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nap La frecuentación y exploración asidua de variados materiales


escritos, en distintos escenarios y circuitos de lectura
(bibliotecas de aula, escolares y populares, ferias del libro,
entre otros).

La lectura (comprensión y disfrute) de textos literarios


(cuentos, fábulas, leyendas y otros géneros narrativos;
y poesías, coplas, adivinanzas, y otros géneros poéticos) y
textos no literarios (notas de enciclopedia sobre diferentes
contenidos que se están estudiando o sobre temas de interés
para los niños, entre otros) leídos de manera habitual
y sistemática por el docente y otros adultos.

La lectura de palabras y de oraciones que conforman textos


con abundantes ilustraciones y de fragmentos de textos
(títulos de cuentos, diálogos de un cuento leído por el docente,
parlamentos de un personaje en una historieta, respuestas
a adivinanzas).
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LECTURA
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EJE
Lectura

Los saberes que se ponen en juego

En 1er año/grado, para lograr que los chicos deseen aprender a leer y efectiva-
mente lo hagan, es imprescindible que participen en distintas y frecuentes situa-
ciones de lectura. El embeleso que produce escuchar la voz del maestro o la
maestra leyendo un relato atrapante, o la de algún adulto o compañero de un
año más avanzado que se acerca a leerles algún cuento o poesía que ha elegi-
do especialmente para ese encuentro, despierta el deseo de aprender a leer y
le da sentido al esfuerzo para lograrlo. También son fundamentales los momen-
tos en los que se ofrece a los chicos la posibilidad de curiosear entre los libros
y de manipularlos junto con otros materiales de lectura en la biblioteca del aula,
de la escuela o del barrio. O cuando se les da la oportunidad de deslumbrarse
con las imágenes y de pedir que alguien los ayude a develar qué dicen las pala-
bras escritas, es decir, que los inicie en el aprendizaje de la lectura. Michele Petit
(2001)1 lo dice magistralmente:

Para mí es importante que los niños, Matisse, cuyos viajes fertilizaron


y también los adultos, tengan tanto la pintura, decía
acceso a los libros pues la lectura que “la ensoñación de un hombre
me parece una vía por excelencia que ha viajado tiene una riqueza
para tener acceso al saber, pero diferente a la del que nunca ha
también a la ensoñación, a lo lejano viajado”. Yo creo que la ensoñación
y, por tanto, al pensamiento. de un hombre,

1
Todas las obras mencionadas a lo largo del Eje pueden encontarse en la Bibliografía al final de
este Cuaderno.
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de una mujer o de un niño que han actividad psíquica, el pensamiento,


leído posee también una riqueza la creatividad. Las palabras
diferente a la de aquel o aquella que adquieren otras resonancias,
nunca lo han hecho; la ensoñación, despiertan otras asociaciones, otras
y en consecuencia la emociones, otros pensamientos.

Todos los chicos quieren que les lean cuentos. Todos están dispuestos a
aprender y a decir rimas, poesías, canciones. A todos les encanta hojear las
páginas de los libros, mirar sus imágenes, imaginar historias. Porque los libros
son enigmas a develar, contienen “secretos” de los que queremos apropiarnos;
transforman nuestra mirada respecto del mundo y nuestra interioridad. Nos per-
miten apartarnos por un momento del vértigo del día y nos instalan en la intimi-
dad. La lectura, bien lo sabemos, es una forma de felicidad.
Cuando el maestro y otros adultos logran transmitir esas convicciones, gus-
tos y pasiones, cobra sentido para los niños realizar el esfuerzo de aprender a
leer. Para lograr esta apropiación, se han priorizado para este 1er año/grado tres
cuestiones centrales que se juegan en el aprendizaje de la lectura.
En primer lugar, la frecuentación y exploración de materiales escritos.
Actualmente, se sabe que el aprendizaje de la lectura no solo se relaciona con
el aprendizaje de una técnica, sino que el conocimiento de los materiales escri-
tos es central en la medida en que da sentido a la tarea de aprender a leer.
En segundo término, en 1er año/grado es fundamental que los niños com-
prendan y disfruten la lectura de distintos textos literarios y no literarios, en
situaciones en las que el docente (y otros adultos) les lean en voz alta. Esta
práctica de escucha de lecturas sienta las bases del deseo de aprender a leer,
colabora con la comprensión de las características diferenciales de la oralidad y
la escritura, y permite que los niños accedan a textos interesantes y complejos
que podrán leer de manera autónoma más adelante.
Finalmente, dado que se trata del 1er año/grado, el último núcleo de aprendi-
zajes se centra en la lectura de palabras y oraciones que conforman textos; esto
supone, a su vez, una serie de conocimientos relativos al sistema alfabético.

Antes del ingreso a la EGB/Nivel Primario, los chicos y las chicas de los más
diversos contextos culturales han tenido alguna forma de contacto con la cultura
escrita, de diferentes modos y con distintos alcances. Muchos saben que lo que
está escrito es lenguaje y seguramente han incorporado algunos gestos lectores:
simulan que leen y siguen con el dedo el movimiento de la vista sobre el texto
escrito, advierten la relación entre las imágenes y las palabras o inventan histo-
rias a partir de las ilustraciones. Otros conocen las siluetas de distintas palabras
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y unos pocos ya saben leer. Más allá de los diferentes conocimientos previos
sobre el lenguaje escrito, todos los chicos llegan a la escuela pedagógicamente
predispuestos a incorporar un objeto de conocimiento tan valorado socialmente
como es la lectura. Sobre esa predisposición deberá trabajar la escuela, como
afirma Tolchinsky Landsmann (1993) en Aprendizaje del lenguaje escrito:

Al comienzo de la escolaridad, el de su activa interacción con ese


profesor cuenta con una objeto. Pero […], eso es solo el
predisposición pedagógica, un objeto punto de partida; sobre estas
de conocimiento socialmente bases deberá comenzar el
valorado y representaciones que el largo proceso de transformación
niño ha construido como resultado del conocimiento.

Propuestas para la enseñanza

¿Cómo se convierte alguien en lector? Se trata de una pregunta difícil de res-


ponder, como tantas otras que se relacionan con la formación. No hay respues-
tas únicas. Sin embargo, en toda biografía de lector siempre hay un momento en
el que se narra, como una suerte de rito, el instante en el que alguien nos abrió
para siempre las puertas del mundo de los libros. Entonces, una respuesta posi-
ble a la pregunta inicial es que nos hacemos lectores en nuestros encuentros
con otros. Y claro, también, en nuestros encuentros con los libros.
Las propuestas que siguen se relacionan con actividades que propician la
frecuentación y exploración de materiales escritos, la lectura de narraciones por
parte del docente y la lectura de palabras y de oraciones que conforman textos.

El encuentro con los libros


Uno de los núcleos de aprendizajes que se ha priorizado es la frecuentación y
exploración de variados materiales escritos, en distintos escenarios y circuitos
de lectura (bibliotecas de aula, escolares y populares; ferias del libro, entre
otros). En una escuela en la que se privilegia la enseñanza de la lectura, es nece-
sario que los alumnos estén en contacto con los libros, que usen la biblioteca y,
si existen, que vayan a otras bibliotecas de la comunidad.
La libre exploración permite a los chicos tener una relación con variados
materiales de lectura similar a la que tiene cualquier lector que, entre otras
cosas, elige lo que va a leer, hojea, saltea páginas, cambia de libro, relee, escu-
cha y da recomendaciones al respecto. Es por eso que tocar libros, mirar sus
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Eje

Lectura 75

ilustraciones, intentar lecturas y compartir materiales de la biblioteca son requi-


sitos para la formación de los pequeños lectores. Porque son situaciones que
promueven, desde el comienzo de la escolaridad, hábitos de lectura y modelos
de comportamiento lector, desarrollando el interés de chicos y chicas por el
conocimiento y el gusto por la literatura. La forma (el modo y la frecuencia) en
que se desarrolle su encuentro con los libros será clave para que deseen cui-
darlos y conservarlos, como lo hacen con cualquier otro objeto al que dan valor.
No es esperable que cuiden lo que no conocen, lo que no poseen, lo que para
ellos no vale la pena.
A continuación, se presenta una serie de actividades y situaciones que tienen
como propósito favorecer la frecuentación y exploración de materiales escritos.

