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La construcción de la identidad nacional

Victoria Corral, 4º año

Al reflexionar sobre la construcción de la identidad nacional, antes


que nada, debemos interrogarnos y cuestionar los sentidos establecidos
para este concepto.
Suele decirse que la identidad nacional es lo que representa a todos
los naturales y a los habitantes de un país. En el caso de la República
Argentina, nuestra identidad nacional está representada en principio por los
símbolos patrios: la bandera, el himno, la escarapela y el escudo. Además
de los símbolos patrios, hay un panteón nacional formado por figuras
históricas convertidas en nuestros próceres. Esta identidad se construye
desde que nacemos mediante las instituciones estatales, sobre todo la
escuela primaria y secundaria, y los medios de comunicación que se
encargan de fortalecerla a lo largo de nuestras vidas.
A su vez, nuestra identidad está también constituida por las
costumbres de nuestra cultura popular. Podemos encontrar la afirmación de
nuestra identidad en ese momento en el que nos ponemos eufóricos cuando
nuestra selección nacional hace un gol, o mismo cuando nos juntamos los
domingos con nuestra familia a comer un asado. Aunque si uno presta
atención, inclusive en lo personal todas aquellas cosas que nos representan
como argentinos se destacan y se hacen visibles, y hasta aún más
significativas, a la hora de pararnos frente a un extranjero; y sobre todo en
el momento en que visitamos otro país.
Ahora bien, ¿alguna vez se detuvieron a pensar y preguntarse por
qué todo eso me representa?, ¿si realmente quiere que sea así? ¿Desde
cuándo se le dice a una persona qué es lo que la representa?
El hecho de que vivamos dentro de un territorio determinado por un
límite, obviamente político y económico, no supone que debamos sentirnos
idénticos a alguien que vive en otra parte del mismo. A un gaucho se lo ve
como un símbolo de identidad, si esto es así, ¿qué debemos hacer los
bichos de ciudad?
Cada poblador de un territorio debería plantearse si realmente quiere
(porque así lo siente) sentirse identificado. A partir de este planteo, deberá
reflexionar acerca de qué es la identidad nacional y de si existe una
concreta. Y, por último, determinar si dentro de su concepto de identidad
tiene lugar un sentimiento -verdadero o no- por aquellos factores que forma
a la identidad argentina.
Es interesante abrir la gran discusión, en base a la idea de que el
argentino, en el acto de mostrarse mejor delante de un extranjero se
“agranda” y habla de lo hermoso que es el país, pero luego se presenta una
contradicción cuando en una reunión con sus íntimos, o bien con él mismo,
dice la típica frase “qué país de mierda”.
No debemos dejar de hablar del nacionalismo, un concepto muy
grande. Abarca a todas aquellas personas que sienten un inmenso apego a
su país, a todos aquellos habitantes que lo ven como el mejor, lo más
grande y hasta luchan por defender ese ideal. Nunca, en ningún momento
de la Historia, y para nada en este mundo, los extremos y los fanatismos
fueron buenos, nunca llevaron a nada positivo. Y el nacionalismo es
claramente un ideal híper extremista y todo aquel que lo defienda es
fanático. Yo ni loca doy la vida por mi bandera, a mi me encanta, pero mi
vida está primero y es prioridad.
El antropólogo Alejandro Grimson, en una nota para el diario Perfil
titulada “Acerca de la argentinidad”, afirma: “Una de las cosas más
sorprendentes de conocer otras sociedades fue que no encontré ninguna en
la cual las personas hablaran tan mal de su propio país como en la
Argentina”. A esto se le puede adherir un tema tan actual como lo es lo
ocurrido con la renuncia de Messi. Una parte de la sociedad lo criticó cada
vez que erraba y se terminó yendo de la selección. Recién entonces lo
valoraron.
