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1. Giros narrativos e historias del saber.

A modo de introducción 1

Faustino ONCINA
Universitat de València

E ste volumen nace de un congreso promovido por el proyecto de investiga-


ción «Hacia una historia conceptual comprehensiva: giros filosóficos y
culturales». Aunque los promotores somos los miembros formalmente inte-
grados en el equipo de ese proyecto, pretendemos erigirnos en anfitriones de otros
colegas y estudiosos que trabajan en campos limítrofes o afines. El elenco de parti-
cipantes en ese encuentro —cuyos perfiles curriculares aparecen en las últimas pá-
ginas— es un botón de muestra del tipo de cooperación a la que aspiramos. Nues-
tro equipo es itinerante y tiene diversas sedes españolas, italianas y alemanas, si
bien su epicentro está en la Universidad de Valencia.
Sin duda, el título del libro y de la actividad que lo auspició puede suscitar
reacciones variopintas, desde la extrañeza a la perplejidad, desde la curiosidad al
desdén. Se nos podrá motejar de esnobismo o de diletantismo, en suma, de que
hemos apostatado de la filosofía seria para adentrarnos en terra incognita. Sin em-
bargo, y a tal asunto volveremos someramente con posterioridad, ha sido la filoso-
fía la que ha dejado en barbecho temas que han hallado refugio en otras disciplinas
incipientes que han ido desarrollándose y consolidándose, y que incluso han aca-
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1 Este trabajo ha surgido en el marco del proyecto de investigación «Hacia una historia
conceptual comprehensiva: giros filosóficos y culturales» (FFI2011-24473) del Ministerio de Eco-
nomía y Competitividad, y fue ultimado durante una estancia en el Centro de Investigación Lite-
raria y Cultural, y en la Universidad Técnica de Berlín merced a una beca del Vicerrectorado de
Investigación y Política Científica de la Universitat de València. Quiero manifestar mi agradeci-
miento a mis anfitriones en Berlín: Ernst Müller, Falko Schmieder y Thomas Gil. Nuestra publi-
cación también se ha beneficiado de una ayuda del mencionado Vicerrectorado (UV-INV-OC12-
67914) para la edición de estos trabajos.
GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

bado compitiendo, a veces encarnizadamente, con ella. Es cierto que queremos


propiciar una cierta promiscuidad entre saberes, fomentar el mestizaje, esa cosa
alienígena por estos lares que las autoridades desean introducir manu militari con
los lemas consabidos y pomposos de la «interdisciplinaridad» o «transversalidad». Y
además ambicionan hacerlo por arte de birlibirloque, al igual que quieren producir
como por ensalmo la excelencia en la educación superior, esto es, por decreto y a
coste cero, o mejor dicho, a costa de una brutal poda de recursos humanos y me-
dios económicos.
Reivindicamos el derecho de roce con los géneros y conocimientos adyacen-
tes y aun marginales, convencidos de que cabe aprender mucho de ellos, pero sin
franquear el paso a una filosofía aguada, trivial, pueril, cómoda y acomodaticia. No
queremos mirar de soslayo lo que se cultiva en sus aledaños, porque desde hace
tiempo ella dejó de ser la reina de los saberes y porque su desidia con respecto a
determinados tópicos (la memoria, la muerte, la imagen, por ejemplo) los ha
arrastrado a la emigración y al exilio,2 y su incuria ha coadyuvado a que en su ex-
trarradio ciencias emergentes los hayan recibido con los brazos abiertos y los hayan
cultivado con mimo y provecho. Los denominados estudios culturales en el ámbito
anglosajón y cada vez más en el germano les están laminando el terreno a las tradi-
cionales ciencias del espíritu. Entre los nuevos currículos académicos, están pujan-
do muy fuerte las ciencias de la cultura (aquí nos hemos sacado de la chistera la
titulación de humanidades, paradójicamente en vías de extinción), aún ignoramos
si como rivales o como aliadas de la filosofía.

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2 El caso de la memoria es especialmente llamativo: «No tiene nada de extraño que el tema
de la “memoria” haya conquistado su lugar en el parque temático de la ciencia de la cultura, here-
dera de las “ciencias del espíritu” y capaz de prestar oídos al tono del tiempo, puesto que la filoso-
fía misma ha enviado este tema al exilio. [...] Dos países le han ofrecido asilo: la tierra ya mencio-
nada de la ciencia de la cultura y la de la literatura» (S. Otto, Die Wiederholung und die Bilder. Zur
Philosophie des Erinnerungsbewusstseins, Hamburg, Meiner, 2007, pp. 15-16). Por eso resulta espe-
cialmente oportuna la aportación de Ana María Rabe a nuestro volumen, que analiza el concepto
de experiencia en Walter Benjamin para ponerlo en relación con el problema de la conmemora-
ción en el arte monumental actual. La experiencia, que representa para Benjamin la fuente esen-
cial de la narración y la memoria, se caracteriza por una determinada estructura temporal que su-
pera la separación estricta entre pasado, presente y futuro. El arte conmemorativo actual, que
afronta el reto de la desaparición en una sociedad marcada por la aceleración, la información y la
vivencia fugaz, busca integrar la experiencia. En las propuestas alternativas a los monumentos tra-
dicionales hay una clara tendencia a usar estrategias participativas y procesos dinámicos. Ana Ma-
ría Rabe observa una vuelta a la narración, que se hermana con las artes visuales, sonoras y mo-
numentales con el fin de crear una experiencia y fomentar así la memoria.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