Un montón de libros para explorar


Sobre una o varias mesas, se disponen diversos materiales escritos, por ejem-
plo, libros de cuentos, enciclopedias, manuales escolares, diarios, libros de coci-
na, libros de poesía, guías telefónicas… El maestro o la maestra alienta a los chi-
cos a explorarlos libremente. Estos los hojean, miran las ilustraciones, dan a
conocer sus preferencias, hacen comentarios, formulan preguntas o se apartan
a un rincón para disfrutar, en soledad, de lo que han elegido.
Es probable que las primeras veces que los chicos participen de esta situa-
ción tomen cada libro por muy poco tiempo. También puede ocurrir que algunos
no hagan nada, que otros se peleen por algún libro o incluso que haya corridas
alrededor de las mesas y que algún chico quiera conservar un libro para sí ante
el reclamo de otros que también lo quieren pispear... Esto sucede porque se trata
de una actividad excitante y los chicos no saben bien qué hacer. Algunos quie-
ren ver todo a la vez. Otros, por el contrario, se paralizan. Si las propuestas de
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exploración libre se reiteran, el maestro va descubriendo maneras de intervenir


que favorecerán un cierto orden en la tarea. Poco a poco, los chicos compren-
derán que lo que no vean un día, podrán verlo la vez siguiente. De todos modos,
cabe señalar que es esperable, e incluso bienvenido, cierto bullicio en estas
situaciones.
Paulatinamente, el docente va introduciendo propósitos diferentes para la
exploración. Puede ser elegir un libro para llevarlo en préstamo a casa, para que
el maestro lo lea en voz alta, para buscar algo puntual.
Una opción es que la exploración tenga como propósito acordar el modo en
que pueden agruparse los libros, las revistas y demás materiales. El docente los
dispone sobre las mesas y luego invita a los chicos (que pueden organizarse en
pequeños grupos de discusión) a que los ordenen de alguna manera y que, a su
modo, expliciten las pistas que siguieron para hacerlo. En otras palabras, se les
pide a los chicos que decidan cuáles de los materiales “van juntos”.
Es importante advertir que la finalidad no es, en ningún caso, establecer cla-
sificaciones rigurosas ni cerradas. Si se propone esta exploración es porque
posibilita que los alumnos distingan con algún criterio una rica variedad de mate-
riales escritos siguiendo pistas textuales y paratextuales. Esta actividad puede
ser el punto de partida para ordenar la biblioteca del aula. Claro está que los cri-
terios para agrupar el material se pueden seguir discutiendo a lo largo del año,
a medida que las experiencias lectoras se vayan enriqueciendo y que otros
materiales ingresen a la “batería” inicial.
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Eje

Lectura 77

Uno entre el montón


Para continuar y desarrollar esa exploración, el docente puede elegir un texto de
una de las mesas para leerlo en voz alta. En ocasiones, vale la pena que cuente
por qué lo eligió: porque le resultó curioso, porque le recuerda un momento de
su infancia, porque quiere saber qué opinan los chicos. Luego, da pie para que
se inicie una conversación sobre lo leído. Se recibirán con atención y se alenta-
rán las asociaciones, comentarios, preguntas y apreciaciones de los chicos que
surjan después de la lectura.
Otra opción es que los niños elijan lo que el maestro les va a leer. En algunas
oportunidades, estos pedidos no necesitan ser justificados. En otras, el docente
les solicita a los alumnos que expliquen por qué eligieron ese texto, que aventu-
ren algunas anticipaciones sobre su contenido, que lo asocien con otros libros y,
también, que manifiesten sus preferencias. Del mismo modo que en la propues-
ta anterior, el maestro lee en voz alta y luego abre un espacio para conversar
sobre lo leído.
Es frecuente que los chicos quieran oír el mismo cuento reiteradas veces y que,
sin perder ningún detalle, conserven algunas partes del texto en su memoria. Al
comprender la estabilidad de la escritura, advierten que, encerradas entre las tapas
de los libros, las historias permanecen exactamente iguales a sí mismas y que es
posible encontrarse con ellas una y otra vez, para disfrutar con la repetición.
Una idea para cerrar estas dos últimas propuestas es que los alumnos, con la
ayuda del docente, registren en tarjetas el título del libro que eligieron, el nom-
bre del personaje que más les gustó, o que hagan un dibujo relacionado con lo
leído, o escriban una recomendación para que otros lo lean… o no lo lean. Así,
a lo largo del año se irá conformando en el aula un espacio que albergue el con-
junto de tarjetas, cartelitos y dibujos, como una suerte de memoria de las lectu-
ras compartidas.

Escuchar lecturas
El aula es un buen lugar para escuchar historias leídas. Por ello, se ha prioriza-
do para este año la participación habitual y sistemática en situaciones en las que
el docente lee textos literarios (cuentos, fábulas, leyendas y otros géneros narra-
tivos; y poesías, coplas, adivinanzas y otros géneros poéticos) y no literarios
(notas de enciclopedia sobre diferentes contenidos que se están estudiando o
sobre temas de interés para los niños, entre otros).
Cuando el docente o el adulto mediador “hace hablar” al texto, invita a los chi-
cos a internarse en mundos en los que se juegan otras lógicas, a satisfacer
curiosidades, a saber más acerca de los contenidos y de las formas que adop-
tan los discursos escritos. Les enseña que existe una relación entre las palabras
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escritas y la historia que escuchan. También que hay diferencias entre el lengua-
je hablado y el escrito. Las primeras experiencias de lectura vienen siempre de
la mano de un lector que lee para los que aún no pueden hacerlo por sí mismos.
En el siguiente fragmento de su libro Una historia de la lectura, Alberto Manguel
(1998: 136) recupera sus memorias de lector al respecto.

A veces su voz hacía que me limitaba a dejarme llevar por las


durmiera; otras, por el contrario, palabras, y sentía, de una
la emoción me enardecía, y le manera corporal, que estaba de
suplicaba que se apresurase, verdad viajando a algún lugar
con el fin de averiguar, más deprisa maravillosamente remoto, a un
de lo que el autor habría querido, sitio que apenas me atrevía a
qué sucedía en el cuento. vislumbrar en la última página del
Pero la mayor parte del tiempo me libro, todavía secreta.

A continuación, se enumera una serie de propuestas para orientar la sencilla


y mágica tarea del adulto que lee en voz alta para otros. En el siguiente recorri-
do se ha priorizado el trabajo con textos literarios. Sin embargo, las propuestas
pueden ser extendidas al trabajo con textos no ficcionales y a otros campos del
conocimiento. El maestro, como “animador” de esos encuentros con la lectura,
pondrá en juego su creatividad, su modo particular de divertirse con las propues-
tas, de hacerlas suyas y otorgarles singularidad. En fin, se trata de un maestro
atento a evitar que los momentos de leer se mecanicen y se conviertan en este-
reotipos que vacíen de sentido la actividad.
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Eje

Lectura 79

El rito inicial
Todo rito conlleva la repetición. En este caso, nos referimos a la reiteración de un
modo especial de crear el clima para el momento de la lectura. Cada docente tiene
su propio rito y recurre a distintas acciones. Puede ser el hecho de crear en el aula
una disposición espacial particular, con el lector y los oyentes sentados en ronda. O
la colocación de un cartel en la puerta del aula que diga, por ejemplo, “No interrum-
pir. Estamos leyendo un cuento”. O el uso reiterado de fórmulas para anunciar la lec-
tura. Algunos maestros incluyen algún elemento físico para estimular la curiosidad y
marcar el momento: se ponen un sombrero; sacan el libro de una caja grande o de
una valija gastada o adornada de alguna manera, entre tantas otras posibilidades.

