Vino Banquete y Hospitalidad en La Epica Griega y
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All content following this page was uploaded by Cristina Martín Puente on 28 May 2014.
RESUMEN
Este trabajo estudia el ritual de la hospitalidad en las obras épicas griegas y latinas desde Home-
ro (siglo VIII a. C.) hasta Lucano (siglo I d.C.). La Ilíada y la Odisea reflejan una época en la
que una comunidad acogía a un extranjero, a un mendigo o a un suplicante con un banquete
ritual, en el que el vino tenía un importante papel, cumpliendo la sagrada ley de la hospitalidad.
En las Argonáuticas de Apolonio de Rodas (siglo III a. C.) este ritual se convierte en un tópico
épico más que después hereda la literatura latina. Virgilio (siglo I a. C.) en las Geórgicas y la
Eneida, Ovidio en las Metamorfosis (siglo I a. C. - siglo I d.C.) y Lucano en la Farsalia juegan
a su antojo con este lugar común. Si en la literatura griega no aparecen nunca mujeres en estos
festines, la literatura latina hace anfitrionas del banquete a mujeres de la mitología, de la leyen-
da y de la historia, como Cirene, Dido, Circe, Baucis y Cleopatra.
ABSTRACT
This work studies the ritual of the hospitality in Greek and Latin epic, from Homero (8th cen-
tury BC) to Lucan (1st century AD). The Iliad and the Odyssey reflected a time at which a com-
munity used to welcom a foreigner, a beggar, or a supplicant, with a ritual banquet in which the
wine played a significant role. In doing so, the community fulfils the sacred law of the hospi-
tality. In the Argonautica, by Apollonius Rhodius (3rd century BC), the ritual became one of
the epic topics adopted later by Latin Literature. Vergil (1st century BC) does as he pleases with
this topic in the Georgics and in the Aeneid, the same as Ovid in the Metamorphosis (1st cen-
tury BC - first century AD) and Lucan in the Pharsalia. Unlike Greek Literature, were women
don’t take part in the feasts, Latin Literature makes women from mythology, legends and his-
tory –such as Cyrene, Dido, Circe, Baucis and Cleopatra– hosts in banquet.
1. INTRODUCCIÓN
2. HOMERO
1 Después de Lucano encontramos el ritual en la novela El asno de oro de Apuleyo (siglo II d.C.), cf.
Fernández Contreras (1997). Sobre el ritual en la literatura española medieval, renacentista y posterior, cf.
Alonso Troncoso (1991), Jiménez (1991) y Martín Puente (1995) y (1996).
Los recipientes del agua, la vajilla y las copas para el vino serán de metales pre-
ciosos y los alimentos serán suculentos, si el anfitrión puede ofrecerlos, pues el hués-
ped merece lo mejor4. En cualquier caso, no faltarán el pan y el vino, que el anfi-
trión pedirá, si no los tuviera5. Tras la libación, se insta al invitado a que coma y beba
cuanto quiera, antes de preguntarle su procedencia y sus intenciones6. Ni en Home-
ro ni en Apolonio las mujeres toman parte del banquete.
Según los antiguos, el vino ayuda a recobrar la fuerza y el valor, hace olvidar
el hambre, la sed, las fatigas y las preocupaciones, devuelve la alegría y suelta la
lengua (Jardé 1969, Purcell 1985, Seltman 1975, Wing - Brown 1979), de modo
que el que lo toma dirá la verdad sobre su identidad y lo que busca en tierra extra-
ña, cuando se le hagan las preguntas rituales (Garzón 1979, Thill 1979). También
trae el sueño y ayuda al huésped a que descanse7. Pero el que abusa del vino pue-
de volverse soberbio y perder el valor, la fuerza y el autocontrol8. En el siguien-
te texto de la Ilíada Hécuba resume bien las virtudes del vino y Héctor sus per-
juicios:
Homero aprovecha en dos ocasiones que el vino puede tener efectos contrarios
a los mencionados más arriba. En Odisea 9, 196-197 y 353-363 Ulises lleva vino
como regalo de hospitalidad al cíclope. Éste, que no respeta la ley sagrada de la hos-
pitalidad y se emborracha, será castigado por su sacrilegio. Dice Homero:
4 Cf. Ilíada 11,777-779; Odisea 1, 141-147; 3, 470-472; 4, 57-58; 5, 92-94; 6, 246-248; 7, 295; 8, 69-
Por otro lado, en Odisea 14, 463-471, Ulises recibe la hospitalidad de Eumeo y
simula ante su auditorio que ha bebido demasiado vino, para hacer creíble una his-
toria falsa.