Otro caso que podemos usar es el de Johan Cruyff, un grande del
fútbol holandés fallecido en marzo de este año, que se negó a venir al país
en 1978 al mundial de fútbol por el simple hecho de no querer ser parte de
toda una puesta en escena por parte del régimen político-militar de esa
época de la Argentina. Porque en definitiva, el mundial del ‘78 se realizó en
este territorio para tapar todas las desgracias provocadas por el gobierno de
facto del momento. Este futbolista no pretendía apoyar la política asesina
de esta etapa, como sí lo hicieron todos los demás participantes
(directamente o por ignorancia). También es por eso que nuestra selección
ganó la final.
Ya que estamos hablando de la época militar y la identidad argentina,
no quiero que olvidemos que más allá del terrorismo dictatorial, cuando
vendían que “estábamos ganando” en la guerra de Malvinas, probablemente
muchos de los ciudadanos que hoy apoyan a las Madres y Abuelas, en ese
momento salieron a festejar y a apoyar al gobierno de facto.
¿Sirve tener una identidad nacional? Seguramente para poder
diferenciarse de alguien de otro país. Pero, ¿para qué diferenciarse a partir
de ese punto, si de otra persona -extranjera o no- uno se puede mostrar
distinto por lo que ya se es, sin olvidar que cada individuo es único?
Este año se cumplen 30 años de la muerte del escritor más
importante que tuvo este país. Según una interpretación del historiador
Jorge Abelardo Ramos en su libro Introducción a la América criolla, “Borges
jugó al porteño, pero no al argentino. Para él, la Argentina ha sido siempre
Buenos Aires”. Si fuese así, sería una posición válida, personal.
Finalmente, a partir de esta exposición me gustaría que, aquellos que
no lo hayan hecho, en algún momento se detengan y comiencen a pensar y
preguntarse si realmente quieren que esta construcción de identidad
nacional que hay en nuestro país impuesta en la sociedad históricamente,
se priorice sobre algo tan importante como lo es la identidad propia.
¿Cuánto de lo que conocemos nos representa verdaderamente?
¿Cuánto de lo que conmemoramos hoy nos representa?
Identidad nacional
Pilar Luque, 4º año

A la hora de hablar de identidad nacional, creo yo -con mis escasos


conocimientos- que deberíamos pensar estos dos conceptos de manera
aislados. En principio podemos definir el concepto de identidad como “la
construcción propia de nosotros mismos, sin la determinación de alguna
fuerza externa, de pensamientos o acciones”. En cuanto al concepto de
nacional, sería “todo aquello que ocurre por fuera de lo extranjero”. Pero la
gran pregunta sería, ¿son estos conceptos puestos en práctica, o nos
imponen ciertos pensamientos erróneos de ellos? ¿Hay solo una identidad
nacional, o varias?
Por un lado podemos pensar que ésta se encuentra politizada, es
decir que cierta institución, como el Estado o alguna de sus instituciones -
un ejemplo fundamental es la Escuela- intenta establecer e inculcar una
idea hacia los habitantes de este país. La identidad se puede ver planteada
así, como cierta forma de comunidad dentro de la sociedad, pero esta
puede desarrollarse de manera ajena a la nación en sí, en su totalidad. El
caso sería: una gran comunidad con otras más pequeñas dentro, y este
mismo concepto llevarlo a la identidad nacional como una que globalice al
resto de las identidades propias de cada sujeto, comprendidas por gustos y
pensamientos que las diferencien unas de otras. En nuestro país, por
ejemplo, predomina el catolicismo, pero éste convive con otras religiones
como las judías, musulmanas, armenias, entre otras, y no por esto una
persona que sea católica será “más nacionalista” que un judío, o mismo que
un ateo.
Ahora bien, si nosotros tomamos la decisión de que dentro de esa
identidad nacional haya otras que varían por ejemplo en religiones, idiomas,
colores de piel, símbolos que la identifiquen, ¿seguiríamos hablando de una
identidad nacional, o ya estaríamos hablando de distintas? Probablemente si
el Estado se encontrase con esta situación, lo que intentaría hacer es
uniformarlas y luego unificarlas, pero al hacerlo, nos dañarían por completo
y perderíamos el principal concepto: “algo propio, ajeno al resto y, al mismo
tiempo, igual al resto”. Así, lo que se estaría haciendo es obligarnos a ser
algo que no somos.