Desde luego, no estamos rompiendo moldes ni incubando un nuevo para-


digma. Tampoco nos sentimos destinados —sería una estulticia de calibre— a ejer-
cer de albaceas de quienes nos han desbrozado el camino y han animado nuestra
tentativa. Hay precedentes insignes y relativamente próximos en el tiempo que aca-
so funjan de ideal regulativo: el grupo de investigación ambulante Poética y herme-
néutica —timoneado por sus cuatro arcontes Hans Robert Jauss, Wolfgang Iser,
Clemens Heselhaus y Hans Blumenberg, su verdadero marcapasos—; el Centro de
Investigación Interdisciplinar de Bielefeld, que entre otros dirigió Reinhart Kose-
lleck y donde ensanchó la historia conceptual en dirección a la lingüística, las cien-
cias sociales y la historia del arte; el Centro de Historia del Saber en la ETH de Zú-
rich —una universidad técnica en la cúspide de todos los rankings, que siempre se
ha destacado por agasajar a las humanidades—; el Colegio de Estudios Avanzados
«Acto de la imagen y encarnación» (Bildakt und Verkörperung) de Berlín, capita-
neado por el historiador del arte Horst Bredekamp y el filósofo, ya fallecido, John
Michael Krois —a quien ha sustituido el lingüista Jürgen Trabant—, colegio que
ha estimulado en 2012 la creación de uno de los más prometedores polos de inves-
tigación: «Imagen, saber, diseño» (Bild, Wissen, Gestaltung), de la Universidad
Humboldt, agraciada con el sello de excelencia en la última convocatoria del Mi-
nisterio de Formación alemán; el Centro de Investigación de Ciencias Culturales y
Sociales de Gotha, vinculado a la Universidad de Erfurt, encabezado por una de las
estrellas fulgurantes del firmamento intelectual germano, Martin Mulsow. La nó-
mina de instituciones y estilos de trabajo modélicos se puede ampliar, aunque tam-
poco se nos antoja excesivamente abultada. Pero insistimos en que nuestra empresa
solo se aproxima lejana y asintóticamente a semejantes dechados de perfección, ha-
bida cuenta de su madurez científica y nuestra bisoñez.
El rótulo de este volumen es extremada y deliberadamente dúctil, una suerte
de comodín en el que caben diversos matices. Es incontestable la saludable in-
fluencia del giro lingüístico, en su doble factura, analítica y hermenéutica, en la
historia intelectual. De esa impronta nos ocupamos más prolijamente en pasados
congresos y publicaciones.3 También el icónico comienza a dar buenos réditos, no
tanto como alternativa a los anteriores, sino más bien como un complemento, en
pie de igualdad, al viraje lingüístico, más allá de un falso y estéril enfrentamiento
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3 Como el celebrado en Valencia en noviembre de 2012 con el título «Tradición e innova-


ción en la historia intelectual: métodos historiográficos». También en dos encuentros precedentes
(2006 y 2008), que dieron lugar a sendas publicaciones: véase F. Oncina Coves (ed.), Teorías y
prácticas de la historia conceptual, Madrid/México, Plaza y Valdés/CSIC, 2009; y F. Oncina (ed.),
Palabras, conceptos, ideas. Estudios sobre historia conceptual, Barcelona, Herder, 2010.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

entre ellos. Últimamente, se multiplican los giros y tal inflación está convirtiendo
las ciencias humanas en un carrusel, en una espiral narcisista y autocomplaciente.
Tanto giro empieza a dar vértigo4 sin que, como contrapartida, se obtengan
pingües rendimientos cognoscitivos. Tal frenesí giratorio puede interpretarse
como una respuesta al vacío dejado tras la evaporación de los metarrelatos. En
un libro reeditado en varias ocasiones consagrado a este tema, Giros culturales.
Nuevas orientaciones en las ciencias de la cultura,5 la autora, Doris Bachmann-
Medick, escancia siete virajes ya más o menos consolidados: interpretativo, perfor-
mativo, reflexivo o literario, poscolonial, traslacional, espacial e icónico. Pero se
anuncian y presagian, no sé si con el don visionario de Casandra, nuevos ensayos
de giros: el mnemotécnico, el memoriográfico, el medial, el ético, el histórico, el
narrativo, el cognitivo, el digital o computacional, el social, el práctico, el experien-
cial, el emocional, el biográfico, el imperial, el biopolítico, el dialógico, el neuro-
biológico, el global... Debemos preguntarnos si este turbión de giros ha dado,
efectivamente, algún giro a nuestros saberes y cuáles son los criterios que permiten
considerarlo un giro como tal y no como un simple arabesco. Sin duda, sondean
campos temáticos híbridos, introducen un vocabulario innovador, mezclan géne-
ros...; constituyen indicadores de que una primicia está en marcha, pero no resulta
una tarea fácil desgranar semejantes criterios. Bachmann-Medick propone dos, que
no nos parecen decisivos: 1) un giro supone un cambio en el foco de investigación,
que ya no acredita solo nuevos objetos de conocimiento, sino que se convierte en
medio de conocimiento. El objeto de investigación (el «ritual» en el giro performa-
tivo, la «traducción» en el traslacional, la «imagen» en el icónico, etcétera) pasa a
ser categoría de análisis, un proceso que coincide con la transformación de con-
ceptos inicialmente descriptivos en conceptos operativos. 2) Es propio de la diná-
mica de los giros que las categorías analíticas, en el curso de su formación y exten-
sión, se vuelvan metafóricas.6 No discutimos que estos sesgos aportan matices
interesantes y hasta originales, mas somos bastante escépticos, salvo honrosas excepcio-
nes, acerca del provecho de los enfoques que propulsan, aun en contra de la opinión de
alguno de los colaboradores en este volumen. En la mayoría de los casos pueden to-
marse como meandros de los giros ya consagrados, si bien ciertamente su totemización

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4 Véase H. Böhme, «Vom turn zum vertigo. Wohin drehen sich die Kulturwissenschaften?»,
Journal of Literary Theory (JLT-online, 19.05.2008).
5 Véase D. Bancmann-Medick, Cultural Turns. Neuorientierungen in den Kulturwissenschaf-
ten, Hamburgo, Rowohlt, 2006, 3.ª ed., 2009.
6 Véase ibidem, pp. 26-27.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

(pensamos sobre todo en el lingüístico) ha sido a veces contraproducente (e incluso


nociva, por ejemplo para la consolidación del icónico).7
Si hemos peraltado lo narrativo es porque bajo ese marbete cabe incluir un
nutrido número de las tendencias mencionadas arriba con una incidencia más o
menos perceptible. La consunción de las grandes teorías o paradigmas ha arrumba-
do varios de los singulares colectivos que forjó la Modernidad: el progreso, la re-
volución, la historia, la propia Modernidad..., porque en su nombre se han prodi-
gado los desmanes y se ha desvanecido su originario hálito emancipador. Tal vez el
actual pandemonio sea un índice de la crisis —o siquiera del cuestionamiento—
del concepto unilateral de modernización y de la emergencia de múltiples moderni-
dades. Más allá de los giros filosóficos clásicos, nítidamente discernibles, los llama-
dos culturales constituyen una amalgama difusa que conviene cribar rigurosamen-
te, porque despiertan la impresión de que son distintos alias de lo mismo. Así
como el viraje hermenéutico y el analítico del giro lingüístico, después de superar
su proverbial confrontación, han tendido puentes entre lo que parecía idiosincráti-
co de cada uno de ellos, esto es, entre la semántica y la pragmática, la diacronía y la
sincronía, y han logrado una optimización de sus prestaciones heurísticas, todavía
falta evaluar la solvencia epistemológica de esas modas culturales y la plausibilidad
de sus sinergias, aunque no podemos obviar la pujanza de tres disciplinas que han
crecido bajo su égida: la ciencia de la imagen o estudios visuales (Bildwissenschaft,
Visual Studies), la iconología o iconografía política y la filosofía de los medios (Me-
dienphilosophie).8 Algunos de esos giros nacieron apátridas, o pronto se ganaron la
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7 El llamado giro icónico o giro pictorial, que tiene lugar en la filosofía desde los años no-
venta, responde no únicamente al contexto social inundado de imágenes que caracteriza nuestras
formas contemporáneas de comunicación, sino que, siguiendo el modelo del giro lingüístico, hace
hincapié en la imagen como cristalización privilegiada de nuestras formas de acceder al mundo.
Conforme a la colaboración de Ana García Varas, el estudio de la imagen pretende a la par expli-
citar los mecanismos semánticos icónicos y realizar un análisis de nuestras culturas a través de sus
expresiones en imágenes, tal y como muestran, respectivamente, las emblemáticas obras de Go-
ttfried Boehm y de William J. Thomas Mitchell.
8 Se trata de un tema que se puso de moda hace aproximadamente una quincena de años.
No obstante, es un asunto nebuloso y al menos se pueden discriminar cinco respuestas a la cues-
tión del significado de «filosofía de los medios»: 1) reflexión de problemas conceptuales derivados
de los nuevos medios (primordialmente de los electrónicos y digitales); 2) trabajo del concepto de
medios/s; esto es, su elucidación semántica; 3) ampliación del linguistic turn hasta englobarlo en un
medial turn; 4) discurso sobre los fundamentos de las ciencias de la cultura y de los medios; 5) fi-
losofía practicada por los medios (véase L. Wiesing, «Was ist Medienphilosophie», Information
Philosophie, 3, 2008, pp. 30-39). José Manuel Sánchez Fernández se ocupará de varios de estos as-
pectos, como reseñaremos más adelante.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

