Ensayo Final

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Universidad de las Américas, Puebla

Departamento de Artes y Humanidades

Argumentación Académica

Dra. Mari Carmen Orea Rojas

Criterios para la aplicación de biotecnología y


otras modificaciones al cuerpo humano

Axel Isaac Azcárate García

165970

Puebla, Pue., mayo de 2020


Hombre y máquina. Dos ideas aparentemente distintas y al mismo tiempo tan ligadas

en las últimas décadas. Una de las partes - la humanidad - quiere sacar todo el provecho

posible de la contraparte; sin embargo existen riesgos que debe afrontar. ¿Estará dispuesta la

sociedad a facilitar sus actividades diarias y agilizar el comercio masivo, poniendo en la mesa

su seguridad, identidad y personalidad; permitiendo que un agente externo y artificial sea

introducido en su cuerpo sin que exista una justificación funcional? ¿Hasta qué punto el

desarrollo tecnológico puede y debe modificar al organismo?.

En este ensayo se busca la defensa de la ética médica y el diseño natural de nuestra

especie. Sí, se reconoce el avance y las bondades de la tecnología, y el gran papel que ha

tenido en el desarrollo social. No obstante, es necesario determinar límites y condiciones para

que esta pueda ser aplicada directamente al cuerpo. Se presenta un contexto social; algunos

eventos análogos al deseo de modificar el cuerpo; la perspectiva médica respecto al tema; y

se proponen condiciones bajo las cuales puede considerarse correcto aplicar la biotecnología

al cuerpo de una persona.

La idea de un futuro en el que el hombre y la máquina se unen para dar lugar a una

nueva variante humana ha sido objeto de grandes producciones cinematográficas como la

exitosa saga de Star Wars de George Lucas, en la que uno de los personajes principales -

Anakin Skywalker - recibe un reemplazo de sus brazos y piernas por extremidades robóticas

tras haberlas perdido en combate. Incluso en el mundo literario de los comics, personajes

como Cyborg (Justice League - DC Comics), un joven atleta que sufrió un accidente

catastrófico, y cuya mitad del cuerpo tuvo que ser reemplazada por partes biónicas, representa

a la perfección el concepto hombre-máquina ficticio y llamativo al que nos referimos.

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Personas con habilidades fuera de lo común que sobrepasan las capacidades humanas

habituales; habilidades con las que la mayoría de nosotros solo soñamos.

Es tentadora la idea de querer alcanzar dicho estado de superioridad. Ser distinto a

los demás y utilizar dichas singularidades para seguir nuestros deseos. Sin embargo, previo

a la modificación de los cuerpos de estos y muchos otros más personajes ficticios de la gran

pantalla o la literatura popular, existe una constante: la pérdida de alguna de las funciones o

partes de su cuerpo debido a un agente externo o fuera de su control.

De alguna manera, esta constante: “recuperar lo que se perdió”, ha mantenido a raya

algunas de las aplicaciones de la biotecnología médica moderna. La biotecnología se refiere

a toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus

derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos

(Convention on Biological Diversity, Article 2. Use of Terms, United Nations, 1992). Esta

sub-rama de la biología tiene aplicaciones en una gran variedad de campos: desde mejorar el

rendimiento de una semilla, hasta el uso de microorganismos para la producción de insulina.

Es tan amplia esta ciencia que ha sido seccionada en varias sub-disciplinas

identificadas por colores de las cuales nuestro enfoque será en la sección roja: medicina.

Como se puede inferir, esta subcategoría tiene como misión principal el desarrollo de

procesos y productos con aplicaciones médicas. De estas aplicaciones serán las prótesis parte

esencial de la estructura de este ensayo. Una prótesis es un dispositivo ajeno al cuerpo cuyo

objetivo es cubrir una función biológica - comúnmente mecánica o motriz. Estos dispositivos

varían desde elementos tan simples como placas metálicas y dientes; hasta dispositivos más

complejos como marcapasos, brazos y piernas.

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Debido a la búsqueda de dispositivos cada vez más versátiles, ingenieros y médicos

han trabajado en conjunto para integrar disciplinas como la electrónica y robótica con la

neurociencia, ortopedia y anatomía para desarrollar miembros artificiales - siendo las manos

y las piernas los primeros en la lista. Sensibilidad, motricidad y agilidad son algunos de los

criterios que impulsan la innovación de esta tecnología con el objetivo de proporcionar al

paciente un dispositivo lo más similar posible a su análogo orgánico.

