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Presentación en Punta Umbría

El color de las palabras

Gracias por estar aquí y acompañarnos en esta fiesta de las palabras, de la


poesía y del arte. Gracias a Fito, que me invitó a participar en esta
exposición y a Edita por este evento que permite la conexión con editores,
escritores, poetas y artistas plásticos
Este púlpito como concha que se abre a la imaginación a otras maneras de
ver las cosas, de transformar y de sentir el mundo.
En esta ocasión he tenido la suerte también de poder hablar con Miguel
Hernández a través de mis acuarelas, he hecho míos sus poemas, me ha
conmovido profundamente como solo saben hacer los buenos poetas.
Un poeta que tiene una vigencia absoluta en nuestros días, por sus ansias
de libertad y justicia. Su defensa de la república y contra el fascismo y
Como su poesía fue también un canto a la esperanza.
Cuando el colectivo Surcos me invitó a participar con la Universidad Pablo
de Olavide en un libro titulado La luz que no cesa, haciendo referencia al
poema el rayo que no cesa, me sobrevino esa alegría que entra cuando
comprendes que es una oportunidad única para sumergirte y crear, dando
color y forma al pensamiento,
SU luz sigue iluminando nuestra conciencia y nuestra vida, y permanece su
luz y sus deseos de libertad y de lucha.
Cuando me sumergí en la lectura de su obra, sentí ese rayo del que
hablaba Miguel Hernández, me emocioné desenterrando al amigo
muerto, soñando con que este mundo hubiera sido el que soñó y por el
que luchó sin descanso el poeta.
Pocas veces se habla de la muerte Y en este dibujo, aunque el poema fue
escrito antes de la sinrazón que poco después asolaría España, para mí
representa esa búsqueda incesante de los que no se pudieron despedir de
sus seres queridos y que llegan hasta el final de sus días a dialogar con
ellos.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
 
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
 
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.
 
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
 
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
 
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
 
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
 
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
 
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
 
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
 
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
 
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
 
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
 
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
 
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
 
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Es un poeta cuyo arraigo a la tierra aparece en sus primeros poemas, y es


desde esa sinceridad y ternura hacia los animales más pequeños con los
que se deleita como un niño donde me identifico con sus vivencias,
recuerdo esa infancia en la que los pájaros, las nubes o los árboles eran los
que me enseñaron que ante todo, somos naturaleza
El amor profundo y trágico en el poema del vals de los enamorados que
siguen abrazados a pesar de los huracanes, los naufragios,

No saliero No salieron jamás


del vergel del abrazo.
Y ante el rojo rosal
de los besos rodaron.
 
Huracanes quisieron
con rencor separarlos.
Y las hachas tajantes
y los rígidos rayos.
 
Aumentaron la tierra
de las pálidas manos.
Precipicios midieron,
por el viento impulsados
entre bocas deshechas.
Recorrieron naufragios,
cada vez más profundos
en sus cuerpos sus brazos.
 
Perseguidos, hundidos
por un gran desamparo
de recuerdos y lunas
de noviembres y marzos,
aventados se vieron
como polvo liviano:
aventados se vieron,
pero siempre abrazados.

Y por amor se siente como un animal que sufre

Yrencor sep ararlos.


Y las h Como el toro he nacido para el luto
y el dolor, como el toro estoy marcado
por un hierro infernal en el costado
y por varón en la ingle con un fruto.
 
Como el toro lo encuentra diminuto
todo mi corazón desmesurado,
y del rostro del beso enamorado,
como el toro a tu amor se lo disputo.
 
Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.
 
Como el toro te sigo y te persigo,
y dejas mi deseo en una espada,
como el toro burlado, como el toro.

La imagen del cuchillo y el vuelo la represento en esta acuarela, sobre el


amor y la muerte

Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida.

Rayo de metal crispado


fulgentemente caído,
picotea mi costado
y hace en él un triste nido.

Mi sien, florido balcón


de mis edades tempranas,
negra está, y mi corazón,
y mi corazón con canas.

Tal es la mala virtud


del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a la aldea.

Recojo con las pestañas


sal del alma y sal del ojo
y flores de telarañas
de mis tristezas recojo.

¿Adonde iré que no vaya


mi perdición a buscar?
Tu destino es de la playa
y mi vocación del mar.

Descansar de esta labor


de huracán, amor o infierno
no es posible, y el dolor
me hará a mi pesar eterno.

Pero al fin podré vencerte,


ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue, cuchillo,


volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.

Su poema, para la libertad, ha sido uno de los poemas con más fuerza, la
naturaleza que a pesar de estar talada, resurge siempre. Un canto a la
esperanza. En este poema veo como a pesar de todo el sufrimiento, las
semillas de las ideas por las que lucharon, siguen vivas y permanecen en
nosotros.

Para la libertad sangro, lucho, pervivo.


Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones


que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos


de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,


ella pondrá dos piedras de futura mirada,
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño


reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.

Cartas
La creencia en que el sentimiento no muere, en ese panteísmo en el que la
vida continúa en la memoria de esa naturaleza que vuelve a nacer y
recuerda.
Aunque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra
que yo te escribiré.

Y en el poema Imposible, recreo esa imagen soñada de morir viviendo, y ese


deseo se cumple hoy aquí porque sus poemas siguen con nosotros y su
pensamiento también

IMPOSIBLE

Quiero morir riendo ojos,


no quiero morirme serio;
y que me den tierra pronto…
pero no de cementerio.

No quiero morir -dormir-


no quiero dormir muriendo
en un estéril jardín…
¡Yo quiero morir viviendo!

Quiero dormir…¿Dónde?…Sea
donde lo quiera el Destino:
en un surco de barbecho,
a la vera de un camino…

En una selva ignorada,


o a la orilla de un riachuelo
de estos tan claros, que están
venga a robar cielo al cielo.
Que cuando mi carne sea
nada en polvo, broten flores
de ella, donde caiga escarcha
y escarcha de ruiseñores.

Que resbale por mi cuerpo


la corriente cristalina
y ladronzuela, sacándole
alguna nota argentina.

Que escuche mi oído armónico,


en cuanto el día se vuelva
ascua, la armonía virgen
del virgen Pan de la selva.

Que nazcan espigas fáciles


con luminosas aristas
de mi pecho, que ama el arte,
para recreo de artistas…

No quiero morir -dormir-,


no quiero dormir muriendo
en la sagrada tierra estéril…
¡Yo quiero morir viviendo!

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