fama de transfronterizos, y vagaron de unas ciencias humanas a otras, como el


memoriográfico, originario de la historia del arte inspirada en un personaje tan
singular como Aby Warburg, o el performativo, tributario de la dramaturgia.9 Los
cultural turns (por ejemplo, el interpretativo, el reflexivo y el poscolonial) que manan
de la antropología, la etnología y la literatura refuerzan la conjetura de que el pro-
blema de la Modernidad reside en que, por mor de su propia autojustificación o
autocomprensión, ha concedido valencia universal a conceptos histórica y geopolí-
ticamente determinados, los cuales acaso no solo describen, sino que también juz-
gan e, incluso, sojuzgan.10 La Modernidad extrapola ciertas categorías históricas y
etnocéntricas, trocándolas en apriorísticas. Además, resta asimismo por aquilatar si
los citados giros (y otros en estado naciente) han producido efectos de paralaje en
el saber, esto es, si han generado una diversidad de saberes en función de la pers-
pectiva que ofrece cada uno de ellos. Hasta el momento, tan solo cabe espigar, co-
mo algo más que meras promesas, esas mixturas disciplinares a las que antes hemos
aludido.
En la historia de las ideas, no siempre se han fecundado recíprocamente filo-
sofía y narratividad (en su sentido ahora preeminentemente literario), sino que con
frecuencia se han repudiado. Sin afán de exhaustividad, podemos señalar algunos
jalones, en los que más bien aflora la aversión entre ambas: recordemos al Platón
tan receloso y hostil con los poetas —infamándolos por imitadores y crapulosos—
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9 Aunque una de sus más vehementes valedoras en el ámbito teatral, Erika Fischer-Lichte,
con el tiempo se ha distanciado por su uso hiperflacionario, entre nosotros Juan María Sánchez-
Prieto defiende que el performative turn constituye en la actualidad uno de los marcos teóricos y
metodológicos más atractivos y con mayores posibilidades de aplicación a la investigación de las
ciencias humanas y sociales. En su texto, se refiere a los pioneros e impulsores del giro performati-
vo, distingue entre performatividad del lenguaje y performance social y se centra en la discusión de
los modelos desarrollados por Víctor Turner y Jeffrey Alexander desde campos cercanos a la histo-
ria como son la antropología y la sociología.
10 Un excelente ejemplo lo brinda el ensayo de Joan B. Llinares en este libro. Suele creerse
que aquello que los occidentales suponemos que conforma la vida de los salvajes es una adquisi-
ción relativamente reciente, fruto de los descubrimientos y conquistas de la Modernidad y de las
observaciones y comparaciones de la incipiente etnología. Este autor, sin embargo, argumenta en
favor de la antigüedad del importante mito del hombre salvaje, revitalizado en la Edad Media y el
Renacimiento. Reconstruye las nuevas versiones que de ese viejo mito nos ofrece el Robinson Cru-
soe (1719) de Daniel Defoe, en la doble inscripción con la que tematiza la figura de este viajero
rebelde que reinterpreta su vida desde la isla solitaria en que se salva, rezando como un anacoreta y
trabajando como estricto luterano, y en la negativa atribución de salvajismo en la que quedan rei-
ficados los nativos del Caribe, a quienes se considera caníbales y, por lo tanto, merecedores de ser-
vidumbre y de reeducación radical al servicio de un nuevo modelo no latino de colonización.

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y, sin embargo, tan pródigo y genial como forjador de mitos,11 o el contraste entre la
mathesis universalis y la nueva ciencia, entre la lógica de la razón de Descartes y la de la
fantasía de Vico, o el ataque de Kant a la filosofía de la historia de Herder a la que ta-
cha de ser un engendro de la «imaginación atrevida», del «fértil campo de la inventiva»
o del «espíritu poético», tan proclive a los «sinónimos», «alegorías», «audaces metáfo-
ras, imágenes poéticas y alusiones mitológicas», en oposición a lo estrictamente filosó-
fico, esto es, a «una precisión lógica en la determinación de los conceptos», a «una
determinación y confirmación cuidadosas de los principios», donde priman las «expli-
caciones» y las «verdades»,12 o, finalmente, la sensación de desahucio que embargó a
Blumenberg por la orden de desalojo de los grandes diccionarios de la historia con-
ceptual que pesó sobre las investigaciones metaforológicas.13
Esta repulsión o polarización no es una constante, pues también ha habido
momentos de máxima atracción, de una extrema porosidad entre especulación y
fantasía, entre razón e imaginación, entre historia y ficción. Fichte fue el principal
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11 La primorosa contribución de Francesc Casadesús a este volumen sostiene que Platón re-
currió con frecuencia a la exposición de relatos alegóricos complementarios a su argumentación
filosófica con la intención de ilustrarlos mediante una plétora de imágenes. El mito de la caverna,
el mito de la Atlántida o los mitos escatológicos demuestran, entre otros muchos ejemplos, la ca-
pacidad literaria de Platón para introducir giros narrativos en función de sus necesidades expresi-
vas. Al proceder de este modo, no hizo más que seguir el mismo método que utilizaron los gran-
des sabios y maestros de la Antigüedad, que facilitaron la comprensión de sus doctrinas a sus
discípulos mediante el continuo uso de analogías, fábulas y metáforas. Con ello eran consecuentes
con el rasgo más característico del lenguaje: evocar los hechos que describe desde la distancia que
le ofrece no formar parte de ellos. Platón supo aprovechar la capacidad fabuladora de las palabras
para crear un mundo alternativo de ficción y explicar de manera mítica una realidad que se esca-
paba a los rígidos y abstractos conceptos filosóficos.
12 Cito según la edición de las obras de Kant de la Academia de Berlín (Gesammelte Schrif-
ten, Berlin, Walter de Gruyter, 1900 y ss.), tomo VIII, pp. 45, 54, 60 (trad. esp., Ideas para una
historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre filosofía de la historia, Madrid, Tecnos,
1987, pp. 26, 39, 48-49).
13 Véase M. Hernández, «Metaforología e historia conceptual», en F. Oncina (ed.), Teorías y
prácticas de la historia conceptual, Madrid/México, Plaza y Valdés/CSIC, 2009, pp. 283-326. Blu-
menberg ocupa una posición cada vez más rutilante en el mapa filosófico y cultural. Además, es el
gozne entre el giro lingüístico y el icónico. En nuestro foro tuvo una destacada presencia. Alberto
Fragio, Antonio Lastra y Pedro García Durán (cuya intervención aparecerá en la revista La Torre
del Virrey) discutieron con su vasta producción. Fragio, uno de sus mejores conocedores entre no-
sotros, le dedicó un original trabajo a ese astrónomo aficionado y teórico del tiempo del mundo.
Blumenberg ilustra la reubicación astronómica del mito acaecida durante la segunda mitad del si-
glo XX, lo que permite vislumbrar una metaforología del universo contemporáneo, enriquecida
por el giro cosmológico, astronoético, que el nuevo saber astronómico impuso en su obra tardía.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