Esta podría ser para muchos una visión muy noble de lo que significa aplicar la

tecnología al cuerpo humano: recuperar la habilidad de caminar o levantar cosas; poder ser

independiente nuevamente. Sin embargo, existen casos en los que las personas - y no

pacientes - deciden por convicción propia modificar sus cuerpos sin realmente requerir dicha

intervención. Ante esta situación surge una pregunta: ¿debería utilizarse biotecnología para

mejorar el rendimiento del cuerpo humano sin que exista una necesidad real para hacerlo?

¿Hasta qué punto es ético modificar a una persona por su propio deseo?.

El ser humano es la expresión viviente de un diseño que ha permitido que nuestra

interacción con el ambiente sea posible, favoreciendo así nuestra supervivencia como

especie. Con la biotecnología médica y sus aplicaciones - específicamente las prótesis e

implantes - se busca mantener este diseño. Intentar modificarlo sería un acto inconsciente

que iría en contra de la visión natural, médica y filosófica de lo que significa y representa ser

humano. Defender esta visión es responsabilidad de la misma humanidad, especialmente de

aquellos cuya labor profesional está íntimamente relacionada con la preservación de la vida

y los valores humanos.

El desarrollo de la tecnología dirigida al cuerpo humano debe tener como objetivo

cubrir una función que haya sido perdida a causa de un accidente o enfermedad, y no para

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sobrepasar los límites de nuestro organismo por voluntad propia. De no defenderse esta

visión, se distorcionaría el sentido del ser humano, y nuestra posición como criaturas en este

mundo sería atentada, pudiendo resultar en un caos social, moral e incluso existencial.

Es evidente que la tecnología ha ido ganando terreno en nuestras actividades

cotidianas a partir de la invención de dispositivos como el teléfono celular o smartphone.

Año con año resulta una necesidad para la industria de la tecnología mejorar las capacidades

técnicas de estos dispositivos para que puedan sobrellevar la carga de programas y

aplicaciones que deben mantenerse activas para que el usuario no pierda ni una fracción de

segundo en buscar una canción, agendar una cita o comprar los boletos del cine.

No solo se han mejorado las capacidades del celular, sino que también la manera en

que el usuario interactúa con él. Tareas que podrían parecer sencillas como recomendar un

artista o un lugar para comer, reconocer rostros en tus fotografías e incluso sugerir resultados

de búsqueda, son aprendidos por el smartphone para poder presentar

resultados personalizados al usuario.

Para la población en general - especialmente para la población joven - este fenómeno

tecnológico no representa un riesgo, sino la oportunidad de interconectar con otros alrededor

del mundo y compartir ideas solo con la ayuda de un par de botones digitales. Ahora es

posible visualizar en una pantalla portátil de alta resolución que cabe en el bolsillo las proezas

- o imprudencias - de gente que se encuentra a miles de kilómetros. Enormes bases de datos

están disponibles para que las poblaciones de decenas de países puedan acceder a ellas y

encontrar información de su interés.

Es tal el impacto social, que para algunos no suena muy lejano el momento en el que

humano y tecnología se fusionen para dar lugar a una nueva variable antropológica: el

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cyborg. Esta hibridación facilitaría a miles de empresas, que utilizan los medios informáticos

para la distribución de sus productos y servicios, ofertar de manera individualizada a los

usuarios, y la transferencia de información se agilizaría. Sin embargo, culturalmente no

estamos preparados ni diseñados para aceptar y dar lugar a dicho evento. Existen factores

como la ética profesional, médica y social que rechazan dicho suceso.

El deseo de proveer al hombre con herramientas que faciliten su interacción con su

ambiente ha sido y será un pilar central de la innovación y el desarrollo tecnológico.

Específicamente para casos médicos, la búsqueda de tratamientos y equipos ha impulsado la

investigación y descubrimiento de cientos de medicamentos y dispositivos que permiten que

el paciente recupere su estatus quo, o en caso de que carezca de alguna capacidad de

movimiento por la falta de algún miembro, darle la posibilidad de recuperar aquello que

perdió o con lo que no nació y requiere para su desenvolvimiento adecuado.

Es el deseo de pertenecer al grupo de personas sanas o “normales” también lo que ha

motivado a la gente a movilizarse en grandes corrientes sociales y científicas para encontrar

maneras de formar parte de un grupo mayoritario. Sin embargo, existen las excepciones.

