Koselleck - Un Texto Fundacional
Koselleck - Un Texto Fundacional
s u m a r i o
Editorial
Nuevos horizontes de innovación intelectual: el devenir histórico
de los conceptos y el sentido de sus diversas culturas políticas... ......................... 3
anthropos 223
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ANÁLISIS TEMÁTICO
Historia de las historias sobre Derecho Natural (siglos XVII y XVIII),
por Salvador Rus Rufino .................................................................................. 168
El lenguaje en imágenes: 1873, España y la República. Un coqueteo a través
de la prensa satírica, por Javier Maestrojuán ................................................... 185
Estrategias discursivas y acción política: el concepto de transición
en el socialismo español (1944-1952), por Gustavo Muñoz ............................. 199
La constricción del espacio público: el concepto de «opinión pública» durante
el franquismo, por Francisco Sevillano ............................................................. 207
Esta revista ha recibido una ayuda de la Dirección General del Libro, Archivos
y Bibliotecas para su difusión en bibliotecas, centros culturales y universidades
de España, para la totalidad de los números editados en el año 2009
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mitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,
electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.
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1. Expresamos aquí nuestro agradecimiento a Javier Fernández Sebastián y a Faustino Oncina por
su tiempo y sus sugerencias en la preparación de este texto.
2. Geschichtliche Grundbegriffe: historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland,
Stuttgart, Klett-Cotta, 1972-1997, 7 vols., más otros dos de índices.
3. Cuando lo hemos considerado necesario, nos hemos permitido añadir algunas notas que aportan
ciertas referencias bibliográficas y precisiones útiles para facilitar al lector la comprensión de determina-
dos términos o pasajes del texto. Hay que entender, por tanto, que todas las notas que acompañan al texto
han sido puestas por el traductor.
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1.1. Por conceptos históricos fundamentales no hay que entender las expresiones específicas
de las ciencias de la historia descritas en manuales y teorías metodológicas [Methodenle-
hren]. Más bien se trata de conceptos-guía del movimiento histórico [geschichtliche Bewe-
gung], el cual, en el transcurso del tiempo, constituye el objeto de la investigación histórica.
Por ello la Historia [Historie] como ciencia remite, de forma obligada, al uso de las palabras
descollantes en cada campo temático. Ninguna investigación histórica debe reducir el trata-
miento de la expresión lingüística y de la autointerpretación de épocas pasadas o presentes a
una simple fase transitoria de dicha investigación. En cierto modo las fuentes lingüísticas de
los periodos tratados en cada caso son en su conjunto una única metáfora de la historia
acontecida [Geschichte],5 acerca de cuyo conocimiento se trata.
Por esa razón el lexicón se limita a aquellas expresiones cuya importancia y cuyo uso permi-
ten comprender estructuras y el contexto de grandes acontecimientos. Por este motivo incluye:
— conceptos constitucionales centrales;
— palabras clave de la organización política, económica y social;
— denominaciones que las ciencias se dan a sí mismas;
— conceptos-guía de movimientos políticos y sus lugares comunes;
— denominaciones de grupos profesionales dominantes y de capas sociales;
— conceptos nucleares teóricamente ambiciosos, también de las ideologías, que estruc-
turan e interpretan el campo de acción [Handlungsraum] y el mundo del trabajo.
Es decir, son los materiales de un campo de investigación que considera el lenguaje
político y social, en especial su terminología, simultáneamente como factores e indicadores
4. «Ernst.—Todo aquello de lo que alcanzo a tener un concepto, puedo exponerlo también con pala-
bras. Falk.—No siempre; y muchas veces, al menos, no de tal manera que los demás reciban, mediante
las palabras, perfectamente el mismo concepto que encierro en ellas.» Gotthold Ephraim Lessing, Escri-
tos Filosóficos y Teológicos, Barcelona, Anthropos, 1990, p. 662.
5. En este punto seguimos la traducción que de Historie y Geschichte ha hecho Antonio Gómez
Ramos del texto de Koselleck historia/Historia, Madrid, Trotta, 2004. Sobre las nociones de historia rela-
tada e historia acontecida, véase la edición de J.L. Villacañas y F. Oncina de la obra de Reinhart Koselleck
y Hans-Georg Gadamer Historia y hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997.
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del movimiento histórico. La selección de estos materiales conlleva cierta arbitrariedad basada
en la naturaleza de la lengua, sus múltiples capas y la diversidad de sus posibilidades de
expresión. También por eso el planteamiento propuesto en este marco descrito a grandes
rasgos se ha limitado y precisado.
