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EL VIAJE DE LOS HUIPILES.

DE JUCHITÁN A LOS ALTOS DE JALISCO

Patricia Arias*

“Lo que distingue [al arte popular]


es su naturaleza consustancial a la zona, a la ciudad, a la comunidad”.
José Rogelio Álvarez

Resumen: El artículo documenta las transformaciones en la territorialidad, las formas de produc-


ción y las relaciones de trabajo de un objeto artesanal: el huipil de Juchitán, Oaxaca. Una carac-
terística central de la producción artesanal tradicional era su estrecha vinculación con espacios,
recursos, tradiciones, productores y consumidores que identificaban a cada comunidad. Sin em-
bargo, desde la década de 1990 se ha generado una descontextualización de los productos artesa-
nales. En este artículo se describe y analiza la fragmentación del proceso productivo de los
huipiles de Juchitán y su desplazamiento a ranchos y ciudades de Los Altos de Jalisco.
Palabras clave: artesanía, desespacialización, trabajo femenino a domicilio.

Abstract: This article documents the transformations in territoriality, the forms of production and
work relations of a handcrafted object: the huipil of Juchitán, Oaxaca. One of the main character-
istics of traditional handicraft production was its close ties to spaces, resources, traditions, pro-
ducers and consumers which identified each community. However, since the 90s there has been a
de-contextualization of handcrafted products. This article describes and analyzes the fragmenta-
tion of the productive process of huipiles of Juchitán and its move towards ranches and cities in
Los Altos de Jalisco.
Keywords: Handicraft, despatialization, women’s home-based work.

E
n la vieja máquina de coser de (figura 1). Así fue como, en enero de
una joven de un pequeño pueblo 2014 empecé a saber que muchas mu-
de Los Altos de Jalisco había jeres de esa comunidad bordaban los
una tela y un tipo de trabajo inusuales dibujos en los cortes de tela que les en-
en esa región: un cuadro de terciopelo viaban desde Juchitán, Oaxaca, y que,
negro forrado y a medio bordar con antes y después de varios procesos, se
unas grandes flores de intensos colores convierten en “El traje de Tehuana.
Una tradición bellísima”, como dice el
*Doctora por la Université de Toulouse-Le
Mirail, Línea principal de investigación: migra-
texto que acompaña las innumerables
ción y relaciones de género. Correo electrónico: imágenes de esos huipiles en internet.
[email protected] Poco después, muy cerca de allí, en la

11
12 Patricia Arias

Figura 1. Cuadro de terciopelo negro a medio bordar.

ciudad de Tepatitlán, encontré a otras blana como la indumentaria “típica”


mujeres que en sus hogares se dedica- con la que se identifica a la mujer me­
ban a la misma tarea: bordar a máqui- xicana. Lo paradójico del huipil de Ju-
na trajes, vestidos, rebozos, mantones chitán es que en tanto se ha convertido
para Juchitán. En ambos casos, decían en una prenda que identifica a la mu-
las bordadoras, ese trabajo se remon- jer mexicana, su producción se ha es-
taba a más de 20 años, es decir, había cindido del territorio donde se originó
llegado a la región en la década de y de la manera tradicional de pro­
1990. Y, con continuidades y cambios, ducirlos y usarlos. La investigación
ha persistido hasta la fecha. muestra que la confección de huipiles
El objetivo de este artículo es des- en Juchitán se ha desvinculado, en el
cribir y analizar, a partir de un estudio caso de los huipiles populares al me-
de caso, una de las transiciones que nos, de lo que conocemos como pro­
han experimentado la producción y los ducción artesanal tradicional. En la
sistemas de trabajo tradicionalmente actualidad, la elaboración de esos hui-
asociados a la producción artesanal, en piles corres­ponde a un sistema produc-
este caso, los huipiles y otras prendas tivo fragmentado y desespacializado,
de vestir que se venden y distribuyen es decir, espacialmente alejado y dis-
en los establecimientos comerciales de perso, más cercano a la maquila a do-
Juchitán, en Oaxaca. micilio que a la producción artesanal
Estudios histórico-culturales como tradicional, aunque se mantenga ese
los de Pérez Montfort (2007) han des- imaginario.
tacado los aspectos estéticos e identi­ La información de este artículo pro-
tarios, pero también cambiantes, de la viene de las trabajadoras a domicilio,
in­dumentaria tradicional. Como ha es decir, de las bordadoras a máquina
señalado este autor, la vestimenta de de huipiles en los Altos de Jalisco. No
tehuana desplazó al traje de china po- existe —aunque se buscó— de parte de
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 13

los establecimientos comerciales de ron entrevistas a tres comerciantes de


Juchitán para los que ellas trabajan. prendas de vestir “típicas”, entre ellas
No quisieron darnos información y en huipiles de Juchitán en la Ciudadela,
verdad les sorprendió, no gratamente, gran mercado de artesanías del centro
que supiéramos que las prendas que de la Ciudad de México.
ellos venden y distribuyen se bordaban
en los Altos. Y es comprensible. Para Las actividades artesanales.
los comerciantes de Juchitán es funda- Hasta la década de 1970
mental mantener la vigencia de la idea
de que se trata de productos “típicos” de En la antropología mexicana existe
esa región indígena de Oaxaca, que una larga y vigorosa tradición de in-
son elaborados allí con técnicas y mo- vestigación acerca de la producción
delos supuestamente originales y que artesanal, dentro de la cual se incluye
corresponden a un imaginario urbano la indumentaria. Las etnografías, tam-
y turístico de lo indígena (figura 2). bién los libros sobre arte popular que
Así pues, la información de este ar- se publicaron en la década de 1970, do-
tículo proviene del descubrimiento del cumentaron una característica central
fenómeno en recorridos de área, visi- de la producción artesanal: su vincula-
tas, pero sobre todo entrevistas sucesi- ción, estrecha e indisoluble, con el terri­
vas a cinco trabajadoras a domicilio de torio donde prosperaban, es decir, que
una comunidad rural (4 063 habitan- los objetos producidos dependían de los
tes en 2010) y de una colonia popular recursos, relaciones, tradiciones, ne­
de Tepatitlán, el principal centro urba- cesidades y habilidades de las comu­
no de la región Altos Sur de Jalisco. nidades, en especial, de comunidades
Las entrevistas y visitas se realiza­ rurales, muchas de ellas, indígenas. La
ron en 2014 y 2015. También se hicie- vinculación territorial tenía que ver

