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por 

Juan 

por Juan Phoenix
02 Noviembre 2017
del Sitio Web PijamaSurf

Lo natural es morir de vejez,


pero hoy en día pareciera que
lo natural es morir enfermo

Sólo un hombre de conocimiento que ha vivido


impecablemente logra salir vivo de esta vida y
algunos se van con todo y huaraches.
Aforismo Tolteca

Es la promesa de los Misterios para sus


iniciados que cruzarán las puertas de la muerte
con conciencia plena.
Dion Fortune

Mira a tu alrededor, observa a los hombres y mujeres que han llegado a la


vejez, ¿a cuántos de ellos observas sanos y llenos de energía?
Lo natural es morir de vejez, pero hoy en día pareciera que lo natural es morir
enfermo, pareciera que es natural sufrir todo tipo de dolorosas enfermedades
y padecer innumerables atrofias al llegar a la vejez.

Se llega al lecho de muerte con un cuerpo intoxicado, una mente nublada y un


espíritu sedado, mueren enfermos y envueltos en una atmosfera cargada de
dolor y tristeza...

La humanidad ha olvidado que es posible trascender con un cuerpo sano y


una mente lúcida.

Según la concepción de Platón, la filosofía constituye una preparación para la


muerte, puesto que para quien no trabaja en conocer el Ser, educar su mente,
desarrollar su voluntad, expresar su creatividad y volverse lúcido, sólo hay una
opción después de la "muerte"...

Pero existen otros caminos que sólo son accesibles para aquellos hombres
que han aprendido a vivir, pues sólo entonces se puede aprender a morir.

Perder la conciencia al momento de la muerte y disolverse inconscientemente


en el reino del olvido puede parecer la única posibilidad real para el insensato
hombre occidental.

Sin embargo, este misterioso umbral ha sido atravesado deliberada y


conscientemente por muchos hombres en todas las épocas y todas culturas.

Este conocimiento jamás ha sido secreto, puesto que siempre ha estado al


alcance de cualquier hombre que tenga la voluntad, la inteligencia y el corazón
para vivir cultivando las facultades propias de un ser humano.

No hay un solo camino para lograr preservar la conciencia después del cese
de toda actividad neuronal y cardíaca, este portento ha sido alcanzado lo
mismo por alquimistas que por místicos sufíes, y diversidad de tradiciones
iniciáticas repartidas en todo el orbe.

Una descripción bastante breve pero muy bien detallada acerca de este logro
se encuentra en el texto de origen taoísta chino El secreto de la flor de oro,
donde se describe el proceso de la siguiente manera:
Si se logra durante la vida introducir el movimiento "retrógrado",
ascendente, de las fuerzas vitales, si las fuerzas del anima son
dominadas desde el animus, ocurre una liberación respecto de
las cosas externas.

Son discernidas, pero no codiciadas. Así es rota en su fuerza la


ilusión.

Tiene lugar una circulación ascendente interna de las fuerzas,


el yo se arranca de los enredos del mundo, y permanece
viviente después de la muerte.

Porque la "internalización" ha impedido el derrame de las


fuerzas vitales hacia afuera, y éstas han creado en su lugar un
centro de vida, en la rotación interna de la mónada, que es
independiente de la existencia corporal.
El secreto de la flor de oro
Carl G. Jung & Richard Wilhelm, 1929
En el hermetismo, y en casi todas las tradiciones denominadas "espirituales"
y/o esotéricas, nos encontramos con que no tenemos un alma inmortal
gratis que al morir va al paraíso, sino que tenemos que "crearnos" un alma
propia, lo cual implica realizar un trabajo interior para elaborar un alma o un
cuerpo etéreo que sobreviva y perdure más allá de la muerte.

Esto implica mantener diligentemente un estilo de vida sano y coherente, que


en la mayoría de los casos (aunque no en la totalidad de ellos) implica vivir
libre de los "placeres groseros" que tanto fascinan al hombre común.

Se trata de ir puliendo el Ser, como se pule una roca en el mar o en el


desierto, muy contrario a la creencia contemporánea común para la que de
antemano todo mundo, aunque no haya hecho jamás ningún tipo de esfuerzo
o trabajo interior, posee un alma completa y perfecta totalmente gratis.

A continuación, se presentan tres senderos ulteriores en donde se ha hecho


especial énfasis en desarrollar un vehículo o "cuerpo sutil" que mantenga la
conciencia cuando sucumbe el cuerpo biológico.

