Historia de La Lengua Española

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4.5. ALFONSO X EL SABIO (S.

XIII)1

El llamado castellano alfonsí fue el resultado de la labor regia de Alfonso X, conocido


por el sobrenombre de el Sabio. Reinó en Castilla y León a lo largo de treinta y dos años,
de 1252 a 1284. Todos los historiadores coinciden en señalar que fue uno de los monarcas
más importantes, si no el más influyente, de toda la Edad Media en la Península Ibérica.
Hijo del rey Fernando III supo culminar y engrandecer todas las empresas sociales,
políticas, económicas y culturales que su padre había emprendido años atrás.

Respecto a su papel como rey fue un anticipo de los tiempos modernos al intentar
fortalecer la figura del poder regio en detrimento de la alta nobleza, pues «concibe al rey
como algo autónomo y distinto del reino, situado sobre él, aunque dentro de él, de la
misma manera que -y son sus palabras- están el alma, el corazón y la cabeza en el cuerpo»
(González Jiménez, 2004: 368); no obstante su reinado se suele dividir en dos partes, los
primeros años de gran éxito en todas sus empresas, y los últimos, donde los fracasos se
acumularon, al no conseguir ser coronado Emperador de Alemania y al estar envuelto en
multitud de conflictos sociales, económicos y políticos. Aunque, en lo referente al ámbito
cultural, no cabe distinguir esas dos etapas, sino que, por el contrario, su éxito fue
continuo y dejó la cultura española, y con ella al castellano, en una cima que nunca antes
se había podido alcanzar.

Su proceder como mecenas se vio cumplido con el desarrollo de la Escuela de


Traductores de Toledo, la cual ya funcionaba desde el siglo XII, aunque será ahora con
su patronazgo cuando alcance su momento más esplendoroso. Alfonso X, como nadie
hasta ese momento, supo aprovechar la realidad social de su reino con la convivencia de

1
Clavería Nadal, G. (2004): «Los caracteres de la lengua en el siglo XIII: el léxico», R. Cano (ed.). Historia
de la lengua española, Barcelona, Ariel, pp. 473-504; Cano Aguilar, R. (1988): El español a través de los
tiempos. Madrid, Arco/ Libros; Echenique Elizondo, M.ª T. y Martínez Alcalde, M.ª J. (2000): Diacronía
y gramática histórica de la lengua española, Valencia, Tirant Lo Blanch; Elvira, J. (2004): «Los caracteres
de la lengua: gramática de los paradigmas y de la construcción sintáctica del discurso», R. Cano (ed.).
Historia de la lengua española, Barcelona, Ariel, pp. 449-472; Fernández-Ordóñez, I. (2004): «Alfonso X
el Sabio en la historia del Español». R. Cano (ed.) Historia de la lengua española, Barcelona, Ariel, pp.
381-422; Fradejas Rueda, J. M. (2000): Fonología histórica del español, Madrid, Visor; González Jiménez,
M. (2004): «El reino de Castilla durante el siglo XIII». R. Cano (ed.) Historia de la lengua española,
Barcelona, Ariel, pp. 357-379; Lapesa, R. (19849): Historia de la lengua española, Madrid, Gredos;
Perona, J. (1998): «La obra enciclopédica de Alfonso X». E. Ramón Trives, H. Provencio Garrigós (eds.).
Estudios de Lingüística Textual. Homenaje al Profesor Muñoz Cortés. Murcia: Universidad de Murcia, pp.
345-357; Provencio, H. y Martínez, J. J. (2006): «La época alfonsí y los inicios de la prosa castellana».
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: https://bit.ly/2vt2HjP; Sánchez-Prieto Borja, P. (2004): «La
normalización del castellano escrito en el siglo XIII. Los caracteres de la lengua: grafías y fonemas». R.
Cano Aguilar (coord.). Historia de la lengua española, Barcelona, Ariel, pp. 423-448; Valdeón, J. (2005):
Alfonso X el Sabio. La forja de la España Moderna, Barcelona, Círculo de Lectores.

1
judíos y musulmanes, ya que de ambos grupos intentó asimilar toda la cultura de la que
eran portadores. Además, su interés no se centraba en los temas metafísicos o teológicos,
que eran los que ocupaban los estudios de otras universidades europeas, sino que su
preocupación se centraba en todas aquellas disciplinas que podrían estar al lado del ser
humano, como la astronomía, la historia, el derecho o la medicina. Por este hecho, en
palabras de J. Valdeón «no es nada extraño, por tanto, que en la figura de Alfonso X se
haya visto un precedente de la modernidad, tanto en el ámbito de la acción política como
en el del pensamiento y la cultura» (2005: 11).

4.5.1. LA LABOR CULTURAL

4.5.1.1. La prosa castellana: su nacimiento y consolidación

Con Alfonso X la lengua castellana adquiere carta de naturaleza como lengua escrita
y cultural. Tal afirmación puede ser hecha porque antes de su reinado, la lengua culta
escrita era el latín, y a partir de la labor de su scriptorium y de la difusión de documentos
desde su cancillería, deja ese puesto prominente al castellano.

Como ya hemos dicho, el monarca estaba interesado en los temas humanos, pero la
cultura cristiana sólo le ofrecía la perspectiva desde el punto de vista teológico cristiano,
por lo que recurrió al saber como lugar en el que obtener datos más interesantes para sus
objetivos. En su reino podía tener a su alcance toda una tradición cultural diferente como
la árabe o la griega clásica, por lo que el objetivo que se marcó fue el de tener accesibles
esos conocimientos. Es en este ámbito donde cobra su verdadera importancia el taller de
traductores. Funcionaba con distintos sabios especialistas en diferentes lenguas, como el
árabe, el hebreo, el italiano, el griego, el leonés, o el castellano, que se coordinaban entre
sí para realizar las diferentes traducciones o los encargos del rey. Para una misma tarea
se necesitaban diferentes colaboradores ya que era muy difícil que un mismo traductor
conociera perfectamente varias lenguas, el árabe o el griego como lenguas de partida y el
latín como lengua de llegada. Por ello, el procedimiento de traducción consistía en que la
traducción se hacía de forma oral, es decir, el sabio en árabe o en griego iba traduciendo
al castellano de forma oral los escritos, mientras que el sabio en latín lo oía en castellano
y lo traducía por escrito al latín.

2
La gran innovación de Alfonso X en este procedimiento fue suprimir ese último paso:
la traducción por escrito en latín. De esta forma la traducción de los textos árabes, o en
otros casos de textos griegos, quedaba directamente escrita en castellano.

