielo.
Nuestros costados se tocaron, y un trino de deseo subió y cayó. —La maldición del hipo
de memoria se invoca con un gesto, y el hechizo élfico con un encanto—, agregué mientras
ponía mi libro encima del suyo para compararlos mejor. —En teoría, podrían invocarse al
mismo tiempo. Después de ver cómo hicimos ese hechizo de expulsión de demonios el otro
día, creo que si comienzas con el encanto élfico como base, luego lo mantienes mientras yo
le aplico la maldición demoníaca y los invoco juntos, terminaríamos con una, ah,
maldición, supongo. Podría guardarlo en un amuleto de línea ley. Todo lo que tenemos que
hacer es golpear a Finnis con él y listo.
Trent exhaló, sonando cansado. —Lo suficientemente legal para el trabajo del
gobierno—, dijo, y todo mi costado se estremeció cuando fortaleció su agarre en la línea
ley y pasó un largo dedo sobre la frase de invocación élfica.
Ignoratio elenchi, pensé. Ignorancia del problema. Tiene sentido.
—Vamos a intentarlo —dijo Trent mientras se ponía de pie, y yo lo miré fijamente. —
Necesitamos compartir el espacio—, agregó mientras dejaba el libro abierto sobre el
tocador, su alta estatura se veía deliciosa en mi pequeña habitación de la torreta. —¿A
menos a que quieras esperar?
—No. Tienes razón. Deberíamos practicar. Si no podemos combinar las dos magias,
entonces necesito pensar en otra cosa. No quiero usar esa varita—. Cerré el libro de
maldiciones demoníacas, dejándolo en el sofá mientras me levantaba. La frase para traer a
la existencia la maldición del hipo de memoria permaneció en mi mente, y dejé caer un
pensamiento perdido en el colectivo. Sonriendo, me acomodé ante Trent como lo había
hecho abajo, sintiéndome un poco nerviosa cuando sus manos se curvaron sobre mí,
encontrando las mías y sosteniéndolas frente a nosotros. Olía a galletas, y sus labios junto a
mi oreja comenzaron a temblar lentamente. La afirmación de Jenks de que Trent y yo no
podíamos hechizar juntos sin terminar entre las sábanas me atravesó y sonreí. La runa de
Isa era todo fuego y hielo, pasión y posibilidades escondidas bajo un olvido purificador de
frío. Algo así como Trent.
—Menos mal que no estás en tacones,— dijo, su respiración poniendo mi piel de gallina.
—Esto no funcionará si no podemos guardar el encanto en un amuleto de línea ley. No voy
a hacer esto frente a Finnis.
265

—De acuerdo—, dije, exhalando en otro cosquilleo nacido de la pasión. —Una vez que
sepamos si funciona, podremos hacer otro hechizo para Finnis y lo dejaré en el colectivo en
Página

mi área de almacenamiento privado.


Su peso se alivió aún más, y sus manos sujetando las mías se apretaron. —¿Y sabremos
si funciona cómo?— susurró, sus labios alrededor de mi oído.
—¿Eh, Rex?— Sugerí, distraída mientras buscaba al gato sentado en el alféizar
limpiándose las orejas. —No me importaría que olvide que le gusta arañar los muebles.
Trent se rió entre dientes. —Está bien, ¿a qué vinculamos la memoria?
—Mmmm—. De mala gana me solté de su agarre, los dos pasos hacia el tocador se
sintieron como una milla. —¿Qué tal una perla?— dije mientras rompía con cuidado el
collar de Constance, y en un súbito ajetreo y estrépito, las perlas rebotaron por todas partes.
—¡No-o-o-o!— exclamé, con los hombros caídos, y Rex saltó al suelo, golpeándolas a
las esquinas y saltando sobre ellas. —Esa no era mi intención —dije mientras agarraba una,
y Trent sonrió, indicándome que me acercara. Él no se había movido, y me fijé en sus
pantalones casuales y sus pies en calcetines, preguntándome si alguna vez lo vería en
pantalones cortos. Su camisa estaba desabrochada un botón más de lo habitual, y esa
pequeña piel era extra… tentador.
Sonriendo, me arropé nuevamente frente a él, sintiendo nuestras energías tratando de
mezclarse mientras él ahuecaba mis manos sosteniendo la perla. Rex hizo rodar las perlas
ruidosamente por el suelo, el sonido parecía imitar la sensación del aura de Trent rozándose
contra la mía en una sensación deliciosa. Ambos estábamos conectados a la misma línea, y
podía sentir su energía masculina en ella, embriagadora.
—¿Simultáneamente?— Trent dijo, y dudé, tratando de enfocar mis pensamientos.
—No para empezar. Haces la burbuja base para que funcione el hechizo —dije. —
Entonces haz y mantén tu hechizo justo antes de la invocación. Colocaré mi hechizo en ella
y luego los invocaré ambos al mismo tiempo.
—Suena demasiado fácil. ¿Cómo es que nadie más hace esto?— preguntó, sus brazos
alrededor de mi cintura tomando más de mi peso hasta que estuve presionada contra él.
—Probablemente porque nadie más tiene a un demonio por novia—, dije, disfrutando de
la sensación. La perla era perfecta y pequeña en mi palma, y una oleada de deseo me
inundó cuando una burbuja pulcra de rojo y oro, en un pensamiento aureolado, floreció en
mi mano. La perla estaba dentro, y exhalé, totalmente en paz mientras su voz baja se hacía
más profunda, su magia llevada por el sonido de su voz.
—Ta na-a-a shay—, cantó, y sentí una oleada de poder resonar de mí hacia él. La simple
frase élfica tranquilizó sus pensamientos y le pidió a la Diosa que le prestara su fuerza.
266

Pensé que era extraño que la petición de ayuda fuera la única diferencia entre la magia de
los elfos y la de los demonios, aunque ninguno de los dos lo admitiera. Aparte de algunas
Página

frases élficas persistentes, eran lo mismo.


Inmediatamente, los mechones libres de mi cabello comenzaron a flotar mientras la
energía de Trent fluía a través de los dos en una conciencia chispeante. No fue un tirón de
poder, pero estuvo cerca, y sofoqué un creciente sentimiento de necesidad inquieta cuando
un delicioso deseo me tomó cuando su energía imbuida de intención llenó mis manos
ahuecadas.
Fue inesperadamente… tentador, y cuando un pensamiento lujurioso de poder comenzó
a dominar mi mente, envié un poco de conciencia al colectivo de demonios.
Inmediatamente perdí la sensación de las manos de Trent ahuecando las mías mientras
surgía una multitud de conversaciones, susurrando como un sueño que se desvanece. No
eran mis pensamientos, pero en el lapso que estuviera allí, los compartía.
Desafortunadamente, la conexión era en ambos sentidos al igual que las party lines12 en
la juventud de mi madre, y traté de mantener mis pensamientos lujuriosos en silencio
mientras escuchaba el golpeteo de las patas de Rex y el rodar musical de una perla.
Circulus vitiosus, susurré en mi mente, eufórica cuando sentí que la maldición se
desplazaba hacia mí, instalándose en mi chi hasta que pudiera darle la dirección y la
intención adecuada con el gesto.
Pulso rápido, empujé la maldición hacia mis manos, convirtiendo la burbuja de Trent en
un dorado más vivo, sombreándola con mi nueva mancha negra de obscenidad. —Oh,
wow—, susurré, y Trent respiró sorprendido. Seguía siendo su burbuja, pero contenía tanto
su hechizo como mi maldición. Lo estábamos haciendo
Más o menos, pensé cuando de repente me encontré luchando para mantenerla allí. Al
igual que la obscenidad que quería dejarme, la maldición llenó obedientemente la burbuja
de Trent hasta que desvié mi atención de ella, con lo cual trató de hundirse en mí como
energía sin resolver que regresaba a la tierra, dejando tentadores trinos de magia a su paso.
—Sostenlo un segundo más —dije mientras luchaba con la energía en mis manos
ahuecadas, y el aliento de Trent se estremeció al inhalar, no de dolor, sino de placer. El
pequeño sonido me golpeó con fuerza, y luché por mantener mi respiración lenta y mis
pensamientos para no desviarse , ya que su pulso parecía haberse vuelto erótico.
—Ta na-a-a shay-y-y, ignoratio elenchi…— entonó, y salté cuando su hechizo me
atravesó en una ola, dejándome luchando para mantener mi maldición en mis manos
ahuecadas.
—Espera—, dije con voz áspera, con el corazón acelerado mientras colocaba mi
maldición sobre su hechizo, ambos mirando nuestro hechizo unido y la perla, ahora de un
irreal negro y dorado. —Solo un segundo más.
267
Página

12Las party line son llamadas telefónicas grupales donde los adolescentes iban a hablar con desconocidos. Algo muy
popular en su tiempo.
El aliento de Trent se convirtió en un jadeo. La creciente sensación de nuestra magia
mezclándose se estaba volviendo cada vez más difícil de ignorar, y trabé mis rodillas,
tratando de no pensar en lo delicioso que se sentía Trent detrás de mí y enfocándome en
Rex y en que iba a olvidar que le gustaba arañar muebles.
Como una campana que comienza a sonar, mis pensamientos y la burbuja de energía en
nuestras manos unidas comenzaron a resonar con la idea. Estaba funcionando, y mi pulso se
aceleró cuando la energía en mis palmas asumió mi intención, y luego… como reacio, la
magia de Trent también. Podía escuchar el estrés en su respiración. —¿Estás bien?
—Date prisa—, dijo con voz áspera, el sonido se hundió en mi centro.
—Ignoratio elenchi,— susurré para invocar el hechizo de Trent, moviendo mis manos
para hacer una expresión tridimensional de la runa Isa para invocar la maldición
simultáneamente. El calor brilló a través de mis palmas, y grité cuando las dos magias
recubiertas dispararon hacía Rex.
La energía golpeó a Rex de lleno en su espalda y el gato saltó, aullando mientras su
cabello se erizaba. Mis manos se separaron. El agarre de Trent se cerró con fuerza
alrededor de mi cintura, exigente. Sorprendida, vi rodar la perla debajo del tocador mientras
el gato enojado siseaba, movía la cola mientras la energía dorada y roja lo empapaba.
Claramente disgustado, el gato salió sigilosamente de la habitación.
Los brazos de Trent se apretaron a mi alrededor cuando di un paso para tomar la perla.
Me atrajo hacia él y me giré en sus brazos, preocupada de que hubiera sido demasiado. —
¿Estás bien?— Dije, luego parpadeé, sorprendida cuando se inclinó y encontró mi boca con
la suya con un repentino y obvio calor.
—Mmmmph… mmmm —dije, mi sorpresa zumbando en un ardiente deseo. Mis manos
se entrelazaron detrás de su cuello. Sus labios dejaron los míos, su respiración se aceleró
mientras sus manos exploraban, potentes por la necesidad.
—Oh, sí, por favor…— Casi gemí y luego jadeé cuando sus labios encontraron mis
pechos a través de mi camiseta. Una mano me sujetó a él, la otra me quitó la camiseta de la
cintura, pequeñas estelas de fuego brotaron cuando rozaron mi piel desnuda.
—Me gusta hechizar contigo—, dijo, su voz melodiosa áspera con un rápido deseo. Sus
labios habían encontrado mi boca otra vez, y nuestras energías se mezclaron libremente. —
Has inmovilizado mi magia—, susurró. —La hiciste tuya. Te la di, y tú… Dios, Rachel.
Mi propia necesidad me inundó, tanto más fuerte por haber tratado de negarla. Mi pierna
se enroscó en la suya, acercándolo más. Concentrada, levanté su camisa y la saqué por
268

encima de su cabeza en un movimiento posesivo. —No tenemos tiempo para esto —dije, y
su movimiento para empujar mis pantalones cortos hacia abajo dudó.
Página
—¿Quieres que pare?— dijo, incrédulo, y lo miré fijamente, mi propio deseo se redobló
cuando lo vi allí, sin camisa y con las manos ahuecando con fuerza mi trasero.
—Dios, no,— dije, luego tiré de él hacia mí, casi cayendo cuando mi equilibrio cambió.
El hechizo había sido un juego previo prolongado con nuestras energías mezcladas y
auras combinadas, y me acerqué, mis labios hambrientos sobre los suyos mientras mis
dedos desabrochaban sus pantalones.
Un medio gruñido, medio suspiro se elevó entre nosotros, y luego jadeé, sorprendida
cuando me atrajo hacia él, girándonos en último momento para que mi espalda golpeara la
estrecha pared entre las ventanas.
Pero finalmente me había bajado los pantalones cortos, y envolví una pierna alrededor
de él, tirando con fuerza de él mientras mis brazos se entrelazaban detrás de su cuello,
aprisionándolo como él me había aprisionado.
Apenas podía pensar, la necesidad de esto había llegado tan rápido. Su suave sonido de
deseo llegó a mi centro, encendiéndome a un tono más febril. En algún lugar, un pequeño
pensamiento racional se entrometió de que esto había sucedido muy rápido, que nuestro
patrón habitual, aunque no se extendía por horas, nunca era esta necesidad repentina. Pero
no me importó, y cuando Trent nos acomodó en el sofá largo para encontrar mis pechos con
sus labios, gemí y me estiré para guiarlo, exigiendo que hiciera más que bailar alrededor de
los bordes de nuestra pasión.
Hizo un sonido de alivio, levantándose y deslizándose dentro de mí al mismo tiempo.
Jadeando, me aferré a él, abrumada por la repentina sensación. Su respiración era pesada
en mi oído, nuestros movimientos venían en oleadas hasta que, casi demasiado pronto,
llegué al clímax, echando mi cabeza hacia atrás mientras me aferraba aún más a él.
Gimiendo, me siguió, su agarre era un tanto aprisionador como suave mientras las olas
de placer que se deslizaban entre nosotros, se desvanecían lentamente.
—¿De dónde por las llamas azules ha salido eso?— Trent jadeó, haciendo una mueca
cuando me reí.
—Lo siento. Lo siento —dije cuando frunció el ceño y cambió su agarre, levantándome
más alto con la esperanza de que mis músculos internos se soltaran, lo cual hicieron, ya que
todo el incidente había sido tan rápido y satisfactorio como un latigazo. Y entonces jadeé,
todos los pensamientos sobre su incomodidad se desvanecieron cuando vi las paredes detrás
de él. Estaban resplandecientes.
269

—¿Trent?— Dije, y su expresión con pesar afectuosa se desvaneció ante la advertencia


en mi voz. —¿Estás viendo esto?
Página
Alcanzando una manta, me la entregó mientras se levantaba y se subió los pantalones
con una seria rapidez. Mis ojos siguieron los trazos azules de la energía atada al techo,
viendo las líneas arquearse hasta cerrarse sobre mi cabeza. Era una jaula, y mi pulso
martilleó cuando busqué una línea ley, aliviada de encontrar que podía.
No es una jaula, pensé, dándome cuenta de que era esa rejilla de protección que había
sentido ayer en las escaleras. Pero luego parpadeé, separando los labios cuando seguí la
atención de Trent hacia el suelo. —Whoa—, dije mientras observaba el círculo del tamaño
de la habitación y el pentágono que contenía. La mayor parte estaba oculta debajo de cajas
y muebles, pero era obvio que estaba delimitada por tres círculos exteriores, tres círculos
medios y tres círculos centrales. En las esquinas y en casi todos los espacios libres había
glifos brillantes.
—Cuidado —dije, preocupada cuando Trent tocó una línea y quitó una neblina azul.
—Es una sala de protección—, dijo. —Probablemente la activamos con toda la… ah…
energía que acabamos de liberar—. Su mirada se encontró con la mía, sus dedos frotando la
neblina azul hasta la nada. —¿Al hizo esto?
Me enrosqué más fuerte en la manta, sin preocuparme, pero sí desconcertada. —Creo
que sí, pero no se veía así antes. Pensé que era solo una maldición de protección menor.
¿Por qué se mostraría ahora?— Dije, sintiéndome inquieta. —Hemos estado aquí antes—.
Por supuesto, probablemente no con esta intensidad, pero maldición…
Con el ceño fruncido, Trent tocó un elaborado glifo, su brillo de sudor le dio a la neblina
azul algo contra lo que brillar. —La protección repelente de demonios a la que me enfrenté
antes podría haber desprendido un barniz de no darse cuenta. Al, ¿huh?
Asentí, sorprendida por la complejidad. —Al—, repetí en un baño de culpa. No había
simplemente puesto una sala de protección. Había creado una zona libre de Hodin blindada
donde podía dormir sin riesgo, a salvo en mi ignorancia voluntaria. —No es de extrañar que
Hodin no suba aquí—, dije, asombrada por la complejidad de las líneas que se desvanecían.
Mi dormitorio había estado libre de Hodin durante cuatro meses. Pensé que finalmente
había aprendido sus límites, pero había sido Al. Protegiéndome de él. Protegiéndome de mí
misma.
Demonios buenos, demonios malos. ¿Cómo infiernos se supone que voy a notar la
diferencia cuando ambos mienten tan bien? La culpa agudizó mi frustración mientras
tomaba un nuevo juego de ropa para llevarme a la ducha. Hijo de un troll tira pedos. Ni
siquiera sabía cuándo la había puesto Al. Parecía una maldición de tres días, como mínimo.
270

Con la garganta cerrada, me desplomé, mis calcetines y la ropa interior en la mano. Al


me había estado protegiendo incluso cuando lo lastimé. Había soltado palabras como
compasión y perdón, aplicándolas a un limo demoníaco traidor cuando Al debería haber
Página
sido a quien yo creyera. Él era mi maestro, y me alejé pensando que el mundo giraría de la
manera en que yo quería si solo lo veía así con la suficiente fuerza.
Necesito hablar con él, pensé mientras miraba mi espejo de invocación en el estante con
mis libros, y luego me miré a mí misma. Medio desnuda. Sonaba bien. Tal vez debería
vestirme antes de intentar hablar con un poder cósmico mundano.
—¿Ducha?— Dije, distraída, y Trent asintió, con la camisa abierta y los pantalones
apenas cerrados mientras me seguía escaleras abajo, con el ceño fruncido en una
preocupación no expresada mientras salíamos de la seguridad que Al me había dado.

271
Página
CAPÍTULO 22

MIRÉ HACIA EL TECHO ENSOMBRECIDO DEL SANTUARIO, CON LAS


manos cruzadas sobre el pecho y un edredón que olía ligeramente a Pike tirado hasta la
barbilla mientras fingía dormir en uno de los sofás. Las respiraciones lentas y uniformes de
Trent desde la silla a mi lado eran relajantes, y observé el patrón ahora familiar del brillo de
luces de un automóvil aparecer en la esquina, que parpadeaba entre los árboles a medida
que se hacía más fuerte, y que luego corrió de un extremo a otro de la iglesia cuando el
coche pasó. Suspirando, miré a Trent.
Se había quedado dormido hacía unos diez minutos en la silla a mi lado, el hombre se
desmayó rápidamente por la falta de su siesta de la tarde. Sus pies delgados y descalzos
estaban sobre la mesa baja, y estaba encorvado en un desplome poco digno que me hizo
amarlo aún más. Su mano había sostenido la mía hasta hace unos minutos, y pensé que era
dulce que no hubiera querido irse a casa en caso de que apareciera Hodin. Dulce, pero
estaría mintiendo si no admitiera que apreciaba su presencia. La guarda de Trent ayer solo
había eliminado cualquier presencia demoníaca. No los detenía, y solo tenía la advertencia
original de la campana para avisarme si Hodin regresaba.
Trent se movió y me senté para mover el plato con migas de galleta y comida para llevar
sobrantes antes de que sus pies pudieran empujarlo fuera de la mesa. Con los codos en las
rodillas, miré la mesa de billar de Kisten en la esquina, la preocupación me mantenía
despierta.
—¿Rachel?— Trent susurró, y me incliné para tomar su mano mientras él me alcanzaba.
—Vuelve a dormir —dije mientras me ponía de pie, su mano se deslizó mientras tomaba
el afgano hacia arriba y alrededor de mis hombros. —Voy a tomar un poco de aire.
272

—De acuerdo.— Se desplomó, sin haberse despertado realmente. La medianoche no era


tarde para una bruja. Si cumplía con mi horario personal, no me iba a dormir hasta las dos o
Página

las tres, levantándome a una hora razonable. Y si yo estaba despierta, Al lo estaría.


Desanimada, escudriñé las revistas de arquitectos de Trent y mi Spell Monthly para
encontrar mi espejo de invocación, lo tomé y caminé por la iglesia hasta mi hermoso
porche, donde podía asarme bajo las estrellas ocultas por la humedad.
La iglesia por la noche tenía un espectro completamente diferente. El jardín se sentía aún
más vivo con brillantes destellos de luz mientras los pixies volaban, pero de alguna manera
estaban más tranquilos, tendían a trabajar más y jugar menos, o al menos lo estarían si
Jenks no hubiera desalojado a Baribas. Los sonidos de la ciudad se apagaron bajo las ranas
y los grillos. El viento aún soplaba y los árboles aún se movían… pero todo el espacio
estaba centrado, casi más mío sin la luz que distraía, y me sentí en paz al pasar por la ahora
ordenada cocina.
El chasquido de las puertas francesas provocó un leve chirrido de alas, y suspiré cuando
Jenks se precipitó hacia arriba para investigar, su brillante polvo rojo de advertencia se
transformó en un agradable dorado cuando me vio.
—Oh, eres tú—, dijo, y levanté el espejo de invocación a modo de explicación.
—Lo siento. No quería asustarte—. Cerré la puerta detrás de mí y fui a sentarme en las
amplias escaleras que conducían al jardín. La iglesia se sentía enorme detrás de mí,
guardando mi seguridad y a todos los más queridos. Ante mí estaba el jardín negro tratando
de liberar el calor del día, y más allá, Cincy misma, las luces y el ruido rebotando en la
neblina entre nosotros y las estrellas. Me encantaba estar aquí, con el mal tiempo y todo.
—Echo de menos no estar levantada a esta hora del día —dije, con las rodillas cerca de
la barbilla mientras Jenks se sentaba en la barandilla a mi lado, su brillo se desvanecía
mientras se curaba un pequeño desgarro en el ala.
—¿Estás despierta porque extrañas sentarte en un sauna caliente en la oscuridad?— dijo,
mirando deliberadamente el espejo a mi lado.
—De acuerdo. Estoy preocupada —admití, y una sonrisa floreció en su rostro anguloso.
—Tenemos esto, Rache—, dijo con confianza. —No he visto a Rex arañar nada desde
que recogiste todas esas perlas. El hechizo de hipo de memoria funciona. No te preocupes
por el mañana.
Miré hacia el jardín, extrañando las luces de los niños pixy. —No estoy preocupada por
el mañana,— dije, mi barbilla cayendo sobre mis rodillas. —Estoy preocupada por lo de
ayer.
Las alas de Jenks rasparon mientras las abanicaba, sus pies se quedaron inmóviles en la
barandilla mientras su polvo dorado fluía sobre nosotros. —El pasado vive en el futuro,
273

Rache—, dijo, y me volví hacia él, sin entender. —El ayer está tan vivo y lleno de potencial
Página

como el mañana.
—No puedes cambiar lo que has hecho,— dije. —¿Cómo es eso de vivo?
Pero Jenks se encogió de hombros, una leve sonrisa nació de su memoria. —El pasado
está vivo—, insistió. —Elegí quedarme con mi hijo Jumoke, para ver algo más que miedo
en su cabello y ojos oscuros. Él vive en mi pasado y, por eso, Getty vive en mi presente.
Hice una mueca, mirando el jardín negro vacío lleno de demasiados insectos y pocos
pixies. —No veo cómo eso hace que el pasado cobre vida.
—Lo que recordamos y elegimos para actuar no está muerto, no está escrito en piedra—,
dijo, y mis hombros se desplomaron. —No hay: Yo hice esto entonces, así que eso
sucederá ahora. Esa cuestión de lo que elegimos hace que el pasado sea tan fluido como el
futuro. Sí, cometiste un error con Al y Hodin.
—¿Solo uno?— Murmuré, y él sonrió, su luz brilló.
—Pero estás aquí abatido por eso, así que tu mala elección sigue viva. Cámbiala.
—¿Cómo te volviste tan inteligente? Mides como diez centímetros de alto —murmuré, y
él se rió, sonando como campanas de viento en la oscuridad.
—¡La magia pixy, nena!— dijo mientras se elevaba. —Tengo que hacer un perímetro.
No he visto ni una pizca de Baribas, pero Hodin todavía anda suelto y probablemente
quiera las cosas de su habitación. Getty cantará si algo entra en la iglesia.
—¿La encontraste?— Dije, y se inclinó y se estabilizó, las chispas cayeron de él.
—Ella me encontró.
Asentí, escuchando una vida potencial en esas tres palabras. Sonriendo, dejé caer mi
barbilla sobre mis rodillas. —¿Jenks?— Llamé cuando salió volando.
Sus alas resonaron con molestia cuando regresó, claramente ansioso por irse. —¿Qué?
Tomé aire, luego lo dejé ir. —Getty hizo un trabajo increíble organizando a las hadas en
una estrecha red de seguridad cuando estábamos en el siempre-jamás. Creo que deberíamos
pedirle que se quede—. Jenks bajó una pulgada de altura y yo me encogí de hombros. —El
pasado vive en nuestro futuro—, dije, y su pánico se convirtió en confusión. Vacilando,
tomó aire como si fuera a decir algo, luego cambió de opinión y salió volando, con el polvo
bordeado de azul.
Mi vida estaba hecha jirones, pero tenía amigos que me ayudaban a mantenerla unida, y
saber que aún podía me convenció de que debía poner mi espejo de invocación sobre mis
rodillas en lugar de tirarlo al jardín oscuro como un Frisbee de cincuenta centavos.
274

Necesitaba a Al para vencer a Hodin, pero él también me necesitaba a mí, maldita sea.
Página
El pasado está vivo, pensé con amargura, sin estar segura de creerlo. Con mi mirada
alrededor de mi cintura, miré el brillo negro y rojo como la tinta entre mi reflejo y yo.
Había perdido la cuenta de cuántos espejos de observación había hecho hasta que
aprendí a encontrar y usar el colectivo sin uno, pero el espejo estaba grabado con glifos
para asegurar una conversación más segura y privada. Creo que fue la primera maldición
que hice, la que convenció a Ceri de que yo era un demonio nacido de una bruja, no una
bruja enfermiza que había sobrevivido a un defecto genético engendrado por los elfos que
debería haberme matado.
La paz se asentó profundamente cuando puse mi mano sobre el pentagrama, los dedos
tocaron ligeramente los glifos de comunicación en los puntos. Era hermoso, de verdad, y
cerré los ojos, fijando mis pensamientos en Al. Había roto el espejo la última vez que
intenté hablar con él a través de él, pero aun así funcionaría. Jenks tenía razón. Tenía que
mantener vivo el pasado para que pudiera impactar mi mañana de la manera en que yo
quería.
¿Al? susurré en mis pensamientos, esperando a que estuviera despierto.
Hubo un suspiro de vacilación y luego, con un alivio satisfactorio, mis emociones
parecieron duplicarse. Los sentimientos de molestia, frustración y tal vez un poco de alivio
de Al se deslizaron dentro de mí como si fueran míos. ¿Qué quieres? vino su pensamiento
plano.
No fue el mejor saludo, pero él estaba hablando, y presioné mi mano más
profundamente contra el vidrio frío para fortalecer nuestra conexión. Hodin se había
convertido en una espina en mi mente. Necesitaba saber qué había hecho, pero después de
ver que el dolor de Dali se convertía en ira, tenía miedo de indagar. Um, pensé, y su
irritación se redobló cuando reconoció mi reticencia y adivinó lo que quería.
No hablaré de eso, pensó, una amarga sensación surgiendo no solo de sus pensamientos,
sino de un recuerdo enterrado apresuradamente que no quería compartir.
Está bien, inmediatamente pensé, y su amarga diversión tiñó mi vergüenza. Podía sentir
mi decepción. Yo, ah, quería darte las gracias por el glifo de protección que rodea mi
dormitorio.
¿Lo encontraste? La atención de Al pareció agudizarse, y me apresuré a ocultarle
exactamente cómo se habían hecho visibles las poderosas líneas, aunque solo fuera por un
momento.
Ah, Trent empujó una guarda de expulsión de demonios a través de la iglesia. Empujé el
275

pensamiento a mi cerebro anterior, esperando que no cavara. Me preocupaba que Hodin


estuviera al acecho. Despojó cualquier maldición de no darse cuenta que tenías en él.
Página

Oh.
Su presencia se volvió brumosa, dejándome con la sensación de ausencia. Así que…
Pensé, gracias por mantenerme a salvo de Hodin mientras cometía mi gran error.
Al resopló, y desde lo más recóndito de nuestra conexión, sentí una satisfacción nacida
de una oleada de calor y la débil imagen de chispas. Una fugaz sorpresa se apoderó de
mí/nosotros cuando mis dedos encontraron la suavidad de los escalones en lugar del tosco
tronco en el que Al estaba sentado. Estaba cuidando el fuego, me di cuenta, y me relajé aún
más con la esperanza de que sintiera la paz de mi jardín a medianoche. Al, lo he albergado
durante meses. Necesito saber qué ha hecho. Por favor. ¿Por qué lo odias tanto? Pensé, mi
propia insatisfacción entrelazándose con la suya. No tiene nada que ver con él mezclando
magia élfica y demoníaca.
Sí tiene que ver, replicó, y un calor de ira nos atravesó a ambos, la de Al nació del
pasado, la mía de la obstinada resistencia de los demonios. Simplemente nos hemos
acostumbrado a tus repugnantes peculiaridades y esperamos a que las superes cuando te
canses de tu juguete élfico.
Trent no es un juguete, pensé, y la presencia de Al se deslizó en una bruma de memoria
oculta. Tuve un atisbo de angustia y furia… y luego desapareció, escondida. Al, ¿qué hizo
Hodin?
La suavidad de un huevo pareció llenar mi mano, mis pensamientos se desviaron hacia
lo caliente que estaba la sartén sobre el fuego. Sentí una creciente culpa y vergüenza en él,
y preocupada, aparté mi conciencia.
Pero Al hundió un zarcillo de pensamientos dentro de mí, y cuando regresé mis
pensamientos a mi jardín de medianoche iluminado por el brillo pixy y el resplandor de la
ciudad, Al cambió su aura, deslizándose en una línea ley como si fuera un baño tibio. Mi
mente conectada a la suya pareció crecer y expandirse. Sentí la gloria del universo en la
punta de sus dedos mientras recorría las líneas, su cuerpo reducido a nada más que energía
y pensamiento mientras se fijaba en mi aura y, con una habilidad demoníaca envidiable, se
materializó a mi lado.
Un débil bong en el campanario flotó sobre la noche húmeda, anunciando su llegada. Mi
respiración tembló cuando levanté mis dedos del espejo de invocación. Nuestra conexión se
rompió, pero ya no necesitaba el espejo. Él estaba aquí a mi lado. La idea de que podría ser
Hodin iba y venía, pero había llamado a Al. Yo había estado en su mente, y no había forma
de fingir eso.
—Una vez que accediste a protegerlo, tu ignorancia se convirtió en tu única
protección—, dijo Al, con los ojos en el huevo intacto en su mano. Con los hombros
276

caídos, se sentó a mi lado en el último escalón, respirando la energía atada de la ciudad y


exhalando arrepentimiento, sus pensamientos claramente en el pasado. —Pero incluso eso
Página

se ha ido ahora.
—¿Qué hizo él?— Dije, casi suplicante, y Al me entregó el huevo.
—La gran traición de Hodin fue nuestra falla—, dijo Al, su mirada evitando la mía. —
Le dejamos que lo hiciera, y él aprovechó nuestras peores inclinaciones. Me rogó que lo
dejara que lo capturaran para trabajar desde adentro para liberar a los nuestros. Era su plan.
Y cuando tuvo éxito y escapó con nuestros hijos cautivos, se convirtió en un héroe,
confiable y amado.
Al se volvió hacia mí, y me estremecí ante el viejo dolor en él. —Él trajo a nuestros
niños robados y dañados a casa—, dijo, con voz uniforme y sin emoción. —Y luego no dijo
nada cuando empezaron a morir. Él mismo los había maldecido, echándole la culpa a los
elfos para que pudiéramos atacarlos en nuestro dolor.
—Dios mío,— susurré, queriendo tomar su mano. El dolor había desaparecido hace
miles de años, pero aún estaba fresco en él, aún crudo. Surgió la culpa, culpa de que tenía
demasiado miedo de preguntar a quién había perdido. No sabía si podría traerle ese dolor.
¿Hodin maldijo a sus hijos? Pensé, el horror haciendo que mi pulso se acelerara. —¿Por
qué no me dijiste esto antes?— Dije. —Me dejaste defenderlo. No hiciste nada mientras le
permitía vivir en mi iglesia.
—¡Te dije que no lo hicieras!— gritó Al, y yo me encogí. Pero su dolor y frustración se
desvanecieron tan rápido como habían llegado, para dejar un vacío aterrador. —Nuestra
confianza en él no es una historia de la que estemos especialmente orgullosos—, agregó. —
Y nunca admitió si maldijo a los niños o simplemente miró hacia otro lado cuando los elfos
lo hicieron. El resultado fue el mismo.
¿Cuántas atrocidades se cometen cuando una persona hace la vista gorda? Pensé.
Extendiendo la mano, toqué el hombro de Al, mi agarre sobre él se hizo más fuerte cuando
se puso rígido y luego se relajó.
—Newt nunca confió en él—. El suspiro de Al movió sus hombros mientras miraba sin
ver mi jardín. —Y aun así, perdimos casi la mitad de nuestros números antes de que ella se
diera cuenta de que eran los niños los que nos estaban enfermando. Sé amable con nosotros,
Rachel. Es algo cruel, cruel obligar a un pueblo a ver a sus hijos ahogarse con su propio
aliento, incapaces de aliviar su muerte sabiendo que tocarlos significaría que ellos también
morirían. Ahí, creo, es donde más perdimos, mis parientes eligieron la muerte antes que
dejar que sus hijos murieran solos. Los que sobrevivieron aún cargan con la culpa de ver
morir a los suyos sin consuelo, sin tocarlos.
—Entonces, creyendo a Hodin, lo seguimos cuando prometió una forma de entrar en su
fortaleza para castigarlos a ellos a su vez—, dijo Al con amargura. —Nos vengaríamos de
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aquellos que nos lastimaron tan profundamente y con tanta indiferencia, pero como
probablemente supusiste, fue una traición planeada. No fuimos a nuestra venganza sino a
Página

nuestro cautiverio. Nos vendió a todos usando la moneda de la venganza. Si no fuera por
Newt, nos habría tenido a todos—. Se volvió, expresión vacía. —¿Y quieres una orden de
arresto?
—Deberías habérmelo dicho—, dije, horrorizada, y Al se hundió más en sí mismo.
—Tal vez, pero es algo difícil de recordar. Aposté a que estarías a salvo de sus peores
impulsos mientras no supieras la verdad y él creyera que podría manipularte. Lo cual hizo.
Ahora será más difícil. No hay nada élfico que puedas usar para vencer a Hodin. Conoce
toda su tradición. Más que cualquier elfo vivo. La única esperanza que tienes de sobrevivir
a él es lo que hay en la bóveda. Así que te pregunto ahora, ¿qué estás dispuesta a dar, bruja
piruja, para acabar con una mente así? ¿Qué sacrificarías para detener a alguien dispuesto a
hacer tanto daño con tal desprecio por la vida?
—Tú me dijiste-
—Sé lo que te dije—, dijo Al, su humor era duro. —Pero luchamos contra Hodin
durante siglos, y las únicas maldiciones capaces de vencer su sabiduría élfica fueron
aquellas de las que no estaba al tanto. Necesitas las maldiciones de la bóveda, sin importar
el costo. Cuanto más esperes, más te hará daño.
Sus palabras quedaron suspendidas entre nosotros por un momento, los grillos y el
tráfico distante retuvieron la noche hasta que descubrí lo que estaba diciendo y retrocedí. —
Quieres que lo haga, no voy a vender a mi clase a Dali para acceder a la bóveda—, dije,
horrorizada. —Ni siquiera por un día con la expectativa de que embotellar a Hodin los
devolvería.
Al inclinó la cabeza, su mirada vacía fijada en el huevo que todavía tenía en mis manos.
—Si no puedes vencer a Hodin, él te matará. Has escuchado su pasado, e incluso esa
delgada protección se ha ido. Pero entiendo tu discreción. ¿Quizás si simplemente los
ayudas a cruzar la línea? Estoy seguro de que Dali disfrutará entreteniéndolos durante un
breve período de tiempo sin compromiso. ¿Un ensayo general, digamos? Si no inmovilizas
a Hodin en tus primeros cinco minutos, no lo harás.
Enojada y sintiendo una pizca de miedo, le lancé el huevo y Al lo atrapó fácilmente. —
No estoy vendiendo a mis alumnos por el acceso a la bóveda. Si todos lo odian tanto, no sé
por qué Dali simplemente no me deja entrar allí.
Al se burló, su atención se dirigió a la iglesia que se cernía detrás de nosotros. —No
deberías haberle recordado a su hijo—, dijo. —Lo que pasa con los demonios es que
obtienes exactamente lo que esperas. Es decir, si supones que cumplirán su palabra, lo
harán, y si prevés que infringirán las leyes, eso es lo que harán. ¿Qué esperas de nosotros,
278

Rachel Morgan?
—Espero que hagas lo que te dé la gana, Al —dije, saltando cuando la luz de la cocina
Página

se encendió detrás de nosotros, bañando el porche con un resplandor oscuro.


Como era de esperar, Al desapareció y yo me desplomé en una lenta exhalación. Nunca
sería capaz de saltar las líneas de esa manera. Hasta que Bis se recuperara, la única forma
en que podría llegar al siempre-jamás era pararme en una línea ley. Era una manera pobre
de mierda para que un demonio viajara. —Qué clase de demonio soy, de todos modos —
susurré mientras Trent salía arrastrando los pies con una bolsa de galletas en la mano.
—Escuché la campana. ¿Ese era Al?— preguntó, y asentí con la cabeza mientras se
sentaba donde había estado Al, con los dedos de los pies descalzos colgando sobre el borde
del escalón. Me dolía el estómago y tomé una galleta cuando me ofreció la bolsa. Mi primer
pensamiento para contarle el pasado de Hodin tuvo altibajos. Era una maldición élfica que
había matado a sus hijos. No es de extrañar que los demonios hubieran maldecido a toda la
especie élfica con un lento pero seguro fallo genético en cascada.
—Ah, él cree que necesito acceso a la bóveda para atrapar a Hodin, y la única forma en
que me dejarán entrar allí es si les doy a mis estudiantes. No voy a hacer eso, Trent. Eso les
está diciendo que lo que Dali está haciendo está bien y no lo está.
Asintiendo, se deslizó más cerca a través del escalón ligeramente húmedo y tiró de mi
olvidado afgano sobre los dos. Jenks estaba entre las lápidas, su brillo brillante y alegre era
una sola luz en el jardín ruidoso de grillos. Entrecerrando los ojos, vi otra, más débil, casi
gris, pero brillando cuando los dos se convirtieron en una y él los llevó adentro. ¿Getty?
—Encontraremos otra manera —susurró Trent, y me desplomé, mi cabeza cayó para
descansar contra él mientras me abrazaba de costado para darme fuerza.
Pero recordando lo que Al acababa de decirme, me cuestioné.

279
Página
CAPÍTULO 23

ALGUIEN ESTABA GOLPEANDO LA PUERTA DE MI CASA. SE REGISTRÓ EN


mi cerebro confundido por el sueño en algún nivel, pero no fue hasta que sonó la campana
del campanario que me desperté, el resonante bong resonando en el santuario con el sonido
de la demanda.
—Qué en la Revelación…— Murmuré mientras abría los ojos y miraba hacia el
vestíbulo. El sol de la tarde brillaba formando charcos de color en el viejo piso de roble, y
busqué mi teléfono en la mesa baja de café. Trent y yo nos habíamos quedado dormidos
uno en brazos del otro, pero él ya no estaba. Y era después del mediodía. Y alguien seguía
golpeando mi puerta como si el mismo diablo los persiguiera.
—¡Ya voy!— Grité mientras me sentaba y escuchaba el nuevo silencio. —¿Trent?—
Llamé, pero no olía a café, lo que significaba que probablemente se había ido.
Parpadeando, miré la nota doblada que formaba una pequeña tienda de campaña sobre la
mesa. Tenía mi nombre escrito, y la acerqué.
—'Fui a buscar amuletos para la reunión de esta noche con Finnis. Duerme bien.'—
susurré mientras lo leía. —'Feliz Cumpleaños.'
Cansada, lo dejé. Cumpleaños. Bien. Se había ido a las seis y cuarto. Qué hora tan
horrible para estar despierto.
—¡Dije, ya voy!— Grité de nuevo cuando los golpes se renovaron, y me puse de pie,
tambaleándome hacia adelante y sintiendo la rigidez que el sofá me había puesto. Trent y
yo habíamos trabajado toda la noche en esa maldición del hipo de memoria, almacenándola
en un trozo de plata encantada. Nada como esperar hasta el último momento… Pensé,
tocando el bolsillo de mis jeans donde descansaba el amuleto de línea ley.
280

El sonido áspero de las alas de pixy atrajo mi atención, y le dediqué a Jenks una sonrisa
débil cuando salió volando del vestíbulo. —Rache, tenemos otro problema además de tu
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cabello.
Me detuve, mi mirada se dirigió a la puerta. —¿Quién es?
—El Detective Doyle—. Jenks se posó en mi mano levantada ya que mi cabello suelto
estaba por todas partes. —Y Pike, y tres agentes del I.S.
—¿Doyle? Bien.— Me arrastré hasta el vestíbulo y empujé la barra de cierre hacia
arriba. —Quiero hablar con él. ¿Me consiguió esa orden para Sikes?
—¡Rache, espera!—, exclamó Jenks, pero yo ya había abierto la puerta y parpadeé ante
el grupo de personas en el porche de entrada. Doyle estaba allí con un traje, su placa de
detective colgando de su cuello. Como había dicho Jenks, lo acompañaban tres agentes del
I.S. con cara de piedra, todos brujas, a juzgar por sus insignias. Pike estaba a un paso por
debajo, sus moretones del domingo se veían feos bajo el sol. Detrás de ellos había un
equipo de noticias instalado en la acera.
—Y un equipo de noticias—, agregó Jenks mientras desafiaba mi cabello para aterrizar
en mi hombro.
La mano de Doyle cayó desde donde había estado listo para golpear mi puerta de nuevo.
Sorprendido, se quedó mirando mi cabello salvaje por la mañana, y luego sonrió para
mostrarme sus caninos pequeños pero afilados en una fanfarronada confiada. —¿Rachel M.
Morgan?— prácticamente canturreó.
Me toqué el cabello, deseando haberme tomado el tiempo para coger un hechizo. —La
última vez que lo comprobé —dije, de repente consciente de que mi ropa estaba arrugada
por haber dormido con ella. Doyle era más alto que yo en mis pies de calcetines, y no me
gustaba. Las brujas también estaban sosteniendo una línea ley, y un mal presentimiento
comenzó a crecer en la boca de mi estómago. —No estás aquí para cantarme 'Feliz
Cumpleaños', ¿verdad?
—Estoy aquí para escoltarlos al I.S.—, dijo Doyle. —Se le busca para interrogarla sobre
el presunto secuestro de diecinueve estudiantes universitarios.
—Espera. ¿Qué?— Me sacudí, sorprendida cuando las brujas tiraron más fuerte de la
línea. —¿Pike?
—Tiene una orden judicial—, dijo Pike. No sonaba convencido, sino más bien tenso y
listo para actuar.
—¿Está bien?— preguntó Jenks, sus alas enredadas tirando de mi cabello.
—Solo espera —dije, pero cuando levanté la mano, Doyle trató de deslizar una banda de
plata alrededor de ella. —¡Hey!— Grité, retrocediendo para evitarlo, y Doyle dio un paso
281

adelante, directo a mi iglesia.