Figura 2. Producto “típico” de Juchitán elaborado en los


Altos de Jalisco.
14 Patricia Arias

con los materiales, objetos, diseños, se articulaba por medio de tian­guis,


trabajo, usos, comercialización, cele- mercados semanarios y “días de pla-
braciones y sentidos de los objetos za”, donde los productores microrregio-
para poblaciones específicas que los nales y regionales intercambiaban,
compraban o intercambiaban. vendían y también compraban los dife-
La actividad artesanal de cada co- rentes artículos que la gente del campo
munidad se basaba en la utilización de requería (Rubín de la Borbolla, 1974;
algún recurso natural —animal, ve­ Veerkamp, 1988). Se trataba de objetos
getal o mineral—, disponible en espa- y productos necesarios para la vida co-
cios microrregionales particulares al tidiana, pero también de artefactos
cual tenían acceso o derecho grupos donde se manifestaba la identidad cul-
sociales específicos (Álvarez, 1960; Ar- tural compartida por muchas comuni-
tes de México, 1960; Newbold de Chi- dades. Se trataba pues de objetos
ñas, 1975). básicamente utilitarios.
Para la confección de prendas de La territorialidad se manifestaba
ves­tir, por ejemplo, se cultivaban dife- también en el trabajo. Las piezas eran
rentes fibras vegetales: algodón, ixtle, elaboradas, de “todo a todo”, como di-
yuca, chichicaxtle, apocínea, seda sil- cen, en casas, barrios y comunidades
vestre; pero con los colonizadores llega­ específicos. En el hogar se “realizan to-
ron rebaños de ovejas que permitieron das las operaciones conectadas con la
tejer la lana y confeccionar sarapes;
con agave o cuero se tejían los huara-
ches que usaban los hombres; para
adornar las prendas se empleaban pe-
los de conejo, pieles de distintos ani-
males, plumas de pájaros tropicales,
conchas, caracoles, objetos de cobre, oro
y plata e infinidad de piedras; además,
se conocían y trabajaban una gran va-
riedad de tintes: vegetales, animales y
minerales (Johnson, 1974; Lechuga,
1996). La decoración tendía a combinar
elementos de la cosmovisión de los gru-
pos étnicos con dibujos de sus entornos
naturales (figura 3) (Lechuga, 1996).
Las materias primas y los produc-
tos circulaban y tenían sentido en te-
rritorios acotados y reconocidos por las
comunidades. Los textiles, se decía, “se
destinan al uso familiar […] o se ex-
penden en el tianguis más cercano”
(ibidem: 86). La producción artesanal Figura 3. Dibujos sacados del entorno natural.
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 15

elaboración, decoración, empaque para 1974: 162). Se señalaba también que


el traslado y venta de los productos ar- las jóvenes ya no querían aprender las
tesanales” (Rubín de la Borbolla, 1974: laboriosas tareas asociadas a la confec-
284). La hechura de los objetos era ma- ción a mano de las prendas de vestir y
nual y la unidad de producción era el que “ante la penetración del comercio,
grupo doméstico, es decir, los que vivían van perdiendo el orgullo y la satisfac-
en una casa o compartían un solar que, ción estética de crear una buena pieza”
por lo regular, estaban emparentados. (ibidem: 169).
El trabajo era intrafamiliar y se basada A principios de la década de 1970,
en una división del trabajo, en ocasio- Martínez Peñaloza (1988) constató la
nes muy rígida, entre hombres y muje- desaparición de muchas tradiciones
res (Lechuga, 1996). Por lo regular, las artesanales, entre ellas, la elaboración
mujeres no obtenían ingresos indepen- de prendas y los productos de fibra,
dientes o propios por su quehacer como ­debido a la pérdida de muchas mate-
artesanas, porque éste se encubría en rias primas locales y regionales que
la idea de que el trabajo femenino era habían dado renombre a productos y
sólo “ayuda” (Arias, 2009). localidades.
Las mujeres producían, en telar de
cin­tura, “la indumentaria para ellas y Investigaciones e
sus familias” (Lechuga, 1996: 86). Has- interpretaciones
ta la década de 1960, se calculaba que
entre 80 y 90% de la indumentaria in- Desde la década de 1970 también los
dígena se producía en los hogares y era estudios antropológicos comenzaron
para uso de sus miembros (Lechuga, a detectar, analizar e interpretar las
1996). La vestimenta era un elemento transformaciones de la producción ar-
central de la identidad. Se sabía que tesanal como consecuencia de la ex-
las “características de las diferentes pansión y penetración capitalista; en
prendas, la combinación de ellas y sus la mercantilización de los objetos tra-
diseños son distintivos de cada etnia, dicionales que había llevado al cambio
cada región y a veces cada pueblo” (Le- de sentido de la producción artesanal
chuga, 1996: 90). De esa manera, decía, en general (García Canclini, 1982; Moc­
“se puede saber de dónde proviene una tezuma Yano, 2002; Novelo, 1976). El
persona por la indumentaria que usa” capitalismo, se decía, se apropiaba y
(figura 4) (1996: 90). recreaba los productos artesanales,
Con todo, se advertían cambios: se modificaba las formas de producción y
reconocía que “la manta y otras telas las relaciones entre los productores.
in­dustriales han reemplazado parcial- Por una parte, se advirtieron cam-
mente los lienzos realizados en telares bios en las formas de organización de
manuales” (ibidem: 89); se advertía la producción. La introducción de la
que en la confección de prendas se uti- electricidad —que permitió la utiliza-
lizaban “telas de fábrica, hilazas y es- ción de tecnología y maquinaria— el
tambres, listones y encajes” (Johnson, deterioro incipiente, pero imparable,
16 Patricia Arias

Figura 4. Prenda con diseño distintivo de la región de


Juchitán, Oaxaca.