Leer es también hablar acerca de los libros


Aprender a leer es también aprender a hablar sobre los libros: opinar, aceptar o
rechazar las opiniones de los demás, recomendar y aceptar recomendaciones,
realizar asociaciones con otras cosas que se han vivido, leído, escuchado. El
docente es quien muestra a los chicos que es posible hablar y opinar acerca de
los libros. Para eso, por ejemplo, antes o después de leer un texto, puede con-
tar por qué lo eligió.
Las razones pueden ser, obviamente, múltiples, y dependerán de cada docen-
te. Pero siempre servirán para mostrar que es posible opinar y hablar sobre los
libros, que se establece con ellos una relación que se extiende más allá del
momento mismo de la lectura y de la escucha. Algunas de las razones por las
que frecuentemente muchos docentes eligen un texto son:

• porque se relaciona con otros cuentos o textos que ya se han leído en el curso;
• porque alguno de los personajes es especialmente interesante o permite rea-
lizar asociaciones y establecer relaciones, de similitud o de oposición, con otros
personajes o con personas y situaciones típicas, conocidas o atrayentes;
• porque tienen una relación afectiva particular con él y quieren compartirla
con los chicos;
• porque el texto contiene juegos de palabras y un trabajo con el lenguaje
mismo que el docente disfruta o que le interesa para llamar la atención de los
chicos sobre el lenguaje en sí.

Sean cuales fueren las razones, el hecho de que el docente exprese sus opi-
niones y sus preferencias sobre un texto funciona como una señal de que los
libros tienen que ver con nuestra afectividad y nuestros conocimientos, y cons-
tituye un aliciente para que los chicos realicen y expresen sus propias asocia-
ciones, opiniones y comentarios acerca de lo leído.
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Los alrededores del texto


Antes de comenzar con la lectura, es interesante que los chicos puedan explo-
rar algunos elementos formales del libro: la tapa, la contratapa, las ilustraciones.
A partir de esa exploración inicial, el docente puede pedirles que anticipen ideas
acerca del contenido de ese texto. Esta anticipación comienza a construir un
sentido al permitir elaborar algunas representaciones acerca del contenido del
texto. Al finalizar la lectura, puede resultar muy divertido contrastar las hipótesis
iniciales de los chicos con lo que realmente el texto dice. No se trata de “felici-
tar” a los que más “acertaron”, sino también a aquellos que inventaron algo com-
pletamente distinto, cuyo sentido pueden “defender”. Al recoger las anticipacio-
nes, algunas veces, una buena opción es que el maestro vaya escribiendo, en el
pizarrón o en un papel afiche, lo que los niños van diciendo para volver una y otra
vez a estas notas durante o después de la lectura.
El maestro es quien decide con qué textos y cuándo vale la pena “jugar a las
anticipaciones”. Esta actividad cobra sentido, por ejemplo, cuando el texto elegi-
do presenta pistas interesantes que desafían la inteligencia de los chicos para
formular ricas hipótesis, porque acicatean su curiosidad, los inducen a aplicar
alguna lógica o a defender lo que inventan. Como en todos los casos, se trata
de evitar la aplicación de la misma rutina sin preguntarse previamente cuál es la
riqueza que, en cada caso, tiene la actividad.
La anticipación y la exploración pueden iniciarse partiendo de distintos ele-
mentos y utilizando diferentes recursos. A continuación, se mencionan algunos.
El texto de la contratapa, además de anticiparnos algunos elementos de un
texto, intenta captar al lector. Leerlo con voz pausada e intrigante puede gene-
rar entusiasmo y curiosidad por la historia.
Cabe señalar que la contratapa de la mayoría de los libros para niños peque-
ños tiene por destinatario al adulto. Somos los adultos los que compramos los
libros, y las contratapas cumplen, entre otras, funciones publicitarias. Por eso, en
muchos casos, su lectura puede resultar poco atractiva. Sin embargo, a veces, la
lectura de la contratapa provoca entusiasmo por zambullirse en el libro. Un buen
ejemplo es el de Caperucita Roja, Verde, Amarilla, Azul y Blanca (Munari y
Agostinelli, 1998), que expande el título pero no narra la historia:

Una vez, el lobo se comió a Amarilla y el lobo marino de


Caperucita Roja, pero en otra Caperucita Azul, que nada consiguen
ocasión se quedó con las ganas, con esas niñas espabiladas que
igual que el lobo negro de cuentan con tan buenos amigos. Y
Caperucita Verde, el lobo que el lobo de Caperucita Blanca, como
persigue en su coche a Caperucita tiene tantas dificultades...
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Eje

Lectura 81

Otra posibilidad es que el docente muestre una imagen o varias y haga pre-
guntas sobre los personajes o las situaciones a las que hacen referencia. Por
ejemplo, los libros Yaci y su muñeca (Zendrera, 1999) y Willy el tímido (Brown,
1995) presentan ilustraciones atractivas y sugerentes. Las imágenes de
Ronquidos (Kasza, 2002) instauran un correlato claro respecto de las distintas
situaciones que se relatan. El ya mencionado Caperucita Roja, Verde, Amarilla,
Azul y Blanca –una serie de cinco cuentos protagonizados por distintas
Caperucitas de colores– presenta ilustraciones en las que predomina el color
mencionado en el título en cada historia, y que pueden resultar un estímulo inte-
resante para ver de qué se trata cada cuento.
Otra opción que puede generar anticipaciones es que el docente lea el título
de un texto y les cuente a los chicos datos sobre el autor: dónde nació, en qué
época y dónde vive o vivió, de qué trataban otras historias que escribió. Por ejem-
plo, si se leyera el cuento Las pulgas no vuelan de Gustavo Roldán (2000a),
sería posible leerles antes a los chicos el siguiente texto autobiográfico del pro-
pio Roldán (2000b):

Me crié en el monte chaqueño, en Cuando menos lo esperaba me


Fortín Lavalle, cerca de Bermejo, llegó la hora de ir a la escuela y nos
cuando la tierra era plana, la luna se fuimos al pueblo. En los pueblos el
posaba en la copa de los árboles y tiempo pasa lleno de ocupaciones
los cuentos solo existían alrededor importantes: se está rodeado de
del fogón del asado o en las ruedas amigos para jugar a las bolitas,
del mate. remontar barriletes, hacer bailar
Después se inventaron los libros. trompos, jugar a la pelota, andar en
O tal vez antes, pero yo no lo sabía. bicicleta. Todo eso mientras se van
Solamente sabía muchos cuentos, secando las bolitas de barro para la
de esos que después me enteré que honda. ¿Para la honda? Sí, para la
se llamaban populares, que iban honda. Después el mundo se va
pasando de boca en boca y de oreja agrandando cuando uno conoce los
en oreja. Cuentos del zorro, del parques de diversiones, el cine y el
tigre, del quirquincho, de Pedro circo, cosas que el monte suele no
Urdemales, de pícaros y mentirosos, tener. Y un día uno pasa por la
del lobizón y de la luz mala. Claro librería Molina, en Sáenz Peña, y
que esos cuentos nunca eran del encuentra que hay estantes infinitos
todo cuentos; habían sucedido por llenos de libros, no de esos de
ahí nomás, en medio del monte, y aprender a leer, sino de cuentos y
eran cosas que nadie ponía en más cuentos y más cuentos.
duda. Yo tampoco. Y si don Molina lo deja a uno hurgar
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los estantes, sacar y poner, leer Sandokán siempre logramos


solapas y contratapas, ojear y hojear, salvarnos y triunfar. Nosotros
sentado en el suelo tras el mostrador, estábamos del lado de los buenos.
uno comienza a descubrir que por Gracias, don Molina. [...]
ahí está escondido un mundo más Creo que los chicos entienden todo
grande y más lleno de maravillas de y quieren saber de todo. Desconfiar
lo que nadie podía imaginar. No era de su capacidad es desconfiar de la
todo tan fácil, había cada cosa inteligencia, de la sensibilidad del
aburrida que ni te cuento. Pero con otro. Y desconfiar de la capacidad
un poco de suerte y bastante de de la palabra es, en última instancia,
paciencia aparecían aventuras desconfiar de nosotros mismos.
increíbles, selvas llenas de animales Podemos desconfiar de nosotros
salvajes y mares llenos de piratas, de mismos pero, si jugamos en serio,
los buenos y de los malos, con los las palabras siempre van a alcanzar.
que navegué corriendo mil peligros. Sobre todo lo que hay detrás de
Por suerte, con Simbad o con las palabras.[...] 2