Evidentemente, este cambio de proceder en la práctica traductológica, aunque en un


principio pudiera parecer que respondiera a una cuestión práctica, pues así las
traducciones podrían realizarse en un tiempo breve, en consecuencia, serían más
abundantes, se debió a una razón más importante y trascendente como fue la de reconocer
al castellano como la lengua de uso común entre la población y, por lo tanto, la lengua en
la que más personas podrían acceder al saber. También fue una decisión consecuente con
la que se había adoptado en la cancillería de su padre, Fernando III, al redactar los
documentos públicos en esta misma lengua. Sin lugar a dudas, este hecho no podría
haberse dado nunca si el castellano como lengua de comunicación no hubiese estado
completamente estandarizado entre la población y hubiera logrado ya su plena madurez.
El rey sabio constató con su proceder esta realidad y consiguió que la lengua castellana
se normalizara en pleno siglo XIII en todos los escritos, tanto jurídico-administrativos
como literarios.

4.5.1.2. Las obras de Alfonso X, el Sabio

La labor de Alfonso X en las obras que vieron la luz durante su reinado y que siempre
se le atribuyeron no es la de un autor, tal y como ahora lo podemos conceptuar hoy en día
(Lapesa, 19849: 242), sino que consistió en programar las actividades y seguirlas en su
proceso, como atestiguan las siguientes palabras de la General Estoria:

El rey faze un libro non por quel él escriva con sus manos mas porque compone las razones d'él
e las emienda et yegua e enderça e muestra la manera de cómo se deven fazer,e desí escríbelas que él
manda. Peró dezimos por esta razón que el rey faze el libro. (216r) (Fernández-Ordóñez, 2004: 399)

Por este motivo no puede ser catalogado simplemente como un «mecenas» porque su
labor trascendía tal menester al implicarse de forma directa y personal en la creación de
las obras: elegía qué debía ser traducido, programaba los trabajos y los iba supervisando.
Y siempre con el claro objetivo, nada egoísta, de enriquecer a sus contemporáneos con el
saber que pudiera configurarlos como personas completas de su época.

3
Para conocer cuáles fueron sus principales obras, hemos optado por realizar una
pequeña clasificación en la que se presentan y comentan los principales rasgos que las
caracterizan y a la que hemos dedicado los siguientes epígrafes2.

Historia

Dos fueron las obras de Historia que se escribieron bajo su supervisión: la Grande e
General Estoria (que finaliza en la época en la que vivieron los padres de la Virgen,
basándose en La Biblia y en los textos mitológicos procedentes del mundo grecorromano)
y la Estoria de España o Primera Crónica General (en la que recorre todo el pasado
ibérico hasta el reinado de Alfonso VIII de Castilla; aquí se apoya el los cronistas
anteriores, sobre todo en Rodrigo Jiménez de Rada y en Lucas de Tuy).

Los dos textos fueron redactados en castellano. El objetivo expreso que tenía el
monarca para acometer tales empresas no era otro que su propio sentido de la historia, es
decir, en su concepción del mundo los acontecimientos históricos deben ser conocidos
para poder aprender de ellos y no equivocarse de nuevo; el pasado lo concibe como
experiencia política.

Su modernidad en la concepción de las obras históricas se pone de manifiesto


fundamentalmente en dos aspectos:

–Aspecto formal: en la manera de redactar los datos se supera la tradición cronística


anterior de la Europa cristiana (hechos ordenados por fechas) al narrar la historia como
un verdadero trabajo específico acercándose de esta manera al proceder historiográfico
oriental.

–Aspecto conceptual: entiende la historia como la obra directa de la actuación de los


hombres sin referirse a la intervención divina y le otorga al pueblo todo el protagonismo.
Incluso se pone de relieve un cierto concepto de «patria» que supera al de dinastía, reino
o religión, además de percibir a España como un elemento unitario, concepto que se
deriva del propio título de sus obras y se centra en Castilla como sucesora de los reyes
visigodos (Valdeón, 2005: 174-175).

2
Consúltese I. Fernández Ordóñez (2004: 396-398) y J. Perna (1998), entre otros, para una exposición
amplia y comentada de la ingente producción textual del scriptorium alfonsí.

4
Con estos dos aspectos la modernidad de Alfonso X se pone de nuevo de manifiesto.
Son datos que corroboran y amparan el éxito y la singularidad de las proposiciones que
tienen lugar en su reinado y que también propician, y explican, el porqué de la
consolidación del castellano como lengua.

Astronomía

En su preocupación por lo humano, la Astronomía ocupa un lugar importante dentro


de los intereses del rey Sabio, sobre todo porque en esa época, como en tantas otras, se
creía que los astros influían en la vida de las personas. Era tal el interés del rey por estos
temas que también se le conocía con el sobrenombre del «estrellero».

Sus libros de astronomía son los llamados Libros del Saber de Astronomía. La
mayoría de ellos eran traducciones del griego y del árabe, aunque había algunos de ellos
que eran originales de su taller. Los títulos más significativos son: Libro de la Açafea (del
astrónomo cordobés Azarquiel); Libro de ochava esfera (el saber de Tolomeo adaptado
al contexto del s. XIII); Libro de las Armellas; Libro del Astrolabio redondo; Libro
complsdo de los juicios de las estrellas (traducción del libro del s. XI del árabe Aly
Abenragel, Picatrix); El libro de las Cruzes (del autor árabe, Ullayd Allah Al-Istiji); El
lapidasio (sobre la asociación de las piedras mágicas con los signos del zodíaco); Mi'ray
(donde el profeta Mahoma sube al cielo por una escalera); Tablas astronómicas alfonsíes
(original de los sabios judíos Isaac ben Sayyid y Yehudá ben Mosé, que recogen sus
observaciones en el firmamento de la ciudad de Toledo entre loss años 1263 y 1272).

En todas estas obras trata de promulgar las virtudes y maravillas que Dios había
creado, de ahí su interés por la naturaleza en el que entran tanto la astronomía, como la
astrología e, incluso, la magia como técnica adivinatoriass

Poesía

La producción poética del rey Sabio está escrita en lengua gallega como era habitual
en su época ya que existía la tradición de escribir poesía en esa lengua debido a la
producción poética llegada a la península a través del Camino de Santiago.

Su obra se recoge en Las Cantigas de Santa Maria (Ilustr. 3) 420 poemas con una
manifiesta complejidad formal y con un carácter claramente narrativo. Tienen una

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marcada naturaleza religiosa puesto que recogen los milagros de la Virgen, aunque no
son textos con características litúrgicas. Por este trabajo también se le conoció con el
sobrenombre de «el rey trovador».

Derecho

Alfonso X constituye un hito en la historia del derecho castellano y hasta penínsular


(González Jiménez, 2004: 371) por lo que en este aspecto también se manifiesta su
modernidad absoluta.