Grupos sociales que desean sobresalir del resto; ser únicos dentro de muchos. Los tatuajes,

modificaciones dérmicas, implantes y demás elementos quirúrgicos han sido material de

interés para este tipo de poblaciones; una conducta que no es nueva. Civilizaciones que se

han levantado y caído practicaban este tipo de diferenciación para marcar o representar un

estatus social o jerárquico, o para representar hazañas de los portadores.

En tiempos actuales la “diferenciación física” sigue siendo un método recurrido por

las poblaciones que desean ser distintas al común. Grandes movilizaciones y protestas se han

realizado con el objetivo de defender el derecho de elección sobre el cuerpo propio. Se ha

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buscado la aceptación de estas prácticas, especialmente en países occidentales donde la

cultura del tatuaje ha sido un tabú. Con la continua inclusión de los diversos países y sus

culturas e idiosincrasia, el mundo es más propenso a tolerar, y posteriormente, aceptar esta

conducta. Los modelos culturales y tendencias no son lo único que se ve afectado por la

interconexión global.

En el mundo globalizado del siglo XXI, la cuarta revolución industrial, la cual está

motorizada por el uso de programas computacionales, inteligencias artificiales y procesos de

automatización, permite la creación de “fábricas inteligentes” las cuales son capaces de unir

los procesos informáticos con la producción en masa proveyendo de bienes y servicios

personalizados al mercado (Jaramillo, 4).

La disponibilidad de servicios destinados a actividades cotidianas como el transporte,

la comunicación o la adquisición de algún bien de manera personalizada parece ser una

prometedora medida para el crecimiento económico. Sin embargo, para que esto sea una

realidad es necesario contar con un recurso que resulta ser sumamente importante, y al mismo

tiempo tentador, para las grandes corporaciones: la información personal de los usuarios. Sin

duda, esto supone un riesgo para la persona que desea contar aquello que dichas compañías

pueden ofrecerle.

Apple, Google, Facebook, Instagram, Amazon, Uber - por mencionar algunas - son

empresas que cuentan con cantidades exorbitantes de información delicada de sus millones

de usuarios y clientes. Si bien estas compañías cuentan con avisos de privacidad de datos, la

verdad es que no se puede tener la certeza que se respeten. Casos como el juicio a Facebook

por el uso indebido de la información personal de miles de usuarios durante las campañas

presidenciales del 2016 en Estados Unidos (BBC News, en línea) son evidencia clara de la

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inseguridad informática que acecha a todos aquellos que tengan una cuenta en algún servidor

informático, en la que la individualidad del usuario está a expensas de intereses ajenos.

La obtención de datos personales es comúnmente obtenida a través de plataformas en

internet. No obstante, se empieza a tener la idea de utilizar implantes electrónicos capaces no

solo de proporcionar los generales de una persona como si de una tarjeta que se pasa a través

de un lector se tratase. Estos tendrían la capacidad de llevar un registro biométrico detallado

del individuo, es decir, información biológica y médica que permita conocer a la persona de

manera íntima. Si tener solamente información general de un usuario es tentador, ¿qué

podrían hacer las grandes corporaciones con la información biométrica de millones de

personas?.

El hecho de introducir un implante, o realizar una alteración física al cuerpo es por sí

mismo un tema de discusión que abunda en la opinión pública, siendo la población joven la

más interesada en la defensa del libre albedrío sobre el cuerpo. Marcas como tatuajes,

perforaciones o piercings, son las más sonadas en las mesas de discusión. Numerosos

estudios se han realizado en los que se busca una relación entre estas marcas y desórdenes

psicológicos. Sin embargo, exponer el tema utilizando solamente un filtro tan variable resulta

complicado, pues son muchos los factores que incitan a una persona a realizarse una

modificación corporal. Por esta razón, un acercamiento médico resulta ser más adecuado por

su imparcialidad.

Si bien la idea de realizar una modificación al cuerpo humano debe ser con la finalidad

de suplir una necesidad o función elemental del organismo, los tatuajes - en principio - no

cumplen este objetivo. De hecho, estos implican riesgos altos para la integridad biológica del

organismo. Riesgos, que al ser derivados de una intervención injustificada, son

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completamente innecesarios. Virus y enfermedades como el VIH/SIDA, hepatitis B y C,

papilomavirus, entre otros, son reconocidos como posibles consecuencias de la realización

de un tatuaje (Braithwaite, 461).