de la economía familiar campesina; familias campesinas de los alrede­dores


la de­manda urbana de viejos y nuevos de Chiconcuac, pero también de tejedo-
productos; la promoción gubernamen- ras de otras localidades como Gualupi-
tal de las artesanías como fuente de di- ta, en el Estado de México y Santa Ana
visas para el país habían detonado tres Chiautempan, en Tlaxcala. Esta últi-
procesos en las comunidades artesanas: ma era en verdad el epicentro de la
la orientación de la producción hacia el producción de suéteres, pero el tian-
mercado urbano y turístico, el surgi- guis de Chiconcuac se había hecho fa-
miento de talleres, la asalarización de moso entre los turistas nacionales y
los artesanos (Good Eshelman, 1988; extranjeros como lugar de distribución
Novelo, 1976). Aunque esta situación y venta de suéteres de lana y acrilán
podía ser un proceso reversible se que se suponían “artesanales” (Creel,
anunciaba lo que podía ser la proleta­ 1977). Aunque los comerciantes tenían
rización de los artesanos (Novelo, 1976). un gran peso en la fragmentación y
Se advertía, sólo en unos cuantos dispersión de la producción, era en los
ca­sos, un fenómeno que se potenció en talleres familiares donde se realizaba
las décadas siguientes: la fragmenta- la confección de las prendas. Los co-
ción del proceso productivo asociado a merciantes, que vendían en el tianguis
la demanda turística. En Chiconcuac, y salían a distribuirlas a grandes dis-
Es­tado de México, Martha Creel (1977) tancias, apelaban a lo artesanal por
descubrió que el tejido y la confección cuanto parecía que estaban hechas a
de suéteres en máquina, actividad que mano, pero nada más (idem).
había sustituido la fabricación artesa- En las décadas siguientes se detec-
nal —familiar, en telares manuales— taron más ejemplos de cambios en la
de sarapes y gabanes, se basaba en la producción y los productos como resul-
producción a domicilio de infinidad de tado del incremento de la demanda
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 17

turística. Los nahuas de Ameyaltepec posición temporal recientemente inau-


y Oapan, Guerrero, habían sustituido gurada en el Museo Textil de Oaxaca
la producción de loza por la pintura de (16 de abril de 2016), muestra con in-
papel amate con decoraciones cada vez dumentaria de diferentes regiones y
más elaboradas. Era un ejemplo pionero tradiciones las transformaciones que
de separación de los materiales y los pro- desde los años treinta experimentaron
ductos: los papeles de amate, que prove- las prendas textiles debido a la deman-
nían de San Pablito, Pahuatlán, Puebla, da creciente de objetos “típicos” por
eran pintados en Ameyaltepec y Oapan. parte del turismo. Sin duda, como se-
Con todo, los nahuas de ambas comuni- ñala Johnson, en “los últimos cincuen-
dades controlaban el proceso productivo ta años, el mercado turístico ha sido el
que se llevaba a cabo en los ho­gares y la impulsor más importante de las modi-
comercialización de los amates (Good ficaciones en el tejido y la indumenta-
Eshelman, 1988). ria” (Johnson, 2015: 15).
Se advertía también, el incremento Con todo, el sentido de los productos
del trabajo asalariado y la “descentrali­ elaborados por los artesanos, aunque
zación” de la producción de objetos ar- modelados por el mercado, permanecía
tesanales: en Tonalá, Jalisco, Por una arraigado y era reconocido por los lu-
parte, estaban las personas que, en sus gares donde se producían, distribuían
casas, elaboraban las piezas. Por otra y vendían. Esto ya no es así. El ejem-
parte, las que, también en sus casas, las plo de los huipiles de Juchitán mues-
pintaban. Es decir, no se trataba de ar­ tra que se ha logrado, como decía
te­sanos sino de trabajadores a ­do­mi­cilio García Canclini, “separar la base eco-
que realizaban tareas fragmentadas a nómica de las representaciones cultu-
cambio de salarios (Moctezuma Yano, rales” y han quebrado la “unidad entre
2002). Se trataba, además, de productos producción, circulación y consumo”
que no estaban destinados a satisfacer (García Canclini, 1982: 18).
las necesidades y gustos de los clien­tes En ese sentido, los productos de-
locales y regionales, sino de artefactos ben ser estudiados entonces no sólo
decorativos para turistas. desde la perspectiva de la producción
Por otra parte, era evidente la mo- y el trabajo sino también desde la
dificación que habían experimentado “circu­lación social de los objetos y de
los productos, en cuanto a su diseño y los significados” (ibidem: 48). Circula-
función, para articularse para el comer- ción que, en el caso de los huipiles de
cio y los consumos urbano y turístico Juchitán, ha dado lugar a un proceso
(García Canclini, 1982). Los producto- no sólo de descentralización, sino so-
res, decía García Canclini, eran “los bre todo de descontextualización que
primeros interesados en reformular ha escindido el territorio de la pro-
sus patrones simbólicos e insertarse ducción —que puede realizarse en los
mejor en las condiciones contempo­ Altos de Jalisco— con el territorio del
ráneas de desarrollo” (2006: 75). “El sentido, que permanece asociado a
encanto de las prendas ajenas”, la ex- Juchitán.
18 Patricia Arias

El famoso traje de Tehuana

El traje de tehuana ha sido uno de los


atuendos más profusamente fotogra-
fiados, descritos y analizados de la ves-
timenta indígena mexicana (Johnson,
1974; Pérez Montfort, 2007). Desde los
años treinta la tehuana empezó a re-
presentar una visión “que contribuía…
a establecer las diferencias regionales”
de la mujer mexicana. Frente a la ima-
gen nacional de la china poblana —en
cuya falda estaba bordada el águila y
la serpiente— surgió la tehuana; in­
dígena que representaba a mujeres
hermosas y libres de una región par­
ticular que vestían “de enagua larga,
enjoyadas, sobre la tela de sus blusas
cargadas de motivos florales y su incon­
fundible velo” (Pérez Montfort, 2007:
149). Esa indumentaria tehuana fue
descrita en crónicas y relatos y apare-
ció en películas, fotografías, obras de Figura 5. Traje de Tehuana.
los más reconocidos pintores y en los
li­bros de arte popular que se populari- pelo o de satín de rayón, profusamente
zaron en la década de 1970 (figura 5) bordados en el frente y en la espalda con
(Pérez Montfort, 2007). un diseño en forma de U. El color favori-
Es famosa, se decía, “la ropa que to es un rojo borgoña, con bordados
distingue a las zapotecas del Istmo amarillos. Las rabonas son faldas lar-
como grupo étnico” (Newbold de Chi- gas, plegadas a la cintura y con mucho
ñas, 1975). En la década de 1960 era vuelo” (Newbold de Chiñas, 1975: 107).
descrito así: “El traje de gala, elegante Se reconocía, eso sí, que se habían
y de mucho colorido, se conoce mun- dado algunos cambios en ese atuendo
dialmente […] parece ser una adapta- tradicional: “el famoso traje de tehua-
ción de la ropa europea del siglo xix na, en su versión moderna, ha sustitui-
combinada con elementos indígenas do el enredo por la falda de pretina
como el huipil […] en la actualidad se bordada con flores, como el huipil corto
usa el huipil, la rabona y el enredo. El de terciopelo bordado con el diseño clá-
huipil es una especie de camisa suelta sico del “mantón de Manila” (Artes de
que llega hasta poco debajo de la cintu- Mé­xico, 1960: 63).
ra, cosido a los costados, formando una Todavía en la década de 1970, las
angosta manga corta. Los hay de tercio- mu­jeres tenían pocas prendas que se
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 19