Con sus obras Fuero Real, Especulo y Las Partidas renueva todo el panorama
legislativo de los fueros peninsulares pues da paso a un «derecho territorial basado en lo
mejor del derecho tradicional y, sobre todo, en el derecho común romano-canónico que
por entonces estaba imponiéndose en Italia, Francia y en otras partes de Europa»
(González Jiménez, 2004: 371). Se basó en la idea del monopolio legislativo regio,
desarrollado en dos aspectos principalmente, el primero consistía en que sólo el rey y los
alcaldes por él designados podían administrar justicia, y el segundo, en el hecho de la
existencia de una unidad jurídica del reino.

Otros aspectos

Además de lo ya expuesto, la labor cultural de Alfonso X se extendió a otros campos


del saber, aunque, quizá, no de manera tan productiva como en lo anterior. Así, también,
encontramos una obra como es la Historia naturalis del franciscano fray Juan Gil de
Zamora, escrita en latín y en la que hay abundantes textos sobre la medicina de la época;
o el Libro de axedrez, dados e tablas (Ilustr. 5), en el que se recogen diversidad de juegos
para todo tipo de personas; es una muestra del interés que manifestaba el rey por lo lúdico.

4.5.2. LA LENGUA CASTELLANA: CARACTERIZACIÓN

Alfonso X, el Sabio, consiguió institucionalizar el uso del castellano con la creación


de toda la producción escrita que hemos consignado en los apartados anteriores. La lengua
castellana se estandarizó en su reinado con su labor, pues se cumplieron los requisitos
que se necesitaban para tal proceso que, en palabras de Fernández-Ordónez, serían: «en
primer lugar, la selección de la variedad lingüística que será la base de la lengua estándar;

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en segundo término, la capacitación de esa variedad seleccionada, esto es, su utilización
en todos los ámbitos funcionales posibles y que sean de interés social en la comunidad
lingüística dada; en tercer lugar, la codificación o fijación de los empleos lingüísticos de
esa variedad» (2004: 382). La selección del castellano como lengua oficial de la
cancillería fue lo que la catapultó a ser la lengua de cultura escrita, procedimiento que ya
se empezó a dar durante el reinado de su padre, Fernando III.

La caracterización del castellano de la época presenta ya una completa evolución


desde el latín, configurando un sistema lingüístico propio y personal.

En el nivel fono-fonológico el acento románico de intensidad ha hecho evolucionar


las diez vocales latinas a las cinco castellanas en sus diferentes posiciones, así como a la
aparición de los diptongos romances «ie» procedente de ě tónica y «ue» de ð tónica. Tras
la época de la apócope de -e final, ya se ha restaurado esta vocal y solamente asistimos a
algún tipo de vacilación vocálica. De esta forma, podríamos decir que el vocalismo del
castellano de Alfonso X se acerca casi en su totalidad al del español contemporáneo.

No sucede lo mismo con las consonantes, ya que el castellano de este período tiene
un sistema un tanto complejo, resultado de la evolución de las consonantes latinas y que
experimentará una fuerte evolución hasta el reajuste fono-fonológico de los Siglos de
Oro. A continuación, se reproducen dos tablas con el sistema consonántico del castellano
medieval, identificado con el nombre de alfonsí, en las que se aprecia las variaciones
denominativas y la preferencia por el Alfabeto Fonético Internacional (AFI) (Fig. 1) o
por el de la Revista de Filología Española (RFE) (Fig. 2):

Fig. 1: Sistema consonántico alfonsí. AFI (J. M. Fradejas Rueda 2000: 89).

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Fig. 2: Sistema del castellano alfonsí y medieval (E. Alarcos 1976: 265).

Este sistema, que pervivirá hasta finales del S. XVI, presenta las siguientes innovaciones:

–La pérdida de la /h/ inicial latina.

–La creación del orden palatal con seis fonemas; de la serie de las africadas con
cuatro, de los que dos se encuentran dentro de las palatales y dos entre las alveolares; de
un correlato sonoro (/v/) para la labial fricativa sorda (/f/) y otro (/z/) para la dentoalveolar
fricativa sorda /s/; y, por último, la vibrante múltiple /r̄ /.

Respecto a la normalización gráfica de todos estos nuevos fonemas, inexistentes en


latín, el castellano alfonsí ofrecía una clara tendencia hacia la estandarización y hacia su
simplificación. Pero al no existir una normativa ortográfica específica, proliferaron gran
cantidad de variantes gráficas, sobre todo, para la representación de los sonidos palatales
y africados, como podemos ver en las siguientes tablas a modo de ejemplo y que hemos
adaptado de la propuesta realizada por M.ª T. Echenique Elizondo y M.ª J. Martínez
Alcalde (2000: 65-68) (Fig.3):

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9
Todavía en el siglo XVI y XVII y antes de la transformación fonológica, como nos
recuerdan las mencionadas autoras (2000: 89-91), un mismo fonema podría estar
representado por diferentes grafos y varios fonemas por el mismo grafo o dígrafo (Fig. 4,
5 y 6):

Grafos y dígrafos que representan un fonema:

Grafos y dígrafos que representan más de un fonema:

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Fonemas representados por más de un grafos o dígrafos:

En lo relativo al léxico es donde el esfuerzo del trabajo alfonsí queda más patente,
pues al abordar tantos y tan diversos temas en sus obras, el crecimiento terminológico
tuvo que ser excepcional.

Además de las palabras patrimoniales procedentes del latín vulgar aparecieron


numerosos préstamos del latín y del griego: absolución, abstinencia, adorar, caridad,
acento, accidental, alegoría, metafísica, ciencia, verbo, versificar, acusación, adúltero,
adversario, beneficio, elección, justicia, negligente, notario, etc. Por la convivencia de
culturas y por el número tan elevado de obras árabes que se tradujeron, los arabismos
también penetran en el castellano en esta época: aldea, alfoz, barrio, moravedí,
alcaparra, alcarave, azafrán, arrope, alcotonía, alcaldía, alferzar, mezquindad,
guarismo, alcohol, auge, alcahueta, etc. A su vez, préstamos de otras lenguas también
encuentran cabida en toda su producción cultural: galicismos, deán, dardo, dama, danzar,
joya, canela, vianda, etc.; occitanismos: laurel, prez, esgrimir, capitel, canonje, hereje,
hostal, etc. (Clavería Nadal, 2004: 475-483).