Pero, una vez que embarcan, el mar los devuelve de nuevo a la misma tierra. Esta
vez los doliones los confunden con otro pueblo y los atacan; lo que confirma la teo-
ría de que no cualquier extranjero puede recibir la hospitalidad:
Mas al llegar la noche [...] vendavales contrarios llevaban la nave hacia atrás
impetuosamente, hasta que arribaron de nuevo junto a los hospitalarios doliones
[...] Ninguno advirtió cautamente que era la misma isla; ni tampoco los doliones
en la noche se percataron de que en realidad volvían de nuevo los héroes, sino
que tal vez imaginaron que los abordaba el Ares pelasgo de los macrieos. Y, por
eso, vistiendo las armas, alzaron sus brazos contra ellos. (Argonáuticas 1,1015-
1025)
10 En este se inspira, sin duda Virgilio para narrar la llegada de Eneas a Cartago.
11 Traducción de las Argonáuticas de Mariano Valverde.
Desde un punto de vista socio-cultural existe una notable polémica entre quie-
nes creen que la hospitalidad privada es igual en Roma que en el mundo griego (Bol-
chazy 1977 y 1978, Lécrivain 1969) y los que sostienen que no se pueden equipa-
rar, dado que las circunstancias histórico-culturales son distintas (Gauthier 1973), y
esta polémica alcanza también a los dos términos que designan al huésped, hostis y
hospes (Cuq 1900, Benveniste 1983, Gauthier 1973, Degl’Innocenti Pierini 1985).
Pero lo cierto es que, desde un punto de vista estrictamente literario, la poesía lati-
na recrea un tópico que desde Homero ya no puede faltar en ninguna obra épica y
que cada autor va remodelando.
Aunque las Geórgicas de Virgilio pertenecen al género didáctico, es la primera
obra en que aparece este tópico épico, en concreto dentro del epilio de Aristeo, Orfeo
y Eurídice (4,374-385), un pasaje de inspiración claramente homérica (Farrel 1991:
61, 105, etc.). Cuando Aristeo llega como suplicante a la morada de su madre Cire-
ne, es acogido amablemente, se le ofrece agua para la ablución y una especie de toa-
llas (lo que supone una novedad). Una vez servido el vino y los alimentos, la anfi-
triona liba en honor de Océano12.
Después de llegar a la morada del tálamo, abovedada de esponjosa piedra, y
conocer Cirene el llanto inútil de su hijo, ofrecen sus hermanas ordenadamente el
agua cristalina para las manos y le llevan toallas de tejido liso. Unas llenan las mesas
de manjares, otras le sustituyen sin cesar rebosantes copas; sobre los altares brillan
los fuegos de Pancaya. Entonces la madre exclama: “Toma estas copas de Baco Meo-
nio, libemos en honor de Océano”. [...] Por tres veces roció con el líquido néctar el
fuego de Vesta… (Geórgicas IV 374-385)13
Pero es lógicamente en la obra magna de Virgilio, la Eneida, donde con más fre-
cuencia se recrea este tópico literario, ya que su protagonista, como Ulises, arriba a
toda clase de puertos. En el libro primero de la Eneida, en un pasaje inspirado en el
libro tercero de las Argonáuticas, Eneas, después de identificarse, es acogido por
Dido, quien le ofrece un lujoso banquete, en el que Cupido hará que la reina de Car-
tago se enamore del troyano. Los pasos del ritual homérico, como en las Geórgicas,
se siguen incluso más escrupulosamente que en las Argonáuticas. La reina, como
anfitriona, liba en honor de Júpiter, de Baco “dispensador de la alegría” y de Juno
“bondadosa”, los causantes de su perdición. De modo que el vino es el desencade-
nante del trágico final de Dido.
Al punto conduce a su palacio a Eneas.
A la vez, ordena ofrendas en acción de gracias
En los templos de los dioses.
12 Muchos estudiosos y comentaristas han visto en Aristeo un correlato de Telémaco en la corte de Mene-
lao. En realidad no sólo tiene a Telémaco como modelo, sino también a Ulises en cada una de las ocasiones
en que aparece como huésped y a Jasón en las Argonáuticas. Cf. Durry 1956.
13 Traducción de Tomás de la Ascensión Recio y Arturo Soler.
[...]
Se adorna el interior de su palacio con todo el esplendor del fasto real.
Preparan un banquete en la sala del centro con tapices de exquisita labor
deslumbrante de púrpura. En las mesas luce vajilla de maciza plata;
y cinceladas en oro las hazañas de sus antepasados
[...]