Dentro de cada país hay un intento por parte del Estado de uniformar
a cada uno de los sujetos que viven en él. Se intenta homogeneizar la
educación de todos los ciudadanos, sabiendo que una persona de cualquier
provincia que esté por fuera de la de Buenos Aires puede llegar a pensar de
una manera distinta a la hora de hablar de la Independencia que este año
conmemoramos, o a la hora de defender “lo autóctono”, porque si bien
pertenece a la Argentina, no quiere decir que sea un atributo de todas las
provincias que la componen. Por otro lado, los jóvenes de hoy en día, a
diferencia de la de nuestros padres o abuelos, tenemos distintas maneras
de ver la sociedad y, mismo a diferencia de otros jóvenes. Por lo tanto, la
construcción de nuestra identidad va a ser muy distinta, no vamos a
compartir las mismas realidades pero tal vez compartamos muchos de los
gustos y ahí tendríamos grandes similitudes.
Si bien hay una fuerza mayor que intenta unificar a la identidad
Argentina, al mismo tiempo la está dividiendo. No todos los argentinos
recibimos la misma educación, no tenemos los mismos derechos ni las
mismas oportunidades. Por ejemplo, con la posibilidad de educación que yo
tuve y tengo, sé lo que me conviene y qué es lo que debo tener en cuenta a
la hora de votar, los candidatos en los que me veo identificada y en los que
no. Pero la pregunta sería, ¿todos tenemos las mismas posibilidades?
Claramente no las tenemos, no todos podemos votar pensando y analizando
lo que va a ser bueno para nuestro futuro.
La política enoja a muchos, separa vínculos y hasta incluso familias,
pero ¿llamamos traidores a aquellos que piensan distinto a nosotros o que
votaron en contra a nuestros ideales? No lo hacemos. Llamamos traidores,
por ejemplo, a todos aquellos que se fueron de la Argentina en el 2001 pero
claramente preferimos que se queden políticos tomando todo lo que es
nuestro, haciéndonos quedar como si nosotros no valiésemos nada;
preferimos rodearnos de personas que hablan e insultan diariamente a su
propio país como ninguno. Creernos que somos perfectos; mirar al otro con
tal punto de soberbia y desprecio no sirve de nada. Y luego de todo esto,
nos hacen creer que somos una única identidad, mientras que para muchos,
lo que realmente nos unen son lazos mayores que objetos.
Uno puede sentirse identificado en mayor medida con una persona
que vive en otro país por alguna situación o gusto, mientras que no lo hace
con la persona que está sentada a su lado, con la que comparte el territorio
y tal vez la lengua. Pero quizás uno respeta su propia cultura y las ajenas, y
puede que el otro no lo haga. Vivir en la Argentina no quiere decir que solo
haya habitantes “buenos” y que en el resto del mundo no lo sean. En todos
lados hay gente benévola y cruel.
¿Es esto posible realmente sentirnos identificados por vínculos o
personas más que por los objetos nacionales? Personalmente, creo que es
esto posible. Si uno no tuviese a su familia, sus amigos, si su educación no
hubiera sido en el país en el que vive, la relación entre ese sujeto y la
nación no sería más que una relación civil. Pero si esto fuese al revés, la
relación tiene cierto grado de afecto. Supongamos que una pareja se
conoce en la Argentina: nacieron, se criaron y estudiaron acá, pero por sus
trabajos tienen que irse a vivir a otro país. Siguen siendo argentinos porque
vuelven al país, tienen vínculos y tienen afecto por él. Entonces no es
necesario vivir en el mismo territorio, ni hablar el mismo idioma, sino
únicamente tenerle respeto y desarrollar una postura nacionalista
equilibrada. Tranquilamente uno puede sentirse identificado por dos
naciones y que esto no sea algo que perjudique o haga que esa persona se
sienta desconcertada, ¿en dónde está escrito que uno se puede identificar
con una sola cosa o que no puede identificarse con determinada nación,
únicamente por un supuesto objeto que la representa?
La mujer de hoy en día ya no tiene el mismo rol en la sociedad que
hace unos años atrás, cuando su presencia estaba limitada a ser la sombra
de los grandes próceres y hombres reconocidos.