La labor traductora hizo que aparecieran y se introdujeran muchas palabras técnicas


o específicas. Ejemplos de ellas serían, en el caso del derecho civil: fideicomiso,
comodato, contrato, dolo, depósito, interés, compensación, legado, codicilo, salario,
tributo, deuda, delegar, acta, inventario, registrador, árbitro; de derecho de familia:
espurio, incestuoso, legítimo, póstumo, emancipación, adopción, impotencia, adulterio,
divorcio, bígamo; del derecho canónigo: anatema, simonía, negligencia, escándalo,
apóstata, neófito. O, como ejemplo de otro arte de sabiduría encontramos muchas voces

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nuevas en todo lo relativo a la naturaleza: çabach, aljófar, coral, cornelina, cristal,
diamante, esmeralada, esponja, jasio, alambre, nacarat, talc, turquesa, migranea,
cáncer, emorroides, lopicia, ángulo, triángulo, circunferencia, esfera, zodiaco, etc.
(Fernández-Ordóñez, 2004: 409-410).

En definitiva, podemos asegurar que la labor cultural de Alfonso X hizo que el


castellano, en lo que al léxico se refiere, se viera engrandecido y posibilitado para poder
expresar todos los conceptos que el nuevo saber requería para que se convirtiera en una
lengua completa de cultura escrita.

Morfológicamente la lengua en el siglo XIII ya estaba plenamente constituida y se


alcanza un buen nivel de regularidad y homogeneización en lo más general del sistema
con algunas vacilaciones no muy importantes en su realización.

El sistema declinatorio del latín había desaparecido en beneficio de un sistema


preposicional y de orden de colocación de las palabras en la frase que es el actualmente
configura el sistema lingüístico del español. Solamente quedan restos de morfemas en el
número (-s) y en el género (-o, -a) de los sustantivos y adjetivos y en la declinación de
los pronombres personales, pero no se conservaron morfemas que indiquen la función
sintáctica de las palabras.

En el verbo, las cuatro conjugaciones latinas (-ăre, -ēre, -ěre, -īre) ya aparecen
reducidas a las tres actuales (-ar, -er, -ir). Los tiempos del tema de presente del latín
configuran los tiempos simples del verbo español con una evolución fono-fonológica más
o menos regular. El pretérito perfecto latino da lugar a nuestro pretérito perfecto simple,
mientras que el resto de los temas de perfecto latino desaparecen en su forma sintética y
se sustituyen por las formas analíticas actuales, es decir, por las perífrasis (verbo haber +
participio) que configuran los tiempos compuestos en español.

Es, quizá, en el verbo donde el español se configura como lengua diferenciada del
latín y donde más se puede observar el tránsito de una lengua a otra, como podemos
observar en el siguiente esquema:

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Fig. 7: Evolución del sistema verbal

A diferencia de lo que ocurrió con la morfología, «los cambios tuvieron un carácter


básicamente evolutivo, pues favorecieron la extensión de nuevos tipos de estructuración
de la frase subordinada en detrimento de otros mecanismos más arcaicos de organización
del discurso complejo» (Elvira, 2004: 449).

La sintaxis medieval alfonsí tiene un cierto primitivismo marcado por el continuo


empleo de «et» como conjunción supraoracional que nos recuerda a la coloquialidad del
discurso oral. Son abundantes también las construcciones absolutas, las construcciones
de participio, las de gerundio y las correlaciones que abundan, todas ellas en la misma
idea anterior (Elvira, 2004: 454-460), así como los abusivos usos de la nueva conjunción
«que» en la que se asienta todo el sistema de subordinación romance.

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Por estas características, la sintaxis del castellano escrito de la época alfonsí estaría
en una etapa incipiente, en la que no existe una madurez de redacción y se intenta expresar
todo el contenido de una forma acumulativa por un lado y, por el otro, con estructuras
aisladas. Esta caracterización se debe al hecho de trasladar la sintaxis oral del texto
coloquial a otro canal en el que todavía no se ha alcanzado la madurez necesaria de
expresión, al escrito.

No cabe duda de que, con Alfonso el Sabio, la prosa castellana adquiere carta de
identidad como lengua vehicular de una sociedad. Deja de ser el instrumento de
comunicación oral de la sociedad para trasladarse al resto de ámbitos comunicativos: las
relaciones con la administración y, sobre todo, la trasmisión de la cultura escrita.

Toda la producción que lleva a cabo abre el camino y sienta las bases, ya sin retorno
posible, del castellano. El impulso del romance castellano como lengua de cultura,
estandarizada y normalizada como vehículo trasmisor del saber, colmó los dos principios
básicos que deseaba el monarca: acercar la cultura a un público mayoritario, que se
comunicaba en castellano y no en latín y, el segundo que deriva directamente de éste,
ahondar en la fijación fono-fonológica y ortográfica, dotarlo de un léxico suficiente para
poder expresar todos los conceptos adquiridos, desarrollar todo un modelo morfológico
nuevo, intentar un vehículo sintáctico suficiente para la expresión escrita y, en definitiva,
sistematizar la lengua que se hablaba en la calle. A partir del reinado de Alfonso X, el
Sabio, la prosa castellana configura su camino que culmina con el español del siglo XXI.

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5.6. CARACTERÍSTIAS DEL CASTELLANO MEDIEVAL (XIII-XV)3

La lengua literaria (norma culta) que para finales del siglo XIV –como decíamos en
el apartado anterior– se había configurado y consolidado, reflejaba la variedad de las
zonas lingüísticas del castellano, principalmente la burgalesa y la toledana. Aunque esta
norma escrita coincidía más con esta última por encontrarse en Toledo la corte, reflejaba
también formas y usos característicos de la Castilla vieja, de León y de otras zonas. El
castellano medieval -como el español del siglo XXI- era una lengua de todos, pero sin ser
la forma exclusiva de nadie.

FONÉTICA

1. Vocales
1. El castellano disponía de 5 fonemas simples y dos diptongos, en posición tónica
(/á, é, í, ó, ú, jé, wé/) y cinco fonemas simples en posición átona (/a, e, i, o, u/). De
estas cinco últimas, sólo las fuertes (/a, e, o/) podían ocupar posición final de palabra.
2. La /-e/ átona final de palabra solía apocoparse tanto en formas verbales como en
sustantivos y adjetivos (nuef/nueue, noch/noche, diz/dize). La norma alfonsí
estableció que ocurriese el apócope en sustantivos y adjetivos tras consonantes
líquidas, dentales y alveolares (l, r, d, z, n: sal, mar, verdad, feliz, razón) pero que se
conservase en las formas verbales (dize).

Nótese que tanto el apócope como la conservación eran realizaciones existentes, por
lo que lo único que hizo la norma alfonsí fue recomendar un uso frente a otro. Tampoco
fue arbitraria la elección de conservacion de /-e/ en las formas verbales ya que en estos
casos no era un simple componente fonético de la palabra (como en sustantivos y
adjetivos), sino que tenía también valor morfológico (persona, tiempo).