No obstante, motivados por la creciente práctica - especialmente de personas con

influencia como artistas o celebridades; la diversificación de ideas culturales y la

globalización; un concepto de expresionismo artístico a través del cuerpo y el dolor; y una

época en la que el cuerpo humano es un pilar de la identidad, siendo este símbolo de éxito,

superación y realización; miles de personas están dispuestas a realizarse un tatuaje como una

expresión simbólica de su personalidad (Rees, 159-167).

Si el objetivo es elevar el cuerpo a su máximo esplendor por sobre todo lo demás -

que no es una idea con la que esté de acuerdo - entonces resulta irónico marcarlo por un

supuesto amor al arte. La piel no es un lienzo en blanco en el que el hombre pueda plasmar

sus ideales. Es una obra de arte en sí misma que debe ser protegida de cualquier flagelación.

Si se quiere que el cuerpo trascienda - por decirlo así - debe ser conservado en su estado más

puro dentro de lo posible y prudente, procurando no intervenir innecesariamente en su

anatomía.

Las alteraciones físicas auto-consentidas no sólo están relacionadas con el yo físico

de los practicantes. Estas, al no surgir de una necesidad fisiológica, tienen su origen en el

campo psicológico, y por ende sus consecuencias también pertenecen a esta fase del

individuo. Al ser estas la expresión de un deseo o estado mental, en la mayoría de los casos

aquella persona que se realizó una modificación corporal - como un tatuaje, perforación o

implantación - tiende a repetir su conducta si es que la motivación sigue latente.

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Las motivaciones para realizarse una alteración corporal son varias, pudiendo ser un

acto simbólico; por un objetivo exhibicionista que busca llamar la atención de aquellos que

se encuentran alrededor; o por un elemento masoquista (Post, 529). Sea cual sea el caso,

todos se originaron por una condición de la mente. Esta condición puede ser pieza clave en

la repetición de una acción modificadora (R. P. Youniss, 9).

No obstante, es prudente remarcar el hecho que no todas las personas que practican o

han practicado esta conducta tienen algún desorden psicológico o social. Como se mencionó

anteriormente, las razones por las que una persona decide realizar un cambio en su cuerpo

son variadas, y no es posible categorizarlas todas. Además, existen casos en los que esta

conducta no se vuelve repetitiva.

Sin embargo, dependiendo el caso y las condiciónes mentales y emocionales del

individuo, es posible que se llegue a una condición no planeada. Es el ejemplo de una

conocida, quien por un objetivo simbólico, decidió realizarse un tatuaje que representara uno

de sus gustos; un acto que en teoría no se repetiría. Ese tatuaje se convirtió en dos, luego en

tres. Una vez llegados los 10 tatuajes, empezaron las perforaciones; una, dos, tres…(a la

fecha no se sabe cuándo dejaran de incrementarse). El día de hoy, esta conocida se encuentra

muy lejos de su frase: “solo será uno”.

Un tatuaje, un piercing, o una perforación son modificaciones que quedan en el

cuerpo. Un implante electrónico va más allá, y las consecuencias de tenerlo también. ¿Es

prudente tomar la iniciativa e introducir un dispositivo electrónico en nuestro cuerpo cuando

nuestra integridad no depende de ello? ¿Cuándo se puede decir que la integridad física de

una persona depende de una intervención a su cuerpo?

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Existen procedimientos quirúrgicos cuyo objetivo, además de preservar la

funcionalidad de un tejido, es modificar la apariencia del paciente. La periodoncia, por

mencionar uno, es un procedimiento que “no solo se encarga de resolver los procesos

infecciosos que afectan al periodonto, sino que también es responsable de la preservación de

la función (...) y de la estética de los tejidos periodontales” (Godoy, 180). ¿Es entonces una

intervención con motivaciones estéticas válida?.

De acuerdo con el Juramento Hipocrático - un juramento escrito por Hipócrates, dado

a los médicos como una guía ética profesional - toda decisión médica debe ser únicamente

para el beneficio del paciente, dejando a un lado las prácticas del error (Academia Nacional

de Medicina, en línea). Es decir, todo procedimiento ejecutado en un paciente debe tener una

justificación que valide la intervención, poniendo en primer lugar su integridad y vida.

Aquello que vaya en favor del error debería, en principio, ser descartado. Si una intervención

estética tiene como resultado una mejora en la funcionalidad anatómica, entonces es válida.