Probablemente muchas de ellas no se sintieran parte de la nación en
sí. Las grandes figuras que representan a la Argentina hoy en día son
hombres y, para muchas, se nos hace difícil encontrar cierta cercanía con
ellos, no nos podemos ver identificadas. Por lo tanto, la identidad nacional
para la mujer cambió en el último tiempo. Tal vez a ninguna se le hubiese
pasado por la cabeza romper con ese deber, no dejarían de ser las
acompañantes para ser las acompañadas. El rol que ocupamos no es el
mismo, el espacio que tenemos para desarrollar nuestros pensamientos es
mucho más amplio, pero no es el mismo que el de los hombres y es difícil
que sea equitativo. La historia Argentina hace referencia, en su mayoría, a
hombres. Solo unas pocas mujeres, como Juana Azurduy, se encuentran en
los libros. Pero hoy podemos pensar y sentir que eso ya no forma parte de
nuestra identidad, y menos de la nacional.
Si bien somos un país poco nacionalista, a la hora de ver un partido
de fútbol nuestra mentalidad cambia -siempre y cuando seamos nosotros
los que ganemos-. Para muchos es correcto que piensen a la Argentina
como Messi, Maradona y el Papa; para otros, el dulce de leche, el mate, el
asado y los gauchos son lo correcto. Gran cantidad de países, incluso las
primeras potencias, tienen esta manera simbólica de representarla. Pero,
¿somos realmente eso? ¿Será que nos aguantamos todo eso, sabiendo que
es mentira, porque lo dicen los países más importantes del mundo? Como
dice Alejandro Grimson en un texto acerca de la argentinidad publicado en
el diario Perfil: “(...) Los dominados ‘se aguantan’ la humillación (no la
enfrentan) solamente si creen que los dominadores son seres humanos
superiores en algún aspecto (...)”. ¿Por qué creemos que los argentinos
somos menos ante un europeo? ¿Solamente porque nos conquistaron y se
apropiaron de nuestras tierras? Intentemos pensar un poco, volver a la
historia de nuestros antepasados, ¿cuantos de acá son hijos de
descendientes europeos o mestizos?
Propongo que nos replanteemos nuestra identidad y con ella
intentemos generar una única. Es algo imposible. Somos sujetos, no
individuos. No somos seres aislados, hay lazos que nos unen, pero estos no
son los mismos para todos. Tenemos gustos, creencias, pensamientos,
religiones muy distintas, pero lo importante para generar una identidad
nacional no es que todos estos factores sean iguales entre la sociedad, sino
que cada uno pueda respetar al otro y convivir en un mismo territorio. El
respeto, la heterogeneidad, las diferentes culturas hacen a la nación, no es
ésta la que hace al Hombre. Por lo tanto, creo que no hay una única
identidad nacional; que cada uno debe elegir cómo ser un actor activo, y la
forma en que sea parte de ella.

Identidad nacional
Ángeles La Rosa, 4º año

¿Qué es la identidad nacional? ¿Existe una definición precisa y única?


¿Es estática o cambia con el tiempo?
La identidad nacional es un concepto difuso, abstracto, relativo e
impreciso. Es muy complejo generar una definición, y hasta puede ser
imposible que sea la definitiva. No se la puede fácilmente calificar con
adjetivos ni tampoco es algo tangible o perceptible. Para un primer
acercamiento a esta noción podemos basarnos en un concepto denominado:
“Estadío del espejo”, el cual forma parte de la teoría de Jacques Lacan, y
plantea que una identidad va a construirse siempre a partir de un otro, de
un ente externo. Por lo tanto, podemos afirmar que esta –la identidad- va a
ser producto de una relación nuestra con el afuera, con los otros
significativos, con los demás.
Se nos permite seguir aproximándonos a la idea de identidad nacional
tomando ciertos hechos empíricos. Para comenzar, hay que tener en claro
que en este caso vamos a dialogar sobre la identidad de la Argentina. En un
principio, esta última es un país delimitado con personas viviendo dentro de
ese espacio demarcado. Pero podemos afirmar que es un poco más
complejo que eso, ya que estos individuos van a tener una historia en
común dado que todos allí fueron gobernados por las mismas políticas.