venero del idealismo mágico de Novalis.14 En los intersticios del tránsito de la


Ilustración al Romanticismo, filosofía y literatura dejaron de ser ciudadelas inex-
pugnables la una para la otra merced a autores híbridos difícilmente encasillables,
pues, si se pretende hacerlo, quedan desnaturalizados: ¿son Voltaire, Schiller o
Goethe literatos, filósofos, científicos, historiadores, artistas...? Rememoremos el
impacto de un cuento como Cándido, o de poemas emblemáticos como Los artistas
o Prometeo. El primero atizó la polémica sobre el mal en el mundo; el segundo, he-
raldo de una lírica de los pensamientos, impulsó la controvertida interpretación de
la República de las letras como caladero y catalizador de las revoluciones políticas;15
el tercero sirvió de detonante de la disputa sobre el espinosismo y de todos sus
afluentes en Alemania, esto es, las querellas del panteísmo, del ateísmo y del demo-
cratismo. La imbricación de estos estratos culturales en aquel tiempo la resumió
Friedrich Schlegel en su famoso fragmento del Athenäum: «La Revolución francesa,
la Doctrina de la Ciencia de Fichte y el Wilhelm Meister de Goethe son las más gran-
diosas tendencias de la época».16 Varios de los trabajos que prologamos se ocuparon
de vates, novelistas y narradores cuya huella filosófica podemos rastrear en nuestros
programas académicos (desde los antiguos, Parménides, a los modernos, Rousseau
y Hölderlin, sin preterir a los contemporáneos, Thomas Mann y Ernst Jünger), pe-

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14 La influencia de Fichte en el tándem Friedrich Schlegel y Novalis, esto es, en los albores
del Romanticismo, es insoslayable. Inventaron el neologismo fichtear para designar sus conversa-
ciones filosóficas. Schlegel se dirige así el 5 de mayo de 1797 a su amigo Novalis: «¡Qué bello sería
poder estar de nuevo juntos un par de días y filosofar en común o, como decíamos siempre, fichtear!»
(Fichte im Gespräch, Stuttgart, Frommann, 1978, I, p. 432). Incluso después de menguar el deslum-
bramiento inicial, que se refleja en los llamados Estudios sobre Fichte (Madrid, Akal, 2007), y dis-
tanciarse críticamente de este autor, Novalis continuaba reconociendo su poder de encantamiento,
tal como atestigua un comentario epistolar del 14 de junio: «Fichte es el más peligroso de los pen-
sadores que conozco. Te retiene en su cerco por arte de magia». (Fichte im Gespräch, I, p. 443; véase
F. Schlegel, Poesía y filosofía, Madrid, Alianza, 1994.)
15 Para sus poemas filosóficos Friedrich Schiller escogió el título de Lírica de pensamientos
(Gedankenlyrik) (Madrid, Hiperión, 2009). El poema Los artistas (1789), no obstante, es suscepti-
ble de una doble exégesis, una afín a la Revolución y otra desafecta con la misma como antesala de
las Cartas sobre la educación estética del hombre (1795). Véase F. Oncina, «La utopía estética de
Schiller y las aporías de la República de las letras», en Seis poemas «filosóficos» y cuatro textos sobre la dra-
maturgia y la tragedia, Valencia, Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat, 2005, pp. 61-73;
«Schiller y la Ilustración», en F. Oncina y M. Ramos (eds.), Ilustración y modernidad en Friedrich
Schiller en el bicentenario de su muerte, Valencia, Publicacions de la Universitat de Valencia, 2006,
pp. 81-95.
16 Fragmento núm. 216 del Athenäum (F. Schlegel, Kritische Schriften und Fragmente, Pader-
born, Ferdinand Schoeningh, 1988, vol. 2, p. 124).

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

ro sin esquivar a algún que otro extravagante castizo.17 No siempre es sencillo en