1.3. El enfoque heurístico del lexicón se basa en la suposición de que desde mediados del siglo
XVIII se ha producido una profunda transformación de topoi clásicos, de que palabras anti-
guas han obtenido nuevos significados que, según nos acercamos a nuestro presente, ya no
necesitan ninguna traducción. El enfoque heurístico introduce, por así decirlo, un «periodo
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9. Sobre el sentido de la voz Sattelzeit, véase la aclaración del propio Koselleck en una entrevista publica-
da póstumamente por Javier Fernández Sebastián y Juan Francisco Fuentes («Historia conceptual, memoria
e identidad», Revista de Libros, números 111 y 112, 2006). Koselleck insiste en que la conciencia de acelera-
ción histórica provocada en las gentes de la época por el creciente divorcio entre pasado y futuro constituye
«el aspecto crucial de la experiencia moderna del mundo» (Revista de Libros, 112, p. 8; véanse también
algunas sugerencias sobre posibles traducciones españolas del término Sattelzeit: ibíd., p. 10, nota 3).
10. Juego de palabras de Koselleck. En alemán Modernidad/Edad Moderna [Neuzeit] y nueva época
[neue Zeit] son, como se puede ver, expresiones semejantes.
11. Wolfang Stammler (1886-1965), especializado en historia de la literatura alemana. Entre sus
obras destaca el Reallexikon der deutschen Literaturgeschichte, Berlín, Walter de Gruyter, 1958-1984, que
comenzó a escribir en colaboración con Paul Merker.
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12. Rolf Engelsing propone la teoría de una revolución en los hábitos de lectura (Leserevolution)
durante el siglo XVIII en su obra Der Bürger als Leser: Lesergeschichte in Deutschland 1500-1800, Stutt-
gart, J.B. Metzlersche Verlagsvuchhandlung, 1974.
13. Véase nota 6.
14. Juego de palabras utilizado desde sectores conservadores para criticar los supuestos abusos de la
libertad de prensa entre Pressfreiheit (libertad de prensa) y Pressfrechheit, literalmente prensa descarada,
sin vergüenza. Hemos preferido «libertina» para conservar en la traducción el parecido existente entre
las expresiones alemanas en perjuicio de una mayor literalidad.
15. Estamento, Stand en alemán, también significa, por ejemplo, en el ámbito de la economía, cate-
goría socioprofesional.
16. Véase el capítulo «Modernidad. Sobre la semántica de los conceptos modernos de movimiento»,
en R. Koselleck, Futuro pasado, Barcelona, Paidós, 1993, pp. 324 ss.
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ámbito lingüístico alemán se impone de forma vacilante, pero con la misma pretensión de ser
la única constitución legítima. De nuevo esto tiene como consecuencia que «aristocracia» o
«monarquía», como formas de gobierno, ya no sean conceptos contrarios [Gegenbegriffe] teó-
ricos, sino que «democracia» tendrá que identificarse mediante calificaciones variables en
función de cómo se vincule con el liberalismo, el cesarismo, el socialismo etc.
Aparecen numerosos -ismos, promotores e indicadores de un proceso que se desarrolla
con distinta rapidez en las distintas capas sin que los -ismos lleguen en algún momento a
poder registrar la totalidad. Líneas de fuga de la filosofía de la historia impregnan todo el
vocabulario. De este modo se separa, por ejemplo, «emancipación» del ritmo natural, deter-
minado por la generación, y amplía el significado jurídico de alcanzar la mayoría de edad,
referido a las personas, que tenía originalmente, al de la disolución de los privilegios esta-
mentales para finalmente ser un concepto general de futuro [Zukunfstbegriff], que se puede
dotar de distintos significados y que promete no sólo la abolición del poder estamental de
carácter personal, sino la de todo «poder/dominación» [Herrschaft überhaupt]. El mismo
concepto de «poder/dominación» adquiere, en tanto en cuanto su carácter personal es asu-
mido por instituciones administrativas, un ambiguo significado metafórico, que continúa
alimentándose de la antigua antítesis de «señor y siervo».
Por otro lado, se van a definir palabras como, en primer lugar, «constitución» [constitu-
tion] de Vattel, que recogen el coeficiente de modificación de la transformación en ciernes
en el concepto constitucional mismo. Para Friedrich Schlegel «democracia» es un título de
legitimidad de toda constitución futura precisamente por su carácter irrealizable. O «au-
mento de las necesidades» [Bedürfnissteigerung] que, aproximadamente desde 1780, será un
componente temporal de la hasta entonces concebida estáticamente «necesidad».