2. Consonantes
1. La norma culta diferenciaba /b/ de /ß/; no era así en el castellano del norte que
consideraba a ambos fonemas como variantes combinatorias del fonema /b/. La
particularidad norteña acabo imponiéndose como norma y para el siglo XV se había
generalizado totalmente.

3
DE LA TORRE MORAL, Santiago, Aproximación a la historia de la lengua española, Departamento de
lengua modernas y clásicas, Universidad de JyväsKyla, 2012:< https://bit.ly/2TIAOhn>.

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2. Durante la Edad Media se generaliza paulatinamente el paso de /f-/ a la aspiración
[h] y a su posterior desaparición ("cero fonético"). En el s. XIV aún se realizaba /f-/
en la zona de Toledo, pero para el siglo XV se había convertido en una grafía <h> de
realización fonética muda en todo el territorio castellano. La aspiración (y posterior
desaparición como sonido) de /f-/ fue general:
a) cuando iba seguida de vocal: facere > «hacer», factum > «hecho», fumum >
«humo», filium > «hijo», folia > «hoja», fageam > «haya», ferrarium >
«herrero»,
b) pero la f se conservó –con algunas excepciones–:
1) cuando iba seguida de los diptongos ue o ie: focum > «fuego», fontem >
«fuente», fortem > «fuerte», ferum > «fiero», festa > «fiesta», fera > «fiera»
(pero: ferru > «hierro»),
2) o de una consonante líquida, l o r: fronte > «frente», floccu > «fleco».
c) Los cultismos y semicultismos la conservan siempre: forma, fama, fortuna,
etc.

GRAFÍAS

Los nuevos sonidos del castellano (palatales, africadas y nuevos diptongos) no tenían
representación gráfica en latín por lo que tuvieron que adaptarse o inventarse.

MORFOSINTAXIS

1. Desaparecen las amalgamas del artículo con las preposiciones en y con (conno,
enna -> con el, en la).
2. Cuando un pronombre complemento indirecto de tercera persona (le, les) venía
seguido de otro de tercera persona complemento directo (lo, la, los, las), se convertía
aquél en ge- (lelo [lεlo ⇒ ljélo ⇒ ʎjélo ⇒ ʒélo]). En la actualidad este pronombre CI
combinado se transforma en se (Se los doy).
3. En los primeros textos en castellano abundan las amalgamas de pronombres
combinados entre sí o con otros elementos de la frase de manera que la escritura
reflejaba la pronunciación de los grupos fónicos ([kémlo] ⇒ <quemlo> ⇒ <que me
lo>. A partir del siglo XIII desaparecen estas amalgamas.
4. Las formas derivadas del pluscumperfecto de indicativo latino (-ra) seguían
conservando su valor de indicativo aunque ya empezaban a utilizarse con el valor de
imperfecto de subjuntivo como las conocemos hoy (Me gustaría que cantaras.).
5. La /-d-/ intervocálica de las terminaciones de la segunda persona del plural estaba
empezando a desaparecer, aunque aún se conservaba como [ð].
6. En la formación de los tiempos compuestos se utilizaba el verbo haber <auer> con
los verbos transitivos (la missa cantada la an), y ser con los intransitivos (ydos son).
Haber, además de su uso en la formación de compuestos, seguía conservando su
significado equivalente a tener.

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"Dios, que buen vasallo, si oviesse buen señore" (Mio Cid).

"…la gracia de Dios aviese arredrada et alongada dellos et avie tollido." (Crónica General).

Ser se utilizaba en la formación de compuestos, como hemos mencionado; en las


construcciones copulativas para indicar característica propia del sujeto, como es
utilizado en la actualidad, y también alternaba con estar para indicar valores
locativos.
"... ayuntó todos los godos que con ell eran..." (Crónica General).

"E los cristianos estavan aquend el río ..." (Crónica General).

7. Junto a la voz pasiva formada con el auxiliar ser y el participio pasivo, ya empezaba
usarse también la forma pasiva refleja actual («se venden coronas, se abre la puerta»).

LÉXICO

1. Siglos XIII y XIV

La intensa labor de traducción realizada durante estos siglos XIII y XIV hizo
necesaria la introducción de nuevos términos que no tenía el léxico patrimonial.
Préstamos del latín y del griego: absolución, abstinencia, adorar, caridad, alegoría,
metafísica, ciencia, verbo, acusación, adversario, beneficio, elección, justicia, notario,
etc. Arabismos: aldea, barrio, azafrán, alcaldía, alcohol, auge, ect.

Además de las anteriores lenguas, el francés tuvo una gran influencia en el desarrollo
léxico del castellano: 1. fraile, monje, deán; 2. mesón, vianda, manjar; 3. homenaje,
linaje, palafrén, deleite, vergel, doncel, damisela, madama, salvaje.

Entre los diversos motivos que explican esta gran influencia del francés podemos
mencionar: 1). francesas eran las reformas eclesiásticas impulsadas por los cluniacenses,
a fines del siglo XI, y que fueron introducidas en España por los monjes. 2). el camino de
Santiago estaba lleno de peregrinos y "turistas" francófonos que acudían a visitar la tumba
del apóstol. 3). la caballería y la cortesía, temas socio-culturales medievales, también
introdujeron en el español medieval muchos términos de origen francés.

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2. Siglo XV

Durante el siglo XV se introduce en el castellano una gran cantidad de cultismos. De


los que entran en la lengua en los dos siglos anteriores se diferencian en los motivos de
su adopción: aquéllos se toman para cubrir unas necesidades prácticas, necesarias en la
creación de una lengua que pudiera utilizarse en los textos científicos, jurídicos y
administrativos, mientras éstos, los del XV, tienen una clara función estética. Los poetas
castellanos del XV conocen a poetas clásicos como Cátulo, Lucano, Ovidio, etc. y de
ellos toman el vocabulario que mejor responde a sus inquietudes estéticas. Característicos
de sus gustos son los esdrújulos como lúcido, ínclito, etc. o los compuestos de forma
latina como nubífero, lucífero, odífero, etc. o los participios de presente como fulgente,
ingente, mereciente, etc.

Del italiano no sólo entra el vocabulario relacionado con la creación literaria (novela,
estrambote, soneto, etc.), sino también italianismos relacionados con la vida económica
como banco, cambio, mercancía, etc.

