Unidad 2
Unidad 2
adolescentes
Según datos del INEGI, para 2018, la población infantil entre 0 y 14 años abarcaba el 19%
de la población nacional, en tanto que para el grupo de 15 a 19 años representaba el 9.1%
respectivamente
Esta situación demanda a quienes conforman las diferentes familias más cuidados
exhaustivos hacia la niñez en el espacio del hogar, sin embargo, cuando no existe una
corresponsabilidad por parte de los padres, se pone en evidencia la crisis de los cuidados de
las y los hijos dentro de este entorno. Esto se denota más cuando se trata de una familia
tradicional, en el que la figura masculina delega la crianza a las mujeres (madres e hijas),
dejándolas como las responsables exclusivas de esta función. Esto es debido al modelo de
género tradicional que se sigue perpetuando, en el cual se ubica a los hombres fuera del
cuidado y de la participación en las tareas del hogar.
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El vivir en un modelo tradicional de género deja en evidencia la desigualdad del rol de los
cuidados, el aumento de la violencia dentro del hogar y la situación asimétrica en la
relación de pareja, ya que el hecho de permanecer en el encierro por muchos días hace que
tanto la madre como las infancias estén permanentemente expuestas a conductas violentas
por parte de la pareja masculina o por cualquier otro integrante de la familia, generalmente
hombres, aunque también puede provenir de las mujeres que se apropia de ese modelo de
control sobre la infancia mediante la violencia.
De esta forma, dentro del contexto de un sistema tradicional de género, en el que la madre
queda sujeta a las decisiones del padre, existe un abuso de poder masculino hacia
poblaciones vulnerables, entre las que destacan las mujeres (ya sean madre o niñas en
cualquier etapa de vida), los niños y adolescentes, que por su condición de género y edad
las y los coloca en un lugar de subordinación ante el padre y otras figuras masculinas que
fungen ser la autoridad mayor.
La otra cara de la moneda se presenta cuando las mujeres o madres son quienes ejercen la
violencia hacia la niñez en la familia, un aspecto que se vincula a ello esque probablemente
hayan padecido violencia desde la infancia, por lo que hoy en día en su rol materno es muy
factible que la reproduzcan hacia sus hijas e hijos, sobre todo después del reciente periodo
en el que se han presentado las condiciones óptimas para ello, y más cuando dedican más
tiempo que los hombres a las tareas de cuidado o cuando son madres solteras, siendo así
las únicas responsables tanto del sustento económico como de los cuidados del hogar, con
todo lo que ello implica.
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En una familia tradicional, de acuerdo con las encuestas del uso del tiempo, los hombres
destinan 2 a 6 veces menos tiempo al cuidado de las hijas e hijos, la crianza y las tareas
domésticas en el hogar, en México las mujeres destinan 39 horas por semana versus 8 de
los hombres. No obstante, las investigaciones en torno a la paternidad masculina refieren
que se han presentado avances al identificarse un cambio ideológico de los papeles
asignados a los padres, principalmente en las nuevas generaciones de hombres compuestas
por “nuevos padres” quienes buscan distanciarse del modelo autoritario que representaba a
generaciones anteriores (Aguayo, Herrera y Goldsmith, 2018).
Es claro que la participación de los padres en los cuidados, en la crianza y en las tareas
domésticas es un punto clave para el logro de la igualdad de género y el desarrollo de las
infancias; aunque hay hombres quienes anhelan ser padrespresentes y activos e incluso han
considerado posicionarse como cuidadores únicos o principales especialmente de niñas/os
pequeños, todavía existen muchosobstáculos sobre todo culturales como el machismo y el
orden de género que se los impide lo que deja un largo camino por recorrer y avanzar hacia
la corresponsabilidad y equidad de género entre hombres y mujeres en las
responsabilidades de las tareas del hogar, pues aún se mantienen esos enfoques
tradicionales que sobre responsabilizan a las madres del cuidado y tareas domésticas y
ubican a los padres en la proveeduría económica (Aguayo, Herrera yGoldsmith, 2018).
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Bajo este escenario, las mujeres siguen siendo las principales encargadas de tareas
domésticas en el hogar y todo lo que esto implica, La pasada situación de confinamiento,
sumo a lo mencionado las responsabilidades del desarrollo académico de las infancias en
todos sus niveles, tales como: la supervisión de hijas e hijos para conectarse a internet a la
hora indicada, estar pendiente de que pongan atención, explicarles para que aprendan,
ponerlos a desarrollar ejercicios propios de los temas abordados, revisión de tareas hasta la
aplicación de los exámenes. Toda esta presión termina siendo una situación estresante
orillándolas a sentir una gran ansiedad, aunado a esto, muchas veces no cuentan con las
herramientas mínimas necesarias para llevar a cabo dichas funciones, la falta de
preparación pedagógica para dar respuesta a este escenario, las coloca en una situación de
autodevaluación y frustración que puede llegar a provocarles angustia y desesperación
empujándolas a ejecutar prácticas violentas hacia las niñas, niños y adolescentes que van
desde castigos verbales o corporales, como gritos con palabras hirientes, golpes,
empujoneshacía la niñez reproduciendo con ello el modelo de crianza tradicional en el que
crecieron y se desarrollaron.
De esta manera, sustentadas en el deber ser del género, asumen la violencia como forma de
interacción social utilizando el castigo como pedagogía y sometimiento de las infancias,
argumentando que con ello afirman la formación de personas eficientes y capaces de
enfrentar los retos de la vida, con lo cualfundamentan el uso de su fuerza y sanción como
demostración de afecto y responsabilidad (Nelly Bautista, 2016). Al ejecutar pautas de
crianza maltratadoras afectan a la niñez en su desarrollo físico, psicológico, social y
económico.
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A esta realidad se le suma la violencia que viven las mujeres por parte de su pareja
reproduciéndola a través de castigos, agresiones verbales y físicas como golpes, pellizcos,
empujones, cachetadas, entre otras, al respecto Nelly Bautista (2016) refiere que “un acto
violento deriva generalmente en otro como efecto sobre quien lo recibe, y puede
propagarse a otras personas” a lo que la autora le denomina “la espiral de la violencia”
porque se va incrementando y manifestado ensus hijas e hijos, en el que regularmente los
hermanos de mayor edad la reproducen en sus hermanos de menos edad e incluso hacia las
mismas madres, al mismo tiempo que los niños o niñas de menos edad la replican a quien
ven en desventaja, como pueden ser las mascotas, además de imitar el mismo modelo de
crianza violento hacia sus hermanas, lo cual, seguramente lo reproducirán como un modelo
de crianza en el futuro.
Por otro lado, Ángeles Díaz Hernández (2020), hace referencia a la paternidad destructiva y
de los efectos que esta paternidad produce en la niñez, además de la manera en que ellos
mismos se describen: personas autoritarias y rígidas, dominantes y controladoras porque
consideran que tienen el estatus de derecho y privilegios especiales en la familia, incluso
para ejercer la violencia.
Escenario que coloca a la población infantil como uno de los grupos en mayor situación de
inseguridad a nivel local, regional y mundial, obligando a la comunidad internacional a
generar modelos preventivos contra la violencia que padecen. En este sentido la
Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) reconoce a la niñez como sujetos de
derechos albergándola como titulares de los mismos, así como de responsabilidades.
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Esta Convención, refiere en su artículo 1 que se entiende por “niño todo ser humano menor
de dieciocho años de edad, salvo que, en virtud de la ley que sea aplicable, haya alcanzado
antes la mayoría de edad.” (Plataforma de Infancia, s/f:5) no importando su condición
social como género, raza, nacionalidad, discapacidad, pobreza, entre otras, lo importante es
que la sociedad comprenda que las infancias deben ser respetadas para vivir libremente en
un Estado democrático y sin violencia.
Asimismo, la UNICEF conceptualiza a la violencia ejercida contra las infancias como “toda
acción u omisión que atenta contra los derechos de niñas, niños y adolescentes, realizada
con la intención o no de causar daño”, la misma CDN (1989), en su artículo 19
conceptualiza a dicha violencia, como “toda forma de prejuicio o abuso físico o mental,
descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual, mientras
el niño [la niña o adolescente] se encuentre bajo la custodia de los padres, de un
representante legal o de cualquier persona que lo tenga a su cargo”. (Plataforma de Infancia,
s/f:12).
Lo cual implica que la transgresión del poder/deber de protección de las personas adultas y
la cosificación de la infancia, entendida como una agresión del derecho de la población
infantil debe tratar a las infancias como sujetos de derecho.
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Gracias a estos instrumentos técnicos y normativos internacionales que han llevado a cabo
una transformación que ha permitido comprender y tipificar de mejor manera las prácticas
violentas a la que la niñez en sus diferentes etapas de vida y género se enfrenta de manera
cotidiana y que en momentos de confinamiento como la que estamos viviendo, se agrava.
De acuerdo con Pinheiro (s/f), refiere que la familia es quien tiene un potencial altopara la
protección de la infancia contra todas las formas de violencia porque es quien entre otras
cosas les enseña a protegerse, la Convención de los Derechos del Niño (CND) sitúa a la
familia como el entorno natural para el crecimiento y bienestar de quien la integre,
principalmente de niñas, niños y adolescentes exige respeto y apoyo pleno para la fa milia,
de la misma forma que la Declaración de los Derechos Humanos proclaman a la familia
como la unidad grupal fundamental para la sociedad (Pinheiro,s/f).
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La realidad es que muchas familias también pueden “ser un lugar peligroso para los niños y
niñas y en primer lugar para los bebés y los niños pequeños, al respecto la UNICEF refiere
que “las tres cuartas partes de niños pequeños (2 a 4 años) sufren agresiones psicológicas o
castigos físicos, o ambos, por parte de sus cuidadores en el hogar” (HRW, 2020), entre los
que se encuentra muchas veces un padre maltratador.
En este tipo de familias las infancias corren graves riesgos para su integridad física y
emocional, son en las que se encuentra una figura de poder, quien generalmente es el padre
o una figura masculina, en este contexto Ángeles Díaz Hernández (2020), refiere que la
sociedad ha llegado a idealizar a esta persona como la imagen de paternidad, sin contemplar
siquiera, que un padre no sea un buen padre y aún menos se piense que sea un maltratador o
un mal padre. La autora señala que muchos estudios han puesto el énfasis en las relaciones
destructivas de los hombres que maltratan a sus parejas y a sus hijos e hijas y se valida que
un padre maltratador al ejercer una paternidad tradicional termina siendo una figura de
autoridad que difícilmente participa en los cuidados de hijas e hijos y cuando lo llega a
hacer es con la imposición violenta de golpes, de manera verbal con insultos, regaños y
castigos reproduciendo con ello los roles y estereotipos patriarcales, además de considerar a
su esposa e hijos de su propiedad, al punto de creerse con el derecho de poder abusar física
o sexualmente de ellas y de ellos.
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La manera en que manipulan, niegan, minimizan o justifican el abuso físico o sexual que
hacen contra niñas y niños, mintiendo sobre estos tipos de violencia infantil.
La coercitividad la ejercen especialmente sobre la crianza de la madre al anular sus
decisiones mediante el control y el abuso, con las que socava la autoridad de ésta,
utilizando estrategias de manipulación, al interferir en el cuidado y atención emocional,
física o hasta médica que ésta les pueda dar, haciendo creer a las hijas e hijos que su madre
no se preocupa por sus necesidades, al mismo tiempo que este padre refuerza esos
sentimientos al condicionar verbalmente a la niñez a través de expresiones como “Tu madre
no te quiere” o “ no le hagas caso a tu mamá”, estas realidades se presentan de manera
cotidiana, pero se acentúan potencialmente en contextos de encierro y confinamiento como
el que recientemente atravesamos.
Respecto a la violencia basada en el género, la UNICEF (2005) la describe como los actos
perjudiciales perpetrados en contra de una persona sobre la base de las diferencias que la
sociedad asigna a hombres y mujeres, considera los tipos específicos de violencia contra
hombres y niños. Considera los tipos específicos de violencia contra hombres y niños, y
pone de relieve la vulnerabilidad de las mujeres y las niñas a las diversas formas de
violencia que viven en su propio hogar en el que son víctimas de discriminación por
el solohecho de ser mujeres.
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Uno de los ejemplos más claros de violencia de género a las que están expuestas y que está
sucediendo en este momento dentro de sus hogares es el acoso y abuso sexual, el maltrato
por parte de las personas mayores como un padre maltratador o alguno de sus cuidadores,
sin olvidar los otros tipos de violencia letaly extrema que es el feminicidio infantil.
La prevalencia de violencia contra las infancias por parte de un padre maltratador, por la
madre o por otros miembros cercanos a la propia familia, puede ir desde la violencia física,
sexual, psicológica o emocional, abandono o negligencia, además de estar en presenciar la
violencia ejercida hacia sus madres, hermanas u otros miembros de la familia, todos estos
tipos de violencia se suscitan e incrementan en épocas de crisis como la que se vive en
estos momentos a nivel mundial y a la que se enfrentan las infancias en el contexto familiar
(Pinheiro, s/f).
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Tipos Implica
Violencia física Es el uso deliberado de la fuerza contra
una niña o un niño que resulta en, o tiene
gran posibilidad de resultaren daño para la
salud, supervivencia, desarrollo o
dignidad de cada uno de ellos. Puede
manifestarse a través de golpes, estirones
de pelo, bofetadas, zarandeos,
azotamientos, mordiscos, quemaduras y
su forma más profundaes la paliza.
