Teatro y Pueblo Mapuche
Teatro y Pueblo Mapuche
Teatro y Pueblo Mapuche
Pía Gutiérrez **
Resumen
Abstract
The following work aims to explore the representation or the self- representation' of Mapuche people
within the Chilean theatre. In order to do so, this paper explores the opportunities for the
representation of Mapuches in national theatre and and the understanding made of it. This article
provides a first revision of the activity of Conjunto Artístico Araucano Llefquhuenu in 1940 and some
of the work produced by Isidora Aguirre (1919) and finally Ñi pu tremen by the director Paula
González (1983).
*
Este artículo se ha desarrollado en el marco del proceso de investigación del primer año del proyecto
FONDECYT de Postdoctorado (etapa 2016) Nº 3160555 , titulado: “Burocracia, archivos y dramaturgia:
Lecturas del sistema teatral y su producción estética en Chile y Argentina (1940-1970)”.
**
Chilena, Doctora en Literatura, Postdoctoranda Universidad Santiago de Chile. Correo electrónico:
[email protected]
192 PIA GUTIERREZ, REVELACIONES DE ARCHIVO
TEATRO COMO ARCHIVO DE UN PROYECTO NACIONAL
Durante la década de 1940 se instauró en Chile, luego de la elección de Pedro Aguirre Cerda
como Presidente de la República en 1938, lo que hoy se conoce como periodo desarrollista.
La intención de incorporar a la nación en la órbita moderna, industrial y con una Estado
fuertemente presente situó al ámbito teatral en la mira de estas intenciones. Fue en ese sentido
que la expansión de los proyectos nacional-populistas en América Latina propició el inicio de
un relato sobre el teatro moderno: 1 la emergencia de los grupos teatrales universitarios marcó
un punto de inflexión en la concepción y la práctica teatral, las nociones de “profesional” y
“experimental” empezaron a ser parte de los grupos en gestación de una dramaturgia nacional
que pudiera dialogar con el panorama mundial. Dichos hitos marcaron esos primeros años
tanto del Teatro Experimental Universitario de la Universidad de Chile como del Teatro
Experimental de la Universidad Católica, ambos fundados durante la década de 1940. La
denominada generación de dramaturgos y creadores del 50 nació precisamente al alero de
estas políticas y resumen el deseo que anima a sus fundadores de cambiar el estado del teatro
que los precede, de sentar nuevas bases para construir una expresión “artística” teatral
propiamente chilena que pudiera estar a la vanguardia de corrientes internacionales.
Bajo la influencia de estos cambios, el periodo acá señalado como desarrollista opera
como un eje de movimiento –siguiendo a Grínor Rojo podemos analizar este arco de
contradicciones que va de los modelos de sustitución de importaciones hasta la sacudida
revolucionaria de las trabas al desarrollo, del siguiente modo:
En la misma línea de Rojo, Halperin marca el periodo que va desde los 30 hasta los 60 del
siglo XX como el “agotamiento del orden neocolonial”, proponiendo un ordenamiento que
insinúa igualmente dos grandes momentos: el primero que va desde 1930 a 1945, denominado
“Avances en un mundo en tormenta” 3 el que abarca desde las crisis del poder oligárquico
hasta el necesario posicionamiento de las economías del continente al fin de las Guerras
Mundiales; y un segundo, llamado “En busca de un lugar en el mundo de posguerra” de 1945
a 1959 en donde las naciones latinoamericanas se ven obligadas, e impulsadas por la CEPAL,
a tomar una postura en tanto a su lugar en el orbe mundial. 4
En diálogo con lo que ocurre en el campo cultural teatral, podemos atender a lo que
Ignacio Álvarez destaca sobre la relación entre los proyectos nacionales del periodo y la
producción literaria:
Desde nuestros días cabe preguntarse entonces es ¿Qué ocurre fuera del ámbito
universitario, en el diálogo o alternativamente a dicha actividad oficial? ¿Cuáles son los
sujetos que no son incluidos en la representación del teatro oficial? ¿Cómo operan los canales
de circulación y contaminación creativa entre un espacio y otro? ¿Cómo desde nuestro
contexto podemos reconstruir la huella de estas trayectorias y su herencia en la escena actual?
Es en esta dirección que el trabajo con otras materialidades que dibujan un archivo o
repertorio alternativo se hace central para esbozar algunas respuestas. Si el archivo oficial fue
el relato que se construyó desde la Universidad, desde un teatro ligado a la letra, desde una
5
Ignacio Álvarez, Novela y nación (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2009).
6
Mario Canepa, Historia del teatro chileno (Santiago: Universidad Técnica del Estado, 1974).
7
Juan Andrés Piña, Historia del teatro en Chile. 1890-1949 (Santiago: RIL Editores, 2009).
8
Canepa, Historia del teatro chileno, 291.