Algunos libros tienen dedicatorias que despiertan la imaginación o prólogos


para “antes de zambullirse en la lectura”. En ciertos casos, vale la pena leerlos,
antes o después de abordar el texto. Por ejemplo, la dedicatoria de Cuentos con
brujas, de Graciela Cabal (1991), “A mis amigas del alma, que son un poquitito
brujas”, invita a pensar qué quiso decir la autora al calificar a sus amigas como
“brujas”. El prólogo de Cuentos por teléfono (Rodari, 2000), que ficcionaliza el
pacto de lectura, también es estimulante y da ganas de seguir leyendo:

Érase una vez...


... el señor Bianchi, de Varese.
Su profesión de viajante
de comercio le obligaba a viajar
durante seis días a la semana,
recorriendo toda Italia, al Este, al
Oeste, al Sur, al Norte y al centro,
vendiendo productos medicinales.

2
Se recomienda consultar la página web de Imaginaria, que es: http://www.imaginaria.com.ar.
Se trata de una excelente revista virtual quincenal sobre literatura infantil.
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Eje

Lectura 83

El sábado regresaba a su casa y el lunes por la mañana volvía a partir.


Pero antes de marcharse, su hija le recordaba:
–Ya sabes papá: un cuento cada noche.
Porque aquella niña no podía dormirse sin que le contaran un cuento, y su
mamá le había explicado ya todos los que sabía, incluso tres veces. Y así,
cada noche, estuviera donde estuviese, el señor Bianchi telefoneaba
a Varese a las nueve en punto y le contaba un cuento a su hija. Este libro
es, pues, precisamente el de los cuentos del señor Bianchi. Veréis que
todos son un poquito cortos: claro, el señor Bianchi tenía que pagar las
llamadas de su bolsillo y por eso no podía hacer llamadas muy largas. Sólo
alguna vez, cuando había realizado un buen negocio, se permitía unos
minutos de más. Me han dicho que cuando el señor Bianchi telefoneaba a
Varese, las señoritas de la telefónica suspendían todas las llamadas para
escuchar sus cuentos. ¡Claro! Algunos son tan bonitos...

El docente lee
En la lectura en voz alta, el docente pone en juego toda su experiencia como
narrador oral: en el modo en que abre y cierra el relato, en el cambio de los tonos
de voz según las situaciones, en cómo logra crear suspenso, en el modo parti-
cular de expresar cuánto le divierten, le enardecen, le asustan o le enternecen
algunas escenas.

Generalmente, los chicos escuchan el relato sin interrumpir la lectura, lo que no


implica que en ocasiones sí lo hagan, ya sea para formular preguntas, expresar
valoraciones o hacer algún comentario. Sus intervenciones son bienvenidas.

En forma habitual, la lectura en voz alta se realiza de cabo a rabo. Sin embar-
go, algunas veces, y luego de haberlo planificado previamente, el docente puede
decidir leer un cuento por partes. Interrumpirá la lectura en algún momento
especial para saber, por ejemplo, qué piensan los chicos sobre el comportamien-
to de algún personaje, o para aclarar el significado de alguna palabra “difícil”,
orientándolos para que deduzcan su significado. También puede detenerse para
expresar admiración por la belleza de una frase o para anunciar que va a releer
alguna parte en especial. Sin embargo, se recomienda limitar este tipo de inter-
venciones: demasiadas detenciones pueden resultar irritantes para los chicos...
y con justa razón.
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¿Y después?
¿Qué hacer una vez finalizada la lectura? Hay varias posibilidades. Lo más
importante, como ya se ha dicho, es no plantear siempre la misma propuesta.
Cada texto exige pensar un momento posterior diferente, incluso, en algunas
oportunidades, la lectura puede finalizar con la sencilla satisfacción de haber
compartido un cuento.
Sin embargo, los cuentos leídos pueden ser retomados en otro momento para
trabajar sobre distintos aspectos. No es necesario ni siempre conveniente que
estas actividades se realicen inmediatamente después de la lectura. Es bastan-
te conocida la formulación de los chicos (sobre todo de los más grandes) acer-
ca de que no les gusta leer porque después siempre hay que hacer algo.
A continuación se enumeran algunas ideas para el momento posterior a la
lectura de un cuento.
• Abrir un espacio para conversar sobre lo leído. A veces, basta con hacer un
breve silencio y estimular a los chicos con la mirada y los gestos para lograr que
hagan comentarios. Otras veces, es necesario que el docente formule abierta-
mente preguntas, tales como: “¿Qué les pareció? ¿Por qué?”, para llevarlos a
conversar sobre el contenido del cuento o para incentivarlos a que expresen sus
propias impresiones, asociaciones, recuerdos surgidos o ideas. También, como en
otras propuestas, el maestro puede comentar sus impresiones; releer partes que
le resultaron bellas, interesantes, curiosas o difíciles; referir las asociaciones
que estableció con otros cuentos, personajes, textos, películas, series de televi-
sión o hechos reales conocidos.
Conversar sobre lo leído es construir un espacio gozoso de encuentro con los
otros. En estas charlas, los chicos aprenden a compartir sus emociones, a enri-
quecer sus interpretaciones con la lectura del maestro y la de sus compañeros.
Por otra parte, esta conversación le resulta fundamental al docente para cono-
cerlos, para animar a los “más callados” a tomar la palabra, para reconocer los
distintos tipos de experiencias previas en relación con el lenguaje escrito con
que cada uno ha llegado a la escuela.
• Renarrar el cuento en forma oral.3

3
Para ver cómo se organiza una renarración oral, véanse las sugerencias planteadas en el Eje
“Comprensión y producción oral” en este mismo Cuaderno.
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Eje

Lectura 85

Cortesía de editorial Alfaguara

Caperucita Roja (tal como se la contaron a Jorge), de Luis María Pescetti e ilustraciones de
O’Kif, Buenos Aires, Alfaguara, 1996.

• Retomar las anticipaciones sobre el contenido del cuento. La idea es volver


al título, a las ilustraciones y a los datos aportados por el maestro y tratar, como
ya se dijo, de que los chicos “expliquen” qué pistas los llevaron a plantear sus
diversas anticipaciones.
• Dramatizar alguna secuencia del cuento. El docente puede seleccionar una que
incluya diálogos, o solicitarles a los chicos que lo hagan. Ellos asumirán la voz de
los personajes. Para eso, tendrán que aprender a decir sus parlamentos con la
entonación adecuada, y preparar el vestuario y la escenografía (que no necesitan
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86 Lengua 1

ser muy complicados: una máscara o un detalle relevante como un sombrero, una
vincha, pintarse barba o hacerse un lunar son suficientes). Además, pueden ensa-
yar posturas, utilizar tonos de voz y asumir ritmos al hablar o al moverse. Es con-
veniente practicar las veces que sea necesario antes de representar la secuencia.
• Hacer circular el libro entre los chicos. Esta actividad después de la lectura
implica invitarlos a releer. La relectura admite múltiples estrategias. Algunos chi-
cos intentan leer (o leen) convencionalmente. Otros se sumergen en la lectura
de una palabra o una oración llamativas. También hay quienes recorren las pági-
nas, contándose para sí nuevamente la historia que escucharon. Entregar el libro
para que lo puedan ver más de cerca, en un acto íntimo y solitario o en peque-
ños grupos, suele ser el punto de partida para que más de uno lo solicite en
préstamo y lo lleve a su casa, y también para que en los momentos de lectura
libre en el aula quiera leerlo una y otra vez.