utilizaban hasta que el uso cotidiano que está bordando a mano, sobre un
las acababa. La indígena, se decía, “po- bastidor, una blusa muy similar a la que
see un huipil para el diario y otro más ella vestía. A un lado se observa la caja
fino para días festivos. El huipil de lujo de hilos industriales Anchor, que se
se usa para la boda y muchas veces se usan hasta la fecha (Johnson, 1974:
guarda para mortaja. La distribución 194). Otra fotografía muestra a dos jó-
ocurre en Guerrero, Oaxaca, Chiapas y venes, un hombre y una mujer, bordan-
Yucatán” (Johnson, 1974: 166). Se de- do a mano sobre un bastidor, grandes
cía también que las zapotecas solían flores de vivos colores en una blusa de
tener un huipil grande, el que parece terciopelo (Marín de Paalen, 1974).
de niño victoriano, que sólo usaban las Lechuga señalaba que la máquina
madrinas de los matrimonios; un hui- de coser les había permitido a las za­
pil del diario, un huipil de salir y un potecas lograr “complicados diseños”
huipil bordado, que eran más sencillos sobre telas industriales (1996: 90). Ad-
y duraban alrededor de un año. En vertía también una tendencia genera-
gene­ral, las prendas femeninas eran lizada a añadir ornamentación a los
caras y muchas mujeres carecían de trajes: profusión de bordados que cu-
hui­pil de gala (Newbold de Chiñas, brían toda la prenda, uso de listones an­
1975). chos de gran colorido (idem).
Elaboración. Carecemos de descrip- Desde la década de 1990 el imagi-
ciones sobre cómo se confeccionaban, nario asociado a las mujeres de Juchi-
con qué técnicas se bordaban, cómo se tán se amplió y popularizó a partir de
hacían los vistosos adornos de la vesti- tres vertientes de cambios en la condi-
menta que tanto llamaban la atención. ción femenina que se fusionaron en el
Un recuento de actividades de media- traje de tehuana: por una parte, la rei-
dos de la década de 1960 señalaba que vindicación de un tipo especial de mujer
en San Juan, una comunidad istmeña, indígena fuerte, comerciante, empren-
había siete costureras, lo que reitera la dedora e independiente, que ganaba
idea de que la ropa se confeccionaba en dinero como comerciante y podía gas-
los hogares (idem), pero que cuando se tarlo en sí misma; por otra, el descubri-
requerían prendas más elabo­radas, miento para el público en general de
como para las fiestas, se recurría a las los muxes, personas de sexo masculino
modistas. que se asumen y viven como mujeres y
El recuento mencionado no docu- llevan a cabo celebraciones especiales
menta la manera en que las zapotecas y gozosas, como las Velas, que dieron
conseguían las telas, los materiales y lugar a innumerables reportajes tele-
cómo confeccionaban los huipiles (New­ visivos y películas. Los trajes de tehua-
bold de Chiñas, 1975). Con todo, han na, cada vez más ornamentados y
quedado indicios acerca del bordado. sofisticados, forman parte indisoluble
Una fotografía de la década de 1970 de las Velas, a las que acuden cada vez
muestra a una zapoteca de Tehuante- más turistas. Y, finalmente, la enorme
pec, vestida con una blusa tradicional, popularidad de la pintora Frida Kahlo,
20 Patricia Arias

más tarde, de la cantante Lila Downs y muy temprano, mujeres de muchos


tantas más que entre sus atuendos fa- ranchos se “arrimaban” con sus bolsas
voritos adoptaron el traje de tehuana. llenas de costura para vender. Ahí, en
Las comerciantes de la Ciudadela se- las bancas de la plaza o sentadas en el
ñalan una u otra de esas tres influen- suelo, desplegaban su mercancía y ha-
cias en la preferencia de las turistas cían tratos con las personas que lle­
por esa prenda, en especial, las blusas gaban a la ciudad en los autobuses y
que, insisten, son bordadas a mano. sabían que allí se podía encontrar una
Hoy en día, las “artes técnicas o turísti- gran variedad de prendas bordadas y
cas” responden, dice Appadurai, a “las tejidas de excelente calidad y elabora-
imposiciones o tentaciones comerciales das con múltiples técnicas: deshilado,
y estéticas de los consumidores en dos agujas, empavonado, filigrana, fri-
gran escala y ubicados a gran distan- volité, gancho, listón, punto de cruz,
cia” (1991: 67). punto de dama, rococó. En ese tiempo,
Así las cosas, las prendas de vestir usaban manta y popelina e hilos de algo­
de las mujeres de Juchitán aluden a dón para coser, bordar y tejer ajuares
sig­nificados diferentes para mucha de bebé, almohadones, carpetas, col­chas,
gente distinta y distante. El traje de sábanas y todo tipo de servilletas.
tehuana se convirtió en uno de los pro- En el tianguis dominical había dife-
ductos artesanales más impactados rentes maneras de vender y comprar:
por la globalización de los imaginarios llegaban bordadoras con prendas he-
asociados a la valorización de lo étnico. chas y terminadas por ellas mismas;
Los comerciantes tradujeron esa de- otras que vendían sus piezas bordadas
manda externa para incrementar la pero sin terminar; mayoristas que ofre­
producción de prendas que mantuvie- cían mucha “costura” como le llaman,
ran y recrearan la imagen y los signi­ que habían encargado en los ranchos y
ficados diversos del huipil de Juchitán. comerciantes de fuera que acudían a
En ese contexto, los comerciantes surtirse de mercancía de gran calidad
de Juchitán buscaron nuevas mane­ y bajo precio. Allí, las comerciantes
ras de producir de manera masiva y a vendían, compraban, recibían pedidos
bajo costo esa prenda tradicional. Y así de mayoreo y menudeo y conocían, gra-
llegaron a Los Altos de Jalisco. cias a la clientela, las tendencias de
consumo de diferentes mercados. Para
En los Altos de Jalisco los talleres, era un lugar ideal para con­
seguir nuevos clientes. El tianguis
Desde la década de 1970, en la plaza textil, como le llamaban, era una insti-
principal de la ciudad de Tepatitlán, tución imprescindible para el comercio
uno de los municipios más poblados de de costura de mayoreo en los Altos de
la región Altos Sur de Jalisco, se rea­li­ Jalisco. El tianguis refrendó la fama
zaba cada domingo un tianguis de ar­ de las mujeres alteñas como excelen-
tículos bordados a mano y, en menor tes costureras, tejedoras y, desde luego,
medida, a máquina. Ese día, desde bordadoras (figura 6).
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 21