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crítica culta y para un público principalmente conformado por una nueva clase profesional,
entonces el vestigio de algunas actividades paralelas quedó probablemente inscrito en otros
soportes como anuncios en la prensa no especializada, en diarios personales, en el registro
económico o burocrático de espacios que funcionaron como teatros o albergaron espectáculos,
tal vez en la propaganda o en los anuncios radiofónicos. A partir de explorar dichas
materialidades en diálogo con los archivos oficiales como el de la Facultad de Artes de la
Pontificia Universidad Católica, el Archivo Andrés Bello y lo resguardado en la Biblioteca
Nacional o en el Archivo Patrimonial de la Universidad de Santiago de Chile, nace este
artículo. En la búsqueda, que siempre tiene algo de azarosa, se puede percibir que lo que
hemos olvidado en este archivo del teatro nacional es aquello que ocurrió en paralelo aunque
no siempre al margen, sino en un espacio continuo de circulación y acción a las prácticas
teatrales centrales y que se deja leer en los silencios del archivo oficial.
Es así, en la pregunta por lo residual, por la huella que otras prácticas teatrales han
dejado precisamente en este ideario de lo que entendemos como teatro chileno, que se
constata la ausencia en esos primeros años del teatro universitario de representaciones sobre el
pueblo Mapuche o que incluyan personajes de este grupo como parte del panorama de la
Nación desarrollista.
A partir de la década del 40, la elaboración de una mirada propia acompaña a los
adjetivos de “profesional” y “experimental” en una instalación del teatro consagrado en Chile,
esta labor supone también la representación de los nuevos sujetos que emergen en el aparato
social, aquellos que se ven mediados por los proyectos estatales y que otras manifestaciones
culturales también empiezan a reclamar. Aparece en textos de los dramaturgos de estos
primeros años, por ejemplo, el poblador en Población Esperanza (1959) de Isidora Aguirre y
Manuel Rojas o el vagabundo y un oligarquía en decadencia en la obras de Egon Wolf, solo
por nombrar algunos casos emblemáticos. El asunto es entonces que algunas subalternidades
empiezan a figurar en el panorama letrado del teatro al incorporarse a los discursos del
proyecto nacional y al paisaje que empieza a transformar la urbe. Un caso anterior pero que es
incorporado al registro universitario es Chañarcillo, publicado por primera vez en 1936, de
Antonio Acevedo Hernández, dramaturgo de la generación más antigua y consagrado hombre
de teatro al momento de la fundación de los teatros universitarios, cobra fuerza como una de
las piezas centrales del Teatro Experimental de la Universidad de Chile en su montaje de
1954. Este gesto con la escena anterior, una que había enfrentado la crisis del teatro ante la
influencia de las formas españolas y la nueva popularidad del cine sonoro, dan cuenta de una
circulación intelectual y artística entre el teatro universitario y otros espacios como el de
Antonio Acevedo Hernández.
Pero en paralelo a la actividad oficial, la efervescencia de una teatralidad o
performatividad paralela disputaba este estadio de la representación nacional. Estas prácticas
teatrales son hoy poco conocidas o registradas, su sobrevivencia ha quedado esbozada en
algunos textos o merece ser recuperada de relatos secundarios, y tal vez en ellas algunos
conflictos de la representación de subalternidad que no ingresan tan directamente al repertorio
profesional. Para entender el campo complejo de progresión de las estéticas teatrales
contemporáneas es interesante descentrar las miradas tradicionales para luego regresar al
campo del teatro oficial y universitario y analizar las disputas desde las estéticas o
posibilidades de decir que el archivo, como aparato moderno que administra el saber y
determina la posibilidad de nuestros enunciados 9 (Foucault Arqueología), nos han dado sobre
la conformación de la nación y los sujetos que en ella se instalan.
Por lo mismo, se vuelve central revisar otros materiales. En esa labor aparece una
pesquisa particular centrada en una mención en el libro de Luis Pradenas sobre el Conjunto
9
Michel Foucault, La Arqueología del Saber (México: Editorial Siglo XXI, 2007).
PALIMPSESTO 11:8, 2017 195
10
Luis Pradenas, Teatro en Chile: Huellas y trayectorias, siglo XVI-XX (Santiago:LOM Ediciones, 2006)
11
Rayo del cielo.
12
Pradenas, Teatro en Chile: Huellas y trayectorias, 246.
13
José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas. (Buenos Aires: Siglo XXI Eds., 2001).
196 PIA GUTIERREZ, REVELACIONES DE ARCHIVO
La representación, como el aparataje para construir lo real, pues aquello que existe lo
hace solo en la sombra de la cosa, no en la cosa misma, según una visión aristotélica, es el
dispositivo técnico para decir un otro o para decirse a sí mismo. En el caso del teatro, la
mimesis y su técnica, son leídas en tanto posibilidades para construir y construirse, quizás en
la misma vía que Auerbach lee la historia de occidente por medio de sus posibilidades
epocales dispuestas a la técnica de la representación. 14 Se constata que la representación
central, aquella archivada y archivable del panorama nacional por medio del ejercicio
univesitario durante la década del 40 y siguientes, no incluye al pueblo Mapuche en su
repertorio, gesto muy decidor: la técnica mimética, el verosímil de lo real, no asume como
posible que estos sujetos se incluyan el relato de la nación moderna. La respuesta de uno de
los grupos Mapuche organizados es decisión de autorrepresentarse en este imaginario. La
disputa simbólica pasa por lo tanto también por reclamar el espacio en el archivo teatral, y en
la medida de las posibilidades miméticas dar una imagen propia de la “raza” como Aburto
Panguilef insiste en decir.