Un libro nos lleva a otro


A partir de un relato literario pueden surgir muchísimas preguntas que son el
punto de partida para leer otros textos, literarios o no literarios.
Ya desde 1er año/grado se pueden realizar itinerarios de lectura organizados
alrededor de algún criterio: leer varios cuentos del mismo autor o leer cuentos
que giren alrededor del mismo tema o del mismo personaje, por ejemplo, los
piratas, las brujas, las hadas, los ogros… Según afirma María Elena Cuter en su
artículo “La enseñanza de la lectura y la escritura” (1999): “La posibilidad de tra-
bajar con una serie de cuentos (y también de poemas) que toman al mismo per-
sonaje, no solo provoca espontáneamente asociaciones entre las distintas obras,
los personajes, los lugares, los argumentos, sino que también evoca otros géne-
ros y un vocabulario particular”. Esos otros géneros y ese vocabulario, entonces,
ingresan al universo de saberes de los chicos y las chicas.
Por ejemplo, al leer historias sobre brujas aparecerán palabras (con sus con-
ceptos correspondientes) referidas a sus acciones (hechizos, pociones, sortile-
gios, maleficios), compañías habituales (lechuzas, gatos, sapos, arañas, víboras),
elementos que usan (escobas mágicas, libros oscuros, calderos), vestimentas
(sombreros con punta, sombreros alados, vestidos tenebrosos) y una enorme
cantidad de adjetivos (oscuro, lúgubre, maligno, maléfico, terrible, temible).
En el caso de los animales, también aparecerán palabras referidas a su com-
portamiento (manso, temible, salvaje, dócil), las partes del cuerpo, la especie a
que pertenecen, etcétera.
En relación con otros textos asociados, está de más decir que las brujas nos
convocan a escribir y leer palabras mágicas, pociones, recetas exóticas, proce-
dimientos para realizar hechizos. Los piratas nos llevan a tesoros, mapas, men-
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Eje

Lectura 87

sajes cifrados, memorias de viaje, diarios de navegación. Los cuentos de anima-


les pueden tener múltiples asociaciones con otros géneros (dada la gran diver-
sidad de estos cuentos: con animales humanizados, leyendas, fábulas, relatos de
pícaros, además de tantos otros), entre los que podemos mencionar algunos
más específicos de las Ciencias Naturales, como las notas de enciclopedias y
las fichas técnicas.
Los siguientes son ejemplos de itinerarios de lectura alrededor de persona-
jes literarios para 1er año/grado de la EGB.

De escobas voladoras y sombreros alados


A partir de distintos cuentos o novelas sobre estos temibles o cómicos persona-
jes, se pueden plantear múltiples situaciones de lectura de otros cuentos, nove-
las o poesías. Además, es posible leer, escribir o simplemente inventar entre
todos otro tipo de textos:4 recetas de pócimas, palabras mágicas, descripciones
de vestimentas o casas “brujeriles”. Leer textos sobre estos personajes permite,
también, conversaciones para comparar las formas de ser de las distintas brujas
sobre las que se ha leído: distraídas, soñadoras, nostálgicas, odiosas. También se
puede conversar sobre las palabras mágicas (o no) que utilizan, sobre los fina-
les y los comienzos, y sobre un sinfín de otras cosas.
Hay muchísimos libros y textos sobre brujas. En la Bibliografía aparecen los
datos completos de los que mencionamos a continuación: “Raspachunda y
Malos-Pelos” (Álvarez, 1994); Manual de la bruja (Bird, 1985); Cuentos con
brujas (Cabal, 1991); Niños, las brujas no existen (Falconi, 1991); La bruja her-
mosa (Goytisolo, 1992); La bruja Mon (Mateos, 1984); Siete casas, siete bru-
jas y un huevo (Sánchez, 1998); La bruja Berta en invierno y La bruja Berta al
volante (Thomas, 2000a y 2000b).
Además, los cuentos clásicos tradicionales presentan una enorme cantidad
de ellas. Y las brujas nos llevan a las hadas, a los duendes y, por qué, no a los
superhéroes y a tantos otros seres con poderes especiales.
El poema “Pobre vieja”, del escritor cordobés Jorge Elías Luján (2000), pre-
senta una bruja poco convencional, que puede contrastarse con las imágenes
de estos personajes en los cuentos tradicionales y ser el punto de partida para
inventar una historia entre todos.

4
Para ver cómo organizar situaciones de escritura compartida, consultar el Eje “Escritura” en este
mismo Cuaderno. Allí se encuentra una propuesta relativa a este itinerario de lectura.
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Pobre vieja
no paraba
con su escoba
desgastada.

Pobre bruja
no volaba
con su escoba
desdentada.

Pobre escoba
no servía
ni a la vieja
ni a la bruja.
©Jorge Luján

De patas, garras, hocicos y plumas


Los cuentos de animales tienen una larga tradición en la literatura. Desde las
fábulas hasta los cuentos clásicos (como “El gato con botas” o “El Patito feo”),
pasando por los relatos populares argentinos y latinoamericanos de zorros astu-
tos, conejos inquietos, yaguaretés salvajes y monos pícaros. No menos tradicio-
nales son los cuentos y las novelas de autor en los que se crean y recrean
animales más o menos humanizados, para llegar a esos animales fantásticos,
mezclas disparatadas de distintos seres, que retoman de alguna manera la tra-
dición de los centauros y las sirenas.
Los animales fascinan a los niños. Frente a la pregunta de por qué eso sucede,
Marc Soriano responde de varias maneras: a los niños les interesan los animales
dado que los adultos se interesan por esos seres; porque las historias de anima-
les les permiten acercarse a temas complejos (la vida y la muerte, el hambre, la
soledad, la sexualidad, el carácter “civilizado” o “salvaje” de nuestras reacciones
y emociones) quitándoles dramatismo gracias a un mecanismo de distancia-
miento; y también porque se identifican con estas criaturas con mucha facilidad.
Sin embargo, es necesario tener ciertas precauciones en la selección de textos:
“Al constatar empíricamente que los niños se interesan por los animales, auto-
res, dibujantes y editores suelen utilizarlos al máximo como personajes [...]. Este
género corre gran riesgo de caer en la mediocridad” (Soriano, 1999:102).
Los itinerarios de lectura de cuentos y poemas sobre animales son innume-
rables. Por ejemplo, se puede armar una selección de cuentos que giren alrede-
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Eje

