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Una Cosa Es Una Cosa - CT-N2 - ALDANA, F - INSTAL.
Una Cosa Es Una Cosa - CT-N2 - ALDANA, F - INSTAL.
Por alguna extraña razón los objetos que viven con nosotros –porque los objetos tienen
vida propia, la vida que les damos – nos develan los panoramas, las travesías vividas a galope o a
paso firme, la contundente eficacia de una post muerte. Los objetos establecidos en su estado
natural de cosa (libres del cientificismo), que nos narran, que nos desnudan, que nos absuelven,
que nos delatan; aquellas cosas de la “cosidad” que el inefable de Heidegger (2009) pensaba
como origen de nuestras posibilidades para sustraer un algo universal que dada su condición
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primera definen nuestro “estar aquí”, y por ende sustentan su fundamento en el espacio y el
tiempo. Y es que estamos aquí transitoriamente, conjugando nuestra fugacidad en las cosas que
nos rodean.
“Traslación aquí, en seguida, en el centro, a un lado, cerquita a él, a ella, muy lejos, más
lejos, muchísimo más lejos, lejísimo, aquí la bolsa, aquí el bolso, aquí la tula, aquí la caja,
aquí la bolsa y encima el bolso, a un lado la caja, en la esquina el bolso, en el centro las
bolsas de papel y cerquita la caja, vaciamiento, dispersión, todo se vacía, todo sale, todo se
dispersa se riega, se mezcla, se detiene, se cuadran uno tras otro indiferentemente,
enmarcan un espacio que se envuelve, se separan por grupos uno al lado del otro, grupos
comunes (…) porque se necesitan el uno al otro como la crema y el cepillo (…) los
pañuelos solos, la colcha sola, los cubiertos solos, la bolsa sola, los lápices solos, los
vestidos solos, los colores solos, la cebolla sola, la zanahoria sola, todas las cosas están
solas…” (Rodríguez: 1990)
De aquella traslación, de ese repetir una y otra vez la acción de resignificar sus cosas, de
alterar esa condición de “objeto” signado por la nomenclatura colonial de la razón, es que se va
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instalando este desfile disidente y desorganizado de “cosas solas” con cierta arbitraria simetría,
como una secreta ironía al sistema consumista de los momentos, o de aquello que bien señalaba
Bourriaud (2008) en su Estética Relacional: “el sujeto ideal de la sociedad de figurantes estaría
entonces reducido a la condición de mero consumidor de tiempo y de espacio. Porque lo que no
se puede comercializar está destinado a desaparecer” y porque en ese inmanente destino, la
performancera irrumpe instalando al espectador como un objeto participante desde su precaria
condición de figurante, es decir que se apela al sentido crítico de un espectador que habrá de
cuestionar el sentido irresuelto de esa suerte de perfo-instalaciòn, de la utilidad esencial de las
cosas que nos rodean. De aquella metáfora de la Colombia plagada de violencia donde la muerte
es una cosa más que reclama su derecho de pertenencia. Se podría pensar entonces que esta es
una instalación total desde lo que Ilya Kabakov (2014) resuelve en su Instalación Total desde esa
intervención de un espectador embargado en un medio insospechado para él, con objetos
relacionados a él y por ende también conformante.
El tiempo tiene una cualidad simbólica durante la acción performàtica, que la absorbe a
Hincapié ocho horas de una repetición anti sistémica durante dieciocho días, diría, que se nutre
de esa amalgama de repetición creativa que reconstruye las acciones de la artista en el espacio,
en lo que para Diana Taylor (2012) se presenta como una repetición en múltiples circuitos hasta
desgastar su fuerza política y recomenzar. Así las cosas, libres de su “objetualidad” se van
instalando como dentro de una cartografía histórica vivencial de la performancera que testimonia
su soledad, su resistencia al consumismo visceral de esa soledad, y a la condición innata de la
artista de trascender el hecho anecdótico de las cosas, en trascendencia del instante, como un
alegato social a un contexto socio político colombiano de asesinatos, magnicidios, narcotráfico y
violencia política que marcaron crudamente a su generación en los 90, década demasiado
compleja para una sociedad latinoamericana que tuvo en sus artistas y activistas a sus más
vehementes cuestionadores.
María Teresa Hincapié es una artista cuyo devenir en los estudios y la práctica del
performance tuvo en ella el valor casi apostólico. Nacida en la Armenia colombiana en 1956,
formada académicamente en el arte dramático desde el teatro antropológico de Eugenio Barba,
de la mano del director Juan Monsalve , su accionar poético de un potente contenido simbólico
social que relacionaba sus intervenciones desde el cuerpo como un ente que genera
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Finalmente, pensar en el arte acción desde el legado de María Teresa Hincapié, es asumir
una forma de compromiso con uno mismo en el sentido de pertenecía a una sociedad, es indagar
las posibilidades creativas hasta extenuarlas, es poetizar los acontecimientos, ser un espíritu
indomable con una voz crítica de acción para su país, y ser fiel a uno mismo, coherente por sobre
todas las cosas, con las cosas, a pesar de las cosas y en las cosas. O como la misma Hincapié
cuestionaba su manera de intervenir:
Anexos y fotografías.
Referencias.
Rodríguez, M (1990) Elemental: vida y obra de María Teresa Hincapié. Bogotá: Lagos.