También van a compartir una cultura, una bandera, un idioma, una
escarapela, comidas típicas, referentes, etc. La identidad nacional de la
Argentina plantea, además, un arquetipo de igualdad entre sus habitantes y
a partir de esto se puede hablar de la idea de unión: una cantidad de
humanos que viven en un mismo territorio, espacio y tiempo, enlazados por
todos estos aspectos en un estado de igualdad.
Pero, ¿hasta dónde es cierta esta concepción? ¿La identidad nacional
pretende generar una unión o pretende uniformarnos? Al hablar de ella
estamos provocando una noción en la cual todos los integrantes de la
Argentina van a estar afectados. Esta identidad nacional va a englobar miles
de conceptos y volcarlos en una sociedad. Es decir, todos los aspectos que
esta toma van a adjudicársele, se quiera o no, a su íntegra población. Y a
partir de estos se puede llegar a una generalización errónea. Esta última
resquebraja la expresión de distintas opiniones, ¿qué sucede con el que
piensa diferente? O simplemente, ¿qué ocurre con el que realiza algo que
estaría “ofendiendo a nuestra identidad nacional”? Se plantea en un texto
de Abelardo Ramos que el que aprende inglés es un traidor para la patria:
“el inglés no lo aprendió en una academia de la calle Maipú, como tantos
cipayitos que quieren huir de su patria”. Diría Ramos, para explicar la
formación de un intelectual, que aprendió el idioma por enseñanza familiar,
y así oponerlo a los otros, que supuestamente se capacitan para irse del
país. Y entonces, ¿qué sucedería directamente si alguien no se siente
identificado con la Argentina?, ¿sería desleal, o simplemente sería una
persona que puede expresar sus opiniones? Se habla de libertad, se
conmemora la independencia, pero tenemos que estar atados a estos
ideales. ¿Qué es peor, una persona que se queda con el dinero destinado a
la construcción de un hospital pero que es “nacionalista”, o un hombre que
no se siente identificado o querría vivir en otro país? Yo creo que ni
deberíamos preguntarlo.
Hay un fino borde que plantea habitualmente la identidad nacional:
basarse en ideales tangibles -como una bandera- y no en los vínculos.
Dentro de ella deberían estar más que fomentadas las relaciones sociales
entre los argentinos; y no solamente entre estos últimos, sino que también
entre todo el mundo.
Se dice que lo que nos une en la identidad nacional es que todos
somos iguales, que hablamos el mismo idioma, que poseemos el mismo
himno. Pero no se tiene en cuenta la desigualdad de posibilidades. Yo,
desde una posición favorable en comparación con otras, lamento mucho ver
gente viviendo en malas condiciones, con hambre y frío. Y un claro ejemplo
que representa la desigualdad de posibilidades es el voto, un procedimiento
con resultados tangibles. Un chico o chica de mi misma edad, que vive en
una zona carenciada, no tiene el mismo conocimiento que yo para juzgar a
los que se presentan a elecciones, y no por ser menos capaces:
simplemente, por no tener el acceso a la formación, al diálogo, al
pensamiento crítico…
Al mismo tiempo, existe un aspecto muy importante que tampoco es
promovido en la identidad nacional: la solidaridad. Esta idea también forma
parte de los vínculos entre argentinos y la idea de igualdad. ¿Por qué no se
tiene en cuenta a toda la población si, supuestamente, somos iguales?
Zonas vulnerables y en plena exposición, por ejemplo a inundaciones, son
“ayudadas” porque reciben colchones. Pero a largo plazo esa región, y así
su población, van a seguir inundándose si no se les proveen las obras
correspondientes.
En algún momento de nuestra historia la identidad nacional se
fomentó mediante una diferenciación negativa. Para ejemplificar esta
afirmación sirve tanto el ejemplo de la actitud de los militares en Argentina,
como el de Margaret Thatcher en Gran Bretaña: ambos utilizaron la guerra
de Malvinas para mejorar su situación ante la opinión pública. De ese modo,
manipularon la identidad nacional con actos de falso patriotismo. Hay
imágenes con fotos de la Plaza de Mayo repleta, donde la población
“olvidaba” injusticias y apoyaba a la dictadura.