Jean Luc Nancy en su texto La mirada del retrato, parte definiendo el retrato como “la
representación de una persona considerada por ella misma”, 15 para más adelante sumar que
“el retrato es un cuadro que se organiza alrededor de una figura”, 16 es por lo tanto el retrato la
organización que posibilita la aparición del sujeto. El teatro, o las manifestaciones teatrales
ponen entonces un encuadre, el teatro a la italiana es el más claro reflejo de esto, un contexto
para la aparición de subjetividades. Si entendemos que el teatro generado en torno a los
sujetos es el marco para su aparición nos queda cuestionar la forma que adquiere,
técnicamente hablando, la composición de una escena para la aparición de lo Mapuche en el
proyecto del Conjunto Artístico Araucano.
El año 2013 André Menard organiza la publicación del Libro diario del Presidente de
la Federación Araucana, Manuel Aburto Panguilef, la recopilación incorpora tres cuadernos
escritos por Aburto Panguilef durante los años 1940, 1942 y 1948 hasta 1951. El antropólogo
y Doctor en Sociología se esmera por fijar los cuadernos escritos a mano por Aburto
Panguilef acompañados por notas aclaratorias y un prólogo que contextualiza la producción
de estos. En los tres manuscritos acá rescatados, se dice ya en el libro que muchos de los otros
textos se han perdido en el transcurso de los años en la deriva familiar de los hijos del
dirigente, la recopilación compone un libro de más de 950 páginas lo que inicialmente llama
la atención de cualquier lector. La intención de Manuel Aburto Panguilef es transcribir día a
día lo que hace en la Asociación, el diario relata los sueños del dirigente y los de los
principales personajes del grupo dándole a esto un carácter ceremonial, a esto se suma una
detallada cuenta de gastos, entradas y salidas de dinero, de préstamos, lo que se dispone para
comprar comida y cocinar; así también los asuntos judiciales, las actas de reuniones, detalles
de los animales y de las conversaciones que tiene tanto con su familia como con los distintos
integrantes de la comunidad dan cuerpo a este texto. El proyecto del diario es en sí un
proyecto de archivo: “Lo anterior podría explicar entonces algo del porqué 'tanta' escritura
(insistiendo con las comillas en que este asombro arrastra el prejuicio de la naturaleza oral del
sujeto indígena)” 17 (XXVIII), aclara Menard en el prólogo de los diarios. Con una sintaxis
14
Erich Auerbach, Mimesis : la representación de la realidad en la literatura occidental (México: FCE, 2014)
15
Jean Luc Nancy, La mirada del retrato (Buenos Aires: Amorrortu, 2006), 11.
16
Nancy, La mirada del retrato, 13.
17
André Menard. “Prólogo,” en Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, Manuel Aburto
Panguilef. (Santiago: Colibris, 2013), XXVIII
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extraña, palabras transcritas de manera errática y cambios de letra, los que han sido marcados
en la edición que se nos ofrece, hay un aire profético que probablemente se vincula a la
formación presbiteriana de Aburto Panguilef y a la interpretación que él mismo hace de su rol
en el contexto mapuche. El primer diario se data entre el 3 de septiembre y el 14 de octubre de
1940 corresponde a los preparativos y a la gira del Conjunto Artístico Mapuche:
18
Manuel Aburto Panguilef. Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, Manuel Aburto Panguilef.
(Santiago: Colibris, 2013), 3
19
Osvaldo Obregón, Teatro de masas y fútbol en Chile (1939-1979) (Santiago: RIL Ediciones, 2013), 27.
20
Obregón, Teatro de masas y fútbol en Chile (1939-1979), 28.
198 PIA GUTIERREZ, REVELACIONES DE ARCHIVO
proyecto.