A principios de la década de 1990 micilios de las trabajadoras para que


llegó al tianguis, todavía en el centro, desde ahí les siguieran trabajando.
una pareja que llamó mucho la aten- Pero esa modalidad ya no funcionó,
ción por la vestimenta de la señora: un aunque de esa manera las mujeres ad-
huipil. Esa pareja, que pronto se supo quirieron máquinas de coser y bordar.
venía de Juchitán, un lugar que nadie Por esa razón, muchas ex trabaja-
conocía, andaba en busca de mujeres doras, de extraordinaria habilidad y
que supieran bordar a máquina. Y así, rapidez, se habían tenido que dedicar a
preguntando y preguntando, llegaron bordar en sus casas lo que antes ha-
a los domicilios de muchas bordadoras bían hecho en las fábricas y talleres:
de la ciudad y ranchos de los alrede­ almohadones, carpetas, cobertores, sá-
dores de Tepatitlán. Tuvieron suerte banas, etcétera. Pero producían sólo
porque en ese preciso momento había para la clientela que acudía a los tian-
muchas mujeres que tenían máquinas guis y establecimientos de la región.
industriales de bordar en sus domici- Era un trabajo mal pagado, pero era lo
lios, eran excelentes bordadoras y, al que había, de manera que la oferta de
mismo tiempo, tenían poco trabajo y bordar a máquina el traje de tehuana
ganaban apenas lo necesario.
Era el principio de la crisis de la in-
dustria nacional y regional de la costu-
ra que había prosperado en la región
en la década de 1980 (Arias, 1988). Las
empresas locales, como las de todo el
país, resentían los impactos de la aper-
tura comercial que supuso la llegada
de productos extranjeros, en especial,
chinos y coreanos, tanto por vía legal
como por contrabando. Productos in-
signia —juegos de colchas y almoha­
dones bordados a máquina, que los
industriales y mayoristas llevaban a
vender a las principales ciudades del
país y, en especial, a las de la frontera
norte— vivían sus últimos momentos.
La competencia hizo que muchos
establecimientos industriales de la re-
gión cerraran, cambiaran de giro, dis-
minuyeran de tamaño, modificaran su
forma de trabajar. Algunas empresas
descentralizaron y fragmentaron la
producción mediante el envío, présta-
mo y venta, de las máquinas a los do- Figura 6. Traje “típico” bordado.
22 Patricia Arias

fue muy bien recibida. Los comercian- pero comenzó una relación de trabajo
tes de Oaxaca dejaron claro que bus­ entre ambas regiones que ha perdura-
caban trabajadoras hábiles, rápidas y do, con pocos cambios, por más de dos
baratas. décadas.
Fue el caso de Dolores originaria y Generación tras generación, muje-
ve­cina de un rancho de Tepatitlán. Ella res de varios ranchos del municipio y
era costurera y trabajó como obrera en de un barrio de Tepatitlán bordan en
un taller “grande” que quebró, por lo máquina las prendas de vestir de la in­
que volvió a bordar pares de fundas de dumentaria juchiteca tradicional: blu-
almohadas que llevaba a vender al tian­ sas, faldas, conjuntos de blusa y falda;
guis de Tepatitlán. En 1995, cuando pero además bordan mantones, rebo-
tenía 28 años, se convirtió en madre zos, velos, vestidos de novia, vestidos de
sol­tera, con lo cual se incrementaron damas de bodas, vestidos de fiesta y
sus gastos y se le dificultaba salir de la prendas especiales, como manteles. En
casa. Por esa razón, empezó a bordar la actualidad, bordan también vestidos
huipiles a máquina para una vecina cortos y escotados, vestidos de playa,
que distribuía cortes en el rancho. Se salidas de baño, en ocasiones, trajes de
pagaba mal, pero mejor que lo que ga- charra. Desde 2015 han estado muy de
naba en el tianguis y en poco tiempo moda los corsés y vestidos largos con
adquirió una gran destreza y veloci- “cola de sirena”, profusamente borda-
dad. En 2009 su vecina, ya mayor, le dos en el pecho y en la cola de colores
pasó el puesto de “encargada” y habla- intensos que no se usaban antes: rosa,
ron por teléfono a la casa comercial de verde, azules. Todo para diferentes ca-
Juchitán con la que trabajan. Desde sas comerciales de Juchitán que desde
entonces, ella recibe los cortes en su ahí los envían a lugares turísticos don-
ca­sa, distribuye las tareas, revisa y co- de son apreciadas por esa mezcla de
rrige los bordados, capacita a nuevas tradición y modernidad que le han
bordadoras y también borda. Dolores dado a las prendas.
confecciona un traje completo, blusa y
falda, en una semana. Antes, dice, “ha- Entre Juchitán y los Altos
bía más trabajo que ahora”. Por lo re- de Jalisco
gular, entrega cortes a 10 o 15 mujeres,
entre vecinas y conocidas. Pero a me- De acuerdo con el denue (Directorio
nudo tiene que capacitar y tener más Es­tadístico Nacional de Unidades Eco-
costureras, porque siempre hay alguna nómicas) en 2010 Juchitán era una
que falla y eso puede retrasar los en- ciu­dad de 74 825 habitantes, donde
víos, lo cual complica la relación con la exis­tían 1 098 unidades económicas
tienda de Juchitán. relacionadas con el traje “típico”. De
Los comerciantes de Juchitán ya no ellas, 33 se registraron como estableci-
regresaron a la región y las encarga- mientos comerciales y 1 056 de confec-
das de la producción en las localidades ción de traje “típico”. Se trata de una
de los Altos tampoco fueron a Oaxaca, ciudad media altamente especializada
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 23

Juchitán
Traza Urbana
Confección Traje Típico
Plaza Comercio Traje Típico
Cívica
Municipal

Puebla
Veracruz

Oaxaca

Elaboración propia a partir de; Marco Geoestadístico,


2010, inegi. Directorio Estadístico Nacional de
Unidades Económicas [denue]. 6ta. Ed., 2015, inegi.
Marco geográfico de referencia; WGS 84, Unidad
angular: grados.