4.7. EL SIGLO XV. LA TRANSICIÓN DEL ESPAÑOL MEDIEVAL AL CLÁSICO4

4.7.1. SITUACIÓN SOCIO-POLÍTICA

La crisis que surgió a finales del siglo XIII tuvo sus repercusiones más importantes
en el siglo XIV y XV. La crisis afectó tanto al aspecto socio-económico de la sociedad,
al poder político y a los medios institucionales, a la religiosidad y a los cambios en la
sensibilidad intelectual y artística. Todo ello hizo que hubiera modificaciones en la
población rural y urbana en los siglos XIV y XV. Las altas cantidades de mortandad
causadas por las epidemias hicieron que en la población rural quedaran muchos lugares
despoblados y se produjo un éxodo hacia las ciudades. Por tanto, en el siglo XV los
núcleos urbanos crecieron produciendo una economía urbana con un alto uso de la
moneda, a pesar de que los trabajos agrarios eran la base del sistema económico y social.

4
Barrajón, E. y Alvarado, B. (2006): «El siglo XV. La transición del español medieval al clásico».
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: <https://bit.ly/2VFraRF>; Lapesa, R. (1983): «Transición del
español medieval al clásico», Historia de la Lengua Española, Madrid, Editorial Gredos, pp. 265-290;
Menéndez Pidal, R. (2005): Historia de la Lengua Española, vol. 1, Madrid, Real Academia Española,
ISBN: 84-89934-12-6; Penny, R. (2004): «Evolución lingüística en la baja Edad Media: evoluciones en el
plano fonético», en R. Cano Aguilar (coord.) (2004): Historia de la Lengua Española, Barcelona, Ariel;
Quilis Morales, A. (2003): Introducción a la Historia de la Lengua Española, Madrid, UNED.

18
Sin embargo, no se puede estudiar la Península como un conjunto económico homogéneo,
ya que cada reino evolucionaba de manera diferente. En el reino de Castilla, la
Reconquista anexa Antequera, Gibraltar y Estepona, cercando el reino granadino. El reino
de Aragón aumenta sus conquistas por el Mediterráneo.

El matrimonio de los Reyes Católicos supone la unidad nacional, se unen Castilla y


Aragón bajo una única institución monárquica, aunque cada reino era independiente
según sus costumbres e idiosincrasia. Granada finalmente queda incorporada al nuevo
reino, al igual que las Islas Canarias y Navarra. En el Mediterráneo, Sicilia, Cerdeña y
Nápoles también formaban parte del nuevo reinado. Sin embargo, el hecho más
importante de esta época es, sin duda alguna, el descubrimiento del Nuevo Mundo (12 de
octubre de 1492).

4.7.2. SITUACIÓN LINGÜÍSTICA

Con el reinado de los Reyes Católicos, no sólo se puso fin a la crisis socio-política
que existía hasta el momento, sino que hubo un auge en el desarrollo del panorama
intelectual y cultural de la época. Se dio un progreso en la producción literaria y escrita,
antes incluso de existir la imprenta, ya que la sociedad en crisis demandaba una respuesta
a los problemas del momento. Esta sería la causa de la proliferación de cierto tipo de
textos específicos y del consumo individual. Con el nacimiento de la imprenta, se
multiplican las traducciones de los clásicos y hace que la difusión sea más extensa.

Además, el idioma sufre ahora una unificación entre los dos grandes dialectos: el
castellano y el aragonés. El rey Fernando se castellaniza muy pronto, lo que provoca que
la lengua de Castilla se propague rápidamente por el reino de Aragón. Los autores de la
época alaban al castellano y la consideran una lengua limpia y graciosa, capaz de decir
las cosas con más claridad que el aragonés. Sin embargo, el problema lingüístico se crea
en el propio reino castellano, ya que Toledo se consideraba la cuna de la lengua castellana,
primero con la Escuela de Traductores de Toledo y más tarde cuando se proclama el
castellano de Toledo como árbitro del lenguaje.

A todo ello hay que añadir la admiración que se tiene sobre la cultura clásica, en
ocasiones, superficial. La reina Isabel aprende latín y logra que sus hijos lleguen a
dominarlo. En la corte o en los palacios enseñan maestros llegados de la propia Italia,

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como Pedro de Anglería o Lucio Marineo Sículo. No debemos olvidar la importante labor
de los humanistas hispanos, como Alonso de Palencia o Antonio de Nebrija, que
emprende la reforma universitaria.

Todas estas novedades en el ámbito lingüístico produjeron variaciones en la fonética,


en la gramática y en el vocabulario que veremos a continuación. Debemos tener en cuenta
que sólo podemos enumerar una pequeña parte de la variación existente, ya que los textos
escritos reflejan sólo el uso de la lengua de ciertos sectores sociales y de ciertos registros
lingüísticos.

Variaciones fonéticas

Con respecto a las vocales, creemos que en la baja Edad Media el sistema vocálico
del castellano era igual que el que poseemos hoy en día, es decir, habría cinco fonemas
vocálicos con distinción entre anteriores, centrales y posteriores; sin embargo, la
incidencia no era siempre igual que la actual:

–Alternancia entre /ié/ e /í/ vigente, sobre todo, en los diminutivos.


–Alternancia entre /ué/ y /é/ limitada a unas pocas palabras y que tiene su origen en
ciertas condiciones morfológicas, esto es, en la confluencia de los sufijos -ero y -
uero.
–Eliminación del hiato, este proceso implica el traslado del acento desde la vocal más
cerrada a la más abierta, con la reducción de la más cerrada a semiconsonante o
semivocal y su consecuente eliminación del hiato a favor de un sólo núcleo.
–Vacilación entre vocales cerradas (/i/, /u/) y medias (/o/, /e/).

Con respecto a las consonantes:

–La /f/ que seguía apareciendo en la literatura era aspiración en el habla, /h/ e, incluso,
desaparecía en Castilla: ebrero (febrero).
–Las consonantes /d/ y /t/ finales se alternaban: vezindat y vezindad.
–Los grupos cultos de consonantes se alternaban con la reducción: dubda > duda.
–En Castilla se confundían en una misma pronunciación b y v.
–En Castilla se producía el ensordecimiento de /dz/, /z/, confundiéndose con /s/, /ts/.
–La inestabilidad de los grupos consonánticos cultos se va resolviendo en el sentido
de perder la consonante implosiva o postnuclear: dino > digno.