Lectura 89

dor de uno de ellos: gatos, perros, elefantes, hormigas, monos, zorros y conejos
parecen ser los favoritos al echar una rápida mirada a la literatura infantil.
También es posible trabajar con seres que pertenecen a la zoología fantástica o
rastrear conjuntos de textos en los que distintos animales encarnen un persona-
je tipificado: el pícaro, el engañador engañado, el forzudo que pierde frente al
débil, etc. Finalmente, también es interesante la posibilidad de armar itinerarios
con textos de géneros específicos, como leyendas, coplas o fábulas.
Al igual que en el caso de las brujas, la lista de textos relacionados con ani-
males es interminable. Los datos completos de los sugeridos a continuación se
encuentran en la Bibliografía: El cisne rojo (Ferro, 2000); Animalario universal
del profesor Revillod. Fabuloso almanaque de la fauna mundial (Murugarren y
Sáez Catán, 2003); “Y aquí se cuenta la maravillosa historia del Gatopato y la
princesa Monilda” (Walsh, 1966); Nabuco, etc. (Wolf, 1998); La leyenda de la
ballena (Wolf y Prada, 2002); La leyenda del picaflor (Schujer y Prada, 2004).
A continuación, se sugiere, a modo de ejemplo, un itinerario posible.
A partir de “El príncipe sapo”, de los hermanos Grimm, pueden encadenarse
muchas otras lecturas de cuentos o textos poéticos que tengan como protago-
nistas a estos mismos animales.5
Para este itinerario, primero pueden indagarse las representaciones de los
chicos acerca de estos animales que, la mayoría de las veces, provocan desa-
grado.6 También se puede investigar acerca de las diferencias y similitudes entre
sapos y ranas. Es posible que algunos chicos ya conozcan la escena de la trans-
formación del sapo en príncipe, o al revés (quizás a través de los dibujos anima-
dos de la televisión). Eso puede ayudar a trabajar sobre las actitudes y las emo-
ciones de los personajes, que son especialmente claras en el cuento.
Luego, puede comenzarse el recorrido. Leer cuentos, conversar sobre ellos,
comparar los distintos sapos que aparecen y ver si tienen o no algo en común.
Escuchar la lectura, el recitado o el canto de poemas, coplas o canciones tradicio-
nales también resulta interesante: los chicos pueden aprenderlas jugando, cantar-
las, dramatizarlas. A continuación, citamos algunas opciones en este sentido.
Uno de los limericks de María Elena Walsh (1964) que aparecen en Zoo
Loco se refiere a un sapo y una rana:

5
Se recomiendan: Cuentos del sapo (Montes, 1989a); El sapo más lindo del mundo
(Mariño, 1986); Sapo en Buenos Aires y El carnaval de los sapos (Roldán, 1993 y 1986),
y Los secretos del abuelo sapo (Kasza, 1997).
6
En el ya citado recurso Trengania, (docentes) se encuentran dos propuestas de trabajo a
propósito de este itinerario (“Animales extraños”, págs. 38 y 39) en las que se interrelacionan
los Ejes “Lectura”, “Escritura” y “Comprensión y producción oral”.
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Cuando la Rana no se queda quieta


el Sapo enojadísimo la reta.
La Rana está llorando
porque no sabe cuándo
la dejará pasear en bicicleta.
Zoo loco ©A1964 María Elena Walsh ©2000 Alfaguara.Δ

“Estaba la rana” es una canción tradicional:

Estaba la rana Cuando el ratón se puso a cantar,


nadando debajo del agua. vino el gato y lo hizo callar.
Cuando la rana se puso a cantar El gato al ratón,
vino la mosca y la hizo callar. el ratón a la araña,
La mosca a la rana la araña a la mosca,
que estaba cantando la mosca a la rana
debajo del agua. que estaba cantando
debajo del agua.
Cuando la araña se puso a cantar
vino el ratón y la hizo callar. Cuando el gato se puso a cantar,
El ratón a la araña, vino el perro y lo hizo callar.
la araña a la mosca, El perro al gato,
la mosca a la rana el gato al ratón,
que estaba cantando el ratón a la araña,
debajo del agua. la araña a la mosca,
la mosca a la rana
Cuando la mosca que estaba cantando
se puso a cantar debajo del agua.
vino la araña y la hizo callar.
La araña a la mosca, Cuando el perro se puso a cantar,
la mosca a la rana vino el hombre y lo hizo callar.
que estaba cantando
debajo del agua.
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Eje

Lectura 91

También de la tradición oral, rescatamos las siguientes tres “coplas saperas”.

De las aves que vuelan


me gusta el sapo,
porque es petiso y gordo,
panzón y ñato.

A orilla de una laguna


estaba un sapo en cuclilla,
con la navaja en la mano
haciéndose la patilla.

Yo vide volar un sapo


por encima de un tunal,
las tunas abrían la boca
al ver al sapo volar.

En el cuento “Los sueños del sapo” del escritor y titiritero argentino Javier
Villafañe (1999), un sapo sueña con distintas posibilidades de ser.
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92 Lengua 1

Los moños del sapo


Una tarde un sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy árbol.
Y dando saltos, llegó a la puerta de su cueva. Era feliz; iba a ser árbol esa
noche.
Todavía andaba el sol girando en la rueda del molino. Estuvo un largo rato
mirando el cielo. Después, bajó a la cueva; cerró los ojos, y se quedó
dormido.
Esa noche el sapo soñó que era árbol.
A la mañana siguiente contó su sueño. Más de cien sapos lo escuchaban.
–Anoche fui árbol –dijo–. Un álamo. Estaba cerca de unos paraísos. Tenía
nidos. Tenía raíces hondas y muchos brazos como alas; pero no podía volar.
Era un tronco delgado y alto que subía. Creí que caminaba, pero era el
otoño llevándome las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia. Siempre
estaba en el mismo sitio, subiendo, con las raíces sedientas y profundas.
No me gustó ser árbol.
El sapo se fue; llegó a la huerta y se quedó descansando debajo de una
hoja de acelga.
Esa tarde el sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy río.
Al día siguiente contó su sueño. Más de doscientos sapos formaron rueda
para oírlo.
–Fui río anoche –dijo–. A ambos lados, lejos, tenía las riberas. No podía
escucharme. Iba llevando barcos. Los llevaba y los traía. Eran siempre los
mismos pañuelos en el puerto. La misma prisa por partir, la misma prisa
por llegar. Descubrí que los barcos llevan a los que se quedan. Descubrí
también que el río es agua que está quieta; es la espuma que anda; y que
el río está siempre callado, es un largo silencio que busca las orillas, la
tierra para descansar. Su música cabe en las manos de un niño; sube y
baja por las espirales de un caracol. Fue una lástima. No vi una sola sirena;
siempre vi peces; nada más que peces. No me gustó ser río.
Y el sapo se fue. Volvió a la huerta y descansó entre cuatro palitos que
señalaban los límites del perejil.
Esa tarde el sapo dijo:
–Esta noche voy a soñar que soy caballo.
Y al día siguiente contó su sueño. Más de trescientos sapos lo escucharon.
Algunos vinieron desde muy lejos para oírlo.
–Fui caballo anoche –dijo–. Un hermoso caballo. Tenía riendas. Iba llevando
un hombre que huía. Iba por un camino largo. Crucé un puente, un pantano;
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Lectura 93

toda la pampa bajo el látigo. Oía latir el corazón del hombre que me
castigaba. Bebí en un arroyo. Vi mis ojos de caballo en el agua. Me ataron a
un poste. Después vi una estrella grande en el cielo; después el sol;
después un pájaro se posó sobre mi lomo. No me gustó ser caballo.
Otra noche soñó que era viento. Y al día siguiente, dijo:
–No me gustó ser viento.
Soñó que era una luciérnaga, y dijo al día siguiente:
–No me gustó ser luciérnaga.
Después soñó que era una nube, y dijo:
–No me gustó ser nube.
Una mañana, los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua.
–¿Por qué estás tan contento? –le preguntaron.
Y el sapo contestó:
–Anoche tuve un sueño maravilloso. Soñé que era sapo.
Javier Villafañe en Cuento con vos. un libro de cuentos sobre tus derechos,
Buenos Aires, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, 1999

En este cuento, el sapo describe sus sensaciones como árbol, río, caballo. Las
otras tres posibilidades solo quedan enunciadas. Una tarea interesante es la de
pedirles a los chicos que expandan, a la manera de las tres primeras, lo que per-
cibe, siente, piensa el sapo al ser viento, luciérnaga, nube. También es posible
jugar con otras posibilidades que ellos elijan.
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94 Lengua 1