—Yo no te invité a entrar—, dije, usando mis palabras útiles para la corte. —Vete.
Página

Todos ustedes— añadí cuando los tres agentes detrás de él también empujaron a entrar.
Jenks despegó y toqué una línea mientras retrocedía hacia el santuario. Negué con la
cabeza en advertencia a los agentes detrás de Doyle, no me gustaba su actitud. Doyle estaba
demasiado confiado cuando se detuvo, con los ojos errantes. Eso tampoco me gustó. La luz
cambió cuando Pike cerró la puerta y los medios de comunicación protestaron
decepcionados.
—No sé nada acerca de estudiantes perdidos,— dije mientras las brujas se abrían paso
para tratar de rodearme. —¿Estás hablando de mis estudiantes? Ayer pasé unos buenos
veinte minutos advirtiéndoles que se mantuvieran alejados de los demonios. Pregúntale a
Vivian. Ella me echó la bronca… por… asustarlos.— Mis palabras se hicieron más lentas.
En realidad, no había sido Vivian. Había sido Hodin.
Hijo de un bastardo. Hodin vendió a mis estudiantes. Miré a Jenks, de repente muy
despierta. El pixy se quedó mirando, sin entenderlo.
Pike se apoyó contra el arco entre el santuario y el vestíbulo, limpio pero magullado con
su traje nuevo, sus pupilas mostraban solo un ligero indicio de dilatación. —Tiene testigos
que dicen que te vieron en el parque esta mañana con tus alumnos.
—¡Cállate, Welroe!— Doyle gritó, y Pike se levantó de la pared, molesto.
—Estaba durmiendo,— dije, obligándome a permanecer inmóvil cuando cada nervio de
mi cuerpo me decía que huyera. —No fui yo,— agregué mientras las tres brujas estudiaban
el santuario. Parecían decepcionados de que no estuviera cubierto de símbolos demoníacos.
—¿Parezco como si hubiera estado en el parque esta mañana?— Hice un gesto hacia las
mantas arrugadas en el sofá. —He estado durmiendo desde las tres. Si alguien me vio
llevando a mis alumnos al siempre-jamás, probablemente fue Hodin fingiendo ser yo.
Jenks chirrió las alas en señal de comprensión y Pike suspiró, frunciendo el entrecejo al
pensar.
La atención de Doyle se demoró en las mantas. —¿Tu estabas sola?— dijo mientras
tomaba la nota de Trent.
—Jenks estuvo aquí, y Trent —dije mientras él lo leía y lo dejaba caer.
—Hasta las seis y cuarto—. Doyle les indicó a las brujas que se movieran y mi pulso se
aceleró. —¿Alguien contigo después de eso?
—Yo estaba con ella—. Jenks se cernió sobre mi hombro. —Tanto Getty como yo. Fue
Hodin quien lo hizo. Está tratando de meterla en problemas.
Doyle hizo un pequeño resoplido. —Entonces, ¿no hay testigos creíbles?— dijo, y Jenks
282

se irritó.
—No fui yo—. Retrocedí hasta que mis pantorrillas encontraron la mesa de café. —Fue
Página

Hodin. Estuvo aquí ayer fingiendo ser Vivian. Llámala. Le robó el auto, luego trató de
convencerme de que llevara a mis alumnos al siempre-jamás para demostrar que los
demonios no eran peligrosos. Cosa que no hice. Por favor, dime que no se los llevó a todos.
—No todos—, dijo Pike, y Doyle lo miró para que se callara. —Un tipo llamado Tony
se quedó atrás. Una corredora dijo que te vio a ti y a tus alumnos desvanecerse en la línea
ley. Dijo que solo saliste tú.
—No necesitas estar aquí, Welroe. Sal— dijo Doyle, y me tensé cuando levantó las
esposas de plata hechizadas de nuevo. —Ponte la plata, Morgan.
Sacudí la cabeza y Jenks agitó las alas. Esto no podía estar pasando. —Llama a
Vivian—, dije cuando Doyle se adelantó. —Ella responderá por mí.
—Nosotros tratamos. No podemos comunicarnos con ella —dijo, deteniéndose a un
metro de distancia. —El video de seguridad de Eden Park dice que fuiste tú. El estudiante
que fue lo suficientemente inteligente como para decir que no dijo que trataste de
convencerlo de que fuera. Quieres seguir hablando, por mí está bien, pero de una forma u
otra, vendrás para ser interrogada.
Eso era lo más cercano al Miranda13 que iba a tener, y sentí que mi mundo se
desplomaba hacia una dura certeza. Si, en el transcurso de unos días, Hodin podía aprender
lo suficiente sobre Vivian para engañarme, entonces ciertamente podría aprender lo
suficiente de mis gestos en los dos meses que había estado viviendo en mi iglesia para
engañar a la mayoría de los demás.
—¿Tiene pruebas de que los estudiantes están en problemas?— Dije, y la sonrisa de
Doyle se desvaneció.
—Ese no es mi departamento—, dijo Doyle. —Ponte las esposas.
—No. Entraré para responder a tus preguntas, pero no en la parte trasera de un coche
patrulla—. Mis ojos se dirigieron a las tres brujas. Ninguno de ellos parecía ansioso por
insistir en el tema, especialmente ahora que mi cabello comenzaba a agitarse por la energía
de la línea ley que estaba atrayendo. —Déjame tomar mis cosas. Poner mi cabello en una
trenza. Cambiar mi ropa.— Mi mirada se dirigió a Jenks. —Cinco minutos.
Cinco minutos me pondrían en botas para patear traseros. Podría entrar en el I.S. con mis
encantos y hechizos. Yo no iría indefensa. No esta vez.
Doyle frunció el ceño y mi aura hormigueó cuando las brujas se tensaron. Podía sentirlos
sacando energía de la línea ley, listos para dar dirección a la energía bruta. Acababa de
volver a unir mi iglesia, y ahora iba a destrozarla porque tan segura como el infierno está
283

caliente, no iba a permitir que esto sucediera.


Página

13 Es un aviso que los agentes de policía en Estados Unidos deben hacer a toda persona que haya sido arrestada.
—¿Señor?— El agente mayor que lucía un Mohawk plateado se movió inquieto. —
Ninguno de los testigos vio a Morgan subirse a un automóvil y marcharse. Ella desapareció.
Morgan no puede trasladarse a menos a que esté en una línea ley. Además, su coche está
frío. Lo comprobé.
—¡¿Perdón?!— Doyle ladró, sus ojos brillando en pupilas negras mientras
prácticamente clavaba al oficial del I.S. en el suelo con su mirada. —¿Le pedí su opinión,
Ustice? ¿Algo te dio la idea de que somos un equipo? ¿Qué estamos trabajando juntos en
esto?
—Tiene razón—, dije mientras Ustice apretaba la mandíbula. —No puedo saltar las
líneas correctamente. Y como no tienes a nadie más que a mí dispuesta a ir al siempre-
jamás y averiguar si están bien, te sugiero que guardes las esposas y me dejes ponerme
unos zapatos para que pueda ayudarte a averiguar dónde están, porque la última vez que lo
comprobé, somos un equipo, Doyle. Te guste o no.
El labio de Doyle se curvó para mostrar un canino afilado. —Yo no trabajo para ti.
—Y no llevé a esos estudiantes al siempre-jamás—, repliqué. —Tú lo sabes. Pero podría
ser la única que pueda recuperarlos sin que esto se convierta en un incidente de dimensión
cruzada.
Jenks se acercó más, con la mano en la culata de su espada de jardín. Pike también se
acercó sigilosamente a mí, su amenaza más obvia cuando usó un verdadero cuchillo para
limpiarse debajo de las uñas. El olor a vampiro confiado comenzó a hacer cosquillas en mi
cicatriz latente, y contuve la respiración cuando un escalofrío de calor a base de feromonas
me atravesó, directo a la ingle. —Déjame vestirme —dije en voz baja. —No me sacarán de
aquí esposada cuando hay medios de comunicación en mi puerta.
Me alejé de Pike tanto para distanciarme del delicioso aroma de vampiro angustiado
como para encontrar mis botas. —Jenks, necesito que hagas un par de llamadas—, le dije,
mirando a Doyle. Estaba entre las escaleras y yo. —Doyle, muévete. Mi ropa está arriba.
—Ustice, ve con ella—, dijo brevemente, señalando al agente que había hablado, y el
hombre alto palideció. —Si ella corre, es tu trabajo.
Miré a Ustice de arriba abajo. —Justo por aquí.— Necesité toda mi fibra moral para no
golpear el hombro de Doyle cuando pasé junto a él, y enganché mi bolso de la mesa en el
proceso. —Pike, hazle compañía a Doyle, ¿quieres? Jenks, camina conmigo —grité por
encima del hombro, balanceando las caderas mientras paseaba por el vestíbulo. Claro,
parecía confiada, pero tenía que salir de la habitación antes de que Doyle se diera cuenta de
284

lo molesta que estaba.


Hodin estaba fingiendo ser yo. Había estado allí, haciéndose pasar por Vivian, cuando
Página

Dali había hecho su oferta, y ahora Hodin había vendido a mis alumnos para acceder a la
bóveda. Por suerte para mí, como para el colectivo, su acceso dependería de saber mi
contraseña, pero el daño que podía hacer -que estaba haciendo- haciéndose pasar por mí era
impensable. Tenía una pequeña ventana para actuar antes de que me llevaran, sin encanto.
Mi reunión con Finnis no era hasta esta noche, pero se me acabó el tiempo. Era ahora o
nunca. Doyle me llevaría al I.S., y desde allí encontraría a Finnis.
Mis pasos en las estrechas y oscuras escaleras se aceleraron. Detrás de mí, la voz suave
de Pike se elevó cuando comenzó a aleccionar a Doyle sobre quién era el vampiro más rudo
de la habitación. Doyle tenía una placa, pero Pike era un vástago, lo más cercano que un
vampiro vivo podía llegar a ser de un no muerto sin necesidad de respirar. Ustice estaba
desconcertantemente cerca. No me gustó, incluso si él había hablado por mí. Tendría que
ser hábil en atraer usuarios de magia oscura si Doyle lo hubiera pedido, pero incluso en mi
iglesia, yo estaba en desventaja. Tenía una licencia para hacer magia ilegal para defender la
ley. No la tenía.
—¿Le dirás a Trent dónde estoy y por qué?— le dije a Jenks mientras subía a tientas la
oscura escalera, y el pixy se balanceaba de arriba abajo, su polvo iluminaba mi camino.
—Claro, pero voy contigo —dijo Jenks, con los ojos puestos en Ustice, no en mí, y yo
asentí con cautela, todavía no estaba lista para pelear esa batalla.
Empujé la puerta de mi habitación para abrirla, haciendo una mueca por el desorden. —
Mierda en tostadas, todos mis amuletos para el cabello están abajo—, dije mientras me
dirigía directamente al tocador, dejando caer mi bolso sobre ella y comenzando a ordenar.
Este iba a ser un día de mierda. Ya podría decir.
—Lo tengo—, dijo Jenks mientras volaba detrás de mí y la sensación familiar de él
separando mi cabello me atravesó. —Maldita sea, chica—, agregó cuando mi carabina se
detuvo con cautela en el umbral. —Nunca voy a meter esto en una trenza sin desempolvar
polvo. ¿Getty? ¿Eres buena trenzando el cabello de los lunkers? Podría usar la ayuda.
Miré hacia arriba a través del pesado polvo antiestático de Jenks, siguiendo su mirada
hasta la repisa de Bis, donde Getty nos miraba, con la botella que contenía el alma de la
gárgola a su lado. —¿Trenzar eso?— dijo con horror. —Eso de ahí necesita algo más que
polvo. Eso necesita producto—. Dio un salto, su falda ondeando mientras medio caía sobre
el tocador, con ese carcaj de flechas entrelazado a ella.
Ustice estaba echando un vistazo a mi vida, y con la boca abierta, puse deliberadamente
mi pistola splat en mi bolso, luego mis tiros extras. Serían confiscados si Doyle me
detuviera por el frente, pero hasta entonces, podría usarlos. Finnis estaba a un paso de
tomar la ciudad, y tenía que hacerlo ahora.
285

—Rache, deja de moverte—, se quejó Jenks mientras trabajaba. —Está contraatacando.


Página
Traté de mantener la cabeza quieta mientras sacaba un par de amuletos para el dolor no
invocados de un cajón y los metía en mi bolso, asegurándome de que Ustice viera el código
medicinal grabado en ellos.
—¿Por qué Hodin se arriesgaría a que Dali descubriera que era él?— preguntó Jenks,
levantándose hasta que pude ver su reflejo tejiendo hábilmente los mechones separados de
mi cabello. —Eso es un montón de condicionantes para el acceso a la bóveda,
especialmente después de que lo descubriste una vez.
—Él va a por todas—, le dije. —Le da a Dali a mis estudiantes, obtiene acceso a la
bóveda y me lleva al I.S. por tráfico de personas. Ganar-ganar-ganar.— ¿Debo llevar esa
varita?
—Dios mío. ¿Realmente vendiste a tus estudiantes?— dijo Ustice, y levanté la vista,
haciendo que Jenks suspirara cuando mi cabello se apartó de él.
—No lo hice —dije, dolida de que él pensara que sí, luego volví a buscar en mis
baratijas algo único a lo que atar una maldición de hipo de memoria. Trent quería algo raro,
como una joya, pero yo me inclinaba por algo más mundano. Trozo de lápiz, no. Pendiente
roto, no. Perlas, definitivamente no. Frunciendo el ceño, dejé caer una estatuilla de She-Ra
desgastada por el cariño en mi bolso. Puede haber, como… diez en el mundo ahora.
—¿Dali le dio a Hodin acceso a la bóveda?— dijo Jenks, y Getty frunció el ceño, con las
manos en las caderas mientras lo observaba trabajar. —¿Cómo por el pequeño consolador
rosado de Campanilla se supone que vamos a vencerlo ahora?
—Me dio acceso.— Empujé el amuleto ZSM en mi bolsillo, donde hizo un golpe
incómodo. Él también necesita mi contraseña. Uno de los libros de Newt estaba en el sofá
largo, e hice una mueca cuando me di cuenta de que Ustice lo estaba mirando, sabiendo
claramente que estaba escrito por demonios.
Las alas de Getty se movieron. —Lo estás haciendo mal—, dijo finalmente, agitada. —
La hebra principal tiene que ir por aquí primero. Captura más desviaciones y no se
desmorona tan fácilmente.
—Matalina no lo hacía así —dijo Jenks con aspereza.
—Matalina no vivió en las paredes de un salón durante un invierno comiendo Moon
Pies—, espetó Getty. —Es al revés. No tendrás tantas hebras escapadas.
—Por eso lo estoy desempolvando —dijo Jenks, y me estremecí ante sus crecientes
tirones en mi cabello.
286

Getty se veía positivamente enojada, y rebusqué en mi bolso para asegurarme de que


todavía tenía esos amuletos para circular de líneas ley sin usar. La necesidad de ponerme en
Página
movimiento crecía y me pasé una mano por la ropa arrugada. Tendría que servir. No iba a
cambiarme con el oficial Ustice parado en la puerta.
Getty se aclaró la garganta, un extraño polvo rosado se acumuló a sus pies. —Deberías
haber tomado ese mechón de esa manera—, dijo, señalando. —Permite más flexibilidad, lo
que sería más seguro si vas a la batalla.
—¡Así no es como lo hizo Matalina!— Jenks gritó, y Getty le dio la espalda. Todavía
podía verla a través del espejo, pero Jenks claramente sintió el golpe.
—¿Ah, Jenks? Necesito que llames a Ivy también —dije mientras tocaba la maldita
varita que Hodin me había engañado para que hiciera. No estaba planeando usarla, pero
dejarla aquí parecía una mala idea, glifos protectores de Al o no. —Dile que necesito hablar
con Finnis. Hoy mismo.
Ustice se puso visiblemente rígido y el zumbido de las alas de Jenks aumentó de
intensidad.
—¿Hoy?— dijo Jenks, y deslicé la varita en mi bolso.
—Hoy—, repetí. —No puedo recuperar a los estudiantes si estoy en la cárcel, y para no
ir a la cárcel, necesito ocuparme de Finnis antes de que presione a Doyle para que me
encierre.
Observé a mi carabina a través del espejo, viendo por su rubor que tenía razón. No es de
extrañar que Doyle me dejara entrar por mis propios medios. Tenía una emboscada
esperando. Se busca para interrogatorio, mi trasero blanco como un lirio.
—Trent se va a enojar—, dijo Jenks mientras tiraba y tejía mi melena en algo manejable.
—Entonces no debería haberse ido —murmuré. —Quiero que te quedes aquí también.
Jenks se elevó, con un mechón rizado de color rojo en su mano. —Me necesitas —dijo,
repentinamente pálido.
—Getty te necesita más—. Alguien estaba subiendo las escaleras, y me giré, mi cabello
se deslizó por completo de su agarre. —A ver si puedes verificar que Vivian esté bien—,
agregué, preocupada. Jenks no se había movido, flotando allí con una expresión
aterrorizada. Teléfono, pensé, luego recordé que lo había dejado abajo. Me giré hacia la
puerta solo para detenerme en seco. Había sido Pike en las escaleras, el hombre
prácticamente empujó al agente del I.S. fuera de su camino y dentro de mi habitación.
—No creo que Doyle te quiera para interrogarte —dijo, y Ustice palideció.
287

—Yo tampoco.
—Voy contigo —dijo Jenks, su joven rostro blanco mientras me seguía por las escaleras.
Página
Getty se inquietó, su agarre en sus faldas con fuerza en su cintura. —Puck's pucker, no
necesito que nadie me vigile.
—¿Ves? Ella está bien —dijo Jenks, en un tono casi amargo. —Solía dejar a Matalina
todo el tiempo.
Pero era el jardín de Matalina, pensé, incapaz de decirlo, con los hombros caídos.
—¡Estaré bien!— Getty gritó, un polvo de oro brillante explotó de ella. —Puedo
quedarme con las hadas otra vez. No les importa de qué color es mi cabello.
—¡A mí tampoco!— exclamó Jenks.
Claramente sorprendida, la diminuta mujer ajustó su carcaj de flechas. —Que la Diosa te
ayude, me he estado cuidando desde que tenía dos años,— murmuró finalmente. —Ve a
ayudar a Rachel—. Getty disparó una flecha a la cuerda de la campana, serpenteando por la
cuerda como si fuera una araña. —¡Ve!— ella exigió, y yo hice una mueca, avergonzada.
—Um, estaré abajo—, dijo Jenks. Sus alas con un zumbido bajo, huyó.
Suspirando, llevé las puntas de mi cabello al frente y terminé la trenza. Me sentiría
mejor con Jenks, pero aun así… —Si no admiten que se están enamorando, se van a
matar—, murmuré mientras pasaba junto a Ustice y bajaba las escaleras.
—¿Enamorando?— Pike se situó detrás de mí y, de repente, la escalera me pareció
bastante… apretada. —Solo se conocen desde hace dos días.
Asentí, poniendo mis pies con cuidado sobre las tablas oscuras. —Es así de rápido con
los pixies. No viven lo suficiente para que sea algo más que amor a primera vista—. Pero
cuando encontré a Doyle y sus otras dos brujas esperándome impacientes al pie de las
escaleras, la vida amorosa de Jenks se convirtió en la menor de mis preocupaciones.
—Gracias por esperar—, dije mientras me apoyaba contra la pared para ponerme las
botas. Yo no las había puesto allí; debió haber sido Trent. O Doyle, tal vez, tratando de
acelerar las cosas. El pequeño vestíbulo estaba atestado, con Ustice que permanecía en la
escalera mientras Pike me pasaba el teléfono.
Preguntas ligeras y gritadas inundaron la iglesia cuando se abrió la puerta. Doyle tenía
los labios apretados y aspecto mezquino. Su conversación con Pike claramente lo había
dejado frustrado pero no menos decidido a llevarme. Y, sin embargo, no había forzado el
tema de esas esposas encantadas. Pero, ¿por qué lo haría si tenía una trampa esperándome
en el I.S.?
288

—Pike, voy con Doyle. Trae mi coche, ¿quieres?— Pregunté mientras sacaba mis llaves
de mi bolso y se las lanzaba. Golpearon la mano levantada de Pike con un tintineo familiar
y el zumbido de las alas de Jenks aumentó. —Jenks, estás con Pike.
Página
—¡Hey!— exclamó el pixy, pensando que se estaban deshaciendo de él, y yo hice como
si estuviera hablando por teléfono y luego lo señalé. Él recibiría el mensaje. Ivy.
—Doyle y yo necesitamos un poco de tiempo a solas —añadí, y la sonrisa de Jenks se
hizo más amplia.
—Estás en tantos problemas…— Jenks cantó a medias y Doyle hizo una mueca, el olor
a vampiro enfadado iba en aumento.
—Fuera—, dijo el agente del I.S., con un ojo temblando mientras señalaba el pórtico
iluminado por el sol.
Pike agachó la cabeza, ocultando una sonrisa cuando Jenks aterrizó sobre su hombro y
susurró algo. —Ah, cerraré con llave e iré enseguida —dijo Pike cuando Doyle les dirigió a
ambos una mirada penetrante; su oído vampírico probablemente captó lo que yo había
pasado por alto.
El equipo de noticias se animó cuando se abrió la puerta, lo que le dio al reportero
mucho tiempo para preparar su micrófono. —¡Srta. Morgan!— gritó, logrando mantenerse
profesional en su traje monocromático a pesar de su rubor. —¿Le han pedido que rinda
declaración en el I.S. sobre los universitarios desaparecidos? ¿Eras tú en la línea ley de
Eden Park esta mañana? ¿Trent Kalamack y tú han fijado una fecha?
Me sacudí ante la última pregunta, decidiendo mantenerla en un saludo amistoso cuando
los tres agentes que Doyle había traído bajaron los escalones y empujaron a la mujer y a su
equipo de cámara a la acera. La furgoneta del I.S. estaba al otro lado de la calle, me paré en
el escalón y esperé mientras el I.S. hacía su trabajo, disfrutando de las quejas y gritos de
preguntas que no tenía que responder, feliz de que alguien más peleara contra la prensa por
mí aunque solo fuera por esta vez. El sol de la tarde era cálido, pero la humedad se había
ido. Iba a ser un hermoso día. Lástima que probablemente iba a pasar la mayor parte del
tiempo bajo tierra con Finnis.
Pero mi buen humor flaqueó ante la áspera certeza de la cerradura de la puerta
deslizándose detrás de mí. Doyle me cogió del brazo y me aparté. —Tócame y te daré un
codazo en el estómago—, dije, moviendo apenas los labios mientras seguía sonriendo a la
cámara.
—Entonces muévete—, gruñó, entrecerrando los ojos ante el sol brillante.
Tirando de mi bolso más alto sobre mi hombro, bajé las escaleras a la acera agrietada. Si
pensaba que me iba a meter en la parte trasera de esa furgoneta, él podía ir cambiando de
idea.
289

—¡Detective Doyle!— gritó el reportero desde detrás de la pared viviente. —¿Puede


Página

decirnos si Rachel Morgan estuvo en la línea ley de Eden Park esta mañana? ¿Detective
Doyle? ¿Cualquier comentario? Vamos. ¡Deme algo!
Ignorándolo, Doyle abrió la puerta trasera de la furgoneta. —Adentro,— exigió, sus ojos
de pupilas negras. De alguna manera sofoqué mi deseo de acariciar su mejilla. Sonriendo,
me dirigí hacia la puerta del pasajero delantera. No estaba cerrada con llave, y saludé al
equipo de noticias mientras me paraba en la acera antes de entrar y cerrar la puerta de un
tirón.
Mi sonrisa se desvaneció. Puse mi bolso en mi regazo, buscando a tientas mi pistola
splat. La puerta de atrás todavía estaba abierta, y escuché a Doyle maldecir en voz baja.
Podría acabar con tres agentes y Doyle aquí y tratar de abrirme paso en el I.S. con mis
encantos para encontrar a Finnis, o esperar y tener la esperanza de adentrarme lo suficiente
en el I.S. con mis encantos antes de tener que insistir en conservarlos. La elección no era
difícil.
—¡Mantenlos en ese lado de la calle!— Doyle gritó, y salté cuando la puerta trasera se
cerró de golpe.
Tenía momentos, tal vez, y cambié mi pistola splat a mi regazo, escondiéndola debajo de
mi bolso. Quería hablar con Doyle, pero no era estúpida. Estaba claramente enojado cuando
entró. Puso la llave en el encendido pero no encendió la camioneta, los músculos de sus
brazos se tensaron mientras agarraba el volante y miraba por la ventana delantera a la nada.
El reportero todavía estaba tratando de obtener un comentario de los agentes del I.S., pero
cuando Pike y Jenks pasaron por la puerta trasera, los abandonaron, prácticamente
arrastrando a su equipo de cámaras por el césped.
—Muy bien. Estamos solos.— La voz baja de Doyle estaba llena de ira frustrada
mientras sostenía el volante con una intensidad de nudillos blancos. —Si crees que voy a-
—Gracias—, interrumpí, y su atención se centró en mí, mostrando un instante de
conmoción antes de que desapareciera. —Gracias,— repetí, más suave esta vez. —Hubiera
tenido que causar un daño serio a mi iglesia y a mi reputación para evitar esas esposas.
Su agarre en el volante se aflojó y sus labios se torcieron cuando su mirada se dirigió a
Pike coqueteando con el reportero en medio de la calle. —No lo hice por ti.
—¿No?
Entre párpados, sus ojos encontraron los míos. —Sé que no vendiste a esas brujas. No lo
tienes en ti.
—Te lo agradezco —dije, y él se rió. No era un sonido agradable.
—Eso no fue un cumplido—. Una mano cayó del volante y se volvió a medias hacia mí.
—Finnis no está en el I.S. Está en su hotel. Si quieres hablar con él, estará allí.
290

—¿Y me estás diciendo esto por qué?


Página
Negó con la cabeza, su mal humor regresando, pero esta vez, no pensé que yo fuera la
razón. —Porque estoy cansado de estos juegos—, dijo. —Está causando estragos en todo lo
que conozco. Pero entiende esto, Morgan. Finnis te masticará y te tragará. Simplemente me
mantengo en el juego.
—Oh, de verdad—, dije, inmediatamente deseando no haberlo hecho, ya que era la cosa
más patética que había dicho en una semana.
—De verdad.— La otra mano de Doyle cayó del volante al encendido. Apreté con más
fuerza mi pistola splat, pero ambos dudamos cuando Jenks se pegó a la ventana delantera
como un siniestro en la carretera.
—¡Rache!— gritó, ahogado, pero no entró cuando bajé la ventanilla. —Ivy dice que
Finnis está en el Cincinnatian, no en el I.S. Se reunirá con nosotros en el vestíbulo para
llevarnos a los pisos ejecutivos. Trent está de camino, pero tardará una hora. ¿Qué quieres
hacer con Doyle y sus matones?
Los labios de Doyle se torcieron en una fea sonrisa. —Como dije. No sobrevivirás y las
cosas volverán a la normalidad.
—Quizás.— Moví mi dedo, diciéndole a Jenks que se quedara cerca. —Pero quiero
mantener a mi contacto del I.S. a salvo mientras tanto.
—¿A salvo?— Doyle repitió, y sonriendo, me incliné sobre la camioneta, dándole una
pequeña palmadita en la cara para distraerlo con una mano mientras le disparaba un encanto
para dormir con la otra. Sus ojos se abrieron ante la bocanada de aire, reconociéndola. Su
ceño fruncido de ira era como adrenalina visual, puro placer palpitando a través de mí
cuando la pequeña bola azul golpeó su pecho y estalló.
—¡Morgan!— Enfadado, Doyle retrocedió, llevándose una mano al escozor. —Voy a…
Y luego mi sonrisa se amplió cuando su cabeza cayó y se desplomó. La poción no había
sido suficiente para atravesar su camisa, pero la había tocado con la mano, y eso lo había
hecho.
—Más resbaladizo que mocos en el pomo de una puerta —dijo Jenks a través de la
ventana. —¿Qué pasa con las brujas?
Exhalé, aliviada. Por un momento… Pistola en mano, miré a los agentes del I.S., ajenos
mientras mantenían a raya al reportero. No es que nos estuviera prestando atención en este
momento, preocupada por el sexy y oh-tan-interesantemente lleno de cicatrices Pike, que
parecía completamente enamorado de ella. Mientras observaba, su mano se elevó para tocar
291

su cabello, resistiendo ingeniosamente en el último momento mientras él se reía, bajo y


visceral.
Página
—Pídele a Pike que los lleve a la parte de atrás— dije mientras me acercaba a Doyle
para tomar las llaves. —¿Crees que al reportero le gustaría un recorrido por el jardín?
—Si te vas sin mí, orinaré en tu café todos los días durante un año—. Jenks voló hacia
Pike y a los reporteros, y comencé a hacer girar la energía de la línea ley, lentamente, para
que nadie se diera cuenta. Era una habilidad por la que estaba cada vez más agradecida.
El polvo de Jenks se iluminó cuando atrajo al reportero y a su operador de cámara detrás
de la pared de seis pies. Pike ejerció sus considerables encantos con los tres agentes, todos
ellos demasiado cautelosos con él como para hacer algo más que mirar a la parte delantera
de la furgoneta mientras los conducía a la parte trasera. El chirrido de la apertura me
sobresaltó, incluso cuando lo esperaba.
—Todos entren—, dijo Pike cuando se resistieron, el mismo instinto que me había
empujado al asiento delantero ahora les decía que había un problema.
—¿Doyle?— dijo uno, y cuando el hombre no se movió, la bruja tiró de la línea lo
suficientemente fuerte como para hacer que mi aura hormigueara. —¡Cogerla!
—¡No!— Ustice gritó, sacudiéndose cuando el golpe rápido de vampiro de Pike golpeó
al primero en la mandíbula. La bruja cayó, su hechizo caído rodó por la cuneta para
burbujear y apagarse.
—¡Stabils!— exclamé mientras el segundo agente lanzaba una bola de energía
inalterada. Nuestras energías se encontraron en un impactante estallido de luz dentro de la
camioneta. Medio ciega, me arrellené en el asiento, parpadeando furiosamente mientras
Pike gruñía y la camioneta se sacudía. —¡Pike! ¡Abajo!— Grité mientras salpicaba el
cuadrado brillante que era la puerta con amuletos para dormir.
Otro gruñido de dolor, luego un aullido. Todavía disparando, me sequé las lágrimas
cuando el pie de Pike se estrelló contra el estómago de un agente. Resoplando, el hombre
cayó, derribado por mi hechizo cubriendo su hombro. Con cuidado de mantenerse al
margen, Pike lo agarró y lo arrojó dentro de la camioneta.
Con el rostro blanco, Ustice levantó las manos en el aire. —¡Paz!— exclamó el agente
mayor. —No estoy con ellos.
Pike le lanzó una mirada seca y luego se inclinó para recoger al otro agente caído. —No
podías esperar para hechizarlos después de que subieran a la camioneta, ¿eh?— se quejó
mientras lo lanzaba encima del primero, y lo golpeé con otro encanto para dormir por si
acaso.
—¿En serio?— Me quejé cuando Pike maltrató a Ustice al acercarlo. —Se les permite
292

usar magia letal—. Me tambaleé hasta la mitad de mi silla, mi expresión contenía


arrepentimiento mientras miraba a Ustice. —Ah, voy a tener que dispararte,— dije. —De lo
Página

contrario, perderás tu trabajo.


—Te lo agradecería—, dijo Ustice, sorprendiéndome mientras se soltaba del agarre de
Pike. —Mi hermano estuvo en el puente el año pasado. ¿Cuándo la magia comenzó a
fallar? Podría haberse asfixiado, pero le salvaste la vida.
Bajé mi pistola splat cuando la gratitud me inundó de repente. Me había apenado mucho
por el incidente del puente, injustamente culpada por ello cuando en realidad había salvado
las vidas de todos los que habían sido atrapados por la magia fallida. Saber que mis
esfuerzos no solo fueron entendidos sino también apreciados por un cambio fue agradable.
—Gracias,— dije suavemente. —Dejaré las llaves en el volante. Si puedes, denos al menos
una hora antes de encontrarnos.
—Dios mío, ¿quieres besarlo, tal vez?— Pike refunfuñó, pero yo no podía dejar de
sonreír.
—Gracias—, susurré, y luego lo golpeé en el pecho y sus ojos se cerraron.
Divertido, Pike cerró de golpe una de las puertas gemelas. —Eres tan tierna.
Tal vez, pero me sentí bien, renovada cuando bajé de la camioneta para dejar las llaves
en el volante. Pike ya estaba esperando y, mientras nos dirigíamos a mi coche, silbé a
Jenks.
No tenía que lidiar con la seguridad del I.S. para encontrar a Finnis. Iba a ser un buen día
después de todo.

293
Página
CAPÍTULO 24

ASCENSORES, PENSÉ MIENTRAS LAS PUERTAS PLATEADAS SE CERRABAN


y me dirigía a la parte trasera del diminuto ascensor del hotel, tratando de darle a Pike el
mayor espacio posible. El conducto no tenía aire acondicionado y podía oler el perfume y la
loción aftershave de todos los que habían estado allí durante la última media hora. Aun así,
había poco que pudiera tapar el delicioso aroma de vampiro excitado mientras Pike y yo
descendíamos a los niveles inferiores y más exclusivos del Cincinnatian.
—¿Estás bien?— Pike observó mi tensión, probablemente confundiéndola con
preocupación.
Asintiendo, volteé mi trenza hacia atrás y encontré una sonrisa débil. —No me gustan
los ascensores—, le dije, aunque eso no era exactamente cierto. Jenks se habría reído hasta
el polvo, alegrándome de que se hubiera adelantado para encontrar a Ivy y hacerle saber
que íbamos hacia abajo. Ella no había estado en la recepción y yo estaba preocupada. La
habría llamado, pero no sabía si su teléfono estaba siendo monitoreado. Confiaba en la
comunicación pixy, que no nos avisaría mucho a nosotros ni a ella si nos encontrábamos en
una mala situación.
—Es estrecho, ¿no es así?— Con las manos unidas cortésmente como hoja de parra14,
Pike estudió el techo.
—Mmmm—. Moví los hombros, incómoda cuando mi conexión con la línea ley se
desvaneció. Surgió la duda de si estaba haciendo algo inteligente, del tipo que te hacía lento
y cuestionarte a ti mismo, pero honestamente, aquí era donde tenía que estar y con quién
tenía que estar. No podía hacer nada desde una sala de interrogatorios del I.S., y hacia allí
me había dirigido.
294

Pike suspiró mientras seguía mirando al techo, tratando de ignorar que mi pulso se había
acelerado y mi temperatura se había disparado. Podía sentir su fatiga hasta los huesos bajo
Página

14 Consiste en poner las manos sobre el área genital, una encima de la otra.
los moretones cada vez más pronunciados y las laceraciones en recuperación. Se
alimentaba de Azufre y la sangre de los no muertos, y cuando eso se acababa, se estrellaba
y ardía como una campaña de donación de sangre durante la Revelación.
Sin embargo, me alegré de que estuviera conmigo, y cuando sintió mi escrutinio y miró
hacia abajo, me encogí un poco de hombros. No es de extrañar que Trent esté celoso, pensé
mientras le recorría con la mirada, más bien me gustaba su traje a medida que ocultaba su
cojera y rodilla cortada. Y luego mis ojos bajaron cuando un recuerdo de Kisten, yo y un
ascensor se entrometió. Dios mío. El hombre había sabido besar.
—No hay por qué estar nerviosa—, dijo Pike cuando el ascensor se detuvo brevemente
entre los pisos y la seguridad del hotel hizo una revisión superficial de cosas afiladas,
metálicas y puntiagudas antes de permitirnos continuar a los niveles ejecutivos. —No pensé
que Rachel Morgan se pusiera nerviosa. No…— Se pasó una mano por la barbilla. —Ella
se desquita.
Me reí entre dientes, relajándome mientras el ascensor se ponía en movimiento. —No
me siento del todo cómoda forzando una conversación con Finnis cuando estás herido—,
admití.
—Estoy bien.— Pike se golpeó el pecho y luego tosió. —Muy bien—, jadeó mientras
recuperaba el aliento. —Mejor que nunca.— Dudó, con el ceño fruncido por la
preocupación. —Ivy va a estar allí, ¿verdad?
Asentí. Entrar. Bajar a las suites ejecutivas. Maldecir a Finnis, luego salir antes de que
encuentren a Doyle en una furgoneta del I.S. en mi acera. Pan comido.
Pero nunca tenía tanta suerte, y tiré mi bolso más arriba por mi hombro cuando el
ascensor sonó y las puertas se abrieron.
Pike se adelantó, dejándome parpadear ante el fuerte olor de los no muertos. Respirando
superficialmente, avancé poco a poco tras él. Inmediatamente mi cuello comenzó a
hormiguear mientras escaneaba la entrada de techo alto similar a un vestíbulo hecho en
blanco y negro. Estábamos demasiado profundos para alcanzar las líneas ley, pero tenía un
montón de energía girando en mi cabeza y chi que me daría un, o tal vez dos buenos
estallidos. Mi pistola splat y la maldición del hipo de memoria que Trent y yo habíamos
hecho estaban en mi bolso, y toqué uno de los amuletos para circular de líneas ley que
originalmente había escogido para Vivian. Me protegería si alguien comenzara a usar
munición real.
El mostrador del conserje estaba a la derecha, una modesta fuente y un bar
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moderadamente concurrido a la izquierda. Las pantallas de video en las paredes daban la


impresión de estar a treinta pisos de altura, no cinco pisos abajo, y por el ángulo del sol,
supuse que era una transmisión en vivo.
Página
Un segundo grupo de ascensores iba a las habitaciones inferiores, pero era la elaborada
escalera que bajaba donde se demoró mi atención, toda madera oscura y moqueta blanca.
Finnis estaba allí entre los pocos no muertos con suficiente dinero para vivir en un hotel de
la ciudad. Deberías haber aparcado tu culo no muerto en el I.S., pensé, feliz de que me
hubiera subestimado.
—Ah, Pike. El conserje nos está mirando —dije mientras giraba mi bolso para sacar mi
pistola splat, y Pike sonrió.
—Tengo esto.— Pike se adelantó, inclinándose sobre el escritorio para colgar el teléfono
y agarrar la muñeca del vampiro vivo. —Danos cinco minutos y te devolveré la mano en la
misma forma en que la tomé.
Sin acobardarse, el hombre bien vestido y lleno de cicatrices comenzó a protestar.
Pike se inclinó, mostrando sus dientes pequeños pero afilados mientras tiraba del
desventurado empleado más cerca. —Danos diez minutos—, dijo, su voz baja sensual con
un calor atado. —Y te daré una noche.
Santa mierda, está sacando un aura, pensé, con el pulso acelerado cuando el empleado
con los ojos muy abiertos miró de Pike a mí, antes de volver a Pike. Quiero decir, sabía que
él era capaz de hacerlo. La mayoría de los vástagos lo hacían. El número de veces que
Ivy… y Kisten. Kisten había sido capaz de hechizar a los dispuestos. ¿Pero Pike? Maldita
sea. Claramente sabía lo que estaba haciendo, y se me cortó la respiración cuando una
punzada de deseo impulsado por el peligro se zambulló en mi ingle y me atravesó.
Yo no era la única. El empleado había caído en un estado de pesadez, de pupilas anchas,
mientras se humedecía el labio inferior y asentía. —Claro—, dijo con voz áspera,
estremeciéndose cuando Pike soltó su muñeca. El empleado se puso de pie, puso un cartel
de DEVUELTA EN DIEZ en el escritorio y se dirigió a la barra.
Pareciendo demasiado presumido para vivir, Pike se enderezó, su postura aún prometía
sábanas oscuras y éxtasis elevado. Al verlo allí, la angustia se mezcló con el deseo. No
podía moverme mientras los recuerdos de Kisten me atravesaban como diamantes: la
pasión que me atravesaba con su toque, el peligro de que olvidara quién era, la emoción de
que lo deseara.
—Vaya. Dios. Lo siento—, dijo Pike, su sonrisa desapareciendo mientras tomaba varias
respiraciones rápidas para controlar su sed de sangre.
—No eres tú —dije en voz baja. Extrañaba a Kisten, sí, pero extrañaría más a Trent, y
me obligué a pensar en el presente.
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Ambos nos giramos cuando el ascensor sonó. Mis manos estaban sudorosas, y dejé caer
Página

mi pistola splat en mi bolso donde pertenecía. Era todo lo que tenía además de mis
encantos. Bueno, eso y a mis amigos.
—Hey, Rache—, cantó Jenks mientras salía disparado del ascensor, y contuve la
respiración para obligar a mi pulso a disminuir aún más. Ivy lo siguió, elegante con su falda
negra corta y su chaqueta profesional. Su blusa blanca estaba inmaculada y se había
recogido el pelo en un moño apretado. Podía sentir a Pike absorberla como si fuera un trago
largo.
—¿Dónde está él?— pregunté mientras ella paseaba por el vestíbulo. Había túneles
desde aquí hasta casi todas partes de la ciudad, dejados por la Revelación, y que él pudiera
haberse ido era una verdadera preocupación.
—¿Finnis?— La mirada plácida de Ivy pasó de Pike al conserje que se preparaba un
trago fuerte. Sus cejas se levantaron cuando vio mi rubor y me encogí de hombros. —
Sugiero que tomemos las escaleras—, dijo mientras las señalaba. —Rachel a menudo tiene
problemas con los espacios cerrados.
Jenks resopló mientras intentaba aterrizar sobre mi hombro. —Sí, una vez ella y-
—Detente—, lo interrumpí. —O haré que Getty junte tus alas con cinta adhesiva
mientras duermes.
—¡Ha!— Jenks ladró, ahora volando hacia atrás por delante de nosotros. —¿Crees que
ella podría-?
Levanté las cejas mientras pensaba en ello.
—No importa—, murmuró, su polvo se volvió de un azul opaco cuando se acomodó en
el hombro de Ivy.
Los brazos de Ivy se balancearon con confianza mientras tomábamos las escaleras,
nuestros pasos silenciosos sobre la alfombra. —Se dice que vendiste a tus estudiantes a los
demonios esta mañana—, dijo.
—Hodin—, gruñí cuando pasamos el primer rellano y continué. —Estaba fingiendo ser
yo. Por eso estoy forzando nuestra reunión con Finnis. Es esto o una sala de interrogatorios
del I.S.
Ella asintió con la cabeza, mirando a Pike, que había disminuido la velocidad para poder
ver su trasero. —Supuse —dijo Ivy, mirando a Pike de arriba abajo hasta que él le sonrió—
. —¿Sin Trent?— preguntó mientras rodeábamos el segundo rellano.
—Cometió el error de irse a casa—, dijo Jenks mientras volaba desde su hombro. Su
rostro expresivo se torció con disgusto mientras agitaba una mano como para limpiar el
aire. Habíamos alcanzado el nivel más bajo y las feromonas me ponían nerviosa. —Las
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tetas de Campanilla, Ivy. ¿Cómo puedes quedarte aquí sin arrancarles la ropa a todos?
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—Te acostumbras. Jenks, no toques eso— añadió cuando él se cernió sobre un objeto de
arte que eran dos mujeres besándose apasionadamente o una ola de océano. Todo era
carmesí y dorado, llamativo.
—Ahí tampoco —murmuré cuando trató de aterrizar en mi hombro, y el pixy fue hacia
Pike en su lugar. Los susurros se elevaban detrás de nosotros. Estábamos pasando más
vampiros vivos que no muertos, todos ellos orientados al servicio, no a la clientela, todos
ellos con un conocimiento presumido con el que no me sentía cómoda.
—¿Qué está pasando de lo que no soy consciente?— Dije.
—Estás siendo reconocida—. Ivy dio un giro brusco y pasó junto a dos puertas pesadas
batientes. —Está en la piscina.
Mi pensamiento de que el cloro ayudaría a cortar el incienso vampírico se desvaneció
cuando seguí a Ivy a través de otro conjunto de puertas idénticas y la humedad saltó. Era
una piscina, muy parecida a cualquier otra piscina de hotel, con cristales empañados, luces
brillantes y ecos nítidos. Tiendas de campaña individuales alineadas a un lado, sillones y
mesas bajas al otro. Un bar ocupado ocupaba un tercer lado, y los vestuarios estaban contra
el último. No había olor a cloro, y fruncí el ceño cuando me di cuenta de que era una
piscina de sal.
Finnis estaba descansando en el jacuzzi, las burbujas ocultaban todo, desde el cuello
para abajo. Él era el único cliente aquí, todos los demás eran empleados.
—¿Oye, Rache? Creo que hay una piscina de agua salada—, dijo Jenks y suspiró.
—Inteligente—, dije, bastante segura de que la concentración sería lo suficientemente
alta como para evitar que invoque mis encantos para dormir.
Ivy se detuvo de golpe, su confianza se desvaneció cuando la mirada de Finnis se elevó
hacia nosotros. —¡Rachel Morgan!— dijo, con voz fuerte resonando y largos colmillos
brillando desde el rocío. —Bienvenida. Y el pequeño pixy Jenks —añadió insultante. —No
te esperaba hasta esta noche. Qué amable de tu parte interrumpir mi día.
—¿Pequeño pixy Jenks?— Jenks murmuró, y giré un dedo, diciéndole que pusiera las
cámaras en bucle.
—Finnis —dije mientras Jenks salía disparado y Pike asentía con la cabeza a modo de
saludo, colocándose detrás y un poco a mi izquierda. Era la postura de un centinela, y me
tensé mientras lo apreciaba.
—Ah, ah…— Finnis nos señaló alegremente como si estuviéramos jugando su juego
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exactamente como él quería. —Tenía el presentimiento de que aparecerías


inesperadamente. Relájate. Disfruta de mi hospitalidad. ¿Les gustaría algo de comer?
Página
¿Beber? Permítanme llamar a la tienda de regalos para comprar ropa de baño. El agua está
para morirse.
Buen Dios. No solo dijo eso. Eché un vistazo a la mesa cercana que sostenía su bata y la
llave de la habitación. —No, gracias.— La pérdida de mi pistola splat iba a doler.
Afortunadamente, los amuletos de líneas ley seguirían funcionando, al igual que mi nueva
maldición del hipo de memoria.
—Ivy, no te necesitaré hasta esta noche—, dijo Finnis mientras alcanzaba su copa de
vino cercana y tomaba un sorbo. Al menos, me decía a mí misma que era vino. La sangre
real se habría coagulado. A menos que la trataran. Lo cual no solo era posible, sino
probable. Basta, Rachel.
—Me quedaré, gracias —dijo Ivy, con los tacones bajos plantados en la cubierta húmeda
de la piscina.
Finnis nos observó mirándolo. Sus ojos brillaron con pupilas negras, y luego se levantó,
moviéndose con una lentitud exagerada hacia las escaleras, las burbujas deslizándose a
regañadientes de él como los dedos de un amante. Un cosquilleo de incienso vampírico
comenzó a desplegarse profundamente dentro de mí: zarcillos de peligro y éxtasis tirando
de los recuerdos para hacerme trabar las rodillas y desear estar en cualquier otro lugar que
no fuera este.
Desde la esquina de la habitación, una mujer joven que no había notado saltó hacia
adelante con una toalla increíblemente esponjosa, secándolo mientras salía. Sus pies eran
delgados y huesudos, y lo juro, probablemente la única parte de él que no tenía cicatrices.
Líneas blancas que detallaban atrocidades pasadas lo cubrían con una precisión inquietante,
como si quienquiera que lo hubiera marcado hubiera estado haciendo arte. Las curvas y
espirales paralelas estaban por todas partes, pasando por debajo de su bañador holgado
hasta donde mi imaginación llenaba los espacios en blanco.
—Se dice que Doyle te detuvo por tráfico de familiares humanos —dijo Finnis mientras
se encogía de hombros y se ponía la bata oscura que la mujer sostenía para él, atándola con
elegancia de tirón firme. —Qué vergüenza, eso —dijo, vacilando cuando me atrapó
mirando sus artísticas cicatrices. —Quiero decir, sucede, pero es una pena que te hayan
atrapado.
—Esa no fui yo—. La ira ardía y mi cuello dejó de hormiguear. El disgusto, tal vez,
había alejado incluso la lujuria inducida por las feromonas vampíricas de mí. La idea de
maldecirlo y salir de aquí iba y venía, pero existía la posibilidad de que pudiera
convencerlo de que se fuera, y claramente quería conversar.
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Finnis no necesitaba respirar más que cuando quería hablar y, sin embargo, exhalaba
como si estuviera cansado mientras se acomodaba en la mesa redonda. Los no muertos se
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enorgullecían de mantener una ilusión de vida. Iba de la mano con convencer a sus hijos de
que los amaban y, por lo tanto, los hizo dispuestos a sacrificar su sangre, su salud y, a
menudo, sus vidas.
Los asistentes silenciosos le trajeron un vaso nuevo y le peinaron el cabello antes de
volver a deshacerse en las esquinas. La mujer que lo había secado se arrodilló sobre un
cojín a sus pies y comenzó a masajearle los dedos. —Se parecía a ti—, dijo Finnis, en voz
baja con diversión mientras se agitaba la bata para atraer mi atención a su pantorrilla y el
remolino de cicatrices insinuando la forma de un búho. —Sonaba como tú. Creo que fuiste
tú. Más importante aún, también lo hace el I.S.
Tiré de mi bolso de hombro más alto, apreciando el peso reconfortante de mi pistola
splat. Se había secado. Tendría que golpearlo en la cara o en los pies. Empapar su bata para
llegar a su piel era una exageración. Puede parecer relajado, pero los ocho pies entre
nosotros podrían reducirse a cero rápidamente.
La atención de Finnis cruzó la piscina y me atravesó una advertencia cuando tanto Ivy
como Pike se pusieron rígidos. Era la seguridad del hotel, sus uniformes negros detallados
solo con una elaborada C.
—¡Estoy bien!— Finnis gritó mientras entraban. —¡Fuera!— Pero no lo hicieron,
colocándose a lo largo de la pared como tantos soldados. Sonriendo, Finnis se encogió de
hombros con buen humor. —¿Qué se puede hacer? Si me descuidaran, me quejaría y
exigiría un reembolso, ¿no?
—Querías ver a Constance— dije, pensando en el amuleto de línea ley del hipo de
memoria. Funcionaría, piscina de sal o no. —Tan pronto como se ponga el sol-
—No hay necesidad.— Finnis tomó un sorbo de su vaso. —Hemos estado hablando toda
la tarde.
—Espera. ¿Qué?— Sorprendida, envié mi mirada a Ivy. Estaba claramente confundida.
Los ojos de Pike se habían dilatado hasta convertirse en un fino borde marrón mientras se
mantenía inmóvil. Dios mío. ¿Alguien la había encontrado? ¿La habían vuelto a cambiar?
No era tan difícil.
—Me sorprende que ella no esté aquí ahora—. El enfoque de Finnis se agudizó en los
vestuarios. —¿Constance?— él gritó. —¡Pike y Morgan están aquí!
Pike se puso rígido, no por miedo, sino por la incertidumbre. —Santa y dulce madre de
Jesús—, juró cuando la puerta del vestidor de damas se abrió de golpe y la pequeña mujer
salió, su cuerpo dañado se exhibió en un traje de dos piezas blanco y su bata, gemela a la de
Finnis, abierta para mostrar su cuerpo lleno de cicatrices y montones de joyas.
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—Esa no puede ser ella —susurré, y el aroma especiado de Pike llegó hasta mí,
mezclándose con el de Ivy en un señuelo tentador. —Pike, esa no puede ser ella.
Página
—¿Por qué, porque la mataste dos veces?— dijo Finnis, y negué con la cabeza,
demasiado estupefacta para explicar.
—Pike, cari-i-i-i-ño—, canturreó la mujer, sus tacones de seis pulgadas resonaron
mientras cruzaba la cubierta húmeda de la piscina. —Ve a ponerte un traje de baño. Insisto.
Rachel, tú también.
No me moví y ella frunció el ceño, jugando con sus joyas mientras se acomodaba detrás
de Finnis, poniéndose sobre él para que sus labios estuvieran junto a su oído. —Te dije que
te quedaras en la piscina, amor. La sal te protegerá.
Finnis se rió entre dientes mientras jugaba con un rizo caído de su cabello oscuro. —
¿Tienes miedo de Morgan?— dijo, y Constance se apartó de él, sonriendo para mostrar sus
largos colmillos.
—No, pero tú deberías tenerlo—, dijo ella.
Y con eso, supe que no era Constance. Tenía que ser Hodin. Mierda en tostadas y las
bragas quemadas de Campanilla, era Hodin, con los ojos negros de un vampiro y todo.
Miré a Pike, viendo que él también lo sabía, y a Ivy, por su expresión enfadada. ¿Pero lo
peor? Creo que Finnis también lo sabía. Él lo sabía y estaba de acuerdo con esto. ¿Por qué?
—Tuvimos una larga charla, Constance y yo —dijo Finnis cuando la pequeña mujer se
movió, alejando a la mujer que estaba a sus pies con una patada bien colocada antes de
sentarse en la mesa junto a él.
—Esa no es Constance,— dije, preocupada de que el verdadero maestro vampiro
estuviera muerto. Dos veces muerto.
Constance, u Hodin, más bien, levantó la bebida de Finnis y tomó un sorbo. —Bravo,—
dijo con la voz aguda de Constance, sus ojos cambiaron a su rojo natural como de cabra y
viceversa.
—Hijo de puta —maldijo Pike en voz baja, y busqué el polvo revelador de Jenks, pero
no lo vi. Mi mente daba vueltas mientras el plan de Hodin se desarrollaba en su interior. Su
cambio de forma era absoluto. Nadie creería que no había vendido a mis alumnos a los
demonios, especialmente si Hodin salía en la televisión nacional luciendo como yo y
alardeando de ello. Nadie creería que él no era Constance si Finnis lo aprobara. Estaría en
Alcatraz, y Hodin gobernaría Cincinnati después de matar a Finnis y a quien sea que
enviaran los vampiros de DC, probablemente culpándome por ello.
Mierda en tostadas, le había dado Cincinnati a Hodin.
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—Esa no es Constance —dije de nuevo, y Finnis soltó una risita, su expresión se torció
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aún más fea cuando chasqueó los dedos y señaló su vaso para avisar a uno de los asistentes
del bar.
—No vine aquí por Constance—, dijo Finnis mientras colocaban dos vasos nuevos en la
mesa y el mesero se retiraba. —Vine aquí para sacar esa maldición del alma tuya de la
consideración de la AFHE. Haz eso, y me iré. Le diré a mis colegas que todo está bien en
Cincinnati—. Su mirada se deslizó hacia Hodin, absorbiendo la sangre tratada con disgusto.
—Constance y tú seréis libres de discutirlo, que gane el mejor demonio. Si no retiras tu
maldición de la consideración, bueno… sanciono el mandato de Constance, después de lo
cual tu topo Doyle te atrapa y vas a la cárcel por tráfico de familiares humanos.
Pike se colocó a mi derecha, e Ivy a mi izquierda. No sabía dónde estaba Jenks, pero
sabía que estaba bien. —Esto no va a funcionar—, dije, y Hodin se rió entre dientes, la voz
aguda de Constance sonaba extraña al venir de él.
—Ya lo ha hecho—, dijo, manteniendo su ilusión de la mujer pequeña y oscura. —
Deberías marcharte antes de que Doyle pase por delante de la recepción.
—¿Él está aquí?— Pike miró a la seguridad del hotel dispuesta entre nosotros y la
puerta.
Finnis tomó un sorbo de su bebida, manchándose los labios de rojo. —Por supuesto que
está aquí. Atrapado en el ascensor hasta que considere oportuno que se una a nosotros—.
Con las cejas enarcadas, acercó su teléfono y comprobó algo. —Soy un ciudadano recto y
honesto. No albergaré a una fugitiva buscada por vender personas a los demonios como
familiares.
—Hijo de un bastardo —susurré cuando Ivy intercambió una larga mirada con Pike y
luego le dio la espalda a Finnis para mirar a la seguridad del hotel. Dejando de lado el feo
pasado de Hodin, estaba empezando a entender por qué todos mis parientes demonios lo
odiaban. ¿Cómo podía confiar en alguien cuando podía ser con Hodin con quien estaba
hablando? ¿Con Hodin con el que estaba enojada? ¿Hodin tirando de mis hilos? Si no
acababa con esto ahora, gobernaría Cincinnati como un vampiro no muerto. Siempre.
Finnis tomó un sorbo de su bebida y suspiró satisfecho. —De nuevo, te equivocas al
decir que me importa. Así que. Morgan. Demonio nacido de brujas. Da a conocer tu
elección. Acepta retirar tu hechizo de la consideración de la AFHE, o confirmo que se trata
de Constance. De cualquier manera, finalmente perderás la ciudad, pero de una manera,
estarás viva. De la otra… no tanto.— Se movió, su bata casi se abrió. —Hodin me dice que
no eres un demonio real. Más bien una bruja con buenos contactos. Si te quitan a tus
amigos, es fácil derribarte. Y has caído, Morgan.
Pike estaba empezando a inquietarse. A mi otro lado, Ivy estaba terriblemente quieta.
Aquí olía a vampiro asustado, pero provenía de la seguridad del hotel, no de mi equipo.
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—Son mis amigos los que me mantienen con vida,— dije, mirando a los hombres y
mujeres de negro al otro lado de la piscina. Eran sus ocho contra los dos, Ivy y Pike, y las
Página
probabilidades no estaban a favor de la seguridad del hotel. Finnis, sin embargo, no tenía ni
idea, y Hodin, sin darse cuenta, era la mierda de pixy.
Cuando era niña, había pasado por delante de demasiadas puertas cerradas del hospital
en el ala de niños, sabiendo el dolor y la agonía que pasaba más allá. Los niños mueren. Yo
casi era uno de ellos. Pero para hacerlos morir solos… ¿Mientras sus padres lloraban,
incapaces de abrazarlos mientras respiraban por última vez? Una eternidad de cautiverio es
demasiado bueno para ti, Hodin.
—¿Bien?— preguntó Finnis con aire de suficiencia.
Obligué a mi mandíbula a aflojarse y sacudí mis manos. La sonrisa confiada de Hodin se
desvaneció ante mi odio consciente, pero no fue hasta que vi el más leve tamizar de polvo
pixy de una maceta de palma que mi resolución se unió. —Tienes razón,— dije, y Pike se
giró hacia mí, su expresión en blanco por la preocupación que yo había dejado. —No, tiene
razón,— dije de nuevo, moviendo mi ojo en una especie de guiño. Ivy se aclaró la garganta,
apretando los puños con las manos, y Pike siguió el más ligero raspado de las alas de
libélula justo por encima del hombro de Finnis. —No estoy exactamente rebosante de
habilidades demoníacas, pero has cometido un error clásico de practicante de demonios,
Finnis. Uno que estoy tratando de impartir a mis alumnos, a quienes pronto traeré de vuelta
a la realidad junto con su instructor y una bibliotecaria demasiado inquisitiva.
Las pupilas de Finnis comenzaron a encogerse. —No me equivoqué—, dijo
rotundamente.
Gracias a Dios que traje todo, pensé, mirando por encima del hombro a los ocho
guardias de seguridad nerviosos. —Es cuando crees que obtuviste el mejor final de un trato
que generalmente te muerde el trasero—. Estudié mis uñas como si estuviera aburrida. —
Eso sería ahora.
Hodin resopló suavemente, atrayendo mi atención. —Tú, Finnis —dije, dando un paso
más cerca, y detrás de mí, sentí que la seguridad del hotel se movía—, cometiste el error de
atribuirle todo a Hodin, y él es un asesino, mentiroso, egoísta e indigno de confianza hijo de
un bastardo que te dejará tan pronto como obtenga lo que necesita de ti. Lo que
probablemente también sea ahora.
Todavía sin creerlo, Finnis miró la imagen de Constance a su lado. —¿Y qué
necesita?— el vampiro no muerto se burló mientras Hodin sonreía y ponía una diminuta
mano oscura sobre la de Finnis.
Me encogí de hombros. Estaba demasiado profundo para una línea ley, pero tenía un par
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de buenos estallidos de magia en mí. Ivy se había preparado, con un brillo malicioso y
anticipatorio en los ojos. Al ver a Pike casi desprevenido, le dio un codazo y él reflejó su
postura lista, claramente sin saber por qué. —Supongo que es una forma de obligarme a
Página
actuar— dije, diciéndole mentalmente a Jenks que se quedara quieto durante tres segundos
más. —Pero si no te tiene a ti, no tiene nada.
Tomé aire, desenredando todo lo que había girado en mi cabeza y chi. El poder corrió a
través de mi red neuronal, quemando a través de viejos canales, derramándose en nuevos
mientras fluía hacia mis manos. —¡Celero dilatare!
La energía apenas aprovechada brotó de mí, balanceándome hacia atrás cuando una ola
de fuerza explotó de mis manos. Ivy y Pike se movieron con ella, y luego Ivy saltó por
encima de la piscina, su fuerza vampírica lo hizo más fácil. Sonriendo, Pike la siguió.
Hombre a hombre, las ocho figuras de negro se habían estrellado contra las paredes de
vidrio, aturdidos temporalmente.
Finnis se puso en pie de un salto. Hodin también se había levantado, pero la imagen de
la mujer pequeña y oscura había desaparecido y un demonio molesto vestido de cuero había
ocupado su lugar.
—¡Finnis es mío, Hodin!— Grité mientras saltaba hacia el vampiro, tirando
simultáneamente del alfiler del amuleto para circular de línea ley y arrojándoselo al
alarmado no muerto.
Hodin se retiró, claramente sin esperar un ataque frontal, y mucho menos un círculo. La
idea de que usaría la magia de otra persona probablemente nunca pasó por su mente. Sonreí
cuando la burbuja nadó alrededor de Finnis, impidiendo que Hodin simplemente lo agarrara
y saltara. Dividir para conquistar. Sí, yo también puedo hacer eso.
Los gritos de Ivy resonaron en el duro espacio, puntuados por gruñidos de dolor y el
astillado de las tumbonas de madera roja. Los gritos llegaron desde el bar, y la masajista
huyó a una mesa volcada.
—¿Un círculo?— Hodin dijo, claramente divertido mientras volvía a evaluar. —Estás
bien, Finnis. Relájate. Lo tendré abajo en un momento.
—Solo necesito un momento—, dije, y luego salté cuando Jenks aterrizó en mi hombro.
—Esto debería ser divertido—, dijo el pixy mientras yo buscaba en mi bolso mi pistola
splat. —No le he dado una patada en el culo a un no muerto desde Piscary.
Se estaba poniendo ruidoso detrás de mí, pero no me atreví a mirar cuando resonaron
más gritos de dolor. Alguien se tiró a la piscina y el agua salpicó. —¿Maldijiste a los hijos
de tus parientes, o miraste para otro lado cuando tus maestros elfos lo hicieron?— Dije,
pistola en mano, mi postura segura en la cubierta de la piscina mojada mientras estaba de
pie entre Hodin y Finnis. —¡Pequeño y asqueroso lamebotas!
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Con expresión contraída, Hodin sacó un anillo de su dedo y lo arrojó.


Página
—¡Abajo!— grité, Jenks huyó mientras esquivaba el hechizo verde y marrón que
floreció entre nosotros. Golpeando la cubierta de la piscina, rodé. Un grito agudo atrajo mi
atención hacia la masajista, pero ella estaba bien, escondida en un rincón mientras la
maldición disolvía una mesa en una sustancia pegajosa burbujeante.
—¡Detrás de ti!— Jenks gritó, y levanté mi pistola splat, derribando a uno de los
guardias de seguridad que había pasado junto a Ivy y Pike. Finnis se encogió en el círculo,
gritando por seguridad mientras la energía gastada se balanceaba entre las paredes de vidrio
y hacía que el agua de la piscina saltara y creciera.
Me puse de pie, con mi pistola intacta en mi agarre. —¿Atrajiste a mi clase al siempre-
jamás y se los vendiste a Dali?— Pregunté. —¿Dali y Al pensaron que era yo?— Grité, y
los delgados labios de Hodin se curvaron en una sonrisa de placer digna del Grinch.
—Por supuesto que lo hicieron—, dijo, su mano entera brillando hasta su codo en una
maldición inminente. —Quieren creer que no eres mejor que ellos. Los hace felices—, se
burló.
Enfadada, le disparé. Desapareció, la neblina gris hizo un estallido audible cuando se
precipitó y desapareció.
El instinto me movió, mi pistola splat disparó hacia un destello de neblina que podría
haber sido Hodin. Las pequeñas bolas azules golpearon la cubierta de la piscina y se
rompieron, los encantos en el interior se volvieron inútiles por el agua salada.
—¡Rache!— Jenks gritó, y me giré, disparando a Hodin antes de que pudiera lanzar una
maldición.
—¡Pequeña canícula!— maldijo, molesto, y luego desapareció de nuevo.
Pulso rápido, giré, buscando a Hodin. Ivy estaba empapada, su cabello oscuro cubría
como cintas mientras continuaba golpeando a la seguridad del hotel contra las paredes. Pike
estaba ahí con ella, interpretando sus movimientos como si hubieran entrenado en el mismo
dojo. Cinco hombres estaban caídos y no se movían, uno se agitaba en el agua. Hodin
estaba desaparecido. Jenks revoloteó, con la espada en mano, mientras examinaba el
estanque.
—¿Se ha ido?— Dije, sin aliento, y cuando Jenks asintió, mi atención se centró en
Finnis. El vampiro no muerto se había puesto de pie, con una mueca desdeñosa en su
rostro. Con las pupilas de los ojos ennegrecidas, vio a Ivy y Pike divirtiéndose claramente
mientras eliminaban a la seguridad restante. Hodin había roto el hechizo de círculo de
líneas ley en algún momento. Finnis era libre, pero estaba bien. Ahora podría golpearlo.
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—Hola,— dije, y su mirada peligrosa encontró la mía. Con los labios entreabiertos, su
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expresión prometía niveles iguales de dolor y placer hasta que moriría por ello.
Pero estaba tan enojada que eso ya no funcionaría conmigo.
—Tienes que irte a casa —dije, mi puntería sobre él nunca vaciló mientras me desviaba
hacia donde había dejado caer mi bolso.
—Estoy en casa—, gruñó Finnis, con las manos torcidas como garras.
Y luego se sacudió, retrocediendo cuando Jenks se dejó caer, sus alas chirriaron
ásperamente y su espada cortó.
Somos un equipo efectivo, pensé con aire de suficiencia mientras buscaba a tientas ese
encanto de hipo de memoria para maldecir a Finnis a cualquier estado de felicidad que yo
quisiera. Sin embargo, podría ser difícil hacerle creer que el caos detrás de mí era algo más
que un ataque contra él.
—¡Hodin!— Jenks chilló y yo jadeé, usando la última mota de energía en mí para
bloquear una fea bola verde y marrón que se aproximaba. Golpeé la cubierta de la piscina
con fuerza, la maldición del hipo de memoria no invocada sonó una vez antes de rebotar en
la piscina con un pequeño chapoteo.
A un metro de distancia, una palmera en maceta estalló en llamas. Fruncí el ceño ante la
decepción de Hodin cuando comenzó un molesto ulular y se encendieron los aspersores
sobre la barra. Surgieron nuevos gritos de pánico y huyó más personal.
—¡Eres tan cobarde! Vete o quédate. ¡No ambos!— Grité mientras me ponía de pie y
me abalanzaba sobre Hodin.
Sorprendido, el demonio se congeló, su mano extendida para elegir un anillo. Mi pie se
estrelló contra su estómago, y luego desapareció, haciéndome tropezar para recuperar el
equilibrio contra un pilar. Te tengo, pequeño bastardo saltador de dimensiones.
—¡Ivy!— Pike gritó, y me giré, con el pulso acelerado, pero solo ellos dos estaban
trabajando para arrojar a uno de los guardias de seguridad del hotel al pasillo a través de
una ventana.
—¿Estás bien, Rache?— Jenks preguntó cuando el vidrio se hizo añicos, y me limpié el
dolor de la palma de la mano y busqué a Finnis. El vampiro estaba solo. Al menos, pensé
que era Finnis. Tendría que derribarlo para estar segura. Podría ser Hodin. Quizás.
—Te dije que te soltaría a la primera oportunidad que él tuviera —dije, y luego le
disparé con una poción para dormir.
Finnis aulló por la picadura, pero había levantado el brazo y todo lo que golpeé fue la
306

bata. Sus ojos eran más oscuros que el pecado cuando encontraron los míos, y me preparé,
viendo en sus impías profundidades su deseo de desgarrarme la garganta y extraer hasta la
Página

última gota de sangre en él.


—Inténtalo—, me burlé, y él saltó hacia mí.
Apreté el gatillo, bocanadas de aire me sacudieron mientras descargaba todo el cargador
hacia él. Jenks chillaba, y yo retrocedí, entrecerrando los ojos a través del polvo de Jenks,
mi puntería nunca flaqueó mientras acribillaba a la fuerza de la naturaleza que se
aproximaba con pequeños gránulos azules que estallaban y lo cegaban con una ira impía.
Gritando, tropecé con uno de los abatidos de seguridad. Caí, todavía disparando. Tres
disparos dieron en el pequeño triángulo de carne cicatrizada debajo de la barbilla de Finnis
y su aullido de rabia resonó, superando el grito de Pike y el estrépito de alguien cayendo en
las botellas detrás de la barra.
Y luego Finnis golpeó el suelo. Fuera de combate. A dos pies de mí.
Jadeando, me quedé donde estaba, mi trasero humedecido por la cubierta de la piscina
mojada, mi arma vacía apuntando.
—Buen tiro, Rache —dijo Jenks, agitando las alas mientras se cernía sobre el cañón de
mi pistola splat rojo cereza.
—¿Sí?— Me giré con un ruido sordo de deslizamiento para ver a Ivy levantar al último
miembro de la seguridad del hotel, sacudiéndolo antes de arrojarlo contra una columna,
donde golpeó y se deslizó hacia los adoquines. Las olas en la piscina estaban comenzando a
disminuir, y me senté allí, sintiéndome temblorosa con las feromonas vampíricas y la
adrenalina arremolinándose en mí. Solo quedaba la masajista, llorando en un rincón, pero
parecía estar bien, y exhalé con alivio cuando Ivy se echó el pelo mojado hacia atrás y se
acercó.
—Maldición, Tamwood—, dijo Pike con admiración mientras tocaba un nuevo rasgón
en su camisa. —¿Tienes hermanas?
—Solo una, y si la tocas, te desollaré vivo.
Pike sonrió, agachándose para recoger un zapato perdido antes de avanzar cojeando. —
Promesas, promesas. ¿Qué tal tú y yo, entonces? Viernes en la noche. Estoy pagando.
En más formas de las que puedes adivinar, pensé mientras me frotaba el codo para
medir el hematoma que se avecinaba. Todo había terminado, por el momento, y le di un
empujón a Finnis con el dedo del pie para asegurarme de que estaba fuera. Pequeñas
pústulas rojas comenzaban a levantarse donde se veía su piel. No era mi poción para
dormir. Jenks lo había pixelado. Pixelado bien.
Ivy extendió una mano para levantarme. Estaba empapada y me pregunté si se había
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metido en la piscina en algún momento. —¿Crees que podrías seguirme el ritmo?— le dijo
a Pike, pero sus ojos estaban en mí hasta que asentí con la cabeza que estaba bien. Pero no
Página
lo estaba. Tenía un problema realmente grande. Sin darse cuenta, me dio un apretón en el
hombro y fue a ver a Pike.
—Definitivamente vale la pena averiguarlo—. Pike gimió, su cojera se hizo más
pronunciada cuando se detuvo. —¿Quieres maldecirlo aquí o en su habitación?— preguntó
mientras sentía sus costillas, claramente doloridas.
Suspirando, me quedé mirando el fondo de la piscina, donde el círculo de plata retorcida
se encontraba como si fuera un juguete de piscina demoníaco. —Necesito un anzuelo —
dije, contenta de que el agua salada no rompiera los hechizos de líneas ley.
—Lo conseguiré.— Conteniendo el aliento, Ivy se zambulló para encontrarlo.
La gente de seguridad del hotel estaba empezando a moverse, y Pike fue a arrastrarlos a
una pila donde pudiera vigilarlos, su fuerza vampírica hacía que pareciera fácil.
—Jenks, canta si aparece Hodin—, dije mientras le extendía una mano a Ivy y la
ayudaba a subir a la cubierta de la piscina.
—En ello—, dijo, espolvoreando un alegre plata mientras se acercaba a la barra.
Ivy me entregó el amuleto, sus largos dedos goteando cuando se encontraron con los
míos. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro generalmente plácido cuando Pike se
ocupó de la seguridad del hotel, mostrándose firme y comprensivo cuando se despertaron.
—Él es bueno—, dijo mientras se limpiaba el agua de la barbilla. —No tan bueno como yo,
pero lo suficientemente bueno como para mantenerte con vida.
Toqué el amuleto húmedo, haciendo una mueca ante Finnis cubierto de una erupción de
aspecto doloroso. Al menos sabía que era él. Hodin no habría dejado que su rabia me diera
la oportunidad de derribarlo. —Ese fue mi pensamiento también—, dije, preocupada
cuando el personal del hotel comenzó a reunirse en las puertas rotas, temerosos de entrar
pero molestos de todos modos.
Hodin había saltado dentro y fuera de la realidad como si hubiera estado caminando de
una habitación a otra. ¿Cómo podría ser la subrosa cuando no podía saltar una línea sin
Bis? Si supiera cómo saltar las realidades, podría haber seguido a Hodin. Terminando con
esto. Tal y como estaban las cosas, probablemente Hodin estaba en algún lugar fingiendo
ser yo, o Constance, o Finnis, o incluso Trent. Con razón Al lo odia, pensé mientras secaba
el encanto.
Claramente dolorido, Pike se unió a nosotros. —Eso fue divertido—, dijo, la
preocupación instalándose en su frente cuando notó a Finnis, inconsciente. —Eso no es
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contagioso, ¿verdad?— preguntó mientras entrecerraba los ojos ante la erupción.


—No,— dije, y tranquilizado, Pike arrastró a Finnis a un poste de soporte y lo apoyó.
Página
—¿Vas a maldecirlo, o qué?— dijo, y yo fruncí el ceño, toqueteando el amuleto en mi
mano, el anillo de metal torcido completamente inútil. Oh, la maldición seguía siendo
buena, pero usarla no lograría nada. Toda una noche de hechizos desperdiciada. Podría
haber ido a donde Trent para ese paseo de medianoche por todo el bien que había hecho mi
planificación.
—Esto no va a funcionar,— dije, apretando la mandíbula mientras ponía la maldición en
mi bolso, haciendo una mueca. El bolso de tela estaba empapado.
Los ojos de Pike se agrandaron. —¿Por qué no?
Las alas de Jenks chirriaron cuando cayó. —Las cámaras están en bucle. Lo único que
consiguieron fue que entráramos y conversáramos unos minutos—. Su mirada se dirigió al
personal del hotel que ahora comenzaba a entrar poco a poco, su conversación en voz alta y
acusadora cuando vieron el daño. —Estamos bien, Rache. Haz tus cosas.
—¿Y después de que lo maldiga?— Molesta, miré a Ivy. —Hodin todavía está por ahí.
Debí haber pensado en eso antes, pero no tenía idea de que Hodin se alinearía con Finnis.
Los labios de Ivy se separaron. —Hodin puede romper la maldición.
—Hodin puede romper la maldición—, repetí, sintiéndome estúpida. —Pero incluso si
no lo hace, Finnis no está aquí para ver a Constance. Ya lo dijo—. Hice un gesto al vampiro
inconsciente, deseando poder convertirlo en un ratón también. —Ella es una excusa, una
razón para dar a los medios de comunicación su presencia. Está aquí para anular la
maldición del alma—. Mis ojos se encontraron con los de Ivy, y ella palideció. —Enviarlo
a casa con pensamientos felices sobre Constance no logrará nada.
El rostro de Pike se torció, su peso recayó sobre su pie bueno. —Porque no es para eso
por lo que está aquí.
La mano de Ivy tembló cuando tocó mi hombro. —Entonces eso es lo que debes
hacer,— dijo ella, su voz un susurro de dolor. —Retirar la solicitud. Podemos mantener la
ciudad sin ella.
Levanté la barbilla y la atraje en un rápido abrazo. La sentí tensarse por la sorpresa, y
apreté mi agarre, sin dejarla ir mientras sentía su dolor. Sabía que sostener a Cincy sin la
promesa de esa maldición sería imposible y, sin embargo, allí estaba, dispuesta a
sacrificarlo todo para mantenerme a salvo por un día más.
—No voy a quitar la maldición del alma de la consideración de la AFHE,— dije,
finalmente retrocediendo para poder ver su expresión. —Lo que tú y Nina tienen no está
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mal. Los viejos no muertos quieren aplastarlo porque tienen miedo. Hay amor allí, amor
verdadero, y saben que no pueden igualarlo o superarlo. Se aferran desesperadamente a sus
Página

formas de dominación a través de la dependencia. Es lo único que tienen. Tienen miedo


porque saben que su poder flaqueará y morirá por lo que compartes.
—Rachel, yo- —logró decir, y luego sus ojos se llenaron de emoción.
—Está bien—, le dije, dándole un apretón en el brazo.
Pike se aclaró la garganta, pero su mirada contenía una profunda comprensión, no
vergüenza. —¿Así que qué hacemos?
Jenks se encogió de hombros cuando me volví hacia Finnis. Se veía completamente
asqueroso allí acostado, una araña inconsciente de ego e identidad, con la boca abierta para
mostrar sus largos dientes y ese gran agujero de una boca que nunca podría llenarse o
satisfacerse. —Nada por el momento. Hodin es la mayor amenaza—. La Revelación toma
esto, tenía mucho que hacer. Todo giraba en torno a Hodin.
—¿Nada?— Ivy se había recobrado, una frágil fuerza cada vez más fuerte.
—Por el momento,— dije de nuevo. —De acuerdo.— Me cepillé los vaqueros húmedos.
—Pike, quiero que te quedes aquí con Ivy. Ayúdala con Finnis. Me ocuparé de él después
de que termine con Hodin.
—Por supuesto.— Con el ánimo contento, Pike acercó la copa de vino medio vacía de
Finnis. —Mientras la mini nevera esté llena.
—Hablo en serio—, le dije mientras él vaciaba el vaso. —Lo mantendré hechizado, pero
depende de ti e Ivy mantenerlo alejado de Hodin. Me iré a casa con Jenks a cambiarme, me
reuniré con Trent y luego los tres comprobaremos cómo está la verdadera Constance. La
llevaré a un lugar seguro antes de que Hodin se convierta en mí y la aplaste en televisión
nacional.
Buen Dios, el daño que podía hacer era enorme. No había nada en los libros de leyes
sobre demonios que cometieran actos disfrazados de otro, aparte de que quienquiera que los
contratara para hacerlo tenía la culpa. Los demonios eran demasiado egoístas para permitir
que una cara distinta a la suya se atribuyera el mérito de sus acciones mientras ejercían su
enorme poder. Hodin parecía ser la excepción, y no pensé que fuera falta de ego. No, era su
falta de confianza. Se le había negado el poder ilimitado que yacía en el colectivo, poder al
que yo, un pariente adoptivo, tenía acceso. Pretender ser otra persona podría ser cobarde
pero, debo admitirlo, era extremadamente efectivo. Peor aún, el I.S. estaría de acuerdo,
contento de verme desaparecer. Y mientras estaba aquí, mi odio por Hodin se transformó en
algo más duro, más duradero.
—Cuidar a Finnis. Puedo hacerlo.— La mirada de Pike se dirigió a la infeliz mujer que
ahora estaba de pie junto a la piscina, frunciendo el ceño ante el daño con la intención de
incluirlo en la factura de la habitación de alguien. —Parece que todo ha terminado, excepto
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para los contables.


Página
Me mecí del talón a los pies, sintiendo cómo mis calcetines se aplastaban. —Tengo que
atrapar a Hodin,— dije. —Tal vez pueda atraerlo a una trampa volviendo a cambiar a
Constance. No puede pretender ser ella si está en la televisión nacional.
Pike se sobresaltó. —No lo harías.
—Podría.— Estaba húmeda e incómoda, y no me gustaba que esa mujer con el
portapapeles se me acercara. —Hey, me tengo que ir. Ivy, ¿estás bien?
Ella asintió, su postura entre la gerencia del hotel y Finnis se volvió segura.
—Envíame un mensaje de texto si necesitas dinero para la fianza—, dijo Pike con una
sonrisa, y la risa de Jenks sonó como campanas de viento.
Preocupada, le di un apretón en el hombro a Pike, y su atención saltó a mí con sorpresa.
—Gracias. Tú haz lo mismo —dije antes de alejarme, tomando el camino más largo
alrededor de la piscina para evitar a la mujer de labios apretados y sus tacones
chasqueantes.
Las alas de Jenks eran un zumbido familiar mientras volaba a mi lado. —No te
preocupes por eso, Rache—, dijo mientras me abría paso entre las tumbonas rotas. —
Siempre dije que tu mejor trabajo es la improvisación.
—¿Sí?— El aire en el pasillo era más fresco y reprimí un escalofrío al sentir la humedad
en mi ropa. —Tal vez, pero por una vez, me gustaría que un plan saliera como yo quisiera.
Con un pixy al hombro, tomé las escaleras hasta la superficie, confiada en que Jenks me
advertiría si alguien pensaba siquiera en detenerme. Debería haber estado pensando en
cómo iba a rescatar a todos, o qué podía hacer en lugar de traer a Constance de vuelta de la
vida de roedor para atraer a Hodin lo suficientemente cerca de una botella. Pero cuando
encontré el vestíbulo de la superficie y le pedí al asistente de coches que trajera mi MINI,
descubrí que todo en lo que podía pensar era en Al.
Por mucho que no quisiera ser esa persona, Hodin tenía que irse, ¿y yo? Bueno, estaba
lista para meterlo en un pequeño universo propio.
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Página
CAPÍTULO 25

CON LA CABEZA HACIA ABAJO SOBRE MI TELÉFONO, PASÉ POR ENCIMA


del muro bajo de piedra que separaba el cementerio del jardín de brujas detrás de la iglesia.
Doyle tenía a un hombre en mi acera delantera, pero no recordó que la propiedad llegaba
hasta la siguiente calle y yo simplemente podía entrar por la puerta de atrás, o no le
importaba. Jenks estaba a mi lado, su polvo amarillo preocupado me decía que quería volar
y ver a Getty.
—Trent está en Piscary’s—, dije mientras leía el texto de Trent. —Constance está bien.
La atrajo a su jaula de viajes con un gemelo de diamantes que tenía en su guantera, y la
traerá tan pronto como oscurezca.
Las alas de Jenks rasparon contra mi cuello, frías y familiares. —El jardín está
despejado, Rache. Voy a ver la iglesia—. Se levantó, su polvo pesado mientras volaba
hacia la puerta del porche. —¿Getty? ¡Estoy aquí! ¿Sigues viva?
Me sentí bien, segura de que Getty se convertiría en un elemento permanente en la
iglesia, le gustara o no a Jenks.
Me dolía la rodilla mientras subía las escaleras bajas hacia el porche, pero no estaba mal
para haber derribado a un maestro vampiro y asustado a un demonio. Todavía estaba
húmeda, y estaba cansada de estar incómoda. —¿Jenks?— Llamé mientras entraba en la
cocina. —Voy a darme una ducha rápida.
Jenks llegó volando desde el frente de la iglesia. —Las hadas no saben dónde está
Getty—, dijo, claramente preocupado.
Mi mirada se dirigió al tranquilo jardín. —Baribas —susurré mientras dejaba caer mi
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bolso sobre el mostrador y la mano de Jenks tocó la empuñadura de su espada.


—¡Qué le hiciste a Getty!— gritó, mirando por encima de mi hombro y claramente sin
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hablarme.
Giré, con los ojos muy abiertos. Hodin estaba de pie en el pasillo que conducía al
santuario.
Jadeando, me dejé caer hacia atrás, tirando del poder de la línea ley hacia mí mientras
Jenks se lanzaba sobre el demonio para darme unos preciosos segundos. Silencioso, Hodin
levantó la mano para alejarlo, los pequeños cascabeles en la faja de su túnica de hechizos
sonaron una advertencia surrealista.
—¿Dónde está Getty?— Gritó Jenks, cortando la muñeca del demonio antes de lanzarse
a su cara.
Él estaba aquí. En mi cocina. Yo no estaba encadenada por plata encantada o tan
profundo bajo tierra que no tenía poder. La energía rugió a través de mí, ardiendo mientras
fluía a través de canales muy utilizados hasta mis dedos. No había tiempo, y lancé mi
mano, con las palabras para volarlo al infierno en mis labios.
—¡Rache! ¡No!— Gritó Jenks, su polvo de un rojo de advertencia cuando se elevó de
Hodin, su espada roja con la sangre. —¡Es Stef! ¡Es Stef!
¿Stef? Las palabras para aprovechar la energía no se pronunciaron. Cerré mis manos en
puños, la agonía quemaba mis palmas mientras la energía goteaba al suelo sin dirección.
Encorvada por el dolor, me encontré con los ojos rojos, con hendiduras de cabra y
aterrorizados de Hodin. No eran los ojos de Stef, pero el miedo en ellos tampoco era de
Hodin, y retiré el poder de mis manos, ardiendo mientras raspaba mis sinapsis y lo empujé
contra la tierra. Gemí, sacudiendo las manos cuando encontraron el mostrador mientras
escaneaba las esquinas de la habitación en busca de Hodin.
Mierda en tostadas. ¡Podría haberla matado!
—¿Stef?— Gruñí cuando lo último de la energía me abandonó en una sensación de
agonizantes destellos.
Hodin comenzó a llorar, lágrimas abundantes caían mientras sus labios se movían,
tratando de hablar pero fallando. Miré a Jenks flotando entre nosotros. —¿Está seguro?
Él asintió y crucé la habitación, aun buscando en las esquinas a Hodin. —Hodin nunca
me hubiera dejado marcarle. Además, ¿ves su muñeca?
Tres marcas, pensé mientras Hodin frenéticamente levantaba su muñeca, las lágrimas
brotaban de él mientras empujaba su brazo hacia adelante con culpa y desesperación. El
círculo con tres marcas podría haberle salvado la vida, pero también podría significar que
se había perdido. —Stef, ¿eres tú?— Lo cual ciertamente fue una tontería para decir, pero
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ella asintió con la cabeza aliviada, dejando caer el brazo y claramente incapaz de hablar.
Fue extraño ver el cabello oscuro de Hodin y su rostro largo y lleno de lágrimas. Pero era
Página

ella, y salté cuando Stef me agarró del brazo y tiró de mí hacia el porche.
—¿Dónde está Hodin?— dije, pensando que esto era lo más feo que había visto hacer a
Hodin hasta ahora y exactamente el por qué tenía que embotellar a ese chiflado. Podría
haberla matado.
En silencio, me empujó frenéticamente hacia las puertas francesas. —Stef, ¿dónde está
Hodin?
—Interesante. Eso habría funcionado si tus habilidades estuvieran a la altura de los
estándares básicos de los demonios—, dijo Hodin desde el pasillo, y los tres giramos.
Una vez más, tiré de la línea, atrayendo su energía como una cálida manta. Stef gritó, su
agarre sobre mí se desvaneció. Cabreada, me paré frente a ella, Jenks a mi lado. —Empiezo
a comprender por qué tu hermano te quiere muerto— dije.
Con los labios fruncidos, Hodin apretó con confianza su faja. Estaba vestido de manera
idéntica a Stef, y mi mandíbula se apretó cuando levantó un dedo para que esperara antes
de tocar uno de sus anillos y Stef cambió, afortunadamente recuperando su propia
apariencia. Sin embargo, su túnica ahora era de un negro suave. Sin cascabeles en absoluto.
—Stephanie Ann McNorse, toma mis cosas—, dijo, y cuando la mujer se movió, extendí
la mano y la detuve.
—Podría haberla matado —dije, y él sonrió.
—Esa era la idea.
—Me habrías dejado- — comencé, sin creer esto.
Él se movió.
Jenks se lanzó hacia arriba. Empujé a Stef detrás de mí, lanzando simultáneamente una
bola de energía desenfocada hacia la bola verde y roja lanzada por Hodin. Se encontraron
en medio de mi cocina en un golpe sordo de sonido que sacudió las sartenes y envió una
lluvia de chispas a bailar al techo y al piso.
—¡Mantente alejado, Jenks!— Grité, entrecerrando los ojos a través del resplandor.
—¡Ta na shay, palurm!— Hodin gritó exuberantemente.
¿Magia élfica? Ohhhh, lo hiciste ahora, pensé mientras me preparaba, lanzando con
confianza una cantidad igual de energía pura a su maldición. Se encontraron, el color
cambiando salvajemente cuando la energía combinada rebotó hacia él. La Diosa me quería.
Pedirle ayuda no era una buena idea.
314

Gritando, Hodin se apresuró a golpear el hechizo fallido con una fuerza levantada
apresuradamente, y la maldición confundida golpeó la chimenea. Las piedras pesadas
Página

crujieron con un estallido sorprendente, enfadándome.


—¿Crees que la Diosa te va a ayudar?— grité, conteniendo el aliento cuando Jenks se
lanzó a la refriega. —¡Jenks, no!— exclamé, pero era demasiado tarde, y Hodin le lanzó un
fajo de energía para enviar al pixy volando por la habitación. Golpeó la pared y se deslizó
hacia abajo, su polvo se oscureció.
—¡Jenks!— Getty gritó, y mis labios se abrieron cuando su cabeza se levantó de la parte
superior de un armario. Flecha volando, ella se lanzó en tirolesa hacia él.
Ella lo tenía, y dudé por un agonizante latido del corazón antes de concentrarme en
Hodin, la energía de la línea ley se deslizó por mis brazos hasta gotear de mis dedos. —He
tenido suficiente de ti—, susurré. Claro, él era un demonio con más conocimiento práctico
a su disposición, pero yo podía contener más energía pura que él, y cuando la mirada de
Hodin pasó de mí a Stef, creo que recordó eso.
Respiré hondo, las palabras para maldecirlo se atascaron en mi garganta cuando se
encogió, plumas negras brotaron cuando se convirtió en cuervo.
—Eso no va a ayudar,— dije, luego le lancé la maldición.
Graznando, saltó para evadirla, las plumas sueltas se desvanecieron en polvo cuando se
disolvió en un pixy de cabello oscuro.
—Tampoco eso,— gruñí. Caminé hacia adelante, enojada, mientras imaginaba un
círculo a su alrededor. Si tuviera ese tamaño, podría freírlo con un hechizo ligero. —¡Lenio
cinis!— exclamé, y salió disparado, convirtiéndose en un colibrí sable incluso cuando mi
burbuja lo atrapó.
Te tengo, pensé mientras el encanto lo envolvía… hasta que cubrió el interior de mi
burbuja con la suya, tomándola.
Gritando, dejé caer mi círculo cuando la energía rebotó en una quemadura amenazante.
Si me chamuscaba demasiado, no importaría cuánta energía pudiera manipular.
Claramente conmocionado, el colibrí negro cayó al suelo. El cabello oscuro y áspero
burbujeó, amontonándose en un tamaño monstruoso y fluido. Un gruñido profundo
retumbó, y luego jadeé, atónita cuando un oso Kodiak llenó la habitación, rugiendo hacia
mí. Un almizcle rancio llenó mi nariz. Con los dientes al descubierto, rugió de nuevo, con
saliva goteando de sus dientes.
—¡Santa mierda!— Retrocedí mientras él se abalanzaba. No fui lo suficientemente
rápida, y una mano con garras del tamaño de un bote de basura se estrelló contra mi pecho.
De repente estaba en el suelo, incapaz de pensar mientras su peso me aplastaba, con una
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garra a la derecha de mi cara, la otra casi sobre ella.


—Quítate. ¡Fuera!— Jadeé, inundándolo con energía pura.
Página

Bramando, se apartó de mí.


Rodé, con la mano en mis costillas magulladas. Volvía a ser un cuervo, dando tumbos en
vuelo hacia el salón. Cobarde, pensé mientras buscaba mi bolso en el suelo y se lo tiraba.
El bolso empapado lo golpeó de lleno y cayó con un graznido de sorpresa, con las alas
extendidas mientras giraba sobre las baldosas. Nuevamente las plumas brotaron, pero lo
estaba esperando mientras regresaba a su yo estoico y enojado.
La energía goteaba de mis dedos. Stef estaba a salvo detrás de mí y Getty tenía a Jenks.
Negué con la cabeza. El pasillo podría estar justo detrás de él, pero no lo lograría.
—Humueuneric, de soulum—, entonó, y de repente me estaba agarrando la garganta,
jadeando mientras luchaba por hacer funcionar mis pulmones.
Mierda en tostadas, ¿por qué esperé? Pensé mientras neutralizaba la maldición. Mi
mano se llenó de energía, el hechizo para derribarlo en mis pensamientos-
Y luego me detuve, sorprendida de descubrir que me había rodeado.
—¿En serio?— Dije mientras yo miraba de su petulante satisfacción a Jenks, todavía en
el suelo y tratando de concentrarse, a salvo bajo la mirada llorosa y determinada de Getty.
Stef estaba llorando lágrimas en silencio, una vez más al lado de Hodin. La neblina de su
aura sobre mí coloreaba todo de un tenue azul y verde mientras su burbuja de fuerza
definida por su círculo me separaba del resto del mundo. Estaba atrapada en un círculo
tridimensional, pero no por mucho tiempo. —Sabes que puedo eliminar esto, ¿verdad?
—Inténtalo—, se burló, y puse una mano en él, sintiendo que una quemadura sensorial
comenzaba a burbujear y chisporrotear. —Eres buena, pero no tan buena—. Hodin sacudió
su túnica para hacer sonar los cascabeles de su faja.
—No tienes idea de lo buena que soy —prácticamente gruñí, furiosa de que me hubiera
rodeado en el instante en que me había distraído. Si hubiera tenido a Bis, podría haber
saltado. Pero no lo tenía, y tuve que quemar mi camino para liberarme. Presioné mi mano
en la burbuja de nuevo, sintiendo que cedía un poco mientras forzaba mi energía en su
círculo de maldición. Si lo inundaba con mi propia energía, superando la de él, podría
romperlo. Pero iba a doler como el infierno hasta que lo hiciera y tomara el control.
—Termina de empacar mis cosas—, dijo, y Stef salió corriendo a la habitación, llorando.
—Podríamos haber gobernado Cincinnati juntos—, se burló Hodin mientras retiraba mi
mano para dejar que mi red neuronal se enfriara.
Molesta, negué con la cabeza. —No. No podríamos.
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—Considéralo de nuevo—, dijo Hodin. —Como dije antes, eres una estudiante apta.
—¿Estudiante?— Ladré, y él se ruborizó, con los ojos crispados.
Página
—Entonces, estaría dispuesto a trabajar contigo—, corrigió con una falsa amabilidad. —
Tú entiendes la magia élfica. Estás dispuesta a mirar más allá de nuestros límites.
Un pequeño nudo de preocupación comenzó a disminuir cuando escuché a Jenks decirle
a Getty que estaba bien y que dejara de quejarse. —Me habrías dejado matar a Stef.
De nuevo se encogió de hombros. —Tal vez no deberías haber intentado matarme.
Puse mi mano en su círculo de nuevo, el dolor en mi mente crecía mientras buscaba una
salida: un agujero en el que pudiera encajar mi propia aura y tomar el control de la burbuja,
una tubería de gas, un hilo de telaraña, un ping de mi teléfono. Pero mi bolso estaba al otro
lado de la habitación en el suelo y no sería de ayuda aunque alguien me llamara.
—No me importaría compartir. He estado solo mucho tiempo.
—Gran sorpresa—, dije, jadeando mientras retiraba mi mano del círculo, mis
pensamientos chamuscados por nuestras energías que luchaban por la supremacía. —Me
habrías dejado matar a Stef. No, tú querías que lo hiciera. No me extraña que Al…— Mis
palabras vacilaron cuando comencé a descifrar las palabras de Dali. Nunca lo atraparemos
si vuelve a ser un doppelganger. —Te odie—, terminé, mirando a Hodin.
Él me devolvió la mirada, con la mandíbula apretada cuando vio que la comprensión me
invadía.
—¿Es eso lo que le hiciste a Al?— Dije, acercándome poco a poco a la burbuja de
energía pero sin tocarla. Oleadas de advertencia me acalambraron las tripas y extendí la
mano, aceptando el dolor, buscándolo. Solo a través del dolor superaría su círculo y
escaparía de aquí. —¿Es eso lo que le hiciste a Al?— Grité, mi mano presionada en el
interior de su círculo. —¿A quién mató por error? Dios mío, ¿lo engañaste para que matara
a Celfnnah pensando que eras tú?
Los labios de Hodin se torcieron. —¡Stef!— gritó, y puse ambas manos contra su
círculo, inclinando la cabeza mientras el dolor se redoblaba.
No es real. Mis manos no se están quemando, pensé, pero el daño a mis sinapsis era
bastante real y me dolía. —Nunca debieron ponerte en una botella—, jadeé. —¡Deberían
haberte matado!— Gimiendo, liberé mis manos de un tirón, jadeando por el impacto frío
que me pellizcaba los pensamientos en ausencia de su fuego.
Hodin se puso de pie, con una expresión fea en su rostro. —Déjame en paz y te dejaré en
paz. Eso es lo mejor que vas a conseguir. Todos los demás lo entienden. ¿Por qué no lo
haces?
317

Gracioso. Eso era exactamente lo que quería que hiciera Finnis, pero a diferencia de mí,
Hodin estaría haciendo travesuras en su soledad. Y así me paré en su círculo, encorvada por
Página

el dolor, lista para soportar más. Solo necesitaba… un segundo. —No soy un viejo demonio
con autoridad, supongo— dije, y los destellos de dolor me acalambraron el brazo mientras
intentaba abrir y cerrar las manos. —Tengo que luchar por todo. ¿Por qué debería ser esto
diferente?
—Mmmm—. Hodin miró por el pasillo hacia el resto de la iglesia. —Deberías tomarme
en serio y marcharte.
—¿Sí?— Me acerqué a la barrera, tan cerca que tarareó una advertencia y envió mi
cabello en nudos estáticos. —Iba a decirte lo mismo.
La ira lo inundó. —¡Stephanie Ann McNorse!— gritó. —¡Sal de ahí!
La mujer asustada avanzó poco a poco hacia la luz, con una pequeña bolsa en la mano.
Probablemente contenía todo lo que Hodin quería de la antigua habitación de Ivy. Algo así
como una TARDIS15.
—Stef se queda aquí—, dije mientras Hodin tomaba posesión de ella. —Ella no te
pertenece.
Hodin se rió entre dientes y la dolorosa esperanza que había inundado a Stef se
desvaneció. —Nuevamente incorrecto.
Los ojos húmedos de Stef se levantaron hacia los míos. —Es mi culpa, Rachel. Debería
haber escuchado.
—No es tu culpa.— Con los dientes apretados, dejé que mi mano se cerniera sobre la
barrera de su círculo. Mis sinapsis externas se quemaron hasta carbonizarse, incapaces de
sentir el dolor, pero no se estaba haciendo más fácil. —Debería haberme sentado encima de
ti hasta que lo hicieras—. Este círculo es mío, pensé. No era un estudiante al que pudiera
dominar fácilmente, pero podía hacerlo, y puse una segunda mano al lado de la primera.
Mío, pensé de nuevo, comenzando a jadear en agonía.
Hodin se rió mientras tiraba de Stef hacia él. —Incluso si rompes mi círculo, has
perdido. Tengo todo lo que eres tú. Te he quitado el apoyo para no dejar nada.
Contuve la respiración cuando la quemadura comenzó a hundirse más profundamente,
pero un leve indicio de mi aura estaba creciendo entre mis manos y su círculo, y vertí más
energía en él.
—Empecé con Al—, se burló Hodin, inclinándose para acercar su rostro al mío, la
energía vacilante lo distorsionaba. —Entonces saco a Welroe del camino. Distraigo a tu
pixy con el señuelo más antiguo que existe, y a Kalamack con el segundo. Incluso robé a tu
familiar por debajo de ti.
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Página

15 Creo que se refiere a la cabina que sale en Doctor Who, que es un tipo de nave espacio-temporal.
—Stef no es mi familiar—, dije con voz áspera, el pulso martillando. —Ella es mi
amiga.
Se rió, pero su sonrisa se desvaneció cuando notó la gota de oro entre mis manos,
manchando su círculo perfecto. —Tu propio topo está en la acera para arrestarte por vender
a tus estudiantes a un demonio, y pronto por retener a Constance en contra de su voluntad.
Estarás en la cárcel al final de la noche, Alcatraz al final de la semana, y eso es incluso sin
que Constance lo presione. Oh, cómo has caído, Rachel Morgan. Estás acabada. Y yo me
iré. ¿Stephanie? Voy a mostrarte lo fácil que es atrapar a un demonio. Rachel hace que todo
sea tan difícil.
—¡No!— Stef le torció el brazo hasta que su agarre se rompió. Con expresión fea, Hodin
tiró de ella hacia atrás.
—Tengo una tercera opción, Hodin —dije con voz áspera y él se giró, su confianza
burlona se agrietó cuando mis manos temblaron contra su burbuja y mi alma pareció arder.
—No necesito ayuda para ponerte en una maldita botella. Lo haré por mí misma.
Gimiendo, empujé todo lo que tenía en mis manos, mi garganta se puso a carne viva
mientras luchaba por el control de su círculo. La energía se canalizó a través de mí hasta
que pasó del fuego al hielo, y luego, con un ping sorprendente, la tuve. Su círculo era mío.
La ceja de Hodin se levantó cuando su círculo destelló un dorado brillante de mi aura. —
Tonta como el resto—, murmuró.
Tuve un instante de pregunta, y luego mi engreída satisfacción se desvaneció cuando la
energía en su círculo rebotó. La línea se negó a tomarlo, y todo me inundó, triple.
—¡No!— Grité cuando solté la línea, pero solo empeoró las cosas. Había escondido un
hechizo en su círculo. No podía soltar la línea lo suficientemente rápido como para escapar.
Mis sinapsis externas se chamuscaron, lo que impidió una descarga rápida, y la hice girar
como loca, atrayendo la energía más profundamente en lugar de tratar de forzarla a salir,
desesperada por darle a la energía un lugar al que ir. Sentí su cresta… lamiendo en mis
extremos… y luego la tuve. La tuve toda.
Gimiendo, me dejé caer en el fresco azulejo, mis ojos se cerraron cuando la energía de la
línea alcanzó su punto máximo en mí, luego se invirtió, fluyó sobre mi quemadura y volvió
a la línea a través de canales establecidos desde hace mucho tiempo. Finalmente estaba
vacía. El poder abrumador se había ido, y yo yacía donde estaba, indefensa.
—¡Rachel!— Jenks gritó. Su polvo estaba tibio, pero yo tenía frío sin el calor de la línea,
y exhalé, sin prisa por inhalar de nuevo. Se sentía bien no moverse. Al menos estoy fuera de
319

su maldito círculo.
Página
—Tócala y te mataré —amenazó Jenks, y respiré lentamente cuando la corriente de aire
de sus alas me apartó el pelo de la cara. Stef estaba llorando, pero ni siquiera podía levantar
la cabeza.
—¡Suéltame!— Stef exclamó. —¡Suéltame! ¡Rachel, lo siento mucho!
El resoplido confiado de Hodin me sacudió. —Demasiadas malas decisiones —dijo,
pero ni siquiera pude gemir cuando me metió un pie debajo de las costillas y me dio la
vuelta. —Al menos habrías estado viva si te hubieras unido a mí—, dijo, y luego el llanto
de Stef se desvaneció.
Se habían ido.
—Ow,— susurré. Me tensé para sentarme, luego decidí no hacerlo mientras el mundo se
tambaleó.
—¿Rachel?— Escuché cerca de mi oído, y luego abrí los párpados cuando algo me tocó
la nariz. —¡Ella está bien!— Jenks exclamó, y luché por enfocar, su forma borrosa por un
espeso polvo plateado. —¡Getty, ella está bien!
Respiré más hondo, temerosa de ver lo que le había hecho a mis sinapsis. —No me
siento muy bien—, dije mientras me daba la vuelta para poner mi cara en el fresco, fresco
piso. —Jenks. Llama a Ivy y Pike. Hodin podría intentar tomar la ciudad con Finnis. Tengo
que tomar una siesta— dije arrastrando las palabras mientras cerraba los ojos.
Todo lo demás podía esperar.

320
Página
CAPÍTULO 26

ESTABA CALIENTE Y UN POCO… HÚMEDA. EL SONIDO PAUSADO DE LA


respiración de Trent me resultó familiar, y me estiré, una corriente fría golpeó la parte baja
de mi espalda cuando la manta se deslizó. Pero no fue hasta que el leve olor a incienso de
vampiro se entrometió que mis ojos se abrieron para ver las oscuras vigas de la habitación
de Piscary's.
—¿Trent?— susurré mientras me sentaba, con el pulso acelerado. Mi cabello todavía
estaba húmedo cuando lo metí detrás de una oreja y olía a agua de piscina. La habitación
estaba iluminada con un suave resplandor eléctrico, la chimenea sin usar era un agujero
negro cuando puse los pies en el suelo de roble. Alguien me había puesto en el sofá
mullido. Trent, presumiblemente, ya que estaba desplomado en la silla a mi lado.
—Estoy aquí—, dijo Trent, sus pies golpeando el suelo cuando se despertó.
Parpadeando, tomó mi mano. —Estás a salvo.
—¿Por qué estamos en Piscary's? —pregunté, examinando las vigas en busca de polvo
pixy. —Constance…
—Está bien—, dijo mientras sacaba una pequeña jaula de al lado de su silla y la
colocaba en la mesa de café entre nosotros.
Me incliné más cerca, mi ropa húmeda se pegó. Destellos de joyas brillaban alrededor
del cuello del pequeño ratón gris. Era Constance, pero ¿dónde había encontrado un collar
tan pequeño?
—¿Ivy y Pike?— Dije mientras el ratón chillaba y me hacía un gesto de rechazo. —
Hodin necesita a Finnis si va a tomar la ciudad.
321

Trent se estiró de donde estaba sentado, un gemido de satisfacción se le escapó. —


Primero, están bien. Segundo, el mensaje de Jenks llegó unos treinta segundos demasiado
Página
tarde. Hodin lo tiene—. Se derrumbó sobre sí mismo y suspiró. —Apareció, lo agarró y
salió. Lo siento, pero al menos Ivy y Pike están ilesos. ¿Quieres café?
—Dios, sí. Gracias.— Con el ceño fruncido, me acomodé en los cojines y tiré de mi
camiseta húmeda, preguntándome si alguna vez me cambiaría de ropa. Mi bolso estaba
cerca, y me incliné para tomarlo y encontrar mi teléfono. ¿Once y media? Mierda en una
galleta, el sol se ha puesto. El mundo podría haber terminado mientras yo dormía.
Trent se puso de pie, bostezando antes de dirigirse a la barra y a la cafetera de última
generación. El café sería genial, pero lo que realmente quería saber era cómo llegué aquí.
¿Está bien que aún te extrañe, Kisten? Pensé mientras guardaba mi teléfono y miraba el
espacio tranquilo e iluminado por lámparas. Pike casi lo había devuelto al restaurante
original, y miré el elaborado bar, con la melancolía a flor de piel. Alguien había pintado el
logo de diamante de Pike en el espejo largo para darle a toda la habitación una sensación de
protección. Las mesas estaban vacías y desnudas, y dos sillas de respaldo alto estaban
puestas ante el fuego apagado como un lugar de importancia. La vieja caja registradora al
final de la barra ya no estaba, y miré con desconfianza el puesto de anfitrión con su tableta
incorporada.
La habitación se sentía extraña, un aire de espera se cernía sobre las mesas vacías y los
estantes de la barra abastecidos. Finalmente encontré la licencia de población mixta sobre la
chimenea, y luché contra el deseo de moverla a donde siempre había estado colgada detrás
de la barra.
Y con eso, los recuerdos de Kisten surgieron, nublando mi visión mientras el sonido de
la risa y el chasquido de las bolas de billar resonaban en mis pensamientos. Había
encontrado aceptación aquí entre los niños olvidados de Cincinnati. El hecho de que
Piscary's esté funcionando sería algo bueno, incluso si el recordatorio doliera. Pike tenía
razón.
Hasta que un pensamiento aún más apremiante me dejó helada y mi atención pasó de la
puerta principal cerrada a Trent. Era Trent, ¿no? Hodin simplemente me habría matado,
¿verdad? —Ah, ¿qué estoy haciendo en Piscary's?— Pregunté.
—Escondiéndonos del I.S.— El sonido del café cayendo en dos tazas era fuerte, y me
tapé con la manta. —Estabas inconsciente en el piso de tu cocina. Sólo he estado tan
asustado una vez antes. No sé qué…— Vaciló, con los hombros encorvados. —Jenks me
contó lo que pasó—, continuó. —Doyle apareció mientras intentaba despertarte. Jenks
desvió a Doyle hacia arriba mientras yo te sacaba a hurtadillas por el frente. Te traje aquí
—añadió mientras cruzaba la habitación y me entregaba una taza de café negra llena de un
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brebaje benditamente caliente. —¿Estás segura de que estás bien?


Página
Tomé un sorbo, el suave sabor a nuez casi insípido mientras lo estudiaba. Hodin, si eres
tú, te juro que te separaré la cabeza del cuello y convertiré tu cráneo en una pajarera. —
¿Dónde están Ivy y Pike?
Se sentó a mi lado y retrocedí cuando nuestro peso nos unió. —Fuera en busca de
Finnis—. Su mano me apartó el pelo de la cara y me obligó a mirarlo. —¿Estás segura de
que estás bien? Jenks dijo que colapsaste después de romper el círculo de Hodin.
Y Jenks no estaba a la vista. Con el pulso acelerado, me alejé un poco más, mi expresión
cuidadosamente vacía cuando vi la pregunta en él. Si era Hodin, estaba en problemas.
Dudaba que pudiera trabajar con las líneas ley en este momento, quemada por derribar su
círculo. —Trent, ¿cómo se llama el caballo de Newt?
Sus labios se separaron. —La Diosa me ayude. ¿Crees que soy Hodin?
Me puse de pie, con miedo de tocar una línea. Me temo que no sería capaz. —¿Cuál es
el nombre?
Trent levantó una mano. —Ella. Y es Red. Rachel, soy yo.
Mis hombros se hundieron y me senté, sintiéndome tonta cuando su brazo me rodeó y
me dio un abrazo sincero. —Soy yo—, susurró. —Dios, esto va a ser difícil.
Asentí, comenzando a entender por qué Al quería a Hodin muerto. ¿Cómo lidias con un
demonio que finge ser otra persona para derribarte? Cobarde. —Entonces, me estoy
escondiendo de Doyle, ¿eh?— Dije.
—Sí, pero si puedes probar que fue Hodin quien llevó a tus estudiantes al siempre-
jamás…— Negué con la cabeza y él suspiró. —Ya encontraremos algo—, dijo,
inclinándose para darme un beso. Mis brazos lo rodearon y lo respiré, reacia a dejarlo ir. —
¿Hambrienta?— preguntó, y yo asentí, mi mejilla presionada contra su pecho. —
Sándwiches para tu cena de cumpleaños no era mi intención.
Me las arreglé para esbozar una ligera sonrisa mientras mis brazos aflojaban su agarre.
—Aunque suena bien. Estoy hambrienta.— Juntos nos pusimos de pie, y sacudí la manta
cuando él fue a la barra y me deslicé detrás de ella con el ceño ligeramente fruncido.
Vacilando brevemente, comenzó a hurgar en la pequeña nevera. —Yo, ah, me chamusqué
rompiendo el círculo de Hodin —dije, y Trent hizo una mueca de simpatía. —Tenía un
hechizo secundario anidado en él, y después de quemar mis pensamientos superiores
rompiendo su círculo, no pude desviar el exceso de energía de vuelta a la línea de la forma
en que debería haberlo hecho. Estaba atascada. Si no hubiera sido capaz de girarla toda para
romper el cuello de botella, probablemente no estaría parada aquí ahora.
323

Trent colocó un diminuto pote de mostaza y un enorme frasco de mayonesa en el


mostrador, seguidos de un plato de fiambres y queso en lonchas. —¿Qué tan gravemente
Página

quemada estás?
—Todavía no he mirado, pero no me duele la cabeza, así que es una buena señal.
¿Dónde está Jenks?
—Haciendo un reconocimiento de seguridad. Ah, me sentiría mejor si supiera que al
menos puedes establecer un círculo.
Asintiendo, me estabilicé antes de deslizar un pensamiento tentativo a la línea más
cercana. La energía barrió incómodamente mis sentidos. Hice una mueca mientras
burbujeaba y formaba, llenando mi chi con una nueva calidez. Fue duro pero posible. —
Puedo hechizar —dije, y él asintió mientras comenzaba a colocar capas de carne y queso en
cuatro rebanadas de pan. Uno para mí, uno para él.
—Tiene a Stef —dije en voz baja, y su sonrisa se desvaneció. —Tres cortes en la
muñeca—. Solía ser una marca de esclavitud y, a menos que hiciera algo al respecto,
volvería a serlo.
—Jenks me lo dijo. Debería estar bien por un tiempo.
Terminé de doblar la manta y la dejé caer sobre el sofá. —Casi la mato. Pensé que era
Hodin. Trent, tengo que encerrar a este tipo, y no simplemente para evitar que se apodere
de Cincinnati. Me volveré loca si no sé si estoy hablando contigo o con Hodin—. Levanté
con cuidado a Constance y la llevé a la barra, y el ratón vampiro me siseó, mostrando sus
largos colmillos. Agradable…
—Mis reacciones no serán lo suficientemente rápidas si me pregunto si es él o está
disfrazado de alguien a quien amo—. Dudé, usando mi dedo para garabatear nada en la
barra caoba.
En silencio, Trent usó un enorme cuchillo para cortar los sándwiches, haciendo dos
rectángulos largos con el suyo y dos triángulos con el mío.
—Me alegro de que mi primer impulso no sea matar lo que me irrita—, murmuré
mientras sacaba el plato con los triángulos frente a mí. —O Stef estaría muerta ahora.
Pero mi primer bocado vaciló ante el sonido de las alas de pixy. —Acéptalo, Rache—,
dijo Jenks mientras volaba, sin verse peor. —Si mataras lo que te irrita, la mitad de los
agentes del I.S. y todos los conductores de autobuses de Cincy ya estarían muertos.
—No todos ellos—, dije alrededor de mi boca llena. Mmmm, le había puesto
mermelada, y el sabor agridulce iba perfecto con el queso y la carne.
—Pero no lo hiciste, y ella no lo está—. Trent frunció el ceño ante uno de los monitores
debajo de la barra. —¿Eso es una furgoneta de noticias?— preguntó, y Jenks asintió,
324

aterrizando en el frasco abierto de mermelada para usar sus palillos para servirse un trozo
de cáscara de naranja endulzada.
Página
—Sí, pero tenemos al menos quince minutos hasta que descubran por qué no pueden
llegar a una torre de comunicación—. Él se rió. —Hey, ¿hay miel ahí atrás?
—No— dije rotundamente, y Trent retiró su alcance. —Jenks, ¿cuántos nombres de
pixies se necesitan para hacer una buena contraseña de demonio?
El pixy parpadeó y luego sonrió. —Cuatro—, dijo, convenciéndome de que realmente
era Jenks. —Nadie puede ser yo excepto yo, Rache. Deberías saber eso.
—Lo hago.— Jugueteé con mi sándwich. —¿Estás seguro de que estás bien? Golpeaste
esa pared con fuerza.
Jenks se lanzó hacia el queso, con la espada destellando para cortar un poco. Metiendo la
punta de su espada en el, la extendió a través de los barrotes hacia el roedor que lo
agarraba. —Getty…— dijo, y levanté la vista cuando su voz se quebró. —Ah, Getty me
arregló—, terminó en voz baja. —Tengo que comprobar algo—. Y luego se fue, sus alas
zumbando una nota apagada y su polvo de un azul sombrío mientras volaba.
Trent levantó la vista desde donde había estado jugando con el ángulo de la cámara,
claramente sorprendido. —¿Hay algo aquí que no estoy entendiendo?
Incómoda, le di a Constance otro trozo de queso. —¿Dónde está Getty?
—La iglesia.— Apoyó un codo en la barra, con expresión cautelosa. —Ella tiene a las
hadas organizadas y vigilando el lugar. Lloró cuando te saqué, avergonzada de haberse
escondido de Hodin y no haberte dicho que estaba allí—. Su mirada se dirigió al polvo que
se desvanecía de Jenks. —¿Es por eso que está molesto?
Tomé un gran bocado, necesitando pensar en cómo responder. —En la cultura pixy, es
tarea de la esposa mantener a su esposo volando,— dije después de tragar. —Una vez que
dejó a su madre, Matti fue la única persona que lo cuidó además de Belle. Creo que podría
mirar más allá de que Belle le cortara el pelo y le arreglara sus rasguños porque ella era un
hada, pero ¿Getty?— Me encontré con los ojos de Trent. —Le gusta ella, y creo que le
preocupa que sea una traición a todo lo que compartió con Matalina.
Trent suspiró pesadamente. —Oh.
—¿Cuánto tiempo crees que falta para que los medios de comunicación llamen a la
puerta?— Dije mientras me ponía de pie y me inclinaba sobre el mostrador para tratar de
ver los monitores. —No puedo creer lo estúpida que fui—. Flexionando mi mano
adolorida, me dejé caer en mi taburete y mi enfoque se volvió borroso al pensar en Bis. Si
no hubiera estado en coma, ningún círculo en la tierra podría contenerme. —Tengo que
325

hacer algunos cambios,— susurré.


Página
El suave gorgoteo de Trent rellenando su taza de café me llamó la atención. —¿Por qué
los otros demonios no van por él ahora? Ya que rescindiste de tu promesa de protegerlo—,
dijo mientras me daba una taza nueva.
—No lo he hecho. No exactamente.— Constance estaba extendiendo un brazo más allá
de las barras para tomar un poco de café, y dejé caer una gota en sus manos ahuecadas. —
Nunca dije que no lo pondría en una botella, pero todavía tengo que protegerlo contra sus
acciones o perdería toda la credibilidad que tengo con los demonios por el resto de mi
vida—. Haciendo una pausa, tomé un sorbo. —No pueden ayudarme. Además, si no puedo
hacer esto sin ellos, no tengo dientes para exigirle a Dali que deje de convertir a las
personas en familiares y que libere a aquellos a los que engañó. Debería haber estado
esperando esto. Hace poco más de un año que están libres. Están aburridos hasta las
lágrimas.
Pero el aburrimiento no les daba derecho a violar las leyes que acordaron cumplir. Eso
era lo divertido de los demonios. Su palabra era absoluta, pero solo seguían las reglas que
ellos podían hacer cumplir. No iba a romper la mía pidiéndoles que me ayudaran a
ocuparme de Hodin.
—Los últimos cuatro meses con Hodin han sido una larga trampa—, gruñí, y Constance
eructó delicadamente y extendió su mano para pedir más café. —Alejé a Al,— dije
mientras le daba al vampiro otra gota de mi dedo. —Puse a Pike en un aprieto.
Trent sonrió mientras tomaba mi plato lleno de migas y lo colocaba en el fregadero de la
barra. —Estás hablando con Al otra vez. Pike se puso en un aprieto, no tú.
—Claro, escuchando a Hodin. Arruiné tu esfuerzo comercial.
—No, no lo hiciste,— dijo, sorprendiéndome con su buen humor.
—¿Qué fue, de todos modos?— Pregunté, y su expresión se volvió positivamente
engreída.
Con el codo en la barra, tomó un sorbo de su café. —Estás mirando al nuevo propietario
de Carew Tower.
—¿Qué?— Me senté más erguida, mis labios entreabiertos por la sorpresa. Constance
también parecía desconcertada si el hecho de sacudir los barrotes de la jaula significaba
algo. —¿Todo el edificio? Pensé que estabas comprando un par de pisos—. Claramente, la
suma que les había dado era dinero de la fianza, no el precio de la compra. Maldición…
—Todo menos el restaurante—, dijo. —Así que haz tu mejor esfuerzo para que no te
326

prohíban. Tenías razón en no mudarte conmigo porque estaba demasiado lejos en el campo.
—Oh—, dije, mi entusiasmo de repente se desvaneció.
Página
—Trabajar fuera de la ciudad podría haber funcionado para mi padre, dado que la
mayoría de sus actividades eran ilegales, pero no está funcionando para mí. Necesito una
oficina en el centro, completa con un apartamento para que la interrupción en la vida de las
chicas sea mínima.
—Ah—. Mierda en tostadas, mi excusa para salvar mi cara por no mudarme con él se
estaba desintegrando ante mí.
—Desafortunadamente, eres demasiado cara para que mi seguro lo cubra—, dijo, y
parpadeé, incapaz de saber si hablaba en serio o no. —Así que no puedes mudarte conmigo.
—Oh, de verdad…
Sonriente, se inclinó sobre la barra y me dio un largo y lánguido beso que fue directo a
mi centro. —De verdad—, dijo cuando nuestros labios se separaron.
Me reí, sintiéndome amada, y su sonrisa se amplió. —Así está mejor—, dijo con
satisfacción. —De acuerdo. ¿Qué vamos a hacer con Hodin?
Me gustó mucho la palabra vamos. Nuestras cabezas casi se tocaban, la barra entre
nosotros, y me demoré, reacia a moverme. —Atrapar a Hodin—, dije, sin saber cómo
todavía. —Meterlo en una botella. Obligarlo a admitir que fue él quien vendió a los
estudiantes a Dali. Rescatarlos. Comer un poco de pastel. Es mi cumpleaños.— Me
desplomé, recordando qué hora era. —Durante los próximos treinta minutos, de todos
modos. Debería haber pastel.
Levantándose sobre sus dos piernas, Constance entró tambaleándose a su casita,
claramente disgustada cuando el brazo de Trent me rodeó y nuestras frentes se tocaron. Por
un largo momento no nos movimos, él detrás de la barra, yo frente a ella, sintiendo la
presencia del otro y tomando fuerza de ello.
Hasta que las alas de pixy rasparon y nos desplomamos aparte.
—¡Chicos! ¡Chicos!— Jenks chilló al entrar, y se detuvo cargado de polvo cuando nos
vio en nuestro momento privado. —El pequeño consolador rosado de Campanilla. ¿Están
tamizando el polvo otra vez?
—Todavía no —dije mientras colocaba el cabello de Trent detrás de una oreja
puntiaguda. —Vuelve en cinco minutos.
Jenks voló de arriba abajo ante la larga barra, buscando algo. —Va a tener que esperar—
, dijo mientras apuntaba hacia abajo y pisoteaba el control remoto del televisor. —Tenemos
un problema.
327

Trent frunció el ceño ante los monitores detrás de la barra. —Todavía se están
Página

instalando.
—No somos nosotros—, dijo Jenks mientras cambiaba de canal y yo me volvía hacia el
televisor de pantalla ancha en el otro extremo de la habitación.
—Eso es Fountain Square,— dije, reconociendo las luces jugando en los edificios del
centro. —En la televisión nacional—. Hijo de un bastardo… ¿Ahora qué?
Suspirando, Trent salió de detrás de la barra para sentarse a mi lado. Era Fountain
Square, llena de gente y luces. Finnis estaba en el escenario musical, la diminuta e
innegable figura de Constance a su lado con un vestido blanco y montones de joyas. Mi
mirada se dirigió a la jaula de ratón. Hodin…
Crecía una pequeña multitud, pero nadie excepto Finnis y Constance parecían felices. El
personal uniformado del I.S. y la FIB mantenían a la multitud y a los equipos de noticias
distantes. Había un podio, y de repente me acordé de la vez en que me colé en una de las
conferencias de prensa de Trent.
—Ese es Pike. Allí, junto a la maseta —dijo Trent, señalando, y mis labios se abrieron.
Era Pike, con el rostro sombrío mientras permanecía inmóvil a pesar de los empujones. No
vi a Ivy, y me giré para tomar mi teléfono.
—Necesito llamar a Ivy —dije, mi atención se centró en Constance. El ratón vampiro
estaba en los barrotes de su jaula, chillando tan fuerte que era difícil escuchar al presentador
de noticias explicando lo que estaba pasando.
—¡Cállate, pequeña bolsa de sangre!— Jenks gritó mientras pasaba su espada por el
techo de barrotes, y ella se derrumbó, hosca y de mal humor.
— -trabajando en estrecha colaboración con el I.S. para encontrar a los ciudadanos
desaparecidos—, dijo el locutor cuando Trent subió el volumen. —Vamos ahora a Fountain
Square en Cincinnati a la noticia en curso.
—Ivy no contesta su teléfono—, dije mientras la imagen cambiaba y Finnis y Constance
llenaban el marco.
—Finnis sabe que esa no es Constance —dijo Trent con expresión contrariada. —¿Por
qué está de acuerdo con eso?
—Probablemente porque Hodin prometió que me encarcelaría o me mataría—, dije
mientras presionaba el ícono de Pike a continuación. —De cualquier manera, esa maldición
del alma se queda atrapada en el purgatorio de la AFHE.
Mi teléfono hizo clic y comencé, sosteniéndolo en mi oído en lugar de ponerlo en el
altavoz como solía hacer. —¿Pike? ¿Estás en Fountain Square? ¿Dónde está Ivy? ¿Qué está
328

pasando?
—Estamos aquí —dijo, y Trent bajó el volumen y colocó los subtítulos. —Por favor,
Página

dime que es Hodin, no Constance.


—Constance está aquí —dije, mirándola mientras volvía a chillar. —Supongo que
Hodin cree que puede tomar Cincy como ella. Finnis probablemente esté de acuerdo para
sacarme a mí y a esa maldición del alma de la escena. ¿Cuál es el estado de ánimo?— Pero
lo que realmente quería saber era si alguien se estaba creyendo las tonterías que ahora se
derramaban por la parte inferior de la pantalla.
—¡Cállate!— Jenks le gritó a Constance y, por un momento, no pude escuchar nada más
que su aguda furia de ratón hasta que se calmó, moviendo su delgada cola.
—Feo —dijo Pike, y pude oírlo entre la multitud que lo rodeaba, verlo en las caras de la
televisión. —David todavía tiene el control de los Weres, pero las facciones de vampiros y
brujas que te siguen están comenzando a fracturarse. No es de extrañar, ya que Constance
les está diciendo a todos que estás muerta.
—¡Muerta!— Grité, y Jenks se rió por lo bajo. —No estoy muerta.
Con sus ojos verdes pensativos, Trent se pasó una mano por debajo de la barbilla. —
¿Por qué le diría a todo el mundo que estás muerta? Entonces no puede pretender ser tú—.
Su enfoque se aclaró mientras me miraba. —A menos que crea que esa última maldición te
mató.
—No fue tan mala—, le dije, pero podría haberlo sido si no hubiera estado
acostumbrada a disipar el exceso de energía de la línea. Claro, tenía una gárgola para que
actuara como mi familiar cuando se trataba de la energía de la línea, pero Bis no siempre
había estado allí, y había aprendido a compensar cultivando la capacidad de girar una
cantidad increíble en mi cabeza. Suficiente para sobrevivir a Hodin, aparentemente. —
Apuesto a que cree que me mató—. Mi pulso se aceleró. —Pike, necesito llamar a mi
mamá. Si esto está en las noticias nacionales…
—Ve—, dijo Pike, y lo vi en la pantalla, sus labios en desacuerdo con lo que estaba
diciendo. —Ivy y yo nos quedaremos aquí para vigilar a Finnis.
—No.— Me inquieté, queriendo llamar a mi mamá pero teniendo que terminar aquí
primero. —Los necesito a ambos conmigo. Estoy en Piscary's.
—Estaré allí en quince—, dijo Pike, y luego cortó la llamada.
Inmediatamente, Trent le subió al televisor cuando "Constance" le prometió a Cincinnati
que haría todo lo posible para recuperar a los estudiantes del siempre-jamás. Finnis estaba
prometiendo el apoyo de los vampiros de DC, diciendo que no se podía permitir que los
demonios influyeran en el sistema político porque estaban corruptos hasta la médula y no se
podía confiar en ellos.
329

—¿Y tú no lo eres?— Le dije mientras le enviaba un mensaje de texto a mi madre que


Página

estaba viva y que se lo explicaría más tarde, y que por favor no planeara mi funeral
nuevamente.
Desde la televisión, un radiante Finnis juró volver al equilibrio de poder recto y honesto
que solo los vampiros pueden proporcionar. El I.S. volvería a ser capaz de protegerlos,
tanto humanos como Inderland.
Suspiré cuando apareció la respuesta de mi madre. Era un ícono de un tigre riendo y un
corazón.
—Me han distraído—, decía Constance mientras la verdadera Constance gritaba en la
televisión, lastimándome los oídos. —Traicionada por mi confianza en el demonio Morgan.
Ella me engañó a mí y a mi vástago. Pero he roto la maldición que nos puso a mí y a Pike,
y las cosas volverán a la normalidad.
Juntos, Constance y Finnis se giraron para irse, ignorando las preguntas a gritos de los
reporteros. El I.S. se acercó, y un muro de carne viva y muerta los alejó hasta que solo
quedaron los presentadores de noticias de Cincy luchando por llenar su abrupta ausencia.
—Una aparición bienvenida y más garantías del maestro vampiro de Cincinnati de que
todo está bajo control a pesar de los crecientes disturbios en el centro de la ciudad. Todavía
estamos tratando de verificar la afirmación de la muerte de Morgan. Se planea una vigilia
de medianoche esta noche fuera de la residencia de Morgan-
—Apágalo —dije, y Jenks pisó amablemente el botón.
—Te ves bien para ser una bruja muerta —dijo el pixy, y yo fruncí el ceño a Constance.
No se callaba y yo no podía pensar con el ruido.
—¡Hey!— Grité, y Constance se dejó caer en cuclillas, los bigotes temblando y sus ojos
negros mirándome. —¡Nunca te hubiera hechizado en un ratón si no hubieras estado tan
loca!
Finalmente se quedó en silencio. Me incliné sobre la barra, la parte plana de mis brazos
sobre su superficie lisa. Como Constance, Hodin tenía el control del I.S. También tenía la
bendición de los no muertos de DC, a quienes claramente no les importaba quién era y
estaban dispuestos a trabajar con él siempre que esa maldición del alma estuviera
efectivamente fuera. El problema de los vampiros de DC conmigo no era que fuera un
demonio. Era esa maldita maldición del alma.
—Esto es complicado—, dijo Trent mientras se acomodaba en el taburete junto al mío.
Las alas de Jenks chirriaron. —Es Marzo de nuevo, y no creo que puedas atraer a Hodin
al SkyStar y convertirlo en un ratón.
Me acomodé en el taburete del bar, pensando. ¿Debería usar la creencia de Hodin de que
330

estaba muerta a mi favor? ¿O debería estar viva y ponerle el miedo a la duda?


Página

La duda era buena. Hodin ya no tenía tanta confianza en sí mismo. De lo contrario, ¿por
qué seguiría tratando de ser otras personas? Pero permanecer muerto le impediría fingir ser
yo. —¿Sugerencias?— Pregunté, empezando por la expectativa petulante de Constance.
¿Presumida? ¿Ella es presumida? No podía convertirla de nuevo en vampiro para exponer
el subterfugio de Hodin. Yo no lo haría.
—Pateamos traseros de vampiros y demonios por tu cumpleaños en lugar de una cena y
un buen paseo en el siempre-jamás—, dijo Trent. —¿Qué necesitas de nosotros?
Nosotros. Ahí estaba de nuevo, y le sonreí a Trent. Jenks estaba sobre su hombro. La
apuesta de Hodin dependía de que yo no tuviera a mis amigos para ayudarme. De la forma
en que lo vi, él ya había perdido.
Necesitaba mostrarles a todos que estaba viva. No solo eso, sino que yo era la subrosa, la
guardiana de la ciudad. Necesitaba demostrar que era capaz de hacerlo, ya sea denunciando
a Hodin como un impostor o devolviendo a los estudiantes, pero preferiblemente ambos. Y
para eso, tenía que hablar con Dali. Tenía a los estudiantes; tenía el código de acceso a la
bóveda de armas. Tenía que tener algo que él quisiera. Los libros de hechizos de Newt, tal
vez, o esa varita que nunca volvería a usar.
Sofocando un escalofrío, miré mi teléfono para ver la hora. Casi media noche. —
Necesito llegar a la iglesia.
Jenks se lanzó hacia arriba, su polvo de un oro brillante. —¡Adelante!
Asentí, abriendo mis textos. —Jenks, voy a necesitar que pases la vigilia. Trent-
Sus hombros se hundieron. —Me quedaré con Constance—, se ofreció como voluntario.
—No, yo también te quiero conmigo —dije, con la cabeza inclinada sobre mi teléfono
mientras le enviaba un mensaje de texto primero a Pike, luego a Ivy, diciéndoles que nos
moveríamos a la iglesia. —Tenemos que pensar en algo que Dali quiera lo suficiente como
para dejarme entrar en la bóveda—. Me volví hacia Constance. —Si prometes comportarte,
puedes venir con nosotros.
El pequeño ratón gris estaba en el centro de su jaula, mirándome con ira, sus colmillos
brillando. —Squeak— dijo, y Jenks se encogió de hombros.
—Eso sonó como un sí para mí —dijo el pixy, y Trent levantó la jaula del mostrador.
Era arriesgado llevárnosla con nosotros, pero dejarla aquí para que Hodin la secuestrara
era aún peor.
—De acuerdo. Salgamos por la parte de atrás para evitar a la prensa —dije, y Trent
sonrió.
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Página
CAPÍTULO 27

ERA LA SEGUNDA VEZ EN MENOS DE VEINTICUATRO HORAS QUE


necesitaba escabullirme por mi jardín, lo que me trajo recuerdos de tratar de evadir a la Sra.
Talbu cuando no tenía el alquiler. La hazaña había requerido una gran cantidad de
golosinas para perros para el Sr. Dinky, y aun así, el odioso chihuahua me delataba la
mayoría de las veces.
El coche de Trent estaba aparcado a unas cuantas calles más allá, y entre Jenks volando
a la vanguardia y la tranquilidad general de la calle detrás de mí iglesia, nadie nos había
visto todavía. El calor del día todavía irradiaba de la acera, y se sentía bien caminar al lado
de Trent, con las casas tranquilas a un lado, el muro de piedra de seis pies del cementerio al
otro, la luna un poco más allá de su plenitud y casi encima. Casi podía pretender que
éramos personas normales con problemas normales. Casi.
—Lamento lo de tu cumpleaños—, dijo Trent, y encontré su mano libre y le di un
apretón. La jaula de Constance estaba en la otra, el ratón vampírico sorprendentemente
silencioso mientras se empapaba de noche.
—Es solo un día—. Balanceé nuestras manos unidas al ritmo de nuestros pasos,
disminuyendo la velocidad cuando comencé a estudiar la pared. —Tengo algunos puntos de
apoyo por aquí en alguna parte. Arriba y por encima, pan comido.
—No es sólo un día—, gruñó. —Tenía cosas planeadas.
Me encantaba que pareciera molesto. —Yo también —dije, animándome cuando mis
dedos buscadores encontraron un trozo de roca áspera. —Lo tengo. Yo iré primero. Puedes
pasarme a Constance cuando llegue a la cima.
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Pero el sonido áspero de las alas de libélula cortó a través de los grillos y me aparté de la
pared, mi leve sonrisa se desvaneció. Era Jenks, pero no se estaba quitando el polvo. Algo
Página

andaba mal.
—Doyle—, dijo simplemente el pixy, y me desplomé. —Está estacionado en la puerta
trasera de autos, ocupado con un bocadillo de seis pulgadas y un batido de Azufre gigante,
pero si rompes el horizonte en la parte superior de la pared, lo notará.
Me apoyé contra la pared, los brazos sobre mi pecho. No podíamos entrar por el frente.
Había como treinta personas ahí afuera con antorchas tiki y velas. —¿En serio?— Me
quejé. —¿Él nunca se da por vencido?
Los ojos verdes de Trent eran casi negros a la luz de la luna. —Lo tomaría como un
cumplido. Cree que estás viva.
Jenks tocó la empuñadura de su espada de jardín. —Dame quince minutos, y le haré
picar tanto que no notará la aparición del sol.
Sin embargo, Trent estaba estudiando la luna como si fuera importante. —Menguante—,
susurró. —Llena habría sido infalible, pero esto es lo suficientemente cerca para el trabajo
de dirección.
—¿Qué es?— Dije cuando la sonrisa de Trent se volvió positivamente tortuosa. —¿Tu
encanto de glamour?
—Mejor—, dijo mientras me retiraba de la pared. —Ta na shay, auren sy auren lumon.
Me estremecí cuando el aura de Trent se elevó para envolver la mía, pequeños destellos
de magia llevando su intención picando a lo largo de mis sinapsis en una sensación
deliciosa.
—¿Dónde fuiste? ¿Dónde estás?— Jenks dijo, con los ojos muy abiertos mientras
revoloteaba.
—Wow—, dije, impresionada, y el pixy comenzó a reír, se dobló y voló hacia atrás
mientras un alegre polvo dorado se derramaba de él.
—Pensaste que te volvías invisible—, dijo el pixy con voz ahogada, su altitud cayendo
mientras se reía. —Necesitas un reembolso por ese encanto, Hombre Galleta. Todavía
puedo verte.
—El encanto está bien—. Trent miró a Jenks con el ceño fruncido. —Te incluí en él.
—¿A mí?— Los ojos de Jenks se agrandaron. —No necesito ningún encanto para ser
invisible. Tómalo.
—Trágatelo, pixy—. Trent puso su mano libre en mi hombro y me giró hacia la pared.
—Se rompe cuando se pone la luna, y no es infalible. Tienes que intentar pasar
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desapercibido. Sube tú, Rachel.


Página

Aprecié que no insistiera en que él fuera primero y, radiante, le entregué mi bolso antes
de estirarme para el primer asidero y tirar. Otro rápido alcance y tirón y estaba haciendo
palanca con mi pierna por encima de la pared plana. Dándome la vuelta, me acosté a lo
largo de ella para alcanzar primero mi bolso y luego a Constance. El ratón vampírico estuvo
en silencio cuando puse su jaula a mi lado, su mirada fija en las sombras como si estuviera
viendo a un viejo amante.
—Jenks tiene razón—, dije mientras me movía torpemente para dejar espacio a Trent. —
El coche de Doyle está en la puerta—. Riendo, observé el resto del jardín, no me gustaba la
luz y el ruido que venía del frente de la iglesia. Tendríamos que estar en silencio mientras
estábamos adentro, pero si no encendiéramos ninguna luz, nadie sabría que estábamos allí.
Probablemente.
Con un soplo de movimiento y el sonido más suave de piedra triturada, Trent estuvo
frente a mí en la pared, luciendo como un rey salvaje mientras se agachaba por un momento
para asimilar la noche antes de saltar ligeramente al suelo. Su rostro estaba pálido a las
sombras cuando alcanzó a Constance. Al verlo allí, la luz de la luna en su cabello y la
malicia en sus ojos, algo me atravesó, suave, seguro y perdurable.
Maldición, ¿qué suerte puede tener una chica? Pensé mientras bajaba la jaula hacia él.
Tenía un novio que no solo sabía cómo saltar una pared, sino que disfrutaba haciéndolo.
Amándolo, me arrastré hacia abajo, mis pies encontraron la tierra en un golpe más sentido
que escuchado.
La mano de Trent rodeó mi cintura como para asegurarse de que yo estaba allí. Sus
dedos se arrastraron para dejar mi piel de gallina, y choqué con él a propósito. Era delicioso
estar aquí en mi jardín en la oscuridad llena de grillos, y deseé que no fuera mi propia
iglesia a la que nos estábamos colando, sino tal vez algo más divertido, como el museo para
un artefacto que necesitábamos tomar prestado, o el I.S. para triturar nuestros archivos.
Puedo trabajar con Trent sin temer por su vida, pensé, acercándolo más para robarle un
beso rápido.
—Oh, por las pequeñas manzanas llenas de gusanos—, se quejó el pixy. —Tamicen el
polvo más tarde. Tenemos cosas que hacer.
Trent se echó hacia atrás de mala gana, pero nuestros dedos permanecieron entrelazados
mientras nos dirigíamos al camino. Las flores cor mors en la tumba de Nash estaban
floreciendo, y el dulce aroma llenó el espacio mientras nos movíamos a través de las viejas
piedras. —Entonces, ¿dónde conseguiste un amuleto que solo funciona cuando hay luna
llena?— pregunté, y el humor de Trent se suavizó.
—Mi madre. Me lo dio después de que llegué a casa del campamento raspado por
caerme por una ventana. Estaba tratando de colarme a la cocina del campamento por algo.
334

Dijo que si iba a ser sigiloso, debería tener las herramientas adecuadas.
Mis labios se torcieron. —Era la mitad de un pastel de tres pisos.
Página
Trent se sobresaltó, separando los labios. —¿Tu recuerdas?
Sonreí, soltando su mano para poder mantener un mejor equilibrio al pasar por encima
del muro bajo que separaba el cementerio de mi jardín más cultivado. —Sip. Cereza con
glaseado de chocolate. Lee tiró mi parte al suelo. Le rompiste la nariz y te arrojó contra un
árbol. Ahí es donde te raspaste el brazo.
—Lee me arrojó a un…— La mirada de Trent se volvió distante, con el ceño fruncido.
Había bloqueadores de memoria en el agua del campamento, pero la mayoría de las cosas
tendían a volver con suficiente insistencia. —Me dijo que me lo raspé al caer por la
ventana.
—Por lo tanto, lo llevamos a ese pozo abandonado una semana después—. Tuvimos tres
días gloriosos sin Lee. Y luego me echaron del campamento porque ya no me estaba
muriendo.
Trent se rió, y un cálido sentimiento me invadió. —Con amigos así-
—¿Quién necesita enemigos?—, terminé, después de haberme preguntado a menudo
sobre la amistad de Trent y Lee, a medio golpe de una guerra total. La luz del porche estaba
encendida, y me detuve fuera del cálido resplandor, esperando a que Jenks terminara su
reconocimiento antes de entrar. Ansiosa, miré la cerca de madera entre nosotros y la calle.
Estaban cantando algo bajo y lúgubre, una especie de retro melancolía. —Eso es…
Jenks se lanzó hacia arriba, su polvo de un fuerte oro. Era su jardín, y no se escabulliría
en él. —Sí—, dijo el pixy. —'Thursday's Child' de David Bowie.
—Mmmm—. Con los labios arqueados, Trent apretó mis dedos antes de soltarlos para
cambiar a Constance a su otra mano.
—No te rías. Es una gran canción —dije, y Jenks soltó una risita.
—Claro, pero la están cantando en tu memoria.
—Hey —susurré en voz alta, distraída cuando Trent me tocó, incitándome a seguir.
—Nadie se está riendo —dijo Trent, pero Constance me miraba como si deseara poder
hacerlo. —Creo que es un tributo apropiado.
—¿No tienes un jardín que patrullar?— Dije, y Jenks se levantó, saludándome antes de
salir volando, bajo y zigzagueando entre las piedras. —No hay nada de malo con esa
canción—, dije, pero por dentro, me estaba encogiendo. "El niño del jueves tiene mucho
camino por recorrer", decía la canción infantil, y mientras algunas personas afirmaban que
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significaba "destinado a grandes cosas", otros sintieron que hablaba de niños con
obstáculos injustos que superar, ya sean médicos, emocionales o simplemente mala suerte.
Página

De cualquier manera, la canción era triste y fácil de cantar. ¿Qué me vieran en ella? Eso era
un cumplido discutible.
—Es una buena canción—, dije de nuevo mientras subía los amplios escalones del
porche. La cocina estaba a oscuras, y Trent me siguió sin vacilar cuando abrí las puertas
francesas sin llave. La iglesia entera estaba en silencio aparte del ruido de la calle. No había
pixies, ni compañeros de cuarto, solo mostradores vacíos y silenciosos y una nevera
zumbando.
—Mis libros están arriba,— susurré. —Newt me dio todos los suyos, y aunque solo
tengo los cuatro, Dali podría haber tenido el ojo puesto en uno —dije mientras me abría
paso por el pasillo hacia el santuario, con Trent detrás. —¿Crees que esas perlas de Nash
que oculté podrían tener alguna importancia en las líneas ley? Las llevaba cuando
Constance lo evisceró.
Había dicho lo último de forma bastante mordaz, viendo que el vampiro estaba en una
jaula en la mano de Trent, pero mi atención se disparó cuando Trent tiró de mí hacia atrás.
La advertencia en él me dejó helada. Conteniendo el aliento, miré los sillones y las sillas
que no hacían juego alrededor de la gran mesa de centro de pizarra. Una sombra oscura
estaba sentada allí, encorvada como si estuviera afligida. Al menos, lo había estado. Mi voz
había levantado su cabeza, y me estremecí ante su frustración, la ira en la inclinación de sus
labios cuando dejó caer el extravagante sombrero de copa de su mano sobre la mesa y me
miró fijamente.
—¿Al?— Dije, congelándome ante la sensación de un enorme poder saliendo de la línea
ley más cercana. Mi corazón dio un fuerte latido, el miedo tropezó con mi columna
vertebral. La sospecha echó raíces, y aproveché la línea ley también. No tenía idea de por
qué Al estaría en mi iglesia, pero era él con un exquisito traje de seda negra y dorada,
encaje rojo en los puños y alrededor del cuello. Nunca lo había visto antes, y vacilé ante la
furia en sus ojos rojos y rasgados de cabra. Es Al, ¿no?
—Ah, me alegro de que estés aquí—, dije, pero la verdadera pregunta era por qué estaba
sentado en mi sala de estar con una pila de libros y esa jaula de grillos vacía del
campanario.
Al no se movió, no dijo nada. Pero la nada me asustó más que si hubiera estado
delirando. La Revelación toma esto. ¿Qué he hecho ahora?
Miré los libros, preguntándome si serían mis nuevos. —Um, necesito algo para comprar
mi entrada a la bóveda. A Dali le gusta mi jardín. ¿Crees que podría darme el código de la
bóveda por acceder a el durante un año?
—¿Rachel?— Trent susurró, de repente a mi lado. —Tenemos que irnos.
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—Es mi iglesia—, dije, molesta. Pero mis siguientes palabras vacilaron cuando Al se
puso de pie, con los faldones de su abrigo enrollados. Una neblina oscura se cernía sobre él,
Página
y sofoqué un escalofrío. —Um, ¿son esos mis libros?— Dije, tropezando cuando Trent me
apartó un paso.
—Son los libros de Rachel—, entonó Al, su voz baja raspando claramente hasta donde
las pesadillas se escondían en mi alma. —No son tuyos. No sobrevivirás a esto, Odie.
—Él piensa que eres Hodin —dijo Trent, su mirada moviéndose rápidamente a las
vidrieras. Alguien tenía un megáfono y estaban empezando a dar testimonio.
—Él piensa que estoy muerta —dije, luego me interpuse entre Trent y Al, mi sonrisa
más Rachel-ly en su lugar. —Lo siento mucho. Debería haberte llamado después de
enviarle un mensaje a mi madre. Hodin me noqueó. Acabo de despertarme. He estado en
Piscary's evitando a la prensa. Pero necesito algo para-
—Pútrida inmundicia—gruñó Al—. ¿Vengo aquí de luto para consolarme con lo poco
que me queda, y te encuentro con su rostro?— Gritó al último, y me detuve de golpe, la
sangre drenándose de mi cara cuando lo sentí tirar con fuerza de la línea ley de nuevo.
—¡Soy yo!— exclamé, con mi cara calentándose. No iba hacer un círculo. No excluiría
a Al. Pero mientras el poder goteaba de la mano empuñada de Al, sentí que podría haber
cometido un error.
—Te sorprendería la frecuencia con la que pienso en la noche en que te perdoné la vida,
hermano—, dijo Al, luego gritó, su poder acumulado se desvaneció cuando una pequeña
flecha golpeó su mano.
—¡Getty!— Me tensé, contuve la respiración mientras la diminuta mujer se deslizaba
por un hilo rojo hacia Al, dejándose caer sobre la mesa antes de alcanzarlo a él en un
hermoso lavado de seda y fuerza. Ella aterrizó con su arco tenso, una flecha colocada y
apuntando a su ojo. —¡Al, no! ¡No la lastimes!— exclamé, y Al sacudió la flecha de su
mano, gruñendo.
—No advertí a Rachel una vez—, dijo Getty, firme e inmóvil. —No volveré a fallar.
—Por favor. No le hagas daño —le rogué, y Al hizo una pausa, con un atisbo de duda
aumentando su dolor.
—¡Hey, Rache!— Jenks gritó alegremente desde el vestíbulo, sus alas emitiendo un
zumbido creciente. —¿Realmente sacaste a un tipo de la exhibición de tigres?— dijo, luego
se detuvo conmocionado y echando polvo.
—Tú mataste a Rachel—, Al se atragantó, el dolor dibujando sus rasgos en un nudo
apretado. Y entonces ya no estaba. —No haré que tu muerte sea indolora, pero la haré
337

rápida.
Página
—¡Whoa, whoa, whoa!— Jenks voló hacia Getty, con las manos extendidas mientras se
cernía entre Al y yo. —Getty, retírate. Solo están discutiendo. ¡Y ustedes dos no se atrevan
a destrozar mi casa!— añadió, mirando de Trent a Al. —Recién ahora la arreglé.
—Soy yo. No estoy muerta —dije, congelándome cuando el enfoque de Al se estrechó y
rodeó la mesa. Pequeños hilos de energía desatada salían de él mientras se movía, y la
magia goteaba de sus dedos mientras apretaba las manos.
—¿Te atreves a aparecer fingiendo ser ella?— Al prácticamente escupió. —¿Pidiendo
mi ayuda?
—¡Kalamack, retírate!— Jenks gritó, su polvo de un plata brillante. —¡Él no la
lastimará!
Pero viendo la furia de Al, no compartía el optimismo de Jenks. Asustada, retrocedí
hasta que encontré el baby grand de Ivy. —¡Estoy viva!— Salió de mí, y luego Al me
tenía, su mano de dedos gruesos agarrando mi cuello y tirándome hacia adelante. —Tenías
razón—, me atraganté. —Sobre todo-g-g-g…
—¡No, no lo hagas!— Jenks chilló, y mis ojos llorosos se dirigieron al pixy que brillaba
entre Trent y yo. El elfo enfurecido sostenía una bola brillante de algo, y creo que la única
razón por la que no la había lanzado era porque nos golpearía a los dos. Getty estaba con
ellos, con el arco todavía tenso y una flecha apuntada. —¡Él no la lastimará!— Jenks
añadió, y los labios de Trent se abrieron con incredulidad.
—¡La está asfixiando!— Trent exclamó, su expresión palideció mientras yo le hacía un
gesto para que se retirara.
Mi pecho comenzaba a arder y empezaba a preguntarme si tal vez debería hacer algo. —
Soy yo…— Jadeé, y finalmente los dedos de mis pies tocaron el suelo.
Tuve ventaja, y balanceé mis brazos, rompiendo su agarre. Jadeando, golpeé el piano, mi
cabello fibroso era una cortina entre el mundo y yo mientras me sujetaba la garganta y
trataba de toser con los pulmones de mi cuerpo. —Soy yo—, me atraganté mientras me
levantaba para encontrar a Al parado frente a mí, con las manos en puños a los costados,
una muerte resplandeciente y prometida en ellos. —No soy Hodin.
Jenks soltó una risita, su polvo era de un oro brillante y feliz. —Ves. Te lo dije.
—Miénteme—, dijo Al, temblando mientras se arreglaba su traje de luto de seda negra y
encaje rojo. —Dime que no la mataste.
Constance comenzó a chillar, el sonido se cortó cuando Al se mofó de ella.
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—Él lo intentó.— Me dolía el estómago y mis rodillas temblaban. Miré mi bolso en el


Página

suelo, el alegre rojo de mi pistola splat se mostraba. Claro, podría haber comenzado a
lanzar hechizos, pero era Al. Le había dado mi confianza y no se la quitaría. Incluso si me
mataba. —Él me rodeó. Escondió un encanto en él. Me quemó cuando tomé su círculo,
pero estoy bien.
Trent respiró temblorosamente. Inmóvil, se quedó dónde estaba, con los brazos sueltos y
un fajo de energía que hacía flotar su cabello. A su lado, Getty bajó el arco y Jenks suspiró.
El labio de Al se curvó. —Incluso si eres tú, él podría ser Hodin—, murmuró. —El cubo
madre de pus puede ser cualquiera y cualquier cosa—. Sus ojos rojos se entrecerraron en
Jenks. —Cualquier cosa.
El polvo de Jenks se desvaneció. —Ah, eso no es bueno.
Se me hizo un nudo en el estómago cuando sentí que Al tiraba de la línea ley más
cercana. Me atravesó: una advertencia eléctrica. No usaría magia para protegerme, pero si
él fuera por Trent o Jenks…
—¡No te atrevas!— Grité, tirando fuertemente de la línea también.
Lo sintió, tirando a tiempo para invocar un círculo. Mi energía desenfocada se estrelló
contra él, cubriendo su burbuja con una pátina negra de obscenidad y oro. El aura de Hodin
era amarilla y verde. Seguramente él creería que era yo ahora.
—¡No las ventanas!— dijo Jenks, lanzándose hacia Trent, y el elfo invocó su propio
círculo protector. —¡Por el amor de Campanilla, no las ventanas!
—¡Basta, Al!— grité. —Ninguno de ellos es Hodin. Han estado conmigo toda la noche
desde que Hodin pronunció su pequeño discurso patético en Fountain Square.
Mandíbula apretada, Al dejó caer su círculo. —No me dejaré engañar—, gruñó, con los
puños apretados brillando. —Si ella está muerta, entonces no hay nada que me impida
matarte, hermanito.
—Maldita sea, Al. ¡Soy yo!— Grité mientras él lanzaba una bola de energía
desenfocada. —¡Pacta sunt servanda!— exclamé, haciendo una mueca mientras mis
sinapsis ardían, pero la energía de Al se fue girando hacia las paredes en lugar de
golpearme. Una llama lamió la pared… luego se apagó.
—Por favor, no las ventanas. Cualquier cosa menos las ventanas…— Jenks rogó desde
las vigas, Getty ahora a salvo a su lado.
Con las manos en puños a los costados, Al vino hacia mí con pasos lentos y
monstruosos. Seguí retrocediendo, deseando que Jenks y Trent no se metieran en esto. —
Morgan era todo lo que me quedaba a lo que podía señalar y decir que había hecho algo
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bueno en este mundo, e incluso lo corrompiste cuando la convenciste de vender a sus


estudiantes a Dali. La arruinaste. Estás muriendo. Aquí mismo. En este momento.
Página
Se me cortó la respiración y me congelé. ¿Soy todo lo que le queda? —Ese fue Hodin—,
dije, con voz suave. —Sabes que no le vendería a mis alumnos a Dali. Por nada. Siempre
hay otra manera.
Pulgadas delante de mí, Al vaciló. Detrás de él, Trent estaba listo con algo feo en sus
manos. Amaba tanto a Trent en este momento que apenas podía respirar. Él estaba allí,
confiando en que yo sabía lo que estaba haciendo. Dios, por favor déjame saber lo que
estoy haciendo.
—Dali dijo que era solo la siguiente mala decisión en una larga lista de ellas. No has
sido muy inteligente últimamente. Si en verdad eres tú, Rachel.
Solo había usado uno de mis nombres, no los tres, pero lo había llenado con tanto
veneno que me asustó. —No me importa si me crees o no sobre mis estudiantes,— dije. —
Sé lo que hice o no hice. Pero necesito hablar con Dali para que me dé las llaves de la
bóveda para poder llevar a Hodin—. Mis hombros se hundieron. —Sola—, susurré. —
Como siempre.
El calor de la magia en la mano de Al se desvaneció. Su expresión cambió y salté
cuando el demonio aulló, un rayo de fuego líquido salió disparado de su mano y se estrelló
contra la mesa de billar de Kisten. Con un chasquido sordo, la sólida pieza de pizarra se
agrietó. —¡No voy a hacer esto!— exclamó mientras Trent se elevaba instintivamente. —
¡No volveré a hacer esto!
—¡Mantente fuera de esto, Kalamack!— Jenks chilló cuando Al se centró en mí, y me
quedé allí, temblando.
—¡No permitiré que me engañes de nuevo!— gritó Al, con los dedos temblando
mientras me señalaba. —¡No me importa si realmente eres Rachel, no tendrás acceso a la
bóveda, y no a través de mí!
Mi respiración era rápida mientras estaba de pie frente a Al con el pensamiento más
ligero en la línea. —No soy Hodin,— dije, las lágrimas amenazaban con empañar mi vista.
—Maldita sea la Revelación y viceversa. ¿De verdad crees que Hodin aparecería tratando
de ser yo todavía húmeda de la piscina del Cincinnatian? ¡Mira mi cabello!— Grité, y Jenks
se rió por lo bajo. —Es un lío espantoso. ¿Sabes cuánto desenredante se necesitará para
separar esta cosa? ¡No hay hechizo o maldición que lo toque! Y otra cosa. Nunca debí
haber prometido protegerlo de ti. Todos ustedes están siendo unos completos idiotas al
respecto.
La atención de Al se centró en mi cabello y me sentí cálida. —No—, dijo rotundamente,
su mirada se desplazó hacia Jenks que se cernía detrás de mí. —No deberías haberlo
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hecho—. Dejándose caer, se sentó abruptamente en una de las sillas frente a la jaula de
grillos vacía con la cabeza inclinada. —Mátame, Hodin. No me importa.
Página
Intercambié una mirada con Trent para intentar decirle que se quedara dónde estaba. Lo
peor ya había pasado, tal vez. —Um, sé tu nombre de invocación. ¿Es eso suficiente para
demostrar que soy yo?
La mueca de Al fue fea. —Todos conocen mi nombre de invocación.
—Tu otro nombre de invocación —dije, que nadie más que yo, Ivy, Trent, Jenks… De
acuerdo, tal vez había algunas personas que lo sabían, pero Hodin ciertamente no.
Estaba empezando a oler a canela quemada, vino y secoya aquí, y me acerqué más. —
No voy a decir cuál es—, dije, y Al resopló como si estuviera admitiendo que era Hodin. —
Quiero decir, ¿quién puede decir que no eres Hodin?— Mi mano tocó el sofá, pero todavía
no me sentaría en él. —No es de extrañar que todos quieran matarlo. Esto es horrible.
¿Cómo funcionas así? ¿No saber quién es quién en verdad?
La mirada de Al se levantó del suelo, subiendo por mis jeans húmedos y mi cabello
fibroso. Ahí estás, pensé mientras un destello de dolor lo cruzaba. De repente estaba
parpadeando con lágrimas, un nudo en la garganta. Era Al. Tenía que serlo. Y supo que era
yo. Realmente yo.
Al miró agriamente a Jenks, luego a mí. —Incluso si eres tú, y estás viva, no puedo
ayudarte. Estás sola en esto.
Hice un gesto con el dedo a Jenks, y él salió volando para mantener a los dolientes
alejados de los escalones. —Sí, bueno, tengo un historial de malas decisiones cuando se
trata de contratos con demonios.
—Eso es culpa del estudiante. No del profesor —dijo, pero no sabía si eso era bueno o
no. Trent se acercaba con Constance, deteniéndose cuando Al lo fulminó con la mirada.
Respiré hondo, sin saber hasta dónde llegaba este nuevo entendimiento. —Está bien.
Merezco estar en Alcatraz. Le di refugio a Hodin en mi iglesia durante meses mientras él
abría una brecha entre todos los que me importan y yo, incluyéndote a ti. Me lo dijiste y no
te escuché.
Al se sentó allí, esperando en silencio por más.
—Él estuvo jugando conmigo todo el tiempo—, agregué. —Él quiere tomar mi poder,
encarcelarme por hacer magia oscura y vender brujas a Dali. No pudo hacerlo hasta que me
despojó de mis amigos, y lo dejé. Distrajo a Jenks con la oportunidad de encontrar el
amor…
—¡No!— espetó Jenks, y Trent se aclaró la garganta en un reproche para que se quedara
341

callado.
—Mantuvo a Trent ocupado jugando con un viejo patrón de negocios—, continué.
Página
—Ah, eso no es del todo cierto —dijo Trent, luego cerró la boca cuando Jenks raspó sus
alas.
—Él mantuvo a Ivy fuera de Cincinnati por completo—, agregué, mis dedos agarrando
el sofá cuando comencé a sentir lástima por mí misma. —Engañó a Pike y lo endeudó tanto
que lo vendió a sus hermanos para pagar su marca. Y engañó a Stef. Mientras yo miraba.
Debería haber hecho algo, pero quería que viviera en ese mundo en el que creía. Uno donde
no se temía a los demonios.
Con la garganta espesa, miré a Al. —Y él te robó de mí.
Al estaba en silencio, su rostro completamente inexpresivo.
—Al, casi mato a Stef—, protesté, sonando como una niña quejumbrosa incluso para mí.
—Él la transformó a su imagen y casi la mato—. Miré por encima del hombro como si
pudiera ver a través de las paredes. —Justo en mi cocina.
Un dolor antiguo y silencioso cruzó su rostro, formando un nudo en su expresión.
Inmediatamente endureció sus rasgos, pero yo lo había visto, y me senté con cautela,
alcanzando su mano por encima de la mesa.
—Al—, susurré mientras se alejaba. —Lo siento mucho.— Por favor, que no haya sido
su esposa.
Al se estremeció. —¿Y todavía esperas que crea que no eres tú, Hodin?— susurró, con
un dolor pesado en él. —Rachel Morgan nunca escucha. Nunca aprende. Eso sonó como
una disculpa.
Me acerqué a la orilla del sofá, mi corazón dolía. —Tenías razón,— dije suavemente. —
Debería haber confiado en ti incluso cuando no entendía por qué. Pero quería vivir en un
mundo donde los demonios no fueran juzgados por su nombre o incluso por su pasado.
Dejé que Hodin me jodiera para poder fingir que el mundo era lo que quería. Soy una tonta.
Un pesado suspiro movió sus hombros, y parpadeé rápido cuando me miró, con perdón
en él. —Eso es culpa del profesor, no la tuya.
—¿Entonces crees que soy yo?— Chillé, con el pecho apretado por la angustia.
Hizo un resoplido de molestia, mostrando una delgada franja de su rostro habitual. —
Hodin no es capaz de disculparse así—, dijo, su mirada se posó en Trent y Jenks. —Y nadie
lee una habitación mejor que un pixy. Si Jenks es real, entonces tú eres real.
Eufórica, me incliné sobre la mesa de café, luchando contra el impulso de tomar sus
342

manos entre las mías. Solo se apartaría de nuevo. —¿Me ayudarás? No puedo hacer esto
sola. Necesito a mis amigos.
Página
Una sonrisa irónica curvó sus labios. —¿Y hacer que mi estudiante pierda lo único que
nuestros parientes respetan?
Mi palabra. Lo cual era extraño ya que todos eran unos mentirosos resbaladizos.
—¿Dices que Hodin te atrapó en un círculo?— preguntó Al, su atención subiendo a las
vigas. —Me sorprende que hayas sobrevivido.
—Estaba distraída. Ambos lo estábamos. Estaba dispuesta a tirarle mi bolso cuando se
convirtió en un cuervo.
Al hizo un suave gruñido de agradecimiento mientras tomaba su sombrero en la mano y
lo giraba. —¿Lo hiciste cambiar de forma? Lo asustaste. Newt era la única de nosotros que
podía hacer eso—. Su enfoque se apagó en la distancia. —Pero Newt nos asustaba a todos.
Tengo que hablar con Dali.
Se puso de pie como si fuera a irse, y yo también me levanté, esperando un destello
brillante mientras miraba a Trent. —¿Para recuperar a mis estudiantes, Sikes y Melody?
Al parpadeó mientras realineaba sus pensamientos, mirándome como si estuviera siendo
estúpida. —No. Incluso si fue Hodin quien los vendió, el trato está hecho. Además, Dali los
necesita. Los contratos de trabajo pronto estarán firmados y archivados en el I.S. Tendrás
que dar algunas explicaciones a los medios, estoy seguro— dijo con ligereza. —¿A menos
que puedas darle a Dali algo mejor que un año en tu jardín y un collar de perlas?
Negué con la cabeza, los brazos alrededor de mi cintura mientras miraba el ceño
fruncido de Trent.
—No estoy seguro de que esta nueva mano de obra vaya a durar —, dijo Al,
gesticulando grandiosamente con la mano mientras su traje de luto desaparecía, dejándolo
con pantalones negros y una camisa obsidiana debajo de un chaleco llamativo. —No son
muy fuertes—, agregó mientras inspeccionaba su manga y un bordado plateado doblado en
la tela, los glifos protectores parecían estrellas y hojas de hiedra. —Especialmente Sikes.
¿Quizás si pudieras convencer a alguien más para que tome su lugar?
Me maravillé de la gala nueva, casi contemporánea, pensando en que le quedaba bien.
—Sabes que no puedo hacer eso.
Al me miró por encima de sus lentes de color azul, claramente listo para irse mientras
recogía la jaula de grillos vacía. —¿Dónde están mis grillos?— preguntó, en tono acusador.
Me sobresalté ante el repentino cambio de tema. —Ah… murieron cuando yo estaba en
la cárcel. Al, sobre Sikes.
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—¿No les diste de comer?— Al miró a Trent y Jenks. —Debes recordar alimentar a
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aquellos de los que eres responsable. Tsk, tsk. Estoy seguro de que Sikes será alimentado al
menos.
—Sikes no es un grillo—, dije, y Al hizo un ruido en acuerdo.
—Tengo curiosidad,— dijo con fingida ligereza mientras examinaba la jaula vacía. —
¿Alguna vez obtuviste el encanto para que trabajar en más de uno?
—No.
—Lástima. Newt podía hechizar a más de una persona a la vez con el mismo encanto.
Esperaba que tú también lo descubrieras.
—Creo que se necesita a la Diosa —dije, y Trent se movió incómodo. De todos los
demonios, solo Newt y yo habíamos tenido vínculos estrechos con ella. Y entonces Newt se
convirtió en ella.
—Ah, bueno.— Al suspiró y la jaula de grillos desapareció. —No lo has hecho tan mal,
bruja piruja. Estás viva, lo cual es impactante, habiendo sobrevivido a una maldición que
mató a todos los demás en los que la usó. ¿Por qué?— preguntó mientras recogía los libros.
Eran los que acababa de recibir de Newt, y me preguntaba por qué los había tenido. Ah, sí.
Pensó que estaba muerta.
—Probablemente porque no estaba confiando en mi gárgola para aumentar mi consumo
de línea—, murmuré. No era un gran demonio sin Bis, y lo extrañaba aún más. Pero tenía
que admitir que verme obligada a aprender a girar tanta energía de la línea me había
resultado muy útil.
De nuevo, Al miró a Trent y Jenks, todavía con Constance junto al piano. —
Necesitamos arreglar eso. Despídete. Hora de irse.
Mi pulso saltó. —¿Me ayudarás a recuperar a Bis?— exclamé, y Jenks se lanzó hacia
adelante, claramente emocionado también.
—Hoy no. Hoy es para retiro y planificación. Honestamente, Rachel,— resopló Al, su
habitual altanería firmemente en su lugar. —Quedarse atrapado en un círculo es intolerable.
Cualquiera podría derribarte. Incluso un vampiro—. La atención de Al se centró en
Constance cuando Trent se acercó, la expresión del elfo era cautelosa. —Hasta que
despertemos a tu gárgola, huir al siempre-jamás para evitar la persecución es una opción
aceptable. Te daría tiempo para aumentar tus estudios. Digamos, ¿en cien años más o
menos?
—Ah… ¿Rachel?— Trent murmuró, y de repente entendí por qué Al estaba sosteniendo
mis libros. ¿Cree que me voy a ir? ¿Con él?
—No puedo dejarle Cincy a Hodin,— dije mientras retrocedía hacia Trent.
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Al nos miró con el ceño fruncido por encima de sus gafas. —Creo que la palabra que
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quieres es no, porque ciertamente puedes—, dijo, curvando los labios cuando la mano de
Trent se curvó protectoramente alrededor de mi cintura.
—No puedo. No. No voy a ir —dije, y Al se pellizcó el puente de la nariz como si le
doliera. Negando con la cabeza, me incliné más profundamente hacia Trent. —
Especialmente si Hodin se hace pasar por Constance. Necesito encantos fuertes que Hodin
no conozca. Eso significa acceso a la bóveda.
Ansioso, Jenks se cernió sobre Constance, el pixy gesticulando con urgencia hacia mí.
—¿Pero crees que hay una manera de recuperar a Bis?— pregunté, y el ratón estornudó,
cubierto de polvo pixy.
—Quizás.— Al movió los libros a su cadera, y una sonrisa nada agradable ensanchó sus
gruesos labios. —Lo he estado pensando un poco. Existe la posibilidad de que, con
suficiente obscenidad, podamos hacer una realidad pequeña y temporal. No durará mucho
sin una línea ley que la mantenga en la realidad, pero sería suficiente para abrir la botella de
manera segura, separar a Bis del baku y luego irse, permitiendo que la realidad se disipe y
se lleve al baku. Puede llevar un año prepararla. Necesitarías más obscenidad de la que
tienes actualmente para crearla, a pesar de lo sucia que es tu aura.
El agarre de Trent sobre mí se relajó. —¿Un año? Hiciste el nuevo siempre-jamás en,
¿qué? ¿Diez segundos?
La mirada de Al se tensó en Trent, un viejo odio latente. —El baku es una abominación
élfica. Si eres sincero en tu búsqueda frívola de mejorar la relación entre nuestras
sociedades, deberías hacer todo lo posible para destruir una de tus armas más efectivas y
atroces.
—¿Por qué no hacerlo ahora?— Dije, pensando que "mejorar la relación entre nuestras
sociedades" estaba muy lejos de su objetivo de convencerme de huir al siempre-jamás. —
No es difícil hacer una nueva realidad—. No, el truco consistía en darle suficiente sustancia
a base de obscenidad para que durara lo suficiente como para crear una línea ley entre ello
y la realidad para evitar que se desvaneciera.
Nuevamente Al cambió la pila de libros a su otro brazo, claramente molesto. —Porque
si no sobrevives las próximas veinticuatro horas, no importará—. Y luego se sacudió, sus
ojos clavados en los míos. —Mmmm—, entonó, y mi pulso se aceleró cuando el mismo
pensamiento me golpeó.
Podría atrapar a Hodin en un mundo temporal que se derrumbara… —¿Ah, Al?— Le
insté, pero el demonio ya estaba negando con la cabeza.
—No funcionará—, dijo Al, y Jenks se encogió de hombros hacia Trent, ambos
claramente no siguiendo nuestro hilo de pensamiento. —Hodin simplemente saltará de
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cualquier realidad temporal.


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—No si solidifico su aura —dije, y Trent emitió un pequeño sonido de comprensión. —
Él no estaba presente cuando todos se atormentaron con eso. Le tomará algún tiempo
romperla.
Al miró los libros en su mano y frunció el ceño. —Hodin es inteligente. Él lo resolverá.
—¿Antes de que se derrumbe?— pregunté, y Al resopló con impaciencia.
—Le doy treinta segundos. Máximo.
Era más largo que los cinco segundos que le había dado a Hodin para averiguarlo, pero
mi atención se desvió hacia la puerta principal cuando alguien la golpeó. Trent me dio un
apretón en el hombro para tranquilizarme y dejó a Constance sobre la mesa antes de que él
y Jenks fueran a ver quién era.
Sumida en mis pensamientos, me hundí de nuevo en mi silla, haciendo que Al gimiera
de impaciencia. Incluso si pudiera atrapar a Hodin en una realidad alternativa, eso dejaría a
mis estudiantes y a Sikes en el siempre-jamás. A no ser que… Me quedé sin aliento cuando
una nueva idea me inundó.
—No funcionará, sea lo que sea,— dijo Al.
—¡Qué tal un tulpa!
Al frunció el ceño cuando Trent y Jenks salieron al porche. —No puedes comprar
diecinueve estudiantes y a un profesor universitario por un tulpa—. Al dejó caer mis libros
sobre la mesa y, sobresaltada, Constance le siseó. —Incluso los que no tienen instrucción—
, murmuró, clavándole un dedo hasta que ella se abalanzó y le anotó. —La bibliotecaria, tal
vez…
—¿Y si pusiera a Hodin en ella?— Susurré.
Sus ojos se posaron en los míos y Al emitió un sonido bajo, interesado de nuevo. —Si
pudieras convencer a Dali de que Hodin no puede escapar, tal vez. Pero no puedes
incorporar a una persona viva a un tulpa. Es un recuerdo hecho realidad, Rachel. No es una
prisión.
Mi mirada se dirigió a las vidrieras de colores de Jenks cuando una gran luz industrial
las iluminó de repente, más brillante que el sol. Un equipo de noticias estaba aquí. —Creo
que podría ser—, dije en voz baja, la emoción hormigueando hasta los dedos de mis pies.
—Si mantuviera a Hodin en mis pensamientos mientras hago el tulpa, es decir, si lo hiciera
cuando tanto Hodin como yo no seamos más que pensamientos, podría codificarlo en la
construcción. No solo eso, sino que podría fijar esa maldición que solidifica el aura
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directamente a su ADN de la misma manera en que maldije a Ku'Sox para que quedara
atrapado en el siempre-jamás. Él nunca la rompería.
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Al hizo un ruido suave al entender lo que estaba diciendo. —¿Quieres hacer un tulpa
mientras estás en una línea ley? ¿Con Hodin en tu mente? Estás más loca que Newt.
Asentí, encontrando la esperanza de que él no hubiera dicho que no se podía hacer. —
Necesitaría tu ayuda, obviamente. Alguien tendrá que empujarme fuera de la línea cuando
termine. Pero si puedo atraparlo en medio de un salto y sostenerlo mientras hago el tulpa,
puedo incorporarlo. No será más que un pensamiento, ¡así que debería estar atrapado allí!
Al me miró como si le hubiera dicho que podíamos caminar sobre la luna si cantábamos
la canción correcta.
—Todo lo que tenemos que hacer es dejar a Hodin en el tulpa cuando me lo quites—,
susurré. —¡Dali obtiene un tulpa con Hodin atrapado en el, y se lo cambio a Dali por todos
los que engañó para que firmaran un contrato!— Sin mencionar que si pudiera encarcelar a
Hodin, podría hacerles lo mismo a ellos si se atrevieran a robar a alguien más.
El pulso me dio tres fuertes latidos mientras Al pensaba, una luz peligrosa en sus ojos.
—Tomará demasiado tiempo—, dijo. —Te quemarás si te quedas en la línea el tiempo
suficiente para hacer un tulpa.
—Me han quemado antes—, le dije. —Y ahora sé cómo usar la obscenidad como
aislamiento. Ambos lo sabemos. Como hicimos cuando la Diosa trató de quemarnos. No
me importaría deshacerme de lo que Hodin me engañó para que tomara.
Al asintió, su expresión preocupada. —El daño que podría provocar mientras trabajas.
Rachel, hará trizas tu mente mientras lo abrazas. No quedará nada.
—¿No es así como se hace un tulpa? Por favor —supliqué. —Puedes devolverme.
Al miró hacia la puerta cuando entraron Trent y Jenks, con un ruido excitado. —Nadie
pasará tiempo en un tulpa con Hodin en él—, dijo Al brevemente. —Dali no lo comprará.
—¿En serio?— Dije, pensando que su excusa era una afirmación de que se podía hacer.
—¿Ningún demonio quiere pasar una hora con Hodin? ¿En absoluto? No es como si
pudieras matarlo. No puedes lastimar un recuerdo—. Sí, estaba estirando mi acuerdo con
Hodin al máximo, pero eso estaba permitido. Alentado, en realidad.
Al suspiró, su toque ligero sobre los libros sobre la mesa. —Rachel, no arrancaré tus
pensamientos del tulpa. Yo libero el tulpa. Hodin destrozará tu mente.
—¿Saldré de el intacta?— Pregunté, y él asintió de mala gana. —Entonces es sólo dolor.
Puedo manejar el dolor. Por favor, Al. Esta es la elección que tengo. No puedo hacerlo sin
ti— añadí, la euforia y el pavor haciendo que se me encogiera el estómago. El temor de que
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la maldición de solidificación del aura no funcionara lo suficiente era real. El miedo de no


poder sostener a Hodin mientras hacía el tulpa era real. El miedo de que la obscenidad no
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fuera lo suficientemente espesa y que quemara mi mente hasta convertirla en cenizas era
real. Pero Al y yo teníamos práctica, y si el tulpa era algo con lo que estaba familiarizado,
podríamos entrar y salir de la línea en… ¿minutos?
Dios, ¿puedo soportar tanto dolor?
Pero era todo lo que tenía, y le rogué a Al con los ojos que me diera la oportunidad de
intentarlo.
—¿Hey, Rache?— Jenks dijo, interrumpiendo, y Al se volvió antes de que yo supiera si
lo haría. —Pike e Ivy están aquí. ¿Quieres plantarte en la calle a medianoche y llamar a
Hodin?
Al recogió mis libros de nuevo, extendiendo una mano para ayudarme a levantarme. —
Un demonio no sale a escondidas por la puerta de atrás—, dijo con confianza, y sentí que
mis rodillas se aguaban. Íbamos a hacerlo. Bueno, al menos, lo íbamos a intentar.
Mientras Jenks espolvoreaba un alegre dorado, tomé la mano de Al, dejándolo llevarme
para que me parara a su lado.
Se sentía como el lugar correcto para estar.