Finalmente aparecen expresiones que articulan el tiempo histórico mismo. El «desarro-
llo» entendido reflexivamente, el «progreso» ilimitado, la «historia por antonomasia» [Ges-
chichte schlechthin], que es al mismo tiempo su propio sujeto y objeto, la «revolución», que
se separa de la circularidad de su sentido anterior y se convierte en un concepto general de
movimiento dotado de metas flexibles. Todos estos nuevos conceptos se caracterizan por
determinaciones temporales, que vinculan experiencias y significados procesuales.
1.3.3. Otro criterio que estructura el espacio de la incipiente Modernidad es la aparición de la
ideologización [Ideologisierbarkeit] de muchas expresiones. La experiencia de la Modernidad
se caracteriza por la pérdida de la estructuración aceptada de realidades sociales tenidas por
evidentes y de sus denominaciones. Por eso aumenta el grado de abstracción de muchos con-
ceptos que ya no son capaces de reflejar el cambio de los acontecimientos o la transformación
de las estructuras sociales; o quizá sólo lo serán en el proceso de una abstracción creciente.
Desde entonces se acumulan los singulares colectivos: de las «historias» concretas a la «histo-
ria en sí» [Geschichte an sich], de los progresos referidos a casos concretos al «progreso mis-
mo», de las libertades de los privilegios estamentales a la «libertad» común a todos, que desde
entonces siempre debe determinarse con epítetos nuevos («social»; «económica»; en un senti-
do antiguo y también nuevo «cristiana», «política», etc.) para obtener un sentido concreto.
Estos singulares colectivos, caracterizados por su peculiar generalidad y pluralidad de
significados, son aptos para su conversión en fórmulas vacías y ciegas, que en función de los
intereses y de la clase a la que pertenece el orador pueden utilizarse de formas distintas y
opuestas. Desde entonces muchos conceptos pueden ideologizarse económica, teológica,
políticamente, desde la filosofía de la historia o de cualquier otro modo en función de la pers-
pectiva de los implicados. Estos procesos, comprensibles mediante la historia de los concep-
tos, atestiguan una transformación estructural: la progresiva separación de círculos vitales
[Lebenskreise] abarcables de relativa duración, a la vez que el aumento del grado de abstrac-
ción de los conceptos —aun a costa de su ideologización— abre nuevos horizontes de expe-
riencia posible. El grado óptimo de una constitución se mide en función de las etapas de la
Revolución francesa, las cuales sólo pueden alcanzarse históricamente. La historicidad y la
ideologización se vinculan mutuamente y transforman numerosos conceptos en fórmulas
tipo cuya evidencia depende de un punto de vista partidista.
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17. Jacob y Wilhelm Grimm, Deutsches Wörterbuch, Munich, Deutscher Taschenbuch, 1999. Los
cuatro primeros volúmenes fueron escritos por los hermanos Grimm entre 1852 y 1858 y el resto com-
pletados posteriormente.
18. Trübner Deutsches Wörterbuch. A. Götze y W. Mitzka, eds., Berlín, De Gruyter, 1939-1957, 8 vols.
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aquí tratados se encuentran muchas demostraciones nuevas, con frecuencia también prue-
bas inéditas o procesos de traducción del latín, francés o inglés. Las numerosas citas y refe-
rencias bibliográficas hacen del lexicón una obra de consulta. En este sentido la historia
conceptual de este lexicón sirve de ayuda a las ciencias sociales y lingüísticas.
1.4.2. En segundo lugar, aparte de una recopilación de datos como la indicada, se tratará el
proceso de transformación hacia la modernidad en correspondencia con nuestro enfoque
heurístico. En este punto se encuentra la contribución histórica específica del lexicón y lo
que diferencia el presente diccionario de empresas filosóficas o filológicas similares. La his-
toria de los conceptos va más allá de una sistematización o adición de datos históricos de
fuentes. Más bien es un acercamiento interpretativo a la experiencia plasmada en los con-
ceptos, y descifra, en la medida de lo posible, las pretensiones teóricas contenidas en los
conceptos. Literalmente se pregunta por la evidencia de la transformación que se produce
en esa época, cómo se ha articulado lingüísticamente en los conceptos.
1.4.3. De este modo se posibilita, en tercer lugar, un control semántico de nuestro actual uso
lingüístico. Se pueden examinar mejor transferencias involuntarias o deliberadas de senti-
dos actuales a significados pretéritos de las palabras. Se aclarará el trasfondo histórico del
significado de palabras clave y expresiones hoy en día habituales. Las definiciones ya no
tendrán que ser ahistóricas o abstractas debido al desconocimiento de su origen histórico;
pueden incluir la riqueza o pobreza heredada en el significado de los conceptos. El efecto de
extrañamiento que provoca la experiencia pasada podrá servir entonces para la conciencia-
ción del presente, que de la clarificación de la historia lleva a la aclaración de la política.
2. Método
La investigación histórica conceptual y la semántica han dado lugar en las últimas décadas
a una serie de nuevas cuestiones y métodos tanto en Alemania como en el extranjero. El
presente lexicón ha recogido propuestas de la lingüística y de la historia de la terminología.
Sin embargo, se basa en un método histórico más desarrollado a fin de hacer fructífera la
historia de los conceptos para las ciencias sociales e históricas. En este sentido esta historia
de los conceptos no reivindica ser una disciplina de las ciencias históricas completamente
autónoma. El método histórico conceptual se deduce del objetivo propuesto. Este método
no tiene como objetivo una historia de las palabras ni una historia de los acontecimientos o
factual, ni tampoco una historia de las ideas o de los problemas. Simplemente se sirve de su
ayuda.19 En primer lugar es:
19. Véase a este respecto la introducción de José Luis Villacañas y Faustino Oncina en Historia y
hermenéutica, Barcelona, Paidós, 1997.
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cepto recibe así su punto de referencia concreto. No siempre, o pocas veces, puede derivarse
exclusivamente de la palabra misma un contenido polémico. Piénsese, por ejemplo, en el ciu-
dadano (de una ciudad) en torno a 1700, en el ciudadano (de un Estado) en torno a 1800 y en
el ciudadano/burgués (= no proletario) en torno a 1900. De la palabra «ciudadano» en sí mis-
ma no se sigue la clasificación del concepto como estamental, político o —como ocurre con el
«burgués»— social. Por el contrario, hay conceptos que se mantienen en cierto modo neutrales
con independencia de los contextos políticos. Precisamente el mundo conceptual del Antiguo
Régimen, cuya disolución investigamos, posee muchos de ellos.
Por eso también se formulará la pregunta sobre el alcance social de un concepto: ¿Qué
terminología es específica de un estrato? ¿Qué conceptos son característicos de determina-
dos estamentos, clases, sociedades, iglesias, sectas etc.? Las definiciones de «campesino»
[Bauer] proceden casi en su totalidad de estamentos superiores; esto ya no es válido para el
«agricultor» [Landwirt] o «granjero» [Ökonomen], que definiéndose a sí mismos aspiran a
alcanzar una nueva posición social. De este modo se investigará la fuerza de vinculación, de
creación o de ruptura de las palabras y conceptos. Con el análisis de estos fenómenos la
historia conceptual se acerca directamente a la historia social.
Preguntarse por el significado de las palabras y su contenido social o político, por las
intenciones que hay detrás, todo eso puede hacerse, incluso en cuestiones especializadas,
con la metodología histórico-filológica tradicional. Las palabras se leen en su antiguo con-
texto social y político, la relación entre palabra y estado de cosas se interpreta, el resultado
conceptual se define.
2.2. Ahora bien, este procedimiento incluye una retraducción de antiguos contenidos de pala-
bras a nuestra comprensión lingüística actual. Todo análisis de palabras o conceptos lleva de
una averiguación de significados antiguos a una fijación de estos significados para nosotros.
La historia de los conceptos reflexiona metodológicamente sobre este proceso. Pero sólo a
través del principio diacrónico la suma de análisis concretos de conceptos se transforma, de
una recopilación de datos históricos, en una historia de los conceptos. Los distintos análisis
históricos del concepto se agrupan en la historia del concepto en la medida en que aquéllos son
desligados de sus contextos en la segunda fase de la investigación, realizando un seguimiento
de sus significados a través del tiempo, para después clasificarlos relacionando los unos con los
otros. Es en este nivel en el que el método histórico-filológico es superado mediante la historia
de los conceptos. Sólo así pueden, por ejemplo, observarse la duración social de un significado
y las estructuras correspondientes. Las palabras que se han conservado no son en sí mismas un
indicio suficiente de situaciones que se han mantenido igual. Es la estructuración diacrónica
de un concepto la que permite deducir modificaciones estructurales a largo plazo. De este
modo, por ejemplo, la larvada y lenta transformación de significado de la societas civilis en la
«sociedad civil» [bürgerliche Gesellschaft], que finalmente y de forma consciente se concibe
como separada del Estado, es un conocimiento histórico-social relevante que sólo puede lo-
grarse en el nivel de reflexión de la historia de los conceptos.
No obstante, la cuestión relativa a estratos temporales y estructuras sociales no se
responde sólo diacrónicamente. Sólo el objetivo que subyace a toda historia de los concep-
tos de descubrir simultáneamente la duración y la transformación histórica, hace posible
observar el desequilibrio entre los significados de las palabras que pueden enumerarse
cronológicamente y la pretensión sistematizadora de un concepto histórico. Sólo entonces
pueden ser visibles los desplazamientos que surgen entre antiguos significados de palabras,
referidos a situaciones que desaparecen, y nuevos contenidos de las mismas palabras. Así
pueden tenerse en cuenta los significados excedentes [Bedeutungsüberhänge], a los que ya
no se corresponde ninguna realidad, o realidades que se vislumbran entre los conceptos,
cuyo significado permanece ignoto. Sólo puede captarse diacrónicamente cómo un con-
cepto religioso pasa a ser social, qué estrato de significado de «federación/alianza» [Bund]
es válido, o cómo títulos jurídicos se trasforman en conceptos políticos para finalmente
aparecer en el lenguaje científico y en la propaganda, lo que sucede, por ejemplo, en el
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2.3. El predominio del interés por la historicidad de los conceptos fundamentales tratados
diferencia el método utilizado aquí de los enfoques de la lingüística moderna, especialmente
de la lingüística estructuralista. Aun cuando se trabaje por un acercamiento en el futuro,
nuestra idea central permanecerá en el ámbito de la historia de la estructura social. Se trata
la relación entre «palabra» y «hecho», el concepto se estudia en su función político-social y
no en la lingüística. No obstante, se utilizarán enfoques lingüísticos.
La perspectiva semasiológica, que tiene en cuenta todos los significados de un término,
se limitará a los sectores que cubren las estructuras políticas y sociales y sus modificaciones.
Es decir, nunca se medirá la totalidad del campo de significado de una palabra. Los signifi-
cados secundarios poco importantes para nuestra investigación se ignorarán.
Por otro lado, también se evitará el extremo opuesto, es decir, buscar en situaciones
dadas o en cuestiones problemáticas todos los significados de todos los vocablos que existen
o surgen. La perspectiva onomasiológica, que considera todas las designaciones referidas a
un estado de cosas determinado, sólo se tendrá en cuenta en la medida en que designaciones
relacionadas y sinónimos proporcionen indicios de la multiplicidad histórica, o en la medi-
da en que como designaciones nuevas que se imponen los proporcionen acerca de cambios
sociales y políticos. Aun cuando el estudio semasiológico tiene una primacía de carácter
técnico, debido a que se llega a los conceptos desde las palabras que los contienen, el estudio
onomasiológico pasa a veces a primer plano porque se busca la transformación de estructu-
ras históricas, es decir, de contenidos extralingüísticos, en el medio lingüístico.
Aun cuando ocasionalmente nuestras interpretaciones históricas se apoyan en enume-
raciones de ejemplos, perseguir la completud estadística sobrepasa las condiciones financie-
ras y personales del lexicón. Para investigar los conceptos que se refieren a estados de cosas
sociales y políticos y a su transformación, se registran tanto los estratos de significado de una
misma palabra como los procesos de denominación mediante diferentes palabras.
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Todos los estados de cosas, diversos en sí mismos, junto con su propia terminología, son apre-
hendidos por la palabra «Estado», referidos a su concepto. Es decir, los conceptos son concen-
trados de muchos contenidos significativos. Las significaciones de las palabras y lo mentado
pueden pensarse de forma separada. En el concepto, la significación y lo mentado coinci-
den en tanto que la diversidad de la realidad histórica pasa a formar parte de la polisemia
de una palabra de tal forma que aquélla sólo recibe su sentido, es comprendida, en esa palabra.
Una palabra contiene posibilidades significativas, el concepto unifica en sí el conjunto de sig-
nificados. Por consiguiente, un concepto puede ser claro, pero tiene que ser polisémico. Agavi-
lla la diversidad de la experiencia histórica y una suma de referencias objetivas teóricas y
prácticas en una relación, que como tal sólo está dada y es realmente experimentable mediante
el concepto. Formulado de forma exagerada: los significados de las palabras pueden determi-
narse exactamente mediante definiciones, los conceptos sólo pueden ser interpretados.