Hay además algunas relaciones con el circo en el espectáculo que el Conjunto prepara
que refuerzan la masividad que tiene como expectativa de alcance el espectáculo:
El Kollong, según se indica en nota del archivo se le asemeja a una “especie de tony”,
un payaso chileno, personaje disfrazado que acompaña el espectáculo pero que
originalmente es parte de ciertas celebraciones tradicionales, su constitución está dada por la
máscara de madera y es una especie de danzante. El 19 de septiembre de 1940, Aburto
Panguilef recibe la visita de José Peñi Lemunir en Santiago, quien “desea formar parte del
Conjunto” 22), según la nota de la edición de Menard, Peñi Lemuñir era un “artista mapuche
[que] desde el año 1932 desarrolló espectáculos en Chile y en el extranjero, en los que
mezclaba actos circenses (como caminar sobre brasas encendidas), con cantos y bailes
mapuche”, 23 su figura genera algo de recelo en los otros integrantes del grupo,
probablemente sienten que no está en la línea de la misión del Conjunto pero a pesar de eso
se le acepta según queda en acta el día siguiente: “Lo acepté con la expresa condición de que
se exponga a sufrir pobreza y hambre como está dispuesto a hacerlo todo el Conjunto en esta
gira”. 24 Ese mismo día se redacta una declaración de la federación Araucana en donde se
explicita en su tercer punto que “nadie tiene derecho a poner en duda ante la opinión pública
sus exhibiciones de costumbres, ritos y deportes de raza”. 25
Centro entonces la atención en dos aspectos del proyecto de este Conjunto y sus
espectáculos, primero la insistencia por detallar en el diario a cada persona con la que se
habla en la gira, de dejar huella de su condición familiar, de las relaciones de parentesco que
dan una idea del proyecto archivístico de Aburto Panguilef y sitúan la gira y al Conjunto en
una especie de seguidilla sin contextos del todo claros, una necesidad de mostrarse, de
explicar una constitución social y ritual compleja, de recomponer el pasado tradicional del
pueblo pero en un formato espectacular, occidental; en segundo lugar la de no buscar una
autoidentificación de la diversidad al interior de la Federación sino más bien insistir en una
homogeneidad en el espectáculo para poder entonces ser incorporados en el panorama del
otro, no se quiere representar para el pueblo Mapuche sino hacer un espectáculo masivo
sobre este Nuevo Arauco que merece ser autónonomo y alcanzar el reconocimiento de la
nación chilena, no su dominio. Hay una especie de autodominación porque esas son las
posibilidades de generar un verosímil, lo mismo que ocurría con las fotos del siglo XIX que
Margarita Alvarado ha estudiado con detalle. La disputa es entonces por ser reconocido en el
panorama nacional y la estructura elegida es la del espectáculo de masas, la del fútbol y la
muestra de costumbres, no la de un relato dramático organizado según el orden moderno del
teatro “profesional” de la época. Esto último puede confirmarse en la propaganda que redacta
el médico Luis Santelices y que Pradenas recupera en su libro para la gira en la ciudad de
Valparaíso:
21
Aburto Panguilef, Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, 15.
22
Aburto Panguilef, Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, 30.
23
Aburto Panguilef, Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, nota 3, 30.
24
Aburto Panguilef, Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, 32.
25
Aburto Panguilef, Libro diario del Presidente de la Federación Araucana, 32.
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Florencia Garramuño, al hablar de los retratos de la serie Marcados de Claudia Andujar (1931)
a personas del pueblo Yanomami señala sobre el asunto de la representación:
Lo que más me llama la atención en el relato de las primeras décadas del chileno
profesional y la ausencia de relatos sobre el pueblo mapuche o sus personajes, es que
probablemente era imposible enunciar un acercamiento distinto al épico occidental que la
instalación centenaria republicana había proclamado. Solo Isidora Aguirre escribirá el año
1982, muy posteriormente y en una época en que la propia autora estaba un tanto opacada en
el circuito oficial por su resistencia a la dictadura militar, ¡Lautaro! Epopeya del pueblo
Mapuche, una obra hecha por encargo para una comunidad en el sur de Chile que habla en
clave heroica del joven Lautaro y su lucha por la tierra, retomando la epopeya como género
originario de grandes civilizaciones. Pero si bien esta obra gana el premio Eugenio Dittborn,
su montaje es recordado sobre todo por la participación de un joven Andrés Pérez como
Lautaro y no forma parte central del relato en torno a esta dramaturga del 50. Si vemos la
tardía la aparición en el teatro de Aguirre de las preocupaciones sobre los Mapuche podemos
quizás suponer un marco de posibilidades del decir. Su obra anterior a 1970 y por la que sin
duda fue más reconocida no hace mención a ellos. Esa omisión, no me parece intencionada
muy por el contrario, solo creo es consecuente con la imposibilidad de hablar de los Mapuche
en el proyecto de un teatro Nacional incluso durante la utopía de la Unidad Popular.
Pienso entonces en el caso de Los que van quedando en el camino (1969) como un
posible ejemplo de omisión. En el año 2010, en plenas celebraciones por el Bicentenario de la
independencia de Chile, se estrena en las dependencias del ex Congreso Nacional y bajo la
dirección del aclamado director y dramaturgo Guillermo Calderón, una versión de Los que
van quedando en el camino, pieza escrita por Isidora Aguirre entre los años 1966 y 1969 y se
vuelve a hablar de ella como parte del canon del teatro nacional. La obra no había sido
remontada profesionalmente en Chile desde su estreno en 1969, esta había sido una pieza más
26
André Menard, “Manuel Aburto Panguilef. De la república indigena al socialismo mapuche,” en Mau
Express-Noticias, 2003, 249.
27
Florencia Garramuño, “Dimensiones de lo impersonal en la cultura contemporánea,” Badebec, nº 5 (marzo
2016): 136.
200 PIA GUTIERREZ, REVELACIONES DE ARCHIVO
bien olvidada, claramente censurada durante la Dictadura de Augusto Pinochet y luego
dejada de lado, probablemente amparados en su ánimo más bien pesimista sobre las reformas
del Estado no le favorecieron. En medio de la vorágine del Festival Santiago a Mil del 2010,
el trabajo de Calderón es leído como un asunto documental, como un rescate “Guillermo
Calderón, estrena olvidada obra de Isidora Aguirre. La historia recrea la matanza de
campesinos en Ranquil (1934). De estructura coral, la dramaturga viajó a la localidad sureña,
entrevistó a los descendientes y sobrevivientes de las víctimas. Calderón hace una reparación
histórica”, dice el programa del festival. En esta la versión de Los que van quedando del año
2010 me parece que se hace visible una puesta en abismo de las posibilidades que alcanza la
representación teatral en tanto un asunto documental. Calderón ponía en evidencia el fracaso
de un proyecto de teatro que documentaba un proyecto nacional, el de la reforma agraria que
fue definitiva y radical durante el gobierno de Allende y que en gran parte le costó el odio de
los poderosos en Chile, el de un teatro popular del que Aguirre fue emblema con Los
cabezones de la feria y el Teatro Experimental Popular Artístico entre el 70 y el 73, primera
experiencia de teatros comunitarios a lo largo de Chile, pero también el fracaso de la creencia
en el documento y del borramiento de que probablemente esos cuerpos de los asesinados en
Ranquil no era solo el de campesinos sino también descendientes mapuche, no de los
organizados como en la Federación Araucana, sino de los que se hicieron campesinos, de los
que se mezclaron, de los que hasta hoy conforman la mayor parte de grupo chileno.
Cuando se asume un trabajo con documentos muchas veces por añadidura aparece el
conflicto de “lo real en escena”, Aguirre no apuntaba al realismo, el teatro era más bien
didáctico en términos brechtianos el documento, como en el ABC de la Guerra de Brecht, 28
era una versión que se comentaba, se contrastaba, se llenaba de melodrama por medio de los
recursos teatrales: el diálogo que distanciaba las versiones sobre el campo, el cambio temporal
entre 1969 y 1934, un espacio cerrado en la ciudad versus un afuera que es la calle o el campo
y del que los protagonistas del presente que desconfían del éxito de estos movimientos
sociales. En lo teatral cobraban vida en un diseño sencillo, alejado de los decorados de la
época en el teatro universitario para dar paso al cuerpo de los actores, a las canciones, a las
lecciones. Ese despojo confiaba que el teatro en sí mismo era depositario documental, que
enarbolaba un espacio para archivar la voz de los muertos que le reclaman a Mamá Lorenza,
la sobreviviente de la matanza de Ranquil en la primera escena de la obra, que contara su
historia para que no fueran estos días como los de la matanza. Los muertos que reclamaban
voz la encaraban en el teatro, en la transcripción de diálogos que Aguirre hacía de testimonios
e investigación de campo, de los movimientos que los propios sobrevivientes le enseñaban a
los actores para habitar la escena. En las conversaciones que Andrea Jeftanovic sostiene con
Isidora Aguirre ella relata:
Chacón supo enseguida qué tema me podía dar él: conocía muy bien la historia del
alzamiento y la represión de los campesinos de Ranquil. Él había hecho una huelga de
hambre y buscado el apoyo de los obreros cuando se supo de la desproporcionada
represión. Invitó a la sede del partido a los hermanos Sagrado Uribe, protagonistas del
levantamiento en los años 30. También me contactó con Emelina Sagredo, la que vino
a mi casa y me relató con detalles todo lo ocurrido, la lucha que había dado ella
misma con sus hermanos por tener un sindicato, luego la persecución y represión. Era
una mujer de unos 60 años de carácter fuerte, alegre y cariñosa, muy inteligente
aunque sin instrucción. Trabajaba entonces haciendo aseo en un hospital. Con los
hermanos era más difícil obtener información. Eran tres campesino que habían
liderado junto con Juan Leiva y Juan Domingo Lagos, el alzamiento en la década de
28
Bertolt Brecht, ABC de la guerra.(Madrid: Ediciones Caracol, 2004).
PALIMPSESTO 11:8, 2017 201
los años 30. Primero me contaron una historia de un encuentro con los carabineros, o
pacos rurales como los llaman, en la que no había muerto nadie. Pero a la tercera
cerveza me contaron toda la verdad. Así es que no fue problema reconstruir esa escena
en la que se inicia la sublevación, ni las otras relatadas en forma detallada por
Emelina. Lo que impactó a los actores, cuando ensayábamos la obra, fue verla
conmigo, subir sin ninguna inhibición al escenario y mostrarles cómo eran esas
escenas que ensayaban de los campesinos en el sindicato de Lonquimay. 29
La lectura que se hace palpable es la del teatro como documento de una época, a eso
se suma que el propio trabajo de Aguirre fue pensado como un teatro “documental”, hecho
por encargo de Pablo Neruda y con una clara intención de dar a conocer asuntos legales y
administrativos sobre la situación de la tenencia de la tierra en el año 1969, estos datos son
recogidos por la autora a lo largo de estadías “etnográficas” en Ranquil, zona arrasado por una
matanza el año 1934. Lo que se omite de este relato es que probablemente dichos campesinos
hayan sido también mapuche, ese relato no se incorpora a la escena y queda pendiente de
discusión, y son los documentos que la propia Aguirre guarda y que son hoy parte del Fondo
Isidora Aguirre en el Archivo Patrimonial de la Universidad de Santiago, los que nos
muestran estos indicios y nos hacen volver a esta omisión: Una fotos de la viuda de Juan
Domingo Uribe y la del propio Juan Domingo Uribe junto a Isidora Aguirre el año 1966 dejan
ver los rasgos, el pañuelo en la cabeza, la mirada esquiva que no se cuadra con la de las
danzas tradicionales que llegaban al Estadio Nacional en la Gira del Conjunto Araucano en
1940. Es tan obvia la mezcla étnica que se omite, se deja de lado, no se considera como algo
documentable. No menor es este asunto, y eso lo engarzo con la puesta en escena de Calderón
y con otros ejemplos de diálogos entre representación teatral y documento en Chile, que la
etnia se omite porque si bien los campesinos pueden ser parte del archivo nacional, los
mapuches no y bien sabemos que hasta hoy, quizás mucho más hoy, la violencia de estado en
el sur de Chile tiene que ver con la tenencia de la tierra del pueblo Mapuche. El 2010, en
pleno conflicto Mapuche, el reclamo de la tierra de la versión de Calderón no hace seña a la
lucha en el sur del Chile por los mismos motivos.
En 1969, la pieza fue interpretada por 21 actores del Teatro experimental de la
Universidad de Chile. La estructura del texto dramático rompía definitivamente con el
realismo del teatro chileno, situaba a su dramaturga en una época de madurez escritural e
ideológica que se concretaba con esta tercera pieza de la autora en tono épico- nacional. Así,
junto con Población Esperanza escrita en conjunto con Manuel Rojas el año 1959 y Los
papeleros de 1963, esta pieza se pregunta por los olvidados de la historia. La prueba de su
existencia no serán los relatos oficiales, los manuales escolares o las reparaciones judiciales,
sino el teatro, el teatro como proyecto nacional y político pone en evidencia los olvidados que
también han sido parte de la nación. La pieza se inscribe además como documento de un
proyecto político, Aguirre había sido invitada como jurado a Casa de las Américas el año
1969, ocasión en que comparte con los líderes de la Revolución Cubana y con artistas
comprometidos como Roque Dalton. Es de hecho en este viaje que la obra deja de llamarse
Lonquimay, localidad en que se encuentra Ranquil, y adopta el título de una cita de Pasajes de
la guerra revolucionaria de Ernernesto che Guevara: “De los que no entendieron bien, de los
que murieron sin ver la aurora, de sacrificios ciegos y no retribuidos, de los que van quedando
en el camino, también se hizo la revolución”. 30 Paralelamente Salvador Allende la convoca
para ser parte de los trenes culturales en los que participó junto a Víctor Jara y crear un teatro
de propaganda que será luego parte del proyecto artístico de la Unidad Popular.
29
Andrea Jeftanovic, Conversaciones con Isidora Aguirre (Santiago: Frontera Sur, 2009).
30
Ernesto Guevara. Pasajes de la guerra revolucionaria. En:
https://creandopueblo.files.wordpress.com/2011/08/che-pasajesdelaguerrarevolucionaria.pdf
202 PIA GUTIERREZ, REVELACIONES DE ARCHIVO
Lo documental de la obra, no tiene que ver entonces con la exposición de documentos
en escena, como podríamos entender el teatro documental 31 como ocurre en propuestas
teatrales más próximas en el tiempo. Sino más bien con una confianza en que el documento
puede traducirse a una estética que haga de la escena un espacio archivístico. En el momento
de su estreno, 1969 el gesto escénico parecía transparente, insertado en un proyecto político,
pero en el 2010 esa condición se enrarece y se mezcla con la apariencia de transparencia que
genera la réplica de Calderón. Los signos de la escena original se replican, se desdoblan,
pierden el aura de originalidad para ser una copia deforme, vacían el contenido de verdad del
documento y el archivo de lo que podría haber sido un futuro se ve expuesto como fracaso. En
una atmósfera al parecer conmemorativa, celebratoria y oficial fisuran ese discurso al
hablarnos de su propia crisis y de nuestra crisis como espectadores crédulos. Podemos ver
recreada brillantemente la epopeya de los caídos en otro tiempo, pero también podemos
incomodarnos ante esa caída, preguntarnos por nuestra presencia en ese espectáculo, por el
lugar que la oficialidad le otorgó a Isidora Aguirre.