personajes versátiles, ni en los hombres de letras del siglo XVIII ni en los intelectua-
les más cercanos, mantener un equilibrio entre todas sus facetas. ¿Acaso el Sartre
escritor y autor dramático no ha relegado a un segundo plano al Sartre filósofo?
¿No se aproxima el estilo de pensamiento de María Zambrano a la poesía, a pesar
de que la pregunta y la respuesta, la búsqueda y el encuentro sean sus respectivas
marcas distintivas,18 quedando difuminados los dominios para reducirse su dife-
rencia a una cuestión de predominio?
Die Zeit, el más prestigioso semanario alemán, titulaba una de sus entregas
del pasado septiembre de esta manera: «Los filósofos descubren el sentimiento».
Durante mucho tiempo vivió la filosofía traumatizada por la expulsión de los poe-
tas de la ciudad diseñada por Platón en la República.19 La filosofía presta hoy espe-
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17 Recordamos sobre todo los trabajos de Juan de Dios Bares (los trágicos griegos), Anacleto
Ferrer (Hölderlin), Lorena Rivera León (Dostoievski), Javier Alcoriza (Chesterton) y Fernando
Bayón (Thomas Mann y Ernst Jünger). Es verdaderamente curioso el caso de Francisco Umbral,
estudiado por Emilio Blanco. Lector de textos filosóficos existencialistas desde su juventud, Um-
bral no cita solo los autores de esa corriente, sino que da entrada en el conjunto de su obra a un
amplio elenco de filósofos, antiguos y contemporáneos. Referencias quizá incrementadas por el
círculo intelectual (José Luis L. Aranguren, Enrique Tierno Galván o Ramón Tamames) en el que
se movió en años fundamentales, tanto de su vida como de la reciente historia de España. Pero es
el binomio interés/desinterés por la filosofía el que responde bien a la evolución del escritor. Este
desplazamiento se percibe claramente desde unos orígenes confusos, en que ejerce de periodista de
calle y busca situarse en el mundo intelectual, momento en el que la filosofía puede cumplir un
papel de palanca hacia la fama, hasta la orientación final en que un Umbral seguro de sí mismo,
que ha logrado el éxito social como periodista y como escritor, rechaza la vía del pensamiento, de
la razón, para explicar la vida. La filosofía solo sirve ya como apoyo a la visión lírica umbraliana.
18 Véase M. Zambrano, Filosofía y Poesía, Madrid, FCE, 1993. Recientemente, George Stei-
ner ha defendido que filosofía y literatura «ocupan el mismo espacio generativo» (G. Steiner, La
poesía del pensamiento. Del helenismo a Celan, Madrid, Siruela, 2012, p. 14); «… son productos
del lenguaje. [...] esta es la base ontológica y sustantiva común», si bien matiza que «La poesía as-
pira a reinventar el lenguaje, a hacerlo nuevo. La filosofía se esfuerza por hacer el lenguaje riguro-
samente transparente, por purgarlo de ambigüedad y confusión» (ibidem, p. 227).
19 Véase libro X, 595 a-608 c. Esta condena de la poesía no procedía tanto de un examen
intrínseco del ars poética, como de la influencia nefasta que ejercieron en el pueblo los poetas —Ho-
mero y los trágicos—, que contribuyeron a exaltarlo en lugar de hacerlo reflexionar y a hacer creer
a los menos instruidos que sabían algo. La poesía se malquista con el razonamiento porque da lec-
ciones sin apoyarse en argumentos. Además, la tragedia pone en escena la pasión y nos la hace
simpática (605 b). Sin embargo, hay una importante nómina de poetas con veleidades filosóficas:
Parménides, Lucrecio, Dante, Hölderlin, Goethe, Novalis, Rilke..., al igual que de novelistas y na-
rradores. Evoquemos los hombres de letras del siglo XVIII, grandes escritores como Voltaire, Dide-
rot, Rousseau, forjadores de la opinión pública, intelectuales avant la lettre, que eran conocidos

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

cial atención a lo que antaño trataba de exorcizar: pasiones, afectos..., que se han
puesto de moda. Innumerables congresos y artículos se dedican no solo al fenóme-
no del sentimiento en general, sino también a sentimientos particulares como la
vergüenza, la culpa, la envidia, el temor, el odio, el amor, la indignación... También
entre nosotros asistimos a un resurgir del tema —no es ni mucho menos un asunto
nuevo ni en la filosofía ni en sus oficiantes—. Vicente Serrano ganó el Premio
Anagrama de Ensayo de 2011 con el libro La herida de Spinoza. Felicidad y política
en la vida posmoderna, y un año antes Manuel Cruz, el Premio Espasa con Amo,
luego existo. Los filósofos y el amor. Victoria Camps acaba de ser galardonada con el
Premio Nacional de Ensayo 2012 por su obra El Gobierno de las emociones.20 Virgi-
nia López Domínguez inició su singladura hacia Virginia Moratiel con La concep-
ción fichteana del amor.21 ¿Emerge ahora el ser humano, animal racional, como
animal emocional? ¿Nos enfrentamos, tras Copérnico, Darwin y Freud, a una nue-
va humillación de nuestra imagen del ser humano jaleada filosóficamente? Sería
falso afirmar que la tradición filosófica no se ha ocupado nunca de sentimientos.
Menos falsa sería la hipótesis de que los sentimientos siempre han sido vistos como
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como los philosophes, o casos posteriores (Thomas Mann, Ernst Jünger, Borges...). Si bien Kant se
afanó por señalar los lindes entre filosofía y literatura, los idealistas Schelling y Hegel muy pre-
cozmente abogaron por una mitología de la razón y luego señalaron piezas de Esquilo o de Sófo-
cles como hitos capitales en su Filosofía de la mitología o en la Fenomenología del espíritu (véase J.-
L. Vieillard-Baron, «Littérature et philosophie», introducción al monográfico dedicado a Poésie,
philosophie et mystère, Revue Philosophique de la France et de l’Étranger, 137, 2012/1, pp. 3-13). En
el trabajo que incluimos en este volumen, Fernando Bayón, a partir de las Memorias de lo impolíti-
co de Thomas Mann, abre una doble discusión: por una parte, acomete un estudio genealógico
del papel del intelectual en la escena política europea de la Modernidad; y, por otra, analiza la
aportación manniana a la conceptuación crítica de lo «impolítico», en contraste con las posturas
tanto de escritores —Karl Kraus, Elias Canetti y Ernst Jünger— como de filósofos e historiadores
de las ideas —Roberto Esposito, Hannah Arendt o Hans Blumenberg.
20 Véase La herida de Spinoza. Felicidad y política en la vida posmoderna, Barcelona, Anagra-
ma (Premio Anagrama de Ensayo), 2011; Amo, luego existo. Los filosofos y el amor, Madrid, Espasa
(Premio Espasa de Ensayo), 2010 (2.ª ed. en Austral: 2012); El Gobierno de las emociones, Barce-
lona, Herder (Premio Nacional de Ensayo), 2011.
21 Buenos Aires, Sudamericana, 1982. La obra recibió en Argentina un año antes el Premio
Coca-Cola de las Artes y las Ciencias. Una breve lista de la cosecha filosófica y literaria de Virginia
aparece al final del libro. Una faceta no es ajena a la otra. Así describe su autora el haz de relatos
fantásticos Artimañas: «es en verdad una filosofía del arte en cuentos. [...] mostrando cómo la ac-
titud estética genera toda una red de sentido que contrasta con los criterios de utilidad, apropia-
ción y dominio que predominan en la sociedad». (V. Moratiel, Artimañas, Madrid, Xorki, 2012,
pp. 9-10). Y poco antes: «toda obra de arte es una artimaña, o sea, el resultado de una habilidad
para crear ficciones, para producir artificios que no existen en el mundo real» (ibidem, pp. 8-9).

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

lo contrario a la razón y lo que es menester dominar. En su aportación, Roberto


Rodríguez Aramayo destaca, por ejemplo, el empeño de Rousseau por imprimir un
«giro afectivo» a todos y cada uno de sus escritos, al margen de su contenido. A este
no le singulariza el atender a nuestra vertiente sentimental en medio del culto ilus-
trado a la razón, porque tampoco los enciclopedistas franceses menospreciaron en
absoluto el papel de las pasiones. Estaba en el ambiente y, en consecuencia, ningún
ilustrado europeo podía desdeñarlas. Lo que caracterizó a Rousseau fue convertir el
amor de sí o la piedad en ejes de su doctrina política, su plena conciencia de la im-
portancia de una retórica destinada a activar eficazmente los afectos del destinata-
rio. La filosofía contemporánea ha incorporado a los sentimientos al reino de la ra-
zón. Es sobre todo el fracaso mismo de la razón, su hybris, lo que ha conducido a la
revalorización del sentimiento. La enorme popularidad del discurso de la inteligen-
cia emocional tiene aquí sus fuentes. El boom de Marta Nussbaum, premio Príncipe
de Asturias de Ciencias Sociales de 2012, se explica en ese contexto.22
Sin embargo, una cuestión pendiente continúa siendo la del método, esto es,
¿cómo estudia un filósofo los sentimientos? Cuando en filosofía se habla de méto-
do, eso significa a menudo un análisis conceptual, el cual, sin embargo, parece zo-
zobrar y hasta naufragar en el ámbito afectivo: «Los sentimientos se sienten así o
asá, esto suena banal, pero conviene no olvidar lo difícil que resulta expresar esta
dimensión con palabras, y por eso se acude humildemente a la literatura
(Dichtung) y se aprende de ella».23 La literatura era hasta ahora el crisol de las emo-
ciones por antonomasia. Esas nupcias entre filosofía y literatura han hallado un tá-
lamo institucional. Ya existe una revista «indexada» titulada Philosophy and Litera-
ture (editada por la John Hopkins University).
Parece una perogrullada, pero sin quitarle por ello crédito, afirmar que la lite-
ratura ayuda a vivir, moral, estética y psicológicamente. Y la filosofía, ya no solo la de
vocación ética, se ha mudado cada vez más en un arte de vivir (Lebenskunst), bajo di-
versos formatos: desde la vida buena al cuidado de sí mismo —recordemos el éxito
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22 Se suele aducir en favor de esa inteligencia emocional que, ante un abanico de acciones
sometidas a presión para decidirse por una de ellas, la razón tiende a perderse y a encallar en una
infinidad de minucias sin ser capaz de ponderar la relevancia de cada una de esas consideraciones.
Las valoraciones sentidas facilitarían, en cambio, una decisión rápida. Marta Nussbaum ha dirigi-
do una mirada filosófica a la literatura. Aunque ha primado el sesgo moral, también ha destacado
su interés por las emociones y su reflexión estética.
23 M. Hartmann, «Das emotionale Tier. Heute weiss die Philosophie, dass Gefühle nicht
der böse Gegenspieler der Vernunft sind. Sie können selbst auch sehr vernünftig sein», Die Zeit, 6
de septiembre de 2012, pp. 54-55.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

de uno de sus expertos, Wilhelm Schmid,24 aupado sobre Foucault—. Esta conco-
mitancia e incluso simbiosis no cohonesta que ficción, filosofía o historia tengan la
misma pretensión de verdad, aunque en todas ellas el lenguaje constituya su condi-
ción de posibilidad. Paul Ricoeur podría fungir como filósofo de la literatura, pues el
mito, la metáfora, el relato, desempeñan en él un papel teórico muy fuerte, mas su-
puso también un punto de inflexión en la deriva narrativa de la historiografía. Droy-
sen ya se había interrogado acerca de las condiciones de posibilidad del conocimiento
histórico y había acentuado —aun deslizando la distinción— el método de investiga-
ción en detrimento de la presentación. En los años sesenta del siglo XX, la eclosión del
giro lingüístico en la filosofía arrastra la teoría de la historia hacia una tematización
de las formas de exposición, que abre un espacio de diálogo entre las tradiciones en-
frentadas, la historicista y la que promovió ese giro (en su doble vertiente, herme-
néutica y analítica —entre ambas no ha estado ausente un cierto cainismo—). Tiem-
po y narración25 es un hito, particularmente el primer volumen (1983). Ahí Ricoeur
erosiona el enquistado antagonismo entre explicación y narración, y evidencia la in-
terpenetración de la experiencia temporal y del relato. Con este quiebro narrativo, el
francés se desmarcaba de los modelos nomológicos o de explicación causal (a los que
ya había dado la espalda Dilthey por su incapacidad para comprender lo individual)
que la filosofía analítica (Carl G. Hempel, Georg Henrik von Wright, por ejemplo)
había reactivado en el terreno histórico. En unos momentos en que la atribulada filo-
sofía clásica se ve compelida a buscar en la metodología científica su elixir vital, o al
menos su tabla de salvación, resulta muy elocuente la apuesta intempestiva, a contra-
corriente, de la hermenéutica filosófica (aunque se trata de una tercera elección, tras
descartar la editorial otras dos sugerencias del autor) por el título Verdad y método (es
crucial el orden de prelación —hostil a la mathesis universalis cartesiana y al positi-
vismo— en esa cohabitación, esto es, la prioridad del primer elemento), acicateado
por la autobiografía de Goethe,26 Poesía y verdad (ahora lo fundamental reside en la
conjunción, en la que ambos miembros de la pareja se relacionan uno con otro en
pie de igualdad). El propio Ricoeur valora la catálisis de esa entente entre tradiciones
enemistadas que propicia Arthur C. Danto con su filosofía analítica de la historia.
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24 Véase W. Schmitt, En busca de un nuevo arte de vivir, Valencia, Pre-Textos, 2002; La feli-
cidad: todo lo que debe saber al respecto y por qué no es lo más importante en la vida, Valencia, Pre-
Textos, 2010.
25 Véase P. Ricoeur, Tiempo y narración, Madrid, Siglo XXI, 1996; La lectura del tiempo pasa-
do, Madrid, Arrecife, 1999.
26 Véase R. Sala, «Introducción», en J. W. Goethe, Poesía y verdad, Barcelona, Alba, 1999,
p. 13.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