Retomando a Lacan, se está generando una imagen de completud:
una identidad nacional pero que es ilusoria. Así como el bebé se siente
completo en el espejo, la población se siente unida. Pero este bebé no
puede caminar por sí mismo y sólo se puede ver parado e íntegro porque su
madre lo está sosteniendo. Y la población se siente aliada pero este
sentimiento es por imposición y es obtenido mediante hechos ilícitos como
muertes y destrucción.
Nos generaron una noción ilusoria de identidad nacional. Si yo hubiese
seguido aquél mandato estatal, que indicaba que “todos los ingleses son
piratas”, yo sería una cipaya si escuchara los Rolling Stones. Es decir, me
quedaría con una percepción ilusoria sobre la realidad que no generaría un
acercamiento a mi pueblo ni me formaría como persona.
Habíamos mencionado antes que la identidad nacional apela
constantemente a referentes. Estos pueden ser artistas, jugadores de
fútbol, historiadores, escritores, etc., y mediante una manera implícita -
accidental o impulsada mediante una propaganda política- forman parte de
la identidad nacional. De la misma manera, la población va a recurrir a ellos
como figuras de identificación. Para basar esta aseveración en un hecho
verídico podemos aplicarlo a algo muy cotidiano: un extranjero, al hablar de
Argentina piensa en Messi o distintas personas reconocidas por pertenecer a
este país. Y nosotros mismos, de una manera inconsciente los reconocemos
como propios, pero ¿qué sucede cuando un referente no se siente
identificado con la Argentina? Borges, un escritor nacional de los más
destacados de la literatura del siglo XX mencionó en una entrevista del
diario Perfil que hubiese deseado ser suizo. Agregó también, con su
destacado tono irónico, que “el castellano es una lengua irremediable con la
cual es imposible hacer gran cosa” y que esta ciudad, con su apartamento,
forman parte de su destino y que nunca saldría de allí. En la primera frase
se puede notar que Borges no necesariamente adoraba su lengua, aunque
cabe aclarar que el tono que usa es bastante provocador. Borges logra
generar con estas afirmaciones esta pregunta que se había planteado antes.
También, en la segunda frase, el autor habla sobre su destino
sudamericano. Este anhelaba la sofisticación europea pero con esa frase
expresa su descontento con su realidad sudamericana, ¿está mal no
sentirse identificado con su país?
En conclusión, por más de sentirnos identificados o no con la
Argentina, yo opino que es importante reflexionar sobre ella y pensar
analíticamente cada vez que presintamos que desde alguna institución se
nos está inculcando algo que no pedimos. Y a la vez considero que la forma
en la que soy argentina depende de mí y no me la va a imponer un otro.
Soy ciudadana de un mundo, mi identidad se basa en vínculos y no
únicamente en símbolos tangibles como una bandera o un mate. Quiero que
la diferenciación negativa -el caso más frecuente sería “odiar al mismo
extranjero”- no sea algo que me una con otros argentinos, no quiero que mi
país me genere una identidad que después sea detestada por otras. Es
decir, no deseo ser valorada por hechos impuestos por un Gobierno, como
por ejemplo: la actitud de mi país en una guerra. No quiero viajar a
Inglaterra y que sus ciudadanos me detecten como una enemiga y tampoco
ser visualizada como una cipaya por mis compatriotas. Fomentemos una
identidad nacional solidaria, de una verdadera igualdad, un país que se
vincule positivamente con el exterior. Una nación que avale la expresión de
cada uno de los habitantes. Un país que no manipule la historia ni no nos
confunda con estereotipos; tanto “un país con buena gente” como “somos
derechos y humanos” son generalizaciones que quieren inculcar una idea
que no puede jamás englobar a toda una nación. Y también hay que tener
en cuenta que esos slogans fueron ideados por líderes que, desde mi punto
de vista, no los honraron. Elijamos en qué forma queremos desarrollar
nuestra identidad nacional.

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