Mediante el ejemplo del concepto «Estado» también puede explicarse nuestro uso de la
expresión «terminología». «Justicia» es un concepto; por el contrario, «jurisprudencia» es
un término de referencia objetiva. Dicho claramente: el lexicón no se construye a partir de
palabras escogidas arbitrariamente, sino a partir de la terminología política y social. Un
término reúne en sí las características de un estado de cosas previamente dado, su significa-
do puede definirse, si bien también de otras formas, atendiendo al hecho o a la perspectiva
teórica. Sólo hay un concepto cuando, más allá de su simple función descriptiva, los respec-
tivos significados de términos individuales que describen un mismo estado de cosas se agru-
pan y se reflexiona sobre ellos en su contexto.
En la historia de un concepto no sólo un significado de la palabra desplaza a otro, sino
que todo el complejo que pasó a formar parte de la palabra se modifica en su combinación y
referencia. Una historia de los conceptos siempre alberga el proceso de muchos componen-
tes. Todos los conceptos en los que se agrupa semióticamente un proceso completo escapan a la
definición; sólo puede definirse lo que no tiene historia (Nietzsche).
2.5. Que la historia se deposita en determinados conceptos y que precisamente llega a ser histo-
ria mediante ellos tal y cómo ésta se entiende es la premisa teórica del método histórico aquí
utilizado. En este sentido nuestro proyecto no se encuentra sólo entre una historia de las pala-
bras, a la que no permanecería unida, y una historia factual, que no querría producir. Interpreta
la historia a través de sus respectivos conceptos así como entiende los conceptos históricamen-
te: la historia de los conceptos tiene como tema la convergencia de concepto e historia.
Esta convergencia no se entenderá como identidad de concepto e historia ni se tratará
superficialmente en tal sentido. Se rompe el ingenuo argumento circular que va de la pala-
bra al estado de cosas y viceversa. Entre ambos existe una tensión que tan pronto es supera-
da como surge de nuevo o bien parece insoluble. La transformación del significado de la
palabra y la transformación del objeto, el cambio de la situación y la presión hacia nuevas
denominaciones se relacionan en cada ocasión de diferente manera. En el punto de intersec-
ción del conjunto de procesos históricos hay en cada caso un concepto. Piénsese, por ejem-
plo, en la historia institucional de la «secularización» y en la correspondiente historia de la
expresión, que excede a la primera.
Por eso nuestro método oscila continuamente entre planteamientos semasiológicos y
onomasiológicos, así como entre los relativos a la historia del espíritu y a la historia factual:
todos son necesarios para captar el contenido histórico de un concepto. Es posible que falte
un concepto adecuado y que se esté buscando a tientas; puede estar disponible desde hace
mucho tiempo, pero ya no ser válido; aparecen nuevas palabras, se acumulan construccio-
nes léxicas mediante el uso de guiones (por ejemplo social-democracia) porque nuevas ex-
periencias o expectativas pretenden ser formuladas. Justamente la insuficiencia de determi-
nados conceptos en relación con determinados acontecimientos o situaciones se hace per-
ceptible lingüísticamente, como demuestra el caso del lento y pesado debate constitucional
del antiguo Imperio alemán a principios de la Modernidad. La falta de adecuación, el palide-
cer de ciertas palabras o su recarga semántica abren un horizonte de expectativas para acu-
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ñaciones lingüísticas que finalmente vienen a llenar ese hueco: hay un nuevo concepto en
torno a 1800 para el Imperio en desintegración, «Estado federal».
Por tanto, nuestro método no elabora ningún estado de cosas a partir de fuentes lingüís-
ticas dadas. Del mismo modo, tampoco se limita a las declaraciones de intelectuales coetá-
neos. Evita la historia del espíritu [Geistesgeschichte]20 como una historia de las ideas y tam-
bién la historia especular [Reflexhistorie] entendida como el reflejo de procesos materiales.21
Más bien aborda la experiencia contenida en los conceptos y la teoría que hay en cada uno de
ellos, es decir, cubre aquellas premisas capaces de ser teorías cuya transformación tratamos.
En la práctica hay numerosos hechos o modos de comportamiento que aparecen antes de su
denominación lingüística, como aquellas que sólo mediante su captación lingüística se con-
virtieron en fenómenos históricos. La captación lingüística apunta en ambas ocasiones a
procesos que se encuentran más allá del movimiento lingüístico, pero que sólo pueden asu-
mirse y comprenderse una vez que se ha tratado la transformación misma del concepto.