Las oraciones narrativas poseen una función explicativa,27 lo que no equivale a que
Danto enlace los acontecimientos mediante un nexo causal, sino que les concede
significación histórica.
Ricoeur recurre al concepto de mímesis, de composición de una trama, para
esclarecer la vinculación entre tiempo y relato. Con ayuda de la tramoya herme-
néutica, esa trama, para ser entendida (no se puede preterir la mediación entre el
horizonte del texto y el del lector) requiere de una determinada precomprensión y
de la propia experiencia temporal y vital. El sentido de una narración no es cons-
truido solo por el autor, sino también por el lector, y la historiografía sería un caso
especial de ficción narrativa (sin que por ello la historicidad se agotara en ella).
Aquí aflora una afinidad con Hayden White,28 quien modela el material histórico
según los cuatro tropos de la poética tradicional, y define la historia como un arte-
facto literario. El interés recíproco entre estos dos autores y Reinhart Koselleck
—uno de cuyos espíritus rectores es Goethe—29 se fue acendrando a lo largo de los
años, pero, a pesar de la convicción compartida por todos de que también Clío
poetiza, el alemán enfatizó en reiteradas ocasiones el derecho de veto de las fuentes,
lo que a la postre impedía la reducción de la historia a la literatura.30 Aun sin sosla-
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27 Su Analytical Philosophy of History (1965) recoge los frutos de trabajos previos. Para
Danto «una narración es ya una forma de explicación. [...] Una narración describe y explica a la
vez». (A. Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia, Barcelona, Paidós,
1989, p. 97.)
28 Véase H. White, Metahistoria: la imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México,
FCE, 1992; El contenido de la forma: narrativa, discurso y representación histórica, Barcelona, Paidós,
1992; El texto histórico como artefacto literario y otros escritos, Barcelona, Paidós, 2003.
29 Guiado por la declaración de Goethe, en su carta al rey Luis I de Baviera del 11 de enero
de 1830, de calificar su autobiografía Poesía y verdad de una suerte de ficción (Art von Fiktion)
(Goethes Werke [Hamburger Ausgabe], 14 vols., E. Trunz (ed.), vol. 10, escritos autobiográficos
II, München, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1998, pp. 568 y ss.), Koselleck ha recalcado la ren-
tabilidad de la literatura para la historia —véase el precioso libro que Koselleck le dedicó (Goethes
unzeitgemässe Geschichte, Heidelberg, Manutius Verlag, 1997) y nuestra siguiente nota—. Isabel
Hernández, una de las mejores especialistas en ese personaje polifacético y en su alma gemela,
Schiller, amén de traductora al castellano de la narrativa de ambos, incluye un artículo en nuestro
libro, en el que rastrea el proceso de conformación experimentado por un género auténticamente
políglota, el de la novela corta, a lo largo de siglos, acercándose y separándose de otras formas me-
nores y recorriendo la geografía del continente europeo de sur a norte y de norte a sur, sin olvidar
las muchas influencias de las distintas literaturas orientales presentes también en sus orígenes. Es
precisamente en una novela histórica traducida por ella al castellano, Conversaciones de emigrados
alemanes (Barcelona, Alba, 2006), donde Goethe ofrece una poética del relato.
30 Véase H. White, «Introducción», en R. Koselleck, The Practice of Conceptual History: Ti-
ming History, Spacing Concepts, Stanford (CA), Stanford University Press, 2002. Véase, también, la

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

yar sus discrepancias con los anteriores, Lyotard31 se suma a la opinión de que la
representación de la historia adopta la forma de una narrativa, si bien valora este
resultado negativamente a través de su consigna del fin de los grandes relatos, sobre
todo del metarrelato de la Modernidad, que considera fracasado, lo cual dejaría al
descubierto una doble veta, en la que ahora no podemos entrar: por un lado, la rei-
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«Introducción» de Koselleck a la edición alemana de H. White, Auch Klio dichtet oder: Die Fiktion
des Faktischen, Stuttgart, Klett-Cotta, 1986, pp. 1-6; «Historia(s) e histórica. Reinhart Koselleck en
conversación con Cartsten Dutt» (2001), Isegoría, 29, 2003, p. 213; «Ist Geschichte eine Fiktion?
Interview mit Reinhart Koselleck», Neue Züricher Zeitung-Folio, marzo de 1995, pp. 60-63; «Fi-
ktion und geschichtliche Wirklichkeit», Zeitschrift für Ideengeschichte, I/3, 2007, pp. 39-54. En su
enjundiosa conversación con Dutt afirma: «Sin duda, el tratamiento literario de experiencias históricas
es no solo estéticamente más interesante que la lectura de la mayoría de los textos históricos, sino que
cuenta con la gran ventaja de, por ejemplo, reducir simbólicamente los episodios conflictivos a situa-
ciones que pueden decir en pocas páginas más de lo que a uno le permiten decir varios metros de lon-
gitud de ediciones de fuentes. Por eso, la historia relatada está en tal respecto más cerca del novelista,
del epos que de la edición crítica de las fuentes. Toda historia narrada conduce al terreno en el que la
fantasía es necesaria para producir un mínimo de consistencia, de expresividad simbólica o de sentido,
que no serían en absoluto posibles sin narraciones. He aquí algunos ejemplos: Los desposorios en Santo
Domingo de Kleist, una historia de amor, en cuyos lances conflictivos simbólicos está contenida la Re-
volución Francesa entera. Y esto vale también para el relato de Melville Billy Budd. En unas cien pági-
nas se presentan simbólicamente todos los conflictos de la Revolución francesa, incluso los existentes
entre Inglaterra y Francia. De hecho hay muchas producciones poéticas, que también como historia-
dor valoro de una forma determinable más que una colección de fuentes de utilidad estadística, que
implica un tipo de enfoque completamente diferente. La condensación, la poetización (Verdichtung),
que es una parte muy importante del dominio de la experiencia humana, no se debería adjudicar sin
más únicamente a la pura ficción, sino que es menester conceder que muchos escritores han concep-
tualizado experiencias históricas de tal modo que de ahí se derivan plausibilidad e intelección de la
realidad. Pienso asimismo en las novelas de Faulkner sobre la Guerra Civil Americana» (ibidem,
pp. 217-218). Para Koselleck la antítesis irrebasable no es entre ficción y facticidad, res fictae y res fac-
tae, sino la demarcación entre historia y testimonios lingüísticos, realidad histórica y articulación lin-
güística.
31 Véase J.-F. Lyotard, La condición postmoderna: informe sobre el saber, Madrid, Cátedra,
1984. Precisamente Vicente Serrano indaga en su artículo la dimensión narrativa del saber a partir
de la constatación de que, en efecto, como quería Lyotard hace ya décadas, en la fase final del siglo
XX, se habría perdido la fe en los grandes relatos que sirvieron de legitimación a la ciencia moder-
na. Pero se pregunta si esa constatación no desvela ya en sí misma un relato y establece la hipótesis
de que ese relato lo es de la ausencia de relatos, por tanto, legitimador a su modo y con todos los
rasgos propios de los saberes narrativos. Si bien Nietzsche ya había denunciado en el siglo XIX el
carácter metafórico, y como tal narrativo, de la ciencia misma, la historia y la génesis de ese relato
habría comenzado mucho antes, precisamente en el momento en que el viejo saber premoderno,
anudado en torno a la naturaleza, fue sustituido por una compleja trama en torno a la ausencia y
que constituye el tejido mismo de la historia de la filosofía moderna.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