Figura 7. Área de producción y comercialización de prendas de vestir, local


y foránea.

en la producción y comercialización de Todo comienza en la ciudad de Ju-


prendas de vestir que atienden no sólo chitán. Desde ahí, los comerciantes
la demanda local sino que se destinan envían, mediante diversas empresas
a mercados foráneos. De acuerdo con de paquetería, grandes cajas de cartón
la información de las bordadoras de los con telas cortadas, “cortes” los llaman,
Altos ellas trabajan con establecimien- a los domicilios de las encargadas en
tos comerciales (figura 7). los ranchos y en la ciudad de Tepatitlán.
Desde el principio, se organizó un La paquetería se paga en Juchitán.
sistema tan sencillo como eficiente de Las encargadas los reciben en sus ca-
trabajo entre ambas regiones tan dis- sas, en los lugares de destino, revisan
tantes y distintas donde las mujeres la cantidad y calidad del material y el
de los Altos pasaron a encargarse de diseño, distribuyen los cortes entre las
una fase de la producción: el bordado trabajadoras a domicilio y una vez con-
de las prendas, que es la que requiere cluida la tarea, revisan los cortes ya
de más habilidad, es la más laboriosa y bordados y, si todo está bien, llaman a
tardada. El sistema resulta desde lue- la paquetería para que regrese por las
go muy diferente de lo que era la pro- prendas a Juchitán, donde serán ter-
ducción artesanal de esa prenda de minadas. Las encargadas reciben el
vestir (figura 8). pago de ellas y el de las trabajadoras a
24 Patricia Arias

Tamaulipas
Zacatecas
San Luis Estados Unidos de América
Potosí
Aguascalientes
Estados Golfo
Unidos de
Mexicanos México
Tepatitlán Guanajuato
Querétaro Hidalgo

Jalisco

México Tlaxcala
Michoacán Distrito
Colima de Ocampo Federal
Puebla
Morelos
Veracruz de
Ignacio de
La Llave

Guerrero
Oaxaca
Oc
éa
no
Pa
cíf Juchitán
ico

Elaboró
J. Ezau Pérez Rodríguez
con base en:
Marco Geoestadístico, 2010, inegi.
Sistema de coordenadas geográfico: WGS 84.
Unidad angular: grados.

Figura 8. Sistema de producción artesanal entre ambas regiones distantes y dis-


tintas: Juchitán y los Altos de Jalisco.

domicilio a su cargo. Antes, los pagos se quiera de las muchas mercerías de la


hacían mediante transferencias banca- región.
rias, ahora en depósitos a tarjetas de El corte, el diseño y el dibujo se rea-
prepago de casas comerciales que tiene lizan en Juchitán, de acuerdo con los
sucursales en Tepatitlán, como Coppel. gus­tos, ocasiones o tendencias que los co­
Las materias primas que se utili- merciantes quieran darle a las pren-
zan son industriales. Como se dijo an- das. En Juchitán están los cortadores,
tes, en el caso de la indumentaria de diseñadores y dibujantes que son tra-
Juchitán esto es así desde hace mucho bajadores de las casas comerciales. De
tiempo. Las telas utilizadas son bá­ esa manera, la prenda llega a los Altos
sicamente terciopelo, satín, algodón y, cortada, diseñada y dibujada con gis,
ca­da vez más, materiales sintéticos fá- para que la trabajadora se guíe al ha-
ciles de lavar. Los hilos son también de cer el bordado.
fibras sintéticas que ofrecen una gama Aunque se bordan diversos tipos de
casi infinita de colores intensos, resis- prendas, la más exitosa, la que siempre
tentes y que no se despintan. Por lo re- se borda, es el traje de tehuana “tra­
gular, las trabajadoras no aceptan que dicional”, es decir, el conjunto de blusa
les den los hilos y los compran en cual- y falda de terciopelo negro o rojo, am-
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 25

bas partes profusamente bordadas y se han acostumbrado a que así es. Lo


adornadas con grandes flores. Es el más complicado y menos redituable
traje que más se observa en las Velas. para las encargadas son las innovacio-
En la actualidad, de acuerdo con las pá­ nes. Ahora, continuamente, les envían
ginas de internet, se celebran 26 Velas nuevos productos y diseños que se lle-
al año, de manera que hay gran de- van horas de trabajo y entrenamiento,
manda de esos trajes a lo largo de todo y que no se paga más que como una
el año y los comerciantes le añaden prenda habitual. Por el bordado de un
cada vez más bordados y adornos. Las conjunto, “bien doble” se pagan mil pe-
bordadoras advierten que antes un di- sos, y una bordadora se tarda dos se-
seño duraba mucho tiempo; ahora, los manas. Por un conjunto de niña, doble,
comerciantes están continuamente in- que se borda en una semana, se pagan
novando los diseños de las prendas. 650 pesos.
Durante muchos años los paquetes No todas las bordadoras quieren
de cortes incluían fotografías de perso- ser encargadas, aunque ganen un poco
nas vestidas con la prenda para que la más. Esa responsabilidad significa ro-
trabajadora viera los colores que debía ces constantes con los encargados en
usar en el bordado. Ahora las fotogra- Juchitán por la calidad, la pérdida de
fías son enviadas por Whatsapp a los piezas, el precio de las prendas, los
teléfonos celulares de las encargadas (o montos y el envío de dinero. Y también
de sus hijas) que se los muestran a las con las trabajadoras por las mismas
trabajadoras que, de un vistazo a la pan­ razones.
talla, memorizan los colores que deben Doña Isela fue, durante 15 años, “en­
utilizar. cargada” en una colonia en Tepatitlán.
Una encargada suele tener una red Ella distribuía cortes y bordaba. Es
de 10 a 15 trabajadoras a su cargo. La una de las bordadoras más experta y
encargada es una bordadora experta, rápida de las que existen. Con ese tra-
que cobra por su trabajo y una canti- bajo sacó adelante a sus cinco hijos cuan­
dad extra por la tarea adicional que do su marido la abandonó. Pero cuando
realiza. Ella distribuye el trabajo entre sus hijos crecieron dejó el trabajo de
amigas, parientes y vecinas que pasan encargada y sólo sigue como bordado-
a su casa a recoger los cortes para bor- ra. Se “cansó”, dice, y además “es mu-
darlos en sus domicilios y los regresan cho batallar para al final quedar mal
terminados. La encargada es respon- con todos”. Desde su punto de vista, las
sable de la calidad del bordado de cada trabajadoras no cumplen, los comer-
prenda, asume la tarea de enseñar a ciantes no quieren subir los precios y
nue­vas bordadoras y suple, con su pro- son muy exigentes. En 2013 le pasó el
pio trabajo, las ausencias de las que, por puesto a su hija, que también ha sido
alguna razón, no pasan por los cortes. bordadora desde muy joven y ella “ne-
La cantidad de trabajo que le llega cesita más el dinero”, dice doña Isela.
a cada encargada varía mucho a lo lar- En la actualidad, las encargadas
go del año. Pero siempre llega y todas apenas tienen contacto con los comer-
26 Patricia Arias

ciantes de Juchitán. La relación se ha hermanas, cuñadas o primas. Pero cada


hecho cada vez más impersonal porque una tiene su máquina, sus hilos y tra-
los propietarios originales de los esta- baja para sí misma. No es un quehacer
blecimientos, con los que hicieron los colectivo, no se comparten los ingresos
arreglos, ya casi todos han muerto y y la ayuda no va más allá de prestarse
las encargadas tratan, apenas, con sus unas tijeras, algún hilo. Si una madre
hijos o encargados de los negocios. Nin- o hija es encargada trata a su familiar
guno de los que hoy manejan las casas como a las demás bordadoras.
comerciales ha ido a los Altos. Entre las bordadoras, como en el
El bordado de prendas a máquina caso de otras mujeres dedicadas a “la
para Juchitán es el trabajo mejor pa- costura”, hay muchas que mantienen
gado en la región. También es el más sus hogares, es decir, que son jefes de
laborioso y el que demanda más horas familia. Hay madres solteras y separa-
de trabajo. Pero las bordadoras tienen das. Viven en casa de sus padres o, en
mucha práctica, son muy rápidas y há- menor medida, solas, y no pueden de-
biles. Cuando escasea el trabajo con jar de trabajar porque son el sustento
una encargada, buscan con otra, aun- principal de sus hogares. Por eso pre-
que les pague menos. fieren el bordado de huipiles a otra for-
Pero nunca dejan de trabajar. Las ma de empleo: es el trabajo mejor pa­
bordadoras no tienen ingresos asegu- gado, no tienen gastos de traslado ni
rados ni estables y no reciben presta- alimentación y pueden trabajar, aten-
ciones de ningún tipo. Las bordadoras der sus obligaciones domésticas y cui-
más antiguas, que conocieron e hicieron dar a sus hijos, en especial, cuando son
los primeros arreglos con los comer- pequeños.
ciantes de Juchitán, dicen que algunos Así era la vida de Rosaura, madre
de ellos, en Navidad, les enviaban una de tres hijos. Ella aprendió a bordar
cantidad de dinero adicional como huipiles desde niña y a eso se dedicó
aguinaldo, les regalaban cobijas, eran hasta que se casó. Pero después de
sensibles cuando tenían problemas. nueve años de matrimonio, se separa-
Pero los hijos o encargados de los esta- ron y el marido no le pasa pensión por
blecimientos han suprimido esas pres- los hijos que procrearon. Rosaura vol-
taciones informales. vió a casa de sus padres y a trabajar en
Cuando envejecen, algunas regre- el bordado de huipiles, como su ma-
san a hacer bordados más sencillos, dre. Una pariente le ha dicho que ya
peor pagados. En verdad, salvo el bor- no quie­re ser encargada y Rosaura
dado para Juchitán, el bordado a má- piensa hacerse cargo de esa tarea y ga-
quina se ha convertido en la técnica nar un poco más, por lo menos, mien-
peor pagada de las que se practican en tras sus hijos crecen.
la región. Finalmente, después de una sema-
En una casa puede haber dos o tres na en los Altos, las prendas bordadas
bordadoras de huipiles que trabajan viajan de regreso a Juchitán, pero no
juntas, en ocasiones, madre e hijas, dos están terminadas. La fase final se rea-
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 27

liza, de nueva cuenta, en los talleres de modernidad y variedad de significa-


las casas comerciales: allí se cierra el dos que se representan en la mujer de
cuello a las blusas, se termina de coser Juchitán (figura 9).
lo que falte de las prendas, se añaden ti­ El conocimiento de los objetos arte-
ras bordadas y listones de colores en cue­ sanales se pierde con el viaje de las mer­
llos y faldas. Después de eso, están listas cancías (Appadurai, 1991: 77). Como se
para salir al mercado como prendas au­ dijo al principio, una característica
ténticas de Juchitán. En 2015-2016 un central de la producción artesanal era
conjunto de falda y blusa se vendía en- su vinculación con el territorio en va-
tre 10 000 y 14 000 pesos en la Ciuda- rios sentidos: eran elaborados a partir
dela y en tiendas de Oaxaca. de algún recurso local, eran confec­cio­
nados a mano de “de todo a todo” dentro
En síntesis de los grupos domésticos en comunida-
des que, en muchos casos, se especiali-
Se puede decir que el huipil de Juchitán zaban en la producción de determinados
como objeto artesanal se ha convertido artículos. Los productores eran porta-
en una mercancía transformada “cul- dores y usuarios de los artículos que
turalmente por los gustos, los merca- elaboraban. El objeto artesanal circula-
dos y las ideologías de economías más ba por mercados y tianguis microrregio­
grandes” (Appadurai, 1991: 44). nales y regionales donde eran buscados,
En el caso de los huipiles es claro reconocidos y comprados por gente de
que los comerciantes son, desde hace otras comunidades pa­ra ser usados de
décadas, los principales actores del manera cotidiana, oca­sional o ceremo-
arte étnico-turístico de Juchitán. Hoy
por hoy, el objeto artesanal es creado,
mo­delado y recreado por los comer-
ciantes que son los que monopolizan el
“conocimiento del mercado, del consu-
midor y del destino de la mercancía”
(Appa­durai, 1991: 61). Los artesanos
han perdido el control y el poder sobre
su trabajo y el sentido de su trabajo,
son los que construyen además la “po-
lítica de estatus de los consumidores”
(Appadurai, 1991: 67), son los que man­
tienen, recrean y reinventan los dise-
ños, las prendas y sus usos de acuerdo
con la demanda que captan en sus es-
tablecimientos y sus redes, pero tam-
bién le proponen a la clientela nuevos
productos y bordados que aluden a lo Figura 9. Vestimenta que alude a lo “étnico”
“ét­nico” y “tradicional”, que apelan a la y “tradicional”.
28 Patricia Arias