Esto es lo que esta historia de los conceptos busca conseguir. Es decir, remite a la transfor-
mación estructural de la historia —en este sentido es una ayuda para las ciencias sociales—,
pero sólo en el ámbito de los conceptos —en este sentido se basa en su propia teoría. Ambos
aspectos se destacarán o enfatizarán de diferente manera en los distintos artículos.
3. Fuentes
Del mismo modo que no se seguirán todas las pautas metodológicas mencionadas en todas
las voces, tampoco servirán para cada uno de los artículos todos los tipos de fuentes. Por
supuesto las fuentes utilizadas dependen de la voz en cuestión. Pueden proceder de cual-
quier ámbito de la vida y de las ciencias, siempre y cuando hayan sido importantes para la
terminología política y social. Especialmente en el caso de los conceptos fundamentales,
textos teológicos o jurídicos, económicos o de las ciencias naturales pueden ser más relevan-
tes que, por ejemplo, los propios de la historiografía.
En sentido formal nuestras fuentes se clasifican en tres grupos:
3.1. La lectura de escritores representativos forma parte de todos los artículos. Es el nivel de
los «clásicos» —a menudo citados por las obras completas—, de los filósofos, economistas,
juristas, en definitiva, de los autores de manuales o de poetas y teólogos.
3.3. En tercer lugar, en cada artículo se ha incluido la lectura mínima de los grandes diccio-
narios. En cualquier caso, también en el caso de resultados negativos, se ha consultado el
campo de los léxicos y enciclopedias que ya forman parte de la historia. En este nivel se ha
recogido el conocimiento y la autocomprensión de las distintas generaciones, primero de los
eruditos, después del mundo culto, finalmente del público al alcance de la publicística. La
comprensión de la diferencia entre los tres niveles o tipos de fuentes siempre es reveladora
en lo relativo a la formación de conceptos y a sus efectos.
3.4. Con frecuencia las citas son completas con el fin de permitir comprobar la interpreta-
ción que nuestra historia de los conceptos hace a partir de un conjunto de pruebas. Las citas
de fuentes alemanas hasta 1700 se citarán según la grafía original. Las posteriores se mo-
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dernizarán, especialmente porque no todas las fuentes originales estaban disponibles. Sólo
en los casos en que la grafía particular de una palabra permita precisar su historia concep-
tual —como en el caso de «social-democracia», que se convierte en «socialdemocracia», o
como con Race, que pasa a ser «Rasse»—22 se mantiene la grafía fiel a la fuente.
4. Estructura y presentación
4.1. El lexicón está ordenado alfabéticamente. Una clasificación sistemática o una agrupación
de conceptos por temas como, por ejemplo, política, economía etc., o por dimensiones tempo-
rales, como por ejemplo conceptos tradicionales, conceptos que se transforman para abarcar
una totalidad y neologismos, es impracticable en función de nuestro planteamiento. Cada una
de estas clasificaciones constituye un esquema interpretativo que no puede sostenerse.
Por ejemplo, la serie compuesta por los conceptos «tiranía», «despotismo», «dictadura»,
«cesarismo» y «fascismo» puede que sea reveladora desde el punto de vista de la historia fac-
tual, pero sistematizaría la historia de un modo que no puede presuponerse a partir de los
conceptos. O conceptos que hoy en día se asignan a distintos campos como «Estado» y «socie-
dad burguesa/civil» o «Estado» y «estamento», que antes podían, pero no exclusivamente,
significar lo mismo. Tampoco la tradición que contiene un concepto coincide con la de otros
de modo tan exacto que la disposición de la profundidad temporal de significados que se
mantienen iguales pudiese dar un denominador común. Sólo neologismos puros podrían or-
denarse según este principio. Cada clasificación de este tipo violenta en consecuencia la histo-
ria de al menos algunos conceptos. Sólo la neutralidad del alfabeto ofrece la oportunidad de
proceder con toda la elasticidad y adecuación necesarias al devenir histórico.
4.2. Sin embargo a menudo en un artículo deben tratarse de forma conjunta grupos de voces.
No es posible averiguar la importancia del concepto tratado en la estructura social o en la
confrontación política sin incluir conceptos paralelos o antónimos, sin ordenar recíproca-
mente conceptos generales y específicos, sin registrar los solapamientos de dos expresiones.