vindicación cada vez más en boga de la historia multiversal, de las historias en plu-
ral, por otro, la revitalización de la crisis de la legitimidad de la Modernidad y de la
crítica de los discursos legitimadores de la modernización.
Pero no solo este estilo de filosofía coquetea con la literatura. Axel Honneth,
en la estela de la sobria teoría crítica francfortiana, no se recata en recurrir a novelas o
películas para apuntalar sus diagnósticos epocales. En su reciente libro El derecho de
la libertad (Das Recht der Freiheit, Berlín, Suhrkamp, 2011), un concienzudo ensayo
sobre la eticidad democrática en la órbita hegeliana, sostiene que el arte proporciona
información sobre las deficiencias de una era. ¿Suministra este ensayo testimonios de
las patologías de la libertad? ¿Comparten artistas y filósofos los mismos intereses
cognoscitivos? Hay abundantes datos que corroboran la tesis de Honneth de que el
arte es un testigo productivo de las patologías de la libertad, porque funda conoci-
miento y nos abre los ojos sobre desarrollos distorsionados de la Modernidad. Sin
embargo, hay también obras de arte que niegan decididamente ese proyecto —obras
que no creen en la libertad ni en la democracia ni en el sujeto mayor de edad.
A los ojos del gran público, el arte es mímesis —no en el triple sentido de
Ricoeur—, duplica lo dado, es la tautología de lo real o, para hablar en jerga mar-
xista, la base y la superestructura ya no se diferencian. Se ha convertido en un en-
granaje integrante de la fabricación de mercancías y vive solo con la expectativa de
su pronto final. Su consumación coincide con su rápido consumo. El mundo sim-
bólico se disuelve enteramente en el real y ya no existe ninguna distinción entre
economía y estética. Pero «la división del trabajo entre arte y filosofía ha chocado
contra sus fronteras naturales. Una obra de arte ya no es simplemente material de
prueba, sino una imaginación testaruda y sin miramientos, que fantasea nuevos
mundos y reduce a ruinas los viejos».32 ¿Qué más podemos aprender los filósofos
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32 Véase Th. Assheuer, «Wenn Philosophen Romane lesen. Heute bedienen sich Theoretiker
wie Axel Honneth frei in der Literatur, um ihre Diagnosen zu belegen. Dürfen sie das? Oder wird
die Kunst zur Magd der Wissenschaft?», Die Zeit, 16 de mayo de 2012. Como dictamina con tino
Virginia Moratiel, la globalización económica, aliada con la telemática, ha provocado un gran
cambio cultural eclipsando el arte en sentido enfático, como modo de conocimiento, denuncia
social o crítica, bajo el amparo de la justificación posmoderna. Su artículo analiza algunos giros de
la literatura actual: la hegemonía abrumadora de la novela; la tendencia a la desaparición del tea-
tro, la poesía o el cuento; el triunfo de formas cortas o fragmentarias (microrrelatos y aforismos);
la valorización del borrador, incluso colectivo; la banalización de los contenidos... tomando como
horizonte explicativo las demandas del mercado del libro. Con este fin recorre el proceso de ex-
pansión y concentración editorial española hasta su absorción por grandes grupos multimedia y
empresas transnacionales de la industria del ocio, que depauperaron la literatura con el único ob-
jetivo de obtener más beneficios y un mayor control ideológico del consumidor.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER

de novelas y películas?33 Ojalá el florilegio de textos que presentamos en este libro


nos brinde respuestas y sobre todo logre que nos continuemos planteándonos pre-
guntas.
Algunas de las contribuciones que, por razones de espacio, no han podido
ser acogidas en este volumen, verán la luz en la revista La Torre del Virrey. A sus
autores y al resto de ponentes en nuestro encuentro (Pedro García Durán, Áurea
Ortiz Villeta, Anacleto Ferrer, Lorena Rivera León, Elena Cantarino, Juan de Dios
Bares, Javier Alcoriza y Josep Bermúdez), así como al director de la revista anfitrio-
na, Antonio Lastra, les estamos muy reconocidos. También estamos agradecidos a
José Manuel Sánchez Fernández, quien se avino de buen grado a ser reclutado por
la vía de la cooptación para este libro, si bien intervino en el otro evento al que
aludimos al comienzo, pero pensamos que este era su lugar natural.34
Una de las pocas ventajas que tienen estos humillantes recortes que estamos
padeciendo es que también se limita drásticamente el siempre enojoso capítulo de
agradecimientos. La esponsorización en filosofía, posiblemente por fortuna, es una
quimera. A la postre, dependemos de ayudas públicas, siempre exiguas (incluso en
los tiempos de bonanza), y del voluntarismo individual. Debemos subrayar, y lo
hacemos profundamente agradecidos, que todos los ponentes financiaron una
parte de sus gastos. El Ministerio de Economía y Competitividad —no hay argu-
mentos contundentes que permitan convertir a ambas, economía y competitividad,
en la infalible levadura de la ciencia— ha suspendido sine die la convocatoria desti-
nada justamente a fomentar este tipo de eventos. Las contribuciones de las institu-
ciones de nuestra Universidad (Vicerrectorado, Facultad, Departamento de Filoso-
fía del Derecho, Departamento de Moral y Política y Departamento de Filosofía),
aunque modestas, fueron bienvenidas. La dedicación y el esfuerzo ímprobo de per-
------------------

33 Resulta muy instructiva la comparación de Antonio Lastra entre el paradigma de la visi-


bilidad en la antropología filosófica de Hans Blumenberg y el cine americano. Examina primero la
relación de la visibilidad con las «salidas de la caverna» y con la «domesticación» emersoniana, pa-
ra detenerse luego en la conexión entre la visibilidad y la contingencia de la vida humana. Como
ilustración de la tesis de que el cine nos hace visibles analiza las secuencias iniciales de dos pelícu-
las que representan las dificultades del cine clásico americano para mantener las pautas del realis-
mo: Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles y ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra, para
terminar con el ejemplo de la cinematografía de George Stevens.
34 En sintonía con lo que dijimos con anterioridad acerca de la denominada filosofía de los
medios, J. M. Sánchez Fernández examina en estas páginas el papel de los medios en nuestro mo-
do de relacionarnos y de comprender el mundo, cuál es el límite que separa un medio de otro y
cómo determina lo medial el sentido de una realidad con la que entra en contacto mediante su
praxis.

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GIROS NARRATIVOS E HISTORIAS DEL SABER. A MODO DE INTRODUCCIÓN

sonas, especialmente de Elena Cantarino, coorganizadora y alma máter de este


Congreso, Nerea Miravet, Lorena Rivera y Héctor Vizcaíno (que ha revisado la ver-
sión definitiva de este raro infolio), han compensado, compensan y compensarán
esas carencias.

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