Leer la palabra-mundo
La lectura de palabras es una práctica habitual de 1er grado/año. Sin embargo,
contra las situaciones en las que los niños leen palabras seleccionadas al azar
o en función de un orden de aparición de las letras, aquí se propone leerlas en
textos cortos o conocidos. ¿Por qué en textos cortos o conocidos? Porque así se
recrean de alguna manera las situaciones en que verdaderamente un lector se
detiene a leer palabras: en contexto. Además, porque de este modo se reducen
sustancialmente las posibilidades de error, lo que impide que los primeros inten-
tos de lectura sean frustrantes.
Estas tareas permiten afirmar los conocimientos incipientes sobre la orienta-
ción y la linealidad de la escritura, y sobre la relación entre las marcas gráficas
que aparecen en la página con aquello que se dice. Esto es, la correspondencia
sonido-letra. Cuando los chicos empiezan a leer, primero siguen pistas exclusi-
vamente visuales, teniendo en cuenta la tipografía y algunas letras que conocen.
Así, son capaces de leer los nombres de las marcas que conocen, su propio
nombre y otras palabras que han visto en numerosas ocasiones. Cuando descu-
bren el principio alfabético, empiezan a poder leer todas las palabras, porque
establecen relaciones entre las letras y los sonidos. Lentamente, recorren la
palabra de izquierda a derecha y establecen cuáles son los sonidos que corres-
ponden a las letras que ven, hasta que logran una síntesis, es decir, leen la pala-
bra completa. A medida que van leyendo más y más (y también al escribir más)
ya no necesitan ir por partes, sino que son capaces de reconocer las palabras
de un golpe de vista, por lo que pueden leer más rápido y mejor.
Al respecto, las rutinas del aula son una oportunidad para que los chicos lean
palabras y que esas palabras tengan que ver con el mundo. Al repartir los cua-
dernos, al releer una y otra vez los carteles, al chequear diariamente la lista de
asistencia, están leyendo y aprendiendo muchas cosas sobre la escritura.

La expresión palabra-mundo está tomada de la conferencia “La importancia del


acto de leer”, de Paulo Freire (2002). Allí, este educador brasileño comparte su
autobiografía como lector y habla de sus primeras experiencias de la lectura del
mundo, primero, y de la palabra, después.

Como se ha señalado infinidad de veces, a leer se aprende leyendo. Ahora


bien, ¿cómo hacer para que los chicos de 1er año/grado verdaderamente lean?
En primer lugar, en las situaciones en las que el maestro les lee, los alum-
nos también están leyendo. Es decir, están realizando tareas propias de un lec-
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Eje

Lectura 95

tor, como sumergirse en una historia, comentar lo leído o hacerse preguntas.


Sin embargo, si pretendemos que logren mayor autonomía, es necesario que
participen de otras situaciones en las que puedan asumir mayor cantidad de
responsabilidades sobre el acto de leer. Así, este núcleo de aprendizajes se
plantea que los niños lean palabras, oraciones que conforman textos con abun-
dantes ilustraciones y fragmentos de textos (títulos de cuentos, diálogos de un
cuento leído por el docente, parlamentos de un personaje en una historieta,
respuestas a adivinanzas).

Lectura compartida de textos


A partir de textos ya leídos, el docente puede proponer una lectura compartida.
Las situaciones de lectura compartida son aquellas en las que, si bien el maes-
tro tiene la mayor responsabilidad sobre la tarea de leer, alienta a los alumnos a
participar en la lectura de alguna parte (palabra, oración, breve fragmento). En
estas situaciones, todos tienen que tener un ejemplar del texto en sus manos o,
por lo menos, uno cada dos o tres chicos.
En una primera lectura del texto, el docente comienza a leer en voz alta y les
pide a los chicos que sigan su lectura con la vista. Si se trata de textos con
estructuras reiteradas, algunos comenzarán a “leer” espontáneamente junto
con el maestro ciertas palabras u oraciones a partir del reconocimiento de un
índice. Este reconocimiento puede ser que la palabra comience con la letra de
su nombre, que la ilustración sea muy “transparente”, que se repitan muchas
de las palabras ya leídas o que haya alguna marca tipográfica muy reconocible.
Se pueden hacer varias relecturas del texto, en las que el docente puede dete-
nerse como una invitación para que los chicos y las chicas realicen la lectura del
final de algunas frases u oraciones.

Los niños suelen interesarse más por leer “ellos solitos” aquellos textos que
tienen imágenes que los ayudan a comprender el contenido, los que son breves
y los que tienen frases que se repiten y diálogos sencillos de entender. Por eso,
es conveniente comenzar por los libros-álbum que tienen estas características.

Los chicos podrán leer mejor y abordar textos cada vez más difíciles a medi-
da que establezcan un vínculo afectivo con el maestro, con sus compañeros y
con los libros.
Tomemos como ejemplo el libro Ronquidos (Rosen y Langley, 1998), cuyas
primeras páginas incluimos.
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Rosen y Langley, Ronquidos, Bogotá, Norma, 1998 Rosen y Langley, Ronquidos, Bogotá, Norma, 1998
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Rosen y Langley, Ronquidos, Bogotá, Norma, 1998 Rosen y Langley, Ronquidos, Bogotá, Norma, 1998
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Se trata de una sencilla historia con narrador en tercera persona, pero relata-
da desde la perspectiva de los animales de una granja, que deben sortear una y
otra vez un mismo obstáculo: los ronquidos estruendosos de uno de ellos, que
no los deja descansar tranquilos. La forma del relato retoma la clásica estructu-
ra de intento-fracaso, multiplicada en personajes y acciones. Su lenguaje sinté-
tico requiere la lectura del texto en complicidad con las imágenes. Estas carac-
terísticas, junto con el tamaño de las letras, lo hacen especialmente interesante
para ser trabajado en situaciones de lectura compartida, tan importantes en las
primeras etapas de la alfabetización. En el texto se repiten:

• acciones (el dormir y el despertar de los animales);


• estructuras sintácticas idénticas que expresan las acciones de dormir y des-
pertarse (“Perro estaba dormido. Gato estaba dormido”);
• el orden en que aparecen representados cada vez los personajes: perro, gato,
vaca, oveja, cerda, cerditos (excepto el perro, que será justamente el origen de
un problema, como puede observarse).

Todas estas características facilitan la ubicación de palabras y oraciones com-


pletas, dado que permiten múltiples anticipaciones. Veamos el siguiente registro
de una lectura de este texto.
Los chicos están sentados de a tres en sus bancos. Cada grupo tiene un
ejemplar del libro Ronquidos.

Resgistro de clase

Maestra: –Todo estaba en silencio Como suele ocurrir, al comienzo del cuento
en la granja. Perro estaba dormido. no todos pueden concentrarse. La maestra
Gato estaba dormido. les pide a los dos chicos que se pelean que
Germán: –Salí. solucionen el problema por su cuenta.
Germán: –Basta. Germán se levanta y se sienta en otra
Maestra: –Peeero, ¿cuál es el mesa, donde solo hay dos niños.
problema?
Germán: –Me está clavando el codo.
Matías: –Porque se me sube encima.
Maestra: –Bueno, acomódense para
no molestarse. ¿Empiezo otra vez?
Casi todos: –Síiii.
Maestra: –Todo estaba en silencio Solucionada la disputa, la maestra reco-
en la granja. Perro estaba mienza la lectura del cuento.
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Eje

Lectura 99

dormido. Gato estaba dormido. A medida que ella lee, los chicos, que ya
Vaca estaba dormida. Oveja comprendieron el juego lingüístico que el
estaba dormida. Cerdita estaba texto propone, lo siguen porque son
dormida, y todos los... cerditos invitados con la mirada. Como no suelen
también. usar la palabra “cerda”, optan por “chancha”
Casi todos (simultáneamente con que es lo habitual para ellos. Sigue así
la maestra): –La chancha estaba hasta que, al escuchar una oración que
dormida. Los cha... tiene una estructura diferente
Maestra: –Todo estaba en silencio (“RONQUIDO”), los chicos se detienen.
hasta que... ¡RONQUIDO! Y Gato
se despertó. Vaca se despertó. Al comenzar una nueva serie de estructuras
Oveja se despertó. Cerdita se paralelas, los chicos recomienzan el juego
despertó y todos los cerditos lingüístico. Algunos reiteran “la chancha”.
también. Otros, que pueden recordar lo que ya
Casi todos (al mismo tiempo que la escucharon, recurren a “Cerdita”.
maestra): –Oveja se despertó...
Algunos (también en simultáneo con En la segunda parte de la oración
la docente): –Cerdita / la chancha (“... y todos los cerditos también”), todavía no
se despertó. Los cerd... pueden recordar cómo se estructura, y al
escuchar lo que no esperan, se detienen.