La violencia de apropiarse de un lugar oficial a solo días de las elecciones
presidenciales que harán regresar a la derecha al poder y que significará una aún más fuerte
persecución a los dirigentes campesinos mapuches del sur de Chile, la declaración de la Ley
antiterrorista a sus dirigentes, el envío de policía militarizada, la celebración de los 200 años
de teatro que busca construir un relato sobre el teatro chileno. Todo esto, como diría Sara
Rojo, nos reafirma que estamos frente a un acto de violencia que silencia la puesta escena de
Calderón, que mira sus galardones, la nostalgia del pasado y no la crisis que nos rodea. La
relación que Calderón establece con esta necesidad de memoria es desoladora, destruye la
celebración para recordarnos el lugar del olvido disfrazado de memoria y se convierte así en
un acto político que es negado por las voces oficiales tanto del Festival, como de la Cámara
de Diputados y de la prensa escrita. Uno de los documentos con que Aguirre trabaja el año
1967 se titula: “Informes de la Agrupación Campesina e Indígena”, nada de lo indígena es
retomado ni en la pieza de 1969 ni en la del 2010.
El teatro documental y teatro de lo real, han sido dos tendencias en boga desde la
segunda mitad del siglo XX que han tensionado las formas de lo que entendemos como artes
vivas o artes de la representación desde una perspectiva moderna. La pregunta por la
aparición de lo real, es decir el despojo o revelación de la técnica utilizada para imitar la
realidad durante la puesta en escena han llevado a tomar decisiones estéticas que apuntan a
quebrar el cómo sí del teatro a la italiana por un “hecho” /in facto/ que ocurre efectivamente
durante el acontecimiento teatral, y que si bien sigue siendo una experiencia artística
controlada y presentada como culminación de un proceso creativo frente a espectador,
responde a la exigencia de verdad. Para que esta matriz ideológica alcance a la escena, lo
primero es pensar, según lo propuesto por Victor Turner, que la estructura de nuestras
sociedades está mediada por formas de la teatralidad y que por lo tanto el trabajo escénico es
una puesta en abismo que tensión de esas representaciones cotidianas.
Lo real, es convocado en el teatro por técnicas diversas que van desde la ruptura de los
espacios tradicionales, lo que conocemos como site specific, y siguiendo este camino es que el
trabajo documental o con documentos se inscribe, buscando traer prueba de lo real a escena,
31
Para Pavis el Teatro documento es aquel que “solo utiliza documentos y fuentes auténticas seleccionados y
'montados' en función de la tesis sociopolítica del dramaturgo” (451); a esta definición hay que agregar lo que
Pedro Bravo Elizondo señala de manera específica para el caso latinoamericano: “el teatro documental persigue
dos objetivos básicos: entregar los resultados de una investigación histórica hecha por el autor y crear una
reevaluación del hecho histórico en el auditorio” (203-4). Cfr. Patrice Pavis, Diccionario del Teatro (Buenos
Aires: Paidós, 2005); Pedro Bravo E., “La realidad latinoamericana y el teatro documental,” en Texto Crítico, nº
14 (julio-septiembre 1979): 200-210.
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ya sea para disputar esa versión de la verdad o para reafirmar nuevas verdades. El archivo
entendido como el dispositivo moderno que se configura como un espacio (real y simbólico)
en donde se organiza el conocimiento y se resguarda el saber de una comunidad, dan una vía
de entendimiento a esta tendencia. Si Aguirre y Calderón trabajan disputando las
representaciones de lo real y lo teatral por medio de documentos y una búsqueda estética
documental, trabajos más recientes hacen de esta tensión su guía. A mí parecer es en esa
tradición que el trabajo de Paula González marca una inflexión en el quehacer escénico
nacional. Esta directora nacida en 1983, inicia un trabajo documental sobre mujeres mapuche,
Ñi pu Tremen, la historia de mis antepasados que se estrenará el año 2008 en una ruca,
vivienda mapuche utilizada como estancia de Machis que apoyan procesos curativos en el
consultorio municipal, ubicada en la comuna de El Bosque, un barrio pobre y periférico con
gran población de origen Mapuche al sur de Santiago.