Eneas
[...]
le ordena traer unos presentes salvados de las ruinas de Ilión:
[...]
Ya la reina descansa en lecho de oro entre regios tapices emplazada en el centro.
Llega el caudillo Eneas, llega también la juventud troyana
y se reclinan sobre estrados de púrpura.
Van dando los criados aguamanos, reparten pan de las canastillas,
Proveen de afelpadas servilletas. Hay cincuenta siervas dentro;
cuida cada cual en su puesto de ir poniendo los manjares
y avivar el fuego de los dioses hogareños.
Otras cien, y otros tantos criados iguales en edad
van colmando las mesas de viandas
y colocan las copas.
[...]
Llega el banquete a su primer descanso, y retiran las mesas.
Traen grandes tazas y las van coronando con guirnaldas.
[...] La reina pide entonces una copa maciza de pedrería y oro
y la llena de vino hasta los bordes,
[...]
La sala se hace toda silencio.
“Júpiter, tú que dictas leyes al que recibe y da hospitalidad,
según dicen, haz que sea este día feliz para los tirios
y los que han arribado desde Troya, que nuestros descendientes
guarden memoria de él. Que esté presente Baco,
dador de la alegría, y con él la generosa Juno. Vosotros, tirios,
celebrad este encuentro de buen grado”. Dice y vierte en la mesa
su libación de vino y después de libar
roza primero el borde de la copa con sus labios
y se la tiende Bitias apremiándole. Éste apura resuelto el vino espumeante
hasta embeberse la copa entera de oro.
[...]
Jopas, el de la larga cabellera, alumno un día del excelso Atlante,
Estremece la sala con el son de su cítara.
[...]
La infortunada Dido
trataba de alargar la noche hablando de diversos temas
y bebía el amor a largos tragos. Preguntaba sin cesar
muchas cosas sobre Príamo, y otras muchas sobre Héctor. (Eneida 1,631-749)
Eneas y los suyos también reciben la acogida hospitalaria del rey Héleno en el
libro tercero (Eneida 3,353-355). Esta vez se libará en honor de Baco –como en las
Geórgicas–, una vez servidos los manjares y el vino en la mejor vajilla.
Revista de Filología Románica 27
2007, anejo V, 21-33
Cristina Martín Puente Vino, banquete y hospitalidad en la épica griega y latina
14 Al igual que, cuando Telémaco llega al palacio de Néstor, éste se encontraba celebrando un banque-
te en honor de Posidón.
15 Como en Argonáuticas 1,962-963.
16 Sobre la influencia del episodio virgiliano de Aristeo en las Metamorfosis, cf. Martín Puente (1997)
Los anfitriones se dan cuenta de quiénes son realmente sus huéspedes y les piden
perdón por los pobres alimentos que les han ofrecido. No obstante, por su generosi-
dad se libran del castigo que los dioses, enfadados, imponen a toda la región y los
recompensan con creces.
El último recibimiento hospitalario de las Metamorfosis es el que Circe dispen-
sa a Macareo y sus compañeros (Metamorfosis 14,260-298). Unas ninfas de nuevo
son las encargadas de conducir a los forasteros a presencia de su señora, quien, tras
recibirlos, les ofrece una mezcla de granos de cebada, miel tostada, vino fuerte y
requesón, a la que añade disimuladamente una pócima que transforma en cerdos a
todos, excepto a Euríloco, que rehusó la copa. Esta actitud poco tiene que ver con la
hospitalidad altruista y mucho con la xenofobia –el sentimiento más primitivo con
respecto al extranjero–, pues se ofrece engañosamente bebida a los sedientos para
hechizarlos. Euríloco consigue informar a Ulises de lo que ha ocurrido y, gracias a
ello, va ante Circe para vengarlos. Cuando el héroe llega, conocedor de los efectos
del brebaje y llevando consigo una planta antídoto contra la pócima, Circe le ofrece
la misma bebida, que él rechaza, de modo que la maga tiene que reiniciar el ritual
con el estrechamiento de las manos, pero esta vez le ofrece la hospitalidad del tála-
mo conyugal (Bolchazy 1978, Espejo 1992):
Y al punto ordena mezclar granos de cebada tostados,
miel, mucho vino, leche cuajada, y disimiladamente añade
brebajes que deben pasar inadvertidos bajo aquel dulzor.