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En este cuadro se puede observar la dimensión de la violencia contra la niñez, situación que
en el contexto reciente, traerá consigo serias consecuencias para las infancias puesto que
está aumentando la incidencia de las mismas, (Human Rights Watch, 2020) y que a corto
mediano y largo plazo, dejaran secuelas en las vidas de las niñas y los niños.
Otro aspecto que no hay que perder de vista en el caso de la violencia dentro del hogar son,
lo que refieren diversos estudios realizados, quienes indican que gran parte de la violencia
contra la infancia es cometida por personas integrantes del mismo entorno doméstico o
cercanas a la familia, como: padre, madre, hermano/a mayores y la familia ampliada, como
tíos, primos, abuelos, entre otras personas responsables o encargadas de su cuidado.
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niños en diferentes niveles de riesgo en relación con diferentes tipos de violencia, gran
parte de esta población sufre de manera significativa por parte de su padre o madre u otras
personas integrantes de la familia humillaciones deliberada, golpes en donde las niñas son
quienes llevan la peor parte.
La magnitud e impacto que puedan tener los diferentes tipos de violencia contra las
infancias es claramente grave y tiene lugar en una variedad de formas y entornos: el hogar,
la escuela, la comunidad, institucional e incluso también la violencia digital, ejercida a
través de las tecnologías con el envío de correos basura, virus, videos, imágenes u mensajes
perjudiciales para la infancia y que en el confinamiento es factible que esta población los
vea. Es importante resaltar que estos ámbitos a menudo están arraigados a las prácticas
culturales, económicas y sociales. La UNICEF (2019) hace una clasificación de los
entornos en los que sucede la violencia, señala que la violencia en el hogar destaca las
formas más comunes asociadas a prácticas disciplinarias violentas, descuidos y maltratos
psicológicos y el rango de edad más susceptible a este tipo de violencia va de los
3 a los 9 años y están moderadamente asociadas con agresiones de tipo emocional.
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En relación a la madre “es profundamente destructivo, pues utiliza a los hijos para hacerle
daño y atacan la unión madre-hijo/a y la crianza de la madre” (p. 2), esto se explica
porque al interferir el padre en la crianza de la madre a través de conductas de control, de
abuso y manipulación de la misma, socava su autoridad materna; en relación a las hijas y a
los hijos, genera divisiones deliberadamente entre ellas y ellos, enfrentándolos entre sí y al
mismo tiempo contra la madre.
Otras consecuencias y dimensión del daño que pueden sufrir niñas y niños a causa de
la violencia dependen de la intensidad y el tiempo que las padezcan, pueden provocar
ansiedad, soledad, sentimientos de temor intenso, inseguridades,baja autoestima, trastornos
del sueño, dificultades para relacionarse con sus pares,dar origen a conductas agresivas, o
bien, extremadamente pasivas, entre otras.
Al mismo tiempo pueden presentarse otras afectaciones como las fisiológicas y delsistema
nerviosos central, si la población infantil es expuesta a la violencia situación que ocurre de
manera cotidiana y se acentúa en estados de aislamiento como en la actualidad el
confinamiento en el que nos encontramos, tiene graves efectos, especialmente en una edad
temprana, puesto que puede afectar el desarrollo cerebral que a mediano o largo plazo se va
a reflejar en un menor rendimiento educativo y mayores tasas de ansiedad, depresión, abuso
de sustancias y hasta suicidio (HRW, 2020), comportamientos delictivos e incapacidad
para relacionarse.
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ejerce y más en estos momentos de crisis sanitaria pues se potencia y lastima a quien “más
se quiere”, aunque la cruda realidad es que es una práctica cotidiana, porque las infancias
siempre han estado y están expuestas/os a padecerla por parte de sus familias por el sistema
patriarcal en el que vivimos.
Es preciso y necesario que las personas adultas conozcan los derechos de las infancias para
poder detenerla y hacerlos conscientes de existen otras maneras deconvivir en la crianza.
Referencias
1. Pinheiro, S. (s/f). Informe mundial sobre la violencia contra los niños y niñas.
Mesografía
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2. Bautista, C., Nelly P., (2016). De víctima a victimaria: la mujer en la crianza de los
hijos. Diversitas: Perspectivas en Psicología, 12(1), 83-96. [Publicado en línea].
Consultado 3/06/2020 en https://www.redalyc.org/pdf/679/67945904006.pdf
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