El cuarto camino
Dentro del cuarto camino se afirma que es necesario desarrollar un vehículo
muy fino del "Ser".

Este cuerpo recibe el nombre de "cuerpo astral sutil", y gran parte del trabajo
que se realiza en esta tradición está enfocado en desarrollar el "feto" del
cuerpo astral sutil con el que nacemos todos los seres humanos (pero que en
la persona común jamás se desarrolla) hasta lograr su maduración luminosa.
Para un hombre que cuenta con un cuerpo "Kesdjan" (cuerpo
astral sutil madurado), la muerte no supone prácticamente
ninguna diferencia, pues es completamente el mismo, con o sin
su cuerpo físico.

Lo que es llamado el segundo cuerpo, cuerpo astral, o cuerpo


"Kesdjan", no nos proporciona un hogar permanente.

Es más bien como una barca que puede transportarnos sobre


el océano. Tarde o temprano tenemos que deshacernos de ella.

Es algo muy importante adquirir un segundo cuerpo; pero


también es supremamente importante ser capaces de
"arrojarlo" una vez que ha hecho su trabajo.
(J. Bennet)

Tradición Tolteca
También conocida como 'camino del guerrero' o 'brujería
abstracta'
En la tradición tolteca anawaka, los "hombres de conocimiento" realizan
extravagantes ejercicios durante años con el fin de lograr desarrollar la
"segunda atención" (atención sutil cultivada).

Puesto que junto con el deceso del cuerpo biológico se consume nuestra
"primera atención" (atención común), desarrollar nuestra "segunda atención"
es uno de los requisitos para mantener nuestra percepción tras el toque de la
muerte.

Un verdadero "hombre de conocimiento" logra una hazaña sorprendente, se


va de este mundo con conciencia total.

Otro de los aspectos de este singular camino es el de perfeccionar la


manipulación y control del "doble", llaman "doble" al cuerpo que somos en
nuestros sueños, hasta lograr la maestría en las infinitas posibilidades que
éste nos ofrece.

El doble de la persona recibe el nombre de "nagual" ó nahualli, que parte de la


raíz náhuatl "naw" (exponer, multiplicar), siendo que el número 4 en lengua
náhuatl se denomina "nahui", debido a que el primer exponente natural es el
número 4, esto simboliza a la percepción cobrando conciencia de sí misma, es
decir percibiéndose a sí misma, percepción al cuadrado.

El nagual es el fruto de nuestro potencial perceptivo laboriosamente forjado.

Esta tradición afirma que un hombre que no desarrolla su nagual es un


hombre incompleto.
Llegar a donde cruzan los brujos consiste en desplazar la
conciencia de la vida cotidiana, presente en el cuerpo físico, al
doble replicó.

Escucha con atención. La conciencia de la vida cotidiana es lo


que queremos desplazar del cuerpo al doble.
(Taisha Abelar)

Una vez que aprendió a soñar con el doble, el "yo" llega a su


encrucijada fatal, y viene el momento en que se da cuenta de
que es el doble que sueña con el yo.
(Carlos Castaneda)

Budismo vajrayana
También conocido como budismo tántrico o budismo tibetano
Tony Karam, fundador de Casa Tíbet México, explica de una manera
magistral y sencilla conceptos clave del budismo vajrayana, y describe el
proceso por el que los adeptos de esta escuela logran mantener la conciencia
después de la muerte del cuerpo biológico:
La tradición budista es, por definición, una tradición espiritual, y
lo que se quiere decir por el hecho de afirmar que es una
tradición espiritual, es que contempla el hecho de que aquello
que nos anima, lo cual esta tradición define como la conciencia,
no es una propiedad emergente del organismo físico.

Esto es, que nuestro cuerpo no crea, en consecuencia de una


muy complicada y compleja organización a la conciencia, sino
que más bien meramente la transmite temporalmente.

Podríamos emplear como comparación la programación radial,


y el radio como maquina o como hardware en sí mismo:
el radio no produce la programación radial,
simplemente la capta, la sintoniza, la decodifica,
la amplifica y después la proyecta.
De la misma manera la tradición budista, como muchas
tradiciones espirituales, y quizá este es el elemento que define
precisamente esa condición, afirma que aquello que nos anima
es una condición distinta a la corporal pero que emplea
temporalmente el cuerpo para manifestarse en un plano, en un
universo, en un mundo en particular de experiencia o de
existencia.