Existen casos en los que las intervenciones quirúrgicas no cubren una necesidad

fisionómica, sino que son realizadas meramente por motivos estéticos. Procedimientos como

aumento de busto o glúteos, o una reestructuración nasal figuran como los más comunes. En

estos casos se podría pensar que la ética médica no se está respetando, y que cualquier

procedimiento es válido siempre que el paciente esté dispuesto a correr el riesgo de la

intervención.

Sin embargo, a pesar que dichas intervenciones son relativamente comunes entre

grupos específicos de la sociedad, en generalidad, no dejan de ser injustificadas y presentar

un riesgo físico y psicológico innecesario para la persona que esté deseosa de resaltar ciertas

características de su cuerpo. Existen situaciones en los que este tipo de intervenciones,

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aunque son meramente estéticas, sí tienen una justificación válida. Tal es el caso de los

implantes mamarios utilizados en mujeres que sufrieron cáncer de mama.

Siguiendo el objetivo principal de la profesión médica, durante miles de años el

hombre ha realizado esfuerzos por sustituir miembros del cuerpo que hayan sido perdidos

por algún siniestro y regresar al paciente a una condición que le permita realizar sus

actividades cotidianas. Tan solo en el último siglo, se realizaron innovaciones importantes

para regresar a la fuerza laboral a aquellos que carecieran de alguno de sus miembros, siendo

Francia y posteriormente Estados Unidos, los primeros países en realizar aportaciones a esta

campo de la medicina (Loaiza, 191). En la actualidad, tras años de investigación e

innovación, existen diversos tipos de prótesis, dentro de las cuales las prótesis híbridas

(aquellas que combinan la acción del cuerpo con el accionamiento por electricidad (Puglisi,

1-2) son las más llamativas y prometedoras para proveer de mayores movilidad y agilidad a

los pacientes.

Es tal el avance, y la ficcionalidad que este ha adquirido, que grupos de la población

han desarrollado o promovido movimientos sociales en los que se apoya la idea de estrechar

la distancia entre ser humano y el uso de implantes o equipos electrónicos para mejorar el

rendimiento del cuerpo y las habilidades cognitivas de una persona. Donna Haraway, una

autora feminista, en su trabajo “Cyborg Manifesto” realza las posibilidades sociales,

tecnológicas e incluso filosóficas que podrían surgir de la unión de dos ideas opuestas: el

hombre, como individuo orgánico; y la máquina, un elemento no vivo con la habilidad de

evolucionar (O’Brien, 180).

Estos movimientos lanzaron una pregunta al aire: ¿puede el hombre decidir

libremente añadir a su cuerpo elementos no orgánicos con el objetivo de mejorar su condición

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humana, y darle habilidades fuera de lo natural?. En un mundo donde la verdad es puesta a

la merced de la subjetividad de sus millones de habitantes, y donde la sociedad progresista

actual representa un colosal monumento que quiere erigirse sobre los cimientos de una

sociedad conservadora; hay quienes piensan que el libre albedrío sobre el cuerpo es un

derecho fundamental. Modificar, amputar, implantar, cambiar, marcar… todo está permitido

si así se desea; no es necesaria una justificación.

Es peligroso un pensamiento que no esté dispuesto a dirigirse de acuerdo a una norma.

Sin una guía ética, el mundo sería un caos social. “Recuperar lo perdido, buscar el beneficio

del paciente, y evitar las prácticas del error” son los principios que han impulsado el

desarrollo biotecnológico médico, y sería irónico hacer a un lado esta línea de acción y

criterio. ¿Quién es digno o está capacitado para decidir sobre el diseño y la definición de un

ser humano? ¿Por qué ir en contra de los designios naturales?.

En conclusión, se puede decir que la innovación, tanto médica como tecnológica,

busca mejorar la condición humana, siempre y cuando esta se apegue a ciertos criterios éticos

de la profesión médica. Tomando en cuenta los puntos mencionados a lo largo del ensayo -

las consecuencias económicas y de seguridad; los motivantes para realizarse una

modificación corporal; las implicaciones sociales, físicas y psicológicas que esto conlleva -

se puede establecer que las modificaciones biotecnológicas deben ser una aplicación

forzosamente justificada y que no tenga el objetivo de alterar el sentido humano del paciente.

Finalmente, debido a la creciente pluralidad de pensamiente, todo queda al criterio de cada

individuo y del nivel ético de aquel que realice la modificación.

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