nial. Es decir, el objeto artesanal esta- fase de la costura a un número variable


ba ligado a territorios específicos en de mujeres de sus microrregiones
términos de materias primas, trabajo, (Arias, 1988). Algo similar a lo que ha-
comercialización, usos y significado. cen las casas comerciales de Juchitán,
Lo que muestra la producción de pero a larga distancia.
huipiles de Juchitán en los Altos de Ja- El ejemplo de los huipiles muestra
lisco es que la producción artesanal cómo en la globalización se puede com-
actual puede descontextualizarse, es binar el desplazamiento del espacio
decir, fragmentarse y desespacializar- productivo y laboral hacia lugares ale-
se de los territorios donde surgió y co- jados y diferentes y, al mismo tiempo,
bró sentido. Este es un ejemplo de lo mantener el anclaje de los imaginarios
que puede suceder en el caso de pro- donde los objetos artesanales surgieron
ductos artesanales exitosos, como el y cobraron sentido. Los comerciantes de
traje de tehuana. Juchitán han entendido muy bien el pa-
La expansión del mercado llevó, pel de la cultura, cambiante pe­­ro per­
como en tantos productos, a la frag- sis­tente, en la producción de los objetos
mentación y desespacialización de la artesanales (García Canclini, 1982).
producción. En primer lugar, en cuanto Porque el producto artesanal tiene y
a las materias primas. Es cierto que el mantiene una peculiaridad que lo hace
traje de tehuana desde hace mucho diferente a otros productos: su re­­co­no­
tiem­po se elabora con materias primas cimiento, su valor como objeto car­­­ga­do
industriales, pero se ha incrementado de atributos y sentidos —in­dígena, ori-
el uso de materiales sintéticos: telas, ginal, tradicional, manual— permane-
hi­los, tiras bordadas y listones. ce anclado, no puede des­vincularse de
En segundo lugar, respecto a la pro- sus territorios originales. En ese senti-
ducción y el trabajo. La fabricación de do, el valor simbólico del objeto artesa-
las prendas ha sido fragmentada en nal permanece, se recrea y se reinventa
fases que realizan distintos trabajado- en los territorios originales.
res en diferentes lugares. Una de esas En el caso de los huipiles, es en Ju-
fases, el bordado, que es a lo que le atri­ chitán donde persisten los imaginarios,
buye el valor artístico y cultural a la tradicionales y modernos, asociados a
prenda, se ha desplazado a un territo- esa vestimenta. Las prendas hay que
rio muy distante y distinto, donde las exhibirlas, venderlas y comercializar-
prendas carecen de los sentidos cultu- las desde ahí, que es donde la gente
rales que tienen en Juchitán. En ver- viaja para encontrarlas, reconocerlas,
dad, se puede decir que la manera de admirarlas, comprarlas.
producir los huipiles de Juchitán en los El éxito del traje de tehuana está
Altos se asemeja al de cualquier taller aso­ciado a una conjunción de ideas
maquilador de los que existen en tantos acerca de la tradición indígena, pero
lugares. Son talleres o establecimientos vinculada a nuevos significados de la
comerciales que recurren al trabajo fe- condición femenina, las nuevas identi-
menino a domicilio, es decir, entregan la dades sexuales, una combinación de
el viaje de los huipiles. de juchitán a los altos de jalisco 29

tradición y modernidad, de autentici- BIBLIOGRAFÍA


dad y originalidad. Eso es lo que trans-
mite el traje de fiesta zapoteco, lo que Appadurai, Arjun (1991), “Introducción: las
buscan los turistas, los que llegan a Ju- mercancías y la política del valor”, en
chitán y a otros mercados turísticos: Arjun Appadurai (ed.), La vida social de
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adornadas y coloridas que tengan sen- Arias, Patricia (2009), Del arraigo a la diás­
tidos. El traje de tehuana —y sus va- pora. Dilemas de la familia rural, Mé­
riaciones— se ha convertido en objeto xico, Miguel Angel Porrúa/cush.
de consumo no necesariamente utili­ _____ (1988), “La pequeña empresa en el
tario para las zapotecas, salvo para las oc­cidente rural”, Estudios Sociológicos,
Ve­las, pero sí en un producto ornamen- vol. VI, núm. 17, pp. 405-436.
tal con sentido para las turistas. Álvarez, José Rogelio (1960), Vidrio sopla-
Hay que decir, finalmente, que, en do, Guadalajara, Jalisco en el Arte.
el otro extremo, es decir, en los Altos de Artes de México (1960), “El arte popular de
Jalisco el huipil carece de uso y signi­ México”, México, número extraordinario.
ficado cultural para las mujeres que Creel Galindo, Martha (1977), “Chiconcuac:
llevan más de 20 años confeccionándo- pueblo de artesanos y capitalistas”, te-
lo. Para las alteñas bordar huipiles es sis de licenciatura en Antropología So-
sólo un trabajo, una manera de ganar- cial, México, uia.
se la vida. Los diseños que bordan ca- García Canclini, Néstor (2006), “El consu-
recen de significado cultural. Tampoco mo cultural: una propuesta teórica”, en
los bordan para ellas, porque no les gus­ Guillermo Sunkel (coord.), El consumo
tan, no es su estilo, dicen. Ni los huipi- cultural en América Latina, Bogotá,
les ni ninguna prenda o artículo con Convenio Andrés Bello, pp. 72-95.
esos diseños se observan en sus casas o _____ (1982), Las culturas populares en el
se venden en los tianguis o tiendas de capitalismo, México, Editorial Nueva
los Altos de Jalisco. Tampoco han in- Imagen.
corporado algo de esas prendas a los Good Eshelman, Catherine (1988), Hacien-
productos bordados que se hacen y do la lucha. Arte y comercio nahuas en
venden en la región. En términos de Guerrero, México, fce.
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culturalmente ajeno a las localidades y La obra de Irmgard Weitlaner Johnson,
a las personas que lo bordan. México, Artes de México.
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páginas de internet, donde abunda in- adorno”, en Leopoldo Méndez et al., Lo
formación sobre los huipiles y fiestas efímero y eterno del arte popular mexi-
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menzado a conocer la historia, el uso, el tica Mexicana, pp. 161-169.
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mado mucho la atención, pero no los han xicano a lo largo del siglo xx”, en Arte
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30 Patricia Arias

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