Así, esta tradición define a la conciencia como un flujo de


eterna continuidad de experiencia, una especie de energía
lucida o consciente que no se crea, no se destruye, sólo se
transforma.

Desde esta perspectiva, la tradición budista no contempla la


muerte como un fin absoluto (es decir, como desaparición y
desorganización de la conciencia y, por lo tanto, de la vida),
contempla la muerte como una transición entre una forma de
vida y otra.

Dado el hecho de que la tradición budista contempla la muerte


como un estado de transición entre una forma de vida y otra,
también equipara o reconoce en el tránsito del morir patrones
por los que nosotros transitamos durante este entre-estado
natural que es la vida.

Por ejemplo, el entre-estado de transición entre la vigilia y el


sueño profundo sin sueños y la transición entre el sueño
profundo sin sueños y el estado de sueño onírico, y después la
transición de vuelta del sueño onírico al sueño profundo y del
sueño profundo al estado de vigilia.

Así entonces se contempla la muerte a esas transiciones, y por


lo tanto se afirma, que podemos experimentar la experiencia
onírica, es decir, los sueños, de dos diferentes maneras:
 podemos hacerlo inconscientes del
hecho de que estamos soñando, y por lo
tanto presas y controlados por el
contenido del sueño al que
equívocamente le proyectamos realidad
objetiva
 podemos "despertar dentro del sueño",
hacernos lúcidos en éste y controlar las
apariencias del sueño y, por lo tanto,
liberarte de la tiranía que ordinariamente
ejercen sobre de ti al reconocer su
naturaleza ilusoria, esto es, reconocer
que los sueños no existen
independientes al acto de soñar
De la misma manera, esta tradición contempla que la muerte es
muy similar al tránsito del soñar.

Por lo tanto, podemos transitar el período de morir


inconscientes de su naturaleza ilusoria y controlados por sus
apariencias, o en contraste, podemos despertar a hacernos
lúcidos en ese tránsito y tener injerencia en el mismo.

De tal manera que nosotros podemos impulsar a nuestra


conciencia hacia un renacimiento particular, que sea favorable
para nuestro desarrollo evolutivo, y para esto nos preparamos
durante toda la vida.

Por ejemplo, trabajando con el sueño, de tal manera que lo


transformamos en una experiencia lúcida y consciente,
ejercemos dominio sobre sus apariencias, y así nos
preparamos para este sueño más profundo y más coherente
que es el de morir.

Otra preparación que es importante teniendo en cuenta que


morimos como vivimos es, por ejemplo, la preparación ética,
que tiene como objetivo tratar de vivir nuestras vidas de la
forma más constructiva, positiva y virtuosa posible, dado el
hecho de que estos hábitos, impresiones y tendencias que
depositamos en la continuidad de la conciencia, naturalmente
van a operar como los motores que nos impulsan hacia una
nueva existencia.

Así que si hemos vivido con integridad vamos a morir


simultáneamente con integridad y vamos a toparnos o vernos
expuestos a condiciones muy favorables para nuestro
desarrollo evolutivo en vidas futuras.

Nos preparamos también a través de la meditación discursiva,


imaginando destinos, mundos paralelos, de tal manera que en
el momento que nos vemos expuestos a estas realidades
alternativas las podemos abrazar con naturalidad y no con
temor y ansiedad.

Nos familiarizamos tanto con la mecánica del morir que ésta no


nos toma por sorpresa y no nos genera ansiedad o miedo, y al
mismo tiempo abrimos la mente a muchos distintos destinos en
los que la mente puede experimentar renacimiento.
Nos familiarizamos con diferentes alternativas de vida acordes
a las descripciones que nos aporta la descripción budista.

La tradición budista contempla que nuestra identidad tanto


física como mental no es unitaria, esto es, que nosotros no sólo
tenemos un cuerpo sino que el cuerpo que tenemos o somos
es una colección de componentes transitorios materiales y, en
ese contexto, una colección de cuerpos.

Así, la tradición budista habla en términos de nuestra


corporeidad física de tres diferentes dimensiones:
 El cuerpo groso, que es el cuerpo de
carne y hueso.

 El cuerpo llamado adamantino, que es el


cuerpo de energía sutil que está
compuesto de canales, de puntos de
ensambles energéticos y de cargas
primarias de energía femenina y
masculina.

 Y, finalmente, habla de un cuerpo en


extremo sutil, que es aquel que alberga a
lo largo del vivir corporal a la naturaleza
fundamental de la mente.
Así también la tradición budista habla de tres dimensiones de la
conciencia, dado el hecho de que la conciencia también es una
entidad compuesta, una colección de componentes transitorios
y temporales mentales, una sucesión de instantes o momentos
mentales que se dividen en tres grandes dimensiones:
 La mente grosa, que es la psique, que en
nuestro caso es humana, que opera y
funciona en un vínculo o gran cercanía al
cuerpo físico.

 La mente sutil, que es la que transita de


una vida a otra independiente al cuerpo
físico y donde se depositan las semillas
del karma y la historia de la infinitud de
nuestras vidas, pero que todavía es una
conciencia dualista y aflictiva y está
vinculada al cuerpo adamantino.

 La mente en extremo sutil, que es la


naturaleza esencial de la conciencia que
está vinculada temporalmente mientras
vivimos al cuerpo en extremo sutil,
llamado el de "la gota indestructible".

Pero cuando transitamos por el morir, se


separa definitivamente de éste. Esta una
mente que no es afectada, que no está
influenciad por nuestras aflicciones
mentales y emocionales.
Es una mente que no es dualista, pues
su naturaleza fundamental es pura y
despierta a pesar del hecho de que
nosotros no la hemos hecho funcional y
consciente a lo lago de la vida.

Sin embargo, ésa es nuestra naturaleza.


Durante la vida y particularmente en el tránsito de morir,
transitamos constantemente entre diferentes estados de
conciencia en donde operan por momentos la conciencia grosa,
que es la habitual en nosotros, por momentos la conciencia sutil
y por momentos la conciencia en extremo sutil.

Por ejemplo, cuando te ves expuesto a una sorpresa o un


susto, cuando bostezas, estornudas o suspiras, o cuando
arribas al pico del orgasmo, la conciencia grosa experimenta
una temporal discontinuidad y aparecen estas conciencias más
sutiles, en el trance entre el estado de vigilia y el dormir, pero el
momento en donde esas transiciones se manifiestan con
particular intensidad es naturalmente durante el trance del
morir.

En el trance de morir el cuerpo groso se desorganiza y por lo


tanto deja de sustentar a la conciencia grosa, la cual
experimenta discontinuidad.

Es ahí cuando surge como sistema operativo primario el cuerpo


sutil, el cuerpo de energía y con él la operación de la conciencia
que de éste depende u opera en vínculo con éste que es la
conciencia sutil, y durante el trance de morir ese cuerpo
energético también se desorganiza temporalmente, deja de
sustentar a la conciencia sutil, surge el cuerpo en extremo sutil
y con la conciencia más sutil, que es una que no es aflictiva.

Es en ese momento, por el cual todos los seres dotados de vida


transitan, que tenemos una genuina oportunidad de reconocer
esa naturaleza fundamental que en el estado de vigilia rara vez
florece del todo clara, poderla estabilizar y a través de ese
medio lograr la plenitud, el despertar y la iluminación,
entendiendo ese estado del despertar y la iluminación, como no
otro que aquel en donde esa naturaleza fundamental de la
mente se manifiesta de forma lúcida y funcional.

Si bien esto acontece de forma natural en el transito del morir,


no es fácil reconocer esa naturaleza fundamental, porque a lo
largo de vida y vidas, no hemos generado en buena medida
familiaridad con ésta y cuando la misma surge en nosotros lo
que generalmente acontece es que la impresión es tan
poderosa y tan intensa que, ya sea deseamos atraparla y se
nos escapa, o simplemente nos desmayamos.

Entonces tenemos que trabajar (trabajarnos) a lo largo de la


vida para poder reconocer el instante en que esa mente en su
estado desnudo aparece, y podernos relajar en ella, sin tratar
de atraparla y al mismo tiempo sin desmayarnos, y si logramos
eso, que no es fácil, esa experiencia nos conduciría a la
plenitud, el despertar y la iluminación.
La muerte, nos dice Tony, es una transición entre un sueño y otro sueño, el
reto que tenemos es despertar, no sólo en el transito del morir, sino en la vida
cotidiana:
El Alma me parece como una mariposa infinita de holográficas
alas contenida en un capullo mente-materia-espacio-tiempo,
que desea que su huésped se esfuerce hasta lograr transgredir
los límites impuestos por la naturaleza.

El juego consiste en lograr batir las alas de la percepción para


volar hacia la inmensidad de lo desconocido.

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