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CAPÍTULO 28

—ESTO SERÁ GENIAL, RACHE—, DIJO JENKS DESDE MI HOMBRO CUANDO


salía de la iglesia, obligada a detenerme rápidamente frente a la puerta. Al era una fuerte
presencia detrás de mí. Trent estaba a mi derecha, la jaula con Constance a medio camino
detrás de él para protegerla.
—Hodin en un tulpa—, continuó el pixy mientras los reporteros luchaban contra los
ciudadanos de Cincy por un asiento en primera fila. —El tulpa compra la libertad de todos.
Te deshaces de esa obscenidad. Pastel al amanecer.
Excepto qué hacer con Finnis, pensé mientras Al murmuraba una palabra en Latín y la
multitud reaccionó cuando una ola de energía dorada y roja los empujó un metro hacia
atrás. La risa nerviosa rodó, y miré a Trent con preocupación. Renunciar a la maldición del
alma de los vampiros no iba a suceder. Necesitaba encontrar una palanca para mover a los
no muertos y encontrarla rápido.
—Esta es tu gente—, dijo Al, luego suspiró dramáticamente. —¿Segura que quieres
hacer esto? ¿Para ellos?
Tomé aire para responder, chillando cuando un escalofrío recorrió mi aura. Jenks dejó
mi hombro con una maldición ahogada y una suave reprimenda mental me abofeteó. Era
Al, y me quedé quieta mientras su magia me atravesaba, desapareciendo para dejarme seca,
con el pelo recogido en una trenza apretada y la ropa de trabajo puesta. Incluso la chaqueta
y las botas, reflexioné mientras miraba mis pateadoras de trasero hechas por vampiros. —
Pensé que habías dicho que la túnica me causaba una mejor impresión— dije mientras
subía mi bolso por mi hombro, y Al carraspeó, una mano pesada aterrizó sobre mí mientras
se inclinaba hacia adelante.
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—No estás enseñando—, susurró en mi oído, y la sensación me recorrió. —Estás


trabajando. No les digas nada que no quieras que sepa Hodin—. Su agarre se hizo más
Página
fuerte. —Está ahí fuera. Es poco probable que intente algo frente a las cámaras para no
convertirte en un mártir. Querrá privacidad para convertir tu carne en un charco de baba.
Bien. Me enfrenté a las cámaras reunidas, ahora a un cortés metro de distancia detrás de
la línea brillante que se cernía a la altura de la cintura. Este no era mi mejor cumpleaños…
pero tampoco fue el peor.
—¡Morgan!— se oyó un grito y escudriñé ansiosamente a la multitud en busca de Pike.
—Déjenme pasar. ¡Rachel!
Hubo un grito, y sonreí cuando de repente se abrió un camino e Ivy se adelantó, esbelta
y sexy con sus pantalones oscuros y su blusa, su cabello suelto y sus caderas
balanceándose. Pike estaba detrás de ella, su evidente entusiasmo contrastaba con la plácida
confianza de Ivy.
—¿Qué fue eso?— dijo Pike mientras la alcanzaba. —¿Una especie de pellizco de
medio nervio con un puñetazo en el tobillo? Agradable.
—Abre puertas—, dijo, su expresión neutra se suavizó en un mínimo indicio de alivio.
Di un paso adelante, frunciendo el ceño cuando Al tiró de mí hacia atrás. —Podría ser
Hodin—, susurró, y aparté su mano de mi hombro.
Entonces Hodin va a recibir un gran abrazo, pensé mientras alcanzaba a Ivy y le daba
un rápido apretón. La sentí real para mí, y la puse a la distancia de un brazo, buscando su
mirada de pupila negra. El leve indicio de feromonas vampíricas salió de ella, familiar.
Estaba demasiado estresada y sedienta de sangre, y mi atención se deslizó de ella a Pike. Él
también estaba hambriento y estresado, pero podía sentir el comienzo de la confianza entre
ellos, y me preguntaba si podría haber un trío en el futuro. No conmigo, sino con Nina.
—¿Cómo mi pequeña olla de hechizos consiguió esa pequeña abolladura?— pregunté
mientras Pike sacaba una lata de pintura en aerosol dorada de su bolsillo y pintaba un
logotipo de gran tamaño en la acera ante los escalones.
—¿Tu qué?— dijo Ivy, confundida. La miré hasta que la comprensión pareció florecer.
—Vaya. Tendrías que preguntarle a Jenks— añadió, y Jenks se fue volando, murmurando
acerca de hacer un barrido de seguridad.
Era la respuesta correcta, y la jalé en otro abrazo. No sabía cómo había llegado allí la
abolladura. O al menos, nunca admitió saberlo. —¿Estas bien?— pregunté, y ella asintió,
pasando a incluir a Pike, que ahora miraba con satisfacción su logotipo. Al también lo
estaba estudiando, o mejor dicho, estaba notando el suave revuelo que había causado entre
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la multitud. Pike tenía razón. Era una señal de solidaridad, casi una promesa, de que alguien
mantendría la línea.
Página
—Hodin tiene a Finnis—, dijo Ivy cuando Pike arrojó la mini lata en su coche y se
acercó a ella. —Fue… demasiado rápido.
—Él también me derribó—, dije, sorprendida cuando Al se acercó un poco más, el
demonio claramente quería ser incluido en la camaradería inducida por el nuevo logo
mientras los reporteros comenzaban a hacer declaraciones para transmisiones posteriores.
—Hodin está aquí—. El labio de Al se curvó. —No haremos esto con tu estilo
descerebrado habitual, bruja piruja. Haz una declaración para que podamos irnos y
planificar adecuadamente la captura de Hodin.
Trent se rió entre dientes mientras le entregaba la jaula de Constance a Pike. —¿Como si
las ideas de Rachel funcionaran según lo planeado? Dame un segundo y te prepararé a la
prensa.
Pike sonrió a Constance cuando el ratón le siseó, estaba de buen humor incluso si lucía
un vendaje nuevo en la muñeca. —Recibo informes de algunas protestas, pero no de
disturbios. Todo el mundo está esperando a ver qué vas a hacer.
Pike. Cierto, pensé, volviéndome hacia él. —Pike, ¿de qué color es mi archivo en el
I.S.?
Al suspiró con impaciencia mientras Pike sonreía. —Eso sería rojo.
Era él. Sintiéndome mejor con todos a mi alrededor, me acomodé la chaqueta de cuero y
me enfrenté a los equipos de noticias. Trent los mantenía ocupados, pero seguían
mirándome y era obvio que yo era su objetivo.
—¿Qué pasa con Al?— preguntó Ivy, y mi movimiento para unirme a Trent vaciló. —
Pensé que no podía ayudar.
—Él no está ayudando. Solo está parado allí —dije, y Al se rió, el sonido maligno atrajo
la atención de las personas más cercanas.
—Asombroso.— Al estudió a la multitud, fijándose primero en Trent preparando a los
reporteros, luego en el logo de Pike dando fuerza a mis próximas palabras, elevándose
hacia Jenks que vigilaba desde la línea del techo, y finalmente hacia Ivy a mi lado
manteniendo a todos a una distancia cortés. —Estás manejando todo sin magia, pero se
necesita a todo un pueblo para hacerlo.
Asentí con la cabeza y luego miré a Ivy. —Al y yo vamos a cambiar a Hodin por la
liberación de todos—, dije, moviendo los labios apenas para que los equipos de noticias no
pudieran adivinar mis palabras. —A Finnis no podría importarle menos quién está a cargo
351

de Cincinnati. Quiere que la maldición del alma quede fuera de la consideración de la


AFHE, y espero que con Hodin fuera de escena, pueda retroceder, sabiendo que si puedo
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atrapar a Hodin, puedo hacer lo mismo con él y con cualquier otra persona que envíen.
Con los labios apretados, Ivy dirigió su mirada de soslayo a Pike y Constance,
claramente insegura. Pero con Ivy se trataba de dar un paso a la vez, y finalmente asintió.
Trent se volvió, con una mano extendida. —Rachel, ¿te gustaría hacer una declaración?
La mano de Al se aferró a mi hombro. —Demasiado tarde. Él está aquí. Puedo sentirlo.
Miré la mano de Al, luego escuché las preguntas de la multitud. —¿Sabes eso de todo
sin magia? Dame un segundo.
La mano de Al se apartó, y avancé para pararme en el último escalón ante el logo de
Pike, ignorando el micrófono que estaba siendo empujado sobre la línea mágica de no
cruzar de Al. —Gracias por esto—, le dije a Trent mientras le daba mi bolso para que lo
sostuviera.
—Di lo que quieras,— dijo Trent, mirando de soslayo la impaciencia de Al. —Si quieres
responder preguntas, habla con la mujer de los tacones rojos o con el tipo de la corbata a
rayas naranjas y doradas. Son pensadores avanzados. Evita al tipo con el bigote blanco.
—Entiendo. Gracias.— Sintiéndome nerviosa pero confiada, fui, mi sonrisa adelgazó
cuando comenzaron a gritar preguntas. El polvo de Jenks pasó desapercibido para todos
menos para mí. Al menos, esperaba que fuera el polvo de Jenks. No estaba ignorando
exactamente el consejo de Al, pero a diferencia de la mayoría de los demonios, tenía que
sentar las bases para no terminar en la cárcel cuando esto terminara. Un pequeño aviso con
los medios era de gran ayuda.
Pero no se callarían.
—¡Cállense!— Al gritó, y respiró lentamente mientras caía el silencio.
—Ah, estoy viva,— dije, y alguien se rió cuando un susurro: —Sin mierda, Sherlock—
se elevó desde las afueras.
—Mmmm, entiendo que Constance me está acusando de algunas cosas feas—, continué,
agradecida de que Al me hubiera lanzado una maldición de cepillar y lavar. —No puedo
negar la mayoría de ellas—, agregué, y el demonio prácticamente gruñó molesto. —Si les
importa mirar, mi aura es obscena. No sabía que una maldición que hice para proteger al
vástago de Constance era ilegal. Eso no es excusa, y estoy trabajando para hacer las paces
tan pronto como pueda encontrar al asesino que maldije accidentalmente.
—¿Maldijiste a un asesino?— dijo la mujer de los zapatos rojos. —¿Eso no cae bajo
defensa propia?
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—No, ella sigue siendo responsable—, dijo el hombre de bigote, y Al se quejó de matar
a todos los abogados. —¿Qué pasa con los estudiantes que vendiste como esclavos? ¿Y el
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Profesor Sikes?
Pensé que era interesante que el destino de Melody siguiera sin ser reconocido, y me
tensé cuando Al se inclinó para susurrar: —Quince segundos y te salto.
Estaba escaneando a la multitud incluso cuando sentí que la energía de la línea ley que
estaba tocando comenzaba a unirse en su aura. Pero aún no había terminado. —El profesor
Sikes está acompañando a un grupo selecto de sus estudiantes en un curso de inmersión en
demonios de cinco días para obtener créditos adicionales—, dije, y sentí que la magia de Al
titubeaba.
—Bien hecho. Puedes tener veinte segundos —murmuró, y me alejé de él, los lazos de
su magia zumbando entre nosotros.
—¡Eso es mentira!— llegó un grito, y las cabezas se giraron cuando se elevó la llamada
de que era Finnis.
—No, espera—, murmuré mientras pinchazos y hormigueos recorrían mi aura. Al se
estaba preparando para saltar con nosotros, pero yo no había terminado.
Nuevamente la multitud se separó, la mitad de los micrófonos se extendieron ahora a
Finnis. Ivy se acercó más a mi lado, Trent al otro. Jenks se dejó caer, su polvo me calentaba
la mejilla mientras sus alas zumbaban.
Con ojos de pupilas negras, Finnis se adelantó. Agentes del I.S. con porras y varitas
llenaron la parte trasera, empujando a todos hacia atrás mientras hacían una pared viviente.
No vi a Hodin, pero había demostrado ser un cobarde calculador y la expresión de Al era
suficiente para matar. Veinte segundos… Podría hacer mucho en veinte segundos.
—¿Quieres enfrentarlo?— dijo Al, incrédulo, sus palabras tropezaron por mi espina
dorsal como hielo. —Es un vampiro no muerto. No tiene fuerza real.
Pero sin fuerza real o no, tenía poder político y tenía que afrontarlo. Ahora. Frente al
mundo.
—Tal vez deberíamos llevar esto adentro—,sugirió Trent, y negué con la cabeza cuando
Finnis se detuvo lleno de fanfarronería a dos pies y medio de distancia. Pike retrocedió
lentamente, no porque tuviera miedo, sino porque Constance estaba chillando como un
murciélago, y reprimí una risa basada en el pánico cuando Jenks le dijo que se callara.
—¿Retirarse a una iglesia?— Finnis dijo mientras los agentes del I.S. empujaban a los
reporteros a los bordes. —¿Otra vez escondido, Kalamack?— dijo el vampiro no muerto.
—¿No es eso lo que te hizo coquetear con la bancarrota?
Los bordes de las orejas puntiagudas de Trent enrojecieron. —¿Por qué todos piensan
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que estoy arruinado?— murmuró.


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—Fue salir conmigo lo que hizo que Trent se arruinara, no esconderme—, dije, y los
reporteros, como era de esperar, se rieron. No me importaba la risa a mi costa. Tuvo el
efecto deseado, y el enfoque audaz de Finnis se arruinó.
—Maravilloso—, murmuró Al. —Te doy hasta que aparezca Hodin. Entonces nos
vamos.
—Sip—, dijo Jenks cuando los reporteros comenzaron a recuperar el coraje nuevamente.
—Deberían verla cuando se esfuerza. Rachel puede darle un giro a un botón bidimensional.
No tenía tanta confianza como Jenks, pero podía fingir lo suficientemente bien, y
mientras movía los dedos para pedirle a Jenks que vigilara, fijé mi mirada en el vampiro no
muerto. —Finnis —dije, gustándome que el escalón en el que estaba me pusiera cara a cara
con el hombre más alto. —Me alegra que estés aquí. Ahora que te has encontrado con
Constance, me imagino que te irás esta noche.
Con la cadera ladeada, envié mis sentidos a buscar, mis pensamientos ligeramente en la
línea ley más cercana.
Como era de esperar, Finnis sonrió para mostrar sus largos dientes. —No—, dijo, su
confianza absoluta con los matones del I.S. a su alrededor. —Constance me ha informado
de que no eres eficaz como su ejecutor y deberías ser destituida incluso si tus recientes
actividades no te llevan a la cárcel, que lo harán—. Su atención se desplazó por encima de
mi hombro a Pike. —Welroe también. Constance elegirá a un nuevo vástago de uno de mis
propios hijos esta semana. Tanto tú como Pike permanecerán bajo la custodia del I.S. hasta
que se resuelvan las acusaciones de magia ilícita.
Los reporteros estaban en silencio, sus micrófonos apuntando hacia mí.
—Ya lo resolví—, dije. —Cometí un error honesto y estoy haciendo las paces. La
persona que me enseñó la magia lo hizo con la intención de hacerme daño. Yo era una
herramienta, y las herramientas no pueden ser procesadas—. Sonriendo, me incliné sobre el
logo de Pike. —Además, todavía no has hablado con Constance.
Un destello de miedo vino y se fue en Finnis. Dejó de respirar, sus ojos se volvieron
completamente negros.
—No, me temo que has sido engañado por la misma persona en la que confié para que
me enseñara una maldición blanca—, dije tímidamente, dándole a Finnis una salida para
que no intentara hacer una a través de mí. —¿La mujer con la que te encontraste hoy? Esa
no era Constance.
354

Mi cabello comenzó a agitarse, mechones sueltos escapando de mi trenza para chispear


con la energía de la línea ley que Al estaba sacando. Nos afectó a todos cuando nos
paramos frente al logo de Pike. —Esa—, dije, señalando al ratón, —es Constance.
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El silencio se mantuvo durante un instante y luego los reporteros comenzaron a gritar,
con los micrófonos extendidos y avanzando. Finnis miró a Constance mientras el ratón
golpeaba los barrotes de su jaula, su brillante collar reflejaba la luz y parecía un accesorio
barato. Pero era ella, y por el rostro pálido de Finnis, sabía que él lo creía.
—¿La convertiste en un ratón?— el vampiro no muerto jadeó, y el personal del I.S. lo
rodeó, amenazando con violencia mientras la multitud reunida avanzaba.
Retrocedí, mi hombro no encontró a Trent, sino a Al. —¿Seguramente has oído hablar
de la nueva mascota no oficial de la universidad?— Dije, mis palabras gritadas casi
perdidas en el alboroto. —¿Un ratón vampiro? ¿Quién creías que era?
Los labios de Finnis se movieron, no salió ninguna palabra de él cuando el anillo
protector del personal del I.S. lo empujó hacia la calle.
—¡Constance está viva!— Grité, segura de que había una cámara enfocada en mí en
alguna parte. —Y no me gustas, Finnis. No me gusta que vengas a Cincinnati pensando que
tienes algo que decir sobre cómo nos manejamos. No me gustó cuando Constance lo
intentó, y no me gusta cuando tú lo intentas. ¡Deberías irte antes de que le haga lo mismo a
Hodin, a ti y a cualquier otra persona que se interponga entre el bienestar de Cincinnati y
yo!
Mis palabras eran diminutas en medio del pandemónium, pero sabía que podía oírme
incluso cuando lo empujaban hacia un coche. —¿Por qué no asistes a un espectáculo, echas
un vistazo a los pandas y al museo de exhibiciones élficas y te vas a casa en la misma
forma en que llegaste? Todo el mundo sabe que Pike y yo llevamos cuatro meses dirigiendo
Cincinnati. Y tú no eres bienvenido aquí, Finnis.
Salté cuando la mano de Al golpeó mi hombro. Saliendo de debajo de él, di un paso
hacia un lado para pararme en las macetas de plantas de Jenks. —¡Esa maldición del alma
será aprobada!— Grité, y Al pellizcó el puente de su nariz. —Y si la detienes, la pondré en
el mercado ilícito y no ganarás ni un centavo de impuestos. Soy un demonio, y no hay
extradición al siempre-jamás, ami-go. ¡Puedo trabajar desde allí tan fácilmente como desde
mi iglesia!
—Rache —dijo Jenks, claramente incómodo. Su polvo era de un blanco brillante por la
energía suelta y sin dirección, y retiré el cabello de mi hombro para que tuviera un lugar
donde posarse.
Finnis luchó contra los agentes entre él y nosotros, negándose a subir al coche. —¡No
seré intimidado! ¡Soy un no muerto de DC!— él gritó.
355

—Bla, bla, bla—, dije, haciendo los gestos apropiados con las manos, y el vampiro se
puso de un rojo brillante. —Tú, Finnis, eres un viejo no muerto. Y tú tiempo para gobernar
Página

ha terminado.
La multitud estalló, empujando hacia el espacio entre nosotros. Alguien me empujó y mi
pie resbaló de la maceta. Balanceando los brazos, me tambaleé hacia atrás, jadeando
cuando una bola de energía verde y amarilla golpeó la furgoneta de noticias y explotó.
—¡Mierda en tostadas!— Grité mientras caía en los brazos de alguien, luego parpadeé
cuando descubrí que eran de Al. Mi atención saltó a Trent cuando lanzó un encanto a un
cuervo y la multitud comenzó a dispersarse. —Se acabó el tiempo,— dije, y la mirada de
Al se estrechó en el pájaro desaliñado.
—¡Al!— Exclamé mientras mi piel hormigueaba por su energía acumulada. Sus ojos
siguieron a Hodin para atacar a su hermano menor. —¡Sácanos de aquí! ¡Sigue el plan!
El rostro de Al se torció, y con un feo rugido de odio, expandió su magia, corriendo a
través de mi aura y cambiando. ¡A todos nosotros! Grité cuando me encontré en las líneas
ley. ¡Al, los necesito a todos!
Y luego volví a ser real, todavía acunada en los brazos de Al donde me había atrapado.
—Fuera de la sartén—, susurré, mi pulso martilleó cuando me di cuenta de dónde estaba
por la mala música de los setenta, el techo bajo, la larga barra y las mesas pequeñas. —
¿Aquí?— Dije cuando nos notaron y la música se cortó. —¿Nos trajiste aquí?— Me quejé,
luego me puse rígida. Solo éramos Al y yo. —Dije que nos trajeras a todos—, agregué, y
luego grité cuando Al me dejó caer y mi trasero golpeó el suelo con un golpe doloroso.

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CAPÍTULO 29

—NO PUEDO DECIR SI ESTÁN HABLANDO DE NUEVO O NO—, DIJO DALI


mientras salía de detrás de la barra. —Váyanse. No estoy abriendo. Estoy entrenando a mi
nueva estrella con el atuendo y la actitud adecuadas.
Todavía en el suelo, miré a Al. —¿Los dejaste?— Dije, y la mandíbula de Al se apretó.
—Te dije que los trajeras.
—No los traeré aquí—, resopló. —Están más seguros lejos de ti, bruja piruja. Pensé que
lo sabías.
Molesta, levanté una mano hacia Al para que pudiera ayudarme a levantarme, pero él la
ignoró, y dolorosamente me puse de pie. Trent tenía mi bolso, pero era poco probable que
lo necesitara, aunque no me importaría golpear a Dali en la cara con algunas bolas splat
para divertirme.
Asentí con cautela a un hombre de rostro cetrino con un chaleco extravagante y de
aspecto barato que se encogía detrás de la barra. No era uno de mis estudiantes, y supuse
que era Sikes. Por lo demás, el lugar estaba vacío, la fea música resonaba contra los techos
bajos y las mesas planas. —¿Dónde están los estudiantes?— susurré, pero Al me ignoró, se
concentró en el demonio detrás de la barra.
—Dali…— Al engatusó mientras se adentraba más en el club de striptease. —
Encajamos. Se un amigo y organiza una ronda mientras mi estudiante y yo hablamos.
Sikes me rogó en silencio: ojos hundidos, cara pálida, con razón demasiado asustado
para hablar. —¿Dónde están los demás?— Pregunté de nuevo mientras el hombre delgado
continuaba limpiando los vasos rojo sangre colocados frente a él.
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—Los presté—. Dali sonrió, su expresión contenía una enorme satisfacción. —Se
necesita dedicación para crear a un familiar desde cero, y es más fácil hacerlo en parejas, no
Página

en docenas.
Hijo de un bastardo, ¿por qué pensé que cambiarían? No es de extrañar que el lugar
estuviera vacío. Los demonios estaban jugando.
—¡Pequeña perra!— Vino de detrás de mí, y giré.
—¿Vivian?— exclamé cuando la pequeña mujer saltó del escenario, tambaleándose
sobre sus tacones de seis pulgadas. Llevaba un traje de corista, diminuto, diseñado
precisamente para eso: mostrar a la chica. —¡Vivian, Dios mío!— Dije mientras pasaba
junto a Al. —He estado tratando de llamarte. Cómo…
—¡Tú, puta demonio!— gritó la pequeña mujer rubia, con sus borlas balanceándose. Y
luego me empujó con ambas manos.
Retrocediendo, golpeé una mesa.
—¡Confiaba en ti!— gritó, y yo la miré, desconcertada.
—Qué…— Tartamudeé, luego me apresuré a poner la mesa entre nosotras mientras ella
tomaba una silla y la levantaba. —¡Rhombus!— Ladré, y mi círculo cobró vida cuando la
silla de madera barata se astilló sobre el.
—¡Sal de esa burbuja y pelea conmigo como una mujer!— Vivian gritó, de pie frente a
mí con sus borlas temblando y la sombra de ojos de kohl corrida para mostrar que había
estado llorando.
—Vivian, no fui yo —dije, y la furiosa mujer astilló otra silla contra mi burbuja. Había
una banda de plata encantada alrededor de su tobillo, probablemente por eso estaba
golpeando mi círculo con una tercera silla y no con su magia.
Dali se paró junto a la barra y frunció el ceño, con los brazos sobre el pecho. —Si dañas
a Vivian Amber Smith, me debes una restitución, Morgan— dijo, luego a Vivian. —Nunca
te dije que dejaras de bailar. Sube a ese escenario.
Ignorándolo, Vivian siguió golpeando mi círculo con la pata rota de una silla. —
¡Confiaba en ti!— ella gritó. —¡Mírame! ¡Soy una stripper en un club de striptease
demoníaco!
Al hizo un pequeño resoplido de interés, luego se volvió hacia la barra. —Creo que la
Madam Miembro del Aquelarre piensa que la vendiste a Dali.
—¿Crees?— dije sarcásticamente mientras rompía mi círculo, luego me moví para poner
una pequeña mesa redonda entre nosotras. —Maldita sea, Vivian, fue Hodin—, dije,
retrocediendo constantemente para tratar de mantenerme fuera de su alcance.
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Dali se puso blanco. —¡Hodin!— bramó, y Vivian se detuvo, temblando. Sorbiendo, se


limpió la cara, untando aún más el kohl. Quería darle algo para cubrirse, pero no había nada
Página

en el bar y finalmente me quité la chaqueta.


Dali se giró hacia Al, que ahora estaba inclinado sobre la barra para servirse un vaso de
algo ámbar. —¿Ese era Hodin?— Dijo Dali, su expresión cambió de sorpresa a ira, y Al lo
saludó con la botella.
—Ese fue Hodin—, dijo Al rotundamente. —Por eso estamos aquí—. Molesto, Al
frunció el ceño a Vivian. El miembro del aquelarre se había derrumbado en una pequeña
bola, escondiéndose mientras sus hombros temblaban. —Por favor, dime que no le diste a
Hodin acceso a la bóveda a cambio de eso.
El ojo de Dali se contrajo. —Ella puede manejar los turnos de los tulpa—. Volviéndose
hacia la barra, gritó: —¡Es más de lo que puedo decir de Emanual Jonas Sikes!
—No sabía sobre Vivian—, dije mientras Vivian se mecía, su furia se agotó. No estaba
segura de querer ir allí todavía. Ella había estado realmente enojada.
—Esto es tu culpa—, ladró Dali, y mi cabeza se levantó de golpe. Me estaba señalando.
—¿Mi culpa?— Dije, y Al gruñó por lo bajo, apretando su vaso con más fuerza. —
¿Cómo es que tú no saber que Hodin estaba fingiendo ser yo es mi culpa?
—Permitiste que se pareciera a ti—, dijo Dali, con la cara roja. —Actuar en tu lugar.
—No hice nada por el estilo—, protesté, luego caí hacia atrás, gritando cuando la magia
lanzada por Al golpeó el repentino estallido de energía de Dali. Vivian saltó cuando el
poder combinado se estrelló contra un rincón, donde burbujeó y burbujeó, devorando una
mesa en un gorgoteo de disociación.
Mirando a Dali por encima de sus gafas de color azul ahumado, Al se movió para
pararse a mi lado, con su vaso de hielo y licor tintineando. —Que Hodin te engañe no es
culpa de Morgan. ¿Le diste acceso a la bóveda?
Dali miró a Vivian. —Son míos. Legalmente míos. Todos ellos.
Hice una mueca ante la mesa desintegrada, ahora un charco de espuma. —Tú no los
posees. No puedes ser dueño de la gente.
Vivian todavía estaba temblando, me acerqué a ella y le extendí mi chaqueta, pero todo
lo que hizo fue abofetearme sin éxito, tratando de hacer que me fuera mientras lloraba.
—Toca esa plata encantada en ella, y te mataré allí mismo—, dijo Dali. —Me tomó tres
horas colocársela.
La barbilla de Vivian se levantó. —¡Tú no eres mi dueño!— gritó, con lágrimas en los
ojos y enfadada.
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—Pero lo soy—, dijo Dali, chasqueando los dedos hacia Sikes hasta que el hombre
reanudó la limpieza de los vasos. —Incluso si fue Hodin quien hizo la venta—. Sus labios
Página
se apretaron en un ceño fruncido cuando puse mi chaqueta sobre Vivian y ella finalmente la
tomó, con los dedos temblando. —Yo no te dije que dejaras de bailar. ¡Sube ahí!
—Jódete, Dali—, gruñó Vivian, y luego grité cuando ella desapareció, apareciendo en el
escenario con un golpe. Gritando, le arrojó la pata de la silla.
Dali estaba sonriendo cuando me volví hacia él. —Mía—, dijo de nuevo. —Todo limpio
y legal.— Se frotó los dedos y en ellos apareció un sobre negro. —Una copia del contrato
de trabajo. Pórtate como una paloma y preséntalo en la oficina de Cincinnati con los demás,
¿quieres?
—¡Nunca firmé eso!— exclamó Vivian. —Esa no es mi firma.
La sonrisa de Dali se volvió fea con confianza. —Parece tu firma.
Se me hizo un nudo en el estómago y me sentí mal. Dudaba que alguien más que Sikes
realmente firmara algo. —Archívalo tú mismo, Dali. No soy tu lacayo.
La expresión de Dali quedó vacía. —El mundo piensa que me los vendiste, y aunque no
lo hicieras, no te los devolveré. Un trato es un trato.— Su atención se dirigió al escenario.
—¡Tú!— gritó, señalando a Vivian. —¡Baila!
La risa baja de Al me recorrió la columna vertebral como el mismo mal. —Y tú
compraste su acto. Otra vez.
No lo había creído posible, pero el estado de ánimo de Dali empeoró. Mandíbula
apretada, el demonio se retiró detrás de la barra. —Te tiene derrotada, Morgan—, dijo
mientras acercaba uno de los vasos limpios de Sikes a la luz, inspeccionándolo. —Tu voz,
tu cabello, incluso tus traspiés y tropiezos. Tu vida es suya ahora.
—Él no soy yo—, murmuré, hosca cuando Al se acercó a mí, su vaso ahora contenía
solo hielo.
—Y no creas que lo hubieras hecho mejor, Gally—, dijo Dali. —Escondiéndote en tu
carruaje en el bosque para que no tuvieras que averiguar quién era real y quién era Hodin.
Al suspiró mientras se subía a un taburete y golpeaba el mostrador liso para pedir otra
bebida. —Afortunadamente para nosotros, Hodin no puede ingresar a la bóveda incluso con
el código de acceso.
—Porque Hodin no está en el colectivo—, dije, y Dali asintió. —Él no puede entrar.
—Por el momento—, afirmó Dali mientras ponía una bebida delante de Al. —Hasta que
le rompa el brazo a tu elfo para que le des tu nombre de invocación.
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Me desplomé, de espaldas a la barra mientras miraba por encima del club de striptease.
Página

Genial. El sistema de contraseñas de los demonio había funcionado bien cuando estaban
atrapados en el siempre-jamás, pero ¿ahora? Sin embargo, tal vez podría hacer que esto
funcionara a mi favor. Hodin tendría que acudir a mí para conseguirla. Y luego, lo pondría
en un tulpa.
—¡Te dije que bailaras!— Gritó Dali, y cuando la música sórdida comenzó a resonar en
los parlantes ocultos, Vivian salió del escenario. —Pequeña mocosa petulante del
aquelarre…— Dali maldijo, y sentí que su control sobre la línea se fortalecía.
—Dali, los quiero. A todos ellos. Contratos o no— dije, y Dali se rió por lo bajo.
—Nunca tendrás suficiente—, dijo, y el grito de Vivian sonó detrás del escenario. —Los
necesito. Son mi clave para reconstruir mi riqueza.
Negué con la cabeza, cansada de su satisfacción dominante. Esperaba que esa expresión
en particular se hubiera ido. —¿Reconstruir tu riqueza sobre las espaldas de una fuerza
laboral más débil en lugar de sus talentos? Muy propio de un demonio. Barato y poco
profundo. Sin ningún sentido del valor personal.
Pero si había estado tratando de avergonzarlo, no funcionó, ya que apoyó un codo en la
barra y se burló de mí. —Funciona.— Dio un sorbo a su bebida. —¿No es así, Gally?
Respiré hondo, levantando el dedo hasta que Al tiró de mi brazo y me dio la vuelta.
—Permíteme—, dijo, mirándome por encima de sus gafas de color azul, y yo asentí. Al
era, como mucho, el mejor negociador. Lo que me hizo preguntarme qué mejor trato podría
conseguir para Vivian, Sikes y un puñado de estudiantes.
—Oh, por la ruptura de los dos mundos—, se quejó Dali cuando Al pateó el taburete de
debajo de él y se puso de pie, agarrando los bordes de su chaleco en una demostración
exagerada de importancia.
—Vivian—, dijo Al, con voz fuerte y clara. —Sikes, esa bibliotecaria de la que hablaste
dulcemente, y hasta el último estudiante. Liberados sin represalias.
—¿Para qué?— Dali dijo con amargura. —¿La cabeza de Hodin en una bandeja? No
puedes ayudarla. Pasarán siglos antes de que se las arregle sola, y para entonces, cualquiera
que se haya preocupado por un puñado de brujas secuestradas que incursionan en las artes
oscuras estará muerto—. Sonrió a Sikes y el hombre alto casi dejó caer el cristal que estaba
puliendo. —Sin embargo, todavía estarás vivo.
—No puedo ayudarla con Hodin, cierto—, dijo Al, y la atención de Dali se dirigió a él,
atraída por la indiferencia de Al. —Pero ayudarla a construir un tulpa es una tarea bien
documentada. Nada fuera de lo común allí.
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Fruncí el ceño cuando Dali comenzó a reírse. —¿Quieres que cambie mi sustento por un
tulpa?
Página

Al se inclinó sobre la barra, susurrando, —Un tulpa con Hodin codificado en él. Sí.
Dali dejó de reír, con el ceño fruncido en una duda repentina mientras miraba de Al a
mí. —Codificar a un ser vivo en un tulpa crea solo una imagen especular. La persona real
permanece en libertad—. Sus ojos se dirigieron al escenario vacío. —Como el recuerdo de
una stripper vampírica, capaz de hacer una cosa, y sólo una cosa.
—¿Cómo lo sabes?— Al se apartó de la barra con disgusto. —¿Alguna vez has hecho
una? Si funciona, tendrás un tulpa en funcionamiento donde podrás atormentar a Hodin dos
veces al día y tres veces el domingo. Si falla, está muerta y con ella su promesa de
protegerlo. Todo lo que te costará es un mísero puñado de familiares—. Vació su vaso y lo
dejó sobre la barra. —Familiares que son completamente inexpertos para mezclar
bebidas—. Se volvió hacia el escenario. —Y para bailar.
—¡Vete a la mierda, Al!— Vivian gritó desde los bastidores, habiéndolo escuchado
claramente.
Dali, sin embargo, estaba pensando. Mis rodillas temblaban y contuve la respiración. No
me gustaba hacer tratos con mis parientes. Seguían la letra del mismo, a menudo llevándola
más allá de lo que pretendía, en detrimento mío. Sin embargo, iba a tener que encarcelar a
Hodin, a pesar de todo, y dado que nadie me iba a pagar por ello, también podría ganarme
la promesa de liberar a quien pudiera. Además. ¿Qué haría yo con un tulpa de Hodin?
—O—, dijo Al mientras ociosamente inspeccionaba sus uñas. —Mi estudiante y yo
podríamos quedarnos con el tulpa y ganar más dinero que Newt. He estado jugando con la
idea de abrir una cafetería—. Le sonrió a Dali. —Un poco de competencia nunca hace daño
a nadie. Ya no puedo ser un proxeneta de buenos familiares. Debes adaptarte o morir.
Hice una mueca, imaginándome a Al con un delantal, sirviendo café.
Dali frunció el ceño. —¿Crees que puedes hacerlo?
Asentí. —Sí, y si puedo poner a Hodin en un tulpa, puedo hacer lo mismo para todos
ustedes—. Mi pulso se aceleró. —Lo digo en serio, Dali. Esto no es aceptable. Teníamos un
acuerdo. No más familiares conscientes. Nunca. No me importa si entran y lo ruegan.
El labio de Dali se crispó. —¿Crees que ella puede hacerlo?— le preguntó a Al, y
sofoqué un escalofrío cuando su mano se curvó alrededor de mi cintura, la sensación era
completamente diferente a cuando Trent lo hacía.
—Extrañé el sol—, dijo Al. —Lo extrañé más de lo que ahora extraño el estatus, las
fiestas y… la compensación terrenal. Más que la ira y el miedo dirigidos hacia mí. Más que
ver a una persona que alguna vez fue orgullosa descubrir que no es absolutamente nada.
La mandíbula de Dali se apretó. —No estás en condiciones de exigir mi adhesión a
362

ningún código de conducta—, dijo, y Vivian se asomó desde detrás del escenario.
Página
—Creo que si—, dije con valentía. —Si lo que intento funciona, ninguno de ustedes
estará a salvo de mí—. Al se aclaró la garganta y agregué: —Afortunadamente, soy un
demonio nacido de una bruja benévola, de corazón blando, ingenuo y tonta que cree que el
mundo es un buen lugar y que los demonios merecen vivir en él aunque tenga que
arrastrarlos pataleando y gritando como mocosos malcriados con derechos—. Dudé,
preguntándome si esta iba a ser mi vida ahora: obligar a los demonios a comportarse. —
Quieres ser todopoderoso, se todopoderoso, pero no más engañar a las personas para que
sean servidumbre. Eso es demasiado fácil. Y quiero acceso gratuito a cada tulpa que haga
de ahora en adelante. Siempre que quiera. Hodin incluido.
—¿Te ruego que me disculpes?— Dijo Dali, parpadeando. —¿Gratis?
—Y harás una declaración pública en realidad afirmando que fue Hodin quien te vendió
los estudiantes, no yo, y su intención fue manchar mi reputación. Ah, y una orden de
arresto. Quiero la documentación original que indique que Hodin escapó del
encarcelamiento legal y otra que me dé el derecho legal para devolverlo.
—Te lo dije, en ese entonces no teníamos órdenes de arresto—, dijo Dali, y me incliné.
—Inventa una—, dije escuetamente, y Dali se volvió hacia Al como si no lo creyera.
Al se encogió de hombros. —Tal vez deberías estar de acuerdo antes de que agregue
más apéndices.
Pensando, Dali se pasó una mano por su cabeza calva. Su peso cambió, y contuve el
aliento cuando su mirada se clavó en la mía. —No creo que puedas hacerlo.
Al estaba detrás de mí. Confiaba en él. —Entonces no tienes nada que perder—, le dije.
Dali se mordió el labio inferior y mi pulso se aceleró cuando extendió su mano.
Sonriendo, la tomé, gritando de sorpresa cuando me acercó. El pánico fue un destello
rápido, expulsado por la satisfacción de que iba a liberar a Vivian y al resto.
—Me das un tulpa en funcionamiento con Hodin atrapado dentro, y puedes tener a tus
alumnos, a su maestro e incluso a mi nueva bibliotecaria—, dijo Dali. —Pero el miembro
del aquelarre se queda.
—Eso suena justo—, dijo Al, y traté de quitar mi mano, fallando.
—Vivian también, o me largo de aquí —dije, encontrando la oleada de energía de la
línea de Dali con la mía, haciendo que mis dedos palpitaran y se sintieran como salchichas.
—¿Qué tan difícil puede ser administrar un restaurante?— Terminé, sonriendo
desagradablemente. —Mark lo hace. Incluso contigo robando sus servilletas.
363

Mi amenaza fue bien recibida, y el agarre de Dali sobre mí se aflojó. —Bien—, dijo
mientras recuperaba mi mano hormigueante. —Acepto todas tus condiciones, incluido el
Página
miembro del aquelarre, pero no obtienes nada hasta que Hodin esté en mi máquina de
discos y sepa que no se pueda escapar.
Asentí, negándome a frotarme los dedos. —Trato hecho—, dije, y luego jadeé cuando el
suelo cedió, y caí, justo en una brillante línea ley.

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CAPÍTULO 30

RECUPERÉ MI EQUILIBRIO MENTAL RÁPIDAMENTE, ROMPIENDO UNA


burbuja de protección alrededor de mi mente mientras la calidez de la línea me atravesaba
como si fuera una cinta de pensamiento vivo. Casi cantaba. El sonido del universo sonando.
Bis dijo que cada línea tenía su propia canción, al igual que cada estrella vibraba con su
único acorde. Yo, sin embargo, no era lo suficientemente buena para discernir la diferencia,
razón por la cual no podía cambiar las realidades a menos que estuviera parada en una. Bis
era el único que podía enseñarme.
Quiero ver cómo están Trent e Ivy, pensé, teniendo que inclinar bruscamente la consulta
mental para pasar no solo mi burbuja de protección, sino también la de Al.
Están bien, pensó Al brevemente, su aparente confianza con Dali escondía una
preocupación más profunda que no podía ocultarme. No cuando estábamos tan cerca.
Hodin está con Finnis y Finnis ya no está en tu iglesia.
Pero necesito hablar con Trent. Él tiene mi bolso, pensé, no queriendo que nuestras
últimas palabras fueran las mismas pronunciadas en los escalones de mi iglesia frente a un
equipo de noticias. Sentí que Al cambiaba mi aura para empujarnos fuera de la línea, y
tropecé, mi esperanza de al menos poder despedirme se derrumbó cuando me di cuenta de
que nos había dejado en Piscary's, el bar y la cocina a mi izquierda, las mesas y una
chimenea negra a mi derecha.
¿Hodin está en Piscary's? Pero dado que Finnis necesitaba un lugar seguro para pasar el
día, era una elección lógica fuera de una casa segura del I.S.
—Realmente podría haber usado los encantos de mi bolso—, susurré, mis labios se
separaron cuando me di cuenta de que mis cueros pateadores habían desaparecido. Al me
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había puesto la misma túnica de seda verde y negra con las pantuflas con cordones con las
que había tratado de impresionar a mis alumnos. Tengo que aprender a hacer esto, pensé
Página

mientras ajustaba la faja y los pequeños cascabeles sonaban con un suave y hermoso
repique. Me protegería de los encantos de Hodin mejor que mi cuero. Bien. Había
acertado, reflexioné mientras levantaba el dobladillo para ver el patrón entrecruzado de las
mallas de los zapatos.
Pero el aliento que tomé para agradecer a Al se me escapó por la sorpresa. Él también
había cambiado, su gala victoriana reemplazada por una túnica rojo sangre a juego con la
que lo había visto cuando expulsó a Hodin de mi iglesia. Pero a diferencia de mi túnica
prístina, la suya estaba claramente usada, limpia pero con un tono negro andrajoso en el
dobladillo. Sus zapatos tenían esas mismas mallas con cordones, pero nuevamente, estaban
manchadas y gastadas por el uso. La faja no era más que una cuerda deshilachada. —¿Eso
es lo que quieres usar?— Dije en lugar de "gracias", y él frunció el ceño.
—Es muy eficaz—, dijo con rigidez. —Incluso en su estado actual.
En línea recta, en la penumbra, estaban las escaleras que conducían a la habitación
superior del edificio que había sido todo, desde un apartamento abierto hasta un salón de
billar, un comedor privado y una discoteca donde los vampiros vivos bailaban en línea para
tratar de olvidar la miseria que eran sus vidas. Pero no era allí adonde Al miraba, y seguí su
mirada entrecerrada hasta las puertas batientes dobles de la cocina.
—Él está aquí—, dijo Al, sin hacer ningún esfuerzo por bajar la voz. —¿Hodin? Sal,
pequeño dragón de mierda. Mi estudiante desea ponerte en una botella.
—¡Al!— Siseé, y luego salté, tirando de la línea ley hacia mí cuando las puertas de la
cocina se abrieron. Era Hodin. Con los dientes apretados, le lancé un fajo de energía
desenfocada.
Hodin extendió una mano con una palabra murmurada, enviando poder para interceptar
mi energía lanzada apresuradamente y rebotar en una esquina, donde giraron y
chisporrotearon en nada.
—¡Espera!— gritó Hodin, y mi siguiente hechizo murió en mis labios cuando vi a Stef
en su agarre, sus ojos muy abiertos y asustados. El brazo de Hodin estaba envuelto
alrededor de su cuello mientras la arrastraba hacia adelante, usándola como un escudo
viviente.
—Stef,— susurré, las dudas surgiendo hasta casi inundarme. Si hubiera sido Finnis…
Bueno, no lo era, y mi mano brillante cayó.
—¿Embotellarme?— La atención de Hodin se centró en Al, apretando su agarre
mientras Stef continuaba forcejeando. Parecía un motociclista medio muerto de hambre con
su largo cabello suelto y sus pesados pantalones de cuero puestos. —No es probable—,
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añadió Hodin cuando la puerta de la cocina se cerró detrás de ellos. —Pero me alegra verte,
de todos modos—. Él dudó. —Con todas tus galas. ¿Cuál es tu contraseña para el
Página

colectivo?
Con los labios apretados, Al me hizo un gesto para que lo intentara, y suspiré, tirando
más profundo de la línea hasta que mi estómago comenzó a doler y mi cabello a agitarse.
Mis pensamientos fueron a Ivy, Jenks, Trent y Pike. Tenía que hacerlo saltar a la línea, o
nunca lo alcanzaría. —¿Dónde está Finnis?
—Abajo.— Hodin tiró de Stef hacia él y me tensé. —Donde pertenecen los muertos.
—Has cometido un error,— dije. —Todavía puedes alejarte de esto—. Pero él no quiso
escuchar. Ninguno de ellos nunca lo hizo.
—Rachel, deja de-e-e-e monologar y embotella al bastardo—, dijo Al a la ligera. —Es tu
cumpleaños, y alguien dijo que habría helado.
Todavía sujetando a Stef frente a él, Hodin se adentró más en la habitación. —Mi único
error fue dejarte con vida—, dijo. —¿Cómo sobreviviste? Nadie más pudo. ¿Fue tu elfo?
Mi barbilla se levantó. Nunca pensé que la ausencia de Bis me salvaría la vida, pero eso
fue lo que sucedió. —Tal vez soy mejor que tú,— dije, y el labio de Hodin se torció.
—Lo dudo.— Hodin soltó a Stef el tiempo suficiente para golpearla en un aullido de
sumisión. —Necesito tu contraseña. Dámela y la dejaré ir.
Stef se puso rígida y me dolió el corazón cuando sus ojos se abrieron de par en par con
esperanza.
—¡Cuál es!— gritó Hodin, Stef gritó cuando el aura de Hodin la cubrió de repente,
quemándola con el hechizo que llevaba.
—¡Hey!— Grité, los cascabeles de mi faja sonaron y la neblina brillante se desvaneció.
Stef se hundió en su agarre, su respiración entrecortada.
Presumido, Hodin miró a Al, inmóvil detrás de mí. —¿Bien?— incitó, y los ojos de Stef
se elevaron para encontrar los míos. Estaban húmedos por las lágrimas, pero pude ver que
su núcleo de fuerza no había sido roto, aún.
—¿Rachel?— dijo Al con cautela, viendo mi indecisión.
No tenía intención de darle acceso a Hodin, pero tenía a Stef y comencé a inquietarme.
Esto sería más fácil si tuviera mi bolso.
—Nombre de invocación—. La voz de Hodin era suave, pero sus dedos anillados que
sujetaban el brazo de Stef estaban tan apretados que se volvieron incoloros. —O ella muere
y yo empiezo con otra persona—, dijo, y un escalofrío me recorrió la espalda. —Es muy
simple.
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Mis labios se separaron, el pulso martillando. Stef estaba en agonía, pero sabía que no
Página