Cogemos las copas que nos ofrece su mano divina. Nada más
apurarlas, sedientos, con nuestras bocas resecas y al tocar
ligeramente con su varita la cruel diosa nuestros cabellos
6. LA FARSALIA DE LUCANO
Pasa una noche vergonzosa con su juez después de corromperlo. Una vez que por
parte del general se hizo la paz y ésta fue comprada con grandes favores, un ban-
quete recogió los goces de tan importantes acontecimientos y Cleopatra desplegó en
medio de gran afluencia de gente unos lujos que todavía no habían llegado a las gene-
raciones romanas.
[...]
En los lechos refulgen las gemas y una dorada vajilla de jaspe; brillan tapices de
los cuales la mayor parte, cocida en tintura de Tiro durante largo tiempo, ha cogido
el tinte no en una sola caldera; parte resplandece con brocados de oro, parte con gra-
na resplandeciente como el fuego, según es costumbre entre los de Faros mezclar
hilos con los tejidos. Además, una multitud de esclavos y un pueblo de servidores.
[...]
Se tendieron en los lechos los reyes y el que representaba un poder superior al
de ellos, César; y Cleopatra, que había acicalado exageradamente su belleza nociva,
no contenta con su cetro y con su hermano como marido, llena de despojos del mar
Rojo, lleva en su cuello y cabellos riquezas y sufre a consecuencia del peso.
[...]
19 También se ofrecieron “hospitalariamente” a su huésped Dido y Circe, pero éstas por sincero amor.
Sirvieron en vajilla de oro como manjares lo que había producido la tierra, el aire,
el piélago y el Nilo, lo que un lujo frenético por una vana ambición había buscado
en todo el mundo, sin que lo ordenase el hambre. Pusieron gran cantidad de aves y
fieras, que son divinidades en Egipto, y el cristal ofrece aguas del Nilo para las
manos y grandes copas adornadas con piedras preciosas reciben el vino, pero no de
uva mareótide, sino un generoso falerno al que, a pesar de su aspereza, en pocos años
Méroe proporcionó vejez, obligándolo a fermentar. Reciben coronas entretejidas con
flores de nardo y con rosas que nunca faltan y derramaron sobre sus cabelleras hume-
deciéndolas abundate cinamomo, que todavía no se había evaporado en el aire de
aquel país extranjero y no había perdido el aroma de su tierra, y amomo recién traí-
do de una mies vecina. César aprende a dilapidar las riquezas del mundo despojado
y se avergüenza de haber hecho la guerra contra un yerno pobre y desea motivos para
un Marte con los pueblos de Faros.
Después que el cansancio del placer puso fin a los manjares y a Baco, César
comienza a prolongar la noche con largas conversaciones... (Farsalia 10,106-174)20
Lejos estamos ya del vino que se ofrecía al huésped para que calmase la sed y
retomase las fuerzas. No ponen fin a este banquete el hambre y la sed saciadas, como
en Homero o Virgilio, sino el cansancio de tanto placer.
7. CONCLUSIÓN
Homero refleja en sus obras una época en que las sagradas leyes de la hospita-
lidad establecían los acuerdos diplomáticos y amistosos y éstos se sancionaban por
medio de un banquete ritual en el que el vino tenía un destacado papel, pues se ofre-
ce al forastero y a los dioses. Sobre todo es Ulises, y en menor medida su hijo Telé-
maco, el héroe agasajado con estos banquetes hospitalarios en la Odisea. Diversos
pasajes de esta obra y de la Ilíada nos ayudan a entender por qué el vino tiene un
papel tan importante en el ritual.
En una época más avanzada de la literatura griega el poeta griego Apolonio de
Rodas lo convierte en uno de los lugares comunes del género épico en sus Argo-
náuticas, cuyo héroe, Jasón, es acogido hospitalariamente en varias ocasiones.
Ya en la literatura latina, el primero en narrar un ritual de la hospitalidad es Vir-
gilio, y curiosamente lo hace en las Geórgicas, un poema didáctico que comparte
muchas características con el género épico. Aquí es el héroe mitológico Aristeo
quien recibe la hospitalidad de una mujer, su madre Cirene. Se inicia así en la lite-
ratura latina la importante novedad respecto a la griega de que las mujeres puedan
ser anfitrionas en estas ceremonias. Lógicamente no faltarán estos festines en su obra
épica, la Eneida, con los que se agasajará en tres ocasiones a Eneas, el más repre-
sentativo es el que organiza Dido.
Más tarde Ovidio nos obsequia en las Metaformosis también con tres materiali-
zaciones del rito de bienvenida: a Teseo, a Ulises y al propio Júpiter, acompañado
de su hijo Mercurio. Finalmente hemos visto cómo Lucano nos narra en la Farsalia
el banquete que Cleopatra ofrece a César para que caiga en sus redes.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS