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Sonetos

El soneto es una composición poética limitada, de molde fijo. Está compuesta por catorce versos
endecasílabos, que se distribuyen en dos cuartetos y dos tercetos. La rima es consonante y, en la
actualidad, su distribución puede variar. Hay también sonetos escritos en alejandrinos.

Se llama estrofa a la combinación o grupos de versos que se repiten regularmente. El cuarteto es


una estrofa de cuatro versos. En el soneto, la rima de los cuartetos es fija: el primer verso coincide
con el cuarto, mientras que el segundo y tercero riman entre sí. Por su parte, la rima de los tercetos
puede variar.

El terceto es una estrofa formada por tres versos. En el soneto, los tercetos finales tienen rima propia. En los
dos primeros versos de ambas estrofas se reitera la rima, mientras que los versos finales riman entre sí.

Ejemplos de sonetos clásicos

1. Sor Juana Inés de la Cruz

Feliciano me adora y le aborrezco;


Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno no apetezco.

A quien más me desdora, el alma ofrezco;


a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.

Si con mi ofensa al uno reconvengo,


me reconviene el otro a mí ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,

pues ambos atormentan mi sentido:


aqueste con pedir lo que no tengo,
y aquél con no tener lo que le pido.
Francisco de Quevedo

Es hielo abrasador, es fuego helado,


es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,


un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,


que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, este es su abismo.


¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!

Rubén Darío
«De invierno»

En invernales horas, mirad a Carolina.


Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta en su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,


Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;


Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.


Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.
Garcilaso de la Vega

Como la tierna madre que el doliente


hijo le está con lágrimas pidiendo
alguna cosa, de la cual comiendo,
sabe que ha de doblarse el mal que siente,

y aquel piadoso amor no le consiente 5


que considere el daño que haciendo
lo que le pide hace, va corriendo,
y dobla el mal y aplaca el accidente,

así a mi enfermo y loco pensamiento,


que en su daño os me pide, yo querría 10
quitar este mortal mantenimiento.

Mas pídemelo, y llora cada día


tanto, que cuanto quiere le consiento,
olvidando su muerte y aun la mía.

1.

Federico García Lorca


«Adán»

A Pablo Neruda, rodeado de fantasmas

Árbol de sangre riega la mañana


por donde gime la recién parida.
Su voz deja cristales en la herida
y un gráfico de hueso en la ventana.

Mientras la luz que viene fija y gana


blancas metas de fábula que olvida
el tumulto de venas en la huida
hacia el turbio frescor de la manzana.

Adán sueña en la fiebre de arcilla


un niño que se acerca galopando
por el doble latir de su mejilla.

Pero otro Adán oscuro está soñando


neutra luna de piedra sin semilla
donde el niño de luz se irá quemando.

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