En la relectura, los chicos participaron mucho más, incluso anticipando las pri-
meras oraciones de las secuencias de acciones reiteradas. Además, dado que
la maestra les había hecho observar que el título del libro era la palabra
¡Ronquidos! y que esta se repite varias veces con marcas tipográficas claras
(tamaño y grosor de las letras), la decían estruendosamente y riéndose en voz
alta cada vez que aparecía, o mejor, cada vez que la docente hacía un silencio
invitador. En síntesis, realizaron una lectura compartida.
Por último, se abocaron a buscar en cada oración el nombre del animal y las
onomatopeyas (“esas palabras que son como ruiditos”, dijo la maestra). De esta
manera, realizaron tareas de “rastreo” de palabras.
Esta actividad se puede completar con un trabajo con tarjetas en las que figu-
ren las palabras que se quieran trabajar especialmente. Por ejemplo, se puede
pedir a los chicos que las agrupen, que “pongan juntas” todas las que nombran
animales o todas las que indican acciones. Esta tarea se puede realizar con el
libro presente al principio, para luego “esconderlo” y desafiarlos a que las recuer-
den o se guíen por pistas como la primera letra, la última, la extensión de la pala-
bra, etcétera.
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100 Lengua 1

Leer casi solos


Los textos más adecuados para esta tarea son aquellos en los que se repiten
palabras, frases o incluso oraciones, es decir, textos que presentan reiteraciones.
Se trata de actividades de búsqueda de palabras o frases y, por otra parte, de
lectura de palabras o frases que se han aislado de su contexto, como en las
páginas que se reprodujeron antes.
Estas actividades pueden realizarse también mientras se va haciendo un iti-
nerario de lectura (véase la propuesta “Un libro nos lleva a otro”, en este Eje) o
al finalizarlo. Por ejemplo, si se ha trabajado con textos sobre brujas, es posible
ir elaborando con los chicos tarjetas con palabras o frases referidas a estos per-
sonajes (sombrero, escoba, zapatos con puntas, vestido, verruga, varita, etc.).
Estas tarjetas podrán utilizarse en nuevas tareas de lectura y escritura. Para leer
estas palabras, los niños utilizarán distintas estrategias, es decir, podrán conocer
la palabra de memoria porque ya la han leído y escrito otras veces, o guiarse por
índices (primera letra, última letra), o leer siguiendo las letras una por una.7
También se les puede entregar tarjetas que incluyan palabras referidas a bru-
jas y palabras que no tengan una relación clara con estos personajes, para que
decidan cuáles podrían estar “en un cuento de brujas” y cuáles sería más raro
que aparecieran. Esta actividad implica no solo poner en juego los conocimien-
tos que han construido sino también convocar la imaginación, dado que alguno
podría decir, por ejemplo, que una palabra como “computadora”, puede “estar en
un cuento de una bruja que se metió en una computadora”. Este tipo de inter-
venciones puede ser el disparador para crear una historia entre todos.
Existen innumerables juegos de lectura de palabras o de frases y es seguro
que cada docente cuenta con varios que utiliza habitualmente. Estos juegos tie-
nen gran potencia porque los niños se implican con sumo interés en ellos, lo que
les permite aprender. La siguiente es una lista, necesariamente incompleta, de
algunos que suelen realizarse en las aulas de 1er año/grado.
• Dominó de palabras: los chicos juegan al dominó con fichas especialmen-
te diseñadas para la lectura de palabras. Por ejemplo, uniendo un dibujo en una
ficha con la palabra correspondiente en otra.
• Parejas: el objetivo del juego consiste en aparear palabras y dibujos, o pala-
bras asociadas entre sí (conejo-zanahoria, gato-leche, perro-hueso). Puede
jugarse a la manera de un “Memotest”: sobre la mesa, se disponen los cartones
boca abajo y el primer jugador levanta dos. Si coinciden, se los lleva. Si no coin-

7
Se propone también realizar lectura de palabras en otros textos en los que aquellas no formen
parte de oraciones, como en cuadros, listas, dibujos con flechas. Véanse, por ejemplo, los
Cuadernos para el aula de Ciencias Naturales, Matemática y Tecnología para el Primer Ciclo.
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Eje

Lectura 101

ciden, los vuelve a dar vuelta sobre la mesa. A medida que juegan, los partici-
pantes van recordando la ubicación de los cartones, por lo que al avanzar el
juego se levantan más cartones.
• Pescadores de palabras: en una palangana, se colocan tarjetas con forma
de peces en las que hay palabras escritas. Los “peces” tienen algún elemento
metálico (puede ser un clip, por ejemplo), que debe ser “pescado” con una caña
que en el extremo del hilo tiene un imán. Si la lectura es correcta, el pez queda
en la “canasta” del pescador.
• Lotería de palabras: a la manera de las loterías clásicas, los chicos (solos o
en grupos) cuentan con un cartón en el que figuran palabras. El maestro toma
una palabra de una bolsa y la lee, o muestra un dibujo. Si tienen esa palabra en
su cartón, los chicos la marcan con un poroto, una piedrita o una chapita. El
ganador es quien completa primero su cartón.
• Dígalo con mímica: los chicos leen una palabra o una serie de palabras
que sacan al azar de una bolsa, la dramatizan en silencio y los demás inten-
tan adivinar de qué se trata. Puede jugarse con los títulos de cuentos leídos
o con los nombres de personajes de cuentos que ya se conocen.
En todos los casos, el maestro no es solo un organizador del juego. Presta
ayuda a quienes la necesitan, alienta a que lean y ayuda a leer.8

La evaluación de la lectura
Convertirse en lector es un proceso que lleva tiempo y que involucra distintos tipos
de saberes (conocer para qué leemos, dónde se encuentran los libros y otros mate-
riales de lectura, manejarse con cierta soltura en la biblioteca de aula, cuidar los
libros y ubicarlos en su lugar luego de leerlos; conocer que hay distintos soportes
para la lectura, que hay distintos textos –un cuento, una poesía–; disfrutar de la lec-
tura y valorar las interpretaciones propias y las de los otros; conocer la direccionali-
dad de la escritura, las grafías y sus relaciones con los sonidos que representan) y
expectativas (por ejemplo: “Quiero poder leer solo y sé que puedo aprender”). Estos
saberes y estas expectativas forman parte de la alfabetización. Por tanto, es eviden-
te que evaluar solo los desempeños referidos a la lectura de palabras no es consi-
derar integralmente a los niños en el desarrollo de su proceso como lectores.
Asimismo, para evaluar los aprendizajes de los chicos es necesario considerar para
cada uno sus puntos de partida y sus progresos, sabiendo que hay distintos modos
de desarrollo, a la vez que determinadas metas que alcanzar en el ciclo.

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Para más propuestas de lectura de palabras y frases en el marco de situaciones lúdicas,
véase el ya citado recurso Trengania (docentes).

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