Las coincidencias, los significados excedentes y los desprendimientos de significaciones sólo
pueden investigarse si simultáneamente se mencionan en un artículo grupos de palabras
como, por ejemplo, «unión» [Einung], «liga y unión» [Liga, Union] en el artículo «federa-
ción, alianza» [Bund, Bundnis].
Palabras distintas cuyos significados convergen casi completamente —como Historia
[Historie] e historia [Geschichte]23 en el siglo XIX— sólo pueden investigarse de forma conjunta.
O palabras en principio de distintos campos conceptuales pueden encontrarse y convertirse en
conceptos paralelos que se alternan, como «revolución» y «guerra civil». En ocasiones inter-
cambiables, pueden convertirse también en conceptos contrarios, lo que exige considerarlos
conjuntamente. O una palabra puede dividirse en distintos conceptos. La germanización de la
palabra «Estado» (status, état) impulsó la separación de su significado puramente estamental.
Sólo después, a finales del siglo XVIII, «Estado» se convirtió en un concepto central y desde
entonces «Estado» y «estamento» —al principio unidos en la palabra «status» — pueden inclu-
so convertirse en conceptos contrastables [Kontrastbegriffe]. En consecuencia, «estamento»
aparece tanto en el artículo «Estado» como en el artículo «estamento y clase», los cuales, de
acuerdo con nuestra hipótesis, pertenecen a un periodo bisagra [Sattelzeit].24
El que un concepto pueda definirse como concepto fundamental depende en última
instancia del conjunto de la estructura lingüística. Sin embargo, el conjunto de la terminolo-
gía sociopolítica resulta tan inabarcable como irreproducible el pasado in toto. Para deter-
minar qué es un concepto fundamental ha de plantearse la pregunta —en el fondo el proble-
22. Raza en alemán. En español no se produce una evolución semejante respecto del término «raza».
23. Véase nota 5.
24. Véase nota 9.
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4.3. En consecuencia la extensión de los artículos varía. En función de la riqueza del concep-
to cada uno ocupa, sin tomar en cuenta las excepciones, de 20 a 60 páginas. Por ese motivo
se pidió a muchos autores que restringiesen la extensión del trabajo, restricción que conlleva
un fuerte desequilibrio con respecto al trabajo previo realizado y a la cantidad de datos
recopilados. Dado que aquí la completud también es imposible, se aceptó la primacía de la
restricción metodológica descrita lo que, en cualquier caso, tiene la ventaja de que aún se
esperan algunas monografías que excederán el contenido de los artículos.
4.4. Básicamente todos los artículos se dividen en tres partes: una parte preliminar, que abor-
da la historia de la palabra y del concepto hasta inicios de la Modernidad; la parte principal,
que tematiza el desarrollo de los conceptos modernos; y una panorámica, que se refiere al
uso lingüístico actual. Desde luego, según el concepto concreto la división y el peso de estas
tres partes es distinta.
La parte preliminar se centra en la antigüedad —por ejemplo, el concepto aristotélico o el
romano clásico—, en la tradición eclesiástica, en el humanismo, en la historia de términos
franceses o alemanes. Las referencias histórico-factuales se intercalan de forma natural. De
este modo siempre se evitará la excesiva estilización de un presunto mundo alternativo provo-
cada por una simplificación del pasado. A menudo se observa que algunos contenidos concep-
tuales de estas «prehistorias» llegan hasta bien entrado el siglo XIX y XX. Entonces ofrecen la
base o plantean cuestiones estructurales a partir de las cuales los contenidos de experiencia
modernos, que se tratan en la parte principal, pueden deducirse más claramente.
En la parte principal se complementan —según nuestro método— análisis transversales
sincrónicos y determinaciones diacrónicas, relativas a la profundidad temporal. Precisa-
mente el esquema cambiante aclara la historia de un concepto, que nunca puede reducirse a
un significado original fijo. La exposición sigue la sucesión histórica, a guisa de hilo conduc-
tor: la duración, la mutación y la novedad sólo pueden captarse cronológicamente y de este
modo interpretarse históricamente. La historia de los conceptos es, en sentido estricto, «his-
toria temporal» de los conceptos.
De este modo puede que también resuene en nuestra época, a la que se refiere la panorá-
mica, la pretensión histórico-crítica de nuestra historia de los conceptos. Sin embargo, una
investigación expresa del uso actual del lenguaje, caracterizado por la rapidez de su transfor-
mación y por sus neologismos universales, modificaría el método y excedería la extensión de la
obra. El lexicón constituye un trabajo previo general para una semántica política del presente.