rogaría por su libertad, convencida de que debería pagar con su vida por una mala decisión.
—Deberías irte,— dije, tirando de la línea hasta que mi cabello se encrespó y comenzó a
flotar. —Fallaste. Ya has perdido Cincinnati. Simplemente no lo sabes todavía.
—Haz que salte a la línea, Rachel…— susurró Al, y empujé la mesa fuera de mi camino
para darme espacio para trabajar. —No le des tu contraseña,— dijo más fuerte. —No se le
puede permitir tener acceso, sin importar el costo.
—Entonces quítale a Stef,— dije. Sacando todo lo que tenía en mi palma, se lo lancé a
Hodin.
Con desprecio, Hodin levantó una mano. Nuestras energías se encontraron en un
estallido de chispas rápidamente sofocadas. Stef ahogó un grito aterrorizado. Yo había
estado allí. Conocía su miedo. Y cuando vi la petulante satisfacción de Hodin y sentí la
resignación de Al ante su próxima muerte a manos de Hodin, algo en mí se quebró. Iba a
atrapar su trasero, y lo iba a hacer en una maldita línea ley. Y para eso, iba a necesitar un
montón de obscenidad para aislarme.
Hodin tenía el código de acceso. Tenía la contraseña que haría que funcionara. Dale eso,
y él tendría todas las cartas y yo ninguna. Pero la bóveda era el único lugar donde podría
obtener suficiente obscenidad lo suficientemente rápido como para hacerme algún bien.
No necesitaba las maldiciones de la bóveda. Solo necesitaba la obscenidad. Iba a darle
mi contraseña. Hodin iba a intentar matarme. Y Al y yo íbamos a usar los hechizos más
oscuros que tenía la bóveda, no para capturar a Hodin, sino para adquirir la enorme capa de
obscenidad que necesitaríamos para sobrevivir a una línea ley.
—¡Clave!— Hodin gritó, y me sacudí, mi cabeza se levantó y mis manos gotearon poder
puro.
Perdóname, Trent. Desearía ser mejor en esto. —¿Quieres mi posición de subrosa?—
Dije, mi rostro frío por la ira. —¿Mi contraseña? ¿Mi lugar en el colectivo? ¡Mi vida!—
grité. —Bien.— Acomodé firmemente mis zapatos con cordones en el viejo piso negro
mientras Al se aclaraba la garganta, sin saber lo que estaba haciendo. —No creo que puedas
manejar mi vida. Suéltala y te la daré, toallita de musgo.
—¿Qué estás haciendo?— Gritó Al, y los labios de Hodin se abrieron en una fea sonrisa
mientras pensaba que había ganado.
—Tómala—, dijo, y Stef gritó de miedo cuando la empujó hacia mí.
—¡Dilatare!— Grité, sonando mis cascabeles mientras tiraba de Stef al suelo cuando el
hechizo blanco golpeó las viejas vigas con un estruendo atronador. Las botellas se hicieron
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añicos contra el espejo de la barra y el polvo se deslizó hacia abajo. Al se zafó cuando
Hodin se tambaleó, de alguna manera reteniendo sus pies.
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—¡Flagro!— Hodin exclamó, y me encogí, sosteniendo a Stef inmóvil cuando la mujer
trató de correr mientras el fuego líquido cubría mi burbuja. Al bramó con ira y el
recubrimiento desapareció.
Jadeando, miré hacia arriba. Al se paró frente a mí, su furia demoníaca era terrible al ver
como el feo Latín se derramaba de él. Hodin extendió una mano, reuniendo el poder de Al
con el suyo propio. Saltaron chispas y el olor a ozono me pellizcó la nariz.
—¡Vamos!— Casi siseé, rompiendo mi círculo y empujando a Stef hacia la puerta. —Ve
a la iglesia. Ayuda a Getty. Te veré en tres días. Si no he vuelto para entonces, dile a Trent
que lo amo—. Desesperadamente.
—Rachel, lo siento—, comenzó a balbucear Stef, con la nariz mocosa y los ojos
húmedos.
—¡Vamos!— Me puse de pie y la mujer se levantó torpemente y corrió hacia la puerta,
golpeándola con fuerza para tropezar en la noche. Vi un destello del estacionamiento
oscuro cuando la puerta se cerró. Temblando, me volví hacia Hodin y Al.
—¡Hodin!— Grité, y el demonio giró, sus manos goteando verde y amarillo. Al cortó su
siguiente maldición, y los dos me miraron fijamente, uno en seda roja manchada de sangre,
el otro en cuero. Había un nuevo agujero con bordes quemados en el techo hasta el piso de
arriba, y me estremecí. Lo siento, Pike. Tal vez podrías poner un poste de bomberos. —
¿Creo que el trato fue Stef por mi contraseña?— Con el pulso acelerado, empujé otra mesa
para hacer más espacio.
—¡No!— exclamó Al, con el ceño fruncido, pero cuanto más obscenidad tuviera,
mejores serían nuestras posibilidades de sobrevivir los próximos cinco minutos en la línea
ley. El único lugar para conseguirla sería la bóveda. Pero eso significaba que Al necesitaría
una razón para luchar contra Hodin. Y para eso, tenía que darle una oportunidad a Hodin.
—¡Jariathjackjunisjumoke!— Grité mientras empujaba otra mesa a los bordes de la
habitación. —¡Tómalo, chupa almas, traidor, idiota ignorante!— Casi le escupo. —Tómalo
y perderás. ¿Me oyes, Hodin? ¡Lo perderás todo!
El rostro de Al estaba desgarrado, sus manos apretándose en puños mientras Hodin
estaba de pie frente a mí, con el ceño fruncido en curiosidad. —¿Qué clase de nombre de
invocación es ese?— dijo Hodin.
Mi cara ardía. —Es mío—, le dije. —Eres un inútil, cobarde-
—¡Rachel!— Gritó Al, su túnica roja ondeando mientras tiraba de mí para sacarme del
369

anillo arrojado por Hodin. Golpeó el suelo con un ping y estalló, una burbuja de energía se
elevó en verde y amarillo, quemando todo lo que había dentro.
Página
Con el pulso acelerado, volví a presionarme a Al. —Esto te va a costar todo, bruja
piruja—, murmuró Al, una voluta de humo saliendo de su dobladillo ya carbonizado, con
olor a ámbar quemado.
—Me va a dar todo—, dije, y el agarre de Al sobre mí se hizo más fuerte. —Yo-
—¡Muévete!— Al gritó, y nos separamos, él yendo hacia un lado, yo hacia el otro
mientras otro anillo golpeaba el suelo a nuestros pies. Surgió un círculo más grande. Rodó
detrás de mí y le empujé una silla, horrorizada cuando la burbuja la envolvió y la silla
pareció expandirse, luego contraerse y luego explotar. Gritando, me agaché debajo de una
mesa mientras la esquirla salpicaba el suelo.
Hodin se puso de pie sobre mí, con una expresión desenfocada y sin aliento en su rostro.
—Cometiste tu último error.
Oh, si tan solo tuviera esa suerte.
—¡Largo!— Al gritó, gesticulando salvajemente. —Tiene acceso a la bóveda.
—Necesito- — comencé, mis palabras vacilaron cuando la mirada de Hodin se agudizó
en mí. Oh… mierda. —Mátame, y no hay nada que les impida ponerte en una botella,—
dije, y la sonrisa de Hodin se volvió fea.
—Si te mato, no se atreverán a intentarlo—, dijo, y me sentí palidecer cuando su aura
pareció oscurecerse, pasando al espectro visible.
La mandíbula de Al se apretó. —Está dentro—, dijo mientras se acercaba poco a poco a
mí. —Hemos perdido.
—¡No lo hemos hecho!— Insistí. —Necesito que él-¡hey!— Jadeé cuando Al me jaló
hacia sí, el hormigueo de su aura rozó contra la mía como pinchazos cuando su círculo de
protección se colocó en su lugar a nuestro alrededor. Me sobresalté al oír un fuerte golpe,
mi atención se elevó para ver la maldición de Hodin serpenteando sobre nuestras cabezas,
tratando de atravesar la burbuja de Al. Un anillo de suelo a nuestro alrededor echaba humo
y se me secó la boca.
El labio de Al se curvó mientras miraba al suelo. La maldición estaba tratando de comer
su camino hacia nosotros. Lo haría, eventualmente. —¿Lo necesitas para qué?— Al dijo, su
voz extrañamente apagada. El aire estaba viciado y estaba segura de que podía oler a ámbar
quemado, aunque podría ser el piso humeante. —Date prisa, Rachel— instó. —Hay
maldiciones en la bóveda para atravesar el mejor círculo de protección, y él las encontrará.
¿Lo necesitas para qué?
370

Empujé hacia atrás y lo miré. ¿Me estaba escuchando?


Página
Mi pulso martillaba. —Si voy a atarlo en un tulpa creado en una línea ley, necesitas toda
la obscenidad que puedas conseguir para aislarnos mientras lo hago. Lo que tienes ahora
mismo no va a ser suficiente.
La frente de Al se arrugó… luego sus ojos, observándome por encima de sus anteojos, se
abrieron con comprensión. —Quieres la obscenidad que la bóveda impone…— dijo,
comenzando a reír. —La bóveda… sí. No hay mejor lugar para la magia oscura y la
obscenidad para poner. ¿Necesitas obscenidad? Te conseguiré obscenidad, mi bruja piruja.
Mis rodillas se sentían como agua. Por encima de Al, la maldición de Hodin ardía y se
enrollaba contra la burbuja protectora de Al. Al la miró, respiró hondo y luego maniobró
con cuidado para interponerse entre Hodin y yo.
—Aléjate si puedes. Esto va a ser complicado—, dijo.
Pero mi sonrisa de victoria vaciló cuando su expresión pareció quedar vacía y una
horrible fealdad se filtró en él, pinchando como hielo negro contra mi piel. Había accedido
a la bóveda, abriendo su mente a las maldiciones que los demonios habían creado hace
miles de años en su guerra con los elfos. Él sabía dónde aguardaba hasta la última magia
fea con la misma certeza que yo sabía dónde crecían las flores que necesitaba en mi jardín.
Y lo sabía lo suficientemente bien como para quizás salvarme el trasero.
—¡Capax infiniti!— Gritó Al, y salté cuando un estallido de energía explotó su burbuja
de protección hacia afuera, llevándose consigo la maldición de Hodin. La sombra se
levantó de sus pies, envolviendo a Al en humo y llamas. Su cabeza se volvió pesada y sus
ojos como pozos. Había en ellos muerte, e ira, y amargo, amargo deseo de causar dolor. No
era Al. Era el eco del alma de quien había hecho esa maldición, ahora manchándolo.
—¿Qué te he pedido que hagas, Al?— susurré, y Al se giró hacia mí, su mentón
levantado indicándome que me pusiera detrás de él. No sabía que al usar las maldiciones
almacenadas asumía el dolor que habían sentido sus creadores.
—¡Coniunctis viribus!— gritó Hodin, y Al levantó una mano, absorbiendo fácilmente la
maldición incluso cuando su mano se oscureció con ella. Al había peleado la guerra en la
que su hermano se había sentado, y el demonio mayor se rió, larga y duramente, la magia
enroscándose en sus dedos y el Latín derramándose de sus labios. Me estremecí cuando
sentí que una gran maldición se desplegaba en él, chocando contra Hodin para enviarlo
tambaleándose hacia atrás. Enrollando, Al lanzó otra, y Hodin apenas consiguió su contra
maldición entre ella y él, enviando las fuerzas combinadas para golpear la pared. Una
sustancia pegajosa negra la cubrió tomando, las sillas y las mesas, y luego se encogieron
sobre sí mismas y desaparecieron con un aterrador crujido de madera y piedra.
371

Mis labios se abrieron cuando toda la pared desapareció. Llegó el aire de la noche y el
sonido del tráfico distante. Mi respiración pareció ahogarse en mí, y me zambullí para
Página

cubrirme detrás de una mesa caída.


—Ad utrumque paratus— entonó Al, separando los puños a la mitad. Me sentí palidecer
cuando una barra chispeante de energía se formó entre ellos, brillando en rojo y dorado con
su aura, goteando con maldad. Mis labios se abrieron cuando la barra se partió en dos,
dejando a Al con una espada de fuego azul en una mano y una daga de fuego negro en la
otra. Eran maldiciones hechas sólidas, y mi aliento tembló mientras exhalaba. ¿Se puede
hacer eso?
—Por favor, no corras, hermanito—. Al dio un paso adelante, las sombras se aferraban a
él como la muerte misma. —Mis amigos tienen sed después de una siesta tan larga. Este—,
dijo mientras levantaba la espada brillante hecha de luz azul, —es Duco. Y este —levantó
la daga más pequeña y maléficamente dentada— es Quaere. No he vivido tanto como para
haber olvidado cómo manejarlos.
—Las espadas demoníacas no matan a los demonios, matan a los elfos—, dijo Hodin
mientras se paraba frente a nosotros, su largo rostro pálido.
Al se rió, el sonido bajo retumbó en las paredes hasta que resonó en el estacionamiento
vacío. —¿Por qué te haría daño? Soy una distracción mientras mi estudiante te mete en una
botella.
—¡Hinc et inde!— exclamó Hodin, un chorro de sombra hirviendo de la nada mientras
se formaba una burbuja a mi alrededor.
Miré hacia arriba, encorvándome sobre mí misma ante la repentina falta de luz y ruido.
Era un círculo de muerte, y yo estaba en él. —¡Al!— Grité cuando comenzó a encogerse,
luego grité cuando un estallido de oro hizo estallar el negro en miles de fragmentos. Libre,
retrocedí, arrastrando los pies para evitar que las piezas de la maldición hicieran agujeros
en mis plantas mientras se encogían y desaparecían. Pequeños parches de mi túnica
humearon, y usé mi faja para sacudirlos. Hijo de una toallita de musgo madre…
Mi atención se centró en Al cuando extinguí el último, agradecida incluso cuando
balanceó su espada para ahuyentar a Hodin con gritos de alegría al ritmo de sus golpes. Si
no hubiera roto el círculo, estaría muerta. La obscenidad los envolvió a ambos,
convirtiéndolos en sombras. Se aferró a Al, girando con él mientras se movía, convirtiendo
su túnica andrajosa en una verdadera ola de neblina y humo.
—¡De morume, ta na shay!— Hodin jadeó y Al gritó, cayendo sobre una rodilla y
retorciéndose cuando su espada golpeó el suelo de roble y desapareció.
—¡Hey!— Me puse de pie, tirando de la línea profundamente dentro de mí, y la cabeza
de Hodin se volvió como si fuera un gancho giratorio. —No quieres meter a la Diosa en
esto,— dije mientras apartaba una silla de entre nosotros. —Somos mejores amigas.
372

Hodin escupió sangre, respirando con dificultad mientras miraba malévolamente. Al se


Página

había apoyado en un codo, con la frente baja mientras sus pulmones se agitaban. Su mano
era un desastre sangriento, y aún no podía concentrarse. Enojada, caminé hacia adelante
hasta que estuvo a mis pies.
Mis rodillas temblaron. La nueva obscenidad de Al aún no se había empapado,
arremolinándose a su alrededor como un mal viento.
—Estoy en la bóveda. Has perdido —dijo Hodin, y me enderecé.
—Y has cometido el error de pensar que eso significa algo,— dije, mi pensamiento de
atraparlo en una botella en forma de tulpa se desvaneció. —Ta na shay-
—¡Alea iacta est!— Hodin gritó.
—Rachel—, susurró Al, con la cabeza inclinada mientras extendía la mano.
Habíamos peleado juntos como uno antes, y confiando en él, mi mano agarró la suya.
Jadeé ante la esperada sacudida de nuestras fuerzas uniéndose. Temblando, atraje la energía
de la línea ley hacia nosotros, duplicando la fuerza que podíamos ejercer. Un torrente
interminable se derramó a través de ambos, ordenándose a sí mismo en una acción atroz
cuando Al le dio la dirección.
—¡In se magna ruunt!— Grité por él, la maldición de la bóveda ardía mientras me
dejaba. Mi mano flameo y mi brazo tembló cuando la maldición pasó de mí a Hodin,
envolviendo su mano, que ya brillaba con poder.
La maldición de Hodin explotó en su agarre y envió al demonio volando por la
habitación. Las paredes temblaron y las luces estallaron, abrumadas. Fue solo el círculo
ardiente lo que iluminó la oscuridad.
—¿Estás bien?— Dije mientras me soltaba. Mis hombros se hundieron cuando mi fuerza
pareció reducirse a la mitad, y Al asintió, lentamente mientras se levantaba. Su brazo
derecho colgaba inútil, pero cuando sintió la daga en el izquierdo, sonrió. Podía sentir la
obscenidad que la maldición había dejado en mí, verla envolviendo mis manos, y le devolví
la sonrisa.
—¡No puedes ayudarla!— Hodin gritó, frustrado, y Al se rió entre dientes mientras
limpiaba la sangre de su labio, frotándose los dedos y convirtiendo la mancha roja en un
polvo de rubí que cayó brillante al suelo.
—No la estoy ayudando—. Al miró a Quaere, su deseo de usar la daga era obvio. —Ella
no me necesita para capturarte. Simplemente la mantengo con vida mientras lo hace.
Con la mandíbula apretada, Hodin dio un paso atrás, no por miedo, sino por cálculo.
373

—No puedes vencernos a los dos, hermanito—, se burló Al, lanzando a Quaere al aire y
atrapándolo.
Página
Corre, pensé, necesitando que Hodin huyera en una línea. Sólo allí podría atraparlo.
Corre como el cobarde que eres.
Y finalmente, Hodin lo hizo.
—¡Atrápalo!— gritó Al mientras Hodin desaparecía, y me tambaleé, sintiendo que mi
cuerpo cambiaba a pensamiento cuando Al me empujó hacia la línea ley detrás de él.
Me tambaleé por el impulso de un giro de molécula, el rugido de la línea áspera mientras
se orientaba hacia mí dentro del flujo de energía chillona. Ardió, y la dejé, necesitaba
encontrar a Hodin antes de que pudiera rodear mis pensamientos y apagar la dura discordia.
Pero era mi obscenidad lo que ardía, no yo.
Allí, pensó Al, el olor a ámbar quemado ahogaba mi memoria. Al estaba conmigo, y me
dio fuerzas.
Juntos encontramos a Hodin, su ira y frustración eran un faro negro brillante en el fuego
reluciente del tiempo mismo.
¡Rodéalo! Al pensó cuando sentí que Hodin comenzaba a cambiar su aura para salir de
la línea.
Pero yo era más rápida. Te tengo, pensé mientras rompía una burbuja alrededor de los
dos y la fuerte fricción causada por la quemadura sensorial se aliviaba. ¡Al! Grité, y nos
envolvió en otra burbuja, tan ligera como una telaraña gris, una pesadilla de ensueño que
apenas existía. Inadvertido.
Es decir, hasta que Hodin moduló su aura para salir de la línea ley y no pasó nada. Mi
aura gobernaba la suya, y mi aura no había cambiado. No era que no pudiera hacerlo, pero
la última vez que lo había intentado por mi cuenta, había quemado mis sinapsis hasta
hacerlas añicos, deslizándome por el espacio mientras forzaba mi salida.
¡Idiota! pensó Hodin, y oculté profundamente mi satisfacción cuando Hodin dejó caer su
círculo de protección y envió una ráfaga de energía de línea impulsada por el odio
directamente a mi chi.
¡Hey! Grité, absorbiendo la fuerza como un tirón de poder inverso, girando en mi mente
tan rápido como él la vertía en mí. ¡Ow! ¡Ya basta!, exclamé mientras se volvían a quemar
mis pensamientos superficiales, chamuscándome.
No puedes destruirme sosteniéndome en una línea ley, pensó Hodin mientras retrocedía
y la fea sensación de su odio se desvanecía. Sufrirás más que yo, y cuando mueras, tus
sinapsis carbonizadas serán un caos retorcido e inutilizable, sobreviviré.
374

Duh, pensé con aire de suficiencia. Pero eso no es lo que estoy haciendo.
Página
La confianza de Hodin flaqueó cuando se dio cuenta de que yo estaba sosteniéndonos en
la línea sin dolor. Al me estaba protegiendo, la agonía de eso silenciada por su obscenidad
pesada de la bóveda. Con un nuevo pánico, Hodin arremetió contra mí con su odio
punzante, profundizando y retorciendo sus pensamientos.
¡Al! Pensé, y su presencia creció, agarrando a Hodin por su garganta teórica y sacándolo
de mi alma con la sensación de garras rastrilladas.
Trabaja rápido, pensó Al, y luego se fue, haciendo rodar la psique de Hodin en un
diluvio de feos recuerdos para confundirlo y desconcertarlo.
¡Como quieras, hermano! La conciencia de Hodin se estrelló contra la mía, y luego se
fue de nuevo, distraído.
¿Cómo voy a hacer esto? Pensé para mí mientras los sentía dar vueltas en uno de los
recuerdos de Al, los tres nada más que pensamientos perdidos en una línea mientras la
obscenidad de Al ardía.
Pero como la mayoría de las cosas, los tulpas comienzan con la emoción. Me sentí
impotente, frustrada, enojada, temerosa de no ser suficiente para la tarea. El feo lodo que se
arremolinaba en mí no me era desconocido. Había sentido esto antes. Y con un ping que me
sacudió hasta la médula, el recuerdo de mí sentada en la mesa de la cocina de mi madre se
elevó para convertirse en mi mundo. Mi padre había muerto; sentí impotencia. Nadie me
diría por qué; sentí frustración. Traté de salvarlo y fracasé; no había sido suficiente.
Grité cuando Hodin se liberó de Al el tiempo suficiente para arrojarme un pensamiento
lleno de odio, quemándome: recuerdo haber llorado. Mis pensamientos hicieron un
pequeño empujón, alejándome de Al y Hodin como si fuera más pequeña que una idea
oculta. Desde algún lugar, sentí que Al se reía incluso cuando la sensación de sus sinapsis
ardiendo llegó a mí.
Una tranquila satisfacción se elevó desde mi centro. Podía sentir a Al luchando contra
Hodin. Al no podía retenerlo para siempre. No necesitaba un siempre. Yo era Rachel
Morgan, y podía hacer… cualquier cosa aquí en mi paisaje mental.
Caí más profundo en mí misma, aprovechando las emociones que Hodin me había
inculcado, sentimientos que me habían perseguido durante demasiado tiempo.
Insuficiencia. Culpa. Querer ser lo suficientemente fuerte como para salvar a los que
amaba. Dolor cuando había demostrado ser demasiado débil. Eran todas viejas emociones.
Las había sentido antes, y sabía la fuerza que se encontraba en superarlas. Solo necesitaba
hacerlo… recordar cómo.
375

¿Qué? Hodin pensó cuando de repente la nada clara de mis pensamientos brilló, se
volvió luminosa y luego comenzó a asentarse. En mi mente, las paredes imaginadas se
Página
volvieron sólidas. Un techo, un suelo, una ventana, una puerta. Armarios y sillas. Una mesa
de fórmica. El tictac de un reloj de gato de ojos furtivos.
¿Todavía estamos en una línea? Hodin pensó, y luego, de repente, también estaba allí,
de pie en la cocina de mi madre mientras recordaba las abolladuras en la mesa, y
aparecieron. ¿Qué es esto?
Soy yo, pensé mientras me encontraba apareciendo en mi memoria. Era mi yo
adolescente ahora, desgarbada y torpe en jeans y una camiseta verde, chancletas en mis pies
huesudos. Suspiré por mi cabello corto y encrespado y las cicatrices en mis brazos donde
las enfermeras habían sido descuidadas. Me di la vuelta, sonreí a las cortinas descoloridas y
apareció el estampado de campanas, con las salpicaduras de pasta de tomate de cuando
Robbie y yo habíamos discutido sobre quién iba a lavar y quién secar. Manchas de agua
decoraban el techo y una de las puertas del armario colgaba torcida. Las paredes eran
amarillas y el linóleo estaba descolorido. El fregadero goteaba en una mancha de óxido, y
el recuerdo de las alas de los pixies zumbaba en la ventana abierta, las cortinas se movían
con la brisa nocturna.
Era la cocina de mi madre hecha realidad y, preso del pánico, Hodin trató de huir, pero
mis pensamientos retuvieron los suyos y no pudo.
No, no lo harás, hermanito, pensó Al, su presencia repentinamente junto a la mía, con su
mano aun sangrando agarró la imagen de Hodin por el hombro y prácticamente lo arrojó
contra una de las sillas de metal de la cocina.
¡Déjame salir de la línea, asqueroso cachorro! Hodin exclamó, y bramando, Al le dio
un puñetazo en la cara. El demonio más joven cayó y se estrelló contra la pared antes de
que Al lo agarrara por el cuello y lo arrojara a la estufa obsoleta.
Sí, todo estaba en mis pensamientos, pero eso no lo hacía menos real.
¡Termina, Rachel! pensó Al con júbilo, luego atacó a Hodin, una llama negra parecía
parpadear alrededor del dobladillo de su túnica mientras golpeaba a Hodin en una bola
encogida con olor a carbón y fuego. Fue una batalla que fue y no fue, y me paré en la
cocina de mi madre, agregando el zumbido y el clic del viejo refrigerador, el sonido de la
televisión en la otra habitación. Recordé una olla de sopa de tomates en la estufa a la
existencia, y Hodin lanzó a Al. Puse el aroma de tostadas quemadas en el aire, y Hodin
prendió fuego al pan.
Pero no había nada que Hodin pudiera hacer que yo no pudiera reparar con un
pensamiento, y mientras Al distraía a Hodin, añadí una mancha de pintura en el marco de la
376

ventana, una abolladura en la pared, los tazones de hechicería que mi madre me escondió
detrás de la harina. Y finalmente, con un ping, lo tuve. Era real, en la medida en que lo fue
alguna vez.
Página
¡Al! Grité, mi voz adolescente más alta sonando extraña en mis oídos. La magia
irradiaba de mí, haciéndome sentir tan poderosa como Newt en el diminuto y perfecto
paisaje mental que había construido. Hodin estaba presionado contra la pared donde Al lo
había inmovilizado, la daga Quaere en su cuello. Aquí, donde la realidad y la mente se
mezclaban, podía ver todo el camino hasta el fondo del alma de Hodin. Estaba dolorido. La
ira y la amargura eran su mundo. Una necesidad negada y una frustración permanente
vivían donde debería haber estado la empatía.
No puedes estar haciendo esto, dijo Hodin, jadeando. Estamos en una línea ley.
Estoy haciendo esto, y has fallado. Me volví hacia Al, esos mismos sentimientos de
culpa y fracaso atravesándome. ¿Al?
Asintió con la cabeza, el miedo en el fondo de sus ojos, el miedo de que no sería lo
suficientemente rápido, que Hodin haría más daño del que podría reparar.
Pero la cocina de mi madre estaba aquí, mi mente la mantenía en estasis, nacida de mis
emociones infantiles de miedo, culpa, insuficiencia. Para hacer que la cocina de mi madre
fuera real, tenía que dejar que Al entrara en mi alma para que pudiera sacar mi mente de la
creación. Dejaría a Hodin libre para atravesarme como el torrente de energía de líneas ley
que estaba carcomiendo lentamente a Al.
Así que los dejé entrar. A los dos.
La figura de mi yo de trece años se derrumbó. Hodin gritó en estado de shock cuando
atraje su mente por completo a la mía. El sonido hizo eco en mí, y de repente él estaba allí,
arrancándome grandes gotas de memoria, reduciéndome a nada.
¡No! Al pensó, tratando de sofocar a Hodin con su propia presencia, y los acerqué a
ambos, mientras Hodin cavaba más profundo, buscando mi centro.
Gemí ante la alegría de Hodin cuando me arrancó un recuerdo de mi padre sentado en
esa misma mesa. ¡Así se muere! Hodin pensó, arrojándolo al sibilante abismo negro con un
alegre abandono. Te arrancaré todo lo que eres. ¡No serás nada!
No, se atragantó Al, captando el recuerdo antes de que la línea ley pudiera reducirlo a
cenizas, manteniéndolo cerca de sí mismo.
Fallé, recordé, el pensamiento de sostener la mano de mi padre mientras tomaba su
último aliento casi aplastante.
Y luego desapareció cuando Hodin también me lo quitó. Ivy morirá y su alma se
perderá, pensó Hodin mientras Al luchaba por encontrar el recuerdo que Hodin había
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tomado. ¡La maldición del alma morirá contigo!


Página

Me escuché sollozar cuando Hodin destrozó todo, dejándome con mis sentimientos de
insuficiencia. Había sentido esto antes, sentada en esta mesa, indefensa y miserable.
Y luego Hodin me arrancó incluso eso.
Al lo recogió. Tomó mi amor por Ivy, mi amor por mi madre. Reunió cuidadosamente el
recuerdo de mí tratando de no llorar mientras estaba sentada en la cocina mientras lloraba la
muerte de mi padre. Sentí las lágrimas silenciosas de Al mientras buscaba en la línea ley los
copos de mi alma que Hodin estaba arrancando. Recogió cuidadosamente el amor que
sentía mi madre, la determinación que me llenaba con su sopa de tomate y su tostada.
Mantuvo mis recuerdos cerca mientras Hodin los destrozaba. Sentí que grandes franjas de
mí misma desaparecían y me dolía.
Sobreviviré, susurré en mis pensamientos, recordando a mi madre sosteniéndome,
meciéndome mientras lloraba en mi sopa, y la risa alegre de Hodin golpeó mi alma desnuda
cuando me quitó eso también, y desapareció.
No eres nada, pensó Hodin, y jadeé ante la fría ausencia debajo de mis recuerdos.
El suave roce de Al a través de mí fue como fuego contra las rasgaduras que Hodin
había dejado. Uno por uno, Al encontró los sentimientos de valía que mi madre me había
inculcado. Pero incluso cuando me estaba quedando sin emociones y vacía, la imagen de la
cocina de mi madre se volvió más segura: la mesa con un tazón de sopa, las cortinas y el
grifo que goteaba, el gato de ojos furtivos, los tazones de hechizos ocultos.
Lentamente, la imagen de la cocina de mi madre se hizo más clara y la angustia
comenzó a disminuir. Fui liberada de eso cuando Hodin destruyó las emociones de ese día.
La culpa de no haber sido suficiente para salvar a mi padre, la impotencia de ser tan
pequeña y otros tan poderosos, la frustración de no ser suficiente: todo se fue.
Y, sin embargo, de alguna manera todavía me aferré a una última emoción. Falla.
Le había fallado a mi padre. Les había fallado a Stef y Vivian. Hodin lo vio, y mientras
Al gemía por el dolor compartido, Hodin me lo quitó con alegría. Grité al vacío mientras se
desprendió de mí, dejando atrás una nada brillante.
¡Tú has perdido! Hodin pensó. Traicionaste a Stef al ignorar su difícil situación, e
incluso si sobrevives, te pudrirás en Alcatraz por vender a Vivian y al resto.
Mareada, sentí que mi mente daba vueltas, la insinuación de la agonía de Al coloreaba la
imagen de la cocina de mi madre el día que murió mi padre, ahora pura y muerta de
emoción. Incluso mientras la línea ley lo quemaba, Al tamizó las cenizas de mi alma
esparcidas a lo largo y ancho de nuestra existencia compartida. Su grito cuando encontró
otra parte de mí me golpeó hasta la médula. Casi deseé que dejara atrás el dolor que sentí
cuando me senté a la mesa, con el plato de sopa de tomate y tostadas delante de mí. Pero Al
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lo puso con el resto, sabiendo la fuerza que nace en tanto dolor.


Página
Al ver el tierno dolor de Al, Hodin se volvió confiado desdeñosamente. La muerte de mi
padre había quedado al descubierto ante él, y lo disfrutó. No pudiste salvar a tu padre.
Murió para pagar tu vida, se burló, seguro de haber ganado.
Pero cuando Hodin me quitó todo, mi mente se aclaró y floreció una fría certeza. Todo
lo que era yacía a salvo bajo el firme cuidado de Al, dejándome… tranquila y segura. No
quedaba nada más que la cocina de mi madre, un plato de sopa en la mesa y una tostada
esperando a ser untada con mantequilla. El recuerdo de su rico y ácido sabor permaneció,
pero ya no me recordaba a mi padre, y sentí una vaga sensación de inquietud.
Pero la alegría de Hodin vaciló cuando Al comenzó a reírse. ¿Por qué no me detuviste?
Hodin pensó, su confusión era la única emoción que ensuciaba la réplica perfecta de la
cocina de mi madre. Todo lo que había significado para mí estaba a salvo en la mente de
Al.
Porque así es como se hace un tulpa, dije, mis pensamientos completamente claros.
Había encontrado el punto de quietud y el equilibrio. Yo estaba completamente llena y
completamente vacía.
Creo que lo tengo todo, pensó Al, y me asombré por su angustia, porque no sentí nada.
Lo siento. Es un carnicero, agregó Al, la amargura goteando de sus pensamientos.
Pero minucioso, reflexioné, mi mirada vagando sobre los mostradores y agregando una
pizca de polvo en las esquinas. Perfecto. Ahora era un lugar, no un recuerdo, y eso es lo
que era un tulpa.
Presumida, me concentré en Hodin. Podía sentir el miedo en él. No le quedaba nada que
arrancarme y yo todavía estaba aquí. Más fuerte por ello. Aquí. Sostenme esto, pensé, con
una satisfacción embriagadora mientras colocaba la maldición en capas para solidificar su
aura en sus pensamientos, incrustándola en su ADN como si fuera un niño en el útero.
Nunca podría ser removida, y nunca podría ser cambiada. Se quedaría atrapado en
cualquier realidad en la que aterrizara. Así era como las madres demoníacas maldecían a
sus hijos con dones incluso antes de que nacieran, y solo yo podía hacerlo.
Sentí a Hodin retroceder mientras se empapaba. ¿Qué hiciste?
En mis pensamientos, pasé la mano por el mostrador y encontré la abolladura donde
había dejado caer un pote de sal. Te convertí en una parte permanente de la cocina de mi
madre, pensé, exhalando mientras dejaba que lo último de la obscenidad de esa maldición
de memoria sobre la que me mintió fluyera hacia él. También puedes tener eso.
Hodin se estremeció cuando lo cubrió, y yo reprimí mis sentimientos de culpa. ¡No!, sus
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pensamientos chillaron, y me volví hacia Al.


Página

Llévanos a casa, pensé, imaginando que Al me acercó más, su brazo apestaba a ámbar
quemado protectoramente a mi alrededor.
Memoranda, pensó Al, para fijar el tulpa en el colectivo, y Hodin jadeó de miedo, tanto
él como el sonido desaparecieron junto con el recuerdo de la cocina de mi madre.
Un ping me sacudió cuando el tulpa se volvió real, despegándose de mí para dejarme
vacía. Estaba fijado al colectivo, codificado para que cualquiera pudiera acceder a él.
Cosas que deben recordarse, reflexioné mientras el calor de la línea comenzaba a
entrometerse. ¿Al?
Pero su presencia a mi alrededor comenzó a desvanecerse, la dura discordia de la línea
comenzó a perforar el capullo de seguridad en el que me había envuelto.
¡Al! Grité cuando su aura se desintegró por completo, y de repente estábamos
tambaleándonos, ardiendo en la línea ley en la que nos habíamos demorado demasiado.
¡Al! Grité, encontrando un fragmento de su pensamiento y acercándolo. Nos había hecho
burbujear, pero el pellizco de no ser nada se había convertido en un tornillo alrededor de mi
corazón. Sáltanos. ¡Al, sáltanos!
No me siento bien.
Sus pensamientos vagaron a través de los míos como las volutas grises de humo de un
incendio forestal, y entré en pánico. Me había mantenido a salvo mientras se quemaba.
Había tardado demasiado. No sabía cómo cambiar nuestras auras para saltar.
Pero ya lo había hecho antes, y sabiendo que iba a doler como el infierno, me armé de
valor, pensando en mi iglesia, los pixies en el jardín, la sombra de los robles, el olor de la
tierra y la hierba cortada. Había un sentimiento de paz allí, de hogar, de familia. La había
hecho mía con duro sufrimiento y gozosa celebración, y la conocía como conocía mi alma.
Solo tenía que hacer que mi aura cantara la canción correcta.
Mientras sentía que mis sinapsis se carbonizaban, recordé los colores que Bis había
tratado de enseñarme, el matiz de la memoria que abarcaba no solo el ahora, sino el pasado
y el futuro, de verde y oro y todo lo bueno que era la iglesia, que eran mi hogar.
Sosteniendo el alma de Al dentro de la mía, di un pequeño empujón.
El dolor me atravesó. Intenté gritar, pero no tenía aliento. Lo había hecho mal y la línea
rugió. La agonía ardía y cambié mi aura a un verde más profundo de paz, luego a una
sombra de oro contento. Nada. Presa del pánico, agregué un destello de orgullosa púrpura.
Aún nada. Cada cambio se sentía peor que el anterior hasta que pensé en Bis, estable y
fuerte. Mi mente era una agonía de dolor, puse una capa gris nebulosa de posibilidad a
través de mi aura, y con un sonido demoledor, mi aura sonó en perfecta resonancia con la
380

línea y caí en la realidad.


Página
La gravedad entró en juego. Sollocé, jadeando cuando me di cuenta de que tenía
pulmones de nuevo, hasta que mi mejilla y mi cadera tocaron el suelo y me quedé sin
aliento. Apretada en una bola, me deslicé tres pies con el sonido de la seda sobre la madera.
Y luego me detuve. Mi respiración se agitó cuando entró. Todo dolía. —Ow—, susurré
en el silencio total, sorprendida de que mi voz no coincidiera con mi estado completamente
agonizante. Tosiendo, me acurruqué sobre mí misma, solo entonces me di cuenta de que el
brazo de Al todavía me rodeaba, la seda roja humeante.
—Al —susurré. Frenética, me desenredé de él, acercándome poco a poco mientras
trataba de no vomitar. Mi cabeza se sentía como una bola hueca de fuego quemado. No se
movía, le di unas palmaditas en la cara y luego la golpeé hasta que respiró
entrecortadamente. —¡Estas vivo!— Grité, y él hizo una mueca, sus ojos rojos se
entrecerraron cuando una mano temblorosa me acarició el hombro para dejar marcas de
ceniza.
—Bien hecho, bruja piruja—, gimió, cerrando los ojos. —La próxima vez, intenta usar
una línea que ya existe en lugar de raspar una nueva.
—¿Línea?— Repetí, me dolió el estómago cuando miré hacia arriba. Exhalé, poniendo
en juego mi segunda vista. —Santa mierda en tostadas —susurré al ver la estrecha banda de
energía roja que corría directamente por el centro del santuario a la altura del pecho,
enroscándose y silbando como un ser vivo.
Esto va a tener que ser movido, pensé mientras dejaba caer mi segunda vista. El olor a
ámbar quemado era asfixiante, pero estábamos en mi iglesia. Hodin se había ido. Para bien.
Me giré al escuchar un clic familiar en el vestíbulo, la desorientación estalló sobre mí
cuando la puerta de roble se abrió y la luz de la calle entró. Todavía acurrucado a mi
alrededor, Al se estremeció cuando lo encontró.
—¿Rachel?— Stef dijo, su desconcierto evidente en su rostro surcado por lágrimas. —
¿Cómo llegaste aquí antes que yo?
Respiré solo para colapsar encima de Al, el dolor en mi cabeza me hizo caer.
381
Página
CAPÍTULO 31

ME ENCANTABA LA SENSACIÓN DEL CEMENTERIO EN PRIMAVERA,


cuando la tierra húmeda olía a crecimiento y verde, hablando de nueva vida. Me encantaba
la quietud amortiguada de una noche nevada, cuando los copos arremolinados iluminados
por la farola cercana dibujaban trazos plateados en las ramas negras de los árboles. Me
encantaba el otoño cuando las hojas rojas y amarillas silbaban contra las piedras y
lentamente se volvían marrones cuando volvían a la tierra. Pero, con creces, me encantaba
más el cementerio en una noche de verano, cuando las luces de los pixy se precipitaban
como luciérnagas errantes y las llamadas de los niños que jugaban en la calle se filtraban
por encima de la pared como si fuera una alegría audible.
La milenrama en mi mano contenía una telaraña recién tejida para la contra maldición de
Brad. Me había ofrecido a encontrarla solo para poder salir aquí, y no quería volver a
entrar. Me demoré, descansando sobre la lápida caída junto a la tumba de Nash, atraída por
el olor a los cor mors. Cuando salía la luna, las flores de color rojo cobre prácticamente
brillaban con un rosa pálido, pero ahora, a la brumosa luz de la luna de la ciudad, eran una
presencia de color rojo oscuro y profundo que hablaban de satisfacción.
Los grillos y las ranas arbóreas abrumaban el silencio del tráfico distante. Los trazos de
polvo gemelos de Getty y Jenks me dieron la sensación de una compañía distante, pero no
pude evitar sentir una punzada de tristeza al verlos a ellos dos solos. El jardín no estaba
vacío, pero se sentía… carente.
Suspirando, arranqué un cor mors y aspiré el aroma. La magia para romper la maldición
de memoria de Brad estaba casi retorcida… siempre que la afirmación de Trent de que
cualquier espejo de alta calidad funcionaría fuera precisa. Quen había rastreado al hermano
de Pike hasta un centro de cuidado de memoria local, y si Stef y yo pudiéramos terminar la
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maldición antes de que Finnis viniera esta noche, saldríamos juntos para deshacer la
maldición de Brad al amanecer. La mujer estaba devastada por haber tenido parte en
Página

retorcer la maldición, y esperaba que si ayudaba a deshacerla, podría encontrar el final.