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Variaciones gramaticales

A continuación, destacaremos las variaciones gramaticales más importantes en el


siglo XV:

–Se siguen usando formas verbales como andude (anduve), prise (prendí), etc.
–Sigue la fluctuación de las formas verbales como tenedes junto a tenéis y tenés, entre
otras.
–Se utiliza el genitivo partitivo, llegando a empleos en cuanto al orden, poco
corrientes.
–Se usan indistintamente los pronombres os y vos, antepuestos o pospuestos al verbo:
daros/darvos.
–En el paradigma verbal, -ades, -edes, -ides fueron sustituidos por -ais, -ás, -eis, -ís.
–El uso del artículo antepuesto al sustantivo queda reducido al habla popular.
–Se siguen utilizando oraciones de infinitivo: Ir conmigo (que venga conmigo).
–Todavía perdura el uso medieval de no utilizar la preposición a con verbos de
movimiento.

Variaciones léxicas

Con respecto a las variaciones léxicas, debemos señalar la gran afluencia de acervo
léxico que experimentó la lengua castellana en este período de tiempo, debido a la
introducción de galicismos, latinismos, italianismos, catalanismos, helenismos y
arabismos, y por la creación interna a partir de sufijos y prefijos.

1. Galicismos

–Pertenecientes a la vida militar: brida, gocete, corchete, pabellón, amarrar, cable,


alijar, etc.

–Pertenecientes a la vida cortesana: galán, marchán, reproche, jardín, gala, chambrana,


gaje, forjar, trinchar, etc.

2. Latinismos

Algunos latinismos que se reflejan en las obras literarias del momento son: ofuscar,
trucidar, rubor, ebúrneo, tálamo, belígero, clarífico, piropos, belo, colle, geno, luco,
furiente, vacilar, volumen, matrona, terrible, silvestre, belicoso, etc.

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3. Italianismos

–Pertenecientes a la vida cultural: novela, soneto, pórfido, fontana, etc.

–Pertenecientes a la vida religiosa: camposanto, carnaval, monseñor, etc.

–Pertenecientes a la vida política y al gobierno: embajada, potestad, señoría, etc.

–Pertenecientes a la vida militar: bombarda, lombarda, pavés, escopetero, etc.

–Pertenecientes a la vida marítima: ciar, tramontana, piloto, bergantín, etc.

–Pertenecientes a la vida comercial e industrial: banco, cambio, mercante, ducado, etc.

–Pertenecientes a la vida social: cortesano, princesa, etc.

–Pertenecientes a la educación: bártulo.

–Pertenecientes a la flora y la fauna: bixa, parco, portante, sevático, etc.

–Pertenecientes a la geología: gruta, pantanoso, terramote, etc.

–Pertenecientes a la vida diaria: bernegal, atacar, filigrana, beca, malatía, fantasticado,


etc.

4. Catalanismos

Encontramos algunos términos provenientes del catalán y de su contacto con el


castellano: linaje, nólito, turrón, orate, brugido, lampuga, etc.

5. Helenismos

–Pertenecientes a la vida cultural: aféresis, coma, alfabeto, apócope, academia,


solecismo, ortografía, bucólico, estoico, antítesis, arpía, musa, sibila, sirena, etc.

–Pertenecientes a la vida política o histórica: héroe, monopolio, tirano, etc.

–Pertenecientes a la botánica: acacia, acónito, altea, nardo, dátil, frijol, etc.

–Pertenecientes a la fauna: áspid, bisonte, delfín, lince, etc.

–Pertenecientes a la medicina: agonía, arteria, causón, manía, poro, paralítico, etc.

–Pertenecientes a la vida religiosa: tiara, clero, idolatría, cimera, égloga, etc.

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6. Arabismos

En estos momentos, el árabe ya no gozaba de la situación de prestigio que había


tenido años anteriores; sin embargo, no estamos exentos de su influencia en el castellano.
Así, cobran especial interés los arabismos que acabaron por ceder el paso a un término
equivalente de origen romance: alcatea > manada, alfaça > lechuga, alfaquim > físico,
aljófar > perla, trujamán > intérprete, quina > gálbano, etc.

4.7.2. LA LENGUA LITERARIA

Retoricismo y oscuridad: el latinismo

Durante la primera mitad del siglo XV en el ámbito literario surge un excesivo interés
por resucitar el mundo clásico, rechazando con ello la Edad Media que es la que imperaba
en aquellos tiempos. Resultado de tan ciega admiración es el menosprecio que sufre el
lenguaje literario del siglo anterior por ser considerado demasiado vulgar, rudo e incluso
mediocre. De ahí que nazca una nueva literatura marcada por la artificiosidad y el uso
desmesurado de la sintaxis latina sin que se medite previamente su adecuación a la lengua
española.

Ese latinismo que impregna buena parte de las obras literarias del siglo XV obedece
a razones puramente estéticas. Los eruditos del momento pretenden alcanzar el grado
sublime que lograron aquellos que escribían en griego o latín con el fin de que la lengua
romance se nutra de vocablos recientes y acoja un estilo elegante exento de impurezas.
Como máximos exponentes de esta tendencia literaria latinizante podemos citar a Juan de
Mena, el Marqués de Santillana o Enrique de Villena. Su lengua resulta a menudo difícil
por su gran empeño artístico.

Los rasgos que evidencian ese enorme influjo de la lengua latina sobre la
española son los siguientes:
–Uso extenso del hipérbaton: «no puede olvidar los amores que de Febo su esposo
auía». Así se refleja en la obra de Juan de Mena y en la prosa de Enrique de Villena.
–Uso de participios de presente: «las tremulantes manos», «las estrellas cayentes».
La lengua de Juan de Mena y del Marqués de Santillana constituyen buena prueba de
ello.
–Uso de la figura etimológica, esto es, figura retórica que reitera voces de idéntica
raíz: «O vos ravias muy raviosas», «su gran culpa lo desculpa», «de cierta
certenidad», etc.

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–Supresión de la conjunción que en las oraciones dependientes de verbos de opinión,
pensamiento, voluntad y semejantes: «Non creo las rosas sean tan fermosas».
–Uso de abstractos en plural: «las amistades», «las virtudes», «las conformidades»,
etc.
–Aparición frecuente de oraciones de infinitivo subordinadas, de oraciones de
relativo e incluso del infinitivo pasivo: «e desde los Alpes vi ser levantada».
–Uso del superlativo sintético: «soy apresionado en gravísimas cadenas».
–Colocación del verbo al final de la frase: «¿Pues qué le aprovechó al triste... si su
amor cumpliere, e aún el universo mundo por suyo ganare, que la su pobre de ánima
por ello después en la otra vida perdurable detrimento o tormento padezca?».
–Anteposición del adjetivo al sustantivo: «los heroicos cantares del vaticinante poeta
Omero».
–Comparación mediante frases adverbiales: «así como nieve», «bien como riendo»,
etc.
–Uso del adverbio así con adjetivos y adverbios: «así contento que...», «así virilmente
que era maravilla», etc.