La obra es el relato de mujeres sin formación actoral que cuentan, a veces en
mapudungún a veces en castellano, su trayecto del campo a la capital. En escena todo esto
está mediado por las tareas del hogar, las que mezclan la vida urbana y la campesina, el
desplazamiento que dejó el fracaso de las reformas agrarias, la consecuencia del proyecto
nacional al que Aguirre apostaba en Los que van quedando en el camino. González no recurre
a documentos oficiales, sino que acude a historias personales, a objetos íntimos y en el
ejercicio teatral les da un valor documental, ella misma se siente parte de la comunidad
mapuche, urbana y femenina, rescata la oralidad por sobre la letra y lleva al espectador a ese
espacio de la autorrepresentación. El retrato es propio, íntimo y por lo mismo, la lucha
entonces es por primera vez por una subjetividad no por la gran historia. Es decir otorga la
palabra pues sabe de lo ladino de los documentos en nuestra historia y apuesta por un
proyecto que reclama formas propias de decirse. El cuerpo toma entonces el lugar del
documento, no uno monumental sino absolutamente vital, quizás se esboce acá un diálogo
con el montaje de Calderón y una cercanía a lo que se ha conocido como biodráma. 32. Pero
esta vez no se omite el contenido étnico de la diáspora y en estrecha relación con mamá
Lorenza, obligada éticamente a contar la historia de Ranquil, estas mujeres cuentan su vida y
la de sus muertos como la historia de un pueblo. Todo esto “ocurre” en escena, no se pretende
solamente que ocurre, y entonces nuevamente el teatro es un archivo disidente, un archivo
vivo y monstruoso, un archivo efímero que no está ya solo en el orden arkóntico ni moderno.
Como dice Guash, una nueva cultura de la memoria se gesta en al era digital: Los
archivos y su paso al mundo virtual los hacen elásticos, autogenerativos (siguiendo el
pensamiento de Wolfgang Ernst). La forma en que se piensa y diseña el panorama del archivo
expone entonces el deseo no solo sobre lo que fue sino sobre lo que vendrá, sobre aquellos
futuros posibles. Paula González sigue trabajando en ese registro, hace de Ñi pu tremen la
primera parte de una trilogía compuesta por Territorio descuajado (2010), que pone en escena
una precaria casa de ciudad y en ese mundo íntimo la disputa de la autorepresentación en
diferentes generaciones de una comunidad definida por la tierra (Mapuche, hombre de la
tierra) pero a la que se le ha despojado de ella reduciendo el espacio a una casa básica,
pequeña, pobre. Trilogía cerrada por Galvarino (2011), basada en cartas de un hombre
Mapuche, Galvarino, que durante el gobierno de Salvador Allende fue a estudiar a Alemania
técnicas agrícolas, lugar del que nunca puede volver porque el Golpe de Estado lo encuentra
en esa tarea y lo obliga al exilio en que muere años después la obra es la historia de su
familia que le ruega a los gobiernos de la Concertación Democrática ayuda para encontrar el
cuerpo de su hijo y hermano para repatriarlo. Pero las cartas a los Presidentes, expuestas en
32 Vivi Tellas, creadora argentina ha sido una de las precursoras de este concepto relacionando el teatro
documental con la bios. Según ella detalla sobre su proyecto, este “busca la teatralidad fuera del teatro. . . se ha
trabajado con personas comunes y con los mundos reales a los que pertenecen bajo la premisa de que cada
persona tiene en sí misma un archivo” (Tellas en http://www.archivotellas.com.ar/)
204 PIA GUTIERREZ, REVELACIONES DE ARCHIVO
escena, no tienen respuesta, los espectadores somos testigos de la casa sureña, de los padres
viejos, de la hermana con pocas influencias en las esferas de poder, los que nunca son
escuchados. Ese desaparecido es mejor olvidarlo, perece ser el mensaje: la historia se borra
con el codo de quien la escribe.
El trabajo de González ha alcanzado reconocimiento y si bien es hoy parte de los
ciclos más importantes del circuito nacional, su actividad teatral suele acompañarse del
adjetivo mapuche dando una diferenciación ante el teatro a secas. No es este teatro el que se
considera centro en una representación que le se adosa a las celebraciones Bicentenarias, no
es la imagen archivada de una nación que se quiera ver, como tampoco lo fue la del Conjunto
Artístico dirigido por Manuel Aburto Panguilef. El trabajo de González no es un producto
fácilmente comercializable por festivales internacionales, es incómodo, no es masiva ni
menos apunta al acomodo espectacular, quizás por lo mismo una apuesta que nos pone en
jaque. Así como la obra de Aguirre esperó largos años para ser revisitada, el trabajo de Paula
González es a veces silencioso o desplazado a una esfera del quehacer paralela que necesita
de un adjetivo para circular con propiedad, no porque falta de fuerza o arrojo escénico, sino
porque es local, porque es desagradable para muchos, porque obliga a ver sin nostalgia el
fracaso, la violencia y la exclusión.
Ñi pu Tremen es la representación de de lo íntimo, Los que van quedando en el camino
la de un proyecto público, ambas tensionan los documentos, ambas piensan en la fuerza
archivística del teatro como esfera que permite la producción de nuevos enunciados. Por su
parte, el proyecto de Aburto Panguilef intenta hacer un archivo legible para los chilenos de lo
que debía ser lo “Araucano” apostando por formatos masivos. Entendemos que proyectos de
autorrepresentación quedan al margen del relato de los teatros Universitarios, y que su
relación con archivo oficial es dificultosa. Por mi parte intento leer algunas tensiones, dar
cuenta de ellas, quizás para generar un nuevo registro, para dejar huella de la efímera
experiencia que es el teatro, para disputar lo documental y tener fe en el teatro como archivo
en conflicto.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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