Es decir, si pudiera convencer a Trent de que estaba lo suficientemente bien como para
dejar la iglesia.
La fatiga todavía tiraba de mí a pesar de mi esperada siesta de tres días inducida por el
tulpa. Me aterrorizó despertar con una quemadura neuronal tan profunda que no importaría
si Bis recuperaba el conocimiento alguna vez. Afortunadamente, mi red neuronal estaba
limpia con solo un leve indicio de daño, y eso sanaría con el tiempo.
Sin embargo, Al…
Al había estado allí cuando desperté. Y Trent. Jenks, por supuesto. E incluso Etude. En
realidad, la enorme gárgola aún no se había ido, como si estuviera tratando de reemplazar a
su hijo, y su silueta escarpada en la parte superior de la iglesia parecía aterradora y
reconfortante.
En general, estaba bien, aunque un poco cansada. Era Al quien me preocupaba, y tenía la
sospecha de que la quemadura que había sufrido mientras yo fabricaba la jaula de Hodin
era peor de lo que él quería admitir. Se había ido casi en el momento en que recuperé la
conciencia, evadiendo mis preguntas sobre el estado de su red neuronal y preocupándome
cuando, en lugar de aparecer como de costumbre, entró en la línea ley que ahora atravesaba
la iglesia para irse al siempre-jamás, como tenía que hacer. Tendría que caminar mucho
hasta su carruaje en el bosque. Correr riesgos era aceptable mientras yo fuera quien pagara
por ellos, y la idea de que Al podría haber perdido su habilidad para usar la magia de líneas
ley debido a uno de mis planes descabellados no me sentaba bien.
Sin embargo, no todo fue malo. Todos los cargos en mi contra por el secuestro de los
estudiantes habían sido retirados después de que tanto Dali como Vivian verificaran que yo
no había estado involucrada en su secuestro. Aún mejor, tenía la sospecha de que la
invitación a almorzar de Vivian mañana era para tratar de obligarme a terminar la clase de
Sikes a pesar de que el profesor y Melody regresaron sanos y salvos a la realidad. Trent
finalmente había conseguido una fecha de cierre para Carew Tower y Pike se había
recuperado lo suficiente como para estar persiguiendo a Ivy como si fuera un anillo de oro
en un carrusel. Todo lo que quedaba era Finnis. Si me salía con la mía, y me saldría con la
mía, Ivy regresaría a DC solo el tiempo suficiente para traer a Nina a Cincy.
Inclinada sobre la flor de cinco pétalos, respiré profundamente, trayendo la
embriagadora fragancia hasta mi centro, donde se arremolinaba y giraba. —Gracias,
Nash—, susurré, con lágrimas en los ojos al recordar que me amaban, incluso si mi vida
tendía a sembrar el caos.
Parpadeando, envié mi mirada a la iglesia, la luz se derramaba en la noche por todos
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lados. Stef probablemente ya había terminado de escribir los glifos en el espejo, así que me
puse de pie, abriéndome paso entre la hierba alta. Todo lo que nos quedaba era agregar la
Página

telaraña que se aferraba a la flor e invocar la maldición. Y la espera. No sabríamos con


certeza si funcionaba hasta unos días después.
—¿Srta. Rachel?— Llegó la voz alta y clara de Getty, y me detuve ante el muro bajo que
separaba el cementerio de mi jardín formal. La pixy de hermoso cabello oscuro se elevaba
ante mí como un ángel oscuro, con una pequeña cartera de viaje atada al frente. Había visto
a Matalina cargar así a su hijo menor y me invadió una punzada. Sus alas zumbaron de
nuevo con melodiosa perfección; ella se estaba yendo.
—Hola, Getty—, dije, sin ver el resplandor de Jenks por ninguna parte. —Tu ala suena
maravillosa.
—Sí, ma'am.— Se balanceaba de arriba abajo, su polvo era de un plateado pálido. —Es
por eso que estoy aquí. Me he despedido de Jenks y Stef, pero quería agradecerle antes de
irme.
—De nada, pero Getty…— Dudé, esperando no estar metiendo la nariz en un lugar al
que no pertenecía. —Realmente deseo que te quedes. A Jenks le vendría bien la ayuda, y
las hadas te escuchan mejor que a él.
Con las manos cepillando su vestido remendado, la pequeña mujer miró hacia el rincón
más oscuro del cementerio, sus rasgos contraídos por la angustia. —No puedo.
—Claro que puedes,— dije. —Sé que Jenks se queja, pero le gustas.
Getty parpadeó rápido, su polvo centelleó. —Es por eso que tengo que irme. Me gusta él
también. Y… no me arriesgaré a tener hijos que se parezcan a mí. No lo haré, Srta. Morgan.
—¿Él no te lo dijo?— Dije, mi sonrisa desvaneciéndose. —Le dije que te lo dijera. No
puede tener hijos.
Los ojos de la pixy se agrandaron. —Alguien…— susurró, claramente horrorizada. —Él
ha estado-
—¡Dios, no!— exclamé, arqueando los labios cuando la interrumpí. —Usó un deseo
para volverse estéril. Matalina estaba triste por tener hijos que no sobrevivirían a su muerte,
por lo que usó un deseo…— Mis palabras se desvanecieron cuando Getty giró en el aire,
elevando la intensidad de sus alas.
—¿Por qué no me lo dijo?— dijo, enfocada en un trozo de cementerio oscuro.
Me empujé desde la lápida, avergonzada. —Él, ah, probablemente asumió que querías
hijos y no puede dártelos. Cree que eres hermosa, Getty. Que te mereces una vida plena con
un macho que te quiera.
—Oh…— Era un suspiro suave, casi un gemido. —Me tengo que ir—, dijo, y luego se
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alejó.
Página
Me puse rígida, luego me relajé cuando su polvo no pasó por encima de la pared, sino
hacia ese rincón más alejado del cementerio. Perdóname, Jenks, si esto te causa dolor por
lo de Matalina, pero Getty te ama.
Milenrama en mano, salté el muro bajo y entré en mi patio trasero. Podía ver a Stef a
través de las ventanas del porche, y un persistente indicio de culpa me golpeó. La mujer
estaba bien, pero Jenks dijo que todavía tenía pesadillas.
Constance estaba en su jaula de viaje sobre el mostrador, probablemente todavía
enfurruñada en la ratonera enjoyada que Pike le había hecho. Trent tenía sus propias ideas
sobre cómo manejar a Finnis, pero a mí me gustaba lo simple, y dado que le habíamos
quitado la muleta Hodin a Finnis, quería que Finnis llevara a Constance a DC como una
advertencia y una promesa. Incluso si Finnis le diera la espalda, ver a uno de los suyos
como un ratón podría ganarme algo de respeto. Al menos, ese era mi plan. Trent prefería
golpearlos donde más les dolía: su billetera.
—Una telaraña recién tejida—, dije mientras entraba, y Stef levantó la vista del pequeño
espejo que estábamos usando como nuestro "telescopio reflector Atlante". Ya lo había
cubierto con runas y símbolos invertidos.
—Excelente.— Stef me dio una rápida sonrisa, con el ceño fruncido mientras sus dedos
descansaban sobre la contra maldición de Newt. —Todo lo que queda es colocarlo en el
espejo e invocarlo.
Dejé la milenrama a su lado, con cuidado de no perturbar la telaraña. Constance estaba
fuera de su casita, el ratón de largos colmillos presionado contra los barrotes mientras
intentaba alcanzar un plato rebosante de galletas. Había otro plato en el santuario. Había
una bolsa entera de ellas en el congelador. Aparentemente, Trent horneaba cuando estaba
nervioso y habían sido tres largos días.
—¿Quieres colocar la telaraña?— Pregunté. Constance estaba empezando a chillar de
frustración, y sintiendo lástima, rompí una galleta por la mitad y se la di. —Tienes un toque
más fino que yo—, agregué mientras el ratón siseaba mientras ella la tomaba, sentándose
sobre sus patas traseras y mirándome con sus grandes ojos negros.
—Claro.
Fue otra de las respuestas de una sola palabra de Stef, pero parecía estar bien, y cuando
comencé a dejar caer la sucia parafernalia de línea ley en el fregadero, usó sus palillos con
punta de cobre caros e impíos para colocar la telaraña sobre el espejo. Los diminutos anillos
que perforaban el arco de su oreja captaron la luz, y me pregunté si serían los mismos que
tenía cuando se mudó por primera vez. Ahora parecían… brillantes.
385

Me estremecí cuando Stef se inclinó sobre el espejo, su encanto susurrado ondulando


Página

sobre mi aura. El cosquilleo de la magia oscura no era desagradable, y solo ahora que
empezaba a pensar que podríamos lograr esto, me rendí y tomé una galleta de celebración.
No era inteligente mezclar comida y preparación de hechizos, pero Stef era quien hacía la
magia.
—Está funcionando—, dije innecesariamente, haciendo un suave mmmm de aprecio por
el dulce chocolate cobrando vida en mi boca. Maldición, este hombre puede hornear. Pero
mi masticación se hizo más lenta cuando miré del libro de maldiciones abierto de Newt al
espejo. —¿Qué es esto?— Dije alrededor de un bocado de choco-choco chips, y las
palabras susurradas de Stef se cortaron. —Eso no está en el libro—, dije, frunciendo el ceño
mientras señalaba un glifo retorcido y al revés. —O eso. O ese.
Mi galleta quedó insípida, y mientras Stef se enderezaba de su corazonada susurrante de
hechizo, una punzada de angustia me invadió, y aplasté el pensamiento de que este era
Hodin y que accidentalmente había puesto a Stef en el tulpa.
—Es para que yo tome la obscenidad de la maldición y nadie más—, espetó Stef, y me
quedé sin aliento. —Hodin me lo enseñó. Dijo que iba a ser una broma, y como una idiota
le creí.
—Ah…— Empecé, sin siquiera saber que se podía dirigir obscenidades
preventivamente, y apretó la mandíbula. —No te pedí que me ayudaras para que pudieras
aceptar el pago. Y me deshice de la obscenidad de la maldición original.
—Estoy tomando la obscenidad—. Stef levantó la barbilla como si me desafiara a
protestar. —Nunca la hubieras retorcido primero si no te hubiera ocultado lo que había en
ella.
—Stef-
—¡Me la llevo!— gritó, y ambas nos giramos cuando Jenks entró volando, atraído por
su voz alzada. —Es lo único que Hodin me enseñó a hacer y por lo que estoy agradecida—,
agregó, sonrojada mientras miraba a Jenks. —Es mi obscenidad. La estoy usando.
Hice una mueca, sin saber cómo manejar esto. Iba a verse realmente mal: ella viviendo
aquí, retorciendo maldiciones bajo mi supervisión, usando la obscenidad de ellas. Sin
mencionar su marca demoníaca de tres barras. —No sabes a lo que te enfrentas —dije,
recordando la vergüenza creciendo en mí. —La gente puede verla. Van a asumir-
—Sé lo que van a pensar. Es mía. Sic semper erat, et sic semper erit.
Extendí la mano para detenerla, pero con las palabras finales, estaba hecho. Mis
hombros se hundieron cuando sentí que la magia ascendente se hundía de nuevo en el
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espejo. Por un momento, la telaraña y todos los glifos brillaron con una luz amarilla
verdosa. Luego se desvaneció, desapareciendo en el espejo y llevándose consigo la
Página

maldición. Incluso la telaraña había desaparecido, un vago recuerdo de ella grabado en el


cristal.
Stef hizo una mueca cuando la obscenidad la empapó. No me atreví a usar mi segunda
vista para ver lo que le había hecho a su aura. —Oh, Stef…— Toqué su brazo, y su cabeza
se levantó de golpe, su respiración se aceleró.
—Hice esto. Yo pago por ello —dijo ella, su color alto en rebelión.
Las alas de Jenks rasparon y se elevó, indicándome que me quedara mientras salía
volando de la cocina. Alguien estaba golpeando la puerta principal. Era demasiado pronto
para Finnis, y Trent simplemente habría entrado. Si era importante, Jenks me lo diría.
—Aquí.— Los dedos de Stef temblaron cuando sacó el espejo del mostrador. —Todo lo
que tienes que hacer es investigarlo. Sé que dije que iría contigo, pero es posible que no me
dejen entrar a las instalaciones… ahora.
Su voz se elevó en la última palabra, y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando se frotó
los tres cortes demoníacos en su muñeca y se sorbió las lágrimas. Los usaría de por vida,
incapaz de pagarle a Hodin los favores que había comprado con ellas.
—Um, limpiaré esto más tarde. Tengo que comprobar algo en mi habitación —dijo de
repente, casi presa del pánico. —Discúlpame.
—Yo lo haré—, le dije mientras ella huía de la cocina. —Finnis no estará aquí hasta la
medianoche.
—¡Dije que lo limpiaré!— gritó, e hice una mueca cuando su puerta se cerró de golpe.
—Bueno, está bien entonces—, dije con amargura mientras deslizaba el espejo en mi
bolso para llevarlo a las instalaciones. Si Trent estaba demasiado ocupado, Pike podría
venir conmigo.
—Va a estar bien —dijo Jenks, el pixy había volado cuando Stef se hubo ido. —
Difícilmente podrás verla después de que se absorba. Va a asustar a su próximo novio.
Apoyándome contra el mostrador, tomé otra galleta. —O atraer al equivocado.
—En cuyo caso, ella lo enderezará. Rápido.— Con el ánimo contento, Jenks se dejó caer
sobre el plato de galletas, levantándose laboriosamente para transportar por aire esa
segunda mitad a Constance. Había terminado la primera y claramente quería más. La
mayoría de los vampiros no comían mucha comida sólida, pero tenía la sospecha de que
Trent las había mezclado con Azufre para acelerar mi metabolismo y ponerme de pie más
rápidamente.
Amante, príncipe guerrero, narcotraficante.
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—Gracias por decirle a quienquiera que estaba en la puerta que se largara. ¿Quién era?
¿Ese tipo del periódico otra vez?
Página
—No.— Sonriendo, Jenks inclinó la galleta a través de la parte superior de las barras y
hacia los brazos que esperaban de Constance. —Doyle y Finnis. Les dije que esperaran
mientras terminabas tu hechicería.
Salté, con el pulso acelerado mientras sacudía las migas de mi pecho. —¿Finnis?
¿Ahora? ¿Para qué trajo a Doyle?— Excelente. Quería ponerme algo un poco menos…
sucio antes de que llegaran aquí. Sin mencionar que Trent quería estar presente. Ahora iba a
acosarme toda la noche por un "él dijo, luego yo dije" dicho por dicho.
Jenks se levantó de la jaula de Constance y la espolvoreó con destellos verdes hasta que
estornudó. —¿Como si lo supiera?— Con las manos en las caderas, miró hacia abajo. —
¿Estás lista para ir a casa, ampolla de sangre?
Constance hizo un siseo espeluznante y gorgoteante, soltó la galleta y cayó sobre sus
cuatro patas para mantener el equilibrio mientras yo levantaba con cuidado su jaula. Estiré
de mi camiseta con la mano libre mientras caminaba por el pasillo, deseando poder subir las
escaleras por esa túnica verde de hechizos. Las marcas de quemaduras la hacían
fabulosamente peligrosa, y el toque a ámbar quemado me habría dado algo de credibilidad
de la calle.
Podía oler a vampiro furioso desde aquí, e hice un toque en la pequeña línea ley que
ahora atravesaba la iglesia, disfrutando de la bienvenida oleada de poder que contenía un
indicio de mi aura. Eventualmente empujaría la línea ley hacia mi jardín, pero por ahora,
era más que agradable tenerla tan cerca.
—Pensé que habíamos quedado a la medianoche—, dije mientras dudaba en la parte
superior del pasillo, y los dos hombres que actualmente estudiaban las vigas abiertas se
volvieron hacia mí. Uno estaba muerto, uno estaba vivo, ambos se sostenían como si
supieran algo que haría mi vida aún más alegría-alegría. —Trent quería estar aquí—,
agregué cuando ninguno de los dos dijo nada, mi voz era un equilibrio curado de respeto y
molestia. —Pero eso está bien. Sé lo que él quería decir.
—Morgan—. Finnis se volvió lentamente de las vidrieras de colores hacia mí, sus ojos
con borde marrón de pupila negra en la penumbra. Su aburrido traje lo hacía parecer
anticuado pero elegante, especialmente con Doyle a su lado con su insípido traje del I.S. y
su insignia alrededor del cuello. —Las ventanas son hermosas. ¿Originales?— preguntó,
haciéndoles un gesto.
Me acerqué, mi agarre en la línea absoluta. Casi deseé que intentara algo para poder
golpearlo. —De mi iglesia no—. Me detuve a unos buenos ocho pies y puse a Constance en
la mesa de café, donde Doyle la miró con asombro. —Recuperadas de los desechos.
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Finnis sonrió, con los dientes ocultos mientras ignoraba cuidadosamente a Constance
que le gritaba. —Me recuerdan a mi juventud.
Página
Qué lindo. —Gracias por venir aquí. Lo aprecio. Aparentemente, la gerencia del
Cincinnatian no me quiere en las instalaciones—. Prohibida de nuevo. La historia de mi
vida.
Doyle tomó aliento, sus dedos alcanzaron el bolsillo interior de su chaqueta, pero Finnis
fue más rápido, interrumpiendo suavemente al agente del I.S. —¿Qué pasa, Morgan? Tengo
un avión esperándome.
Envié mi mirada a Doyle mientras el hombre se encogía de hombros, sus manos cayendo
a una de hoja de parra. Lo que sea que quería darme todavía estaba en ese bolsillo. Por
favor, no otra orden de arresto.
—De acuerdo. Está bien —dije cuando Jenks se encendió en las vigas, su polvo pesado
una amenaza tácita. —Dado que vas a DC con tus hallazgos, me gustaría que te quedes allí
y presiones para que se apruebe mi maldición del alma. Seguirá adelante, o lo haré yo sin ti.
Finnis parpadeó y luego comenzó a reír. No sabía que un vampiro muerto pudiera reír
aparte de tratar de convencer a los vivos de que todavía tenían sentido del humor, lo cual no
tenían, y esperé pacientemente hasta que se dio cuenta de que no estaba impresionada o
acobardada.
—No —dijo él, su labio temblando cuando dio dos pasos hacia la derecha para salir del
polvo de Jenks. —Vuelvo a DC para hacer una oferta más eficiente por Cincinnati. Vendo
tu pedazo de ciudad de cría de cerdos al mejor postor. El encanto de tu alma, al igual que
tú, está muerto.
Se trataba de lo que había pensado que diría, razón por la cual había estado de acuerdo
con el plan de Trent. —Está bien—, dije, deseando que él estuviera aquí para
implementarlo. Nada es más impresionante que un elfo haciendo amenazas sobre dinero. —
Pero antes de que empieces a hacer llamadas, quiero recordarte algo. Mi novio te
proporciona Azufre.
Doyle se puso rígido. Tomó aire, conteniéndolo cuando Finnis levantó un dedo para que
se callara.
Sonriendo, puse una mano en la jaula de Constance para intentar que se callara. —Y
mientras que Trent no tendría ningún problema en prender fuego al mundo para probar un
punto, estoy más inclinada a llamar tu atención sobre esto como un recordatorio de que
tengo a mi disposición los sobornos, comisiones ilícitas y, lo que es más importante, una
distribución de red para introducir otra droga o procedimiento ilícito al mercado.
El aliento de Doyle salió de él en una exhalación lenta, pero su evidente alivio pareció
389

atravesar a Finnis como una espina para llevar su ira a una mirada tensa de ojos negros.
—Libre de impuestos—, agregué, sonriendo para mostrar mis dientes ya que todos los
Página

estábamos mostrando el uno al otro.


—Eliminarás tu maldición de la consideración de la AFHE o Ivy muere—, entonó
Finnis, mortalmente inmóvil mientras estaba de pie en mi iglesia. Detrás de mí, Constance
comenzó a sacudir los barrotes de su jaula, su chillido agudo atravesó la trampa de
feromonas de Finnis.
—No,— dije, agitando mi mano insultantemente como si eso pudiera deshacerme de las
feromonas de "obedéceme". De acuerdo, se sentían un poco bien, pero sabía la mentira que
eran, y había visto al monstruo que era, hasta el fondo.
Finnis se quedó inmóvil, presionando sus labios. No escuchas esa palabra muy a
menudo, ¿verdad, mocoso con derechos? pensé. —Esto sucederá—, dije mientras Doyle se
aclaraba la garganta, levantando una mano para ocultar una sonrisa. —Puedes dar un paso
al frente para ser el acompañante de su lanzamiento, o esperar y ver a alguien más ganar el
crédito y el dinero. Te estoy ofreciendo una oportunidad de prosperar. Tómala.
¿Quieres callarte? Pensé mientras golpeaba la jaula de Constance, y el ratón vampiro
finalmente se quedó en silencio. —Alguien va a ganar mucho dinero—, agregué en el
bienvenido silencio. —Y como dice Trent, si no lo estás ganando, lo estás perdiendo.
Las manos de Finnis temblaron. Había dejado de respirar hace un rato, volviéndose
inmóvil mientras los pensamientos y los cálculos pasaban por su mente. Apreté mi agarre
en la línea ley hasta que mi cabello comenzó a agitarse. Sabía que no debía atacarme en mi
propia iglesia, pero me di cuenta de que estaba a punto de matarlo dos veces. —Demonio o
no—, dijo, —no sobrevivirás si llamamos a tu muerte.
Asentí con la cabeza. Ya había oído eso antes, y cada vez me había costado casi más de
lo que estaba dispuesta a dar para sobrevivir. —De acuerdo.— Retrocedí un paso, contenta
de que Constance hubiera dejado de chillar. —Entonces, ¿qué tal si agregas esto a tus
cálculos? Puse a Hodin, al demonio que asumiste que me mataría por ti, en un verdadero
infierno de existencia. He estado ocupándome del maestro vampiro que enviaste para
matarme. ¿O la enviaste aquí con la esperanza de que la matara?— añadí, y Constance
volvió a hacer ese espeluznante siseo gorgoteante. —En menos de una semana, obligué a
los demonios a seguir la línea y dejar de robar personas. Si han aprendido a respetarme,
quizás tú también deberías. Pero apuesto a que eso tampoco es suficiente. He notado que
los no muertos son más densos que los zombis. Toma.
Sin apartar los ojos de Finnis, le entregué la jaula de Constance.
Finnis se crispó, todo su cuerpo se estremeció cuando la viruta de cama que Constance
le arrojó le golpeó el pecho. Sonriendo, esperé, inmóvil, hasta que Doyle la tomó.
—Ver a Constance como un ratón no me asusta—, dijo Finnis.
390

—Debería—, dije brevemente. —Puedes hacerla volver con un galón de agua salada,
Página

pero yo no lo haría. Ella te odia más de lo que me odia a mí—. Me incliné, conteniendo la
respiración para evitar el hedor a vampiro enojado. —Deshechízala. Te reto— susurré,
porque ahí estaba mi verdadera fuerza. Había vuelto su arma, Constance, contra ellos. Eso,
él podía entenderlo. Podría haberla transformado en un ratón, pero Finnis la había enviado
aquí para morir, y ella lo sabía.
La mirada de Finnis se apartó de la mía por un breve segundo, y con eso, supe que había
ganado. Él tenía dudas. Tenía miedo.
—Saca mi maldición del alma del infierno de la AFHE, Finnis—, dije, pero esta vez era
una demanda, y esta vez… estaba escuchando. —Puedes prosperar como su campeón o
quedarte al margen. No me importa. Todo es lo mismo para mí.
Y luego di un salto, la energía de la línea ley crepitó a través de mí cuando Doyle se
movió, su agarre se sacudió de la jaula de Constance.
—¡Atrápala!— Jenks chilló desde las vigas, pero ya era demasiado tarde y la jaula de
Constance cayó al suelo cuando Doyle se sujetó la mano mordida, mostrando un rubí de
sangre carmesí.
—Tú, cagada de pantimedias de troll. ¡La dejaste caer!— Jenks gritó, sus alas emitiendo
un fuerte zumbido mientras me alejaba agitada. Claramente molesto, Jenks voló hacia la
jaula rota, agua y viruta de cama por todas partes.
Se me cortó el aliento ante un borrón color caramelo. —¡Rex! Jenks, ¡cuidado!— Grité
cuando el gato se abalanzó sobre la jaula, rompiéndola lo suficiente como para que
Constance pudiera zafarse. En un instante, Rex fue tras ella, Jenks persiguiéndola mientras
Constance corría por el pasillo y desaparecía bajo la puerta de Hodin.
Mi respiración contenida escapó de alivio, pero sí, esto no era bueno.
Moviendo la cola, Rex palmeó la grieta antes de agacharse para esperar.
—¡Gato estúpido!— Jenks gritó, su polvo de un molesto verde cuando regresó. Oh,
podía volar por debajo de la puerta bastante bien, pero no me dejaría sola con dos vampiros.
Malhumorado, hizo una breve parada ante Doyle, con las manos en las caderas y el ceño
fruncido. —Bien hecho, toallita de musgo.
Me encontré con los ojos de Doyle mientras limpiaba su dedo mordido en el dobladillo
de su sosa chaqueta. —Supongo que no te la llevarás,— dije, preocupada. ¿Constance no
quiere volver a DC? Curioso. —Espero que hayas disfrutado tu estadía en Cincinnati—,
agregué, queriendo a Finnis fuera de mi iglesia. —¿Quieres que Ivy o Pike te acompañen al
aeropuerto?
391

—No.— Finnis inclinó la cabeza, con el ceño fruncido mientras miraba la puerta de
Hodin. —Estoy… bien. ¿Crees que puedas atraparla?
Página
Oh, preocupado, ¿verdad? Cambié mi peso, manos sueltas y libres. —Ivy se queda —
dije rotundamente, y el polvo de Jenks cambió a un dorado brillante y feliz. —Nina se unirá
a ella lo antes posible. Asegúrate de ello. Llévala a un avión esta noche si es posible.
Doyle hizo una mueca cuando la mandíbula de Finnis se apretó. El zumbido de las alas
de Jenks aumentó de intensidad y, por un momento, pensé que tal vez había ido demasiado
lejos, pero luego el vampiro no muerto asintió. —A Nina e Ivy se les permitirá regresar a
Cincinnati.
Sofoqué otro salto cuando Finnis giró con la rapidez de los no muertos. Con la espalda
erguida y los pasos largos, caminó hacia la puerta. Doyle hizo una mueca, claramente
dividido, y dije en voz alta: —Tienes seis meses. Si no hay avances en la maldición, la
estoy poniendo en el mercado ilícito—. Porque esa era idea de Trent, y era buena.
Finnis se detuvo bruscamente, la oscuridad en la habitación pareció acumularse a su
alrededor. Volteándose, me miró fijamente, finalmente rechinando. —Estaré en contacto.
No sabía si era una amenaza o una promesa, pero él se marchaba e Ivy se quedaba. Por
ahora, era suficiente.
Asentí con la cabeza y el imponente vampiro abrió la puerta y salió. —¡Doyle!—
exclamó, y la mirada del vampiro vivo se elevó desde la diminuta casa enjoyada entre el
agua y la viruta de cama derramada.
—Para ti—, dijo Doyle mientras me entregaba un sobre de su bolsillo interior de la
chaqueta. —Tienes hasta fin de mes para pagarlo, y luego va a la corte de reclamos
menores.
—¡Doyle!— El grito de Finnis vino desde la acera esta vez, directivo y enojado.
Abrí el sobre y encontré una factura por reparaciones en el estacionamiento del
aeropuerto. —Esta no es una reclamación de menor cuantía—, le dije, sorprendida por la
cantidad, y Doyle sonrió, sus ojos oscuros brillando.
Jenks silbó largo y bajo, y el polvo cayó sobre el papel. Con los labios apretados, lo
volví a doblar y lo metí en un bolsillo para dárselo a Trent. Él había hecho el daño. Él
podría pagar para arreglarlo. Mira, puedo delegar, pensé.
—Un recordatorio de que no trabajo para ti—, dijo Doyle con aire de suficiencia. —
También está la cuestión de que encarceles a un demonio sin juicio. Te voy a necesitar…
para…
Las palabras de Doyle se desvanecieron cuando levanté una mano para que esperara, mis
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pasos confiados mientras cruzaba el santuario hacia el baby grand de Ivy y la carpeta
morada que yacía encima. Dios mío, se siente bien estar un paso adelante. —Tengo aquí
Página

las órdenes de encarcelamiento originales de Hodin—, dije mientras lo abría y sacaba los
dos expedientes que Dali me había enviado. Uno era de un blanco puro y blanqueado, el
otro un pergamino amarillo opaco envejecido mágicamente para parecer de más de dos mil
años. —Y la orden judicial de Dali explicando su fuga y otorgándome jurisdicción para
encarcelarlo nuevamente. ¿Serías tan amable de archivarlos por mí?
Sonriendo, le entregué las dos órdenes a Doyle.
—Hijo de puta—, dijo, pero estaba sonriendo mientras los tomaba antes de girarse y casi
salir corriendo de mi iglesia. —¡Hijo de puta!— dijo de nuevo en los escalones, pero fue
con asombro, no con ira, y me hizo sentir bien.
—Genial—, dijo Jenks mientras yo seguía lentamente a Doyle para cerrar la puerta. —
Lamento lo de Constance—, agregó Jenks mientras veíamos a Doyle deslizarse detrás del
volante, las cuatro ventanas bajando mientras ponía el coche en marcha y aceleraba. —
Doyle es un cobarde. ¿Vas a tirar tu cubeta de sal para que ella no pueda volver a cambiar?
—Buena idea,— dije, mirando detrás de mí hacia la cocina. Excelente. Simplemente
genial. Teníamos a un ratón vampiro en la iglesia. Tenía unas cuatro horas para excavar
seis pies o estaría dos veces muerta al amanecer.
—Getty podría ser capaz de encontrarla. Decidió quedarse—, agregó Jenks, y sentí una
sonrisa.
—Bien —dije mientras miraba hacia otro lado en busca de Trent. —Tienes que besarla a
menudo.
Su pequeño suspiro estaba lleno de recuerdos de Matalina. —Lo sé.
¿Dónde estás, Trent?… Eché un último vistazo a la calle antes de cerrar la puerta. El
brillo de mi teléfono iluminó el vestíbulo mientras buscaba el número de Trent. —Trent no
va a estar feliz de haberse perdido a Finnis—, le dije mientras le enviaba un mensaje de
texto para que se tomara su tiempo y tal vez comprara un poco de helado. —Uno pensaría
que tener una propiedad en el centro le facilitaría hacer malabarismos con su tiempo, no
más difícil.
—Él no está en Carew Tower—, dijo Jenks mientras volaba hacia el santuario. —Está
en Dalliance.
Me detuve de golpe, con el teléfono en el bolsillo. —Él está… ¿Perdón?
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CAPÍTULO 32

EL POLVO DE JENKS BRILLÓ CON UN ROJO AVERGONZADO. —AH,


¿puedes fingir que no dije eso?
Voló hacia atrás delante de mí mientras caminaba por el santuario, siguiéndolo. —¿Por
qué está Trent en el siempre-jamás?
—Por favor, Rache—, suplicó. —Es una sorpresa. Por tu cumpleaños.
Me detuve, la emoción me paralizó. —Estoy sorprendido. ¿Es una fiesta?— Me volví
hacia la línea ley que atravesaba mi iglesia. Me pondría en el siempre-jamás a cinco
minutos a pie del carruaje de Al y a veinte de Dalliance. Alternativamente, podría ir a Eden
Park y cruzar allí, pero nuevamente, me tomaría veinte minutos hacer el viaje.
—¡Rache, espera!— Jenks gritó cuando puse una mano en la línea, sintiendo el eco con
la firma de mi aura. Algún día, pensé. Algún día podré usar las líneas correctamente.
—¡Etude!— Llamé cuando recordé que estaba al acecho en mi techo. —¡Necesito que
alguien me lleve!
Con las alas ásperas, Jenks revoloteó irritantemente cerca. —Rache…— casi se quejó.
—Vas a arruinar la sorpresa.
—Te lo dije, ya estoy sorprendida— dije, saltando cuando las puertas gemelas se
abrieron de golpe con un estruendo atronador cuando el mono Etude entró en la iglesia, sus
enormes pies deslizándose hasta detenerse exuberantemente a un metro de mí.
—¿Dónde?— la enorme gárgola retumbó, sus ojos rojos brillantes y alas coriáceas
abiertas.
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—Dalliance— dije, y me tendió una enorme y escarpada mano para que me subiera a él
y, desde allí, a horcajadas sobre sus hombros como si fuera un caballo gigantesco. Las
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gárgolas podían trasladarse usando las líneas, llevándose a quien quisieran con ellas. Ellos
eran los que habían enseñado a los demonios.
Jenks se balanceaba de arriba a abajo, claramente angustiado. —Me vas a meter en
problemas—, dijo. —No le digas a Trent que parloteé. ¡Espera!— gritó mientras me
acomodaba, mi cabeza casi en las vigas. —Quiero ir.
—Pero entonces él sabría qué me lo dijiste,— dije con una sonrisa.
—Rache—, se quejó, un polvo de color púrpura verdoso salió de él con angustia.
Con los ojos cerrados, me sentí relajarme en la línea ley, dejando que fluyera a través de
mí mientras empujaba mi aura para igualarla. Etude hizo lo mismo, y en el tiempo que tarda
una molécula en girar, desaparecimos, el último grito de Jenks resonando en nuestros
pensamientos.
Mis pulmones se recuperaron para aspirar el aire nocturno lavado por la lluvia del
siempre-jamás. Los grillos y las ranas cantaban, y abrí los ojos, enviándolos hacia el cielo
estrellado. —Wow—, susurré, sin aliento. No había luces de ciudad que estropearan la
belleza, ni fuego primitivo que apagara todo excepto los más brillantes. Bis claramente
diseño esto, pensé mientras la Vía Láctea se extendía de horizonte a horizonte, plateada,
ámbar y azul, mientras miles de millones de estrellas brillaban en una brumosa y recordada
belleza.
Etude hizo un ruido sordo de placer, y luego jadeé cuando sus alas hicieron un pulso de
cuero hacia abajo, y nos levantamos, mi estómago se hundió cuando mi agarre se hizo más
fuerte y el viento me golpeó.
—Por ahí —dije, señalando, y su oreja de penacho gris giró, sabiendo a dónde estaba
mirando por el sonido de mi voz. —Gracias. Trent llega tarde. Podría estar en problemas.
—Ese es mi pensamiento también—, dijo Etude, sus palabras bajas casi un sentimiento
mientras retumbaban a través de mí.
—¿Sabes acerca de la sorpresa?— Dije, mi mirada en el bosque oscuro para encontrar el
fuego de Al mientras volábamos sobre los árboles, pero no había nada.
—Lo hago.
—¿Qué es?— Pregunté, luego me enderecé, entrecerrando los ojos ante la neblina gris
que llenaba la depresión donde estaba Dalliance, o debería estar, más bien. —¿Qué es
eso?— Dije, pero Etude ya estaba descendiendo en espiral, apuntando infaliblemente a la
brumosa nada.
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—¿Etude?— Llamé, preocupada cuando no mostró signos de detenerse, con una


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excitación ansiosa en su silencio mientras giraba sin pestañear hacia la niebla. Jadeé cuando
de repente estábamos dentro, fríos y húmedos. ¿Sopa de tomate? Pensé mientras el olor
ácido hacía cosquillas en un recuerdo.
—Agárrate fuerte —advirtió Etude, y cambié mi peso cuando él aterrizó, sus grandes
alas batiendo la extraña astilla de niebla para mostrar la puerta trasera de la cocina de mi
madre.
—Mierda en tostadas, es real —dije mientras la miraba, la niebla a derecha e izquierda,
la pintura amarilla brillante empañada con suciedad en el umbral. Sombras de movimiento
se veían más allá de la ventana con cortinas sobre el fregadero, y juro que podía oler
tostadas. ¿Esta es mi sorpresa? ¿Qué está haciendo Trent? ¿Matar a Hodin?
—Si quisiera a Hodin muerto, lo habría hecho yo misma—, susurré, preocupada
mientras me deslizaba de Etude. —No es de extrañar que Jenks lo dejara escapar.
Etude solo retumbó, con una extraña rigidez en él cuando se agachó frente a la puerta,
sus orejas de penacho blanco erguidas y la cola de león agitándose mientras miraba las
sombras en movimiento.
Nerviosa, di un paso adelante, pero mi alcance a la perilla vaciló. Trent estaba cantando.
Retrocedí, sintiendo mi expresión vacía mientras su voz subía y bajaba, hermosa y
mortal con el poder de una maldición dentro de ella. El recuerdo de un hechizo surgió con
sus palabras cantarinas, subiendo y bajando, atrayendo. Conocía esta maldición. Era la que
había usado para arrancarme el alma y ponerla en una botella. Lo había hecho para salvar
mi vida cuando mi cuerpo estaba demasiado roto para sostenerla. Si Trent no hubiera
retenido mi alma mientras mi cuerpo sanaba, habría muerto.
Desafortunadamente, una vez llamada, el alma permanecía vulnerable a la convocatoria
nuevamente, y sentí que comenzaba a caer en una neblina opaca, atraída por su voz.
Lentamente, mis ojos se cerraron cuando una promesa de paz entró a mi corazón.
Y luego salté, volviendo a un estado de alerta severo cuando alguien tiró de la línea ley.
Con fuerza.
—¡Date prisa, Kalamack!— Gritó Al, su voz sacándome del encanto de Trent.
—¿Al?— Susurré. Pulso rápido, empujé la puerta para abrirla. Si quemaban sus
vestigios, no tendría nada con lo que protegerse de Hodin. Es posible que Hodin no pueda
morir porque estaba codificado en el tulpa. Pero Al podría.
Me detuve, inmóvil, en el umbral mientras la magia élfica tiraba de mí. La estúpida
necesidad de empujar mis pies subía y bajaba. Trent estaba de pie ante la mesa volcada de
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fórmica, envuelto en una neblina de poder resplandeciente, con la cinta púrpura de su


condición de Sa'han alrededor del cuello. Una espiral resplandeciente de magia brillaba a
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sus pies y una botella descansaba en su mano, una botella para contener un alma capturada.
¿Hodin?
—¡Maldito seas de vuelta a la Revelación, pixy!— Al gruñó, atrayendo mi atención
hacia él. Estaba luchando con Hodin, y puse una mano en mi boca cuando mi maestro me
miró molesto. Hodin estaba atado con tiras de plata encantada, casi inmóvil, pero aun así
luchó, con los ojos rojos inyectados en sangre y mostrando sus dientes. —Te doy solo un
trabajo—, dijo Al, apartándose el pelo de la cara mientras su grueso puño golpeaba el
estómago de Hodin y el demonio más delgado se doblaba en dos, jadeando.
—¡Qué estás haciendo!— Horrorizada, me tambaleé, solo para que Dali me empujara
hacia atrás. Mis pies resbalaron sobre el gastado linóleo, y luché por encontrar el equilibrio
mientras el aplacible demonio agarraba mis bíceps.
—¿No podrías haber creado una habitación más grande para la prisión de Hodin?—
gruñó mientras me empujaba hacia los armarios detrás de él, sosteniéndome allí mientras
Al dejaba caer a Hodin en el centro de la espiral.
¿Están tomando el alma de Hodin? ¿Por qué?
—¡Déjalo ir!— exigí, lanzando una puñalada de energía a Dali, pero el viejo demonio
pareció apreciarlo, sonriendo como si le hubiera dado una palmada en el trasero.
—¡No puedes hacer esto!— gritó Hodin, completamente aterrorizado mientras yacía en
el centro del círculo. —¡Me comerá vivo!
Me congelé, de repente me di cuenta de lo que estaba pasando. Trent tenía una botella.
No estaban tratando de tomar el alma de Hodin. Iban a agregarle. Iban a agregarle a el
baku. Iba a ser un castigo peor que la muerte, y quizás el único digno de sus crímenes.
Hodin no podía morir, pero el baku iba a comerse su alma capa a capa hasta vaciarlo.
Quizás entonces, Hodin estaría a salvo.
—Suéltame—, susurré, con la cara blanca, y esta vez, Dali lo hizo.
Al empujó a su hermano de vuelta a la espiral. —Afortunadamente, o
desafortunadamente, no puedes morir—, dijo, claramente exhausto mientras me miraba con
cansancio. Era obvio que no estaba feliz de que yo estuviera aquí viendo esto. —El baku se
alimentará de ti para siempre, hambriento y voraz. Pelarte hasta que no seas más que el
vacío que dejaste en todos nosotros. Pero a diferencia de nosotros, seguirás viviendo la
pesadilla, Hodin.
—Trent—, respiré, sabiendo que esto no era lo que él quería ser, y detrás de mí, Dali
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gruñó.
—Puedes sacar al elfo de la guerra, pero no puedes sacar al señor de la guerra del elfo—,
Página

dijo Dali.
—¡No!— Hodin exclamó, una contraparte aterradora del canto de Trent, su voz calmada
y tranquilizadora le pedía a la Diosa que asistiera y le diera su bendición. ¿Y Dali aprobaba
la magia élfica? —¡No! ¡Por favor! ¡Haré lo que sea! ¡Cualquier cosa!— balbuceó Hodin.
Sus súplicas me golpearon hasta la médula, pero no me moví, no levanté una protesta.
Yo no lo haría. No para Hodin. Había accedido a interponerme entre él y su feo pasado,
darle la oportunidad de ser algo mejor, y él deliberadamente eligió usar mi confianza para
traicionarme, lastimar a mis amigos y tomar lo que era mío, pero sobre todo lastimar a mis
amigos. Quizás esta era la única justicia que repararía sus atrocidades, tanto pasadas como
presentes. Pero cuando recordé lo que Al me había dicho, no estaba segura de que nada
pudiera pagar por lo que había hecho.
—¿Cualquier cosa?— Dijo Al, con voz áspera mientras empujaba a su hermano de
vuelta al núcleo de la espiral. —Entonces haz esto. ¡Kalamack, ahora!
Y mientras Trent cantaba, abrió la botella del alma.
—¡No!— Hodin gritó en angustia, su voz se ahogó cuando una plata brillante se elevó
de la botella. —¡Por favor no!— Hodin gritó, con los ojos fijos en la neblina brillante,
sabiendo lo que era.
La lástima brotó. Me volví hacia Trent pero ya era demasiado tarde. La neblina había
tocado la espiral y, con la rapidez de un látigo roto, el resplandor atravesó el glifo hasta el
centro, donde desapareció.
Hodin sufrió un espasmo, temblando en sus ataduras, ahogándose.
Y luego me estremecí cuando Hodin abrió los ojos… y encontró los míos. Él era… el
baku. Y me recordó.
—¡Eres mía!— Hodin gruñó, luchando de nuevo contra sus ataduras de plata hechizada.
—¡Mía!— gritó, y Trent se cayó, se desplomó en el suelo contra los armarios, con la cesta
de sus suministros de hechizos en los brazos.
—Hijo de un madre cubo de pus, el elfo Kalamack lo hizo—, susurró Al mientras Hodin
salía de la espiral. El enorme glifo estaba oscuro y vacío de poder. Había hecho su trabajo y
ahora no era más que una línea de tiza en el suelo en la cocina de mi madre.
—¡Tú eres mía!— Hodin se enfureció, mirándome a través de su cabello enmarañado.
Pero sabía que estaba a salvo. El aura de Hodin estaba estática, incapaz de cambiar
gracias a la maldición que le había puesto. Había sido para evitar que saltara, pero ahora
evitaría que el baku escapara. Estaba en Hodin para toda la eternidad.
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Agotado, Trent levantó la cabeza, con un gran arrepentimiento en él mientras acercaba


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su cesta, sus dedos temblando mientras miraba dentro.


—¡De acuerdo!— Dali gritó cuando Al le dio un fuerte empujón a Hodin, y yo retrocedí
cuando el demonio se desplazó por la cocina y pasó entre los gabinetes con la fuerza
suficiente para hacer temblar la luz del techo. —Gally, hemos terminado—, agregó Dali. —
Recoge todo. Tengo hambre.
Sin embargo, Al aún no había terminado y, con un desgarrador grito de satisfacción,
golpeó con su puño la mandíbula de Hodin. El demonio lleno por el baku se derrumbó,
noqueado. Jadeando, Al se elevó lentamente, claramente adolorido mientras le sangraban
los nudillos. Estaba sangrando, incapaz de usar un hechizo o maldición para reparar su piel
desgarrada, y sentí que se me partía el corazón. ¿Qué había perdido para que yo pudiera
andar por el camino que quería?
—Ahora hemos terminado—, dijo Al con voz áspera, y observé, aturdida, mientras
arrastraba los pies hacia el viejo refrigerador de mi madre y lo abría para mostrar los
contornos familiares de la máquina de discos de Dali.
Hodin tosió, luchando por recuperar la conciencia. Detrás de él, Trent se puso de pie,
con la cesta en la mano. —No me dejes. ¡No me dejes!— Hodin gritó, estirando la mano
cuando Al pulsó un botón en la máquina de discos.
—No-o-o-o- — La voz de Hodin se desvaneció. Grité cuando de repente el mostrador en
el que estaba apoyada desapareció y caí en la arena, golpeándola con un choqué abrupto. El
aroma de las tostadas y la sopa de tomates se convirtió en el olor agrio y terroso de las
cabras y los camellos. El techo se nubló y luego se aclaró para mostrar las estrellas más allá
de las frondas de palmeras altas que siseaban suavemente. Hubo silencio excepto por la
arena que se movía y el susurro de un fuego de estiércol establecido. Etude esperó, su
enorme forma captando la luz para que pareciera la montura de la Muerte.
—No poder usar ese tulpa me va a arruinar—, se quejó Dali mientras se sentaba en una
almohada desgastada por la arena junto al borde del brillante fuego. —Tiene a el baku en
él. Lo hiciste inútil, elfo.
Me levanté, medio esperando ver la cocina de mi madre detrás de mí, pero era Al, y
tomé su mano hinchada entre las mías, segura ahora de que no podía usar las líneas
correctamente. Al, lo siento. Nadie debería pagar por mis elecciones excepto yo.
—Considéralo una bonificación—, dijo Al, cansado mientras apartaba su mano de la
mía, con un brillo diabólico en sus ojos. —Si consideras que el tulpa es demasiado
peligroso para usar, entonces Rachel no estará aquí, recogiendo más conocimientos
élficos—. De humor descarado, se volvió hacia Dali. —¿A menos que quieras que ella
hable con Hodin?
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—No.
Página
La sonrisa de Al se convirtió en un ceño fruncido mientras miraba a Etude. —Sabías que
no la queríamos aquí. ¿Y si no hubiera funcionado?
—Yo quería estar aquí, funcionara o no—, dijo Etude, con sus grandes manos
entrelazadas. —¿Lo hizo?
¿Qué funcionó? Pensé, y luego una brillante esperanza me atravesó cuando todo se unió.
Habían dejado salir a el baku de la botella. Eso significaba… ¿Bis?
—¿Trent?— susurré cuando lo vi con esa cesta, y él parpadeó rápido, las lágrimas se le
escaparon mientras quitaba la cubierta de seda y Bis abrió los ojos, encontró los míos y
sonrió.

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AGRADECIMIENTOS

Me gustaría dar las gracias a mi editora, Anne Sowards, cuya generosa perspicacia,
entusiasmo y amabilidad me ayudaron a reavivar el fuego de los Hollows en mí, y a mi
agente, Jennifer Jackson, sin la cual los Hollows habrían terminado antes de estar realmente
listos.

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SOBRE LA AUTORA

La autora de bestsellers del New York Times, Kim


Harrison, nació y creció en Michigan, y recientemente ha
regresado allí para escapar del calor de Carolina del Sur.
Es mejor conocida como la autora de la serie los Hollows,
pero ha escrito más que fantasía urbana y ha publicado
más de dos docenas de libros que abarcan toda una gama
de YA, suspenso, varias antologías y ha guionado dos
novelas gráficas originales.
Sus novelas más vendidas los Hollows incluyen “Bruja
Mala Nunca Muere”; “El Bueno, El Feo y La Bruja”;
“Antes Bruja Que Muerta”; “Por Un Puñado De Hechizos”; “Por Unos Demonios Más”;
“Fuera de la Ley”; “Bruja Blanca, Magia Negra”; “Sanción De Magia Negra”; “Demonio
Pálido”; “Sangre Perfecta”; “Siempre-Jamás”; “El Pozo De Los No Muertos”; “La Bruja
Sin Nombre”; “Demonio Americano” y “Demonio Del Millón De Dólares”. También
escribió la serie de superventas de Madison Avery YA, incluyendo “Una vez muerto”; “Dos
veces tímido” y “Temprano a la Muerte.”
También ha publicado fantasía tradicional bajo el nombre de Dawn Cook. Kim está
trabajando actualmente en un nuevo libro de los Hollows entre otros proyectos de fantasía
urbana no relacionados.
www.kimharrison.net
www.penguinrandomhouse.com
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Nota Final
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actualizados.

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