La introducción de términos latinos en la lengua literaria no solamente se debe a


motivos estéticos, sino también al concepto existente de la poesía como ciencia. En
España se acentúa este concepto cuando la escuela sevillana (1395-1415), promovida por
el genovés Francisco Imperial, se interesa por temas intelectualistas, morales y
alegóricos. Este hecho justificaría que la literatura se inunde de tecnicismos que
representan las nociones científicas que el pensamiento renacentista difundía acerca del
mundo y del lugar que en él ocupa el hombre. Así, el léxico de Mena es rico en palabras
procedentes del lenguaje técnico relativas a la marinería («la mar sin repunta», «fusta»,
«bonanza», «aguas biuas e muertas»), a la guerra («quadrilla», «escalas», «lombardas e
truenos», «trabucos», «azagayas»), etc.

A pesar de esta poderosa corriente de refinamiento, el lenguaje popular no


permaneció en el olvido. No solamente era reclamado por el pueblo, sino por aquellos
hombres cultos del Renacimiento que empezaban a buscar la naturalidad y espontaneidad
de la lengua. Es precisamente el Marqués de Santillana el que reúne la primera colección
de refranes.

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Del retoricismo al humanismo

Los escritores de la época de los Reyes Católicos, más conscientes que Mena o
Santillana del valor de la lengua vulgar, lejos de forzarla con el propósito de imitar la
lengua latina, revindican la naturalidad y la simpleza en el lenguaje artístico. La evolución
artística de Juan de Lucena es muy representativa de esta nueva orientación en la lengua
literaria. Tras ese intento de latinizar el léxico y la sintaxis en su Diálogo de la vita beata,
escribe su Epístola exhortatoria a las letras, donde el latinismo se atenúa
considerablemente, siendo todavía más discreto en su Tratado de los gualardones... e del
oficio de los harautes, compuesto durante la guerra de Granada (1482-1492).

Jorge Manrique con sus Coplas a la muerte de su padre (1476) inicia este proceso de
cambio literario. Si bien sigue utilizando cultismos, los dosifica e intenta dotar de valor
poético a las palabras más corrientes. Desecha el retoricismo del período anterior y sus
recursos estilísticos principales son una muestra de la escasa artificiosidad y notable
sencillez que persigue en sus versos: sustantivación neutra («lo presente», «lo no
venido»), empleo del infinitivo sustantivado («aquel trobar», «aquel dançar», «mi
morir»), etc.

Otra obra importante en la que comienza a manifestarse el español clásico es la


Celestina. Supone un abandono de la prosa retoricista y una tendencia hacia la naturalidad
y transparencia que caracteriza el lenguaje literario del siglo XVI. La gran novedad de la
Celestina es la creación de un diálogo prosístico. Su precursor más inmediato es el
Corbacho del Arcipreste de Talavera (1498), en el que ya hallamos algunos monólogos
del habla popular. En la Celestina se pulen ciertos procedimientos estilísticos presentes
en el Corbacho. A pesar de que aparecen rasgos cultos con los que se persigue un estilo
elevado y elegante (vocablos latinos, construcciones de infinitivo o de participio de
presente, amplificaciones, etc.), no se realiza un uso tan abusivo de ellos como el que
habían llevado a cabo los prosistas de la época anterior.

Tratados sobre el lenguaje (gramáticas, diccionarios, etc.)

Durante la Edad Media en Europa se vive de la herencia gramatical grecolatina y los


estudios del lenguaje se centran en las lenguas clásicas. Era necesario, por tanto, fijar
gramaticalmente la lengua vulgar que se hablaba por aquel entonces. En España, el primer
tratado sobre nuestra lengua es el Arte de Trobar de don Enrique de Villena (1433). Su

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propósito es redactar una poética medieval y en su obra se aprecia un esbozo inicial de
una fonética y ortografía castellanas.

En 1490, por mandato de la reina Isabel, Alonso de Palencia publica en Sevilla el


Universal vocabulario en latín y en romance, que constituye el primer esfuerzo
lexicográfico romance. Aunque es un diccionario de latín, Alonso no se limita a
proporcionar las equivalencias castellanas de cada voz, sino que las enriquece con
múltiples informaciones. Entronca con la tradición de los glosarios latino-romances de la
Edad Media, pero los supera al tratarse de una obra de carácter enciclopédico que recoge
gran parte de la sabiduría almacenada por la tradición humanística. A pesar de ser una
obra importante, quedará prácticamente oscurecida por la labor lingüística desempeñada
por Nebrija.

Antonio de Nebrija es el iniciador de un período de desarrollo lingüístico marcado


por un intento de estabilizar la lengua e inculcar en ella el pensamiento humanístico.
Durante su estancia en Bolonia, donde estudia con Lorenzo Valla, se impregna del
humanismo imperante en la época. De esta experiencia estudiantil extrae dos ideas
fundamentales que regirán su labor lingüística. La primera de ellas es la necesidad de
resucitar los estudios clásicos en España y subsanar los defectos realizados en la
enseñanza del latín. La segunda es su preocupación por las lenguas vulgares, lenguas que
podrían ser tan dignas como la latina y cuyo estudio gramatical facilitaría el aprendizaje
del latín, ya que el conocimiento exacto de la lengua materna es una gran ayuda para la
adquisición del latín como segunda lengua.

En 1492 aparece su Gramática de la lengua castellana. En ella se aplican por primera


vez a una lengua vulgar los métodos humanísticos que antes solamente se ejercitaban en
el estudio del latín o del griego. Nebrija ve en el castellano una lengua totalmente
independiente de la latina y de la misma categoría. Sin embargo, esta excelente obra no
consiguió sus fines pedagógicos de tal forma que después de 1492, la Gramática no
volvió a ser reimpresa.

En cambio, su gramática latina, Introductiones latinas (1481) de la que realizó una


versión castellana por encargo de la reina Isabel que se publicó en 1486 (Introducciones
latinas, contrapuesto el romance al latín), tuvo una mayor difusión. Nebrija crea esta
gramática con el fin de que sus alumnos tuvieran un texto fiable en el que consultar las
reglas gramaticales latinas.

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Las dos grandes obras lexicográficas de Nebrija son el Diccionario latino-español
(1492) y el Dictionarium (¿1495?). Esta última fue reproducida en facsímil por la Real
Academia Española en 1951 con el título de Vocabulario español-latino. Se trata de dos
diccionarios bilingües en los que Nebrija asume el modelo de los glosarios manuscritos,
siendo su fuente principal los textos clásicos. Son obras independientes, dado que, si la
ordenación del Vocabulario español-latino está pensada a partir del castellano, la del
Diccionario latino-español, que es más extenso que al anterior, lo está desde el latín.

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